MILITARES EN PANAMÁ40 AÑOS DEL GOLPE Resumen de la traumática historia del militarismo en Panamá y sus desencuentros con el poder civil, desde 1903 hasta nuestros días. 11-10-196 8 1 1 -1 0 - 2 0 0 8 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 2 PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ U Los prolegómenos de un fatídico golpe de Estado Un día como hoy, hace 40 años, un grupo de jóvenes oficiales de la Guardia Nacional de Panamá, encabezados por el Mayor Boris Martínez, depusieron al presidente constitucional de la Repú- blica, doctor Arnulfo Arias Madrid, ape- nas once días después de haber tomado posesión, por tercera ocasión en su vida, del solio de Amador Guerrero. La ruptura del orden institucional significó el surgimiento de una casta de uniformados, militares y policías, que detentaron el poder político durante más de 21 años, proceso que vino a culminar trágicamente con la invasión armada del ejército de los Estados Unidos a Panamá, la madrugada del 20 de diciembre de 1989. Los años de dictadura militar dejaron en los panameños heridas tan pro- fundas, que algunas todavía no logran cicatrizar. La cultura del “juega vivo” vino a ser impulsada por patrocinador oficial, al principio de forma solapada pero sólida, y a partir de 1983, con la llegada de Manuel Antonio Noriega a la comandancia de la Guardia Nacional, de manera cruda y descarnada. Pero el golpe del 11 de octubre de 1968 no se produjo en el vacío ni por generación espontánea. En buena me- dida, obedeció a décadas acumulando errores y equivocaciones en las que siempre el ejercicio del poder político estuvo enmarcado por la pugna entre tres fuerzas: el gobierno, el pueblo y la Guardia Nacional. La más grave de las equivocaciones fue sin duda alguna la creencia de los actores políticos, según la cual para ganar una elección requerían el apoyo de dos de las tres fuerzas mencionadas, es decir: Gobierno y pueblo, o pueblo y Guardia Nacional, o Gobierno y Guardia Nacional. De esa manera, se fue consolidando el peso específico de los cuarteles en las elecciones y de allí a su participación en el gobierno y en el ejercicio directo del poder; solo hubo que esperar unos cuantos años, y algunos errores y equi- vocaciones adicionales. Para que los lectores puedan formarse una idea del verdadero proceso evo- lutivo de la llegada de los militares al poder, nos adentramos en las raíces mismas del militarismo en nuestro suelo patrio, iniciando en 1903, con el na- cimiento de la nueva República. Aquella máxima consagrada en nues- tra Constitución Política desde el año 1994 “La República de Panamá no tendrá ejército” fue acariciada desde muy temprano por Manuel Amador Guerrero, nuestro primer presidente, quien se dio a la tarea de desmantelar a partir de 1904 el esbozo de fuerza armada uniformada que comandaba el joven General Esteban Huertas. El emblemático temor de Amador Guerrero a los militares, se mantuvo arraigado en la clase política panameña a lo largo de toda la historia republicana del siglo XX; al fin y al cabo, la experiencia ha enseñado que, salvo contadísimas excepciones, los militares sólo obedecen las órdenes que les dan sus generales. Aquel resquemor sirvió como ali- mento ideal para que a la luz del ignominioso tratado Hay-Bunau Varilla, las fuerzas policiales y militares de los Estados Unidos intervinieran un sin- número de ocasiones en territorio pa- nameño, fuera del enclave de la Zona del Canal, para tratar de poner orden en las ciudades de Panamá y Colón. Luego del golpe liderado por el mo- vimiento Acción Comunal en 1931, que depuso al presidente liberal Florencio Harmodio Arosemena, y en el que no intervinieron las fuerzas armadas de los Estados Unidos, los políticos criollos determinaron que después de todo, no sería tan malo contar con una fuerza armada propia, que pudiera impedir futuros golpes de estado. Craso error. A partir de 1936, la Policía Nacional va adquiriendo cada vez más relevancia, y los políticos comienzan a coquetearle a los comandantes de la Fuerza Pública. El resto es parte de la historia, que aquí les resumimos, para que no la o l v i d e m o s. Hoy, a 40 años del terrible golpe policial de 1968, vale la pena revisar los errores del pasado, para entre todos tratar de no volver a cometerlos. “Los años de dictadura mili- tar dejaron en los panameños heridas tan profundas, que algunas toda- vía no logran c i c at r i z a r . ” Guido A. Ro d r í g u e z D I R ECTO R Panamá América Es un Diario independiente publicado por Editora Panamá América, S.A. Avenida Ricardo J. Alfaro, al lado de la USMA, Apdo.0834-02787 Panamá, República de Panamá GUIDO RODRÍGUEZ L. D I R ECTO R GUILLERMO FERNÁNDEZ DIRECTOR ASOCIADO EDUARDO SOTO P. SUB DIRECTOR COORDINACIÓN Y COMPILACIÓN DEL SUPLEMENTO MILITARES EN PANAMÁ DR. HARMODIO ARIAS MADRID (1938) F U N DA D O R ROSARIO ARIAS DE GA L I N D O PRESIDENTA VITALICIA FRANCISCO ARIAS V. P R ES I D E N T E PA NA M A AMERICA DIARIO INDEPENDIENTE DESDE 1925 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa desde 1950 GILBERTO ARIAS P. VICE PRESIDENTE RAMÓN VALLARINO A. GERENTE GENERAL ROSARIO GALINDO SUB GERENTE A D M I N I ST RAT I VA LAS IMÁGENES DEL SUPLEMENTO FUERON TOMADAS DESDE: ✒ Archivo Editora Panamá América. Biblioteca Ricardo J. Alfaro. ✒Anuario de la Policía Nacional año 1953 (Edición de Aniversario Centenario de la República). ✒Videos sobre reportajes periodísticos de TV 13 y Canal 4, comprados a Digital Wiz, (Eduardo Berenstein). ✒Separata Centenario de Ernesto de la Guardia Jr., editado por Panamá América. ✒Biblioteca Ernesto J. Castillero. 3 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ Don José F. Arango • Político. Nació en Pa- namá el 20 de diciembre de 1857. Sobrino de José Agustín Arango. Con él fue gestor de la revolución. En 1903 era Jefe policial y el 3 de noviembre alojó, en ca- lidad de presos, a los ge- nerales colombianos Tovar y Amaya. Murió en la ciu- dad de Panamá el 28 de noviembre de 1941. Leonidas Pretelt • Militar. Nació en Car- tagena, Colombia, en 1870. Estudió milicia en Estados Unidos. Fue llamado a ocu- par la jefatura de Policía, en 1905 por el presidente Manuel Amador Guerrero. Fue Comandante en Jefe de este cuerpo armado en los años 1908, 1912 y 1925. Murió el 1 de octubre de 194 4. Don Julio Quijano • Hombre de negocios. Participó del lado liberal, y bajo el mando de Belisario Porras, en la Guerra de los Mil Días. Ingresó al ejército el mismo 3 de noviembre de 1903. Antes, había es- tudiado milicia en Estados Unidos. Comandante Jefe de la Policía Nacional en los años 1911-1912. Murió enPanamá en 1958. 1 9 03 1904 1 91 5 1 93 1 1 93 6 1 94 1 1 955 1964 1968 1 972 1981 1 9 83 1 9 89 20 0 8 Continúa en la página 4 Debut y despedida del primer general istmeño Esteban Huertas. Primer general. Manuel Amador. Abolió el ejército. Santiago de la Guardia. Esteban Huertas no tuvo tiempo de saborear el triunfo. General del primer ejército que tuvo Panamá, fue obligado a renunciar un año después, acusado de “traidor” E steban Huertas. Con este nom- bre comienza la historia de las fuerzas armadas en el Panamá republicano. La fecha: 3 de no- viembre de 1903. Este joven general (tenía apenas 27 años aquella tarde) hizo posible que Panamá se separara de Colombia, y según su propio relato, estuvo a punto de morir en el intento. Esteban Huertas había sido asignado a Panamá desde 1890. Vino a la edad de 14 años, acá se casó con panameña, tuvo un hijo aquí y, como él decía, se sentía panameño. Participó activamente en la Guerra de los Mil días (1899-1902), del lado triunfador, el conservador, batallando tenazmente en 35 acciones militares en Colombia y Panamá, de las cuales 15 fueron navales, en su gran mayoría en el Pacífico panameño. Combatió duramen- te a los liberales y los derrotó en la batalla del puente de Calidonia. Indeciso El general no contestó ni sí ni no cuando lo invitaron a sumarse al movimiento separatista. Los panameños sabían que sin Huertas y sus tropas, cualquier intento de separación era en vano. Él también lo sabía. En sus memorias se jacta de su silencio, y se mofa de los revolucionarios que, en el momento crucial, andaban “pálidos de miedo” sin saber si con- taban con él, o no. Colombia envió el Batallón Tiradores al mando de dos generales muy temidos, Juan Tovar y Ramón Amaya, para so- focar la rebelión. Le correspondió al propio Huertas recibir a los generales (El resto del batallón fue retenido en Colón). Él sabía que venían a apresarle o a matarlo, pero no demostró temor ni le dijo nada a los conjurados panameños. Tovar le pidió que durmieran en la misma habitación esa noche del 3 de noviembre, y Huertas cree que era con la intención de asesinarlo. Es que no confiaban en el pequeño general manco (le faltaba el brazo derecho), casado con una ciudadana panameña. Cuando en 1921 Huertas recuerda estas cosas, se le lee amargado porque en la historia oficial no le reconocen su valor como prócer. ¿Primer goIpe miIitar? Una vez consumada la separación, Es- teban Huertas se pone al frente del Primer Ejército del Istmo, y empezó a dictar “órdenes generalísimas”. Sin embargo, los conservadores, alia- dos de Huertas en la Guerra de los Mil Días, no creían necesario un ejército, y apenas Manuel Amador Guerrero asu- mió la Presidencia (febrero de 1904) empezó el desmantelamiento. En marzo se dictó el primer decreto que reducía el número de hombres, y en | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 4 PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ noviembre la abolición total. En 1921 Huertas escribió: “Supri- miendo el militarismo se velaba el respeto a la fuerza y quedaba la re- pública incipiente en manos de la po- lítica, de la diatriba, del soborno y de todo cuanto pueden idear hombres hábiles en estratagemas y logrerías...”. La verdad es que Amador Guerrero temía una revolución de los cuarteles contra el poder civil, pues los soldados sólo obedecían a Huertas. Hay dos versiones de estos hechos. Una es de Huertas, quien asegura que le levantaron un expediente por sedicioso y traidor. En el juicio declararon los señores Nicanor de Obarrio y Juan Antonio Henríquez, quienes afirmaron que todo era una falsedad. Al general jamás se le tomó de- claración. El expediente del caso nunca ha sido encontrado. La otra versión proviene del prócer Tomás Arias, quien en 1904 era el equivalente al de Secretario de Guerra, superior de Huertas. Dice Arias que Huertas, con sus in- trigas, logró que Amador le pidiera su renuncia, que se hizo efectiva el 31 de octubre de 1904. Cinco días después, el presidente le escribió preocupado a su ex secretario de guerra para decirle que faltaban 500 rifles. Temían una aso- nada. 1 9 03 1904 1 91 5 1 93 1 1 93 6 1 94 1 1 955 1964 1968 1 972 1981 1 9 83 1 9 89 20 0 8 1 9 03 - 1 9 0 4 En 1921, Huertas escribió sus memorias bajo el título “Re- cuerdos Históricos”. En su libro, se descubre a un Huertas que se queja porque los civiles cortaron “el brazo armado que es el alma máter de la patria”. Mientras vivió, la clase política estuvo dividida entre quienes lo apoyaban, y otros que lo adversaban. Terminó marginado y lleno de amargura El 13 de noviembre, Huertas le es- cribió una carta confidencial e insul- tativa a Amador Guerrero, en la que de manera inexplicable, al final, le invita amable para que visite al día siguiente, a las seis de la mañana, el cuartel junto al nuevo secretario de Gobierno, Santiago de la Guardia. De la Guardia y Amador aseguran que en ese momento Huertas pensaba ha- cerlos prisioneros. Toda la trama del golpe de Estado, depende de esa última línea de la carta del general. Tomás Arias escribió en sus memorias: “Me permití aconsejarle (al presidente Amador) que no concurriera a la in- vitación de Huertas, porque, a mi con- cepto, ella constituía una celada”. Huertas escribió en 1921 que el 18 de noviembre Amador lo invitó sin previo aviso a la Presidencia, y le dijo: “Te n g o orden del gobierno americano de dar de baja a las fuerzas. Dígale a sus oficiales que ellos pueden colocarse de tenientes y vigilantes de la Policía, así como también alguna parte de la tropa”. Huertas renunció, y dijo que con él todos sus hombres. Celestino Araúz y Patricia Pizzurno señalan en uno de sus libros: “Rá- pidamente se puso de manifiesto que el ejército nacional comandado por el general Huertas, estaba integrado por efectivos díscolos, insubordinados, in- disciplinados, levantiscos y venales. La tropa carecía de entrenamiento y cons- tituía un factor de perturbación”. William McCain, en su libro “Los Estados Unidos y la República de Pa- namá”, señala que los liberales, al mando de Belisario Porras, se habían planteado una revolución (dejando en- trever la cooperación de Huertas), y para eso consultaron con el encargado de negocios de EE.UU. Joseph Lee, quien le advirtió que el Tratado del Canal y la Constitución preveían que el gobierno del norte estaba facultado para in- tervenir en caso de revuelta. En un informe al Departamento de Estado, sobre la situación de Panamá y su ejército, Lee comenta: “(El ejército) Representa contínua amenaza para la república, porque siempre será un ins- trumento fácil para ambos partidos (conservador y liberal), y será una fuente inagotable de intranquilidad hasta tanto no se suprima”. En el decreto 171 del 18 de noviembre de 1904 se acepta la “renuncia” del jefe del instituto armado, general Esteban Huertas, licenciándose la tropa al día s i g u i e n t e. Huertas escribió entonces: “Así ter- minaron las últimas tramas contra quien, como jefe del Batallón Colombia, había dado una patria a los pana- meños”. Testimonio de Esteban Huertas sobre el 3/11/03 El general escribe en tercera persona, como si fuera otro el narrador. Se califica a sí mismo como “Pr i n c i p a l autor del movimiento efectivo”. A las 3:30 le llegó a Huertas una nota de Amador que decía: “Huertas, no hay movimiento. Si nos quitan la cabeza a cualquiera de nosotros, que nos la quiten, dejémonosla quitar sin con- denar a los demás”. Dos horas después, 5:30 pm, Tovar llegó al cuartel asustado por rumores de motín. Insistía en usar la frase “viene gran convoy” para referirse al apoyo colombiano para sofocar la rebelión de los panameños. Después llegaron los sobrinos de Tovar y el general Ramón Amaya con noticias: había agitación en el parque de Santa Ana. Todos los colombianos llegaron al Cuartel de Chiriquí a refugiarse. Huertas le dijo a Joaquín Caicedo Albán “no hay cuidado”, y con eso tranquilizó un poco a los oficiales, menos al general Amaya, quien hizo señas a Tovar (la mano en forma de pistola que se puso en la sien) para que matara a Huertas. Huertas se dio cuenta que su vida corría peligro, y decidió actuar. Tomó las armas y dio órdenes a sus hombres para que apresaran a los oficiales. Fueron siete los generales colom- bianos que fueron detenidos por un capitán recluta que acababa de in- gresar al Batallón Colombia: Marco Antonio Salazar. Puso en manos de Fernando Arango, director de la Policía, a todos los detenidos. Juicio. Huertas, a quien se ve en el extremo derecho, presidió el tribunal que condenó a muerte a Victoriano Loreno, a la izquierda de la fo t o. 5 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ Bomberos. En 1915 eran más apreciados que los policías, a quienes no se les menciona en el anuario confeccionado por “El Diario de Panamá”, de J.D. Arosemena. Continúa en la página 6 Un país sin armas para imponer orden social Las riñas entre soldados estadounidenses y policías panameños eran constantes en los primeros años de república. Tanto, que EE.UU. terminó exigiendo a Panamá que entregara los rifles de alto poder que tenía. Rodolfo Estripeaut • Político. Hombre público y de negocios. Nació en Chiriquí en 1868. Estudio secundaria en Colombia. Fue educador y el 3 de noviembre de 1903 lo en- cuentra como Fiscal de Cir- cuito en David. Coman- dante Primer Jefe de la Policía de 1917 a 1918. Murió en Chiriquí el 29 de julio de 1942. Dr. Manuel Neira • Médico, letrado, militar. Nación en Penonomé, en 1855. Jefe Civil y Militar durante la gesta separa- tista de 1903 en Bocas del Toro. Miembro de la Pri- mera Asamblea Nacional Constituyente que signó Presidente de la República al Dr. Manuel Amador. Lle- gó a la comandancia de la Policía en 1916. Albert Lamb • Militar. Ciudadano de los Estados Unidos de Nor- teamérica. Fue contratado por el gobierno panameño como Instructor de la Po- licía Nacional. Su labor cul- minó en su nombramiento como Inspector General del cuerpo policial hasta 1924, cuando se eliminó el cargo, y volvió a regir el Co m a n d a nt e. Woodrow Wilson. Presidente de Estados Unidos que pidió desarmar a policías. E l ejército desapareció. Sin em- bargo, no había temor de la clase política. Los artículos VII y XXIII del Tratado Hay-Buneau Varilla, además del artículo 136 de la Cons- titición de 1904, eran cheque en blanco al ejército de Estado Unidos, para im- poner el orden en territorio panameño. Todas las armas del Ejército de Pa- namá fueron entregadas por el pre- sidente Manuel Amador Guerrero al ejército de los Estados Unidos. En la nueva Zona del Canal se implementó la policía extranjera. Panamá no tuvo policía como tal hasta el año 1908, cuando se dictó el decreto 183 del 23 de marzo. El primer comandante fue Eduardo Pérez, pero renunció a los días y se dejó en el mando a Leonidas Pretelt. Pronto comenzaron los enfrentamien- tos en los barrios rojos de las ciudades terminales de Panamá y Colón. El pre- sidente Belisario Porras, en su primer mandato (1912) compra rifles de “alta tensión”, lo que le da poder de fuego a los panameños. Esto provoca que el saldo de las riñas tumultuarias sea fatal. Mueren soldados estadounidenses y otros tantos resultan h e r i d o s. Se tienen reportes que en 1911 el entonces comandante policial, Julio Quijano, abrió la armería para entregar armas a civiles en el enfrentamiento contra los marines. Esto le costó el puesto a Quijano, quien debió exiliarse en Colombia. En 1915 la temperatura de estos choques subió más allá de lo previsible. Era Porras presidente, y Ernesto T. Le- fevre el Canciller. La gran potencia había dado el ultimátum: si no se entregaban los rifles de grueso calibre, el ejército de Estados Unidos entraría por ellos. Se preveía una matanza. William Jennings Price. Embajador de EE.UU. que cumplió la orden. 1 9 03 1904 1 91 5 1 93 1 1 93 6 1 94 1 1 955 1964 1968 1 972 1981 1 9 83 1 9 89 20 0 8 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 6 PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ 1 9 03 1904 1 91 5 1 93 1 1 93 6 1 94 1 1 955 1964 1968 1 972 1981 1 9 83 1 9 89 20 0 8 Debate en las alturas por el tema policial 4AKEó @A J=>AI Luego del ultimátum, y de que el embajador de Estados Unidos en Pa- namá, Jennings Price, redujo el número de la escolta presidencial de 75 a 25 h o m b r e s. El canciller Lefevre reúne una junta de notables, de todos los partidos políticos, para ventilar el problema. Les transmite el parecer del embajador Price: “El gobierno de Panamá no necesita una policía armada ni ejército, porque en caso de disturbios, el gobierno ame- ricano inmediatamente los sofocará”. El doctor Carlos Iván Zúñiga, en un compendió editado en 1973 por Edi- ciones Patrióticas, da cuenta de lo que en esa junta de notables se habló. He aquí un resumen: Samuel Lewis. En 1912 dije que era inadecuado importar armas de “alta tensión”, porque en manos inexpertas constituyen una amenaza para el ciu- dadano, y muy especialmente en época electoral. Hoy creo lo mismo. Nicanor de Obarrio. Las armas deben entregarse sin ninguna demora, siendo como son una amenaza para todos los ciudadanos. Nicanor Villalaz. El desarme de la Policía en Panamá y Colón envuelve en mi concepto un peligro grandísimo para nuestra soberanía. Si nos quedamos sin armas contra los americanos, que son los primeros que nos faltan, estamos p e r d i d o s. Francisco Filós. Pienso igual que en 1912: la Policía debe ser un cuerpo enteramente civil. Estoy convencido de que la Policía no necesita ningún arma de alto alcance para mantener el orden social. Opino que las armas sean en- tregadas porque el cuerpo policial no las necesita. Próspero Pinel. En 1912, en la oposición sostuvimos que la Policía sólo necesitaba escopetas, revólveres y ga- rrotes. Creo que se deben entregar las armas de alta tensión. Ramón Arias. Cuando se eliminó el veterano Batallón Colombia, que ayudó a independizarnos, sentí profundísimo dolor. En 1912, cuando EE.UU. pidió el desarme de la Policía, tuve el honor de oponerme a esa medida porque antes, como hoy, soy panameño. General Manuel Quintero. Hay que desarmar todo el país. La Policía es una amenaza social. Ricardo Arias. Debe reorganizarse el cuerpo de Policía, dándole un carácter netamente civil. Santiago de la Guardia. Fui quien organizó el primer cuerpo policial. Antes había una cosa que se llamaba ejército, rezago del batallón Colombia. Esteban Huertas era el alma del batallón. Y los soldados le pertenecían a él. Eran una amenaza social. Horacio Alfaro. En 1912 preferí 100 veces que subiera Porras, antes que hubiera una intervención de EE.UU.. Ninguna autorización tiene ese país para exigir la entrega de las armas. Ricardo J. Alfaro. En un país como Panamá, en donde la resistencia por medio de la fuerza no es posible, no queda otro camino abierto, sino pro- testar ante el mundo entero. Harmodio Arias Madrid. Con- sidero que es preferible proceder con entereza de carácter, aunque peligre la independencia nacional. Si se pierde, que se pierda con dignidad. Creo que el Gobierno Nacional debe rechazar la solicitud de Estados Unidos, y si este insiste, que se apodere del armamento de la Policía por la fuerza. Jephta B. Duncan. Me adhiero a aquellos ciudadanos que son de opinión que no se entreguen las armas vo- luntariamente; que se diga al gobierno americano que, si las quiere, que venga por ellas. Augusto Boyd. Creo que la Policía nunca debió ser un cuerpo armado. Estados Unidos se queda con los rifles panameños La pugna, hasta 1916 diplomática, terminó con la insolencia de William Jennings Price, quien ordenó de modo definitivo el desarme, por considerar a la Policía un entidad “de gran peligro”. El gobierno de Panamá se debatía entre la colonización (Estados Unidos), y el temor a Colombia, que podía mandar sus fuerzas militares para recuperar el te- rritorio que consideraban usurpado en 1 9 03 . Price llegó al extremo de disponer qué armas se podían usar: Rifles ligeros para la Guardia de Honor presidencial, y “shots guns” (armas cortas) para la custodia de presos. Panamá terminó entregando las armas (944 rifles) que fueron llevados a un lugar seco y seguro de la Zona del Canal. Según dijo Price, los rifles serían devueltos a Panamá “en cualquier emergencia, o en caso de necesidad”. Cuando sobrevino la “guerra” de Coto, contra Costa Rica, Estados Unidos no entregó las armas. Por fortuna, el presidente Belisario Porras había escondido 90 fusiles “Mou - ser” en el sótano del Palacio Presi- dencial. Belisario Porras. C o n t r ov e r s i a l . 7 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ Década del 30: pasos iniciales del militarismo A partir del golpe de Acción Comunal, 1931, la clase política descubre que necesita una policía profesional, capaz de frenar movimientos levantiscos. Entra en escena José Remón. D esde 1905 hasta principios de la década del 30, en la Policía existía un asesor estadouniden- se, que tenía el cargo de “ins- pector general”, y el era el tercero al mando después de los dos primeros c o m a n d a n t e s. En la práctica, según dice Renato Pereira en su artículo Fuerzas Armadas y Partidos Políticos (1989), “el inspector general era el jefe real de la policía: de él dependía el reclutamiento y promoción de los oficiales, la fijación del número de efectivos, el equipamiento y la dis- tribución del servicio. Estas prerroga- tivas aseguraban al inspector un rol hegemónico en el cuerpo”. Esta figura fue abolida en 1924, cuando sale se cambia la ley se restablece el cargo de Comandante en Jefe. LI goIpe Una vez derrocado el régimen liberal de Florencio Harmodio Arosemena, asu- me como presidente Ricardo J. Alfaro, primer designado (vicepresidente). Algo que no se debe pasar por alto: Estados Unidos no hizo nada para impedir el golpe de Acción Comunal, ni restablecer al presidente defenestrado. Es así cómo los políticos, de uno y otro bando, descubren que están “solos”, y ven la necesidad de organizar una fuerza armada que impida futuros gol- pes de Estado, y llene el vacío que dejaba el ejército estadounidense. Ese mismo año, 1931, entra en las filas de la Policía Nacional José Antonio Remón Cantera, primer panameño egre- sado de una escuela militar, (México) con el rango de teniente. kemén De aquellos primeros años de José Remón en la Policía se conoce poco. En los archivos de Ricardo J. Alfaro se encontraron algunos anecdotarios en los que se menciona su nombre, siempre vinculado a alguna irregularidad dis- ciplinaria de sus subalternos, o de él. Llama la atención un informe por- menorizado (1932) en el que se acusa a Remón de ser “panchista” (seguidor de Francisco Arias Paredes, candidato a la Presidencia en contra de Harmodio Arias. En realidad era su sobrino). Se decía que Remón estaba reclu- tando subalternos para la candidatura de “Pa n c h o ” Arias, y en contra de los “harmodistas”. En su defensa, el ya capitán Remón dice que él nunca habla de política con nadie, por lo que “hasta don Pancho está medio molesto con- migo con esto”. La elección de 1932 la ganó Har- modio Arias, y una de sus primeras órdenes fue la de “profesionalizar” la Policía encargo que, cosa curiosa, se le otorgó al único militar de carrera en Panamá: Remón. Tres años después el capitán Remón fue dado de baja por apoyar la candidatura de Domingo Díaz, también “panchista”, pero retornó más tarde, de la mano del pre- sidente Juan Demóstenes Arosemena. Cambian Ias regIas En 1936 ocurre un evento excep- cional. Harmodio Arias firma con Teo- doro Roosevelt un nuevo convenio sobre el Canal de Panamá, que estipula que el ejército estadounidense ya no se en- cargará más de la seguridad y es- tabilidad del territorio panameño. A partir de ese momento, todo de- Cnel. Ricardo Arango • Militar. Diplomático. Bombero. Nació en Pana- má en 1881. Batalló en la Guerra de Coto (1921) y en la sublevación de los kunas (1925). Comandante de la Policía de 1924.1930. Ede- cán presidencial en varias ocasiones, y de Charles Lindbergh cuando visitó Panamá con su avión Es- píritu de San Luis. Homero Ayala Parés • Educador. Político. Nació en Panamá 1887. Fue Di- rector de la Escuela Anexa del Instituto Nacional. Co- mandó la Policía de 1931-1932. miembro de la Asamblea Nacional Cons- tituyente en los años de 1945 y 1946. Murió don Homero Ayala Parés en la ciudad de Panamá, el día 31 de julio de 1956. Don Juan A. Guizado • Hombre Público. Bom- bero. Jefe del Departa- mento de Guerra de Pa- namá, República de Co- lombia, 1900-1901. Jefe del Cuerpo de Bomberos en el año de 1912. Co- mandante del Cuerpo de Policía Nacional en 1932. Falleció en la ciudad de Panamá el 21 de enero de 1951. POLICÍA EN 1931. Sentados de izq. a der. Cap. Marco Alfaro; Lic. José M. Quirós y Quirós, ministro de Educación; Homero Ayala, Comandante Primer Jefe de la Policía Nacional; Dr. Ramón Mora, ministro de Obras Públicas; Cap. Vicente Alvarado; Nicanor Villalaz, Edecán del Presidente. De pie. Subt. Juan Comparaz; Cap. Alejandro Ramos; Cap. Adolfo Riera P.; Cap. Santiago Berrelier; Subt. Ricardo Díaz; Subt. Braulio Aguilar. pendía de las fuerzas locales. Otro acontecimiento, ese mismo año, fue la culminación de la cons- trucción del Cuartel Central de la avenida “A”, y el otorgamiento por primera vez de un presupuesto au- tónomo para la Policía. Esa inde- pendencia les dio alas. Juan Demóstenes Arosemena gana las elecciones de 1936, y empieza a darle forma a lo que después fue la Guardia Nacional. Decretó aumento general de sueldos para los policías, y quiso darles rango público institu- yendo, en 1937, el Día del Policía. Los uniformados lo consideran “verdadero benefactor y propulsor de la Policía” Bajo el mando de Alberto Pino, se logró disciplinar la institución, se envió a jóvenes prospectos para que estudiaran en el exterior (Remón entre ellos) y, tal vez lo más importante, se le dio a la organización una conciencia de clase, una mística. 1 9 03 1904 1 91 5 1 93 1 1 93 6 1 94 1 1 955 1964 1968 1 972 1981 1 9 83 1 9 89 20 0 8 9 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 8 PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ Continúa en la página 11 1 9 03 1904 1 91 5 1 93 1 1 93 6 1 947 1 953 1964 1968 1 97 1 1980 1985 1 9 89 “Solo la fuerza arma- da podía enfrentarse a la fuerza avasalla- dora de Arnulfo Arias Madrid. Tal vez todo esto evitó que el co- munismo entrara al país”. Irrumpe Arnulfo Arias en la política y le dan 1er. golpe Arnulfo Arias, en 1940. Ricardo J. Alfaro en 1936. Rogelio Fábrega (a la derecha de la foto) llegó a la Comandancia en 1941. Tuvo buenas relaciones con los generales de Estados Unidos. Hay quienes piensan que la irrupción de Arnulfo Arias a la política panameña fue funesta. El surgimiento de los militares fue la respuesta de sus adversarios ante la fuerza en votos que representaba “El Fufo”. A rnulfo Arias Madrid se lanzó al ruedo político por primera vez para las elecciones de 1940. Su rival: Ricardo J. Alfaro. La campaña política fue atroz. Como Presidente fungía Augusto Samuel Boyd, debido a la muerte de Juan Demóstenes Arosemena. Según se que- jan los seguidores de Alfaro, Boyd favorecía sin escrúpulos la candidatura de Arnulfo Arias, y puso a su favor a la Policía, que repartió violencia y sangre. En una dramática anotación, fechada en 1940, y que se puede encontrar en la biblioteca Ricardo J. Alfaro (Documento 1 del archivo 4.79.C5.1) Horacio Alfaro vaticinaba que habría un “derrama- miento de sangre” debido a la per- secusión en contra de los “alfaristas”. En la misma nota se rechaza la acusación contra los “alfaristas”, de provocar revueltas. En esa ocasión, la Policía decía haber incautado en casa de uno de ellos rifles, carabinas, revólveres, una sub-ametralladora y un número apreciable de cartuchos de dinamita. En el Documento 7 del mismo archivo, una nota de prensa da cuenta de torturas a Justo Camaño, seguidor de Ricardo J. Alfaro (y empleado de Fran- cisco Arias Paredes, tío de Remón) en la Cárcel Modelo. Por órdenes del comandante Manuel Pino, a Camaño le aplicaron cargas eléc- tricas a través de un tubo de vidrio. De acuerdo con Humberto Ricord, en un artículo fechado en 1955, la Policía Nacional disolvía las manifestaciones de los “alfaristas”, y los persiguió hasta que se disolvieron los cuadros, la ma- yoría de los cuales tuvieron que ocul- tarse ante la represión. El propio Alfaro, indica Ricord, huyó hacia Estados Unidos escasas horas antes de las elecciones, en las que Arnulfo Arias hizo de candidato único. Cambios en Ia PoIicía Una de las primeras leyes que pro- movió Arnulfo Arias siendo Presidente en 1941, fue la que reorganizaba la institución policial. Mediante la norma (Ley 79 del 25 de junio de 1941), Arias tomaba control total sobre los nombramientos, ascensos y traslados en el cuerpo policial, in- clusive de los barredores y trabajadores manuales. Tal vez la creación más inusitada de Arias Madrid fue su Policía Secreta. Era un cuerpo independiente de la Policía Nacional, y respondía directamente a él, mediante el Ministro de Gobierno y Justicia. Entre sus funciones estaban las de investigar los delitos, además de “pre- venir los atentados contra las insti- tuciones del Estado y contra la seguridad nacional”. Hay que subrayar algunas disposi- ciones de esta ley de la Policía Secreta, tales como el artículo 10, que disponía que el personal de esta entidad “debe mantener el secreto más riguroso sobre los asuntos que por razón de su cargo conozca”. El artículo 12 disponía: “Sólo se suministrará esta información a las au- toridades nacionales, judiciales y ad- ministrativas que la soliciten para fines relacionados con el ejercicio de sus funciones. Para otros casos, se requiere orden del Poder Ejecutivo”. No deja de estremecer el parecido con lo que actualmente está llamado a hacer el Servicio Nacional de Inteligencia y Seguridad, SENIS. El jefe máximo de esta entidad sería un “Inspector General”, el cual, según la ley, podía ser un extranjero. El mayor Aristides Hassan, en 1987, editó el libro Evolución Militar de las Fuerzas de Defensa, en el que señala que esta Policía Secreta de Arnulfo Arias, nació de lo que en origen se conocía como la GUSIPA, “Guardia Silenciosa Panameñista”. Primer goIpe Como es conocido, Arnulfo Arias fue depuesto el 9 de octubre de 1941 por un golpe de Estado incruento. El autor, el ministro de Gobierno y Justicia, Ricardo Adolfo de la Guardia. Señala Jorge Rubén Rosas en su obra “Huellas de mi andar”, que de la Guardia justificó el golpe porque el Presidente había salido del país sin permiso de la Asamblea Nacional. “Al ser defenestrado Arias, le co- rrespondía asumir la Presidencia a José Pezet, primer designado (vicepresiden- te), pero fue detenido y llevado a la Cárcel Modelo”, indica Rosas. Y añade: El ingeniero Ernesto Jaén Guardia, segundo designado, se en- cargó de la Presidencia como un for- mulismo legal, y seguidamente renunció para dar paso a que el ministro de Gobierno, don Ricardo Adolfo de la Guardia, autor principal del golpe, pu- diera asumir el mando. El tercer designado, Aníbal Ríos Del- gado, nunca reclamó el cargo pues permaneció en Lima, Perú, por temor a ser detenido como otros seguidores de Arias Madrid. Enseguida se consumó el golpe, fue sacado de la comandancia de la guardia Manuel Pino, y en su lugar se nombró a Rogelio Fábrega, quien había estudiado en la Escuela de Carabineros de Chile. Era el segundo panameño graduado de milicia. fenémeno ArnuIfo Arias Según Ernesto de la Guardia III, hijo del Presidente homónimo (1956-1959) quien gentilmente concedió una en- trevista a Panamá América para la confección de este suplemento, esas actitudes de Arnulfo Arias, su gran ambición y capacidad de arbitrariedad, provocaron gran desasosiego y, tal vez, el surgimiento del militarismo. “Para enfrentar a Arnulfo Arias, que era muy popular y fuerte con los votos, además de poseer un apetito voraz por el poder, debía surgir un contrapeso, y ese contrapeso fue La Policía”, señala don Ernesto, quien llega a ponderar la figura de Remón Cantera. ßetras deI goIpe Humberto Ricord, en un ensayo escrito en 1954, tiene otra visión del asunto. Señala que para inicios de los años cuarenta la Policía Nacional comenzaba a constituirse en factótum de la política panameña. Dice Ricord: “Al entrar Estados Uni- dos, como beligerante, en la Segunda Guerra Mundial, llueven dólares, des- tituyen a Arnulfo Arias con el apoyo pleno de los comandantes. Ya olían los beneficios del poder”. “Hecho sintomático de este golpe de Estado es que Alejandro Remón, “To- to”, es nombrado edecán del presidente Ricardo Adolfo de la Guardia. Eso de- muestra que la figura de José Antonio Remón Cantera fue clave en el golpe”, añade Ricord. Con la negativa de Arnulfo Arias, de artillar las naves panameñas durante la Guerra, ni ceder más territorios, todo el “negocio” se hubiera perdido, sostuvo por su lado Diógenes De la Rosa. Jefes Policiales Aurelio Guardia V. Diplomático. Nació en Antón, Coclé, en 1889. Comandante Primer Jefe de la Policía, 1933-1935, bajo la presidencia de Harmodio Arias Madrid. Algo ocurrió entre Guardia y Arias, que tuvo que dejar el cargo de manera “discreta”. Se habla de un intento de golpe. Coronel Manuel Pino Letrado, diplomático, hombre público. Nació en Chiriquí en 1888. Comandante Primer Je- fe de la Policía Nacional, des- de el 15 de julio de 1935 al 19 de diciembre de 1940. Diputado a la Asam- blea Nacional, 1956-1960. El coronel murió en la ciudad de Panamá el 6 de marzo de 1972. Don Julio E. Briceño Periodista. Diplomático. Nació en Panamá en 1910. El Co- ronel Briceño tuvo destacada actuación en el movimiento revolucionario del 2 de enero de 1931. Comandante Primer Jefe de la Policía Nacional, desde diciembre 20 de 1940 a marzo 7 de 1941. Auge y militarización de los organismos de seguridad pública Carlos Guevara Mann Politólogo El surgimiento de una policía militarizada (1931-1953) Un cambio en la política exterior de Estados Unidos, significó el surgimiento de la Policía panameña como supremo árbitro político a partir de 1931. El cambio se manifestó en la respuesta estadou- nidense al golpe de Estado del 2 de enero de 1931, mediante el cual la agrupación nacionalista Acción Comunal derrocó el gobierno del presidente Florencio Har- modio Arosemena. En vez de enviar tropas para proteger al gobierno cons- titucional, el mismo (embajador) de Es- tados Unidos en Panamá, Roy T. Davis, exigió la “constitucionalización” del golpe a través de la juramentación del Dr. Ricardo J. Alfaro, elegido primer designado (vicepresidente) para un período que ya había expirado, en reemplazo del pre- sidente Arosemena”. En el ámbito jurídico, el golpe de 1931 inaugura la tradición de “constitucionalizar” situaciones de hecho que años más tarde sería potenciada por la dictadura militar. A los políticos de uno y otro bando, la revuelta de Acción Comunal les hizo evidente la necesidad de fortalecer la institución ar- mada de tal manea que pudiese hace frente a asonadas levantiscas y llenar el vacío causado por la renuencia estadounidense a intervenir directamente en Panamá. Bajo las administraciones de Harmodio Arias Madrid (1932-1936), Juan Demós- tenes Arosemena (1936-1939), Augusto Samuel Boyd (1939-1940) y Arnulfo Arias Madrid (1940-1941), comenzó la milita- rización de la Policía Nacional con el objetivo de utilizarla en tareas de control político. En 1935, el comandante de la Policía, Aurelio Guardia (cuñado del pre- sidente Harmodio Arias), encabezó un levantamiento policial en contra del se- cretario de Gobierno, Galileo Solís. EL Presidente contuvo el levantamiento y destituyó tanto al secretario como al comandante, nombrando en reemplazo a Manuel Pino, propietario y político chi- ricano, quien según Jorge Kam, “da es- tructura, organización, formación y sentido de cuerpo a la Policía Nacional”. De acuerdo con una publicación de la Policía Nacional; el comandante Pino proporcionó “una armazón sólida y estable” a la institución, “consiguiendo disciplinar (sic) al país, confiriéndose (sic) una mística a los hombres que conforman (sic) las unidades, y llegando incluso a lograr un presupuesto para la Policía Nacional”. En 1936, el gobierno utilizó la fuerza pública para imponer la elección del can- didato oficialista, Juan Demóstenes Aro- semena. Una vez instalado en el solio presidencial, el presidente Arosemena se vio obligado a depender, más que sus predecesores, de la Policía, lo que apuntaló notoriamente la autonomía de la institución policial. Bajo la presidencia de Augusto Samuel Boyd, quien asumió la primera magistratura tras la muerte del presidente Arosemena (1939), la Policía Nacional reprimió duramente a los partidarios de la candidatura opositora, liderada por Ri- cardo J. Alfaro, en los comicios de 1940. En su breve primer mandato, Arnulfo Arias tomó ciertas medidas para neu- tralizar la autonomía de la Policía Nacional y sujetarla a su control. La creación y consolidación de la Guar- Ernesto de la Guardia III 11 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 10 PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ Continúa en la página 14 Viene de la página 9 Remón se transforma en factótum de la política Remon venía de una familia con muy buenas relaciones en el mundillo de la alta sociedad, pero no tenía dinero. Una beca para estudiar milicia en México cambió esa situación para siempre. J osé Antonio Remón Cantera nació en 1908, de la unión entre Ale- jandro Remón y María Cantera. Quedó huérfano de padre a los seis años. Obtuvo el bachillerato en el Instituto Nacional a mediados de los años veinte, y de ahí trabajó en una farmacia, para luego ingresar como empleado de una entidad bancaria, cuyo gerente era don Ernesto (Neco) de la Guardia. Más de veinte años después, el hijo de don Neco, Ernesto de la Guardia Jr., sería factor importante en la carrera política de José Antonio. Tanto así, que con su apoyo (del Partido Renovador, como integrante de la Coalición Patriótica) logró llegar a la Presidencia de la República. La madre La figura de María Cantera es de- terminante en la vida del joven Remón. Trabajó como modista para mantener a su familia, aunque no perdía el contacto con “el cogollito de la sociedad”. Según palabras de Ernesto de la Guardia III, los Remón “era una familia distinguida, pero sin recursos econó- micos”. Fue ella quien hizo las gestiones para que su hijo estudiara con una beca. La que se ofrecía era para México, y para una carrera que en 1928 tenía poco sentido en un país como Panamá, que no tenía ejército: milicia. Fue tanto el empeño de doña María, quien mantenía sus contactos en la alta sociedad a la que en algún momento perteneció, que logró que el presidente de la república, Florencio Harmodio Arosemena, otorgara ayuda del go- bierno al joven José Antonio para los gastos de pasaje y compra de equipos que necesitaría en la academia. En tres años logró su título de oficial táctico, con el grado de teniente, y el tercer puesto de la promoción. Ascenso vertiginoso Ingresó a la Policía en 1931, meses después del golpe de Acción Comuna, y Ricardo J. Alfaro (entonces presidente de la república) lo asignó como jefe de la primera división de la entidad, con el rango de capitán. En páginas anteriores se mencionaron las situaciones políticas en las que Remón se vio envuelto en su primera época como policía, lo que terminó costándole el puesto en 1935, mismo año en el que fallece su madre, María Cantera. Dato curioso: Cuando Remón fue dado de baja, laboró en este diario, Panamá América, en la sección de circulación. Fue por poco tiempo, pues en 1936 el departamento de Guerra de los Estados Unidos ofrecía una beca para hacer un curso básico de caballería en la ciudad de Kansas, y otra vez por sus contactos al más alto nivel logró el cupo. Retorno al país a principios de los años cuarenta, y volvió a ser recibido en la Policía Nacional. Ya había pasado la tormenta política que enfrentó a “pan- chistas” contra “harmodistas”, y tam- bién habían derrocado a Arnulfo Arias. Ricado Adolfo de la Guardia estaba en la Presidencia. Según Carlos Manuel Gasteozoro (Historia de Panamá en sus textos, Editorial Universitaria 1980), este mandatario de facto logró subsistir mer- ced “al contubernio con la Cámara Legislativa y la Policía Nacional”. En ese contexto, Remón, por su alta formación, y nexos por supuesto, fue nombrado segundo comandante de la institución armada. En estos primeros años de la cuarta década del siglo XX, la Policía dio un brinco cualitativo, y Remón fue el ar- quitecto. Logró introducir los primeros radiopatrullas, que se convirtieron en los ojos y oídos del poder. Por aquellos días, la caballería ad- quiría la característica de un cuerpo antimotín de temible eficacia represiva. Además, organizaron varios pelotones de infantería equipados con metralletas, y el departamento de Tránsito es trans- formado en cuerpo motorizado. Por esas fechas es primer comandante Rogelio Fábrega, quien también tenía formación militar y había ingresado después que Remón a la Policía (en el año 32), pero se había mantenido en la entidad. Por alguna razón que no aparece explicada en ninguna bibliografía con- sultada, Rogelio Fábrega abandona el cargo de Primer Comandante en 1947, y se le nombra Cónsul General de Panamá en Nueva York. Luego fue nombrado en calidad de Embajador de Panamá en Guatemala. Al frente de la institución queda el hombre que le dio un giro a la or- ganización armada: José Antonio Re- món Cantera. Comandante Ricardo Stevens, en su libro “Me- tamorfosis de las Fuerzas Armadas en Panamá”, señala que cuando Remón llegó a la cabeza de la Policía Nacional, “este cuerpo policial reprimió de manera ‘limpia’ una protesta popular contra el proyecto de tratado Filós-Hines, con saldo de sólo un herido grave”. Esto, a juicio de Stevens, demuestra la “profesionalización” a la que había llegado la institución. La poIítica En las elecciones del ‘48 el poder de Remón se hizo sentir por primera vez. El candidato que él intentaba imponer era Domingo Díaz, el mismo cuya adhesión le costó el puesto en 1935. La lucha electoral entre el viejo li- beralismo y el renaciente panameñismo llevó al país al borde de la guerra civil en las elecciones, y Remón, como co- Según Celestino Araúz y Patricia Pizzurno, cinco años después de asumir la comandancia, ya Remón era “el jefe indiscutible del país”. El comandante y la crisis del año 1948 Se le acusa de ser el autor intelectual del fraude electoral que despojó a Arnulfo Arias de la Presidencia en 1948, en favor de Domingo Díaz. Al día siguiente de las elecciones, cuenta Jorge Rubén Rosas en su libro “Huellas mi andar”, se formó un grupo denominado “El pie de Guerra” para defender el triunfo de Domingo Díaz, y que consistía en un grupo de “insurrectos armados de varillas de hierro, cachiporras y armas de fuego, envueltas en papel periódico. Los enfrentamientos fueron diarios y cada día más violentos. La Policía, al mando de Remón y Vallarino, no actuaba para detener el caos. Todopoderoso El comandante manda QUITA Y PONE PRESIDENTES Impuso a Domingo Díaz, tumbó a Daniel Chanis; subió a Arnulfo, a quien luego defenestró La temperatura subió a tal nivel, que terminó en una refriega sangrienta, con saldo de dos muertosy varios heridos, todos arnulfistas. Díaz murió en el ‘49, y el sucesor presidencial, Dr. Daniel Chanis, pretendió hacer cumplir el fallo de la Corte Suprema que garantizaba la libre matanza de ganado vacuno. A tal medida se opuso Remón, en alianza con otros políticos interesados en el negocio. La Policía le remitió un ultimátum a Chanis para que renunciara, lo hizo por la presión, pero luego retiró la renuncia. Políticos influyentes pusieron en manos de la Corte Suprema la decisión de titularidad de la presidencia y volvió el caos. La crisis que se provocó fue tan grande (se produjo un movimiento de resistencia pasiva y una huelga general contra los comandantes Remón y Bolívar Vallarino) que los uniformados no tuvieron otra opción que jugar una carta peligrosa: recontaron los votos de la elección del 48, y le dieron el triunfo al menos esperado: Arnulfo Arias Madrid, a quien impusieron por la fuerza de las bayonetas. dia Nacional (1953-1968) Durante su presidencia, Remón no sólo mantuvo firmemente asidas las riendas del gobierno. Através de su subalterno, Bolívar Vallarino, egresado de la Academia Militar de Chorrillos (Perú), conservó el control de la institución armada, que mediante la Ley 44 de 1953 quedó transformada en la Guardia Nacional de Panamá. El contexto de la lucha contra el comunismo, en la cual aplicó al pie de la letra las directrices de Washington, le permitió a Remón reforzar sus ya estrechos nexos con Estados Uni- dos. Así pudo negociar con la potencia norteña el Tratado de Cooperación y En- tendimiento Mutuo (Remón-Eisenhower, 1955), que concedió a Panamá ciertas ventajas económicas. Pero Remón no vivió para estampar su firma en el convenio, pues el 2 de enero de 1955 fue abatido a tiros en el Hipódromo de Juan Franco, presumiblemente por un mercenario con- tratado por los carteles estadounidenses de la droga. El comandante Vallarino se manejó con un perfil más bajo que su antecesor en el cargo y no dio muestras de la ambición tan desbordada de poder que caracterizó a Remón. Quizás fue ese un elemento que permitió a los tres mandatarios elegidos tras la muerte de Remón –Ernesto de la Guardia (1956-1960), Roberto F. Chiari (1960-1964) y Marco A. Robles (1964-1968) –completar sus períodos pre- sidenciales, una hazaña no repetida desde el gobierno de Harmodio Arias Madrid (1932-1936). Durante este periodo, sin embargo, las presiones externas e internas sobre el gobierno panameño y su fuerza pública aumentaron considerablemente, lo que se tradujo en un fortalecimiento -con auxilios estadounidenses- de la capacidad represiva de la Guardia Nacional. Al mismo tiempo, la fuerza pública panameña con- tinuó su participación en negocios ilícitos, comoel contrabandode armas y drogas, la prostitución, la lotería y la extorsión, ac- tividades a las que estaba asociada desde los tiempos de Remón. La revolución cubana de 1959 fue el detonante de un incremento de la presión estadounidense sobre los gobiernos del continente. El advenimiento del marxis- mo-leninismo al “patio trasero” de Estados Unidos fomentó un aumento en la ayuda militar a los ejércitos del área así como una mayor militarización de la vida pública en los Estados americanos. Para responder a las presuntas amenazas comunistas y nacionalistas sobre la hegemonía esta- dounidense en Panamá, la Guardia Na- cional comenzó a recibir ayuda militar de Estados Unidos en 1960. Como con- secuencia de dicha donación, la Escuela del Caribe del Ejército estadounidense, situada en la Zona del Canal, empezó a entrenar soldados panameños. Conocida como la Escuela de las Américas a partir de 1963, la institución recibió a 195 estudiantes de 1960: a fines de 1964, ya había entrenado a 1,420 integrantes de la Guardia Na- cional. En esa época, aumentó también el re- clutamiento de agentes por parte de los organismos estadounidenses de inteligen- cia. Esta política se puso en práctica no sólo con el fin de obtener información “sen- sitiva”, sino además de “comprar” la lealtad de mandos medios y altos en las fuerzas armadas de la región. En Panamá, por ejemplo, a cambio de un pago mensual de 25 dólares, la Brigada 470 de Inteligencia Militar de Estados Unidos reclutó en 1955 al teniente Omar Torrijos, entre otros miem- bros de laGuardiaNacional. De acuerdocon documentos de Consejo de Seguridad de Estados Unidos, Torrijos mantuvo su re- lación con la Brigada de Inteligencia Militar hasta 1969./l Manuel Noriega el último de los dic- tadores militares de Panamá, se convirtió en informante de la CIA mientras estudiaba en el Perú, a finales de la década de 1950. De vuelta al Istmo y de servicio en la Provincia de Chiriquí, intensificó sus vínculos con la Auge y militarización... mandante de la Policía Nacional, único instituto armado, se fue convirtiendo en árbitro final de las disputas entre los panameños. Para sus admiradores, Arnulfo Arias Madrid era una figura legendaria y mesiánica, pero para sus enemigos era poco menos que la “encarnación del mal”, como se dice en la separata Centenario de Don Ernesto de la Guar- dia Jr., publicada en este diario en mayo de 2004. Según se advierte en esta publicación, los rivales de Arias estaban dispuestos a todo para evitar su ascenso al poder. en esas difíciles circunstancias, le tocó a Remón desempeñar un rol para el cual “no tenía verdadera vocación”. Este protagonismo inevitablemente lo llevó a una presidencia que en su momento produjo palpables beneficios al país, pero que terminó convirtiéndose en una tragedia. Continúa en la página 12 1 9 03 1904 1 91 5 1 93 1 1 93 6 1 94 1 1 955 1964 1968 1 972 1981 1 9 83 1 9 89 20 0 8 13 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 12 PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ Continúa en la página 14 El presidente. Patricia Pizzurno y Celestino Araúz en su artículo “Militarismo, oligarquía y oprobio nacional” señalan: “Remón acababa de tumbar a Arnulfo Arias Madrid. En los diarios de la familia Arias se cuestionaba el derecho de Remón a la jefatura de la Policía Nacional, toda vez que el ex presidente Daniel Chanis lo había destituido. La respuesta de Re- món, aparecida en el diario La Nación (dirigido y controlado por los Liberales Doctrinarios, amigos del coronel Remón y llamados “liberales del matadero”) fue violenta, e incluso una amenaza velada para la familia Arias. A esto se sumaron los persistentes rumores de golpes y asonadas contra el presidente Alcibiades Arosemena, que había reemplazado en el cargo a Arias Madrid. El 28 de octubre un grupo de partidos identificados como Coalición Patriótica Nacional, postuló a Remón. El efecto inmediato: la renuncia de tres ministros de estado que repudiaban esta can- didatura. El candidato opositor sería el ex presidente Roberto F. Chiari, apoyado por una denominada Coalición Civilista. Un tercer candidato que concurrió a las urnas fue el licdo. Pedro Moreno Correa, postulado por el exiguo partido con- servador, que decidió correr solo. Arnulfo estaba preso desde mayo de 1951, por querer desconocer la Cons- titución vigente. Ese fue un episodio intenso, que terminó con el sitio del Palacio de la Garzas por pelotones de la Policía Nacional al mando del Tercer Comandante en Jefe, Timoteo Melén- dez. El saldo del ataque a tiros: dos oficiales muertos, el mayor Alfredo Lez- cano Gómez y un teniente de apellido Flores, y varios civiles partidarios de Arias Madrid. Señalan Pizzurno y Araúz: “Remón se separó de la comandancia de la Policía el 30 de octubre de 1951 y a partir de entonces comenzó sus giras. Su esposa, Cecilia Pinel de Remón, inició una activa campaña tanto en la capital como en el interior del país repartiendo paquetes con alimentos, medicinas y semillas que lle- vaban el lema: “Remón sirve al pueblo”. El resultado de la elección se conoció el 1 de junio, y según los datos oficiales quedó así: Remón, 133 mil 208 votos; Chiari, 78 mil 94; y Moreno 2 mil. Semanas antes de la proclamación oficial, los partidos de la Alianza Civilista encabezados por Víctor F. Goytía so- licitaron la nulidad del torneo alegando adulteración de cédulas de identifi- cación personal, coacción y fraude. La demanda no prosperó. El Gabinete de José Remón quedó integrado de la siguiente forma: José Ramón Guizado, primer vicepresidente y ministro de Relaciones Exteriores; Ri- cardo Arias Espinoza, segundo vice- presidente y ministro de trabajo, pre- visión social y salud pública; Catalino Arrocha Grael, Gobierno y Justicia; Víc- tor Urrutia, Educación; Temístocles Díaz, Agricultura, Comercio e Industrias; Ino- cencio Galindo, Obras Públicas; Mayor Alfredo Alemán, Hacienda y Tesoro. CHI El presidente Remón pasó a la his- toria, además de por haber sido ase- sinado en el hipódromo Juan Franco, por lograr un tratado canalero 20 años después del Arias-Roosevelt. Incluso, a pesar de sus diferencias ideológicas y partidarias, Remón llamó al ex presidente Harmodio Arias Madrid para que le ayudara y fuera negociador de este convenio. Remón creó el modelo de reunir en la Plaza 5 de Mayo decenas de miles de Remón llegó a la Presidencia en 1952, pero siguió siendo el mandamás de la Policía. DEL 2 DE ENERO AL 11 DE O CT U B R E Álvaro Menéndez F. Diputado y poeta En las primeras horas de la noche del 2 de enero de 1955 las balas de varias armas disparadas desde tres puntos diferentes se- garon la vida del Presidente de la República, Coronel José Antonio Remón, y de otros concurrentes a la celebración del triunfo de una yegua de alta calidad hípica llamada “Estrella del Valle” (Valley Star) propiedad del mandatario. Entre los heridos estuvieron el diputado Antonio Anguizola y el concejal capitalino Alfonso Pérez. Anguizola murió después en una clínica de la capital. Un escolta del Presidente Remón, de apellido Peralta, también fue abatido por los asesinos. Remón y antes que él los comandantes Pino y Fábrega, habían sido “el fiel de la balanza” en las disputas civiles entre los panameños de diversas casas políticas. Desde 1936 los policías y militares panameños impedían las contiendas armadas e imponían el orden, inclinándose a uno u otro bando, como ocurrió en 1936 y 1940. Esta creciente intervención policial-militar pro- ducía malestar pero impedía revoluciones, gol- pes de Estado y guerras fraticidas. Los he- rederos de Remón no pudieron alcanzar la fuerza del presidente asesinado, y el quinquenio que parte de 1955hasta 1960se caracterizópor movimientos sindicales, guerrillas, golpes no triunfales y hasta una invasión de combatientes Cubanos. La falta de “un fiel de la balanza” abrió una nueva brecha en la maltrecha democracia de Panamá, en 1968. La mano fuerte de Arnulfo Arias en el poder excedió la paciencia de sectores políticos que lo habían apoyado y el resultado fue la rebelión de los cuarteles a sólo once días de octubre de 1968. Los militares se negaron a jugar un papel Fue la respuesta política contra Arnulfo Arias Ernesto de la Guardia III Empresario Remón era un hombre extremadamente sencillo. No tuvo yates ni carros lujosos. Le encantaban los perros, pero no de ataque, sino los pequeñitos. A él le pusieron la Presidencia en bandeja de plata. El partido Renovador, de “Pancho” Arias, heredado a Ernesto de la Guardia Jr. (pues Arias había muerto en 1946); el Liberal Democrático de Domingo Díaz... todos le pidieron que asumiera la presidencia para poner orden. Curiosamente, subraya de la Guardia III, la historia de los militares en Panamá transcurre “paralela a la historia política del doctor Arnulfo Arias Madrid..., muy curioso, ¿verdad?”. Entre el pueblo, señala de la Guardia, Remón no era muy popular. En los periódicos y la radio le decían “José el sangriento”, luego de los choques con los estudiantes en la revuelta del ‘47. Sin embargo, cuando asumió la Pre- sidencia no persiguió a nadie, no exilió a nadie. Hizo un “gobierno favorable”, de acuerdo a de la Guardia III. Don Ernesto agrega en tono sereno y lleno de admiración: “Panamá tuvo suerte, porque sus primeros militares fueron gente buena. No como en otros países donde ya por esos años habían matanzas y mucha crueldad”. Remón era todo un caballero Cristobal Sarmiento Periodista pasivo dentro de la realidad nacional. Algunas medidas legales, pero poco acertadas desde el punto de vista de la “realpolitik”, produjeron el íngrimo golpe de Estado contra toda la Nación Panameña. Si bien por ser la única institución armada, la Guardia Nacional creada por Remón en 1953, se impuso a la débil resistencia de los poderes civiles, bien pronto se vería que los militares tratarían en vano de constitucionalizar el golpe ofreciéndole el sobre presidencial a los Vice-Presidentes de Arnulfo Arias, pero ninguno de ellos (Bazán y Arango) aceptaron. Fi- nalmente la oferta se le hizo al pariente de Remón, don Ernesto De La Guardia Navarro, y éste agradeció pero declinó ya que según dijo “yo fui electo por el pueblo”. En la mañana del 11 de octubre de 1968 el Presidente Arias que ya había decretado el traslado del Mayor Omar Torrijos, sin sueldo, al cargo de agregado militar en la embajada Panameña en San Salvador, citó al Mayor Víctor Mata y le ordenó sustituir al mayor Boris Martínez de la zona VII Militar de Chiriquí. Mata no pudo viajar en avión y se dirigió por tierra hacia su destino. A las 4:00 p.m. de este día el poeta y periodista Víctor Manuel Franceschi fue avisitar al mayor Martínez ensudespacho. Todo indica que el Mayor ya sabía que tendría que entregar el mando al día siguiente y se preocupaba pues sería designado ad honoren en la Embajada de Panamá en México. Boris Martínez de carácter fuerte e inmune a elogios o sobornos, le confesó al poeta que la salida ante el problema era un cuartelazo contra El Fufo, que se iniciaría, al unísono, en el cuartel Central, la Modelo y Panamá Viejo. Franceschi cuyo hermano mayor había sufrido cárcel y exilio por causa de “golpes” que nunca cuajaron convenció al exinstitutor y oficial de la Caballería graduado en México a dar el golpe él. “En la capital nadie se atreverá, mayor, porque la componenda política opacará la vocación de revuelta”. Todo indica que Mar- tínez aceptó como buenas las palabras del bardo y a las 5 p.m., cuando Mata andaba por Soná, en una cadena provincial de Chiriquí, anunció el inicio del golpe cívico-militar contra el presidente Arias Madrid, “en defensa de la Ley orgánica de la Guardia Nacional y contra la clase política corrompida “. Tres horas después el golpe se iniciaba en la capital. Sarmiento laboraba como reportero asignado al Palacio Presidencial en la primera mitad de los años cincuenta. Cubrió el mandato de Remón. Cuenta que “fue una presidencia suave”, aun cuando a Remón le tocó responder a situaciones difíciles, “y lo hizo como el militar que era”, pero “con dignidad y respeto porque era un perfecto caballero”. Se nutrió de cerebros panameños, con quienes incluso no simpatizaba (como el doctor Harmodio Arias), y “le hacía mucho caso a estos cerebros”, cuenta el veterano periodista. Según supo Sarmiento, Remón hizo muchodineroconlaganadería, porque los políticos, para lograr favores, le regalaban ganado. “Lo convirtieron en un hacendado”, pero todos sus bienes estaban a nombre de un compadre. “Cuando el muere, todo pasa a manos de ese compadre” (Sarmiento no pudo -o no quiso- recordar el nombre). Su esposa, Cecilia Pinel, era dueña de bienes raíces y barcos, recuerda el periodista. Aunque la familia Remón tenía co- nexiones, añade Sarmiento, “a Remón no lo consideraban del club..., él se rodeaba de gente común”. Como Presidente siempre fue buen anfitrión, aunque no era el que daba declaraciones. Para eso estaban sus ministros. personas, para recibirlo cuando volvía de Estados Unidos con un proyecto de tratado bajo el brazo. Veinte años des- pués, Omar Torrijos imitó este modelo. El tratado estipuló reducción del 75 por ciento del derecho de importación de licores que se compraban en Panamá con destino a la Zona del Canal. Con el tiempo, se dieron cuenta que la nueva anualidad era una ficción, toda vez que el impuesto de licores alcanzó cuotas más altas en beneficio exclusivo de Estados Unidos. Dicen Pizzurno y Araúz sobre el man- dato de Remón: “Le imprimió a la nación orden y estabilidad, gracias a lo cual fueron evidentes los signos del progreso material después de años de decadencia. No obstante, para ello sa- crificó las libertades personales, dominó la política, subyugó a los Poderes del Estado y a la prensa oral y escrita. Fue asesinado el 2 de enero de 1955. Se pensó que no era un asesinato aislado, sino un golpe de Estado, así que la Guardia Nacional procedió a arrestar sospechosos, que en pocas horas sumaron cientos. Volveremos. Emulando al general McArthur a su salida de Filipinas en 1941, Arnulfo Arias abandona la Presidencia el 10 de mayo de 1951. Remón le obligó a renunciar, luego que Arias pretendió derogar la Constitución. Civilistas. En 1951-52, Roberto Chiari encabezó una alianza contra la candidatura militarista de José Antonio Remón. En la foto se aprecia el Dr. Chiari, acompañado de Gilberto Arias e Iván Prieto. Generales. Junto a Anastasio Somoza padre, iniciador de la dictadura somozista de Nicaragua. Estuvo en Panamá en 1953 para la celebración del cincuentenario. Primera Dama. Cecilia Pinel de Remón. Llegó a ser ministra de Estado, luego que asesinaran a su esposo en 1955. Por el país. Harmodio Arias junto a Remón, afinando detalles del Tratado sobre el Canal de Panamá, que se firmó en 1956. Asesinado. El país entró en una gran crisis por el asesinato del presidente José Antonio Remón Cantera (arriba). En la foto al lado de estas líneas se ve al vicepresidente de la repúbica, José Ramón Guizado, a quien acusaron de ser el autor intelectual del asesinato, y condenaron a 6 años y 8 meses de prisión. 1 9 03 1904 1 91 5 1 93 1 1 93 6 1 94 1 1 955 1964 1968 1 972 1981 1 9 83 1 9 89 20 0 8 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 14 PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ 1 9 03 1904 1 91 5 1 93 1 1 93 6 1 94 1 1 955 1964 1968 1 972 1981 1 9 83 1 9 89 20 0 8 Las excepciones De acuerdo con Ernesto de la Guardia III, en la historia reciente de los militares panameños hay que abrir un paréntesis: Bolívar Vallarino y Saturnino Flores. “A saturnino nunca se le subió a la cabeza el poder que tenía”, señala de la Guardia III, quien pondera que un hijo de Saturnino, Florencio “Chito” Flórez, fue quien sucedió a Omar Torrijos luego de su muerte, y pretendía sacar a la Guardia de la política. “Con él (Florencio) nunca hubiéramos tenido los problemas que con Noriega, que era un amoral”, asegura de la Guardia III. Don Ernesto indica que al general Flores, en el año 81, “le rodearon la casa (...) no sé si lo forzaron a renunciar, pero la verdad es que lo quitaron de la comandancia”. Del padre, Saturnino, indica: “Él era un hombre de cuartel y manejaba la tropa. Eso daba un poder muy grande, que él nunca usó para su propio be- neficio”. 8oIívar vaIIarino Otro caso excepcional, a juicio de Ernesto de la Guardia III, es Bolívar Vallarino, “Lilo”. “Él nunca usó su poder real, y bien que hubiera podido (...) muchas veces le dijeron ven, toma la presidencia, con- viértete en mandatario, y él no aceptó porque sabía que lo suyo era el cuartel y no otra cosa”, indica de la Guardia III. Ni Vallarino ni Flores, ni el mismo Remón, eran capaces de matar a nadie, indica el hijo del presidente Ernesto de la Guardia. -¿Y los otros?, pregunta Pa n a m á 1 947- 1 955 2 de enero, 1955. 7:30 pm. Tiros. La ambigüedad de la Guardia Nacional La Guardia Nacional, creada por José Remón en 1953, cuando ya era Pre- sidente, tenía un objetivo dual: a.) Reforzar el proyecto de la burguesía nacional, y b.) contribuir a la estabilidad política exigida por la doctrina de seguridad hemisférica de Estados Unidos. En medio de esta ambigüedad, la institución militar se subordinó a dos proyectos diferentes. América. Don Ernesto III responde: “To d o s sabemos lo que ha sido esto. Al mismo Torrijos yo no lo veía como un tipo capaz de asesinar (...) Noriega sí, ese es capaz de todo (...) lo malo de Torrijos fue que permitió que las cosas pasaran, por eso hubo más muertos cuando Omar Torrijos que cuando Manuel Noriega”. De la Guardia III reitera: “Creo que hay hacerle justicia a esos tres militares, Remón, Vallarino y Flores, ellos fueron buena gente y personas muy meritorias”. En contraste, Marco Gandásegui en su libro “La Democracia en Panamá”, ci- tando a Renato Pereira, indica: (El sucesor de Remón) “...Bolívar Vallarino, más que el propio Remón, está tan incrustado en la red de negocios del empresariado, que bien puede decirse que la Guardia Nacional pasó a ser la cuota-aporte de esos comandantes en cada una de las sociedades anónimas a las que ellos fueron asociados. La Policía Nacional había sido mi- litarizada en 1943. Antes de esa fecha, las fuerzas policiales se limitaban a tareas de vigilancia y corrección. Las funciones represivas estaban en manos del ejército de Estados Unidos. “A partir de 1953 aparece el rol de “guardían del poder del cuerpo armado”. A través de Remón, y el comandante Bolívar Vallarino, es toda la clase superior, en su conjunto, la que asume el control del aparato militar y lo sitúa bajo la órbita de sus intereses”, indica Gandásegui citando a Renato Pereira.* Nota de redacción. La Guardia Na- cional fue creada mediante la Ley 44, del 23 de diciembre de 1953. Esta ley daba funciones binarias (Policivas y militares) a la institución armada. Esto permitió in- tegrar a Panamá en la Junta Intera- mericana de Defensa, con sede en Was- hington. * Tomado del libro “La Democracia en Pa n a m á ” de Marco Gandásegui. Marco Gandásegui Sociólogo Auge y militarización... CIA, que mantuvo hasta el final de su dictadura y que fueron confirmados du- rante el juicio a que fue sometido por trasiego de narcóticos en Miami. La efervescencia nacionalista en Pa- namá culminó en 1964 con la gesta de enero de ese año, en que la tentativa de un grupo de estudiantes de izar la bandera panameña en la Zona del Canal fue reprimida por el ejército de Estados Uni- dos, con un saldo trágico de veintiún muertos panameños y centenares de he- ridos. En Washington los acontecimientos fueron decodificados como parte de un complot para entregar el Canal de Panamá al comunismo internacional. La actitud de través de negociaciones diplomáticas para obtener un nuevo tratado y, además, a través del robustecimiento el carácter pro-estadounidense de la Guardia Nacional. A Juicio de los observadores estadou- nidenses, sólo había una institución en Panamá que podía controlar el sentimiento anti-yankee: La Guardia Nacional. Entre otras medidas, el gobierno estadounidense patrocinó el reclutamiento de cientos de guardia adicionales (500 en 1965), cuyos salarios fueron pagados por Washington, por lo menos hasta 1968. Por estas mismas fechas empezó a fraguarse un plan de golpe militar, como estrategia a seguir por la Guardia Nacional en caso de que fuerzas “enemigas” asu - mieran el poder en Panamá. El plan pre- Continúa en la página 16 Viene de la página 11 la Guardia Nacional que se abstuvo de intervenir para defender a la ciudadanía de la agresión estadounidense, recibió ala- banzas de las autoridades destacadas en Panamá. Un jefe militar, por ejemplo, escribió: “La actividad de la Guardia Nacional fue loable. Cuando se le permitió actuar, lo hizo de manera profesional y competente. La Guardia trabajó de cerca con el ejército estadounidense. De su propia iniciativa ayudó a muchos estadounidenses a llegar a salvo a la Zona del Canal. Los acontecimientos de enero de 1964 llevaron a las autoridades de Washington a concluir que era preciso establecer las bases de una nueva relación con Panamá, que permitiera a Estados Unidos seguir manteniendo su presencia militar en el Istmo. Esta nueva relación se obtendría a Saturnino Flores. 2do. Comandante. Bolívar “Lilo” Vallarino. Nunca aceptó el poder político. La primera ráfaga de metralleta alcanzó a Remón, al diputado Antonio Anguizola y a Joaquín Borrel. La segunda mató al guar- daespaldas del Presidente, José Peralta, y alcanzó nuevamente a Borrel. A las 9:30 pm a Remón lo declararon muerto a cau- sa de heridas producidas en los riñones, la aorta abdominal y el intestino grueso. 15 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ Continúa en la página 16 Policía luego de José Remón, un paréntesis Gabinete de Ernesto de la Guardia. (De izq. a der) Germán López, Mtro. de la Presidencia; Victor Navas, Agricultura y Comercio; Cecilia Viuda de Remón, Previsión Social y Salud; Heraclio Barletta, Vicepresidente; Rubén Darío Carles, Hacienda; Bolívar Vallarino, Comandante; El presidente de la Guardia; Max Heurtematte; Gobierno; Aquilino Boyd, Canciller; Roberto Heurtematte; Contralor; Victor Juliao, Educación; Roberto López, MOP; y Salustiano Chacón. Después de la muerte de Remón, en 1956 se eligió como Presidente a Ernesto de la Guardia Jr. Durante su mandato hubo choques sangrientos entre estudiantes y policías. Protestas. En 1958 la Policía chocó contra los estudiantes. Y en 1959, fueron los s o l d ad o s zoneítas quienes agredieron a civiles. En ese momento, la Guardia permaneció en los cuarteles. nombraría a los comandantes de la Policía cuando subiera al poder. De haber respetado este pacto, señala Ernesto de la Guardia III, hijo del presidente que creó la Ley, tal vez se hubiera evitado el golpe policial de 1968. D i c t a d u ra . Para ilustrar esta par- te de la historia del militarismo en Panamá, transcribimos extractos de la entrevista a uno de los gol- pistas, Boris Martínez, que aparece en el libro de Rubén Carles “El ayer está presente”. La entrevista apa- reció por primera vez en 1980, en un diario hondureño. Boris Mar- tínez fue exiliado, y vive desde 1969 en Miami, Estados Unidos. El texto en cuestión es del tenor siguiente: 1estimonio de un goIpista traicionado Por Amílcar Santamaría Romper un silencio de doce años es difícil. Especialmente para un militar, ha- bida cuenta de que el hermetismo forma parte de la formación castrense. El Coronel Boris Martínez en 1968 dirigió una re- E l vacío que dejó el asesinato de Remón devino en un caos, pues el vicepresidente José Ramón Guizado fue acusado del cri- men. Aun cuando asumió el poder ese mismo 2 de enero, a los días fue encarcelado. Entre su ascenso y pos- terior arresto hay un factor que destacan Patricia Pizzurno, Celestino Araúz y el propio Guizado en sus memorias: la figura de Alejandro Remón, hermano del mandatario asesinado. Guizado se negó a nombrarlo mi- nistro, y también rechazó que la Caja de Seguro Social le prestara B/ 450 mil para una empresa pesquera. Dos días des- pués de estas decisiones presidenciales, Rubén Miró, supuesto autor material del magnicidio, confesó que Guizado era el instigador del crimen. El vicepresidente fue condenado a seis años y 8 meses de prisión, pero un jurado de conciencia lo liberó dos años y 11 meses después. No sólo a él, sino también a Miró. Para cuando salió de la cárcel Modelo, su periodo presidencial había acabado. La PoIicía Bolívar Vallarino no quiso jamás llenar el vacío político que dejó Remón. Se man- tuvo en el cuartel y en los negocios, a distancia prudente de los rejuegos par- t i d i s t a s. En 1958-59 estalló una rebelión es- tudiantil con saldo trágico de muertos y heridos, todos estudiantes, a manos de la Guardia Nacional, que para estas alturas tenía mayor capacitación y poder de fue- g o. Como reacción, el entonces presidente Ernesto de la Guardia Jr. convocó a un diálogo del que surgió el “Pacto de la Colina”, que se instituyó como Ley de la República, y preveía que cada Presidente 1 9 03 1904 1 91 5 1 93 1 1 93 6 1 94 1 1 955 1964 1968 1 972 1981 1 9 83 1 9 89 20 0 8 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 16 PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ Viene de la página 14 1 9 03 1904 1 91 5 1 93 1 1 93 6 1 94 1 1 955 1964 1968 1 972 1981 1 9 83 1 9 89 20 0 8 vuelta contra el gobierno de Arnulfo A r i a s. La crisis. “Al no lograrse un acuerdo entre los partidos que rodeaban al Presidente Robles y ser cada vez más precaria la situación, el comandante de la Guardia, Bolívar Vallarino, convocó a todos los jefes y oficiales de la Ins- Auge y militarización... suntamente contemplaba el derrocamien- to del gobierno y la entronización de un régimen militar receptivo a los intereses estadounidenses, como ocurrió en otros países de la región durante la Guerra Fría, empezando con Guatemala en 1954. En este contexto de crecientes tensiones y opción por la dictadura militar, llegaron a 1968, año electoral en Panamá. De acuer- do con observadores de aquella campaña, la polarización y la avidez por el poder, frutos de la tradición patrimonialista, al- canzaron niveles de gran crudeza y en- frentaron a enemigos tradicionales, el ofi- cialismo liberal y la oposición paname- ñista, que asumieron sus posiciones con gran vehemencia. Como en campañas anteriores, el oficialismo contó con el apoyo de la fuerza pública para reprimir a la oposición y manipular los resultados electorales. Con todo, el Dr. Arnulfo Arias Madrid logró que se lo proclamara ven- cedor de las elecciones que en efecto ganó, gracias a la gran cantidad de sufragios que recibió y a las protestas cívicas que exigieron un conteo transparente en la elección presidencial. Los odios acumulados durante la cam- paña y la actitud triunfalista del Dr. Arias contribuyeron a soliviantar los ánimos en el período transcurrido hasta la toma de posesión del presidente electo, el 1 de octubre de 1968. En este lapso, todo parecía válido para evitar el ascenso de Arnulfo Arias al poder, incluyendo un “auto golpe” por parte del presidente Robles, acto para el cual la Guardia Nacional ya contaba con un libreto. La oposición del coman- dante Vallarino a una solución militar a las diferencias entre grupos de poder impidió que el golpe se fraguara. Pero cuando el Dr. Arias, una vez posesionado de su cargo, dispuso llevar a cabo cambios en la Guardia Nacional que contrariaban su anterior pro- mesa de respetar el escalafón militar y ponían en riesgo el usufructo de las ac- tividades ilícitas por parte de oficiales de la Institución, políticos excluidos del reparto burocrático instigaron la conspiración para derrocar al gobierno constitucional. El juicio al presidente Marco Robles Rubén Arosemena Guardia Cumplidos cuarenta años del enjuicia- miento y condena judicial por la Asamblea Nacional, del presidente MARCO AURELIO ROBLES, acusado de coacción electoral y violaciones graves a la Constitución Na- cional, aún quedan cronistas que pre- tenden restar mérito al esfuerzo de pro- filaxis política que llevó al Partido De- mócrata Cristiano (PDC) a instaurar ese proceso en marzo de 1968. Los partidarios del Presidente en el poder, alegaron que el juicio respondía a una confabulación de intereses políticos para destituir al mandatario liberal, a escasas semanas de las elecciones ge- nerales de esa época. Nada más alejado de la verdad histórica. La práctica de los políticos del pasado, era utilizar toda la maquinaria oficial para imponer el candidato oficialista y, el gobierno de Robles no fue la excepción; superó en mucho a otras elecciones fraudulentas de la historia panameña. La confusión política que se vivía en 1968 y el temor del gobierno de que triunfara en las urnas el Dr. Arnulfo Arias Madrid, fueron factores determinantes para tratar de imponer a su candidato oficial. Para ello se recurrió a un instrumento de eficacia comprobada: despidos masivos de em- pleados públicos, en especial de cen- tenares de trabajadores del MOP y otras dependencias oficiales, vitales para el control de todo lo que tenía que ver con los comicios. Frente al panorama de parcialidad total del gobierno “Ro b l i s t a ” en favor de su candidato, la Comisión Política del PDC se reunió en la casa de su presidente, el Dr. Antonio González-Revilla, y, tras horas de muchas deliberaciones y ponderación de las posibilidades de tener unas elecciones honestas y libres presididas por Robles, se aprobó instaurar la acción ante la Asam- blea Nacional para hacerlo responder por graves violaciones de la Constitución Na- cional. La acusación se presentó ante la Cámara Legislativa y fue aprobada por 30 votos a favor y 11 en contra el día 11 de marzo de 1968. Al iniciarse los trámites de la Asamblea, en funciones judiciales, trascendió que el Presidente envió a su Ministro de Go- bierno y Justicia con una nota dirigida al Comandante Primer Jefe de la Guardia Nacional, General Bolívar Vallarino, para que “se sirva desconocer a partir de la fecha todo lo actuado por la Honorable Asamblea Nacional”. El informe de Co- misión de la Asamblea, integrada por los diputados Jacobo Salas, Ovidio Díaz y titución a un encuentro que se anun- ciaba como decisivo. Nos preguntó si le apoyaríamos en caso de que resultara candidato, y todos dijimos que sí. Es- tábamos aún reunidos cuando llegó de la Casa de Gobierno José D. Bazán, político ligado al oficialismo, quien in- formó que el Presidente Robles se ne- gaba a apoyar a Vallarino. “El comandante tuvo una reacción violenta, seguida de una gran desazón. En ese momento Bazán le dijo que los tres partidos que rechazaban a Samudio estaban dispuestos a respaldarle, y que no tenía dudas de que –sobre la mar- cha- los otros cinco se les unirían, como ya había sucedido en la campaña de Remón. Vallarino, empero, no se de- cidía, y optó por asumir una posición que fluctuaba entre el rechazo y la ambigüedad”. actuando como Magistrados en funciones judiciales, conformada por los Diputados Ramón De la Guardia, Alonso Fernández y Marcos Caballero y previamente, la Co- misión investigadora integrada por los Magistrados Jacobo Salas, Ovidio Díaz y Abraham Pretto comprobaron que la Imprenta Nacional trabajaba veinticuatro horas al día en propaganda de candidatos del gobierno y que Robles, había dis- puesto de la maquinaria Estatal en abierto apoyo al candidato oficial y sus co- partidarios, violando la Constitución. El Dr. González-Revilla, presidente y candidato a la Presidencia de la República por el PDC, nos otorgó poder para promover la acusación ante la Asamblea Nacional. El juicio se realizó el domingo 20 de marzo de 1968 y el Presidente en ejercicio, durante el tiempo que duró la vista oral, se refugió en el Cuartel de la Guardia Nacional. Asimismo el presidente Robles desconoció la citación oficial de la Asamblea Nacional, como Tribunal com- petente, y otorgó poder al abogado Oscar Ucrós para que lo representara en as- pectos relacionados con el juicio. La sesión judicial de la Asamblea, se extendió por más de cinco horas y finalizó con un fallo condenatorio contra el Pre- sidente enjuiciado, con el salvamento de voto del Magistrado Dr. Carlos Iván Zú- ñiga. Finalizada la sesión, se procedió a posesionar como nuevo presidente al vicepresidente Max Del Valle, quien juró el cargo, pronunció su discurso de acep- tación y designó los Ministros de su Gabinete. El destituido Presidente recurrió al juez municipal Toribio Ceballos, para anular el fallo de la Asamblea, con la alegación de que se trataba de un juicio “p o l í t i co ” para sacarlo del poder. Posteriormente obtuvo un pronunciamiento favorable de una Corte Suprema afecta a su gobierno. Con el respaldo de los oficiales jóvenes de la Guardia Nacional, que ya habían ad- quirido poder decisorio en la institución castrense, se cerró la Asamblea Nacional en funciones judiciales. Meses después, el 11 de octubre de 1968, se derrocaba al Presidente electo Dr. Arnulfo Arias Madrid. Abraham Pretto, señaló las graves vio- laciones constitucionales del presidente Robles “apoyando abiertamente al can- didato de los partidos que apoyaban su gobierno y poner los recursos del Estado a disposición de los candidatos oficialistas, a más de entorpecer las medidas para el normal desarrollo de la organización elec- toral en variados aspectos”. Se aportaron pruebas documentales recabadas en los archivos de varios Ministerios, en especial el de Obras Públicas, donde se despedía en masa a funcionarios, reemplazándolos con afectos al candidato oficialista. La Comisión Sustanciadora de la Asamblea, Continúa en la página 17 17 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ La dictadura de Torrijos, balance de sombras Histórica. En esta foto aparece Omar Torrijos detrás del comandante Bolívar Vallarino. La fotografía fue tomada en 1953. Omar tenía un año de haber entrado a la Guardia Nacional, con el rango de Subteniente. El golpe. Una pregunta obligada al coronel Martínez era, obviamente ¿cómo se desencadenó el golpe del 11 de octubre? El ex hombre fuerte de Panamá lo explica así: “Una vez que quedó claro para todos los panameños que Arnulfo Arias había ganado la Presidencia –pese al fraude montado por el gobierno y la Guardia- sobrevino un clima de zozobra. El panameñismo no ocul- taba su hostilidad hacia la Guardia. Así, el gobernante nombró como co- mandante de la Guardia Nacional a uno de los coroneles, Bolívar Urrutia, que de conformidad con el escalafón no tenía derecho al cargo. “Para esa época menudearon los te- lefonemas, las visitas, y en una ocasión fui animado, por el hijo de Raúl Arango, más conocido como el Beby Arango, a dar un golpe contra el nuevo Presidente, pese a que su padre formaba parte de la fórmula en calidad de vicepresidente. Al preguntarle cómo podía proponer se- mejante cosa, me dijo que la relación era coyuntural, de oportunidad, y que ni Arnulfo Arias ni su padre podrían con- tinuar mucho tiempo juntos. “Fue Juan David Morgan, yerno del general Vallarino, quien me propuso en una reunión que tuvo lugar en casa de su suegro, un golpe para encumbrar a nuestro ex comandante a la posición de Jefe de Estado. El argumento era que había que salvar la vida del Dr. Arias quien, supuestamente, sería asesinado de un momento a otro por sus ad- versarios políticos. “Volví a Chiriquí, y desde allá, monté la operación bajo mi responsabilidad per- sonal. Antes de ello, había recibido un llamado de Torrijos, quien en un estado de absoluta embriaguez (actividad habitual en él) y poco menos que anegado en llanto, me pidió que hiciera algo por él, pues no quería ser enviado a El Salvador. Le dije, sin entrar en detalles, que la situación se iba a arreglar. Que se fuera para su casa y no hablara con nadie. “Después supe que Torrijos no sólo le dijo todo lo que había conversado conmigo a Lakas (aunque ello no era muy claro, en aquel contexto), sino que no se fue a su casa. Todo lo contrario, previendo que lo que yo iba a hacer -fuera lo que fuese- fracasara, se refugió en casa de Efraín Angueira, enlace entre los militares de la Zona del Canal y la Guardia Nacional, y allí se puso otra de sus habituales borracheras. Es decir, que mientras yo comandaba el golpe, To- rrijos estaba escondido ¡y en la Zona del Canal!”. “Una vez controlado el aeropuerto, hice gestiones para controlar el Cuartel Central en la ciudad de Panamá. Sabía que la forma más directa y segura era neutralizar la armería, para lo cual solicité el apoyo del capitán Luis Ji- ménez. La toma.”Originalmente había pen- sado llegar desde Chiriquí con mis tropas a Panamá valiéndome de camiones. Pero Torrijos, que siempre parecía tener un plan propio, trató de transar con algunos políticos, para entregarles el poder. Uno de mis hombres en la capital me avisó por teléfono, y cambié los planes. Ordené a Torrijos no tomar ninguna decisión en mi ausencia y ocupé militarmente varios aviones comerciales, monté en ellos a mis tropas, desembarcamos en Tocumen con el apoyo de la guarnición, nos trasladamos al Cuartel Central y usando una entrada que daba a la segunda planta, tomamos pacíficamente la prin- cipal instalación castrense. “En este punto me enfrenté con una experiencia sorprendente: desde el Cuartel llamé a la Casa de Gobierno y me contestó el capitán Bolívar Ro- dríguez, a la sazón jefe de la Guardia Presidencial. Le conminé a entregarse y, contra todo lo esperado, se negó. Dijo que él era un militar leal, que creía en la Constitución y que de ninguna manera se rendiría. “Antes de tomar la Presidencia por asalto, preferí hablar con otro oficial: un teniente. Éste accedió a rendirse, en tanto el Capitán Rodríguez se encerraba con llave en su oficina. Fue el único militar que no se plegó al golpe, y merece todo mi respeto. Hoy vive, amar- gado, en el exilio”. El gobierno. “Así comenzó una nueva etapa: la organización del ré- Continúa en la página 18 1 9 03 1904 1 91 5 1 93 1 1 93 6 1 94 1 1 955 1964 1968 1 972 1981 1 9 83 1 9 89 20 0 8 19 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 18 PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ 1968-1981 Desaparecidos durante el régimen de Omar Torrijos Héctor Gallego Se lo llevaron en Santa Fe, Veraguas. 9 de junio de 1971. Sacerdote. La comisión de la Verdad calificó esta desapari- ción en el capítulo de “Escar- miento a líderes comunitarios”. Dos hombres se presentaron a casa de Jacinto Peña, y se lo llevaron “al cuartel por orden superior”. Cuando iba entre los hombres, Jacinto y su esposa Clotilde escucharon un chillido del padre, a quien montaron en un jeep de capota blanca. Nun- ca más lo han vuelto a ver. Heliodoro Portugal Cafe Coca-Cola en Santa Ana. 14 de mayo de 1970. Calificado el caso como “Ase- sinato a la izquierda antimili- tarista”. Una camioneta roja se detuvo frente al café. Del carro se bajaron dos civiles, lo de- tienen, lo introducen a la fuerza al carro y se lo llevan. Al mes de la desaparición, un policía llegó a la casa diciéndoles que la víc- tima mandaba a decir que no se preocuparan. Sus huesos apa- recieron 30 años después en el Cuartel de Tocumen. Andrés Fistonich Visto por última vez en septiembre de 1 970. Fistonich es arrestado y con- finado en la Cárcel Modelo por participar en el intento de golpe al general Omar Torrijos, el 16 de diciembre de 1969. A prin- cipios del 70 es liberado y sus relaciones con Torrijos mejoran. Hasta se convierte en parte de su seguridad personal, pero lue- go tuvieron altercados. En sep- tiembre se le vio uniformado camino a Colón. Nunca más se le vio. Alcibiades Bethancur Cuartel Central, Pa- namá. 16 de febrero de 1971 El caso forma parte de “Ase- sinatos de los antimilitaristas”. Un familiar dijo que lo andaban rastreando y allanaron la casa. Melbourne Walker participó en el operativo. Lo fueron a buscar a Chame, donde estaba pescan- do. El encargado de eso fue Ru- bén Mascuñana, subteniente, amigo de la familia. Lo encon- traron. Lo trajeron a la sede del G-2. Hasta la fecha se desco- noce su paradero. Rita Wald Galerías Obarrio. Vista por última vez el 27 de marzo 1977 Tenía 17 años cuando desapa- reció. Era dirigente política del Colegio José Antonio Remón Cantera. Meses antes de la de- saparición, Luis “Lucho” Gó- mez, secretario de la Federación de Estudiantes de Panamá, FEP, a quien se oponía Rita, llegó armado al colegio para impedir las elecciones estudiantiles. El 27 de marzo Rita salió de su casa, llamó a una amiga como a las 8:30 pm, y no se supo más. Milicia. Aunque no se instauró el servicio militar obligatorio, sí se creó una escuela secundaria para formación castrense. Tecnócratas. Torrijos se rodeó de talentosos jóvenes, de izquierda y derecha, a quienes usó para ejercer el poder. Violencia. Detrás de Omar siempre estuvo Manuel Noriega, quien hacía el trabajo sucio. Ellos se refieren, entre otras cosas, a la estrecha relación entre Torrijos y los comunistas; a la muerte del padre Gallegos; a numerosos ne- gociados que “la revolución” panameña ha hecho con los dineros del fisco; en fin a todo el proceso de distorsión política, económica, so- cial y cultural que se produjo cuando, al ser exiliado del país el Coronel Martínez surgió la alianza entre militares, “empresarios progre- sistas”, tecnócratas y comunistas. Pero hoy, algo ha quedado claro: no había tal intento revolucionario cuando se dio el golpe. Torrijos no sólo no participó en él, sino que se refugió en la Zona del Canal y en la casa del hombre de la CIA y, finalmente, tomó las riendas del proceso derribando al hombre que lo había protegido, mediante el atizamiento de las ambiciones nacidas al amparo de la co- rrupción. ¿Hasta dónde intervino la embajada americana en este desenlace? Ni Boris Martínez ni el periodista lo saben. Pero al pueblo, perspicaz como es, sabrá sacar –atinadamente- sus propias conclusiones. I @AI=F=HA?E@I Tal vez sea el capítulo más sombrío del régimen de Omar Torrijos. Fueron más de un centenar de personas las que fueron sacadas de su entorno familiar y profesional, y de la mayoría todavía hoy no se tiene ni rastro. El partido que Omar Torrijos creó en 1979 se ha encargado de endilgarle todos estos muertos a Manuel Antonio Noriega, brazo derecho a quien el general le encargó el G-2, sección de la Guardia encargada de inteligencia y contrain- teligencia. Lo cierto es que Noriega pudo ser la mano ejecutora de asesinatos y desapariciones. Pero Torrijos no hizo nada por impedirlo. En el camino Torrijos hizo aprobar una Constitución que lo coronaba como Jefe de Gobierno, legalizando su ejercicio del poder por encima de las atribuciones del presidente de la república, que era nombrado por él. También mantuvo cerrados los medios de comunicación que le eran adversos; encarceló a quienes se opusieron a sus mandatos; exilió a cientos de panameños y cerró la Universidad de Panamá la que, al ser reabierta bajo la excusa de su “democratización”, quedó en manos de la izquierda adicta a su regimen. Desde entonces la institución no ha sido la misma. Celebración. A las pocas horas del golpe, Torrijos, Boris Martínez y José María Pinilla, entre otros, celebran el inicio de algo que no sabían hasta dónde llegaría. gimen militar que, deseo subrayarlo con es- pecial relieve, no pretendía ser una revolución, no buscaba perpetuarse en el poder, sino -esencialmente- limpiar el país de tanta po- dredumbre, elaborar un nuevo Código Elec- toral y, en el plazo de un año, convocar al pueblo a comicios auténticamente libres. “No fue fácil integrar el Gabinete y las empresas autónomas, porque lo que más me interesaba era mantener alejados del Go- bierno a los políticos gastados y desacre- ditados. Quienes se me acercaron con más intenciones de influir fueron, concretamente, David Samudio, y Fernando Eleta, pero jamás les di beligerancia alguna. De tarde en tarde los recibí -no sin antes hacerles pasar por una larga antesala-. “Entre tanto, hay un incidente que creo vale la pena que conozca el pueblo. Cuando el golpe aún estaba fresco, corrió el rumor de que los Estados Unidos lanzaría un operativo militar para reinstalar al Presidente Arias. En el seno del Estado Mayor de la Guardia, donde yo había nombrado como jefe a Torrijos, aunque el poder real lo retenía yo, sin ningún género de componendas o mediatizaciones, se habló de esa supuesta invasión. En esa plática, por primera vez, escuché a Torrijos proponer que si los americanos invadían, se buscara el apoyo de Fidel Castro. “Yo tengo contactos para conseguir el apoyo de Cuba”, dijo sin ambages. Yo me opuse frontalmente y le dije que no quería volver a escuchar de coqueteos con Cuba o con ninguna forma de comunismo. Él se excusó y dijo que su hermano “Monchi” (Moisés) era quien realmente tenía relaciones con el partido y, a través de él, podría obtener ayuda de Castro”. La corrupción: Al asumir el mando del gobierno, el Coronel Martínez creó una Junta de Gobierno, integrada por los coroneles José María Pinilla y Bolívar Urrutia, que en realidad no eran sino dos mascarones de proa. Otro tanto sucedió en el estado mayor de la Guardia, donde Torrijos fungía como jefe, pero quien mandaba, en realidad, era el líder del golpe. Y fue precisamente en el seno de ese organismo es donde Martínez se dio cuenta, de la noche a la mañana, que había un cáncer terrible dentro de la Guardia: la corrupción. “Yo siempre había sabido -aunque jamás practiqué esa clase de acciones- que en la Guardia los oficiales, y hasta los soldados, hacían sus “rebuscas”. Desde la boleta del tránsito hasta hacerse de la vista gorda frente a una pequeña ilegalidad, eran prácticas instituidas dentro de la organización. Pero hasta que asumí el poder no me di cuenta de la hondura de la corrupción. Para sólo men- cionar dos caos: una vez, un compañero de armas dejó caer, como quien no quiere la cosa, en la sesión del Estado Mayor, la información de que había una persona dispuesta a pagar cien mil dólares porque se le permitiera exportar café colombiano como si fuera pa- nameño, vía la Zona Libre. Yo me opuse firmemente, y planteé que uno de los objetivos del golpe era, precisamente, la erradicación de tales indignidades. “En otra ocasión me ofrecieron dieciocho mil dólares, por parte de los propietarios de La Estrella de Panamá, tío y sobrino, que se encontraban en pleito: el uno para que le quitara al otro la concesión de imprimir los billetes de la Lotería Nacional; el otro, para que no se le despojara de ese negocio, por una parte, pingüe y generoso y, por la otra, convierte al periódico en referencia en un aliado del gobierno de turno. Aquí también rechacé el intento de soborno, e hice otro tanto con muchas ofertas parecidas, a la vez que exhortaba a mis colegas a hacer otro tanto. Ellos, en apariencia, estaban conformes. En el fondo, comenzaban a preguntarse si el jefe que les había tocado en suerte no era más bien un obstáculo que había que remover”. Conclusión. Hay muchos otros datos en el tintero que, por razones de espacio, omitimos. Omar: intrépido, hiperactivo..., ¡el último prócer! Rubén Darío Paredes General (r) Sin espacio a las dudas, fue durante su mandato (1968-1981), cuando se realizan las conquistas más importantes y de histórica trascendencia en la vida nacional. Me estoy refiriendo fundamentalmente a la Obra Cumbre del Proceso, “El Perfeccionamiento de nuestra Soberanía y la Nacionalización del Canal de Panamá”. Con su modestia y sencillez, siempre fue el primero en atribuir el éxito de esta gesta centenaria del proceso descolonizador, al resultado de una lucha de relevo de generaciones de panameños, que significó que algunos compatriotas ofrendaran sus vidas, sangre y lágrimas. Su generosidad y humildad, le impidió se le coronara ante la historia como nuestro “Último Prócer”, aunque en la realidad, a mi juicio respetuoso y objetivo... ¡Omar Torrijos es nuestro Último Prócer! Cuando los oficiales jóvenes de la Guardia Nacional, bajo el liderazgo de Omar Torrijos, decidimos llenar el vacío y descapitalización que dejaba la clase gobernante tradicional del país, todos éramos entonces, incluyendo a Omar, imberbes en el campo político. Sin embargo, a raíz del derrocamiento fallido, inspirado por algunos coroneles del Estado Mayor contra el General Torrijos, el genio estadista que Omar Torrijos llevaba dormido dentro despierta y se echa a patrullar incansablemente hasta el día de su cita sorpresiva con la muerte. Ya en el año 1977, en la ciudad de Belgrado, el Mariscal Joseph Tito en un almuerzo entre pocos (De La Espriella, Manfredo, Rómulo Betancourt, Rodrigo González y el suscrito) le expresó... “Omar tengo conocimiento y nos preocupa, igual a Fidel quien me informó, por la responsabilidad que la historia ha puesto sobre tus hombros, que estás volando demasiado en aviones y helicópteros. Esos aparatos son muy útiles, pero el 99% de sus accidentes resultan fatales”. Torrijos respondió: “Le prometo, Mariscal, que volaré menos, apenas lo necesario”. Tres años y medio después, el 31 de julio de 1981, más por su temperamento hiperactivo e intrépido, encuentra la muerte este destacado comandante. En mi opinión de subalterno, inmerecidamente distinguido que siempre fui de él, pienso que “Torrijos fue tan inmenso que hasta supo morir a tiempo!... PD: Dos acontecimientos que debo mencionar que con- tribuyen a definir la personalidad de Torrijos. Primero, los Coroneles que intentaron derrocar a Torrijos no saben que desde el gobierno acordamos con amigos del servicio de inteligencia del Comando Sur, un simulacro de sus fugas de la cárcel y que se los llevaran del país en condición de asilados políticos. ¡Así ocurrió! Ellos hasta el día de hoy creen que su fuga fue real, cuando fue diseñada por el genio de Torrijos. Segundo, Torrijos se equivocó de buena fe cuando quiso endosar al Dr. Arístides Royo su liderazgo fuerte, gesto para el “programa de repliegue” hacia los cuarteles de los militares, ya que aprendimos la lección que el poder de un país es intransferible, mientras quien lo transfiere sigue vigente. Omar Torrijos Herrera. Terminó sus días en un accidente aéreo en el Cerro Marta, camino a Coclesito, donde había instaurado una comunidad de modelo socialista en la que solía pasar temporadas. De él, el es- critor inglés GrahamGreen escribió: “Una vez le pregunté que era lo más frecuente en sus sueños y me contestó: La muerte”. Cuando falleció tenía 52 años. 1 9 03 1904 1 91 5 1 93 1 1 93 6 1 94 1 1 955 1964 1968 1 972 1981 1 9 83 1 9 89 20 0 8 (Artículo publicado en 1980. El autor fue jefe de redacción de La Prensa de Honduras. Es escritor y docente universitario). 21 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 20 PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ Continúa en la página 22 Manuel Noriega: el último de los generales istmeños Se le vincula a la Agencia Central de Inteligencia, CIA, que lo ayudó a mantenerse en el poder hasta que otra entidad federal de Estados Unidos, la DEA, lo metió a la cárcel por narcotráfico. M uchos concuerdan en que el principio del fin para Manuel Antonio Noriega, quien se as- cendió a sí mismo a “General de Fuerzas”, empezó el 13 de sep- tiembre de 1985. Ese día, un grupo de soldados a su mando secuestró, y con posterioridad torturó y asesinó mediante decapitación, al médico guerrillero panameño Hugo Spadafora, quien había entrado por tierra a Panamá desde Costa Rica para, se tiene entendido, revelar los vínculos de No- riega con el narcotráfico. LI generaI A Noriega se le debe la última trans- formación de la Fuerza Pública. Me- diante una ley de 1983, la llevó de ser una organización paramilitar, con fun- ciones duales de policía y ejército, a convertirse en una organización cas- trense en propiedad. La bautizó con un nombre que todavía hoy tiene efectos en la mente de algunos panameños (de añoranza en unos, y de pesadilla en otros): las Fuerzas de De- fensa, una copia de la homónima or- ganización militar israelí. Noriega llegó a la Comandancia de la Guardia Nacional en 1983, dos años después de la muerte de su mentor y protector, Omar Torrijos. Antes de Noriega estuvieron en el cargo Florencio Flores y Rubén Darío Paredes. Este último salió de la Co- mandancia seguro de que con el poder de la Guardia Nacional llegaría a la Presidencia de la República. Se equi- vocó. Noriega quería todo el mando. hace eI monstruo Señala el ex legislador Alonso Villarreal (q.e.p.d.) en la ponencia “Sociedad y Recluso. Favoreció el narcotráfico. crisis nacional”, presentada en el VI Congreso Nacional de Sociología, que a inicios de los ochenta la “militocracia” entraba en crisis. Había muerto Torrijos en sospechosas circunstancias; los exiliados volvían, se había derrotado la reforma educativa, surgían grupos estudiantiles democrá- ticos, se estaban fundando periódicos opositores; revivía el sistema de partidos políticos y hasta un presidente, Aristides Royo, había sido forzado a renunciar. El panorama no era bueno. En ese contexto “los estrategas del proceso prepararon la ley de las Fuerzas de Defensa”, para darle autonomía ante Leonidas Macías. Estuvo detenido desde marzo del 88 hasta diciembre del 89. Tiempos idos. Cuando Rubén Darío Paredes era Comandante de la Guardia, Noriega era jefe de Estado Mayor, y en la foto aparece dictando un seminario de inteligencia militar. Hacia la izquierda se ve al actual ministro de Gobierno, Daniel Delgado. Díaz Herrera. Sus revelaciones sacudieron las estructuras de poder. Eric Delvalle. Presidente que destituyó a Noriega en el 88. Fracasó. Hugo Spadafora. Fue decapitado en Chiriquí. Iba a denunciar a Noriega. Manuel A. Guerra. Asesinado por los batallones de la dignidad en 1989. Carlos Efraín Guzmán Baúles. Una bala de los partidarios de Manuel Noriega en San Miguelito segó la vida de este trabajador industrial. Era septiembre de 1987. Guzmán integraba una caravana civilista que pasaba por el sitio, y fue recibida con plomo. 1 9 03 1904 1 91 5 1 93 1 1 93 6 1 94 1 1 955 1964 1968 1 972 1981 1 9 83 1 9 89 20 0 8 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 22 PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ 1 9 03 1904 1 91 5 1 93 1 1 93 6 1 94 1 1 955 1964 1968 1 972 1981 1 9 83 1 9 89 20 0 8 1987: En 7 minutos los hombres de Noriega asaltaron la casa de Roberto Díaz Herre- ra, y arrestaron a 44 personas. A las horas, inició una huelga na- cional indefinida. Moisés Giroldi. Lo asesinaron cuando ya se había rendido. Renato Pereira. En 1989 propuso crear una “Junta militar de resistencia” contra los civilistas. Benjamín Colamarco. Hoy ministro de Obras Públicas, dirigió los batallones de la dignidad contra el pueblo panameño. La DEA se lo llevó esposado. cualquier gobierno futuro. Tenía que aprobarse en 1983, cuando todavía estaba en el poder la mayoría oficialista (las elecciones serían en 1984) y el dócil Consejo Nacional de Legislación seguía funcionando. La Ley 20 de las Fuerzas de Defensa neutralizaba y hasta volvía nulos los avan- ces democráticos, señala Villarreal, y res- taba atribuciones a los recién establecidos órganos Ejecutivo y Legislativo. Esta nueva ley se manejó bajo estricto secreto militar, de acuerdo con Villarreal. Hubo una reunión exploratoria con par- tidos de oposición (Panameñista Autén- tico, P.D.C., MOLIRENA, PNP y el Liberal de Arnulfo Escalona). Fue el Partido Demócrata Cristiano (al que pertenecía Villarreal) el que planteó en esa reunión que la institución armada debía ser reestructurada, para poder afrontar la democratización del país. El PDC proponía un Ministerio de Defensa, al estilo venezolano. Tal solución propiciaría una vinculación de doble vía entre el Poder Ejecutivo y la Guardia Nacional. Por supuesto la idea no cuajó. La intención era otra. Los principales ase- sores del Estado Mayor, Renato Pereira, Marcel Salamín, Rómulo Escobar Bet- hancourt, Adolfo Ahumada, José Isabel Blandón y otros, tenían lista su ley. = @A>=?A Una vez en la cima, Noriega se desbocó. Mandó asesinar a Hugo Spadafora en 1985, se rehusó a jubilarse y en su lugar jubiló a Roberto Díaz Herrera, primo del general Torrijos que le había ayudado a soportar el vendaval por la muerte de Spadafora, y se desató la crisis. Con la fundación de la Cruzada Ci- vilista, en 1987, Noriega empieza a tambalearse. Su reacción fue brutal. Arrestos, tortura, asesinatos, cierre de periódicos y emisoras de radio, e ins- tauración de censores de prensa en los medios que quedaban abiertos. Su vinculación con el narcotráfico salió a la luz también por esa fecha, y desde entonces todo fue cuesta abajo. Sus compañeros de armas Leonidas Macías y Moisés Giroldi intentaron de- rrocarlo. Macías en marzo de 1988, y Giroldi en octubre de 1989. A este último el intento le costó la vida, aunque no en combate, pues lo acribillaron cuando ya se había rendido. Mark Cisneros, el general que dirigió la invasión de Estados Unidos a Panamá, catalogó a Noriega así: “es un inepto, sin inteligencia y sin cabeza”. El 3 de enero de 1990 Noriega se entregó a las tropas invasoras, purgó condena por narcotráfico, y está en espera del veredicto de un juez que decidirá si lo extradita a Panamá, o lo envía a Francia a cumplir otros 10 años de prisión por lavado de dinero. 1 9 83 - 1 9 89 Manuel Antonio Noriega En el anuario de graduandos del Instituto Na- cional del año 1952, dice bajo la foto de Noriega que quería ser psiquiatra y Presidente de la República. A su manera, logró las dos cosas. Como Comandante supo conducir la guerra psi- cológica contra nacionales y extranjeros. Eso le ayudó a sostenerse en el poder, pero al final no pudo con la verdad. 23 | S á ba d o 1 1 .1 0.0 8 PANAMÁ AMÉRICA MILITARES EN PANAMÁ D e c r e t o s - l e y, “El fantasma del militarismo renace otra vez”, es el planteamiento de la Red Democracia Ciudadana para oponerse a los cinco De- cretos-Ley que aprobó el Consejo de Gabinete del presidente Martín Torrijos, en julio de 2008, para “reforzar y modernizar” las instituciones de seguridad pública del país. Mediante facultades extraordinarias que le confirió la Asamblea Nacional, Torrijos y su Gabinete aprobaron los decretos-ley que crea- ron los siguiente servicios: Nacional de Fron- teras, Aeronaval de la República y el de Inteligencia y Seguridad Nacional. También modificó la Ley Orgánica de la Policía Nacional y del Servicio de Protección Institucional (SPI), para permitir que fueran dirigidas por uni- f o r m a d o s. Dentro del Servicio de Inteligencia y Se- guridad Nacional está la Secretaría Nacional de Inteligencia y Seguridad (SENIS), que entre sus polémicas funciones tiene el espionaje te- lefónico, una tarea que los detractores de la medida califican como el renacer del temido G-2, de la dictadura militar. La Red Democracia Ciudadana encabezó una cruzada en contra de estos decretos-ley que incluyó demandas de inconstitucionalidad ante la Corte Suprema de Justicia, denuncias por abuso de poder y extralimitación de funciones contra el presidente Torrijos y el ministro de Gobierno y Justicia, Daniel Delgado Diamante; vigilias y un compromiso escrito de los can- didatos presidenciales de que derogarían las medidas, si ganan las elecciones. Ante la presión de algunos grupos, Torrijos decidió enviar a la Asamblea, algunos artículos que tocaban las garantías fundamentales, como es el caso de las escuchas telefónicas, la censura y prohibición de protestas públicas cerca de las sedes policiales. Los decretos de Torrijos tuvieron que dejar claro, además, que los miembros del Servicio de Fronteras están obligados a respetar las ga- rantías fundamentales consagradas en la Cons- titución Nacional y las leyes de la República. Sin embargo, estos cambios y omisiones no han logrado convencer a la Red Democracia Ciudadana, que continúa con sus vigilias, protestas públicas y llamados a los políticos para lograr que los Decretos-Ley de Torrijos sean derogadas por su sucesor en la Pre- sidencia de la República. Daniel Delgado Ministro de Gobierno y Ju s t i c i a Red Democracia Ciudadana. Los antiguos miembros de la Cruzada Civilista tuvieron que volver a manifestarse 21 años después. Jaime Ruiz Director de la Policía Nacional ¿Por qué dejar atrás las Fuerzas de Defensa? Ricardo Arias Calderón Ex vicepresidente de la República Del libro DEMOCRACIA SIN EJERCITO (La experiencia de Panamá) de Ricardo Arias Calderón. Editado por la Fundación Arias para la paz. Año 2001. ¿renace el militarismo? Decisión adoptada, a las 24 horas de la acción militar del 20 de diciembre de 1989. Panamá era un país que había vivido un trauma; un país donde toda la estructura de un régimen militar se había deshecho y se había producido un vacío total de poder, gestándose una anarquía cruda, y se daban brotes de guerrilla urbana. Había dos caminos abiertos. Primer camino: se eliminan las Fuerzas de Defensa de Noriega y todos los que formaban parte de ella quedan licenciados, y partimos entonces absolutamente de cero. Pero ¿cuál era el precio de esta decisión? Este camino implicaba decirle a los más de 16,000 hombres y mujeres que formaban parte de las FF.DD.: “Ustedes no tiene futuro ni esperanza en un nuevo Panamá”. Entonces ¿a dónde la irían a buscar? ¿A la guerrilla que comenzaba, a la anarquía que cundía por todas partes, al vandalismo? Había un costo adicional. Hubiéramos tenido que decirle a los norteamericanos: “Se tienen que quedar cinco, seis años ocupando nuestro país, mientras se forja una nueva Fuerza Pública. Ni nosotros estábamos dispuestos a solicitarlo ni ellos estaban dispuestos a hacerlo. El otro camino consistía en eliminar las Fuerzas de Defensa, pero en hacerle un llamado a esos hombres para que redefinieran su lealtad, para que sintieran que también tenían un futuro. En 24 horas vi que no nos habíamos equivocado. La noche del miércoles me tocó hacer por radio un llamado, a nombre del Presidente Endara, y conmigo dos mayores, los primeros con los que hicimos contacto. Los tres hicimos un llamado a todos los que portaban uniforme, de congregarse al día siguiente, en lo que es ahora la sede de la Fuerza Pública. A la mañana siguiente, había 500 hombres respondiendo al llamado. Yo había pensado que 50, 75, hasta 100, pero fueron 500. Cuando iba hacia las oficinas del Tránsito, estuve una hora bajo el fuego de las ametralladoras que se mantenía a pesar de la respuesta del ejército estadounidense y llegué convencido de que no nos habíamos equivocado, porque las fuerzas de la anarquía habían comprendido el significado de ese llamado. Si el Gobierno lograba formar en unos días una Fuerza Pública bajo la autoridad civil, habría democracia en Panamá. 1 9 03 1904 1 91 5 1 93 1 1 93 6 1 94 1 1 955 1964 1968 1 972 1981 1 9 83 1 9 89 20 0 8 ... Reflexiones Al cumplirse las primeras cuatro décadas desde el golpe de Estado del 11 de octubre de 1968, hemos querido permitirles a los lectores la revisión de algunas de las circunstancias que culminaron con la ruptura del orden constitucional. No faltan cronistas y analistas que, recurriendo a una postura cómoda, prefieren endilgarle gran parte de la responsabilidad del andar istmeño, al supuesto tutelaje ejercido a partir de nuestra separación de la Gran Colombia, por los gobiernos de los Estados Unidos. Lo cierto es que si bien no se puede negar la gran influencia ejercida por diversos intereses que orbitan alrededor de las decisiones de la potencia del Norte, en cada uno de los acontecimientos que se han suscitado en el suelo patrio, las posiciones, actitudes y manifestaciones de los actores criollos han sido determinantes. Durante la década de los sesentas, la política de Seguridad Nacional, esbozada para hacerle frente a la amenaza comunista impulsada por la Unión Soviética a partir de la llamada Guerra Fría, representó el surgimiento de dictaduras militares en casi todos los países de América Latina. La dictadura panameña tuvo, sin embargo, algunas distintivas particularidades. Hoy, cuando estamos cercanos a la conclusión de la primera década del siglo XXI, las amenazas mundiales son otras: hambruna, narcotráfico, crimen organizado y te- rrorismo. Ellas vienen sembrando violencia, destrucción, desasosiego y muerte. Del aprendizaje obtenido de los errores cometidos en el pasado, dependerá que podamos hacer frente a los retos que nos plantean los nuevos tiempos, sin incurrir en las mismas equivocaciones. En eso consiste la madurez de los pueblos. Ojalá no tengamos que recibir un nuevo y duro golpe para percatarnos de que, sin darnos cuenta, nos hemos vuelto a equivocar.