Reseña de la obra de Edelberto Torres-Rivas, Revoluciones sin cambiosrevolucionarios. Ensayos sobre la crisis en Centroamérica, Guatemala: F&G Editores, 19951 Andrés Morales2 Edelberto Torres-Rivas Espinoza nació en Guatemala en 1930. Es un historiador y sociólogo que se nutrió de la experiencia revolucionaria al presenciar la fuerte lucha antidictatorial en los albores del gobierno de Jacobo Arbenz (1951-57). Vivió luego de esta experiencia, exiliado en México. Luego de su estadía en México regresó a Guatemala donde integró el PGT (Partido Guatemalteco del Trabajo). 1962 fue el año de finalización de sus estudios de ciencias Jurídicas en la USAC (Universidad de San Carlos de Guatemala). De este periodo es su tesis “Las clases sociales en Guatemala”; Torres-Rivas fue estudiante de F. H. Cardoso uno de los teóricos y estudiosos de la teoría de la dependencia. En 1964 obtuvo su título de maestría en Sociología. Su adhesión a la teoría de la dependencia se demuestra en su libro Procesos y estructuras de una sociedad dependiente: El caso de Centroamérica. En 1972-8 formó parte de CLACSO (Comité Directivo de Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales); en 1993 fue nombrado por FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales) Secretario General, en su estadía como secretario general se publicaron los seis tomos de la Historia General de Centroamérica. Actualmente trabaja en el PNUD como investigador y encargado de los Informes de Desarrollo Humano, investiga alrededor de los temas de la juventud, otras temáticas como lo rural y lo agrario.3 Esta jubilado El libro está constituido en cinco capítulos o ensayos, más un prefacio al inicio y un epílogo al final. La perspectiva regional de estos ensayos solo se refieren a tres países centroamericanos: Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Torres-Rivas deja claro en el prefacio de este trabajo que serán las diferencias entre estos tres países lo que se planteará en adelante. En la introducción del libro se expone toda la referencia metodológica y teórica: en el caso de lo metodológico el autor utiliza la sociología histórica desde los planteamientos de James Mahoney, quien propone el análisis histórico comparativo. Teóricamente se conceptualiza Estado desde la perspectiva de Guillermo O’ Donnel; también se precisa el concepto movimiento revolucionario, y se plantean algunos supuestos de la teoría 1 Edelberto Torres-Rivas, Revoluciones sin cambios revolucionarios. Ensayos sobre la crisis en Centroamérica, (Guatemala: F&G Editores, 1995). 2 Estudiante de la Carrera de Historia, pasante de la clase Problemas de la historia centroamericana, 20/03/17. 3 Fuente citada el 19 de marzo de 2017 a las 2:00 pm. http://www.flacsochile.org/personajes/edelberto- torres-rivas/. Estadocéntrica de las revoluciones que tiene grandes aportes de Jeff Goodwin y Theda Skocpol. Son al menos dos objetivos los que se plantea el autor: analizar los procesos y movimientos revolucionarios para confirmar que éstos tienen sus raíces en el dominio cafetalero, de ahí que el poder oligárquico y el Estado liberal sean expresión del poder colonial; demostrar que los procesos que condujeron a la crisis política y a sus manifestaciones de violencia guerrillera en los setentas y ochentas encuentran su explicación en el rechazo a la incapacidad del Estado oligárquico para ordenar la vida política por medio de la democracia. En el capítulo I “las raíces coloniales del poder oligárquico”, Torres-Rivas muestra dos análisis interrelacionados: la figura del Estado liberal y los rasgos propios de la oligarquía en Centroamérica. El Estado liberal en Centroamérica –de 1860 a 1920– representó un intento de organización económico-social en base a la agroexportación, pero también significó la relación entre grupos dominantes y la subordinación de los campesinos. En la etapa republicana se hicieron notables las contradicción que trajo consigo el Estado liberal, muestra de ello es la radical privatización de la tierra lo que provocó la marginación de los campesinos. El autor postula que el Estado nacional tiene su origen en el poder que surge de las raíces coloniales, precapitalistas, resultado de la conquista española-europea, de grupos aborígenes que habitaban durante más de trecientos años de coloniaje y 130 años de república. Torres-Rivas caracteriza el poder estatal en dos ejes: la constitución de un doble poder, uno que se expresa en lo social, que es altamente racista y otro con expresiones en lo económico, que deriva de la integración de la vida económica al mercado mundial con el proceso agro exportador. La oligarquía cafetalera es una definición atinada ya que hace referencia al carácter familiar cerrado, al linaje aristocrático y a la preeminencia social. Torres- Rivas logra en este primer capítulo dar rasgos muy detallados sobre ese grupo dominante: define política-económica y socialmente a la oligarquía. En el primer caso cristalizó en un dualismo estructural: entre fracción terrateniente y agraria y manufacturera agroindustrial; una conllevó al control de la tierra y la otra al control del procesado; una controló la mano de obra y la otra el capital. La fracción terrateniente tuvo más control sobre el Estado y la otra fue más capitalista. Guatemala es la sociedad más terrateniente al criterio de Torres-Rivas, por lo tanto más oligárquica, le sigue El Salvador y Nicaragua. Socialmente significó una mentalidad, un estilo muy particular de gobernar. El autor de Revoluciones sin cambios revolucionarios sentencia que el Estado liberal en Centroamérica fue un poder militar y nunca democrático, “es la imposibilidad para ejercer el poder con métodos democráticos o la democracia asumida como amenaza a los intereses patrimoniales los que constituyeron al estado liberal”. Fue hasta 1945 cuando empezó la crisis política del orden oligárquico: cuando las masas populares derribaron las dictaduras que eran la degeneración del poder decadente de la oligarquía. Según Torres-Rivas el sistema oligárquico perdura porque el dualismo estructural terratenientes-industriales no eran contradictorios entre sí, y porque tiene rasgos autoritarios y excluyentes. Protestas de los setentas y estallido guerrillero de los ochentas fueron formas tardías de expresar malestar popular antioligárquico. El capítulo II “Modernización sin democratización: revolución o revuelta” confirma a nuestro juicio, una interrogante: ¿el boom modernizador que apareció en la sociedad de posguerra en los años cincuenta, luego de su profunda y nueva articulación de las clases, democratizó las sociedades dependientes centroamericanas? Para dar respuesta a esto Torres-Rivas se plantea caracterizar este periodo, en donde convergieron algunos cambios como el dinamismo en actividad económica nacional e internacional, la crisis del poder liberal provocado por factores de origen local y el fin de los caudillos militares. Según este autor el dinamismo económico centroamericano de los cincuentas respondió a la demanda externa de productos como el café, lo que explica el boom modernizador –también se le denominó a esta etapa, el Estado Desarrollista. Es la misma etapa a la que se refiere Marvin Barahona para Honduras?. Fue una demanda de bienes primarios y no la contingente ayuda de la Alianza Para el Progreso o las teorías de la CEPAL. La crisis del poder liberal se expresa en Guatemala con la insurrección del 20 de octubre de 1944, donde se afirmó la derrota del Estado liberal oligárquico; en El Salvador la insurrección cívico militar de abril 1944 fracasó pero puso fin a la era de caudillos; Nicaragua se modernizó con facilidad por tener ausente una oligarquía cafetalera. La nueva articulación de las clases perfiló una serie de actores: clases medias, trabajadores, la burguesía y los campesinos. Los primeros fueron los sujetos de la epifanía revolucionaria, profesores, estudiantes, burócratas y empleados medios, ellos fueron el vehículo de descontento; los segundos, desde la década de los setentas encabezaron protestas y movilizaciones enfrentando al Estado, en una suerte de protagonismo proletario; los terceros surgen con el Estado desarrollista, y se desarrollan con ocasión de luchas revolucionarias que debieron enfrentar; los últimos se caracterizaron por la pérdida de su tierra, transformándose en un transitorio trabajador agrícola, un semiproletario. Torres-Rivas responde a la interrogante afirmando que la burguesía, la que encabezaría el Estado desarrollista no podía ser democrática pues “retuvo el alma oligárquica y los modales autoritarios, el rostro burgués pero el corazón en la hacienda, amor por el extranjero, miedo a la movilización popular”. “El actor popular, los otros, sus ideologías, la violencia” se denomina el capítulo III. Este autor deja muchos argumentos claves sobre la vida social centroamericana que va de la década de los setentas hasta los ochentas: las preferencias ideológicas, el papel de la juventud de clase media, las corrientes intelectuales de movimientos populares en años sesenta, las razones sociopolíticas de la violencia y el anticomunismo como ideología de la contrarrevolución. En cuanto al papel de las juventudes de clases medias tal parece que tienen su primera aparición en el periodo de los movimientos antidictatoriales a mediados de los cuarentas y con mayor vigor en los movimientos insurreccionales treinta años después. El autor se pregunta si fue el comunismo la preferencia ideológica que permeó en el inicio de la crisis en Centroamérica, tuvo mucha influencia pero en el seno de enconos sectarios, malinterpretaciones y referencias próximas a China o a Vietnam. “En Centroamérica se fue más revolucionario que marxista dice Torres- Rivas”; dentro de las razones que se revelan en las causas de la violencia yace la perspectiva estructural: hubo una práctica no sustantiva del liberalismo político que reconociera al ciudadano y respetara sus derechos fundamentales como la vida, las revoluciones liberales se encargaron de modernizar el sistema económico agrario, la infraestructura material, pero despachó a la ligera este tipo de aceptación democrática. Según este autor el anticomunismo en Centroamérica fue muchas cosas, pero de fondo fue una menuda elaboración propuesta que se movió negando el comunismo, una negadora de la teoría comunista. Fue práctica política y acción partidaria, prejuicio utilizado por los religiosos. Torres-Rivas sentencia que el “anticomunismo sirvió a las fuerzas de derecha para legitimar primero a las dictaduras militares y luego momentos terroristas de lo estatal”. En el capítulo IV “El Estado que enfrentó la insurgencia”, y el capítulo último “las cosechas de la revolución”, se deslindan varias tesis sobre el papel de los movimientos después de 1960 y la situación revolucionaria en Centroamérica. Torres-Rivas argumenta en el capítulo IV, que todos los movimientos que surgieron después de 1960 en Centroamérica, fracasaron no porque se enfrentaran con estados fuertes o democráticos, sino porque nunca se constituyeron en movilizaciones revolucionarias. El caso de Nicaragua fue la excepción pues allí triunfó porque llegó a constituir un frente nacional revolucionario que estuvo frente a un poder autoritario. ¿Qué es, a juicio de Torres-Rivas, una situación revolucionaria? Pues una acumulación de efectos que sostienen fuertes condiciones socioeconómicas, políticas, de resultados azarosos y de actos voluntarios, que golpean pasado el tiempo a las masas empobrecidas, explotadas. En resumidas palabras es el “malestar social que se convierte en organización política ofensiva; son las llamados factores subjetivos”. ¿Cuál fue objetivamente la situación revolucionaria en los años setentas en Centroamérica? Políticamente se tuvo regímenes militares organizados para la represión, el poder oligárquico que derivo en la imposibilidad de establecer gobiernos democráticos, clases medias inconformes, pobreza, intelectuales atentos y activos, marxistas y la contingente presencia de Estados Unidos. Torres-Rivas reitera una idea central en este capítulo: no hubo tradición política que derivara de los valores democráticos liberales, toda la tradición política centroamericana no los vio florecer; debido a esto no fueron reconocidos los derechos civiles y políticos por parte del Estado desde muchas décadas atrás. Esta situación volvió muy difícil que en la posguerra una democracia política pudiera ser implantada en estos países. El capítulo V es una conclusión y un recuento histórico descriptivo de la historia de los tres países mencionados: Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Se explicitan sus particulares situaciones revolucionarias. Conclusiones Torres-Rivas hace una magnífica labor explicativa en sus ensayos sobre las revoluciones en Centroamérica. Trata de volver preclara una idea en cada uno de sus capítulos, una fuerte razón que volvió posible el estancamiento en un problema estructural de la historia de estos países: la inexistencia de la tradición democrática que hunde sus raíces en los valores que emanaron de los liberales del siglo XIX. No hubo un real respeto de los derechos indígenas en el Estado liberal, la oligarquía cafetalera, con sus rasgos autoritarios y atrasados, se negó a aceptar los rasgos políticos que recaían en los indígenas también, el ser ciudadano. Las situaciones revolucionarias, los estallidos revolucionarios y el descontento sistematizado en protestas y revueltas son el reflejo perdurable de una actualidad histórica en Centroamérica: la polarización de dos segmentos sumamente contrapuestos, los dominantes y los dominados; los campesinos, clases medias, trabajadores frente a la oligarquía cafetalera del siglo XIX y la burguesía surgida del boom modernizador en Centroamérica en los años cincuenta. Hizo una valoración al inicio, no hay un comentario de cierre que exponga vacíos, problemas, aportes de contenido? Las conclusiones no lo dice Cita del libro Edelberto Torres-Rivas, Revoluciones sin cambios revolucionarios. Ensayos sobre la crisis en Centroamérica, Guatemala: F&G Editores, 1995.
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