Nacar Colunga-Libros Sapienciales.pdf

March 27, 2018 | Author: Eddy Calle | Category: Book Of Job, Faith, Book Of Proverbs, Psalms, Ecclesiastes


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SAGRADA BIBLIAVERS I ÓN DI RECTA DE LAS LENGUAS ORIGINALES POR ELOÍ NO NÁCAR FUSTER (t) CANÓNIGO LECTORAL DE LA S. I . C. DE SALAMANCA Y ALBERTO COLUNGA, O. P. PROFESOR DE SAGRADA ESCRITURA EN EL CONVENTO DE SAN ESTEBAN Y EN LA PONTIFICIA UNI VERSI DAD DE SALAMANCA PRÓLOGO DK S. JCMCIA, RVDMA. El* CARDENAL G A E T A N O C I C O G N A N I ANTIGUO NUNCI O DE SU SANTIDAD EN ESPAÑA UNDÉCIMA EDICIÓN BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS MADRID . MCMLXI NihU obstat: Pr. E. Cuervo, O. P. , Bac. S. Theol. l'r, K. ilt> Tuya, O. P. , S. Theol. Lect. Imprimí potes!: l' r. A. l' i-rnandez, O. P. Prior Provincialis. NIMl obstat: Dr. I v . Turrado, Censor. Imprimatur: t Fr. Franciscus, ü. P. , Epise. Sal mant . Saloianticae, 30 octobris 1960. Begistro núm. 5.786-1960 Depósito legal M 4.180-1961 Í N D I C E G E N E R A L Págs. Prólogo de S. Bmcia. Rvdtna. el Card. Gaetano Cicognani, ant i guo Nuncio de S. S. en España i x Encíclica «Divino afilante Spiritu», de S. S. Pío XI I x x m Prólogo de los traductores : A la i . a edición x x x i x A la 2. a y 3. a edición x u A la 4. a , 5. a , 6. a , 7. a , 8. a , 9. a , io.» y 11. a edición x u v Consejos de San Agustín a los lectores de la Sagrada Escritura ... x u v Siglas x u v Introducción general a los libros de la Sagrada Escritura 1 Introducción especial a los libros históricos 12 ANTIGUO TESTAMENTO Pentateuco 20 Génesis 24 Éxodo 84 I/evítico 131 Números 161 Deuteronomio 201 Josué 238 Jueces 262 Rut 286 Samuel 290 I Samuel 291 I I Samuel 322 Reyes 348 I Reyes 349 I I Reyes 384 Paralipómenos o Crónicas 414 I Crónicas 415 I I Crónicas 439 Esdras y Nehemí as 469 Esdras 470 Nehemías 480 Tobías 493 Judit 503 ÍNDICE GENERAL VI PÍÍS. Est er 516 I Macabeos 527 I I Macabeos 556 Libros sapienciales 576 Job 578 Salmos .' 601 Proverbios 67a Eclesiastés 694 Bl Cantar de los Cantares 702 Sabiduría 711 Eclesiástico 727 I/ibros proféticos 767 Isaías 772 Jeremí as 819 I/amentaciones 869 Barnc 874 Ezequie 1 . , 881 Daniel 926 Oseas 946 Joel 952 Amos 956 Aibdías 961 Jonás 962 Miqueas 964 Nahurn _. 969 Habacuc 971 Sofonías 973 Aigeo 975 Zacarías 977 Malaquías 985 NUEVO TESTAMENTO Introducción general al Nuevo Test ament o 989 Introducción general a los Evangelios 999 San Mateo 1000 San Marcos 1041 San i/ucas 1063 San Juan 1103 Hechos de los Apóstoles 1136 Epístolas de San Pablo 1167 A los Romanos 1170 I a los Corintios 1185 I I a los Corintios ¡. 1199 VII ÍNDICE GENERAL Págs. A los Gálatas 1207 Epístolas de la cautividad 1213, A los Efesios 1214 A los Filipenses 1219 A los Colosenses 1223 Epístolas a los Tesalonicenses 1227 I a los Tesalonicenses 1228 I I a los Tesalonicenses 1231 Epístolas pastorales 1232 I a Timoteo 1233 I I a Timoteo 1237 A Tito 1240 A Filemón 1241 A los Hebreos 1242 Santiago 1253 Epístolas de San Pedro 1257 I de San Pedro 1258 I I de San Pedro 1261 Epístolas de San Juan 1264 I de San Juan 1265 II de San Juan 1268 III de San Juan 1269 San Judas 1269 Apocalipsis 1271 í ndi ce bíblico doctrinal 1296 Mapas 1333 LIBROS SAPIENCIALES i. Tenemos que empezar por explicar lo que es la sabiduría para los hebreos. No es, como para Aristóteles, la ciencia de las últimas causas, sino cierta agudeza y prontitud de ingenio para hallar una salida en casos apurados. Tal era la sabiduría de la mujer de Tecua (2 Sam 14,2 ss.), de la mujer de Abel (ibid. 20,16 ss.) y la de Salomón (1 Re 3,12 ss.). Análoga a ésta es la agudeza para hallar solución a los enigmas y acertijos de que tanto gustaban los orientales. Véase en Jue 14,10 ss. el enigma de Sansón a los filisteos, y en 1 Re 10,3 ss. los de Salomón y la reina de Soba. 2. Extiéndese esta sabiduría a la observación de la naturaleza, de los instintos de los animales, del obrar del hombre, para sacar de todo esto enseñanzas útiles a la dirección de la vida humana; pues Dios, al crear las cosas, derramó en ellas los ricos tesoros de su sabiduría. Pero más que en la naturaleza, depositó Dios su sabiduría en la Ley, que, al decir de Moisés, viene a ser para los israelitas la sabiduría y la inteli- gencia que los haga célebres entre todos los pueblos (Dt 4,6 ss.). Apoyados en este doble principio, los sabios de Israel se levantan al conocimiento de aquella sabiduría que asistió a Dios en la creación del mundo y que se derramó en las cosas creadas, sobre todo en el hombre. Otra forma más modesta de sabiduría era el ingenio artístico para ejecutar obras de orfebrería, para componer poesías y para cantarlas con acompañamiento de ins- trumentos. Todas estas manifestaciones de la sabiduría, así como podían ser naturales o adquiridas, así también pueden ser infundidas por Dios, como se dice de José, Salo- món y Daniel. 3. Conforme a esto, los sabios de Israel nos han dejado libros, como el de Job, el Eclesiastés y la Sabiduría, en que se debate el grave problema del proceder de Dios con los justos y los impíos. En el Salterio nos han legado una riquísima colección de cantos, los cuales, en artística forma, exponen los misterios de Dios reflejados en la naturaleza, su providencia con Israel, la que guarda con los justos y los malvados, etc. 577 SAPIENCIALES En los Proverbios y el Eclesiástico, los sabios de Israel nos han dejado el fruto de sus meditaciones, que nos enseñan a gobernarnos según la voluntad de Dios. Finalmente, el Cantar de los Cantares es obra de sabiduría por su exquisita forma poética y por su pensamiento, que es la idea mesiánica, contenida en los profetas y expuesta en una serie de cantos que giran en torno de una imagen también profética, la del matrimonio, aplicada a las relaciones de Dios con su pueblo. 4. Como de lo dicho se colige, el principio de la sabiduría de Israel, más que su ingenio, es la revelación divina. Por eso debieran colocarse los libros sapienciales des- pués de los profetas. A la luz de las enseñanzas de éstos meditaban los sabios sobre la naturaleza y sobre la vida de los hombres, y de aquí se levantaban a escudriñar los misterios de la sabiduría divina. A esta consideración, que pudiéramos llamar teoló- gica, de la naturaleza creada y de la providencia y misterios divinos, basada en la Ley y los Profetas y en la historia de Israel, se añadía en los sabios que escribieron los libros sagrados la iluminación del Espíritu Santo, que, al mismo tiempo que elevaba su mente, daba valor a sus enseñanzas. 5. Decíamos que el arte de la poesía era una de las manifestaciones de la sabi- duría hebrea. Porque es de saber que existe en la Biblia hebrea un arte poético. San Jerónimo y algunos antiguos asimilaron el verso hebreo al griego y al latino. Era, sin duda, una equivocación. Pero los esfuerzos hasta ahora realizados para definir la natu- raleza del verso hebreo sólo han dado de sí una multitud de opiniones, que muestran en su misma multitud la dificultad del asunto y la imposibilidad de llegar hasta ahora a conclusiones ciertas. Una cosa es clara: que además de ese artificio poético, el ritmo tónico, hay en la poesía hebrea un ritmo lógico del pensamiento, que se ha llamado paralelismo de los miembros. A una línea o verso se añade otro que expresa el mismo pensamiento (paralelismo sinónimo), o un pensamiento que desarrolla y completa el primero (paralelismo sintético), o un pensamiento contrapuesto al primero (paralelis- mo antitético), Véanse los siguientes ejemplos: No prevalecerán los impíos en el juicio, Ni los pecadores en la congregación de los justos (Sal 1,5). Bienaventurado el varón que no anda en consejo de impíos, Ni camina por las sendas de los pecadores, Ni se sienta en compañía de malvados (Sal 1,1). Siéntate a mi diestra, En tanto que pongo a tus enemigos Por escabel de tus pies (Sal 110,1). Extenderá Y ave desde Sión tu poderoso cetro: «Domina en medio de tus enemigos» (Sal 110,2). Una respuesta blanda calma la ira, Una respuesta áspera la enciende. La boca del sabio hace amable la sabiduría. La del necio sólo profiere sandeces (Prov 15,1-2). 6. Estos versos paralelos se agrupan con frecuencia formando estrofas. El nú- mero de los versos de cada estrofa puede variar hasta en un mismo poema. La distin- ción de las estrofas supone, por lo general, un nuevo aspecto del tema que el poema desarrolla. Mas este principio no suele ser en la práctica norma segura para distin- guir las estrofas. Lo es el alfabetismo de algunos salmos (g-10.111.112), de las La- mentaciones, del cántico de Habacuc, etc., o algún refrán, verso o estrofa intercalada que al fin de cada estrofa se repite, verbigracia, salmos 42-43, y el signo sela, que se halla con frecuencia en los salmos, aunque muchas veces fuera de lugar. Nótase tam- bién, a veces, la asonancia de las palabras y la repetición regular de ciertos vocablos o expresiones, y otros artificios literarios que muestran el ingenio de los poetas y su propósito de embellecer con ellos sus poemas. 7. Es muy digno de notar que no son sólo los libros sapienciales los que están escritos en forma métrica: son numerosísimas las partes de otros libros, sobre todo los proféticos, que nos ofrecen la misma forma y emplean idéntico lenguaje. Isaías habla Nácar-Colunga 18 JOB 578 casi siempre en verso; en Jeremías y Ezequiel abunda también la forma poética; y los oráculos de Joel, Nahum y Habacuc son modelos maravillosos de poesía. La lite- ratura eclesiástica nos ofrece un ejemplo análogo, que conviene advertir. San Efrén, en su lengua siriaca, compuso infinidad de sermones y tratados en forma poética, que luego enseñaba al pueblo para que los cantase. Por este medio le adoctrinaba en los dogmas de la fe y en las normas de la vida cristiana. De igual modo los profetas com- ponían en verso sus oráculos para que mejor corriesen entre el pueblo. 8. Son siete los libros comprendidos en esta categoría de sapienciales: Job, los Salmos, los Proverbios, el Eclesiastés, el Cantar de los Cantares, la Sabiduría y el Eclesiástico. Algunos apócrifos de la última época del judaismo podrían servirnos también para estudiar este género literario. J O B i . Se discute en el libro de Job una cuestión que hallamos muchas veces planteada, o por lo menos indicada, en el Antiguo Testamento, y que es el tormento de todos los ingenios de la literatura sagrada precristiana: el problema del infortunio del justo. La Escritura repite muchas veces, como un axioma, que Dios da a cada uno según sus obras. Todos aceptamos este principio, que es de elemental justicia, como la cosa más natural, porque responde enteramente a los sentimientos de equidad impresos en el corazón del hombre. Pero cuando se miran las cosas de tejas abajo parece que tal principio flaquea no pocas veces, pues se ven justos en la miseria e impíos en la pros- peridad. Y al flaquear el principio es como si la misma justicia divina se tambalease, viniendo a poner a dura prueba la fe de los creyentes en Dios. Los Salmos nos ofrecen con frecuencia el cuadro desgarrador que se desarrolla en el corazón de los fieles; y es, a nuestro juicio, la mejor prueba de su gran fe el verlos sobreponerse a esta tentación en medio de la obscuridad en que vivían respecto a las sanciones de la vida futura. Ni es este problema sólo del pueblo hebreo. La literatura caldea nos presenta una lamentación del justo que expresa ante sus dioses sentimientos análogos a los del salmista. El autor de nuestro libro quiso estudiar el problema con toda la amplitud que el estado de la revelación en su tiempo le permitía; y para ello acudió a este personaje, Job, que, a juzgar por la mención de Ezequiel (14,14), había pasado a la posteridad como modelo de justicia y de paciencia. 2. El libro consta de tres partes: un prólogo (1 -2) y un epílogo en prosa (42,7-16), y el cuerpo de la obra en verso. El prólogo nos da a conocer las pruebas a que Job fue sometido por Dios y los motivos por que a ellas le sometió. Sigue luego la disputa. Tres amigos de Job, al saber las calamidades que de re- pente habían caído sobre él, vienen a visitarle y a condolerse con su amigo. Al verle sentado en la ceniza, rayéndose con un tejón, la estupefacción se apodera de ellos, y por espacio de siete días y siete noches se están mirando sin hablar palabra. Al fin prorrumpe Job en un monólogo (3), en que expresa la grandeza de su dolor. Sus palabras parecen una amplificación de las que en caso análogo profirió Jeremías (20,14 ss.). Esta queja de Job es la señal de ataque por parte de los amigos. Los que habían venido a consolarle se convierten en acusadores, aunque con la sana intención de reducirle a penitencia. No tienen prueba alguna concreta de la culpabilidad de Job, pero les basta verle de aquel modo herido de Dios. Era ésta una prueba que no admitía réplica, a menos de negar la justicia divina. Por espacio de once capítulos van los tres amigos repitiendo en variadas formas el mismo argumento, y Job respon- diendo a cada uno (4-14). No contentos con esto, vuelven todavía a la carga y con- sumen un segundo turno, respondiendo Job a cada réplica (i$-2i). Todavía insisten con una réplica los amigos. Job les responde (22-31). Antes de esta respuesta se inter- cala un elogio de la Sabiduría que parece desprenderse del resto, pues no sabemos siquiera en boca de quién se pone (28). Los tres amigos desisten por fin de acusar a Job al ver cómo él persiste en declararse justo. Entonces aparece un cuarto acusador, que, irritado, ataca a Job y a los tres amigos. Empieza en un tono ampuloso, expo- 579 JOB 1 niendo la doctrina de que los castigos impuestos por Dios tienen un valor educativo. Es la nueva idea que nos aporta Eliú—así se llama el nuevo orador—en los cuatro discursos que pronuncia, sin que el acusado profiera una palabra de respuesta (32-3 7). 3. Finalmente, del seno de la tempestad, como en otro tiempo en el Sinaí, se aparece el Señor, que hace oir su voz (38-1-42,6). El lector creerá que viene como maestro soberano a definir la cuestión, poniendo en claro el valor de los argumentos con tanta insistencia repetidos. Pero no es así, porque el Señor, dirigiéndose a Job, intenta aplanarle con la descripción de las obras en que se descubre la grandeza de su poder y de su sabiduría, para que Job entienda que los juicios de Dios son inescruta- bles. Y así termina el cuerpo de la obra. En el epílogo, Dios se muestra irritado contra los tres amigos por no haber hablado según verdad, como su siervo Job, y les manda ofrecer un sacrificio de siete toros y siete carneros y que Job ore por ellos. Y termina el epílogo diciendo que Job recibió la salud, y los bienes que antes poseía se le duplicaron; que vivió ciento cuarenta años y murió harto de días. 4. Del autor del libro nada podemos decir sino que era un altísimo poeta. De su época algo nos indica la comparación con Jeremías y con algunos salmos en que se expone el mismo problema. El libro de Job sería posterior a estos otros escritos, del tiempo, por tanto, de la cautividad o inmediatamente posterior a ella. CTTTVr A P T O Prólogo histórico f i - 2 j . Primer debate entre Job y sus ami- OUl Vl ü . - r U- V; gQS (yl4)_ Segundo debate (15-21). Tercer debate (22-31). Intervención de Eliú (32-37). Aparición de Dios (38,1-42,6). Epílogo (42.7-16). Job, varón rect o y j ust o 1 1 Había en tierra de Hus un varón llamado Job, hombre recto y justo, temeroso de Dios y apartado del mal. * 2 Naciéronle siete hijos y tres hijas; 3 y era su hacienda de siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bue- yes, quinientas asnas y siervos en gran número, siendo grande aquel varón entre todos los orientales. 4 Acostumbraban sus hijos a tener ban- quetes en sus casas, cada uno en su día, invitando a sus tres hermanas a comer y beber con ellos; 5 cuando se completaba la rueda de los días de convite, iba Job y los purificaba, y levantándose de madru- gada, ofrecía por ellos holocaustos según su número; pues decía Job: «No sea que hayan pecado mis hijos y hayan bende- cido a Di os * en su corazón». Así hacía siempre. Job, pr obado por la adversi dad 6 Vinieron un día los hijos de Di os a presentarse delante de Yavé, y vino tam- bién entre ellos Satán, * 7 a quien pregun- tó Yavé: «¿De dónde vienes?» Respondió Satán: «Vengo de dar una vuelta a la tierra y pasearme por ella». 8 Y dijo Yavé a Satán: «¿Y has reparado en mi siervo Job, que no lo hay como él en la tierra, varón íntegro y justo, temeroso de Di os y apartado del mal?» 9 Respondió Satán a Yavé: «¿Acaso teme Job a Dios en balde? 10 ¿No le has rodeado de un va- llado protector a él, a su casa y a todo cuanto tiene? Has bendecido el trabajo de sus manos y ha crecido así su hacienda sobre la tierra. u Pero anda, extiende tu mano y tócale en lo suyo, a ver si no te vuelve la espalda». 12 Entonces dijo Yavé a Satán: «Mira, todo cuanto tiene lo dejo en tu mano, pero a é! no le toques». Y salió Satán de la presencia de Yavé. 13 Estaban un día sus hijos y sus hijas comiendo y bebiendo vino en la casa de su hermano primogénito;* l 4 y llegó a Job un mensajero, que le dijo: «Estaban arando los bueyes y pacían cerca de ellos las asnas, 15 y de repente se echaron sobre ellos los sábeos y los cogieron, y a los siervos los hirieron a filo de espada. Yo solo he podido escapar para darte la noticia». ' 6 Todavía estaba éste hablando, cuando llegó otro, que dijo: «Ha caído 1 1 No se conoce la patria precisa de Job. Sólo podemos asegurar que fue árabe, pues en el v.3 se dice de él que era grande «entre todos los orientales». 5 Bendecir aquí es un eufemismo por maldecir, blasfemar u otro verbo. 6 Esta representación que aqui se nos hace de la corte divina, en que los ángeles, «los hijos de Dios», vienen como a presentar a Dios sus respetos en día solemne, y entre ellos Satanás, es de lo más atrevido que hallamos en el Antiguo Testamento, sólo comparable al cuadro que nos ofrece Miqueas de Jimia en i Re 22,18-23- J8 Después del cuadro de felicidad que nos trazó el autor en el v.3 ss., ahora, en un instante, para que la impresión en Job sea más fuerte, se ve privado de cuanto poseía, con excepción de la mujer, guardada para mayor tormento suyo. JOB 1-3 580 del cielo fuego de Di os, que abrasó a las ovejas y a los mozos, consumiéndolos. Sólo he escapado yo par a dart e la not i - ci a», i ' Todaví a es t aba ést e ha bl a ndo, cuando vino ot ro, que di j o: «Los caldeos, divididos en tres tropeles, han dado sobre los camellos, apoderándose de ellos, y a los siervos los hirieron a filo de espada. Yo solo he podi do escapar para traerte la noticia». ls Mi ent ras habl aba éste t o- davía llegó ot ro, que di j o: «Est aban tus hijos y tus hijas comi endo y bebiendo vino en la casa de su her mano el pr i mo- génito, 1 9 y vino del ot ro lado del desierto un torbellino y conmovi ó las cuat ro es- qui nas de la casa, que cayó sobre los jóvenes, y t odos han muert o. Yo solo he escapado para dart e la noticia». Fi d e l i d a d d e J o b 2 0 Levantóse entonces Job, rasgó sus vestiduras, rasuró su cabeza y, echándose en tierra, ador ó, di ci endo: 2i «Desnudo salí del vientre de mi madr e y desnudo t ornaré allá. Yavé me lo di o, Yavé me lo ha qui t ado. ¡Sea bendi t o el nombr e de Yavé! »* 2 2 En t odo esto no pecó Job ni at ri buyó a Di os insipiencia. Ma y o r e s p r u e b a s 2 1 Vinieron ot ro día los hijos de Di os a presentarse ant e Yavé, y vino t am- bién Sat án entre ellos, presentándose ante Yavé, 2 y dijo Yavé a Sat án: «¿De dónde vienes?» Respondi ó Sat án a Yavé: «Ven- go de dar una vuelta por la tierra y pa- searme por ella». 3 Y dijo Yavé a Sat án: «¿Y has reparado en mi siervo Job, que no hay como él en la tierra, varón ínte- gro y justo, t emeroso de Di os y apar t ado del mal, y que aún persevera en su perfec- ción a pesar de que tú me incitaste cont ra él par a que en vano le afligiese?» 4 Res- pondi ól e Sat án a Yavé: «¡Piel por piel! Cuant o el hombr e tiene lo dar á gustoso por su vida. 5 Anda, pues; extiende tu mano y tócale en su hueso y en su carnej a ver si no te vuelve la espalda». 6 Yavé dijo entonces a Sat án: «Ahí le tienes; en t u mano le pongo, pero guarda su vida». 7 Salió Satán de la presencia de Yavé e hirió a Job con una ulceración maligna desde la pl ant a de los pies hast a la coro- nilla de la cabeza. * 8 Rascábase con un ( 21 Admirable expresión de la fe de Job y de su conformidad con la voluntad divina, cuando en un instante se ve despojado de sus bienes y de sus hijos. 2 7 El texto no permite concretar la enfermedad de Job; lo que si nos pone bien de manifiesto es la paciencia y la plena conformidad con el querer de Dios. La mujer viene aquí como auxi- liar de Satanás para aumentar el dolor de Job. 10 El texto dice: «Bendice a Dios y muérete», o por ironía o por un eufemismo, como en 1,5. 1 1 La llegada de los tres amigos anuncia la proximidad del debate. Pero el autor lo retrasa siete días con sus noches, en las que, a la vista del cambio verificado en su amigo, meditan sobre las causas de él, que serán luego la materia de sus discursos. 3 1 Este monólogo de Job es una expresión de la grandeza de los dolores que padece, a que la naturaleza se resiste, no obstante la resignación en la voluntad de Dios. tejón y estaba sent ado sobre ceniza. 9 Dí - jole entonces su mujer: «¿Aún sigues t ú aferrado a t u integridad? 10 ¡Bendice a Di os y muérete!» El le respondi ó: «Has habl ado como habl a la mujer necia. ¿No recibimos de Di os los bienes? ¿Por qué no vamos a recibir t ambi én los males?» En t odo esto no pecó Job con sus labios. * Vi e n e n a c ons ol a r a J o b t r e s d e sus a mi g o s 11 Tres amigos de J ob: Elifaz, t emani t a; Bildad, suhita, y Sofar, namat i t a, cuando supieron t odas las desgracias que le ha- bí an sobrevenido, vinieron cada uno de su lugar, habi endo convenido en j unt arse par a condolerse y consolarle. * i 2 Ya de lejos al zaron sus ojos y no le reconocie- r on; se pusieron a llorar a voz en grito, rasgando cada uno sus vestiduras y es- parci endo al aire polvo sobre sus cabezas. 13 Estuvieron con él sentados en tierra por espacio de siete días y siete noches, y ni nguno habl ó pal abra viendo cuan gran- de era su dolor. L a me n t o s d e Jo b 3 1 Después de esto abri ó Job su boca para maldecir el día de su nacimien- t o, * 2 y t omando la pal abra, di j o: 3 Perezca el día en que nací y la noche en que se di j o: Ha sido conce- [bido un ni ño. 4 Conviértase ese día en tiniebla, no se cuide de él Di os desde el cielo, no resplandezca sobre él un rayo de luz. 5 Apodérense de él obscuridad y som- [bras de muert e. Encobe sobre él negra nube, llénelo de terrores la negrura del día. 6 Hagan presa de aquella noche las ti- desaparezca del año, [nieblas, no sea cont ada en los meses. 7 Sea noche de soledad, no haya en ella regocijos. 8 Mal dí ganl a los que saben maldecir el día, los que saben despertar al Leviatán. 9 Háganse tinieblas las estrellas de su cre- pús cul o. Que espere la luz y no le venga y no vea los parpadeos de la aurora, i" por no haberme cerrado las puert as del [seno mat er no 581 J OB 3-5 y no haber substraído a mis ojos t ant a [miseria, n ¿Por qué no expiré en el seno de mi [madre? ¿Por qué no pereci al salir de sus entrañas? l 2 ¿Por qué hallé rodillas que me aco- y pechos que me amamant ar on? [gieron 1 3 Pues ahora, muert o, descansaría, dormiría y reposaría 1 4 con los reyes y los grandes de la tierra, que se construyen mausol eos; 1 5 con los príncipes ricos en oro, que llenan de plata sus moradas. 16 O ni hubi era existido, como abort o [secreto o como los que, concebidos, no llegaron [a ver la luz. 1 7 Allí no pert urban ya los impíos con sus [perversidades, allí descansan los que codiciosos se afa- [naron, 1 8 allí están en paz los esclavos, allí no oyen ya la voz del capat az, 1 9 allí son iguales grandes y pequeños y el esclavo no está sometido al amo. 2 0 ¿A qué dar luz al desdichado, dar vida al de amargado corazón, 2 t a los que esperan la muert e y no les [llega y la buscan más que si malhiriesen un 2 2 los que saltarían de júbilo [tesoro; y se llenarían de alegría si hallasen el [sepulcro; 23 al hombr e que no sabe por dónde ir, a quien le cierra Di os t oda salida? 2 4 Son los suspiros mi comi da y mis rugi dos se der r aman como aguas. 2 5 Lo que t emo, eso me llega; l o que me atemoriza, eso me coge. 26 No tengo tranquilidad, paz ni descanso; se ha adueñado de mi la t urbaci ón. Re p r o c h e s d e El i f az 4 1 Tomó la pal abra Elifaz, temanita, y di j o: 2 Te enfadará que te habl emos; pero ¿quién es capaz de contener la pa- 3 Tú antes enseñaste a muchos, [labra? confortaste muchas manos débiles. 4 Con t u pal abra sostuviste a los vari - llantes y fortaleciste rodillas que se dobl aban. 5 Y ¿ahora que ha venido sobre ti decaes? Cuando te ha t ocado, ¿te t urbas? 6 ¿No es ya el t emor de Di os tu con- [fianza? ¿No es la rectitud de t us cami nos la es- [peranza tuya? 7 Recuerda bi en: ¿Qué inocente fue ja- lmas destruido? | A 7 Aquí está contenida toda la argumentación de Elifaz contra Job. Nunca vimos perecer un " inocente ni un impío que no recogiera el fruto de sus obras. Aprovéchese Job del castigo para volverse a Dios, y se verá colmado de bienes. ¿Qué justos fueron j amás exterminados? * 8 Por lo que siempre vi, los que aran la [iniquidad y siembran la injusticia son los que cose- [chan sus frutos. 9 Un soplo de Di os los destruye, el aliento de sus narices los abat e. i" Los rugidos del león, los brami dos del [rugiente, los dientes de los cachorros de león son [quebrant ados. 11 Perece el león falto de presa, y se dispersan los cachorros de la leona. Ap a r i c i ó n n o c t u r n a 12 Llegóme cal l adament e una pal abra, mis orejas percibieron sólo un murmul l o, 1 3 al tiempo en que agitan el al ma las [visiones noct urnas, cuando duermen los hombres profundo [sueño. 1 4 Apoderóse de mí el t error y el espanto, t embl aron t odos mis huesos, •5 un viento azot ó mi rost ro, un torbellino erizó el pelo de mi cuerpo. 16 Est aba uno ant e mis ojos, pero no le co- estaba ante mí un fantasma, [nocía; y oí una voz que bl andament e mur mu- [raba: 1 7 ¿Hay mort al que pueda tenérselas con [Dios? ¿Se t endrá nadi e por inocente ante su [Hacedor? 18 Mi r a: aun a sus mi ni st ros no se confía, aun en sus ángeles halla t acha. 1 9 ¡Cuánto más en los que habi t an mora- [das de bar r o y del polvo traen su origen! Que son apl ast ados como un gusano, 2 0 son acabados de la noche a la mañana, desaparecen par a siempre sin darse cuenta 2 i se r ompe el hilo de su vida [nadie; y mueren sin saberse cómo. 5 1 Ya puedes gri t ar: ¿quién ha de oirte? ¿A cuál de los sant os (ángeles) te vol- 2 Al insensato le mat a su i ra; [verás? al loco, su despecho. 3 Vi al necio echar raíces, pero al instante maldije su mor ada. 4 No prosperan sus hijos, y en el juicio son condenados sin defensa. 5 Devoran los hambri ent os sus cosechas, y aun ent re las espinas las recogen, y el sediento chupa su jugo. 6 Que no br ot a de la tierra la desventura ni es el suelo el que produce el i nfort uni o: 7 del hombr e es de quien viene, como del fuego vuelan los chispazos. JOB 5-6 582 La justicia de Di os 8 Yo que tú, me volvería a Dios, y en sus manos pondría mi causa. ' El que hace cosas tan grandes e inson- maravillas sin fin; [dables, 10 que derrama la lluvia sobre la tierra y manda las aguas sobre los campos. 11 Ensalza a los humildes, alivia al afligido y le prospera. 12 Aventa las tramas del astuto para que no ejecuten sus manos sus con- cejos. 13 Coge a los sabios en sus propias redes y frustra los designios del malvado. 14 De día tropiezan con tinieblas, y van a tientas en pleno día, como si [fuera de noche. 15 Así protege al desamparado contra su [rabia, y salva al mísero de sus potentes garras, l* y sostiene la esperanza del desdichado, y cierra su boca la iniquidad. La felicidad está en Dios 17 ¡Dichoso el hombre a quien castiga [Dios! No desdeñes, pues, el castigo del Omni- [potente. 18 El es el que hace la herida; El quien [la venda; El quien hiere y quien cura con su mano. 19 Seis veces te sacará de la tribulación, y a la séptima no te alcanzará el muí. 20 En tiempos de hambr e te salvará de la muer t e; en tiempo de guerra, de los golpes de la [espada. 21 Te preservará del azote de las lenguas, no temerás la desventura si viniere, 22 te reirás de la devastación y del ham- no temerás a las fieras salvajes. [bre, 23 Har ás alianza con las piedras del cam- y paces con las bestias de la selva. [po 24 pr obar ás las delicias de t u tienda, nada echarás de menos al visitar tus apris- 25 Verás multiplicarse tu prole [eos. y serán tus rebaños como la hierba de los [campos. 26 Bajarás al sepulcro en madurez, como a su tiempo se recogen los haces. 27 Est o es lo que yo he observado. Así es; así lo hemos oí do; sábelo tú par a bien. Respuesta de Job a Elifaz 6 1 Entonces tomó Job la palabra y dijo: 2 ¡Oh! Si mis quejas pudieran pesarse, y a un tiempo se pusiera mi desdicha en [una balanza, 3 luego ésta pesaría más que las arenas [del mar. Par eso han sido destemplados mis la- [mentos, 4 porque se han clavado en mí todas las [saetas del Omnipotente, y me ha dado a beber su veneno, y los terrores de Dios combaten contra [mi. 5 ¿Rebuzna el onagro junto a la hier- ¿Muge el buey ante su pesebre? [ba? 6 ¿Gusta lo insípido sin sal? ¿Sabe bien el caldo de malvas? 7 Por eso mi alma se niega a tomarlo. ¿Va a ser esa repugnante comida mi pan? 8 ¡Oh si se cumpliesen mis deseos, y colmase Dios mis esperanzas, 9 y pluguiera a Dios destruirme, y extendiera su mano libertadora para [triturarme! 1° Ese aún sería mi consuelo; exultaría en medio de mi extremada amar- [gura, por no haber moderado mis palabras al [Santo. 11 ¿Cuál es mi fortaleza para esperar to- [davía? ¿Cuál mi fin para llevarlo en paciencia? 12 ¿Es mi fortaleza la de las piedras o es de bronce mi carne? i 3 No hay en mí ayuda alguna; todo socorro me ha sido negado. 14 ¿Es amistad desalentar al amigo para apartarle del temor de Dios? 15 Mis hermanos me han engañado como [arroyo seco, cual corrientes que desaparecen en el valle. i 6 Antes se enturbiaban por el hielo y sobre ellos se acumulaba la nieve. 1 7 Pero apenas viene el calor, se secan, a los primeros calores desaparecen, 18 se pierden las trazas de su curso, se evaporan y mueren. 1 9 Búscanlos las caravanas de Tema, los mercaderes de Saba suspiran por ellos; 20 pero llegados a ellos, se quedan confu- y se queda frustrada su esperanza. [sos 21 Eso sois ahora vosotros para mí; habéis visto mi angustia y teméis por vos- 22 ¿Os he pedido yo alguna cosa? [otros. ¿Os he pedido algo de vuestra hacienda? 23 ¿Os he dicho: Libradme de la mano del [opresor, libradme de las manos del tirano? 24 Enseñadme vosotros, y yo me callaré; si he errado, hacédmelo ver. 25 ¿Cómo pueden ofender palabras llenas [de rectitud y qué prueba vuestra alegación? 26 Creéis que son prueba las palabras; pero las palabras del desesperado, ¿no [son como viento? 27 Os encolerizáis contra un huérfano y caváis la fosa a vuestro amigo. 28 Miradme, por favor, pues no puedo mentiros en vuestra cara. 29 Reflexionad, por favor, y desaparezca [la injusticia. 583 JOB 6-9 Reparad, y triunfará mi rectitud. 30 ¿Hay en mi lengua iniquidad; no distingue mi boca la maldad? 7 1 ¿No es milicia la vida del hombre so- [bre la tierra y son como los de un jornalero sus días? 2 Como el siervo anhelando la sombra, como el jornalero esperando su salario, 3 así he pasado yo meses llenos de desen- canto y me han tocado noches llenas de dolor. 4 Si me acuesto, digo: ¿Cuándo llegará el [día? Si me levanto: ¿Cuándo vendrá la noche? Y no hago más que dar vueltas de la no- [che a la mañana. 5 Mi carne está cubierta de gusanos y de [escamas terrosas, mi piel se arruga y se deshace; 6 mis días corrieron más rápidos que la pasaron sin dejar esperanza, [lanzadera, 7 Acuérdate de que mi vida es un soplo, mis ojos no verán más la felicidad. 8 No me verán más ojos de hombre. Me buscarás con los tuyos, y ya no seré. 9 Como se deshace una nube y se va, así el que baja al sepulcro no sube más, 10 no vuelve más a su casa, no le reconoce ya su morada. 11 Por eso no reprimiré mi boca, hablaré en la angustia de mi alma, me quejaré de la amargura de mi vida. 12 ¿Soy yo el mar o un monstruo marino para que me hayas rodeado de una guar- [dia? 13 Cuando me digo: En mi cama hallaré el lecho aliviará mis dolores, [consuelo, 14 tú me aterras con sueños, me espantas con visiones. 15 Por eso preferiría ser ahogado, preferiría la muerte a estos tormentos. 16 Me consumo, no seré eterno. Déjame, que mi vida es un soplo. 1 7 ¿Qué es el hombre para que en tanto le y pongas en él tu atención, [tengas 1 8 para que le visites cada día y a cada momento le pruebes? 19 ¿Hasta cuándo no apartarás de mí tu [mirada sin dejarme siquiera tragar la saliva? 20 Si pequé, ¿qué daño te inferí con esto, oh protector de los hombres? ¿Por qué me haces blanco tuyo, cuando ni a mí mismo puedo soportarme? 21 ¿Por qué no perdonar mi pecado y borrar mi culpa? Pues pronto me dormiré en el polvo, y si me buscas, ya no me hallarás. Di scurso de Bildad 8 1 Tomó la palabra Bildad, suhita, di- ciendo : 2 ¿Hasta cuándo vas a hablar así y serán tus palabras cual viento impe- tuoso? 3 ¿Puede Dios juzgar injustamente? ¿Puede el Omnipotente pervertir la justi- 4 Si pecaron tus hijos contra El, [cia? El hizo ya recaer sobre su cabeza el pe- leado. 5 Pero tú, si diligentemente le buscas, e imploras al Omnipotente, 6 y vives en limpieza y rectitud, luego se volverá El a ti, y prosperará la morada de tu justicia, 7 y tu anterior fortuna será pequeña comparada con la grandeza de la segunda. 8 Pregunta, si no, a las generaciones pre- cedentes; atiende a la sabiduría de los padres. 9 Nosotros somos de ayer y no sabemos [nada, porque son una sombra nuestros días so- [bre la tierra. 1° Pero ellos te enseñarán, ellos te ha- con palabras llenas de cordura, [blarán 11 ¿Puede crecer el papiro fuera de las la- [gunas? ¿Puede el junco prosperar donde no hay [agua? 12 Verde aún, sin que mano le toque, se seca antes que cualquier otra hierba. 1 3 Tal es la suerte de los que se olvidan de [Dios. La esperanza del impío se desvanecerá. 1 4 Serále tronchada su esperanza. Es tela de araña su confianza. 15 Se apoya en una casa que se arruina, en casa que no tiene consistencia. i 6 Por lleno de jugo que estuviera a la faz [del sol, extendiendo sus retoños en el huerto l ? y sus raíces entre las piedras, metiéndolas hasta la roca, 1 8 en cuanto se la arranca de su sitio, éste le renegará: «Nunca te vi». 19 Esta es la buena suerte que le espera, y brotarán otros en su lugar. 20 Así, pues, Dios no rechaza al justo ni da la mano al malvado. 21 Aún llenará tu boca de sonrisas y de júbilo tus labios. 22 Cubriránse de confusión tus enemigos. Y no subsistirá la tienda de los malos. Respuesta de Job Q 1 Respondió Job, diciendo: 2 Sé muy bien que es así. ¿Cómo pretenderá el hombre tener razón [contra Dios? 3 Si quisiera contender con El, de mil cargos no podría responder a uno. 4 El es sapientísimo y potentísimo, ¿quién se le opondrá?, ¿saldría ileso? 5 El descuaja los montes de improviso y en su ira los trastorna. 6 El sacude la tierra en su sitio, JOB 9-11 584 estremécense sus columnas. 7 El manda al sol, y el sol no brilla. El guarda bajo sello las estrellas. 8 El solo tiende los cielos y camina sobre las crestas del mar. 9 El creó la Osa, el Orion y las Pléyades, y las cámaras del cielo austral. 10 El obra cosas grandes e incomprensi- maravillas sin cuento. [bles 11 Pasa ante mí, y yo no le veo; se aleja de mí, y no lo advierto. 12 Si coge una presa, ¿quién se la arreba- t ará? ¿Quién podrá decirle: Qué es lo que ha- tees? 12 La cólera de Dios no hay quien la re- tenga; bajo El se encorvan los más soberbios. 14 ¡Cuánto menos podría yo responderle y rebuscar razones contra El! 15 Aun teniendo razón, no podría respon- derle, y habría de implorar misericordia para [mi causa. 16 Aunque le hablara yo y El me respon- diese, no osaría creer que había oído mi voz. 17 El es quien cual torbellino me acomete y multiplica sin motivo mis heridas, 18 que ni respirar me deja y me harta de amarguras. 19 Si quisiera recurrir a la fuerza, el fuerte [es El. Si al juicio, ¿quién podrá emplazarle? 20 Aunque creyera tener razón, su boca [me condenaría; aunque me creyera inocente, El probaría [mi culpabilidad. 21 Si me creyera inocente, es que no me [conocería a mí mismo, y yo mismo tendría que renunciar a mi [justificación. 22 Esta es la vardad; por eso lo digo: que consume al inocente y al culpable. 23 Cuando de repente una plaga los mata, El se ríe del tormento de los inocentes. 24 La tierra es entregada a las manos de [los impíos y El tapa el rostro de los jueces de ella. Que si no es El, ¿quién va a ser? 25 Mis días pasaron más veloces que un huyeron sin gustar la felicidad, [correo; 26 volaron como lancha de papiro, como águila que se lanza sobre la presa. 27 Si me digo: Voy a olvidar mis gemidos, voy a alegrar mi rostro, a regocijarme: 28 temo todos mis dolores, conozco que tú no me perdonas. 29 Si soy ciertamente tenido por culpable, ¿a qué fatigarme en vano? 3° Aunque me lavase con agua de nieve y purificase mis manos con lejía, 31 todavía me hundirías en el lodo, y mis vestidos me aborrecerían. 32 No es El un hombre como soy yo, no Vamos los dos a juicio, [puedo decirle: 33 No hay entre nosotros arbitro que entre los dos pueda interponerse. 34 Que retire su vara de sobre mí, que no me espante su terror. 35 Entonces hablaré sin temor, pues de mi parte no tengo de qué. •| n l Estoy hastiado de mi vida, *•" voy a dar libre curso a mis quejas, a hablar con la amargura de mi corazón. 2 Quiero decir a Dios: ¡No me condenes! Dame a saber por qué me afliges así. 3 ¿Es decoroso para ti oprimirme, desdeñar la obra de tus manos y favorecer los designios de los perversos? 4 ¿Tienes tú acaso ojos de carne y miras como mira el hombre? 5 ¿Son tus días los de un mortal, son tus años los años del hombre 6 para que tengas que inquirir mi culpa y andar rebuscando mi pecado 7 cuando sabes que no soy culpable y nadie puede sacarme de tus manos? 8 Tus manos me hicieron y me formaron, ¿y de repente vas a aniquüarme? 9 Acuérdate de que me modelaste como ¿y vas a tornarme al polvo? [al barro, 10 ¿No me exprimiste como leche, no me cuajaste como queso? 11 Me revestiste de piel y de carne y con huesos y músculos me consolidaste. 12 Me diste vida y me favoreciste y tu protección me conservó. 13 ¿Y me guardabas esto en tu corazón? Bien veo que esto entraba en tus desig- 14 Si peco, tu me ves [nios. y no me dejarás impune. 15 Si prevarico, ¡ay de mí! [beza, Si soy inocente, no podré alzar mi ca- harto de amargura y colmo de miserias, i* Y si la alzo, me cazarás como león y volverás a mostrarte terrible contra mí. 17 Renovarás tus pruebas contra mí, acrecentarás conmigo tus iras, como tropas de refresco. [madre? 18 ¿Por qué me sacaste del vientre de mi Muriera yo sin que ojos me vieran. 19 Fuera como si nunca hubiera existido, llevado del vientre al sepulcro. 20 ¿No son cortos los días de la vida? Déme, pues, treguas; aparte de mí su 21 y déjeme ver un poco de alegría [mano antes que me vaya, para no volver, 22 a la región de las tinieblas y sombra de [muerte, tierra de espantosa confusión, donde la [claridad misma es noche obscura. Di scurso de Sofar H 1 Comenzó a hablar Sofar, nama- tita, y dijo: 2 La multitud de las palabras, ¿no va a te- [ner respuesta? 585 JOB 11-13 ¿Va a ser el hombre verboso quien por eso [tenga razón? 3 ¿Tus declamaciones van a hacer callar [a los hombres? ¿Vas a burlarte sin que nadie te confunda? 4 Tú dices: «Mi doctrina es la verdadera, yo estoy limpio en su presencia». 5 ¡Ojalá hablara Dios y El abriera sus labios contigo 6 para descubrirte los secretos de la sa- biduría!, y verías que Dios te ha condonado buena parte de tus culpas. 7 ¿Crees tú poder sondear a Dios, llegar al fondo de su omnipotencia? 8 Es más alto que los cielos. ¿Qué harás? Es más profundo que el abismo. ¿Qué en- 9 Es más extenso que la tierra, [tenderás? más ancho que el mar. 10 Cuando acomete, aprisiona y cita a ¿quién podrá contrarrestarle? [juicio, 11 Conoce a los perversos. Ve la iniquidad donde nadie podría sos- 12 Así el necio se hace discreto [pecharla, y el estúpido onagro se humaniza. 13 Si tú dispusieras tu corazón y alzaras a El tus manos; 14 si limpiaras de tus manos la iniquidad y no dieras acogida en tu tienda a la in- justicia, 1 5 alzarías tu cabeza de la ignominia, te sentirías seguro y nada temerías, 16 te olvidarías entonces del dolor, de él te acordarías, como de agua que [pasó. 17 Sería esplendente tu vida como el mé- y tus tinieblas como la mañana, [diodía 18 Vivirías seguro de lo que te esperaba, y mirando en torno te acostarías tran- [quilo. 19 Mientras durmieras nadie te turbaría, y muchos, al contrario, buscarían tu ros- [tro. 2 0Pero los ojos del malvado se consu- no habrá para él escape alguno [miran, y su esperanza será el último suspiro. Respuest a de Job a Sofar •| n i Respondió Job, diciendo: ™ 2 Cierto que sois vosotros la hu- [manidad toda, y con vosotros va a morir todo el saber. 3 También tengo yo, como vosotros, al- y no cedo ante vosotros. [gún seso, Esas cosas, ¿quién las ignora? 4 Ludibrio de los amigos soy, yo que cla- [mo a Dios para que me oiga; ludibrio el justo, el reeto. [dichoso. 5 Desprecio al desgraciado. Así piensa el Desprecio a aquel cuyos pies están para [resbalar. 6 Sin embargo, paz gozan las tiendas de [los devastadores y están seguros los que provocan a Dios, como si todo lo hubiera puesto Dios en [sus manos. 7 Pregunta a las bestias, y ellas te ense- a las aves del aire, y te lo dirán; [fiarán; 8 a los reptiles de la tierra, y te instrui- [rán, y te lo harán saber los peces del mar. 9 ¿Quién no ve en todo esto que es la mano de Dios quien lo hace; io de Dios, que es el dueño de todo vi- [viente y del espíritu de todos los hombres? 11 ¿No se ha hecho la oreja para oir, como el paladar para gustar? 12 Está en las canas el saber y en la ancianidad la sensatez. 13 Pero en El están la sabiduría y el poder; suyo es el consejo, suya la prudencia. 14 Lo que El destruye no puede recons- [truirse; 10 que El aprisiona, nadie lo liberta. 15 Si retiene las aguas, todo se seca; si les da suelta, devastan la tierra. 16 De El vienen el poder y el consejo; El es el señor del engañado y del enga- [ñador; 17 El despoja de consejo al consejero; entontece a los jueces, lü desciñe el tahalí de los reyes y ciñe una cuerda a su cintura; 19 despoja al sacerdote de su gloria, abate a los poderosos, 20 quita a los elocuentes la palabra y priva del consejo a los ancianos; 21 arroja sobre los grandes el desprecio y desciñe la cintura de los fuertes; 22 descubre lo más oculto en las tinieblas y saca a la luz lo más recóndito; 23 eleva a los pueblos y los abate, dilata a las naciones y las abandona, 24 quita el sentido a los gobernantes y los hace errar en un desierto sin ca- [minos; 25 caminan a tientas en las tinieblas sin y hace que como beodos vacilen, [luz, l O ' Todo esto lo ven mis ojos, * •* lo ha oído mi oído y lo entendió. 2 Lo que vosotros sabéis, lo sé yo tam- no soy menos que vosotros. [bien; 3 Pero yo quisiera hablar con el Ómni- [potente y quisiera venir a cuentas con Dios. 4 Pues vosotros sois fabricantes de inúti- les remedios, sois médicos que nada curáis. 5 Si al menos os callarais, os sería contado como acto de prudencia. 6 Oíd, pues, os ruego, mi querella; atended las razones de mi defensa. 7 ¿Queréis, para justificar a Dios, usar de defenderle con mentiras? [la falsedad, 8 ¿Queréis mostraros como parciales su- ser los abogados de su causa? [yos, JOB 13-15 586 9 Sería bueno que El os sondease. ¿Creéis poder engañarle como se engafla a un hombre? 10 El ciertamente os reprendería con seve- ridad, por más que pretendáis aparecer parciales 11 Su majestad, ¿no os aterrará, [suyos. no os llenará de espanto? [polvo, 12 Vuestros apotegmas son verdades de vuestras defensas son defensas de barro. 13 Callad, y dejadme que hable yo, y venga sobre mí lo que viniere. [tes 14 Aunque llevara mi carne entre mis dien- y tuviera mi vida en las palmas de mis [manos, 15 aunque El me matara, no me dolería, y defenderé ante El mi conducta, 16 y El vendrá a ser mi justificador, pues no hay impío que sostenga su pre- l ' Oíd atentamente mis palabras, [sencia. fijad vuestra atención en mi razonamiento. i 8 ¡Ea! Pronta está mi defensa. Persuadido estoy de que seré absuelto. 19 ¿Quién pretende litigar conmigo? Porque si resignado callara, moriría. 20 Asegúrame de dos cosas y no esquivaré tu presencia: 21 Que alejarás de mí tu mano y que tu indignación no me aterrará. 22 Entonces, pregúntame, y yo te respon- 0 hablaré yo y tú me replicarás. [deré, 23 ¿Cuáles son mis delitos y maldades? Dame a conocer mi iniquidad y mis pe- 24 ¿Por qué esconderme tu rostro [cados. y tenerme por enemigo tuyo? 25 A una hoja que arrebata el viento in- [fundes terror, una paja seca persigues, [gura, 6 ¿dictando contra mí sentencia de amar- imputándome las faltas de mi mocedad? 27 Pones en el cepo mis pies, acechas todos mis pasos, señalas las huellas de mis pies. 28 Me deshago como leño carcomido, como vestido que roe la polilla. 1 A ' El hombre, nacido de mujer, *• ™ vive corto tiempo y lleno de mise- [rias, 2 brota como una flor y se marchita, huye como sombra y no subsiste. 3 ¿Y a un tal le persigues con abiertos ojos y le citas a tu tribuna? 4 ¿Quién podrá sacar pureza de lo impuro? Nadie. 3 Pues que tienes contados sus días, y definido el número de sus meses, "Id. 13 . ^ s t e versículo parece expresar el deseo de volver a la vida una vez que pasara la cólera de * * Dios, que le privaría de ella. Pero los versículos siguientes parecen no admitir la realización de tal deseo, porque el muerto no revivirá. Los caminos de la vida aún estaban ocultos para nuestro autor. I R * Comienza el segundo turno. Las palabras de EHfaz no pueden ser más graves. Todos los 1 ** razonamientos de Job no tienen consistencia; si así fuera, como él dice, la piedad quedaría destruida. I y le pusiste un término que no podrá [traspasar, 6 aparta de él tu mirada y déjale hasta que, como jornalero, termine su [jornada. 7 Porque todavía para el árbol hay espe- cortado, reverdece [ranza; y echa nuevos retoños: 8 aunque haya envejecido su raíz y haya muerto en el suelo su tronco, 9 en sintiendo el agua, rebrota y echa follaje como planta nueva. 10 Pero el hombre, en muriendo, se acabó. En expirando, ¿qué es de él? 11 Se agotarán las aguas en el mar, secaráse un río y se consumirá; 12 pero el hombre, una vez que se acuesta, [no se levantará más. Cuanto duren los cielos, no se despertará, no se despertará de su sueño. 13 ¡Oh! Si me escondiera en el seol y allí me ocultaras hasta que se aplacase [tu ira, fijando un término para volver a acordar- l e de mí. * 14 Si muerto el hombre reviviera, esperaría que pasara el tiempo de mi mi- [licia, hasta que me llegara la hora del relevo. 15 Llamaríasme entonces, y yo te respon- [dería, y te mostrarías propicio a la obra de tus [manos. 16 Entonces seguirías, sí, mis pasos, pero no atenderías tanto a mis pecados. 17 Los encerrarías como en un saco y borrarías mi iniquidad. [pedazos, 18 Pero ¡ay!, que el monte se deshace en y se remueve de su lugar la roca, 19 y el agua corroe las piedras, y se lleva la inundación los terrones, y por modo semejante destruyes la espe- ranza del hombre; 20 le destruyes de una vez, y él se va; desfiguras su rostro, y le alejas. 21 Tengan honores sus hijos, él no lo sabe; sean despreciados, él no tiene noticia; 22 sólo siente los dolores de su carne, sólo sobre sí llora su alma. Segundo discurso de Elifaz •i. C • Entonces replicó Elifaz, temani- * «» ta, diciendo: * 2 ¿Es de sabios responder con vanos razo- [namientos, tener el pecho lleno de viento, 587 JOB 15-16 3 defenderse con palabras vanas y con razones inconsistentes? 4 Pero es más: tú destruyes la piedad, socavas la plegaría que a Dios se hace. 5 Tu misma boca revela tu impiedad y hablas el lenguaje de los malvados. 6 Es tu boca, no soy yo, quien te condena; son tus labios los que atestiguan contra ti. 7 ¿Eres tú, por ventura, el primer nacido? ¿Viniste al mundo antes que los montes? 8 ¿Fuiste admitido a consejo con Dios y te has apropiado toda la sabiduría? 9 ¿Qué sabes tú que nosotros no sepamos? ¿Qué entiendes tú que no entendamos nos- [otros? 10 También hay entre nosotros ancianos [encanecidos, de más edad aún que tu padre, ti ¿Tienes en poco los consuelos de Dios y las blandas palabras que te dirigimos? i 2 ¿Adonde te arrastra tu corazón y por qué centellean tus ojos? 13 Vuélveste sañudo contra Dios y salen de tu boca dicterios contra El. 1 4 ¿Qué es el hombre para creerse puro, para decirse inocente el nacido de mujer? 1 5 Si ni sus santos gozan de su confianza y los mismos cielos no son bastante puros [a sus ojos, 16 ¡cuánto menos este ser odioso y co- [rrompido, el hombre, que se bebe como agua la im- [piedad! 1 7 Escúchame, que quiero enseñarte; te diré lo que sé por experiencia, i 8 lo que enseñaron los sabios, lo que no les ocultaron sus padres, 1 9 aquellos que poseyeron su tierra, sin que por ella pasara el extranjero. 20 Mientras vive, el impío es atormentado, por los pocos años que se le dan al opre- [sor. 2 1 Suenan siempre en sus oídos gritos de [espanto, en tiempo de paz se ve asaltado por el [devastador. 22 No espera poder substraerse a las tinie- siempre espera el golpe de la espada, [blas, 23 Es dado en pasto a los buitres; sabe que le amenaza ruina, 24 El día tenebroso le aterra, la angustia y la tribulación le acometen como rey pronto al asalto, 23 porque extendió su mano contra Dios, y se hizo fuerte contra el Omnipotente, 26 y corrió contra El con erguida cerviz, protegido con yelmo y escudo. 27 Porque tenía el rostro abotargado de gordura, y de grosura sus lomos. 28 Y habitaba ciudades derribadas, casas inhabitadas, destinadas a ser montón de ruinas. 29 No prosperará, ni se mantendrá su opu- ni echará raíces en la tierra. [lencia, 30 No escapará a las tinieblas. Sus renuevos los devorará la llama, su flor caerá a impulsos del viento. 3i No se fie de su vanidad, se equivoca, pues la vanidad será su recompensa, 32 y a destiempo será cortado su ramaje, y sus ramas no reverdecerán. 33 Será despojado, como de las uvas la vid, [aún en agraz, y como el olivo dejará caer sus flores. 34 La prole de los impíos será estéril, y el fuego devorará la casa del soborno. 35 Concibe el dolor y engendra la desven- y nutre en su seno el desengaño, [tura, Respuesta de Job a Elifaz I R ' Respondió Job, diciendo: 2 He oído ya muchos discursos se- [mejantes. Duros consoladores sois todos vosotros. 3 ¿Tendrán término los vanos discursos? ¿Qué es lo que a responder así te incita? 4 También podría yo hablar como vos- [otros, si vosotros estuvierais en mi lugar. Podría hilvanar palabras con que deslum- [braros, mover mi cabeza sobre vosotros. Os alentaría con palabras, y daría rienda suelta a mis labios. 6 Pero ¿qué hacer? Si hablo, no por eso [cesa mi dolor. Si callo, ¡qué se ha de apartar de mí! 7 Ahora estoy abrumado; has destruido toda mi familia. 8 Y me has aferrado. Se ha alzado contra mí y contra mí ates- 9 Su furor me hace trizas, [tigua. se ha encarnizado contra mí. Me rechinan los dientes, y alza torvos sus ojos contra mi. 1° Abren su boca contra mí, abofetean con afrenta mis mejillas, todos a una se lanzan contra mí. II Dios me ha entregado a los impíos, me ha arrojado en manos de los perversos. i 2 Feliz era yo, y El me arruinó, me cogió por el cuello y me estrelló. Púsome por blanco de sus saetas. 13 Me cercan sus arqueros, me traspasan los ríñones sin piedad, derrama por tierra mi hiél. 1* Me hace herida sobre herida, y me acomete como fuerte guerrero. 15 He cosido un saco sobre mi piel, he hundido mi frente en la ceniza; 16 está mi rostro hinchado por el llanto y cubre mis ojos denso velo, 1 7 aunque no hubo en mis manos injus- y fue limpia mi oración. [ticia i 8 No cubras, ¡oh tierra!, mi sangre, no cese mi clamor. [tigo, 19 Ahora, pues, en los cielos está mi tes- allá arriba está mi fiador. 20 Mi oración llegó a Dios, J OB 16-19 588 l as lágrimas do mis ojos corren ante El. 21 ¡Oh, si hubiera arbi t ro entre Di os y el [hombre como le hay entre el hombr e y su pró- [jimo!, 22 pues pocos son los años que me restan, y es sin vuelta el cami no por do voy. n i Ya mi vida se acaba, extínguense mis días, sólo me queda el sepulcro. [junto a mí ! 2 ¡Si al menos no tuviera escarnecedores Pero mis ojos pasan la noche sumidos en [la amargura. 3 Dame, ¡oh Dios!, seguro cerca de ti, que entonces, ¿quién podrá apret arme? 4 Has cerrado su mente al conocimiento, pero no dejarás que prevalezcan. 5 Invita uno a sus amigos a la presa, mientras desfallecen los ojos de sus hijos. 6 Me ha hecho la fábula de las gentes, soy para t odos objeto de mofa. 7 Mi s ojos los consume la tristeza, y mis mi embros son t odos una sombra. 8 Y pásmanse de ello los buenos, y los inocentes se alzan cont ra el perverso. 9 Pero el j ust o persevera en su cami no, y quien tiene limpias las manos se afirma [siempre más. 10 Pero, en fin, volved t odos, volved, que no hallaré entre vosot ros un solo [discreto. 11 Pasaron mis dias, se desvanecieron mis las prendas de mi corazón. [proyectos, 12 La noche me la convierten en día [luz. y de las tinieblas me prometen próxima 13 ¿Qué puedo esperar? El sepulcro será [mi morada, en las tinieblas di spondré mi lecho. 1 4 Di r é al sepulcro: ¡Tú eres mi padre! Y a los gusanos: ¡Mi madre y mis her- 15 ¿Dónde está mi esperanza? [manos! Mi fortuna, ¿quién la verá? 16 ¿Van a bajar detrás de mi al sepulcro? ¿Vamos a caer juntos en el polvo? Segundo discurso de Bildad •i O ' Repl i có Bi l dad, s uhi t a , di- * * ' ciendo: 2 ¿Cuándo pondrás fin a los vanos dis- [cursos? Reflexiona pri mero y luego habl aremos. 3 ¿Por qué nos t omas como bestias y pasamos a tus ojos por estúpidos? 4 Tú, que en tu furor te desgarras a ti [mismo, ¿crees acaso que sin ti quedará despobla- ba la tierra, y lanzarás de su lugar las rocas? 5 Sí, se apagará la luz de los perversos, no brillará la llama de su hogar. 6 Apagaráse la luz en su tienda, se extinguirá su lámpara. 7 El cepo impedirá sus pasos vigorosos y su propi o consejo le precipitará. 8 Se enredarán en red sus pies y caminará sobre una t r ampa; 9 un lazo le at ará los tobillos, se le enredará fuertemente, 10 se le ocultará la cuerda en la tierra, y la t rampa estará en su mi sma senda. 11 De t odas part es le asaltarán t errores; le seguirán, pisando sus talones. 1 2 Su opulencia se t ornará en hambr e y la perdición le acompañará. 13 La enfermedad roerá su piel y devorará sus mi embros el primogénito [de la muert e. 14 Será arrancado del apoyo de su tienda y le bajarán al rey de los terrores. 15 Ot ros, no él, habi t arán su tienda, lloverá azufre sobre su mor ada. 16 Secaránse sus raíces por debajo, cortaránle por arriba sus ramas. 17 Desaparecerá de la tierra su recuerdo, no tendrá ya nombr e en la extensión del [desierto. 18 Le l anzarán de la luz a las tinieblas, le exterminarán del mundo. 19 No tendrá familia ni parentela en el ni sobreviviente en su tierra. [pueblo 20 D e s u c a { ¿ a s e espant arán los occiden- y se horrori zarán los orientales. [tales 21 Esa es la suerte del malvado, el destino del que desconoce a Dios. Respuesta de Job a Bildad | Q i Respondió Job, diciendo: 2 ¿Hasta cuándo afligiréis mi al ma y me majaréis con vanos discursos? 3 Ya me habéis afrentado diez veces y me mal t rat ái s sin avergonzaros. 4 Aun siendo verdad que yo haya errado, sobre mí recaería mi yerro. 5 ¿A qué alzaros cont ra mí, aduciendo como prueba mis oprobi os? * Sabed, pues, que Di os me ha opri mi do y me ha envuelto en sus redes, [respuesta; 7 Gri t o cont ra la opresión, y no obt engo pi do justicia, y no la hay par a mí ; 8 ha cerrado mis cami nos, y no tengo [salida; ha llenado de tinieblas mis senderos. 9 Me ha despojado de mi gloria, arrancó de mi cabeza la corona. 10 Me ha demolido del t odo, y perezco; descuajó como árbol mi esperanza. 11 Encendióse cont ra mí su cólera y me cont ó entre sus enemigos. 12 Vinieron cont ra mí t odas sus milicias, se han at ri ncherado en mi cami no y han acampado en t or no de mi tienda. 13 Alejáronse de mí mis hermanos, y mis amigos se me han hecho extraños. 14 Desaparecieron mis vecinos y cono- [cidos, me han olvidado hast a los huéspedes de [mi casa. 589 J OB 19-21 15 Mi s criados me reput an por ext r año; soy a sus ojos un forastero, i* Ll amo a mi siervo, y no me responde, y tengo que suplicarle con mi boca, [jer, 1 7 Hízose mi aliento repugnant e a mi mu- y yo fétido a los hijos de mis ent rañas. 18 Hast a los niños me desdeñan, y me insultan si intento levantarme. 19 Me han aborreci do t odos mi s confi- [dentes, los más caros amigos se vuelven con- [tra mi. 20 pégase mi piel a mis huesos descar- i ñados, y apenas si conservo la piel j unt o a mis [dientes. 21 Api adaos, api adaos de mí , siquiera vos- [otros, mis amigos, por que me ha heri do la mano de Di os. 22 ¿Por qué, como Di os, me perseguís [vosotros t ambi én, y no os hart ái s de mis carnes? 23 ¡Quién me diera que se escribiesen mis y se consignaran en un libro, * [palabras 24 que con punzón de hierro se grabasen [sobre el pl omo, o en la piedra se esculpiesen para siempre! 25 Por que l o sé: mi redent or vive, y al fin se erguirá como fiador sobre el [polvo: 26 y después que mi piel se desprenda de [mi carne, en mi carne cont empl aré a Di os. 27 ¡Yo le veré, veránle mis ojos, no ot r o! Abrásense en mi seno mis ent rañas. 28 S Í decís: «¡Oh, si pudi éramos escru- [tarle, en El hal l arí amos la raíz de la causa!», 29 temed la espada, pues la espada es la vengadora de la y sabed que hay un juez. [iniquidad, Réplica de Sofar O A 1 Tomó Sofar, namatita, la pala- &" bra, y dijo: 2 Por eso me hacen responder mis pen- que se agitan dent ro de mí. [samientos 3 He oí do t u ignominiosa reprensión, y la indignación me impulsa a responder [según mi saber. 4 ¿No sabes ya de siempre, desde que vive el hombr e sobre la tierra, 5 que es breve el tiempo de los mal vados y dura un instante la alegría de los per- ver sos? 6 Si hast a el cielo subiere su arroganci a y t ocare en las nubes su cabeza, [pre; 7 cual un fantasma, desaparece para siem- y los que le vieron di rán: ¿Dónde está? 8 Desaparecerá como un sueño y no le hui rá como visión noct urna, [hallarán, 9 Los ojos que le vieron no le verán más, su mor ada no le percibirá ya más. 10 Sus hijos t endrán que reparar el daño [de los pobres, sus propi as manos restituirán su riqueza. 11 Sus huesos, llenos aún de juvenil vigor, baj arán con él al pol vo del sepulcro. 12 Aunque él dulcificará la mal dad y la ocultará bajo su lengua, 1 3 la saboreará ant es de t ragarl a; reteniéndola en su pal adar ; [jar, 1 4 se corromperá en su vientre aquel man- hiel de víboras se volverá en sus ent rañas. 15 Devor ó riquezas, pero las vomi t ará, de su vientre se las sacará Di os. 16 Chupa veneno de áspides, y lengua de áspid le mat ar á. [aceite, 1 7 No gozará a la vista de los arroyos de de ríos de leche y de miel. 18 Devolverá la ganancia, que no podrá el fruto de su tráfico no gozará, [tragar; 1 9 pues opri mi ó violentamente a los po- r o t o casas que no const r uyó; [bres, 20 pues no conoció har t ur a en su avaricia, no salvará lo que t ant o codició. 21 Nada escapaba a su voraci dad; f ior eso su bienestar no fue durabl e. 2 En el colmo de la abundancia todo le [es poco, y le sobrevienen desventuras de toda [suerte. 23 Cuando esté par a llenar su vientre, mandar á Di os cont ra él la llama de su har á llover sobre él sus saetas, [furor, 24 Si escapa a las ar mas de hi erro, le t raspasará arco de bronce. 25 Di sparó la saeta que le traspasa y sale [por su espalda, cual rayo por sus ent rañas. 26 Sobre él caerán los terrores, [vadas; t oda suerte de tinieblas le están reser- le abrasará fuego no encendido por hom- [bre, y será destrozado cuant o de su tienda que- 27 Revelará al cielo su impiedad [daré, y la tierra se alzará cont ra él. 28 Desaparecerá de su casa t oda su ri- arrasada será en el dia del furor, [queza, 29 Esta es la suerte que al perverso reserva [Dios, ésta es la parte que el Omnipotente le [adjudica. Respuesta de Job a Sofar O I 1 Respondió Job, diciendo: ™ 2 Escuchad at ent ament e mis pala- dadme siquiera este consuelo. [bras 1 Q 23 Este deseo de Job de ver grabadas sus palabras indica claro que va a decir algo muy " importante. Lo que sigue está obscuro y es objeto de diversas interpretaciones. La traduc- ción bien conocida de la Vulgata expresa la esperanza de la resurrección; la nuestra, sin estar tan clara, todavía parece reducirse al mismo pensamiento. No obstante, todo el debate del libro se des- envuelve en la antigua concepción de la justicia divina, que se realiza en la vida presente. J OB 21-22 590 3 Tolerad que hable, y cuando haya t ermi nado, burlaos. 4 ¿Es de un hombr e de quien yo me quejo? ¿Por qué no habré de impacientarme? 5 Volved a mí vuestros ojos y espantaos, poned el dedo sobre vuestros labios. 6 Yo, sólo de pensarlo, me horrori zo y tiemblan t odas mis carnes. 7 ¿Cómo es que viven los impíos, [poder? se prol ongan sus días y se aseguran en su 8 Su prole persiste con ellos a su presencia, y tienen ant e sus ojos a sus ret oños. 9 Sus casas son paz, no hay en ellas temor, no cae sobre ellos la vara de Di os. 10 Sus t oros fecundan y no languidecen, y sus vacas paren y no abort an. 11 Sacan fuera a sus pequeños cual rebaño, y sus niños saltan de cont ent o; 12 bailan al son del t ambor y de la cítara, y saltan al son de la flauta. 13 Pasan sus días placenteramente, y t ranqui l ament e bajan al sepulcro. 1 4 Y eso que decían a Di os : Apárt at e lejos [de nosot ros, no queremos saber de tus cami nos. 15 ¿Qué es el Omni pot ent e par a que le [sirvamos, y qué provecho sacamos de rogarle? 16 No está en su mano su fort una. El consejo de los mal vados esté lejos de él. " ¿ Cuá nt a s veces se apaga la l ámpar a de Tíos mal os, los coge la merecida desventura, y los castiga en su furor, [viento, 18 y son como paja arrast rada por el y como t amo que se lleva el torbellino? 1 9 Que Di os reserva el castigo par a sus [hijos... Déle a él mi smo su merecido, que lo [sienta él, 2 0 que vean sus propi os ojos su rui na, y beba el furor del Omni pot ent e. 21 ¿Qué le i mport a a él de su casa para [después de él, cuando fuere cort ado el númer o de sus [días? 2 2 ¿Quién es el que puede enseñar a Di os [sabiduría, a El, que juzga a los más altos? 2 3 Muer e éste en plena prosperi dad, cuando t odo florecía y estaba en seguro, 2 4 cuando estaban sus l omos cubiertos de [grosura y bien regada la medul a de sus huesos. 25 Muere aquél en medio de la amargura [de su alma, sin haber gozado de bien alguno. 2 6 Y con t odo, j unt ament e yacerán en el [sepulcro, y a uno y a ot r o los recubren los gusanos. 2 7 Bien adivino vuestros pensamientos y los i mproperi os que cont ra mí maqui - l á i s . 2 8 Vosot ros decís: «¿Dónde está la casa [del opresor, qué fue de la tienda en que mor aban los [perversos? 2 9 ¿No se lo habéis pregunt ado a los ca- rminantes, y no habéis conoci do su respuesta? 30 QUe en el día de la ira se salva el mal - y en el día del furor está cont ent o, [vado, 31 ¿Quién le echa en cara su mal dad? ¿Quién le da su merecido por sus iniqui- da de s ? 32 Es llevado con acompañami ent o al se- pul c r o, y en su sepulcro se mont a la guardi a; 33 le son leves los terrones del valle, arrast ra a los hombr es t ras de sí, y va delante de él gente sin númer o. 3 4 ¿A qué, pues, me dais t an vanos con- suel os, si en vuestras respuestas no hay más que [falacia? Ré p l i c a d e El i f az O O l Volvió a t omar la pal abra Elifaz, ~ « temanita, y di j o: [Dios? 2 ¿Qué favor puede el hombr e hacer a Sólo a sí mi smo aprovecha su sensatez. 3 ¿Qué le i mport a al Omni pot ent e que tú [seas j ust o? ¿Gana algo con que sean limpios tus [caminos? 4 ¿Será por t u pi edad por lo que El te y ent ra en juicio contigo? [castiga 5 ¿No es más bien por tus muchas culpas, por tus pecados sin númer o? [manos, 6 Exigiste injustamente prenda a t us her- despojaste de sus ropas al harapi ent o, 7 no diste de beber al sediento, al hambri ent o le negaste el pan. [la t i erra; 8 Y de quien tenía mano fuerte, suya era el que se hacia temer, ése se adueñaba de [ella. 9 Despediste a la viuda con las manos [vacías y quebrant ast e los brazos al huérfano. 10 Por eso te hallas preso en lazos, y t e sorprende de improviso el t er r or ; 11 y t e rodean las tinieblas y no ves, y te i nundan aguas desbordadas. 12 ¿No está Di os en lo alto de los cielos? Mi r a las estrellas, ¡qué altas! 13 Y t ú di rás: ¿Qué sabe Di os? ¿Puede juzgar a través de las nubes? 14 Las nubes le cubren como velo, y no ve; se pasea por la bóveda de los cielos. 15 ¿Quieres seguir el ant i guo sendero por donde cami naron los impíos, 16 que fueron arrebat ados antes de t i empo, y una i nundaci ón ar r ancó sus cimientos? 17 Que decían a Di os: Apár t at e de nos- [otros, ¿qué puede hacernos el Omni pot ent e? 18 Y El llenaba sus casas de riquezas. Pero el consejo de los impíos est aba lejos [de El. 1 9 Viéronlo los justos y se alegraron, 591 J OB 22-24 los inocentes se rieron de ellos: 2 0 «¿No ha sido aniquilada su fortuna, y sus residuos devorados por el fuego? 21 Reconcíliate con El y t endrás paz, y de ello t e vendrá bien. 2 2 Recibe la ley de su boca, pon sus preceptos en tu corazón. [tente 23 Si humi l l ándot e te vuelves al Omni po- y alejas de tu tienda la iniquidad, 2 4 t endrás el oro como pol vo, y como chi narros del t orrent e el Ofir; 2 5 será el Omni pot ent e t u tesoro y pl at a a mont ones refinada para t i ; 2 6 hallarás en el Omni pot ent e tus delicias, alzarás t u rost ro hacia Di os. 2 7 El escuchará tus ruegos y t ú le cumpl i rás tus votos. 2 8 Har ás proyectos y te saldrán bien, y bri l l ará l a luz en tu cami no. 2 9 El humilla la altivez del soberbio, pero salva a los humildes. 3 0 El liberta al inocente, por la pureza de sus manos será libertado. Re s p u e s t a d e J o b O O 1 J ob respondi ó, di ci endo: [quejas, 2 Ci ert o que son hoy acerbas mis pero es más pesada su mano que mis 3 ¡Oh, si supiese cómo hallarle, [gemidos, cómo llegar hast a su mi smo t r ono! 4 Expondrí a ant e El mi causa, t endrí a la boca llena de razones. 5 Sabrí a lo que me respondería, oiría lo que me diría. 6 ¿Contendería conmigo alegando su gran Seguro que no. Me atendería. [poder? 7 Así el j ust o podrí a di sput ar con El , y mi juez par a siempre me absolvería. 8 Per o si voy al oriente, no está allí; si a occidente, no le veo. 9 Si le busco al nort e, no le hal l ó; si al mediodía, no le descubro. 10 Mas ya que El conoce mis marchas y [mis par adas, que me escudriñe y me acrisole como el or o. 11 P o r sus huellas mar chó siempre mi pie, sus cami nos seguí sin apart arme, [labios, 12 no me desvié de los mandat os de sus he guar dado las pal abras en mi seno. 13 Pero cuando El decide una cosa, ¿quién [podrá disuadirle? Lo que quiere es lo que hace. i 4 As í cumpl e hoy en mi sus designios, y t odaví a mucho más tiene El de seme- j a nt e en su pensamiento. 15 Por eso me estremezco ant e El, le cont empl o, y tiemblo ant e El. 16 Di os me qui t a t oda mi fuerza, el Omni pot ent e me aterra, 17 más que las tinieblas que me envuelven, más que la obscuridad que cubre mi [rostro. 24 1 ¿Por qué el Omni pot ent e no se- [ñala sus tiempos, y por qué deja a los que le conocen en la [ignorancia de su día? 2 Los mal vados invaden los t érmi nos aje- r oban los ganados con su past or; [nos, 3 se llevan el asno del huérfano y t oman en prenda el buey de la vi uda; 4 el pobre se apart a del cami no, y se esconden los humildes campesinos. 5 Como onagros salvajes en el desierto tienen que salir en busca de su presa. La buscan hast a la t arde, pero no logran pan par a sus hijos. ° Dur ant e la noche siegan los campos de y vendimian las viñas del impío, [otros, 7 Pasan desnudos las noches, sin ropa, sin más abrigo en medi o del frío. ' Se mojan con los aguaceros en los mon- sin más asilo que las rocas. [tes, 9 Arrancan de los pechos al niño huérfano. 10 Van desnudos, sin vestido, y hambri ent os acarrean las gavillas. 11 En sus lagares exprimen el aceite, y sedientos pisan las uvas. [dos; t 2 De la ciudad salen gritos de mori bun- clama por socorro el al ma de los vejados y Dios no atiende a estos clamores. 13 Hay quienes aborrecen la luz, y no ven los cami nos, y no siguen sus trazas. 14 Ant es del día so levanta el asesino, para mat ar al desvalido y al necesitado. De noche anda el salteador, y se cubre el rost ro con una máscara. 1 5 Espera la obscuridad el ojo del adúltero, di ci endo: Nadi e me verá. 16 En las tinieblas asaltan las casas que durant e el día han señalado. 17 No quieren cuentas con la luz. Par a ellos el al ba es sombr a de muert e, el aclarar del día los at erra mort al ment e. 1 8 Huyen veloces como curso de aguas; es mal di t a su posesión sobre la tierra, no se pisa el fruto de sus viñas. [nieve, 1 9 Como la sequedad y el calor funden la así arrebat a a los malvados el seol. 2 0 Le olvida el seno mat er no, ni se menci ona siquiera su nombr e. Tr onchada como el árbol la iniquidad, 21 por haber mal t rat ado a la estéril sin hi- y haber hecho mal a la viuda. [jos " E l , con su fuerza, derri ba a) poderoso, se alza, y ya no cuenta para nada su vida. 2 3 Déjale apoyarse en su seguridad, pero tiene sus ojos en t odos sus cami nos. 2 4 Están un tiempo en auge, y luego des- apar ecen, perecen como hierba que se siega, son segados como espigas. 2 5 Si no es así, ¿quién me desmentirá y reducirá mis discursos a la nada? * O A. 2S Parece indudable la trastrocación del trozo 18-24, Q u e, lejos de convenir a la respuesta * * de Job, no es más que una confirmación de la tesis de uno de sus amigos, y pertenece proba- blemente a la réplica de Sofar, que en el texto, según está, no aparece. JOB 25-28 592 Tercera réplica de Bildad n p i Volvió a decir Bildad, suhita: 2 Suyos son el poder y la majes- y El mantiene la paz en sus alturas, [tad, 3 ¿Tienen número sus ejércitos? ¿Sobre quién no caen sus emboscadas? 4 ¿Cómo, pues, justificarse el hombre ante cómo ser puro el nacido de mujer? [El, 5 La luna misma no brilla, [ojos. ni resplandecen bastante las estrellas a sus 6 ¡Cuánto menos el hombre, un gusanillo, el hijo de Adán, un vil insecto! 26 1 Respondió Job, diciendo: [fl aco 2 ¡Qué gran ayuda la que das al qué socorro traes al brazo desmayado! 3 ¡Qué bien has aconsejado al ignorante, qué profundo saber has manifestado! 4 ¿A quién has dirigido tus palabras? ¿Qué espíritu es el que ha hablado por tu [boca? 5 Hasta los muertos tiemblan debajo de la los mares y cuanto en ellos mora, [tierra, 6 El abismo está ante El desnudo, sin velos el sepulcro. 7 El tendió el septentrión sobre el vacío, El colgó la tierra sobre la nada. s Encierra las aguas en las nubes, y las nubes no se rasgan a su peso. 9 El roba a la vista su trono, cubriéndose de nubes. [círculo, w Trazó en derredor de los mares un hasta el confín entre la luz y las tinieblas. 11 Las columnas del cielo tiemblan y se estremecen a una amenaza suya, [res 12 El, con su pujanza, conmueve los ma- y con su poder doma los monstruos. 13 A su soplo centellean los cielos, y su mano atraviesa la serpiente tortuosa. i 4 Y todo esto no es, sin embargo, más [que la orla de sus obras. Es un leve susurro de su palabra; que el estallido de trueno de su poder, [¿quién podría oírlo? Respuesta de Job n m i Tomó de nuevo Job la palabra» ¿ » y en forma de sentencia dijo: [ticia; 2 ¡Por el Dios vivo, que me rehusa jus- por el Omnipotente, que me ha colmado [de amargura! 3 Que mientras en mí quede un soplo de [vida y el hálito de Dios aliente en mis narices, 4 jamás mis labios proferirán una ¡njus- jamás mi lengua dirá una mentira, [ticia, 5 Lejos de mí daros la razón; mientras yo viva no dejaré que me arran- [quen mi inocencia. 6 Mantendré con firmeza mi justicia y no [la negaré, no me arguye mi conciencia por uno solo [de mis días. 7 Sea a mi adversario a quien le falte la [razón, sea mi enemigo como el reo condenado. 8 ¿En qué podrá confiar el impío cuando cuando a Dios levanta su alma? [ora, 9 ¿Escuchará Dios sus gritos cuando le llegue la desventura? 10 ¿Podrá complacerse en el Omnipotente, podrá jamás invocar a Dios? 11 Os mostraré la mano de Dios, [tente. No os celaré los designios del Omnipo- 1 2 Vosotros mismos podéis verlo. [nes? ¿Por qué pues, perderos en vanas ilusio- Tercera réplica de Sofar 13 He aquí la suerte que destina Dios al [hombre culpable, la porción que del Omnipotente recibe el [impío: * 14 Si tiene muchos hijos, destíñanse a la su prole no se hartará de pan. [espada; 15 A los sobrevivientes los sepultará la sus viudas no los llorarán. [pestilencia, lf > Aunque acumule la plata como tierra, aunque amontone, como el lodo, los ves- tridos, 17 los prepara él, pero se los vestirá ei y su plata irá a manos del inocente, [justo, 18 Hizo su casa, pero viene a serle como como cabafla de guarda. [nido, 19 Se acuesta rico, pero será por última en un instante dejará de existir. [vez, 20 Vendrá sobre él el terror en pleno día, en la noche le arrastra el torbellino. 21 Le arrebata el viento solano y se lo y le arranca lejos de su lugar [lleva, 22 Le asaetea Dios sin piedad, y vanamente se esforzará para escapar de 23 Batirán palmas contra él, [su mano. y en su mismo lugar le silbarán. La sabiduría i Tiene la plata sus veneros, y el oro lugar en que se acrisola. * 2 Sácase el hierro de la tierra, 28 <ym 13 Parece que los discursos de los tres amigos habrían de cerrarse con una réplica de Sofar ™ • que siguiera a la de los otros dos; pero ésta no va indicada en el texto con la ordinaria frase introductoria. Es, por tanto, probable que debería reconstituirse con los trozos 24,18-24 y 27,14-23» obteniéndose así la simetría de las partes que se da en las primeras intervenciones; de lo contrario, resultarían puestas en boca de Job afirmaciones que son las mismísimas de los amigos que con él discuten. Of l * El texto no indica quién pronuncia estas palabras en elogio de la sabiduría. Al crear Dios " lG el mundo la difundió en la creación; por eso Dios la conoce, pero los hombres no alcanzan a conocer sus secretos. 593 JOB 28-29 y de la roca fundida sale el cobre. 3 El hombre alumbra las tinieblas y escudriña en lo profundo, las rocas en densa obscuridad. 4 Abre galerías lejos de lo habitado, en lugares inaccesibles; se suspenden y ba'ancean lejos del alcan- [ce de los hombres. 5 La tierra, que produce el pan, está por debajo como fuego; 6 sus rocas son la morada del zafiro, y sus terrones contienen oro. 7 Por caminos desconocidos de las águi- impenetrables al ojo del azor, [las, 8 no pisados por las fieras, inaccesibles al león. * Mete su mano en el pedernal y subvierte los montes. 10 Abre cauces en las rocas y descubren sus ojos en ellas lo precioso. 11 Explora las filtraciones de las aguas y saca a luz los tesoros. 12 Pero la sabiduría, ¿dónde hallarla, dónde el entendimiento? 1 3 No conoce el hombre el camino, ni se halla en la tierra de los mortales. 14 El abismo dice: No está en mí. Y el mar: Dentro de mí no se halla. 15 No se compra con el oro más fino, ni se pesa la plata para comprarla. [Ofir, • 6 No se pone en balanza con el oro de ni con el precioso berilo, ni el zafiro. 17 No se equipara al oro ni al cristal, ni se cambia por vasos de oro puro, [les; 18 No cuentan a su lado corales y crista- vale más que las perlas. [Etiopía, ,s> No puede comparársele el topacio de no entra en balanza con el oro más puro. 20 ¿De dónde, pues, viene la sabiduría, dónde hallar la inteligencia? [les. 21 Se oculta a los ojos de todos los morta- y aun a las aves del cielo está vedada. 22 El infierno y la muerte dicen: Sólo de ella sabemos por su fama. 23 Dios es el que conoce sus caminos, El sabe su morada; 24 porque con su mirada abarca los con- [fines de la tierra y ve cuanto hay bajo la bóveda del cielo. 25 Cuando dio su peso al viento y dispuso las aguas con medida, 26 cuando dio la ley a la lluvia y camino al rayo, 27 entonces la vio y la midió, la fundó y la conoció a fondo; 28 y dijo al hombre: El temor de Dios, ésa [es la sabiduría; apartarse del mal, ésa es la inteligencia. Respuesta de Job O Q í Volvió a tomar Job la palabra *¡ » y dijo: * [ s a d o s tiempos, 2 ¡Oh! ¡Si volviera a ser como en los pa- como en los días en que Dios me pro- tegía! 3 Cuando resplandecía su luz sobre mi ca- [beza y a su resplandor marchaba en las tinie- 4 A lo que fui en mis días otoñales, [blas. cuando protegía mi morada, 5 cuando el Omnipotente era conmigo y tenía en torno mío a mis hijos; 6 cuando me lavaba en leche los pies y me daba la piedra arroyos de aceite; 7 cuando iba a las puertas de la ciudad y se alzaba en la plaza mi silla, 8 los jóvenes, al verme, se escondían y los viejos se alzaban en pie; 9 los grandes contenían la palabra, y ponían el dedo sobre sus labios, 10 y callaba la voz de los caudillos, y se pegaba su lengua al paladar. 11 El oído que me oía me llamaba feliz, y los ojos que me veían se declaraban en [mi favor, 12 porque libraba al pobre que clamaba y al huérfano que no tenía valedor. [ble, 1 3 Caía sobre mí la bendición del misera- y el corazón de la viuda se colmaba de [gozo. 14 Vestíame de justicia, y ella me rodeaba [como vestido, era mi equidad cual túnica y turbante. 15 Yo era ojos para el ciego, era para el cojo pies, 16 era el padre de los pobres, y estudiaba la causa aun del desconocido. 17 Quebrantaba los molares del soberbio, y de sus dientes le arrancaba la presa. 18 Decíame yo: Moriré viejo, prolongaré mis días como la palmera; 1 9 extenderánse mis raíces hasta las aguas, y caerá de noche sobre mis ramas el rocío. 2 " Renovaráse conmigo mi gloria, y mi arco se fortalecerá en mis manos. * 21 Para escucharme me esperaban, y callaban hasta oir mi opinión. 22 Nadie replicaba a mis palabras, [so. suavemente penetraba en ellos mi discur- 23 Esperábanme como se espera la lluvia, y abrían su boca como el agua tardía. 24 Si les sonreía, no acertaban a explicár- melo, y acogían con ansia la luz de mi rostro. 25 Cuando acudía a sus reuniones me sen- [taba a la cabeza; moraba entre ellos como un rey entre sus [huestes, y a donde los conducía se dejaban llevar. OQ * Las palabras de Job responden a las de su objetante; hay que pasar por encima del capí- " ^ tulo 28, que está intercalado en la discusión. 20 Los w.21-25 están en perfecto contexto después de I - I I , mientras que 12-20 dan razón del respeto con que era tratado Job y de sus halagüeñas esperanzas para el futuro. J OB 30-31 594 Of l ' Y ahora me hacen burla los más « 5 " [mozos que yo, a cuyos padres me hubiera yo desdeñado [de cont ar ent re los perros de mis ganados. 2 Aun el vigor de sus brazos, ¿de qué podía servirme? No tenían fuerza alguna 3 Flacos por la miseria y el hambre, roí an las raíces del desierto; la tierra, árida y desolada, era su nodriza. 4 Recogían bledos entre la maleza, con raíces de retama se al i ment aban. 5 Arroj ados de en medio de los hombres, perseguidos a gritos como ladrones, 6 habi t aban en lo escarpado de los torren- en cuevas y entre rocas, [tes, 7 rugiendo entre la maleza y reuniéndose entre la enramada. 8 Gent e innoble, pueblo sin nombre, arrojados de su misma tierra. 9 ¡Y de ésos soy yo objeto de burla, les sirvo de canción! >° Abomi nan de mí, me esquivan, y hast a se atreven a escupirme a la cara. 11 Perdido t odo respeto, me insultan, rompen t odo freno en mi presencia. i 2 A mi derecha se alza al popul acho, y prepara los caminos para perderme. 13 Destruyen mis sendas, procuran mi rui- y no hay quien los detenga. [na, 1 4 Irrumpen cont ra mí como por ancha surgen de debajo de las ruinas, [brecha, 1 5 Han arremet i do cont ra mí terrores, se fue como viento mi prosperidad, pasó cual nube mi ventura, i 6 y ahora se derrite mi vida dent ro de mí, y me agarran días de aflicción. 1 7 La noche me t al adra los huesos, y no descansan los que me roen. 18 Me envuelven como vestido con fuerza, me ciñen como la orla de mi túnica. " Hanme arroj ado al fango, [niza. y he venido a ser como el polvo y la ce- 20 ¡Clamo a ti, y tú no me respondes; insisto, y no me haces caso! [enemigo, 2 > Te has t ornado para mí en despi adado y con t oda tu fuerza me persigues; 22 me alzas en al t o, me haces cabalgar so- [bre el vi en' o, hasta que la t orment a se deshace en lluvia. 23 Bien sé que me llevas a la muerte, al lugar de reunión de t odos los mortales. 2 4 Sin embargo, yo no alcé la mano cont ra [el pobre, le salvé en su angustioso gritar. 25 ¿No lloraba yo t odos los días con el [afligido? ¿No se llenaba de tristeza mi alma por el [pobre? 26 Y cuando esperaba el bien, vínome el [mal; cuando esperaba la luz, vino la osbcu- [ridad. 27 Mis ent rañas se agitan sin descanso, han venido sobre mí días de aflicción. 28 Ando en t orno enl ut ado, sin consuelo, y me pongo a gritar entre la t urba. 2 9 He venido a tener por hermanos a los [chacales y por compañeros a los avestruces, [piel, 3" Ennegrecida se va desprendiendo mi y mis huesos queman por el ardor. 31 Hase t rocado en duelo mi cítara, y mi flauta en lamentos. 0 1 ' Habí a hecho pact o con mis ojos ** + de no mi rar a virgen. 2 Pues ¿qué porción me reservaría Dios [desde lo al t o, y qué heredad el Omni pot ent e desde las [alturas? 3 ¿No es la perdición la que espera al ini- [cuo, y el infortunio a los obradores de la mal- 4 ¿No está El mi r ando mis caminos [dad? y cont ando todos mis pasos? 5 Ni anduve con engaños ni corri eron hacia el fraude mis pi es; ' péseme Di os en balanza justa, y Di os reconocerá mi inocencia. 7 Si se apart aron mis pasos de tus sendas, y tras mis ojos se fué mi corazón, o se pegó algo a mis manos, 8 siembre yo y coseche ot ro, y sean arrancadas mis plantaciones. 9 Si mi corazón se dejó seducir por mujer y estuve en acecho a la puerta de mi pró- 10 muela para ot ro mi mujer [juno, y sea entregada a ajenos brazos; 11 pues mal dad grande es ésta. es un grave crimen, 12 fuego que devora hast a la destrucción, y consumiría t oda mi hacienda. 13 Si desdeñé el derecho de mi siervo (mí, y el de mi sierva cuando se quejaron de 14 ¿qué haría cuando se alzara Dios para [juzgar?; cuando me pidiere cuentas, ¿qué respon- dería? 15 El que me hizo a mí en el mat erno seno, [¿no le hizo también a él? ¿No fue el mi smo el que al uno y al ot ro [nos formó en el vientre? 16 Si negué al indigente su satisfacción y defraudé la esperanza de la viuda, 1 7 si comí solo mi bocado sin dar de comer de él al huérfano; [padre 18 antes desde mi infancia le atendía como y desde el seno mat erno le prot egí a; 19 si vi al miserable sin vestido y al pobre que carecía de ropas, 20y no me bendijeron sus carnes, [jas; y se calentaron con el vellón de mis ove- 2 1 si alcé mi mano cont ra el inocente, por verme superior a él en la puert a, 22 despréndase mí hombr o de la espalda y arranqúese del hombr o mi brazo. 23 Pues temía el castigo de Di os y no habrí a podi do resistir a su majestad. 595 J OB 31-33 2 4 Si puse en el dinero mi confianza y dije al or o: Tú eres mi esperanza; 25 si me gocé en mis muchos bienes y en que mi mano mucho at esoraba, 26 si mi r ando al sol cuando brilla y a la luna al cami nar resplandeciente 2 7 se engañó en secreto mi corazón [boca, y les mandé con la mano el beso de mi 28 que es también gravísimo delito, pues habrí a negado a Di os, que está en lo [alto; 2 9 si me alegré del mal de mi enemigo y me gocé en que le sobreviniera la des- [gracia, 3 0 pues no di mi lengua al pecado ni conjuré al sepulcro cont ra su vida; 31 si no decían las gentes de mi t i enda: ¿Dónde hallar quien de su mesa no se [sacie? 32 Ant es bien no se quedaba fuera el ex- y abrí a mi puert a al vi andant e; [tranjero 33 si encubri como hombr e mi pecado, ocul t ando en mi seno la mal dad, 3 4 pues habría temido de la muchedumbre, me habría aterrado el desprecio de las gen- tes y mudo me habría estado sin salir de casa. 35 ¡Oh, si hubiera quien me escuchase! ¡Ahí va mi firma! Respóndame el Todo- poderoso. Ahí está el libelo de la acusación escrito [por el adversario. 3 6 Ci ert ament e yo le llevaré sobre mis me lo ceñiré como corona, [hombros, 37 le daré a conocer el númer o de mis pa- y me acercaré a él como un príncipe, [sos 38 Si cl amó la tierra cont ra mí , si a una lloraban sus surcos, 3 9 si comí de su substancia sin pagarla, si afligí el áni mo de los que la cultivaban, io názcanme cardos en vez de trigo y cizaña en vez de cebada. * Fin de los discursos de Job Intervención de Eliú o O ' Dejaron aquellos tres hombres de « « replicar a Job, viendo que él se obstinaba en declararse inocente a los ojos de ellos; 2 pero Eliú, hijo de Be- raquel, buzita, de la tribu de Ram, se encendió en cólera cont ra Job porque se declaraba justo ante Di os. 3 Tambi én con- tra los tres amigos ardi ó su cólera por- que no tenían qué responder a Job y con- denaban a Dios. 4 Habí a esperado Eliú mientras habl aban con Job porque ellos eran más ent rados en días que él; 5 mas al ver que no había respuesta en la boca de aquellos tres hombres, se encendió su cólera. * 6 Habl ó, pues. Eliú, hijo de Beraquel, buzita, y di j o: Yo soy joven t odaví a y vosotros anci anos; por eso dudaba, temeroso, en exponer mi pensamiento. 7 Pensaba que habl arí a la ancianidad y que los muchos años most rarí an la sa- [biduria; 8 pero ésta es en el hombr e una inspira- [ción, es el soplo del Todopoder oso el que la 9 No son los ancianos los sabios, [enseña, no siempre los viejos tienen el entendi- [miento. 10 Por eso me at revo a decir: Oí dme y daré yo también mi parecer. " Ya veis, he estado esperando vuestros [discursos y escuchando vuestras razones; 12 mientras tuvisteis algo que decir estuve at ent o. [Job, Per o ya no hay quien pueda convencer a no hay entre vosot ros quien responda a [sus razones. 13 No digáis: Nosot r os hemos hallado la [sabiduría, es Dios, no es hombr e alguno, quien nos 14 A mi nada me ha dicho [adoctrina, y yo no voy a responderle con vuestros ar- gumentos. 15 Están desconcertados, no responden ya, les falta la palabra. 16 Comenzaré yo, pues, ya que no habl an y se están ahí sin responder. [ellos 17 Diré yo también lo mí o, también yo expondré mi parecer. 18 Me siento lleno de cosas que decir y me insta el espíritu que hay dent ro de mí. 19 Mirad, mi interior está como vino en- cerrado, como odre nuevo pronto a estallar. 2 0 Habl aré, pues, para desahogarme y abriré mis labios para responder. 2 1 No haré acepción de personas, llamaré a cada uno por su nombre, 22 no me andaré con circunloquios y me soport ará por un poco mi Hacedor. Reproches a Job n o • Oye, pues, ¡oh Job!, mis palabras «5 «5 y presta atención a mis discursos. 2 Mi ra, soy yo, abro la boca, [dar. es mi lengua la que se mueve en mi pala- 3 Mi corazón me dicta pal abras sabias y mis labios habl arán con franqueza. 31 40 Los w.38-40 están, sin duda, trastrocados. Deberían leerse a continuación del v.32. *> O 5 Este pequeño prólogo nos presenta a Eliú y los motivos de su injerencia en el debate. " ~ El argumento nuevo que aporta es el valor educativo del dolor, que justifica la conducta de Dios y es motivo para que Job guarde silencio. JOB 33-34 596 4 El espíritu de Dios me creó; el soplo del Todopoderoso me da vida. 5 Respóndeme, si puedes. Disponte a la defensa y pónteme delante. 6 También yo soy lo que tú ante Dios; también yo fui formado del barro. 7 Mira, nada tienes que temer de mí; no te abrumará mi majestad. 8 Dijiste, pues, ante mí, yo escuché bien el sonido de tus palabras : ' «Puro soy, sin pecado; limpio estoy, no hay culpa en mí, 10 y, con todo, El halla pretextos contra y me toma por enemigo suyo. [mí 11 Pone mis pies en el cepo y espía todos mis pasos». 12 Mira, en esto no tienes razón. Yo te respondo que Dios es más grande [que el hombre. 13 ¿A qué quejarte contra El de que no dé razón de todo lo que hace? 14 Habla Dios de un modo, habla de otro, pero el hombre no le entiende. 15 En sueños o en visión nocturna, cuando desciende el sueño sobre los hom- cuando duerme en el lecho, [bres, 16 entonces abre sus oídos y le aterra con sus apariciones 17 para retraerle del mal y precaverle contra la soberbia; * 8 para salvar su alma del sepulcro y librar su vida del seol. 19 Le corrige con dolores en su lecho, con dolor continuo de sus huesos; 20 su vida tiene asco del pan, y su alma, del manjar más exquisito, [cer, 21 y se consume su carne hasta desapare- y aparecen los huesos, que antes no se [veían; 22 está su vida próxima al sepulcro; su alma, a la compañía de los muertos; 23 pero si para él hay un ángel, un intercesor entre mil, que haga ver al hombre su deber, 24 tenga piedad de él y diga: «Líbrale del sepulcro; yo hallé el rescate de su vida»; [ventud, 25 reverdecerá su carne más que en su ju- volverá a los días de la adolescencia. 26 Suplicará a Dios y éste le acogerá, le dará benigno su esplendente rostro y volverá el nombre a su justicia. 27 El entonces, dirigiéndose a los hom- [bres, les dirá: «Había pecado, había violado la justicia, y Dios no me retribuyó según mis obras. 28 He salvado mi vida del sepulcro y vuelvo a ver la luz». 29 Mira, todo esto lo hace Dios dos y aun tres veces con el hombre, 30 para retraer su alma de la tumba, para alumbrarle con la luz de la vida. 3 > Atiende Job; escúchame. Calla mientras hablo yo; 32 O si tienes que replicar, respóndeme; habla, que yo deseo darte la razón. 33 Si no, haz por escucharme; calla, y te enseñaré sabiduría. Segundo discurso de Eliú O J I Í Prosiguió Elíu hablando así: 2 Oíd, hombres sabios, mis pala- [bras. Prestadme, hombres doctos, vuestro oído, 3 pues el oído discierne las palabras, como prueba los manjares el paladar. 4 Examinemos la causa, veamos entre nosotros dónde está lo justo. 5 Puesto que Job dice: «Yo soy inocente, pero Dios me niega mi derecho, 6 y contra mi derecho padezco, y es mi llaga atroz sin culpa mía». 7 ¿Quién jamás como Job, que se bebe los insultos como agua 8 y se va en la compañía de los obradores [de la maldad, por los caminos de los hombres perversos? 9 Puesto que ha dicho: «No aprovecha al estar a bien con Dios». [hombre 10 Oídme, sesudos varones: ¡Lejos de Dios la maldad! ¡Lejos del Todopoderoso la injusticia! 11 El retribuye al hombre según sus obras, según su conducta le trata. 1 2 No, cierto, no es injusto Dios; no tuerce el Todopoderoso la justicia. 13 ¿A quién confió la tierra para que la go- [bernara? ¿A quién ha dado cargo del universo todo? 14 Si él volviera a sí su soplo y retrajera a sí su aliento, 15 en un instante moriría toda carne y el hombre se tornaría polvo. 16 Si entiendes, oye esto y escucha el sonido de mis palabras. 17 ¿Podrá gobernar un enemigo del dere- cho? ¿Y quieres tú condenar al justo supremo, 18 al que puede decir a un rey «malvado», y «criminal» a un soberano? 19 ¿Al que no mira a la cara de los pode- y no prefiere el rico al pobre, [rosos porque todos son hechura suya? 20 Mueren de improviso en el corazón de [la noche, son sacudidos los poderosos y desapa re- leen. El valiente se va sin poder hacer uso de [su fuerza, 21 pues El tiene su mirada sobre el obrar y cuenta todos sus pasos. [de cada uno 22 No hay obscuridad, no hay densa tinie- [bla donde puedan esconderse los malhecho- 23 Fija plazo al hombre [res. para presentarse al tribunal de Dios. 24 Quebranta al fuerte sin andar en averi- y pone otro en su lugar. [guaciones 25 Conocedor de sus acciones todas, 597 JOB 34-36 los derriba en una noche y quedan aplas- tados. 26 En castigo de su maldad los flagela allí donde sean vistos, 27 porque se alejaron de El y no quisieron saber de sus caminos, 28 y llegó a El el cl amor del opri mi do en cuant o se hizo oír el l ament o de los [desvalidos. 29 Si El calla, ¿quién podrá condenar? Si El esconde su rostro, ¿quién ya le verá? El cela sobre las naciones y sobre los in- [dividuos 30 para que no campe el impío por sus [respetos, para que no sufra el pueblo vejaciones. 31 Si alguno dice a Dios: «Me he engreído, pero no volveré a hacer 32 si he pecado, adoctríname; [el mal; si he hecho el mal, no lo haré más». 33 ¿Castigará El según tu consejo? ¿Te dirá: Juzga tú en lugar mío? Di tú lo que sepas. 34 Háblenme los sensatos, atiéndanme los prudentes. 35 No habló Job cuerdamente; fueron imprudentes sus discursos. 36 ¿No será Job probado a fondo por sus respuestas, propias de un impío, 37 pues a su pecado añade la rebelión, bate palmas contra nosotros y multiplica sus quejas contra Dios? Ter cer discurso de Eliú 1 Tomó Eliú la palabra y dijo: 2 ¿Te parece haber pensado justamen- al decir: «Tengo razón contra Dios», [te 3 y diciendo: «¿De qué me sirve, qué ventaja he tenido por no haber pe- 4 Voy a responderte, [cado?» y a responder contigo a tus amigos. 5 Contempla el cielo y mira; considera las nubes; son más altas que tú. 6 Si pecas tú, ¿qué mal haces? Si multiplicas tus pecados, ¿qué perjuicio 7 Y con ser justo, ¿qué le das? [le causas? ¿Qué recibe El de tu mano? [obrar; 8 A un hombre como tú perjudica tu mal a un hijo de hombre aprovecha tu justicia. 9 Gritan por la gravedad de la opresión, piden socorro contra la tiranía de los po- derosos ; i°pero nadie dice: «¿Dónde está el Dios [que nos creó, que da en la noche cantares de júbilo, 11 que nos da inteligencia mayor que a las [bestias de la tierra y nos hace sabios más que a las aves del [cielo?» 1 2 Y, claro, por mucho que griten. El no [responde viendo la soberbia de los malvados. 1 3 Un vano gritar, cierto, no lo escucha el Todopoderoso no lo atiende, [Dios; 14 menos todavía cuando tú dices que no [lo ve. Ante El está la causa; espera en El. 15 Al decir, pues, que no es su ira la que [castiga, que no atiende gran cosa a la iniquidad, 16 abrió Job vanamente su boca y multiplicó insensatamente las palabras. Cuar t o discurso de Eliú OC 1 Continuó Eliú diciendo: 2 Espera un poco y te enseñaré, todavía hay más razones en favor de Dios. 3 Sacaré de lejos mi saber y vindicaré la justicia de mi Hacedor. 4 Cierto, no son falaces mis razones, te habla un perfecto conocedor. 5 Mira: Dios es poderoso, y el puro de corazón no lo desprecia. 6 No deja florecer al impío y hace justicia al desvalido. 7 No aparta sus ojos de los justos, y al fin los sienta en tronos con los reyes, y son exaltados. [la miseria, 8 Encadenados, oprimidos en los lazos de El les hará reconocer sus obras, 9 sus pecados, porque se ensoberbecieron. Abre sus oídos a la corrección 10 y los exhorta a que se aparten del mal. Si le oyen, si se le someten, 11 terminarán felizmente sus días y sus años transcurrirán en la dicha. 12 Pero si le desoyen, acabarán malamente y morirán cuando menos lo esperaban. 13 Los de corazón protervo se airan y no claman a Dios cuando los encadena; 14 por eso se extingue su alma en la ju- [ventud y acaba su vida entre los infames. 15 Salva al pobre por su pobreza y con la tribulación abre sus oídos. 16 También a ti te sacará de las fauces [de la angustia a lugar holgado, sin estrecheces, a mesa llena de selectos manjares. 1 7 Pero si sigues los senderos del impío, la culpa y la pena se corresponderán. 18 No te lleve, pues, la ira al arrebato y no te deprima la cuantía del rescate. 19 ¿Puede acaso sacarte de la angustia tu [clamor y a todos tus vigorosos esfuerzos? 20 No anheles, pues, tanto la noche de la [muerte, que va arrebatando a unos tras otros. 2i Guárdate de dejarte llevar a la iniqu- idad, pues por eso fuiste probado con la aflic- [ción. 22 Mira: Dios es sublime en su poder, ¿quién como El es maestro? [ducta? 23 ¿Quién jamás le dio normas de con- ¿Quién jamás pudo decirle: Has hecho [mal? J OB 36-38 598 2 4 Acuérdat e de que debes ensalzar sus de t ant os hombres celebradas. [obras, 23 Todos los hombres las cont empl an y t odos las miran de lejos, [conocemos; 2 6 Mi r a: Es Di os tan grande que no le el númer o de sus años no es investigable. 2 7 El hace subir las gotas de agua y descender en lluvia sus vapores. 28 Destilan las nubes y llueve sobre el hombr e en abundanci a. 29 ¿Quién será capaz de conocer la exten- s i ón de las nubes, los fragores de su pabellón? 30 El las extiende en derredor suyo i oculta las cumbres de los montes, 1 pues con esto alimenta a los pueblos / con eso da pan a los mortales. 2 Toma el rayo en sus manos f le manda herir al bl anco; 3 el t rueno le anunci a [menta, y el ganado siente la amenaza de la tor- O 'J ' Est o hace saltar mi corazón •* • y le llena de espant o. 2 Oid e. estallido de su voz, el est ampi do que sale de su boca; 3 se extiende por t odos los ámbi t os del [cielo y llega su fulgor hast a los confines de la [tierra. 4 Y después de él resuena el t rueno. Brama con voz majestuosa y nada puede retener el rayo cuando se oye su voz. [voz. 5 Truena Di os port ent osament e con su Hace cosas grandes que no comprende- finos. 6 El dice a la ni eve: «Baja a la tierra», y a las lluvias copi osas: «Abundad». 7 Sobre t odo hombr e pone un sello, para que t odos reconozcan que es obra 8 Las fieras se meten en su cubil [de El. y se quedan en sus guari das; 9 del aust ro viene el huracán, viene del septentrión el frío. 10 Al soplo de Di os se forma el hielo y se solidifica la extensión de las aguas. 11 El carga de rayos las nubes difunde la nube su luz, 2 que va t odo en t or no, donde la lleva la vol unt ad del gobernant e para hacer lo que le manda El en la superficie del orbe, 13 ya para castigar como azote, ya para favorecer al hombre. 14 At i ende a esto, Job, [Dios. y detente a considerar las maravillas de 15 ¿Sabes tú los designios de Di os sobre [ellas? ¿Sabes por qué hace brillar el rel ámpago [en sus nubes? L 16 ¿Conoces el equilibrio de las nubes en [el aire, los prodigios del que t odo lo sabe? 17 ¿Sabes por qué se calientan tus vestidos cuando el viento solano abochorna la tie- [rra? 18 ¿Extenderás t ú con El el firmamento, terso como fundido espejo? 19 Enséñanos lo que hemos de decirle, pues nosot ros no sabemos, envueltos en [tinieblas. 2 0 ¿Quién irá a darle cuenta si habl are yo? ¿Podrá decirle nadi e: «Me veo avasa- 21 Ahor a no puede verse la luz, [liado»? está obscurecida por las nubes; de pr ont o pasa el viento y barre las nubes; 22 viene del aquilón áureo resplandor y se viste Di os de terrible majestad. 23 Al Omni pot ent e no le al canzamos; grande es su poder, grande es su juicio, es mucha su justicia, no opri me a nadi e. 2 4 Por eso han de temerle los hombr es y no mi ra El al que se cree sabio. I n t e r v e n c i ó n d e Di o s O O ' Ent onces dirigió Di os a Job su «*' * pal abra de en medi o de un t or- bellino, di ci endo: * 2 ¿Quién es este que empaña mi provi- con i mprudent es discursos? [dencia 3 Cíñete como varón tus l omos. Voy a pregunt art e, respóndeme t ú. 4 ¿Dónde estabas al fundar yo la tierra? Dí mel o, si t ant o sabes. [mensiones? 5 ¿Quién determinó, si lo sabes, sus di- ¿Quién t endi ó sobre ella la regla? 6 ¿Sobre qué descansan sus cimientos o quién asentó su piedra angul ar [tutinos 7 ent re las aclamaciones de los ast ros ma- y los aplausos de t odos los hijos de Di os? 8 ¿Quién cerró con puert as el mar cuando i mpet uoso salía del seno, 9 dándol e yo las nubes por mantillas y los densos nubl ados por pañal es, 1° dándol e yo la ley y poniéndole puert as y cerrojos, 11 diciéndole: De aquí no pasarás, ahí se romperá la soberbia de tus olas? 12 ¿Acaso has mandado tú en t u vida a [la mañana y has enseñado su lugar a la aurora 13 para que ocupe los extremos de la y eche fuera a los mal hechores, [tierra 14 model ándose entonces la tierra como [el bar r o bajo el sello y apareciendo vestida, 15 pri vando a los mal vados de su luz y rompi endo el brazo de los soberbios? 16 ¿Has bajado tú hasta las fuentes del [mar, 3 Q 1 Dios aparece al fin, y, dirigiéndose a Job, trata de aplanarle presentándole la grandeza de ^^ su sabiduría, revelada en la creación. Es magnifica la descripción del caballo, del hipopótamo y del cocodrilo. 599 J OB 38-39 t e has paseado por las profundidades del [abismo? 17 ¿Se te han abierto las puert as de la [muerte? ¿Has visto las puertas de la región tene- [brosa? 18 ¿Abarcas la inmensidad de la tierra? Di l o si la conoces. [de la l uz?; 19 ¿Cuál es el cami no para las mor adas y las tinieblas, ¿dónde habi t an? 2 0 ¿Sabrás tú conducirlas a sus domi ni os y t ornarl as a los senderos de su mor ada? 21 ¡Seguro lo sabrás, pues ya habí as na- [cido y era ya entonces grande el númer o de [tus días! 22 ¿Has ido a los escondrijos de la nieve? ¿Has ent rado en los almacenes del granizo, 2 3 que guardo yo para los t i empos de la [desdicha, para el día de la guerra y de la batalla? 2 4 ¿Cuál es el cami no por donde se difunde [la niebla? ¿Por dónde se echa sobre la tierra el [viento solano? 25 ¿Quién abre el cami no de la i nundaci ón y sus sendas al rayo t onant e [sierta, 2 6 para hacer llover sobre la tierra de- sobre desiertos i nhabi t ados por el hombr e, 27 para empapar las áridas llanuras y hacer br ot ar la verde hierba? 2 8 ¿Tiene padr e la lluvia? ¿Quién engendra a las gotas del rocío? 29 ¿De qué seno sale el hielo?, y la escarcha del cielo, ¿quién la engendra? 30 Se endurecen las aguas como piedra y se congela la superficie del abi smo. 31 ¿At arás tú los lazos de las Pléyades o puedes soltar las at aduras del Ori on? 32 ¿Eres tú qui en a su tiempo hace salir [la corona boreal y quien guía a la Osa con sus hijos? 33 ¿Conoces t ú las leyes de los cielos y has det ermi nado su influjo sobre la 34 ¿Alzas tu voz hasta las nubes, [tierra? para que te cubran de copiosas aguas? 35 ¿Mandas tú a los relámpagos y van ellos, di ci éndot e: Henos aquí? 36 ¿Quién puso sabiduría en el ibis y al gallo quién le dio inteligencia? 37 ¿Quién dispone las nubes con cuenta y [número y quién derrama los odres de los cielos 38 cuando se hace una masa el polvo y se pegan unos a ot ros los terrones? 39 ¿Eres tú quien proporci ona su presa al y sacia el al ma de los leoncillos [león 4 0 cuando están agazapados en sus cubiles o se ponen en acecho en la espesura? 41 ¿Quién prepara su alimento al cuervo cuando sus polluelos gritan a Di os y graznan por falta de comi da? O Q ' ¿Sabes tú el tiempo en que pir«ín • 5 * ' Has gamuzas? ¿Asististe al part o de la cierva? 2 ¿Contaste los meses de su preñez o conoces el tiempo de su part o? 3 Se encorvan, echan su cría, poni endo fin a sus dolores. 4 Se hacen grandes sus crías, crecen en el salen y no vuelven más a ellas, [campo, 5 ¿Quién da libertad al asno salvaje? ¿Quién r ompe las at aduras al onagro, 6 al que por casa di el desierto, por guarida las estériles estepas? 7 Se ríe del estrépito de las ciudades y no oye las voces del arri ero; 8 vaga por los montes al pasto, se va tras de t oda hierba verde. 9 ¿Consentirá el búfalo en servirte y en pasar la noche a tu pesebre? 10 ¿Podrás atarle el yugo con tus coyundas y hacerle arar los surcos delante de ti? 11 ¿Contarás con él por su gran fuerza y le encomendarás tus labores? 12 ¿Le fiarás la recogida de tu grano y el amont onami ent o de tus mieses en la [era? 13 Agítase graciosa el ala del avestruz, que posee hermoso plumaje. 14 Abandona sus huevos a la tierra y los deja que se calienten en la arena, 15 sin pensar que un pie puede romperlos, puede aplastarlos un animal salvaje. 16 Es cruel con sus hijos, como si no [fueran suyos, y no se cuida de que sea vana su fatiga, 17 porque le negó Di os la sabiduría y no le dio part e en la inteligencia; 18 pero en cuant o se yergue en alto, se ne del caballo y del jinete. 19 ¿Das tú al caballo la fuerza, revistes su cuello de ondul ant es crines? 20 ¿Le enseñas tú a saltar como la langosta? Su relincho es fiero y terrible. 21 Hiere la tierra con su casco, lánzase sale al encuent ro de las armas, [audaz, 22 -ríese del miedo, no se empavorece, no retrocede ant e la espada, 23 cruje sobre él la aljaba, la llama de la lanza y la saeí a; 2 4 con estrépito y resoplido sorbe la tierra, no se contiene al soni do del clarín. 25 Cuando suena la t rompet a, dice: ¡Sus! Y huele de lejos la batalla, [batalla el clamor de los jefes y el t umul t o de. la 2 6 ¿Se alza a lo alto el azor por tu sabi- dur í a, t endi endo sus alas hacia el mediodía? 27 ¿Se remont a por orden tuya el águila y hace su nido en las alturas? 28 Habi t a en las rocas y allí pasa la noche, en la cresta de las rocas, en lo más 29 Acecha desde allí la presa, [abrupt o que de muy lejos descubren sus ojos- 30 Soi betean la sangre sus polluelos, y donde hubiere muert os, allí está ella. JOB 39-41 600 31 0 ) Y cont i nuando Yavé en responder a Job, di j o: 32 ( 2 ) ¿Querrá el censor contender todavía [con el Omnipotente? El que pretende enmendar la plana a [Dios, responda. Respuest a de Job 33 ( 3 ) Y Job respondi ó a Yavé, di ci endo: 34 ( 4 ) He habl ado de ligero. ¿Qué voy a Pondré mano a mi boca. [responder? 35 (5) u n a v e z hablé, no hablaré más. Dos veces, no añadiré palabra. Prosi gue Yavé A A ' ( 6 ) Siguió Yavé replicando a Job " " desde el torbellino, y dijo: 2 (7) Ci ñe tu cintura, cual var ón; yo te pregunt aré, enséñame tú. 3 ( 8 ) ¿Aún pretenderás menoscabar mi jus- ticia? ¿Me condenarás a mi para justificarte tú? 4 ( 9 ) ¿Tienes los brazos tú como los de Di os y puedes t ronar con voz semejante a la [suya? 5 (l°) Revístete, pues, de gloria y majestad, cúbrete de magnificencia y esplendor, 6 (H) distribuye a torrentes t u ira y humi ' l a al soberbio sólo ~on mirarle. 7 (i 2 ) Mi ra al orgulloso y abátele, y aplasta a los mal vados. 8 (13) Ocúltalos a t odos en el pol vo y cubre su faz da eternas tinieblas. 9 (i 4 ) Yo entonees t ambi én te alabaré, y diré que t u diestra es capaz de vencer. 10 (15) Mi ra al hi popót amo, creado por mí, [como lo fuiste tú, que se apacienta de hierba, como el buey. 11 (16) Mí ral e; su fuerza está en sus l omos, y su vigor en los músculos de su vientre. 12 (17) Endereza su cola como un cedro, los nervios de sus costillas se entrelazan. 13 (18) Sus huesos son como t ubos de [bronce, sus costillas son como palancas de hierro. 14 (19) Es obra maest ra de Di os, hecho para rey de sus compañeros. 15 (20) Los mont es le ofrecen sus tributos, mi ent ras ret ozan allí t odas las bestias del [campo. 16 (21) Echase debaje de los lotos, en medi o de los juncos del pant ano; 17 (22) los lotos de la orilla le dan sombra, le rodean las mi mbreras del torrente. 18 (23) Crezca el río, él no se espanta, está seguro, aunque le llegue un Jor dán al i ' ( 24 ) ¿Le cogerán a sus ojos? [hocico. ¿Taladrará nadie con el anillo su nariz? 20 ( 25 ) ¿Puedes tú coger con anzuelo al [cocodrilo y atarle una cuerda a la lengua? 21 (26) ¿Le meterás un lunco por la n a r ú o atravesarás con el anillo sus mandí bul as? 22 (27) ¿Te dirigirá ruegos suplicantes o t e lisonjeará con palabras? 23 ( 28 ) ¿Hará pact o contigo, lo t omarás a tu servicio? 24 i 29 ) ¿Jugarás con él como con un pájaro, le at arás para juguete de tus niños? 25 (30) ¿I x cogerán los pescadores en sus se !o l epart i rán los mercaderes? [redes, 26 ( 31 ) ¿Cubrirás tú de flechas su piel y le hundi rás el ar pón en la cabeza? 27 (32) Ponle encima la ma no; te quedará recuerdo de la riña y no [volverás. 28 (i) Si al guno se atreviere, le engañó su [ilusión; a su sola vista quedará at errado. Al 1 ( 2 ) Nadi e se atreve a provocarl e * *• ni puede estar a pie firme delante [de él. 2 ( 3 ) ¿Quién j amás le hizo frente y quedó No lo hay debajo del cielo. [salvo? 3 ( 4 ) No callaré la forma de sus mi embr os; no tiene igual en la fuerza. 4 ( 5 ) ¿Quién j amás le despojó de su mant o, quién exploró la dobl e fila de sus dientes, 5 (*) le abri ó las puert as de la boca? El círculo de sus dientes infunde t error; 6 (7) su dorso está ar mado de láminas de [escudos, compact as y cerradas como un gui j arro; 7 (8) únese la una a la ot ra sin dejar res- y un soplo no entra por ellas. [quicio, 8 (») Est án pegadas una con ot ra, bien t rabadas, no pueden separarse. 9 (i°) Sus est ornudos son llamaradas, sus ojos son como los párpados de la io ( ni de su boca salen llamas, [aurora; se escapan centellas de fuego; 11 ( 12 ) sale de sus narices humo, como de olla al fuego, hirviente. 12 (13) Su aliento enciende los carbones, saltan llamas de su boca; 13 (I 4 ) en su cuello está su fuerza, y ant e él tiemblan de horror. 14 ( l s ) Las papadas de su carne son dur as, apret adas, no se mueven. [nal, 15 (16) s u corazón es dur o como el peder- duro como la piedra inferior de la muela. 16 (17) De su majestad temen las olas, las ondas del mar se t et i ran. 17 (18) La espada que le at aca se rompe, no resisten la lanza, ni el dar do, ni el [venablo; . 18 (19) par a él el hierro es como paja, y el bronce cual madera carcomida. 19 (20) El hijo del arco no le hace hui r, las piedras de la honda son para él est opas, 20 (21) i a maza le es como paja, y se burl a del vibrar del venablo. 21 ( 22 ) Debaj o lleva agudos tejos, que arrast ra como un trillo sobre el cieno. 22 (23) Hace hervir el abismo como olla, y espumar como vasija de ungüent os. 23 (24) Dej a en pos de sí bl anco su c a mi no. 601 SALMOS cual si fuese una cana cabellera. 24 (25) No hay en la tierra semejante a él, hecho para no tener miedo. 25 (2&) Todo lo ve desde arri ba, es el rey de t odas las fieras. Respuesta de Job Áf ! Respondió Job, diciendo: 2 Sé que lo puedes todo y que no hay nada que te cohiba. 3 Cierto que proferí lo que no sabía, cosas difíciles para mí, que no conocía. ( 4 ) 5 Sólo de oídas t e conocí a; mas ahora te han visto mis ojos. 6 Por todo me retracto y hago penitencia entre el polvo y la ceniza. Epílogo 7 Después de haber habl ado Yavé a Job estas pal abras, dijo Yavé a Elifaz, t emani t a: Se ha encendido mi ira cont ra ti y cont ra tus dos compañeros, porque no hablasteis de mí rectamente, como mi siervo Job. 8 Así, pues, t omad siete becerros y siete carneros e id a mi siervo Job y ofreced por vosot ros sacrificio; y Job, mi siervo, rogará por vosotros, y en atención a él j n 9 El desenlace sorprende un poco. Cuando creíamos que los amigos de Job recibirían un * ^ elogio de Dios, sucede al revés; es Job el elogiado y ellos son declarados en falta, necesitando de la intercesión del acusado para alcanzar perdón de Dios. Al fin viene a cumplirse la sentencia de que Dios colma de bendiciones a los que le temen. Job tenía razón al decir que sus sufrimientos no eran proporcionados a sus pecados; los amigos, demasiado absolutos en interpretar el principio de que Dios, justo, da a cada uno según sus obras, se convirtieron en duros acusadores de Job. Este sufría para glorificación de Dios en sus siervos, para prueba de su virtud y para dar con ella en rostro a Satán. no os haré mal, pues no hablasteis de mí rectamente, como mi siervo Job. 9 Vi- nieron, pues, Elifaz, t emani t a; Bildad, suhita, y Sofar, namat i t a, e hicieron lo que les mandar a Yavé, y Yavé atendió a los ruegos de Job. * i° Yavé restableció a Job en su estado, después de haber él rogado por sus ami- gos, y acrecentó Yavé hast a el dupl o t odo cuant o antes poseyera. ll Vinieron a él t odos sus hermanos y hermanas y todos sus anteriores conocidos, y comieron con él en su casa, se condol i eron y le consola- r on por t odo el mal que sobre él hiciera venir Yavé, y le regalaron cada uno una moneda y un anillo de oro. 12 Yavé ben- dijo las postrimerías de Job más que sus principios, y llegó a poseer Job catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas. 13 Tuvo catorce hijos y tres hijas; i 4 a la primera le puso por nombr e Jemina (Paloma), a la se- gunda Quesia (Casia) y a la tercera Que- ren-Happuc (Cuerno de Afeites). 1 5 No habí a en t oda aquella tierra mujeres más hermosas que ias hijas de Job, y su padre les dio herencia entre sus hermanos. 16 Vi- vió Job después de esto ciento cuarenta años, y vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos hasta la cuart a generación, 17 y muri ó Job anciano y col mado de días. M O 1. E¡ t í t ul o que este libro lleva en el t ext o masore'ttco significa en general cantos, himnos, salmos, loas, etc. El libro está dividido en cinco. El primero contiene los salmos 1-41. El segundo, los salmos 42- 72. El tercero, los salmos 73-89. El cuarto, los salmos 90-106, y el quinto, los salmos 107-150. Probablemente estos cinco libros son otras tantas colecciones de salmos, hechas en distintas épocas y por distintos autores, como lo prueba el terminar cada una de ellas con una doxologia final, y principalmente la nota que se halla al fin del segundo libro (Sal 72): «Aquí terminan los salmos de David, hijo de Jesé»; pues a pesar de ella son no pocos los salmos que a David atribuyen las inscripciones. Se confirma este modo de ver por hallarse algunos repetidos en los varios libros, con más o menos ligeras variaciones. Así, por ejemplo, 14 — 53, y el estar algunos de ellos compuestos de parte de otros, como, por ejemplo, el salmo 69, que es parte del 39, w. 14-18; el 107, compuesto de fragmentos del 56, vv.8-12, y del 59, vv.7-14. Sólo pueden ex- plicarse estos hechos suponiendo que al tiempo en que fué hecha la colección gene- ral gozaban ya de tal prestigio las varias colecciones particulares, que el autor de aquélla las aceptó cuales eran, sin atreverse a suprimir nada en ellas. Se confirma esto mismo por el uso sistemático que en los distintos libros se hace de los nombres divinos de Yavé y Elohim. En el libro primero aparece generalmente el SALMOS 602 nombre de Yavé; en el segundo, generalmente el nombre de Elohim; en el tercero, casi tanto el de Yavé como el de Elohim; en el cuarto, exclusivamente, y en el quinto, casi exclusivamente, el de Yavé. 2. El libro de los Salmos o Salterio suele llamarse Salterio de David, y asi lo llamó el Concilio Tridentino; pero esto no quiere decir que sea David el único autor de todo él, sino que es el principal autor, pues son muchos los salmos que él compuso, y se le considera como el más eximio de los salmistas de Israel: «Egregius psaltes Israeh (2 Sam 23,1). Las inscripciones atribuyen a Moisés uno, el 90; a David, sesenta y cuatro; a Salomón, uno, el 72, según la interpretación que de la inscripción hacen muchos intérpretes, que, sin embargo, no nos parece la más probable; a Asaf, levita, doce; a los coreitas o hijos de Coré, doce; a Etán, uno, el 89. Los restantes, cincuenta y nueve, son anónimos—«huérfanos» los llaman los judíos—; la inscripción, si la llevan, no indica el autor. El autor de la colección general, según todas las probabili- dades, parece haber sido Esdras. La época en que fueron escritos los salmos abarca un largo período, que va desde los comienzos de la monarquía, siglo XI a. C, hasta después de la cautividad babiló- nica, siglo V a. C; sin que podamos con certeza señalar fechas más recientes para algunos, como creen ciertos intérpretes, y mucho menos todavía decir que muchos de éstos sean del tiempo de los Macabeos. 3. Las inscripciones que preceden a tantos salmos, aunque no pueda afirmarse que sean de los autores, son, sin embargo, antiquísimas, muy anteriores al tiempo en que fue hecha la versión de los LXX, como lo prueba el hecho de que muchas de ellas ya eran ininteligibles para los autores de esta versión. Son estas indicaciones del autor, del género de la composición, de la melodía a cuyo tenor había de cantarse el salmo, de los instrumentos músicos con que el canto había de acompañarse, de la tesitura de las voces y el cantor que había de dirigirlo o personalmente cantarlo. Por desgracia se perdió entre los judíos la tradición de casi todo cuanto concernía al canto litúrgico, y hoy muchas de estas indicaciones son, para nosotros, o enteramente indescifrables o sólo muy problemáticamente conjeturables. Las que se refieren al género de la com- posición distinguen varias clases de salmos: mizmor, higgayon, mictam, sir, masquil. Qué signifiquen no podemos hoy colegirlo. Los que indican la melodía suelen repetir la primera o primeras palabras de un canto ya conocido; así, por ejemplo: Mut- Iabben, Ajelet-Saar, etc. Indicadoras de los instrumentos hallamos neguinot, ins- trumentos de cuerda; nejilot, instrumentos de aire, etc. Referentes a la tesitura ha- llamos seminit, a la octava; alemot, a voces blancas, voces de doncella, etc. Final- mente se repite muchas veces «del director del canto, de fedutún», etc., que parecen indicar quién había de cantarlo o quién había de dirigirlo. Todas estas indicaciones, si nos fueran ciertamente conocidas, tendrían para nosotros un valor artístico muy estimable, pero no el valor histórico que tienen las que se refieren al autor del salmo o a las circunstancias históricas en que fue compuesto. Además del autor, indican varias inscripciones las circunstancias históricas en que el salmo fue compuesto. Así, por ejemplo, el 7 lleva la inscripción: «Sigayon de David, que cantó a Yavé con ocasión de lo de Cus, benjaminita». El 18: «Al maestro del coro, salmo de David, siervo de Yavé, que dijo las palabras de este canto cuando le libró Yavé de todos sus enemigos y de la mano de Saúl», etc. 4. La autoridad de estas inscripciones históricas es, como hemos dicho, muy grande, por su gran antigüedad; no es, sin embargo, del todo decisiva. Como norma en cuanto a esto, debemos seguir las respuestas dadas por la Comisión Pontificia Bíblica en 1 de mayo de 1910. Para apreciar en su justa medida lo que vale para la interpretación de un salmo el conocimiento de su autor, hemos de tener ante los ojos cuan frecuente es en la poesía, sobre todo en la lírica, que el poeta se revista, o revista a la persona a quien canta, de una vaga personalidad, que trasciende la realidad de la misma y acumule sobre ella no sólo notas reales de otras, sino también notas ideales a que su mente se eleva. Así, por ejemplo, nuestro Gabriel y Galán, al cantar al «Ama», ve en ella no sólo las cualidades de la esposa muerta, de quien generalmente se cree, quizá sin razón, que 603 SALMOS es la persona cantada en el poema, sino las de otras amas a quienes conoció, y quizá las de una ama ideal que sólo en su mente tuvo vida. Esto mismo sucede en la lírica sagrada; y por eso sería desacertado querer interpretar muchos salmos que llevan una inscripción histórica encerrándose dentro de las circunstancias históricas a que se refiere la inscripción. El poeta, aunque compusiera sus salmos en las circunstancias históricas que la inscripción menciona, rompe generalmente ese marco y, elevándose muy por encima de él, expresa pensamientos y sentimientos que no caben dentro del mismo. A esto parece aludir San fuan de la Cruz cuando, en el prólogo de su «Cántico Espiritual», nos dice que estas canciones fueron compuestas «en amor de abundante inteligencia mística», y que «los dichos de amor es mejor declararlos en su anchura, para que cada uno se aproveche según su modo y el caudal de su espíritu, que no abreviarlos a un sentido a que no se acomode todo paladar». Si además tenemos en cuenta, como hemos indicado, la ilustración divina de la mente del salmista y el ambiente mesiánico de que estaba rodeado, se verá la justeza de estas observaciones acerca del mesianismo de muchos salmos. 5. El orden de los salmos no es ni lógico ni cronológico. Tampoco la numeración es la misma en los códices hebreos y en las diversas versiones. La Vulgata sigue en esto a los LXX. El 9 de la Vulgata son el 9 y el 10 en hebreo, y por eso a partir del tola numeración de la Vulgata y el Hebreo se separan, siendo siempre en una uni- dad inferior la numeración de la Vulgata a la del Hebreo: Vulg 10-112, Hebr n- 113. El 113 de la Vulgata es en Hebreo el 114 y 115, mientras que el 114 y el 115 de la Vulgata son el 116 en el Hebreo, continuando, por tanto, la numeración de aquélla en la unidad inferior a la de éste desde el 114-115 Vulgata, i r 6 Hebreo, hasta el 145 Vulgata, 146 Hebreo. El 146 y 147 de la Vulgata son el 147 del Hebreo; por tanto, se iguala ya la numeración en la una y el otro hasta el fin del Salterio. Cada uno de los libros lleva al fin una doxología, que viene a equivaler a una ins- cripción, y el conjunto del Salterio termina con el salmo 150, que más que salmo es propiamente la doxología final de todo el Salterio. 6. El argumento de los salmos es variadísimo. Es todo cuanto puede afectar al alma sensible de los salmistas: el espectáculo de la naturaleza, la historia de Israel, algún suceso culminante de esa historia, la lucha continua entre el bien y el mal, entre los seguidores de Dios y los que viven de espaldas a El, la confianza del justo en la providencia divina, la confesión humilde de los pecados, la gloria de Dios, su poder, su sabiduría, etc. Todo esto contemplado a la luz de la revelación divina y de los destinos divinos de Israel. Como el mesianismo se hallaba tan hondamente impreso en el alma de los salmistas, en todas partes lo revelan, y en forma varia- dísima, igual que vemos acontece en los profetas. 7. La lucha entre el bien y el mal, entre los fieles de Dios y los impíos, da lugar a ciertas manifestaciones que necesitan alguna aclaración. Dios en la Ley promete bendiciones copiosas a los que vivan fieles a su alianza, pero amenaza con gravísimos castigos a los que de esa alianza se olvidan (Lev 26; Dt 28-30). Aquí se inspiran los profetas en sus oráculos conminatorios contra los prevaricadores de la Ley o en las bendiciones que predicen para los tiempos mesiánicos. Estas sanciones son tem- porales, como que iban dirigidas al pueblo. Ahora bien, cuando los salmistas toman por argumento de sus cantos la lucha entre el pueblo de Dios, el único que lo conoce y rinde culto, y las naciones idólatras, que le desconocen y que, confiadas en la ayuda de sus dioses, tratan de esclavizar al pueblo elegido, los salmistas piden a Dios descargue todos los azotes que en la Ley conmina sobre los pueblos enemigos de Israel y, por tanto, de Dios. Igual acontece cuando el salmista pone los ojos en sí mismo y en sus amigos los justos, amigos también de Dios, convertidos en blanco de las persecuciones de los impíos. La causa de Dios, que los justos representan en el mundo, se halla interesada, y los salmistas claman al cielo pidiendo justicia, una justicia dura como la de la Ley, para que los malvados sean abatidos y los justos levanten cabeza y se animen a seguir en el servicio de Dios. Tales plegarias se hallan expresadas con la fuerza y el realismo propios de un poeta SALMOS 1 604 oriental y no pueden menos de impresionar a las almas educadas en la doctrina evan- gélica. Pero, entendidas a la luz de las precedentes consideraciones, no son sino cla- mores vehementes por el triunfo de la justicia de Dios sobre los impíos, para los cuales, después que Cristo satisfizo a la divina justicia por todas sus impiedades, no podemos pedir sino aquella gracia y misericordia que el Salvador nos mereció a todos. 8. De entre los libros de la Sagrada Escritura es el de los Salmos uno de los más leídos y estimados. Los judíos los sabían de memoria y los cantaban con frecuencia. En la primitiva Iglesia cristiana sucedía otro tanto. San Cipriano, San Basilio, San Jerónimo, etc., nos ofrecen testimonios de la universal difusión de los Salmos entre los fieles de su tiempo, que llegaba hasta él punto de cantarse los salmos por los ocupados en las faenas agrícolas; no digamos los monjes, una de cuyas principales obligaciones era aprenderlos todos de memoria. Quizá la principal razón por que no fue recibida en la Iglesia la versión de los Salmos hecha por San Jerónimo del texto hebreo fue la gran difusión de la versión antigua entre el pueblo fiel, que se habría visto pertur- bado por una tal traducción. Si, en general, los libros poéticos hebreos son como la flor de toda la divina reve- lación del Antiguo Testamento, mucho más lo son los Salmos. Debería ser este libro el devocionario de los devocionarios, pues por el hecho mismo de ser inspirado por Dios podemos decir que es el devocionario que nos ha dado el mismo Dios. Tienen los Salmos una fuerza singular para excitar en nosotros los más elevados pensamientos, los más piadosos sentimientos. Son como fragante jardín, en que no falta ninguna de las flores de las virtudes y abundan los más exquisitos frutos de virtud, piedad y devoción. o. Entre las versiones de los Salmos, lo mismo que de todas las Escrituras del Antiguo Testamento, la más antigua es la Alejandrina o de los LXX. Es, por lo general, demasiado servil. De ella procede la antigua latina o ítala, que participa, por tanto, de su principal defecto. De ésta hizo San Jerónimo una primera revisión o corrección, ajusfándola al texto griego de los LXX, y es tradicionalmente conocida con el nombre de «Psaíterium Romanum». Después hizo una nueva revisión, según el texto hexaplar de Orígenes, generalmente conocida con el nombre de «Psalterium Gallicanum.it, que, fuera de una pequeña parte, es la que figura actualmente en las ediciones de la Vulgata y en los Breviarios. Finalmente, hizo el santo Doctor una versión directa del texto hebreo al latín, que, a pesar de algunos lunares, es mucho mejor que ninguna de las anteriores y sobremanera estimable. Recientemente la Santa Sede ha dado a la Iglesia una nueva versión latina hecha por los profesores del Instituto Bíblico. A ella principalmente nos atendremos en la corrección y tra- ducción que ofrecemos a nuestros lectores. S U M A R I O Libro primero (1-4.1). Libro segundo (42-72). Libro terce- r0 (73-90)- Libro cuarto (gi-106). Libro quinto (107-150). L I B R O P R I M E R O ( 1,41) 1 Las dos sendas: la del justo y la del impío 1 Bienaventurado el varón | que no anda en consejo de los impíos, | ni camina por las sendas de los pecadores ni se sienta en compañía de malvados. * -I 1 Este salmo no lleva la inscripción que indique el autor. Es el primero de los «huérfanos». * Canta la bienaventuranza del justo y el desastroso fin del impío. Compara al primero a un árbol frondoso y fructífero; al segundo, a una paja seca arrebatada por el huracán, cuyo fin será la perdición. Hay entre la descripción que de la suerte del justo se hace y la que hace Jeremías (17,7) una íntima d«p«ndencia, sin que podamos determinar quién depende de quién, si el salmista de Jeremías o Jeremías del salmista. Los Santos Padres le consideran como introductorio de todo el Salterio. 2 Antes tiene en la Ley de Yavé su com- placencia, I y a ella día y noche atiende. 3 Este será como árbol plantado a la vera del arroyo, | que a su tiempo da sus frutos, I cuyas hojas no se marchitan. I Cuanto emprenda tendrá buen suceso. 4 No asi los impíos, | sino como paja que arrebata el viento. 5 No prevalecerán los impíos en el jui- cio, I ni los pecadores en la congrega- ción de los justos. 605 SALMOS 1-4 6 Porque conoce Yavé el camino de los justos, pero la senda de los pecadores acaba mal. * 2 Rebelión de las gentes contra Yavé y contra su ungido y exaltación de éste 1 ¿Por qué se amotinan las gentes | y trazan las naciones planes vanos? 2 Se reúnen los reyes de la tierra | y a una se confabulan los príncipes I con- tra Yavé y contra su ungido: * 3 Rompamos sus coyundas, I lejos de nosotros arrojemos sus ataduras. 4 El que mora en los cielos se ríe, | Yavé se burla de ellos. 5 A su tiempo les hablará en su ira I y los consternará en su furor. 6 Yo he constituido mi rey | sobre Sión, mi monte santo. 7 Voy a promulgar el decreto del Señor. I Yavé me ha dicho: 8 «Tú eres mi hijo, hoy te he engendra- do yo. I Pídeme y haré de las gentes tu heredad, | te daré en posesión los confines de la tierra. 9 Podrás regirlos con. cetro de hierro, ( romperlos como vasija de alfarero». 10 Ahora, pues, ¡oh reyes!, obrad pru- dentemente; I dejaos persuadir, rectores todos de la tierra. 11 Servid a Yavé con temor, | rendidle homenaje con temblor. 12 No se aire y caigáis en la ruina, I pues se inflama de pronto su ira. | ¡Ven- turosos los que a éi se acogen! 3 y 4 Oración de un justo perseguido 1 Salmo de David al huir de Absalón, su hi'O. * 2 ¡Oh Yavé! ¡Cómo se han multiplicado mis enemigos! | ¡Cuántos son los que se alzan contra mí! * 3 ¡Cuántos los que de mi vida dicen: | «No tiene ya en Dios salvación»! (Sela.) * 4 Pero tú, ¡oh Yavé!, eres escudo en torno mío, I mi gloria, el que me hace erguir la cabeza. 5 Clamaba con mi voz a Yavé, | y El me oyó desde su monte santo. (Sela.) 6 A veces me acostaba y me dormía, | y despertaba incólume, porque Yavé me defendía. 7 No temo a los muchos millares del pueblo I que en derredor se vuelven con- tra mí. 8 ¡Álzate, Yavé! ¡Sálvame, Dios mío! I Tú hieres en la mejilla a todos mis ene- migos, I tú le rompes los dientes al impío. 9 Tuya es, ¡oh Yavé!, la victoria. | Ven- ga sobre tu pueblo tu bendición. * • * 1 Al maestro del coro. A la cuerda. Salmo de David. * 2 ¡Óyeme, pues te invoco, Dios de mi justicia! I Tú en la angustia me salvas. I Ten piedad de mí y oye mi súplica. 3 ¿Hasta cuándo los grandes habéis de ser insensatos? | ¿Por qué amáis la va- nidad y seguís la mentira? (Sela.) 4 Pues sabed que Dios distingue al que le es grato, | que me oye Yavé cuando le invoco. 5 Temblad y no pequéis. I Meditad esto en vuestros corazones, en vuestras alco- bas, y pensad. (Sela.)* 6 Conocer el Señor el camino de los justos es mirarlos con solícita benevolencia y guiarlos por buen camino. O 2 Este salmo es el primero de los mesiánicos. Nos representa el salmista, que, según Act 4,25, ~ es David, a las naciones conjuradas contra el Señor y su Cristo. El Ungido de Yavé es entro- nizado en Sión como Rey universal y amonestados los pueblos a que prudentemente se le sometan. La entronización de que aquí se habla se realizó en la resurrección de Cristo, según la exégesis de San Pablo (Act 13,33). O * Aunque distintos en el texto, los salmos 3 y 4 son uno solo. Muchas razones persuaden de ^ esto. Por el contrarío, no se nos alcanza la razón de que el salmo haya sido dividido en dos. 2 El título indica que el salmo hace referencia a la situación de David cuando hubo de salir de Jerusalén huyendo de Absalón, su hijo ; que se había levantado contra él. En todo caso expresa la situación del salmista, rodeado de enemigos, pero que vive tranquilo, porque tiene puesta en Dios su confianza. 5 La significación de la palabra Sela no la conocemos con certeza. Lo más probable parece que es un término que indicaba algo perteneciente a la música litúrgica, o respecto de la alternan- cia de los coros, o de interludios de los instrumentos, o de mayor fuerza que al canto habla de darse. Quizá con ella se distinguen las estrofas; pero en este caso habría que reconocer que muchas veces no está puesta en el lugar debido. A ' El salmista se siente rodeado de descontentos que le acusan, mientras él se siente alegre y ™ confiado; por esto se acuesta tranquilo bajo la protección de Dios. 5 Este versículo es obscuro. Los LXX y la Vulgata traducen «irritaos», lo que significa una perturbación del ánimo, que puede ser de ira o de temor. San Pablo, aludiendo, sin duda, a este texto, dice: «Si os enojáis, no pequéis ni se ponga el sol sobre vuestra iracundia» (Ef 4,26). SALMOS 4-7 606 6 Sacrificad sacrificios de justicia I y esperad en Yavé. 7 Son muchos los que dicen: «¿Quién va a favorecernos?» | Alza, ¡oh Yavé!, sobre nosotros tu serena faz. * 8 Tú pones en mi corazón una alegría mayor que la del tiempo | de copiosa cosecha de trigo, vino y aceite. 9 En paz me duermo luego en cuanto me acuesto, | porque tú, ¡oh Yavé!, a mí, desolado, me das seguridad. > 2 Alégrense cuantos a ti se acogen, | alégrense por siempre. | Que gocen de tu protección | y puedan en ti regocijarse cuantos te aman. 13 Pues al justo, ¡oh Yavé!, tú le ben- dices | y le rodeas de tu benevolencia | como de escudo protector. De pr e c a c i ó n de un j ust o e nf e r mo • AI maestro del coro. A la cuerda. So- bre la octava. Salmo de David. * 2 ¡Oh Yavé! No me castigues en tu ira, | no me aflijas en tu indignación. 3 Ten misericordia de mí, ¡oh Yavé!, pues que soy débil. I Sáname, Yavé, | tiemblan todos mis huesos. 4 Está mi alma toda conturbada. I Y tú, ¡oh Yavé!, ¿hasta cuándo? s Vuélvete, ¡oh Yavé!, y libra mi alma, | sálvame en tu piedad. 6 Pues en la muerte no se hace ya me- moria de ti, | en el sepulcro, ¿quién te ala- bará? 7 Consumido estoy a fuerza de gemir, ! todas las noches inundo mi lecho | y con mis lágrimas humedezco mi estrado. 8 Ya están casi ciegos mis ojos por la tristeza, | envejecieron en medio de tantos como me son hostiles. 0 Apartaos de mí todos los obradores de la maldad, | pues ha oido Yavé la voz de mis llantos. 10 Ha escuchado Yavé mis oraciones, I ha acogido mi deprecación. 11 Confundidos sean y vehementemen- te perturbados I todos mis enemigos; | apártense, sean luego confundidos. De pr e c a c i ó n de un j ust o 1 Al maestro del coro. A la flauta. Salmo de David. * 2 Escucha mis palabras, ¡oh Yavé!; I oye mis gemidos. 3 Atiende a las voces de mi súplica, I Rey mió y Di os mío, cuando te suplico. 4 Ya de mañana. Señor, te hago oir mi voz, | temprano me pongo ante ti, es- perándote. 5 Pues no eres Dios tú que se agrade del impío, ! no goza de tu amistad el perverso. 6 No puede el insolente estar ante tus ojos, | odias a todos los obradores de la maldad. 7 Das a la perdición al mentiroso; I al sanguinario, al fraudulento, los abomina Yavé. 8 Mas yo, fiado en la muchedumbre de tu piedad, I entro en tu morada | y me prosterno ante tu santo templo en tu temor, ¡oh Yavé! 9 Condúceme en tu justicia, a causa de mis enemigos, | y allana tus caminos an- te mí. l° No hay en la boca de ésos sinceridad, | henchido está su pecho de malicia, | un abierto sepulcro es su garganta, | bruñen con el dolo sus lenguas. H Castígalos, ¡oh Dios!, malogra sus consejos. | Por sus muchos crímenes, re- cházalos, I ya que se rebelan contra ti. 7 La Vulgata ha sugerido a algunos una como impresión de la mente divina en el alma humana, por la cual ésta participa de la naturaleza intelectual de Dios; pero el texto hebreo no apoya esta explicación. En la situación en que se hallan, ¿quién les mostrará el bien y los sacará a feliz tér- mino? Dios hará brillar sobre ellos su faz serena, según la bendición de Núm 6,26. El v.8 confirma esto mismo. 5 1 El poeta, consciente de su fidelidad a Yavé, se presenta ante El, por la mañana, muy con- fiado, porque sabe que Dios, siendo justo y amando la justicia, no puede dar buena acogida al impío y al embustero. En la lucha que existe en el mundo pide al Señor que le allane el camino, librándolo de las tentaciones y confundiendo a los impíos. Con esto alegrará a cuantos en El confían. 6 ' El principio, tan justo y tan repetido en el Antiguo Testamento, de que Dios da a cada uno según sus obras, entendido materialmente daba ocasión para ver en las enfermedades y otros males temporales, como los de Job, una señal de la cólera divina, del abandono de Dios. Tal es el motivo que inspira este salmo, en que el salmista pide la salud. 7 1 El argumento de este salmo lo hemos de ver repetido en otros muchos. Los salmistas, almas justas, acaso profetas, como Jeremías, y, por tanto, representantes de la causa de Dios en la tierra, se ven hechos el blanco de las iras y persecuciones del mundo, es decir, de los que no sienten la causa de Dios por dejarse llevar de los vicios y de la idolatría. En esta situación piden a Dios que defienda en ellos su propia causa. Tales salmos adquieren un sentido mesiánico, considerando al De pr e c a c i ó n del j ust o c al umni ado 1 Endecha de David, que cantó a Yavé cuando lo de Cus, benjaminita. * 2 Yavé, mi Di os, a ti me acojo; | sálva- me de cuantos me persiguen, líbrame. 607 SALMOS 7-9 3 No sea que como león me arrebate al- guno el alma I y me desgarre, sin que ha- ya quien me libre. 4 Yavé, mi Di os: si hice yo esto, si hay crimen en mis manos, 5 Si pagué con mal a quien estaba en paz conmigo, I si aun al enemigo le despojé sin razón, 6 Persiga el enemigo mi alma, I alcánce- la y échela por tierra, I y arrastre mi glo- ria por el polvo. 7 Álzate, ¡oh Yavé!, en tu ira, | yérguete contra la rabia de mis enemigos j y hazme la justicia que tú mandaste. 8 Rodéate del consejo de las naciones | y siéntate en lo alto sobre él. 9 Es Yavé quien juzga a los pueblos. | Defiende mi causa, ¡oh Yavé!, según la justicia y la inocencia que hay en mí. 10 Acabe de una vez la malicia del im- pío, y confirma al justo. | Di os, justo, es- cudriñador del corazón y de los ríñones. 11 Mi escudo es Di os, [ que salva a los rectos de corazón. 12 Di os es justo juez, | cada día los ame- naza con su ira. 13 Si no se convierten, afila su espada, | tiende su arco y apunta; 14 Apareja las saetas mortíferas, | sae- tas que El enciende. 15 El que concibió maldad, se preñó de iniquidad | y pare el fraude. 16 El que cava y ahonda la cisterna, | caerá en la hoya que él mismo hizo. 17 Recaerá sobre su cabeza su maldad, | y su crimen sobre su misma frente. 18 Yo alabaré a Yavé por su justicia, | cantaré el nombre del Señor Altísimo. 8 Bo nda d de Di o s al s o me t e r al h o mb r e t oda la creaci ón 1 Al maestro del coro. En la Getea, Sal- mo de David. * 2 ¡Oh Yavé, Señor nuestro, cuan mag- nifico es tu nombre | en toda la tierra! | ¡Cómo cantan los altos cielos su majes- tad! 3 Las bocas mismas de los niños y I de los que maman | son ya fuerte argumento contra tus adversarios, | para reducir al silencio al enemigo y al perseguidor. 4 Cuando contemplo los cielos, obra de tus manos, | la luna y las estrellas, que tú has establecido: 5 ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, | o el hijo del hombre para que tú cuides de él? 6 Y le has hecho poco menor que Di os; | le has coronado de gloria y de honor. * 7 Le diste el señorío sobre las obras de tus manos, | todo lo has puesto debajo de sus pies: 8 Las ovejas, los bueyes, todo juntamen- te, I y todas las bestias del campo. 9 Las aves del cielo, los peces del mar, | todo cuanto corre por los senderos dei mar. 10 ¡Oh Yavé, Señor nuestro, I cuan mag- nífico es tu nombre en toda la tierra! Di o s , j uez s upr e mo , que j uzga y cas- tiga a las gent es y a l os i mpí os de su pue bl o 1 Al maestro del coro. A la muerte del hijo. Salmo de David. * 2 Alef. Quiero, ¡oh Yavé!, darte gracias con todo mi corazón, | cantar tus mara- villas. 3 Alegrarme y regocijarme en ti | y can- tar salmos a tu nombre, ¡oh Altísimo! 4 Bet. Por haber retrocedido mis ene- migos, I por haber caído y perecido ante tu faz; 5 Por haber tú defendido mi causa y mi derecho, | sentándote en tu trono, justo juez. 6 Guímel. Reprimiste a las gentes, hi- ciste perecer al impío, | borrando por siempre jamás su nombre. 7 Aniquilaste al enemigo, hecho perpe- futuro Mesías como principal representante de esa causa de Dios, por la cual sufrió persecución y hasta la muerte misma. Vienen a ser estos salmos como tipos de los vaticinios de Isaías sobre el Siervo de Yavé, que muere por la salud del mundo. Q 1 Es este salmo un comentario poético del relato de la creación del hombre (Gen 1,26). Ele- 0 vando el pensamiento del salmista hasta el hombre por excelencia, que es Jesucristo, y en quien el salmo se realiza de un modo más alto y perfecto, el salmo puede considerarse como mesiánico. 6 El texto lee Elohim, Dios, pues, en efecto, Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Q ] El salmo 9 en el original hebreo ha sido erróneamente dividido en dos por copistas y tra- -* ductores, originándose asi dos salmos, 9 y 10. Que son realmente uno solo lo prueba la sucesión de los caracteres alfabéticos hebreos en su orden en ambos salmos, pues éste es el primer salmo alfabético. De aquí arranca la divergencia en la numeración de los salmos entre el texto hebreo, de una parte, y el griego y el latino, de otra, como advertimos en 1 (Introducción al Salterio. En la numeración, V. significa Vulgata). El salmista contempla a Dios, Rey de los siglos, que desde su alto trono gobierna la humanidad. Empieza por darle gracias por la victoria otorgada a Israel sobre las naciones que fueron cogidas en sus propios lazos, y pide al Señor acabe la obra comenzada. Los impíos presumen todavía de si, hablan con desdén del Señor, persiguen a los buenos y a los débiles; por eso el salmista ruega a Yavé que haga ostentación de su poder contra ellos. SALMOS 9-11 608 tua ruina; | destruíste las ciudades: pere- ció la memoria de ellos. 8 He. Asiéntase Yavé en su trono, fir- me por toda la eternidad; | establemente fundó su trono para juzgar. 9 Para regir justamente el orbe de la tie- rra, | para gobernar con equidad. 10 Vau. Para que sea Yavé el asilo del oprimido, | asilo al tiempo de la cala- midad; 11 Para que confíen en El cuantos cono- cen su nombre, I pues no abandonas, ¡oh Yavé!, a los que te buscan. 12 Zain. Cantad a Yavé, que mora en Sión; | contad a los pueblos sus grandes portentos. 13 Pues acordóse, vengador, de la sangre de aquéllos derramada, | y no se olvida de los clamores de los oprimidos. 14 Jet. Acuérdate, Yavé, de mí; | mírame reducido por mis enemigos a la angustia y sácame de las puertas de la muerte. 15 Para poder cantar tus alabanzas en las puertas de la hija de Sión | y regocijar- me por tu salvador auxilio. 16 Tet. Cayeron las gentes en la hoya que ellos mismos excavaron, I enredáron- se sus pies en la red que oculta tendieron. 17 Mostróse Yavé, dio su juicio, | y que- dó preso el impío en la obra misma de sus manos. (Higgayón. Sela.) 18 Yod. Caerán los impíos en el sepul- cro, | todas las gentes que no se acuerdan de Dios. 19 Álzate, ¡oh Yavé!, no prevalezca el hombre, I sean juzgadas ante él todas las gentes. 20 Caf. Que no ha de ser dado el po- bre a perpetuo olvido, | no ha de ser por siempre fallida la esperanza del mísero. 21 ¡Oh Yavé! Arroja sobre ellos el te- rror, | sepan las gentes que son hombres. i Lamed. ¿Por qué, ¡oh Yavé!, te man- tienes tan alejado, | y te escondes al tiem- po de la calamidad, 2 Y por la soberbia del impío son con- sumidos los infelices | cogidos en los la- zos que les tienden? 5 Mem. Gloríase el malvado en la am- bición de su alma, | y el avaro se aparta de Yavé con desprecio; 4 Y dice el soberbio en su fatuidad: «¡No atiende! | No hay Dios». Estos son sus pensamientos. 5 Nun. Siempre son perversos sus ca- minos, | son para él tus juicios muy leja- nos en la altura, I a cuantos se le oponen pretende apartarlos con su soplo. 6 Y se dice en su corazón: «¡No hay quien me mueva, | siempre seré feliz, jamás infortunado!» 7 Pe. Su boca está llena de fraude y de engaño; | lleva bajo su lengua la vejación y la opresión. 8 Siéntase al acecho en las aldeas, en sus guaridas, para devorar al inocente; | Ayin. Acechan al pobre sus ojos, 9 e insidian en lo escondido, como león en la madriguera, para cogerle, para coger al miserable | y enredarle en sus redes. 10 Sade. Le espía y se arroja sobre él, | y caen los infelices en sus garras; 11 Y dice en su corazón: «¡No se acuer- da Dios, | ha escondido su rostro, no ve nada!» 12 Qof. ¡Álzate, Señor Dios! ¡Alza tu mano, I no te olvides de los desvalidos. 13 ¿Cómo puede el impío despreciar a Dios | y decir en su corazón que no cas- tigas? 14 Res. Tú lo ves, porque miras las pe- nas y los trabajos I para retribuir con tu mano. | A ti se te confía el miserable, | tú eres el auxilio del huérfano. 15 Sin. Quebranta el brazo del impío, | castiga la impiedad del malvado, I que no pueda más ser hallada. 16 Es Yavé rey de los siglos eternos, | las gentes han sido barridas de su tierra. 17 Tau. Tú, ¡oh Yavé!, oyes las preces del humilde, | fortaleces su corazón, le das oídos. 18 Y defiendes el derecho del huérfano y del oprimido, 1 para que no se atreva a ensoberbecerse el hombre en la tierra. I I (V. io) Absoluta confianza del justo en el Señor 1 Al maestro del coro. De David. Yo confío en Yavé. | ¿Cómo, pues, me decís: «Vuélvete, pájaro, a tu monte»?* 2 Tienden los impíos su arco, | ajustan a la cuerda sus saetas, | para asaetear en lo oculto a los rectos de corazón. 3 Si los fundamentos se destruyen, | ¿qué podrá hacer el justo? * Está Yavé en su santo palacio; | tiene Yavé en los cielos su trono; | ven sus ojos, | y sus párpados escudriñan a los hijos de los hombres. 5 Yavé prueba al justo y al impío, | y su alma aborrece al que ama la violencia. 6 Lloverá sobre los impíos carbones en- cendidos; | fuego y azufre, huracanado torbellino, será la parte de su cáliz. 7 Porque justo es Yavé y ama lo jus- to, | y los rectos verán su benigna faz. •I *| 1 Una idea dominante en los salmos es la de la contienda que en el mundo se desarrolla * ' entre los buenos y los malos a la vista de Dios, que los contempla desde su alto trono. El salmista vive confiado en Dios, que es justo y que a los justos mostrará su benigna faz. 609 SALMOS 12-15 i a (V. n ) Deprecaci ón cont ra los i mpí os 1 Al maestro del coro. A la octava. Sal- mo de David. * 2 Salva tú, ¡oh Yavé!, porque ya no hay piadosos, | ya no hay fieles entre los hijos de los hombres. 3 Engáñanse los unos a los otros, | ha- blan con labios fraudulentos y con do- blado corazón. 4 Estermine Yavé todo labio fraudu- lento, | toda lengua jactanciosa. 5 De esos que dicen: «Con nuestra len- gua dominaremos, | nuestros labios están por nosotros: | ¿Quién es nuestro dueño?» 6 Por la opresión de los pobres, | por los gemidos de los menesterosos, | ahora mismo me levantaré, dice Yavé, | y les daré la salud por que suspiran. 7 Las palabras de Yavé son palabras limpias, | son plata acrisolada en el cri- sol, | siete veces purgada de tierra. 8 Pero tú, ¡oh Yavé!, los guardarás, | tú eternamente los preservarás de esta gene- ración. 9 Paséanse en torno los impíos, | preva- lecen insolentes sobre los hijos de los hombres. 13 (V. 12) El justo, en peligro, i mpl or a el auxilio 1 Al maestro del coro. Salmo de Da- vid. * 2 ¿Hasta cuándo, por fin, te olvidarás, Yavé, de mí? | ¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro? 3 ¿Hasta cuándo mandarás dolores so- bre mi alma | y penas de continuo sobre mi corazón? | ¿Hasta cuándo mis enemi- gos triunfarán de mí? 4 ¡Mírame ya, óyeme, Yavé, Dios mío! | Alumbra mis ojos, no me duerma en la muerte. 5 Que no pueda decir mi enemigo: «Le vencí». | Que mis enemigos se regocijarían si yo cayese. 6 Después de haber esperado en tu pie- dad, | que se alegre mi corazón con tu socorro, | que pueda cantar de Yavé: «Bien me proveyó». 14 (V. 13) Seguridad del justo en el castigo de los i mpí os 1 Al maestro del coro. De David. Dice en su corazón el necio: «No hay Dios». | Todos obran torpemente, no hay quien haga el bien. * 2 Mira Yavé desde lo alto de los cielos a los hijos de los hombres | para ver si hay entre ellos algún cuerdo que busque a Dios. 3 Todos van descarriados, todos a una se han corrompido, | no hay quien haga el bien, no hay uno solo. 4 ¿Se han vuelto del todo locos los obra- dores de la iniquidad, [ que devoran a mi pueblo como se come el pan, | sin acor- darse de Dios para nada? 5 Ya temblarán con terror a su tiem- po, | porque está Dios con la generación de los justos. 6 Queréis frustrar los consejos del des- valido, | pero es Yavé su seguro refugio. 7 Venga ya de Dios la salvación de Is- rael, | y mudando Yavé la suerte de su pueblo, | ¡ubilee Jacob y alégrese Israel. 15 (V. 14) Condiciones de pureza del que ha de estar ant e el Señor 1 Salmo de David. ¡Oh Yavé! ¿Quién es el que podrá ha- bitar en tu tabernáculo, | residir en tu monte santo? * 2 El que anda en integridad y obra la justicia, | el que en su corazón habla ver- dad; 3 El que con su lengua no detrae, | el que no hace mal a su prójimo | ni a su cercano infiere injuria; 4 El que a sus ojos se menosprecia y se humilla | y honra a los temerosos de Ya- vé; | el que, aun jurando en daño suyo, no se muda; 5 El que no da a usura sus dineros | y no admite cohecho para condenar al ino- cente. | Al que tal hace, nadie jamás le hará vacilar. I O * Ante la general prevaricación, el salmista, como Ellas (i Re 19,10), se cree solo en el ^ mundo y el único representante de la causa de Dios. 1 0 1 En la lucha que sostiene contra la impiedad se cree el salmista a punto de sucumbir y " ver sucumbir con él la causa de Dios, y clama al Señor en demanda de socorro. 1 M 1 Más que ateos teóricos, son los impios ateos prácticos, que viven como si Dios no contem- * piara su vida malvada. El salmista espera la intervención del Señor, que aplastará a los im- píos, restableciendo el orden y la paz en Israel. 1 e ' Hermoso salmo, que nos declara cómo la santidad de vida es la condición para poder ^ acercarse al Dios santo. Nácar-Colunea 2° SALMOS 16-18 610 16 ( V. i S ) El j us t o e s pe r a e n el Se ñ o r a u n p a r a d e s p u é s d e su mu e r t e 1 Mi ct am de Davi d. Guár dame, Yavé, que a ti me confío. * 2 Yo digo a Yavé: Mi señor eres tú, | no hay dicha para mí fuera de ti. 3 Los santos que en la tierra están, son de mí muy honr ados; | en ellos tengo t o- das mis delicias. 4 Multiplican sus dolores los que se van tras los dioses ajenos. I No libaré yo sus sangrientas libaciones, | no mancharé mis labios con sus nombres. 5 Yavé es la part e de mi heredad y de mi cáliz; | El es quien me sostiene mi he- redad. 6 Cayeron para mí las cuerdas en lo más selecto, | y es excelente a mis ojos mi he- redad. 7 Bendigo a Yavé, que es quien me adoc- t ri na; | aun de noche me incitan a ello mis ent rañas. 8 Siempre tengo ant e mí a Yavé. | Si El está a mi diestra, nunca resbalaré. 9 Por eso se alegra mi corazón y jubila mi al ma, | y aun mi carne se siente se- gura. 10 Que no dejarás tú mi al ma en el se- pulcro, | ni dejarás que tu sant o experi- mente la corrupción. 11 Tú me enseñarás el cami no de la vi- da, | la hart ura de tus bienes j unt o a ti, I las eternas delicias j unt o a tu diestra. 17 (V. 16) Conf i a nz a del j us t o e n el j ui ci o del Se ñ o r 1 Oración. De Davi d. Oye, Yavé, mi justa causa, | atiende a mi súplica, | escucha mi oración, no de labios dolosos. * 2 Proceda de ant e ti mi juicio, | vean mis ojos lo justo. 3 Si escudriñas mi corazón y de noche me visitas y examinas, | no hallarás que yo haya pensado cosa que no pueda pro- ferirse. 4 En las obras humanas he guardado los caminos de la divina ley, | conforme a las pal abras de tus labios. 5 Y mis pies, sin titubear, se mant uvi e- ron firmes en tus cami nos. 6 Te invoco por que sé, [oh Dios!, que tú me oyes. | Inclina tus oídos hacia mí y oye mis pal abras. 7 Ostenta tu magnífica piedad, I t ú que salvas del enemigo a los que se acogen a t u diestra. 8 Guár dame como a la niña de tus ojos, | escóndeme bajo la sombra de tus alas. 9 De los mal os, que pret enden opri mi r- me; | de mis enemigos, que furiosos me rodean. 10 Cierran su dur o corazón | y habl an jactanciosamente con su boca. 11 Ya me cercan sus pasos | y en mí clavan sus ojos para echarme por tierra. 12 Parecen leones que se disponen a de- vorar la presa, | cachorros de león que acechan en la madri guera. 13 Álzate, Yavé; sal a su encuent ro, de- rrí bal os; | con tu espada salva mi al ma del impío. 14 De esos que ya han vivido demasia- do, | que tienen su vientre ahi t o de tus bienes, | que de ellos har t an a sus hijos | y para sus ni ños dejan las sobras. 15 Vea yo en justicia tu faz, | y sacíeme, al despertarme, de tu gloria. 18 (V. 17) Ca n t o t r i unf al d e Da v i d 1 Para el maest ro del coro. Del siervo de Di os Davi d, que dirigió a Yavé las pal abras de este cant o cuando le hubo l i brado Di os de las manos de t odos sus enemigos y de la mano de Saúl. * 2 Dijo, pues: ¡Yo te amo a ti, Yavé, fortaleza mí a! 3 Yavé es mi roca, mi ciudadela, mi refu- gio, | mi Di os, mi roca, a quien me acoj o; | mi escudo, cuerno de mi salud, mi asilo. 4 Al abándol e, invoco a Yavé, | y de mis enemigos quedo a salvo. 5 Ya con estrépito me rodeaban las olas de la muert e, ] ya me at errori zaban los terrores del averno. 6 Ya me apri si onaban las at aduras del sepulcro, | ya me habí an cogido los lazos de la muer t e; 7 Y en mi angustia invoqué a Yavé | e imploré el auxilio de mi Di os. ¡ Y oyó El mi •J £ * El salmista, tomando la persona del Mesías, ora al Señor y expresa su firme confianza de • " que le librará del poder de la muerte y le hará conocer los caminos de la vida eterna. Los apóstoles lo citan como vaticinio de la resurrección del Mesías (Act 2,25 ss.; 13,35)- 1 *7 * El salmista se nos presenta rodeado de impíos, que pretenden acabar con él, y en este * aprieto recurre a Dios en demanda de auxilio. •f Q J Este salmo se lee también en 2 Sam 22. Como lo dice el titulo, fue compuesto por el Real l ^ Profeta cuando ya se vio libre de todos sus enemigos. Es digna de notarse en él la forma en que Dios se aparece, envuelto en una tempestad. La descripción de la teofanía es enteramente de estilo apocalíptico, y de ella han tomado no pocos elementos descriptivos los autores posteriores. 611 SALMOS 18-19 voz desde sus palacios, I y mi clamor llegó a sus oídos. 8 Conmovi óse y tembló la tierra, | va- cilaron los fundamentos de los mont es, | se estremecieron ante el Señor ai rado. 9 Subía de sus narices el humo de su ira, | y de su boca fuego abrasador, ¡ car- bones por él encendidos. 10 Abajó los cielos y descendi ó; I negra obscuridad tenía a sus pies. 11 Subió sobre los querubines y voló, | voló sobre las alas de los vientos. i 2 Puso en derredor suyo tinieblas por velo, | se cubrió con calígine acuosa, con densas nubes. , 3 Ant e su resplandor, las nubes se des- hicieron | en granizo y centellas de fuego. 14 Tr onó Yavé desde los cielos, I el Al- tísimo hizo sonar su voz. 15 Lanzóles sus saetas y los desbarat ó, I fulminó sus muchos rayos y los const ernó. 16 Y aparecieron arroyos de aguas, y quedar on al descubierto los fundament os del orbe, | ant e la ira increpadora de Ya- vé, | al soplo del huracán de su furor. 17 Y extendió desde lo alto su mano, | y me cogió, me sacó de la muchedumbre de las aguas. 18 Me arrancó de mi feroz enemigo, I de los que me aborrecían y eran más fuer- tes que yo. 19 Que querían asal t arme en día para mí fatal, | pero fue Yavé mi fortaleza. 2 0 Y me puso en seguro, sal vándome, ¡ por que se agradó de mí. 21 Remuner ábame Yavé mi justicia, I conforme a la pureza de mis manos me pagaba. 22 Pues yo había seguido los caminos de Yavé I y no me habí a impíamente apar- t ado de mi Di os. 23 Tenía ante mis ojos t odos sus manda- t os | y no rehuía sus leyes, 2 4 sino que con El fui íntegro I y me guardé de la iniquidad. 23 Y me retribuyó Yavé conforme a mi justicia | y según la limpieza de mis manos ant e sus ojos. 26 Con el pi adoso muéstraste pi adoso, I íntegro con el íntegro. 27 Limpio con el limpio, | y sagaz con el perverso ast ut o. 28 Tú salvas al humi l de | y humillas al soberbio. 2 9 Y tú eres quien hace lucir mi lámpa- ra, ¡oh Yavé! | Tú, mi Di os, que iluminas mis tinieblas. 30 Cierto que, fiado en ti, soy capaz de romper ejércitos; i fiado en mi Di os, asal- t o las murallas. 31 Son perfectos los cami nos de Di os, I acrisolada es la pal abra de Yavé. | El es el escudo de cuant os a El se acogen. 32 ¿Qué dios hay fuera de Yavé? I ¿Qué roca fuera de nuest ro Dios? 33 El Di os fuerte, que me ciñó de forta- leza | y prosperó mis caminos. 34 Que me dio pies como de ciervo i y me puso sobre las alturas, 35 Que adiestró mis manos para el com- bate | y mis brazos para tender el arco de bronce. 3 6 Tú me entregaste tu salvador escudo, 1 tu diestra me fortaleció | y tu solicitud me engrandeció. 37 Me hacías correr a largos pasos, I sin que se cansaran mis pies. 38 Perseguía a mis enemigos, y los al- canzaba, | y no me volvía sin haberlos des- bar at ado. 39 Los machacaba, sin que pudi eran re- surgir; [ caían bajo mis pies. 4 0 Me ceñiste de fortaleza para la gue- rra, | sometiste a los que se alzaban con- t ra mí. 41 Obligaste a mis enemigos a darme las espaldas | y exterminaste a cuant os me odi aban. 4 2 Vociferaban, pero no tenían quien les respondiese; I a Yavé, pero El no los oía. 43 Y los dispersaba como al polvo lo dispersa el viento, I y como al barro de las plazas los pulverizaba. 4 4 Me libraste de las sediciones del pue- bl o | y me pusiste a la cabeza de las gen- tes. | Pueblo que no conocía me sirvió. 45 En cuant o oían mi nombre, me obe- decían; | los extraños me lisonjeaban. 46 Los extraños palidecían, | salían tem- bl ando de sus fortalezas. 47 Viva Ya vé y bendita sea mi Roca; | sea ensalzado Di os, mi salvador. 48 Di os, que me ot orga la venganza j y me somete los pueblos. 4 9 El que me libra de mis enemigos, I el que me hace superar a los que se alzan cont ra mí, I el que me libra del hombr e violento. 50 Por eso te daré gracias, ¡oh Yavé!, entre las gentes, | y cant aré salmos en tu honor. 51 El que da grandes victorias a su rey, ! el que hace misericordia a su ungido, | a Da- vid y a su descendencia por la eternidad. 19 (V. 18) Lo s ci el os c a n t a n la gl or i a del Se ñor , c uya Le y es pe r f e c t í s i ma 1 Al maestro del coro. Salmo de Da- vid. * 2 Los cielos pregonan la gloria de Di os I 9 1 Este salmo consta evidentemente de dos partes. La primera habla de los cielos; la segun- da, de la Ley. La misma traducción deja ver claramente la diferencia de metro entre una SALMOS 19-21 612 y el firmamento anuncia la obra de sus manos. 3 El día habla al día | y la noche comu- nica sus pensamientos a la noche. • No hay discursos ni palabras | cuya voz deje de oirse. 5 Su pregón sale por la tierra toda | y sus palabras llegan a los confines del or- be de la tierra. | Puso en ellos una tienda para el sol; 6 Que, semejante al esposo que sale de su tálamo, | se lanza alegre a recorrer cual gigante su camino. 7 Sale de un extremo | y llega en su cur- so a los últimos confines, I y nada se subs- trae a su calor. 8 La Ley de Yavé es perfecta, restaura el alma. | El testimonio de Yavé es fiel, hace sabio al rudo. 9 Los preceptos de Yavé son rectos, | alegran el corazón. | Los mandatos de Yavé son limpios, | iluminan los ojos. 10 El temor de Yavé es puro, | permane- ce por siempre. | Los juicios de Yavé son verdad del todo justos. n Más estimables que el oro acriso- lado, | más dulces que la miel, que el con- tenido del panal. 12 También a tu siervo le alumbran, | y en guardarlos halla gran merced. 13 ¿Quién será capaz de conocer los des- lices? | Absuélveme de los que se me ocul- tan. 14 Retrae también a tu siervo de los mo- vimientos de soberbia, | no se adueñen de mí; | entonces seré perfecto, libre de todo crimen. 15 Séante gratas las palabras de mi boca | y los pensamientos de mi corazón. | Yavé, tú eres mi roca y mi redentor. 20 (V. 19) Deprecación por el rey que va a la guerra 1 Al maestro del coro. Salmo de Da- vid. * 2 Óigate Yavé en el día del conflicto; | protéjate el nombre del Dios de Jacob. 3 Envíete su auxilio desde su santuario, | sosténgate desde Sión. 4 Acuérdese de todas tus oblaciones | y séale grato tu holocausto. (Sela.) 3 Llene los deseos de tu corazón, | to- dos los anhelos de tu alma. 6 Que podamos cantar tu victoria | y triunfar en el nombre de Dios; | acceda Yavé a cuanto le pidas. 7 Ahora ya sé que da Yavé la victoria a su ungido | que le escucha desde lo alto de sus santos cielos | y le socorre con la fuerza salvadora de su diestra. 8 Estos por sus carros, aquéllos por sus caballos; | pero nosotros en el nombre de Yavé, nuestro Dios, somos fuertes. 9 Ellos vacilaron y cayeron, | pero nos- otros nos alzamos y nos mantenemos firmes. 10 Da, ¡oh Yavé!, al rey la victoria | y óyenos el día en que te invocamos. 21 (V. 20) Canto de gracias por las victorias del rey 1 Al maestro del coro. Salmo de Da- vid. * 2 En tu poder, ¡oh Yavé!, se goza el rey. I ¡Cuan jubiloso está de tu socorro! 3 Le diste cuanto su corazón deseaba, | no le negaste los deseos de sus labios. 4 Más bien te le adelantaste con faustas bendiciones | y pusiste en su cabeza la dia- dema de oro. 5 Te pidió vida, | y se la diste larga, eterna. 6 Por tu protección es magnífica su glo- ria, I y acumulaste sobre él honras y ho- nores. 7 Le has bendecido con eterna bendi- ción I y le das a gozar la alegría de tu ros- tro. 8 Porque en Yavé confía el rey, ¡ y por el favor del Altísimo permanece inconmo- vible. ' Cai ga tu mano sobre todos tus ene- migos, I alcance tu diestra a cuantos te aborrecen. 10 Ponlos como en horno de fuego. | Al tiempo en que te mostrares, | Yavé los consumirá en su ira, | el fuego los abra- sará. 11 Borrarás de la tierra su progenie, | su descendencia de entre los hijos de los hombres. 12 Si algo malo trazan contra ti, | si maquinan engaños, de nada les valdrá; 13 Los pondrás en fuga, | apuntando tu tenso arco contra su pecho. y otra. Disputan los autores si se trata de dos salmos unidos en uno o de uno solo dividido en dos partes. En este último caso, la primera parte sería como el elemento de comparación para la segunda. O A 1 Los salmistas nos presentan a Dios morando en el templo y reinando desde allí sobre su ^ ^ pueblo; por esto piden que proteja al rey desde Sión y le dé la victoria. O "I 1 Es uno de los muchos regios. El rey de Israel es un rey teocrático, instituido por Dios, ^ ' encargado de una misión divina y sujeto de las promesas mesiánicas hechas a David y a su descendencia; por esto es fácil ver en estos salmos un sentido más alto que el histórico, en que el autor se eleva hasta «el hijo de David», corona de la dinastía davídica. 613 SALMOS 21-23 1 4 ¡Álzate, Yavé, en tu fortaleza! | Que podamos en himnos y salmos cantar tu poderío. 22 (V. 2l) Quejas del justo perseguido y acción de gracias por la liberación 1 Al maestro del coro. Sobre la cierva de la aurora. Salmo de David. * 2 ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has desamparado? | Lejos están de la salva- ción mis rugidos. 3 ¡Dios mío!, clamo de día, y no me res- pondes; I de noche, y no hallo remedio. 4 Con todo, tú eres el Santo, | tú habitas entre las alabanzas de Israel. 5 En ti esperaron nuestros padres; | es- peraron, y tú los libraste. 6 A ti clamaron, y fueron salvados; | en ti confiaron, y no fueron confundidos. 7 Verdad que yo soy un gusano, no un hombre; | el oprobio de los hombres y el desprecio del pueblo. 8 Búrlanse de mí cuantos me ven, I abren los labios y mueven la cabeza. 9 «Se encomendó a Yavé—dicen—; lí- brele El, I sálvele El, pues dice que le es grato». 10 Y es verdad, tú eres mi esperanza des- de el útero, I mi seguro refugio desde el seno de mi madre. 11 Desde mi nacimiento fui entregado a ti, I desde que colgaba de los pechos de mi madre; tú eres mi Dios. 12 No te apartes de mí, que se acerca el peligro; I ven en mi ayuda, que a nadie tengo que me socorra. 13 Rodéanme toros en gran número; | cércanme novillos de Basan. 14 Abren sus bocas contra mí | cual león rapaz y rugiente. 15 Me derramo como agua; I todos mis huesos están dislocados. | Mi corazón es como cera I que se derrite dentro de mis entrañas. 16 Seco está como un tejón mi paladar, | mi lengua está pegada a las fauces | y me has echado al polvo de la muerte. 1 7 Me rodean como perros, | me cerca una turba de malvados, | han taladrado mis manos y mis pies, 18 puedo contar todos mis huesos. | Pero ellos me miran, me contemplan con gozo. 19 Se han repartido mis vestidos I y echan suertes sobre mi túnica. 20 Tú, pues, ¡oh Yavé!, no retrases tu socorro; | apresúrate a venir en mi au- xilio. 21 Libra mi alma de la espada, I y mi vida del poder de los perros; 22 Sálvame de la boca del león, | a este miserable de los cuernos de los búfalos. 23 Que pueda yo hablar de tu nombre a mis hermanos | y ensalzarte en medio de la congregación. 24 ¡Los que temáis a Yavé, alabadle! | ¡Descendencia toda de Jacob, glorificad- le! I ¡Reverenciadle todos los descendien- tes de Israel! 23 Porque no desdeñó ni despreció la miseria del mísero, | ni apartó de él su rostro, I antes oyó al que imploraba su so- corro. 26 Por tu favor resonarán mis himnos en la numerosa congregación, I y cumpli- ré mis votos ante los que te temen. 27 Comerán los pobres, y se saciarán, | y alabarán a Yavé los que le buscan. | «Viva vuestro corazón siempre». 28 Se acordarán, y se convertirán a Ya- vé todos los confines de la tierra, I y se pos- trarán delante de El todas las familias de las gentes. 29 Porque de Yavé es el reino, | y El dominara a las gentes. 30 Comerán y se regocijarán ante El to- dos los grandes de la tierra; | se curvarán los que al polvo cayeron. Mi alma vivirá para El. 51 Mi posteridad te servirá, | hablará de Yavé a las generaciones venideras; 32 Y predicarán tu justicia al pueblo que ha de nacer. | Esto es obra de Yavé. 23 (V. 22) Di os, pastor del justo 1 Salmo de David. Es Yavé mi pastor; nada me falta. * 2 Me pone en verdes pastos | y me lleva a frescas aguas. 3 Recrea mi alma | y me guía por las rectas sendas, | por amor de su nombre. 4 Aunque haya de pasar por un valle tenebroso, | no temo mal alguno, porque tú estás conmigo. | Tu clava y tu cayado son mi consuelo. 2 2 * Lo que del salmo 7 dejamos dicho tiene especialísima aplicación a éste, en que los ~ *• padecimientos del salmista son más atroces y la paciencia con que los sufre perfecta, sin una palabra en que pida el castigo de sus perseguidores. Es el que más de cerca preludia al «Siervo de Yavé», del que se diferencia, sin embargo, en que aquí no muere y en que el resultado de su salva- ción es la alegría de los justos por verle salvo y triunfante en él la causa de Dios, que es también la de ellos mismos, mientras que en el «Siervo de Yavé» su muerte por los pecados de todos es la redención del mundo (Is 52,13-53,12). OO 1 Siendo la vida pastoril tan conocida en Israel, es natural que los profetas y salmistas den ~ lX * a Dios el nombre de Pastor del pueblo, o de los fieles de él. Además, los rectores del pueblo son llamados sus pastores, y, por tanto, Yavé es su Pastor supremo (cf. Jer 23,1 ss.; Ez 34,1 ss.; Zac 11,4 ss.; Jn 11,14 ss.). SALMOS 23-25 614 5 Tú pones ante mí una mesa, 1 enfrente de mis enemigos. | Has derramado el óleo sobre mi cabeza, | y mi cáliz rebosa. 6 Sólo bondad y benevolencia me acom- pañan | todos los días de mi vida, | y es- taré en la casa de Yavé | por muy largos años. 24 (V. 23) Cant o procesional 1 Salmo de David. De Yavé es la tierra y cuanto la llena, | el orbe de la tierra y cuantos le habitan; * 2 Pues El es quien lo fundó sobre los mares, | y sobre las olas lo estableció. 3 ¿Quién subirá al monte de Yavé, | se estará en su lugar santo? 4 El de limpias manos y puro corazón, | el que no lleva su alma al fraude | y no jura con mentira. 5 Ese alcanza de Yavé bendición | y jus- ticia de Dios, su salvador. 6 Esa es la raza de los que le buscan, | de los qué buscan el rostro del Dios de Ja- cob. (Sela.) 7 Alzad, ¡oh puertas!, vuestras frentes; | alzaos más, ¡oh antiguas entradas!, | que va a entrar el Rey de la gloria. 8 ¿Quién es ese Rey de la gloria? | Es Yavé, el fuerte, el poderoso; | es Yavé po- deroso en la batalla. 9 Alzad, ¡oh puertas!, vuestras frentes; | alzaos más, ¡oh antiguas entradas! | Que va a entrar el Rey de la gloria. 10 ¿Quién es ese Rey de la gloria? | Es Yavé Sébaot; I El es el Rey de la gloria. (Sela.) * 25 (V. 24) Confianza del justo en el Señor 1 De David. * 2 Alef. A ti alzo mi alma, | Yavé, mi Dios. I Bet. En ti confío, no sea confun- dido, I no se gocen de mí mis enemigos. 3 Guímel. No; quien espera en ti, no es confundido; | confundido el que en balde se rebela contra ti. 4 Dálet. Muéstrame, ¡oh Yavé!, tus ca- minos ; I adiéstrame en tus sendas. 5 He. Guíame en tu verdad y enséñame, I porque tú eres mi Dios, mi salvador, | y en ti espero siempre. * 6 Zain. Acuérdate, ¡oh Yavé!, de tus misericordias, | de tus gracias, que son imperecederas. 7 Jet. No te acuerdes de los pecados de mi mocedad y de mis faltas; | acuérdate de mí conforme a tu misericordia | y se- gún tu bondad, ¡oh Yavé! 8 Tet. Bueno y recto es Yavé, | por eso señala a los errados el camino. 9 Yod. Y guía a los humildes por la justicia I y adoctrina a los mansos en sus sendas. 10 Caf. Todas las sendas de Yavé son misericordia y verdad I para los que guar- dan su pacto y sus mandamientos. 11 Lamed. Por la gloria de tu nombre, ¡oh Yavé!, | perdona mis culpas, que son grandes. * 12 Mem. ¿Quién es el hombre temeroso de Dios? I El le enseñará el camino que ha de seguir. 13 Nun. Su alma vivirá feliz I y su des- cendencia poseerá la tierra. 14 Sámec. Yavé descubre sus secretos a ' los que le temen | y les da a conocer su alianza. 15 Ayin. Mis ojos siempre están en Ya- vé, I porque El es quien saca mis pies de la red. 16 Pe. Vuélvete a mí y ten de mi pie- dad, I que estoy solo y afligido. 17 Sade. Ensancha mi angustiado cora- zón I y sácame de mis estrechuras. 18 Qof. Mira mi pena y mi miseria | y perdona todos mis pecados. 19 Res. Mira cuan numerosos son mis enemigos, | que me odian con un odio feroz. 20 Sin. Guarda mi vida y sálvame, I no me vea confundido de haber acudido a ti. 21 Tau. No me abandonen la integridad y la rectitud, | pues que en ti espero, Yavé. 22 Libra, ¡oh Dios!, a Israel | de todas sus tribulaciones. *}A 1 Cuando el Señor sacó a Israel de Egipto y le condujo por el desierto hasta la tierra de "• * Canán, El mismo fue su guía, que por medio de un ángel, y simbolizado por la nube, iba a la cabeza del pueblo (Ex 14,19; 23,20). Asi los fieles que venían en peregrinación a Jerusalén y en la explanada del templo hacían procesiones como la de Neh 12,27.43, s e representan al Señor caminando a su cabeza y entrando en el templo delante de ellos. 10 Algunos modernos expositores de los salmos querrían poner el salmo 15 a continuación del 24 y formando un solo salmo con él. O K 1 Con gran sosiego y placidez, como quien todo lo confía a la bondad de Dios, el salmista ^ , x ^ levanta a El su alma, pidiéndole perdón de sus pecados, que no sea por ellos confundido y que al mismo tiempo le libre de toda angustia y de las molestias de sus enemigos, 3 Falta en el texto el verso que corresponde a la letra vau. 1 * Las causas que a Dios mueven a perdonar y tener misericordia no son extrañas a El mismo; son, en suma, la gloria de su nombre. 615 SALMOS 26-28 a6 (V. 25) Or aci ón confiada del justo 1 De David. Hazme justicia, ¡oh Yavé!, porque he andado en integridad | y he confiado en Yavé sin vacilar. * 2 Ponme a prueba, ¡oh Yavé!, y exa- míname, I acrisola mis entrañas y mi co- razón. 3 Porque tengo siempre ante mis ojos tus misericordias | y ando en tu verdad. 4 No me siento con hombres falaces, I no me acompaño de los fingidos. 5 Aborrezco el consorcio de los malig- nos I y no me siento con impíos. * Yo lavaré mis manos en la inocen- cia I y andaré en derredor de tu altar, ¡oh Yavé! 7 Haciendo resonar cantos de alaban- za I y ensalzando todos tus prodigios. 8 ¡Oh Yavé!, yo amo la morada de tu casa, I el lugar en que se asienta tu ma- 9 No juntes con los pecadores mi alma, I ni mi vida con los sanguinarios, 1° Cuyas manos están llenas de maldad, cuyas diestras están llenas de sobornos. 11 Yo, por el contrario, marcharé en mi integridad; I rescátame, ¡oh Yavé!, y ten misericordia de mí. 12 Ya están mis pies en tierra firme, | bendeciré en la congregación a Yavé. 27 (V. 26) Confianza del justo en medi o del peligro 1 De David. Yavé es mi luz y mi salud, ¿a quién temer? | Yavé es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblar?* 2 Cuando los malignos me asaltan para devorar mis carnes, | son ellos, mis ad- versarios y enemigos, los que vacilan y caen. 3 Aunque acampe contra mí un ejér- cito, no teme mi corazón; I aunque me den la batalla, también estoy tranquilo. 4 Una cosa pido a Yavé, y ésa procu- ro: I habitar en la casa de Yavé todos los días de mi vida | para gozar del en- canto de Yavé | y visitar su santuario; * 5 Pues él me pondrá a seguro en su tienda el día de la desventura, | me ten- drá a cubisrto en su pabellón, I me pon- drá en alto sobre su roca. 6 Alzo luego mi cabeza I sobre los enemigos que me cercan, | y ofreceré en su tienda sacrificios de júbilo, I cantan- do y salmodiando a Yavé. 7 Oye, ¡oh Yavé!, el clamor con que te invoco, I ten de mi piedad y escúchame. 8 De tu parte me dice el corazón: «Buscad mi rostro», | y yo, Yavé, tu rostro buscaré. 9 No me escondas tu rostro, | no re- chaces con ira a tu siervo; | sé mi soco- rro, no me rechaces, no me abandones, ¡oh Dios, mi salvador! 10 Aunque me abandonaren mi padre y mi madre, | Yavé me acogerá. 11 Muéstrame, ¡oh Yavé!, tus caminos, I guíame por la recta senda, a causa de mis enemigos. 12 No me entregues a la rabia de mis adversarios, | que se alzan contra mí falsos testigos I y gente que respira cruel- dad. 13 ¡Ay si no creyera que he de gozar de la bondad de Yavé | en la tierra de los vivos! 14 Espera en Yavé, esfuérzate, | ten gran valor y espera en Yavé. 28 (V. 27) Oraci ón del salmista en un grave aprieto 1 De David. A ti clamo, ¡oh Yavé, mi roca! | No te desentiendas de mí, | pues dejándome tú, vendría a ser | como los que bajan al sepulcro.* 2 Oye la voz de mi súplica cuando te invoco, I cuando alzo mis manos hacia tu santo templo. 3 No me arrebates juntamente con los malvados, | con los obradores de la ini- quidad, I los que hablan paz a su prójimo, | mientras está su corazón lleno de mal- dad. 4 Trátalos conforme a sus obras, | con- forme a la malicia de sus acciones, | retribuyeles conforme a la obra de sus manos, | dales su merecido. O £ * El salmista nos representa a un justo cuidadoso de servir al Señor y que vive en lucha con ^ ** los impíos. Por esto pide a Dios que salga por su causa. O "7 l En este salmo, que expresa la gran confianza del salmista en su Dios, algunos autores ^ • modernos quieren ver dos salmos: el uno (1-6), que canta esta confianza en que desafía a sus enemigos; el otro (7-14), que nos revela el estado de angustia en que los enemigos le tienen puesto. 4 Este versículo nos muestra cuánta parte ocupaba en la vida religiosa de Israel el templo de Jerusalén. Los justos, llenos de fe de la presencia de Dios en su morada, no tienen otro placer que asistir a ella y a las solemnidades de su culto. OO ! Al a súplica por que Dios le salve y no le deje perecer con los malvados sigue la acción "" ° de gracias del que se cree escuchado. Los postreros versículos extienden la oración y piden por el rey y por la salud de su pueblo. No faltan autores que quieran ver aquí dos salmos: 1-5 y 6-9. SALMOS 28-91 616 5 Por que no atienden a las obras de Yavé, | a la obra de sus manos. | ¡Derrí- balos y no los edifiques! 6 ¡Bendito sea Yavé, | que oyó la voz de mis súplicas! 7 Yavé es mi fortaleza, es mi escu- do; i en El confió mi corazón y fui so- corri do, | y mi corazón salta de gozo, | y le al abaré con mis cant os. 8 Es Yavé la fortaleza de su puebl o, | es el salvador escudo de su ungido. 9 ¡Salva, Señor, a t u pueblo y bendice t u heredad, 1 sé su past or y condúcel os por siempre! 29 (V. 28) L a gl or i a d e Ya v é e n l a t e mp e s t a d i De Davi d. Dad a Yavé, hijos de Di os, | dad a Yavé la gloria y el poder. * 2 Da d a Yavé la gloria debida a su nombre, | post raos ant e Yavé con sacras vestiduras. 3 ¡La voz de Yavé sobre las aguas! | Truena el Di os de la majestad, | Yavé, sobre la inmensidad de las aguas. 4 Es poderosa la voz de Yavé; I la voz de Yavé es majestuosa; s La voz de Yavé r ompe los cedros, I t roncha Yavé los cedros del Lí bano. 6 Y hace saltar al Lí bano como un ternero, | y al Sarión como un ternero de búfalo. 7 La voz de Yavé hace estallar llamas de fuego; 8 La voz de Yavé sacude el desier- t o, | sacude Yavé el desierto de Cades. 9 La voz de Yavé retuerce las encinas, despoja las selvas, | y en su templo t odo dice: «¡Gloria!» 10 Siéntase Yavé sobre aguas diluvia- les, | siéntase como Rey eterno. 11 Yavé dará fortaleza a su puebl o. | Yavé bendecirá a su puebl o con la paz. 30 (V. 29) Ac c i ó n d e gr aci as d e s p u é s d e u n a e n f e r me d a d g r a v e 1 Cant o por la dedicación de la casa. Salmo de Davi d. 2 Qui ero ensalzarte, ¡oh Yavé!, por- que me has puest o en salvo I y no has alegrado a mis enemigos en mi daño. * 3 Yavé, mi Di os, | clamé a ti y tú me sanaste. 4 ¡Oh Yavé!, has sacado mi al ma del sepulcro, | me has l l amado a la vida de entre los que bajan a la fosa. 5 Cant ad a Yavé vosotros, sus san- t os, I y ensalzad su nombr e sant o. 6 Por que un instante dur a su cólera, | y su benevolencia es de por vida. | Alber- ga la t arde llantos, | mas viene a la ma- ñana la alegría. 7 Yo dije en mi fort una: | No seré j amás conmovi do. 8 Pues tú, ¡oh Yavé!, por t u benevo- lencia me asegurabas honor y poderí o. | Apenas escondiste tu rost ro, fui cont ur- bado. 9 Pero clamé a ti, ¡oh Yavé!, | pedí pi edad a mi Di os : 10 ¿Qué provecho hay en mi muer- te, I en que yo descienda a la t umba? I ¿Te al abará el polvo? | ¿Cant ará tus mi - sericordias? 11 Escúchame, Yavé, y ten pi edad de mí. I Ven Yavé, en mi socorro. 12 Y mudast e en júbilo mi l ut o, | des- at ast e mi saco I y me ceñiste de gloria. 13 ¡Por eso te cant aré, y no callaré I y te al abaré, Yavé, Di os mí o, por la eternidad! 31 (V. 30) Pl e ga r i a d e u n a n g u s t i a d o y a c c i ón d e gr aci as p o r l a l i be r a c i ón 1 Al director del cant o. Salmo de Da- vi d. * 2 En ti, ¡oh Yavé!, confí o; ] No sea yo nunca confundido, | líbrame en t u justicia. 3 Inclina a mí tus oí dos, | apresúrat e a librarme, | sé par a mí roca inexpug- nabl e, I ciudadela de mi salvación. 4 Tú eres ciertamente mi roca, mi ciu- dadel a; 1 por el honor de t u nombr e t ú me guiarás y me conducirás. 5 Me sacarás de la red que me han t endi do, | por que tú eres mi fortaleza. 6 En tus manos encomi endo mi espí- r i t u; I t ú me has rescat ado, ¡oh Yavé!, Di os de verdad. 7 Tú aborreces a los seguidores de los vanos ídolos, | pero yo sólo espero en Yavé. 8 Me alegraré y me gozaré en tu mi- 29 1 Bellísimo salmo, en que se revela Yavé en medio de la tempestad como Rey eterno, que desde el cielo bendice a su pueblo y le colma de paz. O A 2 La enfermedad, como cualquier otro mal que pueda venir sobre el hombre, sería una 0 v señal de la cólera de Dios. Oyendo el Señor la oración del salmista, no sólo le libra de aquel mal, sino también de los escarnios de los impíos, que se alegraban de verle humillado y confundido por su Dios. Í 1 1 Recordemos a Job acusado por sus amigos; con más razón ei salmista puede temer su con- *•* • fusión ante las acusaciones y los escarnios de sus enemigos al verle afligido y como herido por la mano de Dios. 617 SALMOS 31-33 sericordia, I pues has visto mi aflicción | y en las angustias salvaste mi al ma. * No me entregaste en manos del ene- mi go, I pusiste mis pies en anchura. i° Ten piedad de mí, ¡oh Yavé!, I por- que estoy en tribulación; I l a tristeza consume mis ojos, I mi al ma y mis en- t rañas. 11 Sí, mi vida se gasta en el dolor, | y mis años en gemidos. | Mi vigor enfla- quece por la tribulación, | y se consu- men mis huesos. i 2 Soy el oprobi o de t odos mi s perse- guidores, I objeto de t error par a mis vecinos | y de espant o par a cuant os me conocen; | t odos los que me ven huyen de mí . 13 Como muer t o he sido bor r ado de t odos los corazones | y parezco una vasija rot a. 1 4 Oigo el mur mur ar de muchos, | es- pant o por t odas part es, | cuando a una se confabul an cont ra mí | y t r aman arre- bat ar me la vida. 15 Pero yo confío en ti, ¡oh Yavé! I Yo di go: Tú eres mi Dios, t<> En tus manos están mis dí as; I lí- br ame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores. 1 7 Haz resplandecer t u faz sobre t u sier- vo I y sálvame en t u misericordia * i 8 Yavé, que no sea yo confundido, pues t e i nvoco; | confundidos sean los mal vados y que mudos bajen al sepul- c r o ; * 1 9 Que callen para siempre los labios ment i rosos, I que, soberbios y despec- tivos, I l anzan insolencias cont ra el j ust o. 2 0 ¡Qué grande es, oh Yavé, la mise- ricordia I que guardas para los que te t emen, I que a la vista de t odos | haces a los que en ti confí an! 2 1 Tú haces de t u presencia su defensa I cont ra la crueldad de los hombres, I y como en un t abernácul o los pones a cu- bierto I de los azotes de las lenguas. 22 ¡Bendito sea Yavé, que en mí hace admi rabl e su misericordia I como ciu- dad fortificada! 2 3 Yo, en mi t urbaci ón, habí a ya di- cho: I He sido arroj ado de ante tus oj os; I pero t ú has oí do mi voz supli- cant e I cuando a ti clamé. 2 4 Amad a Yavé vosot ros t odos, sus sant os; I a los fieles conserva Yavé, | y paga con usura a los soberbios. 25 Esforzaos y fortaleced vuestro cora- zón I t odos cuant os esperáis en Yavé. 32 (V. 31) Conf e s i ón d e l os p e c a d o s y a c c i ón d e gr aci as p o r el p e r d ó n 1 De Davi d. Masqui l . ¡Bienaventurado aquel a quien le ha sido per donado su pecado, | a quien le h a si do remi t i da su i ni qui dad! * 2 ¡Bienaventurado aquel a quien no i mput a Yavé la iniquidad | y en cuya al ma no hay ment i ra! 3 Mi ent ras callé, consumí anse mis hue- sos, I con mi gemir durant e t odo el día, 4 Pues día y noche t u mano pesaba sobre mí , I y t ornóse mi vigor en seque- dades de estío. (Sela.) 5 Pero t e confesé mi pecado | y te descubrí mi iniquidad. I Di j e: «Confesa- ré a Yavé mi pecado», I y tú perdonast e mi iniquidad. (Sela.) 6 Por eso te invocarán t odos los pia- dosos al t i empo propi ci o, | y la i nunda- ción de las copiosas aguas no llegará a ellos. 7 Tú eres mi asilo, t ú me preservas de la adversidad | y me rodeas de cant os de liberación. (Sela.) 8 «Yo t e har é saber y te enseñaré el cami no que debes seguir; | seré tu con- sejero, y estarán mis ojos sobre ti. 9 No seas sin ent endi mi ent o, como el caballo y el mul o, | a los que pones bri- da y freno, | por que si no, no se acer- can a ti.» 10 Muchos son los dolores del i mpí o, I pero la misericordia ceñirá al que espera en Yavé. 11 Alegraos en Yavé, regocijaos, ¡oh j ust os!; I saltad de gozo t odos los rectos de corazón. 33 (V. 32) Al a b a n z a del p o d e r y l a p r o v i d e n c i a de l S e ñ o r 1 ¡Alegraos, j ust os, en Yavé! J Bien está a los rectos la al abanza. * 2 Cant ad a Yavé con la cí t ara, | en- salzáosle con el ar pa de diez cuerdas. * ? Haz resplandecer sobre mí tu rostro y devuélveme la alegría y la paz (Sal 4.7 s.; Núm 6,25-26). 1 8 El justo, fiel a su Dios, ve enfrente de sí a los malvados, enemigos de Yavé, que se burlan de él y de lo que él representa, que es la causa de Dios. El salmista pide a Dios que salga por la causa suya y la de sus fieles, castigando a los impíos según su justicia. OO 1 El salmista se congratula de haber obtenido el perdón de su pecado cuando se lo confesó " " a Yavé, lo que debe ser una lección para todos y un argumento de la bondad de Dios, que se constituye en maestro del hombre si éste se le muestra dócil. OO l El salmista invita a alabar a Yavé, omnipotente, que hace fracasar los planes de las na- **" ciones contra su pueblo, el cual por esto puede vivir en seguridad bajo la mirada y la pro- tección de Yavé, que desde lo alto de los cielos contempla la conducta de los hombres. SALMOS 33-34 618 3 Cantadle un canto nuevo | y tañed bien a una con júbilo la lira. 4 Porque es recta la palabra de Yavé | y toda su obra es obra de verdad. 5 El ama la justicia y el derecho, | y de la misericordia de Yavé está llena la tierra. 6 Por la palabra de Yavé fueron he- chos los cielos, | y todo su ejército por el aliento de su boca. 7 El reúne como en odre las aguas del mar | y hace de los abismos como es- tanques. 8 Tema a Yavé toda la tierra, | téman- le todos los habitantes del universo; ' Porque dijo El, y fue hecho; | man- dó, y así fue. io Anula Yavé el consejo de las gen- tes | y frustra las maquinaciones de los pueblos. 11 El consejo de Yavé permanece por la eternidad; I los designios de su cora- zón, por todas las generaciones. 12 ¡Venturoso el pueblo cuyo Dios es Yavé, ! el pueblo que El se eligió por he- redad! 13 Mira Yavé desde los cielos, | y ve a todos los hijos de los hombres. 14 Desde la morada en que se asienta | ve a todos los habitantes de la tierra. 15 Es El quien ha hecho todos los co- razones | y conoce a fondo todas sus obras. 16 No es la muchedumbre de los ejér- citos la que salva al rey, | ni se salva el guerrero por su gran robustez. 17 Vano es para la salvación el caba- llo; | su gran vigor no librará al jinete. 18 Están los ojos de Yavé sobre los que le temen, | sobre los que esperan en su misericordia, 19 Para salvar sus almas de la muer- te, | para nutrirlas en tiempo de hambre. 20 Nuest ra al ma confia en Yavé; | El es nuest ro auxilio y nuestro escudo. 21 En El se regocija nuestro corazón, | en su santo nombre está nuestra confianza. 22 Sea, ¡oh Yavé!, sobre nosotros tu misericordia, I como esperamos «a ti. 34 (V. 33) Alabanza de Di os, prot ect or del justo 1 De Davi d. Cuando se i ngi ó l oco ant e Abim«l«c, que la echó da si, pudí endo así escapar. * 2 Al ef. Yo bendeciré siampra a Ya- vé, | su al abanza estará siampra e s mi boca. O A * La indicación histórica del salmo se refiere al episodio narrado en i Sam 21,10-15. El " ^ salmo es un himno alfabético, e» que David da gracias a Dios por haberle libertado de los peligros; de aquí se levanta a celebrar la providencia de Dios sobre los justos y exhorta a éstos a confiar en £1 y temerle. 3 Bet. En Yavé se gloriará mi alma, lo oirán los justos y se alegrarán. 4 Guímel. ¡Cantad conmigo la grande- za de Yavé! I ¡Ensalcemos a una su nom- bre! 5 Dálet. Yo he buscado a Yavé, y El me ha escuchado, | librándome de to- dos mis terrores. 6 He. Volveos todos a El, y seréis alumbrados | y no cubrirá el oprobio vuestros rostros. 7 Zain. Miró el desvalido a Yavé, y El le escuchó, | y le salvó de todas sus an- gustias. 8 Jet. Acampa el ángel de Yavé | en derredor de los que le temen, y los salva del peligro. 9 Tet. Gustad y ved cuan bueno es Ya- vé; I bienaventurado el hombre que se acoge a El! 10 Yod. Temed a Yavé vosotros sus santos, I pues nada falta a los que le temen. 11 Caf. Empobrecen los ricos, y en la penuria pasan hambre; | pero a los que buscan a Yavé no les falta bien alguno. 12 Lamed. Venid, hijos, oidme, | y os enseñaré el temor de Yavé. 13 Mem. ¿Quién es el hombre que ama la vida | y desea ver días felices? 14 Nun. Pues preserva del mal tu len- gua, I y tus labios de palabras mentirosas. 15 Sámec. Aléjate del mal y haz el bien, | busca y persigue la paz. 16 Ayin. Los ojos de Yavé están sobre los justos, I y sus oídos atentos a sus cla- mores. 17 Pe. La faz de Yavé está contra los que hacen el mal | para borrar de la tierra su memoria. 18 Sade. Clamaron los justos, y Yavé los oyó I y los libró de todas sus angustias. 19 Qof. Está Yavé vecino a los de cora- zón contrito, I salva a los afligidos de espíritu. 20 Res. Muchas son las aflicciones del justo, I pero de todas le libra Yavé. 21 Sin. Toma a su cuidado todos sus huesos, I y ni uno solo de ellos será roto. 22 Tau. La desgracia matará al impío, | y los que aborrecen al justo serán des- truidos. 23 Yavé redime el alma de sus siervos, | y cuantos en él confían no serán casti- gados. 619 SALMOS 35-36 35 (V. 34) Plegaria del justo contra sus perseguidores 1 De David. Oponte, ¡oh Yavé!, a cuantos a mí se oponen, | combate a los que a mí me combaten. * 2 Echa mano al escudo y a la adarga | y álzate en ayuda mía. 3 Enristra la lanza y cierra contra mis enemigos, | di a mi alma: «Yo soy tu sal- vación». 4 Sean confundidos y avergonzados los que ponen asechanzas a mi vida; I sean puestos en fuga y cubiertos de ignominia los que maquinan mi ruina. * s Sean como paja al viento, | persígalos el ángel de Yavé. 6 Sea su camino tiniebla y resbaladero, | y el ángel de Yavé los acose. 7 Porque sin causa me tendieron su red, I sin razón cavaron una fosa para mí. 8 Cójalos inesperadamente la ruina, | y enrédense en la red misma que tendieron, | y caigan en la fosa que cavaron. 9 Entonces se alegrará mi alma en Ya- vé l y se gozará en su salvación. 10 Todos mis huesos dirán: | ¿Quién se- mejante a ti. ¡oh Yavé!, | que libras al desvalido dei poderoso, | al pobre y al afligido de quien le despoja? 11 Alzáronse contra mi testigos falsos | para demandarme lo que ni sabía. 12 Volviéronme mal por bien I para abatir mi alma. 13 Cuando ellos estuvieron enfermos, yo me vestí de saco, | afligiendo con el ayuno mi alma, | y repetía en mi pecho las plegarias. 1 4 Me porté con ellos como con un pariente o un hermano; | como si llevase luto por mi madre, me enlutaba y me humillaba; 15 Pero ellos se alegran de mi mal y se confabulan; | se confabulan contra mí para herirme a traición, | me destrozan sin descanso. 16 Se burlan de mí, de mí hacen mofa, | y rechinan sus dientes contra mi. 1 7 ¿Hasta cuándo, ¡oh Yavé!, estarás viendo esto? I Arranca mi alma de su tormento, I mi vida de las garras del león. * 18 Te alabaré en medio de la asamblea, I te ensalzaré en medio de un pueblo nu- meroso. 19 No triunfen contra mí los que sin causa son enemigos míos; I no se guiñen el ojo los que injustamente me aborrecen. 20 No hablan de paz | y urden tramas contra los pacificos de la tierra. 2 i Abren sus bocas contra mí, dicien- do: I «¡Ah, ah! Lo vieron por fin nues- tros ojos». 22 ¿No lo Tes, oh Yavé? ¡No calles! | ¡Dios mío, no te alejes de mí! 23 ¡Despierta, álzate en favor mió, I Dios mío, Señor mío, en mi defensa! 24 ¡Hazme justicia según tu justicia, Se- ñor mío! ] ¡Dios mió, no triunfen con- tra mí! 2 5 Que no puedan decir en su corazón: «Lo conseguimos». | No di gan: «Le he- mos devorado». 26 Sean confundidos y avergonzados | cuantos se gozan de mi mal. I Sean cu- biertos de vergüenza y confusión I los que orgullosamente se alzan contra mí. 27 Y alégrense y salten de júbilo los que están en favor de mi inocencia | y digan siempre: «¡Ensalzado sea Yavé, | que dio paz a su siervo!» 28 Mi lengua cantará tu justicia, todos los días tus alabanzas. 36 (V. 35) Bondad de Di os y mal dad del i mpí o 1 Al maestro del coro. De David, siervo de Yavé. * 2 Habla la impiedad al impío en su co- razón; I no hay ante sus ojos temor de Dios. 3 Lisonjéase de que, a su parecer, | no será hallada y castigada su culpa. 4 Las palabras de su boca son injusticia y fraude, | no se cuida de ser cuerdo y obrar el bien. 5 En su lecho maquina iniquidades | y emprende caminos no buenos; no se apar- ta del mal. « Se levanta hasta los cielos, ¡oh Yavé!, tu misericordia, | y hasta las nubes tu verdad. O e * Este salmo desarrolla el mismo pensamiento del salmo 6. **** 4 Libre el justo de la opresión de los impíos, éstos quedaran confundidos, mientras el justo se alegrará viendo triunfante la causa de Dios, que es la suya. 17 Este trozo nos hace entrar en el ánimo del salmista y entender la razón de aquellas súplicas, que nos dejan desconcertados. Los impíos le persiguen, se burlan de él, tnuéstranse contentos de verle humillado y abatido; el salmista entiende que todo esto va contra Dios, cuya causa representa él en la tierra con los demás justos, y pide que sus enemigos sean confundidos y esta confusión traiga la siegrfo a los que con él forman, como si dijéramos, el partido de Yavé. OC l Al a malicia del implo, que en su corazón maquina todo género de maldades, pensando " v que Dios no lo ve, opone el salmista la bondad de Dios y su misericordia, que salva a sus fieles y castiga a los malvados. SALMOS 36-37 620 7 Tu justicia es como los mont es de Di os, | tus juicios son un i nsondabl e abis- mo. | Tú, ¡oh Yavé!, conservas a hombr es y animales. 8 ¡Cuan magnífica es, oh Yavé, t u mi- sericordia; | ampáranse los hombr es a la sombra de tus alas! 9 Sácianse de la abundanci a de t u casa | y los abrevas en el t orrent e de tus de- licias. 10 Por que en ti está la fuente de la vida, | y en t u luz vemos la luz. 11 Extiende t u misericordia a los que t e conocen, | y tu justicia a los rectos de corazón. 12 No me pise el pie del soberbio, | no me eche fuera la mano del impío. 13 Sí, caerán los obradores de la ini- qui dad, | serán abat i dos y no podr án más levantarse. 37 (V. 36) L a p r o v i d e n c i a di vi na s o b r e el j u s t o y s o b r e el i mp í o 1 De Davi d. Alef. No t e impacientes por los mal - vados, | no envidies a los que hacen el mal . * 2 Por que prest o serán segados como el heno, | y como la hierba tierna se secarán. 3 Bet. Tú confía en Yavé y obr a el bien, | y habi t arás en la tierra y serás apacent a- do en la verdad. 4 Haz de Yavé t us delicias, | y El te dará lo que t u corazón desea. 5 Guímel. Encomi enda a Yavé t us ca- mi nos, | en El espera y El har á; 6 Har á resplandecer como la luz t u justicia, | y t u derecho como la luz del mediodía. 7 Dál et . Aqui ét at e en Yavé y espera en El ; | no te impacientes por la prosperidad de esos ot ros, I de los que obran la mal dad. 8 He. Depon el enojo y deja la cólera, | no t e excites, no t e dejes llevar al pecado. 9 Porque los mal vados serán extermi- nados, | pero los que esperan en Yavé poseerán la tierra. io Vau. Si, un poco todavía, y el i mpí o ya no será; I le buscarás en su lugar, y ya no le hallarás. u Pero los mansos poseerán la tierra | y gozarán de gran paz. 1 2 Zai n. Maqui na el i mpí o cont ra el justo | y rechina los dientes cont ra él. * 13 Pero Yavé se ríe de él, | por que ve que su día se acerca. 14 Jet. Desenvai naron los mal vados su espada, tendieron el arco, | para destruir al pobre y al menesteroso, | par a asesi- nar a los que van por el cami no recto. 15 Su espada se hundi rá en su pr opi o corazón | y se quebrant arán sus arcos. 16 Tet. Mejor le es al j ust o lo poco | I que la gran opulencia de los impíos. 17 Por que los brazos del i mpí o serán rot os, | mi ent ras que Yavé sostiene al j ust o. 18 Yod. Conoce Yavé los días del j ust o, I y su posesión será eterna. 1 9 No serán confundidos al t i empo ma- lo | y serán saciados en el día del hambr e. 2 0 Caf. Cierto, los impíos perecerán, I y los enemigos de Di os, como la lozanía de los prados, se marchi t arán, | se des- vanecerán como el humo. 21 Lamed. Pide prest ado el i mpí o y no puede pagar, | el j ust o se compadece y da. 2 2 Sí, los benditos de Di os heredarán la tierra, I los malditos de El serán exter- mi nados. 2 3 Mem. Yavé ordena los pasos del hombr e | y se compl ace en sus cami nos. 2 4 Si cayere, no yacerá post rado, | por - que Yavé le tiende su mano. 2 5 Nun. Fui mozo y ya soy viejo, | y j amás vi abandonado al j ust o, | ni a su prol e mendi gar el pan. 2 6 Siempre se compadece y presta, | y es bendecida su descendencia. 2 7 Sámec. Apár t at e del mal y haz el bien, | y vivirás para si empre; 2 8 Por que ama Yavé la rectitud | y no desampara a sus santos. Ayín. Los impíos serán bor r ados para siempre, | y la prole del i mpí o será exter- mi nada. 2 9 Los justos poseerán la tierra, | y será eterna en ella su mor ada. 3 » Pe. La boca del j ust o habl a sabidu- ría, | y su lengua profiere pal abras de rectitud. 3 i Lleva en el corazón la ley de su Di os | y no vacilan sus pasos. 32 Sade. El mal vado espía al j ust o | y busca modo de arrebat arl e la vida, 33 Pero Yavé no se lo entrega en sus manos I y no permi t e que sea condenado en el juicio. 34 Qof. Confí a en Yavé | y sigue sus cami nos, | y El te ensalzará para que O y 1 El problema de la existencia del mal en el mundo y las razones del gobierno divino, bajo " * el cual se ve con frecuencia padecer a los justos y prosperar a los malvados, inquietaba gran- demente a los autores del Antiguo Testamento, a quienes aún no había sido revelado el misterio de la cruz y de la resurrección de Cristo. No obstante, el verso 18 expresa abiertamente la apro- bación divina a la conducta de los justos y lo eterno de su recompensa. 12 El salmista nos describe en esta larga estrofa (12-22) la suerte desdichada de los impíos, y prosigue en las siguientes (23-34) pintándonos la amorosa providencia con que Dios vela sobre los justos. 621 SALMOS 37-39 poseas la tierra, I y gozarás a la vista del exterminio de los impíos. 35 Res. He visto al i mpí o al t ament e ensalzado [ y extenderse como árbol vi- goroso. * 36 Pero pasé de nuevo, y ya no er a; | le busqué, y no le hallé. 37 Sin. Considera al recto y mi ra al j ust o, I y verás que su fin es feliz. 38 Los impíos, por el cont rari o, serán ext ermi nados; | la posteridad de los mal - vados será t ronchada. 3 9 Tau. De Yavé viene la salvación de los justos, I es su refugio al t i empo de la adversidad. 4 0 Yavé los socorre y los l i bra; I del i mpí o los libra y los salva, ¡ por que se acogen a El. 38 (V. 37) Or a c i ó n d e u n p e c a d o r a r r e p e n t i d o 1 Salmo de Davi d. Par a memori a. * 2 No me castigues, Yavé, en t u furor, | no me corrijas en t u ira. 3 Que tus saetas han penet rado en mí | y pesa gravemente sobre mí t u mano. 4 Nada hay sano en mi carne a causa de t u i ra; | nada íntegro en mis huesos a causa de mi pecado. 5 Pasan por encima de mi cabeza mis iniquidades, | pesan sobre mí como pesada carga. 6 Hedi onda podr e supur an mis llagas | a causa de mi locura. 7 Voy encorvado y en gran maner a hu- mi l l ado, I t odo el día en l ut o; 8 Por que están mis huesos abrasados, | y no hay en mi carne part e sana. 9 Estoy desfallecido y sobremanera aca- bado, I y la conmoci ón en mi corazón me hace rugir. 10 Mi s deseos, ¡oh Yavé!, ant e ti están, | y no se te ocultan mis gemidos. 1 1 Está lleno de congoja mi corazón, me faltan las fuerzas, I y aun la mi sma luz de mis ojos me abandona. i 2 Mi s amigos y mis compañeros se alejan por mis llagas, I y mis vecinos se quedan lejos. 1 3 Ti éndenme lazos los que buscan mi vida I y me amenazan los que desean mi r ui na; | t odo el día están maqui nando engaños. 14 Yo hago que no oigo, como sordo, | y como mudo no abr o la boca. 1 5 Soy como hombr e que no sien- 35 Esta última estrofa es la suma de todo el salmo: los impíos perecerán Dios asegurada su salvación. te I y en cuya boca no hay respuesta. 16 Por que es en ti, ¡oh Yavé!, en quien confío, I y serás t ú quien por mí respon- das, I ¡Yavé, Di os mí o! 1 7 Pero te di go: «Que no se gocen en mi mal | y no se engrían cont ra mí cuando resbale mi pie». 18 Mi r a que estoy par a caer, | tengo siempre a mis ojos mi mal dad. 19 Pues yo confieso mi culpa | y que peno mi pecado. 2 0 Pero viven y son fuertes mis enemi- gos I y se multiplican los que injusta- ment e me odi an; 21 Y los que vuelven mal por bien | me hostigan por seguir el bien. 2 2 No me abandones, ¡oh Yavé! ; I no t e estés alejado de mí , ¡Dios mí o! 2 3 ¡Corre en mi auxilio! | ¡Señor mí o, mi salud! 39 (V. 38) De p r e c a c i ó n de l j u s t o a t r i b u l a d o 1 Al maest ro del coro. De I dut ún. Salmo de Davi d. • 2 Yo me dije: At enderé a mis cami nos | para no pecar con mi l engua; I pondré un freno a mi boca | mientras tenga al impío frente a mí. 3 Quedé silencioso, mudo; cahé aun el bi en; | pero mi dol or se exacerbaba. 4 Me ardí a el corazón dent ro del pecho; | se encendía el fuego en mi meditación, | y pr or r umpí con mi l engua: 5 Dame a conocer, ¡oh Yavé!, mi fin | y cuál sea la medi da de mis dí as; I que sepa cuan caduco soy. 6 Has reduci do a un pal mo mis días, I y mi existencia delante de ti es la nada; | no dur a más que un sopl o t odo hombr e. (Sela.) 7 Muévese el hombr e cual un fantasma, I por un soplo solamente se afana; ! amon- t ona sin saber para quién. 8 ¿Qué podrí a yo entonces esperar, oh Yavé? I Pero está en ti mi esperanza. 9 Lí brame de t odas mis iniquidades, | no me hagas el escarnio del mal vado. 1° Enmudezco, no abro mi boca, I pero sé que t ú lo haces. 11 Desvía de mi t u azote, | que el rigor de tu mano me consume. 12 Tú vengas con castigos la iniquidad del hombr e I y destruyes su soberbia como la polilla; cierto que t odo hombr e es un soplo. (Sela.) los justos tienen en O O * El salmista padece una grave enfermedad, que él mismo tiene por pena de sus pecados, " ^ los cuales con humildad confiesa a Dios. Lejos de compadecerse, sus amigos y compañeros le escarnecen y le tienden lazos. En el silencio se encomienda a Dios, pidiéndole que le libre y no le deje caer en manos de sus enemigos ni permita que se regocijen viendo su ruina. OQ 1 Como Job sentado en la ceniza, así el salmista, oprimido por la tribulación que Dios le ** ** envía, y que le convierte en escarnio de sus enemigos, que son los de Dios, enmudece hasta que por fin prorrumpe en quejas al Señor. SALMOS 39-41 622 13 Oye, ¡oh Vavé!, mi plegaria; | da oídos a mis clamores, I no seas insensible a mis lágrimas. I Porque yo no soy más que un extranjero para ti, I un advenedizo, como todos mis padres. H Déjame que me reconforte un poco | antes que me vaya y ya no sea. 40 (V. 39) Acción de gracias por el auxilio re- cibido y petición de nuevo auxilio 1 Al maestro del coro. Salmo de Da- vid. * 2 Confiadamente esperé en Yavé, | y se inclinó y escuchó mi clamor. 3 Y me sacó de una hoya de ruina, I del fango cenagoso, I y afirmó mis pies sobre piedra | e hizo seguros mis pasos. 4 Puso en mi boca un cántico nuevo, | una alabanza a nuestro Dios. | Muchos verán esto y temerán, | y esperarán en Yavé. 5 Bienaventurado el hombre cuya es- peranza es el nombre de Yavé | y no se vuelve a los soberbios ni a los mentirosos. 6 Tú, ¡oh Yavé, Dios mío!, has multi- plicado tus maravillas I y tus trazas en favor nuestro. | Yo quisiera contarlas, hablar de ellas, | pero sobrepasan todo número. 7 No deseas tú el sacrificio y la ofren- da, I pero me has dado oído abierto. | No buscas el holocausto y el sacrificio ex- piatorio. * 8 Y me dije: «Heme aquí; I en el rollo de la Ley se escribió de mí; 9 En hacer tu voluntad, ¡Dios mío!, tengo mi complacencia, | y dentro de mi corazón está tu ley». 10 He proclamado tu justicia a nume- rosa asamblea; I no cerré mis labios; tú, lOh Yave!, lo sabes. 11 No he tenido encerrada en mi cora- zón tu justicia; | he anunciado tu verdad v tn fi^-S'T,' N o c e l é t u misericordia y u fidelidad I a la numerosa asamblea. . ™ apartes de mí, ¡oh Yavé' tu misericordia; | tu piedad'y tu jusucia 1 número a los cabellos de mi cabeza, | y por eso desfallece mi corazón. 14 Agrádete librarme, ¡oh Yavé! | Co- rre, ¡oh Yavé!, en mi ayuda. 15 Sean confundidos y avergonzados | los que buscan arrebatarme la vida. ! Sean puestos en fuga y cubiertos de igno- minia I aquellos que se alegran de mi mal. 16 Consumidos sean por su afrenta | los que me gritan: «¡Ah, ah!» 1 7 Salten de gozo y alégrense en ti todos aquellos que te buscan; | los que aman la salud que de ti viene | exclamen siempre: «¡Ensalzado sea Yavé!» 1 8 Cuanto a mí, pobre y menesteroso, | Yavé cuidará de mí. Tú eres mi socorro y mi libertador. | ¡Dios mío, no te tardes! 41 (V. 40) Oración de un enfermo grave 1 Al maestro del coro. Salmo de Da- vid. * 2 Bienaventurado el que piensa en el necesitado y el pobre; | en el día malo Yavé le librará. 3 Le protegerá Yavé y le dará vida; | será bienaventurado sobre la tierra, | pues no le entregará al odio de sus ene- migos. 4 Le sostendrá Yavé en el lecho del do- lor; I en la enfermedad tú le aliviarás. 5 Yo digo: ¡Oh Yavé, ten piedad de mí! I Sana mi alma, que pequé contra ti. 6 Mis enemigos lanzan imprecaciones contra mí, diciendo: | «¿Cuándo se morirá éste y será borrado su nombre?» 7 Si vienen a verme hablan mentirosa- mente, I acumulan en su corazón malos deseos, | y cuando salen fuera, hablan. 8 Reunidos, murmuran contra mí los que me odian | y descuentan mi ruina: 9 «Un mal terrible se ha apoderado de él; I se acostó para no levantarse ya más». 10 Aun el que tenía paz conmigo, | aquel a quien yo me confiaba y comía mi pan, | alzó contra mí su calcañal. 11 Pero tú, ¡oh Yavé!, ten piedad de mi, I haz que me levante, | y entonces les daré su merecido. 12 En esto conoceré que me amas: I en que no triunfe mi enemigo contra mí. ^gua r da r á n eternamente.- se mre r ch U an m en r ° dean m a l e s s i n ""mero I ™„o j m e r a te-iO^que"^! S ^ n ° S pr e l , e nd en ver en este salmo dos composiciones; la pri- swando que no a los sacrifinl • ' e s c u c h a ( i o d e Dios en un grave peligro, le da gracias, pre- « 7 * « que Dios fe h a y " ° s ' s ™ a su confianza en el Señor y a la obediencia a sus preceptos a E L° e 1 , a an 8ustia,seaSdo 1 S e . B ^ d a p a r t e M saí ™° («*-!*) sería un apremiante llama- alegria Jubilosa p a r a íos qué aman f e " ? 1 1 " p i d i e n d o l a confusión para sus perseguidores y la , '-«atienen estos versl 1 a l Señor. sino e a ft S e ( |V 2) f mtta l a felsa pLc Sc PovI ^ r ? , pes ant í s i mo, que es el tema del primer sermóa que ¿ a s í l l í ° l u n t a d . con 1. perfed í b ^ ™ SaCr Í f i cÍ 0 q u e D i o s d e s e a n o e s el d e ! o s be c e r r OS - M ^ a el fin cumplió la voluntan ^ I D ' T " 3 a s u le V- E s t ° «= "¡alizo plenisimamente en Cristo, 4 1 i, ^ e salmo es parecdo V *" *""' a SPe Ct ° e l S a ' m ° 6S me s i a n i c o - osí cul o 14 es l í doxo' oU 8 ' T a m b i é n l a rasión de él es una enfermedad del salmista. 81a c o n 1 u e ' «mina el libro primero del Salterio. 623 SALMOS 41-44 1 3 Tú manténme incólume | y consér- vame por siempre en tu presencia. 14 ¡Bendito Yavé, Dios de Israel, por los siglos de los siglos! | Amén, amén. % I B R O SEGUNDO (42-72) 42 (V. 41), 43 (V. 42) Ardientes deseos del desterrado por ver nuevamente el santuario 1 Al maestro del coro. Masquil, de los hijos de Coré. * 2 Como anhela la cierva las corrientes aguas, I así te anhela a ti mi alma, ¡oh Dios! 3 Mi alma está sedienta de Dios, del Dios vivo. I ¿Cuándo vendré y veré la faz de Dios? 4 Mis lágrimas son día y noche mi pan, | mi ent ras cont i nuament e me di cen: I «¿Dónde está tu Dios?» 5 ¡Ay! ¡Cómo estalla en mi corazón el recuerdo | de cuando en medio de la muchedumbre | iba en procesión a la casa de Dios, I entre voces de júbilo y alaban- za I del pueblo en fiesta! 6 ¿Por qué te abates, alma mía? | ¿Por qué te turbas dentro de mí? | Espera en Dios, que aún le alabaré. | ¡El es la alegría de mi rostro, El es mi Dios! 7 Abatida está mi alma, Dios mío; | siempre estoy acordándome de ti, desde la tierra del Jordán, | de las cumbres del Hermón y del monte Meser. 8 Un remolino llama al otro remolino; | con el rumor de tus cascadas, | todas tus ondas y tus olas pasan sobre mí. 9 De día dispensa Dios su gracia; | de noche me acompaña su cántico, | una oración al Dios de mi vida. 10 Digo a Dios: «¡Oh Roca mía! ¿Por qué te has olvidado de mí? | ¿Por qué he de andar en luto bajo la opresión del enemigo?» 11 Mientras quebrantan mis huesos, mis opresores se burlan de mí, | diciéndome continuamente: «¿Dónde está tu Dios?» 12 ¿Por qué te abates, alma mía? | ¿Por qué te turbas dentro de mí? | Espera en Dios, que aún le alabaré. I El es la alegría de mi rostro, El es mi Dios! 1 Júzgame, ¡oh Yavé!, y defiende mi causa; | líbrame de esta gente malvada, | de esos inicuos traidores. 2 Pues que eres tú mi refugio, ¿por qué me rechazas? | ¿Por qué he de andar en luto, bajo la opresión del enemigo? 3 Manda tu luz y tu verdad; ellas me guiarán | y me acompañarán a tu monte santo, I a tus tabernáculos. 4 ¡Oh si pudiera acercarme al altar de Dios, I al Dios de mi alegría y de mi gozo, | y cantarle a la cítara! ¡Oh Dios, Dios mío! 5 ¿Por qué te abates, alma mía? | ¿Por qué te turbas dentro de mi? | Espera en Dios, que aún le alabaré. | ¡El es la alegría de mi rostro, El es mi Dios! 44 (V. 43) Lamentación-por el estado de opre- sión en que se halla el pueblo 1 Al maestro del coro. Masquil, de los hijos de Coré. * 2 Con nuestros oídos, ¡oh Dios!, hemos oído; I nos contaron nuestros padres | la obra que tú hiciste en sus días, | en los tiempos antiguos. 3 Tú, con tu mano, echaste a las gentes y los plantaste a ellos; | afligiste a los pueblos y los arrojaste, y a ellos los di- lataste. 4 No se apoderaron de la tierra por su espada | ni les dio su brazo la victoria; | fue tu diestra, tu brazo, la luz de tu ros- tro, I porque te complaciste en ellos. 5 Tú, ¡oh Dios!, eres mi rey; | tú diste victorias a Jacob; 6 Contigo batimos a nuestros enemi- gos; ! en tu nombre, pisotearemos a nues- tros adversarios. 7 Pues no confié en mi arco, | no me dio mi espada la victoria. 8 Eres tú quien nos dio la victoria sobre nuestros enemigos, | el que confundió a cuantos nos odian. 9 Y nosotros nos gloriaremos siempre en Yavé | y eternamente cantaremos su nombre. (Sela.) 10 Pero ahora nos has abandonado, nos has hecho caer en la ignominia, | no sales ya con nuestros ejércitos. 11 Nos has hecho huir ante el enemigo, [ y los que nos aborrecían se enriquecieron con la presa. i 2 Nos has hecho como ovejas destina- Aunque distintos en el texto, los salmos 42 y 43 son un salmo único. Basta para conven- cerse de ello atender a la estrofa intercalar, que en uno y otro es la misma. El salmo es una bellísima explosión de los suspiros y anhelos del salmista por el templo, en que siente la presencia de su Dios, en quien se goza. 1 La memoria de la conquista de Canán, como de la salida de Egipto, por la protección de Yavé, está siempre en la memoria del israelita fiel. Por eso se maravilla al presente de que el Señor los haya abandonado entregándolos a sus enemigos, que, infatuados con su victoria, escarne- cen al pueblo de Yavé. Esta triste situación mueve al salmista a clamar al Señor en demanda de auxilio. Tal vez responde a los tiempos tristes de la invasión asiría en los días de Ezequías. 42 44 SALMOS 44-45 624 das al matadero | y nos has dispersado entre las gentes. 13 Has vendido de balde a tu pueblo no subiste mucho su precio. 14 Nos has hecho el oprobio de nuestros vecinos, | el ludibrio y la mofa de cuantos nos rodean. 15 nos has hecho la fábula de las gen- tes ; | todas al vernos yerguen su cabeza. i* Mi ignominia está delante de mi todo el día; I cubre mi rostro la vergüenza. 17 Ante los insultos y los ultrajes | del enemigo, del vengativo. 18 Todo esto ha venido sobre nosotros sin haberte olvidado | ni haber roto tu pacto. 19 No se ha rebelado nuestro corazón, | no se salieron de tus caminos nuestros pasos. 20 Y tú nos aplastaste en esta guarida de chacales I y nos cubriste de sombras de muerte. 21 Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios, I si hubiéramos tendido nuestras manos a los dioses extraños, 22 ¿No había de saberlo Dios, ! que conoce los secretos del corazón? 23 Antes por tu causa nos entregan a la muerte cada día | y somos tenidos por ovejas para el matadero. 24 ¡Despierta! ¿Cómo es que estás dor- mido, Yavé? | ¡Despierta, no nos dejes del todo! 25 ¿Por qué escondes tu rostro, | olvida- do de nuestra miseria, de nuestra opre- sión? 26 Está nuestra alma postrada en el polvo, I está nuestro cuerpo pegado a la tierra. 27 ¡Levántate y ayúdanos! | ¡Rescátanos por el honor de tu nombre! * 45 (V. 44) Cant o nupcial i Al maestro del coro. Sobre los lirios. Masquil, de los hijos de Coré. Canto de amor. * 2 Bullendo está en mi corazón un bello canto | que al rey voy a cantar. | Sea mi lengua como el cálamo de veloz escriba. 3 Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; | en tus labios se ha derra- mado la gracia | y te ha bendecido Dios con eterna bendición. 4 Cíñete la espada sobre el muslo, ¡oh/ héroe!; | tus galas y preseas, / 5 Y marcha, cabalga por la verdad y la justicia; | enséñete tu diestra portentosas hazañas. 6 Agudas son tus saetas; | ante ti caen los pueblos; | van derechas al corazón de los enemigos del rey. 7 Tu trono, ¡oh Dios!, es por siempre jamás, | y cetro de equidad es el cetro de tu reino. * 8 Amas la justicia y aborreces la iniqui- dad; | por eso Dios, tu Dios, te ha ungido | con el óleo de la alegría más que a tus compañeros. 9 Mirra, áloe, casia exhalan tus vesti- dos, | y el sonido de los instrumentos de cuerda te alegra en tus marfileñas es- tancias. 10 Hijas de reyes figuran en tu corte | y a tu diestra está la reina, toda oro de Ofir. n Oye, hija; mira, dame tu oido; olví- date de tu pueblo y de la casa de tu padre; 12 Que prendado está el rey de tu her- mosura. | Pues que él es tu señor, sírvele a él. lí Los tirios vienen con dones, | los ricos del pueblo buscan tu favor. i* Enteramente gloriosa llega la hija del rey; | su vestido es tejido de oro. is Vestida de diversos colores es l'evada al rey; | detrás de ella, las vírgenes, sus amigas, le son introducidas. i* Acompañadas de música y júbilo, | entran en el real palacio. i 7 A tus padres sucederán tus hijos; ( los constituirás príncipes por toda la tierra. 18 Celebre yo tu nombre por genera- ciones y generaciones. | ¡Alábente los pue- blos por los siglos eternos! 2 7 No los méritos del pueblo, sino el honor del nombre de Yavé, es el motivo que invoca el salmista aquí y en otros lugares. Los gentiles dirán que Dios abandonaba a su pueblo porque no podía librarle. AK J Nuestro salmo es un epitalamio, en que, con ocasión de las bodas de un rey de Judá, se ^ ^ celebran primero la gallardía, el valor, la justicia del rey novio, y luego las gracias de la no- via, de origen extranjero, como la hija del Faraón, esposa de Salomón. En esto tiene cierta semejan- za con el Cantar de los Cantares. Pero el salmista contempla a los novios como orlados de la gloria de la dinastía davídica, por las promesas mesiánicas que los envuelve, y que ellos representan en este momento histórico. De aquí procede cierta idealización, que presta al salmo un sentido mesiá- nico. 7 Este verso es variamente interpretado. Unos ven en él una expresión elíptica que se declara así: «Tu trono es trono de Dios, divino». Otros en el Elohim ven una incorrección del copista por Yavé y dan a esta palabra el valor de verbo ser, lo que daría este sentido: «Tu trono es o será por los siglos», etc. Una tercera exposición se apoya en el Sal 82,6; 8,6, donde los jueces son llamados «Elohim» e «hijos del Altísimo», lo que conviene más al rey, sobre todo cuando se le considera como sujeto de la promesa mesiánica. En la persona del futuro Mesías alcanzará esta expresión un pleno sentido, porque será el Hijo de Dios. 625 SALMOS 46-48 5 El ha elegido para sí nuestra heredad, | la hermosura de Jacob, su amado. (Sela.) 6 Sube Dios entre voces de júbilo; [ Yavé, entre el resonar de las trompetas. 7 ¡Cantad a Yavé, cantadle! | ¡Cantad a nuestro rey, cantadle! 8 Porque es Yavé el rey de toda la tierra, | cantadle con maestría. 9 Es Dios el rey de las naciones, | que se asienta sobre su santo trono. i° Los príncipes de los pueblos se re- unen con el pueblo del Dios de Abra- ham; I pues de Dios son los grandes de la tierra; | de Dios, que a todos sobre- puja. 48 (V. 47) Cant o a la liberación de Jerusalén 1 Cántico. Salmo de los hijos de Coré. * 2 Grande es Yavé y muy glorioso | en la ciudad de Yavé, en su monte santo. 3 El monte de Sión, delicia de toda la tierra, | se yergue bello al lado del aquilón, | de la ciudad del gran rey. 4 Dios en su palacio | es conocido re- fugio. 5 Habíanse aliado los reyes, | y unidos avanzaban. 6 Pero en cuanto la vieron, quedáronse espantados | y, aterrados, se dieron a la fuga. 7 Apoderóse de ellos el terror, I una angustia como de mujer en parto. 8 Como el viento solano, | que hace pedazos las naves de Tarsis. 9 Como lo habíamos oído, así lo he- mos visto I en la ciudad de Yavé Sebaot, | en la ciudad de nuestro Dios. | Dios la hará subsistir siempre. (Sela.) 1° Acordémonos, Dios, de tus favores I aquí en tu templo. 11 ¡Oh Dios! Cual es tu nombre, I así es tu gloria en los confines de la tierra; | tu diestra está llena de justicia. i 2 Alégrese el monte de Sión, I salten de júbilo las ciudades de Judá I por tus juicios, ¡oh Yavé! 1 3 Recorred a Sión, dad la vuelta en torno de ella; | contad sus torres, 1* Poned atención a sus murallas, | enu- 1 Se canta en este salmo una victoria de Israel atribuida a la asistencia de Yavé. De esta victoria se eleva el salmista a la proclamación de Yavé como Rey universal, reconocido y acatado de todos los pueblos. Tiene, pues, un sentido ciertamente mesiánico: el reinado universal de Yavé realizado por el Mesías, Jesucristo. 4 Suplimos después de la primera estrofa el versículo intercalar, repetido luego en 8 y 12, al fin de las estrofas segunda y tercera. M y ! Diversos autores juntan este salmo con el precedente. Y no puede dudarse que su argu- » ' mentó es un gran triunfo de Yavé, reconocido hasta por las naciones extrañas, que se juntan a Israel para celebrar la gloria de Dios. En esto se echa de ver su mesianismo. 1 0 1 Es un canto de triunfo. Parece responder a la derrota de Senaquerib, debida únicamente * ° al poder de Dios, sin la intervención de las armas de Judá. Esta exaltación de Yavé reinando en Jerusalén, en el monte santo de Sión, refleja el pensamiento mesiánico de que están llenos los capítulos de Isaías 54,1 ss.; 60,1 ss., y otros pasajes proféticos. 46 (V. 45) Di os, prot ect or de su puebl o 1 Al maestro del coro. De los hijos de Coré. Para voces altas. Cántico. * 2 Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, I nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. 3 Por eso no hemos de temer aunque tiemble la tierra, I aunque caigan los montes al seno del mar. 4 Y bramen y espumen sus olas, I y tiemblen sacudidos los montes. Yavé Sebaot está con nosotros, | el Dios de Jacob es nuestra roca. (Sela.)* 5 Un río con sus brazos alegra la ciu- dad de Dios, I santificó su tienda el Al- tísimo. 6 En medio de ella está Dios; no será conmovida; | Dios la socorrerá desde el clarear de la mañana. 7 Túrbanse las naciones, se agitan los reinos, | da El su voz, se derrite la tierra. 8 Yavé Sebaot está con nosotros, | el Dios de Jacob es nuestra roca. (Sela.) 9 Venid y ved las obras de Yavé, | los prodigios que ha ejecutado El sobre la tierra. 10 El es quien hace cesar la guerra I hasta los confines de la tierra. El rompe el arco, troncha la lanza | y hace arder los escudos en el fuego. 11 «Aquietaos y reconoced que yo soy Dios, I poderoso entre las gentes, pode- roso sobre la tierra». i 2 Yavé Sebaot está con nosotros, | el Dios de Jacob es nuestra roca. (Sela.) 47 (V. 46) Venida de las gentes al reino de Di os 1 Al maestro del coro. De los hijos de Coié. Salmo.* 2 ¡Oh pueblos todos, batid palmas! | Cantad a nuestro Dios con voces jubi- losas. 3 Porque es Yavé, el Altísimo; es te- rrible, I es el gran Rey de toda la tierra. 4 El ha sujetado los pueblos bajo su yugo; I El ha puesto las gentes bajo sus pies. 46 SALMOS 48-50 626 merad sus palacios | para poder cont ár- selo a las generaciones venideras. 15 Por que éste es Di os y lo será siem- pr e; | El nos regirá. 49 (V. 4») To d o h o mb r e es mort al , pe r o el j ust o t i ene l a firme es peranza e n la i nmort al i dad 1 Al maest ro del coro. Sal mo de los hijos de Coré. * 2 ¡Oíd, oíd, oh pueblos t odos! | Es- cuchad t odos vos ot r os , habi t ant es del mundo. 3 ¡Plebeyos y nobles, I ricos y pobres! 4 Mi boca proferirá sabias pal abras, | y pal abras de sensatez serán las de mi co- razón. 5 Tenderé mis oí dos al proverbi o, | y al ar pa expondré mi sentencia. 6 «¿Por qué temer yo el día de la des- vent ura, I cuando la perfidia me pise los t al ones; 7 La perfidia de los que confían en su hacienda y se glorían de la abundanci a de sus riquezas?» 8 Nadi e puede rescatar al hombr e de la muert e, I nadi e puede dar a Di os su pre- ci o; 9 Pues muy elevado es el rescate de la vida, I y no se llegará j amás a él, 10 Para que pueda uno vivir por siem- pre I sin ver el sepulcro. 11 ¡Sí, lo verán! Mueren los sabios, | desaparecen el necio y el estulto, | dejan a ot ros sus haciendas. 12 Pensaban que duraría su casa una eternidad, | que subsistiría perpet uament e su mor ada, | y poní an sus nombr es a sus tierras. 13 Pero el hombr e, aun puesto en suma dignidad, no dur a; 1 es semejante a los animales, perecedero. 14 Tal es su cami no, su l ocura; | y con t odo, los que vienen detrás | siguen sus mismas máxi mas. (Sela.) 15 Como rebaños son echados en el seol, I devóralos la muerte, | y domi nan sobre ellos los justos. | Pr ont o será consumi da su lozanía, I y el seol será su morada. 16 Pero Di os rescatará mi al ma del po- der del abi smo, | porque me elevará a sí. (Sela.) * 17 No t e impacientes, pues, si ves a uno enriquecerse I y se acrecienta la gloria de su casa; 18 Porque a su muert e nada se llevará consigo I ni le seguirá su gloria. i ' Aunque en su vida se congrat ul ase: | «Te al abarán por que has l ogrado tu fe- licidad» ; 2 0 Tendrá que irse a la mor ada de sus padres I para no ver ya j amás la luz. 21 Pues el hombr e, puest o en suma dignidad, no ent i ende; | es semejante a los animales, perecedero. SO (V. 49) El cul t o acept abl e a Di o s 1 Sal mo de Asaf. El Di os soberano, Yavé, habl a, | con- voca a la tierra de levante a poniente. * 2 Brilla desde Sión, perfección de la hermosura. 3 Viene nuest ro Di os, y no en silencio. | Le precede ardi ent e fuego, | le rodea fu- riosa t empest ad. 4 Ll ama arri ba a los cielos y a la tie- r r a I para juzgar a su puebl o: 5 «Reuni dme a mis sant os, I los que con sacrificios sellaron mi alianza». 6 Y los cielos promul gan su justicia, | por que Di os mi smo es el juez. (Sela.) 7 ¡Oye, puebl o mí o, que te habl o yo, | que te amonest o yo, oh Israel! | Yo soy Di os, t u Di os. 8 No te reprendo por tus sacrificios | ni por tus hol ocaust os, que están siempre ant e mí. 9 Yo no t omo becerros de t u casa I ni de tus apriscos machos cabrí os: "> Por que mías son t odas las bestias de l os bosques | y los miles de ani mal es de los mont es. 11 Y en mi mano están t odas las aves del cielo I y t odos los animales del campo. 12 Si tuviera hambr e, no t e lo diría a ti, | por que mí o es el mundo y cuant o lo llena. 13 ¿Como yo acaso la carne de los t o- ros? I ¿Bebo acaso la sangre de los carne- ros? 14 Ofrece a Di os sacrificios de al aban- za I y cumpl e tus vot os al Altísimo. 49 1 En este salmo, cuyo tema es la sentencia de muerte que pesa sobre todos los hombres, es muy de notar la seguridad que en el v.16 expresa el salmista de ser por Dios librado de la muerte. „ . , , ., 16 Los antiguos justos, que desconocían las alegres esperanzas que Cristo nos descubrió con su resurrección, no entreveían para después de la muerte otra cosa que el seo!, que Job nos pinta con tan tristes colores (10,12). Pero en este salmo, a semejanza del salmo 16, se nos ofrece la espe- ranza del rescate del abismo. El libro de la Sabiduría (3,1 ss.) declarará mejor este pensamiento. 50 1 Este salmo desarrolla un pensamiento semejante al del Sal 40; más claramente aún al del primer discurso de Isaías (1,2 ss.). No son los sacrificios de los toros los que agradan a Dios, el cual no come su carne ni bebe su sangre. El sacrificio de alabanza y el cumplimiento de la ley divina es lo que ei Señor desea de nosotros. 627 SALMOS 50-52 15 E invócame en el día de la angus- tia ; I yo te libraré y tú cant arás mi gloria. (Sela.) 16 Pero al i mpí o dícele Di os: ¡ ¡Cómo! ¿Te atreves tú a habl ar de mis mandami en- t os, I a t omar en tu boca mi alianza, " Te n i e n d o luego en aborreci mi ent o mis enseñanzas I y echándot e a las espal- das mis pal abras? 18 Si veías a un l adrón, corrías a unirte a él, I y tenías tu parte con el adúl t ero. 19 Poní as el mal en t u boca j y urdí a tu lengua el engaño. 2 0 Sent ado, difamabas a tu her mano | y esparcías la calumnia cont ra el hijo de tu madre. 2 1 Est o lo he visto yo, y por que calla- ba, I creíste que de cierto era yo como t ú. I Pues te corregiré poni endo esto ante tus ojos. 2 2 Ent ended, pues, los que os olvidáis de Di os, I no sea que os arrebat e, sin que haya quien os libre. 2 3 El que me ofrece sacrificios de ala- banza, ése me honr a; | el que ordena sus cami nos, | a ése le most raré yo la salud de Di os. 5i (V. 50) Conf es i ón de l os p e c a d o s y súpl i ca del pe r dón 1 Al maest ro del coro. Salmo de Da- vid. * 2 Cuando fue a él el profeta Nat án des- pués de lo de Betsabé. 3 Api ádat e de mí , ¡oh Di os!, según tus pi edades; I según la muchedumbre de t u misericordia, | borra mi iniquidad. 4 Lávame más y más de mi iniquidad | y l i mpí ame de mi pecado. 3 Pues reconozco mis culpas, | y mi pe- cado está siempre ant e mí. 6 Cont ra ti, sólo cont ra ti he pecado, | he hecho lo mal o a tus ojos para que sea reconocida la justicia de tus pal abras | y seas vencedor en el juicio. * 7 Mi r a que en mal dad fui formado | y en pecado me concibió mi madre. 8 ¡Oh t ú, que amas la sinceridad del co- razón, ] descúbreme los secretos de tu sa- bi durí a! 9 Aspérgeme con hi sopo, y seré pur o; | l ávame, y emblanqueceré más que la nieve. 10 Dame a sentir el gozo y la alegría, ¡ y saltarán de gozo los huesos que humi- llaste. 11 Apart a tu faz de mis pecados | y bo- r r a t odas mis iniquidades. 12 Crea en mí , ¡oh Di os!, un corazón pur o, I renueva dent ro de mi un espíritu recto. * 13 No me arrojes de t u presencia I y no quites de mí tu sant o espíritu. 14 Devuélveme el gozo de tu salvación, | sosténgame un espíritu generoso. 15 Yo enseñaré a los mal os tus cami - nos, I y los pecadores se convertirán a ti. 16 Lí brame de la sangre, ¡oh Di os!, Di os de mi salvación, | y cant ará mi lengua tu justicia. 17 Abr e tú, Señor, mis labios, | y can- t ar á mi boca tus al abanzas. 18 Por que no es sacrificio lo que tú qui eres; I si te ofreciere un hol ocaust o, no lo aceptarías. 19 El sacrificio grato a Dios es un co- razón cont ri t o. I Tú, ¡oh Dios!, no desde- ñas un corazón cont ri t o y humillado. * 20 Sé benévolo cu tu buena vol unt ad ha- cía Si ón; I edifica los mur os de Jerusalén. 21 Entonces te agradarás de los sacri- ficios legítimos, I de las oblaciones y hol o- caust os; I entonces pondrán becerros en tu altar. 52 (V. Si ) Or ac i ón c o n t r a u n e ne mi g o j a c t a nc i os o 1 Al maest ro del coro. Masqui l de Da- vid. 2 Cuando Doeg, i dumeo, fue a infor- mar a Saúl, diciéndole: «Davi d ha ido a casa de Abimelec». * 3 ¿Por qué te glorías en tu mal dad | tú, poderoso par a la infamia? 4 Tu lengua medita cont i nuament e la mal dad; ] es como afilada navaja, artífice de engaños. 5 Amas el mal y no el bien, | la menti- ra y no la verdad. (Sela.) * No tienes más que pal abras pernicio- sas, I lengua engañosa. 7 Por eso Di os te destruirá del t odo, I te rT-l ! Verdadero canto de penitencia que brotó del corazón y de los labios de David cuando ** * Natán le reprendió por su pecado. Los versículos 20 y siguientes son una adición, hecha después de la cautividad, para adaptar el salmo al estado del pueblo y a sus necesidades de entonces. 6 El salmista, confesando sus pecados, hace patente la justicia de Dios, que por ellos no puede dejar de castigarle. 12 El corazón puro y el espíritu de santidad que le anima en su obrar son dos hermosas expre- siones que indican la espiritualidad de este salmo. 19 Ño menos hermosa es esta otra expresión del «corazón contrito y humillado» como sacrificio grato al Señor. ? 2 2 Lo más que puede decirse detesta referencia histórica a 1 Sam 21,2 ss. es que fue la ocasión v ' f c de componer este salmo, que viene a ser casi una sátira contra los fanfarrones que se glorian de sus maldades, y a quienes el salmista augura el castigo de Dios y la rechifla de los buenos. SALMOS 52-55 628 abat i rá y te arrancará de t u mor ada, I t e desarraigará de la tierra de los vivos. (Sela.) 8 Verán esto los justos, y t emerán I y se rei rán de él : 9 «He ahí el que no temía a Di os | por su fortaleza, | y confiaba en sus muchas ri- quezas, | y se hacía fuerte en su opulencia». 10 Mas yo estaré en la casa de Di os, I como fructífero olivo, I siempre confiado en la misericordia de Dios. * 11 Siempre t e al abaré por lo que has hecho | y esperaré en tu nombre, | por que eres benigno en la presencia de t us santos. 53 (V. 52) Ca s t i go d e l os e n e mi g o s d e I s r ael 1 Al maest ro del coro. A las flautas. Masqui l de Davi d. * 2 Dice el necio en su cor azón: «No hay Di os». Est án corrompi dos, cometen abomi na- bles mal dades, i no hay quien haga el bien. 3 Mi r a Di os desde los cielos a los hijos de los hombres I par a ver si hay algún cuerdo que busque a Di os. 4 Todos se han descarri ado, t odos se han cor r ompi do; I no hay quien haga el bi en; | no hay ni uno solo. 5 ¿No lo reconocerán los que obr an la iniquidad, I y devoran a mi puebl o como se come el pan, | y no invocan a Di os? 6 Ved: Ti embl an de mi edo | donde no hay que temer. | Di os esparcirá los huesos del que t e asedia, | y se cubri rán de ig- nomi ni a, por que Di os los rechazó. 7 ¿Quién t raerá de Sión la salud par a Israel? | Cuando librará Di os de la escla- vitud a su puebl o, | saltará de gozo Jacob y se regocijará Israel. 54 (V. 53) Or a c i ó n c o n t r a l os e n e mi g o s 1 Al maest ro del coro. A las cuerdas. Masqui l de Davi d. 2 Cuando vinieron los de Zif a decir a Saúl : «Mi ra que Davi d está escondido entre nosot ros». * 3 Sálvame, ¡oh Dios!, por el honor de t u nombr e; | defiéndeme con t u poder. 4 Oye, ¡oh Dios!, mi oraci ón, | da oí dos a las pal abras de mi boca. 5 Por que los soberbios se han levanta- do cont ra mí ; | poderosos que no tienen a Di os ant e sus ojos [ ponen asechanzas a mi vida. (Sela.) 6 Pero es Di os quien me defiende; | es el Señor el sostén de mi vida. 7 Vuelve el mal cont ra mis enemigos. I ¡Por t u verdad, extermínalos! 8 Yo t e ofreceré vol unt ari o sacrificio; | cant aré, ¡oh Yavé!, t u nombr e, por que es bueno. 9 Me libró de t oda angustia | y pudi e- ron ver mis ojos la rui na de mis enemigos. 55 (V. 54) Or a c i ó n c o n t r a l os e n e mi g o s 1 Al maest ro del coro. A las cuerdas. Masqui l de Davi d. * 2 Da oí dos, ¡oh Di os!, a mi oraci ón; I no t e escondas a mi súplica. 3 At i éndeme y respóndeme, | pues lloro y gimo en mi oración. 4 Estoy at urdi do ant e los gritos del ene- migo, I ant e la presión del mal vado, I pues me echan encima el infortunio | y me persiguen con furor. 5 Me tiembla el corazón dent ro del pe- cho, I asál t anme terrores de muert e. 6 Me invade el t error y el temblor, | me envuelve el espant o, 7 Y excl amo: ¡Quién me diera alas como de pal oma!, | y volaría a un l ugar de re- poso. 8 Hui rí a lejos ] y morarí a en el desierto. (Sela.) 9 Apresurari ame a salvarme | del viento i mpet uoso, de la t empest ad. 10 Confunde, Sefior; divide sus len- guas, I por que veo en la ci udad la violen- cia y la discordia. 11 Que día y noche giran sobre sus mu- rallas, I y en medi o de ella la i ni qui dad y la mal dad. 1 2 Dent r o de ella l a i nsi di a; | de sus pl a- zas no se apar t an nunca | la ment i ra y el fraude. 10 Muy otra es la suerte que el salmista espera. El morará, como olivo siempre verde y fruc- tuoso, en la casa del Señor, confiado en su misericordia. E O * La corrupción es universal entre los grandes, que devoran al pueblo sin acordarse de que v v hay un Dios que juzgará a unos y a otros, cuando de Sión derramará la salud sobre su pueblo y lo librará de la esclavitud que padece. Tiempos mesiánicos. SZA 2 El texto alude a 1 Sam 23,19 ss., y el salmista pide a Dios que acabe con cuantos se han ^ *" levantado contra él y ponen asechanzas a su vida. El honor de su nombre obliga a Dios a salir por aquellos que forman su pueblo: de otro modo, le declararían impotente los impíos. Es idea frecuente en los profetas. E E 1 El salmista ha sido víctima de una traición. Amigos íntimos le han vuelto las espaldas y " ^ se han juntado a sus enemigos, que por todas partes le acosan. Contra todos ellos recurre al Señor, suplicándote la muerte de sus adversarios y para él la salud, puesto que en Dios tiene puesta su confianza. 629 SALMOS 55-57 13 No, no es un enemigo quien me afren- t a; I eso lo soport arí a. I No es uno de los que me aborrecen | el que se insolenta cont ra mí ; | me ocultaría de él. 14 Eres t ú, un ot ro yo, | mi ami go, mi í nt i mo. 15 í bamos ambos j unt os, en dulce com- pañí a, I a la casa de Di os entre la mul - titud. 16 ¡Sorpréndalos la muert e! Desciendan vivos al sepulcro, | por que no hay sino mal dad en sus moradas, en su corazón. * 17 Yo, al cont rari o, invocaré a Di os, | y Yavé me salvará. 18 A la t arde, a la mañana, al medio- día, I le rogaré y gemiré, | y El oirá mi voz. 19 Y me sacará sano y salvo I de la gue- rra que me hacen, | aunque son muchos cont ra mí. 2 0 Di os oye, y El les responderá; I El, que permanece desde la eternidad (Sela.); j por que ellos no se enmi endan, no t emen a Di os; 2 1 Tienden sus manos | cont ra los que con ellos están en paz, | violan el pact o. 2 2 Es bl anda su boca, más que la man- teca, I pero llevan la guerra en el corazón. | Son sus pal abras suaves más que el acei- te, I pero son afilados cuchillos. 2 3 Echa sobre Yavé el cui dado de ti, y El t e sostendrá, I pues no permitirá j amás que el justo vacile. 2 4 Tii, ¡oh Dios!, arrojarás a ésos | a lo profundo del sepulcro. | Hombr es san- guinarios y dolosos, I no llegarán a la mi- t ad de sus días, I mas yo confiaré en ti. 56 (V. 55) F i r me conf i anza e n Di o s e n me d i o d e l os pe l i gr os 1 Al maest ro del coro. Sobre «La pal o- ma muda de los lejanos terebintos». Mi c- t am de David cuando los filisteos le aco- gieron en Gat . * 2 Ten misericordia de mí , ¡oh Dios!, por que me persiguen, I me opri men y me combat en const ant ement e. 3 Sin cesar me persiguen mis enemi gos; I y son muchos, en verdad, los que me combat en. 4 ¡Oh Altísimo! Cuando me invade el temor, | sólo en ti confio. 16 Descender vivos al seol no significa otra cosa que una muerte repentina, como la de Datan y Abirón (Núm 16,1-40). Todos los males que aquí el salmista desea a estos malvados son los mis- mos con que los conmina la justicia divina en Lev 26 y Dt 28, por no citar a los profetas. El deseo, pues, del salmista se reduce al cumplimiento de la justicia de Dios para defensa del orden moral en el mundo. E £ 1 Alude el título a 1 Sam 21,10-15. El salmo se halla dividido en estrofas por el verso in- * ' " tercalar v.5, repetido en el v.I2 y, sin duda, omitido después del v.8 y al fin del salmo. Tam- poco aquí se trata de otros enemigos que de los domésticos o connacionales, de los cuales confía verse libre el salmista por el favor del Señor, E 7 t No es seguro a qué caverna alude el título, si a la de Odulam (1 Sam 22,1-5) o a la de ** ' Engadi (i Sam 24,1-23). Los w. 6 y 12 dividen en dos estrofas este salmo, en que el salmista invoca al Señor en medio de una grave prueba y, luego de haber triunfado, da gracias a Dios. 5 Con el favor de Di os celebraré su pro- mesa, I en Di os me confío y nada t emo. | ¿Qué podrá hacer el hombr e cont ra mí ? 6 Todos los días pret enden mi mal, I t odos sus pensami ent os son en daño mío. 7 Se conjuran, están al acecho, | espían mis pasos | y esperan arrebat arme la vida. 8 Pésalos, ¡oh Di os! ; a la medi da de su iniquidad | abat e a los pueblos en tu cólera. 9 Tienes cuenta de mi vida errant e, | pon mis lágrimas en tu redoma. I ¿No están escritas en tu libro? 10 Cuando yo te i nvoque, | volverán la espalda mis enemigos, I y en esto sabré que está Di os conmi go. 1! Con el favor de Di os celebraré su promesa. 12 En Di os me confío y nada t emo. I ¿Qué podrá el hombr e cont ra mí? 13 Yo te debo, ¡oh Di os!, mis ofrendas votivas, I te ofreceré sacrificios eucarís- ticos. 14 Por que tú arrancas mi vida de la muert e, I y t ú libras mis pies de falsos pasos I para que pueda andar en la pre- sencia de Dios, I en la luz de los vivos. 57 (V. 56) Or a c i ó n conf i ada e n el pe l i gr o 1 Al maest ro del cant o. Sobre «No destruyas». Mi ct am de David cuando huyó delante de Saúl en la caverna. * 2 Ten misericordia de mí , ¡oh Di os! ; ten misericordia de mí, | por que a ti he confiado mi alma, | y me ampar ar é a la sombra de tus alas I mi ent ras pasa la angustia. 3 Yo invocaré al Di os Altísimo, | al Di os que siempre me favorece. 4 Y El mandar á desde los cielos quien me socorra ¡ y confunda al enemigo que me acosa. (Sela.) | Mandar á Di os su misericordia y su verdad. 5 Estoy en medio de leones; I yazgo entre hombres encendidos en furor, | cu- yos dientes son lanzas y saetas, | cuya lengua es tajante espada. 6 Álzate, ¡oh Dios!, allá en lo alto de los cielos; I haz esplender en t oda la tierra t u gloria. 7 Tendi eron una red a mis pies | para SALMOS 57-59 630 que sucumbiera. I Cavaron ante mf una fosa; | fueron ellos los que cayeron en ella. (Sela.) 8 Pronto está mi coraron, está mi co- razón dispuesto | a cantarte y entonar salmos. 9 ¡Despierta, gloria mía; despierta, sal- terio y cítara, | y despertaré a la aurora! 10 Te alabaré entre los pueblos, ¡oh Señor! | Te cantaré salmos entre las na- ciones. * 11 Porque sobrepasa a los cielos tu mi- sericordia, | y a las nubes tu verdad. 12 Álzate, ¡oh Dios!, allá, en lo alto de los cielos; I haz esplender en toda la tierra tu gloria. 58 (V. 57) Increpaci ón contra los jueces injustos 1 Al maestro del coro. Sobre «No des- truyas». Mictam de David. * 2 ¿Hacéis justicia en verdad, oh prín- cipes? ] ¿Juzgáis rectamente a los hom- bres? 3 No. A sabiendas obráis la iniquidad, | vuestras manos hacen que en la tierra domine la injusticia. 4 Estos inicuos se han desviado des- de el seno de su madre; I estos menti- rosos se han extraviado desde que na- cieron. 5 Tienen veneno semejante al veneno de las serpientes; I son áspides sordos, que cierran sus oídos. * Para no oír la voz del encantador, | por hábil que éste sea. 7 Quiébrales, ¡oh Dios!, los dientes en la boca. | Rompe, ¡oh Yavé!, las quija- das de estos leoncillos. 8 Desaparezcan como agua que se va; | que no puedan lanzar más que dardos despuntados. 9 Sean como el caracol, que se deshace en baba; | como aborto de mujer, que no ve el sol. ' "Antes que vuestras calderas sientan el fuego de las espinas, | espinas y fuego lléveselos el torbellino. 11 Gozará el justo al ver el castigo, | bañará sus pies en la sangre del im- pío. * •o Este será un modo de pregonar la gloria de Dios, preparando su reconocimiento entre los gentiles y los tiempos mesiánicos (Tob 13,3). E O ' Otra calamidad de Israel, contra la cual gritan lo» profetas y que el salmista pide a Dios " ^ que la haga desaparecer de la tierra, afianzando con esto la £e de los justos. 11 Éstos dos versículos nos dan la clave de todas las séplicas en que los salmistas piden el cas- tigo de los adversarios. Es la justicia de Dios la que desean ver brillar, esa justicia que tantas veces parece obscurecerse y pone a muy dura prueba las almas. CQ l La referencia del título mira a 1 Sam 19,11. El v.io divide el salmo en dos partes. En la ^ ^ primera se nos presenta el salmista inocente y atacado en toda» partes por sus enemigos, aunque lleno de conñanza en el Señor; en la segunda pide que Dios los aniquile, para que todos sepan que Yavé es quien reina en Jacob. 7 En las ciudades orientales, los perros, animales inmundos, vagan libres en tomo a las ciuda- des, haciendo la limpieza de las mismas. 12 Y dirá cada uno: «¡Hay premio pa- ra el justo, I hay un Dios que hace jus- ticia al mundo!» 59 (V. 5 8) Or aci ón contra los enemi gos 1 Al maestro del coro. Sobre «No des- truyas». Mictam de David cuando mandó Saúl vigilar la casa para matarle. * 2 Líbrame de mis enemigos, ¡Dios mío!, | defiéndeme de los que se alzan contra mí. 3 Líbrame de los que obran la iniqui- dad, I sálvame de los hombres sanguina- rios; 4 Porque ya ves que ponen asechanzas a mi vida | y se conjuran contra mí los poderosos. 5 Sin crimen ni pecado de parte mía, ¡oh Yavé!, | sin culpa mía corren y me acometen. Despierta, ven y mira: 6 Porque tú, ¡oh Yavé Sebaot!, eres Dios de Israel. | Despierta para castigar a todas las gentes, ¡ no perdones a nin- guno I de los que obran pérfidamente. (Sela.) 7 Vuelven por la tarde ladrando como perros I y dan vueltas en torno a la ciudad. * 8 Abren su boca y llevan la espada en sus labios. I «¿Quién oye?», dicen. 9 Pero tú, ¡oh Yavé!, te ríes de ellos, | haces burla de todas las gentes. 10 A ti recurro, fortaleza mía, | porque tú, Dios, eres mi refugio. 11 Dios mío, misericordia mía. | Dios mío, presérvame con tu favor | y hazme mirar triunfante a mis enemigos. 12 Mátalos, Dios, no hagan caer a mi pueblo; | hazlos errar con tu fuerza y abátelos, | ¡oh Yavé!, escudo nuestro. 13 Pecado es en su boca toda palabra de sus labios; | queden presos en su so- berbia, I en las maldiciones y mentiras que profieren. 14 Acábalos en tu furor, acábalos y de- jen de ser, | y sepan que hay un Dios que domina en Jacob | hasta los confines de la tierra. 15 Vuelven por la tarde ladrando como 631 SALMOS 59-62 perros | y dan vueltas en torno a la ciu- dad. !«Van en busca de su comida, | pero no se saciarán, y gritarán. 17 Mas yo cantaré tu poder, I y de ma- ñana alabaré tu misericordia, | porque fuiste mi refugio | y mi amparo en el día de la angustia. 18 A ti, fortaleza mía, te cantaré sal- mos, I porque eres, ¡oh Dios!, mi refu- gio, I Dios mío, misericordia mía. 60 (V. 59) Petición de la victoria después de una derrot a 1 Al maestro del coro. Sobre «Los li- rios del testimonio». Mictam de David. Para ser aprendido. 2 Cuando venció a Aram Naharaím y a Aram de Soba y se volvió Joab y derrotó en el valle de la Sal a doce mil edomitas. * 3 Tú, ¡oh Dios!, nos rechazaste y nos derrotaste, | te airaste; restituyenos. 4 Hiciste temblar nuestra tierra y la quebraste. | Sana sus quiebras, porque vacila. 5 Hiciste ver a tu pueblo cosas du- ras, I nos diste a beber el vino del vér- tigo. 6 Pero has dado bandera a los que te temen I para que se recojan ante el arco. (Sela.) 7 Para que sean liberados tus dilec- tos, [ danos la victoria con tu diestra, óyenos. 8 Dijo Dios por su santidad: «Yo triun- faré, I dividiré a Siquem y mediré el valle de Sucot. * 9 Mío es Galad, mío es Manases, I y Efraím es el yelmo de mi cabeza, Judá mi cetro. 10 Moab es la bacía para lavarme, | sobre Edom arrojaré mi calzado, | y so- bre ti, Filistea, cantaré yo victoria». 11 ¿Quién me conducirá a la ciudad fortificada? | ¿Quién me llevará a Edom? 12 ¿No serás tu, ¡oh Dios!, que nos has rechazado, I tú que no sales ya con nuestros ejércitos? 1 3 Danos auxilio contra nuestros ene- migos, I porque vano es el auxilio del hombre. 14 Con Dios haremos proezas, I y El aplastará a nuestros enemigos. 61 (V. 60) Or aci ón después del triunfo 1 Al maestro del coro. Sobre las cuer- das. Salmo de David. * 2 Oye, ¡oh Dios!, mi clamor, I atien- de mi oración. 3 Desde el cabo de la tierra clamo a ti I cuando se angustia mi corazón. | Me pondrás en una roca inaccesible, | me darás descanso, 4 Pues tú eres mi refugio, | la torre fuerte frente al enemigo. 5 Habite yo para siempre en tu ta- bernáculo, I me acogeré al amparo de tus alas. (Sela.) 6 Tú, ¡oh Dios!, has escuchado mis de- seos I y me diste por heredad los que temen tu nombre. 7 Añadirás días a los días del rey, | y sus años serán como los días de muchos generaciones. 8 Siéntese siempre a la presencia de Dios I y guárdenle la misericordia y la clemencia; 9 Así podré cantar siempre tu nom- bre, I cumpliendo mis votos cada día. 62 (V. 60 Sólo en Di os hay que esperar 1 Al maestro del coro. A Idutún. Sal- mo de David. * 2 Sólo en Dios se aquieta mi alma; | El solo me socorre. 3 El solo es mi roca y mi salvación, | mi refugio; no vacilaré nunca. 4 ¿Hasta cuándo habéis de ensañaros contra un hombre, | golpeando todos contra pared inclinada, | como contra muro ruinoso? 5 Sólo buscan derribarme. | Se deleitan con la mentira, | bendicen con su boca, y en su corazón maldicen. (Sela.) * Sólo en Dios aquiétate, alma mía, | porque sólo de El viene lo que espero. 7 El solo es mi roca y mi salvación, | mi refugio; no vacilaré nunca. 2 Este título alude a Sam 8 y 10. El salmista nos cuenta con gran dolor una grave derrota experimentada por su pueblo (3-5); pero luego levanta su ánimo con la confianza en el Se- ñor, que ha prometido a su pueblo las conquistas de Canán y de los pueblos vecinos y que por sí mismo conduciría a Israel a la victoria. 8 Los vv.8-12 se leen luego en el salmo 108,8-12. 1 El salmista, tal vez un levita de los cantores del templo, desde los confines del reino se dirige a Yavé, pidiendo que le ampare y ie conceda morar para siempre en su tabernáculo; luego le ruega por el rey, pidiendo para él largos días de vida. Esta oración nos trae a la memoria lo dicho sobre los salmos 21 y 45. 60 61 £^y l En medio de la lucha intestina que se desarrolla en Israel, el salmista pone en Dios su " ™ confianza; en El están el poder y la misericordia; El dará a cada uno según sus obras. SALMOS 62-65 632 8 De Dios me viene protección y glo- ria, | Dios es mi fuerte roca, mi asilo. 9 ¡Oh pueblo!, confía siempre en El. I Derramad ante El vuestros corazones, | que Dios es nuestro asilo. (Sela.) 10 Como un soplo son los hijos de los hombres, ] una mentira los grandes. | Puestos en balanza, suben; | juntos pe- san menos que un soplo. 11 No confíes en la violencia ni en la rapiña os gloriéis; | si abundan las ri- quezas, no apeguéis a ellas vuestro co- razón. 12 Una vez habló Dios, y estas dos co- sas le oí yo: | Que sólo en Dios está el poder. 13 Y en ti, ¡oh Señor!, está la miseri- cordia, | pues das a cada uno según sus obras. 63 (V. 62) Oración de Davi d fugitivo en el desierto 1 Salmo de David. Cuando estaba en el desierto de Judá. * 2 Dios, tú eres mi Dios, a ti te busco solícito, I sedienta de ti está mi alma, mi carne te desea, | como tierra árida, sedienta, sin aguas. 3 ¡Cómo te contemplaba en tu santua- rio, I ponderando tu grandeza y tu glo- ria! 4 Porque es tu misericordia mejor que la vida, | y te alabarán mis labios. 5 Así te bendeciré toda mi vida | y en tu nombre alzaré mis manos. 6 Mi alma se saciará como de medula y grosura, | y mi boca te cantará con labios jubilosos. 7 Aun en mi lecho me acuerdo de ti; | en ti pienso en las vigilias, 8 Pues tú eres mi asilo, | y salto de gozo a la sombra de tus alas. 9 Mi alma está apegada a ti, | y tu diestra me sostiene; ÍO Pero los que tienden asechanzas a mi vida I bajarán a lo profundo de la tierra. 11 Serán dados a la espada, | serán pasto de chacales, 12 Y el rey se gloriará en Dios, I se gloriarán los que juran en El, | mien- tras que la boca de los mentirosos se cerrará. 64 (V. 63) Los consejos del i mpí o, frustrados por Di os 1 Al maestro del coro. Salmo de Da- vid. * 2 Oye, ¡oh Dios!, la voz de mis que- jas, I defiende mi vida del terrible ene- migo. 3 Protégeme de la conjuración de los malvados, j de la conspiración de los malignos. 4 Que afilan como espada su lengua I y lanzan como flechas sus amargas pala- bras. 5 Para asaetear desde sus guaridas al justo; I y de improviso le asaetean sin temor. 6 Obstínanse en sus malvados desig- nios, I se conciertan para tenderle ocul- tos lazos, I diciendo: «¿Quién los descu- brirá?» 7 Apuran criminales proyectos, I ocul- tan lo que proyectaron, | y todos tienen una mente y un corazón obscuro. 8 Pero dispara Dios contra ellos su saeta, | y de improviso son heridos. 9 Su lengua se vuelve contra ellos, | y cuantos los vean moverán su cabeza. 10 Y temerán todos los hombres y pro- clamarán la obra de Dios, | y pensarán en lo que El hace. 11 Mientras que el justo se regocijará en Yavé | y en El confiará, I y se gloria- rán todos los rectos de corazón. 65 (V. 64) Acción de gracias por una abundante cosecha 1 Al maestro del coro. Salmo de Da- vid. Cántico. * 2 A ti, ¡oh Dios!, se te debe la alaban- za de Sión I y a ti el cumplimiento de los votos. 3 A ti, que escuchas las plegarias; I a ti recurren todos los hombres. 4 A causa de las maldades. | Prevale- cen sobre nosotros nuestros delitos; | tú los perdonas. 5 ¡Bienaventurado aquel a quien eliges tú I para estar cerca de ti, | habitar en tus atrios | y saciarse de la dicha de tu casa, I de la santidad de tu templo! CO 1 El título se refiere a 2 Sam 15,23 ss. El salmista, que toma la persona del rey y que mora " ** lejos del templo, siente la nostalgia de los días pasados en él contemplando la grandeza y la gloria de Dios. Aun en el lecho se acuerda de su Dios, a quien su alma está unida; pero los que a su vida tienden asechanzas perecerán a la espada. 1 El salmista se ve acosado por sus enemigos; pero Dios viene en su auxilio y con sus saetas acaba con los malvados, alegrando el corazón de los justos. 1 Hermoso himno, en que el salmista contempla a Yavé en su templo, desde el cual derrama sus bendiciones sobre los campos, enriqueciéndolos de sus bienes. 64 65 633 SALMOS 65-68 6 Tú nos respondes juntamente con es- tupendos prodigios, I ¡oh Dios de nues- tra salvación!, | esperanza de todas las gentes de la tierra, I de los más alejados confines. 7 Ceñido de poder, | das firmeza a los montes, 8 Aplacas el furor de los mares, el furor de sus olas, | el tumulto de los pue- blos. 9 Y temen por tus prodigios aun los más remotos habitantes; | tú alegras las regiones del oriente y del poniente. 10 Tú visitas la tierra y la abrevas I y en mil maneras la enriqueces. | Con grandes ríos y abundantes aguas | pre- paras sus trigos. I Así la dispones: 11 Regando sus surcos, I humedecien- do sus terrones, | temperándola con la lluvia I y bendiciendo sus gérmenes. 12 Coronas la añada con toda suerte de bienes, I y tu carro destila la abundancia. 13 La derramas sobre los, pastizales del desierto, | y los collados se ciñen de ale- gría. 14 Vístense los campos de rebaños de ovejas, I y los valles se cubren de mieses, | y todos cantan y saltan de júbilo. 66 (V. 65) Acción de gracias por una liberación 1 Al maestro del coro. Cántico. Salmo. | ¡Cantad a Dios, oh tierra toda!* 2 Cantad la gloria de su nombre, | dad- le la gloria de la alabanza. 3 Di a Dios: ¡Cuan admirables son tus obras! | A la grandeza de tu poder tie- nen que ceder tus enemigos. 4 Póstrese toda la tierra y entone sal- mos, I cante salmos a tu nombre. (Sela.) 5 Venid y ved las obras de Dios; I cosas magnificas ha hecho en favor del hombre. 6 El secó el mar; por el río pasaron a pie enjuto. | Alegrémonos de ello. 7 El con su poder domina por la eter- nidad; I sus ojos observan a las gen- tes, I a los rebeldes, para que no se enso- berbezcan. (Sela.) 8 Bendecid, ¡oh pueblos!, a nuestro Dios; I haced oir las voces de sus ala- banzas. 9 El ha conservado nuestra vida | y no ha dejado que vacilaran nuestros pies. 10 Tú, ¡oh Dios!, nos has probado, | nos has examinado como se examina la plata. H Nos metiste en la red, | pusiste tu pie en nuestros lomos. 12 Hiciste cabalgar hombres sobre nues- tras cabezas. | Pasamos por el fuego y por el agua, I pero al fin nos pusiste en refrigerio. 13 Entraré en tu casa con holocaus- to, I te cumpliré mis votos, 14 Los que pronunciaron mis labios I y profirió mi boca en mi angustia. 15 Te ofreceré pingüe holocausto con perfume de carneros, | te sacrificaré bue- yes y machos. (Sela.) 16 Vosotros todos, cuantos teméis a Dios, venid y escuchad, I y os contaré cuanto ha hecho por mí. 17 Le invocaré con mi boca, | le can- taré himnos con mi lengua. 18 Si yo hubiera tenido iniquidad en mi corazón, | no me hubiera escuchado el Señor. 19 Pero me oyó Dios | y atendió a la voz de mi plegaria. 20 ¡Bendito sea Dios, | que no desechó mi oración ni me negó su misericordia! 67 (V. 66) Conozcan a Di os todos los pueblos 1 Al maestro del coro. A las cuerdas. Salmo. Cántico. * 2 Apiádese Dios de nosotros y bendíga- nos, I haga resplandecer su faz sobre nosotros. (Sela.) 3 Para que se reconozcan en la tierra tus caminos I y los pueblos todos conoz- can tu salvación. 4 Dente gloria, ¡oh Dios!, los pueblos, | dente gloria los pueblos todos. 5 Alégrense las naciones y salten de gozo, I porque tú gobiernas a los pue- blos con equidad | y riges a las naciones de la tierra. (Sela.) 6 Dente gloria, ¡oh Dios!, los pueblos, | dente gloria los pueblos todos. 7 Dio la tierra sus frutos. I Bendícenos, Dios, Dios nuestro. 8 Bendíganos Dios | y témanle todos los confines de la tierra. 68 (V. 67) Canto triunfal 1 Al maestro del coro. Salmo de Da- vid. Cántico. * 2 ¡Alzase Dios! Desaparecen sus ene- migos, I huyen a su vista todos los que le odian. 66 67 68 1 La invitación que el salmista hace a todas las naciones para que alaben a Dios es una ex- presión del pensamiento mesiánico, del reino universal de Dios. 1 Véase la nota al salmo precedente. 1 La especial forma poética de este bellísimo salmo ha sido causa de su defectuosa conser- vación y de la dificultad que hoy tenemos para entenderle. Es un canto triunfal, que idealiza SALMOS 68-69 634 3 Se desvanecen como se desvanece el humo; | como al fuego se funde la cera, | perecen los impíos ante la presencia de Dios. 4 ¡Alégranse, por el cont rari o, los jus- t os, | gózanse y sal t an de júbilo ant e Di os! 5 Cant ad a Di os, ensalzad su nom- bre, | allanad el cami no al que viene cabal gando sobre las nubes; | Ya vé es su nombr e; saltad de júbilo ante El. 6 El padre de los huérfanos, el defen- sor de las viudas, | es Di os en su sant o t abernácul o; 7 Di os, que da casa a los desampara- dos, | que pone en prosperidad a los caut i vos; | sólo los rebeldes se quedarán al seco. 8 Cuando ibas, ¡oh Dios!, a la cabeza de tu puebl o, I cuando avanzabas por el desierto. (Sela.) 9 Tembl ó la tierra y se deshicieron los cielos ant e t i ; I tembló el Sinaí ant e Di os, el Di os de Israel. i" Tú llovías, ¡oh Di os!, una lluvia de dones sobre tu heredad, | y cuando ésta desfallecía, tú la recreabas. 11 Tus animales se posaron en ella; | tú preparast e tus bienes a los menestero- sos. 12 Da su voz de mande el Señor; | vienen en tropel los port adores de bue- nas nuevas: «Huyen l os reyes de l os ejércitos, hu- yen; 1 3 aun la mujer casera | participa en el bot í n». i* Y mi ent ras vosot ros reposáis entre los oviles, | ella, como alas de pal oma, está cubierta de pl at a, | y como pl umas de amarillo or o. 1 5 Al dispersar el Omni pot ent e los re- yes en la tierra, | cayó en el Sal món la nieve. i* Mont es de Di os son los mont es de Basan; | mont es llenos de cumbre los mont es de Basan. 1 7 Mas ¿por qué miráis con malos ojos vosotros, mont es encumbrados, | al mont e que eligió Di os para mor ada suya, | en el que por siempre habi t ará Yavé? 18 Los carros de Di os son millares y millares de millares; | viene entre ellos Yavé del Sinaí a su sant uari o. 19 Subiste a lo al t o, llevando cauti- vos, | recibiendo hombres como presen- tes, | aun de los que se resistían a ha- bi t ar allí, ¡oh Yavé Di os! la venida de Israel, guiado por su Dios, hasta tomar posesión del monte de Sión, donde se edificó su santuario; y termina con una invitación a todos los reinos para alabar a Dios. En la restitución del texto, indudablemente deformado, hemos seguido las conjeturas que más probables nos parecen, aunque no puedan darse por seguras. 1 El salmista se siente anegado en un torrente de males, y, considerando la unión de su causa con la de todos los justos, para que éstos no sean confundidos, pide a Dios que por 2 0 Bendito sea t odos los dias Yavé. I El lleva nuestra carga, | el Di os de nuest ra salvación. (Sela.) 2 Í Di os es Di os nuest ro par a salvar- nos, | y es Yavé quien tiene en su mano las evasiones de la muert e. 2 2 Pues Di os r ompe la cabeza a sus enemigos | y el cuero cabelludo al que persiste en su mal dad. 23 Dijo el Señor: Te haré volver de Ba- san, | te sacaré del fondo de los mares. 2 4 Para que puedas enrojecer tus pies en la sangre, | y la lengua de tus perros en la sangre de tus enemigos. 25 Aparece tu cortejo, ¡oh Yavé!, I el cortejo de mi Di os, de mi Rey, en el sant uari o. 2 6 Preceden los cant ores, detrás los mú- sicos, | en medio los coros de vírgenes con címbalos. 27 Bendecid a Di os en las asambleas, i a Yavé, vosotros, príncipes de Israel. 2 8 Allí está Benjamín, el más joven, a la cabeza; | allí los príncipes de Judá en muchedumbr e; | allí los príncipes de Zabul ón, los de Neftalí. 2 9 Manda, Di os, tus ejércitos; | con- firma, ¡oh Señor!, lo que en favor nues- t ro has hecho. 30 Por tu t empl o, en Jerusalén, | te ofrecen dones los reyes. 3i Espanta a las fieras de! cañaveral, I la manada de los t oros, los novillos de los puebl os; I prostérnense ofreciendo ba- rras de pl at a; | dispersa a los pueblos que se deleitan en la guerra. 32 Vienen príncipes de Egi pt o, | y Et i o- pía se apresura a presentar sus manos a Di os. 33 Rei nos de la tierra, cant ad a Di os, | ent onad salmos* a Yavé. (Sela.) 34 Al que cabalga sobre los cielos de los cielos eternos, I al que hace oir su voz, su voz potente. 35 Dad a Di os e' poder. | Resplandezca su gloria sobre Israel, | y su majestad en las nubes. 36 Terrible es Dios en su santuario, I el Dios de Israel, I el que da a su pue- blo fuerza y poderío. | ¡Bendito sea Dios! 69 (V. 68) Or aci ón del puebl o vejado 1 Al maest ro del coro. Sobre «Los li- rios». De Davi d. * 2 Sálvame, ¡oh Dios!, por que amenazan ya mi vida las aguas. 69 635 SALMOS 69-70 3 Húndome en profundo cieno, donde no puedo hacer pie; | me sumerjo en el abi smo y me ahogo en la hondura. 4 Cansado estoy de cl amar, ha enron- queci do mi gargant a | y desfallecen mis ojos en espera de mi Di os. 5 Son más que los cabellos de mi ca- beza los que sin causa me aborrecen; | se han hecho más fuertes que mis huesos los que quieren destruirme sin razón, | y t engo que pagar lo que nunca t omé. 6 Tú, ¡oh Dios!, conoces mi estulticia; | no se te ocultan mis pecados. 7 No sean por mi causa confundidos [ los que en ti esperan, ¡oh Yavé Se- baot ! I No sean por mí confundidos los que t e buscan, ¡oh Di os de Israel! 8 Mi r a que por ti sufro afrentas 1 y cubre mi rost ro la vergüenza. 9 He venido a ser ext raño para mis her manos, I ext raño a los hijos de mi madr e. 1° Porque me consume el celo de t u casa; | los denuestos de los que te vitu- peran caen sobre mí. 11 Ll oro y ayuno, | y de esto t oman pret ext o para insultarme. 12 Por vestido me cubro de saco, I y he venido a ser fábula para ellos. 13 Habl an cont ra mí los que se sientan en las puert as; I soy la cantilena de los bebedores de vino. 14 Yo por eso or o a ti, ¡oh Yavé! ; I en t i empo opor t uno, ¡oh Dios!, | por la muchedumbr e de tu misericordia, óye- me ; ! por la verdad de tu salud. 1 5 Sácame del lodo, no me sumerja; | l í brame de los que me aborrecen, de lo profundo de las aguas; 16 No me anegue el ímpetu de las aguas, | no me trague la hondur a, | no cierre el pozo su boca sobre mí. 1 7 Óyeme, Yavé, que es benigna tu mi- sericordia ; I mí rame según la muchedum- br e de tus piedades. 1 8 No escondas de t u siervo tu ros- t r o; I por que estoy en angust i a, apresú- rat e a oirme. 19 Acércate a mi al ma y redímela, | lí- br ame por causa de mis enemigos. 2 0 Tú conoces el oprobi o, el vituperio, la afrenta que se me hace; I t odos mis enemigos los tienes a tu vista. 2 i El oprobi o me destroza el corazón y desfallezco; | esperé que alguien se com- padeciese de mí, y no hubo nadi e; | al- guien que me consolase, y no lo hal l é; 2 2 Dí éronme a comer hiél, | y en mi sed me dieron a beber vinagre. 2 3 Sea para ellos su mesa lazo, | y red para sus amigos. 2 4 Obscurézcanse sus ojos y no vean, i y que sus l omos vacilen siempre. 2 5 Der r ama sobre ellos tu ira, I alcán- celos el furor de tu cólera. 2 <* Asol adas sean sus mor adas I y no haya quien habi t e sus t i endas, 2 7 Porque persiguieron al que tú ha- bías herido | y acrecent aron el dol or del que tú llagaste. 2 8 Añade esta iniquidad a sus iniquida- des I y no tenga part e en tu justicia. 29 Sean borrados del libro de los vi- vos I y no sean escritos con los justos. 3 ° En verdad que estoy afligido y do- lorido; ] sosténgame, ¡oh Dios!, tu ayuda. 3 i Y cantaré cantos al nombre de Dios I y le ensalzaré con himnos de ala- banza. 32 Más gratos a Di os que un bece- r r o, I mi s que becerro que echa cuer- nos y pezuñas. 33 Lo verán los afligidos y se consola- rán, I y se fortalecerá vuestro corazón, los que buscáis a Dios. 3 4 Porque oye Yavé a los afligidos | y no desdeña a sus prisioneros. 35 Alábenle los cielos y la tierra, [ los mares y cuant o en ellos se mueve. 36 Pues salvará Dios a Sión | y reedi- ficará las ciudades de J udá; | habi t arán allí y las poseerán. 37 Y serán la heredad de la descenden- cia de sus siervos ! y morarán en ellas los que aman su nombre. 70 (V. 69) Instante petición de socorro 1 Al maest ro del coro. De Davi d. Par a memori a. * 2 Ven, ¡oh Dios!, a l i brarme!; | apre- súrate, ¡oh Dios!, a socorrerme. 3 Sean confundidos y avergonzados | los que buscan mi vida, I puestos en hui da y cubiertos de ignominia | los que se ale- gran de mi mal. 4 Sean consumi dos por la afrenta | los que me gri t an: «¡Ah, ah!» 5 Alégrense y regocíjense en ti 1 cuan- su misericordia le escuche y le sostenga. Luego se revuelve en imprecaciones contra los malvados, terminando con unos versos que hablan de los pobres y cautivos. Al fin pide la restauración de Sión. Es uno de los salmos en que lat imprecaciones son más fuertes. Para explicárselas, vea el lector lo dicho en la Introducción al Salterio, n.8, y tenga presente que, viviendo los salmistas en obscuri- dad acerca del modo de realizarse las sancione* divinas en la otra vida, creían que la justicia de Dios había de tener cabal cumplimiento en ésta. 1 El salmista, a punto de sucumbir, clama a su Dios en demanda de auxilio, lo que será motivo de alegría para los justos. SALMOS 70-72 636 tttt r buscan, | y los que aman tu salva- ción exclamen: | «Glorificado sea Dios». * Yo soy un pobre menesteroso. ¡So- córreme, oh Dios! | Tú eres mi ayuda y mi libertador. | ¡Oh Yavé, no te detengas! 71 (V. 7 o) Oración de un justo en su ancianidad 1 En ti, Yavé, he esperado; no sea nun- ca confundido. * 2 En tu justicia líbrame y sálvame, | dame oidos y socórreme. 3 Sé para mí roca de refugio, | una ciu- dadela fuerte donde me ampare, I por- que eres mi baluarte y mi fortaleza. 4 Sálvame, Dios mío, de las manos del malvado, | de las manos del perverso y del violento. 5 Porque tú, ¡oh Señor!, eres mi espe- ranza, | mi confianza desde mi juventud. 6 Desde que comencé a existir fuiste mi apoyo; | desde las entrañas de mi madre, tú fuiste mi protector; en tí esperé siem- pre. 7 He sido para muchos un asombro, | porque tú siempre fuiste mi seguro asilo. 8 Llénese mi boca de tus alabanzas, | de tu gloria continuamente. 9 No me rechaces al tiempo de la ve- jez; [ cuando ya me faltan las fuerzas, no me abandones. 10 Porque hablan contra mí mis enemi- gos, | y los que me espían se conjuran contra mí. 11 Diciendo; «Dios le ha dejado; I per- seguidle y cogedle, | que no habrá quien le libre». 12 ¡Oh Dios, no te alejes de mí! | Acude presto, Dios mío, en mi socorro. 13 Sean confundidos y exterminados mis enemigos; | cúbranse de vergüenza y de ignominia los que buscan mi mal. 14 Yo siempre esperaré, | y a tus ala- banzas añadiré nuevas alabanzas. 15 Proclamará mi boca tu justicia; to- dos los días, tus prodigios salvadores, | aunque no conozco su número. 16 Contaré en las maravillas de Yavé, | recordaré ahora sólo tu justicia. 17 Tú, ¡oh Dios!, me adoctrinaste desde mi juventud, | y hasta ahora he pregonado tus grandezas. 18 No me abandones, pues, ¡oh Dios!, en la vejez y en la canicie; | que pueda yo manifestar tu poderío a esta generación, | y tus proezas a la venidera. 19 Y tu justicia, ¡oh Dios!, tan excelsa, | porque tú haces grandes cosas. | ¿Quién, ¡oh Dios!, como tú? 20 Tú me has hecho probar muchas an- gustias y tribulaciones; | pero de nuevo me darás vida I y de nuevo me sacarás de los abismos de la tierra. 21 Acrecienta mi dignidad I y vuelve a consolarme. 22 Y yo alabaré, ¡Dios mío!, al sonido del arpa, tu fidelidad; | te salmodiaré a la cítara, ¡oh Santo de Israel! 23 Te cantarán mis labios entonando salmos, | y mi alma, por ti rescatada. 24 Mi lengua ensalzará tu justicia todo el día | por haber confundido y avergon- zado a los que buscaban mi mal. 72 (V. 71) El rey Mesías 1 De Salomón. Da, ¡oh Dios!, al rey tu juicio, | y tu justicia al hijo del rey, * 2 Para que gobierne a tu pueblo con justicia, | y a tus oprimidos con juicio. 3 Germinarán los montes la paz para el pueblo, I y los collados, la justicia. 4 Hará justicia a los oprimidos del pue- blo, | defenderá a los hijos del menestero- so ¡ y quebrantará a los opresores. 5 Vivirá mientras perdure el sol, | mien- tras permanezca la luna, de generación en generación.. 6 Caerá como lluvia sobre prado sega- do, | como lluvia que penetra en la tierra. 7 Florecerá en sus días la justicia I y ha- brá mucha paz mientras dure la luna. 8 Dominará de mar a mar, I del río has- ta los cabos de la tierra. 9 Ante él se inclinarán los habitantes del desierto, | y sus enemigos morderán el polvo. 10 Los reyes de Tarsis y de las Islas le ofrecerán sus dones, | y los reyes de Seba y de Saba le pagarán tributo. 11 Postraránse ante él todos los reyes 1 y le servirán todos los pueblos. i 2 Porque protegerá al desvalido que le implora | y al oprimido que no tiene quien le ayude. • El anciano, que había vivido fiel a Dios y seguro bajo su amparo, ahora se siente más aco- sado de sus enemigos, que, sin duda, se alientan al verle viejo y desfallecido. Pero él confía en Dios, que le dará nuevo motivo de alabanza. 1 El título del salmo es ambiguo, ya que puede interpretarse que Salomón es el autor o que es la persona a quien el salmo se dedica. Parece esto último lo más probable. Según esta hipótesis, el salmo, que es mesiánico, debe explicarse a tenor de la promesa mesiánica, que leemos en 2 Sam 7,75 ss. El rey e hijo de rey es el heredero de la gloriosa promesa, que transmitirá a sus herederos hasta llegar aquel para quien el trono eterno está reservado (Gen 49,10). La obra de su gobierno está descrita con los más vivos colores con que los profetas nos pintan la obra del Rey Mesías. 71 72 637 SALMOS 72-74 1 3 Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso | y defenderá la vida de los pobres. 14 Rescatará su vida de la opresión y de la violencia | y será preciosa su sangre a los ojos de él. 15 Y será feliz, y le darán oro de Seba; | y ellos elevarán de continuo preces por él I y por siempre le bendecirán. 16 Habrá abundancia de trigo en el lla- no; I en la cima de los montes ondularán las mieses como el Líbano | y florecerán las ciudades como la hierba de la tierra. 1 7 Será su nombre bendito por siempre; | durará mientras dure el sol. | Y le ben- decirán todas las tribus de la tierra; | to- das las naciones le aclamarán bienaven- turado. Doxología final del libro segundo 18 Sea bendito el nombre de Yavé, Dios de Israel, I el único que hace maravillas. * 1 9 Y bendito sea por siempre su glorio- so nombre ! y llénese de su gloria toda la tierra. Amén, amén. 20 Aquí acaban las preces de David, hijo de Jesé. LIBRO TERCERO (73-89) 73 (V. 72) Vanidad de la dicha del impío 1 Salmo de Asif. ¡Oh, cuan bueno es Dios para los bue- nos, I para los limpios de corazón! * 2 Estaban ya deslizándose mis pies, | casi me había resbalado. 3 Porque miré con envidia a los im- píos I viendo la prosperidad de los malos. 4 Pues no hay para ellos dolores; | su vientre está sano y pingüe. 5 No tienen parte en las humanas aflic- ciones I y no son atribulados como los otros hombres. 6 Por eso la soberbia los ciñe como co- llar, ] y los cubre la violencia como ves- tido. 7 Sus O'os se les saltan de puro gordos | y deian traslucir los malos deseos de su corazón. 8 Motejan y hablan malignamente, | al- taneramente amenazan. 9 Ponen su boca en el cielo, | y su len- gua atruena la tierra. 1° Por eso seduce a mi pueblo su pala- labrería | y se sorben a boca llena esas aguas. " Y dicen: «¿Lo sabe acaso Dios, lo conoce el Altísimo?» 1 2 Esos impíos son, | y, con todo, a mansalva amontonan grandes riquezas. 13 En vano, pues, he conservado limpio mi corazón I y he lavado mis manos en la inocencia, 1 4 Y fui flagelado de continuo | y cada mañana con una nueva pena. 1 5 Pero si yo dijere: «Hablaré como ellos», I renegaría de la comunidad de tus hijos. 16 Púseme a pensar para poder enten- der esto, I pues era ciertamente cosa ar- dua a mis ojos; 17 Hasta que penetré en el secreto de Dios I y puse atención a las postrimerías de éstos. 18 Ciertamente los pones tú en resba- ladero I y los precipitas en la ruina. 19 ¡Oh, cómo en un punto son asola- dos; I acaban y son consumidos espan- tosamente! 20 Son como sueño de que se despier- ta, I y tú, Señor, cuando despertares, des- preciarás su apariencia. 21 Si se exacerbaba mi corazón I y me atormentaban mis pensamientos, 22 Es porque era un necio y no sabía nada; | era ante ti como un bruto ani- mal. 23 Pero no, yo estaré siempre a tu la- do, I pues tú me has tomado de la diestra, 24 Me gobiernas con tu consejo | y al fin me acogerás en gloria. 25 ¿A quién tengo yo en los cielos? | Fuera de ti, nada deseo sobre la tierra. 26 Desfallece mi carne y mi corazón; | la Roca de mi corazón y mi porción es Dios por siempre. 27 Porque los que se alejan de ti pere- cerán; I arruinas a cuantos te son in- fieles ; 28 Pero mi bien es estar apegado a Dios, I tener en Yavé Dios mi esperan- za I para poder anunciar tus grandezas | en las puertas de Sión. 74 (V. 73) La desolación del t empl o destruido 1 Masquil de Asaf. ¿Por qué, ¡oh Dios!, nos has rechaza- do por siempre? | ¿Por qué arde tu fil- is Los w.18 s. forman la doxología final del libro segundo del Salterio. "7 'i 1 El tema de este salmo es el problema que plantea la prosperidad de los impíos y el infor- * " tunio de los justos, problema que en otros muchos salmos y escritos del Antiguo Testamen- to se desarrolla. La solución es que la prosperidad de los malvados es efímera (17-22), mientras que el justo tiene su dicha en estar con Dios (23-28). En estos versículos se deja entrever la recom- pensa del justo en la vida futura al lado del Señor y se preludia la consoladora doctrina del libro de la Sabiduría. SALMOS 74-76 638 ror cont ra las ovejas de t u past i zal ?* 2 Acuérdat e de tu comuni dad, aque- lla que desde el principio hiciste tuya, | la que redimiste para hacerla tu tribu propia, | del mont e de Sión, en que pu- siste tu morada. 3 Recorre con tus pies estas completas rui nas; | el enemigo lo destruyó t odo en el sant uari o. 4 Rugí an tus enemigos en el lugar de tu asamblea | y pusieron allí por trofeos sus enseñas. 5 Parecían como gente que alza el ha- cha | en medio de t upi do bosque, 6 Y hast a las puert as las destruyeron | con el hacha y el martillo. ' Pr endi er on fuego a t u sant uari o | y profanaron, arrasándol a, la mor ada de t u nombre. 8 Se decí an: «Hagamos cesar t odas las solemnidades de Di os en la tierra». * Ya no vemos señales prodigiosas a fa- vor nuest ro; I ya no hay ningún profeta, | ni nadi e entre nosot ros que sepa hast a cuándo. ' "¿Has t a cuándo, ¡oh Dios!, insultará el adversario | y sin cesar blasfemará tu nombr e el enemigo? 11 ¿Por qué retraes tu mano | y retienes tu diestra en el seno? 12 Pues Di os es ya de ant i guo mi rey, | el que obra salvaciones en la tierra. 13 Con tu poder dividiste el mar | y rom- piste en las aguas las cabezas de las fieras. i 4 Tú aplastaste la cabeza del Levia- tán | y le diste en pasto a los monst ruos marinos. 15 Tú hiciste brot ar fuentes y torrentes, | secaste ríos caudalosos. i* Tuyo es el día, tuya la noche; | tú es- tableciste la luna y el sol. " T ú marcaste l os límites a la tierra, | tú fijaste el verano y el invierno. i 8 Acuérdat e de est o: que el enemigo blasfema de Yavé I y un pueblo insensa- to ultraja tu nombre. 19 No entregues a las fieras el alma de tu tortolilla ! y no tengas por t ant o tiem- po en olvido a tus desvalidos. 2° Mi ra tu alianza; | está la desdicha- da tierra t oda llena de violencias. 21 Que no se vea confuso el afligido, | y el pobre y el menesteroso alaben tu nom- bre. 2 2 Álzate, ¡oh Dios!, y defiende tu cau- sa; | acuérdat e de los ultrajes que cont i - nuament e te hace el insensato. 23 No olvides los gritos de tus enemigos, | el t umul t o siempre creciente de los que se alzan cont ra ti. 75 (V. 74) Di o s , j u e z d e l os e n e mi g o s d e s u p u e b l o 1 Al maest ro del coro. A las cuerdas. Salmo de Asaf. Cánt i co. * 2 Dárnost e gracias, ¡oh Di os!, dárnoste gracias, | i nvocamos t u nombr e y ensalza- mos tus grandes maravillas. 3 «Cuando me t ome yo el tiempo opor- t uno, | juzgaré justamente. 4 Aunque se disolviese la tierra con t o- dos sus habi t ant es, | yo solidificaría sus columnas». (Sela.) 5 Yo digo a los soberbi os: «No os en- soberbezcáis». | Y a los i mpí os: «No irgáis vuestra cabeza. * No levantéis en alto vuestras frentes, | no habléis con erguida cerviz». 7 Ciertamente, ni de oriente, ni de occi- dente, | ni del desierto vendrá la salvación. 8 Pero es Dios quien juzga, | y a unos humilla y ensalza a ot ros. 9 Pues tiene Di os en su mano el cáliz | de espumoso vino, lleno de mixtura, | y lo da a beber; | apur ar án hast a las he- ces, | beberán t odos los impíos de la tierra. 10 Mientras que yo siempre cant aré | y ent onaré salmos al Di os de Jacob. 11 Yo quebrant aré t oda la fuerza de los impíos, | y se acrecentará el poder de los justos. 76 (V. 7S) Ca n t o t r i unf al d e s p u é s d e l a vi ct or i a 1 Al maest ro del coro. A las cuerdas. Salmo de Asaf. Cánt i co. * 2 Gl ori oso es Di os en Judá, | grande es su nombr e en Israel. 3 Tiene en Salem su t abernácul o, I su morada en Sión. 4 Allí rompe los rayos del arco, I el es- cudo, la espada y t odo aparat o bélico. (Sela.) 5 Eres resplandeciente y majestuoso, | ¡oh Dios!, I cuando apareces desde los mont es eternos. 6 Los fuertes guerreros fueron allí des- 1 El salmista nos pone ante la más triste situación del pueblo. El templo se halla devastado por enemigos que blasfeman de Dios y de la religión de Israel. Recordando los tiempos antiguos, en que Dios dio tantas pruebas de su poder, el salmista pide al Señor que se acuerde de su pueblo y de su alianza y confunda a los que se levantan contra El. 1 Dios es el juez soberano, que a su tiempo hará justicia a todos; a los impíos les hará beber el cáliz de su cólera y a los justos les dará la saiud. i El salmo canta la gran derrota de Senaquerib, rey de Asiría, y de ella se levanta a cantar el reinado universal de Dios, dando con esto al salmo un carácter mesiánico. 74 75 76 639 SALMOS 76-78 poj ados, | durmi eron su sueño, | y no hi- cieron uso de su manos los hombres fuer- t es. ' A tu amenaza, ¡oh Di os de Jacob!, | quedáronse pasmados carros y caballos. 8 Eres terrible tú, ¡oh Di os! | ¿Quién puede estar ant e ti cuando te airas? 9 Das desde los cielos tu sentencia, I y la tierra se estremece y calla, 10 Cuando se levanta Di os para hacer justicia, | para salvar a los opri mi dos de la tierra. (Sela.) 11 Aun el furor de Edom sirve a tu glo- ria, | y los restos de Hemat te al abarán. 12 Haced votos a Yavé, vuestro Di os, y cumpl i dl os; | cuant os están en derredor traigan dones al terrible. 13 Pues El cort a el soberbio respiro de los príncipes | y es terrible a los reyes de l a tierra. 77 (V. 76) L o s a nt i guos p o r t e n t o s , c ons ue l o del p u e b l o p e r s e g u i d o 1 Al maest ro del coro. Par a I dut ún. Sal- mo de Asaf. * 2 Yo alzo mi voz a Di os y cl amo, | alzo mi voz a Di os y El me escucha. 3 En el día de mi tribulación busqué a Yavé, | y se al zaban a El mis manos sin descanso por la noche, | y rehusaba mi al ma t odo consuelo. 4 Se acuerda mi al ma de Di os y gime, | medi t o y se angustia mi corazón. (Sela.) 5 No me dejas pegar los ojos, | y me siento t ur bado y sin pal abras. 6 Pi enso en los días ant i guos, | recuerdo los años lejanos. 7 Pienso por la noche en mi corazón, | reflexiona e inquiere mi al ma: 8 «¿Acaso el Señor nos rechazará por los siglos | y no nos será ya nunca fa- vorable? 9 ¿Cesó ya para siempre su piedad, | se acabó lo que promet i ó para generaciones de generaciones? 10 ¿Se ha olvidado ya Di os de hacer cle- mencia | y cerró ai rado su misericordia?» (Sela.) 11 Me di go: «Mi dol or es éste: | que se ha mudado la diestra del Altísimo». 12 Me acuerdo de las obras de Di os, | re- cuerdo tus antiguas maravillas, 13 Consi dero tus grandes hechos y re- flexiono sobre tus hazañas. 14 ¡Oh Di os!, sant os son tus cami nos. | ¿Qué Di os es grande como nuest ro Di os? 13 Tú eres el Di os que obras prodi gi os; I tú most rast e t u poder entre las gentes. 16 Con tu brazo rescataste a tu puebl o, | los hijos de Jacob y de José. (Sela.) 17 Viéronte las aguas, ¡oh Di os! ; I vié- ront e las aguas y se t urbaron, | y tembla- ron aun los mi smos abismos. 18 Ar r oj a r on l as nube s t or r e nt e s de aguas, | y dieron los nubl ados su voz, y vol aron tus saetas. 19 Estalló tu t rueno en el torbellino, | al umbr ar on los rel ámpagos el orbe, | y, sacudida, tembló la tierra. 20 p u e e ¡ m a r (U cami no, I y t u senda la inmensidad de las aguas, I aunque no de- j abas huellas en él. 21 Condujiste como grey a t u puebl o | por mano de Moisés y de Ar ón. 78 (V. 77) L a hi s t or i a d e l os p a d r e s , e n s e ñ a n z a p a r a l os hi j os 1 Masqui l . De Asaf. At i ende, pueblo mí o, a mi doct ri na; | dad vuestros oí dos a las pal abras de mi boca. * 2 Abri ré mi boca a las sentencias | y evocaré las enseñanzas de los tiempos an- tiguos. 3 Lo que hemos oí do y sabemos, I lo que nos cont aron nuest ros padr es. * 4 No lo encubri remos a sus hijos, | con- t aremos a las generaciones posteriores | las glorias de Di os; y su gran poderí o, | y los prodigios que ha obr ado. s Como dio una nor ma Jacob | y esta- bleció una ley en Israel ; I como mandó a nuestros padres | enseñar estas cosas a sus hijos; * Par a que las conociese la generación venidera, j y los hijos que habí an de na- cer | se las contasen a sus propi os hijos; 7 Para que éstos pusieran en Di os su confianza | y no olvidasen las obras de Di os | y guardasen sus mandat os. 8 Y no se hiciesen como sus padres, | gente cont umaz y rebelde, | generación de corazón indócil | y de espíritu infiel a su Di os. 9 Los hijos de Efraím, muy diestros ar- queros, | volvieron la espalda el día del combat e; 10 No ma n t u v i e r o n su a l i a n z a c o n Di os ] y rehusaron seguir su l ey; *7 y * En un momento de gran tribulación, el salmista medita en las maravillas realizadas de 1 * antiguo por Dios y en la grandeza de su poder, que se muestra en la naturaleza. J Q l A la luz de aquellos principios que la profecía nos enseña acerca de la providencia divina * u sobre Israel, el salmista recorre la historia del pueblo elegido, dirigida toda ella hacia la rea- lización de sus altos destinos mesiánicos. 3 En la Ley muchas veces se encarga a los padres que recuerden a sus hijos las antiguas mara- villas de Dios a favor de Israel, para excitar en ellos sentimientos de gratitud y fidelidad (Ex 12,26; t 3, 8; Dt 4,9)- SALMO 78 640 u Di eron al olvido sus obras | y las ma- ravillas que a sus ojos habí a obr ado. 12 Ante sus padres había obrado ma- ravillas, | en la tierra de Egipto, en la re- gión de Tanis. * 1 3 Dividió el mar para darles paso, | y paró las aguas como si les pusiera un dique. 14 Los guiaba de día en la nube | y du- rante toda la noche con resplandor de fuego. 15 Hendió las rocas en el desierto | y les proveyó de raudales inexhauribles, 16 Hizo salir arroyos de la piedra, | hizo correr las aguas como río. 17 Y con todo, volvieron a pecar con- tra El y a rebelarse contra el Altísimo en el desierto. 18 Tentaron a Dios en su corazón, | y pidieron comida a su gusto. 19 Hablaron contra Dios, diciendo: | «¿Podrá acaso Dios poner mesa en el de- sierto? 20 Hirió la peña y brotaron las aguas, | y corrieron como un torrente; | ¿pero po- drá también darnos pan | y preparar en el desierto carne a su pueblo?» 21 Oyólo Yavé y se indignó, | y se en- cendió su furor contra Jacob, | y subió su ira contra Israel. 22 Porque no creían en Dios | y no te- nían confianza en su protección. 23 Di o orden a sus nubes, | abri ó las puert as del cielo, 24 Y llovió sobre ellos el maná, para que comieran, | dándoles un trigo de los cielos. 2 5 Comi ó el hombr e pan de ángeles, | y les dio comi da hast a la saciedad. * 26 Hizo soplar en el cielo el viento so- lano, | y con su poder hizo soplar el austro. 27 Y caer como polvo sobre ellos la car- ne, | como arenas del mar aves aladas. 2 8 Hízolas caer dent ro del campamen- t o mi smo | y en derredor de las tiendas de el l os; 29 Y comieron y se hartaron, | y así les dio lo que ansiaban. 30 Pero apenas habí an acabado de sa- ciar su avidez, I todavía tenían en su boca la comi da, 31 Y montó Dios en cólera contra ellos, | e hirió de muerte a los robustos, | y abatió a la flor de Israel. 32 Con t odo, volvieron a pecar | y no dieron crédito a sus maravi l l as; 33 Y consumi ó como un sopl o sus días, | y sus afios en calamidades imprevistas. 34 Cuando los hería de muerte, le bus- caban, | se convertían y se volvían a Dios; 35 Y se acordaban de que era Dios su Roca, | y el Dios Altísimo, su redentor. 36 Pero le engañaban con su boca | y con su lengua le mentían, 37 Y su corazón no era sincero para El | y no eran fíeles a su alianza. 38 Pero es misericordioso, y perdonaba la iniquidad, | y no los exterminó; antes refrenó muchas veces su ira | y no dejó que se desfogara toda su cólera. 39 Se acordó de que eran carne, un so- plo que pasa y ya no vuelve. * 40 ¡Cuántas veces se rebelaron en el de- sierto | y le contristaron en la soledad! 41 Siguieron tentando a Dios y enoja- ron al Santo de Israel. 42 No se acordaron de su gran poder, | ni del día en que los libertó de la opre- sión; 43 Ni de cómo obró en Egipto sus pro- digios, | y sus portentos en la región de Tanis, 44 Mudando sus aguas en sangre | para que no pudiesen beber en sus canales; 45 Mandando contra ellos tábanos que los devorasen | y ranas que los infestasen; 46 Dando sus cosechas al pulgón | y sus frutos a la langosta; 47 Devastando con el granizo sus viñas, | y sus higuerales con la piedra; 48 Dando al pedrisco sus ganados | y al rayo sus rebaños. 49 Derramó sobre ellos su tremenda có- lera, | la ira, el furor, la angustia, | como un tropel de malignos espíritus. 50 Dio rienda suelta a su enojo, I no substrajo su vida a la muerte, | dio sus ganados en presa a la peste, si Y mató a todos los primogénitos de Egipto, | a los primogénitos de las tiendas de Cam. 52 Pero sacó a su pueblo como un reba- ño, | los condujo como grey por el de- sierto ; 53 Y los guió seguros y sin temor, | mien- tras se tragaba el mar a sus enemigos. 54 Los llevó hasta sus santas fronteras, | a los montes que conquistó su diestra. 55 Arrojó ante ellos a las naciones, I di- vidió en partes su tierra en heredad | e hi- zo habitar en las tiendas de aquéllos a las tribus de Israel. 56 Y todavía volvieron a tentar y provo- caron a Dios Altísimo, | y no guardaron sus mandatos. 57 Volviéndole las espaldas, prevarica- 1 2 Es éste un dato interesante sobre la región de Tanis, teatro de los prodigios de Moisés. Con esto se suple la deficiente información geográfica del Éxodo acerca de este punto. 2 5 Pan de los ángeles llaman los LXX y la Vulgata al maná porque baja del cielo, morada de ios ángeles, que asisten ante Dios (Sal 29,1 ss.). El texto hebreo dice pan de nobles, de principes: «pan blanco» diríamos hoy. 39 Acordándose de que eran de carne, y por esto mal inclinados, Dios se movia a tener de ellos piedad. 641 SALMOS 78-80 4 Somos el escarnio de nuestros veci- nos, I la irrisión y el ludibrio de los que nos rodean. 5 ¿Hasta cuándo, oh Yavé? ¿Habrás de estar airado para siempre? | ¿Arderá siem- pre como fuego tu furor? 6 Derrama tu ira sobre las gentes que no te conocen, | sobre los reinos que no invocan tu nombre. 7 Porque han devorado a Jacob, | han asolado sus moradas. 8 No recuerdes para nuestro mal las ini- quidades antiguas; | sálgannos al encuen- tro tus misericordias, I que estamos muy abatidos. 9 Socórrenos, ¡oh Dios, salvador nues- tro!, por el honor de tu nombre; | socó- rrenos y perdona nuestros pecados por tu nombre. l" ¿Por qué han de poder decir las gen- tes: «¿Dónde está su Dios?» | Sea notoria a las gentes y a los ojos nuestros | la ven- ganza de la sangre derramada de tus sier- vos. " Llegue a tu presencia el gemido de los cautivos, I con el poder de tu brazo salva a los condenados a muerte. i 2 Haz recaer sobre la cabeza de nues- tros enemigos el séxtuplo | de la afrenta con que quieren afrentarte, ¡oh Yavé! 13 Y nosotros, tu pueblo, grey de tu pastizal, I te alabaremos eternamente I y cantaremos tus alabanzas por generacio- nes y generaciones. 80 (V. 79) Or aci ón por el puebl o persegui do 1 Al maestro del coro. Sobre «Los li- rios del testimonio». Salmo de Asaf. * 2 ¡Oh pastor de Israel!, escucha. I Tú que conduces a José como un rebaño, | que te sientas entre los querubines, mués- trate. 3 Ante Efraím, Benjamín y Manases. | Despierta tu poder, | ven y sálvanos. 4 ¡Oh Dios!, restaúranos, | haz esplender tu rostro, y seremos | salvos. 5 ¡Oh Yavé, Dios Sebaot! | ¿Hasta cuán- do seguirás desdeñando la oración de tu pueblo? «Les das a comer pan de lágrimas, | les haces beber lágrimas en abundancia; 60 Silo, situada en la tribu de Efraím, fue durante la época de los jueces el asiento del taber- náculo. De Silo, después de algunos accidentes que se traslucen en el libro primero de Samuel, el arca y el santuario nacional pasaron a Jerusaíén, donde reinaba la dinastía de David en virtud de la elección divina (2 Sam. 7,13-16; Jer 7,12). 1 El salmo hace relación a un momento triste de la historia de Jerusaíén, cuyo templo está profanado, la ciudad en ruinas y rodeada de cadáveres, y, para colmo de miseria, los pueblos vecinos escarnecen al pueblo elegido y blasfeman de su Dios. El salmista pide misericordia para su nación y justicia para loa que así ultrajen al pueblo y a Yavé. El salmo conviene bien a los días de la toma de Jerusaíén por los caldeos. 8 0 l ^ n u n a *" s * e situación del pueblo, que recuerda la que Nehemías encontró en Jerusaíén (1-2), el salmista acude a Dios pidiendo la restauración de Israel, que representa bajo la imagen de rebaño de Dios y de viña plantada por El mismo. ron como sus padres, | fallaron como en- gañoso arco. 58 Le irritaron con sus altos | y le pro- vocaron con sus esculturas. 59 Sintió Dios toda su cólera al verlo, | y rechazó con aspereza a Israel; 60 Y dejó el tabernáculo de Silo, I la tienda que fue su morada entre los hom- bres. * 61 Dio a la esclavitud su fuerza, | y a manos del enemigo su gloria. 62 Condenó a su pueblo a la espada | y se enfureció contra su heredad. 63 Devor ó el fuego a sus jóvenes | y no cant ar on sus vírgenes el cant o nupcial. 64 Sus sacerdotes perecieron a la espa- da, I y no los lloraron sus viudas. 65 Mas despertóse entonces el Señor, como quien duerme, | como el valiente oprimido por el vino; 66 E hirió a sus enemigos por la espal- da, I cubriéndolos de eterna ignominia. 61 Y rechazó a la tienda de José | y no eligió a la tribu de Efraím, 68 Pero eligió a la tribu de Judá, I el monte de Sión, monte de su predilección. 69 Edificó su santuario con alturas de cielo I y firme como la tierra, que cimen- tó por los siglos. 70 Y eligió a David, su siervo, | y le to- mó de las majadas de ovejas; 71 De tras de las ovejas que cría le to- mó, I para que apacentase a Jacob, su pueblo; I a Israel, su heredad. 72 Y él, con corazón recto, los apacen- tó I y los condujo con la prudencia de sus manos. 79 (V. 78) Or aci ón pi di endo la rest auraci ón de las ruinas y el castigo de los enemi gos 1 Salmo de Asaf. ¡Oh Dios! Han invadido las gentes tu heredad, | han profanado tu santo tem- plo I y han reducido a Jerusaíén a un mon- tón de escombros. * 2 Dieron los cuerpos de tus siervos por pasto a las aves del cielo, | y la carne de tus santos a las bestias de la tierra; 3 Derramaron como agua su sangre en los alrededores de Jerusaíén, | sin que hu- biese quien les diera sepultura. 79 Náowr-'Colunga 20. SALMOS 80-83 642 7 Nos has hecho objeto de cont i enda para nuestros vecinos, | y nuestros ene- migos se burl an de nosot ros. 8 Di os Sebaot, rest aúranos, I haz es- plender tu rost ro y seremos salvos. 9 Tú trajiste de Egi pt o una vid, arro- jaste a las gentes y las trasplantaste aquí. 10 Le pusiste en derredor una albarra- da, | y extendió sus raíces y llenó la tierra. 11 Cubri éronse los mont es de su som- bra, | y sus sarmientos llegaron a ser como los altos cedros. 12 Ext endi ó sus r amas hast a el mar , | y hast a el río sus vastagos. 13 ¿Por qué has derri bado su al barrada | y la vendimian cuant os pasan por el ca- mi no? 14 La devastan los jabalíes del mont e | y pastan en ella las bestias del campo. 15 Di os Sebaot, vuélvete ya, | mi ra desde los cielos y cont empl a, | y visita esta viña. 16 Y defiende esta viña que pl ant ó t u diestra, I el renuevo que t ú hiciste fuerte. 17 Los que la abrasan por el fuego y la asolan, | perezcan por el enojo de tu faz; 18 Sea t u mano sobre el varón de t u diestra, I sobre el hombr e a quien para ti corroborast e. 19 Y no nos apart emos más de t i ; | nos darás la vida e i nvocaremos tu nombre. 20 Yavé, Di os Sebaot, rest aúranos, | haz esplender tu faz sobre nosot ros, y seremos salvos. 81 (V. 8o) Ex h o r t a c i ó n a c e l e b r a r d i g n a me n t e l a Pa s c u a 1 Al maest ro del coro. Sobre «La Ge" tea». De Asaf. * 2 Saltad de júbilo en honor de Di os, nuestra fuerza; [ acl amad al Di os de Jacob. 3 Ent onad un cant o, t ocad los cí mba- los, | la dulce cítara y el arpa. 4 Haced resonar en el novilunio las t rompet as, | en el plenilunio, en nuestra fiesta. 5 Por que ésta es la ley de Israel, | pre- cept o del Di os de Jacob, 6 Dada por El como ri t o a José I cuando salió cont ra la tierra de Egi pt o. I Oí una lengua que no conocí a: 7 «Ya voy a quitarle la carga de sobre el hombr o, | ya sus manos cesarán de cargar con los cestos. Q-| i El salmo es un himno para cantar en la fiesta de Pascua. En él se recuerdan los trabajos ® ' de Egipto, la liberación y el viaje del desierto, terminando con deseos de que Israel marche por los caminos de Dios. Q O 1 El salmista comienza por representarnos a Dios sentado en su trono y rodeado de los " ^ jueces de Israel, a quienes califica de dioses por la facultad que para juzgar tienen de Dios, y reprende duramente su conducta, de verdaderos prevaricadores (cf. Sal 58; Is 3,13). QO ! El poeta ve a su pueblo estrechado y perseguido por todos los pueblos circunvecinos y ^^* pide a Dios le libre y le vengue de ellos, haciéndoles reconocer el sumo poderlo de Yavé sobre toda la tierra. 8 Me llamaste en la tribulación y te saqué, I y te habl é oculto entre los t rue- nos, [ te probé en las aguas de Meri bá. 9 Oye, puebl o mí o, que quiero amones- t art e. I ¡Oh Israel, ojalá me escucharas! 10 No haya en ti dios ajeno, | no adores a ni ngún dios extranjero. 11 Yo soy Yavé, tu Di os, | que t e quéas de la tierra de Egi pt o; | ensancha t u boca y yo la llenaré». 12 Pero no me obedeció mi puebl o, | no cumpl i ó Israel lo que le mandé. 13 Y los abandoné a su obst i nado co- razón, I que siguieran sus consejos. 1 4 ¡Oh si mi puebl o me oyera, | si mar - chara Israel por mis cami nos, 15 Prest o humillaría yo a sus enemigos | y volvería a extender mi mano cont ra sus adversarios! 16 Los que aborrecen a Israel le adul a- rán, I y será perpet uo su t emor. 17 Los mant endrí a de la flor del trigo, | y de miel salida de la pi edra los saciaría. 82 (V. 81) I n c r e p a c i ó n c o n t r a l os j u e c e s i nj us t os 1 Sal mo de Asaf. Est á Di os en el consejo divino, | en medi o de los dioses juzga. * 2 ¿Hast a cuándo juzgaréis injustamen- te, I haci endo con los impíos acepción de personas? (Sela.) 3 Haced justicia al pobr e, al huér f ano; | t rat ad j ust ament e al desvalido y al me- nesteroso. 4 Li brad al pobr e y al necesitado, | sa- cadle de las garras del i mpí o. 5 Pero no saben ni entienden, andan en tinieblas, | vacilan los cimientos t odos de la tierra. 6 Yo dije: «Sois dioses, I t odos vos- ot ros sois hijos del Altísimo. 7 Per o moriréis como hombr es, | caeréis como cualquiera de los príncipes». 8 ¡Levántate, oh Di os! Juzga la tierra, | pues tuyas han de ser t odas las gentes. 83 (V. 82) De p r e c a c i ó n c o n t r a l os e n e mi g o s al i ados c o n t r a I s r ael 1 Cánt i co. Salmo de Asaf. * 2 No reposes, ¡oh Di os! I No enmudez- cas, no te aquietes. 64S SALMOS 83-85 3 Mi r a que bravean tus enemigos | y yerguen la cabeza los que te aborrecen. 4 Tienden asechanzas a tu puebl o [ y se conjuran cont ra tus prot egi dos. 5 Di cen: «Ea, borrémosl os del númer o de las naciones, | no haya más memori a del nombr e de Israel». 6 Todos a una se han confabul ado, | se han ligado estrechamente cont ra ti. 7 Las tiendas de Edom, los ismaelitas. I Moab, los agarenos, 8 Gebal y Ammón y Amal ee, | los filis- teos con los habi t ant es de Ti ro. 9 Tambi én se ha uni do a ellos Asur, | dando su apoyo a los hijos de Lot . (Sela.) 1° Hazles como hiciste a Madi án, | a Sisara, a Jabí n en el t orrent e de Cisón. H Que perecieron en Endor | y vinieron a ser estiércol de la tierra. 12 Haz a éstos y a sus jefes como a Oreb y Zeb, I como a Zebe y a Sal mana, y a t odos sus príncipes. * 13 Que dijeron: | «Apoderémonos de las tierras de Di os». 14 Hazl os, Di os mí o, como pol vo que arrast ra el torbellino, | como pajuela al vi ent o: 15 Como abrasa el fuego la selva, | como quema la l l ama los mont es ; i 6 Persigúelos así con t u t orment a, | atérralos con t u huracán. 17 Cubr e su rost ro de ignominia, | y busquen tu nombre, ¡oh Yavé! * 18 Sean para siempre confundidos y at e- r r ados; I sean llenos de vergüenza y pe- rezcan, 1 9 Y reconozcan que t u nombr e es Ya- vé I y que sólo tú eres el Altísimo sobre t oda la tierra. 84 (V. 83) An h e l o d e l a p r e s e n c i a d e Di o s e n el t e mp l o 1 Al maest ro del coro. Sobre «La Ge- tea». Salmo de los hijos de Coré. * 2 ¡Cuan amabl es son tus mor adas, oh Yavé Sebaot ! 3 Anhel a mi al ma y ardi ent ement e desea los atrios de Yavé; | mi corazón y mi carne sal t an de júbilo por el Di os vi vo. 4 Hal l a una casa el pájaro, | y la go- l ondri na un ni do donde poner sus pollue- l os; I yo he hal l ado tus altares, ¡oh Yavé Sebaot, | rey mí o y Di os mí o! 5 Bi enavent urados los que mor an en tu casa I y cont i nuament e te al aban. (Sela.) 6 Bi enavent urado el hombr e que tiene en ti su fortaleza | y anhela frecuentar tus subidas. 7 Aun pasando por el ári do valle de Baca, I se le hace t odo fuentes, | como cubierto de las bendiciones de la lluvia t emprana. 8 Y siguen cada vez más ani mosos I par a ver al Di os de los dioses en Sión. 9 Oye mi oraci ón, ¡oh Yavé, Di os Se- baot ! ; I atiéndela, Di os de Jacob. (Sela.) 10 Escudo nuest ro, Di os, mi ra, I y pon los ojos en el rost ro de tu ungi do. * 11 Por que más que mil vale un día en tus at ri os, | y prefiero estar a la puert a de la casa de mi Di os I a mor ar en las tiendas de la iniquidad. 12 Por que sol y escudo es Yavé, Di os, I y da Yavé la gracia y la gloria, | y no niega sus bienes a los que cami nan en la inocencia. '•' ¡Oh Yavé Sebaot ! I ¡Bienaventurado el hombr e que en ti confí a! 85 (V. 84) Or a c i ó n p i d i e n d o la s al ud del p u e b l o 1 Al maest ro del coro. Sal mo de los hijos de Coré. * 2 Has sido benévolo con t u tierra, ¡oh Yavé! I Mejoraste la suerte de Jacob. 3 Has per donado la i ni qui dad de t u puebl o I y has ocul t ado t odos sus pecados. 4 Has apar t ado tu furor | y has desisti- do del ardor de t u cólera. 5 Vuélvete a nosot ros, Di os, nuest ra salvación, | y haz cesar t u ira cont ra nosot ros. 6 ¿Vas a estar siempre i rri t ado cont ra nosot ros | y vas a prol ongar tu cólera de generación en generación? 7 ¿No vas a devolvernos la vida, ! par a que tu puebl o pueda gozarse en ti? 12 Son éstos los jefes madianitas vencidos por Gedeón (Jue 6-7). 17 Estos castigos que el salmista pide para los enemigos de su pueblo no terminan con su ruina, sino con su salud, puesto que, cotno fin del castigo, pide que reconozcan a Yavé y le busquen. Tal petición se inspira en los vaticinios mesiánicos de la vocación de las gentes. QA 1 Este salmo es un cántico de peregrinación. Los peregrinos, llenos de devoción hacia el 0 *" santuario, expresan sus ansias de llegar a contemplarle y ponderan la dicha de quienes viven cerca de él, que es como vivir cerca de Yavé, que más fácilmente oye las plegarias de los que están vecinos a Él. 1 ° El defensor y el ungido es el rey, por quien el salmista pide a Dios. QR 1 Celebra el salmista la vuelta del cautiverio y la restauración nacional. Pero ésta iba muy ü v ' lentamente; ni se ajustaba a las hermosas promesas contenidas en los oráculos de Isaías, Je- remías y Ezequiel. Por eso pide que llegue esa plena restauración, en la cual va ya implicada, lo mis- mo que en las aludidas profecías, la promesa mesiánica. SALMOS 85-88 644 8 Haznos ver, |oh Yavé!, tus piedades | y danos tu ayuda salvadora. 9 Yo bien sé lo que dirá Dios. | Que sus palabras sean palabras de paz | para su pueblo y para sus santos | y para cuantos se vuelven a El de corazón. 1° Si, su salvación esta cercana para los que le temen, I y bien pronto habitará la gloria en nuestra tierra. 11 Se encontrarán la benevolencia y la fidelidad, | se darán el abrazo la justicia y la paz. 12 Brota de la tierra la fidelidad | y mira la justicia desde lo alto de los cielos. 13 Sí, Yavé nos otorgará sus bienes, | y la tierra dará sus frutos. i 4 Va delante de su faz la justicia, | y la paz sigue sus pasos. 86 (V. 85) Petición del auxilio de Di os 1 Oración. De David. Inclina, Yavé, tus oídos y óyeme, I por- que estoy afligido y soy un menesteroso. * 2 Guarda mi alma, pues que soy tu devoto; I salva, mi Dios, a tu siervo, que en ti confía. 3 Ten misericordia de mí, loh Yavé!, | pues te invoco cada día. 4 Alegra el alma de tu siervo, | porque a ti alzo mi alma, 5 Pues tú eres, Señor, indulgente y pia- doso I y de gran misericordia para los que te invocan. 6 Escucha, ¡oh Yavé!, mi oración | y atiende a la voz de mis plegarias. 7 En el día de la angustia te llamo, | porque sé que me oyes. s No hay, Señor, en los dioses seme- jante a ti, ¡ y nada hay que iguale tus obras. 9 Todas las gentes que tú hiciste, | ven- drán, ¡oh Yavé!, a postrarse ante ti | y honrarán tu nombre; * 10 Pues que tú eres grande y obras ma- ravillas, I tú eres el solo Dios. 11 Enséñame, ¡oh Yavé!, tus caminos, para que ande yo en tu verdad, | y lleva mi corazón únicamente a reverenciar tu nombre. i 2 Pueda yo darte gracias, Yavé, mi Dios, con todo mi corazón, | y glorificar tu nombre por la eternidad. 1 3 Por tu gran misericordia para con- migo, I por haber sacado mi alma del profundo averno. 14 ¡Oh Dios! Gentes soberbias se alza- ron contra mí, | una turba feroz busca mi alma, | y no te ponen delante de sí. 15 Pero tú, ¡oh Yavé!, eres Dios miseri- cordioso y clemente, | magnánimo y de gran piedad y fidelidad. 16 Mírame y ten piedad de mí, | forta- lece a tu siervo | y salva al hijo de tu esclava. i ' Haz conmigo muestra de ti para bien, I y viéndola confúndanse los que me odian, | vean que tú eres Yavé, que me socorres y me consuelas. 87 (V. 86) La gloria de la Jerusal én mesiánica 1 Salmo de los hijos de Coré. Cántico. Fundada está sobre los santos montes. * 2 Ama Dios las puertas de Sión I más que todas las tiendas de Jacob. 3 Muy gloriosas cosas se han dicho de ti, I ciudad de Dios. (Sela.) 4 Contaré a Rahab y a Babilonia entre los que me conocen; | la Filistea, Tiro con los etiopes, | éstos allí nacieron. 5 Y de Sión dirán: «Este y el otro allí han nacido, | y es el Altísimo mismo el que la fundó». 6 Inscribirá Yavé en el libro de los pue- blos: I «Este nació allí». (Sela.) 7 Y cantarán saltando de júbilo: | «En ti están mis fuentes todas». 88 (V. 87) Or aci ón de un afligido 1 Al maestro del coro. Cántico de los hijos de Coré. Sobre «Mahalat». Para can- tar. Masquil de Ernán, ezraíta. * 2 ¡Oh Yavé, Dios mío!, I día y noche clamo a ti. 3 Llegue mi oración a tu presencia, I inclina tu oído a mi clamor. 4 Harta de males está mi alma, | mi vida al borde del sepulcro. 5 Ya me cuentan entre los que bajan a la fosa; I soy ya hombre sin fuerzas. 6 Abandonado entre los muertos, | o como los traspasados que moran en el sepulcro, I de quienes ya nadie se acuer- ü f 1 Esta petición tan apremiante del auxilio divino, hecha por el salmista contra las gentes " ' ' soberbias que se levantan contra él, no parece que cuadre a un particular, sino a un príncipe, cuya causa es la causa común del pueblo. • ,. 9 En el v.o se augura la venida de las naciones todas a honrar a Dios en el templo, lo que implica francamente la idea mesiánica. Q «y ! Bellísimo salmo mesiánico. Jerusalén vendrá a ser la ciudad cosmopolita en que todas las " ' naciones gozarán de los derechos de ciudadanía, como si en ella hubieran nacido (Is 4,3). Con esto preludia la doctrina de San Pablo de que en Cristo no hay judío ni griego, bárbaro ni escita, porque todos son uno en Cristo (Col 3,11 s.). OQ ' E l profeta, profundamente afligido y contristado, pide a Dios humildemente le libre de ^ " tantas penas y le salve la vida. 645 SALMOS 88-89 da, I y que fueron arrancados a tus manos. 7 Hasme puesto en lo profundo de la hoya, I entre las tinieblas del abismo. 8 Pesa tu ira sobre mí | y has desenca- denado contra mí todos tus furores. (Sela.) 9 Has alejado de mi a mis conocidos, | me has hecho para ellos abominable, | estoy encerrado y no tengo salida. 10 Mis ojos languidecen por la aflic- ción; I te invoco, ¡oh Yavé!, todo el dia, | y tiendo mis manos hacia ti. 11 ¿Harás tú ya prodigio alguno para los muertos? | ¿Se levantarán los muertos para alabarte? (Sela.)* 12 ¿Cantará nadie en el sepulcro tus piedades, | ni en el averno tu fidelidad? 13 ¿Será conocido prodigio alguno tuyo en las tinieblas, I ni tu justicia en la tierra del olvido? 14 A ti clamo, pues, ¡oh Yavé!, | y mis plegarias van a ti desde la mañana. 15 ¿Por qué, ¡oh Yavé!, me rechazas | y me escondes tu rostro? 16 Soy un mísero afligido desde mi mo- cedad, I siempre en espanto, lleno de terrores. 17 Derrámanse sobre mí tus furores | y me oprimen tus espantos. 18 Continuamente me invaden como aguas, I y todas a una me sumergen. 19 Has alejado de mí amigos y compa- ñeros, I y son mis parientes las tinieblas. 89 (V. 88) Quej as por el abat i mi ent o del rey a pesar de las promesas hechas a David 1 Masquil de Etán, ezraíta. * 2 Cantaré siempre las misericordias de Yavé I y daré a conocer por mi boca a las generaciones todas tu fidelidad; 3 Porque dijiste: «La misericordia es eterna; | tu fidelidad se apoya en los mismos cielos. 4 He hecho alianza con mi elegido, | he jurado a David, mi siervo: 5 Haré durar por siempre tu prole | y estableceré tu trono por las generaciones». (Sela.) 6 Los cielos cantan tus maravillas, ¡oh Yavé!, I y tu fidelidad en la asamblea de los santos. 7 ¿Quién sobre las nubes semejante al Señor? | ¿Quién semejante a Yavé entre los hijos de Dios? 8 Terrible es Dios en la congregación de los santos, | grande y formidable más que cuantos le rodean. * 9 Yavé, Dios Sebaot, ¿quién hay que te iguale? I Eres poderoso, ¡oh Yavé!, ceñi- do de tu fidelidad. l °Tú dominas la soberbia del mar; | cuando se embravecen sus olas, tú lus contienes. n Tú quebrantaste a Rahab, como a un herido enemigo, | y con tu fuerte brazo dispersas a tus enemigos. * 12 Tuyos son los cielos, tuya la tierra, I el orbe de la tierra y cuanto lo llena, tú lo formaste; 13 Tú creaste el aquilón y el austro; I el Tabor y el Hermón saltan al oir tu nombre. 14 Tú tienes un brazo lleno de vigor, I fuerte es tu mano, amenazadora tu diestra. 15 La justicia y el juicio son e! asiento de tu trono, I y la misericordia y la fidelidad, tus heraldos. i* Bienaventurado el pueblo que sabe cantarte; | andará, ¡oh Yavé!, a la luz de tu faz. 17 Gozarán siempre de la alegría de tu nombre | y se alegrarán en tu justicia. 18 Tú eres nuestra gloria y nuestra fuer- za, I y por tu benevolencia se acrecienta nuestro poderío. 19 Pues de Yavé es nuestro escudo | y nuestro rey del Santo de Israel. 20 Tú en tiempos hablaste en visión a tus predilectos, y dijiste: | «He dado mi ayuda a un valiente, | he alzado en la nación a un valeroso. 21 He hallado a David, mi siervo; | lo he ungido con mi óleo consagrado. 22 Mi mano le sostendrá con firme apo- yo I y mi brazo le hará fuerte. 23 No le vencerá enemigo, | no le aba- tirá inicuo. 24 Destruiré ante él a sus enemigos | y quebrantaré a los que le aborrecen. 25 Serán con él mi verdad y mi miseri- cordia I y en mi nombre se alzará su poder. 26 Pondré su mano sobre el mar, | y su diestra en los ríos. 27 El me invocará, diciendo: «Tú eres 1 1 Estos versículos nos dan a conocer la idea triste que los hebreos se formaban de la región de los muertos. Era esto un motivo más para pedir a Dios que les diese largos días en la tierra de los vivos. QQ ' Salmo de inspiración enteramente mesiánica, basada en la alianza de Dios con Israel, en la ^ -^ promesa divina hecha a David. Lo uno y lo otro eran motivos para esperar de Dios una me- jor suerte para Israel que la que entonces tenía y para pedir al Señor que se acordase de sus palabras y las cumpliese cuanto antes. 8 Los «santos» son los «hijos de Dios», los ángeles, que forman la corte de Dios y a veces se nos presentan como formando su consejo (r Re 22,19-23). 11 Rahab es aquí el océano primitivo, caótico, que los antiguos concebían como muy agitado y embravecido. SALMOS 89- 90 646 mi padre, I mi Dios, la roca de mi sal- vación». * 28 Y yo le haré mi primogénito, | el más excelso de los reyes de la tierra. 29 Yo guardaré eternamente con él mi misericordia, | y mi alianza con él no será rota. 30 Haré subsistir por siempre su descen- dencia | y su trono mientras subsistan los cielos. 31 Si traspasan sus hijos mi ley | y no siguen mis mandatos, 32 Si violan mis preceptos | y no hacen caso de mis mandamientos, 33 Yo castigaré con vara sus rebeliones | y con azotes sus pecados. 34 Pero no apartaré de él mi piedad | ni faltaré a mi fidelidad; 35 No quebrantaré mi alianza | y no retractaré cuanto ha salido de mis labios. 36 Una cosa he jurado por mi santidad, | y no romperé la fe a David: 37 Su descendencia durará eternamente | y su trono durará ante mí cuanto el sol. 38 Y | como la luna I permanecerá eter- namente | y será testigo fiel en el cielo». (Sela.) 39 Pero, con todo, has rechazado, has alejado a tu ungido, | te has indignado contra él. 40 Has roto la alianza con tu siervo, | has profanado y echado a tierra su dia- dema. 41 Has arruinado todas sus murallas, | has reducido a escombros sus fortalezas. 42 Cuantos pasan por el camino le sa- quean, | es el oprobio de sus vecinos. 43 Has robustecido la diestra de sus enemigos, | has alegrado a todos sus ad- versarios. 44 Has embotado el filo de su espada | y no le has socorrido en el combate. 43 Le has despojado de su majestad I y has echado por tierra su trono. 46 Has acortado los días de su juven- tud | y le has cubierto de oprobio. (Sela.) 47 ¿Hasta cuándo, ¡oh Yavé!, estarás siempre escondido? I ¿Arderá tu ira como fuego? 48 Acuérdate de cuan breve es la vida [ y de cuan para poco hiciste a todos los mortales. 49 ¿Quién es el hombre que viva y no haya de ver la muerte? | ¿Quién puede substraerse al poder del sepulcro? (Sela.) 5" ¿Dónde están tus antiguas piedades, [oh Yavé!, | las que por tu verdad juraste a David? 51 Acuérdate, ¡oh Yavé!, del oprobio de tus siervos | y de cómo llevo yo en mi seno las afrentas de muchos pueblos. 52 Las que arrojan tus enemigos, ¡oh Yavé!, | sobre los pasos de tu ungido. Doxologia ñnal del libro 53 Bendito sea Yavé por la eternidad. Amén, amén. L I B R O CUARTO (90-106) 90 (V. 89) Depr ecaci ón de misericordia 1 Oración de Moisés, varón de Dios. Yavé, tú has sido refugio para nos- otros I de generación en generación. * 2 Antes que los montes fuesen | y fue- sen paridos la tierra y el orbe, | eres tú desde la eternidad hasta la eternidad, 3 Reduces al polvo al hombre, | dicién- dole: «Volved, hijos de la tierra». 4 Mil años son a tus ojos I como el día de ayer, que ya pasó; | como una vigilia de la noche. 5 Los arrebatas; son como sueño ma- ñanero, I como hierba verde. * Que a la mañana florece y verdeguea, | a la tarde se marchita y se seca. 7 Consúmenos tu ira I y nos conturba tu indignación. 8 Has puesto nuestros pecados frente a ti, I nuestros pecados secretos a la luz de tu faz. 9 Y todos nuestros días transcurren bajo tu ira, I y acaban nuestros años como un suspiro. 10 Los días de nuestros años son seten- ta años, I y ochenta en los más robustos; | pero también la robustez es apariencia, un nada, | porque pasa en un instante, y volamos. 11 ¿Quién pesa a lo justo la severidad de tu ira I y tu indignación en lo que debes ser temido? 12 Enséñanos, pues, a contar nuestros días, I para que adquiramos un corazón sabio. 13 Vuélvete, ¡oh Yavé!, ya por fin | y ten compasión de tus siervos. 2 7 En virtud de la especial predilección de Dios por Israel, éste es l l amado hijo y aun pri mogé- nito de Dios entre todos los pueblos de la tierra. David, por las mismas razones, recibe los mismos títulos, e igual sus herederos. Estos títulos alcanzarán plenísima realización en el Mesí as, Hijo de Dios. Q A l Comienza el salmo con una meditación sobre la eternidad de Di os y la caducidad del •J^ hombre. La causa de esta última son los pecados, los cuales at raen sobre nosotros los casti- gos de Dios. Ter mi na el salmista pidiendo la benevolencia divina para el puebl o, que desde hace muchos años se halla en la miseria. 647 SALMOS 90-98 14 Sacíanos pronto de tu gracia | para que jubilemos y nos alegremos todos los días de nuestra vida. 13 Alégranos por tantos días como nos humillaste, | por tantos años como pro- bamos la aflicción. !6 Véase tu obra sobre tus siervos, | y tu grandeza sobre sus hijos. 17 Sea sobre nosotros la suavidad de Yavé, nuestro Dios, | y dirige la obra de nuestras manos. 91 (V. 90) Cant o a la provi denci a de Di os sobre el justo 1 El que habita bajo la protección del Altísimo I y mora a la sombra del Todo- poderoso, * 2 Diga a Dios: «Tú eres mi refugio y mi roca, I mi Dios, en quien confío». 3 Y El te librará de la red del cazador, | de la peste exterminadora; 4 Te cubrirá con sus plumas, 1 hallarás seguro bajo sus alas, | y su fidelidad te será escudo y adarga. 5 No tendrás que temer los espantos nocturnos, I ni las saetas que vuelan de día, 6 Ni la pestilencia que vaga en las ti- nieblas, I ni la mortandad que devasta en pleno día. 7 Caerán a tu lado mil | y a tu derecha diez mil; | a ti no llegará. 8 Con tus mismos ojos mirarás | y verás el castigo de los impíos. 9 Teniendo a Yavé por refugio tuyo, I al Altísimo por fortaleza tuya, 10 No te llegará la plaga | ni se acercará el mal a tu tienda, 11 Pues te cometerá a sus ángeles | para que te guarden en todos tus caminos. 12 Y ellos te llevarán en sus manos I para que no tropieces en las piedras. 13 Pisarás sobre áspides y víboras | y hollarás al león y al dragón. 14 «Porque me amó, yo le salvaré; I yo le defenderé, porque confesó mi nombre. 15 Me invocará él y yo le oiré, | estaré con él en la tribulación, | le sacaré y le honraré. 16 Le saciaré de días | y le daré a ver mi salvación». 92 (V. 91) Alabanza de la providencia divina 1 Salmo. Cántico. Para el día del sá- bado. * 2 Justo es alabar a Yavé | y cundir tu nombre, ¡oh Altísimo!; 3 Alabar de mañana tu piedad y de noche tu fidelidad. 4 Al salterio decacordio y a la lira, | con las melodías de la cítara. 5 Pues me has alegrado, ¡oh Yavé!, con tus obras I y me gozo en las obras de tus manos. 6 ¡Qué magníficas son tus obras, oh Yavé! I ¡Cuan profundos son tus pensa- mientos! 7 No conoce esto el hombre necio, | no entiende esto el insipiente. 8 Que germinan los impíos como la hierba, I y florecen tantos malhechores, | para ser destruidos por la eternidad. 9 Pero tú eres excelso por la eternidad, ¡oh Yavé! 10 Pues tus enemigos, ¡oh Yavé!, | tus enemigos perecerán | y serán disipados todos los que obran el mal. 11 Acrecentaste mi fuerza como la del unicornio; | de verde aceite me inundaste. 12 Y miro desde arriba a mis enemi- gos I y oyó mi oído cosas gratas contra los malvados que se alzan contra mí. 13 Florecerá el justo como la palma, | crecerá como el cedro del Líbano. 14 Plantado en la casa de Yavé, | flore- cerá en los atrios de nuestro Dios. 13 Fructificarán, aun en la senectud, | sanos y vigorosos. 16 Para anunciar cuan recto es Yavé, | que es mi roca y que no hay en El ini- quidad. 93 (V. 92) Gr andeza de domi ni o de Di os en la creación 1 Reina, Yavé; se vistió de majestad, | vistióse de poder Yavé y se ciñó, | cimentó el mundo; no se conmoverá. * 2 Firme tu trono desde el principio, | desde la eternidad eres tú. 3 Alzan los ríos, ¡oh Yavé!, | alzan los ríos su voz, I alzan los ríos su estrépito. 4 Más que los bramidos de las aguas Q •§ l Hermoso canto a la benigna providencia de Di os sobre los justos, a quienes salva de todos - 7 • los peligros, por muchos que sean los que los rodeen, y a quienes pone bajo la protección de sus ángeles. 1 Como el precedente, celebra este salmo la providencia de Dios, que castiga a los impíos haciendo efímera su prosperidad, pero que la da larga y duradera a los justos. 92 1 Breve, pero magnífico canto a la grandeza de Dios, que i nmensament e supera a lo mas grande de la creación. SALMOS 93-96 648 tumultuosas, I más que los furores del mar, I eres tú magnifico en las alturas, |oh Yavé! 5 Tus testimonios son firmísimos, | con- viene a tu casa la santidad, ¡oh Yavé!, | por los siglos de los siglos. 94 (V. 93) Invocación a Di os, que castiga a los impíos y protege a los justos 1 ¡Dios de las venganzas, Yavé, | Dios de las venganzas, muéstrate!* 2 Álzate, juez de la tierra, I da a los soberbios su merecido. 3 ¿Hasta cuándo los impíos, ¡oh Yavé!, | hasta cuándo los impíos triunfarán? 4 ¿Hablarán proterva y jactanciosamen- te | los que obran la iniquidad? 5 Aplastan, Yavé, a tu pueblo, | opri- men a tu heredad. 6 Dan muerte a la viuda y al peregrino | y a los huérfanos quitan la vida. 7 Y se dicen: «No ve Yavé, | no lo sabe el Dios de Jacob». * 8 Entended, necios del pueblo, | y vos- otros, fatuos, ¿cuándo seréis cuerdos? 9 El que hizo el oido, ¿no va a oir? | El que formó el ojo, ¿no ha de ver? 10 El que educa a los pueblos, ¿no va a reprender? | ¿El que da al hombre la sa- biduría? 11 Conoce Yavé los pensamientos de los hombres, I cuan vanos son. 12 Bienaventurado el hombre a quien tú educas, ¡oh Yavé!, | al que das sabiduría con tu ley. 13 Para que esté tranquilo en los días de aflicción, | en tanto que se cava para el impío la fosa. 14 No abandona Yavé a su pueblo, | no desampara su heredad. 15 Volverán a la justicia los juicios | y la seguirán todos los rectos de corazón. 16 ¿Quién se levantará por mi contra los malvados? | ¿Quién estará conmigo contra los obradores de la iniquidad? 17 Si Yavé no me hubiera ayudado, | ya habitaría mi alma en el sepulcro. 18 Apenas decía yo: «Vacilan mis pies», I tu gracia, ¡oh Yavé!, me sostenía. 19 Y en las grandes angustias de mi co- razón | alegraban mi alma tus consuelos. 20 ¿Puede acaso ser aliado tuyo el trono de la iniquidad? | ¿Puede la tiranía sofocar el derecho. 2i ¿Los que se echan sobre la vida del justo | y condenan la sangre inocente? 22 Pero Yavé es refugio para mí, | y mi Dios es la roca de mi salvación. 23 El arrojará sobre ellos su misma per- versidad, | y con su misma malicia los aniquilará, I los aniquilará Yavé, nuestro Dios. 95 (V. 94) Exhortación a la alabanza y obediencia de Di os 1 ¡Venid, cantemos jubilosamente a Ya- vé; | cantemos gozosos a la roca de nuestra salvación! * 2 Lleguémonos a El con alabanzas, | aclamémosle con cánticos. 3 Porque Dios grande es Yavé, | Rey grande sobre todos los dioses. 4 Porque tiene en sus manos las pro- fundidades de la tierra I y suyas son tam- bién las cumbres de los montes. 5 Suyo es el mar, pues El lo hizo; | suya la tierra, formada por sus manos. 6 Venid, postrémonos en tierra ante El; | doblemos nuestra rodilla ante Yavé, nues- tro Hacedor. 7 Porque El es nuestro Dios, y nosotros el pueblo que El apacienta | y el rebaño que El guía. | ¡Oh si oyerais hoy su voz! 8 «No endurezcáis vuestro corazón co- mo en Meribá, I como el día de Masa, en el desierto, 9 Donde me tentaron vuestros padres, I me probaron, a pesar de haber visto mis obras. 10 Cuarenta años anduve desabrido de aquella generación, I y tuve que decirme: Estos son gente de torcido corazón, | que desconoce mis caminos. 11 Por esto les juré en mi ira | que no entrarían en mi reposo». 96 (V. 95) Alabanza del Señor, único Di os 1 Cantad a Yavé un cántico nuevo, | cantad a Yavé la tierra toda. * 2 Cantad a Yavé y bendecid su nom- bre, | anunciad de día en día su salvación. 3 Celebrad su gloria entre las gentes, | en todos los pueblos sus maravillas, 4 Porque grande es Yavé y digno de toda alabanza, | terrible sobre todos los dioses. 5 Porque todos los dioses de los pueblos 1 En vano pretenden los impíos tranquilizarse y persuadirse de que Dios no ve sus malas obras. Las ve y las castigará, mientras que al justo nunca le abandonará. 7 Tal era el ateísmo práctico de los impíos de Israel. Para ellos Dios estaba tan alto, que no se ocupaba de las miserias humanas. Invita el poeta a todos los fieles de Yavé a postrarse ante El y prestarle obediencia cum- pliendo sus leyes, y a no rebelarse contra El, como los israelitas en el desierto. % 1 La invitación a los pueblos todos a venir a adorar al Señor implica la universalidad del reino de Dios, reconocido por todas las naciones, y, por tanto, el reino mesiánico. 94 95 649 SALMOS 96-99 son vanos ídolos; | pero Yavé hizo los cielos. 6 Delante de El van la magnificencia y la alabanza; I en su santuario están la fortaleza y la gloria. 7 Dad a Yavé, ¡oh familias de los pue- blos!, | dad a Yavé la gloria y el poderío. 8 Dad a Yavé el honor debido a su nom- bre, [ tomad ofrendas y venid a sus atrios. 9 Inclinaos ante Yavé en la pompa sa- grada; | tiemble ante El toda la tierra. 10 Decid entre las gentes: «¡Reina Ya- vé!» | Decid también: «El afirmó el orbe y no se conmueve, | El gobierna con equidad a los pueblos». 11 Alégrense los cielos, regocíjese la tie- rra, | truene el mar y cuanto en él se contiene. 12 Salte de júbilo el campo y todo cuanto hay en él | y alégrense también los árboles de la selva 13 Ante la presencia de Dios, que viene, | que viene a regir la tierra. | Regirá el mundo con justicia | y a los pueblos con su fidelidad. 97 (V. 96) Gloria de la venida de Di os a j uzgar 1 Dios reina, gócese la tierra, | alégren- se sus muchas islas. * 2 Hay en torno de El nube y calígine; | la justicia y el juicio son las bases de su trono. 3 Precédele fuego, | que abrasa en de- rredor a todos sus enemigos. 4 Sus rayos alumbran el mundo; | tiem- bla la tierra al verle. 5 Derrítense como cera los montes ante Yavé, I ante el Señor de toda la tierra. 6 Anuncian los cielos su justicia | y to- dos los pueblos ven su gloria. 7 Queden confundidos todos los que ado- ran sus simulacros, | los que se glorian de sus ídolos; I se postran ante El todos los dioses. 8 Óyelo Sión y se alegra; | regocíjanse las ciudades de Judá I por tus juicios, Yavé. 9 Porque tú eres Yavé, el Altísimo, so- bre toda la tierra, | inmensamente ensal- zado sobre todos los dioses. 10 Aborreced el mal los que amáis a Yavé, I que El defiende la vida de sus san- tos ! y los libra de la mano de los impíos. 11 Ya alumbra la luz al justo | y la alegría a los rectos de corazón. 12 Alegraos en Yavé, ¡oh justos!, | y honrad su santo nombre. 98 (V. 97) Canto de alabanza a Di os después de la victoria 1 Salmo. Cantad a Yavé un cántico nuevo, | porque El ha hecho maravillas; | han vencido su diestra y su santo brazo. * 2 Ha mostrado Yavé su salvación | y ha revelado su justicia a ojos de las gentes. 3 Se ha acordado de su benignidad | y de su fidelidad a la casa de Israel; | todos los confines de la tierra vieron la victoria de nuestro Dios. 4 Saltad de júbilo ante Yavé toda la tierra; I a El las voces, los cantos y los salmos. 5 Cantad a Yavé con la citara, | con la cítara y con voces de canto. 6 Con las trompetas y los sones de la bocina; | saltad de júbilo ante el rey Yavé. 7 Brame el mar y cuanto él contiene, | ol mundo y todos sus habitantes. 8 Bulan palmas los ríos, | regocíjense a su vez los montes. 9 Delante de Yavé, que viene, | que viene a juzgar la tierra. I Y juzgará al mundo con justicia, I y a los pueblos con equidad. 99 (V. 98) Gloria del Señor en su santo monte 1 Dios reina, tiemblan los pueblos. | Se asienta entre los querubines, tiembla la tierra. * 2 Grande es Dios en Sión, | excelso so- bre todos los pueblos. 3 Alabado sea tu grande y terrible nom- bre ; I es santo su nombre. 4 Y poderoso el rey que ama la justi- cia. I Tú estableciste las normas de la rec- titud, I tú hiciste en Jacob juicio y justicia. 5 Ensalzad a Yavé, nuestro Dios, | y postraos ante el escabel de sus pies, I por- que es santo. 6 Moisés y Arón están entre sus sacer- tes; I Samuel, con los que invocan su nom- bre. Invocaban a Yavé, y El los oía. 7 Les hablaba en columna de nube, | y aíon sus testimonios | y la Ley que les dio. 97 1 Canta el reino de Dios sobre Israel, precedido del juicio sobre los que adoran a los ídolos. Canto indudablemente mesiánico. QQ * Una victoria del pueblo sirve de ocasión al poeta para dirigir a todas las naciones una ~ F1J invitación para que concurran a cantar a Yavé, reconociendo su poderío y su fidelidad a las promesas hechas a su pueblo. 99 1 Yavé, Rey justo, reina sobremanera en Sión, en medio de sus santos. A El vendrán los pueblos todos de la tierra (Is 6,1 ss.; 2,2 ss.). SALMOS 99-102 650 8 ¡Oh Yavé, Dios nuestro, tú los oías | y fuiste con ellos indulgente, | aunque castigaste sus pecados. 9 Ensalzad a Yavé, nuestro Dios, I y postraos ante su monte santo, | porque santo es Yavé, nuestro Dios. loo (V. 99) Acción de gracias 1 Salmo. Para dar gracias. Cantad a Yavé toda la tierra. * 2 Servid a Yavé con júbilo, | venid go- zosos a su presencia. 3 Sabed que Yavé es Dios, | que El nos hizo y suyos somos, | su pueblo y la grey de su pastizal. 4 Entrad por sus puertas dándole gra- cias; I en sus atrios, alabándole; | dadle gracias y bendecid su nombre, 5 Porque bueno es Yavé; | es eterna su piedad I y perpetua por todas las genera- ciones su fidelidad. 101 (V. 100) Nor mas de vida de un prí nci pe bueno 1 Salmo de David. Quiero cantarte misericordia y justi- cia; I quiero cantarte a ti, ¡oh Yavé!, * 2 Y entender el camino de la rectitud. | ¿Cuándo vendrás a mí? | Andaré yo en in- tegridad de corazón | en mi casa. 3 No pongo mi ojos en cosa injusta; | aborrezco cometer injusticia; | no se me pegará. 4 Lejos de mí estará el corazón perver- so; I desconoceré la maldad. 5 Reduciré al silencio al que en secreto detrae a su prójimo; | no toleraré al de altivos ojos y corazón soberbio. 6 Pondré mis ojos en los fieles de la tie- rra para tenerlos conmigo; | los que an- dan por el camino de la rectitud serán mi- nistros míos. 7 No habitará en mi casa el que cometa fraude; | el que habla mentirosamente no permanecerá ante mí. 8 De mañana haré perecer a todos los impíos de la tierra | y exterminaré de la ciudad de Yavé | a todos los obradores de la iniquidad. 102 (V. 101) Plegaria de un afligido que desfallece y se l ament a 1 Plegaria de un afligido que desfallece y se lamenta ante Yavé. * 2 Escucha, ¡oh Yavé!, mi oración | y llegue a ti mi clamor. 3 No escondas de mí tu rostro mientras estoy en aflicción; | inclina tus oídos a mí; i cuando te invoco, apresúrate a oirme. 4 Pues se desvanecen como humo mis días I y se tuestan mis huesos como en horno. 5 Está seco mi corazón y consumido como heno, | y me olvido de comer mi pan. 6 Por la vehemencia del gemir | se pe- gan mis huesos a la piel. 7 Y he venido a ser como pelícano del desierto; | soy como buho entre las ruinas. 8 No duermo y sollozo, | como pájaro solitario sobre el tejado. 9 Continuamente se burlan de mí mis enemigos, | y se enfurecen contra mí, y execran mi nombre. 10 Como el pan como si comiera ceni- za, I y mi bebida se mezcla con lágrimas. 11 Por tu indignación y tu ira, | porque me cogiste y me lanzaste. 12 Mis días son como sombra que se alarga, | y me he secado como hierba. 13 Y con todo, ¡oh Yavé!, tú te sien- tas en tu trono, | y tu memoria permane- ce por generaciones y generaciones. 14 Tú te alzarás y tendrás misericordia de Sión, ] porque tiempo es ya de que le seas propicio; | llegó ya su hora, 15 Porque aman tus siervos sus piedras | y se compadecen de sus ruinas. 16 Y temerán todas las gentes el nom- bre de Yavé, | y todos los reyes de la tie- rra tu gloria. 17 Cuando reedifique Yavé a Sión, | cuando aparezca en su gloria, 18 Y convirtiéndose a la oración de los despojados, | no desprecie su plegaria. 19 Esto se escribirá para la generación posterior | y un pueblo nuevo alabará a Yavé. 20 Por haber echado Yavé su mirada desde su excelsa santa morada | y haber mirado desde los cielos a la tierra, 1 00 - 1 ^ a 8 u m a bondad de Dios, hacedor de t odo y pastor de su puebl o, pide que se le den ' " " incesantes gracias. 1 0 1 1 ^ salmo nos presenta un soberano íntegro, justiciero, que, consciente de sus deberes, • VJ 1 se propone combat i r la impiedad hasta hacerla desaparecer de la tierra. Muy t emprano se sienta en el t ri bunal para admi ni st rar justicia. Parece la imagen de Ezequías o Josías llevando a cabo la reforma religiosa. A esta luz se ha de ent ender el v. 8. 1 n o 1 El mesianismo de este salmo es claro. Se nos presenta el salmista agobiado de miserias; mas no son las suyas personales las que l ament a, sino las del puebl o, a juzgar por la firme esperanza que muest ra de que Dios haga ostentación de su misericordia con Sión, con lo cual t e- merán y reverenciarán a Yavé las naciones y los reyes reunidos todos en uno. Est o anuncia el reino universal del Señor, y, por t ant o, el reino mesiánico. 651 SALMOS 162-104 21 Escuchando el gemir de los cautivos | y librando a los destinados a la muerte. 22 Para que sea cantado en Sión el nom- bre de Yavé I y sus alabanzas en Jeru- salén. 23 Cuando se reunirán todos los pue- blos I y todos los reinos para servir a Yavé. 24 A medio camino quebrantó mis fuer- zas, I abrevió mis días. 25 Yo clamo: ¡Dios mío!, | no me lleves en la mitad de mis días; I tú, cuyos años son por generaciones y generaciones. 26 Desde el principio fundaste t ú la tierra, | y obr a de tus manos es el ci el o; 27 Pero éstos perecerán y tú permanece- rás, I mientras todo envejece como un vestido. I Los mudas como se muda una veste. 28 Pero tú siempre el mismo, | y tus días no tienen fin. 29 Habitarán los hijos de tus siervos allí I y permanecerá ante ti su posteridad. 103 (V. 102) Al abanza de la provi denci a de Di os 1 De David. ¡Bendice, alma mía, a Yavé; I bendiga todo mi ser su santo nombre! * 2 ¡Bendice, alma mía, a Yavé, | y no ol- vides ninguno de sus favores! 3 El perdona tus pecados, | El sana to- das tus enfermedades. 4 El rescata tu vida del sepulcro I y de- rrama sobre tu cabeza gracia y misericor- dia. 5 El sacia tu boca de todo bien | y re- nueva tu juventud como la del águila. 6 Hace Yavé justicia | y juicio a todos los oprimidos. 7 Dio a conocer a Moisés sus caminos, I y sus obras a los hijos de Israel. 8 Es Yavé piadoso y benigno, | tardo a la ira, clementísimo. 9 No está siempre acusando l y no se aira para siempre. 10 No nos castiga a la medida de nues- tros pecados, I no nos paga conforme a nuestras iniquidades. 11 Sino que cuanto sobre la tierra se al- zan los cielos, I tanto se eleva su miseri- cordia sobre los que le temen. 12 Cuan lejos está el oriente del occiden- te, I tanto aleja de nosotros nuestras cul- pas. 13 Cuan benigno es un padre para con sus hijos, I tan benigno es Dios para con los que le temen. 14 Pues él conoce bien de qué hemos sido hechos, I sabe que no somos más que lodo. 15 Los días del hombre son como la hierba; I como flor del campo, así florece. '6 Pero sopla sobre ella el viento, y ya no es más, ] ni se sabe siquiera dónde es- tuvo. 1 7 Pero la misericordia de Yavé es eter- na para los que le temen; | y su justicia para los hijos de los hijos, 18 Para los que son fieles a su alianza | y tienen presentes sus mandamientos para ponerlos por obra. 19 Ha establecido Yavé en los cielos su trono, I y su reino lo abarca todo. 20 Bendecid a Yavé, vosotros, sus án- geles, I que sois poderosos y cumplís sus órdenes, | prontos a la voz de su palabra. 21 Bendecid a Yavé, vosotras todas, sus milicias, I que le servís y obedecéis su vo- luntad. 22 Bendecid a Yavé, todas sus obras, I en cualquier lugar de su imperio. | ¡Bendice, alma mía, a Yavé. 104 (V. 103) Gl ori a de Di os en la creación 1 ¡Bendice, alma mía, a Yavé! | Yavé, Dios mío, tú eres grande, I tú estás ro- deado de esplendor y majestad. * 2 Revestido de luz como de un manto, | como una tienda tendiste los cielos; 3 Alza tus moradas sobre las aguas. | Haces de las nubes tu carro | y vuelas sobre las plumas de los vientos. 4 Tienes por mensajeros a los vientos, | y por ministros llamas de fuego. 5 Fundaste la tierra sobre sus bases I pa- ra que nunca después vacilara. 6 La cubriste de los mares como de ves- tido, I y las aguas cubrieron los montes. 7 A tu increpación huyeron, 1 al sonido de tu voz se precipitaron, 8 Y se alzaron los montes y se abajaron los valles | hasta el lugar que les habías se- ñalado. 9 Pusísteles un límite que no traspasa- rán, I no volverán a cubrir la tierra. 10 Haces brotar en los valles los manan- tiales, I que corren luego entre los mon- tes. 11 Allí beben todos los animales del campo, I allí matan su sed los asnos sal- vajes. I AO 1 El poeta invita a los ángeles y a t odas las obras de la creación a alabar a Di os por tantos " ^ favores como a t odos, y pri nci pal ment e a su puebl o, t i ene hechos, y con los que dio mues- tras de su infinita bondad y misericordia. I A J 1 La gloria de Dios es inmensa, se refleja en t odas las obras de sus manos y resplandece ^ * en su admi rabl e providencia. Nunca serán suficientes nuest ras acciones da gracias y núes* tras alabanzas. SALMOS 1U4-J.05 652 12 Allí cerca se posan las aves del cie- lo, | que cantan en la fronda. 13 De tus moradas mandas las aguas so- bre los montes, | y del fruto de tus obras se sacia la tierra. 14 Haces nacer la hierba para los anima- les, | y el heno para el servicio del hom- bre, | para sacar de la tierra el pan. 15 Y el vino que alegra el corazón del hombre, | y el aceite que hace lucir su rostro, | y el pan que sustenta la vida del hombre. 16 Sacias también a los altos árboles, I a los cedros del Líbano que plantó. 17 En los cuales anidan las aves; | y los abetos, domicilio de la cigüeña; 18 Los altos montes para las gamuzas, I las peñas para madrigueras del damán. * 19 Hizo la luna para medir los tiempos, | y que el sol su ocaso conociese. 20 Tú tiendes las tinieblas y se hace no- che, | y en ella corretean todas las bestias salvajes. 21 Rugen los Ieoncillos por la presa, I pidiendo así a Dios su alimento. 22 Sale el sol, y todos se retiran | y se acurrucan en sus cuevas. 23 Sale el hombre a sus labores, I a sus haciendas, hasta la tarde. 24 ¡Cuántas son tus obras, oh Yavé, | y cuan sabiamente ordenadas! I Está llena la tierra de tus beneficios. 23 Este es el mar, grande, inmenso; | allí, reptiles sin número, | animales peque- ños y grandes. 26 Allí, las naves se pasean, | y ese Le- viatán que hiciste por que allí retozase. 27 Todos esperan de ti | que les des el alimento a su tiempo. 28 Tú se lo das y ellos lo toman; | abres tu mano y sácianse de todo bien. 29 Si tú escondes tu rostro, se contur- ban; | si les quitas el espíritu, mueren y vuelven al polvo. 30 Si mandas tu espíritu, se recrían, | y así renuevas la faz de la tierra. 3i Sea eterna la gloria de Yavé | y góce- se Yavé en sus obras. 32 Mira a la tierra, y tiembla; I toca a los montes, y humean. 33 Yo cantaré toda mi vida a Yavé, | entonaré salmos a mi Dios mientras viva. 34 Séale grato mi canto, | y yo me goza- ré en Yavé. 33 Desaparezcan de la tierra los peca- dores | y dejen de ser los impíos. | ¡Bendi- ce, alma mía, a Yavé! ¡Aleluya! 105 (V. 104) Fidelidad de Di os a la alianza i Alabad a Yavé, invocad su nombre, I dad a conocer entre los pueblos sus obras. * 2 Cantadle y entonadle salmos, | cele- brad sus maravillas. 3 Gloriaos en su santo nombre; | alé- grese el corazón de los que buscan a Yavé. 4 Buscad a Yavé y su poder, | buscad siempre su rostro. 5 Recordad las maravillas que ha obra- do, | sus prodigios y las sentencias de su boca. * Vosotros, descendencia de Abraham, su siervo; | hijos de Jacob, su elegido. 7 El es Yavé, nuestro Dios, | y sus jui- cios prevalecen en toda la tierra. 8 Fielmente guardó siempre su alianza I y la promesa hecha por miles de genera- ciones. 9 El pacto hecho con Abraham | y su juramento a Isaac. i" Y confirmó a Jacob como ley firme | y a Israel como alianza eterna. 11 Diciendo: «Yo te daré la tierra de Cañan | como porción de vuestra here- dad». 12 Aunque fueran pocos en número, I casi como nada, y extranjeros en ella. 13 Pasaron de una a otra nación | y de un reino a otro pueblo. 14 No dejó que nadie los oprimiese I y castigó por ellos a reyes. i 5 «No toquéis a mis ungidos, I no ha- gáis mal a mis profetas». 16 Llamó el hambre sobre aquella tie- rra, | hizo'que faltara todo mantenimiento. Í 7 Y mandó delante de ellos a un va- rón, | a José, vendido como esclavo. 18 Fueron puestos en el cepo sus pies I y fue encadenado con hierros. 19 Hasta que se realizó su presagio, | y le acreditó la palabra de Dios. 20 Mandó el rey que lo soltasen; | el do- minador de pueblos le dejó en libertad. 21 Y le hizo señor de su casa | y prín- cipe de todo su dominio, 22 Para que con su ejemplo enseñase a los príncipes I y enseñase sabiduría a los ancianos. 23 Y vino Israel a Egipto, | habitó Jacob en la tierra de Cam. 24 Y multiplicó grandemente su pue- blo | e hizo que fuesen demasiado fuertes para sus enemigos. 25 Que se volviese el ánimo de éstos para odiar a su pueblo I y para vejar dolosa- mente a sus siervos. *8 El damán es un animalejo semejante al conejo, abundante en Palestina, y que, al sentir el peligro, corre a refugiarse bajo las peñas. 1 n C 4 Salmo histórico. La suma fidelidad de Dios a su alianza con Israel, mostrada sobre todo v v en la liberación de la servidumbre egipcia y en darle la tierra prometida, debe ser motivo para que su pueblo incesantemente le alabe y le bendiga. 653 SALMOS 105-106 2* Mandó a Moisés, su siervo, | y a Arón, su elegido. 27 E hizo por medio de ellos sus pro- digios, | y sus portentos en la tierra de Cam. 23 Mandó a las tinieblas, y las tinieblas vinieron; | pero todavía se resistían a sus órdenes. 29 Convirtió en sangre sus aguas, I y mató sus peces. 3 0 Hormigueó de ranas la tierra, | aun dentro de la casa de sus reyes. 31 Mandó, y vinieron los tábanos | y los mosquitos a todas sus regiones. 32 Les mandó granizo en vez de lluvia | y llamas de fuego sobre su tierra. 33 Y abatió sus viñas y sus higueras I y destrozó los árboles de su territorio. 34 A una señal suya vino la langosta I y el pulgón en gran número. 35 Que royó toda la hierba de su tie- rra | y devoró todos los frutos del campo. 36 E hirió a todos los primogénitos en su tierra, | las primicias genitales de su robustez. 37 Y sacólos con plata y oro | y no ha- bía entre sus tribus un enfermo. 38 Alegróse Egipto de su partida, I por- que se había apoderado de él su terror. 39 Les tendió como cubierta una nube | y un fuego para alumbrarlos en la noche. 40 A su petición hizo venir las codorni- cer, | y los sació de pan del cielo. 4 i Hendió la roca y brotaron las aguas, | que corrieron como un río por el desierto. 42 Porque se acordó de su santa pro- mesa | y de Abraham, su siervo. 43 Así sacó a su pueblo gozoso | y a sus elegidos llenos de alegría. 44 Y les asignó las tierras de las gentes I y se posesionaron de las haciendas de los pueblos. 45 Para que cumpliesen sus preceptos | y guardasen sus leyes. ¡Aleluya! ro6 (V. ios) Confesión de las rebeldías de Israel i ¡Aleluya! | Dad gracias a Yavé, porque es bueno, | porque es eterna su misericor- dia. * 2 ¿Quién podrá contar las obras del po- der de Yavé, I darle toda la alabanza que merece? 3 Bienaventurados los que guardan su Ley, | los que siempre obran la justicia. 4 Acuérdate de mí, ¡oh Yavé!, en tu be- nevolencia hacia tu pueblo; I visítame con tu socorro. 5 Para que pueda ver la buena suerte de tus elegidos, | y me alegre en el gozo | de tu gente, | y me regocije con tu he- redad. 6 Hemos pecado, como nuestros pa- dres; | hemos sido malos y perversos. 7 Nuestros padres en Egipto | no qui- sieron entender tus maravillas, | no pu- sieron mente en la muchedumbre de tus favores I y se rebelaron contra el Altísimo junto al mar Rojo. 8 Con todo, los salvó, por el honor de su nombre, | para hacer muestra de su poder. 9 Gritó al mar Rojo, y éste se secó, I y los hizo pasar entre las olas como por tierra seca. 10 Los salvó de las manos de los que los aborrecían I y los substrajo al poder del enemigo. n Y las aguas sumergieron a sus ene- migos, | no escapando ni uno solo. 12 Entonces dieron fe a sus palabras I y cantaron sus alabanzas; 1 3 Pero bien pronto se olvidaron de sus obras, I no confiaron en sus designios. 14 Dejáronse llevar de su concupiscen- cia en el desierto | y tentaron a Dios en la soledad. i ' Y los dio lo que deseaban, | pero mandó lu podredumbre a sus entrañas. 16 Envidiaron a Moisés en el campa- mento I y a Arón, el santo de Yavé. 1 7 Y se abrió la tierra y se tragó a Da- tan I y cubrió a los secuaces de Abirón. i 8 Y el fuego devoró a los rebeldes | y las llamas consumieron a los impíos. 1 9 Se hicieron un becerro en Horeb I y adoraron un simulacro fundido. 20 Y trocaron su gloria | por la imagen de un buey que come hierba. 2 i Se olvidaron de Dios, su salvador, I que tan grandes cosas habla hecho en Egipto. 22 Maravillas en la tierra de Cam, | por- tentos junto al mar Rojo. 23 Y ya hubiera decretado exterminar- los I si Moisés, su elegido, I no se hubiese puesto en la brecha | para desviar su in- dignación del exterminio. 24 Despreciaron una tierra deleitable, I no tuvieron confianza en sus palabras. 23 Y murmuraron en sus tiendas | y desobedecieron la voz de Yavé. 26 Por eso alzó su mano contra ellos, I jurando que los postraría en el desierto, 27 Y arrojaría a sus descendientes entre las gentes, | y los dispersaría por las tie- rras. 28 Aun se dieron al culto de Baalfogor, | y comieron los sacrificios de dioses muer- tos, 29 Y le provocaron a ira con sus obras, I 1 f\C 1 Salmo también histórico. Las continuas rebeldías del pueblo contra su Dios, humil- W demente confesadas, han de ser para el pueblo motivo de alabarle y bendecirle por su gran misericordia para con él. SAUHI I g l i m- I I J / 654 y se desarrolló entre ellos una mor t andad. 30 Levantóse Finés e hizo justicia, I y la plaga cesó. 31 Y le fue cont ado esto a justicia, I de generación en generación para siempre. 32 Le irritaron también en las aguas de Meri bá, | y fue castigado Moisés por cul- pa de ellos. 33 Por que t ur bar on su espíritu | y pr o- firió con sus labios pal abras imprudentes. 34 No destruyeron a los pueblos, | como se lo habí a mandado Yavé. 35 Ant es se mezclaron con las gentes | y adopt ar on sus cost umbres. 3 6 Y dieron culto a sus ídolos, | que fueron par a ellos un lazo. 37 Sacrificaron los propi os hijos I y las propi as hijas a los demoni os; 38 Der r amar on sangre inocente, I la san- gre de sus hijos y sus hijas, I sacrificándo- los a los ídolos de Canán. I Y quedó la tierra cont ami nada por la sangre. 39 Cont ami náronse así con sus obras I y se prost i t uyeron con sus acciones. 40 Y se encendió la ira de Yavé cont ra su puebl o | y abomi nó de su heredad. 4 1 Y los ent regó en poder de las gentes I y quedaron sometidos a los que los odi aban, 4 2 Y fueron vejados por sus enemigos I y doblegados bajo su mano. 43 Muchas veces los libraba, I pero ellos se obst i naban en sus rebeliones, | y eran humi l l ados por sus iniquidades. 4 4 Mas El vio sus tribulaciones I y oyó sus l ament os. 4 5 Y se acordó de su alianza con ellos, I y su mucha misericordia le inclinó a la piedad. •w Y los hizo objeto de sus piedades | en presencia de cuant os los tenían en cau- tiverio. 4 7 ¡Sálvanos, Yavé, Di os nuest ro, y re- únenos de entre las gentes, I par a que po- damos cant ar tu sant o nombr e | y glo- ri arnos en tus al abanzas! Do x o l o g í a final del l i br o 4 8 Bendi t o sea Yavé, Di os de Israel, de eternidades en eternidades. I Y diga t odo el puebl o: Amén. ¡Aleluya! L I B R O Q U ( 107-150) I N T O 107 (V. 106) Be n i g n i d a d d e l a p r o v i d e n c i a di vi na 1 «¡Alabad a Yavé, por que es bueno, | por que es eterna su misericordia!» * 2 Di gan así los rescat ados de Yavé, | los que El redimió de mano del enemigo, 3 Y los que reunió de entre las tierras | del oriente y del occidente, del aqui l ón y del aust ro. 4 Andaban errant es por el desierto so- litario, I no hal l aban cami no par a ciudad habi t ada. 3 Hambr i ent os y sedientos, I desfalle- cía la fuerza de su al ma; * Y cl amaron a Yavé en su peligro, | y los l i bró de sus angust i as. 7 Y los llevó por cami no derecho | par a que pudi eran llegar a la ci udad habi t ada. 8 Den gracias a Yavé por su pi edad | y por los maravillosos favores que hace a los hijos de los hombr es. 9 Por que sació al hambr i ent o, | y al fa- mélico le llenó de sus bienes. 10 Est aban sent ados en tinieblas y en sombras de muert e, | eautivos en miseria y hi erros. 11 Por que se habí an rebel ado cont ra los mandami ent os de Di os | y habí an des- preci ado los consejos del Altísimo. 12 Su corazón est aba abat i do por el in- fort uni o; I est aban depri mi dos, sin tener quien los socorri ese; 1 3 Y cl amaron a Yavé en su peligro, | y los libró de sus angust i as. 1 4 Y los sacó de las tinieblas y de las sombr as de la muert e, | y r ompi ó sus ca- denas. !5 Den gracias a Yavé por su pi edad | y por los maravillosos favores que hace a los hijos de los hombres. 16 Por haber r ot o puert as de bronce | y haber desmenuzado barras de hi erro. 1 7 Dol i ent es, por su mal a conduct a I y por sus mal dades est aban enfermos. 18 Toda comi da les producí a náuseas | y est aban ya a las puert as de la muer t e; 19 Y cl amaron a Yavé en su peligro, | y los l i bró de sus angustias. 2 0 Ma ndó su pal abra y los sanó | y los sacó de la perdición. 2 1 Den gracias a Yavé por su pi edad | y por los maravillosos favores que hace a los hijos de los hombres. 2 2 Y ofrézcanle sacrificios de al aban- za, I y llenos de júbilo publ i quen sus obras. 23 Los que surcan el mar en las na- ves I par a hacer su negocio en la inmen- sidad de las aguas; 2 4 Tambi én éstos vieron las obras de Yavé I y sus maravillas en el piélago. 2 5 El dijo al hur acán que sopl ara | y levantó las olas del mar . 2 6 Subí an hast a los cielos y bajaban hast a los abi smos; I su al ma fluctuaba en- tre angustias. I r . ^ 1 Este salmo, que nos describe ya pasado el cautiverio babilónico, termina pintándonos " • la restauración con colores claramente mesiánicos, cosa frecuente en los profetas que dea- arrollan el mismo tema (Jer 31-33: Ez 34). 655 2 7 Rodaban y vacilaban como ebrios, | y t oda su pericia no servía de nada. 2 8 Y cl amaron a Yavé en su peligro, | y los libró de sus angustias. 29 Tor nó el huracán en céfiro, | y las olas se cal maron. 30 Al egráronse por que se habí an encal- mado, I y los guió al deseado puert o. 31 Den gracias a Yavé por su piedad | y por los maravillosos favores que hace a los hijos de los hombres. 32 Y alábenle en la asamblea del pue- blo I y glorifíquenle en el consejo de los anci anos. 33 El t or na en desiertos los ríos, | las fuentes de aguas en tierra árida. 34 Hace de la tierra fértil un salobral | por la mal dad de sus habi t ant es. 35 Tor na el desierto en lago | y la tie- rra seca en manant i al es de aguas. 3 6 Hace habi t ar allí a los hambri en- t os I y fundan allí ci udad de mor ada. 3 7 Siembran campos y pl ant an viñas | que dan frutos abundant es. 38 Los bendice y se multiplican, | y sus ganados no disminuyen. 3 9 Y si vienen a ser pocos y opri mi - dos, I por el peso del infortunio y las fatigas, 40 El, que puede arroj ar el oprobi o so- bre los príncipes | y los hace errar fuera de cami no, 4 1 Salva a los pobres de la miseria | y multiplica como rebaños sus familias. 4 2 Ven esto los justos y se regocijan, | y los mal vados tienen que cerrar su boca. 43 ¿Quién es sabio que considere es- t o I y ponga atención en los favores de Yavé? 108 (V. 107) Pe t i c i ón del auxi l i o di vi no c o n t r a l os e n e mi g o s 1 Cánt i co. Sal mo de Davi d. * 2 Pr ont o está mi corazón, ¡oh Di os! Pr ont o está mi cor azón; | qui ero cant ar y ent onar salmos. 3 Despi ert a, al ma mí a; despertad, sal- terio y cítara, | y despertaré a la aurora. 4 Qui ero al abart e entre los pueblos, ¡oh Yavé!, I y cant art e salmos entre las na- ciones. 5 Cant ar que es más grande que los cielos tu misericordia | y que llega hast a las estrellas tu fidelidad. I SALMOS 107-log 6 Álzate sobre los cielos, ¡oh Di o s ! 1 resplandezca en t oda la tierra t u gi 0' J V 7 Par a que sean libertados t u s am dos, I danos el auxilio de t u di est ra 8 " óyenos. V 8 Habl ó Di os por su s ant i dad: | « y triunfaré, dividiré a Siquem y medi r é *í valle de Sucot. e l 9 Mí o es Gal ad, mí o Manas es ; | F,frn. es el yelmo de mi cabeza, | Jurjfl Jjí cet r o; "' i ° Moa b la bacía par a l avar me; 1 br e Edom pondr é mi cabeza; | de ' l a f.'¡" listea triunfaré». 11 ¿Quién me guiará a la ci udad for tificada, | quién me llevará hast a l a J,J " mea? i 2 ¿No eres por vent ura t ú, ¡oh Di os ' que nos has rechazado, I y no sales ya' ¡oh Di os!, con nuest ros ejércitos? * 13 Danos tu auxilio cont r a el enemi go I por que vana es la salud que vi ene del hombr e. 1 4 Con Di os haremos proezas, | El que- br ant ar á a nuestros enemigos. 109 (V. 108) Or a c i ó n i mp r e c a t i v a c o n t r a el e n e mi g o 1 Al maest ro del cor o. Sal mo de Davi d. Di os, al abanza mí a, no calles, * 2 Por que la boca del i mpí o y del do- loso se abren cont ra mi. I Me habl an con lengua engañosa, 3 Rodeanme de pal abras de odi o | y me combat en sin causa. 4 En pago de mi amor me mal t r at an, I y yo no hago más que orar. 5 Me vuelven mal por bien, | y odi o por amor. * Pon cont ra él a un i mpí o | y esté a su diestra el acusador. 7 Cuando se le j uzgue, salga condena- do I y sea ineficaz su ruego. 8 Sean cortos sus dí as | y sucédale ot ro en su ministerio. 9 Sean huérfanos sus hijos, I y su mu- jer viuda. 10 Vaquen errant es sus hijos y mendi - guen, I sean arroj ados de sus devastadas casas. 11 Arrebátele el acreedor cuant o tiene I y róbenl e extraños cuant o adqui ri ó con su t rabaj o. 1 A Q 1 Invoca el salmista la fidelidad de Dios en el cumplimiento de sus promesas para pedirle " ^ que libre al pueblo de sus enemigos. Los vv.8-14 son igualmente los 8-14 del salmo "O, y los w.2-7, los 8-12 del 57. 1 OQ 1 ^ e todos los salmos imprecatorios, os quizá éste el que con más extensión y vene0 *?*** I U 3 c ¡ a c x p r e s a ¡ o s sentimientos del salmista contra sus enemigos. Las palabras no pued menos de chocar con nuestra mentalidad cristiana. Si el salmista puede considerarse como tipo Siervo paciente de Yavé, es en cuanto paciente, no en el modo de padecer y sufrir, ni *^ n .í ) , j en cuanto a los frutos de la pasión del Siervo de Yavé, que servirá para hacer triunfar la fadellu del Señor a sus promesas (véase en la Introducción a los Salmos, n.8). SALMOS 109- 111 656 12 No tenga nadie que le favorezca I ni quien tenga compasión de sus huérfa- nos. 13 Sea dada su posteridad al extermi- nio, | bórrese su nombre en una genera- ción. 14 Venga en memoria ante Ya vé la cul- pa de los padres | y no sean olvidados los pecados de su madre. 15 Estén siempre presentes a Yavé | y extirpe de la tierra la memoria de ellos. 16 Porque no se acordó de hacer mi- sericordia, | sino que persiguió al misero y al desvalido I y al afligido de alma para llevarle a la muerte. 1? Amó la maldición, venga sobre él; | no quiso la bendición, apártese de él. 18 Vístase de maldición como de vestido suyo, | penetre como agua en sus entra- ñas | y como aceite en sus huesos. 19 Sea ella el vestido que le cubra | y el cinto con que siempre se cifla. 20 Esta sea de parte de Yavé la merced de los que me persiguen | y de los que imprecan males contra mi alma. 21 Pero tú, ¡oh Yavé!, Dios, protége- me por el honor de tu nombre, | defién- deme tú según la bondad de tu miseri- cordia. 22 Pues soy un misero desvalido | y mi corazón está herido en mi pecho. 23 Voy desapareciendo como sombra que se alarga, I soy sacudido como la langosta; 24 Mis rodillas están debilitadas por el ayuno, | y mi carne, enflaquecida, des- fallece. 25 Soy el oprobio de ellos, | me miran y mueven la cabeza. 26 Ven en mi socorro, Yavé, Dios mío; | sálvame por tu piedad. 27 Conozcan que está en esto tu ma- no, | que eres tú, Yavé, quien lo ha he- cho. 28 Maldicen ellos, pero tú bendecirás; | ellos se yerguen contra mí, pero serán confundidos, | y tu siervo se alegrará. 29 Se vestirán de ignominia los que me I juzgan | y serán cubiertos como de un palio por la vergüenza. 30 Yo ensalzaré grandemente a Yavé con mi boca | y le alabaré en medio de la muchedumbre. 31 Porque se pone a la derecha del pobre | y le salva de los que le sentencian a muerte. * n o (V. 109) El Mesías, rey y sacerdote et erno según el or den de Mel qui sedec Salmo de David. 1 Oráculo de Yavé a mi Señor: | «Sién- tate a mi diestra I en tanto que pongo a tus enemigos | por escabel a tus pies». * 2 Extenderá Yavé desde Sión tu pode- roso cetro: | «Domina en medio de tus enemigos». 3 «Tu pueblo se te ofrecerá espontánea- mente el día de tu esfuerzo. Sobre los montes sagrados serán para ti como ro- cío del seno de la aurora». 4 Ha jurado Yavé y no se arrepentirá: | «Tú eres sacerdote eterno según el or- den de Melquisedec». * 5 Yavé estará a tu diestra | quebran- tando reyes el día de su ira. 6 Juzgará a las naciones, llenando la región de cadáveres; I aplastará cabezas en vasto campo. 7 En el camino beberá del torrente, I y con eso erguirá la cabeza. n i (V. 110) Gr andeza de las obras de Di os 1 lAleluya! Alef: Quiero alabar a Yavé con todo mi corazón, I Bet: en la congregación, en la gran asamblea de los santos. * 2 Guímel: Grandes son las obras de Yavé, I Dálet: muy dignas de meditarse por todos cuantos en ellas se deleitan. 3 He: Su obra es gloria y magnificen- cia, I Vau: y su justicia permanece por los siglos. 3 1 La liturgia aplica este salmo y otros semejantes a Jesucristo paciente. En efecto, el justo que aqui habl a puede considerarse como tipo del Siervo de Yavé, paci ent e. 1 1 (\ 1 Este salmo tiene cierta semejanza con el 2. La pri mera par t e de él es obscura; pero * ^ el fin no lo es menos. Ya los judíos lo ent endí an del Mesí as, y la objeción que Cristo nues- t ro Señor present a a los judíos en su controversia con ellos no t i ende a contradecir esta creencia, sino a most rar que el Mesías es algo más que hijo de Davi d ( Mt 22,42 ss.). Los apóstoles citan varias veces los versos 1 y 4 para most rar la exaltación de Jesucristo y su sacerdocio (1 Cor 15,25; Heb 1,13; 5,6; 7, 17; 10,13). Los textos griego y hebreo difieren mucho en el verso 3. Según el griego, la escena del principio tendría lugar en el cielo, ent re los esplendores de la corte celestial; según el texto hebreo, en Jerusalén, donde Dios reina en su t empl o, y su ungi do al l ado de El. El pueblo le recibe con gust o y se pone a sus órdenes para emprender la guerra contra los adversarios, que quedan deshechos. Tal vez se inspira en Dan 7,13 s. 4 Según la antigua cost umbre de todos los pueblos, el rey, como cabeza del pueblo, era el re- presentante de éste ant e la divinidad, y asi era el sumo sacerdote de la nación. Tal era Melquisedec, sacerdote y rey a la vez, y tal será el Mesías. No así el sumo sacerdote, hijo de Leví ( Heb 6,19-7,28) . 1 1 1 i Se celebran los port ent os hechos por Yavé en favor de su puebl o, que han de ser cona- • 1 t ant ement e recordados y agradecidos por sus fieles. 657 SALMOS 111-115 4 Zain: Hizo memorables sus maravi- llas; I Jet: Yavé es misericordioso y cle- mente. 5 Tet: Dio a comer a los que le temen, | Yod: acordándose siempre de su alianza. 6 Caf: Mostró a su pueblo el poderío de sus obras, | Lamed: dándole la pose- sión de las gentes. 7 Mem: Fidelidad y justicia son las obras de sus manos; | Num: son firmes todos sus preceptos. 8 Sámec: establecidos por los siglos, por la eternidad, | Ayin: obra de fideli- dad y rectitud. ' Pe : Rescató a su pueblo, | Sade: ra- tificó por eternidad su alianza; I Qof: su nombre es santo y terrible. 10 Res: El principio de la sabiduría es temer a Yavé. | Sin: Los que esto hacen tienen buen entendimiento; | Tau: su alabanza permanece por los siglos. 112 ( V. n i ) Bi enandanzas del justo 1 ¡Aleluya! Alef: Bienaventurado el varón que te- me a Yavé, | Bet: y se deleita en gran manera en sus mandamientos. * 2 Guímel: Su descendencia será pode- rosa sobre la tierra, | Dálet: y la gene- ración de los rectos será bendecida. 3 He: Habrá en su casa hacienda y riquezas, I Vau: y su justicia permane- cerá por los siglos. 4 Zain: En las tinieblas resplandece co- mo la luz para los rectos; I Jet: es mise- ricordioso, clemente y justo. 5 Tet: Le va bien al varón que da y presta, | Yod: mantiene su estado por la justicia. 6 Caf: Ci ert ament e no caerá para siempre, I Lamed: el justo será en eter- na memoria. 7 Mem: No temerá la mala nueva; | Num: su corazón estará firme, confiado en Yavé. 8 Sámec: Constante será su corazón, impávido, I Ayin: en tanto que ve la suerte de sus enemigos. 9 Pe: Da y distribuye a los pobres, | Sade: su justicia permanece por los si- glos, I Qof: su poder se exaltará glorio- samente. 1° Res: Verá esto el impío y se llena- rá de despecho, | Sin: rechinará los dien- tes y se repudrirá. | Tau: Los deseos del impío se frustrarán. 113 (V. 112) Beni gni dad de Di os con los humi l des 1 ¡Aleluya! Alabad, siervos de Yavé, | alabad el nombre de Yavé. * 2 Sea bendito el nombre de Yavé | ahora y por los siglos eternos. 3 Desde donde sale el sol hasta don- de se pone I sea alabado el nombre de Yavé. 4 Excelso sobre todas las gentes es Ya- vé, I su gloria es más alta que los cielos. 5 ¿Quién semejante a Yavé, nuestro Dios, I que tan alto se sienta, 6 Que mira de arriba abajo | en los cielos y en la tierra? 7 Que levanta del polvo al pobre | y alza del estiércol al desvalido. 8 Dándole asiento entre los príncipes, | entre los príncipes de su pueblo. 9 Que hace habitar a la estéril en casa, madre gozosa de hijos. 114, 115 (V. 113) El Señor es el Di os único, prot ect or de Israel 1 ¡Aleluya! Al salir Israel de Egipto, | la casa de José del pueblo extranjero, * 2 Hizo de Judá su santuario, | de Is- rael su imperio. 3 Viole el mar y huyó, | el Jordán se echó para atrás. 4 Saltaron los montes como carneros, I y los collados como corderos. 5 ¿Qué tienes, ¡oh mar!, que huyes; | tú, Jordán, que te echas atrás? 6 ¿Vosotros, montes, que saltáis como carneros; | vosotros, collados, como cor- deros? 7 A la venida de Yavé tiembla, ¡oh tierra!, | a la venida del Dios de Jacob. 8 Que hace de la piedra lago de aguas, de la roca fuente de aguas. 1 No por nosotros, ¡oh Yavé!, no por nosotros; | hazlo por la gloria de tu 1 1 ¿ ' Cant a el poet a la bi enavent uranza del justo y la benigna providencia de Di os sobre él. j j 1 * Este sal mo es el pri mero de los del gr upo de Hallel (113-118), que se cant aban durant e * ' ** las solemnidades anuales en el templo, y en las casas después del banquet e pascual, como acción de gracias. Exalta la grandeza de Dios, que se da a conocer sobre t odo por su misericordia hacia los humildes. •I •! A "I "1 ^ 1 Estos dos salmos, bien distintos por el t ema, en el texto griego y en la Vul - ' ' * j V ** a * a f ° r m a n u n o solo. El pri mero canta los prodigios de Yavé al sacar a los is- raelitas de Egipto. El segundo contrapone al Dios invisible de Israel, que mora en los cielos, los ídolos insensibles e i mpot ent es, y t ermi na pidiendo a Di os la bendición para su puebl o. SALMOS 1)5-118 658 nombre, I por tu misericordia y t u fide- lidad. 2 ¿Por qué han de decir las gentes: | «Dónde está su Dios»? 3 Est á nuest ro Di os en los cielos | y puede hacer cuant o quiere. 4 Sus ídolos son pl at a y oro, I obr a de la mano de los hombres. 5 Tienen boca y no habl an, I ojos y no ven. 6 Orejas y no oyen; | tienen narices y no huelen, 7 Sus manos no pal pan, sus pies no andan, | no sale de su gargant a un mur - mullo. 8 Semejantes a ellos sean los que los hacen | y t odos los que en ellos con- fían. 9 La casa de Israel confía en Yavé, | que es su prot ect or y su defensor. 10 La casa de Arón confía en Yavé, | que es su prot ect or y su defensor. 11 Los que temen a Yavé confí an en Yavé, | que es su prot ect or y su defen- sor. 12 Acuérdase Yavé de nosot ros | y nos bendeci rá; | bendecirá a la casa de Israel, | bendecirá a la casa de Ar ón. 13 Bendecirá a los que t emen a Yavé, | pequeños y grandes. 14 Acrézcaos Yavé a vosot ros, I a vos- ot ros y a vuestros hijos. 15 Benditos seáis de Yavé, | que hizo el cielo y la tierra. 16 Los cielos son cielos par a Yavé. | La tierra se la dio a los hijos de los hombres. 17 No son los muert os los que pueden al abar a Yavé, | ni cuant os baj aron al seol. is Pero nosot ros, sí, al abaremos a Ya- vé | ahor a y por t oda la eternidad. n 6 (V. 114, 115) Ac c i ó n de gr aci as p o r h a b e r s i do p r e s e r v a d o d e l a mu e r t e 1 ¡Aleluya! Le amo, por que oye Yavé | la voz de mis súplicas, * 2 Por que inclinó a mí sus oídos | en los días en que le invoqué. 3 Prendi do me habí an los lazos de la muert e, I habí anme sorprendi do las an- siedades del sepulcro, | t odo era angus- tia y afán par a mí , 4 E invoqué el nombr e de Yavé: | «Salva, ¡oh Yavé!, mi al ma». 5 Yavé es misericordioso y j ust o; | sí, nuestro Di os es pi adoso. 6 Prot ege Yavé a los desvalidos: | yo era un mísero y El me socorrió. 7 Vuelve, al ma mía, a t u quietud, | porque Yavé fue generoso contigo. 8 Porque libró mi al ma de la muert e, mis ojos de las lágrimas, | mis pies de la vacilación; 9 Y andaré en la presencia de Yavé, | en la tierra de los vivientes. 1° Ll eno estaba de confianza, aun cuan- do decía: | «Estoy en demasía afligido». 11 Habí ame dicho en mi abat i mi ent o: | «Todos los hombr es son engañosos». 12 ¿Qué podré yo dar a Yavé I por t odos los beneficios que me ha hecho? 1 3 Tomar é el cáliz de la salud | e in- vocaré el nombr e de Yavé. 1 4 Cumpl i ré los votos que he hecho a Yavé I en la presencia de t odo su puebl o. 15 Es cosa preciosa a los ojos de Ya- vé I la muert e de sus justos. 16 ¡Oh Yavé! Siervo t uyo soy, | sier- vo t uyo e hijo de una esclava tuya. I Tú rompi st e mis cadenas. 1 7 Te ofreceré sacrificio de al abanza | e invocaré el nombr e de Yavé. 18 Cumpl i ré mis vot os hechos a Di os | en la presencia de t odo su pueblo. 1 9 En los atrios de la casa de Yavé, | en medi o de ti, ¡Jerusalén! 117 (V. 116) I nvi t a c i ón a l as ge nt e s p a r a q u e a l a b e n al Se ñ o r 1 ¡Aleluya! Al abad a Yavé las gentes t odas, | al abadl e t odos los pueblos. * 2 Por que cl arament e se ha manifestado sobre nosot ros su pi edad; | y su fideli- dad permanece por siempre. 118 (V. 117) Ca n t o t r i unf a l 1 ¡Aleluya! Al abad a Yavé, por que es bueno, | por- que es eterna su misericordia. * 2 Di ga la casa de Israel : | que es eterna su misericordia. 3 Di ga la casa de Ar ón: | que es eter- na su misericordia. 1 -f C l Este salmo se halla, sin razón, dividido en dos en las versiones griega y latina. Da gra- I ** cías a Dios el salmista por haberle librado de un próximo peligro de muerte. De aquí proviene otra vez la discordancia en la enumeración hebrea y latina, que continúa hasta el fin. 1 -| "7 1 Este breve salmo es mesiánico, en cuanto invita a las naciones todas a alabar a Yavé • ' por la clara manifestación de su piedad y fidelidad, cumpliendo las promesas mesiánicas (Rom 15,11). 1 4 0 1 El poeta, librado por Dios de graves peligros, celebra el poder y la misericordia de Dioa I O para con él y muestra firme confianza en su protección. 659 SALMOS 118-119 4 Di gan los que temen a Yavé: | que es eterna su misericordia. 5 En la angustia invoqué a Yavé, | y me oyó Yavé, poni éndome en salvo. 6 Est á por mí Yavé. ¿Que puedo te- mer, I qué podr á hacerme el hombr e? 7 Est á Yavé por mí como socorro mí o; | despreciaré, pues, a t odos los que me odi an. 8 Mej or es confiar en Yavé | que con- fiar en los hombres. 9 Mej or acogerse a Yavé I que fiar en los príncipes. 10 Todas las gentes me cercaban, | y, confiado en el nombr e de Yavé, luego las derrot aba. 11 Me rodeaban por t odas part es, | y, confiado en el nombr e de Yavé, las de- r r ot aba. 12 Me r odeaban por t odas part es, | que- maban como el fuego las espinas, | y, confiado en el nombr e de Yavé, las de- r r ot aba. 13 Fui fuertemente empuj ado par a que cayera, | pero fue Yavé mi auxilio. 1 4 Yavé es mi fortaleza y a El le cant o sal mos; | El estuvo conmi go par a dar me la victoria. 15 Voces de j úbi l o y de victoria | resue- nan en las t i endas de los j ust os; | la dies- t ra de Yavé ha hecho proezas. 1S La diestra de Yavé me ensalzó, | la diestra de Yavé ha hecho proezas. 1 7 No mori ré, viviré | par a poder can- t ar las obras de Yavé. is Cast i góme, castigóme Yavé, | pero no me dejó mori r. 19 Abr i dme las puert as de la justicia, I y ent raré por ellas par a dar gracias a Yavé. 2 0 Est a es la puert a de Yavé, | ent ran por ella los j ust os. 21 Te doy gracias, ¡oh Yavé!, por que me oíste | y estuviste por mí par a Ta vic- toria. 2 2 La pi edra que rechazaron los cons- tructores I ha sido puest a por pi edra angul ar. 2 3 Obr a de Yavé es ésta, | admi rabl e a nuestros ojos. 2 4 Est e es el día que hizo Yavé; | ale- grémonos y jubilemos en él. 25 ¡Oh Yavé!, danos, danos vi ct ori as; I danos, ¡oh Yavé!, prosperi dades. 2 6 Bendito quien viene en el nombr e de Yavé; | nosot ros os bendecimos des- de la casa de Yavé. 2 7 Yavé es Di os, El nos mandó su luz. I Engui rnal dad de frondas las víc- t i mas y traedlas a los cuernos del altar. 28 Tú eres mi Di os, yo te al abar é; I mi Di os, yo te ensalzaré. 2 9 Al abad a Yavé, por que es bueno, | por que es eterna su misericordia. 119 (V. 118) Exc e l e nc i a s d e l a l ey d e Di o s 1 Bi enavent urados aquellos que andan en cami no i nmacul ado, | que cami nan en la ley de Yavé. * 2 Bienaventurados los que guardan sus mandat os | y con t odo su corazón le buscan. 3 Los que no comet i eron i ni qui dad al- guna I y marchan por sus cami nos. 4 Tú mandast e que t us mandami ent os | diligentemente se cumpl i eran. 5 Ojalá sean firmes mis cami nos | en la guarda de tus precept os. 6 Ent onces no seré confundido | cuan- do at i endan a t odos tus mandami ent os. 7 Te confesaré con rectitud de cora- zón, I acost umbr ándome a t us justísimos decretos. 8 Guar dar é tus mandami ent os. | No me dejes j amás. 9 ¿Cómo mant endrá el joven la limpie- za de sus caminos? | Guar dando tus pa- l abras. 10 Yo te he buscado con t odo el cora- zón; I no permitas que me apart e de tus precept os. 11 He escondido en mi corazón tus pa- l abras I para no pecar nunca cont ra ti. 12 ¡Bendito seas, oh Yavé! | Enséña- me tus preceptos. 13 Con mis labios he pregonado | t o- dos los decretos de t u boca. 1 4 Me he alegrado por el cami no de tus amonestaciones I más que por t odas las riquezas. 15 Qui ero medi t ar tus preceptos, | con- siderar at ent ament e tus cami nos. 16 Me deleitaré en tus est at ut os, | no me olvidaré de t u pal abra. GUÍMEL 17 Concede a t u siervo vivir I y que guarde tus preceptos. 18 Abr e mis ojos | para que pueda ver las maravillas de t u ley. 1 9 Soy peregrino en la tierra, | no me encubras tus mandami ent os. 1 1 Q 1 Este salmo, el más largo de todo el Salterio, canta las excelencias de la divina ley. Es J alfabético, y cada estrofa consta de ocho versos, que comienzan con la letra que a cada una corresponde según el orden alfabético hebreo. En cada uno de los ocho versos de la estrofa se men- ciona la ley divina, designada con una palabra distinta: ley, mandamientos, juicios, estatutos, etc. Tal vez en su origen el orden de todos estos distintos nombres fuera el mismo en todas las estro- fas; pero hoy no sucede asi, seguramente por los inevitables descuidos de los copistas. SALMOS 119 660 >" Consúmese mi alma I por el deseo constante de tus decretos. 21 Tú increpas a los soberbios | y son malditos cuantos se desvían de tus man- damientos. 22 Aparta de mí el oprobio y el despre- cio, | pues he guardado tus mandamien- tos. 23 Aunque se sienten los príncipes en consejo y hablen contra mí, | tu siervo meditará tus estatutos. 24 También tus amonestaciones son mis delicias, | mis consejeros tus estatutos. DÁLET 2 5 Pegada al pol vo está mi al ma: | conserva mi vida según tu pal abra. 26 Te expuse mis necesidades y me es- cuchaste; | enséñame tus preceptos. 27 Haz que entienda los caminos de tus mandamientos I y pueda meditar sobre tus maravillas. 28 Va mi alma encorvada por la triste- za; [ levántame tú según tu palabra. 29 Apártame del camino de la menti- ra | y dame, clemente, tus enseñanzas. 30 Elegí el camino de la verdad, | hice míos tus decretos. 31 Estoy adherido a tus mandamientos; | ¡oh Yavél, no permitas que sea con- fundido. 32 Correré por el camino de tus man- damientos | cuando tú ensanchares mi corazón. HE 33 Instruyeme, ¡oh Ya vé!, en el camino de tus mandatos, | pararquédel todo los cumpla. 34 Dame entendimientp para que guar- de tu ley | y la cumpla con todo el cora- zón. 35 Haz que vaya por la senda de tus mandamientos, | que son mi deleite. 3 6 Inclina mi corazón a tus consejos, | no a la avaricia. 37 Aparta mis ojos de la vista de la va- nidad | y dame la vida de tus caminos. 3 8 Cumpl e a tu siervo t u pal abra, | la que a quienes t e t emen promet i st e. 39 Aparta de mí el oprobio que temo, | porque tus decretos son para bien. 40 Mira que he anhelado tus preceptos, | y guarda mi vida en tu justicia. VAU ti Venga, pues, sobre mí tu piedad, ¡oh Ya vé!; I tu salud según tu palabra; 42 Para que a quienes me increpan pue- da responderles I que he esperado en tu palabra. 43 No quites jamás de mi boca las pa- labras de verdad I que espero en tus de- cretos. 44 Que guarde siempre tu ley | por to- dos los siglos. 45 Que marche en holgura, | porque he buscado tus preceptos. 46 De tus mandamientos hablaré aun ante los reyes, | no me avergonzaré. 47 Me deleitaré en tus mandamientos, | que es lo que amo. 48 Alzaré mis manos a tus mandamien- tos | y meditaré en tus decretos. ZAIN 49 Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, | en la cual me hiciste esperar. 50 Este es mi consuelo en mi aflicción: | que tu palabra me da la vida. 51 Mucho se empeñan los petulantes en descarriarme, | pero yo no me aparto de tu ley. 52 Me acuerdo de tus juicios de tiempo antiguo, | ¡oh Yavé!, y me consuelo. 53 Ardo al ver que los impíos I se apar- tan de tu ley. « 4 Fueron mis cantos tus estatutos I en la casa de mi peregrinación. 55 De noche me acuerdo de tu nombre, ¡oh Yavé!, | y guardo tu ley. 56 Esta ha sido mi suerte: 1 guardar tus preceptos. JET " Mi porción, ¡oh Yavé!, dije, | es guar- dar tu palabra. 58 Te pido y te ruego con todo el cora- zón | que me seas propicio según tu pa- labra. 59 Miro y remiro mis caminos I y hago que marchen mis pies por tus mandamien- tos. 60 Me apresuro y no vacilo | en guar- dar t us mandat os. 61 Las redes de los impíos me estre- charon, | pero yo no me olvidé de tu ley. 62 Me levanto a medi anoche | par a dar- t e gracias por tus justos juicios. 63 Soy amigo de cuantos te temen | y guardan tus mandamientos. 64 La tierra está llena, ¡oh Yavé!, de tus piedades; | enséñame tus mandatos. TET 65 Obraste benignamente con tu sier- vo, | ¡oh Yavé!, según tu palabra. 66 Enséñame y dame la dicha de saber y conocer, I pues que creo en t us man- dami ent os. 67 Antes de ser humillado estuve des- carriado, | pero ahora guardo tu ley. 68 Tú eres bueno y bi enhechor; | ensé- ñame t us est at ut os. 69 Sugeríanme falsedades los soberbios, | pero yo guardo con todo corazón tus pre- ceptos. 70 Craso está como sebo su corazón, I pero yo tengo en tu ley todas mis delicias. 661 SALMOS 119 71 Bien me ha estado ser humillado | pa- ra aprender tus mandamientos. 72 Mi mayor bien es la ley de tu boca, | mejor que millones de oro y de plata. YOD 73 Tus manos me hicieron y me forma- ron ; | dame entendimiento para saber tus mandamientos. 74 Los que te temen me ven y se ale- gran | porque he esperado en tu palabra. 75 Conozco, ¡oh Yavé!, que son justí- simos tus juicios | y que con razón me afligiste. 76 Consuéleme tu piedad, | según tu pa- labra a tu siervo. 77 Venga a mí tu misericordia y revivi- ré, | porque tu ley es mi delicia. 78 Confundidos sean los soberbios que sin razón me afligen, | pero yo meditaré en tus amonestaciones. 79 Vengan a mí los que te temen, | los que conocen tus mandatos. 80 Sea íntegro mi corazón en tus esta- tutos, | no sea confundido. GAF 81 Deshácese mi alma por el deseo de tu ayuda; [ espero tu promesa. 82 Consúmense mis ojos por el deseo de tu palabra, | diciendo: «¿Cuándo me consolarás?» 83 Porque estoy como odre puesto al humo, | pero no olvido tus estatutos. 84 ¿Cuántos serán los días de tu sier- vo? | ¿Cuándo harás justicia con los que me persiguen? 85 Cavaron los soberbios hoyas para mí, | los que no son según tu ley. 86 Todos tus mandamientos son ver- dad, | pero pérfidamente me persiguen. ¡Socórreme! 87 Casi me han echado por tierra, | pero yo no he abandonado tus preceptos. 88 Vivifícame según tu misericordia I pa- ra que guarde las palabras de tu boca. LAMED 89 Tu palabra, ¡oh Yavé!, es eterna, | persiste tanto como el cielo. 90 Es por generaciones y generaciones tu verdad; I formaste la tierra y perdura. 91 A tu decreto obedecen el día y la no- che, | pues todo te sirve. 92 Si tu ley no fuera mi delicia, I ya an- tes habría perecido en mi aflicción. 93 No me olvidaré jamás de tus precep- tos, | pues con ellos me has dado la vida. 94 Tuyo soy; sálvame, | pues busco tus preceptos. 95 Esperan los impíos perderme, | pero yo pongo mi atención en tus avisos. 96 A todo lo perfecto veo un límite, | pe- ro tus mandamientos son amplísimos. MEM 97 ¡Cuánto amo tu ley! | Es mi asidua meditación. 4,8 Tu ley me hace más sabio que mis enemigos, | porque de cierto está conmigo eternamente. 99 Me hace más prudente que cuantos me enseñan | si son tus mandamientos mi meditación. 100 s 0 y m á s entendido que los ancia- nos | si guardo tus preceptos. 101 Retraje mis pies de todo mal cami- no | para guardar tu palabra. i ° 2 No me he apartado de tus manda- tos, | porque con ellos me enseñaste. i° 3 ¡Cuan dulces son a mi paladar tus preceptos, | más que la miel para mi boca! 10 4 De tus preceptos saco inteligencia; | por eso detesto t oda falsa senda. NUM 105 Xu pal abra es par a mis pies una lám- par a, | la luz de mis pasos. i" 6 He j ur ado, y qui ero cumplirlo, | guardar los decretos de tu justicia. 107 Estoy sobremanera afligido. | ¡Oh Yavé!, vivifícame según tu palabra. !0S Acepta benignamente, ¡oh Yavé!, las oblaciones de mi boca | y enséñame tus decretos. 10 9 Mi vida está en constante peligro, | pero no he dado al olvido tu ley. n° Me pusieron los impíos una tram- pa, I pero no me desvié de tus preceptos. ni Son mi heredad para siempre tus pa- labras, I son ciertamente el gozo de mi co- razón. n 2 Inclino mi corazón a cumplir tus mandamientos, | desde ahora para la eter- nidad. SÁMEC 11 3 Detesto la doblez del corazón | y amo tu ley. 11 4 Tú eres mi defensa y mi escudo, | y espero en tus palabras. H5 Aprended de mí los impíos | y de- jadme guardar los mandamientos de mi Dios. 116 Sosténme según tu palabra, y vivi- ré, I y no permitas que vea frustrada mi esperanza. 11 7 Susténtame para que sea salvo | y me convierta siempre a tus preceptos. u s Tú aborreces a cuantos se apartan de tus mandamientos, | porque sus pensa- mientos son pérfidos. 1 19 Escorias son para ti todos los im- píos de la tierra; I por eso yo amo tus preceptos. 120 Se estremece mi carne por temor a ti I y temo tus juicios. SALVO* 119 662 AYIN 121 He hecho justicia y derecho; ] no me dejes en manos de mis opresores. I M Responde por t u siervo para bien, | no me opr i man los soberbios. J 23 Consúmense mis ojos por el deseo de t u socorro I y del edicto de t u justicia. 124 Haz con t u siervo según tu pi edad | y enséñame tus decretos. 125 Siervo t uyo soy; dame entendimien- t o | para conocer tus mandami ent os. 126 Ti empo es de obr ar por Yavé, | pues quieren destruir tu ley. 127 Por eso yo amo t us mandami ent os I más que el oro, que el or o purí si mo. 128 He procedi do rect ament e conforme a t odos tus preceptos | y he odi ado t odo cami no falso. PE 129 Son admirables tus t est i moni os; | por eso los guarda mi al ma. 130 La explicación de t us pal abras I ilu- mi na y da inteligencia a los r udos. 131 Abr o mi boca y suspiro | por el de- seo de tus mandami ent os. 132 Vuélvete a mí y séme propi ci o, I co- mo haces con los que aman tu nombre. 133 Dirige mis pasos con tus pal abras | y no dejes que me domi ne iniquidad alguna. 134 Lí brame de la opresión de los hom- bres | para que pueda guardar t us pre- ceptos. 135 Muest ra t u serena faz a t u siervo | y enséñame tus precept os. 136 Arroyos de aguas caen de mi s ojos, | por que no guar dar on t u ley. SADE 137 Just o eres, ¡oh Yavél , | y justos son tus juicios. 138 Mandast e t us mandami ent os con justicia | y con suma benignidad. 139 El celo me consume, | por que dan al olvido tus pal abras mis enemigos. 140 Acendrada del t odo es t u pal abra, | y t u siervo la ama. 141 Pequeño y despreciable soy, | pero no me olvido de t us precept os. 142 Tu justicia es eterna I y t u doct ri na es firmísima verdad. 143 La angustia y la aflicción se apode- r ar on de mí ; I tus mandami ent os serán mis delicias. !44 Just a nor ma son por la eternidad tus precept os; | haz i[ue los ent i enda y viva. QOF 145 Cl amo con t odo mi corazón, óye- me, | ¡oh Yavé!; haz que guarde tus pre- ceptos. 146 Cl amo a ti, socórreme, | par a que guarde t us mandami ent os. 147 Muy de mañana vengo yo a i mpl o- rar tu auxilie | y espero tu pal abra. 148 Se anticipan a las vigilias mis ojos | para medi t ar tus pal abras. !4í> Oye mi voz según t u misericordia, ¡oh Yavé!, | y haz que viva según tus de- cretos. 150 Acercáronse los que mal i gnament e me persiguen, | l os que se apar t ar on de t u l ey; 151 Pero cercano estás t ú, ¡oh Yavé!, | y t odos tus mandami ent os son fidelísimos. 152 Mucho ha que entendí que tus man- dami ent os | los fundaste par a el t i empo de la eternidad. RES 153 Ve mi aflicción y sácame de ella, | pues no he ol vi dado t u ley. 154 Defiende mi causa y prot égeme; | se- gún t u pal abra, dame vida. 155 Muy lejos está de los impíos la sal- vación, | por que no buscan tus mandat os. 156 Muy abundant es son tus misericor- dias, | ¡oh Yavé!; haz que viva según tus decretos. !57 Muchos son mis enemigos y perse- guidores, | pero no me apar t o de t us man- dami ent os. 1 5 »Veo a l os rebeldes y me recomo, 1 por que no guardan tus preceptos. 15» Mi r a que amo tu ley, | ¡oh Yavé!; consérvame según t u pi edad. 160 La suma de t u pal abra es la ver- dad, | y t odos l os decretos de t u boca son par a la eternidad. SIN 161 Persiguiéronme sin causa los prín- cipes, | pero mi corazón temía tus pala- bras. 162 Tan cont ent o estoy con tus pal a- br as | como quien halla abundant e presa. 163 o d i o y abomi no la falsedad | y amo t u doct ri na. 164 Siete veces t e al abo en el día | por los decretos de t u justicia. 165 Mucha paz tienen los que aman tu ley; | no hay par a ellos t ropi ezo. 166 He esperado de ti mi salvación, ¡oh Yavé!, | y he cumpl i do tus mandami ent os. 167 Ha guar dado mi al ma tus enseñan- zas | y las amo en ext remo. 168 Guar do tus precept os y tus enseñan- zas, | por gue t odos mis cami nos están a tus ojos. TAÜ 169 Llegue mi súplica a t u presencia, ¡oh Yavé!, | y según t u pal abra, dame inteli- gencia. 170 Venga mi deprecación a ti | y, según t u pal abra, sálvame. 171 Mi s labios t e cant ar án al abanzas I si me enseñas tu ley. i' 2 Cant ar á mi lengua t u pal abra, I poi - 663 SALMOS 119-124 que justísimos son todos tus mandamien- tos. i ? 3 Sea conmigo tu mano para ayudar- me, | pues he elegido tus preceptos. 174 Deseo tu salud, ¡oh Yavé!, | pues tu ley es mi deleite. 175 vi va mi al ma par a al abart e | y den- me ayuda tus decretos. 176 s i errare como oveja perdida, busca a tu siervo, [ pues no me he ol vi dado de tus mandami ent os. 120 (V. i19) Quej as contra los per t ur bador es de la paz 1 Cánt i co gradual. En la angustia clamé a Yavé, | y El me respondi ó. * 2 Li bra, ¡oh Yavé!, mi al ma del labio mendaz, | de la lengua fraudulenta. 3 ¿Qué se te dará y qué se te añadi rá, | oh lengua dolosa? 4 Saetas agudas de un fuerte | con car- bones de ret ama. 5 ¡Ay de mí , peregrino en Mesec, ] que habi t o en las tiendas de Cedar! 6 Demasi ado se lia prol ongado mi des- tierro I entre estos enemigos de la paz. 7 Yo soy t odo paz, pero así que les ha- bl o, I ya está la guerra. 121 (V. 120) Seguri dad del prot egi do por Di os 1 Cánt i co gradual. Alzo mis ojos a los mont es, | de don- de me ha de venir el socorro. * 2 Mi socorro ha de venirme de Yavé, | el Hacedor de los cielos y de la tierra. 3 No consentiré que resbalen tus pies, | no dormi rá tu cust odi o. 4 No dormi rá, no dormi t ará | el que guarda a Israel. 5 Yavé es t u cust odi o, | Yavé es t u pr o- tector a tu derecha. 6 Por el día no te molestará el sol, | ni por la noche la luna. 7 Yavé t e guardará de t odo mal , | guar- dar á t u vi da; 8 Guar dar á Yavé tus salidas y tus en- t radas I ahor a y por la eternidad. 1 Es el primero de los llamados salmos graduales (de las ascensiones), que terminan con el 134, grupo de cantos que cantaban los que de todas partes subían a Jerusalén para ce- lebrar las varias festividades del año. Se lamenta el salmista de su prolongado destierro entre gentes enemigas de la paz. 1 Canta el poeta la firme seguridad de Israel, a quien protege su Dios. 1 El poeta, lleno de entusiasmo al contemplar la Jerusalén restaurada, pide para ella toda suerte de bendiciones. 1 Amargado por los oprobios de que el pueblo es objeto por parte de los gentiles, pide el salmista a Dios que los haga cesar. 1 El salmista da gracias a Dios por haber librado a su pueblo cuando parecía que no había ya salvación para él. 122 (V. 121) Salutación a Jerusalén 1 Cántico gradual. De David. Alégreme de lo que me decía: | «Va- mos a la casa de Yavé». * 2 Ya están nuest ros pies | en tus puer- tas, ¡oh Jerusalén! 3 Jerusalén, edificada como ciudad | bien uni da y compact a. 4 Adonde suben las tribus, | las tribus de Yavé, según el ri t o de Israel, | para ce- lebrar el nombr e de Yavé. 5 Allí se al zaron las sillas del juicio, | las sillas de la casa de Davi d. 6 Rogad por la paz de Jerusalén. | Vi- van en seguridad los que t e aman. 7 Rei ne la seguridad dent ro de tus mu- ros, I la t ranqui l i dad en tus palacios. 8 Por amor de mis her manos y compa- ñeros, I te deseo la paz. 9 Por amor de la casa de Yavé, nues- t r o Di os, I te deseo t odo bien. 123 (V. 122) Fervi ent e petición del auxilio divino 1 Cánt i co gradual . A ti alzo mis ojos, | a ti que habi t as en los cielos. * 2 Como están at ent os los ojos del sier- vo a las manos de su señor, | como están at ent os los ojos de la esclava I a la mano de su señora, | así se alzan nuest ros ojos a Yavé, nuest ro Di os, | hast a que tenga misericordia de nosot ros. 3 Ten misericordia, ¡oh Yavé!, ten mi- sericordia de nosot ros, | por que estamos del t odo hart os de menosprecios. 4 Muy har t a está nuestra al ma | del es- carni o de los ricos | y de los desprecios de los soberbios. 124 (V. 123) Acción de gracias por el auxilio recibido 1 Cánt i co gradual . De Davi d. A no haber estado Yavé por nosot ros, | diga Israel, * 2 A no haber estado Yavé por nosot ros | 120 121 122 123 124 SALMOS 124-129 664 anuido se alzaron contra nosotros los hombres, 3 Vivos nos habrían tragado entonces. | Cuando ardía su ira contra nosotros. 4 Ya entonces nos habrían sumergido las aguas; I hubiera pasado sobre nuestra alma un torrente; 5 Y nos habrían ahogado las bullentes aguas. 6 Bendito sea Yavé, | que no nos dio por presa de sus dientes. 7 Escapó nuestra alma como una ave- cilla al lazo del cazador; | rompióse el lazo y fuimos librados. 8 Nuestro auxilio es el nombre de Ya- vé, | que hizo los cielos y la tierra. 125 (V. 124) Invocación del auxilio divino sobre Israel 1 Cántico gradual. Los que confían en Yavé son como el monte de Sión, | que es inconmovible y permanece por siempre. * 2 Está Jerusalén rodeada de montes, | y así rodea Yavé a su pueblo | ahora y por la eternidad. 3 De cierto no permanecerá el cetro de los impíos I sobre la suerte de los justos, I para que no tiendan los justos sus manos a la iniquidad. 4 Haz, ¡oh Yavé!, bien a los buenos, | a los rectos de corazón; 5 Mas a los que van por caminos tor- tuosos, I remuévalos Yavé juntamente con los impíos. | ¡Paz sobre Israel! 126 (V. 125) Petición de la plena restauración 1 Cántico gradual. Cuando restauró Yavé la suerte de Sión, I estábamos como quien sueña. * 2 Llenóse entonces de risas nuestra bo- ca I y de alegres cantares nuestra lengua. | Decían entonces las gentes: | «¡Magní- ficamente ha obrado con éstos Yavé!» 3 Magníficamente, en verdad, obró Ya- vé con nosotros, | y nos llenamos de gozo. 4 Restaura, ¡oh Yavé!, nuestra suerte, | como los arroyos del Mediodía. 5 Los que en llanto siembran, | en júbilo cosechan. 6 Van tristes, llorando, | los que lle- vaban la semilla para arrojarla. | ¡Ven- drán alegres, jubilosos, | cargados de sus haces! 127 (V. 126) Todo éxito depende de la divina protección 1 Cántico gradual. De Salomón. Si Yavé no edifica la casa, | en vano trabajan los que la construyen. | Si no guarda Yavé la ciudad, | en vano vigilan sus centinelas. * 2 Vano os será madrugar, acostaros tar- de I y que comáis el pan del dolor; | es Yavé el que a sus elegidos da el pan en sueños. 3 Don de Yavé son los hijos; | es mer- ced suya el fruto del vientre. 4 Lo que las saetas en la mano del gue- rrero, I eso son los hijos de la flor de los años. 5 Bienaventurados los que de ellos tie- nen llena su aljaba; I no serán confundi- dos I cuando hayan de litigar en la puerta con su adversario. 128 (V. 127) Felicidad del justo 1 Cántico gradual. Bienaventurado tú si temes a Yavé | y andas por sus caminos. * 2 Comiendo lo ganado con el trabajo de tus manos, | serás feliz y bienaventurado. 3 Tu mujer será como fructífera parra | en el interior de tu casa. | Tus hijos, como renuevos de olivo ) en derredor de tu mesa. 4 Así ciertamente será bendecido el va- rón I que teme a Yavé. 5 Bendígate Yavé desde Sión | y veas próspera a Jerusalén todos los días de tu vida; 6 Y veas los hijos de tus hijos, | la paz sobre Israel. 129 (V. 128) Oración contra los enemigos del pueblo 1 Cántico gradual. «Mucho me han atribulado desde mi juventud»; | dice Israel:* •í O Jí * La seguridad de los que en Dios confían es tan grande como la de Jerusalén, fuerte • ¿«^ por su posición y más aún por la protección de Yavé. l O f i 1 Con grande admiración de Israel, la restauración de Sión está comenzada; el salmista • ^ ^ pide la consumación de la misma. 127 1 Sin Dios nada hay seguro; con El, todo lo está. 128 1 Felicidad del justo bendecido del Señor con las bendiciones que la Ley promete. •1 OQ l El nombre de Israel declara el salmista haber sufrido mucho de los enemigos del pueblo; * £*** pero Dios, justo, lo libró de los malvados. 665 SALMOS 129-133 2 «Mucho me han atribulado desde mi adolescencia, I pero no prevalecieron con- tra mí». 3 Aradores araron sobre mis espaldas, I hicieron largos surcos. 4 Pero es justo Yavé, | y rompió las coyundas de los impíos. 5 Sean confundidos y vuélvanse atrás \ todos los que aborrecen a Sión. 6 Sea como la hierba de los tejados, | que se seca antes de ser arrancada; 7 De que no llena su mano el segador | ni su seno el que recoge las gavillas; 8 Ni dicen de ella los transeúntes: I «La bendición de Yavé sobre vosotros; I os bendecimos en el nombre de Yavé». 130 (V. 129) Imploración de la divina misericordia 1 Cántico gradual. De lo profundo te invoco, ¡oh Yavé! * 2 Oye, Yavé, mi voz; | estén atentos tus oídos I a la voz de mis súplicas. 3 Si guardas, ¡oh Yavé!, la memoria de los delitos, I ¿quién, ¡oh Señor!, podrá sub- sistir? 4 Pero eres indulgente, | para que seas reverenciado con temor. 5 Yo espero en Yavé, | mi alma espera sus promesas. 6 Espera mi alma a Yavé I más que el alba los centinelas nocturnos. | Más que el alba los centinelas nocturnos 7 espera Israel a Yavé. Porque de El viene la misericordia y generosa redención. 8 El, pues, redimirá a Israel 1 de todas sus iniquidades. 131 (V. 130) Confesión de humildad 1 Cántico gradual. De David. No se ensoberbece, ¡oh Yavé!, mi co- razón I ni son altaneros mis ojos, I no corro detrás de grandezas | ni tras de cosas demasiado altas para mí.* 2 Antes he reprimido mis deseos, | como niño destetado en los brazos de la madre, | como niño destetado está mi alma. 3 Espera, ¡oh Israel!, en Yavé | ahora y para siempre. 133 (V. 131) Canto para la dedicación del templo de Salomón 1 Cántico gradual. Acuérdate, ¡oh Yavé!, de David | y de su gran solicitud. * 2 Cómo juró a Yavé I e hizo voto al Po- deroso de Jacob. 3 «No entraré en la morada de mi casa | ni subiré al lecho de mi estrado; 4 No daré a mis ojos el sueño, | ni el dormir a mis párpados; 5 Mientras no halle estancia para Yavé | y habitación para el Poderoso de Jacob». 6 He aqui lo que hemos oído en Efrata, | lo que hemos hallado en los campos de Jaar: ' «Vamos a su habitación, | adoremos ante el escabel de sus pies». 8 Levántate, Yavé, y ven a tu morada, | tú y el arca de tu majestad. 9 Vístanse tus sacerdotes de justicia I y jubilen alegremente tus santos. 10 Por amor de David, tu siervo, | no te apartes de tu ungido. 11 Juró Yavé a David esta verdad y no se apartará de ella: | «Del fruto de tus entrañas pondré sobre tu trono. 1 2 Si guardan tus hijos mi alianza I y las enseñanzas que yo les daré, I también sus hijos por siempre se sentarán sobre tu trono». 13 Ciertamente eligió Yavé a Sión, I le adoptó por morada suya. 14 «Esta será por siempre mi mansión; | aquí habitaré, porque la he elegido. 15 Daré mi bendición a sus provisiones | y saciaré de pan a sus pobres. 16 Revestiré de salud a sus sacerdotes | y sus santos se alegrarán jubilosos. 17 Aqui haré crecer el poder de David | y prepararé la lámpara a mi ungido. 18 A sus enemigos los cubriré de igno- minia I y brillará sobre él mi diadema». 133 (V. 132) Deleitosa comuni ón la de los santos 1 Cántico gradual. De David. Ved cuan bueno y deleitoso es | habi- tar en uno los hermanos. * 1 De lo profundo de su tribulación clama el salmista a Dios, seguro de alcanzar la mise- ricordia de Yavé. 1 Humillado ante Dios, el salmista confía en El e invita a Israel a la misma confianza. 1 Recuerda el salmista la piedad de David al trasladar el arca a Jerusalén, su propósito de levantar un templo, la promesa que Dios, en pago, le hizo de perpetuar su dinastía y la elección de Sión para morada de Dios. El mesianismo de este salmo es claro, atendiendo a que el tema en él desarrollado es la promesa de Dios a David. Este sentido mesiánico resalta más claramente en los versículos finales. 1 0 O * 1 Qué grata es la sociedad de los que están hermanados por la piedad y el temor de 0 0 DiosI 130 131 132 SALMOS 133-135 666 2 Es como finísimo óleo sobre la cabe- za, | que desciende sobre la barba, la barba de Ar ón, | y baja hast a la orla del vestido. 3 Como el rocío del Her món, | que des- ciende sobre los mont es de Sión, I pues allí envía Yavé su bendición y vida eterna. 134 (V. 133) Ac c i ó n de graci as para la t arde 1 Cánt i co gradual . Mi rad, bendecid a Yavé vosotros t odos los siervos de Yavé, | los que de noche permanecéis en la casa de Yavé. en la tierra, | en el mar y en t odos los abi smos. 7 El t rae las nubes desde los confines de la tierra, | El hace los rel ámpagos para la lluvia, I saca el viento de sus escondrijos. 8 El hi ri ó a los primogénitos de los egipcios, lo mi smo hombr es que ganados. 9 Mandó señales y port ent os sobre ti, Egi pt o; I sobre el Far aón y sobre t odos sus subditos. 10 El hirió a numerosas gentes | y mat ó a poderosos reyes. 11 A Seón, rey de los amorreos, I y a Og, rey de Basan, | y a t odos los reinos de Canán; Semitas cautivos tocando la cítara 1 Alzad vuestras manos al sant uari o | y bendecid a Yavé. 3 Desde Sión bendígate Yavé, | Hace- dor de cielos y tierra. 135 (V. 134) Cant o de a c c i ón d e gr aci as 1 ¡Aleluya! Al abad el nombr e de Yavé, al abadl o, siervos de Yavé. * 2 Que estáis en la casa de Yavé, I en los atrios de la casa de nuest ro Di os. 3 Al abad a Yavé, por que es bueno; | cant ad salmos a su nombr e, por que es beni gno; 4 Porque eligió Yavé para sí a Jacob, | a Israel por posesión suya. 5 Ci ert ament e sé que Yavé es grande, | que nuest ro Señor está por encima de t odos los dioses. 6 Yavé hace cuant o quiere en los cielos, 12 Y di o sus tierras en heredad, | en heredad a Israel, su siervo. 1 3 ¡Oh Yavé!, t u nombr e es eterno. | Ya- vé, tu memori a perdura de generación en generación. 14 Por que protege Yavé a su pueblo | y se muest ra propicio a sus siervos. ! ' Los simulacros de las gentes son oro y pl at a, I obr a de las manos de los hom- bres. 16 Ti enen boca y no habl an, | tienen ojos y no ven, 17 Tienen orejas y no oyen, | no hay aliento en su boca. 18 Semejantes a ellos son los que los hacen | y cuant os en ellos confían. 19 Casa de Israel, bendecid a Yavé; | casa de Ar ón, bendecid a Yavé. 2 0 Casa de Leví, bendecid a Yavé; I los que teméis a Yavé, bendecid a Yavé. 21 Bendi t o sea Yavé desde Sión, | el que habi t a en Jerusalén. I OJ 1 Es este salmo una invitación a los sacerdotes y levitas que pernoct an en el t empl o para ^* * que bendigan al Señor. 1 0 ti í Alabanza a Yavé por las graneles obras que ha realizado, sobre t odo en favor de su pue- ^ " blo. Ant e El, los ídolos son nada. 667 SALMOS 136-138 R. R. R. 136 ( V. 135) Cant o de acci ón de graci as 1 ¡Aleluya! Al abad a Yavé, por que es bueno, | por que es eterna su misericordia. * 2 Al abad al Di os de los dioses, I 3 Al abad al Señor de los señores, | 4 Al que es el único en hacer grandes maravillas, | R. 5 Al que hizo sabi ament e los cielos, | R. 6 Al q u e a f i r mó l a t i e r r a s obr e l as aguas, I R. 7 Al que hizo los grandes l umi nares, | R. 8 El sol, par a domi nar de día, | R. 9 La luna, para domi nar la noche, [ R. 10 Al que hirió a los pri mogéni t os de Egi pt o, I R. 1 1 Y sacó a Israel de en medi o de ellos, I R. 12 Con mano fuerte y brazo t endi do, [ R. 13 Al que dividió en part es á mar Ro- jo, I R. 1 4 Y llevó a Israel por en medi o de él, | R. 15 Y sumergió al Far aón y a su ejército en el mar Roj o, | R. 16 Al que condujo a su puebl o por el desierto, l R. 1 7 Que hirió a grandes reyes, I R. 18 Y mat ó a reyes poderosos, | R. 1 9 A Seón, rey de los amorreos, I 2 0 Y a Og, rey de Basan, | R. 21 Cuyas tierras dio en heredad, I 2 2 En heredad a Israel, su siervo, | R. 23 Que en nuest ra humillación se acordó de nosot ros, I R. 2 4 Y nos libró de nuest ros enemigos, | R. 25 Que da pan a t oda carne, | R. 2 « Al abad al Di os del cielo. I R. R. R. El a mo r 137 (V. 136) d e l os c a ut i vos Si ór 3 Allí los que nos tenían cautivos nos pedían que cant ásemos; | los que nos habí an llevado at ados, que nos alegráse- mos : i «Cant adnos alguno de los cánticos de Sión». 4 ¿Cómo cant ar en tierra extranjera | los cánticos de Yavé? 5 Si yo me olvidare de t i , Jerusalén, | sea echada en olvido mi diestra; 6 Pegúese mi lengua al pal adar si yo no me acordase de ti, | si no pusiera a Jerusalén por encima de t oda alegría. 7 Recuerda, ¡oh Yavé!, a los edomi t as el día de Jerusalén, | los que decí an: «Arra- sadla, arrasadl a hast a los cimientos». 8 Hija de Babel, devast adora, | bien- avent urado quien te dará lo que tú nos diste a nosot ros. 9 ¡Bienaventurado quien cogerá a tus ni ños I y los estrellará cont ra las piedras! 138 (V. 137) Ca n t o d e acci ón de gr aci as 1 De Davi d. Qui ero al abart e, ¡oh Yavé!, con t odo mi corazón, | porque escuchaste las pala- br as de mi boca. Te cant aré salmos ante los ángeles, * 2 Me prost ernaré ante tu santo t empl o, | y cant aré tu nombr e | por tu misericor- dia y tu fidelidad, pues has magnificado sobre t odas las cosas | tu nombr e y tu promesa. 3 Y cuando te i nvoqué me oíste, I y fortaleciste grandement e mi alma. 4 Te al abarán, ¡oh Yavé!, t odos los reyes de la tierra | cuando oigan t odas las pal abras de tu boca. 5 Celebrarán los caminos de Yavé; | «¡Grande es, ciertamente, la gloria de Yavé!» 6 Excelso es Yavé, y atiende al humil- de, I pero al soberbio le mi ra desde lejos. 7 Cuando estoy en medi o de la tribula- ción, preservas mi vida, | extiendes tu mano cont ra la ira de mis enemigos | y tu diestra me salva. p o r 1 Junt o a los ríos de Babilonia, allí nos sent ábamos | y l l orábamos acordán- donos de Sión. * 2 De los sauces de sus orillas | colgába- mos nuest ras cítaras. 1 0£ 1 Este salmo es una verdadera letanía. En ella, un coro cantaba el verso pri mero y el ' ^ ^ pueblo respondí a: «Porque es eterna su misericordia», frase que muchas veces hallamos en las Sagradas Escrituras puesta en boca de los que alaban al Señor en el t empl o. La misericordia es el at ri but o divino que más de relieve se pone en el Antiguo Test ament o, a pesar de lo cual los fariseos lo ent endi eron t an poco, que fue necesario que el Señor les propusiese la parábola del hijo pródigo (Le 15) y les recordase aquellas pal abras: Misericordia quiero, que no sacrificios (Mt 9,13). 1 0 7 1 Ot r o salmo imprecatorio, compuesto, sin duda, en Babilonia durant e el cautiverio, o, 1 ^ ' por lo menos, bajo la impresión produci da por el cautiverio. El salmista expresa maravi- llosamente su ent rañabl e amor a Jerusalén. Recuerda, como lo hacen t ambi én algunos profetas, la alegría con que los hijos de Edom vieron la ruina de Jerusalén y su t empl o, y pide para ellos el castigo divino; pero, sobre t odo, su ánimo se vuelve contra Babilonia, la ci udad devastadora, que, según los vaticinios de los profetas, está a su vez destinada a la ruina y a la devastación, tanto que hasta sus niños serán cogidos por los pies y estrellados contra las rocas. La justicia de Dios para con las naciones es a veces, en el Ant i guo Test ament o, sin misericordia: ésta se reserva sólo para Israel. 1 Q Q l Habi endo recibido de Dios un gran beneficio, el salmista le da gracias en el t empl o. 1 \ J O g s t e beneficio es t an singular, que todos los reyes de la tierra alabarán a Yavé cuando oigan la palabra de su boca. Est o sólo tuvo realización en el Mesías, cuya resurrección fue la salud del mundo entero. SALMOS 138-140 668 * Cumpla Yavé en mí su obra. | Eterna es, ¡ob Ya vé!, tu misericordia; I no de- jes sin acabar la obra de tus manos. 139 (V. 138) La omnisciencia y omni presenci a divina 1 Al maestro del coro. Salmo de David. ;Oh Yavé!, tú me has examinado y me conoces, | no se te oculta nada de mi ser. * 2 Que me siente o me levante, tú lo sa- bes, i y de lejos te das cuenta de todos mis pensamientos. 3 Que camine o me acueste, tú lo ad- viertes; I tú conoces todos mis caminos, 4 Pues aún no está la palabra en mi lengua, | y ya tú, Yavé, lo sabes todo. 5 Por detrás y por delante me ciñes | y pones sobre mí tu mano. 6 Sobremanera admirable es para mi tanta ciencia, | sublime e incomprensible para mí. 7 ¿Dónde podría alejarme de tu espíri- tu? I ¿Adonde huir de tu presencia? 8 Si subiere a los cielos, allí estás tú; I si bajare a los abismos, allí estás pre- sente. 9 Si, robando las plumas a la aurora, | quisiera habitar al extremo del mar, 1° También allí me cogería tu mano | y me tendría tu diestra. u Si dijere: «Las tinieblas me oculta- rán, I será la noche mi luz en torno mío», 12 Tampoco las tinieblas son densas para ti, I y la noche luciría como el día, | pues tinieblas y luz son iguales para ti. 13 Porque tú formaste mis entrañas, I tú me tejiste en el seno de mi madre. 1 4 Te alabaré por el maravilloso modo en que me hiciste. | ¡Qué admirables son tus obras! Del todo conoces tú mi alma. 15 No se te ocultaban mis huesos | cuan- do secretamente era formado | y en el misterio era plasmado; 16 Ya vieron tus ojos mis obras, | escri- tas están todas en tu libro, | y mis días, aun antes de ser el primero de ellos. 17 ¡Cuan admirables son para mi tus consejos, oh Dios; | qué ingente el nú- mero de ellos! i s Si quisiera contarlos, son más que las arenas; I si llegara hasta el fin, aún estaría contigo. 19 ¡Oh Dios!, si exterminaras a los im- píos, I si alejaras de mí a los hombres sanguinarios. 20 Que impíamente se rebelan contra ti, I y vanamente tus adversarios se atre- ven! 21 ¿Cómo no odiar, ¡oh Yavé!, a los que te odian? | ¿Cómo no aborrecer a los que se levantan contra ti? 22 ¡Sí, los odio con el más completo odio I y los tengo por enemigos míos! 23 Escudríñame, ¡oh Dios!, y examina mi corazón; | pruébame y examina mis pensamientos; 24 Y mira si hay en mi camino cosa viciosa I y llévame por las sendas de la eternidad. 140 (V. 139) Or aci ón cont ra los enemi gos maldicientes 1 Al maestro del coro. Salmo de Da- vid.* 2 Líbrame, ¡oh Yavé!, del hombre ma- lo, I presérvame del hombre malvado; 3 De los que maquinan el mal en su corazón | y todo el día excitan con- tiendas. 4 De los que afilan su lengua como ser- pientes, I tienen bajo sus labios el veneno de la víbora. (Sela.) 5 Defiéndeme, Yavé, de las manos del impío, I protégeme de los hombres vio- lentos, ¡ que ponen tropiezos a mi paso. 6 Los soberbios, que me ponen ocultos lazos, I tienden sus redes junto al cami- no I y ponen cepos para mí. (Sela.) 7 Pero yo digo a Yavé: «Tú eres mi Dios». I Escucha, ¡oh Yavé!, la voz de mis súplicas. 8 Yavé, Señor, protector y salvador mío, I tú protegerás mi cabeza el día del combate. 9 No permitas, Yavé, lo que desea el impío; I no permitas que se logren sus dolosos consejos. (Sela.) i° Alzan su cabeza los que me cercan, I la malicia de sus labios los aplaste. 11 Lluevan sobre ellos brasas encendi- das, I caigan en el abismo para no levan- tarse más. i 2 El hombre lenguaraz no será estable sobre la tierra; I el hombre malvado será presa del infortunio que le derribará. 1 3 Pero yo sé que Yavé saldrá en de- fensa del desvalido, I en defensa del po- bre. 1 4 Sólo los justos alabarán tu nombre, | y los rectos habitarán en tu presencia. 139 1 El tema de este salmo es la omnisciencia de Dios, a quien nada se oculta, ni los pensa- mientos más recónditos de los hombres. 1 M A 1 El salmista se siente acosado por enemigos, de los cuales pide a Dios que le libre y • " vuelva sobre ellos los males con que le amenazan. 669 SALMOS 141-144 141 (V. 140) Or aci ón en un mort al peligro 1 Salmo de David. ¡Oh Yavé, te invoco, apresúrate a soco- rrerme! I ¡Oye la voz del que a ti clama! * 2 Séate mi oración como el incienso, | y el alzar a ti mis manos, como oblación vespertina. 3 Pon, ¡oh Yavé!, guarda a mi boca, | centinelas a la puerta de mis labios. 4 No dejes que se incline al mal mi corazón, | a hacer impías maldades; | con los hombres que cometen iniquidad j no tenga yo parte en sus suntuosos ban- quetes. 5 Que me castigue el justo es un favor, | que me reprenda es óleo sobre mi cabeza, i que mi cabeza no rehusa; | incesante- mente rogaré yo por ellos en sus aflic- ciones. 6 Fueron precipitados sus jefes desde la roca, | y pudieron oir mis palabras, que eran blandas. 7 Como se hiende y ara la tierra, [ están esparcidos sus huesos a la boca del se- pulcro. 8 Pero mis ojos miran a ti, ¡oh Yavé! | A ti me acojo, | no permitas que se derra- me mi alma. 9 Guárdame para que no caiga en el lazo de los que me dan caza, | en los armadijos de los que obran el mal. 10 Caerán los impíos en sus mismas redes, | mientras que yo escaparé de ellas. 142 (V. 141) Or aci ón en un mort al peligro 1 Masquil de David cuando estaba en la caverna. Oración. * 2 Clamo con mi voz a Yavé, I a Yavé ruego con mi voz fuerte. 3 Derramo ante El mi querella, | ex- pongo ante El mi angustia. 4 Ciertamente en mí se acongoja mi alma, | pero tú conoces todos mis ca- minos I y que en la senda por donde voy I me han escondido una trampa. 5 Si miro a la derecha, veo | que no hay quien me mire con benevolencia, | no tengo escape, | no hay quien vuelva por mi vida. 6 A ti clamo, ¡oh Yavé! | Digo: Tú eres mi refugio, | mi parte en la tierra de los vivientes. 7 Atiende a mis lamentos, | pues estoy sobremanera necesitado; | líbrame de los que me persiguen, | pues son ellos los más fuertes. 8 ¡Oh!, saca mi alma de la cárcel I para que pueda alabar tu nombre. | Me ro- dearán los justos I si benignamente me fueres propicio. 143 (V. 142) Humi l de oración en un peligro 1 Salmo de David. Oye, Yavé, mi oración | y escucha mi plegaria según tu fidelidad; | óyeme en tu justicia. * 2 No entres en juicio con tu siervo, | pues ante ti no hay nadie justo. 3 Persigue el enemigo a mi alma; I ya ha postrado en tierra mi vida | y me ha puesto en las tinieblas, como a los muertos de mucho ha. 4 Por eso está mi alma acongojada | y desfallece mi corazón. s Me acuerdo de los tiempos antiguos, | medito en todas tus obras, I considero lo hecho por ti; 6 Y alzo a ti mis manos | y mi alma, como tierra sedienta de ti. (Sela.) 7 Apresúrate a oirme, ¡oh Yavé!, | que ya desmaya mi alma. I No me ocultes tu rostro; | sería semejante a los caídos en la fosa. 8 Haz que conozca pronto tu favor, | pues en ti espero. | Dame a saber el camino por donde ir, | porque a ti alzo mi alma. 9 Líbrame de mis enemigos, ¡oh Yavé!, | porque a ti recurro. 10 Enséñame a hacer tu voluntad, | pues eres mi Dios. Tu espíritu es bueno, | llévame por camino llano. 11 Por el honor de tu nombre preserva mi vida I y en tu justicia saca mi alma del peligro de muerte. 12 Haz con tu piedad que cierren su boca mis enemigos | y que perezcan cuan- tos persiguen mi alma, | pues soy siervo tuyo. 144 (V. 143) Acción de gracias por la victoria 1 De David. Bendito sea Yavé, mi roca, | que adies- tra mis manos a la guerra, | mis dedos al combate. * 141 1 * n v o c a a Yavé el salmista, que no quiere nada con los impíos. Estos serán arrojados al 1 " • seol, mientras él tiene puesta en Dios su confianza. 1 Puesto en grave congoja, el salmista recurre a Yavé en demanda de socorro. 142 • J 1 Q * En un grande aprieto acude el salmista al Señor y le pide que le libre de sus enemigos 1 lr\* y i e conduzca por los caminos del bien (cf. Sal 16,11). 1 4-4- 1 ^ S u n c a n . t o ^ e v * ct o "a obtenida con la ayuda de Dios contra los extranjeros, llenos de 1 **** faisías. Es digno de notarse el versículo final, que contrapone la posesión de muchos bie- nes materiales con tener a Yavé por Dios. SALMOS 144-146 670 2 Es del t odo pi adoso conmi go, mi for- taleza, | mi asilo y mi refugio, | mi escudo; en El confío, | El me somete los pueblos. 3 ¡Oh Yavé! ¿Qué es el hombr e para que de él te cuides? | ¿Qué el hijo del hombr e para que pienses en él? 4 Es el hombr e semejante a un soplo, I sus días son como sombra que pasa. 5 ¡Oh Yavé! Abaj a tus cielos y descien- de, | t oca los mont es y humear án; 6 Haz brillar tus rayos y dispérsalos; | lanza tus saetas y cont úrbal os. 7 Ti ende tus manos desde l o al t o, | y líbrame de la muchedumbr e de las aguas; | de mano de los alienígenas. 8 Cuya boca promet e ment i rosament e | y cuya diestra es diestra de perfidia. 9 Qui ero, ¡oh Di os!, cant art e un cántico nuevo, | ent onart e un sal mo con el arpa de diez cuerdas. 10 A t i , que das la victoria a los reyes, | que libraste a Davi d, t u siervo. 11 De la espada maligna l í brame, I y sálvame de la mano de los alienígenas, [ cuya boca promet e ment i rosament e | y cuya diestra es diestra de perfidia. 12 Que sean nuest ros hijos como plan- tas, | que crecen mucho en su j uvent ud, | y nuestras hijas como cotomiias angul a- res, | esculpidas como las de un t empl o. 13 Estén nuest ros graneros provistos de t odo fruto, | sean nuestras ovejas mil veces fecundas; | a millares multiplicadas en nuestros campos. 14 Vengan bien cargados nuest ros bue- yes, | no haya brecha en las mural l as, ni destierro, | ni clamores en nuestras plazas. 15 Bienaventurado el pueblo que tiene est o; | bi enavent urado el puebl o cuyo Di os es Yavé. 145 (V. 144) Ma j e s t a d y b o n d a d d e Di o s 1 Laudes. De Davi d. Alef: Qui ero ensalzarte, Di os mí o, Rey, | y alabar tu nombr e por los siglos. 2 Bet : Qui ero cant art e t odo el día I y alabar t u nombr e por los siglos. 3 Guí mel : Es grande Yavé y digno de t oda al abanza, | su grandeza es incon- cebible. 4 Dál et : Una generación anunci a tus obras a ot ra generación I y al aba las proezas de tu poder. 5 He : Ellas ensalzan la hermosura de la gloria de t u majestad, | tus maravillosos hechos la predican. 6 Vau: Cuent an el vigor de tus estupen- 1 4- *\ 1 ^ salmista alaba a! Señor, admirable ' ^"^ dad, providencia y justicia. dos prodigios | y nar r an t us grandezas. 7 Zai n: Reproducen la memori a de t us inmensas bondades | y se gozan en t u beneficencia. 8 Jet : Clemente y misericordioso es Ya- vé, | lento a la ira y de muy gran piedad. 9 Tet : Es benigno Yavé par a con t o- dos, | y su misericordia se extiende a t o- das sus cri at uras. 10 Yod: Al ábent e, ¡oh Yavé!, t odas t us obras, I bendí gant e t us sant os. 11 Caf: Exalten la gloria de t u reino | y digan de t u fortaleza. 12 Lamed: Par a hacer conocer a los hijos de los hombr es tus hazañas | y la magnificencia de la gloria de t u reino 13 Me m: Tu reino es reino por los si- glos de los siglos, I y t u señorío por gene- raciones y generaciones. Nu m: Es fiel Yavé en t odas sus pal a- bras I y pi adoso en t odas sus obras. 14 Sámec: Sostiene Yavé a los que caen | y l evant a a los humi l l ados. 15 Ayi n: Todos los ojos mi r an expec- t ant es a ti, I y tú les das el al i ment o conveniente a su t i empo. 16 Pe: Abres tu mano, | y das a t odo viviente la grat a saciedad. " Saóe: Es j ust o Ya-fé en t odos s\rs cami nos | y misericordioso en t odas sus obras. 18 Qof: Está Yavé cerca de cuant os le i nvocan, | de cuant os le invocan de veras. 19 Res : Satisface los deseos de los que le t emen, | oye sus clamores y los salva. 2 0 Si n: Guar da Yavé a cuant os le aman | y destruye a los impíos. 21 Ta u: Cant e mi boca las al abanzas de Yavé I y bendiga t oda carne su sant o nombr e por los siglos de los siglos. 146 (V. 145) Sól o e n Di o s d e b e p o n e r s e l a c onf i a nz a 1 ¡Aleluya! Al aba, al ma mí a, a Yavé. * 2 Al abe yo a Yavé t oda mi vida, | cant e yo a mi Di os mi ent ras exista. 3 No confiéis en los príncipes, | en los hijos del hombr e, que no salvan. 4 Vuela su al ma y t or na al pol vo, | y en ese día perecen t odos sus designios. 5 Bi enavent urado aquel cuyo auxilio es el Di os de Jacob, I cuya esperanza es Yavé, su Di os, 6 Hacedor de cielos y tierra, | del mar y de cuant o en ellos hay; | que guarda fe por la eternidad. »r su grandeza, misericordia, omnipotencia, ver- I 4" O 1 Sólo Dios es amparo seguro y sólo en El se debe poner la confianza. 671 SALMOS 146-149 7 Que da refugio a los afligidos I y da pan a los hambri ent os. Yavé libra a los presos; 8 Yavé devuelve la vista a los ciegos; I Yavé yergue a los encorvados; I Yavé ama a los j ust os; 9 Yavé protege a los peregrinos, I sus- tenta al huérfano y a la viuda, | pero dest ruye el cami no de los impíos. 10 Rei na Yavé por la et erni dad; | t u Di os, ¡oh Sión!, por generaciones y gene- raciones. ¡Aleluya! 147 (V. 146, 147) Al a b a n z a s a Di o s p o r l a r e s t a u r a c i ó n d e Si ón 1 ¡Aleluya! Al abad a Yavé, por que es bueno; | can- t ad salmos a nuest ro Di os, por que es amabl e; | a El conviene la al aban- za. * 2 Reedifica Yavé a Jerusalén | y reúne a los dispersos de Israel. 3 El sana a los de quebr ant ado corazón | y cura sus llagas. 4 El cuenta el númer o de las estrellas I y. Ua-ma. a. cada una por s u nombr e. 5 Es grande Yavé, grande su poderí o, | y su inteligencia es inenarrable. 6 Sostiene Yavé a los mansos | y hu- milla a los impíos hast a tierra. 7 Cant ad a Yavé y al abadl e, | ent onad sal mos a nuest ro Di os con la citara. 8 El es el que cubre el cielo de nubes, | el que prepara la lluvia par a la tierra, El que hace que brot en hierba los mon- tes I para past o de los que sirven al hombr e. 9 El que da al ganado su past o | y a los polluelos del cuervo que cl aman. 1° No se agrada de la fortaleza del caballo, | no se compl ace en las piernas del hombr e. " Le complacen los que le temen, | los que esperan en su misericordia. i 2 Al aba, Jerusalén, a Yavé; | alaba, Sión, a tu Di os, 1 3 Por haber hecho firmes las cerradu- ras de tus puert as | y haber bendecido en ti a tus hijos. 14 El dio la paz a t u territorio, | te sació de la flor del trigo. 1 5 El manda su decreto a la tierra, | y su pal abra corre veloz. i 6 El da la nieve como l ana | y esparce como ceniza la escarcha. 1 4 7 1 El objeto del salmo aparece en v.2, y de él resulta que el salmista mira a la restauración ' ^ después de la cautividad. Pero no solo en esto; en toda la naturaleza se revela el Señor digno de alabanza. 148 1 Siendo todas las cosas obra de Dios, todas deben formar coro para alabarle. 1 A Q * Son los santos en quienes resplandece más la bondad de Dios; deben ser ellos quienes ^ *^ principalmente le alaben. 17 El hace caer su hielo como mendru- gos, I ant e su frío se congelan las aguas. 18 Pero manda su pal abra y se liqui- dan, I hace soplar su viento y corren las aguas. 19 El promul gó su ley a Jacob, I sus estatutos y decretos a Israel. 2 0 No hizo tal a gente alguna, I y a ni nguna ot ra manifestó sus juicios. | ¡Ale- luya! 148 Gl o r i a d e Di o s e n l os ci el os y e n l a t i e r r a 1 ¡Aleluya! Al abad a Yavé en l os cielos, | al abadl e en lo al t o. * 2 Al abadl e vosot ros, sus ángeles t odos; | al abadl e vosotras, t odas sus milicias. 3 Al abadl e, sol y l una; I al abadl e t odas, lucientes estrellas. 4 Al abadl e, cielos de los cielos ] y las aguas de sobre los cielos; 5 Al aben el nombr e de Yavé, | porque díjolo El, y fueron hechos. 6 E hizo que persistan por los siglos, | púsoles ley, y no la t raspasarán. 7 Al abad a Yavé desde la tierra I los cetáceos y t odos los mar es; 8 El fuego, el granizo, la nieve, la nie- bla, I el viento t empest uoso, que ejecutan sus mandat os; 9 Los mont es y t odos los collados, | los árboles frutales y los cedros t odos; 10 Las fieras y t odos los ganados, I los reptiles y las al adas aves; 11 Los reyes de la tierra y los pueblos t odos ; I los príncipes y t odos los jueces de la t i erra; 12 Los mancebos y las doncellas, I los viejos y los niños. 13 Al aben el nombr e de Yavé, | porque sólo su nombr e es subl i me; I su gloria so- brepasa la tierra y los cielos; 1 4 El ha elevado su puebl o a grande poderí o. | Alábele t oda la comuni dad de sus sant os, I los hijos de Israel, el puebl o que está allegado a sí. ¡Aleluya! 149 Ca n t o a Di o s y a s u p u e b l o , e j e c ut or d e sus des i gni os 1 ¡Aleluya! Cant ad a Yavé un cántico nuevo; | al abadl e en la asambl ea de los santos, * PROVERBIOS 672 2 Alégrese Israel en su Hacedor, | alé- grense en su Rey los hijos de Sión. 3 Canten su nombre entre danzas, | can- ten salmos con los tímpanos y la cítara. 4 Porque se complace Yavé en su pue- blo | y da su salvación a los humildes. 5 Regocíjense los piadosos por su glo- ria, | cántenle aun en sus lechos. 6 Tengan siempre en su boca las glorias de Dios, | y en sus manos la espada de dos filos, 7 Para tomar venganza de las gentes I y castigar a los pueblos; 8 Para poner en cepo a sus reyes | y encadenar con hierros a sus príncipes, 9 Ejecutando en ellos el juicio escrito. Gloria es ésta para todos sus santos. ¡Aleluya! 15» Doxología final del salterio. Canto de alabanza 1 ¡Aleluya! Alabad a Dios en su santuario, I ala- badle en el firmamento de su majestad. * 2 Alabadle por sus hazañas, I alabadle conforme a la muchedumbre de su gran- deza. 3 Alabadle al son de las trompetas, I alabadle con el salterio y la cítara. 4 Alabadle con tímpanos y danzas, I alabadle con las cuerdas y la flauta. 5 Alabadle con címbalos resonantes, I alabadle con címbalos de júbilo. 6 Todo cuanto respira alabe a Yavé. ¡Aleluya! 1 E(\ 1 El objeto de este Balmo, como el de los precedentes, que por muchos siglos formaron * J " el último en el oficio de laudes y que parecen, en efecto, constituir uno solo, es la invi- tación dirigida a todas las cosas a alabar a Dios. R O E R B O 1. Ciencia popular se llama a la encerrada en los proverbios. Era el Oriente muy fecundo en esta ciencia, y no es de extrañar que abundase también entre los hebreos. De Salomón se dice, en ponderación de su sabiduría, que pronunció 3.000 pa- rábolas. Son estas parábolas los proverbios, expresados, como es frecuente, en forma figurada o mediante una comparación, v.gr., «quien a buen árbol se arrima...», etc. 2. El libro de los Proverbios encierra una rica colección de sentencias expresadas en verso; muy frecuentemente en dísticos antitéticos, a fin de poner más de relieve, con el contraste, las dos ideas de la máxima. Los nueve primeros capítulos sirven de introducción al libro y contienen una apremiante invitación a escuchar la sabiduría y el elogio de ésta. Se destaca entre estos capítulos el octavo, que habla de la sabiduría de Dios, cooperadora suya en la creación del mundo, por la que se derramó en las criaturas todas, de donde los hombres la pueden sacar, aparte de la especial comunica- ción y familiaridad que dice tener con ellos. Sigue luego una larga serie de proverbios, que abarca los capítulos 10-22, atribuidos a Salomón. Después, otra serie más corta, que lleva el título «Sentencias de los sabios». Otra serie de proverbios de Salo- món, recogida por los sabios de Ezequías, llena los cinco capítulos siguientes. Lo que resta puede considerarse como apéndice: las palabras de Agur, hijo de Jaqué; la ex- hortación de la madre de Lemuel y el elogio del ama israelita, que es un hermoso poema alfabético. El libro se atribuye a Salomón, aunque ya se ve que no es todo del Rey Sabio, como se atribuye a David el Salterio, por ser el principal de los salmistas. También, como la del Salterio, la compilación de los proverbios, puesto que contiene bastantes cosas posteriores a Salomón, debe de ser posterior a él, acaso de la época de Ezequías. Título y argumento (1,1-7).—PRIMERA PARTE: Exhor- tación al estudio de la sabiduría (1,8-9,18).—SEGUNDA PARTE: Parábolas de Salomón (10,1-22,16).—TERCERA PARTE: Sentencias SUMARIO 673 PROVERBIOS 1-2 de los sabios (22,17-24,34).—CUARTA PARTE: Parábolas de Salomón recogidas por los sabios de Ezequías (25,1-29,27).—QUINTA PARTE: Sentencias de va- rios (30-31). Tí t ul o y ar gument o (1,1-7) I 1 Sentencias de Salomón, hijo de Da- vid, rey de Israel:* 2 Para aprender sabiduría y honesti- dad, I para entender sensatos dichos, 3 Alcanzar disciplina y discreción, | jus- ticia, probidad y rectitud; 4 Para dar prudencia a los inexpertos, | perspicacia y circunspección a los jóvenes. 5 Oyéndolos, el sabio crecerá en doc- trina I y el entendido adquirirá destreza. 6 Para entender las sentencias y los dichos agudos, | las palabras de los sa- bios y sus enigmas. 7 El principio de la sabiduría es el te- mor de Yavé, | y son necios los que des- precian la sabiduría y la disciplina. * P R I M E R A P A R T E EXHORTACIÓN AL ESTUDIO DE LA SABIDURÍA (1,8-9,18) Las mal as compañí as 8 Escucha, hijo mío, las amonestaciones de tu padre | y no desdeñes las enseñan- zas de tu madre; 9 Porque serán corona de gloria en tu cabeza I y collar en tu cuello. 10 Hijo mío, si los malos pretenden se- ducirte, I no consientas; si te dicen: 11 «Ven con nosotros, | pongamos ase- chanzas a la vida ajena, | tendamos a pla- cer lazos contra el justo. * 12 Traguémoslos vivos, como el seol; I enteros, como los que bajan al sepulcro. 13 Tendremos toda suerte de riquezas, I henchiremos nuestras casas de despojos; 14 Tendrás tu parte como todos nos- otros, I no habrá más que una bolsa para todos». 15 No te vayas con ellos, hijo mío; | ten tus pies muy lejos de sus sendas; !* Porque corren sus pies al mal | y se apresuran a derramar sangre. 17 Pues en vano se tiende la red | a los ojos de las aladas aves. •I 1 Según indicamos en la Introducción, los Proverbios se dicen de Salomón por ser el princi- • pal autor, como su padre lo fue de los Salmos. 7 El temor de Dios es el principio de la sabiduría, que nos encamina hacia Dios, como dispo- sición subjetiva que prepara el ánimo para escuchar, entender y aceptar las enseñanzas de la sabi- duría. Consideremos el orgulloso, que desprecia a Dios y sus enseñanzas, y veremos cuan mal dis- puesto está para entender esta ciencia moral, que exige para su inteligencia la pureza del ánimo. 1J Desde la primera página se nos ofrece la lucha entre el malvado y el justo, que tanto aparece en el Salterio. 2 0 Hermosa prosopopeya de la Sabiduría llamando a todos a si. 18 Con ello acechan a la propia vida | y traman su propio daño. 19 Ahí acaba siempre la rapacidad. | Es un vicio que acaba por matar al que lo tiene. Exhort aci ón de la sabiduría 20 La sabiduría está clamando fuera, I alza su voz en las plazas. * 21 Clama encima de los muros, | en las entradas de las puertas de la ciudad, y va diciendo: 22 ¿Hasta cuándo, simples, amaréis la simpleza, | y petulantes, os complaceréis en la petulancia, | y aborreceréis, necios, la disciplina? 23 Volveos a mis requerimientos. | Yo derramaré sobre vosotros mi espíritu | y os daré a saber mis palabras; 24 Pues os he llamado y no habéis escu- chado, I tendí mis brazos y nadie se dio por entendido; 25 Antes desechasteis todos mis conse- jos I y no accedisteis a mis requerimientos. 26 También yo me reiré de vuestra ruina | y me burlaré cuando venga sobre vos- otros el terror; 27 Cuando sobrevenga como huracán el espanto | y como torbellino os sorprenda la ruina, | cuando sobrevenga la adversi- dad y la angustia; 28 Entonces me llamarán, y yo no res- ponderé; I me buscarán, pero no me ha- llarán. 29 Por haber despreciado la sabiduría I y no haber seguido el temor de Yavé, 30 Y no haberse agradado de mis con- sejos I y haber menospreciado mis reque- rimientos. 31 Comerán el fruto de sus obras | y se hartarán de sus consejos; 32 Porque ese desvío llevará a los sim- ples a la muerte | y la prosperidad de los necios los perderá. 33 Pero quien me escuche vivirá tran- quilo, I seguro y sin temor de mal. Excelencias de la sabiduría 2 1 Hijo mío, si recibes mis palabras | y guardas dentro de ti mis manda- mientos, Náocw-Co lunga •B¿ PROVERflIOl 2-3 674 2 Dundo atento oído a la iibldurlu I e Inclinando tu corazón a la prudencia; •' Si invocas a la inteligencia | y a voces llamas a la prudencia; 4 Si la buscas como se busca la plata, | cual si excavaras un tesoro, 5 Entonces tendrás el temor de Yavé [ y hallarás el conocimiento de Dios. 6 Porque Yavé da la sabiduría I y de su boca derrama ciencia e inteligencia. 7 Da salud a los justos | y se hace escudo de los que proceden rectamente. 8 Defiende el camino de la rectitud | y protege las sendas de sus santos. 9 Entenderás entonces justicia y juicio I y equidad; en suma, buen camino. La sabiduría aparta de las malas compañí as 10 Cuando entre en tu corazón la sabi- duría | y sea dulce a tu alma la ciencia, 11 Te guardará el consejo I y te preser- vará la inteligencia 12 Para librarte de los caminos de los malos, | de los hombres de perversos ra- zonamientos ; 13 Que, dejado todo buen camino, I van por sendas tenebrosas, 14 Se gozan en hacer el mal ! y se huel- gan en la perversidad del vicio, 15 Siguen caminos tortuosos | y se ex- travían en sus andanzas. 16 Te preservará de la mujer ajena, I de la extraña que halaga con sus palabras, * 17 Que deja al compañero de su moce- dad | y se olvida de la alianza jurada por su Dios. 18 Su casa lleva a la muerte, | y sus ca- minos a la región de las sombras. 19 Cuantos entran no vuelven más, [ ni toman las veredas de la vida. 2 " Así seguirás la recta senda | e irás por el camino de los justos; 21 Pues los justos habitarán la tierra | y los rectos permanecerán en ella; 22 Mas los impíos serán arrancados de la tierra ! y los prevaricadores serán desarrai- gados. Frut os de la honestidad 3 1 Hijo mío, no te olvides de mis en- señanzas, i conserva mis preceptos en tu corazón; 2 Porque te darán vida larga, | largos días de vida y prosperidad. 2 i« Abundan en los Proverbios sentencias como ésta, que pone en muy mal lugar la honesti- dad de las mujeres hebreas. Lo nat ural es suponer que en Israel, como en todas partes, lo or- dinario fuese que la mujer se viera solicitada por el hombre y cayera en el pecado dejándose llevar de tales solicitaciones. Con esto, el hombr e siempre resultará el principal culpable. Si hubi era sido la mujer la creadora del ambi ent e social o el autor de los Proverbios, hubi era mi rado a adoctrinar a las mujeres; sin duda que nos hubiera most rado el reverso de la medal l a. 3 l« La sabiduría, que implica la honradez, la prudencia, la inteligencia en la administración de la casa y de la hacienda, reporta todos estos frutos de que aquí nos habla el autor. 3 Que no te abandonen jamás la bon- dad y la fidelidad; | átatelas al cuello, es- críbelas en tu corazón, 4 Y hallarás favor y buena opinión 1 ante Dios y ante los hombres. 5 Confía en Yavé de todo corazón | y no te apoyes en tu prudencia. 6 En todos tus caminos piensa en El, | y El allanará todas tus sendas. 7 No te tengas por sabio; | teme a Dios y evita el mal. 8 Que será sanidad para tu carne | y refrigerio para tus huesos. 9 Honra a Dios de tu hacienda, | de las primicias de todos tus frutos, 10 Y estarán llenas tus trojes I y rebosa- rá de mosto tu lagar. Excelencias de la sabiduría 11 No desdeñes, hijo mío, las lecciones de tu Dios; | no te enoje que te corrija, 12 Porque al que Yavé ama le corrige, | y aflige al hijo que le es más caro. 13 Bienaventurado el que alcanza la sa- biduría | y adquiere inteligencia; 14 Porque es su adquisición mejor que la de la plata | y es de más provecho que el oro. 15 Es más preciosa que las perlas I y no hay tesoro que la iguale; 16 Lleva en su diestra la longevidad | y en su siniestra la riqueza y los honores. I De su boca brota la justicia | y lleva en la lengua la ley y la misericordia (LXX). * 17 Sus caminos son caminos deleitosos | y son paz todas sus sendas. 18 Es árbol de vida para quien la consi- gue; | quien la abraza es bienaventurado. 19 Con la sabiduría fundó Yavé la tie- rra, | con la inteligencia consolidó los cielos. 20 Con su ciencia hizo brotar las fuen- tes | y por ella los cielos destilan el rocío. Felicidad del justo 21 Hijo mío, no la pierdas nunca de vis- ta ; | guarda siempre la prudencia y el con- sejo, 22 Que serán vida para tu alma | y gra- cia para tu cuello. 23 Entonces irás confiado tu camino | y no tropezará tu pie. 24 Cuando te acostares no sentirás te- mor ; | te acostarás y dormirás dulce sueño. 25 No tendrás temor de repentinos pavo- 675 PROVERBIOS 3-5 res | ni de la ruina de los impíos cuando venga. 26 Porque Yavé será tu confianza | y pre- servará tu pie de quedar preso. Atenciones debidas al prój i mo 27 No niegues un beneficio al que lo necesita, | siempre que en tu poder esté el hacérselo; 28 No le digas al prójimo: «Vete y vuel- ve, | mañana te lo daré», si es que lo tienes a mano. 29 No trames mal alguno contra tu pró- jimo | mientras él confía en ti. 30 No pleitees con nadie sin razón | si no te ha hecho agravio. 3 > No envidies al injusto | ni sigas sus caminos, 32 Porque el perverso es abominado de Yavé, | que sólo tiene sus intimidades para el justo. 33 En la casa del impío está la maldi- ción de Yavé, I que bendice la morada del justo. 34 Escarnece a los escarnecedores | y da su gracia a los humildes; 35 Da honra a los sabios | y reserva la in- famia para los necios. Lecci ón pat ernal 4 1 Oíd, hijos míos, la doctrina de un padre | y atended bien para apren- der prudencia, 2 Porque la doctrina que os enseño es buena; | no desdeñéis, pues, mis enseñan- zas. 3 También fui yo hijo pequeñito de mi padre, | unigénito bajo la mirada de mi madre; 4 Y él me enseñaba, diciéndome: I «Pon atención a mis palabras, | pon por obra mis mandatos y vivirás. 5 Sabiduría ante todo; adquiere la sabi- duría; | no la olvides, no te apartes de los dichos de mi boca. 6 No la abandones y te guardará; | áma- la y ella te custodiará». 7 He aquí el principio de la sabiduría,: adquirir la sabiduría, I a toda costa adqui- rir la prudencia. 8 Tenia en gran estima, y ella te ensal- zará | y te honrará si la abrazas. 9 Pondrá en tu cabeza corona de gra- cia, | te ceñirá espléndida diadema. La recta senda 10 Oye, hijo mío, y recibe mis palabras, | y se multiplicarán los años de tu vida. 11 Que te enseño el camino de la sabidu- ría | y te encamino por el recto sendero. | t 2 Así, cuando anduvieres no se enreda- rán tus pasos, | y aun corriendo no trope- zarás. 1 3 Retén firmemente la disciplina, no la dejes; I guárdala, mira que es tu vida. 14 No te metas por las sendas del im- pío, I no vayas por el camino de los malos. !5 Esquívale, no pases por él; | tente apartado de él, pasa de lejos. 16 Esos no duermen tranquilos si no han hecho el mal; | huye de ellos el sueño si no han hecho alguna maldad. 1 7 Comen el pan de la maldad I y beben el vino de la violencia. 18 Mas la senda de los justos es como luz de aurora, | que va en aumento hasta ser pleno día. 19 Al contrario, el camino del impío y la tiniebla, | y no ven dónde tropiezan. 20 Hijo mío, atiende a mis palabras, I inclina tu oído a mis razones. 21 No se aparten nunca de tus ojos, I guárdalas dentro de tu corazón. 22 Que son vida para quien las acoge I y sanidad para su carne. 23 Guárdalas en tu corazón con toda cautela, ] porque son manantial de vida. 24 Lejos de ti toda falsía de la boca | y aparta de ti toda iniquidad de los labios. 25 Mira siempre de frente con tus ojos, I vayan tus párpados derechos ante ti. 26 Mira bien dónde pones el pie | y sean rectos todos tus caminos. 27 No te desvíes a la derecha ni a la izquierda | y aparta del mal todos tus pasos. Huye de las mal as mujeres 5 1 Hijo mío, atiende a la sabiduría, | da oídos a la inteligencia, 2 Para guardar el consejo | y mantener en tus labios la ciencia. 3 Miel destilan los labios de la mujer extraña | y es su boca más suave que el aceite. 4 Pero su fin es más amargo que el ajen- jo, I punzante como espada de dos filos. * 5 Van sus pies derechos a la muerte, | llevan sus pasos al sepulcro. 6 No va por el camino de la vida, [ va errando por el camino sin saber adonde. 7 Óyeme, pues, hijo mío, | y no te apar- tes de las razones de mi boca. 8 Tente siempre lejos de su camino | y no te acerques a la puerta de su casa, 9 Para no dar tu honor a los extraños I y tus años a un cruel; 10 Para que no disfruten extraños de tu hacienda | y vayan tus trabajos a casa de un extraño, 11 Y al fin tengas que llorar | cuando veas consumidos tu carne y tu cuerpo, 4 La ley condenaba a muert e a los adúlteros, y sin duda que, como ocurre hoy en las tribus del desierto arábigo, esta ley no dejaría de cumplirse en muchos casos con t odo rigor. PROVERBIOS 5-6 676 12 Y hayas de exclamar: |Ay de mi, que odié la disciplina | y no di oídos a los que me adoctrinaban! 1 3 No escuché la voz de los que me edu- caban | y no di oídos a los que me ense- ñaban. 14 Por poco no he llegado al extremo de mis males, I en medio del consejo de la asamblea. 15 Bebe el agua de tu cisterna, | los rau- dales de tu pozo. 16 ¿Quieres derramar fuera tus fuen- tes, | por las plazas las aguas de tu río? 17 Tenias para ti solo, | no para que contigo las beban los extraños. 18 Bendita tu fuente, I y gózate en la compañera de tu mocedad, 19 Cierva carísima y graciosa gacela; | embriagúeme siempre sus amores | y re- créente siempre sus caricias. 20 ¿Para qué andar loco, hijo mío, tras la extraña [ y abrazar en tu seno a una ex- tranjera? 21 Los caminos del hombre están a los ojos de Yavé. | El ve todos sus pasos. 22 El impío queda preso en su propia iniquidad | y cogido en el lazo de su culpa. 23 Morirá por falta de disciplina | y su gran necedad le perderá. Evitar los empeños 6 1 Hijo mío, si saliste fiador por tu prójimo, | si has estrechado la mano del extraño; 2 Si te has ligado con tu palabra | y te has dejado coger por tu boca, 3 Haz esto, hijo mío, para librarte, I ya que has caído en manos de tu prójimo: | Ve sin tardanza y asegúrate de tu amigo. 4 No des sueño a tus ojos, | no des re- poso a tus párpados. 5 Ponte a salvo como de la mano del cazador el corzo, | como el pájaro del lazo del parancero. La pereza 6 Ve, ¡oh perezoso!, a la hormiga; | mi- ra sus caminos y hazte sabio. 7 No tiene capitán, | ni rey, ni señor. 8 Y se prepara en el verano su mante- nimiento, | reúne su comida al tiempo de la mies. | O ve a la abeja y aprende cómo trabaja | y produce rica labor, | que re- yes y vasallos buscan para sí | y todos apetecen, | y siendo como es pequeña y flaca, ! es por su sabiduría tenida en mu- cha estima. * 9 ¿Hasta cuándo, perezoso, dormirás; | cuándo despertarás de tu sueño? 10 Un poco dormitar, un poco adorme- cerse, | un poco mano sobre mano des- cansando, 11 Y sobreviene como correo la mise- ria | y como ladrón la indigencia. El malo 12 El hombre malo es digno de despre- cio, | anda en mendacidad de boca, 13 Hace guiños con los ojos, refriega los pies, | habla con los dedos, 14 Tiene el corazón lleno de maldad | y siembra siempre la discordia. 15 Por eso vendrá sobre él de improvi- so la ruina | y será quebrantado súbita- mente y sin remedio. Cosas odiosas a Di os 16 Seis cosas aborrece Yavé | y aun siete abomina su alma: 1 7 Ojos altaneros, lengua mantirosa, I manos que derraman sangre inocente. !8 Corazón que trama iniquidades, | pies que corren presurosos al mal, 19 Testigo falso, que difunde calumnias | y enciende rencores entre hermanos. Huye de la mujer disoluta 20 Guarda, hijo mío, los mandatos de tu padre I y no des de lado las enseñan- zas de tu madre. 2 i Ten siempre ligado a ellos tu cora- zón, | enlázalos a tu cuello. 22 Te servirán de guía en tu camino | y velarán por ti cuando durmieres, | y cuan- do te despiertes te hablarán; 23 Porque antorcha es el mandamiento, y luz la disciplina, | y camino de vida la corrección del que te enseña. 24 Para que te guarden de la mala mu- jer, | de los halagos de la mujer ajena. * 25 No codicies su hermosura en tu co- razón, ! no te dejes seducir por sus mi- radas; 26 Porque si la prostituta busca un pe- dazo de pan, I la casada va a la caza de una vida preciosa. 27 ¿Puede alguno llevar fuego en su re- gazo | sin quemarse los vestidos? 28 ¿Quién andará sobre brasas | sin que se le abrasen los pies? 29 Así el que se acerca a la mujer aje- na, | no saldrá indemne quien la toca. 30 ¿No es tenido en poco el ladrón cuan- do roba | para saciar su hambre, si la tiene? 31 Y si es cogido tendrá que pagar el séptuplo | de toda la hacienda de su casa. 32 Pero el adúltero es un mentecato; | sólo quien quiere arruinarse a sí mismo hace tal cosa. C 8 Lo que se dice de la abeja no se lee en el t ext o hebreo; está t omado de los LXX. ^ 2 4 Es la segunda vez que se habla del mi smo t ema. Indicio de un estado moral poco lisonjero. Y eso a pesar de las duras sanciones de la Ley. 677 PROVERBIOS 6-8 33 Se hallará con palos e ignominia | y su afrenta no se borrará nunca. 34 Porque los celos del marido le ponen furioso | y no perdona el día de la ven- ganza. 35 No se contentará con una indemni- zación | y no aceptará dones por grandes que sean. Los halagos seductores 'l i Hijo mío, atiende a mis palabras | y pon dentro de ti mis enseñanzas. 2 Guarda mis preceptos y vivirás, | sea mi ley como la niña de tus ojos. 1 3 Átate- los al dedo, | escríbelos en la tabla de tu corazón. 4 Di a la sabiduría: «Tú eres mi her- mana», | y llama a la inteligencia tu pa- riente, 5 Para que te preserven de la mujer ajena, | de la extraña de lúbricas palabras. 6 Estaba yo un día en mi casa a la ven- tana | mirando a través de las celosías, 7 Y vi entre los simples un joven, | en- tre los mancebos un falto de juicio, 8 Que pasaba por la calle junto a la es- quina | e iba camino de su casa. 9 Era el atardecer, cuando ya obscu- recía, | al hacerse de noche, en la tiniebla. 10 Y he aquí que le sale al encuentro una mujer | con atavío de ramera y astu- to corazón. 11 Era parlanchína y procaz | y sus pies no sabían estarse en casa; 12 Ahora en la calle, ahora en la plaza, | acechando por todas las esquinas. 13 Cogióle y le abrazó, | y le dijo con toda desvergüenza: 14 «Tenía que ofrecer un sacrificio, | y hoy he cumplido ya mis votos; 15 Por eso te he salido al encuentro; | iba en busca de ti y ahora te hallo. 16 He ataviado mi lecho con tapices, | con telas de hilo recamado de Egipto; 17 He perfumado mi cámara | con mirra, áloe y cinamomo. 18 Ven, embriaguémonos de amores has- ta la mañana, | hartémonos de caricias. 19 Pues mi marido no está en casa, | ha salido para un largo viaje; 20 Se ha llevado la bolsa [ y no volverá hasta el plenilunio». 21 Con la suavidad de sus palabras le rindió | y con sus halagos le sedujo; 22 Y se fue tras ella entontecido, | como buey que se lleva al matadero, | como ciervo cogido en el lazo, 23 Hasta que una flecha le atraviesa el flanco, | o como pájaro que se precipita 8 8 en la red, | sin saber que le va en ello la vida. 24 Óyeme, pues, hijo mío, | y atiende a las palabras de mi boca. 25 No dejes ir tu corazón por sus ca- minos, | no yerres por sus sendas. 26 Porque a muchos ha hecho caer tras- pasados | y son muchos los muertos por ella. 27 Su casa es el camino del sepulcro, | que baja a las profundidades de la muerte. Invitación de la sabiduría 1 ¿No está ahí clamando la sabidu- ría | y dando voces la inteligencia? 2 En los altos cabezos, junto a los ca- minos, | en los cruces de las veredas se para; 3 En las puertas, en las entradas de la ciudad, | en los umbrales de las casas da voces: 4 A vosotros, mortales, clamo, | y me dirijo a los hijos de los hombres. 5 Entended, ¡oh simples!, la cordura, | y vosotros, necios, entrad en la discreción. 6 Escuchad, que voy a deciros nobles palabras | y abriré mi boca a sentencias de rectitud. 7 Si; mi boca dice la verdad, | pues aborrezco los labios inicuos. 8 Todos mis dichos son conforme a la justicia; | nada hay en ellos de tortuoso y perverso. 9 Todos son rectos para la persona in- teligente | y razonables para el que tiene la sabiduría. 10 Recibid mi enseñanza, mejor que la plata, | y la ciencia, mejor que el oro fino, ii Pues la sabiduría vale más que las piedras preciosas, I y cuanto hay de co- diciable no puede comparársele. Excelencia de la sabiduría i 2 Yo, la sabiduría, tengo conmigo la discreción; | poseo la ciencia y la cor- dura. 1 3 Temer a Dios es aborrecer el mal; | la soberbia, la arrogancia, el mal cami- no, I la boca perversa, las detesto. 1 4 Mío es el consejo y la habilidad; | mía la inteligencia, mía la fuerza. 15 Por mí reinan los reyes | y los jueces administran la justicia. * 16 Por mí mandan los príncipes | y go- biernan los soberanos de la tierra. 17 Amo a los que me aman, | y el que me busca me hallará. 18 Llevo conmigo el bienestar y la hon- ra, I sólidas riquezas y justicia. 1 5 Est o puede entenderse de dos maner as: que de la Sabiduría les viene el poder de reinar y admi ni st rar justicia o que por ella tienen aquellas disposiciones de áni mo que son necesarias para gobernar y admi ni st rar justicia. Con frecuencia se entiende en el pri mer sentido, confundiendo la Sabiduría con la ley eterna y nat ural ; pero más bien se debe entender en el segundo sentido, según lo que se dice en el v.14. PROVERBIOS 8-10 678 El b a n q u e t e d e l a s a bi dur í a 9 1 La sabiduría se ha edificado su ca- sa, | l abró sus siete col umnas. * 2 Mat ó sus víctimas y mezcló su vino, | aderezó su mesa. 3 Mandó sus doncellas a invitar | desde lo más alto de la ciudad. 4 El que es simple, venga acá; | al que no tiene sentido habl o. 5 Venid y comed mi pan | y bebed mi vino, que para vosotros he mezclado. 6 Dej aos de simplezas, y vivid, | y an- dad por la senda de la inteligencia. Cons e j os 7 El que corrige al pet ul ant e se acarrea afrenta, | y el que reprende al i mpí o, ul- traje. 8 No reprendas al pet ul ant e, que te aborrecerá; | reprende al sabio, y t e lo agradecerá. 9 Da consejos al sabio, y se har á más sabio t odaví a; | enseña al j ust o, y acre- cerá su saber. io El principio de la sabi durí a es el te- mor de Yavé; I conocer al Sant o, eso es inteligencia. 11 Por que por mí se aument ar án t us dias | y se te añadi rán años de vida. 12 Si eres sabio, par a ti lo serás; | si eres pet ul ant e, tú lo pagarás. L a n e c e d a d 13 Señora necedad es al borot adora, | es i gnorant e, no sabe nada. 14 Se sienta a la puert a de su casa | o en una silla, en lo más alto de la ci udad, 15 Par a invitar a los que pasan | y van su cami no. 16 El que es simple venga acá; | al que no tiene sentido habl o. 17 Son dulces las aguas hur t adas, | y el pan de tapadillo, el más sabroso. 18 Y no se dan cuenta de que allí está la muert e | y de que sus invitados van a lo profundo del averno. S E G U N D A P A R T E PARÁBOLAS DE SALOMÓN (10,1-22,l6) •j A i El hijo sabio es la gloria de su • l " padr e; | el hijo necio, la tristeza de su madr e. 22 Este hermoso trozo nos explica los orígenes de la Sabiduría. Ella existió con Dios antes de todas las cosas, es decir, que es eterna como Dios (22-26); tomó parte en la creación de las cosas como arquitecto de Dios (27-30), por cuanto Dios, que todo lo hizo con sabiduría, se guiaba de ésta. Ella se recrea en contemplar sus obras y, sobre todo, en comunicarse a los hijos de los hombres, a fin de hacerlos sabios e inteligentes. El prólogo de San Juan y otros pasajes paralelos de San Pablo son explicaciones plenas de este texto al hablarnos del Verbo, por quien todo fue creado y todo sub- siste (Jn 1,3; Col 1,15 ss.). 9 1 El banquete, tantas veces empleado en la Escritura como comparación del reino del cielo, aquí lo es de la comunicación de la sabiduría, que en substancia no está lejos de coincidir con aquél. 19 Mi fruto es mejor que el or o pur o; | mi ganancia, mejor que la plata acriso- lada. 20 Voy por las sendas de la justicia, | por los senderos de la equidad, 21 Par a heredar ricamente a los que me aman | y henchir sus tesoros. L a s a bi dur í a e n l a c r e a c i ón 2 2 Di ome Yavé el ser en el principio de sus cami nos, I antes de sus obras ant i - guas. * 2 3 Desde la eternidad fui yo ungi da; | desde los orígenes, ant es que la tierra fuese. 2 4 Ant es que los abi smos, fui engendra- da yo; I antes que fuesen las fuentes de abundant es aguas; 25 Ant es que los mont es fuesen cimen- t ados; I antes que los collados, fui yo concebida. 2 6 Ant es que hiciese la tierra, ni los campos, I ni el polvo pri mero de la tierra. 27 Cuando fundó los cielos, allí est aba yo; I cuando puso una bóveda sobre la faz del abi smo. 28 Cuando daba consistencia al cielo en lo alto, I cuando daba fuerza a las fuentes del abi smo. 2 9 Cuando fijó sus t érmi nos al mar | para que las aguas no traspasasen sus lin- deros. I Cuando echó los cimientos de la tierra, 30 Est aba yo con El como arqui t ect o, | siendo siempre su delicia, | sol azándome ante El en t odo t i empo; 31 Recreándome en el orbe de la tie- rra, I siendo mis delicias los hijos de los hombres. 32 Oídme, pues, hijos mí os; | bienaven- t urado el que sigue mis cami nos. 33 At ended al consejo y sed sabios, | y no lo menospreciéis. 34 Bi enavent urado quien me escucha, | y vela a mi puert a cada día, | y es asiduo en el umbral de mis ent radas, 35 Porque el que me halla a mí , halla la vida | y alcanzará el favor de Yavé. 36 Y al cont rari o, el que me pierde, a sí mismo se daña, | y el que me odia, ama la muert e. 679 PROVERBIOS 10-11 2 No aprovechan las riquezas mal ad- quiridas, I mas la justicia salva de la muert e. 3 Yavé no dejará hambr ear al j ust o, I pero dejará insaciados los apetitos del mal vado. 4 La mano perezosa empobrece; | la diligente, enriquece. 5 El que en estío recoge es hombr e in- teligente; I el que duerme al t i empo de siega, se deshonra. 6 Bendiciones sobre la cabeza del jus- t o; I pero la lengua del i mpí o encubre violencias. 7 La memori a del j ust o será bendeci- da; I el nombr e del impío será mal di t o. 8 El hombr e sensato acepta el manda- mi ent o, I pero el lenguaraz lo resiste. 9 El que anda en rectitud va seguro; I el que va por sendas t ort uosas va a la rui na. 10 El que guiña los ojos acarrea mal a- vent ura ; I el que mi ra francamente, sana. * El h a b l a r del j us t o 11 Fuent e de vida es la boca del justo, | pero la boca del mal vado encubre la vio- lencia. 12 El odi o enciende las cont i endas, | mi ent ras que el amor encubre las faltas. 13 En los labios del prudent e se halla la sabi durí a; | para las espaldas del in- sensato es la vara. 14 El sabio esconde su ciencia, | la boca del necio anunci a la ruina. 13 La haci enda del rico es su fortale- za, I la indigencia del pobr e es su des- aliento. 16 La ganancia del j ust o es para vida, | la del i mpí o, en vicios se le va. 17 Va por senda de vida el que acepta la corrección, | el que no la acepta va por cami no falso. 18 El de labios mendaces encubre el odi o, I el que esparce la difamación es un necio. 19 En el mucho charl ar no falta el pe- cado, I el que refrena sus labios es sabio. 2 0 Plata acrisolada es la boca del jus- t o, I el corazón del i mpl o no vale nada. 21 Los labios del j ust o nut ren a mu- chos, I el necio muere por falta de en- t endi mi ent o. de juego, | y lo es para el sensato ser sabio. 2 4 Sobre el impío vendrá lo que él se teme, | mas el justo verá colmados sus deseos. 25 Como pasa el huracán, deja de ser el impío, I mas el j ust o permanece para siempre. 26 Como el vinagre a los dientes y el humo a los ojos, | así es el haragán para quien le manda. 2 7 El t emor de Yavé alarga la vida, | mas los años del i mpí o serán abreviados. 2 8 Se cumplirá la esperanza del justo, | pero se desvanecerá la del impío. 2 9 El cami no de Yavé es la fortaleza del perfecto, | pero es el t error de los malhechores. 30 El justo no vacilará j amás, I pero el impío no durará sobre la tierra. 31 En la boca del justo florece la sabi- durí a, I pero la lengua del i mpí o será cor- t ada. 32 Los labios del justo están llenos de graci a; | la boca del i mpí o, de perver- sidad. 11 L a di c ha de l vi r t uos o 2 2 La bendición de Di os es lo que enri- quece, I nuest ro afán no le añade nada. * 2 3 Hacer el mal es para el necio cosa 1 La balanza falsa es abomi nabl e a Di os, I mas la pesa cabal le agrada. 2 Det r ás de la soberbia viene la des- honr a, I con la modestia va la sabiduría. 3 La integridad guía al recto, | la propi a malicia es la rui na del pérfido. 4 De nada sirven las riquezas el día de la ira, | pero la justicia libra de la muerte. 5 La justicia del j ust o le allana el ca- mi no, I el mal vado cae por su misma malicia. * La justicia del j ust o le salva, I los fraudulentos son cogidos en su mismo pecado. 7 A la muert e del i mpí o perece su espe- ranza, I y la confianza del mal vado que- da burl ada. 8 El j ust o es l i brado de la tribulación, | pero el i mpí o ent ra en ella en vez de aquél. El b i e n p ú b l i c o 9 El i mpí o con su boca arrui na al pró- j i mo, I el j ust o con su sabiduría le salva. 10 La prosperi dad del j ust o alegra a la ci udad, I y cuando perece el impío hace fiesta. 11 La bendición del justo engrandece a la ci udad, I la boca del impío la abat e. 12 El insensato desprecia al prójimo, | per o el prudent e se calla. 13 El chismoso descubre los secretos, | el hombr e fiel lo encubre t odo. •f A 10 El guiñar el ojo significa la doblez de ánimo, opuesta a la franca sinceridad, que siem- ' " pre gana los ánimos de los contendientes y los reduce más fácilmente a la concordia (cf. 16,30). 22 No habrá de tomarse esta sentencia como una invitación a esperarlo todo de Dios, quedán- dose mano sobre mano, sino como una expresión de la inutilidad de nuestros esfuerzos, si Dios no ios bendice. «A Dios rogando y con el mazo dando», según reza nuestro refrán. PROVERBIOS 11-13 680 14 Donde no hay gobierno va el pueblo a la ruina, | en la abundancia del consejo está la salvación. 15 Andar á en ansiedad el que sale fia- dor de ot ro, | el que rehuye la fianza vi- virá t ranqui l o. 16 La mujer prudent e es gloria de su ma- r i do; | t r ono de deshonra es la mujer que aborrece la justicia. | Los perezosos ca- recen de bienes, | pero los laboriosos ad- quieren riquezas. Benef i cenci a 17 El misericordioso se hace bien a sí mi smo; I el de corazón dur o, a sí mi smo se perjudica. 18 El impío hace ganancias vanas; | el que siembra justicia, ése de verdad gana. 19 El que sigue la justicia va a la vida, | el que va t ras el mal corre a la muert e. 2 0 Los de corazón mal o son abomi na- bles a Yavé, | los de perfectos cami nos le son gratos. 21 Más pr ont o o más t arde no quedará i mpune el mal vado, | pero la prol e del justo escapará. 2 2 Anillo de oro en jeta de puerco | es la mujer bella, pero sin seso. 23 El deseo del justo se logra, | pero el impío no puede esperar más que ira. 2 4 Hay quien derrama y siempre tiene más, | ot ro que ahor r a más de lo justo y empobrece. 25 Él benéfico se sacia, | y quien larga- ment e da, l argament e t endrá. 2 6 Al que acapara el trigo le maldice el pueblo, | sobre la cabeza del que lo vende caen bendiciones. 2 7 El que hace pront ament e el bien, bie- nes se at r ae; | al que busca el mal le ven- drá el mal . 28 El que en sus riquezas confía, cae- r á; | los justos reverdecerán como follaje. 2 9 El que pert urba su casa cogerá vien- to, | y el necio será siervo del sensato. 30 Él fruto del justo es árbol de vida, | y el sabio r oba los corazones. 31 Si el justo tiene en la tierra su paga, | cuánt o más el i mpí o y el pecador. | O i El que ama la corrección ama la A « sabiduría, I el que odia la correc- ción se embrutece. 2 El bueno alcanza el favor de Yavé, | que condena al de mal a vida. 3 No se afirma el hombr e por la impie- dad ; | la raíz del j ust o no será arrancada. 4 La mujer fuerte es la corona del ma- rido, | la mal a es carcoma de sus huesos. 5 Los pensami ent os del justo son rec- titud ; | los consejos del i mpí o, fraude. 6 Las pal abras del impío son para ace- char la sangre, | la boca del justo la salva. 7 Son t rast ornados los impíos y dejan de ser, | pero la casa del justo queda en pie. 8 Cada uno es al abado según su sabi- durí a, | pero el de perverso corazón es menospreci ado. 9 Mejor está el hombr e obscuro que tie- ne qué comer | que el presunt uoso que carece de pan. 1° El j ust o provee a las necesidades de sus bestias, I pero el corazón del i mpí o es despi adado. 11 El que l abra su campo t endrá pan a saciedad, I pero el que se va tras los va- gabundos es un insensato. 12 El deseo del i mpí o es una red de ma- les, | la raíz del justo es fructífera. La l e ngua 13 El mal vado se enreda en pecados de lengua, | el j ust o se libra de ellos. 14 De los frutos de su boca se sacia el hombr e, | y según él t rat a, así será t ra- t ado. !5 Al necio le parece derecho su cami - no, | el sabio at i ende a l os consejos de l os sabios. 16 El necio luego al punt o descubre su cólera, 1 el sensato sabe disimular una afrenta. 17 El que habl a verdad declara lo jus- t o, | pero el testigo falso lo disfraza. 18 Hay quien al habl ar da t ant as esto- cadas como pal abras, i pero la lengua del sabio cura las heri das. 19 El labio veraz mant i ene siempre la pal abr a; | la lengua ment i rosa, sólo por un moment o. 2 0 El corazón del que maqui na el mal es fraudulento, | alegre el corazón de los de buenos consejos. 21 Sobre el j ust o no vendrá la adversi- dad, | mas par a los i mpí os t odo serán males. 2 2 Los labios ment i rosos los aborrece Yavé; I se agrada de los que proceden sinceramente. 2 3 El cuerdo encubre su sabi durí a; | el corazón del necio pregona su necedad. Labori os i dad 2 4 La mano l abori osa señorea; | la pe- rezosa se hace t ri but ari a. 25 La angustia del corazón deprime al hombr e, | y una pal abra buena le con- forta. 2 6 El j ust o aventaja a su pr ój i mo; I el cami no del impío le lleva a la rui na. 2 7 El indolente no asa su pieza, | pero el diligente tiene copiosa abundanci a. 2 8 En el cami no de la justicia está la vi da; I el cami no t ort uoso lleva a la muert e. •j O ' E l hijo sabio ama la corrección, | 1 "5 pero el pet ul ant e no escucha la re- prensi ón. 681 PROVERBIOS 13-14 2 Del fruto de su rectitud gozará el hombr e; | el deseo de los desleales es la prepotencia. 3 El que guarda su boca, guarda su vi da; | el que mucho abre sus labios, bus- ca su ruina. 4 Desea el haragán, pero nada l ogra; I mas el al ma del diligente se saciará. 5 Odi a el j ust o t oda pal abra ment i ro- sa; | pero el i mpí o se deshonra y cubre de vergüenza. 6 La justicia conserva íntegro al hom- bre, | el pecado subvierte al pecador. Po br e z a y ri queza 7 Hay quien se las da de rico y no tiene nada, | y quien teniendo mucho se hace el pobre. 8 El rico, con sus riquezas, puede resca- t ar la vi da; | pero el pobr e no tiene con qué rescatarse. 9 La luz del justo brilla espléndidamen- t e; | pero la l ámpara del i mpí o se extin- guirá. 1° La soberbia sólo cont i endas ocasio- na ; | pero es sabio quien t oma consejo. 11 Ri queza hecha de prisa, se va; | el que poco a poco allega, | crece. 1 2 Esperanza que se dilata, aflige el co- r azón; | deseo satisfecho es árbol de vida. Do c i l i da d 13 El que menosprecia el mandat o pe- recerá por ello; | el que lo respeta t endrá su recompensa. 1 4 La enseñanza del sabio es fuente de vida I par a hui r los lazos de la muert e. * 1 5 La cortesía concilia gracia; | los mo- dos de los soberbios son ásperos. l" El cuerdo t odo lo hace con conoci- mi ent o; I el necio va der r amando su ne- cedad. 17 Un mal mensajero precipita en la desgracia; I el mensajero fiel es remedi o saludable. 18 Miseria y vergüenza par a el que des- deña la correcci ón; | mas el que la guarda será honr ado. 1 9 El deseo cumpl i do es deleite del al- ma ; I pero apart arse del mal es abomi na- ción par a el necio. 2 0 Ve con los sabios y t e harás sabi o; | al que a necios se allega le alcanzará la desdicha. El pr e mi o de l os j ust os 21 Al pecador le persigue la desventu- ra, I pero el justo será bien ret ri bui do. 2 2 El hombr e de bien será heredado por los hijos de sus hi j os; | la hacienda del pecador está reservada para el justo. 23 Lo que rot ura el pobre da pan en abundanci a; | mas por la impiedad se disipa la hacienda. 2 4 Odi a a su hijo el que da paz a la vara; | el que le ama se apresura a co- rregirle. 25 El justo tiene pan a saciedad; | pero el vientre del i mpí o hambreará. H l La mujer prudent e edifica la ca- sa; I la necia, con sus manos la destruye. 2 El que anda en rectitud teme a Ya- vé; I el que va por sendas t ort uosas le desprecia. 3 En la boca del necio está la vara de la soberbi a; | mas los labios del sabio son su guarda. 4 Sin bueyes, el granero está vacío; | por la fuerza del buey hay pan en abun- dancia. 5 El testigo fiel no mi ent e; I el testigo falso profiere ment i ras. * Busca el pet ul ant e la sabiduría, pero nada; | mas para el prudent e es fácil alcanzarla. 7 Apárt at e del necio, | en quien no hallarás labios de ciencia. 8 La ciencia del cuerdo está en cono- cer su cami no; | al necio le engaña su necedad. 9 El necio desprecia la expiación; | en- tre los justos habi t a la benevolencia. 1° El corazón conoce sus amarguras, | pero en sus alegrías no tiene parte el ext raño. 11 La casa del mal vado será asol ada; | la tienda del justo florecerá. 12 Hay cami nos que nos parecen de- rechos, I pero al fin acaban en la muerte. 1 3 Aun en la risa hay aflicción de co- razón, I y a la alegría sucede la congoja. 1 4 El insensato t endrá el fruto de sus obras | y de él gozará también el hombre bueno. P r u d e n c i a 1 5 El simple t odo lo cree; | el pruden- te pone atención a sus respuestas. 16 El sabio es caut o y se apart a del mal ; [ el necio se deja llevar a él fácil- ment e. 1 7 El que presto se enoja hará locu- r as; I pero el hombr e reflexivo no se impacienta. 1 8 El necio a su necedad se atiene, | mientras que el sabio se corona de sa- bi durí a. 1 9 Los mal os se inclinarán delante de los buenos, I y los impíos, ante la puerta del j ust o. Vida vale tanto como felicidad, y lo contrario significa la muerte. PRovr.Hmos 14-15 682 ÍO Aun a los parientes es odioso el po- bre; | pero el rico tiene muchos amigos. 2 1 El que desprecia a su prójimo, pe- ca; | bienaventurado el que tiene mise- ricordia de los pobres. 22 ¿No yerra el que maquina el mal? | Pero el que obra el bien tendrá miseri- cordia y fidelidad. 23 En toda labor hay fruto; | pero la charlatanería empobrece. 24 La cordura del sabio es su coro- na ; | la necedad es el collar de los necios. 25 Salva las vidas el testigo veraz; | pero el que profiere mentiras es un ase- sino. Religión y Est ado 26 El temor de Yavé es la confianza del fuerte, | y sus hijos en él hallarán refugio. 27 El temor de Yavé es fuente de vida I que aleja de los lazos de la muerte. 28 El pueblo numeroso es el orgullo del rey; | en la falta de pueblo está la ruina del príncipe. 29 Es tardo a la ira el prudente; | el pronto a la ira hará muchas locuras. 3 « Corazón apacible es vida del cuer- po, | y la envidia es la caries de los hue- sos. 31 El que maltrata al pobre injuria a su Hacedor; | el que tiene piedad del pobre le honra. 32 El impío es arrastrado en su mal- dad; | el justo hallará refugio en su ino- cencia. 33 En el corazón del cuerdo reposa la sabiduría, I que se hace sentir aun entre necios. 34 La justicia engrandece a las nacio- nes; | el pecado es la decadencia de los pueblos. 35 Al ministro inteligente da el rey su favor; I al inepto, su desprecio. La mans edumbr e 1 C ' Una respuesta blanda calma la * 3 ira; | una palabra áspera enciende la cólera. 2 La lengua del sabio hace estimable la doctrina; | la boca del necio no dice más que sandeces. 3 Los ojos de Yavé están en todas par- tes | observando a los malos y a los bue- nos. 4 La lengua blanda es árbol de vida; | la áspera hiere el corazón. 5 El insensato desprecia la corrección paterna, | obra prudentemente el que la atiende. 6 En la casa del justo reina la abun- dancia; | en las rentas del impío, la tur- bación. 7 Los labios del sabio derraman sabi- duría, | no así el corazón del necio. 8 Yavé abomina el sacrificio del im- pío | y se agrada de la oración del justo. 9 Aborrece Yavé el camino del impío; | pero ama al que sigue la justicia. 10 Molesta la corrección al que va por mal camino, | pero el que aborrece la corrección morirá. 11 Están delante de Yavé el seol y el averno, I cuánto más los corazones de los hombres. 12 El petulante no quiere que le corri- jan, | por eso no va con los sabios. La felicidad 13 Corazón alegre hace buena cara, | pero la pena del corazón abate el alma. 14 El corazón prudente busca la sabi- duría, | pero la boca del necio se com- place en la necedad. 15 Los días del pobre todos son tris- tes, | pero la alegría del corazón es un perenne banquete. 16 Mejor es poco con el temor de Ya- vé | que muchos tesoros con la turbación. 1 7 Mejor comer legumbres donde hay amor | que comer buey cebado donde hay odio. 18 El iracundo promueve contiendas, | el que tarde se enoja aplaca las rencillas. 19 El camino del perezoso es seto de es- pinas, I el sendero de los rectos es llano. 20 El hijo sabio es la gloria de su padre; | el necio, la vergüenza de su madre. 21 Al falto de sentido le agrada la nece- dad, I pero el hombre prudente endereza sus caminos. 22 Frústranse los planes donde no hay consejo, | pero se logran por el consejo de muchos. 23 Gusta saber qué responder, | y la pa- labra dicha a tiempo, ¡cuánto bien hace! 24 El inteligente va hacia arriba por el camino de la vida, | para apartarse del se- pulcro abajo. Odiosos y caros a Di os 25 Asóla Yavé la casa del soberbio | y afirma los linderos de la viuda. 26 Son abominables a Yavé los pensa- mientos del malo | y le son gratas las pala- bras limpias. 27 Perturba su casa el codicioso, | pero el que aborrece las dádivas vivirá. 28 El corazón del justo medita la res- puesta, I pero la boca del impío echa fuera su maldad. 29 Lejos de los impíos está Yavé, I mas oye la oración del justo. 30 Rostro radiante alegra corazones, | y una buena nueva conforta los huesos. 31 Oreja que escucha la corrección salu- dable I tendrá su puesto entre los sabios. 683 PROVERBIOS 15- 17 32 El que tiene en poco la corrección me- nosprecia su alma, I el que la escucha ad- quiere entendimiento. 33 El temor de Yavé es enseñanza de sa- biduría, I y a la honra precede la sumi- sión. La provi denci a 1 R ' *"* e ' h ° m r , r e es preparar la men- •*• *» te, I pero es Yavé quien da la res- puesta de la lengua. 2 Al hombre le parecen buenos todos sus caminos, | pero es Yavé quien pesa las almas. 3 Encomienda a Yavé todos tus afanes | y se te lograrán tus pensamientos. 4 Todo lo ha hecho Yavé para sus fi- nes, I aun al impio para el día malo. 5 Aborrece Yavé al de altivo corazón, | pronto o tarde no quedará sin castigo. 6 Con misericordia y verdad se repara el pecado, I con el temor de Yavé se apar- ta el hombre del mal. 7 Cuando los caminos del hombre son gratos a Yavé, | aun a los enemigos se con- cilia. 8 Mejor es poco en justicia | que mu- chas rentas en injusticia. 9 Traza el corazón del hombre sus ca- minos, I pero es Yavé quien dirige sus pasos. El rey 10 Un oráculo son los labios del rey; | no falle, pues, el juicio de su boca. 11 Peso justo y balanza justa son de Yavé I y obra suya son las pesas de la bolsa. 12 Abominable es que los reyes hagan impiedad, ¡ pues por la justicia se afirman los tronos. 13 Agradan al rey los labios veraces | y ama al que habla rectamente. 14 La cólera del rey es heraldo de la muerte, | el hombre sabio la evitará. 15 En la alegría del rostro del rey está la vida, | su favor es como nube preñada de lluvia primaveral. Sabiduría y modest i a 16 Mejor adquirir sabiduría que adqui- rir oro, I tener inteligencia vale más que tener plata. 17 El camino derecho es apartarse del mal, I guarda su alma el que guarda su camino. 18 La soberbia es heraldo de la ruina, | y la altivez de corazón, de la caída. 19 Mejor es humillar el corazón con los humildes | que partir con los soberbios los despojos. 20 El que pone atención a la palabra ha- llará el bien, | y quien confía en Yavé es bienaventurado. 21 El sabio de corazón es tenido por sensato, ¡ y la blandura de los labios hace eficaz la doctrina. 22 Fuente de vida es la sabiduría para el que la tiene, | y es castigo del necio la ne- cedad. El don de la palabra 23 El corazón del sabio hace disertar su boca I y con sus labios avalora la doc- trina. 24 Panal de miel son sus suaves senten- cias, I dulzura del alma y medicina de los huesos. 25 Hay caminos que al hombre le pare- cen derechos, | pero a su fin son caminos de muerte. 26 El que trabaja, para si trabaja, | y su boca le estimula. 27 El impío se cava la fosa I y hay en sus labios como llama de fuego. 28 El perverso excita contiendas | y el chismoso aparta a los amigos. 29 El hombre malo lisonjea a su próji- mo I y le lleva por caminos no buenos. 30 El que hace guiños con los ojos ma- quina engaños, I y el que aprieta los la- bios ha hecho ya el mal. 31 Gloriosa corona es la canicie, | se ha- lla en el camino de la justicia. 32 Mejor que el fuerte es el paciente, I y el que sabe dominarse vale más que el que expugna una ciudad. 33 En el seno se echan las suertes, | pero es Yavé quien da la decisión. Bondad con el prój i mo n 1 Mejor es un pedazo de pan seco en paz | que la casa llena de carne de víctimas y de contiendas. 2 El siervo inteligente se impondrá al hijo deshonroso | y heredará con los her- manos. 3 El crisol para la plata, la hornaza para el oro, I mas los corazones los prueba Yavé. 4 El malo escucha al maldiciente | y el mentiroso da oídos a la lengua mordaz. 5 El que insulta al pobre insulta a su Hacedor I y el que se goza del mal aje- no no quedará impune. 6 Corona del anciano son los hijos y los nietos, I y los hijos, honra de los padres. 7 No está bien al necio la grandilocuen- cia, I cuánto menos al príncipe la men- tira. 8 Piedra de encanto es el cohecho para el que lo recibe; | adondequiera que se vuelva, cree tener buen suceso. 9 El que quiere amistad encubre las fal- tas, I el que las descubre se enajena el amigo. 10 Más efecto le hace al sensato un re- proche I que cien azotes al necio. PROVEIIIIIOS 17- 19 684 " Rl mal vado no busca más que hacer mal, I mas recibirá un cruel mensaje. 12 Mejor es dar con una osa a quien han arrebat ado la cría | que con un necio en el frenesí de su necedad. 13 El que devuelve mal por bien | no verá alejarse la desventura de su casa. i" Comenzar un pleito es dar suelta a las aguas; | deja la porfía antes que se encrespen. La justi ci a 15 Quien absuelve al reo y quien con- dena al inocente, | ambos son abomi na- bles a Yavé. 16 ¿De qué sirve el or o en manos del necio? | ¿Podrá compr ar la sabiduría? No tiene sentido. " E l amigo ama en t odo t i empo; | es un her mano para el día de la desventura. 18 Es necio el que estrecha la mano | em- peñándose por ot r o. 19 Ama el delito quien ama las ri ñas; I el que abre demasi ado la puert a de su casa busca su ruina. 2I > El de perverso corazón no hal l ará bien, [ y la lengua mendaz incurrirá en el mal. 2 ' El que engendra a un necio, par a su mal lo engendra; | el padr e del necio no gozará de alegría. 22 Corazón alegre hace buen cuer po; I la tristeza seca los huesos. 23 El inicuo acepta dádivas | para torcer el derecho. 24> El cuerdo tiene ante los ojos la sabi- duría ; | los ojos del necio se van hast a los confines de la tierra. 25 El hijo necio es el t orment o de su pa- dre | y la amargura de la que le engendró. 2 6 No está bien mul t ar al que tiene la razón, I pero menos aún castigar a gente honr ada cont ra justicia. Sabi durí a práct i ca 27 Es parco en pal abras quien tiene la sabiduría | y el hombr e sensato es de san- gre fría. 2 8 Aun el necio, si calla, pasará por sa- bio, | y por prudent e si cierra sus labios. < O l Busca pretextos el que se des- •1 *» vía, | y por cualquier cosa se en- furece. 2 Al necio no le agrada la prudencia, | sino sólo propal ar sus necedades. 3 Con la impiedad viene la deshonr a; | con la deshonra, la vergüenza. 4 Aguas profundas son las pal abras del hombr e; | arroyo desbordado fuente de la sabiduría. 5 No está bien tener aceptación del ros- t ro del impío | par a perjudicar al j ust o en la sentencia. Habl ar neci o 6 Los labios del necio mueven contien- das, | y su boca litigios. 7 La boca del necio es su rui na, | y sus labios, lazo para su vida. 8 Las pal abras del chismoso parecen dulces | y llegan hast a lo más hondo de las ent rañas. 9 El que es negligente en su l abor | es her mano del derrochador. 1° Torre fuerte es el nombr e de Yavé; I a ella se acogerá el justo y estará seguro. 11 La riqueza es para el rico fuerte ciu- dadel a; I le parece una alta mural l a. 12 Ant es de la caída se exalta el cora- zón del hombr e, | y a la gloria precede la humillación. 13 El que antes de haber escuchado res- ponde, | es tenido por fatuo para opr obi o suyo. 14 El áni mo del hombr e le sostiene en su aflicción; I pero ¿quién sostendrá el áni mo abat i do? 15 El corazón del sensato adqui ere sa- biduría, | y la oreja del sabio busca la enseñanza. Tri bunal es y pl ei t os 16 Las dádivas abren cami no al hom- bre | y le dan ent rada a los grandes. i ' Parece tener razón el que pri mero ex- pone su causa; | pero viene su adversari o y le descubre. 18 La suerte pone fin a los pleitos | y decide entre los grandes. i* Her mano ofendido es una ciudad fuerte, | y sus litigios son cerrojos de fortaleza. 2 0 Cada uno llena el vientre de los fru- t os de su boca | y se sacia del fruto de sus labios. 2 1 La muert e y la vida están en poder de la l engua; | cual sea el uso que de ella bagas, tal será el fruto. 2 2 El que halla una buena mujer halla un t esoro, I ha recibido un gran favor de Yavé. 2 3 El pobre habl a suplicante, I el rico responde durament e. El verdadero a mi g o 2 4 Hay amigos que sólo son par a rui- na, | pero los hay más afectos que un her- mano. | A 1 Mejor es el pobr e que anda en * •» sencillez de corazón [ que el de la- bios perversos y fat uo. 2 Ya el carecer de reflexión no es cosa buena, I pero el que además es precipita- do en su obrar, la yerra. 3 La necedad del hombr e tuerce sus ca- mi nos | y luego le echa la culpa a Yavé. 685 PROVERBIOS 19- 20 4 La riqueza allega muchos amigos, | pero al pobre sus amigos le abandonan. 5 Testigo falso no quedará sin castigo, | y el que esparce la ment i ra no escapará. 6 Al dadivoso le hacen muchos la rue- da, | t odos son amigos del munífico. 7 Al pobre aun sus her manos le aborre- cen, | ¡cuánto más le dejarán los ami gos! El que cultiva demasi adas amistades, lo pagará, I como el que corre t ras lo que no está a su alcance. El pr ude nt e y el ne c i o 8 El que adqui ere inteligencia se hace bi en a sí mi smo; | el que guarda el enten- di mi ent o hal l ará bien. 9 El que en falso atestigua no quedará i mpune, | y el que esparce la ment i ra pe- recerá. 1° No están bien al necio los deleites, | cuánt o menos a un esclavo mandar a los príncipes. 11 La cordura del hombr e detiene su cólera, | y es honr oso disimular una ofensa. i 2 Rugi do de león es la ira del rey; | su favor, como rocío sobre la hierba. 13 El hijo necio es el t or ment o de su pa- dre, | y gotera cont i nua la mujer quisqui- llosa. 1 4 Casa y hacienda, herencia son de los padr es; | pero una mujer prudent e es don de Yavé. 15 La pereza t rae el sueño | y el har agán hambr ear á. El t e mo r de Di o s 16 El que guarda la Ley, a sí mi smo se guar da; | el que menospreci a sus cami nos mori rá. 17 A Yavé presta el que da al pobr e, | El le dará su recompensa. is Castiga a t u hijo, que siempre hay es- peranza; I pero no t e excites hast a des- truirle. 19 El que mucho se ai ra pagará la pe- na, ! y más aún si guarda rencor. 2 0 Escucha el consejo y acoge la correc- ción, I para hacerte así sabio en lo futuro. 2 i Muchos proyectos hay en la ment e del hombr e, | pero es el consejo de Yavé el que permanece. 2 2 La misericordia es al hombr e prove- chosa, I y mejor es ser pobre que menti- roso. 23 El t emor de Yavé lleva a la vida, | el que de El está lleno no será visitado por la desventura. Co r r e c c i ó n y hol gazanerí a 2 4 Met e el perezoso su mano en el se- no, I ni para llevársela a la boca la sacará. 25 Castiga al petulante y se har á cuer- do el necio, | reprende al sensato y ganará en saber. 26 El que mal t rat a a su padre y ahuyen- ta a su madr e | es un hijo infame y deshon- roso. 2 7 No des oí dos, hijo mí o, al resenti- mi ent o, I que t e desviarías de los dictá- menes de la prudenci a. 2 8 El testigo falso se burl a de la justi- cia, I la boca del i mpí o se t raga la ini- qui dad. 2 9 Los castigos son para los petulantes, ¡ y los azotes para las espaldas de los necios. O ft 1 El vino es pet ul ant e, y los licores, £ " al bor ot ador es; | el que por ellos va haci endo eses no har á cosa buena. 2 La cólera del rey es el rugi do de un cachorro de l eón; | el que la provoca peca cont ra su vida. 3 Es honor par a el hombr e esquivar las cont i endas; | el insensato se mete en ellas. 4 El perezoso no ar a en invierno; | va luego en busca de la cosecha, y nada halla. 5 Aguas profundas son los pensamien- t os del hombr e, | pero el cuerdo sabe sa- carlas fuera. 6 Muchos son los que a porfía se dan por amigos, I pero ¿quién hal l ará el ami- go fiel? Rectitud 7 El j ust o anda por cami nos derechos; I bi enavent urados sus hijos después de él. 8 El rey sent ado en su t ri bunal | con su mi rar disipa el mal . 9 ¿Quién puede decir: He limpiado mi corazón, | estoy limpio de pecado? 1° Peso falso y falsa medi da | son abo- minables a Yavé. H Aun el ni ño da a conocer por sus acciones | si su obr a será luego recta y justa. i 2 El oí do que oye y el ojo que ve | son ambos obr a de Yavé. 13 No ames el sueño por que no te em- pobrezcas, I abre el ojo y t endrás pan en abundanci a. 1 4 «Mal o, mal o», dice el que compra, I mas en apart ándose se al aba. 1 5 Hay or o, hay piedras preciosas; | los labios del sabio son vaso precioso. Bue na s y mal as a dqui s i c i one s 16 Quítale la r opa al que salió fiador por un ext raño, [ retén la prenda del que a ext raños fio. 1 7 Es sabroso al hombr e el pan mal ad- qui ri do, I pero después se halla la boca llena de cascajo. 18 Asegura tus designios con el conse- jo I y haz la guerra con mucha reflexión. 1 9 El chismoso no guarda los secretos; I PROVUIIIIIOS 20-22 686 no le ent romet as con el suelto de lengua. -i' El que maldice a su padre o a su ma- dre | verá extinguirse su l ámpara en obscu- ridad tenebrosa. 21 Lo pr ont o y aprisa adqui ri do | no será después bendecido. 2 2 No di gas: «Devolveré mal por mal »; I confía en Yavé, que El te salvará. 23 Peso falso es abomi nabl e a Yavé, | y falsa bal anza no está bien. 2 4 De Yavé son los pasos del hombr e. I ¿Qué puede saber el hombr e de sus pro- pios destinos? 25 Lazo es al hombr e decir l uego: «Con- sagrado», [ para andar después pesqui- sando sobre el vot o. R e y y g o b i e r n o 26 El rey sabio disipa a los impíos | y hace t ornar sobre ellos la mal dad. 2 7 Candel a de Yavé es el espíritu del hombr e I que escudriña los escondrijos de las ent rañas. 2 8 Bondad y fidelidad guardan al rey, | y la clemencia sostiene los t ronos. 2 9 La fortaleza es la gloria de los jóve- nes ; | el or nament o de los anci anos, la ca- nicie. 30 Las señales del azote son medicina cont ra el mal I y sus llagas llegan a lo más hondo del corazón. O í * Ar r oyo de agua es el corazón del * * rey en mano de Yavé, | que El di- rige a donde le place. 2 Al hombr e siempre le parecen buenos sus caminos, I pero es Yavé quien pesa los corazones. 3 Haz justicia y juicio, | que eso es más grato a Yavé que el sacrificio. 4 Ojos altivos, corazón soberbio, | luz de los impíos, son pecado. 5 Los designios del diligente prospe- ran, | mas para el preci pi t ado t odo son pérdidas. Ma l i c i a i nút i l 6 Allegar tesoros con lengua ment i ro- sa | es desat ent ada vani dad y lazo mort al . 7 La rapi ña del i mpí o será su destruc- ción | por no haber queri do hacer jus- ticia. 8 El cami no del perverso es t ort uoso y desviado, | pero el del j ust o es derecho. 9 Mej or es vivir en un rincón del des- ván | que en cómoda casa con mujer quis- quillosa. i° El al ma del i mpí o desea hacer el mal , | no perdona ni a su ami go. 11 Por el castigo de! pet ul ant e aprende el i nexpert o; | el sabio, de la corrección saca ciencia. 12 El justo ve la caída del i mpí o | y có- mo son t rast ornados por la desventura. Ca r i d a d y j us t i ci a 1 3 El que cierra sus oí dos al clamor del pobre, I t ampoco cuando él clame hal l ará respuesta. 14 El presente en secreto aplaca el fu- ror, I y el don en el seno la fuerte ira. 1 5 Alegra al j ust o que se haga justicia, | pero al mal hechor le at erra. 16 El que se apar t a del cami no de la sa- bi durí a I vendrá a par ar en la compañí a de los muert os. 1? Vendrá a par ar en la miseria el que ama los deleites, | y el que ama el vino y los perfumes no se enriquecerá. 18 El rescate del j ust o es el i mpí o; I el de los rectos, el prevari cador. 1 9 Mej or es vivir en un desierto I que con mujer rencillosa e i racunda. 2 0 Codiciable y pi ngüe tesoro hay en la casa del j ust o, | pero el necio lo disipa. 2 i El que hace justicia y misericordia I hallará vida y honor. 2 2 El sabio expugna la ci udad fuerte | y destruye la fuerza en que se apoya. 2 3 El que guarda su boca y su lengua I se preserva de la angustia. 2 4 Soberbio y presunt uoso | es el que obr a con orgullosa saña. 2 5 Los deseos mat an al haragán, | por - que sus manos no quieren trabajar. 2 6 Hay quien está siempre codiciando, I pero el justo da con largueza. 2 7 Abomi nabl e es el sacrificio del im- pío, I sobre t odo si lo ofrece con mal a in- tención. 2 8 El testigo falso perecerá, | el hombr e verdadero mant i ene su pal abra. 2 9 El impío hace cara dura, | pero el jus- t o conoce los cami nos de aquél. El p o d e r d e Di o s 30 No hay sabiduría, no hay cordura, I no hay consejo cont ra Yavé. 31 Aprést at e el caballo par a el día del combat e, | pero la victoria es de Yavé. 0 0 1 Más que las riquezas vale el buen « ^ nombr e; | más que la pl at a y el or o, la buena gracia. 2 El rico y el pobr e se encuent ran, | pe- r o al uno y al ot ro los hizo Yavé. 3 El cuerdo ve el peligro y se esconde, | pero el necio sigue adel ant e y la paga. 4 Ri quezas, honr a y vida I son premi o de la humi l dad y del t emor de Yavé. 3 Espinas y lazos hay en el cami no del i mpí o; I el que guarda su al ma se aleja de él. 6 Instruye al ni ño en su cami no, | que aun de viejo no se apart ará de él. 7 El rico señorea sobre el pobre | y el que t oma prest ado es siervo del que le presta. 687 PROVERBIOS 22-23 8 El que siembra iniquidad cosecha des- vent ura I y t odos sus afanes son vanos. 9 El hombr e generoso es bendeci do, ¡ por que da al pobre de su pan. 1° Arroj a al petulante y se acabará la cont i enda, | y cesará el pleito y la afrenta. 11 Ama Yavé a los de pur o corazón, | y agrada al rey la gracia en el decir. i 2 Los ojos de Yavé prot egen al j ust o | y t rast orna los planes del perverso. 1 3 Di ce el perezoso: Fuera hay un león | que me mat arí a en medi o del cami no. 1 4 Sima profunda es la boca de la ex- t r aña; I aquel que es odi oso a Yavé cae en ella. 1 5 La necedad se esconde en el corazón del ni ño, | la vara de la corrección la ha- ce salir de él. 16 Opri mi r al pobr e es para provecho suyo, I dar al rico es t i rarl o. TERCERA PARTE SENTENCI AS DE LOS SABIOS (22,17-24,34) 1 7 Da oído y escucha las pal abras del sabio, I y aplica t u corazón para enten- derlas. * i 8 Pues te será dulce conservarla en tu pecho I y tenerla pr ont a en tus labios. 1 9 Par a que pongas en Yavé t u confian- za, [ t e señalo yo hoy sus cami nos. 2 0 ¿No te he escrito ya treinta senten- cias par a dart e consejo y enseñanzas? 2 i ¿Palabras sinceras para enseñarte la verdad, | par a que sepas responder a quien te pregunte? 2 2 No robes al pobre, por que es pobre, | ni quebrant es en las puert as al desvalido. 23 Por que Yavé defenderá su causa | y despojará a los que le despojan. 2 4 No te acompañes del i racundo | ni te vayas con el colérico, 25 Par a que no aprendas sus maneras | y no pongas lazos a tu vida. 2 6 No seas de los que dan la mano | y salen fiadores de un deudor ; 27 De ot ro modo, si no tienes con qué pagar, | te qui t arán de debajo de ti la cama. 28 No traslades los linderos antiguos | que pusieron tus padres. 29 ¿Has visto a uno solicito en sus co- sas? I Pues ant e los reyes estará, no que- dará entre la gente obscura. A l a me s a O O ! Cuando te sientes .a la mesa de « « un señor, | mi ra bien a quién tie- nes delante. 2 Y pon un cuchillo a tu gargant a | si sientes mucho apetito. 3 No codicies sus manjares delicados, I por que es pan engañoso. 4 No te empeñes en hacerte rico, I pon coto a t u ambi ci ón. 5 Pones en ello tus ojos y desaparece luego, I pues luego t oma el vuelo y se remont a al cielo. 6 No comas con el avaro | ni codicies sus manjares. 7 Por que él no piensa más que en sí. «Come y bebe», te di rá, | pero su corazón no está cont i go. 8 Y vomi t arás el bocado que comiste | y habr ás perdi do tus bl andas pal abras. 9 No hables a oí dos del necio, | que des- preciará tus sensatas razones. i" No traslades los ant i guos linderos | ni te met as en la heredad de los huérfanos. 11 Por que su defensor es fuerte, I que sentenciará por ellos cont ra ti. Docilidad i 2 Aplica t u corazón a la enseñanza, | y tus oí dos a las pal abras de los sabios. 1 3 No ahorres a tu hijo la corrección, | que por que le castigues con la vara, no mori rá. 1 4 Hiriéndole con la vara | librarás su al- ma del sepulcro. 1 5 Hijo mí o, si eres sabio, | se alegrará mi corazón, 16 Y se alegrarán mis ent rañas | si tus labios habl an cosas rectas. 1 7 No envidies a los pecadores, | antes persevera siempre en el t emor de Yavé; 1 8 Por que ciertamente t endrás un por- venir, I no verás defraudada t u espe- ranza. 1 9 Óyeme, hijo mí o, y sé sabio | y ende- reza t u corazón por buen cami no. 2 0 No te vayas con los bebedores de vi- no I ni con los comedores de carne. 2 i Por que el bebedor y el comilón em- pobrecerán I y el sueño hará vestir vesti- dos rot os. 2 2 Escucha a t u padre, al que te engen- dró, I y cuando envejeciere t u madr e no la desprecies. 2 3 Compr a verdad y no la vendas, | sa- biduría, enseñanza e inteligencia. 2 4 Mucho se alegrará el padr e del justo | y el que engendró a un sabio se gozará en él. 25 Alégrense, pues, t u padr e y tu ma- dre I y gócese la que te engendró. 26 Dame, hijo mí o, tu corazón | y pon tus ojos en mis cami nos. 2 7 Sima profunda es la ramera, | y pozo estrecho la extraña. 1 7 Este epígrafe pert enece al texto y encabeza esta segunda sección de proverbios (22,17- 24,22). PK1IVKIIIIHIM 2 3 - 2 4 688 28 Tambi én ella, como el l adrón, está al ucecho | y multiplica entre los hombres los prevaricadores. El b o r r a c h o 2 9 ¿A quién los ayes, a qui én los la- ment os, | a quién las cont i endas, a quién las quejas, I a quién los palos por nada, a quién los ojos hi nchados? 30 A quien se par a mucho ant e el vino, | a los que se van en busca de la mi xt ura. 31 No mires mucho al vino cuando r o- jea | y cuando espuma en el vaso; 32 Ent rase suavemente, pero al fin muer- de como sierpe | y pica como áspid. 33 Y tus ojos verán cosas ext rañas | y habl arás sin conci ert o; 3 4 Te parecerá estar acost ado en medi o del mar | y estar durmi endo en la copa de un árbol . 35 «Me han pegado y no me ha dol i do, | me han pi sot eado y no lo he sent i do; | cuando me despierte volveré a buscarl o». O A l No tengas envidia del mal vado, | ^ • ni desees ponert e en su l ugar; 2 Por que su corazón maqui na la r ui na | y sus labios no habl an más que par a dañar. 3 Con la sabi durí a se edifica la casa | y con la prudencia se afirma. 4 Con la ciencia se hi nchen tus grane- ros I de t odo lo más preci ado y deleitoso. 5 Hace más el sabio que el valiente, | el hombr e de ciencia más que el fuerte; 6 Por que con est rat agemas se hace la guerra, | y la victoria está en la muche- dumbre de los consejeros. 7 Demasi ado sublime es para el necio la sabi durí a; ¡ no abri rá su boca en las puert as. 8 El que maqui na el mal | será l l amado hombr e de mal os pensamientos. 9 El pensami ent o del necio es el peca- do, | y es abomi nabl e a los hombr es el pe- t ul ant e. 10 Si eres flojo en el t i empo bueno, | ¿qué fuerza t endrás el día de la desven- t ura? De b e r e s p a r a c o n el p r ó j i mo 11 Li bra al que es llevado a la muer t e; | al que está en peligro de muert e, sálvale. 12 Que si luego dijeres: «No lo sabía», | ¿no lo sabrá el que pesa los corazones? | Bien lo sabe el que vela por tu vida y dar á a cada uno según su merecido. 13 Come miel, hijo mí o, que es buena, | y el panal es muy dulce al pal adar. 14 Así es, sábelo, la sabiduría par a tu al ma; | si la adquieres, t endrás buen por- venir | y tu esperanza no quedará in- cumpl i da. 15 No aceches, ¡oh impío!, la mor ada del justo, | no saquees su casa. 16 Por que el j ust o, siete veces cae y se l evant a; | pero el i mpí o sucumbi rá en la desventura. 17 No t e goces en la rui na de t u ene- mi go, | no se alegre tu corazón al verle sucumbi r. 18 No lo vea Di os y le desagrade | y apart e de sobre él su ira. 19 No te ent romet as con los perversos, I no tengas envidia del i mpí o. 2 0 Por que el i mpí o no t endrá buen fin, | y la l ámpar a del mal vado será apagada. 21 Teme, hijo mí o, a Yavé y al rey, | y no te unas a los veleidosos; 2 2 Por que de improviso viene sobre ellos la perdición, | y el disfavor de ent r ambos, ¿quién lo conoce? Nu e v o s p r o v e r b i o s d e l os s abi os • 2 3 Tambi én éstas son sentencias de los sabios. | No está bien tener acepción de personas en el juicio. 2 4 Al que dice al cul pabl e: «Tú tienes la razón», | le detesta el puebl o y le maldicen las gent es; 25 Per o al que rect ament e juzga, t odo le va bien | y sobre él desciende fausta bendi ci ón. 2 6 Da un beso en los labios | quien da una buena respuesta. 2 7 Di spon tu obr a de fuera y prepára- tela en el campo; | luego la met erás en casa. 28 No testifiques de ligero cont ra el pr ój i mo; ] ¿quieres acaso engañar con tus labios? 29 No di gas: «Como me ha t r at ado a mí le t rat aré yo a él | y le daré lo que se merece». El p e r e z o s o 30 Pasé j unt o al campo del perezoso I y j unt o a la viña del insensato, 31 Y t odo eran cardos y ortigas que habí an cubierto su haz, 1 y su al barrada estaba destruida. 3 2 A su vista me puse a reflexionar; | aquello fue para mí una lección. 33 Un poco dormi r, un poco cabecear, | ot r o poco mano sobre mano, descan- sando. 34 Y sobreviene como correo la miseria | y como l adrón la indigencia. 23 Una sección más (23-34) que se atribuye a los sabios. 689 PROVERBIOS 25-26 C U A R T A P A R T E PARÁBOLAS DE SALOMÓN RECOGIDAS POR LOS SABIOS DE EZEQUÍ AS * (25,1-29,27) Nu e v o s p r o v e r b i o s d e S a l o mó n O r 1 Tambi én éstas son sentencias de « « * Sal omón, el rey, | coleccionadas por los varones de Ezequías, rey de Judá. 2 Gl ori a de Di os es encubrir las cosas I y honr a del rey escudriñarlas. 3 Como la al t ura del cielo y la pr o- fundidad de l a tierra, | así es i nsondabl e el corazón del rey. 4 Despoj a de escorias la pl at a, I y el pl at ero podr á hacer su obr a. 5 Apar t a al inicuo del l ado del rey, | y con la justicia se afirmará su t r ono. 6 No te alabes en presencia del rey | y no t e sientes en la silla de los grandes. 7 Pues mejor es que te di gan: «Sube acá», I que tener que ceder t u puest o a ot r o más grande. Lo s l i t i gi os 8 Lo que han visto tus ojos | no lo hagas en seguida objeto de litigio, | pues ¿qué har ás luego, | cuando venga t u ad- versario y te ponga en evidencia? 9 Defiende t u pleito cont r a t u adversa- ri o, I pero no descubras el secreto de ot r o, 10 por que no pueda i nfamart e quien te escucha, | sin que t enga remedi o tu des- honr a. 11 Fr ut o de or o en pl at o de pl at a | es la pal abr a dicha a t i empo. i 2 Zarcillo de or o y collar de plata | es un sabio amonest ador par a el oí do dócil. 13 Fr í o de nieve en el calor de la siega | es el mensajero fiel par a quien le manda, I que refresca el áni mo de su señor. i 4 Nube y viento sin lluvia | es el hom- bre que se jacta de vana liberalidad. 15 Con l ongani mi dad se aplaca el prín- cipe, I y la lengua bl anda abl anda los huesos. Mo d e r a c i ó n 16 Si encuent ras miel, come lo suficien- t e; I no te hart es y tengas que vomi- t arl a. 1 7 Pon rara vez t u pie en la casa del vecino, I no se hart e de ti y te aborrezca. 18 Maza, espada y aguda saeta | es el hombr e que en falso testifica cont ra su prój i mo. 1 Estas palabras pueden ser razonable fundamento de que estos varones de Ezequías fueron los compiladores del libro de los Proverbios. 21 Sentencia que preludia la doctrina del Evangelio sobre el perdón de los enemÍBos. San Pablo la cita en Rom 12,20. 1 9 Como diente quebr ado y pie que resbala | es la confianza del i mpí o al tiempo de la angustia | y como el qne se qui t a la r opa en día de frío. 2 <> Echar vinagre sobre el nat rón | es cant ar canciones al corazón afligido. 2 1 Si t u enemigo tiene hambr e, dale de comer; I si tiene sed, dale de beber. * 2 2 Pues así echas ascuas sobre su ca- beza; I Yavé te lo pagará. 23 El viento nor t e ahuyent a la lluvia; I el rost ro ai rado, la lengua det ract ora. 2 4 Mej or es estar en un rincón del des- ván I que con mujer rencillosa en casa espaciosa. 2 ' Agua fresca en la boca del sediento I es la buena nueva que viene de lejanas tierras. 2 * Fuent e t urbi a y manant i al infecto I es el j ust o que cede ant e el impío. 2 7 No hace bien comer demasi ada miel I y no es honr oso buscar la propi a gloria. 2 8 Ci udad desmant el ada y sin murallas I es el que no tiene domi ni o de sí mi smo. OR ' ^-omo nieve en el verano y Uu- «<»» via en la siega, | así conviene al necio la honr a. 2 Como pájaro vago y como golondri- na que vuela | es la imprecación sin mo- t i vo; no se cumple. 3 Par a el caballo el látigo, la cabezada par a el asno, | la vara para las espaldas del necio. 4 No respondas al necio según su nece- dad, I par a no hacert e como él. 5 Responde al necio como merece su necedad, | par a que no se tenga por sabi o. 6 Sus pies se cort a y daños sufre [ el que envía un mensaje por mano de un necio. 7 Como cojean las piernas del cojo, | así el proverbi o en l a boca del necio. 8 Como quien liga la piedra en la hon- da, I así es el que hace honor al necio. 9 Como r ama de espino en mano de un bor r acho, | así es el proverbi o en la boca del necio. 10 Como saeta que hiere a cualquiera que pasa, | así el que asalaria al necio y al bor r acho. 11 Como perro que vuelve a su vómi t o | es el necio que repite sus necedades. 12 ¿Has visto a uno que se cree sabio? | Más puedes esperar del necio que de él. El p e r e z o s o 1 3 Di ce el perezoso: «En el cami no hay una fiera, | un león en la plaza». 25 PROVERBIOS 26-28 690 1 4 Las puert as giran en sus quicios, | el perezoso en su lecho. 15 El perezoso met e la mano en el seno, I y se cansa aun par a llevársela a la boca. 16 El perezoso se cree prudent e | más que siete que sepan responder. El l i ti gi o 17 Coger a un perro por las orejas I es ent romet ert e en un pleito que no t e im- port a. 18 Como el loco que lanza llamas I y saetas mortíferas, 19 Tal es el hombr e que daña a su i-migo I y dice después: «Lo hice por br oma». 2 0 Por falta de leña se apaga el fuego, I y donde no hay chi smoso cesa la cont i enda. 21 Como el carbón para las brasas y la leña par a el fuego, I así es el chismoso para encender cont i endas. 2 2 Las pal abras del chi smoso son bo- cado suave I que baja hast a el fondo de las ent rañas. 2 3 Baño de pl at a sobre vasija de bar r o | es la pal abra lisonjera par a el corazón del mal vado. 2 4 El que aborrece se enmascara con los labios, I pero dent ro lleva la traición. 25 Cuando te habl a ami gabl ement e no le creas, | por que siente abomi naci ones que lleva dent ro del corazón. 26 Con doblez esconde su rencor, I pero su malicia será descubierta en la asamblea. 2 7 El que cava la fosa cae dent ro de ella, I y al que rueda una pi edra se le viene encima. 28 La lengua ment i rosa produce mu- chos males I y la boca lisonjera hace resbalar. n *J > No te jactes del día de mañana, | *< ' pues no sabes lo que dar á de sí. 2 Que te alabe el ext raño, no tu boca; | el ajeno, no tus l abi os. 3 Pesada es la piedra, pesada la ar ena; I pero la ira del necio es más pesada que ambas cosas. 4 Cruel es la ira, furiosa la cól era; | pero ¿quién podr á parar ant e la envidia? 5 Mejor es una abierta reprensión | que un amor encubierto. 6 Leales son las heridas hechas por quien ama, I pero los besos del que abo- rrece son engañosos. 7 El har t o pisotea la miel, ] pero al hambri ent o le es dulce lo amar go. 8 Como pajarillo fuera de su ni do | es el hombr e fuera de su pat ri a. 9 El perfume y el incienso alegran el corazón, 1 y el consejo y la ciencia son la delicia del al ma. OO 2 Asi los LXX. El texto masorético: «El ~ ^ I pero el hombre discreto las apaga». Ami g o s y ve c i nos i 10 No dejes al amigo ni al ami go de t u padre, | y no t endrás que ir a casa de tu her mano el día de la desventura. | Mej or es vecino cercano I que her mano lejano. 11 Sé sabio, hijo mí o, y compl áceme, | par a que pueda yo responder a quien me moteja. 12 Él prudent e ve el peligro y se escon- de, I el simple sigue adel ant e y la paga. 13 Cógele el vestido por haber salido fiador de ot r o, | y retén la prenda al que fio a un ext raño. 1 4 Al que a voces sal uda al vecino de madr ugada, I por maldición se le cuent a. 15 Got era incesante en día de lluvia | y mujer rencillosa, allá se van. 16 Qui en quiere contenerla pret ende pa- r ar el viento | o coger el aire con su diestra. 17 El hi erro con el hi erro se aguza, ] y el hombr e aguza a su prój i mo. i 8 El que guarda la higuera comerá su fruto, I y el que atiende a su señor recibirá de él honores. 19 Como se parece un agua a ot ra agua, 1 así el cor azón de un hombr e al de ot r o. 2 0 El seol y el averno no se llenan nun- ca, I y así el ojo del hombr e no se sacia j amás. 21 Como el crisol par a la pl at a y la hor naza para el or o, I así es par a el hom- bre la boca que le al aba. 2 2 Aunque majes al necio en el mort ero, | no le sacarás su necedad. Cu i d a d o d e l a g r e y 23 Cui da bien de t u grey | y pon aten- ción a tus r ebaños. 2 4 Por que no dur a siempre la riqueza, | ni la corona va de generación en genera- ción. 25 Sale el heno, aparece la verdura, | siéganse las hi erbas de los mont es; 2 6 Y los corderos te proporci onan ves- tidos, I y los cabri t os el precio de las l abores; 2 7 Las cabras, leche abundant e para t u comi da, I par a el mant eni mi ent o de t u casa I y par a el sust ent o de tus cri ados. O Q 1 Huye el mal vado sin que nadi e « O le persiga, I mas el j ust o va seguro como cachorro de león. 2 Por los delitos de una tierra son mu- chos sus gobernant es, I pero con uno in- teligente y prudent e dura largo t i empo. * 3 El perverso que opri me a los pobres | es un t o r b e l l i n o h u r a c a n a d o q u e no da pan. arrebato de los iracundos enciende las disputas. 691 PROVERBIOS 28-29 Obs e r vanc i a de la Le y 4 Los que abandonan la Ley al aban al i mpí o, I los que la guardan le hacen la guerra. 5 Los mal vados no conocen la justicia, | pero el que busca a Yavé lo sabe t odo. * Mejor es el pobre que anda en inte- gridad I que el rico de perversos cami nos. 7 El que guarda la Ley es hijo pruden- te, I el que se acompaña de glotones es vergüenza de su padre. 8 El que con usura y crecido interés aument a sus caudales, | para el que se api ada de los pobres lo allega. * 9 Es abomi nabl e la oraci ón | de aquel que se apar t a de la Ley. 10 El que a los rectos extravia de la buena senda | caerá en su propi a si ma, | pero los perfectos heredarán el bien. 11 El rico es sabio a sus propi os ojos, I pero el pobr e inteligente sabe sondearle. 12 C u a n d o prevalecen l os j ust os hay gran gloria, I pero cuando se alzan l os impíos se esconden los hombr es. 13 El que oculta sus pecados no pros- perará, I el que los confiesa y se en- mi enda alcanzará misericordia. 14 Bi enavent urado el hombr e que per- severa en el t emor, | pero el de dur o corazón caerá en la desventura. 15 León rugiente y oso hambr i ent o I es un mal príncipe a la cabeza de su puebl o. ' 6 Un príncipe insensato multiplica las extorsiones, ¡ pero el que aborrece la r api ña alarga la vida. 17 El hombr e que der r ama sangre | corre al sepulcro sin que nadi e le socorra. 18 El que anda en integridad será sal vo; I el que va por senderos t ort uosos, en algu- no caerá. 19 El que l abra la tierra t endrá pan abundant e, ( el que se va con los ociosos se har t ar á de pobreza. B o n d a d y e qui dad 2 0 El hombr e fiel será muy bendeci do, I el que de prisa se enriquece no lo hará sin culpa. 21 No es bueno tener acepción de per- sonas I y se peca por un pedazo de pan. 2 2 El mal o se apresura a hacerse ri co I y no ve que le vendrá la pobreza. 2 3 El que reprende hal l ará después ma- yor gracia | que aquel que lisonjea con la lengua. 2 4 El que r oba a su padr e o a su madr e y dice que no es mal o | es digno compa- ñero de bandi dos. 25 El hombr e codicioso suscita litigios, ] el que en Di os confía se sacia. 8 No es que sea ésta su intención, sino que herederos el avaro, vaya su hacienda a parar a ir 2 6 El que en sí mi smo confía es un necio, I el que anda en sabi durí a será salvo. 2 7 El que da al pobr e no t endrá po- breza, I el que apar t a de él sus ojos t endrá muchas maldiciones. 28 Cuando están en auge los impíos se esconde el hombr e, | mas cuando son des- t rui dos se multiplican los justos. O Q i El que reprendi do endurece su ¿tv cerviz, I de repent e será quebran- t ado sin remedi o. B u e n g o b i e r n o 2 Bajo el gobi erno de los j ust os está cont ent o el puebl o; | cuando mandan los impíos el pueblo suspira. 3 El que ama la sabi durí a alegra a su padre, I el que frecuenta rameras pierde su haci enda. 4 El rey con la justicia mant i ene el Est ado, I pero el venal lo lleva a la ruina. 5 El que adul a a su prój i mo | tiende un lazo a los pies de éste. 6 Bajo los pies del mal vado hay una t r ampa, I pero el justo cant a alegremente. 7 El j ust o reconoce el derecho de los humi l des, | pero al impío no se le da nada de él. 8 Los petulantes sublevan la ci udad, ¡ los sabios cal man la ira. 9 Si un sabio di sput a con un necio, | que se enoje, que se ría, no t endrá re- poso. 10 Los hombr es sangui nari os odi an al j ust o, I pero a los justos no se les da cui dado. 11 El necio desfoga t oda su ira, | pero el sabio acaba por cal marl a. 12 El príncipe que da oí dos a la mentira | t endrá ministros t odos mal os. 13 El pobr e y el usurero se encuent ran, | y es Yavé quien hace brillar los ojos de ent rambos. 14 El rey que hace justicia a los humil- des I hace firme su t r ono par a siempre. Ed u c a c i ó n 15 La vara y el castigo dan sabi durí a; | el muchacho consent i do es la vergüenza de su madr e. 16 Con el crecer de los mal os crece la iniquidad, | pero los justos verán su caída. 17 Corri ge a t u hijo y t e dar á cont ent o I y hará las delicias de tu al ma. 18 Sin profecía el puebl o va desenfrena- do, I pero el que guarda la Ley, dichoso él. 19 No con solas pal abras se corrige el esclavo, I por que entiende bien, pero de obedecer, nada. Dios, por ocultos caminos, hace que, privada de ianos de los pobres. PI I OVKI I I I I DM 29- 30 692 211 ¿Has visto a un hombr e preci pi t ado en el habl ar? | Más esperanzas que en él hay en el necio. 21 El que acaricia a su siervo como a un niflo, | al fin t endrá que arrepentirse. Su a v i d a d y h u mi l d a d 22 El i racundo levanta cont i endas | y el furioso muchas veces peca. 23 La soberbia t rae al hombr e la humi - llación, | pero el de humi l de corazón es ensalzado. 2 4 El encubri dor del l adrón a sí mi smo se odia, | oye el conjuro y no lo denuncia. 25 El t emor del hombr e es un lazo, | pero el que teme a Yavé está seguro. 2 6 Muchos son los que buscan el favor del príncipe, | pero el juicio de cada cual viene de Yavé. 2 7 El inicuo es hor r or par a el j ust o, I y hor r or par a el mal vado es el que obr a rectamente. Q U I N T A P A R T E SENTENCI AS DE VARIOS (30-31) PROVERBIOS DE AGUR O f\ 1 Di chos de Agur, hijo de Jaqué, «* » de Masa. * Di j o aquel var ón: Mucho me he fati- gado, ¡oh Di os! ; I mucho me he fatigado, ¡oh Dios!, y he perdi do la esperanza. 2 Por que soy un i gnorant e y menos que hombr e | y no tengo inteligencia de hombr e. 3 Pero Di os me enseñó, | y conocí la ciencia de los sant os. 4 ¿Quién subi ó a los cielos y bajó? | ¿Quién encerró los vientos en su puño? i ¿Quién at ó las aguas en su mant o? I ¿Quién fijó confines a la tierra? I ¿Cómo se llama? ¿Y cómo se llama su hi j o?* L a di vi na p a l a b r a 5 Toda la pal abra de Di os es acriso- lada, I es el escudo de quien en El confía. 6 No añadas nada a sus elogios, | por que no te reprenda y seas hal l ado men- tiroso. L a á u r e a me d i o c r i d a d 7 Dos cosas t e pi do, | no me las nie- gues antes de que muer a: 8 Tenme lejos de la ment i ra y del en- gaño I y no me des ni pobreza ni ri que- Ofi 1 El nombre de Agur es desconocido. O \J 4 El hombre que tiene un hijo puede ser llamado, por el nombre propio o por el de su hijo, padre de fulano. Un argumento del honor de la paternidad. 15 Semejante expresión se lee en los textos de Ras-Samra: «Hay dos sacrificios que aborrece Baal, y un tercero que aborrece el que cabalga en las nubes». zas. I Dame aquello de que he menester, 9 No sea que har t o te desprecie I y di ga: I «¿Quién es Yavé?», | o que, nece- sitado, robe I y blasfeme del nombr e de mi Di os. 10 No acuses al siervo ant e su a mo; I si no, te maldecirá y t endrás que oirle. L o p e o r d e l o p e o r 11 Hay quien maldice a su padre | y no bendice a su madr e. 12 Hay quien se cree limpio | y no ha l i mpi ado su i nmundi ci a. 13 Hay quien mi ra con altanería | y cuyos pár pados son altivos. 1 4 Hay gentes cuyos dientes son es- padas, I y cuchillos sus mol ares, 1 par a devorar a los pobres de la tierra | y raer de entre los hombr es a los menesterosos. Lo s i ns aci abl es 15 Dos hijos tiene la sanguijuela: Dame, dame. Tr es cosas hay que no se har t an ] y cuat r o que nunca di cen: «Bast a»: * 16 El seol, la mat ri z estéril, | la tierra, que no se har t a de agua, | y el fuego, que nunca dice «Basta». 1 7 Al que escarnece a su padr e I y pisotea el respeto de su madr e, | cuervos del valle le saquen los ojos | y devórenle aguiluchos. Cu a t r o ma r a vi l l a s 18 Tres cosas me son est upendas I y una cuar t a no llego a ent enderl a: 19 El rast ro del águila en los aires, | el rast ro de la serpiente sobre la roca, | el rast ro de la nave en medi o del mar | y el rast ro del hombr e en la doncella. 2 0 Este es el obr ar de la mujer adúlte- r a: I Después de haber comi do se limpia la boca I y di ce: «Nada de mal he hecho». Lo s i n s o p o r t a b l e s 2 1 Tres cosas hay que sublevan a la tierra | y una cuart a que no puede su- frirse : 2 2 Siervo que llegue a domi nar, | necio que se ve har t o de pan, 2 3 Aborreci da que llegue a encont rar mar i do 1 y esclava que herede a su señora. Co s a s p e q u e ñ a s , p e r o s abi as 2 4 Cuat r o cosas hay pequeñas en la tierra | que son, sin embar go, más sa- bias que los sabi os: 25 La hormi ga, puebl o nada fuerte, I 693 PROVERBIOS 30-31 El ogi o d e l a mu j e r f ue r t e 10 Alef: La mujer fuerte, ¿quién la ha- llará? I Vale mucho más que las perlas. * 11 Bet : En ella confía el corazón de su mari do | y no tiene nunca falta de nada. 12 Guí mel : Dal e siempre gusto, nunca disgustos, I t odo el t i empo de su vida. 13 Dál et : Ella se pr ocur a lana y lino | y hace las labores con sus manos. ' 4 H e : Es como nave de mercader, | que desde lejos se t rae su pan. 1 5 Va u: Todaví a de noche se levanta | y prepara a su familia la comi da | y la tarea de sus criadas. 16 Zaí n: Ve un campo y lo compra, I y con el fruto de sus manos pl ant a una viña. 17 Jet : Se ciñe de fortaleza I y esfuerza sus brazos. 18 Tet : Ve alegre que su tráfico va bien | y ni de noche apaga su l ámpara. 19 Yod: Coge la rueca en sus manos | y hace bailar el huso. 2 0 Caf: Tiende su mano al miserable | y alarga la mano al menesteroso. 21 Lamed: No teme su familia el frío de la nieve, | por que t odos en su casa tienen vestidos dobles. 2 2 Mem: Ella se hace tapices, | y sus vestidos son de lino y púrpura. 2 3 Num: Cel ebrado es en las puertas su mari do | cuando se sienta entre los ancianos del lugar. 2 4 Sámec: Hace una hermosa tela y la vende, | y vende al mercader un ceñidor. 25 Ayi n: Se reviste de fortaleza y de gracia | y sonríe ante el porvenir. 2 6 Pe: La sabiduría abre su boca I y en su lengua está la ley de la bondad. 2 7 Tsade: Vigila a t oda su familia | y no come su pan de balde. 28 Qof: Alzanse sus hijos y la acl aman bi enavent urada, I y su mari do la ensalza. 2 9 Res: «Muchas hijas han hecho proe- zas, I pero t ú a t odas sobrepasas». 30 Si n: Engañosa es la gracia, fugaz la belleza; | la mujer que teme a Di os, ésa es de alabar. 31 Ta u: Dadl e los frutos del t rabaj o de sus manos ! y alábenla sus hechos en las puertas. * 26 El damdn, que la Vulgata traduce por conejo, es un animal de la fauna de Palestina que no tiene nombre correspondiente en nuestra lengua. 0 - | * Hemos de decir lo mismo que de Agur: no sabemos quién sea este rey de Masa. " 1 10 Este canto a «la mujer fuerte» es ei canto a la matrona, al ama israelita, reina de su casa y gloria de su marido y de sus hijos. 31 Las puertas de las ciudades eran el lugar de reunión del pueblo. pero que se prepara su provisión en el ver ano; 26 El damán, puebl o nada esforzado, | que se hace su cubil en las rocas; * 2 7 La langosta, que no tiene rey, I y, sin embargo, avanza en escuadrones; 2 8 El l agart o, que se coge con la mano, | y, sin embargo, habi t a en los palacios de los reyes. 2 9 Tres cosas hay de buen andar I y aun cuat ro que muy bien se pasean: 30 E I león, el más fuerte de t odos los animales, | que no retrocede ant e nadi e; el gallo, que mar cha gallardo ent re sus gal l i nas; 31 El macho cabrí o, que va del ant e de su manada; I y el rey, que va a la cabeza de su ejército. 32 Si te alabaste sin dart e cuent a I o a sabiendas, mano a la boca; 33 Que bat i endo la leche se hace la mant eca, I y opri mi endo la nari z se saca sangre, | y opri mi endo la ira se excita la ri ña. PROVERBIOS DE LEMUEL 0 1 ' Sentencias de Lemuel, rey de Ma- « * sá, I sentencias que le enseñó su madr e: * El b u e n p r í n c i p e 2 ¡Qué, hijo mí o! ¡Qué, Lemuel! | ¡Mi pri mogéni t o!, ¿qué he de decirte? | ¡Qué, hijo de mis ent rañas! | ¡Qué, hijo de mi al ma! 3 No des a las mujeres tu vigor | ni tus cami nos a las que destruyen a los reyes. 4 No está bien, ¡oh Lemuel!, I no está bien a los reyes beber vino, | ni para quien gobi erna sorber licores. 5 Si no, bebe y se olvida de las leyes | y pervierte el derecho de los afligidos. 6 El licor dadl o a los miserables, | y el vino a los afligidos. 7 Que bebi endo olviden su miseria | y no se acuerden más de sus afanes. 8 Abr e tu boca por el mudo | y de- fiende al desvalido; 9 Abr e t u boca a la sentencia justa | y haz justicia al pobre y al miserable. E C L E S I A S T E S i. Eclesiastés, en hebreo Cohelet, vale tanto como predicador que habla a una asamblea. Una tradición judía transmitida por San Jerónimo atribuye este libro a Salomón, que lo habría escrito al fin de su vida, cuando, hastiado de los placeres y convencido de su vanidad, pronunció su famoso «vanidad de vanidades y todo vanidad*. El mismo libro parece confirmar esta sentencia cuando en boca del autor pone estas palabras: «Yo, Cohelet, fui rey de Israel en Jerusalén» (1,12). A pesar de todo, los expositores modernos tienen por cosa averiguada que el autor de este libro no es Sa- lomón ni ninguno de su época, sino un sabio israelita que vivió después de la cauti- vidad, acaso al fin del judaismo, cuando no se hablaba ya la lengua hebrea o, por el gran contacto con los extranjeros, se había llenado de palabras exóticas. 2. Este punto del autor, en un libro como éste, viene a ser, después de todo, poco menos que indiferente. Más importante es precisar el argumento que en su libro des- arrolla. Y esto no es cosa fácil de lograr. Veamos de intentarlo. Nuestros moralistas asientan su ciencia de las costumbres sobre el principio supremo del fin del hombre. Como sea el fin que el hombre se señala, así serán las normas de su vida. Los antiguos hebreos no se detenían a precisar ese supremo principio, pero in- sistían sobre otro a él inmediato: que toda la vida humana está sometida al juicio de Dios, que da a cada uno según sus obras. Este principio se repite frecuentemente en la Escritura del Antiguo Testamento. Pero ¿cuándo y cómo se realiza esta sanción del juicio divino? La Ley apenas nos habla más que de premios y castigos temporales. De aquí que para algunos sea en la presente vida donde se realizarán las sanciones divinas y el hombre conseguirá su fin, que es su felicidad. 3. Mas aunque la experiencia ofrezca algunos argumentos favorables a esta tesis, también ofrece otros muchos en contra de ella. El caso del malvado que pros- pera y triunfa y el del justo que es maltratado y perseguido no es infrecuente, y produce en quienes lo contemplan gran impresión. El libro de Job no tiene otro fin que discutir este problema. Los amigos del patriarca le acusan de impiedad, no por otra causa sino porque le ven caído de su antigua prosperidad en el fondo de la miseria. El pa- triarca protesta contra tal argumentación, y el Señor, que al fin se aparece para po- ner término al debate, lo hace ponderando la sabiduría de Dios, que el hombre no es capaz de escudriñar, pero sin aclarar el misterio. En algunos salmos se medita también sobre este mismo tema, y tales meditaciones ponen de relieve la grandeza de la fe de los salmistas, que parecen repetir las palabras de Job: «Aunque me mate, esperaré en Dios». 4. La fe en la supervivencia e inmortalidad del alma y la confianza en la justicia divina son comúnmente enseñadas en los libros del Antiguo Testamento, aunque en ellos aparezca a veces reflejada la opinión contraria, que no comparten los autores sagrados. Mas cómo había de ser la vida de ultratumba y cuál la manera de realizarse la justicia divina eran puntos obscurísimos, que poco a poco fue el Señor revelando. Ya en algunos salmos se nos deja entrever una esperanza de vida dichosa cerca de Dios. Mas son la Sabiduría, Daniel y el 2 de los Macabeos los que nos hablan clara- mente de la vida inmortal y dichosa junto al Señor y aun de la resurrección de los cuerpos. Esta doctrina fue aclarada y afianzada por Nuestro Señor y los apóstoles en el Nuevo Testamento. 5. En aquella obscuridad anterior vivía el Cohelet, que estudia el problema del fin del hombre con fe en la justicia suprema de Dios, pero sin la luz sobre los celestiales horizontes que las revelaciones posteriores nos descubren. Nada dispuesto a dejarse con- vencer por los argumentos de quienes aceptaban la doctrina de que Dios da en la pre- sente vida a cada uno según sus obras, se apoya, para contradecirla, en la experien- cia, y de sus argumentos deduce esta conclusión: disfrutemos de los bienes de Dios, pero sin olvidarnos de su justicia. 695 ECLESUSTÉS 1-2 A la luz de este principio, y teniendo presente cuan envuelta en tinieblas se hallaba la doctrina del fin supremo del hombre, nos podremos dar cuenta de las palabras del Cohelet, que algunos, sin suficiente fundamento, interpretan en sentido pesimista y ma- terialista. En substancia es esta obra una crítica de la solución que daban los sabios de Israel al problema antedicho. De aquí su carácter un tanto escéptico sobre las opiniones corrientes. 6. La lectura de este libro despierta en las almas el deseo de otras luces más con- soladoras, como son las que nos ofrecen los libros antes citados y más todavía el Nuevo Testamento. San Pablo, queriendo calificar la miseria de los gentiles, dice que viven sin esperanza. Al contrario, a los cristianos la esperanza que tienen en Jesús les hace dulces las tributaciones y la muerte misma: «Mi vivir es Cristo, y la muerte es para mí una ganancia». QTTMAP TO Prólogo (1,1-11). Cuerpo de la obra (1,12-12,8). Epí- suiviiiruu logo (l2t9 . I4h PROLOGO ( 1, 1- n) Vani dad de las cosas humanas I 1 Razonamientos de Cohelet, hijo de David, rey de Jerusalén: 2 Vanidad de vanidades, dijo el Cohe- let; vanidad de vanidades; todo es va- nidad. 3 ¿Qué provecho saca el hombre de todo por cuanto se afana debajo del sol? No hay nada bueno 4 Pasa una generación y viene otra, pero la tierra es siempre la misma. 5 Sale el sol, pónese el sol y corre con el afán de llegar a su lugar, de donde vuel- ve a nacer. 6 j i r a el viento al mediodía, gira al norte, va siempre dando vueltas y retorna a sus giros. 7 Los ríos van to- dos al mar, y la mar no se llena; allá de donde vinieron tornan de nuevo, para volver a correr. 8 Todo trabaja más de cuanto el hom- bre puede ponderar, y no se sacia el ojo de ver ni el oído de oir. ' Lo que fue, eso será. Lo que ya se hizo, eso es lo que se hará; no se hace nada nuevo bajo el sol. 10 Una cosa de la que dicen: «Mira esto, esto es nuevo», aun ésa fue ya en los siglos anteriores a nosotros; n no hay memoria de lo que precedió, ni de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después. * CUERPO DE LA (1,12-12,8) OBRA Vani dad de la ciencia 12 Yo, el Cohelet, he sido rey de Is- rael, en Jerusalén, * 13 y me propuse en el corazón hacer sabiamente investigaciones y pesquisas sobre todo cuanto hay bajo los cielos. Es una dura labor dada por Dios a los hijos de los hombres para que en ella se ocupen. 14 Miré todo cuanto se hace bajo el sol, y vi que todo era vanidad y apacen- tarse de viento. 15 Lo tuerto no puede enderezarse, y lo falto no puede comple- tarse. 16 Y dije para mí: «Heme aquí engran- decido y crecido en sabiduría, más que cuantos antes de mí fueron en Jerusa- lén, y hay en mi mente mucha ciencia y sabiduría». 17 Di, pues, mi mente a co- nocer la sabiduría y a entender la locura y los desvarios, y vi que también esto es apacentarse de viento, 18 porque don- de hay mucha ciencia hay mucha moles- tia, y creciendo el saber crece el dolor,* Vani dad de los placeres 2 1 Dije en mi corazón: «Ea, probe- mos la alegría, a gozar los placeres». Pero también esto es vanidad. 2 Dije de la risa: «Es locura», y de la alegría: «¿De qué sirve?» 3 Me propuse regalar mi carne con el vino, mientras daba mi mente a la sabi- duría, y me di a la locura, hasta llegar a •1 H El curso constante y uniforme de la naturaleza contrasta con el de la vida humana, agi- I tada y que declina siempre hacia su fin. Esto es triste para el hombre cuando en lo alto no 'brilla la estrella de una esperanza eterna. 12 La literatura seudoepigráfica abundaba entre los judíos, y a Salomón, fuera de este libro se le atribuyó también el de la Sabiduría y mis tarde los Sainos d« Salomón no canónicos. ' 18 No sólo la fatiga de adquirir la ci«aci«, sino el dolor qut produce una ciencia siempre im- perfecta, que ofrece más diñeultades angustiosas que solucioftos tranquilizadoras, es molesta para el hombre. ECLES1ASTÉS 2- 3 696 saber qué fuese para el hombre lo mejor de cuanto acá abajo se hace durante los contados días de su vida. 4 Emprendí grandes obras, me construí palacios, me planté viñas, 5 me hice huer- tos y jardines y planté en ellos toda suer- te de árboles frutales. 6 Me hice estanques para regar de ellos el bosque donde los árboles crecían. 7 Compré siervos y sier- vas y tuve muchos nacidos en mi casa; tuve mucho ganado, vacas y ovejas, más que cuantos antes de mí hubo en Jerusa- lén. 8 Amontoné plata y oro, tesoros de reyes y provincias. Híceme con cantores y cantoras y con cuanto es deleite del hombre, princesas sin número. 9 Fui gran- de, más que cuantos antes de mí fueron en Jerusalén, conservando mi ciencia. 10 Y de cuanto mis ojos me pedían, nada les negué. No privé a mi corazón de goce alguno, y mi corazón gozaba de toda mi labor, siendo éste el premio de mis afanes. u Entonces miré todo cuan- to habían hecho mis manos y todos los afanes que al hacerlo tuve, y vi que todo era vanidad y apacentarse de viento y que no hay provecho alguno debajo del sol. Vanidad de la sabiduría 12 Me volví a mirar a la sabiduría, a la estulticia, a la necedad, porque ¿qué hará el hombre que viene en pos del rey? Lo que ya se ha hecho. 13 Y vi que la sabiduría sobrepuja a la ignorancia cuanto la luz a las tinieblas. 14 El sabio tie- ne ojos en la frente y el necio anda en tinieblas. Vi también que una misma es la suerte de ambos. 15 Y dije en mi corazón: «También yo tendré la misma suerte del necio; ¿por qué, pues, hacerme sabio, qué provecho sacaré de ello?» Y vi que también esto es vanidad, 16 porque del sabio, como del necio, no se hará eterna memoria, sino que todo, pasado algún tiempo, pronto se olvida. Muere, pues, el sabio igual que el necio. 17 Por eso aborrecí la vida, al ver que cuanto debajo del sol se hace, todo es va- nidad y apacentarse de viento, ' 8 y aborre- cí todo cuanto había hecho bajo el sol, porque todo tendré que dejarlo a quien vendrá después de mí. »» ¿Y quién sabe si ése será sabio o será necio? Y con todo, dispondrá de todo mi trabajo, de I lo que me costó estudio y fatiga debajo del sol. También esto es vanidad. 20 Y desesperé en mi corazón de todo el tra- bajo que he hecho debajo del sol, 21 por- que quien trabajó con conocimiento, con pericia y buen suceso, tiene después que dejárselo todo a quien nada hizo en ello; también esto es vanidad y mal grande. 22 Pues ¿qué le queda al hombre de todo su afanarse y fatigarse con que debajo del sol se afanó? 23 Todos sus días son dolor y todo su trabajar fatiga, y ni aun de noche descansa su corazón. También esto es vanidad. * 24 No hay para el hombre cosa mejor que comer y beber y gozar de su trabajo, y vi que esto es don de Dios. 2S Porque ¿quién puede comer y beber sino gracias a El? 2 <> Porque al que le es grato le da sabiduría, ciencia y gozo, pero al peca- dor le da el trabajo de allegar y amonto- nar para dejárselo después a quien Dios quiera. También esto es vanidad y apa- centarse de viento. * Todo a su tiempo 3 1 Todo tiene su tiempo y todo cuan- to se hace debajo del sol tiene su hora. * 2 Hay tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; 3 tiempo de he- rir y tiempo de curar; tiempo de destruir y tiempo de edificar; 4 tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de lamentarse y tiempo de danzar; 5 tiempo de esparcir las piedras y tiempo de amontonarlas; tiempo de abrazarse y tiempo de separar- se; 6 tiempo de ganar y tiempo de per- der ; tiempo de guardar y tiempo de ti- rar ; 7 tiempo de rasgar y tiempo de co- ser; tiempo de callar y tiempo de hablar; 8 tiempo de amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz. I ncer t i dumbr e de lo por venir 9 ¿Qué provecho saca el que se afana de aquello que hace? 10 Yo he mirado el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que en él se ocupen. 11 Todo lo hace El apropiado a su tiem- po, y ha puesto además en el alma la idea de la perduración, sin que pueda el hombre descubrir la obra de Dios desde el principio hasta el fin. l 2 Conocí que 2J 23 El sabio hace ventaja al necio e ignorante (v.13 s.); pero, después de todo, cuanto se afana en la vida no le da la felicidad, y al fin viene a morir igual que los otros, sin dejar en pos de sí otra memoria que los demás mortales. 26 En este supuesto, la conclusión final es que lo práctico será disfrutar de los bienes de la vida, que son don de Dios. En esta última frase, el Cohelet se levanta por encima del vulgar materialista. Con todo, esto no sacia el corazón ni basta para nacerlo feliz. ^ ' E l pensamiento de este trozo (1-15) parece ser el mismo de antes. Todo marcha igual, y en ello el hombre no encuentra la felicidad. No queda, pues, otra cosa sino gozar los bienes y «hacer el bien». 697 ECLESIASTÉS 3-5 no hay para él otro bien que gozarse y procurarse el bienestar en su vida, '3 pues el que uno coma, beba y se goce de su trabajo, don es de Dios. 14 Conocí que cuanto hace Dios es permanente y nada se le puede añadir, nada quitar, y hace así Dios que se le tema. 15 Lo que es, eso fue ya, y lo que fue, eso será, y Dios vuelve a traer lo que ya pasó. Desórdenes sociales 16 Otra cosa he visto debajo del sol: que en el puesto de la justicia está la injusticia, y en el lugar del derecho, la iniquidad. * 1 7 Por eso me dije: Dios juz- gará al justo y al injusto, porque hay un tiempo destinado para todo y para toda obra. 18 Di jeme también acerca del hombre: Dios quiere hacerles ver y conocer que de sí son como las bestias;* 19 porque una misma es la suerte de los hijos de los hombres y la suerte de las bestias, y la muerte del uno es la muerte de las otras, y no hay más que un hálito para todos, y no tiene el hombre ventaja so- bre la bestia, pues todo es vanidad. 2t > Unos y otras van al mismo lugar; to- dos han salido del mismo polvo; y al polvo vuelven todos. 21 ¿Quién sabe si el hálito del hombre sube arriba y el de la bestia baja abajo, a la tierra? 22 Y vi que no hay para el hombre nada mejor que gozar de su trabajo, pues ésa es su parte; ¿y quién le dará a conocer lo que ha de venir después de él? 4 1 Tórneme y vi las violencias que se hacen debajo del sol, y las lágrimas de los oprimidos sin tener quien los con- suele, y la fuerza en mano de los opre- sores sin tener aquéllos consolador. 2 Y proclamé dichosos a los muertos que se fueron más dichosos que los vivos que viven todavía 3 y más dichosos aún a los que nunca vivieron y no vieron lo malo que debajo del sol se hace. * 4 Vi también que todo trabajo y cuan- to de bueno se hace mueve la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y apacentarse de viento. 16 En el trono, que debe ser asiento de la justicia, se ven con frecuencia sentadas la tiranía y la injusticia. Esto exige la intervención de Dios como Juez supremo, y el Cohelet la espera. 18 Para entender este punto obscuro, en que algunos quieren ver el materialismo del Cohelet, es preciso colocarse en el mismo punto de vista del autor. En la incertidumbre de cómoDios dará a cada uno según sus obras, y miradas las cosas conforme aparecen, no se ve diferencia entre el fin del hombre y el de la bestia: ambos acaban en el sepulcro y para ambos acaba el mundo. Por eso concluye como atrás, que no le queda al hombre más que gozar de su trabajo (v.23). 3 Esta sentencia del Cohelet ante las miserias que añigen al hombre encesta vida son la gene- ralización de las expresiones de Jeremías y Job cuando se sentían oprimidos de dolor. 8 Hermosa sentencia. Es, en efecto, una gran miseria la del avaro, que se afana en allegar ri- quezas, las cuales ni él ni sus hijos han de gozar. 15 ¿Nació el joven con derecho al trono, pero se vio privado de él por ser pobre, o nació pobre, pero sabio y predestinado al trono? En ambos casos vale más que el rey necio. 5 El necio se cruza de manos y se come su carne. 6 Ma S vale una sola mano llena en reposo que las dos llenas en trabajo y en vanos afanes. 7 Volvíme de nuevo y vi otra vanidad debajo del sol: 8 un hombre solo que no tiene sucesor, que no tiene hijo ni her- mano y no cesa nunca de trabajar ni se hartan sus ojos de riquezas. ¿Para quién trabajo yo y me someto a privaciones? También esto es vanidad y duro trabajo. * Ventajas de la compañía 9 Más valen dos que uno solo, porque logran mejor fruto de su trabajo. 10 Si uno cae, el otro le levanta; pero ¡ay del solo, que si cae, no tiene quien le levante! 11 También si duermen dos juntos, uno a otro se calientan; pero el solo, ¿cómo podrá calentarse? 12 Si uno es agredido, serán dos a defenderse, y la cuerda de tres hilos no es fácil de romper. *3 Más vale mozo pobre y sabio que rey viejo y necio, que no sabe escuchar los consejos. 14 Aquél, aun de la cárcel podrá salir para subir al trono, aunque en su reino haya nacido pobre, is Vi que todos los que andan y viven debajo del sol se iban con aquél, con el mozo que le quitó su puesto. * 16 No tenía fin la muchedumbre del pueblo que lo seguía; sin embargo, los que vengan detrás tam- poco estarán contentos de él, porque también esto es vanidad y apacentarse de viento. Deberes para con Di os 17 Pon atención a tus pasos al acercar- te a la casa de Dios; llegarse dócilmente vale más que el sacrificio de los insensa- tos, que no saben hacer más que el mal. 5 1 No seas precipitado en tus palabras y que tu corazón no se apresure a proferir una palabra delante de Dios, que en los cielos está Dios y tú en la tierra; sean, pues, pocas tus palabras. 2 Porque de la muchedumbre de las ocu- paciones nacen los sueños, y de la mu- chedumbre de las palabras, los despro- pósitos. 3 Si haces voto a Dios, no tardes en 4 KXEHASTÍ8 5-7 698 cumplirlo, que no hallan favor los ne- gligentes; lo que prometes, cúmplelo. *Mej or es no promet er qae dejar de cumpl i r lo promet i do. 5 No consientas que t u boca te haga culpable, y no digas luego ante el sacerdote que fue inadver- tencia, pues se irritaría Di os cont ra tu pal abra y destruiría las obras de tus ma- nos ; 6 pues de la muchedumbre de los cuidados nacen los sueños, y de la mu- chedumbre de las pal abras, los despro- pósitos. Teme, pues, a Di os. I nj ust i ci as 7 Si ves en la región la opresi ón del pobr e y la violación de la justicia y del derecho, no te sorprendas, porque por encima del grande hay ot ro más grande que vela, y encima de ambos, ot r o ma- I yor. * 8 El fruto del campo es para t odos, y aun el rey es para el campo. 9 El que ama el dinero no se ve har t o de él, y el que ama los tesoros no saca de ellos provecho al guno; t ambi én esto es vanidad. 10 Con la mucha hacienda, muchos son los que la comen; y ¿qué saca de ella el amo, más que verla con sus oj os?* H Dul ce es el sueño del trabajador, coma poco, coma mucho; pero la har t ur a no deja dormi r al rico. Af a ne s i nút i l es l 2 Hay un trabajoso afán que he visto debajo del sol : riquezas guardadas para el mal de su dueño. 13 Piérdense esas ri- quezas en un mal negocio, y a los hijos que engendra no les queda nada en la mano. 14 Como desnudo salió del seno de su madre, desnudo se t ornará, yéndo- se como vino, y nada podrá t omar de sus fatigas para llevárselo consi go. 1 5 Tam- bién esto es un triste mal, que como vino, así haya de volverse y nada pueda lle- varse en la mano de cuant o t rabaj ó; 16 y sobre esto, comer t odos los días de su vida en tinieblas, en afán, dol or y mi - seria. El b i e n 17 He aquí lo que yo he hal l ado de bi en: que es bueno comer, beber y dis- frutar, en medi o de t ant os afanes con que se afana el hombr e debajo del sol los cont ados días que Di os le concede, pues ésta es su par t e; * i s y el haber re- cibido de Di os riquezas y haci enda y facultad de gozar de ellas, alegrándose con su part e en medi o de sus afanes, es t ambi én don de Di os ; 19 no t endrá mucho en qué pensar en los días de su vida, por que Di os le llenó de alegría el corazón. De s e o s i ns a c i a dos 6 1 Hay un mal que yo vi debaj o del sol y que pesa muy gravemente so- bre el nombr e. 2 Uno a quien Di os dio riquezas, haci enda y honr a, y a quien nada le falta de cuant o su deseo puede desear, pero a quien Di os no le deja gozar de t odo eso, sino que lo gozan los extraños. Est o es vani dad y mal t ra- bajo. 3 Aunque tenga cien hijos y viva muchos años, si no se har t ó su al ma del bien y ni siquiera halla sepultura, 4 digo que mejor que él es el abort i vo, que si en vano vino y obscurament e se va y cubren su nombr e las tinieblas, 5 y ni vio el sol ni supo nada, t odaví a más quietud goza que aquél, 6 y aunque dos veces mil años viviese sin gustar el bien, ¿no irían t odos esos años por el mi smo cami no? 7 Todo el trabajo del hombr e es par a su boca, y nunca se har t a su al ma. 8 ¿Cuál es la ventaja del sabio sobre el necio? ¿Cuál la del pobre que sabe ir su cami no? 9 Mejor es prever que perderse en deseos, y también esto es vani dad y apacentarse de viento. 10 El que es, ya tiene nombr e, y ya se sabe que es un hombr e y que no podr á cont ender con quien es más fuerte que él. u Ci ert o, muchas pal abras aumen- t an la vani dad, pero ¿qué provecho hay en eso para el hombr e 12 y quién sabe qué es lo mejor para él en los días de la vida de su vani dad, que pasa como sombra? ¿Quién dará a saber al hombr e lo que después de él sucederá debajo del sol? L o me j o r 7 1 Mej or es el buen nombr e que el ol oroso ungüent o, y mejor el día de la muert e que el del naci mi ent o. * IT 7 Esta opresión del pobre y esta conculcación de la justicia era ya en la antigüedad, y lo es ^ todavía para las almas de poca fe, una prueba torturadora. El Eclesiastés no se sorprende de ella, porque está seguro de que por encima de los hombres hay uno que hará justicia. 10 He aquí una hermosa observación sobre las ventajas del que tiene mucho: que puede ali- mentar a muchos y gozarse en el placer de ellos. Así dice una sentencia, atribuida al Señor, que «es mejor dar que recibir» (Act 20,35). 17 En medio de la obscuridad en que vive sobre su felicidad futura, la mejor parte del hom- bre en esta vida, en medio de los afanes de ella, es aprovecharse de los bienes que Dios le otorgó y disfrutarlos el tiempo que Dios mismo le conceda. Esta idea responde a la antigua de que Dios remunera la virtud con abundancia de bendiciones en la vida presente (Lev 26,3-13; Dt 28,1-14). I ' Consideradas las miserias y vanidades de la vida, mejor es la salida de ella que la entrada. 699 ECLESIASTÉS 7-8 2 Mejor ir a casa en l ut o que ir a casa en fiesta, por que aquél es el fin de t odo hombr e, y el que vive reflexiona. 3 Me- j or es la tristeza que la risa, por que la tristeza del rost ro es buena para el co- razón. 4 El corazón del sabio está en la casa en l ut o, el corazón del necio está en la casa en placer. 5 Mejor es oir el reproche de un sabio que escuchar las cantilenas de los ne- cios, s por que cual el chisporrotear del fuego bajo la caldera, tal es el apl auso de los necios, y también esto es vanidad. 7 Por que la opresión puede hacer enlo- quecer al sabio y las dádivas corrompen el corazón. 8 Mejor es el fin de una cosa que su principio, y mejor es el de áni mo cal mo que el irascible. 9 No te apresures a eno- jarte, por que la ira es propi a de necios. 10 Nunca di gas: ¿Por qué es que los tiempos pasados fueron mejores?, por- que nunca pregunt arás esto sabiamente. * u Buena es la ciencia con hacienda, y es una ventaja para los que ven el sol. l 2 Por que escudo es la ciencia y escudo es la riqueza, pero excede la sabiduría, que da la vida al que la tiene. 13 Cont empl a la obr a de Di os, porque ¿quién podrá enderezar lo que El tor- ció? 1 4 En el día del bien goza del bien, y en el día del mal reflexiona que lo uno y lo ot ro lo ha dispuesto Di os, de modo que el hombr e nada sepa de lo por venir. 15 De t odo he visto en mis fugaces dí as: justo que muere en t oda su justicia e i mpí o que con t odas sus iniquidades campa largo tiempo. 16 No quieras ser demasi ado justo ni demasi ado sabi o: ¿para qué quieres des- t rui rt e?* 1 7 No hagas mucho mal ni seas i nsensat o: ¿por qué has de querer morir ant es de tiempo? 18 Bien te estará esto sin dejar aquello, que el que teme a Di os saldrá con t odo. Va l or de l a s a bi dur í a 1 9 La sabiduría da al sabio una fuerza superior a la de diez potentes que gobier- nan la ciudad. 20 Cierto, no hay justo en la tierra que haga sólo el bien y no peque. * 10 Dijo también nuestro poeta que «cualquier tiempo pasado fue mejor»; pero esto para el que sufre las calamidades del presente y no ve del pasado sino los bienes. 16 Bajo una expresión dura es preciso buscar un pensamiento verdadero y que esté en armonía con la doctrina del Cohelet. Supuesto que este consejo va dirigido al justo, le inculca que evite la excesiva preocupación, el escrúpulo por la observancia de la Ley, que no deja de dañar al espíritu. Al revés, el versículo siguiente se dirige al que lleva una vida despreocupada. A éste le advierte atender a las consecuencias de la vida disoluta, siquiera por amor de la vida misma. 2 0 Esta sentencia concuerda con aquella de San Juan: «Si alguno dice que no tiene pecado, miente y a sí mismo se engaña» (1 Jn 1,8). Por esto Jesucristo nos pone en los labios esta petición: «Perdónanos nuestras deudas», etc. 28 En los Proverbios (7,4-23) hallam»» repetidos esos juicios desfavorables de la mujer. Ya se deja entender que tales juiciw no tañían, «n la »n«nt« dal autor sagrado la universalidad que sus expresiones aparentan. Seguramente que el Cohelet no incluía a su madre ni a la madre de sus hijos en tales juicios pesimistas. 21 Tampoco apliques tu corazón a t odo lo que se dice, para no tener que oir a tu siervo decir mal de ti. 22 Sabe muy bien tu conciencia que tú muchas veces has habl ado mal de ot ros. 23 Todo esto he queri do buscarlo en la sabiduría, y dije: Qui ero hacerme sabi o; pero la sabiduría está lejos de mi. 24 Le- j os se queda lo que estaba lejos, y pro- fundo lo profundo. ¿Quién lo alcanzará? L a mu j e r 25 He rodeado con mi corazón por sa- ber e inquirir la sabiduría y la razón y por conocer la mal dad de la insensatez y los desvarios del error. 26 Y hallé que es la mujer más amarga que la muert e y lazo para el corazón, y sus manos, at aduras. El que agrada a Di os escapará de ella, mas el pecador en ella quedará preso. 21 Ésto hallé, dice el Cohelet, pesando las cosas una por una para hallar la ra- zón. 28 Lo que busca mi alma y no lo halla: entre mil hallé un hombre, mas mujer entre todas, ni una hallé. * 29 Lo que hallé fue sólo est o: que Dios hizo recto al hombre, mas ellos se buscaron muchas perversiones. El h o mb r e d e b i e n 8 1 ¿Quién como el sabio? ¿Quién co- mo el que sabe explicar las cosas? La sabiduría del hombr e alegra el ros- t r o y templa su aspereza. 2 Guar da el mandat o del rey como el j urament o hecho a Di os. 3 No te apresu- res a alejarte de su presencia ni persis- tas en cosas que le desagraden, por que puede hacer cuant o quiere, 4 pues la pa- labra del rey es eficaz, y ¿quién podrá decirle: Qué es lo que haces? 5 El que guarda los mandami ent os no t endrá mal, y la ment e sabia conoce el tiempo y el juicio; 6 que para t oda cosa hay tiempo y juicio y es mucho afán el que pesa sobre el hombre, 7 porque no sabe lo que vendrá después, ¿y quién po- drá decirle cuándo ha de suceder? 8 No tiene poder el hombr e sobre el espíritu para detenerle ni tiene poder sobre el ECLESIASTÉS 8-9 700 día de la muerte; no hay armas para tal guerra ni podrá la iniquidad salvar al reo de ella. La vi rt ud, desconocida 9 Esto he visto poniendo atención a cuanto sucede bajo el sol, en tiempos en que el hombre domina sobre el hom- bre para su mal. 10 Vi a impíos recorda- dos, mientras que los que habían hecho el bien se iban del lugar santo y eran olvidados en la ciudad; también esto es vanidad:* n Que la sentencia contra el mat no se ejecute prontamente, y por esto el corazón de los hijos de los hom- bres se llena de deseos de hacer el mal; 12 que hace el pecador cien veces el mal y pervive; con todo, yo sé que los que temen a Dios tendrán el bien, los que temen ante su presencia, 13 mientras que el impío no tendrá bien ni prolongará sus días, que serán como sombras por no temer a Dios. 14 Sin embargo, tal vanidad se da so- bre la tierra, que son tratados justos co- mo conviene a los malvados, y malvados como conviene a los justos. Y me digo también que esto es vanidad. 1 5 Por eso alabo la alegría, que el hombre no tiene bien bajo el sol sino comer, beber y ale- grarse, y esto es lo que le queda de sus trabajos en los días de vida que le da Dios bajo el sol. * I ncer t i dumbr e del destino 16 Di, pues, mi corazón a conocer la sa- biduría y a examinar el trabajo que se hace sobre la tierra, porque hay quien ni de día ni de noche ve cerrarse sus ojos por el sueño. 17 Examiné también la obra de Dios, que no puede el hombre cono- cer cuanto se hace bajo el sol, y por mu- cho que en buscar se fatigue, nada llega a descubrir; y aun cuando dijere el sabio que sabe, nada llega a saber. * 9 1 Poniendo en mi corazón todo esto, vi bien que el justo y el sabio y sus obras están en las manos de Dios, y ni siquiera sabe el hombre si es objeto de amor o de odio; todo está encubierto ante él. * 2 Todo a todos sucede de la misma manera; una misma es la suerte que corren el justo y el impío, el bueno y el malo, el puro y el impuro, el que sa- crifica y el que no ofrece sacrificios; com" el hombre de bien, el malhechor; como el que jura, el que aborrece el juramento. La muer t e 3 Este mal hay en todo cuanto existe bajo el sol: que sea una misma la suerte de todos y que el corazón de los hijos de los hombres esté lleno de mal y de enlo- quecimiento durante su vida y luego la muerte. ¿Y quién es exceptuado? 4 Mientras uno vive hay esperanza, que mejor es perro vivo que león muerto; 5 pues los vivos saben que han de morir, mas el muerto nada sabe y ya no espera recompensa, habiéndose perdido ya su memoria. 6 Amor, odio, envidia, para ellos ya todo se acabó; no toman ya parte algu- na en lo que sucede bajo el sol. 7 Ve, come alegremente tu pan y bebe tu vino con alegre corazón, pues que se agrada Dios en tus buenas obras. 8 Vís- tete en todo tiempo de blancas vestiduras y no falte el ungüento sobre tu cabeza. 9 Goza de la vida con tu amada compa- ñera todos los días de la fugaz vida que Dios te da bajo el sol, porque ésa es tu parte en esta vida entre los trabajos que padeces debajo del sol. 10 Cuanto bien puedas hacer, hazlo alegremente, porque no hay en el sepulcro, adonde vas, ni obra, ni industria, ni ciencia, ni sabiduría. I ncer t i dumbr e de la fortuna n Tórneme y vi debajo del sol que no es de los ágiles el correr, ni de los valien- tes el vencer, ni aun de los sabios el pan, ni de los entendidos la riqueza, ni aun de los cuerdos el favor, sino que el tiempo y el acaso en todo se entremezclan 12 y qu e ni aun su hora conoce el hombre. Como pez que es cogido en una mala red y como pájaro que se enreda en el lazo, así se enredan los hijos de los hombres en el mal tiempo cuando de improviso los coge. 13 Otra cosa he visto debajo del sol que fue para mí una gran lección: 14 hal ber una ciudad pequeña con poca gente dentro, contra la cual vino un gran rey y la asedió, levantando contra ella gran- 8 1° Este versículo expresa un hecho que Job repite con frecuencia y que en los Salmos poní a prueba la fe de los justos. Los versículos siguientes parecen una solución a la dificultad J 3 sentencia divina llegará, sin duda, aunque parezca a veces tardar. ' 15 La consecuencia expuesta en este verso ya la hemos visto atrás. En estas sentencias, al p a r cer epicúreas, siempre brilla el pensamiento de Dios. e " 17 No es escepticismo, sino expresión un tanto extremosa de lo limitada que es la ciencia hum na cuando se trata de los grandes problemas que tocan al gobierno de la vida. ¡Pobres de nos ot " si no tuviéramos la antorcha de la revelación evangélica! r o s ft 1 Todo está en las manos de Dios; pero no es fácil por la sola cotidiana experiencia inf • las leyes del gobierno divino. Es esto una tentación para los justos y causa de extravío n*~. e , r,r - - - - de extravío nará Y' r hombres de poca fe. Señales de amor o de odio serían los bienes o males que le han de su A según la interpretación corriente de la máxima «Dios da a cada uno según sus obras», cedo. • suceder 701 ECLESIASTÉS 9-12 des fortificaciones; 15 y haber un hombre- cillo, pobre, pero sabio, que con su sabi- duría salvó la ciudad. Y, sin embargo, de aquel hombre pobre nadie se acordaba. i 6 Entonces me dije: Más vale la sabidu- ría que la fuerza; pero la sabiduría del pobre es despreciada y sus palabras no son escuchadas. El sabio , 7 Las calmas palabras del sabio se ha- cen oir mejor que los gritos del que manda a necios. líf Más vale la sabiduría que las armas de guerra, y un yerro destruye mu- cho bien. •I A ! Una mosca muerta en él estropea * " el ungüento del perfumista, y un poco de locura puede pesar más que la sabiduría y la honra. 2 Dirige el sabio su mente a la derecha, 3 y a la izquierda el necio. Por cualquier camino que el necio vaya es siempre ne- cio, y todos dicen: «Es un loco». 4 Cuando un poderoso se enfurezca con- tra ti no le repliques, porque la manse- dumbre impide grandes males. £1 mal gobi erno 5 Un mal que he visto debajo del sol es el mal que nace del soberano. 6 Es puesto el inepto en muchos pues- tos elevados y los aptos se sientan abajo. 7 He visto al siervo a caballo y a los prín- cipes andar a pie como siervos. 8 El que cava una fosa, dentro de ella cae, y el que deshace una pared es mor- dido de la sierpe. 9 El que rueda una pie- dra se hace mal con eúa, y el que parte la leña corre peligro de herirse con ella. 10 Si el filo se embota y no se aguza, hay que poner más esfuerzo; pero la sa- biduría da el remedio. 11 Si muerde una serpiente no encanta- da, de nada valen los conjuros. 12 Las palabras de la boca del sabio son gra- ciosas; pero al necio sus labios le causan su ruina. 13 El comienzo de su hablar es necedad y su fin es loco desvarío. 14 El ne- cio se deshace en palabras. No sabe el hombre lo que será y lo que sucederá nadie se lo da a saber. 15 El trabajo al necio le fatiga, pues no sabe ni por dónde ir a la ciudad. Templ anza y prudenci a !* ¡Ay de ti, tierra, que tienes por rey a un niño y cuyos gobernantes banque- tean de mañana! 17 ¡Bienaventurada tú, tierra, que tienes por rey a un hombre noble y cuyos gobernantes comen a su tiempo para refección, mas no para beber! 18 Por la negligencia se cae la techum- bre y por la pereza se dan goteras en la casa. 19 Se hacen para alegrarse los banque- tes, y el vino alegra la vida y el dinero sirve para todo. 20 No digas mal del rey ni aun con el pensamiento; ni digas mal del rico ni en tu alcoba, porque los pájaros llevan la noticia y un alado hará saber tus pala- bras. H 1 Echa tu pan en las aguas, que des- pués de mucho tiempo lo hallarás. 2 Da de lo tuyo a siete y aun a ocho, que no sabes el mal que podrá venir sobre la tierra. 3 La nube preñada de lluvia la derra- mará sobre la tierra, y si el árbol cae al mediodía o al norte, allí quedará: 4 El que al viento mira no sembrará, y el que mira a las nubes no segará. 5 Como no sabes por qué camino en- tra el espíritu en los huesos, dentro del seno de la mujer encinta, así no conoces la obra de Dios, que es quien todo lo hace. '' Siembra bien de mañana tu simiente y a IÍI tarde no dejes reposar tu mano, que no sabes qué es mejor, si esto o lo otro o si ambas cosas son igualmente buenas. 7 Dulce es la vida y agradable a los ojos ver el sol. 8 Mas si el hombre vivie- re muchos años y en todos ellos gozase de alegría, piense en los días de tinieblas, que serán muchos, y que cuanto sucede es vanidad. 9 Alégrate, mozo, en tu mocedad, y alé- grese tu corazón en los días de tu juven- tud; sigue los impulsos de tu corazón y los atractivos de tus ojos, pero ten presen- te que de todo esto te pedirá cuenta Dios. * 10 Echa la tristeza fuera de tu corazón y tente lejos del dolor, porque mocedad y juventud son vanidad. La vejez •I O 1 En los días de la juventud acuar- i o date de tu Hacedor; antes de que vengan los días malos y lleguen los años en que dirás: No tengo ya contento; 2 an- tes que se obscurezcan el sol, la luna y las estrellan y vengan las nubes después de la lluvia; 3 cuando temblarán los guardia- nes de la casa, y se encorvarán los fuer- tes, y cesarán de trabajar las muelas por- que son pocas, y se obscurecerán los que miran por las ventanas, 4 y se cerrarán las puertas de fuera, y se debilitará el rui- • § •• 9 En pocos pasajes a éste paralelos se expresa con más claridad el pensamiento del Cohelet: • * goza de la vida, pero no olvides que Dios te pedirá cuenta del uso que haces de los bienes que te entregó. CANTAR DE LOS CANTARES 702 EPILOGO ( 12,9-14) 9 El Cohelet, además de ser sabio, en- señó al pueblo la sabiduría. Estudió, in- vestigó y compuso muchas sentencias. 10 Procuró el Cohelet decir cosas agrada- bles y escribir rectamente palabras de verdad. * 11 Las palabras del sabio son como aguijones y como clavos hincados de que cuelgan provisiones, y todas son dadas por un solo pastor. 12 No busques, hijo mío, más de esto, que el componer libros es cosa sin fin y el demasiado estudio fatiga al hombre. 13 El resumen del discurso, después de oirlo todo, es éste: Teme a Di os y guarda sus mandamientos, porque eso es el hom- bre todo. * 14 Porque Di os ha de juzgarlo todo, aun lo oculto, y toda acción, sea buena, sea mala. 1 O 7 Hermosa, aunque obscura alegoría de la vejez. La falta de vigor ya no permite pensar mu- ^ cho en Dios; por eso hay que hacerlo en la juventud, como edad más vigorosa para todo. 10 Estos versículos parecen indicar que no han sido escritos por el Cohelet, sino por un dis- cípulo, que acaso haya sido quien recogió las sentencias del maestro. 13 A la luz de estas máximas se han de entender las sentencias precedentes. Los horizontes celestiales que nos abren los últimos libros del Antiguo Testamento, y sobre todo la firme espe- ranza de la resurrección que nos da la de Jesucristo, transforman totalmente el concepto de la vida humana. El Cohelet hubiera sentido saciadas sus ansias de luz en oir hablar al Apóstol de los lumi- nosos horizontes que nos abre la resurrección del Señor. CANTAR DE LOS CANTARES 1. El título del libro no es del autor, sino de los amanuenses, que lo añadieron. En hebreo es Sir hassi ri m, que los LXX traducen literalmente ai sma ai smat on: el cantar de los cantares o el cantar por excelencia. Figura siempre entre los libros sa- pienciales del Antiguo Testamento, y esto nos indica el camino para inquirir la na- turaleza del mismo. La sabi durí a tiene entre los hebreos un sentido muy amplio ( I nt r oducci ón a los l i bros sapienciales). Particularmente viene a nuestro propósito lo que de los oficios del sabio dice el Eclesiástico: «Que aplica su mente y se da a estudiar la ley del Altí- simo, busca la sabiduría de todos los antiguos y consagra sus ocios a las profecías, guar- da en la memoria los relatos de los hombres célebres y penetra en lo intrincado de las sentencias sutiles, investiga el sentido oculto de las parábolas y se aplica a inquirir las sentencias enigmáticas» (39,1-3). Ya Salomón el mismo autor le alaba de este modo: «¡Cuan sabio eres desde tu juventud, desbordando tu inteligencia como un río! Tu espíritu cubrió la tierra y la llenaste de sentencias profundas. Tus cánticos, tus proverbios, tus parábolas y tus respuestas hicieron la admiración del mundo» (47, 14-17). Y de los antiguos padres dice que fueron ilustres, entre otras cosas, porque cultivaban el arte de las melodías y pusieron por escrito las narraciones pro- féticas (44,3)- Sabiduría equivale, pues, entre otras cosas, a ingenio agudo y perspicaz para entender el sentido de las sentencias enigmáticas, de las parábolas y de los discursos proféticos. Sobre esto incluye el talento literario, la inspiración del poeta asociada a la del músico o cantor, el ingenio del prosista en aquellas manifestaciones que reve- lan más agudeza y que parecen más aptas para cautivar la atención de los lectores do del molino, y se agudizará la voz del ave y debilitarán la suya todas las hijas del canto, 5 y habrá temores en lo alto y tropezones en el camino y florecerá el al- mendro, y se pondrá pesada la langosta, y se caerá la alcaparra, porque se va el hombre a su eterna morada y andan las plañideras en torno de la plaza; 6 antes que se rompa el cordón de plata, y se quiebre el platillo de oro, y se haga peda- zos el cántaro junto a la fuente, y se cai- ga al fondo del pozo la polea, 7 y se torne el polvo a la tierra que antes era, y re- torne a Di os el espíritu que El le dio. * 8 Vanidad de vanidades, dijo el Cohe- let, y todo vanidad. CANTAR DE LOS CANTARES 704 y oyentes. En este sentido, el Cántico es una composición sapiencial, porque es una obra poética de profundo sentido y forma refinada. 2. Los profetas expresaron bajo diferentes formas las relaciones entre Dios y su pueblo. Son frecuentes las imágenes del pastor y del rey; pero la del matrimonio es la más usual, sobre todo en los profetas Oseas y Ezequiel, en los cuales Yavé es el esposo de Israel y éste la esposa de su Dios; esposa infiel, la cual, olvidándose de quien la amó y escogió, se deja arrastrar por amores adúlteros hacia los dioses extraños. Se- gún la tradición judía, tal es el tema del Cántico: los amores de Yavé y de su pueblo. A esta sentencia fundamental nos debemos atener. Pero admitido este principio, una duda salta a la vista. Los historiadores sagra- dos y los profetas están concordes en pintarnos a Israel como infiel a su esposo y man- chada de infinitos adulterios, lo cual no está conforme con el Cántico, donde la esposa aparece siempre enamorada de su esposo y, además, toda hermosa y pura. La solución a esta dificultad nos la ofrecen los mismos profetas cuando al Israel histórico oponen el Israel de la época mesiánica, purificado de sus pecados y vuelto de todo corazón a su Dios (Jer 31,31-34; Ez 36,26-30). Las relaciones rotas por el pecado de idolatría se reanudan para siempre. Es preciso, pues, decir que el Cántico celebra los amores de Yavé y de Israel en la edad mesiánica, objeto de las ansias de los profetas y justos del Antiguo Testamento. En torno a esta imagen del matrimonio reúne el sabio todas las promesas contenidas en ios escritos proféticos. 3. Este pensamiento lo confirman y desarrollan los Santos Padres, que desde antiguo han visto y celebrado en el Cántico el amor de Jesucristo y de su Iglesia. La imagen de las bodas se halla en las parábolas evangélicas, en las epístolas de San Pablo y en el Apocalipsis de San Juan. Bastará en confirmación de lo dicho citar las hermosas palabras del Apóstol a los Efesios: «Maridos, amad a vuestras esposas como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella a fin de santificarla, habiéndola lavado en el lavatorio del agua por la palabra, para hacerla parecer delante de sí una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino santa e inmaculada... Por esto dejará el varón a su padre y a su madre y se juntará a su mujer, y serán dos en una carne. Este misterio es grande, pero yo lo digo mirando a Cristo y a la Iglesia» (5,25-32) • 4. Mas en este amor de Cristo por la Iglesia va incluido el amor del Salvador por cada una de las almas que forman la misma Iglesia, las cuales son todas esposas de Cristo (2 Cor 11,2), por cuya salud El se sacrificó y en quienes vive por la gracia, la fe y la caridad. Y como este vínculo no es el mismo en todas las almas, antes en cada una se diferencia en proporción con la eficacia que posee, sigúese que esta condición de esposas de Cristo no convendrá a todas por igual, sino a cada una tanto más per- fectamente cuanto mayor sea la perfección de esta gracia y de este amor. De manera que a los santos, por la perfección de su santidad, convendrá más plenamente el título de esposas de Cristo, y sobre todo los santos convendrá a la que fue llamada por el ángel «Llena de gracia». Tal es el sentido pleno del Cántico, según la Escritura y la tradición exegética de los Padres. 5. Las almas místicas gustan mucho del Cántico, pero la exégesis que a veces hacen de él ha contribuido no poco a desacreditarlo entre los que aspiran a una exé- gesis científica. Sin embargo, el fundamento de aquella exégesis es sólido, puesto que el Cántico tiene por argumento las relaciones de amor entre Jesucristo y las almas santas. Pero las amplificaciones que hacen alegorizando hasta el extremo las imáge- nes del libro, no pasan de una exégesis acomodada. La substancia de su pensamiento tiene un gran valor como explicación de los misterios de amor que Dios realiza en las almas. Las imágenes del Cántico son el cañamazo sobre el cual bordan con hilo de oro la descripción de esos misterios. 6. Según hemos dicho, el autor del Cántico tomó de los profetas la imagen del matrimonio y el pensamiento mesiánico que ella encierra. De ellos tomó también otras imágenes con que los profetas celebran las bendiciones divinas de la época mesiánica. Pero, además, tenía ante sus ojos la misma fuente donde los profetas habían bebido su forma literaria, ya que el pensamiento les venía de lo alto. Esta fuente era la vida de Israel, el amor conyugal y las solemnidades nupciales con que este mismo amor se 705 CANTAR DE LOS CANTARES 1 manifestaba en su pueblo. Y no hay que dudar que acudiría a esta fuente en busca de elementos materiales para desarrollar el tema que se había propuesto tratar. Por donde no nos parece desacertada la conducta de aquellos autores que estudian el amor y la solemnidad de las bodas en Israel y en los pueblos vecinos para explicar el carácter literario del Cántico y el sentido de su simbólico lenguaje. Pero esto no ha de ocupar el primer plano en la explicación del canto sagrado, que en cuanto a su sentido reco- noce inspiración más alta. 7. En suma, que el Cántico es un idilio en que se celebran los amores del Mesías con el Israel de Dios (Gal 6,16), tomando la forma literaria de las costumbres he- breas, y el pensamiento de los vaticinios proféticos. La acción dramática es en el Cán- tico muy escasa. El valor significativo de las imágenes, aunque no siempre, es muchas veces alegórico, si bien difícil de definir. 8. Es difícil hacer la división de una obra compuesta con gran libertad literaria. Hay quien cree que se debe admitir la división en siete partes, fundada primeramente en la duración de las bodas entre los hebreos, que era de siete días, como aparece por el Gen 29,37; Jtte 14,12 y Tob 8,23. El texto mismo hace muy razonable la siguiente división: tfi, 1,1-2,7; 2. a , 2,8-17; 3*> 3.*S; -*•", 3.6-5,i; 5-*> 5.2-6,o; 6. a , 6,10-8,4, y 7.*, 8,5-14. 9. La tradición judía atribuía este libro a Salomón, y de ello da testimonio el epígrafe mismo del libro. Los Santos Padres recibieron esta sentencia y la retuvieron como tradición histórica más bien que como punto de fe. En los últimos tiempos los críticos se inclinaron a atribuir el libro a una época más reciente. Las razones son: pri- mero, la forma del libro, que es más arti/iciosa de lo que parece corresponder a la época primitiva de la literatura hebrea; luego, el lenguaje, que es en muchos casos aramai- zante, cosa que no puede convenir a la época de Salomón y sí ala época posterior a la cautividad; tercero, el mismo tema del libro, que, siendo profético y siendo el autor un sabio y no un profeta, parece suponer que el libro haya sido escrito después de los profetas. La fecha precisa no puede fijarse con certeza y menos aún el nombre del autor. STTIVf ATÍ TO Canto primero (1,1-2,7). Canto segundo (2,8-17). Cantoter- cero (3,1-5). Canto cuarto (3,6-5,1). Canto quinto (5,2-6,9). Canto sexto (6,10-8,4). Canto séptimo (8,5-14). CANTO PRIMERO (i.1-2, 7) I 1 Cantar de los Cantares, de Salo- món. El anhelo de la esposa 2 ¡Béseme con besos de su boca! | Son tus amores más suaves que el vino, 3 Son tus ungüentos suaves al sentido. | Es tu nombre ungüento derramado; | por eso te aman las doncellas. El coro 4 Llévanos tras de ti, corramos. | Intro- dúcenos, rey, en tus cámaras, ! y nos go- zaremos y regocijaremos contigo, | y can- taremos tus amores, más suaves que el vino. I Con razón eres amado. * La esposa 5 Soy morena, pero hermosa, hijas de Jerusalén, | como las tiendas de Cedar, como los pabellones de Salomón. 6 No miréis que soy morena; | es que me ha quemado el sol. I Los hijos de mi madre, airados contra mí, | me pusieron a guardar viñas; | no era mi vifta la que guardaba. * 7 Dime tú, amado de mi alma, | dónde pastoreas, dónde sesteas al mediodía, | no venga yo a extraviarme tras de los reba- ños de tus compañeros. El esposo 8 Si no lo sabes, ¡oh la más hermosa de las mujeres!, | sigue las huellas del reba- ño I y apacienta tus cabritos cabe las maja- das de los pastores. •• 4 El coro de doncellas, que forma en las solemnidades nupciales la corte de la novia, que aquí • representa a las naciones, pide tener parte en el amor de la Esposa por el Esposo, como en Is 2,2 ss.; Zac 8,20 ss., y expresa sus deseos de participar en las bendiciones mesiánicas. 6 Habla de las aflicciones y trabajos sufridos en la época anterior, sobre todo en la cautividad, en que hubo de servir y trabajar para los caldeos, sus hermanos, pues de Caldea había venido Abraham (cf. Dt 28,1,5 ss.; Sal 78; Is 62,8 s.). Nácar-Colunga 28 CANTAR DE LOS CANTARES 1-2 706 9 Al tiro del carro del Faraón I te com- paro, amada mía. * 10 ¡Cuan hermosas están tus mejillas en- tre las guedejas, | tu cuello con los co- llares! 11 Te haremos collares de oro | con sar- tas de plata. La esposa 12 Mientras reposa el rey en su lecho | exhala mi nardo su aroma. 13 Es mi amado para mí bolsita de mi- rra ] que descansa entre mis pechos. 14 Es mi amado para mí racimito de al- heña | de la viñas de Engadí. El e s pos o 15 [Qué hermosa eres, amada mía, | qué hermosa eres! Tus ojos son palomas. La esposa 16 ¡Qué hermoso eres, amado mío, qué agraciado! | Nuestro pabellón verdeguea ya; 17 Las vigas de nuestra casa son de ce- dro ; | nuestros artesonados, de ciprés. * 2 1 Yo soy un narciso de Sarón, | una azucena de los valles. El es pos o 2 Como lirio entre los cardos | es mi amada entre las doncellas. La esposa 3 Como manzano entre los árboles sil- vestres | es mi amado entre los mancebos. A su sombra anhelo sentarme | y su fruto es dulce a mi paladar. 4 Me ha llevado a la sala del festín | y la bandera que contra mí alzó es bandera de amor. 5 Confortadme con pasas, | recreadme con manzanas, | que desfallezco de amor. 6 Reposa su izquierda bajo mi cabeza I y con su diestra me abraza amoroso. El es pos o 7 Os conjuro, hijas de Jerusalén, | por las gacelas y las cabras monteses, I que no despertéis ni inquietéis a la amada | hasta que ella quiera. CANTO SEGUNDO ( 3,8-17) La es pos a 8 ¡La voz de mi amado! Vedle que lle- ga, | saltando por los montes, | triscando por los collados. * 9 Es mi amado como la gacela o el cer- vatillo. | Vedle que está ya detrás de nues- tros muros, | mirando por las ventanas, | atisbando por entre las celosías. 10 Oíd que me dice: El e s pos o Levántate ya, amada mía, | hermosa mía, y ven; * n Que ya se ha pasado el invierno | y han cesado las lluvias. 12 Ya han brotado en la tierra las flores, I ya es llegado el tiempo de la poda I y se deja oir en nuestra tierra el arrullo de la tórtola. 13 Ya ha echado la higuera sus brotes, ya las viñas en flor esparcen su aroma, j Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven. 14 Ven, paloma mía, que anidas en las hendiduras de las rocas, I en las grietas de las escarpadas peñas. j| Dame a ver tu ros- tro, dame a oir tu voz, | que tu voz es sua- ve, y es amable tu rostro. La esposa '5 ¡Ah! Cazadnos las raposas, | las ra- posinas pequeñitas, | que destrozan las vi- ñas, | nuestras viñas en flor. 16 Mi amado es para mí y yo soy para él. I Pastorea entre azucenas. * 17 Antes de que refresque el día y se ex- tiendan las sombras | ven, amado mío, semejante a la gacela, | semejante al cer- vatillo, | por los montes de Beter. 9 Parecerá extraño esta manera de ponderar las gracias de la Esposa; pero los beduinos del de- sierto toman la camella como término de comparación para describir la hermosura de la novia. 17 Este versículo alude probablemente al templo, en que Dios moraba y se comunicaba a su pueblo y donde se comunicaría, sobre todo, en la época mesiánica (cf. Sal 41-42). 2 8 La esposa se halla en su propia casa con el pensamiento puesto en el Esposo; de repente le siente venir, y acercarse a la casa, y atisbar hacia adentro, buscando, sin duda, a la Esposa. 10 Este discurso del Esposo contiene una hermosa descripción de la primavera, que en la Pa- lestina sucede a las lluvias invernales y que en Siria era el tiempo en que solían celebrarse las bodas. Invita a la Esposa a gozar de los encantos que la naturaleza ofrece. Todo ello expresa muy al vivo la alegría de los tiempos mesiánicos, después de las miserias y tristezas de la cautividad. No las ex- presiones poéticas, pero sí el entusiasmo que domina al autor, parecen bien inspirados en la segunda parte de Isaías, cuando anuncia la llegada de la salud mesiánica. 16 Esta sentencia, expresiva del mutuo amor de los esposos, responde a aquella tan repetida en el Antiguo Testamento, sobre todo en los profetas, cuando hablan de los tiempos mesiánicos: «Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo» (Lev 26,12; Jer 7,23; Ez 11,20; Ap 21,3). 707 CANTAR RE LOS CANTARES 3-4 CANTO TERCERO ( 3,1-5) La esposa 3 1 En el lecho, entre sueños, por la noche, | busqué al amado de mi alma, busquéle y no le hallé. * 2 Me levanté y recorrí la ciudad, | las calles y las plazas, | buscando al amado de mi alma. 3 Busquéle y no le hallé. | Encontráron- me los guardias | que hacen la ronda en la ciudad: I ¿Habéis visto al amado de mi alma? 4 En cuanto de ellos me aparté, I hallé al amado de mi alma. I Le así, ya no le sol- taré I hasta entrarle en la casa de mi ma- dre, I en la alcoba de la que me engendró. El es pos o 5 Os conjuro, hijas de Jerusalén, | por las gacelas y las cabras monteses, | que no despertéis ni inquietéis a mi amada | hasta que a ella le plazca. CANTO CUARTO ( 3,6-5.1) Co r o 6 ¿Qué es aquello que sube del desierto, | como columna de humo, | como humo de mirra e incienso | y de todos los perfu- mes exquisitos? * 7 Ved; la litera de Salomón, | sesenta valientes la rodean | de entre los valien- tes de Israel. 8 Todos esgrimen la espada, | todos son diestros para el combate. | Todos llevan la espada ceñida I contra los peli- gros de la noche. 9 Hízose el rey Salomón | una litera de cedro del Líbano. 10 Hizo de plata sus columnas, I de oro su respaldo; I su asiento de púrpura re- camado, I obra de las hijas de Jerusalén. 11 Salid, hijas de Sión, | a ver al rey Sa- lomón I con la corona de que le coronó su madre I el día de sus bodas, | el día de la alegría de su corazón. * El es pos o 4 1 ¡Qué hermosa eres, amada mfa, | qué hermosa eres! | Son palomas tus ojos vistos a través de tu velo. * 2 Son tus cabellos rebañito de cabras | que ondulantes van por los montes de Galad. | Son tus dientes cual rebaño de ovejas de esquila I que suben del lavade- ro, I todas con sus crías mellizas, | sin que haya entre ellas estériles. 3 Cintillo de grana son tus labios, | y tu hablar es suave. | Son tus mejillas mita- des de granada I a través de tu velo. 4 Es tu cuello cual la torre de David, | rodeada de trofeos, I de la que penden mil escudos, I todos escudos de valientes. 5 Tus dos pechos son dos mellizos de gacela que triscan entre azucenas. * 6 Antes de que refresque el día y se ex- tiendan las sombras, | iréme al monte de la mirra, I al collado del incienso. 7 Eres del lodo hermosa, amada mía, | no hay lucha en ti. 8 Ven del Líbano, esposa; | ven del Lí- bano, llega, I ven de la cumbre del Ama- na, I de las cimas del Sanir y del Hermón, | de las guaridas de los leones, I de los mon- tes de las panteras. 9 Prendiste mi corazón, hermana, espo- sa; I prendiste mi corazón en una de tus miradas, | en una de las perlas de tu co- llar. 10 ¡Qué dulces son tus caricias, hermana mía, esposa! Dulces más que el vino son tus amores, | y el olor de tus ungüentos es más suave que el de todos los bálsamos. 11 Miel virgen destilan tus labios, espo- sa mía; | leche y miel bañan tu lengua, I y es el olor de tus vestidos el perfume del incienso. * 12 Eres jardín cercado, hermana mía, esposa; | eres jardín cercado, fuente se- llada. * 3 1 Con esto se comienza otra escena. La Esposa empieza contando lo que había sentido en sueños, para terminar con el estribillo de 2,7; 5,8 y 8,4: «Os conjuro, hijas de Jerusalén», etc. 6 El cambio de escena es evidente. El coro ve a lo lejos subir del desierto una nube, que no es de polvo, sino de aromas: luego descubre la figura del Amado, que describe bajo la figura de Salo- món, el que recibió primero las promesas hechas a su padre, con la suntuosidad y aparato que la historia describe. 11 Es la entrada solemne del rey en Jerusalén, inspirada en la ceremonia de la entronización de Salomón, que se narra en 1 Re 1,11 ss. La corona tal vez se toma de la solemnidad de las bodas, según Is 61,10. Todo ello significa la entrada triunfal en su ciudad. 4 1 Toda esta descripción que sigue expresa los sentimientos del Esposo al contemplar la her- mosura de su Esposa. Las comparaciones, por mucho que desdigan de nuestro temperamento literario, se acomodan muy bien al de los hijos del Oriente. 5 Símbolo de la fecundidad (cf. Ez 16,7) y signo de la bendición divina que acompañará la edad mesiánica, según Dt 7,13 ss.; Sal 112,g; Is 54,1 ss. 1 * Recuérdese la expresión con que se describe la riqueza de Canán, «la tierra que mana leche y miel» (Ex 3,8; Núm 13,28). 12 Los frutos que luego describe se hallan protegidos contra las incursiones de las bestias. Lo contrario se dice en Is 5,5 s-, de la viña que representa Israel rebelde a su Dios. Algunos autores quieren corregir el texto y leer fuente en vez de jardín. Fuente Sellada, y, por tanto, que guarda sus CAfiTAH DE LOS CANTARES 4-6 708 habia ido, había desaparecido. | Le bus- qué, mas no le hallé. | Le llamé, mas no me respondió. 7 Encontráronme los guardias que ron- dan la ciudad; | me golpearon, me hirie- ron, | me quitaron el velo | los centinelas de las murallas. 8 Os conjuro, hijas de Jerusalén, | que si encontráis a mi amado, | le digáis que desfallezco de amor. Coro 9 ¿Y en qué se distingue tu amado, | oh la más hermosa de las mujeres? | ¿En qué se distingue tu amado, I tú, que asi nos conjuras? La esposa 10 Mi amado es fresco y colorado, | se distingue entre millares. * 11 Su cabeza es oro puro, | sus rizos son racimos de dátiles, | negros como el cuervo. 12 Sus ojos son palomas | posadas al borde de las aguas, I que se han bañado en leche | y descansan a la orilla del arroyo. 13 Sus mejillas son jardín de balsame- ras, | teso de plantas aromáticas; | sus labios son dos lirios | y destilan exquisi- ta mirra. 14 Sus dedos son todo anillos de oro | con rubíes engastados; | su pecho es mar- fil | cuajado de zafiros. 15 Sus piernas son columnas de már- mol | asentadas sobre basas de oro puro. | Esbelto como el Líbano, | gallardo como el cedro. 16 Su garganta es toda suavidad, | todo él un encanto. | Ese es mi amado, ése mi esposo, | hijas de Jerusalén. Coro 6 1 ¿Y adonde fue tu amado, | oh tú, la más hermosa de las mujeres? | ¿Adonde fue tu amado, | que le busque- mos contigo? * aguas puras y frescas. Los encantos del agua corriente son grandes en Palestina por la mi sma esca- sez de ellas; donde brot a una fuente, allí se forma un pequeño oasis. El poeta se complace en des- cribirnos el jardín lleno de árboles y pl ant as aromáticas que producen estas aguas de la fuente. Se- mejante imagen es muy usual en los Sapienciales para describir los frutos de la sabiduría, y el pr o- feta Isaías j unt a estas dos imágenes para pi nt ar la riqueza y la dicha de Israel en la edad mesiánica (58, 11; Eclo 24,17 ss.). 1 5 Son los canales derivados de la fuente para distribuir el agua por el j ardí n y regar los árboles frutales y aromáticos, que significan la justicia, la santidad y la gracia de Israel en la edad mesiánica (cf. Ecl 2,4 ss. ; Is 5,1 ss. ; Jer 2, 21; Ez 17,22 ss. ; 20, 41; Eclo 24,23 ss.). Imagen t omada acaso d é l a fuente del Jordán, que brot a al pie del Her món y es expresión de la vida, como en Is 12, 3; Jer 2, 13; Jn 4,14- C 4 Met e la mano por el agujero de la cerradura para abri r; al ruido despierta la Esposa, asustada ^ por la presencia del Esposo, de que ya se da mejor cuenta. 1 ° Esta descripción concuerda bastante con la que nos hace Jeremías en Lam 4,7 de los prí n- cipes de Judá. £ l Esta pregunt a de las compañeras de la Esposa expresa la simpatía que éstas sienten por ella, ^ la simpatía de las naciones por Israel cuando la ven hecha objeto de las bendiciones de su Dios Is 2,2 ss. ; Zac 8,23). 13 Es tu plantel un bosquecillo | de gra- nados y frutales los más exquisitos; I de alheñas y de nardos. 14 De nardos y azafrán, de canela y ci- namomo, I de todos los árboles de incien- so ; I de mirra y áloe, | y de todos los más selectos balsámicos. 15 Eres fuente que mana a borbotones, | fuente de aguas vivas, I que desciende del Líbano. * La esposa 16 Levántate, cierzo; ven también tú, austro. I Oread mi jardín, que exhale sus aromas; I viene a mi huerto el amado, | a comer de sus frutos exquisitos. El esposo 5 1 Voy, voy a mi jardín, hermana mía, esposa, [ a coger de mi mirra y de mi bálsamo; | a comer la miel virgen del panal, | a beber de mi vino y de mi le- che. I Venid, amigos míos, y bebed | y em- briagaos, carísimos. CANTO QUINTO (5,2-6,12) La esposa 2 Yo duermo, pero mi corazón vela. | Es la voz del amado que me llama: El esposo Ábreme, hermana mía, esposa mía, pa- loma mía, inmaculada mía. | Que está mi cabeza cubierta de rocío, | y mis cabellos de la escarcha de la noche. 3 Ya me he quitado la túnica. | ¿Cómo volver a vestirme? | Ya me he lavado los pies. I ¿Cómo volver a ensuciármelos? 4 Mi amado mete la mano por el agu- jero de la llave. | Mis entrañas se estreme- cen todas. I Mi alma desfalleció al oirle. * 5 Me levanté para abrir a mi amado, | mis manos destilaban mirra | y mis dedos se impregnaron de exquisita mirra | en el pestillo de la cerradura. 6 Abrí a mi amado, | pero mi amado se 709 CANTAR DE LOS CANTARES 6-7 La esposa 2 Bajó mi amado a su jardín, I a los macizos de balsameras, | para recrearse entre las flores y coger azucenas. 3 Yo soy para mi amado y mi amado para mí, | el que se recrea entre azucena. El esposo 4 Eres, amada mía, hermosa como Tir- sa, I bella como Jerusalén, | terrible cual escuadrón ordenado en batalla. * 5 Aparta ya de mí tus ojos, | que me ma- tan de amor. | Es tu cabellera rebañito de cabras I que ondulan al subir por el mon- te de Galad. 6 Tus dientes, cual rebaño de ovejas de esquila I que suben del lavadero, | todas con crías gemelas, I sin que entre ellas haya estéril. 7 Son mitades de granada tus mejillas | a través de tu velo. 8 Sesenta son las reinas, | ochenta las concubinas, | y las doncellas son sin nú- mero. * 9 Pero es única mi paloma, mi perfecta; I es la única hija de su madre, I la predi- lecta de quien la engendró. | Viéronla las doncellas y la aclamaron, | y las reinas y las concubinas la loaron. CANTO SEXTO (6,10-8,4) Coro 10 ¿Quién es esta que se alza como au- rora, I hermosa cual la luna, | espléndida como el sol, | terrible como escuadrones ordenados? * La esposa u Bajé a la nozaleda | para ver cómo verdea el valle, | a ver si brotaba ya la vi- ña I y si florecían los granados. 12 Sin saber cómo, | vime sentada en los carros del noble pueblo. * Coro 7 1 ¡Torna, torna, Sulamíta; | torna, torna, que te admiremos! La esposa ¿Qué queréis admirar en la Sulamita, I ordenadas en dos coros? Cor o 2 ¡Qué bellos son tus pies con las san- dalias, I hija del noble pueblo! | El contor- no de tus caderas es una joya, | obra de manos de orfebre. 3 Tu seno es ánfora preciosa | en que no falta el vino mezclado. | Tu vientre, acervo de trigo | rodeado de azucenas. 4 Tus pechos, dos 'cervatillos | mellizos de gacela. 5 Tu cuello, torre de marfil; | tus ojos, dos piscinas de Hesebón, | junto a la puer- ta de Bat-Rabim. | Tu nariz, como la to- rre del Líbano | que mira frente a Da- masco. * Tu cabeza, como el Carmelo, | y tus cabellos son púrpura real I entretejida en trenzas. El esposo 7 ¡Qué hermosa eres, qué hechicera, qué deliciosa, amada mía! 8 Esbelto es tu talle como la palmera I y son tus senos sus racimos. 9 Yo me dije: Voy a subir a la palmera | a coger sus racimos. | Sí, sean tus pechos racimos para mí. | El aliento de tu boca es aroma de manzanas; 10 Tu boca es vino generoso, | que se entra suavemente por mi paladar | y sua- vemente se desliza entre labios y dientes. 4 Aquí aparece de nuevo el Esposo como atraído por las declaraciones que la Esposa acaba de hacer. La descripción que sigue, en par t e t omada de las precedentes, expresa la belleza divina de la Esposa, esto es, de Israel, purificado por Dios medi ant e las tribulaciones de la cautividad y her- moseado con la santidad y la justicia de su Dios, según que los profetas anunci aban para la época mesiánica (Os 2,14-24). 8 Este detalle singular de la descripción está t omado de lo que era un harén real en Persia, por ejemplo, y lo que era el del mi smo Salomón, según 1 Re 11,4. El pensami ent o del poeta es que la Esposa es entre muchas mujeres la favorita, la que aventaja a t odas en belleza y la que triunfa del corazón del rey, su Esposo. Pero esto no pert enece más que a la figura, pues ei aut or sagrado nos describe las bellezas del Israel de Dios en comparación de las demás naciones, que serán admitidas a part i ci par de los amores del Mesías. El sal mo 45,10 ss. habí a ya hecho uso de esta mi sma imagen. 1 ° El coro, al ver acercarse a los Esposos, pr or r umpe en expresiones de admiración a la belleza de la Esposa; ella les responde con algo que parece referirse a la inauguración del reino mesiánico; vuelve el coro a t omar l a pal abra para entonar un cant o a la belleza de la Esposa; al coro sigue el Esposo con ot ro canto y t ermi na con un éxtasis de amor de la Esposa. 1 2 Este versículo es sumament e obscuro por la incorrección del texto, por lo singular de la ima- gen y por lo difícil que es establecer la conexión de este versículo con los que preceden y siguen. Estas pal abras son corregidas y t raduci das de muy diversa manera por los expositores; no nos de- t endremos a justificar la traducción, pero sí el sentido, que comparamos con Is 43,5 ss. ; 49,22 s.; 60,8 s.; 66,18 ss. y con Bar 4,37 ss. Se habla de la vuelta de Israel de su cautiverio, ayudado de los mismos gentiles, que lo tienen a gran honor, maravillados como están de ver las grandezas de Yavé sobre su pueblo y deseosos de t ener part e en ellas. CANTAS 01 LOS CANTARES 7-8 710 L a e s pos a " Yo soy para mi amado | y a mf tien- den t odos sus anhelos. 12 Ven, amado mi ó, vamonos al cam- po; I haremos noche en las aldeas. 13 Madr ugar emos para ir a las viñas, | veremos si brot a ya la vid, | si se ent re- abren las flores, I si florecen los grana- dos, | y allí t e daré mis amores. * 14 Ya dan su ar oma las mandragoras | y abunda en nuestras huert as t oda suerte de frutos exquisitos. | Los nuevos, los añejos, que guardo, amado mí o, par a ti. 8 1 ¡Quién me diera que fueses herma- no mí o, amamant ado a los pechos de mi madre, | para que al encont rart e te besara I sin que nadie se burlase de mí! * 2 Yo te llamaría, y te ent rarí a en la casa de mi madre, | en la alcoba de la que me engendró, | y te darí a a beber vino adobado | y most o de granados. 3 Su izquierda descansa bajo mi cabe- za, | y su diestra me abraza cariñosa. El e s pos o 4 Os conjuro, hijas de Jerusalén, I por las gacelas y las cabras monteses, | que no despertéis ni inquietéis a mi amada I hast a que a ella le plazca. CANTO SÉPTIMO (8,5-14) Co r o 5 ¿Quién es esta que sube del desier- t o | apoyada sobre su amado? El e s pos o Yo te suscitaré debajo del manzano, | allí donde muri ó tu madre, donde pereció la que te engendró. * 6 Ponme como sello sobre t u corazón, | ponme en t u brazo como sello. I Que es fuerte el amor como la muert e | y son como el sepulcro duros los celos. I Son sus dardos saetas encendidas, | son lla- mas de Yavé. 7 No pueden aguas copiosas extinguir- lo | ni arrast rarl o los ríos. | Si uno ofreciera por el amor t oda su hacienda, I sería des- preci ado. Lo s h e r ma n o s 8 Nuest ra her mana es pequeñita, no tiene pechos todavía. | ¿Qué haremos a nuest ra her mana | cuando un día se t rat e de su boda? 9 Si mur o, I edificaremos sobre ella al- menas de plata. | Si puert a, | le haremos batientes de cedro. L a e s pos a 10 Sí, mur o soy, | y torres son mis pe- chos. | Pero he venido a ser a sus ojos | como quien halla la paz. Lo s h e r ma n o s n Una viña tenía Sal omón en Bal- Hamón, | la entregó a sus guardas, I que habí an de traerle por sus frutos | mil si- d o s de pl at a. * L a e s pos a 12 Mi viña la tengo ant e mis ojos. I Par a ti, Sal omón, esos mil siclos, | y doscientos más para los que la guardan. El e s pos o 13 ¡Oh tú, que habi t as en jardines I —los amigos lo esperan—, i hazme oir t u voz! * L a e s pos a 14 Corre, amado mí o, | corre como la gacela o el cervatillo | sobre los mont es de las bal maseras. * 8 ^ 13 La Esposa invita al Esposo a salir y ver el campo. El sentido alegórico de estos versículos ' no puede ser más claro. Es la invitación a ver los frutos propios de la edad mesiánica, los frutos de ía justicia y de la santidad, tantas veces representados por el jardín, los árboles, etc. 1 Extraño deseo el de la Esposa, y, sin embargo, parece ser éste el punto culminante del me- sianismo del poema: ver al Esposo, a quien sabe tan infinitamente superior a ella, hecho hom- bre y participando de su misma naturaleza. 5 La última sección comienza como la anterior; el coro se dirige a la Esposa, maravillada por su dicha; sigue luego un diálogo entre los Esposos; entran los hermanos de la Esposa y acaban, por fin, los dos Esposos. 11 Esta es [a viña de que habla Is 5,1 ss.; 27,2; Sal 79,9 ss.; Jer 2,21; 12,10; Ez 15,1 ss., plan- tada por Dios en medio de la multitud de los pueblos. 13 El Esposo es el que habla. Las palabras parecen que no están en el orden debido; pero el sentido no se muda. La Esposa es invitada a cantar para complacer al Esposo y a los compañeros de éste, que por segunda vez aparecen aquí (1,7). El sentido no parece ser otro que la simpatía por la Esposa, que hace graciosas todas sus cosas. 14 Es el cántico de la Esposa invitando al Esposo a llegar ya al monte de los bálsamos, que debe ser el templo de Jerusalén, donde se ofrecen a Dios las oblaciones de los perfumes. Con esto concluye el libro de una manera semejante a la conclusión del Apocalipsis, 22,20, con una súplica por la venida del Mesías. Era la súplica de los justos en Israel (Mt 13,17; Le 2,25 ss.), S A B I D V R I A 1. En la Biblia griega lleva este libro el título «Sabiduría de Salomón», pero en W Vulgata no tiene más título que «Sabiduría», sin la atribución a Salomón. Y ésta es la sentencia de los Padres San Jerónimo y San Agustín y de todos los intérpretes moder- nos, a pesar de que en el capítulo 9 el autor se nos presenta como si fuese el Rey Sabio. El libro fue escrito en griego, y su argumento es la sabiduría, que cuenta sus fru- tos, su origen, su naturaleza y su acción en la historia antigua. En el fondo, la doctrina coincide con la de los otros libros sapienciales, pero la forma es griega, y griego también el ambiente intelectual en el que el autor vive y se mueve. Se divide el libro en dos partes: la primera (1-9) es teórica y nos habla de la sabiduría de Dios, que conduce a la inmortalidad cerca del Señor, muy distinta de la otra sabiduría del mundo, ver- dadera necedad, que conduce a la muerte. Aquí vemos ya levantado en gran parte el velo que en el Antiguo Testamento cubre por lo general el misterio de los destinos hu- manos, revelándonos la vida del alma unida a Dios después de la muerte. La verda- dera sabiduría es don de Dios, y por eso el autor, bajo el nombre de Salomón, se la pide al Señor (9). La segunda parte (10-19) nos muestra cómo la historia del pueblo hebreo se desarrolla bajo la acción de la sabiduría divina, mientras que la historia de Sodoma, Egipto y Canán se desenvuelve en tinieblas, sin el influjo de esta sabiduría. 3. Desconocemos quién sea el autor del libro que tomó el nombre de Salomón. Lo que podemos afirmar es que era judío helenista, que conocía muy bien el Egipto y que allí debió de escribir su obra al fin de la edad antigua, sin que podamos precisar sifué en el siglo I o II antes de la era cristiana. El libro está destinado a los judíos de la disper- sión. No es admitido en el canon judío, sin duda por haber sido escrito en lengua griega, pues aquél no contiene sino los libros escritos en hebreo. En la historia del canon cris- tiano este libro figura entre los deuterocanónicos. Q T T M \ T ? T O P RI ME RA P AR T E : La sabiduría, fuente de felicidad e in- JUmn.M\LKJ mortalidad (i-9).~SEGUNDA P AR T E : La sabiduría en Israel (10-19). P R I M E R A P A R T E L A SABIDURÍA, FUENTE DE FELICIDAD E INMORTALIDAD (1-9) Na t u r a l e z a d e l a s a b i d u r í a I 1 Amad la justicia los que gobernáis la tierra; | pensad rect ament e del Se- ñor I y buscadle con sencillez de corazón. 2 Porque se deja hallar de los que no le tientan, I se manifiesta a los que no des- confían de El. 3 Los pensamientos perversos apart an de Di os, I la virtud pr obada corrige a los i mprudent es; 4 Porque en al ma maliciosa no ent rará la sabiduría | ni mor ar á en cuerpo esclavo del pecado; 5 Porque el Sant o Espíritu de la disci- plina huye del engaño I y se aleja de los pensamientos insensatos, | y al sobreve- nir la iniquidad se aleja. * 6 Porque la sabiduría es un espíritu amador del hombr e, | y no dejará im- pune al de blasfemos l abi os; | que Di os es testigo de sus pensamientos, | y veraz observador de su corazón, | y oidor de sus pal abr as; 7 Porque el Espíritu del Señor llena la tierra, | y El, que t odo lo abarca, tiene la ciencia de t odo. 8 Por esto nadi e que habl e impiedades quedará oculto, | ni pasará de largo ant e él la justicia vengadora; 9 Por que los pensamientos del impío se- rán exami nados; I y hast a al Señor llega- rá el sonido de sus pal abras, para castigo de sus i ni qui dades; 10 Que su celoso oí do lo oye t odo, | y el r umor de las murmuraci ones no que- dará oculto. 11 Guar daos, pues, de murmuraci ones 5 El Santo Espíritu de la disciplina es el Espíritu de Dios, que, infundido en el alma, induce a observar la disciplina. SABIDURÍA 1-2 712 inútiles, I preservaos de la lengua mal ha- blada, | porque la lengua mentirosa no quedará impune, | y la boca embustera da muerte al alma. Dest i no del hombr e 12 No corráis tras la muerte con los ex- travíos de vuestra vida, | ni os atraigáis la ruina con las obras de vuestras manos; 13 Que Dios no hizo la muerte; | ni se goza en la pérdida de los vivientes. * 14 Pues El creó todas las cosas para la existencia | e hizo saludables a todas sus criaturas, | y no hay en ellas principio de muerte | ni el reino del ades impera sobre la tierra. 15 Porque la justicia no está sometida a la muerte. 16 Pero los impíos la llaman con sus obras y palabras; | mirándola como ami- ga, se desviven por ella; | con ella hacen pacto, | y por autores de ella merecen ser tenidos. 2 1 Pues neciamente se dijeron a sí mis- mos los que no razonan: | «Corta y triste es nuestra vida, | y no hay remedio cuando llega el fin del hombre, | ni se sabe que nadie haya escapado del ades. * 2 Por acaso hemos venido a la exis- tencia, | y después de esta vida seremos como si no hubiéramos sido; | porque humo es nuestro aliento, | y el pensamien- to una centella del latido de nuestro co- razón. 3 Extinguido éste, el cuerpo se vuelve ceniza | y el espíritu se disipa como tenue aire. 4 Nuestro nombre caerá en el olvido con el tiempo, | y nadie tendrá memoria de nuestras obras; | y pasará nuestra vida como rastro de nube, | y se disipará como niebla | herida por los rayos del sol, | que a su calor se desvanece; 5 Pues el paso de una sombra es nues- tra vida, | y sin retorno es nuestro fin, | porque se pone el sello y ya no hay quien 6 Venid, pues, y gocemos de los bienes presentes, j démonos prisa a disfrutar de todos en nuestra juventud. 7 Hartémonos de ricos, generosos vi- nos, | y no se nos escape ninguna flor pri- maveral. 8 Coronémonos de rosas antes de que se marchiten; | no haya prado que no huelle nuestra voluptuosidad. 9 Ninguno de nosotros falte a nuestras orgías, | quede por doquier rastro de nues- tras liviandades, | porque ésta es nuestra porción y nuestra suerte. 10 Oprimamos al justo desvalido, | no perdonemos a la viuda I ni respetemos las canas del anciano provecto. 11 Sea nuestra fuerza norma de la jus- ticia, | pues la debilidad bien se ve que no sirve para nada. 12 Pongamos garlitos al justo, que nos fastidia | y se opone a nuestro modo de obrar, | y nos echa en cara las infraccio- nes de la Ley, | y nos reprocha nuestros extravíos. * 13 Pretende tener la ciencia de Dios | y llamarse hijo del Señor; 14 Es censor de nuestra conducta; I has- ta el verle nos es insoportable. 15 Porque su vida en nada se parece a la de los otros, | y sus sendas son muy distintas de las nuestras, 16 Nos tiene por escorias, | y se aparta de nuestras sendas como de impurezas; | ensalza el fin de los justos | y se gloría de tener a Dios por padre. 17 Veremos si sus palabras son verda- deras, | y probaremos cuál es su fin; 18 Porque si el justo es hijo de Dios, El le acogerá I y le librará de las manos de sus enemigos. 19 Probémosle con ultrajes y tormen- tos, | y veamos su resignación, | y probe- mos su paciencia, 20 Condenémosle a muerte afrentosa, | pues, según dice, Dios le protegerá». * 21 Estos son sus pensamientos, pero se equivocan, | porque los ciega su maldad. 22 Y desconocen los misteriosos juicios de Dios, | y no esperan la recompensa de la justicia | ni estiman el glorioso premio de las almas puras. 23 Porque Dios creó al hombre para la inmortalidad | y le hizo a imagen de su naturaleza; 24 Mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, | y la experimentan los que le pertenecen. 13 El autor insiste mucho en esta idea de que Dios, creador de la vida, no hizo la muerte; ésta fue obra del diablo y lo es de los hombres que siguen las sugestiones de éste (Gen 3,4 s.). 2 1 Todas estas reflexiones expresan los sentimientos de los epicúreos, tanto teóricos como prác- ticos, que abundaban en la sociedad helenística conocida del autor en Egipto. 12 Este justo de que aquí se había no debe ser otro que el israelita, que con su moral, más aus- tera, era un continuo reproche para los gentiles corrompidos. 20 Este es uno de los varios pasajes del Antiguo Testamento en que parece como si el Espíritu Santo, que inspiraba al autor sagrado, moviese su mano para llevarle a señalar al Justo por antono- masia. Tan fuertes son los trazos con que le describe (cf. Sal 22). 713 SABIDURÍA 3-4 Vida y muer t e de los justos y de los i mpí os 3 l Las almas de los justos están en las manos de Dios, | y el tormento no los alcanzará. * 2 A los ojos de los necios parecen ha- ber muerto, | y su partida es reputada por desdicha. 3 Su salida de entre nosotros, por ani- quilamiento; I pero gozan de paz. 4 Pues aunque a los ojos de los hom- bres fueran atormentados, | su esperanza está llena de inmortalidad. 5 Después de un ligero castigo serán col- mados de bendiciones, | porque Dios los probó [ y los halló dignos de sí. sabiduría y la disciplina; ! su esperanza es vana, sus trabajos infructuosos, | e in- útiles sus obras. 12 Sus mujeres son insensatas, | y per- versos sus hijos, y su posteridad maldita. 13 Pero, aunque estéril, dichosa es la in- contaminada, I que no conoció el lecho pecaminoso; ¡ tendrá parte en el premio de las almas santas. 14 Dichoso también aun el eunuco, que no ha obrado la maldad con sus ma- nos I ni ha concebido malos pensamien- tos contra el Señor, | porque le será otor- gado un especial galardón por su fideli- dad I y un muy deseable puesto en el templo del Señor. * 15 Porque glorioso es el fruto de los tra- Conviie grit « Como el oro en el crisol los probó, | y le fueron aceptos como sacrificio de ho- locausto. 7 Al tiempo de su recompensa brilla- rán I y discurrirán como centellas en ca- ñaveral;* 8 Juzgarán a las naciones y dominarán sobre los pueblos, | y su Señor reinará por los siglos. 9 Los que confían en El conocerán la verdad, | y los fieles a su amor permane- cerán con El, I porque la gracia y la mi- sericordia son la parte de sus elegidos. 10 Pero los impíos, conforme a sus pen- samientos, tendrán su castigo, | pues des- preciaron al justo y se apartaron del Se- ñor. 11 Porque desdichado el que desecha la bajos honrosos, | y la raíz de la sabiduría es imperecedera. 16 Pero los hijos de las adúlteras no lo- grarán madurez, | la descendencia del le- cho criminal desaparecerá; 17 Y aun si alcanzan larga vida, serán tenidos en nada, | y su ancianidad será al fin deshonrosa. 18 Y si muriesen prematuramente, no tendrán esperanza I ni consuelo en el día del juicio. I El fin del injusto linaje es ne- fasto. 4 1 Mejor es la esterilidad con virtud, | pues su memoria es inmortal, | por- que es conocida de Dios y de los hom- bres : * 2 Presente, imitadla; I ausente, desead- O J Tales eran las esperanzas de aquellos jóvenes Macabeos y de todos los que como ellos pe- "* recieron en la persecución de Antioco (2 Mac 7). 7 Daniel dice que los justos brillarán como las estrellas en el firmamento (10,3). La imagen de la Sabiduría parece estar tomada de las estrellas fugaces. 14 Isaías (56,4) promete al eunuco observante de la voluntad divina, excluido por la Ley de la asamblea de Israel (Dt 23,1), un nombre glorioso en el reino mesiánico. A 1 Se ve claro que el autor mira ya la vida, asi la de los malvados como la de los justos, a la luz ^ que derrama sobre la historia humana la esperanza de la inmortalidad. SABIDURÍA 4-5 714 la; I en el siglo venidero triunfará corona- da, I después de haber reportado la victo- ria en combates inmaculados. 3 Pero la numerosa prole de los impíos es sin provecho, I y los troncos bastardos no echarán hondas raíces ni tendrán sue- lo seguro; 4 Pues aunque sus ramas verdeen por un tiempo, | no estando fuertemente fijas, serán sacudidas por el viento | y por la violencia del vendaval arrancadas de cuajo. 5 Las ramas serán quebradas antes de su desarrollo, I su fruto será inútil, no madurará, | de nada servirá. 6 Porque los hijos nacidos de uniones ilegítimas I serán testigos contra sus vi- ciosos padres al ser interrogados. 7 Pero el justo, si muriese prematura- mente, | estará en la paz; 8 Que la honrada vejez no es la de los muchos años, I ni se mide por el número de dias. 9 La prudencia es la verdadera canicie del hombre, | y la verdadera ancianidad es una vida inmaculada. 10 El que se hizo grato a Dios fue ama- do de El, | y viviendo entre los pecadores, fue trasladado.* 11 Fue arrebatado por que la maldad no pervirtiese su inteligencia | y el engaflo no extraviase su alma; 12 Que la fascinación del vicio corrom- pe el bien, | el vértigo de la pasión per- vierte la mente sana. 13 Llegado en poco tiempo a la perfec- ción, | vivió una larga vida. 1 4 Pues su alma era grata al Señor; | por esto se dio prisa a sacarle de en medio de la maldad. 15 Los pueblos lo vieron, pero no lo en- tendieron | ni sobre ello reflexionaron, | que la gracia y la misericordia es para los elegidos, | y la visitación para los santos. >* El justo muerto condena a los im- píos vivos, [ y la juventud pronto acaba- da condena los muchos años del impío. 1 7 Verán el fin del sabio, | sin entender los designios del Señor sobre él, | ni por qué le puso en seguridad. i 8 Verán y se burlarán, | pero el Señor se reirá de ellos. 19 Y después de esto caerán sin honra, | y serán entre los muertos en el oprobio sempiterno; | porque los quebrantará, re- duciéndolos al silencio, I y los sacudirá en sus cimientos | y serán del todo desola- dos, | y serán sumergidos en el dolor, | y perecerá su memoria. 10 Alude a Henoc, de quien se habla en Gen 5 tuvo corta vida, pero aventajada en perfección. K i El autor nos presenta aquí el juicio final, ** aparecerá clara la razón del gobierno divino se 20 Verán llenos de espanto sus peca- dos, | y sus crímenes se levantarán con- tra ellos, acusándolos. Ul t i mo fin de los justos 5 1 Entonces estará el justo en gran se- guridad, | en presencia de quienes le persiguieron | y menospreciaron sus obras. * 2 Al verlo se turbarán con terrible es- panto, | y quedarán fuera de sí ante lo inesperado de aquella salud. 3 Arrepentidos, se dirán, | gimiendo por la angustia de su espíritu: «Este es el que algún tiempo tomamos a risa | y fue ob- jeto de nuestro escarnio. 4 Nosotros, insensatos, tuvimos su vida por locura | y su fin por deshonra. 5 ¡Cómo son contados entre los hijos de Dios, | y tienen su heredad entre los santos! 6 Luego erramos el camino de la ver- dad, | y la luz de la justicia no nos alum- bró, | y el sol no salió para nosotros. 7 Nos cansamos de andar por sendas de iniquidad y de perdición, | y caminamos por desiertos solitarios, | y el camino del Señor no lo atinamos. 8 ¡,Qué nos aprovechó nuestra sober- bia, | qué ventaja nos trajeron la riqueza y la jactancia? 9 Pasó como una sombra todo aquello, | y como correo que va por la posta, 10 Como nave que atraviesa las agitadas aguas, | sin dejar rastro de su paso | ni del camino de su quilla por las olas; u O como ave que vuela por los aires, I sin dejar señal de su vuelo; | pues si bate el aire con sus alas | y lo corta con la vio- lencia de su ímpetu, I y se abre camino con el movimiento de las alas, | después ya no se halla señal de su paso; 12 O como flecha que se tira al blanco, ! que aunque hienda el aire, luego éste vuel- ve a cerrarse, | y no se conoce por donde pasó. 13 Así también nosotros, en naciendo morimos; | sin dar muestra alguna de nuestra virtud, | nos extinguimos en nues- tra maldad». 14 Sí, la esperanza del impio es como polvo arrebatado por el viento, | como ligera espuma deshecha por el huracán, | como humo que en el aire se disipa, | cual recuerdo del huésped de un día que pasó de largo. 15 Pero los justos viven para siempre, ] y su recompensa está en el Señor I y el cuidado de ellos en el Altísimo. ;,24, el cual, en comparación de los otros patriarcas, que será el día de los desengaños, porque en él ibre ios hombres (cf. Mt n. i o; 25,31-46; Le 7,35). 715 SABIDURÍA 5-7 " Por esto recibirán un glorioso rei- no, I una hermosa corona de mano del Señor, | que con su diestra los protege | y los defiende con su brazo. 17 Se armará de su celo como de ar- madura, I y armará a las criaturas todas para rechazar a sus enemigos; 18 Vestirá por coraza la justicia | y se pondrá por yelmo el sincero juicio. 19 Embrazará por escudo impenetrable la santidad. 20 Y afilará su fuerte cólera cual espa- da, I y todo el universo luchará con El contra los insensatos. 21 Los dardos de los rayos partirán bien dirigidos, I y volarán de las nubes al blanco como de arco. 22 Y la ira, como lanzada por una ca- tapulta, arrojará violentas granizadas; | y el agua del mar se enfurecerá contra ellos, I y los ríos se precipitarán con fu- ria sobre ellos. 23 Un soplo poderoso los embestirá I y los aventará como torbellino. | La ini- quidad desolará toda la tierra I y la mal- dad derribará los tronos de los poderosos. La sabiduría y los reyes 6 1 Oíd, pues, reyes, y entended. I Aprended los que domináis los con- fines de la tierra. 2 Aplicad el oído los que imperáis so- bre las muchedumbres I y los que os en- greís sobre la multitud de las naciones. * 3 Porque el poder os fue dado por el Señor, I y la soberanía por el Altísimo, | que examinará vuestras obras y escudri- ñará vuestros pensamientos; 4 Porque siendo ministros de su reino no juzgasteis rectamente I y no guardas- teis la Ley, I ni según la voluntad de Dios caminasteis. 5 Terrible y repentina vendrá sobre vos- otros, I porque de los que mandan se ha de hacer severo juicio; 6 Pues el pequeño hallará misericordia, | pero los poderosos serán poderosamen- te atormentados; 7 Que el Señor de todos no teme de nadie | ni respetará la grandeza de nin- guno ; I porque El ha hecho al pequeño y al grande, I e igualmente cuida de todos; 8 Pero a los poderosos amenaza pode- rosa inquisición. 9 A vosotros, pues, reyes, se dirigen mis palabras, I para que aprendáis la sa- biduría y no pequéis. 10 Pues los que guardan santamente las cosas santas serán santificados, | y quie- nes hubieren aprendido sabrán cómo res- ponder. 11 Ansiad, pues, mis palabras, | desead- las e instruios. * 12 Resplandece sin jamás obscurecerse la sabiduría, I fácilmente se deja ver de los que la aman | y es hallada de los que la buscan. 13 Y aun se anticipa a darse a conocer a los que la desean. 14 El que temprano la busca no tendrá que fatigarse, | pues a su puerta la hallará sentada; 15 Pues pensar en ella es ya prudencia consumada, I y el que vela por ella pronto se verá sin afanes. 16 Porque ella misma busca por todas partes a los dignos, I y en los caminos se les muestra benigna, I y en todos sus pen- samientos les sale al encuentro. 1 7 Pues su principio es el deseo since- rísimo de la instrucción, | y procurar la disciplina es ya amarla. 18 Este amor es la guarda de sus pre- ceptos; I la observancia de las leyes ase- gura la incorrupción, 19 Y la incorrupción nos acerca a Dios. 2 " Por tanto, el deseo de la sabiduría nos conduce al reino. 21 Si os complacéis, pues, en los tronos y en los cetros, reyes de los pueblos, | es- timad la sabiduría, para que reinéis por siempre. Sal omón, enamor ado de la sabiduría 22 Yo os contaré qué es la sabiduría y cuál es su origen; | y no os ocultaré sus misterios, I sino que me remontaré hasta el comienzo de la creación, I y pondré en claro su conocimiento, I y nada omitiré de la verdad. 23 No iré con el que de envidia se con- sume, I porque la envidia no tiene nada que ver con la sabiduría. 24 Los muchos sabios son la salud del mundo, | y un rey prudente la prosperidad de su pueblo. " As í , pues, aprended mis palabras y os serán de provecho. 7 1 Yo soy hombre mortal, semejante a todos, ! nacido del que primero fue formado de la tierra, | y en el seno de mi madre se formó mi carne.* ¿i 2 El origen divino del poder era una idea muy impresa en el ánimo de los antiguos, pero defor- ** mada para exaltación de los príncipes, que se creían dioses. Aquí se inculca la idea verdadera con su consecuencia: la cuenta que Dios pedirá a los reyes del ejercicio del poder. 11 La sabiduría, como en Prov 1,20 ss.; 8,1 ss., llama a todos y se ofrece a enriquecerlos con sus tesoros para hacerlos dichosos. "f > Como en el capítulo precedente empezó hablando a los reyes, ahora introduce aquí a un rey * glorioso, dando una lección de prudencia a los demás reyes para que aprendan a mirarse »t i SABIDURÍA 7-8 716 2 Consolidándose por unos diez meses | la semilla de un hombre y el placer del sueno. 3 Y nacido, respiré el aire común | y caí en la misma tierra que todos, | y lloré igual que los otros, 4 Y fui criado entre pañales y con cui- dados; 5 Porque no hay rey que tenga otro mo- do de venir a ser; 6 Una es la entrada de todos en la vida, e igual la salida. 7 Por esto oré y me fue dada la pru- dencia. | Invoqué al Señor y vino sobre mí el espíritu de la sabiduría, 8 Y la preferí a los cetros y a los tro- nos, | y en comparación con ella tuve en nada la riqueza. 9 No la comparé a las piedras preciosas, | porque todo el oro ante ella es un grano de arena, | y como el lodo es la plata ante ella. 10 La amé más que a la salud y la her- mosura | y antepuse a la luz su posesión, I porque el resplandor que de ella brota es inextinguible. 11 Todos los bienes me vinieron junta- mente con ella, | y en sus manos me trajo una riqueza incalculable. 12 Yo me gocé en todos estos bienes | porque es la sabiduría quien los trae, I pero ignoraba que fuese ella la madre de todos. 13 Sin engaño la aprendí y sin envidia la comunico, I y a nadie escondo sus ri- quezas. 14 Es para los hombres tesoro inagota- ble, | y los que de él se aprovechan se ha- cen participantes de la amistad de Dios, | recomendados a El por los dones adqui- ridos con la disciplina. 15 Déme Dios hablar según deseo y pen- sar dignamente de los dones recibidos, | porque El es el guía de la sabiduría | y el que corrige a los sabios. 16 Porque en sus manos estamos nos- otros y nuestras palabras | y toda la prudencia y la pericia de nuestras obras; 17 Porque El nos da la ciencia verdadera de las cosas, | y el conocer la constitución del universo y la fuerza de los elementos; 18 El principio, el fin y el medio de los tiempos; | el curso regular de los astros y los cambios de las estaciones; w El ciclo de los años y la posición de las estrellas; 20 La naturaleza de los animales y los instintos de las fieras; | la fuerza de los vientos y los razonamientos de los hom- bres ; | las diferencias de las plantas y las virtudes de las raíces. 21 Todo lo que me estaba oculto lo co- nocí a las claras, | porque la sabiduría, artífice de todo, me lo enseñó. Propi edades de la sabiduría 22 Pues en ella hay un espíritu inteli- gente, santo, | único y múltiple, sutil, | ágil, penetrante, inmaculado, | cierto, im- pasible, benévolo, agudo, libre, bienhe- chor, * 23 Amante de los hombres, estable, se- guro, tranquilo, | todopoderoso, omnis- ciente, | que penetra en todos los espíri- tus | inteligentes, puros, sutiles. 24 Porque la sabiduría es más ágil que todo cuanto se mueve, | se difunde su pu- reza y lo penetra todo; 25 Porque es un hálito del poder divi- no | y una emanación pura de la gloria de Dios omnipotente, I por lo cual nada manchado hay en ella. 26 Es el resplandor de la luz eterna, | el espejo sin mancha del actuar de Dios, | imagen de su bondad. * 27 Y siendo una, todo lo puede, | y per- maneciendo la misma, todo lo renueva, | y a través de las edades se derrama en las almas santas, | haciendo amigos de Dios y profetas; 28 Que Dios a nadie ama sino al que mora con la sabiduría. 29 Es más hermosa que el sol, | supera a todo el conjunto de las estrellas, | y comparada con la luz, queda vencedora. 30 Porque a la luz sucede la noche, I pero la maldad no triunfa de la sabiduría. Ri quezas que r epar t e la sabiduría 8 1 Se extiende poderosa del uno al otro extremo | y lo gobierna 'todo con suavidad. 2 La amé y la busqué desde mi juven- tud, | procuré desposarme con ella | ena- morado de su belleza. 3 Se manifiesta su excelsa nobleza por su convivencia con Dios, | y el Señor de todas las cosas la ama. * según lo que son de verdad y no según las fantasías creadas por su propio orgullo y por la adulación de sus cortesanos. 22 El códice alejandrino dice así: «Es ella un espíritus, etc. El texto aceptado implica un matiz que no parece indiferente. San Pablo, en i Cor 12,4 ss., nos habla de las múltiples manifestaciones del Espíritu Santo, que parece una explicación de estos versos 22-24. 26 Estos dos versos son la revelación más alta de la Sabiduría de Dios. Aquí ya no se trata de sus relaciones con el mundo creado, sino con Dios mismo, de quien es reflejo, esplendor, imagen. Aquí parece haberse inspirado San Pablo en Col 1,5 ss. y Heb 1,2 s. Q 3 Para comprender este versículo, recordemos la doctrina sobre la sabiduría difundida por 0 la creación entera y comunicada a los hombres para guiarlos por las sendas de la ley divina (Eclo 1,10; 24,1-47). 717 SABIDURÍA 8-9 era parte de la prudencia conocer de quién es don, | me dirigí al Señor y le supliqué, I diciéndole de lo íntimo de mi corazón: Oración de Salomón para alcanzar la sabiduría 9 ! Dios de los padres y Señor de la misericordia, I que con tu palabra hiciste todas las cosas* 2 Y en tu sabiduría formaste al hom- bre I para que dominase sobre tus cria- turas, I 3 y para regir el mundo con san- tidad y justicia, | y para administrar jus- ticia con rectitud de corazón: 4 Dame la sabiduría asistente de tu tro- no I y no me excluyas del número de tus siervos. 5 Porque siervo tuyo soy; hijo de tu sierva, | hombre débil y de pocos años, | demasiado pequeño para conocer el jui- cio y las leyes. * Pues aunque uno sea perfecto entre los hijos de los hombres, | sin la sabidu- ría, que procede de ti, será estimado en nada. 7 Tú me elegiste para rey de tu pueblo | y juo/ de tus hijos y tus hijas. 8 Tú me dijiste que edificase un templo en tu monte santo | y un altar en la ciu- dad de tu morada, | según el modelo del santo tabernáculo que al principio habías preparado. 9 Contigo está la sabiduría, conocedo- ra de tus obras, | que te asistió cuando hacías el mundo, | y que sabe lo que es grato a tus ojos | y lo que es recto según tus preceptos. 10 Mándala de tus santos cielos, I y de tu trono de gloria envíala, | para que me asista en mis trabajos | y venga yo a sa- ber lo que te es grato. 11 Porque ella conoce y entiende todas las cosas, I y me guiará prudentemente en mis obras | y me guardará en su es- plendor; 12 Y mis obras te serán aceptas, I y re- giré tu pueblo con justicia, | y seré digno del trono de mi padre. 13 Pues ¿qué hombre podrá conocer el consejo de Dios | y quién podrá atinar con lo que quiere el Señor? 14 Porque inseguros son los pensamien- tos de los mortales, | y nuestros cálculos muy aventurados; 15 Pues el cuerpo corruptible agrava el alma, | y la morada terrestre oprime la mente pensativa; 16 Pues si apenas adivinamos lo que en la tierra sucede | y con trabajo hallamos 20 Quiere decir que gozaba desde su nacimiento de aquella gracia que los antiguos expresaban con la sentencia flmens sana in corpore sano». Q 1 El autor se inspira para esta oración, que pone en boca de Salomón, en 1 Re 3,5 ss., donde ** se cuenta la visión divina y la petición que Salomón hizo de la sabiduría. 4 Porque está en los secretos de la cien- cia de Dios I y es directora de sus obras. 5 Si la riqueza es un bien codiciable en la vida, | ¿qué cosa más rica que la sabiduría, que todo lo obra? 6 Si la inteligencia es activa, | ¿quién más activo que ella, artífice de cuanto existe? 7 Y si amas la justicia, I los frutos de la sabiduría son las virtudes, | porque ella enseña la templanza y la prudencia, | la justicia y la fortaleza, | las virtudes más provechosas para los hombres en la vida. 8 Y si deseas una rica experiencia, | ella conoce lo pasado y entrevé lo venidero; | conoce las falacias de los discursos y las soluciones de los enigmas; I interpreta los signos y los prodigios, I la sucesión de las estaciones y los tiempos. 9 Resolví, pues, tomarla para que con- viviera conmigo, I sabiendo que me sería buena consejera | y consuelo en mis cui- dados y afanes. 10 Y por ella alcanzaré gloria ante las muchedumbres, | y joven aún, honor en- tre los ancianos. 11 En los juicios me mostraré agudo, I y seré admirado ante los poderosos. 12 Cuando yo calis esperarán, y si ha- blo, me prestarán atención, | y si prolon- go mis discursos, pondrán mano a la boca. 13 Por ella gozaré de la inmortalidad | y dejaré a mi descendencia una memoria eterna. 14 Gobernaré los pueblos, y las naciones me estarán sometidas; 15 Oyendo hablar de mí temerán los te- rribles tiranos, | y me mostraré entre la muchedumbre bueno, y en la guerra va- leroso. 16 Entrando en mi casa, descansaré en ella, I porque no es amarga su conversa- ción I ni dolorosa su convivencia, | sino alegría y gozo. 17 Pensando esto conmigo mismo | y meditando en mi corazón I que la inmor- talidad está en la compañía de la sabi- duría, 18 Y que su amistad es noble deleite, I y los trabajos de sus manos riqueza inago- table, I y pericia el trato de su conversa- ción, [ y fama participar en sus discursos, I corrí de una parte a otra buscando to- marla conmigo. 19 Era yo un niño de buen natural, I que recibió en suerte un alma buena. 20 Porque era bueno, vine a un cuerpo sin mancilla;* 21 Pero conociendo que no podía ser templado si Dios no me lo daba | y que SABIDURÍA 9-11 718 lo que está en nuestras manos, | ¿quién rastreará lo que sucede en el cielo? 17 ¿Quién conoció tu consejo si tú no le diste la sabiduría | y enviaste de lo alto tu espíritu santo? ' 8 Así es como se han enderezado los caminos de los que moran sobre la tie- rra, | y los hombres supieron lo que te es grato, | y por la sabiduría fueron salvos. SEGUNDA PARTE LA SABIDURÍA EN ISRAEL (10-20) La sabiduría, guía de los patriarcas •i A ' Ella fue la que guardó al primer * " hombre, | al que primeramente for- maste para ser padre del mundo, | y le salvó en su caída, * 2 Y le dio poder para dominar sobre todas las cosas. 3 Por haberse apartado de ella en su cólera, I el injusto se perdió por su furor fratricida. 4 Inundó luego la tierra el furor de és- te, I y de nuevo la salvó la sabiduría, | ri- giendo al justo en lefio deleznable. 5 Cuando las naciones en una concor- dia inicua fueron confundidas, | conoció al justo y le conservó irreprochable ante Dios I y le mantuvo fuerte contra la ter- nura paternal por su hijo. « Ella salvó de la ruina de los impíos al justo ! en su huida del fuego que descendía sobre Pentápolis; 7 Y en testimonio de la maldad | con- tinúa la tierra desolada, humeante, | y sus árboles dan frutos que no madu- ran, I y una estatua de sal quedó cual monumento de un alma desobediente. 8 Pues los que despreciaron la sabidu- ría, I no sólo sufrieron el daño de no co- nocer el bien, | sino que dejaron a los vivientes un monumento de su insensa- tez, I para que no cayesen en olvido sus pecados. 9 Pero la sabiduría libró de las penas a los que la servían. 10 Libró al justo que huía de la ira fraterna, I le condujo por caminos rec- tos, I le mostró el reino de Dios | y le dio a conocer las cosas santas. | Le pros- peró en sus fatigas I y multiplicó el fruto de sus trabajos; 1 n • Es la sabiduría el plan de la creación, existente en la mente divina y actualizado luego en el ' ^ mundo por la palabra omnipotente de Dios. Abarca.dos cosas: la naturaleza de los seres y su gobierno; sobre todo se fija el autor en el gobierno del hombre. En los capítulos que vienen nos habla de esa sabiduría que dirigió a los principales personajes bíblicos, los cuales, a su vez, se some- tieron con docilidad a ese gobierno, cooperando con esto a los planes de Dios sobre ellos. No señala las personas por su nombre, pero ya se dejan bien conocer por las obras que les atribuye. "> Se alude aquí a Moisés, guiado por la Sabiduría. En esto el autor se extiende en contarnos los juicios de Dios sobre los egipcios y sus misericordias con Israel, el pueblo santo, por ser pueblo elegido de Dios más que por su conducta indócil, que el autor no toma en cuenta eo este lugar. 11 Le asistió contra la avaricia de quien le oprimía | y le enriqueció. 12 Le preservó de sus enemigos | y le protegió contra los que le acechaban, | y le dio el premio de un rudo combate, | para que aprendiera que la piedad es más fuerte que todo. 13 No abandonó al justo vendido | y le salvó del pecado; I descendió con él al calabozo. 14 Y no le abandonó en la prisión | hasta entregarle los poderes del reino | y el poder sobre sus opresores. I Descu- brió la mentira de sus acusadores | y le dio una gloria eterna. Moisés e Israel, guiados por la sabiduría 1 5 Libró de la nación opresora al pue- blo santo, I al pueblo puro, a la descen- dencia irreprochable. i* Entró en el alma del servidor de Dios I e hizo frente a reyes temibles con prodigios y señales.* 17 Dio a los santos la recompensa de sus trabajos, | guiándolos por un camino de prodigios, | y fue para ellos sombra por el día | y luz de astros por la noche. 18 Les hizo atravesar el mar Rojo | y los condujo a través de las muchas aguas. 19 Sumergió a sus enemigos, I y del profundo abismo arrojó a la playa sus cadáveres. 20 Por esto los justos despojaron a los impíos, ! celebraron, Señor, tu santo nom- bre I y a una alabaron tu diestra vence- dora. 21 Porque la sabiduría abrió la boca de los mudos | e hizo elocuentes las len- guas de los niños. 1 | 1 Hizo prosperar sus obras por ma- * no de un profeta santo; 2 Atravesaron el desierto inhabitable | y fijaron sus tiendas en lugares desiertos; 3 Resistieron a los enemigos y se ven- garon de sus adversarios. 4 Tuvieron sed y te invocaron, I y les fue dada agua de la dura roca, I y para saciar su sed, de la áspera piedra. 719 SABIDURÍA 11-12 Castigo de los egipcios ' Pues por donde fueron castigados sus enemigos, * 6 Por ahi fueron socorridos los indi- gentes. 7 En vez de las aguas perennes del rio, I se vieron aquéllos turbados con sangre podrida, 8 En castigo del decreto infanticida. | Dísteles a ellos, contra toda esperanza, aguas abundantes, 9 Y mostraste por aquella sed I el cas- tigo infligido a los adversarios, | juzga- dos con ira. 10 Porque aquéllos, probados y corre- gidos con misericordia, | conocieron cómo eran atormentados los impíos con ira. 11 Pues a unos, como padre que amo- nesta, los probaste; I pero a los otros, como rey severo que condena, los cas- tigaste. 12 Pues ausentes y presentes eran igual- mente atormentados 1 3 Y heridos por un doble pesar. | Gi- mieron por la memoria de lo pasado, 14 Porque, oyendo que sus propios tor- mentos I beneficiaban a los otros, cono- cieron al Señor. !5 Pues aquel que ellos arrojaron y des- preciaron I le admiraron al fin de los sucesos, I cuando sintieron una sed muy diferente de la de los justos. 16 En castigo de los pensamientos in- sensatos y estúpidos | con que, extravia- dos, adoraban a reptiles miserables y viles brutos, | les enviaste en castigo mu- chedumbre de animales irracionales, 17 Para que conocieran que por don- de uno peca, I por ahí es atormentado. 18 Pues no era difícil a tu mano om- nipotente, I que creó el mundo de la materia informe, I enviarles muchedum- bre de osos o feroces leones, 19 O fieras desconocidas llenas de fu- ror, creadas nuevamente, | que respira- sen un aliento inflamado, exhalando un olor infecto, | o que de sus ojos lanza- sen terribles centellas, 20 Que no sólo hiriéndolos les causa- ran la muerte, | sino que ya sólo con su vista espantable los mataran; 21 Pero aun sin esto, por un simple soplo podrían perecer | perseguidos por la justicia | y disipados por tu soplo poderoso; I pero todo lo dispusiste con medida, número y peso. 22 Porque el realizar cosas grandes siem- pre está en tu mano, | y al poder de tu brazo, ¿quién puede resistir? 23 Pues todo el mundo es delante de ti como un grano de arena en la balan- za ! y como una gota de rocío de la ma- ñana que cae sobre la tierra. 24 Pero tienes piedad de todos, porque todo lo puedes, | y disimulas los pecados de los hombres para traerlos a peniten- cia; 25 Pues amas todo cuanto existe | y nada aborreces de lo que has hecho, | que no por odio hiciste cosa alguna. 26 ¿Y cómo podría subsistir nada si tú no quisieras I o cómo podría conservar- se sin ti? 27 Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amador de las almas. Castigo de los cananeos •f o 1 Porque en todas las cosas está • l « tu espíritu incorruptible. 2 Y por eso corriges con blandura a los que caen, I y a los que pecan los amonestas, despertando la memoria de su pecado, | para que, libres de su mal- dad, crean. Señor, en ti. ' Y porque aborrecías a los antiguos habitantes de tu tierra santa, 4 Que practicaban obras detestables de magia, ritos impíos, 5 Y eran crueles asesinos de sus hi- jos, I que se daban banquetes con la car- ne y sangre humanas, | y con la sangre se iniciaban en infames orgías. 6 A esos padres, asesinos de seres ino- centes, I determinaste perderlos por ma- no de nuestros padres, * 7 Para que recibiese una digna colonia de hijos de Dios | esta tierra, ante ti la más estimada de todas. 8 Pero a éstos, como a hombres, los perdonaste, | y enviaste tábanos como precursores de tu ejército, | para que poco a poco los exterminaran. * 9 No porque fueras impotente para so- meter por las armas los impíos a los justos I o para de una vez destruirlos por fieras feroces o por una palabra dura; 10 Pero castigándolos poco a poco les diste lugar a penitencia, | no ignorando que era el suyo un origen perverso, | y que era ingénita su maldad, I y que ja- más se mudaría su pensamiento. •f Hj 5 El autor contrapone aquí la misericordia usada por Dios con los hebreos y la justicia ejer- ' ' cida con los egipcios, justicia que todavía fue acompañada de misericordia, porque Dios ama cuanto existe y nada aborrece de cuanto creó, como la misericordia hacia Israel no careció de justicia. Son muy dignos de notar los últimos versículos de este capitulo. I O 6 Los hebreos recibieron del Señor la orden de exterminar a los cananeos, como ministro! ' "• de la justicia de Dios, que debía vengar tales crímenes. 8 _ La misma conducta misericordiosa que usó Dios con los egipcios usó con los cananeos, y por la misma razón, porque es misericordioso. SABIDURÍA 12-13 720 n Que era semilla mal di t a desde su origen | y no por t emor de nadi e dila- taste el castigo de sus pecados. * 12 Pues ¿quién te di r á: Por qué haces esto, ! o quién se opondr á a t u juicio, I o qui én t e l l amará a juicio por la pérdida de naciones que tú hiciste, I o quién vendrá a abogar cont ra ti por hombres impíos? 13 Que no hay más Di os que t ú, que de t odo cuidas, I para most rar que no juzgas injustamente. 1 4 Y no hay rey ni tirano que te pueda pedir cuentas de tus castigos. 15 Siendo j ust o, t odo lo dispones con justicia | y no condenas al que no merece ser castigado, | pues lo tienes por indig- nó de tu poder. 16 Por que tu poder es el principio de la justicia | y tu poder soberano te aut o- riza para perdonar a t odos. i ' Sólo si no eres creído perfecto en poder haces alarde de tu fuerza, I confun- des la audacia de los que dudan de ella. 18 Pero t ú, Señor de la fuerza, juzgas con benignidad | y con mucha indulgen- cia nos gobiernas, | pues cuando quieres tienes el poder en la mano. Le c c i o n e s q u e d e l o d i c h o se i nf i er en i ' Por tales obras enseñaste a tu pue- plo | que el justo debe ser bueno, | y diste a tus hijos buenas esperanzas | de que das tiempo de penitencia de los pe- cados. 2 0 Por que si a los enemigos de tus hi- jos y reos de muert e I los castigaste con t ant os mi rami ent os e indulgencia, | dán- doles tiempo y espacio para arrepentirse de su mal dad, * 21 ¿Con qué circunspección juzgarás a tus hijos, I cuyos padres recibieron de ti j urament os y alianza de buenas pro- mesas? 22 Pues, corrigiéndonos a nosot ros, azo- tas mil veces más a nuestros enemigos, I para que, cuando nosot ros juzgamos, pen- semos en t u bondad | y, al ser juzgados, esperemos misericordia. 23 Pues a los injustos, que pasan la vida en la insensatez, I los at orment ast e por tus propias abominaciones, 2 4 Cuando muchos más se extraviaron por los caminos del error, | teniendo por dioses los más viles animales, | engañados a manera de ni ños insensatos. 2 5 Y por esto, como a ni ños sin jui- cio, I les enviaste un castigo de bur l a; 2 6 Y los que no se corrigieron con amo- nestaciones de burl a | sufrieron un cas- tigo digno de Di os, 2 7 Pues fueron castigados por medio de aquellos mi smos | que tenían por dioses y por ellos mi smos azot ados | al ver que aquel que antes se negaron a recono- cer por Di os era el Di os verdadero, | que echó sobre ellos la suprema condenaci ón. Ne c e da d de l os que adoran l as c r i a t ur a s l O 1 Vanos son por naturaleza t odos • l «* los hombr es que carecen del co- nocimiento de Di os, | y por los bienes que disfrutan no al canzan a conocer al que es la fuente de ellos, | y por la consi- deración de las obras no conocieron al artífice, * 2 Sino que al fuego, al viento, al aire ligero, ] o al círculo de los astros, o al agua impetuosa, | o a las l umbreras del cielo t omar on por dioses rectores del uni- verso. 3 Pues si seducidos por su hermosura los tuvieron por dioses, | debieron cono- cer cuánt o mejor es el Señor de ellos, | pues es el aut or de la belleza quien hi zo t odas estas cosas. 4 Y si se admi raron del poder y de la fuerza, | debieron deducir de aquí cuán- t o más poderoso es su creador; 5 Pues de la grandeza y hermosura de las criaturas, I por razonami ent os, se llega a conocer al Hacedor de éstas. 6 Pero sobre éstos no cae t an gran re- proche, | pues por vent ura yerran | bus- cando real ment e a Di os y queri endo ha- llarle; 7 Y, ocupados en la investigación de sus obras, | a la vista de ellas se persua- den de la hermosura de lo que ven, 8 aunque no son excusables. 9 Por que si pueden alcanzar t ant a cien- cia I y son capaces de investigar el uni- verso, [ ¿cómo no conocen más fácilmente al Señor de él? El cul t o de l os í dol os io Desdi chados los que han puest o sus esperanzas en muert os, | cuant os l l aman dioses a las obras de sus manos, | or o y plata, obras de artífice, | e imágenes de n Alude el texto a la maldición de Gañán en Gen g,25 ss. 2 0 La sentencia dada contra los cananeos no se cumplió sino lentamente, para dar lugar al arrepentimiento, lo que significa la bondad de Dios con aquellos reos de muerte. ¡Cuánto más los hijos de Dios, los israelitas, tendrán derecho a esperar mayor misericordia! •j O [ Es de sumo interés este capítulo, por cuanto afirma la necedad culpable de los filósofos ' ** gentiles, los cuales, habiendo alcanzado tan amplio conocimiento de las cosas creadas, no supieron elevarse al Hacedor de las mismas. San Pablo parece haberse inspirado en esta doctrina al escribir el capitulo primero de su epístola a los Romanos (1,18-32). Y a la verdad es de maravi- llar la pobreza de la teodicea de Platón y Aristóteles. ' ' < - • 721 SABIDURÍA 13-14 animales, | o piedra inútil, obr a de mano antigua. * 11 Cort a experto l eñador un t ronco ma- nejable, | lo descorteza diestramente | y, haci endo uso de su destreza y arte, I fa- brica un muebl e útil par a las necesida- des de la vida; i 2 Y los despojos de la obr a | los con- sume en preparar su comi da y satisfa- cer su necesidad; 1 3 Pero el último resto, que para nada sirve, | un leño t orci do y lleno de nu- dos, | lo t oma y lo l abra en sus rat os de ocio, | y con su arte le da una figura, semejanza de hombr e, 1 4 O dándol e la semejanza de un vi] ani mal y pi nt ándol e de mi ni o, le da un color rojo | y cubre de pi nt ura t odas las manchas que hay en él, 1 5 Y, preparándol e una mor ada digna, | le coloca en el mur o, asegurándole con clavos, I cui dando bien que no caiga, l* Pues sabe que no puede sostenerse a sí mi smo, | siendo una imagen que necesita de ayuda. 1 7 Y luego, al dirigirle oraciones por su hacienda, por sus mujeres y sus hi- jos, I no se avergüenza de hablar con quien carece de alma, 1 8 De invocar al i mpot ent e pidiéndole la salud, | y ruega al muert o por la vida, | y suplica la ayuda de quien es lo más inútil. 1 9 Y pide un feliz viaje al que no pue- de usar de sus pies, I y ganancias y em- presas y el éxito de sus obras | y energía al más incapaz de hacer nada con sus manos. •i A 1 Pongamos ot ro caso. Uno se pro- *• ™ pone navegar, | se dispone a atra- vesar por las furiosas ondas, | e invoca a un leño más frágil que la nave que le lleva. 2 Pues ésta fue inventada por la codi- cia del lucro | y fabricada con sabidu- ría por un artífice. 3 Pero t u providencia, Padre, la gobier- na, I por que tú preparast e un cami no en el mar, | y en las ondas senda segura. 4 Most r ando que puedes salvar del pe- ligro, I par a que cualquiera, aun sin el conoci mi ent o del arte, pueda embarcarse. 5 No quieres que las obras de t u sa- bi durí a estén ociosas. | Por esto los hom- bres confían sus vidas a un frágil leño, | y, at ravesando las ondas en una balsa, llegan a salvo. 6 Y habi endo perecido al principio los orgullosos gigantes, | la esperanza del mundo escapó al peligro en una balsa, I que, gobernada por tus manos, dejó al mundo semilla de post eri dad. 7 Bendito sea, pues, el leño de que se hace recto uso. * 8 Pero el ídolo, obr a del hombr e, es mal di t o él y quien l o hace. I Est e por que lo hi zo; aquél porque, siendo corrupt i - ble, es l l amado dios. 9 Igual ment e son a Di os aborrecibles el impío y su impiedad. 1° Y así serán castigados la obr a y el que la hace. u Por esto serán visitados los ídolos de las naci ones; ! por que las criaturas de Di os se convirtieron en abomi naci ón, | en escándalo para las al mas de los hom- bres I y en lazo para los pies de los in- sensatos. * 12 Pues el principio de la fornicación es la invención de los ídolos, | y su in- vención es la corrupci ón de la vida. 1 3 No existieron desde el principio | ni existirán para siempre; 1 4 Fue la vanagloria de los hombres la que los introdujo en el mundo, | y por esto está decidido su próxi mo fin. L a apot eos i s h u ma n a 15 Un padre, presa de acerbo dolor, | hace la imagen del hijo que acaba de serle arrebat ado, | y al hombr e entonces muert o le honr a ahor a como a di os, I es- tableciendo entre sus siervos misterios e iniciaciones. * i 6 Luego, con el t i empo, se consolida esta cost umbre impía y es guardada como ley, I y por los decretos de los príncipes son veneradas las estatuas. 1 7 Y a quienes los hombres no pueden de presente honr ar por estar lejos, I de lejos se imaginan su semblante | y hacen la imagen visible de un rey venerado, | par a adul ar al ausent e con igual diligen- cia que si estuviera presente. * 18 Y, progresando la superstición, t am- I ° En estilo irónico, como es usual en otros autores sagrados, el autor empieza a tratar aquí de la idolatría y sus orígenes. Conviene tener presente esta observación para juzgar las palabras del autor sagrado, que a veces pudieran parecer exageradas (Bar 6). 1 4 7 Se trata aquí del barco o arca de Noé, hecha de madera, propuesta por Dios para salvar » de la catástrofe del diluvio la semilla de la humanidad e imitada después por los hombres para sus negocios. I I Los ídolos, fabricados de madera, piedra o metales, es decir, de la materia creada por Dios, han sido ocasión de idolatría y luego de la degradación moral consiguiente a la idolatría, según lo declara el Apóstol en su epístola a los Romanos (1,25 ss.). 15 El amor paterno es la causa de la divinización del hijo muy amado. Cicerón quiso levantar a su hija Tuiía un sepulcro en forma de templo y se empeñaba en verla colocada entre los dioses. 17 El culto de los príncipes era muy antiguo en Egipto y perduró hasta la época romana. Los em- SABIDURÍA 14-15 722 bien a los ignorantes los indujo el deseo de honrar al artista. 19 En efecto, éste, queriendo congraciar- se con el soberano, I ext remó el arte para superar la semejanza, 2 0 Y la muchedumbre, seducida por la perfección de la obra, | al que hast a entonces honr aba como a hombre, le mi ró como cosa sagrada. 21 Y esto se convirtió en lazo para los hombres, | por que los hombres, querien- do servir a la fortuna o a la tiranía, | at ri buyeron a la piedra y a los leños el nombr e incomunicable. Co n s e c u e n c i a s d e l a i dol at r í a 2 2 Y como si no bast ara errar sobre el conoci mi ent o de Di os, I los hombres, vi- viendo en violenta guerra de ignorancia, | l l amaron paz a t an grandes mal es; * 23 Pues celebran iniciaciones infantici- das, o misterios ocultos, | o desenfrena- das orgías de ritos ext raños; 2 4 y ya no guardan la pureza de su vida ni la del lecho conyugal, I pues unos a ot ros se mat an con asechanzas o con el adulte- rio se infaman. 25 Y en t odo domi na la sangre y el homicidio, el r obo y el engaño, | la co- rrupción y la infidelidad, la rebelión y el perjurio; 26 La vejación de los buenos, el olvido de los beneficios, | la cont ami naci ón de las almas, los crímenes contra naturale- za, | la perturbación de los mat ri moni os, el adulterio y la lascivia; 27 Pues el culto de los abominables ído- los | es principio, causa y fin de t odo mal, 2 8 Pues en sus regocijos son locos, y en sus profecías embust eros; | viven en la injusticia y de ligero perjuran, 29 Pues poni endo su confianza en í do- los sin alma, | j uran falsamente sin temer ni ngún daño. 30 Pero un dobl e castigo vendrá sobre ellos, | por que sintieron mal de Di os ador ando a los ídolos y j uraron falsa- ment e, con menosprecio de la santidad. 31 Pues no es el poder de los ídolos por quienes j uran, sino la venganza sobre los pecadores, | lo que siempre sigue a la prevaricación de los injustos. peradores eran adorados como dioses, a los cuales se levantaban templos servidos por sacerdotes, para expresar la devoción y lealtad de los pueblos hacia Roma y sus cesares (Ap 2,13). 22 La historia de Israel, siempre tan inclinado a la idolatría, y más aún la historia del paganis- mo, nos demuestra cuan nefasta ha sido siempre la influencia de los errores religiosos en la vida moral del hombre. La divinización de la naturaleza creada llevaba en pos de sí la divinización de la naturaleza corrompida del hombre mismo (Rom 1,24 ss.). 1 C l Como en pasajes anteriores, el autor pondera aquí la dicha de Israel por la revelación de *^ que era depositario, pero sin hacer referencia al honor que el pueblo haya hecho a la Ley con su observancia (Dt 4,6; Rom 9,3-5). 7 Vuelve otra vez al tema de la fabricación de los ídolos, para poner en ridiculo a sus adorado- res (cf. 13,10 ss.). Parece que el orden del texto se halla un poco alterado. Di c h a d e l os a mi g o s d e Di o s 1 C ' Pero tú, Di os nuestro, bondadoso *• •* y veraz, | paciente y que t odo lo gobiernas con mi seri cordi a; * 2 Pues si pecamos, tuyos somos, reco- nocemos tu poder, | mas no queremos pecar sabiendo que somos cont ados tu- yos; 3 Pues el conocerte es la justicia per- fecta, I y conocer t u poder es raíz de inmortalidad. 4 No nos extravió la invención arti- ficiosa de los hombr es | ni el t rabaj o estéril de la pi nt ura, I la imagen embo- r r onada con varios colores. 5 Cuya vista at rae el oprobi o sobre los insensatos | que se enamoran de la figura i nani mada de una imagen muert a. 6 Amadores de la mal dad, dignos de tales esperanzas, | son t ant o los que los hacen como los que los aman y los que los veneran. Ne c e d a d d e l os i dól a t r a s 7 Pues el alfarero, que amasa fatigosa- ment e el bar r o, | fabrica t odo género de vasos par a nuest ro uso. | del mismo ba- rro model a | vasos útiles para los servi- cios limpios ¡ y ot ros para usos cont ra- ri os; I pero sobre cuál ha de ser el des- tino de cada uno | es juez el alfarero. * 8 Y con un trabajo inútil model a de la misma masa un dios vano, | que, sa- lido poco antes de la tierra, I vuelve poco después a aquella de donde fué t oma- do I al exigírsele la deuda de una vida prest ada. 9 Pero no le dan cui dado sus fatigas | ni de que su vida es cort a. I Rivaliza con los orífices y los pl at eros | e imita a los bronceros, | y tiene por gloria el hacer figuras engañosas. 10 Su corazón es ceniza, y su esperanza más vil que la tierra; | su vida es de me- nos estima que el bar r o, 11 Porque desconoce a quien le hizo, | al que le infundió su semejanza con un al ma activa | y al que le dio espíritu vital. 12 Mas para los hombres nuestra exis- tencia es un pasat i empo, | y la vida, una feria en que hacer gananci as; 1 3 Pues dicen que es preciso ganar aun 723 SABIDURÍA 15-16 por mal os medi os, | y éste sabe que peca más que t odos, I pues de la mi sma tierra fabrica vasos frágiles y estatuas de ídolos. 14 Son en sumo grado insensatos y des- di chados, más que el al ma de un ni ño, | los enemigos de t u puebl o que domi nan sobre él. 15 Por que tuvieron por dioses a t odos los ídolos de las naciones, | que no pue- den ver con sus ojos, | ni pueden respirar el aire por sus narices, | ni oir con sus oí dos, I ni tocar con los dedos de sus Momias de gatos consagrados a los dioses egipcios manos, I ni andar con sus inmóviles pies, 16 Pues es el hombr e quien los hace y los model a; | sólo de prest ado recibieron aliento de vida, | pues no hay hombr e capaz de model ar un dios semejante a sí. 17 Siendo mort al , fabrica con sus ma- nos impías un muer t o; | él es mejor que los objetos que venera, | pues él goza de vi da, y aquéllos, no. La zool at rí a >• Ador an a los animales más odiosos, I que, compar ados con los ot ros, son los más repugnant es; * 19 Nada hay en ellos que los haga es- timables como los ot ros animales en que hay bellas cual i dades, | y hast a fueron excluidos de la apr obaci ón y de la ben- dición de Di os. Ca s t i g o d e e s t e p e c a d o 1 fi ' P o r e s t o ' me d¡ a nt e ellos fueron *• ™ di gnament e castigados por seme- jantes criaturas I y por muchedumbr e de bestias fueron at or ment ados. 2 En vez de este castigo, colmaste de beneficios a t u puebl o, | y para satisfac- ción de su apet i t o le diste un manjar exquisito | y le pr epar ast e las codornices par a alimento. 3 De suerte que aquéllos, ansiosos de alimento, | por asco de los animales en- viados cont ra ellos | sintieron aversión al al i ment o necesari o; | mi ent ras que és- t os, pasada una breve privación, | gus- t ar on un manj ar maravi l l oso. 4 Pues convenía que los opresores sin- tiesen una necesidad insaciable | y a éstos sólo se les diese a conocer el t or ment o de los enemi gos; 5 Mas cuando sobre éstos vino la t e- rrible furia de las bestias I y perecían por las mordeduras de las t ort uosas serpien- tes, I tu cólera no dur ó hast a el fin; <> Para su corrección fueron por un poco t ur bados: | tuvieron una señal de salud | para traerles a la memori a los precep- t os de la Ley, 7 Pues el que se volvía a mirarla no era curado por lo que veía, | sino por t i , Salvador de t odos. s Y con esto most rast e a nuest ros ene- mi gos I que t ú eres el que salvas de t odo mal ; 9 Pues a ellos los mat ar on la voraci - dad de las langostas y las pi caduras de las moscas, I sin encont rar remedi o par a su mal , I por que merecían ser por tales medi os cast i gados; to Pero sobre t us hijos no vencieron los dientes de las venenosas serpientes, | por que t u misericordia los socorrió y los sanó. 11 Par a memori a de t us pal abras eran picados, I aunque pr ont o fueran cura- dos, I para que no las echasen en olvi- do I y quedasen excluidos de tus bene- ficios. 12 Pues ni hierba ni empl ast o los cu- r ó, I sino t u pal abra, Señor, que t odo lo sana. 13 Que t ú tienes el poder de la vida y de la muert e | y llevas a l os fuertes al ades y sacas de él . * 18 Esta forma de religión, la más abyecta, dominaba en el pueblo egipcio, que empezaba por representar a sus dioses con cabezas de animales,-y por cierto de muchos animales que para los he- breos eran inmundos según la Ley: el milano, el ibis, el gato, el cocodrilo, etc. 1 fi 13 Nuestro autor; hablando en griego, traduce por ades el seol hebreo. El latín traduce am- • " bos vocablos por infierno, la morada de los muertos, no precisamente la morada de los conde- nados, si el contexto no lo indica. SABIDURÍA 16-17 724 14 Por su maldad puede el hombre dar la muerte, | pero no hacer que torne el espíritu que se fue, | ni hacer volver al alma ya encerrada en el ades. 15 Imposible es huir de tu mano, 16 Y los impíos que negaron conocer- te, | por el poder de tu brazo fueron castigados, | perseguidos con extraordi- narias lluvias, con granizadas y aguace- ros inevitables | y por el fuego abrasa- dor. 1 7 Y lo más maravilloso era que en medio del agua, que todo lo extingue, | el fuego se mostraba más activo, I por- que la naturaleza combate por los justos. 18 Pues unas veces la llama se aplaca- ba | para que no fuesen consumidos los animales enviados contra los impíos, | para que, viéndolo, entendiesen que eran empujados por el juicio de Dios; 19 Otras veces el fuego se encendía, con- tra su naturaleza, en medio del agua I para destruir los productos de una tie- rra impía. 20 En lugar de esto proveíste a tu pue- blo de alimento de ángeles, | y sin trabajo les enviaste del cielo pan preparado, | que, teniendo en sí todo sabor, se amoldaba a todos los gustos; 21 Y ese alimento tuyo mostraba tu dul- zura hacia tus hijos, I ajustándose al de- seo de quien lo cogía, | y se acomodaba al gusto que cada uno quería. 22 La nieve y el hielo soportaban el fuego sin derretirse, | para que conociesen que los frutos de los enemigos | los des- truía el fuego encendido por la tempestad | y que fulguraba en medio de la lluvia. 23 Y para que de nuevo se alimentasen los justos, ¡ se olvidaba de su propia na- turaleza. 24 Pues la creación, sirviéndote a ti, que la hiciste, I despliega su energía para ator- mentar a los malos | y la mitiga para ha- cer bien a los que en ti confían. 25 Por esto, amoldándose a todo, I servía a tu generosidad universal, nodriza de todos, | según la voluntad de los nece- sitados. 26 Para que aprendan, Señor, tus ama- dos hijos | que no tanto la producción de los frutos alimenta al hombre | cuanto tu palabra, que conserva a los que creen en ti. 27 Pues lo que resistía a la acción del fuego, | al punto se derretía calentado por un tenue rayo de sol; 28 Para que a todos sea manifiesto que es preciso anticiparse al sol para darte 17 gracias | y salirte al encuentro a la apa- rición de la luz. 29 Pues la esperanza del ingrato se de- rrite como el hielo I y se derrama como agua inútil. Las tinieblas de Egi pt o y la col umna de fuego 1 Grandes e inescrutables son tus juicios, | y por esto las almas en tinieblas se extraviaron.* 2 Pues suponiendo los inicuos que po- dían dominar sobre la nación santa, | quedaron presos de las tinieblas y enca- denados por una larga noche, | encerra- dos bajo tus techos, excluidos de tu eterna providencia. 3 Imaginándose poder ocultar sus peca- dos secretos | bajo el obscuro velo del olvido, | fueron dispersados, sobrecogi- dos de terrible espanto I y turbados por espectros. 4 Pues ni el escondrijo que los protegía los preservaba del terror, | y rumores ate- rradores les infundían espanto, | y espec- tros tristes y de rostros tétricos se les aparecían; 5 Y ninguna fuerza de fuego era capaz de darles luz, | ni la llama brillante de los astros | podía iluminar aquella horrenda noche. 6 Sólo les aparecía un fuego repentino y temeroso; | y espantados de la visión, cuya causa no veían, | juzgaban más te- rrible lo que estaba a su vista. 7 Las ilusiones del arte mágica queda- ban por los suelos, I afrentosa corrección para los que presumían de sabiduría. * 8 Pues los que prometían expulsar los miedos y las turbaciones del alma enfer- ma, | esos mismos padecían de un miedo ridículo; 9 Pues aunque nada hubiese que les pudiera infundir espanto, | aterrados por el paso de los animales y el silbido de las serpientes, se morían de miedo, | y ni querían mirar lo que por ninguna vía po- dían evitar. io Que la maldad es cobarde y da tes- timonio contra sí misma, | y siempre sos- pecha lo más grave, perturbada por su conciencia; n Pues la causa del temor no es otra que la renuncia a los auxilios que proce- den de la reflexión. i 2 Porque cuanto menor ayuda se re- cibe del fondo del alma, | tanto mayor se cree lo desconocido que atormenta. 1 3 Ellos, en medio de una noche real- •| "7 1 En estos dos capítulos (17-18) prosigue el autor el mismo tema, recargando aún los colores I ' en la pintura de las tinieblas que sufrieron los egipcios, según Ex 10,21-23, y en la claridad de que gozaron los hebreos durante los días de la contienda de Moisés con el Faraón y luego en el camino del desierto. 7 Los egipcios gozaban de gran fama de sabios y magos o encantadores; toda esta fama se di- sipó como humo ante los prodigios verdaderos hechos por Dios en favor de su pueblo (Ex 8,18). 725 SABIDURÍA 17-18 mente impenetrable, 1 salía del fondo del insondable ades, | durmieron el mismo sueño. 1 4 Unos, agitados por prodigiosos fan- tasmas; I otros, desfallecidos por el aba- timiento del ánimo, I sorprendidos por un repentino e inesperado terror. 15 Luego, si alguno caía rendido, I que- daba como encerrado en una cárcel sin cadenas. ] 6 E1 labrador o el pastor, I el obrero ocupado en los trabajos del campo, I sor- prendidos, soportaban lo inevitable. 1 7 Ligados todos por una misma cade- na de tinieblas. | Fuera el viento que sil- ba, I o el canto suave de los pájaros entre la espesa enramada, | o el rumor de las aguas que se precipitan con violencia, 18 O el estrépito horrísono de piedras que se despeñan, | o la carrera invisible de animales que retozan, | o el rugido de fieras que espantosamente rugen, | o el eco que resuena en los hondos valles, | todo los aterraba y los helaba de espanto. 19 Mientras todo el universo era ilumi- nado por una brillante luz | y libremente se entregaban todos a sus trabajos. 20 Sólo sobre aquéllos se extendía una densa noche, imagen de las tinieblas que a poco les aguardaban, | pero ellos se eran para sí mismos más graves que las tinieblas. 1 Q > Mientras que para tus santos bri- *• O liaba una espléndida luz, I aquéllos, oyendo sus voces sin ver a las personas, | las proclamaban felices aunque hubieran sufrido. 2 Y aunque maltratados injustamente, no se habían vengado, antes daban gra- cias I y pedían perdón de ser tenidos por enemigos. 3 Y en lugar de las tinieblas encendiste una columna, | que les diste para su ca- mino, guía desconocido, I un sol inofensi- vo para una gloriosa peregrinación. 4 Pues dignos eran de ser privados de luz y encerrados en tinieblas | los que guardaban en prisión a tus hijos, | por quienes había de ser dada al mundo la luz incorruptible de la Ley. 5 Y a los que habían resuelto dar muer- te a los hijos de tus santos, | uno de los cuales fue expuesto y salvado para cas- tigo de ellos, | les quitaste la muchedum- bre de sus hijos | y a una los ahogaste en las impetuosas aguas. 6 Aquella noche fue de antemano co- nocida por nuestros padres; | porque sa- biendo con certidumbre a qué juramento habían dado fe, tuvieron más ánimo. 7 Y fue esperada por tu pueblo | la sa- lud de los justos y la perdición de los ene- migos. 8 Pues con lo mismo que castigaste a los enemigos, | con eso nos fortificaste lla- mándonos a ti. 9 En secreto hicieron sus sacrificios los hijos santos de los buenos, | y de co- mún acuerdo hicieron este pacto divino, | de que los santos participasen igualmen- te I de los mismos bienes y peligros, | can- tando antes las alabanzas de sus padres. 1° Entre tanto resonaba el grito discor- dante de los enemigos | y se oía el triste llanto por los hijos muertos; u Y con igual pena fue castigado el siervo que el amo, | y la plebe padecía lo mismo que el rey. 12 Y todos a una, con un solo género de muerte, | tenían muertos innumera- bles, I y no bastaban los vivos para sepul- tarlos, I pues en un instante sus más no- bles nacidos fueron muertos. 13 A causa de sus magias no habían creído todos los castigos pasados, | pero con la muerte de los primogénitos con- fesaron que el pueblo era hijo de Dios. 14 Un profundo silencio lo envolvía to- do, I y en el preciso momento de la media- noche, 1 5 Tu palabra omnipotente de los cie- los, de tu trono real, | cual invencible guerrero, se lanzó en medio de la tierra destinada a la ruina. * 1* Llevando por aguda espada tu de- creto irrevocable; e irguiéndose, todo lo llenó de muerte, I y caminando por la tierra, tocaba el cielo. 17 Al instante visiones de sueños | terri- blemente los turbaron, | cayendo sobre ellos temores inesperados; 18 Y arrojados por tierra aquí y allí. I manifestaban la causa por que morían. 19 Las visiones que los turbaron les ha- bían advertido, | para que al morir no ignorasen por qué sufrían aquellos males. 20 La prueba de la muerte alcanzó tam- bién a los justos, I y en el desierto se pro- dujo una mortandad en la muchedumbre; | pero la cólera no duró mucho tiempo. * 2 i Porque un varón irreprensible se apre- suró a combatir por el pueblo | con las armas de su propio ministerio, | la ora- ción y la expiación del incienso, | y resistió a la cólera y puso fin al azote, | mostran- do que era tu siervo. 22 Y venció a la muchedumbre, I no con 1 Q 15 La palabra de Dios, o sea el decreto irrevocable que ordenaba la muerte de los primo- génitos, es aquí personificada y comparada a un guerrero que se lanza a la lucha armado de todas sus armas. 2 0 También a los hebreos alcanzó el castigo en el desierto; pero éstos contaban con él vali- miento de su caudillo ante Dios, y la plaga cesaba pronto (Ex 32,11-14). SABIDURÍA 18-19 726 el poder del cuerpo ni con la fuerza de las armas, | sino que con la palabra sujetó al que los castigaba, | recordando los jura- mentos y la alianza de los padres. 23 Y caídos los muertos a montones unos sobre otros, | levantándose en me- dio, aplacó la cólera | y le cortó el camino hacia los vivos. 24 Pues sobre sus vestiduras llevaba gra- bado a todo el pueblo, [ los nombres glo- riosos de los padres, grabados en las cua- tro series de piedras, | y tu gloria sobre la diadema de su cabeza. 25 A la vista de esto retrocedió con te- mor el exterminador | y dio por suficiente la manifestación de la cólera divina. Israel y los egipcios ante el ma r Rojo 1 Q ' Pero sobre los impíos llegó hasta ^ •» el colmo la cólera sin misericor- dia, | porque Dios sabía de antemano lo que iba a sucederles; * 2 Que habiéndose permitido partir | y dándoles prisa para que partiesen, | luego, arrepentidos, los persiguieron. 3 Aún no habían terminado el luto y aún | lloraban sobre los sepulcros de los muertos, | cuando se lanzaron a nuevos planes insensatos, I y a los que suplicantes habían arrojado los persiguieron como a fugitivos. 4 Una merecida necesidad los arrastra- ba a este fin, | haciéndoles olvidar los precedentes sucesos | para que recibiesen el pleno castigo que faltaba a sus tor- mentos. 5 Y mientras que tu pueblo hacía una maravillosa travesía, | encontraron ellos una extraña muerte; 6 Porque toda la creación, en su propia naturaleza, | recibió de lo alto una forma nueva, | sirviendo a tus mandatos, | para que tus hijos fuesen guardados incólumes. 7 La nube daba sombra al campamen- to; de las aguas que antes la invadían se vio emerger la tierra seca, | y en el mar Rojo un camino sin tropiezos; I y las on- das impetuosas dieron lugar a un verde campo, 8 Por donde atravesaron en masa los que por tu mano eran cubiertos, | después de haber contemplado prodigios estu- pendos. 1 Q * Prosigue el mismo tema de los capítulos precedentes. Quiere decir que las criaturas todas, • ^ sometidas a la acción de Dios para servir a los planes divinos sobre los hebreos, obraban de modo diverso de lo que pedia su naturaleza. En esto estaba el prodigio. 13 Al fin vienen los sodomitas, que pertenecen a la historia del Génesis, castigados por la mala acogida que dieron a los mensajeros del cielo (19,1-14). 18 Para ejercer la justicia divina, los elementos formaron como un salterio, combinando armó- nicamente su condición. Estos animales acuáticos han de ser las ranas, que invaden la tierra de Egipto (Ex 8,1-15); el fuego son los rayos, que, destruyendo los ganados, perdonan a las ranas, como el sol derrite el maná, que, por otra parte, era cocido al fuego. Todo sucede para glorificación de Israel (16,17). 9 Pues como potros en sus pastos | y como corderos retozones | te alababan a ti, Señor, que los libraste; 10 Y se acordaban de que aún en su destierro, I en vez de producir otros ani- males, produjo la tierra mosquitos, | y en vez de peces produjo el río multitud de ranas. 11 Al fin vieron una nueva producción de aves | cuando, llevados del apetito, pi- dieron los placeres de la comida. 12 Y para su satisfacción subieron del mar las codornices. El castigo de los sodomitas Mientras que sobre los pecadores ca- yeron los castigos, I de que fueron indi- cios los violentos rayos, | pues justamen- te padecían por sus maldades, 13 Los que habían practicado tan de- testable inhospitalidad. | Porque unos no quisieron recibir a desconocidos que lle- gaban I y otros pretendieron esclavizar a los extranjeros, sus bienhechores, * 14 Y sobre el castigo entonces recibido tendrán otro al fin | por haber acogido con tan mala voluntad a los extranjeros. 15 Los egipcios recibieron con festivas manifestaciones I a los que fueron partí- cipes en sus beneficios, | mas luego los afligieron imponiéndoles crueles faenas. 16 También fueron heridos de ceguera, I como los que a las puertas del justo, | en- vueltos en densa tiniebla, | buscaban la entrada de la puerta. 17 Y para ejercer en ellos la justicia se pusieron de acuerdo los elementos, | como en el salterio se acuerdan los sonidos | en una inalterable armonía, | como clara- mente puede verse por los sucesos. 18 Pues los animales terrestres se mu- dan en acuáticos, I y los que nadan cami- nan sobre la tierra. * 19 El fuego supera con el agua su pro- pia virtud, I y el agua se olvida de su pro- piedad de extinguirlo. 20 Al contrario, las llamas no atacaron las carnes | de los ligeros animales que caminan por todas partes, | ni derritieron aquel alimento celestial fusible como el rocío; I pues en todas las cosas, Señor, engrandeces a tu pueblo y le glorificas, | y no le has despreciado, antes le asististe en todo tiempo y lugar. E C L E S I Á S T I C O El Eclesiástico es un libro semejante a los Proverbios y fue escrito en hebreo. Un nieto del autor, que lo tradujo al griego, antepuso a su versión un prólogo, en que nos habla de su abuelo, Jesús, hijo de Sirac, que, habiéndose dado mucho al estudio de las divinas Escrituras, de la Ley, de los Profetas y los otros libros, quiso, para utilidad de todos, escribir éste, en que da a conocer los frutos de su trabajo. Sólo con alguna aproximación podemos colegir la fecha de la composición del libro, por el elogio que en él se hace del pontífice Simón, hijo de Onías f5o,i-2oJ. La fecha de la versión es posterior al año 38 de Tolomeo Evergetes. Aunque hay dos de ese mismo nombre, Tolomeo III, que reinó de 246 a 221, y Tolomeo VII, llagado Fiscón, que reinó de 1 yo a 116, sólo este último puede ser, pues el primero no reinó más que veinticinco años. La fecha señalada por el traductor sería, pues, el año 136. Divídese el libro en dos partes. La primera tiene gran parecido con los Proverbios. Canta las excelencias de la sabiduría y nos ofrece reglas de conducta en forma de sen- tencias. Se diferencia de los Proverbios en que mientras en éstos las sentencias son, por lo general, sueltas y sin conexión de unas con otras, en el Eclesiástico van ligadas, desarrollando un tema. La segunda parte tiene más parecido con la Sabiduría. En ella se hace el elogio de los antepasados ilustres de Israel, a quienes precisamente la sabi- duría rigió, y por eso adquirieron un nombre eterno. Para la numeración de los versículos seguimos de ordinario a Vigouroux en su Biblia Poliglota, que, por ajustarse a la Vulgata, es de mayor comodidad para el uso, si bien difiere de la que traen ios nuevos editores de los textos hebreo y griego y los traductores modernos que hemos podido consultar. Los versos cuyos números van entre paréntesis ( ) no se hallan en el texto griego de los LXX. CJ TTMA' RTn PRÓLOGO DEL TRADUCTOR.—PRIMERA PARTE: Natura- auwmniu kza y preceptos de ¡a san ; duT{a ( uI - 42 ,i 4 ).—SEGUNDA PARTE: La sabiduría en la naturaleza y en la historia de Israel (42,15-50,26). EPILOGO (50,27-51,38). Pról ogo del t r aduct or griego Grandes y ricos tesoros de instrucción y sabiduría nos han sido transmitidos en la Ley, en los Profetas y en los otros li- bros que les siguieron, por los cuales merece Israel grandes alabanzas. Pues no solamente los que pueden leerlos en la lengua original vendrán a ser doctos; pero aun los extraños, deseosos de aprender, saldrán aprovechados para hablar o es- cribir. Mi abuelo Jesús, habiéndose dado mu- cho a la lección de la Ley, de los Profetas y de los otros libros patrios, y habiendo adquirido en ellos gran competencia, se propuso escribir alguna cosa de instruc- ción y doctrina para quienes desearan aprenderla, y siguiéndola, aprovechar mu- cho más, llevando una vida ajustada a la Ley. Os exhorto, pues, a leer esto con benevolencia y aplicación y a tener in- dulgencia por aquello en que, a pesar del esfuerzo puesto en la traducción, no he- mos logrado dar la debida expresión a las palabras, pues las cosas dichas en hebreo no tienen la misma fuerza cuando se tra- ducen a otra lengua. I 1 Este versículo nos declara la naturaleza d Sentencia análoga a la de San Juan: «Al pr Sólo falta el tercer miembro: «El Verbo era Dio No sólo este libro, sino aun la misma Ley y los Profetas y los restantes libros traducidos, difieren no poco comparados con el original. Llegado a Egipto el año treinta y ocho del reinado de Evergetes, y habiendo per- manecido allí mucho tiempo, hallé una diferencia no pequeña en la doctrina. Y así juzgué necesario poner alguna di- ligencia y trabajo en traducir este libro. En este intervalo de tiempo trabajé y velé mucho y puse toda mi suficiencia en lle- var a buen término la traducción de este libro para utilidad de los que en el des- tierro quieran aprender y estén dispuestos a ajustar a la Ley sus costumbres. PRIMERA PARTE NATURALEZA Y PRECEPTOS DE LA SABIDURÍA (1,1-42,14) Elogio de la sabiduría I 1 Toda sabiduría viene del Señor | y con El está siempre. * 2 Las arenas del mar, las gotas de la : la sabiduría, que nace de Dios y está con Dios, icipio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios». • ( I , I - 5) . ECLESIÁSTICO 1-2 728 lluvia | y los días del pasado, ¿quién po- dr á contarlos? 3 La altura de los cielos, la anchura de la tierra, | la profundidad del abismo, ¿quién podrá medirlos? 4 Antes que todo fue creada la sabidu- ría, | y la luz de la inteligencia existe desde la eternidad. * 5 La fuente de la sabiduría es la palabra de Dios en las alturas, I y sus caminos, los mandatos eternos. * 6 ¿A quién fue dada a conocer la raíz de la sabiduría | y quién conoció sus se- cretos? 7 ¿A quién le fue manifestada la ciencia de la sabiduría | y quién entendió sus planes? 8 Sólo uno es el sabio y el grandemen- te terrible, I que se sienta sobre su trono. 9 Es el Señor quien la creó | y la vio y la distribuyó. 10 La derramó sobre todas sus obras | y sobre toda carne, según la medida de su liberalidad, | y la otorgó a los que le aman. * El temor de Di os, principio de la sabiduría 11 El temor del Señor es gloria y ho- nor, | prudencia y corona de gozo. 12 El temor del Señor regocija el cora- zón, | da prudencia, alegría y longevidad. 13 Al que teme al Señor le irá bien en sus postrimerías, | y el día de su fin halla- rá gracia. 14 El temor del Señor es honra y gloria y corona de exaltación. 15 El principio de la sabiduría es temer a Dios, | y se les comunica a los fieles ya en el seno materno. * 16 Hizo de los hombres su morada para siempre | y será siempre fiel a la proge- nie humana. (17, 18, 19) * 20 La plenitud de la sabidu- ría es temer al Señor; | embriaga con sus frutos a quien la tiene. 21 Llena sus casas de bienes, | y de sus frutos hinche sus graneros. 22 El temor del Señor es la corona de la sabiduría | y hace florecer la paz y la salud. 23 La una y la otra son don de Dios | y el Señor las ve y las distribuye. 24 Como lluvia derrama El la ciencia, el conocimiento y la inteligencia, I y le- vanta la gloria de los que la poseen. 25 La raíz de la sabiduría es temer al Señor; | y sus ramas, la longevidad. (26) * 27 El temor del Señor aleja el pe- cado, | y quien con él persevera evita la cólera. 28 El violento arrebato no tiene discul- pa, | la cólera furiosa lleva a la ruina. 29 El hombre magnánimo espera su tiempo, | pero al fin triunfa. 30 Retiene la pal abra hast a que llega su t i empo, | y los labios de los fieles celebran su prudencia. 31 En los tesoros de la sabiduría hay sabias sentencias, | pero la piedad para con Dios es execrable al pecador. (32)* 33 ¿Deseas la sabiduría? Guarda los mandamientos | y el Señor te la otor- gará; 34 Pues la sabiduría y la disciplina son el temor de Dios, | y su complacencia, la fe y la mansedumbre. (35) 36 No seas rebelde al temor de Dios, | y no te llegues a El con corazón doble. 37 No seas hipócrita delante de los hom- bres | y pon atención a tus palabras. 38 No te engrías, pues caerías | y echa- rías sobre ti la infamia; 39 Y el Señor descubriría tus secretos | y te derribaría en medio de la asamblea, 40 Por no haberte dado al temor del Se- ñor | y estar tu corazón lleno de engaño. Perseverancia en medi o de la tentación 2 1 Hijo mío, si te das al servicio de Dios, | prepara tu ánimo a la ten- tación. * 2 Ten recto corazón y soporta con pa- ciencia | y no te impacientes al tiempo del infortunio. 4 La expresión «fue creada la sabiduría» no puede significar venir a la existencia por creación, sino simplemente existir desde la eternidad, pues se trata de la sabiduría de Dios. Es la idea que Prov 8,22 expresa diciendo: «El Señor me poseyó antes de todas las cosas, es decir, desde la eter- nidad». 5 La palabra creadora de Dios es la fuente de la sabiduría derramada en la creación. 10 Dios derrama su sabiduría sobre el universo, particularmente sobre el hombre racional, y más especialmente por la gracia sobre los que le aman. 15 Como disposición del alma para recibir la sabiduría, el temor del Señor es el principio de ella. 17 Los w. 17-19, que no existen en la versión griega, se leen así en la Vulgata: « 17 El temor del Señor es la santificación de la ciencia. 18 Esta santificación guarda el corazón y lo hace justo, lo llena de alegría y gozo. 19 El que teme al Señor será feliz y bendecido en la hora de su muerte». 26 En la Vulgata dice así el versículo 26: «La inteligencia y la santificación de la ciencia se ha- llan en los tesoros de la sabiduría, pero la sabiduría es una execración para el pecador». 32 En la Vulgata, v.32: «El culto de Dios es una execración para el pecador». O ' A pesar del principio general de que Dios da a cada uno según sus obras, según el cual el •• justo debía esperar bienes, el autor recuerda a Job y Tobías, y con esto previene al justo para la tentación. 729 ECLESIÁSTICO 2-3 3 Pues Dios honra al padre en los hijos | y confirma en ellos el juicio de la madre. 4 El que honra al padre expía sus peca- dos. 5 Y como el que atesora es el que honra a su madre. 6 El que honra a su padre se regocijará en sus hijos | y será escuchado en el día de su oración. . 7 El que honra a su padre tendrá larga vida, 8 Y el que obedece al Señor es consuelo de su madre. El que teme al Señor honra a su padre | y sirve como a señores a los que le engen- draron. 9 De obra y de palabra honra a tu pa- dre, 10 Para que venga sobre ti su bendición; 11 Porque bendición de padre afianza la casa del hijo, | y maldición de madre la destruye desde sus cimientos. 12 No te glories con la deshonra de tu padre, I que no es gloria tuya su deshonra; 13 Porque la gloria del hombre procede de la honra de su padre, | y es infamia de los hijos la madre deshonrada. 14 Hijo, acoge a tu padre en su anciani- dad I y no le des pesares en su vida. 15 Si llega a perder la razón, muéstrate con él indulgente | y no le afrentes por- que estés tú en la plenitud de tu fuerza: | que la piedad con el padre no será echada en olvido. * 11 Y en vez del castigo por los pecados tendrás prosperidad. 1 7 En el día de la tribulación, ei Señor se acordará de ti, | y como se derrite el hielo en día templado, así se derretirán tus pecados. i 8 Como un blasfemo es quien abando- na a su padre, | y será maldito del Señor quien irrita a su madre. Modest i a y mi seri cordi a 19 Hijo mío, pórtate con modestia, | y serás amado más que el dadivoso. 20 Cuant o más grande seas, humíllate más, I y hallarás gracia ant e el Señor; 21 Porque grande es el poder del Se- ñor, I y es glorificado en los humildes. 22 Lo que está sobre ti no lo busques, I y lo que está sobre tus fuerzas no lo procures. 23 Atente a lo que está a tus alcances | y no te inquietes por lo que no puedes conocer. 10 En la Vulgata, v.lo, se lee: «Los que teméis al Señor, amadle, y vuestros corazones serán iluminados». 21 La Vulgata: «Los que temen al Señor guardan sus mandamientos y aguardarán hasta que ponga sobre ellos sus ojos». O í La Vulgata: «Los hijos de la sabiduría forman la congregación de los justos, e hijos suyos ^* son la obediencia y el amor». 15 Tal vez no hable aquí de la demencia, sino de la chochez en que con frecuencia incurren los ancianos, haciéndose pesados e impertinentes a los demás. 3 Adhiérete a El y no te separes, | para que tengas buen éxito en tus postrime- rías. 4 Recibe todo cuanto El manda sobre ti I y ten buen ánimo en las vicisitudes de la prueba. 5 Pues el oro se prueba en el fuego, I y los hombres gratos a Dios, en el crisol de la tribulación. « Confíate a El y te acogerá, I endereza tus caminos y espera en El. Confianza en el Señor ' Los que teméis al Señor esperad en su misericordia | y no os descarriéis, pues vendríais a caer. 8 Los que teméis al Señor confiad en El I y no quedaréis defraudados de vues- tra recompensa. 9 Los que teméis al Señor esperad la dicha, I el gozo eterno y la misericordia. (10) * 11 Considerad las generaciones an- tiguas y ved: | ¿Quién confió en el Señor que fuese confundido, 12 O quién persevera en su temor y fue abandonado, | o quién le invocó y se sin- tió defraudado? 13 Porque piadoso y compasivo es el Señor, | perdona los pecados y salva en el tiempo de la tribulación. j Ay de los cobardes! 14 ¡Ay de los corazones tímidos y de las manos flojas, | y del pecador que va por doble camino! 15 ¡Ay del corazón cobarde! Porque no tiene fe, | por eso no hallará defensa. 16 ¡Ay de vosotros, los impacientes! 17 Pues ¿qué haréis cuando el Señor os visite? 18 Los que teméis al Señor no descon- fiéis de sus palabras; | los que le amáis se- guid sus caminos. 19 Los que teméis al Señor procurad agradarle; | los que le amáis, complaceos en su Ley. 20 Los que teméis al Señor preparad el corazón | y humillaos ante El. (21) * 22 Caigamos en las manos del Se- ñor I y no en las manos de los hombres, 23 Pues cuanta es su grandeza, | tanta es su misericordia. Deber es para con los padres 3 (i) * 2 Escuchad, hijos míos, que soy vuestro padre, | y obrad de modo que alcancéis la salud. ECLESIÁSTICO 3-5 730 2 4 No te obstines en hacer lo que no puedes, 25 Pues mucho es ya lo que ant e ti esta que podrás entender. 2 6 A muchos extravió su temeridad, | y la presunción pervirtió su pensamiento. 2 7 El que ama el peligro caerá en él, | y el corazón dur o par ar á al fin en la desgracia. (28) * 29 El corazón dur o se verá apla- nado, | y el obst i nado añadi rá pecados a. pecados. 30 La desgracia del soberbio no tiene remedio, | porque arrai gó en él la mal dad. 3 1 El corazón del discreto medi t a sen- tencias | y da oí do at ent o a la doctrina del sabio. (32) * 33 E I a g u a a p a g a i a ardiente llama, I y la limosna expía los pecados. 3 4 El que agradece los beneficios se pre- para ot ros nuevos | y en el día de la caída hallará apoyo. De b e r e s p a r a c o n l os p o b r e s 4 1 Hijo mí o, no arrebates al pobre su sostén, | no vuelvas tus ojos ant e el necesitado. * 2 Da al hambri ent o | y satisfaz al hom- bre en su necesidad. 3 No irrites al corazón ya i rri t ado I y no difieras socorrer al menesteroso. 4 No desdeñes al suplicante at ri bul ado | y no vuelvas el rost ro al pobre. 5 No apartes los ojos del necesitado | y no des al hombr e ocasión de malde- cirte : 6 Pues si t e maldice en la amargura de su al ma, | su Hacedor escuchará su oración. 7 Muést rat e afable con la congrega- ción | y humilla tu cabeza al pot ent ado. 8 Inclina al pobre tu oído I y con mansedumbre respóndele pal abras ama- bles. 9 Arranca al opri mi do del poder de su opresor | y no te acobardes al hacer justicia. 10 Muést rat e padre para los huérfanos, | cual mari do para la madr e de éstos. ii Y serás como hijo del Altísimo | y el hijo más amado de tu madre. La s vent aj as d e l a s a bi dur í a 12 La sabiduría exalta a sus hijos | y acoge a los que la buscan. 13 El que la ama, ama l a vida, | y los que madr ugan para salir a su encuen- t ro, serán llenos de alegría. 1 4 El que la abraza heredará la gloria, | y en su casa ent rará la bendición del Señor. 1 5 Los que la sirven, sirven al Sant o, | y el Señor ama a los que la aman. 16 El que la escucha juzgará a las na- ciones, I y el que se allega a ella habi t ará confiado. 17 Si te confías a ella, la tendrás por heredad, | y tus descendientes la poseerán; 18 Por que en la t ent aci ón cami nará con él I y le elegirá entre los pri meros; i ' Tr aer á sobre él el mi edo y el temor, | en su infancia le azot ará | hast a que se le confíe | y le pruebe en sus preceptos. 20 p e r o de nuevo se volverá a él | y le alegrará. 21 Y le revelará sus secretos. 2 2 Mas si se extraviase, le abandonar á | y le entregará a la rui na. L a b u e n a y l a ma l a c onf us i ón 2 3 Espera t u t i empo y guárdat e del mal . 2 4 Y no t endrás que avergonzarte de ti mi smo. 25 Pues hay una confusión que es fruto del pecado, | y una confusión que trae consigo gloria y gracia. 2 s No tengas respetos que sean en per- juicio de tu alma. 2 7 Y no t e avergüences para rui na tuya. 2 8 No retengas la pal abra salvadora | y no ocultes tu sabi durí a; 2 9 Pues en el habl ar se da a conocer la sabiduría, | y la doct ri na en las pal abras de la lengua. 30 No hagas contradicción a la verdad | y no te avergüences de t u falta de doct ri na. 31 No t e avergüences de confesar t us pecados, 32 Y no nades cont ra la corriente. | No te sometas al hombr e necio I y no tengas acepción por la persona del po- deroso. 33 Lucha por la verdad hast a la muer- te, I y el Señor Di os combat i rá por ti. 34 No seas dur o en t us pal abras | ni perezoso ni remiso en tus obras. 55 No seas como león en tu casa | ni te muestres caprichoso con tus servidores. 36 No sea t u mano abierta par a recibir | y cerrada para dar. L a falsa s e g u r i d a d 5 1 No t e apoyes sobre las riquezas | y no di gas: «Me bast o a mí mismo». 2 No te apoyes en ti mismo y en t u 2 8 La Vulgata: «El corazón que sigue dos caminos no tendrá éxito, y el corazón depravado tropezará en ellos». > 2 La Vulgata: «El corazón sabio e inteligente se abstendrá del pecado, y en las obras de jus- ticia tendrá feliz éxito». A * El primer miembro puede equivaler al precepto de la Ley: «No niegues al jornalero su jor- ^ nal» (Lev 19,13). 781 ECLESIÁSTICO 6-6 fuerza | para vivir según los deseos de t u corazón. 3 No di gas; «¿Quién me domi nará?» | Por que sin duda te castigará el Señor. 4 No di gas: «He pecado, ¿y qué me ha sucedido?» I Por que el Señor es paciente. 5 Aun del pecado expiado no vivas sin t emor, | y no añadas pecados a pecados. * 6 Y no digas; «Gr ande es su misericor- dia, I El perdonará mis muchos pecados», 7 Porque aunque es misericordioso, t am- bién castiga, I y su furor caerá sobre los pecadores. 8 No difieras convertirte al Señor | y no lo dejes de un día para ot r o; 9 Por que de repente se desfoga su ira, | y en el día de la venganza perecerás. 1° No te apoyes en las riquezas mal adqui ri das, | porque nada te aprovecha- r án en el día de la ira. Mo d e r a c i ó n d e l a l e n g u a H No t e dejes llevar de t odo viento 1 y no camines por una senda cualquiera, | que así es como obra el pecador de doble corazón. > 2 Sé firme en tus juicios I y no tengas más que una pal abra. 1 3 Sé pr ont o par a oir | y lento par a responder. 1 4 Si tienes que responder, responde; | si no, pon la mano a la boca. u En el habl ar está la gloria o la des- honr a, I y la lengua del hombr e es su ruina. i 6 Que nadi e te llame chismoso, I y no f' endas lazos con tu lengua; 17 Por que sobre el l adrón vendrá la confusión, ] y la condenaci ón sobre el de corazón doble. i 8 No ofendas a nadi e, ni en mucho ni en poco. 6 1 Y no te hagas enemigo al ami go; | pues sobre el mal o vendrá la confu- sión y el oprobi o, I y lo mi smo sobre el pecador de doble corazón. El or gul l o 2 No t e engrías en tus pensamientos, | no seas dest rozado como un t oro. 3 Si destrozas las hojas, echas a perder los frutos I y te quedarás como árbol seco. 4 El al ma perversa se pierde a sí mi sma | y será el ludibrio de sus enemigos. 5 La pal abra suave multiplica los ami - gos, I la lengua bien habl ada es rica en afabilidad. R 5 Del pecado por el que hubieras ofrecido v sin temor, que tal vez Dios no se da por s¡ Eonal, v.gr., una enfermedad. Lo s a mi g o s 6 Si tuvieres muchos amigos, | uno en- t re mil sea tu consejero. 7 Si tienes un amigo, ponle a prueba | y no te confíes a él tan fácilmente; 8 Por que hay amigos, de ocasión, | que no son fieles en el día de la tribulación. 9 Hay amigo que se t or na en enemigo | y que descubrirá, par a vergüenza tuya, tus defectos. 1 0 Hay amigos que sólo son compane- ros de mesa, | y no te serán fieles en el día de la tribulación. 11 En t us días felices será ot ro tú | y habl ar á afablemente de l os t uyos; i 2 Pero si te viere humi l l ado, se volverá cont ra ti | y t e ocul t ará su rost ro. 1 3 Apár t at e de tus enemigos | y guár- dat e de t us ami gos. 1 4 Un ami go fiel es poderoso protec- t or ; I el que le encuent ra halla un t esoro. 1 5 Nada vale t ant o como un amigo fiel; | su precio es incalculable. 1 6 Un amigo fiel es remedio sal udabl e; | los que temen al Señor lo encont rarán. 17 El que teme al Señor es fiel a la amistad, | y como fiel es él, así lo será su ami go. Ve nt a j a s d e l a s a b i d u r í a i 8 Hijo mi ó, desde tu mocedad date a la doctrina, I y hast a tu ancianidad ha- llará sabiduría. 19 Allégate a ella como ara y siembra el l abrador, | y espera buenos frutos; 2 0 Porque el t rabaj o t e fatigará un po- co, I pero pr ont o comerás de sus frutos. 2 i Es muy dur o par a los indisciplina- dos, I y el insensato no permanecerá en él ; 2 2 Pesará sobre él como pesada piedra de prueba, | y no t ardará en arroj arl a de sí; 23 Por que la sabi durí a es fiel a su nom- bre I y es discreta en revelarse. 2 4 Escucha, hijo mí o, y recibe mis avi- sos I y no rehuyas mis consejos. 25 Da tus pies a sus cepos, I y tu cuello a su argol l a; 2 6 Dal e t u hombr o | y no te molesten sus at aduras. 2 7 Allégate a ella con t oda t u alma, I y con t odas tus fuerzas sigue sus cami nos. 2 8 Sigue su rast ro, búscala, y se te des- cubrirá, I y una vez cogida no la sueltes; 2 9 Por que al fin hallarás en ella t u des- canso y t u gozo. 30 Y serán par a ti sus cepos defensa poderosa, | y su argolla túnica de gloria. 31 Su yugo es or nament o de or o, | y sus at aduras son cor dón de jacinto. los sacrificios expiatorios acostumbrados no vivas itisfecho y quiere exigirte una expiación más per- ECLESIÁSTICO 6-7 732 1 7 No t e juntes con pecadores. 18 Acuérdat e de que la cólera no t arda. 19 Humi l l a mucho t u al ma, | por que el castigo del i mpí o será el fuego y el gusano. La vi da f ami l i ar 2 0 No cambies un ami go por di nero, | ni un her mano queri do por el oro de Ofir. 21 No te apart es de la mujer discreta y buena, | por que vale su gracia más que el or o. * 2 2 No mal t rat es al siervo que trabaja lealmente | ni al j ornal ero que t e entrega su esfuerzo. 2 3 Ama al siervo inteligente, | no le niegues la libertad. 2 4 ¿Tienes rebaños? Cui da de ellos. | Pues te son útiles, guárdalos. 2 5 ¿Tienes hijos? Instruyelos, | doblega desde la j uvent ud su cuello. 2 6 ¿Tienes hijas? Vela por su honr a | y no les muestres un rost ro demasi ado jovial. * 2 7 Casa a t u hija y habr ás hecho un gran bien | dándol a un mar i do sensato. 2 8 ¿Tienes mujer según t u corazón? No l a repudies | dándot e a una odiosa rival. 2 9 De t odo corazón honr a a t u padr e | y no t e olvides de los dolores de t u madr e. 30 Acuérdat e de que les debes la vida. | ¿Cómo podr ás pagarles l o que han hecho por ti? Ho n o r al s acerdot e 3 i Con t oda t u al ma honr a al Señor | y reverencia a los sacerdotes. 3 2 Con t odas tus fuerzas ama a t u Ha- cedor | y no abandones a sus ministros. 33 Teme al Señor y honr a al sacerdote. 3 4 Y dale la porci ón que t e está man- dada; | las primicias y la ofrenda por el pecado, 35 La espal da reservada, | el sacrificio expiatorio | y las primicias consagradas. 3 * Al arga al pobr e t u mano, | par a que seas cumpl i dament e bendecido. 3 7 Agradece el beneficio ant e t odos, | y al muer t o no le niegues tus piedades. 38 No t e alejes del que llora, | llora con quien llora. 39 No seas perezoso en visitar a los enfermos, | por que por ello serás amado. 4 0 En t odas t us obras acuérdat e de tus postrimerías I y no pecarás j amás. 'j 9 Dios quiere que oremos con fe en su bondad, pero no consiente que le señalemos el tiempo * de obrar. El es siempre el Señor (Jdt 8,12 ss.). 16 Dios puso a Adán en el paraíso para que lo trabajase y guardase. Semejante trabajo no sería, como después (Gen 3,17-20), pena del pecado, sino placentera ocupación. 2 1 No repudies a la mujer discreta, que vale más que el oro. San Pablo dirá después, en nom- bre del Señor, que en ningún caso la repudie (1 Cor 7,10-11). 26 La disciplina sobre la educación de la mujer es en los Sapienciales muy severa, correspon- diente al concepto que de la mujer tienen. 3 2 Te la vestirás como túnica de gloria | y t e la ceñirás como corona de exaltación. 33 Si quieres, hijo mí o, adqui ri rás la doctrina, | y si te entregas a ella, serás avisado. 3 4 Si con gusto la oyes, la t endr ás; | si inclinas a ella t u oído, serás sabio. 35 Busca la compañí a de los ancianos, I y si hallas algún sabio, allégate a él. | Toda conversación acerca de Di os escú- chala con gusto I y no rehuyas las sen- tencias de la sabiduría. 3 6 Si ves hombr e discreto, apresúrat e a unirte a él | y frecuenten tus pies la escalera de su puert a. 37 Medi t a en l os preceptos del Señor | y ejercítate siempre en sus mandat os; | El confirmará tu corazón | y t e dará sabi durí a a tu deseo. Sent enci as vari as 7 1 No hagas el mal y no te cogerá. 2 Apár t at e del injusto y se alejará de ti. 3 Hijo, no siembres en surcos de in- justicia I y no la cosecharás al séptuplo. 4 No pidas al Señor un puest o de go- bi erno, I ni al rey una silla de honor. 5 No te justifiques ant e el Señor | y no alardees de sabio ant e el rey. 6 No busques ser hecho juez, | no sea que no tengas fuerzas para reprimir la iniquidad, | no sea que t e acobardes en presencia del poderoso | y tropiece en él t u rectitud. 7 No ofendas a la muchedumbre | y no t e arrojes en medi o de ella. 8 No te ates dos veces con el pecado, | por que ya de la pri mera vez no saldrás i mpune. 9 No seas impaciente en t u oraci ón * 10 Ni t ar do en hacer la limosna. 11 No di gas: «Di os mi rará mis muchas ofrendas, | y cuando yo ofrezca sacri- ficios al Di os altísimo, El los aceptará». 12 No t e burles del afligido, | por que hay uno que humilla y ensalza. 13 No levantes falso testimonio a t u her mano, | ni lo hagas t ampoco a t u ami go. 14 Guár dat e de mentir y de añadi r men- tiras a mentiras, | que eso no acaba en bien. 15 No seas habl ador en asamblea de an- cianos I ni multipliques en t u oraci ón las pal abras. 16 No aborrezcas la l abor por t raba- josa I ni la agricultura, que es cosa del Altísimo. * 733 ECLESIÁSTICO 8-10 No r ma s de bue na s oci edad 8 1 No disputes con poderosos, I no vayas a caer en sus manos. 2 No cont i endas con ricos, | no echen sobre ti t odo su peso; 3 Que el or o puede mucho I y pervierte el corazón de los reyes. 4 No disputes con hombr e lenguaraz, | que sería amont onar leña sobre el fuego. 5 No bromees con indisciplinado, | no maldiga a tus progenitores. 6 No ultrajes a quien se apar t a del pecado; | ten en cuenta que t odos somos reos de castigo. 7 No faltes al respeto al anci ano, I que t ambi én ellos fueron jóvenes. 8 No t e alegres de la muer t e de uno; | acuérdat e de que t odos mori remos. 9 No desprecies l os discursos de l os sabios I y sigue sus máxi mas. i ° Por que de ellos aprenderás la doc- t ri na I y a servir bien a los grandes. 11 No desprecies las sentencias de los anci anos, I que de sus ant epasados las aprendi eron ellos; 1 2 Por que asi aprenderás doct ri na | y sabrás responder al t i empo opor t uno. 1 3 No atices el fuego del pecado, I no t e abrasen sus l l amas. 1 4 No t e enfrentes con el insolente, | no sea que se ponga en acecho par a co- gerte por la boca. i 5 No prestes a quien puede más que t ú, I y si le prestas, dal o por perdi do. 16 No prestes fianzas sobre t us facul- t ades, I y si diste fianza, piensa cómo pagar. 1 7 No tengas litigios con el juez, | por- que por su dignidad juzgará a favor suyo. i 8 No vayas de cami no con el temera- ri o, I no pesen sus temeridades sobre ti, | pues él har á según su capri cho, y por su imprudencia perecerías con él. 1 9 No t e pelees con el i racundo I y no atravieses con él el desierto, | por que nada es la sangre a sus ojos | y te derri- bar á donde no tengas quien t e socorra. 2 0 Con el necio no tengas consejo, | por que no podrá callar lo que hayas di cho. 2 1 Ant e un ext raño no hagas cosa que quieras secreta, | por que no sabes lo que dar á de sí. 2 2 No descubras a cualquiera t u cora- zón, I no te arrebat e t u bien. El trato c o n l as muj e r e s 9 1 No seas celoso de t u mujer, | no la vayas a maliciar en daño t uyo. 2 No te dejes domi nar de t u mujer, | no se alce sobre ti. Q 10 La Vulgata: «10 Toda prostituta es com ^ pasan. 11 Muchos, alucinados por la belleza su conversación es como fuego que quema». 3 Huye de la cortesana, | no caigas en sus lazos. 4 No t e entretengas con cant adora, I no te coja en sus redes. 5 No fijes t u atención en doncella, | no vayas a incurrir en castigo por su me- noscabo. 6 No t e entregues a meretrices, | no vengas a perder t u haci enda. 7 No pasees tus ojos por las calles de la ci udad | ni andes r odando por sitios solitarios. 8 Apar t a tus ojos de mujer muy com- puesta I y no fijes la vista en la hermosura ajena. 9 Por la hermosura de la mujer muchos se extraviaron, | y con eso se enciende como fuego la pasión. (io> 11) * 12 No te sientes nunca j unt o a mujer casada I ni t e recuestes con ella a la mesa. 1 3 Ni bebas con ella vino en los banque- tes, I no se incline haci a ella t u corazón 1 y seas arrast rado a la perdición. El trato c o n l os h o mb r e s 1 4 No abandones al ami go ant i guo, | que el nuevo no valdrá lo que él. 15 Vino nuevo el ami go nuevo; | cuando envejece es cuando se bebe con placer. 16 No envidies la gloria del pecador, | por que no sabes cuál será su suerte. 17 No t e complazcas en el apl auso de los i mpí os; | acuérdat e que ya antes det ades no quedarán i mpunes. i 8 Aléjate del hombr e que tiene poder para mat ar, | y no t endrás que temer la muert e. 1 9 Si t e acercas a él, no comet as falta alguna, I no vaya a qui t art e la vida. 2 0 Considera que cami nas en medi o de lazos I y que t e paseas en medi o de redes. 21 Tr at a de conocer a t us prój i mos cuan- t o t e sea posible I y aconséjate de los sabios. 2 2 Los justos sean t us comensales I y no t e gloríes sino en el t emor del Señor. 2 3 Sea con discretos tu t r at o, | y t u conversación t oda según la Ley del Al - tísimo. 2 4 La mano del artífice se al aba por su obra, I y la sabiduría del príncipe del puebl o por su pal abra. 25 Terrible es en la ci udad el hombr e lenguaraz, | y el preci pi t ado en habl ar se har á aborrecer. Lo s gobe r nant e s 4 A 1 El juez sabio instruye a su pue- * " bl o, I y el gobierno del discreto es ordenado. 1 basura en el camino, que es pisada de cuantos de una mujer extraña, se hicieron reprobos; pero ECLESIÁSTICO 10-11 734 2 Según el juez del pueblo, así son sus ministros, | y según el regidor de la ciu- dad, así sus moradores. 3 El rey ignorante pierde a su pueblo, | y la ciudad prospera por la sensatez de los príncipes. 4 En manos del Señor está el gobierno de la tierra, | y en cada tiempo pone so- bre ella a quien le place. 5 En la mano del Señor está la fortuna del hombre; | es El quien hace brillar el rostro del escriba. El orgullo 6 No vuelvas a tu prójimo mal por mal, cualquiera que sea el que él te haga, j ni te dejes llevar de la soberbia. 7 La soberbia es odiosa al Señor y a los hombres, | y contra ambos peca quien comete injusticia. 8 El imperio pasa de unas naciones a otras | por las injusticias, la ambición y la avaricia. 9 ¿De qué te ensoberbeces, polvo y ce- niza? | Ya en vida vomitas las entrañas. ioNada tan odioso como el avaro; ] él es capaz de vender hasta su alma. 11 Una ligera enfermedad, el médico sonríe;* 12 Pero hoy rey, mañana muerto. 13 Al morir el hombre, | su herencia serán las sabandijas, las fieras y los gusanos. 1 4 El principio de la soberbia es apar- tarse de Dios I y alejar de su Hacedor su corazón. * 1 5 Porque el pecado es el principio de la soberbia, | y la fuente que le alimenta mana maldades. 16 Por esto el Señor manda tremendos castigos I y los extermina de raíz. 1 7 Los tronos de los príncipes derriba el Señor, ] y en lugar suyo asienta a los mansos. 18 El Señor arranca de raíz a los sober- bios, I y planta en su lugar a los humildes. 1 9 Las tierras de las naciones destruye el Señor \ y las arrasa hasta los cimientos. 20 Ya ha destruido y desarraigado al- gunas ! y borró de la tierra su memoria. (21)* 22 No e s propio de hombres la soberbia, | ni la cólera furiosa de los nacidos de mujer. La gloria verdadera 23 ¿Cuál es la progenie honrada? La progenie humana. | ¿Cuál es la progenie honradí ? La de los que temen al Señor. | 1 ¿Cuál es la progenie infame? La progenie I I A 1' El médico sonríe viendo que la enfermedad es ligera y no te da cui dado; sin embargo, el " que hoy es rey, mañana es un cadáver (Is 14, 11; Job 17,14)- 1 4 Adán comenzó por desear ser como Di os; de aquí provi no su desobediencia y todos los males que de ella nacieron. Tal sucede con frecuencia con los pecados de los poderosos. 2 1 La Vul gat a; «Dios aniquiló la memori a de los soberbios y conservó la memori a de los hu- mildes de corazón». humana. I ¿Cuál es la progenie infame? La de los que quebrantan los preceptos. 24 Entre sus hermanos es honrado el jefe, I pero los que temen al Señor son más que él. 25 Rico, noble o pobre, | su gloria estará en el temor del Señor. 26 No es justo afrentar al discreto | ni conviene honrar al hombre prepotente. 27 El grande, el juez y el poderoso son honrados, I pero ninguno mejor que el que tema al Señor. 28 Al siervo sabio le servirán los libres, | y el varón docto no se queja. 29 No alardees de sabio al hacer tus obras | y no te gloríes al tiempo de la angustia. 30 Mejor es quien trabaja y abunda en bienes | que el pretencioso que carece de pan. 31 Hijo mío, honra tu alma con la mo- destia I y dale el honor de que es digna. 32 ¿Quién justificará al que peca contra su alma | y quién honrará al que a sí mismo se deshonra? 33 Hay pobres que son honrados por su prudencia | y hay quien sólo es honrado por su riqueza. 34 Y quien es honrado en la pobreza, ¡cuánto más lo será en la riqueza! | Y el que es deshonrado en la riqueza, ¡cuánto más lo será en la pobreza! •I •! 1 La sabiduría yergue la cabeza del *• *• humilde | y le da asiento en medio de los magnates. El juicio según la apariencia 2 No alabes al hermoso por su hermo- sura I ni afrentes al feo por su fealdad. 3 Pequeña entre los volátiles es la abe- ja, I pero el fruto de su labor es riquísimo. 4 No escarnezcas al pobre por sus ha- rapos I ni afrentes al que pasa un día amargo, | porque las obras del Señor son inescrutables | y secretas sus obras con los hombres. 5 Muchos príncipes acabaron por sen- tarse en el suelo, | y quien menos se pensaba se ciñó la corona. 6 Muchos potentados fueron humilla- dos I y su gloria pasó a poder de otros. 7 Antes de informarte no reprendas; I explora primero y luego corrige. Antes de oir no respondas, | y no interrumpas el discurso ajeno. 735 ECLESIÁSTICO 11-12 Moder aci ón en los negocios 8 No te metas en lo que no te importa | ni te mezcles en contiendas de arrogantes. 9 Hijo mío, no te metas en muchos negocios, | que el que mucho abarca, poco aprieta. 1° Si persiguieres muchas cosas, no coge- rás ninguna, | y por mucho que corras no llegarás. 11 Hay quien trabaja, se fatiga y se apresura, | y con todo es siempre el mismo. i 2 Hay quien es débil y pobre, | pobre en fuerzas y sobrado en flaqueza; 1 3 Pero el Señor le mira con bondad | y le levanta de su abatimiento, | y yergue su cabeza I con admiración de todos. De Di os viene la ri queza y la pobr eza 1 4 Los bienes y los males, la vida y la muerte, | la pobreza y la riqueza, vienen del Señor. 15 Del Señor vienen la sabiduría, la ciencia y el conocimiento de la Ley; | el amor y los caminos del bien obrar vie- nen de El. i 6 El error y las tinieblas son obras de los pecadores; | los que en el mal se com- placen, en el mal envejecen. 17 El don de Dios a los piadosos es permanente, | y su benevolencia asegura para siempre su prosperidad. 18 Hay quien se enriquece a fuerza de afán y de ahorro, | y con esto ya se cree recompensado; 1 9 Y se dice: «Hallé el reposo, | ahora voy a comerme lo mío». 20 Pero no sabe qué tiempo le queda | y si morirá dejando a otros lo suyo. 2i Sé constante en tu oficio y vive en él I y envejece en tu profesión. 22 No envidies el buen suceso del pe- cador; I confía en el Señor y persevera en tu trabajo. 23 Porque fácil cosa es al Señor ] enri- quecer al pobre en un instante. 24 La bendición del Señor es la recom- pensa del justo; | en un momento hace que florezca su bendición. 25 No digas: ¿Qué necesito | y qué ne- cesidad tengo yo de nada? 26 Ni digas: Tengo bastante, | y ¿qué calamidad podrá venir sobre mí? 27 La dicha presente hace olvidar la desdicha, I y la presente desventura hace olvidar la ventura. 28 Pero es fácil al Señor dar a cada uno lo que merece | y retribuirle según sus caminos. 29 La aflicción de una hora hace olvidar el placer, | y el fin del hombre descubre lo que él es. 30 Antes de la muerte no alabes a na- die, I que sólo al fin se conoce quién es cada uno. * La hospitalidad 31 No admitas a cualquiera en tu casa, | que son muchas las asechanzas de la astucia. 32 Como reclamo de perdiz en su jaula I es el corazón del soberbio, | y como lobo que acecha la presa; 33 Pues pagando el bien con mal, pone asechanzas, | y a las cosas mejores los pone tacha. 34 Una chispa enciende las brasas I y el malvado acecha la sangre. 35 Guárdate del astuto que maquina maldades, | no sea que te eche una man- cha imborrable. 36 Mete en tu casa al extranjero | y te la revolverá I y te enajenará el ánimo de los tuyos. Beneficencia hacia el bueno •f O 1 Si al bueno le haces mal, ¿a quién • »« harás bien | y quién tendrá que agradecerte un beneficio? 2 Haz bien al justo y tendrás tu corres- pondencia ; I si no de él, a lo menos del Altísimo. * 3 No será dichoso el que alienta al impío, I y no hace con ello cosa buena. 4 Da al justo y no acojas al pecador. 5 Haz bien al humilde y no favorezcas al soberbio. 6 Porque el Altísimo aborrece a los pecadores, | y a los impíos les hará ex- perimentar su venganza. 1 No des armas al impío, no te haga con ellas la guerra; | hallarás al tiempo de tu necesidad males duplicados | por los bienes que le hubieres hecho. Desconfianza del enemi go 8 No es en la prosperidad cuando se conoce al amigo, | ni en la desgracia cuanto se oculta el enemigo. 9 En la dicha, hasta el enemigo es ami- •I *| 3 0 Como el mari no no puede habl ar de la felicidad de un viaje hasta llegar al puert o, así * • no puede juzgarse de la prosperidad de la vida de un hombr e hasta que Dios no descubra con su juicio qué aprecio hace de ella. 1 1 2 La beneficencia, de que en este y en los siguientes versículos se habla, es considerada * *• por el autor como efecto de la familiaridad y simpatía hacia la persona beneficiada, siendo en el pri mer caso simpatía hacia el justo y su justicia, y en el segundo hacia el malvado y hacia su mal dad. En otro caso, la doctrina de este pasaje estaría en contradicción con la de 29,1 ss. , en que se recomienda la misericordia con el prójimo sin mi rar a su condición. ECLESIÁSTICO 12-13 736 go; I en la desgracia, hasta el amigo se retira. 1° No te fíes jamás de tu enemigo, | pues como el ácido que destruye el hierro, así es su maldad. n Aunque a ti acuda y se te muestre obsequioso, I ponte sobre aviso y guárda- te de él. | Haz con él como quien limpia un espejo, | y verás que está del todo oxi- dado. i 2 No le pongas junto a ti, | no te derribe y ocupe tu puesto. I No le sientes a tu derecha, | no sea que te quite tu silla | y al fin reconozcas la verdad de mis pala- bras | y te compunjas al recordar mis advertencias. 13 ¿Quién se compadecerá del encanta- dor a quien muerde la serpiente | y del que anda con fieras? I Así del que busca la compañía del pecador | y se mezcla en sus pecados. 14 Mientras tú estés en pie no se descu- brirá, | pero en cayendo tú te abando- nará. U El enemigo te acariciará con sus la- bios, | pero en su corazón medita cómo echarte en la fosa. i* Derramarán lágrimas sus ojos, | pero si hallare oportunidad, no se hartará de sangre. 17 Si la desgracia te alcanza, le tendrás frente a ti, 18 Y fingiendo socorrerte, te echará la zancadilla. 19 Moverá la cabeza | y batirá palmas, I y murmurando mudará muchas veces el semblante. Elección de las amistades * «J i El que con pez anda se mancha, I y 1 « el que trata con soberbios se hace semejante a ellos. 2 No tomes sobre ti peso superior a tus fuerzas | ni trates con los que son más po- derosos y ricos que tú. 3 ¿Qué le dará el caldero a la olla? I Chocar con ella y quebrarla. 4 El rico hace injusticias y se gloría de ello; ! el pobre recibe una injusticia y pide excusa. 5 Mientras le seas útil se servirá de ti; | cuando no valgas nada te abandonará. 6 Si tienes bienes, vivirá contigo, | pero te empobrecerá sin dolerse. 7 Si le eres necesario, te adulará, I te sonreirá y te dará esperanzas, I te hablará bellas palabras y te dirá: «¿Qué quieres?» 8 Te confundirá con sus halagos; ! pero hasta dos y tres veces te despojará, i y al fin se burlará de ti. | Después de esto te verá y se te hará el desconocido | y te in- sultará, moviendo la cabeza. (9) * 10 Mira no te engañe | y te de- rribe tu necedad. (11) * 12 Si un poderoso te llama a sí, estáte quieto, I y con mayor instancia te llamará. 13 No te acerques tú, no seas rechaza- do; | pero no te estés demasiado lejos, para no ser olvidado. 14 No te aventures a intimar con él y no des fe a sus muchas palabras, | porque con su mucha charla te pondrá a prue- ba, | y sonriendo te sonsacará. 15 Es un infame quien falta a su pala- bra | y sin miramientos forja enredos. 16 Estáte atento y guárdate mucho,! por- que la desgracia te ronda. (17,18) 19 Todo animal ama a su seme- jante, | y el hombre a su prójimo. 20 Toda carne se une a los de su espe- cie, | y el hombre a su semejante. 21 ¿Para qué unir el lobo con el corde- ro? | Pues lo mismo es unir al impío con el justo. 22 ¿Qué paz puede haber entre hiena y perro? | Pues así entre el rico y el pobre. * 23 El asno salvaje es presa del león en el desierto; I asi también los pobres son pas- to de los ricos. 24 Abominable es para el soberbio la humildad, | lo mismo que el pobre para el rico. 25 El rico, si vacila, es sostenido por los amigos: | pero el pobre, si cae, es- rechaza- do aun por los amigos. 26 Si el rico habla, todos le aplauden; | aunque diga necedades le dan la razón. 27 Pero sí el pobre habla, le insultarán; | hablará con discreción y nadie lo reco- nocerá. 28 Habla el rico y todos callan | y ponen por las nubes su discreción. 29 Pero habla el pobre y dicen: «¿Quién es éste?» | Y si se propasa, todos se le echan encima. Us o de la riqueza 30 Buena es la riqueza sin pecado, | y mala la pobreza, castigo de la soberbia. * 31 El corazón del hombre se refleja en su rostro, | ya para bien, ya para mal. 32 Rostro alegre es señal de corazón sa- I O 9 La Vulgata: «Humíllate ante Dios y espera el socorro de su mano». ** l f La Vulgata: «No te abatas en tu sabiduría, no sea que, abatido, te induzcan a hacer cosas de necio». Gomo es un vicio el orgullo, también lo es el apocamiento, que no es lo mismo que la humildad. 2 2 No a lo que debe ser según los planes de la divina Providencia, que distribuye diversamente sus bienes a los hombres, sino según la experiencia, que nos muestra a los ricos poderosos explo- tando a los pobres y enriqueciéndose a costa de ellos. 30 Entiende la riqueza fruto de la avaricia y del fraude, y la pobreza resultado de la disolución. 737 ECLESIÁSTICO 13-15 tisfecho; | rostro triste, de preocupación y afán. H l Dichoso el varón que no peca con su boca I y no siente el remor- dimiento del pecado. 2 Dichoso aquel a quien no condena su corazón; | no verá defraudada su espe- ranza. 3 El hombre tacaño, ¿para qué quiere la riqueza?, I y al avaro, ¿de qué le sirve el oro?* 4 El que se impone privaciones amonto- na para otros, | y con sus bienes otros se darán buena vida. 5 El que para sí mismo es malo, ¿para quién será bueno? | Ni él disfruta de sus tesoros. 6 Nadie más necio que el que para sí mismo es tacaño, | y lleva ya en eso su cas- tigo. 7 Si hace algún bien, es sin darse cuen- ta, | y al fin viene a descubrir su maldad. 8 Es malo quien mira con envidia, I el que vuelve su rostro y mira con desdén. 9 El ojo del codicioso no se sacia con su parte; | y mientras busca lo del prójimo pierde lo suyo. 10 El ojo envidioso mira con envidia el pan que otro come, I y a su propia mesa siempre hay alborotos. 11 Hijo mío, según tus facultades, hazte bien a ti mismo | y ofrece al Señor ofren- das dignas. * 12 Acuérdate de que en el ades ya no hay goce, | de que la muerte no tarda y no sabes cuándo vendrá. 13 Antes de tu muerte haz bien a tu pró- jimo, | y según tus posibles ábrele tu mano y dale. 1 4 No te prives del bien del día | y no dejes pasar la parte de goce que te toca. 15 Mira que tienes que dejar lo tuyo para otros | y tu hacienda se la distribui- rán tus herederos. '* Da y toma y satisface tus deseos, 17 Que en el ades no hay que buscar placer. 18 Como vestido se envejece toda car- ne, I porque ésta es la ley desde el prin- cipio : que has de morir. 19 Como las hojas verdes de un árbol frondoso, | que unas caen y otras bro- tan, I así es la generación de la carne y de la sangre: I unos mueren y otros nacen. 20 Toda obra humana se carcome, al fin se acaba, | y tras ella se va el que la hizo. Ventajas de la sabiduría (21) 22 Dichoso el hombre que medita la sabiduría | y atiende a la inteligencia. 23 Que estudia en su corazón sus cami- nos I e investiga sus secretos. | Sal en pos de ella como siguiéndole los pasos I y ponte al acecho en su camino; 24 Mira por sus ventanas | y escucha a sus puertas; 25 Vigila cerca de su casa, | y en sus mu- ros fija las cuerdas de su tienda; [ planta su tabernáculo junto a ella I y habita en su buena morada; 26 Pone sus hijuelos entre su follaje | y mora bajo sus ramas; 27 Se protege allí, a su sombra, del ca- lor I y descansa en sus habitaciones. 1 C ' Así hará quien teme al Señor, | y *• •* quien se adhiere a la Ley lograra la sabiduría. 2 Como madre le saldrá al encuentro | y como esposa virginal le acogerá. 3 Le alimentará con el pan de la inteli- gencia I y le dará a beber el agua de la sa- biduría. 4 En ella se apoyará y no vacilará, I y a ella se adherirá y no será confundido. 5 Le levantará por encima de sus compa- ñeros, I en la asamblea le abrirá la boca. 6 Hallará en ella gozo y corona de ale- gría, I recibirá en herencia nombre eterno. 7 Los insensatos no la logran, | ni la ve- rán los soberbios. 8 Se aleja de la soberbia, | y los menda- ces no se acuerdan de ella. 9 No puede alabarla el malvado, | por- que Dios no le dio parte en ella; 10 Porque la alabanza ha de estar en la boca del sabio, | y el que la posee será maestro en ella. El pecado no viene de Di os 11 No digas: «Mi pecado viene de Dios», I que no hace El lo que detesta. 12 No digas que El te empujó al peca- do, I pues no necesita de gente mala. * 13 El Señor aborrece toda abomina- ción I y evita que en ella incurran ios que le temen. 1 4 Dios hizo al hombre desde el princi- pio I y le dejó en manos de su albedrío. ( 15 ) 16 Si tú quieres, puedes guardar sus mandamientos, | y es de sabios hacer su voluntad. 17 Ante ti puso el fuego y el agua; | a lo que tú quieras tenderás la mano. 1 í 3 Los bienes deben ser administrados de modo que aprovechen al que los posee y a los ' ^ demás, siendo en uno y otro caso instrumentos de la virtud. 1 1 Las ofrendas sean dignas de Dios, que sólo acepta las que son efecto de la devoción y van adornadas por la justicia. Estas, al mismo tiempo que son a Dios gratas, son beneficiosas al que las ejerce, por cuanto le merecen las bendiciones del Señor. 15 12 Santiago completa esta doctrina sobre el origen del pecado (1,13-18). Ndear-Colunga ¿t ECLESIÁSTICO 15-17 738 18 Ante el hombre están la vida y la muerte; | lo que cada uno quiere le será dado. 19 Por que grande es la sabiduría del Se- ñor ; | es fuerte, poderoso y t odo lo ve. 2 0 Sus ojos se posan sobre los que le t emen | y conoce t odas las obr as del hombr e. 21 A ninguno manda obras impíamen- te, | a ninguno da permiso para pecar. Dios es justo •I n 1 No t e agrades de tener muchos * O hijos inútiles par a el bien, | ni te compl azcas en hijos mal vados. | Por mu- chos que tengas, no t e alegres de ello, | si no i,cnen el t emor del Señor. 2 No confíes en ellos | ni tengas espe- ranza en su post eri dad; 3 Por que más vale uno bueno que mil mal os. 4 Y más mor i r sin hijos que tenerlos im- píos. 5 Por que por un solo sensato prospera una ci udad, I y una t ri bu de inicuos la devasta. 6 Mucho de esto he visto con mis ojos | y aun cosas más graves oyeron mis oídos. 7 En la asamblea de los pecadores se encenderá el fuego | y en la naci ón rebel- de se inflama la ira. 8 No perdonó a los antiguos gigantes, | que, confiados en su fuerza, se rebel aron; 9 Ni per donó a los convecinos de Lot , | que se atrajeron la cólera por sus abo- minaciones. 10 No se compadeci ó del puebl o desti- nado a la rui na, | de los que por sus pe- cados fueron exterminados. 11 Ni de los seiscientos mil infantes | que se dejaron llevar de su corazón re- belde. Uno solo que endurezca su cerviz, | será maravilla si queda i mpune; 12 Por que hay en El misericordia y có- l era; ¡ aguant a y perdona, | mas sobre los impíos der r ama su ira. 13 Como es grande su misericordia, así es severo su castigo, | juzgará al hombr e según sus obras. 1 4 No escapará el pecador con sus rapi - ñas, | ni se frustrará la esperanza del j ust o. 15 Recompensa a t odos los misericor- diosos, | y cada uno recibirá según sus obras. <|C l e Los impíos querrían persuadirse de qi * " abajo (Job 22,13 ss.); pero los profetas h se escapa (Sal 139,8-16). De Dios nadie se esconde 16 No di gas: «Me esconderé del Señor; | allá en las al t uras, ¿quién se acordará de mí ?» 17 Ent re t ant os pasaré i nadvert i do; | ¿qué soy yo en medi o de t odos?» 18 Mi r a: el cielo y los cielos de los cie- los, I el abismo y la tierra, tiemblan en su presencia. 19 Igual ment e los mont es y los cimien- t os de la tierra | se estremecen cuando los mi ra El. 2 0 Y te dices: «¿Va a mi rarme a mí , 2 1 A conocer t odos mis cami nos? | Si peco, ¿me verán sus ojo"? 2 2 Si mi ent o a escondidas, ¿lo sabrá? | ¿Conocerá t ambi én mis obras de justicia? | ¿Qué puedo esperar por vivir at ado por la ley?» 2 3 Asi piensa el insensato. Dios, creador de todo 2 4 Óyeme, hijo mío, y aprende sabidu- ría, I y pon dentro de tu corazón mis pa- labras. 2 5 Expondré con sensatez mis pensa- mientos, I ponder adament e mi doct ri na. 2 6 Cuando el Señor desde el principio hizo sus obras, | desde el principio las dis- tinguió. 2 7 Las ordenó par a siempre y les asig- nó su oficio I según su nat ural eza. No pasan hambr e ni se fatigan | y no i nt errumpen su t rabaj o. 2 8 Ni nguno mol est a al ot r o. 2 9 Y j amás desobedecerán sus manda- t os. 3 0 Después de esto mi ró el Señor a l a tierra | y la llenó de sus bienes. 31 Cubrió la superficie de la tierra de animales de toda especie, ¡ que a ella han de volver. Dios, creador del hombr e n i El Señor formó al hombre de la tierra. 2 Y de nuevo le har á volver a ella. 3 Le señaló un númer o cont ado de días I y le dio el domi ni o sobre ella. | Lo vistió de la fortaleza a él conveniente | y le hizo según su propi a imagen. 4 Infundió el t emor de él en t oda car- ne I y sometió a su imperio las bestias y las aves. * 5 Di ol e lengua, ojos y oí dos | y un co- razón inteligente; 6 Llenóle de ciencia e inteligencia I y le dio a conocer el bien y el mal . : Dios estaba muy alto y no ve las cosas de aquí ;isten en la omnisciencia de Dios, a la que nada 1 7 4 Muy hermosamente declara Dios esta idea en Gen 9,3. 739 ECLESIÁSTICO 17-18 7 Le dio ojos | para que viera la gran- deza de sus obras, * 8 Par a que al abara su nombr e sant o | y pregonara la grandeza de sus obras. 9 Y añadióle ciencia, | dándol e en pose- sión una Ley de vida. 10 Estableció con ellos un pact o eter- no I y les enseñó sus juicios. 11 Cont empl aron sus ojos la grandeza de su gloria, | y sus oí dos oyeron su ma- jestuosa voz, I y les di j o: «Guar daos de t oda iniquidad». 12 Y les dio mandat os acerca de su pr ó- j i mo. 13 El mi ra siempre sus cami nos | y nada se esconde a sus ojos. 1 4 Di o a cada naci ón un jefe, * 1 5 Pero Israel es la porción del Señor. 16 Todas sus obras están ante El como está el sol, | y sus ojos están de cont i nuo sobre sus cami nos. 17 Sus injusticias no se le ocultan, | y todos sus pecados están delante del Se- ñor. 18 La misericordia del hombr e es como sello ante El, | y tiene cuenta del beneficio hecho al hombr e como de la propia pu- pila. 19 Luego se alzará para darle su recom- pensa, I y echará sobre la cabeza de cada uno el pago de sus obras. I 2 0 Sin embargo, perdona a los que se arrepi ent en | y consuela a los que pierden la esperanza. 21 Vuélvete al Señor y deja los pecados; 2 2 Suplícale y enmi enda las ofensas. 2 3 Conviértete al Altísimo y apárt at e de la iniquidad, | y aborrece de corazón t odo lo abomi nabl e. | En el ades, ¿quién alaba- rá al Altísimo (24) 25 p o r i o s vivos que le t ri but an ala- banzas? 2 6 El muert o, como el que no existe, ya no al aba; * 2 7 El vivo y el sano, ése alabará al Se- ñor. 2 8 ¡Cuan grande es la misericordia del Señor I y su piedad para los que se vuel- ven a El ! 2 9 Pues no es del t odo perfecto el hom- bre ! ni es inmortal el hijo del hombre. 30 ¿Qué más refulgente que el sol? | Y aun él se eclipsa. [ ¿Cuánt o más el hom- bre, cuya fuerza es carne y sangre? 31 El sol preside al ejército de los altos cielos, I pero el hombr e es polvo y ceniza. •J Q 1 El que vive et ernament e crió j un- * O t ament e t odas las cosas. | Sólo el Señor es justo. * 2 Nadi e puede di gnament e dar a cono- cer sus obras. 3 ¿Quién investigará sus grandezas? 4 El poder de su majestad, ¿quién lo cant ará, I y quién podr á enumerar sus misericordias? s Nada hay que qui t ar a su obra, nada que añadi r, | y nadi e es capaz de investi- gar las maravillas del Señor. 6 Cuando el hombr e cree acabar, en- tonces comienza, | y cuando se detiene se ve perplejo. 7 ¿Qué es el hombr e y de qué sirve? I ¿Qué tiene de bueno y qué de mal o? 8 El númer o de los días del hombre, a más tirar, son cien años; ¡como una gota de agua en el mar, [ como un grano de arena, así son sus pocos años a la luz del día de la eternidad. 9 Por eso el Señor es magnáni mo con ellos I y der r ama sobre ellos su miseri- cordia. 10 Vo y conoce que su fin es desventu- rado, 11 Y por eso muliiplíca sus piedades. 12 La misericordia del hombre es para con su prój i mo; | la del Señor, para con t oda carne. 13 Arguye, instruye y enseña, I y redu- ce como past or a su rebaño. 14 Tiene piedad de quien recibe su en- señanza, I de quien es diligente en cum- plir sus preceptos. La buena conversación 15 Hijo mío, tus beneficios no los acom- pañes de reproches, | ni tus obsequios de palabras amargas. i" El rocío refresca los ardores del sol, I y así la buena palabra es mejor que el don. 17 Una buena pal abra es mejor que un obsequi o, | pero el hombr e benéfico une la una al ot ro. 1 8 El necio hace groseros reproches, | y el don del envidioso hace mal a Jos ojos. 19 Ant es de habl ar, aprende, | y antes de la enfermedad, cuídate. 2 0 Antes del juicio examí nat e a ti mis- 7 Los ojos del entendimiento, que Dios nos ha dado, en esto principalmente deben ejer- citarse: en contemplar la belleza de las obras de Dios y conocer por ellas a su Hacedor. 14 La divina Providencia, que todo lo hace con orden, dio a cada nación su autoridad que la gobernase: pero se reservó para sí el gobierno de Israel y el darle las leyes apropiadas a sus destinos mesiánicos. 26 El Eclesiástico, desconocedor de la manera de vivir en el seol, invita a que se aprovechen los días de esta vida en alabar a Dios. •f Q 1 En este texto pretendía apoyar San Agustín su concepción de que Dios habla creado * ^ todas las cosas a la vez y que los seis días tenían solamente un valor literario. Lo más seguro es que el autor sagrado sigue la letra del Génesis y que no pretende excluir los días de la creación, sino decir que Dios creó todas las cosas, sin exceptuar ninguna. ECLESIÁSTICO 18-19 740 mo, | y en la hora de la visitación halla- rás piedad. 21 Antes de enfermar, humíllate, I y si pecas, conviértete. 22 No dejes de cumplir a su tiempo tus votos, | no aguardes a la muerte para ello. 23 Antes de hacer un voto, míralo bien, | no seas como quien tienta al Señor. * 24 Acuérdate de la cólera del día pos- trero, ¡ del día de la venganza, cuando Dios aparta su rostro. 2 5 Al t i empo de la abundanci a acuér- dat e del hambr e, | de la pobreza y de la necesidad en los días de la riqueza. 2 6 Como cambi a el t i empo desde el ama- necer hast a la t arde, | así t odo pasa rápi- dament e ant e el Señor. 27 El hombre sabio está siempre aler- ta, | y en el día de la tentación se guarda del pecado. 28 Del sensato es aprender sabiduría | y alabar a quien la halla. 29 Los que escuchan sabias sentencias se hacen sabios, | y derraman como llu- via los proverbios oportunos. Moder aci ón 30 No te dejes llevar de tus codicias | y cohíbete tus deseos. 31 Si das a tu alma la satisfacción de tus apetitos, [ te harás la burla de tus ene- migos. 32 No te des a la buena vida | ni te en- tregues al placer. 33 No te des a comer y beber con dine- ro prestado, | cuando nada te queda en la bolsa. •j Q i El dado a la embriaguez jamás se •!• ** hace rico; | el que desprecia lo po- co, poco a poco se precipitará. 2 El vino y las mujeres extravían a los sensatos. 3 El que frecuenta las meretrices se hará un desvergonzado, I la corrupción y los gusanos serán su herencia, | y el procaz va a la ruina. 4 El que es fácil en creer de ligero | y en esto peca, a sí mismo se perjudica. Di screci ón en creer y en habl ar (5) * 6 El que se goza en el mal será condenado, | y el que lleva y trae chis- mes y cuentos está falto de sentido. 2 3 Este versículo admite ser interpretado en dos sentidos. Primero, el que damos en el texto: antes de hacer un voto mira cómo lo puedes cumplir, y no tientes a Dios con tu incumplimiento. El otro es el que nos da la Vulgata: «Antes de orar prepara tu alma», sentido más espiritual y muy querido de nuestros maestros espirituales. 1 Q 5 El v.5 se lee en el códice alejandrino y en la Vulgata: «Quien se complace en la iniquidad ** quedará infamado; quien odia la corrección acorta su vida; quien aborrece la locuacidad ex- tingue la maldad». 8 Los antiguos decían que las cosas de los amigos son comunes, sin excluir, claro es, las más íntimas; pero esto tiene sus límites, y hay cosas que sólo comunica uno con Dios y ahora con el confesor, que hace sus veces. 7 No esparzas la maledicencia, | y así nadie te afrentará. 8 No descubras tu corazón ni al amigo ni al enemigo, | si puedes hacerlo sin incu- rrir en pecado, * 9 Porque quien te oyere, se pondrá en guardia contra ti, | y llegada la ocasión se te mostrará enemigo. 10 ¿Has oído algo? Pues quede sepulta- do en ti, ! y no temas, que no te hará re- ventar. 11 Al necio eso le aflige, | como la cria- tura a la parturienta. 12 Como flecha clavada en el muslo, | así es una de esas cosas en el seno del necio. 13 Habla a tu prójimo, no sea que no lo haya hecho, | y si lo hizo, que no lo repita. 14 Habla a tu amigo, no sea que no lo haya dicho, | y si lo dijo, que no vuelva a decirlo. 15 Habla a tu amigo, que muchas veces se calumnia. 16 Y no creas de ligero cualquier cosa, | que muchas veces se desliza uno, pero sin intención. 17 Porque ¿quién es el que no peca con su lengua? | Amonesta al prójimo antes de reñirle, Y da lugar a la Ley del Altísimo. La sabiduría verdadera y la falsa 18 Toda sabiduría consiste en el temor de Dios | y está en el cumplimiento de la Ley. 19 No es sabiduría la ciencia de la mal- dad | y no hay prudencia en los consejos de los pecadores. 20 Hay una sabiduría que es execrable, | y hay necios que ni siquiera saben hacer el mal. 21 Mejor es con poca inteligencia temer a Dios | que con mucha traspasar la Ley. 22 Hay una sutileza verdadera, pero que traspasa la justicia. 23 Y que pervierte el derecho para mos- trar el ingenio. | Hay quien va encorvado y enlutado, | pero en su interior está lleno de engaño. 24 Lleva la cabeza baja I y se hace el sordo, | pero cuando menos lo piensas se te echa encima. 25 Y aunque no tenga fuerzas para ello, | en cuanto tenga ocasión te hará el mal. 741 ECLESIÁSTICO 19-21 26 Por su aspecto se descubre el hom- br e, | y por su semblante el prudent e. 27 El vestir, el reir y el andar | denun- cian lo que hay en él. 28 Hay quien reprende i mpor t unamen- t e | y hay quien calla, most r ando su pru- dencia. La discreción en hablar nn l Mejor es reprender que guardar 4 U rencor. | Quien confiesa su culpa se ahorrará el daño. 2 Como eunuco que pretende desflorar a una doncella 3 Es el que a la fuerza hace la justicia. 4 Bueno es que el corregido manifieste arrepentimiento; I así huirá del pecado voluntario. 5 Hay quien callando se muestra sa- bio | y quien se hace odioso por su mu- cho hablar. 6 Hay quien calla porque no tiene qué responder | y hay quien calla esperando su vez. 7 El sabio se calla hasta el momento oportuno; | el necio no sabe aguardar su tiempo. 8 El que mucho habla molesta, I y el que en hablar no guarda medida se hace odioso. 9 Hay éxitos que para el hombre se con- vierten en mal | y hallazgos que le traen daño. io Hay dones que de nada sirven | y hay otros cuyo provecho es doble. ii A veces la prosperidad origina la hu- millación, | y la humillación hace erguir la cabeza. 12 Hay quien compra muchas cosas por poco | y hay quien las paga siete veces. 13 El discreto en hablar se hace ama- ble, | pero las gracias del necio se des- precian. i 4 üon de necio no te aprovechará, | porque en vez de un ojo tiene siete. 1 5 Da poco y echa en cara mucho, | y lo pregona a boca llena. 16 Hoy presta y mañana exigirá; | seme- jante hombre es aborrecible. 1 7 Dice el necio: «Yo no tengo amigos, | no hay gratitud para mis buenas obras. 18 Los que comen mi pan son malas lenguas». | ¡Cuántos y cuántas veces se burlarán de él! (19) * 20 Mejor es caer en el suelo que caer por la lengua. | La caída de los ma- los llega apresuradamente. 21 Es bocado sin sal gracia dicha a des- tiempo; I está siempre en la boca de los insensatos. 22 L a palabra del necio no es bien re- cibida, I porque la dice fuera de tiempo. Sentencias varias 23 Hay quien de pobre no puede ni pe- car, I y no es perturbado en su reposo. 24 Hay quien por respetos humanos pierde su alma, I y se da por perdido ante la mirada de un necio. 25 Hay quien por respeto humano pro- mete al amigo | y por una nonada se le hace enemigo. 26 Es infamia en el hombre la menti- ra, I que se halla siempre en los labios de los insensatos. 27 Es preferible el ladrón al mentiro- so; I uno y otro tendrán por heredad la perdición. 28 El fin del embustero es la deshon- ra, I y lleva siempre encima su deshonor. Parábolas 29 El sabio en palabras crecerá en dig- nidad, I y el hombre prudente agradará a los magnates. 30 El que cultiva la tierra aumentará sus parvas, | y el que agrada a los grandes, de tuerto hará derecho. 31 Regalos y dones ciegan los ojos de los sabios I y son como bozal en la boca para la reprensión. 32 Sabiduría oculta y tesoro escondi- do, I ¿de qué sirven la una y el otro? 33 Mejor hombre el que esconde su ne- cedad I que el que oculta su sabiduría. La huida del pecado O í 1 Hijo, ¿has pecado? No vuelvas ^ A a pecar más | y ora por los peca- dos anteriores. 2 Como de la serpiente, huye del peca- do, I porque si te acercas, te morderá. 3 Dientes de león son los suyos, | que dan muerte a los hombres. 4 Toda iniquidad es como espada de dos filos; I no hay medicina para su llaga. 5 Violencia y soberbia aniquilan la ha- cienda, I y será asolada la casa del orgu- lloso. 6 La queja del pobre va de su boca al oído de Dios, | y el juicio viene presta- mente contra el opresor. 7 El que aborrece la reprensión va por los pasos del pecador; | el que teme al Señor se convierte de corazón. 8 Desde lejos se conoce al lenguaraz en el hablar; | el discreto encubre las faltas. 9 El que levanta con bienes ajenos su casa I es como el que amontona piedras para su sepultura. * Oí) 19 La Vulgata: «No sabe distribuir ni lo que debía reservar ni lo que debía gastar». Que ^ ^ gasta sin tino ni discreción. 21 9 Eso son los bienes mal adquiridos, que el poseedor no se apropió en justicia, llevando sobre quien así los adquirió La responsabilidad del pecado. ECLESIÁSTICO 21-22 742 1° Montón de estopa es banda de im- píos; | la llama del fuego será su fin. 11 El camino de los pecadores está en- losado, | pero su fin es la sima del ades. Sabiduría y necedad 12 El que guarda la Ley es dueño de sí. 13 Y el fin del temor de Dios es la sabi- duría. 14 No es educado el que no es prudente; 15 Pero hay una prudencia que acarrea mucha amargura. 16 La ciencia del sabio crece como una inundación, | y su consejo es como una fuente de vida. 17 El corazón del necio es como un vaso roto, | no retiene la sabiduría. 18 El hombre sabio oirá una palabra dis- creta, | la alabará y le añadirá algo más; | pero la oye el descontentadizo, y mostrara su desagrado | y se la echa a las espaldas. 19 La conversación del necio es como carga en el camino, | pero en los labios del prudente se halla complacencia. 20 El parecer del prudente es requerido en la asamblea, | y a lo que dijere pon- drán mucha atención. 21 Como casa en ruina es la sabidu- ría para el necio; I y la ciencia, para el insensato, es palabra ininteligible. 22 Grillos en los pies es la disciplina para el insensato, | y como esposas en su mano derecha. 23 El necio, cuando ríe, ríe estrepitosa- mente, | el discreto apenas sonríe por lo bajo. 24 Como joya de oro es para el pruden- te la disciplina, | como brazalete en su brazo derecho. 25 Los pies del necio son ligeros para entrar en las casas, | pero el varón dis- creto se recela de entrar. 26 El necio desde la puerta curiosea, | el prudente se detiene fuera. 27 Es una grosería escuchar a las puer- tas; | el prudente se avergüenza de ha- cerlo. 28 Los labios de los necios dicen nece- dades, | las palabras del prudente pesan en la balanza. 29 En la boca del necio está su corazón; | y en la boca del sabio el suyo. 30 Cuando el impío maldice a su ene- migo, | se maldice a sí mismo. 31 Mancha su alma el murmurador | y es aborrecido en la vecindad. n n i Se asemeja el perezoso a una pe- « « Ha de barro, | todos silban sobre su infamia. 2 Se parece a una bola de estiércol, I quien la coge se sacude las manos. El hijo mal educado 3 Es deshonra del padre haber engen- drado un hijo indisciplinado; | una hija asi le nace para su daño. 4 La hija prudente es un tesoro para su marido; | la desvergonzada será fuente de disgustos para el que la crio. 5 La hija necia confunde a su padre y a su marido, | y por ambos será despreciada. 6 La música en el duelo es cuento fuera de tiempo, | pero los castigos y la disci- plina son siempre oportunos. * El necio 7 Como quien compone un cacharro roto es el que enseña a un necio; 8 Es despertar a un dormilón que duer- me profundo sueño. 9 Es hablar con un dormido el hablar con un necio, | que al fin acabará por de- cir: «¿Qué pasa?» 10 Llora al muerto, pues se extinguió su luz, | y llora al necio, pues se extinguió su inteligencia. n No llores demasiado por un muer- to, pues ha logrado el reposo; i 2 La vida del necio es peor que la muerte. 13 El duelo por un muerto dura siete días, | pero el duelo del necio y del im- pío, todos los días de su vida. * 1 4 Con el necio no hables demasiado, | ni vayas con el insensato. 1 5 Guárdate de él si quieres evitar el fastidio, I y no te manchará con su con- tacto. i* Apártate de él y tendrás descanso, | y no tendrás que sufrir de su necedad. 1 7 Que es más pesado que el plomo; I y ¿cómo llamarle sino necio? i 8 Carga de arena, de sal, de hierro, I son más fáciles de sobrellevar que un necio. La fortaleza 19 El maderamen bien ensamblado de un edificio | no lo desencaja un terremo- to, I así el corazón afirmado en consejo bien maduro. 20 No vacila en tiempo alguno. | Co- razón que se apoya en pensamiento sa- bio I es como revoque mezclado con are- na en muro liso. 2 i Empalizada que no se hinca bien | no se sostiene contra la fuerza del viento; 22 Así el corazón tímido, apoyado en necios pensamientos, | no resiste al te- mor. 6 Los griegos empleaban la música en las manifestaciones de duelo; pero no los hebreos, que no concebían la música sino como expresión o excitante de alegría. 13 Esta debía de ser la ley ordinaria, porque en casos extraordinarios se prolongaba hasta un mes, como se lee de Arón (Núm 20,20) y de Moisés (Dt 34,8). 22 743 ECLESIÁSTICO 22-23 La ami st ad (23) 24 Q u i e n los ojos s e frota saca lá- grimas, I y el que se punza el corazón descubre sus sentimientos. 25 Quien tira una piedra a los pájaros los espanta; I el que afrenta al amigo rompe la amistad. 26 Si desenvainaste la espada contra el enemigo, | no desesperes, todavía hay remedio. 27 Si hiciste reproches al amigo, | no temas, que hay lugar a la reconcilia- ción. I Pero ultrajar, revelar secreto, trai- cionar, I son cosas que espantan a todo amigo. 28 Sé fiel al amigo en su pobreza, | para que así goces de sus bienes en la prosperidad. 29 Permanece a su lado en el tiempo de la tribulación, | para que tengas par- te de su ventura. 30 Antes del fuego sale por la chimenea el humo, | así a la sangre preceden los insultos. 31 No me avergonzaré de defender a mi amigo | ni me ocultaré de él, | que si algún mal me sucede por él, 32 A él le echarán todos la culpa. Or aci ón pi di endo preservación del mal 33 ¡Quién pusiera un guarda a mi bo- ca I y un sello de circunstancias a mis labios I para que por ellos no caiga | y no me pierda mi lengua! n o ! Señor, Padre, Soberano de mi £tO v j(j a> 1 no permitas que por ellos caiga. 2 ¡Quién me diera que manejases el azote contra mis pensamientos, | y con- tra mi corazón la disciplina de la sabi- duría, I sin compasión a mis faltas, | para que no incurra en pecados de lengua, 3 Para que no se multipliquen mis ye- rros y se acrecienten mis pecados, | y venga a caer ante el enemigo | y éste se regocije al verlo! 4 Señor, Padre y Dios de mi vida, | no me abandones a sus sugestiones. 5 No me haga altivo de ojos; | apar- ta de mí toda mala inclinación; 6 No se adueñen de mí los placeres del vientre y de la sensualidad | y no me entregues al deseo lascivo. Disciplina de la l engua 7 Escuchad, hijos míos, la disciplina de la lengua, | que el que la guarda no será cogido en falta. 8 Que por los labios es cogido el pe- cador I y vienen a caer el maldiciente y el soberbio. 9 No te habitúes a proferir juramen- tos.* i °Ni a pronunciar el nombre del Santo; 11 Pues como el esclavo puesto de con- tinuo a la tortura I no está libre de carde- nales, I así el que siempre jura y profie- re el nombre de Dios | no se verá lim- pio de pecados. i 2 Hombre que mucho jura se llenará de iniquidades | y el azote no se apar- tará de su casa. 13 Si uno peca, el pecado pesará sobre él, I y si no tiene cuenta, pecará doble- mente. 1 4 El que jura en vano no está exento de culpa, | y su casa estará llena de penas. 1 5 Hay modos de hablar que llevan a la muerte; I lejos estén de la descen- dencia de Jacob. 16 pues todo esto debe estar muy lejos del varón piadoso, | y así no se verá enredado en el pecado. 1 7 No habitúes tu lengua a libertina disciplina, | que va acompañada del ha- blar pecaminoso. 18 Acuérdate de tu padre y de tu ma- dre I cuando te sientes en medio de los grandes; * 1 9 No sea que, olvidándote de ellos en su presencia, I vengas a hacer el necio, y querrías entonces no haber nacido. 2 <> Hombre de hablar vituperable | no llegará en su vida a la sabiduría. El adulterio 2 1 Dos suertes de hombres multiplican los pecados I y una tercera atrae la có- lera: 22 El que se abrasa en el fuego de sus apetitos, I que no se apaga hasta que del todo le consume; 23 El hombre impúdico consigo mis- mo, I que no cesará hasta que su fuego se extinga; 24 El hombre fornicario, a quien todo pan le es dulce, | que no se cansará mientras no muera; 25 El hombre infiel al propio lecho con- yugal, I que dice para sí: «¿Quién me ve? 26 La obscuridad me cerca y las pa- redes me ocultan, | nadie me ve, ¿qué tengo que temer? | El Altísimo no se da cuenta de mis pecados». 27 Sólo teme los ojos de los hombres. 28 Y no sabe que los ojos del Señor | O í f La doctrina de este pasaje sobre el juramento supone una costumbre muy extendida de " • ^ jurar y justificar el precepto del Señor en Mt 5,33-37, repetido por Santiago (5,12). 18 Supone el texto que se trata de nacimiento humilde, para que no se engría considerando sólo la compañía y pretendiendo igualarse con ella. ECLESIÁSTICO 23-24 744 son mil veces más ciatos que el sol I y que ven t odos los cami nos de los hom- bres | y penet ran hast a los lugares más escondidos. 2 9 Ant es que fueran creadas t odas las cosas, ya las conocí a El , I y lo mi smo las conoce después de acabadas. 3 0 Será aquél castigado en las plazas de la ci udad, | y donde menos l o sospe- cha será cogi do. (3t) 32 Así t ambi én la mujer que engaña a su mar i do | y de un ext raño le da un her eder o; 33 Por que en pri mer lugar desobedeció a la Ley del Altísimo, I y además pecó cont ra su mar i do; I y en tercer l ugar cometió adul t eri o, I dándol e hijos de va- r ón ext raño. 3 4 Est a será llevada ant e la asamblea I y recaerá sobre sus hijos la duda; * 35 Sus hijos no echarán raíces I ni sus r amas dar án fruto. 3 * Dej ará una memori a de maldición, | y su deshonra no se borrará. 3 7 Y los supervivientes conocerán que nada hay mejor que el t emor del Se- ñor | y nada más dulce que atenerse a sus mandami ent os. El o g i o de l a sabi durí a n i l La sabi durí a se al aba a sí mis- « » ma | y se gloría en medi o de su puebl o; 2 En la asamblea del Altísimo abre su boca | y en presencia de su majestad se gloría. * ( 3 ,4) * 5 Yo salí de la boca del Altísimo, 6 Y como nube cubrí t oda l a tierra. 7 Yo habi t é en las al t uras I y mi t r ono fue col umna de nube. 8 Sola recorrí el círculo de los cielos I y me paseé por las profundidades del abi smo. 9 Por las ondas del mar y por t oda la tierra. lOEn t odo puebl o y naci ón i mperé; u En t odos busqué descansar | par a establecer en ellos mi mor ada. 12 Ent onces el Cri ador de t odas las co- sas me ordenó, | mi Hacedor fijó el lugar de mi habi t aci ón. * 13 Y me dijo: Habita en Jacob | y es- tablece tu tienda en Israel. Mo r a e n Israel 1 4 Desde el principio y antes de los si- glos me creó I y hast a el fin no dejaré de ser. | En el t abernácul o sant o, delante de él mi ni st ré, * 15 Y así t uve en Sión mor ada fija y estable, I reposé en la ci udad de El ama- da, I y en Jerusalén t uve la sede de mi imperio. 16 Eché raíces en el puebl o glorioso, I en la porci ón del Señor, en su heredad. Su s graci as i ' Como cedro del Lí bano crecí, | como ciprés de los mont es del Her món. is Crecí como pal ma de Engadi , I como rosal de Jericó. 19 Como her moso olivo en la l l anura, I como pl át ano j unt o a las aguas. 2 0 Como la canela y el bál samo ar omá- tico exhalé mi ar oma | y como la mi rra escogida di suave olor. 2 i Como gál bano, estacte y al abast ri - no vaso de perfume, | como nube de incienso en el t abernácul o. 2 2 Como el t erebi nt o extendí mi s r a- mas, | r amas magníficas y graciosas. 2 3 Como vid eché hermosos sarmien- t os | y mis flores di eron sabrosos y ricos frutos. 2 4 Yo soy la madr e del amor , | del t emor, de la ciencia y de la sant a espe- ranza. (25) * 26 Venid a mí cuant os me de- seáis | y saciaos de mis frutos. 2 7 Por que recordarme es más dulce que l a miel, | y poseerme, más rico que el panal de miel. (28) * 29 Los que me coman quedarán con hambr e de mí , I y los que me beban quedarán de mí sedientos. 30 El que me escucha j amás será con- fundido, | y los que me sirven no pe- carán. 34 La mujer adúltera debia ser apedreada por el pueblo (Dt 22,22-24), y este pecado ponía en duda la legitimidad de sus hijos, induciendo a sospechar si serían también hijos de pecado. O A, 2 La asamblea del Altísimo era la reunión del pueblo que concurría a las fiestas anuales en ~ * el templo (Sal 22,23). 4 La Vulgata: « 3 En medio de su pueblo será ensalzada y admirada en la congregación plena de los santos; 4 Recibirá alabanzas de la muchedumbre de los escogidos y será bendecida entre los benditos». 1 2 La Sabiduría divina se halla difundida sobre todas las obras de Dios, y los pueblos todos pueden conocerla, y por ella a Dios; pero en Israel esa misma Sabiduría se halla en la Ley, y por ella puede conocer mejor al Señor. Esta es la sabiduría y la gloria de Israel, que le distingue de todos los pueblos (Dt 4,6). 14 La expresión «antes de los siglos», «antes de ia creación del mundo» y otras tales significan desde la eternidad. Sobre la creación de la sabiduría véase lo dicho en la nota a 1,4. 25 La Vulgata: «En mí está toda ia gracia del camino y de la verdad, en mí toda esperanza de la vida y de la virtud». \ 2 8 La Vulgata: «Perdurará mi memoria en la serie de los siglos». 745 ECLESIÁSTICO 24-25 Es t á e n l a Le y (31) * 32 El libro de la alianza de Di os Altísimo es t odo esto, I la Ley que nos di o Moisés en heredad a la casa de Ja- cob. (33,34) * 35 Llena de sabiduría como de agua el Pisón, | como el Tigris en días primaverales; 3 6 Ll ena de inteligencia como de agua el Eufrates | y como el Jor dán en los días de la mies. 37 Rebosa como de agua rebosa el Nilo | y como el Geón en los dí as de la vendi- mia. * 38 El pri mero no acabó de conocerla I ni el último la agot ar á; 3 9 Por que su pensami ent o es más pro- fundo que el mar | y su consejo más profundo que el gran abi smo. (40)4] Como canal deri vado del río, | como acueducto que ent ra en un jardín. 4 2 Dí j eme: Yo regaré mi j ardí n | e i nundaré mis bancal es; 43 Y mi bancal se hizo un rí o, I y mi río se hizo un mar. 4 4 Más que la aurora quiero que bri- lle la doctrina, | y la haré resplandecer hast a muy lejos. (45) * 46 Qui ero derramar mi doctrina como profecía | y legarla a las genera- ciones remot as. 4 7 Ved que no l aboro sólo para mí , | si no par a t odos los que buscan la sabi- duría. Tr e s cos as gratas *%C ' E n tres cosas se complace mi « « * al ma, | hermosas ant e el Señor y ant e los hombr es: 2 La c onc or di a e nt r e h e r ma n o s , l a ami st ad entre los prójimos I y la armoní a ent re mujer y mari do. 3 Aborrece mi al ma tres suertes de gen- tes, I cuya vida me da en r ost r o: 4 Pobr e soberbio, rico embust ero | y anci ano adúl t ero y necio. La corona de l a anci ani dad 5 Si no cosechaste en la juventud, | ¿cómo lo hallarás en la vejez? 6 ¡Cuan bien sienta a los cabellos blan- cos el juicio, I y a l os anci anos el con- sejo! 7 ¡Qué bien dice la sabi durí a a los an- cianos, I y la inteligencia y el consejo a los nobles. 8 La corona de los anci anos es su rica experiencia, | y el t emor del Señor, su gloria. Co s a s l audabl es 9 Nueve cosas al abo en mi corazón | y la décima la diré con mi l engua: 1° El varón superviviente en sus hi- jos, j el que en vida ve la rui na de sus enemigos, * u Quien convive con mujer discreta, I quien no peca con su l engua, quien no sirve a uno inferior a él, 12 Qui en halló un buen ami go | y quien habl a a oí dos que le escuchan. 1 3 ¡Cuan grande es el sabio!, pero na- die aventaja al que t eme al Señor. 1 4 A t odo sobrepuja el t emor del Se- ñor. 15 El que lo tiene, ¿a quién compa- rarle? (ló, 17) * 18 prefiero cual qui er llaga a lla- ga del corazón. 19 Y cualquier mal dad, a la mal dad de la mujer. 2 0 Cual qui era miseria, a la miseria de los que se aborrecen. 2X Y cualquier venganza, a venganza de enemigo. 2 2 No hay veneno sobre el veneno de la serpiente I y no hay cólera sobre la cólera de la mujer. 2 3 Prefiero mor ar con un león o un dragón | a habi t ar con una mujer ma- ligna. La mu j e r ma l a 2 4 La mal dad de la mujer demuda su rost ro I y hace su sembl ant e como de os o; I su mar i do, sent ado entre ami - gos, [ sin quererl o, solloza amargament e. (25) 26 Ligera es t oda mal dad compara- da con la mal dad de la muj er ; ! cai ga sobre ella l a suerte de los pecadores. 2 7 Lo que una cuesta arenosa para los 31 La Vulgata: «Los que me honran obtendrán la vida eterna». 3 3 La Vulgata: « 33 Dio a Moisés una ley formulada en preceptos justos, la herencia de la casa de Jacob y las promesas de Israel; 3 4 Prometió a David, su siervo, que de él nacerla un rey tortísimo, que se sentaría en su trono para siempre». 37 Geón igual al Nilo, con el cual identifica el autor el Guijón del paraíso (Gen 2,13). 4 5 La Vulgata: «Penetraré en las partes más profundas de la tierra, el seol; echaré una mirada sobre todos los dormidos, los muertos, e iluminaré a los que esperan en el Señor». p K 1Q No ofrece dificultad el que se considere dichoso al varón que muere lleno de días y de- ^ ^ jando una larga posteridad, pues ésa es una de las bendiciones que Dios prometía a los justos. Para hacerse cargo de la segunda parte conviene recordar cómo los Salmos nos presentan el mundo dividido en dos bandos: el de los justos, que representaban la causa de Dios, y el de los impíos, que le son contrarios. Los enemigos de que el autor habla son los del justo, y, por tanto, los que Dios en su justicia humilla para hacer brillar esa justicia y fortalecer el ánimo de los justos. 16 Según el códice alejandrino y la Vulgata: o 16 El temor de Dios es el principio de su amor, y la fe el principio de la adhesión a El. 17 La tristeza del corazón es una llaga completa, y una suma malicia la malignidad de la mujer». ECLESIÁSTICO 25-27 746 pies del anciano I es la mujer deslengua- da para un marido comedido. 28 No te dejes seducir por la hermosura de una mujer | ni la desees. 29 Esclavitud, ignominia y vergüenza 30 Es la mujer que domina al marido. 31 Abatimiento del ánimo, tristeza del rostro I y llaga del corazón es la mu- jer malvada. 32 Manos flacas y rodillas débiles ! tie- ne el marido a quien su mujer no hace dichoso. 33 Por la mujer tuvo principio el peca- do | y por ella morimos todos. 34 No dejes que se te escape el agua | ni des autoridad a la mujer mala. 35 Si no va de tu mano, | sepárala de ti. La muj er mal a y la virtuosa o /» i Dichoso el marido de una mu- « " jer buena; I el número de sus días será doblado. 2 La mujer de valer alegra a su mari- do, | cuyos arios llegarán en paz a la plenitud. 3 La mujer de valer es una fortuna, | los que temen al Señor la tendrán. 4 Y sea rico, sea pobre, | su corazón será feliz y en todo tiempo mostrará rostro alegre. 3 De tres cosas tiene miedo mi corazón | y de una cuarta temo mucho: 6 La maledicencia en la ciudad, motín de la muchedumbre 7 Y la calumnia; todas tres son peores que la muerte. 8 Dolor de corazón y duelo es la mu- jer celosa de otra 9 Y un azote de lengua para cuantos viven con ella. 10 Yunta de bueyes inquietos es la mu- jer mala; | tocarla es como coger un es- corpión. J 1 Del todo enojosa es la mujer borra- cha, | que no ocultará su vergüenza. 12 La liviandad de la mujer se mues- tra en el descaro de su mirada | y en el pestañear de sus ojos. 13 Sobre la hija indócil redobla tu vi- gilancia, | no sea que hallando ocasión la aproveche. 14 Vigila sin cesar a la descarada | y no te maravilles si te la pega. 15 Cual viajero sediento que abre la boca | a toda agua que encuentra, I así ella se sienta en cualquier parte | y abre su carcaj a cualquier flecha. 16 La gracia de la mujer es el gozo de su marido. 1 7 Su saber le vigoriza los huesos. 18 Un don de Dios es la mujer calla- da, I y no tiene precio la discreta. 19 Gracia sobre gracia es la mujer ho- nesta. 20 Y no tiene precio la mujer casta. 21 Como resplandece el sol en los cie- los, I así la belleza de la mujer buena en su casa. 22 Como lámpara sobre el candelera santo I es el rostro atrayende en un cuer- po robusto. 23 Columnas de oro sobre basas de plata I son las piernas sobre firmes ta- lones en la mujer bella. (24) * 25 Hijo mío, guarda sana tu san- gre juvenil I y no entregues a extrañas tu vigor. 26 Teniendo tú un fértil campo, | con- téntate con sembrar en él;* 27 Así tus retoños serán tuyos | y no derramarás tu simiente por doquier. 28 La mujer mercenaria es el desecho, | la casada es torre de muerte para quien se le acerca. 29 La mujer impía es el castigo del in- digno; I la piadosa, el premio del que teme al Señor. 30 La mujer desvergonzada desconoce la vergüenza; | la honesta tiene ver- güenza aun de su marido. 31 La desvergonzada debe ser tratada como un perro; | la que tiene vergüenza teme al Señor. 32 La mujer que honra a su marido es de todos tenida por sabia; | la que le desprecia es por todos conocida por impía. 33 El disputar de la mujer es pasajero, | es una fiebre ligera. 34 La mujer regañona y ligera de len- gua ! es como clarín de enemigo que in- cita a la respuesta. I Pero si el marido es como ella, regañón, | toda su vida se la pasarán en guerras. Tr es cosas tristes 35 Dos cosas entristecen mi corazón | y una tercera excita mí cólera: 36 Rico reducido a la miseria, | varón famoso despreciado I y varón prudente que es menospreciado. 37 El que de la justicia cae en peca- do, I a quien destina el Señor a la espada. Pel i gro en los negocios 3 ' Difícilmente se libra de culpa el mer- cader, I y el tendero no será sin pecado. tyj 1 Por amor del dinero muchos in- « » curren en pecado, I que el que bus- ca enriquecerse cierra los ojos. 2 ( ¡ ! 4 La Vulgata: «Cimiwtos sólidos sobre roca finne son los mandamientos de Dios en el " " corazón de la mujer santa». 26 Los w.26-34 están tomados del códice alejandriao y no se hallan en la Vulgata. 747 ECLESIÁSTICO 27-28 2 En huecos de piedras se fija el pos- te, I y entre el comprar y el vender se hinca el pecado. ( 3 ) 4 Si no te ases fuertemente al temor de Dios, I pronto será derribada tu casa. 5 Zarandeando la criba, quedan las gran- zas ; I así los defectos del nombre cuando se le remueve. Di screci ón en el habl ar 6 El horno prueba los vasos del alfa- rero, I la prueba del hombre es su con- versación. 7 El árbol bien cultivado se conoce por sus frutos, I y el corazón del hombre por la expresión de sus pensamientos. 8 Antes de oírle hablar no alabes a nadie, | porque la palabra es la prueba del hombre. 9 Si persigues la justicia, la alcanza- rás, I y te la vestirás como rica túnica. 10 Las aves se aparean con sus seme- jantes, I y la lealtad viene al encuentro de los leales. 11 El león acecha la presa; | lo mismo el pecado a los que hacen injusticia. 12 La conversación del piadoso es siem- pre con sabios; | el necio muda como la luna. 11 Este aguarda la ocasión para irse con insensatos, I aquél permanece siem- pre con los reflexivos. 14 La conversación de los necios es de- testable, I y su risa resuena en orgias licenciosas. 15 El lenguaje del blasfemo pone los pelos de punta, I y cuando riñe hay que taparse los oídos. 16 La riña entre soberbios trae sangre, | y sus altercados no pueden oirse. 17 El que revela secretos pierde la con- fianza I y no encontrará a un amigo. 18 Ama a tu amigo y muéstrate fiel con él; 19 Si descubres sus secretos, no vayas tras él. 20 Como hombre que dilapida su ha- cienda I es el que pierde la amistad de su prójimo. 21 Y como quien deja escapar el ave de su mano, | así el que deja escapar al amigo, que no volverá a verle. 22 No le sigas, que está lejos | y huye como gacela escapada del lazo. 23 Se venda una herida y una injuria se repara, 24 Pero revelar un secreto no tiene re- medio. El engaño 23 El que hace guiños de ojos urde males | y quien lo ve se aleja de él. 26 Delante de ti endulzará las palabras de su boca, I hará que se admira de las tuyas, I pero acabará por mudar del todo I y hallará tachas en tus palabras. 27 Muchas cosas aborrezco, pero nada tanto como a éste. | El Señor le aborre- ce también y le maldice. 28 El que tire la piedra a lo alto se ex- pone a que le caiga en la cabeza, | y el golpe a traición hiere al traidor. 29 El que cava una hoya caerá en ella | y el que tiende una red quedará en ella cogido. 30 El que hace el mal en él caerá, | sin que sepa de dónde le viene. 31 Sarcasmos y ultrajes son patrimonio de soberbios, | pero la venganza los ace- cha como león. 32 Serán cogidos en el lazo los que se alegran de la caída del justo, I y el do- lor los consumirá antes de la muerte. 33 El rencor y la cólera son detesta- bles, I el hombre pecador los guarda en el corazón. Moder aci ón de la ira OJ> ' El que se venga será víctima de « O i a venganza del Señor, | que le pedirá exacta cuenta de sus pecados. 2 Perdona a tu prójimo la injuria, | y tus pecados, a tus ruegos, te serán per- donados. 3 ¿Guarda el hombre rencor contra el hombre | e irá a pedir perdón al Señor? 4 ¿No tiene misericordia de su seme- jante I y va a suplicar por sus pecados? 5 Siendo carne, guarda rencor. | ¿Quién va a tener piedad de sus delitos?* 6 Acuérdate de tus postrimerías y no tengas odio. 7 Y guárdate de la corrupción y de la muerte y cumple los mandamientos. 8 Acuérdate de la alianza del Altí- simo. 9 Y no aborrezcas a tu prójimo y per- dona las ofensas. 10 Aléjate de contiendas y aminorarás los pecados. 11 Porque el hombre iracundo encien- de las contiendas. El hombre pecador siembra la turba- ción entre amigos | y en medio de los que en paz están arroja la calumnia. 12 A tenor del combustible se encien- de y se alimenta el fuego, | y según el poder del hombre, así es su ira; | se- gún su riqueza crece su cólera, | y se enciende según la violencia de la disputa. 13 Pez y resina avivan el fuego, | y una riña violenta hace correr la sangre. 14 Si soplas sobre brasas, las encien- 2 Son muy dignas de notar estas máximas, que nos traen a la memoria la doctrina evan- gélica, consignada en el padrenuestro y en muchos pasajes del Evangelio. ECLESIÁSTICO 28-29 748 6 Pero al momento de la devolución da largas, I da vanas excusas y echa la culpa al tiempo. 7 Si paga, apenas pagará la mitad, | y tendrás que darlo por hallazgo. 8 Y si no paga, te quedarás sin tu dine- ro, | y te habrás hecho, sin buscarlo, un enemigo. 9 Te pagará con maldiciones e injurias, | y en vez de honor devolverá ultrajes. 10 Muchos por esto se niegan a prestar, | pues temen ser robados en tonto. 11 Sin embargo, sé generoso con el des- graciado | y no le hagas esperar la li- mosna. 12 Por amor de la Ley acoge al pobre | y en su necesidad no le despidas de vacío. 13 Por amor del hermano y del amigo consiente en perder tu dinero, | no dejes que se te enmohezca bajo una piedra. 14 Hazte un tesoro según los preceptos del Altísimo, | y te aprovechará más que el oro. 15 Encierra la limosna en tus arcas, | y te librará de toda miseria. * (16,17) 18 Más que un fuerte escudo y una lanza poderosa I combatirá por ti contra el enemigo. La fianza 19 El varón bondadoso fía a su próji- mo, | pero el que ha perdido la vergüenza le deja en la estacada. 20 No olvides el beneficio de tu fiador, | pues se empeñó por ti. (21)* 22 Él malvado derrocha los bie- nes de su fiador, | y el ingrato deja en el brete a quien le salvó. (23) 24 La fianza ha perdido a muchos que estaban bien | y los sacudió como mar tormentoso. 25 Sacó de su casa a hombres ricos | y los hizo peregrinar por tierras extrañas. 26 El pecador, al fiar, se verá burlado, | y persiguiendo ganancias, se enredará en pleitos. O O ' El misericordioso presta a su pro- 27 ^8** tu poder, socorre a tu próji- ¿ I » iimo. ! v el aue le sostiene con «,, m °> I P e r o mu " a P° r O, no caigas en ne- cesidad. La hospitalidad 28 Necesarios para la vida son el agua y el pan; | el vestido y la casa, para abrigo de la desnudez. 29 Más vale vivir pobre bajo un techo de tablas | que banquetear en casa ex- traña. 30 Conténtate con lo poco o con lo mu- cho, | y no tendrás que oir que te repro- chan por forastero. 18 La Vulgata: «Destruyó loa ejércitos de las naciones y aniquiló gentes valerosas». OQ 15 Este versículo no puede entenderse en el sentido propio, sino en el metafórico, en con- " • 7 formidad con el precedente, donde se habla de atesorar según los preceptos del Altísimo acerca de la limosna. 11 La Vulgata: «El pecador y el impuro huyen de su fiador». des, | y si escupes sobre ellas, las apa- gas; | y ambas cosas proceden de tu boca. La maledicencia 1 5 Maldice al murmurador y al de len- gua doble, I porque han sido la perdición de muchos que vivían en paz. 16 La lengua maldiciente ha desterra- do a muchos | y los arrojó de pueblo en pueblo. i? Destruye las ciudades fuertes | y de- rriba los palacios de los grandes. (18) * 19 La lengua calumniadora echa de casa a la mujer fuerte | y la priva del fruto de su trabajo. 20 El que le da oídos no hallará repo- so I ni tendrá paz en su casa. 2 i El golpe del azote hace cardenales, | el golpe de la lengua quebranta los hue- sos. 22 Muchos caen al filo de la espada, | pero muchos más cayeron por la lengua. 23 Feliz el que está a cubierto de ella, | no es víctima de su rabia | y no tiene que soportar su yugo | ni se ve preso en sus cadenas. 24 Porque su yugo es yugo de hierro | y sus cadenas son cadenas de bronce. 25 Muerte espantosa es la muerte que da, I y el ades es preferible a ella; 26 Pero no tendrá imperio sobre los piadosos I y éstos no arderán en sus llamas. 27 Los que abandonan al Señor caerán en ella | y los abrasará sin extinguir- se. I Sobre ellos se arrojará como león | y como leopardo los destrozará. 28 Mira de poner a tu heredad cerca de espinos 29 Y guarda bien tu plata y tu oro. Haz para tus palabras balanza y pe- sas, I y para tu boca puerta y cerrojo. 30 Atiende a no ser cogido en ella, | y no caerás ante quien te acecha. La misericordia ' El misericordioso presta a su pró- jimo, ! y el que le sostiene con su mano guarda los preceptos. 2 Presta a tu prójimo al tiempo de su necesidad | y devuélvele a su tiempo lo prestado. 3 Manten tu palabra, sé con él leal, | y hallarás en todo tiempo lo que necesites. 4 Para muchos el préstamo es un ha- llazgo, I fastidian a quien los socorrió. 5 Hasta recibir, besan la mano del pró- jimo I y con voz humilde le ponderan sus riquezas. 749 ECLESIÁSTICO 29-31 51 Triste es tener que andar de casa en casa; ] donde habites como extraño no osarás abrir la boca. 32 Habrás dado hospedaje y habrás da- do de beber sin que te sea agradecido, | y a pesar de esto habrás de oir palabras amargas. Mira si hay qué 33 «Entra, forastero; preparad la mesa; | mirad si hay a mano qué comer. 34 Sal, forastero; haz lugar a otro más honrado que tú; | tengo que recibir a mis hermanos y necesito la casa». 35 Duras palabras son éstas para un hombre sentido: | la increpación del amo de la casa y la injuria del usurero. La corrección de los hijos OA 1 El que ama a su hijo tiene siem- O U pre dispuesto el azote | para que al fin pueda complacerse en él. 2 El que educa bien a su hijo se gozará en él I y podrá gloriarse en medio de sus conocidos. 3 El que enseña a su hijo será envidia- do de su enemigo | y ante sus amigos se regocijará en él. 4 Si muere su padre, como si no hubiera muerto, | pues deja en pos de sí uno igual a él. 5 Durante su vida le ve y se alegra, | y al morir no siente pena. 6 Frente a sus enemigos deja un venga- dor, I y a sus amigos quien le pague con gratitud. 7 El que mima a su hijo tendrá luego que vendarle las heridas, | y a cada grito suyo sentirá que se le conmueven las en- trañas. 8 Caballo no domado se hace indócil, I y el hijo abandonado a sí mismo, testa- rudo. 9 Halaga a tu hijo y te hará temblar; | juega con él y te hará llorar. i° No te rías con él, no te haga sufrir | y al fin rechines los dientes. 11 En su juventud no le des largas | y no disimules sus faltas. i 2 Doblega su cuello en la juventud | y tunde sus espaldas mientras es niño, | no se te vuelva terco y desobediente. 1 3 Educa a tu hijo y aplícale al traba- jo, I no vengas a tropezar por su torpeza. Sobre la salud 1 4 Mejor es pobre sano y fuerte que rico enfermo y débil. 1 5 La salud y el bienestar valen más que el oro, I y un cuerpo robusto, más que una fortuna. 16 No hay riqueza que valga lo que la salud del cuerpo, ! y no hay bien como el gozo del corazón. "Preferible es la muerte a una vida amarga, | y el eterno reposo a un dolor permanente. 18 Manjares exquisitos puestos en una boca cerrada I son las ofrendas a los ídolos. 19 ¿Qué le aprovecha al ídolo la ofren- da, I pues no lo come ni lo huele? 20 Así es el rico que no puede disfrutar de su riqueza; 2 i La ve con sus ojos y suspira, I como eunuco que abraza a una doncella. 22 No te abandones a la tristeza, | no te atormentes con cavilaciones. 23 La vida del hombre es el gozo del corazón, | y la alegría del varón es su lon- gevidad. 24 Anímate y alegra tu corazón | y echa lejos de ti la tristeza; 25 Porque a muchos mató la tristeza | y no hay utilidad en ella. 26 La envidia y la cólera abrevian los días, I y los cuidados traen vejez prema- tura. 27 El sueño de un corazón contento es mejor que los más deliciosos manjares, | y cuanto come le aprovecha. La riqueza O í 1 El desvelarse por la riqueza con- O 1 sume, I y la preocupación por ella aloja el sueño. 2 Los cuidados de la vida quitan el sue- ño, I y más que una enfermedad impiden dormir. 3 El rico se fatiga por acumular rique- zas, I y si descansa, es para saciar sus an- sias de placer. 4 Fatígase el pobre por sus necesidades, | y si descansa, es para verse en la indi- gencia. 5 El que ama el oro no vivirá en justi- cia, I y el que se va tras el dinero pecará por conseguirlo. 6 Muchos dieron en la ruina por amor del oro, | y cayeron en la desgracia. 7 Es el oro un garlito para el negocio, I y el insensato tropieza en él. 8 Venturoso el varón irreprensible | que no corre tras el oro. 9 ¿Quién es éste que le alabemos | por- que hizo maravillas en su pueblo? 1° ¿Quién es el que en esto fue probado y quedó sin mancha? | Ello redundará en su gloria. ¿Quién pudo prevaricar y no preva- ricó, I hacer el mal y no lo hizo? 11 Su dicha se consolidará, I y la asam- blea pregonará sus alabanzas. Los banquetes i 2 Hijo mío, ¿estás sentado a la mesa de un grande? | No abras tu boca. 1 3 Y no digas: «¡Cuántos manjares!» 1 4 Acuérdate de que es malo el ojo co- dicioso. ECLESIÁSTICO 31-32 750 15 ¿Qué hay peor que el ojo codicioso? Codicia cuanto ve. l* No tiendas la mano a cuanto veas, ' 7 No tropieces con tu vecino en el pla- to. | Ten con tu vecino las atenciones que para ti deseas. 18 Piensa del prójimo por ti mismo | y pon reflexión en cuanto hagas. 19 Come decentemente lo que te sirvan | y no comas vorazmente e incurras en des- precio. 20 Sé el primero en dejar de comer, por cortesía, | y no te muestres insaciable, para que no te desprecien. 21 Si te sientas en medio de muchos, | no extiendas el primero tu mano. 22 Con poco le basta al hombre bien criado, | y así no se siente molesto en su lecho. 23 Sueño tranquilo es el del estómago no cargado; I se levantará por la mañana dueño de sí. 24 Dolor, insomnio, fatiga y retortijón I son la parte del intemperante. 25 Si te viste obligado a comer dema- siado, | levántate, pasea, y te sentirás ali- viado. 26 Escúchame, hijo mío, y no me des- oigas, | y al fin verás confirmadas mis pa- labras. 27 Sé moderado en todas tus obras | y no vendrá sobre ti la enfermedad. 28 Muchos serán los que alaben al es- pléndido anfitrión | y darán testinonio de su generosidad; 29 Pero murmurarán en la ciudad del ruin con los invitados | y darán testimo- nio de su tacañería. 30 No te hagas el valiente con el vino, | por que a muchos perdió la bebida. 31 La fragua templa la obra del herre- ro, | y el vino, el corazón de los arrogan- tes pendencieros. 3 2 El vino fortalece | si se bebe con mo- deración. 33 ¿Qué vida es la de los que del todo carecen de vino? * (34) 35 Fue creado para alegría de los hombres. 36 Alegría del corazón y bienestar del alma | es el vino bebido a tiempo y con sobriedad. (37) * 38 Dolor de cabeza, amargura e ignominia | es el vino bebido con exceso | en la excitación de una disputa. I (39)* 40 L a embriaguez excita la razón y hace tropezar, | quita las fuerzas y añade heridas. 41 En una reunión de bebedores no re- proches a nadie I y no trates con desdén a uno mientras está ebrio. 42 No le ultrajes | ni le apremies con re- clamaciones. O O • Si te hacen presidente de un con- **£* vite, no te engrías; | pórtate entre los convidados como uno de tantos. 2 Cuida primero de ellos y luego sién- tate; | cumplido tu oficio, recuéstate, 3 Para alegrarte con los otros | y ser alabado por tus buenas disposiciones. 4 Si eres anciano, habla como a tu edad conviene, 5 Con discreción, y no impidas el canto. 6 Mientras tocan y cantan no charles | y no hagas alarde de sabio a destiempo. 7 Como anillo de oro con rubí engas- tado ] es la música en el banquete. 8 Como anillo de oro con esmeralda en- gastada, | la melodía de la música en el festín. (9)* 10 si eres joven, no hables, si no te vieres obligado; | sólo cuando por dos o tres veces fueres preguntado. (11) * 12 Abrevia el discurso diciendo mucho en pocas palabras | y sé como quien, sabiendo, sabe callar. 13 En medio de los grandes no te pavo- nees, | entre los ancianos no parlotees. 1 4 Como al trueno precede el relámpa- go, | así a la modestia precede la gracia. 15 Levántate a tiempo y no lo demo- res, | vete a tu casa y ocúpate en lo tuyo. 16 Si quieres, diviértete alli y obra a tu placer, | sin faltar a nadie con lenguaje insolente. 17 Y después bendice a tu Hacedor, | ya que te regaló con sus bienes. La Ley is El que busca al Señor acepta la dis- ciplina, | y el que a El acude es escuchado. i* El que busca la Ley obrará conforme a ella, | pero el hipócrita en ella trope- zará. 20 Quien teme al Señor conocerá sus juicios, I y sus sentencias le serán antor- cha luminosa. 2 i El pecador rehuye la corrección | y busca en la Ley su capricho. 3 3 La Palestina es país rico en vino, y en la Escritura se habla de él con frecuencia de varios modos, según el uso que de él se haga. Aquí se había del vino que, tomado con moderación, alegra el corazón del hombre, y cuya falta en ciertas ocasiones solemnes trae consigo tristeza. Por algo el Señor lo multiplicó en las bodas de Cana (Jn 2,1 ss.). 37 La Vulgata: «La sobriedad es la salud del cuerpo y del alma». 39 La Vulgata: «El vino bebido en exceso es la amargura del alma». 9 La Vulgata: «Escucha en silencio y tu actitud te ganará la estimación». 11 La Vulgata: «Si dos veces fueras preguntado, sea tu cabeza quien responda». O sea, res- ponde con breves palabras o con un movimiento de cabeza. 31 32 751 ECLESIÁSTICO 32-33 13 Como el barro en manos del alfarero, 1 4 Que le señala el destino según su jui- cio, I así son los hombres en las manos de su Hacedor, | que hace de ellos según su voluntad. 15 Enfrente del mal está el bien, | y en- frente de la muerte, la vida; | así, enfrente del justo, el pecador. Considera de este modo todas las obras del Altísimo, [ de dos en dos, una enfren- te de la otra. Epílogo del aut or 16 Yo he llegado el último de todos, I como quien anda al rebusco después de la vendimia. * 1 7 Mas por la bendición del Señor me aventajé a otros | y llené, como los vendi- miadores, mi lagar. 18 Ved que no trabajé para mí solo, | sino para todos los que buscan la sabi- duría. 19 Oídme, pues, los grandes del pue- blo; I los que presidís la asamblea, pres- tadme atención. De no ceder los bienes hasta la muer t e 20 Ni a tu hijo, ni a tu mujer, ni a tu hermano, ni a tu amigo | des poder sobre ti en toda tu vida, | ni entregues a otro tus bienes, I no sea que luego tengas que pedirles a ellos. 21 Mientras en ti hay aliento de vida, I a nadie dejes tu puesto; 22 Porque mejor es que te nieguen tus hijos I que no verte a merced de ellos. 23 En todo lo que haces sé el dueño. 24 No eches mancha en tu honor. | Al fin de los días de tu vida, I al tiempo de la muerte, distribuye tu heredad. El siervo 25 El forraje, el palo y la carga, para el asno; | el pan, la corrección y el trabajo, para el siervo. 26 Haz trabajar a tu siervo y tendrás descanso; | dale mano suelta y buscará la libertad.* 27 Como el yugo y las coyundas hacen doblar el cuello, 28 Así al siervo malévolo el azote y la tortura; | hazle trabajar y no le dejes ocioso, 29 Que la ociosidad enseña muchas mal- dades. 30 Impónl e el t rabaj o conveniente, | y OO 16 Estos versículos, que parece deben mirarse como epílogo de la obra, nos dicen cómo el ^ ^ autor se consideraba el último que viene al rebusco en la abundante recolección de la sa- biduría. 26 La Ley declara libres a todos los hebreos, los cuales, si por motivo de deudas tuvieran que entregarse a sus acreedores, sólo era por siete años, al cabo de los cuales se extinguía la deuda (Dt 15, 12-18). Pero, en cambio, no se prohibía tener verdaderos esclavos gentiles, y nuestro autor, que vivía en la época griega, nos muestra el estado a que una buena porción de la sociedad antigua vivía reducida. Hay que tratarlos con severidad para que no se vuelvan haraganes y rebeldes. 22 El sabio no oculta su sabiduría, | el soberbio y el burlón no tienen guarda de su lengua. 23 No hagas nada sin consejo, | y des- pués de hecho no tendrás que arrepen- tirte. 24 No vayas por camino en que hay tro- piezos I y no tropieces dos veces en la mis- ma piedra. 25 No te aventures en camino descono- cido I y ten cuidado con lo que pueda su- ceder. (2t>) 27 En todas tus obras guarda tu al- ma, I pues en esto está la observancia de los preceptos. 28 Quien atiende a la Ley guarda su alma, | y quien confía en el Señor no su- frirá menoscabo. OO ! Al que teme al Señor no le sobre- ** ** vendrá la desgracia, | y si es puesto a prueba, el Señor le librará. 2 No es sabio quien no observa la Ley, | y será agitado como nave en la tormenta. 3 El hombre sensato confía en la Ley, | y la Ley es para él fidedigna como la res- puesta de los urim. El necio 4 Reflexiona antes de responder y se- rás escuchado; | recoge tus pensamientos y responde. 5 Rueda de carro es el corazón del ne- cio, I y como eje que gira, su razona- miento. 6 El amigo burlón es como caballo se- mental: I relincha cualquiera que sea quien le monte. Di versas condiciones de los hombr es 7 ¿Por qué un día es distinto de otro día, I mientras la luz todo el año procede del sol? 8 Es la sabiduría del Señor la que los diferencia, 9 Y muda los tiempos y trae las fiestas. 1° A unos los distinguió y los santificó, | a otros los puso en el número de los días comunes. | Todo hombre viene del pol- vo, I y de la tierra fue creado Adán. 11 Pero con su gran sabiduría los dis- tinguió el Señor | y les fijó diferentes des- tinos. 12 A unos los bendijo y ensalzó, | los santificó y allegó a sí; | a otros los mal- dijo y los humilló | y los derribó de su lugar. ECLESIÁSTICO 33-35 752 si no obedeciere, métele en el cepo. | No te excedas con nadi e I y no hagas nada sin discreción. 31 Si tienes un siervo, t rát al e como a ti mi smo; | es par a ti t an necesario como t ú mi smo. | ¿No tienes más que un siervo? Trát al e como a ti mi smo, | no te enfurez- cas cont ra t u propi a sangre. * 3 2 Si le mal t rat as y mal di ci éndot e huye, I ¿por qué cami nos le buscarás? Va c i e d a d d e l os s u e ñ o s 'i A 1 Vanas y engañosas son las espe- " ™ ranzas del insensato, | y los sue- ños exaltan a los necios. * 2 Como quien quiere coger la sombra o perseguir al viento, | así es el que se apo- ya en sueños. 3 El que sueña es como quien se pone enfrente de sí, | frente a su rost ro tiene la imagen del espejo. 4 ¿De fuente i mpura puede salir cosa pur a | y de la ment i ra puede salir verdad? 5 Cosa vana son la adivinación, los agüeros y los sueños; | lo que esperas, eso es lo que sueñas. 6 A no ser que los mande el Altísimo a visitarte, 1 no hagas caso de sueños. 7 A muchos extraviaron los sueños, ] y quedar on defraudados los que les die- ron fe. 8 Cumpl e la Ley sin regateos, ¡ que la sabiduría perfecta está en la boca fiel. L a e x p e r i e n c i a 9 El hombr e instruido sabe muchas co- sas | y el muy experi ment ado puede en- señar. 10 El que no ha sido pr obado sabe muy poco | y el que ha corri do mucho es rico en experiencia. ( i i ) * 12 Yo he visto mucho en mis co- rrerí as \ y sé mucho más de l o que di go. 13 Con frecuencia estuve en peligro de muerte, | pero me salvé gracias a mi experiencia. Di o s , p r o t e c t o r d e l os q u e l e t e me n i ' Por que su esperanza se apoya en quien salva. 16 El que t eme al Señor, de nada teme | y no se desalienta, por que El es su es- peranza. 17 Di chosa el al ma que t eme al Señor. 18 ¿En quién se apoya y quién es su sostén? 19 Los ojos del Señor están puestos sobre los que le aman. | Es su fuerte es- cudo, su apoyo poderoso, | abrigo con- t r a el sol ano, cont r a el ar dor del medi odí a. 2 0 Guar da cont ra el tropiezo, auxilio cont ra la caí da; | eleva el al ma y al um- br a los ojos, | da la salud, la vida y la bendición. El c ul t o g r a t o a Di o s 21 El que sacrifica de lo mal adqui ri do hace una obl aci ón irrisoria, | y no son grat as las oblaciones inicuas. (22)* 23 No se compl ace el Altísimo en las ofrendas de los i mpí os | ni por la muchedumbr e de l os sacrificios per dona los pecados. 2 4 Como quien i nmol a al hijo a la vista de sus padres, | así el que ofrece sacri- ficios de l o r obado a l os pobres. 25 Su escasez es la vida de los indigen- tes, | y qui en se la qui t a es un asesino. 26 Mat a al prój i mo quien le priva de la subsistencia, 2 7 Y derrama sangre el que retiene el salario al j ornal ero. 28 Si uno edifica y ot r o destruye, | ¿qué provecho sacan ambos si no es la fa- tiga? 2 9 Si uno ora y ot r o maldice, | ¿a cuál de los dos va a escuchar el Señor ?* 3 0 Si uno se lava por un muer t o y vuelve a t ocarl o, | ¿qué le aprovecha su lavatorio? 31 Como si uno ayuna por sus pecados | y luego vuelve a cometerlos, ¿quién oi rá su oraci ón y qué le aprovechará el haber ayunado? I Q C ' Quien observa la Ley, | ése es el *» «* que ofrece ricas ofrendas. * 2 El sacrificio saludable es guar dar los preceptos. 31 Este verso, que mira el caso de un solo esclavo.nos muestra otro espíritu, que no es el de la sociedad pagana, aunque todavía no es la voz de San Pablo a Filemón (8-20), a los Coiosenses (4,1) o a los Füipenses (6,5-9). 1 La superstición antigua daba mucha importancia a ios sueños y basaba en ellos multitud de supersticiones. Dios se comunicaba también a los suyos a veces en sueños (cf. Núm 12,6). De ahí la salvedad que hace el autor al resaltar la vanidad de los sueños. 1 1 La Vulgata: «El que no ha sido tentado, ¿qué puede saber? Pero el que una vez fue engañado se hará cauteloso». 2 2 La Vulgata: «Sólo el Señor basta a los que esperan en El el camino de la verdad y de la justicia». 2 9 Por el contexto parece claro que los dos obran unidos, como los del versículo precedente, y más los de los versículos siguientes. 1 Es interesante esta sección por el concepto espiritual que nos da del culto divino, muy en armonía con el salmo 50,8-15. 34 35 753 ECLESIÁSTICO 35-36 (3) * 4 Ser agradecido a Di os es ofrecer flor de hari na, | y practicar la limosna es ofrecer sacrificio de al abanza. 5 Se compl ace al Señor apart ándose del mal I y se obt i ene el per dón apart án- dose de la injusticia. 6 No te presentes ant e el Señor con las manos vacías, * 7 Por que así te está mandado. 8 La ofrenda del j ust o hace pingüe el al t ar, | y su buen ol or llega ant e el Al- tísimo. 9 El sacrificio del j ust o es acept o | y su memori a de recordación no será ol- vi dada. 10 Honr a al Señor con corazón genero- so I y no disminuyas las primicias de t us manos. 11 Ofrece t odos tus dones con rost ro alegre | y con alegría consagra l os diez- mos. i 2 Da al Altísimo según lo que El t e da I y da con áni mo generoso lo que puedas. 1 3 Que el Señor es generoso en recom- pensar I y te pagará al sépt upl o. WNo pienses en sobornar al Señor, por que no recibirá tus dones; 1 5 Y no confíes en sacrificios injustos, | por que justo es el Señor | y no hay en El acepción de personas. 1 6 No t oma part i do cont ra el pobr e | y escucha la oraci ón del opri mi do. 17 Jamás desdeña la súplica del huér- fano I ni la de la viuda si ant e El der r ama sus quejas. 18 ¿No corren las lágrimas de la viu- da por sus mejillas | y su clamor no se dirige cont ra el que las hace correr? (19) * 20 E] q u e sirve a l Señor devota- ment e halla acogida | y su oraci ón subi- r á hast a las nubes. Ca s t i g o d e l os o p r e s o r e s d e I s r a e l 21 La oraci ón del pobr e t raspasa las nubes I y no descansa hast a llegar a Di os, I ni se retira hast a que el Altísimo fija en ella su mi rada, | y el j ust o juez le hace justicia. 2 2 No se hará esperar, | y sin misericor- dia, I hast a aplastar a los opresores. 2 3 Y hará venganza en las gentes | has- ta aniquilar al ejército de los prepot en- tes I y romper el cet ro de los i ni cuos; 2 4 Hast a dar al hombr e según sus obras | y remunerarl e conforme a sus intencio- nes; 2 5 Hast a defender la causa de su pue- bl o I y alegrarlos con su misericordia. 2 * Her mosa es la misericordia en el t i empo de la tribulación, | como las nu- bes cargadas de agua en t i empo de se- quía. Or a c i ó n p o r l a r e s t a u r a c i ó n d e I s r ael O C > Ten pi edad de nosot ros, Señor, O O Di os del universo, y mí r anos; 2 Infunde t u t emor en t odas las na- ci ones; 3 Levant a t u mano sobre los puebl os ext raños | y haz que sientan tu poder. 4 Como a su vista t e santificaste en nos- ot ros, I así a vista nuest ra santifícate en ellos, * 5 Par a que t e conozcan como nosot ros te conocemos | y sepan que no hay Di os, Señor, fuera de ti. 6 Renueva los antiguos prodigios y re- pite los por t ent os; 7 Glorifica t u mano y t u br azo derecho; 8 Despi ert a t u ira y der r ama t u có- l era; 9 Destruye al adversario y aplasta al enemi go; 1° Apresura el tiempo y acuérdat e de t us promesas I y sean celebradas tus ha- zañas. n Sea devorado el que intenta esca- par al fuego de t u cólera | y caigan en rui na los que mal t rat an a tu puebl o. * 2 Apl ast a las cabezas de los príncipes enemigos, | que di cen: «No hay nadi e fuera de nosot ros». 13 Congrega a t odas las t ri bus de Ja- cob I y dales su heredad como de anti- guo. i 4 Te n pi edad, Señor, del puebl o que lleva t u nombr e, | de Israel, a qui en hi - ciste tu pri mogéni t o. 15 Compadécet e de tu ciudad santa, | de Jerusalén, la ci udad de tu morada. 16 Ll ena a Sión de t u majestad, | y el t empl o de t u gloria. 17 Da testimonio a los que te hiciste desde el principio | y cumpl e las prome- sas hechas en t u nombre. 18 Da su recompensa a los que esperan en ti I y sean hal l ados verdaderos tus profetas. | Escucha, Señor, la plegaria de los que te invocan, 3 La Vulgata: «Es ofrecer un sacriñcio por las injusticias y orar por los pecados ei apartarse de la injusticia». 6 Este concepto lo hallamos a la letra en Ex 23,15. 19 La Vulgata: «De sus mejillas suben hasta el cielo, y el Señor que las oye no se complacerá en ellas». 'iC 4 Es un pensamiento frecuente en los profetas. El Señor, castigando a Israel y mandándolo **** al cautiverio, salió por su honor ultrajado a la faz de las naciones; ahora pide que ejerza su justicia en éstas para que Israel se dé cuenta de ello. ECLESIÁSTICO 36-37 754 1'Según la bendición de Arón sobre tu pueblo, | y conozcan todos los mora- dores de la tierra | que tú, Señor, eres Dios por los siglos. * Elección de muj er 20 El est ómago recibe t odos los manja- res, | pero hay unos manjares mejores que ot ros. 21 El pal adar distingue los manjares de- sabri dos, | y el corazón discreto, las pala- br as ment i rosas. 22 El corazón perverso causa dolor, | pero el hombr e muy pr obado lo cal ma. 23 La mujer acepta el mari do que le dan, I y hay entre ellas unas mejores que ot ras. 24 La belleza de la mujer alegra el ros- t r o al mari do | y aument a en el hombr e el deseo de poseerla. 25 Si tiene palabras amabl es y suaves, | su mari do es dichoso. 26 El que tiene mujer tiene un gran bien, | ayuda a él conveniente y col umna en que apoyarse. * 27 Donde no hay valla es depredada la hacienda, I y donde no hay mujer anda el hombr e gimiendo y errant e. 28 ¿Quién se fía de banda ar mada [ que corre de ciudad en ci udad? | Así t ampoco del hombr e que no tiene hogar | y duer- me donde le coge la noche. El verdadero y el falso ami go o i y i Todo amigo dice: «Soy tu ami- O I go»; | pero hay muchos que no lo son más que de nombre. 2 ¿No es una pena mort al I hacerse enemigo al ami go? 3 ¡Ay del mal ami go! ¿Para qué ha sido creado? | Para llenar la tierra de engaños. 4 Al tiempo de la alegría es ami go; | pero al tiempo de la tribulación se vuelve. 5 El buen amigo lucha al lado de su ami go | y embraza el escudo cont ra el enemigo. 6 No eches en olvido al amigo en la lucha | y no le des de lado al tomar el botín. Los buenos y los mal os consejeros 7 El consejero mantiene su consejo, | pero hay qui en aconseja en interés pro- pio. 8 No te fíes de consejeros; | mi ra an- tes de qué necesitan, | no te aconsejen en provecho suyo; 9 No te echen un lazo io Y te di gan: «Este es el buen cami - no», | y se t e opongan luego, causando tu desgracia. u No te aconsejes de quien te envidia | ni descubras tus planes a tu émul o. 12 Con mujer no trates de su rival, | ni de guerra con el t í mi do, | ni del cam- bio con el comerciante, j ni de venta con el comprador, | ni de agradecimien- to con el desagradecido, 13 Ni de misericordia con el de dur o corazón, | ni de obra alguna con el pe- rezoso, 1 4 Ni del product o cosechado con el ajustado por año, | ni de t area con el siervo perezoso, I ni te apoyes en ningu- no de ellos para resolver. 15 Trat a más bien con un varón pia- doso, I de quien sabes que guarda los precept os; i 6 Cuyo corazón es semejante al tuyo | y que te compadecerá si te ve caí do; 1 7 Y permanece firme en lo que resuel- vas, I por que ni nguno será par a ti más fiel que él. 18 El alma del hombre anuncia esas cosas I mejor que siete centinelas pues- tos en atalaya. " Y e n todas ellas ora el Altísimo | para que te dirija por la senda de la verdad. La verdadera y la falsa sabiduría 20 El fundament o de t oda obr a es la resolución; | a t oda empresa preceda el consejo. 21 La raíz de los consejos es el cora- zón I y de él proceden cuat ro r amas: I el bien y el mal, la vida y la muert e; j y entre ellas decide siempre la lengua. 2 2 Hay varón prudent e, maest ro de ot ros, I pero inútil para sí mi smo. 23 Y hay sabio que con sus pal abras se hace odioso | y es excluido de t odo festín, 24 Por que no recibió del Señor la gra- cia, I ha sido privado de t oda sabiduría. 2 5 Hay quien es sabio para si mi smo, | y su sabiduría es en provecho de su cuerpo. 26 El varón sabio instruye a su puebl o, | y los frutos de su inteligencia a ellos apro- vechan. 27 El varón sabio es col mado de bendi- ciones, I t odos cuant os le ven le bendicen. 28 La vida del hombr e dur a pocos días, I pero los días de Israel son innu- merables. 29 El varón sabio heredará en su pue- bl o el honor | y su nombr e vivirá por los siglos. 19 La bendición de Arón no puede ser otra sino la que leemos en Núm 6,22-27, donde se or- dena al sacerdote bendecir al pueblo con esta fórmula: «Que el Señor os bendiga y os conserve: que haga brillar sobre vosotros la luz de su rostro y tenga piedad de vosotros; que él vuelva a vosotros su rostro y os dé la paz». Hermosa bendición. " El nombre recibió a la mujer como una ayuda para su vida (Gen 2,20-24). 755 ECLESIÁSTICO 37-38 . La t empl anza 30 Hi j o, sobre tu vida consúl t at e a ti mi s mo; | mira lo que te es dañoso y no te lo des; 31 Por que no t odo conviene a t odos, I ni a t odos les gusta t odo. 3 2 No seas insaciable en festín sunt uo- so I y no t e eches sobre l os manj ares ex- qui si t os; 33 Por que en los muchos manj ares ani- da la- enfermedad | y la intemperancia lleva hast a el vómi t o. 34 A muchos acarreó la muerte su in- temperancia, I y el que se abstiene pro- longa su vida. El médi co O O ' Atiende al médico antes que lo *»»» necesites, | que también él es hijo del Señor. 2 Pues el Altísimo tiene la ciencia de curar | y el rey le hace mercedes. 3 La ciencia del médico le hace andar erguido | y es admi rado de los príncipes. 4 El Señor hace brot ar de la tierra los remedi os | y el varón prudent e no los desecha. s ¿No endul zó el agua amarga con el l eño I para dar a conocer su poder? 6 EÍ dio a los hombr es la ciencia | par a most rarse glorioso en sus mar a- villas. 7 Con los remedios el médico da la salud y calma el dol or, | el boticario hace sus mezclas I para que la criatura de Di os no perezca, * 8 Y por él se difunde y se conserva la salud entre los hombres. 9 Hijo mío, si caes enfermo, no te im- paci ent es; I ruega al Señor y él te sa- nar á; 10 Huye del pecado y la parcialidad | y purifica tu corazón de t oda culpa. u Ofrece el incienso y la oblación de flor de har i na; | inmola víctimas pin- gües, las mejores que puedas. 12 Y llama al médico, porque el Se- ñor le creó, | y no le alejes de ti, pues te es necesario. 13 Hay ocasiones en que logra acertar, 1 4 Por que t ambi én él oró al Señor j par a que le dirigiera en procurar el ali- vio I y la salud para prol ongar la vida del enfermo. 1 5 El que peca contra su Hacedor ] caerá en manos del médico. El culto de los muer t os i fi Hijo mío, llora sobre el muerto, | haz luto y canta lamentaciones, I amor- tájale según su condición | y no dejes de darle sepultura. 1 7 Ll ora amar go l l ant o, suspira ardien- t ement e; 1 8 Y según l a condición del muert o haz su duelo, I un día o dos para no ser pues- t o en lenguas, | y luego consuélale y da fin a tu tristeza; 19 Por que la tristeza origina la muert e | y la tristeza del corazón consume el vigor. 20 Con la sepul t ura del muert o debe cesar la tristeza, | pues la vida afligida hace mal . * 21 No te acuerdes ya más de él, | aléjale de la memori a y piensa en lo por venir. 22 No pienses más en él, pues no hay ret orno, | que al muer t o no le aprovecha y a ti te daña. * 23 Piensa en su destino, pues el suyo será el tuyo, | el suyo ayer, mañana el t uyo. 24 Con el descanso del muerto descanse su memoria, | y consuélate de su par- tida. El escriba y el artesano 2 5 La sabi durí a del escriba se acrecien- ta con el bienestar, | pues el que no tiene ot ros quehaceres puede llegar a ser sabio. * 26 ¿Cómo puede ser sabio el que tiene que manejar el ar ado | y pone su gloria en esgrimir la aguijada, I aguijoneando a los bueyes y ocupándose de sus trabajos | y siendo su t rat o con los hijos de los toros? 2 7 Pone t odo su empeño en t razar sur- cos derechos, | y su desvelo en procurar forraje para los novillos. 2 8 Lo mi smo digamos del carpi nt ero o del albañil que trabaja día y noche; | de los que graban los sellos | y se aplican a inventar variadas figuras, | y ponen t oda su atención en reproduci r el dibu- jo, I y se desvelan por ejecutarlo fielmente. 2 9 Lo mi smo del herrero, que j unt o al yunque considera el hierro br ut o, | a quien el calor del fuego tuesta las car- nes, I y que resiste perseverante el ar dor de la fragua. 3° El rui do del martillo ensordece sus oí dos, I y sus ojos están puest os en la obr a; 3 Q 7 Tanto la ciencia del médico como la del boticario son un don de Dios en beneficio de la ^ ° humanidad, sujeta a muchas miserias. 20 Los orientales son muy extremosos en sus manifestaciones de duelo: v.gr., Moisés fue llo- rado por espacio de treinta dfas (Dt 34,8). Y así otros. 2 2 Se entiende para lamentarse, llorarle, pues la memoria de los justos corresponde a la piedad. 2 5 Es éste un tema tratado por ios escribas egipcios. Encierra una doctrina muy verdadera, pero muy olvidada, al parecer, por aquellos fariseos, que despreciaban al pueblo, declarándolo maldito de Dios porque ignoraba la Ley (Jn 7,49). ECLESIÁSTICO 38-39 756 31 Su pensamiento está en acabarl a bien, I y su desvelo en sacarla con perfección. 32 Lo mi smo t ambi én del alfarero, que, sent ado a su tarea, | da vueltas al t orno con los pies, | tiene siempre la preocupa- ción de su obr a y de cumplir la t area fijada; 33 Con sus manos model a la arcilla | y con sus pies abl anda su dureza. 34 Pone su atención en acabar el vi- dri ado, | y su diligencia en calentar el hor no. 35 Todos éstos tienen su vida fiada a sus manos, I y cada uno es sabi o en su arte. 3« Sin ellos no podrá edificarse una ciu- dad; 37 Pero ni viajan por países ext raños, | ni se pasean por las plazas, I ni se levan- t an en las asambleas sobre los ot r os; 38 Ni se sientan en la silla del juez, | por- que no entienden las ordenanzas de las leyes; | ni son capaces de interpretar la justicia y el derecho, | ni se cuent an entre los que i nvent an parábol as. 39 Son, sí, expertos en sus labores ma- teriales, | y su pensami ent o mi ra a las obras de su arte. | Muy de ot ro modo que el que aplica su espíritu a medi t ar en la Ley del Altísimo. O Q i Este investiga la sabi durí a de t o- «5»' dos los antiguos | y dedica sus ocios a la lectura de los profetas. * 2 Guar da en la ment e las historias de los hombr es famosos; | penetra en lo i nt ri ncado de las parábol as. 3 Investiga el sentido recóndi t o de los enigmas | y se ocupa en descifrar las sen- tencias obscuras. 4 Sirve en medi o de los grandes, | se presenta ant e el prí nci pe; 5 Recorre tierras ext rañas I par a cono- cer lo bueno y lo mal o de los hombres. 6 Madruga de mañana para dirigir su corazón | al Señor que le creó, l para orar en presencia del Altísimo. 7 Abr e su boca en la oraci ón y ruega por sus pecados; s Y si le place al Señor soberano, | le llenará el espíritu de inteligencia. 9 Como lluvia derrama pal abras de sa- bi durí a [ y en la oraci ón alaba al Señor. 10 Dirige su vol unt ad y su inteligencia | a medi t ar los misterios de Di os. ti Publica las enseñanzas de su doctri- na | y se gloriará en conocer la Ley y la divina alianza. 12 De muchos será al abada su inteligen- cia I y j amás será echado en olvido. 13 No se borrará su memori a, | y su nombr e vivirá de generación en genera- ción. 1 4 Los pueblos cant ar án su sabiduría, | y la asamblea pregonará sus al abanzas. 1 5 Mi ent ras viva, su nombr e será ilus- t re entre mil, | y cuando descanse crecerá más su gloría. Bondad de las obras de Di os 16 Después de haber medi t ado, qui ero exponer mis reflexiones, | pues, como l una llena, estoy lleno de sabiduría. " Oí dme, hijos pi adosos, y floreceréis \ como rosal que crece j unt o al arroyo. 18 Derramad suave aroma como in- cienso, 19 Y floreced como el lirio, | exhalad perfume suave y ent onad cánticos de ala- banza. Bendecid al Señor en t odas sus obras, 20 Ensal zad su nombr e | y uni os en la confesión de sus al abanzas, en cant ar con vuestros labios y las arpas. Al abadl e así con alta voz: 21 Las obras del Señor son todas bue- nas; I cuanto El quiere es a su tiempo. | No ha lugar a decir: «Es peor esto que aquello», | porque a su tiempo todo es conveniente. 2 2 A una pal abra suya se amont onar on las aguas, | y a una orden de su boca se ^formaron los depósitos de las aguas. 23 A un mandat o suyo se realiza t odo lo que El quiere | y no hay quien i mpi da su obr a de salud. 2 4 Las obras de t odos los hombres es- t án delante de El | y nada se oculta a sus ojos. 25 De un cabo al otro cabo del mundo se extiende su mirada, | y nada hay ad- mirable para El. 26 No ha lugar a decir: «¿Qué es esto, para qué esto?» | Todas las cosas fueron creadas para sus fines. 27 Su bendi ci ón es como Ni l o desbor- dado, 28 Y como el Eufrates riega la tierra seca, I del mi smo modo der r ama su ira sobre las naciones. 2 9 Y t or na las aguas en salinas. | Sus cami nos par a los justos son rectos, I para los inicuos son tropiezos. 3 0 Las cosas buenas fueron creadas des- de el principio par a los buenos, | así como las mal as par a los pecadores. * 31 Son cosas de t oda necesidad par a la vida del hombr e | el agua, el fuego, el hi erro, la sal, | el trigo, la miel y la leche, I el vino, el aceite y el vestido. 32 Todas estas cosas son buenas para 1 Esta sección nos describe las ocupaciones del sabio y las ventajas de su carrera. 30 Dios creó buenas todas ias cosas y para bien del hombre. Los justos se atienen a esta nor- ma divina, mientras que los malos, usando de ellas mal, las hacen malas para sí mismos. 39 757 ECLESIÁSTICO 39-40 los pi adosos, I mas par a los pecadores se convierten en mal as. 33 Hay vientos destinados a la vengan- za; I descargan con furia sus azotes, 3 4 El día de la ira despliegan su poder | y apl acan la cólera del que los hizo. 35 El fuego y el granizo, el hambre y la mortandad, | todos son instrumentos de venganza. 3 6 Las fieras, los escorpiones, las ví bo- ras I y la espada vengadora son par a ex- t ermi ni o de los impíos. * 3 7 En cumplir los mandat os de Di os se gozan I y se hal l an pr ont os en l a t i ei ra par a su mi ni st eri o; | cuando llega el día no t raspasan el mandat o. 38 Por esto desde el principio me con- firmé en este juicio | y lo medité y lo consigné por escrito. 3 9 Las obras del Señor todas son bue- nas, I y llegada la hora, todas cumplen su destino. 4 0 Y no hay que decir: «Esto es peor que aquello», | por que a su t i empo t odas las cosas cumpl i rán su fin. 41 Y ahora de todo corazón cantad con vuestra boca | y bendecid el nombre del Señor. Miseria de la vida humana Afl 1 Una penosa tarea se impuso a * " todo hombre | y un pesado yugo oprime a los hijos de Adán | desde el día en que salen del seno de su madre I hasta el día en que vuelven a la tierra, madre de todos: * 2 Los pensamientos y los temores de su corazón I y la continua espera del día de la muerte, 3 Desde el que glorioso se sienta en el t r ono I hast a el humi l l ado en la tierra y el pol vo; 4 Desde el que lleva púrpura y corona | hasta el que viste groseras pieles; | la cólera, la envidia, la turbación, el temor, | la ansiedad de la muerte, la ira y las que- rellas I turban en sueños nocturnos su corazón. 5 Y al t i empo del descanso en el lecho, | los sueños de la noche al t eran su ment e. 6 Apenas descansa un poco, casi nada, | y luego se queda dor mi t ando como en día de guardi a. 7 Se siente t ur bado con las visiones de su corazón, | como fugitivo que huye del enemigo. | Cuando despierta y se ve a salvo, I se admi ra de sus t errores. 8 En t oda carne, desde el hombr e hast a la bestia, | se da est o; pero siete veces más a los pecadores | se les añade: 9 Peste y sangre, fiebre y espada, I de- vastación, rui na y hambr e y plagas. 10 Todas estas cosas fueron creadas para los inicuos, I y por ellos vino el diluvio. Los bienes de los i mpí os 11 Todo lo que viene de la tierra, a la tierra vuelve, | y lo que viene de las aguas va al mar . * 12 El soborno y la injusticia serán bo- rrados, I pero la honr adez permanece para siempre. 13 Las riquezas de los mal vados se se- carán como t orrent e, | y como arroyo caudal oso en el fragor de la t orment a. 14 Crecido arrastra peñascos; | pero pronto se seca, le viene su fin. 15 La posteridad de los impíos no echa- rá brot es, | pues las raíces mal vadas es- t án sobre roca escarpada. 16 Como berro que nace a la orilla de las aguas, | es arrancado antes que toda otra hierba. Lo mej or '7 La beneficencia no es nunca conmo- vida, I y la limosna perdura por siempre. J 8 La vida con vino y licor es dulce; | pero mejor que con estas dos cosas, con hallar un tesoro. 1 9 La educación de los hijos y la cons- trucción de una ci udad dan fama dura- dera, I más todavía tener mujer sabia. 2 0 El vino y la música alegran el cora- zón, I pero sobre ambas cosas está el amor de la sabiduría. 21 La flauta y el arpa hacen agradabl e el cant o, | pero sobre ambas cosas está la lengua bl anda. 2 2 La gracia y la belleza son delicia de los ojos, I pero sobre ambas cosas está el verdor del campo. 23 El amigo y el camarada son útiles a su tiempo, 1 pero sobre ambos está la mujer prudente para el marido. 2 4 Los her manos y parientes, para el tiempo de la t ri bul aci ón; | pero más que unos y ot ros es salvadora la limosna. 25 El oro y la pl at a son pie firme, | pero sobre ambas cosas es est i mado el consejo. 2 6 Las riquezas y la fuerza levantan el corazón, | pero sobre ambas cosas está el t emor de Di os. 27 No hay penuri a para el que teme al Señor, | con El no hay necesidad de bus- car apoyos. 36 Sabido es cuánta fuerza daban los antiguos maniqueos a la existencia de los animales da- ñinos como argumento contra la providencia de Dios y la creación del mundo por el Dios bueno. Afi 1 Todas las miserias que enumera esta sección son consecuencia del pecado. De todas es- *"" taba exento Adán en el paraíso. ] i La caducidad de la dicha de los impíos era una de las soluciones que daban los sabios a la objeción que nacía de la prosperidad del malvado, y que al Eclesiastés no le satisfacía plenamente. ECLESIÁSTICO 40-42 758 14 El cuerpo del hombre es vanidad; | el buen nombre no será borrado. 15 Ten cuidado de tu nombre, que per- manece, | más que de millares de tesoros. 16 Los días de vida feliz son contados, | pero los del buen nombre son innume- rables. 17 Observad, hijos mios, la disciplina y el pudor; | sabiduría escondida y tesoro oculto, | ¿qué aprovechan una y otro? 18 Mejor es quien oculta su necedad | que quien oculta su sabiduría. La verdadera y la faisa vergüenza 19 Sed pudorosos conforme a mis pala- bras. * 2» Pero no es laudable avergonzarse de todo, | ni todo pudor merece aprobación. 21 Avergonzaos de la fornicación ante vuestros padres; 22 De la mentira ante el juez y el prín- cipe; | del fraude ante el amo y el ama, ! y de la traición ante la asamblea y ante el pueblo; 23 De la injusticia ante el compañero y el amigo; 24 Del robo ante tus convecinos; | de haber quebrantado un juramento y un pacto; | de apoyar a la mesa el codo sobre el pan, I y del vituperio por las cuentas que haya que dar; 25 De no responder a un saludo, | de fijar la mirada sobre mujer ajena; 26 De volver el rostro a un pariente; | de apropiarse dones y obsequios; 27 De fijar los ojos en mujer que tiene marido, | de indiscreciones con la sierva de éste I y de apoyarte en el lecho de ella; 28 De las palabras de ultraje a los ami- gos | y de reprocharles después de ha- berles dado algo; \ t \ ' De divulgar lo que has oído y de T » « revelar secretos. I De estas cosas has de avergonzarte con razón, | y halla- rás gracia ante todos los hombres I Pero he aquí de qué no has de avergonzarte | ni tener temor de hacerlo: 2 De la Ley del Altísimo y de su alian- za; I de la condenación pronunciada con- tra el impío; 3 De arreglar las cuentas con el amo y con el compañero | y de la partición de una herencia o de una propiedad; 4 De la justeza en la balanza y en los 29 La mendicidad es una de las penas con que Dios amenaza a los infractores de su Ley (Lev 26, 16; Dt 15,4). Y, a la verdad, es una gran miseria, aunque haya quien en ella encuentre sus ventajas y por ellas la explote. M¿1 ' La muerte es siempre amarga, porque es la separación del alma y del cuerpo y el abandono ^ " de la vida presente, a la que tantos lazos nos ligan; pero es tolerable y hasta consoladora para quienes la consideran como el tránsito a la eternidad dichosa. Pero estos horizontes no estaban aún plenamente abiertos antes de Jesucristo. 1 9 Hermosa pintura de la verdadera y falsa vergüenza, que nos trae a la memoria las palabras de Jesús en Mt 10,32 s. 2 > El temor del Señor es como un pa- raíso de bendiciones | y como balda- quino sobremanera glorioso. La mendi ci dad 29 Hijo mío, no mendigues; | mejor es morir que mendigar. * 30 El hombre que mira con ansias a la mesa ajena | vive una vida que no debe tenerse por vida; | mancha su alma con manjares extraños, 31 Que son tormento para el varón sabio e inteligente. 32 Para el mendigo es dulce la mendi- cidad, I pero es fuego que abrasa las en- trañas. La muer t e A A ! ¡Oh muerte, cuan amarga es tu ™ *• memoria I para el hombre que se siente satisfecho con sus riquezas; * 2 Para el hombre a quien todo le son- ríe y en todo prospera | y que aún puede disfrutar de los placeres! 3 ¡Oh muerte, bueno es tu fallo | para el indigente y agotado de fuerzas; 4 Para el cargado de años y de cuida- dos, I quebrantado de ánimo y sin espe- ranza! 5 No temas el fallo de la muerte; | acuérdate de los que te precedieron y de los que te seguirán | y que éste es el juicio del Señor sobre toda carne. 6 ¿Por qué rebelarte contra el fallo del Altísimo? I Que vivas diez, cien o mil años, 7 En el ades no hay disputas sobre la duración de la vida. La descendencia de los i mpí os 8 Descendencia abominable es la de los pecadores, I y generación de necios la que mora en la casa del impío. 9 La herencia de los hijos de los peca- dores se arruinará, I y lo que quedará a su linaje es el oprobio. 10 Al padre impío le ultrajan sus hijos, I que a causa de él viven ellos en oprobio. 11 ¡Ay de vosotros, hombres impíos, I que abandonáis la Ley de Dios Altísimo! 12 Si tenéis prole, será para vuestro da- ño, I y si engendráis, será para tener que lamentarlo. 13 Cuanto viene de la tierra, a la tierra ha de volver; | así los impíos van de la maldición a la ruina. 759 ECLESIÁSTICO 42-43 pesos, I ni de comprobar el peso y la medida; 5 Ni de comprar poco o mucho; | ni de ajustar el precio con el vendedor; | ni de corregir con frecuencia a los hijos; | ni de azotar hasta la sangre al siervo rebelde; 6 Ni de sellar la puerta de la casa donde hay una mala mujer; | ni de echar la llave donde hay muchas manos; 7 De marcar lo que deposites; ! de ano- tar en libro con cuidado lo que des o recibas; 8 Ni de reprender al insensato y al necio, I y aun al anciano sospechoso de liviandad. | Así serás verdaderamente hon- rado de todos I y tendrás la aprobación de todos los vivientes. Los cuidados por la hija 9 Una hija es para el padre un tesoro que hay que guardar, | un cuidado que quita el sueño, | por que en su juventud no sea violada I y no sea aborrecida des- pués de casada: 10 En su doncellez no sea deshonrada | y se vea encinta en la casa de su padre; I que no sea infiel al marido, | y bien ca- sada sea estéril. 11 Hijo mío, sobre la hija atrevida re- fuerza la vigilancia, I no te haga escarnio de tus enemigos, I fábula de la ciudad, objeto de burla entre el pueblo, | y te avergüenze en medio de la muchedum- bre. I Que su habitación no tenga venta- na, I ni en la alcoba donde por la noche duerme haya entrada que dé a ella. 12 Que no muestre su belleza a ningu- no, I ni tenga trato íntimo con mujeres. 1 3 Porque de los vestidos sale la poli- lla, I y de la mujer la maldad femenil. 14 Mejor es la rudeza del varón que la zalamería de la mujer, | y la hija des- honrada es el oprobio de los padres. SEGUNDA P A R T E LA SABIDURÍA EN LA NATURALEZA Y EN LA HISTORIA DE ISRAEL (42,15-50,26) Las obras de Di os 15 Voy a traer a la memoria las obras del Señor I y a pregonar lo que he visto. I Por la palabra del Señor existe todo, I todo cumple su voluntad según su orde- nación : * 16 El sol sale y lo alumbra todo, | y la gloria del Señor se refleja en todas sus obras. 17 No pueden los santos enumerar su- AO l s Estos w.15-26 son la introducción del go (29-37) digno de la introducción. ficientemente | ni contar todas sus mara- villas. I El Señor fortaleció a todos sus ejércitos angélicos | para asistir delante de su gloria. 18 Investiga el abismo y el corazón del hombre | y penetra todas sus recondi- teces. 19 Conoce lo pasado y lo venidero, | aun lo más oculto. 20 No hay pensamiento que se le esca- pe I ni palabra oculta para El. 21 El ordenó la grandeza de su sabidu- ría, I es uno y el mismo desde la eternidad; 22 Nada tuvo que añadir ni quitar | y no necesitó consejo de nadie. 23 ¡Cuan deleitables son todas sus obras! ¡Y eso que es sólo como una chispa lo que de ellas podemos conocer! 24 Todo vive y permanece para siem- pre I y en todo momento le obedece. 25 Di fi eren t odas las cosas unas de otras I y no hay nada inútil. 26 Uno contribuye al bien del otro; | ¿quién se saciará de admirar su belleza? El sol I O ' Magnífico es en las alturas del " <* firmamento | y es bellísimo el as- pecto de los cielos. 2 Sale el sol e irradia su calor, | criatura admirable, obra del Altísimo. 3 Al mediodía abrasa la tierra, I ¿y quién puede resistir sus ardores? 4 Necesita el artesano soplar el horno para las obras que requieren fuego, | pero tres veces más abrasa el sol los montes. | Sus rayos abrasan el orbe, | sus resplandores deslumhran los ojos. 5 Grande es el Señor, que le hizo; | por su virtud acelera él su carrera. La l una y las estrellas 6 También la luna brilla siempre a sus tiempos, I para señalar perpetuamente su sucesión. 7 Por la luna conocemos los días de fiesta, I y mengua cuando ha llegado a su plenitud. 8 En la luna nueva, según su nombre, se renueva, | y en sus varios cambios crece maravillosamente. 9 Es faro de los campamentos en las alturas | que alumbra el ejército desde los cielos. 10 Hermosura del cielo es el resplandor de las estrellas, I brillante adorno de las alturas del Señor. 11 Por la palabra del Santo guardan su ordenanza | y no se cansan de hacer la centinela. capitulo siguiente, que termina con un epllo- ECLESIÁSTICO 43-44 760 Los fenómenos meteorológicos iz Pon la vista en el arco iris y bendice al que lo hizo. | ¡Qué hermoso es por su esplendor! 13 Con su círculo luminoso abarca el cielo; | le tendieron las manos del Al- tísimo. 14 El poder de Dios dirige al rayo | y hace volar sus saetas justicieras. 15 Para este fin abre el almacén de sus tesoros | y hace volar como aves las nubes. 16 Con su poder las condensa | y des- menuza las pedrezuelas del granizo. 17 A la voz de su trueno retiembla la tierra, 18 Se estremecen los montes. | A su orden sopla el viento solano, | el aquilón y el torbellino. 19 Como turbiones de aves hace volar la nieve, | que se posa en la tierra como la langosta. 20 Y con su blancura deslumhra los ojos, | y de verla caer, el corazón se extasía. 21 Derrama como sal la escarcha, | que se endurece como puntas de espino. 22 Hace soplar el viento frío del norte, | y el agua se enfurece y se convierte en cristal. | Se forma en los estanques una costra, | que los cubre como coraza. 23 Devora los montes y abrasa el de- sierto | y como fuego quema todo verdor. 24 Remedio pronto de estos males es una niebla, | el rocío para empapar la tierra seca. 25 Con su decisión hundió el océano | y plantó las islas en el abismo. 26 Los que navegan por el mar cuen- tan de su inmensidad, | y al oírlos nos pasmamos. 27 Se ven allí obras de las más maravi- llosas y espantables, | mil géneros de animales y monstruos marinos. 28 El Señor da a los navegantes buen suceso | y por su palabra tiene éxito el viaje. | Todo lo ordena su voluntad. Las obras de Di os superan toda alabanza 29 Mucho más diría y no acabaría, | y el resumen de nuestro discurso será: «El lo es todo». 30 Si quisiéramos dignamente alabarle, jamás llegaríamos, I porque es mucho más grande que todas sus obras. 31 Es terrible el Señor, muy grande, | y su poder sobre toda admiración. 32 Cuando alabáis al Sefior, alzad la voz | cuanto podáis, que está muy por encima de vuestras alabanzas. (33) 34 L o s q u e j e ensalzáis, cobrad nue- vas fuerzas; | no os rindáis, que nunca llegaréis al cabo. 35 ¿Quién le vio y puede darle a cono- cer, | y quién puede engrandecerlo tanto como El es? 36 Lo escondido de El es mucho más que todo esto, | pues lo que vemos de sus obras es muy poco. 37 El Señor ha creado todas las cosas, | y El dio la sabiduría a los justos. '.* Elogio de los patriarcas A A • Alabemos a los varones glorio- ™ ™ sos, I nuestros padres, que vivieron en el curso de las edades; * 2 Grande gloria les confirió el Señor, | y magnificencia desde el principio. 3 Ejercieron en sus reinos el señorío | y fueron famosos por su valor. | Conse- jeros de gran prudencia, | que todo lo veían en visiones proféticas. 4 Con sus consejos guiaron al pueblo | y por su sabiduría fueron sus príncipes. 5 Sabios escritores I y autores de sen- tencias llenas de doctrina; | inventores de melodías musicales | y compositores de poemas y proverbios; 6 Ricos, llenos de gran poder, | que en sus moradas gozaron pacíficamente de sus bienes. 7 Fueron honrados entre sus coetáneos | e ilustres en sus días. 8 Muchos de ellos dejaron gran nom- bre | para que se canten sus alabanzas. 9 También hubo otros de ellos de quie- nes no hay memoria, | que pasaron como si jamás hubieran sido ¡ y vinieron a ser como si no hubieran nacido, | y lo mismo sus hijos en pos de ellos. 10 Mas los primeros fueron hombres piadosos, | cuya justicia no cayó en el olvido. 11 La dicha perdura con su linaje, 12 Y su heredad pasó a los hijos de sus hijos; su linaje se mantiene fiel a la alianza. 13 Y sus hijos lo fueron por amor de ellos. | Por siempre permanecerá su des- cendencia | y no se borrará su gloria. 14 Sus cuerpos fueron sepultados en paz, | y su nombre vive de generación en generación. 15 Los pueblos se hacen lenguas de su sabiduría I y la asamblea pregona sus alabanzas. >,.,, A A 1 Los w. 1- 15 son asimismo la introducción al elogio que hace de los patriarcas. En ella recoge ^ ^ y une los rasgos más salientes que se leen en la Escritura acerca de ellos (cf. Sab 10.1-14; Heb 11,1-30,16; Gen 5,24 y 6-9). 761 ECLESIÁSTICO 44-45 Henoc y Noé 16 Henoc fue grato a Dios y trasladado, [ ejemplo de piedad para las generaciones venideras. 1 7 Noé fue hallado enteramente justo, I y en el tiempo de la cólera fue ministro de reconciliación. 18 Por él se conservó un resto en la tierra ! cuando ocurrió el diluvio; 1 9 Y mediante una señal eterna, Dios hizo con él alianza | de no borrar con diluvio la humanidad. Abraham, Isaac y Jacob 20 Abr aham fue padr e de mul t i t ud de naciones, | y no hay semejante a él en la gl ori a; I que guardó la Ley del Altísimo | y medi ant e un pact o vino a unirse con El. 2 i En su carne llevó la señal del pact o | y en la prueba fue hal l ado fiel. 22 Por eso le confirmó con juramento | que los pueblos serían bendecidos en su descendencia | y que le multiplicaría co- mo el polvo de la tierra. 23 Y como los astros sería levantado su linaje I y que los heredaría desde un mar al otro mar | y desde el río hasta el cabo de la tierra. 24 También a Isaac le confirmó, | por Abraham, su padre. 25 El pacto y la bendición de todos los hombres, | que El hizo descender sobre la cabeza de Israel. 26 En su bendición le prefirió | y le asignó la herencia de la tierra, | que dividió en porciones I y repartió entre las doce tribus. 27 E hizo descender de él un varón piadoso I que halló gracia ante todos los hombres. Moisés A C l Amado de Dios y de los hom- T»«» bres, I Moisés, cuya memoria vive en bendición, | le hizo en la gloria seme- jante a los santos, I y le engrandeció, ha- ciéndole espanto de los enemigos. 2 Con su palabra hizo cesar los vanos prodigios I y le honró en presencia de reyes. 3 Le dio preceptos para su pueblo | y le dio a ver su gloria. 4 Por su fe y su mansedumbre | le escogió de entre toda carne. 5 Le hizo oír su voz | y le introdujo en la nube. 6 Cara a cara le dio sus preceptos, I la Ley de vida y de sabiduría, | para en- señar a Jacob su alianza, y sus juicios a Israel. AK i2 Los urim y los tummim eran el oráculo * < * a Dios (Ex 28,15 ss.). Arón 7 Elevó a Arón haciéndole santo, se- mejante a sí, I hermano de Moisés, de la tribu de Leví; 8 Y estableció con él una alianza eter- na I y le dio el sacerdocio del pueblo. I Le honró con ricos ornamentos, 9 Y le ciñó una espléndida túnica; le vistió con suntuosa magnificencia I y le destinó vestidos honrosos, 10 Los calzones, la túnica y el efod; I le rodeó de granadas de oro | y de mu- chas campanillas en torno, 11 Para que sonasen cuando él anda- ba I y se oyera su sonido en el santuario | para avisar a los hijos de su pueblo. i 2 Le vistió con vestidos santos, tejidos de oro, púrpura y jacinto, I de púrpura roja, obra primorosa, | el pectoral del juicio, con los urim y los tummim, * 1 3 Hecho de hilo de púrpura escarlata, obra plumaria de hábil artista; | de pie- dras diversas talladas como los sellos, I engastadas en oro, obra de joyero, | para memoria por la escritura tallada, | según el número de las tribus de Israel. 14 Le puso una corona de oro sobre la tiara, I y una diadema con esta inscrip- ción grabada: «Santidad»; | insignia de honor, obra magnífica, | placer de los ojos, obra de acabada belleza. 1 5 Antes de Arón nadie se vistió jamás ni se vestirá como él, 16 Ningún extraño la vestirá, sino sólo sus hijos I y los que descienden de ellos por siempre. 1 7 Sus sacrificios serán ofrecidos | dos veces cada día perpetuamente. 18 Moisés le llenó las manos | y le ungió con el óleo santo. 1 9 Y fue esta consagración un pacto eterno, para él | y para su descendencia por los dias del cielo, | para servir al Señor en el ejercicio del sacerdocio I y bendecir en nombre del Señor a su pueblo. 20 Entre todos los vivientes le escogió el Señor | para presentarle las ofrendas, I los perfumes y el buen olor para memoria I y hacer la expiación de su pueblo. 2 i Y le dio sus preceptos ! y poder para decidir sobre la Ley y el derecho, | para enseñar sus mandamientos a Jacob | e instruir en su Ley a Israel. 22 Se levantaron contra él extraños, I que en el desierto le envidiaron, | los partidarios de Datan y Abirón, | y la banda de Coré con furia y cólera. 23 Violo el Señor y se desagradó de ellos, I y en el ardor de su cólera los exterminó; empl eado por el sumo sacerdote para consultar ECLESIÁSTICO 45-47 762 24 Hizo contra ellos prodigios | y los consumi ó con un fuego abr asador ; 25 Y aument ó la gloria de Ar ón | asig- nándol e una heredad; | y le dio en por- ción las primicias de los frutos de la tierra, 26 Y comer los sacrificios del Señor; | y los panes de la proposición son su porci ón, | que le dio a él y a su descen- dencia. 2 7 Sólo en la tierra no los heredó, | no tuvieron part e en medi o del pueblo, I por que «El será tu porción y tu heredad». 28 Fines, hijo de Eleazar, fue el tercero en la dignidad, I por haber most r ado celo por el Di os del universo * 2 9 Y por haber resistido en la defección del pueblo | con la fortaleza de su cora- zón generoso, | haci endo así la expiación de Israel. 10 Por eso le fue confirmada por de- creto | una alianza perpetua para servir en el sant uari o, I a fin de que él y su descendencia | t engan el sumo sacerdocio par a siempre. 31 Tambi én hizo Di os alianza con Da- vid, hijo de Jesé, de la tribu de J udá; I su t r ono lo hereda su hijo ant e Di os, i como la heredad de Ar ón pertenece a él y a su descendencia. I Bendecid, pues, al Seflor, porque es bueno | y os ha co- r onado de gloria; | que derrama la sa- bi durí a en vuestros corazones I para juz- gar a su pueblo con justicia, | a fin de que no desaparezca su bienestar | ni su gloria de generación en generación. Josué A(\ 1 F u e r t e e n l a s batallas fue Josué, " * * hijo de Nun, | sucesor de Moisés en la dignidad profética; | que fue, se- gún su nombr e, 2 Gr ande en la salud de los elegidos del Señor | para ejercer la venganza cont ra los enemigos que se le opusieron, | para poner a Israel en posesión de su heredad. 3 ¿Qué gloria no alcanzó cuando alzó sus manos I y extendió su espada cont ra la ci udad? 4 ¿Quién le resistió? | Por que combat i ó las batallas del Seflor. 5 ¿No se detuvo el sol al tender su ma- no, | y un solo día fue igual a dos?* 6 Invocó al Altísimo Soberano | mi en- t ras acosaba por t odas partes a los ene- migos, | y le respondi ó el Señor grande | con piedras de granizo de gran potencia, 7 Que arroj ó cont ra el pueblo enemigo, [ y en la bajada aniquiló a los adversari os; 8 Par a que las naciones conociesen su anat ema, | y que era cont ra Di os la gue- rra que hacían, | y que él obedecía las órdenes del Todopoderoso. 9 En los días de Moisés most ró su misericordia | con Cal eb, hijo de Jefoné, | impidiendo la defección del puebl o | y repri mi endo la mur mur aci ón de los se- diciosos. * 10 Sólo estos dos fueron reservados | de los seiscientos mil infantes | para ser i nt roduci dos en la heredad, | en la tierra que mana leche y miel. 11 Y el Señor dio a Cal eb vigor, | que conservó hast a la vejez, ¡ para que su- biese a lo alto de la tierra, | y su descen- dencia obt uvo la heredad, 12 A fin de que viesen t odos los hijos de Israel | que es bueno cami nar en pos del Señor. 13 Los jueces, cada uno por su nom- bre, | los que no pervirtieron su corazón | y no se apart aron del Seflor. 14 Sea bendita su memori a, | florezcan sus huesos en la sepultura. 15 Y en sus hijos se renueve su nombre. Samuel 16 Samuel , amado del Señor | y su pr o- feta, estableció la monar quí a | y ungió a los príncipes sobre su puebl o. 1 7 En la Ley del Señor juzgó a l a na- ción, I y visitó el Señor a Jacob. i® Por su fidelidad fue i nt errogado co- mo vidente I y reconoci do por su fideli- dad como vidente fiel. 19 E invocó al Señor t odopoder oso, I cuando los enemigos le acosaban por t o- das part es, | con la ofrenda de un cordero pri mal . 2 0 Y t r onó del cielo el Señor | e hizo oir su voz por medio de gran est ampi do. 21 Y aplastó a los príncipes enemigos, | a t odos los príncipes de los filisteos ; 2 2 Y antes de la hor a del sueño et erno | pidió testimonio ant e el Señor y su ungi- do : I «Bienes, ni siquiera unas sandalias | de nadi e he recibido». I Y nadi e pudo acusarle. 2 3 Y después de su muerte profetizó y anunció al rey su fin, | ebizo oir saliendo de la tierra su voz profética | para borrar la iniquidad del pueblo. Davi d A rj 1 Luego se levantó Nat án, | que ^» • profetizó en los días de Davi d. 2 Como se separa el sebo de la carne 2 8 Núm 25,7; 1 Mac 2,54. 763 ECLESIÁSTICO 47-43 de la hostia pacífica, | así fue separado Davi d de los hijos de Israel. 3 Jugó con leonas como con cabri t os | y con osos como con corderos. 4 ¿No mat ó en su juventud al gigante, | haci endo cesar el oprobi o de Israel? 5 Al levantar la mano con la pi edra en la honda | abat i ó la soberbia de Goliat. 6 Por que invocó al Señor Altísimo, | y éste dio fuerza a su diestra | para derri- bar al poderoso en la guerra | y ensalzar el cuerno de su puebl o. 7 Por lo cual le cant ar on las doncellas y le acl amai on con «Diez mil». | Cuando se ciñó la corona emprendi ó la guerra, 8 Y sujetó a los enemigos en derredor; | puso guarniciones entre los filisteos | y hast a el día de hoy quebr ant ó su poder. 9 En t odas sus empresas dio gracias | al Di os Altísimo con hi mnos de al abanza. * 10 Con t odo su corazón amó a su Ha- cedor I y cada día le al abó con salmos. 11 Estableció los instrumentos que ha- bían de tocarse al cantar ante el altar | y ordenó el canto de los salmos acompaña- do de arpas. 12 Di o gran esplendor a las fiestas I y solemnizó las fiestas de t odo el año, | ala- bando el sant o nombr e de Di os | desde el al ba, haci endo resonar el sant uari o. 1 3 El Señor le perdonó sus pecados I y ensalzó para siempre su poder, | le ase- guró la sucesión en el reino | y puso su trono sobre Israel. * Salomón 1 4 Después de él se levantó un hijo sa- bio, I que por su padre gozó de prosperi- dad. 15 Sal omón, que reinó en días de paz, | Di os le dio descanso de t odas part es | par a que levantase la casa a su nombr e | y preparase un sant uari o et erno. 16 ¡Cuan sabio fuiste en tu j uvent ud! ¡Como río fuiste Heno de inteligencia! | Con tu inteligencia abarcast e la tierra, 17 Y la llenaste de proverbios y enig- mas. I Llegó tu nombr e hast a las remot as islas I y fuiste amado a causa de la paz. 18 Por los cánticos, proverbi os y pará- bol as I y por las respuestas fuiste la ad- miración de las naciones. 1 9 En el nombre del Señor Di os, | que es el Di os de Israel, 2 " Amont onast e oro como hi erro, | y como pl omo amont onast e pl at a; * A"7 ' 1 Par 25. ™ * 13 2 Sam 12,13. 2 0 1 Re 10,27. 2 3 1 Re X2,i6. 2 » 1 Re 12,18. Aü ' 1 Re 17.1. * ° 3 1 Re 18; 2 Re 1. 5 1 Re 17,22. » 2 Re 2,11. 21 Pero *e diste al amor de las mujeres | y les diste poder sobre tu cuer po; 2 2 Y pusiste mácul a en tu gloria, | des- honrast e tu est r ado; | y trajiste la cólera sobre tus hijos | y l ament os sobre t u li- naj e; 2 3 Cuando el puebl o se dividió en dos, | y de Efraim t uvo origen un reino rebelde. * 2 4 Pero el Señor no abr ogó su promesa misericordiosa, | ni dejó de cumplir nin- guna de las pal abr as, I ni bor r ó la descen- dencia de su elegido, | ni extirpó el linaje del que fue su a ma do; 25 Y dio un rest o a Jacob, | y a Davi d un renuevo salido de él. 26 Mur i ó Sal omón ya anci ano. 2 7 Y dejó en pos de sí un hijo soberbio, 2 8 Ri co en necedad, pobre de inteligen- ci a: I Roboam, que con su resolución in- citó al pueblo a la rebeldía. 2 9 J er oboam, hijo de Nabat , pervir- t i ó a Israel | y puso a Efraim en cami no de pecado; | y se multiplicaron mucho sus mal dades, * 30 Hast a ser expul sado de su tierra. 31 Y se precipitaron en todo género de maldades, | hasta que vino sobre ellos la vengan/a. Elias y Elíseo AQ 1 Como un fuego se levantó Elias; | "*» su palabra era ardiente como an- torcha;* 2 Y trajo sobre ellos el hambr e, | y en su celo los redujo a pocos. 3 Con la pal abra del Señor cerró los cielos ! y por tres veces hizo bajar fuego. * 4 ¡Cuan glorioso fuiste, Elias, con tus prodigios! I ¿Quién podr á gloriarse de pa- recerse a ti? 5 Tú que levantaste un muer t o del se- pulcro, I y del ades por la pal abra del Al - t í si mo; * 6 Que precipitaste a reyes en la ruina, y a ilustres de su est r ado; 7 Que oíste en el Sinaí las amenazas de Di os, I y en el Hor eb los juicios vengado- r es; 8 Que ungiste a reyes ejecutores de los castigos, I y a profetas que te sucedi eron; 9 Que fuiste ar r ebat ado en un torbelli- no de fuego, | en un carro t i rado por caba- llos í gneos; * 10 Adscrito y pr epar ado par a los tiem- pos venideros | par a apl acar la cólera an- ECLESIÁSTICO 48- 49 764 tes del día del Señor, | para reducir los co- razones de los padres a los hijos | y res- tablecer las tribus de Jacob. * 11 Dichosos los que mueran después de haberte visto, I pero más feliz tú, que por siempre vivirás. 12 Cuando Elias desapareció de la vis- ta en el torbellino, | Elíseo fue lleno de su espíritu; | duplicó sus prodigios, | y todas las palabras de su boca eran un milagro. 13 En sus días no tembló ante los prín- cipes, | ni mortal ninguno le subyugó. 14 Nada fue para él imposible, | y en el sepulcro su cadáver profetizó. 15 Vivo hizo prodigios, I y aun muerto realizó maravillas. 16 Con todo eso, no se arrepintió el pue- . blo | ni se apartó de sus pecados | has- ta que fue arrojado de su tierra | y disper- sado entre las naciones. Ezequí as 17 Pero quedó Judá, aunque reducido a poco, | y príncipes de la casa de David; 18 Algunos de ellos hicieron lo que es grato a Dios, | pero otros se llenaron de iniquidad. 19 Ezequías fortificó su ciudad | e intro- dujo las aguas de Geón dentro de ella. | Con el hierro excavó la roca | y edificó es- tanques para las aguas. 20 En sus días subió Senaquerib | y en- vió a Rabsaces, | que levantó su mano contra Sión, | y en su soberbia blasfemó contra Dios. * 21 Se estremecieron entonces sus cora- zones | y sintieron dolores como de parto, 22 E invocaron al Señor misericordio- so | y tendieron hacia él sus manos; | y al instante los oyó el Santo desde el cielo, 23 Y los libró por mano de Isaías. 24 Hirió el ángel del Señor el campo de los asidos, | y su derrota se tornó en des- ordenada huida, * 25 Porque hizo Ezequías lo que es grato al Señor | y siguió los pasos de David, su padre; | los preceptos que le dio Isaías, profeta, | grande y verídico en sus orácu- los. 26 En sus días hizo retroceder el sol | y prolongó la vida del rey. * 27 Con grande inspiración vio los tiem- pos últimos | y consoló a los que lloraban en Sión; | hasta el fin de los tiempos anun- i o Mal 4,6- 20 2 Re 18,13. 2 4 2 Re 19, 35; Is 37.36. " 2 Re 20, 11; I S38. 3. 4 0 1 2 Re 22, 1. * -* 8 2 Re 25,9- 10 Ez 1,4. 1 3 1 Par 3, 19; Esd 3, 2; Ag 1,12; 2,24. 1" Z a c 4 , i . 1 5 Es de maravillar que al lado de Nehemí as, de Esdras, «el escriba docto en la Ley de Dios» y la ció lo futuro I y las cosas ocultas antes de que sucedieran. Josías A Q 1 El nombre de Josías es como per- ™ •» fume oloroso | preparado por per- fumista. * 2 Su memoria es dulce como la miel a la boca I y como música en banquete; 3 Pues afligido por los extravíos del pueblo, I quitó de en medio las abomina- ciones de la iniquidad. 4 Fue perfecto ante el Señor su cora- zón I y en los días de la iniquidad afirmó la piedad. 5 Fuera de David, Ezequías y Josías, | todos los restantes incurrieron en pecado de negligencia. 6 Porque no siguieron la Ley del Altí- simo I los reyes de Judá, hasta el último. 7 Y así Dios los entregó en poder de otros, I y su gloria la dio a un pueblo ne- cio y extraño, 8 Y dieron al fuego la ciudad santa | y convirtieron en desierto los caminos que a ella llevaban. * Los profetas 9 Según los vaticinios de Jeremías, a quien maltrataron, I siendo el profeta con- sagrado desde el seno de su madre | para arrancar, destruir y arruinar, | para edi- ficar, plantar y reforzar. 10 Ezequiel vio en visión la gloria, | que el Señor le mostró sobre el carro de los querubes. * 11 E hizo mención de Job, el profeta, | que perseveró fiel en los caminos de la justicia. 12 También los doce profetas; florez- can sus huesos en sus sepulturas, j porque curaron a Jacob | y le confortaron con una segunda esperanza. Zorobabel 1 3 ¿Cómo engrandecer a Zorobabel, | que era como sello en la mano derecha? * 14 Y lo mismo a Jesús, hijo de Josedec. | En sus días reedificaron el altar ] y erigie- ron el templo santo, | destinado a una glo- ria eterna. * 15 También Nehemías, cuya memoria sea gloriosa, | que levantó nuestras rui- nas, I reedificó nuestras casas arruinadas, puso puertas y cerrojos. * el rest aurador de Jerusalén, no se haga mención ñgura más saliente y más venerada del rabinismo. 765 ECLESIÁSTICO 49-50 16 Pocos en la tierra como Henoc, | que fue trasladado de la tierra; 1 7 Y no hubo ningún nacido como Jo- sé, que fue señor de sus hermanos, sus- tentador de su pueblo, ls Cuyos huesos fueron cuidadosamen- te traídos. 19 También Sem, Set y Enós son cele- brados, I y sobre todos cuantos han vivi- do es la gloria de Adán. Si món CA 1 Príncipe de sus hermanos y glo- O " ria de su pueblo | fue Simón, hijo de Onías, sumo sacerdote. | En su vida fue restaurada la casa | y en sus días fue con- solidado el templo. * 2 En sus días fue edificado el muro | y torres de refuerzo como en palacio real. 3 En su época fue cavado el estanque, | depósito semejante al mar por la canti- dad de sus aguas. 4 Protegió a su pueblo contra los ladro- nes I y aseguró su ciudad contra los ene- migos. 5 ¡Qué majestuoso cuando salfa del san- tuario, I cuando se adelantaba de detrás de la cortina! 6 Como la estrella de la mañana entre nubes, | como la luna llena en los días de plenilunio; 7 Como el sol radiante sobre el templo del Altísimo, 8 Como el arco iris, que se aparece en las nubes; I como flor entre el ramaje en días primaverales, | como azucena junto a la corriente de las aguas, | como las flo- res del Líbano en días de verano; 9 Como el incienso que arde sobre la ofrenda, I como vaso de oro finamente trabajado 10 Y enriquecido con piedras precio- sas; 11 Como verde olivo cargado de fruto, | como ciprés que se alza hasta las nubes, | cuando se ponía los ornamentos de su gloria I y se vestía con las ropas suntuo- sas; i 2 Cuando subía al altar majestuoso [ y hacía resplandecer los ámbitos del san- tuario ; 1 3 Cuando recibía de sus hermanos las porciones de la víctima | y estaba en pie junto al fuego, | rodeado de una corona de hijos, I como renuevos de cedro en el monte Líbano. 1 4 Como sauces le rodeaban en su ma- jestad todos los hijos de Arón; 15 Teniendo en sus manos las ofrendas del Señor, | ante toda la congregación de Israel, | hasta acabar el servicio del altar | y acabar el sacrificio al Altísimo. 16 Tendía su mano a la libación | y ofre- cía la sangre de la vid. 1 7 Y derramaba al pie del altar la san- gre I de olor agradable al Soberano Al- tísimo. i 8 Tocaban entonces los hijos de Arón | las trompetas de metal laminado | y le- vantaban un fuerte sonido | para avisar que se hallaban ante el Altísimo. 1 9 Entonces todo el pueblo a una se apresuraba | a caer rostro a tierra | para adorar al Señor Altísimo, | al Santo de Israel. 20 Y los cantores hacían oir su voz | y en el vasto templo resonaba la dulce me- lodía. 21 Y clamaba todo el pueblo de la tie- rra I orando ante el Misericordioso | has- ta acabarse el servicio del altar | y termi- nar el culto prescrito. 22 Entonces Simón, bajando, levantaba sus manos | sobre la congregación de los hijos de Israel I para dar con sus labios la bendición de parte de Dios | y gloriarse en su nombre. 23 De nuevo se postraban en tierra | para recibir de él la bendición. 24 Ahora bendecid al Señor, Dios de Is- rael, I que hace maravillas en toda la tie- rra, I que forma al hombre en el seno ma- terno I y le hace según su voluntad. 25 Concédanos El la sabiduría del cora- zón I y haga reinar la paz en nuestros días. 26 Que su misericordia permanezca con Simón I y mantenga firme el pacto de Fi- nes. I Que no sea roto el pacto con él ¡ ni con su descendencia por los días del cielo». EPILOGO (50,27-51,38) Razas odiosas 27 Dos pueblos me son odiosos | y un tercero que ni siquiera es pueblo: * 28 Los que moran en la montaña de Seir y los filisteos | y el pueblo necio que habita en Siquem. Epílogo 29 Doctrina sabia y sentencias pruden- tes I consignó en este libro | Jesús, hijo e n 1 Oní as, padre de Simón, es, sin duda, el menci onado en 1 Mac 12,7. Conocemos dos pon- *•' ' -' tífices del mismo nombre y apellido, ambos del siglo II a. C. : el pri mero es Onías, padre de Simón, l l amado el Justo, el segundo se distinguió por haberse opuest o a la pretensión de Tol omeo Filopator (222-205) de ent rar en el santuario. 2 7 Son bien conocidos los motivos de estas poco amistosas relaciones de los judíos con los i du- meos y los samaritanos. ECLESIÁSTICO 50-51 766 de Sirac, de Jerusalén, | que der r amó en él la sabiduría de su corazón. * 30 Di choso el hombr e que la medi t a; y el que la guarda en su corazón será sabio, 31 Pues el que así haga triunfará en t o- do, | por que el t emor del Señor es su ca- mi no. Oración de Jesús, hijo de Sirac P 1 i Te doy gracias, Seflor y Rey • " • mí o; | t e al abaré, Di os de mi salud, * 2 Y confesaré tu nombre, | por que has si do mi prot ect or y mi socorro 3 Y libraste mi cuerpo de la muert e, | y mi pi e del poder del sepulcro. | Me libras- t e de la maledicencia pública, [ del azote de la lengua calumniosa, | y cont ra mis adversarios I fuiste mi socorro. 4 Me libraste, según t u misericordia, | del rechinamiento de los pr epar ados a de- vorarme, 5 Del poder de los que at ent aban con- t ra mi vida, I de las muchas tribulaciones que me acosaban, 6 De la asfixia de las llamas que me en- volvían, | y en medi o del fuego no me quemé. 7 Del profundo seno del sepulcro, | de la lengua mal vada, de los discursos em- bust eros, | de las saetas de la lengua men- tirosa. 8 Est aba mi al ma al bor de de la muert e, 9 Y mi vida próxima al profundo sepul- cro. io Me volví a todas partes y no hallaba ayuda; | miré buscando socorro humano, mas en vano. 11 Pero me acordé, Seflor, de t u miseri- cordia, | de t u antigua conduct a, 12 De que salvas a los que en ti espe- ran [ y los libras de t odo mal , 13 Y alcé entonces mi voz | y te rogué a las mismas puert as del sepulcro. 14 Y clamé ant e el Seflor Al t í si mo: | «Seflor, tú eres mi padre, el campeón de mi sal ud; | no me abandones en el día de la tribulación, | en el día de la rui na y la devastación. 1 5 Al abaré cont i nuament e t u nombr e | y en mi acción de gracias t e cantaré». | Escuchó el Seflor mi oraci ón, i 6 Me salvó de la rui na | y me sacó de t odo mal. 1 7 Por esto t e daré gracias y te alaba- ré I y bendeciré el nombr e del Señor. * Letanía Al abad al Seflor, por que es bueno, I por que es eterna su misericordia. Al abad al Seflor de las al abanzas, | por- que es eterna su misericordia. Al abad al Señor, escudo de Israel, | por que es eterna su misericordia. Al abad al Cri ador del universo, | por - que es eterna su misericordia. Al abad al libertador de Israel, | por que es eterna su misericordia. Al abad al que reúne los dispersos de Israel, | por que es eterna su misericordia. Al abad al edificador de su ci udad y su sant uari o, I por que es eterna su miseri- cordia. Al abad al que hizo br ot ar el cuerno de la casa de Davi d, | por que es eterna su mi - sericordia. Al abad al que eligió a los hijos de Sa- doc para el sacerdocio, | por que es eterna su misericordia. Al abad al escudo de Abr aham, | por - que es eterna su misericordia. Al abad a la roca de Isaac, | por que es eterna su misericordia. Al abad al Fuert e de Jacob, | por que es eterna su misericordia. Al abad al que eligió a Sión 1 por que es eterna su misericordia. Al abad al Rey de los reyes grandes, | por que es eterna su misericordia | y exaltó el cuerno de su puebl o | par a gloria de t o- dos sus fieles, | los hijos de Israel, el pue- blo que a El se llega. | ¡Aleluya! * Celo del autor por la sabiduría 18 Siendo yo joven y ant es que me ex- traviase, I me di a buscar sinceramente la sabiduría. * 19 En mi oración la pedí | y hast a el fin la busqué: 20 Floreció, madur ó como raci mo, | y se regocijó en ella mi corazón, | y cami - nó mi pie por senda llana I y desde mi j uvent ud me abracé a la sabiduría. 21 Apl i qué a ella mi oí do y la recibí, 2 2 Y hallé para mí mucha ciencia | e hi- ce en ella grandes progresos. 2 3 Me most ré reconoci do al que me en- señó la sabiduría 2 4 Y me propuse obr ar según ella; me es- forcé por seguir el bien, y no me avergon- cé de ello. 2 5 Mi al ma se aficionó a ella | y nunca le volveré el rost ro. 2 9 Estos versículos (20-31) son el epílogo de la obra. El autor nos hace la presentación de su persona, que ya conocemos por el prólogo del traductor. E l ! En este postrer capítulo distinguimos los w.1-17, que tienen parecido con el salmo 18 de ** ' David. El autor da gracias al Señor por los muchos males de que le libró. 17 Esta letanía, que llega hasta el v.18, está tomada del texto hebreo y se halla inspirada en los salmos 117,1-4 y 136. 18 En la última sección de este capítulo (18-38) el autor nos cuenta sus esfuerzos por adquirir la sabiduría y los frutos logrados, que él ofrece a todos los amantes de ella. 767 LIBROS PHOFÉTICOS 2 6 Extendí mis manos a lo alto | y la hallé en t oda su pureza. 2 7 Jamás por la eternidad me apart aré de ella. 2 8 Desde el principio adqui rí por ella la inteligencia, I y por eso no la abando- naré j amás. 29 Mis ent rañas se encendían cont em- pl ándol a, I y por eso la adqui rí y l a t uve por bella adquisición. 30 El Señor me dio en recompensa el don de la pal abra, | y con ella le al abaré. 31 Acercaos a mí los que carecéis de instrucción | y frecuentad mi escuela. 32 ¿Hast a cuándo habréi s de carecer de este bien | y vuestras al mas han de tener sed de ella? 3 3 Yo abr o mi boca y habl o | para co- muni caros de bal de la sabiduría. 3 4 Inclinad a su yugo vuestro cuello | y reciba vuestra al ma la instrucción. | Cer- ca está de quien la desea, | y el que se en- trega a ella la hal l ará. 35 Ved con vuestros ojos cuan poco me he fatigado yo | y cómo hallé en ella gran descanso. 36 Oíd mis instrucciones cuant o más po- dáis, I y la adquiriréis sin oro ni plata. 37 Alégrese de mi enseñanza vuestra al- ma, I y no tendréis que avergonzaros al oír mi cant o. 38 Haced vuestra obr a a t i empo, I y en su día el Señor os dar á l a recompensa. 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