La teoría feminista es la que contempla desde los 60 la situación de las mujeres con respectoal cine, tanto desde el punto de vista de la producción (reivindicando la posición de algunas directoras de cine) hasta el análisis de los estereotipos femeninos que las películas proponían.. Este nuevo planteamiento permite la posibilidad de la construcción de un nuevo enfoque dentro del análisis fílmico, es decir, estudiar los textos poniendo énfasis a lo que se cree representativo de las mujeres en su sensibilidad y propuestas. Ya que en el cine clásico, la mujer quedaba relegada a un papel completamente pasivo y secundario, detrás del hombre principal, activo y protagonista. Queda, así, de manifiesto dos de los conceptos freudianos sobre los que gira el estudio de Mulvey:voyeurismo (como el placer de la mirada masculina) y fetichismo (que convierte a la mujer en objeto inofensivo de belleza perfecta). La mujer se convierte en espectáculo para la mirada del hombre. Como señala Begoña Siles Ojeda, utilizando términos de Lévi-Strauss, tendremos en el discurso cinematográfico del cine narrativo clásico a las mujeres buenas y las mujeres malas, o a “las mujeres negociables (madres, hijas, esposas…) y mujeres consumibles (prostitutas, vampieresas, golfas…)”1, cuya jerarquía colocaría, por si cabía alguna dudad, a las negociables por encima de las consumibles. Ann Kaplan señalaba que, frente a la imagen que la pantalla reflejaba de unos héroes masculinos idealizados y vinculados a la sensación de control y dominio, a la mujer “no se le ofrecen más que figuras desamparadas y convertidas en víctimas que, lejos de ser perfectas, refuerzan el sentido esencial de inutilidad ya existente”. Las primeras –las negociables– serían las mujeres pasivas y sumisas que aceptan ser una imagen-objeto del deseo masculino, mientras que las segundas –las consumibles– asumirían su sexualidad sabiendo que esto obsesiona al hombre hasta el punto de deslumbrarlo y anularlo, y jugarían con ello. Pero, en el cine clásico se tenderá a instaurar como modelo normativo en el sistema social patriarcal a la mujer sumisa y pasiva, llegando a castigar (para que aprenda la lección y para que a nadie se le ocurra tomarla como modelo) a la mujer que reta esa estructura patriarcal, aislándola de la sociedad o, incluso, matándola. La mujer, en el cine clásico, está presente como objeto para el deseo masculino pero silenciada como sujeto, se le imponen limitaciones y restricciones como sujeto para educarla y para que, de esa manera, acepte esas restricciones como “naturales”. “Así pues, en el cine de Hollywood se niega a las mujeres una voz, un discurso, y su deseo queda sometido al deseo 1 SILES OJEDA, Begoña: “Una mirada retrospectiva: treinta años de intersección entre el feminismo y el cine” en Caleidoscopio. Revista del audiovisual, nº 1, Marzo 2000, http://www.uch.ceu.es/caleidoscopio/numeros/uno/ssiles2.html masculino. Viven unas vidas silenciosas y frustradas o, si se resisten, sacrifican sus vidas por su atrevimiento.”2 Como señala Giulia Colaizzi: “las mujeres han sido siempre representadas por el cine de Hollywood como “servidoras y esclavas románticas”, figuras débiles y secundarias, sin ambición o autonomía narrativa, y siempre dispuestas a olvidar profesión, responsabilidades y obligaciones sociales –la esfera pública– en nombre de un sueño romántico de felicidad conyugal”3. E. Ann Kaplan señalaba que, frente a la imagen que la pantalla reflejaba de unos héroes masculinos idealizados vinculados a la sensación de control y dominio, a la mujer “no se le ofrecen más que figuras desamparadas y convertidas en víctimas que, lejos de ser perfectas, refuerzan el sentido esencial de inutilidad ya existente”4. Uno de las principales objetivos de la teoría fílmica feminista era resaltar la ausencia de muchas mujeres que habían participado en la producción cinematográfica. Querían reivindicar el nombre de estas mujeres que habían sido olvidadas en los archivos historiográficos, para decirlo con palabras de Annette Khun, historiadora alemana y autora del libro ‘El cine de mujeres’, querían hacer “visible lo invisible”. Son muchas de ellas, las que incluso trabajando y siendo activamente partícipes de varias películas, la productora en cuestión, decidía no incluir sus nombres en los créditos finales de las películas. Mujeres que tienen especial relevancia en la industria cinematográfica y no fueron reconocidas como por ejemplo: Elizabeth Picket, Ida May Park, Grace Cunard, Ruth Ann Baldwin, Elsie Jane Wilson, etc. Este tipo de cine supuso un grito de esperanza, una salida para todas aquellas mujeres que querían dar rienda suelta a su imaginación, sensibilidad y sentimientos. Aquellos que por parte de Hollywood les eran negados. La mujer ha sido silenciada en un sistema de cultura patriarcal, tanto en la representación como en la producción de la cultura. Consecuencia de esta dominación masculina en la cultura, ha sido el hecho de que se haya representado a una mujer cosificada, como mero objeto de espectáculo erótico. Sin embargo, este grupo de mujeres que reivindicaron su presencia en los años 60 – 70, quisieron levantar y reclamar su presencia como sujeto autónomo, exigir el legado de aquellas que contribuyeron en la historia del cine, ya que pocos son los nombres y la constancia de sus logros. Estas, no sólo rompieron con la imagen tradicional y pasiva de la mujer, sino que crearon un lenguaje propio contrario al de la narrativa clásica junto con el realismo imperante en aquella época. 2 KAPLAN, E. Ann: Las mujeres y cine. A ambos lados de la cámara, pág. 26, Madrid, Cátedra, 1998. 3 COLAIZZI, Giulia: Feminismo y teoría fílmica, pág. 15, Valencia, Episteme, 1995. 4 KAPLAN, E. Ann: Las mujeres y cine. A ambos lados de la cámara, pág. 54, Madrid, Cátedra, 1998. Mujeres como Marguerite Duras, coetánea a la Nouvelle Vague y de la que tan poco se habla, compañera de Godard, Renais y directores de la nueva ola. Marguerite en su película Nathalie Granger,desarrolla la posibilidad de un discurso femenino, exponiendo una política de resistencia al dominio masculino mediante la fuerza del silencio, un terreno de vacío por el cual las mujeres pueden empezar a cambiar su situación oprimida.