YO, CLARA Y ELPONI MIGUELÍN Seguro que tú ya me conoces. Éste soy yo. Y ésta es mi hermana Clara: No nos confundas, ni vayas sar que ésa de allá soy yo. O a Clara. Es al contraria Y éste es el poní Miguelín: Es un caballito muy querido, pequeño, gordo y muy voluntarioso. 1 Cuando Miguelín quiere tragarse un sombrero de paja lo persigue hasta agarrarlo. Los sombreros de paja son uno de sus manjares predilectos. ¿Por qué?, no lo sé, pues hasta ahora no me he comido un sombrero de paja. A Miguelín lo conocimos en el campo y sucedió así: UN PONÍ DEVORADOR. DE SOMBREROS En las vacaciones de fin de año fuimos al campo yo y papá y mamá y también mi hermana Clara. Nuestro gato Casimiro y el perro Sabueso tuvieron que quedarse en casa, y por eso todavía siguen muy ofendidos con nosotros. Era un verano intenso y el sol era tan fuerte que el primer día yo y mi hermana Clara nos quemamos y quedamos colorados como unos tomates. Mamá entonces dijo: —Los niños necesitan sombreros de paja. Vi un almacén cerca de acá donde podemos comprarlos. De esta forma yo y mi hermana Clara obtuvimos dos hermosísimos sombreros de paja. — ¡Mi sombrero es mucho más bonito que el tuyo! — le grité a mi hermana. — ¡No es cierto! ¡No es cierto! ¡El mío es mucho más bonito! —contestó ella en el mismo tono. Yo grité otras dos veces diciendo que mi sombrero de paja era mucho más bonito hasta que mamá dijo: — ¡Basta ya, niños! Cálmense, por lo menos hasta que hayamos encontrado un sombrero para mí y uno para papá. Así que nos tocó quedarnos muy quietecitos, pero esto era muy difícil para nosotros, sobre todo teniendo sombreros tan bonitos en la cabeza. Ademán la quemadura del sol me producía cosquillitas. ¿Qué podía hacer? Miré a mi alrededor y vi, detrás del quiosco en el que vendían los sombreros, un caballito poni. Era exactamente del mismo color de los sombreros y era pequeño y gordo. 2 Cuando me vio empezó a mirarme con curiosidad e intentó Mientras decía esto, acariciaba, al animal entre las acercarse, pero no pudo porque estaba amarrado a un árbol. orejas, tal como yo lo había hecho antes. El poni mostró sus — ¡Caramba, un poni! —grité emocionado porque a grandes dientes y relinchó. Luego estiró su largo cuello y en mí me encantan esos caballitos. un dos por tres se devoró la mitad del sombrero de paja de — ¿Cómo te llamas? —le pregunté y me dirigí hacia Clara. Ella se quedó un momento con la boca abierta y luego él. se abalanzó sobre la otra mitad del sombrero que todavía El poni me mostró sus grandes dientes como si se colgaba de la boca del poni. Jaló el pedazo de sombrero con estuviera riendo un poco. Nunca antes había visto un poni ambas manos y yo le ayudé a hacer fuerza. tan tierno. Estando en ésas, nos sorprendieron papá y mamá que Lo acaricié entre las orejas y se alegró tanto que lucían grandes y hermosos sombreros de paja. — ¿Qué relinchó. Luego estiró el cuello y agarró mi sombrero de pasa? —preguntaron — ¡Apártense! —les gritamos—. Este paja, el cual rápidamente desapareció dentro de su gran animal devora sombreros de paja. ¡No se acerquen a él! Ya boca. se comió uno y éste es el segundo. No tuve más remedio que ver al poni devorando mi — ¡Santo Dios! —exclamó papá—. Esos sombreros hermoso sombrero de paja con gran deleite. nos costaron mucho dinero. ¿Quién nos los va a reponer? — — ¿Qué hiciste? —grité—. ¿Te volviste loco? El dueño del poni —opinó mamá. En ese momento el dueño Enseguida corrí donde Clara. del caballito, un hombre viejo de escasa estatura, llegó —Un poni acaba de quitarme el sombrero de la cabeza corriendo de no sé donde. y se lo devoró —le dije. —Lo siento muchísimo —se quejó el hombre—, pero Clara no me creyó. yo no puedo pagárselos. Míguelín tiene la mala costumbre — ¿Dónde está el poni? —preguntó. de tragarse todos los sombreros de paja que le pasan por — ¡Allá! —respondí. delante. ¿Por qué se acercaron? Llevé a Clara detrás del quiosco. Ella observó al El poni se quedó con la cabeza colgando todo el caballito. tiempo, como si estuviera avergonzado por lo que había — ¿Que este dulce caballito se tragó tu sombrero? — pasado. dijo—. ¡Ésa es una mentira más grande que una catedral! —No sabíamos que comiera sombreros de paja — explicó Clara. — ¿Cómo que no? —le dije—. Tú sí lo sabías, pero no me quisiste creer. No había acabado de decir esto, cuando el poni, que hasta el momento había estado mirando al piso con vergüenza, levantó la cabeza, dio dos pasos hacia papá y se comió su sombrero en un abrir y cerrar de ojos. Papá ni siquiera intentó rescatarlo, sólo miró desconcertado cómo el pequeño caballo masticaba el sombrero. —Tú, demonio —le dijo el viejo, dueño del animal. ¿Qué podíamos hacer? 3 Como el anciano no tenía dinero, Clara pensó que el poni debía pagarlos sombreros que se había devorado. —Pero, ¿cómo? —le pregunté. —Muy sencillo —respondió—. Lo montaremos todos los días. —Bien —dije—, ¡Es una excelente idea! ¿Lo oyes, poni? Vamos a cabalgar sobre ti todos los días. ESFUERZO VANO Ya no teníamos sombreros de paja para nuestras vacaciones, pero en cambio, tentamos un poni. Y esto era mucho más emocionante. A la mañana siguiente, yo y mi hermana Clara fuimos a donde Miguelín a cabalgar sobre él. Nos estaba esperando en el mismo sitio, debajo del árbol, y nos recibió con una mirada curiosa, incluso intentó correr a nuestro encuentro, pero olvidó que estaba amarrado. —Él ya nos conoce —dijo Clara—. Los ponis son verdaderamente muy inteligentes. Corrimos hacia é! y lo acariciamos durante largo rato, lo cual le agradó muchísimo. —Ahora montemos —dijo Clara finalmente. Intentó treparse sobre Miguelín, pero no lo logró porque el caballito no esperó a que Clara se acomodara. Cuando Clara aún colgaba de un lado, el animal empezó a dar unos cuantos pasos hacia adelante, de manera que Clara rodó por tierra una y otra vez, y esto le disgustó sobremanera. Agitada y dando resoplidos de la ira le gritó al poni; — ¡Quédate quieto un momento! Pero como Miguelín no se quedaba quieto, ella volvió a caerse varias veces hasta que finalmente desistió de su idea. —Así no se puede —dijo. —Eso estoy viendo —agregué yo. —Si no se moviera tanto, la cosa sería distinta. —A lo mejor debiéramos traer un asiento. —Tienes razón. Necesitamos un asiento. Así que corrimos al hotel a traer un asiento. Cuando ya habíamos conseguido uno y queríamos llevarlo para " afuera, nos vio el portero. 4 —Niños, ¿qué hacen con ese asiento? —preguntó y Pero precisamente en el momento en que Clara saltó, nos detuvo. Miguelín se movió y mi pobre hermana cayó sobre el trasero —Tenemos que llevárselo a un poni —fue nuestra del animal, se resbaló hacia atrás y rodó por tierra. respuesta. ! Miguelín se volvió y empezó a olfatearla. Clara se — ¿Quéeee? puso muy brava. ¡Qué poni tan tonto! Clara estaba toda llena —Necesitamos el asiento para treparnos encima de un de mugre y de sudor. puní —le explicamos. — Espera —le dije—. ¡Ahora lo voy a intentar yo! Pero el portero ni siquiera nos oyó, simplemente nos Pero tampoco tuve éxito. quitó el asiento. —Su espalda es muy resbalosa —dije, respirando Así que yo y mi hermana Clara tuvimos que regresar a aguadamente. donde Miguelín sin el asiento, lo cual nos dio mucho pesar. —Es cierto —confirmó Clara—. Es muy resbalosa. ¿Cómo se iba a montar Clara? Lo pensamos un buen rato, —Y Miguelín se mueve todo el tiempo. hasta que finalmente se me ocurrió una idea; —Es cierto —confirmó Clara—. Se mueve todo el —Ya sé qué puedes hacer, Clara. Súbete al árbol y tiempo. desde allí saltas sobre el lomo de Miguelín. Una vez vi algo —Si lo sujetas por delante, quizás lo logre. así en la televisión. — ¡Bien! —dijo asintiendo con la cabeza. —Muy bien —dijo Clara—. Seguro que eso nos dará Clara sujetó al poni y yo intenté treparme una y otra resultado. vez. De pronto logré sentarme, pero no muy firmemente Se trepó al árbol y se acurrucó sobre una rama, porque estaba muy resbaloso. exactamente encima del lomo del poni. , — ¡Salta ya! —le —Bravo —exclamó Clara—. ¡Lo lo¬graste! grité desde abajo. — ¡Lo logré! —exclamé desde arriba, pero grité demasiado fuerte y Miguelín se asustó. De repente comenzó a patear como loco con sus patas traseras: Una vez Dos veces. Tres veces. Yo salí volando y fui a caer al piso pasando por encima de su cabeza. El dolor no fue cualquier cosa. ¡Qué poni más tonto! — ¡No te volveremos a visitar! —le gritamos yo y mi hermana Clara—, ¡Ni aunque lo desees y te mueras de rabia! Regresamos al hotel enojados. 5 —Sé razonable, Miguelín —dijo Clara enérgicamente, pero el poni no entendía razones y se deshizo de la manta otra vez. ¿Qué podíamos hacer? —Quizás debiéramos darle algo de comer—opinó Clara. —Bueno, pero ¿qué le damos? LA COBIJA DE MONTAR Cerca había un parque, así que corrimos hacia allá y arrancamos una manotada de hierba. El poni se la comió con mucho gusto, pero cuando le Lástima que yo y Clara nos resbaláramos todo el volvimos a poner la cobija encima, inmediatamente empezó tiempo del lomo de Miguelín. ¿Qué podíamos hacer? a dar coces. Todo el día estuvimos pensando cómo cabalgar sobre Yo y mi hermana nos miramos. Por ese camino no el poni, y finalmente Clara exclamó: íbamos a lograr nada. De repente se me ocurrió algo — ¡Ya lo sé! maravilloso. — ¿Cómo? —le pregunté. —Clara —dije—, tenemos que pegarle la cobija al — ¡Muy sencillo! ¡Necesitamos una silla de montar! lomo. ¡Con pegante! Así nunca más se le caerá, aunque — ¡Es verdad! Pero ¿dónde lo conseguimos? patee cien veces. —El dueño del poni debe tener una. —Caramba —dijo Clara—> ¡a veces eres inteligente Nos fuimos corriendo adonde el dueño del caballito y de verdad! le explicamos: —Espera aquí, Miguelín, te vas a sorprender —le —Necesitamos una silla o si no, no podremos montar dijimos. en el poni. Buscamos dinero y nos fuimos a comprar pegante. —No tengo silla —dijo—, pero les puedo dar una cobija. Si la extienden sobre el lomo del poni, les servirá como silla. Yo siempre monto así. Tomamos entonces la manta y corrimos a donde Miguelín. Clara se la puso encima. —Ahora sí vamos a montarte, Miguelín. No opongas resistencia. Pero el caballito no oía nada. Con sus patas traseras dio tres coces y la cobija se cayó. ¡Qué barbaridad! Clara levantó la cobija y volvió a ponérsela sobre el lomo. Miguelín nuevamente dio coces con sus patas traseras y botó la cobija al suelo. Y de verdad se sorprendió cuando al cabo de media hora regresamos con un gran tubo de pegante. 6 Pero más se sorprendió el dueño del animal cuando vio la cobija pegada al lomo de su caballito. Papá y mamá, que fueron a buscarnos, tampoco salían de su asombro. Todos abrieron unos grandes ojos y dieron tres vueltas alrededor del poni que no paraba de dar coces con las patas traseras. — ¿Qué travesura hicieron esta vez, niños? —preguntó LOS FANTASMAS papá. —Nada —explicó Clara—. Sólo le pegamos la cobija al lomo porque se caía todo el tiempo- ¡Éste es un poni muy maleducado! Un sábado mí hermana Clara me susurró al oído; —Es verdad —asentí yo con un movimiento de cabeza —Hoy por la noche papá y mamá van a salir. —. Jamás en mi vida he visto un poni tan maleducado. Estaremos completamente solos. — ¿De veras? —Hay una película de miedo en televisión. ¿La vemos?—propuso Clara. Yo me alegré muchísimo porque me encantan las películas de miedo. — ¿No estás asustada? —Sólo un poquito. ¿Y tú? — Yo también, sólo un poquito. Luego esperamos a que mamá y papá se fueran y a que la película empezara, puro ellos se demoraron en salir y mamá nos dijo: —Niños, ¡no se les vaya a ocurrir encender la televisión cuando nos hayamos ido! ¡Quiero que se vayan a la cama inmediatamente! ¿Me entendieron? —Sí, mamá —prometimos y nos fuimos inmediatamente a la cama. Allí permanecimos hasta que mamá y papá cerraron la puerta tras ellos, y apenas oímos el auto alejarse, saltamos de nuestras camas y encendimos la televisión. Nos acomodamos en el sofá y yo tomé a Clara de la mano. Así sentía menos miedo de los fantasmas que, envueltos en sábanas blancas, rondaban por el castillo. A mí me gustó especialmente un viejo fantasma que saltaba en una pierna y se la pasaba gritando: 7 Si Clara era un fantasma, yo tenía que ser otro, así que corrí a la alcoba y quité la sábana de mi cama. Me la puse sobre la cabeza y me abalancé sobre Clara: — ¡Yo también soy un fantasma! ¡Yo también soy un fantasma! Ahora ella tenía miedo y dijo: —No grites de esa forma. — ¡Uhuhuuu... uhahuuu! ¡Yo también soy un fantasma! —Me haces dar miedo. —Claro, porque soy un fantasma. —Uhuuu...uhuhuuu...uhahuuuuu... Cuando la película se terminó, Clara comenzó a saltar en una pierna y gritaba: —Uhuhuuu... uhahuhuuu... ¡Soy un fantasma! —Tú no eres ningún fantasma —decía yo. —Si, yo salto igual que el viejo fantasma de la película. —Sí, pero no estás envuelta en una sábana blanca. Cuando Clara oyó esto, corrió a la alcoba y regresó con una sábana blanca sobre su cabeza. — ¡Uhuhu... uhahuhuuu! ¡Soy un fantasma! Por poco me muero del susto. 8 Ambos estuvimos dando saltos un buen rato por todo el apartamento y rumbamos dos floreros porque no podíamos ver bien a través de las sábanas. También queríamos vernos en el espejo, pero ¿cómo? — ¡Ya sé! —gritó Clara—. Abramos unos huecos para los ojos en las sábanas y así podremos ver bien. LA COMPETENCIA DE COMIDA —Buena idea —dije—. Voy por las tijeras. Con las tijeras recortamos los huecos para los ojos y parecíamos verdaderos fantasmas. Yo tenía un poco de miedo por lo que pudieran decir mamá y papá cuando vieran Papá había traído a casa una cesta llena de manzanas. los huecos en las sábanas. Sin embargo, Clara dijo: Manzanas grandes y hermosas. Cuando las vi se me hizo la — ¡No te preocupes! Yo las remendaré tan bien que boca agua. nadie notará nada. —Si yo quisiera —le dije a mi hermana Clara—, Luego seguimos jugando como verdaderos fantasmas podría comérmelas todas de una vez. en medio de la noche. Infortunadamente nos quedamos — ¿Todas? dormidos en el sofá, con las sábanas «n la cabeza, antes de —Todas. que Clara pudiera remendarlas. —No puedes, Así nos encontraron papá y mamá cuando regresaron. —Si puedo. Lo que sucedió después, preferiría no contarlo. Mi —Te reventarías si lo hicieras. colita todavía me está doliendo. —No me reventaría. — ¡Claro que sí! La cesta es mucho más grande que tu barriga. Tú mismo te puedes dar cuenta si te miras en el espejo. Arrastramos la cesta de manzanas hasta el espejo y me puse al lado. En realidad, ésta era mucho más grande que mi estómago. — ¿Tedas cuenta?—dijo mi hermana. Sin embargo, yo no quería darme por vencido y por eso dije: —Pero sí puedo comerme muchas más manzanas que tú. — ¡No puedes! ¡No puedes! — ¡Sí puedo! —Mi boca es mucho irás grande que la tuya —dijo Clara y abrió su boca todo lo que pudo—. ¡Mira bien! Entonces cada uno abrió su boca todo lo que podía y así nos quedamos un rato parados frente al espejo. Luego dije: 9 —Pero yo puedo comer mucho más rápido que tú. — ¡No puedes! ¡No puedes! — ¡Sí puedo! ¡Si puedo! —Eso lo veremos —dijo ella—. ¡Ha¬gamos una competencia de comida! —Está bien, pero ¿cómo? —Nos sentaremos junto a la cesta y cuando yo diga «ya», empezaremos a comer. Al final contaremos los restos de las manzanas. Enseguida arrastramos la cesta hasta la cocina y la pusimos sobre la mesa. Luego Clara dijo: — ¡Va! —y ambos nos abalanzamos sobre las manzanas. Ella, sin embargo, no dijo nada. Sólo respiraba Yo pesqué una manzana grande y, como todo el mundo afanosamente. sabe, una manzana grande no se puede comer tan rápido Gracias a Dios tenemos un baño de emergencia, y corrí como una pequeña. A la tercera manzana Clara ya me hacia allá a toda velocidad. llevaba media de ventaja, pues ella había sido tan lisia que Estando en ésas, nos sorprendió mamá. había escogido las más pequeñas. Esto me enojó muchísimo. — ¿Qué está pasando aquí? —preguntó extrañada. Ella comía tan rápido que casi se atoraba, y a la octava — ¡Acabamos de hacer una competencia de comer manzana ya me llevaba una completa de ventaja. Yo creía manzanas! —anunciamos ambos desde el baño. que Clara iba a ganar, cuando de repente dijo: —No puedo más. — ¡Pero yo sí! ¡Yo sí! —dije y seguí comiendo sin parar. En poco tiempo ya había recuperado la ventaja que mi hermana me llevaba. Cuando terminé la novena manzana, grité a todo pulmón: — ¡Soy el ganador! ¡Ganador! —pero Clara ya se había ido. De repente sentí urgencia de ir al baño y me fui corriendo para allá, pero ahí ya estaba Clara sentada. — ¡Rápido, necesito entrar! —grité y golpee a la puerta. —En el momento no puedo abrir —respondió ella desde adentro. —Si, pero es que no me aguanto más. Yo soy el vencedor. Me comí nueve manzanas. Por favor, Clara, ¡déjame entrar! 10 —Muy sencillo —dijo Clara—. Yo soy el gato y tú eres el ratón. El gato corre tras el ratón y cuando finalmente lo agarra, se lo come. Así: ¡Jam-jam-jam! Pero si el ratón está en su ratonera, el gato no lo puede atrapar. — ¿Y dónde está mi ratonera? —Tú tienes varias ratoneras: El sofá, la cama y todas EL JUEGO DEL GATO Y EL RATÓN las sillas. El ratón debe correr de ratonera en ratonera para hacer enojar al gato. Un domingo nos dijo mamá a mi y a mi hermana Clara: —Niños, espero que hoy estén muy juiciosos y que me ayuden a ordenar el apartamento. La abuela que vive fuera de la ciudad viene de visita y seguramente les traerá algunas cosas muy bonitas. — ¡Yujuuu! —gritamos los dos emocionados, y dimos tres grandes saltos. Luego, muy juicios s, empezamos a ayudar a mamá. Clara trajo la aspiradora para hacer la limpieza y yo sostenía —Bien — dije yo—, al ratón le gusta hacer enojar al la manguera detrás. Empezamos a recoger nuestros juguetes gato. en todos los cuartos. Yo encontré tres carritos que hacía Yo me puse en cuatro patas y empecé a andar como un mucho tiempo se me habían perdido y me alegré muchísimo verdadero ratón. Luego salté al sofá, mi ratonera principal. de ello. Allí me senté y comencé a chillar muy duro para hacer Por la tarde el apartamento lucía como una tacita de enojar a la gata Clara. plata, así que nos cambiamos de ropa y nos pusimos Luego corrí a la siguiente ratonera, una silla. La gata elegantes para recibir a la abuela. Clara empezó a perseguirme y casi me atrapa, pero le lancé —Niños, hoy estuvieron muy formales de verdad — un cojín en medio de las piernas y luego dos libros. dijo mamá y nos dio un beso a cada uno. Luego nos dijo que Ambos corrimos en cuatro patas por todo el teníamos que esperar en casa muy juiciosos porque ella tenía apartamento. ¡Fue maravilloso! Chillábamos y maullábamos que ir a recoger a la abuela a la estación. tan duro como podíamos. Detrás de nosotros iban cayendo Nos quedamos solos en casa en casa y al comienzo asientos y cojines y también algunos libros de los estantes. estuvimos más juiciosos que nunca. Al final estábamos acalorados y muertos de cansancio. Primero admiramos nuestro apartamento recién Fue un juego maravilloso. ordenado y luego mi hermana Clara dijo: —No puedo más —dije jadeando—. Tengo que tomar — ¿Jugamos al gato y al ratón? algo. —Sí, pero ¿cómo se juega eso? —Yo también—dijo Clara agitada. —¿Qué tomamos? 11 —¿Qué toman un gato y un ratón? —Leche. —Entonces, tomemos leche, pero como lo hacen los gatos y los ratones de verdad. —Y ¿cómo lo hacen? —¡Ellos lamen con la lengua! LAS ALCANCÍAS DE MARRANITO Clara me mostró cómo los gatos lamen leche del plato. Luego cada uno trajo un plato con leche y lo puso sobre la mesa de la sala. Como es una mesa bajita, uno se puede La tía Ema nos regaló dos alcancías de marranito, una poner en cuatro patas delante de ella y lamer el plato. para mí y otra para Clara. Son tan parecidas que no se pueden distinguir la una de la otra. Son dos marranitos gordos de porcelana con una ranura muy delgada sobre el lomo. La ranura es tan delgada que ni siquiera con un cuchillo se puede sacar una moneda. Lo he intentado varias veces, pero me he enojado mucho porque simplemente no se puede sacar. La tía Ema dice que tenemos que alimentar a los marranitos con dinero y que cuando estén llenos hay que matarlos. Ellos se alegran muchísimo cuando se les echa dinero y siempre dicen «oinc-oinc». Mamá y la abuela llegaron cuando estábamos en lo Ella introdujo una moneda, pero mi marranito no dijo mejor de la temida de leche. Mamá se agarró la cabeza con «oinc-oinc», así que me tocó a mí decir «oinc-oinc». las manos y la abuela se quedó parada en la puerta con la —¿Ves cómo se alegró? —dijo la tía Ema. boca abierta. Yo volví a decir «oinc-oinc» y ella echó otra moneda El apartamento ya no estaba tan ordenado como antes, dentro de mi marranito. Desde entonces frecuentemente digo y yo y mi hermana Clara estábamos acorrucados delante de «oinc-oinc», y con mi marranito en la mano saludo a todos la mesa de la sala, chorreados de leche de pies a cabeza, los visitantes. Esto enoja muchísimo a mamá, pero no lamiendo leche de nuestros platos. entiendo por qué. Lo que sucedió después fue algo desagradable, pero la Yo le dije a Clara que mi marranito se iba a llenar leche nunca me volvió a saber tan rico como cuando era un mucho más rápido que el de ella porque yo sabía hacer ratón «oinc-oinc» mucho mejor. —Eso lo veremos - dijo Clara. —¡Lo veras ¡Lo verás! ¡Oinc-oinc-oinc! —exclamé, y me fui corriendo a la escalera para llamar a la puerta del tío Toni y mostrarle mi marranito. Pero mamá gritó desde la puerta: — ¡Regresa enseguida! ¿Ya te vas a ir a pedir limosna? 12 Entonces me tocó devolverme con mucho pesar, Me la pasaba con el marranito en la mano, gruñendo porque el tío Toni me hubiera dado unas monedas. - todo el tiempo detrás de mamá y papá. Después de tres días —¡Oinc-oinc-oinc!, pesaba más que el de Clara, pero a la mañana siguiente, ya Puse mi marranito junto a la cama y le dije: pesaba menos. —No te pongas triste. Iremos a donde el tío Toni y Entonces me tocó seguir gruñendo. pronto estarás lleno de monedas. Y así lo seguí haciendo hasta que un día estaba repleto —Oinc-oinc. de dinero. Sin embargo, el marranito de Clara estaba tan —Té pondrás mucho más gordo que el marranito de lleno como el mío, lo cual me enojó muchísimo. Estaba Clara porque te voy a alimentar muy bien. seguro de que a ella alguien le regalaba dinero secretamente. —Oinc-oinc. —MÍ marranito está lleno —anuncié orgullosamente —Te convertirás en el marranito más gordo del mundo delante de mamá. porque yo sé gruñir muy bien. —¡El mío también! —dijo Clara. —Oinc-oinc —¡Pero el mío está completamente lleno! —observé. —Tú eres un marranito muy juicioso —dije—. Oinc- —¡El mío también! —volvió a decir mi hermana. oinc-oinc. —Pero yo sé gruñir mucho mejor que tú y también sé alimentar a un marranito mucho mejor. —Cierto. También alimentaste a mi marranito. — ¿Yo? ¿Por qué? — Porque yo los cambiaba todas las noches, y como parecen gemelos; no te dabas cuenta-dijo Clara riendo, y desapareció. Me dieron ganas de alcanzarla y darle un puntapié, pero no lo hice porque ella gritó desde nuestra alcoba: —¿Sabes qué? ¡Tú sabes gruñir muy bien! ¡Eres el mejor hermano del mundo! Así se libró de un puntapié. Entonces miré por todos lados y como Clara no estaba por ahí, tomé su marranito para comprobar cuánto dinero tenía adentro. Me quedé sorprendido cuando noté que estaba más pesado que el mío. —¡No puede ser posible! —exclamé—. ¡Tendré que alimentar mejor a mi marranito! En realidad me esforcé muchísimo 13 Nos fuimos al supermercado y empezamos a buscar con mucho cuidado. Buscamos y buscamos, pero no encontramos nada. En ese momento salió un hombre del supermercado y preguntó: EL DINERO EXTRAVIADO Un día mi hermana Clara se me acercó y me preguntó: —¿Tienes dinero? —No. —Tú nunca tienes dinero —me dijo enojada. —Sí, una vez tuve, pero ya lo gasté. —¿No tienes algo en tu marranito? —No, está vacío. Tiene un hueco en la barriga. —El mío también —dijo Ciara dando un suspiro. — ¿Para qué necesitamos dinero? — pregunté—. ¿Quieres comprar algo? — No. —Entonces no necesitas dinero. —Sí necesito, y tú también. —¿Yo? ¿Por qué? —Porque papá cumple años mañana y tendremos que comprarle un regalo. ¡Con que ésa era la cosa! Qué bueno que Clara lo sabe — ¿Qué buscan, niños? todo... —Buscamos un peso —dijo Clara. Nos sentamos a pensar cómo podríamos conseguir —Necesitamos encontrarlo urgentemente —dije. dinero. —Yo les puedo dar un peso —dijo el hombre—, así no —¿Sabes qué? —me acordé de pronto—. Una vez me tendrán que buscar más. encontré un peso en la calle frente al supermercado. De eso —Gracias —le dije cuando me dio la moneda—, pero todavía me acuerdo muy bien... seguiremos buscando. —¿Y qué? —Entonces les deseo suerte, a lo mejor lo encuentran. —Vayamos a buscar allá. ¡A lo mejor alguien dejó caer Proseguimos la búsqueda. Después salió una mujer del unas monedas! supermercado que nos miró un instante y luego preguntó: —Bien —dijo Clara—. Vayamos. —¿Qué buscan, niños? —Un peso —dijo Clara y continuó buscando. 14 —Por un peso no necesitan buscar tanto —dijo la señora, y le dio una moneda a Clara. —Gracias —dijo Clara—, pero seguiremos buscando. Y comenzamos a buscar con mayor empeño. Mucha gente pasó y nos ayudo a buscar o nos consoló. Algunos nos EL DIARIO regalaban un peso y decían: —No vale la pena perder tanto tiempo buscando un peso. Clara husmea por todas partes en nuestra casa y eso me —Claro que sí —decía Clara, y yo aprobaba moviendo despierta In curiosidad. Siempre pienso que ha descubierto la cabeza. algo que yo no sé y por eso siempre husmeo detrás de ella y Una anciana que nos había dado un peso y nos había no la pierdo de vista ni un instante. De esta manera me di ayudado a buscar durante bastante tiempo, quiso saber cuenta de que todas las noches escribía secretamente en un cuándo habíamos perdido la moneda y si estábamos seguros cuaderno y que al hacerlo suspiraba como si llevara un de que hubiese sido ahí. pesado bulto de papas. —No hemos perdido nada —dijo Clara—. Estamos —¿Qué estás escribiendo? —le pregunté. buscando un peso que quizás se le perdió a otra persona. — ¡Vete! —fue su respuesta. —No me iré hasta que me digas qué estás escribiendo. —Vete, ¡tontarrón! —Pues no me iré —dije y luego grité: —¡Mamáaa! ¡Clara me está diciendo tontarrón y está escribiendo algo en secreto! Entonces Clara se rindió- —Estoy escribiendo un diario —dijo. —¿Qué es un diario? Clara lanzó un suspiro. 15 —Un diario es un diario. Todas las personas famosas 2 de diciembre: Mi hermano se untó la crema de cara han llevado un diario. Eso lo sabe todo el mundo. En él se de mamá a escondidas. Parecía un payaso. Yo le dije que eso escribe lo que a uno le sucede todos los días. Yo ya empecé no se hacía. para que después todo el mundo pueda, leer cómo me volví 3 de diciembre: Mi hermano llegó a casa sucio como famosa. ¡Mira! un marrano. Yo lo lavé y le dije que eso no se hacía. Mi hermana abrió el cuaderno y pude ver que en la 4 de diciembre: Mi hermano estuvo peleando conmigo primera página ya había algo escrito. y rompió dos vasos...» Yo ya sabía que Clara llegaría a ser famosa algún día. En ese momento mi tío Toni me lanzó una mirada llena Ella es muy inteligente y, además, tiene cuatro dientes de reproche y me dijo: nuevos y otros seis flojos. Ahora sí que tenía ganas de saber lo que había escrito, pero ella no me lo decía. —Los diarios son secretos —me dijo Clara. Eso me hizo dar aún más deseos de saber lo que estaba escrito. Sin embargo, ella volvió a decir: —Los diarios son secretos. Entonces fui a donde mamá a darle quejas, pero ella me dijo que dejara de llorar y que si Clara no quería contarme lo que estaba escrito en su diario era cosa de ella y que yo no debía insistir. Cuando oí eso empecé a llorar de verdad y corrí a quejarme con papá, pero él me dijo lo mismo. Esperaré hasta mañana por la mañana cuando Clara — ¡Como que eres bastante travieso! esté en el colegio- Entonces buscaré el cuaderno, me iré para Yo no sabía que decirle y de pronto se me ocurrió algo: donde el tío Toni y él me lo leerá. —¡Todo es mentira! Todo eso lo hizo Clara y yo Efectivamente eso hice. siempre le dije que eso no se hacía porque soy más juicioso Al día siguiente encontré el diario de Clara y me fui que ella. Eso lo sabe todo el mundo. corriendo al cuarto piso donde el tío Toni. Él se sorprendió muchísimo al verme en pijama. —¿Qué pasa? —me preguntó. —Nada —le respondí jadeante—. Solamente quiero que me leas lo que dice aquí. Mi tío abrió el cuaderno y leyó: «Primero de diciembre: Hoy mi hermano le cortó los pelos del lado izquierdo del bigote a nuestro gato Casimiro con unas tijeras, mientras Casimiro dormía. Yo le dije que eso no se hacía. 16 — ¿Oíste eso? —le dijimos ambos a Casimiro—. No vuelvas a cazar pájaros, de lo contrario tendremos muchos problemas. El gatito hizo «¡miauuu!» y se escondió debajo del sofá como si fuera inocente. Apenas abrimos la puerta del balcón Casimiro salió UNA CAMPANA PARA disparado, se coló por entre nuestras piernas y saltó al CASIMIRO balcón de nuestros vecinos, en donde la señora Jiménez tenía su casita de pájaros con granos. —¡Casimiro! Un domingo por la tarde tocaron a nuestra puerta. —¡Regresa, Casimiro! —gritamos Clara y yo. Mamá fue a abrir y yo y mi hermana Clara corrimos detrás Pero no regresó, sino que se deslizó como un tigre de ella. Nosotros siempre corremos detrás de mamá para ver hasta donde un pájaro que en ese momento estaba quién llama a la puerta. picoteando los granos. Era nuestra vecina, la señora Jiménez, muy alterada y —¡Chhh! ¡Chhh! ¡Vete! ¡Vuela! roja como un tomate. En la mano tenía dos plumas que le El pajarito alcanzó a volar a tiempo y Casimiro saltó al mostró a mamá mientras decía: vacío. Gracias a Dios la señora Jiménez, de la sociedad —¡Mire esto! ¡Mire esto! protectora de animales, no lo vio. Luego encerramos a —Son dos plumas —dijo mamá. Casimiro en nuestro cuarto, pero maulló y rasguñó-la puerta — Efectivamente. Son dos plumas de un pobre pájaro hasta que tuvimos que sacarlo. Se sentó delante de la puerta que su gato se acaba de tragar en mi balcón. del balcón y allí siguió gimiendo y maullando. —¡No! —dijo mamá horrorizada. —¡Sí! Yo lo vi con mis propios ojos-Desde hace dos semanas estoy encontrando en mi balcón restos de pájaro, cerca de la pajarera donde esparzo granos para las pobres avecillas. Hoy, finalmente, descubrí al salteador. ¡Era su gato! —¿Casimiro? —Yo no sé cómo se llama, pero la próxima vez que lo sorprenda iré a la policía, créamelo. ¡Yo pertenezco a la sociedad protectora de animales! Luengo dio media vuelta y se fue a su apartamento blandiendo las plumas. Yo miré a Clara y Clara me miró a mí. —El gato no podrá volver al balcón —dijo mamá—. Tú y tu hermana deben estar atentos, de lo contrario vamos a tener muchos problemas. Entonces empezamos a vigilar para que el gato volviera a acercarse al balcón. 17 —Ésta no es vida —dijo mamá—. Ya no soporto más. — Esa es una excelente idea — opinó Clara—. Abre la puerta, no importa lo que suceda. ¿Sabes?, poco a poco te estas volviendo más inteligente. Clara abrió la puerta y Casimiro saltó al balcón de la Entonces le amarramos a Casimiro una cinta en el señora Jiménez, que en ese momento estaba poniendo más cuello con una campana. Ahora suena muy gracioso por todo comida en la pajarera. Cuando vio a Casimiro gritó y lo el apartamento cuando camina y siempre sabemos dónde espantó* está. La señora Jiménez y sus pájaros están muy contentos. Volvimos a encerrar a Casimiro en nuestra alcoba y volvió a maullar y a arañar la puerta. Entonces fuimos al balcón y pensamos: «¿Por qué son tan bobos los pájaros y se dejan atrapar por el gordo Casimiro? ¿Será que no lo ven?» —No, porque él siempre se acerca por detrás —explicó Clara—. Y porque lo hace tan despacito que no lo pueden oír. — Bien — dije—. ¿Y si no se acerca despacito? —Los gatos siempre se acercan silenciosamente. —No cuando tienen una campana colgada en el cuello. —¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Clara sorprendida. —Muy sencillo. Si le amarramos a Casimiro una campana en el cuello, ya no podrá deslizarse silenciosamente porque la campana sonará y los pájaros saldrán volando al oírla. 18 —¿Te vences? —me dijo al oído. —¡No! —grité—¡No me rendiré nunca! Así que seguimos peleando. Alrededor de nosotros caían libros y estantes, los cojines del sofá cayeron al suelo y los asientos se volcaron. —¿Te vences? EL MÁS FUERTE —No, ¿y tú? —Yo tampoco. El cuarto parecía un campo de batalla. Mamá estaba esperando visita y había limpiado el apartamento durante todo el día. Luego fue rápidamente a comprar algo. —Niños, quédense juiciosos —nos dijo a mí y a mi hermana Clara—. Ya regreso. Al comienzo estuvimos muy juiciosos, hasta que yo le pregunté a mi hermana: —¿Quién es más fuerte, un hombre o una mujer? — Un hombre— dijo ella. — Entonces yo so y más fuerte que tú. —Eso no es cierto. Tú no eres más fuerte porque eres mucho más pequeño que yo. —Pero yo soy un hombre. —Sí, pero yo soy más grande y soy mayor que tú. — Creo que ambos somos igual de fuerte — dije —A pesar de eso, yo soy más fuerte —dije. jadeante. —No, no lo eres. —No —respondió Clara igualmente agitada—. No —¡Sí lo soy! somos igual de fuertes. Yo soy más fuerte porque soy más —¡No lo eres! grande. —Bien —dije—. Peleemos hasta que uno de los dos se —Pero yo soy el hombre. rinda. —Lucharemos hasta que uno de los dos se rinda. —Bien, peleemos. —Bien, peleemos hasta que uno se dé por vencido. Y empezamos a pelear. Infortunadamente ninguno de los dos cedió. Ambos Primero luchamos sobre la cama pero nos caímos. continuamos luchando y sudábamos como en el sauna. De Cuando nos paramos yo le agarré una pierna a Clara. Eso lo pronto Clara dijo: sé hacer muy bien porque lo aprendí de Pedro. Clara se — Ya sé cómo podremos saber quién es el más fuerte cayó, me abalancé sobre ella y le aprisioné las manos. de los dos. —¿Te vences? —le pregunté. —¿Cómo? —¡No! —dijo Clara jadeando y dio un bote. De —Jalaremos ambos de una cuerda. .Tú de un lado y yo repente ella quedó sobre mí y yo debajo de ella. del otro. Dibujaremos una línea con tiza en el piso. Si uno 19 logra hacer pasar al otro por encima de la raya, ése ganará. Una vez lo hicimos en el colegio y fue muy divertido. . Bien —dije—. Jalemos de la cuerda. Pronto encontramos una. Era la cuerda de tender la ropa. Con una tiza dibujamos una raya gruesa sobre el tapete de la sala y la competencia empezó. Ambos jalamos con CÓMO SALIMOS YO Y todas nuestras fuerzas CLARA EN EL PERIÓDICO Desde que Clara aprendió a leer, lee todo lo que ve. A veces lee nombres del directorio telefónico en voz alta como si estuviera sola en casa. No sé por qué lo hace. Una vez se lo pregunté, pero ella tampoco sabía por qué. A lo mejor lo hace sólo para disgustarme. Una vez se me acercó con el periódico en la mano y me preguntó: —¿Quieres que te lea algo? —No, yo sólo quiero que juegues conmigo al gato y al ratón. —Bueno, pero antes Tego que leer un poco. Seguro que yo hubiera ganado si la cuerda no se — ¿Para qué? hubiera reventado. Como yo jalaba con tanta fuerza, me caí —Porque tengo que practicar. Nuestra profesora dice para atrás con todo el impulso y fui a dar sobre un jarrón que la práctica hace al maestro. lleno de flores que se volteó, dejando el tapete empapado; y Y empezó. Clara cayó sobre el árbol de caucho de mamá y lo dañó. —Ni-ños pa-de-cen hammm-brrre en Áfricaaaa... Ní- Todavía estábamos en el suelo cuando mamá entró en ños mue-ren... por-que no hay le-cheee, y na-di-e ha-ce la sala con su visita. naaa-daaa... —¿Qué pasa aquí? —preguntó muy asustada. —No pasa nada —dijo Clara muy agitada—, ¡sólo queríamos saber quién era el más fuerte de los dos! 20 — Ambos nos miramos asustados. Ella nos dio diez cajas de leche H que yo y mi hermana — ¿Clara, es cierto eso? — pregunté. llevamos a casa. Allí encontramos una caja de cartón y — Si está en el periódico tiene que ser cierto. empacamos las diez cajas. Con un marcador rojo Clara —Y, ¿porqué nadie hace nada? . escribió en la parte superior: —¿Cómo voy a saberlo? «Destino África. Leche para niños hambrientos». Pensamos un momento y luego mi hermana dijo: Ella me leyó el aviso en voz alta. —Nosotros dos tenemos que hacer algo. Todo estaba listo, ya podíamos llevar el paquete al —Si, pero ¿qué? —le pregunté. correo. Nos tocó hacer bastante fuerza para ponerlo sobre la —Tienes dinero en tu marranito. mesa de la ventanilla de paquetes. —Está medio lleno. El empleado lo pesó, le pegó algo encima y de repente —El mío también. Sacrificáremos nuestros marranitos abrió unos grandes ojos. y compraremos leche para enviarla al África. — ¿Condes tino al África? —preguntó Yo estuve de acuerdo, así que sin pensarlo dos veces, tartamudeando...—¿Leche para niños hambrientos? traje mi marranito y le dije: Yo y mi hermana Clara contestamos afirmativamente —Siento mucho que todavía no estés lleno, pero tienes con un simple movimiento de cabeza. que salvar a los niños africanos. No podemos perder el — ¡Así no se puede, niños! ¡De verdad que así no se tiempo, pues nadie hace nada. puede! De la barriga salió una gran cantidad de dinero: —¿Por qué no? Sesenta pesos con ochenta centavos. Clara tenía un poco más pero no me acuerdo cuánto. A la vuelta de la esquina hay una lechería. Nos fuimos para allá, mostramos nuestro dinero y dijimos: —Queremos toda la leche que podamos comprar con este dinero. La vendedora se sorprendió. —¿Qué tipo de leche quieren, niños? —preguntó. —Una leche que resista el viaje al África y no se descomponga —explicó Clara. —Entiendo —dijo la vendedora moviendo la cabeza —, ustedes quieren leche de calidad H. Ésta se conserva durante semanas enteras. 21 —África es muy grande y aquí no hay ninguna dirección. —Claro que sí —replicó Clara enérgicamente—. Usted tiene que mandarlo rápidamente. —¡Muy rápidamente! —expliqué yo—. Allá los niños se están muriendo de hambre. Lo dice en el periódico. El empleado le mostró el paquete a uno de sus colegas EL REGALO que estaba en la esquina. Luego vinieron otros y todos empezaron a hablar entre sí. Algunos se reían también. De un flash. Dijo que era del periódico en el que había — ¿Clara, quieres jugar conmigo a las escondidas? aparecido la información y nos tomó una cantidad de fotos a — ¡Claro que sí! mí y a mi hermana Clara y al hombre del correo con nuestro —Pero no puedes encontrarme enseguida. Tienes que paquete. buscarme durante bastante tiempo porque así es más Así, salimos en el periódico yo y mi hermana. Decía divertido. que habíamos hecho algo muy bueno. Pero no sé por qué, —Bien, te buscaré mucho tiempo. pues nuestra leche nunca llegó al África. Nos fuimos corriendo hacia los grandes matorrales que Nosotros mismos tuvimos que tomárnosla durante dos hay detrás de la casa, nuestro sitio de juegos preferido. Allí semanas. hay verdaderos laberintos y maravillosos escondites. Clara cerró los ojos y yo me escondí rápidamente. Pero como promesa, ella me buscó durante bastante tiempo hasta que me encontró. Y yo también la busqué un largo rato. Promesa es promesa. Jugamos mucho tiempo hasta que me dio sed, corrí a casa y allí mamá me dijo: —¿Sabes que el próximo domingo es tu cumpleaños? Vas a cumplir cinco años. —¿De verdad? —De verdad. —¿Cinco? —Cinco. —¡Uuuhhh! —yo salté de la alegría y me devolví como un cohete a donde Clara. —¿Sabes qué? —exclamé—. ¡El próximo domingo es mi cumpleaños! ¡Voy a cumplir cinco años! —¿Verdad? —dijo, abriendo grandes ojos. — Verdad — dije orgulloso—. ¿Qué me vas a regalar? — pregunté 22 —Todavía no sé. Tal vez una goma de mascar. Finalmente regresó con los zapatos embarrados y una —Ya tengo una. pala en la mano. —Entonces, no sé. — Ya puedes ver tu regalo —dijo. —De todos modos tienes que regalarme algo. — ¿Es una pala? —pregunté desilusionado. —Sí, te voy a regalar algo. —No, si quieres verlo, tendrás que venir conmigo. —Tiene que ser algo muy bueno. Yo sé que cuando —¿A dónde? uno cumple cinco años le regalan cosas maravillosas. —Al bosquecito. —Bien, te regalaré algo maravilloso. —¿Mi regalo está escondido entre los arbustos? —¿Promesa es promesa? —Sí. ;—Sí, promesa es promesa. —¿Por qué no lo traes? —¡Uuuhhh! —dije, saltando nuevamente de alegría. —No se puede. Los siguientes días le conté a todo el mundo que yo iba Yo me sorprendí mucho, al igual que papá y mamá, a cumplir cinco años el domingo siguiente y les pregunté que estaban oyendo lo que Clara decía. A lo mejor mi qué me iban a regalar. hermana había desenterrado un cofre con oro. Papá dijo que me regalaría un carrito y mamá me Todos fuimos al bosquecito de detrás de la casa. Yo, prometió un libro. De mis dos abuelitas iba a recibir una Clara, mamá, papá y los niños. Mi curiosidad iba en bicicleta. aumento hasta que de repente vi un hueco gigantesco recién Sólo me faltaba saber qué me iba a regalar mi hermana excavado. Clara. —Te lo regalo —dijo Clara solemnemente, indicando Finalmente llego mi cumpleaños. Me dieron muchos el hueco—. Lo cavé para ti, para que te puedas esconder en regalos y en mi casa hubo una fiesta con torta y cinco velas él. que tuve que apagar de un fuerte soplo. Diez veces las prendí y otras tantas las apagué, hasta que mamá dijo: —Basta ya. Es suficiente. Luego partí la torta y cada niño recibió un pedazo. De pronto noté que mi hermana Clara había desaparecido. Tal vez iba a traer mi regalo. 23 — Podría apostar a que come a escondidas. — ¡No, él está enfermo! —exclamó Clara. —¡No está enfermo! —Sí está enfermo. —No tiene fiebre. Acabo de tocarle la cabeza. LA ENFERMEDAD DE SABUESO —¡Con los perros no se hace eso! —¿Entonces qué? —Se le mide la temperatura con un termómetro. —¿Dónde le pones el termómetro? ¿Debajo del brazo? Un buen día se me acercó mi hermana Clara y anunció: ¡Si no tiene brazos! —Nuestro perro Sabueso está enfermo. —En la boca —dijo mi hermana. —¿De veras? —Desde ayer no come nada. —¿Estás segura? —Su plato está lleno de comida. Ambos gritamos: —¡Sabueso! ¡Sabueso! Como un cohete vino disparado a donde nosotros: «Guau-guau». — Pobre Sabueso, ¿estás enfermo? Yo lo tomé en mis brazos y le palpé la cabeza como, hace mamá conmigo cuando tengo fiebre. Luego opiné: —¡No está enfermo, pues no tiene fiebre! —Sí está enfermo—insistió mi hermana—. ¡Cuando un perro deja de comer por dos días, entonces está gravemente enfermo! Eso lo sabe todo el mundo. —Pero tiene la barriga gorda. Mírasela. ¿Cómo podría tener una barriga de éstas sin comer nada? —Eso es —dijo Clara—. ¡Un misterio! —Hoy se le ha movido el estómago dos veces. ¿Cómo es posible eso si no come? —Eso es —dijo Clara—. ¡Un misterio todavía mayor! — ¿De veras? — Una vez vi un perro salchicha enfermo que tenía un termómetro en la boca. —¿De veras? —Ya lo verás. ¡Sostenlo! 24 Yo agarré a Sabueso con fuerza, Clara trajo el termómetro y se lo metió en la boca- Luego le ordenó: —Ahora quédate muy quieto. ¡Estás enfermo! Sabueso no quería quedarse quieto. De pronto saltó y echó a correr con el termómetro en la boca. Clara y yo salimos a perseguirlo. LA DECLARACIÓN En ese momento llegó papá. DE AMOR —¿Qué está pasando aquí? —preguntó—. ¿De dónde sacó Sabueso ese termómetro? — No lo sacó de ningún lado — respondió Clara con Un buen día mi hermana Clara se me acercó y me dijo: la respiración entrecortada—. Yo quería tomarle la —Tenemos que pensar con quién nos vamos a casar temperatura, pero ese perro tonto no cuando seamos grandes. entiende. —Sí —dije—, pensemos. No pudimos agarrar a Sabueso por qué se escondió Empezamos los dos a meditarlo hasta que yo exclamé. debajo del sofá. Luego mamá salió de la cocina y dijo: —¡Ya lo sé! ¡Ya lo sé! ¡Me casaré contigo! —Las costillitas desaparecieron. Cuatro hermosísimas —Eso no se puede —dijo Clara enojada—. Los costillas de cerdo que compré ayer y quería fritar hoy, ya no hermanos no se pueden casar. Ya te lo dije alguna vez. están ahí. ¿Dónde estarán? — Bueno — dije yo—, entonces yo me casaré con —¡Aquí están! —gritó Clara desde debajo del sofá, mamá y tu te casarás con papá. donde estaba intentando agarrar a Sabueso—, Pero sólo los —Eso tampoco es posible. huesos. —¿Por qué no? Entonces comprendimos por qué Sabueso no comía —Porque ellos ya están casados. desde el día anterior y todos los misterios quedaron —¿Con quién? resueltos. —Hoy estás como bobo. Están casados el uno con el Respiramos aliviados porque en realidad Sabueso no otro, naturalmente. estaba enfermo. —Ah, ya entiendo —dije y seguí pensando. —Entonces me casaré con la abuela —dije finalmente. —A ¿sí? ¿Y quién será entonces tu abuela? ¿Yo? Tenía razón en hacerme la pregunta. Yo no sabía que era tan difícil encontrar a alguien con quien casarse. —¡Me casaré con tu amiga Petra! —¿Petra? —¡Es que ella siempre huele taaan rico! —Pero tendrás que ganar mucho dinero porque Petra usa mucho perfume y tú tendrás que comprárselo. — Se lo compraré — dije—. Todo el que quiera. —Y yo seré la madrina. —Bueno, tú serás nuestra madrina. 25 La cuestión del matrimonio, había quedado resuelta. pintar grandes corazones rojos en cada página. Me esforcé Sólo había un pequeño inconveniente y era que Petra no muchísimo y los corazones quedaron muy bien. Más sabía nada de ello. Clara y yo nos fuimos a jugar y pronto se bonitos, imposible. le olvidó todo lo que habíamos hablado, pero a mí no. Una y otra vez reflexionaba en cómo debía preguntarle a Petra si quería casarse conmigo. «Si ella huele taaan rico», pensaba yo, «¡yo también tendré que oler muuuy rico!» y me rocié con la loción de afeitar de papá. Sin embargo, Petra nunca lo notó. Solamente una vez dijo —¿Quién huele tan horrible aquí? Eso me ofendió profundamente. Entonces quise luchar con Petra para mostrarle lo fuerte que yo era, pero ella no mostró interés en mi propuesta. Yo pensaba en qué podría hacer para llamar su atención. Entonces me subí tres veces al armario de la cocina para botarme desde allí. Ella abrió unos grandes ojotes y le preguntó a Clara: —¿Qué le pasa hoy a éste?'' —Ah, nada —dijo mi hermana—-. Desde hace un par de días está así de loco. —¡Yo no estoy loco! ¡Yo no estoy loco! —dije y salté dos veces más—. También puedo saltar de un árbol. Cuando terminé puse los cuadernos nuevamente en ¿Quieren ver? secreto en la maleta de Petra y esperé a ver qué diría ella. —No. Infortunadamente no vio nada porque sólo guardó su —¿Por qué no? cuaderno de matemáticas y se fue a casa. —Porque ahora tenemos que hacer las tareas. Entonces sacaron de sus maletas los cuadernos de matemáticas y empezaron a estudiar. Yo las estaba observando, cuando de pronto tuve una excelente idea. Junto a mí estaba la maleta de útiles escolares de Petra con todos los cuadernos adentro. «Si los lleno de corazones rojos», pensé, «sabrá de inmediato que un día me casaré con ella y que le compraré todo el perfume que ella quiera» A escondidas saqué tos cuadernos de su maleta y de Al día siguiente cuando regresó del colegio con Clara, puntillas me escabullí hasta la sala con ellos. Allí empecé a ambas estaban muy alteradas. 26 —¿Qué les pasa? —pregunté. —Imagínate —dijo Clara—, alguien llenó sus cuadernos de manzanas Rojas. ¡Los cuadernos se echaron a perder! Petra tenía la respiración entrecorta- . da de la ira: —¡Si llego a atrapar a ése, le daré su merecido! Yo me puse muy furioso cuando escuché: ¡Manzanas! EL PERIQUITO ¡Manzanas rojas! —¿Ustedes llaman a esto manzanas? Un domingo en que mamá y papá habían salido a —¿Y de qué otra forma habríamos de llamarlas? pasear con nuestro perro, yo y mi hermana Clara oímos un En ese momento no me pude contener más y grité: tremendo ruido en nuestra alcoba. En ese momento —¡Ésos son corazones! ¡Hermosos corazones rojos! estábamos tomando leche en la cocina y nos dio tanto susto ¡Cualquiera, por más tonto que sea, puede reconocerlos! que casi se nos caen los vasos de las manos. ¡Jamás me casaré contigo, para que lo sepas! Afortunadamente pudimos sujetarlos bien, pues de otro modo mamá nos hubiera metido un gran regaño. Así que pusimos nuestros vasos de leche sobre la mesa de la cocina y nos escondimos debajo de ella. En nuestra alcoba seguía el tremendo alboroto, como si alguien estuviera saltando de acá para allá: Tup-tuuup-tupterup... —Debe de ser un ladrón —murmuró Clara. —¿Cómo habrá entrado? —Por la ventana. Yo la dejé abierta. —¿Y por qué salta de acá para allá? —¿Cómo voy a saberlo? —¿Y qué querrá robarse? —¡Mis muñecas! ¡Con toda seguridad mis muñecas! Unas así de bonitas le caerían muy bien a cualquier ladrón. —O mis carros —dije temblando—. Unos carritos tan bonitos también le encantarían a cualquier ladrón. —Lo veremos cuando se vaya —opinó Clara. Pero el ladrón no se fue, sino que continuó saltando en todas direcciones y haciendo ruido en nuestro cuarto. Clara y yo oímos cómo caían libros del estante. Quizás estaba destruyendo todo. — ¡Basta ya! — dijo de pronto mi hermana —. ¿Vamos a ver qué pasa! Ella, en verdad, es muy valiente-Decidimos deslizamos silenciosamente hasta el cuarto; pasando por el balcón, y 27 desde allí mirar hacia adentro para ver quién era el que Pero Casimiro no se avergonzó en lo más mínimo y estaba saltando de esa forma. nos tocó, a mi hermana Clara ya mí, salvar al desventurado perico. No fue muy fácil agarrarlo, pues también tenía miedo de nosotros y a lo mejor pensaba que queríamos hacerle daño. Mi hermana y yo lo acariciamos por un largo rato para tranquilizarlo. Casimiro estaba tan bravo que incluso intentó arrancar el pajarito de nuestras manos. ¿Qué podíamos hacer? Clara opinó que necesitábamos una jaula, porque si no, Casimiro se devoraría al perico. El gato estaba empeñado en tragárselo y de nada serviría intentar espantarlo. De todas maneras volvería a buscarlo pues, desde hacía poco, podía incluso abrir las puertas por sí mismo saltando hacia la manija. Eso lo sabíamos nosotros. ¿Dónde podíamos ocultar el periquito, lejos de las garras de Casimiro? Infortunadamente no teníamos una jaula —Quizás en la nevera —propuse yo. —Me, allí se resfriará. —Entonces tengámoslo en la mano. —No. ¿No te das cuenta cómo tiembla? A los pericos no les gusta que los tengan en la mano. —¿Qué hacemos, entonces? Eso hicimos. ¿Y a quién vimos adentro? A nuestro gato —Tendremos que construirle un nido donde pueda Casimiro que le hacia una tremenda cacería a un pobre descansar, hasta que descubramos a quién le pertenece. Si un periquito. Éste probablemente había entrado por la ventana pájaro no tiene jaula, necesita un nido. del cuarto. —Bien, pero, ¿dónde le podemos construir un nido? En ese momento el pajarito se encontraba encima del —¡En la jarra grande del té! estante de libros y temblaba de pies a cabeza. Casimiro se le —¿En la jarra grande del té? ! —Casimiro no lo podrá había acercado muy sigilosamente y de pronto pegó un salto sacar de ahí. La pondremos en la alacena y cuando la gigantesco hacia él. El periquito fue más veloz que el gato y tapemos, pensará que ya es de noche. Luego se dormirá y logró subirse sobre la lámpara colgante. nosotros saldremos a la calle a preguntar a quien se le perdió Casimiro saltó tras él. Luego voló a la cama y un periquito. Casimiro lo siguió de un salto. Ahora sabíamos por qué se Así lo hicimos. El pajarito saltó un rato en su nido en oía ese incesante y violento «tup-tup-terup». la jarra de té, pero luego se quedó tranquilo. — Válgame Dios — dijo mi hermana —. ¡Casimiro, tu Mientras estábamos por la calle preguntándole a la eres el ladrón! ¿No te da vergüenza? gente, mamá sacó la jarra de la alacena sin saber que en su interior dormía un periquito salvado del peligro. Éste se 28 despertó, naturalmente, y cuando mamá retiró la tapa, salió volando lleno de miedo. En medio de su asombro, mamá dejó caer la jarra del té. Ahora tendrá que comprar una nueva. FIN Y como la ventana estaba abierta, nunca volvimos a ver al periquito. 29