Quique HacheEl mall embrujado y otras historias Sergio Gómez Ilustraciones de Gonzalo Martínez XG YG G i papá nos fue a dejar a la estación de trenes. El tren salía a Y ahí iba yo, viajando a la ciudad de Temuco, 600 las nueve y media de la noche con destino a Temuco. Hacía kilómetros al sur de Santiago, a un lugar que le gusta dos meses que habíamos planificado el viaje con Gertrudis autodenominarse como la región de la Frontera. Si yo fuera Astudillo, mi nana; por fin conocería su ciudad natal y a su extranjero, por ejemplo de Madagascar o de Alemania, familia, aunque era como si ya los conociera por todo lo que tendría un enorme interés en un lugar que se llamara a sí ella hablaba del lugar y de la parentela. mismo La Frontera. El nombre alterna con otro: Región de la Me gusta viajar. Si existiera alguna profesión como la Araucanía. Todos esos nombres se debían a una razón: hasta de viajero, ésa sería la mía. Hace algunos siglos existía la hacía poco más de 100 años el país llegaba hasta ahí; es decir, profesión de explorador, pero ahora las cosas son distintas y allí estaba la frontera, del otro lado vivía el pueblo de los nadie estudia algo así porque quedan muy pocos lugares por mapuches, los que le daban la pelea a los conquistadores explorar. Por eso, por ejemplo, conservo mi colección de desde hacía muchos años, desde que habían llegado de Tintín, no se la presto a nadie, ni siquiera a León, que es mi España. Los mapuches eran un pueblo difícil de vencer hasta amigo pero que tiene la mala costumbre de doblar las esa fecha, reclamaban sus tierras y no se conformaban. Un esquinas de las páginas de los libros para marcar dónde queda día decidieron, después de 400 años, que no daban más la cuando deja de leer. Tintín y Milú viajan al Cong'o, al Tíbet, pelea. Entonces se sentaron a conversar y a tratar de al oeste americano, a China, incluso la Luna. ^ . solucionar las cosas por las buenas. Eso significó un tratado que se llamó Pacificación de la Araucanía. Pero los mapuches lo que no sabían era que los españoles —en ese momento convertidos en chilenos—, eran expertos en conversar y convencer, en poco tiempo los tenían rodeados de ciudades, carreteras, mails, hoteles, Internet y televisión por cable, es decir estaban perdidos; ahora sí que los habían vencido sin que se dieran cuenta. Esa era la historia resumida de los mapuches, la leí en un libro de historia antes de emprender el viaje. También leí que a fines del siglo XIX surgió la ciudad de Temuco, en plena Arau- canía, creció y se llenó de gente y de automóvi- les. Allí vivió Pablo Neruda cuando era niño. Y allí nació Gertrudis Astudillo, mi nana, quien estudió en el Liceo de Niñas, en el mismo que trabajara otra poeta, Gabriela Mistral, pero muchos años antes. Después de cuarto medio, Gertrudis ZG [G G G decidió que lo suyo también era viajar y un día llegó a Y así, poco a poco, con la cadencia del Iren, me fui Santiago, la capital, donde la recibió mi mamá. Desde ese día quedando dormido hasta que no supe nada más, como sucede estaba en mi casa, y yo recién cumplía un año de vida. cuando uno se duerme, simplemente todo se borra y viene la oscuridad hasta el otro día. Las primeras horas fueron agradables en el vagón y, Llegamos temprano y el frío de la ciudad me hizo como en los aviones, en los trenes no se ve para adelante, sólo tiritar, mientras un inspector de ferrocarriles con para el lado, entonces parece que no se avanzara a ninguna uniforme nos ayudaba con las maletas. Es decir, con parte. Antes de apagar las-luces, nos recostamos en los mi única maleta y que es también el bolso que ocupo asientos. Nadie más ocupaba los cercanos, así que teníamos para la clase de educación física en el liceo. Las suficiente espacio. Entonces vi a Gertru masajeándose la cara toneladas de equipaje eran de, no podía viajar y menos con crema, lo que la hacía parecer un fantasma o un mimo a su ciudad sin lo necesario: ropas, cremas y muchas callejero. carteras. —¿Tienes que echarte la crema justo ahora, frente a los Qué raro que mi papá no viniera a buscarnos demás pasajero? —le pregunté un poco avergonzado. dijo Gertru —, se suponía que tenía que venir a la Ella ni siquiera me miró para contestar, siguió estación. sobándose el cuello y respondió: Hicimos parar a un taxi. El viaje era corto, como — Dulces sueños, Quique. todos los que haría en la ciudad. Las distan- tías no Por la ventana vimos pasar pequeños pueblos con muy eran las enormes que hay que recorrer en Santiago; pocas luces y un señor muy viejo que esperaba a alguien en el tampoco en Temuco existía el metro, pe ro 110 se andén o simplemente paseaba por ahí mirando al tren. Me necesita, aunque sí existía congestión por la cantidad imaginé viviendo en esos lugares: no era muy interesante de automóviles en las calles. porque eran pueblos que parecían aburridos y lentos, donde Llegamos hasta la población Pueblo Nuevo. Ias no existían salas de cine. Pero por otra parte la vida era casas eran pequeñitas, pero con grandes patios llenos ordenada y tranquila; por ejemplo, si uno salía en bicicleta no de árboles, como cerezos o durazneros, llegamos era necesario llevar candados para amarrarla a un poste de la frente a la casa de Gertrudis. En la vereda luz, porque nadie estaba pensando en robarla. Por las tardes, después del almuerzo, se dormía una siesta de media hora. Mi hermana decía que vivir en un pueblo chico era como enterrarse, claro que el único pueblo chico que ella conocía era Pucón, que no es el ejemplo de un típico pueblo. \G ]G G G nos estaban esperando dos viejecitas que sonreían como las Se miraron entre ellas. hadas madrinas de La bella durmiente. Eran, lo supe más tarde, Nenita —Tengo que ir a ver a mi papá —dijo Gertru. y Gladis, las tías de Gertru, dos solteronas que vivían felices. Estuvimos todos de acuerdo que iríamos apenas Nos abrazaron, sobre todo a mí; según ellas, me conocían desayunáramos. tanto porque Gertru hablaba de mí, y por mis fotos que tenían Cuando dijimos que teníamos hambre, tía Nenita y tía desde que era una guagua. Me dio un poco de vergüenza Gladis pusieron cara de felicidad, como si esperaran ese porque me apretaban y me estiraban la cara como si la tuviera momento. Pasamos a la cocina, donde estaba preparada la de hule, pero así es la gente en el sur, cariñosa, entonces no mesa repleta de comida. Eso era lo que me esperaba en los hay nada que hacer más que aguantar que a uno le jalonen la próximos 10 días que permanecería allí: comida. Me habían cara y se la dejen adolorida. advertido que en el sur se comía bien; por eso, lo más im- Nenita fue la encargada de contarnos cuando Gertru preguntó portante, lo que nadie puede hacer es rechazar la comida, eso preocupada por su papá: —No pudimos avisarte, Gertru, no es una ofensa grave. Al menos para esas dos tías rechazar un nos dio tiempo y tampoco queríamos preocuparte demasiado. queque de miel, una empanada de pera, un pedazo de brazo — ¿Qué pasó con mi papá? —preguntó ella, al borde de las de reina, un sándwicn de palta con huevo, equivalía a un lágrimas. insulto. —Está internado en el hospital de Temuco, sufrió un En medio del desayuno me acordé y par darle tregua a preinfarto. mi estómago pregunté: Entonces habló Gladis, que era un poco más seria que su —¿Qué cosas se decían de ese lugar, del hermana, más alta y huesuda: malí? —Tuvo un problema en el trabajo. Desde hace dos años Me miraron con caras de televisión apagada. Gertru está de cuidador del Malí Temuco, allí le vino el infarto, movió la cabeza como esos perros de plástico en la parte de mientras hacía una ronda nocturna. atrás de los autos, y dijo: Desde hacía algunos años existía un malí en Temuco —Habladurías de la gente. que llevaba ese nombre. Fue el primero de la ciudad. En los ¿Pero qué habladurías? —insistí. pocos años de funcionamiento había tenido muchos — Cuando recién abrió el malí se corrió la voz de que problemas y estaba a punto de cerrar. Sólo quedaban algunas el lugar estaba embrujado, que era peligroso, sobre todo por tiendas y un supermercado. Estaba ubicado en la entrada de las noches. Temuco, muy cerca del barrio donde estábamos. -¿Embrujado? — Temuco me comenzó a parecer — Nosotros no queríamos —dijo la tía Nenita— que interesante: su primer malí acusado de diabólico. trabajara de noche, se decían muchas cosas de ese lugar, tú lo —Mira, Quique —dijo Gertru, moviendo los dedos sabes muy bien. como si martillara una pared—. Sabía que esas cosas te iban ^G _G G G a interesar, pero nada de investigaciones de detective aquí en Estaba en el hospital porque tuvo una fuerte impresión, Temuco, por favor. Tu papá me dejó a cargo tuyo y vamos a eso le causó el infarto. Hacía su ronda nocturna por el Malí hacer lo que yo diga, ¿entendido? Temuco, un edificio de un solo y largo piso. El malí tenía dos Era tarde, había dicho la palabra clave: embrujado. guardias permanentes durante la noche. A cada hora se hacía Cuántos lugares así se conocen, pocos en la vida. una ronda, tanto por el papá como por su ayudante, un Nos dimos una ducha rápida y nos vestimos con parka hombre joven. Cerca de las tres de la madrugada, el papá de y bufanda porque en Temuco siempre parece que comenzará Gertru escuchó ruidos justo en el centro del malí. Llevaba a llover, y cuando lo hace, dicen, no para en semanas. una linterna y un bastón para defenderse. Los pasillos estaban Cuando llegamos al hospital, antes de entrar a la pieza iluminados con poca luz, la poca que existía en ese momento del papá de Gertru, ésta me detuvo y me advirtió: comenzó a apagarse. Por delante, desde debajo de una —Te recuerdo, nada de investigaciones, en esta ciudad escalera, apareció una figura transparente y fluorescente, no se necesitan investigadores privados. podía ser un hombre o una mujer, no estaba seguro. Sí estaba G seguro que era igual a un fantasma, al menos a los de las películas. No alcanzó a reaccionar, se quedó allí petrificado. El fantasma dio una vuelta y subió por una escalera a un patio de comida. El papá de Gertru corrió entonces despavorido por el pasillo, pero antes de llegar al puesto de los guardias le faltó el aire, no pudo más y cayó al suelo. Un día después G El papá de Gertru estaba en una cama; a su lado, en otra, un despertó en el hospital lleno de tubos y alambres. Se sentía hombre al que habían atropellado con un carro de débil y enfermo. supermercado, quebrándole una pierna. Cada vez que —Un fantasma, uno de verdad —dije casi con un contaba lo ocurrido no podía dejar de reírse. Según él, estaba preinfarto yo también. comprando un yogurt de frutilla cuando otro que andaba por — Y eso que no creo en ellos —dijo el papá—, pero de ahí, al parecer muy apurado, lo pasó a llevar. Cuando se que vi uno lo vi esa noche en mi ronda. Y te voy a decir algo recuperara completamente demandaría al conductor del carro más, Quique, pero no lo comentes. Cuando lo vi sentí miedo, y al supermercado. pero miedo de verdad. El papá de Gertru estaba viejo, pero tenía buena cara, —No me asuste al niño —dijo Gertru. algo pálido y aburrido de permanecer allí, en un hospital —No me asustó —dije yo asustado. público. Cuando nos vio se alegró enseguida. El nombre del papá de Gertru es Armando. Según él, Lo que nos contó el papá de Gertru nr s dejó helados. cuando se enteraban de su nombre siempre le hacían la misma broma: «¿Armando qué? Armando silla o armando `G XWG G G mesa». El mal chiste había tenido que escucharlo los últimos era en el supermercado de la entrada. Por los pasillos del malí 30 años, así que mejor no se me ocurriera a mí repetirlo. En muy pocos pascaban, muchas de las tiendas estaban cerradas realidad yo estaba más interesado en el asunto del fantasma. y las vitrinas cubiertas con papel de envolver o diarios. En el Lo peor era que corrían rumores de que el malí se centro del lugar existía un segundo piso con un pequeño patio cerraría finalmente, el negocio no funcionaba, la gente no se de comida. No era como los grandes centros comerciales de trasladaba hasta la entrada de la ciudad para comprar. Santiago, pero lejanamente se parecía. Me imaginé que en Entonces don Armando perdería su trabajo y, como era viejo, aquel lugar, en el centro del pasillo, se había aparecido un le costaría encontrar un nuevo empleo. fantasma y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Le pregunté todos los detalles de la aparición. Gertrudis Caminé hasta la playa de estacionamiento, donde movió la cabeza y miró al cielo. encontré papeles en el suelo que decían: «Prefiera el — Lo único que me faltaba —enseguida le dijo a su comercio establecido del centro». papá—: Y usted, papá, no le meta esas tonteras en la cabeza a Cuando decidí regresar a la casa encontré en la entrada Quique, que no sabe cómo es de ideas fijas. a cinco niños en bicicleta que me rodearon. Uno de ellos me Don Armando se sentó en la cama. Debajo de la bata de preguntó de dónde era porque nunca antes me habían visto. hospital, su cuello era un pedazo de carne que se movía como Entonces cometí mi primer error en la ciudad, les dije la los de algunos pájaros. Entonces dijo con cara asustada: verdad, es decir, que venía de Santiago, y esto era el —Eso no es todo. A mí no es al primero que se aparece. equivalente a declararles la guerra. Bajaron de las bicicletas y Hace unos años, el fantasma del malí llevó al hospital a otro no me dejaron seguir. No les gustaban los santiaguinos. Yo guardia. vivía en Ñuñoa, que era como Temuco, en la calle Juan Gertrudis se echó aire en los pulmones y exclamó: Moya, que se parecía a cualquier calle de Temuco. Comencé —Lo único que faltaba. a preocuparme, así que les inventé otra historia: había nacido AGlmorzamos pantrucas, arrollado, lentejas con arroz y en Temuco hacía 13 años, pero me habían raptado unos tipos longanizas; de postre comimos flan casero y sémola con de un circo que me llevaron hasta el norte, hasta Antofagas- caramelo. Nunca había comido tanto en mi vida. Tía Nena y ta; de allí me rescataron los carabineros. Como nadie sabía de tía Gladis estaban muy felices de verme satisfecho y con una mis padres, uno de esos carabineros me adoptó, con él vivía enorme panza. Después, Gertrudis se fue a buscar a su padre en Ñuñoa, por eso ahora buscaba a mis verdaderos padres en al hospital, y yo, para bajar la comida, dije que iría a dar una Temuco. Agregué, como último argumento, que desde vuelta al barrio. Me subí a una micro pequeñita que llaman siempre me gustó Club de Deportes Temuco, el equipo de liebre. En pocos minutos me bajé en el malí de la entrada de fútbol de la ciudad, aunque fuera un equipo muy malo y que la ciudad. Era un edificio alargado, como serpiente, con un siempre jugaba en la segunda división, pero lo seguía y amplio estacionamiento. En el único lugar que se veía gente celebraba sus escasos triunfos. Los niños de las bicicletas me XXG XYG G G miraron con caras de mansión del horror. No sabían si — Sí. Justo aquí abajo hay un cementerio, por eso se creerme o apalearme allí mismo. Pero entonces apareció otro aparece un espíritu, porque los antepasados no están niño, alto y delgado, fumando un cigarrillo: conformes. —A volar, a volar —les dijo, y los de las "bicicletas Tragué saliva y no pude evitar mirar el piso de asfalto huyeron espantados. AG estacionamiento. del Le di las gracias. l día siguiente nos fuimos con Gertrudis a recorrer la ciudad. — Soy Julio Painemal —estiró la mano—. Trabajo en el Subimos el cerro Ñie- lol. De arriba vimos los techos de las supermercado, en empaques. casas y los edificios del centro. Gertru suspiró con — Soy Quique Hache, de Santiago —dije enseguida nostalgia, la ciudad cambiaba aceleradamente, crecía y se para dejar las cosas claras. extendía con nuevos barrios. —Lo sé. Vivo en Pueblo Nuevo, cerca de la casa de don Luego, llegamos al centro. Alrededor de la plaza Armando. Supe que venía su hija con un santiaguino, que existían las mismas tiendas que en Santiago. Y en medio un debes ser tú. monumento de piedra y metal recordaba a los fundadores. Me ofreció un cigarrillo, pero yo no fumo. Estaban juntos un guerrero mapuche y un español con —Supe lo de don Armando aquí en el armadura. Gertru me dijo que la plaza de Armas le malí. recordaba muchas cosas, así que nos fuimos al frente, a una —Dice que vio un fantasma la otra noche. cafetería, a tomar un helado. Ella se veía radiante y feliz, A Julio no le extrañó demasiado. decía que cada rincón de la ciudad le recordaba momentos —Desde que se construyó este lugar han existido vividos. Yo no sé si alguna vez podré decir lo mismo de problemas. La gente dice que suceden cosas raras. ¿Ves esos Ñuñoa, pero supongo que ocurrirá, pero después de que me panfletos en el suelo? Los han mandado a tirar aquí para que embarque en un carguero y me vaya a recorrer el mundo, la gente no compre en el malí y vuelva al comercio del centro pase por el canal de Panamá y llegue al mar del Noi ie. de la ciudad. Después de que me crezca la barba —Pero eso del fantasma... —pregunté. como a todos los marinos y consiga fumar, pero no —Por la noche lo han visto allá adentro. cigarrillos, sino una pipa. Entonces, de pronto, me acordaré —¿Y qué crees tú? de Chile, de mis papás, mi nana, de León, incluso de mi — Debajo de este lugar, antiguamente, existía un hermana Sofía; bueno, de ella no me voy a acordar mucho cementerio de mis antepasados, los mapuches, los primeros porque a esa altura estará casada y viviendo en una ciudad que vivieron aquí. enorme como Nueva York. Entonces decidiré regresar a mi —¿Los mapuches? patria, es decir a Ñuñoa. Mi papá no me va a reconocer cuando vuelva. Tendrá que escucharme una semana completa XZG X[G G G todas las aventuras que le contaré. Sólo entonces tal vez —Mi papá apareció en el diario. Le hicieron una sentiré nostalgia por mi barrio, por el parque Juan XXIII, que entrevista en el hospital y contó que había visto un fantasma, era el lugar donde jugárnos o donde he pasado tardes de justo lo que los periodistas querían que dijera. verano leyendo una novela de Jack London sobre un perro La tía Gladis agregó: lobo, o del Estadio Nacional cuando mi papá me llevaba, —Ahora, la gerencia del malí lo va a despedir por mala antes de que las galerías se transformaran en campos de publicidad para la empresa. batalla. Entonces, viejo y cansado, me acordaré que Gertru —No tenía para qué ir a contar algo así — insistió sentía lo mismo por su ciudad. Gertru. Gertru me contó que estaba muy emocionada con el En ese momento apareció tía Nenita, que regreso, pero de todas las emociones la mayor era volver a dijo: —Quique, te buscan allá afuera. encontrarse con el innombrable, es decir con Víctor, que Era Julio Painemal. Pedí permiso para desde ese momento había dejado de llamarse el innombrable, salir. Julio también había leído lo del diario por eso lo había llamado por su nombre: Víctor. El era uno de y creía que la entrevista perjudicaría a sus pololos, uno de cientos, pero uno que nunca olvidó, Armando Astudi- 11o. Me dijo que venía a porque era muy caballero con ella, porque le escribió lindas buscarme para presentarme a alguien. A un cartas y porque no lo volvió a ver desde que se fue de la vecino de Pueblo Nuevo. Vivía a unas ciudad. Ahora sería distinto, antes de llegar a Temuco se cuadras, en la calle Erciila. Así que nos fui- habían escrito y esperaban encontrarse, por eso ella estaba mos caminando, riéndonos de los emocionadísima. santiaguinos, sin darme cuenta que yo era Volvimos a la casa, donde nos esperaban las dos tías uno de ellos. Tocamos una puerta. Salió una con aspecto de científicos locos antes de un experimento mujer con mala cara. trascendental. Detrás de ellas apareció una mesa llena de — Qué quieren. Rápido que estoy comida. Sentí que mi estómago me pedía clemencia, pero a viendo la comedia —la comedia era la las tías no se les podía decir que no. telenovela de la televisión. Antes de sentarme a la mesa seguí hasta el dormitorio —Buscamos al Cortado —dijo Julio. para saludar a don Armado. Luego, escuché una discusión en —En el taller —dijo la mujer y cerró la cocina. Gertru hablaba con tía Gladis. la puerta sin decir nada más. —¿Qué pasa? —pregunté cuando llegué hasta allá. El taller estaba a unos metros de la —El papá, eso es lo que pasa —dijo enojada Gertru. casa, detrás de un portón de madera. Antes En la mano llevaba un ejemplar de El Diario Austral de entrar le pregunté a Julio quién era el que le acababa de entregar tía Gladis. Cortado. X\G X]G G G —El Cortado fue el primero. G1 Cortado tenía ese nombre porque trabajó muchos años en —¿El primero de qué? ferrocarriles, donde sufrió un accidente en el que perdió el —El primero que vio al fantasma del dedo meñique de una mano. Desde ese día le llamaron El mall. Cortado. Estaba retirado y se ocupaba de arreglar bicicletas en un pequeño taller en el patio de su casa. Llevaba un overol y un cigarrillo pegado a la boca. Mientras lijaba el marco de una bicicleta que esperaba pintar, nos contó que después de ferrocarriles le ofrecieron ese trabajo de guardia en el malí recién inaugurado. Él aceptó a pesar de tratarse de un trabajo nocturno. Sólo dos meses después comenzaron los problemas, sobre todo de noche, primero con ruidos extraños, risas y carrerones por los pasillos cuando el malí estaba cerrado. —Por las noches el lugar quedaba vacío, entonces hacía mis rondas. A veces escuchaba ruidos, voces que me empezaron a preocupar y a enfermar de los nervios, hasta que un día se me apareció... —¿Qué apareció? —le preguntamos intrigados con Julio. —El fantasma. —Te lo dije, uno de mis antepasados; ahí está la explicación —dijo Julio. —Era un figura, un hombre que brillaba, pero a la vez era transparente, caminaba lentamente por los pasillos. Cuando lo vi me dio tanto miedo que salí corriendo. —Lo mismo que vio don Armando —dije. El Cortado dejó de lijar, se despegó el cigarrillo de la boca, alcanzamos a ver su mano de cuatro dedos antes de que dijera muy serio: X^G X_G G G — Mejor no jueguen con lo que ocurre allí, es algo Me contó que sus padres estaban sin trabajo, por eso él delicado. había dejado de estudiar, al menos por ese año; trabajaba Tragamos saliva y salimos del patio-taller. Julio empaquetando en el supermercado, pero esperaba entrar a insistió que la explicación para él era muy clara, y para estudiar a la Industrial una carrera técnica como mecánica, le probarlo lo mejor era visitar a su abuelo. En el cielo, gustaban los autos y el olor a aceite y a bencina. Me dijo que nubarrones negros anunciaban que llovería muy pronto; el no conocía la capital, pero tampoco le llamaba la atención, aire estaba fresco, muy distinto al de Santiago. pues la gente de Santiago andaba muy apurada y siempre se Nos subimos a una micro muy colorida. L a gente aprovechaban de los provincianos. A veces lo molestaban por arriba conversaba alegre y desde la radio emei gían ser mapuche, pero, en general, sentía un orgullo especial por rancheras y corridos mexicanos; luego, escuchamos a un serlo. En su pieza, colgada en la pared de su cama, tenía una locutor que imitaba el acento mexicano. A mí eso me gran bandera mapuche con colores muy alegres. Su héroe pareció muy divertido. Julio me explicó: máximo era Lautaro, un joven guerrero mapuche que había —Es que esa radio la escucha mucha combatido a los españoles con mucha inteligencia, había gente, sobre todo en el campo, donde les vivido como un empleado de ellos sólo para estudiar a sus encanta la música mexicana. enemigos. Aprendió, por ejemplo, a montar a caballo y, cuando pudo, huyó y se transformó en una pesadilla para los españoles. Pero, como todos los héroes, finalmente fue traicionado, capturado y asesinado. Entonces le pregunté a Julio si él se consideraba chileno o mapuche. Pensó un buen rato, mientras la micro pasaba un largo puente. Abajo corría el río Cautín. Entonces respondió: —Soy más mapuche que chileno —dijo. Yo hice ahora una larga pausa antes de hablar: —Pero entonces tú y yo no podríamos ser amigos porque yo soy chileno; es decir, somos enemigos. Nos quedamos mirando como debieron mirarse Lautaro y Pedro de Valdivia. En ese momento, sin que nos pusiéramos de acuerdo, comenzamos a reírnos, y fue tanta la risa que contagiamos a algunos pasajeros que también se reían, pero sin saber por qué. Entonces comprendí que la X`G YWG G G gente que vive en el sur es de risa fácil y que ese es el mejor Julio le contó lo que ocurría en el Malí Temuco, cómo comienzo para resolver todos los conflictos, como los que había vuelto a aparecer el fantasma. El abuelo nos dijo: existen entre mapuches y chilenos. — Si ustedes miran para allá —indicó, al otro lado del Llegamos hasta una comuna apartada, al otro lado del río, a la ciudad, sus casas, los edificios lejanos. En ese río, llamada Padre Las Casas. Tuvimos entonces que esperar momento aterrizaba un avión en el aeropuerto, que estaba a que la micro saliera del límite de la comuna para bajarnos. pocos kilómetros de allí—. Toda la ciudad está construida Más allá se veía el campo y al fondo la carretera sobre nuestros antepasados. Yo no estoy de acuerdo con los Panamericana. Nos acercamos por un camino de tierra a la conflictos, pero sí con el respeto. Si todos nos tratáramos con chacra del abuelo de Julio. respeto nada de esto pasaría. El abuelo se alegró de vernos. Dijo que vivía allí en la —Pero ahora tenemos ese aparecido —dijo Julio—, falda de un cerro, que sus tierras fueron muy extensas en una Dígame, abuelito, ¿qué hacemos? época, pero se vio en la obligación de venderlas; ahora tenía —Pero entonces tú y yo no podríamos ser amigos sólo esa pequeña chacra, donde cultivaba lechugas y porotos porque yo soy chileno; es decir, somos enemigos. verdes. Nos quedamos mirando como debieron mirarse Lautaro —Quique Hache, de Santiago —me presenté. y Pedro de Valdivia. En ese momento, sin que nos —Moisés Painemal Huincamal, para servirle —dijo el pusiéramos de acuerdo, comenzamos a reírnos, y fue tanta ia abuelo. risa que contagiamos a algunos pasajeros que también se Nos dio un paseo por su propiedad. Vimos unas reían, pero sin saber por qué. Entonces comprendí que la gallinas aburridas y un chancho algo flaco. También, en el gente que vive en el sur es de risa fácil y que ese es el mejor jardín, unas plantas de fruti- Ilas que crecían en verano y un comienzo para resolver todos los conflictos, como los que gran manzano. Cuando le pregunté qué tipo de manzanas existen entre mapuches y chilenos. crecían de ese árbol, el abuelo dijo: Llegamos hasta una comuna apartada, al otro lado del — «Cabeza de niño», así se le llama a esas manzanas por río, llamada Padre Las Casas. Tuvimos entonces que esperar lo grandes que son. que la micro saliera del límite de la comuna para bajarnos. Luego, nos fuimos a sentar en la puerta de la casa. No Más allá se veía el campo y al fondo la carretera hacía frío, pero en el horizonte las nubes negras preparaban el Panamericana. Nos acercamos por un camino de tierra a la ataque final. El abuelo Moisés cebó el mate y se fue a sentar chacra del abuelo de Julio. con nosotros cargando una tetera. También trajo un enorme El abuelo se alegró de vernos. Dijo que vivía allí en la pan amasado que cortamos en varias partes y que comimos falda de un cerro, que sus tierras fueron muy extensas en una con tomate- época, pero se vio en la obligación de venderlas; ahora tenía YXG YYG G G sólo esa pequeña chacra, donde cultivaba lechugas y porotos vuelvan a descansar; pero eso nunca se va a hacer, porque no verdes. hay respeto, la gente no se respeta ni respeta las creencias — Quique Hache, de Santiago —me presenté. ajenas. —Moisés Painemal Huincamal, para servirle —dijo el Nos quedamos pensando en lo que decía el abuelo abuelo. Moisés. El avión había aterrizado en el horizonte. Una Nos dio un paseo por su propiedad. Vimos unas gallina picoteó mi zapatilla. Y las primeras gotas de lluvia gallinas aburridas y un chancho algo flaco. También, en el cayeron tímidamente. Entonces, el abuelo entró a su casa de jardín, unas plantas de frutillas que crecían en verano y un madera, aunque volvió enseguida con un collar de hilos y gran manzano. Cuando le pregunté qué tipo de manzanas ramas. crecían de ese árbol, el abuelo dijo: — Al menos pueden calmar al aparecido con este collar; — «Cabeza de niño», así se le llama a esas manzanas por debe estar muy enojado. lo grandes que son. Nos despedimos con el regalo. Volvimos caminando Luego, nos fuimos a sentar en la puerta de la casa. No hasta encontrar una micro. hacía frío, pero en el horizonte las nubes negras preparaban el —No tenemos paraguas —dije. Julio se rió. ataque final. El abuelo Moisés cebó el mate y se fue a sentar — Aquí nadie usa paraguas, estamos acostumbrado a con nosotros cargando una tetera. También trajo un enorme que llueva todo el año. pan amasado que cortamos en varias partes y que comimos £Gsa noche comenzó a llover de verdad; es decir, no una lluvia con tomate- que dura unos minutos como en la capital y que lo anega todo Julio le contó lo que ocurría en el Malí Temuco, cómo para que más tarde se convierta en una gran noticia en la había vuelto a aparecer el fantasma. El abuelo nos dijo: televisión, sino una lluvia torrencial, potente, que golpeaba — Si ustedes miran para allá —indicó, al otro lado del los techos y parecía que iba a arrancar la casa entera, una río, a la ciudad, sus casas, los edificios lejanos. En ese lluvia con viento que parecía tocar batería. Nunca antes había momento aterrizaba un avión en el aeropuerto, que estaba a visto y escuchado algo así y me dormí feliz, doblado en una pocos kilómetros de allí—. Toda la ciudad está construida tonelada de frazadas que olían a lana cruda. sobre nuestros antepasados. Yo no estoy de acuerdo con los Por la mañana seguía la lluvia, había durado sin conflictos, pero sí con el respeto. Si todos nos tratáramos con detenerse la noche entera. Cuando me levanté, don Armando respeto nada de esto pasaría. me llamó a su pieza. Estaba sentado en la cama mientras —Pero ahora tenemos ese aparecido —dijo Julio—. tomaba una taza de leche caliente. Dígame, abuelito, ¿qué hacemos? —¿Cómo se siente, don Armando? — Nada se puede hacer. Es decir, habría que hácer una —Bien, pero un poco aburrido. ceremonia para convencerlos a ellos, a los espíritus, de que —Se le ve con mejor cara. YZG Y[G G G —¿Cómo va la investigación? —me preguntó—. Hay —Me la voy a llevar... Dígame, don Armando, ¿a quién que averiguar sobre ese fantasma, Quique, si no voy a perder podría perjudicar el asunto del malí embrujado? He visto que definitivamente la pega. no todos están contentos que exista. —Es difícil probar algo así; quiero decir, que existan mapuches, que alegan porque se construyó sobre un los fantasmas. cementerio indígena. También los comerciantes del centro, —Yo no sé si existen o no, pero que vi algo esa noche que no les gusta que la gente acuda al malí y no a sus nadie me lo saca de la cabeza. negocios. —Tal vez si se acuerda de algún detalle que me pudiera —¿Podría hablar con su ayudante? servir... —No hay problema, Ramiro es de mi absoluta Don Armando se rascó la cabeza para hacer memoria. confianza, se quedó a cargo de todo en la guardia; dile que Me senté a escucharlo en una silla cerca de la cama. vas de parte mía. —Esa noche estaba con Ramiro, mi ayudante. Cada cierto tiempo hacía una ronda por los pasillos, que son largos y con poca luz. Todo era normal al principio. Cuando me acerqué al patio de comida empecé a escuchar unos ruidos como de voces y carreras. Me acuerdo que en ese momento algo me distrajo. En el piso encontré una llave. Pensé que era una de las mías, que se me había caído. Vi cómo pestañeaban las luces. Entonces, por delante, apareció, a menos de 10 metros, justo adelante, esa figura de luz semitransparente. Corrí con todas mis fuerzas. Pero antes de llegar a la guardia sentí un dolor en el pecho y caí. — Y esa llave que encontró, ¿todavía la tiene? —Esa noche me la eché al bolsillo —el abuelo abrió el cajón del velador y mostró una llave—. Tengo llaves de todo el malí, pero las mías son de colores y no como ésta. Debió caérsele a alguien, cuando hicieron el aseo no se dieron cuenta y quedó en el piso. Y\G Y]G G G Gunca he creído en fantasmas. Me gustan las películas de mañana, pero después de más de 10 años no la encontró, es fantasmas. Me gusta que me dé miedo con esas películas decir encontró un edificio nuevo de departamentos. Demoró porque sé que los fantasmas no existen. O al menos lo sabía unas semanas en descubrir a un antiguo vecino de la cuadra hasta que fui a Temuco. Mi papá, una vez, me contó una que le contó que aquella casa la habían derribado hacía cinco historia verdadera de fantasmas, una que había vivido él. años. A mitad de siglo la había habitado una familia con un Cuando era niño, en La Serena, lo invitaron a un paseo de hijo, pero la familia se trasladó al extranjero después de que curso. Se irían a una playa del litoral. Ese día se levantó al ese único hijo muriera de tifoidea a los 11 años. Mi padre amanecer. Lo fueron a dejar a la plaza donde los esperaba un quedó impresionado, era la misma edad que él tenía ese año bus. Pero antes su padre, mi abuelo, debió pasar a buscar algo del accidente. Entonces concluyó que aquel niño fantasma lo a otro lugar. Mi papá se quedó en el auto con mucho sueño, había salvado impidiendo que llegara a encontrarse con sus tanto que comenzó a dormirse. Entonces, de pronto, todavía compañeros en ese paseo que terminaría mal. La historia la en la se- mioscuridad del amanecer, sintió que la puerta de; repetía mi papá todos los años. Y todos los años le agregaba auto se abría, alguien lo tomaba de la mano y lo hacía caminar algún nuevo detalle. Para él era su historia más importante, la por la vereda. No supo cómo llegó a una casa muy vieja, y más personal y de la que no se debía dudar, aunque mi mamá, allí, en el portal de esa casa, se quedó dormido cada vez que comenzaba con «cuando yo tenía i i años en La profundamente. Soñó que jugaba con otro niño. Mientras Serena me ocurrió algo increíble...», movía la cabeza tanto, el padre de mi padre volvió al auto pero no encontró a aburrida de escucharlo una y otra vez con lo mismo. su hijo. Lo buscó por todas partes sin resultados. Por supuesto En el taller del Cortado me prestaron una bicicleta. Me se preocupó y fue a llamar a los carabineros. A media fui entonces al malí. Llovía menos, aunque las calles mañana, cuando el bus con los demás compañeros de curso continuaban mojadas. En la oficina interior encontré a había partido al paseo, lo encontraron durmiendo en el portal Ramiro, un tipo joven con pinta de hip-hopero pero que debía de esa casa antigua. No supo explicar cómo llegó hasta allí y vestirse de guardia para trabajar en el malí. Su ropa la debía no se atrevió a contar lo que ocurrió, y menos ese extraño guardar porque a sus jefes no les gustaban sus gorros, sus sueño. La sorpresa vino más tarde. De regreso del paseo a la poleras extra large de'basquetbolistas, los collares y las playa, el bus que traía a sus compañeros de curso tuvo un cadenas para el celular. Trabajaba como guardia y los fines de accidente. A muchos de esos niños debieron llevarlos heridos semana ponía música en una discoteque a la salida de la al hospital. Ninguno se murió, pero fue un tremendo ciudad. Había trabajado desde muy niño y nunca había tenido accidente. Mi papá quedó impresionado, pero no dijo nada y vacaciones. se guardó todo lo que había ocurrido. Cuando creció, antes de Mientras hablábamos escribía en un libro, donde debía irse definitivamente a Santiago, decidió investigar. Llegó anotar lo ocurrido la noche anterior. hasta el portal de aquella casona vieja donde durmió esa Y^G Y_G G G . —¿Como está el viejito Armando? Mira que venirle CG toda esa tontera —dijo mientras escribía. uando llegué a la casa comenzó otra vez a llover muy fuerte. —¿Qué crees que ocurrió esa noche? —pregunté. Las tías se habían ido a la iglesia, a la misa de las siete de la — Antes déjame decirte algo: los periodistas son los que tarde. Gertrudis estaba feliz y se peinaba ante un espejo. revolvieron esto, por culpa de ellos tal vez don Armando Cuando le pregunté por qué la alegría me dijo que había jubile anticipadamente y yo me tenga que ir con él. hablado esa tarde por teléfono con Víctor, el ex —Voy a averiguar lo que pasó. innombrable, el que ahora sí se podía nombrar todos las —Desde esa noche sólo hago guardia por veces que se quisiera. Acordaron reunirse en la plaza, pero aquí cerca de la oficina, no me atrevo a ir más lejos en los no en la de Armas, sino en una llamada Aníbal Pinto, a unas pasillos. cuadras de la primera. A la cita, según Gertru, tenía que ir —¿Entonces crees que existe ese fantasma? yo y servir de testigo porque ella estaba nerviosa. No tenía — Algo raro existe, pero la administración del malí me escapatoria, así que al día siguiente debía acompañarla a su vino a advertir que no debía abrir la boca. Se escuchan ruidos, cita con el pasado. pero yo no soy tan valiente como don Armando, así que no Aproveché de que las tías no estaban para voy a salir a ver. escabullirme a mi dormitorio, sentía mi estómago estirado y Entonces se me ocurrió una idea: débil de tanto comer. Me perdí unas sopaipillas con —¿Qué te parece si esta noche vengo con un amigo, chancaca, un pedazo de queque mármol y unos arrolladitos pasamos la noche por acá y descubrimos ese fantasma? de masa con mermelada de membrillo, la especialidad de tía —¿Estás seguro? Pero yo no respondo por lo que les Neni- ta. Le dije a Gertru que estaba cansado y me fui a pase. dormir antes de las nueve de la noche. Ella no sospechó nada —No tenemos para qué contarle a nadie porque estaba ilusionada con su propio panorama del día —dije. siguiente. — Si es para ayudar a don Armando Astu- dillo puedo Mientras escuchaba esa lluvia tan contundente y hacer cualquier cosa. Él me consiguió esta pega. Eso sí, no alharaca me quedé dormido temprano, así también me pidan que los acompañe a saludar a ese fantasma. descansaría pues me esperaba una larga noche. A las dos de la madrugada me despertó un ruido en la ventana. Era Julio. La lluvia parecía más suave pero seguía persistente. Me vestí con una gran parka y bajé por la ventana sin hacer ruido. En la calle, arriba de las bicicletas, con Julio revisamos lo que llevábamos: linternas, una cámara fotográfica y los Y`G ZWG G G collares especiales con poderes antifantasmas que nos Encendimos la linterna. En realidad, Julio <11. ( lidió confeccionó el abuelo Moisés. una de las linternas directo en mis ojos, lo (|iie me dio un El recorrido bajo la lluvia hasta el malí nos dejó tremendo susto. Le dije que no volviera a hacerlo, desde empapados. A esa hora el recinto lucía aterrador, como una ahora yo manejaría la linlt nía. Julio se ofendió y dijo: serpiente moviéndose en la oscuridad. Sólo algunas I .os de mi raza no tenemos miedo. ¿Sí? luminarias de la extensa playa de estacionamiento estaban —pregunté sin creerle. encendidas. En la entrada del malí estaba la oficina de los —Bueno, un poco. guardias. Nos acercamos sin hacer ruido. Dejamos las — Los de mi raza —le dije— estamos muertos de bicicletas. Ramiro miraba una película en un DVD, una de miedo. guerra, con muchos disparos y explosiones. Cuando Faltaban pocos minutos para las tres de la madrugada, entramos, de la impresión se cayó de la silla. así que nos detuvimos en el centro de la galería. Arriba estaba — Avisen, casi me matan del susto —dijo, sobándose el patio de comida. Decidimos esperar sentados en un banco. adolorido. Ni siquiera la lluvia del exterior se escuchaba en ese lugar. Nos pusimos ropa seca que traíamos en las mochilas. Todo estaba oscuro. —Ramiro, ¿a qué hora más o menos se aparece ese Después de diez minutos que parecieron muy largos, de fantasma? —pregunté. pronto vimos a lo lejos parpadear las pocas luces de los —Como a las tres de la madrugada, o sea — miró su pasillos, hasta que definitivamente se apagaron reloj— en 40 minutos más. Pero les aviso que yo de aquí no completamente. Nos pusimos de pie, casi abrazados Julio y me muevo; de fantasma no quiero saber nada. yo. Entonces, cerca de la escalera que conducía al segundo Nos preparamos. En la galería del pasillo central todo piso, apareció una pequeña luz verde que enseguida se estaba en una semioscuridad que aterraba de sólo mirarla. A transformó en azul. En esa luz vimos formarse una figura, un esa misma hora podría estar en la cama lleno de frazadas, hombre, uno que medía dos metros, transparente y luminoso, feliz y calientito, soñando que era el jefe de una expedición a y que avanzaba como si flotara. Retrocedimos. Levanté la Birmania en busca de un elefante blanco, lo que me haría fa- cámara fotográfica, pero los nervios hacían que mis dedos se moso, CNN me entrevistaría para todo el mundo, y, en un resbalaran. La figura luminosa se acercaba. Julio me apretaba inglés que no dejaría contento a rniss Elena mi profesora de uno de los brazos. Finalmente se me ocurrió levantar el collar este idioma—, diría: «Sankiu y viva Chile», y levantaría las antifantasmas, pero la figura no se detuvo ni un centímetro. manos y mostraría la única fotografía conocida del elefante Ese fue el momento en que comprendimos que lo más sen- blanco de Birmania que acababa de descubrir. Pero, en cam- sato en esos casos, y más o menos en todos los casos bio. estaba en medio de un pasillo oscuro en busca 11<- ilgo semejantes, era huir vergonzosamente. Así que con dos gritos muy diferente, en busca de un fantasma. ZXG ZYG G G bastante femeninos, Julio y yo salimos corriendo marraqueta, un plato de harina tostada con agua hirviendo, despavoridos hacia la entrada del Malí Temuco. azúcar y miel. Cuando llegamos el corazón me rebotaba como bombo Don Armando se levantó también, estaba cansado de en el estadio. Julio tenía los pelos de la cabeza levantados y la cama. Se sentía mejor, algo débil, pero podía ponerse en nuestros ojos parecían loza china. Le gritamos a Ramiro, pie y así salir a conversar con sus vecinos. Quien se quien apareció detrás de la puerta. Por supuesto se negó a dar demoró en aparecer fue Gertrudis. Estuvo probándose toda un paso hacia los pasillos. Entramos a la oficina y cerramos la mañana vestidos para su encuentro con Víctor. Por fin con llave, candados y seguro, y nos quedamos allí tratando de llegó con unos jeans muy ajustados y una polera que decía: calmarnos. «Pan de azúcar». La miramos como si se hubiera Nos considerarían unos cobardes por todo esto; en equivocado y en vez de despertarse en Temuco, capital de realidad lo éramos. Pero hay que estar frente a un fantasma de la Araucanía, en pleno invierno, lo hubiera hecho en Miami verdad como para dar una opinión. Nosotros habíamos estado Beach. Ella levantó los hombros y dijo: -¿Y? " a tres metros de uno y no se podría calificar como una La lluvia, mágicamente y sólo para ayudar a Gertru, experiencia grata. desapareció por el momento. Recorrimos en un taxi Una hora después decidimos regresar a la avenida Caupolicán y doblamos casa. hasta encontrarnos con la plaza Aníbal Pinto. Nos sentamos En el camino de vuelta las calles estaban vacías. Sólo en un banco, que según Gertru era el mismo donde siempre se vimos pasar a los camiones que abastecían a los grandes sentaba con Víctor después de tomar helados en la Confitería supermercados. Toda la ciudad dormía sin preocuparse de Central de calle Bulnes. Esperamos 10 minutos en los que apariciones. ella me preguntó 34 veces cómo se veía. Por mi parte, quise Antes de despedirnos le pedí a Julio q^e no contara nada saber cómo era el tal Víctor. de lo ocurrido, necesitaba aven guar algo más antes del —Es muy flaco y buen mozo —dijo ella. siguiente paso que daríamos. Julio dijo que estaba tan Cuando apareció un señor muy gordo, con una barriga impresionado con lo que había visto, que seguro mañana se que parecía una mochila al revés, ninguno de los dos lo quedaba mudo. Lo que más sentía, en todo caso, era que los reconoció. Del Víctor que recordaba Gertrudis poco quedaba. collares de su abuelo no habían servido de nada. Pero lo peor estaba por venir, es decir llegó con el gordo AG Víctor, pues junto a ese Víctor irreconocible caminaban de la mano dos niños de no más de seis años cada uno. pesar de todo dormí hasta tarde. Desperté con muchas —Mis dos hijos —los presentó. preguntas en mi cabeza, pero no dije nada. Me duché y Gertrudis no podía salir del asombro. No sé si por ver acepté el desayuno: una paila de huevo, queso en gordo y mofletudo al ex ñaco de Víctor o porque dijera «mis ZZG Z[G G G dos hijos». Víctor le contó que hacía siete años se había Me quedé recorriendo las calles. Cerca del mercado casado con Matilde, una ex compañera de Gertru. En municipal encontré una cerrajería. Entré y le mostré al realidad, y eso lo supe más tarde, ambas se odiaban desde el empleado aquella llave que don Armando había encontrado liceo. El asunto era que ahora Víctor y Matilde eran felices, en el suelo momentos antes de que apareciera el fantasma del ambos engordaban sin remordimientos, ella era buena malí. cocinera, trabajaba en el Hotel La Frontera, el más importante —A ver —me dijo, examinando la llave—. Estas son de los de la ciudad. Para coronar el pastel, Víctor le llaves modernas, no se venden en cualquier parte. confidenció arrugando los ojos, como si fuera un tierno —¿Pero a qué puede corresponder? secreto, que habían «encargado» otro hermanito para los dos —No sabría decirte, pero parece una llave eléctrica. que teníamos allá delante. —¿Cómo eléctrica? Por supuesto y como siempre, Gertrudis Astudillo se — Me refiero a que no se usa para abrir puertas, sino comportó a la altura de las circunstancias, como si todo eso para paneles eléctricos, por ejemplo. fuera normal, como si nada le sorprendiera y fuera natural —Muchas gracias —dije y salí de allí. encontrarse a su ex novio, el idéntico a Brad Pitt, convertido Regresé a la plaza de Armas y pregunté dónde estaban en el Profesor Barriga, además de inmensamente casado y las oficinas del diario de la ciudad. El Diario Austral estaba feliz. Yo sabía, en cambio, que por dentro Gertru sufría; la frente a la plaza. Necesitaba ver archivos antiguos. Me culpa, otra vez, la tendríamos nosotros los hombres. pidieron mi carné de identidad y pasé hasta los archivos, Una hora más tarde estábamos en una cafetería, sólo donde permanecí casi dos horas. ella y yo, llorando las penas frente a dos cafés con leche. Al final concluyó con su frase habitual, una que, a la larga, Durante el almuerzo estábamos todos en la mesa. Sólo siempre la hacía entrañable para mí, una que me servía Gertrudis tenía una cara larga que llegaba al suelo, pero los siempre de ejemplo de cómo comportarme en la vida y cómo demás nos reíamos de los chistes que tía Nenita contaba. superar las adversidades: —Como siempre, la comida está deliciosa —dije. — Una decepción más en la vida, Quique, una más, que —Qué bueno que te guste —dijo tía Gladis, satisfecha. le hace el agua al pescado. —Así engordas un poco antes de volver a Santiago CGomo no quería volver todavía a la casa, le dije a Gertrudis —dijo tía Nenita. que me quedaría un rato por el centro. Ella se fue por calle —¿Qué te pasa, Gertrudis? Estás en la luna —preguntó Bulnes contorneándose muy digna, atrapando las miradas de don Armando. los oficinistas y taxistas, del carabinero de la esquina y del —Perdón, estaba pensando en... otra cosa —dijo ella. quiosquero. Porque una cosa era tener mala suerte en el amor Yo sabía en lo que estaba pensando en ese momento. y otra la certeza de una nueva oportunidad. Z\G Z]G G G Entonces, don Armando se limpió la boca con una Nos preparamos con don GArmando para la noche. servilleta de género y dijo: Mientras nos vestíamos de la mejor manera aproveché —Les aviso que esta noche regreso al trabajo. de hacerle algunas preguntas: —Pero, papá, usted está todavía en reposo. —Dígame, ¿cuál es el apellido de Ramiro, su ayudante? —Tengo que probar que no mentía con lo que me — Loyola, ¿por qué lo preguntas? ocurrió, y la única forma es que me enfrente a esa cosa. —Por nada —dije. —Pero esa cosa como la llama usted no existe —dijo Gertrudis no quiso hablar conmigo y se encerró en su Gertru. dormitorio a escribir su diario de vida. En realidad no llevaba —Yo creo que es una buena idea —uije. ningún diario de vida, sólo se le ocurría escribir cuando le —No te metas, Quique —me detuvo Gertrudis. sucedían cosas tremendas como la que acababa de ocurrir con Aproveché de ir más lejos y le dije al papá de Gertru: Víctor, así se desahogaba. —Quiero pedirle un favor, don Armando. A las nueves de la noche estábamos listos para iniciar el —Dime, Quique. turno de guardia en el Malí Temuco. —Quiero acompañarlo esta noche en su ronda Cuando llegamos nos quedamos en la oficina jugando a nocturna. las cartas. Ramiro y don Armando eran muy buenos. — De ninguna manera, sobre mi cadáver, primero Después, Ramiro contó algunos chistes que nos hicieron reír. muerta —dijo Gertrudis. Los tres estábamos un poco nerviosos por lo que vendría, pero tratábamos de que no se notara. En un sillón de la oficina me eché a dormir un rato. Desperté a las dos de la madrugada. Todavía quedaba una hora para la aparición. Entonces nos preparamos. A las tres en punto haríamos una ronda completa por el malí, don Armando y yo. Ramiro se quedaría en la oficina. Cuando llegó la hora le pregunté al papá de Gertru si se sentía bien. — Súper —me respondió, y salimos al pasillo central. Caminamos lentamente con dos linternas. Cuando llegamos hasta el otro extremo del malí, nada extraño había ocurrido. Pero entonces vimos por los ventanales siluetas que corrían por el exterior> Don Armando dijo: —¿Viste lo que yo vi? Z^G Z_G G G Apenas alcancé a decirle que sí, pues la voz me salía —Parece que encontramos al fantasma del malí —dije como desde los zapatos. cuando Ramiro llegó hasta donde estábamos Seguimos avanzando de regreso hasta el centro del —No entiendo —dijo don Armando. malí, donde antes se había aparecido el fantasma. Nos — Don Armando, este es mi amigo Julio y su gente detuvimos allí y esperamos. Entonces la iluminación —dije, presentándolo. pestañeó y se extinguió por completo en el pasillo. Enseguida —Pero Ramiro... —balbuceó don Armando. apareció una luz verde que se convirtió en azul frente a — Cada vez que aparecía el fantasma había una nosotros, la que formó una figura que parecía un hombre con disminución del voltaje de la electricidad del malí —le un sombrero. Don Armando tragó saliva. Yo tragué saliva. expliqué—. Desde el segundo piso, Ramiro conectaba un — Quique —dijo susurrando don Armando— no proyector de rayo con el que imitaba una figura como la de un deberíamos salir corriendo ahora. fantasma. Los mismos rayos que usaba los fines de semana —No —respondí, y enseguida con voz más alta dije — en la discoteque. : Luz... —Pero... —dijo don Armando. —Sí, sí, la vi, esa luz es el fantasma. Le enseñé la llave que me había pasado y que había No me había entendido. La aparición brillante y encontrado en el piso del malí. transparente pareció darse cuenta y comenzó a avanzar hacia —Tenía razón con esta llave. Con ella se accede a los donde nos encontrábamos. Con el papá de Gertru paneles de control de luces de todo el malí, ahí instalaba su comenzamos instintivamente a retroceder. Entonces, otra vez equipo. grité con más fuerza: — ¿Pero Ramiro para qué querría hacer algo así? —Luz. — Todo tiene que ver con su apellido, Lo- yola, ¿no es Don Armando debió creer que me había trastornado, verdad, Ramiro? que la aparición me había hecho perder los sesos. En ese Ramiro movió la cabeza mientras lo sol- laban para que instante aparecieron casi 10 sombras por la escalera del patio hablara. de comida del segundo piso. Luego, escuchamos carrerones y —Yo no quería causarle un daño a usted, ilon Armando, el sonido del interruptor que provocó que todas las luces del se lo prometo. malí, incluidas las de las vitrinas, se encendieran de pronto. Me adelanté y dije: Así, como todo se iluminó la figura del fantasma se —Estuve esta tarde en El Diario Austral icvisando los desvaneció, como si la tragaran desde el techo. Por delante de archivos. Encontré la noticia cuando recién se inauguró el nosotros apareció Julio Painemal y otros 10 mapuches con malí, el caso del guardia i|ii< vio el fantasma en esa época: el cintillos en la cabeza y bastones. Dos de ellos traían atrapado Cortado, cuso nombre completo es Eduardo Loyola. de los brazos a Ramiro. Ramiro se adelantó ahora: Z`G [WG G G — Es cierto, el Cortado es mi papá. La empresa lo Gos fueron a dejar a la estación de trenes de Temuco. Afuera echó y nadie le creyó, por eso aproveché que tenía este todavía llovía y, nos habían advertido, cuando en el sur equipo de luces de la discote- que para usarlo y hacer creer en llueve puede hacerlo hasta quince días seguidos. Estaban tía el fantasma otra vez. Mi papá sufrió mucho y quería que se le Nenita y tía Gladis, don Armando y Julio Painemal. Poca reconociera. Pero le juro, don Armando, que no era nada gente viajaba esa noche, pero en realidad poca gente lo hacía contra usted. en estos días en tren. Todo había cambiado muy rápido en la — Está bien. Ramiro. De todas maneras este trabajo no ciudad y seguiría haciéndolo. Nosotros regresábamos a va a durar mucho más. Si volví a trabajar era para descubrir la Santiago, donde la vida era aún más rápida, mucho más que verdad, pero veo que ya sabemos lo que ha pasado. en una ciudad de provincia. -Nosotros nos vamos —dijo Julio con sus amigos, y Julio se acercó a despedirse: después de un grito de guerra mapuche nos dejaron a los tres — Ojalá que puedas volver a Temuco, Quique, para sentados en el banco del centro del malí, pensando en todo ¡o mostrarte más cosas de los mapuches. que había ocurrido. —Voy a volver —le dije. —El abuelo Moisés te mandó este amúlelo, dice que es para sobrevivir en Santiago —me entregó un amuleto de cuero con una placa de cerámica. Están llamando a abordar —nos dijo don Armando. [XG [YG G G G —Cuídese, papá, no trabaje mucho —le dijo Gertrudis a su papá después ientras el tren enfilaba hacia el norte comencé a a ambos. probar esos ricos empolvados que las dos tías Por su parte, tía Gladis y tía Nenita me volvieron a apretar mi cara como s solteronas me habían preparado. Estaban deliciosos. de anunciar: Cerré los ojos y pensé en todo lo que habíamos vivido —Gladis y yo te hicimos algunas cositas para que no pases hambre en el en esos días en el sur. Cuando los volví a abrir, que olía rico. Gertrudis parecía triste, sobre sus dedos movía la hoja C color damasco de la carta. Le pregunté despacito, uando nos despedimos de don Armando me dijo, sólo tratando de no molestar: para que yo escuchara, que nunca más hablaría de —¿Qué decía la carta? fantasmas. Estuve de acuerdo. —La carta... decía que todo tiempo pasado fue Subimos al tren. Pero antes, en la escalera. don mejor, eso decía... Armando se acordó de algo más. — Se me olvidaba —dijo—, antes de salir a la No he vuelto a la ciudad de Gertrudis y ganas estación llegó esta carta para ti, Gertrudis. tengo este verano o el próximo. Julio Painemal me Le entregó un sobre de color damasco a escribió y me envió una bandera mapuche que tengo Gertru. ahora en la pared de mi pieza. Poco tiempo después —¿Una carta? ¿Y de quién? —preguntó ella, de nuestro viaje ese invierno cerraron el Malí aunque adivinamos enseguida de quién sería la carta. Temuco, los negocios quebraron y fracasaron y el — Venía por mensajero —dijo don Armando—, lugar quedó abandonado durante mucho tiempo. de un tal Víctor. Dicen que la propiedad entera la van a vender para levantar edificios de s departamentos. También en la carta, Julio me contó que su abuelo no resistió la ciudad y se fue a vivir al campo, muy lejos, cerca de un lago, donde tiene las mismas gallinas y un chancho. En Temuco ahora hay un malí grande, idéntico a los de Santiago, y esperan seguir construyendo más y más, edificios, tiendas, ampliando las calles. Con esos adelantos la gente en la ciudad está feliz, eso dicen, pero yo, la verdad, es que no creo que tanto. [ZG [[G G G Gra el primer 18 de septiembre que pasábamos solos. Mis Gertrudis nos preparamos para esas extrañas conversaciones papás aprovecharon la temporada de rebajas y se fueron a a susurros que podían durar una eternidad. Buenos Aires en una promoción que les pagaba el hotel, un Pero no era él al otro lado del teléfono. Sofía regresó a city tour y un paseo por los malls de Buenos Aires, que en la cocina decepcionada y dijo con cara de botella de agua realidad son idénticos a los malls de acá o a los de cualquier mineral que se le escapa el gas: parte del mundo, pero igual mis papás se morían por ir a —Buscan a un tal detective Quique Hache. comprar al otro lado de la cordillera. Nos miramos nerviosos con Gertru; se suponía que ese Estábamos en la cocina tomando la once con mi era un secreto entre ambos. hermana Sofía y Gertrudis Astudillo, mi nana. Mi hermana —¿Para mí? —pregunté con voz de inocente que no aprovechaba que no estaban mis papás y planificaba sus entiende nada, aunque sabía perfectamente la respuesta. siguientes noches fuera de la casa con su pololo Nacho, al que —¿Qué es eso de detective privado? —dijo mi to dos odiábamos en silencio, no porque fuera un mal tipo, hermana. sino porque no hablaba o lo hacía a murmullos que nadie, —Nada. Una confusión —respondí. salvo Sofía, entendía. Mi mamá le preguntó un día a mi Sofía untó con mermelada light su rebanada de pan diet hermana si Nacho era un estudiante extranjero porque no se le y revolvió su café con sacarina. entendía nada. Mi hermana se sintió ofendida y lloró porque —¿En qué líos estás, Quique? —dijo. no la comprendíamos. Ella sí captaba cómo hablaba Nacho y Salí al living a contestar el teléfono. lo justificaba diciendo que era así porque sus padres eran Del otro lado escuché una voz gruesa, ronca, como la de diplomáticos y nunca estaban en su casa; su madre era un locutor radial de medianoche. Me pidió la dirección de mi budista y pasaba todo el día meditando. Tal vez por eso oficina. Como estaba nervioso y sorprendido por la llamada, Nacho no hablaba, porque su mamá se lo prohibía mientras sólo se me ocurrió entregarle la dirección de mi casa. ella meditaba. Trabajaba como detective ocasional después de un curso por Esa noche mi hermana saldría con su pololo al cine, a correspondencia, lo que era un secreto entre mi nana ver una película de un director iraní en la cual apenas existían Gertrudis y yo. Del otro lado me dijeron que en media hora los diálogos, y la que me imaginé le encantaría a Nacho. estaría por allá la señora Blanca del Río, quien requería mis Mientras esperaba que la mantequilla se derritiera servicios de detective. Tragué saliva y respondí: lentamente en mi marraqueta tostada, en las noticias de la —La espero —mi voz sonó natural, o por lo menos tan televisión aparecían las protestas de los estudiantes de natural como flor de plástico en un macetero. enseñanza media para que bajaran el valor del pasaje de la Unos minutos después estaba en mi dormitorio micro. Entonces escuchamos el teléfono del living. Mi her- revisando cajones y carpetas. Entró Ger- tru con cara de mana se fue a atenderlo creyendo que sería su pololo. Con [\G []G G G desesperación, una que le conozco y que es parecida a la cara olimpiadas del colegio, el que sólo me habían otorgado por de alguien bajando una montaña rusa con la boca abierta. participar en una carrera de ensacados. —Pensé que se había acabado el asunto de los Unos minutos después golpearon a la puerta. Por la detectives. Ella no sabía que otra vez había pagado un aviso ventana vi un elegante automóvil color verde musgo con en el diario ofreciendo mis vidrios negros. Varios vecinos en la vereda de calle Juan servicios al mundo. Moya miraban con admiración el automóvil, acostumbrados Cuando me vio desbaratando los cajones preguntó: a los miles de Opel Corsa y Toyota de segunda mano de —¿Qué buscas? nuestra vereda. Buscaba el diploma de detective, lo había conseguido Abrí la puerta y apareció un señor elegante, como los en ese curso por correspondencia hacía dos veranos. Lo mayordomos de las películas. Resultó que era, justamente, el encontré. El diploma tenía impresa la marca circular de una mayordomo de la señora, la que enseguida se bajó también taza de café justo en el centro, pero con un poco de liquid del automóvil vestida con ropa elegante, un abrigo de pelos paper no se notaría. largos y collares; la ropa que nunca usaría mi mamá, no — En unos minutos más viene una tal señora Blanca del porque amara a los animales, sino porque no tenía plata para Río, dice que quiere contratar los servicios de un detective pagar la fortuna que la señora llevaba encima. privado. — Se ve muy jovencito para ser detective — dijo el —¿A la casa? mayordomo con cara de mayordomo. —En realidad le dije que era mi oficina, así que hay —En esta profesión no hay edad —respondí. Gque transformarla en algo que se parezca a una oficina. Para Sin esperarlo, de improviso, después de entrar a la eso necesito mis diplomas. Y tú serás mi secretaria. casa-oficina, Blanca del Río comenzó a llorar; eso sí, lloraba Gertru, que es solidaria y comprensiva, me respondió: de forma diferente, es decir, lloraba con elegancia. —Jamás de los jamases. Desde la cocina apareció Gertru, mi asistente. Llevaba — Te necesito como mi secretaria para que no sospeche una libreta de notas esperando que le dictara o sólo para esa señora. tomar apuntes de la conversación. A Gertru le gustaba actuar, —Jamás de los jamases —insistió Gertru, echando había realizado cursos para actriz aficionada en el Centro fuego por los ojos. Cultural de Ñuñoa. Delfina Guzmán, la actriz de la televisión, dejamos los muebles en un rincón del li- ving. Instalamos una la felicitó por una obra en que Gertru tenía sólo una línea, mesa en el centro con tres sillas por delante y una detrás, pero en la que actuaba estupendamente. Delfina Guzmán le como si se tratara de un escritorio. En la pared pegué con había dicho que su actuación era «regia», estirando la erre. El scotch el diploma de detective privado y otro de las sueño de Gertru era que la descubrieran y le dieran algún papel en una telenovela. Se conformaba con el rol de nana en [^G [_G G G una telenovela, una nana, por ejemplo, que ayudara a la años fue el confidente más cercano que tuvo. Pero el gato protagonista, se transformara en su confidente, y que luego el tenía algo en común con su ex marido: no hacía nada más que guardia de la cuadra se enamorara de ella y resultara dormir y comer, pero también era intratable y no soportaba a finalmente ser el hijo de un millonario, ese tipo de nadie más que a la señora. argumentos. El mayordomo me mostró su mano vendada, era la Gertru creía en los personajes que representaba, por eso última caricia del gato antes de que lo robaran. Hacía 10 días ese día parecía la secretaria más eficiente de una agencia de la señora Del Río debió viajar fuera del país, y consideró detectives. entonces que lo —La escucho, señora —le dije a Blanca del Río cuando mejor era dejar a su mascota en un hotel de animales en detuvo el llanto que parecía no acabar a pesar de su elegancia. Vitacura, cerca de la Clínica Tabancura. Cuando fueron a —Me han robado al señor Robinson —dijo, y no pudo reclamar el gato, de regreso del viaje, le dijeron que alguien evitar volver a llorar. se había adelantado y lo había retirado. La policía no quiso El mayordomo, a quien nadie le había pedido su saber nada del asunto; a pesar de los millones de la señora Del opinión, levantó una mano vendada y dijo: IVÍO, tenían asuntos mas imponantes de que ocuparse. —La policía no quiere hacerse cargo del secuestro; por Entonces, ella vio mi aviso en el diario, llegó a mi casa, me eso, después de leer su aviso en el diario, acudimos a usted. extendió un cheque y me dio una orden: encontrar a ese gato Extrajo una fotografía. Alrededor de la figura dibujada gordo y agresivo antes de que ella se muriera de pena. de Winnie de Pooh aparecía la frase: «Un nuevo amiguito», y Justo en el momento en que la señora Del Río y su en el centro la fotografía de un gato blanco y gordo, tal vez el mayordomo se disponían a salir de mi casa oficina y más gordo que había visto. Gertrudis tomaba notas fingiendo que escribía, tocaron a la —Le presento al señor Robinson —dijo el mayordomo. puerta. Gertrudis me miró, sonrió como secretaria cuando tii a señora Del Río era la dueña de la botone- QJ ría más escucha que golpean a la puerta de la casa que no es una grande de Santiago, con sucursales repartidas en toda la oficina. ciudad, es decir tenía mucho dinero. Hacía cinco años se Abrí la puerta. Al otro lado estaba mi hermana. había separado de su marido, el que vivió mucho tiempo sin — Se me quedó el bolso de... —no alean zó a decir nada trabajar ni hacer nada gracias al negocio de los botones. Un más antes de que le cerrara la puerta a centímetros de su cara. día la señora se dio cuenta y deshizo el matrimonio. En El mayordomo me miró, la señora Deí Río me miró y reemplazo del marido compró al señor Robinson, un enorme Gertrudis miró hacia otro lado. gato blanco que engordaba en una vitrina y que nadie se —La colecta... —dije—, en esta oficina no estamos de atrevía a comprar por su precio y peso. Para la señora Blanca acuerdo con ninguna colecta, en eso somos muy claros, nada del Río eso no fue un problema y durante los siguientes cinco de colectas públicas. ¿Verdad, señorita Gertrudis? [`G \WG G G —Trae mala suerte —respondió ella. millonaria, la señora Del Río, tiene influencias, y ana (Gba arriba de una de esas micros nuevas, de esas que parecen demanda hoy no es un chiste. Pero esto se lo cuento a usted dos pero que en realidad son una sola, largas como gusanos, nomás, no me vaya a citar en el reportaje. por avenida Apoquindo hacia el oriente. En las esquinas nos Como no tenía alternativa le seguí el juego. detenían los malabaristas que lanzaban al aire desde cuchillos — Sólo quería que me confirmara un dato: ¿quién vino hasta pollos desplumados. Los automovilistas miraban a los a retirar al señor Robinson ese día? malabaristas con caras aburridas. —¿No lo sabe? ¿Quién cree? El señor Del Avanzamos por avenida Las Condes. Bajé del bus antes Río. de llegar a la Clínica Tabancura. En una casa con aspecto de —Pero el señor Del Río está separado de la señora Del jardín infantil estaba el Hotel de mascotas Bed and Pet. Entré Río, su mujer. Además, parece que él vive en el extranjero. y enseguida olí algo extraño que venía desde el interior, no —Mire, señor periodista, aquí en los registros tenemos era un olor a flores, sino a animales. Una secretaria con firmado a un señor Esteban del espinillas en la cara y chasquillas alzadas como se usaba Río, por eso se lo entregamos a él cuando vino; o sea, la antes, hace 15 años, me recibió sin despegar la vista de su culpa no fue del hotel. computador. —Pero cualquiera podría haber venido y dar el —Buenos días, venía por... nombre. No alcancé a nada más. La encargada revisó una lista en —Ah, no sé yo. Se identificó como el señor Del Río, un computador. ¿por qué íbamos a dudar? — ¿Nombre de la mascota? ¿Descripción? — dijo. —¿Pero se acuerda de algo especial en él? —No venía a eso, sino por el asunto de un gato que Se echó un lápiz marca Bic a la boca antes de tuvieron ustedes hace una semana, el señor Robinson. responder. La secretaria despegó los ojos del computador y por —Me acuerdo de ese señor porque cojeaba de una primera vez me observó como una máquina fotocopiadora. pierna. No sé si eso puede servirle, señor periodista. —No me diga que es periodista. No sé cómo dan el cartón a gente tan joven. —En realidad... —Le voy a decir algo, pero no me cite con mi nombre, se lo ruego. Aquí... —miró alrededor suyo como si alguien nos pudiera escuchar, pero sólo escuchábamos a lo lejos los ladridos de perros y a un papagayo afónico— en la empresa están preocupados por el robo de ese gato. La dueña, la \XG \YG G G Gproveché el viaje por el barrio alto de la ciudad y me fui al Abrí los ojos sorprendido. Malí Alto Las Condes. Por supuesto, eso me hizo recordar a —O sea, es un simple gato callejero. mis papás sufriendo en los malls de Buenos Aires, cansados — Exactamente —sostuvo otra vez la fotografía del de comprar, cansados de llevarse ofertas que ni siquiera les señor Robinson e indicó un detalle—: En todo caso, lo caro interesaban pero que había que aprovechar porque el cambio es el collar que lleva, vale millones. les favorecía. —¿El collar? Un guardia del malí me indicó el tercer piso cuando Examiné la fotografía. Se distinguía un collar luminoso pregunté por tiendas de animales. Subí por una escalera y brillante en el que antes no me había fijado. mecánica. Los pasillos estaban llenos de brasileños que, —De ese tipo valen millones —contestó con una como mi papá en Argentina, venían a comprar al país sonrisa que mostraba todos los dientes, como si estuviera o porque era más barato. quisiera estar en una playa de Jamaica echado en la arena. Los animales de la tienda, sobre todo los cachorros de LGlegué a mi casa en Ñuñoa justo cuando Gertrudis levantaba perros, estaban adentro de cajones de vidrio, con caras el teléfono y del otro lado de la cordillera mi papá saludaba suplicantes para que alguien se apiadara de ellos y se los con acento argentino después de apenas dos días en Buenos llevara. El olor era parecido al del hotel de mascotas, Aires. aunque aquí un empleado, disimuladamente, se paseaba — Sí, sí, aquí está estudiando —le contestó Gertrudis, por el lugar con un desodorante ambiental con aroma a mirándome nerviosa. bosque silvestre que confundía los demás olores. Estábamos en vacaciones del Dieciocho, tragando Me atendió otro empleado con trenzas rastafari. Le centenares de cuecas y empanadas, chicha, Parada Militar y entregué la fotografía del señor Robinson y le pregunté: fondas. A nadie se le ocurriría que yo estaría repasando —¿Qué tan caros son estos gatos? materias para el último tercio del año en el liceo. Entonces, El empleado lo observó detenidamente, respondió con mi papá sospechó y pidió hablar conmigo: una voz suave y con olor a no precisamente un cigarrillo, — Nada de jueguitos, Quique, le obedeces a Gertrudis y pero algo parecido. a tu hermana. —Nosotros tenemos unos gatos persas muy bonitos, no Le dije que todo estaba bien. Le pedí que me comprara como éstos. unos libros de Asterix, los que eran más baratos allá, y uno de —¿Pero qué tan caro puede llegar a costar este de la Tintín que me faltaba: Tintín en el país del oro negro. foto? Colgamos y me fui a la cocina a comer una empanada con —Nosotros vendemos gatos de raza, y el de esta foto mucha cebolla y pasas enanas. que me muestra es uno común y corriente, fácil de encontrar Gertrudis había decidido no seguir el difícil camino de en la calle. la actuación. No era la forma de obtener el éxito y el dinero \ZG \[G G G con el que esperaba traer a toda su familia de Temuco. La el gimnasio donde se realizaba el evento. Fue amor a primera fórmula era ahora otra: entrar a un reality show de la televi- vista, él le dedicó una cueca con zapateo y ella se puso sión. Lo había estudiado muy cuidadosamente, esa sería su colorada. Al final, él no ganó el campeonato nacional, pero se meta de ahora en adelante. Gertrudis Astudillo era una quedó con la carabinera. Dos meses después se casaron. morena alta y buena moza, cuando iba por la calle le silbaban Mientras tanto, Gertru se quedó en Te- muco muerta de amor y los hombres le observaban el trasero, que según la misma y celos. Gertru es lo mejor que tiene. Le pedí a don Artemio que me llevara. Él maneja un Le conté entonces todo lo que había averiguado del taxi, pero lo hace casi por diversión porque es jubilado de la señor Del Río en el barrio alto. Antes le había preguntado por Armada de Chile. Vive cerca de mi casa, en avenida Grecia teléfono a Alamiro, el mayordomo de la señora, detalles de su con Juan Moya. Como le encanta manejar me aseguró que le antiguo patrón. Me confirmó que cojeaba levemente debido a venía bien un paseo por el barrio alto. un accidente en moto cuando era joven. Todo coincidía, Nos fuimos entonces por Américo Vespu- cio, entonces. Caso resuelto. A cobrar. El culpable era Esteban del cruzamos un puente grande y luego nos internamos por La Río, que quiso vengarse de su mujer y por eso secuestró al Dehesa, por calles que no conocía, bordeando los cerros. Allí gato. Sólo faltaba un detalle: el gato. se veían casas grandes, todas con piscinas y varios Desde hacía cinco años, Alamiro no veía a su antiguo automóviles en los estacionamientos. A don Artemio no le patrón. La explicación de todo lo que estaba ocurriendo era molestaba llevarme porque decía que él toda la vida navegó simple: el collar del gato valía millones y el señor Del Río por los canales del sur de Chile en una barcaza de la Armada, necesitaba dinero. Dos más dos, igual cuatro. por eso le gustaba manejar su taxi, se aburría si se quedaba en G Desperté con unas bulliciosas cuecas que le gustaba su casa mirando en la televisión el fútbol español o la liga escuchar en esa fecha a Gertru: una del gordo Loyola, otra inglesa. Como seguía siendo un marino, cada vez que de los lagos de Chile y la de adiós Santiago querido. Esa indicaba algo utilizaba su terminología de navegación. música emocionaba a Gertrudis y enfurecía a mi hermana, —A babor se encuentra el río Mapocho. A estribor el que se lamentaba de haber nacido en Santiago de Chile y no cerro. en París. Por fin llegamos a la casa de la señora Del Río. Desde A Gertru las cuecas le recuerdan a un pololo en allí, mirando hacia abajo, la vista de Santiago era Temuco, quien la abandonó por una carabinera. El pololo era espectacular pero lejana, con sus calles parejas, con el sol del un experto bailarín de cueca, ganaba todos los concursos mediodía y los automóviles pequeñitos. Me bajé del taxi y regionales, hasta que, en un mes de septiembre, se fue a don Artemio dijo: Curicó a la final nacional de cueca. Todo iba bien, según la —Me quedo esperándolo, marino. Gertru, pero en ese lugar conoció a la carabinera que cuidaba \\G \]G G G Me recibió en la puerta Alamiro, el mayordomo. Se Irarrázaval con Pedro de Valdivia, pero quebró casi sorprendió de verme. Todavía llevaba su mano vendada. enseguida. Cuando le pregunté cómo estaba la herida me dijo que cada —¿Y no sabe dónde estará ahora? vez que se observaba las vendas se acordaba del señor —Dicen que se fue del país, otros lo han visto en algún Robinson y de su mal humor, así que era sincero cuando me bar por Irarrázaval, pero yo prefiero no meterme en eso. decía que estaba feliz porque alguien se lo había llevado de Salí de la casa. Don Artemio me esperaba en su taxi esa casa. durmiendo con la boca abierta, soñando con alta mar. La mansión era enorme y antigua. A diferencia del CG exterior, adentro de la casa parecía el Polo Sur. Pero no sólo por frío. Todo parecía oscuro, los muebles antiguos, tristes, uando llegué a la casa nadie me esperaba. Era el pago a un pasados de moda. El mayordomo me advirtió que perdía el detective privado después de un día de trabajo. Me fui a ver la tiempo porque la señora Del Río estaba con unos amigos en televisión. Los estudiantes seguían en una huelga eterna. En Colina, en un almuerzo campestre. las noticias apareció entonces una «historia extraordinaria», —En realidad venía a conversar con usted —le dije—. así les llamaba mi papá a las historias curiosas. Esta era sobre Quiero que me cuente del señor Del Río, necesito más un perro y su amo. El amo vivía en Nueva York, pero por detalles. trabajo debió viajar a establecerse a Los Ángeles; es decir, El mayordomo me hizo pasar a una cocina enorme, del debió cambiarse a una ciudad al otro extremo del país. El tamaño de mi casa entera. El piso parecía un tablero de país, por supuesto, era Estados Unidos, donde siempre pasan ajedrez, con cuadrados negros y blancos. Me dejó por delante historias extraordinarias. Las historias tristes, las malas un vaso de leche cultivada con sabor a frutilla. historias o las que terminan mal, ocurren sólo en los países —La señora Blanca se separó de su marido porque él como el nuestro. El amo del perro se cambió a un trabajo en era un inútil, pero además porque era un alcohólico. Silicon Valley, un lugar donde van a parar los genios de la —¿Y qué sabe de ese collar que llevaba computación, aunque al parecer este no era un genio pero sí el gato? un buen vendedor de computadores. Entonces debió dejar a —Ese collar se lo regaló hace muchos años el mismo su perro con un vecino y olvidarse para siempre de él. Ocho señor Del Río a la señora, pero eso hace tiempo. meses después, cuando el amo trabajaba en una tienda de —¿Y qué le parece si le digo que al señor Robinson lo computadores, en un pueblo de California con nombre en robó el propio marido de la señora? castellano, salió a almorzar. A su regreso se encontró en la —Al señor Del Río no le gustaban, según me acuerdo, vereda, echado en la puerta de su negocio, a su perro. Ni él ni los animales. Cuando se separó de la señora quedó sin nada. nadie supieron cómo llegó hasta allí. Al vendedor de Instaló una oficina de propiedades en el Caracol de computadores lo entrevistaron en la televisión y lloró frente a \^G \_G G G la cámara. El perro, en cambio, sólo se veía algo cansado. Esa que sí, que esta vez era el hombre de su vida. No sería yo era una historia extraordinaria. quien le arruinara la felicidad diciéndole que le había De pronto apareció Gertru vestida elegantemente, escuchado decir antes lo mismo casi una docena de veces. seguida de Sofía, mi hermana, que la miraba como diciendo: Antes del almuerzo me fui hasta el centro de Ñuñoa, por «Todo esto es mi obra». El vestido era nuevo. Gertru llevaba avenida Irarrázaval. Allí me informaron de los bares más un maquillaje en la cara que la hacía verse extraña. concurridos. Llegué hasta Los Cisnes, bajando hacia Macul. —¿Qué tal? —preguntó, esperando lo que toda mujer El bar era oscuro; además de ofrecer lo habitual para beber, espera después de una pregunta como esa, la que tiene una vendían huevos duros. Me acerqué al empleado, que sonreía sola respuesta posible. como si se hubiera ganado la lotería. —Estupenda —dije—. ¿Adonde vas? —Busco al señor Del Río, me dijeron que a veces viene Mi hermana me hizo un resumen. Había aparecido otra por aquí. vez el profesor Araneda, del Colegio San Agustín de Ñuñoa, Se le borró enseguida la sonrisa. Me había conseguido quien antes la había invitado varias veces a salir. El profesor una fotografía con el mayordomo de la señora Del Río. Al era elegante y culto, pero, por largas temporadas, des- hombre del mostrador se le cayó aún más la cara y le cambió aparecía. Al parecer, como los volantines, en septiembre abruptamente por un rostro cuadrado, como un pedazo de había vuelto. Esta vez la había invitado al cine de La Reina, a piedra recién expulsada de un volcán. ver una película donde actuaba el mismo actor de la película —A ese señor no lo queremos ver en este Titanic, aunque ahora no se moría en la película. lugar. Aproveché para advertirle en secreto a —¿Por qué? Gertru que tenía que ayudarme al día siguiente con el caso del —Nos inventaba historias y nos pedía dinero prestado. gato perdido, pero ella en esos momentos estaba en las nubes. Un día nos dijo que tenía que operarse en Cuba porque le Cuando el profesor Araneda llegó, dejó un aroma a habían encontrado un tumor. Todos nosotros aquí en el bar colonia Rodrigo Flaño por toda la casa. Se fueron al cine en hicimos una colecta para ayudarlo. Un mes después, de La Reina; yo, en cambio, sin nada más que hacer, me fui a pronto, sorpresivamente estaba sano y sin viajar a Cuba; así acostar. que no lo queremos ver más. AGl día siguiente era 18 de septiembre, Día de la Patria. Tal —¿Y no sabe dónde lo puedo encontrar? vez por lo anterior me quedé dormido hasta las doce del día, —En otro bar, eso es seguro. hora en que otra vez debí soportar las cuecas de Gertru. Mi Salí de allí. Don Artemio el taxista me hizo un recorrido nana estaba feliz, todo había resultado perfecto la noche por los bares de la comuna, los más importantes. anterior con el profesor. Y como ocurría siempre que se Cuando iba en el bar número cinco, el Manhatthan de enamoraba súbitamente, aseguró con las manos en el corazón avenida Irarrázaval, encontré a Esteban Del Río. \`G ]WG G G G 1 señor Del Río estaba en la mesa del fondo de aquel bar. En anteriores y el amor de la señora Del Río, pero reconocía que la radio se escuchaba una canción de Ricardo Montaner, una ella tenía razón, que su verdadera realidad era lo que vivía que a mí me parece horrible pero que a Gertrudis, en cambio, ahora, sentado en un bar, tomando alcohol temprano en la le recuerda a otro gran amor que tuvo en Temuco y del que no mañana. se ha podido olvidar, a pesar de haber tomado unas hierbas —Quiero hacerle una pregunta —le dije. medicinales de un doctor de la Plaza de Armas, unas que —Dígame. curaban los males de amor a distancia. El doctor de la plaza —Estará enterado de que luego de su separación su ex que le vendió esas hierbas, más tarde apareció en la televisión mujer compró un gato. acusado de tener una fábrica de DVD's piratas en Estación — Sí, un gato gordo y feo —dijo con rabia. Central. —De eso venía a preguntarle. Alguien se robó el gato y En persona no se veía muy bien Esteban del Río, más de pasada un collar que llevaba. La señora Del Río me mandó bien, digámoslo, tenía aspecto acabado, como si un carro del a investigar el asunto. metro de Santiago hubiera pasado sobre él varias veces. El señor Del Río me quedó mirando sin entender. Estaba solo en una mesa, tomando una copa y no dejaba de —Cuando me separé nunca más vi a mi ex mujer. Supe mirarla fijamente como si fuera de oro. No estaba borracho de ese gato, pero a mí no me gustan los animales, les tengo todavía, según me dijo el empleado del bar, necesitaba dos fobia, cada vez que estoy cerca de uno comienzo a estornudar. copas para emborracharse, y todavía estaba en la primera. —¿Usted no tiene entonces al señor Robinson? Aproveché y me presenté: —¿Señor Robinson? No, no tengo a nadie con ese —¿El señor Esteban del Río? Vengo a hacerle unas nombre, en realidad a nadie con ningún nombre. preguntas. Nos quedamos mirando a los demás que bebían, todos Del Río me miró como si fuera un enviado de solitarios y tristes en un bar oscuro. Entró un niño y nos dejó Ganímedes, pero enseguida pareció no importarle, estaba un santito con la imagen de San Tadeo, pero como no le acostumbrado a todo lo que se le presentaba. Desde hacía dimos nada a cambio salió de allí llevándose el santo de cinco años su vida iba en bajada, como si fuera sobre patines papel. Esteban del Río se acercó a mí y me dijo: en línea, así que no le sorprendía lo que le pasara, sabía que —¿No tendrías unos pesos para pagar otra copa? todavía podía seguir bajando un poco más. Me contó que trató de trabajar en una corredora de propiedades. Todavía tenía la oficina, pero prefería que la AG ocupara un socio más confiable que él. De eso vivía, mientras l día siguiente era 19 de septiembre, Día del Ejército. Cuando tanto se alojaba en una casita arrendada detrás del Estadio era chico me gustaba ver la Parada Militar. Pero hay que Nacional. Recordaba con cariño y nostalgia sus comodidades reconocer que es de los actos más aburridos que existen, ]XG ]YG G G sobre todo si se ve por televisión, pero a mi papá le gustaba; uno de verdad, no como el de mi papá y sus tres semanas él alguna vez fue cadete de la Armada, pero cuando era muy cerca del mar. joven. Por supuesto, mi mamá aclaraba que había alcanzado a Llegamos por las calles de tierra de La Dehesa. Nos estar sólo tres semanas en la Escuela Naval. Volvió a la casa quedamos esperando a un costado del camino, a pocos metros porque echaba de menos a su familia. Pero para él era como si de la casa de la señora Del Río. Cuando Gertrudis quiso hubiera vivido toda una vida en el mar, con barcos y comenzar a protestar, vimos el auto verde musgo, el de vi- uniformes. drios polarizados, salir de la casa. Por supuesto, como en las En realidad era triste pasar un Diecinueve sin mis papás, películas, le dije a don Artemio: —Siga a ese auto. sin la obligación de ver ese desfile en la televisión, que, como Nos acercamos a Santiago rodeando el cerro San todos los años, era siempre el mismo, y, como todos los años, Cristóbal. Bajamos por Bellavista y subimos por Recoleta. El el comentarista de la televisión siempre lo definía como viaje fue largo, pero don Artemio era un buen piloto y nos «gallardo». Echaba de menos a mi papá, perdido en una selva entretenía contando historias de su época de marino. de malls en Buenos Aires. En un supermercado de calle Independencia vimos Ese día almorzamos con Gertrudis, la que seguía muy como el auto que seguíamos se detuvo en los alegre. De la película de la otra noche poco se acordaba o estacionamientos. Nosotros también lo hicimos a una poco le importaba. Dijo que el profesor Araneda era un distancia razonable. Vimos bajar del auto a Alamiro, el caballero, y muy culto; sabía el nombre de la capital de mayordomo, pero con una ropa diferente, con jeans y una Nigeria. Es decir, ella le preguntaba cualquier país del chaqueta de motociclista. Entró al supermercado. Lo mundo, sin saber si existía siquiera, y él le respondía seguimos con Gertrudis. Al principio pareció que lo perdía- enseguida con el nombre de la capital. Pero, además, según mos, pero después lo encontramos en la sección de carnicería Gertru, el profesor era «encantador». comprando carne molida. Nos escondimos en el pasillo Mientras mi hermana se fue a hablar por teléfono con su siguiente. Pero justo cuando doblábamos, vimos en el otro pololo casi mudo, aproveché para explicarle a Gertru que una extremo, cerca de las piñas y las naranjas, al profesor cosa era su profesor y otra distinta era el trabajo de detective; Araneda, el posible o casi pretendiente de Gertrudis Astu- por lo tanto, tenía que ayudarme siguiendo una pista esa dillo. A ella se le iluminó la cara como en un bautizo, pero misma tarde. Gertru miró al cielo y reclamó con su frase enseguida se le apagó con la misma velocidad. Junto al preferida: profesor vimos, aferrada a su mano, a una señora gorda y a —Dios mío, dame tu fortaleza. Nos subimos al taxi de dos niños arriba de los carritos de compras. El profesor no don Artemio, a quien tampoco le gustaba mirar la Parada alcanzó a vernos. Gertru quedó paralizada. Si existieran los Militar, según él porque le recordaba su pasado como marino, rayos paralizantes, Gertru hubiera sido una buena promotora de ellos en ese momento. No se movía, tenía la boca abierta ]ZG ][G G G como si le hubieran dado un golpe en la cabeza con un bate de otro sector de la bodega. Crucé por varias puertas: encontré béisbol. automóviles inservibles y carteles antiguos donde aparecía el Al final del pasillo vi al mayordomo avanzar hasta las cajas. nombre de la botonería de la señora Del Río. Probablemente Arrastré a Gertru conmigo, ella me siguió como cordero. ese lugar era una bodega de la fábrica. Entonces escuché un Seguimos por la vereda llena de vendedores de maullido, de esos que vienen de un solo animal conocido: un calcetines y pantys. Como Gertru parecía todavía choqueada, gato. preferí entrar con ella a una fuente de soda donde sonaba por G los altoparlantes un reggaeton. La dejé sentada con una botella de Fanta por delante y con la mirada pérdida. Le dije que volvería, que no se preocupara, que todo se arreglaría, aunque sabía que lo del profesor Araneda significaría varias semanas de consuelo por otra desilusión amorosa, la número 467. Por supuesto, tenía rabia contra el profesor Araneda y su Allí estaba el señor Robinson, en una jaula de madera, engaño, pero tampoco tenía tiempo para preguntarle. Dejé a mirando con cara de indiferencia y seriedad, como lo hacen Gertru ahogando sus penas en la Fanta light y me escabullí. todos los gatos que conozco, pero, además, con cierto El mayordomo me había sacado ventaja, pero alcancé a atrevimiento de saberse un gato importante y no cualquiera verlo entrar a un edificio. Me acerqué: no tenía ventana, sólo de la calle, aunque naciera y se criara en la calle, peleando una puerta metálica por delante. La casa vecina parecía llegar con otros gatos, defendiéndose o atacando por un pedazo a una ventana lateral de la bodega. Entré al patio de la casa y de pescado frito. me recibió un perro de una raza difícil de imaginar, que me Abrí la puerta de madera. Al principio el señor ladró sin ganas y sin atreverse a atacar. Después me di cuenta Robinson se intranquilizó; no quería ser liberado por un que estaba cojo y le faltaba la cola; es decir, durante su vida extraño. Cedió y volvió a ser un gatito de salón, permitió había pasado por muchas cosas, así que se tomaba con calma que lo tomara en brazos y lo sacara de esa jaula. Pero su rol de guardián. Seguí por el patio con el perro detrás. también era un gato astuto, un gato-zorro, si es que se Junté unos cajones y unos neumáticos viejos. Me acerqué a puede decir así. Cuando sintió que estaba libre, se revolvió una ventana que le faltaban los vidrios y salté hacia el otro en mis brazos, me lanzó dos zarpazos que me dejaron lado. adolorido y subió por unas cajas de cartón hacia lo alto de Llegué hasta una habitación oscura que olía a aceite de la bodega. Podría haber intentado convencerlo de que motores. Al fondo escuché un televisor encendido donde bajara de allí, pero el escándalo que hizo fue suficiente para reconocí las bandas militares con sus marchas, las mismas de que lo escuchara el barrio completo. siempre en el parque O'Higgins. Decidí primero revisar el ]\G ]]G G G —El detective privado — dijo Alamiro, el mayordomo, vengarse de todos los hombres, eso incluía al profesor Arane- en la puerta de la bodega. Llevaba una pedazo de madera que da y a Alamiro. El mayordomo se vino al suelo como si le parecía un travesaño de arco de fútbol. hubieran puesto anestesia. Estaba acorralado. Mientras, arriba en las cajas de El ruido debió asustar al señor Robinson, dio dos saltos cartón, el señor Robinson parecía reírse, contento por todo lo de gato trapecista, se colgó de otras cajas y llegó hasta la que había causado, pero más contento aún porque no estaba misma ventana por donde yo había entrado a la bodega. Lo prisionero en la aula. último que alcanzamos a verle fue su cola blanca. —¿Cómo llegaste hasta aquí? —me dijo amenazante el mayordomo. — Lo seguí. Sospeché de usted el día que lo conocí por la venda que traía. Se observó la mano vendada. —Ese gato me las va a pagar —dijo mirando hacia arriba en las cajas. —El primer día tenía la venda en la mano izquierda, pero la ocasión que fui a verlo a la casa de la señora Del Río la llevaba en la otra mano, en la derecha; por lo tanto, el gato lo había atacado dos veces. El mayordomo movió la cabeza antes d( responder. —Ese gato tenía todos los privilegios en la casa, sólo quería deshacerme de él, no tenía idea lo del collar —del bolsillo extrajo el collar que antes debió llevar el señor Robinson—. A mí la plata no me interesa como a los Del Río, sólo quería que me trataran dignamente. Volvió a levantar el travesaño amenazante y avanzó hacia a mí. —Te voy a encerrar en la jaula y voy a acabar de una vez con ese gato —dijo, avanzando mientras yo retrocedía. — Quiero decirle algo... —alcancé a exclamar antes de que una botella de Fanta le cayera en la cabeza a Alamiro. Detrás apareció Gertrudis Astudillo, con cara de querer ]^G ]_G G G G el bolsillo del mayordomo rescatamos el collar del gato. Nos Al día siguiente, en la casa de La Dehesa, la señora Del fuimos por las calles de la Vega Central. Gertrudis no quería Río acariciaba al señor Robinson con su collar en el cuello. hablar ni una palabra. Me dijo que desde ese momento no Por supuesto, no se enteró del cambio del gato. El nuevo era hablaría con nadie del sexo opuesto, incluido yo; todos los dócil y tranquilo, no le gustaba moverse mucho y prefería no hombres éramos unos traidores. No sé por qué pero sentí que pelear con nadie. tenía toda la razón. —Lo noto algo distinto... —alcanzó a decir ella. Revisamos el barrio pero no pudimos encontrar al señor —La experiencia vivida ha sido traumática para él —le Robinson. Antes de irnos llegamos hasta una casa donde una respondí como un psiquiatra de gatos. señora barría echando agua en la vereda para que el polvo no La señora quedó conforme. Me dijo que su se levantara. Por la puerta abierta pudimos ver que la casa, la mayordomo, extrañamente, se había ido de la casa de pronto, que parecía pequeña, era extensa hacia atrás, y desde allí sin retirar sus cosas. asomaban sus cabezas varios gatos. Le preguntamos por el Me entregó un cheque por mis servicios. Una parte de señor Robinson. La señora, con ondulines de colores en la esa plata era para pagar a don Artemio y a su taxi; otra para cabeza, nos dijo con una sonrisa: invitar a Gertrudis a comer en el Restaurante Eladio, tal vez —Conozco como a tres gatos con esa descripción. un bife de carne con papas fritas, y así pasar las penas, olvidar Pasen a verlos ustedes mismos. a los hombres malos, que, según ella, eran casi todos. Entramos a la casa. El interior y el patio de la casa eran Antes de salir de la casa en La Dehesa le pedí un último enormes. Tenía muchos árboles y el pasto allí era de un metro favor a la señora Del Río. La llevé hasta la ventana que daba a de alto. Al final del patio vi un gallinero. En el pasto, arriba la calle de tierra. Desde allí vimos, al lado del taxi, a Esteban de una mesa, debajo de un parrón de uvas, por todas partes se del Río, iba con un traje, camisa blanca, corbata y peinado movían gatos de todos los colores y formas. con gomina, que lo hacía verse como antiguo actor de cine. —Hace cuatro años recogí dos gatitos —dijo la señora Tenía la cara despejada y parecía nervioso. Le pedí a la de los ondulines con cara de santa—, desde entonces llegan a señora Del Río que lo recibiera un momento, que lo esta casa y no puedo sino recibirlos; ahora tengo 23 gatos y a escuchara y que luego decidiera. todos los quiero por igual. A todos los conozco por sus Subí al taxi mientras Esteban del Río entraba a la casa. nombres. Por ejemplo, ese se llama Barrabás, esa otra Iris, Bajamos hacia Santiago. El feriado de Fiestas Patrias ese Melquíades, ese Sombra... había coincidido con los primeros días de un fin de semana, Comprobamos que los tres gatos que se parecían al así que todavía tenía un domingo entero para mí antes de que señor Robinson sólo lo eran lejanamente. Entonces se me mis papás llegaran, se bajaran de un taxi y finalmente nos ocurrió una idea. saludaran a mi hermana y a mí con un abrazo emocionado hasta las lágrimas, después de cuatro días de ausencia. ]`G ^WG G G G G G G 1 sábado pasado ocurrió algo increíble. Ese día conocí a Alvaro Paz, también conocido como Atún, El sobrenombre venía de algo que pocos sabían, y si yo lo sabía era porque Alvaro Paz, alias Atún, fue mi ídolo sin conocerlo. Hace muchos años antes de que yo naciera, Alvaro se paseaba cerca de la orilla de río Ma- pocho, más o menos a la altura del puente Pío Nono. Se paseaba porque era joven, estaba en el liceo y por las tardes no hacía nada más que estudiar y jugar fútbol, que era lo que realmente le importaba en su vida. Era un invierno tremendo, con lluvias e intensos fríos. Esos datos eran importantes, pues el río, que en verano es un hilito de agua entre las basuras y las piedras, en invierno baja imparable desde la cordillera. Ese día en particular el río había amanecido tempestuoso. De la otra orilla, desde la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, alguien comenzó a gritar que la corriente se llevaba a una persona, que probablemente se ahogaría si nadie acudía a sal ^XG ^YG G G varia. Por supuesto, en esa época, es decir hace muchos Paz no dio ninguna respuesta al respecto, se quedó años, nadie saltaba al Mapocho en invierno y nadie callado, dijo que era algo personal que no podía compartir tampoco saltaría hoy, pues era como suicidarse. Alvaro, con nadie, prefería simplemente dedicarse a otra cosa, tal que presenció todo aquello, dejó sus cuadernos, su bolso vez estudiaría Periodismo, tal vez se instalaría con un de entrenamiento en el suelo y como si fuera lo más almacén en Recoleta, donde vivía desde que era un niño. natural del mundo se zambulló con un lindo y artístico Esa era la historia completa del Atún, hasta ahí sabía yo de clavado. Nadó rápidamente y en pocos minutos atrapó al su vida, pues después no pude encontrar ningún tipo de que se ahogaba, lo llevó hasta la orilla, donde lo información. Una vez le pregunté a Filipo, uno de los atendieron, le echaron dos frazadas encima y le dieron novios de mi hermana que estudiaba Periodismo en la una taza de café caliente. Lo extraño vino enseguida, Universidad Diego Portales, pero me dijo que él de fútbol cuando los periodistas le preguntaron a Paz, de no más de sabía desde los años ochenta en adelante, de antes sólo 16 años en esa época, él les confesó que era la primera vez conocía la vida de Carlos Caszely y Sergio Livingstone. que nadaba o que intentaba nadar, que nunca lo había Cuando le mencioné a Alvaro Atún Paz me miró con cara hecho porque su familia era pobre y ni siquiera conocía el de astronauta sin casco en el espacio. mar, es decir lo conocía sólo por fotos y no había ido Lo que Filipo no sabía era la historia oculta del Atún, y nunca a una piscina. Los periodistas entonces escribieron esa historia entre los vecinos, los fanáticos del fútbol que Paz era un «nadador por instinto». Nadie entendió el amateur, sí era conocida. En ese tiempo yo no había nacido y término. Esa tarde, en el entrenamiento del Juventud tampoco León. León, mi mejor amigo, sabía de Alvaro, para Unión, sus compañeros de equipo, que tampoco tenían él era su ídolo también, aunque ninguno de los dos lo vio idea que era un «nadador por instinto», prefirieron jugar y sólo sabíamos de él porque era ídolo de todos los llamarlo el Atún. Nunca volvió a salvar a nadie de las tiempos del Juventud Unión, nuestro equipo de fútbol de la aguas, incluso nunca más volvió a nadar, o a intentar si- liga amateur de Ñuñoa. quiera aprender a nadar pero le quedó el apodo. Lo anterior lo supe leyendo una vieja revista de deportes que El viernes, León llegó agitado y transpirando a mi casa encontré en el Persa Bío-Bío, donde tienen de todo, desde y me dijo que ni me imaginaba lo que tenía en las manos. A una escopeta hasta un casco de la Segunda Guerra simple vista no le vi nada, entonces me respondió que era una Mundial. En la revista entrevistaban a Paz recién retirado forma de decir, que más bien lo que tenía era un papel en el del fútbol amateur. Más bien, lo entrevistaban para saber bolsillo, y en él, anotada una dirección de Reco- por qué se había retirado recién comenzada su carrera, / con 23 años, después de apenas cinco años en el fútbol y leta, la dirección de Alvaro Atún Paz, el delantero central del justo antes de que fichara por un club profesional. Atún Juventud en los años sesenta. La dirección de esa casa era la ^ZG ^[G G G misma donde seguía viviendo tal como lo prometió en esa su Pero ahora estábamos en enero intentando acortarlo lo última y tal vez única entrevista, luego de su último partido. más que se pudiera. Por eso cuan do León apareció con esa La dirección se la consiguió León, había casi pagado por ella dirección que se había conseguido en Recoleta, sentí un vacío al amigo de un tío de otro amigo que trabajaba como en el estómago, como si comiera helado y después un litro de recolector de basura en Recoleta. La obtuvo con mucha café hirviendo. Entonces le dije a León: suerte porque en el barrio del Atún todos lo recordaban, pero —Prepárate que mañana conoceremos al protegían su privacidad de ídolo. El Atún estaba viejo, según Atún. le dijeron a León, había pasado por todo lo que debe pasar alguien que está a punto de cumplir 70 años de edad. Estábamos de vacaciones con León, con pocas ganas de movernos por el calor de mitad de enero en Santiago. Mi papá había pedido sus vacaciones para febrero y en la casa esperábamos viajar en esa fecha hasta El Quisco, a la casa de una madrina de mi papá que siempre nos prestaba una casa durante una semana para que tomáramos sol, para que viviéramos en tacos de automóviles camino a la playa y asados casi todos los días. Pero todos, incluso mi hermana y mi mamá, estábamos de acuerdo con esa semana en el mar y nos preparábamos felices comprando toallas y litros de bloqueador solar factor 60. En Navidad me habían regalado paletas de playa con el hombre araña pintado entre los hoyitos de la madera, pero que debían esperar un mes entero antes de ser usadas. Nos iríamos una semana en febrero a disfrutar a toda velocidad de las vacaciones en familia. Al final de la semana llegaríamos a Santiago tan cansados de descansar que tendríamos que tomarnos otra semana, pero echados en el patio de la casa de calle Juan Moya, debajo de los castaños, sin contestar el teléfono y pasando el calor con una manguera de jardín. ^\G ^]G G G G 1 otro día partimos temprano. Era sábado. La noche anterior llevábamos, los que, justamente, eran de atún con hojas de lo planificamos con León. No era fácil emprender un viaje lechuga y mayonesa. León, que es supersticioso, dijo que era entre comunas de Santiago, desde Ñuñoa hasta Recoleta. Una una señal que los sándwiches de atún los comiéramos el día hora en micro. Para nosotros sería una completa aventura. que conoceríamos al Atún Paz. Luego, intentó dormir una Engrasamos dos bicicletas mountain bike, una era de mi siesta en el pasto, pero le advertí que no podíamos perder el hermana, sin el fierro en el centro del marco. En ella iría tiempo, así que seguimos pedaleando. León. Por supuesto, él reclamó que era una bicicleta de mu- Llegamos, unas cuadras más allá, hasta El Botín de jer. Tampoco ayudaba el color amarillo pato de la bici. No le Oro, la tienda de ropa deportiva del señor Maturana. León conté que mi hermana, además, le tenía un nombre a su prefirió cuidar las bicicletas y yo me fui adentro a conversar bicicleta. Puede sonar ridículo, pero aquellos que tienen con el dueño. Maturana había sido nuestro profesor de educa- hermanas podrán confirmarlo: las mujeres a una edad se ción física en el liceo, pero estaba viejo y retirado hacía años. comportan en forma extraña; escriben cartas que no envían a Como le gustaba el deporte trabajaba vendiendo ropa nadie, hablan dos horas seguidas por teléfono, o se juntan con deportiva, botines de fútbol con estoperoles, canilleras y las amigas a sacarse los pelos de las piernas. Entonces, que buzos deportivos que llevaban estampados en la espalda: «El bautizara a su bicicleta no parecía tan extraño. Clementina. Botín de Oro. Casa Deportiva». El señor Maturana me Ese era el nombre. A mí me parecía horrible, pero a mi esperaba porque antes lo había llamado por teléfono para hermana le recordaba a una amiga secreta que tuvo de niña, entrevistarme con él. Después de 50 años como profesor se pero que de tan secreta luego nos enteramos que más bien era veía deteriorado. Aunque ahora estaba jubilado desde hacía una amiga imaginaria. un año y parecía descansar de sus alumnos. Su mayor Gertru, que siempre ha sido solidaria con el deporte orgullo, el que siempre contaba a quien quisiera escucharlo, nacional y que alguna vez fue novia de un defensa central que era la historia de Ricardo Lagos, ex Presidente de la nación, jugó en el Club Palestino, a quien, obviamente, llamaban el quien hacía muchos años había sido su alumno. «Ricardito Turco, nos dejó partir en nuestra investigación periodística era malo para el fútbol», decía, como si Ricardito tuviera 12 deportiva. Nos preparó algunos sándwiches y nos despidió años y él lo tuviera allí delante. emocionada, pero preocupada, debíamos estar de regreso — Profesor, venía por lo que le dije por teléfono, por antes de que anocheciera, antes de que nos echaran de menos Atún Paz, el delantero del Juventud Unión. en la casa. —Quique Hache. ¿Usted no se escondía en los baños Pedaleamos por avenida Grecia. Doblamos en Jorge para no salir a trotar? Alessandri hasta avenida Irarrázaval. En la plaza Armenia, — Debió ser otro Quique Hache, profesor, coincidencia León se declaró cansado y con hambre, así que tuvimos que de nombre. hacer una detención y comer todos los sándwiches que -Ya. ^^G ^_G G G —Sobre Atún... estadio vio esa mano. Pero el árbitro lo validó y enseguida — Lo escuché, Hache, todo el mundo quiere saber lo acabó el partido. La gente invadió la cancha y comenzó la mismo, el misterio de Alvaro Paz y por qué abandonó el celebración. Hubo algunos pugilatos entre los disconformes, fútbol justo en el mejor momento de su carrera. pero en esa época no era como ahora que parece guerra civil. —Me leyó el pensamiento, profesor. —Pero todavía no entiendo qué tiene que —Antes las pelotas de fútbol olían a cuero, ahora se ver... hacen de unos materiales raros, sin olor a nada. —El remordimiento, eso fue lo que amargó al Atún, no —Perdón, profesor, ¿y eso qué tiene que ver con Atún? pudo salir de la depresión y no se atrevió a reconocer que su — Tiene. El motivo que llevó a Atún a abandonar el gol no era válido. Y como era un tipo muy derecho, decidió fútbol muy pocos lo saben. Bueno, yo soy uno de los pocos que pagaría ese acto deshonesto simplemente abandonando que sí lo sabe. ¿Me quieres comprar un número de rifa? Es el fútbol para siempre. para el Yuri Gagarin, el club que dirijo, porque ahora además Tragué saliva. Le di las gracias al profesor Maturana y soy entrenador de fútbol infantil. hasta le compré otro número de rifa. También le prometí que Para obtener información tuve que gastar 500 pesos en iría a ver jugar a su equipo, el Gagarin, a las canchas laterales un número de rifa. Me senté a escuchar qué tenía que decir el del Estadio Nacional, los domingos por la mañana. Salí de profesor Maturana. allí pensando que no era posible lo que había escuchado, —Todo sucedió en el último partido, el más famoso, el pero sería lo primero que le preguntaría a Alvaro Paz, alias que decidía la final del amateur. El 12 de noviembre de 1960. el Atún. Pensándolo bien, en esa fecha tú ni siquiera habías nacido. G Dejé pasar esa observación brillante de mi ex profesor. G C —Exacto, profesor, cuando Atún marcó e1 gol del triunfo ante el Flamingo de San Bernardo. — Muy bien, Quique Hache, todo un Car- curo te has puesto. Bueno, el gol fue en el último minuto. Un córner. El on León seguimos pedaleando hacia el norte. El tráfico de arquero salta pero el balón lo sobrepasa; entonces, como un automóviles y buses era un problema. Escuchábamos como fantasma, de ninguna parte, aparece Paz y marca casi los automovilistas nos insultaban sólo por ir arriba de dos cayendo con un cabezazo impecable. bicicletas, una de ellas de color amarillo pato que al menos — Esa historia todos la conocen. justificaba tanto odio. Por fin, doblamos en Vicuña —Espera. Lo que no saben es que los del Mackenna hacia el norte. Entonces, León se detuvo Flamingo alegaron que Atún golpeó la pelota con la mano; el sosteniendo un pie en la vereda y dijo: gol, según ellos, fue completamente ilegal. La mitad del ^`G _WG G G —¿Y si mejor volvemos a la casa y arrendamos una Finalmente, Matamala también se relajó y terminó película? regalándonos varios duraznos muy jugosos que comimos con Fue en ese momento que vimos a Pedro Matamala, a León. De tan relajados que estábamos nos dio sueño, al punto tres metros de nosotros. El también nos vio, y por sus ojos me que decidimos los tres dormir una siesta detrás de las cajas de di cuenta enseguida que no sólo no esperaba encontrarnos la mercadería. t allí, sino que hubiera pagado por no toparse con nosotros dos. Le conté a Matamala lo que hacíamos en ese lugar, Matamala estudiaba con nosotros en el liceo. Era de aquellos rumbo a encontrarnos con nuestro ídolo deportivo. Él dijo alumnos que los profesores califican de conflictivos, de esos que conocía el caso del Atún. Todos en el barrio conocían la que mi mamá explica que son el ejemplo perfecto para no historia del Atún. Y tenía algo que podía servir, entonces juntarse con ellos, a quienes ni siquiera hay que hablarles o sonrió como si fuéramos compañeros de un asalto a un banco mirarles. Y ese día de nuestra expedición en busca del Atún y dijo: habíamos roto Ja primera regla: mirarlo fijamente a los ojos. — Mi tío Osvaldo. Ése sabe sobre esa época y sobre el Tampoco Matamala pertenecía a nuestro curso, sino a uno fútbol de barrio. paralelo. No era un tipo popular o lo era pero negativamente; —¿Y quién es tu tío Osvaldo? todos le tenían miedo, incluido yo mismo. Pero ese día, al — Mi tío Osvaldo Matamala conoce la historia del Atún verlo el miedo desapareció. Estaba detrás de unos cajones porque jugó fútbol con él y estuvo aquella tarde de su último que sostenían bandejas con duraznos y damascos y algunas partido. Mi tío es paco, es decir carabinero retirado, no vive otras frutas. Su mirada era de vergüenza porque lo habíamos muy lejos de aquí si quieren conocerlo y preguntarle en descubierto trabajando, es decir vendiendo fruta en la calle persona. para ayudar a su padre. Tampoco era un secreto, todos lo Le agradecí a Matamala la dirección que nos anotó en sabíamos, pero nadie, hasta ese día, lo había visto y, claro, los un papel. Guardamos media docena de duraznos en las ganadores del concurso «quién ve primero a Matamala como mochilas y seguimos. Mata- mala quería acompañarnos pero vendedor de fruta» fuimos León y yo. tenía que trabajar, así que lo dejamos allí. Al contrario de lo que se podía esperar, dejé la bicicleta León dijo que comer le había dado energía, que no se en la vereda y me acerqué. quejaría el resto que quedaba del camino. Cinco cuadras más — Hola, Matamala, ¿estás trabajando? —le pregunté. arriba debimos parar porque León vomitó los duraznos y Me miró como si yo fuera un inspector municipal y con damascos, todo revuelto como un puré de fruta de aspecto un hilo de voz me respondió: horrible. —Aquí estoy. Aprovechamos entonces para desviarnos de la ruta. En Y comenzamos a conversar y a relajarnos, porque no Marín doblamos por calles con tiendas de antigüedades. En tenía nada de malo trabajar. uno de aquellos locales, donde vendían muebles que olían a _XG _YG G G viejo, preguntamos por Osvaldo Matamala. Lo encontramos — Pero sobre el gol en el último minuto de aquella final. en la entrada, casi como parte del mobiliario. Estaba viejo, ¿Es verdad que lo hizo con la mano y el remordimiento según él se debía a una enfermedad que le quitaba la fuerza, provocó que abandonara el fútbol para siempre? una enfermedad que le llevó a jubilarse antes de tiempo de Osvaldo se quedó mirando la calle, mientras en los Carabineros de Chile, aunque su corazón estaba todavía en la puestos de antigüedades señoras bien vestidas husmeaban institución. Muchas veces caminaba hasta calle Antonio por los muebles, espejos, cuadros y lámparas tan viejos como Varas, hasta la Escuela de Suboficiales de Carabineros. Se ellas mismas. quedaba en la vereda toda la mañana simplemente — Déjenme decirles algo a ustedes dos. No crean todo lo escuchando la banda de la institución, o viendo marchar a los que les cuentan, no pues. Esa tarde del año 60 todo fue carabineros jóvenes. Al final dijo: normal en aquel partido. Se acababa el campeonato. — Y ahora estoy postrado, ta madre, como silla de Estábamos felices. Pero el que no lo estaba era Paz. mimbre en este lugar; no hay derecho. Esa era su frase —O sea, que ya había pensado antes en abandonarlo preferida: «ta madre». Le conté a qué veníamos y cómo todo. sabíamos de él a través de su sobrino. Osvaldo Mata- mala, —Ta madre, no tan rápido. Esta generación todo lo cuando escuchó hablar de aquella época, del fútbol de los quiere instantáneo. Por eso yo no entiendo eso de la Internet. barrios de tiempos pasados, se alegro y dijo: ¿Para qué tener todo en el computador? Realmente no lo --En esos años yo era el mejor defensa central del entiendo. torneo. Acababa de egresar de Carabineros. Me permitían —Entonces... jugar por el Juventud Unión y también por un club que tenía —El Atún andaba triste porque estaba enamorado. Sí, la institución. Pero déjenme decirles algo a ustedes dos, ta enamorado de Tadiana Fernández. madre, se inventaron muchas cosas a raíz de ese partido del —¿De quién? 60, el último de Paz. Yo no tenía nada contra él. Todos lo —Tadiana era la hija del entrenador, pero el entrenador apreciábamos porque era muy habilidoso para la pelota, y tan del Flamingo, el equipo contrario. Se iban a casar. Ella le calladito, ta madre, que daba gusto jugar con él. Incluso hizo prometer que ese día de la final no marcaría ningún gol tímido se podría decir que era, muy tímido el Atún. Le porque su padre estaba delicado de salud y quería terminar el gustaba el fútbol pero podía haber hecho otras 10 cosas igual año con alguna satisfacción, como hacer campeón amateur al de bien, puro talento, ta madre, ya no salen así. Ahora sólo Flamingo. quieren ganar plata y salir con niñas de la tele los jugadores —¿Y entonces no cumplió? de fútbol. —No pudo, el instinto goleador fue más fuerte, eso no Para no alargarnos intenté llegar al punto que me se puede evitar. Marcó el gol en el último momento, casi sin interesaba: quererlo. Una semana después, el entrenador y padre de _ZG _[G G G Tadiana se fue a la tumba debido a un ataque al corazón, ta algunos llevaban toallas y las dejaban en el pasto del parque, madre, y todo se fue a las pailas con aquella pareja. Ella no le junto con radios portátiles desde donde se escuchaba un reg- perdonó y rompió el compromiso. Él abandonó el fútbol, gaeton de Don Omar que me gustaba: Lúcete, Modelo/ Coge donde podría haber llegado a ser profesional. Esa es la vuelo, revolea tu pelo/ Aunque a tu gato le den celos. No era verdadera historia de ese gol indigno. una gran letra, pero era alegre. Nos quedamos pensando. León, que es un romántico, El Parque Forestal debe ser el lugar más alegre de suspiró. Santiago. Está lleno de estudiantes que mienten diciendo que Nos despedimos de Osvaldo, el ex carabinero y defensa van al liceo o al colegio y se pasan todo el día echados en el del Juventud Unión. Cuando estábamos arriba de las pasto, fumando, besándose como desesperados, dando bicicletas nos dijo: vueltas como costales de harina sobre el pasto. No es que lo — Si ven a Paz le dan mis saludos, no lo he visto en 30 repruebe; es más, me encantaría hacerlo alguna vez, pero, años. Ta madre, en realidad me da lo mismo, lo que me primero, no tengo con quién darme vueltas y vueltas como molesta es mi espalda, que la tengo tan jodida, sin contar otros rollo de papel y, segundo, el Parque Forestal es lo suficiente achaques más. lejos de mi casa en Ñuñoa. CGomo pasaba el tiempo preferimos apurar el pedaleo. El parque está también lleno de escritores o aspirantes a Llegamos cerca de las tres de la tarde a Plaza Italia, el centro escritores que se pasean con caras de escritores o caras de de las celebraciones de todo Santiago. Aquí hemos venido aspirantes de escritores, tal vez esperando inspirarse. Se con mi papá a gritar por la selección chilena de fútbol, por sientan en los bancos a mirar a los estudiantes que dan vuelta tenistas campeones mundiales. La gente se acerca a este lugar como rollos de papel por el pasto e inspirarse con ello, y a celebrar cualquier cosa que parezca un triunfo nacional, a escribir un cuento titulado «Amores de estudiantes». O a leer tocar las bocinas de los autos, a romper los jardines y a saltar libros con cara de seriedad y dolor. También están los artistas como locos. del parque, que son aquellos que alguna habilidad tienen, por Debimos bajar de nuestras bicicletas y atravesar las eso se juntan allí: equilibristas, mimos, expertos en ovnis, calles caminando con precaución. En la esquina de la seguidores de algún maestro chino, practican Tai Ching o Alameda nos encontramos a una mujer que decía que veía el danza con espadas. También están los músicos de zampoñas, futuro. Nos mostró una caja de zapatos con un pequeño los fanáticos de seriales de televisión y juegos de cartas. Es orificio. Si queríamos ver nuestro futuro deberíamos mirar decir, el Parque Forestal es un zoológico urbano variado. por allí; pero, claro, antes debíamos pagarle 500 pesos. León quería aprovechar y pasar al Museo del Bellas Seguimos hacia el Parque Forestal. En la Fuente Artes, en el centro del parque. Sabía los motivos que tenía Alemana se bañaban algunos niños y mujeres jóvenes; a León, así que no pude negarme. Dejamos las bicicletas al nadie parecía importarle esa pis- ciña pública. Incluso cuidado de un señor que lavaba autos a un lado del museo, _\G _]G G G nos cobró 200 pesos por bicicleta. Mejor dicho: 200 pesos a primera vez que estábamos allí en el Museo de Bellas Arte y mi bicicleta y 150 a la de León. Cuando le pregunté por qué no sería la última, de eso estaba seguro. hacía diferencia de precio, respondió muy serio: G —La bicicleta de mujer es más barata. León se quedó tieso, no lo podía creer, lo había engañado, recién ahora se daba cuenta: era una bicicleta de mujer. Según él, había hecho el ridículo los kilómetros recorridos. Traté de convencerlo de que era difícil que a alguien se le pasara por la cabeza compararlo con mi Cruzamos por uno de los puentes el río Ma- pocho. En ese hermana; si hay dos cosas más diferentes, ésas eran el gordo mismo río, pero hacía más de 50 años, Atún Paz había León y la pesada de mi hermana Sofía. No me atreví a con- recibido su sobrenombre por salvar de las aguas a una fesarle que además la bicicleta tenía nombre. Dejé las cosas persona. como estaban, esperando que se calmara. Ahora, en verano, el río era apenas un hilo de agua Entramos hasta el sector de la muestra permanente de sucia. Por todo lo ancho estaba casi seco, dejando al pintura chilena. Sabía dónde llegaríamos. Recorrimos hasta descubierto el lecho feo lleno de desperdicios, botellas que encontramos el cuadro La pasajera, del pintor chileno plásticas y restos de bidés. Así el río mostraba su cara Camilo turística en el verano. Morí. En la pintura una pasajera de un tren mira Nos internamos por Recoleta, un barrio lleno de melancólicamente. Lleva un librito en las manos, también tiendas, donde la ropa es barata y fea, pero todas las mujeres lleva un sombrero de la época. Sus ojos son muy tristes. Allí del barrio alto no se pierden sus ofertas. La dirección que nos quedamos varios minutos, contemplando aquel cuadro buscaba estaba en el borde con Independencia, cerca del sin decir nada. León observaba extasiado aquella pintura, sin cementerio. Llegamos extenuados a la calle Rosario. Busca- decir nada, ladeando la cabeza y apretando los ojos como si mos el número. Recorrimos tres veces la calle y los números quisiera atravesar el cuadro. A León La pasajera le recordaba no coincidían o el que buscábamos no existía en aquella a su mamá, por eso siempre que podíamos veníamos a mirar única cuadra. Me acerqué hasta un quiosco de diarios, donde el cuadro. Nunca conoció a su mamá, pero alguien le dijo, en realidad vendían además galletas y bebidas en lata reca- mirando un libro de arte, que la mujer del retrato pintado hace lentadas al sol. más de 60 años se parecía a su mamá. Y él lo creyó; es decir, —Perdóneme, señor, ¿sabe usted cuál es la casa de sabía que no era su mamá, pero como no tenía ni una foto, Alvaro Paz? nada que le recordara a su madre, entonces tomó la -No. decisión de que ese sería el rostro de su mamá. No era la G _^G __G GC G — Nos dieron una dirección, el 067 de Rosario y no hay El hombre del quiosco salió de la jaula de lata. Afuera 067. exhibió una cintura del tamaño de un neumático camionero, El hombre del quiosco me quedó mirando como si con unos brazos gordos como piernas. Nos indicó una de las hubiera visto aparecer a un marciano. casas viejas del principio de la cuadra, una con el portón — ¿Es usted carabinero? —me preguntó. No respondí a ahumado. Le agradecimos y llegamos al lugar. Golpearnos la pregunta porque era obvia la respuesta. No tenía por qué pero nadie nos abrió. Estuvimos allí varios minutos saber que era detective privado gracias a un curso de hace intentándolo, pero no hubo respuesta. Regresamos hasta algunos veranos; entonces, supongo, carabinero y detective donde el hombre del quiosco, que se comía la mitad de una como profesiones se parecen, pero también era fácil suponer sandía quitándole las pepas con un cuchillo. que carabineros de 13 años aún no existen. — Hemos tocado la puerta pero no contesta nadie —le —Busco al Atún Paz, el delantero, un antiguo dije. futbolista, que en realidad nunca llegó a ser profesional —Es porque no hay nadie. porque... — Pero usted me dijo... El hombre del quiosco abrió los ojos como lo hacen los — Me preguntaron dónde estaba la casa del Atún, no si salmones en las pescaderías. estaba él allí. Ahora, si me lo pregunta se lo contesto sin —¿Por qué no empezaron por ahí? Pero claro que problema: no está. conozco al Atún, es nuestro vecino, vive aquí en el barrio Tomé aire con paciencia. desde que yo era chico, desde que no pensaba en dedicarme a —¿Y dónde estará entonces? la administración comercial, es decir a tener este quiosco de — Alvaro hace una semana está internado en el Hospital comida y bebestibles. El Salvador. Dicen que no se fue muy bien de aquí cuando lo —Mi amigo León y yo lo buscamos, queremos vino a buscar la ambulancia, y que probablemente no vuelva. conocerlo y preguntarle algunos detalles. Nos quedamos helados con León, a pesar de los 29 —No me diga más, quieren saber por qué dejó el fútbol. grados de temperatura, tiesos de frío. Nuestro paseo ¿Saben cuántos han venido a preguntar lo mismo? No les investigativo parecía acabado. No teníamos nada más que respondo porque perdí la cuenta. Pero Atún es muy reservado hacer. Entonces, León me dijo: y un vecino ejemplar. El se encarga todos los años de la Navi- — Si llegamos hasta aquí, de vuelta podemos pasar por dad de los niños del barrio. Y también de celebrar el el hospital. No nos vamos a rendir así tan fácil. Dieciocho. El Atún ha vivido toda su vida aquí con nosotros, —¿Pero qué sacamos? —dije desmotivado. aunque cuando joven jugaba por un equipo que no era de este —En el hospital trabaja un amigo, con él seguro que barrio. podemos entrar. —¿Podría decirme dónde está exactamente su casa? _`G `WG G G No me iba a rendir, menos ahora que León era el que ponía el entusiasmo. Cuando retrocedimos para salir de calle Rosario, el G hombre del quiosco se acercó a nosotros y nos dijo: —¿Quieren saber por qué realmente Atún Paz dejó de jugar después del último partido? Es un verdadero misterio, pero como yo conozco al Atún sé la verdad. —Cuente —dije. * Quién decía la verdad? Eso pensaba mientras pedaleaba de —En esa época había dos empresarios del fútbol regreso, bajando por el puente Pío Nono. El sol comenzaba a amateur, los dos eran hermanos, pero llevaban años descender y el calor no era el mismo. De todas maneras, veía distanciados, compitiendo en todo. Uno era dueño del por delante la polera de León completamente empapada de Flamingo, el club de San sudor. En las últimas horas se había reconciliado con Bernardo, y el otro era del Juventud Unión. Entonces, el Clementina, la bicicleta de mi hermana, parecía contento dueño del Flamingo FC le pagó a Paz para que se dejaran incluso mientras la llevaba, hasta se permitía algunas piruetas ganar o, al menos, no intentara marcar goles. Si empataban le subiendo veredas o soltando las manos mientras pedaleaba. convenía al Flamingo, de ese modo saldría campeón ese año. León se acostumbraba a todo, tenía ese estilo, fácil de llevar y La noche anterior al partido, en un bar de avenida Matta, que terminaba por ajustarse a cualquier circunstancia, por eso Alvaro Paz aceptó la oferta, recibió mucho dinero. Llegó el era imposible no ser amigo de él. día del partido y el Atún, que en el fondo era un hombre Volvimos a Plaza Italia y nos detuvimos en una fuente honesto, andaba como perdido en la cancha, arrepentido por de soda. Amarramos las bicicletas con los cinturones y lo que había hecho, porque no era muy lindo venderse por entramos a comer algo. Llevaba un billete de emergencia plata. Entonces llegaron los últimos minutos del encuentro y, doblado en el fondo del bolsillo. La emergencia de esa de pronto, como si despertara, Atún cambió de opinión. ocasión era muy simple: teníamos hambre, así que desdoblé Devolvería la plata, pensó. En el último minuto vino aquel el billete y pagué los dos completos con extra mayonesa, los centro y casi raspando el cuero de la pelota la echó adentro que comimos acompañados de dos vasos de Coca-Cola con del arco del Flamingo, dejando las cosas algo complicadas hielo que se derritió casi enseguida. Mi hermana siempre dice para él. Al final devolvió el dinero, pero en castigo a sí que hay que evitar la comida chatarra. Y razón tiene. Comer mismo, por su propia deslealtad, decidió que no debía seguir grasa es lo peor. Nosotros con León estábamos de acuerdo, en el fútbol. Esa es toda la verdad. Desde ese día, Atún no aunque en teoría, porque en la práctica igual pedimos dos volvió a chutear una pelota. porciones de papas fritas que llegaron chorreando aceite. No `XG `YG G G nos sentimos orgullosos por comer algo así, pero tampoco más raros que he visto y que terminaba con la lengua estirada nos arrepentimos. hacia abajo y cabezazos de sus «gold cráneos», que sonaron Pagamos y salimos de allí satisfechos. Pedaleamos con como si se golpearan dos sandías maduras. dificultad por Providencia hacia arriba debido a las micros. Al abrir la puerta estábamos en un pasillo del hospital. Hasta que encontramos El Salvador, la calle que corta la Recorrimos el lugar, que olía justamente a hospital. Por avenida y que tiene el mismo nombre que el hospital. suerte no estaba enfermo, porque los pasillos, las murallas, Por supuesto, en la entrada no nos dejaron pasar. Entonces todo en realidad provocaba depresión y enfermedad. rodeamos el edificio viejo y feo, que deprimía de sólo Llegamos a un centro de información, donde encontramos a mirarlo. Llegamos a un pequeño taller de reparaciones de una enfermera que jugaba solitario en su computador. ambulancias. Allí encontramos al amigo de León. Cuando se —Buscamos a un paciente. vieron se saludaron con un abrazo de oso. Ambos, al parecer, — Aquí hay muchos. eran seguidores de una banda metálica llamada The Gold —El señor Alvaro Paz. Cráneos, y que en el país tenía al menos dos seguidores: León La enfermera, sin dejar la pantalla del computador, y su amigo. Compartieron algunos datos de la banda —que buscó unas fichas. Debíamos lucir algo descompuestos, con resultó ser de nacionalidad danesa—, de los últimos recitales las poleras afuera, caras cansadas por el esfuerzo de pedalear en Sebastopol y de que su baterista había perdido un dedo de todo el día cruzando Santiago. Entonces me adelanté, era una la mano, y no en una pelea en un bar de Copenhague, sino estrategia que había visto en la televisión, en una película porque su hijo pequeño le había cerrado la puerta del auto en titulada Qué difícil es vivir, sobre dos huérfanos. Imité a uno el dedo anular. Aquel accidente había servido porque desde de los huérfanos de la película que anda en busca de un entonces, con un dedo menos, el baterista tocaba aún mejor pariente: que antes. Por supuesto, comencé a cansarme del tema que —Necesitamos verlo por última vez. Somos parientes parecía no acabar entre ellos, hasta que León le dijo lo que lejanos, viajamos desde el sur. Tal vez sea esta nuestra última queríamos. El fanático de The Gold Cráneos, mecánico de oportunidad de verlo. ambulancias, se limpió las manos en un trapo lleno de aceite La enfermera estiró los labios y los revolvió como si de motores y nos hizo seguirlo. quisiera hacer gárgaras y dijo: Pasamos por debajo de la lavandería del hospital y por — Nadie viene a ver a ese paciente. Es decir, todos los un largo pasillo cubierto de tuberías. Al final del pasillo nos días pregunta alguien por él, pero nadie antes había venido a indicó una puerta. Hasta ahí llegaba él, si preguntaban verlo. nosotros deberíamos perder súbitamente la memoria, no —Por favor —dije, y mi voz y gestos le hicieron gracia podríamos recordar cómo habíamos llegado hasta allí. Se a León, que sin aguantar la risa salió corriendo a un baño despidieron León y su amigo otra vez con uno de los saludos cercano. `ZG `[G G G —¿Qué le pasa? —preguntó la enfermera. Le explicamos algo nerviosos quiénes éramos y qué — Se emociona muy rápidamente —improvisé. hacíamos allí. Le agregué todas las molestias que nos — Sigan por ese pasillo, la habitación común. Es la cama habíamos tomado ese día sábado con casi 30 grados y sólo 34, pieza G — indicó. para hacerle una pregunta, una sobre aquel 12 de noviembre —Muchas gracias —respondí. de 1960, la tarde en que gracias a su cabezazo el Juventud Primero entré al baño a calmar a León. Nos lavamos la Unión había logrado su único campeonato. Todo eso cara, nos peinamos con los dedos y salimos de allí. Cuando queríamos saber, 45 años después de que ocurrieron los pasamos por informaciones, la enfermera seguía con el hechos. solitario de su computador. Sin levantar la vista me dijo: El Atún abrió los ojos después de escucharnos atentamente, —También vi la otra noche Qué difícil es vivir, nos examinó como un científico a una nueva especie de excelente película, y de las actuaciones ni hablar. culebra del Amazonas y dijo: —Tengo sed —indicando el No dije nada y seguimos por el pasillode la habita velador y ese jugo que parecía una pócima venenosa. ción G, una pieza común con varias camas. Algunas de las León corrió a comprar una bebida a la cafetería. camas tenían visitas que intentaban hablar bajo para no — Siempre me preguntan lo mismo: ¿por qué no seguí molestar a los vecinos. Había por lo menos 10 camas. en el fútbol? Seguimos los números hasta que llegamos a la 34. Miró hacia donde debía estar una ventana, pero allí Allí estaba Alvaro Paz, conocido desde hacía más de 50 estaba cerrado con una cortina muy gruesa que no dejaba ver años como Atún. No era un hombre viejo, sino mayor, nada. huesudo y con poco pelo en la cabeza. Llevaba un feo —Me estoy muriendo en este hospital. Tengo una camisón del hospital y estaba con los ojos cerrados como si descomposición severa en mi sangre —dijo—. ¿Cómo dijiste ya estuviera muerto. Nos quedamos mirando sin saber qué que era tu nombre? hacer. León se acercó por un lado de la cama, llevó uno de sus —Quique Hache, y mi amigo, León. dedos hasta la frazada para despertarlo, pero antes de que lo León regresó con un tarro de Sprite. Lavamos el vaso y tocara escuchamos la voz del Atún: volvimos a comenzar. —¿Qué quieren? —Lo primero que tengo que decir es que aquel fue un AG / gol legítimo —dijo el ex delantero, sentándose en la cama—. lvaro Atún Paz estaba postrado en la cama de un hospital Mucha gente ha dicho que fue un gol viciado el de aquel público. En su velador, un vaso de jugo Zuko de tres días y domingo. No fue así. Ocurre que yo cabeceaba de esa forma, una manzana que se negaba a pudrirse, arrugada y doblada con las manos encogidas, era mi estilo. hacia adentro. Entonces le conté las teorías que existían al respecto, desde pagos fraudulentos hasta un supuesto pacto de amor. `\G `]G G G Cuando le mencioné el nombre de Tadiana Fernández, el con ese español y que mejor tratábamos de olvidarnos. Atún por primera vez bajó la cabeza, de alguna forma entendí Entonces, porque la amaba, eso hice... que ahí estaba la razón principal o parte de ella. Pareció quedarse dormido, cerró los ojos. Para que —Eso es cierto y tal vez sirva de explicación —dijo—. continuara intenté una pregunta tímidamente: Pensábamos casarnos con Tadiana, la conocía desde que —¿Y la olvidó? éramos muy niños, nos gustábamos, a ella le encantaba que — En los siguientes 50 años ni un solo día. Luego, supe yo jugara a la pelota y fuera conocido en la liga amateur. Pero que tuvo varios hijos y que no pensaba volver a Chile. no era la hija de un entrenador, sino del Coño Entretanto, el Cono Fernández quebró, a su fábrica de Fernández, un comerciante español de Recoleta, uno de los géneros se la ganó la ropa que venía de Taiwán. El Cono, más importantes. Tenía una fábrica de géneros y daba trabajo deprimido, debió regresar a España, donde se murió al mes de a más de 300 personas. En la fábrica conseguí mi primer llegar... trabajo. Todo iba bien, o eso creí, hasta que Cono Fernández —¿Y el fútbol? —preguntó León. se enteró de que su hija andaba de novia con un obrero de su —Nada me hizo volver, pero tampoco me arrepiento. fábrica. No lo resistió, me echó del trabajo esa misma semana Como les decía, hasta para jugar a la pelota uno debe estar del último partido. Y antes de que nos casáramos la envió a entusiasmado y yo perdí el entusiasmo esa tarde de 1960. Ni ella a Madrid, a casarse con un pariente. Para mí fue tre- siquiera veo partidos por la televisión, sólo cuando hay uno mendo, me partió el corazón en dos mitades. Un día Tadiana bueno de la selección aguanto un primer tiempo, nada más. desapareció y nunca más la vi. — Por una mujer —exclamó León. El Atún y yo lo Nos quedamos con León en silencio, impresionados por mirábamos. León tenía los ojos brillosos, a punto de ponerse lo que acabábamos de escuchar. No dijimos una palabra hasta a llorar. que un rato después Atún siguió su relato: Paz se sentó más entusiasmado en la cama y terminó el —Para jugar a la pelota se necesita motivación, tarro de bebida. entusiasmo y algo de alegría, y después de lo de Tadiana era — Pero no todo fue sufrir. Después yo también me casé, todo eso lo que a mí me faltaba. Entonces, al siguiente aunque no tuve hijos. Mi mujer murió hace unos años. domingo no me dieron ganas de ir a la cancha, ni al domingo Ambos fuimos felices, muy felices, diría. Teníamos un siguiente, y así nunca más me dieron ganas. Pensé al puesto en la feria y luego un negocio de abarrotes en principio buscar un empleo, levantar un negocio y ganarme a Recoleta. Veraneábamos todos los años en Pichilemu, Tadiana, pero hasta eso se derrumbó cuando seis meses incluso nos construimos una casa allá. Pero éramos los dos después recibí una carta de la propia Tadiana. En realidad era muy solitarios, sin parientes. Por eso ahora estoy solo. Tengo una hoja que le había enviado a una amiga que me buscó y mis vecinos que preguntan por mí, pero nadie más. que me la entregó. En ella me contaba que se había casado `^G `_G G G —A mí me importaba que el gol no fuera con la mano, Corrí hasta alcanzar a la mujer. Cuando la tomé del brazo me nada más —dijo León. di cuenta que poco o nada tenía preparado para decirle, así Pasó una enfermera por la sala informando que se que fui directo y sincero: acababan las visitas, que debíamos irnos en unos minutos —¿Usted recién preguntó por Alvaro Paz, por Atún? más. Acabo de estar con él en su pieza. Se ve bien; es decir, no creo Nos despedimos algo tristes y le prometimos que el fin que se muera, sólo es una descompresión de algo — más de semana siguiente lo visitaríamos. Él también se alegró y se tarde me acordé que la palabra era «descompensación», pero despidió dándonos la mano a cada uno. Y fue como darle la estaba nervioso—. No quiero molestarla, ¿pero me podría mano al pasado. Y en ese apretón, a pesar de la debilidad de decir por qué pregunta por él sin pasar a verlo? su cuerpo, por un momento también lo sentí joven y fuerte. La señora tenía una cara agradable, como la de mi Cuando íbamos de salida me detuve ante la abuela en las fotos, aunque mi abuela lleva muchos años recepcionista. Le pregunté: muerta. También ella pareció nerviosa y dijo: —Antes de entrar a la pieza me dijo que Alvaro Paz — Soy una amiga del pasado. No quiero molestarlo, recibía al menos una visita diaria. sólo me interesaba su salud. — No dije eso. Las primeras visitas que recibió en todo Cuando escuché un lejano acento extranjero no tuve este mes que lleva aquí fueron ustedes dos, por eso los dejé dudas. pasar. Lo que dije fue que casi todos los días alguien se —Tadiana Fernández, ¿no es verdad? acerca a mi mostrador y pregunta por él. Ella quedó petrificada. Es decir, si existieran armas que —¿Y quién preguntaba? inmovilizan instantáneamente a una persona, ella acababa de —No lo sé. Una señora se acerca al mesón y me ser golpeada por una. En el fondo de la calle vi acercarse con pegunta. Le respondo y luego se va sin pasar a verlo. Hace cautela a León llevando las dos bicicletas. unos minutos estuvo acá, debe estar saliendo del hospital en — Hace cinco años volví. Mi apellido ahora es Vallejo. estos momentos; pregúntenle a ella. Mi marido se quedó en España, nos separamos. Vivo en —¿Pero cómo vamos a saber quién es? —Lleva una Pichilemu, allí tengo una pastelería, El Ensueño Madrileño... chaqueta de color verde. Salí corriendo por los pasillos Espero que no le cuentes nada a Alvaro. Me muero de ver- buscando la salida. Mientras tanto, León fue a recuperar güenza que se entere de que estoy de regreso. Las cosas son nuestras bicicletas al taller de ambulancias. En la puerta del como son. Por favor, te pido que no le digas nada. hospital me di cuenta que comenzaba a oscurecer y que ya Le prometí que no abriría la boca. Ella me sonrió y estábamos en serios problemas en la casa. En la calle, por como si viera un fantasma se alejó buscando la estación del Salvador, vi dos chaquetas verdes. Una era de una mujer metro Salvador, por donde desapareció para siempre otra joven, la descarté. La otra caminaba llegando a Providencia. vez. ``G XWWG G G Así regresamos a la casa. León se quedó a dormir en mi ecibí una carta de Alvaro Paz. Era una carta muy pieza esa noche, después de compartir solidariamente el interesante. La recibí tres meses después de la visita que G castigo por llegar tarde. Mi hermana sufrió un ataque de le hicimos al hospital. La carta estaba dirigida a mí y a nervios cuando vio a Clementina sucia, rayada y oliendo al León. En ella me contaba que el médico por fin le dio de alta. trasero de León. Le aseguré que le quedaría como nueva, que Se sentía muy bien, incluso ahora daba trotecitos por las la lavaría y engrasaría y hasta la pintaría de un color distinto a mañanas. La enfermedad le había hecho cambiar todos sus ese amarillo pato. Ella aceptó todo menos que le cambiara el hábitos. Pero lo más importante, y por eso nos escribía, era color. para contarnos que dejaba el barrio, después de 50 años era Por la noche, antes de dormir, escuché a León decir, casi hora de cambiar. Todos los vecinos le hicieron una despedida como una despedida, un «buenas noches, la pasé bien hoy con que duró dos días y donde se sintió muy agradecido del la aventura arriba de la bicicleta», pero todo eso resumido en cariño. También llegaron algunos jugadores del Juventud una sola frase: Unión que no veía desde hacía décadas. Finalmente vendió su — Y todo por amor, madre. casa de Recoleta, hizo sus maletas y se fue a la playa a vivir, a Pichilemu, donde todavía conservaba la casa que había construido con su mujer fallecida. Había comenzado a hacer clases de fútbol para niños, decía que probablemente de allí saldrían buenos futbolistas. Asimismo nos contó que habíasubido de peso en las últimas semanas comiendo pasteles de una pastelería donde los hacían deliciosos. Nada más decía, pero era suficiente. Me alegré por el Atún\ por fin, como un verdadero pez, estaría cerca del mar. Por supuesto que no cumplí mi promesa de no abrir la boca. Sí, a veces no cumplo mis promesas, y, en este caso, no me arrepiento. XWXG XWYG G G G eníamos de ver una película con León en el Cine Hoyts Los Mardones eran gente tranquila, ambos eran de La Reina. Caminamos las 20 cuadras de regreso del cine profesores de un liceo en Macul, su hija Sally estudiaba en hasta mi casa en calle Juan Moya, los dos felices porque el nuestro liceo, con ella nunca hablaba porque era mayor que aire de otoño no molestaba y las parkas que llevábamos eran yo y porque pertenecía al grupo de las alumnas extrañas o suficientes para los primeros tríos del año. En el camino diferentes, un grupo conformado, en todo caso, exclusi- conversamos sobre la película: Duros de matar 4. Con León vamente por ella misma. somos fanáticos de la saga. Sí. claro, hay harta violencia, ac- Mi mamá sonrió con una de esas sonrisas que se pueden ción, explosiones y escapadas espectaculares y milagrosas calificar de sonrisa de monumento que nadie puede creer que ocurran, pero de eso se trata el : cine, me imagino, de creer lodo lo que aparece en la pantalla. — Hi jo, son los vecinos de la otra cuadra, los Y algo queda ilc la película. Desde el título, Duro de matar, Mardones. es decir el que no muere nunca, el duro, es un policía bueno, Con esa sola frase me di cuenta que pasaba algo muy es Bruce Wi 1 lis como el teniente John McClane. quien a malo y que el culpable, de alguna forma, era yo. Mi mamá no pesar de que ha envejecido sigue defendiendo buenas causas me llama a menudo «hijo», y todos en esa habitación y por eso siempre queda al borde de la muerte, pero no muere sabíamos que los Mardones eran nuestros vecinos desde que porque si no no se justificaría el título de la película, no solo llegamos al barrio antes de que yo naciera. se acabaría la saga, sino que el título no serviría para nada. León desencadenó la tragedia al preguntar: Puede también que no sea una película muy artística, puede —¿Ustedes son los papás de Sally? Hace días que no la que nadie la recuerde en 30 años, pero León y yo la hemos vemos en el colegio. seguido como verdaderos fanáticos, la hemos coleccionado Era lo que esperaba la mamá de Sally, se llevó las en DVD. Así que veníamos contentos ese día de otoño manos a la cara y comenzó a llorar. Nos quedamos tiesos con después de la función. León, sin saber qué hacer, si volver a caminar las 20 cuadras Llegamos a ia casa a la hora de tomar la once. y vernos otra vez Duro de matar 4 o pasar a la cocina a Riéndonos abrimos la puerta, pero nos encontramos adentro conversar con Gertrudis, mi nana. Mi mamá nos vino a con un funeral. En el living, mi mamá, mi papá y los vecinos salvar: de la cuadra, los Mardones, sentados como lo hacen los —Niños, a la cocina, Gertrudis los está esperando con adultos cuando algo serio ha ocurrido, mirando al techo o ai la once. Nosotros tenemos que conversar asuntos de grandes. suelo, el polvo de los muebles, el taco de un zapato. Como un Ahí estaba la frase mágica y a la vez cruel: «asuntos de rayo repasé rápidamente en mi cabeza de lo que podría ser grandes», era como decir: no se metan en la conversación culpado, pero no me acordaba de nada reciente. aunque lo que tengamos que decir sea importante. «Asuntos de grandes» era como una tarjeta roja en un partido de fútbol, XWZG XW[G G G una expulsión directa sin posibilidad de reclamo para los problemas. En el fondo, la admirábamos, pero tampoco niños de la casa, es decir nosotros. hacíamos nada para apoyarla. Un año organizó una protesta contra las bolsas de plástico. En el patio central del liceo di- En la cocina nos encontramos con Gertrudis Astudillo bujó una enorme equis con "boisas negras de basura, en el con la cara doblada por la curiosidad, tomando un té verde suelo dejó una carta-protesta que se enviaría y que debía que olía muy mal, pe- 10 que ella creía que no sólo la hacía firmarse por los que apoyaran la idea. El inspector general adelgazar, sino que también le subía el ánimo, le ayudaba a la mandó a quitar la equis en el segundo recreo y suspendió a digestión, la protegía del resfriado, de los dolores de espalda, Sally por tres días. Ella respondió preguntando de qué se la de la pena, la alergia a los plátanos orientales y el insomnio; acusaba. El inspector le escribió en el íibro de clases: «Por todo eso en una bolsita que olía a toalla de perro. incitar al desorden». Sally entonces escribió con letras góticas, que asemejaban a sangre chorreando: «Por incitar al Desde que llegaron los Mardones no me he movido de aquí desorden», firmaba «Sally, la vigilante». Mandó a fotocopiar de la cocina preparando la once, así que no puedo saber qué el letrero y repartió las copias. Otra vez la suspendieron. está pasando. Nosotros, los de cursos inferiores, seguimos admirándola, Por supuesto, León y yo sabíamos que la puerta de la aunque nadie se atrevía a apoyarla. Cuando le conté todo lo cocina era delgada y ella tenía buen oído. ocurrido a mi mamá, ella dijo cortante: «No te metas en esos Gertrudis finalmente nos contó, mientras servía la leche asuntos, Quique», lo que era como decir déjala sola, no es tu y el pan con manjar y palta. Hacía tres semanas, Sally problema, podrá tener razón pero no es tu problema, el tuyo Mardones se había ido de la casa. Al parecer discutió con sus es sólo estudiar, salir de enseñanza media, rendir la prueba, padres y desapareció. Posteriormente los llamó varias veces entrar a la universidad, tener una carrera, casarte y morir. por teléfono diciéndoles que estaba bien, pero que aún no Un día vi que Sally se aprestaba a llamar a un paro volvería. Los Mardones ahora estaban desesperados tratando preparado por los estudiantes de otros colegios y liceos de de encontrarla. Ese era el resumen de la historia. Santiago. La vi escribiendo en una cartulina una serie de Sally Mardones era mayor que nosotros, en el colegio demandas y consignas que esperaba pegar en el diario mural. poco o nada compartía con sus compañeros porque los Pensé acercarme a ella, decirle que la apoyaba, pero que mi consideraba inmaduros. Ella, en cambio, era seria y siempre mamá había dicho: «No te metas, Quique». Pero supongo que tenía una opinión para todo. Alguna vez había discutido con decir algo asiera bastante infantil de mi parte y haría el un profesor de religión. Cuando llamaban a paros y huelgas ridículo. Por eso, en cambio, me acerqué mientras terminaba de estudiantes en Santiago, ella siempre estaba en primera el comunicado y le dije nervioso: fila. Para su desgracia, en el liceo esa primera fila era sólo —Falta la tilde a la palabra «acción». ella, nadie la acompañaba porque nadie quería meterse en XW\G XW]G G G Ella me miró como lo que era, una pulga cobarde. Se mi mamá que le tiene miedo a los temblores o a cualquier acercó a su cartel, marcó la tilde arriba de la letra «o» con un cosa y que por eso me pide que no me meta en nada. plumón y dijo: Gertrudis, esa tarde en la cocina, mientras analizábamos — Gracias, Quique. la situación, dijo que ella creía que Sally Mardones era Al menos se acordaba de mi nombre. Entonces me grande, una señorita, y si se quería ir de su casa porque no se atreví a agregar: sentía bien era su opción. Ella misma se había ido de su casa — Sally, quiero decirte que..., bueno, que yo, es decir, no de Temuco, había llegado a Santiago a trabajar para ayudar a sé cómo... su familia, para hacerse un futuro de nana y para olvidar un Me di varias vueltas tratando de hacerme entender. Lo antiguo novio que desde hace tiempo tiene un nombre: el que quería decir era: «Sally, estoy muy de acuerdo contigo, innombrable; es decir, no se puede decir su nombre porque pero soy un cobarde y mi mamá me dijo: "No te metas en cada vez que se acuerda de él le baja una pena inmensa y nada porque tienes que terminar el colegio, dar la prueba y comienza a escuchar un disco de Miguel todo lo demás hasta morirte"». Pero nada de eso me atreví a Bosé, porque dice que el innombrable se parece a Bosé. Un decir. Fue entonces ella quien respondió de una forma día me mostró una foto del innombrable y la verdad que si misteriosa: hay algo diferente es Miguel Bosé y el innombrable, pero — No te preocupes, entiendo. Yo estoy aquí y tú estás tampoco estoy para desengañar a mi nana, a quien quiero casi allá. como a mi mamá. A mí me pareció la mejor frase que nunca nadie me León, por su parte, comió dos sándwiches de había dicho, primero porque no la entendí, pero que de todas mantequilla con palta, y atorado dio su opinión sobre Sally maneras parecía significar muchas cosas. Era de esas frases Mardones, la que representaba la opinión de la mayoría: que uno a veces se merece recibir y que no sabe si son buenas, — Sally es rara. malas o más o menos, pero que hacen lo que muy pocas cosas por qué tenemos que buscar a Sally Mar- dones?, me hacen: hacer pensar, quedan allí dando vueltas durante días: preguntó León al día siguiente, un domingo de otoño lento «Yo estoy aquí y tú estás allá». Una vez, en medio de una como patinar en el barro. La respuesta no era simple, sólo discusión que perdía con mi hermana, se la lancé a la cara: intuía que era lo que correspondía hacer, había obtenido un «Yo estoy aquí y tú estás allá». Mi hermana se detuvo en seco curso de detective privado por correspondencia, el que ejercía y me preguntó: pocas veces desde que mis padres se enteraron y casi me internan en un hogar de menores o me derivan a un psicólogo —¿Qué estás fumando, Quique? infantil por trastorno de la personalidad. Pero ahora Sally estaba perdida, desaparecida, y yo Era raro, pero a Sally Mardones sentía que le debía seguía en mi casa, cómodo, con once de pan con manjar, con algo, le debía no haberme inmiscuido y que nunca me había XW^G XW_G G G comprometido con nada y con nadie. Si alguien me mostraba Con Flavia conversábamos temas complejos, eso me horribles fotografías de focas destrozadas a palos o la caza de gustaba de ella. Decía que iría a la universidad a estudiar ballenas con arpones por barcos japoneses, eso sucedía para Psicología y yo le argumentaba que luego, cuando egresara, mí tan lejos que me daba sueño de sólo pensarlo; no me sentía tendría que atender a personas como yo, con trastorno de la realmente comprometido con nada. personalidad múltiple, y que mejor estudiaba para ser Antes de llegar a la casa de los Mardones para ofrecer escritora, que allí estaba su verdadero talento. Ella me mis servicios de búsqueda pasamos por la de Flavia respondió que eso no se estudiaba, que eso era un «don». Saavedra, nuestra compañera artista, la única del colegio, y Entonces no pude aguantar la risa, me reí durante un mes con que vive en calle Hamburgo, en un condominio habitado sólo la palabra «don», hasta que Flavia me dijo que si seguía por artistas y actores de televisión. Los domingos se reúnen riendo como hiena vieja debía comenzar a olvidar de que en el centro del patio a leer poesía y a tocar instrumentos éramos amigos. medievales. Flavia escribe una novela; es decir, ya lleva Flavia era la única amiga de Sally, aunque tenían varías escritas, algunas entregadas por capítulos en el blog diferencias insalvables entre ellas. Flavia decía que no que lleva su nombre. Todos la leen en el colegio, incluidos los participaba en ninguna causa porque creía que todas estaban profesores, quienes reclaman por sus excesos literarios, pero perdidas. Le pedí a León que me esperara en la plaza Bremen, Flavia responde que es todo ficción, que nada de eso le ha mientras yo golpeaba la puerta de la casa de Flavia, la que ocurrido, aunque tampoco nadie le cree. parecía una comunidad hippie de hacía 40 años. Nos hicimos amigos o conocidos porque le posteé en el Estaba en medio del ensayo de un monólogo ante el blog una vez, le conté que me gustaba lo que escribía y le espejo. Había cambiado de decisión: no estudiaría Psicología, envié también un cuento que yo había escrito sobre el sino Teatro en la escuela de Fernando González, pero debía encuentro improbable de los alacalufes con una civilización rendir una prueba especial, la que incluía un monólogo. del espacio. Ella me respondió con una frase de crítica Conversamos en el recibidor de su casa llena de cojines de la literaria: «Demasiado ripio». Durante semanas traté de India y olor a incienso que descomponía el estómago. entender a qué se refería con eso: el ripio tiene que ver con los — Tampoco sé nada de Sally —dijo ella—. Me enteré caminos, con piedras y barro. Luego, nos vimos en el colegio que está perdida. Hace tres semanas llamó diciéndome que y me regaló un libro titulado Sidartha, que era entretenido y había conseguido un trabajo, que necesitaba dinero para fácil de leer, sobre un niño de la India; había mucha filosofía hacer cosas, pero no sé qué cosas. fácil de entender. Cuando le leí una parte del libro a mi papá —Pero ustedes eran amigas y podía... para que se relajara de los problemas del trabajo, me quedó —Me acordé: Reina, eso era lo del trabajo, algo así le mirando como diciendo: «En realidad, Quique, necesitas ir escuché. donde el psicólogo, aunque sea una visita corta». XW`G XXWG G G —¿Cómo Reina? ¿En la comuna de La Reina o reina de un detective generalmente sabe llenar con preguntas algo? investigativas, pero que en mi caso, fuera de práctica, no se —Es que no le presté atención en ese momento. Sólo me ocurrían. me acuerdo de esa palabra. Nos trasladamos al pasillo, hasta la mesi- ta del No era demasiado, pero tenía por donde empezar. Antes teléfono, debajo de un mantel tejido a crochet. Otra vez de salir de la casa de Flavia, ella dejó en mis manos unas 40 típico. Otra vez igual a mi casa. páginas de una obra de teatro para que le diera mi opinión, la Rebobinó el contestador y escuchamos la voz de Sally había escrito de una sentada, según sus palabras. Su título: La en el pasado, uno reciente, pero que sonaba como desde otro mujer encadenada; bajo el título, en letras mayúsculas, mundo: aparecía: AUTORA: FLAVIA EXPLORADORA. La obra «Por favor, mamá, no me busque, estoy bien... tengo requería de dos actrices y un tarro lleno de basura sobre el que estarlo, estoy bien». Nada más. Luego, el cargante ruido escenario. del pito del teléfono y nada más. La madre, después de SGally Mardones vivía en la misma calle que yo, en un pasaje escuchar infinidad de veces ese mensaje, volvió a llorar del mismo nombre que la calle. La mamá nos recibió todavía apretándose la cara y negando con la cabeza. Con León nos triste, con la voz muy baja y afligida. Nos dio un largo quedamos mirando sin saber qué hacer o más bien esperando discurso de entendimiento entre padres e hijos. Dijo que no se que pasara el llanto que a ambos, sin saber por qué, nos llevaban mal con Sally; todo lo contrario, se llevaban incomodaba. estupendo las dos, claro, ella tenía su propias ideas, pero se —Necesito el cásete de la grabación —dije después de las respetaban en la casa, así que era incomprensible lo que un rato que consideré el adecuado—... Y una última cosa. estaba ocurriendo. — Dime, Quique —dijo, apretando las nariz la señora Le pregunté: Mardones. —¿Sabía que Sally había conseguido un trabajo los —¿Podemos echar una mirada al dormitorio de Sally? fines de semana? —¿Trabajo? Hace un mes nos dijo que '-e iba a los Subimos hasta el segundo piso. En una pared, al costado trabajos voluntarios a una parroquia de Peñalolén los fines de de la escalera, había una fotografía enmarcada de la familia. semana, pero trabajo remunerado no era. Aparecían los Mardones, ambos muy jóvenes, él sin panza, Miré alrededor, un living típico: el comedor donde la ella de cintura delgada y un peinado años ochenta que nadie familia se reunía a almorzar y a cenar con un televisor por se atrevería a volver a usar. La pareja sostiene a un recién delante. Nada fuera de lo común. Mi casa es igual. nacido muy abrigado, envuelto en mantas. Los Mardones — Dejó un mensaje en el contestador, ¿quieren están en traje de baño, parece que el día es precioso, el lugar escucharlo? —dijo la mamá cuando se hizo un silencio que es el litoral central. La guagua de la fotografía es Sally, dijo la XXXG XXYG G G madre casi en un último suspiro. Las fotografías son siempre — Esos son cuadernos, los confecciona ella con sus alegres porque recuerdan tiempos en que todo era alegría. manos, tiene varios. Llegamos al dormitorio. Abrí el cuaderno forrado con un género de color lila, —Está como lo dejó ella —dijo la mamá. pero en su interior sólo había hojas en blanco. Busqué por la Sentí enseguida que algo hacía diferente aquel habitación. Debajo de unos discos vi otro cuaderno con lomo dormitorio del mío, no era el color, sino tal vez el gran estante de tela. Allí tenía traducciones de canciones. El siguiente lo de libros que cubría la pared. Siempre creí que yo tenía encontré en el velador, también tenía las páginas en blanco, muchos libros y revistas, incluso me sentía orgulloso de mi pero en la última encontré un dibujo: era un ojo cerrado, más colección completa de Asterix, de Tintín, pero Sally me bien un párpado cerrado, alrededor varias fechas y doblaba en número de libros y revistas; algo parecido a la probablemente anotaciones de horas, todas marcadas con una envidia y admiración sentí s:n quererlo. equis. Arriba del párpado la palabra «Reina», solitaria, en En las paredes laterales, más cerca de la cama, mayúscula y remarcada, pero nada más. encontramos algunas fotografías en marcos pequeñitos. En En aquella casa nadie sabía qué podía significar la algunas aparecía Sally rodeada de perros y gatos, otras junto a palabra «Reina». No se trataba de la comuna de La Reina, eso gallinas. Indiqué las fotografías, pero la señora Mardones resultaba obvio. Podía ser un apellido, un nombre, un lugar. respondió antes de que le dijera nada: Nos despedimos de la mamá de Sally, quien nos —Sally es defensora de los animales. Últimamente agradeció lo que estábamos haciendo por su hija. Esta vez no andaba con un grupo de la universidad que protestaba en las fui yo sino León el que respondió: puertas de los circos. —Es nuestro deber. —¿En el circo? —preguntó León sin entender. Aprovechamos y nos fuimos a un costado de la Plaza —En el circo tienen animales y los maltratan... Ñuñoa, donde venden unos helados exquisitos. A pesar de —Entiendo —dijo León, aún sin entender. que el frío comenzaba a llegar, para tomar helado no hay —Estos son sus libros —siguió la mamá—, ella es muy excusas. Además, nos encontraríamos allí con Gertrudis, era buena lectora, dice que quiere ser profesora como yo o como su día libre, estaba aburrida y se había citado en ese lugar con su papá, pero nosotros insistimos que lo piense mejor porque una amiga con la que se irían a San Miguel, a ver a una de profesor se gana muy poco. «comadre» de Temuco, que en realidad era una forma de Nos quedamos unos minutos allí. En una pared vimos decir que visitarían a una bruja de su tierra, quien les leería las colgado un largo poema de Mario Benedetti y una fotografía cartas para saber cómo estaba su destino y, lo más del Dalai Lama riéndose como si le hicieran cosquillas. importante, para evitar caer en las «redes del amor», como le En el estante, entre los libros, destacaba uno porque en gustaba decir a Gertru, aunque ella siempre caía como un el lomo no aparecía nada. Lo retiré. La mamá me dijo: cardumen de peces. XXZG XX[G G G La vimos venir con su ropa de domingo, que a pesar del Llegamos a la casa. León me dejó allí. Acordamos que frío era única: tacos muy alto, y unos jeans ajustados que le nos encontraríamos al día siguiente para seguir la quedan de maravilla. Todos los extranjeros que tomaban investigación. cerveza en la plaza la piropeaban en inglés, en francés o en Antes ue ir a acostarme acompañé a mi papá para ver danés. Pero ella era inmune a las lenguas extranjeras y los goles de la fecha en la televisión. Mientras lo hacíamos caminaba feliz por los halagos pero sin mirar a nadie. aproveché de revisar la guía de teléfonos. No encontré nada Gertru aprovechó para invitarnos a los helados mientras en una de las guías. Luego, revisé las páginas amarillas. esperaba que apareciera su amiga. Le explicamos, sentados Busqué restaurantes. En los de comida italiana encontré lo en un banco de la plaza frente al Teatro de la Universidad que buscaba. En un destacado aparecía dibujado el mismo Católica, lo que habíamos descubierto de Sally; o sea, que párpado cerrado que había encontrado en uno de los sólo teníamos una palabra: «Reina». Aprovechamos también cuadernos de Sally. Abajo leí: «Reina, el mejor restaurante de que escuchara la grabación del contestador en el personal italiano del centro». Mi papá discutía por un penal mal de León. sancionado. Al siguiente gol que mostraron del fútbol es- Gertrudis puso cara de cuadro de pintura y dijo muy pañol, mi papá sonrió y dijo: segura: — Esa fue una joya, grábatelo, Quique. Como Pelé en —El llamado se hizo desde un restaurante, se escucha el México 1970, cuando... ruido de platos y copas. Y comenzó ese cuento de Pelé en ese mundial que me —¿Cómo lo sabes? —preguntó León. sabía de memoria porque se lo había escuchado miles de — Fácil. En Temuco trabajé en un restaurante durante veces, pero como soy un buen hijo, y algún día quiero que me tres años, sé perfectamente cómo suena un restaurante a la den una medalla que en alguna parte diga «el hijo del año», hora del almuerzo. dejé que me lo contara otra vez, la mil uno. —Tal vez, Reina entonces sea el nombre de un restaurante —dije. — Consigan una guía de teléfonos y diviértanse —dijo Gertru, estirándose los pantalones que le quedaban a presión en el cuerpo. En ese momento apareció su amiga, con un vestido muy florido y los labios brillantes. Nos saludó y nos dejó con la cara marcada con rouge e impregnados con un olor a perfume que parecía el de un jardín botánico. Antes de acostarme esa noche todavía sentía ese aroma por mi cuello. XX\G XX]G G G G 1 centro de Santiago es especial. Tal vez es el lugar donde En el lugar comía un hombre gordo mientras leía La nunca viviría: demasiada gente, demasiados automóviles, Tercera y no paraba de reírse, como si las noticias trágicas demasiado esmog, todo es demasiado allí, pero es imposible del día fueran de lo más graciosas. no encontrarle un encanto especial, sobre todo los fines de Nos sentamos en la mesa, cerca de la puerta por si semana. El centro estaba lleno de extranjeros que creen que el debíamos ejecutar un plan alternativo que consistía país es eso. Artistas y poetas conversan en los cafés cerca del básicamente en salir corriendo. Por supuesto, de todas las cerro o del Parque Forestal, gente que se viste diferente y que meseras del lugar ninguna se parecía a Sally. parece pasarla siempre muy bien. —¿Qué vamos a hacer? —preguntó León. Tal vez estoy equivocado y el centro de Santiago —Lo que se hace en un restaurante: comer representa muy bien el país, porque es distinto a todo, porque —dije. es especial. — Buena idea —respondió León, acariciando su Pero no estaba en ese lugar con León para hacer turismo estómago. de ciudad, sino porque Reina, el restaurante italiano, estaba Se acercó una mesera a atendernos. allí, en calle Me Iver con Huérfanos, casi al inicio del paseo — Sí —dijo. de esa calle, en una casa de concreto vieja y sólida como casi todos los edificios del lugar. Dicen que en el centro de Santiago roban a la gente, la engañan y otras barbaridades, pero a mí el centro no me damiedo, sino curiosidad. En algunas ocasiones, papá y mamá nos han llevado de paseo al centro, para recordar los tiempos de ellos, cuando estudiaban y eran novios en el cerro Santa Lucía. Allí nada ha cambiado, sigue lleno de estudiantes be- sadores, dándose vueltas abrazados por el pasto. Entrarnos al restaurante de mesas con manteles de cuadros rojos. En las paredes tenían pegadas fotografías de Sofía Loren y de Marcello Mastroiani, lo único auténticamente italiano del lugar. También en las paredes vimos la fotografía de esa famosa fuente de Roma donde los turistas tiran monedas. XX^G XX_G G G — ¿Dije algo malo? —preguntó León. Por supuesto que se acordaba de nosotros. Noté que —Este lugar no me gusta —dije yo. estaba nerviosa o que el tema le incomodaba. Cuando Entonces, como si me leyeran el pensamiento, la mencioné el nombre de Sally pareció doblarse como culebra. mesera llegó con un hombre bajo pero fortachón, que parecía —Trabajaba una Sally en el restaurante, pero sólo los un pequeño y compacto ropero; llevaba en su mano un celular fines de semana. Aunque parece que ya no trabaja más allí. de última generación, como si fuera un arma cargada. Se —¿Por qué no más? acercó y nos dijo: —No quiero meterme en problemas. Parece que se — Perdón, pero este restaurante no vende completos, enojó con el jefe, con Reina; enojarse sólo pastas italianas. con él es perder el empleo. —¿Quién es usted? —preguntó León. —¿Y no sabe dónde la podemos encontrar? — Soy Gustavo Reina, dueño del Reina. Les voy a La mesera se mordió los labios, dudando, nerviosa. pedir que abandonen el local. En una hora más esto va a estar —Yo no sé nada, nada de nada. lleno con los oficinistas del centro en colación. — Sólo queremos encontrar a Sally, nada más; sus papás Así que humillados dejamos el Reina y nos fuimos a están preocupados. caminar por Ahumada, sin rumbo. Hasta que se nos ocurrió la La mesera se dobló el abrigo y echó las manos a la misma idea a ambos. En calle Agustinas nos encontramos con cartera. otro de los complejos de Cine Hoyts, unp ubicado en un — Una vez me contó que arrendaba una pieza justo subterráneo. Bajamos y pagamos la entrada para Duro de frente al monumento a Prat, al lado del Mercado Central. matar 4. Compramos un paquete gigante de cabritas que nos Pero yo no sé nada y no quiero meterme en problemas. costó una fortuna y que se transformó en nuestro almuerzo. —¿Qué tipo de problemas? —le pregunté, pero ella no Nos fuimos a mirar otra vez como el teniente McClane se sal- respondió y siguió caminando como un tren expreso entre la vaba una vez más de morir. gente, perdiéndose camino a la estación del metro. SGalimos más tarde del cine y nos sentamos en Huérfanos con — Vamos a avisarle a los carabineros sobre esa dirección Me Iver a esperar. Allí vimos a una señora que se desmayaba —dijo León. en el paseo Huérfanos. Eso ocurría frecuentemente, por eso a —Primero vamos nosotros —contesté. nadie le extrañó; tal vez es el lugar donde más gente se desmaya en todo Chile. La gente se apretaba en las calles del mercado. Nos Pasadas las cuatro de la tarde vimos salir a la mesera. ubicamos en un punto desde donde veíamos a la distancia el Venía vestida sin su uniforme. La seguimos una cuadra en monumento a Prat. Después dirigí la vista cruzando la calle dirección a la Alameda, entonces nos acercamos a ella. hasta la vereda, hasta un edificio. El único que existía era uno —¿Se acuerda de nosotros? —le pregunté. de cinco pisos, con las ventanas abiertas y donde colgaban XX`G XYWG G G toallas y sábanas; un rastafari en la ventana fumaba un El cuarto estaba hecho un desastre, habían revisado por cigarrillo que a la distancia no parecía cigarrillo, sino una todas partes, desparramado la ropa. La ropa y las cosas eran pipa de papel que echaba humo. de Sally, de eso estaba seguro. Había algunos libros y una En la puerta del edificio encontramos al portero, que mochila. En el suelo encontré uno de eso cuadernos que olía a vino tinto con cáscaras de naranja. confeccionaba ella misma, forrados con tela. Pero estaba — Esa información es clasificada —nos dijo cuando le semidestruido, con las hojas arrancadas. En algunas páginas preguntamos por Sally Mardones y se la describimos. quedaban palabras sueltas que no decían nada. En una de las Así que desclasificamos la información; es decir, páginas reconocí un poema de Neruda. Y en una de las hojas tuvimos que dejarle tres mil pesos en el bolsillo. arrancadas aparecía la mitad de un mapa de una calle, —Esa niña hace una semana que no aparece por acá. dibujado con la tinta gruesa de un plumón. En la hoja sólo se Dejó pagado por cuatro semanas; si no llega voy a tener que distinguía en el centro el nombre incompleto de la calle: juntar sus cosas y arrendar la pieza, porque hay mucha «...nices». demanda. I legué tarde a mi casa, pero tuve suerte: mis fg papás habían —¿Y no sabe dónde fue? ido al cine. Mi hermana ha- biaba por teléfono con un novio —No hablaba con nadie. Sólo llegaba a dormir, pero en en Coyhaique que pagaba la llamada, la que le saldría una nada bueno debe andar. fortuna. —¿Por qué lo dice? Gertru me convocó con urgencia a la cocina. Sirvió un — Por los detectives que vinieron por ella. Eso me plato de tallarines con salsa, queso rallado y un vaso de leche dijeron que eran al menos. Yo fui boxeador, peleé como con sabor a chocolate. Luego, me dijo: sparring de Godfrey Stevens; claro, ustedes son muy jóvenes —Vamos a tener que cortar esa investigación para acordarse de Stevens, pero el asunto es que sé cuando detectivesca, la de Sally Mardones. No quiero que tus papás alguien es policía o no. Esta profesión, la de portero, me después me hagan responsable a mí. enseñó en mis 20 años de oficio que lo que me-nos hay que —No pasa nada, Gertru, tampoco avanzo hacer es preguntar, así que a esos tipos, que dudo que fueran mucho. lo que decían que eran, los dejé subir y que revisaran la pieza. —Llamó por la tarde una compañera de tu curso, Flavia Después de eso fue que no apareció más esa niña. algo... Debimos pagar los últimos dos mil pesos al portero para —¿Qué quería? subir a la pieza arrendada. Llevábamos toda una fortuna —Me dejó un recado para ti, lo tengo anotado en mi cuaderno invertida en el caso, sumado a las entradas al cine y el de las compras. popcorn gigante. Se levantó a buscar arriba del microondas el cuaderno y me lo mostró a la distancia. XYXG XYYG G G —Pero antes me vas a contar todo, pero todo lo que —En realidad sólo cosas aisladas. Me contó del dueño ocurre con esa niñita. de un restaurante que estaba en un negocio con animales, al Le conté sobre el restaurante y la pieza donde había que esperaba denunciar. dormido al menos unas semanas Sally Mardones, además de —Gustavo Reina —dije sin contenerme. lo que había encontrado allí. —No sé el nombre. Ella me dijo que estaba vigilando Gertru comenzó a dar vueltas analizando la situación antes de denunciarlo, necesitaba pruebas. con cara de computador portátil. —Reina tiene un restaurante en el centro. —Claro, claro, claro. —No, ella me habló de una bodega donde encerraban —¿Qué está claro? perros para venderlos. — Nada, si lo estuviera estaría todo resuelto. El asunto —¿Y para qué querrían vender perros? es que esa niña Flavia llamó y dijo que se había acordado de Pedro Canario me detalló todos los negocios posibles un amigo nuevo de Sally, un tal Pedro Canario, ese fue el que se podían hacer con perros, por supuesto después de nombre que me dio, lo tengo anotado aquí. El tal Canario era matarlos y enviarlos de distintos modos a países como el jefe del grupo en el que participaba Sally. Indonesia o Japón. Yo tragué saliva porque no tenía idea. —¿Pero qué tipo de grupo? —Ella no me contó nada más, sólo que era arriesgado — Protección de animales. Flavia dice que llames al que supiera su familia. La bodega aquella, al parecer, Pedro ese. Aquí está el número del celular. Si lo llamas quedaba en Macul, en una calle con nombre de ave, quiero saberlo todo. codornices o perdices, no estoy seguro. Esperamos otros 15 interminables minutos que mi Después de eso prometí hacerme socio del grupo o hermana colgara el teléfono y marcamos el número de Pedro ayudar lavando perros y colgué. Canario. Lo primero qre dijo era que su apellido en realidad Corrí hasta mi pieza. Pero antes de subir la escalera vi era otro, que más bien ese era su apellido de «combate». que se abría la puerta y que entraban, como novios recién Hacía meses había formado un grupo de defensa de los casados, mis padres. Sus salidas al cine les provocaban olas animales, en él participaba Sally. románticas. —¿En qué estaba en las últimas semanas? —¿Qué haces levantado a esta hora, Quique? —me Desde el otro lado me contestó con voz suave, como si preguntaron. cantara un reggae, Pedro Canario: — Estoy estudiando. Gertrudis me está ayudando. —En algo que era importante, pero que por lo mismo Subí hasta mi pieza y recogí de mi escritorio la hoja de prefirió mantener en secreto. aquel cuaderno que había encontrado en la casa de Sally. Bajé —Pero te habrá dicho algo más. hasta la cocina. De mi mochila saqué el cuaderno semidestrozado que encontré en la pieza arrendada del XYZG XY[G G G centro, busqué en la última página aquel mapa. Las últimas — Señora, una pregunta: ¿sabe qué hay en esa bodega? letras, «nices», correspondían a Codornices o Perdices, tal — indiqué hacia el 286. vez la calle que acaba de escuchar por teléfono. —¿Vienen a conversar o a comprar? —dijo ella—. — Codornices, eso está en Macul —dijo Gertrudis — ; Porque este es un negocio, no una junta de vecinos. Así que sí yo tenía un amigo que trabajaba en una fábrica de botellas. quieren preguntarme algo En el otro cuaderno estaba la hoja con el dibujo del tienen que comprarme un chicle, aunque sea. párpado semicerrado y la palabra Reina. Alrededor varios Es decir, adiós a la comprensiva y cariñosa abuelita que LGnúmeros, tal vez de teléfonos o direcciones. Unas de esas creíamos. Debimos comprarle dos chicles, una barra de direcciones era clara y precisa: Las Codornices 286. chocolate Trencito y dos Súper 8 antes de que dijera algo. e prometí a Gertrudis — Poco se ve qué hacen allí —dijo por fin — ; entran que no haría nada, que camionetas, pero nada más. Eso sí, mi vecino don Gepetto, sí, reuniríamos toda esa información y nos iríamos hasta la se llama igual que el papá de Pinocho, es descendiente de comisaría de Ñuñoa a explicar lo que sabíamos. Una promesa italianos. Don Gepetto, el vecino del otro lado, dice que por es una promesa. Bueno, a veces hay que romper las promesas. las noches a veces no lo dejan dormir los ladridos de los A veces hay que interpretar las promesas. A veces hay que perros que tienen allí adentro. prometer menos y hacer cosas. A veces mejor es no prometer Estaba claro, no podríamos entrar al lugar y perdíamos nada. el tiempo, así que comenzamos a caminar de regreso. Nos fuimos con León, al día siguiente, hasta Macul. Anochecía temprano en otoño, a las siete todo estaba Nos prometimos uno al otro que echaríamos sólo una mirada, oscuro, tenebroso y las luminarias escaseaban. Entonces, nada más, y que volveríamos enseguida. cerrándonos el paso, se detuvo un automóvil. Tres hombres, Las Codornices 286 estaba en una calle llena de lo suficientemente grandes para nosotros, nos rodearon sin galpones, de fábricas pequeñas pero que daban empleo a mucha gente. Algunas estaban apretadas a edificios y otras salida. De un segundo automóvil bajó Gustavo Reina, tenían grandes descampados donde estacionaban automóviles acompañado de la mesera, que traía una cara tremenda de o crecía el pasto seco. El 286 era un galpón metálico nada traición. diferente al resto, pero completamente sellado. Desde la calle —¿Son éstos? —le preguntó Reina. se veía muy poco lo que ocurría en su interior. Caminamos La mesera movió afirmativamente la cabeza. Reina se hasta la esquina, hasta un negocio donde vendían de todo, acercó para vernos mejor y dijo: desde pan hasta chocolates, desodorantes y Mejórales. Una —No sé en qué andan ustedes dos, pero si son del viejecita, que creímos era una amable abuelita, nos recibió. grupo de Sally Mardones, mejor se arrepienten de haber XY\G XY]G G G despertado hoy. —A los tres hombres les ordenó—: A la estaba y ella no estaba. Y de esa forma, tal vez por el bodega. aburrimiento Nos llevaron hasta la bodega. Dos nocheros cuidaban o lo absurdo de la situación, es que comencé a la puerta. Nos dejaron en una habitación estrecha cerca de la quedarme dormido. entrada, donde guardaban papeles y máquinas de escribir. Desperté cuando la puerta se abrió. Pensé que soñaba, Cerraron la puerta con llave. De este lado quedamos todo había sido un sueño y estaba en mi cama, en mi nosotros. Escuchamos a los guardias silbar, mientras de una dormitorio de calle Juan Moya, mirando el techo, soñando radio salía ahogada una canción de Shakira. que era domingo y que me despertaba a las once de la —¿Y ahora? —dijo León. mañana. Una figura con una linterna nos iluminó directo. Re - La pregunta flotó en el aire sin respuesta; en realidad, conocí enseguida su voz: no sabía qué haríamos a continuación. Nos sentamos en el —Quique, soy yo, Sally Mardones. suelo a esperar. Una vez vimos en el liceo una obra de teatro que se titulaba Esperando a Godot, uno de los actores lo habíamos visto en una telenovela en un papel secundario, pero aquí era el protagonista. La obra trataba, justamente, de la espera de alguien que nunca llegaba y que tampoco se sabía quién era: su nombre era Godot. Y de tan absurda que parecía la obra, finalmente alguien inteligente bautizó todo aquello como «teatro del absurdo». Esto lo digo porqué en esa situación, prisioneros sin saber realmente por qué, finalmente es- tábamos esperando a algo parecido a Godot. Entonces, después de un rato, León dijo: —No sé si tú sientes, Quique, lo mismo que yo, pero hay un olor como a... — Un olor muy malo, como a perro mojado. —A perro, eso es. Y ahí nos quedamos en la semioscuridad, sin saber qué hacer y todo por tomar partido en una causa, la de Sally Mardones, aunque no sabíamos qué causa era. Ahora yo XY^G XY_G G G G o era tiempo para dar explicaciones. Seguimos a —¿Por qué me buscan? —fue lo primero que nos dijo Sally, que llevaba un llavero con el que abría y cerraba las Sally antes de subir a un taxi. No parecía contenta de vernos puertas. Me di cuenta enseguida que no íbamos de salida, sino — . Esto es peligroso y pudo haberles ocurrido algo malo con adentrándonos más en la bodega, hasta una gran habitación. Reina. Al abrir la puerta nos golpeó un aire caliente y un pésimo No alcanzamos a decir nada. Me sentía como cuando mi olor. Sally hizo correr la luz de la linterna por la habitación. mamá se molestaba porque no hacía ia cama en una semana y El piso estaba cubierto de cuerpos de perros echados que encontraba restos de queque, alguna revista, mi reloj, un parecían muertos, pero no lo estaban, más bien estaban pedazo de manzana, entre las sábanas. Como en esas oca- enfermos o drogados, respiraban pero ninguno se movía. siones, no tenía una explicación con Sally. Ella era mayor que Sally me pidió que sostuviera la linterna e iluminara. Preparó nosotros y sí sabía lo que hacía. No podía explicarle que de su celular como cámara fotográfica y comenzó a disparar. mi parte sentía que le debía algo a ella, que no estaba seguro León y yo, mientras tanto, sólo queríamos salir antes de que de qué se trataba, pero tenía que ver con comprometerse al- los dos guardias se dieran cuenta. Cuando ella creyó que guna vez. había terminado, otra vez escogió una de sus llaves y salimos El taxi nos condujo por Ñuñoa de regreso, dio varias por una puerta trasera de la bodega. Al otro lado hacía frío. vueltas y nos bajamos en una plaza escondida y pequeñita. Caminamos por entre la maleza, que olía aún peor que la Estaba seguro que a esa hora mis papás estarían preocupados, habitación de los perros dormidos, hasta que encontramos el pero entonces me acordé del cumpleaños de mi tío Cacho; mi cerco por donde llegamos a la calle. tío no es mi tío, pero como es amigo de mi papá le decía tío Cacho desde que era niño. Esta noche era su cumpleaños y lo celebraba en su casa en calle Antonio Varas. Es decir, estaba momentáneamente salvado. Llamé a Gertru por el celular de Sally, le dije, sin darle tiempo a replicar, que estudiaba en la casa de un compañero de curso, que todo estaba bajo control y que por ningún motivo había roto la promesa de acercarme a calle Las Codornices 286, Macul. Después colgué y esperé junto con León que Sally Mardones dijera algo, que contara su historia, en la que sin querer estábamos ahora metidos. Todo había partido cuando comenzó a investigar las denuncias de los robos de perros, no sólo perros vagabundos, sino de barrios enteros. Se enteró por Internet que pagaban muy bien esos perros para experimentos en universidades y XY`G XZWG G G hospitales de todo el país. No era nada de fácil el traslado, se comienzo. Y dije «estábamos» porque a esa altura le prometí hacía drogándolos como los habíamos visto en la bodega. a ella que éramos parte de aquello, no la dejaríamos sola, al Los datos finalmente los consiguió a través de un ex menos hasta que terminara el cumpleaños del tío Cacho esa empleado de Gustavo Reina, que no podía dormir por las madrugada. Sally me miró de una forma distinta y dijo: noches después de haber enviado al sacrificio a muchos de — Sabía que podía contar contigo. esos animales. El empleado le confesó todo, pero le agregó SGally Mardones no tenía pruebas para inculpar a Reina y a su un dato importante: Reina guardaba los papeles que probaban negocio de tráfico de animales. Sólo teníamos una esperanza, el tráfico de animales en su oficina, en la parte de atrás de su una en la que únicamente ella creía y que representaba, restaurante. Sally comprendió entonces que no tenía opción. pensándolo bien, lo que hacía particular a Sally: creer en los El empleado, después de la confesión, se fue a esconder a un demás por sobre todas las cosas. pequeño pueblo en la VIII Región, llamado Monte Águila. En clase de educación física, en una ocasión, hicimos un Sally necesitaba pruebas y debía conseguirlas por ella «ejercicio de confianza»; la idea era de nuestro profesor, de misma. Por eso decidió no involucrar a sus padres, ni a nadie, uno que estaba de paso por el colegio, hacía la práctica para arrendó una pieza en el centro y logró el empleo de mesera en titularse, llevaba el pelo largo tomado en una cola de caballo, el restaurante de Reina. Sentía que era su deber y que no tenía lo que indignaba a los otros profesores; por el contrario, a otra forma de conseguir esas pruebas. nosotros nos parecía que ese detalle decía mucho y nos daba Después de 10 días de trabajar allí logró llegar a la oficina y confianza. Era un buen tipo Clark. Su nombre no era Clark, robó los papeles que necesitaba. Pero casi enseguida fue pero algunas de nuestras compañeras se enamoraron de él y le descubierta, los hombres de Reina la siguieron, llegaron hasta dejaron ese sobrenombre: Clark Kent, porque era igual a la pieza que arrendaba y le arrebataron las pruebas. Desde ese Superman. A Clark, cuyo nombre verdadero era Carlos, le día estaba escondida en casa de una amiga en un edificio gustaba el sobrenombre y nos pedía que lo llamáramos de ese cerca de avenida Irarrázaval sin saber qué hacer. Sólo tenía modo. A Clark se le ocurrió entonces el ejercicio que un dato, la dirección de esa bodega y un llavero que también consistía en dejarse caer hacia atrás esperando que un había sacado de la oficina de Reina. Mientras vigilaba la compañero nos atrapara antes de rebotar en el suelo. Por bodega nos vio a nosotros en el lugar y luego cuando fuimos supuesto elegí a León porque era mi mejor amigo. Clark dijo detenidos por Gustavo Reina y sus empleados. La historia era que de esa forma no resultaba el juego, que teníamos que esa, así de simple. La conclusión seguía siendo la misma: allí elegir a alguien desconocido o no muy cercano. Me estaban esos perros preparados para ser llevados a la mesa de correspondió entonces realizar el ejercicio con Venturelli, un operaciones de un laboratorio y así probar fórmulas químicas tipo desagradable, con el que nos llevábamos muy mal, él se de un nuevo champú y otros experimentos desagradables, había enterado de mi asunto de detective y cada vez que me sobre todo para los perros. Es decir, estábamos como en el veía se reía como hiena burlándose: «Ahí va Columbo», «Ya XZXG XZYG G G llegó Starky», «Miren al Agente 86...». Digamos entonces Sally pagaría el taxi. Así que hicimos parar uno. Era que Venturelli no era alguien a quien le podría tener tarde, pero todavía tenía tiempo porque calculaba que el confianza. Esperé lo peor ese día en el gimnasio con el cumpleaños del tío Cacho estaba en lo mejor y eso me ejercicio de la confianza, desde quedar lisiado hasta no poder protegía de la llegada a casa. sentarme en una semana. Ahí estaba, de espalda, en medio del Nos bajamos en el centro de Santiago, que a esa hora gimnasio, donde nos moríamos de frío en invierno porque a lucía oscuro y tenebroso. Unos municipales barrían con unas las ventanas altas les faltaban varios vidrios. hojas de palmera gigante la calle y una camioneta especial lo — Déjate caer con confianza —dijo Clark Kent, y yo hacía con escobillas bajo sus ruedas. pensé en mis partes blandas allá atrás que sufrirían sin sentido El Restaurante italiano Reina estaba cerrado, pero por un ejercicio que nadie más que el profesor entendía. Sally se dirigió a una puerta lateral. Otra vez de su llavero Me dejé caer. Caí despacio, como en cámara lenta, con eligió una llave con la que el cuerpo tieso. Estaba seguro que Venturelli se reía como abrió. Encontramos una escalera. Subimos hasta el segundo animal e inventaría algo para no recogerme a tiempo. Pero piso. Debajo de una de las puertas vimos luces. Sally fue entonces sentí los brazos de Veturelli que me atrapaban con directo a la puerta y golpeó. Se escuchaba un programa de fuerza justo antes de tocar el piso de madera televisión donde el humorista Alvaro Salas contaba chistes y del gimnasio. Inmediatamente también me sentí agradecido, todo el mundo se reía. Creímos que nadie abriría. Pero en- muy agradecido. Venturelli ni siquiera me miró y siguió más tonces se abrió la puerta y apareció la mesera traidora del allá riendo por otra cosa. Reina. Nos quedó mirando como si tres habitantes del planeta En el siguiente recreo busqué y enfrenté a la hiena de Venus tocaran una noche la puerta de su departamento. Sally Veturelli: se adelantó: —Gracias por no dejarme caer —le dije. —Con permiso —y entró. Detrás lo hicimos nosotros. —¿Creías que no lo haría? —me respondió. Estaba claro, no era el lugar donde debíamos estar, la misma Entonces ambos nos reímos como si en realidad nos mesera, horas antes, nos había traicionado. conociéramos desde hacía muchos años; justamente, hacía — No deberían estar aquí —dijo ella—, ninguno de los muchos años nos conocíamos pero muy mal. Desde ese día o tres; si don Gustavo se entera puede ser peligroso para el sábado siguiente hicimos planes para ir juntos al cine. Lo ustedes. pasamos bien. Después comimos una pizza en la Plaza Ega- Sally le respondió y nosotros dos con León preferimos ña y seguimos riéndonos, hasta hoy que seguimos siendo cerrar la boca. buenos amigos. —Tu jefe te paga esta pieza, te dio el trabajo y te ha prometido otras cosas, lo sé, pero llegó la hora de decidir lo que corresponde. XZZG XZ[G G G —Me vine a trabajar acá a Santiago y don Gustavo me ha ayudado. — Pero sabes que no está bien lo que él EG hace. —Sí, pero... ra pasada la medianoche. Como estábamos en otoño, —Confiamos en ti, por eso hemos venido, necesitamos las noches no eran las más agradables del año; es decir, de tu ayuda. mucho frío, algo de neblina y oscuridad. El taxi nos dejó en Dio vueltas por el dormitorio, que era estrecho pero San Bernardo, que para nosotros con León, a esa hora, estaba ordenado y olía a desodorante ambiental. representaba un lugar muy lejano, casi como si fuera Puerto —No puedo —repetía la mesera—. Mejor se van, Montt. Allí, en la carretera, en el cruce del camino se haría Gustavo puede llegar y encontrarlos aquí; cuando se enoja, tú la transacción, un camión recogería el cargamento. El sabes cómo se pone. taxista aceptó esperar media hora, la que cobraría, pero Sally le dejó su celular entre las manos, con la nada más, porque a él también le daba miedo un lugar fotografía de los perros drogados en la bodega. como aquel, a pesar de que le asegurábamos que —Ahí están esas fotografías para que te decidas. Y esperábamos a una tía que venía desde Rancagua. Sally también tienes el celular con el que puedes llamar a Reina y salió varias veces a fumar afuera del tax . algo que nos contarle que estamos aquí. Tú decides. impresionó enseguida porque no conocíamos a nadie del Nos sentamos en unas sillas. El televisor seguía liceo que fumara. Pensé que hasta ahí llegaba lo ecológico encendido, pero sin volumen, así que sólo veíamos como el de Sally, porque fumar es contaminar el aire de los demás y público se reía de la rutina del humorista. De pronto ella hacerse un mal favor a los pulmones. Pero tampoco me movió la cabeza, dio un gran suspiro y dijo: atreví a sugerirle eso, en realidad preferí permanecer en —¿Qué quieren que haga? silencio, pues no sabía qué ocurriría a —Que me abras la oficina de Reina en el restaurante y continuación. En una oportunidad mi hermana me sorprendió así sacar documentos para probar lo de los perros... fumando. Era un solo cigarrillo, tal vez el primero que me —No, no es buena idea. Hace una semana, después de llevaba a la boca, pero justo mi hermana apareció en la plaza que desapareciste, Gustavo limpió su oficina, no hay nada de Pedro de Valdivia después de la licenciatura del colegio del eso allá abajo. mismo nombre de la esquina, al que había ido no sé por qué —¿Qué otra cosa tienes, entonces? —preguntó Sally, motivo. Allí, en el puente que cruza la calle y la plaza, me resignada. encontré con mi hermana, que enseguida me echó una — Esta noche es importante, esta noche se hace la maldición gitana, me miró con cara de cámara de video y me entrega. dijo que se lo diría a mi papá. En realidad nunca se lo dijo, XZ\G XZ]G G G pero el miedo con el que quedé fue suficiente para que dejara para tener un recuerdo, sino para conseguir pruebas con que el cigarrillo para siempre justo cuando comenzaba a fumar. denunciarlos. Lo primero que vimos llegar fueron las tres camionetas, Fue fácil atraparla. Había llegado el momento en que fue fácil identificarlas pues en sus carrocerías laterales León y yo debíamos tomar una decisión importante. O aparecía escrito: «Restaurante Reina / Las mejores pastas de huíamos cobardemente o hacíamos algo. Era obvio: si Santiago». Se estacionaron en una calle lateral y apagaron corríamos hacia abajo de la carretera, por donde se entra a sus luces. En ese momento el taxista que nos esperaba San Bernardo desde la Panamericana, probablemente esta sospechó que la tía de Rancagua era lo que era, o sea, una noche y las siguientes de varios años más no podríamos mentira, así que nos pidió lo que le debíamos y se fue, dormir tranquilos. Así que hicimos lo mismo que Sally, dejándonos entre unos árboles secos que apenas nos saltamos la cerca, cruzamos la carretera y allí estábamos ocultaban. Esperamos otros 20 minutos. Con León habíamos jalando de una pierna a Sally, mientras aquellos hombres lo preparado el plan B de la operación; es decir, nos hacían de los brazos. La escena era ridícula y las imaginamos por dónde correríamos huyendo de los hombres probabilidades de que ganáramos eran escasas. Pero, enton- de Reina. ces, todo se calmó. De una de las camionetas bajó la figura Cuando un enorme camión se estacionó en una berma pequeña pero regordeta de Gustavo Reina rascándose la del cruce, vimos a las camionetas moverse hasta quedar cabeza. detrás. Fue el momento en que me acerqué tímidamente a —Otra vez ustedes. Realmente no me dejan hacer Sally Mardones para preguntarle sobre el plan A; es decir, negocio —dijo. qué haríamos a continuación. Se acercó a Sally y le quitó la cámara. — Ustedes dos, nada —dijo seca. Con León nos —¿Realmente piensas que con esto tendrás alguna miramos sin saber cómo interpretar aquello. prueba? —dijo. Al parecer, el plan A era un verdadero plan fracasado. — Con eso no... —dijo Sally. Sally simplemente saltó por la defensa metálica del trébol de Reina intentó abrir la cámara fotográfica, pero la carretera y se acercó al camión. Entonces sacó un arma. En enseguida dijo con cara de espanto: realidad no era un arma. De la mochila emergió una cámara —¿Qué es esto? fotográfica y comenzó a fotografiar lo que ocurría. De las La cámara era una linda cámara plástica que nunca camionetas, con una rapidez asombrosa, cargaban las jaulas había tomado una fotografía. con perros. En pocos minutos llenaron el acoplado. A Sally Sally, entre los brazos de los guardias de Reina, logró parecía no importarle ser descubierta. Y, como era de hablar: esperarse, algunos de aquellos hombres se dieron cuenta que a escasos metros de allí los fotografiaban y no precisamente XZ^G XZ_G G G —Necesitaba que tú mismo aparecieras cerca del Convencimos al teniente que tomaba las declaraciones que camión de la carga, no para que yo te sacara la foto, sino nos dejara ir por ahora. Prometimos que volveríamos al día ellos... siguiente, teníamos que llegar antes que mis papas a la casa Indicó la oscuridad y todos nosotros creímos que Sally de calle Juan Moya. El carabinero que dirigió la operación, Mardones tenía visiones. Pero en ese momento se encendió sin duda cuando pequeño debió pasar por lo mismo, pues nos un foco azul y de un rincón al lado del camino apareció una envió a los tres en un auto policial con bal iza. el que corrió a camioneta con las latas sueltas, que podía ser la famosa toda velocidad por la carretera hacia Santiago. camioneta del Padre Hurtado, pero ésta estaba pintada con En el momento que entramos por la cocina nos flores y un letrero largo que decía algo así como «los encontramos con Gertrudis Astudillo, mi nana, con los ojos animales son tus hermanos». Bajaron varios jóvenes mayores rojos de tanto llorar. Le explicamos rápidamente lo que que Sally, parecían universitarios, con chalecos gruesos y ocurría. Por suerte, el cumpleaños del tío Cacho se había barba. El que llevaba una cámara de video era Pedro Canario, prolongado, así que estábamos salvados. Tampoco Gertru eso lo supe más tarde. Tampoco Reina se intimidó demasiado hizo mayor escándalo, porque en sus preferencias el primer con la aparición. Al menos hasta 20 segundos después que lugar lo tienen los uniformes; el carabinero que nos fue a dos vehículos cerraron la carretera. A pesar de la oscuridad o dejar le entregó sus datos y se llevó los suyos. gracias a ella se notaban muy bien sobre esos automóviles las Sally Mardones me dijo que mañana tem piano balizas de los carabineros. Entonces, Reina pensó seriamente regresaría a su casa, había causado demasiada preocupación a que estaba perdido, que se había acabado el negocio de los sus padres, pero también creía que era la única forma de perros, y que probablemente se le acabaría también el ne- conseguir lo que finalmente había conseguido. Estaba gocio de las pastas o de cualquier tipo debido al tiempo que arrepentida, aunque si se le presentaba algo parecido lo haría pasaría en la cárcel. de nuevo. Sally Mardones era de las personas que sí estaba donde los demás no estaban, pero estaba hasta el final, sin retrocesos, porque creía en lo que pensaba y luchaba consecuentemente por sus ideas. Todo eso me lo dijo mientras tratábamos de quedarnos dormidos, León y yo en el suelo de mi dormitorio, y Sally en mi cama. Mientras ella hablaba pensaba que mañana temprano trataría de esconder ese oso de peluche que Ger- tru me regaló hace ¿n siglo y que deja todas las noches sobre mis almohadas y a quien llama «Fernando el oso». Juro que yo no lo hago, ni siquiera me gusta mucho ese oso. XZ`G X[WG G G Al otro día todo se arregló. O en parte. Finalmente debimos confesar a mis padres nuestra participación en la detención de la banda de traficantes de animales. Me castigaron, me quitaron el talonario de entradas al cine que me habían regalado. Lo peor vino dos días después. Mi her- mana me apuntó con el dedo en medio del pasillo, me dijo que estaba en su poder nuevamente, tendría que ser su esclavo un mes seguido; es decir, debería hacerle la cama durante ese tiempo. Había escuchado, dos noches atrás, una voz dr mujer en mi dormitorio y estaba dispuesta a contarle a mi papá. Me quedé en un sillón de la casa. Gertru estaba en su curso de teatro en la Corporación Cultural de Nuñoa. Mis papás habían ido a despedirse del tío Cacho, que viajaba a Buenos Aires por una semana, lo que era suficiente excusa para celebrar. Estaba solo, pensando que poco había ganado en todo aquello. Aunque si lo analizaba mejor, ahora tenía una nueva amiga, una que admiraba, y de la admiración siempre nacen cosas buenas. Sally Mardones había solucionado sus problemas con sus papás. En la tarde me llamó por teléfono y me invitó a las reuniones del grupo de amigos de los animales. Sabía que a esas reuniones iba gente mayor que yo, así que la invitación me pareció un regalo en agradecimiento por lo que había ocurrido. Cuando le pregunté cómo sabía que yo era realmente un «amigo» de los animales, ella me respondió: —Es que Gertrudis me contó lo de «Fernando el oso», así que me imaginé que eras de los nuestros. Fin X[XG X[YG G G
Report "Quique Hache El Mall Embrujado y Otras Historias (2xhoja71) - Sergio Gomez"