Sartre Jean Paul - Las Moscas.pdf

April 2, 2018 | Author: Robert Ascher Villanueva | Category: Clytemnestra, Agamemnon, Religion And Belief


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JEAN PAUL SARTRELAS MOSCAS Drama en tres actos A CHARLES DULLIN en prueba de agradecimiento y amistad PERSONAJES JÚPITER ORESTES EGISTO EL PEDAGOGO PRIMER GUARDIA SEGUNDO GUARDIA EL GRAN SACERDOTE ELECTRA CLITEMNESTRA UNA ERINIA UNA JOVEN UNA VIEJA HOMBRES Y MUJERES DEL PUEBLO ERINIAS SERVIDORES GUARDIAS DEL PALACIO Esta obra fue estrenada en el Teatro de la Cité (Dirección Charles Dullin) por los señores Charles Dullin, Joffre, Paul Cetly, Jean Lannier, Norbert, Luden Arnaud, Marcel d'Orval, Bender y las señoras Perret, Olga, Dominique, Cassan. ACTO I Una plaza de Argos. Una estatua de Júpiter, dios de las moscas y de la muerte. Ojos blancos, rostro embadurnado de sangre. ESCENA I Entran en procesión VIEJAS vestidas de negro, y hacen libaciones delante de la estatua. Al fondo, un IDIOTA sentado en el suelo. Entran ORESTES y el PEDAGOGO, luego JÚPITER. ORESTES.— ¡Eh, buenas mujeres! Todas las VIEJAS se vuelven lanzando un grito. EL PEDAGOGO.— ¿Podéis decirnos?... Las VIEJAS escupen al suelo dando un paso atrás. EL PEDAGOGO.— Escuchad, somos viajeros extraviados. Sólo os pido una indicación. Las VIEJAS huyen dejando caer las urnas. EL PEDAGOGO.— ¡Viejas piltrafas! ¿No se diría que me derrito por sus encantos? ¡Ah, mi amo, qué viaje agradable! Y qué buena inspiración la vuestra de venir aquí cuando hay más de quinientas capitales, tanto en Grecia como en Italia, con buen vino, posadas acogedoras y calles populosas. Parece que estos montañeses nunca han visto turistas: cien veces he preguntado por el camino en este maldito caserío que se achicharra al sol. Por todas partes los mismos gritos de espanto y las mismas desbandadas, las pesadas carreras negras por las calles enceguecedoras. ¡Puf! Estas calles desiertas, el aire que tiembla, y este sol... ¿Hay algo más siniestro que el sol? ORESTES.— He nacido aquí... EL PEDAGOGO.— Así parece. Pero en vuestro lugar, yo no me jactaría de ello. ORESTES.— He nacido aquí y debo preguntar por mi camino como un viajero. ¡Llama a esa puerta! EL PEDAGOGO.— ¿Qué esperas? ¿Que os respondan? Mirad un poco esas casas y decidme qué parecen. ¿Dónde están las ventanas?, Las abren a patios bien cerrados y bien sombríos, me lo imagino, y vuelven el trasero a la calle... (Gesto de ORESTES) Está bien. Llamo, pero sin esperanza. Llama. Silencio. Llama de muevo; la puerta se entreabre. UNA VOZ.— ¿Qué queréis? EL PEDAGOGO.— Una sencilla pregunta. ¿Sabéis dónde vive...? La puerta vuelve a cerrarse bruscamente. EL PEDAGOGO.— ¡Idos al infierno! ¿Estáis contento, señor Orestes, y os basta la experiencia? Puedo, si queréis, llamar a todas las puertas. ORESTES.— No, deja. EL PEDAGOGO.— ¡Toma! Pero si aquí hay alguien. (Se acerca al IDIOTA.) ¡Señor mío! EL IDIOTA.— ¡Eh! EL PEDAGOGO (nuevo saludo).— ¡Señor mío! EL IDIOTA.— ¡Eh! EL PEDAGOGO.— ¿Os dignaréis indicarnos la casa de Egisto? EL IDIOTA.— ¡Eh! EL PEDAGOGO.— De Egisto, el rey de Argos. EL IDIOTA.— ¡Eh! ¡Eh! JÚPITER pasa por el fondo. EL PEDAGOGO.— ¡Mala suerte! El primero que no se escapa es idiota (JÚPITER vuelve a pasar). ¡Vaya! Nos ha seguido hasta aquí. ORESTES.— ¿Quién? EL PEDAGOGO.— El barbudo. ORESTES.— Estás soñando. EL PEDAGOGO.— Acabo de verlo pasar. ORESTES.— Te habrás equivocado. EL PEDAGOGO.— Imposible. En mi vida he visto semejante barba, salvo una de bronce que orna el rostro de Júpiter Ahenobarbus, en Palermo. Mirad, ahí vuelve a pasar, ¿Qué nos quiere? ORESTES.— Viaja, como nosotros. EL PEDAGOGO.— ¡Cómo! Lo hemos encontrado en el camino de Delfos. Y cuando nos embarcamos en Itea, ya ostentaba su barba en el barco. En Nauplia no podíamos dar un paso sin tropezar con él, y ahora está aquí. Os parecerán, sin duda, simples coincidencias. (Espanta las moscas con la mano.) Ah, encuentro a las moscas de Argos mucho más acogedoras que las personas. ¡Mirad ésas, miradlas! (Señala con la vista al IDIOTA.) Tiene doce en el ojo como en una tartina, y sin embargo sonríe trasportado, como si le gustara que le chupen los ojos. Y en realidad le sale por esas mirillas un jugo blanco que parece leche cuajada. (Espanta a las moscas.) ¡Eh, basta ya, basta ya! Mirad, ahora las tenéis encima. (Las espanta.) Bueno, estaréis cómodos vos que tanto os quejabais de ser extranjero en vuestro propio país, y estas bestezuelas os hacen fiestas, como si os reconocieran. (Las espanta.) ¡Vamos, paz, paz, nada de efusiones! ¿De dónde vienen? Hacen más ruido que carracas y son más grandes que libélulas. JÚPITER- (que se había acercado) .— No son sino moscas de la carne, un poco gordas. Hace quince años un poderoso olor de carroña las atrajo a la ciudad. Desde entonces engordan. Dentro de quince años tendrán el tamaño de ranitas. Un silencio. EL PEDAGOGO.— ¿Con quién tenemos el honor... ? JÚPITER.— Mi nombre es Demetrio. Vengo de Atenas. ORESTES.— Creo haberos visto en el barco la última quincena. JÚPITER.— También yo os he visto. Gritos horribles en el palacio. EL PEDAGOGO.— ¡Vaya! ¡Vaya! Todo esto no me huele nada bien, y en mi opinión, mi amo, haríamos mejor en irnos. ORESTES.— Cállate. JÚPITER.— No tenéis nada que temer. Hoy es la fiesta de los muertos. Esos gritos señalan el comienzo de la ceremonia. ORESTES.— Parece que conocéis muy bien a Argos. JÚPITER.— Vengo con frecuencia. Estaba aquí a la vuelta del rey Agamenón, cuando la flota victoriosa de los griegos ancló en la rada de Nauplia. Podían verse las velas blancas desde lo alto de las murallas. (Espanta las moscas.) Aún no había moscas, entonces. Argos sólo era una pequeña ciudad de provincia que se aburría indolentemente al gol. Subí al camino de ronda con los demás, los días siguientes, y miramos largamente el cortejo real que marchaba por la llanura. La tarde del segundo día la reina Clitemnestra apareció en las murallas, acompañada de Egisto, el rey actual. Las gentes de Argos vieron sus rostros enrojecidos por el sol poniente; los vieron inclinarse sobre las almenas y mirar largo rato hacia el mar; y pensaron: "Pasará algo malo". Pero no dijeron nada. Egisto, debéis de saberlo, era el amante de la reina Clitemnestra. Un rufián ya por entonces propenso a la melancolía. Parecéis cansado. ORESTES.— Es el largo camino que he hecho y este maldito calor. Pero me interesáis. JÚPITER.— Agamenón era un buen hombre, pero cometió un gran error, ¿sabéis? No había permitido que las ejecuciones capitales se realizaran en público. Es una lástima. En provincia, un buen ahorcamiento distrae y deja a la gente un poco harta de la muerte. Las gentes de aquí no dijeron Salto sobre el insecto. será mejor que te ocupes de ti misma y ganes el perdón del Cielo con tu arrepentimiento! LA VIEJA. EL PEDAGOGO. LA VIEJA. una fiesta horrible. calla! JÚPITER.— Oh. LA VIEJA. era..— Y vos. ¿Por quién llevas luto? LA VIEJA. no soy de aquí. En cuanto a las gentes de Argos. LA VIEJA. o es ésta. no dijeron nada.— Sí. lo cual prueba vuestros buenos sentimientos.— Enviaron las moscas.) Aquí está mi presa.. no soy de aquí. JÚPITER. vete. no. Pues bien. ¿Qué hiciste? LA VIEJA. no sé qué era necesario. loca! ¡No te cuides de lo que soy. si supierais cómo me arrepiento.. correteando sobre sus patitas negras. Yo creía justos a los dioses.— ¿A quién le interesa? Hablábamos de los dioses. con el aliento entrecortado y un cosquilleo raro en el hueco de los riñones. y mi hija también se arrepiente. y cada uno tenía. pues andas de negro de la cabeza a los pies.— Es el vestido de Argos. Llevas luto por tu rey. rozando las paredes. y no me importa. son un símbolo. Ah. ¡Mirad qué horror! ¡Oh! ¡Guiñáis los ojos. no hablé. Era una fiesta. lo hemos educado en el arrepentimiento.. JÚPITER.— ¿Qué tienen que ver las moscas! JÚPITER. que anda por los siete años.— Una fiesta roja cuyo recuerdo no habéis podido enterrar. lo cazo y os lo traigo. Ha conocido quince años de felicidad. y trata de reventar en el arrepentimiento.. me arrepiento. ¿qué podía hacer yo? Corrí el cerrojo de la puerta. bajaron los párpados sobre los ojos en blanco de voluptuosidad. todo rubio y penetrado por el sentimiento de su pecado original.— Ah. sólidamente asentada en el terror. Pero juzgad por esto lo que han hecho: aquella vieja cochinilla que allá veis. y sin embargo estáis habituados a las espadas del sol al rojo blanco! Mirad qué sobresaltos de pez en la punta de la línea. ORESTES. Es tu única posibilidad de salvación.— ¿Qué hombre sois? JÚPITER. JÚPITER. ORESTES.— Mi marido estaba en los campos.— ¡Eh! No incriminéis tan pronto a los dioses. En aquel momento hubiera bastado una palabra. es juicioso como una imagen. Vamos. y la ciudad entera estaba como una mujer en celo.— ¡Señor! ¿Sois un muerto? JÚPITER. ¿no dijisteis nada? JÚPITER. vieja basura. anda. pero callaron. al día siguiente. a la antigua. y a mi nieto.— Pues eres bastante vieja para haber oído aquellos gritos que recorrieron toda una mañana las calles de la ciudad. (La VIEJA huye.— ¡Un muerto! ¡Anda. joven? Yo estoy muy cómodo. y no eran asuntos míos. habrás perdido docenas de hijos. es un hermoso espécimen de una fauna negra y chata que hormiguea en las grietas. Y cuando vieron que Clitemnestra le tendía sus hermosos brazos perfumados. y entreabriste la ventana para oír mejor. ORESTES. Dime vieja. una sola palabra. la imagen de un gran cadáver con la cara destrozada. comprendo..— ¿Qué hicieron? JÚPITER. cuando oyeron aullar de dolor al rey en el palacio. JÚPITER.— Ah. habla y quizá te suelte. y mi yerno sacrifica una vaca todos los años. en la cabeza. ¿eh?.— ¡Calla! ¡Por el amor de Dios.— Y el asesino reina.— ¿Os molesta. y querían ver una muerte violenta. ¿era necesario fulminar a Egisto? ORESTES. ¿Hay que castigar siempre? ¿No era preferible que ese tumulto derivara en beneficio del orden moral? ORESTES. ¿Y Egisto . Señor. siguieron sin decir nada. No dijeron nada cuando vieron aparecer a su rey en las puertas de la ciudad. y te quedaste al acecho detrás de las cortinas. (Salta sobre la VIEJA y la trae al proscenio. LA VIEJA.) O mucho me equivoco.— Has de haber hecho estupendamente bien el amor aquella noche. JÚPITER. Bueno.— ¡Calla! JÚPITER. por tu rey asesinado. señores míos. piedad de la buena. señor.— Está bien.— ¿El vestido de Argos? Ah.nada porque se aburrían.— Era necesario. ¡ah! el hastío tan cotidiano de la felicidad. calor de horno. provocaréis una catástrofe. Por mi parte. esos gritos insoportables: ¿eso place a Júpiter? JÚPITER. deseo que haya muerto..— ¿De veras? ¿Eso es lo que le diríais? Pues bien..— Pero sí. Hubiera debido decir: cerca del corazón de los dioses.— Sí. El arrepentimiento se mide por el peso. Hablaba para mí. si no os incomoda? JÚPITER. cuando suelten a los muertos? Hace quince años justos que Agamenón fue asesinado. buen viaje. A propósito. dejadlos. calles desiertas.— Dejad. un dios con cara de asesinado. ¡Ah.. ¿Quisierais despojarlos del favor divino? ¿Y qué les daríais en cambio? Digestiones tranquilas. JÚPITER. lo habrían abandonado en el bosque. (Mirándolo a los ojos.— ¡Bah! Es una niña. que los apartéis. (ORESTES hace un gesto de desagrado. Vive aquí..— ¿De veras? Paredes embadurnadas de sangre. si vive. un boyero escogido por su fuerte voz lanza esos alaridos cada aniversario. en la sala principal del palacio.— Imaginad que se presenta un día a las puertas de esta ciudad. pues no habéis tenido parte en su crimen. En el palacio de Egisto. Las gentes de Nauplia nos han contado que Egisto había dado orden de asesinarlo poco después de la muerte de Agamenón. guardan secretos dolorosos. ¿qué dirás dentro de un rato.— Me llamo Filebo y soy de Corinto. EL PEDAGOGO. ORESTES. le diría: "Joven. Dicen que murió. respetad su dolorosa empresa. podéis hacer algo mejor que reinar sobre una ciudad medio muerta. Había también un hijo.. y vuestra inocencia impertinente os separa de ellos como un foso profundo. ORESTES. si los amáis un poco. y qué cerca está ahora de mi corazón! ORESTES.— ¿De vuestro corazón? JÚPITER. todas sus faltas se cuajarán en ellos como grasa fría. marchaos! ¿Qué buscáis aquí? ¿Queréis hacer valer vuestros derechos? ¡Ah! Sois ardiente y fuerte. Tienen la conciencia intranquila. joven. JÚPITER. Habría sido recogido y educado por burgueses ricos de Atenas. pero están empeñados ya en el camino de la redención. ORESTES. joven. millones de moscas. . joven.. el orden de una ciudad y el orden de las almas son inestables. Marchaos. (Gritos horribles en el palacio.) Una terrible catástrofe que recaerá sobre vos. de sus remordimientos. y esos gritos. Pero qué importa. un tal Orestes. Viajo para instruirme con un esclavo que fue mi preceptor. alejaos de puntillas. ORESTES.se arrepiente? JÚPITER. olor a carnicería. seríais valiente capitán de un ejército batallador.) ¡Bah! Esto no es nada.— ¿Por qué.. Sí. Sus asesinos. Los hombres de aquí son grandes pecadores.. pues tiene más o menos vuestra edad. bien sabéis que murió. larvas aterradas que se golpean el pecho en el fondo de las casas. Toda una ciudad se arrepiente por él. mi amo. le diría. si lo encontrara en ese momento.) ¡Escuchad! Para que no olviden jamás los gritos de agonía de su rey. aunque sea un instante. una hija llamada Electra..— Ah. si los tocáis. ¿verdad?. en aquél. ORESTES. Buen viaje. compadecidos. señor. JÚPITER. tienen miedo." Lo llamaría joven. ORESTES. No podríais compartir su arrepentimiento. una carroña de ciudad atormentada por las moscas.— ¿Y qué? JÚPITER. y del miedo y la conciencia intranquila emana una fragancia deliciosa para las narices de los dioses. Entonces diría: "¡Joven.— ¡Ah! ¿Es ése el palacio de Egisto? ¿Y qué piensa Electra de todo esto? JÚPITER. la taciturna paz provinciana y el hastío.— ¡Bah! Mirad.— Algunos afirman que está vivo. Marchaos. ¿me diréis vuestro nombre? ORESTES. os respondería. esas almas lastimosas agradan a los dioses. no juzguéis a los dioses.— ¿Egisto? Me extrañaría mucho. Un silencio." ORESTES. Dejadlos.— ¡Que murió! Diablos.— Agamenón tenía una hija. porque vais a perderlos: por poco que los detengáis en el camino. si yo fuera ese joven.— Perfecto. joven.. dejad. cómo ha cambiado desde entonces el pueblo ligero de Argos. Su amo. demostrándoos en cada circunstancia cuan variables son las costumbres de los hombres? Ahora sois joven. santuarios y templos para poblar vuestra memoria. la paz sea con vos. Un jueguito de sociedad.— ¡Daño! Entonces es perjudicar a la gente darle libertad de espíritu. Ese barbudo es un hombre. y os la he compuesto con amor. el PEDAGOGO tose.(Se miden con la mirada. y recorrer cien Estados.. algún espía de Egisto. columnas.— ¿Te he dicho que tenía algo que hacer? ¡Vamos! Calla. JÚPITER. escribir una guía de Grecia.— ¡Por Júpiter! JÚPITER. ¿No os hice leer temprano todos los libros. como un ramillete. un viejo perro que se calienta acostado cerca del hogar y se incorpora un poco. galla. Y ya veis: ruedan y se arrastran por el suelo como orugas. .— Deja tu filosofía. Soy encantador de moscas en mis horas libres. ¿Me diréis por fin qué meditáis? ¿Por qué me habéis arrastrado aquí? ¿Y qué queréis hacer? ORESTES. sólo hay hombres. creo.) Ése es mi palacio. Sale.— Enhorabuena. señor? Vuestra cultura os pertenece.— ¡Palacios! Es cierto. ¡Ah! ¡Cómo habéis cambiado! Antes leía en vos. ORESTES. Allí nació mi padre. y ya es bastante. (Se acerca al palacio. a la entrada de su amo.) ¡Bah! No sé qué os respondería.— No es nada. prudente como un anciano. Volveré a veros. El decimoséptimo. También yo nací allí. mi amo. y por lo demás. esto no me incumbe.— La paz sea con vos. tse. Quizá tengáis razón. yo que tengo tantas piedras en la cabeza? Y de los trescientos ochenta y siete peldaños del templo de Éfeso. si las moscas os molestan. un perro. un perro tiene más memoria que yo: reconoce a su amo. tse". un ademán con el brazo y digo: "Abraxas. uno de ellos me cargaba en sus brazos. cuando he consagrado diez años de mi vida a dároslos? ¿Y todos los viajes que hicimos? ¿Y las ciudades que visitamos? ¿Y los cursos de arqueología que profesé para vos solo? ¿Ni un recuerdo? Había aquí hace poco tantos palacios. Buenos días. Me ha hecho demasiado daño. ORESTES.— ¿Dónde dejas la cultura. ¿Y qué es lo mío? EL PEDAGOGO. Tenía casi dos años cuando me llevó la soldadesca de Egisto.. EL PEDAGOGO. Allí una ramera y su rufián lo asesinaron. tengo que atender mis asuntos. inflado en su solemnidad provinciana.— ¿Ni un recuerdo. amo ingrato. éste es el medio de libraros de ellas: mirad el enjambre que zumba a vuestro alrededor. ajustando los frutos de mi sabiduría y los tesoros de mi experiencia. Lo veo por primera vez. rico y hermoso. Desearía que Orestes fuera igualmente razonable. ¿no me hablas? Los he subido uno por uno. y los recuerdo todos. ORESTES. Ah. gimiendo suavemente para saludarlo. JÚPITER. que hubierais podido. ¡Ah! Ni el menor recuerdo.— Desconfiad. para familiarizaros con la diversidad de las opiniones humanas. como el geógrafo Pausanias. ¡Palacios.EL PEDAGOGO EL PEDAGOGO. ORESTES. estatuas! ¿Por qué no soy más pesado. ESCENA II ORESTES . ORESTES. Ese hombre sabe quién sois. Seguramente pasamos por esa puerta.— ¿Pero es un hombre? EL PEDAGOGO. EL PEDAGOGO. hago un movimiento con la muñeca. qué pena me dais! ¿Qué hacéis de mis lecciones y de ese escepticismo sonriente que os enseñé? "¿Es un hombre?" Diablos.— ¡Ah. yo tenía los ojos muy abiertos y sin duda lloraba. galla. Veo un gran edificio mudo.. estaba roto..— A propósito. Entonces. sin patria.) Hubiera vivido ahí. y ya no lograba dormir. los temblores de la luz. sabía que pertenecían a los demás. ahí abajo. la sombra de un crepúsculo mío.. ORESTES. Mío el zumbido de estas moscas. el primer día que me hubieran confiado una lanza..— No. no me quejo.) Puedes tranquilizarte. un hombre superior. en una palabra. ¡y os quejáis! ORESTES. Más tarde las hubiera empujado. Y ese raspón. a veces a uno se le ocurren ideas estúpidas—. De niño habría jugado con sus hojas. a esta hora. me preguntaba si no meditaríais echar a Egisto y ocupar su puesto. ¿Te parece vulgar la alegría de ir a alguna parte? Hay otros. Y más tarde aún. para ir en busca de mujeres. a escondidas. ¿no es cierto? ¿Y qué dices de las incrustaciones de oro? Las he visto semejantes en Dodona. No puedo quejarme: me has dejado la libertad de esos hilos que el viento arranca a las telas de araña y que flotan a diez pies del suelo. quizá te lo hubiera hecho yo. ni he asistido a las bodas de sus hijas.libre de todas las servidumbres y de todas las creencias. y sus pies desnudos oprimen fuertemente la tierra y se desuellan en los guijarros. dejaba caer a mi alrededor los olores y los sonidos. a los siete años. Sabría encontrar. el ruido de la lluvia en los techos.— ¿Qué? EL PEDAGOGO. sin familia. ORESTES (lentamente). en fin.. silenciosos. ¿Qué hubierais ganado viviendo aquí? Vuestra alma. dejaba deslizar a lo largo de mi cuerpo. EL PEDAGOGO. pedagogo.) Estilo dórico menor. capaz además de enseñar filosofía o arquitectura en una gran ciudad universitaria. la sombra fresca de un crepúsculo de Argos. estaría aterrorizada por un abyecto arrepentimiento. me hubiera apoyado en ellas. ¿no comprendes que estamos a punto de pudrirnos en el calor ajeno? EL PEDAGOGO. es raro que un príncipe sepa leer. es demasiado tarde.— Ahora sois razonable. su acto. a ojos cerrados. (Pausa. No habría leído ninguno de tus libros y quizá no hubiera sabido leer. desnudo en una habitación oscura del palacio. que sienten en el fondo del corazón el peso de imágenes confusas y terrenas. los esclavos habrían abierto la puerta de par en par y hubiera franqueado el umbral a caballo. Está bien: no son hombres superiores. van.) Hay hombres que nacen comprometidos: no tienen la facultad de elegir.. buen hombre. ORESTES (con brusquedad). los criados y los campos. semejante a otros cien mil y siempre nuevo. Pero yo. Vámonos. los animales. esperaría que el sol declinara. Habla. señor. qué libre soy! ¡Y qué soberbia ausencia mi alma! (Se acerca al palacio. cómo me tranquilizáis. sin oficio. Vamos. Temía. sin religión. a los siete años. por torpeza. Porque los recuerdos son manjares suculentos para los que poseen las casas. gracias a Dios. y que subiera del suelo. ORESTES. al llegar a la mayoría de edad.— Ah.. (Se aparta. como un olor. Mi vieja puerta de madera. no peso más que un hilo y vivo en el aire. no comparto sus remordimientos y no conozco uno solo de sus nombres.— Vais a enfadaros. Yo sabía ya.— Por lo menos sería mío. tu cerradura.— ¿Echar a Egisto? (Pausa. No es que me falten ganas de coger por la barba a ese rufián de sacristía y arrancarlo del trono de mi padre. observaría por la hendedura de un postigo el color rojo de la luz. libre de todos los compromisos y sabedor de que no hay que comprometerse nunca. al final del camino los espera un acto.— No. Pero por esa puerta hubiera entrado y salido diez mil veces. han sido arrojados a un camino. que estaba exilado. Sé que es una suerte y la aprecio como conviene. su vida ha cambiado porque un día de su infancia. Pero ¿qué? ¿Qué tengo que ver con esas gentes? No he visto nacer uno solo de sus hijos. EL PEDAGOGO.— Temía —es inútil haberse adiestrado desde temprano en la ironía escéptica. no es mi palacio ni mi puerta. hombre. A esta hora. desde que os revelé vuestro nacimiento— os veía cambiar día a día. ¡Ah. El barbudo dice bien: un rey debe tener los mismos recuerdos . Y no tenemos nada que hacer aquí. hubieran crujido sin ceder y mis brazos habrían conocido su resistencia. Yo soy libre.. y que nunca podría convertirlos en mis recuerdos. es un hermoso trabajo. te daré el gusto. de noche. a los cinco. Estos últimos meses —para ser exacto. Y este calor que me chamusca el pelo sería mío. Y luego sacará el sable y te hendirá de arriba abajo. y esperemos que sea la última.— No tengas miedo. El horror y la sangre del rostro y el verde oscuro de los ojos no son sino un barniz.que sus súbditos. con las manos en las caderas y echado hacia atrás. ORESTES. Mira: aquí tienes mondaduras y toda la ceniza del hogar. Partamos. y viejos restos de carne bullentes de gusanos. De puntillas. ahora huéleme. anda.— ¿Bella? ¿Estás seguro de que soy bella? ¿Tan bella como las hijas de Corinto? . Desparramaron a tus pies sus vinos más preciosos porque es tu fiesta. Te mirará regodeándose. ELECTRA. Puedo escupirte. y todo el mundo verá que es de madera blanca. se acerca sin verlos a la estatua de Júpiter).ELECTRA ELECTRA. ¡Madera blanca! Buena madera blanca: arde bien. y un pedazo de pan sucio que no han querido nuestros cerdos. con su gran espada. aunque tuviera que matar a mi propia madre. ¿verdad? Tú sabes que eres todo blanco por dentro. Son sueños. (Al PEDAGOGO. Vayámonos. un acto que me diera derecho de ciudadanía entre ellos.) Bueno. los cascajos de vestido negro. todavía halaga tu nariz ese perfume deleitable. es todo lo que soy capaz de hacer. Hicieron crujir sus zapatones a tu alrededor. ELECTRA.. cuando más se parecen a los muertos más te gustan. No soy muy fuerte y no puedo tirarte al suelo. ELECTRA. blanco como el cuerpo de un nene. y de sus faldas subían a tu nariz tufos enmohecidos. sabes que un sablazo te abrirá en seco y que ni siquiera podrás sangrar. una a la izquierda. Dime. Entra ELECTRA. Todo lo extraño a esta ciudad me es caro. de sus memorias. la otra a la derecha. El PEDAGOGO sale.— ¡Señor! ORESTES. ¡Ah! Si hubiera un acto. (Ve a ORESTES. Feliz fiesta. con esos ojos redondos en la cara embadurnada de jugo de frambuesa.— Sí. (Frotándose contra él. feliz fiesta. También yo vengo a hacerte ofrendas mientras toda la ciudad reza. EL PEDAGOGO. esto ha de horrorizarte.) ¡Ah! ORESTES. buen hombre.— Electra.. aun a costa de un crimen. vinieron esta mañana las santas mujeres. si pudiera apoderarme. sí.— ¿Por qué me miras así? ORESTES. ELE C TRA . Es de madera toda blanca.— Sé bienvenido.— Me llamo Filebo y soy de Corinto.— Eres bella. el dios de los muertos. mira. Pero vendrá el que espero. a tus moscas les gustarán. ¿Quién eres? ORESTES. ESCENA III Los MISMOS . Yo soy joven. Estabas contento. ¿Cuál es tu nombre? ORESTES. No te pareces a las gentes de aquí. ¿eh.— Un extranjero. ESCENA IV ORESTES . ¡así! Entonces las dos mitades de Júpiter rodarán.— ¿Eh? ¿De Corinto? A mí me llaman Electra. Dejémoslos. estoy viva. cuco?. de su terror y de sus esperanzas para colmar el vacío de mi corazón. Mira si pueden proporcionarnos caballos y seguiremos hasta Esparta donde tengo amigos.—¡Basura! Puedes mirarme. te gustan las viejas. no me asustas.ELECTRA ELECTRA (que lleva un cajón.— No tengo miedo.) Déjanos. huele mi olor a carne fresca. Absolutamente ninguno. ¿No me crees? Mira mis manos.— ¿Nunca has pensado en escaparte? ELECTRA.— Debía marcharme hoy mismo. ¿Encerrarme en una gran torre. Ya has visto lo que hago con las basuras. Explícamelo. que venía a hacerle genuflexiones.. EL ECTRA. ¿Te quedarás mucho tiempo? ORESTES. Electra". pega sus labios a mi frente.— Todo el mundo.. ELECTRA.— ¿Algo o alguien? ELECTRA. Cierro los ojos y froto con todas mis fuerzas. ORESTES. Todas las noches.— ¿La quieres mucho? ¿Estás orgulloso de ella? ORESTES. mejor. ELECTRA. no me besaría más..— ¿Y todo el mundo sale? ¿Todo el mundo pasea? ORESTES. cuando he terminado mi trabajo. ELECTRA.— Bueno.— Sí. ¿de qué me sirve si no soy más que una sirvienta? ORESTES. conchas y almejas. No sé. nunca he caído. También lavo la vajilla. Este monigote de madera es Júpiter. tú? ELECTRA. No puedo explicártelo. Tiene labios gruesos y manos muy blancas.— Aquí no me lo dicen.— Muy hermosa.— ¿Ahora? ORESTES. Apoya sus manos en mis hombros.— Bueno. No tengo amigas. las camisas que han envuelto sus cuerpos podridos.— Ni eso. tengo que lavar todo eso.— ¿Sirvienta. que huelen a miel.— ¿No puedes? (Pausa. ELECTRA. las que se pone Clitemnestra cuando el rey comparte su lecho. la peste: las gentes de aquí te lo dirán. Pero ahora. Pero sigue. Hay grietas y rajaduras. Es una ropa muy sucia y llena de porquerías. ¿Qué más te obligan a hacer? ELECTRA. una vieja que te haya visto nacer y te quiera un poco? ELECTRA.— ¿No tienes una amiga que pueda acompañarte? ELECTRA. dios de la muerte y de las moscas. Pero yo resisto. tendría miedo. manos de reina. Dime. Todas las noches siento vivir contra mi piel esa carne caliente y ávida.— La última de las sirvientas.. Habla tú. ¿me denunciarás? ORESTES.— A mí me parecería raro estar orgullosa de mi ciudad natal. No quieren que lo sepa.— ¿Y te quedarás aquí toda la vida? ELECTRA (en un grito). Lo arrastro fuera del palacio y luego. Toda la ropa interior.— Denúnciame si quieres. no! No. Pregúntale a mi madre: desalentaba a los corazones más tiernos. ORESTES..— ¿Corinto es una hermosa ciudad? ORESTES. de pelo teñido. sola en los caminos. El otro día. ¿eh? Qué ojos raros pones. ¿Qué más pueden hacerme? ¿Pegarme? Ya me han pegado.— Ya no sé. escucha: espero algo. ELECTRA. ORESTES. ¿comprendes? Si estuviera en la torre. No parecen manos de princesa.— Es cierto. tanto me da. me recompensan: tengo que acercarme a una mujer alta y gorda. Creyó perder el sentido. ¿Por casualidad parecen manos de princesa? ORESTES.— ¡Ah! ¡Toda la vida.— No. dice: "Buenas noches. pisó troncos de coles y nabos.— No. todas las mañanas debo vaciar el cajón de basuras. sólo cuento conmigo. Es mi madre.— Pobres manos. Tú también eres hermoso.— Me falta valor. ELECTRA. muy arriba? No sería una mala idea. el Gran Sacerdote.— Sí. ORESTES. ORESTES. No.ORESTES. . ELECTRA. ORESTES. no les vería más la cara.— No te lo diré.) ¿Es cierto que hay plazas sombreadas en Corinto? ¿Plazas donde la gente se pasea al crepúsculo? ORESTES.. Imagínate que a la noche. Lavo la ropa del rey y de la reina. Soy la sarna.— ¡Cómo! ¿Ni siquiera una nodriza. Además. ¿Me mirarás a la cara? ¿Me responderás. sonrisas.— Así es. No muchas.— Esa cabeza. por la ventana.— Es mi madre. ¿hacen lo que quieren y después no lo piensan más? ORESTES. Bueno. como el año pasado. ELECTRA.— Entonces. ELECTRA.. y cantan o tocan el laúd.— ¿Qué hay? ELECTRA. cuando el pueblo reclama un cuadro de nuestra vida de familia para su edificación? ¡Linda princesa.— Sí. CLITEMNESTRA. ELECTRA... de alguien a quien espero: supón que un mozo de Corinto. a su padre asesinado. A las gentes de aquí las roe el miedo. y sonreirá junto a mi mejilla. ¿el mozo de Corinto se escaparía sin ruido. ELECTRA.) Y dime también. encuentra al volver de un viaje. ELECTRA. hace un rato.— ¿Soy princesa. retrocedería haciendo reverencias a buscar consuelo junto a sus amigas? ¿O sacaría la espada y golpearía al asesino hasta hacerle estallar la cabeza? ¿No respondes? ORESTES.— Los muchachos con las muchachas.— Qué raro.— Sh.— ¿Los muchachos con las muchachas? ORESTES.— Electra.. que lava la vajilla y guarda los cerdos! ¿Egisto rodeará mis hombros con su brazo. (Pausa.— Se adornan. la reina Clitemnestra.— No lo sé. Filebo? ¿Te da miedo? ORESTES.. y el pueblo te aguarda.— ¿Cómo? ¿No lo sabes? Voz de CLITEMNESTRA.— ¿Y siempre tienen algo que decirse? ¿Y están contentos unos con otros? ¿Y a horas avanzadas de la noche se los oye reír juntos? ORESTES.— ¿Y no tienen ninguna preocupación? ORESTES. ¿Y qué hacen todo el día las muchachas de Corinto? ORESTES. porque necesito saberlo a causa de alguien. ¿qué significan esos ojos bajos? Aprietas los codos contra las caderas delgadas.— Nada de comedia.— ¿Necesitáis una fregona para realzar el esplendor de vuestra fiesta? CLITEMNESTRA..— Las tienen muy pequeñas. Electra.ELECTRA. uno de esos mozos que ríen a las noches con las mujeres. Y a mí.— ¿Qué. como todos los años.. de veras? ¿Y lo recordáis una vez al año. fatigada y blanda bajo el brillo de los afeites. Muchas veces estás así en mi presencia... ELECTRA. vi otra Electra de ademanes amplios. cantos. ELECTRA.. a su madre en el lecho del asesino y a su hermana en la esclavitud.— A veces. pero ya no me dejaré engañar por esas monerías. Te pondrás el vestido negro y las joyas.ELECTRA – CLITEMNESTRA ELECTRA.— El odio. ELECTRA. al fin? ELECTRA. Eres princesa.. ESCENA V ORESTES .— ¿Te parezco boba? Es que me cuesta tanto imaginar paseos. ORESTES.. ORESTES.— ¿Sí? Escúchame: ¿las gentes de Corinto no tienen remordimientos? ORESTES.— Electra. sh.— ¿A ti? ELECTRA.. ELECTRA. Pero no me esperaba esos ojos muertos. de ojos llenos de fuego. el rey te ordena que te prepares para la ceremonia. tu cuerpo te estorba.. cien veces intenté imaginarla y había acabado por verla. murmurando a mi oído palabras de amenaza? . y visitan a sus amigas y a la noche van a bailar. ¿La quieres? ¡Pero responde! ¿Por qué la has abandonado? ORESTES.— ¿Qué me importan las órdenes de Egisto? Es vuestro marido.— Lo sé.— Los viajeros hacen de ordinario un rodeo de veinte leguas para evitar nuestra ciudad. no me parezco a ella. ver a algún comerciante que después de bajar la cortina metálica de su tienda. Pero las gentes de Argos comienzan a hastiarse: cada uno conoce de memoria los crímenes de los otros. CLITEMNESTRA. madre. nos aplasta? ORESTES. CLITEMNESTRA. ELECTRA.— Es un corintio llamado Filebo. ¿No te avisaron? Las gentes de la llanura nos han puesto en cuarentena.— Voy a Esparta a alistarme en las tropas mercenarias. una junto a la otra. Aquí cada uno grita sus pecados a la cara de todos. y no es raro.— ¿Que la reina Clitemnestra es la más culpable? ¿Que su nombre es maldito entre todos? ORESTES. crímenes de fundación. Electra. CLITEMNESTRA.— Dieciocho años. frotando el pelo en el polvo y aullando que es un asesino. ELECTRA. Dejo que pienses en su alegría cuando te vio. CLITEMNESTRA. . sé bienvenido. los de la reina en particular no divierten ya a nadie. tú que nos ves a las dos. esa sangre inquieta.— ¿Qué decir? Su rostro se asemeja a un campo devastado por el rayo y el granizo.— De ti depende que sea de otro modo.— Haz lo que quieras. Te trasmití las del rey. la reina se divierte con nuestro juego nacional: el juego de las confesiones públicas. CLITEMNESTRA. ¿Pero cómo había de aconsejarte yo. ¿Y qué haces aquí? ELECTRA (vivamente). Filebo. miran nuestro arrepentimiento como una peste. ¿quién eres? Déjame mirarte a mi vez. vuestro muy caro marido. ORESTES. Hace mucho he renunciado a darte órdenes en mi nombre. en los días feriados. si beso las manos de Egisto llamándolo padre. no el mío.— ¡No quiero parecerme a vos! Dime Filebo. un adúltero o un prevaricador.— Mi padre ha muerto. ¡Qué joven eres! ¿Qué edad tienes? ORESTES.— Sí. ELECTRA.— ¿Y sin embargo viniste? Extranjero.— Me lo han dicho. joven. son crímenes oficiales. y tienen miedo de contaminarse. ¿No dices nada? Sin duda te parece más joven que yo. nuevo. yo soy la reina Clitemnestra.— ¿Parecíais temer otro nombre? CLITEMNESTRA. ELECTRA. CLITEMNESTRA. extranjero. CLITEMNESTRA. hija mía. no es cierto. CLITEMNESTRA.— ¿Tus padres viven todavía? ORESTES. CLITEMNESTRA. si me dejo infectar por vuestros remordimientos y si imploro el perdón de los dioses por un crimen que no he cometido.CLITEMNESTRA. que arruiné mi vida en una sola mañana? Me odias. Anda de viaje. cometido hace quince años. es que ahora ya no puedo temer nada.— ¿Te han dicho que un crimen inexpiable. ORESTES.— ¿Filebo? ¡Ah! ELECTRA.— ¿Una promesa de tormenta? Sea.— Me lo han dicho. se arrastra de rodillas por las calles.— No te enternezcas. Sí.— ¿Y tu madre? Ha de tener mi edad. esos ojos socarrones. C LITEMNESTRA . Acepto ese parecido. Acércate. ¡Puah! Tiene sangre seca bajo las uñas. Veo que buscas tu perdición y la nuestra. Pero hay en el tuyo algo como una promesa de tormenta: un día la pasión lo quemará hasta los huesos. pero lo que más me inquieta es que te pareces a mí: yo he tenido ese rostro puntiagudo. Ojalá digas la verdad.— ¿Temer? Si he ganado algo al perderme.— ¿Y tú? Tú que miras así a las gentes. puede reír y cantar aún en tu compañía. más o menos.— No tengo nada que decirte. ¿verdad?. por así decirlo. ¡y no salió nada bueno! ELECTRA. no te quiero.— Calla. abusas de mi debilidad. Electra me detesta y no lo ignoro. de una vez por todas y que lo único que te queda es arrastrar tu crimen hasta la muerte. Son los muertos de ellos. Pues bien. bailé. Mañana por la mañana.— ¡Qué vergüenza! Nos injuriamos como dos mujeres de la misma edad que se enfrentan por una rivalidad amorosa. Filebo. Sin embargo estará allí. A cada paso creerás alejarte de él. arrastrarás tras de ti un crimen irreparable. pero. la piedra rodará hasta la entrada de la gruta. ELECTRA.. No quiero participar en esas mojigangas. Y sin embargo soy tu madre. y te tendrían mala voluntad si los descubrieras. joven. Electra. Filebo? Hay en lo alto de la ciudad una caverna cuyo fondo jamás han encontrado nuestros jóvenes. cada aniversario el pueblo se reúne delante de esa caverna. CLITEMNESTRA. Mira mi cara y juzga lo que he padecido.ignorante hasta de su nombre: ¡qué ocasión excepcional! Le parece que se confiesa por primera vez. al canto del gallo. Tal es la ley. y se acabó hasta el año próximo. siempre allí tirándote hacia atrás. CLITEMNESTRA. ¿lo creerás?. Te volverás y lo verás a tus espaldas. no los míos. Ya adivinas las lamentaciones de los vivos: "Mi querido muerto. Habéis hecho de ella una fregona. corren por todas partes. Te lo digo sin tapujos: no lamento la muerte del viejo cabrón. Le es fácil condenar a quien es joven y no ha tenido tiempo de hacer daño. Pero tenía un hijo. ELECTRA. todos se apretujan un poco para dejarles lugar en la velada. ¿Sabes lo que hacen. Pero mucho cuidado. más aún que mi inocencia. Pero esta falta no os atormenta mucho.— Si no obedeces de buen grado. cuando lo vi sangrar en el baño canté de alegría. volverán bajo tierra. sería de tu edad. si no te deslomará. nos hablaste y ya estamos mostrando los dientes y gruñendo como perras. los soldados empujan a un lado la piedra que tapa la entrada. ¡Ah! ¡Ah! Por fuerza. Mi buena madre. todos los pensamientos son para ellos. ELECTRA. Y todavía hoy.— Podéis responder al rey que no apareceré en la fiesta.— Eres joven. CLITEMNESTRA. Cuando Egisto lo entregó a los mercenarios. justa e injusta. CLITEMNESTRA. llamándome criminal y prostituida. Pero paciencia: un día. Lo sabes demasiado. es la regla del juego. fuera de alcance. Pero hemos guardado silencio durante quince años.— ¿Por fuerza?. si gustáis.— Hace quince años yo era la mujer más bella de Grecia. a vos os odio. suben de los infiernos y se desparraman por la ciudad. Pero nadie tiene el derecho de juzgar mis remordimientos. CLITEMNESTRA. asegurad al .. no te lo oculto. Pero no te aconsejo que levantes contra Egisto tu cabecita venenosa.— Ya ves. deseo que te vayas.— También teníais una hija. mi querido muerto. me odio a mí misma. el Gran Sacerdote la ha hecho obstruir con una gran piedra. Electra. perdóname". el rey ha dado orden de que te lleven por fuerza. Las leyes de la ciudad nos obligan a ofrecerte hospitalidad.. no hija mía! ELECTRA. haz lo que él te ordena. En cuanto a ti.— Y yo a vos. júzgalas sólo por las faltas que te confiesen: las otras no interesan a nadie.— ¿Mi juvenil orgullo? Vamos. hija mía. Y sabrás por fin que has comprometido tu vida sin más ni más. lamentáis vuestra juventud aún más que vuestro crimen. no puedo pensarlo sin un estremecimiento de placer. ELECTRA. Cualquiera puede escupirme a la cara. no soy yo quien lo ha cometido". pero tu presencia es nefasta. Las gentes te implorarán que las condenes. de un palazo sabe deslomar a las víboras. CLITEMNESTRA. y sólo nuestras miradas nos traicionaban. Y ni siquiera lo comprenderás ya. sombrío y puro como un cristal negro. se les ofrecen sillas y lechos. No tu juventud. Viniste. me parece. Pero me cortaría la mano derecha antes de perjudicarte.— En ti. Créeme. dirás: "No soy yo. y nuestros muertos. según dicen. ¡oh. es cierto. cien veces renegado. del arrepentimiento. no quise ofenderte. ELECTRA. ni lo que vienes a hacer entre nosotros. Está bien. yo. No sé quién eres. Veremos entonces qué quedará de tu juvenil orgullo. y sin embargo seguirá siendo siempre igualmente gravoso llevarlo. odiáis mi juventud.. después de pasados quince años. madre. imagen harto fiel de mí misma. Se les ponen cubiertos en las mesas. dicen que se comunica con los infiernos. joven. (Sale. En primer lugar —abraxas. Al pie de la ciudad hay una posada bastante buena donde nos alojaremos juntos.— Ya no me marcho.— ¿Ya no os marcháis? (Pausa. JÚPITER (lentamente). No puedes odiarnos. Entra JÚPITER. En cuanto a ti.— Por mi madre. Pero yo podré conseguiros dos jumentos enjaezados a buen precio. y puesto que el pueblo quiere verme.) CLITEMNESTRA (a ORESTES).— Vete. Filebo.. te lo ruego. me contaréis vuestra historia. Y además. (Sale. ORESTES. voy a arreglarme. difiere tu partida. vete. galla. Hasta luego. Bueno. Vete.JÚPITER JÚPITER. no quedará decepcionado. sois mi huésped. Quizá encuentres ocasión de risa. que se unió a sus destinos y lo siguió por todas partes. el hijo del rey Ulises. Ved el ejemplo de Telémaco. dejaos estar: encuentros como éstos son a veces más provechosos de lo que se cree al principio.rey mi obediencia. Venid. Me presentaré en la fiesta. ¿sabéis quién era el tal Mentor? Lo lleva hablando y cae el telón. asiste a nuestra fiesta. No lamentaréis haberme escogido por compañero. tse. os libro de las moscas. En vano busca caballos por toda la ciudad. . Un buen día encontró a un anciano caballero llamado Mentor. Vivamente.— Vuestro criado me dice que os vais. no te hemos hecho nada.) Entonces no os dejo. Te lo suplico por tu madre. tse—. como sabéis. ESCENA VI ORESTES ..) ORESTES. Estoy segura de que nos traerás desgracia. un hombre de mi edad suele dar buenos consejos: podría ser vuestro padre. galla. Su marido murió la primavera pasada.— Cuando hayan vuelto al agujero y estemos solos. Mucho miedo. diablos. El año pasado llovía y estuvieron terribles. A la derecha. Sé juicioso y llora con los demás cuando te lo digan.— ¡Terribles! EL SEGUNDO. esperan como nosotros. EL NIÑO.— ¿Sí? Bueno. miraré esta piedra y me diré: "Ahora se acabó por un año". desdichado.ORESTES y el PEDAGOGO UNA MUJER (se arrodilla delante de su chiquillo) . enroscado alrededor del cuello como una piel. detrás de la piedra. UN HOMBRE. ESCENA I LA MULTITUD . UN HOMBRE. Cierra la entrada una gran piedra negra A la izquierda.— Horrible. Si uno de ellos se hubiera infiltrado por alguna grieta de la roca y rondara ya entre nosotros. Ahora lo sabe todo. Así es como se llega a ser un hombre honrado.— ¿Por ahí han de venir? LA MUJER. EL PRIMERO. Le he preparado buenos platitos. y pasar veinticuatro horas a solas con Agamenón? LA MUJER JOVEN.— Hay que tener miedo. ¡Ah! Lo llevaré a mi casa.— Tendrán buen tiempo hoy. padece. lo confieso.— La corbata. me odia. (Cepilla con la mano. Se miran con inquietud. OTRO. ¿Qué hace Egisto? ¿En qué piensa? No puedo soportar esta espera. sin quitar los ojos de esa piedra negra.— Calla. tortas de harina. y hacía diez años que le ponía los cuernos.ACTO II PRIMER CUADRO Una plataforma en la montaña. A partir de mañana empezaré a decirme: "¿Cómo estarán el año próximo?" De un año a otro se vuelven más malos. una colación como las que le gustaban. maldita ramera! Ya se sabe lo que la asusta. Para mí lo más duro es esta espera: una está aquí. OTRO. ¿Qué es lo que hacen los del palacio? No se dan prisa.. y esta noche. regocijándose con la idea del daño que van a hacernos. horrible espera. UNA MUJER JOVEN. nunca sospechó nada y murió mirándome con ojos de perro agradecido. Ya te hice tres veces el nudo. su cuerpo de humo desposará mi cuerpo más estrechamente de lo que lo hizo nunca ningún ser vivo. ¡Ah! Están ahí. EL NIÑO. EL SEGUNDO. eh. Y dentro de un rato estará junto a mí. lo engañé mientras pude. para mí eso no es un consuelo. la caverna.. entre nosotros. LA MUJER JOVEN. Me parece que todos vosotros os alejáis lentamente .— ¡Afortunadamente! Hay que convencerse de que son aún sensibles al calor del sol. pero lo quería bien y le hacía la vida agradable. UNA VIEJA. querido mío. le han aguado su placer. UN CUARTO. pataleando bajo un cielo de fuego.luego JÚPITER ..— Si por lo menos pudiera empezar en seguida.— Bueno. Hay muertos que se adelantan a la cita. treparé aquí. gradas que conducen a un templo. Estás limpio.— Sí.— Tiene razón.— Tengo miedo.— ¡Ay! EL TERCERO. Pero nada suavizará su rencor.— ¡Quéjate! ¿Crees que Egisto tiene menos miedo que nosotros? ¿Quisieras estar en su lugar.) Así. sí. esta noche estará en mi cama... LA MUJER..— ¡Bien está. como todos éstos. A mi izquierda las mujeres y los niños. no te impedirán ser basura.— Linda cosa una tez floreciente.— ¡Hiedo! ¡Hiedo! Soy una carroña inmunda. moscas vengadoras. (Los GUARDIAS salen. En cambio ellos tienen las narices llenas de sus propios olores. La MULTITUD gruñe.) Tendremos que decidirnos a empezar sin ella.— ¡Buen hombre! Dos HOMBRES (levantándolo). Se está arreglando. . Ya lo contarás más tarde.— ¿Son éstos los ciudadanos de Argos. bueno. revolved mi carne hasta mi corazón obsceno. considerad en seguida mi tez floreciente. Los hombres a mi derecha. JÚPITER. Todavía no han quitado la piedra y cada uno es ya presa de sus muertos. EGISTO aguarda. sí! ¡Piedad! ¡Piedad! ¡Pero nadie se apiadará de mí! ¡El hombre que tanto he odiado vendrá con la garganta abierta. resopla revolviendo los ojos. Anda. Estas gentes están a punto de morirse de miedo. Un silencio. a los ojos de Júpiter. toda la noche! ¡Ah! Se desvanece. GUARDIAS. las moscas me cubren como cuervos! Picad. he pecado cien mil veces. se conocen mejor que tú. refrescaré vuestros recuerdos.Los GUARDIAS EGISTO. ha de haberse demorado delante del espejo. ORESTES. cuando estén aquí. estoy segura. la tez cerúlea.— Las gentes no pueden más. soy un albañal. buen hombre. (Se vuelve hacia CLITEMNESTRA. se dirige a la MULTITUD). A la MULTITUD. camaradas.. apestas y no lo sabes.EL GRAN SACERDOTE . ORESTES.. UN HOMBRE (subido a las gradas del templo.. Si mis guardias.— ¡Egisto! ¡Egisto! Por compasión. UN HOMBRE (poniéndose de rodillas). Pero que tenga cuidado.— Y qué. estaremos mejor. me encerrará en sus brazos invisibles y viscosos. C LITEMNESTRA .EGISTO .— Bueno. ¡Mirad. Detrás de él CLITEMNESTRA y el GRAN SACERDOTE. mi amo. taladrad. JÚPITER.— ¡Ah. JÚPITER. He pecado.— ¡Perros! ¿Os atrevéis a quejaros? ¿Habéis perdido la memoria de vuestra abyección? Por Júpiter.. No podemos más.. El HOMBRE permanece atontado. y llamemos a Egisto: no podemos tolerar que difiera más tiempo la ceremonia. Entran JÚPITER.) A vuestros lugares.de mí.CLITEMNESTRA . los ojos cavernosos. EGISTO aparece en las gradas del templo. el PEDAGOGO.. EL GRAN SACERDOTE. joven. será mi amante toda la noche. ¿tanto aspaviento por una mujer que pone los ojos en blanco? Ya veréis otros. los muy fieles súbditos del rey Agamenón? EL PEDAGOGO. ESCENA II Los MISMOS . miradlos. EGISTO.— Lo sé.— ¡Qué feos son! Mirad. un retrete. Está bien.— Ven por aquí. Y si aún necesitáis una prueba de la excelencia de mi filosofía.— ¡Egisto! ¡Egisto! ¡Piedad! UNA MUJER. Miradlos. LA MULTITUD. EGISTO (a los GUARDIAS) . Unas amapolas en las mejillas.— ¿Quieres volvernos locos? Unamos nuestras voces. Mi castigo será ejemplar.— Me había prometido que obedecería. ORESTES. LA MULTITUD.— ¡Qué locuras! Es preciso decir a estas gentes. He aquí el efecto de la superstición.— Que vayan a buscar a Electra al palacio y la traigan aquí de grado o por fuerza. cavad. JÚPITER. ordena que empiecen. solo como una gota de lluvia. ) Ahí está. nada cambia. Y vosotros. tiernos padres. caed sobre ellos en remolino y roedlos hasta los huesos! ¡De pie! ¡De pie! ¡De pie!. (Al GRAN SACERDOTE. hacia el suelo: ahí están los niños muertos.— ¡Mírame. como fumarolas. vosotros que os arrastráis por el suelo.— ¿Piedad? Ah.Los GUARDIAS vuelven. los que murieron en la miseria y los que se ahorcaron porque los arruinabas. los abandonados.. hemos buscado por todas partes a la princesa. así! Has comprendido. sin un soplo de viento. estamos desnudos delante de la asamblea de los muertos. LA MULTITUD. Tam-tam. desparramaos en bruma espesa por nuestras calles. Mañana arreglaremos esa cuenta. (Un silencio. espectros. os quema esa mirada invisible y pura. porque para ellos la cuenta se ha detenido para siempre. mirad más abajo. nada vive. los olvidados. subid de las entrañas del mundo. Segesto. ahí están todos tus infortunados deudores. entre la mujer y su amante.— ¡Ah. ya no son. y ellos son. donde nada se mueve. más inalterable que el recuerdo de una mirada. Nicias. y que ya no tenéis nada propio fuera de vuestro gran despecho. cómo te ama. hoy. ahí está tu madre muerta por falta de cuidados.— ¡Piedad! EGISTO. un sol inmóvil la consume eternamente. ¿Sentís pesar en vuestros rostros y en vuestras manos las miradas de esos millones de ojos fijos y sin esperanza? Nos ven.— Retirad la piedra. ¡Mirad. os invoco mediante la cólera y la amargura y el espíritu de venganza. los desencantados. EGISTO baja lentamente las escaleras del palacio. muertos.— Ahí están.— ¡Ahí están! LA MULTITUD. un gran sol descarnado. ¿Con buenas obras. de pie los muertos de hambre cuyo grito de agonía fue una maldición. ¡Cómo te aprieta. usurero infame. EL GRAN SACERDOTE. en la oscuridad. Aricia. vosotros. hacednos lamentar que no estemos muertos.— Señor.— Está bien. EGISTO. De pie vampiros. bajad un poco los ojos. las gordas presas vivas! ¡De pie. así. el esposo a quien escarneciste. luego cada vez más rápido y cae extenuado. oh muertos. JÚPITER. Y ahí. Ahí está.— ¡Piedad! EGISTO.— ¿Quién sois? JÚPITER. farsantes.— Lo sabrás más tarde.— ¡Vosotros. terror de nuestras noches. de pie los hombres de mala suerte. harpías. ¡Ah! ¡Ah! Ahora estáis muy confundidos.— Es demasiado y voy. y por eso se han erigido en guardianes incorruptibles de vuestros crímenes.— ¡Horror! ORESTES. . junto a ti. hoy tenéis público. mírame a la cara. EL GRAN SACERDOTE. UN GUARDIA. y todas las alegrías que les habéis negado. Nicias piensas borrar el mal que hiciste a tu madre? ¿Pero qué obra buena podrá alcanzarla nunca? Su alma es un mediodía tórrido.. EGISTO. primero lentamente. de pie: es vuestra fiesta! ¡Venid. todos los tormentos que les habéis infligido pesan como plomo en sus almitas rencorosas y desoladas. nos ven.) Empieza. ORESTES. tus acreedores. te besa. De pie los soldados que murieron blasfemando.— ¡Ah! Los GUARDIAS retiran la piedra. Pero el palacio está desierto. Baila delante de la entrada de la caverna.. El GRAN SACERDOTE se adelanta hasta la entrada de la caverna. joven. larvas. padres. LA MULTITUD. ahí están los vivos. los humillados. cómo te odia! Ahí está. Los muertos ya no son — ¿comprendéis esta palabra implacable?—. venid a saciar vuestro odio en los vivos! Venid. Silencio ahora. tienden sus manecitas. LA MULTITUD. deslizad vuestras cohortes apretadas entre la madre y el hijo. sí! ¡Piedad! ¿No sabéis que los muertos jamás tienen piedad? Sus agravios son imborrables. subid del suelo como un enorme vapor de azufre empujado por el viento.. EGISTO. Ahí están. vosotros muertos de nuevo a cada latido de nuestro corazón. deteneos! EGISTO (volviéndose). sabed.— Se ríe y su padre muerto está ahí.— ¡Sacrílega! ELECTRA.— ¿De luto? ¿Por qué de luto? ¡No temo a mis muertos.— Perdonad que vivamos mientras vosotros estáis muertos.— Electra. JÚPITER (tomándolo por la cintura). por si ello pudiera aplacar vuestras almas irritadas. LA MULTITUD.— ¿Vienes a burlarte de los muertos? Es la fiesta de ellos.— ¡Deteneos. ¿Cómo hubiéramos podido ofenderos? Mirad. aquel a quien he matado con mis manos: Agamenón. Mirad en su vestido de ramera a la nieta de Atreo. ¡Y os tenemos miedo. responde.— ¿Quién se atreve? (ELECTRA ha aparecido vestida de blanco en las gradas ¿el templo. ¿No es un día de fiesta? EL GRAN SACERDOTE. ¿qué diré yo. LAS MUJERES.LA MULTITUD.— ¡Rufián! No te permitiré que mezcles el nombre de mi padre a tus maulerías. lo sabes muy bien. Los HOMBRES.— ¡Paz! ¡Paz! Si vosotros os lamentáis así. no hacemos ruido. nos abandonáis.— ¿Cómo os atrevéis a hablar de Agamenón? ¿Qué sabéis si no viene por la noche a hablarme al oído? ¿Qué sabéis las palabras de amor y de pesar que me cuchichea con su voz ronca y .— Perdonad que vivamos mientras vosotros estáis muertos. somos flacos.. EGISTO. y debías presentarte con vestiduras de luto. oyes el nombre que te da? Si no estuviera yo para poner un freno a su cólera. los gruñidos del pueblo al que has ofendido. y nada tengo que ver con los vuestros! EGISTO.— ¡Piedad! Los HOMBRES. ¿Qué eres. pálidos y muy pequeños. Atreo que degolló cobardemente a sus sobrinos.. ELECTRA. No te bastarán los ojos para llorar. tus muertos no son nuestros muertos.ELECTRA EGISTO. Ten un poco de paciencia.— ¿Es un sacrilegio ser alegre? ¿Por qué no son alegres ellos? ¿Quién se lo impide? EGISTO.— ¿Oyes. ORESTES (sacando la espada). ¡oh!. Nos rodean vuestros rostros y los objetos que os pertenecieron.) ¡Electra! LA MULTITUD. pero hoy reconozco mi falta. porque sigue corriendo por tus venas la vieja sangre podrida de los Atridas y nos infectarías a todos si no pusiera yo un poco de orden. Nos abandonáis.— Perdonad que vivamos mientras vosotros estáis muertos. vuestro recuerdo se deshilacha y se nos desliza entre los dedos.— ¡Electra! ESCENA III Los MISMOS . os escurrís de nosotros como una hemorragia. y nos avergonzamos mucho de crecer. sino el último retoño de una raza maldita! Te he tolerado por compasión en mi palacio. oh caros desaparecidos. apenas vivimos. eternamente llevamos luto por vosotros y lloramos del alba a la noche y de la noche al alba.— Piedad.— Me he puesto mi vestido más hermoso.— ¡Piedad! No nacimos a propósito. LA MULTITUD. ELECTRA. vuestro rey? Pues ha comenzado mi suplicio: el suelo tiembla y el aire se ha oscurecido.— Has dicho la verdad. tanto miedo! Los HOMBRES. te destrozaría aquí mismo. nos deslizamos sin agitar siquiera el aire a nuestro alrededor. aparecerá el más grande de los muertos. Los NIÑOS. y ya verás si sé castigar. EGISTO la ve. joven. que nos habéis arruinado la vida. Sin embargo. cada día palidece un poco más y somos un poco más culpables. Es inútil. ¿qué significan esas ropas? ELECTRA. desdichada.— ¡Sacrílega! EGISTO. perra. con la sangre coagulada en la cara. — ¡Sí. al compás? EL GRAN SACERDOTE. bajo este mismo cielo.— Oh.— Los muertos callan: ¡Egisto. para que los hombres que me rodean sepan que vuestro corazón está conmigo. sonríe. Egisto! ¿No dices nada? ¿Por qué no respondes? EGISTO. hacedme una señal en seguida para que lo sepa. no se le ocurre. ELECTRA. los hombres alzan la cabeza y dicen: "Hace buen tiempo" y están contentos. bailo por la paz de los hombres. ¿comprendéis? ¿Podéis comprender aún el orgullo de una mujer que mira a su hijo y piensa: "Yo lo he llevado en mi seno"? EGISTO. Oh. pero es un error reparable. ligera como una llama danza al sol como la tela restallante de una bandera.— ¿Y si dijera la verdad? VOCES. no. que no se mueva una hoja ni una brizna de hierba. entonces callaos.— ¡Amenazar no es responder. si no tu impiedad recaerá sobre nosotros. maldecirme. y sólo siento el soplo del viento en mis cabellos. Oh muertos míos. en la llanura. por favor. hay niños que juegan en las plazas de Corinto. LA MULTITUD. o te haré tragar las palabras. (Extiende el brazo. LA MUJER JOVEN. y los muertos callan! LA MUJER JOVEN.— Habitantes de Argos. VOCES (en la multitud). están orgullosas de ellos. y su raza desaparecerá con ella. y los muertos parecen protegerla. Sería horrible.— ¡Querida Electra! JÚPITER. Electra envidiable. al fin. por primera vez en mi vida. voy a aplastarla contra el suelo. mi padre y único rey. Los miran sonriendo. es feliz. haced una señal. Baila. Oh. VOCES (en la multitud). madres de Argos. soy feliz. verdugos de vosotros mismos. mi hermana mayor. que vuestras manos atravesaran de pronto un humito mojado. el alma de vuestro padre o de vuestro abuelo.— Hace buen tiempo. Pero miradme: extiendo los brazos.— ¡No. si ve a su hija vestida de blanco.) Posidón caribú . ¿Afirmáis que mi felicidad no regocija e! corazón de mi padre? ¡Ah! Si está aquí. os lo ruego. ocupo mi lugar al sol. Si soy sacrílega. es cierto. vete. la cabeza baja. ELECTRA. os digo que esta mujer es sacrílega. todo mi lugar. queridos míos. ¿Dónde están los muertos? ¿Creéis que danzan conmigo. ELECTRA. Pero escuchad lo que acabo de saber y que quizá ignoréis: hay en Grecia ciudades dichosas. no es el rostro de una impía. Y sus madres no piden perdón por haberlos echado al mundo. Por todas partes. Ifigenia. Pero si me aprobáis. Egisto.quebrada? Me río. escuchad mi ruego. nos has mentido! ORESTES. Agamenón.— ¿Se discute con las bestias hediondas? ¡Se las destruye! Ha sido un error mío perdonarla antes. bailo. Vuestros muertos se os pegan y permanecéis inmóviles. Electra. basta! OTRAS VOCES. si ofendo a vuestros manes dolorosos. respirando apenas.— Mirad su cara en éxtasis. a su hija a quien habéis reducido al rango abyecto de esclava. Desdichada de ella y de los que entre vosotros la escuchan. Ciudades blancas y tranquilas que se calientan al sol como lagartos. destruiré la cháchara de esta chiquilla.— Baila. ¿verdad?.— Callarás. con el temor de atropellarlos al menor movimiento. Egisto! ¿No tienes ninguna otra cosa que decirnos? MUJER JOVEN. me río. está loca. mis queridos muertos. A esta misma hora. me dilato y me estiro como un hombre al despertar. no tengáis miedo. Es Agamenón quien la inspira. bailo por la felicidad y por la vida. yo también aparto los brazos y ofrezco mi pecho al sol! VOCES (en la multitud). que ni un ruido venga a turbar mi danza sagrada: porque bailo por la alegría. ¡Ah. mira. reclamo vuestro silencio.— No. ¿habéis olvidado el humilde contento del campesino que camina por su tierra y dice: "Hace buen tiempo"? Andáis con los brazos colgando. ¡Basta. miente. ¡Pues bien. ¿Acaso el cielo se me viene encima? Bailo. mirad. si ve que lleva la frente alta y que la desgracia no ha humillado su orgullo. le brillan los ojos en su rostro ajusticiado y sus labios sangrientos tratan de sonreír.— Diablos. sí! Que se calle.— ¿Pero de qué tenéis miedo? Miro a vuestro alrededor y sólo veo vuestras sombras. estoy segura.— ¡Baila! ¡Miradla. dejadla hablar! Dejadla hablar. — Silencio. ELECTRA . te echo.— No te daré ocasión.— ¡Ah! ¿Estás ahí. Escucha: huiremos juntos.. serán vuestros huéspedes todo el día y toda la noche. ORESTES.— ¡Esa mujer es mi hermana. los muertos os acompañan. EL GRAN SACERDOTE.) Pues bien. Pero tú. doy la orden a quien quiera que te encuentre de matarte como a una oveja sarnosa. JÚPITER (a ORESTES). seguido por los GUARDIAS. (Baja hacia él.— Me has engañado. al río! ¡A la hoguera! UNA VIEJA (señalando a la MUJER JOVEN). Volved a vuestros lugares en orden y dejad el castigo por mi cuenta. (Silencio. Sí. Hacedles un lugar en vuestra mesa. en vuestro hogar. ¿habéis visto lo que cuesta no obedecerme? ¿Dudaréis ahora de vuestro jefe? Volved a vuestras casas.— Y a ésta. y tratad de que vuestra conducta ejemplar les haga olvidar todo esto. Electra. Pero ya no formas parte de la ciudad.) Esa mujer. ORESTES.— No puedes seguir en esta ciudad. EGISTO. luego se encoge de hombros).— El tiempo apremia. ORESTES. mi señor. Es un poco culpa tuya. Estás en peligro. que bebía sus palabras como miel.. con ese vestido infame sobre el cuerpo. aunque vuestras sospechas me hayan herido. Electra. LA MULTITUD. Sale.— ¿Pero qué hice yo? ELECTRA... te llevaré en grupas. me apresaron tus ojos.— Pues bien. ELECTRA.caribón lullaby. seguido por el PEDAGOGO. Alguien ha de conseguirme caballos. Electra. Sale. quiero hablarle. arrancadle las ropas. La próxima vez saldrá mejor. ¿qué? Erré el golpe. ¿habéis aprendido? O mucho me equivoco o es ésta una historia moral: los malos han sido castigados y los buenos recompensados. ESCENA IV ELECTRA en los peldaños del templo . es cierto! Ya viste cómo erré el golpe. no es culpa nuestra. desnudadla y azotadla hasta hacerle sangre. EGISTO.— ¡Oh pueblo cobarde y demasiado ligero: los muertos se vengan! ¡Mirad cómo caen sobre nosotros las moscas en espesos remolinos! ¡Habéis escuchado una voz sacrílega y estamos malditos! LA MULTITUD. en vuestro lecho. En cuanto a mí. ELECTRA deja de bailar.— ¡Electra! ELECTRA (alza la cabeza y lo mira). los hombres suben los peldaños de la escalera y se precipitan hacia ELECTRA. ELECTRA.— ¡Horror! Largo silencio. Filebo? ORESTES. perros. Si todavía estás dentro de estos muros mañana al alba. ella vino y nos sedujo con sus palabras envenenadas! ¡Al río.— Bueno. Las leyes de la ciudad me prohíben castigar en este día de fiesta. La gran piedra que obstruía la entrada de la caverna rueda con estrépito contra los peldaños del templo. Se apoderan de la MUJER JOVEN. Lo sabías y has abusado.— No. bruja.) Déjame verte la cara. ¿sabes?. Partirás descalza y sin equipaje. JÚPITER (lo mira un instante.ORESTES ORESTES.— ¿En peligro? ¡Ah. os lo perdono.— Como quieras. La MULTITUD desfila delante de ELECTRA mostrándole el puño.— No hemos hecho nada. pero no te lo reprocho. buen hombre! Vete. (Señalando a ELECTRA. . — ¿Si estuviera cansado de toda esa sangre.— ¿Cómo quieres que sea el hijo de Agamenón y de Clitemnestra? ORESTES. ELECTRA. soy Orestes. Orestes. Filebo. no escaparás al destino de los Atridas. semejante al aliento en una mañana fría. a pesar de ti mismo!" ORESTES. Allí me esconderé. Filebo.— Te matarán. ORESTES.— ¿No quieres huir conmigo? ELECTRA.— No quiero seguir escuchándote. ¿qué esperas para escupirme en la cara? ELECTRA. Esos ojos que brillan son los ojos de mi hermano.— No te corresponde ayudarme. abrí las manos y dejé deslizar hasta mis pies mi único tesoro.— ¡Mientes! ORESTES. no lo haces a propósito. te lo juro. Es de nuestra raza. Llegaste con tus ojos hambrientos en tu suave rostro de mujer y me hiciste olvidar mi odio. Pero el destino irá a buscarte a tu lecho: ¡tendrás primero la vergüenza y luego cometerás el crimen.— Electra. pero sigues engañándome. Has preferido la vergüenza al crimen. Es algún gran soldado. como yo. Me da miedo: todas las noches lo veo en sueños y me despierto gritando. vete con las mujeres. a la linda vieja de cara muerta.. déjame con mis malos sueños. esta ciudad lo atrae. Otro vendrá para libertarme. para señalarle con el dedo a los culpables y decirle: "¡Pega.— Por los manes de mi padre Agamenón. subiendo de sus vientres abiertos. ¿Ves?. te lo juro: soy Orestes. ORESTES. Y lo espero. ELECTRA.— ¿Y si no viniera? ELECTRA. Ya viste lo que ha sucedido: les gusta su mal.— No quiero huir. sufre. un humito derecho. ¿comprendes?.. lleva el crimen y la desgracia en la sangre.) Bueno. con los párpados bajos. Tengo que quedarme aquí para guiar su ira — porque yo tengo cabeza—.. el templo de Apolo. aquí están!" ORESTES. ELECTRA (dando un grito).— Entonces le escupiría en la cara y le diría: "Vete. ¡Ah! Hubiera preferido que siguieras siendo .) Mi hermano no ha muerto. Pero lo espero y lo amo. pega. siempre fermentando una cólera. por haber crecido en una ciudad dichosa? ELECTRA. con cualquier movimiento que haga. necesitan una llaga familiar que conservan cuidadosamente rascándola con las uñas sucias. ELECTRA (riendo). ¿Qué haré yo en Corinto? Tengo que ser razonable. se ha enredado en su destino como los caballos destripados enriedan las patas en sus intestinos. eres libre. porque no eres otra cosa que una mujer.— Vendrá. (Silencio. Pero haces un mal cálculo: eres el nieto de Atreo. Hay que curarlos por la violencia.— Te llevaré a Corinto. a veces los criminales se refugian en él y mientras están adentro nadie puede tocarles un pelo.— Electra. pues no se puede vencer el mal sino con otro mal. y a él.— ¿Y si no fuera como tú lo imaginas? ELECTRA. perro. ORESTES. Orestes. con su boca floja y esa barba negra que le corre de una oreja a la otra como un regimiento de arañas. sufriendo y piafando. pero no debo creerte: no tienes ojos modestos.— ¿Por qué rechazas mi ayuda? ELECTRA. Es todo lo que pedía. gordo y pálido. miraba entre las pestañas a la pareja real. se arranca las entrañas. y soñaba ver un día un humo.ORESTES. ORESTES. Todavía ayer alentaba deseos tan modestos: cuando servía la mesa. Vendrá con la frente baja. Vendrá. ORESTES. y ahora. estoy segura.— ¿Cómo podría hacerlo? (Lo mira.— ¡Ah! Corinto.) Esa hermosa frente es la frente de mi hermano. con los grandes ojos rojos de nuestro padre.. no puede dejar de venir. Adiós. vete.— Hay aquí un santuario. porque aquí es donde puede hacer más daño. me has hecho mucho daño. No sé lo que quieres. si me sigues verás que pueden desearse muchas otras cosas sin dejar de ser sabio. ¿Sabes qué pensaba antes de conocerte? Que el sabio no puede desear en la tierra nada más que devolver un día el mal que le han hecho. lo sé. (Pausa. Quise creer que podía curar a las gentes de aquí con palabras. (Un silencio.— Qué joven pareces.— ¿Huir? ¿Contigo? No. A ti hubiera podido quererte. para que mi propia hermana me rechace sin haberme probado siquiera? ELECTRA. ¿nunca sirvió? ORESTES. JÚPITER aparece en el fondo de la escena y se oculta para escucharlos. Yo también soy un Atrida. ¿Nunca has luchado? La espada que llevas al costado. te lo suplico: me das lástima. en los peldaños de las escaleras. alma bella. (Una pausa. He conocido amores de fantasma. Sólo pensaba en su fuerza y nunca en mi debilidad. vacilantes y ralos como vapores. ORESTES. Aquí es dónde se juega la suerte de los Atridas y yo soy una Atrida.— Ah.) Pero te quiero..— ¿Me echas? (Da unos pasos y se detiene. sin odio. y las ciudades se cierran tras de mí como el agua tranquila. Yo a los seis años era sirvienta y desconfiaba de todo. Filebo. Hubiera podido. y tenías muchos juguetes. ORESTES. ¿Dónde iré ahora? ¿Qué ciudad he de frecuentar? ELECTRA. al odio. Quiero mis recuerdos. Sin amor tampoco.. ELECTRA.— No.— Nadie me espera. porque son fieles servidores del hombre. extranjero para los demás y para mí mismo. ORESTES.— Filebo. ELECTRA.— No. para odiar. Tenías confianza en todos porque te hacían grandes sonrisas en las mesas. Voy de ciudad en ciudad. el orgullo de tu padre de adopción. Para amar. sólidamente plantado en medio de sus bienes. Orestes. ELECTRA. en la vida. ORESTES (abrumado).. Adiós.— Ven si me quieres. ¿Quién soy yo. soy Orestes.. en las camas. vete si me quieres. ¿sabes? Más de lo que lo hubiera querido a él. mejor para él.. vete. (Tímidamente. Si me voy de Argos. mi lugar en medio de los hombres de Argos. ELECTRA.Filebo y que mi hermano hubiese muerto. Te miro y veo que somos dos huérfanos. (Pausa. nunca podré cargar con semejante peso tu corazón sin odio. huyamos juntos.) Vete. Ahora estás aquí. sólo pueden sucederte cosas malas. Es hermoso el hombre de sangre rica. suspirando de satisfacción. hay que entregarse. Orestes ha muerto.. mi suelo. tu hermano. Filebo. en adelante honraré a sus manes junto con los de mi padre y los de mi hermana. ORESTES. Fueron unos burgueses de Atenas quienes me educaron. porque eras rico. su casa y sus recuerdos. un niño bien lavado. ninguno es más fantasma que yo. (Pausa) ¡Vergüenza! He vuelto a mi ciudad natal y mi hermana se ha negado a reconocerme. ¿qué quedará de mi paso sino el amargo desencanto de tu corazón? ELECTRA. y que entrega con él su tierra. A mí no me has pedido nada. Nada tengo que hacer con las almas bellas: lo que yo quería era un cómplice.) Electra. pero ignoro las densas pasiones de los vivos. ¿Quién soy y qué tengo para dar? Apenas existo: de todos los fantasmas que ruedan hoy por la ciudad.— Electra. y tu inocencia haría fracasar mis proyectos.— Me sentía menos sola cuando no te conocía: esperaba al otro. que se entrega un buen día al amor.— Dices bien. una vez perdida hasta tu última esperanza? ELECTRA. No te pido nada.— Me has hablado de ciudades felices. eras tú.) ¿Es culpa mía si no me parezco al bruto irritado que esperabas? Lo hubieras tomado de la mano y le hubieras dicho: "¡Pega!". y tu lugar está a mi lado. no me iré de aquí.— ¿Piensas que te dejaré sola? ¿Qué harías aquí.— Poco me importa la felicidad. Pero me quedo aquí. . No quiero pedir nada más a Filebo. Dios mío. Pero tú que vienes a reclamar el nombre de Atrida. ORESTES.— Eso es asunto mío. debías de pensar a veces que el mundo no estaba tan mal y que era un placer abandonarse en él como en un buen baño tibio. ¿quién eres para decirte de los nuestros? ¿Te has pasado la vida a la sombra de un asesinato? Debías de ser un niño tranquilo con un aire suave y reflexivo.— ¿No hay alguna donde te espere una mujer de hermoso rostro? ORESTES. con los ojos brillantes de confianza. ELECTRA.) ¿Es cierto que has vivido en Corinto? ORESTES.— Nunca. No eres mi hermano y no te conozco. manifiéstame tu voluntad mediante alguna señal.— No nos faltan capitanes ni almas piadosas para hacer el bien.. en tu pureza inoportuna.... mi camino. Zeus. y tengo oro para aliviar a vuestros pobres. ¡Ah! Qué vacío inmenso. juez intimador y mudo de mis actos? ¿Por qué te empecinas? Aquí nadie quiere saber nada de ti.. sigue mirando la piedra. sí.. y bajarán la voz cuando pases junto a ellos. está en su ciudad..... más solo que en un camino. te lo imploro: si la resignación y la abyecta humildad son las leyes que me impones. Las gentes te mirarán de soslayo. Electra. ORESTES. como el árbol en la selva. y nadie puede darme órdenes ya.. ¿es eso? (Una pausa.. Filebo. ORESTES.) Agachar el lomo. hazme una señal!" Y la luz resplandece alrededor de la piedra sagrada..) Buen muchacho. (Da unos pasos.) El Bien.. ya no distingo el Bien del Mal y necesito que me señalen el camino. y no me has sido favorable.— ¿Y crees que te dejaré así. ORESTES. ¡Ah! Quién habla de derramar sangre. ¿en verdad el hijo de un rey. ya las conoces. dios del cielo. Qué vacío está todo. pesada y caliente. cómo ha cambiado todo! Había a mi alrededor algo vivo y cálido.— ¿Órdenes?. sin embargo has prohibido el derramamiento de sangre.— Filebo. llena de sí misma..— No me iré. Ahora estoy cansado. hombre: a tus órdenes! ¡Abraxas.. nunca dejarás de ser un extranjero. Zeus.— ¡Ah! ¡Ah! ¡Hoy llueven milagros! ¡Mira. arrastrando las piernas y mirando a sus pies. ORESTES (alzando la cabeza). ¿No te parece que hace frío?. Decir siempre "Perdón" y "Gracias".) ¿Qué tienes? ORESTES (con voz cambiada). ELECTRA. Y sin embargo. mira lo que se gana consultando a los dioses! (Suelta una risa destemplada. Bien agachado. tsé-tsé! La luz forma una aureola alrededor de la piedra.. piadoso Filebo.. sigue mirando la piedra... abraxas. Has pedido las órdenes de los Dioses: bueno. como un cordero? ¿Es ésa tu voluntad? No puedo creerlo.) Cae la noche. Piadoso Filebo: "¡Hazme una señal.— Hablas con enigmas. porque ya no veo nada claro.— Te digo que hay otro camino.. eso es el Bien. un hombre entre los hombres. interminable. cortada.ORESTES. un esclavo.. ¿No lo ves? Parte de aquí y baja hacia la . JÚPITER aparece y lo mira frotándose las manos. Electra. (Una pausa. ELECTRA.— ¡Qué lejos estás de mí.— Entonces.— Entonces.. como una hoja en el follaje. ELECTRA (se echa a reír).— Vete rápido. pero eres testigo de que nunca he querido otra cosa que el Bien.. no puedes negármela. Zeus.... ELECTRA (aterrada). ORESTES. (Se detiene.— ¡Pero vamos. ORESTES. Compréndeme: quiero ser un hombre de algún lado. Da unos pasos con la cabeza baja.— Aunque te quedes cien años entre nosotros. ELECTRA. quiero arrimar la ciudad a mi alrededor y envolverme en ella como en una manta.— Hay otro camino. qué es lo que acaba de morir? ELECTRA. rara vez he recurrido a ti. No decepciones a la juiciosa nodriza que se inclina sobre ti desde lo alto del Olimpo. ORESTES.. ya no sé lo que digo. ¡Vete! ¡A Corinto! ¡A Corinto! ¡Vete! ORESTES (mirando la piedra).. vete rápido. Argos lo rodea. entre sus párpados semicerrados.) ¡Electra! ELECTRA.. Zeus. Algo que acaba de morir. No me iré. ELECTRA. (Otra pausa.. ¿Pero qué es. Mira.— Es mi única posibilidad. Ah.— ¡Si por lo menos viera claro! Ah. El Bien ajeno.. ¿Quieres decir esa luz alrededor del guijarro grande? Esa luz no es para mí. Zeus. exactamente a sus pies para evitar una caída... quiero ser ese esclavo.. JÚPITER (para sí). de pronto.. con una pesada carga.— ¿Entonces es tan difícil serviros? Mi brazo puede defender la ciudad. cuando pasa cansado y ceñudo.. expulsado de su ciudad natal habrá de resignarse santamente al exilio y de largarse con la cabeza gacha.— No te hagas el malo.. me encuentro en el umbral de un acto irreparable. ELECTRA. ¿no habré adquirido derecho de ciudadanía entre vosotros? ¿No estaré en mi casa. que ya no me pertenecerán nunca más. pero no he dicho lo que haré con esos pajarracos vocingleros. ese día. como el carnicero de delantal rojo está en su casa en la tienda. como en mis sueños. la del usurero que esquilmó hasta la muerte a sus deudores.— ¡Déjame! Me haces daño..— Sí. Allí está. y tengo miedo. entre vuestras murallas ensangrentadas. entre los bueyes sangrientos que acaba de degollar? ELECTRA. ¡Ay! Eras tan dulce. lo sé desde esta mañana. exhalarán por sus heridas abiertas un olor a bazofia y a incienso. rodeados por sus queridos difuntos. con rostros semejantes a muros derruidos.— ¡Orestes! ORESTES. me convertiré en destral y me hundiré en el corazón de esa ciudad como el destral en el corazón de una encina. noches de Corinto o de Atenas. y ya no tendremos descanso basta que estén acostados los dos de espaldas. demasiado débil.— ¿Vas a retroceder. Me convertiré en hacha y hendiré en dos esas murallas empecinadas. y esta ciudad es mi ciudad.. como en sueños. me rechaza con todos sus muros. Es preciso bajar. Dime. por todos los remordimientos de la ciudad. ORESTES. me das miedo —y no te pertenezco. con hombres y moscas que zumban.. y estás decidido.— No pedís otra cosa que deshaceros de ellos. estáis en el fondo de un agujero. ORESTES. Hay noches. Déjame decir adiós a esta ligereza sin tacha que fue la mía. ahora? Escóndeme en el palacio. Déjame decir adiós a mi juventud..ciudad. (Se adelanta hacia ELECTRA. ELECTRA. Todavía no: soy demasiado ligero. Pero este gusto amargo en la boca. la del comerciante que dejó morir a su madre.— Cómo has cambiado: ya no brillan tus ojos. Eres Orestes. ELECTRA. con todas sus puertas cerradas. ¡Filebo! ORESTES. No te reconocía porque no te esperaba así. Eres tú. Filebo. ¡Vamos.— El rey y la reina. ELECTRA. y yo. en el embotamiento obstinado de una tarde de verano.) Tú eres mi hermana. están apagados y sombríos.. roja bajo el sol.— ¿Expiar? He dicho que instalaré en mí vuestros arrepentimientos.— ¿Quieres expiar por nosotros? ORESTES. ¿comprendes?. ELECTRA. cuando esté obsedido por remordimientos más numerosos que las moscas de Argos. ¡Hermana mía! Le toma el brazo. Y sin embargo está para que la tomen. Has venido Orestes. mil veces lo he sentido en mis sueños y lo reconozco. ORESTES. Electra.— ¡Electra! Me has llamado Orestes por primera vez. abriré el vientre de esas casas santurronas. quizá les retuerza el pescuezo.. bajar hasta vosotros. bien en el fondo. Largo silencio. Sólo el rey y la reina los mantienen a la fuerza en vuestros corazones. Os tomaré. Electra. ELECTRA. ELECTRA..— ¿Qué vas a intentar? ORESTES. llenas de cantos y de olores.— Escucha: supón que asumo todos los crímenes de todas esas gentes que tiemblan en cuartos oscuros.— Los Dioses son testigos de que yo no quería derramar sangre.— ¿Y cómo podrías cargar con nuestros males? ORESTES.— Espera. ¡Olí momento tan esperado y tan temido! Ahora los instantes se encadenarán como los engranajes de un mecanismo.) Ven. Supón que quiero merecer el nombre de "Ladrón de remordimientos" y que instalo en mí toda su contrición: la de la mujer que engañó a su marido. Tengo que lastrarme con un crimen bien pesado que me haga ir a pique hasta el fondo de Argos. ELECTRA. llévame esta noche al lecho real y ya verás si soy demasiado débil.. mira nuestra ciudad. estás para que te tomen. Mañanas llenas de esperanza también. ¡Toda esa . adiós! ¡Adiós! (Se acerca a ELECTRA.— Eres demasiado joven.— Ya lo sé. Y tú también. con todos sus techos. Electra. este gusto a liebre. Y ahora me hablas como no hablaba el otro en sueños. tú que tenías ojos tan dulces. ORESTES la toma en sus brazos. eres mi hermano mayor y el jefe de nuestra familia. JÚPITER sale de su escondite y se va con paso furtivo. Orestes. TELÓN . protégeme porque vamos al encuentro de padecimientos muy grandes. Ay.sangre! Y eres tú quien la derramará. nunca volveré a ver a Filebo. nunca volveré a ver aquella dulzura. tómame en tus brazos. ELECTRA. ESCENA I ELECTRA llega primero y hace una señal a ORESTES para que entre. era un real vivo que pesaba.— Calla. maté siete de un golpe.— ¿De muertos? PRIMER SOLDADO.) Moscas puercas.— No sé qué tienen las moscas hoy: están enloquecidas. mira. la sala del trono.. ESCENA II Los MISMOS (escondidos). De moscas. Oye.— Huelen a los muertos y eso las alegra..— No. Pero él. encima. PRIMER SOLDADO. ¿crees que está ahí? PRIMER SOLDADO. sus ciento veinticinco kilos. (Se limpia en los calzones. si pensara que había aquí.— Es Agamenón que se sienta en el trono. seguro que volvería a sentarme en mi trono y me pasaría allí el día repasando los buenos recuerdos sin hacer daño a nadie. moscas fantasmas. Sígueme: vamos a escondernos por aquí. comeríamos moscas. (El PRIMER SOLDADO le da una bofetada. antes de ser un muerto real.— Entonces. (ELECTRA aparece un instante y se oculta. Mira todos los hombres muertos que están aquí: no dicen esta boca es mía. PRIMER SOLDADO. Es muy raro que no le queden algunas libras..— ¿Dónde quieres que esté? Si yo fuera un rey muerto y tuviera todos los años un permiso de veinticuatro horas. SEGUNDO SOLDADO. Ya no me atrevo a bostezar por miedo de que se me hundan en el hocico abierto y vayan a hacer un tío vivo en el fondo de mi gaznate. se las arreglan para no molestar. un año con otro. PRIMER SOLDADO.— La plebe es la que no pesa. Una estatua de Júpiter.) ¡Epa! ¡Epa! PRIMER SOLDADO. tendrías tantos vicios como los demás.Dos SOLDADOS PRIMER SOLDADO. ORESTES. terrible y ensangrentada. ¡Puah! El aire estaría azucarado de moscas. SEGUNDO SOLDADO.— Dices eso porque estás vivo..— Son los soldados que hacen la ronda. SEGUNDO SOLDADO. SEGUNDO SOLDADO.. Si hubieran soltado por la ciudad todas las que murieron desde el verano pasado. Cae el día. SEGUNDO SOLDADO. SEGUNDO SOLDADO. Si las moscas reventaran sería lo mismo.— ¡Viene alguien! Echa mano a la espada. respiraríamos moscas. Tengo las manos llenas de sangre.— Es por tu bien. SEGUNDO SOLDADO. habría trescientas sesenta y cinco muertas por una viva dando vueltas a nuestro alrededor.— ¿Y sus anchas nalgas hacen crujir las maderas del asiento? Imposible. .SEGUNDO CUADRO En el palacio. todo un enjambre.— ¿Por qué no? PRIMER SOLDADO. quizás sea por eso que flotan en esta cámara olores tan . bajarían en chorros viscosos por nuestros bronquios y nuestras tripas.) Oye. algo ha crujido.— Ojalá hubieran nacido muertas.. los muertos no pesan. colega. Se esconden detrás del trono.— ¿Te das cuenta? Revientan millones de estos animalitos por día. Pero si no lo estuvieras. derecho como una estaca. Bueno. me siento raro.. Pero cuando pienso que el difunto rey está aquí y que cuenta los botones que faltan a mi chaqueta. CLITEMNESTRA. maldito Agamenón! Ha de estar sentado sobre esos cojines. y nos mira. CLITEMNESTRA.CLITEMNESTRA .— Mujer. quiero recogerme. ¿Habéis olvidado que vos mismo inventasteis esas fábulas para el pueblo? EGISTO.— Que nos dejen solos.. EGISTO. CLITEMNESTRA.— ¿Sólo eso os inquieta? Siempre sabréis enfriarles el coraje en el momento deseado. con el brazo tendido. jugando una buena partida. Allá los muertos que vuelven son compañeros.singulares. te los envidio.. EGISTO. ESCENA III EGISTO . EGISTO. lo sé: vas a hablarme de tus remordimientos.) Lamento haber tenido que castigar a Electra. te lo dije. Yo no los tengo. EGISTO. PRIMER SOLDADO. Van a mirar detrás del trono por la derecha. Los muertos están bajo tierra y no nos molestarán tan pronto.— Mi querido señor.— ¡Bah! A una sala de mil pies cuadrados como ésta bastan algunos muertos humanos para apestarla.. .— Ya ves que no hay nadie.— ¿Qué tenéis? EGISTO.— ¿Entonces por qué? Vos no amáis a Electra. servidores con lámparas. te amueblan la vida. ¡Es Agamenón. EGISTO. delante de sus ojos? CLITEMNESTRA. pero nadie en Argos es tan triste como yo.— Tienes razón. mujer. Hace quince años que sostengo en el aire.— Pero señor.— Preferiría estar en el cuerpo de guardia. os lo suplico. Bueno. en el momento en que los soldados salen por la izquierda.— ¡Escucha! Esos hombres se sacan los ojos. yo misma. Soy harto hábil para esas comedias. no tiene otra cosa en qué emplear el tiempo sino en mirarnos.— ¿Quién? El rey. se libraban en un santiamén de sus remordimientos. SEGUNDO SOLDADO. Se acerca a él. paciencia si las moscas nos hacen cosquillas en la nariz. CLITEMNESTRA. no lo lamento por ti. Dicen que nuestros muertos tienen mal aliento.. Han soltado a los muertos esta mañana.— ¡Déjame. PRIMER SOLDADO.. CLITEMNESTRA.ORESTES y ELECTRA (escondidos) CLITEMNESTRA..— Es posible.— ¿Porque ha nacido de mí? Habéis querido hacerlo.— Te digo que hay algo: el piso cruje.— Lo sé. PRIMER SOLDADO. el remordimiento de todo un pueblo. ORESTES y ELECTRA salen por la izquierda. (Pausa. y encuentro bien todo lo que hacéis.— Haríamos bien en rectificar la posición. como cuando el general pasa revista. ramera! ¿No tienes vergüenza. mujer.— ¿Habéis visto? Si no los hubiera aterrorizado. CLITEMNESTRA. Entran EGISTO. SEGUNDO SOLDADO. CLITEMNESTRA. simples gorrones como nosotros.— Estoy cansado.— Señor. EGISTO.. pasan delante de las gradas del trono y vuelven a su escondite por la derecha. Hace quince años que me visto como un espantajo: todas estas ropas negras han terminado por desteñir sobre mi alma. SEGUNDO SOLDADO. ¿ves qué cansado estoy? Déjame.— ¿Delante de sus ojos? ¿Y quién nos ve? EGISTO. — ¿Quién eres? ¿Qué vienes a hacer aquí? JÚPITER.— ¡No exageres! Lo pasas bastante bien y estás gordo.— Quéjate: eres un rey semejante a todos los reyes. la nada innumerable de las arenas bajo la nada lúcida del cielo no es triste ni alegre: es siniestra. daría mi reino por derramar una lágrima! Entra JÚPITER. Pero soy una cáscara vacía: un animal me ha comido el interior sin que yo me diera cuenta.— Si alguien entrara aquí con una espada desnuda. El desierto.— Echo los bofes.— Así parece.) ¿Y así? EGISTO. es raro que un Dios pueda contemplar su imagen cara a cara.— Escúchame bien. JÚPITER. JÚPITER. si te dejas degollar como un ternero. EGISTO. Esto es lo que he venido a decirte. ¿ofrecerías el pecho a esa espada? EGISTO. EGÍSTO. como debe ser. amarilla como sebo de vela. EGISTO.) ¿Soy yo. (Vuelve a la sonrisa. Júpiter. el rey que necesitabas para Argos? Voy. JÚPITER. Fue en sueños. ESCENA V LOS MISMOS – JÚPITER JÚPITER.— ¿Es éste.— No sé. relámpagos.— Sal de aquí o te hago apalear por los guardias. Ahora miro en mí mismo y veo que estoy más muerto que Agamenón. ¡Ah. JÚPITER. serás castigado de manera ejemplar. EGISTO. esto? ¿Así me ven los habitantes de Argos cuando rezan? Diablos.— Aquí estamos.CLITEMNESTRA sale. (Una pausa. EGISTO. JÚPITER. ¿Tú me quieres? EGISTO.ORESTES y ELECTRA (escondidos) EGISTO.— Sí.— Os temen.— ¿Deseas morir? EGISTO.— ¡Perfecto! De nada me sirve que me quieran.— ¿No me reconoces? EGISTO.— ¿Qué deseáis de mí? ¿No he pagado bastante? JÚPITER.— ¿Alguien trata de matarme? JÚPITER. vengo. ¿Dije que estaba triste? Mentí. sé gritar con voz fuerte.— ¡Veinte años más! JÚPITER. ESCENA IV EGISTO . Por lo demás. paseo por todas partes mi alta y terrible apariencia. se acerca a la estatua. Tienes pasta para vivir veinte años más. (Truenos. seguirás siendo rey en el Tártaro por toda la eternidad.— ¡Júpiter! JÚPITER. y los que me ven se sienten culpables hasta la médula. Es grasa real de la buena.— ¡Nunca bastante! EGISTO.— ¿No me reconoces? Sin embargo me has visto.— ¿Electra? . JÚPITER adopta el porte terrible. Es cierto que tenía un porte más terrible. no te lo reprocho.) ¡Qué feo soy! No han de quererme mucho. Vamos. ¿Sabes qué habría sido de Agamenón si no lo hubierais matado? Hubiera muerto de apoplejía tres meses más tarde sobre el seno de una hermosa esclava. pensando que el alma del pecador es deliciosa—. Y responded: si impedís hoy el crimen que medita Orestes.— ¡Avisarme. ¿De qué me sirve un asesinato sin remordimientos. EGISTO. ¡Bueno.— Ya veo lo que esconden todos esos discursos: Orestes no tendrá remordimientos. perdón. está escrito. No hice un mal negocio. Después de esto.— ¿Quién os lo pidió? ¿Y a Agamenón le habéis avisado? Sin embargo él quería vivir. fría la cabeza.) Bueno. Pero tu crimen me servía. Yo era exactamente adecuado para ser asesino.— Bueno. Dios injusto. EGISTO. A esta hora prepara sus planes con método.— Orestes.— Estoy cansado. JÚPITER.— ¿Más querido que Agamenón? ¿Yo? A Orestes es a quien queréis. Pero para él. EGISTO. modestamente. JÚPITER. caballito. aprietas los puños y arrojas tu negativa a la cara de Júpiter. Ni un instante me desafiaste: heriste arrebatado de rabia y miedo. obedecerás. EGISTO. ¿Crees que dejo el Olimpo sin motivo? He querido avisarte ese crimen.— ¡Ah! (Una pausa. y una vez desaparecida la fiebre. veinte mil sumidos en el arrepentimiento. ¿qué podíais hacer vosotros los asesinos? ¿Dar la muerte a vuestras víctimas? Vamos: ya la llevaban en sí. JÚPITER. ¡Sin embargo. Pues sé que acabarás por ceder. Bueno. antiguo. JÚPITER. ¿qué puedo hacer? JÚPITER. Habéis tolerado que me pierda. Pero tu resistencia no es de las que me irritan: es la pimienta que hará en seguida aún más deliciosa tu sumisión. me gustan los crímenes que se pagan.— Os digo que no quiero entrar en vuestros planes.— ¿Por qué te miras los pies? Vuelve hacia mí tus grandes ojos estriados de sangre. te lo pruebo y te quejas. Tenía exactamente pasta de asesino. a quien impulsasteis a matar al padre. bueno! Eres noble y estúpido como un caballo.— Entonces. Tus ojos echan chispas. a lo sumo apresurabais su florecimiento. caballito malo.— ¡Coraje! ¡Resiste! ¡Resiste! ¡Ah! ¡Qué aficionado soy a las almas como la tuya.JÚPITER.— Ni la sombra de uno. Tranquilízate: no lo quiero más que a ti. porque me agrada impedirlo.. EGISTO. EGISTO.— ¿Quién? JÚPITER. JÚPITER. ah carácter desdichado: me eres más querido que Agamenón. ¿por qué habéis permitido el mío? JÚPITER. JÚPITER.— "¿Qué puedo hacer?" (Cambiando el tono. ved lo que habéis hecho de mí.— ¿Os servía? ¡Lo expío desde hace quince años y os servía! ¡Maldición! JÚPITER. hace mucho que tu corazón me ha dicho que sí. JÚPITER. Pero hoy protegéis a Orestes de sí mismo y a mí. ¿y qué? Me sirve porque lo expías. me habéis dejado correr derecho al baño del rey con el hacha en la mano —y sin duda os relamíais allá arriba. ¿qué esperas? Llama a los guardias.— ¿Me harás el favor de decirme las razones de tu negativa? EGISTO. un asesinato insolente. hay otros proyectos para él. ignorante de sí mismo. EGISTO. me habéis escogido para retener el brazo del hijo. Me gustó el tuyo porque era un asesinato ciego y sordo. qué provecho saqué de él! Por un hombre muerto.— Otro también. Ya hice demasiado. nada más natural: quiero apartar ese peligro de tu cabeza. un . Egisto.) Ordena de inmediato la captura de un joven extranjero que se hace llamar Filebo.. No quiero a nadie. cabecita. sin duda. estamos entre reyes y te hablaré francamente: el primer crimen lo cometí yo creando mortales a los hombres. EGISTO. ése es el balance. EGISTO.— No todos los crímenes me desagradan por igual.— No.! Es muy extraño. más semejante a un cataclismo que a una empresa humana. Pero sin embargo. EGISTO.— Al contrario. consideraste tu acto con horror y no quisiste reconocerlo. Que lo arrojen con Electra a alguna mazmorra —y te permito que los olvides.— Qué celos extraños.— Ah índole ingrata. Los dos hacemos reinar el orden. El crimen que se prepara os desagrada demasiado para no gustarme. EGISTO. y tú naciste para ser rey.— No tengo secreto. Tú amas el orden. Yo no. estaré condenado a danzar delante de ellos. El mismo que yo. EGISTO. El secreto doloroso de los Dioses y de los reyes: que los hombres son libres. yo me sentiría humillado. quería que el orden reinara y que reinara por mi intermedio. mi mirada severa en sus pensamientos más secretos. JÚPITER. Mientras haya hombres en esta tierra. Dios todopoderoso. Entonces no basta cargarlo de cadenas. noble y siniestro como un Dios. sin esperanza.— ¿Y quién crees que soy? (Señalando la estatua.— Me odias. ¿quién soy yo sino el miedo que los demás tienen de mí? JÚPITER. EGISTO. en tu lugar.— ¿Semejantes? ¿Por qué ironía ha de decir un Dios que es mi semejante? Desde que reino.— No podríamos tener otra: yo soy Dios. EGISTO.— Nada.— Egisto. y se irá con las manos rojas y la conciencia pura. pues tenemos la misma pasión. EGISTO.asesinato apacible. si lo supieran pegarían fuego a las cuatro esquinas de mi palacio.— ¿Y qué? JÚPITER. agobiado. El dulce joven te matará como a una gallina.— Diablos.— Mírame. Pero soy yo mi primera víctima: ya no me veo como me ven. ¿Crees que no me da vértigo? Hace cien mil años que danzo delante de los hombres.. ¡Vamos! Llama a los guardias. porque te gusta reinar. Egisto. EGISTO. olvidan mirar en sí mismos. yo en el mundo.) Te he dicho que fuiste creado a mi imagen. y mi imagen está allí. Una danza lenta y sombría. Es cosa mía. quiero que cada uno de mis súbditos la lleve en sí y sienta pesar. te lo mando: apodérate de Orestes y de su hermana. ¿que esperas para fulminarlo? JÚPITER (lentamente). EGISTO. Es cierto. Son libres. me repugna y me fascina. Si me olvidara un solo instante. (Largo silencio.— El orden. Egisto. si los dejara apartar la mirada. pero somos parientes.— Sabe que es libre. en nombre de este orden al que servimos los dos. Hace quince años que represento una comedia para ocultarles su poder. Estás cansado. te hice a mi imagen: un rey es un Dios sobre la tierra.— ¿Qué? JÚPITER. implanté el orden.— Sí. criatura mía y hermano mortal.— ¿Son tan peligrosos? JÚPITER.— ¡Ay de mí! JÚPITER.) También yo tengo mi imagen.— ¡Ay! ¿Pero quién nos ha condenado? JÚPITER. todos mis actos y palabras tienden a componer mi imagen. los dioses .) Egisto. sin amor. EGISTO.— Orestes sabe que es libre.— Egisto. eres rey y a tu conciencia de rey me dirijo. JÚPITER. me inclino sobre el pozo abierto de sus almas.— Ya ves que somos semejantes. Egisto. JÚPITER (cambiando de tono). y ellos no.— Nadie más que nosotros mismos. tú en Argos. por el orden maté a mi rey. Es preciso que me miren: mientras tienen los ojos clavados en mí. en el fondo. ¿pero de qué te quejas? Morirás. Por el orden seduje a Clitemnestra. y el mismo secreto pesa gravemente en nuestros corazones. Tú lo sabes. ¡Oh terrible y divina pasión! JÚPITER. ligero como un vapor en el alma del asesino? ¡Lo impediré! ¡Ah! Odio los crímenes de la nueva generación: son ingratos y estériles como la cizaña. EGISTO. aun en la soledad. EGISTO.— Os he dicho que no.— ¿Siniestro? ¿Vos? JÚPITER.— ¿Para fulminarlo? (Una pausa. EGISTO (vivamente). Un hombre libre en una ciudad es como una oveja sarnosa en un rebaño. Con cansancio. Dios todopoderoso. Contaminará todo mi reino y arruinará mi obra. He vivido sin deseo.. EGISTO. Es justo aplastarte. porque no podré soportarlo. Muere.) Déjame mirarte.— ¿Qué me importa Júpiter? La justicia es un asunto de hombres y no necesito que un Dios me lo enseñe. EGISTO.. Lo rechaza. Guíame hasta la cámara de la reina. ten cuidado con las moscas. Que no lleve otro recuerdo a la tumba que el de nuestra alegría. Lo hiere con la espada. sin duda. luego ELECTRA y ORESTES ELECTRA (saltando hacia la puerta). ORESTES.— Una vez que ha estallado la libertad en el alma de un hombre. Sale.— Vacila. El medio poco me importa..— ¡Defiéndete! EGISTO. Estabas escondido aquí y lo has oído. Pues es un asunto de hombres.. EGISTO..— Ella ya no puede perjudicarnos. EGISTO. todo ha terminado. ORESTES. Pero no me defenderé: quiero que me asesines. EGISTO cae. ELECTRA.—Está bien. ORESTES (empujándolo con el pie).— Ten cuidado con las moscas. su rostro está descolorido. ORESTES. EGISTO. Seré asesino.— ¿Estrangularlo?. los dioses no pueden nada más contra ese hombre.— Me duele.— ¿Qué vas a decirme? JÚPITER.— Calla.— Orestes....— Para él.. Orestes. (Se aferra a ORESTES. ORESTES. EGISTO.— Remordimientos? ¿Por qué? Hago lo que es justo..— Malditos seáis los dos. pillo inmundo... ELECTRA.— Eres tú.— Justo es lo que quiere Júpiter.— No has errado el golpe. Te obedeceré. ORESTES. iré solo. ELECTRA. Pero no agregues nada y no te quedes aquí más tiempo. Es demasiado tarde para llamar y me alegra que sea demasiado tarde. Orestes.— ¿Pero no terminarás de morir? Lo hiere. JÚPITER sale. ESCENA VI EGISTO permanece solo un momento. EGISTO (vacilando).. ORESTES.— No me defenderé.— ¡Pégale! No le dejes tiempo de gritar: yo defiendo la puerta. ¿Es cierto que no tienes remordimientos? ORESTES. No ha terminado todo.— Orestes. EGISTO (mirándolo). es justo restituirles el sentimiento de su dignidad. yo tampoco te reconozco. EGISTO. ORESTES. ORESTES.. y arruinar tu imperio sobre las gentes de Argos.— Y qué?. Está bien.— Está bien. ¡Horror! Qué feo es un hombre moribundo.— ¿Qué?..tienen otro secreto. y a los otros hombres —sólo a ellos— les corresponde dejarlo correr o estrangularlo. . en todo caso. No hablabas así hace un momento. ELECTRA. No te reconozco. (Le toma la mano y se la besa.— Arroja la espada.) Ha muerto. sola ELECTRA.ELECTRA corre hacia él. Luego gritos de CLITEMNESTRA. (Va a buscar una antorcha y la acerca a ORESTES. y sus ojos están abiertos.) Tus dedos son cortos y cuadrados. ESCENA VIII ELECTRA . pero no me parece bien hablar de ello: hay recuerdos que no se comparten. La sangre nos une doblemente. pues somos de la misma sangre y hemos derramado sangre. (Se le acerca.— ¿Gritará? (Una pausa. Somos libres. (Los gritos cesan. Te amo. (Mira a EGISTO.— Sí.) Camina por el corredor. Quise esta mirada y gozo de ella. ¡Qué aire extraño el tuyo! . Necesito verte: cuando no te veo. ¡Querida mano! Es más blanca que la mía.) ¡Alegría! ¡Alegría! Lloro de alegría: mis enemigos han muerto y mi padre está vengado. cómo me alegraba odiarlo! No parece dormido.— Electra. ORESTES.— No es de noche: es el amanecer. y mi odio ha muerto con él.. bienamado.) La ha herido. no me arrepentiré de lo que hice. Me parece que te he hecho nacer y que acabo de nacer contigo. Durante años enteros he gozado anticipadamente de esta muerte y ahora tengo el corazón apretado. ¡Qué espesa es la noche y con qué dificultad la traspasan esas antorchas! ¿Me quieres? ORESTES. Dame esa mano.) Cien veces lo he visto en sueños. Cuando haya abierto la cuarta puerta. (Se arrodilla y echa una capa sobre el rostro de EGISTO) ¿Pero qué es lo que yo quería? (Silencio..— Tómame en tus brazos. y estréchame con todas tus fuerzas.— No tengo miedo. te quiero y me perteneces.) Tengo que iluminar tu rostro. pues la noche se espesa y ya no te veo bien. tengo miedo de ti.— ¿De qué tienes miedo? ELECTRA. con una espada en el corazón. (Gritos más débiles de CLITEMNESTRA.) ¡Que grite! ¡Que grite! Quiero sus gritos de horror y quiero sus padecimientos. Quise ver a este puerco inmundo acostado a mis pies.ORESTES ELECTRA. ¡Ah! ¡Yo lo quise! Lo quiero. ELECTRA.) Qué me importa tu mirada de pescado muerto. Gritará como un animal. ¿Acaso me he mentido durante quince años? ¡No es cierto! ¡No es cierto! No puede ser cierto: ¡no soy cobarde! Quise este minuto y lo quiero aún. Electra. en el fondo de su aposento. ORESTES vuelve con una espada sangrienta en la mano. ¡Ah! Ya no puedo soportar esta mirada. Y estoy aquí. ELECTRA. y la otra sigue viva aún. entonces. extendido en este mismo lugar. ¡Cómo lo odiaba. ELECTRA. y dentro de un instante gritará. Era nuestra madre y la ha herido. Ebria de alegría. ¿Qué dijo? ¿Imploró largo rato tu gracia? ORESTES. (Se levanta.— ¡Orestes! Se arroja en sus brazos. y espero. Presta atención.) Mis enemigos han muerto. ¡Qué pesada se ha vuelto para herir a los asesinos de nuestro padre! Espera.ESCENA VII ELECTRA. me mira. parecía dormir. Tenía los ojos cerrados. Tengo que pensar que te amo. Esto es.— ¿Maldiciéndonos? Dime tan sólo esto: ¿maldiciéndonos? ORESTES. (Arranca la capa. es preciso que siga queriéndolo. no debo quitarte los ojos de encima. Maldiciéndonos. No me daba cuenta. Están hechos para tomar y conservar. Sabe solamente que ha muerto. lo que yo quería. Está muerto. Todavía ayer estaba solo y hoy me perteneces. estoy ebria. — ¿Qué nos importan las moscas? ELECTRA. ¿Puedes hacer que todo esto no haya sido? Ha sucedido algo que ya no somos libres de deshacer. nos seguirán por todas partes en espesos remolinos. y son ellas las que oscurecen las paredes. Lo llevaré sobre mis hombros como el vadeador lleva a los viajeros. allí pasaremos la noche. y sentiré mil patas pegajosas sobre mi cuerpo.— Las moscas. Nos espían. OB ESTES. ELECTRA. Nos rodean. que corre a lo largo del río. se hinchan.. Todavía ayer andaba al azar sobre la tierra.— Soy libre. y Dios sabe a dónde lleva: pero es mi camino. ¿Qué tienes? ELECTRA. ¿Dónde huir.— ¿Libre? Yo no me siento libre. más me regocijaré. al abrigo de los hombres y de las moscas.— ¿Quiénes? ELECTRA. TELÓN .— ¡Abrid! ¡Abrid! Si no abren será preciso derribar la puerta. Oigo tu voz.. Orestes. ¿Puedes impedir que seamos para siempre los asesinos de nuestra madre? ORESTES.— Los gritos de Clitemnestra han atraído a los guardias. Y cuanto más pesado sea de llevar.— ¡Ahí están! ¿De dónde vienen? Cuelgan del techo como racimos de uvas negras. Hoy no hay más que uno. se deslizan entre las luces y mis ojos. VOCES (detrás de la puerta). ORESTES. Golpes sordos en la puerta. dentro de un instante caerán sobre nosotros. sus millones de ojos que nos miran. y este acto era bueno. ¡Ven! Condúceme al santuario de Apolo. ya son grandes como abejas. aun de día? ¡Orestes! ¡Ahí están! ORESTES.— Ya no puedo verte.—Son las Erinias.. Electra. Electra. Estas lámparas no iluminan. ELECTRA. Orestes. semejante al ronquido de una forja. las diosas del remordimiento. me corta como un cuchillo.ORESTES. ORESTES. en adelante. y la senda del arriero y la ruta empedrada de los carreteros. Mañana hablaré a mi pueblo. Escucha el ruido de sus alas. Orestes? Se hinchan.. y son sus sombras las que me hurtan tu rostro. lo pasaré a la otra orilla y rendiré cuenta de él. y millares de caminos huían bajo mis pasos. pues él es mi libertad.— ¡Escucha!. pero ninguno era mío. Los tomé todos prestados: el de los haladores. ¿Estará siempre así negro. la libertad ha caído sobre mí como el rayo.— ¿Crees que querría impedirlo? He realizado mi acto. pues pertenecían a otros. ¡Horror! Veo sus ojos. pero me hace daño. bzz. en círculo.— ¡Qué jóvenes son! OTRA ERINIA. sube a mis senos como leche. huelen a fiebre. despertaos. UNA ERINIA. Entonces los morderás con todos los dientes. Las ERINIAS. bzz. ¿Qué amor nos colmaría tanto como el odio? Bzz.— ¡Eia! ¡Eia! TERCERA ERINIA. hermanas mías. venid a verlos. erguida de cólera. SEGUNDA ERINIA. es demasiado rara la alegría exquisita de destruir lo bello. Una estatua de Apolo en medio de la escena. la rasparé. ELECTRA y ORESTES duermen al pie de la estatua. una pesada puerta de bronce. Vamos. hermosa miel verde. ELECTRA (dormida).— ¡Qué hermosos son! PRIMERA ERINIA. saquemos del sueño a los culpables con nuestro canto. Eres bella. duermen de pie. . más bella que yo. rodeando sus piernas con los brazos. Tomaré sobre mis rodillas su cabeza pálida. pronto conocerás nuestros mordiscos. Penumbra. delicias de sentirse garras y mandíbulas.) Duermen. ya verás. las miro. bzz. PRIMERA ERINIA (estirándose). mis besos hacen envejecer. y me siento sagrada. TERCER ERINIA. PRIMERA ERINIA.— Espera un poco: pronto tus uñas de hierro trazarán mil senderos rojos en la carne de los culpables. mi alma es de cobre. corazón deleitable. están húmedos. y sentirás el peso de mi amor. corazón ensangrentado. antes de seis meses te habré quebrantado como una vieja.) ¡Oh pura mañana de odio! ¡Qué espléndido despertar! Duermen. Puliré pacientemente esta carne fina. Al fondo. bzz.ACTO III ESCENA I El templo de Apolo. fresca y dura. PRIMERA ERINIA. ¡Oh hermosa flor de rabia. la gastaré hasta el hueso. Todas se echan a reír. PRIMERA ERINIA.— ¡Ay! PRIMERA ERINIA. bzz. ya es la mañana.— Orestes es casi un niño. CORO DE LAS ERINIAS. Paciencia. hermanas mías.— Y después hundiré de golpe estos dos dedos en sus ojos.— ¡Ahhh! Quiero arañar. porque eres mi esposa. los rodean. (Da algunos pasos. (Se inclina sobre ellos. y yo seguiré siendo joven. Nos posaremos sobre tu corazón podrido como las moscas en un dulce corazón podrido. Electra. ¡Qué blancos son.— Suspiran.— ¿Y después? TERCERA ERINIA. yo velo. hermanas moscas. Acercaos hermanas mías. se acerca el despertar. con fuego en las venas! El odio me inunda y me sofoca. PRIMERA ERINIA.— Gime. ¡Oh delicias de sentirse una mañanita de odio. te haremos aullar con nuestras caricias. y tuve enormes sueños irritados. como zancudas. Saquearemos como abejas el pus y la sangre de tu corazón. Haremos con ellos miel. qué dulces! Rodaré sobre sus vientres y sus pechos como un torrente sobre los guijarros.— Bzz. Mi odio tendrá para él dulzuras maternales.— Ten paciencia: un Dios los protege hoy. le acariciaré los cabellos. Despertad.— ¡Ahhh! He dormido de pie.— Regocijaos: harto a menudo los criminales son viejos y feos. Entraré en ti como el macho en la hembra. pero pronto la sed y el hambre los harán salir de este asilo. bzz. la frotaré. pero ya verás. se agitan.— Soñaba que mordía.) Son hermosas presas perecederas y buenas para comer. hermosa flor roja en mi corazón! (Gira alrededor de ORESTES y de ELECTRA. respiro su aliento y la cólera me ahoga. LAS ERINIAS. — Bueno.Seremos los ojos fijos de las casas. Bzz.— ¿Pero qué tienes? ELECTRA. ORESTES. las moscas. los silbos. ¿Y éstas? ¿Quiénes son? ORESTES. y su sangre corría en regueros por debajo de todas las puertas del palacio. ¿Te cabe la menor duda? ¿Cómo no había de odiarte? Vivía tranquila con sus sueños. No me toques. Me arranca las mejillas y los párpados: me parece que tengo los ojos. Bzz.— ¿Quién eres tú? ¡Ah! Eres Orestes. la espesa noche de tu alma.— Envejecí. el zumbido que volará por el cielo sobre tu cabeza. estáis aquí! ¿Y qué? ¿Los hemos matado de verdad? ORESTES (despertando). ¿Sangró mucho? ORESTES.— ¿Y qué? ¡Sí.. PRIMERA ERINIA. No pueden nada contra ti.— ¿Es cierto? ¿Es cierto que te horrorizo? ELECTRA.— ¡Ah. ORESTES. no hay nada escrito en tu rostro y sin embargo los has matado. Y ahora comparte tu falta. si se atreve.—Deja que te mire: los has matado. pero. ¡A la perrera! (Las ERINIAS gruñen.— No pienses en ellas. Danzan. bzz. los he matado! (Una pausa. ayer. Somos las sorbedoras de pus. el gruñido del mastín que mostrará los dientes a tu paso. Estás aquí.) Tú también me das miedo.— Que venga en medio de nosotras. y los dientes desnudos.— Me das miedo. los rumores de la selva.. están frías.—Silencio.— ¿Una bestia? Tu crimen. Toca mis manos. perras. ORESTES. ¿dónde he visto esos ojos muertos? Electra. bzz. el único pedazo de tierra que le queda. acabas de despertar.— ¿Quién habla? ¿Quiénes sois? LAS ERINIAS. Vete.— ¡Electra! ELECTRA.— Todavía eres hermosa. te pareces a ella. ELECTRA (completamente despierta). ORESTES. te pareces a Clitemnestra.— Es porque a ella le horrorizas. iremos a buscar el alimento a tu boca y el rayo de luz al fondo de tus ojos. lo compartiremos todo contigo.. bzz. seremos la noche. bzz. Se diría que una bestia te ha destrozado la cara con sus uñas. Eras tan hermosa. ¡Eia! ¡Eia! ¡Eiaaa! Bzz.— Déjame. No. danzaba en las gradas del templo? ELECTRA... bzz. bzz. déjame.— Bzz. clavada en ese pedestal. bzz. . ORESTES.) ¿Es posible que fueras tú la que ayer. Eres tú quien los ha matado. bzz. ELECTRA. te escoltaremos hasta la tumba y sólo cederemos el lugar a los gusanos. el ulular. ELECTRA. bzz. bzz. PRIMERA ERINIA. En una noche. los crujidos. llegaste tú con la carnicería y el sacrilegio.— Calla. PRIMERA ERINIA. ¿Valía la pena matarla? Me horroriza mi crimen cuando lo veo en esos ojos. y ya verás si no podemos nada contra ella. ELECTRA (que se despierta). Soñé que nuestra madre había caído boca arriba y que sangraba. los bisbiseos. vestida de blanco. bzz. — ¡Dejadme! ¡No me torturéis más! ORESTES.— ¡Suelta mi mano! Estas perras negras a mi alrededor me espantan.— Quiere separarnos. detrás de esa puerta está el mundo. ELECTRA.. Escucha: un horror sin nombre se ha asentado sobre ti y nos separa. Libre.— Padeció horriblemente. Electra. ELECTRA. muñequita? ¿Te damos menos miedo que él? Nos necesitas. el olvido en el gran fuego puro del dolor. ¡Sí! ¡Ah! Ya no lo sé.— ¿No es cierto? ELECTRA.—No.— Puedes creerme. ELECTRA se levanta. hemos decidido juntos este crimen.— No la escuches.— ¡Atrás! ¡Atrás! Échalo. ¿qué viviste tú que yo no haya vivido? ¿Crees que mis oídos dejarán de oír jamás los gemidos de mi madre? Y sus ojos inmensos —dos océanos agitados— en su rostro de tiza. te caerán encima.— No las mires más. Más allá de la angustia y los recuerdos.— No vayas.— ¡Ah! ¡Te odio! Baja los escalones. tú lo cometiste. Ella se protegía el rostro y el vientre con las manos. zumbando alrededor de los dos. ORESTES (tomándola del brazo). Electra. sola y sin recursos.— Unos diez. Afuera nace el sol sobre los caminos. PRIMERA ERINIA..— ¡Ya ves! ¡Ya ves! ¿No es cierto.— ¿Y dio varios golpes? PRIMERA ERINIA. ¡Pero tú. y le acuchilló las manos. verdugo de tu propia madre! LAS ERINIAS (riendo y gritando). ELECTRA (desprendiéndose con violencia). Necesitas nuestras uñas para revolver tu carne.— ¡Ah! ORESTES. nuestros besos desgarrarán tu carne frágil. Dame la mano: no te abandonaré. yo estaba allí. estás perdida si las interrogas. Y de acuerdo conmigo mismo. Y cada vez la espada hacía "cric" en la herida. sobre todo no las interrogues.— ¡Socorro! . necesitas nuestros dientes para morder tu pecho. no te dejes tocar por su mano. ELECTRA (tapándose la cara con las manos).— ¡Ven! ¡Ven! Danzan muy lentamente como para fascinarla.— ¡Verdugo! ¡Verdugo! ¡Carnicero! ORESTES.— Tu debilidad es lo que les da fuerza. tápate las orejas... He soñado con ese crimen. ¡Es un carnicero! Tiene encima el olor insulso de la sangre fresca. PRIMERA ERINIA. sería tu perdición. ELECTRA. Electra. Espera.— ¿Padeció mucho? ¿No murió en seguida? ORESTES. No debes odiarte. Mató a la vieja suciamente. no es cierto. ¿sabes? golpeando varias veces. Electra. ELECTRA. ELECTRA. y será el olvido. Nos amontonaremos entre él y tú como una nube de langostas y llevarás a todas partes la noche sobre tu cabeza.— El sol.— ¿No mientes? PRIMERA ERINIA.ORESTES. te lo suplico.— Electra. levanta a tu alrededor los muros de la soledad. Mira: a mí no se atreven a decirme nada. necesitas nuestro amor caníbal para apartarte del odio que te inspiras. y estas hijas de la noche perderán su poder: los rayos de luz las traspasarán como espadas. ¡Ven! ¡Ven! No tienes más que bajar dos escalones. LAS ERINIAS. eres nuestra hija. ELECTRA. necesitas padecer en tu cuerpo para olvidar los sufrimientos de tu alma. PRIMERA ERINIA... ¿crees que dejará jamás de roerme? Pero qué me importa: soy libre. ELECTRA.— Nunca volverás a ver el sol. PRIMERA ERINIA. te recibiremos en nuestros brazos. Pronto saldremos. iremos por los caminos soleados. pero menos que tú.— ¿Insinúas que lo quise? ORESTES. ELECTRA. las ERINIAS se arrojan todas sobre ella. y debemos soportar juntos las consecuencias. Sin embargo. Ten cuidado: cuando estés bien sola. ¿crees que mis ojos dejarán jamás de verlos? Y la angustia que te devora. El mundo y la mañana. Electra. Electra: mientras yo esté aquí. JÚPITER. ORESTES.— ¡A la perrera! PRIMERA ERINIA. entonces habrá que ensalzar la libertad del prisionero cargado de cadenas.— ¿Y tú? ¿Acaso eres también libre? ORESTES.— ¿Sana y salva? JÚPITER.— No soy un culpable. Pero Apolo es mi muy obediente servidor.— Te doy mi palabra. y la del esclavo crucificado. (La ayuda a levantarse.) ¿Veis vuestro estado? La cólera y la piedad se disputan mi corazón.— ¡El amo! Las ERINIAS se apartan con pesar. te abandonará. ORESTES.— ¿Para qué? ¿No te dije que me repugnaba castigar? He venido a salvaros. JÚPITER. ¿lo oyes? Éste es el que decía que te amaba. JÚPITER. en verdad.— ¿Y qué? Alza el dedo.— ¿Qué exigirás de mí en cambio? JÚPITER. Contéstame en cambio: ¿como no aceptarías negar ese crimen? Otro lo ha cometido. JÚPITER. tus pulmones y tu bazo se han gastado. criatura desvergonzada y estúpida: tienes un gran aspecto. con esas perras hambrientas que te sitian. ELECTRA. JÚPITER (a ELECTRA).— ¿Por qué no? JÚPITER. y no podrías hacerme expiar lo que no reconozco como crimen. hija mía. dejando a ELECTRA tendida en el suelo. Dios adorable? JÚPITER.— Pobres niños (Se acerca a ELECTRA.— Bien lo sabes.— Ni siquiera. amo de la venganza y de la muerte. pues no está permitido —ni siquiera a Dios— dar a los que sufren una esperanza engañosa.— Electra. abandona ese tono orgulloso: no conviene nada a un culpable que está expiando su crimen.— Y tú. Algo que puedes darme con toda facilidad: un poco de arrepentimiento.— La amo más que a mí mismo. Dios bueno. alza la mano entera. Si alzo un dedo. ORESTES.) ¡Qué rostro terrible! ¡Una sola noche! ¡Una sola noche! ¿Dónde está tu frescura campesina? En una sola noche tu hígado. no te dejaré mucho tiempo en el error.— Ten cuidado.— Abandona ese tono. JÚPITER. mis perras no te harán daño. tu cuerpo ya no es sino una gran miseria.— ¿Ni siquiera la abyección en que está sumida tu hermana por tu culpa? ORESTES. Si te atreves a afirmar que eres libre.— No te pido nada. cuánto daño os habéis hecho! ORESTES.— Mírate.— Atorméntame todo lo que quieras: no lamento nada. Pero sus sufrimientos proceden de ella. ORESTES. ORESTES. ESCENA II LOS MISMOS .— ¿A salvarnos? Deja de burlarte. pero paciencia. JÚPITER. en el fondo de un calabozo. ELECTRA.Entra JÚPITER. JÚPITER. sólo ella puede desecharlos: es libre. buen hombre: sienta mal al rey de los dioses.— ¿Nada? ¿Te he oído bien. Levántate. JÚPITER. todo encogido entre las piernas de un Dios caritativo.— Dentro de un cuarto de hora puedes estar fuera de aquí.— No lo escuches. Electra: esa nada pesará sobre tu alma como una montaña. Apenas puede decirse que fuiste su cómplice.— Quizá te equivoques.JÚPITER JÚPITER. ELECTRA. ORESTES. ¡Ah.— O casi nada. JÚPITER.— Ten cuidado: fanfarroneas porque Apolo te protege. . ELECTRA. juventud presuntuosa y loca. JÚPITER. JÚPITER. Y a mis súbditos. no te llenes de orgullo.— ¿Burlarme de vosotros? Escuchad lo que os propongo: si repudiáis vuestro crimen. Lo que quisiste.— ¡Electra! ¡Electra! Ahora eres culpable. JÚPITER. ORESTES. sólo quisiste tu propia desdicha. las niñas juegan aún con la muñeca o a la rayuela.— ¡Electra! ¿Vas a renegar de quince años de odio y esperanza? JÚPITER. ORESTES.— ¿No estás de duelo? ORESTES. . ¿Acaso no leo en los corazones? ELECTRA (incrédula).— ¿Quién habla de renegar? Ella nunca quiso ese acto sacrílego. También te aguarda su papel. pobrecita.— ¡Vamos! Puedes depositar tu confianza en mí.— ¡Ah Dios mío.— Eres una niñita. ORESTES. Dejémosle tiempo para que gasten sus viejas ropas.— ¿Y me pondré las ropas tibias aún del difunto rey? JÚPITER. he salvado a mi ciudad natal. ELECTRA. todo el mundo creerá ver de nuevo a tu madre.— Ya lo están. poco importa. cuando he soñado quince años con crimen y venganza? JÚPITER. porque es un juego que se puede jugar sola.— Tal vez. la ilusión será perfecta. lo olvidaba. A tu edad.— Sí. Bueno. ORESTES. cómo deseo que no te equivoques! JÚPITER. de esa joven diosa del odio que tanto he amado? ¿Y no ves que este Dios cruel se burla de ti? JÚPITER. fascinada por el destino atroz de tu raza. ¿quién puede saberlo si no tú? ¿Dejarás que otro lo decida? ¿Por qué deformar un pasado que ya no puede defenderse? ¿Por qué renegar de esa Electra irritada que fuiste. Electra. sin juguetes ni compañeras. JÚPITER. tendrás las enaguas y las camisas de Clitemnestra —esas camisas hediondas y manchadas que has lavado durante quince años con tus propias manos. ¿Comprendiste. Electra? Si derramas algunas lágrimas. ay! Te escucho y veo claro en mí. ¿tendré que vestirlos también de negro? JÚPITER.— ¡Ay de mí! JÚPITER.ORESTES. pero el que te oyera hablar sin conocerte podría creer que has salvado a tu ciudad natal combatiendo solo contra treinta. y tú. Las otras niñitas desean llegar a ser las más ricas o las más bellas de todas las mujeres. Dios mío querido.— ¿Tú? ¿Sabes qué hay detrás de esa puerta? Los hombres de Argos —todos los hombres de Argos—. (Los muros del templo se abren. curaban las heridas de tu orgullo. ORESTES. con tal que sean negras.— Anda. A la soledad del desprecio y del horror te han arrojado. ORESTES. ELECTRA. Nunca quisiste el mal. deseaste llegar a ser la más dolorosa y la más criminal. Esperan a su salvador con piedras. ORESTES.— El más cobarde de los asesinos es el que tiene remordimientos.— Alzas mucho la cabeza: heriste a un hombre indefenso y a una vieja que pedía gracia.— ¡Bah! Esos sueños sangrientos que te acunaban tenían una especie de inocencia: te ocultaban tu esclavitud. ORESTES. el más cobarde de los asesinos. Pero nunca pensaste en realizarlos.— Es cierto. en efecto.— Sí.— ¿Y lees en el mío que no quise ese crimen. no tendrás más que reanudarlo.— No hay más remedio. Yo estoy más asqueado: no me pondré los calzones del bufón a quien he muerto. os instalo a los dos en el trono de Argos. Estás solo como un leproso. jugaste al crimen. Y tú.— ¡Orestes! Te he creado y he creado toda cosa: mira.— Ésas u otras. ¿no es cierto? JÚPITER.— Dé duelo por mi madre. ¿Me equivoco? ELECTRA. horcas y garrotes para probarte su agradecimiento. a ti. porque empiezas a parecerte a ella.— ¿En el lugar de nuestras víctimas? JÚPITER.— ¡Ay. tu Bien. el grano de sílex. no añadas la blasfemia al crimen.— Es posible. JÚPITER está en el fondo de la escena. una senda extraviada. por mí la dulce lengua de las mareas viene a lamer la arena y se retira a hora fija. (Melodrama. y eres un gusanito en el universo. es la medula del saúco. pero se ha vuelto contra ti y nada podemos ninguno de los dos.— Para los míos también. Y luego me abandonaste. y yo soy el Bien. arráncatela como un diente cariado y maloliente. Para incitarme a la lenidad. y que el cachorro de perro sea un perro. cuyo autor te consideras. ORESTES. la frescura de la fuente. O teme que el mar se retire delante de ti. él es el que permite el éxito de tu mala empresa. ¿qué es sino un reflejo del ser.— ¡Que se desmorone! Que las rocas me condenen y las plantas se marchiten a mi paso: todo tu universo no bastará para probarme que estoy equivocado. el rey de las olas del mar.— Por nuestro padre. Vuelve a la naturaleza. constelado de estrellas que giran. Su voz se ha hecho enorme —micrófono— pero apenas se lo distingue). sin chocar nunca: soy yo quien ha reglado su curso. Los muros se juntan. la pesadez de la piedra. y bastante chocante. Eres el rey de los dioses. como el cazador furtivo en el bosque señorial. obediente a tus órdenes. Júpiter. la sirena. Pero no debías haberme creado libre. y el mundo era una vieja alcahueta que me hablaba sin cesar de ti. te conjuro. te lleva y te arrastra como un mar. que las fuentes se sequen en tu camino.) Por mí las especies se perpetúan. tu cuerpo mismo te traiciona. Y ese Mal del que estás tan orgulloso. JÚPITER. un tapón de cera en mis oídos.— ¡Por fin! Ésa es la excusa. aborrécela. cansado y agobiado.— Te he dado la libertad para que me sirvas. Escucha la armonía de las esferas. he ordenado que un hombre engendre siempre un hombre. Mi juventud. Orestes. permanecía . ¿quién te ha creado? ORESTES. lo he creado según mi voluntad.— Tú. Y pierde la esperanza de convencerla con tus razones: ese lenguaje parece bastante nuevo para sus oídos. estás en el mundo como la astilla en la carne. ese enorme canto mineral de gracias que repercute en los cuatro rincones del cielo. el Bien está en todas partes. intruso. JÚPITER. ELECTRA.— No soy ni el amo ni el esclavo. No estás en tu casa. pues el mundo es bueno.— No me excuso. pues se acomoda a mis prescripciones. una imagen engañosa cuya misma existencia está sostenida por el Bien? Reconcéntrate. Y para mi garganta que emite las palabras y para mi lengua que las modela al pasar: me cuesta comprenderme. cantaba y me prodigaba consejos. JÚPITER. que las piedras y las rocas rueden fuera de tu senda y que la tierra se desmorone bajo tus pasos. JÚPITER. ORESTES. El Bien está en ti.— ¿Abandonarte. yo? ORESTES. toda tu naturaleza se estrechaba a mi alrededor. larva desvergonzada. JÚPITER reaparece. ha recobrado su voz natural. el día ardiente se suavizaba como se vela una mirada. ¡Soy mi libertad! Apenas me creaste. hijo desnaturalizado: mira tu falta. Todavía ayer eras un velo sobre mis ojos.— Escúchala. Mira esos planetas que ruedan en orden. el universo te prueba que estás equivocado. la dureza de tu espada.— No soy tu rey. JÚPITER. lo encontrarás hasta en la naturaleza del fuego y de la luz. se había levantado. tú has hecho el mal. para predicarme el olvido de las ofensas. según la justicia. ORESTES.— ¿De veras ? ¿Sabes que esa libertad de la que te dices esclavo se asemeja mucho a una excusa? ORESTES.Aparece el cielo. hago crecer las plantas. Júpiter. te aplasta como una montaña. Pero tú. y las cosas te acusan con sus voces petrificadas. y mi aliento guía alrededor de la tierra a las nubes amarillas del polen. el rey de las piedras y de las estrellas. Júpiter. Pero no eres el rey de los hombres. ayer tenía yo una excusa: eras mi excusa de existir porque me habías puesto en el mundo para servir tus designios. dejé de pertenecerte. Orestes. pues fue la claridad de las antorchas.— Ayer yo estaba cerca de Electra. la fuerza de tu brazo. Entonces. ORESTES. JÚPITER. fuera de ti: te penetra como una hoz. el cielo se había hecho suave como el perdón. como dos navíos. Fuera de la naturaleza. estoy condenado a no tener otra ley que la mía. lo sé. el reposo.— ¿Y qué? ¿Debo admirar a la oveja a la que la sarna aparta del rebaño.— El mal no es tan profundo: data de ayer. que han recibido para nada. Mira si estás conmigo o contra mí. Vuelve. tu propia hermana te abandona. todo estaba previsto. ¿Esperas vivir? Te roe un mal inhumano. JÚPITER. JÚPITER. son libres y la vida humana empieza del otro lado de la desesperación. Pero ya no puedo tener remordimientos. Orestes. Vuelve con nosotros. suplicante como una novia a punto de ser abandonada: veía mi juventud por última vez. contra la naturaleza. estamos igualmente solos y nuestra angustia es semejante. extraño a ti mismo. y ya no tuve edad y me sentí completamente solo. Tu libertad sólo es una sarna que te pica.frente a mis ojos. ORESTES. vas a arrancarles las telas con que yo los había cubierto. Pero no volveré bajo tu ley.— Dices la verdad: un exilio. Tengo que abrirles los ojos. Electra. Estás pálido y la angustia dilata tus ojos. el destino que llevo es harto pesado para mi juventud.— No te quiero y sin embargo te compadezco. No volveré a tu naturaleza. y tú. también tienes horror a los hombres. la desgarran. JÚPITER.— Bueno. Orestes: has formado parte de mi rebaño. Orestes. ¿Eres tú? ¿Quién lo hubiera creído. tú. Júpiter. ORESTES. JÚPITER sale. ORESTES.— ¿Qué piensas hacer? ORESTES. sólo es un exilio. JÚPITER. extraño a mi naturaleza. ayer. JÚPITER. ¿Qué hay de ti a mí? Nos deslizaremos uno junto al otro sin tocarnos. la naturaleza saltó hacia atrás. y no quiero abandonar la lucha. Vuelve. pero sólo puedo seguir mi camino.— ¿Por qué había de rehusarles la desesperación que hay en mí si es su destino? JÚPITER. la ha roto. y les mostrarás de improviso su existencia. soberano de los dioses. JÚPITER. Pero de pronto la libertad cayó sobre mí y me traspasó. piensa en esto: mi reino no ha llegado todavía al fin.— Los hombres de Argos son mis hombres. o al leproso encerrado en el lazareto? Recuerda. ni bien.— Adiós. mira qué solo te quedas. Silencio. Un hombre debía venir a anunciar mi crepúsculo. Silencio. Ni dormir. y cada hombre debe inventar su camino. ORESTES.) En cuanto a ti. como quien ha perdido su sombra: y ya no hubo nada en el cielo. La naturaleza tiene horror al hombre. ¿Quién te dice que no he buscado el remordimiento en el curso de esta larga noche? El remordimiento. (Da unos pasos.— No mientes: cuando se parecen a ti los odio. en ella hay mil caminos que conducen a ti. tanto se necesita para ello.— Adiós. ORESTES. Adiós. viendo tu rostro femenino? ORESTES.— Yo también te compadezco. JÚPITER. su obscena e insulsa existencia. el sueño. soy el olvido. ni mal. JÚPITER.— Lo que quieran.— ¿Que harán de ella? ORESTES. ni nadie que me diera órdenes. Porque soy un hombre. pacías la hierba de mis campos en medio de mis ovejas.— Extraño a mí mismo. ORESTES. ESCENA III Los MISMOS menos JÚPITER . ¡Pobres gentes! Vas a hacerles el regalo de la soledad y la vergüenza. acabas de confesar tu debilidad.— ¿Lo hubiera creído yo mismo? Las palabras que digo son demasiado grandes para mi boca.— Ten cuidado. sin excusa. Yo no te odio. en medio de tu mundito benigno. Tú eres un Dios y yo soy libre. sin otro recurso que en mí. pronto resonarán sus nervios como las cuerdas de un arpa bajo los arpegios exquisitos del terror. partiremos y caminaremos con paso pesado. de mi hermano. no me dejes solo.— Estoy completamente solo. Electra: ahora nuestros pies se hunden en la tierra como las ruedas de un carro en un surco. besaré tus pies y tus rodillas.LAS ERINIAS Las ERINIAS hacen un movimiento para seguir a ELECTRA. ORESTES. tómame en tus brazos.— Amor mío. No tengo nada que decirte. Pero nos queda éste. quédate conmigo. y por mucho tiempo. el jefe de nuestra familia.— ¡Electra! ¡Hermana mía. ORESTES. rey de los dioses y de los hombres. ORESTES. estoy roja como un buey degollado. no me dejes sola. el más lindo de los asesinos. (Salta sobre la escena. ELECTRA. ya verás qué juegos inventaré para distraerte. oh tú. protégeme..— No sé.ELECTRA se levanta lentamente. a quien conozco desde ayer. PRIMERA ERINIA..— Pero no.— Dejadla. Me arrepiento. ¿tengo que perderte para siempre? ELECTRA.. ¡todas las moscas me siguen. llévame. ESCENA V . se nos escapa. Del otro lado de los ríos y de las montañas hay un Orestes y una Electra que nos aguardan. Las ERINIAS empiezan a zumbar y se acercan a ORESTES. ESCENA IV ORESTES . ¿Crees que no pesa como plomo sobre mi alma? Éramos demasiado ligeros. mi querida Electra! Mi único amor.. PRIMERA ERINIA. SEGUNDA ERINIA. pues su almita es tenaz. cede. Te lo has llevado todo. hermanas. Defiéndeme de las moscas. Mirad. Las ERINIAS se acercan lentamente.— ¡Pobre Electra! Entra el PEDAGOGO. hermanas mías.— Pronto el hambre lo arrojará de su asilo. Me darás la mano e iremos. te quedo yo. creo.) ¡Socorro! Júpiter.— ¿A dónde? ORESTES.— Estaré solo hasta la muerte.— No quiero oírte más. mi rey.— Valor.— A ti. ORESTES. ELECTRA. consagraré mi vida entera a la expiación.— ¡Ojalá los Dioses no me hubieran permitido conocerte nunca! ORESTES. has robado a una mendiga. Seguiré tu ley.— Déjame. ORESTES. Habrá que buscarlos pacientemente. encorvados bajo nuestro precioso fardo. es cierto. conoceremos el gusto de su sangre antes de esta noche. La PRIMERA ERINIA las detiene. voraces.— ¡Ladrón! No tenía casi nada mío. Pero es un presente inmenso. Sufrirá por dos. sus ojos se agrandan. PRIMERA ERINIA. Después.— ¿Dónde vas? ELECTRA. te lo he quitado todo y no tengo nada que darte fuera de mi crimen. Sólo me ofreces la desdicha y el hastío. me arrepiento. Sale corriendo. seré tu esclava y tu cosa. y mi corazón es una colmena horrible! ORESTES. hacia nosotros mismos. Eras mi hermano. ELECTRA. única dulzura de mi vida. fuera de un poco de calma y algunos sueños. debías protegerme. pero me has sumergido en la sangre. de mí misma. Ven. Júpiter. ORESTES. Y sin embargo. UNA MUJER. Había venido a reclamar mi reino y me habéis rechazado porque no era de los vuestros.— Despacito. digo. y por eso me tenéis miedo. Un crimen que su autor no puede soportar ya no es el crimen de nadie. ay. Os traigo un poco de alimento. Me miráis. UN HOMBRE. ¿dónde estáis? No se ve nada.— ¡Sacrílego! ¡Asesino! ¡Carnicero! Serás descuartizado. Habéis acogido al criminal como rey. Viva luz. oh mis hombres. ay! ORESTES. ORESTES (se ha erguido). Os lapidarán. te desgarrarán vivo. desconcertada. soy tu amo y te ordeno que abras esa puerta. EL PEDAGOGO. EL PEDAGOGO. os amo. y no le tuvisteis miedo porque leísteis en sus ojos que era de los vuestros y que no tenía el valor de sus actos.) Abre esa puerta. vuestro rey. ay. guantes de sangre. ORESTES. muy fieles súbditos míos? Soy Orestes. lo reivindico de cara al sol. EL PEDAGOGO. ORESTES.— Anciano. EL PEDAGOGO. si mis ofrendas pueden calmaros. y éste es el día de mi coronación. esta noche trataremos de huir. (Las ERINIAS le obstruyen el camino. con armas. gentes de Argos. Por vosotros.— ¡Muerte! ¡Muerte! ¡Lapidadlo! ¡Desgarradlo! ¡Muerte! ORESTES (sin oírlos). y el viejo crimen se echó a rodar entre los muros de la ciudad. es mi razón de vivir y mi orgullo.— No trates de acercarte a mí.— ¡De par en par! El PEDAGOGO abre la puerta y se esconde detrás de una de las hojas.— Está bien. estamos ligados por la sangre. ay! ¡Ay. Te echaremos plomo derretido en las heridas.— ¡Ay.— Te comeré el hígado. ORESTES. están amontonados delante del templo? EL PEDAGOGO. y por vosotros he matado.— Haz lo que te digo. Ahora soy de los vuestros.— ¿Os habéis vuelto loco? Están ahí detrás. llevaba guantes rojos hasta el codo. y merezco ser vuestro rey.— Por esta vez me autorizaréis a desobedeceros. ¡Cómo echo de menos el dulce país de Ática donde era mi razón la que tenía razón! ORESTES.LAS ERINIAS . ¿verdad? Es casi un accidente.EL PEDAGOGO EL PEDAGOGO.) Ya sé: os doy miedo. otro asesino se irguió delante de vosotros. dices. como un perro que ha perdido a su amo.) ¡Ah! ¿Quiénes son éstas? Más supersticiones.— ¿No gritáis más? (La MULTITUD calla. ESCENA VI Los MISMOS – LA MULTITUD GRITOS EN LA MULTITUD.— ¿Estáis pues aquí. no podéis castigarme ni compadecerme. La MULTITUD gruñe. el hijo de Agamenón. habéis comprendido que mi crimen es muy mío. tomad estas viandas y estos frutos. mi amo.— ¿Los hombres de Argos.ORESTES . Vaya. lindas.— Te arrancaré los ojos. (Una pausa. La MULTITUD empuja vivamente las dos hojas y se detiene desconcertada en el umbral.— ¡Ya lo creo! Y no podría deciros quiénes son los más perversos y los más encarnizados en perjudicaros: si estas lindas muchachas que están aquí o vuestros queridos súbditos.— ¡El sol! LA MULTITUD. gimiendo despacito. Hace quince años justos. las gentes de Argos sitian el templo y no podéis pensar en salir.— Vaya. oh súbditos míos. El PEDAGOGO entreabre la puerta. Vuestras faltas y . ORESTES. Era un lepra horrible. lo roían todo. Pero un día llegó un flautista. Una vida extraña. todo ensangrentado. además esto: un verano Scyros se infestó de ratas. También para mí la vida empieza. son mis muertos.remordimientos. un Dios me lo ha ofrecido y he dicho que no. todo está por empezar. Y mirad: vuestras fieles moscas os han abandonado por mí. todo es nuevo aquí.) Empezó a tocar la flauta y todas las ratas fueron a apretarse a su alrededor. Y el flautista con las ratas desapareció para siempre. ¡Mirad! ¡Mirad las moscas! Y luego. se precipitaron sobre sus huellas. las ERINIAS se lanzan en su seguimiento aullando. lo cargo todo sobre mí. todo es mío. los habitantes de la ciudad creyeron morir. Pero no temáis. Sale. de golpe. no me sentaré. Escuchad. Así.) Y todas las ratas levantaron la cabeza vacilando —como lo hacen las moscas. vuestras angustias nocturnas. en el trono de mi víctima. (Se pone de pie. mis hombres. así (baja del pedestal) gritando a las gentes de Scyros: "¡Apartaos!" (La MULTITUD se aparta. Adiós. gentes de Argos. intentad vivir. No temáis a vuestros muertos. Quiero ser un rey sin tierra y sin súbditos. TELÓN . Luego se puso en marcha a largos trancos. el crimen de Egisto. Se puso de pie en el corazón de la ciudad —así—.
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