Peñalba de Santiago

May 27, 2018 | Author: angecandidol | Category: Monastery, Church (Building), Paintings, Religion And Belief


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Desde el punto de vista historiográfico, el nacimientopolítico del reino de León en el 910 va a significar un punto de inflexión en la Historia del Arte Altomedieval Español: desaparecía la «Arquitectura Asturiana» y aparecía, de repente y en el horizonte arquitectónico del Valle del Due- ro, la «Arquitectura Mozárabe», que no la «Arquitectura Leonesa». Y subrayo «de repente», porque tan solo tres años después, en el 913, se consagraba el templum o igle- sia del monasterio de San Miguel de Escalada (León) (MARTÍNEZ TEJERA, 2005). ¿Dónde quedan entonces, para la Historia del Arte, esas «iglesias» construidas en el territorio astur a partir del 910: formando parte de la «arqui- tectura asturiana» o de la «arquitectura leonesa»? La historiografía de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX consideró «mozárabe» a la «arquitectu- ra leonesa» del siglo X por asumir, apriorísticamente, que los «guiños califales» presentes en esta edilicia procedían de los «mozárabes», de los cristianos que convivían con los musulmanes en Al-Andalus (DÍAZ-JIMÉNEZ Y MOLLEDA, 1892. SIMONET, 1897. GÓMEZ-MORENO, 1909; Id., 1913; Id., 1919). Una arquitectura que estaba, se decía ya entonces, inequívocamente asociada con el mo- vimiento cenobítico. Pero ya en la segunda mitad del siglo XX, especialmente a partir de los años 50, la «teoría mozarabista» comienza a tambalearse, hasta tal punto que se propuso una nueva terminología: «arquitectura mozárabe» para denominar únicamente a las iglesias erigi- das por cristianos en territorios musulmanes y «arquitec- tura de repoblación» para identificar los edificios cons- truidos por los «mozárabes» en los reinos cristianos y en el marco de la Repoblación, el epílogo de una vieja tradi- ción constructiva hispánica pre-711. Pero esta «evolución terminológica» no vino acompañada de una «evolución conceptual»: los principales artífices seguían siendo los «mozárabes» y la Despoblación-Repoblación (la Recon- quista) seguía siendo el marco histórico de referencia que favoreció su aparición (CAMÓN AZNAR (1949) 1950; Id., 1963. BANGO TORVISO 1974; Id., 1994). Los cambios más trascendentales llegarán en la década de los años 90 del pasado siglo, cuando se dejó muy claro que, a la hora de referirse a los cristianos que vivían en al- Andalus, el término «cristiano dhimmí» o «cristiano pro- tegido» expresa con más propiedad la entidad de estos cristianos que el conflictivo «mozárabe» […] (LAPIEDRA GUTIÉRREZ, 1997). Por eso insistíamos en que el término dhimmí debía sustituir definitivamente a «mozárabe»: ha- bía que hablar ya de «arquitectura dhimmí» o «arquitectu- ra del pacto» a la hora de referirse a la arquitectura cristia- na alto-medieval erigida en al-Andalus. Pero la realidad documental todavía irá más lejos en esta cuestión: los tex- tos conservados señalan que durante estos siglos tam- bién hubo cristianos que vivieron fuera del pacto (cristia- nos rebeldes) y musulmanes rebeldes convertidos al Cris- tianismo, como Omar Ben Hafsun, resistente en Bobastro (Málaga); por eso hablamos entonces de una «arquitectu- ra dhimmí» o «arquitectura del pacto» por un lado, restrin- gida en la mayoría de los casos a actividades restauradoras, no a obras ex novo, y de una «arquitectura de la resisten- cia», esta última obra de cristianos rebeldes y/o de musul- manes convertidos al Cristianismo. El sometimiento al po- der musulmán y las propias autoridades cristianas condi- cionaron el desarrollo de la arquitectura cristiana en los territorios sometidos, en el que además convivieron cris- tianos de muy distinta progenie cultural, amén de geográ- fica (MARTÍNEZ TEJERA, 2003). Pero que algo estaba cambiando se aprecia también en la obra publicada en la prestigiosa colección HISPANIA ANTIQUA y dedicada a la arquitectura altomedieval de la Península Ibérica (siglos VIII-XI). Un estudio que, si bien continúa otorgando el protagonismo a los cristianos de al- Andalus, dedica su Cap. 3 a «León, Castilla y los cristia- nos de al-Andalus» y no, como venía siendo costumbre, a la «Arquitectura Mozárabe» (ARBEITER – NOACK- HALEY, 1999). Y hace ahora cinco años que propusimos la denominación de «arquitectura de fusión» para aglutinar unas construcciones que no surgen por el mero cruce o suma de dos culturas cristianas, la del norte «neovisi- gotista» y la del sur «mozárabe», como se propuso hace ya mucho tiempo (CHUECA GOITIA, 1947. MARTÍNEZ TEJERA, 2005). Muy especialmente, insistíamos entonces en la necesidad de estudiar el papel desarrollado por los «Muwalladies», «Mollites» o muladíes en los territorios cristianos, de conocer más en profundidad a esas comuni- dades de cristianos convertidos al Islam (los verdaderos «cristianos arabizados» o «cristianos ocultos») que emi- LA IGLESIA DE PEÑALBA DE SANTIAGO (EL BIERZO, LEÓN) LA IGLESIA DE PEÑALBA DE SANTIAGO (EL BIERZO, LEÓN) LA IGLESIA DE PEÑALBA DE SANTIAGO (EL BIERZO, LEÓN) LA IGLESIA DE PEÑALBA DE SANTIAGO (EL BIERZO, LEÓN) LA IGLESIA DE PEÑALBA DE SANTIAGO (EL BIERZO, LEÓN) EL SANTUARIO DE UN HÉROE ESPIRITUAL DE LOS SIGLOS IX Y X Artemio Manuel Martínez Tejera graron a los territorios cristianos astur-leoneses, inmersos entonces en un «tierra de frontera» que poco a poco se fue convirtiendo en un espacio de relación. Y tampoco debíamos desestimar la posible participación de alarifes musulmanes. De hecho, muchos de los documentos de la época vienen confirmados o suscritos por individuos cris- tianos de religión, pero de una onomástica árabe incues- tionable (MARTÍNEZ TEJERA, en prensa). El reino de León fue, desde su nacimiento, un espacio político de encuentros y desencuentros habitado por una «sociedad de frontera», que contó con su propio concep- to estético. El arte del reino de León es un arte único, singular, por una sencilla razón: porque la sociedad del reino de León en el siglo X fue una sociedad muy plural, muy rica en matices culturales, y en constante transforma- ción. Y esto es lo que reflejan sus manifestaciones artísti- cas, relacionadas con la monarquía, la nobleza y la Iglesia (mediante la figura del obispo), que fueron sus principales promotores e impulsores. Decíamos hace muy poco tiempo que los edificios co- nocidos hasta el momento reflejan una «estética arquitec- tónica» propia dotada de un lenguaje también peculiar y de una frescura que no oculta sus raíces. Y este logro solo fue posible gracias a esa «convivencia medieval» - cristiana, hebrea y musulma- na - ya señalada hace mucho tiempo (CAS- TRO, 1954). La multiculturalidad en el oca- so del reino de Asturias e inicios del reino de León del siglo X resulta incontestable en el campo de la Historia del Arte; como también lo es que dicha convivencia re- sultó, en muchas ocasiones a lo largo de dicha centuria, difícil de mantener. Los te- rritorios mudaban sus dimensiones y estatus casi de un día para otro en virtud de «razzias» musulmanas, «algaradas» cristianas y pactos; las fluctuaciones de- mográficas estaban a la orden del día. La constante que mejor define el carácter de una «sociedad de frontera» como la astur- leonesa de los siglos IX-XI, además del conflicto, es la colaboración como medio de subsistencia, posible gracias a la polí- tica de pactos establecida entre cristia- nos y musulmanes ya desde mediados del siglo IX, pero especialmente intensa des- de finales de ese siglo, reinando Alfonso III (866-910), y a lo largo de todo el siglo X (TURIENZO VEIGA, 2010). Unas relaciones que, obviamente, que- daron reflejadas en las manifestaciones artísticas, especialmente en esta arquitec- tura «de Fusión» o «Leonesa», diferente a la «Asturiana» en la forma más que en el fondo. Dos «estilos» arquitectónicos que interpretan, de manera diferente, eso sí, un mismo mensaje. Su valor y riqueza, lo que realmente hace diferen- tes y únicos a estos edificios históricos astur-leoneses es el perfil de su alzado y su ornamentación, tanto escultórica como pictórica. Precisamente, en homenaje a don Manuel, insistimos en la necesidad de desterrar definitivamente el término «mozárabe» de la literatura científica. Don Manuel lo habría hecho hace ya tiempo y estaría muy contento de ver cómo han avanzado las investigaciones que él inició: en estos edificios los «guiños califales» pueden proceder de los auténticos arabizados, de los muladíes, incluso de «musulmanes cristianizados» o de musulmanes de al- Andalus, pero en ningún caso de dhimmíes, de los «cris- tianos del pacto», pues en realidad éstos, lejos de estar arabizados, no fueron sino «cristianos rebeldes», cristia- nos que pagaron tributos por mantener y practicar su fe cristiana. Fueron muladíes, los «cristianos ocultos y arabizados», y ex–muladíes - junto con los musulmanes convertidos al Cristianismo - los «nuevos cristianos» que se establecieron en el reino astur-leonés, y no los dhimmíes, los mal llamados «mozárabes». Y estos «nuevos cristia- nos» fueron los que dotaron de un estilo propio a los edi- ficios, los que infundieron carácter a la «Arquitectura Leonesa» o «de Fusión» de los siglos X-XI, una edilicia cristiana islamizada. Detalle de la ornamentación pictórica localizada en la bóveda que cubre el tramo más occidental de la nave, el espacio extra chorum, destinado a los fieles. Estos restos pertenecen a las pinturas murales más antiguas, ejecutadas con la técnica de la pintura al fresco y datadas como muy tarde en el último cuarto del siglo X. La calidad de sus pigmentos, su traza y su ejecución denotan la participación de un taller de primer orden. 1 er SEMESTRE 2011 ARGUTORIO nº 26/43 Tan islamizada como lo estaba la alta sociedad de en- tonces o la alta jerarquía episcopal. Es lo que Serafín Moralejo llamó «el encanto de enemigos» (BARRAL RIVADULLA, 2009:108). Y a ambas instancias perteneció el obispo de Astorga, San Genadio (865-936), que consa- gró las iglesias monásticas leonesas de San Miguel de Escalada (fuera de su jurisdicción diocesana) y San Pedro de Montes y que, además, fundó la iglesia de Santiago, en el lugar de Peñalba (QUINTANA PRIETO, 1956. MARTÍNEZ TEJERA, 2010). De sus orígenes y ascenden- cia nada sabemos con absoluta certeza, si bien hay quien afirma que pudo ser hijo del conde Gatón, que en el 854 reorganizó y repobló el territorium de Astorga «con gente de muy distinta procedencia». De ser cierta esta vincula- ción, Genadio habría sido hermano de Sarracino, ni más ni menos que hermano del conde de Astorga y de El Bierzo entre los años 897 y 925. Curioso, un conde cristiano de nombre «Sarracino»… . Genadio fue monje en el Monasterio Ageo (Ayoó de Vidriales, Zamora) fundado hacia los años 860-870 y dedi- cado al profeta menor del mismo nombre, que profetizó (a mediados del siglo V antes de Cristo) la reconstrucción y mejora del templo de Jerusalén. Y en el monasterio Ageo permaneció hasta que en el año 892, en compañía de otros hermanos y con el permiso del abad Arandiselo, partió para restaurar la segunda fundación de San Fructuoso en El Bierzo: el monasterio ruphianense, conocido en el siglo X como de San Pedro de Montes. La restauración de dicho monasterio concluyó en el año 895, y uno más tarde fue nombrado abad del mismo (MARTÍNEZ TEJERA, 2003). Y en ese cargo permaneció hasta… En realidad no lo sabe- mos con seguridad. Si retomamos las diversas hipótesis al respecto se abre un amplio abanico cronológico que trans- curre desde el 898 hasta el 920 (en nuestra opinión, y con una mayor precisión documental, entre los años 911-912 y 920), en cualquier caso dentro del marco cronológico du- rante el que Sarracino ejerció como conde (898-925). Un acceso al episcopado que tuvo lugar, como el de otros muchos obispos leoneses de entonces, desde su condi- ción de abad y por imperativo regio, y que concluyó, a más tardar, a finales del mes de septiembre del año 920. Fue en esta etapa de su vida, como obispo, cuando pudo efectuar la mayor parte de sus fundaciones, entre otras la dedicada a Santiago en el lugar de Peña Alba. Lo que hizo San Genadio tras abandonar la silla episcopal de Astorga resulta, prácticamente, un misterio. Tan solo sabemos que a partir de entonces y hasta su muerte en el 936, como figura relevante de la época, segui- rá contando con un cierto peso específico en la iglesia y sociedad asturicense y manteniendo muy buenas relacio- nes con la monarquía. Sus apariciones a partir del 920 como obispo dimisionario serán relevantes pero escasas y cada vez más distanciadas en el tiempo, que fue alternando con una vivencia solitaria de la espiritualidad. Fue en esa etapa cuando disfrutó de su verdadera vocación: la anachoresis, la vida en soledad, a las puertas del Valle del Silencio y en torno a los complejos que había restaurado y fundado. Hasta entonces se volcó en la dirección del episcopado y la restauración y fundación de varios centros espirituales en torno a la tebaida surgida en tiempos de San Fructuoso, entre otros el monasterio de Santiago en la localidad de Peñalba. Porque la iglesia que hoy se conserva en Peñalba de Santiago, ¿es la fundada por San Genadio, no es así? Los primeros ya indicaban, y así se ha publicado en numerosas ocasiones y por diversos autores, tres cues- tiones: que la iglesia que hoy en día se conserva en Peñalba de Santiago fue erigida ex novo en el siglo X (905-937) por el estamento episcopal astorgano (San Genadio y Salomón, este último discípulo de Genadio y obispo durante los años de reinado de Ramiro II, 931-950); que en el 937 Genadio ya estaba enterrado en la iglesia; y, finalmente, que el edificio fue reconsagrado por cuestiones litúrgicas (la imposición del rito romano sobre el hispánico) en el año 1105. Los textos afirman (con reservas, pues en su mayoría han lle- gado en traslaciones o recopilaciones muy tardías elabo- radas en los siglos XVI-XIX) que después de restaurar San Pedro de Montes, y siendo ya obispo, construyó en los mismos montes, aunque algo distante, un monasterio, Por el momento la gran aportación de la Arqueología a la historia de la fábrica de la iglesia de Peñalba de Santiago es el descubrimiento de sendas habitaciones laterales adosadas al cuerpo de la nave. Dichas habitaciones, adosadas al poco tiempo de haberse construido la iglesia, amortizan parte de su sancta o espacio exterior, la destinada desde un principio a cementerio, el cementerio del atrio. 44/ARGUTORIO nº 26 1 er SEMESTRE 2011 para la «orden monástica» en memoria de Santiago, que se llama Peñalba. Esto nos dice Genadio en su Testamentum. Y su sucesor Salomón informa, en primer lugar, de que permaneciendo en la silla episcopal durante muchos años, Genadio construyó monasterios en el sitio llamado «Pinnae albae», bajo el monte de la Aquiana, donde vivió antes de ser obispo, y en segundo lugar de que una vez hubo re- nunciado a la silla episcopal, el monarca Ordoño II, por consejo del propio Genadio, nombró obispo de Astorga a su discípulo Fortis, quien - sin duda como gesto de agra- decimiento hacia su mentor - decidió edificar una «casa» en su nombre cercana a la de su maestro, en el sitio que llaman Silentium, para así perpetuar su memoria. Conoce- dor de esta decisión, Genadio - y no Fortis, como se ha dicho - santificó dicho lugar para que se levantara el ceno- bio, pero las obras hubieron de paralizarse al poco de ini- ciadas por el prematuro fallecimiento de Fortis. Muerto éste, Salomón fue designado su sucesor en la silla de Astorga por el monarca Ramiro II en el 931. El nue- vo obispo, no muy contento con la ubicación de la obra iniciada por Fortis, antes de continuarla congregó a los abades y confesores de la zona para requerir su opinión. Y juntos acordaron, por unanimidad, no seguir con la obra iniciada por Fortis - según argumenta el propio Salomón, por no ser el lugar del «Silencio» (no obstante elegido y santificado por el propio Genadio) el más «a propósito para cenobio» - e iniciar la construcción de uno nuevo en otro lugar más adecuado y alejado de aquél. Y este nuevo lugar era llamado entonces de «Santiago Apóstol» y en él permanecía ya enterrado San Genadio. El nuevo cenobio fue iniciado y concluido bajo su mandato y dedicado en honor al Santiago Apóstol y San Martín Obispo. Desde la perspectiva documental no hay duda de que Genadio cons- truyó una iglesia (aula) para la orden monástica en honor de Santiago en el lugar de Peñalba, una de sus últimas fundaciones si tenemos en cuenta el orden en la que ésta aparece en el Testamentum. Y tampoco puede ponerse en duda que su sucesor, el obispo Salomón, inició y conclu- yó uno nuevo cenobio en otro lugar más alejado y que llama de «Santiago Apóstol», en el que ya entonces per- manecía enterrado San Genadio. Pues bien, el único lugar que en tiempos de Salomón podía llamarse así era aquel en el que Genadio había fun- dado el monasterio dedicado a Santiago, «que llaman Peñalba». Para el obispo Salomon, Peñalba era el nombre genérico que recibía el territorio o espacio geográfico en el que había vivido Genadio antes de acceder al obispado y en el que desarrolló una amplia actividad fundacional, un lugar distinto al del Silentium, en el que Genadio había erigido ya el oratorio de Santo Tomás y en el que se encon- traba la obra inconclusa de Fortis. La actuación salomónica se inició como muy pronto en el 931 - año en el que Salomón accedió al rango episcopal - y «concluyó» en el 937, fecha de la carta de dotación en la que el propio Salomón especi- fica que las obras que entonces se veían ya estaban fina- lizadas. Tenemos por tanto, desde la perspectiva docu- mental, dos posibles momentos en la actual fábrica de Peñalba de Santiago: uno de fundación y construcción por San Genadio (908-920) y otro que correspondería a la fase de construcción del cenobio emprendida por Salomón (931-937). De lo que no cabe duda es de que en el 920, el cónclave cenobial de Peñalba ya estaba en pleno funcio- namiento, como nos dice el propio Genadio en uno de sus últimos actos como obispo astorgano, y con él entende- mos que también lo estaría su aula, la iglesia. Parece razonable pensar que aquel primer «espacio para la orden monástica» fundado por Genadio se redujera a un sencillo edificio cultual destinado a los anacoretas y ermi- taños que habitaban por entonces en la zona, a la sombra del recién recuperado cenobio de San Pedro de Montes. Ese monasterium humilde - tal vez una simple capilla con una estancia habitacional anexa - se habría transformado, al menos ya en el 920, en un lugar más amplio destinado a la reunión o collatio de los «cenobitas» con los «solita- rios» que, viviendo recluidos en sus inmediaciones, acu- dirían allí en fechas litúrgicas muy señaladas, principal- mente para celebrar actos de culto y recibir las atenciones de un padre espiritual. Según los documentos, las obras de Genadio habrían tenido lugar entre los años 908-920, mientras que las efectuadas por Salomón habrían aconte- cido entre los años 931-937 sobre un espacio religioso pre- existente: de monasterio a cenobio pasando por «cóncla- ve cenobial». ¿Podemos detectar en el edificio huellas de estas «fa- ses documentales»? Desde la Historia y la Historia del Arte así se había insistido, señalándose dos etapas bien diferenciadas: San Genadio habría construido, siendo ya obispo, un pequeño edificio - con su ábside perfectamen- te orientado - que, tras su muerte, sería ampliado por Salomón con la construcción del ábside occidental, do- tando así a la iglesia de un marco arquitectónico adecuado a los restos de su maestro. Habría sido entre los años 936- 940 cuando tuvo lugar esta segunda campaña constructi- va. Sin embargo ya señalé en mi tesis doctoral (MARTÍNEZ TEJERA (2004) inédito) que no aparecían secuencias crono- constructivas, ni elementos o huellas de alteración espa- cial. Una atenta lectura de paramentos no dejaba ver fases ni rupturas (excepto, obviamente, el recrecimiento moder- no en altura del contra-ábside con el objeto de situar sobre él un acceso a las campanas de la espadaña). Partiendo de la documentación, entre los inicios de la actividad constructiva genadiana y la salomónica apenas pudieron transcurrir 11 ó 12 años, lo que en nuestra opi- nión no impide un «proyecto constructivo homogéneo», pero sí puede impedir su percepción arqueológica en lo que a cimientos se refiere. Aunque las «iniciativas fundacionales» pudieran ser dos, éstas bien pudieron materializarse en una única actividad constructiva «replanteada» por Salomón, de ahí la ligera desviación de la zona occidental del edificio, del tramo de la nave y del contraábside, en relación con el espacio oriental de la igle- 1 er SEMESTRE 2011 ARGUTORIO nº 26/45 sia (Id., 2010). Entendemos que únicamente un análisis del mortero podría fijar, con ciertas garantías, la unidad crono- constructiva de su icnografía, determinar si todo el edifi- cio obedece a un mismo impulso constructivo o no. Lo que ya desprendía, antes de 2004, una gran homoge- neidad era la primitiva decoración pictórica de la iglesia - ahora recién restaurada por la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León y en su mayoría ya conocida en la primera mitad del siglo XX -, que se desarrolla en las partes altas del edificio (bóvedas y cúpulas) y en la parte inferior de los paramentos, cubierta esta última por un zó- calo rojizo (la zona intermedia de los paramentos carecería de decoración), que también se extiende por el exterior, como en San Cebrián de Mazote. Se trataba de una iglesia pintada, interior y exteriormente, decorada con unos «mu- ros-tapiz», a imitación de las «hojas-tapiz» de los Beatos, y que ya debió de presentar este aspecto circa 937 y, des- de luego, en el último tercio del siglo X. Y su función fue esencialmente decorativa, además de «esconder» el pobre aparejo del edificio y realzar unos elementos arquitectónicos tan concretos como las partes altas de los muros, arcos y cubiertas. Una decoración pro- fusa, precisa y detallista que reproduce motivos vegetales (ahora sabemos que se trata de palmetas afrontadas, en su mayoría, enmarcadas por largos tallos y flores de lis de cinco pétalos, muy similares a la localizada en cenefas cor- dobesas y toledanas de los ss. X-XI), pero también geométricos (círculos entrelazados), fingidos de ladrillo (la técnica del agramilado), etc. Sus paralelos más cerca- nos volvíamos a encontrarlos en la decoración de los «Bea- tos» y en la ornamentación esculpida del siglo X. Y lo mismo ocurría con su escultura, austera pero de una gran calidad técnica, y coetánea del edificio a no ser que, en el caso de los capiteles (los de menor tamaño de toda la serie leonesa, especialmente los tres del acceso meridional), fueran elementos reaprovechados, en cuyo caso su procedencia tendría que ser la misma que la mayo- ría de los capiteles del pórtico de Escalada, procedentes en nuestra opinión de los monasterios de Eslonza y/o Sahagún, dos monasterios de fundación o refundación regia. Pero no lo creemos, y don Manuel Gómez Moreno tampoco, ya que en su opinión fueron labrados expresa- mente en el segundo tercio del siglo por una colonia de marmolistas «orientales» cuyo primer trabajo en territorio leonés fue para San Cebrián de Mazote, en donde parecen registrarse los prototipos de la que llamó «serie leonesa». Una decoración de influencia «meridional» que también apreciamos en la celosía del vano del contraábside, de una gran calidad técnica y que por su decoración recuerda a las asturianas de finales del siglo X, principios del XI. Vista desde el oriente la iglesia de Peñalba de Santiago muestra un gran equilibrio en su concepción arquitectónica. Incluso una cierta monotonía, como si «solo» se tratara de la simple suma armoniosa de seis espacios arquitectónicos de líneas perfectamente definidas. Y ese era el objetivo, ya que la sorpresa de todos estos edificios se encuentra en su interior. 46/ARGUTORIO nº 26 1 er SEMESTRE 2011 *Artemio Manuel Martínez Tejera es Historiador del Arte y autor, entre otros, del libro La «ecclesia» de Peñalba de Santiago (El Bierzo, León). «Arquitectura de fusión» del siglo X en el antiguo reino de León (Asociación para el Estudio y Difusión del Arte Tardoantiguo y medieval, Madrid 2010). ¿Y que dice la Arqueología al respecto? De los magnífi- cos estudios llevados a cabo por la Fundación del Patri- monio Histórico de Castilla y León, en colaboración con la Diócesis de Astorga y el Excmo. Ayuntamiento de Ponferrada, publicados a partir de 2004 (resultados parcia- les, puesto que se han dejado varias zonas en «reserva arqueológica»), se deduce que todo el edificio, incluidas las habitaciones laterales y el contraábside, se erigió ex novo, pues presenta una construcción unitaria, sólida y estable en su estructura, con profundas cimentaciones (de entre 2 y 3 m) sobre los estratos más firmes de la ladera (CORTÉS SANTOS, 2005). No obstante, se aprecian lige- ras diferencias en las cimentaciones que, a falta de estu- dios definitivos, bien pudieran indicarnos algún tipo de replanteamiento o adosamiento. Pero, sin duda, la mayor aportación ha sido el descubrimiento de sendas estructu- ras (habitaciones) adosadas longitudinalmente a ambos lados de la nave y corroborar el carácter funerario del edi- ficio y de su entorno (MARTÍNEZ TEJERA, 1993. COR- TÉS SANTOS, 2005). Precisamente, cubrir este espacio funerario exterior fue el objetivo de estos espacios adosados, el del norte con clara significación funeraria (ya conocida por la documentación). Y las excavaciones pu- sieron de manifiesto también la ausencia de restos de can- tería, lo que significa que las labores de preparación del material se realizaron fuera de la zona de puesta en obra. En nuestra opinión, también su escultura, no solo su esca- sa cantería, fue trasladada a la iglesia directamente desde el taller. ¿Qué se desprende de los restos pictóricos reciente- mente recuperados y restaurados? Las pinturas poseen tres momentos diferentes, siendo el más primitivo coetá- neo a la iglesia, del siglo X, y fueron ejecutadas con la técnica de pintura al fresco sobre un mortero de arena y cal: sobre el muro todavía húmedo se trasladó - utilizando el punzón, la regla y el compás - el esquema compositivo, y posteriormente se aplicaron los pigmentos; de ahí que, aunque se haya perdido la pintura, permanezca la incisión, lo que permite su reconstrucción. Una decoración ejecuta- da, dicho sea de paso, con una excelente técnica y em- pleando unos excelentes pigmentos (SUÁREZ-INCLÁN - TEJEDOR, 2006. SUÁREZ-INCLÁN, 2006). Las pinturas más antiguas «al fresco con colores mine- rales de textura finísima» se pueden fechar en el siglo X y puede que con posterioridad al año 940 (tercer cuarto del siglo X), fechas que encajan con las primeras propuestas (MENTRÈ, 1984. Id., 1994. MARTÍNEZ TEJERA (2004) in- édito). Pinturas que desarrollan temas y composiciones plasmadas en mosaicos, tanto de Oriente como de Occi- dente, desde los ss. IV-V, pero que evocan con claridad modelos decorativos presentes en la mezquita de Córdo- ba. Los responsables materiales de estas pinturas domina- ban la técnica de la pintura al fresco y contaron para su trabajo con excelentes materiales, lo que nos hace pensar en la presencia de un taller especializado y, por tanto, de una importante labor de patrocinio económico, no sabe- mos si episcopal o regio, que permitió su contratación. Pensamos más en el patrocinio que en la esclavitud. Un patrocinio, el episcopal, que quedó reflejado en su consagración, de cuyo acto (que tuvo lugar en el 937) que- dó constancia en la inscripción pintada en la moldura que interiormente recorre el ábside oriental (descubierta como consecuencia de las tareas de limpieza y restauración), en la que podemos leer: En honor de Santiago, hijo de Zebedeo […¿y San Martín Obispo?] fue consagrada esta iglesia […] (¿con las reliquias?) de San Torcuato, San Adrián, San Verísimo, Santa Sa [… ¿bina?] en tiempos del obispo Salomón de Astorga, durante la era 975… (traducción modificada a partir de la lectura de GUARDIA 2008, 52). El pavimento de la iglesia apoya sobre la capa de estuco de las pinturas, lo que indica que al menos la parte baja ya estaba decorada cuando se puso el suelo, pero, ¿y las partes altas también, como se ha afirmado? Nosotros pensamos, por varias razones, que la decoración de arcos y bóvedas pudo llegar hasta el último cuarto del siglo X (MARTÍNEZ TEJERA, (2004) inédito. Id., 2010). Este ex- cepcional descubrimiento corrobora que, como decíamos hace ya algunos años, la inscripción de consagración ten- dría que aparecer, que la iglesia no estuvo sin consagrar hasta 1105 como se pensaba (Id., 1996 y 2002). La Iglesia de Peñalba de Santiago fue ideada por una mente cristiana, la de San Genadio; fue planificada por otra mente cristiana, la de Salomón, pero construida y decora- da por una colectividad cristiana arabizada de la que for- maron parte excelentes maestros de obras, pintores y es- cultores. Todo apunta a que quien trabajó en la iglesia del cenobio erigido por Salomón en memoria de su maestro San Genadio fue un taller especializado y organizado, ya fuera muladí, ex-muladí o islámico, procedente de Al- Andalus. Fue la época esplendorosa del monasterio que, como tal, desapareció cerca del año 1283. Hace ya algunos años que se escribió que la iglesia de Peñalba de Santiago reflejaba un «estilo de transición», la más genuina representación de la transición entre dos cul- turas; que no hay mozarabismo en la Península Ibérica, y que debemos datar la iglesia a finales del siglo XI (FIDALGO PIENSOS, 2001). En mi modesta opinión, nada más lejos de un «estilo de transición» que la iglesia de Peñalba de Santiago, que documentos (epígrafes incluidos) y pintu- ras datan, inequívocamente por el momento, en el siglo X. 1 er SEMESTRE 2011 ARGUTORIO nº 26/47 BIBLIOGRAFÍA ARBEITER, A., - NOACK-HALEY, S., 1999: Hispania Antiqua. Christliche Denkmäler des frühen Mitelalters vom 8 bis ins 11. Jahrbundert, Deutsches Archäologisches Institut – Madrid, Verlag Philipp von Zaben, Mainz am Rhein, Berlín – Madrid. BANGO TORVISO, I.G., 1974: «Arquitectura de la déci- ma centuria: ¿repoblación o mozárabe?», Goya nº 122, 68- 75. 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