MyC_39

March 25, 2018 | Author: Macarena Prades | Category: Brain, Eye, Memory, Human Eye, Mind


Comments



Description

PSICOLOGIA DELEXITO LOS NIÑOS Y LAS NUEVAS TECNOLOGIAS EL ABURRIMIENTO LA DEPRESION REFRACTARIA PERFILES CRIMINALES FILOSOFIA Y PSICOLOGIA DE LA REALIDAD RETROSPECTIVA HEROFILO Y LA ANATOMIA CEREBRAL y los factores que posibilitan la consecución de metas personales PSICOLOGIA DEL EXITO y los factores que posibilitan la consecución de metas personales LOS NIÑOS Y LAS NUEVAS TECNOLOGIAS EL ABURRIMIENTO LA DEPRESION REFRACTARIA PERFILES CRIMINALES FILOSOFIA Y PSICOLOGIA DE LA REALIDAD RETROSPECTIVA HEROFILO Y LA ANATOMIA CEREBRAL n. o 39/2009 6,50 € 9 7 7 1 6 9 5 0 8 8 7 0 3 0 0 0 3 9 N O V I E M B R E / D I C I E M B R E 2 0 0 9 MENTE y CEREBRO M E N T E y C E R E B R O SUMARIO 14 FILOSOFIA Y PSICOLOGIA DE LA REALIDAD Christian Hoppe ¿Y si todo lo que percibimos con los sen- tidos no fuera real, sino mera creación de nuestro cerebro? Una exploración neuropsicológica de las pistas. 18 PERFILES CRIMINALES Ingrid Glomp ¿Qué revela el crimen sobre el asesino? En la vida real, la actuación de la policía difiere de la reflejada en la ficción tele- visiva. El método y el trabajo en equipo sustituyen a la intuición. 24 LA DEPRESION REFRACTARIA Jerónimo Saiz Ruiz y Dolores Saiz González En los últimos años se han registrado notables avances en el tratamiento far- macológico de la depresión. Se obtienen ya altas tasas de respuesta con mínimos efectos secundarios. Sin embargo, la de- presión refractaria o resistente continúa siendo un reto para los investigadores y los clínicos. 30 GLIOBLASTOMA: EL ENEMIGO INTERNO Michael Synowitz La investigación reciente apunta hacia el origen de determinados tumores cerebrales: células madre defectuosas. Sobre esa base, pueden emprenderse abordajes prometedores en la lucha contra el cáncer. 34 PSICOLOGIA DEL EXITO Tanja Nazlic y Dieter Frey Así alcanzan las personas sus objetivos. Noviembre / Diciembre de 2009 Nº 39 66 14 18 30 80 42 ESTEREOTIPOS DEL EXITO S. Alexander Haslam, Jessica Salvatore, Thomas Kessler y Stephen D. Reicher Conocer los estereotipos sobre los gru- pos a los que pertenecemos determina el resultado que obtenemos en tareas in- telectuales y atléticas. ¿Por qué, y cómo, podemos liberarnos de las expectativas de otros? 72 SE HA DE APRENDER A VER TELEVISION Alexander Grau Los tutores de niños y adolescentes se muestran críticos con la televisión. Pero los padres no deberían prohibir del todo ver televisión a sus hijos. Para que los niños adquieran una actitud crítica han de aprender a convivir con ella. 60 LA GENERACION DEL MOVIL Annette Schäfer No se puede concebir el mundo de los jóvenes actuales sin el teléfono móvil. Les sirve de repositorio musical, central de comunicación y símbolo de distin- ción. Pone a disposición de los ado- lescentes nuevas formas de expresar su pertenencia y afinidad. Los padres deberían, por su parte, vigilar que estas maravillas de la técnica no se conviertan en una suerte de “cordón umbilical vir- tual” de su desarrollo. SECCIONES 5 Encefaloscopio A mal tiempo... Mejor toma que daca. Memoria para la gramática. Concepto de yo. ¿Un gen de atletismo? Parálisis del sueño. 9 Retrospectiva Herófilo y la anatomía cerebral. 50 Punto de vista Exito: ¿poder o entorno social? 54 Mente, cerebro y sociedad Relación entre estrés y drogadicción. Terapia cognitivo-conductual para el trastorno obsesivo-compulsivo. La esquizotipia en la adolescencia. Biomecánica. 88 Ilusiones Franjas deslizantes. 91 Syllabus Esquizofrenia crónica. 93 Libros Percepción. Mal sagrado. 66 USO DE INTERNET EN LOS NIÑOS Christiane Gelitz Desde los seis años los niños pueden acudir a Internet y encontrarse allí con fotografías y vídeos pornográficos. Ante una omnipresente invasión de sexualidad, ¿cómo protegerlos? 80 EL ABURRIMIENTO Anna Gosline De esa sensación no tienen la culpa el trabajo, ni el tráfico ni las tareas rutinarias. Para combatir el aburri- miento hay que encontrar un rumbo en la vida, disfrutar del momento y tener algo por lo que vivir. EXITO 34 42 50 PSICOLOGIA DEL EXITO ESTEREOTIPOS DEL EXITO EXITO: ¿PODER O ENTORNO SOCIAL? LUIS BOU: Encefaloscopio, Ilusiones; I. NADAL: Filosofía y psicología de la realidad; MARÍA DEL MAR SANZ PREVOSTI: Perfiles criminales, Punto de vista; ANGEL GONZÁLEZ DE PABLO: Glioblastoma: el enemigo interno, Retrospectiva; ALEX SANTATALA: La generación del móvil; F. ASENSI: Uso de internet en los niños, Se ha de aprender a ver televisión; MARIÁN BELTRÁN: Estereotipos del éxito, El aburrimiento; SIXTO J. CASTRO: Psicología del éxito Portada: © iStockphoto / Andrew Penner DIRECTOR GENERAL José M.ª Valderas Gallardo DIRECTORA FINANCIERA Pilar Bronchal Garfella EDICIONES Juan Pedro Campos Gómez Laia Torres Casas PRODUCCIÓN M.ª Cruz Iglesias Capón Albert Marín Garau SECRETARÍA Purificación Mayoral Martínez ADMINISTRACIÓN Victoria Andrés Laiglesia SUSCRIPCIONES Concepción Orenes Delgado Olga Blanco Romero EDITA Prensa Científica, S. A. Muntaner, 339 pral. 1.ª 08021 Barcelona (España) Teléfono 934 143 344 Telefax 934 145 413 www.investigacionyciencia.es Gehirn & Geist HERAUSGEBER: Dr. habil. Reinhard Breuer CHEFREDAKTEUR: Dr. Carsten Könneker (verantwortlich) ARTDIRECTOR: Karsten Kramarczik REDAKTION: Dr. Katja Gaschler, Dr. Hartwig Hanser, Dipl.-Phych. Steve Ayan, Dr. Andreas Jahn, Dipl.-Phych. Christiane Gelitz, Dipl.-Theol. Rabea Rentschler FREIE MITARBEIT: Joachim Marschall SCHLUSSREDAKTION: Christina Peiberg, Sigrid Spies, Katharina Werle BILDREDAKTION: Alice Krüßmann, Anke Lingg, Gabriela Rabe LAYOUT: Claus Schäfer REDAKTIONSASSISTENZ: Anja Albat-Nollau, Eva Kahlmann, Ursula Wessels GESCHÄFTSLEITUNG: Markus Bossle, Thomas Bleck Copyright © 2009 Spektrum der Wissenschaft Verlagsgesellschaft mbH, D-69126 Heidelberg Copyright © 2009 Prensa Científica S.A. Muntaner, 339 pral. 1.ª 08021 Barcelona (España) Reservados todos los derechos. Prohibida la reproducción en todo o en parte por ningún medio mecánico, fotográfico o electrónico, así como cualquier clase de copia, reproducción, registro o transmisión para uso público o privado, sin la previa autorización escrita del editor de la revista. ISSN 1695-0887 Dep. legal: B. 39.017 – 2002 Imprime Printer Industria Gráfica Ctra. N-II, km 600 - 08620 Sant Vicenç dels Horts (Barcelona) Printed in Spain - Impreso en España COLABORADORES DE ESTE NUMERO ASESORAMIENTO Y TRADUCCIÓN: DISTRIBUCION para España: LOGISTA, S. A. Pol. Ind. Pinares Llanos - Electricistas, 3 28670 Villaviciosa de Odón (Madrid) - Teléfono 916 657 158 para los restantes países: Prensa Científica, S. A. Muntaner, 339 pral. 1.ª - 08021 Barcelona - Tel. 934 143 344 PUBLICIDAD Teresa Martí Marco Muntaner, 339 pral. 1.ª - 08021 Barcelona Tel. 934 143 344 - Móvil 653 340 243 [email protected] MENTE y CEREBRO MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 5 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 5 A MAL TIEMPO... La sonrisa forzada por razones sociales está físicamente implantada en el cerebro L as expresiones faciales que utilizamos para demostrar emo- ciones sociales, ¿han sido aprendidas por observación de otros o se encuentran implantadas física y genéticamente? Esto último, según un estudio del Journal of Personality and Social Psychology, en el cual se examinaron las reacciones de atletas participantes en las competiciones de judo de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de 2004. Algunos de los competido- res eran ciegos y no pudieron haber recogido expresiones por observación, pero todos ellos mostraban la misma “sonrisa social” forzada cuando se encontraban en el podio, justamente después de haber perdido el combate que les hubiera otorgado la medalla de oro. —Nikhil Swaminathan “R áscame la espalda y yo te rascaré la tuya”, estipula un refrán. No menos conocida es la ley del talión: “Ojo por ojo y diente por diente”. La experiencia general, y decenios de investigaciones, indican la universal tendencia humana a la reciprocidad, a pagar las buenas o las malas acciones con la misma moneda. Ahora bien, si se devuelve tanto como se recibe, ¿cómo es que los conflictos tien- den a agravarse? La respuesta, según declaración de un trabajo reciente en la Universidad de Chicago, consiste en que las reciprocida- des positivas y negati- vas no son simétricas; las represalias por el egoísmo priman sobre las recompensas de la generosidad, incluso cuando las jugarretas no pasen de ilusorias. Los investigadores, dirigidos por Boaz Keysar, le pidieron a sus probandos que “jugasen a dictador”. En este juego, uno de los participantes —el “dictador”— decide cómo repartir una suma con un compañero. Un grupo de dictadores empezaba con 100 euros y le daba una parte a su compañero; en el otro grupo, los dictadores empezaban sin dinero, pero podían demandarle al otro jugador un “impuesto” sobre los 100 euros. Después, cuando los partici- pantes calificaron la generosidad de los dictadores, juzgaron que el grupo de los dictadores demandantes era desca- radamente más codicioso que el grupo de los donantes. “Descubrimos que un dictador que entregaba 50 euros a su compañero era tenido por más generoso que otro que sólo exigía recibir 30 euros, una cosa desconcertante”, explica Key- sar. Además, los que reclaman una parte no se percatan de lo muy codiciosos que les parecen a quienes se encuentran en el extremo pagador. Lo sesgado de estos juicios condujo a actitudes cada vez más egoístas en cada interacción: cuando los participantes se intercambiaron los papeles, los nuevos dictadores respondieron a lo que en- tendían ser repartos codiciosos actuan- do cada vez con menor generosidad. La pauta continuó dán- dose en cada turno de cambio. Para detener seme- jante caída en barrena —conjeturan los in- vestigadores— no bas- ta devolver lo que se tomó. “Para deshacer una acción negativa”, observa Keysar, “es ne- cesario recompensar holgadamente, con lar- gueza”. —Marina Krakovsky MEJOR TOMA QUE DACA En los tratos a dos, la tacañería recibe mayor castigo que premio la generosidad ENCEFALOSCOPIO © i S T O C K P H O T O / V M G E T T Y I M A G E S 6 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 A los adolescentes les interesa, por encima de cualquier otra cosa, ellos mismos. Nuevos experimentos apoya- dos en técnicas de formación cerebral de imágenes revelan que la causa de tal predilección pudiera deberse a modifi- caciones de la anatomía cerebral vincu- ladas al propio yo. Avances que pudie- ran arrojar luz sobre la génesis cerebral del concepto de yo. Una de las formas en que se constru- ye el sentido del yo consiste en reflexio- nar sobre cómo nos perciben los demás, idea que algunos psicólogos han dado en llamar “el yo-espejo”. Para ver cómo reaccionaban las adolescentes ante lo que se pensaba de ellas, los investiga- dores le solicitaron a chicas de edades comprendidas entre los 10 y los 18 años que imaginasen distintos supuestos en los que serían observadas, escenas idea- das para evocar emociones sociales, de culpa o desasosiego; por ejemplo, “esta- bas hurgándote la nariz tranquilamente y tu mejor amiga te vio”. Sarah-Jayne Blakemore, del Colegio Universitario de Londres, y sus colegas descubrieron que, en la comparación con otros supuestos en los que se des- cribían emociones básicas, pero sin in- tervención de opiniones ajenas (miedo o asco) en las chicas pendientes de la opinión de quienes pudieran verlas, cuando se trataba de escenas de carácter social, se activaba en mayor medida que en mujeres adultas una región del cere- bro: la corteza prefrontal medial dorsal (CPFM). Se sabe que esta región, una de las últimas en desarrollarse antes de la edad adulta, se activa en los adultos cuando piensan en sí mismos, en otras personas e, incluso, en los rasgos de ca- rácter de animales. Blakemore propone que, desde el punto de vista evolutivo, resulta lógi- co que a los adolescentes les preocupe lo que piensen de ellos los demás. La adolescencia exige hacerse más inde- pendiente, porque los padres quizá no puedan seguir ofreciendo su pro- tección mucho más tiempo. Los jóve- nes tienen que empezar a depender más de lo que piensen sus iguales “y elaborar de forma mucho más social un sentido de su propio yo”, prosigue Blakemore. Otra vía por la que se elabora un sentido del yo consiste en el examen de nuestros rasgos de personalidad, o de las metas que nos propongamos. En estudios anteriores se ha observado que en los adolescentes se activa también su corteza CPFM dorsal cuando se dedican a tal introspección. Así, cuando Jennifer Pfeifer, de la Universidad de Oregón, y otras psicólogas de la Universidad de California en Los Angeles le pregunta- ron a probandos si frases como “Hago amigos con facilidad” les describían a CONCEPTO DE YO El desarrollo de una región cerebral crítica acentúa la preocupación por uno mismo MEMORIA PARA LA GRAMÁTICA La construcción de oraciones complejas puede depender de un sistema sorprendentemente simple T al vez parezca que la formación de una frase gramaticalmente correcta ha de exigir destrezas cognitivas superiores, pero resulta que nuestra capacidad de creación de lenguaje pudiera depender de sistemas menos comple- jos de lo que comúnmente se piensa. Según un estudio reciente, la capacidad para construir oraciones puede emanar de la memoria procedimental: el mismo sistema mnemó- nico que permite lograr que nuestro perro se siente al mandárselo. Victor S. Ferrei- ra, de la Universidad de Cali- fornia en San Diego, recuerda que se ha de distinguir entre memoria procedi- mental, importante en el aprendizaje de destrezas como la nata- ción, y memoria decla- rativa, que almacena conocimientos, entre ellos, hechos y recuer- dos de sucesos, como el propio cumpleaños. Para averiguar cuál de estos sistemas interviene en la formación de frases, Ferreira y su equipo se valie- ron de la persistencia sintác- tica, que consiste en que los sobre z o rro ra u d o s a ltó p ard o e l perro p erezo so E l © i S T O C K P H O T O / S H A N E O B R I E N MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 7 ellos o a un personaje familiar —en este caso, Harry Potter—, las investiga- doras descubrieron que, al pensar sobre sí mismas, se producía en adolescentes mayor activación CPFM dorsal que en adultos. Esta acentuada actividad CPFM dor- sal en la adolescencia sugiere que los jóvenes están aprendiendo a atribuir estados mentales complejos, como pueden ser las intenciones, tanto a sí mismos como a otras personas, según Kevin Ochsner, de la Universidad de Columbia. Al ir madurando, se obser- va menor actividad en esa región, tal vez, porque el cerebro se vuelve más eficiente en la introspección, algo así como una destreza que se perfecciona con la práctica, añade. Pfeifer agrega que, en los adultos, se aprecia más actividad en las regiones cerebrales vinculadas con la conserva- ción de conocimientos sobre uno mis- mo. “En lugar de dedicarse a pensar una y otra vez en quiénes son, los adultos re curren a lo que ya saben sobre sí mis- mos”, explica. “Pero mientras que estas áreas dedicadas a la introspección pue- de que sean más activas en la adolescen- cia, el proceso se registra en el curso de la vida entera. Se da en las mentes de adultos cuando éstos ingresan en es- tadios vitales que les son nuevos, por ejemplo, con la paternidad.” —Charles Q. Choi hablantes tienden a repetir los mismos patrones grama- ticales que han utilizado en frases anteriores. Los investigadores hicie- ron la prueba con cuatro individuos sanos y cuatro amnésicos. La memoria pro- cedimental de los amnési- cos se hallaba intacta, pues aprendían destrezas tras practicarlas varias veces, pero sus facultades de me- moria declarativa se hallaban mermadas, dejándolos inca- pacitados para memorizar hechos nuevos. Al principio, todos los participantes escu- charon y repitieron una frase. Seguidamente se les presentó una imagen sin relación con la frase; luego, se les pidió que la describieran. Por fin, los participantes escucharon una segunda frase que era o bien idéntica a la primera o ligeramente modificada en significado, en estructura gramatical o en ambos as- pectos. Los dos grupos propen- dieron a utilizar las reglas gramaticales de la primera frase al describir la imagen; sin embargo, los pacientes amnésicos no recordaban que ya habían visto la fra- se con anterioridad. Resulta notable que utilizasen su estructura sintáctica, pues tal cosa hace pensar que el sistema de memoria proce- dimental es el responsable de ensamblar las oraciones gra- maticales, explica Ferreira. Y añade que estas observacio- nes también arrojan luz so- bre nuestra comprensión de la propia memoria procedi- mental, que se creía restrin- gida a experiencias concretas y a destrezas motoras. Del trabajo se desprende la capacidad que posee la memoria procedimental de alojar conocimiento abstrac- to, lo que le confiere “mayor potencia de la que se pen- saba”. —Nicole Branan DONDE NANOTECNICA Y NEUROCIENCIA CONVERGEN Los nanotubos de carbono, cilindros de dimensiones submi- croscópicas constituidos por láminas de grafito de extraor- dinaria delgadez, podrían ser en el futuro el material de elección para reconstruir las conexiones nerviosas lesiona- das por traumatismos cerebrales o espinales. En un estudio de Nature Nanotechnology se pone de mani- fiesto que los nanotubos mencionados, de gran conductivi- dad eléctrica, forman prietas conexiones con las membranas celulares de neuronas, incrementan su actividad eléctrica y aceleran el flujo de información, lo que podría hacerlas útiles para muchos fines, desde mejorar la estimulación cerebral profunda hasta el desarrollo de neuroprótesis. —Nikhil Swaminathan © F O T O L I A / G O D F E R 8 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 ¿UN GEN DE ATLETISMO? La capacidad para aprender nuevas destrezas motoras se halla afectada por la variabilidad en determinado gen E s sabido que pequeñas variaciones de ciertos genes pueden predisponer a cánceres o a enfermedades cardíacas. Se está em- pezando ahora a demostrar un efecto sobre el aprendizaje, directo y cuantificable, que se puede rastrear hasta modificaciones gené- ticas de ese tipo, los llamados polimorfismos mononucleótidos. Pudiera ser que una diferencia en un aminoácido de una proteína explicase por qué ciertas personas aprenden más rápidamente nuevas destrezas motoras o logran rendimientos superiores. El factor neurotrófico derivado del cerebro constituye una proteína clave para la promoción de la plasticidad sináptica, es decir, la capacidad de las conexiones entre neuronas para mo- dificar su intensidad. Esta plasticidad constituye un elemento importante en el aprendizaje, explica Janine Reis, directora del estudio en el norteamericano Instituto Nacional de la Salud. Según Reis este hallazgo proporciona la primera prueba de cómo ligeras variaciones en la estructura del factor neurotró- fico repercuten en la capacidad de aprendizaje. Voluntarios que poseían cierto tipo de factor neurotrófico derivado del cerebro aprendieron más rápidamente y realizaron mejor una tarea que les exigía aplicar una fuerza variable a una manilla para desplazar el cursor de un ordenador a través de una secuencia de dianas. Quienes poseían una variante diferente no lograron nunca alcanzar la destreza adquirida por los primeros. (Del ensayo quedaron excluidos los duchos en videojuegos.) Otros grupos han observado que la versión del factor neurotró- fico que Reis ha vinculado con una menor adquisición de destrezas se encuentra asociada a una merma en la función del hipocampo, una región cerebral que participa en el aprendizaje motor. Esta diferencia en factor neurotrófico derivado del cerebro puede contribuir a explicar por qué ciertos individuos sobre- salen en actividades deportivas —opina Reis— y contribuir también al pronóstico sobre recuperación de destrezas motoras tras un infarto cerebral. El equipo de Reis se suma al grupo de quienes se disponen a examinar variantes genéticas en pacien- tes de accidentes vasculares cerebrales, con la esperanza de hallar nuevas dianas para el tratamiento con fármacos. —Roberta Friedman PARÁLISIS DEL SUEÑO ¿Constituye un fenómeno frecuente? L os sucesos paranormales que algunas personas asegu- ran haber sufrido (ataques diabólicos, visitas de espí- ritus y abducciones por extraterrestres) probablemente encubren episodios de la llamada parálisis del sueño. La parálisis del sueño es una incapacidad momentánea de mover miembros, tronco y cabeza pese a gozar de plena consciencia. Puede aparecer durante un estado flo- tante de la mente o, con menos frecuencia, al despertarse. Durante la fase de movimiento ocular rápido (REM), los músculos del cuerpo están paralizados, supuestamente para impedir la realización física de lo que se está so- ñando. No se sabe bien por qué esta parálisis normal se produce en estado consciente en las víctimas de la parálisis del sueño, pero los estudios psicofisiológicos han confirmado la especial propensión a estos ataques cuando la persona entra en la fase REM muy poco des- pués de caer en la cama, sin pasar por las fases de sueño normal que suelen precederla. Situaciones que aumentan la probabilidad del fenó- meno podrían ser tumbarse de espaldas dejando vagar la mente, sufrir estrés o alterar las pautas de sueño nor- males por el trabajo en turnos, largos viajes en avión, consumo de cafeína o alcohol. Aunque la parálisis del sueño sea un síntoma de nar- colepsia, no resulta infrecuente en personas sanas. Las encuestas en diferentes países presentan un amplio abanico de estimaciones: del 20 al 60 por ciento de la población adulta normal ha experimentado parálisis del sueño una vez al menos. Alrededor del 5 por ciento de la población han acusado varios otros síntomas de alteración asociados con este trastorno. Los efectos más corrientes incluyen las alucinaciones visuales —luces, sombras, una figura humana o de animal en la habi- tación— y las alucinaciones auditivas, como escuchar ruido de voces o de pasos. También puede ocurrir que la persona sienta opresión en el pecho y le cueste tra- bajo respirar. La parálisis del sueño podría explicar los relatos de fantasmas y extraterrestres; durante el ataque las víc- timas perciben con intensidad esa presencia, habitual- mente dañina. Asimismo, dan cuenta de sensaciones cinestésicas inusitadas: ser arrastrado fuera de la cama, vibrar, volar o caer. Tales episodios pueden conducir a experiencias extracorpóreas en toda su extensión. La parálisis del sueño tal vez aterrorice, pero nunca será peligrosa. Afortunadamente sus episodios sólo duran unos pocos segundos. —Christopher French Profesor de psicología del Colegio Goldsmith de Londres © F O T O L I A / A D R I A N H I L L M A N MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 9 RETROSPECTIVA A lejandría en el año 270 a.C. Una ciu- dad joven, cuya fundación apenas se remontaba a dos generaciones atrás. Sobre la isla de Faros, situada delante del puerto, se levantaba la torre iluminada más alta del mundo, que pasó a la histo- ria como una de las siete maravillas de la Antigüedad. La corona de Alejandría adornaba la testa de Ptolomeo II, hijo de uno de los generales de Alejandro Magno. Como buen dictador militar, Ptolomeo recibía honores de faraón y reconocía el incesto con su hermana Arsinoe. En ese crisol turbulento confluyeron hombres procedentes de todas las par- tes del mundo. Alejandría experimentó un auge espectacular, tanto económica como culturalmente. También la ciencia se desarrolló. En medio del Brucheion, el distrito real de la ciudad situado al noreste de la misma, el gobierno ordenó levantar una academia: el Museion (Mu- seo), dotado de laboratorios, colecciones y bibliotecas. Aquí no se asistía a ningún arduo debate sobre la ética de la inves- tigación, ni se realizaban escrupulosas observaciones sobre la valoración de las consecuencias de la técnica. Los científicos de entonces, al igual que los políticos coetáneos, no se anda- ban con muchos miramientos y busca- ban ante todo la eficacia. Presupuestos opulentos y salarios magníficos atrajeron a muchas cabezas inteligentes de todas partes del orbe hacia este paraíso de la investigación. El dueño de una de las más notables fue Herófilo de Calcedonia. Nacido alrededor de 330 a.C. en lo que hoy en día es una parte de la ciudad de Estambul, Herófilo estudió medicina con Praxágoras de Cos, diez años mayor que él, en la tradición del famoso Hipócra- tes (ca. 460-370 a.C.), lo que le franqueó seguramente las puertas del Museion. Como médico practicante, Herófilo llevó a cabo un método de terapia tradicional- mente acreditado: dieta, medicamentos y sangrías ocasionales. Pero en lo referente al diagnóstico fue muy por delante de su tiempo. En las visitas a sus pacientes lle- vaba siempre consigo una clepsidra —un reloj de agua— portátil. Cuando tomaba el pulso de sus pacientes no lo compa- raba con el suyo propio, como hacían el resto de sus colegas, sino que medía con la clepsidra el tiempo justo y calcu- laba entonces la frecuencia exacta. Los pacientes se quedaban impresionados HEROFILO Y LA ANATOMIA CEREBRAL Hace más de 2000 años Herófilo de Calcedonia fundó la anatomía humana, la doctrina de la estructura del cuerpo humano. Describió la arquitectura de nuestro cerebro, de los nervios cerebrales y de la retina ocular. Pero sus métodos no eran precisamente remilgados HELMUT WICHT Y HARTWIG HANSER 1. UN CLASICO DE LAS PREPARACIONES ANATOMICAS. Tras extirpar la bóveda craneal y apartar la membrana meníngea dura (duramadre), puede contemplarse el seno sagital supe- rior, que transcurre a lo largo del cerebro, así como las venas de la corteza cerebral que desembocan en él (destacados en azul). Esta imagen y las siguientes proceden del “De humani corporis fabrica” de Vesalio, publicado en 1543. Vesalio es a la época moderna lo que Herófilo fue para la An- tigüedad: el anatomista por antonomasia. Muchas descripciones de Herófilo, quien no dejó ningún dibujo tras de sí, se pueden seguir perfectamente mediante las ilustra- ciones de Vesalio. T O D A S L A S I L U S T R A C I O N E S D E E S T E A R T I C U L O : A N D R E A S V E S A L I U S , “ D E H U M A N I C O R P O R I S F A B R I C A ” , B A S I L E A , 1 5 4 3 ; C O L O R A C I O N E S P O R H E L M U T W I C H T 10 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 ante ese despliegue de tan alta tecnolo- gía y de tanta competencia; posiblemen- te, eso sólo tenía ya un marcado efecto curativo. En todo caso, los negocios de Herófilo iban viento en popa, pues toda Alejandría tenía un seguro obligatorio de enfermedad. Médico, investigado y protegido de los poderosos Sin embargo, en el fondo de su corazón Herófilo se sentía más investigador que médico. Dirigía en el Museo un grupo de trabajo propio del que formaban parte personal técnico y alumnos médicos. Sus contactos con los centros del poder eran inmejorables y gozaba de un trato casi amistoso con Ptolomeo. Todo aque- llo que Herófilo necesitaba para sus in- vestigaciones, lo recibía sin demora. En tanto médico con intereses anatómicos tenía un objetivo prioritario: la utiliza- ción del cuerpo humano como objeto de disección. Aquí termina la historia rosada del personaje para adentrarnos en un cam- po minado, aunque sólo sea porque el A las vivisecciones de Herófilo hace sobre todo referencia el siguiente texto del escritor romano Aulio Cornelio Celso (ca. 25 a.C.-50 d.C.). “Debido a que los diferentes tipos de dolores y enfermedades surgen de los órganos internos, así piensan ellos [un determi- nado grupo de médicos, los “racionalistas”] que nadie que no conozca éstos puede poner remedio a aquéllos con una cura. [Creen también] que es preciso cortar y abrir los cuerpos de los muertos para escrutar sus vísceras e intestinos. [Piensan también] que los que de forma óptima realizaron mejor estas tareas fueron Herófilo y Erasístrato, quienes [además] diseccio- naron, cuando su cuerpo estaba todavía vivo, a criminales que el rey les enviaba procedentes de las cárceles y observaron, mientras su espíritu permanecía todavía en ellos, lo que la naturaleza hasta entonces había mantenido oculto...” Por su parte, Celso opina que este método es brutal e inútil: “Pero diseccionar cuerpos vivos es cruel e innecesario; en cambio, abrir los de los muertos resulta imprescindible para todos aquellos que tienen el deseo de saber: pues deben conocer la colocación y la ordenación que el cadáver, mejor que el hombre vivo y herido, ofrece.” Celso es además extremadamente cuidadoso en su for- mulación. Dice tan sólo que hay gentes que sostienen que Herófilo e Erasístrato realizaron vivisecciones. Para los latinistas, recogemos, a fin de que pueda ser comparado, el original en latín del primer texto de Celso citado: “De medicina” (proemium, 23, 24 y 74): “Praeter haec, cum in interioribus partibus et dolores et morborum va- ria genera nascantur, neminem putant his adhibere posse remedia, qui ipsas ignoret. Ergo necessarium esse incidere corpora mortuorum, eorumque viscera atque intestina scru- tari; longeque optime fecisse Herophilum et Erasistratum, qui nocentes homines a regibus ex carcere acceptos vivos inciderint, considerarintque etiamnum spiritu remanente ea, quae natura ante clausisset...” Y también el del segundo texto: “Incidere autem vivorum corpora et crudele et superva- cuum est, mortuorum discentibus necessarium: nam posi- tum et ordinem nosse debent, quae cadaver melius quam vivus et vulneratus homo repraesentat.” Herófilo y Erasístrato fueron los primeros en atribuir la capacidad de sentir (sensorial) y de actuar (motora) a los nervios. Antes se pensaba que los vasos sanguíneos eran los encargados de ambas tareas. La pareja de investigadores griegos sabía que de estas dos tareas se ocupaban nervios distintos; es decir, que existían nervios sensitivos y motores. Sin embargo, desde nuestro punto de vista actual, parece un disparate la afirmación de Erasístrato según la cual los nervios sensitivos procedían de las meninges y los motores, en cambio, del cerebro mismo. Por otro lado, el concepto sensomotor no llegó por entonces a ser reco- nocido. Ya en la Antigüedad los críticos con Herófilo y Erasístrato señalaron con razón que, cuando se producían daños en los nervios, había alteraciones tanto sensitivas como motoras. Lo que parecía indicar que los nervios estaban mezclados y no separados en sensitivos y motores. En el fondo todos tenían razón. En el sistema nervioso periférico, es decir, el que se encuentra fuera del cerebro y de la médula espinal, la mayoría de los nervios están mezclados, tienen por tanto componentes sensitivos y mo- tores. Pero, cuando los nervios se introducen en la médula espinal, se dividen siempre en dos raíces: la raíz posterior sensitiva y la raíz anterior motora. Charles Bell (1774-1842) y François Magendie (1723-1855) demostraron que la escisión de las raíces anteriores de los nervios espinales producía parálisis y la de las raíces posteriores insensibilidad. También estos experimentos fueron vivisecciones, pero realizadas en perros. ¿Era Herófilo un viviseccionista? Sensitivo y motor: la división forzosa del sistema nervioso MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 11 resto de las noticias que conocemos so- bre Herófilo procede de suposiciones e informaciones de segunda mano. De él mismo no nos ha llegado ningún texto extenso. Tan sólo disponemos de algunos fragmentos —en conjunto suman qui- zás unas 20 o 30 líneas— que autores posteriores tomaron supuestamente de sus labios. La biblioteca del Museo, que contenía todos sus escritos, ardió en un incendio en año 48 a.C. Lo que Herófilo hizo, escribió y enseñó lo sabemos a través de las aportaciones de Celso, Galeno, Rufo, Sorano y Tertulia- no, autores que vivieron mucho después. Según ellos, Herófilo escribió al menos seis libros (teniendo en cuenta que libro equivalía por entonces a rollo de perga- mino): un trabajo sobre anatomía, otro sobre el pulso, un tercero sobre el arte de las parteras, otro sobre terapia, un quinto sobre dieta y un sexto de enig- mático título (Contra las opiniones do- minantes). De los escritos de Celso y del resto de los autores se desprende que Herófilo debió de haber sido un excelente ana- tomista, de hecho podría decirse que el anatomista de la Antigüedad. Lo cual, por otra parte, apenas resulta sorprendente, dado que Herófilo fue sencillamente el primero en diseccionar directamente el cuerpo humano y mirar en su interior. Y, según relatan, lo hizo con cuerpos vi- vos. Herófilo era viviseccionista. Lo ratifica Aulio Cornelio Celso, que vi- vió aproximadamente desde 25 a.C. hasta 50 d.C., es decir, más de 200 años después que el médico griego. Hay que tener pre- sente que Celso no atribuye a Herófilo y a su contemporáneo y colega Erasístrato la realización de vivisecciones para desa- creditarlos. Simplemente, señala que al- gunos de los descubrimientos llevados a cabo por la pareja de investigadores sólo Cuando se extirpa la bóveda craneana, lo primero que se ve no es el cerebro, sino una membrana cerebral dura, la duramadre (véase la figura 2). Esta contiene cavidades llenas de sangre (destacadas en azul), a través de las cuales fluye la procedente del cerebro. Dichas cavidades no son, consideradas desde el punto de vista anatómico, auténti- cas venas, pues sus paredes carecen de la capa muscular elástica que caracteriza a todos los vasos sanguíneos. Por esta razón, los anatomistas denominaron a dichas cavidades senos de la duramadre, esto es, ensenadas de la duramadre o conducciones sanguíneas venosas. Los senos más grandes se encuentran en el anillo que circunda posteriormente a las tiendas cerebelosas, en el “torcular de Herófilo”, hoy denominado confluencia de senos. Desde allí, la sangre circula hacia abajo, hacia la vena yugular de la garganta, la cual surge debajo de la base del cráneo. El “torcular de Herófilo” 2. BAJO LA BOVEDA CRANEAL. Vista de la duramadre, tras serrar y separar la bóveda craneana. Destacado en azul se encuentra el seno sagital superior, una de las conducciones sanguíneas venosas de la duramadre. 3. CANALIZACION CEREBRAL. El cerebro y la duramadre se han extirpado en la parte posterior de la cabeza. La falta del cerebro en la parte posterior pone de manifiesto otro trozo de duramadre que cubre el cerebelo: el tentorio cerebeloso (asterisco grande). Destacadas en azul pueden verse las conducciones sanguíneas que confluyen en el “torcular de Herófilo” (asterisco pequeño). 12 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 pueden basarse en observaciones hechas en organismos vivos. Así, Herófilo fue el primero en descri- bir correctamente las venas y las arterias pulmonares. Para ello resultó obligado que observara la dirección de la corriente sanguínea y los tipos de sangre (rojo bri- llante, arterial; rojo oscuro, venosa), lo que requería que la sangre se hallara circulando. También la diferencia entre nervios sensitivos y motores se remon- ta a Herófilo y Erasístrato. Hallazgo para cuya realización ambos investigadores intercambiaron de vez en cuando an- helos y nervios. La forma más sencilla de comprobar si un nervio seccionado o pellizcado es sensitivo o motor es a través de las pérdidas funcionales que estas operaciones ocasionan. Y la obser- vación funcional implica necesariamente que el sujeto esté vivo en el momento de hacerla. Espoleado por la crueldad A fin de cuentas, Herófilo no era preci- samente muy remilgado. Como ginecó- logo, descubrió un aparato denominado Embryosphakter, el “despedazador de embriones”. Dicho instrumento debió de haberlo utilizado no sólo para llevar a cabo abortos, sino también para salvar la vida de las embarazadas en caso de complicaciones severas. Sin embargo, es como si la muerte violenta y la crueldad espolearan a este hombre. En lugar de este aparato podía haber descubierto el estetoscopio, pero no lo hizo. El cúmulo de descubrimientos anató- micos de Herófilo es impresionante. La retina ocular, las trompas uterinas, los órganos sexuales internos masculinos, el canal del nervio facial en el cráneo, un ventrículo cerebral así como sus grandes conducciones venosas, la división entre cerebro y cerebelo, diversos nervios ce- rebrales... Lo descubrió y describió de forma correcta. No contó, sin embargo, con el reco- nocimiento de sus sucesores. Sólo una estructura, una cavidad meníngea, fue denominada con su nombre: el torcular de Herófilo. Y, además, el nombre es un error de traducción. Un torcular es una prensa de tornillo para la fabricación de vino. Herófilo llamó a esta cavidad lenos, que se puede traducir efectivamente por presa, pero también por artesa o por de- pósito. Y fue seguramente con estos dos sentidos últimos con los que Herófilo empleó dicho término: un recipiente para la sangre venosa. De todos modos, el torcular de Herófilo quedó excluido de la nomenclatura anatómica a finales del siglo XIX. La cavidad se llama ahora “confluencia de senos” (la reunión de las conducciones venosas). Nuestro relato histórico avanza ahora hasta la supuesta escena final. En torno a 250 a.C. Herófilo, con sus buenos 80 años Calamus scriptorius podría traducirse por pluma de escribir. De hecho, el suelo del cuarto ventrículo, formado por el tronco cerebral, tiene una forma que recuerda a ese adminículo. Según el médico romano Galeno (ca. 130-215), Herófilo fue el primero que inspeccionó dentro del cuarto ventrículo y que además describió la estructura. Hoy en día se sigue empleando esta noción, pero sólo para la punta de la estructura plumiforme. Y también sabemos para qué sirve el calamos: se ocupa de que el liquor —el líquido cerebral del que se produce casi medio litro diario en el interior del cerebro— pueda desaguar hacia el exterior para que no se produzca una hidrocefalia (el liquor puede llegar así finalmente a la circulación sanguínea). Esto sucede gracias a una apertura en la punta de la pluma de escribir: la apertura mediana del cuarto ventrículo. De todo esto Herófilo no llegó a saber probablemente nada. El desagüe del líquido cerebral Cerebro y cerebelo También a los legos lo primero que les llama la atención cuando observan un cerebro es la división entre el cerebro dominante y el delicadamente estriado cerebelo situado en la parte trasera de la cabeza. Aristóteles (384-322 a.C.) ha- bía descrito 100 años antes que Herófilo estas dos estructuras, a las que deno- minó enkephalon y parenkephalis, pero sólo en animales. Herófilo fue el primero en distinguirlas en el ser humano. 4. EL CUARTO VENTRICULO. Si se extirpa el tentorio cerebeloso (véase la figura 3) y se saca el cerebelo de su nicho y se echa hacia delante, entonces se hace visible el cuarto ventrículo del tronco cerebral (aquí en amarillo). Se asemeja por su forma a una pluma de escribir, de ahí el nom- bre de calamus scriptorius de Herófilo. Destacadas en azul se encuentran las conducciones venosas. 4. Si sse exti (véase lla figu de su nich enntonce ven (aqu MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 13 cumplidos, se encuentra en su lecho de muerte. Junto a él se halla su colega Era- sístrato, con unos 70 años, muy merma- do en sus fuerzas. Durante toda su vida los dos han discutido acerca de si las ar- terias contienen sólo espíritu vital aéreo (al que Erasístrato denomina pneuma) o portan también sangre (como piensa Herófilo). Tampoco en este momento se ponen de acuerdo. “¡Hazme la autop- sia y mira!”, gime finalmente Herófilo momentos antes de expirar. Erasístrato siguió su consejo, abrió el cadáver de su colega y vio que las arterias casi no contenían sangre, que no tenían nada dentro, a excepción del pneuma, como él había afirmado. Hoy en día sabemos que tras la muerte la sangre se acumula en las venas. Sus paredes son más finas y débiles que las de las arterias (algo que Herófilo ya había descubierto también). Aquí se embolsa la sangre tras la paralización de la circula- ción. Incluso las grandes arterias como la aorta poco después de la muerte sólo contiene restos coagulados del jugo vi- tal. Algunas veces no queda más remedio que echar un vistazo a los cuerpos vivos para descubrir la verdad. Helmut Wicht es biólogo y profesor no nume- rario de anatomía en la Universidad Johann Wolfgang Goethe de Frankfurt an Main. Hartwig Hanser es redactor. Encontrar los nervios cerebrales no es algo sencillo, ya que se encuentran escondidos en la base del cerebro. Hay doce pares de ellos. Probablemente Herófilo los vio todos, pero sólo contó siete pares, porque juntó algunos nervios que los anatomistas actualmente separan. A los nervios ópticos los denominó, según Galeno, poroi, que significa algo así como conductos o tubos. La engaño- sa idea de que los nervios estaban huecos y que en ellos actuaba algún principio activo neumático o hidráulico, se halla presente en los griegos mucho antes de la época de Herófilo. Esta hipótesis sólo se superó en la época moderna, cuando se descubrió la excitabilidad eléctrica de los nervios, del cerebro y de los músculos. De forma significativa, Herófilo únicamente utilizó el tér- mino poroi para los nervios ópticos y no para los restantes nervios cerebrales. Aquí Herófilo se mostró sorprendente- mente clarividente, pues el nervio óptico es el único que posee en su interior una cavidad, a través de la cual la arteria central de la retina alcanza la retina ocular. Herófilo fue, además, el primero en describir de forma detallada el ojo con todas sus capas y venas. Si Herófilo consiguió distinguir realmente esas cavidades, puede decirse que tenía muy buena vista. Pero entonces debió de llamarle atención que la cavidad no llegara hasta el cerebro, pues la arteria penetra en el nervio sólo en la proximidad del globo ocular. Por otra parte, esto es así únicamente en los adultos. Al principio del desarrollo em- brionario, el nervio óptico está hueco en todo su recorrido y su cavidad se comunica con el cerebro. Crece hacia afuera conjuntamente con el ojo a partir del cerebro, pues en último término los ojos y los nervios ópticos son evagi- naciones del cerebro hueco. Posteriormente, desaparecen esos conductos y sólo queda un mínimo resto, aquel en el que se encuentra la arteria central de la retina. Pero todo esto era imposible que Herófilo lo supiera, porque habría necesitado disponer de un microscopio. Quedaba mucho tiempo para que fuera inventado. El cableado entre el cerebro y los ojos BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA HEROPHILUS OF CHALCEDON: AN ASSESS- MENT OF HIS PLACE IN THE HISTORY OF ANATOMY. P. Potter en Bulletin of the History of Medicine, vol. 50, págs. 45- 60; 1976. HEROPHI LUS — THE ART OF MEDI CI NE IN EARLY ALEXANDRIA. H. von Staden. Cambri dge Uni versity Press; Cam- bridge, 1989. ANTIKE MEDIZIN — EIN LEXIKON. Dirigido por K. Leven. C.H. Beck; Múnich, 2005. 5. OBSERVADO DESDE ABAJO. La estructura resaltada en amarillo representa el ner- vio óptico y las partes posteriores de los ojos. Marcada en rojo se encuentra la arteria central de la retina, que se introduce en el nervio óptico de tal manera que en el último trozo de su recorrido pone de manifiesto una cavidad central: el canal para dicha arteria. 14 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 Filosofía y psicología de la realidad ¿Y si todo lo que percibimos con los sentidos no fuera real, sino mera creación de nuestro cerebro? Una exploración neuropsicológica de las pistas CHRISTIAN HOPPE E l neurólogo Müller se encontraba muy con- tento. Su probanda, Rosa, se sentaba distendida en su silla, y la medición de su actividad neuronal, por medio de la electroencefalografía (EEG), funcionaba impecable. Müller sacó una manzana de su cartera y se la puso sobre la mesa. “Ah, una manzana”, dijo Rosa. “¡Para usted!”, añadió Müller. “Déle un mordisco y cuénteme lo que siente.” Rosa cogió la manzana y ejecutó la orden. “Rica, jugosa; no muy dulce, no muy áspera; deliciosa”, reconoció Rosa en el acto. Pero Müller ya no escuchaba. Abstraído, se imaginaba que los fotones “rojos” de la piel de la manzana se habían encaminado directamente al ojo de Rosa y habían desencadenado en su retina todas las reacciones posibles. Después seguía él, con su ojo interior, los potenciales de acción que habían sido enviados desde las células ganglionares de la retina, a través del nervio óptico, al cerebro. En su fantasía, el lenguaje de las neuronas suena como el suave chisporroteo de un altavoz. Rosa vuelve a morder la fruta, y el investigador volvía a imaginarse cómo se transmiten innúmeras señales desde los sensores gustativos de su len- gua hacia el cerebro. Müller imaginaba cómo coincidían, en breves mili- segundos, impulsos de muchas partes del cerebro en el lóbulo frontal y desencadenaban allí una actividad nerviosa. Esta ponía inmedia- tamente en movimiento los músculos del aparato lingüístico en la boca y faringe de Rosa y le llevaba a informar sobre sus vivencias gustativas. La percepción podía describirse en términos de un proceso físico de punta a cabo. Müller estaba exultante. MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 , lo muy os” de abían l, con élulas ía, el mo n- i- MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 15 CUESTION DE PARECERES. Una manzana es siempre una manzana, aunque al fotógrafo le parezca otra cosa... Las dudas le entraron por la tarde. Hacía rato que Rosa se había marchado. Le irritaba que, durante el experimento, ninguna parte de la manzana hubiera entrado directamente en el cerebro de su probanda, ni una sola molécula de la manzana. Mientras la joven mordía, mas- ticaba y tragaba la fruta, su cerebro desarrolla- ba una frenética actividad, un “chisporroteo”, vario y distinto; había elaborado señales, pero ninguna manzana. Para Rosa, por el contrario, el cambio era enorme: estuvo convencida de ver realmente la manzana, sentirla y saborearla. ¿Cómo po- día ser, si ninguna parte de la fruta había pe- netrado en su cerebro? Ver colores y percibir sabores se realiza, al parecer, sólo por medio de intercambios rápidos de impulsos nerviosos, concluye Müller. Tras libar un vaso de buen tinto, el investiga- dor cayó en la cuenta de que también sus pro- pias sensaciones se basaban exclusivamente en el chisporroteo ininterrumpido de su sistema nervioso: en sus neuronas no había entrado ni una gota de vino. Müller se percató, sorprendi- do, de que tampoco podía estar seguro de si en realidad había vino y manzana. ¿Podía la reali- dad constar sólo del chasquear de su cerebro? En la noche siguiente, Müller tuvo una pe- sadilla. Se veía prisionero en su cavidad cra- neana; a su alrededor nada, salvo un pertinaz chisporreteo. No había escapatoria. Mas, al imaginarse que al menos su cerebro podría ser real, sintió un gran alivio; la experiencia neuronal de Müller enmudeció. El investigador se despertó en ese momento. Pero ya no le abandonó una idea: si se diera sólo lo objetivo, ¿podría existir un sujeto desde una perspectiva objetiva? ¿Y no significaría, en última instancia, que no habría absolutamente nada objetivo, porque el punto de vista desde el que se considera no existiría? Desde la perspectiva de la investigación del cerebro no hay ningún sujeto. No es localiza- ble. La actividad cerebral genera una sensación tanto si un estímulo viene del exterior como si ha sido producido de otra manera, por ejemplo, por un recuerdo. Si se estimula, por medio de electrodos implantados, el área de las manos en el hemisferio izquierdo, la persona nota un cosquilleo en su mano derecha, pero no en el cerebro (que es totalmente insensible). Análo- gamente se pueden desencadenar sensaciones visuales, auditivas, olfativas y gustativas e in- cluso experiencias “extracorporales”. Si se tiene en cuenta, además, que a cada célula nerviosa con “contacto exterior” llegan aproximadamente unos 100.000 otros contac- tos, que sólo se comunican con otras neuronas pero no con el entorno, surge la sospecha de que la realidad que experimentamos no es otra cosa sino un constructo de nuestro cere- bro. Todo lo que percibimos es producido por la actividad de ese órgano, una estructura de 1500 gramos de grasa, agua, proteína y mine- rales. Pero, ¿eso puede ser así? La psicología sin yo de los robots El “estudio científico del alma”, y también la psicología cognitiva, se propone explicar fe- nómenos subjetivos como la percepción, el La palabra realidad tiene sus raíces en la teología cristiana medieval. El dominico y mís- tico alemán Maestro Eckhart (1260-1328) hablaba de wercelicheit (medio alemán) como equivalente del término latino actualitas. Este término lo introdujo otro fraile dominico, el teólogo Alberto Magno (1200-1280), y fue perfeccionado por su discípulo Tomás de Aquino (1225-1274) en su asimilación contrastada con el filósofo griego Aristóteles (384- 322 a.C.). El concepto base actus (hecho, obra) es la traducción latina de las palabras griegas energeia y entelechia, los dos conceptos centrales de la filosofía aristotélica. Expresan lo real individual como “objeto real”. Actualitas designa, pues, lo que es común a todo lo real (actus), su ser real. Originariamente, wercelicheit no designa, pues, algo real individual y tampoco la totali- dad de todo lo real, sino su ser real (compárese ser pequeño y pequeñez). El uso actual de la lengua aún conserva el sentido originario de la palabra: “La manzana es roja” significa lo mismo que “La manzana es realmente roja”, pero ambas frases significan algo más que la mera expresión “la roja manzana”, porque las frases “aspiran” a la realidad. La sutil diferencia entre hecho y ser real MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 CUESTION DE PARECER Una manzana es siemp manzana, aunque al fo le parezca otra cosa... © F O T O L IA / R T IM A G E S 16 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 pensamiento o las emociones por medio de la descripción de los procesos mentales en los que se basan. Puesto que éstos pueden descri- birse con magnitudes mensurables, en teoría podrían transferirse a robots. Entraría dentro de razón un androide, de suerte tal que su com- portamiento fuera igual al de un ser humano sin ninguna diferencia apreciable. Si alguien tropezara con ese androide, le atri- buiría erróneamente capacidades que conoce de sí mismo y de otros: percibir la realidad, pensar y sentir. Pero, en realidad, el robot no sería otra cosa que una pieza del mundo mate- rial. No sabría nada de sí mismo, aunque saliera de su boca la palabra “yo”. No tendría ninguna conciencia con la que pudiera reflexionar sobre su percepción, sino tan sólo alcanzaría reaccio- nes apoyadas en algoritmos programados. Este experimento mental pone de manifiesto que la psicología cognitiva y una investigación del cerebro que se base en ella no tienen en cuenta, en principio, un rasgo humano decisivo: la subjetividad. Los humanos, por el contrario, perciben a los otros como sujetos, que viven el mundo como ellos. Sobre este supuesto basan su pensar y actuar. Sin esa conciencia de sí mismos no habría ninguna ética, porque no se podría atribuir al otro sentir como uno mismo siente. Libertad sin subjetividad sería libertad de robot, pero no una libertad personal. Una mirada puramente natural del mundo hace que desaparezcan todos los problemas filosóficos, no porque se solucionen, sino por- que uno se hace incapaz de filosofar, al excluir la subjetividad. El naturalismo como filosofía es o incompleto o autocontradictorio, pues lo observado no es un “objeto” de investigación científica. Sería un error creer que la psico- logía científica aprehende al hombre como sujeto. Al propio tiempo, la subjetividad co- mo facultad de la realidad no es lo contrario de la objetividad, sino su condición previa. El gusto no es nunca objetivo En psicología, el tema de la subjetividad está íntimamente ligado con la cuestión de la exis- tencia de los llamados qualia (del latín “qua- lis”, cuál). Este concepto designa la manera en que alguien percibe algo; por ejemplo, el sabor de una manzana. ... que al pintor impresionista... ... y al químico de alimentación... RESUMEN La realidad es subjetiva 1 Nuestra percepción de la realidad de- pende de las condicio- nes cerebrofisiológicas previas. 2 Pero los procesos ce- rebrales y la viven- cia subjetiva no son lo mismo, pues la observa- ción empírica presupone la percepción subjetiva. 3 La subjetividad es la forma originaria sobre la que se da la realidad, porque sobre ella se erige su expe- riencia personal y el saber objetivo. La diferencia entre actus y actualitas (véase el recuadro “La sutil diferencia entre hecho y ser real”), según Tomás de Aquino, abre un camino de cómo se reconoce la subjetividad en cuanto referencia a la realidad y puede refutar, por incompleto, al naturalismo, sin tener que considerar, de acuerdo con una concepción dualista, el “alma” como algo real demostrable empíricamente. Los naturalistas niegan, con razón, la existencia del alma como algo real entre lo real (actus), así como de otros fenómenos no comprobables empíricamente, como, por ejemplo, “Dios”. Pero esta concepción está ciega para la actualitas (ser real), bajo cuya exigencia el naturalismo, como cualquier otro pensamiento, está sujeto. Dios no es algo real entre y sobre otras cosas reales (actus), sino la realidad de todo lo real (actualitas); “alma” designa apertura hacia esa realidad, hacia Dios. La “gracia” de redimirse hacia la realidad no sustituye, en la concepción de Tomás de Aquino, a la naturaleza, sino que la presupone (gratia supponit naturam). El magisterio eclesial no tendría, pues, ningún inconveniente en reconocer los presupuestos fisiológicos cerebrales o hasta una implementación total neuronal de la actividad espiritual. Teología y fisiología cerebral MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 17 Con todo, un análisis preciso de la expe- riencia muestra que los qualia (es decir, el contenido de nuestra percepción sensible) no representan una realidad “meramente subje- tiva” en comparación con lo real objetivo. Sin perceptor no hay percepción. La manzana no tiene ningún sabor objetivamente mensurable; éste sólo puede ser reconocido por el sujeto que la saborea. La subjetividad (experimentación del mundo) es, por ello, la manera en que la realidad es realmente real. Si no fuera así, se daría una separación entre sujeto y objeto, que en filosofía se denomina dualismo. René Descartes (1596-1650), el representante más ilustre del dualismo, consuma la separa- ción de cuerpo y alma en sus Meditationes de prima philosophia. Los ve como substancias distintas y absolutamente separadas. Los mo- nistas, por el contrario, lo reducen todo a una sola substancia. Curiosamente, dualismo y monismo cometen idéntico error en el tema cuerpo-alma: separar absolutamente cuerpo y alma, en vez de distinguir fenómenos distintos. Ambos sistemas acaban, en último término, en la paradoja de la realidad desaparecida como en la historia del neurólogo Müller. Para los partidarios de un monismo físico, sólo existen las cuatro fuerzas comprobables de la física: gravitación, electromagnetismo, interacción fuerte e interacción débil. Pues ni el pensamiento ni la voluntad u otras facultades mentales muestran un resultado material con- trastable empíricamente. Pero, debe existir la observación de estas fuerzas físicas. Sólo por la separación absoluta de cuerpo y alma se mane- jan los problemas filosóficos, que después pue- den solventarse dualística o monísticamente. Si consideramos la observación con algo más de detención, como hizo Descartes en sus Me- ditaciones: en el Zazen, una forma japonesa de meditación, uno dirige simple y directamen- te su atención a la percepción actual aquí y ahora. En esta práctica nada puede inquietar, pues rige observar el momento así como es. En primer lugar se atiende a los ruidos que se perciben en ese preciso instante. Puesto que los pensamientos tienen también una cualidad vocal, casi acústica, puede uno concentrarse —en vez de en el contenido— en el sonido de sus pensamientos. Muchas personas descubren así que piensan con su propia voz. Inténtelo por una vez: note cómo conside- ra el instante, el “ahora”, como una impresión incesantemente constante, visual, que no en- vejece ni se debilita, incluso cuando dirige su mirada a una pared en blanco. La imagen no se dirige en absoluto a usted. Pero usted no se confunde por ello. ¿Constata que no hay dis- tancias? Existe el campo visual, es uno y no se descompone en la imagen y el observador. La impresión acústica que usted percibe, las sensaciones corporales que nota, los pensa- mientos que “oye”, y todos los movimientos que percibe en este momento, son aspectos del pre- sente. Sin embargo, no experimentan ningún yo, al que se refieran todas esas impresiones. Observar lo observado Durante esta meditación parece que se descom- pone la “disociación sujeto-objeto” de nuestra percepción habitual. En la concentración en el presente sensorial, la mirada de una realidad aislada se dirige a su ser real en el sentido de su ser presente. La mirada así vaciada está lle- na de un presente absoluto, de un aquí y un ahora. Este estado se llama “extensión abierta” del Zen y es totalmente idéntico con la realidad cotidiana. Si a continuación se dirige de nuevo la atención a las actividades, puede surgir la impresión de que la unidad se vuelve a disociar en un yo y un mundo de cosas aisladas. La realidad incontrastable de este momento es, por eso, la causa original de que exista la realidad. La subjetividad es la capacidad del presente. Al parecer, la capacidad del presente depende de procesos fisiológicos cerebrales; con toda probabilidad, la vivencia se realiza incluso totalmente de manera física. Pero los procesos cerebrales no son idénticos con nues- tra vivencia del presente. La propia vivencia no es engañable, incuestionable y originaria En ella nos percatamos también de los procesos cerebrales. No importa desde qué punto de vista se considera el problema de la realidad: la auto- conciencia no se esfumina. El ser humano sigue siendo sujeto. La conducta humana, los procesos cerebrales, la propia implementación neuronal del “yo” pueden ser objeto de investi- gaciones de las ciencias de la naturaleza, pero no el sujeto en cuanto sujeto. La capacidad de realidad y el ansia de verdad son las condiciones del conocimiento científi- co. Puede afirmarse que la subjetividad es el alma de toda ciencia, también de la investiga- ción del cerebro. Christian Hoppe es doctor en neuropsicología y licenciado en teología. Trabaja en la clínica de epileptología en Bonn Dualismo: Todo lo que existe se basa en dos principios inde- pendientes. Monismo: Todo lo que existe se reduce a un único principio. Naturalismo: Todo lo que exis- te es explicable empíricamente. ... y al niño hambriento. BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA DIE GRENZEN DER OBJEKTI - VI TÄT. T. Nagel. Reclam; Stuttgart, 1991. MI T LEI B UND SEELE. DI E MIND-BRAIN-DEBATTE IN DER PHI LOSOPHI E DES GEISTES UND DI E ANI MA- FORMA- CORPORIS-LEHRE DES THO- MAS VON AQUIN. T. Kläden. Pustet; Ratisbona, 2005. LI EBGEWORDENE THEOLO- GISCHE DENKFEHLER. W. J. Hoye. Aschendorff; Müns- ter, 2006. 18 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 1. LUZ EN LA OSCURIDAD. Tan pronto como se descu- bre un crimen, comienza la búsqueda de su autor. Para acometer la tarea se requieren mucha experiencia y conoci- miento psicológico. MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 19 ¿Qué revela el crimen sobre el asesino? En la vida real, la actuación de la policía difiere de la reflejada en la ficción televisiva. El método y el trabajo en equipo sustituyen a la intuición INGRID GLOMP Perfiles criminales © i S T O C K P H O T O / P A L I R A O 20 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 L as actuaciones salvajes de un violador en serie tenían atemorizada a cierta ciudad sudamericana. Se hablaba de 39 víctimas. Los investigadores locales, desconcertados, pidie- ron ayuda a sus colegas alemanes. Jens Vick, psicólogo e investigador criminalista de la Ofi- cina Federal de Investigación Criminal de Ale- mania (Bundeskriminalamt - BKA), cuya sede se encuentra en Wiesbaden, se desplazó junto con un compañero a Sudamérica. El destino exacto permaneció en secreto. Si se tratara de una serie televisiva, Vick se hubiera sacado de la manga varios datos asom- brosamente precisos sobre la edad, profesión, estatuto familiar e infancia del criminal, tras un rápido vistazo sobre las huellas preserva- das en el escenario del crimen. Habría inclu- so adivinado, por puro olfato, la disposición psicológica del afectado. De ese modo, hubiera encarnado la viva imagen del investigador cri- minalista intuitivo, clarividente. Con todo, se trata de un estereotipo fomen- tado, a veces, por los propios representantes de la profesión. John Douglas, agente del FBI, lo recoge en Inside the Mind of BTK. Detrás de es- tas iniciales se oculta un asesino en serie quien, en un intervalo de treinta años, mató a diez personas en el estado de Kansas. En 2005 fue arrestado gracias a diversos paquetes y cartas que había enviado a la policía. En su informe, el investigador Douglas describe cómo, junto con dos compañeros más, desarrollaron teorías sobre el asesino en 1984 analizando todos los indicios del caso y trasladándose mental y emo- cionalmente al pensamiento del criminal. Laurence Alison, psicólogo de la Universidad de Liverpool, analizó los resultados de una se- rie de investigaciones criminalísticas del FBI y comprobó que, en la mayoría de los casos, con- tenían abundantes datos ambiguos e impreci- sos. Las revelaciones sobre BTK eran del mismo estilo: conduce un coche “decente”, las mujeres con las que se relaciona son jóvenes e ingenuas o bien bastante mayores que él, probablemente vive en un piso de alquiler, su coeficiente inte- lectual debe de caer entre 105 y 145. En otro estudio, Alison y sus colaboradores presentaron a policías y forenses el perfil de un criminal buscado, así como informaciones sobre el mismo una vez arrestado, y una des- cripción ficticia, en la que habían introducido adrede datos contradictorios. En ambos casos, la mayoría de los interrogados consideró el per- fil congruente y útil. Alison atribuye semejan- te comportamiento de los profesionales a que tendían a destacar las informaciones relevan- tes para cada caso y olvidar las contradicciones. Un principio muy parecido al que utilizan los horóscopos. Andreas Mokros, del departamento de psi- quiatría forense y psicoterapia de la Universi- dad de Ratisbona, colaboró en la investigación de Alison. En Liverpool, el psicólogo alemán trabajó en un estudio sobre violadores. El re- sultado evidenció que, en el grupo investigado, señales como el descuido de objetos o, por el contrario, un “orden” minucioso en el lugar del crimen no ofrecían pistas seguras sobre la edad, el estatuto familiar, la formación o la profesión del autor. En opinión de Mokros, las circunstancias específicas de cada caso y el comportamiento de la víctima influirían de forma decisiva en el transcurso del crimen; no los factores sociode- mográficos. Dichos factores revelaron, además, muy poco sobre el criminal. “La forma de vida y el trabajo de una persona son cuestiones que dependen más de las circunstancias exteriores que de su psique”, expone. Pedófilos socialmente adaptados En un trabajo de 2007, no obstante, Mokros de- mostró que las preferencias de los delincuentes sexuales sí revelan características psicológicas: “En general, los sujetos sádicos presentan algún tipo de inestabilidad emocional. En cambio, los que escogen víctimas infantiles suelen ser personas socialmente adaptadas, reservadas e introvertidas.” Mokros se muestra escéptico ante antiguos métodos del FBI con relación al análisis de perfiles criminales, como la clasificación de asesinos en serie por tipos planificadores o no planificadores, juntamente con su respectiva descripción. Así enraizaron muchos prejuicios sin fundamentos. Un estudio de los investiga- dores de Liverpool, en el que se analizaron unos 100 casos de asesinatos en serie, no pudo con- firmar una división clara entre ambos tipos. En Alemania, la inquisición del perfil crimi- nal se basa en el método de análisis operati- vo de casos (Operative Fallanalyse - OFA). En primer lugar, se reconstruye con la máxima precisión el presunto desarrollo del crimen, a través de las huellas encontradas y declaracio- nes de testigos. Para ello, no se requiere tanto la inteligencia intuitiva del inspector cuanto del trabajo metódico y minucioso de un equipo. De este método de trabajo se beneficiaron los investigadores criminalistas de la ciudad ViCLAS: del crimen individual al crimen en serie En el año 2000 se introdujo en Alemania el sistema de base de datos canadiense conocido como ViCLAS (Violent Crime Linkage Analysis System). Se trata de un sistema que ayuda a determinar si un delito forma parte de una serie de crímenes o es un hecho aislado. Para ello, se registra un extenso número de datos de casos de homicidio con móvil sexual o incierto, así como homicidios con circunstancias especiales, delitos de agresión sexual y desapariciones, en los que se sospecha que ha habido un crimen. MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 21 sudamericana a la que acudieron el agente Vick y sus compañeros de la BKA. Al equipo que formaron los investigadores alemanes tras su llegada, se unieron un psicólogo local, un sexólogo, una agente y un agente policial, el coordinador de la investigación y una traducto- ra. En un primer examen se demostró que sólo 30 de las 39 violaciones denunciadas se podían atribuir con seguridad a un mismo autor. Para ello, no sólo se tuvieron en cuenta pruebas de ADN, sino también detalles y características típicas de los crímenes. En este caso, el agresor había procedido con brutalidad. En muchos de los casos también llevaba un arma. Suposiciones sobre el criminal Llamaban la atención dos lapsos de tiempo en que el violador permaneció inactivo. Los crimi- nalistas supusieron que se trataba de períodos de encarcelamiento del agresor. Esbozaron hi- pótesis sobre la forma en que se habían lleva- do a cabo los delitos por los que podía haber sido condenado: el criminal solía robar a las mujeres después de la violación. Cabía, pues, la probabilidad de que hubiera delinquido con anterioridad. Por experiencia, Jens Vick sabe que éste es el caso más frecuente. “Apenas existen casos de personas que cometan delitos sexuales ex- clusivamente.” Ya sean robos o agresiones, la mayoría de los violadores han cometido otros delitos anteriormente. Además, según declaraciones de testigos, el comportamiento social del agresor había lla- mado la atención, como si estuviera bajo los efectos de alguna droga. Parecía muy agitado, había perseguido a algunas mujeres a través de aglomeraciones de gente e iba gritando a los transeúntes. Estos datos contribuyeron a re- afirmar la sospecha de posibles antecedentes por abuso o tráfico de drogas. Finalmente, mediante los rasgos faciales más destacados de los nueve retratos robot disponibles, se elaboró un “retrato combina- ción”. “Teníamos las fechas en que el criminal presuntamente había ingresado en prisión, la estructura de sus crímenes y un retrato robot. Con esto ya podíamos empezar a registrar los expedientes”, relata Vick. El violador fue dete- nido poco tiempo tras el regreso de los agen- tes de la BKA a Alemania. Una prueba de ADN descubrió al hombre, cuyo aspecto físico había sido reconstruido con considerable exactitud en el retrato robot. En Alemania se ha establecido el análisis operativo de casos como método de análisis de perfiles criminales. Más de 100 especialistas trabajan en las oficinas de OFA de la BKA, así 2. ANALISIS MAS EFICACES. Los métodos de análisis de perfiles criminales contri- buyen a restringir el posible radio de acción de un criminal tras un delito sexual. De este modo, se reducen, por ejem- plo, los gastos para pruebas masivas de ADN. Más de 100 especialistas en análisis de perfiles criminales trabajan en la BKA y las oficinas de investigación criminal de Alemania. D P A , W O L F G A N G T H I E M E 22 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 Las recons- trucciones de crímenes de los investigadores criminalistas de la BKA coinciden en un 95 % con los hechos reales. En cuanto a los perfiles de los autores se acierta en un 85 %. “Nosotros no resolvemos casos, ayudamos a establecer prioridades” Michael Baurmann trabaja desde 1976 para la Oficina Federal de Investigación Criminal de Wiesbaden. Responde a una serie de preguntas sobre la importancia del pragmatismo en las investigaciones criminalísticas. ¿Cuáles son los pasos a seguir en una investigación? De entrada hay que determinar la posibilidad de acometer un análisis del caso, lo que requiere disponer de suficientes huellas. A continuación, se crea un equipo de trabajo y se designa un moderador. Basándonos en los datos disponibles, establecemos hipótesis sobre cada paso de la secuencia de actos del crimen. Cada hipótesis se analiza desde dis- tintos puntos de vista. Nuestro objetivo es extraer las particularidades de cada crimen. Las generalizaciones son perjudiciales. Si el proceso avanza, conseguimos obtener una visión general plausible de los hechos. Pero se impone adaptar los métodos a cada caso. Si hablamos de extorsión o secuestros, el procedimiento difiere del seguido para delitos sexuales u homicidios. Las oficinas de investigación criminal de todos los estados federales de Alemania tam- bién tienen unidades de análisis operativo de casos. ¿Cuándo entra en acción la Oficina Federal de Investigación Criminal (Bundeskriminalamt - BKA)? En primer lugar, cuando se trata de casos de competencia federal. Es decir, si se ven afec- tados los órganos federales, en atentados en el sistema ferroviario del país y, por supuesto, en casos de terrorismo. En segundo lugar, estamos a disposición de países que necesiten nuestra asistencia. En casos de extorsión, la BKA ha adquirido reconocida experiencia. También es posible que en un país haya falta de personal porque se están llevando a cabo otras investigaciones, o bien que se necesite un equipo nuevo y neutral porque se requiere replantear un caso. En un año trabajamos en una media de 15 o 20 casos. ¿Cuál es el procedimiento a seguir en un caso de crímenes en serie? Cuando la policía sospecha que ciertos homicidios están vinculados y no hay pruebas de ADN que lo demuestren, se pueden introducir los datos de los crímenes en la base de datos ViCLAS para un análisis electrónico. De este modo, la sospecha se confirmará o se descubrirá si existen otros casos con características similares. ¿Cuál es el resultado ideal de una investigación? El producto más valioso es la reconstrucción del crimen, a saber, la descripción exacta de la presunta secuencia de los hechos. No se trata de pruebas objetivas, sino de suposiciones, de las que sacamos más conclusiones que, a su vez, nos permiten extraer pistas para la investigación y quizás un perfil criminal. La función básica de este procedimiento es la eco - nomía de la pesquisa gracias a la limitación del radio de acción del sospechoso. Nosotros no resolvemos casos pero ayudamos a los investigadores a establecer prioridades. MICHAEL BAURMANN, psicólogo, dirige el departamento de análisis operativo de casos de la Oficina Federal de Investigación Criminal de Wiesbaden. © i S T O C K P H O T O / S T E F A N K L E I N C O R T E S I A D E M . B A U R M A N N MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 23 como en las oficinas de investigación criminal de cada estado federal. Aproximadamente un tercio de los trabajadores son mujeres. El proce- dimiento se complementa a través de la base de datos ViCLAS, que ayuda a detectar crímenes en serie con más facilidad. Michael Baurmann es coordinador del aná- lisis operativo de casos en la BKA. Las palabras de este psicólogo se prestan a la reflexión: “La mayoría de los agresores son aterradoramente normales. Confiar siempre en la psicología y la psiquiatría sería un error.” También es muy útil la elaboración de un perfil criminal. Puede aportar puntos de referencia para la investiga- ción, ayudar a limitar el patrón de búsqueda y, de este modo, economizar la pesquisa. Mu- chas veces sirve también para encarrilar los interrogatorios o el trato con secuestradores y extorsionadores. Puntos de partida para la investigación En el caso de homicidios y violaciones se plan- tea la siguiente cuestión: ¿debemos temer más acciones? Para evaluar el peligro existente, es clave la reconstrucción del crimen. ¿Se com- portó precavido el autor? ¿Ganó el control de la situación con rapidez? En caso afirmativo, la reincidencia es más previsible. Si, por lo contra- rio, el homicidio fue el resultado de un conflicto agravante y si, además, el agresor y la víctima se conocían, probablemente no haya un segundo crimen. En este caso, muchas veces no es nece- sario recurrir al análisis operativo de casos. Cuando nos encontramos ante un ejemplo de crímenes en serie, el punto de partida sue- le constituir un elemento determinante. Este puede ser el domicilio del agresor, su puesto de trabajo o cualquier otro lugar frecuentado por el mismo. Un estudio de la BKA sobre delitos sexuales de agresores desconocidos llegó a la conclusión de que este grupo de violadores y asesinos sexuales comete sus crímenes, en gran parte, en un radio restringido. “En general, el es- cenario del crimen de violadores, cuyas víctimas han subido con ellos al coche, no se encuentra a más de 800 m del domicilio”, comenta Vick. Este dato desmiente un prejuicio muy exten- dido. “Cuando pasa alguna desgracia en algún lugar, la población muchas veces cree que el agresor viene de fuera”, explica Baurmann. La misma policía cae en semejante error y busca al autor del crimen lejos del lugar de los hechos. La conducta de muchos delincuentes sexua- les se rige por un principio de comodidad. Si pueden encontrar lo que buscan en un radio de 300 m en lugar de 30 km, con frecuencia se de- cantan por la distancia más corta. Además, los trayectos cotidianos que recorre el afectado de forma rutinaria —el parque que se encuentra de camino al trabajo— ofrecen muchas de las ocasiones para cometer un crimen. Durante el análisis geográfico del caso, cuando se trata de crímenes en serie, los in- vestigadores criminalistas deducen el presun- to lugar de residencia del agresor mediante la disposición de los escenarios del crimen. La eficacia de este procedimiento fue demostrada a través de un análisis en el que también cola- boró Andreas Mokros. Para la OFA de Bremen investigó, hace unos años, unas violaciones en serie que habían tenido lugar en la ciudad alemana de Bremerhaven. Terminó por esta- blecerse un punto de partida situado a sólo 400 m del domicilio del autor del crimen. El resultado permitió delimitar la zona para realizar un cribado genético y efectuar la prue- ba de ADN a unos 2500 varones. Entre los once que en un inicio se negaron a que se les prac- ticara la prueba de la saliva, se encontraba el agresor, de 35 años de edad. La investigación había reducido con éxito, pues, el radio de ac- ción del sospechoso. El balance de la unidad de la OFA de la BKA es muy positivo: las reconstrucciones de crí- menes coinciden en un 95 % de los casos y, en cuanto a los perfiles de los autores, se acierta en un 85 %. La estimación de la edad del agresor todavía “nos cuesta un poco”, admite Vick. Gracias a un proyecto interno de la BKA que estudia la conducta postcrimen en casos de de- litos sexuales y homicidios, se han descubierto indicios que demuestran que, en cuanto corre sangre, el agresor intenta deshacerse lo antes posible de su ropa o buscar un lugar donde la- varse. Este hecho ofrece pistas para la investi- gación. Si hay un arroyo cerca del escenario del crimen, por ejemplo, probablemente valga la pena rastrear sus márgenes. O bien, es posible que existan testigos que hayan observado a alguien mojado. Para Andreas Mokros, la investigación de un caso no tiene nada que ver con los juegos de adivinanzas. Se trata de un trabajo en equipo por parte de criminalistas profesionales para la verificación de hipótesis. Si bien la realidad del análisis del perfil criminal es diferente y más complicada que en las películas, no deja de ser sumamente fascinante. Ingrid Glomp es bióloga. “La mayoría de los agresores son aterradora- mente normales. Confiar siempre en la psicología y la psiquiatría sería un error.” Michael Baurmann experto de la BKA BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA OPERATIVE FALLANALYSE. H. Dern y M. Baurmann en Anwaltshandbuch Straf- verteidigung, dirigido por G. Widmaier. C. H. Beck; Múnich, 2006. DIE STRUKTUR DER ZUSAM- MENHÄNGE VON TATBEGE- HUNGSMERKMALEN UND PERSÖNLI CHKEI TSEI GENS- CHAFTEN BEI SEXUALSTRAF- TÄTERN. A. Mokros. Verlag für Polizei wissenschaft; Frankfurt a. M., 2007. TÄTERPROFILE BEI GEWALT- VERBRECHEN — MYTHOS, THEORI E, PRAXIS UND FO- RENSI SCHE ANWENDUNG DES PROFILINGS. 2.ª edición. Dirigido por C. Musloff y J. Hoffmann. Springer; Heidelberg, 2007. 24 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 La depresión refractaria En los últimos años se han registrado notables avances en el tratamiento farmacológico de la depresión. Se obtienen ya altas tasas de respuesta con mínimos efectos secundarios. Sin embargo, la depresión refractaria o resistente continúa siendo un reto para los investigadores y los clínicos JERONIMO SAIZ RUIZ Y DOLORES SAIZ GONZALEZ MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 25 L a depresión es una de las enfermedades más “tratables” en la medicina actual. Pese a ello, un alto porcentaje de los pacientes no al- canza la remisión. Abundan quienes sólo res- ponden de forma parcial y los que no mejoran ante distintos enfoques de tratamiento. Los múltiples progresos operados en farma- cología desde los años sesenta no han compor- tado una mejora en la eficacia de los antidepre- sivos, pero sí han mejorado el perfil de efectos secundarios y la tolerabilidad. Además, en la práctica clínica, las estrategias más utilizadas para la depresión resistente (DR) son las menos validadas por los avances científicos, y vice- versa. La terapia electroconvulsiva (TEC) y la potenciación con hormona tiroidea, de amplia base bibliográfica, apenas son empleadas de forma rutinaria en la depresión resistente. La esperanza se ha cifrado ahora en la farma- cogenómica. El actual sistema de tratamiento según ensayo-error, en el que la administra- ción de una estrategia terapéutica se somete a prueba sin saber de antemano el resultado ni la tolerancia en el paciente en cuestión, dejaría paso a la aplicación de fármacos indicados “a medida” de los individuos, vale decir, según sus rasgos genéticos y fisiológicos. La depresión constituye una de las primeras causas de pérdida de calidad de vida y años trabajados. Las previsiones para 2020 en cuan- to a causas de discapacidad universal sitúan a la depresión unipolar sólo por detrás de la cardiopatía isquémica (véase la tabla 1). Estas cifras reflejan la importancia de la depresión como un problema de salud que afecta tam- bién a la calidad de vida de un individuo y la productividad de un país; en España, es un motivo frecuente de baja laboral. Definición Aunque la falta de respuesta al tratamiento an- tidepresivo alcanza en torno al 33% de los casos, resulta difícil proponer una definición de de- presión refractaria que se acepte sin reserva. Se habla así de depresión resistente (la expresión más común), depresión refractaria (cuando no responde a distintas estrategias terapéuticas) y depresión “difícil de tratar” o no respondedora (que implica otros factores que pueden influir en la falta de respuesta). La definición habría de incluir las respuestas parciales, las recaídas, las recurrencias y la falta absoluta de respuesta. En la depresión resistente existe una res- puesta insuficiente, a pesar de la utilización de una estrategia farmacológica adecuada; en una escala de depresión, la reducción de la respuesta se cifraría en la mitad. Para definir depresión resistente se disputa si se requieren varios intentos farmacológicos fracasados o si basta uno solo. Por eso, otros optan por ha- blar de grados de resistencia. (Por supuesto, la tendencia en la clínica es lograr la remisión completa de los síntomas.) Importa descartar otras causas frecuentes de falta de respuesta al tratamiento: uso de dosis inadecuadas del fármaco, duración insuficiente de su administración, tratamiento inapropiado para el subtipo de depresión, errores de diag- nóstico y factores psicosociales. Por respuesta entenderemos una mejoría clínica, establecida en un 50% sobre la seve- ridad de los síntomas. Tras la fase aguda del tratamiento de la depresión, puede darse una remisión si aparecen ausencia de ánimo bajo y desinterés (y < de 3 de los demás síntomas descritos en el DSM-IV) durante 3 semanas, o recaída, si esta mejoría no se mantiene en el período de continuación. La fase de manteni- miento puede englobar la recuperación, si la remisión se mantiene durante cuatro meses, o recurrencia, si vuelven a cumplirse los criterios DSM-IV para depresión tras una recuperación. En la respuesta al tratamiento antidepresivo se considera ausencia de respuesta la que no su- pera el 25 % de la mejoría. La respuesta parcial se sitúa entre el 25 % y el 50%, mientras que la remisión significaría el 100% de respuesta clínica (véase el recuadro “Fases de respuesta en depresión”). Según los datos disponibles, la mayoría de los pacientes presentan respuesta, pero no remisión. Después de una respuesta parcial, es fre- cuente una remisión parcial. En ese estadio, a pesar de existir una mejoría, el paciente sigue presentando depresión clínica significativa, así como afectación en el funcionamiento social y la calidad de vida. Esa situación aumenta el riesgo de recaída y puede pasar más o menos inadvertida cuando se mantiene de forma subaguda. Con la remisión parcial es necesa- rio volver a descartar, como en fases iniciales, la dosificación o duración inadecuada del tra- tamiento, el incumplimiento, los problemas diagnósticos (comorbilidad con abuso de sus- tancias) y trastornos de personalidad u otras enfermedades somáticas, así como circunstan- cias y acontecimientos vitales adversos, aso- ciados y cronificados. © F O T O L I A / K E L L Y Y O U N G 1. SON MUCHOS LOS TRATAMIENTOS DISPONIBLES para abordar la depresión resistente. También lo son los estudios científicos que avalan su uso y seguridad. 26 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 Tratamientos disponibles en la depresión refractaria En el tratamiento de la depresión resistente convergen tres enfoques: la aproximación far- macológica, la psicoterapia y terapias biológi- cas, en particular la terapia electroconvulsiva (TEC). El arsenal terapéutico para la depresión cuen- ta con dos generaciones fundamentales de an- tidepresivos. Los clásicos o de primera genera- ción englobarían los tricíclicos y tetracíclicos, que bloquean la acción de la noradrenalina (nortriptilina, maprotilina) o de la noradrena- lina y la serotonina (amitriptilina, imipramina, clomipramina), y los inhibidores de la mono- aminooxidasa (IMAO), como la tranilcipromina (véase la tabla 3). Los antidepresivos de segunda generación agrupan distintas familias de fármacos con diversos mecanismos de acción. El grupo más empleado son los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), como la pa- roxetina o la sertralina, que constituyen la primera línea de tratamiento de la depresión y gozan de un excelente perfil de tolerancia. Otros grupos selectivos son los inhibidores de la captación de noradrenalina (ISRN), como la reboxetina. Existen fármacos de perfil dual, muy eficaces en el tratamiento de la depre- sión, así los inhibidores de la recaptación de noradrenalina y serotonina (ISRNS), con la venlafaxina y duloxetina como fármacos más representativos; y los inhibidores selectivos de noradrenalina y dopamina, cuyo ejemplo es el bupropión. Otros son los inhibidores reversi- bles de la MAO (moclobemida) y otros (mirta- zapina) (véase la tabla 4). Aunque la eficacia de los fármacos clásicos no ha sido superada, las nuevas moléculas aportan un mejor perfil de tolerancia y menos efectos secundarios. Como en todos los me- dicamentos, aun habiéndose demostrado un Año 2000 Año 2020 Enfermedad/lesión %DALYs Enfermedad/lesión %DALYs 1 Infecciones del tracto respiratorio inferior 6,7 1 Cardiopatía isquémica 5,9 2 VIH/Sida 6,2 2 Depresión mayor unipolar 5,7 3 Patología perinatal 6,2 3 Accidentes de tráfico 5,1 4 Diarrea 5,0 4 Enfermedad cerebrovascular 4,4 5 Depresión mayor unipolar 4,1 5 EPOC 4,2 6 Cardiopatía isquémica 4,1 6 Infecciones del tracto respiratorio inferior 3,1 7 Enfermedad cerebrovascular 3,5 7 Tuberculosis 3,0 8 Malaria 3,1 8 Heridos de guerra 2,9 9 Accidentes de tráfico 2,8 9 Diarrea 2,7 10 EPOC 2,7 10 VIH/Sida 2,6 Tabla 1. Causas de discapacidad en todo el mundo en el momento actual y previsión para el año 2020 Estadio I: Fracaso en un ensayo con 1 clase de antidepresivos Estadio II: Fracaso tras intento con 2 clases de antidepresivos Estadio III: II +Fracaso tras 3 clases de AD o una potenciación Estadio IV: III +Fracaso de una segunda estrategia de potenciación Estadio V: IV+Fracaso tras aplicar TEC Tabla 3. Antidepresivos clásicos o de primera generación GRUPO FUNCIONAL MECANISMO DE ACCION EJEMPLOS Antidepresivos tricíclicos (ADT) Aminas secundarias: bloqueantes de la cap- tación de noradrenalina Aminas terciarias: blo- queantes de la capta- ción de noradrenalina y serotonina Nortriptilina Imipramina Amitriptilina Clomipra- mina Inhibidores de la monoaminoxidasa (IMAOs) Inhibidores irreversible de la MAO Tranilci- promina Antidepresivos tetracíclicos Bloqueo de la recapta- ción de noradrenalina Maprotilina Tabla 2. Niveles de resistencia en el tratamiento de la depresión refractaria Tomado de Murray C.J., Lancet 1997 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 27 alto porcentaje de respuesta eficaz al fármaco (45-80%), no debe olvidarse el efecto placebo (20-48%). Estrategias en depresión resistente Existen distintas aproximaciones para el tra- tamiento de la depresión resistente (véase la tabla 5). Las estrategias farmacológicas clásicas consisten en optimización, sustitución, combi- nación y adición o potenciación. La optimiza- ción entraña un aumento de dosis y tiempo de tratamiento por encima de lo habitual, idóneo para pacientes con respuesta incompleta. En la sustitución se cambia el antidepresivo por otro de distinto grupo farmacológico, aun- que también se efectúa la sustitución de un ISRS por otro o de un tricíclico más serotoni- nérgico por uno noradrenérgico. Por lo común, se trata de estrategias en las que sustituye el ISRS por uno dual, como venlafaxina o tricí- clicos, aunque se puede también cambiar un tricíclico por un ISRS. En depresión atípica es especialmente útil el uso de IMAO, a los que también se puede recurrir en caso de resis- tencia. En la combinación se asocian dos antidepre- sivos, normalmente con distinto mecanismo de acción y finalidad diferente. A veces buscan tratar síntomas resistentes o efectos colatera- les, como el insomnio, y en otras ocasiones, combinar los efectos farmacológicos de uno y otro fármaco (por ejemplo, acción noradrenér- gica de uno y serotoninérgica de otro). Es necesario prestar atención a la suma de los efectos secundarios y posibles interacciones entre antidepresivos. La combinación de ISRS y tricíclicos, por ejemplo, debe analizarse de manera exhaustiva. Por los riesgos que entraña debe desaconsejarse la asociación de IMAO y tricíclico. En la estrategia de adición o potenciación se añade otro fármaco al antidepresivo ya Tabla 4. Antidepresivos de segunda generación GRUPO FUNCIONAL MECANISMO DE ACCION EJEMPLOS Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) Inhibición de la re- captación serotoni- nérgica Fluvoxamina Fluoxetina Paroxetina Sertralina Citalopram Escitalopram Inhibidores selectivos de la recaptación de noradrenalina Inhibición de la re- captación noradre- nérgica Reboxetina Inhibidores de la re- captación de seroto- nina y noradrenalina (ISRNS) Inhibición de la re- captación de seroto- nina y noradrenalina Venlafaxina Duloxetina Inhibidores de la recaptación de nora- drenalina y dopamina Inhibición de la re- captación de nora- drenalina y dopamina Bupropion Inhibidores reversi- bles de la monoami- nooxidasa Inhibición reversible de la MAO Moclobemida OTROS Bloqueo del auto y heterorreceptor alfa 2 Mirtazapina Tabla 5. Estrategias generales en depresión resistente Cambio a otro AD, dentro de la misma clase a otro AD con otro mecanismo de acción Potenciación de la terapia antidepresiva: litio, T3, buspirona, antipsicótico atípico, modafinilo, etc. Combinación de dos antidepresivos de distinta clase Psicoterapia (cambiar, añadir) Estimulación cerebral con TEC y nuevas técnicas (nn.vago, estimulación magnética transcraneal, estimu- lación cerebral profunda) Tabla 6. Niveles de prueba científica NIVEL PRUEBA CIENTIFICA Nivel A Múltiples estudios positivos randomizados y controlados. Metaanálisis que los confirme Nivel B Como mínimo un estudio randomizado y controlado. Además de los estudios del nivel C Nivel C Series de casos y casos clínicos positivos, apoyados por expertos Nivel D Casos clínicos aislados positivos, sin apoyo de expertos Tabla 7. Nuevas técnicas de estimulación Estimulación magnética transcraneal Efectos adversos casi inexistentes. Resultados controverti- dos en DR (Avery DH 2005) Estimulación del nervio vago Posible eficacia a largo plazo en depresión resistente. Aprobada por la FDA (principal impedimento coste eleva- do). Ensayos clínicos favorables existentes (Nahas Z 2005; George MS 2006; Corcoran 2006) Estimulación cerebral profunda Resultados iniciales prometedores. Compleja y cara Terapia “magnetoconvulsiva” Estudios preliminares experimentales en humanos. Míni- mos efectos sobre memoria, podría reemplazar TEC (Mo- rales 2005) 28 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 empleado, para reforzar su efecto. El litio y la hormona tiroidea han sido los más avalados por la investigación. En cuanto a las prácticas generales en de- presión refractaria, la terapia combinada con antidepresivos es la estrategia habitual en de- presión resistente. Su objetivo es tratar ciertos síntomas residuales en respuestas parciales, o potenciar el efecto antidepresivo mediante combinaciones de mecanismos de acción. Las más empleadas son ISRS y mirtazapina, ISRS y tricíclicos, ISRS e ISRN o venlafaxina y mirtaza- pina, así como combinaciones con bupropión. Respecto a las terapias biológicas, la TEC es una estrategia ampliamente confirmada por la investigación y la experiencia clínica tanto en su eficacia como en su seguridad, aunque durante años ha gozado de “mala prensa” entre la población. Y se han comenzado a estudiar nuevos métodos biológicos, como las técnicas de estimulación (magnética, del nervio vago o la estimulación cerebral profunda). Base científica Para explicar las distintas aproximaciones a la depresión refractaria nos basaremos en los niveles de prueba internacionalmente conside- rados (véase la tabla 6), sin olvidar la práctica clínica habitual. En lo concerniente a prueba científica y depresión, es obligado recordar el estudio STAR*D, cercano a la clínica real, aun- que limitado por su diseño e implicaciones. En lo que podríamos denominar un primer y más importante nivel de indicios en el trata- miento de la depresión resistente se incluirían la potenciación con litio, la potenciación con hormona tiroidea, el tratamiento con TEC, el cambio de antidepresivo y la combinación de antidepresivos. Existen estudios aleatorizados con resulta- dos favorables para el tratamiento con litio en depresión resistente a antidepresivos tricícli- cos; en trabajos no aleatorizados se ha obser- vado también resistencia a ISRS. En pacientes resistentes a tricíclicos, estudios aleatorizados y metaanálisis apoyan el empleo de la terapia de potenciación con hormona tiroidea. Y hay estudios abiertos para depresión resistente a ISRS. Por lo que concierne al tratamiento con TEC, se ha comprobado su eficacia frente al pla- cebo, aunque no hay estudios específicos para resistencia a ISRS. Disponemos, asimismo, de pruebas de eficacia en el cambio a venlafaxi- na para depresión resistente a ISRS. Por fin, las combinaciones de antidepresivos que gozan de mayor nivel de prueba son la de ISRS y mirta- zapina con estudios aleatorizados positivos, y la venlafaxina con mirtazapina. En un segundo nivel de indicios en depre- sión resistente agruparíamos el cambio a un antidepresivo de la misma clase, el cambio de antidepresivo, la potenciación de la terapia anti- depresiva inicial con buspirona, la potenciación con antipsicóticos atípicos y el modafinilo. Estrategias de potenciación La utilización de la hormona tiroidea, funda- mentalmente T3 (que no está disponible en el mercado farmacéutico español), ha sido escasa en clínica para el tratamiento de la Respuesta Recaída Recurrencia Remisión Recuperación DEPRESION Aguda Fase: Continuación Mantenimiento 3 semanas + + + + + 25% 50% 100% Remisión: ausencia de síntomas Remisión Respuesta Respuesta parcial Ausencia de respuesta Remisión parcial: síntomas residuales, depresión subclínica Depresión Mejoría Fases de la depresión y el tratamiento antidepresivo Fases de respuesta en depresión MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 29 depresión resistente. En cierto metaanálisis, Ronnie Aronson afirmaba que la adición de hormona tiroidea al tratamiento con tricícli- cos mejoraba la potencia antidepresiva en el doble de eficacia, respecto al antidepresivo solo. Esa estrategia de potenciación aumenta, además de la eficacia, la rapidez de la acción antidepresiva. Aunque en pacientes tratados con ISRS un doble ciego en depresión unipolar no encontró mejoría ni en eficacia ni en rapidez, al añadir T3 al tratamiento antidepresivo, sí se lograron en una muestra de pacientes con más del 40% de cronicidad. Con todo, la mayoría de los estudios confirman con datos de primer nivel la utilidad de la hormona tiroidea para el tratamiento de la depresión resistente. El litio constituye un recurso clásico, con re- sultados extraordinarios en el trastorno bipo- lar. Se nos ofrece como una estrategia óptima para la depresión resistente. Con este fármaco, se consigue entre un 40 y un 60% de respuesta completa, cifra importante considerando que la depresión remite parcialmente en un 45-50% de los casos tratados de novo. En estudios com- parados con placebo, resulta un fármaco muy potente y podría ser de primera elección para el tratamiento de depresión refractaria. En la clínica diaria se administran con fre- cuencia creciente antipsicóticos atípicos. Se ca- racterizan por ser fármacos relativamente tole- rables y manejables, indicados en particular en la depresión con insomnio, ansiedad, agitación y pérdida de peso. En depresión resistente se han aconsejado olanzapina, risperidona y que- tiapina, según los estudios disponibles. Nuevas técnicas de estimulación La terapia electroconvulsiva continúa siendo una técnica enormemente eficaz para el trata- miento de la depresión. En la actualidad, su uso limitado a casos resistentes ha moderado sus resultados desde una respuesta mayor al 90% antes de los antidepresivos a una aproximada del 60% tras su introducción. Están surgiendo nuevas técnicas de estimu- lación (véase la tabla 7), en fase experimental la mayoría de ellas (excepto la estimulación del nervio vago aprobada en EE.UU. por la FDA). En general, las nuevas terapias biológicas serían técnicas de estimulación cerebral inocuas y fácilmente aplicables. Son numerosas las sustancias investigadas en los últimos años para incrementar el arse- nal terapéutico de la depresión resistente. Se trabaja con nuevas moléculas o nuevas apli- caciones de fármacos o sustancias naturales con otras funciones conocidas. Así, se ensayan agonistas dopaminérgicos e inhibidores triples de la recaptación (que afectan a la serotonina, noradrenalina y dopamina). Se ahonda en agentes endocrinológicos, cuyo papel en la depresión se ha corroborado con la hormona tiroidea, como agonistas CRH y bloqueantes de los receptores de los corti- coides o inhibidores de la síntesis de cortisol. Asimismo, se propone el uso de melatonina en relación con la asociación de ciertos trastornos del humor y ritmos circadianos y estaciona- les. Así como agonistas del neuropéptido Y, vasopresina y sustancia P o antagonistas del glutamato. La esperanza en la investigación en depre- sión y en psiquiatría reside en la farmacogenó- mica. El avance de esta ciencia, que combina genética y farmacología, permitiría predecir la respuesta individual a un medicamento y aco- meter una práctica clínica más rápida y eficaz, ahorrando sufrimiento, efectos secundarios y gasto excesivo. Jerónimo Saiz Ruiz es catedrático de psiquiatría de la Universidad de Alcalá de Henares y jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Preside la Sociedad Española de Psiquiatría. Dolores Saiz González es médico psiquiatra adjunto en el servicio de psiquiatría del Hospital Clínico de San Carlos de la Universidad Complutense de Ma- drid. Ambos pertenecen al Centro de Investigación Biomédica en Red en el área de Salud Mental (Ci- bersam). BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA NEW DRUGS, OLD PRO- BLEMS. REVISITING PHARMA- COLOGICAL MANAGEMENT OF TREATMENT-RESI STENT DEPRESSION. Philip J. Co- wen en Advances in Psy- chiatric Treatment, vol.11, págs. 19-27; 2005. QUETIAPINE AUGMENTATION OF TREATMENT-RESISTANT DEPRESSION: A COMPARISON WITH LITHIUM. J. P. Doree, J. Des Rosiers, V. Lew, A. Gendron, R. El i e y E. Step et al. en Current Medi cal Research and Opinion, vol. 23, n. o 2, págs. 333-341; 2007. 2. LOS ULTIMOS AVANCES en el tratamiento antidepre- sivo han mejorado mucho la tolerancia y el perfil de efectos secundarios, lo que ha supuesto una revolución en el tratamiento de la depresión. © F O T O L I A / D A R R E N B A K E R 30 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 P uede aparecer en cualquier persona. Unas veces comienza con un simple dolor de ca- beza o con sensación de cansancio, otras veces son parálisis o trastornos visuales o de la coor- dinación los primeros síntomas. No es raro que los parientes o los amigos noten también, en las personas afectadas, cambios en la persona- lidad o una capacidad mental disminuida. Sin embargo, a pesar de tal diversidad de síntomas, todos pueden remitir a una misma causa: una proliferación tisular en el cerebro. Algunos tumores cerebrales son considera- dos “benignos”, pues pueden delimitarse de los tejidos circundantes y, al menos en teoría, extirparse mediante una operación quirúrgi- ca. Sin tratamiento quirúrgico, esos tumores pueden llegar a poner la vida en peligro, pues desplazan los tejidos cerebrales sanos causando con ello crecientes deficiencias de importantes funciones. Más temibles son, sin embargo, los llamados tumores cerebrales gliales o gliomas, que su- ponen aproximadamente la mitad de todos los tumores cerebrales diagnosticados. El nombre procede de la similitud de las células de estos tumores con las células nutricias y protectoras del sistema nervioso: las células de la glía. Este parecido ha hecho, además, que los investiga- dores piensen que los gliomas proceden de es- tas células, así como de sus predecesoras. A los gliomas pertenece el tumor cerebral más insidioso de todos: el glioblastoma (glio- blastoma multiforme), que supone entre el 12 y el 15 por ciento de los tumores cerebrales. El glioblastoma aparece con mayor frecuencia en adultos. Se le considera todavía incurable. Crece —al igual que las raíces en la tierra— hundiéndose profunda e invasivamente en el tejido cerebral sano circundante, razón por la cual no puede ser extirpado. Debido a esa rá- pida proliferación incontrolada de las células tumorales y a la masiva neoformación de va- sos sanguíneos que proporcionan al tumor el oxígeno necesario, el glioblastoma se extiende, incluso en los estadios precoces de la enfer- medad, por todo el cerebro. A consecuencia de ello muere cada vez más tejido cerebral sano subyacente. Esta propiedad hace que resulte imposible una extirpación quirúrgica comple- ta; tras la operación, siempre quedan células tumorales sueltas que crecen inmediatamente de nuevo hasta formar un nuevo tumor. El glioblastoma aparece típicamente en dos franjas de edad: entre los 20 y los 30 años y, en la mayoría de los casos, entre los 50 y los 60 años. La supervivencia media tras el diagnóstico es de unos 10 meses y sólo una pequeña cantidad de los pacientes supera el año, y todo ello a pesar de las “curas radicales” aplicadas habitualmente: extirpación quirúrgica de la mayor cantidad de Glioblastoma: el enemigo interno La investigación reciente apunta hacia el origen de determinados tumores cerebrales: células madre defectuosas. Sobre esa base, pueden emprenderse abordajes prometedores en la lucha contra el cáncer MICHAEL SYNOWITZ RESUMEN Células madre, las portadoras de la esperanza 1 El tumor cerebral más insidioso es el glioblastoma. En el trans- curso de un año tras el diagnóstico conduce a la muerte, en la mayoría de los afectados. 2 Las terapias actuales, como es el caso de la operación quirúrgica, no producen curación alguna, pues el tumor se extiende rápidamente por todo el cerebro. 3 Un nuevo procedi- miento terapéutico podría basarse en la estimulación de células madre neuronales que se desplazaran hacia los tu- mores y los combatieran. MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 31 tejido tumoral posible, seguida de radioterapia y quimioterapia, a lo que se suma en ocasiones nuevos procedimientos complementarios como la inmunoterapia y la terapia génica. La lucha contra los tumores cerebrales ¿Por qué resulta tan difícil articular enfoques te- rapéuticos eficaces contra el glioblastoma? Una razón fundamental de esta dificultad radica en que todavía seguimos sin saber mucho acerca de su origen. Hasta hace muy pocos años se con- sideraba incontestable la teoría de que el glioma derivaba de células de la glía maduras (“diferen- ciadas”); por ejemplo, de los astrocitos. Los procedimientos terapéuticos establecidos hasta ahora se concentraban, por tanto, en el pro- blema de poder diferenciar eficazmente las célu- las cerebrales de las células del glioma. Para ello, se consideraba la alta tasa de división celular de las células tumorales, lo que las hacía sensibles a la radioterapia y a la quimioterapia, así como la capacidad de infiltrar el tejido cerebral circun- dante. Los abordajes terapéuticos alternativos intentan potenciar el sistema inmunitario del propio cuerpo para que luche contra los tumores e impida la neoformación de vasos sanguíneos a fin de “matar de hambre” al tumor. Nuevas investigaciones nos han permitido contemplar, sin embargo, la aparición de los tu- mores bajo una luz totalmente distinta. A tenor C O R T E S I A D E M I C H A E L S Y N O W I T Z Grado de la OMS Características Pronóstico Grado I benigno, crecimiento tumoral lento perspectivas de curación óptimas Grado II todavía benigno, pero con una mayor tendencia a la recidiva tras la operación Grado III maligno, tras la operación se necesita radioterapia, quimioterapia o ambas Grado IV muy maligno, rápido crecimiento tumoral, tras la operación se necesita radiote- rapia, quimioterapia o ambas posibilidades de curación escasas Clasificación de los tumores cerebrales según la Organización Mundial de la Salud, OMS 1. UNA PROLIFERACION AMENAZANTE. En este corte cerebral de un paciente fallecido se distingue claramente un glioblastoma del lóbulo parietal. 2. ATRACTOR ENIGMATICO. Esta imagen de microscopía láser confocal muestra un tumor en el cerebro de un ratón (en rojo). Las células precursoras neurona- les, marcadas en verde, se diri- gen hacia el tumor. CORTESIA DE MICHAEL SYNOWITZ (fondo); JOCHEN HERMS, CENTRO DE NEUROPATOLOGIAS, LMU MUNICH (cerebro) 32 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 de esos trabajos, los gliomas procederían de cé- lulas madre neuronales genéticamente defec- tuosas —unas células apenas diferenciadas, no especializadas y capaces de dividirse—, a partir de las cuales podrían surgir nuevas células de la glía y nuevas neuronas. Las células madre se encuentran sobre todo en las zonas subventri- culares, cerca de los ventrículos cerebrales. De las investigaciones de marras se despren- de que estaríamos ante otra posible causa de la aparición de los tumores cerebrales: fallos en la división celular o en la diferenciación bien de las células madre o bien de las células precursoras cerebrales. La así surgida “célula madre tumoral” se multiplicaría a continuación de manera descontrolada. Este nuevo punto de En los últimos años las células madre se encuentran de manera creciente en el foco de la atención de los investigadores. También en la aparición, desarrollo y terapia de las enfermeda- des cerebrales las células madre desempeñan una importante función. Bajo la denominación de célula madre se entiende una célula todavía no diferenciada, a partir de la cual pueden surgir, mediante división, o bien dos nuevas células madre o bien una nueva célula madre y una célula precursora; de ésta, y a través de varias generaciones intermedias, se desarrolla finalmente una célula diferenciada (por ejemplo, una célula de la glía o una neurona). El óvulo fecundado puede considerarse como la célula madre por antonomasia. A partir de ella se forman todas las células de los diferentes tejidos corporales. En los estadios iniciales del desarrollo del ser humano se forman células madre “pluripotenciales” que poseen casi la capacidad del óvulo; de ellas puede surgir cualquier tipo de célula o de órgano, aunque ya no un individuo entero. Estas son las “células madre embrionarias” que, por razones éticas, son objeto de controversia, pues tienen que obtenerse de em- briones humanos en fases muy tempranas. Con el transcurso del desarrollo aparecen en los distintos tejidos las células madre espe- cíficas “multipotenciales”. En el caso de las células madre cerebrales, multipotencial signi- fica la capacidad de poder producir los tres tipos celulares más importantes del cerebro: neuronas, astrocitos y oligodendroglía. Las células madre neuronales se obtuvieron por primera vez en 1992 del cerebro anterior de un ratón adulto. La región en cuestión de la cual se sacaron era la zona subventricular, un campo cercano a los ventrículos cerebrales. Aquí se encuentra una población de células madre que en la edad adulta todavía sigue produciendo en gran cantidad células nerviosas. A partir de las células madre y de las células precursoras neuronales se desarrollan las neuronas y las células de la glía cerebrales; ambas también se hacen cargo de las funciones relacionadas con la memoria y el aprendizaje en el terreno del hipocampo y, además, en la zona subventricular de los roedores forman estructuras que intervienen en la percepción de los olores. Además, actúan en la reparación de los tejidos cerebrales deteriorados, como en el caso de ictus o de esclerosis múltiple. La fuente de la eterna juventud en la cabeza 3. HECHO VISIBLE. En la tomografía por resonancia magnética se dibuja claramente un glioblastoma tras una toma de medio de contraste. Los comienzos de la neurocirugía Los primeros intentos de extirpar los tumores cere- brales de forma dirigida se remontan a mediados del siglo XIX. La primera ope- ración tumoral a cerebro abierto la realizó en 1884 Sir Rickman Godlee (1849- 1925). La euforia inicial sobre este método terapéu- tico se apagó a comienzos del siglo XX cuando se demostró que los pacientes con glioma no podían ser curados quirúrgicamente y que ni siquiera se podía alargar la vida del paciente. Harvey Cushing (1869-1939) y su colega Percival Bailey (1892-1973) describieron la propiedad característica de los gliomas: la capacidad de infiltrarse por todo el cerebro. Desde entonces, se ha demostrado que en el momento en que se estable- ce el diagnóstico aproxima- damente la mitad de los pacientes con glioma tienen ya infiltrado todo el cerebro con células tumorales. C O R T E S I A D E M I C H A E L S Y N O W I T Z MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 33 vista podría aclarar algunos hallazgos que hasta ahora han sido considerados inexplicables; por ejemplo, el que aparecieran dentro del tumor células de la glía muy diferentes de las habitua- les, aunque enteramente diferenciadas. Las fuerzas autorreparadoras del cerebro Por otra parte, según los resultados más re- cientes conseguidos en nuestro propio labora- torio, es posible que las células predecesoras específicas del cerebro puedan también curar los gliomas. Esto indican los experimentos con cultivos celulares de células tumorales: la adición de células predecesoras neuronales frena en dichos cultivos el crecimiento celular incontrolado y lleva a las células tumorales al “suicidio programado”, a la apoptosis. ¿Podría ese efecto antitumoral producirse también en los organismos? Para ello, las cé- lulas madre y los tumores cerebrales tendrían que encontrarse en proximidad directa. Y es lo que se ha conseguido; si se producen expe- rimentalmente gliomas en ratones mediante la inyección de células tumorales, en el curso de los siguientes 14 días tiene lugar un mo- vimiento de células precursoras neuronales, procedentes de la zona subventricular, hacia la proliferación, se asocian con las células dege- neradas y llevan a cabo su efecto terapéutico. Cuantas más células precursoras se encuentran en los alrededores del tumor, más pequeño se hace éste y más tiempo sobrevive el ratón. En este proceso la edad de los animales de- sempeña un papel significativo. En los ratones jóvenes, un glioblastoma experimentalmente inducido crece a un ritmo más lento que en los viejos; por término medio, los ratones jóvenes con tumor sobreviven también durante más tiempo que los viejos. El efecto antitumoral de las células madre es el mismo en ambos casos, pero a medida que aumenta la edad disminuye el número y la actividad de las células precur- soras. Parece como si las células madre con el transcurso del tiempo se dividieran menos y no pudieran proporcionar las suficientes reservas, ya que los animales jóvenes disponen de un nú- mero considerablemente mayor que los viejos. Esta circunstancia también explica quizá por qué los glioblastomas aparecen predominante- mente en los sujetos con más de 50 años, pues es probable que éstos no produzcan suficientes células precursoras neuronales para mantener, al menos al principio, en jaque al tumor. Para someter a contrastación la hipótesis, inyecta- mos a los ratones viejos, conjuntamente con las células tumorales, células precursoras tumora- les. Inmediatamente subieron las tasas de su- pervivencia a valores que hasta entonces sólo habíamos observado en los animales jóvenes. Fundados en tales resultados cabe pergeñar un nuevo abordaje muy prometedor en la te- rapia de los gliomas: la estimulación de la ac- tividad de las células precursoras neuronales específicamente cerebrales. De esa forma, po- drían alcanzarse células tumorales que, debido a su infiltración en el cerebro, no pueden ser extirpadas quirúrgicamente. Pero todavía la investigación básica tiene mucho trabajo por delante antes de que pueda llegar a conside- rarse la posibilidad de realizar los primeros estudios clínicos en pacientes humanos. Michael Synowitz es médico jefe de la Clínica Neurológica de la Charité de Berlín. Junto a las células madre neuronales, también las células de la microglía —la defensa inmunitaria del cerebro— parecen influir en la aparición y crecimiento de los tumores. De hecho, contribuyen a descubrir y a eliminar las células tumorales. Sin embargo, las células del glioma parecen segregar determinadas sustancias que debilitan esa capaci- dad. Hay pruebas de que el glioma atrae las células de la microglía y hace que éstas, por una parte, segreguen hormonas que estimulan el crecimiento tumoral y, por otra, intensifiquen la actividad de la metaloproteinasa 2, que favorece la diseminación de las células tumorales por el cerebro. Investigaciones recientes realizadas en el laboratorio de Michael Synowitz muestran que cuantas más células de la microglía se encuentran presentes tanto más rápidamente se expande un glioma por el tejido sano. Así pues, el mecanismo de defensa del cerebro no sólo fracasa, sino que puede incluso transformarse en una ayuda de las células malignas. Sigue siendo un enigma qué factores hacen que la microglía actúe como “amiga” o como “enemiga”. La función de la defensa inmunitaria BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA GLI OBLASTOMA- I NDUCED ATTRACTI ON OF ENDOGE- NOUS NEURAL PRECUR- SOR CELLS IS ASSOCI ATED WITH IMPROVED SURVIVAL. R. Glass et al. en Journal of Neuroscience, vol. 25, n. o 10, págs. 2637-2646; 2005. TUMOR YOUNG INVESTIGA- TOR AWARD: TROPISM AND ANTI TUMORIGENIC EFFECT OF ENDOGENOUS NEURAL PRECURSORS FOR GLIOMAS. M. Synowitz et al. en Clini- cal Neurosurgery, vol. 53, págs. 336-344; 2006. GLIOMA STEM CELLS: A MID- TERM EXAM. C. D. Stiles, D. H. Roswitch en Neuron, vol. 58, n. o 6, págs. 832- 846; 2008. MECHANISMS AND FUNCTIO- NAL IMPLICATIONS OF ADULT NEUROGENESIS. C. Zhao et al. en Cell, vol. 132, n. o 4, págs. 645-660; 2008. 4. EN CONTACTO. Las células tumorales (en ver- de) y de la microglía (en azul) en un glioblastoma del cerebro de una rata. CORTESIA DE MICHAEL SYNOWITZ 34 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 34 34 3 MEN E ME MEN MEN ME TE TE E T Y C Y C Y ERE ERE ERE ERE ERE ERE ER ER BRO BRO BR RRO 39 39 339 333 / / 2200 2200 000999 Psicología Así alcanzan las personas sus objetivos TANJA NAZLIC Y DIETER FREY MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 35 MEN MEN MEN MMME TE TE TE TE Y C Y C Y C Y C YY ERE ERE ER ERE ERE ERE RR BRO BRO BRO BRO BRO BRRO 39 39 39 39 / / 200 200 200 200 2 0 200999999 35 35 35 © F O T O L I A / T H A N H L A M ( f o t o s t e n d i d a s ) ; © i S T O C K P H O T O / P I D J O E ( b á s c u l a ) ; © F O T O L I A / C H R I S T A E D E R ( t r o f e o ) ; © F O T O L I A / O N L I N E B E W E R B U N G . D E ( c o c h e ) ; © F O T O L I A / Y U R I A R C U R S ( m a n o s ) del éxito 1. A LAS MIL MARAVILLAS... raramente sale todo, victorias con el coche de los sueños y la carrera. Para conseguir algo, no obstante, se requiere una actitud mental disciplinada. 36 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 E l éxito personal tiene muchas caras. Para el estudiante significa tener en sus manos el título tras una dura carrera; para el empleado, supone el ascenso anhelado; para el directivo, cerrar un contrato ventajoso. Bajo ese término, los padres incluyen educar a sus hijos como personas seguras de sí mismas y satisfechas, cuando éstos, por el contrario, no desean nada más ardientemente que sacar el carné de conducir a los 18. El éxito, se ve, es subjetivo. Cada persona tiene su propia idea de lo que para ella es im- portante en la vida y qué objetivos quiere per- seguir; depende de los valores transmitidos, la familia y la sociedad. Lo considerado valioso puede concernir a bienes materiales, ingresos, casa y otros signos visibles de estatuto social. Puede cifrarse también en bienes inmateriales, que sólo tienen significado para uno mismo: quizás un buen equilibrio entre la profesión y la vida privada o un nuevo compañero tras una separación. Los psicólogos buscan en tan complejo cam- po magnitudes sólidas. Una de las cuestiones centrales que se plantean es la siguiente: ¿Qué factores fomentan o impiden el desarrollo del potencial personal? Características de los “tipos vencedores” El éxito depende también de algunas casuali- dades de la vida, que escapan a nuestro con- trol, como el apoyo familiar o el encuentro con una persona que nos inspira. Lo que no obsta para que los psicólogos hayan acota- do una serie de características típicas de las personas que han conseguido cosas muy es- peciales en la vida profesional, en el deporte o en la ciencia. Todos los éxitos tienen una cosa en común: las personas se alegran con ellos; y en verdad, la mayoría tanto más cuanto más largo y pedre- goso fue el camino. Por otra parte, todos hemos abandonado alguna vez las buenas intenciones de fin de año porque parecían inalcanzables ¿Qué constituye entonces un buen objetivo? Según los expertos, esa meta no le debe pare- cer demasiado fácil al interesado, ni demasiado ambiciosa y, por ello, intimidatoria. Edwin A. Locke, de la Universidad de Maryland en College Park, trató de aclarar estas cuestiones ya en los años sesenta. Descubrió, en numerosas encuestas a empleados, que los objetivos formulados concreta y específica- mente surtían efecto que se expresaba en el rendimiento y aumentaban la satisfacción en el trabajo. Según Locke, normas claras como “¡fabrique x piezas al mes!” son mejores que exhortacio- nes del tipo “¡hágalo lo mejor que pueda!”, pues aquéllas facilitan la dirección de la propia aten- ción hacia el objetivo y potencian así la moti- vación y la capacidad de resistencia. Eso vale igualmente para otros ámbitos de la vida: “¡Hasta fin de mes, adelgace dos kilos!” es más promisorio que “¡practique deporte más frecuentemente!”. Las dificultades, como el picoteo de patatas fritas o la falta de movi- miento, son más fáciles de superar si el éxito es controlable: se puede comprobar si yo, has- ta el 31, tal como había planeado, he perdido dos kilos o no, y en correspondencia puedo reaccionar en caso de que haya fracasado en mi objetivo. Junto a su colega Gary Latham, Locke derivó de estos conocimientos la llamada teoría Goal- Setting (fijación de metas), que se convirtió en principio influyente en la psicología de la moti- vación. Al núcleo central de la teoría pertenece la idea de que el éxito es —dentro de ciertos límites— influenciable. Podemos aumentar nuestra posibilidad de éxito. ¿Cómo? Con frecuencia alcanzamos objetivos que se hallan de un modo especial en nuestro co- razón, tras un largo período difícil. Incluso el compromiso y la constancia parecen ser im- prescindibles para la mayoría de los éxitos. Imaginemos una Steffi Graf que después de un partido desastroso hubiera abandonado su carrera profesional. Los estudios muestran también que las personas exitosas mantienen una intención, una vez asumida, más obstina- damente que otras. Los reveses no les desani- man, sino que refuerzan el empeño. Como si dijeran: “¡Ahora más que nunca!”. Los investigadores creyeron durante mucho tiempo que el rendimiento y el éxito de una persona se basaban, ante todo, en sus habili- dades cognitivas. Realmente, la capacidad in- telectual guarda un estrecho vínculo, desde el punto de vista estadístico, con el curso de la es- cuela y de los estudios, así como con la carrera profesional y los ingresos. Las personas con va- lores altos de CI alcanzan, por término medio, éxitos educativos más elevados y se emplean en trabajos mejor remunerados. Sin embargo, la inteligencia y el talento solos no constituyen, por sí mismos, garantía de éxito. Una razón posible para eso es que la inte- ligencia analítica y práctica no tienen mucho RESUMEN ¡Simplemente no te des por vencido! 1 Si bien la inteligen- cia y el talento de- sempeñan un papel de- terminante para el éxito en diferentes ámbitos de la vida, no resultan infalibles. Perseguir obs- tinadamente los propios objetivos aumenta aún más las posibilidades de éxito. 2 Pero eso supone que el objetivo está correctamente elegido, es decir, que no parece imposible ni trivial. 3 El factor personal de éxito puede aumentarse hasta cier- to punto al reforzar la autoestima, la voluntad de perseverar y el opti- mismo. MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 37 que ver la una con la otra. Quien, por ejem- plo, puede solucionar sin esfuerzo problemas lógico-formales o recordar muchas informa- ciones de una vez, no debe reputarse, sin más, un genio de la organización, ni un talento di- rectivo. Además, los investigadores produjeron, en décadas pasadas, muchas pruebas de que la capacidad de resistencia y la autoconfianza ex- plican mucho mejor que la inteligencia las dife- rencias de rendimiento entre las personas. Se reflejaba ya poco después de la Segunda Guerra Mundial en un estudio extenso, lon- gitudinal, sobre niños superdotados. Lewis Terman y Melita Oden, de la Universidad de Stanford, habían observado desde los años veinte el desarrollo de más de 1500 estadouni- denses con cocientes intelectuales (CI) espe- cialmente altos. Estos lograron, de acuerdo con lo esperado, óptimos expedientes colegiales y universitarios, tuvieron éxito profesional y en general fueron más felices que la media de sus paisanos. El CI no es decisivo Al comparar, dentro de esos grupos, la élite de los médicos, empresarios, abogados, etcétera, con aquellos que profesional y económicamen- te han conseguido mucho menos, la diferencia del valor del CI ascendía a no más de 5 puntos en promedio. Pese a ello, si el factor inteligencia hubiese influido de modo determinante en la diferencia en el éxito, la selección homogénea de los muy dotados habría debido resultar en una diferencia mucho mayor, teniendo en cuenta todos los factores. Más bien, suponían entonces los investiga- dores, otras habilidades no cognitivas, como la capacidad de empatía, la autoconfianza, la ambición o sencillamente las relaciones habían sido más decisivas para el progreso. La sospe- cha de que la inteligencia y el talento explican los resultados de las personas exitosas sólo de modo insuficiente, puede corroborarse después empíricamente. Angela L. Duckworth, de la Universidad de Pennsylvania en Philadelphia, llevó a cabo con este propósito, en 2007, diversos análisis. In- vestigó a los estudiantes de una universidad de élite, a cadetes de una academia militar y a niños que participaron en la final de un presti- gioso concurso de ortografía. La investigadora registró la capacidad de resistencia correspon- diente de esos grupos con ayuda de un cuestio- nario creado al respecto. En él, los participantes debían detallar cuánto “se dejaban desanimar por los reveses” o “terminaban lo que habían comenzado”. Se llegó al resultado siguiente: las personas con mucho empuje no se ceñían al asunto, sino que se desenvolvían con mayor soltura. Entre los cadetes, aguantaban mejor la dura forma- ción, los estudiantes con la actitud correspon- diente obtenían mejores notas y los niños te- naces tomaban la delantera en el concurso de ortografía. 2. ULRIKE NASSE-MEYFARTH (52) ganó dos veces el oro olímpico en salto de altura: en 1972 en Múnich y en 1984 en Los Angeles. “Estar atento, analizar objetivamente los errores y ponerse paulatinamente objetivos más altos, eso se aprende en el deporte. Junto a una sana predisposición a correr riesgos, ésta es la mejor escuela para la vida.” C O R T E S I A D E U L R I K E N A S S E - M E Y F A R T H 38 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 De nuevo, la capacidad de resistencia de los voluntarios apenas guardaba, en todos los gru- pos, una vinculación estadística con sus facul- tades mentales. Las personas perseverantes no eran, en promedio, tan inteligentes como las otras. Y cuanto más jóvenes eran los partici- pantes, antes se daban por vencidos. De ello podemos extraer una conclusión ob- via; a saber, quien se puede apasionar a largo plazo con objetivos exigentes y los persigue in- sistentemente, supera los obstáculos y adquie- re el saber hacer (knowhow) necesario para el máximo rendimiento. Duckworth cree que se puede entrenar incluso la propia “respiración profunda” para perseguir los objetivos. Una re- lación constructiva con el fracaso resulta deci- siva. No imputar automáticamente las derro- tas a uno mismo, sino analizar objetivamente sus causas para hacerlo mejor la próxima vez, constituye un arte que las personas exitosas dominan muy bien. Las investigaciones muestran que las perso- nas con elevada autoestima (otro rasgo típico del éxito) imputan los fracasos a las circuns- tancias desfavorables, mientras que interpre- tan el éxito como un mérito propio. Por su parte, las personas con una autoestima baja valoran la derrota más como un fracaso perso- nal. ¿Aumenta quizá el “conocimiento autoes- timativo” el éxito de las personas? La autoestima hace al maestro Martin Seligman, que como Duckworth, tra- baja en la Universidad de Pennsylvania y es uno de los representantes más prominentes de la denominada psicología positiva, dedicó ya en 1986 un estudio a esta idea. Al principio interrogó a 94 agentes de seguros; un grupo de personas que, en razón de su profesión, se enfrentan frecuentemente con el fracaso y el rechazo. Seligman determinó su “estilo habi- tual de atribución”, es decir, el modo como los afectados reaccionaban ante el rechazo. Según se evidenció, el estilo de atribución de un agente estaba estrechamente unido con el número de transacciones de seguros: quien se dejaba desconcertar poco por los rechazos y los atribuía a las circunstancias desfavorables conseguía, en un período de tiempo de dos años, el 37 por ciento más de seguros en hom- bres y mujeres que sus colegas, para quienes los fracasos significaban una derrota personal. Este modelo se hizo perceptible también en la fluctuación del trabajo; aquellos represen- tantes con un estilo ventajoso de atribución Junto a la mezcla correcta de tipos de personalidad fomentan la eficiencia de las organizaciones algunos principios de mayor importancia. Los equipos exitosos toman en consideración una serie de principios fundamentales, que contrarrestan el peligro de aislarse del mundo exterior y de no tolerar ni las críticas ni las ideas nuevas. Estas seis directrices allanan el camino para el éxito en equipo: 1) Cultura de la resolución de problemas Los obstáculos están ahí para ser superados. Para ello se deben abordar, discutir y sacar conclusiones concretas. 2) Comunicación libre de jerarquías No cuenta la posición de poder de cada uno, sino los argumentos. Para ello se necesita una atmósfera en la que se puedan expresar y ponderar libremente los pros y los contras. También la minoría y los inconformistas deberían ser escuchados. 3) Cultura del error y el aprendizaje Es importante permitir los errores, analizarlos y aprender de ellos. No se trata de preguntar “¿quién tuvo la culpa?”, sino “¿cuál fue la causa?”. Para una cultura constructiva del error en la empresa son apropiadas las listas de fallos en las que los trabajadores puedan criticar las fuentes de desazón e interferencia, así como las reuniones de reflexión en las que se busque la mejora en común. 4) Cultura de la lucha y el conflicto Los conflictos pertenecen a la cotidianidad del trabajo; deben resolverse con sensatez, en mesas redondas de discusión o vías análogas. 5) Cultura de la pregunta y la curiosidad Los éxitos siempre comienzan por preguntas. De ahí, la necesidad de curiosidad. A cada trabajador se le pide que haga preguntas; nada debería ser tabú. 6) Cultura de la fantasía y la creatividad Para las innovaciones se debe seguir un terreno desconocido; ello exige una predisposición a correr riesgos, espíritu de invención e ideas no convencionales. Citemos a Albert Einstein: “¡No nos faltan conocimientos, sino fantasía!” Center of Excellence — Ein Weg zu Spitzenleistungen, por D. Frey en Leistungsorientiertes Management — Leistungen steigern statt Kosten senken, dirigido por P. Weber, págs. 199-233. Campus; Frankfurt am Main, 1998. Exitosos en equipo: esa es la cuestión ORGANIZACION Valores comunes Autoeficacia Capacidad de resistencia Autorreflexión Optimismo Combinación idónea Reglas de juego Cultura de la fantasía y la creatividad Cultura de la solución de problemas Cultura del error y el aprendizaje Cultura de la comunicación sin jerarquías PERSONA Reflexión en equipo C u l t u r a d e l a l u c h a y d e l c o n fl i c t o C u l t u r a d e l a p r e g u n t a y l a c u r i o s i d a d GRUPO MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 39 permanecían fieles a su trabajo el doble que los otros. A partir de esas observaciones, Seligman y sus colegas concibieron un modo de entrena- miento para el éxito. Entrenaron a una selec- ción de agentes de seguros para que se concen- trasen menos en los fallos propios (auténticos o supuestos) y tuviesen siempre presente lo positivo: “Hice lo que pude. El cliente simple- mente tenía otras necesidades. La próxima vez, seguro que todo irá bien”. De esa manera po- dría delimitarse la actitud serena apreciada. La “vacuna” ejercía su efecto. Quien había apren- dido a no dejarse arrastrar por los problemas, alcanzaba más éxito profesional. Los fracasos desanimaban sobre todo si po- nían en peligro la autoimagen de una persona. “Seguramente no consigo sacar el carné de con- ducir porque no soy capaz”. Quien piensa así, se hace sólo a sí mismo responsable de cada error en las prácticas de conducción. Todo lo que puede que salga bien parece secundario o se pasa por alto. Sian Beilock y sus colaboradores, de la Uni- versidad de Illinois en Chicago, mostraron en 2007 cuánto puede obstaculizar el rendimien- to una visión negativa de la propia persona. Los investigadores pusieron diferentes tareas matemáticas a sujetos experimentales feme- ninos. Una parte de ellas leyó antes un texto en el que se describía que los varones estaban provistos de mejores habilidades matemáticas que las mujeres. La otra mitad de éstas, por el contrario, recibió una redacción que no tenía nada que ver con el tema. Aquellas a las que se les explicó la supuesta debilidad en el cálculo de las mujeres obtuvie- ron resultados en promedio claramente peores que las del grupo de control. Al parecer, basta con activar el estereotipo sexual para reducir el rendimiento. El interrogatorio posterior de las participan- tes reveló la razón del fracaso; las mujeres te- mían satisfacer el cliché que se les había puesto ante los ojos al fallar en el test. Con semejante angustia, aumentaban inmediatamente los errores. La disminución del rendimiento se hizo incluso perceptible en un test de memo- ria, sin relación alguna con las matemáticas. ¿Cómo protegerse de tales sugerencias ne- gativas? Conviene ejercitarse, defiende Beilock. Si se recuerda una y otra vez un método arit- mético correcto según un “automatismo” de la memoria a largo plazo, se es menos propenso a cometer errores. Sin embargo, no hay razón necesaria para convertirse uno en su propio obstáculo. Por ejemplo, al conocer y corregir determinadas distorsiones de la propia percepción. Algunos se inclinan por relativizar siempre los éxitos y atribuirlos a la casualidad o suerte. ¿Qué tal si el resultado producido se apreciase alguna vez de modo consciente de su propia valía, quizás incluso se celebrase junto a otros? Por otra parte, ello no debe conducir a que uno se duerma en los laureles. Tal “arrogancia por el éxito” acostumbra darse cuando los co- rredores de bolsa, tras las primeras ganancias especulativas rápidas, actúan de un modo mar- cadamente arriesgado. Simular la emergencia Los psicólogos deportivos intentan prevenir esta forma de presunción en sus pupilos. No les ayudan a asimilar el fracaso y a concentrarse en un objetivo, sino que anticipan consciente- mente ya en el entrenamiento los posibles pro- blemas y obstáculos. Mediante la simulación mental, el deportista reconstruye situaciones 39 39 39 39 39 39 39 39 39 39 39 39 39 39 39 39 3339 39 39 39 39 39 33399 3339 39 339 39 39 3333333333 Conecta cuatro Una composición propicia de un equipo comprende cuatro tipos de personalidad: en primer lugar estaría el perfec- cionista, que aspira siempre a soluciones óptimas y procura atenerse a todas las reglas. Luego el activo, que ante todo se preocupa por la rápida reali- zación de las ideas. Además, el creativo, que hace caso omiso de las antiguas costumbres, así como el compañero, una figura de integración que media en los conflictos y refuerza el espíritu de equipo. “¿Exito? Christina dijo ‘sí’ instantáneamente, ¿te parece poco?” 3. MARKUS MEYBERG (43) hizo a su dulcinea una pro- puesta clásica de matrimonio y ya está felizmente casado desde hace poco. G E H I R N & G E I S T / P H I L I P P R O T H E 40 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 críticas y ensaya las acciones correspondientes. Una vez que interioriza este “qué, cuándo”, ya no debe reflexionar mucho tiempo en ningún caso; simplemente recurre a la reacción expe- rimentada. Tomemos, por ejemplo, el hundimiento habi- tual que sufre el rendimiento de un equipo de fútbol después de un gol en contra. El equipo está desconcertado, los jugadores se reprochan mutuamente sus errores en vez de tirar juntos de la misma cuerda. La simulación mental de tales escenarios ofrece una buena posibilidad para evitar los pensamientos y los sentimien- tos negativos que conducen al bajón del ren- dimiento. No sólo en el deporte se comprueba la creen- cia de poder poner en marcha algo por uno mismo, como un importante factor adicional de éxito. Los psicólogos hablan aquí de “auto- eficacia”, y se refieren al convencimiento indi- vidual de que por medio de la propia acción se puede alcanzar un objetivo deseado. Las per- sonas con una marcada actitud de “¡yo puedo eso!” se colocan, por término medio, objetivos más exigentes y raramente se permiten apar- tarse de ellos. Además, por lo general les resul- ta más fácil aprender de los errores y hacerlo mejor la siguiente vez. Carol Dweck, de la Universidad de California en Stanford, comprobó, en investigaciones de comienzos de los años noventa, que las per- sonas sacan provecho especialmente de los llamados conocimientos de superación: enun- ciados como “creo en mí”, “lo intento” o “soy optimista” constituyen ejemplos típicos. Las personas con igual inteligencia pero con una óptica negativa de partida siempre (“nunca he hecho eso”, “seguramente resultará en nada”) quedan, en cuestiones de éxito, más bien a dos velas. Pero, ¿cómo alcanzan las personas una fe fuerte en sí mismas? Nos hallamos ante uno de los temas centrales de la psicología del desarro- llo. Los niños van adquiriendo confianza en sus capacidades si acometen tareas por su propia cuenta y riesgo, al tiempo que son apoyados por los padres u otras personas de referencia. Por eso debería animárseles a resolver tareas más complicadas, pero en ningún caso exigír- seles demasiado o ponérseles bajo presión, en 40 MEN MEN MEN MEN ME MEN ENTE TE TE TE TE Y C Y CCC Y ERE ERRE REBRO BRO RO BR B 39 39 3399 3 // / ///// 200 200 2000 200 200 200 2 999999 4. NORA ALBAT (15) comenzó al final del verano su formación profesional como asistente de dirección para la comunicación en la empresa BASF, de Ludwigshafen. “De las 15 solicitudes recibí cuatro respuestas afirmativas, lo que considero un porcentaje altísimo. Mis prácticas profesionales y el compromiso como mediadora en la escuela me ayudaron mucho en ello.” G E H I R N & G E I S T / P H I L I P P R O T H E MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 41 BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA STEREOTYPE THREAT AND WORKING MEMORY: MECH- ANISMS, ALLEVIATION, AND SPI LL OVER. S. L. Beilock et al. en Journal of Ex- peri mental Psychol ogy: General, vol. 136, págs. 256-276; 2007. FROM POOR PERFORMANCE TO SUCCESS UNDER STRESS: WORKING MEMORY, STRAT- EGY SELECTION, AND MATH- EMATICAL PROBLEM SOLV- ING UNDER PRESSURE. S. L. Beilock et al. en Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory, and Cognition, vol. 33, págs. 983-998; 2007. QUITTERS NEVER WIN: THE (ADVERSE) I NCENTI VE EF- FECTS OF COMPETING WITH SUPERSTARS. J. Brown. Northwestern University; Evantson, 2007. GRI T: PERSEVERANCE AND PASSI ON FOR LONG-TERM GOALS. A. L. Duckworth et al. en Journal of Personal- ity and Social Psychology, vol. 92, págs. 1087-1101; 2007. el trabajo meticuloso con torres de Lego o ha- ciendo correr coches de juguete. Para ello no hace falta irse a repetir una sonata de Beethoven en el piano. También en las actividades de apariencia trivial, como los primeros garabatos en una hoja de papel, de- bería reforzarse a los niños. También se incluye aquí dar consuelo cuando algo no sale tan bien. Quien cosecha alabanzas y ánimos desde una edad temprana y se alegra con los otros por los logros, está en el mejor camino para perseguir, seguro de sí mismo y con insistencia, los obje- tivos que se vaya marcando en la vida. La superestrella molesta Cuáles son los objetivos concretos depende de muchas influencias. De los modelos, por citar un ejemplo. La comparación con otros que han logrado más que uno mismo puede incitar a los máximos rendimientos, pero podría también repercutir de modo negativo. Jennifer Brown, de la Universidad de California en Berkeley, in- vestigó cuándo el péndulo oscilaba hacia una u otra dirección. La investigadora analizó los rendimientos de golfistas profesionales en numerosos tor- neos. Le llamó la atención un curioso efecto. La presencia de la “superestrella” Tiger Woods repercutía de modo negativo en la actuación de los participantes. En los torneos en los que Woods participaba, otros jugadores mostraban una cuota de tiros certeros peor de lo normal. Se trataba de quienes admitían, según sus propias declaraciones, que no tenían ninguna oportunidad frente al “superdotado” Woods. Por lo visto, no todas las personas se dejan estimular, cuando presencian desde muy cer- ca la actuación brillante de otros. Un requisito para que la comprendan como estímulo podría ser que uno considere posible (al menos teóri- camente) igualar al experto. Requiere, por fin, una porción de optimismo. Confianza absoluta, constancia y autoeficacia dan como resultado, desde la perspectiva psicológica, una mezcla “que promete el éxito”. Sin olvidar que el éxito no es sólo una cues- tión de la personalidad. Junto a los factores que están en el individuo mismo, intervienen con- diciones ambientales, como el origen social, la educación y las oportunidades académicas. El trasfondo social determina en qué ponemos nuestra ambición personal; así, el desarrollo de los dones individuales tiene tradicionalmente en la cultura occidental un mayor valor que en Oriente. La interacción con otros resulta, además, imprescindible para el logro de muchos ob- jetivos. La acción exitosa, al fin y al cabo, ra- ramente sucede entre cuatro paredes; antes bien, exige un equipo y formas propicias de organización. De hecho, los grupos deberían ser heterogéneos con respecto a la formación y habilidades de sus miembros, pero sentirse obligados a valores y reglas de juego comunes (véase el recuadro “Exitosos en equipo: esa es la cuestión”). Y, en general, no sobra esperar en la fortuna, siempre y cuando nos hallemos en el lugar correcto en el momento adecuado. Tanja Nazlic, doctoranda en psicología, colabora en el centro para la formación de cuadros y recursos humanos que dirige Dieter Frey, profesor de psico- logía social en la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich. 5. JOCHEN DAUM (35) se ha instalado en Nueva Zelanda como ingeniero de sistemas informáticos. Vive en Auckland. “La idea de fundar una empresa la tuve en Nueva Zelanda. Si no hubiera emigrado, probablemente no se me hubiera ocurrido un comienzo radical muy lejos de Alemania.” F O T O H A N N O / C A R O L A M A U L 42 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 T e esforzaste por conseguirlo. Pero no pudo ser. No aprobaste el examen. Te salió mal la entrevista. No parece que dieras la talla en el proyecto acometido en la oficina. ¿Por qué? ¿No eras capaz? ¿Había acaso algo más sutil y preocupante que te estuviera afectando? Las investigaciones demuestran que, al final, los malos resultados de este tipo no siempre pueden atribuirse a incapacidad, a incompetencia. Aunque algunos han llegado a la conclusión, arriesgada y controvertida, de que conseguir mejores o peores resultados se debe a las diferencias naturales que existen entre los distintos grupos a los que pertene- cemos, la raíz de muchas de las desigualdades reside en los estereotipos o ideas preconce- bidas que otros tienen sobre el grupo al que pertenecemos. Demos un ejemplo. Una mujer que sabe que a las féminas, como grupo, se las considera peor dotadas que los varones hombres para las ma- temáticas, tenderá a obtener peores resultados en los exámenes de cálculo o geometría. Lo mismo cabe aplicar a cualquiera que sabe que el grupo al que pertenece se le supone in- ferior a otros grupos en determinado ámbito o función, se trate de habilidades intelectuales y académicas o de proezas atléticas y deportivas. Así como el rendimiento de las mujeres en ta- reas espaciales y matemáticas lo determina —y así parece “verificarlo”— el estereotipo de su inferioridad espacial y matemática, también el rendimiento de un equipo deportivo que cuen- ta con menos posibilidades de ganar, porque lleva tiempo perdiendo, tenderá a quedar a la (escasa) altura de su reputación. La investigación psicosocial que ha traído a primer plano este fenómeno constituye un importante desarrollo del trabajo teórico ini- ciado en los años setenta, centrado en cuestio- nes de identidad social. Analiza de qué modo la gente se ve a sí misma en cuanto miembro de un grupo concreto y las implicaciones que ello conlleva. Lo más importante, sin embargo, es que las investigaciones sobre identidad social no sólo estudian cómo adoptamos (internaliza- mos) y cómo representamos (externalizamos) identidades que compartimos con nuestros pares —los miembros del endogrupo— sino también cómo podemos cambiar dicha diná- mica. La investigación en ese campo nos ayuda a comprender las debilitadoras consecuen- cias del sexismo, el racismo, la homofobia, etcétera, así como a identificar la manera de tratar los problemas que provocan, para no desaprovechar o descuidar el talento y poten- cial humanos. Eso implica, en parte, reconocer no sólo que los estereotipos pueden fomentar el fracaso, sino también que pueden incrementar el ren- dimiento de una persona o grupo y servir de herramienta para promover el progreso social. Comprender tal dinámica —y el proceso en el que se sustenta— hace que podamos pensar más productivamente sobre las condiciones que permiten que expresemos nuestras capaci- dades en vez de reprimirlas, y las que fomentan el éxito en vez del fracaso. La amenaza del estereotipo Desde hace diez años, estas cuestiones han ve- nido constituyendo el centro de atención de los psicólogos sociales que estudiaban el fenómeno de “la amenaza del estereotipo”. La impresio- nante cantidad de trabajo que llegaron a elabo- rar no sólo demuestra que es un hecho que el rendimiento baja, sino que les ocurre también, y de manera especial, a individuos que saben Estereotipos del éxito Conocer los estereotipos sobre los grupos a los que pertenecemos determina el resultado que obtenemos en tareas intelectuales y atléticas. ¿Por qué, y cómo, podemos liberarnos de las expectativas de otros? S. ALEXANDER HASLAM, JESSICA SALVATORE, THOMAS KESSLER Y STEPHEN D. REICHER RESUMEN Psicología social del éxito 1 Los científicos sociales han descubierto que el bajo rendimiento no significa necesariamente que carezcamos de apti- tudes o capacidad. Antes bien, podría deberse a nuestra conciencia de los estereotipos que otros tienen sobre nuestro propio grupo. 2 Las investigaciones sobre identidad social no sólo analizan cómo adoptamos (interioriza- mos) y representamos (exteriorizamos) identi- dades que compartimos con nuestros pares, sino también cómo podemos cambiar esa dinámica. 3 Esta investigación nos puede ayudar a identificar las formas de reaccionar ante los pre- juicios y estereotipos que otros tienen de nosotros para no desaprovechar el talento y potencial huma- nos. Aunque los estereo- tipos fomenten el fracaso, pueden también estimular el rendimiento de una persona o grupo y servir de herramienta para pro- mover el progreso social. MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 43 © i S T O C K P H O T O / G I O R G I O F O C H E S A T O 44 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 que su grupo es considerado inferior a otros grupos con los que se le compara. En este sen- tido, la labor pionera de Claude Steele y Joshua Aronson, de la Universidad de Stanford, resulta reveladora. La demostración clásica de la amenaza del estereotipo de Steele y Aronson surgió de una serie de estudios realizados a mediados de los noventa. En el curso de los ensayos, dos grupos de alumnos negros aventajados, de la Universidad de Stanford, respondieron a un test verbal del GRE (prueba de acceso a estudios de postgrado) en situaciones dife- rentes; en una, se les dijo que la prueba se realizaba para medir la inteligencia y, en otra, que no se trataba en absoluto de un test de capacidad. Los resultados de los participantes fueron mucho peores cuando creían que el test me- día la inteligencia. En opinión de los investi- gadores, el descenso sorprendente se debía a que “en situaciones en las que el estereotipo es aplicable, uno corre el riesgo de ratificarlo como una autocaracterización, tanto para sí mismo como para los otros que conocen el estereotipo”. Conclusiones que se han corroborado en otros grupos y con estereotipos de conte- nido muy diferente. El equipo encabezado por Sian L. Beilock, de la Universidad de Chi- cago, reseñaba, en un número de 2007 del Journal of Experimental Psychology, que si a las estudiantes femeninas se les informa del estereotipo de que los hombres están mejor capacitados para las matemáticas que las mujeres, tienden a rendir peor en tareas matemáticas complejas que si no conocieran el estereotipo. De la misma manera, se ha descubierto que los ancianos obtienen peo- res resultados en pruebas de memoria si las realizan después de conocer los estereotipos que relacionan la edad con el deterioro de la capacidad cognitiva. En el ámbito del rendimiento deportivo, los ensayos se realizaron sobre golf. Los jugadores expertos tienden a patear más lejos del obje- tivo cuando se les da a conocer el estereotipo de que a los miembros de su sexo se les da peor patear que a los del sexo opuesto. Parece improbable que Greg Norman, que empezó en cabeza el Torneo Masters de 1996, termi- nara perdiendo porque era consciente del estereotipo. No obstante, otros estereotipos asociados (así, el de que los australianos no obtienen buenos resultados en los Masters, pues nunca han ganado un torneo) sí pueden haber afectado a la fluidez de su juego en el momento crítico. En la misma línea, parece perfectamente plausible que el escaso éxito de los ingleses en los lanzamientos de penaltis del Mundial de Fútbol tenga algo que ver con la falta de con- fianza en sí mismos, vinculada a un equipo con un historial de pobres resultados en ese tipo de competiciones (en los torneos importantes sólo convirtieron en gol uno de los siete pe- naltis lanzados). Comprensión del proceso Sin embargo, ¿qué es ese “algo” responsable de los efectos de la amenaza del estereotipo? Según investigaciones recientes, un factor fun- damental lo tenemos en el aumento de carga cognitiva. En un estudio acometido en 2005 por Mara Cadinu, Anne Maass y sus colabora- dores, de la Universidad de Padua, se descubrió que, cuando las mujeres desempeñan tareas matemáticas después de conocer el estereo- tipo de que son peores en matemáticas que los hombres, a menudo se distraen con más pensamientos negativos importunos sobre su propia capacidad para las matemáticas. Esto es, se descubren a sí mismas pensando cosas como “Estos ejercicios son demasiado difíciles para mí” y “No se me dan bien las matemáticas”. En la misma onda, otros estudios han in- dicado que quienes conocen los estereotipos negativos que afectan a los grupos a los que pertenecen tienen más ansiedad y estrés al desarrollar tareas relacionadas con ese este- reotipo. 1. AUNQUE CONOCER LOS PREJUICIOS NEGATIVOS que otros tienen de nosotros pueden desalentarnos, per- tenecer a un grupo sirve de apoyo para alcanzar el éxito. © F O T O L I A / F U T U R E D I G I T A L D E S I G N MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 45 Los resultados del trabajo de Beilock y otros sugieren, también, que este tipo de ansiedad puede utilizar recursos de procesamiento de información que se requieren para llevar a cabo tareas más inmediatas. Así, cuando se rea- lizan tareas matemáticas complejas, tal esfuer- zo cognitivo exige mucho trabajo de memoria y utiliza las áreas del cerebro que almacenan y manipulan información a corto plazo. El artículo de Beilock y sus colaboradores, publicado en 2007, intenta explorar y combi- nar estas ideas ahondando en las dinámicas cognitivas de la amenaza del estereotipo. En varios ensayos que analizan el rendimiento de las mujeres en tareas matemáticas, se re- produce el efecto estándar de la amenaza del estereotipo; muestran que el efecto es más pronunciado en tareas que exigen recursos fonológicos (como los que requieren razo- namiento verbal); demuestran que, cuando existe la amenaza del estereotipo, aumentan las declaraciones verbales de preocupación asociadas a la tarea que se está realizando o al estereotipo; y sugieren que se pueden evi- tar los efectos debilitadores de la amenaza del estereotipo si los participantes aprenden a realizar las tareas de suerte tal, que éstas no les agoten mentalmente. La última conclusión se basa en el hecho de que las mujeres no sucumben a los efectos de la amenaza del estereotipo si aprenden de memoria las respuestas a problemas matemá- ticos (como cuando aprendemos la tabla de multiplicar); sus resultados sólo dependan de la memoria a largo plazo. Basándose en estos estudios, los investigado- res razonan que ese trabajo realizado nos per- mite entender mejor la amenaza del estereoti- po, al desvelar aquello que provoca sus efectos (por ejemplo, el esfuerzo de memoria verbal a corto plazo creado por la ansiedad) y de ese modo podemos sugerir cómo superarlo. Ese tipo de trabajos contribuye, sin duda, a explicar los aspectos específicamente cogniti- vos del fenómeno y, en particular, la función que tales procesos de memoria puede desempe- ñar en la dinámica de los efectos concretos re- lacionados con la amenaza. Aun así, a pesar de su coherencia interna, hay razones para creer que los análisis exclusivamente cognitivos son limitados en la teoría y en la práctica. Estereotipos que ayudan La idea de que el análisis teórico de Beilock y sus colaboradores es incompleto se ha extraído de otra investigación, inspirada en la demos- tración original de Steele y Aronson, sobre los efectos de la amenaza del estereotipo. Descu- brieron que el conocer los estereotipos podía acarrear no sólo consecuencias negativas, sino también positivas. Esto es, bajo ciertas circuns- tancias, conocer los estereotipos sobre el propio grupo puede servir para elevar el rendimiento, no para menoscabarlo. Estudios realizados en la Universidad de Harvard por Margaret Shih y otros avalan esa declaración. Los voluntarios del ensayo eran mujeres asiáticas. Se les pidió, en una fase de la investigación, que prestaran atención a su condición de mujeres (cuyo estereotipo reza que son peores para las matemáticas que los varones) y, en otra, que se concentraran en su condición de asiáticas (cuyo estereotipo afirma que son mejores para las matemáticas que los miembros de otros grupos étnicos). Igual que aconteció en el estudio de Beilock, en el primer caso las mujeres obtuvieron peores resultados que cuando no se destacó la pertenencia a ningún grupo. Sin embar- Los estudiantes negros que realizan el test GRE (prueba de acceso a estudios de postgrado) sacan peores resultados si se les da a entender que el examen revela el nivel de inteligencia de una persona. Este descu- brimiento prueba el poderoso impacto de la “amenaza del estereotipo”, en cuya virtud la sensación de que el comportamiento puede confirmar los estereotipos de inferioridad sobre el grupo al que pertenecemos perturba lo que, de suyo y sin ese prejuicio, constituiría un rendimiento competente. El patrón de descubrimientos aporta alguna indicación del “estímulo del estereotipo”, por el que el rendimiento de los participantes blancos aumenta cuando creen que el GRE evalúa la inteligencia, dado que, para ellos, el estereotipo relevante está asociado con la superiori- dad de su endogrupo. Las ideas preconcebidas funcionan en un doble sentido F U E N T E : “ S T E R E O T Y P E T H R E A T A N D T H E I N T E L L E C T U A L T E S T P E R F O R M A N C E O F A F R I C A N - A M E R I C A N ” , P O R C L A U D E M . S T E E L E Y J O S H U A A R O N S O N E N J O U R N A L O F P E R S O N A L I T Y A N D S O C I A L P S Y C H O L O G Y , V O L . 6 9 ; 1 9 9 5 14- 12- 10- 8- 6- 4- 2- 0- NO SI ¿Es el propósito del test evaluar la inteligencia? M e d i a d e p r e g u n t a s a c e r t a d a s ( a j u s t a d o a l a p u n t u a c i ó n d e u n S A T [ t e s t d e s e l e c t i v i d a d ] p r e v i o ) Participantes blancos Participantes negros 46 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 go, en el último caso sus resultados fueron mejores. Otros estudios que revelan efectos similares indican que las mujeres muestran más capaci- dad para pruebas espaciales, si se les recuerda que asisten a una universidad cuyos estudian- tes obtienen buenos resultados en ese tipo de tareas, y que los jugadores de golf aciertan más sus golpes si conocen el estereotipo de que los miembros de su sexo patean mejor que los del sexo opuesto. Jeff Stone y su equipo, de la Universidad de Arizona, descubrieron que, cuando a jugadores de golf blancos se les dice que sus resultados se van a comparar con los de jugadores negros, su rendimiento es peor si piensan que se trata de una prueba de “habilidad atlética natural” (porque esta comparación plantea una amena- za), pero es mejor si creen que es una prueba de “inteligencia estratégica deportiva” (porque esta comparación sugiere la superioridad del endogrupo). Un metaanálisis de estudios similares publi- cado en 2003 por Gregory Walton y Geoffrey Cohen, entonces en la Universidad de Yale, puso de manifiesto que, si las personas cono- cen los estereotipos sobre la inferioridad en un ámbito concreto de un exogrupo (quienes no pertenecen al endogrupo del individuo), su rendimiento aumenta. A ese fenómeno lo denominan estímulo del estereotipo. Así, igual que la sensación de inferioridad del en- dogrupo puede perjudicar el rendimiento, la idea de superioridad puede dar a miembros de grupos de rango elevado un incentivo para rendir mejor. Un rendimiento mayor que admite fácil explicación en términos de carga cognitiva; porque es difícil imaginar cómo la visibilidad de un estereotipo positivo del endogrupo (“so- mos buenos”) podría incrementar los recursos de memoria disponibles de los participantes (en comparación con el grupo control). Ideal- mente, entonces, una explicación superficial de los efectos de los estereotipos debería po- der explicar la variabilidad tanto hacia arriba como hacia abajo. También debería poder ex- plicar los múltiples efectos que aparecen en la bibliografía de las investigaciones. Incluidos los indicios de que estos efectos se hacen evidentes en actividades para las que no es importante la capacidad cognitiva (como en el golf o el baloncesto). Los efectos aludidos disminuyen si la gente conoce estereotipos sobre múltiples grupos; se debilitan si el endogrupo no está expuesto a una hostilidad generalizada (por ejemplo, si uno es varón o blanco); y varían dependiendo de si a los participantes se les anima a fijarse en promover resultados positivos o en prevenir los negativos. Más importante aún es que, para explicar los efectos que crea la amenaza del estereoti- po, se requiera también explicar por qué estas influencias no se hallan tan extendidas como se desprendería de una lectura superficial del trabajo de Beilock y sus colaboradores. Por la sencilla razón de que no todos los miembros de un mismo grupo sucumben a los peligros de la amenaza. Antes bien, sólo afectan a indi- viduos que valoran la actividad en cuestión y que tienen altos niveles de competencia bási- ca; por ejemplo, quienes tienen menos de qué preocuparse. 2. ¿ASIATICA O MUJER? La investigación realizada en la Universidad de Harvard por la cátedra de Margaret Shih su- giere que las mujeres asiáticas obtienen mejores resultados en los tests de matemáticas si piensan en sí como asiáticas en vez de como mujeres. 3. ¿ESTRATEGIA O APTITUDES ATLETICAS? La investigación de Jeff Sto- ne y sus colaboradores, de la Universidad de Arizona, reveló que si los jugadores de golf blancos creían que se les estaba comparando con juga- dores negros, jugaban mejor si pensaban que se sometía a comparación su estrategia de juego, pero peor si creían que se valoraban sus proezas atléticas. © F O T O L I A / A N D R E S R O D R I G U E Z © F O T O L I A / S C U L P I E S MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 47 Para poder ser seleccionado, en el primer es- tudio del equipo de Beilock sobre rendimiento matemático, las mujeres debían realizar con éxito el 75 por ciento de las tareas elementa- les que se les había asignado; debían también suscribir las afirmaciones “soy buena para las matemáticas” y “me importa ser buena para las matemáticas”. ¿Por qué importa todo ello? El yo y la identidad Una respuesta a la pregunta diría, de entrada, que la amenaza del estereotipo no es tanto una cuestión cognitiva en sí misma cuanto del yo y la identidad. Así lo han apuntado muchos investigadores que estudian los estereotipos, Steele y Aronson incluidos. En este sentido, en un trabajo reciente publicado con Steven Spencer, de la Universidad de Waterloo en On- tario, sostienen que la amenaza del estereotipo puede ser entendida como un fenómeno que se centra en la identidad social de una persona. Esto es, la amenaza (y estímulo) del estereotipo tiene consecuencias porque, y en la medida en que, se fomenta que uno piense en sí mismo en términos de pertenencia a un grupo concreto (como asiático o mujer; blanco o varón). De acuerdo con la teoría de la identidad social desarrollada por Henri Tajfel y John Turner, de la Universidad de Bristol, cuando la gente se define a sí misma como miembro de un grupo (“nosotros”), el comportamiento lo marcan las normas estereotipadas que de- finen la pertenencia al endogrupo en un con- texto dado. A las personas les suele motivar la promoción de los intereses del endogrupo y percibirlo positivamente. Se inclinan por atrincherarse en estereotipos que sugieren “somos buenos” más que en los que dicen “somos malos”. Aun así, bajo condiciones en las que hay consenso sobre el bajo estatuto del endogrupo y en las que este estatuto parece sólido y legítimo (es decir, incontestable), los miembros de ese grupo a menudo aceptan e internalizan la inferioridad de su grupo en cuanto a definición de su condición (“No se nos dan bien las matemáticas...”) y buscan alcanzar una identidad de grupo positiva en otras áreas (“... pero tenemos más capacidad verbal, musical, social, etc.”) En breve, cuando las características visibles de la identidad social de una persona no coin- ciden con lo que le motiva como individuo (ser bueno para las matemáticas, por ejemplo) experimentará un conflicto psicológico rela- cionado con su identidad. Este conflicto tiende a interferir en el rendimiento del modo como Ser miembro de un grupo de extracción social baja puede suponer una amenaza para la autoestima de una persona y una fuente de estrés. ¿Cómo se combate ese estado? Según la teoría de la identidad social, la respuesta depende de una interacción entre factores socio-psicológicos y socio-estructurales. En concreto, estar dispuestos a competir con un grupo de extracción social alta y resistir el estrés en grupo depende de poder acceder a alternativas cognitivas que señalen la ile- gitimidad e inestabilidad de las condiciones existentes e imaginar las formas de mejorar tales condiciones desfavorables. Sobrellevar el estrés: tres estrategias Alta (permeable) Baja (impermea- ble) Alta (seguro) Baja (inseguro) Movilidad individual Creatividad social Competición social Elusión Negación Resistencia Acepta los estereotipos imperantes Redefine pero evita retar di- rectamente los estereotipos imperantes Propone alter- nativas a los estereotipos imperantes “Somos inferiores” (“pero yo no”) “Somos diferentes” “No somos inferiores” Capacidad para de- jar un grupo de ex- tracción social baja (frontera/línea de permeabilidad) Seguridad percibida de la baja extracción social del grupo (legitimidad y esta- bilidad) Estrategia para alcanzar una iden- tidad positiva Estrategia para li- diar con la amenaza a uno mismo Implicaciones de la estrategia para los estereotipos impe- rantes Contenido de los estereotipos del endogrupo A D A P T A C I O N D E “ S T R E S S I N G T H E G R O U P : S O C I A L I D E N T I T Y A N D T H E U N F O L D I N G D Y N A M I C S O F R E S P O N S E S T O S T R E S S ” , P O R S . A L E X A N D E R H A S L A M Y S T E P H E N D . R E I C H E R E N J O U R N A L O F A P P L I E D P S Y C H O L O G Y , V O L . 9 1 ; 2 0 0 6 48 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 revelan los estudios sobre la amenaza del es- tereotipo. Según ha demostrado el trabajo de Cadinu y otros, crea ansiedad, inhibición y du- das sobre uno mismo. Con otras palabras, la gente tenderá a ren- dir poco en situaciones en las que tiene un conflicto consigo mismo, en las que su noción de lo que son (y quieren ser) como individuos parece incompatible con lo que perciben que son como miembros de un grupo. Por otra parte, si las características visibles de la identidad social de una persona son com- patibles con sus aspiraciones personales (quizá porque sugieren una capacidad superior), esta circunstancia tenderá a motivar e incentivar al individuo, quien, de ese modo, mejorará su rendimiento. Lo han corroborado las investiga- ciones sobre el estímulo del estereotipo. Expe- rimentamos nuestro yo sin esfuerzo, y cierta “fluidez”, cuando lo que somos y queremos ser como individuos resulta compatible con lo que parecemos ser como miembros de un grupo. Superar los estereotipos Una última cuestión, sin embargo, es si el fe- nómeno de la amenaza (o estímulo) del este- reotipo implica que la gente esté predestinada a reproducir los estereotipos y estructuras so- ciales establecidas. ¿Nos hallamos condenados a actuar reforzando los estereotipos existentes de superioridad e inferioridad? En absoluto. Una lección importante que hemos de apren- der de la teoría sobre la identidad social dicta lo siguiente: cuando a los individuos se les impone enfrentarse a obstáculos que les im- piden su promoción personal, relacionados con la aparente inferioridad del endogrupo, pueden lidiar con ellos de múltiples maneras. Las res- puestas estratégicas reproducen, en mayor o menor medida, el statu quo. La primera es adoptar una estrategia de “movilidad social”, que implica actividades del sujeto que sirven para minimizar el impacto del grupo en el yo. Nos referimos al tipo de estrategia que Beilock y sus colaboradores reco- miendan cuando animan a los participantes a trabajar duramente para aprender de memoria soluciones de los problemas y evitar que les vuelva a perjudicar la amenaza del estereotipo. La limitación de esta solución es que protege al individuo con evasivas que en el proceso dejan el fondo del problema sin resolver. Según ad- vertimos dos de nosotros (Haslam y Reicher) en un artículo de 2006 del Journal of Applied Psychology, ese tipo de actividades implican enfrentarse al estrés de las amenazas contra el yo utilizando una estrategia de elusión per- sonal. Este enfoque puede ser cognitivamente complejo, pero políticamente ingenuo. Una segunda estrategia es la “creatividad social”, que se acoge a diferentes estereotipos sobre el endogrupo que desvían el impacto de pertenecer a un grupo desfavorecido. Tradicio- nalmente, expertos o no, todos tendían a pen- sar que los estereotipos eran representaciones rígidas e invariantes de los grupos sociales, inmunes al cambio. La verdad resulta ser muy otra. Las pruebas revisadas a mediados de los años noventa por Penelope Oakes y sus colabo- radores, de la Universidad Nacional Australiana, que investigan sobre identidad social, sugieren que los estereotipos —tanto los nuestros como los de otros— son flexibles por naturaleza. Se ha demostrado que la opinión que tienen los estudiantes de psicología sobre su propia capacidad artística o científica, por ofrecer un ejemplo, cambia según se comparen ellos con estudiantes de teatro o de ciencias experimen- tales. Si se comparan con científicos se incli- nan más a estereotiparse como humanistas; en comparación con personas que trabajan en el teatro optan por autodefinirse como cientí- ficos. Los estudiantes de psicología deberían experimentar la amenaza del estereotipo si se les pide que desempeñen una tarea científica cuando se les compara con físicos, o una tarea Los estudiantes de psicología se estereotipan a sí mismos como grupo dependiendo de con qué otro grupo se comparan. Cuando se comparan con estudiantes de física, por ejemplo, tienden más a describirse a sí mismos como humanistas que cuando se comparan con estudiantes de teatro. En el primer caso, rebajan su tendencia a reputarse científicos. Estos descubrimientos revelan la flexibilidad de los autoestereotipos y la existencia de una motivación general a pensar positivamente del grupo al que uno pertenece. ¿Quiénes nos creemos que somos? LOS MIEMBROS DE UN GRUPO pueden colaborar juntos para cuestionar la legitimidad de los estereotipos. Se trata de la estrategia empleada en los años setenta por Steve Biko en Sudáfrica, para luchar contra el racismo y, a finales de 1800, por Emmeline Pankhurst, fundadora del movimiento sufragista británico. F U E N T E : “ T H E E F F E C T O F C O M P A R A T I V E C O N T E X T O N C E N T R A L T E N D E N C Y A N D V A R I A B I L I T Y J U D G M E N T S A N D T H E E V A L U A T I O N O F G R O U P C H A R A C T E R I S T I C S ” , P O R B E R T J A N D O O S J E , S . A L E X A N D E R H A S L A M , R U S S E L L S P E A R S , P E N E L O P E J . O A K E S Y W I L L E M K O O M E N E N E U R O P E A N J O U R N A L O F S O C I A L P S Y C H O L O G Y , V O L . 2 8 ; 1 9 9 8 0.6- 0.3- 0- –0.3- Física Teatro Grupo de comparación Humanista Científico Contenido del estereotipo A p l i c a b i l i d a d p e r c i b i d a d e l c o n t e n i d o d e l e s t e r e o t i p o a e s t u d i a n t e s d e p s i c o l o g í a ( r e l a t i v o a u n a r e f e r e n c i a d e c o n t r o l ) © F O T O L I A / M O R G A N R A U S C H E R MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 49 BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA STEREOPYPI NG AND SO- CI AL REALI TY. Penel ope J. Oakes, S. Al exander Haslam y John C. Turner. Wiley-Blackwell, 1994. STEREOTYPE SUSCEPTI BI - LI TY: I DENTI TY SALI ENCE AND SHI FTS I N QUANTI TA- TI VE PERFORMANCE. Mar- garet Shih, Todd Pittin- sky y Nalini Ambady en Psychol o gi cal Sci ence, vol. 10, págs. 80-83; ene- ro, 1999. CONTENDING WITH GROUP I MAGE: THE PSYCHOLOGY OF STEREOTYPE AND SOCIAL I DENTI TY THREAT. Claude M. Steele, Steven J. Spen- cer y Joshua Aronson en Advances in Experimental Social Pshychology. Dirigi- do por Mark Zanna. Aca- demic Press; mayo, 2002. STEREOTYPE THREAT AND WORKING MEMORY: MECHA- NISMS, ALLEVI ATI ON, AND SPILLOVER. Sian L. Beilock, Robert J. Rydell y Allen R. McConnell en Journal of Experimental Psychology: General, vol. 136, págs. 256-276; 2007. humanística cuando se les compara con artis- tas; pero deberían experimentar un estímulo del estereotipo si se les pide que desarrollen una tarea humanística cuando se les compara con físicos, o una tarea científica cuando se les compara con artistas. Así es como los líderes y otros agentes de cambio son capaces de promover cambios en los estereotipos del endogrupo alterando las dimensiones de comparación, el marco com- parativo de referencia o el significado de unos atributos concretos. Sin embargo, parece que estas estrategias de creatividad social más que hacer algo directamente para cambiar las ca- racterísticas del mundo social que originan la estigmatización y la situación de desventaja de un grupo, se mantienen dentro de las líneas es- tablecidas. En ese sentido, pueden verse como estrategias de negación de la amenaza más que de su eliminación. Lo que nos conduce a una tercera alternativa: procurar que el grupo se oponga al statu quo, por medio de una estrategia de competición social que implique entrar en una resistencia activa. En este caso los miembros del grupo trabajan juntos para desafiar la legitimidad de las condiciones (y los estereotipos asociados) que los definen como inferiores; intentan cam- biar el mundo que los oprime y no el modo de reaccionar frente a él. Trabajan para contrarrestar los estereotipos que son instrumentos de su represión con es- tereotipos que constituyan instrumentos de su emancipación. Esta tercera fue precisamente la estrategia adoptada por Steve Biko y Emmeline Pankhurst a través de la conciencia negra y el feminismo, respectivamente. Biko y Pankhurst cuestionaron la legitimi- dad de las comparaciones y estereotipos que definían a sus grupos como inferiores y los reemplazaron con expresiones de orgullo de grupo. Estaban “entregados a reformar el mun- do”. Y cuanto más invocaban sus oponentes los estereotipos en su contra, más actuaban colectivamente para contradecir estos estereo- tipos y poner de manifiesto la mentira de sus alegaciones. Biko declaró lo siguiente en el juicio al que fue sometido en Sudáfrica en 1976: “El prin- cipio básico de la conciencia negra es que el hombre negro debe rechazar todo sistema de valores que intente convertirlo en extranjero en su país y reducir su dignidad humana”. La teoría de la identidad social propone que la elección que hacen los individuos de cualquiera de estas tres estrategias depende de distintos factores, estructurales y políticos, cognitivos y psicológicos. En concreto, que la gente intente cambiar un mundo desigual o adaptarse a él depende, en parte, de si están expuestos a sistemas de valores sobre el cam- bio social que estimulen su imaginación y ar- ticulen alternativas cognitivas en la ortodoxia imperante. En ese sentido, la importancia de los méto- dos establecidos para evaluar diferencias entre grupos (distintas habilidades) deriva de su fa- cultad para limitar la capacidad de la gente en la creación de alternativas, al presentar las di- ferencias como una realidad objetiva e innega- ble. Esto es, más que medir diferencias “reales”, contribuyen a hacer reales las diferencias. En ese sentido también, el éxito de los líderes de los movimientos de emancipación suele tener que ver con su capacidad para crear un senti- miento de identidad social compartida que se centra en desafiar los estereotipos y los prejui- cios que consideran inferiores a sus grupos. La resistencia, por supuesto, no siempre tiene éxito. Aun así, casi nunca resulta del todo inú- til. La historia nos enseña que el cambio forma parte de la realidad social, lo mismo que la esta- bilidad. Cuando los manejamos nosotros, los es- tereotipos pueden ser esenciales para movilizar a un grupo y llevarlo a cumplir sus objetivos; cuando los manejan otros, pueden ser utiliza- dos como fuerzas de contención y fracaso. De la doctrina sobre la amenaza del estereo- tipo cabe extraer dos lecciones fundamentales. La primera es cuidarnos de considerar equiva- lentes rendimiento y capacidad real, especial- mente cuando tratamos con diferencias entre grupos, y comprender el poder que tienen los prejuicios de otros sobre nuestra actuacion. La segunda es darse cuenta de que no estamos condenados a ser víctimas de estereotipos opresivos, sino que podemos aprender a usar- los como herramientas para nuestra propia liberación. En resumen, lo que pensamos que somos determina lo que rendimos y lo que po- demos llegar a ser. S. Alexander Haslam es profesor de psicología social de la Universidad de Exeter. Jessica Salvatore, doc- torada por la Universidad de Princeton, ocupa una plaza postdoctoral en Exeter. Thomas Kessler dejó la Universidad de Jena para aceptar un puesto de profesor de psicología social en Exeter. Stephen D. Reicher enseña psicología social en la Universidad St. Andrews. 50 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 Doctor Frey, ¿cuál ha sido su éxito más reciente? Dieter Frey: Hace poco, organizamos un taller interdisciplinario con investigado- res de Zúrich y Bonn, que fue un éxito rotundo. Un intercambio muy estimu- lante. Los compañeros de Suiza presen- taron un análisis del hundimiento del Titanic de 1912. Había 2500 personas a bordo, pero sólo había botes salvavidas para la mitad. Sobrevivieron 1100 perso- nas. El equipo de Zúrich ha investigado qué factores elevaron las probabilidades de supervivencia. De los pasajeros de pri- mera clase se salvaron más que los de segunda y tercera clase; un dato apenas sorprendente. Si desglosamos los pasaje- ros por nacionalidades, se advierte que la supervivencia en medio de la catástrofe experimentó un sesgo a favor de los nor- teamericanos, pese a que los británicos constituían el grupo más numeroso y el buque navegaba bajo la bandera de la Unión Jack. ¿Qué explicación dar? Supongo que a los norteamericanos les ayudó su mentalidad ambiciosa y resuel- ta, mientras que a los pasajeros ingleses les ganó su carácter reservado y distin- guido. También hubo más supervivientes entre los que viajaban solos, que entre los que iban en familia o pareja. La preocu- pación por los demás no frenó el afán por salvar la propia piel entre los viajeros solitarios. Michael Hartmann: ¿Podría ser que hu- biera más norteamericanos en primera clase? Frey: Claro, es posible. De todos modos, creo en la influencia del factor psicológi- co. Un hombre triunfador gracias a sus propios esfuerzos opera de forma distin- ta de un gentleman arquetípico. ¿Defiende, pues, el individualismo desinhibido y la ambición? Frey: De ninguna manera. Evidente- mente, la historia del Titanic es un caso extremo. En la vida cotidiana, el éxito no se mide por un criterio solo, como la supervivencia, sino por diversas razones y valoraciones. Es cierto que entre ellas se encuentran la capacidad de imposición y cierta dosis de egoísmo; y no pueden fal- tar ni la comprensión, ni el deseo de res- ponsabilizarse de sí mismo y de otros. ¿Qué significa el éxito para la gente? ¿Tiene cada uno su propia definición o existe un modelo predominante? Hartmann: En los años setenta y ochen- ta, muchos sociólogos creían en el na- cimiento de una era postmaterialista, en la que el éxito no se definiría por el dinero, sino por valores nobles, la felicidad familiar o la armonía con el entorno. Si realmente llegó a este pun- to en algún momento, hoy el péndulo retrocede: a pesar de que el amor, la amistad y la familia desempeñen una función muy importante, más que hace 20 o 30 años, incluso entre los jóvenes, el éxito se mide con otros parámetros. Para la mayoría de la población se basa en principios económicos: carrera profe- sional, ingresos, propiedades o estatuto social, con los asociados afán de poder y prestigio. Exito: ¿poder o entorno social? ¿Reside en la actitud el factor principal para conseguir lo que nos proponemos? ¿Importan más la suerte y la extracción social en la consecución del éxito? Dos redactores entrevistan aquí a Dieter Frey, psicólogo social, y a Michael Hartmann, sociólogo RABEA RENTSCHLER Y STEVE AYAN PUNTO DE VISTA T O D A S L A S F O T O G R A F I A S D E E S T E A R T I C U L O : G E H I R N & G E I S T / S T E P H A N S A H M MICHAEL HARTMANN Nacido en 1952, en Paderborn, estudió so- ciología, ciencias políticas, filosofía, historia, filología germánica y psicología en Marbur- go y Hannover. Desde 1999 ocupa la cátedra de sociología en la Universidad Técnica de Darmstadt. Trabaja en elitismo y consecuen- cias de la globalización MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 51 una opinión propia de forma tenaz, el pensar por uno mismo aunque pudiera hacerte la vida difícil. Cuando todavía era relativamente joven, mi padre en- fermó de gravedad y me tocó asumir responsabilidades. Me influyeron el valor cívico y un sentido prusiano del deber. Frey: En nuestra familia, el trabajo y la responsabilidad siempre tuvieron un pa- pel importante. Mi padre era pequeño empresario y alcalde del pueblo. Para mí fue un ejemplo a seguir, que perdu- ra hasta hoy. ¿Tener una mentalidad preparada para el éxito está relacionado con los modelos que nos encontramos a lo lar- go de la vida? Frey: Sí, incluso entre las personas que provienen de un entorno social o fa- miliar problemático. A menudo, esos individuos se acogen a un modelo muy concreto, como el abuelo, un profesor o el cura. En estos casos, a veces basta con una sola figura cercana, a la que se aferra la voluntad de éxito. Hartmann: La diferencia estriba en que tales personas no han nacido dentro de una “cultura del éxito”, como es el caso de la clase media alta. La gente con pocos recursos económicos puede, en el mejor de los casos, escoger un solo modelo a se- guir. Cuando funciona, suele ser entre los que encuentran el modelo en su entorno directo. En este sentido, el doctor Frey tiene razón. No obstante, debido a que los barrios son cada vez más homogéneos y en las zonas socialmente conflictivas vive una gran mayoría de desempleados, la búsqueda de un ejemplo positivo se hace cada vez más difícil. Doctor Frey, usted ha investigado los factores psicológicos del éxito. ¿Es verdad que su vinculación con el talento merece matizarse? Frey: La psicología del éxito establece que, en general, importa menos la inte- ligencia que el tesón. Nos referimos a la capacidad de no dejarse intimidar por los fracasos, sino contemplarlos como un reto para superarse la siguiente vez. Tal es su propiedad distintiva. Todos sa- bemos que el éxito no cae del cielo; en la mayoría de los casos requiere largo y duro trabajo, con no pocos contratiem- pos. Al final, el que aprieta los dientes es el que sale ganando, pese al mayor talento de otros. Sin olvidar que el éxito crea éxito. ¿Qué decir de las personas que se obse- sionan con una cosa y, aun así, no llegan lejos? Frey: Es evidente que no se puede seguir insistiendo a cualquier precio. El arte está en saber ceder cuando el objetivo escogido resulta equivocado. Le doy un ejemplo: si yo decidiera conseguir un handicap concreto en golf, probable- mente no lo haría por amor al arte, sino para impresionar a alguien. Sin embargo, se trata de un criterio poco prometedor, pues sobrepasaría mis capacidades. Mu- chas veces hay una línea muy fina entre el optimismo y la sobreestimación. Y, ¿cómo podemos reconocer un obje- tivo “bien elegido”? Frey: Depende del entusiasmo con el que perseguimos dicho objetivo. Si necesitas motivarte cada vez porque la actividad Frey: El enfoque, sin embargo, depende en buena medida de la etapa vital de cada uno. Entre los jóvenes, el éxito académico que nos permita escoger carrera y uni- versidad ocupa el primer lugar. Con los años, se traslada al éxito profesional y, en la madurez, la prioridad es la salud. Exis- te una evolución típica. Recientemente, me sorprendí mucho al realizar una encuesta entre los graduados de nues- tra universidad de élite de Baviera. La “compatibilidad profesional y familiar” ocupaba el primer puesto de la lista de prioridades, seguido de la “satisfacción interior”. Hartmann: Es posible. Pero, tener la “sa- tisfacción interior” en el primer lugar de la lista no revela nada sobre mi idea del éxito. Todos queremos gozar de buena salud, pero nadie considera un éxito no estar enfermo. ¿Cuáles han sido los factores del éxito en sus propias biografías? Ambos han llegado a ser académicos prestigiosos. Hartmann: En casa de mis padres siem- pre se valoró la capacidad de defender DIETER FREY Nacido en 1946 en Freudenstadt, estudió psicología, sociología, pedagogía y ciencias políticas en Mannheim y Hamburgo. Desde 1993 enseña psicología social en la Univer- sidad de Múnich. Se ha especializado en trabajo en equipo y liderazgo. “Todo lo que necesitáis para tener éxito es ignorancia y confianza.” Mark Twain (1835-1910) 52 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 en sí, sea el entrenamiento de natación, la negociación con socios o el estudio de fórmulas matemáticas, no te aporta satis- facción, andas por camino erróneo. Las personas con éxito perciben como pla- centeros incluso los mayores esfuerzos invertidos en su meta. Si nos obligamos a algo sólo para conseguir otro fin, no acabaremos triunfando. Tendemos a adjudicar las causas del éxito a la persona triunfadora y, en cam- bio, solemos atribuir los fracasos a las circunstancias externas. ¿Distorsionamos sistemáticamente nuestra percepción de la realidad? Hartmann: En mi opinión, esta observa- ción no siempre es cierta. Hay muchos casos, sobre todo entre desempleados, en los que nos encontramos con el contra- rio. Se responsabilizan de sus fracasos, por fallar en su trabajo, en el matrimonio o, en general, en la vida. Y esto, a pesar de que en tales casos, las circunstancias externas inciden con fuerza. Ahora bien, entre las personas con éxito descritas an- tes por Frey, es diferente: consideran los éxitos cosa suya y los fracasos, mala suer- te. Este fenómeno se aprecia ahora entre los banqueros. Basaban sus éxitos en una productividad excepcional y de aquí de- rivaron el derecho a ingresos altísimos. Esas mismas personas no se sienten hoy responsables de la crisis económica, sino que culpan a un sistema anónimo o a una evolución impredecible. Este tipo de planteamiento del éxito es esencial para nuestro sistema económico; se trata de un invento moderno sin el que el ca- pitalismo no funcionaría. Imagínese una sociedad cuyos miembros atribuyeran su propio bienestar o desgracia a un poder superior. Los individuos no podrían plan- tearse cómo conseguir el éxito. En cambio, la mayoría de nosotros sí nos lo planteamos. ¿Pueden ejercitarse las cualidades de un emprendedor, más que la inteligencia y el talento? Frey: Cierto. Esto lo intentó, por ejem- plo, Martin Seligman con su “teoría de la indefensión”. Hizo el experimento con agentes de seguros, profesionales que, a menudo, encajan un fracaso tras otro. Con un entrenamiento especial, quiso inmunizarles contra el desaliento, la autoinculpación y otras sensaciones ne- gativas. El método funciona dentro de ciertos límites. Hartmann: Estos límites dependen, por ejemplo, de la procedencia. Si vengo de clase media alta, de entrada me será más fácil aceptar los fallos y fracasos. Tengo una familia que me apoya, una red que me recogería en caso de necesidad. No deberíamos subestimar este tipo de re- cursos, materiales y psicológicos, pues aportan la seguridad necesaria para per- seguir un objetivo con tesón. Frey: Contamos también con el tipo “Gerhard-Schröder”. Se predica de quie- nes provienen de un medio con pocos re- cursos y deciden luchar porque en su in- fancia o juventud sufrieron carencias. Doctor Hartmann, ¿está de acuerdo con el doctor Frey cuando declara que el éxito puede aprenderse? Hartmann: Puede haber personas capaces de “fabricarse” una mentalidad de éxito. Aun así, quienes vienen de un entorno social menos favorable, necesitan hacer un esfuerzo mucho mayor. Parece que también existe el perfil del optimista del éxito, aunque no está claro si es una carac- terística innata o se debe a la educación y al hecho de haber crecido en un ambiente favorable. Sea como fuere, les ocurra lo que les ocurra a este tipo de personas, siempre verán la parte positiva desde un principio. Su preocupación se centrará en cómo seguir adelante y qué aprender de la situación. Pero la mayoría de los indi- viduos carecen de dicha confianza básica. Se puede intentar transmitir, pero cuan- to menos acostumbrados estemos por la El ejemplo de mamá Con miedo al riesgo no hay éxito. Quien no arriesga no gana. Ahora bien, la valentía personal no cae del cielo, sino que está condicionada, principalmente, por el entorno familiar. Este es el resultado de un estudio realizado en 2006 por el Instituto de Investigación para el Futuro Laboral (IZA) de Bonn. El equipo liderado por Armin Falk evaluó los datos del Estudio Socioeconómico de Panel (SOEP) de una consulta realizada, desde 1984, a más de 12.000 hogares alemanes. Resultado: nuestra vehemencia al conducir o las inversiones en deportes u ocio equivalen, en buena medida, a las aficiones de nuestros padres. La influencia de la madre es mayor que la del padre, lo mismo en los hijos que en las hijas. Sin embargo, la estadís- tica no revela si estas tendencias se transmiten genéticamente o a través del ejemplo parental. “Lo importante es tener la capacidad de no dejarse intimidar por los fracasos, contemplarlos como un reto.” Dieter Frey CONVERSACION A CUATRO BANDAS en Múnich: Dieter Frey (el segundo desde la izquierda) y Michael Hartmann (el segun- do desde la derecha), acompañados de los redactores Rabea Rentschler y Steve Ayan. MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 53 los estudiantes. De otro modo, no tienen la oportunidad de hablar con las perso- nas que llevan a la práctica lo que ellos estudian, hasta el día de su primera en- trevista de trabajo. Demasiado tarde. Hartmann: Cuando nos planteamos la pre- gunta de qué podemos hacer y qué no, la procedencia social resulta determinante, desde la misma infancia. El contemplar en los progenitores la figura que desarrolla un papel de organización y poder, marca nuestro punto de vista de las cosas. Y, en- tre la gente procedente de la clase media alta o, en mayor medida, de la clase alta, la influencia es mayor que entre aquellos cuyos padres se muestran pasivos y depen- dientes, ya sea del jefe, del arrendador o del trabajo. El self-counselling puede ser tan bueno como quieran, pero tener una men- talidad para el éxito no me parece que de- penda en semejante grado del intelecto. ¿Puede la sobreprotección constituir una desventaja? Frey: Una fuerte dominancia de la figu- ra del padre resulta contraproducente; dígase lo propio de los padres demasia- do protectores, que crean un entorno de despreocupación absoluta. Tampoco de- bemos llegar a la arrogancia del éxito. No podemos dar el éxito por sentado. Hartmann: Son casos frecuentes. educación recibida en casa y cuanto ma- yores seamos, más difícil será. Así pues, el tópico de que la mala suerte no es tal sino falta de aplicación constituye una estrategia de optimismo calculado. Hartmann: Sí. Si el tópico fuera cierto, habría más movimiento entre clases sociales. Las estructuras de poder se encargan de impedirlo. Según estudios recientes, la movilidad social en EE.UU. es más baja que en el resto de las nacio- nes desarrolladas. La probabilidad de que la pobreza o el bienestar económico de una familia perdure durante más de dos generaciones es once veces mayor en EE.UU. que en Dinamarca. La sensa- ción subjetiva de que somos capaces de conseguirlo todo por nuestros propios medios, no siempre se ve reflejada en los hechos. Frey: De todos modos, considero que el enfoque es positivo. En EE.UU., dos de cada tres universitarios se imaginan con un negocio propio en el futuro. Aquí, en cambio, son sólo un 10%. Hartmann: En realidad, el porcentaje de autónomos entre la población activa es más alto en Alemania que en EE.UU. (casi un 11 % en Alemania y sólo un 7 % entre los norteamericanos). En mi opinión, estas afirmaciones y convicciones sub- jetivas, a menudo, tienen muy poco que ver con la situación y las perspectivas de éxito reales. Según encuestas realizadas, en EE.UU. una de cada tres personas se considera parte del 10% de los máxi- mos beneficiarios de ingresos. Es proba- ble que esto tenga un efecto motivador temporalmente, si bien sobrepasa com- pletamente la realidad. Está claro que los éxitos reales y a largo plazo, en el sentido macroeconómico y de movilidad social, no se consiguen de ese modo. Así, el éxito, ¿en qué medida es una cuestión de actitud? Frey: No podemos cuantificarlo. Mas, ante la duda, la inteligencia y el talento parecen ser menos decisivos que la fe en uno mis- mo. Los psicólogos hablan de autoeficacia. A través de ensayos sobre pacientes, se ha demostrado su extraordinaria importan- cia. El grado y la rapidez de recuperación están estrechamente relacionados con el modelo cognitivo de desamparo o de do- minio. Esto significa que la persona que se siente esclava de su enfermedad, sin po- der hacer nada para su propia curación, se encuentra en desventaja frente a los que se sienten responsables, y dicen: “Volver a levantarme depende, sobre todo, de mí”. Salta a la vista el contraste entre la atribu- ción de causas de una enfermedad y los factores de recuperación. Lo más proba- ble es que no podemos evitar enfermar, pero sí podemos contribuir al proceso de curación. Algo así como admitir que, de lo que ha pasado ha sido responsable el destino, pero yo puedo influir sobre lo que ha de venir. ¿Cómo primar esa perspectiva del éxito? Frey: Creo que en este caso deberíamos tomarnos por modelo el sistema educa- tivo anglosajón. Al analizarlo, nos damos cuenta de que allí el self-counselling está muy extendido. Se trata del trabajo con los propios defectos y virtudes, con el perfil personal y el potencial evolutivo de cada uno. Deberíamos promover este sistema en las escuelas, conjuntamente con un sistema de mentores, así como el trabajo junto con personas del ámbito laboral, que pudieran servir de ejemplo a “Existe el perfil del optimista del éxito. La mayoría de las personas, sin embargo, no posee tal confianza básica.” Michael Hartmann BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA FUERAS DE SERI E: POR QUE UNAS PERSONAS TI ENEN EXI TO Y OTRAS NO. M. Gladwell. Taurus; Madrid, 2009. 54 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 MENTE, CEREBRO Y SOCIEDAD L a exposición a ciertas situaciones de estrés puede aumentar la tendencia a la droga- dicción. Así se desprende de la investigación reciente. Por una parte, el estrés puede in- crementar la probabilidad de que el individuo se inicie en el mundo de la droga, que con el tiempo termine adquiriendo una conducta adictiva. Por otro, en sujetos ya adictos, las si- tuaciones estresantes favorecen la persistencia de dicha conducta. De hecho, uno de los factores que está re- lacionado con una recaída en el consumo una vez el toxicómano se ha desintoxicado es la exposición a situaciones de estrés. Se ha sugerido también que ciertos adictos utilizarían las drogas para “automedicarse” y reducir así ciertos síntomas existentes con anterioridad, como la ansiedad y la depresión causados por la exposición a situaciones estre- santes. Resulta evidente, además, que ciertas drogas empeoran la psicopatología existente o incluso pueden ser las causantes de ella. Aunque la relación entre estrés y adicción viene ya avalada por muchos estudios ex- perimentales y clínicos, quedan cuestiones pendientes; entre ellas, la relación entre las diferencias individuales en la susceptibilidad al estrés y el impacto sobre la adicción, y el establecimiento de los mecanismos en el sis- tema nervioso central por los cuales el estrés puede modificar la conducta adictiva. Parece ser que ciertos estilos de personali- dad son proclives a las consecuencias negati- vas del estrés. Merecen reseñarse las persona- lidades impulsivas y las que tienden a buscar situaciones nuevas y excitantes. Si el rasgo del afán de novedades guarda relación con una mayor facilidad para establecer los contac- tos iniciales con la droga, las personalidades impulsivas parecen estar sujetas a un mayor riesgo de permanecer en la drogadicción. De no menor interés teórico, con impor- tantes consecuencias preventivas, resulta averiguar de qué modo la exposición a situa- ciones de estrés durante etapas tempranas del desarrollo predispone a la adicción en la etapa adulta. Ciertos datos sugieren que la exposición a situaciones traumáticas durante la etapa infantil o juvenil va asociada a una mayor predisposición a padecer determinadas psicopatologías en la edad adulta, abuso de substancias incluido. Uno de los sistemas de respuesta al estrés que más se ha estudiado como marcador de la intensidad del estrés es el eje hipotalámico- pituitario-adrenal (HPA). Independientemente de la naturaleza del estímulo estresante, la in- formación procesada por el sistema nervioso central converge en el núcleo paraventricular (PVN), estructura hipotalámica. Allí se sinte- tiza el factor liberador de corticotropina (CRF o CRH), liberado por el PVN al sistema sanguí- neo portal-hipofisario. En la adenohipófisis, estimula la síntesis y liberación de la hormona adrenocorticotropa (ACTH). Una vez en el torrente circulatorio, la ACTH estimula la síntesis y liberación de glucocorti- coides (cortisol en humanos y corticosterona en rata) en la corteza de la glándula suprarrenal. Los glucocorticoides promueven el estado de alerta y una respuesta efectiva frente a un entorno adverso. Los glucocorticoides regu- lan la actividad del eje HPA mediante una retroalimentación negativa, ejercida a nivel hipofisario, hipotalámico y también en otras estructuras cerebrales. Los glucocorticoides ejercen sus efectos centrales y periféricos principalmente a través de receptores tipo I (o mineralocorticoide, MR) y tipo II (o glucocorticoide, GR). Estos recepto- res de glucocorticoides se encuentran en áreas cerebrales implicadas en el refuerzo y en la adicción a las drogas, lo que sugiere un meca- nismo mediante el cual las hormonas del estrés pueden incrementar la sensación de euforia que producen las drogas y el deseo de éstas. Además, el factor liberador de corticotropina, que se segrega en situaciones de estrés, no se encuentra únicamente en el PVN, sino también en otras áreas cerebrales relacionadas con el componente emocional y cognitivo de la res- puesta al estrés y con la recaída en el consumo de drogas. Durante la abstinencia, suele produ- cirse una liberación de CRF desde algunas áreas, fenómeno vinculado al malestar psicológico que acompaña a la ausencia de droga. Los modelos animales nos permiten estudiar la relación entre estrés y tendencia a la dro- gadicción de una forma más controlada. Re- cientemente se han realizado diversos estudios centrados en la relación entre la exposición a ciertas situaciones estresantes y la recaída en el consumo de drogas, una vez el animal ya está libre de droga. Al inicio del experimento se enseña al animal de experimentación a rea- lizar una conducta (apretar una palanca) para obtener un premio (refuerzo), consistente en una pequeña dosis de la droga, administrada normalmente de forma intravenosa. No todos los animales persisten en dicha conducta, pero unos cuantos siguen apretando la palanca durante varias semanas para obte- ner el refuerzo. Luego, se substituye la droga por un pla- cebo (una solución salina) y, tras varios días, los animales aprenden que ya no recibirán más refuerzo, fenómeno que se denomina de “extinción”. Aquí, de nuevo podemos obser- RELACION ENTRE ESTRES Y DROGADICCION El estrés es uno de los factores que interviene en la adquisición, mantenimiento y recaída de la conducta adictiva, existiendo ciertos rasgos de personalidad más vulnerables al estrés y a caer en el consumo de drogas ROSER NADAL © i S T O C K P H O T O / V I N I C I U S R A M A L H O T U P I N A M B A MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 55 var muchas diferencias individuales: algunos animales continúan apretando la palanca como muestra de su deseo por la droga, mientras que otros cesan en el empeño. Una vez la respuesta está extinguida, los investigadores han tratado de encontrar qué situaciones pueden de nuevo hacer “recaer” a la rata en la conducta de búsqueda de la droga (apretar la palanca). Una de estas si- tuaciones es la exposición a ciertos estímulos estresantes, como choques eléctricos, dentro de la jaula; la rata vuelve a apretar desespe- radamente la palanca en reflejo de un deseo incrementado por la droga. Los antagonistas del CRF, que bloquean los efectos de dicha substancia sobre sus receptores cerebrales, re- vierten estos efectos del estrés, lo que sugiere que la liberación del factor está implicada en la recaída del deseo y búsqueda de droga. Roser Nadal Unidad de Psicobiología e Instituto de Neurociencias Universidad Autónoma de Barcelona TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL PARA EL TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO Desde un punto de vista de la eficacia terapéutica para el trastorno obsesivo-compulsivo, los expertos sugieren la conveniencia de combinar la farmacoterapia con la terapia cognitivo-conductual NURIA JAURRIETA GUARNER E l trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es el trastorno de ansiedad más grave. Se ca- racteriza por las obsesiones, compulsiones o ambas, que consumen tiempo, son estresantes e interfieren con las rutinas, las relaciones in- terpersonales y el desenvolvimiento diario. Las obsesiones constituyen impulsos, ideas, imágenes o pensamientos persistentes que se introducen en la mente de la persona y pro- vocan una preocupación o ansiedad excesiva. Las compulsiones conforman actos o conductas repetitivos que se ejecutan en respuesta a las obsesiones para aliviar o evitar la preocupa- ción, la ansiedad o ambas. En los últimos veinte años se han publicado numerosos estudios sobre los resultados de la terapia conductual en el TOC. En general, estos estudios demuestran que entre el 60-70% de los pacientes con conducta ritualística mejoran sig- nificativamente con dichas técnicas. Entendemos por mejora una reducción del 50% de los sínto- mas iniciales. Entre el 20-30% de los pacientes se muestran resistentes al tratamiento, mientras que un 20% abandonarían antes de finalizarlo. La investigación ha demostrado que los sín- tomas del TOC mejoran mediante una interven- ción aplicada sistemáticamente: la exposición con prevención de respuesta (EPR). La exposi- ción se sustenta en dos procesos cruciales del aprendizaje y relacionados con la habituación (fase de exposición) y la extinción (fase de bloqueo del ritual). Con otras palabras, la exposición consiste en colocar al paciente en situaciones de la vida real que provoquen ansiedad y desasosiego (exposi- ción en vivo) e impedir que realice su conducta compulsiva (prevención de respuesta). Debe hacerse de forma gradual y progresiva. Para abordar los pensamientos intrusos, pue- de ponerse en práctica la exposición en imagi- nación. Esta técnica permite habituarnos a tener pensamientos negativos sin experimentar una ansiedad intensa. A partir del tratamiento con esta técnica podemos aceptar que las ideas o imágenes obsesivas no salen del mundo del pen- samiento, sin más significado ni trascendencia. La terapia de elección en el TOC ha sido la cognitivo-conductual, aplicada de forma individual, aunque en los últimos años han comenzado a abordarse la eficacia potencial de un tratamiento grupal. Estos estudios han demostrado que, a corto plazo, es más eficaz la terapia individual; a largo plazo, sin embar- go, las dos modalidades (individual y grupal) se equiparan. El formato grupal ofrece ciertas ventajas sobre el formato individual: tiempo, coste, aprendizaje de los otros miembros del grupo, cohesión de grupo, cambio de roles, disminución del aislamiento social y otros. Hemos asistido también a la comprobación de cuán importante resulta la introducción de téc- nicas cognitivas en los programas de tratamien- to; permiten modificar distorsiones, creencias disfuncionales y pensamientos erróneos. En los casos en que la EPR no era eficaz, los terapeutas cognitivos empezaron a aplicar estas técnicas. Las creencias disfuncionales asociadas al TOC son la sobreestimación de la importancia de los pensamientos, una responsabilidad excesiva, so- breestimación de la amenaza y el riesgo, per- feccionismo e intolerancia a la incertidumbre. Tiempo G r a d o a n s i e d a d Transcurso de la ansiedad o el miedo Inicio de la confrontación Evitación Lo que espera el paciente Transcurso de la ansiedad/malestar en la confrontación frente a evita- ción a la situación temida. 56 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 L a esquizotipia se sitúa en un continuo entre personalidad normal introvertida o inhibida y esquizofrenia. Se discute cuál es la adecuada ubicación nosológica del trastorno esquizotí- pico de la personalidad. Para el DSM.IV.TR, vademécum de referencia de los trastornos mentales, se contaría entre los trastornos de la personalidad; para la CIE.10, otro canon de referencia, habría que incluirlo dentro de los trastornos psicóticos. Va ganando creciente aceptación el concep- to de “espectro esquizofrénico” para caracte- rizar a un grupo de trastornos (esquizofrenia, trastorno esquizofreniforme y trastornos de personalidad esquizotípica o esquizoide), que comparten ciertos síntomas, marcadores y res- puesta al tratamiento. En ese continuum dimensional, la esqui- zotipia podría entenderse como un rasgo de personalidad alterada, con semejanzas con los síntomas de la esquizofrenia, sobre todo en fases prodrómicas y residuales. Se trata, en efecto, de un constructo teórico que designa cierta vulnerabilidad a desarrollar una enfer- medad mental, en concreto la esquizofrenia. Presenta correlación con la proclividad a la psi- cosis o tendencia psicótica de una estructura de personalidad en principio funcionalmente normal; en ausencia de otros factores precipi- tantes o estresantes, puede permanecer como rasgo subclínico de personalidad. En algunas personas, las formas débiles de esquizotipia presentadas pueden ser adapta- tivas, relacionadas con la creatividad. Charles McCreery y Gordon Claridge, de la Universidad de Oxford, acuñaron la expresión esquizotipia feliz o sana para referirse a personas funcionales y ajustadas que tienen experiencias poco usua- les y que presentan un alto grado de rasgos po- sitivos encauzados como hipersensibilidad sen- sorial, plasticidad en sus sistemas de creencias y otros. Propia de los artistas, en este contexto, la esquizotipia puede considerarse una forma de ser muy abierta a la experiencia. En psicopatología, la esquizotipia designa una serie de características que pueden agruparse en cuatro componentes: experiencias inusuales (experiencias perceptivas y cognitivas aberran- tes, pensamiento mágico y creencias extrañas), desorganización cognitiva (déficits cognitivos, di- ficultad en la toma de decisiones, ansiedad social y labilidad emocional), anhedonia introvertida (displacer por la intimidad física y social, evi- tación de las relaciones interpersonales y otros tipos de actividades, tendencia a la independen- cia y la soledad) e impulsividad no conformista (desinhibición, bajo control de los impulsos, con- ductas agresivas, temerarias y abusivas). Una derivación de los hallazgos de estos cuatro factores por Claridge y su equipo fue el desarrollo del Inventario Oxford-Liverpool de Sentimientos y Experiencias, hasta ahora el instrumento más ampliamente utilizado para evaluar la personalidad esquizotípica. La Unidad de Investigación en Psicopatología y Neuropsicología de la Universidad Autóno- ma de Barcelona viene trabajando desde hace veinte años en este campo. El grupo dirigido por J. E. Obiols aplicó ese mismo instrumento ¿Cuáles son las técnicas cognitivas más útiles en el tratamiento de estas creencias? — Fusión de pensamiento y acción (TAF). Los experimentos buscan acotar los efectos de la supresión de un pensamiento, así como predecir la ocurrencia de fenómenos neutros, de daños al terapeuta y, finalmente, de sí mismo o de los familiares. Se traza un continuum en el que en un extremo se sitúe la “mejor de las personas” y en otro, “la peor de ellas”; el paciente debe situarse en un punto determinado de esta línea. — Responsabilidad excesiva. En esta téc- nica, el paciente se reconocerá responsable de esa situación, pero se preguntará si existen otras posibilidades. Dibujará un pastel y repar- tirá en porciones los factores implicados en la ocurrencia de determinado evento, asignando a cada uno de ellos un porcentaje determina- do de responsabilidad. Utilizará un continuum cognitivo que oscile entre la máxima respon- sabilidad y la mínima. Deberá señalar todos los agentes vinculados al suceso en un punto determinado de la línea. — Sobreestimación de la amenaza y del riesgo. Aquí se trata de calcular la probabilidad de cada evento por separado y la probabilidad acu- mulada de la secuencia. En la primera, el paciente ha de imaginar y describir el suceso catastrófico sin ser el protagonista. En la seguda, el propio paciente actuará de “abogado de la defensa”. Su papel consistirá en argumentar su inocencia en el tribunal donde se le juzga por causar algún daño terrible. Finalmente sugeriremos experimentos conductuales, como por ejemplo dejar un electro- doméstico encendido o algún grifo goteando e ir a dar un paseo durante un tiempo determinado. — Perfeccionismo. Una de las creen- cias más complejas de tratar cognitivamente presenta una naturaleza extremadamente egosintónica. Se sugieren de nuevo los con- tinuums, entrevistas a familiares y amigos sobre cualidades y defectos, buenas y malas personas, etc. Asimismo, se recomienda la utilización de experimentos conductuales. — Intolerancia a la incertidumbre. Las técnicas cognitivas se centrarán en normalizar la incertidumbre. Se le sugiere al paciente que realice una entrevista a 10 conocidos o amigos para determinar si en ese momento recuerdan exactamente haber cerrado la puerta antes de salir de casa y, si no es así, cómo tienen la cer- teza de que la puerta no ha quedado abierta. Se le pide al paciente que anticipe los resul- tados antes de la entrevista y se sorprenderá al comprobar que la mayoría de las personas no recuerdan haber realizado esta acción y, sin embargo, confían que la puerta esté cerrada. Nuria Jaurrieta Guarner Unidad de TOC, Servicio de Psiquiatría, Hospital Universitario de Bellvitge (Barcelona) CSMA St. Feliu de Llobregat. Sagrado Corazón, Servicios de Salud Mental LA ESQUIZOTIPIA EN LA ADOLESCENCIA La esquizotipia se sitúa en un continuum entre personalidad normal y esquizofrenia. En el período adolescente pueden presentarse pensamientos, conductas y percepciones que podrían incluirse dentro de ese continuo CRISTINA MEDINA PRADAS MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 57 a adolescentes de población general (de 13 a 16 años) y observó que, con la edad, aumentaba significativamente también la desorganización cognitiva y las experiencias inusuales; y que los chicos puntuaban más alto en experiencias inusuales y desorganización cognitiva y las chi- cas en anhedonia introvertida. Las diferencias podrían deberse en parte al rol de género, más que a las diferencias de sexo per se. Posteriormente, examinaron la presencia de experiencias pseudopsicóticas y síntomas de depresión en una muestra similar a la anterior. Comprobaron que el 7,5 % de los adolescentes evaluados presentaban tres o más síntomas positivos, es decir, delirios (sentir que se es perseguido o que hay un complot en su con- tra) o alucinaciones (oír voces hablando entre ellas, ver cosas que otros no ven). El 4 % de los jóvenes presentaban tres o más síntomas ne- gativos; por ejemplo, aislamiento social, falta de interés y energía para hacer sus actividades cotidianas, sensación de no experimentar emo- ciones aun en momentos importantes. El 4,5 % manifestó experimentar tres o más síntomas de depresión, como llorar sin motivo, sentir que no tiene futuro, sentimientos de culpa o deseos de no vivir más. El 9,8 % presentó puntuacio- nes muy elevadas en los tres tipos de síntomas (positivos, negativos y depresivos). Además, los adolescentes con puntuaciones más elevadas en depresión mostraron un incre- mento en los síntomas positivos y negativos. Por otro lado, ambos sexos alcanzaron puntua- ciones similares en los síntomas positivos y ne- gativos, pero las chicas obtenían puntuaciones más elevadas en los síntomas depresivos. Se evidencia, por tanto, que los síntomas de tipo psicótico están presentes en adolescentes de la población general y que estas experiencias se pueden manifestar de manera más intensa cuando además hay síntomas de depresión. Asi- mismo, los adolescentes aparentemente sanos desarrollan conductas alteradas en la línea de las presentadas por personas con esquizofrenia; pueden considerarse factores predictores de la enfermedad y, por tanto, ayudar de la misma forma que los síntomas depresivos en la detec- ción de adolescentes en riesgo. Los que puntúan alto en esquizotipia ma- nifiestan más alteraciones conductuales. No obstante, la variedad de informantes (maes- tros, padres y los mismos adolescentes o sus iguales) y la discordancia entre la información que cada uno da en relación a estas conductas problemáticas es una dificultad a estas edades. La discordancia crece a medida que los rasgos esquizotípicos son más intensos. La adolescencia puede constituir un período especialmente tumultuoso del ciclo vital. Es característico de los adolescentes cierto aleja- miento de su entorno familiar, el aislamiento y la búsqueda de una mayor autonomía. Les distingue también cierto alejamiento de la realidad; buscan explicaciones enrevesadas, esotéricas incluso, que pueden llevarles a dis- torsiones cognitivas. En cuanto a lo perceptivo, suelen estar más abiertos a la experiencia y más hipersensibles. Los primeros contactos con las drogas precipitan estas experiencias pseudopsicóticas. Adoptan, por fin, un lengua- je y comportamientos excéntricos o peculiares, muchas veces dentro de su propósito de dife- renciarse de los otros y de distanciarse de las normas y los convencionalismos. Los profesionales de la salud mental deberían tener en cuenta el contexto sistémico de cada Muchas cosas dependen del color del cristal con que se miran. joven al definir la supuesta normalidad o no. El concepto de normalidad psiquiátrica debería sustituirse por el concepto de funcionalidad. La incidencia de rasgos esquizotípicos es mayor entre familiares de primer grado de pacientes con esquizofrenia. Quizás haya que hablar de un síndrome multidimensional de riesgo de esquizofrenia, la esquizotaxia, que se distingue por alteraciones en la estructura y función cerebrales, la cognición, el afecto y el desempeño social en individuos familiares de pacientes con esquizofrenia sin trastorno esquizotípico y sin psicosis, es decir, una labi- lidad subyacente en los individuos con predis- posición a esquizofrenia, o en definitiva, con más o menos rasgos esquizotípicos. Cristina Medina Pradas es psicóloga investiga- dora en el Instituto de Trastornos Alimentarios de Barcelona y realiza su tesis doctoral en la Unidad de Investigación en Psicopatología y Neuropsicología del Departamento de Psico- logía Clínica y de la Salud de la Universidad Autónoma de Barcelona. BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA NEW SCALES FOR THE ASSESSMENT OF SCHIZOTYPY. O. Mason, G. Claridge y M. Jackson en Personality and Individual Differences, vol. 18, págs. 7-13; 1995. ESQUIZOTIPIA Y MEMORIA VERBAL EN POBLA- CION GENERAL ADOLESCENTE. P. Martinena, J. B. Navarro, C. Medina, I. Baños, A. Sa- banés, J. Vicens, E. M. Alvarez, N. Barran- tes, S. Subirá, J. E. Obiols en Psicothema, vol. 18, n. o 3, págs. 439-446; 2006. ¿EXPLICA LA ESQUIZOTIPIA LA DISCOR- DANCIA ENTRE INFORMANTES DE ALTERA- CIONES CONDUCTUALES ADOLESCENTES? C. Medina, J. B. Navarro, I. Baños, P. Martinena, J. Vicens, N. Barrantes, S. Subirá, J. E. Obiols en Salud Mental, vol. 30, n. o 4, págs. 24-30; 2007. SI NTOMAS SEUDOPSI COTI COS EN ADO- LESCENTES DE LA POBLACION GENERAL. J. E. Obiols, M. Barragán, J. Vicens y J. B. Navarro en Revista de Psicopato- logía y Psicología Clínica, vol. 13, n. o 3, págs. 205-217; 2008. V I C T O R J A E N A D A G A J O ( V I J A G A ) 58 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 E l estudio del control de nuestros movimien- tos se ocupa de los procesos que ocurren desde que decidimos acometerlos hasta que activamos los músculos necesarios para reali- zarlos. Compete a la biomecánica abordar el movimiento de los organismos de acuerdo con los principios de ingeniería, física y matemáti- ca. La descripción de la cinemática y cinética de nuestro movimiento complementa a la des- cripción y modelado del control. La bipedestación, el mantenerse en pie, al igual que andar, se ha considerado a menu- do una tarea motora automática o controlada mediante reflejos, esto es, respuestas motoras generadas de manera involuntaria en reac- ción ante un estímulo. No requeriría decisión consciente. Y abarcaría desde el movimiento elemental de contracción de un músculo —re- flejo de estiramiento— hasta movimientos más complejos, que implicarían la contrac- ción de varios músculos o la generación de movimientos rítmicos. Parecería, pues, que en personas sanas, el control de la bipedestación apenas reclama- ría la atención consciente. Un supuesto que ha quedado en entredicho con experimentos recientes. Se demostró que la inestabilidad de personas mayores aumentaba si no podían dedicar suficiente atención al control de la pos- tura; tal vez porque tenían que ejecutar otras tareas cognitivas. Uno de los parámetros más utilizados para evaluar el equilibrio en posición erecta es la medida de la deriva del centro de presiones (CoP) de las fuerzas de reacción del suelo. Esta trayectoria es el resultado de la intervención de diversos elementos de los sistemas motor y sensorial (visual, vestibular y proprioceptivo), que tratan de estabilizar el cuerpo en posición vertical. Por ello, tales medidas se han aplicado en la práctica clínica para monitorizar el proceso de recuperación funcional de pacientes neuro- lógicos u ortopédicos y en grupos de personas mayores. Coordinación de movimientos cíclicos de las extremidades superiores El control de las extremidades superiores impli- ca la regulación jerárquica de varios segmentos corporales en los que el movimiento de cada articulación es función de los movimientos en otras articulaciones. Si consideramos patrones simples de flexo- extensión bilaterales, encontraremos varias combinaciones. Cuando los dos codos se flexio- nan y extienden a la vez, se dice que están en fase (IN); si uno se flexiona, mientras el otro se extiende, decimos que se hallan en antifase (AN). De manera similar podemos definir las rela- ciones entre codo y muñeca del mismo brazo: isodireccional, si ambos se flexionan o extien- den, o no isodireccional, si van en sentidos opuestos. Existen, por tanto, ocho combinaciones de modos de coordinación (figura 1), para codos y muñecas, en fase (IN) o antifase (AN) e isodireccionales o no isodireccionales. Unos patrones de coordinación son más fáciles de ejecutar que otros, en razón de las preferencias naturales. Una de las preferencias aludidas se refleja en el principio de homología de activación de los músculos, que origina patrones de mo- vimiento simétricos con respecto a la línea sagital media del cuerpo. La coordinación se deteriora en cuanto el modo de coordinación antifase se introduce en uno o dos pares de articulaciones; observación de la que se des- prende que la simetría podría ser uno de los principios de organización del control neuro- motor de movimientos complejos. ¿Afecta la coordinación de los brazos a la postura? Nos proponíamos analizar las posibles inte- racciones entre el control de la bipedestación (tarea secundaria) durante la ejecución y las extremidades superiores de patrones de coor- dinación cíclicos (tarea primaria), con diferen- tes niveles de complejidad. El movimiento de las extremidades superio- res generará pares de reacción sobre el tronco. Este efecto mecánico dependerá de la magni- tud y dirección del movimiento, así como de la masa y momento de inercia del segmento que se mueve, mano o antebrazo. Por ejemplo, la flexo-extensión de ambos codos en fase (IN) perturbaría el centro de masas corporal en la dirección anteroposterior (AP); sin embargo, en el modo AN originará desplazamientos la dirección medio-lateral (ML). BIOMECANICA Control motor de la coordinación y la postura ARTURO FORNER CORDERO Iso Iso Iso Iso Nonl Nonl Nonl Nonl IN IN-IN Iso-Iso IN-IN Nonl-Nonl IN-AN Nonl-Iso IN-AN Iso-Nonl IN IN IN IN AN IN AN Nonl Iso Iso Nonl Iso Nonl Iso Nonl IN AN-IN Nonl-Iso AN-IN Iso-Nonl AN-AN Iso-Iso AN-AN Nonl-Nonl AN AN IN AN AN AN AN 1. Esquema de los modos de coordinación de los brazos orientados al estudio experimental del control motor. A D A P T A D A D E : P O S T U R E C O N T R O L A N D C O M P L E X A R M C O O R D I N A T I O N : A N A L Y S I S O F M U L T I J O I N T C O O R D I N A T I V E M O V E M E N T S A N D S T A B I L I T Y O F S T A N C E , A . F O R N E R C O R D E R O , O . L E V I N , Y . L I , S . S W I N N E N , E N J O U R N A L O F M O T O R B E H A V I O R , V O L . 3 N . O 3 9 , P A G S . 2 1 5 - 2 2 6 , 2 0 0 7 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 59 Además de la perturbación mecánica, está la perturbación cognitiva: la ejecución de ta- reas motoras de complejidad creciente podría reducir la capacidad de atención al control de la postura y comprometer el equilibrio. Para discernir entre tales efectos, hemos de diseñar tareas de coordinación con los brazos que, con similar perturbación mecánica, pre- senten diferentes niveles de complejidad. Hay una preferencia por los patrones simétricos (IN), que se ejecutan con mayor precisión incluso a frecuencias de movimiento altas. Por ejemplo, el modo de coordinación AN en las muñecas resulta en un movimiento menos preciso que el IN y deteriora el patrón de coordinación IN de los codos. Además, de ser más complejo de ejecutar, no altera significativamente las interac- ciones mecánicas entre brazos y tronco, debido a la baja inercia de las manos. Por tanto, se espera que el balanceo postural dependa esen- cialmente del movimiento de los codos. Para determinar si los patrones de coordina- ción de extremidades superiores más difíciles de ejecutar (las muñecas en AN y los codos IN) resultan en una ejecución menos precisa y si afectan al control del equilibrio, se midieron los ángulos de ambas muñecas y codos durante la realización de combinaciones de patrones de coordinación (figuras 1 y 2) junto con la deriva del CoP. Los resultados experimentales indican que los patrones de coordinación más complejos interfieren sobre el equilibrio postural; una interferencia mecánica y cognitiva a la vez. Inicialmente se consideraron los factores mecánicos: el movimiento de los brazos pro- voca fuerzas de reacción sobre el tronco, que aceleran el centro de masas. Sin embargo, en el patrón de coordinación sólo ha cambiado el movimiento de las muñecas, de escasa influencia desde el punto de vista mecánico. La mecánica se ve, pues, incapaz de explicar el aumento de la deriva del balanceo postural cuando los patrones de coordinación pasan de estar en fase para codos y muñecas (IN, IN) a codos en fase (IN) y muñecas antifase (AN). ¿Podrían ser responsables los factores cog- nitivos? La mayor dificultad en la ejecución de los patrones con las muñecas en antifase (tarea focal) podría ser la causante del aumento de la oscilación postural. Además, los coeficientes de correlación en- tre los centros de masas del tronco, los brazos y el centro de presiones fueron muy bajos para los patrones de coordinación preferidos (am- bas articulaciones en fase IN, IN). Esos valores indicaban que el movimiento de los brazos es independiente del tronco y del CoP en las di- recciones antero-posterior y medio-lateral. Ahora bien, al ejecutar patrones de coordina- ción más complejos (AN, IN), las correlaciones aumentaron, lo que señalaba un acoplamiento entre el movimiento de los brazos y la postura. Quedaba así atestiguada la importancia de los procesos cognitivos y de la asignación de recur- sos en la ejecución de tareas aparentemente automáticas, como la postura erecta. Las nuevas técnicas de formación de imá- genes se han aplicado al estudio de la activa- ción de diferentes áreas cerebrales durante la realización de distintas tareas. Y han puesto de manifiesto que la ejecución de tareas de coordinación motora más complejas resulta en una mayor activación de áreas cerebrales rela- cionadas con el procesamiento e integración de la información sensorial. Parece, pues, que la ejecución de tareas de coordinación complejas requiere mayores recursos neuronales que la ejecución de tareas más simples basadas en modos de coordina- ción preferidos, lo cual deja menos recursos neuronales disponibles para otras tareas. Estos resultados tienen implicaciones para personas con riesgo de caídas. Si realizan ta- reas complejas con las extremidades superiores durante la bipedestación, se produce una re- ducción del control postural que puede facilitar la caída. Las personas mayores no sólo mues- tran mayor propensión a caídas, sino que ex- perimentan también mayores dificultades en la ejecución de tareas complejas con los brazos. Por tanto, unas tareas más complejas pondrían a estas personas en mayores riesgos. Conclusiones La ejecución de tareas de coordinación com- plejas con los brazos afecta a las oscilaciones posturales durante la bipedestación y puede provocar inestabilidad. El aumento del balan- ceo postural obedece a agentes mecánicos y a factores relacionados con el procesado cognitivo necesario para realizar las tareas de coordinación complejas con los brazos y la redistribución de recursos dentro del sistema nervioso en un contexto multitarea. Se han encontrado estos efectos en adultos sanos, pero es probable que tengan consecuen- cias más dramáticas en grupos de enfermos neurológicos o en personas mayores que se enfrentan a una disminución de las capacida- des cognitivas y de procesamiento. Se ha demostrado que los movimientos vo- luntarios con la extremidad superior inciden en el control de la bipedestación de pacientes con déficits neurológicos y de personas mayores sanas. La frecuencia de oscilación de los brazos resulta en diferentes estrategias de compensa- ción bien con la cadera o con el tobillo cuando aumenta la frecuencia. Arturo Forner Cordero Grupo de Bioingeniería (CSIC) Motor Control Lab. (KULeuven) Arganda del Rey, Madrid Agradecimientos: Prof. S.P. Swinnen (KULeuven), donde se ha desarrollado este trabajo 2. Fotografía vista superior de uno de los participantes en los ensayos durante la ejecución de los patrones de coordinación con los brazos sobre las plataformas de fuerzas. 60 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 © i S T O C K P H O T O / P H I L I P P E D E V A N N E ( a r r i b a a l a i z q u i e r d a ) ; © i S T O C K P H O T O / A N N E T T V A U T E C K ( a r r i b a a l a d e r e c h a ) ; © i S T O C K P H O T O / M A T J A Z B O N C I N A ( a b a j o ) LA GENERACION DEL MOVIL No se puede concebir el mundo de los jóvenes actuales sin el teléfono móvil. Les sirve de repositorio musical, central de comunicación y símbolo de distinción. Pone a disposición de los adolescentes nuevas formas de expresar su pertenencia y afinidad. Los padres deberían, por su parte, vigilar que estas maravillas de la técnica no se conviertan en una suerte de “cordón umbilical virtual” de su desarrollo ANNETTE SCHÄFER 1. ¡HOLA! Los jóvenes utilizan los teléfonos celulares como centralita de su red social de contactos. Quien no esté localizable por móvil suele quedarse fuera de juego. MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 61 E ncontrar hoy un adolescente que no dis- ponga de un móvil es más difícil que dar con un chico de 13 años al que le guste la ópera o una quinceañera que no se preocupe por su figura. Ningún otro grupo de edad ha integrado la telefonía móvil en su vida cotidiana con tan- ta celeridad e intensidad que los adolescentes de 12 a 19 años. En 1998 sólo un ocho por ciento de los jóvenes poseían teléfono propio. En 2002 el porcentaje era ya de 82 por ciento y siguió subiendo hasta el 94 por ciento registrados en 2007. Los expertos hablan de saturación de móviles en el ámbito juvenil. Incluso uno de cada dos preadolescentes, entre 10 y 13 años, posee su móvil. La fascinación por tales ingenios actúa de nexo común entre los jóvenes de todos los es- tratos sociales. A diferencia de lo que acontece con los ordenadores, aquí no hay discrepancia entre chicas y chicos. De hecho, la cantidad de usuarias es ligeramente superior que la de usuarios; aquéllas lo utilizan, además, con ma- yor precocidad y frecuencia. El nivel de formación tampoco segrega. Los alumnos de formación profesional son aficionados a los Nokia y demás, al igual que los alumnos de institutos y colegios. Para los jóvenes procedentes de la clase trabajadora, el móvil constituye un objeto de prestigio. Las capacidades técnicas de los aparatos van en aumento cada año; los jóvenes muestran su interés en experimentar y probar de inmediato las innovaciones ofrecidas. Escuchar música, bajarse tonos o logotipos, tomar fotografías, grabar películas, navegar en Internet... no hay ninguna función del móvil que no entusiasme a los jóvenes. Sin embargo, la más importante con dife- rencia sigue siendo telefonear y el envío de mensajes cortos. La mayoría de los jóvenes telefonea diariamente o como mínimo varias veces a la semana, según revela el estudio “JIM” (“Juventud, Información, Multimedia”), una encuesta nacional realizada en Alemania so- bre 1200 jóvenes. Otros sondeos hablan de un tiempo medio diario acumulado en llamadas telefónicas de una hora en adolescentes. A ello hay que sumar en promedio 9 SMS entrantes y salientes al día. Los adultos no dejan de asom- brarse al ver la velocidad con que los jóvenes teclean sus mensajes. Pero, ¿qué efectos psicológicos y sociales comporta el uso regular del móvil en la vida diaria de los adolescentes? Se ha abierto ya esa línea de investigación. Padres y jóvenes han sido preguntados y se han analizado las pautas de uso de los móviles en los centros escolares, así como el lenguaje y el contenido de men- sajes cortos. Se ha comprobado que el móvil cambiaba la vida de los jóvenes en numerosos aspectos, a menudo para bien. Un ejemplo de ello es la organización de su propia vida. El móvil ayuda a mantener con- trolado el tiempo. Se puede informar a la ma- dre trabajadora de las actividades de la tarde. Se pueden coordinar las agendas para poder aprovechar al máximo las actividades escola- res, extraescolares y familiares. Quedar con amigos se ha convertido, gra- cias al móvil, en algo mucho más espontáneo y flexible. En lugar de planificar sus citas con mucha antelación, los jóvenes proyectan sobre la marcha. De camino a un encuentro se fija el lugar del mismo, lo que supone una economía de organización y tiempo. Agente de relaciones portátil El móvil desempeña una función importante como objeto de prestigio social. La elección del modelo se interpreta entre los jóvenes como una expresión de la propia personalidad y genera controversia. ¿Debe tener tapa? ¿De qué color ha de ser? ¿Incorporará funciones complementarias como cámara, reproductor MP3, acceso a Internet y correo electrónico? ¿Cuáles son los accesorios y tonos de llama- da de moda? Otros aspectos que proveen de información son el número de teléfonos al- macenados y la frecuencia de llamadas y SMS recibidos, ya que se trata de un indicador de la propia popularidad. El significado de un móvil trasciende, sin embargo, las propiedades asociadas de pres- tigio y ayuda organizativa. Reviste particular interés en la gestión de las relaciones de los adolescentes: constituye una auténtica cen- tralita de su red social entre los compañe- ros. Disponer de un móvil es hoy condición imprescindible para pertenecer a un grupo. Quien no esté permanentemente disponible por móvil queda excluido del flujo de infor- mación. En una investigación japonesa realizada en el año 2005 se trabajó sobre 600 estudiantes, de unos 13 años; la mitad disponía de móvil, no así la otra mitad. Se demostró que los pro- pietarios de móviles preferían elegir sus ami- gos de entre los que tenían móviles. El aparato desempeñaba una función fundamental en sus relaciones. La interrelación permanente a través del móvil parece ayudar a determinados jóvenes a expresar sus estados de ánimo. 62 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 Aquellos que no disponían de móvil tenían que luchar con denuedo contra su inferioridad. Aunque sólo un cinco por ciento confesaron sentirse excluidos socialmente por ese moti- vo, un 70 por ciento deseaba poseerlo y uno de cada tres suponía que no podría pasar sin móvil, una vez adquirido el suyo. Los móviles acaparan la atención de los jó- venes. La necesidad de comunicación es ele- vada en esas edades. Se considera un signo de buena predisposición estar localizable. Si no hay respuesta pronta a un mensaje en el buzón de voz o a un SMS, se interpreta como una ofensa. Un tiempo de reacción de entre 15 a 30 minutos apenas es aceptable. Apenas han salido del colegio y ya se les ve telefoneando a unos compañeros con los que han compartido clase. Para los adultos, tal afición por la comu- nicación cuesta de entender. ¿Qué es lo que necesitan comunicar los chicos con tanta urgencia? Nicola Döring, de la Universidad de Ilmenau, ha analizado el contenido de 1000 mensajes cortos. Ha ob- servado que los adolescentes utilizan el móvil con fines que van más allá del intercambio de informaciones concretas. Se trata de una comunicación empática, destinada a partici- par lo máximo posible de las preocupaciones cotidianas del compañero, de expresar per- tenencia y proximidad y de airear en cierto modo las emociones. Es fácil imaginarse lo bien que se acogen tales mimos virtuales. El entramado de co- municación y contacto continuo a través del teléfono celular ejerce en ellos un efecto de reafirmación de sus estados de ánimo. Así lo indica un amplio estudio del año 2005, en el que se preguntó a 12.000 jóvenes, con edades comprendidas entre los 13 y los 19 años, sobre los usos dispares del inalámbrico. El estudio demostró que la probabilidad de que un joven se sintiera solo era inversamente proporcional al número de conversaciones tele- fónicas que realizaba y al número de mensajes cortos de móvil que intercambiaba; es cierto que el estudio no aportaba indicios sobre las re- laciones concretas causa-efecto. Podría ser que un adolescente que intrínsecamente disponga de una actitud abierta y positiva utilice el mó- vil de forma más asidua. No obstante, la ar- gumentación opuesta se antoja como mínimo igual de plausible: la posibilidad de contactar con amigos en cualquier momento de forma inmediata contribuye a reducir el número de accesos de inseguridad y soledad. Ineficaz sustituto de las citas Pese a constituir un elemento principalísimo en la vida del adolescente, no hay indicios que apunten hacia una sustitución progresiva de los encuentros personales por encuentros vir- tuales. La relación directa con los amigos es tan importante hoy como ayer. Numerosas parejas de adolescentes se inter- cambian de forma permanente SMS con mensa- jes amorosos. La investigación de Döring puso de manifiesto que las formas abreviadas de “te quiero” y otras variantes también abreviadas con contenidos equivalentes formaban parte de la jerga habitual de los mensajes SMS. Según una encuesta británica realizada por Internet a los jóvenes, la comunicación escrita facilita que expresen sin inhibiciones emocio- nes y sentimientos. Aquellos que son tímidos y se describen a sí mismos como solitarios con- fesaron que les resulta más sencillo abrirse mediante SMS. En las relaciones con los padres, el móvil está ganando protagonismo. Pero no siempre con- lleva implicaciones positivas. Por un lado hay temas de discusión sobre aspectos prácticos; por ejemplo, el importe de la factura mensual y quién lo paga. Además, muchos padres se que- jan de no saber qué es lo que hace su hijo con unos dispositivos electrónicos cada vez más potentes y complejos. El inalámbrico rompe a veces el débil equi- librio de fuerzas entre padres e hijos. En la © F O T O L I A / M A R I A P . G E H I R N & G E I S T 3. ABREVIACIONES PREFERIDAS. Las abreviaciones más comu- nes son las relacionadas con los contenidos emocionales de amor o amistad. 2. EDUCACION A DISTANCIA. Los adolescentes acuerdan los horarios de salida, con la condición de que estén dis- puestos a recibir llamadas de sus progenitores. MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 63 pubertad, cuando chocan inexorablemente las aspiraciones de control de los padres con la necesidad de libertad y espacio de los hijos, el móvil ha introducido modificaciones inespe- radas. Se diluye también la frontera entre estar dentro de casa o estar fuera. Un adolescente puede estar en contacto con amigos desde cual- quier lugar y en cualquier momento, sin que los padres puedan intervenir. Intercambio nocturno de SMS La fusión de espacios dentro y fuera de casa, por lo que atañe a la comunicación, beneficia a todos los miembros de la familia. En los jóve- nes, su grado de independencia aumenta; po- seen mucha más libertad de comunicación que las generaciones precedentes, que dependían del teléfono familiar. ¿Quién se habría atrevido entonces en mitad de la noche a llamar a la amiga íntima o al compañero de clase? Hoy, sin embargo, enviarse mensajes SMS constituye una de las ocupaciones nocturnas preferidas de los jóvenes. En cierto trabajo rea- lizado en Bélgica, se preguntó a 2550 jóvenes (mitad de 13 y mitad de 16 años) con qué fre- cuencia se despertaban por la noche con men- sajes SMS. En el grupo de los más jóvenes, había un 14 por ciento que recibían SMS nocturnos entre una vez al día a una vez a la semana. En el caso de los mayores, el porcentaje se eleva- ba al 23 por ciento. Los frecuentes ataques de cansancio diarios que sufrían los autores de los mensajes SMS son consecuencias aceptadas de dichas costumbres. Los padres no estarían muy entusiasmados si conocieran las actividades nocturnas de sus hijos con el móvil. No obstante, la idea de po- der localizar a sus hijos a la hora que sea en caso de emergencia les seduce. Gracias al te- léfono celular, el área de control que pueden ejercer los padres se amplía. Cuando los chicos se van con los amigos, en su bolsillo llevan la conexión con sus padres; siempre se les puede llamar interesándose por su situación o exigirles que vuelvan a la hora convenida. Remote parenting (educación a distancia) de- nominan los expertos a esta práctica cada vez más habitual. La posibilidad de vigilar a distancia permi- te que los padres concedan más libertad a su hijo, según indica un estudio acometido por Stephen Williams, de la Universidad de Gla- morgan en Gales. Entrevistó a 25 adolescentes con edades comprendidas entre los 15 y los 16 © F O T O L I A / N A C H B E L I C H T E T ( i z q u i e r d a ) ; © i S T O C K P H O T O / B R O N W Y N 8 ( d e r e c h a ) 4. MAYOR LIBERTAD, MAYOR CONTROL. Madre: “¿Dónde estás?, te estamos esperando.” Hija: “Estaba con Tina tomando un helado.” Madre: “Podrías haberlo dicho y ya está, ¿no?” Hija: “¿No has recibido mi SMS? ¡Voy de camino! Hasta ahora.” 64 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 años, así como a sus padres, para averiguar qué papel desempeñan los teléfonos móviles en las negociaciones sobre las “salidas” de los hijos. La posibilidad de localización y las lla- madas intermitentes constituían la moneda de transacción para salidas más duraderas y lejanas. El acuerdo aportaba a los padres sensación de seguridad; a los hijos, mayor independencia. Pero existen también zonas oscuras: muchos progenitores madres se intranquilizaban en cuanto llamaban y no conseguían localizar a sus hijos. Por su lado, a los hijos les resultaba vergonzoso que los padres les llamasen delante de sus amigos. Los mensajes de SMS están bien, pero el control es mejor Los efectos ambivalentes del móvil aparecen también en la investigación llevada a cabo por Michael Feldhaus en 2003. Este sociólogo de la Universidad de Bremen consultó a 30 familias sobre sus experiencias con la comunicación móvil. Realizó entrevistas exhaustivas, por separado, con padres e hijos. Una y otra gene- ración valoraban el uso del teléfono celular de forma positiva en el contexto de las relaciones familiares. Les servía no sólo como dispositivo de segu- ridad ante cualquier acontecimiento, sino tam- bién de elemento estabilizador de sentimientos. Los jóvenes apreciaban la tranquilidad de los progenitores en su ausencia, facilitada aquélla con llamadas telefónicas regulares. Pero la sensación cambia de signo si los progenitores utilizan el móvil como medio de control social. Así lo reflejaron un tercio de las familias encuestadas. No basta con apa- garlo, pues los padres reclaman entonces una explicación. Además, la mayoría de los jóve- nes quiere estar disponible para su círculo de amistades. En palabras del sociólogo Michael Feldhaus, “los adolescentes se sienten atrapa- dos en el dilema de estar localizables en todo momento. Sus deseos de pertenencia al gru- po y de independencia, los cuales pretende conseguir ayudado por su móvil, les llevan al mismo tiempo a mayor control por parte de los padres”. Para los padres, la disponibilidad telefóni- ca constituye también un arma de doble filo. Hay jóvenes que llaman a sus padres ante un comentario hostil de la mejor amiga o el mero retraso del autobús. Psicólogos y pedagogos hablan de cordón umbilical virtual que retra- sa el proceso de maduración de la progenie. © i S T O C K P H O T O / I Z A B E L A H A B U R ( f o t o g r a f í a d e f o n d o ) “¿Y QUE PUEDE HACER EL TUYO?” De entre las aplicaciones disponibles en los dispositivos de telefonía móvil, las preferi- das son la cámara integrada y el acceso a Internet. Escuchar la radio o ver la televisión importan menos (Estudio JIM, 2007) Cámara 83 84 83 Acceso a Internet 82 82 82 Bluetooth 66 63 70 Comunicación por infrarrojos 61 57 66 Reproductor MP3 58 52 64 Radio 49 46 53 Ver la tele 12 8 16 Total Chicas Chicos MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 65 “Los jóvenes, cuenta Feldhaus, que ya de por sí reaccionan de manera impaciente y emo- cional, necesitan exteriorizar sus sentimientos inmediatamente. La madre, sobre todo, corre el riesgo de ser el punto de descarga de estas comunicaciones de urgencia.” El móvil como adicción El móvil puede tener repercusiones negativas para los adolescentes. Como en cualquier otra técnica novedosa, existe el peligro de uso ina- decuado. De acuerdo con determinados traba- jos, el teléfono puede generar una dependencia enfermiza. En determinada investigación del año 2005 se solicitó a 102 jóvenes alumnos estadouni- denses abstenerse del móvil durante dos días. Accedieron a la prueba 82, pero sólo doce con- siguieron llegar hasta el final. A los otros les resultó imposible prescindir de su Nokia o iPhone. En otro estudio, realizado en 2006 en Corea del Sur, se demostró que la tendencia al uso desmesurado se daba especialmente entre los alumnos con problemas psicológicos. En una encuesta al azar realizada entre 575 jóve- nes, la mayoría chicos, resultó que un tercio de ellos eran usuarios compulsivos: recurrían al móvil más de 90 veces al día, con un intervalo entre usos de diez minutos como promedio. Verificaban permanentemente si habían re- cibido nuevos mensajes y se mostraban irrita- dos si los enviados por ellos no se respondían de inmediato. Asimismo, se pudo observar una relación entre la intensidad de uso y el empeo- ramiento de los resultados de las pruebas de tendencias a depresión, miedos y problemas de autoconfianza. “Los jóvenes intentan mejorar su tensa si- tuación emocional buscando contacto personal de forma continua”, concluye el responsable del estudio, Jee Hyun Ha. En algunos casos, el móvil libera predisposición a la violencia o in- cluso instintos criminales. De hecho, algunos adolescentes se divierten atacando y golpeando a los compañeros, grabándolo y remitiendo las grabaciones a otros. Este fenómeno apareció en Inglaterra, donde fue bautizado como “happy slapping”. Se ha extendido por Europa entera. En el estudio JIM, uno de cada tres jóvenes usuarios afirmó haber presenciado en alguna ocasión una filmación con móvil de un acto violento. Y lo preocupan- te es que esa proporción representa el doble que el año anterior. Con todo, se ignora si las escenas de violencia eran reales o se simulaban las peleas y palizas. Los expertos coinciden en admitir que pa- dres y profesores deben apoyar a los jóvenes a fin de potenciar un uso constructivo del teléfo- no celular. Han de establecer normas de buen uso. Aunque a menudo son los adultos quienes infringen el código de convivencia con su con- ducta irreflexiva o incluso maleducada. Annette Schäfer ha estudiado sociología y psicología y ejerce el periodismo en Chicago. P A / K E Y S T O N E 5. VOYEURISMO CON EL MOVIL. Aproximadamente uno de cada tres jóvenes usuarios de móvil afirma haber sido testigo de la grabación de un acto de violencia juvenil. BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA “REMOTE CONTROL” DURCH DAS MOBILTELEFON —EMPIRIS- CHE ERGEBNISSE ZU EINER NEU- EN QUALITÄT IN DER SOZIOLOGIE DER ERZIEHUNG. M. Feldhaus en Zeitschrift für Soziologie der Erziehung und Sozialisa- tion, vol. 4, págs. 416-433; 2003. MOBI LE COMMUNI CATI ONS VIS-À-VIS TEEN EMANCIPATION. PEER GROUP INTEGRATION AND DEVIANCE. R. Ling en The In- side Text. Social Perspectives on SMS in the Mobile Age, dirigido por R. Harper et al.; Klewer; Londres, 2005. HANDY-KIDS-WOZU BRAUCHEN SI E DAS MOBI LTELEFON? N. Döring en Machen Compu- ter Kinder dumm? Wirkung interaktiver, digitaler Medien auf Kinder und Jugendliche aus medienpsychologischer und medi endi dakt i scher Sicht, dirigido por U. Dittler y M. Hoyer. KoPaed-Verlag; Múnich, 2006. MOVI NG CULTURE. MOBI LE COMMUNICATION IN EVERYDAY LIFE. A. Caron y L. Caronia. McGi l l - Queen’s Uni versi t y Press; Montreal, 2007. 66 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 E n junio de 2008, muchos padres vieron confirmados sus peores temores: los pe- derastas van a la caza de menores a través de Internet. Los medios de información mencio- naron el caso de la periodista danesa que se hizo pasar por una chica de 13 años y colocó su foto en la red. Inmediatamente recibió centena- res de proposiciones sexuales, entre ellas la de un jefe de policía suspendido de sus funciones. Uno de los solicitantes se masturbó ante la foto, otro quería acordar con ella un viaje en tren y hubo quien había reservado habitación en un hotel para tener un encuentro íntimo. Poco después, un diario austriaco daba la no- ticia de la repetición del experimento, ahora protagonizado por un tirolés. La mera inclu- sión de un nombre femenino y una fecha de nacimiento provocó inmediatamente que unos 20 internautas expresaran sus deseos sexuales. Un tercio de ellos desistió cuando la supuesta seductora del anuncio les puso reparos. Otros quisieron agotar las posibilidades: un hombre se interesó por lo que la supuesta chica de 14 años llevaba por debajo de la falda; otro la citó en un bosque. No se trata de ninguna ficción. Ni de situa- ciones excepcionales. Un 13 % de los jóvenes norteamericanos han tenido que defender- se de proposiciones sexuales no deseadas, recibidas por Internet. Una de cada dos de tales proposiciones venía de un adulto. En 2005, David Finkelhor y sus colegas, de la Universidad de New Hampshire en Durham, obtuvieron resultados parecidos en una en- cuesta telefónica realizada a 1500 niños y jóvenes, de entre 10 y 17 años. En un estu- dio similar, acometido en el año 2000, los investigadores encontraron que el 19 % de los adolescentes informaron haber recibido propuestas sexuales. Cinco años más tarde, habían aumentado hasta el 25 por ciento la cifra de requeridos. Ante semejante panorama, ¿deberían los pa- dres impedir a sus hijos el acceso libre a Inter- net? Los expertos lo desaconsejan. Si mediante una clave secreta se impide el acceso del niño a la red o no se le permite utilizar el ordenador, se le está obstaculizando que se desenvuelva en el complejo mundo de los nuevos medios. Por otra parte, una prohibición total de acceso a la red puede provocar que se inicie por su cuenta en casa de amigos o en un ciberercafé, sin preparación alguna y sin la compañía de sus padres. Uso de Internet en los niños Desde los seis años los niños pueden acudir a Internet y encontrarse allí con fotografías y vídeos pornográficos. Ante una omnipresente invasión de sexualidad, ¿cómo protegerlos? CHRISTIANE GELITZ Niños en la Web Número de niños que, al menos de vez en cuando, utilizan Internet en Ale- mania EDAD PORCENTAJE De 6 a 7: 18 De 8 a 9: 46 De 10 a 11: 78 De 12 a 13: 87 (Según el estudio “Niños y Medios” de 2006, www.mpfs.de) Cómo utilizan el tiempo en Internet, al menos una vez a la semana, los jóve- nes de 12 a 19 años PORCENTAJE Búsquedas para deberes escolares: 48 Búsquedas de otras informaciones: 44 Juegos on line en solitario: 40 Visita a páginas infantiles: 38 Escribir correos electrónicos: 33 Visita a páginas para adultos: 25 Juegos on line con otros participantes: 24 ‘Chats’: 20 Audición de archivos musicales: 17 Bajada de archivos musicales: 15 Utilización de ‘Instant Messenger’: 14 ares: 48 44 40 38 33 25 24 20 17 15 14 18 46 0 a 11: 78 e 12 a 13: 87 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 67 Además, la prohibición se alejaría de una realidad del entorno, en la que el 95 % de los jóvenes de 12 a 19 años tienen acceso a Internet en su casa. La mitad de los niños de 8 y 9 años hace alguna que otra incursión ocasional y, a los 10 y 11 años, ya suman tres cuartas partes de los niños. El ordenador es el medio preferido Según un estudio realizado en el año 2007 en Stuttgart por la Asociación para la Pedagogía de los Medios de Comunicación del Sudoeste de Alemania, que cada año encuesta a más de mil jóvenes de 12 a 19 años, para los jóvenes de hoy, el ordenador e Internet son los medios de comunicación principales. Mientras que la tele- visión ha caído al cuarto lugar en sus preferen- cias, después de la consola, apenas un 50% de los jóvenes estarían dispuestos a prescindir del ordenador (en primer lugar) o de Internet (en segundo lugar). Los hechos reseñados tienen una explica- ción. Sin tales medios, los jóvenes caerían en la marginalidad social. A través de Internet entran en contacto con la vida real y adquie- ren nuevas amistades. Un estudio alemán realizado en 2007, sobre una muestra de 1100 jóvenes, señala que alrededor del 70% de los menores se distraen diariamente o varias veces a la semana con un “Instant Messenger”. Las búsquedas en Internet de referencias o datos para los deberes escolares se cuentan entre las tareas cotidianas. Los escolares obtienen también información a través de Internet sobre sus asuntos privados; por ejemplo, cuánto cuesta un teléfono móvil, cuánto vale el álbum de su música preferida o de qué métodos anticonceptivos se dispone. Se recurre a Internet para recabar ideas y aclara- ciones sobre temas personales; por una razón: resulta más cómodo y barato navegar por la red que acudir a un centro asistencial o preguntar a los padres. Las palabras clave que con mayor frecuencia utilizan los niños son “animal” y “juego”. En ocasiones, búsquedas de contenido inocente en apariencia recalan en páginas soeces y por- nográficas. Quien busque en la lista de direc- ciones nuevas comedias de amor, por ejemplo a través de www.kinofilm.de, esperará encon- trarse los mayores éxitos actuales del género, sin embargo, se encontrará con películas por- nográficas amateurs de “DirtyRonja” y “Sweet Pussy Cat”. © F O T O L I A / G U I L L E R M O L O B O ¿Cuánto tiempo puede mi hijo navegar en la red? El Instituto Estatal para la Pe- dagogía de Niños recomienda en su “Libro familiar on line” las siguientes limitaciones: Hasta los tres años Ocasionalmente, a lo sumo presionar las teclas de 5 a 10 minutos De 4 a 6 años Jugar o aprender como máximo 30 minutos diarios De 7 a 11 años Ver televisión o navegar en la red como máximo de 6 a 8 horas semanales A partir de los 12 años Los jóvenes pueden navegar toda una tarde, pero han de mantener un equilibrio entre el mundo virtual y otras actividades. 1. ORIENTACION SEGURA. En sus primeras incursiones en Internet, los niños necesitan la compañía de los padres. 68 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 El estudio citado de Finkelhor y colabora- dores, basado en una encuesta telefónica, de- muestra que de esta o parecida forma, uno de cada cuatro jóvenes navegadores se encontrará al menos una vez al año con contenidos por- nográficos. Y a su vez, uno de cada cuatro de éstos confiesa que la visión de tales escenas le produjo una muy turbadora impresión. Ante tales resultados, Christiane Eichen- berg, de la Universidad de Colonia, investigó la sexualización de Internet para la revista de computación “c’t”. Demostró que, en cuatro de los buscadores más utilizados, el número de entradas de contenido sexual es inferior al de otros dominios. El número de páginas sexuales tampoco aumenta desproporciona- damente. La psicóloga llega a la conclusión de que “el inocente niño que después de una pe- lícula de ratoncitos, sin buscarlo, se encuentra con una pareja copulando es algo que forma parte de las leyendas de nuestros tiempos”. Adición al cibersexo Si un niño busca pornografía le es más fácil encontrarla en Internet que en el quiosco. El 8% de quienes utilizan la red visitan páginas 2. FELIZ PALIZA: así se llama un brutal juego de acoso cibernético. Mientras uno o varios agresores apalean a la víctima otro graba la escena. ACOSO CIBERNETICO Y ACOSO SEXUAL Prohíba a su hijo dar a conocer datos perso- nales de sí mismo o de su familia. Forman parte de esos datos el apellido, el lugar de re- sidencia, la edad, la foto, el número del móvil y las preferencias o aficiones personales. Los pseudónimos o nombres familiares deben ser elegidos por el niño de forma que no delaten su auténtica identidad. Prohíba encuentros reales con personas conocidas a través de la red, a no ser que se hagan de acuerdo con usted. Busque en Google regularmente los nombres de todos los miembros de la familia; pídales que borren de la página web los contenidos de los encuentros no deseados. PIDALE A SU HIJO Que dé inmediatamente por terminadas las conversaciones desagradables en la red y que ignore cualquier posterior intento de contacto. Que informe tanto a usted como al mode- rador del local de chat o al director de las páginas web de cualquier hecho sospechoso. Que conserve el material donde aparezcan intenciones de dominio o acoso para poder utilizarlo como prueba que pueda presentarse en una denuncia. Que cambie la cuenta. (Periódico Deutsche Polizei, 2006) IMAGENES DE VIOLENCIA Y PORNOGRAFIA Instale un sistema de filtro o disponga el na- vegador de modo que sólo se abran páginas adecuadas para los niños. Acuerde junto con su hijo qué páginas puede visitar. JUEGOS POR ORDENADOR Compre o alquile únicamente juegos autori- zados para los niños de la edad de su hijo. No permita que su hijo juegue con el orde- nador inmediatamente antes de irse a dor mir. En caso de que el niño abandone la escuela, los contactos sociales, el deporte u otras afi- ciones, póngase en comunicación con centros de consejo para adictos. OTROS PROBLEMAS Preste atención a los costes inesperados: abono de señales acústicas o juegos tragaperras on line. Controle en la factura telefónica los costes que le resulten inexplicables (para las compras por Internet a veces es suficiente con facilitar el número del teléfono móvil). Sensibilice a su hijo frente a ofertas seductoras. Vean juntos la publicidad y explíquele que no todo lo que figura en Internet se corresponde con la realidad. Adviértale de las descargas ilegales. Puede demostrarse quién hace las descargas y frecuentemente están prohibidas. Infórmese regularmente en publicaciones especializadas de la aparición de virus y troyanos informáticos, así como de los programas antivirus y otras medidas protectoras. Peligros mediáticos y cómo superarlos © i S T O C K P H O T O / B I A N C A D E J O N G MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 69 de contenido sexual, de ellos el 95 % son jóve- nes. Esto es lo que encontró Michele Ybarra, de “Soluciones al problema de Internet para niños”, en una encuesta telefónica realizada el año 2005 en Santa Ana, California; la entidad es una organización sin ánimo de lucro. Las imágenes o películas pornográficas no sólo son difíciles de digerir para buena parte de los encuestados, sino que llevan consigo riesgos a largo plazo. De acuerdo con la investigación, una elevada proporción de los usuarios del ci- bersexo acabarán adictos. En un estudio de la Universidad de Viena, inédito aún, Mario Lehenbauer expone que un cinco por ciento del millar de encuesta- dos, usuarios germanos de Internet, cumplen el perfil de adictos. Expertos del Centro Alemán para el Estudio de la Dependencia cifran los afectados en un millón. La mayoría son adictos a la pornografía por Internet o a juegos on line (del tipo “World of Warcraft”). Si los niños pasan mucho tiempo en la red corren el peligro de convertirse en dependien- tes del cibersexo o de los juegos on line. Corres- ponde a los padres estar atentos a las señales de alarma; por ejemplo, cuando sus hijos van abandonando las relaciones con amigos, fami- liares o aficiones. Otra consecuencia cada vez más extendida del uso de Internet es el acoso cibernético (“cyberbullying”): las molestias, calumnias o agresiones a través de correos electrónicos, teléfonos móviles y páginas web. En algu- nos casos que han salido a la luz pública, los jóvenes agreden corporal o psíquicamente a sus víctimas, graban la escena con su te- léfono móvil y colocan las imágenes en la red. El 29% de los adolescentes alemanes de entre 12 y 19 años han comprobado en algu- na ocasión la aparición de actos violentos en los teléfonos móviles. El año pasado se abrió una investigación al respecto por parte de la Asociación de Pedagogos de los Medios de Comunicación. Según el resultado de una encuesta realizada en 2007 a unos 2000 escolares por el Centro para la Investigación Pedagógica Empírica de la Universidad de Landau, aproximadamente uno de cada cinco ha sido ya alguna vez víctima de estos ciberagresores. En más de la mitad de los casos, los atacantes son compañeros de clase. La mayoría de las veces, la cosa no pasa de insul- tos y propagación de calumnias, pero un 20% de los afectados han tenido de sufrir el envío de correos electrónicos, con fotos o películas on line que los dejan en ridículo. Víctimas de casos aparentemente sin importancia, pueden sufrir una grave marginación social. Ocurre, por ejemplo, cuando una alumna se ve ignorada en el “chat” por una compañera o amiga, o bien es eliminada de la “lista de amigos”, que la lleva a perder todo contacto con su grupo. Los síntomas de la víctima recuerdan a los de otros tipos de acosos psíquicos: cambios bruscos de conducta, actitud persistentemen- te agresiva o depresiva, trastornos del sueño o de los hábitos de comida, así como com- portamientos arriesgados para impresionar a los compañeros. Al acoso cibernético pueden atribuirse también los novillos escolares o una fuerte aversión a las aulas. Las víctimas acostumbran guardar silencio. Según un estudio publicado en 2008 por la Universidad de Londres, los jóvenes entre 12 y 20 años afectados no suelen contarlo a nadie, si acaso a amigos íntimos, pero rara vez a los padres. A partir de cierta edad sirve de poco explicar los peligros que puede tener el uso de la red. Los jóvenes lo saben perfectamente por sí mis- mos. A esta desalentadora conclusión se llegó en un trabajo publicado en 2008 por Wolak y sus colaboradores, donde se valoraban los resultados de tres estudios norteamericanos realizados con varios miles de niños y jóvenes. Un equipo de sociólogos del Centro de Investi- gación de Agresiones infantiles de New Hamp- shire vieron que ya a los 12 años los niños eran conscientes de los riesgos de conversar sobre asuntos personales en el “chat”’. Contra lo que venía creyéndose, Wolak y sus colaboradores encuentran que ninguno de los niños afectados era menor de 12 años. El 99% de las víctimas sexuales en Internet tenía entre 13 y 17 años. Aproximadamente tres de cada cuatro víctimas se encontraron varias veces de forma voluntaria con el delincuente, algunos incluso sintieron simpatía por él. En el cinco por ciento de los casos, el agresor pasó a la vio- lencia luego de varios contactos on line. La atracción por las nuevas experiencias Lo más frecuente es que los jóvenes de entre 15 y 17 años accedan a contactos reales con las amistades surgidas a través de la red, a pesar de que en la mayoría de las ocasiones sean conscientes de sus intenciones sexuales. No actúan tanto por ingenuidad como por curio- sidad ante experiencias amorosas. Los inves- Usuarios de páginas en alemán que aparecen en el buscador ‘Google’ “SEXO” Unos 22,1 millones “PUESTOS DE TRABAJO” Unos 25,4 millones “AMIGOS” Unos 77,4 millones “MUSICA” Unos 127 millones (Situación el 8 de julio de 2008) Megan, con trece años, del estado norteamericano de Missouri, se ahorcó en 2006 después de que un supuesto amigo de Internet la acosó e injurió. Pero no había tal chico. La madre de una antigua amiga había creado el perfil de ese joven imagi- nario en “MySpace”. T I N A M E I E R 70 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 tigadores encuentran ya atracción por expe- riencias eróticas en los niños de 13 a 15 años. El problema se agudiza porque los jóvenes actúan impulsivamente, suelen ser amantes del riesgo y no han adquirido todavía control de sus emociones. En su mayoría, prefieren que sus encuentros con desconocidos interlocuto- res del “chat” sean secretos. Los sociólogos informan que el riesgo no consiste en que la mitad de los jóvenes bus- que informaciones personales en Internet. Estos adolescentes son sexualmente acosados con más frecuencia, pero no llegan a tener con- tactos personales más continuos que lo hacen el resto de los jóvenes. Hay otra forma de im- prudencia que sirve de indicador de la proba- bilidad de tener un posterior encuentro real consentido: el intercambio de temas íntimos. Uno de cada cuatro lo hace y el cinco por ciento de ellos mantiene incluso conversaciones so- bre asuntos eróticos. Los pervertidos hábiles aprovechan esa oportunidad para ganarse su confianza. Los grupos más atractivos para los navega- dores son las chicas y los chicos homosexua- les, seguidos por quienes todavía no tienen fijada su orientación sexual. Los niños soli- tarios y depresivos pueden considerarse otro grupo de riesgo. Wolak y sus colaboradores recomiendan trabajar preventivamente con los propios jó- venes vulnerables y no (sólo) con sus padres. Es posible que éstos puedan hacer poco, ya que las potenciales víctimas a menudo son margi- nadas por sus familias o no mantienen una buena relación de confianza con ellas. Medios de comunicación y amplios programas edu- cativos deben informar a los jóvenes sobre la dinámica de las relaciones a través de Internet. Una astuta preparación y una táctica seductora pueden abocar en explotación sexual, sobre todo si los jóvenes carecen de experiencia en materia de sexo y relaciones íntimas. La red ofrece también consejos en materia de seguridad: algunas páginas recogen orientacio- nes para jóvenes navegadores y para sus padres. En Alemania, el Ministerio Federal para la Fa- milia y el Instituto Pedagógico Estatal para la Infancia en Múnich ofrecen buenos consejos. A través de páginas de la red confeccionadas para quienes se inician en Internet pueden obtener- se útiles recomendaciones. No se dispone, sin embargo, de estudios sobre la eficacia de tales medidas; las recomendaciones se basan en im- presiones, elucubraciones lógicas y, en el mejor de los casos, experiencia pedagógica. La mayoría de los consejos están de acuerdo en que los niños se inicien paulatinamente en Filtros protectores de la infancia Tanto los buscadores de In- ternet como los programas filtradores en softwares que se venden en los comercios ofrecen la posibilidad de impedir el acceso a determinadas páginas web. 3. ZONA BLOQUEADA. Algunos padres protegen a sus hijos frente a experiencias no deseables en Internet mediante una palabra clave secreta. Este método tiene el peligro de que el niño acceda a la red, sin ninguna preparación, en otro lugar. © F O T O L I A / G E R N O T K R A U T B E R G E R MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 71 el nuevo medio bajo la atenta vigilancia de los educadores. El ordenador no debe estar en la habitación del niño y éste debe hacer sus pri- meras prácticas de navegación por la red en compañía de otras personas. En ningún caso, los padres deben asumir el papel de inspec- tores, sino actuar como auxiliares del niño informándole y ayudándole a hacer pruebas y resolver dudas. En un principio debieran evitarse buscadores del tipo Google y preferir páginas adecuadas a su edad. La Oficina Federal para los Medios de Comu- nicación recomienda autorizar a los niños a que usen el ordenador para que aprendan lo antes posible a enfrentarse a este seductor me- dio. Existen programas ideales que estimulan el desarrollo. Los juegos colectivos no tienen por qué abocar en una dependencia; por regla general, su interés decae con el tiempo. Después de los primeros años de escuela primaria, los padres deben conceder progre- siva libertad al niño para que vaya practicando y asumiendo su propia responsabilidad con Internet; por ejemplo, limitándose racional- mente el tiempo que le dedica. Lo ideal sería que el padre o la madre navegaran con él de vez en cuando y, luego, comentaran sus ex- periencias. El tabú de la oferta sexual Si el niño navega solo por la red, los padres debieran preguntarle qué es lo que le ha gus- tado y qué lo que le ha resultado desagradable, si ha recibido mensajes de alguien descono- cido o ha vivido otras situaciones en las que se ha sentido molesto. En todo caso, no hay que esperar que los menores manifiesten sus vivencias negativas. Apenas uno de cada cuatro afectados confiesan a sus padres haber tenido ofertas sexuales no deseadas. Si en alguna ocasión “ha pasado algo”, los niños temerán que se les prohíba seguir uti- lizando el chat. Ante esa situación, los padres deben reaccionar sensatamente y alabarles su sinceridad, porque, de lo contrario, en el futuro, los niños guardarán para sí hechos similares. Además, es importante que el niño no se sienta culpable de lo sucedido; por lo tanto, los padres nunca deben preguntarle si ha provocado al agresor o ha flirteado con él. Quien no quiera asumir estos riesgos pue- de recurrir a sistemas de filtro, que permiten bloquear el acceso a páginas web, índices y películas, así como limitar el tiempo de uso de un juego. Puede protegerse la instalación de sistemas y comprobar las actividades que se han realizado en el ordenador. Los padres pueden incluso informarse de todo esto por correo electrónico. Por ejemplo, pueden recibir automáticamente información sobre qué pági- nas web ha activado el niño y qué documentos ha abierto. A pesar de todo, la protección que ofrecen los sistemas de filtrado no es absoluta. A par- tir de determinada edad, muchos niños saben mejor que sus padres cómo superar las barreras y desactivar los protocolos que indican el uso que han hecho de Internet. Según Michele Ybarra, en la famosa encues- ta realizada en el año 2005 a 1500 jóvenes, la estrategia paterna ideal para prevenir que los hijos naveguen por las páginas de conte- nido sexual es procurar guardar una buena relación con ellos. Los adolescentes que tienen unos débiles vínculos emocionales con sus pa- dres acuden con doble frecuencia a las páginas pornográficas de Internet que sus compañeros de la misma edad. El dato más desconcertante es que, con items estadísticamente significa- tivos, ninguna de las tres medidas utilizadas por los padres con la intención de controlar el acceso a Internet de sus hijos influye en que los niños visiten o no visiten las páginas de contenido sexual. Ni el acuerdo de normas de uso del orde- nador, ni los programas bloqueadores, ni la inspección de los protocolos utilizados para navegar sirven para nada. Diríase que las pre- cauciones técnicas sirven sólo para tranquili- zar a los progenitores. Mientras consigan que su hijo venza su re- sistencia y se siente a estudiar matemáticas, pueden prescindir de todo software: cuando el niño se da cuenta de que sus padres confían en él, por regla general, procurará no defrau- darles. La combinación de garantía de libertad de acción, fruto de la confianza, y de participa- ción interesada no sólo es útil para estimular la competencia del niño en el uso de los medios, sino que sirve también para adquirir confianza en sí mismo en otros campos de la vida. Los psicólogos recomiendan que los padres hagan un equilibrado uso del tiempo libre: las actuaciones conjuntas son muy favorables para un buen clima familiar y tienen una ac- ción preventiva frente adicciones de todo tipo. Los ejercicios al aire libre y los contactos per- sonales con niños de la misma edad son más importantes para el desarrollo infantil que la navegación por Internet. BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA EXPOSURE TO I NTERNET PORNOGRAPHY AMONG CHI LDREN AND ADOLES- CENTS: A NATI ONAL SUR- VEY. M. L. Ybarra et al. en Cyber-Psychology & Be - ha vi our, vol . 8, n. o 5, págs. 473-486; 2005. ONLINE “PREDATORS” AND THEI R VI CTI MS: MYTHE, REALI TI ES, AND I MPLI CA- TIONS FOR PREVENTION AND TREATMENT. J. Wolak et al. en American Psychologist, vol. 63, n. o 2, págs. 111- 128; 2008. 72 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 E n los debates sobre televisión queda cla- ra una contradicción entre lo deseable y lo real. Por una parte se pretende alejar de la pantalla porque lleva al entontecimiento de las jóvenes generaciones y, a la larga, constituye un semillero de psicópatas, pedófilos y violentos. Pero, por otra parte, observamos que en cada hogar hay, al menos, un receptor de televisión. En el caso alemán, la mitad de los niños dis- pone de un aparato en su habitación y casi el 30% de los niños de dos y tres años se sientan diariamente ante la pantalla. Los científicos no son ajenos a una serie de enconados debates, desarrollados a menudo sin el debido rigor. Los enemigos de la televisión afirman que en el consumo televisivo se es- conde la causa de la proliferación de personas obesas, tontas, agresivas y violentas. Lo sus- tentan basados en estudios de campo. Algunos padres prohíben rigurosamente a sus hijos ver la televisión, si bien lo hacen con una sensación ambivalente, pues, a la postre, los héroes de las series se hallan presentes por doquier; en el patio del colegio todos los niños hablan de ellos. Ante esta realidad se teme que la pro- hibición total del consumo televisivo origine cierta marginación social. Lo mejor sería conseguir que los niños, por sí mismos, afrontaran la televisión con espíri- tu crítico. Para lograrlo vale la pena examinar detenidamente los resultados que arrojan los estudios sobre los efectos de la televisión: ¿qué contenidos son los más apropiados para cada edad? ¿Son útiles determinados programas educativos? ¿Durante cuánto tiempo es con- veniente que los niños vean televisión? Las investigaciones clásicas sobre los efectos de los medios de comunicación siguen la tra- dición del famoso libro de Neil Postman (1931- 2003) Nos divertimos hasta morir, del año 1985. Este crítico hace responsable a la televisión de la pérdida de normas morales y del sentido del pudor. Pero resulta muy difícil justificar empíricamente tales afirmaciones. No se ha aportado ningún trabajo que demuestre la existencia de una vinculación entre los conte- nidos captados de los medios de comunicación y la conformación de carácter. Desde hace tiempo se vienen investigando los problemas psicológicos que se presentan en la percepción y adquisición de conocimientos a través de los medios de comunicación. En este sentido, sería de esperar un papel predo- minante de la inquisición cerebral, reputado por muchos como el ámbito adecuado del es- tudio en cuestión. Sin embargo, revisando los trabajos publicados aparecidos en los últimos años, resulta que la mayoría de ellos siguen sirviéndose sólo de los métodos psicológicos clásicos. Apenas se encuentran trabajos expe- rimentales sobre niños que aborden los efectos de la “recepción” de contenidos televisivos en sus neuronas. Ante este panorama, ¿cómo podemos valorar objetivamente las consecuencias cognitivas, emocionales o sociales que tiene el consumo de televisión sobre los niños y jóvenes? Lo primero que hay que hacer es tratar de enten- Se ha de aprender a ver TELEVISION Los tutores de niños y adolescentes se muestran críticos con la televisión. Pero los padres no deberían prohibir del todo ver televisión a sus hijos. Para que los niños adquieran una actitud crítica han de aprender a convivir con ella ALEXANDER GRAU 1. TELEVISION PARA TODOS. Según una encuesta realizada por investigadores muniqueses entre unas 730 madres, alre- dedor del 95% de los niños de cuatro y cinco años ven la televisión, al menos de vez en cuando. MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 73 T O D A S L A S F O T O G R A F I A S D E E S T E A R T I C U L O : G E H I R N & G E I S T / M A N F R E D Z E N T S C H 74 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 der cómo se desarrolla la capacidad que van adquiriendo los niños para habérselas con el receptor. En definitiva, si la comprensión de una imagen se ha de “aprender”, cuánto más la de una película entera. Las primeras experiencias del niño con la televisión se adquieren ya en el seno materno. El feto reacciona con movimientos especiales a estímulos mediáticos; la música, por ejem- plo. Hasta el octavo mes de embarazo el niño responde a las sensaciones de la madre. En los dos últimos meses de gestación podría, ade- más, ejercer una actividad independiente de la madre. Como demostró Peter G. Hepper, de la Universidad Queen´s de Belfast, el niño es capaz de “aprender” prenatalmente motivos musicales que haya ido oyendo repetidamente. Se ha visto que los lactantes se tranquilizan en cuanto oyen la melodía que anuncia la serie te- levisiva preferida por su madre, tal vez seguida ya durante el embarazo. La televisión adquiere interés para el niño a partir de los cinco meses. A esa edad le fascinan los movimientos y los colores. Apenas gatea y se siente poderosamente atraído por el receptor, fuente constante de estímulos visuales y acústi- cos. Las capacidades mentales que exige la com- presión de la emisión televisiva se ponen de manifiesto al comprobar cómo un lactante de nueve meses intenta coger un objeto que apare- ce en la pantalla. No sabe todavía que lo que ve es la imagen que “representa” el objeto. Símbolos incomprensibles En el curso del segundo año de vida, los ni- ños aprenden a concatenar las figuras que ven en la televisión, empiezan a imitarlas y hablan de ellas con las personas de su entor- no. Aceptan que los personajes que ven no vi- ven en la caja del televisor y poco a poco van dándose cuenta de que el significado de las imágenes difiere del sentido de la realidad en la que viven. Antes de haberse desarrollado esta “comprensión de los símbolos”, no cabe reconocer utilidad alguna de los medios de comunicación. Una capacidad específica para la televisión que los párvulos adquieren de forma progresi- va es la de poder diferenciar los formatos de los programas. Según una información publicada en 2006 por Gerhild Nieding, de la Universidad de Würzburg, a los cinco años empiezan los niños a distinguir entre programas. Una tarea más difícil de lo que pudiera parecer a primera vista, porque a menudo la televisión emplea para la publicidad imágenes tomadas de pelí- culas conocidas. De acuerdo con la investiga- ción experimental, los pequeños aciertan más que yerran al diferenciar un corto televisivo de un mensaje comercial. Puede darse el caso de que un niño de cinco años particularmente despierto sea capaz de reconocer cuándo se trata de publicidad; es decir, entienda la intención manipuladora de presentar productos de la forma más atractiva posible para ser vendidos. No es la norma. La 2. LA TELEVISION ES PERJUDICIAL... sobre todo si su consumo es excesivo. Los niños no deben dejarse “aparcados” frente al televisor. Por sí solos no se per- catan del tiempo perdido. G E H I R N & G E I S T S E G U N A G F / G F K - F E R N S E H P A N E L ¿Cuánto ven los niños la televisión? M i n u t o s d i a r i o s e n A l e m a n i a ( 2 0 0 7 ) Edad en años 3-5 6-9 10-13 más de 14 250 200 150 100 50 0 73 83 101 223 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 75 mayoría de los niños tardan más en desarro- llar esa capacidad. Para Michael Charlton, de la Universidad de Freiburg, sólo seis de cada diez niños de cinco años reconocen la intención de la publicidad. “Para poder identificar el forma- to y el género”, explica Charlton, “se requiere haber adquirido conocimientos del medio y conocimientos sociales. Tanto unos como otros todavía están desarrollados muy rudimentaria- mente antes de la edad escolar.“ Los héroes de la televisión La capacidad de diferenciar ficción de reali- dad no se desarrolla hasta la edad escolar. De acuerdo con un estudio reciente realizado en las universidades de Würzburg y Chemnitz, se adquiere en paralelo a la facultad de entender símbolos y metáforas. A los ocho años, los ni- ños todavía creen que el director del parque zoológico que aparece en una serie televisiva en la vida real trabaja en el zoo y que el comisa- rio de policía sigue persiguiendo delincuentes después de apagar el televisor. Con frecuencia en las historias de la televi- sión y del cine no se sigue un orden cronoló- gico, sino que presentan cambios bruscos de escena y de perspectiva, utilizando técnicas de montajes paralelos, remisiones al pasado y otros recursos. Quien no entienda ese lengua- je cinematográfico será muy difícil que pueda seguir el argumento. La mayoría de los niños de cuatro años pueden interpretar correctamente cambios directos de un plano general y distante a otro particular y próximo: cuando ven que aumenta una imagen se dan perfecta cuenta de que el objeto es visto más de cerca, no que haya aumentado de tamaño. Otras técnicas fílmi- cas más ambiciosas (así, los montajes paralelos) suelen escaparse a las posibilidades interpreta- tivas del niño menor de diez años. Los preescolares tienen evidentes dificulta- des para interpretar técnicas narrativas com- plejas que interrumpen la secuencia cronoló- gica de los hechos, en cuyo caso no captan el sentido de la narración. Robert Abelman, de la Universidad estatal de Cleveland, comprobó que resultaba punto menos que imposible que un niño de cuatro años se hallara en condicio- nes de seguir una narración con remisiones 3. ALTERNANCIA DE SENSACIONES. Las películas adecuadas para niños van aumentan- do paulatinamente la tensión que les provocan. Los jóvenes espectadores son capaces de cerrar los ojos cuando ven algo desagradable y luego ale- grarse ante el final feliz. Importante factor aglutinador Lo más frecuente es que los niños pequeños y párvulos vean la televisión con sus padres para dis- frutar juntos. En ocasiones sirve como “ocupación de urgencia”, por ejemplo en tiempo lluvioso. (Según una encuesta realizada a 459 madres, Götz et al., 2007) 76 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 al pasado. A los ocho años el 90% puede ya hacerlo. “Trucos” ingenuos, que los adultos apenas reconocen como tales, no suelen ser entendi- dos por los niños hasta que llegan al final de la escuela primaria. Un ejemplo nos lo ofrecen las imágenes desenfocadas, como símbolo de que lo que se representa es sólo un sueño del pro- tagonista. Según una investigación publicada en 2001 por Johannes Beentjes, de la Univer- sidad de Nimega, únicamente la mitad de los niños de cinco y seis años interpretan como soñadas las imágenes desenfocadas; se trata, en efecto, de un convencionalismo del lenguaje cinematográfico que debe ser aprendido. Los padres no han de confiar en que sus hijos in- terpreten como hechos distantes las escenas así presentadas. Los niños no se dan cuenta de su carácter ficticio. Si las imágenes que acaban de ver han despertado ya fuertes emociones apenas servirán de nada las explicaciones de los adultos. Miedo al querido monstruo Por su parte, los niños de primaria suelen cap- tar selectivamente algunos fragmentos con- cretos de las películas; “escogen” episodios aislados y no los consideran enmarcados en el film. Helga Theunert, directora del Instituto Muniqués de Investigación y Práctica Pedagó- gica de los Medios de Comunicación, sostiene que no es frecuente que escenas aisladas de terror o amenazantes sean compensadas por otras distendidas. También depende mucho de la edad qué con- tenidos son los que despiertan temor. A los pár- vulos les provoca más miedo la visión de una figura que su comportamiento. Joanne Cantor, de la Universidad de Wisconsin en Madison, lo pudo demostrar en una serie de estudios: el monstruo de una película de dibujos animados puede ser muy cariñoso y de buen corazón. Si tiene una apariencia fea o amenazadora, a los preescolares les provocará miedo. A medida que van haciéndose mayores, va dejándose pro- gresivamente de lado la importancia concedida a la apariencia. En opinión de Cantor, el niño se comporta de modo similar frente a la ficción. Cuanto mayor es el niño, menos amenazadoras le parecen unas escenas o historias que no pue- den darse en la realidad. Al mismo tiempo, va creciendo el potencial temor ante contenidos cinematográficos tomados del mundo en que viven los niños. Por este motivo, los padres han de ser muy precavidos ante determinados programas. Las escenas para cuya comprensión se re- quiere cierta capacidad de abstracción suelen impresionar más a los niños mayores. Un buen ejemplo de ello es la película El día después, donde aparecen las consecuencias que una gue- rra atómica tendría para los humanos. De una encuesta realizada por Joanne Cantor se deduce que, cuando en 1983 se presentó la película en la televisión norteamericana a los niños de más de doce años, les provocó mayor intranquilidad que a los espectadores de menor edad. 4. “¿POR QUE ESTABA EL OSITO TAN TRISTE...?” Los padres deben ver los programas con sus hijos. Sólo así se dan cuenta de lo que preocupa a los niños, pueden ayudarles, descubrirles nuevas impresiones y valorar crítica- mente los contenidos. 5. EFECTO CONMOVEDOR. El film El día después (The Day After, 1983), que presenta las consecuencias de un ataque atómico, causó una gran con- moción en muchos espectado- res, sobre todo entre los niños mayores y jóvenes. MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 77 Qué contenidos televisivos suponen una amenaza para la psique infantil es fenómeno que depende del grado de desarrollo del niño. Los padres deben tenerlo en cuenta a la hora de valorar el potencial de temor que puedan com- portar las películas. De lo contrario, pueden cometerse errores como el de la película Bambi. Desde el punto de vista de los adultos, es un maravilloso film familiar con preciosas imá- genes de un simpático cervatillo; sin embargo, desde la perspectiva infantil resulta una pelí- cula de terror cuando los cazadores matan a la madre de Bambi. Para la imaginación infantil, la pérdida de los padres es la mayor catástro- fe imaginable. Por otra parte, ni la técnica del dibujo animado ni el hecho de que Bambi sea “sólo” un animal consigue crear una distancia suficiente para los niños que ven en él a un pequeño desvalido con su madre muerta. Es una experiencia que puede tener persistentes consecuencias negativas. En general, los niños no consumen conteni- dos que despierten un temor primitivo, como pueden ser la pérdida de los padres. Tampoco hay que dramatizar las situaciones de temor o que no acaben con un final feliz. Figuras de su misma edad, con las que se identifican, no debieran llevarse a situaciones arriesgadas o en las que no ven salida alguna. Las personas que les protegen, como son los padres, debieran ser dueños de la situación y no verse impotentes, ni presas del temor. De las reacciones de miedo provocadas por la televisión en los niños se desprende que los ele- mentos desencadenantes en unos niños difie- ren de los que operan en otros. Los padres han de tener siempre en cuenta la sensibilidad indi- vidual de su hijo frente al temor. Para Charlton, “a la edad de cuatro años suelen aparecer los temores a los animales y a los monstruos. Mu- chos niños se aterrorizan cuando desfilan sus imágenes; otros, por el contrario, disfrutan de un cierto placer por el miedo”. El hecho de que los niños busquen en la televisión ese placer por el miedo encuentra una buena explicación en que así aprenden a hacer frente a su temor. En consecuencia, care- ce de sentido prohibirles cualquier programa de terror. En todo caso, importa que los niños puedan confiar en un final feliz. Aprenden muy pronto las reglas que se cumplen al pre- sentar las escenas de miedo. Las películas que no cumplen tales normas crean inseguridad en los niños y no son apropiadas. Las emisio- nes o películas han de dar oportunidad a que los espectadores creen activamente su propia “autodefensa”; por ejemplo, cerrando los ojos cuando aparecen escenas peligrosas. ¿Crea niños agresivos la violencia en los medios de comunicación? Cuando la crítica se endurece, se esgrimen las escenas de violencia (peleas, guerras, terroris- mo, fetichismo de las armas, desgarradoras heridas, etcétera). Según el Convenio Estatal alemán para la Protección de la Juventud en los Medios de Comunicación (JMStV), mediante limitaciones en las horas de emisión, los pro- gramas para niños y jóvenes procurarán no interferir en el desarrollo de una “personali- dad responsable y socialmente comprometida”. En coherencia con ello, la asociación germana “Auto control Libre de la Televisión” (FSF) coloca en el centro de su atención los contenidos que “provocan un temor exagerado”, la exaltación de la violencia y la transmisión de falsos va- lores, calificados en el argot especializado de “desorientación ético-social”. ¿De qué modo incide la violencia de los me- dios sobre la juventud? Unos investigadores sospechan que una excesiva violencia pueda llevar a la insensibilización, otros creen que puede dar lugar a la formación de una deter- minada imagen del mundo dominada por el terror o a que se aliente la imitación a los he- chos presentados. No es fácil encontrar una res- puesta científica a los efectos que pueda ejercer la violencia ofrecida por los medios. Resulta crítico el modo en que la violencia se presenta dentro de la narración general del programa. A este respecto, Theunert se lamenta de que “sin 6. BRUTAL MUNDO DE DISNEY. La historia del cervatillo Bambi (1942) puede provocar un trau- ma persistente en los niños. La madre del cervatillo muere de un disparo. Autocontrol libre El Autocontrol Libre de la Televisión (FSF) es una aso- ciación de utilidad pública; engloba a emisoras alema- nas de televisión y cumple la misión de valorar los programas con vistas a la protección de la juventud. En 2006 se presentaron ante ese organismo para su valoración 912 emisio- nes, sobre todo seriales, películas para los cines o la televisión, así como spots publicitarios y videoclips. D P A 78 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 conocer el contexto en el que aparecen las es- cenas violentas no se puede analizar nada”: en unas ocasiones la violencia puede salir fortale- cida, en otras relativizada. Lo cierto es que la acción dramática sólo puede aportar un efecto apaciguador si se entiende; una comedia no ha de tener necesariamente un efecto distensor sobre un niño que sencillamente no compren- de aún la sátira. Es frecuente que los jóvenes encuentren di- vertido presenciar escenas sangrientas y com- probar lo que pueden “dominar”. La superación de fronteras forma parte del desarrollo normal y no hay que ver en ello una mayor predispo- sición a la violencia. Según el estado actual de las investigaciones, se da cierta relación entre el consumo de violencia a través de los medios de comunicación y la agresión individual, aunque se debe sobre todo a factores trasmitidos por el ambiente familiar (violencia en el domicilio pa- terno, abandono y carencia de perspectivas). En el caso de jóvenes “con riesgo”, los modelos transmitidos por los medios de comunicación pueden confirmarles e incluso reforzarles una imagen agresiva del mundo e incitarles a imi- tarlos. También a ello puede contribuir un film “normal” de acción cuando se limita a transmitir un estricto sistema de valores. Theunert advierte que “estas películas suelen jugar con ideologías del tipo el fin justifica los medios o al servicio del bien la violencia está justificada”. Una vez más se ratifica que el consumo juvenil de contenidos problemáticos transmitidos por los medios no constituye la causa, sino el efecto de un inade- cuado desarrollo. El origen de ello se ha de ver no en el mundo mediático sino en el real. Sin normas no se rompe ningún tabú Conviene que los niños de primaria establezcan un sistema normativo de lo bueno y lo malo. Se evitan temores y la prevención de que todas las personas son malas. De forma espontánea, los pequeños buscan una persona de morali- dad intachable que les sirva de referencia. Pero, ¿qué pasa con los adolescentes? ¿Toman como ejemplo las actitudes racistas, sexistas o violen- tas de los héroes de las películas? ¿O, en el peor de los casos, los medios actúan simplemente como refuerzo de un potencial previamente existente? También aquí hay que repetir la pre- gunta ¿qué es la causa y qué el efecto? Se conviene en que el sistema de valores de una persona está ya establecido entre los 12 y los 14 años. Y los jóvenes encuentran divertido romper ocasionalmente a través de los medios algún tabú; disfrutan con las series en que los protagonistas cuentan chascarrillos donde abundan sin venir a cuento palabrotas, proca- cidades y otras degradaciones. Los adolescentes con principios morales firmemente establecidos suelen estar en con- diciones de afrontar a distancia la ruptura mediática de tabúes. Lo contrario también es cierto: una película con un claro contenido pedagógico a favor de las buenas personas no convierta un fanático en un manso cordero piadoso que frecuenta la iglesia. Para muchos padres, más importante que el miedo a que la televisión haga a sus hijos violentos es el temor a que los haga tontos. Por supuesto, pasarse la tarde entera embobado ante la pantalla no es la mejor premisa para mejorar las notas en matemáticas. Pero las bue- nas notas sólo se consiguen si se ha estudiado la asignatura. Los padres deben acordar con sus hijos un horario fijo para ver televisión. Ursula von der Leyen recomienda lo siguiente: entre los tres y los cinco años, los niños no debieran ver más de media hora diaria de televisión; entre los seis y los nueve años no más de 45 minutos, y los mayores no más de una hora. En esa onda, varios estudios llegan a la conclusión de que los 7. EL HORROR DE AQUEL AÑO. A muchos jóvenes les gustan las películas sanguinarias en las que la violencia y la cruel- dad ocupan el primer plano. Un clásico del género es Blood Feast (1963). 1. Planifique conjuntamente con sus hijos qué programas se van a ver. 2. Interésese por las preferencias de sus hijos; respete sus gustos. 3. Los televisores no son niñeras: vea los programas con sus hijos y después comente con ellos lo bueno y lo malo observado. 4. Renuncie a colocar un televisor en la habitación de los niños. 5. La autorización o la prohibición de ver televisión no se ha de utilizar como premio o castigo. 6. Atienda a las recomendaciones que se hacen sobre la edad adecuada para ver cada programa. 7. Si un programa provoca inseguridad en su hijo, dele la posibilidad de que controle esta experiencia; por ejemplo, representando escenas de guiñol. 8. Entre el visionado de un programa televisivo y el irse a la cama debiera transcurrir al menos media hora. 9. Los niños entre 3 y 5 años no debieran ver más de media hora de televisión al día, entre los 6 y los 9 no más de tres cuartos de hora y, a partir de los 10 años, una hora como máximo. 10. Sea un modelo para el niño, incluso en su conducta respecto a la tele- visión. (Según “Filmado en la Habitación”, folleto del Ministerio Federal para la Familia, la Tercera Edad, la Mujer y la Juventud, 2008) Diez consejos breves a los padres MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 79 BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA KINDER UND FERNSEHEN. WAS, WANN, WI E OFT, WA RUM ÜBERHAUPT? H. Lerchen- müller-Hilse y J. Hilse. Humboldt; Múnich, 1998. KINDER KÖNNEN FERNSEHEN: VOM UMGANG MI T DER FLIMMERKISTE. J. U. Rogge. Rowohlt; Reinbek, 1999. ÄNGSTE MACHEN KI NDER STARK. J. U. Rogge. Ro- wohlt ; Reinbek, 2001. GEWALT UND MEDIEN. EIN STUDI ENHANDBUCH. M. Kunczik y A. Zipfel. Böhlau (UTB 2725); Colonia, 2006. FERNSEHEN VON 0-5 BIS 5. M. Götz en Televizion, vol. 20, n. o 1, págs. 12-17; 2007. MEDI ENPSYCHOLOGI E. Di- ri gi do por B. Bani ti c y M. Appel. Springer; Heidel- berg, 2008. niños que ven más de hora y media de televi- sión diaria durante mucho tiempo presentan déficits de desarrollo y padecen fracaso escolar. Daniel Süss insiste en que la televisión tiene un efecto negativo sobre el aprendizaje de los ni- ños cuando se ponen a verla inmediatamente después de llegar de la escuela y no se les esta- blece ningún límite horario. Con frecuencia, la televisión supone también una huida ante los fracasos docentes. La televisión infantil no sirve para nada ¿No podrían aprovecharse los niños de algu- nos programas educativos de televisión? Las observaciones realizadas con los más pequeños ofrecen unos resultados decepcionantes: a los niños de dos años parece ser que no les afecta la televisión en su desarrollo mental. Un equipo bajo la dirección de Frederick Zimmermann, de la Universidad Washington en Seattle, encontró en 2007 que ciertos programas docentes como “Baby-Einstein” no ejercían efecto alguno sobre los niños; peor, en los menores de 16 meses, frenaban la adquisición del lenguaje. El desarrollo intelectual de los pequeños está fuertemente ligado a la atención que se les presta. En un experimento neurológico reali- zado en 2006 por dos investigadores de la Uni- versidad de Tokio, se demostró que el cerebro de los niños entre seis y siete meses reacciona ante una imagen humana de la televisión de forma muy diferente de como lo hace ante una persona real. Si una mujer real manipula un juguete ante ellos, las áreas cerebrales motoras del cerebro de los niños reaccionan ante sus movimientos; pero si ven a esa misma mujer a través de la pantalla del televisor no se produce ningún efecto. Maya Götz, directora del Instituto Central In- ternacional para la Televisión Juvenil y Educativa (IZI), explica que los niños pequeños van apro- piándose del mundo a través de lo que captan, saborean y prueban: “El consumo de televisión les roba mucho tiempo que podrían dedicar a otras actividades estimulantes”. Cierto es que los párvulos pueden aprender con las emisiones televisivas pedagógicas adecuadas a su edad. En este sentido, los niños de cuatro años que ven re- gularmente “Barrio Sésamo” tienen ventaja a la hora de identificar mejor los colores, contar has- ta 20, reconocer las letras y contar historias. La investigación reciente concluye que, me- diante programas adecuados de televisión, en- tre otras cosas, mejora la capacidad de lectura. Süss opina también que “la televisión no debe desplazar a la lectura”. “Particularmente las ni- ñas suelen disfrutar leyendo incluso cuando ven relativamente mucha televisión. Los niños buscan en los diferentes medios de comunica- ción sus intereses y figuras preferidas.” Los padres no deben recurrir a la televisión como niñera. Han de ver la emisión junto a sus hijos. De acuerdo con Daniel Süss, “ver juntos la televisión y luego conversar sobre lo que se ha visto supone una importante contribución a que el niño afronte de manera consciente y constructiva su contacto con los medios”. En definitiva, la mayor influencia sobre los hábitos televisivos de los niños la ejerce la conducta de los padres. Alexander Grau, diplomado en filosofía, es experto en medios de comunicación de masas. 8. TELEVISION SIN FIN. Los niños que disponen de su propio receptor de televisión la ven mucho más tiempo. Según una encuesta, pasan 118 minutos diarios pegados al monitor, en comparación con los 80 minutos de quienes no disponen de televisor propio. 80 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 E n la silenciosa penumbra del aula magna empieza a librarse una frustrante lucha contra el cansancio. El zumbido del retropro- yector no permite concentrarnos en las diapo- sitivas. Se nos escapa información y dibujamos garabatos mecánicamente. El conferenciante parece deambular en otra galaxia. Hemos caído presa del aburrimiento. Todos hemos experimentado esa sensación. La mayoría lo achacamos a un entorno ano- dino. “El modo habitual de definir el aburri- miento en la cultura occidental lo asocia a no tener nada que hacer”, afirma Stephen Vodano- vich, de la Universidad de West Florida. Por eso, las primeras investigaciones sobre los efectos del aburrimiento se realizaron con personas obligadas a desempeñar tareas monótonas; por ejemplo, trabajar en la cadena de montaje de una fábrica. Sabemos hoy que el aburrimiento no se ago- ta en una propiedad inherente a las circunstan- cias. Antes bien, esa sensación subjetiva hunde su origen en la conciencia. El grado de aburri- miento varía según la persona: hay individuos mucho más propensos al hastío que otros. Los extrovertidos, en particular, se revelan espe- cialmente expuestos. Los investigadores declaran ahora que el aburrimiento no es un concepto unitario, sino que se presenta con diversos matices. El grado de atención, un rasgo de la percepción cons- ciente, desempeña una función importante, hasta el punto de que podemos reducir el tedio mejorando la capacidad de concentración. Los factores emocionales pueden también contri- buir al aburrimiento. Las personas incapaces de comprender sus propios sentimientos y a las que su estado de ánimo obsesiona y trastorna se aburren más fácilmente. Escapar al tedio no es tarea fácil. Quienes están predispuestos al aburrimiento son más propensos a caer en la depresión y la droga- dicción, a sentirse incómodos en el trato con los demás y a rendir poco en los estudios y en el trabajo. Descubrir los orígenes del aburri- miento puede llevar a prevenir y tratar estas patologías y conductas perjudiciales. Monotonía mental La psicología viene ocupándose del aburri- miento desde hace un siglo. Al principio, se deliberaba sobre los efectos de las tareas in- trínsecamente tediosas, inspirándose en el trabajo fabril. A. Hudson Davies, del Institu- to Nacional de Psicología Industrial de Gran Bretaña, reseñaba en un artículo publicado en el British Medical Journal, en 1926, que el aburrimiento guardaba relación con la fatiga mental y venía provocado por la repetición y falta de interés en las tareas minuciosas y fragmentadas de la producción de una cadena de montaje. Davies anotó diferencias individuales en la susceptibilidad al aburrimiento de los emplea- dos de las fábricas: “Hay quienes no se aburren con este tipo de trabajo y quienes, incluso con el trabajo más variado, mantienen una actitud de abatimiento en la vida y se quejan amarga- mente de monotonía”. A finales de los años treinta, Joseph Barmack, del City College de Nueva York, acometió el estudio de los principios del aburrimiento en un laboratorio. Propuso que el aburrimiento se asemejaba a la sensación de somnolencia y El aburrimiento De esa sensación no tienen la culpa el trabajo, ni el tráfico ni las tareas rutinarias. Para combatir el aburrimiento hay que encontrar un rumbo en la vida, disfrutar del momento y tener algo por lo que vivir ANNA GOSLINE RESUMEN Diseccionar el aburrimiento 1 La mayoría culpa a las circunstancias del aburrimiento, pero los psicólogos sostienen que es una emoción alta- mente subjetiva y ancla- da en la conciencia. Los niveles de aburrimiento difieren de un individuo a otro. Algunos tienden al hastío con notable facilidad. 2 El aburrimiento no es un concepto acotado, sino que ad- mite múltiples formas; unas veces se presenta pasajero (guardar cola), otras, de tipo existen- cial, ahonda en la insa- tisfacción con la forma de vida. 3 El aburrimiento está ligado a facto- res emocionales y ras- gos de la personalidad. Los problemas de aten- ción también desempe- ñan su papel. MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 81 © F O T O L I A / J A S O N S T I T T 82 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 ¿Se aburre fácilmente? He aquí un test para descubrirlo. Tras cada afirmación, puntúese entre 1 (si está totalmente en desacuerdo) y 7 (si está totalmente de acuerdo). Una calificación de 4 es neutra. Puntúese a la inversa las afirmaciones marcadas con un asterisco: dese 1 punto si está completamente de acuerdo y hasta 7 puntos si está completamente en desacuerdo. Sume los valores de sus reacciones a las 28 afirmaciones. Pertenecen a la Escala de Tendencia al Aburrimiento (escala BP) desarrollada por Norman D. Sundberg, de la Universidad de Oregón, y Richard F. Farmer, del Instituto de Investi- gación de Oregón. Una puntuación alta en la escala sugiere que se aburre con facilidad. Una puntuación baja indica que no es propenso al aburrimiento. En un estudio de población realizado por John D. Eastwood, de la Universidad de York en Toronto, y sus colaboradores, la puntuación media fue de 99 y el intervalo “normal” —en el que encajaban dos tercios de la población— fue entre 81 y 117. Sólo el 2,3 por ciento de los sujetos de la muestra recibió una puntuación superior a 135 o inferior a 63. Test del tedio 1 2 3 4 5 6 7 1. Me concentro fácilmente en las actividades que realizo.* 2. Con frecuencia me descubro preocupado sobre otras cosas mientras trabajo. 3. Parece que el tiempo siempre pasara muy despacio. 4. A menudo me encuentro mano sobre mano, sin saber qué hacer. 5. Frecuentemente me encuentro atrapado en situaciones en las que tengo que hacer cosas carentes de sentido. 6. Me aburre soberanamente ver películas o diapositivas de viajes en casa de los demás. 7. Siempre tengo en mente proyectos, cosas que hacer.* 8. Me parece fácil entretenerme por mí mismo.* 9. Muchas de las cosas que tengo que hacer son repetitivas y monótonas. 10. Necesito más estímulos que la mayoría para seguir adelante. 11. La mayoría de las cosas que hago me complacen.* 12. Casi nunca me emociona mi trabajo. 13. Siempre encuentro, en cualquier situación, algo que hacer o ver que mantiene mi interés.* 14. La mayor parte del tiempo lo paso esperando sentado sin hacer nada. 15. Se me da bien esperar pacientemente.* 16. A menudo me encuentro inactivo, sin nada que hacer. 17. Me impaciento mucho en situaciones en las que me hacen esperar, como guardar cola. 18. Con frecuencia me despierto con una idea nueva.* 19. Me sería muy difícil encontrar un trabajo lo suficientemente emocionante. 20. Me gustaría encontrar otros retos para mi vida. 21. La mayor parte del tiempo tengo la sensación de que mi trabajo no está a la altura de mi capacidad. 22. Mucha gente diría que soy una persona creativa o imaginativa.* 23. Me interesan tantas cosas, que no me da tiempo a hacerlas todas.* 24. De entre todos mis amigos, soy el que más tiempo dura haciendo algo.* 25. A menos que esté haciendo algo emocionante, incluso peligroso, me siento medio muerto y aburrido. 26. Para sentirme feliz, necesito muchos cambios y mucha variedad. 27. Parece que en la televisión o en el cine ponen siempre las mismas cosas. Están desfasados. 28. Cuando era joven me encontraba a menudo en situaciones monótonas o tediosas. MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 83 descubrió que tres estimulantes —las anfeta- minas, la efedrina y la cafeína— reducían las manifestaciones de cansancio, somnolencia, falta de atención y aburrimiento durante el desempeño de tareas repetitivas, como sumar una serie de cifras grandes. También parecía que los sujetos de estudio, sus alumnos, mos- traban más interés si recibían remuneración, lo que sugería que los sentimientos tediosos eran una combinación entre bajo nivel de activación y motivación insuficiente. Más de un decenio después, Otto Fenichel identificaba en su libro Organization and Pa- thology of Thought, publicado en 1951, un tipo de aburrimiento que resulta de la repre- sión de los impulsos y los deseos de una per- sona y da lugar a una aparente falta de rumbo en la vida. Fenichel contrastó ese aburrimiento “patológico” con el aburrimiento normal, que se manifiesta “cuando no debemos hacer lo que queremos, o debemos hacer lo que no quere- mos”. La investigación sobre el aburrimiento per- dió fuerza y coherencia durante los 30 años siguientes. Hasta que, en 1986, Norman D. Sundberg, actualmente profesor emérito de la Universidad de Oregón, y el que fuera su alumno Richard F. Farmer, hoy en el Institu- to de Investigación de Oregón, desarrollaron un riguroso integrador sobre el aburrimiento, que resultó en la Escala de Tendencia al Aburri- miento (“Boredom Proneness Scale”, o BPS), de 28 preguntas, la primera escala psicométrica completa diseñada para medir el aburrimiento como rasgo de la personalidad (véase el recua- dro “Test del tedio”). La escala BP evalúa a las personas según su propensión al aburrimiento en diferentes situaciones. Sabido es el hastío vital transi- torio que surge en situaciones repetitivas, monótonas u obligatorias; la de guardar cola, por ejemplo. Algunos, con todo, experimen- tan aburrimiento con mucha más frecuencia. Puede que necesiten una vida más excitante, que se aburran en el tiempo de ocio (debido a la incapacidad para entretenerse por sí mismos) o que sufran desazón “existencial” asociada a una vida carente de proyecto o sentido. Según la investigación que Vodanovich y sus colegas han llevado a cabo durante los últimos veinte años, quienes se aburren con frecuen- cia padecen, entre otros problemas, un mayor riesgo de desarrollar ansiedad, depresión y adicción a las drogas o al alcohol, de mostrar enfado, comportamiento agresivo y falta de aptitudes para relacionarse, y de rendir poco en el trabajo y en los estudios. Necesidad de novedad Un análisis de la escala BP realizado en 2005 por Vodanovich y los psicólogos J. Craig Wallace, de la Universidad estatal de Oklahoma, y Steven Kass, de la Universidad de West Florida, reduce la propensión al aburrimiento a dos factores principales. El primero es la estimulación ex- terna, o necesidad de novedad, emociones y va- riedad. Los varones, que en general se aburren más que las mujeres, obtienen puntuaciones más altas en este concepto, según Vodanovich. “Los varones tienden más a hacer afirmaciones como ‘lo que me ofrece el entorno no es sufi- ciente y por eso me aburro’”, afirma. Esa necesidad de estímulos externos pue- de explicar por qué los extrovertidos tienden más al aburrimiento. Muchos de los primeros estudios sobre el desempeño de tareas mo- nótonas descubrieron que los extrovertidos a menudo flaquean y pierden precisión mucho antes que los introvertidos. La razón, según 1. LAS PRIMERAS INVESTIGACIO- NES SOBRE EL ABURRIMIENTO se centraron en los efectos psicológicos de tareas inheren- temente tediosas, como las que se realizan en la cadena de montaje de una fábrica. © F O T O L I A / M I C H A E L C H A M B E R L I N 84 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 Hans Eysenck, pionero de los estudios de per- sonalidad y adscrito al Instituto de Psiquiatría de Londres, estriba en que los extrovertidos necesitan estímulos adicionales para alcanzar un nivel óptimo de activación. Consecuentes con esta idea, los extroverti- dos tienden a puntuar más alto en la escala de búsqueda de sensaciones clásica, desarrollada en los años sesenta por Marvin Zuckerman, de la Universidad de Delaware. Esta escala, pensa- da para medir la avidez de estímulos del indivi- duo, incluye preguntas diseñadas para puntuar la propensión al aburrimiento. Sin embargo, no todos los estudios han encontrado un nexo entre extroversión y aburrimiento. Algunos extrovertidos evitan el aburrimiento si dan con formas de inyectar algo de intriga en las tareas de por sí aburridas. En 1975, A. B. Hill, de la Universidad de Keele, reseñaba que entre 32 estudiantes universi- tarios a los que se les pidió que realizaran la monótona tarea de coger y colocar chinchetas, los 16 extrovertidos la desempeñaron de una forma mucho más variada que los 16 introver- tidos. Incrementaron el grado de estimulación con sutiles e interesantes modificaciones de la tarea. Así pues, aunque los extrovertidos reclamen mayores estímulos externos, poseen su habili- dad para generar sus propios estímulos. Tal era el segundo factor importante que Vodanovich extrajo de la escala BP. Las personas creativas, con muchas aficiones e intereses, capaces de mantenerse ocupadas en cualquier circuns- tancia, no se prestan al aburrimiento. En pala- bras de Sundberg: “Uno debería sentarse como un monje budista en completo silencio y no aburrir se; encontrar en el interior de su mente la vida, el entretenimiento y el crecimiento”. A falta de semejante capacidad de concentración interior, el mundo exterior nunca proveerá su- ficientes emociones ni novedades. “El cerebro siempre busca estímulos y cada vez necesita más. Es una batalla perdida. Nunca tienes bas- tante”, apostilla Vodanovich. La necesidad de emociones para despren- derse del hastío puede hacer que las personas busquen sensaciones en actividades destruc- tivas (tabaquismo, vandalismo, juego o dro- gas). En un estudio realizado en 2005 entre 92 adolescentes escoceses, se descubrió que el aburrimiento era una de las principales razones alegadas para consumir drogas. “Se consumen drogas en los períodos de ocio, cuando la persona tendría que buscarse en- tretenimiento”, resume McWelling Todman, de la Nueva Escuela de Investigación Social e investigador del aburrimiento con grupos en rehabilitación de drogodependencia y en en- fermos psiquiátricos. Prestar atención El aburrimiento va ligado a trastornos de la atención. Resulta difícil interesarse por algo si no puedes concentrarte en ello. Se ha demos- trado esa relación manipulando el entorno de un test para que los sujetos tuvieran problemas para dedicarse a ciertas tareas. En un experimento ya clásico realizado en 1989, James Laird y Robin Damrad-Frye, de la Universidad de Clark, descubrieron que una distracción menor, como una televisión en- cendida a bajo volumen en la habitación de al lado, provocaba que los participantes cali- ficaran de aburrida una tarea de comprensión auditiva. Sin ser conscientes de lo que les esta- ba distrayendo, los probandos no encontraron otra explicación para su falta de atención. Pero se subió el volumen de la televisión a un nivel atronador y los sujetos comentaron que el so- nido les imposibilitaba concentrarse. Cuando se eliminó toda distracción, los estudiantes de- clararon que lo que habían oído en el ejercicio de comprensión era estimulante. El resultado apoyaba la hipótesis de los auto- res de que “el componente conductual esencial del aburrimiento es la lucha por mantener la atención”. El aburrimiento puede también provenir de una incapacidad patológica para concentrarse. Vodanovich, Wallace y Kass descubrieron, en un ensayo, acometido en 2003, entre 148 estu- diantes de licenciatura, que las puntuaciones 2. LAS DISTRACCIONES, como una televisión encendida al fondo de la sala, podrían hacer que un libro interesante se tornara aburrido. Quienes se aburren, acostumbran exponerse a un mayor riesgo de sufrir ansiedad y depresión y caer en la adicción a las drogas o al alcohol. © i S T O C K P H O T O / C H R I S T I N E G L A D E MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 85 en la escala BP guardaban correlación con las medidas para el trastorno por déficit de aten- ción con hiperactividad en adultos (TDAH), lo que indicaba que la tendencia al aburrimiento derivaba del déficit de atención. Daniel Smilek, neurólogo de la Universidad de Waterloo en Ontario, junto con los psicó- logos de la misma institución Al Cheyne y Jonathan Carriere, han vinculado la tenden- cia al aburrimiento con habituales lapsus de atención; de esos que hacen que, por ejemplo, coloquemos la leche en el armario y los cerea- les en la nevera. En junio de 2007, el equipo de Waterloo sometió a un test a 304 estudian- tes de licenciatura para evaluar su tendencia a sufrir lapsus diarios de atención, y el grado en el que se percataban de sus sentimientos y su entorno. A los voluntarios se les evaluó también la memoria a corto plazo, la falta de concentración y la depresión clínica. Los investigadores descubrieron que los pro- bandos proclives a sufrir lapsus de memoria y fallos de atención obtenían puntuación alta en la escala BP. Es más, los modelos estadísticos sugirieron que los fallos de atención explica- ban las elevadas puntuaciones en tendencia al aburrimiento, así como en depresión. El trastorno en cuestión comparte docu- mentadas similitudes con el aburrimiento, incluyendo un estado de ánimo negativo y no encontrar sentido a la vida, afirma Cheney. Los investigadores suponen que la incapacidad crónica para concentrarse en actividades puede hacer que éstas, en efecto, resulten carentes de sentido. Como afirma Cheney, “la atención es el eslabón que enlaza falta de sentido, depresión y aburrimiento”. Otros han visto en el aburrimiento la antíte- sis del flujo de la conciencia, expresión que de- signa un estado en el que el sujeto, sin ningún esfuerzo, se mantiene atento, concentrado y abstraído en una tarea; algo parecido a alcanzar un estado de máxima concentración mental, física y emocional. Mihaly Csikszentmihalyi, de la Universidad Claremont de Postgrado, ver- tebrador de la teoría, afirma que el flujo de la conciencia ocurre cuando las habilidades de una persona se ajustan al nivel de desafío que presenta el entorno y cuando la tarea tiene ob- jetivos claros y recompensas inmediatas. Las tareas demasiado fáciles se tornan aburridas. En el extremo opuesto, las tareas percibidas como demasiado difíciles generan ansiedad. En cierto trabajo publicado en 2003, en el que participaron 526 estudiantes de instituto, Csikszentmihalyi y sus colaboradores descu- brieron que el flujo se producía más a menudo cuando los desafíos eran altos pero acordes con las capacidades de los estudiantes. Sin aliento Los factores emocionales pueden incidir en la atención, el flujo y, por tanto, en el aburri- miento. Mary B. Harris, profesora emérita de la Universidad de Nuevo México, relaciona aburri- miento con atención emocional, la tendencia de una persona a escrutar y obsesionarse por sus estados de ánimo. En el año 2000, Harris Nadie ha identificado los correlatos neuronales del aburrimiento, pero una de las claves de los fundamentos biológicos de esta emoción viene de pacientes que han sufrido daños en el córtex frontal (parte roja en el cerebro, a la derecha). Este tipo de pacientes a menudo experimentan diversas anomalías emocionales y cognitivas. Entre ellas, aburrimiento agudo y un enorme incremento de las actividades de riesgo y de búsque- da de emociones, lo que sugiere que la experiencia del aburrimiento —o su opuesto— puede surgir en parte por la actividad en esta franja del tejido cerebral. Los pacientes con lesiones en el córtex frontal presentan también déficit de atención, lo que aporta una relación adicional entre aburrimiento y concentración inestable. Los estudios de imagen cerebral sugieren que en el lóbulo frontal existen conexiones de percepción del tiempo; los daños en este ló- bulo pueden distorsionar la percepción del tiempo. Es más, algunos estudios sugieren que los proclives al aburrimiento tienden a percibir que el tiempo pasa más despacio que los menos propensos. Así, los trastornos sufridos por la red reguladora de la percepción del tiempo en el lóbulo frontal podrían también repercutir en la capacidad de una persona para centrarse en una tarea. Aburrimiento en el cerebro una persona para centrarse en una tarea. Los más propensos a sufrir lapsus de atención se aburren más fácilmente. C E R V E A U & P S Y C H O / P H I L I P P E P L A T E A U X 86 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 solicitó a 170 estudiantes de licenciatura que rellenaran el test de la escala BP, junto con un cuestionario que determinaba cuán a menudo experimentaban flujo de la conciencia y si se reconocían capaces de identificar y categorizar sus estados de ánimo. Harris descubrió que las personas proclives a la atención emocional alcanzaban puntua- ciones más altas en la escala BP y eran menos propensas a experimentar flujo de la concien- cia. Concluye que una obsesiva observancia de las propias emociones proporciona “menos oportunidad para concentrarse en profundi- dad en la situación y para que se dé flujo en la conciencia. Para una persona que presenta alta atención emocional, realizar una activi- dad requerirá un gran esfuerzo para mantener esa tensión, lo que resulta en una sensación de aburrimiento más frecuente”. Por otra parte, el aburrimiento supone menor problema para las personas que presentan claridad emocio- nal. Al evaluar con exactitud sus emociones, estos individuos pueden efectivamente ol- vidarse de sí mismos y concentrarse en las tareas que tienen entre manos. Los resultados fueron similares a los del es- tudio de Vodanovich realizado junto con Ho- pe M. Seib, de la Universidad de West Florida, en 1998 con 308 estudiantes de licenciatura, en el que los individuos con una percepción alta- mente positiva de sí mismos —conscientes de su propio estado interno— declararon aburrir- se menos en general. Por el contrario, los que mostraron una alta percepción negativa de sí mismos —caracterizada por cavilaciones sen- tenciosas— obtenían puntuaciones más eleva- das en la escala BP. Comprender los propios estados internos puede ser un factor importante en el aburri- miento, independientemente de lo que influ- yan en la atención. La explicación psicoanalí- tica del aburrimiento que avanzó Fenichel en 1951 planteaba que la represión de los afectos y deseos lleva a una sensación de falta de sentido y de rumbo porque quien lo sufre no sabe lo que quiere hacer. Las pruebas experimentales apoyan en parte la noción de que el aburrimiento puede surgir de una incapacidad para identificar las activi- dades que llevan a la felicidad y la realización personal. En 2007, el grupo encabezado por John D. Eastwood, de la Universidad de York en Toronto, señaló que los voluntarios que puntuaban alto en escalas de alexitimia —defi- ciencia para comprender y describir los propios sentimientos, acompañada de una inhibición de las emociones y las fantasías— puntuaron más alto en la escala BP. La prueba de que esta causa del aburrimiento existe, independientemente de problemas de atención, la muestra un trabajo del grupo de Eastwood, inédito, en el que analizaron las puntuaciones de 206 estudiantes en la escala BP, un diagnóstico para ADHD adulto y una escala de conciencia emocional. Descubrieron que tanto los niveles altos de falta de aten- ción como la conciencia emocional reducida explican, por separado, una gran parte de la variabilidad en la tendencia de los estudiantes al aburrimiento. Llevado al extremo, la incapacidad para sa- ber lo que nos hará felices puede llevar a un aburrimiento existencial más profundo que surge de una omnipresente sensación de vacío y falta de sentido. El aburrimiento existencial también se puede dar cuando una persona abandona objetivos y sueños importantes de la vida por intereses más prácticos u otras pre- siones. En el año 2000, Richard Bargdill, hoy en la Universidad de Saint Francis, describió seis 3. EMPEZAR UNA AFICION, como tocar la guitarra, puede ayudar a evitar el aburrimiento. La incapacidad para saber lo que nos hará felices puede llevar a un aburrimiento existencial profundo. © F O T O L I A / B A N U S MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 87 BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA BOREDOM: A REVI EW. Ri- chard P. Smith en Human Factors, vol. 23, n. o 3, págs. 329-340; junio 1981. BOREDOM PRONENESS-THE DEVELOPMENT AND CORRE- LATES OF A NEW SCALE. Ri- chard F. Farmer y Norman D. Sundberg en Journal of Personality Assessment, vol. 50, n. o 1, págs. 4-17; 1986. THE BENEFI TS OF BEI NG PRESENT: MINDFULNESS AND ITS ROLE IN PSYCHOLOGICAL WELL-BEI NG. Kirk Warren Brown y Richard M. Ryan en Journal of Personality and Social Psychology, vol. 84, n. o 4, págs. 822- 848; 2003. A CONFIRMATORY APPROACH TO THE FACTOR STRUCTURE OF THE BOREDOM PRONE- NESS SCALE: EVIDENCE FOR A TWO-FACTOR SHORT FORM. Stephen J. Vodanovich, J. Craig Wallace y Steven J. Kass en Journal of Perso- nality Assessment, vol. 85, n. o 3, págs. 295-303; 2005. A DESI RE FOR DESI RES: BOREDOM AND I TS RELA- TI ON TO ALEXI THYMI A. John D. Eastwood, Caro- l i na Caval i ere, Shel l ey A. Fahlman y Adrienne E. Eastwood en Personali- ty and Individual Diffe- rences, vol. 42, n. o 6, pág. 1035-1045; abril 2007. EVERYDAY ATTENTION LAPS- ES AND MEMORY FAILURES: THE AFFECTI VE CONSE- QUENCES OF MINDLESSNESS. Jonathan S. A. Carriere, J. Allan Cheyne y Daniel Smilek en Consciousness and Cognition. Publicado online; 15 de junio 2007. casos de lo que él llama “aburrimiento vital” en el que el abandono de los objetivos de la vida lleva a un estado de ambivalencia emocional y aburrimiento penetrante. Por ejemplo, una mujer, que había abandonado su sueño de ser bióloga, ahora se encontraba en un hogar vacío con un marido al que aborrecía; un hombre que había renunciado a su deseo de hacerse as- trónomo para dedicarse profesionalmente a la religión. “Estar aburrido es estar desconectado del mundo”, concluye Eastwood. Combatir el aburrimiento El tratamiento para el aburrimiento, al igual que la propia sensación de aburrirse, es poli- mórfico. Csikszentmihalyi sugiere que, si lo que genera el aburrimiento es un trabajo anodino, podría cambiarse de empleo o enriquecer el entorno laboral con nuevos niveles de comple- jidad y desafíos. Sea por caso el empleado de un supermercado: podría mejorar el servicio dedicando algún tiempo a entablar conversa- ción con los clientes. Un estudio del psicólogo William McBain, del State College de San José, realizado en 1970 con camioneros que recorrían largas distancias, reflejó que los conductores que se distraían con juegos mentales, como contar los objetos que pasaban, declararon aburrirse poco. También conducían con más precaución. Si el aburrimiento invade el tiempo de ocio, el individuo puede ensayar nuevos intereses, ha- bilidades o pasatiempos, dice Vodanovich. Para dar ejemplo, lucha contra la rutina mediante trucos sencillos, que van del cambio de trayec- to para ir al trabajo hasta la manera de ver el mundo que lo rodea. Esta apreciación profunda de uno mismo y de los entornos más inmediatos también yace en el fondo del estado de clara conciencia (“mindfulness”), “el estado de prestar atención y percatarse de lo que está ocurriendo en el momento”, escribieron Kirk Warren Brown, de la Universidad Commonwealth de Virginia, y Richard M. Ryan, de la Universidad de Roches- ter en un ensayo de 2003. Las prácticas de ese estado de conciencia —cada vez más populares en entornos educativos, médicos y de oficina— tienen sus orígenes en las filosofías orientales de meditación. A los sujetos se les enseña a sosegarse, concentrarse en la respiración y en las sensaciones del cuerpo, y dejar pasar los sentimientos libremente sin juzgarlos. Este tipo de prácticas puede reducir el aburrimiento haciendo que la gente se mues- tre más abierta y menos obsesionada con sus propios estados de ánimo. En febrero de 2007, un equipo de psicólogos de la Universidad de Melbourne reseñó que un grupo de medita- dores principiantes mejoró el rendimiento en tareas que requerían atención continua y esfuerzo de memoria con un curso de mind- fulness de diez días —y también disminuyó en ellos la cavilación y los síntomas de depre- sión— comparados con los principiantes que no pasaron por el curso. Alentar a los niños a entretenerse de una for- ma mentalmente activa, imaginativa, y evitar el ocio pasivo podrían también reducir el aburri- miento. “Proporcionamos a los niños mucho entretenimiento en forma de televisión e iPods evitando que desarrollen sus habilidades in- ternas para lidiar con el aburrimiento”, afirma Sandberg. Involucrarse en pasatiempos activos, como el deporte o los juegos, producirá flujo de la conciencia, afirma Csikszentmihalyi. Desarrollar formas de combatir el aburri- miento puede ayudar a curar otras enfermeda- des. De acuerdo con investigaciones recientes sobre recuperación de drogadictos, si éstos aprenden a lidiar con el aburrimiento, es me- nos probable que recaigan. En un ensayo que Todman lleva a cabo con 156 adictos en una clínica de metadona en el Centro Médico Beth Israel de la ciudad de Nueva York, ha descubier- to que el nivel de aburrimiento que declaraban los adictos era el único indicador fiable para saber si se mantendrían limpios. Por supuesto, el aburrimiento también tiene sus beneficios. Puede aportar una oportunidad para pensar y reflexionar, constituir un sínto- ma de que determinada tarea es una pérdida de tiempo y que, por tanto, no vale la pena seguir con ella. “En vez de luchar contra el aburrimiento, haríamos bien en detenernos y aprender de la experiencia”, dice Eastwood. Efectivamente, muchos estudiosos consi- deran el aburrimiento un catalizador para la acción. En su ensayo de 1995, Elogio del aburri- miento, el poeta y premio Nobel Joseph Brods- ky escribió: “Cuando el aburrimiento haga presa en ti, ve a por él. Deja que te aplaste; sumérgete, toca fondo. En general, con todo lo desagradable, la regla es que cuanto antes toques fondo, antes emerges”. A lo que aposti- lla Vodanovich: “Si no sucumbes a sus efectos negativos, el aburrimiento es una gran fuerza motivadora”. Anna Gosline dirige Inkling, revista virtual de ciencias. 88 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 ILUSIONES L os primeros psicólogos de la Gestalt —entre ellos Stuart Anstis, de la Universidad de California en San Diego, y Hans Wallach— hallábanse intrigados por la que ellos llamaban “ilusión de la señal de barbería” (a). El anuncio de la barbería consiste en un cilindro vertical en cuya superficie se arrollan en hélice franjas rojas y blancas. El cilindro gira en torno a su eje longitudinal. Las franjas se mueven en realidad en sentido horizon- tal, pues cada uno de sus puntos describe un círculo alrededor del eje, pero pare- cen desplazarse en sentido vertical, hacia arriba o hacia abajo, según el sentido de rotación. Esta ilusión constituye una sólida prueba de la tesis que hemos venido repitiendo en la sección, a saber, que la percepción no remeda a la física. En ella interviene la interpretación del cerebro, deducida de una imagen proyectada so- bre el fondo del ojo, en la retina, el cual ha de emitir un juicio sobre lo que está ocurriendo en el exterior, en el mundo. Ahora bien, ¿qué es lo que provoca la ilusión? Consideremos un caso más sencillo: una cartulina en la que se han pintado franjas verticales y que es movida por detrás de una abertura circular (b). Aquí hemos mostrado esquemáticamente los márgenes exteriores de la tarjeta a fran- jas, para dejar claro qué es lo que ocurre tras la abertura. No deberían quedar vi- sibles, sin embargo, cuando se observe el montaje real, que el lector puede prepa- rar fácilmente en casa recortando en una hoja grande de cartulina una abertura circular, que tenga, por ejemplo, de 4 a 5 centímetros de diámetro. Utilice después una segunda cartulina, más pequeña, con franjas verticales, alternativamente rojas y blancas, de unos 5 milímetros de anchura. Pídale a otra persona que mue- va la tarjeta a franjas a un lado y otro en una dirección cualquiera; mientras usted observa las franjas visibles por la abertura, trate de decidir la dirección del movimiento. Si la tarjeta a franjas es desplazada ho- rizontalmente, observará que las franjas se mueven en sentido horizontal. Pero si las franjas estuvieran moviéndose obli- cuamente a mayor velocidad, el estímulo visual en la retina sería exactamente el mismo. De hecho, existe una fami- lia de vectores (es decir, movimientos en una cierta dirección) de diferentes velocidades y orientaciones que produ- cen todos en la retina la misma imagen cambiante. Esta familia de vectores está indicada en b por flechas de distintas longitudes, que representan su velocidad y direc- ción. No obstante, aunque el estímulo propiamente dicho sea ambiguo, nues- tra percepción no lo es: siempre vemos que las franjas se mueven en sentido per- pendicular a su orientación. Tal parece FRANJAS DESLIZANTES Unos cuantos experimentos sencillos desentrañan los misterios de la ilusión del poste de barbería VILAYANUR S. RAMACHANDRAN Y DIANE ROGERS-RAMACHANDRAN a La ilusión del poste de barbería demuestra, una vez más, que la percepción no remeda a la física. © F O T O L I A / E Y E M A R K MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 89 ser coeteris paribus, la solución preesta- blecida de nuestra percepción, o como ahora se dice, la “solución por defecto”. No se aprecia que las franjas se muevan en sentido diagonal a mayor velocidad. El cerebro resuelve el llamado problema de la abertura dando por supuesta una situación preconcebida. En el rectángulo Examinemos otra vez estímulos como el del poste de la barbería, es decir, estímu- los en los que la abertura es rectangular y vertical, y las franjas están orientadas en diagonal (c). Al repetir el mismo ex- perimento en este nuevo planteamien- to, se podría esperar que la percepción preconcebida siguiera siendo la misma, es decir, de movimiento perpendicular a la orientación de las franjas. Pero no ocurre tal: no se aprecia un movimiento oblicuo. Antes bien, las franjas parecen invariablemente moverse en sentido ver- tical, en la dirección del eje longitudinal de la abertura, lo mismo que en el poste de barbería. ¿Por qué? Cabría pensar que en este caso inter- viene un factor adicional. Observemos que, aunque la dirección (y la velocidad) de las franjas sigue siendo ambigua, los ápices de las franjas se mueven sin am- bigüedad hacia arriba a lo largo del bor- de de la apertura (o de la generatriz del cilindro, en el caso del poste). El movi- miento de estos “terminadores” puede contribuir a resolver la ambigüedad de la dirección del movimiento; las pun- tas “arrastran” a las franjas en un único sentido ascendente, efecto al que algu- nos investigadores denominan “captura de movimiento”. Este fenómeno explica la ilusión del poste de barbería. Se po- dría decir que este movimiento, que no es ambiguo, le da la clave al cerebro y dicta que toda la estructura a franjas se vea en movimiento ( flechas en c) a lo largo de la dirección mayor del rec- tángulo, ya sea en posición horizontal o vertical. Podemos plantearle un problema al sistema visual mediante un montaje como en d, formado por un grupo disper- so de aberturas verticales u horizontales, por detrás de todas las cuales se están moviendo oblicuamente las franjas. Si se fija la mirada en una cualquiera de esas aberturas, se verá que las franjas se des- plazan, ya en dirección horizontal, ya en vertical, como sería de esperar. Pero con un poco de esfuerzo es posible obligarse a ver el conjunto como un todo. En tal caso, uno percibe el tout ensem- ble como un único y gran conjunto de franjas en movimiento oblicuo, visto a través un gran cartón opaco, en el que se han recortado al azar aberturas verticales u horizontales en diversos lugares. Nues- tro sistema visual “considera” que esta percepción constituye una descripción más económica de los datos que la visión de postes de barbero independientes, dis- tribuidos por el mundo en esta precisa manera por algún marciano loco que se propusiera confundirnos. Nuestra inmunidad para no ver pos- tes de barbero independientes implica que en el sistema visual han de estar im- plantadas reglas complejas de segmenta- ción de imágenes (entre ellas, reglas de “completación” de la superficie a franjas situada por detrás de las ventanas hori- zontales o verticales). Intersección de las restricciones Tomemos ahora otro ejemplo. En e se tiende a ver un movimiento diagonal, a 45 grados hacia arriba y hacia la dere- b c Aunque el estímulo visual sea ambiguo, nuestra percepción no lo es. T O D O S L O S G R A F I C O S D E E S T E A R T I C U L O : S C I E N T I F I C A M E R I C A N M I N D 90 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 cha, mientras que en f este movimiento es hacia abajo y hacia la derecha, como indican las flechas. ¿Y si ahora los superponemos? ¿Las veremos pasar unas junto a otras en án- gulo recto? La respuesta es negativa; lo que veremos es un tartán en movimien- to horizontal (indicado por la flecha de g). Edward H. Adelson, del MIT, y J. An- thony Movshon, de la Universidad de Nueva York, investigadores ambos de la percepción, han llevado a cabo sagaces experimentos para demostrar que, con- trariamente a la intuición ingenua, este efecto no se produce por simple prome- diación de los vectores de ambas series de rayas. Se debe, en cambio, a un princi- pio denominado “intersección de restric- ciones”. Cada movimiento del tartán es compatible con una familia de vectores, y la región de superposición —donde las dos familias se superponen— es tomada como la “auténtica” dirección de movi- miento. Curiosamente, las neuronas sensibles al movimiento de áreas cerebrales que empiezan a actuar en las primeras fases del procesamiento jerárquico del movi- miento (entre ellas, un región llamada MT), responden por separado a la direc- ción de cada rayado (“componente de movimiento”), mientras que las células situadas a nivel más elevado responden a la dirección general del cuadriculado (“movimiento del tartán”). Es como si es- tas neuronas estuvieran integrando las señales eferentes de las neuronas sensi- bles a las componentes del movimiento y pusieran en servicio el algoritmo de intersección de restricciones. Existe un segundo modelo para la in- tersección de restricciones. Observemos en g que, no obstante la ambigüedad del movimiento de las franjas, las intersec- ciones entre éstas se desplazan inequí- vocamente en sentido horizontal. Tales puntos de cruce podrían “capturar” y arrastrar horizontalmente consigo los rayados, desempeñando así un papel semejante al de las puntas agudas en la abertura vertical o en el poste del barbero. No existe, por el momento, una razón poderosa para preferir uno u otro mode- lo. El primero (intersección de restriccio- nes) es de mayor elegancia matemática y podría ser del agrado de un cosmólogo, mientras que el segundo (un atajo más “chapucero”) podría ser el favorito del biólogo. Se cree que el patrón decorativo del poste de barbería pretendía en un prin- cipio ser representación de sangre y ven- das, cuando los barberos eran también cirujanos. Mal podían aquellos hombres imaginar que esta ilusión iba a propor- cionar análisis tan incisivos sobre la for- ma en que los humanos percibimos el movimiento. Vilayanur S. Ramachandran y Diane Rogers- Ramachandran investigan en el Centro para el Cerebro y la Cognición en la Universidad de California en San Diego. BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA PHENOMENAL COHERENCE OF MOVI NG VISUAL PATTERNS. E. H. Adelson y J. A. Movshon en Nature, vol. 300, págs. 523-525; 1982. TRANSPARENCY AND COHERENCE IN HU- MAN MOTION PERCEPTION. G. R. Stoner, T. D. Albright y V. S. Ramachandran en Nature, vol. 344, págs. 153-155; 8 de marzo, 1990. d e f g Nuestra inmunidad para no ver postes de barbero independientes entraña complejas reglas en nuestro sistema visual. MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 91 SYLLABUS E n los últimos años, y coincidiendo con el surgimiento de la psiquiatría comunitaria, hemos asistido a un progre- sivo proceso de desinstitucionalización de los pacientes ingresados en centros psiquiátricos. A los menos discapacitados se les reconduce a los nuevos recursos co- munitarios, dejando a los graves en otros más institucionalizados. Los pacientes institucionalizados presentan peor ca- lidad de vida que los comunitarios, no experimentan mejora en sus habilidades de la vida diaria y se reduce al mínimo su red social. Los enfermos mentales severos que predominan en las instituciones psi- quiátricas son los diagnosticados de es- quizofrenia. Esta enfermedad presenta tipologías clínicas muy heterogéneas y una evolución que, en muchos casos, conducirá a una discapacidad notable. Al tratarse de pacientes institucionali- zados, no es fácil su entrenamiento en habilidades y roles sociales. Una aproximación novedosa a la realización de programas de rehabili- tación nos la ofrece la introducción de animales de compañía en el proceso terapéutico. La TFA, o terapia facilitada por ani- males, constituye una modificación en las intervenciones tradicionales dise- ñadas para mejorar el funcionamien- to cognitivo o social del paciente, con unos objetivos específicos y definidos en el tiempo. La modificación consiste en introducir un animal de compañía en el proceso terapéutico. La interac- ción entre el animal y el paciente es generalmente de uno a uno. Los anima- les, especialmente entrenados, no son los del propio paciente. Igual que otros programas de intervención, los progra- mas de TFA han de estar protocolariza- dos, diseñados según las características individuales de cada paciente y adjun- tos al tratamiento normal de éstos. El objetivo terapéutico debe dirigirse a mejorar las habilidades sociales de los sujetos, su autonomía y sus respuestas emocionales. Además, la participación de los pacientes ha de ser libre y con- sentida. De un tiempo a esta parte se han venido acometiendo proyectos que se proponen cuantificar los beneficios de ESQUIZOFRENIA CRONICA Utilización de animales de compañía en los programas de rehabilitación VICTORIA VILLALTA GIL © F O T O L I A / I O F O T O 92 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 utilizar el vínculo animal-persona en un ámbito terapéutico. Aunque no son muchos los estudios de gran rigor me- todológico, los realizados hasta la fecha indican que la TFA es beneficiosa para diferentes síntomas y enfermedades en poblaciones diversas. Los programas de TFA se han aplicado a personas con dis- capacidad física, psíquica o ambas, per- sonas en la tercera edad, población pe- nitenciaria y sujetos con enfermedades mentales crónicas. Entre los programas realizados y evaluados dirigidos a per- sonas con esquizofrenia crónica se han informado mejoras significativas en el funcionamiento social-interpersonal, en el tono hedónico, en la percepción de su calidad de vida, y en algunas ac- tividades de la vida diaria. También se han registrado mejoras en los síntomas clínicos de estos pacientes utilizando programas de TFA. Un estudio realizado por nuestro equipo también cosechó re- sultados similares. Otro estudio encon- tró que los niveles de ansiedad de los pacientes con diagnóstico de trastorno psicótico a los que se les aplicaba un programa de TFA disminuían de forma significativa, comparados con un grupo de pacientes a los que se les daba apoyo emocional. Toda esa gavilla de estudios realizados con personas diagnosticadas de esquizo- frenia se han realizado con muestras no muy grandes, aunque con un alto segui- miento y vinculación por parte de todos los pacientes. Hasta el momento, la medicación neu- roléptica ha fracasado ante la sintoma- tología negativa, caracterizada por un enlentecimiento del pensamiento, afecto aplanado y retraimiento social. Este con- junto de síntomas negativos es el que se ha asociado, con frecuencia, a una larga evolución de la enfermedad, una dis- función cognitiva y la discapacidad del individuo. Ya que el reto de la rehabilitación es de- sarrollar creativamente apoyos de largo plazo que promuevan el funcionamiento social y ayuden a aceptar las dificultades incurables y cómo mantenerlas eficaz- mente, creemos que la aplicación de un programa de TFA, como complemento de la terapia tradicional y no una terapia exclusiva ni autosuficiente, podría ser be- neficioso para personas con enfermedad mental crónica residentes en una unidad de larga estancia. ¿Por qué? Porque opera sobre la sintomatología negativa y reduce su severidad. Se muestra asimismo eficaz en cuanto catalizador social. Los ejerci- cios de rehabilitación cognitiva que se realizan en presencia de animales obtie- nen unos resultados mejores que aque- llos a los que no se les añade la presencia de un animal. Una presencia que reduce los niveles de ansiedad. La TFA se plantea como complemen- to a las intervenciones tradicionales. Su talón de Aquiles estriba en la ausencia de estudios que evalúen su eficacia y be- neficios e investiguen los perjuicios que pueda acarrear. Victoria Villalta Gil Unidad de Investigación de San Juan de Dios, Servicios de Salud Mental, Barcelona MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 93 LIBROS A nte un estímulo, la neurona res- ponde emitiendo cierto número de espigas. El esquema clásico de mo- dificación de la sinapsis, avanzado por Hebb en 1949, requiere que la neurona postsináptica se excite inmediatamente después de la neurona presináptica. Así se admitió durante decenios, hasta que, en 2007, Remy y Spruston mostraron que la excitación postsináptica no era de suyo necesaria. Cuando percibimos un estímulo que presenta una combi- nación de cualidades sensoriales (color, sonido y sabor), intervienen diversas regiones cerebrales, de dispar rango jerárquico. No cabe imaginar que las células que representan ese conjunto de cualidades terminen por converger en una sola neurona. Hay demasiadas cualidades perceptivas y muy pocas neuronas. Conviene reparar en un rasgo crucial, para distinguir entre una percepción significativa y una acción intenciona- da: cómo se siente en relación con el yo. Existe una nítida diferencia cuali- tativa subjetiva entre tener mi pupila constreñida por un rayo de luz mien- tras duermo y ver el Sol, y existe una diferencia cualitativa subjetiva entre un doblamiento espontáneo de la ro- dilla y otro voluntario. El primero no implica necesariamente qualia, pero sí el segundo. En respuesta a una escena natural, bastoncillos y conos dependen de la luz. Las células ganglionares, las célu- las geniculadas y las células corticales comparan una región con sus contor- nos. Compete al sistema visual codificar los bloques estructurales de la escena —bordes, texturas y formas— que po- sibiliten el reconocimiento de objetos y la comprensión de lo percibido. Esen- cial para ese proceso es la formación de representaciones abstractas que gene- ralicen a partir de ejemplos específicos de información visual. Una tesis común sostiene que las neuronas del primitivo sistema visual señalan conjunciones de rasgos de la imagen, pero el mecanis- mo a través del cual se producen tales representaciones invariantes apenas si se conoce. En un artículo publicado en Nature a principios de este año, Yan Karklin y Michael S. Lewicki proponían que, para generalizar sobre imágenes similares, las neuronas visuales de alto nivel codifican variaciones estadísticas que caracterizan regiones locales de la imagen. El hecho de que una célula del cerebro responda a estímulos visuales no garan- tiza que tome parte directa en la percep- ción. Muchas estructuras del tallo que son primariamente visuales sólo inter- vienen en los movimientos oculares, la constricción de las pupilas y el enfoque del cristalino. Sí acontece, en cambio, que la destrucción de una porción del córtex estriado produce ceguera en una pequeña parte del mundo visual. No sólo en humanos: la lesión del córtex estriado produce idéntico resultado en el mono. En el gato las cosas no son tan senci- llas; un gato al que se le ha eliminado el córtex estriado puede ver, aunque no tan bien. Por su parte, ranas y tortugas, PERCEPCION La importacia de la ilusión en la interpretación de lo observado SEEING THROUGH ILLUSIONS, por Richard L. Gregory. Oxford University Press; Oxford, 2009. CIRCUITS IN THE BRAIN. A MODEL OF SHAPE PRO- CESSING IN THE PRIMARY VISUAL CORTEX, por Charles Legéndy. Springer; Nueva York, 2009. 94 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 vertebrados inferiores, carecen de una estructura que se parezca al córtex hu- mano y nadie se atrevería a afirmar que son ciegos. Sostenía ya Hubel en 1988 que los contornos luz-obscuridad constituían los componentes principales de nues- tra percepción. Pero no son los únicos. Podemos equiparar la percepción a un tratamiento de la información. La co- loración de los objetos ayuda a definir sus contornos. Sin olvidar que el som- breado de los objetos, que consiste en lentas transiciones de luz a obscuridad, así como de sus texturas, pueden aportar claves importantes sobre la forma y la profundidad. La forma es una estructura única, no analizable, que se nos impone. Un fenó- meno que siempre ha acompañado al hombre. Esa tendencia a las percepciones organizadas, a ver unidades construidas incluso allí donde no existen, es utiliza- da por algunos psicólogos para estudiar el imaginario de los individuos en los tests proyectivos (el de Rorschach, por ejemplo). Las ilusiones, por el contrario, son fracasos espectaculares de la percep- ción. La Luna se nos aparece mayor que el Sol y fundimos las imágenes que se suceden con una cadencia de 24 por se- gundo (Seeing Through Illusions). Desde su inicio, la psicología experimental se ha interesado por las ilusiones geomé- tricas (óptico-geométricas), fáciles de reproducir y mesurar. Sirviéndose de una multitud de ejemplos, Gregory demuestra de qué modo las ilusiones aportan unas posibilidades de enfoque únicas en lo que concierne a la percep- ción cerebral. Con ellas caemos en el error por la sencilla razón de que no nos apoyamos en nuestros ojos para inter- pretar el mundo, sino en el conocimien- to innato y en reglas congénitas sobre la forma en que opera el mundo, forja- dos en el curso de la evolución; amén de basarnos también en lo aprendido por experiencia. En breve, vemos lo que esperamos ver y hemos evolucionado para ver. Si no fuera así, no habría ilu- siones ni magia. Sólo hasta cierto punto podemos creer lo que observamos con nuestros propios ojos. Nos apoyamos en claves muy sutiles, tales como el sombreado o la intensidad de color, para ver la di- mensión de profundidad, y en varios supuestos sobre la realidad externa. Las ilusiones nos engañan con una sombra obscura allí donde esperaríamos ver luz; con líneas de igual longitud, cuando las claves asociadas sugerirían otra cosa. No es, en la mayoría de los casos, culpa o fallo de nuestros ojos, sino de nuestro cerebro. No importa tanto ver como interpretar. E interpretamos el mundo con cerebros que han evolucionado para utilizar la visión en ayuda de nuestra supervivencia. El ver no constituye un proceso de abajo arriba, del ojo al cerebro, sino que implica también procesos laterales y de arriba abajo que se sustentan sobre un conocimiento implícito —esto es, una sintaxis evolucionada e innata, así como una semántica basada en un cono- cimiento perceptivo congénito— amén de nuestra comprensión conceptual, de lo que conocemos o pensamos que cono- cemos. En la visión convergen la óptica, la fisiología, el procesamiento de la in- formación, la resolución de problemas y la probabilidad. Las percepciones no están, en efecto, directamente relacionadas con los ob- jetos. Por mucho que parezcan vividas y directamente vinculadas al mundo observado, lo que viene a constituir la mayor ilusión de todas. Por mucho que ver parezca elemental y fácil, lo cierto es que la mitad de la corteza del cerebro humano interviene activamente en la lectura de las imágenes retinianas. Para ver, la corteza gasta en torno al 4 por ciento de la energía que extraemos de la alimentación. Las señales visuales son procesadas inicialmente en la retina por tres capas de neuronas. Luego, los pul- sos eléctricos de potenciales de acción cursan a lo largo de millones de fibras del nervio óptico para ser leídos por es- tructuras maravillosamente organizadas del cerebro, utilizando el conocimiento de los objetos guardados en la memoria. Por consiguiente, el presente se ve a tra- vés del conocimiento del pasado, lo que puede inducir a error. MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 95 Podemos dividir las ilusiones en cla- ses de acuerdo con la naturaleza del truco empleado, cubo de Necker, dis- torsión, inestabilidad y paradoja, entre otras. Las ilusiones pueden resultar de errores fisiológicos (de señalización) o de errores cognitivos (de un conoci- miento equivocado, a la hora de leer las claves de las imágenes que llegan de los ojos). Aunque las ilusiones fisiológicas y cognitivas tienen causas tan diferen- tes, algunas ilusiones son similares y se confunden fácilmente. Una fisiología con funcionamiento deficiente y un co- nocimiento erróneo pueden producir efectos iguales; pero sus implicaciones para comprender lo que está sucedien- do son muy distintas. Mientras las criaturas simples res- ponden directamente a los estímulos, los animales superiores ven y se com- portan en respuesta a causas de estímu- los conjeturadas. Este movimiento de respuesta a los estímulos, a la planifi- cación del comportamiento a partir de causas atribuidas, a resultados anticipa- dos es, podríamos decir, un movimien- to de una recepción primitiva a una percepción cognitiva. Las respuestas de los protoorganismos a los estímulos constituyen un ejemplo de recepción; reservamos el término percepción para la experiencia cognitiva de alto nivel, con comportamiento inteligente aso- ciado. La clave reside aquí en responder a situaciones y objetos atribuidos, no directamente a los estímulos. Hay de- sarrollo evolutivo desde las respuestas de abajo arriba hasta el conocimiento de arriba abajo. La percepción primitiva, o mejor recepción es, en buena medida, innata. La percepción refinada se basa en el conocimiento de causas verosími- les de estímulos, es decir, de hipótesis de lo que pudiera haber fuera. Parte de nuestro comportamiento procede de la recepción primitiva, como cuando par- padeamos ante un ruido repentino sin conocer las causas. Considerando la que quizás es capaci- dad única para el pensamiento abstracto, podemos introducir una categoría final: concepción. Recepción Percepción Concepción forman una secuencia evo- lutiva. La evolución podría considerarse como un despliegue desde la recepción en organismos elementales, pasando por la percepción cognitiva basada en el conocimiento, hasta la concepción del pensamiento abstracto. Las ilusio- nes de la recepción son primariamente distorsiones fisiológicas de las señales procedentes de los sentidos. Las ilusio- nes de la percepción abarcan errores en la interpretación de las señales, por culpa de un conocimiento inadecuado y supuestos falsos. Charles Legéndy (Circuits in the Brain) extrae determinados rasgos globales del cerebro a partir de las neuronas. Idea un modelo “de excitación relacional” para explicar el procesamiento de la forma. Dicho modelo comprende un desarrollo progresivo (paso a paso) de un conjunto de redes multineuronales para transmi- tir relaciones visuales. De ese modo apli- ca su formación en ingeniería eléctrica y en física del estado sólido. Legéndy escribió su primer artículo sobre teoría cerebral en 1967, sobre grupos de neuronas excitables, donde reflejaba la influencia de McCulloch, Rosenblatt y von Neumann. En ese en- sayo se proponía explorar la dualidad entre percepción subjetiva y los hechos de la conectividad, así como describir un conjunto de “redes con círculos”, más fiables que sus propios elementos individuales. La ramificación y conec- tividad de las neuronas caracterizan al cerebro. Hay kilómetros de fibras por milímetro cúbico y miles de sinapsis por neurona; el cerebro ha adquirido una notable pericia en la creación de co- nexiones. Una función del cerebro es la de traducir “conexiones en sentido me- tafórico” en conexiones en sentido físi- co; en otras palabras, transformar co- nexiones entre objetos de la realidad de la naturaleza, cuando se hallan vincu- ladas en nuestra mente, en conexiones que son tangibles y toman la forma de fibras y sinapsis. La conexión entre objetos, produci- da por nuestra mente, viene a ser una suerte de engarce sintáctico; una copa de café es más que “copa, café”. El reto lanzado estriba en comprender cómo las neuronas y las sinapsis, de acuerdo con ciertas reglas, se desenvuelven para acometer una vinculación sintáctica. El problema guarda una estrecha relación con lo que, en una formulación más ge- neral se conoce por problema del enlace, aplicado al procesamiento de los con- tornos individuales en la corteza visual primaria. Sin abandonar del todo el modelo de conjunción o asamblea celular (es de- cir, grupos de neuronas interconecta- das), con capacidad para la excitación grupal, se propone que cada ignición o excitación consistirá en una sola espiga emitida por cada neurona del conjunto. El cerebro no opera a través del ensa- yo y el error. En el modelo de Legéndy se pondera la capacidad de la corteza visual de trasladar los bloques compo- nentes de la información sobre la forma a la corteza superior, en vez de trasladar sólo las respuestas del campo receptor individual. Un buen punto de partida a la hora de enfrentarse a la cuestión sobre la percepción de la forma es el artículo que Lettvin y sus colegas publicaron en 1959, que tomaba registros de las fibras del nervio óptico de la rana y clasificaba las células del ganglio reti- niano. De estas células se originan las fibras. La clasificación de las células se basaba en su respuesta al estímulo visual. Lettvin puso a su artículo el tí- tulo provocador de What the frog’s eye tells the frog’s brain. Subrayaba así que el nervio óptico se interpone entre el ojo y el cerebro. Y admitido eso, cabe admitir que nada más puede alcanzar al cerebro procedente del ojo que algu- nas aristas o bordes, puntos o manchas. Pero ninguna forma compuesta. Por la misma época, en 1959, Hubel y Wiesel registraban en la corteza visual del gato una estructura interpuesta también en serie entre el ojo y el resto del cerebro, y demostraron que los gatos sólo po- dían distinguir aristas y barras. Unos años más tarde, en 1968, Hubel y Wiesel observaron que los monos no podían hacer ni una cosa ni otra. Las etapas concretas del procesa- miento de la forma no han sido abor- dadas todavía. Buena parte de la mo- delización del cerebro es un trabajo de ingeniería inversa. La imagen retinia- 96 MENTE Y CEREBRO 39 / 2009 na de una escena natural típica es un laberinto de formas y urge al sistema visual a dividirlo en entidades que co- rrespondan a objetos a los que debamos atender. Para acometer ese reto, el siste- ma visual recurre a estrategias varias, una de ellas fijarse en los contornos del campo visual, en extensión suficiente para contener numerosos campos re- ceptores elementales. El contorno es la frontera del objeto, lo que lo delimita en el mundo real. En principio, una célula elemental respondería sólo cuando el contorno se centrase en su campo receptor, ni antes ni después. Cierto agrupamiento celular temporal (cuerda de contorno) emerge siempre que aparece un contorno en la imagen retiniana subyacente. Las células de un mismo tipo con campos receptores adyacentes y similares se asocian a lo largo de cada contorno, de una suerte tal que les permite trasladar espigas en ambas direcciones a lo largo de cada contorno, e iniciar espontánea- mente tales espigas propagadoras (on- das de contorno) en tanto en cuanto el contorno se encuentre presente en sus campos receptores. Luis Alonso MAL SAGRADO MANUAL DE EPILEPSIA, por Tomas R. Browne y Gregory L. Holmes. Traducción de Javier Vizcaíno Guillén revisada por María Sueiras Gil. Wolters/Lippincott Williams & Wilkins; Barcelona, 2009. L a epilepsia tal vez sea la enferme- dad conocida e identificada desde más antiguo. Aureolada de misterio fue calificada de “enfermedad sagrada”. La descripción detallada de sus síntomas no ha cambiado apenas desde los es- critos hipocráticos. En pleno siglo XXI, todavía sigue presentando muchos enigmas etiológicos, patogénicos y te- rapéuticos, sin dejar de constituir un problema sanitario de primer orden. A pesar de disponerse de un extenso repertorio de fármacos antiepilépticos y de avanzadas técnicas quirúrgicas, los fracasos terapéuticos siguen alcan- zando cifras del 30 al 40%. Entre los abundantes libros dedi- cados a esta enfermedad está parti- cularmente acreditado el Manual de Epilepsia de Browne y Holmes cuya cuarta edición, cinco años después de la anterior, acaba de aparecer en español. Se trata de una obra eminen- temente práctica, dirigida a médicos generales, pediatras, postgraduados en formación neurológica y estudiantes de medicina. Después de una introducción donde se presentan los últimos avances pa- togénicos y diagnósticos, incluyendo las más modernas técnicas analíticas, de imagen y electroencefalográficas, se pasa revista a los distintos tipos de epi- lepsias clasificándolas según las eda- des más frecuentes de aparición de los síntomas. Particular interés reviste el capítulo dedicado a los fármacos antie- pilépticos, completamente actualizado, donde se exponen los mecanismos de actuación, forma de administración, dosis y datos farmacológicos. Hubiera sido útil para los lectores españoles incluir los nombres comerciales entre nosotros. Un interesante complemento de los aspectos estrictamente clínicos son los dos últimos capítulos, sobre la morbili- dad asociada a la epilepsia y al asesora- miento respecto a las precauciones que los pacientes epilépticos deben tomar. En el primero se insiste en los trastor- nos psicológicos que suelen acompañar a la epilepsia tanto en niños (hiperacti- vidad, dificultades de aprendizaje, tras- tornos de conducta, ansiedad) como en adultos (depresión, ansiedad). En el último se dan una serie de consejos a los pacientes epilépticos respecto a las actividades que les pue- den suponer riesgo de desencadenar un ataque epiléptico y las precauciones que se han de tomar en caso de que ocurra. Con este Manual se dispone de una excelente guía actualizada de consulta rápida para orientarse en el complejo y multifacético mundo de la epilepsia. FRANCESC ASENSI BOTET Hospital de La Fe, Valencia
Copyright © 2024 DOKUMEN.SITE Inc.