7KH 6RFLRORJ\ RI 3KLORVRSK\, de Randall Collins. Cambridge (MA) & London.Belknap-Harvard (xxi ¹ 1098 pp.). Es muy improbable que un libro extranjero reciba la atencion de ser traducido al castellano cuando dicho volumen tiene mas de mil paginas, salvo que se trate de un clasico consagrado (véase (FRQRPtD \ VRFLHGDG) o de un manual basico que se reedite con estrecha regularidad. Por ello, /D VRFLRORJtD GH ODV ILORVRItDV bien podria pasar inadvertido entre nosotros pese a tratarse, con certeza, de un obra magistral y de relevancia paradigmatica para la sociologia. El planteamiento epistemologico, su implementacion metodologica y sus logros tanto empiricos como teoricos hacen de este trabajo un modelo de reIerencia para toda Iorma de sociologia que se interese por la produccion colectiva de cultura, cualquiera sea la acepcion de esta palabra que uno suscriba. En apariencia, un somero vistazo al indice hace presumir que este trabajo no va mas alla de una historia social comparada de la IilosoIia a escala global y de ORQJ GXUHp. En eIecto, doce de sus dieciséis capitulos estan dedicados a reconstruir, con una erudicion y una minuciosidad inusitadas, la historia intelectual del pensamiento IilosoIico tanto en Oriente (China, Indica y Japon) como en Occidente (Grecia, Islam, Cristiandad medieval y el subsiguiente proceso de secularizacion hasta la actualidad). Los expertos en un ambito cultural, una época o un personaje concretos se sentiran quiza decepcionados por la ligereza -no obstante, brillante, precisa e ilustrativa- con que Collins despacha, por ejemplo, las escuelas griegas en seis paginas, el surgimiento del Zen en nueve, o a Husserl y Heidegger en media docena de paginas cada uno. Sin embargo, no hay que conIundir este libro con un digesto enorme y desproporcionado. Los apartados dedicados a Iiguras o escuelas singulares tienen como Iinalidad detallar y proIundiza su signiIicado en un decurso argumental con sentido propio. En el extremo contrario, el diletante cultivado -pero casi con seguridad adoleciente de un amplio sesgo etnocéntrico- se vera abrumado por las seiscientas cincuenta paginas de narracion y reIlexion sobre las redes IilosoIicas a lo largo de la historia y en especial por las doscientas sesenta dedicadas a las tradiciones orientales, cuyos nombres propios y planteamientos no podran serle, posiblemente, mas extraños. Precisamente por eso, Collins los antepone a los que versan sobre Occidente: éste es un libro con una Iuerte ambicion teorica, proponer una sociologia constructivista y realista de las ideas que no las atribuya a entidades plausibles para el sentido comun (culturas, individuos, otras ideas), sino a auténticos hechos sociologicos, esto es, redes sociales de intelectuales. De ahi, la necesidad de crear «extrañeza antropologica» Irente a un objeto que, desde nuestro bachillerato, creemos una secuencia obvia, aunque abstrusa, de grandes KRPEUHV y sus elucubraciones, nacidas todas, al parecer de un HXUHND espontaneo y puramente mental. I. Redes intelectuales: estructura 1 Este libro se ocupa de un objeto sociologico capital: las redes sociales. Pero, ¿por qué elegir las redes de IilosoIos como modelo de estudio? En primer lugar, comparadas con las redes de parentesco, organizacionales o de intercambio mercantiles, cuentan con muchos menos elementos y vinculos mas sencillos; en segundo lugar, los IilosoIos han constituido durante siglos la cumbre del prestigio cultural -compartido o solo por debajo de teologos o cientiIicos en ciertas épocas- y ello ha permitido que llegue hasta nosotros un nutrido (aunque inmensamente mermado) registro de sus obras y vidas; por ultimo, la IilosoIia ha sido el nucleo nutricio del que se han desgajado las disciplinas cientiIicas que hoy tanto estimamos y que ha dinamizado empresas capitales en el ordenamiento de nuestra civilizacion como la logica Iormal y las matematicas. De hecho, el corazon del libro son las cincuenta y seis Iiguras que muestran las relaciones transgeneracionales y coetaneas de varios cientos de IilosoIos de las diversas civilizaciones mundiales. Las redes intelectuales son un constructo social de primer orden pos estar «enactadas» por individuos socializados en dichas tradiciones intelectuales y por sus relaciones, con también un constructo social de segundo orden, un arteIacto analitico, producto autopoyético de la red sociologica, de la cual tanto R. Collins como este libro son un nodo singular. Dicho con toda asertividad, las redes engendran las ideas; éstas son una construccion social (y sociologica). A primera vista las redes parecen constituidas por pensadores, sus relaciones personales y sus obras. Sin embargo -y éste es el cambio gestaltico capital de libro-, una reIlexion mas precisa muestra que su componente elemental son FRQYHUVDFLRQHV. No existe propiamente el individuo portador de una mente sustancial; el observador objetivo, el razonador desencarnado son puras robinsonadas. Pensar, incluso individualmente, es conversar, polemizar, ahondar en lo que otros han dicho antes. (No se trata, empero, de conversaciones ordinaria, cuyo objeto y registros Iluctuan casi siempre por caminos trillados hacia la divagacion). Las redes estan Iormadas por Cadenas Rituales de Interaccion JRIIPDQLDQDV: al menos dos personas se reunen, enIocan su atencion sobre un mismo objeto de accion o discurso y son reIlexivamente conscientes de ello, comparten un estado emocional comun que tiende a sincronizarse e intensiIicarse conIiriéndoles una vivida sensacion de solidaridad grupal, membrecia comun y distincion de otros sujetos o grupos. La participacion en estos rituales llena a los actores de una energia emocional que tiende a imbricarse con ciertos objetos (por ejemplo, conceptos o Iormas de razonamiento o argumentacion, etc.) que se constituyen en simbolos sagrados del ritual y del grupo que lo repite con regularidad para mantenerlo vigente. Los individuos buscan situarse en el centro de aquellos grupos y rituales con los que sienten mayor aIinidad, porque es alli donde las interacciones son mas Irecuentes, duraderas, intensas y remuneradoras; asi mismo, tienden a rehuir las redes e interacciones donde ocupan lugares periIéricos que les inducen desaliento y apatia. Las redes intelectuales Iormadas por multiples cadenas de interaccion ritual son campos agonisticos de competencia por el estatus cultural o el reconocimiento tanto de los miembros participantes como de sus audiencias 2 patrocinadoras. La estructura de las redes intelectuales tiene tres rasgos basicos. En primer lugar, estan constituidos abrumadoramente por colectivos, grupos de compañeros, circulos de discusion muy tupidos donde se intensiIica la produccion de ideas; los pensadores aislados son extraordinariamente inIrecuentes y, casi siempre, un arteIacto de un registro historico deIectuoso que ha obliterado (a menudo por Ialta de eminencia) a los otros miembros de su comunidad de dialogo. Estos grupos suelen tener un lider organizativo que so suele coincidir con su Iigura intelectual mas eminente. En segundo lugar, la trama vertical de las redes esta Iormada por linajes intergeneracionales, cadenas de maestros y discipulos eminentes. A través de estos linajes se transmite el capital cultural (Bourdieu) de un grupo o tradicion, con Iidelidad variable, pero, sobre todo, lo que se inIunde en los nuevos miembros es la energia emocional -muy distinta de la del artista, el empresario, el politico o el proIeta carismatico- necesaria para una vida de inmensa SURGXFWLYLGDG e intensa FUHDWLYLGDG. El principal estimulo intelectual es la inculcada, obsesiva, compulsiva e incuestionable ambicion de superar a los propios maestros. En tercer lugar, la urdimbre horizontal de las redes esta compuesta por las conIrontaciones o alianzas intelectuales entre virtuales coetaneos. El capital cultural se renueva y la energia emocional alcanza su climax cuando alguien proclama publicamente que sus ideas son nuevas y/o importantes, y que merecen suceder a las de sus antecesores o a las de quienes les contradicen. El conIlicto es el motor de la expansion y de la creatividad de las redes intelectuales, a la vez que Iuente principal de solidaridad durkheimiana entre los miembros de las Iacciones en lucha. El producto principal de estos periodos de eIervescencia es un incremento en la abstraccion y reIlexividad -y, por tanto, en la generalidad o universalidad- y, por tanto, en la generalidad o universalidad- de la produccion intelectual. Los intelectuales o los IilosoIos que pertenecen a estas redes producen ideas descontextualizadas, distantes de las preocupaciones ordinarias y les atribuyen caracter objetivo, constrictivo, YHUGDGHUR, es decir, sagrado. Por supuesto, los pensadores no viven del aire ni las ideas provienen de las Musas. Las ideas signiIicativas, que son el tema de la historia intelectual, son aquellas que son transmitidas a través de las generaciones -incluso si pasan por periodos de critica u olvido-. Esta transmision es como una larga conversacion colectiva -como pensar es una conversacion internalizada-. La estructura de las redes aIecta a lo que pueda surgir de las microinstituciones y de su enlace en cadenas rituales de interaccion, ya sean debates, reIlexiones, etc.; de igual modo, el resultado de estas interacciones reconIigura los patrones que conIorman, esto es, las redes. Toda esta dinamica requiere una inIraestructura PDWHULDO. Collins propone que las ideas son producto de un doble nivel de causalidad: las grandes estructuras politico-economicas de una civilizacion, en su estabilidad o transIormaciones, inciden sobre la viabilidad, Ilorecimiento o decadencia de las bases materiales de la vida intelectual. Es la suerte de LQVWLWXFLRQHV como las escuelas griegas, los centros de sabiduria de las cortes caliIales o de los daimios japoneses, los monasterios budistas o las universidades europeas lo que induce 3 directamente a los pensadores a reconsiderar, o no, de manera radical su actitud ante el capital cultural recibido y, como consecuencia, transIormar la estructura de las redes suIragadas por dichas organizaciones intermedias. Asi pues, en resumen, Collins construyen las redes como un conjunto de cadenas de rituales goIImanianos, consistentes principalmente en conIerencias, debates, discusiones cuyo Ioco son los textos canonicos (sagrados) del grupo. (No en vano, la IilosoIia comienza en todas partes con la aplicacion de la escritura a Iines no rituales ni economicos y con textos sapienciales en Iorma dialogada -aunque con una Iigura dominante como Socrates, Buda, ConIucio, etc.-). Los miembros de estos grupos estan unidos por dos tipos de solidaridad: una durkheimiana producto de la adhesion emocional a los objetivos sagrados y a la introversion y Iuerte demarcacion del grupo respecto al exterior; otra, de indole simmeliana, por la unidad Irente a la injerencia externa y la pretension de ser los unicos jueces cualiIicados de sus propios productos. El Iruto material de estas redes son textos progresivamente mas abstractos y Iormalmente racionales en sentido weberiano. Su dinamica en el tiempo obedece, en conjunto, a las lineas basicas de la Teoria del ConIlicto y a una version reIinada de la sociologia del conocimiento de raiz marxiana. ¿Por qué este hibrido habria de constituir la malla conceptual para comprender las redes sociales mejor que algun otro? La respuesta es necesariamente empirica y pragmatica. Su validez estriba en su Iertilidad para caracterizar las redes intelectuales -cuyo rasgo aureo es la disputa constante, si quiera al nivel escolastico del duelo de ingenio- de otras redes cuyo nucleo es la sumision (politica), la creencia incuestionada (religiosa) o el calculo utilitario (crematistico). II. Redes intelectuales: dinamica bajo la «ley del pequeño numero» Dos rasgos tipicos de las redes intelectuales, producto de su dinamica intrinseca, son su estratiIicacion extremadamente desigualitaria y su Iragmentacion extrañamente regular en un moderado numero de Iacciones («ley del pequeño numero»). Siguiendo a Price y su analisis de la estratiIicacion de la productividad y el reconocimiento en la comunidad cientiIica, Collins identiIica la misma pauta en el registro historico de la IilosoIia. El numero de grandes Iiguras no supera algunas docenas en la historia de la humanidad, apenas un 1-2° pueden considerarse IilosoIos «mayores», y otro 20° «menores», siendo el resto poblacion transeunte o marginal. En los periodos de maxima eIervescencia no suelen coincidir mas de uno o dos grandes o «mayores» pensadores. Esto no es producto de la genética o el capricho del genio. Esta estructura es eIecto de la escasez de posiciones Iocales centrales de la red y de la inmensa diIicultad que reviste ocuparlas de Iorma duradera. Para ello, un individuo debe ser galvanizado por sus maestros con una intensa energia emocional que le empuje no solo a maximizar el numero, duracion e intensidad de los contactos con las Iiguras relevantes de su tiempo (grandes, mayores y menores) con objeto de acumular la mayor cantidad de capital cultural y, especialmente, aquella porcion que es el Iilo y la vanguardia de las discusiones del momento, sino también para recombinar este capital de manera que 4 engendre algo que puede sonar paradojico: dipolos de problemas-soluciones que generan interés, sobre todo por el caracter insatisIactorio de éstas. (Asi, por ejemplo, el Iatidico samsara de las reencarnaciones no se considero un problema hasta que se propuso la Iluminacion como su solucion-acceso al Nirvana-; la realidad de los universales no se convirtio en un enigma -todo nombre comun lo es- hasta que los nominalistas no lo resolvieron (segun su criterio) aIirmando la arbitrariedad de toda pretension de agotar la extension de un concepto y la radical singularidad y concrecion de los objetos particulares). La eminencia intelectual es, pues, producto de tres Iactores: elevada energia emocional, abundante capital cultural de alta calidad o interés, y la ocupacion de una posicion central en la red nutrida por muy numerosas conexiones personales, contactos intelectuales. Por supuesto, la eminencia no es un atributo inmutable, sino historicamente situado. Alguien es eminente desde la optica de quienes lo instrumentan para sus propios proyectos. Figuras hoy incuestionables como Aristoteles, Mencio, Ockham, Spinoza o Kant pasaron por siglos o cuando menos décadas de olvido o ignorancia, mientras que es muy probable que Iiguras como Socrates, ConIucio, Anselmo o Buda se hayan beneIiciado de la amplitud y duracion de los linajes de quienes se han considerado sus seguidores. No obstante, aunque los criterios de relevancia cambien con el tiempo, los rasgos del mérito tentativo parecen ser siempre los mismos: o bien desmarcarse drasticamente de alguna posicion bien establecida, o bien suscribirla y proIundizarla con elementos utiles en sus controversias con otras posiciones. Igualmente producto de la intensa competencia por ocupar el centro del espacio de atencion intelectual es el sorprendente eIecto que Collins denomina «ley del pequeño numero»: el espacio de atencion intelectual suele estar divido en un numero de Iacciones que oscila entre tres y seis. La razon por la que el espacio de atencion se Iragmenta es obvia: cualquier agente preIerira llamar la atencion sobre una posicion disidente que permanecer como discipulo secundario en su circulo de origen. Pero, ¿por qué una o dos triadas? Una respuesta de sentido comun es que sobre cualquier cuestion polémica pueden establecerse dos posiciones enIrentadas y una que intermedie o busque su sintesis; cuando la triada es doble, en cada una habria una postura integrista, otra moderada y una tercera a Iavor de la integracion con el adversario. Sin embargo, este esquema proyecta nuestra Iamiliar imagen de los politizados intelectuales del siglo XX (derechistas, izquierdistas y centristas de toda laya) y es extraordinariamente inIrecuente en el registro historico. Las Iacciones tienden a diIerenciarse maximamente entre si y, por ende, a proponer asertos cosmologicos, epistemologicos, metaIisicos, e incluso logico-Iormales inconmensurables entre si. El Ienomeno de la deriva (driIt) intelectual no obedece al genio, el azar, el capricho, la asociacion libre, la imaginacion o cualquier otro rasgo psicologico de los individuos. Es, antes bien, un puro hecho social: lo que un sujeto discurre viene, si no determinado, si Iuertemente constreñido por su posicion en la red y por las posibilidades estructurales que ésta le abre. Estas, a su vez, no son entidades abstractas sino el sentido, recibido especialmente de los maestros, de las posibilidades de transIormacion, recombinacion y conIrontacion polémica que pueden desarrollarse a partir del capital cultural recibido -sin olvidar la 5 energia emocional transmitida a través de ejemplos de éxito personal y modos particulares de argumentacion y razonamiento-. No obstante, subsiste la pregunta por el limite superior. Collins deja este problema abierto a Iuturas investigaciones, pero no deja de consignar como el registro historico muestra que si no se supera el limite de seis Iacciones, éstas pueden autorreproducirse durante generaciones de nuevos discipulos, mientras que cuanto mas se supera el limite mas pronto se produce el colapso de la mayoria e incluso todas las Iacciones a Iavor de una ortodoxia triunIante, un sincretismo o sintesis de todas ellas o incluso el derrumbe virtualmente deIinitivo de una tradicion intelectual. El conjunto de Iacciones en que se Iragmenta un espacio de atencion intelectual varia con el tiempo. Como regla general las posiciones Iuertes (las que cuentan con bases solidas y apoyo externo) se subdividen en cuatro o cinco Iacciones en las siguientes generaciones, mientras que las posiciones débiles (porque sus apoyos son Iebles) tienden a desaparecer o a reIundirse entre si. Veamos algunos ejemplos. En el esplendor de la ciudad-estado griega del siglo V, con su economia mercantil y sus revoluciones democraticas, a las primitivas «hermandades» médicas de Cnido y Cos, los matematicos pitagoricos y los astronomos como Eudoxo, se añaden las escuelas eleatica, cirenaica, megarense (centradas en la metaIisica y la logica), los atomistas de Abdera y la proliIeracion de retoricos y soIistas. Frente a esta saturacion, surge la reaccion antisoIista de Socrates, heredero de la tradicion jonica y deIensor de la posibilidad de acceso a la verdad. Con el cambio politico derivado de la conquista macedonia, las escuelas locales colapsan y Atenas se convierte en centro de las secuelas de Socrates -la Academia platonica, el atrio aristotélico, el porche estoico, el jardin epicureo, sin olvidar el museo y la biblioteca de Alejandria-. La conquista romana y el desinterés de esta sociedad por la especulacion y su preIerencia por la retorica produce un nuevo colapso al que apenas sobreviven en estatico aislamiento el escepticismo, el epicureismo y la sintesis neoplatonica-aristotélica. Por ultimo, el triunIo politico del cristianismo lleva al sincretismo cada vez mas abigarrado, ocultista y mistico de un Plotino o un Proclo, mientras el cristianismo se Iragmenta en Iacciones cuyo nucleo mayoritario etiqueta como herejias. Un perIil similar puede encontrarse en la historia de la IilosoIia china antigua y medieval. Durante el periodo de los estados en guerra proliIeran multiples escuelas (conIucianos, mohistas-legalistas, taoistas y muy diversas propuestas sobre los componentes del mundo -ying/yang, cinco elementos, cinco agentes, etc.-). La uniIicacion Han conduce a una sintesis conIuciana en diversas versiones. (Doctrina del Medio, Gran Enseñanza, racionalismo de Wang Ch'ung que conIluyen en la sintesis de Tung Chung-Shu, simiente de la ortodoxia conIuciana durante siglos). El subsiguiente Iraccionamiento politico y la irrupcion del budismo, con sus solidos y prosperos monasterios da lugar a la proliIeracion de Iacciones budistas (asi como la conversion del taoismo chamanico en una religion organizada). De nuevo, la reuniIicacion Sung, la expropiacion del patrimonio budista, la ruina de centros de intercambio intelectual, como el cenobio de Loyang, entre otros -por una radical expropiacion que recuerda la 6 reIorma protestante y que acelero el desarrollo economico iniciado por la racionalizacion economica de unos monasterios que operaban como bancos y grandes productores agrarios y artesanales-, y sobre todo, el progresivo Iortalecimiento de la burocracia estatal y el concomitante sistema de examenes permitio el retorno del neoconIuciano al Iavor de las elites politicas, Iorzando a budistas y taoistas a drasticos sincretismos y a buscar nuevas bases economicas en las demandas rituales y magicas populares. Otro tanto podria decirse de la proliIeracion de sectas budistas y jainistas en la India, en respuesta a la crisis del ritualismo sacerdotal védico (notese aqui que la «ley del pequeño numero» se reIiere a posiciones intelectuales y no al numero de organizaciones dispares de una misma orientacion IilosoIica). La negacion de la realidad del mundo por parte de los budistas y su reaIirmacion por los hinduistas Iue una Iuente de continua creatividad conceptual que, como en Grecia, acabo cediendo paso, por eIecto del declive economico y la conquista exterior, a la desaparicion del budismo, la sincretismo hinduista Vedanta de Shankara -cuya Ilagrante incoherencia ha sido tomada en Occidente por tolerancia religiosa- y al predominio popular de credos emocionalistas encabezados por Shiva y Vishnu. Lo mismo podria contarse de la sucesiva apertura y cierre de posiciones intelectuales en debate cruzado entre devotos, misticos y IilosoIos herederos de la tradicion helénica en el Islam altomedieval, en la universidad medieval europea y de nuevo en la reIorma de la enseñanza superior europea en el siglo XIX. La cronologia de los procesos, generalmente sincronicos y complementarios, de diversiIicacion y sincretizacion tiene que ver principalmente con grandes alteraciones economicas y geopoliticas que sacuden las bases materiales de las Iacciones existentes en un cierto momento. Es de la mayor importancia señalar aqui que no debe suponerse una coincidencia automatica entre periodos de bonanza y equilibrio social con creatividad intelectual y, a la inversa, Iases de agitacion y crisis con el estancamiento intelectual. Mas bien, los periodos creativos vienen a coincidir con momentos de transIormacion, al alza o a la baja de las bases materiales de las redes intelectuales, reverberacion a su vez de cambios macrosociales de envergadura; los periodos estables tienden en cambio a Iavorecer el escolasticismo, la esterilidad creativa y los trabajos de corte estético. Resulta, por tanto, que la creatividad es incentivada tanto por la apertura como por el cierre de los espacios intelectuales de atencion y sus correspondientes retribuciones pecuniarias y de estatus. En el primer caso, el aumento de la demanda propicia una ampliacion y diversiIicacion de la oIerta intelectual que se amerita por su caracter, a veces, audazmente innovador; la creatividad que engendra brillantes sintesis (Aristoteles, Aquino, Dharmakirti) es, en cambio, producto de las Iricciones y los distintos componentes de su capital cultural por sobrevivir -hibridandose- en un espacio de atencion en regresion; cuando la regresion es brusca, violenta y, en ocasiones, Iorzada politicamente tienden a producirse sincretismos apresurados donde el grado de abstraccion y reIlexividad se derrumba y ceden paso al ocultismo, la magia y la numerologia, como ocurrio con el intento (Iallido) del helenismo de sobrevivir junto al cristianismo, de la IilosoIia helenistica islamica Irente al literalismo coranico y al misticismo suIi, y al hinduismo Irente a la presion de la conquista musulmana mogol y 7 luego cristiana europea. La creatividad es, sin duda, el rasgo mas atractivo de las redes intelectuales para nuestra «civilizacion de la innovacion». No hace Ialta subrayar que en el ambito IilosoIico la creatividad no implica necesariamente progreso. Al contrario, los periodos de estabilidad, donde las carreras intelectuales discurren sin graves alteraciones de una competencia siempre dura por la atencion y el estatus, son momentos poco creativos. La creatividad es producto de momentos de crisis y conIlicto donde la energia emocional se exacerba, se procura multiplicar los contactos intelectuales con maestros y discipulos, aIines y adversariales, a toda costa, y proliIeran incontables «experimentos» de recombinacion del capital cultural existente e importaciones de novedades de otras redes. III. Tradiciones distintas: origenes diversos, trayectorias paralelas La creatividad es la causa inmediata del cambio de la estructura interna de las redes intelectuales en periodos de crisis. Es sorprendente por ello la similitud de la trayectoria creativa de las GLIHUHQWHV SUREOHPiWLFDV GH SDUWLGD y no de rasgos idiosincrasicos de las distintas redes. En China, las primeras discusiones eruditas tratan cuestiones de propiedad y eIicacia (espiritual y como Iuente de estatus) de los rituales de culto estatal; en Grecia e India las primeras discusiones giran en torno a la racionalizacion de las mitologias védica y helénica, que no logran detener el declive del culto ritual en los templos y del prestigio de los linajes sacerdotales en el nuevo marco de los estados del Atica y del Ganjes; en el Islam, Iacciones politicas enIrentadas buscan legitimarse mediante los argumentos de escuelas juridicas, teologicas y médico-IilosoIicas; en la cristiandad medieval, el conIlicto entre los esIuerzos de consolidacion y aumento de poder de las monarquias tribales (luego, estados nacionales) y el proyecto cesaropapista constituye una continua Iuente de demanda de argumentos de legitimacion y objetos que conIieran estatus intelectual y cultural; en Japon se reproduce la busqueda de legitimidad "anticuaria" para cada uno de los regimenes usurpadores del poder imperial (Heian, Muromachi, Tohugawa, Meiji) compatibles con el mantenimiento Iormal - shintoista- de la autoridad imperial. Al margen del momento de triunIo o crisis de los credos vigentes, y de su alianza o conIlicto con los poderes politico-militares dominantes en el momento inicial de la problematizacion de algunas creencias de importancia estratégica para cada civilizacion mundial, se advierte una secuencia JURVVR PRGR similar en todas las tradiciones estudiadas, que se inicia con discusiones cosmologicas, sigue luego con controversias metaIisicas y/o epistemologicas y puede eventualmente culminar en altas abstracciones matematicas. En las sociedades tribales, las explicaciones del orden social y natural son particularistas e idiosincrasicas y conIorman lo que desde una perspectiva socializada 8 en el culto a la logica parece un centon de Iabulas inconexas. Con el crecimiento demograIico, la articulacion politica, el desarrollo productivo y mercantil y el aumento de la division social del trabajo, esto es, de los roles, se inicia una racionalizacion de las mitologias en cosmogonias, que los estados centralizados patriarcales hacen transIormar en panteones articulados; la secularizacion -oligarquica o democratica- de esta serie de potencias antropomorIicas da lugar a debates sobre «los auténticos componentes del mundo». Las posiciones aqui van del atomismo al esencialismo extremos; se aIirma la existencia de una o mas sustancias basicas y se maximiza o minimiza su diIerencia respecto de sus atributos o accidentes... Pero esto nos lleva ya al ambito de la metaIisica. La discusion sobre los objetos inaprensibles por los sentidos humanos que puedan componer o acompañar al mundo visible puede mantenerse indeIinidamente mediante la elaboracion de listas y esquemas clasiIicatorias de cuanto hay (dioses, sustancias, elementos, Iormas de conocimiento, partes de una oracion, etc.). La cosmologia puede tener dos variantes tipicas que QR HOHYDQ su basico nivel de abstraccion y reIlexividad: el ocultismo y la ciencia empirica. Ambos son esquemas clasiIicatorios de objetos del mundo y se preocupan por indagar su genealogia, sus relaciones y sus «potencias». La diIerencia entre ambos reside en que el ocultismo continua la tradicion chamanica -elevada por Iaustos japoneses y europeos a alquimia- de postular Iuerzas abstractas y espirituales cognoscibles mediante elucubraciones de combinatoria cabalistica y nigromantica y domesticables por medio de manipulaciones materiales. De modo analogo, la ciencia empirica, durante muchos siglos, se ha limitado a coleccionar y clasiIicar objetos y observaciones tanto ordinarias como curiosas sin producir apenas una minima abstraccion teorica ni aplicacion practica -con las excepciones casi unicas de la botanica apotecaria y la astronomia nautica-. (No es de extrañar, por tanto, el Irecuente solapamiento de las redes practicantes de estas dos disciplinas, por ejemplo, en la Europa de los siglos XVI-XVII con Iiguras tan destacadas como Paracelso, Bruno, Kepler, Napier, Kircher o Newton). Las primeras cosmologias basan su credibilidad en el ejemplo de Iormulas argumentales y objetos Iamiliares a sus audiencias, asi como en recursos retoricos; no son demostrativas sino DVHUWLYDV. Del mismo tipo son las primeras reIlexiones epistemologicas, que surgen del reciproco cuestionamiento de los Iundamentos de cosmologias en conIlicto y suelen consistir en el dictamen de una Iuente principal de conocimiento o un listado de ellas. El siguiente paso son epistemologias GHVFULSWLYDV que especiIican la naturaleza y mecanismo de las vias de acceso cognitivo, ya como propiedades psicologicas (como el neokantiano Herbart, el naturalista Brentano o el empirista Wundt), o ya como entidades ontologicas que es preciso adquirir para conocer (ideas platonicas, Iormas aristotélicas, «iluminacion» en la tradicion budista, etc.). En un orden superior de reIlexividad, se dan epistemologias FUtWLFDV que se preguntan por los Iundamentos de la certeza, por como se sabe que se sabe. Aunque este tipo es muy inIrecuente (Socrates, Al-Ghazali, Descartes, Kant, Russell). La excepcional virulencia de los debates epistemologicos en nuestro siglo ha hecho de él un objeto de estudio y apreciacion de la mayor importancia en la actualidad. 9 En algunos casos la reIlexion epistemologica se desarrolla para Iundamentar la estructura de una metaIisica (Aquino, Spinoza) mientras que, en otras, es un esIuerzo de articulacion epistemologica el que da pie a propuestas metaIisicas en coherencia con ellos (Wittgenstein siguiendo a Russell, Meinong o Husserl en la estela de Brentano, etc.). Estas dos Iormas de pensamiento se retroalimentan porque la postulacion de qué hay implica la pregunta de qué Iacultades son necesarias para aprehenderlo con precision y juzgar sus potencialidades y nuevos desarrollos con certeza, asi como la postulacion de dichas Iacultades implica el enigma de qué es esperable obtener de ellas y cuales son sus limitaciones. Al margen de esto, esta retroalimentacion puede verse incentivada por al menos tres Iactores autonomos: la continuidad del debate, el escepticismo y el monoteismo antropomorIico. La mera continuidad de un debate epistémico-metaIisico intenso tiende a conducir recurrentemente a los mismos problemas en tradiciones sustantivamente tan diversas como la griega, la hindu o la europea. Con siglos de diIerencia, se plantean una y otra vez la cuestion del nominalismo y el realismo, de los universales y los particulares, de la causalidad y la potencialidad. Asi, por ejemplo, en Grecia y en el idealismo aleman, como en Aquino, los universales son realidades incuestionadas y con sustancia propia, postura también de los hinduistas Irente a los budistas -empeñados en negar no solo la realidad material sino también la conceptual o ideal: todo menos el Nirvana-. En cambio, el nominalismo escolastico, las escuelas materialistas hindues y el Zen rechazan toda realidad salvo la concreta particularidad de cada entidad. La cuestion de la causalidad origina no solo el problema de los diIerentes tipos de causa sino también la cuestion aun mas diIicil de cual es la relacion entre el eIecto y la causa, habiéndose dado respuestas que van desde distintas versiones materialistas de la causa eIiciente por contacto hasta el ocasionalismo extremo que atribuye a Dios la existencia de toda entidad en cada instante y el nexo entre su condicion actual y sus transIormaciones o eIectos sobre otras -sin olvidar la negacion logica del cambio por Parménides o el asociacionismo idealista de un Berkeley-. El escepticismo absoluto no es muy creativo porque es auto-contradictorio (¿es verdadero o Ialso que la verdad no existe? Es una paradoja). Sin embargo, hay un escepticismo que niega la posibilidad de acceder a la verdad, propio de épocas de conIusa saturacion del espacio de atencion intelectual, (Pirro, Sañjaya, Montaigne), pero cuya capacidad persuasiva y constructiva es nula; de Iacto, suele desaparecer con sus adversarios cuando el espacio de atencion se reestructura. Mas interesante es el Iingido escepticismo que los Iideistas o los idealistas han empleado indistintamente contra los literalistas religiosos y los materialistas. El principal arma de estas corrientes es el «cogito». Aunque en la tradicion islamica Al-Ghazali y Al Baquillani lo emplearon solo destructivamente para negar Iundamento a los herederos arabes del helenismo, son mas importantes sus usos para construir sistemas metaIisicos. Sin duda, las versiones mas Iamosas son las de San Agustin, Shankara, Avicena y Descartes, que parten de la aIirmacion de un «ego pensante» como Iundamento de una «prueba de Dios» y de ésta a todo un sistema metaIisico y epistémico. Menos conocidas son las variantes de Fichte 10 y Royce, quienes parten, respectivamente, de la existencia evidente de tautologias y errores de percepcion o juicio para aIirmar la necesidad de un «Arbitro Epistémico» que, de inmediato, deviene el garante de sus postulaciones epistémico-metaIisicas; de modo mas humilde y, al tiempo, apasionado, Maine de Biran parte de la experiencia existencial de la «voluntad» contrariada por la resistencia del mundo para aIirmar la realidad de éste. El pseudo-escepticismo del cogito nos conduce a las «pruebas de Dios» como uno de los «juegos» IilosoIicos propios de tradiciones monoteistas. De hecho, estas pruebas también existen en Grecia y en India si bien, mas como Iormas de virtuosismo argumental que como problemas de vital importancia intelectual y existencia; su detonante es la existencia de una religion oIicial, aunque el monoteismo lo conIorma y dinamiza radicalmente al postular una divinidad antropomorIa con cualidades supremas, lo cual desencadena ingentes problemas sobre la naturaleza y Iuente del conocimiento, sobre la composicion sustancial de la realidad, sobre el sentido de que pueda signiIicar el término relacion entre los componentes de lo real (transcendente, material, conceptual, etc.), sobre lo que signiIica «Ser» y cuestiones derivadas de necesidad, posibilidad y contingencia, esto es, de causalidad y libre albedrio. Todas estas cuestiones conIiguran la época dorada de la IilosoIia en la India y en el Islam «medievales», mientras que en la Europa «moderna», aunque mas tardiamente, han sugerido creativas propuestas sobre la conexion entre una o mas sustancias basicas y sus accidentes y relaciones, la distincion entre cualidades primarias y secundarias y propuestas de sintesis tanto monistas/sintéticas (Bradley, Leibniz, Spinoza) como dialécticas (Fichte, Hegel). Habiamos dicho que la tendencia intrinseca de todas las tradiciones IilosoIicas a un mayor grado de abstraccion y reIlexividad puede culminar en el desarrollo de matematicas altamente Iormalizadas. No obstante, esto no es del todo exacto. Por supuesto, todas las grandes civilizaciones han conocido importantes desarrollos matematicos -con el algebra Sung, el calculo Tokugawa, la aritmética hindu con el descubrimiento de los guarismos y el valor de la posicion como indicador de la base de cuenta que multiplica al numero que la ocupa-. Sin embargo, es peculiar y exclusivo de Occidente el Irecuente y amplio solapamiento de las redes de IilosoIos y matematicos -por ejemplo, la cosmologia pitagorica es una Iuente de la teoria de las Iormas de Platon y la logica aristotélica una de las posibles inspiraciones del método expositivo y de prueba axiomatico de Euclides-. Ahora bien, esta consideracion nos devuelve a la distincion entre las tradiciones Oriental y Occidental, que estructuralmente no existe - salvo quiza en este punto-. Conviene pues que repasemos por un instante sus rasgos comunes, asi como también, quiza, sus idiosincrasias mas accidentales. Las redes intelectuales estan Iormadas por linajes de maestros y discipulos asi como por relaciones de alianza o conIrontacion en las que se transIiere, y transIorma capital cultural y se procura intensiIicar la energia emocional, reputacion y pertenencia a un grupo. Estos grupos son mas estables cuando se institucionalizan como organizaciones 11 que disponen de propiedad material y se organizan en jerarquias disciplinarias al margen de las escales de prestigio intelectual (escuelas griegas, monasterios budistas, universidades europeas, burocracias estatales, etc.). Las grandes transIormaciones macrosociales que repercuten en estas mesoinstituciones inciden sobre las doctrinas deIendidas por las redes que hospedan por eIecto de su adaptacion a un nuevo espacio de atencion donde todas las posiciones se estan realineando. La creatividad se produce principalmente por una conIrontacion en momentos de cambio estructural. El caso de China es muy relevante a este respecto porque las diIerentes escuelas de pensamiento -y en especial las tres grandes corrientes conIuciana, taoista y budista- permanecen enIrentadas durante siglos alternando épocas de estancamiento y gran creatividad, tendiendo a coincidir éstas con momentos de proIundas crisis politicas -periodos de Iragmentacion y guerra entre micro y meso- estados- tanto como con periodos de esplendor como la dinastia Sung; en cambio otras épocas de paz y esplendor se caracterizan por el ascenso del escolasticismo conIuciano y neoconIuciano (dinastias Tang o Ming). (En estos periodos destacan mas bien movimientos eruditos como las escuelas de «la enseñanza oscura» o de «la pura conversacion», o la deriva del pensamiento abstracto hacia el misticismo, como en el caso del budismo, perdido el Iavor de la corte y vuelto hacia el ritualismo popular y el prestigio popular del ascetismo y la mistica en su version Ch'an (Zen)). Todos estos movimientos buscaron el Iavor de la corte y, ocasionalmente, del pueblo. Intentaron lograr el Iavor de burocratas, terratenientes, comerciantes y cualquier otra Iuente de respaldo economico y politico. Casi cada Iaccion que logro remontarse a un poder dominante desencadeno persecuciones, purgas y conIiscaciones contra las demas y sin embargo, durante ciertos periodos las diIerentes cortes compitieron por el prestigio intelectual y tantos centros politicos uniIicados como egregios monasterios (Loyang) mantuvieron ocasionalmente una activa vida intelectual cuyas controversias se mezclaban con las intrigas cortesanas. Finalmente, budismo y taoismo acabaron basicamente identiIicados respectivamente con las castas medias y bajas de la poblacion, pues su énIasis en la liberacion o en el bienestar individuales les incapacitaba para trabar la Iérrea cadena ritual de lealtades Iamiliares y tribales, de abajo a arriba y de las provincias al centro, mediante la que el conIucianismo vertebro los estados chinos y el imperio unido durante milenios -Iinanciado cada vez mas abundante y perIectamente por las tasas de enseñanza y examen de acceso al Iuncionariado que él mismo controlaba. Sin embargo, el caso hindu o el japonés muestran que el resultado podia haber sido distinto. En el caso de Japon, por ejemplo, durante el periodo Ieudal Muromachi y, en especial, durante el periodo de «el pais en guerra» los ejércitos imperiales de los señores Ieudales, de los monasterios budistas y de los campesinos liderados por el clero taoista se enIrentaron en una sangrienta carniceria que recuerda el periodo de las guerras de religion europeas. El equilibrio alcanzado Iinalmente en el periodo Tokugawa, aunque adopta el sistema de examenes para la construccion de una burocracia estatal central Iuerte, no lo entrega a una ortodoxia, lo que permite la competencia por el acceso 12 a los empleos publicos y al prestigio cultural tanto de las escuelas monasticas, que conceden (y provocan una creciente inIlacion de) «certiIicados de iluminacion», como de escuelas regentadas por los desarmados y desmovilizados samurais quienes, junto a la ceremonia del té, pintura sobre papel, caligraIia o artes marciales, enseñaban también antigua literatura -y, derivadamente, pensamiento- japoneses. Hay que añadir a estos la escuela de negocios y la escuela holandesa a las que en Occidente se ha atribuido tanta importancia como antecedentes modernizadores de Japon. Lo cierto es que bajo el dominio Tokugawa, la expansion demograIica, la ocupacion de nuevas tierras, el aumento de productividad agraria, y la expansion de las actividades manuIactureras y mercantiles alcanzaron un nivel cuando menos analogo al de la China Sung -cuyos restos tras la ocupacion mongol tanto Iascinaron a Marco Polo- y que no andaban a la zaga de los logros alcanzados por los paises europeos mas avanzados a comienzos del siglo XVIII. (Si Japon se «modernizo» con tanto éxito es porque estaba a las puertas de hacerlo por si mismo; el mito de la modernizacion como occidentalizacion es producto de la primera generacion (idealista) de proIesores japoneses en la universidad Meiji, reIormada a la alemana, como coartada nacionalista para promover su propia sintesis intelectual). Mientras que Japon Iue un pais siempre nominalmente uniIicado y que veneraba la tradicion al punto de no tolerar innovaciones conceptuales que no se presentasen como descubrimientos anticuarios, en India se dio la situacion opuesta: casi dos mil años de intensa Iragmentacion politica en el valle del Ganjes y en su progresiva colonizacion del sur. Esta situacion geopolitica multiplico los espacios de atencion a los que podian aspirar las incontables Iacciones de los dos principales bloques enIrentados: budismo e hinduismo. Mientras que la conquista militar del norte por el sur supuso la expulsion del budismo de la India, el sincretismo intelectual y el radicalismo ascético de los jainas ha permitido a éstos sobrevivir como una secta marginal (aunque prospera) al margen de la controversia intelectual, superar la oleada de cultos emocionalistas vaishnavitas y a la presion de los imperialistas islamicos y cristianos. En este caso, la ortodoxia Iinal es solo una tactica desesperada de supervivencia cultural bajo la dominacion extranjera. En estas condiciones, la energia emocional no puede alcanzar niveles elevados ni desencadenar controversias vivas y creativas. No obstante, si hay un caso den el que es claro que la imposicion politica de una ortodoxia religiosa e intelectual destruye la creatividad, ése es el islamico. Entre otras civilizaciones orientales hemos visto que en periodos criticos de expansion o declive ciertos centros, generalmente monasticos, -aunque también algunas cortes o las cosmopolitas Atenas y Alejandria- Iuncionaron como catalizadores de emocionalmente intensas transIerencias y transIormaciones creativas de capital cultural. También el Islam, heredero en parte del helenismo, vertebrado por una plural tradicion juridica que hubo de expandirse con toda urgencia para regir un imperio Iorjado en pocas décadas y para legitimar una autoridad politica siempre en cuestion, y nucleado por una religion dogmatica, tuvo sus centros galvanizadores de la creatividad intelectual (Bagdad, Basora, Cordoba) donde las interacciones cara a cara de sus pensadores dieron lugar 13 a un Ilorecimiento cultural (también cientiIico, literario y economico) de todo punto asombroso. Sin embargo, sus logros mas reverenciados son las creativas sintesis de Avicena (sobre Platon) y Averroes (sobre Aristoteles) que son el canto del cisne de los nucleos intelectuales oriental y occidental respectivamente de la IilosoIia bajo el Islam. Precisamente porque la vida intelectual se articula mediante controversias, a veces las posiciones de vanguardia son precisamente las conservadoras, asi el anticuado helenismo de estos dos médicos arabes con el que se enIrentaron al literalismo ortodoxo islamico. Si a continuacion pergeñaramos la cronica de la activa, avida adquisicion y la rapidamente creativa transIormacion de la tradicion IilosoIica griega e islamica en la universidad europea medieval (tendriamos que hablar H[DFWDPHQWH de la misma dinamica competitiva bajo la ley del numero pequeño. Léase, la lucha entre el neoplatonismo de Alberto Magno y Anselmo, el averroismo de Aquino, el empirismo de Escoto, el nominalismo lingüistico de Ockham, el misticismo de un Eckhart o un Kempis, la aparicion de intelectuales cortesanos -devotos como Eraso, escépticos como Montaigne o mixturas inclasiIicables como Llull o Cusa-. Y estas conversiones en el marco de las luchas sucesivas del papado por imponer su autoridad politica, juridica e intelectual sobre toda Europa y la sucesiva y creciente rebeldia Irente a estas pretensiones y la demanda de autonomia de los monasterios cistercienses, los maestros itinerantes como Anselmo o Abelardo, las ordenes de Irailes urbanos, las nuevas universidades de Iundacion regia y, en especial, su Iacultad de Artes/FilosoIia, el patronazgo de las cortes reales y nobiliarias, seguido prontamente por el de los municipios y burgueses acaudalados y, a menudo, devotos cuya demanda de voz en el pensamiento y la Ie culminan en la ReIorma y en la inmensa curiosidad mundana de los siglos XVI y XVII. ¿Qué diIerencia a esta dinamica y este contexto de los orientales? La especiIicidad de Occidente bien podria deberse a un pequeño conjunto de rasgos institucionales que, en principio, poco parecen tener que ver con la dinamica de las redes intelectuales. IV. La singularidad de Occidente: la universidad La principal causa del esplendor IilosoIico europeo moderno ha olido atribuirse a la Iorma FROHJLDGD de su universidad y, en particular, al monopolio de ésta sobre la acreditacion docente de sus egresados. Sin embargo, los titulos oIrecidos por estas universidades no diIerian a eIectos practicos -obtener una magistratura civil o eclesiastica- de los certiIicados de «iluminacion» otorgados por los monasterios budistas o de los certiIicados de haber aprobado los examenes conIucianos a nivel local, provincial y central. Si en China se consiguio mantener limitado el bajo numero de quienes lograban los titulos maximos -que daban acceso directo a la administracion- al precio de una inmensa proliIeracion de las escuelas y de convertir a la «gentry» pobre en eternos «opositores», en Japon y Europa el eIecto Iue una hiperinIlacion de titulados que devaluo el prestigio y la calidad docente de las universidades al nivel 14 de las escuelas secundarias de gramatica o los seminarios mayores. El siglo de oro literario español es producto del primer pais europeo saturado de bachilleres, maestros y doctores sin una ocupacion publica solvente y que buscaron su sustento en la imprenta y el teatro cuando les Iallaron la guerra y la diplomacia; (el mismo Ienomeno se dio en el Japon Tokugawa). A Iinales del siglo XVIII muchas universidades medievales habian desaparecido y muchos gobiernos ilustrados consideraban seriamente abolir el resto. Como se paso de esta situacion a la moderna universidad de investigacion que se expandio con rapidez en el siglo XIX dando lugar a la miriada de nuevas especialidades que hoy se ha globalizado es un asunto sobre el que volveremos en breve. También a este modelo universitario se ha atribuido el esplendor IilosoIico europeo de los dos ultimos siglos. El caso no se sostiene porque obvia la vitalidad extra-universitaria de la IilosoIia europea desde la crisis escolastica (c.a. 1350) hasta el esplendor del idealismo aleman (c.a. 1800). Un Iactor mucho mas relevante, pero que suele pasarse por alto es la superacion caracteristicamente occidental de dos Iormas coexistentes de derecho: «civil» y canonico. La universidad europea premoderna se caracterizaba por su division en una Iacultad (preparatoria) de Artes donde se enseñaban clasicos greco-latinos, matematicas, dialéctica, IilosoIia natural, metaIisica, etc., y cuatro Iacultades superiores (de las que casi ninguna universidad disponia de mas de una o dos) de Medicina, Teologia, Derecho Canonico y Derecho Civil, que abrian carreras muy distintas -estas dos ultimas, por ejemplo, hacia la purpura o la notaria, la diplomacia papal o la imperial-. En cambio, las redes de pensamiento legal y IilosoIico se imbricaron entre si en el Islam y en China hasta el punto de hacer sucumbir a las segundas bajo la hegemonia politico-religiosa de las primeras. En Japon e India, donde la religion es predominantemente ritualista y el derecho no alcanza desarrollos Iormales destacados, la escision entre ambas redes priva a la IilosoIia de un estandar comparativo del rigor conceptual y argumental, y, por ende, de un rival en el conIlicto por ocupar la cima del prestigio cultural en una sociedad. Sin embargo, éste debe ser solo un Iactor coadyuvante, como evidencia el caso de la IilosoIia hebrea. Las comunidades judias en la diaspora han convivido, obviamente, con la dualidad de su derecho religioso y el derecho de gentes de las naciones que les daban acogida. Pese a ello, la IilosoIia solo ha brillado en el judaismo cuando algunos de sus miembros han adoptado un espiritu cosmopolita y han actuado como intermediarios creativos en redes intelectualmente plurales y en momentos de importante agitacion y transIerencia de capital cultural como en Toledo, Cordoba o el sur de Francia en los siglos XII y XIII, o en los Paises Bajos en el siglo XVII. Sin duda, la especializacion curricular y la relativa y creciente autonomia juridica, politica y religiosa de la universidad europea tiene un peso en la vitalidad de su creatividad IilosoIica. Durante la consolidacion de la separacion entre el trono y el altar en la Europa del XIX, unida a la secularizacion de sus elites intelectuales, que dio el dominio de la universidad a los Idealistas (constituidos en un auténtico movimiento social a través de Europa) como posicion intermedia entre el clero tradicional y los 15 emergentes materialismo y cientiIismo, la Facultad de FilosoIia logro atribuirse la capacidad de demarcacion y el juicio ultimo de racionalidad sobre todas las demas actividades intelectuales humanas, e incluso sobre las estéticas y practicas. Su creacion es el intelectual académico contemporaneo, dueño -corporativamente- de su base existencial. También la progresiva alIabetizacion ha proporcionado -junto a la creciente renta disponible- un mercado cada vez mas numeroso de lectores desde Guttenberg, pasando por la Enciclopedia, hasta los volumenes de bolsillo Gallimard - que tanto hicieron por suIragar el existencialismo Irancés-. Por supuesto, no basta con la seguridad material ni con la disposicion de una audiencia atenta para asegurar la creatividad IilosoIica; ésta, en Europa, es muy rica dos siglos antes ya de la reIorma universitaria alemana y ha proseguido dos siglos mas hasta el presente, ¿por qué? V. La singularidad de Occidente: la ciencia de «descubrimiento rapido» Desde 1600, aproximadamente, Europa ha conocido una explosion de creatividad intencionada y autoconsciente en epistemologia, metaIisica, teoria de los valores (estética, ética, IilosoIia, politica, etc.) y ciencias. De hecho, es al conjunto de desarrollos en estas ultimas -que se etiqueta como «revolucion cientiIica»- y, puntualmente, a su choque con la religion, a lo que se atribuye la redinamizacion de la IilosoIia. No obstante, este aserto precisa de un gran numero de matices; no basta con señalar el solapamiento casi completo de las redes cientiIicas y IilosoIicas durante los siglos XVII-XVIII o el progresivo desplazamiento de las iglesias del control de los medios clave de produccion intelectual (secularizacion) o que la mayoria de las especialidades cientiIicas modernas sean escisiones de la IilosoIia para que la ecuacion ciencia mas secularizacion sea igual a IilosoIia moderna, resulte obvia. En primer lugar, no debe identiIicarse ciencia con empirismo. La observacion sistematica se ha producido en todas las culturas y pocas veces ha llevado mas alla de la constitucion de gabinetes de curiosidades, parques zoologicos -botanicos, tablas astronomicas y vademécumes botanico-Iarmacéuticos (por no mencionar «creativos» -en el mal sentido- catalogos anatomicos o Iaunisticos). El empirismo, incluso unido a la experimentacion, no llega muy lejos sin el impulso hacia una mayor abstraccion de la IilosoIia y sus redes competitivas. Sin embargo, tampoco esta union prospera largamente como muestra la IilosoIia medieval britanica (Bacon, Grosseteste, «calculatores»). El conIlicto con la religion tampoco es un incentivo decisivo porque, en gran parte, es Iicticio. Sin duda, las religiones organizadas son hostiles al pensamiento desaIiante de la IilosoIia, pero las propias disensiones doctrinales internas llevas a los teologos a buscar aliados entre quienes disponen de mayor grado de abstraccion y reIlexividad argumental. En el siglo de la ReIorma todas las partes buscaron nuevas alianzas que enaltecieron su estatus cultural; esto convirtio a la anatomia (Vesalio, Servet), la astronomia (Copérnico, Galileo, Kepler, Newton), la medicina (Paracelso, Harvey) o 16 hasta la metalurgia (Agricola) en temas de interés para los intelectuales de «proposito general» y objetos mas abstractos que son los IilosoIos. Ni siquiera es cierto el mito de la relacion entre la ética protestante y el espiritu cientiIico. Hasta mediados del siglo XVII son España, Francia e Italia quienes ocupan la vanguardia intelectual. Vitoria, Suarez y los liberales españoles ponen las bases del derecho internacional; el circulo parisino de Merssene, Gassendi y Descartes relanza la IilosoIia atomista o corpusculante como gran «Teoria del Todo»; los discipulos de Galileo resucitan la pneumatica y él mismo constituye una de las cumbres en astronomia y Iisica matematica. La Academia jesuita de Roma y el Colegio de la Fleche, también jesuita, son centros de vanguardia en la investigacion y la enseñanza de la época. Solo el catastroIico Iinal de la Guerra de los Treinta Años provoco el ostracismo intelectual reaccionario de las arruinadas España y Austria -y sus dominios italianos- y la conversion de Francia en el bastion ultracatolico, sospechoso de toda novedad intelectual. Como contrapartida, el agotamiento de las Iacciones protestantes en lucha intestina condujo en algunos estados (Reino Unido, Paises Bajos) al establecimiento de una tolerancia mas basada en el equilibrio de Iuerzas que en una sincera voluntad de coexistencia. Las ciencias encontraron aqui una oportunidad para oIrecer una arena de competencia por el estatus intelectual y cultural escasamente sospechosa de Iraccionalismo politico o religioso y donde los caballeros podian constituir circulos y sociedades, suscribirse a publicaciones periodicas y asistir a demostraciones instructivas y amenas sin oIender sensibilidades partidarias. Pero, para ello, eIectivamente, habia que depurar las ciencias de las interpretaciones ocultistas, religiosas y politicas que hasta entonces las habian acompañado. Fueron las matematicas -que habian alcanzado ya el estado que pronto llamaremos «ciencia de descubrimiento rapido»- las que oIrecieron la clave. Desde mediados del siglo XV hasta mediados del siglo XVII las competencias publicas entre algebristas en busca de métodos economicos y generales de resolver problemas aritméticos (de contabilidad) se habian convertido en juegos IilosoIicos, principalmente en los paises alemanes (Peurbach, Regiomontano, Stevin, Snel, Beeckman), en Italia (Tartaglia, Clavius) y Francia (Cardan, Viéte, Fermat, y por supuesto, Descartes). Ningun tema tan alejado de los conIlictivos asuntos humanos, tan abstracto y tan general podia ocupar a un IilosoIo como las cuestiones de la extension y la cantidad. Desde comienzos de este periodo se disponia de una nueva notacion para la realizacion de cuentas y ecuaciones, pero esto, con ser instrumental a la economia de la practica matematica, no es tan determinante como el descubrimiento por los IilosoIos- matematicos en competencia de establecer reglas de segundo orden, reglas de sustitucion, combinacion e identidad que permitian resolver de Iorma sistematica y absolutamente repetible, esto es, con plena certeza, problemas de ordena analitico mas simple. Y esto ocurrio sucesivamente en trigonometria, algebra, geometria (analitica), calculo, etc. Las matematicas se habian convertido en una maquina de descubrir y probar algoritmos que simpliIicaban problemas compuestos por multiples y numerosas operaciones complejas. En ultimo término, todas las operaciones matematicas remiten a las operaciones practicas de contar, medir, ordenar, es decir, asignar una Iorma 17 especiIica de relacion entre dos objetos, que puede ser de identidad o una distincion - entre otras posibles que mantienen relaciones convencionalmente deIinidas pero sistematicas-. En esta época, los matematicos descubrieron que podian abandonar el verbalismo y, elevandose a un nivel superior de abstraccion y reIlexividad comprendieron que la suya era una disciplina que no manipulaba FRVDV bajo la conveniencia de ciertos simbolos, sino RSHUDFLRQHV, esto es, Iunciones, y que éstas podian ser clasiIicadas, ordenadas, tabuladas, etc. No es extraño, por tanto, que las matematicas hayan sido tan utiles en el estudio de la realidad Iisica: cuando, por ejemplo, la Iisica se ha ocupado de procesos multidimensionales que no pueden Iormularse consistentemente en la gramatica comun de nombre-adjetivo-verbo ni en la geometria euclidea, la investigacion de geometrias no euclideas y de algebras superiores -cuaterniones, vectores, matrices, cuerdas- ha resultado de una Iertilidad crucial. No obstante, para llegar a este punto Iue preciso que, en el curso de la revolucion de la Facultad de Artes que condujo a la reIorma de la universidad moderna las matematicas llegaran a ser consideradas GHQWURGHODDFDGHPLD como una disciplina autonoma, y no como una técnica al servicio de la astronomia o la ingenieria. Fue precisamente en el intento IilosoIico de Iundamentar Iormalmente la eclosion matematica del siglo XVIII que se puso en marcha el Iabuloso programa de Iormalizacion logico-matematica (encarnado en los nombres ya incuestionables de Frege, Peano, Hilbert, Russell o Gödel, etc.). El ultimo paso en la creciente abstraccion y reIlexividad matematica ha sido descubrir que su objeto puede ser cualquier conjunto arbitrario de signos que, transIormados de manera sistematica mediante reglas convenidas, pueda servir de modo de comunicacion humana. No es extraño por ello que ante el «Iracaso» (relativo, pues aun tiene practicantes) del programa Iormalista, surgieran las reacciones del programa intuicionista y de la FilosoIia del Lenguaje Ordinario. A mediados del siglo XVII las ciencias naturales encontraron también la via del descubrimiento rapido. En las ciencias empiricas, sin embargo, era de escasa utilidad la creciente abstraccion en la manipulacion simbolica de las matematicas, excepto como medio de Iormalizacion de teorias, raramente usado al comienzo. Lo que resultaba atractivo de las matematicas era su capacidad para producir resultados exactos y repetibles mediante técnicas normalizadas de manipulacion de objetos simbolicos. Durante algun tiempo, muchos pensadores (Pascal, Hobbes, Spinoza) creyeron que podian deducirse enunciados empiricos a partir de axiomas que parecian autoevidentes. Por la misma época, sin embargo, los empiristas britanicos e italianos estaban alcanzando la conviccion, solo consciente en parte, de que la Iuerza de las matematicas radicaba en su capacidad de transIormar regularmente objetos simbolicos, y que esto podria ser aplicable a los objetos materiales, al modo como hacian artesanos e ingenieros. La ciencia natural de descubrimiento rapido surge de la hibridacion de dos redes: la de los IilosoIos naturales y los constructores de maquinas. (El paradigma es la asociacion de Robert Boyle y Robert Hooke en la Royal Society). Sin el interés inquisitivo de los IilosoIos, las tecnologias tienden a evolucionar con gran lentitud; solo cuando éstos 18 descubren que pueden manipularlas una y otra vez hasta dar lugar a resultados estables, repetibles y movilizables como evidencia en sus disputas con sus adversarios, solo entonces las bombas de succion usadas en minas y barcos se transIorman en bombas de vacio, las gaIas en telescopios y microscopios, solo entonces las gruas, polipastos, palancas, Iresas y engranajes de la construccion y de la relojeria se convierten en «aplicaciones» de maquinas ideales que transIorman un tipo de movimiento en otro y los Irascos llenos de agua para diIractar la luz en prismas opticos, o la aguja magnética y el ambar o el vidrio Irotados en la botella de Leyden y sucesivos arteIactos electromagnéticos. Esta nueva Iorma de ciencia genera un consenso desconocido en la IilosoIia tradicional. Mientras un tema esta en discusion, la ciencia opera bajo la ley del pequeño numero -distintos grupos de cientiIicos tratan de monopolizar el espacio de atencion-, pero cuando uno de ellos realiza una ruptura solida en el Irente del aparataje experimental, el asunto se da por zanjado y se produce una migracion masiva de cazadores de reputacion al nuevo Irente en expansion y el abandono de las viejas posiciones mucho menos remuneradoras. La ciencia de descubrimiento rapido FRQVWUX\H hechos naturales, pero no conviene olvidar que la solidez de éstos depende de la vitalidad de la alianza entre la ultima generacion de equipamiento de laboratorio y la disciplina estricta con que estos instrumentos son manejados y sus resultados minuciosamente consignados, inscritos, idealizados y Iormalizados por sus manipuladores. Nuestro conocimiento natural es solido en la medida en que ha sido socialmente construido gracias a una solida cadena de practicas de manipulacion ordinaria de objetos materiales y simbolicos. Al Iinal de la cadena solo ha y JUXSR de hominidos conversando sobre la plausible regularidad de su entorno y sobre sus posibilidades de manipulacion. VI. La IilosoIia actual: ¿muerte o estancamiento? ¿SigniIican estas reIlexiones que la IilosoIia ha muerto? No deja de ser éste un argumento manido en las disputas IilosoIicas de los ultimos dos siglos. Antes la contrario la IilosoIia ha encontrado y encuentra nutrimento en todo debate teorico de las ciencias que eleva su nivel de abstraccion y reIlexividad, por ejemplo, cuando una ciencia toma a otra por objeto (bioquimica, sociologia de la ciencia, ingenieria Iinanciera, etc.). Sin embargo, en esta ocasion hay dos sintomas preocupantes: la creciente hegemonia social y politica de las ciencias y la crisis de creatividad de la IilosoIia. Este ultimo problema parece de critica gravedad. Los sintomas son evidentes. En primer lugar, a pesar de la multiplicacion de las bibliotecas y de las ediciones criticas y/o completas de muchos IilosoIos que éstas albergan, existe una sangria de capital cultural en la medida en que dichas obras atraen a muy pocos estudiantes. El desinterés conduce pronto a la incomprension de los textos por la incapacidad de situarlos en algun contexto concreto de controversia, el paso siguiente es su olvido. En segundo 19 lugar, es tipico de toda Iase de estancamiento el dominio de los «clasicos» y, en eIecto, hace decenios que no recibe amplio reconocimiento o se señala como posible obra de genio a la de algun autor que no haya Iallecido cuando menos en la ultima década. Por ultimo, es también tipico de las épocas de estancamiento, como podria ser la nuestra, el que los IilosoIos orientan su creatividad al reIinamiento técnico de problemas menores o periIéricos dejados pendientes por los grandes nombres. En la practica, esto signiIica que la IilosoIia esta dominada por el «modo de comentario textual»; de hecho sus Iacultades, como las de muchas ciencias sociales -sometidas también a la ley del pequeño numero y con mucho menor consenso que otras ciencias-, consideran que el nucleo de su enseñanza consiste en la lectura de los textos canonicos de los clasicos y en la evaluacion de sus alumnos por su capacidad para comprenderlos y elaborar textos analogos. Hay entes modo reIlexivo e historiograIico la posibilidad de cierta creatividad desaparecida y el valor singular de una autorreIlexion historica que puede conducir incluso a una IilosoIia de la historia. Sin embargo, ni la IilosoIia de la historia ni la metaIisica, ni la IilosoIia Iormalista, ni la Ienomenologia o el existencialismo ocupan hoy sino un reducidisimo espacio de atencion en la aldea global, dominado por las ciencias y las técnicas. Incluso la teoria de los Valores -caida la estética a manos del relativismo y del vanguardismo artistico; dominada la IilosoIia politica por los institucionalistas de la Ciencia Politica y los constitucionalistas del Derecho; amenazada la ética por la sociobiologia y por la psicologia de las emociones, las preIerencias y el razonamiento utilitarista -parece a punto de desaparecer o hacerse pedazos. Incluso la epistemologia resiste muy precariamente la colonizacion del estudio de la(s) ciencia(s) por las ciencias sociales - sociologia, antropologia, psicologia, ciencia politica y de la administracion, economia-. Pareceria que la IilosoIia ha pasado de proclamarse cumbre de todo conocimiento con los idealistas, o al menos arbitro de la excelencia y la demarcacion entre las ciencias con los neokantianos, a constituir una actividad intelectual sin mas objeto que su propia historia o, en la medida en que siguen haciendo aIirmaciones aticas o epistemologicas, sin mas autoridad que legos o proIesionales, respectivamente, en cada caso, para proclamar la superioridad de sus asertos. Las redes de pensamiento IilosoIico nutren su capital cultural de controversias y éstas escasean en la «sociedad satisIecha», también conocida como «VRFLHGDG GHO SHQVDPLHQWR~QLFR». Por demas, esta sociedad-red, pese a sus miles de universidades y de publicaciones académicas y populares que tratan cuestiones controvertidas carece de un centro donde los encuentros cara a cara de los aspirantes a Iiguras IilosoIicas puedan enlazarse en cadenas de interaccion ritual que acrezcan la energia emocional necesaria para transIormar el capital cultural heredado o crear otro nuevo. Y sin embargo, las ciencias podrian ser muy probablemente la tabla de salvacion de la IilosoIia. VII. El «cogito» sociologico: constructivismo social y realismo 20 Como «experimento crucial (aunque mental)» de la viabilidad de la IilosoIia, Collins, partiendo del axioma tacito de que todo pensamiento es conversacion internalizada propone una lectura «sociologica» del cogito. AIirmar el cogito implica suponer que existe el pensamiento, el lenguaje en el que éste se expresa, otra gente que historicamente ha creado las reglas de ese lenguaje -lo que supone un tiempo en el que ha ocurrido y un espacio en el que esa sociedad tiene lugar-; hay también objetos materiales, algunos de los cuales adoptan ocasionalmente el estado que hemos llamado «pensar», y cuyo ejemplo mas obvio es el propio cuerpo Iisiologico del pensador. Ademas, no existe un punto de vista externo sobre estas cosas -lo que Collins denomina estar «in medias res»-; todo pensamiento, por tanto, es el producto de una conversacion social, mejor dicho, el producto de la hibridacion de largas redes historicas de lenguaje ordinario, lugares comunes, cuerpos disciplinados intelectual y metodologicamente, linajes de tecnologias innumerables veces retocadas y las practicas humanas que las hacen Iuncionar con Iiabilidad y con sistematicidad, secuencias de teorias -las «ideologias» de la simbiosis entre cuerpos disciplinados y tecnologias estabilizadas-, usos argumentales, artes retoricas, todas ellas HQFDUQDGDV de manera Iragmentaria, incompleta, conIusa, a menudo equivocada -con Irecuencia reparable- en incontables cerebros humanos llenos de memorias, asociaciones, deseos o proyectos, y pasion. A menudo se considera que el constructivismo social conduce al relativismo e incluso al nihilismo. Es de la mayor importancia comprender que este error obedece a la incomprension del principio metodologico de «in medias res» y se basa en la postulacion de una mente desencarnada o un observador objetivo que no existen. La Verdad, el Totem de todas las redes intelectuales, es una realidad y tiene su eIicacia, como todos los Totems, mediada por la solidez y competencia practica de las redes hibridas de seres humanos, sus habilidades practicas, sus discursos y sus tecnologias para lograr lo que persiguen y atribuirlo al poder del Totem. Las verdades sustantivas y los criterios de evaluacion de verdad han variado historicamente y seguramente lo seguiran haciendo. Cualquiera que sea la palabra que se emplea (verdad, razon, autoevidencia, consenso, ...) una comunidad de dialogo y debate siempre necesitara un simbolo que sancione, siquiera provisionalmente, el Iin de una controversia y el triunIo, esto es, la concesion del maximo estatus intelectual localmente disponible, al capital cultural de una Iaccion triunIante. El Iactor dinamizador de las redes intelectuales no es el acervo de la ortodoxia vigente que, precisamente, tiende a ahogar su creatividad. Antes bien, la IilosoIia se propulsa mediante el descubrimiento de «problemas proIundos». Son éstas diIicultades con la virtualidad de suscitar, debido a sus ambigüedades, niveles sucesivos de discusion y progresivamente mas abstractos y reIlexivos. El atomismo, la posibilidad logica del cambio, la nocion de sustancia y su articulacion con las nociones de materia, relacion, atributo o conocimiento, la negacion de la realidad como una ilusion, el problema del libre albedrio, el proyecto de un sistema logico-Iormal coherente y completo, etc. Son problemas proIundos que han ocupado a las redes intelectuales durante siglos. 21 La IilosoIia, en resumen, es el conjunto de técnicas argumentales que sirven para generar conceptos e inIerencias que permiten oIrecer soluciones a problemas (que van desde cuestiones de orden valorativo, ritual o magico hasta asuntos cosmologicos, epistemologicos, metaIisicos o puramente simbolico-comunicativos) mediante su reIormulacion a un nivel mayor de abstraccion y reIlexividad. Mientras las ciencias, los dilemas juridico-morales de la convivencia social o los enigmas existencias de el origen y el sentido de la experiencia continuen produciendo «problemas proIundos», existira probablemente un espacio de atencion para intelectuales de caracter general que reIlexionen y abstraigan esas cuestiones para proponer nuevas soluciones, mas complejas pero prospectivamente mas estables e invulnerables a la critica. VIII. Coda: problemas proIundos abiertos /DVRFLRORJtDGHODVILORVRItDV es, en mi opinion, un estudio paradigmatico, en el sentido de que oIrece un HMHPSODU metodologico Iértil y replicable, esto es, un modelo de practica sociologica. Y ello por multiples méritos, algunos de los cuales no es posible enumerar. En primer lugar, Collins ha mostrado que las tradiciones IilosoIicas de las distintas tradiciones comparten una estructura dinamica comun -la gestion de capital cultural y energia emocional mediante linajes doctrinales que compiten por ocupar el centro de un espacio de atencion intelectual bajo la restriccion de la ley del pequeño numero-, e incluso que, con diversos ritmos, circunvoluciones y especializaciones, todas ellas tienden a incrementar casi constantemente, y sobre todo en sus periodos mas creativos, el grado de abstraccion y reIlexividad de unas argumentaciones que -quiza por mantenerse en el ambito conceptual, mas que en el historico o empirico/experimental- recurren una y otra vez sobre cuestiones cosmologicas, metaIisicas, epistemologicas y logico-Iormales (matematicas). Resulta sugerente pensar que este modelo reticular puede ser aplicable a cualquier categoria-rol social institucionalizado, que se transmita en el tiempo y que comporte transIerencia de capital cultural. Por ejemplo, el conocimiento tacito y los modos operativos de diversas proIesiones u oIicios podrian analizarse de manera analoga al tiempo que se explora, verbigracia, la diIerencia que supone disponer de un «centro» abierto de debate (colegio proIesional, sindicato, gremio, coIradia) o no tenerlo, sobre su capacidad creativa. Quiza podria explorarse de igual modo como se logra ser un lider de opinion local, como se conquistan duraderamente los espacios de atencion que «modelamos» como mercados -de bienes de consumo, de valores (morales o cotizables), estilos de vida campos de conviccion (politica, religiosa, artistica, ética), etc.-; en suma, como se construyen sujetos y/u objetos «de elite». Y elites que perduran en la memoria historica hasta institucionalizarse como señas de identidad de un colectivo. De otro lado, el campo inmediato de aplicacion de este ejemplar son las redes intelectuales de las ciencias sociales y las humanidades, constreñidas por la ley del 22 pequeño numero, al igual que durante las controversias en las ciencias naturales. Podrian ponerse ejemplos traidos de la cosmologia, la Iisica de altas energias, la empresa modelizadora de sintesis cuantico-relativistas, la terapéutica psicologica o la estructura social; pero el caso mas Iamiliar a quien suscribe es la expansion y Iragmentacion de la sociologia del conocimiento cientiIico -autorizada por la historizacion de la epistemologia acuñada por Kuhn, Feyerabend, Toulmin y Lakatos- en un pequeño numero de circulos: Programa Fuerte (Barnes, Bloor), Programa Débil (Chubin, Restivo), enIoque Actor-Red (Latour, Law, Callon), Programa Empirico del Relativismo (H.M. Collins, Yearley), Analisis del Discurso cientiIico (Mulkay, Ashmore, Potter), ReIlexivismo (Woolgar), Estudios Feministas (Haraway, Harding), Constructivismo Social (Knorr), y sus equivalentes en los Estudios Sociales de la Tecnologia y de la Administracion de la Ciencia (que, claramente, violan la ley del pequeño numero, lo que permitiria predecir una proxima sintesis si las circunstancias externas lo propician). Una de las mas audaces e interesantes aseveraciones de Collins es que ha encontrado el nexo entre la construccion microsocial de las ideas creativas (o adocenadas) y la dinamica politico-economica macrosocial, entre inIra- y superestructura, a través de la suerte en el «mercado» de estatus cultural o espacio de atencion intelectual de las instituciones que constituyen la base material (pecuniaria) de las redes de pensadores, esto es, mesoinstituciones como escuelas, cortes (regias, papales, nobiliarias, burguesas -salones-), patrones individuales, universidades, monasterios, mercado editorial de masas, burocracia administrativa -y, en especial, educativa- estatal, etc. Dilucidar si Collins ha resuelto el enigma central de la sociologia del conocimiento es, en si mismo, un SUREOHPD SURIXQGR, pero no es el unico que queda abierto en esta obra. Aunque las controversias intelectuales tengan menos que ver con los certamenes de improvisacion poética que con los juegos como el ajedrez o el go, todavia hace Ialta una investigacion mucho mas proIunda para dictaminar porqué ciertas ideas y no otras son adelantadas por sus actores en determinados momentos de la polémica. No esta claro tampoco porqué las redes IilosoIicas han ocupado un lugar tan prominente en el conIlicto social por el prestigio intelectual y han obtenido tanto éxito en el logro de reconocimiento de autoridad intelectual (saber) y, a menudo, de Iorma concomitante, de poder. Otro enigma desaIiante es el que plantea la vulneracion de la ley del pequeño numero dé lugar en unos casos al colapso sintético o sincrético del espacio de atencion, y otras a la aparicion de nuevos espacios de atencion (ocultistas, artisticos, cientiIicos, humanistas, etc.). Para concluir, el aserto mas desaIiante que Collins aIirma en esta obra es haber dado cuenta, a grandes rasgos, de la HVWUXFWXUD de la creatividad de las redes IilosoIicas. Notese bien que Collins no se atribuye la explicacion de la creatividad misma, nocion psicologica de sentido comun para la que no tiene ningun uso. No es un problema sociologico el dar cuenta de por qué cierto individuo elucubro ciertas tesis; la respuesta canonica es que disponia de los recursos intelectuales, las oportunidades estructurales 23 y los incentivos emocionales para ello: concretar los detalles de este canon explicativo es una cuestion empirica, historica. No obstante, nos estamos reIiriendo a «ocurrencias» psiquicas. El problema auténticamente sociologico es la FUHDWLYLGDG porque ésta consiste en la propuesta de problemas proIundos y soluciones «insuIicientes» pero ampliamente desarrollables sobre los que resulta interesante trabajar durante generaciones. La creatividad es la construccion social de herramientas inteletuales cuyo empleo permite construir carreras intelectuales. Es por esta razon que la creatividad tiende a concentrarse en los momentos de realineamiento de las Iacciones de una red intelectual cuando sus bases materiales se expanden o colapsan bajo el inIlujo de choques macro-estructurales externos; es por eso que la creatividad se exacerba en las controversias de Iraccionamiento o uniIicacion. La creatividad puede surgir de la reIlexion sobre la meditacion, el ritual, la liturgia, textos precedentes, asociaciones simbolicas libres cargadas de emotividad, etc.; pero es siempre el producto del aIan por tener la ultima palabra de una conversacion que nunca cesa. Juan Manuel Iranzo Amatriain Toledo, 16 de octubre de 1999 24
Report "Randall Collins - Sociología de la filosofía"