UN NUEVO TIPO DE "FIJA” EN EL YACIMIENTO ROMANO DE ANGOSTINA (ALEGRÍA, ÁLAVA).1 _____________________________________________________________________________ AITOR IRIARTE KORTAZAR Palabras clave: Álava Romanización Cronología Altoimperial. Establecimiento termal Material constructivo cerámico Fijas Resumen: Se estudia aquí un tipo de fija latericia, aparentemente nuevo, reconstruido a partir de fragmentos, recuperados en los restos de un pequeño edificio termal del yacimiento de Angostina. Las piezas, aproximadamente de una longitud total de un pie romano, constaban de un vástago de sección triangular, al que estaba unido una cabeza plana, provista de sendas entalladuras laterales. Estas entalladuras servían para encajar en ellas los ladrillos delgados utilizados en la formación de cámaras de aire. Las fijas corresponderían al momento de la construcción del edificio termal, seguramente a finales del siglo I de J.C.
INTRODUCCIÓN
El yacimiento de Angostina (Alegría/Dulantzi) está emplazado en una ladera de pendiente muy suave, orientada al Sur, situada entre el “camino de los romanos” (la Iter XXXIV del Itinerario de Antonino) y el cauce del arroyo Reganzubi (Erregeenzubi). De tamaño muy reducido, parece -a juzgar por los restos aparecidos en prospecciones superficiales y pequeños sondeos2- que su componente casi único fue un pequeño edificio termal. Esta anomalía y la situación con respecto a la calzada sugieren fuertemente que estamos ante una mansio aislada, la de Tullonio, con toda probabilidad. Ahora bien, por los materiales recuperados en las sucesivas intervenciones, se puede afirmar con seguridad que la vida del yacimiento se limita al período altoimperial, lo que resulta, en principio, contradictorio con las citas de Tullonio en fuentes tardías3. No obstante, las prospecciones realizadas en el área han revelado un patrón de poblamiento disperso cuya ocupación se prolonga hasta la Antigüedad Tardía4, lo que explicaría sin problemas la
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Escribí esta comunicación el año 2000, para el Segundo Coloquio Internacional sobre la Romanización en Euskal Herria. Tras el éxito y rápida publicación de las actas del Primer Coloquio sobre el mismo tema, su poder de convocatoria fue alto, así como la calidad de las aportaciones realizadas por las personas participantes. Dieciocho años más tarde, la no publicación de las actas del Segundo Coloquio constituye, cuando menos, un claro desperdicio de todo aquel trabajo y debe verse, con la perspectiva que da el tiempo transcurrido, como un triste presentimiento de lo que después habría de acontecer. Por si quizá resultasen todavía de algún interés para otros colegas, he decidió subir estas líneas a Internet. Debo advertir que nada ha sido actualizado en el texto desde su redacción primitiva. 2 Iriarte (1991 y 1992) y Filloy (1994). 3 El Itinerario de Antonino y el Anónimo de Rávena, situables de finales del siglo III de J.C. en adelante. 4 Iriarte (1991, 1992 y 1993), Filloy, Gil, Iriarte (1997), p. 465. La necrópolis germánica de inhumación de la colina de San Pelayo (Alegría), cuyo origen se remonta a comienzos del siglo VI, es un claro índice de la continuidad de ocupación. Iriarte (1998).
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pervivencia del asentamiento y del topónimo bastante más allá de la desaparición de ese edificio termal concreto.
INVENTARIO
A continuación pasaré a describir las evidencias materiales que sirven de base para el desarrollo del tema central de esta comunicación y que consisten en siete fragmentos de “fijas”5 o separadores latericios para cámaras de aire, más un fragmento de ladrillo de los empleados para la construcción de la pared interna de dichas cámaras. Todas las piezas proceden de mis prospecciones en 1990 y 1991, excepto dos, que proceden de la intervención de Idoia Filloy en 19946 y que me han sido amablemente cedidas por dicha investigadora para su inclusión en este artículo. El estado de conservación de los fragmentos es, en general, bastante malo, lo que me ha llevado en su representación gráfica a primar el resaltar las porciones de superficie original superviviente sobre los aspectos volumétricos. 1.- (Fig. 3, 1) Fragmento de cabeza de fija. Long. de la cabeza: 69 mm. Long. max. cons.: 106 mm. Anch. max. cons.: 101 mm. Grosor de la cabeza: 33 mm. Muesca derecha, Anch.: 23 mm. Prof.: 27 mm. Separación de la muesca a la cara frontal: 23 mm. Separación entre las dos muescas: 51 mm. La superficie de la fija es de color marrón muy pálido Cailleux L-75 y su interior, rosa Cailleux L-47. Pasta poco homogénea, con abundantes inclusiones de chamota, una de ellas, de gran tamaño. 2.- (Fig. 2, 2) Fragmento de cabeza de fija que incluye el arranque del vástago. Long. max. cons.: 102 mm, de los que 48 corresponden a la cabeza. Anch. max. cons.: 77 mm. Grosor de la cabeza: 37 mm. Alt. del vástago: 58 mm. Separación entre las dos muescas: 51 mm. La superficie de la fija es de color blanco amarillento Cailleux K-71 y su interior, rosa Cailleux M-67. Pasta poco homogénea, con abundantes inclusiones de chamota.
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Prefiero dejar las discusiones nominalistas para quienes disfruten con ellas, por lo tanto he adoptado sin más la denominación de “fija” propuesta por Sanz (1987), p. 225 y ss., frente a otras -como “clavija” o “bobina”- que no encajan demasiado bien con la tipología de las piezas aquí descritas. 6 Filloy (1994).
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3.- (No ilustrado) Fragmento de cabeza de fija. Conserva parte de la cara inferior y de dos caras de la muesca derecha. Long. max. cons.: 101 mm. Anch. max. cons.: 73 mm. Grosor max. cons: 31 mm. La fija es de color rosa Cailleux L-55. Pasta poco homogénea, con abundantes inclusiones de chamota. 4.- (Fig. 3, 4) Fragmento de cabeza de fija que incluye el arranque del vástago. Long. max. cons.: 111 mm, de los que 54 corresponden a la cabeza. Anch. max. cons.: 53 mm. Grosor de la cabeza: 37 mm. Alt. del vástago: 56 mm. La superficie de la fija es de color marrón muy pálido Cailleux L-75 y su interior, rosa Cailleux L-47. Pasta poco homogénea, con abundantes inclusiones de chamota. 5.- (Fig. 2, 5) Fragmento de cabeza de fija que incluye el arranque del vástago. Long. max. cons.: 105 mm, de los que 52 corresponden a la cabeza. Anch. max. cons.: 82 mm. Grosor de la cabeza: 36 mm. Alt. del vástago: 58 mm. Anch. del vástago: 51 mm. La fija es de color rosa Cailleux L-25. Pasta poco homogénea, con abundantes inclusiones de chamota. Procedente de la intervención de I. Filloy. 6.- (Fig. 1, 6) Fragmento de vástago de fija, conserva el extremo distal. Long. max. cons.: 138 mm. Anch max.: 83 mm. Anch. min. cons.: 62 mm. Alt. max.: 66 mm. Alt. min. cons.: 64 mm. Las tiras verticales laterales tienen un alto de, respectivamente, 16 y 20 mm. La superficie es de color blanco amarillento Cailleux K-75 y su interior, rosa Cailleux L-47. Pasta poco homogénea, con abundantes inclusiones de chamota. 7.- (Fig. 1, 7) Fragmento de vástago de fija, conserva el extremo distal. Long. max. cons.: 152 mm. Anch max.: 82 mm. Anch. min. cons.: 61 mm. Alt. max.: 63 mm. Alt. min. cons.: 60 mm. Las tiras verticales laterales tienen un alto de, respectivamente, 18 y 16 mm. La superficie es de color rosa Cailleux M-67 y su interior, amarillo rojizo Cailleux M-20. Pasta poco homogénea, con abundantes inclusiones de chamota. Procedente de la intervención de I. Filloy. 8.- (Fig. 7) Dos fragmentos que forman la esquina de un ladrillo de cámara. La cara exterior conserva un pequeño mamelón aplicado y presenta cuatro acanaladuras en sentido diagonal. La cara interior presenta, además de las cuatro acanaladuras diagona-
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les, otras dos que van recorriendo su perímetro. Dimensiones max. cons.: 193 x 157 mm. Grosor: 28 mm. Grosor del mamelón: 15 mm. La superficie es de color marrón muy pálido Cailleux L-75 y su interior, rosa Cailleux L-47. Pasta poco homogénea, con abundantes inclusiones de chamota. La cara exterior conserva restos de mortero y la interior está ennegrecida por el humo. Los grosores de los otros fragmentos menores de ladrillos de cámara recogidos por mí son los siguientes: 2,5 -2,5 - 2,6 - 2,7 y 2,9 mm.
DISCUSIÓN
Las piezas arriba listadas permiten, a pesar de su estado fragmentario, reconstruir la forma de las fijas de las termas de Angostina con suficiente precisión (Fig. 4, 5 y 6). Se componían de dos zonas perfectamente diferenciadas entre sí: una cabeza plana provista de dos escotaduras rectangulares contrapuestas y un vástago troncopiramidal de sección triangular7 unido a su base. La macla entre los dos cuerpos geométricos se producía -hasta donde lo dejan apreciar los fragmentos- con un inusitado rigor geométrico para tratarse de una pieza totalmente funcional que además iba a quedar completamente oculta tras su colocación en obra. La longitud de la cabeza ascendería a unos 85 mm, su ancho, a 106 mm y su grosor, a 37 mm. Las dos muescas, de 26 x 27 mm, estaban separadas 51 mm entre sí y 23 mm del frente de la cabeza. La parte posterior de la cabeza se estrechaba mediante chaflanes hasta unos 51 mm, disminuía del mismo modo su altura hasta igualarla con la de las tiras laterales del vástago y se solapaba unos 13 mm con el arranque del mismo. El ancho del vástago aumentaba desde 51 mm hasta los 82 de su base y lo mismo hacía su alto, de 59 a 66 mm. La longitud no se conserva completa en ninguno de los fragmentos, aunque se puede reconstruir con suficiente precisión a partir de los ángulos formados por las paredes, y ascendería a unos 224 mm. La longitud total de la fija sería, pues, de aproximadamente 296 mm, lo que equivaldría a un pie romano (295,7 mm). Es de suponer que la fabricación de las fijas se haría en dos partes, cabeza y vástago, que se unirían después de secas, pero el mal estado de conservación de las piezas
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supervivientes no permite apreciar rastros de semejante procedimiento. Tampoco queda claro el método de confección que si, en el caso de la cabeza, pudo ser simplemente prensado dentro de un molde sin fondo, tipo marco, quizá implicara el uso de un semimolde para el del vástago8.·Es posible que fuera necesario un “retoque” general de las piezas, recortando más nítidamente los diversos planos, previamente a su horneado.
Antes de pasar al último punto, que concierne al modo de utilización de las fijas de Angostina, supongo que no estará totalmente fuera de lugar dar un breve repaso al tema de las cámaras de aire murales en las termas, especialmente en las de Álava, que constituye el territorio objeto de mi estudio en época romana. Primeramente, el concepto. Parece que la idea de calefactar habitaciones haciendo circular aire caliente por debajo de sus suelos y detrás de sus paredes es una más de las pequeñas grandes genialidades que debemos al ingenio práctico de los romanos. Plinio nos informa de que la calefacción por el suelo fue inventada -a comienzos del siglo I a. de J.C.- por un tal Caius Sergius Orata9, en época de Vitrubio -hacia 25 a. de J.C.- todavía sólo se conocían los suelos huecos (suspensurae)10 y -casi un siglo más tardeSéneca habla de la calefacción a través de las paredes como de una novedad11. En segundo lugar, el nombre. Es indudable que a todos nos gusta utilizar términos técnicos latinos o griegos -mucho más si se trata de los originales- para referirnos a los diversos objetos y sistemas técnicos clásicos. Desgraciadamente, no se ha conservado el nombre con el que los romanos designaban a las dobles paredes por entre las que circulaba el aire caliente en las instalaciones termales. En los círculos hispanos contemporáneos suena a veces la palabra “concamerationes” usada a tal fin. El ejemplo más conspicuo es Sanz, quien incluso la coloca en el título de su importante artículo, ya citado12. El término ha sido, como es inevitable, tomado de Vitrubio, pero este autor no lo utiliza para nada en ese sentido, sino para designar las bóvedas o techos abovedados de las
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Se podría definir con más precisión como pentagonal, pero prefiero transmitir en el texto sólo los conceptos más básicos, aun a costa de omitir detalles que, de todos modos, son perfectamente apreciables en los dibujos 8 No es totalmente descartable la confección de toda la fija de una vez, dentro de un semimolde, aunque me parece que sería demasiado engorroso técnicamente. En todo caso, estas cuestiones de tipo práctico sólo podrían ser discutidas con suficiente rigor por un fabricante artesanal de piezas cerámicas. 9 Nat. Hist. IX, 168. Historieta con visos de autenticidad, ver Nielsen (1990), pp. 20-22. 10 Arch. V, X, 2. 11 Epist. XC, 25. 12 Sanz (1987),pp. 225-228.
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habitaciones termales13, y es que concameratio o concamaratio significa simplemente eso bóveda o arco y procede de la palabra griega , de idéntico significado. A fin de cuentas, la palabra es un grecismo más de los muchos que a Vitrubio -de mentalidad no muy diferente a la nuestra- le gustaba emplear como acreditación de su cultura libresca. En cuanto a cámaras de aire en sí, se empleaban básicamente con dos misiones: servir de aislamiento frente a la humedad para las decoraciones murales interiores14 y permitir la circulación de aire caliente por las paredes de las habitaciones calefactadas tepidaria, caldaria, laconica- de las instalaciones termales; aquí únicamente nos interesa la segunda. Por desgracia, ninguna estructura termal de las investigadas en Álava sobrevive por encima de la cota cero -la mayoría, realmente, ni la alcanzan- y, por consiguiente, nada se conserva “in situ” de las cámaras, salvo sus fragmentos desperdigados.
Son tres los sistemas utilizados por los romanos para construir las paredes huecas15, común a todos ellos es el concepto de separarse del muro real portante, crear una cavidad mediante elementos latericios sólo parcialmente autoportantes16 y ofrecer hacia el interior de la habitación una superficie que se pueda rasear y acabar como una pared real: En el más antiguo de los tres, los propios ladrillos rectangulares o cuadrados que forman la cámara están provistos en cada esquina de un tetón -de ahí su denominación como tegulae mammatae- de suficiente longitud para mantenerlos separados de la pared de fondo. Por ahora, sólo algún fragmento aislado recuperado descontextualizado en Iruña indica el uso de estas piezas en Álava. De todos modos, su aparición no implica la existencia de alguna instalación termal, ya que su utilización primera, como indica Vitrubio17, era la de formar cámaras de aire aislantes frente a la humedad. 13
Arch. V, X, 4, donde explica que las mejores bóvedas o techos -concamarationes- para las habitaciones termales son las de hormigón, pero que, en caso de ser de madera, deben ser revestidas de ladrillo para evitar su pudrición; o en V, XI, 2, cuando habla de una concamerata sudatio, una sauna abovedada. 14 Ésta fue su utilidad primaria, como indica una descripción de Vitrubio: Arch. VII, IV, 2. Quizá debido a su empleo en instalaciones termales -lugares húmedos por excelencia- surgiera después la idea de conectarlas a la circulación de aire caliente. 15 Explicado con más detalle, p. e., en Degbomont (1984), pp. 135-146. 16 Aunque las piezas que componían las paredes dobladas apoyaban unas sobre las otras, siempre resultaba imprescindible colocar regularmente anclajes al muro real de fondo para evitar el derrumbamiento por vuelco o pandeo de toda la estructura, terriblemente esbelta. 17 Arch. VII, IV, 2.
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Otro sistema, muy extendido por todo el Imperio, era el de sobreponer a la pared de fondo columnas paralelas de tubos rectangulares yuxtapuestos -denominados tubulique formaban hacia el interior de la habitación una superficie continua. Hasta ahora no ha sido identificado ningún resto de tubuli en Álava. El tercer sistema es el que aparece utilizado en todas las instalaciones termales investigadas hasta la fecha en el territorio alavés. La doble pared la constituían ladrillos delgados, de alrededor de 3 cm. de grosor. El estado sumamente fragmentario de los recuperados hasta ahora no permite deducir sus dimensiones generales. En la cara exterior, además de acanaladuras, presentan un mamelón junto a cada ángulo18 para el agarre de la capa de raseo con mortero de cal, sobre la cual iba la decoración, en forma de pintura mural o de aplacado de mármol. La necesaria separación del muro de fondo se conseguía por medio de clavijas de barro, también llamadas fijas. Las fijas registradas hasta ahora en nuestro territorio son mayoritariamente torneadas tubulares del tipo 4a de Sanz19, lo que implica que los bipedales debían sujetarse a la pared, a través de ellas, mediante clavos o grampones de hierro, que no han sido identificados todavía. Fragmentos de fijas y de ladrillos de cámara han sido localizados en un contexto termal en los siguientes yacimientos: Cabriana (Comunión)20, Otazibarra (Arkaia), Cascajuetas (Ariñez), Uralde (Trebiño) y Albeiurmendi (S. Román)21. Fijas y fragmentos de ladrillos de cámara aislados se han recuperado en Iruña (sector J y muralla SO)22. El tipo de fija aquí descrito representa, hasta donde conozco, un “unicum”, y no sólo con respecto a los materiales latericios procedentes de Álava. Aunque no parecen conservarse estructuras “in situ”23 de las termas de Angostina, he realizado una reconstrucción hipotética (Fig. 8) para demostrar su modo de empleo, utilizando materiales asociados allí aparecidos y basándome en indicios proporcionados por otros yacimientos. La suspensura es del modelo habitual: sobre la solera de hormigón de base se levantan a intervalos regulares pilae formadas por ladrillos cilíndricos y coronadas por un capitel troncopiramidal invertido. Sobre cada cuatro pilae apoya un grueso ladrillo bipe-
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No es raro que también aparezcan acanaladuras en la cara interior. La presencia de los mamelones hace que a veces se confunda a estos ladrillos con tegulæ mammatæ, cuando aquellos raramente llegan a los dos centímetros de resalte y sería totalmente imposible crear una cámara de aire operativa usándolos. 19 Sanz (1987), p. 226. 20 Sólo fijas. 21 Gil (1990), fig. 19. 22 Nieto (1958), pp. 89 y 115.
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dal, de manera que se forma una superficie horizontal continua. La hilera de pilae más próxima al muro del edificio -en este caso, el de cierre, pero lo mismo podría ser uno de partición interna- está situada pegando o casi pegando al mismo, con el resultado de que el plano definido por los ladrillos bipedales -que termina en el eje de las pilae - deja todo a lo largo de la pared una especie de ranura casi continua por la que el aire caliente puede subir desde la suspensura. Llega el momento de formar la doble pared con los ladrillos delgados -he elegido, arbitrariamente el tamaño de 2 x 1,5 pies para la reconstrucción, pero hay otros varios tamaños atestiguados arqueológicamente24-, colocados con los mamelones hacia fuera y sujetos por las fijas, clavadas a intervalos regulares en la pared de fondo. Es necesario resaltar que fijas y ladrillos se deberían colocar en obra simultáneamente, ya que su sistema de encaje -en este caso, sujeto cada ladrillo por las muescas de dos fijas consecutivas. Si, además, se quería garantizar la estanqueidad de las juntas verticales, era preciso recortar muescas en el centro de las caras verticales de los ladrillos, con una profundidad igual a la de la mitad de la separación entre las dos muescas de la cabeza de la fija- no permitía, por ejemplo, implantar primero todas las fijas y después encajar los ladrillos en ellas. Y aquí se plantea un punto dudoso: el proceso constructivo lógico sería ir dejando, a medida que se levantaba el muro, agujeros en los puntos en los que después se introducirían las fijas. El volumen en cola de milano de los vástagos de las fijas de Angostina parece ideal para irlos aparejando con el muro a la vez que éste se construía -ya se ha visto que ésto no es factible- o, al menos, recibirlos dentro de los agujeros dejados de antemano con una generosa pellada de mortero; ahora bien, ninguno de los dos vástagos conservados presenta el menor rastro de mortero. Quizá los constructores de Angostina consideraban que la arcilla era suficiente como aglutinante en este caso... Terminada la colocación de la doble pared, de abajo hacia arriba y apoyando los ladrillos de la primera hilera sobre los bipedales de la suspensura, se procede a rasearla con mortero basto, de árido grande. Sobre la superficie del mortero fresco se realizan series de incisiones que faciliten la futura adherencia de la siguiente capa de raseo. Es el momento de verter sobre los bipedales de la suspensura una gruesa capa de hormigón para homogeneizar el reparto de las presiones y mejorar la inercia térmica del conjunto. Finalmente se ejecutan los acabados superficiales. En Angostina no se han recuperado ni 23 24
Filloy (1994). Bouet (1999), pp. 24-27, 37-39.
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placas de mármol ni tesellas de mosaico, por lo que es de suponer que aquellos eran muy sencillos. He propuesto un raseo pintado en la pared y una simple capa de mortero impermeable en el pavimento.
CONCLUSIONES
He presentado en esta comunicación un tipo de fija -reconstruido a partir de fragmentos recuperados en el yacimiento de Angostina (Tullonio)- que, hasta donde llegan mis conocimientos, es totalmente nuevo. Ya que no se han recuperado en Angostina fragmentos de otros tipos de fijas, debemos suponer que el tipo que aquí discutimos era el básico o incluso el único empleado en el edificio termal cuando éste se construyó, probablemente a finales del siglo I de J.C. La forma es muy depurada y la ejecución, esmerada. Todo ello debe hacer descartar cualquier suposición acerca de que las fijas de Angostina fuesen el capricho pasajero o el experimento de algún artesano local. Es más, el edificio termal parece ser de tan escasa entidad que quizá ni siquiera justificase la erección de un alfar latericio provisional junto a él durante su construcción, ya que resultaría a todas luces más ventajoso económicamente la compra de los ladrillos en cualquier gran alfar, más o menos próximo. En ese alfar, por ahora desconocido, se fabricarían también las fijas del tipo “Angostina”. Por otro lado, las fijas de Angostina son de ejecución mucho más complicada que las del tipo 4a habituales en el resto de la provincia y sólo presentan como relativa ventaja con respecto a ellas el ahorro de los grampones de hierro, relativizada aún más por la necesidad añadida de recortar muescas en los laterales de los ladrillos de cámara. Podemos suponer, pues, que la vigencia del tipo sería breve. Su área de difusión resulta hoy por hoy, a expensas de que se realicen nuevas localizaciones, una total incógnita.
BIBLIOGRAFÍA BOUET, A. (1999): "Les matériaux de construction en terre cuite dans les thermes de la Gaule Narbonnaise". Scripta Antiqua 1. Bordeaux.
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