Manual de Fracturas
        
        
        
        
        
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    Segunda EdiciónMANUAL  DE  FRACTURAS  aporte de Nemesis123 aporte de Nemesis123 MANUAL  DE  FRACTURAS  Segunda  edición  EDITORES  Clayton  R.  Perry,  M.D.  Assistant CHnical Professor  Department of Orthopaedic Surgen/  St. Louis University School of Medicine  St. Louis, Missouri  U.S. Center for Sports Medicine  St. Louis, Missouri  John A.  Elstrom,  M.D.  CHnical  Assistant  Professor  University  of  Illinois  Chicago,  Illinois  Department  of  Surgery  Northerm  Illinois  Medical  Center  McHenry,  Illinois  Traductor:  Dr.  Jorge  Alberto  Mérigo Jane  McGraw-Hill  Interamericana  HEALTHCARE  GROUP  MÉXICO • AUCKLAND • BOGOTÁ • CARACAS • LISBOA • LONDRES  MADRID • MILÁN • MONTREAL • NUEVA DELHI • NUEVA YORK  SAN FRANCISCO • SAN JUAN • SINGAPUR • SIDNEY • TORONTO  MANUAL  DE  FRACTURAS  Prohibida  la  reproducción  total  o  parcial  de  esta  obra,  por cualquier  medio,  sin  autorización  escrita  del  editor.  DERECHOS RESERVADOS © 2001,  respecto  a la primera edición  en  español,  por  McGRAW-HILL  INTERAMERICANA  EDITORES,  S.A.  de C.V.  A  subsidiary  of  The  McGraw-Hill Companies  Cedro núm.  512,  Col.  Atlampa,  Delegación  Cuauhtémoc,  C.P.  06450  México,  D.F.  Miembro  de  la  Cámara  Nacional  de  la  Industria  Editorial  Mexicana,  Registro  núm.  736  ISBN 970-10-3317-5  Translated  from  the  second  English  edition  of  Handbook of fractures, by C. Perry, J. Elstrom,  Copyrigth © 2000,  by  The McGraw-Hill  Companies,  Inc.  All  rignts  reserved  ISBN  0-07-048624-7  1234567890  Impreso  en  México  09876543201  Printed  in  México  Esta  obra  se  terminó  de  imprimir  en  Marzo  del  2001  en  Programas  Educativos,  S.A.  de  C.V.  Calz.  Chabacano  No  65-A,  Col.  Asturias,  Delg  Cuauhtemoc  C.P  06850,  México,  D.F  Empresa  Certificada  por  el  Instituto  Mexicano  de  Normalización  y  Certificación.  A.  C  Bajo  la  Norma  ISO  9002:  1994/NMX- CC-004:  1995  con  el  núm.  de  Registro  RSC-048  e  ISO-14001:1996/NMX-SAA- 001:1998  IMNC/  con  el  Núm.  De  Registro  RSAA-003  Se  tiraron  2,500  ejemplares  NOTA  La medicina es una ciencia en constante desarrollo.  Conforme surjan  nuevos conocimientos, se requerirán cambios de la terapéutica. El (los)  autor(es) y los editores se han esforzado para que los cuadros de do- sificación medicamentosa sean precisos y acordes con  lo establecido  en la fecha de publicación. Sin embargo, ante los posibles errores hu- manos y cambios en  la medicina,  ni los editores ni cualquier otra per- sona que haya participado en la preparación de la obra garantizan que  la información contenida en ella sea precisa o completa, tampoco son  responsables  de  errores  u  omisiones,  ni  de  los  resultados  que  con  dicha información se obtengan. Convendría recurrir a otras fuentes de  datos, por ejemplo, y de manera particular, habrá que consultar la hoja  de información que se adjunta con cada medicamento, para tener cer- teza de que la información de esta obra es precisa y no se han introdu- cido  cambios  en  la  dosis  recomendada  o  en  las  contraindicaciones  para su administración. Esto es de particular importancia con respecto  a fármacos nuevos o de uso no frecuente. También deberá consultarse  a los  laboratorios para información sobre los valores normales.  Este libro está dedicado a Monica,  sin cuya ayuda no hubiera sido posible,  y a mis hijos,  Clay y Kevin  CRP  Este libro está dedicado a mi esposa, Quyen,  Quos amor verus tenuit, tenebit  -Séneca  JAE  Contenido  Colaboradores  ix  Reconocimientos  xi  Prefacio  xiii  1  Evaluación  clínica y tratamiento  inicial  de  los  pacientes con lesiones  múltiples  1  Clayton R.  Perry  2  Métodos  de fijación  9  Clayton R.  Perry  3  Técnicas no  operatorias  20  John A.  Elstrom  4  Técnicas anestésicas  30  Carl H.  Nielsen  5  Evaluación radiológica  41  John A.  Elstrom  6  Reparación  de fracturas e injerto  de hueso  47  Michael E. Joyce y Clayton R.  Perry  7  Lesiones  de  la articulación glenohumeral  52  John A.  Elstrom y  Clayton R.  Perry  8  Fracturas  y  luxaciones  de  la clavícula  y la escápula  79  John A.  Elstrom  9  Fracturas  del  cuerpo  del  húmero  102  John A.  Elstrom  10  Fracturas y luxaciones  del  codo  112  Edward R.  Abraham,  Mark González y  Clayton  R.  Perry  11  Fracturas  del  antebrazo  150  John A.  Elstrom y Clayton R.  Perry  12  Fracturas  del  radio  distal  y  lesiones  de la  articulación radiocubital  distal  165  Donald L.  Pruitt  vii  n||p://oooksmed|cos.org viii  Contenido  13  Fracturas y luxaciones de la muñeca  184  Donald L.  Pruitt  14  Fracturas y luxaciones  de  los  metacarpianos  y las  falanges  202  Mark González  15  Fracturas y luxaciones de la columna vertebral  218  Lawrence G. Lenice, Michael F. O'Bríen  y Keith H. Bridwell  16  Fracturas y  luxaciones  del  anillo  pelviano  y el  acetábulo  269  D. Kevin Scheid  17  Fracturas intracapsulares del fémur proximal  295  Clayton R.  Perry  18  Fracturas intertrocanterianas  314  Enes Kanlic y Clayton R.  Perry  19  Fracturas  del cuerpo femoral  325  Kenneth A.  Davenport  20  Lesiones  en la rodilla  336  Robert C.  Schenck, ]r. y Clayton R. Perry  21  Fracturas del cuerpo tibial  370  C. M.  Court-Brown  22  Fracturas y luxaciones  del  tobillo  381  Clayton R.  Perry  23  Lesiones  del  pie  406  Enes Kanlic y Clayton R.  Perry  Glosario  444  índice  alfabético  447  Colaboradores  EDWARD  R.  ABRAHAM,  M.D.  Chairman,  Department  of  Orthopaedic  Surgery  Abraham Lincoln School  of  Medicine  University  of  Illinois  Chicago,  Illinois  [10]  KEITH H.  BRIDWELL, M.D.  Professor  Department  of  Orthopaedic  Surgery  Washington  University  School  of  Medicine  St.  Louis,  Missouri  [15]  C.M.  COURTH-BROWN,  M.D., FRCS Ed.  (Orth)  Consultant  Orthopaedic  Surgeon  The  Royal  Infirmary  of  Edinburgh  Edinburgh,  Scotland  [21]  KENNETH  A.  DAVENPORT,  M.D.  Attending  Physician  Marquette  General  Hospital  Marquette,  Michigan  [19]  JOHN  A.  ELSTROM,  M.D.  Clinical  Assistant  Professor  University  of  Illinois  Chicago,  Illinois  Department  of  Surgery  Northern  Illinois  Medical  Center  McHenry, Illinois  [3, 5, 7, 8, 9,  y  11]  MARK  GONZÁLEZ  Professor  Department  oí  Orthopaedic  Surgery  Abraham  Lincoln School  of  Medicine  University  of  Illinois  Chicago,  Illinois  Chairman,  Department  of  Orthopaedic  Surgery  Cook  County  Hospital  Chicago,  Illinois  [10 y  14]  MICHAEL E. JOYCE, M.D.  Assistant  Clinical  Professor  Department  of  Orthopaedic  Surgery  University  of Connecticut  School  of  Medicine  Willimantic,  Connecticut  [6]  ix  Los  números  entre  corchetes  muestran  el  número  de  los  capítulos  de  cada  colaborador.  x  Colaboradores  ENES KANLIC, M.D., Ph.D.  Associate  Professor  TTUHSC  for  Health  Science  Center-El  Paso  Orthopaedic  Surgery  Department  El Paso, Texas  [18 y 23]  LAWRENCE G.  LENKE,  M.D.  Associate  Professor  Department  of  Orthopaedic  Surgery  Washington  University  School  of  Medicine  St.  Louis,  Missouri  [15]  CARL H.  NIELSEN,  M.D.  Asóciate  Professor  Department  of  Anesthesiolo- gy  Washington  University  School  of  Medicine  St.  Louis, Missouri  [4]  MICHAEL F.  O'BRIEN, M.D.  Assistant  Clinical  Professor  Department  of  Orthopaedic  Surgery  University  of  Colorado  Denver,  Colorado  Instructor  Spine  Fellowship  Program  University  of  Colorado  Denver,  Colorado  Woodridge  Orthopaedic  and  Spine  Center  Wheatridge, Colorado  [15]  CLAYTON  R.  PERRY,  M.D.  Associate  Clinical  Professor  Department  of  Orthopaedic  Surgery  St.  Louis University  School of  Medicine  St.  Louis,  Missouri  U.S.  Center  for Sports  Medicine  St.  Louis, Missouri [1, 2, 6, 7,  10, 11, 17, 18, 20, 22 y 23]  DONALD L. PRUITT, M.D.  Prívate  Practice  St.  Louis  Orthopaedic  Institute  St.  Louis, Missouri  [12 y 13]  D.  KEVIN SCHEID,  M.D.  Director  of  Orthopaedic  Education  Methodist  Hospital  Indianapolis,  Indiana  Clinical  Instructor  Department  of  Orthopaedic  Surgery  Indiana  University  School  of  Medicine  Indianapolis,  Indiana  [16]  ROBERT SCHENCK, Jr.,  M.D.  Associate  Professor,  Deputy  Chairman  Department  of  Orthopaedics  University  of Texas  Health  Sciences  Center  San  Antonio, Texas  [20]  Reconocimientos  Quisiera hacer  un reconocimiento  de  mi  deuda con  las siguientes  personas:  Lisa  Tracy,  por  sus  esfuerzos  incansables  en  la  prepa- ración  del  manuscrito;  Dr.  Arsen  Pankovich,  mi  amigo  y  profe- sor,  por su  soporte,  crítica y  asesoría,  y  el  Dr.  Robert  F.  Hall, Jr.,  por  su  buena  disposición  para  leer  muchos  de  estos  capítulos  y  sugerir cambios,  y  por  su  demostración  de  algunas  técnicas  qui- rúrgicas  que  contribuyeron  inconmensurablemente  a  los  capítu- los  correspondientes  a  la  extremidad  superior.  John.  A.  Elstrom,  M.D.  Prefacio  El  tratamiento  de  las  fracturas  es  fundamental  en  la  práctica  or- topédica.  Al  preparar  este  libro,  quisimos  proporcionar  un  ma- nual  portátil  de  referencia,  escrito  para  el  cirujano  ortopedista  practicante.  No  siempre  es  conveniente  consultar  tomos  grandes  publicados para  tomar decisiones rápidas de tratamiento.  Nuestro  objetivo ha  sido crear  una fuente  de  referencia concisa,  organiza- da y  fácilmente accesible para el tratamiento  de las fracturas.  Con  el propósito  de abarcar nuestros objetivos,  fue necesario  publicar  un  libro  de  bolsillo  que  puede  portarse  con  facilidad.  Hemos  intentado  reunir  los  elementos  básicos  que  debe  cono- cer  el  lector  con  el  propósito  de  diagnosticar,  clasificar  y  tratar  fracturas  específicas.  Además  del  tamaño  reducido  de  este  libro,  hemos  utilizado  al  máximo  ilustraciones  para evitar el  exceso  de  palabras  en  el  texto  y  para  presentar  mejor  un  panorama  equili- brado  del  tratamiento  de  las  fracturas.  No  es  nuestra  intención  discutir  algunos  de  los  temas  más  controvertidos,  que  pueden  leerse  en otros  lugares.  A pesar de  esto,  la filosofía del autor acer- ca  del  tratamiento  puede  ser  evidente,  y  estimulamos  al  lector  a  revisar  también  otra  literatura  en  relación  con  procedimientos  técnicos  específicos.  Para  mantenernos  dentro  de este  panorama,  decidimos  omitir  referencias  dentro  del  texto,  pero hemos inclui- do  una  lista  más  práctica  de  material  de  lectura  titulado:  "Lectu- ras  seleccionadas".  La  organización  de  este  libro  es  simple.  Inicialmente,  hay  ca- pítulos  generales  que  abarcan  la  evaluación clínica,  los  métodos  de  fijación,  las  técnicas  no operatorias,  las  técnicas  anestésicas, y  la  reparación  de  fracturas e injertos  de hueso.  Más  adelante, cada  capítulo  examina  específicamente  fracturas  organizadas  según  su  anatomía,  comenzando  con  la  articulación  glenohumeral  y  dirigiéndonos  hacia  abajo  hasta  el  pie.  Para  un  acceso  más  fácil,  hemos  dividido  cada  capítulo  en  apartados  idénticos:  anatomía,  clasificación de la fractura,  diagnóstico y  tratamiento inicial, examen  radiográfico,  y  lesiones  relacionadas.  La  impresión  en  cursivas  de  las  palabras  clave  dentro  del  texto  está  diseñada  para  ayudar  a  que  el lector  identifique  rápidamente  el  material pertinente.  El  XIII  xi v  Prefacio  glosario  al  final  del  libro  define  términos  que  no  están  definidos  dentro  del  propio  texto  y,  de  esta  forma,  puede  usarse como  una  referencia  rápida.  Este  libro  es  un  esfuerzo  de  colaboración,  que  representa  el  método  de  tratamiento  de  fracturas  de  un  grupo  reducido  de  ci- rujanos  de  trauma  ortopedistas  activos.  Los  editores  quisieran  reconocer  la  experiencia  proporcionada  por  un  grupo  selecto  de  colaboradores.  Tenemos  la  esperanza  de  haber  cumplido  nues- tro  objetivo  para  proporcionar  una  guía  práctica,  accesible,  para  todas  las  personas  implicadas  en  la  atención  del  tratamiento  de  fracturas.  Evaluación  clínica  y  tratamiento  inicial  de  los  pacientes  con  lesiones  múltiples  Clayton  R.  Perry  Se  obtiene  una  historia  médica  y  un  examen  físico  en  todos  los  pacientes  que  han  sufrido  una  fractura  o  luxación.  A  dife- rencia  de  los  individuos  con  problemas  médicos  complejos,  el  diagnóstico  de  una  fractura  o  luxación  es  relativamente  obvio.  La  clave  consiste  en  que  no  pase  inadvertida  una  lesión  relacio- nada.  Los  elementos  de  una  historia  son  dónde,  cuándo  y  cómo  se  produjo  la  lesión.  Se  obtienen  los  antecedentes  médicos  para  eva- luar  si  hay  trastornos  preexistentes  que  alteren  la  elección  del  tratamiento  (p.  ej.,  un infarto  de  miocardio  reciente  hace  menos  intenso  el  tratamiento  cerrado  de  una  fractura,  o  es  posible  que  una  lesión  previa  ya  haya  deteriorado  la  función  de  la  extremi- dad).  Se  registra  cuál  es  la  mano  dominante  y  la  ocupación.  Se  obtienen  los  antecedentes  sociales  referentes  al  uso  de  alcohol,  ta- baco  y  drogas.  Se  lleva  a  cabo  un  examen físico  completo  del  sistema  cardio- vascular,  los  aparatos  respiratorio,  gastrointestinal  y  genitouri- nario, y  del sistema nervioso.  A continuación el examen se centra  en el  área  de  la  lesión,  en  un  punto  distal  a  ésta,  y  en  una  articu- lación proximal a ella.  Se pide al paciente que localice el dolor.  El  área  se  inspecciona  para  detectar  posibles  heridas  abiertas  y  de- formidad,  y  luego  se  palpa  suavemente  para  localizar  con  preci- sión  la  zona  dolorosa  y  para  valorar  la  posición  de  los  huesos  y  articulaciones  subyacentes.  Se  evalúan los  límites  activos y  pasi- vos  de  movimiento  de  las  articulaciones  circundantes.  Se  valora  el  estado  circulatorio  mediante  la  palpación  de  pulsos,  buscan- do el llenado capilar en los lechos ungueales, y evaluando el  color  de  la piel  (azul,  rosada o blanca).  Se valora el sistema nervioso al  definir si están presentes e intactas la sensibilidad,  los movimien- tos  voluntarios  y  los  reflejos  tendinosos  profundos.  A  continuación,  se  realiza  un  patrón  de  examen  específico,  detallado,  de  los  sistemas  musculosquelético,  vascular y  nervio- so  de  las  extremidades  superiores  e  inferiores.  1  1  2  Manual de  fracturas  EXTREMIDAD  SUPERIOR  Sistema  musculosquelético  La flexión de las  articulaciones  interfalángicas  distales  de los de- dos  y  del pulgar  indica  flexor  profundo  de  los  dedos  y flexor  del  pulgar  intactos.  La  flexión  de  las  articulaciones  interfalángicas  proximales  de  un  dedo  individual,  mientras  los  dedos  restantes  se mantienen  en  extensión,  indica un flexor superficial  de los  de- dos  intactos.  La  extensión  interfalángica  indica  integridad  de  interóseos  y  cápsula  de  los  extensores;  la  extensión  de las  falan- ges  metacarpianas  indica  integridad  de los  extensores  de  los  de- dos;  y  la  dorsiflexión  de  la  muñeca  y  la  flexión  palmar  indican  integridad  de  los  flexores  radiales  del  carpo,  cubitales  y  del  ex- tensor  largo  radial  del  carpo,  y  del  radial  corto  y  del  cubital.  La  desviación radial  o cubital indica  que  el  flexor o  el  extensor con- tralateral no está  funcionando  (p.  ej.,  la  desviación radial con ex- tensión  de  la  muñeca  significa  que  el  extensor  cubital  del  carpo  no  es  funcional).  La  capacidad  para  pronar  el  antebrazo  indica  un  pronador  redondo  intacto  (que  actúa  cuando  se  extiende  el  codo), así como un pronador cuadrado intacto (que funciona cuan- do  el  codo  está  flexionado).  La  supinación  indica  supinador  y bíceps intactos; la flexión del codo, braquial y bíceps intactos; y  la extensión del codo, tríceps intacto.  La iniciación de la abducción  gl enohumeral  y  la  capaci dad  para  mant ener  al  húmero  en  abducción a  60  grados indican un manguito rotatorio que no está  afectado.  El  deltoides,  el  pectoral  mayor  y  el  trapecio  se  palpan  al contraerse.  Las falanges, los  metacarpianos,  el radio,  el cúbito  y  el húmero  se  palpan  suavemente  a  lo largo  de  su  extensión.  El  examinador busca  una  "interrupción"  palpable  que  indique  una  fractura,  para evaluar  la localización exacta  del  dolor del pacien- te.  Se  miden los límites  de  movimiento  de las  articulaciones.  Por  convención,  la  extensión  completa  es  de  0  grados  y  la  hiperex- tensión  se  expresa  como  grados  negativos.  El  movimiento  de  la  muñeca  se  expresa  como  grados  de  dorsiflexión  y  flexión  pal- mar, y el neutro es  0 grados;  la rotación  del  antebrazo  se  expresa  como  grados  de  supinación  y  pronación,  y  el  punto  neutro  es  0  grados.  El movimiento  glenohumeral se mide mientras  se esta- biliza  la  escápula  con una  mano  para  estimar  la  contribución  del  movimiento  torácico  de la  escápula.  Llevar el codo hacia  adelan- te  es  flexión  glenohumeral,  y  posteriormente  es  extensión.  Sistema  vascular  Los  pulsos  son palpables  en  la  axila  (arteria  axilar),  la  fosa  ante- cubital  medial  al  tendón  del  bíceps  (arteria  braquial),  y  radial  al  Evaluación  clínica  y  tratamiento  inicial  3  tendón  del flexor del  carpo  en  la  muñeca  (arteria  radial);  un  pul- so  radial  palpable  indica  una  presión  sistólica  de  por  lo  menos  80  mmHg.  La prueba  de  Alien determina si  la  arteria cubital está  intacta.  Con  el  uso  de  los  dedos  pulgar  e  índice,  el  examinador  comprime  y  ocluye  las  arterias  radial  y  cubital  del  individuo  a  nivel  de  la  muñeca,  después  de  que  el  paciente  ha  formado  un  puño.  A continuación,  el  individuo  abre  la  mano.  Al  retirarse  la  presión de la arteria cubital, la mano se vuelve rosada si la arteria  cubital está  intacta.  La  mano permanecerá  blanca  si  la  arteria  cu- bital  no  está  contribuyendo  al  riego  sanguíneo  de  la  mano.  El  llenado  de  capilares  se  evalúa  mediante  la  compresión  de  los  le- chos  ungueales  y  se  observa  el  retorno  de  sangre  oxigenada.  El  llenado  capilar  vivo,  o  inmediato,  indica  que  la  sangre  oxigena- da  está  alcanzando  la  extremidad.  La  presencia  o  ausencia  de  llenado  capilar  es  especialmente  importante  en  dos  situaciones  clínicas.  En primer lugar, cuando la mano o los dedos están  lesio- nados,  los  pulsos  no  se  pueden  palpar  de  manera  confiable.  La  presencia  de  un llenado  capilar  activo  indica  que  el  riego  arterial  es  adecuado  para  sostener  la  viabilidad  de  los  dedos  y  la  mano.  En  segundo  lugar,  cuando hay  una  lesión arterial  conocida  en  un  punt o  proximal  a  la  muñeca,  la  presencia  de  un  llenado  capilar  activo  indica  que  los  vasos  colaterales  están  abasteciendo  la  ex- tremidad  en  un  punto  distal  a  la  lesión.  Sistema  nervioso  La  función  sensitiva  se  evalúa  al  evaluar  la  capacidad  para  dife- renciar lo afilado  de lo romo.  La sensación intacta en los lados  de  un dedo indica un nervio  digital intacto;  o  el dorso  de la  primera  membrana  interdigital,  un  nervio  radial  intacto;  en  la  cara  pal- mar  del  dedo  índice  distal,  un nervio  mediano intacto;  en la cara  cubital  del quinto  dedo,  un  nervio cubital  intacto;  en  el  dorso  del  antebrazo,  un  nervio  musculocutáneo  intacto;  y  en  la  distribu- ción  en  "placa  de  policía",  sobre  el  deltoides,  un  nervio  axilar  intacto.  El componente motor del sistema  nervioso se evalúa al valo- rar  la  capacidad  para  contraer  activamente  un  músculo  dado.  La  abducción de los dedos indica un nervio cubital intacto;  la abduc- ción  palmar  del  pulgar,  un  nervio  mediano  intacto;  la  extensión  del  pulgar y  la  muñeca,  un  nervio  radial  no  afectado;  la  contrac- ción  del  deltoides,  un  nervio axilar intacto.  Un reflejo  tendinoso  profundo  intacto  significa  que  el  arco  reflejo  consiste  en  un  ner- vio eferente al  tendón,  la médula espinal al nivel  de las  neuronas  que  inervan  al  músculo,  y  un nervio  aferente intacto  al  músculo.  Cuando  los  nervios  periféricos  están  intactos,  los  reflejos  tendi- nosos profundos  son  la  mejor forma para  evaluar la  función de  la  4  Manual de  fracturas  raíz nerviosa.  La  presencia  del  reflejo  del  bíceps indica  un nervio  musculocutáneo  y  una  raíz  C5  intactos,  y  el  reflejo  del  bra- quiorradial  y  el  tríceps  indica  al  nervio  radial  y  a  las  raíces  C6  y  C7,  respectivamente.  EXTREMIDAD  INFERIOR  Sistema  musculosquelético  La  eversión  del  pie  significa  peroneal  largo  y  corto  intactos.  El  tibial  anterior  produce  dorsiflexión  del  tobillo,  y  es  palpable  en  su  inserción  en  el  navicular.  La  flexión  plantar  del  tobillo  indica  el  tríceps  sural;  la  flexión  de  la  rodilla,  un  cuadríceps  femoral  intacto; y la flexión de la rodilla, músculos de la corva intactos; la  extensión  de  la  cadera,  glúteo  mayor  intacto;  y  la  abducción  de  la cadera, un glúteo medio intacto. Se palpan los huesos del pie,  la  tibia,  la  rótula  y  los  cóndilos  femorales.  Se  miden  los  límites  de  movimiento  de  las  articulaciones.  El movimiento  subastragalino  se  determina  mediante  inversión  y  eversión  del  talón,  con  el  to- billo  sujeto  en posición neutra.  El movimiento  del  tobillo  se  do- cumenta como grados de dorsiflexión y flexión plantar, con 0  gra- dos como punto neutro.  El movimiento de la rodilla se registra, y  la  extensión  completa  es  0  grados.  Se  mide  el  movimiento  de  la  cadera mientras  se estabiliza la pelvis con una mano para reducir  al  mínimo  el  movimiento  lumbosacro  y  sacroiliaco.  La  evalua- ción  de  los  ligamentos  del  tobillo  se  describe  en  "Fracturas  y  luxaciones  del tobillo"  (cap.  22).  La evaluación  de los movimien- tos  de  la  rodilla  se  describe  en  "Lesiones  en la  rodilla"  (cap.  20).  Sistema  vascular  Los  pulsos  son  palpables  en un punto  lateral  a  la base  del  primer  metatarsiano  (dorsal  del  pie),  por  detrás  del  maléolo  medial  (ti- bial posterior),  en la  fosa poplítea  (arteria poplítea),  y en el  trián- gulo  femoral  (arteria  femoral).  Se  observa  llenado  capilar  en  los  lechos  ungueales.  Sistema  nervioso  La  sensación  intacta  en  ambos  lados  del  dedo  indica  un  nervio  digital  indemne;  en  la  primera  membrana  interdigital,  un  ner- vio  peroneal  profundo  intacto;  en  la  cara  lateral  del  pie,  nervios  sural y  peroneal  superficial  intactos; y en la parte medial  del  dor- so  del  pie,  un  nervio  safeno  indemne.  Sistema  motor:  la  contrac- Evaluación  clínica  y  tratamiento  inicial  5  ción de los músculos tibial anterior, peroneo largo y corto, indica  un nervio  peroneo  común intacto;  del  tríceps  sural,  un nervio  ti- bial  indemne;  del  cuadríceps  femoral,  un  nervio  femoral  intacto;  y  de  los  músculos  de  la  corva,  un  nervio  ciático  indemne.  Los  reflejos  tendinosos  profundos  intactos  del  tríceps  sural  indican  una  raíz  nerviosa S1 intacta,  y  del  tendón  rotuliano,  una  raíz  del  nervio  L4  intacta.  Dos  lesiones  de  las  extremidades  que  requieren  una  mención  especial  son  las  fracturas  abiertas  y  los  síndromes  de  comparti- miento. Las fracturas abiertas se gradúan de 1 a 3, y el 3 es la más  grave,  y  la  que  tiene  la  incidencia  mayor  de  complicaciones  (es  decir,  osteomielitis  y  falta  de  unión).  Las  fracturas  abiertas  de  grado  1  tienen heridas  menores  de  1  cm  de  longitud;  las  heridas  de grado 2,  más  de 1  cm  de  longitud,  pero limpias sin  tejido  des- vitalizado;  las  heridas  de  grado  3  tienen  una  longitud  mayor  de  10 cm, o están notablemente contaminadas,  presentan tejido des- vitalizado  (p.  ej.,  lesiones por arrancamiento o aplastamiento),  o  fracturas  conminuta  y  lesión  vascular  vinculadas.  Las  fracturas  de  grado  3  se  dividen  adicionalmente  en  tres  grupos.  Las  fractu- ras  3A  se  caracterizan  por  la  ausencia  de  denudación  perióstica,  y no  tienen una lesión vascular relacionada.  Las fracturas 3B  pre- sentan  denudación  perióstica,  y  pérdida  de  tejidos  blandos.  En  general,  las  lesiones  3B  no  se  pueden cerrar  primariamente  y  re- quieren  una  transferencia  de  tejidos  blandos  para  cobertura.  Las  fracturas  3C  se  caracterizan  por  la  presencia  de  lesión  vascular  vinculada  que  amenaza  al  miembro,  o  lesión  significativa  de  nervio.  Los  síndromes  de  compartimiento  son  causados  por  el  aumento  en  la  presión  hidrostática  en  un  espacio  aponeurótico  cerrado,  o  compartimiento.  Hay  muchas  causas  de  aumento  de  la  presión,  con  inclusión  de  contusión  de  músculo,  hemorragia  al  interior  del compartimiento,  u oclusión del flujo venoso de salida del com- partimiento.  Al aumentar la presión los  lechos capilares  y  las  ar- teriolas  se  colapsan,  derivándose  la sangre  del compartimiento  a  través  de  arterias  más  grandes  sin  abastecer  estructuras  dentro  del  compartimiento.  Esta  acción  da  lugar  a  más  isquemia,  au- mento  de  la  hinchazón y  presión  más  alta.  Los  signos físicos del  síndrome  de  compartimiento  son  aumento  del  dolor  (para  que  este  signo  tenga  significado,  el  paciente  debe  estar  consciente  y  la  extremidad  afectada  debe  tener  una  sensibilidad  normal),  do- lor con  estiramiento pasivo  de  los  músculos  afectados  (esto  se  dis- tingue  del  dolor  debido  a  una  fractura  relacionada  en  que  un  movimiento  leve,  suave,  produce  un  dolor intenso  en el compar- timiento implicado), parestesias  de  nervios  que atraviesan el com- partimiento (este signo es sumamente valioso en el compartimien- 6  Manual de  fracturas  to  anterior  de  la  pierna,  con  disminución  de  la  sensación  en  el  primer  espacio  interdigital,  lo  cual  indica  el  nervio  peroneo  pro- fundo), compartimientos duros tensos (el signo más confuso), y presio- nes aumentadas cuando se miden con un manómetro  (el  signo más  objetivo  y  usado  para  confirmar  el  síndrome  de  compartimiento  cuando los signos clínicos son confusos).  No están necesariamente  presentes  la  falta  de  pulso  y  la  palidez,  signos  de  oclusión  arte- rial;  de hecho, los pulsos  distales al  síndrome  de compartimiento  completamente  desarrollado  a  menudo  son  normales.  El  trata- miento  del  síndrome  de  compartimiento  es  la  liberación  quirúr- gica  de  los compartimientos  afectados y  el  cierre  primario  retra- sado  o  injerto  de piel  después  de  que ha cedido  la hinchazón.  Las  secuelas  del  síndrome  de compartimiento no  tratado son,  aguda- mente,  necrosis  muscular  y  mioglobinuria  que  producen  cierre  renal y, crónicamente, cicatrización muscular, contracturas y com- presión  nerviosa.  TRATAMIENTO  INICIAL  DE  PACIENTES  CON  LESIONES  MÚLTIPLES  El tratamiento de urgencia del paciente con  lesiones múltiples se divi- de  en  dos  partes:  la  evaluación  del  tratamiento  inicial,  y  el  exa- men y  tratamiento  secundario.  Cuando  se  presenta  un  individuo  con  lesiones  múltiples,  el  enfoque  consiste  en  la  identificación  y  el  tratamiento  de  las  lesiones  que  ponen  en  peligro  la  vida.  La  primera  prioridad  es  asegurar  que  haya  una  vía  respiratoria  ade- cuada.  Esto  se  realiza  mientras  un  asistente  estabiliza  la  cabeza  para prevenir la flexión o extensión del cuello, ya que se conside- ra  que  todos  los  pacientes  con  lesiones  múltiples  tienen  una  le- sión  en  la  columna  cervical  hasta  que  se  pruebe  lo  contrario.  La  boca  se  abre,  se  inspecciona  y  se  libera  de  cuerpos  sueltos.  El  mentón  se eleva y  se inserta una vía ventilatoria  nasal.  Si  el  indi- viduo  es  incapaz  de  proteger  la  vía  respiratoria,  se  le  inhiba.  La  indicación  para  una  cricotiroidotomía  inmediata  es  la  incapaci- dad para asegurar la vía respiratoria alta,  que con más frecuencia se  debe  a  hemorragia incontrolable  en estas  vías,  rotura  de  la  larin- ge, o fracturas desplazadas  de los huesos faciales,  en particular el  maxilar  inferior.  Después de que se ha establecido la vía ventilatoria, la siguiente  prioridad consiste en asegurar que el  paciente se encuentre  respi- rando.  Si no es así,  se ayuda  a la respiración con una bolsa-masca- rilla.  Se  obtienen  gases  sanguíneos  arteriales.  La  sangre  oscura  indica  disminución  de  la  oxigenación.  Si  se  asume  que  la  sangre  es  arterial,  que  la  vía  respiratoria  alta  está  asegurada,  y  que  el  Evaluación  clínica  y  tratamiento  inicial  7  individuo  está  ventilando,  la  causa  de  disminución  de  la  oxige- nación  suele  ser  un  neumotórax,  un  hemotórax,  o  un  tórax  ines- table.  El  tórax  se  inspecciona  en  búsqueda  de  heridas  abiertas  y  movimientos  paradójicos.  Una herida  abierta  aspirante  sugeriría  el  diagnóstico  de  neumotórax.  El  movimiento  paradójico  indica  un  tórax  inestable.  Se  inspecciona  el cuello  para valorar  si  la  trá- quea  está  desviada.  La  desviación  de la  tráquea  significa  un  neu- motórax  del  lado hacia  el  cual  está  desviada  la  tráquea.  El  tórax  se  ausculta,  se  percute  y  se  palpa  suavemente.  La  ausencia  de  ruidos  respiratorios y aumento  del  timpanismo indica un neumo- tórax. La matidez sugiere un hemotórax. La crepitación con la pal- pación indica costillas fracturadas y  un tórax inestable.  El neumo- tórax  se  trata cubriendo la herida  torácica y  evitando  que ingrese  aire,  y mediante la  inserción  de  una aguja  de calibre grande en la  línea media clavicular, en el segundo espacio intercostal.  El tórax  inestable  se  trata  por  medio  de  ventilación  con  presión positiva.  La siguiente prioridad después  de las vías respiratorias altas y  la respiración es la circulación. El llenado capilar y los pulsos perifé- ricos  son medidas  aproximadas  de una circulación adecuada.  La  circulación  inadecuada  indica  estado  de  choque,  que  se  supone  es  causado  por  pérdida  de  sangre.  La  pérdida  externa  de  sangre  se controla con la aplicación de  apósitos  estériles y  presión direc- ta.  Casi  nunca  se  indican  torniquetes  para  controlar  la  hemorra- gia.  Se administran líquidos y  sangre a  través  de líneas  de calibre  ancho.  Inicialmente se utilizan 2 L de  solución de  Ringer con lac- tato, mientras se hace tipificación de la sangre y pruebas de compa- tibilidad  cruzada.  En  las  urgencias  absolutas,  se  suministra  san- gre  tipo  O  Rh negativa.  Se  usan  pantalones  militares antichoque  (PMAC)  para  aumentar  la  resistencia  periférica.  Los  pantalones  militares  antichoque  tienen  la  ventaja  adicional  de  inmovilizar  las  fracturas  de  la  extremidad  inferior  y  disminuir  el  volumen  intrapelviano  cuando  hay  una  fractura  pelviana  desplazada.  Después de que se han asegurado las vías respiratorias,  la ven- tilación  se  ha  vuelto  adecuada,  y  se  ha  iniciado  la  reanimación  con líquidos, se inicia el examen y tratamiento secundario.  El  examen  secundario  es  un  examen físico y  radiográfico  más  detallado  del  paciente.  Al mismo tiempo, se efectúan procedimientos:  inserción  de  tubos  torácicos  (en lugar  de  una  aguja  intercostal),  intubación  (oral cuando no hay  lesión  de  la  columna cervical;  nasotraqueal,  si  hay  una  lesión  de  esta  naturaleza),  cateterización  de  la  vejiga  urinaria,  e  inserción  de  líneas  arteriales  y  centrales.  Además,  se  obtiene una historia detallada de la lesión  tanto del paciente como  de  los  testigos  de  la  lesión.  El  examen  físico  se  lleva  a  cabo  de  forma  ordenada,  comen- zando  por  la  cabeza  y  con  inclusión  de  cuello,  ojos,  orejas,  cara,  8  Manual de  fracturas  nariz,  boca,  tórax,  abdomen,  recto,  pelvis  ósea,  genitales  exter- nos,  extremidades y  sistema nervioso.  Los elementos básicos  del  examen  son  inspección,  auscultación  y  palpación.  Además,  se  toma  nota  de  la  respuesta  a  los  estímulos  (p.  ej.,  reacción  de  las  pupilas  a  la  luz),  y  se  examinan  las  heridas  abiertas.  Las heridas abiertas  se  tratan de  manera aguda mediante  elimi- nación  de cuerpos  extraños y  contaminantes obvios,  y  se obtiene  al  mismo  tiempo  material para  cultivos  anaeróbicos  y  aeróbicos,  y  se  administran  antibióticos  de  amplio  espectro.  Las  heridas  se  irrigan y se cubren con apósitos estériles. Las fracturas y luxaciones  se  reducen  o alinean y  se  enferulan  o  se  colocan en  tracción para  facilitar  el  t ransport e.  Los  pant al ones  militares  antichoque  inmovilizan  temporalmente  la  pelvis  fracturada.  Las  fracturas  y  luxaciones  de  los  pacientes  con  lesiones  múlti- ples no ponen en peligro la vida inmediatamente.  Pueden  tratarse  tan pronto como se han tratado las lesiones que amenazan la vida.  La estabilización  temprana  (dentro  de  las  24  horas posteriores  a  la  lesión)  de  las  fracturas  de  huesos  largos  disminuye  la  incidencia  del síndrome de insuficiencia respiratoria  del adulto y la  embolia  grasa.  El tratamiento de fracturas aisladas es directo.  Las  fracturas  múltiples  se  estabilizan  de  acuerdo  con  los  siguientes  paráme- tros:  el desbridamiento  de  las heridas abiertas  es  un objetivo prima- rio;  la movilización temprana del individuo es un objetivo primario;  por  lo  tanto,  la  estabilización  de  una  fractura  tibial  es  inútil  a  menos  que  se  estabilice  también  una  fractura  de  fémur  vincula- da;  y  la facilidad  del  cirujano  con  técnicas  disponibles  consigue  el  factor  determinante  de  mayor importancia  de  la  duración  y  ade- cuación del procedimiento  (p.  ej.,  si el mejor procedimiento es la  fijación externa, los  clavos  intramedulares,  o la aplicación de pla- cas  de  una  fractura  abierta  de  tibia  de  grado  3,  depende  de  la  facilidad  que  tenga  el cirujano  con  estas  técnicas).  2  Métodos  de  fijación  Clayton  R.  Perry  Hay  cuatro  métodos  básicos  usados  durante  la  operación  para  estabilizar  fracturas:  rígidamente,  con  tornillos  y  placas;  diná- micamente, con alambres o tira fondos; con clavos intramedulares,  y  con  fijadores  externos.  La  distinción  entre  estos  métodos  no  siempre  es  clara  (p.  ej.,  los  clavos  intramedulares  y  los  fijadores  externos  permiten  movimientos  controlados  a  través  de  la  frac- tura y,  por lo  tanto,  pueden considerarse un  tipo  de fijación diná- mica).  En  este  capítulo,  se  describe  cada  uno  de  estos  métodos  básicos  de fijación  de  fractura.  FIJACIÓN  RÍGIDA  El grupo de la Association for the Study of Infernal Fixation (ASIF)  revolucionó  la  cirugía  de  las  fracturas  al  introducir  técnicas  e  i mpl ant es  que  estabilizaron  de  manera  rígida  las  fracturas  anatómicamente  reducidas.  La  fijación  es  tan  estable  que  no  se  requiere  inmovilización posoperatoria,  lo cual  acelera  de  esa for- ma  la  rehabilitación  y  elimina  la  enfermedad  del  enyesado.  Este  aspecto  del método  de la ASIF no  puede  exagerarse;  la  inmovili- zación  de  una  extremidad,  en la  cual  se  ha  reducido y  estabiliza- do  una  fractura,  es  contraproducente.  Las  desventajas  primarias  de  la  fijación  rígida  comprenden  que  la  exposición  quirúrgica  extendida  es  necesaria,  y  la  consolidación  de  la  fractura  ocurre  por  reparación primaria  del hueso y, por lo  tanto,  es prolongada.  La  fijación  estable  se  logra  mediante  el  uso  de  tornillos  y  placas  interfragmentarias.  La fijación interfragmentaria  con  tornillos  se  realiza  de  forma  tal  que  se  ejerce  prueba  de  compresión a  través  del sitio  de la  fractu- ra.  Esto  se  lleva  a  cabo  al  fijar  los  fragmentos  entre  sí.  En  esta  técnica,  la  fractura  reducida  es  atravesada  por  un  tornillo.  Un  fragmento  se  fija  con  la  cuerda  del  tornillo,  y  el  segundo  frag- mento se  sitúa sobre la cabeza  del  tornillo.  La cuerda  del  tornillo  está  funcionalmente ausente  del segundo  fragmento debido a  que  el  diámetro  del  orificio  es  igual  al  de  la  cuerda  del  tornillo,  o  la  porción del  tornillo  en este  fragmento  es  lisa.  Al  girar  el  tornillo,  avanza,  y  la  cabeza  del  tornillo  desplaza  el  segundo  fragmento  hacia el primero, lo cual  aplica compresión a  través  de  la fractura  (fig.  2-1).  9  10  Manual  de  fracturas  Fig. 2-1. Técnica del tira fondo.  Las  flacas  funcionan en una  de cuatro  formas:  para neutralizar  fuerzas  a  través  de  la  fractura,  para  aplicar  compresión  a  través  de  la  fractura,  como  un  refuerzo,  o  como  una  banda  de  tensión.  Una  placa  de  neutralización  aisla  la  fractura  de  las  fuerzas  ex- trínsecas.  Se  aplica  después  de  que  los  fragmentos  de  fractura  se  han  unido.  La  placa  se  ajusta  al  hueso  sin  aplicar  compresión  a  través  del sitio de  fractura.  Un  ejemplo de placa de neutralización  es  una placa  tubular  de  un tercio,  usada para estabilizar una frac- tura  maleolar  lateral  que  se  ha  unido  con  un  tornillo  interfrag- mentario.  Una placa de compresión  aplica una fuerza de compresión a  tra- vés  de  la  fractura.  Sólo  puede  usarse  para  estabilizar  fracturas  simples,  debido  a  que los  intentos  para aplicar compresión a  tra- vés  de  una  fractura  conminuta  da  lugar  a  acortamiento  del  hue- so.  El  método  usado  más  frecuentemente  para  aplicar  compre- sión  consiste  en  ajusfar  la  placa  a  un  fragmento  de  la  fractura  y  luego insertar  tornillos en el segundo fragmento.  Los  tornillos en  el  segundo  fragmento  están  colocados  excéntricamente  en  los  orificios  de la  placa.  Al  apretarse los  tornillos,  se  mueve la  placa,  lo  cual  comprime  de  esa  forma  la  fractura.  Las  placas  que  se  fa- brican  para  realizar  esta  función  se  distinguen  por  tener  orificios  de  tornillo  oblongos,  y  se  llaman  placas  de  compresión  dinámica.  Hay otros  métodos para  utilizar compresión a  través  de  una  frac- tura  (p.  ej.,  el  uso  de  un  dispositivo  de compresión o  pinza  espe- cial),  pero  las  placas  de compresión  dinámica  son,  con mucho,  el  método  usado  con  mayor  frecuencia.  Un  ejemplo  de  una  placa  Métodos  de  fijación  11  de  compresión  es  una  placa  de  compresión  dinámica  usada  para  estabilizar  una  fractura  oblicua  corta  de  la  tibia  (fig.  2-2).  Una  placa  de  refuerzo  funciona como  un  apoyo  extra.  Es  decir,  evita  que  un fragmento  de hueso  se  desplace  de  manera  centrífu- ga,  y  previene  el acortamiento.  La  placa  no necesariamente  debe  fijarse  al  fragmento  para  actuar como  un  refuerzo.  Un  ejemplo  de  placa  de  refuerzo  es  la  placa  en  T  que  estabiliza  una  fractura  de- primida-dividida  de  la  placa  tibial  lateral  (fig.  2-3).  Un  tipo  de  placa  de  refuerzo  es  la  placa  antideslizamiento  (fig.  2-A).  La  placa  antideslizamiento  se  aplica  a  una  fractura  oblicua  para  prevenir  acortamiento.  Esta técnica se usa  más comúnmente para  estabili- zar  el  peroné  después  de  una  fractura  indirecta  del  tobillo.  Una  placa de  banda  de  tensión  siempre  se  aplica  al lado  de  ten- sión  del hueso.  No puede usarse  en fracturas  conminuta.  Al estar  cargado  axilmente el hueso,  la placa  de banda  de  tensión evita la  formación  angular  del  sitio  de  la  fractura.  Directamente  por  de- Fig. 2-2. Placa de compresión usada para estabilizar una fractura tibial dia- fisaria.  12  Manual de  fracturas  Fig. 2-3. Placa de refuerzo usada para estabilizar una fractura de la placa ti- bial lateral.  bajo  de  la  placa,  hay  fuerzas  de  distracción  a  través  de  la  fractu- ra,  y  la placa  es  cargada  a  tensión.  El lado  de  la  fractura  opuesto  a  la  placa  se  carga  a  compresión.  Un  ejemplo  de  una  placa  de  banda  de  tensión  es  una  placa  de  compresión  dinámica  aplicada  a  la corteza lateral del fémur, estabilizando de esa forma una frac- tura  diafisaria  transversa.  Fig. 2-4. Placa antideslizante aplicada a la parte posterior del peroné, lo cual  prevendrá  acortamiento.  Métodos  de  fijación  13  FIJACIÓN  DINÁMICA  La  fijación  dinámica  permite  movimiento  controlado  entre  los  fragmentos  después  de que han sido estabilizados.  La  desventaja  de  la  fijación  dinámica  es  que,  en  ocasiones,  se  subestima  o  so- breestima  la cantidad  de  movimiento controlado que  se  produci- rá.  La  subest i maci ón  causa  una  fractura  que  se  encuent ra  estabilizada  con  sus  fragmentos  en  distracción.  La  sobreestima- ción conduce a un colapso no controlado  de  una  fractura y  pérdi- da  de  la reducción.  Las  tres  técnicas mediante  las  cuales  se  logra  fijación dinámica son  el  alambre con banda de  tensión,  el  tornillo  con compresión  de  deslizamiento  y  los  alambres  de  cerclaje.  Los  alambres  con  banda  de  tensión  funcionan  de manera  similar  a  las  placas  de  banda  de  tensión.  Siempre  se  aplican  al  lado  de  tensión  del  hueso.  Al  cargarse  el  hueso,  se  producen  fuerzas  de  distracción  a  través  de  la  fractura  directamente  por  debajo  del  alambre,  y  las  fuerzas  de  compresión  se  generan  a  través  de  la  fractura por la corteza opuesta.  Este método de estabilización sólo  se  puede  usar  en  fracturas  transversales  simples.  Si  se  usa  fija- ción  interfragmentaria  para  alinear  la  fractura  con  anterioridad  a  la  inserción  del  alambre  de  banda  de  tensión,  debe  permitir  mo- vimiento axil.  Por lo  tanto,  si se usan  tornillos,  la cuerda no  debe  cruzar  el  sitio  de  la  fractura;  cuando  se  utilizan  alambres  de  Kirschner,  deben  ser  paralelos  entre  sí  y  con  el  eje  a  lo  largo  del  cual se  producirá la compresión.  Los alambres con banda de  ten- sión  se  usan  más  frecuentemente  para  estabilizar  fracturas  del  olécranon  y  de  la  rótula.  Los  tornillos de compresión con  deslizamiento se usan para estabi- lizar fracturas alrededor de la cadera.  Permiten acortamiento con- trolado  de la  fractura a una posición más estable.  Los  tornillos  de  compresión  con  deslizamiento  se  insertan  de  forma  paralela  al  eje  largo  del  cuello  femoral.  Se  insertan,  ya  sea  directamente  a  través de la corteza lateral (p.  ej., en una fractura del cuello femoral)  o  se  fijan  a  un  lado  de  la  placa  sobre  la  corteza  lateral  del  fémur  (p.  ej.,  en  una  fractura  intertrocanteriana).  En  el  posoperatorio,  cuando  el  paciente  carga  pesos,  los  tornillos  se  deslizan  a  través  de  la  corteza  lateral  del  fémur  o  a  través  de  la  placa  lateral,  y  la  fractura se impacta hasta que el contacto  de hueso a hueso a  través  del  sitio  de  fractura  previene  el  acortamiento  adicional.  Para  que  estos  dispositivos actúen de manera eficaz, los  tornillos  múltiples,  cuando se utilizan, deben ser paralelos entre sí; cuando se usa fija- ción adjunta,  debe permitir acortamiento  (p.  ej.,  alambres  de cer- claje).  La longitud potencial en que puede acortarse la fractura  no  debe exceder la extensión de acortamiento posible del  dispositivo.  Los alambres  de  cerclaje  siempre  se usan con otros  métodos  de  fijación  porque  en  realidad  no  estabilizarán  una  fractura  cuando  14  Manual  de  fracturas  se usan por sí solos. Es fundamental que, al acortarse o desplazarse  la fractura, el alambre de cerclaje se tense.  Por lo tanto, estos alam- bres  son  un  método  eficaz  de  fijación  adjunta  para  fracturas  intertrocanterianas, subtrocanterianas y diafisarias del fémur,  pero  no  para  fracturas  supracondilares  del  fémur  distal,  en  las  cuales  los  fragmentos  se  "telescopian"  entre  sí  (figs.  2-5  y  2-6).  CLAVOS  INTRAMEDULARES  El advenimiento  de los clavos  intramedulares revolucionó el  tra- tamiento  de  las  fracturas  diafisarias  del fémur y  de  la  tibia.  En la  Fig. 2-5. Los alambres de cerclaje tirantes previenen el acortamiento de una  fractura subtrocanteriana.  Fig. 2-6. Los fragmentos de fractura supracondilar se "telescopian"; por lo  tanto,  los alambres de cerclaje  no previenen el acortamiento.  Métodos  de  fijación  15  actualidad  hay  clavos  intramedulares  diseñados  para  estabilizar  fracturas  de  todos  los  huesos  largos.  Suelen  insertarse  de  forma  cerrada  (es  decir,  sin  abertura  del  sitio  de  la  fractura  y  mediante  el uso de guía fluoroscópica).  Las ventajas de los clavos intramedu- lares  comprenden  la  baja  incidencia  de  fracaso  de  implante  debi- do  al  hecho  de  que  comparan cargas  en lugar  de  soportar  cargas,  baja  incidencia  de  infección ya  que  se  insertan sin  que  la  fractura  se  abra,  y  reparación  rápida  por  callos  externos.  Las  desventajas  de  los  clavos  intramedulares  son  la  dificultad  de  la  técnica,  la  frecuencia de síntomas en el sitio  de inserción, y que el uso  de los  clavos  intramedulares  está  limitado  a  las  fracturas  diafisarias.  Hay  tres  elementos  de  referencia  para  describir  los  clavos  intramedulares:  rígidos o flexibles; ensanchadores o no ensancha- dores,  y  dinámicos  o  estáticos.  La  mayoría  de  los  clavos  intramedulares  son rígidos.  Un clavo  rígido  se usa para estabilizar una fractura.  Al corte transversal,  la  mayor parte  de los  clavos rígidos  son huecos.  Algunos  tienen ra- nuras  a lo largo de su extensión,  mientras que otros son de "corte  cerrado".  Los  clavos  rígidos  están  diseñados  para  aproximar  la  forma  del hueso  en que  se  usan para  estabilizar  (p.  ej.,  los clavos  femorales  tienen  un  arco  anterolateral  que  se  aproxima  al  del  fé- mur  indemne).  Se  insertan  a  través  de  una  puerta  de  inserción  única.  Para  el  fémur  hay  dos  entradas  usadas  comúnmente.  La  primera  es  en la fosa piriforme,  entre la base  del  cuello  femoral y  el  trocánter mayor.  La  segunda  es  en la escotadura  intercondilar  del  fémur  distal.  Para  la  tibia,  la  entrada  es  posterior  al  tendón  rotuliano.  Un  ejemplo  de  clavo  rígido  es  el  clavo  femoral  de  Grosse-Kempf.  Los  clavos  intramedulares flexibles  son  diferentes  de  los  clavos  intramedulares  rígidos  en  los  que  se  usa  más  de  un  clavo  para  estabilizar una  fractura;  de  ordinario  se utiliza  más  de  una  entra- da  de  inserción;  son  más  pequeños  en  el  corte  transversal,  y  to- dos  los  clavos  flexibles  son  sólidos.  Los  clavos  intramedulares  flexibles  controlan  la  rotación  a  través  de  la  fractura  cuando  se  usa  más  de  una  entrada  para  inserción,  y  las  puntas  están ensan- chadas  en  la  metáfisis.  La  principal  desventaja  de  los  clavos  intramedulares flexibles es que no pueden trabarse estáticamente;  por  lo  tanto,  sólo  se  indican  para  fracturas  axilmente  estables.  Los  ejemplos  de  clavos  intramedulares flexibles son los  bastones  de  Rush  y  los clavos  de  Ender.  Ensanchamiento  denota  aumento  secuencial  del  conducto  me- dular  con  taladros  flexibles.  El  aumento  de  tamaño  del  canal  medular tiene varias ventajas.  Permite usar un clavo intramedular  más  grande,  lo  cual  es  importante  para  minimizar  el  fracaso  del  implante  debido  a  que  la  fuerza  del  clavo  aumenta  en  propor- 16  Manual de  fracturas  ción con el cubo de su radio.  En el  tratamiento de faltas  de unión,  el  ensanchamiento  lesiona  nuevamente  el  hueso,  estimulando  teóricamente  que  comience  de  nuevo  el  proceso  de  reparación.  La  desventaja primaria  del ensanchamiento  es  que constituye  un  proceso  tedioso.  El  ensanchamiento  destruye  la  circulación  del  endostio,  y  esto  puede  ser importante  en fracturas  abiertas  en las  cuales ha  habido  una  denudación del  periostio,  y  en las  fracturas  que  han  sido  tratadas  previamente  con  placas  y  tornillos.  En  ambos  casos,  el  ensanchamiento  puede  destruir  el  único  riego  sanguíneo  restante  del  hueso  y  dar  lugar  a  desvascularización  segmentaria. La mayor parte de los clavos rígidos son ensanchados.  Los  clavos  dinámicos  no  se  ajustan  al  hueso;  sin  embargo,  se  ajustan  ya  sea  al  fragmento  proximal  o  distal  de  la  fractura.  Los  clavos  dinámicos  actúan como  férulas  intramedulares  alineando  la  fractura.  Un  clavo estático  se  "traba"  o ajusta al hueso proximal  y  distal  de  la  fractura,  de  ordinario  con  tornillos  que  perforan la  corteza  y  luego  pasan  a  través  del  clavo  (fig.  2-7).  La  colocación  de  tornillos  para  trabamiento puede  ser  difícil,  y  se  realiza ya  sea  manualmente mediante guía fluoroscópica o con la ayuda de guías  que  se  ajustan  al  extremo  delantero  del  clavo.  Los clavos que son ajustados al hueso también se llaman  traba- dos.  Los clavos trabados, como su nombre lo indica, se encuentran  trabados ya sea de manera estática o dinámica. El trabamiento está- tico evita el acortamiento y la rotación a través del sitio de fractura.  Sin embargo,  también previene la  impacción en el  sitio  de  fractu- ra y  convierte  al  clavo  en  un dispositivo  para  carga  de  pesos;  por  lo  tanto,  hay  una  alta  incidencia  de  fracaso  de  implante.  El  tra- bamiento  estático  extiende  las  indicaciones  de  los  clavos  intra- medulares a fracturas que son inestables de forma rotatoria o axil.  Los clavos  trabados dinámicamente se fijan al hueso en un solo  lado de la fractura.  Este método  aumenta la estabilidad de la  fija- ción  del  fragmento  trabado.  Además,  se  evitan  las  desventajas  de prevenir impacción y  de convertir al clavo en un dispositivo  de  carga  de  pesos.  El clavo de  reconstrucción es un tipo específico de clavo trabado  usado  en  fracturas  proximales  del  fémur.  Se  caracteriza  porque  el  tornillo  o  tornillos  de  trabamiento proximal  se  encuentran in- sertados  hacia  el  cuello  femoral,  al  interior  de  la  cabeza  del  fé- mur.  Los  clavos  de  reconstrucción  pueden  trabarse  distalmente,  haciéndolos  trabados  de  manera  estática.  FIJACIÓN  EXTERNA  La fijación externa se logra al introducir clavos a través del hueso  proximal y  distal  al  sitio  de  fractura.  Los  clavos  se  ajustan luego  Métodos  de  fijación  17  Fig. 2-7. Radiografía de una fractura femoral reparada, estabilizada con un  clavo trabado estáticamente. Se han usado cables con figura de ocho para  reparación  del  mecanismo extensor.  rígidamente  entre  sí con pinzas y  varillas.  Estas pinzas y  varillas  se conocen como armazón externo.  El armazón externo ideal es un  acceso simple, estable, y que permite acceso a las heridas  abiertas.  Las desventajas teóricas  del tratamiento de la fractura con  fija- ción  externa  consisten  en  que  la  construcción  es  relativamente  estable  de  manera  tal  que  no  se  producirá  pérdida  de  la  reduc- ción  y  que  el  riesgo  de  infección  se  minimiza  debido  a  que  la  posición  quirúrgica  de  la  fractura  se  reduce  a  un  mínimo,  y  el  implante  no  se  queda  en  la  herida.  La ventaja  práctica  de  la  fija- ción  externa  es  que  puede  aplicarse  rápidamente,  lo  cual  es  de  18  Manual  de  fracturas  particular  importancia  en  el  tratamiento  de  individuos  que  han  sostenido  múltiples  lesiones  y  son inestables.  Un  ejemplo  de  un  fijador  externo  usado  en  esta  situación,  es  la  aplicación  de  una  armazón pelviana  a un paciente inestable  desde  el punto  de vista  hemodinámico,  con  fractura  pelviana  en  "libro  abierto"  o  de  Melgaigne.  Las  desventajas  prácticas  de  la  fijación  externa  son  las  infecciones  de  los  sitios  del  clavo  y  la  alta  incidencia  de  falta  de unión después del uso en ciertos tipos  de fracturas  (p.  ej.,  frac- turas  de  la  diáfisis  tibial).  Hay dos  medidas mediante las cuales se describen los fijadores  externos:  1)  si  usan  clavos  de  diámetro  grande  o  alambres  flexi- bles  pequeños  para  fijarse  a  la  armazón  externa  del  hueso,  y  2)  cuando  el  fijador  es  estático  o  dinámico.  Los  clavos  de  diámetro  grande  tienen  un  diámetro  de  4  a  6  mm.  Tienen cuerda  y  se  ator- nillan al hueso a  través  de un  orificio previamente  taladrado.  Los  clavos  grandes se fijan al  armazón externo,  el cual es  uniplanar o  multiplanar.  Las  armazones  uniplanares  son  armazones  simples  usadas  para  el  tratamiento  de  fracturas  diafisarias.  Se aplican rá- pidamente  y  no  impiden  el  acceso  a  la  extremidad  subyacente.  Las  armazones  multiplanares  son  más  rígidas  y  más  difíciles  de  aplicar, y  obstruyen el  acceso a  la  extremidad.  Pueden  usarse en  una  variedad  mayor  de  fracturas  que  la  armazón  unilateral  sim- ple  (p.  ej.,  fracturas  metafisarias).  Los  alambres  pequeños  tienen  un  diámetro  entre  1.5  y  2.5  mm.  Se taladran a través del hueso. Se aplica tensión a través del alam- bre  para  aumentar su  rigidez,  y  se  fija  el  alambre  a  un  anillo que  se  coloca  alrededor  de  la  extremidad.  Las  armazones  se  llaman  fijadores circulares de alambre pequeño, y siempre son multiplanares  (fig.  2-8).  La ventaja  de los fijadores circulares de alambre peque- ño  es que  pueden usarse  para  estabilizar fracturas periarticulares  e  intraarticulares.  Las  desventajas  comprenden  que  son  menos  estables  que  los  fijadores  convencionales,  obstruyen  el  acceso  a  la  extremidad,  y  son  técnicamente  difíciles  de  aplicar.  Además,  a  diferencia  de  los  clavos  grandes,  que  sólo  se  introducen  a  la  corteza  opuesta,  los  alambres  pequeños  se  conducen  a  través  de  la extremidad.  Por lo  tanto,  es necesaria una comprensión minu- ciosa  de  la  anatomía  transversa  para  minimizar  el  riesgo  a  las  estructuras  neurovasculares  circundantes.  Las  armazones  estáticas  están  diseñadas  para  inmovilizar  una  fractura  o  una  articulación,  y  se  usan principalmente  en  el  trata- miento  de  traumas.  No  se utilizan  para  manipular  segmentos  de  hueso.  En  contraste,  las  armazones  dinámicas  se  usan  para  mani- pular  segmentos  de hueso,  y se  utilizan principalmente en  el  tra- tamiento  de  faltas  de  unión,  uniones  deficientes,  y  articulaciones  con artrodesis.  La armazón externa  se  establece  de forma  tal  que  Métodos  de  fijación  19  Fig. 2-8. Aspecto clínico de un fijador externo circular de alambre pequeño.  pueda manipularse para  alargar o acortar el hueso gradualmente  a  través  de  la  falta  de  unión,  y  para corregir  la  deformidad  angu- lar.  En el ejemplo  más especializado  de esta  técnica,  puede  prac- ticarse  un  "al argami ent o  i nt erno"  para  llenar  los  defectos  segmentarios  de  los  huesos  largos.  LECTURAS  SELECCIONADAS  Browner BD, Edwards CC: The science and practice of intramedullary nailing.  Philadelphia, Lee and Febiger, 1978.  Maiocchi AB, Aronson J: Operative principies of Ilizarov. Baltimore, Williams  and Wilkins, 1991. Muller ME: AO manual of internal fixation, 3rd ed. New  York, Spring-Verlag, 1991.  Muller ME: AO manual of internal fixation, 3rd ed. New York, Spring-Verlag,  1991.  3  Técnicas  no  operatorias  John A.  Elstrom  Las  técnicas  no  operatorias  que  se  abarcan  en  este  capítulo  son  enferulados  y  enyesados,  tracción,  y  artrocentesis.  ENFERULADOS  Y  ENYESADOS  Los  enferulados  y  los  enyesados  inmovilizan  y  dan  soporte  a  la  extremidad  lesionada,  y  de  esa  forma  reducen  el  dolor,  previe- nen  la  lesión  de  estructuras  en  la  proximidad  de  una  fractura,  y  mantienen el  alineación  después de una reducción.  El enferulado  y  el  enyesado  también  se  usan  en  el  posoperatorio  para  propor- cionar  estabilización  adicional  cuando  la  fijación  es  tenue,  para  reducir la hinchazón, y  para mantener el derredor de las articula- ciones  en una  posición funcional  (es decir,  después  de una reduc- ción  abierta  de  una  fractura  del  tobillo  para  prevenir  deformidad  equina).  El enferulado y el enyesado se realizan con yeso o mate- riales  sintéticos,  como  fibra  de  vidrio.  Las  férulas  difieren  de  los  enyesados en que no son circunferenciales y,  por lo tanto,  permi- ten  la  hinchazón  de  la  extremidad  sin  un  aumento  significativo  de  la  presión  dentro  de  la  férula.  Los  enyesados  son  circunferen- ciales,  y la hinchazón dentro del  enyesado  aumenta la presión,  lo  cual  genera  potencialmente  un  síndrome  de  compartimiento  o  úlceras  por  presión.  Los  enyesados  tienden  a  inmovilizar  una  extremidad  de  manera  más  completa  que  un  enferulado.  Muchas  de  las  reglas fundamentales  del  enferulado  y el  enyesado  son  idénticas.  Idealmente,  debe  inmovilizarse  por  lo  menos  una  articulación proximal y  una  distal a  la  lesión.  Con anterioridad  a  la  inmovilización,  las  fracturas  se  reducen  y,  de  ser  posible,  se  coloca  la  extremidad  en posición funcional  (p.  ej.,  la  mano  se  in- moviliza  en  posición  de  "escarbador  de  almejas"  con  las  articu- laciones  metacarpofalángicas  en  flexión  y  las  interfalángicas  en  extensión).  La extremidad se  acolchona para prevenir úlceras por  presión  y  compresión  neurovascular.  Las  incisiones  de  las  heri- das  se  cubren con  apósitos  estériles.  Se  aplica  una capa  formada  por  una  media,  seguida  por  acolchonado  del  enyesado  apropia- do  al  tipo  de  material  que  está  siendo  usado.  Las  prominencias  óseas  (p.  ej.,  la  parte  posterior  del  talón  y  los  maléolos),  y  las  áreas  por las cuales pasan  los nervios  sobre hueso  (p.  ej.,  el codo  medial y el cuello peroneal)  se protegen con acolchonado adicio- 20  Técnicas  no  operatorias  21  nal, hule espuma o fieltro. La férula o el material del enyesado se  humedece  con  agua  fría,  o  a  temperatura  de  la  habitación,  para  proporcionar  un  tiempo  de  fraguado  prolongado  y  disminuir  la  reacción de  calor,  que  podría  quemar la piel  al fraguarse  el mate- rial.  Esto es especialmente importante si el individuo está aneste- siado y  no  puede  quejarse  de  dolor.  Deben evitarse las huellas  de  presión  dejadas  con  las  yemas  de  los  dedos  debido  que  pueden  dar  lugar  a  necrosis  por  presión  de  la  piel.  No  debe  permitirse  que  se  mojen las  férulas  y  enyesados  que cubran piel  lesionada  o  las  heridas  quirúrgicas.  Las siguientes técnicas de aplicación del enyesado se usan con yeso  o  materiales  sintéticos.  El yeso y  la  fibra  de vidrio  tienen propie- dades  distintas.  Se ha demostrado  que  la retracción intrínseca  de  la  fibra  de  vidrio  produce,  potencialmente,  presiones  mayores  sobre  la piel.  El yeso  es  indudablemente  más  seguro  en situacio- nes  en las  cuales  la hinchazón  puede  tener  tendencia  a  ser  signi- ficativa  y  la  piel  del  paciente  es  vulnerable  (diabetes,  dermatitis  por estasis,  o enfermedad vascular periférica).  Se ha sugerido que  los  cilindros  de  fibra  de  vidrio  se  apliquen  con  una  técnica  de  estiramiento-relajación  para  compensar  esta  falla.  La  resina  de  poliuretano  puede  ser  incómoda,  y  dificultar  el  desenrolla- miento  de  la  malla,  y  cuando  ésta  se  aplica  con  la  técnica  están- dar,  el  material  quizá  se  sitúe  alrededor  del  miembro  bajo  una  tensión  sustancial  que cause aumento  de  la  presión.  Las  técnicas  de  estiramiento-relajación  incluyen  tirar  del  rollo  de  fibra  de  vi- drio  en  dirección contraria  al miembro para  desenredar la  malla.  Después  de que se  desenreda el segmento,  la tensión se relaja y la  malla se coloca sobre  el miembro y  a su alrededor; sólo  se necesi- ta  un  nuevo  estiramiento  leve  para  contornearlo.  Para  reducir  adicionalmente la presión,  puede hacerse un corte longitudinal y  abrir  el  cilindro.  La  fatiga  evita  que  el  individuo  mantenga  la  extremidad  supe- rior en la posición deseada durante la aplicación del enyesado.  Si  no se  dispone  de  un asistente,  se  aplica un enyesado corto  o largo  de  brazo,  mediante  tracción  digital  de  los  dedos  índice  y  largo,  con contratracción  sobre  el  codo  flexionado.  El  material  se  enro- lla  y  se  moldea  cuidadosamente  para  prevenir  que  se  deslice  el  enyesado o se desplace la fractura.  Los enyesados cortos de brazo se  aplican  lo  suficientemente  lejos  en  sentido  proximal,  y  con  un  moldeamiento apropiado  de tres puntos para crear un corte  trans- versal  oval  que  evite  que  el  enyesado  se  deslice  hacía  abajo  del  antebrazo  como  un  guante.  Para  prevenir  la  rotación  del  ante- brazo,  el  enyesado  se  extiende  arriba  del  codo.  Para  evitar  la  flexión  y extensión del codo,  el enyesado se amplía hasta la parte  proximal  del  brazo.  22  Manual de  fracturas  Los enyesados se aplican a la extremidad inferior con el paciente  sentado  y  el pie  apoyado  en  una  almohada  o por un asistente.  El  tobillo  se  coloca  en  posición  neutra  para  prevenir  una  contractu- ra  equina.  Como  el  miembro  cambia  de  diámetro,  el  acolchona- do  se  desgarra  del  lado  del  diámetro  mayor  (es  decir,  la  parte  proximal  del  acolchonado)  para  conformar  el  material  de  acol- chonado  con  el  miembro.  El  acolchonado  se  superpone  50%.  El  material se aplica entonces desde las cabezas metatarsianas  hasta  el  límite  superior  del  enyesado.  Los  enyesados  cortos  de  pierna  se  extienden  hasta  el  tubérculo  tibial.  Los  enyesados  que  sostie- nen al  tendón rotuliano se  moldean sobre este  tendón y la rótula,  pero permiten flexión de la rodilla.  Los enyesados largos de pier- na  se  extienden  hasta  la  ingle.  Se  forman  alforzas  en  el  material  del  enyesado  del  lado  del  miembro,  conformando  el  diámetro  menor  hacia  el  material  de  la  extremidad.  Las  férulas  longitudi- nales  (es  decir,  una  férula  posterior  en el  tobillo,  y  férulas medial  y  lateral  en la  rodilla)  proporcionan  fuerza  adicional.  El moldea- do  del  material  del  enyesado  a  lo  largo  del  aspecto  medial  de  la  tibia,  y  sobre  los  maléolos  laterales,  aumenta  la  estabilidad.  El  enyesado  se  recorta  y  se  quita  el  exceso  de  material  con  tijeras  o  con  una  sierra  de  yeso,  al  tirar  del  material  de  la  media  sobre  el  borde  del  enyesado  y  al  envolverlo  con  material  enyesado  adi- cional.  El  recorte  del  enyesado  debe  permitir  la  flexión  de  los  dedos  de  los  pies  y  evitar  la  presión  sobre  el  quinto  dedo.  Para  evitar que  el enyesado se  deslice sobre pisos  de madera o linóleo,  se  aplica  un  zapato  para  enyesado  o  un  tacón  de  caucho  para  ambular.  El  tacón  de  caucho  es  ventajoso  cuando  se  desea  un  límite  de  carga  axil  de  la  extremidad  inferior  (es  decir,  para  evi- tar  la  transmisión  de  fuerza  a  través  de  los  metatarsianos  fractu- rados).  El  tacón  de  caucho  se  coloca  en  un  punto  proximal  a  la  fractura.  En  la  actualidad,  se  dispone  del  recubrimiento  de  enyesado  Gortex  para  permitir  baño,  natación  e  hidroterapia,  cuando  se  tiene  un  cilindro  de  fibra  de  vidrio.  Como  la  exposición  al  agua  no moja  el recubrimiento  sino solamente la piel,  el secado rápido  por  evaporación  evita  la  maceración  de  la  piel.  Los  enyesados  que  cubren  la  piel  lesionada  o  las  heridas  quirúrgicas  no  consti- tuyen  un  uso  apropiado  de  este  material.  La  técnica  del  enferulado  suele  implicar  el  uso  de  material  de  enyesado que se endurece después de aplicarse. Sin embargo, hay  ot ros  t i pos  de  enf er ul ado  que  se  efectúan.  Estas  férulas  preformadas se usan  en el  sitio del  accidente  (es  decir,  brazo uni- versal  de  aluminio  y  férulas  de  pierna,  férulas  de  escalera  y  féru- las  inflables)  y  pocas  veces  se  dejan colocadas  después  de  que se  completa  la  evaluación  inicial.  Las  férulas  preformadas  usadas  Técnicas  no  operatorias  23  para  tratamiento  definitivo son  el  collar cervical,  la  férula  de cla- vícula con forma de ocho, el inmovilizador de la rodilla y el estri- bo  del  tobillo.  La extremidad superior se enferula mientras el brazo está en  trac- ción, con los dedos atrapados en tracción, o sostenido por un asis- tente.  Se  usa  yeso  o  material  sintético  de  10  a  13  cm  de  ancho,  aproximadamente,  y  5  a  10  capas  (hojas)  de  espesor.  Cuando  se  usa  yeso,  el  enferulado  se  conforma  a  la  extremidad  con  una  en- voltura  de  gasa  y  un vendaje  Ace.  El  material  se  aplica  desde  las  cabezas  metacarpianas  hasta  la  extensión  proximal  de  la  férula.  La  férula  corta  del  brazo  se  aplica  a  la  superficie  volar  del  ante- brazo  y  se  extiende  hasta  el  olécranon.  Las  férulas  de  "tenacillas  de muelle"  comienzan en la superficie volar de la mano y el ante- brazo,  y  retornan  alrededor  del  codo,  terminando  en  la  superfi- cie  dorsal  de  la  mano.  La  férula  de  pulgar  en  espiga  se  extiende  desde la punta del pulgar, a lo largo del lado radial del antebrazo  hasta  un  punto  situado  inmediatamente  por  debajo  del  pliegue  de flexión del codo.  La apófisis estiloides radial se acolchona para  prevenir  la  lesión  de  la  rama  superficial  del  nervio  radial.  La  extremidad inferior se  enferula  con el  individuo  sentado  y  el  tobillo  en posición neutra.  El  tobillo se  inmoviliza con una  férula  de  "tenacillas  de muelle",  la cual  se extiende hacia  abajo hasta la  parte  medial  de la  pierna,  por  debajo  del  pie,  y  luego  de  regreso  hacia  arriba  por  el  lado  externo  de  la  pierna.  Cuando  se  aplica  una  férula posterior  debe  ser más  gruesa  que  la  férula  de  "tenaci- llas  de  muelle",  y  se  usan  férulas  adicionales  medial  y  lateral- mente  para  proporcionar  suficiente  fuerza  adicional.  Para  evitar  heridas  térmicas  se  usa  agua fría, y  se  evitan las  férulas excesiva- mente  gruesas  y  las  envolturas  pesadas.  Las  complicaciones  del enferulado  y el enyesado  incluyen  úlceras  por  presión,  quemaduras,  e  irritación  de  la  piel.  Las  úlceras  por  presión se producen cuando la sensación  se reduce  (p.  ej.,  neuro- patía  diabética  periférica);  la  disminución  de  la  sensación  es  un  motivo  importante  de preocupación cuando  se  aplica  enferulado  y  enyesado.  Para minimizar la incidencia  de roturas de  la piel,  se  acolchonan  las  prominencias  óseas,  y  la  férula  o  el  enyesado  se  cambian  frecuentemente.  El  dolor  debajo  de  una  férula  o  de  un  enyesado  es  una  queja  que  se  toma  con  seriedad,  y  se  trata  con  abertura  de ventanas  sobre el enyesado encima  del  área afectada,  o  mediante  su  retiro  e  inspección  de  la  piel.  Las  quemaduras  después  de  la  aplicación  de  un  enferulado  o  enyesado  se  producen  con  mayor  frecuencia  cuando  se  usa  yeso  con  agua  caliente  y  el  material  es  excesivamente  denso.  Para  lle- var al mínimo la incidencia  de quemaduras, la utilización de agua  fría y  el  acolchonado  son  esenciales.  24  Manual  de  fracturas  Con frecuencia se puede controlar la irritación  de la piel,  debajo  del  enferulado  o  el  enyesado,  con  el  uso  de  analgésicos  leves,  como el ácido acetilsalicílico,  y  el uso  de  un secador de pelo,  fijo  a  la  temperatura  de  la  habitación  para  soplar  aire  frío  por  debajo  del  enyesado.  No  deben  aplicarse  polvos  ni  pomadas  a  la  piel  bajo  el  enyesado  con  la  esperanza  de  secar  o  lubricar  la  piel.  TRACCIÓN  La  tracción se  usa  temporalmente  para  aplicar  férulas  o  para  tra- tar  definitivamente  las  fracturas.  La  tracción  se  aplica  a  través  de  la  piel  (tracción  cutánea)  o  de  un  clavo  insertado  en  un  hueso  largo  (tracción  esquelética).  La  desventaja  de  la  tracción  cutánea  es  que  puede  producir  ro- tura de la piel.  El peligro de rotura  de la piel limita el tiempo que  puede  durar  usándose,  y  la  cantidad  de  peso  aplicada  (4.5  kg,  aproximadamente).  La  ventaja  de  la  fracción  cutánea  es  que  no  requiere  la  inserción  de  un  clavo.  La  tracción  cutánea  se  aplica  por medio  de  tiras  adhesivas  aplicadas  a  la piel  o,  más frecuente- mente,  una bota de Buck.  La tracción de Buck se usa para enferular  fracturas  de  cadera  temporalmente  antes  de  la  cirugía.  Utiliza  una  bota  de  material  sintético  prefabricado  sostenida  en  su  sitio  con tiras  de  Velcro  con aplicación de 2.25  a 3.20 kg,  aproximada- mente,  de  peso.  Se  coloca  una  almohada  debajo  de  la  rodilla,  la  cual se flexiona levemente.  El error más común es que el paciente  se desliza hacia abajo en la cama, y el peso se apoya en el piso o la  bota  queda  apoyada contra  el  extremo  de la cama.  La  colocación  de  una caja  para impulsarse,  entre el  extremo  de  la cama  y  el pie  opuesto,  evita  que  el  individuo  se  deslice hacia  abajo  en ella.  La  tracción  esquelética  se  usa  con  mayor  frecuencia  para  tratar  temporalmente  fracturas  acetabulares  y  femorales,  y,  en  ocasio- nes,  fracturas  del  húmero  distal  y  de  la  tibia  distal.  Con  la  trac- ción  esquelética  puede  aplicarse  más  peso  durante  un  periodo  más  prolongado  que  con  tracción  cutánea.  Las reglas básicas de la tracción esquelética son como sigue: el cla- vo  debe  estar  insertado  a  90  grados  del  eje  largo  del  hueso.  La  tracción  esquelética  se  contraindica  cuando  hay  lesión  en  los  li- gamentos  de  la  articulación  proximal  al  sitio  del  clavo;  después  de  la  aplicación  se obtienen  de  inmediato  radiografías  en la  trac- ción,  de  acuerdo  con  lo  que  se  requiera  para  ajustes,  y  luego  se- manalmente;  se  examina  a  diario  el  estado neurológico y  vascu- lar  de  la  extremidad.  La  técnica  de  inserción  del  clavo  se  lleva  a  cabo  como  sigue:  se  afeita  el  área y  se  limpia  y  restriega  antes  de  la  inserción  del cla- Técnicas  no  operatorias  25  vo;  se  utiliza  anestesia  por  infiltración  local  (teniendo  cuidado  de infiltrar el periostio y la piel en ambos lados), así como sedación  parenteral;  los  clavos  se  insertan  desde  el  lado  más  vulnerable  a  la  lesión  neurovascular,  de  forma  tal  que  la  punta  se  aplique  de  manera precisa al hueso  (p.  ej.,  lateral a medial en el fémur distal  y cubital  a radial  en  el  cúbito  proximal);  se  incide  la piel con una  hoja  11;  se  taladra  el  clavo  manualmente  a  través  del  hueso;  la  piel  del lado  opuesto se incide  al  tensarse  por  la punta  del clavo;  y  la  estabilidad  del  clavo  se  evalúa  empujando  en  sentido  proxi- mal  y  distal  de  un  extremo  para  ver  si  el  hueso  se  mueve  con  el  clavo,  la  "prueba  de  la  palanca  acodillada".  La  colocación  obli- cua  de  los  clavos  femorales  de  tracción  para  fracturas  del  fémur  se  ha relacionado con  aumento  de  la incidencia  de  alineación  de- fectuoso  varo  o  valgo.  La selección  del clavo se basa en las siguientes consideraciones:  la  cuerda  evita  que  el  clavo  se  afloje  y  se  deslice  en  el  hueso;  los  clavos  con cuerda  deben  tener  un calibre  más  largo  de  los  clavos  lisos,  debido  a  que  las  cuerdas  lo  debilitan;  los  clavos  lisos  que  tienen  cuerda  en  sus  porciones  medias  son  especialmente  útiles,  y  no  se  usan  clavos  con cuerda  cuando  el  clavo  va  a  pasar  cerca  de  un  fascículo  neurovascular  (p.  ej.,  un  clavo  del  olécranon  de  lado  a lado),  por  temor de que los  tejidos  blandos queden atrapa- dos alrededor del clavo,  lo cual causaría una lesión neurovascular.  El  mantenimiento  de  la  tracción  consiste  en  dar  soporte  a  la  parte  distal  del  clavo,  limpieza  dos  veces  al  día  en  los  sitios  del  clavo  con  solución  estéril  salina  o  peróxido  de  hidrógeno,  apósitos  es- tériles,  y  liberación  de  la  piel  bajo  tensión para  evitar necrosis.  En las fracturas acetabulares y femorales, los clavos se insertan a  través del fémur distal, en la expansión de los cóndilos, o a través  de  la  tibia  proximal,  en un  punto  situado  2 cm por  detrás  y  1  cm  por  debajo  al  tubérculo  tibial.  Al  aplicarse  tracción  longitudinal  a través del clavo,  el miembro se soporta con cabestrillo o en una  armazón.  La  armazón  usada  más  frecuentemente  es  el  anillo  de  Thomas  con  un  accesorio  de  Pierson.  El  accesorio  de  Pierson  es  un  refuerzo  externo  que  se  desliza  hacia  arriba  y  hacia  abajo  de  la  armazón  de  Thomas  para  compensar  la  longitud  del  fémur,  y  permitir  así  flexión  de  la  rodilla  (fig.  3-1).  Dependiendo  del  ta- maño  del  paciente,  es  apropiado  aplicar  inicialmente  tracción  longitudinal  de  6.8  a  13.6  kg,  aproximadamente.  El  tipo más seguro de clavo para el olécranon  es un tornillo con  un  orificio,  insertado  a  90  grados  del  eje  largo  del  cúbito.  Puede  usarse  un  clavo  de  lado  a  lado,  pero  debe  protegerse  el  nervio  cubital.  La  tracción  del  olécranon  se  complementa  con  la  con- tracción de la piel para apoyar la mano y el antebrazo.  Se aplican  inicialmente  de 2.25 a 4.5 kg de  tracción longitudinal  (fig.  3-2).  El  26  Manual de  fracturas  Flg. 3-1. Tracción esquelética con el uso de una férula de Thomas y acce- sorio de  Pierson.  Flg. 3-2. Tracción del olécranon sobre la cabeza con soporte de antebrazo.  Técnicas  no  operatorias  27  clavo  del  calcáneo se  inserta en un punto 2 cm distal y  2 cm poste- rior  al  maléolo  medial.  El  miembro  inferior  se  apoya  sobre  una  armazón,  y  se  aplican  inicialmente  de  2.25  a 4.5  kg,  aproximada- mente,  de  peso.  ARTROCENTESIS  La  artrocentesis,  o  aspiración,  de  una  articulación  dolorosa  hin- chada es  tanto  terapéutica como  diagnóstica.  Es esencial cumplir  estrictamente  las  técnicas  sépticas;  el  área  a  través  de  la  cual  se  aspira la  articulación  se  afeita  y  se  lava,  restregándose,  y  se usan  guantes  estériles.  La  anestesia  por  infiltración  local  es  opcional.  Las  articulaciones  grandes  se  aspiran  con  una  aguja  calibre  19;  las  articulaciones más pequeñas  de los  dedos  de manos y pies,  se  aspiran  con  una  aguja  calibre  22,  pero  el  diámetro  menor  hace  difícil obtener líquido.  Mientras más  grande sea la jeringa más  es  la presión negativa  que se  genera, la cual  tiende a arrastrar  partí- culas  obstructivas  al  interior  de  la  abertura  de  la  aguja.  Las contraindicaciones de la artrocentesis son sepsis periarticular  y coagulopatía no corregida.  Debe disponerse de tubos para cuen- ta celular  de  líquido  sinovial,  examen microscópico  o  cultivo,  en  el  caso  de  que  se  encuentre  líquido  de  derrame  que  haga  pensar  en  artritis  inflamatoria  aguda.  La  rodilla  se  aspira  con  el  individuo  en  posición  supina  y  la  articulación extendida.  La  aguja se  aplica  directamente  en  direc- ción posterior  al  tendón  del cuadríceps,  en el  polo  superior  de  la  rótula.  De  forma  alternativa,  la  rodilla  se  puede  aspirar  con  el  paciente  sentado y  la  rodilla  flexionada.  La  aguja  se  dirige  hacia  el  centro  de  la  articulación,  comenzando  en  dirección  medial  o  lateral  al  tendón rotuliano,  inmediatamente por encima  de la  su- perficie  articular  de  la  tibia  (fig.  3-3).  El  tobillo  se  aspira  a  través  del  intervalo  situado  entre  el  ten- dón  del  extensor  largo  del  dedo  gordo  y  el  maléolo  medial,  o  justo  proximal  y  medial  a  la  punta  del  maléolo  lateral  y  por  de- bajo  del  nivel  de  la  línea  articular.  La  aspiración  de  la  cadera  se  realiza  con  la  ayuda  de  fluo- roscopia.  El  individuo  está  en  posición  supina  y  con  la  cadera  extendida.  Se  inserta  una  aguja  vertebral  en  un  punto  lateral  a  la  arteria  femoral,  a  2 cm  distales  del  ligamento  inguinal.  Se  dirige  hacia  la parte inferior  de  la cabeza y el cuello femorales.  La resis- tencia  de  la  cápsula  de la  cadera  es  evidente  cuando  la  aguja  pe- netra  a  la  articulación.  La aspiración  del hombro se realiza con el paciente sentado y el  húmero  en  rotación  neutra  o  ligeramente  externa.  A  menos  que  28  Manual de  fracturas  Fig. 3-3. Aspiración de la rodilla. La aguja se inserta en un punto medial o  lateral al tendón rotuliano, al nivel de la articulación, y se dirige posterior- mente hacia el centro de la rodilla. (Cortesía del Dr. Clayton R. Perry.)  Fig. 3-4. Aspiración del hombro. La aguja se inserta en un punto lateral a la  apófisis coracoides y se dirige posteriormente. (Cortesía del Dr. Clayton R.  Perry.)  Técnicas  no  operatorias  29  Fig. 3-5. Aspiración del codo. El epicóndilo, punta del olécranon y la cabe- za radial forman un triángulo. La aguja se inserta en el centro de este trián- gulo. (Cortesía del Dr. Clayton R. Perry.)  el  i ndi vi duo  sea  excesivamente  grande,  se  usa  una  aguja  de  3.8  cm.  La  aguja  se  inserta  en  un  punto  lateral  a  la  apófisis  coracoides  y  por  debajo  de  la  articulación  acromioclavicular.  Se  dirige  pos- teriormente  al  interior  del  intervalo  inmediatamente  medial  al  tendón del bíceps y  cerca  de la  unión  del  tendón supraespinoso y  subescapular  (fig.  3-4).  El  codo  se  aspira con el paciente sentado y  el codo  a 80  grados  de flexión. De  manera  habitual  puede  palparse  una  hemartrosis  tensa en el intervalo entre el epicóndilo lateral, la cabeza radial y  el olécranon.  La aguja se pasa medialmente a través  del centro de  esta  área  triangular  (fig.  3-5).  LECTURAS  SELECCIONADAS  Davids JR, Frick SL, Skewes E, et al: Skin surface pressure beneath an above- the-knee cast: plaster casts compared with fiberglass cast, /. Bone Joint Surg  79A:565-569, 1997.  Marson BM, Keenan MAE: Skin surface pressures under short leg casts.  J  Orthop Trauma 7:275-278, 1993.  4  Técnicas  anestésicas  Carl H.  Nielsen  Los  médicos  sin  entrenamiento  de  especialidad  en  anestesiolo- gía  pueden  utilizar  de  manera  segura  las  siguientes  técnicas  de  sedación y  anestesia  regional  en procedimientos  quirúrgicos  cor- tos,  siempre  que  se  sigan unas  cuantas  reglas básicas.  Nunca  de- ben  suministrarse  fármacos  a  un  individuo  sin  un  plan  para  el  establecimiento  de  una  vía  ventilatoria,  utilización  de  oxígeno,  y  tratamiento inmediato de  una  dosis excesiva o efecto adverso  del  fármaco  suministrado.  Las  siguientes  recomendaciones  sólo  se  aplican en personas  sanas, no  grávidas,  y  sin alergia  medicamen- tosa.  SEDACIÓN  El  midazolam  (Versed®)  tiene  un  margen  amplio  de  seguridad,  pero  puede causar  depresión respiratoria  con  la  inyección  rápida  o la sobredosificación,  o ambas cosas.  La  dosis  debe ser reducida  en  los  pacientes  geriátricos.  El  midazolam  se  administra por vía  intravenosa  (IV),  y  se  usan  0.03  mg/ kg  como  una  dosis  simple.  La  dosis  puede  repetirse  después  de  cinco  minutos  cuando el  in- dividuo necesita  sedación  adicional.  El midazolam no  tiene  pro- piedades  analgésicas.  La  función  mental  puede  deteriorarse  du- rante  horas  después  del  suministro  de  midazolam.  ANALGESIA  Los  opioides  proporcionan  analgesia  completa  aun  en  procedi- mientos  menores,  pero cuando  se  usan como  recursos  adjuntos  a  la  sedación  o  a  la  anestesia  regional,  o  a  ambas,  favorecen  la  co- modidad  del  paciente.  Todos  los  opioides  son  depresores  respi- ratorios  dependientes  de  la  dosis.  Debe  evitarse  la  inyección  in- tramuscular  debido  a  que  la  duración  de  la  iniciación  es  lenta  y  variable.  Se  utiliza  un  bolo  intravenoso  de  2.5  mg  de  morfina,  25  mg  de  meperidina,  o  50  μg  de  fentanil.  La  dosis  del bolo  pue- de  repetirse hasta  un  total  de  10  mg  de morfina,  100  mg de  mepe- ridina,  o  100  μg  de  fentanil.  30  Técnicas  anestésicas  31  ANESTESIA  REGIONAL  Las  técnicas  de  infiltración  inhiben  la  excitación  de  las  termina- ciones  nerviosas  sensitivas  y  proporcionan  anestesia  sensorial.  La anestesia regional  intravenosa suele clasificarse como bloqueo  por infiltración,  aunque el mecanismo exacto  de acción no  es cla- ro.  El  bloqueo  de nervios  periféricos  implica un bloqueo  reversi- ble  de  los  potenciales  de  acción  del  nervio  en  todos  los  tipos  de  fibra nerviosa,  y  se conoce como anestesia  de  conducción.  Bloqueo  de  Bier  El bloqueo  de  Bier,  o  anestesia regional intravenosa  (ARI)  es una  técnica  adecuada  para  procedimientos  operatorios  de  la  mano  y  el  antebrazo,  con  una  duración  menor  de  una  hora.  Esta  técnica  también  puede  usarse  en  el  pie  y  la  pierna,  pero  la  calidad  de  la  anestesia  no  es  tan  buena  para  la  extremidad  inferior  como  para  la extremidad superior.  Las siguientes enfermedades de los miem- bros  son  contraindicaciones  para  el  uso  de  anestesia  regional  in- travenosa:  infección,  tumor  maligno  e  insuficiencia  vascular.  Se coloca y fija una cánula calibre 20  o 22 en una vena distal al  miembro  por  anestesiarse.  Se  aplica  un  torniquete  tan  proxímal- mente en el miembro como sea posible.  Para procedimientos más  prolongados  pueden  usarse  dos  torniquetes  o  un  torniquete  do- ble.  Se vacía la sangre  del miembro por debajo del torniquete por  medio  de  compresión.  El  torniquete  se  infla  a  una  presión  de  100  mmHg  por  encima  de  la  presión  arterial  sistólica.  La  fuente  de  la  presión  debe  calibrarse,  y  ha  de  mantenerse  continuamente  a  la  presión  deseada  preestablecida.  Un  manguito  regular,  esfig- momanómetro,  y  un  bulbo  (pera)  con  válvula  de  liberación  son  inadecuados como  torniquetes  para  una  anestesia  regional intra- venosa.  Inmediatamente  después  del  vaciamiento  de  la  sangre  se  inyecta  una  dosis  de  50  ml  de  lidocaína  (Xylocaine®)  al  0.5%  (250 mg)  en la cánula  a permanencia.  La anestesia regional intra- venosa completa de la pierna requiere cerca de 75  ml  de anestési- co  local.  Debe  usarse  lidocaína  únicamente  en  un  frasco  cerrado  de  dosis  simple  sin  adrenalina.  La  cánula  puede  retirarse  des- pués  de  la  inyección,  y  se  obtiene  anestesia  satisfactoria  en  un  lapso  de 10 minutos.  Cuando  se usan dos torniquetes,  el distal se  desinfla  en  este  punto.  En  caso  de  que  el  individuo  se  queje  de  dolor en el área  del  torniquete antes  de completarse la operación,  el  torniquete  distal  se  infla  y,  cerca  de  20  minutos  después,  se  desinfla el manguito proximal  (fig.  4-1).  Al completarse la opera- ción  se  desinfla  el  torniquete.  Esto  no  se  realiza  hasta  que  han  pasado  por  lo  menos  15  minutos  después  de  la  inyección.  La  li- 32  Manual de  fracturas  Fig. 4-1. Bloqueo de Bier. Se desinfla (A) el torniquete distal y se inyecta el  anestésico. Si hay dolor en el torniquete (B),  se infla el torniquete distal, y  (C) se desinfla el torniquete proximal.  beración  temprana  del  torniquete  puede  producir  una  reacción  sistémica  a  la  lidocaina.  Bloqueo  de  nervio  Los  siguientes  bloqueos  de  nervios  se efectúan  todos  con lidocai- na  al  1  a  1.5%,  mepivacaína  (Carbocaine®)  al  1  a  1.5%,  o  bupi- vacaína  (Marcaine®)  al 0.5%.  Nunca  deben practicarse  bloqueos  dis tales (es decir, de los dedos de las manos y de los pies, la muñe- ca y  el  tobillo)  con  anestésicos  locales  que  contengan  adrenalina  debido  al riesgo  de que se produzcan vasospasmos prolongados.  Cuando  se  usa  adrenalina  para  la  prolongación  de  los  bloqueos  Técnicas  anestésicas  33  de  nervios  periféricos,  la  concentración  óptima  es  de  1:200  000,  que  es  equivalente  a  5  μg  de adrenalina  por mililitro  de anestési- co local.  Cuando se inyectan cantidades reducidas  de anestésicos  locales  es  apropiado  utilizar  frascos  de  dosis  múltiples.  Cuando  se  inyectan  cantidades mayores  de  anestésicos  locales,  se  usa  un  frasco  de  dosis  simple.  La  diferencia  es  que  los  frascos  de  dosis  simples  no  contienen  preservativos,  mientras  que  esto  no  es  así  en  los  de  dosis  múltiples.  Bloqueo de nervios digitales  Cuatro  nervios  inervan cada  dedo  de  la  mano  y  del  pie;  dos  son  palmares o plantares y  dos  son dorsales.  El bloqueo de estos cua- tro  nervios  proporciona  anestesia  adecuada  para  operaciones  menores.  La  inyección  debe  realizarse  en  la  base  del  dedo,  pero  una inyección cerca  de 1  cm más proximal es menos  dolorosa.  La  anestesia  adecuada  de  la mitad  de  los  dedos junto  al  dedo  anes- tesiado  es  el  método  preferido  (fig.  4-2).  Fig. 4-2. Bloqueo de nervio digital.  34  Manual de  fracturas  Se adelanta  una  aguja de calibre 23  de  2.54 cm  de longitud  por  el  lado  dorsal  de  la  aponeurosis  palmar  o  plantar  de  forma  tal  que  se  pueda palpar su  punta.  Se  retrae  2 mm, y  se  inyectan 3  ml  de  anestésico local.  Se retrae  entonces la  aguja  de  manera  tal  que  la  punta  quede  inmediatamente  por  debajo  del  tejido  subcutá- neo, y se inyectan otros 2 ml. El procedimiento se repite en el otro  lado  del  dedo.  Bloqueo de la muñeca  Los bloqueos  de uno,  dos o  los  tres nervios  de la muñeca propor- cionan anestesia adecuada  de  la  parte  de la mano  inervada por  el  nervio  o  nervios  bloqueados.  El  nervio  mediano  tiene  un  trayecto  en  la  muñeca  entre  los  ten- dones  de  los  músculos  palmar  largo  y flexor radial  del  carpo.  Se  bloquea en un punto  aproximadamente 2 cm proximal  al pliegue  proximal  de  la  muñeca.  Con  la  mano  levemente  dorsiflexionada,  se  adelanta  una  aguja  de  calibre  23  de  2.54  cm  de  longitud  per- pendicularmente  a  la  piel  entre  estos  dos  tendones,  y  el  área  se  infiltra  con 5  a  8  ml  de  anestésico  local  (fig.  4-3).  Si hay  pareste- sia,  la  aguja  se  detiene  y  se  inyecta  el  volumen  total.  Si  no  hay  parestesia,  el  anestésico  local  se  deposita  en  una  inyección  con  forma  de  abanico.  Este bloqueo no  se  usa en  pacientes con  el sín- drome  del  túnel  del  carpo,  y  no  se  lleva  a  cabo  distalmente  al  nivel  de  este  túnel.  Fig. 4-3. Bloqueo del nervio mediano al nivel de la muñeca.  Técnicas  anestésicas  35  El  nervio  cubital  se  bloquea  aproximadamente  a  6  cm  del  plie- gue  proximal  de  la  muñeca,  en  un punto  apenas  radial  al  tendón  del  flexor  cubital  del  carpo.  El  nervio  está  del  lado  cubital  de  la  arteria  cubital.  Se  inserta  una  aguja  calibre  23  de  2.54  cm  de  lar- go,  perpendicularmente  a  la  piel,  y  se  inyectan  de  8  a  10  ml  de  anestésico  local.  Si  el  bloqueo  se  efectúa  a  una  distancia  menor  de  6  cm  proximal  a  la  muñeca,  no  incluirá  la  rama  dorsal  del  cubital;  debe  practicarse  un  bloqueo  de  esta  rama  con  una  anes- tesia  subcutánea  en  anillo  alrededor  de  la  cara  cubital  de  la  mu- ñeca,  comenzando  a  partir  del  tendón  del  flexor  cubital  del  car- po.  Para  este  bloqueo  se  usan  5  ml  de  anestésico local.  El  nervio  radial  se  bloquea  con  infiltración  por  debajo  del  ten- dón  del  músculo  braquiorradial  en  un  punto  8  cm  proximal  al  pliegue  proximal  de  la  muñeca.  De  forma  alternativa,  el  nervio  radial se  bloquea con un anillo  subcutáneo  de  anestesia.  El anillo  se  inicia  en  la  cara  radial  de  la  muñeca  a  nivel  del  flexor  radial  del  carpo,  y  continúa  alrededor  de  la  muñeca  dorsalmente  hasta  la apófisis estiloides del cúbito. Ambos métodos requieren aproxi- madamente  5  a  8  ml  de  anestésico  local.  Bloqueo del codo  El  nervio  cubital  se  bloquea  en  un  punto  3  cm  proximal  a  su  tra- yecto,  en  el  surco  situado  por  detrás  del  epicóndilo  medial.  Se  adelanta  una  aguja  de  calibre  23,  de  2.54  cm  de  longitud,  ya  sea  distal  o  proximalmente,  a  un  ángulo  de  45  grados  respecto  del  trayecto  del  nervio;  se  inyectan  de  5  a  8  ml  de  anestésico  local  alrededor  del  nervio.  El  nervio  mediano  está  situado  en  una  línea  trazada  en  la  parte  anterior  del  codo  entre  los  dos  epicóndilos,  en el  lado  medial  de  la  arteria  braquial,  y  se  palpa  fácilmente  en  individuos  delgados.  El bloqueo se lleva a cabo a este nivel con una  aguja calibre 23  de  2.54 cm de longitud.  Cuando  se encuentra  parestesia,  se inyectan  de  5  a  8  ml  de  anestésico  local  (fig.  4-4).  Se  requiere  infiltración  subcutánea  para  bloquear las  ramas  cutáneas  hacia  el  antebrazo.  Para encontrar el nervio radial,  se traza una línea del punto más  prominente  de la cabeza del húmero  al epicóndilo lateral.  El ner- vio  cruza  el  húmero  un  tercio  por  encima  del  epicóndilo  lateral.  Puede  palparse en el hueso,  y  el  bloqueo  se efectúa con una  aguja  calibre 23,  de 2.54 cm  de longitud,  mediante 5  a 8  ml  de anestési- co  local.  De  manera  alternativa,  el  nervio  radial  se  bloquea  jun- to con el nervio cutáneo lateral del antebrazo, como se describe a  continuación.  El  nervio  cutáneo  lateral  del  antebrazo  es  continuación  del ner- vio  musculocutáneo  y  perfora  la  aponeurosis  profunda  del  lado  36  Manual de  fracturas  Fig. 4-4. Bloqueo del nervio mediano al nivel del codo.  externo del músculo bíceps,  en un punto apenas proximal al codo.  El  nervio  cutáneo  lateral  y  el  nervio  radial  pueden  ambos  blo- quearse con una aguja calibre 23,  de 3.81  cm de longitud  insertada  entre  el  músculo  braquiorradial  y  el  tendón  del  bíceps  (fig.  4-5).  Fig. 4-5. Bloqueo de los nervios cutáneo lateral y radial en el codo.  Técnicas  anestésicas  37  La  aguja  se  dirige  proximalmente hacia  la  superficie lateral ante- rior  del  epicóndilo  lateral,  y  se  inyectan  3  ml  de  anestésico  local  inmediatamente  por  encima  del  periostio.  Se  hace  contacto  con  el  hueso  dos  veces  más,  y  se  inyectan  3  ml  cada  vez  por  encima  del periostio.  Al retirarse la aguja,  se inyectan 5 ml adicionales de  anestésico local.  Cuando se encuentra  parestesia,  se inyectan 5  a  8  ml  de  anestésico  local,  y  no  es  necesario  el  contacto  adicional  con  el  hueso.  La  aplicación  de  un  anillo  subcutáneo  de  5  ml  de  anestésico  local  desde  el  tendón  del  bíceps  hasta  el  músculo  braquiorradial proporciona anestesia a las ramas superficiales  del  nervio  musculocutáneo.  Bloqueo del tobillo  Pueden  realizarse  operaciones  del  pie  que  duren  menos  de  tres  horas con un bloqueo  del  tobillo.  El bloqueo  proporciona  aneste- sia  para  un  torniquete  al  nivel  de  los  maléolos.  Un  error común  consiste en bloquear el  tobillo  en un punto  demasiado  distal.  Las  inyecciones  1  a  2  cm  por  encima  de  los  maléolos  proporcionan  bloqueo  más  completo.  El bloqueo  es un bloqueo  de conducción  de  los  cinco  nervios  que  inervan  el  pie:  tres  en  el  lado  dorsal  y  dos  en  al  lado  plantar.  El  bloqueo  se  lleva  a  cabo  con  una  aguja  calibre  23,  de  2.54  cm  de  longitud,  y  se  infiltran  5  a  10  ml  de  anestésico  local  alrededor  de  cada  uno  de  los  nervios,  de  la  for- ma  descrita  en  el  apartado  siguiente.  El  nervio safeno se bloquea hacia la vena safena mayor 1  o 2 cm  por  encima  del  maléolo  medial  (fig.  4-6).  Fig. 4-6. Bloqueo del nervio safeno.  38  Manual de  fracturas  Fig. 4-7. Bloqueo del nervio peroneo profundo.  Fig. 4-8. Bloqueo del nervio peroneo superficial.  Técnicas  anestésicas  39  Fig. 4-9. Bloqueo del nervio sural.  Fig. 4-10. Bloqueo del nervio tibial.  40  Manual  de  fracturas  El  nervio  peroneo  profundo  se  bloquea  alrededor  y  en  un  plano  profundo  a la  arteria  dorsal  del pie.  De forma  alternativa,  la  infil- tración se  efectúa entre los tendones  tibial anterior y  extensor lar- go  del  dedo  gordo;  la  flexión  del  primer y  segundo  dedos  de  los  pies  mejora  la  observación  de  los  dos  tendones  (fig.  4-7).  El  nervio peroneo  superficial se bloquea  con una anillo  subcutá- neo  de  infiltración  desde  el  borde  anterior  de  la  tibia  hasta  el  borde  anterior  del  peroné  (fig.  4-8).  El  nervio  sural  se  bloquea  con  infiltración  subcutánea  con  for- ma  de  abanico  entre  el  tendón  de  Aquiles  y  el  peroné  (fig.  4-9).  Se bloquea el  nervio  tibial con una aguja  adelantada en un pun- to  apenas  lateral  a  la  arteria  tibial  posterior,  hacia  la  superficie  posterior  de  la  tibia.  La aguja se retrae 1  cm  después de  entrar en  contacto  con la  tibia,  y  se  inyecta  el  anestésico  (fig.  4-10).  Bloqueo  del  hematoma  La  extensión  del  anestésico  local  a  las  fibras  nerviosas  que  abas- tecen  a los  tejidos  blandos y  al  periostio  alrededor de  la  fractura,  se  obtiene  mediante  un  bloqueo  del  hematoma.  Esta  técnica  está  contraindicada  si  hay  algún  riesgo  de  contaminación  del  sitio  de  fractura  por  punción  de  la  piel.  Se usa una aguja de calibre amplio  (p.  ej., calibre 19,3.81  cm de  longitud)  para  este  bloqueo,  ya  que  es  importante  extraer  sangre  del  hematoma  de  la  fractura  y  sustituirla  con  anestésico  local.  Este  método  proporciona  una  mejor  anestesia  y  reduce  el  riesgo  de presión alta  del compartimiento.  Después  de  la aspiración del  hematoma,  se  inyectan  10  a  15  ml  de  lidocaína  al  1%.  Cuando  hay  una  lesión  distal  de  la  articulación  cubitorradial  vinculada,  se  i nyect an  5  a  8  ml  de  lidocaína  al  1%  en  la  articulación  cubitorradial,  además  del  bloqueo  del  hematoma.  5  Evaluación  radiológica  ]ohn A.  Elstrom  Este  capítulo  se  refiere  a  la  terminología  usada  para  describir  el  aspecto  radiográfico  de  una  fractura  de  hueso  largo.  Como  pue- de  verse  en  la  ilustración  que  se  presenta  en  la  figura  9-2  (véase  cap.  9),  las fracturas  se  describen como las que afectan a  la  metá- fisis  proxi mal  o  distal  (estas  fracturas  son  frecuentemente  intraarticulares),  y  las  fracturas  que  afectan  la  diáfisis  (las  cuales  suelen dividirse en fracturas de los tercios proximal, medio y  dis- tal).  La  línea  de  fractura,  por  sí  sola,  puede  ser  transversa,  obli- cua  (una  fractura  en  espiral  es  una  fractura  oblicua  larga),  seg- mentaria  y  conminuta.  Se  determina  si  la  fractura  es  cerrada  o  abierta,  dependiendo  de  que  el  sitio  de  la  fractura  se comunique  con el ambiente  externo a través  de una herida, que puede deber- se  ya sea  a  punción del hueso  de  la  piel o  a  una fuerza  penetrante  externa  de  la  piel  (como  una  bala  en  una  herida  por  arma  de  fuego).  Para  describir  el  aspecto  radiológico  de  una  fractura  de  mane- ra  adecuada,  se  debe  disponer  de  dos  vistas  en  ángulos  rectos  entre  sí.  Una  radiografía  anteroposterior  (AP)  y  una  radiografía  verdaderamente  lateral  (son  necesarias  las  radiografías  oblicuas  cuando  la  fractura  afecta la  metáfisis  o  componentes  articulares).  El segundo requerimiento es el reconocimiento de las estructuras  anatómicas  involucradas  (en  este  caso  frecuentemente  es  útil  un  texto  de  anatomía  o  uno  que  se  refiera  a  fracturas).  La  descripción  del  desplazamiento  de  la  fractura  presenta  va- rios problemas.  Los rayos X inadecuados frecuentemente  produ- cen  líneas  de  fractura  que  pasan  inadvertidas,  y  subestimación  del  desplazamiento  de  una  fractura.  Las  dos  fuentes  principales  de  confusión  en  la  descripción  de  las  fracturas  se  origina  en  la  descripción  de  la  dirección  del  desplazamiento  o  desviación  an- gular,  y  en  lo  que  se  quiere  decir  en  realidad  por  desplazamiento.  Una  fractura  de la  porción  distal  del  radio,  en la cual  el  fragmen- to  distal  presenta  una  desviación angular dorsal  tiene,  de  hecho,  una desviación angular volar  (en  dirección  a la palma)  en el sitio  de  la  fractura  (fig.  5-1).  La  fractura  contraria,  en  la  cual  el  frag- mento distal  tiene desviación  anular en  dirección  volar,  presenta  desviación  angular  dorsal  en  el  sitio  de  la  fractura.  El  término  desplazamiento  crea  otro  problema.  Cualquier  fractura  que  pre- senta  desviación angular es una fractura  desplazada,  aunque haya  continuidad  entre  los  extremos  del  hueso.  Las  fracturas  despla- 41  42  Manual de  fracturas  Fig. 5-1. Fractura con desviación angular dorsal del radio distal, desplaza- da dorsalmente,  que tiene  pérdida completa de continuidad  entre los  ex- tremos del hueso y aposición en bayoneta con acortamiento. Hay desvia- ción angular volar en el sitio de la fractura.  zadas  suelen requerir  reducción.  Una  fractura  se  puede  describir  con  los  extremos  del  hueso  en  continuidad,  como  en  la  fractura  en  rama  verde;  con  pérdida  completa  de  continuidad,  como  en  una  fractura  de  ambos  huesos  del  antebrazo  con  aposición  en  bayoneta;  o con retención de continuidad parcial, como en el caso  en que los extremos aún están en contacto,  pero la alineación cor- tical  está  alterada.  Es  importante  una  descripción  adecuada  para  el  cirujano  encargado  del  tratamiento,  ya  que  las  fracturas  que  retienen cierta  continuidad  frecuentemente  se  pueden  reducir  en  la  sala  de  urgencias,  mientras  que  aquellas  que  han  perdido  la  continuidad  de  un  extremo  requieren  reducción con  un  anestési- co  general  o  regional,  y  a  menudo  precisan  reducción  abierta  y  fijación  externa.  Por lo  tanto,  las  fracturas  pueden presentar  des- viación  angular  o  en  continuidad;  estar  alineadas  con  aposición  en  bayoneta,  o  acortadas  y  no  en  continuidad.  En lo  referente  a  la  articulación  de  la cadera,  las  fracturas  des- plazadas de  la cabeza femoral,  en las cuales  el cuello  del  fémur se  ha  desplazado  hacia  arriba  en  relación  con  la  cabeza,  frecuente- mente  requieren  reemplazo  protésico  en  el  individuo  osteoporó- sico  de  edad  avanzada,  y  reducción  inmediata  y  fijación  interna  en  el  paciente  más  joven,  en  quien  debe  intentarse  preservar  la  cabeza  femoral.  Una  fractura  impactada  de  cuello  femoral  sólo  se  produce  cuando  el  cuello  del  fémur  se  ha  metido  por  debajo  de  la cabeza  femoral  (fig.  5-2).  Este  término  es  desplazamiento val- Evaluación  radiológica  Fig. 5-2.  Fractura  ¡mpactada  del  cuello  femoral  que  fue  fijada  in  situ.  El  cuello femoral se ha movido bajo la cabeza femoral en configuración valgo.  go de la cabeza femoral, y de ordinario significa una posición esta- ble,  en  la  cual  la  cabeza  femoral  puede  fijarse  internamente.  La  posición opuesta, descrita como un desplazamiento varo de la cabe- za femoral, es inestable y no debe describirse como impactada (fig.  5-3).  Las  fractura  de  la  base  del  cuello  femoral  adyacente  a  la  Fig. 5-3. Fractura del cuello femoral, en la cual el cuello femoral está des- plazado hacia arriba en relación con la cabeza femoral. Este desplazamiento  varo es inestable y frecuentemente se trata con  reemplazo protésico.  43  44  Manual de  fracturas  línea  intertrocanteriana  se  fijan  internamente  de  la  misma  forma  que la fractura intertrocanteriana, y  debe diferenciarse de las frac- turas  subcapital  y  transcervical.  La  afección  de  la  superficie  articular  de  la  fractura  es  impor- tante,  en  especial cuando  hay  desplazamiento;  con frecuencia  se  requieren  estudios  adicionales,  como  imágenes  por  resonancia  magnética  (IRM)  o  tomografía  por  computadora  (TC).  Las  frac- turas  intraarticulares  desplazadas  de  manera  habitual  requieren  reducción  abierta  y  fijación  interna.  Los  términos  adicionales  que  se  utilizan  para  describir  el  as- pecto radiográfico  de una  fractura  incluyen fracturas por arranca- miento,  cuando la rótula o el olécranon son arrancados por múscu- lo,  tendón  o  ligamento  (fig.  5-4).  La  impacción  de  una  fractura  describe  una  situación en la  cual  las  fuerzas  musculares  tiran  del  fragmento  distal  al interior del fragmento  proximal,  de  ordinario  en un sitio  de la metáfisis donde  el hueso es un tanto osteopénico,  como el radio  distal  (fig.  5-5).  La depresión  de una fractura  descri- be  una  situación  en  la  cual  la  superficie  articular  se  presiona  ha- cia  el  área  metafisaria,  como  ocurre  de  ordinario  en  una  fractura  de la meseta tibial o en la superficie articular de la porción distal  de  la  tibia,  después  de  la  caída  de  una  altura.  Las  fracturas  pueden  ser  descritas  como patológicas  si hay un proceso que afecte la fuer- za  del  hueso,  como  el  carcinoma  metastásico.  Estas  son  las  frac- turas que con frecuencia no aparecen en los rayos X iniciales.  Las  Fig. 5-4. Fractura por arrancamiento del olécranon con subluxación ante- rior (en dirección volar) del radio y del cúbito.  Evaluación  radiológica  45  Fig. 5-5. Fractura impactada de la metáfisis radial distal sin desviación an- gular significativa y sin pérdida de continuidad en los extremos del hueso.  fracturas  por esfuerzo  se asocian con  dolor e hipersensibilidad  lo- calizada a causa de esfuerzos repetidos, como correr o  una nueva  actividad de ejercicio.  Las  fracturas por esfuerzo se producen fre- cuentemente  en las  ramas  del  pubis,  el  cuello  femoral,  el  cuerpo  tibial y  los huesos  metatarsianos.  La fractura  oculta  del navicular  se  diagnostica  por hipersensibilidad  en la tabaquera anatómica y  la  aparición  de  la  fractura,  ya  sea  en  una  radiografía  anteropos- terior,  con  desviación  cubital  de  la  muñeca,  o  por  estudios  espe- ciales  de  imágenes,  como  un  gammagrama  de  hueso  o  imagen  por resonancia magnética. La fractura del gancho del hueso ganchoso  se  diagnostica  por  hipersensibilidad  del  gancho  de  este  hueso  y  la  aparición  de  una  fractura  en  una  vista  del  túnel  del  carpo  o  una  imagen  por  resonancia  magnética.  En lo referente a las luxaciones articulares,  la articulación se luxa  cuando  hay  una  pérdida  completa  de  contacto  entre  las  dos  su- perficies  articulares  implicadas.  La  subluxación  articular  es  una  situación  en  la  cual  las  dos  superficies  articulares  no  mantienen  más  su  alineación contigua  normal,  pero  las  superficies  articula- res  aún  están  en  contacto  parcial.  La  diastasis  es  una  forma  de  subluxación  articular  en  la  cual hay  un  ensanchamiento  de  la  ar- ticulación,  como  puede  suceder  después  de  lesiones  del  tobillo,  cuando  se  rompen  el  ligamento  deltoides  y  los  ligamentos  tibioperoneos  distales,  y  con  frecuencia  se  asocia  con  una  fractu- 46  Manual  de  fracturas  ra  proximal  de  la  tibia  que  fácilmente pasa  inadvertida.  También  se  produce  diastasis  con  lesiones  de  la  sínfisis  del  pubis,  ensan- chándola.  La  dirección  de  una  luxación  o  subluxación  suele  ser  definida  por  el  desplazamiento  de  la  parte  distal.  La  cabeza  del  húmero  está  desplazada  hacia  adelante  de  la  cavidad  glenoidea,  y  por detrás de ésta en las luxaciones del hombro.  La luxación no  se  relaciona  frecuentemente  con  una  fractura.  Las  fracturas- luxaciones  significativas  se  producen  de  modo  más  habitual  en  el  hombro,  la  muñeca,  la  articulación interfalángica  proximal,  la  cadera,  el  tobillo y  el pie.  Estas lesiones son importantes  de iden- tificar  debido  a  que  el  tratamiento  es  más  complicado  y  con  fre- cuencia  debe  realizarse  con  urgencia.  LECTURA  SELECCIONADA  Schultz RJ: The Language of Fractures, 2d ed. Baltimore, Williams & Wilkins,  1990.  Reparación  de  fracturas  e  injerto  de  hueso  Michael E. Joyce  Clayton  R.  Perry  En  este  capítulo  se  describe  la  reparación  de  la  fractura  en  los  ámbitos clínico, radiográfico, biomecánico, celular, regulador  (es  decir,  factores  de  crecimiento)  y  bioquímico.  Además,  se  descri- be el  injerto  de hueso,  un procedimiento  quirúrgico  que  estimula  la  reparación  de  la  fractura.  REPARACIÓN  DE  FRACTURAS  El curso  clínico  de la reparación  de  las  fracturas  es  predecible.  La  falta  de progresión clínica es una indicación de retraso de la unión  o  falta  de  unión  inminente.  Inicialmente,  todas  las  fracturas  se  caracterizan  por  dolor  debido  a  la  rotura  de  terminaciones  ner- viosas  en  el  periostio  y  tejidos  blandos  circundantes.  Otros  ha- llazgos  en  el  momento  de  la  lesión  incluyen  movimientos  anor- males,  hinchazón  de  tejidos  blandos,  calor  y  enrojecimiento.  De  manera  característica,  los  movimientos  a  través  de  la  fractura  exacerban el  dolor.  Por lo contrario,  la  inmovilización de  la frac- tura  con  enferulado  o  fijación  interna  lo  disminuyen.  Las  fractu- ras  tratadas  con  enferulado  se  vuelven  gradualmente  menos  do- lorosas al repararse y,  de  ordinario,  a las dos  semanas el  dolor es  mínimo.  Inicialmente  el  individuo  puede  tener  la  sensación  de  un  sonido  "clic"  o  "pop"  al  moverse  entre  sí  los  extremos  del  hueso  fracturado,  pero  esa  sensación  desaparece  gradualmente  durante las  dos a cuatro  semanas subsecuentes.  De forma concu- rrente se vuelve evidente una masa fusiforme alrededor de la frac- tura,  que representa  el callo  externo.  Cuando  el sitio de  la fractu- ra  se  somete  a un  esfuerzo,  se  produce  una sensación  de molestia  y  se presenta un "resorte"  (es  decir,  hay  un movimiento ligero  de  los fragmentos  de  la fractura,  pero  retornan a su posición inicial).  De  modo  gradual,  las  molestias  y  el  resorte  disminuyen  y  final- mente  desaparecen,  de  6  a  12  semanas  después  de  la  lesión.  En  este  punto,  la  fractura  está  clínicamente  reparada.  La  remodela- ción  es  un  proceso  prolongado  que  da  lugar  a  un  grado  variable  en  el  tamaño  de  la  masa  del  callo  externo.  Esta es la  secuencia normal de  reparación que se sigue cuando  la  fractura  ha  sido  tratada  con  una  varilla  inframedular  o  una  47  6  48  Manual de  fracturas  férula.  Sin  embargo,  cuando  la  fractura  ha  sido  estabilizada  rígi- damente  (es  decir,  con  una  placa  y  un  tornillo),  la  presencia  de  callo,  movimiento  y  dolor  son  signos  de  fracaso  de  la  fijación.  La  velocidad  a  la  cual  se  presenta  la  reparación  de  la  fractura  está  disminuida  en los  pacientes  de edad  avanzada y  aumentada  en  los  niños.  Los  padecimientos  médicos  (diabetes  mellitus)  o  algunos medicamentos  (prednisona)  prolongan la reparación de  la  fractura.  Distintos huesos  del cuerpo  se reparan a velocidades di- ferentes (p. ej., la tibia en comparación con el radio). De forma simi- lar,  diferentes regiones  del mismo hueso se remedian a velocidades  distintas  (p.  ej.,  metáfisis en comparación con diáfisis).  El tipo de  la  lesión  tiene  un  efecto  intenso  en  la  velocidad  de  reparación  de  la fractura.  Las lesiones de tejidos blandos y la pérdida de hueso  se  asocian  con  una  disminución de la velocidad  de  la  reparación.  El signo  radiográfico inicial de reparación es la aparición de ca- llo.  Esto se produce  dos a cuatro semanas  después  de la fractura.  Inicialmente se observa  osificación en la  periferia  del  callo,  y  lue- go  centrípetamente  de  manera  gradual.  Al  madurar,  el  callo  de- sarrolla  trabéculas  y  una  corteza.  El  hueso  necrótico  se  vuelve  relativamente  radiodenso,  y  se  observa  de  un  color  más  blanco  que  el  hueso  circundante  debido  a  la  hiperemia  y  osteopenia  de  tejido vivo que se  produce como resultado.  La aparición  de callo  alrededor  de  las  fracturas  que  han  sido  estabilizadas  rígidamen- te  indica  fracaso  de  la  fijación.  La  presencia  de  trabéculas  que  cruzan  el  sitio  de  fractura  es  la  indicación  radiográfica  de  una  fractura  reparada  que  ha  sido  estabilizada  rígidamente.  La restauración  de  la  fuerza,  o la reparación biomecánica  de  las  fractures,  se  divide  en cuatro  etapas.  La  primera  etapa  es  el  mo- mento  de  la lesión,  cuando la  única  fuerza  mecánica  se  debe  a  la  estabilidad  atribuible  a  la  interdigitación  de  los  fragmentos  de  la  fractura.  La  segunda  etapa  se  inicia  con  la  formación  de  un  callo  blando.  El  callo  blando  es  cartílago  y  proporciona  única- mente  una  fracción  de  la  fuerza  normal  del  hueso.  En  la  tercera  etapa,  el  callo  blando  se  osifica  y  es  sustituido  por  un  callo  duro  constituido por tejido de hueso.  El callo duro es detectable radio- gráficamente  y  da  lugar  a  la  restauración  completa  de  la  fuerza.  La  cuarta etapa  es  la  remodelación  del callo  duro en hueso com- pacto  y  cortical  que  determina  la  restauración  de  la  estructura.  Al  nivel  celular,  hay  cinco  etapas  de  reparación  de  la  fractura.  La etapa 1, respuesta de  reparación a la lesión,  se  produce inme- diatamente  después  de  la  fractura,  cuando  se  forma  un  hemato- ma  en  ese  sitio.  Los  tejidos  blandos  que  rodean  la  fractura  son  invadidos  por  monocitos  y  células  inflamatorias.  Dentro  de  las  primeras  24  horas  las  células  de  la  capa  profunda  del  periostio  comienzan  a  proliferar.  Reparación  de  fracturas  e  injerto  de  hueso  49  La  etapa  2,  osificación intramembranosa,  ocurre  dentro  de  los  tres  días  posteriores  a  la  fractura.  Se  sintetiza  nueva  matriz  ósea  por osteoblastos situados junto al  sitio  de  la  fractura y  por  debajo  de  las  células  periósticas  proliferantes.  El  hueso  que  constituye  esta  área  lo  hace  sin  un  intermediario  cartilaginoso,  proceso  de- nominado osificación  intramembranosa.  El  área  de formación  sub- perióstica  de hueso determina el área  de formación de callo  duro.  La  etapa 3,  la condrogénesis,  se  produce  dentro  de  los  10  días  posteriores  a  la  fractura.  Aparecen  condrocitos  dentro  del  tejido  de  granulación  en vecindad  inmediata  a  la  brecha  de  la  fractura.  Dentro  del  tejido  de  granulación,  que  limita  el  avance  del  frente  condrógeno,  se  encuentran  células  mesenquimatosas,  supuesta- mente  precursoras  de  condrocitos.  Se  produce  condrogénesis  al  madurar  condrocitos  nuevament e  diferenciados  dentro  de  la  matriz  cartilaginosa  en  crecimiento.  Este  proceso  continúa  hasta  que el tejido fibroso dentro del callo blando es sustituido por car- tílago,  formando  de  esa  forma  un  puente  en  la  brecha  de  la  frac- tura.  La  etapa  4,  osificación  endocondral,  se  produce  dentro  de  los  14  días  posteriores  a  la  fractura.  Los  condrocitos  comienzan  a  hipertrofiarse  dentro  del  callo blando junto  al  hueso  subperiósti- co.  La  matriz  extracelular  circundante  se  calcifica  antes  de  la  in- vasión vascular y repoblación con osteoblastos.  Este proceso  (idén- tico  al que  se produce  en la  placa  de  crecimiento)  continúa hasta  que  se ha  unido  la  brecha  de  la fractura.  La  remodelación restau- ra  finalmente  la  estructura  normal  del  hueso.  La  etapa  5,  remodelación,  implica  la eliminación y  reemplazo  simultáneos  de hueso.  La eliminación es realizada por osteoclas- tos,  y  el reemplazo  por  osteoblastos.  Los  osteoblastos  que  acom- pañan  a  los  vasos  sanguíneos  depositan  hueso  laminar,  forman- do  un  nuevo  osteón.  En  el  hueso  trabecular,  los  osteoclastos  y  osteoblastos  recubren la  superficie  de  las  trabéculas.  La  remode- lación da como  resultado "reparación primaria  de hueso"  (es de- cir,  la  unión  de  una  fractura  por  osteones)  cuando  los  extremos  del hueso cortical  son  reducidos,  tanto  rígidamente  como  anató- micamente, en una "sustitución creciente"  (es decir, el crecimiento  al  interior  de  vasos  sanguíneos  y  trabéculas  óseas),  cuando  los  extremos  del  hueso  esponjoso  se  reducen  de  manera  rígida.  La  regulación  de  la  proliferación  celular,  diferenciación,  qui- miotaxis  y  síntesis  de  matriz  extracelular,  no  está  completamen- te  comprendida,  pero  es  claro  que  una  clase  de  péptidos,  deno- minados  factores  de  crecimiento,  desempeñan  un  papel  central.  El  papel  que  realizan  en  la  regulación  de  la  reparación  de  la  fractu- ra  ha  sido  deducido  por  su  localización  dentro  del  callo  de  la  fractura  por  medio  de  inmunohistoquímica.  50  Manual de  fracturas  Los  factores  de  crecimiento  llegan  al  callo  de  la  fractura  por  dos  vías.  En  primer  lugar,  pueden  ser  suministrados  por  la  co- rriente  circulatoria  (p.  ej.,  liberados  por  plaquetas  en  el  hemato- ma  de  la  fractura).  En  segundo  lugar,  pueden  llegar  por  medio  de  síntesis  de  células  dentro  del  callo  de  la  fractura.  El factor de crecimiento  derivado de plaquetas  (PDGF)  es libe- rado  por las  plaquetas y  macrófagos  en la etapa más  inicial  de  la  reparación  de  la  herida,  lo cual  sugiere  que  este  factor  desempe- ña  un  papel  importante  en  la  iniciación  de  la  reparación  de  la  fractura.  Cuando  comienza  la  reparación  de  la  fractura,  el  factor  de crecimiento  derivado de plaquetas actúa como un estimulador  de  la  proliferación  de  células  mesenquimatosas,  y  como  un  ini- ciador  de  la  formación  de  nueva  matriz  durante  la  reparación  de  la  fractura.  Este  factor  estimula  la  síntesis  de  colágena  tipo  I  y  la  formación  de  hueso  intramembranoso.  Otros  factores  mitógenos  (p.  ej.,  factor de crecimiento  transformador  (3  [TGF-p])  y el factor  II  de crecimiento similar  a la  insulina)  estimulan adicionalmente  a  las  células  mesenquimatosas  primitivas  a  proliferar.  Factores  de  maduración,  como  la  proteína  morfogénica  de  hueso  (BMP),  el  TGF-(β,  el  factor  de  crecimiento  de  fibroblasto  ácido  (AFGF),  y  el  factor  de  crecimiento  de  fibroblasto  básico  (BFGF)  estimulan  la  diferenciación  de  células  mesenquimatosas  primitivas  a  líneas  celulares  especializadas  diferentes.  La  proteí- na  morfogénica  de  hueso  i nduce  la  diferenciación  de  los  osteoblastos.  El  TGF-β  desempeña un papel más completo y cen- tral como un modulador de la reparación de las heridas.  Concen- traciones  distintas,  en  etapas  diferentes  de  reparación,  estimulan  a los fibrocitos, condrocitos y osteocitos.  La inmunotinción intra- celular  exclusiva  del  factor  de  crecimiento  de  fibroblasto  ácido  sugiere  que  su  síntesis  y  acción  se  realiza  por  medio  de  vías  autocrinas  reguladoras  dentro  del  callo  de  la  fractura.  El  factor  de  crecimiento  de  fibroblasto  básico  induce  la  diferenciación  de  condrocitos  y  osteoblastos  y  la  neovascularización  al  promover  la  proliferación  de  las  células  endoteliales  y  la  diferenciación  de  las  células  capilares.  La composición  bioquímica  de  las  fracturas  en  reparación  evo- luciona  al  madurar.  El  colágena  sintetizado  por  fibroblastos  (ti- pos III y V)  es sustituido por colágena sintetizado por condrocitos  (tipos II y  IX)  y,  a su vez, es reemplazado por colágena sintetiza- do  por  osteoblastos  (tipo  I).  Inicialmente,  la  composición  de  proteoglicano  de  la  matriz  extracelular  es  principalmente  sulfato  de  dermatán.  Hacia  la  segunda  semana  predomina  el  sulfato  de  condroitín.  Al  progresar  la  reparación,  la  concentración  de  pro- teoglicano en el callo de  la fractura  disminuye, y aumenta la pro- porción  de  proteoglicano  monómero.  La  actividad  y  las  concen- Reparación  de  fracturas  e  injerto  de  hueso  51  traciones  de  varias  enzimas  también  cambian  durante  todo  el  proceso  de  reparación.  Las enzimas  son fundamentales en el pro- ceso  de  depósito  de hidroxiapatita  (fosfatasa alcalina)  y  degrada- ción  de  macromoléculas,  como  los  tipos  tempranos  de  colágena  y  proteoglicanos  (colagenasa  y  proteoglicanasa).  Además  de  la  colágena,  el  proteoglicano  y  las  enzimas,  hay  múltiples  tipos  de  moléculas  que  desempeñan  papeles  en  las  respuestas  modula- doras  (p.  ej.,  inhibidores y  activadores  de  enzimas),  forman blo- ques  de  construcción  básicos,  realizan  funciones  especializadas,  como  actuar  a  manera  de  nidos  de  calcificación,  o  son  simple- mente  desechos.  INJERTO  DE  HUESO  El  injerto  de  hueso  es  una  fuente  avascular  de  matrices  osteocon- ductoras  y  osteoinductoras.  La  matriz  osteoconductom  se  define  como  un  material  que  proporciona  una  "armazón"  para  creci- miento  de  hueso  a  su  interior;  los  injertos  de  hueso  alógeno  se  obtienen  post  mortem  y  se  preservan  por  medio  de  desecación  o  congelación.  Se  usan  para  tratar  defectos  de  huesos  largos,  pero  son sólo osteoconductores. La matriz osteoinductom se define como  un  material  que  induce  a  las  células  mesenquimatosas  a  diferen- ciarse  a osteoblastos  y condroblastos.  El  injerto  autólogo  de hue- so es osteoinductor.  La  proteína morfogénica del hueso  es uno de  los  factores  presentes que estimula la formación de hueso de novo  en  una  diversidad  de  tejidos  ricos  en  mesénquima,  con  inclusión  del  músculo.  Los  autoinjertos  también  abastecen  células  mesen- quimatosas  que  tienen potencial  osteógeno.  Estas células  residen  en  la  médula  ósea  y  red  trabecular  circundante  del  hueso  espon- joso;  aunque  la  mayoría  muere  durante  el  proceso  del  injerto,  al- gunas  permanecen  viables.  Lesiones  de  la  articulación  glenohumeral  John A.  Elstrom  Clayton  R.  Perry  Este capítulo revisa  luxaciones  de  la cabeza  del húmero  de la fosa  glenoidea  y  fracturas  del  húmero  proximal.  ANATOMÍA  El  húmero  proximal  consiste  en  cabeza,  tubérculos  mayor  y  me- nor,  y cuellos anatómico y  quirúrgico.  La cabeza  es aproximada- mente  la  mitad  de una  esfera y  está cubierta por cartílago hialino.  Cuando  el  eje  del  húmero  distal  está  en  0  grados  en  el  plano  coronal,  la  cabeza  del  húmero  está  dirigida  posteriormente  a  15  grados.  El  tubérculo  mayor  es  el  punto  de  inserción  del  músculo  supraespinoso  en  la  parte  superior  y  los  músculos  infraespinoso  y  redondo  menor  en  la  parte  posterior.  Es  la  mayor  proyección  ósea lateral del hombro. El tubérculo menor es anterior, y es el sitio  de  inserción  del  escapular.  La  cabeza  larga  del  bíceps  está  situa- da  en  el  surco  intertubercular  entre  los  dos  tubérculos.  Los  cue- llos  anatómico  y  quirúrgico  se  refieren  a  las  constricciones  alre- dedor de  la base  de  la  cabeza  del húmero y  en la  metáfisis,  en  un  punto  apenas distal de los  tubérculos, respectivamente.  Las  arte- rias  humerales  circunflejas  anterior y  posterior,  y  el nervio  axilar  circundan  al  húmero  proximal  al  nivel  del  cuello  quirúrgico.  El  riego  vascular  de  la  cabeza  del  húmero  se  realiza  a  través  de  la  arteria  ascendente  lateral  anterior,  que  se  origina  en  la  arteria  circunfleja  humeral  anterior.  La  arteria  ascendente  lateral  ante- rior  tiene  un  recorrido  proximal  a  lo  largo  de  la  parte  lateral  del  surco  intertubercular  y  penetra  a  la  cabeza  del húmero  por  orifi- cios  a  lo  largo  de  su  trayecto.  La  función  de  la  cavidad  glenoidea  consiste  en  servir  como  un  punt o  de  apoyo  sobre  el  cual  actúan  los  músculos  del  hombro  para  mover  el húmero.  La  cavidad  glenoidea  forma  una  cavidad  poco  profunda  con  una  superficie  articular  cubierta  con  cartílago  hialino.  La  superficie  articular  de  la  cavidad  glenoidea  tiene  un  área  de  la  tercera  parte  de  la  superficie  articular  de  la  cabeza  del  húmero.  La articulación glenohumeral es una articulación multiaxil de bola  y  enchufe,  con  límites  de  movimiento  notables.  La  estabilidad  52  7  Lesiones  de  la  articulación  glenohumeral  53  depende  de  mecanismos  pasivos  y  activos.  Los  mecanismos  pa- sivos  de  estabilidad  incluyen  el  rodete  glenoideo,  el  ligamento  coracoacromial,  la  cápsula,  y  los  ligamentos  glenohumerales.  El  rodete  glenoideo  hace  profunda  la  fosa  glenoidea  y  consiste  en  fibrocartílago  denso.  Frecuentemente  se  desprende  del  borde  de  la  cavidad  glenoidea  durante  una  luxación  anterior  del  hombro.  El tendón supraespinoso, ligamento coracoacromial y acromion for- man  el  techo  de  la  articulación  glenohumeral  y,  con  otros  com- ponentes  del  manguito  rotatorio,  previenen  la  migración  proxi- mal  de  la  cabeza  del  húmero.  La  cápsula  de  la  articulación  glenohumeral  es  grande  y  redundante.  Esto  permite  los  límites  de  movimientos  del  hombro  pero  imparte  una  estabilidad  míni- ma.  Los  tres  ligamentos  glenohumerales  son  intracapsulares  (es  decir,  engrosamiento  de la cápsula)  y  son estabilizadores pasivos  importantes  de  la  articulación.  Estos  ligamentos  se  llaman  liga- mentos glenohumerales superior,  medio e  inferior.  Difieren en  tama- ño  y  forma,  pero  actúan  como  elementos  restrictivos  primarios  para  la  traslación  anterior  de  la  cabeza  del  húmero  sobre  la  cavi- dad  glenoidea.  La  parte  anterosuperior  de la cápsula  del hombro  y  el  tendón subcapsular limitan el  desplazamiento glenohumeral  posterior,  aun cuando  la cápsula posterior ha  sido  dividida  en su  totalidad.  Se  considera  que  un  intervalo  rotatorio  intacto  es  un  estabilizador importante que se opone al desplazamiento humeral  posterior  e  inferior  en  la  cavidad  glenoidea.  El  ligamento  coraco- humeral  parece  plegarse  en  la  cápsula  glenohumeral  anterosupe- rior,  que  se vuelve  prominente con  el  desplazamiento  inferior  de  la  cabeza  del  húmero.  La  estabilidad glenohumeral activa se  debe a los músculos  del  manguito  rotatorio  y  a  la  cabeza  larga  del  bíceps.  Los  músculos  del  manguito  rotatorio  (es  decir,  los  músculos  subescapular,  su- praespinoso,  infraespinoso y  redondo menor)  actúan mantenien- do  la cabeza  del húmero  en la cavidad  glenoidea,  lo cual evita la  luxación,  y  los  músculos  deltoides,  pectorales  mayor  y  menor,  redondo  mayor  y  dorsal  ancho,  producen  abducción,  extensión,  flexión  y  rotación del húmero.  LUXACIONES  DE  LA  ARTICULACIÓN  GLENOHUMERAL  Las  luxaciones  de  la  articulación  glenohumeral  se  clasifican  de  acuerdo con  la  posición  de  la  cabeza  del húmero  en  relación con  la  cavidad  glenoidea,  la  duración  o  número  de  veces  que  se  ha  luxado  la  articulación  glenohumeral,  y  la  causa  de  la  luxación.  La  cabeza  del  húmero  se  luxa  en  sentido  anterior,  posterior,  inferior, o superior.  Casi  todas  las luxaciones glenohumerales son  54  Manual  de  fracturas  anteriores.  La  cabeza  del  húmero  es  más  comúnmente  subco- racoidea,  aunque  también puede  ser subclavicular,  subglenoidea  o intratorácica  (fig.  7-1).  Las luxaciones posteriores son raras, con  la  cabeza  del  húmero  ordinariamente  subacromial  o,  en  ocasio- nes,  subglenoidea  (fig.  7-2).  Las  luxaciones posteriores son difíciles  de  diagnosticar  y  pueden  pasar  inadvertidas  sin  un  examen  físi- co cuidadoso y  una  radiografía  o  estudio  de  tomografía  por com- putadora  (TC)  axilar  del  hombro  afectado.  Las  luxaciones  inferio- res  se  conocen  como  luxatio  erecta  traumática  (fig.  7-3).  Las  luxaciones  superiores  son  poco  habituales  y  se  producen  como  resultado  de  una carga axil  aplicada  al brazo,  dirigida en sentido  superior.  La  cabeza  del  húmero  es  desplazada  hacia  arriba,  lo  cual  rompe  el  manguito  giratorio  y  fractura  con  frecuencia  el  acromion.  Las  luxaciones  glenohumerales  se  clasifican  adicionalmente  como  agudas,  crónicas o  recurrentes.  Hay  autores que  definen de  manera  arbitraria  las  luxaciones  agudas  como  las  que  han  estado  luxadas  dos o menos  días y  luxaciones  crónicas  a las que han esta- do  luxadas  más  de  dos  días.  La  mayor  parte  de  las  luxaciones  es  aguda  debido  a que el  individuo inmediatamente busca atención  a  causa  del  dolor.  No  obstante,  en  ocasiones,  se  descuidan  luxaciones  glenohumerales,  sobre  todo  en  las  personas  de  edad  avanzada.  Una  luxación  se  define  como  recurrente  cuando  se  ha  producido  con  anterioridad.  Las  luxaciones  glenohumerales  se clasifican  de  acuerdo con  su  causa  como  atraumáticas,  adquiridas  o  traumáticas.  La  luxación  (¡traumática se asocia con laxitud ligamentosa, y es un evento mal  definido,  en el cual  se produce una autorreducción.  El  tratamien- to  de  la  luxación  atraumática  inicial  no  afecta  los  resultados.  La  Fig. 7-1. Luxación glenohumeral anterior.  Lesiones  de  la  articulación  glenohumeral  55  Fig. 7-2. Luxación glenohumeral  posterior.  luxación  adquirida  es  el  resultado  de  lesiones  menores  repetidas  que  se  producen  de  manera  característica  en  algunos  deportes,  como  levantamiento  de  pesas,  y  se  presentan  durante  una  lesión  menor  que  no  luxaría  un hombro  normal.  Se  requiere  reducción  manipulada,  pero el  tratamiento  inicial con inmovilización no  es  eficaz  para  prevenir  recurrencias.  Este  grupo  incluye  una  por- ción  significativa  de  pacientes  con  inestabilidad  del  hombro.  La  luxación  traumática  es  el  resultado  de  una  lesión  violenta  y  re- quiere  de  reducción  con  manipulación.  El  tratamiento  de  la  luxación  traumática  inicial  por  reducción  e  inmovilización  pro- Fig. 7-3. Luxación subglenoidea del hombro (luxatio erecta), o una luxación  glenohumeral  inferior.  56  Manual  de  fracturas  longada, es eficaz  para prevenir lesiones recurrentes.  Los  autores  atienden  principalmente  luxaciones  traumáticas.  Lesiones  relacionadas  Las  lesiones  relacionadas  con  luxaciones  traumáticas  incluyen  fractura  de la cavidad  glenoidea  o del húmero proximal,  lesiones  del  manguito  rotatorio,  rotura  arterial  y  lesiones  nerviosas.  Las  fracturas  relacionadas  con  luxaciones  glenohumerales  incluyen  fractura del cuello del húmero,  fractura del rodete  glenoideo, frac- tura  por  impacción  de  la  cabeza  del  húmero,  y  fracturas  de  los  tubérculos  mayor  y  menor.  La  revisión  cuidadosa  de  las  radiografías  permite  valorar  la  presencia  de  estas  fracturas.  La  más  significativa  clínicamente  es  una  fractura  no  desplazada  del  cuello  humeral,  que  puede  des- plazarse durante los intentos de reducción de la luxación.  En esta  situación,  para  minimizar  la probabilidad  de  desplazamiento,  la  reducción  se  lleva  a  cabo  mediante  anestesia  general  con  relaja- ción muscular,  y  se  vigila  con fluoroscopia.  Las  fracturas  despla- zadas  del  cuello  humeral vinculadas  con  luxación  glenohumeral  suelen requerir  reducción  abierta y  fijación interna;  éstas  se  ana- lizan  en  "Fracturas  del  húmero  proximal"  (véase  más  adelante).  La  fractura  mayor  de  25%  de  la  cavidad  glenoidea  puede  dar  lugar  a  inestabilidad  crónica.  Las  fracturas  por  impacción  de  la  cabeza  del  húmero  son  equivalentes  a  las  fracturas  del  rodete  glenoideo.  Estas  fracturas  son  conocidas  como  lesión  de  Hill- Sachs, y contribuyen a la inestabilidad glenohumeral. La lesión de  Hill-Sachs  se  ve  en  la  radiografía  anteroposterior  cuando  se  pro- duce  rotación  interna  máxima  del  brazo.  Las  fracturas  de  los  tu- bérculos  mayor  y  menor  son  arrancamientos  de  la  inserción  de  los  músculos  supraespinoso,  infraespinoso,  redondo  menor  y  subescapular.  Con frecuencia las fracturas se reducen cuando dis- minuye la  articulación  glenohumeral.  De no  ser  así,  se indica  re- ducción  abierta  y  fijación  interna.  La  presencia  de  un  desgarro  del  manguito  rotatorio  es  evaluada  por  examen  físico  (p.  ej.,  incapacidad  para  iniciar  la  abducción  de la articulación glenohumeral).  En casos dudosos, la artrografía,  la  imagen  por  resonancia  magnética  y  la  electromiografía  son  de  utilidad  para  evaluar  la  causa  de  la  debilidad  persistente  del  manguito  rotatorio  después  de  la  reducción.  La  rotura  de  la  arteria  axilar  tiene  mayor  probabilidad  de  pro- ducirse  después  de  una  lesión  de  alta  energía,  en  individuos  de  edad  avanzada,  y  vinculada  con  una  lesión  del  plexo  braquial.  Los  signos  físicos  incluyen  un  hematoma  en  expansión  en  la  axi- la y  pulsos  ausentes  en el codo y  la  muñeca.  La rotura  de  la arte- ria  axilar  es  una  urgencia  quirúrgica  absoluta.  Lesiones  de  la  articulación  glenohumeral  57  La  lesión  nerviosa  que  se  relaciona  más  frecuentemente  con la  luxación glenohumeral es el estiramiento del nervio axilar,  el cual  da  lugar  a  una  parálisis  transitoria.  La  lesión  se  descarta  cuando  se  producen  contracciones  voluntarias  de  las  porciones  anterior  y  media  del  músculo deltoides.  Esto no es posible  sino hasta  que  se  controla  el  dolor  del  paciente  medi ant e  reducción  de  la  luxación.  Las  pruebas  de  sensibilidad  del  nervio  axilar  no  son  confiables.  Se  examinan  los  nervios  radial,  mediano,  cubital  y  musculocutáneo, para valorar si hay una lesión del plexo braquial  presente.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Se  evalúa  si  se  produjo  una  lesión  y  si  es  recurrente.  La  luxación  traumática  anterior  es  el  resultado  de  un  golpe  directo  o  por  abducción y  rotación  externa  del  miembro  superior.  La  luxación  posterior  traumática  es  el  resultado  de  una convulsión,  o  de  una  caída  hacia  adelante  sobre  un  miembro  superior  flexionado.  No  hay  una  lesión  claramente  definida  que  cause  una  luxación  atraumática.  Las  luxaciones  adquiridas  se caracterizan  por ante- cedentes  de  lesiones  menores  repetidas.  Las  luxaciones  traumáticas  son  dolorosas.  Las  luxaciones  an- teriores  se  caracterizan  por  rotación  externa  del  miembro  supe- rior.  El  área  por  debajo  del  acromion  es  hueca,  debido  al  despla- zamiento  de  la  cabeza  del  húmero.  El  diagnóstico  de  luxación  posterior  frecuentemente  pasa  inadvertido  debido  a  la  rareza  de  esta  lesión  y  a  los  hallazgos  radiográficos  sutiles.  Esta  luxación  puede  confundirse  con capsulitis  adhesiva.  Los hallazgos  físicos  son  fundamentales  para  el  diagnóstico.  Las  luxaciones  posterio- res  se  caracterizan  por  rotación  interna  y  aducción  del  miembro  superior.  La  rotación  interna  es  más  obvia  cuando  el  individuo  flexiona  ambos  codos  a  90  grados.  El  contorno  anterior  normal  del  hombro  está  ausente,  y  hay  una  llenura  posterior  del  lado  de  la  luxación  que  se  observa  mejor  estando  de  pie  por  detrás  del  paciente  sentado.  El  examen  físico  del  individuo  con  luxación  subglenoidea  del  hombro  (luxatio  erecta)  es  espectacular,  con  el  húmero  trabado  en  una  abducción  mayor  de  90  grados.  Examen radiográfico  El  examen  radiográfico  del  hombro  lesionado  confirma  la  direc- ción  de  la  luxación y  determina  la  existencia  de  fracturas  relacio- nadas.  Son  esenciales  tres  proyecciones  radiográficas.  La  vista  58  Manual  de  fracturas  escapular anteroposterior,  o verdadera,  se  toma  con el  casete  pa- ralelo  al  plano  de  la  escápula,  y  el  haz  se  dirige  perpendicular- mente  a  este  hueso  (fig.  7-4).  Normalmente  esta  vista  indica  la  superficie  articular  paralela  de  la  cabeza  del  húmero  y  la  fosa  glenoidea.  Después  de  una luxación  anterior o  posterior,  se pier- de  el  paralelismo  entre  las  superficies  articulares,  y  las  imágenes  están  superpuestas  (fig.  7-5).  La  vista  escapular  lateral  se  toma  con  el  casete  colocado contra  la  superficie  lateral  del hombro,  en  un  ángulo  recto  con  el  plano  de  la  escápula  (fig.  7-6).  El  haz  se  dirige  de  un  punto  medial  a  lateral,  y  paralelo  a  la  superficie  de  la  escápula.  Como  se ve  en la proyección  escapular  lateral,  la  ca- vidad  glenoidea  se  encuentra  en  la  intersección  del  cuerpo,  la  espina y el acromion. La vista axilar se obtiene al colocar un casete  enrollado en la axila y  dirigiendo  el haz distalmente  (fig.  7-7).  De  forma alternativa,  el  casete  se sitúa en un punto proximal al hom- bro  con  el  paciente  en  posición  supina,  el  miembro  superior  en  abducción,  y  el  haz  se  dirige  a  través  de  la  axila  desde  un  punto  distal  a  proximal.  El  individuo  requiere  analgesia  para  obtener  una  radiografía  axilar  satisfactoria.  Otros  estudios  radiográficos  de  uso  comprenden  una  vista  anteroposterior  del  hombro  y  un  estudio  de  tomografía  por com- putadora.  Los  estudios  de  tomografía  por  computadora  son  par- ticularmente  útiles  en  los  casos  en  que  no  puede  obtenerse  una  vista  axilar  adecuada  (fig.  7-8).  Tratamiento inicial  Las  luxaciones  crónicas  no  requieren  reducción  aguda,  y  sólo  deben  reducirse  después  de  que  el  paciente  ha  sido  anestesiado.  Fig. 7-4. Radiografía anteroposterior escapular y proyecciones anteropos- teriores del  hombro.  Lesiones  de  la  articulación  glenohumeral  59  Fig. 7-5. Superposición de la cabeza del húmero en la cavidad glenoidea  que  indica luxación  posterior.  Las  luxaciones  agudas  se  reducen  inmediatamente.  La  falla  al  reducir  una  luxación  aguda  es  una  urgencia  quirúrgica.  Con  an- terioridad a la reducción se establece un acceso venoso, se seda al  individuo, y  se suministran analgésicos intravenosos de la forma  Fig. 7-6. Vista escapular lateral.  60  Manual  de  fracturas  Fig. 7-7. Método para obtener una radiografía axilar.  descrita  en  el  capítulo  4.  De  manera  alternativa,  se  puede  usar  lidocaína  intraarticular.  En  esta  técnica,  se  inyectan  20  ml  de  li- docaína al 1 %  con una aguja de calibre 20 de 3.81  cm de longitud,  en un punto 2 cm inferior y lateral al  acromion, en el  surco formado  por  la  cabeza  del  húmero  ausente;  la  aguja se  dirige  ligeramente  Fig.  7-8.  Tomografía  por  computadora  que  muestra  fracturas-luxaciones  posteriores  bilaterales del  hombro.  Lesiones  de  la  articulación  glenohumeral  61  en  sentido  caudal.  Debe  tenerse  cuidado  de  evitar  el  nervio  axi- lar.  La  maniobra  de  reducción  utilizada  es  determinada  por  el  tipo  de  luxación.  Las  luxaciones  anteriores  se  reducen  con  trac- ción  ligera  en  línea  con  el  húmero.  La  rotación  interna  y  externa  suave  del miembro superior recolocará la cabeza  del húmero.  Un  asistente  aplica  contratracción  con  una  sábana  envuelta  alrede- dor  del  tórax.  La  tracción  es  firme  y  consistente.  Es  importante  no  intentar  forzar  la  cabeza  del  húmero  de  vuelta  a  su  lugar  ya  que  esto  produce  como  resultado  espasmo  muscular,  haciendo  más  difícil  y  más  traumática  la  reducción.  Otros  métodos  de  re- ducción  de  las  luxaciones  anteriores,  que  merecen  mencionarse,  incluyen el  método  de Stimson,  el  método hipocrático y el méto- do de Kocher. El método de Stimson implica colgar de 2.27 a 4.54 kg,  aproximadamente,  de peso  del  miembro superior con  el paciente  en  posición  prona.  Después  de  10  a  20  minutos la  rotación inter- na  y  externa  suave  del  brazo  colocará  de  nuevo  en  su  lugar  a  la  cabeza  humeral.  El  método  de  Stimson  es  útil  como  último  re- curso  para  las  luxaciones  que  son  difíciles  de  reducir  por  otros  métodos.  El  método  hipocrático  implica  la  aplicación  de  tracción  lateral  a  través  del  brazo  y  la  contratracción colocando  el  pie  en  la axila.  El método hipocrático es útil  si no se dispone  de asisten- cia en la reducción.  El método de Kocher involucra la aplicación de  tracción  al  miembro  superior,  colocando luego  el brazo en  aduc- ción y  girándolo  internamente,  apalancando la cabeza  del húme- ro  sobre  la  cavidad  glenoidea.  Este  método ya  no  se  usa  debido  al riesgo de fracturar el húmero proximal.  Las luxaciones posterio- res  son  reducidas  con  tracción suave  a  través  del  miembro supe- rior,  y  aplicación  de  presión  dirigida  en  sentido  anterior  a  la  ca- beza del húmero.  El método de Stimson de ordinario reducirá las  luxaciones  posteriores.  La  luxación  subglenoidea  del  hombro  (luxatio erecta)  se  reduce  mediante  tracción  a  lo  largo  de  la  línea  del  miembro  superior.  Un  asistente  aplica  contratracción.  Después  de  la  reducción  del  hombro,  se  practica  un  examen  neurovascular  enfocado,  con  énfasis  en  la  evaluación  del  nervio  axilar  y  el  manguito  rotatorio.  A  continuación,  se  inmoviliza  el  hombro  en  una  posición  estable.  La  inmovilización  suele  reali- zarse con el brazo  mantenido junto  al cuerpo con un cabestrillo y  vendaje.  En esta posición,  el brazo se gira internamente y se colo- ca  en  aducción.  Las  luxaciones  anteriores  no  complicadas  siem- pre son estables en esta posición, pero es posible que una luxación  posterior no lo sea. Cuando la cabeza del húmero es inestable  pos- teriormente,  la  inmovilización  debe  realizarse  en  una  posición  que  sostenga  el  brazo  en  posición  de  rotación  externa  ligera.  Se  obtienen  radiografías  axilares  y  escapulares,  anteroposteriores  y  laterales,  para  asegurar  que  la  reducción  sea  adecuada.  La  ines- 62  Manual de  fracturas  tabilidad  o  una  reducción  incongruente  pueden  indicar una  frac- tura  desplazada  del  rodete  glenoideo  o  un  cuerpo  suelto  que  re- quiere  reducción y  fijación o resección.  Un estudio de  tomografía  por  computadora  es  útil  para  valorar  la  causa  de  inestabilidad  o  una  reducción  incongruente.  Tratamiento  definitivo  El  tratamiento definitivo de una luxación traumática de la  articu- lación  glenohumeral se basa en que la luxación sea aguda,  crónica  o  recurrente.  El  tratamiento  de  todas  las  luxaciones  traumáticas  agudas,  independientemente de la  dirección de la luxación,  tiene  dos componentes:  inmovilización  seguida por rehabilitación.  No  se  logra  beneficio  alguno  con  la  inmovilización  prolongada  del  hombro  después  de  una  luxación recurrente.  Los  individuos  con  luxaciones  recurrentes  requieren  un  procedimiento  reconstructi- vo  para  prevenir  una  luxación  futura.  La luxación  traumática aguda  (anterior,  posterior e inferior)  se re- duce  e inmoviliza de  la forma descrita en el  apartado  "Tratamien- to  inicial"  {véase  antes).  La  inmovilización prolongada  (cuatro  a  seis semanas)  reduce la incidencia  de recurrencia. El cabestrillo y  el  vendaje  se  aflojan  para  la  práctica  de  ejercicios  de  límites  de  movimiento  del  codo.  A  las  cuatro  a  seis  semanas  se  suspende  toda  la  inmovilización,  y  se  inician  ejercicios  de  refuerzo.  Una  reducción  inestable,  o  luxación  irreducible,  es  indicación  de  cirugía  inmediata.  La  luxación  inestable  suele  deberse  a  frac- tura  del  rodete  glenoideo  o,  más  comúnmente,  a un defecto  de la  cabeza  del  húmero.  Un  desgarro  grande  del  manguito  rotatorio  t ambi én  puede  ser  un  factor  de  inestabilidad.  La  luxación  irreducible  se  debe  a  la interposición  de  tejidos  blandos  o  hueso.  La  fractura  desplazada  del  rodete  glenoideo  se  reduce  con  una  acceso  anterior  en  caso  de  un  defecto  anterior,  o  posterior,  cuan- do  el  defecto  es  posterior,  y  se  estabiliza  con  tornillos.  Si  la  conminución  evita  la  estabilización  adecuada,  se  usa  la  apófisis  coracoides  o  un  bloque  de  cresta  iliaca  autógeno  para  reconstruir  el rodete  glenoideo.  Los  defectos  de la cabeza  del  húmero se  tra- tan  mediante  la  transferencia  del  subescapular  al  interior  del  de- fecto  anteromedial  (luxación  posterior)  o  del  infraespinoso  en  el  defecto  posteromedial  (luxación  anterior).  El tratamiento de la luxación posterior traumática crónica depen- de  de la  actividad y la salud  del  paciente,  el  tiempo  que ha  trans- currido desde  la dislocación  de la articulación glenohumeral y el  tamaño  del  defecto  vinculado  de  la  cabeza  del  húmero.  No se intenta la reducción cuando el individuo es inactivo o es  un  mal  prospecto  quirúrgico.  Lesiones  de  la  articulación  glenohumeral  63  Cuando  la  luxación  tiene  menos  de  cuatro  semanas  de  anti- güedad y el defecto  afecta a menos  de 20%  de la superficie  articu- lar  de  la  cabeza  del  húmero,  se  intenta  la  reducción  cerrada.  Si  tiene  éxito,  el  hombro  se  inmoviliza  durante  seis  semanas  de  la  forma  descrita  para  la  luxación  posterior  aguda.  En  los  casos  en  los  cuales  la  reducción  cerrada  no  tiene  éxito,  se  lleva  a  cabo  re- ducción  abierta  mediante  un  acceso  anterior  y  transferencia  del  subescapular  o  del  tubérculo  menor  al  defecto  humeral.  Cuando  la  luxación  tiene  más  de  cuatro  semanas  de  antigüe- dad,  o  el  defecto  incluye  más  de  20%  de la  superficie  articular  de  la cabeza  del  húmero,  se  efectúa  reducción  abierta  con  un  acceso  anterior,  y  se  transfiere el tubérculo menor al  defecto.  En el poso- perat ori o,  el  hombr o  se  i nmovi l i za  por  seis  semanas.  Las  luxaciones  posteriores  muy  antiguas,  o  las  luxaciones  relaciona- das  con  defectos  grandes  (mayores  de  50%)  de  la  cabeza  del  hú- mero  y  la  cavidad  glenoidea,  se  tratan  con  artroplastia  o,  rara- mente,  artrodesis e injerto de hueso.  La parálisis  del nervio axilar  o el  desgarro masivo  del manguito rotatorio, vinculados con una  luxación  crónica,  serían  una  indicación  para  artrodesis.  La  luxación  anterior  traumática  crónica  del  hombro  es  poco  fre- cuente,  y  se  produce  en  ancianos  confusos  o  en  pacientes con  un  deterioro  en  el  grado  de  conciencia.  El  criterio  para  intentar  una  reducción  cerrada  incluye  antecedentes  de  luxaciones  de  menos  de  cuatro  semanas,  el  grado  de  actividad  del individuo,  y  que  el  paciente  sea  suficientemente  sano  para  someterse  a  anestesia  ge- neral.  La  osteoporosis  intensa,  arteriesclerosis,  y  otras  fracturas  alrededor  de  la  articulación  del  hombro  son  contraindicaciones  relativas para la  reducción.  Si no  es posible  la reducción cerrada,  se  indica  reducción  abierta  en  el  individuo  apropiado  con  inca- pacidad  significativa.  Puede  ser  necesario  practicar  artrodesis  o  artroplastia con injerto de hueso en caso  de una cavidad  glenoidea  deficiente.  Complicaciones  Las complicaciones  que  son propias  de la  luxación glenohumeral  comprenden  la  luxación  recurrente  y  la  capsulifis  adhesiva.  La  luxación  recurrente  es  más común en pacientes  que  padecieron  su  primera  luxación  cuando  tenían  menos  de  30  años  de  edad,  y  cuando  no  hubo  fracturas  relacionadas  de  los  tubérculos  mayor  y  menor  del  húmero.  El  tratamiento  de  la  luxación  recurrente  se  inicia  al  evaluar  qué  lesiones  contribuyen  a  la  inestabilidad.  Es- tas  lesiones  se  corrigen  luego  quirúrgicamente.  Se  han  diseñado  procedimientos  para  cambiar la  versión  de  la cabeza  del  húmero  o  de  la  cavidad  glenoidea,  llenar  defectos  del  rodete  glenoideo  o  64  Manual  de  fracturas  de  la  cabeza  humeral,  limitar  la  rotación  interna  y  externa,  y  reparar y reforzar la cápsula anterior.  Se considera que los proce- dimientos  que  reparan y  refuerzan la cápsula  son mejores.  El  tra- tamiento de la inestabilidad  anterior recurrente en el anciano pue- de  requerir  reparación  del  manguito  rotatorio.  La capsulitis adhesíva del hombro  (conocida también como hom- bro  congelado)  puede  presentarse  después  de  cualquier lesión  de  la  extremidad  superior.  Se  produce  más  frecuentemente  en indi- viduos  de  edad  avanzada  y  se  caracteriza  por  limitación  doloro- sa del movimiento de la articulación glenohumeral.  Antes  de que  se  acepte  el  diagnóstico  de  capsulitis  adhesiva,  deben  obtenerse  radiografías  de  la  lesión  del  hombro  que muestren  que  no  es  una  luxación  posterior no  reconocida.  El  tratamiento  de  la  capsulitis  adhesiva  verdadera  es  enérgico  y  requiere  fisioterapia,  inyeccio- nes  articulares  con  anestésicos  locales  y  esferoides  y,  como  últi- mo  recurso,  expansión  artroscópica  de  la  articulación  con  solu- ción  de  Ringer  con  lactato  y  manipulación  cerrada  suave.  FRACTURAS  DEL  HUMERO  PROXIMAL  El húmero proximal se encuentra proximal a la inserción del pec- toral  mayor.  Clasificación  Las  fracturas  del  húmero  proximal  se  clasifican  de  acuerdo  con  que  haya  un  desplazamiento  significativo,  con  la  existencia  de  un  desplazamiento,  con  el  número  de  fragmentos,  y  con  la  pre- sencia  de  una  luxación  vinculada.  Las  fracturas  no  desplazadas,  son  desplazadas  menos  de  1  cm  o  presentan  desviación  angular  de  menos  de  45  grados,  indepen- dientemente del patrón de la fractura o del número de  fragmentos.  Las fracturas desplazadas se producen a lo largo de líneas anató- micas  predecibles,  con  la  producción  de  patrones  similares  de  fracturas.  Estas  líneas  anatómicas  comprenden  el  cuello  anató- mico,  el  cuello  quirúrgico,  el  tubérculo  mayor,  y  el  tubérculo  menor.  Las fracturas  desplazadas  se clasifican adicionalmente en  tres  grupos  de  acuerdo con  el número  de  fragmentos  principales  presente  (es  decir,  fracturas  de  dos  partes,  tres  partes  y  cuatro  partes).  Las fracturas de dos partes ocurren de acuerdo con cuatro patro- nes:  fractura a  través  del cuello,  ya sea anatómico o quirúrgico,  y  la  fractura  del  tubérculo,  ya  sea  mayor  o menor  (figs.  7-9  a  7-12).  La  vascularidad  de  la  cabeza  está  en riesgo  después  de  una  frac- Lesiones  de  la  articulación  glenohumeral  65  Fig. 7-9. Fractura a través del cuello anatómico.  tura del cuello anatómico. Las fracturas de tres partes se producen  en  dos  patrones:  fractura  del  cuello  quirúrgico,  con  una  fractura  ya  sea  del  tubérculo  mayor  o  menor  (figs.  7-13  y  7-14).  Como  el  tubérculo  mayor  o  menor  permanece  fijo  en  el  fragmento  de  la  Fig. 7-10. Fractura a través del cuello quirúrgico.  66  Manual  de  fracturas  Fig. 7-11. Fractura del tubérculo mayor.  cabeza,  hay  una  rotación muy  manifiesta  de  la cabeza a  causa  del  tiro  muscular  sin  oposición  (es  decir,  si  el  tubérculo  mayor  per- manece  fijo,  la  cabeza  está  en  abducción  y  rotación  externa;  si  el  tubérculo  menor  permanece  fijo,  la  cabeza  está  en  rotación  inter- Fig. 7-12.  Fractura del tubérculo menor.  Lesiones  de  la  articulación  glenohumeral  67  Fig. 7-13. Fractura del cuello quirúrgico y del tubérculo mayor.  na).  Las fracturas de  cuatro  partes  se  generan  de  acuerdo  con  un  patrón:  fractura  del cuello  anatómico y  fractura  de  los  tubérculos  mayor o menor  (fig.  7-15).  El riego vascular de la cabeza está roto  después  de  una  fractura  de  cuatro  partes.  Las fracturas con luxación se caracterizan por una luxación de la  articulación  glenohumeral  y  una  fractura  relacionada  del  húme- ro  proximal.  La  fractura  puede  ser  una  fractura  no  desplazada  o  desplazada  (fig.  7-16).  La  fractura  desplazada  que  se  relaciona  Fig. 7-14. Fractura del cuello quirúrgico y del tubérculo menor.  68  Manual  de  fracturas  Fig. 7-15. Fractura en cuatro partes.  Fig. 7-16. Fractura-luxación (dos partes) posterior.  Lesiones  de  la  articulación  glenohumeral  69  más frecuentemente con  una  luxación  es  una fractura  de  dos par- tes  que  afecta  al  tubérculo  mayor.  Lesiones  relacionadas  Con  frecuencia,  con  las  fracturas  del  húmero  proximal  se  vincu- lan lesiones del nervio  axilar, el plexo braquial y la arteria y vena  axi l ares.  El  di agnóst i co  de  est as  l esi ones  se  descri be  en  "Luxaciones  de  la  articulación  glenohumeral"  (véase  antes).  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia y examen  físico  Hay  dolor  localizado  hacia  el  hombro,  lo  cual  limita  el  movi- miento.  De forma aguda,  el  aspecto  del hombro es relativamente  normal.  Tiene  un  contorno  normal  y  debido  a  los  músculos  suprayacentes  no  hay  hinchazón  o  equimosis  discernibles.  En  el  transcurso  de  varios  días,  aparece  una  equimosis  grande  alrede- dor  del  hombro  y  distalmente.  Examen radiográfico  Las  tres proyecciones esenciales son la escapular anteroposterior,  escapular  lateral  y  la  axilar.  Las vistas suplementarias (p.  ej., la proyección anteroposterior,  con  el húmero  en  grados  diferentes  de rotación y  la lateral  trans- torácica)  son  frecuentemente  de  valor,  y  se  obtienen  de  acuerdo  con  el  criterio  del  cirujano.  Los  estudios  de  tomografía  por  com- putadora  son  de  valor en la  evaluación  del  complejo  de  fracturas  con  luxación  o  para  valorar  el  rodete  glenoideo.  Tratamiento inicial  El  tratamiento  inicial  de  las  fracturas  no  desplazadas  consiste  en  inmovilización  con  un  cabestrillo  y  vendaje.  Las  fracturas  des- plazadas  del  cuello  quirúrgico  o  anatómico,  independientemen- te  de  que haya  una  fractura  de  los  tubérculos mayor  o  menor que  se  trate  de  manera  no  operatoria,  se  colocan  en un  collar  y  man- guito.  El  collar  y  el  manguito  están  diseñados  para  ejercer  una  fracción constante  (el  peso  del  brazo)  a  través  de la  fractura.  Las  fracturas  aisladas  desplazadas  de  los  tubérculos  mayor  o  menor,  tratadas  de  forma no  operatoria,  se colocan en un cabestrillo.  Las  que  van  a  tratarse  de  forma  operatoria  se  colocan en  un  cabestri- llo y  se  aplica  hielo  para  minimizar la  hinchazón.  El  tratamiento  70  Manual de  fracturas  inicial  de  las  fracturas-luxaciones  depende  de  la  localización  de  la  fractura.  Si  hay  una  fractura  aislada  del  tubérculo  mayor  o  menor,  se  intenta  la  reducción  cerrada  en  la  sala  de  urgencias.  Las  luxaciones  con  fracturas  aisladas  de  los  tubérculos  mayor  o  menor  se  vinculan  con  poca  frecuencia  con  fracturas  ocultas  del  cuello anatómico o quirúrgico.  Deben obtenerse imágenes adecua- das antes  de intentarse la reducción.  Si hay una fractura  del  cuello  anatómico  o  quirúrgico  se  lleva  a  cabo  reducción  con  anestesia  general  e  intensificación  de  imagen.  Puede  requerirse  reducción  abierta y fijación interna para prevenir el  desplazamiento  de frac- turas.  Tratamiento  definitivo  El  tratamiento  definitivo  depende  del  tipo  de  fractura.  Las  frac- turas no desplazadas se  tratan de la forma  descrita en el apratado  "Tratamiento inicial"  {véase antes).  Fracturas desplazadas  Las fracturas desplazadas  de  dos  partes  del cuello quirúrgico y  el  tubérculo  menor  deben  tratarse  operatoriamente.  La  reducción  con  manipulación  de  las  fracturas  del  cuello  quirúrgico  puede  lograrse con anestesia  general,  pero la fractura  frecuentemente se  desplaza debido a  fuerzas musculares cuando el  paciente se  des- pierta.  La  reducción abierta  se  lleva  a cabo  con el  procedimiento  deltopectoral, y  la  estabilización se realiza con una  placa y  torni- llos  o  con  varillas  modificadas  de  Ender.  En  esta  técnica,  se  introducen  dos  varillas,  con  un  orificio  adi- cional  taladrado por encima  de la abertura,  a  través  de incisiones  longitudinales  en  el  área  de  inserción  del  tendón  supraespinoso,  y  luego  se  hace  pasar  una  sutura  fuerte  o  alambre  a  través  de  estos  orificios  y  bajo  el  tendón  supraespinoso,  pasándose  a  tra- vés  de  un  orificio  taladrado  en  el  fragmento  distal  en  una  cons- trucción  de  banda  de  tensión con  forma  de  ocho  para  proporcio- nar  estabilidad.  Esta  técnica  ha  sido  descrita  por  Cuomo  y  cola- boradores  (1992; fig.  7-17).  Las  fracturas  del  cuello  anatómico  se  reducen  y  estabilizan  en  los  individuos  jóvenes  con  altas  demandas  de  actividad.  La  hemiartroplastia  se  lleva  a cabo  en  los pacientes  de  edad  avanza- da  con hueso  osteopénico  y  pocas  demandas.  El  acceso  a la  frac- tura es por el intervalo deltopectoral. Se usan tornillos, o placas y  tornillos,  para  estabilizar  la  fractura  una  vez  que  se  ha  reducido.  Las fracturas  del  tubérculo  mayor se  aproximan por medio de  un  acercamiento  con  sección  del  deltoides  y  luego  se  reduce  y  esta- biliza  con  tornillos  y  arandelas.  Lesiones  de  la  articulación  glenohumeral  71  Fig. 7-17. Fijación ¡ntramedular de Ender modificada de una fractura del hú- mero proximal suplementaria con una sutura de banda de tensión.  La mayoría  de las fracturas  desplazadas  de dos partes  del cue- llo  quirúrgico  o  del  tubérculo  menor  se  trata  de  forma  no  opera- toria.  El  tratamiento  de  las  fracturas  del  cuello  quirúrgico  inclu- ye  un  collar  y  un  manguito.  Puede  agregarse  un  cojinete  axilar  para  corregir  el  desplazamiento  medial  del  fragmento  distal.  Si  el  fragmento  distal  no  puede  reducirse  y  permanece  desplazado  medialmente,  se  indica la reducción abierta a  través  del intervalo  deltopectoral y se realiza estabilización con una  placa y  tornillos.  Las fracturas desplazadas del  tubérculo menor son lesiones por  arrancamiento  del  subescapular  y  deben  repararse.  Estas  fractu- ras  pueden  relacionarse  con  una  fractura  desplazada  del  cuello  quirúrgico  y  pueden  generar  limitación  de  la  rotación  interna,  y  debilidad  en  la  rotación  interna  con  una  prueba  de  levantamien- to  positiva  si  no  se  repara.  Las  fracturas  de  tres  partes  casi  siempre  se  tratan  quirúrgica- mente  debido  a  la  deformidad  rotatoria  relacionada.  Se  lleva  a  72  Manual de  fracturas  cabo  el  acceso  a  través  del  intervalo  deltopectoral,  se  reducen  y  se  estabilizan con  placa  y  tornillos,  si  esto  es  adecuado.  Con  fre- cuencia  se  producen  fracturas  de  tres  y  cuatro  partes  en  hueso  osteopénico,  y  puede  ser  difícil  lograr  una  fijación  estable  con  placas  y  tornillos.  En  hueso  osteopénico  puede  usarse  polime- tilmetacrilato  (PMMA)  para  suplementar  la  fijación.  Cuando  se  usa  el  polimetilmetacrilato,  se  aplica un  injerto  con hueso  espon- joso  autógeno  para  estimular  la  reparación.  De  manera  alternati- va,  puede  intentarse la  técnica  del clavo  de Ender modificada,  la  reducción  abierta  y  fijación  interna  limitada,  la  fijación  externa  con  el  uso  del  dispositivo  de  Hoffmann  de  la  forma  descrita  por  Ko  y  Yamamoto  (1996),  o  la  fijación  con  clavos,  con  tres  clavos  cruzados  y  reparación  de  sutura  de  los  tubérculos  desplazados.  También  puede  ser  aplicable  una  técnica  en  caso  de  faltas  de  uni ón  del  cuello  qui rúrgi co,  usando  una  clavija  de  hueso  intramedular,  placa  y  fijación  con  tornillos,  e  injerto  de  hueso  esponjoso  de la  forma  descrita  por Walch y colaboradores  (1996).  En  esta  técnica,  se  impacta  un  injerto  de  hueso  corticoesponjoso  de la cresta iliaca de 6 a 10 cm en el fragmento humeral distal y se  inserta  en la cabeza humeral.  Una placa en T externa completa la  estabilización.  Las  técnicas  que  usan  únicamente  alambre,  o  una  sutura  fuer- te  pasada  a  través  de  inserciones  tendinosas  del  mangui t o  rotatorio  en  los  tubérculos,  y  se  fijan  con  forma  de  ocho  al  frag- mento  del  cuerpo  distal,  frecuentemente  son  inadecuadas,  y  no  se  recomiendan.  La  siguiente  técnica  fue  desarrollada  en  el  Cook  County  Hos- pital, por el doctor Robert F.  Hall, Jr., y se describe de forma deta- llada.  Simula  la  fijación  de  una  fractura  intertrocanteriana  de  la  cadera,  ya  que  se  efectúa  bajo  control  radiológico  en  individuos  con  osteopenia  y  fracturas  conminuta.  Se  coloca  al  paciente  en  posición  supina  sobre  una  mesa  de  operaciones  que  tiene  una  extensión  radiolúcida.  El  aparato  de  imágenes  debe  observar  la  articulación  del  hombro y  el húmero  proximal.  Se  utiliza  un  ac- ceso  deltopectoral,  abriendo  el  intervalo  de  la  clavícula  a  la  in- serción del deltoides.  La inserción del  deltoides se puede movili- zar,  en  caso  necesario,  para  lograr  una  exposición  adicional.  Se  lleva  a cabo  una  reducción  preliminar bajo  observación directa y  se lleva al campo operatorio el brazo-C,  que  tiene una desviación  angular  de  cerca  de  45  grados  en  relación  con  el  eje  longitudinal  del  individuo.  En caso  necesario,  se verifica  si  la  reducción  de  la  fractura  es  adecuada  y  está  ajustada.  De  ser  posible,  la  fractura  reducida  se  mantiene con  una  pinza  de  hueso.  Se  permite  que  el  miembro  superior  repose  sobre  la  cámara  de  imágenes,  que  ha  sido  envuelta  de  manera  estéril,  y  se  estabiliza  con  la  ayuda  de  Lesiones  de  la  articulación  glenohumeral  73  un  asistente.  Se  coloca  un  dispositivo  de  fijación  interna,  como  una  placa-T  o  la  placa  de  hoja  de  ángulo  LC-Canulada  Synthes  de  90 grados,  a  lo largo  del cuerpo y cuello humerales, y  se  toma  una  imagen para verificar  su posición.  Si  se usa  una  placa  en T y  la  posición  es  satisfactoria,  se  taladra  un  orificio  de  3.2  mm  en  el  cuerpo  del  húmero  para  fijar  la  placa  al  cuerpo  humeral  proxi- mal  con  un  tornillo  cortical  de  4.5  mm.  A  continuación  se  hace  un  taladro  de 3.2 mm  a  través  de la  placa  al  interior  de  la  cabeza  del  húmero.  Esto  se  realiza  bajo  control  de  imagen  para  verificar  el  ángulo  del  taladro  y  la  profundidad  de  la  penetración.  Des- pués  de  la  evaluación  de  la  longitud,  se  coloca  un  tornillo  en  la  parte  esponjosa  de  la  cabeza  del  húmero.  De  forma  similar,  se  ubica  un  segundo  tornillo  en  la  parte  esponjosa  más  posterior- mente, en la cabeza del húmero.  Los dos tornillos  tienen una des- viación  angular  leve,  en  dirección  del  uno  al  otro,  para  mante- nerlos  en  la  cabeza  humeral.  A  continuación,  se  colocan  los  tornillos restantes en el cuerpo. Se obtienen imágenes finales para  verificar  la  reducción  de  la  fractura,  la  longitud  del  tornillo,  y  la  posición.  Si  se  obtiene  una  fijación  satisfactoria  se  inician  ejerci- cios  de  Codman  al  día  siguiente  de  la cirugía.  La  placa  de hoja  de  ángulo-LC  canulada  de  90  grados  usa  una  guía  taladrada en la placa de la hoja,  a través de la cual se inserta  un  alambre  guía  de  2.0  mm  hasta  que  la  punta  encuentre  hueso  subcondral.  La intensificación  de imagen confirma la colocación.  El  alambre  guía  está  diseñado  para  orientar  la  hoja  a  90  grados  del cuerpo del hueso.  El  orificio del  tornillo más proximal permi- te  la  inserción  de  un  tirafondo  oblicuo  de  4.5  mm  en  la  corteza  lejana  del  fragmento  proximal  para  lograr  una  fijación  más  esta- ble  de  la  cabeza  del  húmero  (fig.  7-18).  Los  resultados  del  reemplazo  protésico  son  mediocres,  en  el  mejor  de  los  casos,  se  obtiene  alivio  adecuado  del  dolor  en  sólo  tres  de  cuatro  pacientes  y  limitación  de  flexión  a  cerca  de  100  grados.  Estos  individuos  frecuentemente  tienen  dificultad  con  el  uso  de  la mano  por encima  del  nivel  del hombro  y  en cargar  más  de 4.5  a  7 kg,  aproximadamente,  de peso.  El  tratamiento  de  las  fracturas  de cuatro  partes  depende  de  las  demandas de  actividad del paciente y el grado de  osteopenia  que  esté presente. Estas fracturas se producen frecuentemente en hueso  osteopénico  de  individuos  sedentarios  con  demandas  muy  limi- tadas.  En  estos  casos,  las  fracturas  de  cuatro  partes  se  tratan  de  manera no  operatoria  con un  cabestrillo,  con completa compren- sión  de  que  la  movilidad  y  la  fuerza  del  hombro  estarán  intensa- mente limitadas.  En pacientes más activos con hueso osteopénico,  se practica una hemiartroplastia.  El objetivo de la hemiartroplastia  es  lograr  un hombro  fuerte  indoloro  con un  límite  de  movimien- 74  Manual  de  fracturas  Fig.  7-18. A  y B,  vistas  anteroposterior y axilar de fractura conminuta en  tres  partes del  húmero  proximal.  to relativamente limitado.  En los  individuos  menores  de 50 años  de  edad  con  hueso  de  densidad  normal,  se  intentan  la  reducción  abierta  y  estabilización.  Hay  una  alta  incidencia  de  necrosis  avascular y  de falta de unión después de este procedimiento,  pero  proporciona  al  paciente  una  probabilidad  de  mejor  resultado.  Ya  sea  que  se  practique  una  hemiartroplastia  o  reducción  y  fijación  interna,  el  acceso  quirúrgico  es  a  través  del  surco  delto- pectoral.  Cuando  se  lleva  a cabo  una  hemiartroplastia,  los  pasos  esenciales incluyen la  restauración  de la longitud humeral  apro- piada  y  retrotorsión y  nueva  fijación  de  los  tubérculos  por  detrás  de  la cabeza  protésica  al cuerpo  del húmero,  y  entre  sí con alam- bres  y  sutura  fuerte,  para  que  se  produzca  reparación  entre  ellos  y  se  minimice  la  probabilidad  de  un  desplazamiento  tardío.  La  cabeza humeral  se  usa  como  una  fuente  de  injerto  esponjoso.  Lesiones  de  la  articulación  glenohumeral  75  Fig. 7-18. Continuación.  Fracturas-luxaciones  La fractura-luxación encontrada más comúnmente es una luxación  anterior y  una fractura  del  tubérculo  mayor.  Como se  describe en  el apartado "Tratamiento inicial"  (véase antes), se efectúa una re- ducción  atraumática  suave  en la  sala  de  urgencias.  Si  el  tubércu- lo  mayor  continúa  desplazado,  se  reduce  y  estabiliza  de  forma  operatoria.  Las  fracturas-luxaciones  de  dos  partes  a  través  del  cuello  anatómico  o  quirúrgico,  y  todas  las  fracturas-luxaciones  de  tres  o  cuatro  partes,  se  tratan  de manera  quirúrgica.  No  siem- pre se intenta la reducción cerrada debido a que pueden lesionarse  el plexo braquial y la arteria axilar.  El acceso a la fractura se reali- za a  través del intervalo  deltopectoral.  Las fracturas  de dos y  tres  partes  se  reducen  y  estabilizan  con  placas  y  tornillos  (fig.  7-18).  Las  fracturas  de  cuatro  partes  se  tratan con hemiartroplastia.  La  rehabilitación  del  hombro  después  de  la  fractura  es  extre- madamente  importante.  Dependiendo  del  grado  de  comodidad  del  individuo  y  la  estabilidad  de  la  fijación,  se  inician  ejercicios  de  péndulo  a  las  dos  a  tres  semanas.  A  las  tres  a  cuatro  semanas  76  Manual de  fracturas  Fig. 7-18. C yD,  radiografías que muestran reducción y fijación con la pla- ca de hoja de ángulo LC-canulada de 90 grados.  se  agregan  ejercicios  de  abducción  y  rotación  externa  e  interna  suaves,  asistidos  de  forma  pasiva.  De  ordinario  a  las  seis  a  ocho  semanas,  se  ha  producido  suficiente  reparación  para  que  se  ini- cien  los  ejercicios  activos  de  intervalos  de  movimiento  y  de  re- fuerzo.  Complicaciones  La  mala  unión  es  la  complicación  más  común  de  las  fracturas  humerales proximales desplazadas, y es el resultado de tratamien- to  no  operatorio  e  incapacidad  para  obtener  o  mantener  una  re- ducción  operatoria.  El  tratamiento  de  la  mala  unión  por  medio  de  osteotomía  o  reemplazo  protésico  es  difícil,  y  con  frecuencia  no  produce  resultados favorables.  La  necrosis  avascular  de  la ca- beza del húmero, la falta de unión, las adherencias intraarticulares  c  Lesiones  de  la  articulación  glenohumeral  77  Fig. 7-18. Continuación.  y  la  artritis  postraumática  son  complicaciones  de  las  fracturas  del húmero  proximal.  La necrosis  avascular no  siempre es  sinto- mática.  Los casos en los cuales la necrosis avascular es sintomáti- ca  suelen  tratarse con hemiartroplastia.  La  falta de  unión se  trata  con  reducción  abierta,  estabilización,  e  injerto  de  hueso  esponjo- so autógeno. El tratamiento de las adherencias intraarticulares se  describe  en  el  apartado  "Luxaciones  de  la  articulación  glenohu- meral"  (véase antes).  La  artrosis  postraumática se  trata con artro- plastia cuando los síntomas lo justifican. Se recomienda artrodesis  solamente  en  caso  de  un  hombro  doloroso  con  parálisis  del  del- toides  o  del  manguito  rotatorio.  LECTURAS  SELECCIONADAS  Luxaciones de la cabeza del húmero de la fosa glenoidea  González  D,  López RA:  Concurrent rotator cuff tear  and brachial  plexus  palsy associated with anterior dislocation of the shoulder: A report of two  cases. J Bone joint Surg 73A:620-621, 1991.  Matthews D, Roberts T: Intraarticular lidocaine versus intravenous analgesic  for reductions of acute anterior shoulder dislocations.  Am  J Sports Med  23:5458, 1995.  Rowe CR, Zarins B: Chronic unreduced dislocations of the shoulder. J Bone  Joint Surg 64A:495-505,1982.  D  78  Manual  de  fracturas  Wirth  MA,  Groh  GI,  Rockwood  CA:  Capsulorrhaphy  through  an  anterior  approach  for  treatment  of  atraumatic  posterior  glenohumeral  instability  with multidirectional laxity of the shoulder. J Bone Joint Surg 80A1570-1578,  1998.  Fracturas del húmero proximal  Beredjiklian  PK,  Iannotti ]P,  Norris TR,  Williams  GR:  Operative  treatment  of malunion of a fracture of the proximal aspect of the humerus. J Bone Joint  Surg  80A:1484-1497,1998.  Cuomo  F,  Flatow  EL,  Mayday  MG,  Miller  SR,  Mcllveen  SJ,  Bigliani  LU:  Open  reduction  and  internal  fixation  of  two  -and  three-  part  displaced  surgical neck fractures of the proximal humerus, / Shoulder Elbow Surg 1:287- 295,1992.  Goldman  RT,  Loval  KJ,  Cuomo  F,  et al:  Functional  outcome  after  humeral  head  replacement  for  acute  three-and  four-  part  proximal  humeral  fractu- res. / Shoulder Elbow Surg 4:81-86,  1995.  Jupiter JB, Mullaji AB:  Blade píate  fixation of proximal humeral nonunions.  Injury  25:301-303,1994.  Ko J-Y,  Yamamoto  R:  Surgical  treatment  of complex  fracture  of  the  proxi- mal humerus.  Clin  Orthop 327:225-237,  1996.  Neer  CS  II:  Displaced  proximal  humerus  fractures.  Part  I:  Classification  and evaluation. J  Bone  Joint Surg 52A:1077-1089, 1970.  Walch G,  Badet R,  Nove-Josserand L,  et al:  Nonunions of the surgical  neck  of the humerus:  surgical treatment with an intramedullary bone peg, internal  fixation, and cancellous bone grafting, / Shoulder Elbow  Surg 5:161-168,1996.  Fracturas  y  luxaciones  de  la  clavícula  y  la  escápula  Jolin A.  Elstrom  Este capítulo  revisa  fracturas  de la  clavícula,  lesiones  de las  arti- culaciones  esternoclavicular  y  acromioclavicular,  y  fracturas  de  la  escápula.  ANATOMÍA  La  clavícula  es el  puntal  que  conecta  la  extremidad  superior con  el  tórax.  Estabiliza y  sirve  como  un punto  de  apoyo  para  la  escá- pula.  Sin  la  clavícula,  la  contracción  de  músculos  que  cruzan  la  articulación  glenohumeral  (p.  ej.,  el  pectoral  mayor)  tirarían  la  porción proximal  del húmero hacia el  tórax en vez  de levantar el  miembro.  La  clavícula  tiene forma  de S cuando  se observa por encima.  El  extremo acromial  plano está cubierto  por el  origen  del  deltoides,  por  delante,  y  la  inserción  del  trapecio  posteriormente.  El  extre- mo  esternal  redondo  da  lugar  a  los  orígenes  del  pectoral  mayor  anteriormente y al  esternocleidomastoideo  por la parte posterior.  La escápula  es un hueso  triangular plano localizado  en la parte  posterior del tórax. Tiene tres apófisis óseas:  la apófisis coracoides;  la  espina,  y  la  continuación  de  la  espina,  el  acromion.  Presenta  dos  articulaciones:  la  articulación  acromioclavicular  y  la  articu- lación  glenohumeral.  La  escápula  está  hundida  entre  músculos.  La  superficie  costal,  o  anterior,  está  cubierta  por  el  músculo  subescapular;  la  superficie  posterior,  por  los  músculos  supraes- pinoso  e  infraespinoso.  La  espina  es  el  origen  posterior  del  del- toides  y  la  inserción  del  trapecio.  La  cabeza  corta  del  bíceps,  el  coracobraquial  y  el  pectoral  menor  se  originan  en  la  apófisis  coracoides,  y  se  insertan  en  ésta.  El  trapecio y  elevador  de  la  es- cápula elevan este hueso.  El serrato anterior desplaza la escápula  anteriormente,  sujetándola  contra  la  pared  torácica.  La  parálisis  del serrato anterior da lugar a la  "formación de ala"  de la  escápula.  La articulación  acromioclavicular es  una  articulación  diartrodial  plana.  Sus  superficies  articulares  están  recubiertas  por  fibrocartí- lago y separadas por un menisco.  La articulación está estabilizada  por ligamentos  acromioclaviculares  débiles,  los  músculos  deltoi- des  y  trapecio,  y  los  ligamentos  coracoclaviculares  (es  decir,  los  7 9  8  80  Manual de  fracturas  ligamentos  trapezoide y  conoide).  El  límite  de movimiento a  tra- vés  de  la  articulación  acromioclavicular  es  de  20  grados,  la  ma- yor  parte  del  cual  se  produce  en  los  30  grados  iniciales  de  abducción  del  hombro.  La  articulación  esternoclavicular  es  una  articulación  diartrodial  en  silla  de  montar.  Sus  superficies  están  cubiertas  con  fibro- cartílago,  y  la  articulación  está  completamente  dividida  por  un  disco  articular.  El  disco  se  fija  al  borde  articular  de  la  clavícula,  primera  costilla  y  cápsula  articular.  La  articulación  esternoclavi- cular  es  reforzada  por  ligamentos  esternoclaviculares  anterior  y  posterior,  el  ligamento  interclavicular que  une  las  clavículas  por  detrás del esternón, y  el ligamento costoclavicular que une la pri- mera costilla y  la clavícula.  La clavícula se coloca  en abducción o  se  eleva  cerca  de 40  grados  por medio  de la  articulación  esterno- clavicular.  Este  movimiento  se  produce  mediante  abducción  del  hombro  de  hasta  90  grados.  La  fisis  medial  de  la  clavícula  se  fu- siona  cerca  de  los  25  años  de  edad;  por  lo  tanto,  en  los  pacientes  menores de 25 años se producen separaciones epifisarias más que  luxaciones  esternoclaviculares  verdaderas.  Esto  es  importante  debido  a que las  lesiones  fisarias  se  remodelan,  lo  que  no  sucede  con  las  luxaciones  de  la  articulación.  Por  detrás  de  la  articulación  esternoclavicular,  se  encuentran  los  vasos  sanguíneos  principales,  y  la  tráquea  y  el  esófago.  El  plexo  braquial  y  la  arteria  subclavia  continúan  lateralmente,  en  la parte  posterior  de  la clavícula,  pasando sobre  la primera costi- lla  y  por  delante  de  la  escápula,  en  un  punto  apenas  distal  a  la  apófisis  coracoides.  El  espacio  costoclavicular  puede  ser  dismi- nui do por  una  fractura  de  la  primera  costilla  o  de  la  porción me- dial  de  la clavícula,  dando  lugar  a  una  lesión neurovascular  agu- da  o compresión  tardía.  El nervio axilar pasa  por  debajo del  cue- llo  de  la  cavidad  glenoidea  y  frecuentemente  es  lesionado  en  las  luxaciones  del  hombro.  El  nervio  supraescapular  pasa  a  través  de  la  escotadura  escapular,  en  un  punto  apenas  medial  a  la  base  de la apófisis coracoides, por debajo del ligamento escapular trans- verso.  FRACTURAS  DE  LA  CLAVICULA  Clasificación  Las  fracturas  de  la  clavícula  se  clasifican  de  acuerdo  con  su  loca- lización,  como  fracturas  del  tercio  distal,  medio  y  proximal.  El  mecanismo  de  la  lesión  es  ya  sea  un  golpe  directo  o  una  carga  axil  como  resultado  de  una  caída  o  golpe  en  la  parte  lateral  del  hombro.  Fracturas  y  luxaciones  de  la  clavícula  y la  escápula  81  Las fracturas del  tercio distal se clasifican adicionalmente en tres  tipos  (fig.  8-1).  Las  fracturas  de  tipo  I  son  las  más  comunes  y  se  producen entre los ligamentos  coracoclavicular y  acromioclavicu- lar indemnes.  Los ligamentos mantienen los segmentos  alineados.  Las fracturas de tipo II se caracterizan por la rotura de los ligamen- tos coracoclaviculares. El peso del miembro superior tira hacia aba- jo  del  fragmento  distal,  y  el  trapecio  y  estemocleidomastoideo  tiran  del  fragmento  proximal  hacia  arriba.  Las  fracturas  de  tipo  III  son intraarticulares, de ordinario no desplazadas, y con frecuen- cia  se vuelven evidentes años  después como artritis postraumática.  Las fracturas del  tercio medio son el  tipo más común  de fractura  clavicular.  El fragmento proximal está desplazado superiormente  por  el  tiro  muscular;  el  fragmento  distal  está  desplazado  hacia  abajo  por  el  peso  del  miembro  superior.  Las fracturas  del  tercio proximal  de  la  clavícula,  excluyendo  las  lesiones  de  la  articulación  esternoclavicular,  son  poco  frecuentes  y  de  manera  ordinaria,  patológicas.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  La  clavícula  es subcutánea; por lo  tanto, la hinchazón y  deformi- dad  son  obvias,  y  la  hipersensibilidad  a  la  palpación  revela  el  sitio  de  la  lesión.  Examen radiográfico  La  confirmación  y  evaluación  radiográficas  de  las  fracturas  de  clavícula  se  obtiene  mediante  vistas  anteroposterior  cefálica  e  inclinada  a  45  grados,  con  el  individuo  en  posición  erecta.  En  ocasiones,  las  radiografías  de  las  fracturas  del  tercio  proximal  tienen que ser aumentadas con tomografía por computadora  (TC).  En las fracturas  del  tercio  distal  de la clavícula  se obtienen radio- grafías  anteroposteriores  de  ambas  articulaciones  acromiocla- viculares  con el  uso  de  pesos  de 2.25  a 4.50 kg,  aproximadamen- te,  para  evaluar  la  presencia  de  rotura  ligamentosa.  Tratamiento inicial  El  tratamiento  inicial consiste  en  un cabestrillo.  Lesiones  relacionadas  Con  la  historia  y  el  examen  físico  se  descartan  lesiones  vincula- das  del  tórax,  el  plexo  braquial  y  los  vasos  mayores.  La  lesión  82  Manual de  fracturas  Fig. 8-1. Los tres tipos de fracturas distales de la clavícula: A, tipo I; B, tipo  II, y C, tipo III.  A  B  c  Fracturas  y  luxaciones  de  la  clavícula  y  la  escápula  83  visceral  se  relaciona  con  un  trauma  de  alta  energía,  una  fractura  abierta,  y  fractura  de  la  primera  costilla  o  de  la  escápula.  La  disociación  escapulotorácica  es  una  lesión  devastadora  que  se  asocia  con  fractura  o  luxación  de  la  clavícula.  El  diagnóstico  se  confirma  por  desplazamiento  lateral  de  la  escápula,  con  una  le- sión  relacionada  de  la  clavícula,  la  articulación  acromioclavicu- lar  o  la  articulación  esternoclavicular.  Con  frecuencia,  hay  una  lesión  vinculada  del  plexo  braquial  o  de  la  arteria  axilar.  Tratamiento  definitivo  Se  indican reducción  abierta  y  fijación  interna  de  las fracturas  del  tercio  distal  de  la  clavícula  cuando  hay  un  desplazamiento  supe- rior  del  fragmento  proximal  a  causa  de  rotura  de  los  ligamentos  coracoclaviculares,  o  cuando  hay  un  desplazamiento  intraar- ticular.  Las  fracturas  de clavícula  de  tipo  I  y  de  tipo  III  no  despla- zadas  se  tratan  sintomáticamente  con  un  cabestrillo.  La  férula  con  forma  de  ocho no  tiene  valor  en  las  fracturas  del  tercio  distal.  Los  fracturas  de  clavícula  distales  tipo  II,  y  las  fracturas  raras  desplazadas  de  tipo  III,  se  tratan con  reducción abierta  y  fijación  interna.  La  clavícula  distal  se  expone  a  través  de  una  incisión  sobre  su  borde  anterior  subcutáneo.  La  fractura  se  estabiliza  con  una  "T",  o  una  placa  tubular  de  un  tercio.  Las fracturas  del  tercio  medio y proximal  de  la  clavícula  se  tratan  con  reducción  manual  e  inmovilización  con  una  férula  con  for- ma  de  ocho  que  mantiene  dorsalmente  los  hombros.  La  férula  con forma de ocho se aplica y ajusta con los hombros en  retracción.  La  férula  se  estirará  y  aflojará;  por  lo  tanto,  debe  ajustarse  cada  mañana  durante  los  primeros  días.  Un  cabestrillo  da  soporte  al  brazo  durante  la  primera  semana.  De  ordinario,  después  de  cua- tro  o  cinco  semanas  la  reparación  de  la  fractura  ha  evolucionado  al  punto  en  que  ya  no  se  requiere  más  inmovilización.  Las indicaciones para la  reducción abierta primaria  de las  frac- turas  de  los  tercios  medio  y  proximal  de  la  clavícula  incluyen  la  amenaza  de  penetración  de  la  piel  por  fragmentos  de  la  fractura,  acortamiento  inicial  de  la  fractura  de  2  cm  o  mayor,  desplaza- miento irreducible  (p.  ej.,  ojal  del  fragmento  proximal),  deterioro  neurovascular,  fracturas  abiertas,  y  fracturas  relacionadas  con  otras lesiones  del  cinturón  escapular  (p.  ej.,  fracturas  extraarticu- lares desplazadas del cuello glenoideo y disociación escapulotorá- cica).  La exposición de la clavícula  se realiza a  través de una inci- sión  en  un  punto  apenas  inferior  a  ésta.  Se  contornea  una  placa  de  compresión  dinámica  o  de  reconstrucción  de  3.5  mm,  y  se  co- loca  en  la  superficie  plana  superior  de  la  clavícula.  Con  conmi- nución  extensa,  fragmentos  de  hueso  desvitalizado,  o  pérdida  de  84  Manual  de  fracturas  continuidad,  se  requiere  injerto  esponjoso  autógeno.  En  el  pos- operatorio,  el  miembro  superior  se  apoya  con  un  cabestrillo  hasta  que  es  evidente  la  formación  de  callo  en  cerca  de  cuatro  semanas.  Complicaciones  Las  complicaciones  consisten  en  falta  de  unión,  mala  unión,  y  deterioro  neurovascular.  La falta de unión de las fracturas del tercio distal de la clavícula  se  presenta  con  mayor  frecuencia  después  de  lesiones  de  alta  energía.  Las  faltas  de  uniones  atróficas  son  obvias  radiográfica- mente.  Pueden requerirse tomografía y examen fluoroscópico para  demostrar  la  falta  de  unión  hipertrófica  que  es  más  común.  El  tratamiento  de  las  faltas  de  unión  sintomáticas  incluye  reduc- ción  abierta,  fijación  interna  e  injerto  de  hueso.  La mala unión de las fracturas claviculares del tercio medio suele  ser  un  problema  estético.  El  acortamiento  o  desviación  angular  sintomáticos,  producidos como resultado de  tensión de la piel, se  tratan con osteotomía e injerto  de hueso,  con fijación interna,  para  restaurar  la  longitud  clavicular,  o  resección  de  los  extremos  de  hueso  que  hacen  protrusión.  Las complicaciones neurovasculares constituyen el resultado del  desplazamiento  de  los  fragmentos  de  fractura  en  el  momento  de  la  lesión,  por  lesiones  vinculadas  (p.  ej.,  fractura  de  la  primera  costilla)  y  por  secuela  tardía  relacionada  con  callo  hipertrófico.  La  obstrucción  de  la vena subclavia entre la clavícula y  la  prime- ra  costilla,  se caracteriza  por  ingurgitación  de  las venas  en  la  ex- tremidad  superior  ipsolateral.  La  angiografía,  electromiografía  e  imagen  por  resonancia  magnética  (IRM)  son  útiles  para  valorar  la  extensión  del  deterioro  neurovascular.  Estas  complicaciones  se  tratan junto  con  un  cirujano  torácico.  FRACTURAS  DE  LA  ESCÁPULA  Las  fracturas  de  la  escápula  son  raras  y  con  frecuencia  se  vincu- lan con  otras lesiones  intensas.  Como resultado,  cerca  de 50%  de  las  lesiones  pasa  inadvertido  inicialmente.  La  lesión  vinculada  más  común  es  la  fractura  de  las  costillas  ipsolaterales,  con  hemoneumotórax  que se produce en cerca  de 33%  de las  lesiones  de  alta  energía.  Clasificación  El factor más  importante  en la clasificación  de  la  fractura escapu- lar  depende  de  que  sea  causada  por  un  trauma  de  alta  energía  Fracturas  y  luxaciones  de  la  clavícula  y  la  escápula  85  (p. ej., un accidente automovilístico) o de baja energía (p. ej., arran- camiento  de  una  inserción  muscular).  La  conminución  y  el  des- plazamiento  de  la  "fractura  por  estallamiento"  indica  trauma  de  alta energía.  Las fracturas escapulares se clasifican adicionalmente  de acuerdo con la localización:  fracturas del cuerpo y de la  espina,  del cuello  glenoideo  (extraarticular),  del  acromion,  de la apófisis  coracoides  y  de  la  cavidad  glenoidea  (intraarticular).  Las  fractu- ras  de la cavidad  glenoidea se  subdividen en fracturas no  despla- zadas  y  desplazadas.  Las  fracturas  desplazadas  son  simples  (es  decir,  parte  de  la  cavidad  glenoidea  está  intacta)  o  complejas  (es  decir,  la  totalidad  de  la  superficie  articular  de  la  cavidad  glenoidea  está  fracturada;  fig.  8-2).  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  El  dolor  se  localiza  en  el  hombro  y  en  la  espalda.  El  miembro  superior  está  en  abducción  y  protegido  contra  movimientos.  Las  equimosis  e  hinchazón  son  mínimas  debido  a  la  localización  de  la escápula  entre capas  de  músculo.  La  falta  de  abducción activa  Fig. 8-2. Los seis tipos de fracturas escapulares: A, fractura del cuerpo; S,  fractura  extraarticular  del  cuello  de  la  cavidad  glenoidea;  C,  fractura  del  acromion;  D,  fractura  de  la apófisis  coracoides;  E,  fractura  simple  de  la  cavidad glenoidea, y F, fractura compleja de la cavidad glenoidea.  A  86  Manual  de  fracturas  Fig. 8-2. Continuación.  y  elevación hacia  adelante  del  miembro  superior,  conocida  como  seudoparalisis del  manguito  rotatorio,  frecuentemente  se  asocia  con  fractura  escapular,  y  es  el  resultado  de  hemorragia y  dolor  intra- muscular.  Examen radiográfico  La  evaluación  radiográfica  de  la  escápula  incluye  vistas  antero- posterior  y  lateral  verdaderas  de  la  escápula,  y  una  vista  axilar.  c  B  Fracturas  y  luxaciones  de  la  clavícula  y  la  escápula  87  Fig. 8-2. Continuación.  La  vista  anteroposterior  de  la  escápula  mostrará  fracturas  de  la  cavidad  y  el  cuello  glenoideo.  Las  vistas  escapulares  laterales  muestran  fracturas  del  cuerpo  escapular y  del  acromion.  La  vista  axilar  muestra  fracturas  de  la  apófisis  coracoides  y  de  la  cavidad  glenoidea.  La  imagen  por  resonancia  magnética,  la  tomografía  por  computadora  y  las  radiografías  anteroposteriores  y  laterales  del  tórax  proporcionan  información  adicional.  E  D  88  Manual de  fracturas  Fig. 8-2. Continuación.  Tratamiento  inicial  El  tratamiento  inicial consiste  en cabestrillo.  Lesiones  relacionadas  El  factor más  importante  en  el  tratamiento  inicial  de  las  fracturas  escapulares  es  el  hecho  de  que  las  fracturas  de  alta  energía  se  asocian con lesiones viscerales  que  ponen  en peligro la vida.  Las  lesiones  viscerales  vinculadas  más  comunes  incluyen  hemo- neumotórax,  contusión  pulmonar  o  cardiaca,  desgarro  aórtico,  lesión  del  plexo  braquial,  lesión  de  la  arteria  axilar,  y  lesiones  cerradas  de la cabeza.  Las lesiones óseas relacionadas más comu- nes  comprenden  fracturas  de  las  costillas  y  la  clavícula.  La  frac- tura  de  la  primera costilla  se  relaciona frecuentemente  con lesión  del  plexo  braquial  y  de  los  vasos  subclavios.  Tratamiento  definitivo  El  tratamiento  de  las fracturas del  cuerpo  y  la  espina  suele  ser  no  operatorio.  Los músculos  que rodean a la escápula evitan un  des- plazamiento  adicional.  Se  usa  un  cabestrillo  y  hielo  durante  los  primeros  días para controlar  el  dolor.  Al  desaparecer el  dolor,  se  inician  ejercicios  de  péndulo  en  el  cabestrillo.  La  reparación  es  F  Fracturas  y luxaciones  de  la  clavicula  y la  escápula  89  rápida  y,  de  ordinario,  después  de  cuatro  semanas  pueden  ini- ciarse  movimientos  activos.  Las  fracturas  por  estallamiento  con  desplazamiento  proximal  del  borde  lateral  del  cuerpo  pueden  invadir  la  cápsula  de  la  articulación  glenohumeral.  Cuando  esto  sucede, la fractura se reduce y estabiliza o se osteotomiza la espi- ga  de  hueso  que  causó  lesión.  Las fracturas extraarticulares del cuello glenoideo son el segundo  tipo  más  común  de  fractura  escapular  y  se  producen  cuando  la  cabeza  del  húmer o  es  i mpul sada  al  interior  de  la  cavi dad  glenoidea.  Puede ser necesario un  estudio  de  tomografía  por com- putadora  para  confirmar  que  la  fractura  no  implica  a  la  articula- ción.  No se intenta reducción.  Se  da soporte  al miembro superior  en  un  cabestrillo,  y  el  tratamiento  es  en  la  forma  descrita  para  la  fractura  del  cuerpo  y  la  espina.  El  pronóstico  es  bueno  en  rela- ción con  el  retorno casi  completo  de  la  función.  Las  fracturas  a  través  del  cuello  de  la  cavidad  glenoidea,  con  una  fractura  clavicular vinculada,  son  inestables  debido  a  la  fun- ción  suspensoria  de  la  clavícula.  El  peso  del  miembro  superior  tira  del  fragmento  glenoideo  distalmente,  dando  lugar  a  defor- midad  y,  finalmente,  pérdida  de  función.  Se  recomiendan  la  re- ducción  abierta  y  la  fijación  interna  de  la  clavícula  fracturada.  También  pueden  requerirse  reducción  abierta  y  fijación  interna  de  la  fractura  del cuello  glenoideo por  medio  de  un acceso  poste- rior,  en la forma descrita por Brodsky  y  colaboradores  (1987), con  el  paciente  en  posición  de  decúbito  lateral.  El  acromion  se  fractura  por  un  golpe  directo  de  la  parte  supe- rior,  o por desplazamiento hacia  arriba  de la cabeza humeral.  La  fractura  por  esfuerzo  es  el  resultado  de  la  migración  superior  de  la  cabeza  del  húmero  a  causa  de  un  desgarro  del  manguito  rotatorio  de  larga  duración.  Por  lo  tanto,  una fractura  por  esfuer- zo  es  una  indicación  para  realizar  un  artrograma  o  imagen  por  resonancia  magnética  para  evaluar  el  manguito  de  rotación.  La  depresión  del  acromion  se  vincula  con  lesión  por  tracción  del  plexo  braquial.  Las  fracturas  desplazadas  de  manera  mínima  del  acromion  se  tratan  de  forma  conservadora.  Estas  se  deben  observar  cercana- mente  durante  las  primeras  tres  semanas  ya  que  podrían  despla- zarse.  El  despl azami ent o  significativo  i mpi de  la  movi l i dad  glenohumeral  debido a la impacción del manguito rotatorio.  Las  fracturas  desplazadas  se  tratan  con  reducción  abierta  y  fijación  interna  con  un  tornillo  o  alambre  con  banda  de  tensión.  La fractura aislada  de  la  apófisis  coracoides  es  el resultado  de  un  golpe  directo,  arrancamiento  por  tiro  muscular,  o  una  fractura  por esfuerzo  (es  decir,  "fractura  de  tirador  a  blanco  móvil").  Las  fracturas  se  producen  a  través  de  la  base  o  de  la  punta.  Cuando  90  Manual  de  fracturas  se  encuentran  mínimamente  desplazadas  se  reparan  sin  compli- caciones.  Las  fracturas  desplazadas  de  la  apófisis  coracoides  se  produ- cen en combinación con  una luxación acromioclavicular.  La apófi- sis  coracoides  es  arrancada  de  la  escápula  por  los  ligamentos  coracoclaviculares.  El  tratamiento  es  la  reducción  abierta  y  fija- ción  de  la  apófisis  coracoides  con  un  tornillo  simple,  y  la  fijación  transarticular  temporal  de  la  luxación  acromioclavicular.  El  des- plazamiento  de  la  apófisis  coracoides  puede  causar  compresión  del  nervio  supraescapular  y  parálisis  de  los  músculos  rotatorios  externos  del  hombro  (es  decir,  supraespinoso  e  infraespinoso).  Cuando  esto  sucede,  se  indica  reducción  abierta  y  fijación  de  la  apófisis  coracoides,  y  descompresión  del  nervio.  El  tratamiento  de  las  fracturas  intraarticulares  de  la  cavidad  glenoidea  se  basa  en  la  cantidad  de  desplazamiento,  el  tipo  de  fractura,  y  la  presencia  de  inestabilidad  glenohumeral.  Las  fracturas  no  desplazadas  se  tratan  con  un  cabestrillo  e  in- movilización  de  la  forma  descrita  para  las  fracturas  del  cuerpo  de  la  escápula.  Las fracturas  simples  desplazadas  (3  mm o mayo- res)  se  tratan con reducción  abierta y  fijación interna.  El  grado  de  congruencia  de  la  superficie  articular  se  evalúa  por  medio  de  ra- diografías  y  tomografía  por  comput adora  anteroposteriores,  glenoideas  tangenciales,  y  axiles.  Se  espera  inestabilidad  de  la  articulación  glenohumeral cuando el  fragmento se desplaza a una  distancia  de  1  cm,  y  cuando  el  fragmento  comprende  la  cuarta  parte  de  la  superficie  articular.  Con frecuencia la subluxación será  evidente  en  las  radiografías  iniciales.  Se  utiliza  un  acceso  ante- rior  a  través  del  intervalo  deltopectoral  para  exponer  fracturas  del  rodete  glenoideo  anterior únicamente.  Las  fracturas  transver- sas,  verticales  y,  de  manera  mínima,  conminuta,  cuya  reducción  y  fijación  puede  realizarse,  deben  tratarse  con  un  acceso  poste- rior,  en  la  forma  descrita  por  Brodsky  y  colaboradores  (1987),  y  Kavanagh  y  colaboradores  (1993).  La  exposición  posterior  se  lo- gra  cuando  el  individuo  está  en  posición  prona  o  en  decúbito  lateral.  Mediante  una  incisión  vertical,  se  moviliza  el  deltoides  posterior ya  sea  mediante  abducción  del  miembro  superior  o  por  una  liberación  limitada  de  la  espina  escapular,  y  se  desarrolla  el  intervalo  entre  el  infraespinoso  y  el  redondo  menor  para  expo- ner  la  fractura  y  la  cápsula  posterior.  Se  identifican y  protegen  el  nervio  axilar  y  los  vasos  humerales  circunflejos  posteriores,  así  como  el  nervio  supraescapular.  Puede  obtenerse  una  exposición  adicional  con  una  incisión  vertical  practicada  a  través  de  la  por- ción  tendinosa  del  músculo  infraespinoso.  Los  fragmentos  gran- des  se  reducen  y  estabilizan  con  tornillos  o  placas.  Los  alambres  de  Kirschner  y  los  alambres  de  cerclaje  pueden  romperse  o  emi- Fracturas  y  luxaciones  de  la  clavícula  y  la  escápula  91  grar, y no se  usan.  En fracturas intensamente conminuta,  los frag- mentos  se  extirpan  y  se  sustituyen  con  un  injerto  de  hueso  de  cresta  iliaca  contorneado  a  la  forma  del  defecto  óseo  y  fijo  a  la  cavidad  glenoidea con  tornillos.  De manera  alternativa, si la frac- tura  afecta  al  borde  anterior,  la  apófisis coracoides se  osteotomiza  y  se  transfiere  al  defecto.  Las  fracturas  complejas  de  la  cavidad  glenoidea  plantean  pro- blemas  especiales.  El  cirujano  debe  decidir  si  la  práctica  de  un  procedimiento  quirúrgico  extenso  dará  lugar  a  una  cavidad  gle- noidea estable reducida;  de no ser así, se indica  tratamiento cerra- do.  Estas  fracturas  pueden  ser difíciles  de  tratar quirúrgicamente  debido  a  que  la  exposición  necesaria  es  extensa.  El  tratamiento  posoperatorio  depende  de  la  estabilidad  de  la  fijación y  del  acce- so  quirúrgico.  De  modo  ideal  es  posible  lograr  movimientos  pa- sivos  tempranamente.  El  tratamiento cerrado  consiste  en  un  periodo inicial  de  inmo- vilización  seguido  por  ejercicios  tempranos  de  límites  de  movi- miento  para  moldear  los  fragmentos  articulares  a  una  posición  tan  normal  como  sea  posible.  La  posición  y  tipo  óptimos  de  in- movilización se  evalúan  al comparar  radiografías  anteroposterior  y  axilar  de  la  articulación  glenohumeral,  con  el  miembro  supe- rior  al  lado  y  en  varias  posiciones  de  elevación  y  rotación.  La  inmovilización puede obtenerse con un cabestrillo y vendaje,  trac- ción,  o  por  medio  de  una  férula  de  aeroplano.  A  las  tres  a cuatro  semanas, la reparación ha  progresado al punto en que  la inmovi- lización  se  puede  suspender.  Los  límites  de  movimientos  se  con- tinúan  en  un  cabestrillo  durante  un  periodo  adicional  de  tres  a  seis  semanas.  Entre  las  seis  y  nueve  semanas  se  suspende  el  ca- bestrillo y  se inician los ejercicios activos en el  intervalo  de movi- miento.  Complicaciones  Las  complicaciones  de  las  fracturas  escapulares  incluyen  inesta- bilidad  glenohumeral  crónica,  artrosis  glenohumeral postraumá- tica,  lesión  del  manguito  rotatorio  e  invasión.  Cuando  se  producen  estas  complicaciones,  debe  considerarse  el  tratamiento  conservador  con  medicación  antiinflamatoria  no  esferoide,  terapéutica  física,  inyección  intraarticular  de  esferoi- des,  o  un  procedimiento  quirúrgico  para  atender la  afección  más  importante.  Pueden  usarse  la  imagen  por  resonancia  magnética  con  con- traste  intraarticular  y  la  tomografía  por  computadora  para  sus- tanciar  un diagnóstico clínico  de  desgarro del manguito  rotatorio,  síndrome de invasión,  o artrosis glenohumeral.  La reparación del  92  Manual  de  fracturas  manguito  rotatorio,  la  descompresión  de  la  invasión en éste, y  la  artroplastia  de  reemplazo  serían  las  opciones  quirúrgicas  más  importantes  en  las  complicaciones  ordinarias.  La  artrodesis  se  indicaría  raramente  en  estos  casos,  cuando  la  artrosis  gleno- humeral  postraumática  se  asocia  con  deficiencia neurológica  del  nervio  axilar  o  lesión  del  plexo  braquial.  LESIONES  DE  LA  ARTICULACIÓN  ESTERNOCLAVICULAR  Clasificación  Las lesiones de la articulación esternoclavicular se clasifican como  esguinces  o  luxaciones.  Los  esguinces  no  están  desplazados.  Las  luxaciones  son  anteriores  o  retroesternales.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Los  signos  cardinales  de  esta  lesión  son  antecedentes  de  lesión,  dolor y asimetría  de las articulaciones  esternoclaviculares.  El pa- ciente  da  soporte  a  la  extremidad  lesionada  e  inclina  la  cabeza  hacia el lado afectado.  El  dolor e hinchazón sin lesión quizá sean  signos  de  artritis  séptica  u  osteítis  condensante  del  extremo  dis- tal  de  la  clavícula.  La  subluxación  anterior  atraumática  espontá- nea  se  produce  en  individuos jóvenes  con laxitud  ligamentosa,  y  se  trata  de  forma  conservadora.  En  los  pacientes  menores  de  25  años  de  edad,  la  separación  epifisaria  debe  diferenciarse  de  la  luxación.  Examen radiográfico  Las  radiografías  anteroposteriores  regulares  de  la  articulación  esternoclavicular  no  son  diagnósticas.  Dos  proyecciones  diseña- das para mostrar luxación de la articulación esternoclavicular son  la  proyección  de  Hobbs  y  la  proyección  de  Rockwood.  En  la  de  Hoobs,  el  individuo  sentado  se  inclina  hacia  adelante,  sobre  un  casete,  de  forma  tal  que la  parte posterior  del cuello es paralela a  la  mesa.  El  haz  se  dirige  a  través  del  cuello  al  interior  del casete.  En la proyección de  Rockwood, el  paciente  se encuentra en posi- ción  supina.  El  haz  se  inclina  a  40  grados  en  dirección  cefálica  y  se dirige al esternón.  Se coloca un casete en la mesa de manera tal  que  el  haz  proyectará  ambas  clavículas  en  la  placa.  En  una  Fracturas  y luxaciones  de  la  clavicula  y la  escápula  93  Fig. 8-3. Vista de Rockwood de una luxación esternoclavicular anterior.  luxación  esternoclavicular  anterior,  la  clavícula  parece  ser  ante- rior y  estar cabalgando  en un  punto más  alto  del  lado no  lesiona- do  (fig.  8-3).  En una luxación retroesternal, la clavícula parece ser  posterior  y  se  halla  a  un  nivel  más  bajo  del  lado  no  lesionado.  Los  estudios  de  tomografía  por  comput adora  diferencian  la  luxación  esternoclavicular  de  la  fractura  del  extremo  medial  de  la  clavícula,  y  evalúan  que  la  reducción  sea  adecuada  (fig.  8-4).  Fig. 8-4.  Estudio  de tomografía por computadora que  muestra desplaza- miento  anterior de la clavícula derecha en  relación con el  esternón y a la  articulación  esternoclavicular  izquierda.  94  Manual de  fracturas  Tratamiento inicial  El  tratamiento  inicial consiste  en un cabestrillo.  Se  observa al  in- dividuo  en  relación con  posibles  problemas  respiratorios  y  circu- latorios.  Lesiones  relacionadas  Con  la  luxación  posterior  puede  producirse  compresión  de  las  estructuras  de  la  desembocadura  torácica,  y  debe  descartarse  de  manera  específica.  De  forma  aguda,  ésta  puede  poner  en  peligro  la vida; subagudamente, es una indicación de cirugía.  Los síntomas  de compresión de estas estructuras incluyen falta de aire y ronque- ra,  disfagia,  parestesias  o  debilidad  de  la  extremidad  superior.  Tratamiento  definitivo  Los  esguinces  de  la  articulación  esternoclavicular  se  tratan  de  manera sintomática.  Las luxaciones  anteriores se vuelven asinto- máticas,  y  raramente  se  indica  la  reducción  (que  suele ser  inesta- ble).  Cuando  se  intenta  la  reducción,  se  lleva  a  cabo  de  la  forma  siguiente.  El  paciente  está  en  posición  supina  con un  soporte  en- tre  las hojas  del  hombro.  Se coloca  una  fuerza  dirigida  posterior- mente  sobre  la  parte  anterior  de  ambos  hombros,  y  el  extremo  medial  de  la  clavícula  se  presiona  en  sentido  inferior y  posterior.  A  continuación  se  produce  retracción  de  los  hombros  con  un  ti- rante  con  forma  de  ocho  en  la  clavícula.  El  tratamiento  de  una  luxación retroesternal  de la  clavícula  es  más  importante.  Se  consulta  al  cirujano  torácico  si  el  individuo  tiene  compresión  de  las  estructuras  de  la  desembocadura  toráci- ca.  La  técnica  de  reducción  manipuladora  ha  sido  descrita  por  Buckerfield  y  Castle  (1984).  Se  coloca  un  soporte  entre  los  hom- bros,  el  cual  debe  ser  suficientemente  grueso  para  elevar  ambos  hombros  de  la  mesa.  Con  el  miembro  superior  en  abducción  al  tronco,  se  aplica  tracción  caudal  al  miembro  superior  mientras  ambos  hombros  son  forzados  hacia  atrás  por  presión  directa.  Puede  requerirse manipulación  percutánea  con  una compresa  de  campo.  La  r educci ón  se  confi rma  medi ant e  radi ografí as  lordósicas.  Una  vez  reducida,  la  luxación  retroesternal  suele  ser  estable.  Se  utiliza  un  tirante  de clavícula  con forma  de  ocho  para  mantener  la  retracción  de  los  hombros  durante  un  periodo  de  cuatro  a  seis  semanas.  Si la reducción cerrada fracasa, se indica reducción abierta cuan- do  hay  síntomas  de  compresión  mediastínica  o  para  prevenir  le- siones  subsecuentes  a  las  estructuras  retroesternales  en  el  extre- mo medial  de la clavícula.  La  fijación metálica interna es peligro- sa,  y  no  debe  usarse.  Fracturas  y  luxaciones  de  la  clavicula  y  la  escápula  95  Complicaciones  La incidencia  de  complicaciones  por luxación  retroesternal  de  la  clavicula es de 25 %. Los síntomas vinculados con estas complica- ciones suelen corregirse con la reducción; sin embargo, el neumo- tórax,  la  laceración  de los  grandes vasos, y  la rotura  de  tráquea y  esófago,  requieren  intervención  de  urgencia.  Las  complicaciones  más  graves  a largo  plazo son el  resultado  de la  migración  de  dis- positivos metálicos de  fijación.  La  mayor  parte  de  los  pacientes  con  desplazamiento  anterior  traumático  persistente  del  extremo  medial  de  la  clavícula  no  re- quiere  tratamiento  operatorio.  Puede  indicarse  artroplastia  con  reducción  de  la  articulación  esternoclavicular,  con  reparación  o  reconstrucción  del  ligamento  costoclavicular  para  estabilizar  la  porción  medial  de  la  clavícula  a  la  primera  costilla,  en  caso  de  dolor intenso  en luxaciones  anteriores  traumáticas crónicas  de  la  articulación  esternoclavicular,  y  para  prevenir  lesión  en  las  es- tructuras  retroesternales  con  luxación  posterior  crónica  no  redu- cida.  LESIONES  DE  LA  ARTICULACIÓN  ACROMIOCLAVICULAR  Clasificación  Las  lesiones  de  la  articulación acromioclavicular se  clasifican,  de  acuerdo con la cantidad y  dirección  del  desplazamiento,  en  siete  grupos  (fig.  8-5).  En las  lesiones  de  tipo  I,  la  cápsula  acromiocla- Fig. 8-5. Los siete tipos de lesiones acromioclaviculares: A,  tipo I; 0, tipo  II; C, tipo III; D, tipo IV; E, tipo V; F, tipo VI, y G, tipo VIl.  96  Manual  de  fracturas  B  Flg. 8-5. Continuación.  D  c  Fracturas  y luxaciones  de  la  clavicula  y la  escápula  97  Fig. 8-5. Continuación.  F  G  E  98  Manual  de  fracturas  vicular  es  estirada,  pero  los  ligamentos  coracoclaviculares  per- manecen intactos.  La  clavícula  no se  desplaza.  En las lesiones  de  tipo II, la cápsula acromioclavicular se desgarra, y  los  ligamentos  coracoclaviculares  son  estirados  o  parcialmente  desgarrados.  La  clavícula  se  desplaza  menos  de  la  mitad  de  su  anchura.  En  las  lesiones  de  tipo  III,  están  desgarrados  tanto  la  cápsula  acromio- clavicular  como  los  ligamentos  coracoclaviculares,  la  distancia  coracoclavicular  está  aumentada,  y  la  clavícula  está  completa- mente luxada  de la articulación acromioclavicular.  Los  músculos  deltoides  y  trapecio  están  indemnes  y  permanecen  fijos  a  la  cla- vícula.  En  las  lesiones  de  tipo  IV,  la  clavícula  está  desplazada  posteriormente.  En  las  lesiones  de  tipo  V,  el  trapecio  y  el  deltoi- des  están  desgarrados,  y  la  clavícula  distal  se  encuentra  despla- zada  en  sentido  superior,  y  cubierta  sólo  por  piel  y  tejido  subcu- táneo.  En  las  lesiones  de  tipo  VI  la  clavícula  distal  se  luxa  interiormente  y  se  traba  por  debajo  de  la  apófisis  coracoides  y  el  t endón  uni do.  Las  l esi ones  de  t i po  VII  son  l uxaci ones  panclaviculares.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Hay  antecedentes  de  una  lesión  con  carga  axil  en  la  parte  lateral  del hombro, con dolor, hinchazón e hipersensibilidad, que aumen- tan  alrededor  de  la  articulación  acromioclavicular.  En  las  lesio- nes  de  tipo  III,  en  la  inspección  se  encuentra  prominencia  del  extremo  distal  de  la  clavícula  con  el  individuo  sentado,  con  el  peso  del  miembro  superior  sin  soporte.  Cuando  la  cantidad  del  desplazamiento  es  dudosa,  se  determina  la  integridad  de  los  li- gamentos  coracoclaviculares,  haciendo  que  el  paciente  flexione  el codo contra resistencia, con el miembro superior al lado.  Cuan- do  los  ligamentos  coracoclaviculares  son  destruidos,  el  extremo  distal  de  la  clavícula  parecerá  elevarse  al  tirarse  distalmente  del  acromion.  Examen radiográfico  La confirmación  radiográfica  de  la  lesión  acromioclavicular,  y  el  grado  de  desplazamiento,  se  obtienen  con  el  individuo  en  posi- ción  erecta  y  con  el  peso  del  miembro  superior  sin  apoyo.  Las  radiografías  que  se  toman  con  el  paciente  en  posición  supina,  o  con  técnicas que penetran en exceso la  articulación acromioclavi- cular,  oscurecen el  desplazamiento.  Las  placas  de esfuerzo con el  sostenimiento  de  un  peso  de  2.25  a 4.50  kg,  aproximadamente,  y  Fracturas  y luxaciones  de  la  clavícula  y la  escápula  99  las  placas  de  comparación  con  el  lado  opuesto,  son  de  utilidad.  Se  obtiene  una proyección  axilar del hombro para evaluar  el  des- plazamiento  en  el  plano  anteroposterior.  En  las  lesiones  de  tipo  I,  no  hay  desplazamiento  del  extremo  distal  de  la  clavicula.  En  las  lesiones  de  tipo  II  el  extremo  distal  de  la  clavícula  está  leve- mente  elevado,  pero no  completamente  desplazado  de  su  articu- lación  acromioclavicular.  En  las  lesiones  de  tipo  III,  el  extremo  distal  de  la  clavícula  está  desplazado  hacia  arriba  y  está  aumen- tada  la  distancia  coracoclavicular.  La  distancia  entre  la  apófisis  coracoides y la clavícula  difiere;  por lo  tanto,  es importante  obte- ner  vistas  de  comparación  del  otro  hombro.  En  las  lesiones  de  tipo  IV,  el  extremo  distal  de  ¡a  clavícula  está  desplazado  poste- riormente.  El  desplazamiento  se  observa  mejor  con  la  vista  axi- lar.  En las lesiones de tipo V, VI y VII, la cantidad y dirección del  desplazamiento  indican  el  tipo  de  lesión.  Tratamiento  inicial  El  tratamiento  inicial  es  un cabestrillo.  Tratamiento  definitivo  Las lesiones de tipos I y II se tratan de manera sintomática con un  cabestrillo  y  hielo.  El  cabestrillo  se  retira  todos  los  días  para  la  práctica  de  ejercicios  del  espectro  de  movimiento  del  hombro.  El  tratamiento  de  las  lesiones  de  tipo  III  es  controversial.  La  historia natural  de las  luxaciones  de  tipo  III  no reducidas  es  que  el  dolor  disminuye  y  desaparece,  y  la  deformidad  persiste  pero  mejora.  Se  recomienda  terapéutica  no  operatoria.  Esta  consiste  en  el  uso  de  un  cabestrillo y  ejercicios  de  límites  de  movimiento  tempranamente.  El  uso  de  un soporte  de  hombro  para mantener  la reducción de la articulación acromioclavicular no se recomienda  debido  a que se tolera escasamente y no  tiene efecto sobre el des- plazamiento  final.  Si  se  intenta  realizar  una  reducción  abierta  y  fijación  interna,  se exponen la clavícula  distal, el acromion y la apófisis coracoides.  La articulación se desbrida,  reduce y  estabiliza con un clavo gran- de  y liso  de Steinman.  El clavo  se  deja haciendo  protrusión a  tra- vés  de  la  piel  lateralmente,  y  se  dobla  para  evitar  su  migración.  La cápsula  de  la  articulación  acromioclavicular  se  repara  con  los  ligamentos  coracoclaviculares.  En  el  posoperatorio,  el  miembro  superior se mantiene en un cabestrillo.  Los clavos  se  retiran a las  seis  semanas.  No  se  inicia  la  fisioterapia  sino  hasta  después  de  que  se  retiran  los clavos  para  evitar  roturas.  Otra  opción quirúr- gica en la luxación aguda es la resección de los 2 cm distales de la  100  Manual  de  fracturas  clavícula  y  la  transferencia  de  ligamento  coracoclavicular  desde  esta  fijación  acromial  al  extremo  distal  de  la  clavícula,  como  fue  descrito por Weaver y Dunn  (1972).  Los procedimientos que usan  un  tornillo  de Bosworth,  el cual  se pasa a  través  de la clavícula al  interior  de  la  apófisis  coracoides,  y  sutura  fuerte  no  absorbible  con  forma  de  asa  debajo  de  esta  apófisis,  y  alrededor  de  la  claví- cula para  atarla  a  la  apófisis  coracoides,  se  asocian con complica- ciones  materiales  frecuentes.  Las lesiones de  tipos IV, V y VI  se  tratan con reducción abierta  y fijación interna de la articulación acromioclavicular.  Las  lesiones  de  tipo  VII,  con  reducción  abierta  y  estabilización  de  la  articula- ción  acromioclavicular,  y  reducción  cerrada  de  la  articulación  esternoclavicular.  La  reducción  de  la  articulación  esternoclavi- cular  se  mantiene  con  una  férula  en  forma  de  ocho.  Complicaciones  Las  complicaciones  incluyen  rigidez  del  hombro,  deformidad,  luxación  crónica  y  artritis  postraumática.  La  rigidez  del  hombro  se  previene  con  ejercicios  tempranos  del  espectro  de  movimien- to. La deformidad disminuye, pero no desaparece.  Las luxaciones  crónicas  sintomáticas y  la  artritis  postraumática  se  tratan  con  re- sección  de  los  2  cm  distales  de  la  clavícula  y  transferencia  del  ligamento  coracoclavicular  de  esta  fijación  acromial  al  extremo  distal  de  la  clavícula.  Las  complicaciones  que  se  presentan  después  del  tratamiento  abierto  son  más  significativas.  La  más  frecuente  es  la  pérdida  de  la reducción.  La  más  significativa  es  la  rotura  y  migración  de  un  clavo,  que  es  potencialmente  mortal  si  el clavo  migra  al  corazón  o  a  los  grandes  vasos.  LECTURAS  SELECCIONADAS  Fracturas de ¡a clavícula  HILL JM, McGuire MH, Crosby LA: Closed treatment of displaced middle  third fractures of the clavicle gives poor results. J Bone Joint Surg 79B:537- 539,1997.  Kona J, Bosse MJ, Staeheli JW, Rosseau RL: Type II distal clavicle fractures:  a retrospective review of surgical treatment. J Orthop Trauma 4:115-120, 1990.  Fracturas de la escápula  Brodsky JW, Tullos  HS,  Gartsman GM:  Simplified  posterior approach  to  the shoulder joint. J Bone Joint Surg 69A:773-774,1987.  Goss TP: Fractures of the glenoid cavity. Current concepts review. j Bone  Joint Surg 74A:229-305,1992.  Fracturas  y luxaciones  de  la  clavícula  y la  escápula  101  Hardegger FA, Simpson LA, Weber BG: The operative treatment of scapular  fractures. J Bone Joint Surg 66B:725-731,  1984.  Harris  RD,  Harris JH Jr:  The prevalence  and significance of missed scapular  fractures  in  blunt chest  trauma.  Am  J  Rheum  151:747-750,1988.  Herscovici D Jr,  Fiennes  AG,  Allgower M, Ruedi TP: The floating shoulder:  Ipsilateral, clavicle and scapular neck fractures. J  Bone  Joint Surg 74B:362- 364,1992.  Kavanagh BR,  Bradway JK, Cofield RH:  Open reduction and internal fixation  of  displaced  intra-articular  fractures  of  the  glenoid  fossa.  J  Bone  joint  Surg  75A:479-484, 1993.  Leung  KS,  Lam TP:  Open reduction  and internal  fixation  of ipsilateral frac- tures  of  the  scapular  neck  and  clavicle.  J  Bone  Joint  Surg  75A:  1015-1018,  1993.  Lesiones de la articulación esternoclavicular  Buckerfield  CT,  Castle  ME:  Acute  traumatic  retrosternal  dislocation  of the  clavicle. J Bone Joint Surg 66A:379-385, 1984.  Eskola  A:  Sternoclavicular  dislocation:  A  plea  for  open  treatment.  Acta  Orthop  Scand 57:227-228,  1986.  Rockwood  CA,  Groh  GI,  Wirth  MA,  Grassi  FA:  Resection  arthroplasty  of  the sternoclavicular joint. J  Bone  Joint Surg 79A:387-393,1997.  Lesiones de la articulación acromioclavicular  Bannister  GC,  Wallace  WA,  Stablefort  PG,  Hutson  MA:  The  management  of acute  acromioclavicular dislocation.  A randomised prospective controlled  trial. J Bone Joint Surg 71B:848-850, 1989.  Tibone  ],  Sellers  R,  Tonino  P:  Strength  testing  after  third  degree  acromio- clavicular  dislocations.  Am  J  Sports  Med 20:328-331,1992.  Weaver  JK,  Dunn  HK:  Treatment  of  acromioclavicular  injuries  especially  complete acromioclavicular separation. J Bone Joint Surg 54A:1187-1194, 1972.  9  Fracturas  del  cuerpo  del  húmero  John A.  Elstrom  El  cuerpo  del  húmero  es  la  porción  de  la  diáfisis  del  hueso.  Esta  excluye  la  metáfisis  proximal  a  la  inserción  del pectoral mayor y  distal  al  origen  del  braquial.  ANATOMÍA  Las  consideraciones  anatómicas  importantes  incluyen  las  fuer- zas  deformantes  que  se  presentan  después  de  la  fractura,  y  la  relación  entre  el  cuerpo  del  húmero  y  las  estructuras  neuro- vasculares  circundantes.  Las dos fuerzas que desplazan y  desvían angularmente los frag- mentos,  después  de  la  fractura,  son  la  gravedad  y  el  tiro  muscu- lar  sin  oposición.  Los  miembros  superiores  de  los  individuos  delgados  cuelgan  verticalmente  a  los  lados,  y  la  gravedad  ejerce  tracción  axil.  Las  fracturas  de  los  pacientes  obesos  desarrollan  una  desviación  angular  tipo  varo  (de  vértice  lateral).  La contracción de los músculos que se insertan en el húmero, y  se  originan  en  éste,  da  lugar  a  fuerzas  deformantes  a  distintos  niveles  de  la  fractura.  Cuando  las  fracturas  se  producen  entre  las  inserciones del pectoral mayor y el deltoides,  el fragmento proxi- mal  sufre  aducción hacia  el pectoral.  El fragmento  distal  se  acor- ta, y  es  tirado lateralmente y en abducción por el músculo deltoi- des.  Cuando  la  fractura  es  distal  a  la  inserción  del  deltoides,  el  fragmento  proximal  sufre  abducción.  La  contracción  del  tríceps  supera la  del bíceps  y  el braquial,  y  produce  como resultado  una  desviación  angular  de  vértice  anterior  en  el  sitio  de  la  fractura.  El  nervio  radial  es  la  estructura  neurovascular  lesionada  más  frecuentemente  cuando  se  fractura  el  cuerpo  del  húmero,  debido  a  su cercana  proximidad con esta parte  del húmero.  Como el ner- vio  radial  tiene un  trayecto  en sentido  distal  alrededor del húme- ro,  está  situado  en  el  surco  musculosquelético  formado  por  el  origen  del  músculo braquial y  la  corteza  del húmero.  Proximal- mente,  el  nervio  radial  se  encuentra  acolchonado  por  el  húmero  por  medio  de  una  capa  de  la  cabeza  medial  del  tríceps.  Distal- mente,  el  nervio  se halla  descansando  directamente  sobre  la cor- teza  posterior  y  lateral  del  húmero,  lo  cual  hace  que  esta  lesión  sea  mucho  más  probable  en  las  fracturas  a  este  nivel  (fig.  9-1).  102  Fracturas  del  cuerpo  del  húmero  1 0 3  Fig. 9-1. El nervio radial frecuentemente es atrapado entre los fragmentos  de una fractura oblicua del tercio distal del húmero.  El  nervio  radial  comienza  a cruzar  la  cara  posterior  del  húme- ro  en  un  punto  aproximadamente  20  cm  proximal  al  epicóndilo  medial, y abandona esta cara a casi 14 cm proximales al epicóndilo  lateral  (inmediatamente por encima  de  la mitad  distal  del cuerpo  del  húmero).  En  este  punto,  el  nervio  se  bifurca  en  una  rama  de  la  cabeza  medial  del  tríceps,  el  nervio  cutáneo  braquial  lateral  inferior,  y  la  continuación  del  nervio  al  interior  del  antebrazo  al  perforar  el  tabique  intermuscular  a  un  nivel  situado  aproxima- damente  a  10  cm  proximales  al  epicóndilo  lateral.  La  posición  del  nervio  radial  hace  que  el  acceso  ordinario  posterior  con  sec- ción  del  tríceps  sea  insatisfactorio  para  la  aplicación  de  placa  en  las  fracturas  situadas  por  encima  del  tercio  distal  del húmero.  La  arteria  braquial  tiene  un  trayecto  a  lo  largo  del  borde  me- dial  del  bíceps,  originando  arterias  nutricias  y  arterias  pequeñas  que  abastecen  el  periostio.  La fijación de  una  placa  rompe  la cir- culación  perióstica.  La  inserción  de  un  clavo  intramedular  rom- pe  la  circulación  endóstica.  Clasificación  Las  fracturas  del  cuerpo  del  húmero  se  clasifican  de  acuerdo  con  su  localización,  así como  con  su  patrón  de  fractura.  Por  lo  tanto,  104  Manual de  fracturas  la fractura se  describe como proximal,  de la parte media  del cuer- po, o distal, y como transversa, oblicua, segmentaria o conminuta  (fig.  9-2).  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Hay  evidencia  de  lesión,  dolor  y  deformidad.  La  piel  se  inspec- ciona  para  detectar  posibles  heridas  punzantes  o  laceraciones.  Examen radiográfico  El  examen  radiográfico  consiste  en  dos  radiografías  del  húmero  en  ángulos  rectos.  Debe  tenerse  cuidado  de  no  girar  la  extremi- dad,  sino  girar  al  individuo,  para  obtener vistas  anteroposterio- res y laterales verdaderas.  Se obtienen radiografías del hombro y  del  codo.  Tratamiento  inicial  El  tratamiento  inicial  consiste  en  enferulado  de  la  fractura  y  so- porte  del  miembro superior,  lo cual  se hace como parte  del  trata- miento  cerrado  o  temporalmente  hasta  la  cirugía.  El  miembro  superior colgante  al lado reduce las fracturas oblicuas y conminu- ta.  Una  fractura  transversa  que  es  desplazada  y  acortada,  se  re- duce  mediante  tracción  axil  y  manipulación  suaves.  Las  fractu- ras  segmentarias  no  se  pueden  reducir  de  manera  adecuada  por  métodos cerrados, y se alinean.  Una vez que se ha logrado reduc- ción  o  alineación  satisfactoria,  se  aplica  una  férula  para  coap- tación.  La  férula  se  sujeta  al  miembro  superior  con  un  vendaje  elástico  aplicado  laxamente.  El  codo  se  flexiona  a  90  grados  y  el  antebrazo  se  apoya  en el cuello por medio  de  un collar y  un  man- guito.  Lesiones  relacionadas  La  lesión  que  se  asocia  más  frecuentemente  con  una  fractura  del  cuerpo  del  húmero  es  una  neuropraxia  radial.  La  lesión  del  ner- vio radial, indicada por pérdida de  sensación en el dorso del pul- gar  e  incapacidad  para  extender  la  muñeca  y  las  articulaciones  metacarpofalángicas, se vincula con 10 a  20%  de  todas las fractu- ras  del cuerpo  del húmero.  Cuando  se  identifica  una parálisis  del  nervio  radial  después  de  una  fractura  cerrada,  se  examinan  la  muñeca  y  el  dorso  del  pulgar  en  relación  con  el  retorno  de  la  Fracturas  del  cuerpo  del  húmero  1 0 5  Fig. 9-2. Las fracturas del húmero se clasifican de la siguiente manera: con  afección del (A) tercio proximal, medio o distal, y como (B) transversa, (C)  oblicua, (D) segmentaria o (E) conminuta.  A  B  E  D  c  106  Manual de  fracturas  función.  Si  a  los  tres  meses  no  hay  signo  de  retorno,  se  obtiene  una electromiografía.  Cuando no hay potenciales  de reinervación,  se  supone que  el nervio  ha  sido  interrumpido o  está  atrapado  en  el  callo  y  se  explora.  La  laceración  o  atrapamiento  en  el  callo  se  encuentra  en cerca  de  25%  de  los  nervios  radiales  explorados  en  los  que  no  se  muestran  signos  de  recuperación  después  de  tres  meses.  Si hay  potenciales  de reinervación presentes,  el nervio ra- dial  se  encuentra  en continuidad  y  la  exploración no  tiene  senti- do.  La  exploración  temprana  del  nervio  radial  debe  practicarse  cuando  hay  parálisis  de  este  nervio  vinculada  con  una  fractura  abierta,  cuando  van  a  realizarse  la  reducción  abierta y  la  fijación  interna  por  medio  de  las  indicaciones  señaladas  más  adelante,  en  los  casos  en  que  el  nervio  puede  ser  atrapado  en  el  sitio  de  fractura,  como  en  la  fractura  oblicua  del  húmero  distal  (fractura  de  Hostein-Lewis),  y  cuando  se  produce  neuropraxia  en  el  mo- mento  de  la  reducción con  manipulación.  La  parálisis  del nervio  radial  también puede desarrollarse junto con hinchazón del miem- bro  superior  después  de  la  reducción  de  la  fractura,  pero  estas  parálisis  suelen  resolverse.  Las lesiones relacionadas  de la  arteria braquial,  el nervio cubi- tal,  el  nervio  mediano  y  el  nervio  musculocutáneo,  se  eliminan  con  el  examen  neurovascular  enfocado  del  antebrazo  y  la  mano.  Las  fracturas  vinculadas  del  húmero  proximal  y  distal,  la  escá- pula,  la  clavícula,  el  cúbito  y  el  radio  son  descartadas  mediante  radiografías  del  hombro  y  del  codo.  Tratamiento  definitivo  El  aspecto  más  importante  del  tratamiento  de  las  fracturas  del  cuerpo  del  húmero  consiste  en  identificar  y  comprender  cuándo  es necesario el tratamiento operatorio.  La mayor parte de las frac- turas  del cuerpo  del húmero  se  trata  de  forma no operatoria.  Las  indicaciones  relativas  para  el  tratamiento  abierto  incluyen  frac- turas  abiertas;  fracturas  segmentarias;  traumas  múltiples;  lesión  de la arteria braquial; fracturas y luxaciones ipsolaterales del codo,  hombro y  antebrazo; fracturas  bilaterales  del cuerpo  del húmero;  pacientes  obesos  o no colaboradores;  fractura patológica,  y  fraca- so  en  la  reducción  cerrada.  Tratamiento  cerrado  El  objetivo  del  tratamiento  cerrado  es  una  fractura  unida  sin  de- formidad.  Hasta 20%  de la formación angular tipo varo y  el acor- tamiento  de  2  cm  producen  como  resultado  una  pérdida  funcio- nal  mínima  y  son  estéticamente  aceptables.  Hay  cuatro  métodos  Fracturas  del  cuerpo  del húmero  107  de  tratamiento cerrado:  enyesado de  miembro  superior colgante,  apósito  de  Velpeau,  férula  de  coaptación,  y  soporte  funcional.  El enyesado de miembro superior colgante es básicamente una for- ma  de  aplicar tracción.  Su  desventaja  es  que  debe  ser vigilado  de  cerca,  y  se  requiere  un  grado  alto  de  colaboración  del  individuo.  Su ventaja es  que puede  ajustarse frecuentemente  para  mejorar la  alineación.  El  enyesado de  miembro  superior colgante  se  contra- indica  en  los  pacientes  obesos  debido  a  que  el  miembro  superior  no  colgará  verticalmente  al  lado  del  cuerpo,  y  en  las  fracturas  transversas  a  causa  de  la  sobredistracción.  La  fractura  no  se  inmoviliza,  y  durante  las  primeras  dos  semanas  hay  incomodi- dad  en  el  sitio.  El  enyesado  se  aplica  de  manera  tal  que  el  extre- mo proximal  se  encuentre en el  sitio  de  la fractura, o  un poco más  alto.  El codo se flexiona en 90 grados, con el antebrazo en  rotación  neutral.  El  enyesado se  suspende  de  la muñeca por un manguito  situado  alrededor  del  cuello.  La  desviación  angular  posterior  se  corrige con un manguito  más largo,  y  la  desviación angular  ante- rior  con  uno  más  corto.  La  desviación  angular  lateral  (varo)  se  corrige al fijar el manguito  al  dorso  de  la muñeca y  la  desviación  angular  medial  (valgo),  fijando  el  manguito  al  lado  volar  de  la  muñeca.  El individuo debe dormir en posición sentada para man- tener  la  alineación.  Se  obtienen  radiografías  semanalmente  du- rante cuatro  a seis semanas.  Cuando hay callo en las radiografías  se elimina el enyesado y se examina el brazo. Si hay unión clínica  (es  decir,  no  hay  movimiento  ni  dolor  en  el  sitio  de  fractura  con  el  esfuerzo  suave),  el  enyesado  colgante  se  suspende,  y  se  prote- ge  el brazo  en  un  cabestrillo.  Si  no  hay  unión  clínica  presente,  se  aplica  un  soporte  funcional  durante  dos  a  seis  semanas  adiciona- les y se inician ejercicios de rotación activa del antebrazo y  flexión  del  codo.  El vendaje de  Velpeau  inmoviliza  el miembro superior,  sujetán- dolo  en  el  tórax.  Este  método  es  útil  para  fracturas  desplazadas  al mínimo en pacientes  de edad avanzada.  El vendaje de Velpeau  es  un  collar  y  un  manguito  que  suspende  a  la  muñeca  desde  el  cuello, y yeso o envolturas Ace de 15.24 cm mantienen al húmero  junto al tórax.  Esto se conserva por cuatro a seis semanas,  tiempo  durante  el cual  el brazo  está protegido  en un cabestrillo,  y  se  ini- cian  ejercicios  de  límites  de  movimiento  en  el  codo.  La férula  de  coaptación  es útil  para  fracturas  que  tienen  desvia- ción  angular  debido  a  que  el  enyesado  puede  moldearse  para  corregir  una  deformidad  tipo  vago  o  varo.  La  aplicación  de  la  férula  se  describe  en  el  apartado  de  "Tratamiento  inicial"  (véase  antes).  De  tres  a  cuatro  semanas  después  de  la  lesión,  se  inician  ejercicios  de  rotación  activa  del  antebrazo  y  tracción  del  codo  en  la férula. Se suspende el soporte externo cuando hay unión clínica.  108  Manual  de  fracturas  El soporte funcional es una manga prefabricada de polipropileno  que se extiende  desde el  hombro hasta inmediatamente por enci- ma  del  codo.  La  fractura  se  trata  inicialmente  con  una  férula  de  coaptación.  El soporte funcional se aplica una a dos semanas des- pués  de  la  lesión.  La  terapéutica física se inicia a las  dos semanas  y avanza según se tolera.  El soporte se suspende cundo hay unión  clínica,  de  ordinario  a  las  cuatro  a  ocho  semanas.  Tratamiento  abierto  Hay  tres  métodos  para  estabilizar  la  fractura  una  vez  que  se  abre  y  reduce:  fijación  externa, fijación con  placa de compresión y  fija- ción  intramedular.  La fijación  externa  puede  usarse  en  fracturas  abiertas  intensa- mente  contaminadas,  con  lesión  extensa  de  tejidos  blandos.  Se  colocan clavos en los tercios medio y distal del húmero, bajo obser- vación directa para evitar lesionar el nervio radial.  Debe practicar- se  injerto  temprano  de  hueso  y  conversión  a  otro  tipo  de  fijación  cuando  la  reparación  de  la  herida  está  progresando  de  forma  sa- tisfactoria,  con  el  propósito  de  minimizar  la  incidencia  de  falta  de unión  o infección  del  trayecto  del  clavo.  La fijación  con  placa  de  compresión  del  cuerpo  del  húmero  per- mite un retorno rápido del  movimiento  del hombro y  del codo, y  las  tasas  de  unión  se  acercan  a  97%.  Para  exponer  la  fractura  se  usa un acceso anterolateral a lo largo del borde lateral del bíceps,  que  divide  al  músculo  braquial.  De  manera  alternativa,  puede  usarse  un  acceso  posterior  modificado,  que  retrae  medialmente  la  totalidad  del  tríceps,  como  fue  descrito  por Gerwin y colabora- dores  (1996), para obtener una exposición más adecuada del cuer- po del húmero de la que se obtiene con el acceso directo  posterior  con  sección  del  tríceps.  Puede  usarse  una  placa  de  compresión  dinámica  (PCD)  ancha,  de  4.5  mm,  o  la  nueva  placa  de  compre- sión  dinámica estrecha  de contacto limitado,  4.5  mm,  con un mí- nimo  de  seis  cortezas  por  encima y  por  debajo  de  la  fractura.  Los  defectos  del  hueso  se  injertan  con  hueso  esponjoso  autógeno.  La fijación intramedular  de  las  fracturas  del  cuerpo  del  húmero  tiene  varias  ventajas,  con  inclusión  de  una  disminución  del  ries- go  de  infección  y  lesión  nerviosa,  una  tasa  más  alta  de  unión,  y  una  incidencia  menor  de  fracaso  del  implante.  La  desventaja pri- maria  de  los  clavos  intramedulares  en  las  fracturas  del  cuerpo  del  húmero  son  los  síntomas  en  el  sitio  de  inserción.  Los  dos  ti- pos de clavos intramedulares son flexibles (es decir, clavo de Ender  o bastones  de  Rush)  y rígidos  (p.  ej.,  el clavo con trabazón).  Los  clavos  intramedulares  flexibles  se  insertan  en  dirección  anterógrada  o  retrógrada.  La  inserción  anterógrada  se  realiza  a  través  de  un  acceso  con  sección  del  deltoides.  La  entrada  de  la  Fracturas  del  cuerpo  del  húmero  109  inserción  se  lleva  a  cabo  en  un  punto  apenas  distal  al  tubérculo  mayor,  para  minimizar  síntomas  del  manguito  rotatorio.  La  in- serción  retrógrada  se  efectúa  a  través  de  un  acceso  con  sección  del  tríceps.  La entrada de la inserción está en un punto 2 cm proxi- mal  a  la  fosa  del  olécranon  en  la  línea  media  del  húmero  distal.  Ya  sea  que  los  clavos  i nt ramedul ares  se  inserten  de  forma  anterógrada  o  retrógrada,  se  acoplan  en  la  entrada  de  la  inser- ción con un  alambre  que  pasa  a  través  de los  orificios  para  evitar  que  retrocedan.  Los  extremos  anteriores  están  ensanchados  para  proporcionar  control  rotatorio.  Los clavos intramedulares rígidos deben trabarse proximalmen- te  y  distalmente  para  prevenir  acortamiento  y  rotación  a  través  de  la  fractura  (fig.  9-3).  La  inserción  del  clavo  es  anterógrada,  a  Fig. 9-3. A y S, fractura transversa de la parte media del cuerpo tratada con  clavos intramedulares con trabazón.  Características  importantes para no- tar:  el  extremo  proximal  se  hunde  para  prevenir  invasión,  la fractura  se  impacta,  y el clavo  se traba en  sentido  proximal y distal.  Cortesía del  Dr.  Robert F. Hall, Jr.  A  1 1 0  Manual  de  fracturas  Fig. 9-3. Continuación.  través  de  un  acceso  con  sección  del  deltoides.  La  entrada  de  la  inserción se  realiza  a  través del  tendón supraespinoso  a un punto  cerca  de  1.5  cm  medial  al  tubérculo  mayor,  en  línea  con  el  con- ducto medular.  Cuando es necesario,  el canal medular se aumen- ta  de tamaño por abocardado.  La  trabazón proximal es imperati- va  para  prevenir  la  migración  proximal  del  clavo  con  invasión  del  acromion o  lesión  del  manguito  rotatorio.  La  trabazón  distal  se  lleva  a  cabo  por  medio  de  una  técnica  abierta  para  asegurar  que la  guía  del  taladro  mantenga contacto con el hueso para  evi- tar una lesión neurovascular.  La utilización de clavos intramedu- lares  con  trabazón  es  especialmente  beneficiosa  para  fracturas  patológicas  del  húmero  relacionadas  con  enfermedad  metastási- ca.  El  tratamiento no operatorio  de  estas  fracturas humerales ca- rece  notablemente  de  éxito  en  el  logro  de  reparación  de  fractura  y  restauración  de  la  función.  B  Fracturas  del cuerpo  del húmero  111  Complicaciones  La  complicación  más  significativa  de  la  fractura  del  cuerpo  humeral  es  la  falta  de  unión.  El  diagnóstico  de  falta  de  unión  se  establece  a  los  seis  meses,  cuando  no ha  habido  progresión de  la  reparación  clínica  o  radiográfica  durante  los  tres  meses  anterio- res.  Los  métodos  de  tratamiento  comprenden  estimulación  eléc- trica,  clavo  intramedular  con  abocardado,  aplicación  de  placa  e  injerto  de hueso, y fijación externa dinámica.  La estimulación eléc- trica  tiene  menos  éxito  en  el  caso  de  faltas  de  unión  humerales  que  en  las  faltas  de  unión  de  otros  huesos;  no  obstante,  puede  tener  éxito  y  no  tiene  riesgo  quirúrgico.  La  aplicación  de  clavos  con  abocardamiento  tiene  menos  éxito  en  las  faltas  de  unión  humerales que en las faltas de unión  tibiales o femorales.  La apli- cación de placas con  injerto de hueso autógeno tiene la mejor pro- babilidad  de  tener  éxito,  pero  también  expone  al  individuo  al  riesgo  de  infección y  fracaso  del  implante.  La fijación externa  di- námica  realizada  con  injerto  de  hueso  usa  un  fijador  para  com- primir  o  retirar  la  tracción  del  sitio  con  falta  de  unión.  LECTURAS  SELECCIONADAS  Bell MJ, Beauchamp CG,  Kellam JK,  McMurty RY: The resulte of plating  humeral shaft fractures in patients with multiple injuries. J Bone ]oint Surg  67B:293-296, 1985.  Gerwin M, Hotchkiss RN, Weiland AJ: Alternatíve operative exposures of  the posterior aspect of the humeral diaphysis. J Bone joint Surg 78A:1690- 1695,1996.  Hall RF, Pankovich AM: Enders nailing of acute fractures of the humerus.  J Bone joint Surg 69A:558-567,1987.  Packer JW, Foster RR, García A, Grantham SA: The humeral fracture with  radial nerve palsy: is exploration warranted? Clin Orthop 92:34-88, 1972.  Pollock FH,  Drake D,  Bovill EG,  Day L, Trafton PG:  Treatment of radial  neuropathy associated with fractures of the humerus. J  Bone  joint Surg  60A:239-243, 1981.  Redmon BJ, Biermann JS, Blasier RB:  Interlocking intramedullary nailing  of pathologic fractures of the shaft of the humerus. J Bone joint Surg 78A:891- 896, 1996.  Sarmiento  A,  Kinman PB,  Galvin E,  Schmitt RH,  Phillips JG:  Functional  bracing of fracturres of the shaft of the humerus. J Bone joint Surg 59A:596- 601, 1977.  10  Fracturas  y  luxaciones  del  codo  Edward R.  Abraham  Mark González  Clayton  R.  Perry  Este capítulo revisa fracturas y  luxaciones del codo o de la articu- lación  cubital.  Estas  lesiones  incluyen  fracturas  del  húmero  dis- tal  (es  decir,  fracturas  mediales  y  condilares  laterales  aisladas,  transcondilares,  supracondilares  e  intercondilares),  fracturas  de  la  cabeza  y  del  cuello  radial,  fracturas  del  olécranon,  fracturas  de cúbito y radio vinculadas con una luxación, y las luxaciones  de  la  articulación  humerocubital.  ANATOMÍA  El  codo  es  la  articulación  del  húmero  del  brazo  con  el  radio  y  cúbito  del  ant ebrazo.  Los  húmeros  distales  consisten  en  los  epicóndilos  medial  y  lateral  extraarticulares,  que  son  columnas  divergentes  separadas  por  la  tróclea  intraarticular  y  el  cóndilo  humeral  (fig.  10-1).  El  húmero  distal  tiene  una  desviación  angu- lar anterior de  aproximadamente 30  grados.  El húmero se ensan- cha  y  aplana  al  flexionarse  hacia  adelante.  La  tróclea  se  articula  con la escotadura  troclear  del  cúbito  proximal.  Las  superficies de  la  tróclea articular se extienden de la fosa coronoides anteriormen- te, hasta la fosa  del  olécranon,  posteriormente.  Las fosas  anterior  y  posterior  proporcionan  espacio  para  la  apófisis  coronoides  y  el  olécranon,  respectivamente,  en  los  extremos  de  movimiento.  El  cóndilo  humeral  es  una  estructura  esférica  que  se  articula  con  la  cabeza  radial  cóncava.  El  radio  proximal  consiste  en  cabeza  y  cuello  que  forman  un  ángulo  de  15  grados con la  diáfisis  radial.  La cabeza radial  tiene  forma  de plato.  La  circunferencia  exterior se  articula con la esco- tadura  radial  del  cúbito.  La  escotadura  radial  del  olécranon  forma  un  arco  de  40  a  70  grados.  La  escotadura  troclear forma  un  arco  de  180  grados.  La prominencia del epicóndilo medial es el origen de los múscu- los  flexores-pronadores y  de  los  ligamentos cubitales colaterales.  El  epicóndilo  protege  al  nervio  cubital  que  tiene  un  trayecto  en  su surco. Junto  al epicóndilo lateral menor  se encuentra el  grupo  de  músculos  supinadores-extensores  y  el  ligamento  colateral  la- teral.  112  Fracturas  y  luxaciones  del  codo  1 1 3  Borde  supracondilar  medial  Columna  epicondilar  medial  Epicóndilo  medial  Borde  supracondilar  lateral  Columna  epicondilar  lateral  Epicóndilo  lateral  Fig. 10-1. Vista posterior del húmero que muestra la relación de las colum- nas lateral y medial con la fosa del olécranon.  La  superficie  articular  distal  del  húmero  está  orientada  siete  grados  en  valgo  en  relación  con  el  eje  longitudinal.  La  orienta- ción  valgo  del  húmero  distal  se  combina  con  la  formación  angu- lar cubital  del  olécranon,  lo cual  produce  un  ángulo  de  transpor- te de hasta 20 grados con el codo en extensión completa.  Cuando  se  observa  lateralmente,  el  cóndilo  humeral  y  la  tróclea  son  tras- ladadas hacia adelante,  hacia el eje largo del húmero,  y una línea  trazada  a  lo  largo  de  la  corteza  anterior  del  cuerpo  del  húmero  divide  el centro  del  cóndilo  humeral.  El  l i gament o  colateral  medi al  del  codo  se  origina  en  el  epicóndilo  medial  y  consiste  en  dos  porciones.  La  porción  ante- rior se inserta en el lado medial  de la apófisis coronoides.  La por- ción  posterior  se  fija  al  lado  medial  del  olécranon.  El  ligamento  colateral  radial  se  origina  en  el  epicóndilo  lateral,  y  tiene  inser- ciones en el ligamento anular y en el olécranon.  El ligamento anu- lar rodea el cuello radial y estabiliza a la articulación cubitorradial.  En  la  parte  anterior,  el  ligamento  anular  está  fijo  al  borde  ante- rior de la escotadura radial.  Por detrás,  es más ancho y se fija a un  borde  posterior  de  la  escotadura  radial  (fig.  10-2).  La  cápsula  de  la  articulación  del  codo  se  fija  al  húmero  ante- riormente  por  encima  de  la  apófisis  coronoides  y  de  la  fosa  ra- 114  Manual de  fracturas  Banda medial  Banda posterior  Fig. 10-2. Vista lateral del codo que muestra la relación del ligamento cola- teral lateral con el ligamento anular, y la fijación de la banda anterior sobre  el ligamento anular y la banda posterior en el olécranon.  dial,  y  posteriormente por  encima  de la  fosa olecraneana.  Distal- mente,  se  fija  a  la  apófisis  coronoides  del  cúbito  y  al  ligamento  anular,  y  continúa con los  ligamentos colaterales  radial y  cubital.  Los  principales  músculos  responsables  del  movimiento  activo  del codo se dividen en cuatro grupos. Los ex tensores son el tríceps  braquial y  el ancóneo.  El músculo  tríceps  se inserta en la superfi- cie  posterior  de  la  apófisis  del  olécranon  y  a  lo  largo  del  cúbito  proximal, donde se conoce como la expansión extensora.  Los flexo- res  comprenden  los  músculos  braquial,  bíceps  y  braquiorradial.  Por  delante,  el  músculo  braquiorradial  se  fija  a  la  apófisis  coro- noi des.  El  t endón  del  bíceps  se  fija  al  tubérculo  radial.  La  supinación del antebrazo es la función del bíceps y  del supinador,  y  la  pronación  es  produci da  por  el  pronador  redondo  y  el  pronador  cuadrado.  BIOMECÁNICA  Las  articulaciones  humerocubital  y  humerorradial  actúan  como  una bisagra.  La articulación permite flexión a 160 grados y exten- Banda anterior  Ligamento  anular  Fracturas  y  luxaciones  del codo  115  sión a 0 grados.  La  estabilidad  tipo valgo  es proporcionada  prin- cipalmente  por  las  fibras  anteriores  del  ligamento  colateral  me- dial  y,  de  forma  secundaria,  por  la  articulación  humerorradial.  La  estabilidad  tipo varo es  dada  por la banda  del ligamento cola- teral lateral que se inserta en el cúbito. El  movimiento de 30 a 130  grados es el  límite más importante para las actividades  de la vida  diaria.  La  articulación  humerorradial  es  un  pivote,  o  articulación  trocoide,  y  permite  tanto  flexión  como  extensión  de  ¡a  articula- ción humerocubital y  rotación del  antebrazo de aproximadamente  165  grados.  Permite  una  pronación  del  antebrazo  de  80  grados  y  supinación  de  85  grados.  El  cuadrante  anterolateral  de  la cabeza  radial  no  se  articula  con  la  escotadura  radial,  ni  siquiera  en  los  extremos  de  pronación  y  supinación,  y  es  una  entrada  para  un  tornillo o fijación con alambre de  Kirschner.  Una  relación impor- tante  entre  el  radio  y  el  cóndilo  humeral  constituye  el  eje  cons- tante  de  rotación.  Se  traza  una línea desde  el  eje  largo  del  radio y  divide  el  centro  del  cóndilo  humeral,  independientemente  del  grado  de  flexión  del  codo  (fig.  10-3).  La  relación  longitudinal  del  radio  y  el  cúbito  se  mantiene  por  medio  de  la  membrana  interósea  del  antebrazo,  el  complejo  de  fibrocartílago  triangular  distalmente,  y  la  articulación  humerorradial  proximalmente.  La  excisión  de  una  cabeza  radial  fracturada,  cuando  el  ligamento  interóseo  está  desgarrado,  causará  la  migración  del  radio.  La  cabeza  radial  actúa  como  un  elemento  de  restricción  de  las  tensiones  tipo  valgo  a  través  de  la  articulación  del  codo,  actuan- do  como  un  punto  de  apoyo  para  el  ligamento  colateral  medial.  También  transfiere  esfuerzos  de  la  mano  y  de  la  muñeca  al  hú- mero  distal.  Las  fuerzas  aplicadas  axilmente  en  dirección  proxi- mal,  a  lo  largo  del  cuerpo  del  radio,  producen  como  resultado  tensión  de la porción  tendinosa central de la  membrana interósea.  Estas  fuerzas  se  transmiten  luego  del  radio  al  cúbito,  a  través  de  la  membrana  interósea  y,  finalmente,  a  la  tróclea.  Cuando  se  ha  resecado  la  cabeza  radial,  los  esfuerzos  dirigidos  proximalmente  dan  lugar  a  un  desplazamiento  cubital  del  radio  en  oposición  a  la  tensión de la membrana interósea, lo cual  altera  de esa forma  la  transmisión del esfuerzo al cúbito y la mecánica de la  articulación  cubitorradial  distal.  FRACTURAS  DISTALES  DEL  HUMERO  La  anatomía  compleja  del  húmero  distal  hace  que  el  tratamiento  de la  fractura  sea muy  desafiante.  Los objetivos  de  la cirugía con- sisten  en  restaurar  la  anatomía  de  la  superficie  articular  y  pro- 116  Manual de  fracturas  Fig. 10-3. A,  relación normal del cuerpo radial y de la cabeza del radio con  el centro del cóndilo humeral. B,  luxación anterior de la cabeza radial.  A  120°  90°  60°  Fracturas  y  luxaciones  del codo  117  porcionar una fijación estable  que  permitirá la movilización  tem- prana  de  la  articulación.  Clasificación  Las  fracturas  del  húmero  distal  se  dividen  en  fracturas  supra- condilares,  fracturas  transcondilares,  fracturas  intercondilares,  fracturas  condilares,  fracturas  trocleares,  fracturas  capitulares  y  fracturas  de  los  epicóndilos.  FRACTURAS  SUPRACONDILARES  DEL  HUMERO  Las  fracturas  supracondilares  se  caracterizan  por  disociación  en- tre  la  diáfisis  y  los  cóndilos  del húmero  distal.  La  fractura  puede  extenderse  distalmente  y  afectar  la  superficie  articular.  Clasificación  La  clasificación  se  basa  en  la  presencia  de  conminución  supra- condilar,  extensión  intercondilar  y  conminución  intercondilar.  Hay  cuatro  tipos  de  fracturas  supracondilares:  fracturas  sin  ex- tensión intercondilar (tipo I),  fracturas con extensión intercondilar  pero  sin  conminución  (tipo  II),  fracturas  con  extensión  intercon- dilar  y  conminución  supracondilar  (tipo  III)  y  fracturas  con  conminución  intercondilar  (tipo  IV;  fig.  10-4).  Las  fracturas  tipo  IV  frecuentemente  tienen  conminución  supracondilar.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Hay  dolor  e  inestabilidad  del codo.  La  fractura  puede  haber  sido  causada  por  una  caída  sobre  la  mano  sobreextendida  o  por  un  golpe  directo.  En  el  examen  físico hay  deformidad,  inestabilidad  y crepitación.  La  relación normal de  los  epicóndilos con la punta  del  olécranon  no  está  presente  en  las  fracturas  con  afección  intercondilar  (tipos  II,  III  y  IV).  Examen radiográfico  Las  radiografías  anteroposterior,  lateral  y  oblicua  determinan  la  extensión  de  la  lesión.  De  ordinario  no  son  necesarias  la  tomo- grafía  por  computadora  (TC)  ni  las  vistas  especiales.  118  Manual de  fracturas  Fig. 10-4. Sistema de clasificación de fracturas supracondilares del húme- ro distal: A,  fractura tipo I. B, fractura tipo II. C,  fractura tipo III. D, fractura  tipo IV.  A  B  Fracturas  y  luxaciones  del  codo  1 1 9  Fig. 10-4. Continuación.  D  c  120  Manual de  fracturas  Tratamiento inicial  El  tratamiento  inicial  consiste  en  alineación,  inmovilización  en  una  férula  larga  de  brazo,  y  aplicación  de  hielo.  La  reducción  puede  ser  inestable;  por  lo  tanto,  no  se  indica  realizar  intentos  repetidos  de  alineación.  La  fractura  se  alinea  dejando  el  miem- bro  superior  colgando  al  lado,  con  el  codo  flexionado  a  90  gra- dos.  La  fractura  se  enferula  con  una  tabla  simple  posterior  de  enyesado,  que  se  extiende  desde  el  hombro  hasta  la  muñeca.  La  parte superior de la  férula  se refuerza con una  férula  de "tenacilla  de  muelle",  pero  no  se  usa  un  enyesado  circunferencial  debido  a  que  puede  haber  una  hinchazón  significativa.  Lesiones  relacionadas  Con estas fracturas pueden asociarse lesiones  de la arteria braquial  o  de  los  nervios  mediano,  cubital  y  radial.  El  paciente  debe  exa- minarse  específicamente  en  relación  con  estas  lesiones.  Además,  puede  desarrollarse  un  síndrome  de  compartimiento  del  ante- brazo,  y  se considera  una urgencia quirúrgica.  Los signos  físicos  del síndrome de compartimiento incluyen dolor en reposo,  dolor  con  el  estiramiento  pasivo  de  los  músculos  en  el  compartimien- to,  compartimientos  tensos  palpables,  y  parestesias.  Se  obtienen  radiografías  del  hombro,  diáfisis del húmero,  antebrazo y  muñe- ca,  aunque  no  hay  lesiones  óseas  vinculadas  específicas.  Tratamiento  definitivo  El  objetivo  del  tratamiento  es  una  fractura  reparada  con  límites  de  movimientos  funcionales  a  nivel  del  codo.  De  ordinario,  la  mejor  forma  de  lograr  este  objetivo  consiste  en  la  reducción  ana- tómica  de  la  fractura,  estabilización  de los  fragmentos con placas  y  tornillos,  y  movilización  temprana  del  codo.  La  conminución  extensa,  pérdida  de  cóndilos  humerales,  lesión  masiva  de  tejidos  blandos,  o  lesión  de  la  arteria  braquial,  que  requiere  estabiliza- ción  rápida,  pueden  impedir  la  fijación  de  la  placa.  En  estos  ca- sos,  la  fractura  se  trata con  un  fijador  externo.  Los  medios  clavos  del fijador  externo  se  insertan  lateralmente  en  el  húmero  y,  si  el  codo  está  expandido,  dorsalmente  en  el  cúbito.  La  inserción  del clavo  en  el  húmero  se  realiza  por  medio  de  incisiones  adecuadas  para  observar  visualmente  el  húmero  y  evitar  el nervio radial.  Para  impedir que  los clavos  cubitales  blo- queen la rotación  del antebrazo,  se insertan con el antebrazo a 30  grados de  supinación.  El  tratamiento posoperatorio se  realiza  de  forma personalizada a cada individuo.  Debe  darse consideración  Fracturas  y  luxaciones  del codo  121  a  los  desbridamientos repetidos,  cierre  retrasado,  injerto  de hue- so,  transferencia  de  tejidos  libres,  fijación  interna  retrasada  y  artrodesis.  La  reducción  abierta,  la estabilización  y la  movilización  temprana,  dan  lugar  a  un  mayor  retorno  de  la  función.  El  procedimiento  quirúrgico  y  la  técnica  de fijación dependen  del  tipo  de  fractura.  Las  fracturas  supracondilares  sin extensión intercondilar  (tipo  I)  pueden exponerse por medio de un acceso medial o lateral.  Un  acceso  posterior  puro  permite  la  estabilización  con  placas  poste- riores colocadas  a lo  largo  de  la columna lateral y  de la columna  medial.  Las  placas  deben colocarse  ortogonalmente para llevar a  un  máximo  la  estabilidad.  Las  fracturas  con  afección  de  la  superficie  articular  distal  del  húmero  (tipos  II,  III  y  IV)  se  exponen  a  través  de  un  acceso  transolecraneano.  La superficie  articular del húmero distal se ex- pone  mediante  osteotomización  del  olécranon,  reflejándolo  con  el  t endón  del  tríceps  fijo  proxi mal ment e.  El  ol écranon  es  osteotomizado  transversalmente  para  crear  un  fragmento  de  casi  2.5  cm  de  longitud.  Se  fija  de  nuevo  de  manera  subsecuente  en  una  construcción  con banda  de  tensión  con  dos  alambres  K  y  un  alambre  con  forma  de  ocho,  pasado  de  manera  transversal  a  tra- vés  de  un  orificio  taladrado  en  un  punt o  distal  al  sitio  de  la  osteotomía.  Después  de  que la fractura se expone  de manera ade- cuada,  el componente  intercondilar se  reduce y  luego se  estabili- za  con  tornillos  y  alambres  de  Kirschner.  En  las  fracturas  con  conminución intercondilar  (tipo IV),  es importante no dejar espa- cio  en  los  fragmentos juntos,  ya  que  esto  disminuirá  el  diámetro  medial-lateral  de  la  superficie  articular  dando  como  resultado  incongruencia  articular.  Después  de que  se reduce y estabiliza  la  fractura  intercondilar,  el  componente  supracondilar  se  reduce  y  estabiliza  con  placas  mediales  y  laterales.  Si  hay  conminución  supracondilar  (todas  las  fracturas  tipo  III  y  la mayor parte  de  las  fracturas  tipo  IV),  se  usa  injerto  de  hueso  esponjoso  autógeno.  En  el  posoperatorio,  el  codo  se  inmoviliza  a  90  grados  en  un  enferulado  que  se  extiende  desde  la  muñeca  hasta  el  hombro.  Cuando  se  vuelve  tolerable  el  dolor  de  la  incisión,  se  inician  los  ejercicios  del  intervalo  de  movimiento.  Esto  se  realiza varias ve- ces al  día.  En los  demás momentos se usa la férula.  A las cuatro a  seis semanas se retira la  férula y se usa un cabestrillo.  A las  8 a 10  semanas,  se  suspende  toda  inmovilización  y  se  inician  ejercicios  pasivos  del  intervalo  de  movimiento  y  refuerzo.  En  ocasiones,  en las  fracturas  con conminución extrema,  en  las  cuales no  se puede  anticipar la fijación interna  estable,  puede  re- querirse  tracción esquelética lateral a  través del olécranon, con el  antebrazo  apoyado  en una posición vertical con tracción cutánea  (cap. 3).  122  Manual  de  fracturas  Complicaciones  Las  complicaciones  de  las  fracturas  supracondilares  del  húmero  incluyen  pérdida  de  fijación,  falta  de  unión  y  artritis  postraumá- tica.  La pérdida de la fijación se produce debido a una estabilización  inadecuada,  conminución  extrema,  o  terapéutica física excesiva- mente entusiasta.  Una vez que se ha  perdido la  fijación son nece- sarios  la  revisión  y  el  injerto  de  hueso.  No  se  usa  inmovilización  cuando  se  ha  perdido  la  fijación  debido  a  que  produce  pérdida  de  movimiento  del  codo.  La falta  de  unión  suele  implicar  al  componente  supracondilar  de la  fractura al repararse fácilmente el componente intercondilar.  Si  se  restringe  de  forma  intensa  el  movimiento  del  codo  el  pro- nóstico es malo.  El  tratamiento incluye estabilización rígida e in- jerto  de  hueso.  La artritis postraumática es más común en fracturas con conminu- ción  intercondilar  (tipo  IV).  Las  opciones  de  tratamiento  varían  desde  la  terapéutica  conservadora,  con  medicación  antiinflama- toria  no  esferoide  e  inyecciones  de  esferoides,  hasta  el  desbrida- miento quirúrgico, con resección de la cabeza radial para  mejorar  la  movilidad.  Raramente  se  requieren  artrodesis  o  artroplastia.  FRACTURAS  TRANSCONDILARES  La  línea  de  fractura  primaria  de  una  fractura  transcondilar  es  intracapsular  y  transversal;  la  línea  pasa  a  través  de  los  epicón- dilos,  el  olécranon  y  la  fosa  coronoides.  Estas  fracturas  de  baja  energía  se  pr oducen  en  pacientes  de  edad  avanzada,  más  osteopénicas  que  las  fracturas  supracondilares.  Clasificación  La  clasificación  se  basa  en  la  presencia  y  dirección  del  desplaza- miento.  La  mayor parte  de  las  fracturas  desplazadas  son  del  tipo  de  extensión,  en  las  cuales  el  fragmento  distal  se  desplaza  poste- riormente  en  relación  con  el  cuerpo  del  húmero.  En  ocasiones,  hay  una  fractura  de  tipo  T  con  una  línea  de  fractura  vertical  o  luxación  de  los cóndilos humerales  de  la  escotadura  froclear  (una  fractura  de  Posada;  fig.  10-5).  Con  base  en  estos  parámetros,  las  fracturas  transcondilares  se  clasifican  en  uno  de  cuatro  patrones  básicos.  La  línea  de  fractura  transversal  es  la  única  línea  de  fractura  que  está  presente  en  las  fracturas  de  tipo  I  no  desplazadas  y  en  Fracturas  y  luxaciones  del  codo  123  Fig. 10-5. Sistema de clasificación de las fracturas transcondilares del hú- mero distal: A, fractura tipo I. B, fractura tipo II. C, fractura tipo III. D, fractura  tipo IV.  B  D  c  A  124  Manual de  fracturas  las fracturas simples  desplazadas  (tipo II).  Las fracturas de  tipo T  (tipo  III)  tienen,  además  de  la  línea  de  fractura  transversal,  una  línea  vertical  que  separa  al  cóndilo  humeral  de  la  tróclea.  En  las  fracturas-luxaciones  (tipo  IV),  los  cóndilos  humerales  están  luxados  anteriormente  de  la  escotadura  troclear,  y  la  metáfisis  distal  del húmero se  articula con la escotadura  troclear.  Las  frac- turas-luxaciones  pueden  ser  de  un  tipo  T.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y examen físico  Los  hallazgos  físicos,  aparte  del  dolor,  no  son  notables.  Los  epicóndilos y  la punta  del  olécranon se pueden palpar, y  su  rela- ción  es  normal  en  todas  las  fracturas,  menos  en  las  fracturas- luxaciones  (tipo  IV).  Cuando  esta  relación  es  normal,  se  distin- gue  una  fractura  transcondilar  de  una  luxación  del  codo,  y  una  fractura  aislada  de  un  epicóndilo,  una  fractura  de  olécranon,  y  una  fractura  supracondilar-intercondilar  desplazada.  Examen radiográfico  El diagnóstico se confirma mediante  radiografías anteroposterior,  lateral  y  oblicua.  Tratamiento inicial  El  tratamiento inicial  es  la  inmovilización  en  una  férula  larga  de  brazo  y  un  cabestrillo.  Lesiones  relacionadas  Las  lesiones  vinculadas no  son comunes.  Se  lleva  a  cabo  un  exa- men  regular  enfocado  neurovascularmente,  y  se  obtienen  radio- grafías  del hombro,  húmero,  antebrazo y  muñeca.  Tratamiento  definitivo  Las  fracturas no  desplazadas  se  tratan con  un enyesado  largo  del  brazo  y  un  cabestrillo.  El  enyesado  se  retira  a  las  tres  a  cuatro  semanas,  y  se inician  ejercicios  suaves  de límites  de movimiento.  El  miembro  superior  se  protege con  una  férula  durante  un  perio- do  de  seis  a  ocho  semanas.  Las  fracturas  desplazadas  simples,  la  reducción  cerrada  y  el  enyesado,  no  tendrán  éxito  debido  a  la  inestabilidad  de  la  cobertura.  La  reducción  y  estabilización  se  Fracturas  y  luxaciones  del  codo  125  realizan  por  una  acceso  transolecraneano.  La  fijación  estable  es  difícil  de  lograr  debido  a  que  los  fragmentos  distales  son  peque- ños,  y  un  porcentaje  grande  de  la  superficie  del  fragmento  está  cubierta  de  cartílago  articular.  La  transposición  del  nervio  cubi- tal permite que se use el  conducto cubital como un punto  adicio- nal  de fijación. Lateralmente, la  porción extraarticular distal pos- terior  del  cóndilo  humeral  es  el  sitio  de  fijación  preferido.  Las  fracturas  simples  desplazadas  son  estabilizadas  con  placas  de  reconstrucción,  que se contornean más fácilmente de acuerdo con  la  curvatura  del  epicóndilo  medial,  cuando  se  usa  el  conducto  cubital  como  un punto  de  fijación  adicional.  Si  el  fragmento  dis- tal  restante  en  ese lado  es  suficientemente  grande  también  puede  intentarse  la  fijación  lateralmente  con  una  placa  de  reconstruc- ción,  pero  con  frecuencia  todo  lo  que  puede  lograrse  es  fijación  de  tejido  esponjoso  con  tornillo  desde  el  cóndilo  humeral  distal  hasta  la columna  lateral.  En  las  fracturas  de  tipo  T,  los  fragmen- tos  distales  primero  se  unen  entre  sí  y  luego  se  fijan  al  húmero  proximal.  Como  no  hay  pérdida  de  hueso,  la  unión  de  los  frag- mentos  distales  no  dará  lugar  a  una  articulación  congruente.  En el posoperatorio,  se inician los  movimientos activos  super- visados cuando lo permite el dolor  de la incisión. Si el individuo  no  está  recibiendo  fisioterapia,  la  fijación  se  protege  con  una  fé- rula  larga  de  brazo.  A  las  seis  a  ocho  semanas  se  suspende  la  férula.  Complicaciones  Todos los pacientes pierden movimiento del codo,  particularmen- te  el  de  extensión.  La  pérdida  de  movimiento  es  menor  en  las  fracturas  no  desplazadas  que  en  las  fracturas  tipo  T  y  en las  frac- turas-luxaciones.  La  complicación  singular  de  las  fracturas  transcondilares  es  la  pérdida  de  la  fijación  debido al  tamaño  pequeño  de los  fragmen- tos  distales y  a su osteopenia.  Los individuos  se someten a segui- miento  con  radiografías  a  intervalos  de  dos  semanas.  Si  se  ha  producido  pérdida  de  la fijación, ésta  se  puede  revisar o  pueden  continuarse  los  ejercicios  de  límites  de  movimiento.  La  revisión  de  la  fijación  es  difícil  y  puede  no  ser  posible  la  estabilización  de  la  fractura.  Se  estimulan los  ejercicios  de  límites  de  movimiento  activos  con  la  expectativa  de  que  la  fractura  seguirá  en  falta  de  unión,  pero  puede  obtenerse  un  límite  de  movimiento  funcional  a  través  del  sitio  de  falta  de  unión.  La  artroplastia  total  del  codo  ha  sido  descrita  como  tratamiento  primario  de  las  fracturas  humerales  distales  en  los  pacientes  de  edad  avanzada,  particu- larmente  en  aquéllos  con  artritis  reumatoide  con  poca  cantidad  de  hueso  disponible.  126  Manual  de  fracturas  FRACTURAS  DE  LOS  CÓNDILOS  MEDIAL  Y  LATERAL DEL  HUMERO  Las  fracturas  aisladas  de  los  cóndilos  medial  y  lateral  del  húme- ro son poco habituales.  El fragmento incluye el cóndilo entero  (el  cóndilo  humeral,  ya  sea  el  epicóndilo  o  la  tróclea)  o  sólo  la  por- ción  articular  del  cóndilo  (cóndilo  humeral  o  tróclea).  Clasificación  Las  fracturas  aisladas  del  cóndilo  medial  y  lateral  del  húmero  se  clasifican primero  de  acuerdo con que impliquen  la  totalidad  del  cóndilo  o  sólo  su  porción  articular.  La  distinción  entre  estos  dos  tipos  de  fracturas  es  importante,  ya  que  las  fracturas  que  afectan  únicamente  la  tróclea  o  el  cóndilo  humeral  son  avasculares,  sin  fijaciones  de  tejidos  blandos.  Las  fracturas  del  cóndilo  total  se  producen  en  un  grupo  de  edad  más  joven  que  las  fracturas  del  cóndilo  humeral  y  la  tróclea.  Milch dividió las fracturas de cóndilo total en dos grupos: fractu- ras  por  arrancamiento  y  fracturas  por  compresión  (fig.  10-6).  Las  fracturas  por  arrancamiento  son  el  resultado  de  una  tensión  tipo  varo  (fractura  de  cóndilo  lateral)  o  valgo  (fractura  de  cóndi- lo  medial)  a  través  del  codo.  Desde  el  punto  de  vista  radiográfi- co,  son  reconocidas  por  desplazamiento  distal  del  fragmento  de  la  fractura.  Las  fracturas  por  compresión  son  produci das  por  impacción  de  la  tróclea  o  de  la  cabeza  radial  en  el  interior  del  húmero  distal.  Esta impacción puede  ser el resultado de  una  fuer- za  longitudinal  o  una  fuerza  tipo  varo  (fractura  del  cóndilo  me- dial)  o  valgo  (fractura  del  cóndilo  lateral)  a  través  del  codo.  Ra- diográficamente,  las  fracturas  por  compresión  se  reconocen  por  la  presencia  de  un  desplazamiento  proximal  del  fragmento.  Las fracturas por compresión se  dividen adicionalmente en frac- turas estables y  fracturas-luxaciones.  La clave para la  estabilidad  es  el  estado  de  la  tróclea.  En  el  caso  de  fracturas  condilares  late- rales,  si la pared lateral  de  la  tróclea  se rompe,  la fractura es ines- table;  si  se encuentra intacta,  la  fractura  es  estable.  En el caso  de  fracturas condilares mediales, si la pared medial de la  tróclea está  rota,  la  fractura  es  inestable;  si  se halla intacta,  la  fractura es esta- ble.  El  olécranon  se  subluxa  de  forma  lateral  o  medial  cuando  la  fractura  es  inestable.  Las  fracturas  que  afectan  únicamente  a  la  porción articular  del  cóndilo son  el resultado  del  impacto  del  cóndilo  humeral  o  tróclea  en  la  cabeza  radial  o  apófisis  coronoides.  Las  fracturas  del  cóndilo  humeral  se  dividen  en  tres  grupos  (fig. 10-7): la fractura de Halin-Steinthal, en las cuales el fragmento  Fracturas  y  luxaciones  del  codo  1 2 7  Fig. 10-6. Clasificación de las fracturas aisladas de los cóndilos humerales:  A,  fractura  por arrancamiento  del  cóndilo  medial.  B,  fractura  por arranca- miento del cóndilo lateral. C, fractura por compresión inestable del cóndilo  medial, y D,  fractura por compresión estable del cóndilo lateral.  c  B  A  1 2 8  Manual  de  fracturas  Fig. 10-6. Continuación.  incluye la  totalidad  del  cóndilo  humeral  (fig.  10-8);  la fractura de  Kocher-Lorenz,  en  la  cual  el  fragmento  incluye  sólo  hueso  subcondral  y  la  superficie  articular;  y  la  fractura  por  compresión  del  cóndilo  humeral,  con  conminución  de  la  superficie  articular.  Las  fracturas  aisladas  de  la  tróclea  son  raras  y  suelen  estar  rela- cionadas  con  una  fractura  del  cóndilo  humeral.  Estas  son  fractu- ras coronales por deslizamiento  del extremo distal del húmero, y  se  caracterizan  por  un  signo  de  doble  arco,  con  un  arco  que  re- presenta  al  hueso  subcondral  del  cóndilo  humeral  y  el  otro  el  borde  lateral  de  la  tróclea.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Los hallazgos físicos, aparte  del dolor y  la limitación de la movi- lidad,  no  son  notables,  a  menos  que  haya  una  luxación  vincula- da.  En  ocasiones,  cuando  está  fracturado  el  cóndilo  humeral,  el  fragmento  se  puede  palpar  lateralmente.  Examen radiográfico  Las  radiografías  anteroposterior  y  lateral  confirman  el  diagnóstico.  Tratamiento inicial  El  codo  se  enferula  a  90  grados  y  se le  aplica hielo.  D  Fracturas  y  luxaciones  del  codo  1 2 9  Fig.  10-7.  Clasificación  de  las  fracturas  aisladas  del  cóndilo  humeral: A,  fractura  de  Hahn-Steinthal.  B,  fractura  de  Kocher-Lorenz.  C,  fractura  por  compresión del cóndilo humeral.  c  B  A  130  Manual de  fracturas  Fig. 10-8. Radiografía lateral del codo. Esta es una fractura de Hahn-Steinthal  del cóndilo humeral.  Lesiones  relacionadas  Aparte  del  esguince  del  ligamento colateral  contralateral,  no  hay  lesiones  específicas  vinculadas  con  fracturas  de  los  cóndilos  humerales.  Se  efectúa  un  examen  neurovascular  enfocado,  y  de- ben  obtenerse  radiografías  del  hombro,  el  húmero  y  la  muñeca.  Tratamiento  definitivo  El  tratamiento  definitivo  de  las  fracturas  desplazadas  de  los  cóndilos  humerales  es  operatorio.  Las  dos  opciones  son  reduc- ción y  estabilización,  y  resección  de  los fragmentos.  La  resección  es  sólo  una  opción  en  el  caso  de  fracturas  del  cóndilo  humeral.  Fracturas  y  luxaciones  del  codo  131  Reducción abierta y fijación interna  Las  fracturas  de la  totalidad  del  cóndilo lateral  se  tratan por  me- dio  de  una  acceso  en  el  intervalo  entre  el  extensor  cubital  del  carpo y el ancóneo  (el acceso Korcher J) o por medio del ancóneo,  de  la  forma  descrita  por  Pankovich.  La  flexión  del  codo  y  la  ex- tensión  de  la  muñeca  relajan  los  músculos  extensores  insertados  en  el  fragmento,  lo  cual  ayuda  de  esa  manera  a  la  reducción.  De  ordinario hay  una espiga grande  de  epicóndilo que puede  fijarse  a  la  metáfisis  del  húmero  distal  con  tornillos  o  una  placa.  La  co- locación  del  tornillo  suele  limitar  la  fosa  olecraneana.  Se  exponen  las  fracturas  del  cóndilo  humeral  a  través  de  un  acceso  ancóneo.  La  fractura  de  Hahn-Steinthal  se  estabilizan con  tornillos  de  Herbert,  tornillos  de  hueso  pequeños  hundidos,  o  con  alambres  de  Kirschner  avanzados  directamente  de  adelante  hacia  atrás  y  hundidos  por  debajo  de  la  superficie  articular.  En  las  fracturas  de  Kocher-Lorenz y  en las  fracturas  por compresión,  deben  extraerse  los  fragmentos.  El  acceso  a  las  fracturas  del  cóndilo  medial  se  realiza  a  través  de una incisión recta medial,  teniendo cuidado entretanto  de pro- teger al nervio cubital.  Como las fracturas  del cóndilo lateral,  és- tas suelen reducirse y estabilizarse fácilmente. La flexión del codo  y  la muñeca  relaja la masa  de músculos flexores fija al fragmento.  El acceso  a las fracturas  coronales por deslizamiento del extre- mo  distal  del  húmero  es uno  lateral  de  Kocher  extendido.  La  ex- posición  operatoria  debe  ser  suficientemente  extensa  de  forma  tal  que  la  cápsula  anterior  del  codo,  al  permitir que  se  coloquen  retractores  sobre  la columna medial  del extremo  distal  del húme- ro,  exponga  la  superficie  articular  anterior  total.  Después  de  la  fijación  provisional  con  alambre  de  Kirschner,  debe  practicarse  fijación  definitiva  con  tornillos  de  Herbert  o  tornillos  en  hueso  esponjoso.  En  el  posoperatorio,  se  protege  el  miembro  superior  en  una  férula  y  cabestrillo.  Cuando  el  dolor  de  la  incisión  ha  disminui- do,  se  inician  ejercicios  supervisados  de  límites  de  movimiento.  A  las  seis semanas,  la fractura está suficientemente reparada para  suspender  el  cabestrillo.  Complicaciones  Las  complicaciones  de  las  fracturas  condilares  aisladas  incluyen  artritis,  pérdida de  movimiento,  osificación heterotópica,  falta  de  unión,  necrosis  avascular,  y  unión  deficiente.  La  rigidez  postraumática  de  la  articulación  se  relaciona  con  lesión de los  tejidos  blandos y  del  cartílago  articular a causa  de  la  132  Manual de  fracturas  lesión  original.  Las  contracturas  refractarias  que  no  responden a  la  fisioterapia  y  al  enferulado  dinámico,  pueden  requerir  libera- ción  quirúrgica.  Una  contractura  anterior  se  vincula  con  pérdida  de  extensión,  y  puede  tratarse  por  medio  de  capsulotomia  ante- rior.  La pérdida  de flexión se  trata  de manera similar,  por libera- ción posterior.  Las  contracturas  intraarticulares  requieren  una li- beración articular y un fijador con gozne dinámico.  La artrotomía  y  la  resección  de  la  cabeza  radial,  y  la  liberación  de  adherencias  intraarticulares  constituyen  otra  opción  de  tratamiento.  Puede  producirse  osificación  heterotópica  después  de  una  le- sión  del  codo  y  se  relaciona  con  pérdida  del  movimiento  articu- lar.  La  resección  del  hueso  heterotópico  se  retrasa  hasta  que  un  proceso ha  madurado,  y  es  seguida  por fisioterapia, indometaci- na  por  vía  oral,  y  radioterapia  para  prevenir  recurrencia.  FRACTURA DE LA CABEZA RADIAL  Las  fracturas  de  la  cabeza  radial  afectan  la  porción  intraarticular  proximal  del  radio.  Clasificación  Las  fracturas  de  la  cabeza  radial  se  clasifican  de  acuerdo  con  el  desplazamiento,  el  grado  de  afección  y  las  luxaciones  relaciona- das  (fig.  10-9).  Las  fracturas  de  tipo  I  no  están  desplazadas.  Las  fracturas  de  tipo  II  son  fracturas  desplazadas  que  afectan  sólo  parte  de la cabeza.  Las fracturas  de  tipo III  afectan la  totalidad  de  la  cabeza,  y  con  frecuencia  son  conminuta.  Las  fracturas  de  tipo  IV  son  fracturas  de  la  cabeza  radial  vinculadas  con  inestabilidad  del  codo  o  disociación  cubitorradial  (es  decir,  lesión  de  Essex- Lopresti  o  equivalente  de  Monteggia).  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia y examen  físico  Hay  dolor  localizado en la cabeza radial.  El mecanismo  de  la  le- sión  suele  ser  una  caída  hacia  adelante,  con  el  codo  extendido  y  el  antebrazo en pronación.  La  necesidad  de  tratamiento operato- rio o cerrado se determina clínicamente.  Las dos indicaciones im- portantes  para  intervención  operatoria  son  un  bloqueo  de  la  ro- tación  del  antebrazo  e  inestabilidad  ligamentosa.  El  hematoma  se  aspira,  y  se  inyecta  el  codo  con anestésico  local.  El  antebrazo  es girado pasivamente, con el codo en diferentes grados de  flexión.  Fracturas  y  luxaciones  del  codo  1 3 3  La  inestabilidad  ligamentosa  se  debe  a  rotura  del  ligamento  co- lateral  medial.  La  estabilidad  se  evalúa  con  el  antebrazo  en  supinación  y  el  codo  flexionado  15  grados,  relajándose  de  esa  manera  la  cápsula  anterior  y  retirando  el  olécranon  de  la  fosa  olecraneana.  Se  aplica  al  codo  una  fuerza  tipo  valgo  suave.  Si  el  codo se abre como "libro", el ligamento colateral medial está des- garrado.  Fig. 10-9. Clasificación de las fracturas de la cabeza radial: A, tipo I. B, tipo  II.  C,  tipo  III.  0,  tipo  IV.  En  este  dibujo  se  ilustra  la fractura-luxación  de  Monteggia.  c  B  A  134  Manual de  fracturas  Examen radiográfico  Las  vistas  anteroposterior  y  lateral  confirman  el  diagnóstico.  La  vista humerorradial  proporciona  información  adicional.  El  ante- brazo  se  sitúa  en  posición neutra,  y  el  codo  es  flexionado y  colo- cado sobre el casete, como para un estudio lateral regular.  El tubo  de rayos X  se sitúa  en un ángulo de 45  grados hacia la cabeza  del  húmero.  Tratamiento  inicial  El  codo  se  enferula  a  90  grados  y  se  coloca  en  un  cabestrillo.  En  los casos en los cuales está luxada la cabeza radial, se lleva a cabo  de  manera  urgente  una  reducción  abierta.  Lesiones  relacionadas  Las  lesiones  neurovasculares  vinculadas  no  son  comunes,  pero  deben  descartarse.  Se  obtienen  radiografías  del húmero,  el  hom- bro  y  la  muñeca.  La  articulación  cubitorradial  distal  se  examina  para  detectar  posible  hipersensibilidad,  inestabilidad  y  promi- nencia  del  cúbito  distal.  Si  están  presentes  puede  haber  una  le- sión  de  Essex-Lopresti  relacionada.  El  húmero  distal  se  examina  en búsqueda  de  fracturas  vinculadas  del  cóndilo humeral  y  frac- turas  por  arrancamiento  del  epicóndilo  medial  (indicadoras  de  arrancamiento  del  ligamento  colateral  medial).  Tratamiento  definitivo  El  tratamiento se basa en el  tipo  de fractura.  Las fracturas  de  tipo  I  (no desplazadas) y  las de  tipos II y III, sin un bloqueo mecánico,  se  tratan  de  forma no operatoria.  Se coloca  un cabestrillo  al  indi- viduo  durante  tres  semanas,  y  se  estimulan  los  ejercicios  del  in- tervalo de movimientos activos suaves.  A las tres semanas se sus- pende  el  cabestrillo y  se  inicia  fisioterapia  más  enérgica.  Las  fracturas  relacionadas  con  inestabilidad  del  codo,  o  con  bloqueo  mecánico  del  movimiento  del  codo,  se  tratan  mediante  cirugía.  La  decisión  de  reducir  y  fijar  internamente  la  fractura  o  de  resecar la cabeza radial,  con o sin reemplazo protésico,  se rea- liza  una vez que  se  expone la  fractura.  Las circunstancias  en con- tra  de la  fijación  de la cabeza radial incluyen un paciente  de edad  avanzada,  lesión  del  cóndilo  humeral,  y  osteoartritis  preexisten- te.  Las  circunstancias  que  favorecen  la fijación incluyen  un  indi- viduo joven,  afección  de  sólo  parte  de  la  cabeza  radial  (es  decir,  tipo  II),  y  luxación  de  la  cabeza  radial  (es  decir,  tipo  IV).  En  los  Fracturas  y  luxaciones  del codo  135  casos  de  lesiones  ligamentosas  vinculadas  hay  dos  alternativas:  reducción  y  fijación  de  la  cabeza  radial  o  resección  y  reemplazo  de  la  cabeza  con  un  espaciador  metálico  protésico,  y  reparación  del  ligamento.  La  exposición  se  realiza  por  medio  de  un  acceso  ancóneo.  Se  desarrolla el intervalo  entre el ancóneo y  el flexor cubital del car- po.  La inserción del ancóneo es reflejada  del cúbito y  de la cápsu- la articular por medio  de  disección roma.  Si no están desgarradas  la  cápsula  y  la  membrana  sinovial,  se  incide  longitudinalmente.  No  debe  titubearse  en  cuanto  a  incidir  el  ligamento  anular  para  obtener  una  exposición  más  amplia.  Además,  la  porción  proxi- mal  o  distal  de  la  incisión  capsular  se  puede  realizar  con  forma  de T.  Al pronarse y supinarse el antebrazo se observa la totalidad  de la cabeza radial.  Las fracturas relacionadas  del  cúbito  se redu- cen  y  estabilizan  a  través  del  mismo  acceso.  Los  fragmentos  se  reducen  y  fijan  con  tornillos  corticales,  tor- nillos  de  Herbert  o  alambres  de  Kirschner.  Idealmente,  los  im- plantes  se  hunden  por  debajo  del  cartílago  articular.  Es  impor- tante  tener  presente  que  el  cuadrante  anterolateral  de  la  cabeza  radial  no  se  articula  con  el  cúbito  y,  por  lo  tanto,  es  la  entrada  óptima para la fijación (fig.  10-10).  Si está presente una  depresión  de  la  superficie  articular  se  efectúa  reducción  e  injerto  de  hueso.  Si se reseca la cabeza radial se preserva el cuello.  Los bordes de la  metáfisis  son  alisados,  y  se  eliminan  cualesquiera  espigas  óseas  presentes. Si se inserta una prótesis metálica, el tamaño debe igua- lar el  de  la  cabeza  radial  extirpada.  Una  prótesis  metálica,  hecha  con vitallium o  titanio, es preferible sobre el implante de silástico  que  una  vez  fue  popular  (fig.  10-11).  La  sinovitis  por  silicona  y  las  propiedades  deficientes  de  cargas  de  peso han  disminuido  la  utilidad  de  la  prótesis  de  silicona.  Con anterioridad a  la fijación o reemplazo de  la cabeza radial,  el  codo  y  el  antebrazo  se  someten  a  ejercicios  de  intervalo  de  movimiento.  Si  el codo se subluxa,  la fractura capsular anterior o  de la apófisis  coronoides  debe  repararse, hasta el lecho  de  la apó- fisis  coronoides,  con  anterioridad  a  la  fijación  o  reemplazo  de  la  cabeza  radial,  si  es  posible  a  través  de  la  incisión  lateral,  o  por  medio  de  una incisión medial  para  reparar  el  ligamento colateral  medial  o  la  cápsula  anterior,  cuando  la  reparación a  través  de  la  incisión lateral no es  posible.  Además  de la  estabilidad  del codo,  debe  evaluarse  la  estabilidad  de  la  articulación cubitorradial  dis- tal.  Cuando hay  presente una disociación cubitorradial, el cúbito  distal  se  luxará  dorsalmente  con  pronación  del  antebrazo.  En  el  posoperatorio,  el  miembro  superior  se  coloca  en  un  ca- bestrillo.  Se  agrega  una  férula  cuando  hay  una  lesión  ligamento- sa  vinculada.  El  cabestrillo  o  la  férula  se  retiran  tres  veces  al  día  136  Manual de  fracturas  Fig. 10-10. Fractura de la cabeza radial tratada con reducción abierta y fija- ción interna (A) y con una miniplaca y tornillos (B).  A  B  Fracturas  y  luxaciones  del  codo  1 3 7  Fig. 10-11. Fractura de la cabeza radial tratada con reemplazo protésico me- tálico.  para  la  práctica  de  ejercicios  activos  de  límites  de  movimientos  supervisados.  A  las  tres  a cuatro  semanas se suspenden el cabes- trillo y la férula.  Los pacientes con disociación cubitorradial rela- cionada  presentan  un  conjunto  singular  de  problemas.  En  estas  lesiones,  la  membrana  interósea y  la cápsula  articular cubital  ra- dial  distal  están  rotas,  y  los  ejercicios  de  pronación y  supinación  pueden  dar  lugar  a  un  desplazamiento.  Por lo  tanto,  después  de  la reducción abierta y fijación interna  de la cabeza  radial,  la  arti- culación  cubitorradial  distal  se  fija  con  clavos,  con  el  antebrazo  en posición neutra.  Cuatro semanas después  de la lesión se retira  el clavo.  El enferulado se continúa, pero se retira  tres veces al  día  para la práctica de ejercicios  activos  en el intervalo  de movimien- to.  A  las  seis  semanas  se  suspende  la  férula.  En  los  casos  en  los  cuales  se  ha  usado  prótesis,  debe  considerarse  la  posibilidad  de  retirar la prótesis  un año  después  de la lesión en individuos jóve- nes.  Después  de  ese  tiempo,  el  radio  no  debe  migrar  en  sentido  proximal.  Complicaciones  Las  complicaciones  que  se  presentan  después  de  la  fractura  de  la  cabeza  radial  incluyen  pérdida  de  movimiento,  artritis  postrau- mática  y  acortamiento  del  radio  que  causa  dolor  de  la  muñeca.  138  Manual  de  fracturas  La  pérdida  de  movilidad  es  la  complicación  más  común  que  se  observa  con  el  tratamiento  ya  sea  no  operatorio  u  operatorio.  Pueden  intentarse  la  resección  quirúrgica  de  fragmentos  peque- ños desplazados o que forman ángulos, o la excisión de la cabeza  radial  por  una  articulación  humerorradial  incongruente,  para  mejorar  el  movimiento  articular.  La artritis postraumática se trata con medicación antiinflamatoria  no  esteroide  e  inyección  local  de  esferoides;  en  ocasiones,  se  re- quiere  resección  de  la  cabeza  radial.  Puede  presentarse  acortamiento  radial  después  de  la  resección  de  la  cabeza  del  radio.  El paciente  se  queja  de  dolor  en  la  articu- lación cubitorradial  distal,  que  empeora con la  presión y  al inten- tar girar el antebrazo.  En muchos casos, hay una migración proxi- mal  obvia  del  radio  en  relación  con  el  cúbito.  Puede  requerirse  una  imagen  por  resonancia  magnética  (IRM)  para  demostrar  ro- tura  de la  porción  ligamentosa  de  la  membrana  interósea.  En  los  individuos  sintomáticos,  cuando  el  tratamiento  conservador  ha  fracasado,  se  ha visto  que  el  acortamiento  cubital  es  ineficaz,  así  como  la  mayor  parte  de  otros  métodos  de  reconstrucción  quirúr- gica,  en  la  nivelación  de  la  articulación  cubitorradial  distal.  En  los casos en los cuales se sospecha daño en la membrana interósea,  debe  evitarse la  resección  de  la cabeza  radial.  Cuando la fractura  es  demasiado conminuta  para  lograr  una fijación interna,  necesi- ta considerarse la excisión de la cabeza radial retrasada,  el uso de  la  prótesis  de cabeza radial o  aloinjerto, y  la  reparación o recons- trucción  de  la  membrana  interósea  central.  FRACTURAS DEL OLECRANON  Las  fracturas  del  olécranon  afectan del  cúbito  proximal  a  la  apó- fisis  coronoides.  En  su  mayor  parte,  las  fracturas  del  olécranon  son  intraarticulares.  Puede  haber  una  fractura  vinculada  de  la  cabeza  radial o  desplazamiento  del  cúbito  con una  luxación de  la  articulación  humerorradial.  La  ausencia  de  una  diastasis  distin- gue  a  las  fracturas  del  olécranon  de  otras  lesiones  (p.  ej.,  fractura  de  Monteggia)  que  también afectan  al  cúbito  proximal.  Clasificación  Las  fracturas  del  olécranon  se  clasifican  en  seis  tipos  con  base  en  la  presencia  de  desplazamiento,  afección  intraarticular,  conmi- nución,  fractura  de la cabeza radial y luxación humerorradial  (fig.  10-12).  Las  fracturas  de  tipo  I  se  desplazan  menos  de  2  mm,  sin  una  participación  intraarticular.  Las  fracturas  de  tipo  II  son  Fracturas  y  luxaciones  del  codo  1 3 9  Fig. 10-12. Clasificación de las fracturas del olécranon: A, tipo I. B, tipo II.  C, tipo III. D, tipo IV. E, tipo V. F, tipo VI.  extraarticulares y  afectan  la  porción proximal  del  olécranon.  Es- tas  fracturas  constituyen  un  arrancamiento  del  tríceps  del  cúbito  proximal.  Las  fracturas  de  tipo  III  son  fracturas  intraarticulares  simples  con  un  patrón  transversal  oblicuo.  Las  fracturas  de  tipo  IV  son  conminuta.  Las  líneas  de  fractura  pueden  extenderse  en  A  B  c  D  1 4 0  Manual  de  fracturas  Fig. 10-12. Continuación.  dirección  distal  hasta  el  olécranon,  y  puede  haber  depresión  del  segmento intraarticular.  Las  fracturas  de  tipos V y VI  conforman  una  fractura  del  olécranon  que  tiene ya una  luxación anterior re- lacionada  de  la  articulación humerorradial  o  una  fractura  vincu- lada de  la cabeza  del radio.  La  fractura  del  olécranon en una frac- tura de  tipo V o VI es invariablemente desplazada e intraarticular  (es  decir,  una fractura  de  tipo  III  o IV).  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Hay  dolor  localizado  en  el  codo  y  antecedentes  de  trauma.  Las  fracturas  de  tipo  II  son  causadas  por  trauma  indirecto,  mientras  que las fracturas  de tipo III y IV por traumas  directos.  Las  fractu- ras  de  tipo  V y  VI  son  lesiones  de  alta  energía  causadas  por  una  combinación  de  fuerzas  directas  e  indirectas.  Los  hallazgos  físi- cos  son  equimosis,  hinchazón  y,  si  la  fractura  está  desplazada,  E  F  Fracturas  y  luxaciones  del codo  141  hay  un  espacio  palpable  en  el  sitio  de  la  fractura.  Se  supone  que  una  rotura  de  la  piel  comunica  con  la  fractura.  Examen radiográfico  Se  qbtienen vistas  lateral y  anteroposterior  del  codo.  La  vista  la- teral muestra  la localización y  dirección  de  la línea  de  fractura,  el  grado de conminución, y la posibilidad  de que haya una luxación  humerorradial  relacionada.  Tratamiento inicial  El miembro  superior se coloca  sobre  un cabestrillo  para comodi- dad  del  paciente.  No  se  requiere  una  férula.  Si hay  una  subluxa- ción  anterior  vinculada,  una  reducción  cerrada  no  tendrá  éxito  debido a la inestabilidad, y la fractura debe estabilizarse  tan pron- to  como  sea  posible.  Lesiones  relacionadas  Las lesiones neurovasculares vinculadas son poco frecuentes, pero  deben  descartarse.  Se  obtienen  radiografías  del húmero,  el hom- bro,  el  antebrazo  y  la  muñeca.  Tratamiento  definitivo  El objetivo  del  tratamiento es un codo con límites  de movimiento  de flexión y extensión indoloros,  funcionales.  Es importante pre- servar  la  flexión aun al costo  de  perder  la  extensión;  por lo  tanto,  pocas  veces  se  indica  el  enferulado  prolongado  del  codo  en  ex- tensión.  La  superficie  articular  debe  reducirse  anatómicamente  para  llevar  al  mínimo  la  incidencia  de  artritis  postraumática.  Las  fracturas  no  despl azadas  (tipo  I)  se  t rat an  medi ant e  enferulado  del  codo  a 90  grados  durante  tres  semanas.  La  férula  se retira una vez  al  día  para  realizar ejercicios  activos  en el inter- valo  de  movimiento.  Se  obtienen  radiografías  en lapsos semana- les  para  confirmar  que  los  fragmentos  no  se  hayan  desplazado.  A  las  tres  semanas  se  retira  la  férula,  y  se  usa  un  cabestrillo  du- rante  las  siguientes  tres  semanas.  Las fracturas tipos II, III, IV, V y VI  se tratan quirúrgicamente.  El  acceso  a  las  fracturas  de  tipo  II  a  V  se  realiza  a  través  de  una  incisión recta  posterior  sobre  el  borde  subcutáneo  del  olécranon.  Las  fracturas  tipo  II y  tipo  III  transversales  se pueden estabilizar  mediante  el  uso  de  técnica  con  banda  de  tensión  con  alambres  Kirschner  de  2.0  mm  y  un  alambre  calibre  18.  Los  alambres  de  142  Manual  de  fracturas  Kirschner  pueden  ser  sustituidos  por  un  tornillo  de  6.5  mm  en  hueso  esponjoso  y  una  arandela.  Las  fracturas  de  tipo  III  obli- cuas,  y  todas  las  fracturas  tipos  IV  y  V,  se  estabilizan  con  una  placa  y  tornillos.  Puede  usarse  una  placa  semitubular  de  un  ter- cio  o  una  placa de reconstrucción de 3.5  mm.  La fijación con una  placa,  en  oposición a  un  alambre con banda  de  tensión,  se indica  por  dos  razones:  en primer  lugar,  para  prevenir  acortamiento  de  fracturas  axiles  inestables  (es  decir,  fracturas  oblicuas  tipo  III  y  fracturas  de  tipo  IV);  y  en  segundo  lugar,  para proporcionar esta- bilización  rígida  del  olécranon  y  prevenir  una  subluxación  ante- rior  de la  cabeza radial  en los  individuos con fracturas  de  tipo V.  Las  fracturas  de  tipo  VI  tienen  una  fractura  relacionada  de  la  ca- beza  radial.  La  fractura  de  la  cabeza  radial  se  reduce  y  se  estabi- liza.  En  el  posoperatorio,  se  estimula  la  práctica  de  movimientos  activos  tempranos  después  de  que  el  dolor  de  la  incisión  se  ha  vuelto intolerable  (de ordinario hacia el tercer día  posoperatorio).  Complicaciones  Las  complicaciones  incluyen  pérdida  de fijación, falta  de  unión,  infección,  artritis  postraumática  y  sinostosis  cubitorradial.  La pérdida  de fijación se  trata ya  sea con revisión de la fijación o  resecando  el fragmento proximal y fijación del  tendón  del  tríceps  al olécranon restante.  Antes  de  resecar el  fragmento,  debe confir- marse  que  el  codo  sea  estable  sin  el  fragmento  (es  decir,  que  la  cabeza radial y el olécranon restante no se subluxen anteriormente  una  vez  que  el  fragmento  se  extirpa).  Si  permanece  un  mínimo  de  30  grados  de  la  escotadura  troclear,  probablemente  el  codo  será estable,  pero  esto  debe  confirmarse  en el  transoperatorio,  al  eliminar  toda  la fijación, con  flexión  del  codo  a  90  grados y  apli- cando  fuerza  suavemente  sobre  el  codo.  La falta de unión  puede ser asintomática a causa de la presencia  de  tejido  fibroso  entre  los  fragmentos.  Las  faltas  de  unión  sinto- máticas  se  tratan  con  reducción,  fijación  con  placa  e  injerto  con  hueso  esponjoso  autógeno.  En ocasiones, se produce infección debido a la localización sub- cutánea  de  la  fractura.  Se  trata  enérgicamente  debido  a  la  proxi- midad  de la articulación del codo. Se retira la fijación para lograr  acceso a la articulación para el  desbridamiento y  la irrigación.  Se  desbrida  el  hueso  necrótico  y  se  estabiliza  la  fractura.  Se  conti- núan  los  antibióticos  sistémicos  por  un  mínimo  de  seis  semanas.  La  artritis  postraumática  se  trata  de  manera  conservadora  con  antiinflamatorios no esferoides o inyección de esferoides.  Las alter- nativas  quirúrgicas incluyen artroplastia y,  raramente,  artrodesis.  Fracturas  y  luxaciones  del  codo  143  La  sinostosis  cubitorradial  se  produce  más  frecuentemente  des- pués  de  las fracturas  de  tipo  IV,  V o VI.  Las alternativas  de  trata- miento  incluyen no  hacer nada,  la resección  de  un  puente óseo,  u  osteotomía  para  colocar  la  mano  en  una  posición  más  funcional.  LUXACIONES  DEL  CODO  En  este  apartado  se  revisan  las  luxaciones  del  codo,  con  inclu- sión  de  las  fracturas  de Monteggia  y  las luxaciones  aisladas  de la  cabeza  radial.  Clasificación  Las  luxaciones  del  codo  se  clasifican  de  acuerdo  con  la  posición  del  radio  y  del  cúbito  en  relación con el húmero  distal.  Los  tipos  de  luxación  del  codo  son  posterior,  medial,  lateral,  anterior,  y  divergente.  Con mucho,  las  luxaciones posteriores  son el  tipo más común de  luxación del codo.  Además de  desplazarse posteriormente,  el ra- dio  y  el  cúbito  se  pueden  desplazar  ligeramente  en  dirección  la- teral  o  medial.  La  presencia  de  desplazamiento  medial  o  lateral  no  afecta  el  tratamiento  ni  el  pronóstico.  La  presencia  de  una  fractura  de  la  cabeza  radial  o  de  la  apófi- sis  coronoides  frecuentemente  hará  que  sea  inestable  cualquier  intento  de  reducción,  y  de  ordinario  requerirá  que  se  practique  tratamiento  abierto  de  estas  fracturas.  Las  luxaciones  mediales y  laterales  son lesiones  poco frecuentes.  Estas  luxaciones  tienen  un  pronóstico  más  malo  que  la  luxación  posterior  más  habitual.  Con  frecuencia,  una  luxación  medial  o  lateral es,  en realidad,  una subluxación  (es  decir,  en una luxación  medial,  la  escotadura  troclear  se  articula  con  el  epicóndilo  me- dial,  y  la  cabeza  radial se  articula con  la  tróclea;  en una  luxación  lateral,  la  escotadura  troclear se  articula  con  el  cóndilo  humeral;  fig.  10-13).  Las  luxaciones anteriores  del  codo  son lesiones  extremadamente  raras.  El  mecanismo  de  la  lesión  es  ya  sea  tracción  del  antebrazo  con  el  codo  extendido,  o  un  golpe  en  la  parte  posterior  del  codo  flexionado.  Las  luxaciones  divergentes  también  son  lesiones  raras.  Son  dis- tintas de otros tipos de luxaciones del codo, ya que hay disociación  del  radio  y  el  cúbito.  Es  necesario  que  el  ligamento  anular  y  la  membrana  interósea  se  desgarren  para  que  se  produzca  una  luxación  divergente.  Hay  dos  variedades,  anteroposterior  y  me- dial-lateral.  En  la  luxación  divergente  anteroposterior,  la  cabeza  144  Manual de  fracturas  Fig. 10-13. Luxación lateral del codo. En la proyección lateral  (que no se  presenta), el olécranon se articula con el cóndilo humeral.  radial  está  luxada  hacia  adelante,  al  interior  de  la  fosa  coronoi- des,  y  el  cúbito  se  encuentra  luxado  en  sentido  posterior,  con  la  apófisis  coronoides  en  la  fosa  del  olécranon.  En  las  luxaciones  divergentes mediales-laterales,  la cabeza radial se articula con la  tróclea, y la escotadura troclear se articula con el cóndilo humeral.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  El paciente se presenta con dolor e hinchazón del codo. Todas las  luxaciones  del  codo  se  caracterizan  por  pérdida  de  la  relación  normal  de  los  epicóndilos  con  el  vértice  del  olécranon.  Este  ha- llazgo físico puede  ser oscurecido  por la  presencia  de  hinchazón.  No  obstante,  si  está  presente,  distingue  a  la  luxación  el  codo  de  Fracturas  y  luxaciones  del  codo  145  otras  lesiones,  como  la  fractura  supracondilar  y  transcondilar  extraarticular  del  húmero.  Las  luxaciones  posteriores  se  caracte- rizan  adicionalmente por  acortamiento  aparente  del  antebrazo  y  fijación  del codo  en  una  flexión  de  45  grados.  En las luxaciones  medial  y  lateral,  el  codo  tiene  un  aspecto  más  ancho  que  el  nor- mal,  y  puede  haber  cierto  movimiento  activo y  pasivo  del  codo.  En las luxaciones anteriores,  el codo se encuentra en extensión, el  antebrazo  suele hallarse en supinación, y  el cóndilo humeral y la  tróclea son palpables posteriormente.  En las luxaciones divergen- tes,  el  antebrazo  aparece  acortado,  y  el  codo  está fijo en  grados  diferentes  de  flexión.  Examen radiográfico  El  diagnóstico  de  luxación  del  codo  se  confirma  por  medio  de  radiografías  anteroposteriores y  laterales.  Las vistas oblicuas  son  útiles para definir adicionalmente la relación entre el húmero dis- tal,  y  el  radio  y  cúbito.  De  ordinario,  las  vistas  especiales  y  los  estudios  de  tomografía  por  computadora  no  definen  adicional- mente  la  lesión.  Tratamiento  inicial  El  codo  se  enferula  o  se  mantiene  en  un  cabestrillo  hasta  que  se  obtienen las radiografías y  se lleva  a cabo una reducción cerrada.  Lesiones  relacionadas  Se producen lesiones relacionadas de las estructuras neurovascu- lares  circundantes.  La  lesión  más  significativa  clínicamente  afec- ta  a  la  arteria braquial.  Se  producen con relativa  frecuencia  lesio- nes  vinculadas  de  los  nervios  mediano,  cubital  y  radial.  Por  lo  tanto,  se  efectúa  un examen  neurológico  cuidadoso.  Las  lesiones  óseas  relacionadas  también  son  comunes.  Las  fracturas  más  sig- nificativas  clínicamente  son  las  de  la  apófisis  coronoides  y  de  la  cabeza  o cuello radial.  La combinación  de  una fractura de la apó- fisis  coronoides  y  una  fractura  de  la  cabeza  radial  requerirá  re- ducción abierta y nueva fijación de la fractura  de  la apófisis coro- noides,  y  reducción  abierta  y  fijación  interna,  o  sustitución  de  la  fractura  de  la cabeza  radial  para  lograr  estabilidad.  Una  fractura  no  desplazada  de  la  cabeza  o  cuello  radial  puede  desplazarse  durante la reducción cerrada.  Además de las fracturas de la cabe- za  y  el  cuello  radi al es,  frecuentemente  hay  rot uras  de  los  epicóndilos  medial  o  lateral.  Estas  fracturas  se  vuelven  clínica- mente  significativas  cuando  previenen  una  reducción  concéntri- 146  Manual de  fracturas  ca;  si  permanecen  desplazadas,  es  probable  que  se  produzca  fal- ta  de unión.  El húmero distal se examina en búsqueda de eviden- cia  de fracturas  osteocondrales  que  aumenten  la probabilidad  de  artritis  postraumática  y  prevengan  la  reducción  concéntrica.  Tratamiento  definitivo  En  la  mayor  parte  de  los  casos,  el  tratamiento  comprende  la  re- ducción cerrada con anestesia local seguida por enferulado.  Cuan- do  hay  una  fractura  de  cabeza  o cuello  radial  no  desplazada vin- culada,  se  indica  anestesia  regional  o  general  con  vigilancia  fluoroscópica.  La  reducción  abierta  se  indica  cuando  hay  cual- quiera  de  las  situaciones  siguientes:  un  fragmento  osteocondral  interpuesto  que  evita  la  reducción  concéntrica,  una  luxación  irreducible,  el  desplazamiento  operatorio  de  una  fractura  de  la  cabeza  o  el cuello  radial,  o  una  inestabilidad  ligamentosa.  La  reducción  cerrada  se  lleva  a  cabo  de  forma  tan  atraumática  como  sea  posible.  Esto  requiere  analgesia  adecuada  y  relajación  muscular.  La  maniobra  de  reducción  específica  depende  del  tipo  de  luxación.  La  luxación  posterior  se  reduce  por  tracción  en  línea  con  la  deformidad,  después  de  corregirse  cualquier  desplazamiento  medial  o  lateral  del  antebrazo  para  alinear  el  olécranon  con  el  húmero  distal.  Este método permite que  la apófisis coronoides se  deslice  distalmente  más  allá  del  húmero,  y  el  codo  se  flexiona  a  90  grados.  Debe  haber  un  alivio  inmediato  del  dolor  y  aumento  de  la  movilidad.  Si esta  maniobra falla,  el  individuo  se coloca  en  posición  prona  sobre  una  camilla,  con  el  brazo  y  el  antebrazo  colgando  sobre  su  borde.  Se  suspenden  de  la  muñeca  de  2.25  a  4.50  kg  de  peso,  aproximadamente.  Después  de  cinco  minutos,  se eleva el brazo mientras se  flexiona  y se reduce el codo.  La falta  de  reducción  adecuada  de  la  fractura  en  la  sala  de  urgencias  re- quiere  la  repetición  del  proceso  en  la  sala  de  operaciones,  bajo  anestesia  general  o  regional,  con  anestesia  y  relajación  muscular  completas.  Los fragmentos sueltos  encarcelados,  los  tejidos blan- dos,  y  un epicóndilo  medial  encarcelado,  pueden bloquear  la  re- ducción,  requiriéndose  una  artrotomía.  Las  luxaciones  de  más  de  10  días  se  tratan  mejor  con  reducción  abierta.  La  incisión  de  Kocher  proporciona  acceso  a  la  articulación  humerorradial,  y  un  acceso  medial  hará  posible  el  acceso  al  epicóndilo  medial  y  a  la  articulación  humerocubital.  La  fractura  de  la  cabeza  radial  pue- de  asociarse con  luxación  del codo y  rotura  del ligamento colate- ral  medio.  Una  cabeza  radial  desplazada  puede  bloquear  la  pronación  y  la  supinación.  Como  la  articulación  humerorradial  es  un estabilizador secundario  al esfuerzo  valgo,  es preferible re- Fracturas  y  luxaciones  del codo  147  parar la cabeza del radio para  evitar inestabilidad valgo.  Si no  es  posible realizar la reparación,  debe considerarse la reparación del  ligamento  colateral  medial  con  reemplazo  de  la  cabeza  radial  o  aloinjerto.  Las  fracturas  grandes  desplazadas  de  la  apófisis  coro- noides  se  han relacionado  con  luxación recurrente,  y  deben repa- rarse.  Las luxaciones medial y lateral se reducen por medio de  tracción  y  presión medial  o  lateral.  Las luxaciones anteriores son reducidas mediante la aplicación de  tracción longitudinal  al antebrazo.  Se  aplica  presión a  la cara  an- terior  del  antebrazo,  mientras  se  coloca  contrapresión  en  la  cara  posterior  del  húmero.  Las  luxaciones  divergentes anteroposteriores  se  reducen,  primero  con la  reducción inicial  del  cúbito  y  después  del  radio.  El  cúbito  se reduce como si fuera una luxación posterior. La cabeza radial  se  reduce  por  medio  de  presión  directa  y  supinación  del  antebrazo.  Las  luxaciones  mediales-laterales  se  reducen  por  medio  de  trac- ción  y  ejerciendo  presión  sobre  el  radio  y  el  cúbito  juntos.  Complicaciones  Las  complicaciones  de  las  luxaciones  del  codo  incluyen  artritis  postraumátíca,  pérdida  de  movilidad,  inestabilidad  crónica  y  osificación  heterotópica.  La  inestabilidad  crónica  después  de  la  luxación  del  codo  puede  causar  subluxación  crónica,  reluxación,  inestabilidad  tipo  valgo  o  inestabilidad  rotatoria.  La  subluxación  crónica  y  la  reluxación  deben  tratarse  con  reparación  o  nueva  fijación  de  la  cápsula  an- terior y  de la  apófisis coronoides,  reparación o reemplazo protési- co  de una cabeza  radial  fracturada, y  reparación y  reconstrucción  del  tendón  de  los  ligamentos  mediales  o  laterales  (humerocubi- tales),  o  ambos,  junto  con  un  soporte  articulado  o  un  fijador  ex- terno  con  gozne.  La  inestabilidad  tipo  valgo  se  trata  por  medio  de  reparación  o  reconstrucción  de  la  porción  anterior  del  liga- mento  colateral  medial,  y  la  inestabilidad  posterolateral  con  re- paración o reconstrucción de  los ligamentos laterales  (humerocu- bitales).  La osificación  heterotópica  suele  incluir los  ligamentos colatera- les, la cápsula o el braquial.  Inicialmente  se  trata  por medio de la  suspensión  de  todos  los  ejercicios  de  movimientos pasivos  y  uti- lización de  indometacina.  Después  de  que ha madurado  el hueso  heterotópico,  lo que  se  indica con  un  gammagrama  frío  de  hueso  y concentraciones  de fosfatasa  alcalina normales  en el suero,  pue- de  extirparse.  Los  estudios  de  tomografía  por  computadora  o  imagen  por  resonancia  magnética  en  el  preoperatorio  ayudan  a  148  Manual de  fracturas  del i near  l a  r el aci ón  de  l a  osi fi caci ón  het er ot ópi ca  con  los  ner vi os  y  ar t er i as  ci r cundant es .  LECTURAS  SELECCI ONADAS  General  Hotchkiss  RN,  Green  DP:  Fractures  and  dislocations  of  the  elbow,  In  Rockwood CA Jr, Green  DP and Bucholz  RW (eds).  Fractures  in  adults.  vol.  1,  4th ed.  Philadelphia, JB Lippincott,  1996, pp.  929-1024.  Jupiter  ]B: Trauma of the adult elbow. In Browner B, Levine A, and Trafton  P (eds).  Sketetal  trauma, vol.  II, 2nd ed. Philadelphia, WB Saunders, 1997.  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Perry  Las  fracturas  del  antebrazo  expuestas  en  este  capítulo  incluyen  fracturas  del  radio  y  el  cúbito,  fracturas  aisladas  del  radio  y  del  cúbito,  la fractura  de  Monteggia  (fractura  del  cúbito  con luxación  de  la  cabeza  radial),  la  fractura  de  Galeazzi  (fracturas  del  radio  distal  con  desplazamiento  de  la  articulación  cubitorradial  dis- tal),  y  la  lesión  de  Essex-Lopresti  (disociación  cubitorradial  con  lesión  de  la  articulación  humerorradial).  ANATOMÍA  Las  características  anatómicas  importantes  de  las  fracturas  del  ant ebrazo  i ncl uyen:  el  r adi o,  el  cúbito,  las  art i cul aci ones  cubitorradial proximal y  distal, la membrana interósea, los múscu- los,  los  nervios, y  las  arterias.  Las  articulaciones cubitorradiales  proximal y  distal se  describen en  los capítulos  10  y  12.  El radio  es  una extensión  de  la  mano.  El  refuerzo  de  su curva- tura  apical  lateral  da  lugar  a  pérdida  de  la  rotación  del  antebra- zo.  El  cuerpo  del  radio  es  triangular  al  corte  transversal  con  una  esquina  cubital  que  actúa  como  la  fijación  de  la  membrana  interósea.  El  riego  sanguíneo  de la corteza  diafisaria  del  radio se  realiza  a  través  de vasos  periósticos  e  intramedulares.  Los vasos  intramedulares  se originan a  partir de  una  arteria nutricia  simple  que  penetra  al  radio  a  través  de  un  orificio  en  su  superficie  ante- rior,  en  su  tercio  proximal.  El cúbito es  una  extensión  del  brazo;  tiene  una  curva  apical  posterior  ligera.  La  mitad  proximal  del  cúbito  tiene  una  curva  apical lateral,  y la mitad  distal  una curva  apical medial.  El borde  radial  del  cúbito  proporciona  fijación  a  la  membrana  interósea.  La  superficie  posterior,  o  subcutánea,  es  el  origen  de  la  aponeu- rosis  profunda  del  antebrazo.  El  riego  sanguíneo  del  cúbito  se  realiza por medio  de  vasos  periósticos  e  intramedulares.  Los  va- sos intramedulares se  originan  de  una arteria  nutricia simple  que  penetra  al  cúbito  por  un  orificio  situado  en  la  superficie  anterior  del hueso,  en  un sitio  apenas  proximal  a  su  punto  medio.  La  membrana  interósea  es  una  hoja  aponeurótica  cuyas  fibras  están dirigidas con forma  de abanico  del radio  al  cúbito.  La con- densación  de  sus  fibras  en  la  parte  media  de  su  sustancia  se  de- nomina  ligamento  interóseo.  Espacios  en  la  membrana  interósea  150  Fracturas  del antebrazo  151  dan paso a los vasos interóseos anteriores y posteriores.  La mem- brana  interósea  separa  los  compartimientos  flexor  y  extensor,  y  actúa  como  punto  de  origen  de  músculos  tanto  flexores  como  extensores;  también  amortigua  la  transmisión  de  fuerzas  dirigi- das  proximalmente  a  lo  largo  del  radio  al  cóndilo  humeral.  Una  membrana  interósea  intacta  es  suficientemente  fuerte  para  resis- tir la migración proximal  del radio, haciendo posible la  resección  de  la  cabeza  radial.  Los  músculos  del  antebrazo  se  dividen  en  compartimientos  flexor  y extensor. Los flexores se dividen adicionalmente en  flexo- res superficiales, que se originan en el húmero, y los flexores pro- fundos  que  se  inician  en  el  radio,  el  cúbito  y  la  membrana  inter- ósea.  El  grupo  superficial  incluye  al  pronador redondo,  el  flexor  radial  del carpo,  el palmar  largo,  el  flexor  cubital  del  carpo,  y  el  flexor  superficial  de  los  dedos.  El  grupo  flexor  profundo  incluye  al  flexor  profundo  de  los  dedos,  al  flexor  largo  del  pulgar,  y  al  pronador cuadrado.  Todos  los flexores son inervados  por el ner- vio mediano o su rama interósea anterior, con excepción del  flexor  cubital  del carpo  y  el  lado  cubital  del  flexor  profundo  de  los  de- dos.  Estos  son  inervados  por  el  nervio  cubital.  El  nervio  interóseo  anterior  se  origina  en  la  parte  posterior  del  nervio  mediano,  en el  antebrazo  proximal,  e  inerva  a  los  múscu- los  flexor  largo  del  pulgar,  el  flexor  profundo  de  los  dedos,  una  parte  del  flexor  superficial,  y  el  pronador cuadrado.  Tiene  fibras  sensitivas  terminales  en  las  articulaciones  que  constituyen  la  muñeca.  La lesión  del nervio  interóseo  anterior  suele  manifestar- se  por  debilidad  o  pérdida  de  la  flexión  de  las  articulaciones  in- terfalángicas  de  los  dedos  pulgar  e  índice.  El  compartimiento  extensor  se  divide  en  los  grupos  superficial  y  profundo.  Los  músculos del  grupo  superficial  se originan en el  húmero  y  en  el  tendón  extensor  común.  El  grupo  superficial  in- cluye  los  músculos  braquiorradiales,  extensores  radiales  largo  y  corto  del  carpo,  extensor  de  los  dedos,  extensor  del  dedo  meñi- que,  y  extensor  cubital  del  carpo.  El  grupo  extensor  profundo  incluye al supinador,  el  abductor largo  del pulgar,  los extensores  largo  y  corto  del  pulgar,  y  el  extensor  del  índice.  Los  músculos  del  grupo  extensor  profundo,  con  excepción  del  supinador,  se  originan en el radio, el cúbito y la membrana interósea. Los múscu- los  del  compartimiento  extensor  son  inervados  por  el  nervio  ra- dial  o  su  rama  muscular  terminal,  el  nervio  interóseo  posterior.  Tres  músculos  extienden  el  radio  y  el  cúbito:  el  pronador  re- dondo,  el  pronador  cuadrado  y  el  supinador.  Después  de  una  fractura  del  antebrazo,  estrechan  el  espacio  interóseo  dando  lu- gar  a  pérdida  de  la  rotación  del  antebrazo.  La arteria  braquial  se  divide  en las  arterias  radial y cubital en un  punt o  a  1  cm  distal  a  la  articulación  del  codo.  La  arteria  radial  152  Manual de  fracturas  tiene  un  trayecto  a  lo largo  del  lado radial  del  antebrazo hasta  la  muñeca,  donde  está  situada  entre  el  tendón  del flexor radial  del  carpo  y  el  radio.  Se  palpa  con  mucha  facilidad  en  esta  localiza- ción.  La  arteria  radial  termina  en  el  arco  palmar  profundo.  La  arteria  cubital  tiene  un  trayecto  a  lo  largo  del  lado  cubital  del  antebrazo  hasta  que  alcanza  la  muñeca.  Durante  su  trayecto  ori- gina  varias  ramas,  de  las  cuales  la  más  importante  es  la  arteria  interósea  común.  La  arteria  interósea  común  da  origen,  a  su  vez,  a  las  arterias  interóseas  anterior  y  posterior.  La  arteria  interósea  anterior  sigue  un  trayecto  sobre la  superficie  anterior  de  la  mem- brana  interósea  junto  con  la  rama  interósea  anterior  del  nervio  mediano.  Da  origen  a  ramas  musculares  y  arterias  nutricias  que  abastecen  al  radio  y  al  cúbito.  La  arteria  interósea  posterior atra- viesa la membrana interósea  proximalmente,  alcanzando al com- partimiento  extensor,  donde  sigue  un  trayecto  entre  el  grupo  su- perficial  y  profundo  de  músculos,  dando  origen  a  múltiples  ra- mas  musculares.  Clasificación  Las  lesiones  del antebrazo se clasifican ampliamente  en  dos  gru- pos:  simples  y  complejas.  Las  lesiones  simples  son  fracturas  sin  rotura  ligamentosa  vinculada.  En  este  grupo  se  incluyen  fractu- ras  aisladas  del  radio  y  el  cúbito  (la  fracturas  en  "garrotazo")  y  fracturas  tanto  del  radio  como  del  cúbito  (la  fractura  de  "ambos  huesos";  figs.  11-1  a  11-5).  Las  lesiones  simples  son  el  resultado  de  trauma directo  (p.  ej.,  un  golpe en el  antebrazo).  Se describen  como  cerradas  o  abiertas,  no  conminuta  o  conminuta,  y  no  des- plazadas  o  desplazadas;  cuando  se  encuentran  desplazadas,  en- tonces  se  hallan  acortadas  o  con  una  desviación  angular.  Las  lesiones  complejas  se  caracterizan  por  rotura  ligamentosa.  En  estas  lesiones  se  rompen  las  articulaciones  tanto  proximal  o  distal,  como  ambas  cubitorradiales,  y  parte  de  la  membrana  interósea,  o  su  totalidad.  El  componente  de  tejidos  blandos  de  estas  lesiones complejas  es,  en muchos casos,  de mayor  significa- do  que  la  fractura.  Fig. 11-1. Fractura transversal no desplazada (de "garrotazo") del radio.  Fracturas  del  antebrazo  1 5 3  Figs. 11 -2 y 11 -3. Fracturas transversales no desplazadas (de "garrotazo")  del  cúbito.  154  Manual de  fracturas  Figs.  11-4 y 11-5. Fracturas de ambos huesos.  Fracturas  del antebrazo  155  La fractura  de  Monteggia  en los  adultos  es  sustancialmente  dis- tinta  a la misma  lesión  en los  niños.  Estas  lesiones  son frecuente- mente  el  resultado  de  un  trauma  de  alta  energía,  y  la  luxación  posterior  de  la  cabeza  radial  (Bado  tipo  II)  es  más  común  que  su  luxación  anterior  (Bado  tipo  I;  fig.  11-6).  Además,  las  fracturas  conminuta  de  la  cabeza  radial,  fracturas  de  la  apófisis  coronoi- des,  y  un  fragmento  proximal  osteopénico  pequeño  pueden  ha- cer  que  sea  difícil  de  alcanzar el  objetivo  de  lograr una  reducción  anatómica  estable  de  todos  los  componentes  de  la  fractura.  La  fractura  diafisaria  ipsolateral  del  húmero  (lesión  de  codo  flotan- te),  que  requiere  fijación con  placa estable,  puede  observarse con  las  lesiones  de  alta  energía  Bado  tipo  I.  La fractura  de  Galeazzi  y  la fractura  del  cúbito  distal  con  rotura  ligamentosa  son  fracturas  del  tercio  distal  del  radio  o  el  cúbito,  y  una  luxación  de  la  articulación  cubitorradial  distal  (figs.  11-7  a  11-9).  Estas dos fracturas son fracturas oblicuas cortas, que se pro- ducen  en  la  unión  diafisometafisaria  distal.  El  mecanismo  de  la  lesión  de  la  fractura  de  Galeazzi  es  una  pronación  forzada  (de  ordinario  durante  una  caída  sobre  la  mano  extendida)  o  por  un  golpe  directo.  Recientemente  se  ha  descrito  la  lesión  en  espejo,  fractura  del  cúbito  con  luxación  de  la  articulación  cubitorradial  distal,  y  no  es  bien comprendida.  Ambas  lesiones  incluyen  rotu- ra de la  articulación cubitorradial  distal y  un  desgarro  de la mem- brana  interósea  desde  su  parte más  distal  a  la  fractura  del  radio  o  del  cúbito.  La lesión de Essex-Lopresti (disociación cubitorradial) es una frac- tura  o  luxación  de  la  cabeza  radial  con  rotura  de  la  articulación  cubitorradial  distal  y  desgarro  de  la  totalidad  de  la  membrana  interósea.  La  atención  debe  centrarse  sobre  la  lesión  en  el  codo  lateral  o  una  fractura-luxación  de  tipo  Galeazzi  en  el  antebrazo  distal,  pero  el  principal  componente  de  la  lesión,  la  disociación  cubitorradial,  frecuentemente  pasa  inadvertida.  El  diagnóstico  y  tratamiento  apropiados  y  tempranos  (mantenimiento  de  la  arti- culación  humerorradial  para  evitar  la  migración  proximal  del  radio)  es  importante  para  obtener  un  resultado  satisfactorio.  Lesiones  relacionadas  Las  lesiones  relacionadas  con  fracturas  del  antebrazo,  incluyen  fracturas y  luxaciones del codo y  la muñeca,  lesiones neurovascu- lares,  y  síndrome  de  compartimiento.  Las  radiografías  de  la  muñeca  y  el  codo  permiten  evaluar  si  hay  fracturas  o  luxaciones  vinculadas.  Frecuentemente  se  presentan  laceración,  compresión  o  estira- miento de arterias y nervios en el momento de la lesión.  Mientras  156  Manual de  fracturas  Fig. 11-6. Fractura de Monteggia, o una fractura del cúbito, relacionada con  una luxación proximal del radio.  Figs. 11 -7 y 11 -8. Fractura de Galeazzi, o una fractura distal del radio rela- cionada con rotura de la articulación cubitorradial distal.  Fracturas  del  antebrazo  1 5 7  Fig. 11-9. Fractura del cúbito relacionada con rotura de la articulación cubi- torradial distal.  mayor  sea  el  desplazamiento inicial  más  grande  será  la  probabi- lidad  de  una  lesión  neurovascular  relacionada.  La  presencia  de  pulsos  distales a  la  fractura  y  el  llenado capilar  de  los  lechos  un- gueales  indica  vascularidad  adecuada.  En  casos  dudosos,  se  in- dica  la  práctica  de  un  arteriograma  para  lograr  un  diagnóstico  definitivo.  El nervio lesionado más frecuentemente  en asociación con una  lesión  del  antebrazo es  el nervio  interóseo  posterior.  Este  es  par- ticularmente  el  caso  en las  fracturas  de  Monteggia.  La  lesión  del  nervio  es  común  en  relación con  fracturas  del  antebrazo,  y  difie- re  considerablemente  según  el  tipo  de  fractura  y  las  fuerzas  que  la  han  producido.  La  lesión  nerviosa  se  identifica  mediante  un  examen  neurológico  centrado  de  los  nervios  radial,  cubital  y  mediano.  El síndrome de compartimiento afecta más frecuentemente al com- partimiento  flexor,  pero  también  puede  estar  implicado  el  com- partimiento  extensor.  El  paciente  se  queja  de  dolor  intenso.  Los  compartimientos  están  tensos,  y  cualquier  intento  de  estirar  pa- sivamente  los  músculos  en  el  compartimiento  exacerba  el  dolor.  La  medición  de  la  presión  del  compartimiento  hace  posible  el  diagnóstico  definitivo.  El  tratamiento  es  la  descompresión  qui- rúrgica  de  urgencia,  con  inclusión  de  la  aponeurosis  bicipital  proximalmente y  el  túnel  del carpo  distalmente.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Hay  dolor y  antecedentes  de  trauma.  Puede  presentarse  una  de- formidad  obvia.  La  piel  se  examina  para  detectar  heridas  que  puedan  comunicarse  con  la  fractura.  Se  examinan  el  codo  y  la  articulación cubitorradial  distal  para evaluar  si  han  sido  lesiona- dos.  El déficit neurológico no es frecuente, con excepción del caso  de  heridas  penetrantes  y  fracturas  abiertas  de  alta  energía.  158  Manual de  fracturas  Examen radiográfico  Las  radiografías  en  las  proyecciones  anteroposterior y  lateral  del  antebrazo,  la  muñeca  y  el  codo  son  adecuadas  para  evaluar  la  mayor  parte  de  las  lesiones  del  antebrazo.  En  ocasiones,  son  de  utilidad  las  vistas  de  comparación  de  la  muñeca  opuesta  o  los  estudios  de  tomografía  por computadora de ambas muñecas  para  evaluar las  posiciones relativas  del  radio y  el  cúbito  distales.  Las  vistas  con  esfuerzo,  obtenidas  mediante  la  desviación  radial  de  la muñeca, pueden ser diagnósticas de la lesión de Essex-Lopresti.  Tratamiento inicial  El tratamiento inicial es la alineación y el enferulado del antebra- zo.  Las  fracturas  desplazadas  o  con  desviación  angular  se  ali- nean,  con suministro de analgesia parenteral y aplicación  de  trac- ción  a  través  del  antebrazo  al  suspender  la  mano  de  los  dedos  y  al colgar  2.25  a 4.5  kg  de  peso,  aproximadamente,  del  brazo.  No  es  necesario  realizar  la  alineación  anatómica  de  las  fracturas  que  serán tratadas mediante cirugía;  es aceptable cierto grado de acor- tamiento  o  formación  angular,  ya  que  se  corrige  por  medio  de  cirugía.  Se  aplica  una  férula  que  se  extiende  desde  el  húmero  proximal,  a  través  del  codo,  hasta  las  articulaciones  metacarpo- falángicas.  El  codo  se  flexiona  a  90  grados  con  el  antebrazo  en  rotación  neutral.  Si  no  puede  reducirse  la  cabeza  radial  con  mé- todos  cerrados  después  de  una  fractura  de  Monteggia,  se  practi- ca  reducción  abierta  y  estabilización,  dentro  de  un  plazo  de  24  horas posteriores  a la  lesión,  para  minimizar la  incidencia  de  de- terioro  neurovascular.  Tratamiento  definitivo  Lesiones simples del antebrazo  Las  fracturas  aisladas  del  cúbito  (fracturas  de  "garrotazo")  que  son  desplazadas  menos  de  50%,  con  formación  angular  menor  de  15  grados, y  en las cuales  el espacio interóseo se mantiene,  se  tratan  de  manera  no  operatoria.  Se  aplica  una  férula  que  se  ex- tiende  desde  el  codo  hasta  las  articulaciones  metacarpofalángi- cas  a  lo  largo  del  lado  cubital  del  antebrazo.  A  las  cuatro  sema- nas  se  retira  la  férula,  y  se  envuelve  laxamente  el  antebrazo  con  un vendaje compresivo.  Se  obtienen radiografías a  las  semanas  1,  2,  3  y  6  para  confirmar  que  la  alineación  no  ha  cambiado  y  la  fractura  está  reparándose.  Las  fracturas  aisladas  no  desplazadas  del  radio  pueden  tratar- se  con  un  enyesado  largo  de  brazo,  pero  deben  ser  objeto  de  un  Fracturas  del antebrazo  159  seguimiento  cuidadoso  ya  que  tienden  a  desplazarse.  Cualquier  desplazamiento  o  desviación  angular  que  se  produzca  debe  tra- tarse  por  medio  de  reducción  abierta  y  fijación interna  inmedia- ta,  ya  que  invariablemente  tiende  a  progresar.  Las  fracturas  aisladas  del  radio  y  el  cúbito  que  son  desplaza- das  o presentan una formación angular,  o  en las cuales  está  dete- riorado  el  espacio  interóseo,  se  reducen  y  estabilizan.  Para  las  fracturas  de  la  mitad  proximal  del  radio  puede  utilizarse  un  ac- ceso  dorsal,  en  la  forma  descrita  por  Thompson  (1918),  o  de  pre- ferencia  volarmente,  como  fue  descrito  por  Henry  (1950);  en  las  fracturas  de  la  mitad  distal  del  radio  se  utiliza  un  acceso  volar.  En  las  fracturas  del  cúbito,  se  usa  un  acceso  a  lo  largo  del borde  subcutáneo.  La  fractura  se  reduce  y  estabiliza  con  una  placa  de  compresión  dinámica  (PCD).  Cuando  más  de  la  mitad  de  la cor- teza  es  conminuta,  la  fractura  se  injerta  con  hueso  esponjoso  autógeno.  Se  indica  la  aplicación  de  clavos  intramedulares  en  el  caso  de  fracturas  segmentarias  o  en  aquellas  del  radio  proximal,  en  las  cuales  el  nervio  interóseo  posterior  es  vulnerable  a  la  lesión  du- rante la  exposición.  Los  clavos  se  insertan en  un punto  cubital  al  tubérculo  de  Lister,  en  caso  de  las  fracturas  del  radio,  y  a  través  del  olécranon  en las  fracturas  del  cúbito.  Los  clavos  se  flexionan  para restaurar el arqueamiento normal del radio y  el cúbito, esta- bleciendo  de  nuevo  de  esa  manera  el  espacio  interóseo.  En el posoperatorio  se estimula la práctica  de ejercicios activos  en el intervalo de movimiento del antebrazo, la muñeca y el codo.  Si se ha  aplicado  una placa en la  fractura,  se califica como  repara- da  cuando  hay  trabéculas  que  cruzan  la  fractura  radiográfica- mente. Esto puede tardar hasta seis meses.  La formación de callo,  el  desplazamiento  o  la  desviación  angular  indican  pérdida  de  la  fijación.  La reparación de las fracturas que han sido estabilizadas  con  un  clavo  intramedular  es  más  fácil  de  evaluar  ya  que  la  fija- ción  no  es  rígida  y  los  síntomas  del  individuo  se  correlacionan  con  el  grado  de  curación.  Lesiones complejas  Una  parte  importante  en  la  terapéutica  de  las  lesiones  complejas  es  el  tratamiento  adecuado  de  todos los  componentes.  La  fractura  de  Monteggia  se  trata  mediante  operación  quirúr- gica.  La  fractura  cubital  debe  reducirse  anatómicamente  y  apli- carse  una  placa  de  compresión  dinámica  de  3.5  mm  (frecuente- mente  la fijación con banda  de  tensión y  placas semitubulares  es  inadecuada).  La  fractura  de  la  apófisis  coronoides,  y  la  fractura  conminuta  de la cabeza radial,  frecuentemente vinculada con frac- 160  Manual de  fracturas  turas Bado  tipo II,  requieren reducción anatómica y fijación esta- ble  de  la  apófisis coronoides,  así  como  reducción y  fijación  de  la  fractura  de  la  cabeza  radial,  de  ser  posible,  o  resección  de  esta  cabeza,  con  o  sin  reemplazo  protésico,  en  las  fracturas  que  son  intensamente  conminuta.  Se  obtienen  radiografías  transoperato- rias  para confirmar  que  la  reducción  es  anatómica y  que la  apófi- sis  coronoides  y  la  cabeza  del  radio  están  reducidas.  En el  poso- peratorio, se aplica una férula larga de brazo con el codo en  flexión  de  90  grados  y  el  antebrazo  en rotación neutra.  Es  importante  la  movilización  temprana  del  codo  y  del  antebrazo,  dentro  de  los  límites impuestos por la  lesión  de  tejidos blandos,  para  reducir el  riesgo  de  sinostosis.  La  fractura  Bado  tipo  I,  menos común,  es  frecuentemente  una  lesión de alta energía con lesión neurovascular, síndrome  de com- partimiento,  y  fractura  ipsolateral  del  húmero.  La  reducción  y  fijación  de  la  fractura cubital  con placa  de  compresión  dinámica  de  3.5  mm  suele  producir  como  resultado  la  reducción  de  la  luxación  de  la  cabeza  radial.  Cualquier  fractura  relacionada  del  húmero  debe  tratarse  con  reducción  abierta  y fijación interna.  La fractura de Galeazzi,  y la fractura  del  cúbito  distal con rotu- ra  cubitorradial,  se  tratan  con  aplicación  de  placa  rígida  de  la  fractura.  La  exploración  quirúrgica  se  realiza  por  medio  de  un  acceso volar  del radio y  a través  de una incisión de la  piel parale- la con el borde  subcutáneo del  cúbito.  Cuando la apófisis  estiloi- des cubital  es  arrancada por el  fibrocartílago  triangular,  se redu- ce y  estabiliza con alambres de Kirschner o un tornillo.  La articu- lación  cubitorradial  distal  suele  reducirse  cuando  se  aplica  una  placa en la fractura radial y se restaura la longitud  del radio. Si la  articulación  cubitorradial  distal  es  inestable,  puede  reducirse  mediante  supinación  del  antebrazo.  Se  aplica  una  férula  corta  de  brazo,  a  menos  que  la  articulación  cubitorradial  distal  requiera  reducción  e  inmovilización  en  supinación.  La  disociación  cubitorradial  (lesión  de  Essex-Lopresti)  es  una  lesión  de  la  articulación  cubitorradial  distal  y  la  articulación  humerorradial  ipsolateral,  vinculada  con rotura  de la  membrana  interósea.  Cuando  hay  una  lesión  relacionada  de  la  articulación  cubitorradial  distal,  está contraindicada  la  resección de la cabeza  radial  por  una  fractura conminuta,  debido  a  que  puede  producir- se una migración proximal del radio. Se recomienda que la  lesión  aguda  se  trate  con  reparación  de  la  articulación  humerorradial,  reducción abierta y fijación interna  de cualesquiera fracturas  dis- tales del antebrazo, y movilización de la articulación cubitorradial  distal  en  un  enyesado  largo  de  brazo  con  el  antebrazo  en  supi- nación.  Si  la  articulación  cubitorradial  distal  es  inestable,  debe  realizarse  reducción  abierta  con  fijación  del  cúbito  al  radio  con  Fracturas  del antebrazo  161  alambres de  Kirschner, y  reparación de los ligamentos cubitorra- diales  distales.  Fracturas abiertas del radio y el cúbito  Las  fracturas  abiertas  del  antebrazo  se  clasifican  en  tres  tipos.  El  tipo  I  se relaciona con una herida  limpia y  laceración menor de 1  cm.  El  tipo  II  se  vincula  con  una  laceración  mayor  de  1  cm,  sin  lesión extensa  de  tejidos  blandos.  La causa  ordinaria  de  las  heri- das de tipos I y  II  es la penetración de  dentro hacia afuera por los  extremos  fracturados  de  hueso.  Las  fracturas  abiertas  de  tipo  III  se  asocian  con  lesión  extensa  de  tejidos  blandos  o  una  fractura  segmentaria,  y  se  han  subdividido  en  lesiones  de  tipo  III-A,  por  heridas por arma de fuego con cobertura adecuada de tejidos blan- dos,  y  tipo  III-B,  lesiones  en  ambiente  contaminado,  como  lesio- nes  en  granjas  o  lagos,  con  daño  extenso  de  tejidos  blandos  y  denudamiento  perióstico  significativo,  vinculado  con  contami- nación  notable  que  no  es  necesariamente  visible.  Puede  haber  material  extraño  oculto  en  las  profundidades  de  la  herida,  o  el  ambiente,  que  por  sí  solo  puede  vincularse  con un número  gran- de  de  microorganismos  bacterianos,  como  los  que  pueden  pre- sentarse en un lago  o granja contaminados.  Las  fracturas  abiertas  de  tipo  III-C  se  relacionan  con  lesión  vascular  que  necesitan  reanastomosis.  La  consideración  primaria  en  el  tratamiento  de  estas  heridas  consiste  en prevenir la  infección  de  tejidos  blandos y  hueso.  Para  lograr  esto,  deben  practicarse  exploración  y  desbridamiento  de  la  herida  inmediatos  adecuados.  Se  asegura  la  profilaxia  contra  el  tétanos.  La  herida  debe  limpiarse  y  vendarse  en  la  sala  de  ur- gencias  e  iniciarse  el  tratamiento  antibiótico  intravenoso.  Se  lle- va  al  paciente  a  la  sala  de  operaciones,  donde  la  administración  de  anestesia  general  o  una  anestesia  regional  adecuada  permite  el uso de torniquete.  Después  de la preparación  del miembro,  las  heridas  se  amplían  de  forma  tal  que  pueda  realizarse  una  explo- ración adecuada de los  tejidos blandos en la lesión ósea.  Se elimi- nan la piel,  la aponeurosis,  el músculo y  el hueso  desvitalizados,  y  se  lleva  a  cabo  una  fasciotomía  extensa,  tanto  proximal  como  distal  a  la  herida,  de  manera  tal  que  no  pasen  inadvertidos  los  tejidos blandos  desvitalizados  o  materiales  extraños.  Las  estruc- turas  neurovasculares  en  la  vecindad  de  la  herida  se  exponen  con el propósito de que se  pueda valorar su integridad.  La herida  se  lava  minuciosamente  con  una  solución  antibiótica.  Las fracturas abiertas de tipos I, II y III-A generalmente se pue- den  estabilizar  con  fijación  interna  primaria  mediante  el  uso  de  una  placa  y  tornillos,  en  la  forma  descrita  para  las  fracturas  ce- 1 6 2  Manual  de  fracturas  rradas;  no  obstante,  las  heridas  deben  dejarse  abiertas  para  lo- grar un cierre de la herida retrasado en  tres a cinco días.  Se conti- núa  la  utilización  de  antibióticos  intravenosos  durante  cuatro  a  cinco  días  a  menos  que  se  produzca  una  infección  de  la herida.  Las fracturas abiertas tipos III-B y  III-C casi nunca  son adecua- das  para  fijación  interna.  En  estas  fracturas  puede  utilizarse  un  fijador  externo  con  medios  clavos,  o  clavos  y  enyesado,  para  mantener  la  reducción.  Después  de  que  se  han  reparado  los  teji- dos  blandos  sin  infección,  puede  practicarse  injerto  de hueso  es- ponjoso retrasado  o  reducción abierta y  fijación interna retrasada  con placa y tornillos, injerto de hueso esponjoso, en caso necesario.  Complicaciones  Las complicaciones  de  las  lesiones  del  antebrazo  incluyen unión  deficiente,  mala  unión,  sinostosis  (relacionada  con  osificación  heterotópica),  infección,  refractura,  y  subluxación o  artrosis  pos- traumática  de  las  articulaciones  cubitorradiales  distales  o  proxi- males.  La  falta  de  unión  de  estas  fracturas  se  produce  más  frecuente- mente cuando se ha llevado  a cabo una  fijación interna inadecua- da. También puede asociarse con falta de injerto primario de hueso  esponjoso,  cuando  está  indicado,  e  infección.  Para  evitar  el fraca- so  de la fijación interna  deben  usarse  placas  de compresión  diná- mica  de  3.5  mm  con  un  número  adecuado  de  cortezas fijas, en  sentidos proximal y  distal a la  fractura.  Las placas semitubulares  no  proporcionan  fijación  adecuada.  Las  faltas  de  unión  sintomá- ticas  se  reducen,  estabilizan  con  una  placa  de  compresión  diná- mica  adecuada,  y  se  injertan  con  hueso  esponjoso  autógeno.  La  unión  deficiente  debe  prevenirse  realizando  reducción  abierta  y  fijación  interna  en  la  mayor  parte  de  las  fracturas  diafisarias  del  antebrazo.  La  principal causa de unión deficiente,  después  de una  fractura  del cuerpo  del  radio  o  del  cúbito,  es  la  falta  de un  segui- miento  radiográfico  adecuado,  y  práctica  de  reducción  abierta  y  fijación interna,  tan pronto como comienza a desplazarse una frac- tura  no  desplazada  (fig.  11-10).  La  osteotomía  correctora  es  su- mamente  eficaz  cuando  se  lleva  a  cabo  tan  pronto  como  es  posi- ble  después  de  la  lesión.  Puede  ser  difícil  obtener  un  contacto  óseo  satisfactorio  para  una  fijación  interna  estable.  En  los  indivi- duos  que  se  someten  a  tratamiento  operatorio  más  de  un  año  después  de  la  fractura  inicial,  las  complicaciones  aumentan  y  la  ganancia en límites  de  rotación del antebrazo  disminuye.  Las in- dicaciones  ordinarias  para  la  osteotomía  correctora  son  la  pérdi- da  de  rotación  del  antebrazo,  la  deformidad  estética,  y  la  inesta- bilidad  de  la  articulación  cubitorradial  distal.  Fracturas  del antebrazo  163  Fig. 11-10. Esta mala unión de una fractura de ambos huesos del antebra- zo fue no desplazada al principio. Produjo una deformidad estética intensa  con el antebrazo fijo en rotación neutra.  La infección de heridas  se  trata regresando al paciente a la  sala  de  operaciones,  donde  su  herida  se  puede  abrir  y  limpiar  ade- cuadamente.  Se  obtiene un cultivo.  Si la  placa y  los  tornillos aún  proporcionan una fijación adecuada  se  dejan colocados.  La  heri- da  se  deja  abierta  y  se  da  soporte  con  una  férula.  Si  la  infección  está controlada,  se efectúa el cierre retrasado de la herida  después  de  cinco  dias.  En  algunos  casos,  la  herida  se  deja  abierta,  y  se  permite que  se repare  de  forma  secundaria con un injerto  de  piel,  según  se  requiera.  La  fractura  debe  unirse  si  la  infección  se  con- trola;  sin embargo, puede requerirse injerto con hueso esponjoso.  Las lesiones  de los nervios no  son habituales, con excepción de  las  heridas  penetrantes  (es  decir,  fracturas  por  armas  de  fuego).  El  pronóstico  de  estas lesiones  frecuentemente es  malo  sin explo- ración quirúrgica y reparación.  Esto suele realizarse como un pro- cedimiento secundario  debido a que es  difícil evaluar el grado  de  lesión  nerviosa  en  el  momento  de  la  exploración  primaria.  El  síndrome  de  compartimiento  después  de  las  fracturas  del  antebrazo es frecuente. Es muy importante, cuando se lleva a cabo  reducción  abierta y  fijación  interna,  desinflar  el  torniquete y  pro- porcionar  una  hemostasia  adecuada  con anterioridad  al cierre  de  la  herida.  La  aponeurosis  del  antebrazo  no  debe cerrarse.  La  sinostosis  se  puede  tratar  mediante  resección,  después  de  que  se  le  ha  dado  oportunidad  de  madurar,  si  el  deterioro  fun- cional es  significativo.  Las  manifestaciones  de madurez incluyen  164  Manual de  fracturas  presencia  de una masa bien osificada con márgenes cortícalizados,  un  gammagrama  frío  de  hueso,  concentraciones  de  fosfatasa  alcalina  sérica normales,  y  el  paso  de  casi  12 meses  desde  el  mo- mento  de  la  lesión.  La  osificación  heterotópica  con  sinostosis  se  halla  más  frecuentemente  después  de  las  lesiones  causadas  por  traumas  de  alta  energía  o  en  los  individuos  con  lesión  concomi- tante  de la cabeza.  La  sinostosis  tiene  mayor  probabilidad  de  re- currir  después  de  una  resección  cuando  está  situado  en  la  parte  paraarticular  proximal  o  distal  del  antebrazo.  La subluxación dolorosa y la osteoartritis postraumática de las  articulaciones  cubitorradiales  se  tratan  con  fármacos  antiinfla- matorios  o  inyección  local  de  esteroides.  Si  estas  medidas  fraca- san,  la  artrosis  cubitorradial  distal  puede  tratarse  por  artrodesis  distal del radio y el  cúbito,  y resección de una sección de 1  cm de  la  metáfisis  cubital  distal  para  producir  una  falta  de  unión,  pre- servando así la rotación del antebrazo (método de Sauve-Kapandji).  La  extracción  regular  de  la  placa  diafisaria  después  de  la  fija- ción de  la fractura no suele ser necesaria ni conveniente,  debido a  que  no  se  afecta  la  densidad  general  del  hueso  ni  la  fuerza  de  pronación.  La  extracción  de  la  placa  puede  complicarse  por  le- sión  neurovascular  y  refractura.  LECTURAS  SELECCIONADAS  Elstrom JA, Pankovich AM, Egwele R: Extraarticular low velocity gunshot  fractures of the radius and ulna. J Bone joint Surg 60A:335-341,1978.  Grace TG, Eversman WW Jr: Forearm fractures: Treatment by rigid fixation  with early motion. J Bone joint Surg 62A:433-438,1980.  Henry AK: Extensile exposure applied to limb surgery, 1 st ed. (3rd reprint).  Edinburgh: E and S Livingstone Ltd. 53-64, 1950.  Lamey  DM,  Fernandez  DL:  Results  of  the  modified  Sauve-Kapandji  procedure  in  the  treatment of chronic  posttraumatic  derangement  of the  distal radioulnar joint. J Bone joint Surg 80A: 1758-1769,1998.  Pollack FH, Pankovich AM, Prieto JJ, Lorenz M: The isolated fracture of the  ulnar shaft. Treatment without immobilization. J Bone joint Surg 65A:339- 342, 1983.  Reckling FW: Unstable fracture-dislocations of the forearm (Monteggia and  Galeazzi lesions). J Bone joint Surg 64A:857-863, 1982.  Ring D, Jupiter JB, Simpson NS: Monteggia fracture in adults. J Bone joint  Surg 80A:1733-1744,1998.  Thompson, JE: Anatomical methods of approach in operarions on the long  bones of the extremiries. Ann Surg 68:309, 1918.  Trousdale RT, Amadio PC, Cooney WP, Morrey BF: Radio-ulnar dissocia- tion. A review of twenty cases. J Bone joint Surg 74A: 1486-1497,1992.  Trousdale RT, Linscheid RL: Operative treatment of malunited fractures of  the forearm. J Bone joint Surg 77A:894-902, 1995.  12  Fracturas  del  radio  distal  y  lesiones  de  la  articulación  cubitorradial  distal  Donald  L.  Pruitt  Este  capítulo  abarca  las  fracturas  del  radio  distal  (con  5  cm  de  superficie  articular)  y  luxaciones  de  la  articulación  cubitorradial  distal.  ANATOMÍA  Las  consideraciones  anatómicas  importantes  son  los  huesos,  las  articulaciones, su aspecto radiológico, y las estructuras de tejidos  blandos  circundantes.  El  radio distal  tiene  forma  de abanico cuando  se  observa  desde  la  parte  anterior.  La  apófisis  estiloides  hace  proyección  más  allá  del  cúbito.  En  la  superficie  dorsal  del  radio  está  el  tubérculo  de  Lister, que tiene un surco a lo largo del arco medial para el  tendón  del  extensor  largo  del  pulgar.  El  músculo pronador  cuadrado  se  inserta a lo largo de la superficie volar  del radio.  La  elevación de  este  músculo  proporciona  acceso  a  esta  superficie  del  radio  para  fijación  de  la  fractura.  La escotadura  sigmoides  se  articula con el  cúbito.  El cúbito distal  está  constituido  por  la cabeza  y  la  apófisis  esti- loides.  Presenta  un  surco  dorsalmente  para  el  tendón  del  exten- sor cubital del carpo.  La porción distal de la cabeza está separada  del  semilunar  y  el  hueso  piramidal  por  un  complejo  de  fibrocar- tílago  triangular.  Este  consiste  en  un  disco  articular central  y  li- gamentos  marginales  dorsales y  volares  en  los  lados  respectivos.  Tres  cuartas  partes  de  la  cabeza  y  el  cúbito  están  cubiertas  por  cartílago  articular  (270  grados)  que  se  articula  con  la  escotadura  sigmoidea  del  radio.  En  la  superficie  volar  del  cúbito  distal  se  encuentra  el  origen  del  pronador  cuadrado.  La  articulación  de  la  muñeca  es  biaxil  (es  decir,  se  mueve  a  lo  largo  de  dos  ejes).  El  radio  distal  tiene  dos  articulaciones  meno- res:  las  articulaciones  radioescafoides  y  radiosemilunar.  La  por- ción radial  de  la articulación radioescafoides  es parte  de  la  apófi- sis estiloides radial que es  fracturada en una fractura  de Chauffeur.  La  fosa  semilunar  se  halla  separada  de  la  fosa  escafoides  por  un  borde pequeño.  Cuando se fractura y  deprime, la porción central  165  1 6 6  Manual  de  fracturas  de la fosa semilunar se conoce como un fragmento en sacabocados.  Los límites normales  de movimiento  de la muñeca son de 80 gra- dos  de  flexión  palmar,  70  grados  de  dorsiflexión,  20  grados  de  desviación radial,  y  40  grados  de  desviación cubital.  La  articulación  cubitorradial  distal  es  una  articulación  de  gozne  uniaxil.  El  radio  gira  a  través  de  un  eje  fijo,  la  apófisis  estiloides  cubital.  El  complejo  triangular  de  fibrocartílago  se  fija  a  la  base  de  la  apófisis  estiloides  del  cúbito  y  ayuda  a  mantener juntos  al  radio  y  el  cúbito.  Los  límites  normales  de  movimiento  para  la  articulación cubitorradial  distal  son de  70  grados para pronación  y  para  supinación.  Las  características  importantes  del  aspecto  radiográfico  del  ra- dio  distal  son la  longitud  radial,  el  ángulo  radial y  la inclinación  volar.  La  longitud  radial  se  mide  de  una  línea  perpendicular  al  cuerpo  radial  trazada a  través  de la  fosa  semilunar hasta la  punta  de  la  apófisis  estiloides  del  radio  (normalmente  12 a  15  mm;  fig.  12-1).  El ángulo  radial  es el  ángulo  entre  una  línea  trazada  desde  la  articulación  cubitorradial  distal  y  la  apófisis  estiloides  del  ra- dio,  y  una  línea  perpendicular  al cuerpo  radial  a  través  de la fosa  semilunar (normalmente 23 grados; fig. 12-1).  La inclinación volar  se mi de en la placa lateral, y  es el  ángulo  entre  una  línea  trazada  a  través  de  los  rebordes  dorsal  y  volar,  y  una  línea  trazada  per- Fig. 12-1. Extensión del radio y ángulo radial.  12-15  mm  23°  Fracturas  del radio  distal  167  pendicularmente  al  cuerpo  del  radio  (normalmente  a  10  grados  volarmente;  fig.  12-2).  Estas  mediciones  deben  tenerse  presentes  cuando  se  evalúan  las  placas  posteriores  a  la  reducción.  Las  estructuras  de  tejidos  blandos  circundantes  son  una  consi- deración importante  en  las  fracturas  distales  del  radio.  Ligamen- tos  fuertes  rodean  al  aspecto  volar  de  la  articulación  radiocar- piana;  los  ligamentos  dorsales  no  son  tan  fuertes.  Los  tendones  extensores  de  despl azan  a  través  de  seis  compart i mi ent os  retinaculares en la cara  dorsal de la  muñeca.  Aunque  pocas veces  se  lesionan  de  manera  aguda,  puede  producirse  rotura  por  des- gaste  (especialmente  el  tendón  del  extensor  largo  del  pulgar)  en  presencia  o  ausencia  de  unión  deficiente.  En  posición  volar  del  radio  distal,  se  encuentra  el  túnel  del  carpo  que  contiene  nueve  tendones y el nervio mediano.  Deben verificarse síntomas de dis- función  del  nervio  mediano  en  todas  las  fracturas  del  radio  dis- tal.  La  arterial cubital,  el nervio cubital y  el  tendón  del flexor cu- bital  del carpo  se  encuentran  en posición volar y  cubital  al  radio  distal.  La arteria y el nervio cubitales penetran al canal de Guyon  en  un  punto  más  distal,  entre  el hueso  pisiforme y  el  gancho  del  hueso  ganchudo,  cuyo  techo  está  formado  por  el  ligamento  carpiano  volar  unido  con  la  extensión  distal  tendinosa  de  la  in- serción  del  flexor  cubital  del  carpo,  el  ligamento  pisiganchoso.  La  arteria  radial  y  el  tendón  del  flexor  radial  del  carpo  se  en- cuentran  fuera  del  túnel  del  carpo  del  lado  radial  volar  del  radio  distal.  Fig. 12-2. Inclinación volar del radio distal.  168  Manual de  fracturas  FRACTURAS  DEL  RADIO  DISTAL  Clasificación  Los  sistemas  de  clasificación  AO  y  Frykman  son  los  usados  más  ampliamente.  El  autor clasifica  a  las  fracturas  del  radio  distal  en  tres  grupos  principales:  no  desplazadas;  desplazadas  extraar- ticulares,  y  desplazadas  intraarticulares.  Las  fracturas  no  desplazadas  pueden  ser  extraarticulares  o  intraarticulares.  Las fracturas desplazadas extraarticulares no afectan a la articula- ción  radiocarpiana  ni cubitorradial.  Se  clasifican  adicionalmente  de  acuerdo con la  dirección  del  desplazamiento:  dorsalmente  (p.  ej.,  fractura  de Colles)  o volarmente  (fractura  de Smith  tipo  I  o II;  fig.  12-3).  Las  fracturas  extraarticulares  desplazadas  conminuta  son  lesiones  de  alta  energía  y  frecuentemente  tienen  un  compo- nente  no  desplazado  que  penetra  a  una  de  las  articulaciones.  Las fracturas  desplazadas  intraarticulares  involucran  la  articula- ción  radiocarpiana,  la  articulación cubitorradial  distal,  o  ambas.  Un  desplazamiento  articular  no  corregido  mayor  de  2  mm  tiene  un diagnóstico peor,  especialmente en pacientes más jóvenes.  Con  mayor  frecuencia,  la  i ncongruenci a  articular  afecta  la  fosa  semilunar  (fragmento  en  sacabocados).  Las  fracturas  intraar- ticulares  desplazadas  se clasifican  de  manera  adicional  de  acuer- do  con  que  sean  simples  (pocas  líneas  de  fractura)  o  conminuta.  Otros  epónimos  de  estas  fracturas  son  dorsal  de  Barton, volar  de  Barton  y  fractura  de  Chauffeur  (fig.  12-4).  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y examen físico  Hay  dos  poblaciones  de  individuos  que  sufren  fracturas  distales  del  radio.  La primera comprende a las personas  de edad avanza- da,  que  tienen  hueso  osteopénico  y  han  sufrido  la  fractura  du- rante  un  trauma  relativamente  menor.  La  fractura  suele  ser  me- tafisaria  y  extraarticular.  El  segundo  grupo  de  pacientes  es  más  joven  y  ha  sufrido  la  fractura  como  resultado  de  una  lesión  de  alta  energía  (p.  ej.  caída  de  una  altura).  La  mayor  parte  de  estos  individuos  tiene  hueso  denso,  y  frecuentemente  la  fractura  es  intraarticular  y  conminuta,  y  presenta  lesiones  relacionadas.  Hay  dolor,  hinchazón y  deformidad  de la muñeca.  Se practica  un  examen neurovascular,  y  se examina la  muñeca por  la  posible  presencia  de  heridas  abiertas.  Fracturas  del  radio  dista/  1 6 9  Fig. 12-3. Los tres tipos de fracturas extraarticulares del radio distal: A, una  desplazada dorsalmente o fractura de Colles. B, una desplazada volarmente,  fractura metafisaria, o fractura de Smith tipo I.  C,  una fractura desplazada  volarmente que comienza en el reborde dorsal, o fractura de Smith tipo II.  A  B  c  170  Manual  de  fracturas  Fig. 12-4. Tipos de fracturas ¡ntraarticulares del radio distal: A, fractura dor- sal de Barton. B, fractura volar de Barton. C, fractura de la apófisis estiloi- des  radial,  conocida también  como  fractura  de  Chauffeur.  D,  fractura  en  sacabocados de  la fosa semilunar.  c  B  A  Fracturas  del radio  dista!  171  Fig. 12-4. Continuación.  Examen radiográfico  Se  obtienen  radiografías  anteroposterior,  lateral  y  oblicua,  reti- rando  cualquier  cosa  que  pueda  obstaculizar  la  evaluación  de  la  fractura,  como  férulas.  La  cantidad  de  desplazamiento  que  se  observa  en  las  placas  previas  a  la reducción proporciona un indi- cio  sobre  la estabilidad  de  la fractura.  Las  radiografías  que  se  to- man con tracción  aplicada  a  la  fractura,  como  cuando el  paciente  está  suspendido  con  tiras  de  los  dedos  con  una  fuerza  contraria  por encima del codo,  son útiles para valorar el grado de la  fractura  (ya  sea  que  haya  extensión  intraarticular  en  una  fractura  aparen- temente  extraarticular)  y  la  probabilidad  de  obtener  y  mantener  una  reducción  satisfactoria  sin  abertura  del  sitio  de  la  fractura.  Las  placas  posteriores  a  la  reducción,  con  la  tracción  eliminada,  son  importantes  para  evaluar la  estabilidad  de  la reducción.  Fre- cuentemente  es  útil  la  tomografía  por  computadora  para  eva- luar  el  grado  de  lesión  y  valorar  la  alineación  de  los  fragmentos  de  la  fractura  articular.  Tratamiento inicial  Las fracturas  desplazadas se reducen.  Esta maniobra puede ser el  tratamiento  definitivo,  pero  aun  en  el  caso  de  las  fracturas  que  requerirán  cirugía,  la  reducción  temprana  frecuentemente  logra  una  alineación  razonable  que  puede  disminuir  la  incidencia  de  deterioro  neurovascular.  Los  individuos  con  fracturas  intensamente  desplazadas,  o  conminuta,  frecuentemente  son  admitidos  durante  la  noche,  con  D  172  Manual  de  fracturas  el miembro superior elevado y con hielo. El estado neurovascular  se verifica con frecuencia.  Puede presentarse el síndrome de com- partimiento  o  del  túnel  del  carpo  agudo,  y  requerir  tratamiento  enérgico.  En  fracturas  abiertas  se  necesita  la  administración  de  una  dosis  de  refuerzo  de  toxoide  tetánico,  desbridamiento  e  irrigación  en  la  sala  de  operaciones,  y  antibióticos  intravenosos.  Los cultivos  obtenidos  de  estas  heridas  probablemente no  son  de  valor para  predecir la infección ni para  dirigir la  terapéutica  anti- biótica.  Lesiones  relacionadas  Las lesiones a las estructuras neurovasculares en la muñeca, y las  lesiones  óseas o  ligamentosas  del codo,  se  relacionan con  fractu- ras  del  radio  distal.  Puede  examinarse cuidadosamente el estado  neurovascular de la mano.  La compresión del nervio mediano,  la  lesión de nervio más común,  se indica por disminución de la sen- sibilidad  del  aspecto  palmar  del  pulgar,  el  índice,  y  el  dedo  lar- go.  También  puede  producirse  la  pérdida  de  abducción  palmar  del  pulgar,  pero  es  un  signo  tardío  de  deterioro  del  nervio  me- diano.  La  lesión  del  nervio  cubital  se  indica  por  pérdida  de  la  sensibilidad  del  borde  cubital  de  la mano  e  incapacidad  para  co- locar  los  dedos  en  abducción.  El  síndrome  de  compartimiento  del  antebrazo  o  la  mano  se  puede  relacionar  con  lesiones  pene- trantes  y  fracturas  de  alta  energía  del  radio  distal.  Puede  ser  de  iniciación  retrasada,  y  se  manifiesta  más  comúnmente  por  hin- chazón  tensa  del  antebrazo  o  la  mano,  o  ambos.  Cuando  el  pa- ciente  no  está  aturdido,  suelen  presentarse  parestesias  y  dolor  creciente.  En  presencia  de  signos  físicos y  un  aumento  de  la  pre- sión  intracompartamental  debe  realizarse  fasciotomía.  La  buena  respuesta  en  el  llenado  capilar  en  los  lechos  ungueales  indica  perfusión  vascular  de  la  mano  y  los  dedos.  Las  fracturas  de  alta  energía  del  radio  distal  se  pueden  vincu- lar con lesiones  en la  articulación  del  codo,  con  inclusión de  frac- tura  de la cabeza radial y  luxaciones  del codo.  El codo  se  exami- na para valorar dolor e hinchazón;  se  toman  radiografías cuando  se  indica.  Otras  lesiones  vinculadas  incluyen  fractura  del  esca- foides,  disociación  escafosemilunar,  y  otras  fracturas  carpianas,  metacarpianas  y  falángicas.  Las  fracturas  desplazadas  de la  apó- fisis estiloides radial se relacionan frecuentemente con disociación  escafosemilunar.  Las  radiografías  de  la  mano  y  muñeca  mostra- rán la  mayor parte  de  estas  lesiones.  Tratamiento  definitivo  El  tratamiento definitivo se basa principalmente en el tipo de frac- tura.  Los  factores  que  intervienen  en  la  decisión  de  tratamiento  Fracturas  del radio  distal  173  incluyen  la  edad  del  individuo,  la  ocupación,  el  grado  de  osteo- penia  y  los  padecimientos  médicos  relacionados.  Las fracturas  no  desplazadas  se  tratan con  un  enyesado corto  de  brazo,  a  menos  que  haya  una  hinchazón  considerable  presente,  en  cuyo  caso  se  aplica  una  férula  de  "tenacilla  de  muelle".  El  paciente  retorna  en  7  a  10  días  para  una  radiografía  de  segui- miento.  El  enyesado  se  cambia  al  disminuir  la  hinchazón,  y  de  ordinario  se  retira  entre  cuatro  y  seis  semanas.  Se  usa  una  férula  de  elevación  (cock-up)  de  muñeca  entre  las  sesiones  de  ejercicios  en  el  intervalo  de movimiento  durante  dos  semanas  adicionales.  La  ejercicios  de  refuerzo  se  inician  una  vez  que  se  suspende  el  uso  de  la  férula.  Las fracturas  extraarticulares  desplazadas  se  desplazan  ya  sea  dorsalmente  (Colles)  o  volarmente  (Smith).  El  tratamiento  defi- nitivo  se basa  en  la  dirección  del  desplazamiento.  Las indicaciones para hacer la reducción de la fractura de Colles  incluyen  pérdida  mayor  de  5  mm  de  longitud  radial  o  10  grados  o más  de inclinación  dorsal.  Se  suministran analgesia  parenteral,  bloqueo de hematoma,  o anestesia regional o  general. Se suspen- den  el  pulgar  y  el  índice  con  tiras  adhesivas  para  los  dedos  con  un  rollo  de  cerca  de  7.6  cm  de  tela  palmeada  colocada  entre  ellos  para  abrir  la  primera  membrana  interdigital.  Se  proporciona  contratracción  con  cerca  de 4.5  a  9.0  kg  de  peso  fijo  al  brazo  con  un  cojinete  de  felpa.  Un  periodo  de  espera  de  5  a  10  minutos  ayuda  a  desimpactar  los  fragmentos.  La  reducción  se  realiza  re- produciendo  primero  la  lesión  con  hiperextensión  y  luego  con  flexión  de  la muñeca.  El radio  distal  se  amolda  con los  pulgares  del  cirujano  sobre  las  superficies  dorsal  y  radial  para  empujar  al  fragmento  de  vuelta  al  interior  de  la  metáfisis.  El  fragmento  se  empuja volarmente  para  elevar  las cortezas volares  en  oposición.  La  palpación  de  los  primeros  espacios  a  lo  largo  de  las  superfi- cies  dorsal  y  radial  ayuda  a  confirmar  la  reducción  adecuada.  Mientras  la  muñeca  está  en  flexión  palmar  a  20  a  30  grados,  con  mantenimiento de la  tracción,  se  aplica  una férula  de  tenacilla  de  muelle  o  un  enyesado.  Una  vez  que  se  ha  fijado  la  porción corta  de brazo  del enyesado,  la  tracción se  libera y se aplica  la  porción  por  encima  del  codo.  Se  obtienen  rayos  X  después  de  la  reduc- ción.  Si  se  ha  aplicado  un  enyesado,  es  mejor  seccionarlo  para  dar  espacio  a  la  hinchazón.  Se  instruye  a  todos  los  individuos  acerca  de  los  cuidados  del  enyesado,  elevación  del  brazo  y  sig- nos  de  advertencia  de  hinchazón  excesiva,  y  se  les  pide  que  re- tornen  al  día  siguiente  para  verificación  del  enyesado.  Las  placas  posteriores  a  la  reducción  son  evaluadas  en  rela- ción  con  el  restablecimiento  de  la  longitud  radial,  el  ángulo  ra- dial,  la  inclinación  volar,  y  la  presencia  de  espacios  intraarticu- 174  Manual  de  fracturas  lares.  Las  fracturas  distales  del  radio  son  notablemente  inesta- bles  y  con  frecuencia  se  desplazan  de  nuevo  en  el  enyesado,  a  pesar  de  la  reducción  anatómica  inicial.  Los  factores  que  se  rela- cionan con  la  inestabilidad  son  la  conminución  excesiva,  la  pér- dida  inicial  de  más  de  15  mm  de  longitud  radial,  una  inclinación  dorsal inicial  superior a 20  grados,  o conminución de las cortezas  tanto  dorsal  como  volar  en  la  placa,  posterior  a  la  reducción.  En  general,  cualquier  fractura  que  requiera  una  reducción  o  mani- pulación  se  somete  a  un  seguimiento cuidadoso  por una  pérdida  potencial  de  la  reducción.  Se  obtienen  radiografías  semanalmen- te durante, por lo menos, las primeras tres semanas después de la  reducción.  Si la alineación no ha cambiado después de  tres sema- nas,  se  coloca  al  paciente  en  un  enyesado  corto  de  brazo  y  se  inicia  la  práctica  de  ejercicio  de  los  límites  de  movimiento  del  codo.  A las seis semanas se quita el enyesado, la muñeca se colo- ca en una férula removible, y  se inician los ejercicios  del intervalo  de  movimiento.  El  énfasis  se  hace  sobre  la  recuperación  de  los  movimientos  durante  las  tres  primeras  semanas;  el  refuerzo  se  inicia más adelante.  Si  el individuo no recupera  límites de movi- miento razonables  en un lapso  de  tres semanas posterior al  retiro  del  enyesado,  se  indica  un  enferulado  dinámico.  El criterio  que indica  la necesidad  de  una nueva manipulación  y  posible  fijación  comprende  la  pérdida  de  la  longitud  radial  o  un  ángulo  e  inclinación  dorsal  superior  a  10  grados.  Es  difícil  obtener  una  buena  anestesia  en  el  consultorio  más  de  cinco  días  posteriores  a  la  lesión,  por  lo  cual  es  mejor  tratar  a  los  pacientes  con pérdida de  reducción en la sala  de  operaciones.  Con frecuen- cia  las  fracturas  pueden  ser  manipuladas  nuevamente  durante  un periodo de hasta  tres  semanas  después  de  la fractura;  después  de  este  periodo  se  necesitará  reducción  abierta.  La  nueva  manipulación  se  realiza  mediante  la  utilización  de  la  misma  técnica  que  con  las  fracturas  frescas.  Puede  usarse  un  intensificador  de  imagen  para  ayudar  a  la  reducción,  pero  se  de- ben  obtener  radiografías  permanentes  para  evaluar  lo  adecuado  de la reducción.  En caso necesario,  pueden insertarse, de manera  percutánea,  alambres  de  Kirschner  en  el  sitio  de  la  fractura  para  liberarla.  Después  de  que  se  ha  restaurado  la  alineación,  la  frac- tura  se  estabiliza  con  clavos  percutáneos.  Se  inserta  un  alambre  de  Kirschner  de  1.57  mm,  aproximadamente,  en  la  apófisis  esti- loides  radial  y  se  pasa  a  través  del  sitio  de  fractura  y  fuera  de  la  metáfisis  proximal.  Se  inserta  un  segundo  alambre  desde  la  es- quina cubital dorsal del fragmento distal a la metáfisis radial volar.  Frecuentemente  dos  alambres  son  suficientes,  pero  se  agregan  alambres de  acuerdo con lo necesario.  Los clavos  percutáneos no  proporcionan  una  fijación  firme  y  el  enyesado  aún  es  necesario  Fracturas  del radio  distal  175  para  mantener la reducción.  Los  clavos  se cortan por debajo  de  la  piel  y  pueden  retirarse  en  el  consultorio  con  anestesia  local.  De  forma  alternativa,  puede  utilizarse  un  fijador  externo  o  clavos  y  enyesado  para  estabilizar  la  fractura,  cuando  se  obtiene  una  re- ducción  adecuada.  Las fracturas de  Smith  son  inestables.  El  tiro  de  los  músculos  flexores  a  través  de  la  muñeca  ejerce  fuerzas  de  deslizamiento  a  través  del  sitio  de  fractura,  lo  cual  da  lugar  al  desplazamiento  después  de  la  reducción  cerrada.  Si  la  fractura  está  desplazada  en  la  placa  inicial,  se  indica  fijación.  En  los  individuos  más jóve- nes con buena cantidad de hueso,  estas  fracturas pueden reducir- se  cerradas  y  aplicarse  clavos  de  manera  percutánea.  En  los  pa- cientes  de  edad  avanzada,  o  en  aquéllos  con hueso  osteopénico,  la  fractura  se  trata  con  una  placa  de  refuerzo  volar.  Se  aplica  un  enyesado corto de brazo, y el tratamiento posoperatorio se aplica  como  se  describió  para  las  fracturas  de  Colles.  Las fracturas de  Colles y Smith abiertas,  o intensamente conminuta,  presentan un conjunto distinto de  prioridades y  terapéuticas.  Las  fracturas  abiertas  del  nervio  distal  se  tratan  con  lavado y  desbri- damiento  de  urgencia  en el  sitio  de  la  fractura.  Después  del  des- bridamiento, las fracturas  de  grado I y de grado II  se tratan como  la  fractura  cerrada  correspondiente.  Las  fracturas  de  grado  III  se  tratan  con  fijación  externa.  La  conrninución  causa  inestabilidad,  y  frecuentemente  la  re- ducción es  imposible  de lograr únicamente con enyesado.  En ge- neral,  si la conrninución metafisaria no es extensa,  y  el individuo  tiene  buena calidad  de hueso,  la  fractura  se puede estabilizar con  clavos percutáneos  (figs.  12-5  a 12-7); en caso contrario,  la fractu- ra  se  trata  con  fijación  externa  o  con  reducción  abierta  y  fijación  con  placa.  Con  anterioridad  a  la  aplicación  del fijador externo,  las  fractu- ras  se  reducen  en la  sala  de  operaciones  con  tiras  estériles  en  los  dedos  y  contratracción  braquial.  Se  utiliza  un  intensificador  de  imagen  para  confirmar  la  reducción.  Los  clavos  metacarpianos  se colocan a  través  de  incisiones  apenas  suficientemente  grandes  para  retraer  los  tejidos  blandos  fuera  del  paso.  Los  clavos  radia- les  se  colocan  a  través  de  una  incisión  suficientemente  grande  para  observar  el  nervio  radial  y  se  retraen  fuera  de  donde  pue- den  causar  daño.  Los  fijadores  se  mantienen  durante  aproxima- damente  ocho  semanas.  El injerto  de hueso autólogo,  o el  uso  de  nuevos  sustitivos  de  injerto  de  hueso,  con  inclusión  de  fragmen- tos  de aloinjerto,  permiten  un  retiro  del fijador más  temprano.  Las fracturas intraarticulares  desplazadas  tienen  un  diagnóstico  más  pobre  que  una  fractura  extraarticular  equivalente,  y  deman- dan  un  tratamiento  más  enérgico.  Los  dos  tipos  de  fracturas  176  Manual de  fracturas  Fig.  12-5. Vista anteroposterior de una fractura extraarticular distal del  ra- dio desplazada volarmente.  Hay una pérdida de ángulo radial  (cinco gra- dos) y de longitud radial  (4 mm).  Fig. 12-6. Vista lateral del caso que se presenta en la figura 12-5. La inclina- ción es dorsal de 30 grados.  Fracturas  del  radio  distal  1 7 7  Fig. 12-7. Radiografía anteroposterior después de reducción cerrada y fija- ción percutánea con clavo del mismo paciente (figs. 12-5 y 12-6). Nótesela  restauración de la longitud y del ángulo radial.  intraarticulares  desplazadas  son  fracturas  simples  y  fracturas  conminuta.  has fracturas  intraarticulares  simples  incluyen  la  apófisis  estiloi- des radial  (fractura de Chauffeur),  el reborde dorsal  (fractura  dor- sal  de  Barton)  y  el  reborde volar  (fractura  volar  de  Barton).  Las fracturas de  Cliauffeur de  ordinario  tienen un  trayecto  de  la  metáfisis radial a la articulación radiocarpiana, entre el escafoides  y  la  fosa  semilunar.  Las  fracturas  no  desplazadas  se  tratan  me- diante  inmovilización  con  enyesado.  Las  fracturas  desplazadas  se reducen y se sujetan con clavos por medio de una de  tres  técni- cas:  cerrada con el uso de intensificación de imagen, artroscópica- mente,  o  abierta.  Las fracturas  volares  de  Harton  son  inestables  debido  a  que  el  tiro  de  los  músculos  flexores  da  como  resultado  subluxación  vo- lar  del carpo.  Se  tratan mejor con  una  placa  de  refuerzo  volar.  El  178  Manual de  fracturas  acceso  al  radio  se  realiza  por  medio  de  una  incisión  paralela  al  tendón  del flexor radial  del carpo.  La  disección se  desarrolla  en- tre  este  tendón  y  la  arteria  radial  hasta el  músculo  pronador cua- drado,  el cual  se  separa de  manera  cortante  de  su  inserción en  el  radio.  La  fractura  expuesta  se  reduce  y  se  aplica  una  placa  de  refuerzo.  Los  orificios  de  tornillos  distales  en  la  placa  pueden  quedarse  sin Henar,  especialmente  en los  pacientes  osteopénicos.  Después  de  la  operación  se  mantiene  un  enyesado corto  durante  cuatro  semanas.  El tratamiento de Xas fracturas dorsales de Barton difiere depen- diendo  del  tamaño  del  fragmento.  Los  fragmentos  dorsales  pe- queños  se  tratan  con  reducción  cerrada  e  inmovilización  con  enyesado  de  la  muñeca  en  extensión.  Es  importante  realizar  un  seguimiento cuidadoso para asegurar que no se produce una sub- luxación dorsal.  En el caso de fragmentos más  grandes,  o los que  tienen  conminución,  se  usan  ya  sea  una  fijación  con  clavos  percutáneos  o  una  placa  de  refuerzo  dorsal.  En  el  posoperatorio  se  aplica  un enyesado  corto  de  brazo  durante  cuatro  semanas.  Las fracturas  conminuta  intraarticulares  desplazadas  son  las  frac- turas  distales  del  radio  más  difíciles  de  tratar.  Si  la  fractura  se  puede  reducir  de  forma  cerrada,  el  tratamiento  se  lleva  a  cabo  con  un  fijador  externo.  Se  necesita  un  fijador  externo  debido  a  que la  reducción de una fractura conminuta  se  encontrará  inesta- ble y  se pierde en un enyesado.  Si la fractura no se puede reducir  de  manera  cerrada,  se  lleva  a  cabo  una  reducción  abierta.  Primero  se reduce  la  fractura y  luego  se  aplica  el  fijador  exter- no  de  la  forma  descrita  antes.  Se  hacen  los  ajustes  finales  en  la  posición  de  la  fractura  y  se  tensa  la  armazón.  Se  agregan  alam- bres de Kirschner percutáneos,  o placas y  tornillos, para fijar mejor  los  fragmentos.  El  espacio  intraarticular se puede corregir ya  sea  mediante  el  uso  de  un  artroscopio  para  observar  los  fragmentos  o  por  medio  de  una  incisión  dorsal.  Los  fragmentos  volares  ma- yores  pueden requerir un acceso  volar  separado  (de  ordinario,  la  esquina volar-cubital).  Se  dispone de varias placas que  permiten  la  fijación  fuerte  y  hacen  que  sea  innecesaria  la  fijación  externa.  Prácticamente,  la  mejor  forma  en  que  se  puede  corregir  la  in- clinación dorsal es la neutra con fijación externa.  Los factores que  hacen que  la fijación externa por sí sola no  sea  confiable incluyen  la  conminución  dorsal  extensa,  la  interposición  de  tejidos  blan- dos  entre  los  fragmentos  de  la  fractura,  la  depresión  de  la  fosa  semilunar  (fragmento  de  sacabocados),  y  la  rotación  de  frag- mentos.  La indicación primaria para la reducción abierta de las fracturas  radiales  distales  conminuta intraarticulares  es  el  desplazamiento  que  no  se  puede  reducir  con  manipulación  cerrada.  La  incon- Fracturas  del radio  distal  179  gruencia  articular  afecta  más  comúnmente  a  la  fosa  semilunar.  Para  estas  fracturas  ha  sido  una  técnica  útil  la  fijación  externa  y  la  exposición  operatoria  limitada,  o  la  artroscopia.  La  fosa  semilunar  puede  elevarse  por medio  de  una  incisión  dorsal  limi- tada,  soportarse  con  alambres  de  Kirschner  e  injerto  de  hueso  autógeno,  y  puede  usarse junto  con material  oseoinductor,  como  el  Graft-on.  Los  materiales  de  injerto  de  hueso  alternos,  como  el  Interpore ® también  son útiles.  La reducción abierta es necesaria  cuando  hay  interposición  de  tejidos  blandos  o  malrotación.  La  aplicación  de  un  fijador  externo  ayuda  inicialmente  a  mantener  la  alineación  y  a  conservar  los  fragmentos  separados.  Después  de  la  exposición,  los  fragmentos  se  estabilizan  mediante  el  uso  de una combinación de  alambres  de  Kirschner, placas y  tornillos.  Los  alambres  de  Kirschner  situados  en  un  punto  inmediatamen- te  por  debajo  de  la  superficie  subcondral  ayudan  a  soportar  la  superficie articular restaurada  (fig.  12-8).  El fijador puede retirar- se  si  se  obtiene  una  buena  estabilidad con una placa.  En  el  posoperatorio,  el  miembro  superior  se  coloca  en  una  fé- rula  larga  de  brazo  y  se  eleva,  y  se  estimulan  los  movimientos  tempranos  de los  dedos y  del hombro.  La mayor parte de las frac- turas  incluye  la  articulación  cubitorradial  distal,  por  lo  cual  se  mantiene  una  férula  larga  de  brazo  durante  las  primeras  tres  se- manas.  El  fijador  se retira  una vez  que  es visible  la formación  de  callo.  El  injerto  de  hueso  permite  un  retiro  más  temprano  del  fijador.  Es  necesaria  la  terapéutica  física  enérgica,  con  inclusión  del  uso  de  férulas  dinámicas  una vez  que  se  retira  el  fijador.  Aun  con  tratamiento  quirúrgico  óptimo,  es inevitable  cierto  grado  de  dolor residual y la pérdida de  movimientos y  fuerza  de prensión.  Complicaciones  Las  complicaciones  agudas  incluyen  síndrome  del  túnel  del  car- po,  síndrome  de  compartimiento,  distrofia  simpática refleja,  pér- dida de reducción, e inestabilidad de la articulación cubitorradial  distal.  Puede producirse una neuropatía transitoria debido al trau- ma  inicial  y  al  desplazamiento  de la  fractura.  Si  la neuropatía  no  mejora  después  de  la  reducción,  se  aflojan  todos  los vendajes  cir- cunferenciales  y  se  coloca  la  muñeca  en  posición  neutra.  Si  los  cambios  en  sensibilidad  persisten,  se  lleva  a  cabo  una  descom- presión operatoria  del  canal  del  carpo  y  de  la  aponeurosis  distal  del antebrazo.  La hinchazón dolorosa tensa del antebrazo  o de la  mano,  o  de  ambas  estructuras,  con  parestesias,  después  de  frac- turas de alta energía en el radio distal, son signos de síndrome de  compartimiento y este trastorno puede presentarse tan tardíamen- te como hasta los  tres días posteriores a la lesión.  Deben obtener- 180  Manual de  fracturas  Fig. 12-8. Uso de fijador externo y fijación con clavo para el tratamiento de  una fractura intraarticular conminuta distal del  radio.  se  presiones  del compartimiento  y  practicarse  la  descompresión  cuando las presiones se encuentran aumentadas.  La falta de diag- nóstico y  tratamiento  del síndrome  de compartimiento,  especial- mente  en  individuos  abatidos  que  no  pueden  quejarse  de  dolor,  suele  dar  por  resultado  una  pérdida  catastrófica  de  la  función.  La  distrofia  simpática  refleja  también  se  relaciona  con  aumen- to  del  dolor, hinchazón,  rigidez progresiva de los  dedos,  y  dises- tesias.  El  diagnóstico  temprano  realizado  con  centelleografía  de  hueso,  la  fisioterapia  enérgica,  y  los  bloqueos  del  ganglio  estre- llado  son  los  métodos  ordinarios  de  tratamiento.  La  pérdida  de  la reducción es común después de las fracturas  distales del radio.  Es  necesario  realizar  estudios  frecuentes  con  rayos  X  para  diag- nosticar  una  pérdida  temprana  de  la  reducción,  que  es  cuando  puede  corregirse  más  fácilmente.  Fracturas  del radio  distal  181  Las  complicaciones  tardías  incluyen  unión  deficiente,  artritis  postraumática,  y  rigidez  residual  de  los  dedos  y  la  muñeca.  LUXACIONES  DE  LA ARTICULACIÓN  CUBITORRADIAL  DISTAL  Las  luxaciones  aisladas  de la  articulación cubitorradial distal  son  lesiones  poco  comunes.  Las  luxaciones  que  se  vinculan  con  una  fractura  distal  del  radio  (es  decir,  fractura  de  Galeazzi)  se  descri- ben en  "Fracturas  del  antebrazo"  (cap.  11).  Clasificación  Las  luxaciones  de  la articulación cubitorradial  distal  se clasifican  de  acuerdo con la  dirección del  desplazamiento  del  cúbito  en re- lación  con  el  radio,  tanto  dorsal  como  volar.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Hay  dolor  del  lado  cubital  de  la  muñeca,  acompañado  por  chas- quidos y crepitación con la  rotación  del antebrazo,  o hay  incapa- cidad  para  girarlo.  La historia  de  la  lesión  frecuentemente  inclu- ye  pronación  o  supinación  forzada.  Los  hallazgos  físicos  de  la  luxación  dorsal incluyen una cabeza cubital prominente,  aumen- to  de  la  movilidad  de  la  cabeza  cubital,  y  supinación  limitada.  Los  signos  físicos  de  una  luxación volar  incluyen  una  cabeza  cu- bital  aparentemente  ausente,  estrechamiento  de  la  muñeca,  y  pronación  limitada.  Examen radiográfico  Radiográficamente,  las  proyecciones  anteroposterior  y  lateral  pueden no  ser  diagnósticas,  a  menos  que  se  comparen con vistas  idénticas  de la muñeca opuesta no lesionada.  Se utiliza  tomogra- fía  por  computadora  para  confirmar  el  diagnóstico.  Tratamiento  inicial  Una  vez  que  se  ha  establecido  el  diagnóstico,  se  intenta  realizar  una  reducción  cerrada.  Se  utilizan  un  bloqueo  del  hematoma  y  sedación.  Los  luxaciones  dorsales  se  reducen  con  supinación  e  inmovilización mediante una férula larga  de brazo o un enyesado.  182  Manual de  fracturas  Las  luxaciones  volares  se  reducen  con  pronación.  Cuando  no  es  posible  la  reducción  cerrada  se  indica  la  reducción  abierta.  Tratamiento  definitivo  Los  factores  que  indican  el  tratamiento  quirúrgico  incluyen  una  luxación  que  no  puede  reducirse  por  métodos  cerrados,  reduc- ciones  que  son  inestables  después  de  realizarse,  y  una  fractura  considerable  de  la  base  de  la  apófisis  estiloides  del  cúbito,  que  indica  un  arrancamiento  reparable  del  fibrocartílago triangular.  Las  luxaciones  volares  se  tratan  por  medio  de  un  acceso  del  la- do volar,  y  se  nivela  la cabeza  del  cúbito  por  debajo  de  la super- ficie volar del radio. El acceso para las luxaciones dorsales es del  lado dorsal;  de ordinario, se encuentra un fragmento osteocondral  o  tendón  en  la  escotadura  sigmoides,  bloqueando  la  reducción.  Si la  apófisis  estiloides cubital ha  de  repararse,  se reduce  y  man- tiene en el lugar con un tornillo pequeño o alambres de Kirschner.  Esto  se lleva  a cabo  por medio  de una incisión cubital  separada  si  se ha usado un  acceso volar.  Una vez  que se ha reducido el ante- brazo, se mantiene en rotación neutra, y se fija con clavos el  cúbito  al  radio.  Se  utiliza  por  lo  menos  un  alambre  de  Kirschner  de  1.57 mm, aproximadamente, para prevenir la rotura del clavo. Se  mantiene un enyesado largo del brazo durante seis semanas,  tiem- po  al  cual  se  retiran  el  enyesado  y  el  clavo  y  se  inician  ejercicios  de  rotación  suaves.  Si se elige  tratamiento cerrado, se mantiene un enyesado largo  del  brazo  en  supinación  (luxación  dorsal)  o  pronación  (luxación  volar)  por  seis  semanas.  Complicaciones  Las complicaciones que son singulares a esta lesión incluyen ines- tabilidad  cubitorradial  crónica  o  artritis.  El  tratamiento  consiste  ya sea en resección de parte  de la cabeza cubital, o de  toda ella,  o  artrodesis  de  la  cabeza  con  la  escotadura  sigmoidea  y  resección  extraperióstica  de  2 cm  de  la  diáfisis  cubital  distal  para  producir  una  falta  de  unión  (procedimiento  de  Sauve-Kapandji).  LECTURAS  SELECCIONADAS  Bass L, Blair WF, Hubbard PP: Results of combined internal and extemal  fixation for the treatment of severe AO-C3 fractures of distal radius. / Hand  Surg 20A-.373-381,1995.  Clancey  GJ:  Percutaneous  Kirschner  wire  fixation  of Colles  fractures.  A  prospective srudy of thirty cases. J Bone joint Surg 66A:1008-1014,1984.  Fracturas  del radio  distal  183  Fernandez  DL:  Correction  of  posttraumatíc  wrist  deformity  in  adults  by  osteotomy, bone grafting, and internal fixation. J  Bone  joint  Surg 64A: 1164- 1178,1982.  Knirk JL,  Jupiter  JB:  Intra-articular fractures  of the  distal  end  of the  radius  in young adults. J  Bone  joint  Surg 68A: 647-659, 1986.  Leung KS, Shen WY, Tsang KH, Chiu KH, Leung PC, Hung LK: An effective  treatment of comminuted fractures of the distal radius.} Hand Surg 15A:11- 17,1990.  Louis,  DS:  Barton's  and Smith's  fractures.  Hand  Clin 4:399-402,  1988.  Ouellette EA, Kelly R: Compartment syndromes of the hand. J  Bone  joint  Surg 78A:1515-1522,  1996.  Seitz  WH  Jr:  External  fixation  of  distal  radius  fractures.  Indications  and  technical principies.  Orthop  Clin  North  Am 23:255-264,  1993.  Simpson NS, Jupiter JB:  Delayed onset of forearm compartment syndrome:  a complication of distal radius fracture in young adults. J  Orthop  Trauma  9:411-418,  1995.  Trumble TE, Culp R, Hanel DP, Geissler WB, Berger RA:  Intraarticular frac- tures of the distal aspect of the radius. J  Bone  joint  Surg 80A:582-600,1998.  13  Fracturas  y  luxaciones  de  la  muñeca  Donald  L.  Pruitt  Este  capítulo  abarca  fracturas  y  luxaciones  del  carpo.  ANATOMÍA  Los  ocho  huesos  carpianos  se  dividen  en  una  hilera  proximal  (escafoides,  semilunar,  piramidal,  y  pisiforme)  y  una  hilera  dis- tal  (trapecio,  trapezoide, hueso  grande y hueso  ganchoso).  La hi- lera  proximal  no  tiene  inserciones  tendinosas  y  funciona  como  un  segmento  intercalado  entre  el  antebrazo  y  la  mano.  La  forma  de  los  huesos  del  carpo  y  sus  conexiones  ligamentosas  mantie- nen  estabilidad;  sin  embargo,  están  predispuestas  al colapso.  El cartílago articular abarca 80%  de la superficie del escafoides.  El  polo  proximal  es  intraarticular,  sin  abastecimiento  sanguíneo  externo.  Dos  vasos  riegan  al  escafoides,  y  ambos  penetran  en  el  extremo  distal.  Por  lo  tanto,  las  fracturas  del  tercio  medio  inter- fieren  con  el  riego  sanguíneo  del  polo  proximal,  causando  una  alta  incidencia  de  necrosis  avascular  y  falta  de  unión.  Los  dos  tipos  de  ligamentos  en  la  muñeca  son intrínsecos  y  ex- trínsecos.  Los  ligamentos  intrínsecos,  conocidos  también  como  ligamentos  interóseos,  conectan  a  dos  o  más  huesos  del  carpo  y  están  situados  dentro  de  la  cavidad  sinovial.  Los  ligamentos  escafosemilunar  y  semilunopiramidal  son  los  ligamentos  interóseos  más  importantes.  Los  ligamentos  extrínsecos  son  engrasamien- tos  especializados  de  la  cápsula  de  la  muñeca  y  están  situados  fuera  de  la cavidad  sinovial.  Los principales  ligamentos extrínse- cos son el radioescafoideo, radio-hueso grande y radiopiramidal, situa- dos  todos  en  la  superficie  volar.  El  cuello  del  hueso  grande  da  origen al  ligamento deltoideo  intercarpiano,  que se  extiende  como  abanico hacia  el  escafoides y  el  piramidal  con una configuración  de  "V"  invertida.  Esto  deja  un  espacio  entre  la cabeza  del  hueso  grande  y  el  semilunar  que se conoce  como el  espacio de  Poirier,  a  través  del  cual  se  producen luxaciones  del  semilunar.  Desde el punto de vista biomecánico, el carpo es una articulación  con  eslabones,  en  la  cual  el  semilunar  actúa  como  un  segmento  potencialmente  inestable  entre  la hilera  distal y  el  radio.  El  esca- foides  funciona  como  un  puente  al  proporcionar  estabilidad  a  un  segmento  intercalado,  por  otra  parte  inestable  (fig.  13-1).  184  Fracturas  y  luxaciones  de  la  muñeca  1 8 5  Semilunar  Radio  Fig.  13-1.  Concepto  de  articulación  con  eslabones  de  la  estabilidad  carpiana:  A,  el  semilunar  actúa  como  un  segmento  intercalado  entre  el  hueso  grande  y  el  radio.  S,  el  segmento  es  inestable,  con  tendencia  al  colapso.  C,  el  escafoides  actúa  como  un  eslabón  de  estabilización  para  prevenir el colapso.  LUXACIONES  DE  LA  MUÑECA  Clasificación  Las  luxaciones  de  la  muñeca  se  clasifican  como  perisemilunar,  semilunar,  perisemilunar  transescafoidea,  radiocarpiana  y  trans- locación  radiocubital.  Las  etapas  menos  graves  de  luxación  perisemilunar  se  presentan  como  disociación  escafosemilunar.  Las  luxaciones  perisemilunar,  semilunar  y  perisemilunar  trans- escafoidea  son variaciones  de  la  misma  lesión causada  por hiper- extensión  de  la  muñeca.  Hay  cinco  etapas  en  este  tipo  de  lesión:  I,  desgarro  de  los  ligamentos  escafosemilunar  y  radioescafoideo  volar,  que  da  lugar  a  una  disociación  escafosemilunar,  o  subluxa- ción rotatoria del escafoides;  II,  disociación de la cabeza  del hue- so  grande  a  través  del  espacio  del  Poirier;  III,  desgarro  del  liga- mento semilunar-piramidal que produce separación del semilunar  y  el  piramidal;  IV,  rotura  de  los  ligamentos  dorsales  y  luxación  dorsal  del  carpo  (el  semilunar  permanece  en  la  fosa  semilunar  del  radio),  dando  lugar  a  una  luxación  del  perisemilunar,  y  V,  el  carpo  se  desliza  al  semilunar  volarmente  y  se  articula  con  el  ra- dio,  causando  una  luxación  del  semilunar.  Las  variaciones  en  el  trayecto  de  la  transmisión  de  la  fuerza  producen  una  diversidad  de  lesiones  relacionadas.  Por  ejemplo,  si  el  trayecto  pasa  a  través  del  cuerpo  del  escafoides  causando  una  fractura,  se  produce  como  resultado  una  fractura-luxación  perisemilunar transescafoidea.  Hueso  grande  A  c  Escafoides  B  186  Manual  de  fracturas  La  luxación  radiocarpiana,  o  luxación  de  la  totalidad  del  carpo  del  radio,  se  relaciona  de  manera  habitual  con  una  fractura  de  la  apófisis  estiloides  radial  (fig.  13-2).  La  luxación  cubital  es  otra  de  las  luxaciones  en  las  cuales  los  ligamentos entre las hileras radial y proximal están rotos,  lo cual  permite  que  el  carpo  se  deslice  cubitalmente  sobre  el  radio  (fig.  13-3)  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Hay  dolor localizado en la  muñeca,  de  ordinario  después  de caer  sobre la mano extendida. La hinchazón es variable, desde apenas  perceptible hasta  significativa,  en el caso  de  una  luxación mayor.  El  examen  clínico  se  inicia  al  buscar  áreas  de  equimosis,  límites  del  movimiento  activo,  y  el  estado  neurovascular.  Se  intenta  lo- Flg. 13-2. Luxación y fractura radiocarpiana de la apófisis estiloides radial.  Fracturas  y  luxaciones  de  la  muñeca  1 8 7  Fig. 13-3. Translocación cubital. El carpo se ha desplazado cubitalmente.  calizar  puntos  de  hipersensibilidad  sobre  huesos  o  ligamentos  específicos.  Cuando está  luxada,  la  muñeca se  observa  acortada,  con  una llenura  sobre  el  dorso o  en  el  túnel  del  carpo.  Cualquier  movimiento producirá dolor.  Se evalúa si hay signos  de compre- sión  del  nervio  mediano.  La  disociación escafosemilunar  es  difícil  de  diagnosticar  clíni- camente.  En  muchos casos,  no  se  puede  recordar  incidente  trau- mático específico  alguno.  Hay un área con un punto de hipersen- sibilidad  dorsalmente  sobre  la  articulación  escafosemilunar.  El  movimiento puede no estar muy  restringido a causa  de  dolor.  En  la prueba del golpe de Watson,  el examinador coloca el pulgar con- tra el  aspecto volar  del escafoides  (polo  distal)  y  usa la otra mano  para mover la  muñeca desde la desviación cubital  a radial.  Si hay  una  disociación  escafosemilunar,  esta  maniobra  fuerza  dorsal- mente  al  escafoides  fuera  de  la  fosa  escafoidea  del  radio,  lo  cual  genera  de  esa  forma  un  golpe  doloroso  que  puede  sentir  el  exa- minador.  Examen radiográfico  Se obtiene un mínimo de cuatro vistas de la muñeca:  anteroposte- rior  (AP)  en  posición  neutra,  anteroposterior en  desviación cubi- tal,  oblicua y  lateral verdadera.  En la  proyección anteroposterior  se  observa  una  serie  de  arcos  que pueden ser de  utilidad para detectar anormalidades carpianas  188  Manual  de  fracturas  (fig.  13-4).  El  arco  I  se  forma  con  los  bordes  proximales  del  escafoides, semilunar y piramidal.  El arco II se forma con los bor- des  distales  de  estos  mismos  tres  huesos.  El  arco  III  consiste  en  los  bordes  proximales  del  hueso  grande  y  el  hueso  ganchoso.  Normalmente  los  tres  arcos  forman  líneas  suaves;  una  rotura  en  el  arco  es  un  signo  de fractura,  luxación  o  inestabilidad.  Si se sospecha inestabilidad carpiana, se miden los ángulos del  escafosemilunar  y  el  semilunar-hueso  grande.  Estos  se  evalúan  con el bloqueo lateral  (fig.  13-5).  Para cuantificar el ángulo escafo- semilunar  se  traza  una  línea  a  lo  largo  del  eje  longitudinal  del  escafoides y se  traza otra a un ángulo recto a una línea que  conecta  los polos dorsal y volar del semilunar (se bisecciona esencialmente  al semilunar). El ángulo entre las dos líneas varía normalmente  de  30  a  60  grados.  Los  ángulos  mayores  de  60  grados  indican  una  inestabilidad  segmentaria  intercalada  dorsal  (ISID),  y  los  ángu- los  menores  de  30  grados  indican  una  inestabilidad  segmentaria  intercalada  volar  (ISIV;  fig.  13-6).  El  ángulo  del  hueso  grande- semilunar se forma por una línea a lo largo del eje del hueso gran- de  y  la  línea  que  bisecciona  al  semilunar.  Este  ángulo  debe  ser  normalmente  menor  de  15  grados;  si  es  mayor  y  señala  dorsal- mente,  hay inestabilidad  segmentaria  intercalada  dorsal;  cuando  señala  volarmente,  hay  inestabilidad  segmentaria  intercalada  volar.  Los hallazgos  radiográficos  de  una  luxación  perisemilunar  in- cluyen  un  semilunar  triangular  en  la  vista  anteroposterior,  pér- Fig. 13-4. Arcos carpianos. Una rotura en un arco indica lesión, fractura o  luxación de ligamento  intercarpiano.  Fracturas  y  luxaciones  de  la  muñeca  189  Ángulo  ES  Hueso  grande  Semilunar  Radio  Escafoides  Normal  Ángulo  E-S  =  30 a 60 grados  G-S  =  0  Flg.  13-5.  Ángulos  escafosemilunar  (E-S)  y  del  hueso  grande-semilunar  (G-S).  dida  de  paralelismo  entre  las  superficies  articulares  adyacentes  del  radio  y  de  la  hilera carpiana  proximal,  y  la  cabeza  del hueso  grande  dorsal  al  semilunar  en  la  vista  lateral.  Una  luxación  del  semilunar  se  caracteriza  por  la  ausencia  de  este  hueso  de  su  fosa  en  la  radiografía  anteroposterior,  y  el  desplazamiento  volar  del  semilunar en la radiografía lateral.  Una disociación perisemilunar  transescafoidal  se  distingue  por  los  signos  de  una  luxación  semilunar  o  perisemilunar  de  una  fractura  del  escafoides.  Las  placas  con  distracción  separan  los  fragmentos  haciendo  que  el  diagnóstico  sea  más  obvio.  El  hallazgo  fundamental  de  la  disociación  escafosemilunar  es  un  espacio  ensanchado  entre  el  escafoides  y  el  semilunar  que  se  observa  en  la  vista  anteroposterior  (flg.  13-7).  En  la  vista  lateral  hay  una  orientación  más  horizontal  al  escafoides,  y  el  ángulo  escafosemilunar es mayor de 70 grados. Las vistas de comparación  del  lado  no  lesionado  ayudan  a  establecer  el  diagnóstico.  Cuan- do el examen clínico  señala hacia una disociación escafosemilunar,  pero los signos radiográficos son confusos, se obtienen cinerradio- grafías  o  artrogramas.  190  Manual de  fracturas  ISIV  E-S  =  < 30 grados  G-S  =  >15  grados  Fig. 13-6. Deformidad inestabilidad segmentaria intercalada volar (ISIV) del  carpo.  El  diagnóstico  de  luxación  radiocarpiana  es  obvio  en  la  vista  lateral.  El  semilunar y  la  totalidad  del carpo  están separados  del  radio.  En  la  radiografía  anteroposterior,  con  frecuencia  hay  una  fractura  de  la  apófisis  estiloides  radial,  y  el  carpo  está  montado  sobre el radio  distal  (fig.  13-2).  El  diagnóstico  de  translocación  cubital  se  establece  en  la  ra- diografía  anteroposterior  (fig.  13-3).  Hay  dos  tipos:  1)  el  carpo  total es desplazado cubitalmente fuera del radio, y 2) el escafoides  permanece  en  su  lugar  y  el  resto  del  carpo  se  desplaza  cubital- mente.  Tratamiento inicial  Las  luxaciones  perisemilunar,  semilunar y  semilunar  transescafoidea  se  reducen  tan pronto  como  sea  posible  para  llevar al  mínimo  la  incidencia  de  lesión  del  nervio  mediano.  El  bloqueo  axilar  o  la  anestesia regional  intravenosa  (IV)  proporcionan relajación mus- cular  adecuada,  lo cual no  sucede  con la  sedación  intravenosa  ni  la  inyección  local.  Un  periodo  preliminar  de  tracción  (4.53  a  6.8  kg,  aproximadamente)  relaja los músculos.  Este es un tiempo ex- Fracturas  y luxaciones  de  la  muñeca  191  Flg. 13-7. Disociación escafosemilunar.  celente  para  tomar radiografías ya que los huesos  del carpo  están  en  distracción  y  es  más  fácil  detectar  lesiones  adicionales.  Des- pués  de  5  a  10  minutos  de  tracción,  se  retiran  las  cintas  de  los  dedos  y  el cirujano  mantiene la  tracción.  Se coloca  un pulgar  so- bre  el  túnel  del  carpo  empujando al  semilunar  de  vuelta  a la  fosa  semilunar.  La  extensión  de  la  muñeca  seguida  por  flexión  pal- mar  gradual  permite  que  la  cabeza  del  hueso  grande  se  deslice  de vuelta a la concavidad del semilunar. Se aplica un enyesado  de  espiga  del  pulgar con  la  muñeca  neutral  y  flexión  palmar  ligera.  Se  obtienen  placas  posteriores  a  la  reducción,  el  paciente  se  ad- mite  durante  la  noche  con  verificaciones  neurovasculares  cada  hora,  y  el miembro  superior  se  eleva y  se  le  aplica hielo.  La  luxación  radiocarpiana se reduce  mediante el  uso de  la  mis- ma técnica utilizada para las fracturas del radio distal.  Se  aplican  férulas  enyesadas, y se observa al paciente por posibles signos  de  deterioro  del nervio  mediano.  Las  placas  posteriores  a  la  reduc- 192  Manual de  fracturas  ción  se  examinan  para  detectar  posibles  signos  de  lesiones  con- comitantes,  especialmente  inestabilidad  del  carpo.  La  reducción  cerrada  en  la  disociación  escafosemilunar  y  en  la  translocación  radiocubital  casi  nunca  es  posible.  La  muñeca  se  enferula  para  obtener  comodidad  hasta  que  es  asintomática  o  se  lleva  a  cabo  cirugía.  Lesiones  relacionadas  La  lesión  vinculada  de  manera  más  habitual  es  la  efección  del  nervio  mediano.  Esto  se  indica  por  una  pérdida  de  sensibilidad  en la  superficie  palmar del pulgar,  el índice y  los  dedos  largos  y,  ocasionalmente,  incapacidad  para  oponer  el  pulgar.  La  pérdida  de  función  del  nervio  mediano  es  una  indicación  de  reducción  inmediata  de  las  luxaciones  o  fracturas,  y  posible  liberación  del  túnel  del  carpo  de  urgencia.  Otras  lesiones  relacionadas  menos  comúnmente  incluyen  la  rotura  de  las  arterias  radial  y  cubital,  y  la  lesión  del  nervio cubi- tal.  Estos  se  descartan  mediante  una  exploración  neurovascular  enfocada.  Tratamiento  definitivo  El  autor  aplica  clavos  percutáneamente  en  la mayor  parte  de  las  luxaciones  perisemilunares y  semilunares,  con  el uso  de  fluoros- copia,  debido  a  la  alta  probabilidad  de  colapso  tardío,  aun  con  una  reducción  inicial  adecuada.  Se  aplica  un  enyesado  en  espiga  corto  de  brazo  en  el  pulgar,  y  se  secciona  en  ambos  lados  para  dar  lugar  a  la  hinchazón.  Los  clavos  se  retiran  a  las  ocho  sema- nas,  y  se  usa  una  férula  ortoplástica  durante  un  periodo  adicio- nal  de  cuatro  semanas.  Los  ejercicios  de  límites  de  movimientos  se  inician  después  de  la  extracción  de  los  clavos,  y  el  refuerzo  se  retrasa  hasta  que  la  férula  de  ortoplastia  se  ha  retirado.  Cuando  no  se  logra  reducción  anatómica  por  medios  cerra- dos,  se lleva a cabo reducción abierta y fijación interna, mediante  un acceso extendido  del  túnel  del  carpo.  El  semilunar se localiza  en  el  conducto  carpiano  y  se  reduce  a  través  de  la  rotura  en  la  cápsula  volar.  La  fijación  percutánea  con clavos  del  escafoides  y  el semilunar se realiza con fluoroscopia. Si no se logra una reduc- ción  anatómica,  se  usa  una  exposición  dorsal  para  lograr  una  mejor observación  de las  relaciones escafoides y semilunar mien- tras  se  colocan  los  clavos.  Se  aplican  clavos  entre  el  escafoides  y  el semilunar, entre el escafoides y el hueso grande, y de ordinario  entre  el radio  y  el  semilunar.  Se  repara  el  desgarro  en la  cápsula  volar.  Fracturas  y luxaciones  de  la  muñeca  193  En  el  posoperatorio,  se  inmoviliza  la  muñeca  con  vina  férula  en  espiga  de  yeso  del  pulgar.  La  férula  de  yeso  se  cambia  a  un  enyesado en  espiga corto de brazo  del pulgar,  en el  momento del  retiro  de  la  sutura  en  7  a  10  días.  Se  mantienen  los  alambres  de  Kirschner  durante  8  a  10  semanas.  Los  ejercicios  en  el  intervalo  de movimiento  empiezan  después  de la  extracción de  los clavos.  La  luxación  perisemilunar transescafoidea  se reduce de la manera  descrita en el apartado "Tratamiento inicial"  (véase antes). La ade- cuación  de  la  reducción  escafoidea  se  evalúa cuidadosamente  en  las  radiografías  posteriores  a  la  reducción.  Si  hay  alguna  duda,  se  obtienen  estudios  de  imagen  por  resonancia  magnética  (IRM)  o  de  tomografía  por  computadora  (TC).  Se  presta  atención espe- cial  a  la  inestabilidad  segmentaria  intercalada  dorsal  o  a  una  de- formidad  dorsal,  "joroba",  del  escafoides  (formación angular con  vértice dorsal en el sitio de fractura). Si la reducción es aceptable,  se  aplica  un  enyesado  de  espiga  del  pulgar.  Se  obtienen  radio- grafías  de  seguimiento  semanalmente  durante  las  primeras  tres  semanas.  La inmovilización  del enyesado se mantiene  hasta  que  se  produce  la  reparación  de  la  fractura  del  escafoides  (con  fre- cuencia  durante  varios  meses).  Si  la  fractura  del  escafoides  se  desplaza  más  de  1  mm,  o  tiene  una  desviación  angular,  se  lleva  a  cabo  la  reducción  abierta  por  medio  de  un  acceso  de  Russe  modificado,  que  se  puede  extender  para  permitir  acceso  a  la  cápsula  volar  de  la  muñeca.  La  fractura  se  estabiliza  ya  sea  con  alambres  de  Kirschner  o  un  tornillo  dise- ñado  para  usarse  en  el  escafoides.  Se  obtienen  radiografías  y  se  evalúa la relación entre  el escafoides  y  el  semilunar.  Cuando  hay  una  alineación  defectuosa  residual,  el  acceso  de  Russe  se  extien- de  a  un  acceso  al  túnel  del  carpo,  o  se  agrega  un  acceso  dorsal  separado.  Se  usan  alambres  de  Kirschner  para  estabilizar  al  semilunar,  el hueso  grande y  el  escafoides en su relación normal.  Cuando  se  practica  tardíamente  la  reducción  abierta,  es  necesa- rio  el  injerto  de  hueso  en  la  fractura  del  escafoides.  Se  aplica  una  férula  en  espiga  en  el  pulgar,  en  tenacilla  de  muelle,  después  del  cierre  de  la  herida.  La  férula  posoperatoria  se cambia  a un enyesado  de  espiga  corto  de  brazo  del  pulgar una  semana después.  Se realiza seguimiento del paciente a intervalos  de  cuatro  semanas,  cuando  se  cambia  el  enyesado  y  se  obtienen  radiografías.  Si no  hay  progresión hacia  la  reparación  de  la  frac- tura  de  cuatro a  seis meses  después  de la lesión se indica  un injer- to  de  hueso.  Los  alambres  de  Kirschner  se  retiran  después  de  la  reparación  de  la  fractura  del  escafoides.  La  fisioterapia  suele  ser  necesaria,  con  inclusión  de  la  utilización  de  férulas  dinámicas.  La reducción cerrada y la fijación con clavos de las disociaciones  escafosemilunares  se realizan bajo intensificación de imagen o  guía  194  Manual  de  fracturas  artroscópica. Se obtienen placas permanentes, y si la relación entre  el  escafoides  y  el  semilunar  es  normal,  se  mantienen  colocados  los clavos por 10 semanas.  Los ejercicios de límites de movimien- to se inician después de la extracción de los clavos.  La reparación  de  los  ligamentos  después  de  la  reducción  cerrada  y  la  aplica- ción  de  clavos  en  la  disociación  escafosemilunar  no  siempre  es  confiable,  y  puede  haber  recurrencia  posterior  de  la  alineación  carpiana  defectuosa.  Por  esta  razón,  el  autor  suele  preferir  la  re- paración abierta del ligamento escafosemilunar y un procedimien- to  de  capsulodesis  dorsal.  El  ligamento  escafosemilunar  se  repara  con  un  acceso  dorsal.  El ligamento suele encontrarse desprendido del escafoides. Se  fi- jan minisuturas  de  anclaje no absorbibles  al  escafoides.  La sutura  se  pasa  a  través  de  los  extremos  del  ligamento  mediante  la  utili- zación  de  la  técnica  de  sutura  de  colchonero.  El  escafoides  y  el  semilunar se colocan en alineación anatómica y  se mantienen con  alambres  de  Kirschner.  Se  atan  las  suturas.  Se  fija  al  escafoides  una  tira  de cápsula  dorsal  de  1  cm de  ancho,  basada en el  tubér- culo  de  Lister,  a  lo  largo  de  la  superficie  distal,  hasta  el  punto  medio  de  rotación  (capsulodesis  de  Blatt).  El  tratamiento  poso- peratorio es  el  mismo que  para la  luxación perisemilunar.  La luxación  radiocarpiana se  trata con reducción cerrada,  a me- nos  que haya una  inestabilidad carpiana vinculada,  en cuyo caso  se prefiere la reducción abierta, fijación con alambre  de Kirschner,  y  reparación  primaria  de  ligamentos,  tanto  de  los  ligamentos  palmares  como  dorsales.  La  luxación  radiocarpiana  palmar  ais- lada  se  relaciona  casi  invariablemente  con  inestabilidad  poste- rior  a  la reducción.  Las  opciones  de  tratamiento  en  la  translocación  cubital  son  re- ducción  y  reparación  del  ligamento  o  artrodesis  radiocarpiana.  Complicaciones  La complicación singular de las luxaciones de los huesos carpianos  es  la  inestabilidad  tardía.  Después  que  se  reduce  el  semilunar,  puede  producirse  inestabilidad  segmentaria  intercalada  dorsal  debido  a  la  pérdida  de  la  estabilización proporcionada  por  el  li- gamento escafoideo o el escafosemilunar, o ambos.  Si no se corri- ge,  el  patrón  de  la  inestabilidad  segmentaria  intercalada  dorsal  conduce  a  artritis  intercapiana  progresiva.  Un  patrón  de  inesta- bilidad  similar,  la  inestabilidad  segmentaria  intercalada volar  se  observa  del  lado  volar  de  la  muñeca.  En  este  caso,  las  fuerzas  desestabilizan primero a la articulación semilunar-piramidal.  Esta  modalidad menos común  de  inestabilidad de la muñeca  también  da lugar  a  artritis,  pero  no  tan rápidamente  como  con una  defor- midad  de  inestabilidad  segmentaria  intercalada  dorsal.  Fracturas  y  luxaciones  de  la  muñeca  195  FRACTURAS  Las  fracturas  de la  muñeca  se  producen  en aislamiento  o  en com- binación con otras fracturas y  luxaciones.  El escafoides es el hue- so  del  carpo  que  se  fractura  de  modo  más  habitual,  seguido  en  orden de frecuencia por el piramidal,  el semilunar, el hueso  gran- de,  el  pisiforme  y  los  otros  huesos  del carpo.  Clasificación  Las fracturas del escafoides se clasifican de acuerdo con el hecho de  encontrarse  o  no  desplazadas  y  según  la  localización  de  la  frac- tura.  El mecanismo  de la lesión consiste en  que  durante la  hiper- tensión de la muñeca, el reborde  dorsal del radio es impulsado al  interior  de  la  cintura  escafoidea,  y  simultáneamente  se  desarro- llan  fuerzas  tensiles  sobre  la  superficie  volar  del  escafoides,  lo  cual genera como resultado fractura.  El escafoides tiende a  abrirse  dorsalmente  y  a  comprimir las  superficies volares juntas,  toman- do  gradualmente  una  deformidad  en  "joroba",  que  se  vincula  con un aumento  de la probabilidad  de falta  de  unión.  Hay  fractu- ras  desplazadas y  no  desplazadas  en  el  polo  proximal,  la  cintura  y el polo distal.  Las fracturas desplazadas incluyen cualquier frac- tura  con una  separación  superior  a  1  mm  en  la  vista  anteroposte- rior,  un  ángulo  intraescafoideo  mayor  de  45  grados  observado  en  tomogramas  laterales  o  tomografía  por  computadora  (el  nor- mal  es  de  30  grados  o  menor),  o  la  presencia  de  un  patrón  de  inestabilidad  carpiana  relacionada.  Fracturas del piramidal  La  fractura  más  común  del  piramidal  es  un  arrancamiento  de  la  superficie  dorsal.  Este  se  observa  mejor  en  la  proyección  lateral.  También  pueden  producirse  fracturas  del  cuerpo  del  piramidal.  Fracturas del semilunar  Las  fracturas  del  semilunar  no  ocurren  de  manera  habitual,  a  menos  que  se  relacionen  con  la  enfermedad  de  Kienbock.  Hay  dos  tipos  de  fracturas  agudas  del  semilunar:  fracturas  del cuerpo  semilunar  y  fracturas  del  borde.  Las  fracturas  del  cuerpo  semilunar  son  el  resultado  ya  sea  de  una  fuerza  de compresión aplicada  a  la cintura o fuerzas  de com- presión  de  la  cabeza  del  hueso  grande  que  presionan  sobre  un  semilunar  avascular en  la  enfermedad  de  Kienbock.  Con  frecuen- cia es  difícil  evaluar el  desplazamiento  en radiografías  simples,  y  no  se  recomienda  la  tomografía  por  computadora.  196  Manual de  fracturas  Las fracturas  dorsales y volares  del borde del semilunar se pro- ducen en relación con otras  lesiones  de la muñeca,  especialmente  luxaciones perisemilunares.  En su mayor parte estas lesiones son  pequeñas y es mejor dejarlas por sí solas,  a menos que se vuelvan  sintomáticas.  Cuando  la  fractura  afecta  una  porción  significativa  de  la  superficie  articular  semilunar,  se  indica  reducción abierta  y  fijación interna.  Fracturas del hueso grande  Las  fracturas  del  cuello  del  hueso  grande  se  producen  ya  sea  de  manera  aislada  o  en  vinculación  con  otras  lesiones.  Son  despla- zadas  o no  desplazadas.  Las  fracturas  del  cuello  del hueso  gran- de pueden presentarse  en relación con una luxación periserrúlunar  transescafoidea  (síndrome  del  escafoides-hueso  grande).  Fracturas del pisiforme  El  pisiforme  es  un  hueso  sesamoideo  situado  dentro  del  tendón  del  flexor  cubital  del  carpo,  y  tiene  articulación  con  el  hueso  ganchoso.  Las fracturas  del  pisiforme se  producen a causa  de  un  trauma  directo,  de  ordinario  por  una  caída.  Estas  fracturas  se  observan  mejor  radiológicamente  en  la  vista  oblicua.  Las  fractu- ras  desplazadas  de  la  superficie  articular  pueden  conducir  a  una  artritis  dolorosa  de  la  articulación  pisiforme-hueso  ganchoso.  Otras fracturas carpianas  Se han descrito fracturas en todos los huesos del carpo. En general,  las  fracturas  que  afectan  porciones  significativas  del  cuerpo  de  un hueso o la superficie  articular deben evaluarse cuidadosamente  en relación con un posible desplazamiento.  Las fracturas del gan- cho del hueso ganchoso requieren pensar en la gran  probabilidad  de  que  exista  para  encontrarle,  especialmente  en  los  pacientes  con  traumas repetidos  (p.  ej.,  el uso  de un martillo neumático),  o  un  golpe  súbito  sobre  la  palma  de  la  mano  (p.  ej.,  un  bate  de  béisbol o un movimiento errático de balanceo en el juego de golf).  Lesiones  relacionadas  Las  luxaciones y  lesiones  ligamentosas  intercarpianas  se  relacio- nan  de  manera habitual  con fracturas  desplazadas  del  carpo.  Es- tas  lesiones  se  descartan  con  estudios  radiográficos  apropiados.  Las  lesiones  neurovasculares  son  poco  comunes,  pero  se  elimi- nan  mediante  un  examen  enfocado.  Fracturas  y luxaciones  de  la  muñeca  197  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Hay  dolor  en  la  muñeca  con  puntos  de  hipersensibilidad  situa- dos  directamente sobre el hueso afectado.  El escafoides es el hue- so  del  carpo  que  se  fractura  de  manera  más  habitual.  Las  fractu- ras  del  escafoides  se observan con frecuencia en varones jóvenes.  Los  hallazgos  físicos  singulares  de  estas  fracturas  son  el  dolor:  con pellizco del pulgar, en la palpación del polo proximal en la  ta- baquera  anatómica,  o  en  la  palpación  del  polo  distal  en  la  su- perficie  volar  de  la  muñeca.  Examen radiográfico  Se  obtiene  un  mínimo  de  cuatro  vistas:  anteroposterior  con  la  muñeca  en  posición  neutra,  anteroposterior  con  la  muñeca  en  desviaciones  cubital,  oblicua  y  lateral  verdadera.  Las  vistas  escafoideas  especiales  se  obtienen  mediante  la  desviación  angu- lar  de la muñeca a 20 grados para llevar el eje largo del escafoides  en  situación paralela  al  casete  de  rayos  X  y  perpendicular  al  haz  de  los  rayos  X  en  la  forma  descrita  por  Stecher.  Otras  pruebas  que  son  útiles  para  establecer  el  diagnóstico  de  una  fractura  de  un  hueso  carpiano  son  los  gammagramas  de  hueso,  la  tomogra- fía  por  computadora  y  las  imágenes  por  resonancia  magnética.  En  ocasiones,  se  observan  fracturas  del  gancho  del  hueso  ganchoso  en una  proyección  del  túnel  del  carpo.  Sin  embargo,  si  estas  proyecciones  son  negativas  y  el  paciente  tiene  una  hiper- sensibilidad  localizada,  puede  obtenerse  una  imagen  por  reso- nancia  magnética.  Las  faltas  de unión se  distinguen  de  las  fracturas agudas  en las  radiografías  simples  por  la  reabsorción  o  formación  de  quiste,  esclerosis en el sitio  de  la fractura,  desplazamiento  de la  fractura,  y  formación  angular  dorsal.  Tratamiento  inicial  La  decisión clave  inicial  es  evaluar  si  la  fractura  será  tratada  por  medio  de  métodos  cerrados  o  cirugía.  Si  han  de  usarse  métodos  cerrados, la terapéutica inicial es el tratamiento definitivo.  Cuan- do  la  fractura  se  trata  con  cirugía,  se  aplica  un  enferulado  en  es- piga  del  pulgar,  con  la  muñeca  elevada  y  en hielo.  Si  el  examen  físico es sospechoso de  una  fractura,  pero los rayos X son negati- vos,  se  aplica  una  férula  en espiga  del  pulgar y  se  repiten  radio- grafías  a  las  dos  semanas.  Cuando  las  radiografías  aún  son  ne- 198  Manual de  fracturas  gativas  y  el  examen  clínico  continúa  siendo  sospechoso  de  una  fractura,  se  obtiene un  gammagrama  de hueso o  una imagen  por  resonancia  magnética.  Tratamiento  definitivo  Fracturas del escafoides  Las  fracturas  del  escafoides  no  desplazadas  se  tratan  con  un  enyesado  de  espiga  largo  de  brazo  del  pulgar,  con  la  muñeca  en  posición  neutral,  durante  las  primeras  cuatro  semanas,  seguido  por  un enyesado en espiga corto  de brazo  del pulgar hasta  que  se  produce  la curación.  La  única  excepción  es  una  fractura  de  tube- rosidad,  que  se  repara  con  un  enyesado  corto  de  brazo.  El  enyesado  se  cambia  cada  cuatro  semanas,  y  se  obtienen  radio- grafías  sin éste.  La  inmovilización se continúa  hasta  que hay  una  formación de puente óseo a  través  de la  fractura.  Los estudios  de  tomografía  por  computadora  son  de  utilidad  cuando  hay  alguna  duda  acerca  de  la  unión.  La  reducción  abierta  por  medio  de  una  acceso  de  Russe,  y  la  fijación  con  alambres  de  Kirschner,  o  un  tornillo  de  Herbert,  se  indica en caso de fracturas desplazadas. La reducción artroscópica  y  aplicación  del  clavo  sólo  se  recomienda  para  los  cirujanos  con  experiencia  artroscópica  extensa.  No  es  necesario  el  injerto  de  hueso en las fracturas  agudas a menos  que haya conminución, en  cuyo caso el injerto suele obtenerse del radio distal.  La muñeca se  inmoviliza  en  un  enyesado  de  espiga  corto  de  brazo  del  pulgar  hasta  que  se  produce  la  unión.  Se  retiran  los  alambres  en  el con- sultorio, y los tornillos únicamente si se han vuelto sintomáticos.  La utilización de un  tornillo de Herbert es  técnicamente desafiante  aun  para aquéllos con experiencia  extensa,  y  tiene  poco que  reco- mendarse  sobre  los  alambres  de  Kirschner.  Las fracturas  del  piramidal  se  tratan  con  un  eayesado  corto  de  brazo  hasta  que  se  tornan  asintomáticos,  de  ordinario  de  dos  a  cuatro semanas.  Las fracturas  del  cuerpo del piramidal se produ- cen por traumas más extremos.  Cuando ocurre un desplazamiento  significativo, las fracturas del cuerpo se tratan con reducción abier- ta  y  fijación.  Las fracturas  del  cuerpo  desplazado  del  semilunar  se  tratan  con  reducción  abierta y  fijación.  Las  fracturas  del  borde  dorsal  o  vo- lar,  si  son  pequeñas  y  no  se  vinculan  con  otras  lesiones,  como  una luxación perisemilunar,  se  tratan durante cuatro  a seis  sema- nas  con  un  enyesado  corto  de  brazo  que  se  extiende  hasta  las  articulaciones  metacarpofalángicas.  Las  fracturas  del  borde  que  afectan  una  porción  significativa  de  la  superficie  articular  se  tra- tan con  reducción  abierta  y  fijación.  Fracturas  y luxaciones  de  la  muñeca  199  Las  fracturas  del  cuello  del  hueso grande  no  desplazadas  se  tra- tan con inmovilización con enyesado, pero en seguida  deben efec- tuarse  radiografías  frecuentes  para  asegurar  que  no  se  produce  desplazamiento.  Las  fracturas  del  cuello  desplazadas  se  tratan  con  reducción  anatómica  y  fijación,  de  ordinario  por  medio  de  un  acceso  dorsal.  Las fracturas del pisifortne se tratan inicialmente con enferulado.  Cuando  generan  síntomas  a  causa  de  falta  de  unión  o  artritis  pisiforme-hueso  ganchoso,  se  extirpa  el  pisiforme.  Otras fracturas  carpianas  con  desplazamiento  significativo  de  la  superficie  articular  se  tratan  con  reducción  abierta  y  fijación  interna.  Las  fracturas  por  arrancamiento  suelen  indicar  una  le- sión  ligamentosa  y  se  tratan  con  inmovilización  hasta  que  se  cu- ran.  Cuando  se  diagnostican  y  tratan  dentro  de  las  primeras  se- manas  posteriores  a  la  lesión,  las  fracturas  del  gancho  del  hueso  ganchoso  pueden  repararse  con  un  enyesado corto  de  brazo.  Las  fracturas sintomáticas, no unidas,  del  gancho del hueso  ganchoso  se  extirpan.  Complicaciones  Las  complicaciones  que  se  encuentran  más  frecuentemente  des- pués  de  la  fractura  de  uno  de  los  huesos  del  carpo  son  artritis,  falta  de  unión  y  necrosis  avascular.  La  artritis  se  trata  inicialmente  de  manera  conservadora  con  restricción  de  la  actividad,  enferulado  y  antiinflamatorios  no  es- feroides. Si la artritis es suficientemente sintomática, el tratamiento  con artrodesis  de la  articulación afectada  (es decir,  una artrodesis  intercarpiana  limitada)  o  artrodesis  completa  de  la  muñeca  pue- den  salvar  la  situación.  La falta de unión y la necrosis avascular son problemas frecuentes  que  se  presentan después  de  la fractura  del escafoides  (fig.  13-8).  Diez  por  ciento  de  todas  las  fracturas  agudas  del  escafoides  pre- sentarán falta de unión.  Los factores relacionados con el  aumento  en  la  probabilidad  de  falta  de  unión  incluyen  retraso  del  diag- nóstico inicial,  desplazamiento o desviación angular inicial, y frac- turas  del  polo  proximal.  Las  consideraciones  importantes  en  el  tratamiento  de  la  falta  de  unión  escafoide  incluyen preservación  del  riego  sanguíneo,  injerto  de  hueso  en  el  sitio  de  la  falta  de  unión,  fijación  interna  para  lograr  estabilidad,  corrección  de  la  deformidad  en joroba,  e  inestabilidad  carpiana  vinculada.  La  falta  de  unión  escafoide  sintomática  relacionada  con  artri- tis  avanzada  no  tiene  opciones  terapéuticas  que  vayan  a  restau- rar  la  función normal,  y  se  tratan  mejor con un  procedimiento  de  salvamento.  Las  opciones  incluyen  una  artroplastia  con  interpo- 2 0 0  Manual  de  fracturas  Fig. 13-8. Falta de unión del escafoides.  si ci ón  a pone ur ót i c a ,  f usi ón  de  c ua t r o  e s qui na s  c on  r esecci ón  escafoi dal ,  car pect omí a  de  l a  hi l er a  pr oxi mal ,  y  fusi ón  de  l a  mu - ñeca.  LECTURAS  SELECCI ONADAS  Adkison  JW,  Chapman  MW:  Treatment  of  acute  lunate  and  perilunate  dislocatíons.  Clin  Orthop  164:199-207,1982.  Gilula  LA,  Destouet JM,  Weeks  PM,  Young  LV,  Wray  RC:  Roentgenogra- phic  diagnosis  of the painful  wrist.  Clin  Orthop  187:52-64,1984.  Herbert TJ,  Fisher WE:  Management of the fractured scaphoid  using a  new  bone  screw. JBone Joint Surg 66B:114-123,1984.  Howard RF, Slawski BP, Gilula LA: Isolated palmar radiocarpal dislocation  and  ulnar  translocaüon.  /  Hand  Surg  22A:78-82,1997.  Lavernia CJ, Cohén MS, Taleisnik J: Treatment of scapholunate dissociation  by  ligamentous  repair  and  capsulodesis.  /  Hand  Surg  17A:354-359,1992.  Fracturas  y  luxaciones  de  la  muñeca  201  Mayfield JK, Johnson RP, Kilcoyne RK: Carpal dislocations: Pathomechanics  and  progressive  perilunar  instability.  /  Hand  Surg  5:226-241,1980.  Stecher  WR:  Roentgenography  of  the  carpal  navicular  bone.  AjR  37:704- 705,1937.  Fracturas y luxaciones  de los metacarpianos  y  falanges  Mark  González  Este  capítulo  abarca  fracturas y  fracturas-luxaciones  de  los meta- carpianos  y  falanges.  ANATOMÍA  Los  metacarpianos  2  a 5  tienen  una  base  cuboidal  expandida,  con  facetas  para  articulación  con  el  carpo  y  metacarpianos  vecinos.  Los  ligamentos  intermetacarpianos  dorsal  y  palmar  y  los  liga- mentos  interóseos  estabilizan  estas  articulaciones.  La  primera  articulación carpometacarpiana (CMC) es una articulación bicóncava,  en  silla  de  montar,  estabilizada  principalmente  por  el  ligamento  oblicuo  anterior  del  ligamento  intermetacarpiano.  Las articulaciones  metacarpofalángicas  (MCF)  son articulaciones  en bisagra complejas,  que  permiten  movimiento  medial  y  lateral  cuando  están completamente extendidas.  El  aspecto  volar  de es- tas  articulaciones  es  apoyado  por  la  placa  volar.  Los  ligamentos  colaterales  son  mediales y  laterales  a  las  articulaciones,  y  son los  est abi l i zadores  medi al es  y  laterales  pri mari os.  La  cabeza  metacarpiana  tiene  forma  de  leva,  y  las colaterales  se  encuentran  bajo estiramiento máximo en flexión.  La articulación metacarpofa- lángica  se enferula de manera segura en flexión de 70  a 90  grados.  El  efecto  de  leva  de la cabeza  metacarpiana mantiene la longitud  del ligamento colateral y  evita  una contractura de extensión  (figs.  14-1]  y  14-2).  La  articulación  metacarpofalángica  del  pulgar  es  estructuralmente  similar  a  otras  articulaciones  metacarpofalán- gicas, pero sus músculos  intrínsecos  (aductor del pulgar,  abductor  corto del pulgar, y flexor corto del  pulgar)  y  tres  tendones extrín- secos  (flexor  largo  del  pulgar,  extensor  corto  del pulgar  y  exten- sor  largo  del  pulgar)  son  estabilizadores  dinámicos.  El  pulgar  es  enferulado  para  evitar  contractura  de  estos  músculos  intrínsecos  (es  decir,  la  primera  membrana  interdigital).  Las falanges  proximal  y  media  tienen  un  vértice  dorsal  ligera- mente  curvo.  Las  articulaciones  interfalángicas  proximal  y  distal  (IFP  e  IFD)  son  verdaderas  articulaciones  en  bisagra.  Los  liga- mentos  estabilizadores  son  similares  a  los  de  la  articulación  202  14  Fracturas  y  luxaciones  de  los  metacarpianos  2 0 3  Flgs. 14-1  y 14-2. La forma de leva de la cabeza metacarplana da lugar a  que los ligamentos colaterales se estiren en grado máximo cuando la articu- lación  metacarpofalángica está flexionada.  metacarpofalángica,  pero  a  diferencia  de  estas  articulaciones  no  hay  movimiento  de lado a  lado.  Las  articulaciones  interfalángica  proximal  se  enferulan  en  0  a  10  grados  de flexión, evitándose  de  esa  forma  el  desarrollo  de  ligamentos  tirantes  en  la  placa  volar y  una  contractura  de  flexión.  El  capuchón  extensor  es  dorsal  a  la  articulación  interfalángica  proximal;  su  tira  central se inserta  en la  falange  media y  las ban- das  laterales  forman  el  extensor  de  la  articulación  interfalángica  distal.  El  flexor  superficial  de  los  dedos  (FSD)  se  inserta  en  la  falange  media,  y  el  flexor  profundo  de  los  dedos  (FPD)  en  la  fa- lange  distal.  204  Manual de  fracturas  FRACTURAS  DE  LOS  METACARPIANOS  Clasificación  Las  fracturas  de  los  metacarpianos  se  clasifican  según  afecten  la  base,  la  diáfisis,  el  cuello,  o  la  cabeza.  Factores  adicionales,  que  influyen  sobre  el  tratamiento,  generan  la  posibilidad  de  que  la  fractura  sea  abierta,  cerrada,  o  el  resultado  de  una  lesión  de  alta  energía,  y  que  haya  más  de  un  metacarpiano  fracturado.  Las fracturas de las bases metacarpianas con frecuencia se vincu- lan con  subluxación  dorsal  de  la  articulación carpometacarpiana  (fig.  14-3).  Esto  es  particularmente  verdadero  en las  fracturas  de  la base  del  quinto  metacarpiano,  que  son  desplazadas  proximal- mente  por  el  extensor cubital  del carpo  (fig.  14-4).  Las  fracturas  del  cuello  metacarpiano,  conocidas  también  como  fracturas  del boxeador, se deben a una fuerza dirigida volarmente  Fig. 14-3. Luxación dorsal de la quinta articulación metacarpofalángica y una  fractura de la base del cuarto metacarpiano.  Fracturas  y  luxaciones  de  los  metacarpianos  2 0 5  Fig. 14-4. Fractura con sublimación de la base del quinto metacarpiano y  fractura de  Bennet del  primer metacarpiano.  a  la  cabeza  metacarpiana.  Los  intrínsecos  mantienen  la  fractura  en una posición  flexionada.  Las fracturas de la cabeza metacarpiana se deben al arrancamiento  de un ligamento colateral  o al  efecto  de un golpe  longitudinal.  La  fractura de la cabeza metacarpiana a causa del impacto de un  dien- te  durante  una  pelea  a  puñetazos,  también  se  conoce  como  mor- dedura  de pelea,  y  tiene  una probabilidad particular  de  infectarse.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Hay  dolor  localizado  al  área  de  la  lesión  y  antecedente  de  trau- ma.  Pueden  presentarse  deformidad  e  hinchazón.  Debe  confir- marse  particularmente la alineación rotatoria correcta o detectar- se una alineación defectuosa.  Puede producirse  posición de  tijera  digital  en  las  fracturas  espirales  de  la  diáfisis  intercarpiana,  y  es  esencial  flexionar  una  articulación  metacarpofalángica  lesiona- da y  observar la  alineación rotatoria  del  lecho ungueal  para veri- ficar  esta  deformidad.  No  será  evidente  en  los  rayos  X.  Examen radiográfico  Se  obtienen  vistas  anteroposterior  lateral  y  oblicua  de  la  mano.  Una  vista  anteroposterior  en  pronación  a  30  grados  de  la  quinta  Extensor  cubital  del carpo  206  Manual  de  fracturas  articulación carpometacarpiana permite la observación de la sub- luxación  de  esta  articulación.  La  tomografía  por  computadora  (TC)  puede ayudar a  la evaluación de las articulaciones carpome- tacarpianas.  Tratamiento  inicial  El  tratamiento inicial de una fractura metacarpiana es la reducción,  si la fractura está desplazada, y la inmovilización en una férula.  La  férula  se  extiende  desde  las  articulaciones  interfalángica  distal  hasta  el  codo.  La  posición  de  inmovilización  es:  las  articulacio- nes metacarpofalángica flexionadas a 90 grados, las  articulaciones  interfalángica  proximal  extendidas,  y  la  muñeca  en  dorsiflexión  a  20  grados.  En  los  casos  en  los  cuales  se  requiere  reducción,  se  administra  un  bloqueo  del  hematoma.  Las fracturas-luxaciones de la base de los metacarpianos se redu- cen  mediante  tracción  longitudinal  y  presionando  a  los  metacar- pianos  volarmente.  Las  fracturas  de  la  diáfisis  y  el  cuello  meta- carpianos tienen desviación angular con el vértice dorsal. Las frac- turas  diafisarias  se  reducen con tracción longitudinal y aplicación  de presión sobre el vértice de la deformidad. Las fracturas en espi- ral  de  la  diáfisis  de  manera  habitual  se  subestiman.  Requieren  inmovilización con las  articulaciones  metacarpofalángica  flexio- nadas  de  manera  tal  que  no  se  produzca  deformidad  rotatoria.  Las fracturas  del  boxeador  se  reducen  flexionando  las  articulacio- nes  metacarpofalángica  e  interfalángica  proximal  y  empujando  la  falange  proximal  dorsalmente,  mientras  se  mantiene  presión  volar sobre el metacarpiano. Las fracturas de la cabeza metacarpiana  no  suelen  requerir  reducción  cerrada  y  se  enferulan.  Lesiones  relacionadas  Una  herida  sobre  la  cabeza  metacarpiana  debe  hacer  surgir  sos- pecha  de  una  mordedura  en una  pelea.  Debido  a  la  probabilidad  de  infección,  estas  lesiones  deben explorarse  quirúrgicamente  en  relación  con  posibles  fracturas  por  impacción  de  la  cabeza  metacarpiana,  y  luego  lavarse  de  forma  minuciosa.  No hay  otras  lesiones  que  se  relacionen  de  manera  específica  con  fracturas  y  luxaciones  metacarpianas.  Tratamiento  definitivo  La mayoría de las fracturas metacarpianas se  trata con enferulado  por  tres  a  seis  semanas.  La  inmovilización  se  suspende  cuando  hay  signos  clínicos  (es  decir,  ausencia  de  dolor  en  el  sitio  de  la  Fracturas  y  luxaciones  de  los  metacarpianos  207  fractura)  y  radiográficos  de  curación.  Hay  indicaciones  específi- cas  para  la  cirugía  para  cada  tipo  de  fractura  metacarpiana.  La  reducción  inestable,  o  menos  que  anatómica,  de  las  fractu- ras  de las bases  metacarpianas son indicaciones  de reducción ope- ratoria  y  fijación  con  clavos.  La  fractura  se  reduce  bajo  observa- ción  directa,  a  través  de  una  incisión  dorsal,  o  con  la  ayuda  de  fluoroscopia.  Se  pasan  alambres  de  Kirschner  a  través  de  la  frac- tura  al  interior  de  un  metacarpiano  adyacente,  o  al  interior  del  carpo.  En  el  posoperatorio,  la  mano  se  enferula  durante  tres  a  seis  semanas,  cuando  se  retiran  los  alambres.  Durante  ese  tiem- po,  la  férula  se  retira  diariamente  para  realizar  ejercicios  en  el  intervalo de movimiento de las articulaciones interfalángica proxi- mal  y  metacarpofalángica.  Las  indicaciones  de fijación interna  de  las  fracturas  de  la  diáfi- sis  metacarpiana  son  el  acortamiento  mayor  de  3  mm,  la  rotación  que produce como resultado  de la  posición de tijera digital, cuan- do  las  articulaciones  metacarpofalángica  están  flexionadas,  la  desviación  angular  del  cuarto  y  quinto  metacarpianos  mayor  de  40  grados,  la  desviación  angular  dorsal  mayor  de  10  grados  del  segundo y  tercero,  las  fracturas  metacarpianas  múltiples  (debido  a  inestabilidad),  y  heridas  por  armas  de  fuego  o  aplastamiento,  con  conminución  o  pérdida  de  hueso.  La  fractura  se  reduce  de  forma cerrada bajo  fluoroscopia,  o  expuesta  a  través  de una  inci- sión  dorsal.  Las  fracturas  reducidas  de  manera  cerrada  se  estabi- lizan  con  alambres  percutáneos  de  Kirschner.  Se  usan  tornillos,  placas,  alambres  de  cerclaje,  alambres  interóseos  y  alambres  intramedulares,  para estabilizar fracturas  que han sido  abiertas y  reducidas.  Las  fracturas  con  una  envoltura  de  tejidos  blandos  deficiente  o  contaminada,  se  tratan  con  fijación  externa,  alam- bres,  o  espaciadores  de  polimetilmetacrilato  con  anterioridad  a  la reconstrucción definitiva.  En el posoperatorio, las fracturas sim- ples se inmovilizan por seis semanas,  la férula se retira diariamen- te  para  la  práctica  de  ejercicios  en  el  intervalo  de  movimiento,  y  los  clavos  se  extraen  a  las  seis  a  ocho  semanas.  El  tratamiento  posoperatorio  de  las  fracturas  con  pérdida  de  hueso  y  lesión  in- tensa  de  tejidos  blandos  es  individualizado.  Las  indicaciones  para  la  fijación  interna  de  fracturas  del  cuello  metacarpiano  son  la  deformidad  rotatoria,  que  produce  posición  de  tijera  digital, y  la  desviación  angular  dorsal  de  vértice  excesi- va.  Son aceptables las  desviaciones angulares  de hasta 40 grados  en  el  cuarto  y  quinto  metacarpianos  y  de  hasta  10  grados  en  el  segundo  y  tercero.  Mayor  desviación  angular  es  aceptable  en  el  cuarto y  quinto metacarpiano,  debido  a  que  la segunda y  tercera  articulaciones  carpometacarpianas  son  más  rígidas,  y  la  desvia- ción  angular  significativa  da  lugar  a  una  cabeza  metacarpiana  208  Manual de  fracturas  prominente  y  prensión  dolorosa.  La  fractura  se  reduce  de  forma  cerrada bajo fluoroscopia y se  estabiliza con alambres  percutáneos  de  Kirschner llevados  al  metacarpiano  adyacente o  usados como  bastones  intramedulares  que  se  insertan  a  través  de  la  articula- ción  metacarpofalángica.  Cuando  se  insertan  a  través  de  la  arti- culación  metacarpofalángica,  se  dejan  largos  y  la  articulación  metacarpofalángica  se  mantiene  en  flexión  hasta  que  la  fractura  se  repara  (de  ordinario  a  las  cuatro  a  seis  semanas),  cuando  se  retiran  los  clavos.  Las  fracturas  no  despl azadas  de  la  cabeza  metacarpiana  se  enferulan  por  tres  semanas  en  la  forma  descrita  en  el  aparatado  "Tratamiento inicial"  (véase  antes).  Las  fracturas con fragmentos  intraarticulares  desplazados  grandes  se  exponen  por  medio  de  una  incisión  dorsal,  se  reducen y  se  estabilizan con  alambres  de  Kirschner,  un  tornillo  de Herbert o  alambres intraóseos.  Las  frac- turas  conminuta  que  no  se  pueden  reducir  se  tratan  con  distrac- ción y  un  fijador  externo.  Los  arrancamientos  de  los  ligamentos  colaterales  se  tratan  mediante  unión  con  cinta  del  acompañante.  El  arrancamiento  colateral con  desplazamiento  del  hueso  de  más  de  5  mm se  trata  con reducción abierta y fijación con clavos.  Las mordeduras de pe- lea siempre se abren a  través  de una incisión dorsal,  se desbridan  y se lavan.  En el  posoperatorio,  se administran antibióticos sisté- micos  por  un  mínimo  de  dos  semanas.  Complicaciones  Las  complicaciones  incluyen  mala  unión,  falta  de  unión  y  adhe- rencias  tendinosas.  La  mala  unión  se  trata  con  osteotomía  y  fija- ción interna; \a falta de unión, con fijación estable e injerto de hue- so.  Las  adherencias  se  tratan  inicialmente  con  terapéutica  física  intensiva  y  liberación  quirúrgica,  si  es  necesario.  La  artroplastia  con  silicona  y  la  fusión  metacarpofalángica  son  procedimientos  de  salvamento, y  sólo  se  consideran cuando  no hay  alternativas.  FRACTURAS Y LUXACIONES  DE LAS  FALANGES  Las  fracturas  de  las  falanges  se clasifican como  las  que  afectan  la  base  de  la  falange  proximal,  la  diálisis  de  la  falange  proximal  o  media,  la  articulación interfalángica  proximal,  la  articulación in- terfalángica  distal,  o  la  falange  distal.  Las  luxaciones  correspon- den  a las articulaciones metacarpofalángica,  interfalángica proxi- mal  o  interfalángica  distal.  La  fractura  de  la  base  de  la falange  proximal  se  debe  a  arranca- miento  del  ligamento  colateral  o  impacción  por  la  cabeza  meta- carpiana.  Fracturas  y  luxaciones  de  los  metacarpianos  209  Las fractura de la diáfisis de la falange proximal o media es causa- da  por  un  golpe  directo  o  torsión.  Las  fracturas  de  la  falange  proximal  tienen  una  desviación  angular con vértice volar secundaria al  tiro  de  los interóseos.  Las  fuerzas  deformantes  de la falange media son el  tendón del  flexor  superficial  de los  dedos  (FSD)  y  el  tendón del extensor largo.  Las  fracturas  distales  de  la  falange  media  tienden  a  presentar  una  desviación angular de vértice volar;  las fracturas proximales tien- den  a  presentar  una  desviación  angular  de  vértice  dorsal.  Las  fracturas  de  la  articulación  interfalángica proximal  afectan  a  la falange proximal  o media.  Las fracturas  de  la falange proximal  pueden  ser  no  despl azadas,  unicondilares,  o  bicondilares  y  conminuta.  Las  fracturas  de  la  base  de  la  falange  media  son  fracturas  no  desplazadas, fracturas volares  o  del labio  dorsal,  arrancamientos  laterales,  y  conminuta.  Las  fracturas  de  la  articulación  interfalángica  distal  afectan  ya  sea  la  cabeza  de  la  falange  media  o  la  base  de  la  falange  distal.  Las fracturas  del labio dorsal de la falange distal,  o dedo en  marti- llo,  son causadas por arrancamiento del tendón extensor. Las frac- turas del labio volar de la falange distal  son producidas por arran- camiento  del  tendón  del  flexor  profundo  de  los  dedos  (FPD)  o  placa volar,  durante la hiperextensión.  Se producen arrancamien- tos del flexor profundo de los dedos en deportes de contacto como  el  rugby  o  el  fútbol  americano,  y  con  más  frecuencia  afectan  al  cuarto  dedo.  Las fracturas de la falange distal son causadas por un golpe direc- to,  y  son longitudinales,  transversales  o  conminuta.  Las luxaciones de las articulaciones  metacarpofalángica e interfa- lángica  distal  suelen  ser  dorsales  y  causadas  por  hiperextensión.  Las  luxaciones  de  la  articulación  interfalángica  proximal  con  mayor frecuencia  son  dorsales,  pero  también  pueden  ser  volares  y  vincularse  con  un  componente  rotatorio.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Hay  una  historia  de  trauma,  y  dolor  localizado  al  área  de  la  le- sión.  Puede  haber  hinchazón y  deformidad.  La  malrotación,  que  puede  dar  lugar  a  posición  de  tijera  digital,  será  evidente  al  flexionar  las articulaciones metacarpofalángica mientras se man- tiene  extendida  la  articulación  interfalángica  proximal,  o  verifi- cando la rotación del lecho ungueal.  La presencia de hoyuelos de  la  piel  relacionados  con  una  luxación,  indica  la  posibilidad  de  que  no  pueda  reducirse  por  medios  cerrados.  210  Manual de  fracturas  Examen radiográfico  Las  radiografías  anteroposterior,  lateral  y  oblicua  definen  la  le- sión.  Otros  estudios  no  son necesarios.  Tratamiento  inicial  En  su  mayor parte,  las  fracturas  de  la  falange  se  tratan  con méto- dos  cerrados.  Se  usa  unión  con  cinta  del  acompañante  para  las  fracturas  de las  falanges proximal y  media,  y no requieren reduc- ción.  En los casos en que se lleva a cabo reducción,  se practica un  bloqueo  del  hematoma  o  un  bloqueo  digital.  La  inmovilización  de  las  fracturas  reducidas  de  la  falange  proximal  se  realiza  con  una  férula  que  se  extiende  desde  las  cabezas  metacarpianas  has- ta  el  codo,  y  una extensión  de  alumafoam para  el  dedo  afectado.  La  muñeca se  inmoviliza  a  una  dorsiflexión de  20  grados,  la arti- culación metacarpofalángica  a  90  grados  de  flexión,  y  las  articu- laciones  interfalángica  proximal  e  interfalángica  distal  en  exten- sión.  Las  fracturas  de la articulación interfalángica  proximal y  de  la  falange  distal  se  inmovilizan  en  una  férula  de  alumafoam.  Tratamiento  definitivo  Las fracturas por arrancamiento pequeñas de la base de la falange  proximal  se  tratan  con  unión  con  cinta  del  acompañante  y  mo- vimientos  protegidos  tempranamente.  Los  fragmentos  que  com- prenden más de 30%  de la superficie articular se exponen a  través  de  incisiones volares  o  dorsales,  dependiendo  de  la localización,  y  se  fijan  con  alambres  de  Kirschner  pequeños,  alambres  inter- óseos o  tornillos.  Las  fracturas con  impacción  se  tratan con reduc- ción  de  la  superficie  articular,  injertos  de  hueso  para  elevar  los  segmentos  articulares  deprimidos,  y  fijación  de  la  superficie  arti- cular a la diáfisis.  La articulación metacarpofalángica se inmovili- za  a  90  grados  para  "moldear"  la  fractura  de  acuerdo  con  la  for- ma  de  la cabeza metacarpiana.  El  movimiento  se  inicia  a  las  tres  a  cinco  semanas.  Cuando  una  fractura  por  impacción conminuta  no se puede reducir y estabilizar, la  tracción,  a  través  de la falan- ge  proximal,  mantiene  la  reducción y  permite  el  movimiento.  Las  fracturas  no  desplazadas  de  la  diáfisis  de  las  falanges  proxi- mal y  media  se  tratan  por  medio  de  unión  con  cinta  del  acompa- ñante.  Las  fracturas  desplazadas  se  tratan  con  reducción  cerrada  y  enferulado. Se tolera bien una desviación angular de hasta 15  gra- dos  en  el  plano  de  movimiento.  La  deformidad  rotatoria  da  lu- gar  a  posición  de  tijera  digital,  y  la  desviación  angular en el  pía- Fracturas  y  luxaciones  de  los  metacarpianos  211  no  coronal  produce  espacios  entre  los  dedos  cuando  la  mano  se  acopa.  La  formación  de  fragmentos en  "bayoneta"  da  lugar  a  una  espiga  prominente  que  causa  penetración  de  tejidos  blandos  y  limita  los  movimientos.  La  falta  de  mantenimiento  de  la  reducción,  las  fracturas  abier- tas  y  las  lesiones  con  fracturas  múltiples  son  indicaciones  para  reducción  operatoria  y  estabilización.  La  reducción  es  abierta,  a  través  de  una incisión  dorsal,  o  cerrada con  fluoroscopia.  La  fija- ción  se  realiza  con  alambres  de  Kirschner,  alambres  interóseos,  tornillos,  placas,  y  fijadores  externos.  En  el  posoperatorio,  se  mantiene  la  inmovilización  por  tres  a  cinco  semanas,  cuando  se  inician  ejercicios  enérgicos  de  límites  de  movimiento.  Las  fracturas  no  desplazadas  de  la  articulación  interfalángica  proximal  (falange  proximal  o  media)  se  tratan con unión con  cin- ta  del  acompañante.  Las  fracturas  unicondilares  o  bicondilares  desplazadas  de la falange proximal  se reducen abiertas y  se esta- bilizan.  La  exposición  quirúrgica  divide  el  tendón  extensor,  pre- servando  de  esa  forma  la  fijación  del  tendón central  en  la  falange  media.  La  estabilización  se  realiza  con  alambres  de  Kirschner,  alambres  interóseos  o  tornillos.  Barton  (1984)  describió  un  méto- do  extraarticular  excelente  de  reducción  y  fijación  de  fracturas  unicondilares  oblicuas.  Las  fracturas  conminuta  se  tratan  con  un  fijador  externo  o  con  tracción  dinámica.  Las  fracturas  del  labio  volar desplazadas  que  afectan  a  más  de  30%  de la superficie  articular, con frecuencia se vinculan con ines- tabilidad  de  la  articulación.  Se  exponen  a  través  de  una  incisión  volar,  se  abre  una  polea  A-3,  se  retraen  los  tendones  flexores,  y  los fragmentos se reducen y estabilizan con alambres de  Kirschner.  De  manera  alternativa,  los  fragmentos  conminuta  se  extirpan  y  la  placa  volar  se  adelanta  al  interior  del  defecto.  La  articulación  se fija con  clavos  durante  tres  semanas,  cuando  se  inician  movi- mientos protegidos.  Agee  (1978)  describió un dispositivo de  aco- plamiento  de  fuerza  para  mantener  la  reducción  articular  mien- tras  se  permite  el  movimiento.  Las  fracturas  del  labio  dorsal  son  poco  comunes  y  representan  un  arrancamiento  de  la  tira  central  del  tendón extensor.  El  desplazamiento  de  más  de  2 mm da lugar  a  un  espacio  extensor  o  deformidad  en  ojal.  Si  se  afecta  más  de  30%  de  la  superficie  articular,  entonces  la  articulación  puede  ser  inestable.  La exposición se lleva a cabo a  través  de un acceso dor- sal,  y  la  estabilización  se  realiza  con  alambres  de  Kirschner  o  se  ata  con  suturas  removibles  sobre  un  botón  volar.  Las  fracturas  por  arrancamiento  laterales  desplazadas  son  el  resultado  del  arrancamiento  de  ligamento  colateral.  Se  abren,  reducen  y  esta- bilizan  con  alambres  de  Kirschner.  La  fractura  conminuta  de  la  base  de  la  falange  media  es  similar  a  una  fractura  de  pilón.  Pueden  reducirse  y  estabilizarse  hasta  212  Manual de  fracturas  cuatro  fragmentos  con  alambres  de  Kirschner  o  tornillos.  El  co- lapso  de  la  superficie  articular  requiere  elevación  e  injerto  de  hueso.  Las  fracturas  intensamente  conminuta  se  tratan  con  un  fijador  externo  o  tracción  esquelética  dinámica.  Las fracturas  de la articulación  interfalángica distal  (IPD)  afectan  la  cabeza  de  la  falange  media  o  la  base  de  la  falange  distal.  Las  fracturas  intraarticulares  de  la  cabeza  de  la  falange  media  son  similares  a  las  fracturas  condilares  de  la  falange  proximal.  Las  fracturas no desplazadas de la cabeza  de la falange media se  tratan  con enferulado  y  unión con cinta  del  acompañante.  Las  fracturas  desplazadas se fijan con clavos  percutáneamente  o se  reducen  de  forma  abierta y  se  fijan  con clavos.  La articulación interfalángica  distal  se  inmoviliza  durante  seis  semanas,  pero  la  articulación  interfalángica  proximal  se  deja  sin  enferulado.  La  fractura  del  labio  dorsal  de  la falange  distal,  o  dedo  en  martillo,  es  un  arranca- miento  del  tendón  extensor.  En  su  mayor  parte  se  trata  con  in- movilización  de  la  articulación  interfalángica  distal  en  hiperex- tensión  por  seis  semanas.  Las  fracturas  que  comprimen  más  de  30%  de  la  superficie  articular  se  pueden  reducir de manera  abier- ta  y  fijarse  con  clavos  a  través  de  una  incisión  dorsal,  pero  hay  una  tasa  alta  de  complicaciones,  con  inclusión  de  rigidez.  La  mayor  parte  de  los  autores  ha  recomendado  reducción  abierta  únicamente  para  aquellas fracturas  relacionadas  con  subluxación  de  la  articulación.  La  articulación  se fija con  clavos  durante  seis  semanas.  Las  fracturas  del  labio  volar  que  son  arrancamientos  del flexor profundo de los dedos se exploran, y el tendón se  repara  o se reduce y  estabiliza el fragmento  de hueso con un alambre  que  puede  quitarse  o  alambres  de  Kirschner  de  diámetro  pequeño.  Las  fracturas  transversas  no  desplazadas  de  la  punta  de  la fa- lange distal se enferulan.  Las fracturas desplazadas se vinculan de  manera  habitual  con  laceración  de  tejidos  blandos  y  se fijan con  clavos  si  son  inestables.  Las fracturas longitudinales pueden ser intraarticulares y, cuan- do  se  desplazan,  se fijan con clavos percutáneamente con la ayu- da  de  fluoroscopia  o  bajo  observación  directa.  La  luxación  de  la  articulación  metacarpofalángica  es  más  co- múnmente  dorsal,  y  puede  reconocerse  por la hiperextensíón  del  dedo.  Esta puede reducirse mediante presión de base distal y volar  sobre  la  base  de  la  falange  proximal.  La  luxación  irreducible  es  causada  por  desprendimiento  de  la  placa  volar  proximal  y  su  interposición entre la cabeza metacarpiana y  la base  de  la falange  proximal.  El  dedo  se  encuentra  en  ligera  hiperextensión,  y  con  frecuencia  la  piel  volar  se  halla  plegada  por  acción  del  tiro  de  la  placa volar atrapada.  La  reducción operatoria  puede  realizarse  a  través  de  una  incisión  volar  o  dorsal.  La  placa  volar  se  secciona  Fracturas  y  luxaciones  de  los  metacarpianos  213  longitudinalmente  a  través  de  la  incisión  dorsal,  lo  cual  permite  que  se  reduzca  la  cabeza  metacarpiana.  Para  realizar  la  reduc- ción a  través  de un  acceso volar,  se  secciona la polea  A-l,  lo cual  hace posible que el  tendón se  retraiga y  la placa volar y  la falange  proximal  caigan  en  su  posición  reducida.  La  luxación  de  la  articulación  interfalángica  proximal  por  lo  regular  es  dorsal,  pero  también  se  puede  producir  volarmente.  La  luxación  dorsal  se  relaciona  con  arrancamiento  de  una  placa  volar  y  suele  ser  estable.  Esta  puede  tratarse  con  inmovilización  mediante  enferulado  con  bloqueo  de  extensión  por  una  a  dos  se- manas.  Las  luxaciones  dorsales  inestables  con  fracturas  volares  pueden  tratarse  con  enferulado,  con  bloqueo  de  extensión  por  tres  a  cuatro  semanas,  el  bloqueo  de  la  extensión  con  aplicación  de  clavos,  o  la  reducción  abierta  de  un  fragmento  grande.  En  el  aseguramiento  en extensión,  se colocan  alambres  de  Kirschner  a  través  de  la  cabeza  de  la  falange  proximal,  bloqueando  tempo- ralmente  la  extensión.  La luxación volar de  la  articulación interfalángica proximal pue- de  ser  directamente  volar  o  tener  un  componente  rotatorio.  Las  luxaciones  directamente  volares  suelen  incluir  arrancamiento  de  la  tira central.  La reducción se realiza  por medio de  tracción sua- ve,  y  la  articulación  interfalángica  proximal  se  enferula  en hiperex- tensión  por  seis  semanas  para  evitar  una  deformidad  en  ojal.  La  luxación rotatoria  de la articulación  interfalángica proximal incluye  con  mucha  frecuencia  un  ojal  en  el  cóndilo  de  la  falange  proxi- mal  entre  la  tira  central  y  la  banda  lateral.  Esta  puede  ser  irreducible,  y la reducción abierta es necesaria para liberar la ban- da  lateral  de  la  articulación y  reducir  el  cóndilo  atrapado.  Las  luxaciones  de  la  articulación  interfalángica  distal  general- ment e  son  dorsal es,  y  se  reducen  con  tracción  suave.  Las  luxaciones  irreducibles  son  poco  comunes  y  se  vinculan  con  in- terposición  de  la  placa  volar  o  del  tendón  flexor.  Es  necesaria  la  cirugía  para  liberar  la  estructura  interpuesta.  Complicaciones  Las  complicaciones  de  las  fracturas  y  luxaciones  falángicas  in- cluyen  mala  unión,  falta  de  unión,  y  rigidez.  Estas  se  tratan  con  osteotomía, estabilización con injerto de hueso, y fisioterapia enér- gica.  Ocasionalmente,  la  pérdida  sintomática  de movimiento  re- querirá  liberación  de  tejidos  blandos.  FRACTURAS  DEL  PULGAR  Hay  dos lesiones singulares  del primer dedo,  o pulgar:  las fractu- ras  de  la  base  del  metacarpiano  y  el  pulgar  de  guardabosques.  214  Manual de  fracturas  Otras  fracturas  del  primer  dedo  se  tratan  como  sus  contrapartes  del  segundo  al  quinto  dedo.  Las  fracturas  de  la  base  del  primer  metacarpiano  se  clasifican  como  fractura  de  Bennet,  fractura  de  Rolando,  o  una  fractura  extraarticular.  La fractura  de  Bennet  es  una  fractura-luxación.  El  fragmento  del  labio  volar  es  mantenido  por  el  ligamento  oblicuo  anterior,  y  varia  de  tamaño.  El  metacarpiano  se  subluxa  de  ma- nera  radial,  proximal  y  dorsal,  por  acción  del  tiro  del  aductor  corto  del  pulgar  y  del  abductor  largo  del  pulgar  (fig.  14-4).  La  fractura  de  Rolando  es  una  fractura  conminuta  de  la  base  del  pri- mer  metacarpiano.  Las  fracturas  extraarticulares  de  la  base  del  primer  metacarpiano  suelen  ser  fracturas  transversas  situadas  dentro  de  1  cm  de  la  superficie  articular.  El  pulgar  del  guardabosques  es  un  arrancamiento  de  ligamento  cubital  colateral  de  la  primera  articulación  metacarpofalángica.  El  ligamento  colateral  con frecuencia  se  desgarra  en la  parte  me- dia  de  su  sustancia,  lo cual  permite  que  el  aductor se  interponga  entre  las dos extremidades.  Este produce la lesión de Stener  (figs.  14-5 y 14-6).  Menos comúnmente, el ligamento colateral es arran- cado  de  la  falange  proximal con fragmento  osteocartilaginoso  de  superficie  articular.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Hay  antecedente  de  lesión  del  pulgar  y  dolor  localizado  en  el  área  de  la  lesión.  Puede  obtenerse  una  radiografía  de  la  articu- lación  metacarpofalángica  lesionada  con  anterioridad  a  la  apli- cación  de  fuerza  en  la  articulación  para  evitar  el  desplazamiento  de  una  fractura  no  desplazada.  La  aplicación  de  fuerza  en la  arti- culación  metacarpofalángica  con  una  abertura  cubital  de  10  a  15  grados  mayor  que  en  el  lado  no  afectado,  significa  que  hay  un  arrancamiento  colateral  cubital.  Examen radiográfico  Se  obtienen  radiografías  anteroposterior y  lateral.  Las  vistas  con  esfuerzo  de  la  primera  articulación  pueden  ser  diagnósticas  del  pulgar  de  guardabosques.  Tratamiento  inicial  El  tratamiento  inicial  es  el  enferulado.  Fracturas  y  luxaciones  de  los  metacarpianos  2 1 5  Figs. 14-5 y 14-6. Pulgar de guardabosques y la lesión de Stener.  Tratamiento  definitivo  La fractura de  Bennet se reduce  de forma cerrada bajo fluoroscopia  con  tracción  longitudinal,  abducción  y  pronación.  La  reducción  se  estabiliza  con  la  aplicación  percutánea  de  clavos.  El  primer  metacarpiano  se  fija  con  clavos  al  carpo  o  al  segundo  metacar- piano.  No  es  necesaria  la  perforación  del  fragmento volar peque- ño,  siempre  que  se  mantenga  la  reducción.  Los  fragmentos  que  representan  más  de  30%  de  la  superficie  articular  se  reducen  y  fijan  con  clavos  para  asegurar  el  mantenimiento  de  la  reducción  de la superficie articular.  En el posoperatorio, la mano se enferula  216  Manual de  fracturas  desde  la  primera  articulación  interfalángica  hasta  el  codo  por  cuatro  semanas,  cuando  se  extraen  los  clavos.  La fractura  de  Rolando  se  reduce  de  manera  abierta  por  medio  de  una  incisión  en  bastón  de  hockey  del  lado  volar  de  la  articu- lación  metacarpofalángica.  La  fractura  se  reduce  y  se  usan  alam- bres  de  Kirschner  o  tornillos  pequeños  para  estabilizar  los  frag- mentos.  Las  fracturas  de  Rolando  conminuta no  son  sensibles  de  reducción  abierta.  Un  enyesado  bien  moldeado  o  la  aplicación  percutánea  de  clavos  del  cuarto  metacarpiano  al  segundo  meta- carpiano  pueden  mantener  la  extensión  y  una  reducción  aproxi- mada.  En el  posoperatorio,  la mano se enferula  desde la  primera  articulación  interfalángica  hasta  el  codo  por  cuatro  semanas.  Las fracturas  extraarticulares  se  tratan  con  reducción  cerrada  y  enyesado  por  cuatro  a  cinco  semanas.  La  reducción  se  obtiene  por  medio  de  tracción  longitudinal  y  pronación  de  fragmento  distal.  Son  aceptables  15  grados  de  desviación  angular.  El  pulgar  de  guardabosques  se  trata  con  reparación  abierta  de  ligamento  cubital  colateral  a  través  de  una  incisión  cubital.  El  ligamento  se  repara, y  los  arrancamientos  óseos  se  reducen y  es- tabilizan  con  alambres  de  Kirschner,  un  alambre  que  puede  reti- rarse,  o  tornillos.  En  el  posoperatorio,  la  mano  se  enferula  desde  la  articulación  interfalángica  hasta  el  codo  durante  cuatro  sema- nas  en  caso  de  arrancamiento  de  hueso,  y  seis  semanas  después  de  reparaciones  ligamentosas.  Complicaciones  La complicación más común de las fracturas  de Bennet y  Rolando  es  la  artritis  de  la  articulación  carpometacarpiana.  La  artritis  de  la articulación carpometacarpiana se  trata conservadoramente con  antiinflamatorios  no  esteroides  e  inyecciones  locales  de  esferoi- des.  Cuando estas medidas fracasan,  se produce,  entonces,  artro- desis  de  la articulación.  La complicación más habitual  del  pulgar  de  guardabosques  es  la  inestabilidad  de  la  articulación  metacar- pofalángica  debida  a  fracaso  de  la  reparación.  Se  trata  con  re- construcción ligamentosa con injerto  de  tendón o artrodesis  de la  articulación metacarpofalángica.  LECTURAS  SELECCIONADAS  Agee JM: Unstable dislocation of the proximal interphalangeal joint of the  fingere:  A preliminary report of a new treatment technique. / Hand Surg  3:386-389,1978.  Barton MJ: Fractures of the hand. / Bone ]oint Surg 66B: 159-167,1984.  Fracturas  y  luxaciones  de  los  metacarpianos  217  Becton JL,  Christian JD Jr,  Goodwin  HN,  Jackson JG:  Simplified  technique  for  treating  the  complex  dislocación  of  the  índex  metacarpal-phalangeal  joint.  / Bone  /oint  Surg 57A:698-700,1975.  Burkhalter  WE:  Closed  treatment  of hand  fractures.  /  Hand  Surg  14A:390- 393,1989.  Dinowitz  M,  Trumble  T,  Hanel  D,  Vedder  N,  Gilbert  M:  Failure  of  cast  immobilization  for  thumb  ulnar  collateral  ligament  avulsion  fractures.  /  Hand  Surg  22A:  1057-1063,1997.  Eaton  RG,  Malerich  MM:  Volar  píate  arthroplasty  for  the  proximal  interphalangeal joint.  A  ten  year  review.  ]  Hand  Surg 5:260-268,1980.  González  MH,  McKay  W,  Hall  RF Jr:  Low velocity  gunshot  wounds  of the  metacarpal:  treatment  by  early  stable  fixation  and  bone  grafting.  /  Hand  Surg  18A:267,1993.  Hastings  H  II,  Carroll  C  IV:  Treatment  of closed  articular  fractures  of  the  metacarpophalangeal and proximal interphalangeal joints.  Hand Clin 4:503- 527,1988.  Lubahn  SD:  Mallet  finger  fractures:  a  comparison  of  open  and  closed  technique.  /  Hand  Surg  14A:394,1989.  Mueller  JJ:  Carpometacarpal  dislocations:  report  of  five  cases  and  review  of the  literature.  /  Hand  Surg  HA:  184-188,1986.  Parsons  SW,  Fitzgerald  JAW,  Shearer  JR:  External  fixation  of  unstable  metacarpal  and  phalangeal  fractures.  ]  Hand  Surg  17B;  151-155,1992.  Pellegrini  VD  Jr:  Fractures  at  the  base  of  the  thumb.  Hand  Clin  4:87-102,  1988.  Sehneider LH:  Fractures  of the  distal  phalanx.  Hand  Clin  4:537-547,1988.  Stern  PJ,  Román  RJ,  Kiefhaber  TR,  McDonough  JJ:  Pilón  fractures  of  the  proximal  interphalangeal  joint./  Hand  Surg  16A:844-850,1991.  Weiss  AP,  Hastings  H  II:  Distal  unicondylar  fractures  of  the  proximal  phalanx.  ;  Hand  Surg  18A:594-599,1993.  15  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  Laxvrence C  Lenke  Michael F.  O'Brien  Keitli H. Bridzvell  Los  traumas  vertebrales  incluyen  lesiones  que  se  producen  en  el  esqueleto  axil  desde  la  unión  occipitocervical  hasta  el  cóccix.  La  clasificación  anatómica  del  trauma  vertebral  se  divide  en  lesio- nes cervicales  superiores, cervicales subaxiles,  torácicas y lumba- res,  y  sacras.  La  fisiopatología  del  trauma  vertebral  y  la  evalua- ción  inicial  de  un  paciente  con  sospecha  de  lesión  raquídea  son  similares  para  todos  los  pacientes.  Cuando  se  presenta  una  lesión  vertebral,  las  preguntas  clave  incluyen:  ¿Cuál  es  mecanismo  de  la  lesión?  ¿Hay  otras  lesiones,  con  inclusión  de  lesiones  que  ponen  en  peligro  la  vida?  ¿Cuáles  son  las  estructuras  anatómicas  lesionadas  de  la  columna  verte- bral?  ¿Hay  un  daño  neurológico  presente  o  inminente?  ¿Puede  funcionar  la  columna  vertebral  como  una  columna  que  sostiene  pesos?  ¿Cuál  es  el  mejor método  de  tratamiento  (operatorio  o  no  operatorio)  de  una  fractura  particular?  La  decisión  más  impor- tante  al  principio  consiste  en  definir  si  el  tratamiento  definitivo  será  operatorio  o  no  operatorio.  ANATOMÍA  La función  de la columna vertebral, como columna  de soporte,  se  divide  en  cuatro  segmentos  anatómicos:  cervical,  torácico,  lum- bar y sacrococcígeo.  Normalmente estos segmentos se  alinean de  manera  lineal  en  el  plano  coronal  o  frontal.  Sin  embargo,  en  el  plano sagital  hay  aproximadamente  25  grados  de lordosis  cervi- cal,  35  grados  de  cifosis  torácica,  y  aproximadamente  50  grados  de lordosis lumbar,  lo cual  permite  de esa forma  que el cráneo se  alinee  directamente  sobre  la  porción  media  de  la  parte  superior  del  sacro.  La  anatomía  transversal  de  la  columna  vertebral  se  organiza  en  tres  columnas  (fig.  15-1).  La  columna  anterior consiste  en  el  li- gamento  longitudinal  anterior,  la  mitad  anterior  del  cuerpo  ver- tebral,  el anillo fibroso y el  disco.  La  columna  media consiste en la  mitad  posterior  del  cuerpo  vertebral,  el  anillo,  el  disco  y  el  liga- mento  longitudinal  posterior.  La  columna posterior incluye  las  ar- 218  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  2 1 9  Fig. 15-1. Las tres columnas de la columna vertebral.  reculaciones  de  faceta,  el  ligamento  amarillo,  los  elementos  pos- teriores,  y  los ligamentos  intercomunicantes.  La  teoría de las  tres columnas de la columna vertebral produce  un  sistema  de  clasificación básica  de  las  lesiones  vertebrales.  Por  lo  tanto,  estas  lesiones  se clasifican en cuatro categorías  distintas  dependiendo  de  la  columna  o  columnas  específicas  lesionadas:  fracturas  por  compresión,  fracturas  por  estallamiento,  lesiones  por  flexión-distracción  del  tipo del cinturón de seguridad, y frac- turas-luxaciones  (cuadro  15-1).  Las fracturas por compresión  se ca- racterizan  por  la  falla  de  la  columna  anterior  bajo  compresión,  con  columnas  media  y  posterior  intactas.  Cuando  las  columnas  anterior y  media  fallan bajo  fuerzas  de carga  axil,  se  produce  una  fractura  por  estallamiento.  La  distracción  de  la  columna  media  y  posterior causa  una lesión  deflexión-distracción  del  tipo  del cintu- rón de seguridad. Las fracturas-luxaciones se caracterizan por afee- Cuadro 15-1. Clasificación de las lesiones vertebrales  Tipo de lesión  I  Fracturas  por compresión  II  Fracturas  por estallamiento  III  Lesiones  de flexión-distracción  IV  Fracturas-luxaciones  Columnas lesionadas  Anterior  Sí  Sí  Sí/no  Sí  Media  No  Sí  Sí  Sí  Posterior  No  No  Sí  Sí  Posterior  Media  Anterior  220  Manual de  fracturas  ción  de  las  tres  columnas  en compresión,  distracción,  rotación  o  deslizamiento,  o  varias  de  estas cosas.  Aunque la  teoría  de las  tres  columnas  de la columna vertebral  proporciona  un  modelo  excelente  para  distribuir  los  segmentos  vertebrales individuales lesionados,  es esencial evaluar la estabi- lidad  estructural completa  de  la columna.  Por  ejemplo,  las  lesio- nes  por  compresión  de  la  columna  anterior  o  media,  o  ambas,  pueden causar cifosis.  Como  las lesiones vertebrales son el resul- tado  de  una  combinación  de  varias  fuerzas  que  actúan  sobre  la  columna vertebral, con inclusión de compresión, distracción,  car- ga axil, rotación, torsión o deslizamiento, se da atención cuidadosa  a  la  alineación  en  los  planos  coronal  y  sagital  para  identificar  subluxaciones  o  luxaciones  potenciales  de  la  columna vertebral.  Anatomía  ósea  La  columna  cervical  está  constituida  por  las  siete  primeras  vérte- bras  y  conecta  al  cráneo  con  la  columna  torácica.  La  columna  cervical  actúa  protegiendo  la  médula  espinal  de  las  raíces  ner- viosas,  dando  soporte al  mismo  tiempo al cráneo, y  permitiendo  la  flexibilidad  en  la  posición  de  la  cabeza.  Aproximadamente  la  mitad  de  la  flexión-extensión  del  cuello  se  produce  entre  la base  del  cráneo  y  Cl .  De  forma  similar,  la  mitad  de  la  rotación  de  la  cabeza  sobre  el  cuello  se  realiza  en  la  articulación  Cl  a  C2.  Los  movimientos  restantes  de  flexión,  extensión,  rotación  y  flexión  lateral  se producen  entre  las  articulaciones  C2  a TI.  El  atlas  (Cl)  y  el axis  (C2)  difieren notablemente en estructura  de  las  cinco  vértebras  cervicales  inferiores  (C3  a  C7).  El  atlas  es  singular entre las vértebras, ya que  no  tiene cuerpo  vertebral sino  un arco anterior grueso con dos masas laterales voluminosas y  un  arco posterior delgado. El axis tiene la apófisis odontoides, o dien- te,  que  es  el  resto  fusionado  del  cuerpo  de  la  primera  vértebra  cervical.  La  apófisis  odontoides  está  situada  en  posición  cefálica  del  cuerpo  de  la  C2,  y  descansa  inmediatamente  por  detrás  del  arco  anterior  del  atlas,  donde  se  sujeta  estrechamente  por  medio  de ligamentos.  Las vértebras cervicales  inferiores  restantes  (C3  a  C7)  tienen cuerpos vertebrales  pequeños  que  son convexos  en la  superficie  superior  y  cóncavos  en  la  inferior.  Originándose  anterolateralmente de los cuerpos, se encuentran las apófisis  trans- versas  que  tienen  tubérculos  tanto  anterior  como  posterior.  El  orificio  transverso  está  situado  entre  el  tubérculo  posterior  y  la  parte  lateral  del  cuerpo vertebral.  La  arteria vertebral  pasa a  tra- vés  de  este  edificio,  penetrando  en  C6  y  saliendo  en  C2.  Las  raí- ces  nerviosas  de  salida  pasan  inmediatamente  por  detrás  de  las  arterias  vertebrales  al nivel  del  espacio  del  disco.  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  221  Por  detrás  de  los  orificios  vertebrales  se  encuentran  las  masas  laterales  que  constituyen  la  porción  de  hueso  entre  las  facetas  superior  e  inferior.  Las  masas  laterales  son  estructuras  anatómi- cas  importantes  para  la  colocación  de  tornillos  en  los  procedi- mientos  posteriores  de  aplicación  de  placa  de  la  columna  cervi- cal.  Las  articulaciones  de  las  facetas  cervicales  están  orientadas  más  en  un  plano  horizontal  que  vertical,  con  la  faceta  superior  colocada  por  delante  de  la  faceta  inferior  del  nivel  situado  por  encima.  Esto permite  una  cantidad  grande  de flexión y  extensión  del cuello, pero limita la flexión lateral.  El resto de los elementos  posteriores  de  la  columna  cervical  incluye  las  láminas  y  las  apó- fisis  espinosas, que son superiores y mediales a las articulaciones  de  las  facetas  y  las  masas  laterales.  Hay  12 vértebras  en  la  columna  torácica.  Las  características  di- ferenciales  de  las  vértebras  torácicas  son  los  pedículos  delgados  que  conectan  al  cuerpo  vertebral  con  los  elementos  posteriores,  las apófisis  transversas que se proyectan superolateralmente desde  la  parte  posterior  del  pedículo,  y  que  son  de  tamaño  mayor  que  las  apófisis  transversas  cervicales,  y  la  superficie  ventral  de  las  apófisis  transversas  que  tiene  una  articulación costal.  La  colum- na  torácica  es  una  columna  más  rígida  que la  columna  cervical  y  lumbar  debido  a  la  caja  torácica.  Como  en  la  columna  cervical,  las  facetas  de  la  columna  torácica  están  orientadas  en  plano  coronal,  con  la  faceta  superior  anterior  a  la  faceta  inferior.  En  la  unión  toracolumbar,  las  articulaciones  de  la  faceta  cambian  gra- dualmente  de  una  orientación  coronal  a  una  más  sagital.  Las  vértebras  de  la  columna  lumbar  son  más  grandes  que  las  vértebras cervicales o torácicas.  Los pedículos son más amplios y  anchos,  ya  que  de  ordinario  son  capaces  de  aceptar  tornillos  de  hueso.  Las  articulaciones  de las  facetas  se  encuentran orientadas  sagitalmente,  con  la  faceta  inferior  del  segmento  de  arriba  me- dial  a  la  faceta  superior  del  segmento  situado  por  debajo.  Las  apófisis  transversas  hacen  proyección  recta  lateralmente  desde  las  facetas  superiores,  y  son  muy  grandes.  Los  elementos  poste- riores  (láminas  y  apófisis  espinosas)  también  son  mayores  en  la  columna  lumbar.  El  sacro  y  el  cóccix  se  encuentran  normalmente  fusionados,  y  fijan  el  esqueleto  axil  a  la  pelvis  por  la  articulación  sacroiliaca,  los  ligamentos  sacrotuberosos  y  los  ligamentos  sacroespinosos.  Anatomía  ligamentosa  Los  ligamentos  de la columna vertebral  dan soporte a  las  estruc- turas  óseas.  Se  hace  distinción  entre  los  que  dan  apoyo  a  las  co- lumnas  anterior y  media, y  los  que  estabilizan la columna poste- rior.  Los estabilizadores  de las  columnas  anterior y  media son el  222  Manual de  fracturas  ligamento  longitudinal  anterior  y  el  ligamento  longitudinal  posterior.  Estos  ligamentos  se  extienden  a  lo  largo  de  toda  la  columna ver- tebral  y  se  insertan  en  los  cuerpos  vertebrales.  Son  los  estabili- zadores  principales  de  los  cuerpos  vertebrales  y  discos  durante  la  flexión  y  la  extensión.  El  ligamento  longitudinal  anterior  está  fijo de cerca al  disco intervertebral, y  tiene una  estructura  similar  a  un  listón.  El  ligamento  longitudinal  posterior es  más  ancho  en  la  columna  cervical  posterior  y  se  estrecha  al  continuar  caudal- mente.  Se  adelgaza  sobre  los  cuerpos  vertebrales  y  se  engruesa  sobre  los  discos  intervertebrales.  Las  estructuras  ligamentosas  que  estabilizan  la  columna  pos- terior incluyen el ligamento supraespinoso, el ligamento interespinoso,  la cápsula de la faceta articular, y el ligamento amarillo. El ligamento  amarillo  se  extiende  desde  el borde  superior  de  la  lámina  caudal  a  la  superficie  ventral  de  la  lámina  cefálica.  Hay  ligamentos  de- rechos e izquierdos separados por una fisura pequeña que se funde  con  los  ligamentos  interespinosos  en  sentido  posterior  y  medial,  y  con  las  cápsulas  fibrosas  de  las  facetas  lateralmente.  Los  liga- mentos  posteriores  son  estabilizadores  durante  la  flexión.  Las  estructuras  ligamentosas  de  la  columna  cervical  superior  son singulares.  La apófisis odontoides se mantiene ajustadamente  contra  la  pared  posterior  del  arco  anterior  del  atlas  por  el  liga- mento  transverso.  Se obtiene  estabilidad adicional por el  ligamento  apical  y  el  par  de  ligamentos  alares,  que  se  extienden hacia  arriba  de  la  apófisis  odontoides  al  borde  anterior  del  agujero  occipital.  Esto  permite  rotación  de  Cl  sobre  C2,  pero  evita  la  traslación  posterior de la apófisis odontoides  dentro  del  anillo del  atlas,  que  colocaría  a  la  médula  espinal  en  riesgo.  Los  discos  intervertebrales  son  estructuras  complejas  formadas  por  un  anillo  fibroso  exterior  y  un  núcleo  pulposo  interior.  El  anillo fibroso  es  una  estructura  laminada  constituida  por  fibras  colágenas  que  están  orientadas  a  30  grados  del  nivel  horizontal.  Las capas interiores están fijas a las placas  terminales cartilagino- sas,  mientras  que  las  fibras  exteriores  se  encuentran  firmemente  fijas  a los cuerpos vertebrales óseos.  El anillo rodea y  contiene al  núcleo  pulposo,  una  matriz  de  proteína,  glucosaminoglicanos,  y  agua.  Es  posible  que  la  lesión  del  disco  intervertebral  no  sea  tan  obvia en la radiografía convencional,  pero debe considerarse cuan- do  se  evalúan  estabilidad  vertebral  general  y  el  deterioro  neuro- lógico potencial.  La imagen por resonancia magnética  (IRM)  per- mite  la  observación  directa  del  disco  intervertebral.  BIOMECANICA  En  la  proyección  sagital,  la  columna  vertebral  está  constituida  por tres curvas suaves:  lordosis cervical, cifosis torácica, y lordosis  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  2 2 3  lumbar,  con  una  transición  suave  entre  ellas.  El  centro  de  grave- dad  para  por  delante  de  la  columna  media  torácica,  en  un  punto  apenas  posterior  a  la  columna  media  lumbar  antes  de  hacer  in- tersección  con  la  porción  superior  del  sacro.  Esto  implica  que  la  mayor parte  de la columna vertebral  experimenta fuerzas de com- presión anteriormente,  a  través  de  los cuerpos vertebrales, y  fuer- zas  tensiles  por  medio  de  los  elementos  posteriores  y  los  liga- mentos.  La  distribución de materiales y  sus propiedades igualan la fun- ción  de  la columna vertebral.  Los  cuerpos  vertebrales  se  encuen- tran  bien  equipados  para  sostener  cargas  compresivas;  en  su  mayor  parte  están  constituidos  por  hueso  esponjoso.  El  hueso  esponjoso  es  el  componente  primario  para  la  carga  de  pesos  de  los  cuerpos  vertebrales  en  compresión.  La  eliminación  de  la  cor- teza  del cuerpo vertebral reduce  su  fuerza a sólo 10%.  El conteni- do  de  la  médula  ósea  del  cuerpo  vertebral  actúa  con  un  sistema  hidráulico  cuando  es  comprimido.  Esta  propiedad  viscoelástica  permite  que  el  cuerpo  vertebral  absorba  más  energía.  En  la  parte  posterior,  los  principales  estabilizadores  de  la  co- lumna  vertebral  son  las  estructuras  ligamentosas  de  la  columna  posterior.  Estas  estructuras se  hallan  constituidas predominante- mente  por  colágeno,  y  son  muy  fuertes  cuando  se  cargan  en  tensión.  Los  discos intervertebrales  son importantes para la estabilidad  estructural  de  la  columna vertebral.  Las  capas interiores  del  ani- llo  y  del  núcleo  transmiten  cargas  de  vértebra  a  vértebra.  Con  una  aplicación  significativa  de  fuerza,  las  fibras  del  anillo  fallan  permitiendo  la  posible  inestabilidad  segmentaria  y  herniaciones  traumáticas  del  disco.  La  caja  torácica  estabiliza  la  columna  torácica.  Esta  estabili- dad  aumentada  de  la  columna  torácica  crea  elevadores  de  es- fuerzo en  la  unión  de  la columna cervical más móvil,  por encima,  y  la  columna  lumbar,  por  debajo.  El  criterio  para  evaluar  la  inestabilidad  vertebral  traumática  es  controvertido.  El  concepto  de  tres  columnas  de  la  anatomía  ver- tebral  proporciona  una  estructuración  en  la  cual  se  consideran  áreas  anatómicas  específicas  de  lesión.  Por  lo  tanto,  cuando  sólo  se  lesiona  una  columna,  la  columna  vertebral  suele  ser  estable.  Cuando  se  lesionan  dos  o  tres  columnas,  suele  ser  inestable  (es  decir,  incapaz  de  actuar  de  manera  adecuada  como  una  columna  de  soporte  y  protectora  de  los  elementos  nerviosos).  Esta  defini- ción  es  aplicable  tanto  de  forma  aguda  como  crónica.  Así,  en  muchas  situaciones,  el  cuestionamiento  acerca  de  la  estabilidad  vertebral no  es claro y  se basa en la  interpretación  de radiografías  pertinentes,  el  examen neurológico  y  un juicio  clínico  sólido.  224  Manual de  fracturas  Lesiones  neurológicas  Con base  en la  localización  anatómica  de  la lesión vertebral,  hay  tres  categorías  de  lesiones  neurológicas:  lesiones  de  la  médula  espinal,  del cono medular y  de la cola  de caballo.  Las  lesiones de  la  médula  cervical  y  torácica  pueden  afectar  directamente  la  mé- dula espinal o las raíces nerviosas  (cuadro 15-2).  La médula espi- nal distal se conoce como cono  medular,  y  de ordinario  se encuen- tra  situada en la  unión  toracolumbar,  al  nivel  del  pedículo  de Ll .  Los  núcleos  sacros,  que  controlan  la  función  intestinal  y  vesical,  se hallan situados en el cono.  La cola de caballo consiste en  todas  las  raíces lumbares y  sacras por  debajo  del  cono  (de  ordinario  de  L2  hasta  abajo).  Las  lesiones  de  la  cola  de  caballo  son  lesiones  de  las  raíces  de  los  nervios  periféricos;  tienen  un  mejor  pronósti- co  de  retorno  a  la  función que  las  lesiones  de  la  médula  espinal  o  del  cono.  Las lesiones de la  médula espinal en la columna cervical o toráci- ca  se  designan como completas  o  incompletas.  Las  lesiones  com- pletas  se caracterizan  por  pérdida  total  de  la  función motriz,  sen- sitiva  y  refleja,  por  debajo  del  nivel  de  la  lesión.  Estas  lesiones  dan  lugar  a  cuadriolejía  en  la  columna  cervical  superior  y  para- plejía  en la columna  torácica.  Las  lesiones  completas  de  la médu- la  espinal  de  la  columna  cervical  se  describen  por  el  nivel  más  bajo  de función  de  la raíz  cervical.  Esto  tiene  implicaciones  sobre  la  independencia  funcional  del  paciente.  Un  cuadripléjico  C3  es  un  dependiente  de  ventilador,  sin  función  de  extremidad  supe- Cuadro 15-2. Examen  neurológico de la extremidad superior  Raíz  C4  C5  C6  C7  C8  T1  Motora  Diafragma  Flexión del codo  (bíceps)  Extensores de las  muñecas  (ERLC/ERCC)  Extensión del codo  (tríceps)  Flexores de  los dedos  (FPD)  Abducción del dedo  (interóseos)  Sensibilidad  Vértice del  hombro  Parte lateral del brazo  Parte lateral del  antebrazo,  pulgar y  dedo índice  Dedo  medio  Antebrazo medial,  anular y  meñique  Hombro  posterior  Reflejo  Bíceps  Braquiorradial  Tríceps  ERLC  =  extensor radial largo del carpo;  ERCC  =  extensor radial corto  del carpo; FPD  = flexor profundo de los dedos.  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  225  rior  o  inferior  alguna.  Los  pacientes  con  cuadriplejía  C6,  o  por  debajo  de  ésta,  funcionan  de  forma  independiente.  Las  lesiones  completas  de  la  médula  espinal  en  la  columna  torácica  producen  paraplejía.  La  localización  de  la  lesión  no  es  pertinente  en  relación  con  el  resultado  funcional  del  paciente,  debido a que las raíces de los nervios torácicos segmentarios sólo  abastecen sensibilidad  al  tórax  e  inervación  a  los  músculos  inter- costales.  No  obstante,  un  parapléjico  torácico  proximal  en  com- paración  con  un  parapléjico  torácico  distal,  se  halla  en  un  riesgo  mayor  de  padecer problemas respiratorios  debido al aumento  de  la  parálisis  intercostal.  Las lesiones incompletas de la médula espinal se categorizan en  dos  tipos con base en la  localización  transversal  de la lesión den- tro  de  la  médula  espinal:  cordón  anterior,  cordón posterior,  cor- dón central y  síndrome de Brown-Séquard.  En el síndrome de cor- dón  anterior,  la  lesión se encuentra en el cordón medular anterior  que  contiene  los  haces  motores  corticoespinales.  Esto  da  lugar  a  parálisis motora con preservación de la  sensación de presión pro- funda y  la  propiocepción  debido a  que  se  encuentran intactas  las  columnas  posteriores.  El  síndrome  del  cordón  posterior  es  poco  frecuente  y  resulta  del  daño  de  las  columnas  posteriores.  Esto  produce  pérdida  de  la  propiocepción  y  de  la  sensación  de  pre- sión  profunda,  aunque  se  mantiene  la  función  motriz  pues  las  columnas  motoras  anteriores  están  intactas.  El  síndrome  de  cor- dón central  se  produce  por  daño  en  la  materia  gris central,  y  los  haces  de  materia  blanca  orientados  centralmente.  En  la  médula  cervical, los haces de materia blanca orientados centralmente pro- porcionan inervación motora a las extremidades superiores. Como  resultado,  estas  extremidades  están más  involucradas  que  las in- feriores.  En la región torácica, una lesión medular central afecta a  la  musculatura  proximal  de  las  extremidades  inferiores  más  que  a la musculatura distal.  En el síndrome de Brown-Séquard,  la mitad  de  la  médula  espinal  se  encuentra  lesionada  en  proyección  coronal.  Por  lo  tanto,  hay  parálisis  motora  ipsolateral,  pérdida  de  sentido  de  posición,  y  pérdida  contralateral  de  sensación  de  dolor y  temperatura debido  a  que las columnas  de los haces mo- tores y  posteriores se  entrecruzan en el  tallo  encefálico,  mientras  que los haces sensitivos lo hacen a uno o más niveles por encima,  cuando  penet ran  a  la  médul a  espinal.  Con  frecuencia  hay  superposición  entre  estos  síndromes.  El segundo grupo de lesiones neurológicas afecta al cono medu- lar.  Estas  lesiones  se  pr oducen  con  t r aumas  de  la  uni ón  toracolumbar, y con frecuencia  incluyen elementos  de  la  médula  espinal  inferior  y  de  la  cola  de  caballo.  Las  lesiones  a  este  nivel  son  muy  difíciles  de  diagnosticar  de  manera  precisa  en  una  si- 226  Manual de  fracturas  tuación  aguda,  especialmente  en  presencia  de  un  choque  verte- bral.  Como  de  ordinario  el cono  medular  termina  a  nivel  del  pe- dículo  de Ll,  las lesiones vertebrales  a este nivel pueden lesionar  las  neuronas  motoras  superiores  de  la  médula  sacra  o  las  neuro- nas  motoras  inferiores  a  las  raíces  sacras  o  lumbares,  que  ya  sa- lieron  de  la  médula  espinal.  Por  lo  tanto,  no  es  infrecuente  recu- perar  fuerza  motriz  en  las  extremidades  inferiores  que  están  inervadas  por  nervios  lumbares,  pero  continuar  con  función  in- testinal  y  vesical  ausente  debido  a  una  lesión  del  cono  que  lesio- na la  inervación de la raiz del nervio sacro al intestino y la vejiga.  Las  lesiones  de  la  cola  de  caballo  se  producen  con  fracturas  o  luxaciones  del nivel  L2 e  inferiores.  El  déficit neurológico  puede  variar  desde  una  lesión  simple  de  la  raíz  nerviosa  hasta  un  sín- drome  de  cola  de  caballo,  en el  cual hay  una  debilidad  de  grado  muy  manifiesto  de  las  extremidades  inferiores  y  afección  de  las  raíces  nerviosas  que  inervan  al  intestino  y  la  vejiga.  La  disminución  del  área  transversal  del  conducto  vertebral  después  de  la  fractura  o  luxación  no  siempre  se  correlaciona  con  la  intensidad  de la lesión neurológica  ni el  pronóstico  de recupe- ración,  ya que el  tamaño  del conducto  en la presencia  de hueso  o  material  del  disco  en  su  interior,  sólo  refleja  el  sitio  de  reposo  final  de  estos  fragmentos,  no  la  magnitud  de  la  energía  absorbi- da,  el  desplazamiento  máximo,  y  la  trayectoria  de  los  fragmen- tos  desplazados.  Sin embargo,  el  deterioro residual  del conducto  vertebral mayor de 50%,  o las dimensiones absolutas del conduc- to vertebral  menores  de  10 a 13  mm,  indican una  disfunción neu- rológica  inminente  o  aguda.  La  descompresión  del  conducto  vertebral  en las  lesiones com- pletas  de  la  médula  espinal  contribuye  poco,  o  nada,  al  mejora- miento del resultado neurológico.  Se recomienda descompresión  quirúrgica  en  caso  de  lesión  incompleta  de  la  médula  espinal,  cono o cola  de  caballo.  Es posible lograr una mejoría significativa  en el resultado neurológico,  especialmente con lesiones de la cola  de  caballo  (neurona  motora  inferior).  La  incidencia  de  trauma  vertebral  penetrante  por  heridas  por  armas  de fuego  está  aumentando.  Pocas  veces  la  columna  verte- bral  se  vuelve  inestable  por  una  herida  de  bala;  sin  embargo,  la  lesión neurológica es frecuente.  Las  lesiones  de niveles cervical y  torácico  producen  con  frecuencia  cuadriplejía  o  paraplejía,  res- pectivamente.  De  forma  similar,  se  genera  lesión  de  la  cola  de  caballo  en heridas  lumbares  por  armas  de  fuego.  La  mayor  parte  de  la  lesión  nerviosa  es  secundaria  a  la  energía  de  transferencia  cinética a los  tejidos nerviosos.  Raramente se indica la extracción  quirúrgica  de  la  bala,  excepto  en  una  lesión  incompleta  de  la  médula  espinal  o  de  la  cola  de  caballo,  con un  fragmento  de  hue- Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  227  so  que  ocupa  espacio  o  una  bala  identificada.  Debido  al  calor  generado,  estas  heridas  de  bala  tienen  una  tasa  baja  de  infección,  excepto  cuando han  atravesado  el  colon  antes  de  penetrar la  co- lumna  vertebral.  Esta  es  una  indicación  para  la  extracción  electi- va  de  la  bala  si  se  aloja  en  la  columna  o  conducto  vertebral.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  El  diagnóstico y  tratamiento  inicial  de  los  pacientes con fracturas  y  luxaciones vertebrales  depende,  en un alto  grado,  del  área  afec- tada  de  la  columna.  No  obstante,  hay  situaciones  comunes.  Los  pacientes  con  lesiones  vertebrales  pueden  tener  lesiones  adicionales  que  ponen en peligro la  vida;  por lo  tanto,  las  priori- dades  iniciales  consisten  en asegurar la  vía  respiratoria,  asegurar  la  ventilación  y  proporcionar  estabilización  hemodinámica.  Las  preocupaciones  para  la  estabilización  de  la  columna  ver- tebral  en  su  totalidad  se  inician en  el  sitio  del  accidente.  Los  pa- cientes  con  antecedentes  de  trauma  de  la  cabeza,  el  cuello  o  la  espalda,  o los pacientes conscientes que manifiestan  cualesquiera  síntomas  neurológicos,  son  inmovilizados  con  un  collar  cervical  con  inmovilización completa  de cabeza  y cuello  sobre  un  tablero  vertebral, hasta que se lleva a cabo una evaluación apropiada.  Es  esencial  obtener  una  historia  del  mecanismo  de  la  lesión  y  un  informe  detallado  de  cualquier  dolor  de  cuello  o  espalda,  y  cam- bios  motores  o  sensitivos  de  las  extremidades.  Los  pacientes  en  estado  de  inconsciencia  con  traumas  mayores  constituyen  un  desafío  más  difícil,  y  la  sospecha  debe  permanecer  en  un  nivel  alto  hasta  que  se  practica  un examen detallado  de  lesiones  verte- brales  potenciales.  Se  lleva  a  cabo  un  examen  neurológico  minucioso  tan  pronto  como sea posible.  El examen neurológico incluye evaluación com- pleta  de  la  función  motriz,  sensitiva  y  refleja  para  las  extremida- des  tanto  superiores  como  inferiores.  La  sensibilidad  perianal  y  un examen rectal son críticos  para evaluar la función de las raíces  y la médula sacra.  La estimulación de la sensibilidad sacra, o cual- quier  huella  de  función  motriz  distal,  significa  un  posible  retor- no de la función.  Además,  el choque vertebral durante las prime- ras  24  a  48  horas  puede  tener  el  aspecto  de  una  lesión  completa  de  la  médula  espinal  en  pacientes  en  los  cuales  más  adelante  se  encontrará  que  tienen  función  sensitiva  y  motriz.  La  resolución  del  choque  vertebral  se  indica  por  medio  del  retorno  del  reflejo  bulbocavernoso.  Este  se  prueba  mientras  se  realiza  un  examen  di- gital rectal.  El  tiro de la sonda  de Foley  dará lugar a una compre- sión  del  esfínter  anal  cuando  el  reflejo  bulbocavernoso  está  pre- sente.  Cuando  el  reflejo  bulbocavernoso  retorna,  en  presencia  de  228  Manual de  fracturas  una lesión completa de la médula  espinal,  es  probable que el  dé- ficit  neurológico sea  permanente.  Examen  radiográfico  Las  radiografías  de  detección  incluyen  vistas  anteroposterior  y  laterales.  En  la  radiografía  lateral,  debe  examinarse  la  altura  de  todos los cuerpos vertebrales y de los espacios de los  discos inter- medios.  Estas  alturas  deben  ser  considerablemente  uniformes  y  simétricas.  Cuando  la  altura  del  cuerpo vertebral  se  halla  dismi- nuida,  se  produce  una  deformidad  angular  (es  decir,  cifosis)  en  la  radiografía  lateral.  Las  líneas  anterior  y  posterior  de  los  cuer- pos  vertebrales  deben  encontrarse  alineadas  en  toda  la  extensión  de  la columna.  Con  una  lesión  de  la columna  media  (cuerpo ver- tebral  posterior),  puede  ser  evidente  la  impulsión  retrógrada  del  hueso  al interior  del  conducto vertebral  en la  vista  lateral.  La  ra- diografía  lateral  también mostrará los  elementos posteriores,  con  inclusión  de  las  facetas,  láminas  y  apófisis  espinosas.  La  distan- cia  ensanchada  entre  las  apófisis  espinosas  es  indicadora  de  le- sión  por  distracción  de  la  columna  posterior.  Se  examina  la  radiografía  anteroposterior.  Cada  cuerpo verte- bral  debe  situarse  directamente  por  encima  del  que  está  debajo,  con  espacios  de  discos  colocados  de  manera  simétrica  y  regular  entre los cuerpos.  Los  bordes  derecho e izquierdo  de  los cuerpos  vertebrales  deben  hallarse  bien  alineados.  Las  dos  sombras  re- dondas  del  pedículo  de  cada  cuerpo  vertebral  han  de  estar  pre- sentes  y  ser  simétricas.  El  ensanchamiento  de  la  distancia  entre  los  pedículos  en  cualquier  nivel  puede  indicar  una  lesión  de  la  columna  media  por  estallamiento.  El  examen  cuidadoso  delinea  los  elementos  posteriores  de  la  columna  vertebral,  lo  cual  hace  posible  la  comparación  de  la  distancia  entre  las  apófisis  espino- sas  en  cada  nivel.  Se  examinan  las  apófisis  transversas  en  cada  nivel  en  búsqueda  de  fractura,  así como  las  costillas  en  la colum- na  torácica,  el  sacro,  la  articulación  sacroiliaca,  y  las  alas  iliacas  de  la  pelvis.  En  los  pacientes  con  trauma  es  muy  importante  que  no  pasen  inadvertidas  lesiones  vertebrales  adicionales.  Hasta  10%  de  los  pacientes  con  traumas  vertebrales  de  un  sitio  tendrán otra  lesión  en la columna vertebral,  en  un sitio cercano o  distante.  Esto  tiene  especial  importancia  en los  pacientes  con  lesiones  de  la  columna  cervical  o  torácica  que  tienen  lesiones  de  la  médula  espinal  que  producen  pérdida  de  la  sensibilidad  en  áreas  más  distales  de  su  columna  torácica y  lumbar,  aumentando  la  dificultad  en el  diag- nóstico  de  las  lesiones  en  esas  áreas.  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  229  Tratamiento  inicial  Todos  los  pacientes  se  mantienen  en  posición  supina  sobre  col- chones bien acojinados, y  se giran como un  todo, cada  dos  horas,  para  disminuir  la  presión  en  áreas  sensibles.  Se  usan  medias  an- tiembolia  para  profilaxia  de  trombosis  venosas profundas.  Se vi- gilan  continuamente  el  estado  cardiaco y  la  saturación  de  oxíge- no.  Se  coloca  un  tubo  nasogástrico  para  el  íleo  gastrointestinal  acompañante.  La  aplicación  de  una  sonda  de  Foley  permite  la  cuantificación precisa del gasto urinario y simplifica los  cuidados  de  enfermería.  Los  líquidos  intravenosos  mantienen  un volumen  líquido  adecuado.  Se  obtienen  recuentos  sanguíneos  completos  en  la  presentación,  y  luego  varias  veces  en  el  periodo  temprano  posterior  a  la  lesión.  Los  medicamentos  intravenosos  contra  el  dolor  son  dictados  por la  edad,  estado  médico y cantidad  de  do- lor.  Se  inicia  tempranamente  en  el  curso  de  hospital  la  fisiotera- pia  con  ejercicios  en  el  intervalo  de  movimiento  de  las  extremi- dades  no  lesionadas.  Los  cuidados  iniciales  para  un  paciente  con  lesión  de  la  co- lumna  cervical  son  un  tanto  distintos.  Los  pacientes  con  una  le- sión  de  la  columna  cervical  que  produce  una  alineación  defec- tuosa  de  la  columna  vertebral,  independientemente  del  estado  neurológico,  se  colocan  en  tracción  con  tenazas  esqueléticas.  Los  autores utilizan tenazas de  grafito  de Gardner-Wells que son com- patibles con la imagen por  resonancia  magnética.  Se colocan a  la  distancia  de  un  dedo  por  encima  del  lóbulo  de  la  oreja  y  en  línea  con el conducto auditivo externo. Los tornillos del cráneo se aprie- tan  con  los  dedos  hasta  que  se  libera  la  válvula  de  presión  en  el  centro  del  tornillo,  lo  cual  indica  una  fuerza  adecuada.  Cuando  se  identifica  una  alineación  vertebral  defectuosa,  las  tenazas  se  aplican  en  la  sala  de  urgencias.  Se  agregan  lentamente  cerca  de  2.25  kg  por nivel  de  lesión  al  aparato  de  tracción,  bajo vigilancia  neurológica  y  radiográfica  cercana.  Así,  un  paciente  con  una  luxación  de  faceta  C4  a  C5  puede  requerir  aproximadamente  11.3  kg,  o  más,  para  la  reducción  de  una  alineación  defectuosa.  Es  habitual  requerir  entre  22.7  y  45.7  kg  de  peso,  aproximada- mente,  de  tracción  para  luxaciones  de  la  columna  cervical  infe- rior,  con  el  propósito  de  lograr  la  reducción  en  adultos  grandes.  Una vez  que  se  logra  la  reducción,  una carga  de casi  4.5  a  6.8  kg  es  suficiente  para  mantener  la  reducción.  Una  radiografía  lateral  de  la  columna  cervical  asegura  la  conservación  de  la  alineación  apropiado  de la columna cervical,  y  debe verificarse con frecuen- cia,  especialmente  después  de  regresar para  realizar pruebas  que  requieran  movilización  del  paciente.  El  tratamiento  farmacológico  de  la  lesión  aguda  de  la  médula  espinal  es  la  administración  de  esferoides,  en  un  intento  por  re- 230  Manual de  fracturas  ducir  el  edema  alrededor  de  los  elementos  nerviosos  después  de  la  lesión.  Las  indicaciones  de  los  esteroides  incluyen  a  todos  los  pacientes  con  lesión  de  la  columna  cervical,  con  cualquier  defi- ciencia  neurológica,  lesiones  de  la  columna  torácica con paraple- jía  incompleta,  lesiones  incompletas  de  la  cola  de  caballo  con  deterioro neurológico,  y  la  incapacidad  de  llevar  prontamente  al  paciente  a  cirugía.  Se  administran  esteroides  a  personas  con  le- sión  completa  de  la  columna  torácica  debido  al  beneficio  signifi- cativo  de salvar o  ganar un nivel  de  raíz  funcional en un paciente  con lesión completa de la columna cervical. Se administran 30 ml  de  metilprednisolona  por  kilogramo  como  una  dosis  de  carga,  por vía intravenosa,  durante un lapso  de 30 minutos. Se continúa  un  goteo  intravenoso  continuo  de  metilprednisolona  a  una  dosis  de 5.4 mg/ kg/ hor a, durante 24 horas, y luego se suspende.  Cual- quier  deterioro  neurológico  mientras  se  está  sumi ni st rando  metilprednisolona  justifica  la  reconsideración  de  su  utilización.  El riesgo  de este régimen de esferoide a dosis altas es la hemorra- gia  gastrointestinal;  por  lo  tanto,  todos  los  pacientes  se  protegen  con  antagonistas  de  H2 como cimetidina  o  ranitidina  durante  un  lapso  mínimo  de  72  horas.  Las  lesiones  vertebrales  se  dividen  en cuatro  grupos con  base  en  el  segment o  afectado:  cervicales  superi ores,  cervicales  subaxiles,  torácicas y  lumbares,  y  sacras.  LESIONES  DE  LA  COLUMNA  CERVICAL  SUPERIOR  (DEL  OCCIPUCIO  A  C2)  Clasificación  Se  encuentran  ocho  tipos  de  lesiones  de  la  columna  cervical  su- perior.  Las  cuatro  que  se  encuentran  con  mayor  frecuencia  son  fracturas  del  atlas,  subluxaciones  atlantoaxiles,  fracturas  odon- toideas,  y  espondilolistesis  traumática  del axis  (fracturas  C2,  lla- madas  "del  verdugo").  Las  cuatro  lesiones  menos  comunes  son  las  fracturas  del cóndilo occipital,  la luxación  atlantooccipital,  la  subluxación  atlantoaxil  rotatoria,  y  las  fracturas  de  la  masa  late- ral  de  C2.  Las fracturas  del  atlas  son  el  resultado  de  la  impacción  de  los  cóndilos occipitales sobre el arco de Cl .  Esto causa fracturas sim- ples  o  múltiples  del  anillo  de  esta  vértebra,  que  de  ordinario  se  separa y  de esa  forma  aumenta  el espacio para la  médula espinal;  por lo  tanto,  la lesión neurológica no es común.  Hay cuatro  tipos  de fracturas del atlas:  los dos primeros son lesiones estables; frac- turas  aisladas  del arco anterior o posterior.  Las fracturas  del  arco  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  231  anterior  suelen  ser  lesiones  por  arrancamiento  de  la  porción  an- terior  del  anillo.  Las  fracturas  del  arco  posterior son  el  resultado  de hiperextensión,  con compresión  del  arco  Cl  entre  el  occipucio  y  C2.  El  tercer  tipo  de fracturas  del  atlas es  la  fractura  de la  masa  lateral.  Las  líneas  de  fractura  se  extienden en  dirección anterior y  posterior  a  la  superficie  articular  de  la  masa  lateral  de  Cl ,  con  desplazamiento  asimétrico  de  la  masa  lateral  del  resto  de  la vér- tebra.  Esto se observa mejor en una vista  odontoidea, con la boca  abierta,  del  complejo  Cl  a  C2.  El  cuarto  tipo,  las  fracturas  por  estallamiento  del  atlas  (o  fracturas  de  Jefferson),  incluye  clásica- mente cuatro fracturas en el anillo de Cl : dos en la porción anterior  y  dos  en  el  anillo  posterior.  La  inestabilidad  potencial  de  estas  fracturas  se identifica  mejor  mediante el examen  de  la porción  de  las  masas  laterales  que penden  de  Cl  sobre las  facetas  articulares  de C2,  como  se  observa  en la  vista odontoidea con la boca abier- ta.  El  desplazamiento  lateral  total  de  ambos  lados,  de  más  de  6.9  mm,  indica  abertura  del  ligamento  transverso  que  da  como  resultado  inestabilidad  atlantoaxil.  La subluxación atlantoaxil es secundaria a la rotura del estabiliza- dor  primario  de  esta  articulación,  el  ligamento  transverso.  Esto  produce  inestabilidad  atlantoaxil  que  puede  colocar  en  riesgo  a  la  médula  espinal.  Por  lo  tanto,  las  complicaciones  potenciales  de  esta  lesión  incluyen  lesión  neurológica,  como  resultado  de  la  compresión  de  la  apófisis  odontoides  sobre  la  médula  cervical  superior  en  contra  del  arco  posterior  de  Cl .  La identificación de las fracturas de la apófisis odontoides requie- re  un  alto  índice  de  sospecha.  Las  fracturas  de  la  apófisis  odontoides  deben  descartarse  en  todos  los  pacientes  con  dolor  del  cuello  después  de  un  accidente  en  vehículo  de  motor,  y  en  pacientes  de  edad  avanzada  implicados  en  traumas  triviales  de  la región  de  la cabeza  y el cuello.  Si hay  desplazamiento anterior  significativo  o,  más  comúnment e,  posterior  de  la  apófisis  odontoides,  puede  producirse  una  lesión  de  la  médula  espinal.  La incidencia  de lesión neurológica es aproximadamente de 10%.  Las  fracturas  odontoideas  se  clasifican  adicionalmente  en  tres  ti- pos  con  base  en  el  nivel  anatómico,  en  el  cual  se  producen  (fig.  15-2).  Las  fracturas  de  tipo  I  representan  una  fractura  por  arranca- miento  de  la  punta  de  la  apófisis odontoides,  donde  se  inserta  el  ligamento  alar.  Las  fracturas  de  tipo  II  son  el  tipo  más  frecuente  de  fractura  odontoidea  y  se  presentan  en  la  porción  media  de  esta  apófisis,  en un punto proximal al cuerpo del axis.  El riego sanguíneo limi- tado  y  el  área  pequeña  de  superficie  esponjosa  transversal  con- ducen  a  una  incidencia  alta  de  falta  de  unión.  Otros  factores  de  2 3 2  Manual  de  fracturas  Fracturas  de  la  apófisis  odont oi des  Flg. 15-2. Los tres tipos de fracturas odontoideas.  riesgo  para  la  falta  de  unión  son la  desviación  angular,  el  despla- zamiento  anterior  o  posterior  mayor  de  4  mm,  y  la  edad  del  pa- ciente  superior  a  40  años.  Las  lesiones  de  tipo  lll  son  aquéllas  en  las  cuales  la  línea  de  fractura  se  extiende  al  cuerpo  vertebral  de  C2.  Debido  al  área  transversal  más  grande  y  a  la  presencia  de  hueso  esponjoso  que  es  rico  en  riego  sanguíneo,  estas  fracturas  de  tipo  III  se  unen  consistentemente  siempre  que  estén  alineadas  de  manera  ade- cuada  (fig.  15-3).  La espondilolistesis  traumática  del  axis,  o fractura  del  verdugo,  es  una  fractura  bipediculada  con  rotura  del  disco  y  ligamentos  en- tre C2 y C3, que más comúnmente el resultado de hiperextensión  y  distracción.  Esta  fractura  recibe  su nombre  por la  lesión que  se  produce  como  resultado  de  ahorcamiento  judicial  con  una  cuer- da  en  posición  submentoniana.  Las fracturas del verdugo se clasifican adicionalmente con base  en  la cantidad  de  desplazamiento  y  desviación  angular  del  cuer- po  de  C2  en  relación  con  los  elementos  posteriores  (figs.  15-4  a  15-7).  La  lesión  de  tipo  I  es  una  fractura  del  arco  neural  sin  desvia- ción  angular  y  con  un  desplazamiento  anterior  de  C2  sobre  C3  de  hasta  3  mm.  Tipo  lll  Tipo II  Tipo I  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  233  Fig. 15-3. Vista con la boca abierta que indica una fractura odontoidea del  tipo III.  Las fracturas  de  tipo 11  tienen  un  desplazamiento anterior ma- yor de 3 mm o  desviación angular de C2 sobre C3.  Estas  fracturas  suelen  ser el  resultado  de  hiperextensión y  carga  axil  después  de  una  flexión  intensa  que  estira  eí  anillo  posterior  del  disco  y  pro- duce  la  traslación  anterior  y  la  desviación  angular.  Las  lesiones  de  tipo  HA  son una variante  de  la  flexión-distracción  de  las  frac- Fig. 15-4. Fractura de tipo I de verdugo.  234  Manual  de  fracturas  Fig. 15-5. Fractura de tipo II de verdugo.  turas  de  tipo  II.  Muestran  una  desviación  angular  intensa  de  C2  sobre  C3,  con  desplazamiento  mínimo,  formando  aparentemen- te  un  gozne  sobre  el  ligamento  longitudinal  anterior.  Es  impor- tante  reconocer  este  tipo  de  fractura  de  verdugo  debido  a  que  la  aplicación  de  tracción  puede producir  distracción  del  espacio  del  disco  de  C2  a  C3  y  desplazar  adicionalmente  la  fractura.  Fig. 15-6. Fractura de tipo HA de verdugo.  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  2 3 5  Fig. 15-7. Fractura de tipo III de verdugo.  Las  lesiones  de  tipo  II  son  fracturas  bipediculadas  relaciona- das  con  luxaciones  unilaterales  o  bilaterales  de  las  facetas.  Estas  son lesiones  graves,  inestables,  que  tienen una alta  incidencia  de  secuela  neurológica.  Las fracturas de los  cóndilos del occipital son el resultado de una  carga  axil  y  flexión  lateral  combinadas.  Hay  dos  tipos:  fracturas  por  arrancamiento  o  fracturas  conminuta  por  compresión.  Las luxaciones atlantooccipitales son lesiones poco habituales que  producen  rotura  total  de  todas  las  estructuras ligamentosas  entre  el occipucio y  el atlas.  El mecanismo  de la lesión suele ser exten- sión o  flexión.  La  muerte  suele  ser inmediata  a causa  de  afección  grave  del  tallo  encefálico  con  paro  respiratorio  completo.  La  subluxación  atlantoaxil  rotatoria  se  produce  de  manera  más  habitual  de  forma  secundaria a  accidentes vehiculares.  La  princi- pal  dificultad  es  la  falta  de  reconocimiento  temprano.  Las fracturas de la masa lateral del axis son el resultado de fuer- zas  de  carga  axil  y  flexión  lateral  combinadas.  Lesiones  relacionadas  Las  lesiones  relacionadas  incluyen compresión  de  la  médula  es- pinal  o  de  las raíces  de los nervios cervicales,  lesiones de la cabe- za,  y  otras  fracturas  vertebrales,  particularmente  de  la  columna  cervical.  Las  fracturas de  los cóndilos occipitales se vinculan con  trauma  intenso  de  la  cabeza  y  se  acompañan  por  parálisis  de  pa- res craneales.  Cincuenta  por ciento  de  los  pacientes  con una  frac- 236  Manual de  fracturas  tura  del  arco  posterior  del  atlas  tiene  otra  lesión  de  la  columna  cervical,  de las cuales la más frecuente es la espondilolistesis trau- mática  del  eje,  o  una  fractura  odontoidea  desplazada.  El  mejor  método  para  encontrar  lesiones  relacionadas  es  mantener  en  mente la  alta  posibilidad  de  que  existan  estas lesiones,  y  los  exá- menes físicos y  radiográficos  cuidadosos.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Examen físico  El paciente  tiene dolor localizado en el cuello, y puede haber una  sensación  de  inestabilidad  o  deformidad  fija.  La  evaluación  ini- cial  se  lleva  a cabo  de  la  forma  descrita.  Examen radiográfico  En  todos  los  pacientes  con  sospecha  de  lesiones  de  la  columna  cervical,  se  obtiene  inicialmente  una  radiografía  en  proyección  lateral  transversa  con el  paciente  en  posición horizontal.  Esta  ra- diografía incluye las siete vértebras cervicales y la unión C7 a TI.  Cuando  esto no es  posible,  debido  a la  interposición de los hom- bros  en los  pacientes  con cuellos cortos,  se  tira hacia  abajo  de  los  miembros  superiores  del  individuo  para  colocar  los  hombros  en  posición  más  baja,  o  se  extiende  un  miembro  superior  sobre  la  cabeza,  manteniendo  al  otro  a  un  lado  mientras  se  hacen  las  to- mas  (proyección  de  nadador;  fig.  15-8).  Las  vistas  adicionales  que  se  requieren  incluyen  una  antero- posterior  y  una  odontoidea,  o  con  la  boca  abierta,  que  detalla  la  articulación  Cl  a  C2  en  el  plano  coronal  (fig.  15-3).  De  la  forma  indicada,  se  obtienen  vistas  oblicuas  derecha  o  izquierda  y  de  flexión-extensión voluntaria.  Es  esencial  examinar  cuatro  líneas  en  la  radiografía  lateral:  la  línea  del  cuerpo  vertebral  anterior,  la  línea  del  cuerpo  vertebral  posterior,  la  línea  laminar  vertebral,  y  la  línea  que  conecta  las  puntas de las apófisis espinosas.  Todos estos  puntos de  referencia  deben estar  alineados como  un arco  suave  de  Cl  a  TI  (fig.  15-9).  Cualquier  alineación  defectuosa  significa  que  hay  una  subluxa- ción  vertebral  potencial  o  una  luxación  que  se  produce  con  una  lesión  vertebral.  Las sombras  de los  tejidos blandos  en las  radiografías laterales  de  la  columna  cervical  constituyen  las  sombras  retrofaríngea  y  retrotraqueal.  Estas  sombras  de  tejidos  blandos  están  expandi- das  por  el  hematoma  acompañante  que  se  produce  después  de  una lesión  de la columna cervical,  y  pueden ser la  única  manifes- tación  de  lesiones  leves.  La  sombra  de  tejidos  blandos  debe  ser  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  2 3 7  Flg. 15-8. Vista de nadador de la columna cervical.  mayor  de  6 mm  de  la  parte  anterior  de  C2 y  no  mayor  de 2 cm  en  el  borde  anterior  de  C6  (es  decir,  de  6 al  y  de  2  a  6).  Las  fracturas  de  los  cóndilos  occipitales  son  difíciles  de  obser- var  en  radiografías  simples  y  requieren  para  su  delineamiento  tomografía  por  computadora  (TC)  axil.  La  disociación  atlantooccipital  se  define  muy  bien en  la  radio- grafía  lateral  de  la  columna cervical,  o  en  la vista  lateral  del  crá- neo  que  muestra  muy  bien  el  perfil  de  la  unión  atlantooccipital.  Hay  disociación  entre  la  base  del  occipucio  y  el  arco  de  Cl ,  e  hinchazón  intensa  de  tejidos  blandos.  Las  fracturas  del  atlas  se  diagnostican  en  una  radiografía  late- ral  de  la  columna  cervical  o  en  una  vista  odontoidea  con  la  boca  abierta,  o con ambos estudios.  La radiografía lateral  de la colum- na  cervical  muestra  la  presencia  de  líneas  de  fractura  dentro  del  arco posterior de Cl .  La vista con la boca abierta indica  la separa- ción  de  las  masas  laterales  de  Cl  sobre  las  superficies  articulares  del  axis.  La  tomografía por computadora axil es de utilidad en la  evaluación.  La  subluxación  atlantoaxil  causada  por  rotura  del  ligamento  transverso  se  muestra  mejor  en  vistas  laterales  de  flexión-exten- 238  Manual de  fracturas  Fig.  15-9.  Arcos  óseos  normales  y  sombras  de  tejidos  blandos  que  se  observan  en  la  vista  lateral  en  la  columna  cervical: A,  línea  de  cuerpos  vertebrales anteriores. B, línea de cuerpos vertebrales posteriores. C, línea  laminar. D,  línea de apófisis espinosas.  sión, y se indica por un aumento en el intervalo atlantoodontoideo  (IAO),  el  cual  normalmente  es  menor  de  3.5  mm.  Esto  se  mide  desde la  parte  posterior  del  arco anterior  de Cl  a la  parte anterior  de  la  apófisis  odontoides  (figs.  15-10  y  15-11).  Sin  embargo,  el  espasmo  del  músculo  espinoso  extensor,  que  acompaña  a  una  lesión aguda,  puede prevenir  radiografías  adecuadas  voluntarias  en  flexión-extensión.  Una  vez  que  se  reconoce,  se  obtiene  un  es- tudio  de  tomografía  por  computadora  axil  para  determinar  si  la  inestabilidad  es  puramente  ligamentosa  o  se  debe  a  un  arranca- miento  óseo.  Las  radiografías  que  siguen  a  una  subluxación  atlantoaxil  rotatoria con frecuencia se informan como normales  debido  a que  es difícil obtener radiografías  paralelas al plano  tanto de Cl  como  de C2, debido a la tortícolis concomitante.  Las radiografías con la  boca  abierta  a  menudo  ayudan  a  reconocer  esta  lesión  mediante  la  demostración  de  un  "signo  de  parpadeo".  Esto  se produce  de- 10 mm  15 mm  4 mm  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  2 3 9  IAO  SAC  Arco  anterior  -Atlas  Arco  posterior  - Atlas  Odontoides  Flg. 15-10. Relación normal del atlas y la apófisis odontoides observada en  la proyección  lateral. IAO  =  intervalo atlantoodontoideo.  bido  a  la  superposición  unilateral  de  la  masa  lateral  de  Cl  sobre  C2.  La  tomografía por computadora  es  de  utilidad para  describir  la  dirección  y  rotación  de  Cl  sobre  C2.  Las fracturas odontoideas se observan en radiografías laterales  de  la columna cervical  o  en una vista  con la boca  abierta.  Ocasio- nalmente,  puede  ser  necesaria  la  reconstrucción  con  tomografía  por  computadora  tridimensional  o  la  tomografía  convencional  para  identificar  y  evaluar  completamente  estas  fracturas.  En  las  tomografías  por  computadora  axiles  puede  pasar  inadvertida  la  línea  de  fractura  si  está  en  el  plano de la  imagen  axil.  Las  fracturas  de  verdugo  se  observan  en  la  radiografía  lateral.  Las  fracturas  de  la  masa  lateral  con  conminución  mínima  pue- den  requerir  identificación  con  tomografía  por  computadora.  IAO  SAC  Flg. 15-11. Subluxación atlantoaxil indicada por un aumento en el intervalo  atlantoodontoideo  (IAO).  n  240  Manual  de  fracturas  Tratamiento inicial  Las  fracturas  del  cóndilo  occipital  se  tratan  inicialmente  en  una  ortosis  cervical.  Estas  fracturas  son  generalmente  lesiones  esta- bles  que  pueden  tratarse  con  inmovilización  ortótica  con  una  ortosis  de  doble  cartel,  o  un  collar  Filadelfia  rígido.  La  mayor  parte de estas fracturas  se repara  sin complicaciones,  aunque oca- sionalmente  se  produce  artritis  postraumática  que  requiere  una  fusión  atlantooccipital  posterior.  La  tracción  está  cont rai ndi cada  después  de  la  luxación  atlantooccipital.  Aun  un  peso  de cerca  de  2.25  kg  puede  producir  una  distracción  excesiva  y  estirar  el  tallo  encefálico  con  resulta- dos catastróficos.  El  tratamiento inicial es la  aplicación de  un cha- leco-halo  para  mantener  la  estabilidad  de  la  columna  vertebral,  mientras  se  pone  atención  a  la  desviación  y  estado  neurológico  del  paciente.  Una  vez  que  el  paciente  se  estabiliza,  se  practica  una  fusión  de  la  columna  cervical  superior  al  occipucio  poste- rior,  con  inmovilización  continua  mediante  un  chaleco-halo  du- rante  aproximadamente  tres  meses.  El tratamiento inicial de las fracturas tipos I, II y III del atlas es  una ortosis cervical.  Las fracturas de Jefferson se colocan en tracción.  La subluxación atlantoaxil y la subluxación atlantoaxil rotatoria  se  tratan  inicialmente  con  una  ortosis  cervical.  Las fracturas odontoideas de  tipo I  son  tratadas con una ortosis  cervical.  Las  fracturas  de  tipos  II  y  III  se  tratan inicialmente  me- diante  tracción  cervical,  con  tenazas  para  reducir  o  mantener  la  alineación  sagital,  o  ambas  cosas.  Las fracturas de tipo  I y  II  de verdugo se  tratan con una ortosis  cervical. El tratamiento inicial de las fracturas de tipo III es la apli- cación  de  tracción  para  reducir  la  luxación  de  las  facetas.  La  re- ducción  por  medios  cerrados  puede  no  ser  posible  debido  a  la  disociación entre  el cuerpo vertebral  y los elementos posteriores.  Tratamiento  definitivo  El  tratamiento  definitivo  de  las  fracturas  del  atlas  se  basa  en  el  tipo  de  fractura.  Las fracturas  de  tipos  I  y  II  se pueden  tratar con  una  ortosis  cervical  en  un  paciente  que  cumple  con  las  instruc- ciones,  mientras  que  en  las  lesiones  de  tipo  III  el  tratamiento  es  con un chaleco-halo.  Las  fracturas  de  tipo  IV,  o  de Jefferson,  con  un  ligamento  transverso  competente  (desplazamiento  menor  de  6.9  mm  de  las  masas  laterales)  son  estables,  y  también  se  tratan  con  un  chaleco-halo  mientras  que  las  fracturas  de  Jefferson  con  un  ligamento  transverso  incompetente  (más  que  6.9  mm  de  des- plazamiento)  son inestables y  se  tratan mediante  tracción  cervical  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  241  extendida,  para  reducir  la  separación  hasta  que  los  fragmentos  de hueso se pegan.  Esto es necesario debido a que el chaleco-halo  no  tiene  la  capacidad  de  proporcionar  la  distracción  axil  necesa- ria  para  mantener  la  reducción  de  la  fractura.  Después  de  la  re- paración  preliminar,  la  aplicación  de  un  chaleco-halo  durante  el  resto  del  periodo  de  tres  a  cuatro  meses  permite  la  reparación  completa.  Cuando  se  supone  que  está  reparada  una  fractura  Cl ,  se  obtienen  radiografías  laterales  de  flexión-extensión  de  la  co- l umna  cervical  para  asegurar  que  no  hay  una  subluxación  atlantoaxil  significativa.  Si  hay  una  subluxación  atlantoaxil  ma- yor  de  5  mm  en  un  adulto,  se  lleva  a  cabo  fusión  Cl  a  C2  poste- rior,  con o  sin  fijación  transarticular  de  tornillos  de  Cl  a  C2.  La subluxación atlantoaxil a causa  del arrancamiento óseo  del  ligamento  transverso,  se  trata  con  un  chaleco-halo  durante  tres  meses.  En las lesiones puramente ligamentosas,  el  tratamiento es  con  fusión  Cl  a  C2  post eri or,  posi bl ement e  con  tornillos  transarticulares  de  Cl  a  C2.  La  subluxación  atlantoaxil  rotatoria  reconocida  dentro  de  un  plazo de varias semanas posterior a la lesión, se reduce con tracción  cervical.  Esto puede  requerir  de  13.6  a  18.1  kg,  aproximadamen- te,  de  tracción  para  reducir  la  luxación  rotatoria.  Con  frecuencia  se  escucha  y  se  siente  en la  reducción  un  ruido  "pop".  Se  aplica  un  chaleco-halo.  Aun  mediante  tratamiento  prolongado  con  un  chaleco-halo, es posible que no se logre la estabilidad a largo plazo  debido  a  que la articulación  de faceta  Cl  a C2 es  una articulación  de  tipo  en  silla  de  montar  y  depende  de  restricción  ligamentosa  para su estabilidad.  La artrodesis atlantoaxil es el  tratamiento de  elección para  la inestabilidad  y  el  dolor crónico,  o  para  pacientes  con un déficit neurológico vinculado.  En las  lesiones crónicas,  no  es posible la reducción cerrada por medio  de tracción cervical; se  tratan  con  reducción  abierta  y  artrodesis  de  Cl  a  C2.  Las fracturas odontoideas de tipo 1  son lesiones estables que se  tratan con una ortosis para comodidad  sintomática.  No  obstante,  la  lesión  por  arrancamiento  de  tipo  I  con  frecuencia  se  relaciona  con  luxaciones  atlantooccipitales;  por  lo  tanto,  esta  lesión  más  grave  debe  descartarse.  Hay cuatro  tipos  de  tratamiento  definiti- vo para las  fracturas odontoideas  de  tipo  II:  tratamiento con cha- leco-halo  de  fracturas  desplazadas  o  con  desviación  angular  de  grados  mínimos,  seguidas  por  artrodesis  posterior  de  Cl  a  C2  si  la  reparación  no  se  produce  en  un  lapso  de  cuatro  meses;  artrodesis  posterior primaria  de  Cl  a  C2 siempre  que el  arco  pos- terior  de  Cl  esté  intacto;  fijación  transarticular  de  facetas  poste- riores  de  Cl  a  C2  con  tornillos  y  fusión;  y  fijación  anterior  con  tornillos  de  la  apófisis  odontoides  bajo  fluoroscopia  biplanar.  La  ventaja  teórica  de  la fijación anterior  con  tornillos  es  que  no  re- 242  Manual  de  fracturas  quiere fusión  de Cl  a  C2 y,  de  esa forma,  preserva  el  movimiento  en  la  col umna  cervical  superior.  Siempre  que  las  fracturas  odontoideas  de  tipo  III  se  reduzcan  de  forma  adecuada,  la  inmo- vilización  del  chaleco-halo  durante  tres  meses  es  el  tratamiento  de elección.  Cuando la reducción se pierde  después  de  la coloca- ción  del chaleco-halo,  se requiere  tracción cervical  durante  tres  a  cuatro  semanas  para  permitir  la  reparación  temprana  de  la  frac- tura  antes  de  continuar  con  el  chaleco-halo,  o  se  puede  realizar  reducción  por  tracción  y  fusión  posterior  de  Cl  a  C2.  Las fracturas  de  verdugo  de  tipo  I  son lesiones  estables  que  se  tratan  con  ortosis  cervical  durante  tres  meses  en  pacientes  que  cumplen  las  instrucciones.  Las  fracturas  de  tipo  II  desplazadas  menos  de 5  mm,  y  con una  desviación angular mínima,  se  tratan  con  un  chaleco-halo  si  se  puede  mantener  la  reducción.  En  las  fracturas  desplazadas más  de 5  mm,  el  tratamiento es  la  tracción  con  tenazas  cervicales,  mediante  extensión  ligera  con  anteriori- dad  a la  aplicación del chaleco-halo,  que  también necesitará  apli- carse con extensión del cuello.  La tracción está contraindicada en  las  fracturas  de  tipo  IIA.  Estas  fracturas  se  tratan  con  la  aplica- ción  temprana  de halo bajo  guía fluoroscópica, y con compresión  a  través  del sitio de fractura para mantenimiento  de la reducción.  Las fracturas  de  tipo III se reducen abiertas, cuando no es posible  la  reducción  cerrada,  y  se  lleva  a  cabo  fusión  vertebral  posterior  de C2 a C3.  En el posoperatorio,  en estas lesiones se mantiene la  inmovilización  con  chaleco-halo  por  tres  meses.  Las  fracturas  de  la  masa  lateral  del  atlas  son  lesiones  estables  que  sólo  requieren inmovilización ortótica.  Ocasionalmente,  con  la degeneración tardía  sintomática  de las facetas,  algunos  pacien- tes  pueden  requerir  fusión  posterior  para  alivio  del  dolor.  Complicaciones  La complicación de las fracturas cervicales altas es la inestabilidad  ósea  o  ligamentosa.  El  tratamiento  es  la  fusión  posterior  de  los  segmentos  inestables.  La  falla  en  la  identificación  de  una  lesión  superior  de  la  columna  cervical  se  produce  con  frecuencia,  espe- cialmente  en pacientes con  traumas  múltiples.  Afortunadamente  la lesión neurológica es rara debido a la  gran cantidad de espacio  disponible para la médula espinal en la columna cervical  superior.  LESIONES  DE  LA  COLUMNA  CERVICAL  SUBAXIL  Aunque  las  lesiones  óseas  son  de  manera  habitual  la  manifesta- ción  obvia  de  trauma  de  la  columna  cervical,  es  esencial  identifi- Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  243  car de  manera  precisa  los  componentes  ligamentosos  de la  lesión  en  los  segmentos  de  movimiento  cervical  subaxil.  Con  frecuen- cia  esta  insuficiencia  ligamentosa  es  lo  que  permite  la  traslación  del  segmento  de movimiento cervical  que puede  explicar  el  daño  neurológico grave.  También es bien aceptado el hecho de que los  ligamentos  se  reparan con  tejido  cicatrizal,  que  es  más  débil  que  la  estructura  ligamentosa  previa  a  la  lesión,  y  puede  dar  lugar  a  una  inestabilidad  crónica.  Una  diferencia  importante  entre  las  lesiones  de  la  columna  cervical  superior  y  subaxil  es  el  aumento  del  riesgo  de  lesiones  de  la  médula  cervical  en  la  columna  cervical  inferior.  Este  es  un  reflejo  de  dos  factores:  el  tamaño  general  disminuido  del  con- ducto  vertebral  en  la  espina  cervical  inferior,  y  el  aumento  de  la  incidencia  de  lesiones  que  estrechan,  más  que  expanden,  el  con- ducto.  Por  lo  tanto,  los  objetivos  inmediatos  y  a  largo  plazo  de  las  lesiones  en  la  columna  cervical  inferior,  consisten  en  obtener  y  mantener  una  alineación  de  la  columna  vertebral  para  llevar  a  un  nivel  óptimo  el  ambiente  para  la  médula  espinal  y  raíces  ner- viosas  existentes.  Clasificación  Hay cinco tipos de lesiones subaxiles de la columna cervical: fracturas  aisladas  de  elementos  posteriores,  arrancamiento  menor  y  frac- turas por compresión,  fracturas  por estallamiento del cuerpo ver- tebral,  fracturas  en  gota  de  lágrima,  y  lesiones  de  faceta  causan- tes  de  alineación  vertebral  defectuosa.  Las fracturas aisladas de los elementos posteriores, de las láminas,  apófisis  articulares  o  apófisis  espinosas,  se  pueden  producir  por  una  secuencia  de  extensión  de  compresión  con  impacción  de  los  elementos  posteriores,  unos  sobre otros.  Las  lesiones  adicionales  incluyen  fracturas  laminares  unilaterales  o  bilaterales  y,  con  fre- cuencia,  fracturas  de  los  elementos  posteriores  contiguos  secun- darias  a  la  impacción  de  los  elementos  posteriores  adyacentes.  El  arrancamiento  menor  y  las fracturas  por  compresión  de  la  co- lumna  cervical  subaxil  incluyen  las  lesiones  del  cuerpo  vertebral  por  arrancamiento  o  compresión,  y  las  lesiones  óseas  anteriores  y  posteriores  combinadas  con  desplazamiento  y  desviación  an- gular  mínimos.  Las fracturas vertebrales con estallamiento del cuerpo suelen ser el  resultado  de  una  lesión  con  carga  axil  con  cantidades  distintas  de  flexión  posible,  como  se  observa  en  los  accidentes  en  los  cla- vados.  Afectan  a  la  columna  anterior  y  a  la  columna  media,  con  el  potencial  de  causar  impulso  retrógrado  de  hueso  al  interior  del  conducto  vertebral.  244  Manual  de  fracturas  has fracturas  en  gota  de  lágrima  de  la  columna  cervical  subaxil  son  un  grupo  particular  de  fracturas  con  una  alta  vinculación  de  inestabilidad vertebral y  lesión grave de la  médula  espinal.  Estas  lesiones  se  producen  cuando  el  cuello  está  en  posición  flexiona- da,  con  compresión  axil  como  la  fuerza  de  carga  principal.  El  extremo inferior del cuerpo vertebral proximal es impulsado hacia  abajo,  por  compresión  y  flexión,  al  interior  del  cuerpo  inferior.  Esto  produce  el  fragmento  típico  en  gota  de  lágrima  del  aspecto  anteroinferior  del  cuerpo  afectado.  El  verdadero  significado  de  esta  lesión  se  basa  en el  patrón  de  inestabilidad  de  tres columnas  que se produce.  La línea  de  fractura clásica se extiende  de la par- te  superior  a  la  inferior,  y  sale  a  través  del  espacio  del  disco,  el  cual  se  encuentra  intensamente  lesionado.  El  ligamento  elemen- tal  posterior  y  la  lesión  del  hueso  son  características  de  la  lesión  en  gota  de  lágrima.  Esta  produce  una  lesión  notablemente  ines- table  de las tres columnas vertebrales,  en las cuales se impulsa en  dirección  retrógrada  la  totalidad  del  cuerpo  vertebral  hacia  el  interior  del conducto  vertebral,  causando  una  lesión  de  la  médu- la  espinal,  ya  sea  parcial  o  completa.  Las lesiones de las facetas se dividen en fracturas y lesiones liga- mentosas.  Ambas  pueden  permitir  traslación  segmentaria  con  subluxación o luxación de los segmentos vertebrales.  El mecanis- mo  primario  de  la  lesión  es  una  fuerza  de  distracción  posterior  aplicada  a  la  columna  vertebral  ya  flexionada.  Esto  produce  un  espectro  de  lesión  que  varía  desde  esguince  del  ligamento  interespinoso  hasta  insuficiencia  ligamentosa  posterior  comple- ta  y  de  la  articulación  de  la  faceta  que  produce  su  subluxación  o  luxación.  Estas  lesiones  se  dividen  adicionalmente  en  lesiones  unilaterales y bilaterales de la faceta.  Por lo tanto, las lesiones de la  faceta se describen como fracturas  de la faceta unilaterales o bilate- rales,  con  o  sin  subluxación,  luxaciones  unilaterales  de la  faceta,  facetas  perchadas, o fracturas bilaterales de la faceta.  Las  fracturas  o  luxaciones  unilaterales  de  la  faceta  muestran  una  diversidad  de  lesiones  neurológicas  que  varían  desde  la  existencia  de  un  examen normal hasta  deficiencias  de  las  raíces  o  síndromes  de  la  médula espinal.  El espectro creciente de distracción y las lesiones  de flexión producen la lesión  de  faceta perchada.  Esta  se  produce  con  lesiones  bilaterales  de  la  faceta  que  causan  la  formación  de  una  percha  en  la  faceta  inferior  o  sobre  la  faceta  superior,  con  cifosis  segmentaria  entre  los  dos  segmentos  de  los  cuerpos  verte- brales afectados.  Las  deficiencias neurológicas son variables,  pero  más  comúnmente  incluyen  déficit  aislados  de  las  raíces.  La  le- sión  de  faceta  más  grave  es  la  luxación  bilateral  de  las  facetas.  Esta  es  una  lesión  puramente  ligamentosa  con  rotura  total  del  complejo  ligamentoso  posterior,  con  inclusión  del  ligamento  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  245  interespinoso,  ligamento  amarillo,  ambas  cápsulas  de las  facetas  y,  en  casos  graves,  rotura  de  ligamento  longitudinal  posterior  y  del  disco  intervertebral.  Esta  lesión  produce  la  incidencia  más  alta  de  déficit neurológico  de cualquier lesión  de faceta,  debido  a  la  pérdida  de  espacio  disponible  para  la  médula  espinal  como  resultado  de  la  traslación  vertebral.  La  incidencia  de  fracturas  bilaterales  de  las  facetas  relacionadas  con  luxaciones  es extrema- damente reducida.  Estas dos lesiones  predisponen a la inestabili- dad  rotatoria  y  traslacional.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Examen  físico  El  primer  signo  de  lesión  subaxil  de  la  columna  cervical  puede  ser el  déficit neurológico vinculado.  Aparte  del dolor  de cuello y  una  sensación  de  inestabilidad,  puede  no  haber  síntomas  que  in- diquen una  fractura  de  la  columna  cervical  sin  deficiencia neuro- lógica.  Los  pacientes con  luxación unilateral  de  las  facetas  tienen  una  deformidad  rotatoria  leve  del  cuello:  la  cabeza  está  inclina- da  y  rotada  al  lado  contralateral  de  la  luxación  de  la  faceta.  Examen radiográfico  Con  frecuencia,  en  la  radiografía  inicial  de  la  columna  cervical  lateral,  no  es  evidente  una  fractura  común  aislada  del  elemento  posterior,  la  fractura unilateral  del  arco vertebral.  Pueden ser ne- cesarias  las  vistas  oblicuas  o  las  vistas  no  estándar,  como  una  oblicua a  20  grados,  o  proyección  de la columna,  para  establecer  el  diagnóstico.  Cuando  se  produce  una  fractura  ipsolateral  del  pedículo  y  laminar,  la  apófisis  articular  puede  girar  a  un  plano  frontal y  verse como  una  "faceta  transversa"  en la vista radiográ- fica  anteroposterior.  Las  fracturas  de  cuerpos  vertebrales  por  estallamiento  afectan  a las columnas anterior y media de la columna  cervical.  La radio- grafía  lateral  indica  compresión  de  las  columnas  anterior  y  me- dia,  con impulso  retrógrado  de  la  columna  media  hacia  atrás,  al  interior  del  conducto  vertebral.  Las  fracturas  por  estallamiento  siempre  requieren un  examen  por medio  de  tomografía  por  com- putadora  axil  o imagen  por  resonancia  magnética  para  documen- tar  la  cantidad  de  impulso  retrógrado  de  la  columna  media.  Al  acercarse  la  compresión  arterial  al  50%,  pueden considerarse  las  lesiones  de  la  columna  media  o  lesiones  ligamentosas  posterio- res  concomitantes.  Es  difícil  documentar  lesiones  ligamentosas  posteriores  en  un  paciente  con  una  fractura  por  estallamiento,  246  Manual de  fracturas  debido  a  que no  se pueden obtener vistas voluntarias  de  flexión- extensión.  Las  advertencias  incluyen  una  distancia  ensanchada  entre  las  apófisis  espinosas,  elementos  posteriores  fracturados,  con  inclusión  de  fractura  de  faceta,  o  evidencia  en  la  imagen  por  resonancia  magética  sagital  de  lesión  ligamentosa.  Las  fracturas  en  gota  de  lágrima  se  sospechan  primero  en  la  radiografía  lateral  de  la  columna  cervical,  que  mostrará  despla- zamiento  posterior  del  cuerpo  vertebral  de  dirección  cefálica  a  caudal y,  posiblemente,  el  fragmento  anteroinferior  de  la  gota  de  lágrima.  Las  fracturas  de  elementos  posteriores  también  se  pue- den  hallar  en  las  radiografías  laterales  o  anteroposteriores.  Los  estudios  de  tomografía  por  computadora  o  imagen  por  resonan- cia  magnética  a  través  del  segmento  afectado  también  demues- tran  las  características  del  diámetro  disminuido  del  conducto  vertebral  a  causa  de  una  retrolistesis  significativa.  Las  luxaciones  de  la  faceta  se  identifican  en la  radiografía late- ral.  Las  luxaciones  unilaterales  se  caracterizan  por  una  olistesis  anterior  de  aproximadamente  25%  de  la  vértebra  en  dirección  cefálica  sobre  la vértebra caudal;  las  luxaciones bilaterales  tienen  una  olistesis  anterior de 50%  (fig.  15-12).  La  tomografía por com- put ador a  axil  define  adi ci onal ment e  la  lesión.  Las  facetas  perchadas  son  diagnósticas  en  la  radiografía  lateral  por  el  au- mento  en  la  distancia  entre  las  apófisis  espinosas.  También  se  observa  una  cifosis  segmentaria  obvia  entre  los  cuerpos  verte- brales  afectados  y  la  traslación  anterior  del  cuerpo  cerebral  en  dirección  cefálica  sobre  el  cuerpo  en  dirección  caudal.  Tratamiento inicial  El  tratamiento  inicial  de  las  fracturas  aisladas  de  los  elementos  posteriores  y  las  fracturas  con  arrancamiento  menor  o  compre- sión,  es  una  ortosis  cervical.  El  tratamiento  inicial  de  las  fracturas  por  estallamiento  con  una  pérdida  superior al  25%  en  altura,  impulso retrógrado  o  dé- ficit  neurológico,  es  la  tracción  con  tenazas  cervicales  para  esta- bilizar  el  segmento  vertebral  e  intentar  realizar  una  reducción  indirecta  de  los  fragmentos  impulsados  hacia  atrás  por  medio  de  ligamentotaxis,  descomprimiendo  de  esa  forma  el  conducto  ver- tebral.  El  tratamiento  inicial  de  las  fracturas  en  gota  de  lágrima  es  la  aplicación  de  tracción  con  tenazas  cervicales  para  aumentar  el  diámetro  del conducto vertebral  mediante la  reducción indirecta  por  medio  de  ligamentotaxis.  El  tratamiento  inicial  de  las  lesiones  de  facetas  unilaterales  o  bilaterales  que  causan  cualquier  subluxación  o  luxación  verte- Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  2 4 7  Fig. 15-12. Luxación bilateral de la faceta de C4 sobre C5.  bral,  facetas  perchadas,  y  luxaciones  de  facetas  bilaterales,  es  la  tracción  con  tenazas  cervicales  para  reducción  (fig.  15-13).  La  advertencia  que  debe  considerarse  es  que  hay  una  incidencia  pe- queña,  pero  de  grado  significativo,  de  herniación  de  disco  que  acompaña  a  las  luxaciones  bilaterales  de  las facetas.  En  estos  pa- cientes  hay  potencial  de que  una  maniobra  de  reducción cerrada  vaya a impulsar al  disco  lesionado  al interior  del conducto verte- bral  y  cause  un  deterioro  neurológico  adicional.  La  herniación  del  disco se identifica mejor con una imagen por resonancia mag- nética, pero se sospecha cuando el espacio del disco al nivel  usado  está  notablemente  disminuido  en  altura  en  la  radiografía  lateral.  Por lo  tanto,  en los pacientes con un examen neurológico normal,  se  practica  la  reducción  en  incrementos,  poniendo  una  atención  cuidadosa  en  el  examen neurológico  y  secuencia  de  la  reducción  radiográfica.  En estos  pacientes  debe  ser bajo  el umbral  para  ob- tener una imagen por resonancia magnética cervical antes  de  rea- 248  Manual  de  fracturas  Fig. 15-13. Mismo paciente que en la figura 15-12 después de reducción  cerrada.  lizar  una  reducción  cerrada,  o  durante  ésta,  para  descartar  un  disco  herniado.  En  un  paciente  despierto  con  una  lesión  neurológica  comple- ta,  la  reducción  se  realiza  con  anterioridad  a  la  obtención  de  un  examen  de  imagen  por  resonancia  magnética.  En  el  individuo  despierto  con  un  déficit neurológico  incompleto,  la  reducción  se  intenta  siempre  que el  examen neurológico no se deteriore.  Si  en  cualquier  momento  se  afecta  el  examen  neurológico,  se  detiene  la maniobra de reducción y  se lleva de inmediato al paciente para  un  examen  con  imagen  por  resonancia  magnética,  o  mielografía  cervical  cuando no  se  dispone  de  imagen  por resonancia  magné- tica.  El  tratamiento de la herniación traumática  de disco,  relacio- nada  con  luxación  de  faceta,  es  la  disectomia  anterior  y  la  fusión  precedente  a  una  instrumentación  posterior  de  nivel  simple  y  fusión.  La luxación unilateral  de la faceta con frecuencia es  difícil  Fracturas  y luxaciones  de  la  columna  vertebral  249  de  reducir,  si  no  es  que  imposible,  con  tracción  cervical  longitu- dinal  pura.  Este  trastorno  requiere  una  maniobra  de  reducción  manual  después  de  la  aplicación  de  una  cantidad  apropiada  de  peso  en  tracción  cervical.  El  giro  manual  de  la  cabeza  y  el  men- tón hacia el lado  ipsolateral de la lesión produce  de manera habi- tual  un  sonido,  "clunc",  palpable y  la  sensación de  reducción  en  el  individuo.  Esto  obviamente  debe  ser  realizado  con  vigilancia  neurológica  cuidadosa  y  control  radiográfico.  Esta  maniobra  de  reducción  destraba  la  faceta  luxada  y  la  coloca  de  nuevo  en  la  posición  normal,  es  decir,  la  faceta  superior  está  situada  por  de- lante  de  la faceta  inferior.  Debe  practicarse un estudio  de  imagen  por  resonancia  magnética  con  anterioridad  a  la  reducción  para  determinar  si  está  presente  una  herniación  concomitante  de  dis- co  cervical.  Lesiones  relacionadas  Las  lesiones relacionadas  son idénticas  a las  de la columna cervi- cal  superior.  Tratamiento  definitivo  Las  opciones  terapéuticas  definitivas  para  las  lesiones  subaxiles  de la columna cervical incluyen:  1)  la inmovilización ortótica con  inmovilización  esternal-occipital-maxilar  inferior  (IEOM)  (fig.  15-14); 2)  la inmovilización con chaleco-halo  (fig.  15-15); 3) la fu- sión y estabilización posterior con el uso de alambres, cables, pinzas  o  tornillos,  o varias  de estas cosas, y placas; 4)  accesos anteriores  para  descompresión  y  apuntalamiento  con  fusión  de  injerto,  con  o  sin estabilización con placa  y  tornillo,  y  5)  una combinación de  estas  cuatro  modalidades  de  tratamiento.  Las  dos  consideracio- nes  primarias  para  elegir  un  plan  particular  de  tratamiento  in- cluyen  la  presencia  de  compresión  nerviosa  y  la  inestabilidad  vertebral  presente  o  anticipada.  Tradicionalmente,  las  estructuras  posteriores  de  alambre  de  acero  inoxidable han proporcionado  estabilización adecuada  para  la  fusión  en  la  columna  cervical  subaxil,  mediante  el  uso  de  téc- nicas  de  alambrado  de  apófisis  espinosa  o  facetas,  o  ambas.  Las  técnicas  con alambre  sublaminar no  se recomiendan  en la  colum- na  cervical  subaxil  después  de  traumas  debido  al  riesgo  de  una  lesión  neurológica  yatrógena.  Además,  en  presencia  de  una  le- sión  de elementos óseos  posteriores,  estas  técnicas de  alambrado  pueden ser imposibles o deben extenderse a niveles normales por  encima o por debajo de la lesión,  o en ambas  direcciones.  Recien- temente,  se  han  desarrollado  técnicas  de  placas  de  masa  lateral  250  Manual  de  fracturas  Fig. 15-14. Ortosis de inmovilización esternal-occipital-maxilar inferior.  en un  intento  de proporcionar estabilización a  las áreas con lesio- nes  de  la  apófisis  espinosa  y  la  lámina,  pero  con  masas  laterales  intactas.  Esta  técnica  requiere  colocación  de  tornillos  en  las  ma- sas  laterales,  lo cual  tiene  cierto riesgo  de  complicaciones  neuro- lógicas  y  vasculares  vinculadas;  aún no  se  dispone  de  resultados  a  largo  plazo  con esta  técnica  (fig.  15-16).  Con frecuencia el chaleco-halo  es  una  modalidad  útil  en el  tra- tamiento  de  lesiones  de  la  columna cervical  subaxil.  Como  regla  general,  mientras  más  ósea  sea  la  lesión  (es  decir,  lo  menos  liga- mentosa),  más  útil  es  el  chaleco-halo.  Las  lesiones  ligamentosas  se  repararán con  tejido cicatrizal  en  un halo,  y  este  tejido  cicatri- zal  no  mantendrá  la  estabilidad  vertebral  por  un  tiempo  largo.  En  las  lesiones  óseas  de  niveles  múltiples  o  de  nivel  simple,  el  chaleco-halo  es  de  manera  habitual el  dispositivo óptimo  de  tra- tamiento.  Sin  embargo,  hay  muchas  complicaciones  potenciales  en el tratamiento con este  dispositivo.  La complicación encontra- Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  251  Fig. 15-15. Chaleco-halo.  da  más  comúnmente  es  la  infección  del  trayecto  del  clavo  que  produce  su  aflojamiento.  Por  lo  tanto,  estos  pacientes  deben  ser  sometidos  a  un  seguimiento  cercano  cuando  están  siendo  trata- dos  como  pacientes  externos.  En  su  mayor  parte,  las  fracturas  de  los  elementos  posteriores  aislados  son  estables y  no  se  relacionan con un déficit neurológi- co  mayor  (excepto  en  los  déficit  aislados  de  raíces  cervicales).  Estas  lesiones  se  tratan  con  inmovilización  esternal-occipital- maxilar  inferior.  Ocasionalmente,  en  las  lesiones  múltiples  que  se  extienden  en  varios  segmentos,  un  chaleco-halo  proporciona  mejor  control  de  la  alineación.  Las  fracturas  con  arrancamiento  leve  y  compresión  se  tratan  en una  ortosis  cervical  o  chaleco-halo.  El  tratamiento  definitivo  de  las  fracturas  cervicales  por  esta- llamiento  depende  de  la  pérdida  de  altura  del  cuerpo  vertebral,  impulso retrógrado,  estado neurológico,  cifosis, y la presencia  de  252  Manual de  fracturas  Fig.  15-16. Mismo paciente que en la figura  15-12 después de aplicación  de placa y fusión posterior.  una  lesión  del  elemento  posterior.  Las  fracturas  con  menos  de  25%  de pérdida  de  altura,  propulsión retrógrada  mínima,  y  cifo- sis,  en  un  paciente  neurológicamente  intacto,  se  tratan  con  un  chaleco-halo  durante  aproximadamente  tres  meses.  Con  el  au- mento  del  impulso  retrógrado  de  la  columna  media,  hay  mayor  probabilidad  de  lesión  de  la  médula  espinal.  Estos  individuos  son  i dóneos  par a  descompr esi ón  ant eri or  por  medi o  de  corpectomía  y  estabilización  con  injerto  apuntalado.  Si  los  liga- mentos  posteriores están intactos,  la estabilidad  se mantiene con  un  injerto  apuntalado  anterior  y  chaleco-halo  durante  cerca  de  tres  meses.  Una  alternativa  para  proporcionar  estabilidad  adi- cional  es  una placa  cervical  anterior fija  a  los  segmentos  situados  por  encima  y  por  debajo  del  cuerpo  vertebral  fracturado,  estabilizando  de  esa  forma  internamente  el  injerto  apuntalado  y  obviando posiblemente el chaleco-halo.  En los pacientes con frac- turas  por  estallamiento  de  cuerpos  vertebrales  y  rotura  de  liga- mento  posterior,  el  injerto  anterior  apuntalado,  con  fijación  de  placa  anterior,  no  puede  resistir  las  fuerzas  de  flexión  y,  por  lo  tanto,  también  es  necesaria  la  estabilización  posterior.  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  253  El  tratamiento  definitivo  de  las  fracturas  en  gota  de lágrima  se  basa en el grado de lesión ósea, ligamentosa y neurológica.  Cuan- do  hay  una  compresión  significativa  del  conducto  vertebral,  se  lleva  a  cabo  la  corpectomía  anterior  del  cuerpo  vertebral  impul- sado  posteriormente,  con  injerto  apunt al ado  de  cresta  iliaca  autógena.  La  aplicación  de  una  placa  cervical  anterior  es  una  opción  para  estabilizar  adicionalmente  estos  segmentos.  Debido  a  la  inestabilidad  de  la  columna  posterior,  se  realiza  ya  sea  la  colocación  de  un  chaleco-halo  (para  lesiones  óseas  posteriores)  o  la  instrumentación  posterior  y  fusión.  Las  fracturas  de  facetas  unilaterales  sin  subluxación  se  tratan  con una  ortosis inmovilización  esternal-occipital-maxilar inferior  o chaleco-halo  durante tres meses,  o hasta que se observe repara- ción del hueso.  Es posible que no pueda controlarse  la inestabili- dad  rotatoria  residual  en  una  fractura  de  faceta  con  subluxación  en  un  chaleco-halo;  por  lo  tanto,  estas  pueden  repararse  en  una  posición  girada,  mal  unida,  que  puede  exacerbar  un  déficit  de  raíz nerviosa.  Para estas  lesiones,  en  las  cuales no se  puede  obte- ner reducción con un chaleco-halo, el tratamiento es la disectomía  cervical  anterior  y  fusión  con  aplicación  de  placa  cervical  ante- rior,  además  de  un  chaleco-halo  para  proporcionar  reducción  y  estabilidad  para  la  reparación  de  la  columna  posterior.  Cuando  tiene  éxito  una  reducción  cerrada  para  una  luxación  de  faceta,  se  vigila  el  estado  neurológico  y  médico  general  del  paciente.  Cuando se considera que el paciente es estable desde el  punt o  de  vista  neurológico  y  médico,  se  lleva  a  cabo  la  instru- mentación  posterior  de  nivel  simple  con  fusión.  Las  técnicas  de  alambrado  posteriores  constituyen  el  método  tradicional  de  es- tabilización  interna.  Para  la  estabilización  interna  de  estas  lesio- nes  también se utilizan  técnicas  de aplicación  de placa en la masa  posterolateral  (fig.  15-16).  Con estas dos técnicas, los pacientes se  mantienen sin un halo,  lo cual  ayuda  a la recuperación  tanto  pul- monar  como  psicológica.  Como  una  alternativa,  estos  pacientes  también  se  pueden  tratar  con  una  disectomía  anterior,  fusión  y  técnica  de  aplicación  de  placa  seguida  por  una  ortosis  cervical  durante  tres  meses.  Las  fracturas  bilaterales  de  las  facetas  se  tra- tan por un acceso anterior  debido a que la afección de la columna  posterior  evita  la  i nst rument aci ón  posterior.  Se  practica  la  disectomía  cervical y  fusión  anterior,  con  o  sin  aplicación  de  pla- ca  cervical  anterior,  al nivel  afectado.  Puede  ser necesario  el  tra- tamiento  posoperatorio  con  un chaleco-halo  para  inmovilizar  las  fracturas  del  elemento  posterior.  Complicaciones  Las  complicaciones  de  las  fracturas  por  estallamiento  incluyen  cifosis  progresiva,  con  secuela  neurológica  potencial,  debida  a  la  254  Manual  de  fracturas  falta  de  diagnóstico  de  una lesión  de  ligamento  posterior.  En  los  casos  en  que  ocurre  una  pérdida  mayor  de  50%  de  la  altura  de  una  vértebra  en  el  paciente  neurológicamente  intacto,  es  necesa- rio  realizar  radiografías  con  movimiento  voluntario  de  flexión- extensión,  después  de  la  reparación  de  la  compresión  de  la  frac- tura,  para  descartar  una  lesión  ligamentosa  posterior  que  daría  por  resultado  una  inestabilidad  crónica.  Las  complicaciones  vin- culadas  con  la  utilización  de  injertos  apuntalados  anteriores  in- cluyen  el  desalojamiento  anterior  con  compresión  esofágica,  el  desalojamiento  posterior con compresión potencial  de  la  médula  espinal,  y  la  rotura  o  falta  de  unión  del  injerto  apuntalado.  Las  complicaciones  de  las  fracturas  en  gota  de  lágrima  giran  alrededor  de  la  dificultad  para  estabilizar las  lesiones ligamento- sas  posteriores más  reconocidas.  El  tratamiento con corpectomía  anterior  del  injerto  con  apuntalamiento,  en  presencia  de  lesión  de  la  columna  posterior,  han  producido  como  resultado  desalo- jamiento  del  injerto,  deformidades  cifóticas  tardías,  y  la  necesi- dad  de  reoperación,  aun  con  el  tratamiento  posoperatorio  con  chaleco-halo.  Los  accesos  quirúrgicos  anterior  y  posterior,  con  estabilización  interna por  medio  de  aplicación  de placas  anterior  y  posteriormente,  parecen  estabilizar  estas  lesiones  en  grado  máximo.  Las complicaciones de las lesiones de las facetas cervicales son  el  desarrollo  de  inestabilidad  aguda  o  crónica.  Esto  se  debe  con  frecuencia  a  la  forma  inadecuada  de  tratar  las  lesiones  ligamen- tosas  con  un  halo  que  no  producirá  estabilidad  a  largo  plazo,  faltas  de  reconocimiento  de  una herniación de  disco concomitan- te  en  presencia  de  una  subluxación  o  luxación  de  faceta,  durante  la  maniobra  de  reducción  cerrada,  y  la  falta  de  anticipación  de  inestabilidad  rotatoria  y  el  uso  de  técnicas  de  alambrado  inter- espinoso que no controlan estas  inestabilidades.  Se  ha cuantifica- do  que  la  inestabilidad  cervical  aguda  y  crónica  está  presente  cuando  hay  una  traslación  segmentaria  mayor  de  3.5  mm  o  des- viación  angular  segmentaria  mayor  de  11  grados.  Los  pacientes  que  tienen  este  grado  de  inestabilidad,  aun  cuando  son  asinto- máticos,  pueden considerarse para instrumentación y  fusión pos- terior.  LESIONES  VERTEBRALES  TORÁCICAS  Y  LUMBARES  Las  fracturas  de  la  columna  torácica,  toracolumbar  y  lumbar,  se  clasifican  en  cuatro  categorías  generales:  fracturas  por  compre- sión,  fracturas  por  estallamiento,  lesiones  de  flexión-distracción  (fracturas  de  Chance)  y  fracturas-luxaciones.  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  255  Las  más  comunes  y  benignas  de  las  fracturas  torácicas  y  lum- bares son las fracturas por compresión simples. Estas son de mane- ra  característica  fracturas  con  forma  de cuña  del cuerpo vertebral  que  afectan únicamente  a  la  columna  anterior.  Se  producen  des- pués  de  traumas  triviales  en  pacientes  de  edad  avanzada  con  os- teoporosis,  o  después  de  un  trauma  más  significativo,  en  perso- nas más jóvenes.  Están situadas en cualquier parte  de la columna  torácica  o  lumbar,  con  más  frecuencia  en  la  columna  media  torá- cica y  medio  lumbar  (fig.  15-17).  Las fracturas por estallamiento afectan a las columnas anterior y  media, con o sin lesión en la columna posterior.  El mecanismo  de  la lesión es una carga axil de alta energía con flexión leve.  El cuer- po  vertebral  explota  literalmente,  o  "estalla",  dando  como  resul- tado  un movimiento  de  impulso retrógrado  de  la pared  vertebral  posterior  al  interior  del  conducto vertebral  (fig.  15-18).  Las lesiones de flexión-distracción (fracturas de Cliance) son lesio- nes  de  tres columnas, en las cuales la fractura se propaga a  través  de los elementos posteriores, el pedículo, y salen a través del cuer- po  vertebral.  Estas  también  pueden  ser  lesiones  completamente  ligamentosas  que  penetran a  través  de los ligamentos  posteriores  y  salen  por  el  espacio  del  disco,  o  lesiones  óseas  y  ligamentosas  combinadas.  Las  fracturas  de  Chance  se  producen  durante  una  colisión  automovilística  frontal,  en  la  cual  el  paciente  está  usan- do  un  cinturón  de  seguridad.  El  mecanismo  de  la  lesión  es  la  flexión  aguda del torso sobre el cinturón de la cintura.  Durante el  impacto,  la  parte  superior  del  cuerpo  se  acelera  hacia  adelante,  sobre  el  cinturón  de  seguridad,  produciendo  una  fuerza  de  dis- Flg. 15-17. Fractura por compresión de la columna lumbar.  2 5 6  Manual  de  fracturas  Fig. 15-18. Fractura por estallamiento de la columna lumbar.  tracción  posterior,  alrededor  del  punto  de  apoyo fijo inmediata- mente  por  delante  del  abdomen  (fig.  15-19).  Las fractums-luxaciottes son el resultado de la aplicación de ener- gía  significativa  a  la  columna  vertebral  por  una  diversidad  de  fuerzas  que  incluyen  flexión,  distracción,  extensión,  rotación,  deslizamiento,  y  componentes  de  carga  axil  que  producen  ali- neación  vertebral  incorrecta.  Estas  lesiones  siempre  afectan  a  las  tres  columnas  que  son  extremadamente  inestables.  Tienen  una  alta  propensión  a  producir  lesiones  neurológicas  intensas  (fig.  15-20).  Fig. 15-19. Flexión-distracción, o fractura de Chance, de la columna lumbar.  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  2 5 7  Fig. 15-20. Luxación de la columna lumbar.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  El  examen  neurológico  es  crítico  en  los  pacientes  con  lesiones  vertebrales  torácicas y  lumbares,  y  particularmente  en las  fractu- ras  por  estallamiento.  Clínicamente,  es  posible  que  los  pacientes  sientan  hipersensibilidad a  la  palpación sobre los  elementos  pos- teriores  afectados,  si  también  se  encuentran  lesionados.  El  diagnóstico  de  lesiones  vertebrales  por  flexión-distracción  incluye pensar  en la posibilidad  de  que  exista este  mecanismo  de  la  lesión,  como  se  señaló  con  anterioridad.  Con  frecuencia  estos  pacientes  se  presentan  a  una  sala  de  urgencias  con una  abrasión  del  tipo  cinturón  de  seguridad,  sobre  la  pared  abdominal  ante- rior.  Puede  presentarse  un espacio hipersensible,  palpable,  cuan- do se examina la espalda,  lo cual hace pensar en la  distracción de  una  apófisis  espinosa.  La  incidencia  de  complicaciones  neuroló- gicas en las lesiones  por  flexión-distracción  es baja en los pacien- tes  sin  una  luxación  relacionada.  Los  individuos  con  fracturas- luxaciones,  con  frecuencia  tienen  lesiones  de  sistemas  múltiples  debido  a  la  naturaleza  violenta  del  trauma.  La  alineación  verte- bral  incorrecta  notable  puede  ser  evidente  cuando  se  examina  la  espalda,  la  cual  puede  tener  una  separación  palpable  en  el  con- torno  vertebral  posterior.  Examen radiográfico  El  diagnóstico  de  una  fractura  de  compresión  se  establece  nor- malmente  con  radiografías  laterales  regulares  de  la  región  afee- 258  Manual de  fracturas  tada de  la columna vertebral.  De manera característica,  de acuer- do con la cantidad  de compresión que se  observe,  se  detecta  pér- dida  de  altura  del  cuerpo  vertebral  anterior  en  comparación  con  la  altura  posterior.  En caso  de lesiones  más sutiles,  puede  ser ne- cesario  practicar  un  gammagrama  de  tecnecio  del  hueso,  con  o  sin  tomografía  por  computadora,  para  identificar  la  lesión.  La  tomografía  por  computadora  axil  puede  documentar  de  manera  confiable  una  pared  posterior  del  cuerpo  vertebral  intacta,  con- firmando  de  esta forma una columna media intacta y  verificando  así  una  lesión por  compresión  anterior.  El  diagnóstico  de  la  fractura  por  estallamiento  se  establece  ya  sea  en  radiografías  simples  o  tomografía  por  computadora.  Los  signos  radiográficos  de  una  fractura  por  estallamiento  incluyen  un  aumento  en  la  distancia  interpedicular  al  nivel  fracturado,  en  la  proyección  anteroposterior,  compresión  del  cuerpo  vertebral  con  cifosis  segmentaria,  e  impulso  retrógrado  de  la  corteza  pos- terior  del  cuerpo  vertebral  en la  proyección  lateral.  Las  radiogra- fías  simples  también  son  examinadas  en  caso  de  subluxación  o  luxación  en placas  coronales  y  sagitales,  y  para  evidenciar  de  le- sión  de  la  columna  posterior.  La  tomografía  por  computadora  axil  revela  una  rotura  de  la  pared  cortical  posterior  con  grados  distintos  de compresión del conducto vertebral por hueso impul- sado  de  manera retrógrada  (fig.  15-21).  Las  radiografías  simples  son  esenciales  en  el  diagnóstico  de  las  lesiones  de  flexión-distracción.  La  radiografía  lateral  indica  ensanchamiento  de  la  columna  posterior,  ya  sea  dentro  de  los  elementos  óseos  o  entre  ellos,  y  cifosis  localizada.  También  hay  grados  diferentes  de  distracción  de  la  columna  media  y,  por  lo  tanto, ya sea una fractura que se propaga a través de los  pedículos  o  un  ensanchamiento  del  espacio  posterior  del  disco.  La  radio- grafía  anteroposterior  indica  una  distancia  interespinosa  ensan- chada  indicadora  de  lesión ligamentosa  de  la columna  posterior,  fractura  a  través  de  las  apófisis  espinosas y  láminas,  o  elementos  posteriores  expandi dos.  Si  se  presentan  y  sostienen  fuerzas  traslacionales,  las  lesiones  ligamentosas  por  flexión-distracción  pueden  progresar  a  subluxación  o  luxación  de  facetas  unilateral  o bilateral.  La luxación unilateral se caracteriza por desplazamien- to anterior de una vértebra superior sobre la inferior de 25%  en la  radiografía  lateral.  Cuando  el  desplazamiento  es  de  50%,  o  ma- yor,  es  probable  una luxación  bilateral  de  la  faceta.  Las  radiografías  simples  indican  fracturas-luxaciones  de  la  co- lumna  torácica  y  lumbar  en  los  planos  tanto  coronal  como  sagi- tal,  o  en  ambos  (fig.  15-22).  Ocasionalmente,  las  subluxaciones  torácicas  son  tan  sutiles,  y  pueden  afectar  sólo  una  traslación  li- gera  lateral  o anterior  de  un cuerpo  vertebral  sobre  otro.  Cuando  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  2 5 9  Fig. 15-21. Fractura-luxación deT11 sobre T12.  la  subluxación  evoluciona  a  una  luxación  evidente,  la  alineación  defectuosa  de  la  columna  es  notoria  en  la  radiografía  lateral.  En  estas  fracturas  es  obligatoria  la  práctica  de  tomografía  por  com- putadora  para  evaluar  las  fracturas  de  elementos  posteriores  no  reconocidas,  que  pueden  afectar  el  tratamiento  operatorio.  La  tomografía  por  computadora  axil  de  manera habitual  demuestra  dos cuerpos vertebrales en el mismo corte transaxil, lo que indica  luxación  de  un  segmento  vertebral.  Hay  un  signo  de  faceta vacío  en  caso  de  una  luxación  completa  de  faceta.  A  diferencia  de  las  fracturas  por  estallamiento,  la  columna  media  con  frecuencia  se  halla  intacta  cuando  el  mecanismo  primario  de  la  lesión  es  una  fuerza  de  deslizamiento.  En  ese  caso,  el  deterioro  del  conducto  vertebral  es  secundario  a  la  alineación  vertebral  irregular  extre- ma  más  que  al  hueso  con  impulso  retrógrado.  Tratamiento inicial  El  tratamiento  inicial  de  un  paciente  con  fractura  vertebral  torá- cica  o  lumbar  incluye  reposo  en  cama  en  posición  supina,  con  260  Manual  de  fracturas  Fig. 15-22. Estudio de tomografia por computadora que indica deterioro del  conducto vertebral  después de  una fractura por estallamiento.  giros  del  cuerpo  como  un  todo  para  llevar  al  mínimo  la  presión  en áreas dependientes.  Se lleva a cabo un repaso minucioso en lo  referente  a  lesiones  vinculadas.  Es  esencial  realizar  exámenes  neurológicos relacionados en los pacientes  que  se encuentran es- perando  tratamiento  definitivo  de  fracturas.  El  deterioro  en  el  examen  neurológico  es  indicación  de  cirugía  de  urgencia.  Lesiones  relacionadas  Hay  una  alta  incidencia  en  trauma  multisistémico,  como  lacera- ciones  de  hígado o  bazo,  desgarros  del  cayado aórtico,  y  trauma  intraabdominal,  vinculados  con fracturas  toracolumbares de alta  energía.  Veinticinco  por  ciento  de  los  pacientes  con  lesiones  de  flexión-distracción  tiene lesiones intraabdominales relacionadas.  A  la inversa,  25%  de los pacientes con lesiones intraabdominales  por  usar  el  cinturón  de  seguridad,  presenta  una  lesión  vertebral  de  flexión-distracción.  Los  pacientes  con  lesiones vertebrales  to- rácicas  también  pueden  tener fracturas  concomitantes  en  las  cos- tillas  con  hemotórax  o  neumotorax.  Tratamiento  definitivo  El  tratamiento  definitivo de las  fracturas  torácicas y lumbares por  compresión  depende  de  la  edad  del  paciente,  localización  de  la  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  261  lesión,  cantidad  de  deformidad  por  compresión,  y  cualquier  evi- dencia  de  lesión  por  distracción  de  la  columna  posterior.  Los  pa- cientes  de  edad  avanzada,  con  fracturas  múltiples  osteoporóticas  por  compresión de  la  columna  vertebral,  con  frecuencia  se  tratan  sintomáticamente  sin  inmovilización  alguna.  Debe  mantenerse  preocupación acerca  de  la  posible  implicación patológica  con  tu- mores o infección en la población de pacientes ancianos.  Las  frac- turas  por  compresión con  pérdida  menor  a  50%  de  altura  de  or- dinario son lesiones estables  que se pueden  tratar con una  ortosis  vertebral  para control  del  dolor  durante la  reparación  en  pacien- tes jóvenes.  En  las  lesiones  de  la  unión  toracolumbar  y  de  la  co- lumna  lumbar,  una  ortosis  de  hiperextensión  intenta  limitar  la  cifosis  que  se  produce  después  de  estas  lesiones.  Sin  embargo,  aun con un enyesado en hiperextensión bien  moldeado  u ortosis,  se  produce  cierto  grado  de  asentamiento  durante  el  proceso  de  reparación en la mayoría  de estos pacientes, aunque  de ordinario  es  de poco  significado  siempre que  se  encuentren intactas  las co- lumnas  media  y  posterior.  En los pacientes con deformidad  de compresión mayor  de 50%  es esencial  descartar  una  afección  de  la columna  media  y  distrac- ción  de la columna posterior.  Las  radiografías muestran espacios  ensanchados entre apófisis espinosas o fractura del elemento  pos- terior, y la imagen por resonancia magnética sagital también pue- de  documentar  una  lesión  ligamentosa  posterior.  Estas  lesiones  pueden  requerir  cirugía  con  instrumentación  para  compresión  posterior  y  fusión,  con  o  sin  una  corpectomía  anterior,  y  fusión  anterior  para  prevenir  una  cifosis  progresiva  y  secuela  neurolo- gí a- El  tratamiento  definitivo  de  las  fracturas  torácicas  y  lumbares  por  estallamiento  depende  del  estado  neurológico,  la  edad  del  paciente,  la  localización  de  la  fractura,  el  deterioro  del  conducto  vertebral,  la  afección  del  elemento  posterior,  la  subluxación  coronal  o  sagital,  la  cantidad  presente  de  cifosis  sagital  segmen- taria, las lesiones concomitantes  de sistemas múltiples,  y el hábi- to corporal.  Los métodos de  tratamiento constituyen el soporte o  el  enyesado  no  operatorios,  o  la  estabilización  quirúrgica  por  un  acceso  quirúrgico  anterior,  posterior,  o  combinado.  Las fracturas por estallamiento se tratan de forma  no operatoria  cuando  el  paciente  está  neurológicamente  intacto,  hay  una  cifo- sis  segmentaria e impulso retrógrado  del hueso  mínimos  (menos  de 50%  de afección del conducto), ausencia de subluxación coronal  o  sagital,  y  no  hay  afección  de  la  columna  posterior.  Se  aplica  una  ortosis  vertebral  de  hiperextensión  moldeada  de  dos  piezas.  Los pacientes  más jóvenes  con cifosis y  un hábito  corporal  delga- do  se  tratan  con  un  enyesado  levantado  en  hiperextensión  para  262  Manual de  fracturas  limitar  el  asentamiento  de  la  fractura  posterior a  la  lesión.  Cuan- do  se  fracturan  L4  o  L5,  se  incorpora  un  muslo  en  el  enyesado  o  el  soporte  para  aumentar  el control  de  la  alineación  sagital  de  la  columna lumbar inferior.  El  tratamiento no operatorio de  las  frac- turas lumbares por estallamiento,  en pacientes neurológicamente  intactos con deterioro superior a 50%  del conducto,  es controver- tido.  La mayoría  de  los pacientes con  este  escenario clínico repa- ran sus fracturas  por estallamiento  sin complicaciones,  sin secue- la neurológica.  El  conducto  medular se  remodela con el paso  del  tiempo,  aumentando  el  espacio  disponible  para  los  elementos  nerviosos.  No  obstante,  el  asentamiento  de  la  fractura  por  esta- llamiento  suele  dar lugar a  un  aumento en la  cifosis segmentaria.  Las  indicaciones  de  tratamiento operatorio  de  una  fractura  por  estallamiento  en  un  paciente  neurológicamente  intacto,  o  mínima- mente  afectado,  son  lesiones  de  tres  columnas,  subluxación  del  plano  coronal  o  sagital,  cifosis  sagital  segmentaria  significativa  en  el  sitio  de  la  fractura,  deterioro  del  conducto  vertebral  supe- rior  a  50%,  y  lesiones  concomitantes  o  hábito  corporal  que  no  permitirán  tratamiento  ortótico  o  enyesado.  Las  fracturas  de  la  unión  toracolumbar o  de  la columna  lumbar superior,  se  tratan  a  través  de  un  acceso  posterior,  se  reducen,  se  injerta  hueso,  y  se  estabilizan.  La preservación de la alineación sagital y el manteni- miento  de  los  segmentos  de  movimiento  son  importantes,  y  se  logran  mediante  el  uso  de  sistemas  de  fijación  del  pedículo  pos- terior  con  tornillos,  cuando  los  pedículos  tienen  un  tamaño  sufi- ciente. En los casos en los cuales hay un soporte inadecuado de la  columna  anterior  y  media,  se  practican  corpectomía  anterior  e  injerto  con  apuntalamiento  como  un  procedimiento  secundario.  Las  fracturas  por  estallamiento  significativas  de la columna  torá- cica  del  paciente  neurológicamente  intacto  pueden  tratarse  con  corpectomía  anterior  combinada  y  fusión,  seguidas  por  instru- mentación  con  compresión  posterior  y  fusión  para  disminuir  al  mínimo  el  riesgo  de  desplazamiento  posterior  adicional  de  hue- so  y  lesión  neurológica.  El tratamiento operatorio de las fracturas por estallamiento vin- culadas con déficit neurológico significativo es  individualizado.  La  principal  preocupación  es  la  descompresión  del  conducto  verte- bral.  El  acceso  anterior  a  la  columna  vertebral  es  el  método  más  minucioso  para  depurar  el  conducto  vertebral  de  hueso  y  mate- rial  de  disco  impulsado  posteriormente,  es  el  tratamiento  prefe- rido para este grupo de pacientes.  El acceso quirúrgico es dictado  por  el  grado  patológico:  una  toracotomía  para  fracturas  de  T1  a  T10; un  acceso  toracoabdominal  de  ordinario  a  través  de  la  déci- ma costilla  para fracturas  de Ti l ,  T12 y  Ll,  y  un  acceso  retroperi- toneal en el flanco, por debajo  del  diafragma,  para  la  fracturas  de  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  263  L2 a L5. Los discos intervertebrales por encima y por debajo de la  fractura  se  extirpan,  y  se  lleva  a  cabo  una  corpectomía  subtotal  de la vértebra lesionada, dejando intacta la corteza anterior y  pro- funda.  Como  una  alternativa,  un  acceso  posterior  alrededor  del  punto  de  alcance  puede  proporcionar  descompresión  anterior  e  injerto  con  apuntalamiento  por  medio  de  una  costotransversec- tomía  o  acceso  lumbar  lateral  lejano.  Después  de  la  descompresión  del  conducto  vertebral,  se colo- ca un injerto apuntalado, o una jaula de malla de titanio,  de la  pla- ca  terminal inferior de la vértebra,  en dirección cefálica,  a la  placa  terminal  superior  de  la  vértebra,  en  dirección  caudal.  El  éxito  o  fracaso  de  la  cirugía  se  basa  principalmente  en  la  estabilidad  y  reparación del injerto,  más que en cualquier instrumentación rea- lizada.  Los  dispositivos  de  instrumentación  anterior  afirman  el  injerto  apuntalado y,  a veces,  pueden actuar como un dispositivo  por  sí  solos,  junto con el refuerzo  posoperatorio.  Sin embargo,  la  columna  vertebral  también  puede  ser  instrumentada  y  fusiona- da  posteriormente  en  una  segunda  etapa,  con  bastones  y  gan- chos  sobre  los  mismos  niveles  de  la  construcción  anterior  para  una  estabilización  adicional.  El  acceso  a  la  columna  vertebral  es  por la  parte  posterior pri- mero,  para  fracturas  por  estallamiento  con  rotura  o  subluxación  significativa  de  la  columna  posterior.  La  instrumentación  poste- rior  se  utiliza  para  la  reducción  y  restauración  de  la  alineación  del plano sagital.  En la misma  situación,  se realizan corpectomía  anterior  y  fusión  con  injerto  apuntalado.  El  tratamiento  definitivo  de  las  lesiones  con  flexión-distrac- ción  depende  de  las  estructuras  anatómicas  implicadas  y  la  can- tidad  de desplazamiento.  Las lesiones que se producen  totalmente  a  través  del  hueso  se  tratan  en  un  enyesado  en  hiperextensión.  Esto  proporciona  éxito,  particularmente  cuando  la  línea  de  frac- tura  se  ha  propagado  bilateralmente  a  través  de  los  pedículos.  Las  lesiones  en  las  cuales  la  fractura  afecta  la  parte  interarticular  y  sólo  tejidos  blandos  se  tratan  operatoriamente  debido  a  que  esta  parte  tiene  poco  hueso  esponjoso,  lo  cual  significa  que  la  reparación de la  fractura es menos confiable, y  la reparación liga- mentosa  no  produce  como  resultado  una  estabilidad  adecuada.  Es  importante  identificar  roturas  traumáticas  de  disco  y  lesiones  con  anterioridad  a  la  reducción  quirúrgica,  o  elementos  despla- zados  posteriores,  debido a que  las  fuerzas  de  compresión poste- riores  pueden  desplazar  material  del  disco  herniado  al  conducto  vertebral causando una lesión neurológica.  La fijación de  un seg- mento corto  con  instrumentación  de  tornillos  y  fusión  se  lleva  a  cabo  a  t ravés  de  un  acceso  post eri or.  Se  usa  una  ortosis  toracolumbar  cuatro  meses  en  el  posoperatorio.  El  tratamiento  264  Manual  de  fracturas  definitivo  de  las  fracturas-luxaciones  es  la  reducción  operatoria,  la  estabilización  y  la  fusión  posterior.  Las  lesiones  torácicas  se  instrumentan  de  tres  a  cuatro  segmentos  por  encima  y  por  deba- jo  de  la  fractura-luxación  mediante  el  uso  de  una  construcción  con gancho, o tornillo y varillas, o ambas cosas. Las lesiones tora- columbares  y  lumbares  son  instrumentadas  con  construcción  de  tornillos  de pedículo  y varillas,  limitando  el número  de  segmen- tos  de  movimiento  fusionados  e  instrumentados  distalmente,  de  ser  posible.  Los  soportes  posoperatorios  aumentan la  tasa  de  fu- sión al proteger la instrumentación hasta que se produce la  fusión.  El  momento  apropiado  para la reducción y  estabilización ope- ratoria  es  determinado por  el  estado neurológico y  el  estado mé- dico  general.  La  indicación  primaria  de  la  reducción  operatoria  de  urgencia  es  un  paciente  neurológicamente  incompleto  con  déficit  neurológico  progresivo.  Los  pacientes  con  lesiones  com- pletas  de  la  médula  espinal  son  estabilizados,  tan  pronto  como  es  posible,  para  disminuir  la  duración del reposo  en cama forzo- so.  Un  paciente  con  una  lesión  neurológica  incompleta  que  está  empeorando  se  observa hasta  que  se  establece  una  meseta en su  mejoría.  La  columna  vertebral  entonces  se  reduce  y  estabiliza.  Complicaciones  La  complicación  más  significativa  de  las  fracturas  por  compre- sión es  la cifosis  progresiva  que  se  produce  por  asentamiento  del  cuerpo  vertebral,  lesiones  ligamentosas  de  la  columna  posterior  no  reconocidas,  fracturas  contiguas múltiples  por  compresión,  y  fracturas  patológicas.  Las  anormalidades  neurológicas  no  se  ob- servan  con  características  clásicas  de  compresión  que  afectan  únicamente  a  la  columna  anterior.  Las  complicaciones  del  tratamiento  no  operatorio  de  las  frac- turas  por  estallamiento  son  la  cifosis  segmentaria  residual,  la  ci- fosis  progresiva  secundaria  a  lesión  de  la  columna  posterior  no  reconocida,  y  el colapso vertebral  por  asentamiento.  Todas  estas  tienen el potencial de aumentar los  déficit neurológicos.  Las com- plicaciones del  tratamiento  operatorio de las fracturas por estalla- miento  son  el  fracaso  de  la  instrumentación  por  reconstrucción  inadecuada  de  la  columna  anterior,  lesión  vascular  o  neurológi- ca  durante  el  acceso  quirúrgico,  y  desalojamiento  de  los  injertos  apuntalados.  La  seudoartrosis  es  rara  con  el  tratamiento  tanto  operatorio  como  no  operatorio.  Las  complicaciones  de  las  lesiones  de  flexión-distracción  son  la  reducción  inadecuada  de  la  columna  posterior  con  enyesado  para  lesiones  de  los  huesos,  componentes  ligamentosos  no  reco- nocidos  de  la  lesión,  y  la  tasa  de  herniaciones  traumáticas  del  disco.  Estas  pueden  impulsarse  posteriormente  hacia  el  interior  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  265  del  conducto  vertebral  durante  la  reducción  operatoria  por  ac- ción  de  fuerzas  posteriores  de  compresión.  Las  complicaciones  de  las  fracturas-luxaciones  de  la  columna  vertebral  constituyen  un  aumento  en  la  deformidad  vertebral,  a  causa  de  un  tratamiento  inadecuado  en  una  ortosis  vertebral,  o  una  artropatía vertebral de Charcot por debajo  de una lesión com- pleta  de  la  médula  espinal.  FRACTURAS  SACRAS  Clasificación  Las  fracturas  sacras  se clasifican  anatómicamente  en  aquellas  co- rrespondientes a las  zonas I,  II  y  III.  Las fracturas de la zona I son  laterales  al orificio nervioso.  Las  deficiencias neurológicas son el  resul t ado  de  fragmentos  de  la  fractura  sacra,  despl azados  superiormente,  que  comprimen  la  raíz  del  nervio  L5  contra  la  superficie  inferior  de  la  apófisis  transversa  L5.  Las  lesiones  de  la  zona  I  también  incluyen  varias  lesiones  por  arrancamiento  liga- mentoso  alrededor  de  la  periferia  del  sacro.  Las  fracturas  de  la  zona  II  comprenden  fracturas  longitudina- les  a  través  de los  orificios  sacros.  Se  relacionan con  una  inciden- cia  de  28%  de  deficiencias  neurológicas.  La  lesión  neurológica  suele  caracterizarse  por  compresión  de S1 vinculada  con  ciática.  Se  involucra  L5  cuando  se  desplazan  hacia  arriba  fragmentos  de  fractura,  y  pueden  estar  involucradas  otras  raíces  de  los  nervios  sacros,  si  la  fractura  se  extiende  a  través  de  estos  niveles causan- do  desplazamiento.  Como  estas  fracturas  son  unilaterales,  la  in- continencia  es  rara,  pero  son  frecuentes  los  cambios  sensitivos  sobre  los  dermatomas  correspondientes.  Las fracturas de la zona III incluyen al conducto central y  tienen  una  incidencia  alta  (57%)  de  déficit  neurológicos,  con  pérdida  del  control  de  esfínter,  anestesia  en  silla  de  montar,  y  síntomas  agudos  de  cola  de caballo.  Las  fracturas  transversas  se producen  como  lesiones  aisladas  como  resultado  de  una  fuerza  de  flexión  impartida  a  la  parte  inferior  del  sacro  y  el  cóccix.  Por  debajo  de  S4  hay  poca  probabilidad  de  deficiencia  neurológica  significati- va  debido  a  que  las  raíces  de  los  nervios  sacros  han  salido  en  puntos  proximales  a  esta  área.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y examen físico  Las  fracturas  del  sacro  se  producen  con  más  frecuencia  en  trau- mas  de  alta  energía.  Los  hallazgos  físicos  son  dolor  de  espalda  y  266  Manual  de  fracturas  regiones  glúteas,  equimosis  sobre  el  sacro,  y  dolor  sacro  en  el  examen  rectal.  Las  deficiencias  neurológicas  lumbares  bajas  y  de  raíces  sacras  específicas  deben  incitar  la  consideración  de  fractu- ras  sacras.  La  raíz  de  la  quinta  lumbar  de  manera  habitual  está  implicada  cuando  queda  atrapada  entre  la  apófisis  transversa  de  L5  y  el  fragmento  migratorio  superior  del  ala  sacra.  La  evalua- ción del reflejo de Aquiles y el bulbocavernoso es imperativa cuan- do se examina  la  función  de las raíces  sacras.  Las fracturas sacras  pueden  causar  anestesia  sobre  los  dermatomas  sacros,  impoten- cia,  e  intestino y  vejiga  urinaria  flaccidos.  Con  lesión  unilateral  de  la  raíz  entre  S2  y  S5  pocas  veces  se  produce  incontinencia;  la  disminución  en  la  sensación  es  una  consecuencia  más  común.  Cuando  se  tiene  duda  acerca  de  la  integridad  de  las  estructuras  inervadas  por  los  segmentos  sacros,  la  urodinámica  es  de  utili- dad  en  la  evaluación  de  la  función  motriz  de  la  vejiga.  Examen radiográfico  La  documentación  radiográfica  de  las  fracturas  sacras  es  difícil  debido  a  la  forma  compleja  del  sacro  y  de  la  pelvis.  Cincuenta  por  ciento  de  las  fracturas  sacras  sin  déficit neurológico  pasa  in- advertido  en  el  examen  inicial.  El examen radiográfico inicial  in- cluye  proyecciones  lateral  y  anteroposterior,  o  de  Fergusson.  La  proyección  de  Fergusson  centra  el  haz  dirigido  proximalmente  sobre  el  sacro.  Los  hallazgos  radiográficos  relacionados  con  las  fracturas  sacras  son  las  fracturas  de  la  apófisis  transversa  lumbar  baja,  de  los  orificios  sacros  asimétricos,  y  la  esponjosidad  irregu- lar  de  las  masas  laterales  de  los  segmentos  sacros proximales.  La  tomografía por  computadora es  el  método  más  preciso  para eva- luar las  fracturas  del  sacro.  Las  fracturas  sospechadas  se identifi- can  en  el  gammagrama  de  hueso  cuando  los  segmentos  sacros  son  demasiado  osteopénicos  para  producir  imágenes  radiográfi- cas  confiables.  Tratamiento inicial  El  foco  del  tratamiento  inicial  de  las  fracturas  sacras  es  el  alivio  del  dolor.  El  paciente  se  mantiene  en  reposo  en  cama  y  se  gira  como un  todo,  de lado a lado, hasta que el dolor cede al punto en  el cual  se  inició la  movilización,  de  ordinario  de los 7 a  10 días.  Lesiones  relacionadas  Con  las  fracturas  del  sacro  se  relacionan  lesiones  multisistémicas  y  neurológicas.  Fracturas  y  luxaciones  de  la  columna  vertebral  267  Tratamiento  definitivo  Las  fracturas  sacras  aisladas,  sin  fracturas  del  anillo  pelviano  anterior o  déficit neurológicos,  son estables,  y  no requieren  trata- miento  más  allá  del  alivio  de  los  síntomas.  Después  del  periodo  inicial  de reposo  en cama,  el paciente es movilizado,  sin carga de  peso  del  lado  afectado,  por  cuatro  a  ocho  semanas,  y  luego  con  carga  de peso  según  se  tolere.  Las  fracturas  sacras  que  se  presen- tan  como  elementos  de  lesión  pelviana  se  tratan  para  restablecer  el  anillo  pelviano.  Complicaciones  Las  complicaciones  de  las  fracturas  sacras  son  el  dolor  crónico  secundario  a  artritis  sacroiliaca  o  el  cambio  de  la  alineación  del  sacro y pérdida del control voluntario del intestino y la vejiga.  La  artritis  sacroiliaca  se  trata con  artrodesis.  Los  déficit neurológicos vinculados con  las  lesiones  de la  zona  II  se  tratan  sólo  con  observación,  ya  que  muchas  de  ellas  son  neuropraxias  que  se  resolverán  espontáneamente.  Los  síntomas  que  persisten más  allá  de  seis  a  ocho  semanas  pueden  beneficiar- se con la  descompresión  de  los  orificios.  Los  déficit relacionados  con  lesiones  de la  zona  III  pueden  someterse  a un  examen  radio- lógico  enérgico  para  identificar  la  causa  de  la  lesión neurológica,  debido  a  que  la  descompresión  posterior  temprana  puede  dar  lugar a retorno  del control  de  intestino y vejiga,  y  reversión de la  caída  del pie.  Con frecuencia  la  descompresión  tardía  se compli- ca  con  fibrosis  epidural  y  retorno  mínimo  de  la  función.  LECTURAS  SELECCIONADAS  Alien  GL,  Ferguson  RL,  Lehmann  TR,  O'Brien  RP:  A  mechanisíic  classification of closed, indirect fractures and dislocations of the lower cer- vical spine. Spíne 7:1-27,1982.  Bohlmann HH:  Acute  fractures  and  dislocations  of the cervical spine,  an  analysis of 300 hospitalized  patients  and review of the  literature.  / Bone  loint  Surg61A:1141,1979.  Bohlmann HH: Treatment of fractures and dislocations of the thoracic and  lumbar spine-current concepts review. J Bone Joint Surg 67 A: 165-169,1985.  Clark CR, White AA III: Fractures of the dens. A multi center study. ) Bone  Joint Surg 67A: 1340,1985.  Denis  F:  The  3-column  spine  and  its  significance  in  the  classification  of  acute thoracolumbar spinal injuries. Spine 8:817-831,1983.  Haher TR, Selnly WF, O'Brien MO: Diagnosis and management of thoracic  and lumbar spinal fractures. In Bridwell KH and Dewald RL (eds). Textbook  of spinal surgery, lst ed. Philadelphia, Lippincott, 1991.  268  Manual  de  fracturas  McAfee PC, Bohlmann HH, Yuan HA: Anterior decompression of trauma tic  thoracolumbar  fractures  with  incomplete  neurological  déficit  using  a  re- troperitoneal approach. J Bone Joinl Surg 47A:89-103,1985.  Sabiston  CP,  Wing  PC:  Sacral  fractures:  Classification  and  neurologic  implications. J Trauma 26:1113-1115,1986.  Vaccaro AR, An HS, Lin S, Sun S, Balderston RA, Cotler JM: Noncontíguous  injuries  of the  spine. J Spinal  Disord  5:320-329,1992.  White  AA,  Southwick  WO,  Panjabi  MM:  Clinical  instability  in  the  lower  cervical  spine,  a  review  of past  and current concepts.  Spine  1:15-27,1976.  Fracturas  y  luxaciones  del  anillo  pelviano  y  el  acetábulo  D. Kevin Sclteid  Este capítulo  revisa  las fracturas y  luxaciones  del  anillo pelviano  y  del  acetábulo,  y  las  luxaciones  de  la  cadera.  ANATOMÍA  DEL  ANILLO  PELVIANO  El  anillo  pelviano  óseo  consiste  en  dos  huesos  iliacos  (coxales)  (hemipelvis)  y  el sacro,  que están unidos  por una  red  ligamento- sa  intrincada.  Cada  hueso  iliaco  consiste  en  tres  partes:  ilion,  isquion  y  pubis,  que  se  fusionan  en  el  acetábulo  al  madurar  el  esqueleto.  La  columna  anterior,  o  columna  ileopúbica,  incluye  la  pared anterior del  acetábulo,  el ilion  anterior,  y  la  rama  superior  del pubis.  La  columna posterior,  o  columna  ilioisquiática,  incluye  la pared posterior del acetábulo, y se extiende del ilion posteroin- ferior,  en  la  escotadura  ciática  mayor,  a  la  tuberosidad  isquiática  (fig.  16-1).  Los  puntos  de  referencia  específicos  de  la  columna  anterior que son útiles durante la cirugía incluyen la espina iliaca  anterosuperior,  la espina iliaca anteroinferior,  la línea iliopúbica,  la  eminencia  iliopúbica  y  el  tubérculo  púbico.  Los  puntos  de  re- ferencia  de  la  columna  posterior  incluyen  la  escotadura  ciática  mayor,  la  escotadura  ciática  menor,  la  espina  isquiática,  y  la  tu- berosidad  isquiática.  Cada hueso iliaco se articula con el sacro por detrás,  en la arti- culación  sacroiliaca.  Las  articulaciones  están  cubiertas  por  cartí- lago  hialino  del  lado  sacro y  fibrocartílago  del  lado  iliaco.  Toda  la  estabilidad  de  la  articulación  sacroiliaca  deriva  de  los  comple- jos de los ligamentos interóseos, sacroiliaco posterior y sacroiliaco ante- rior  (fig.  16-2).  El  anillo  pelviano  anterior  se  une  a  la  sínfisis  del  pubis, cubierta por cartílago,  y se sujeta por un complejo fibroliga- mentoso  envolvente.  Dos  ligamentos  adicionales  (sacroisquiá- ticos),  el  sacroespinoso  y  el  sacrotuberoso,  confieren  estabilidad  al  anillo  pelviano.  Juntos,  estos  complejos  ligamentosos  resisten  fuerzas  verticales  y  rotatorios  de  cada  hemipelvis.  El  reborde  pelviano  divide  a  la  pelvis  en  superior  (pelvis  falsa)  e  inferior  (pelvis  verdadera).  269  16  270  Manual  de  fracturas  Fig. 16-1. Columnas (A) anterior y (B) posterior de la pelvis.  Flg. 16-2. Corte transversal a través de las articulaciones sacroiliacas pro- fundas: A,  ligamentos  interóseos. S,  ligamentos sacroiliacos  posteriores.  C,  ligamentos sacroiliacos anteriores.  c  A  B  B  A  Fracturas  y luxaciones  del anillo  pelviano  271  Las  estructuras  vasculares,  neurológicas  y  genitourinarias,  es- tán situadas  dentro y  a  lo  largo  de  la pelvis  interior,  haciéndolas  sensibles  a  lesiones  durante  roturas  de  la  pelvis.  La  arteria  iliaca  común da origen a las arterias iliaca interna e iliaca externa. Las arte- rias glúteas superior e inferior, vesical y lumbosacra se originan todas  en la arteria iliaca interna. El plexo venoso sacro es particularmente  sensible  a  la  lesión,  y  es  difícil  de  controlar  o  embolizar.  El plexo  lumbosacro,  que  incluye  a  la  cuarta  y  quinta  raíces  de  los  nervios  lumbares  y  sacros,  está  situado  a  lo  largo  de  la  por- ción anterior del sacro.  En este plexo se originan los nervios ciáti- co,  glúteo y  esplácnico.  El nervio obturador  tiene un trayecto a lo  largo  y  por  debajo  del  reborde  pelviano  para  salir  por  el  orificio  del  obturador.  La  vejiga  urinaria,  la  uretra,  y  el  recto  son  todos  sensibles  a  punción  o  desgarro  por  espículas  óseas,  fuerzas  de  deslizamien- to  y  descompresión.  FRACTURAS Y LUXACIONES  DE LA PELVIS  Clasificación  Las  fracturas  pelvianas  han  sido  clasificadas  previamente,  de  acuerdo con el mecanismo  supuesto  de  la  lesión,  como  por com- presión lateral,  compresión anteroposterior,  deslizamiento verti- cal,  y  complejo.  La clasificación  AO  más  útil  de Tile  se  basa  úni- camente  en  estabilidad  pelviana  y,  por  lo  tanto,  dicta  mejor  el  tratamiento.  Las  fracturas  de  tipo A  son  estables  tanto  verticalmente como  rotatoriamente.  No  rompen  verdaderamente  el  anillo  pelviano  como las fractura de  tipo B y  tipo  C.  Una  fractura del ala iliaca que  afecta  la cresta,  que no rompe la integridad del anillo pelviano,  o  una  fractura  sacra  transversa  aislada,  son  ejemplos  de  fracturas  de  tipo  A.  Los  arrancamientos  de  la  tuberosidad  isquiática  o  de  las  espinas  iliacas  también  son  lesiones  de  tipo  A.  Las  fracturas  de  tipo  B  son verticalmente  estables  pero  inesta- bles  en sentido  rotatorio.  Incluyen a  las  lesiones  por compresión  lateral  y  por compresión  anteroposterior.  La  hemipelvis  se  rom- pe  rotatoriamente,  lo  cual  causa  lesiones  tanto  anteriores  como  posteriores del anillo.  Aunque estas lesiones pueden ser muy gra- ves y  causar una notable  inestabilidad  rotatoria  en la hemipelvis,  la hemipelvis no  es verticalmente  inestable  y no  se  desplazará  de  manera  vertical  debido  a  las  estructuras  ligamentosas  intactas.  Los  dos  subgrupos comunes  de  las lesiones  de  tipo  B  incluyen la  lesión  B,  en  "libro  abierto"  (Bl),  con  rotura  anterior  del  anillo  272  Manual  de  fracturas  pelviano y de los ligamentos sacroiliacos anteriores. La hemipelvis  es inestable  a  la rotación externa  pero  estable verticalmente  debi- do  a  que  los  ligamentos  sacroiliacos  posteriores  se  encuentran  intactos  (fíg.  16-3).  El  segundo  grupo  más  común  de  lesiones  B  son  las  inestables  a  la  rotación  interna,  e  incluyen  a  las  lesiones  por "compresión lateral"  (B2). La hemipelvis girada internamen- te rompe los ligamentos sacroiliacos posteriores y aplasta el anillo  anterior  (rama  púbica).  Los  ligamentos  sacroiliacos  anteriores  y  los  ligamentos  sacroespinosos  y  sacroruberosos  permanecen  in- tactos.  La hemipelvis  rotatoria con frecuencia  aplasta  el saco  an- terior,  o  ala  sacra.  Los  ligamentos  intactos  mantienen  a  la  hemi- pelvis  verticalmente  estable.  El  anillo  anterior  y  los  ligamentos  sacroiliacos  posteriores  rotos  causan  inestabilidad  rotatoria  in- terna  (hgs.  16-4 y  16-5).  Las  fracturas  del  tipo  C  son  inestables  verticalmente  y,  por  lo  tanto,  rotatoriamente.  Como  en  las  fracturas  de  tipo  B,  el  anillo  pelviano anterior y posterior está  roto.  A  diferencia  de las  fractu- ras  de  tipo  B,  se ha producido una rotura de huesos y ligamentos  suficiente que permite que la hemipelvis se desplace verticalmen- te.  La  lesión  posterior  puede  afectar  al  sacro,  la  articulación  sa- croiliaca,  ilion posterior o cualquier combinación de  estas  estruc- turas.  La  lesión  anterior  puede  afectar  la  sínfisis  o  las  ramas  is- quiáticas y púbicas (figs.  16-6 y  16-7).  Debido a las lesiones óseas  y  ligamentosas  combinadas,  estas  fracturas-luxaciones  pueden  migrar verticalmente  debido  al  tiro  ejercido por los músculos  del  torso.  Flg. 16-3. Lesión B1 con rotura del anillo anterior y del ligamento sacroiliaco  anterior.  Los ligamentos sacroiliacos  posteriores permanecen intactos,  lo  cual proporciona estabilidad vertical.  Fracturas  y  luxaciones  del  anillo  pelviano  2 7 3  Fig.  16-4.  Lesión  B2 con  rotura del anillo  anterior y ligamento sacroiliaco  posterior.  Los  ligamentos  sacroiliaco  anterior,  sacroespinoso  y  sacro- tuberoso permanecen intactos, lo cual proporciona estabilidad vertical.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Siempre  hay  un antecedente  de  trauma  significativo.  Un examen  físico  inicial  rápido  incluye  inspección  de  las  heridas  pelvianas,  abdominales y  perineales;  desgarros  rectales  o  vaginales  que  in- dican  una  fractura  abierta;  sangre  en  el  meato  uretral,  que  signi- fica  posible desgarro uretral; asimetría pelviana; movilidad de la  cresta  iliaca;  malrotación  de  la  extremidad  inferior;  discrepancia  Flg. 16-5. Lesión B2 con fractura posterior del ilion. Como la fractura que  se presenta en la figura 16-4, esta fractura es inestable a la rotación interna,  pero  no inestable verticalmente.  274  Manual de  fracturas  Figs. 16-6 y 16-7. Lesiones tipo C que muestran inestabilidad vertical de la  hemipelvis.  La lesión  posterior puede afectar al ilion posterior,  la articula- ción sacroiliaca o al sacro.  La lesión  anterior puede afectar la sínfisis  (fig.  16-6) o las ramas isquiática o púbica (fig.  16-7).  en la  longitud  de  los  miembros  inferiores,  y  un  examen neuroló- gico  y  vascular  centrado  en  las  extremidades  inferiores.  Examen radiográfico  De  ordinario,  una  placa  anteroposterior  de  la  pelvis  hace  surgir  sospecha  de  una  rotura  del  anillo  pelviano.  Las  vistas  de  los  estrechos  superior  e  inferior  de  la  pelvis,  y  los estudios  de  tomo- grafía  axil  por  computadora  (TAC)  definen  a  la  lesión  posterior  y,  de  esa  forma,  a  la  probable  inestabilidad  del  anillo  pelviano.  Cuando estos estudios  son confusos,  la inestabilidad  sospechada  se  documenta  fluoroscópicamente  mediante  examen  bajo  anes- tesia.  Fracturas  y luxaciones  del anillo  pelviano  275  Tratamiento inicial  Los  pacientes  estables  desde  el  punt o  de  vista  hemodinámico  se  vigilan de cerca.  La inestabilidad hemodinámica  es una urgencia  que  pone  en  peligro  la  vida.  A  los  individuos  hemodinámica- mente  inestables  se  les  aplica  un  traje  con  pantalones  militares  antichoque  (PMAC)  para  aumentar la resistencia  vascular perifé- rica y  disminuir  el  movimiento  de  la fractura por presión  directa.  No  se  indica  el  uso  de  los  pantalones  militares  antichoque  para  otras  indicaciones,  aparte  del  transporte  y  estabilización  inicial,  debido  a  las  complicaciones  debidas  a  la  inflación  prolongada.  La  intervención  inmediata  de  la  pelvis  hemorrágica,  después  de  retirarse los pantalones militares antichoque, es la reducción rápi- da y fijación externa para  taponar los vasos sanguíneos.  De ordina- rio,  la estabilización anterior del anillo, por sí sola, será suficiente  para producir taponamiento de la hemorragia retroperitoneal, aun  cuando hay inestabilidad vertical; no obstante, se agrega  tracción  esquelética  para  prevenir  la  migración  vertical  de  la  hemipelvis.  Si  persiste  la hemorragia,  según  lo  indica  la  inestabilidad hemo- dinámica  continua,  se  intenta  practicar  embolización  arterial  se- lectiva.  Las  indicaciones para el control  abierto  de urgencia de la  hemorragia  o el  taponamiento  son infrecuentes:  la fractura  abier- ta  y  la  incapacidad  de  controlar  la  hemorragia,  la  rotura  de  un  vaso importante,  no  controlable  con  embolización,  y  la hemipel- vectomía  para  salvar  la  vida.  Lesiones  relacionadas  Las  fracturas pelvianas  de manera habitual  se vinculan con  lesio- nes  del  sistema vascular y el aparato  genitourinario.  Las lesiones  Bl,  inestables  en  rotación  externa,  tienen  una  incidencia  mayor  de  lesiones  vasculares  relacionadas  en  comparación  con  las  le- siones  B2,  inestables  a  la  rotación  interna.  Las  lesiones  vasculares  ponen  en  peligro  la  vida  y  deben  tratarse  de  forma  enérgica.  Se  requiere  la  evaluación  rápida  para  descartar  hemorragia  toráci- ca,  intraperitoneal o externa,  y  para  dirigir el  tratamiento  del pa- ciente  en  situación  extrema  hacia  el  retroperitoneo  y  la  fractura  pelviana.  Se supone que el enfermo hipovolémico con una fractura  inestable  del  anillo  pelviano,  tiene  una  hemorragia  retroperito- neal  significativa  debido  a  lesión  del  plexo  venoso  sacro,  hemo- rragia  de hueso  fracturado,  y  lesiones  arteriales  graves  o  leves.  Ante cualquier fractura  pelviana,  se sospechan  lesiones genito- urinarias,  y  son  más  comunes  en  las  lesiones  B2.  La  sangre  en el  meato  uretral,  las  fracturas  de  las  ramas  isquiáticas  y  púbicas,  y  la  próstata  flotante  en  el  examen  rectal  manifiestan  lesión  ure- 276  Manual de  fracturas  tral.  Un uretrograma retrógrado  evalúa la presencia de un desga- rro  uretral  previo  con  anterioridad  a  la  cateterización  de  la  veji- ga.  Un  cistograma  define  si  la  vejiga  se  encuentra  intacta.  Tratamiento  definitivo  El  objetivo  del  tratamiento  temprano  es  la  estabilización  de  la  pelvis  inestable.  Esto  se  logra  con  más  frecuencia  por  medio  de  la  aplicación  de  un  fijador  externo  anterior.  En las fracturas rotatoriamente inestables (B), sólo se requiere es- tabilidad  anterior  mínima  del  anillo  para  convertir  a  un  anillo  pelviano  inestable  en  una  estructura  estable.  Las  fracturas  con  compresión  lateral  desplazadas  o  notablemente  inestables  (B2)  requieren  sólo  estabilización  del  anillo  anterior.  Con  frecuencia  se  usa  un  fijador  externo  para  girar  externamente  y  reducir  la  hemipelvis con rotación interna.  Las lesiones en libro abierto  (Bl),  con inestabilidad,  en las vistas con esfuerzo,  superior a 2.5 cm  de  disociación  de  la  sínfisis  o  inestabilidad  radiográfica  y  clínica  notable,  también requieren  estabilización  del  anillo  pelviano  an- terior.  En  los casos  confusos,  el  examen con imágenes  bajo  anes- tesia  general  evaluará  el  grado  de  inestabilidad  rotatoria.  Un  fijador  externo  o una placa  en la  sínfisis del pubis son suficientes  para  girar  internamente  y  estabilizar  la  hemipelvis  con  rotación  externa.  En  las  fracturas  verticalmente  inestables  se  requiere  estabiliza- ción  anterior  y  posterior.  La  estabilización  anterior  se  logra  en  muchos  casos  con  un  fijador  externo.  Las indicaciones relativas para la fijación interna  de  la  sínfisis  del  pubis  rota,  o  las  fracturas  de  la  rama  del  pubis,  incluyen exposición del  área para laparotomía o  reparación de la  vejiga,  una  fractura  acetabular  estabilizada  con  una  placa  en  la  columna anterior,  que puede continuarse  a  través  de la sínfisis  del pubis,  y cuando  los clavos  del  fijador  externo violarían  la  in- cisión quirúrgica acetabular,  aumentando  de  esa  forma la proba- bilidad  de  infección  posoperatoria.  La  técnica  de fijación  externa  sigue muchas  de las directrices establecidas para el uso  de fijador  externo en los huesos largos.  Se colocan  dos o  tres clavos,  de por  lo menos  5  mm  de  diámetro,  en cada hemipelvis.  El  aumento en  el  espaciamiento  de  los  clavos  mejora  la  estabilidad.  Los  siste- mas  de  fijador  externo  que  no  requieren  colocación  de  clavos  paralela  hacen  posible  dar  formación  angular  individual  a  los  clavos  para  lograr  un  posicionamiento  óptimo.  La  forma  de  las  alas  iliacas  constituye  un  desafío  para  la  inserción  de  los  clavos  entre  las  dos  tablas  corticales.  Los  clavos  se  colocan  a  través  de  incisiones  horizontales  pequeñas  sobre  la  cresta  iliaca.  El  punto  Fracturas  y  luxaciones  del  anillo  pelviano  277  inicial para el primer clavo es a 2 cm por detrás de la espina iliaca  anterosuperior.  El segundo clavo  se inserta  en el  tubérculo  iliaco  ancho,  a  6  a  10  cm  por  detrás  del  primer  clavo.  Se  taladra  un  orificio  en  la  corteza  de  la  cresta  únicamente,  y  los  clavos  se  in- sertan  manualmente  con  un  manguito  manual  en T.  Puede  usar- se  imagen  con  vistas  tangenciales  para  asegurar  que  los  clavos  permanecen  entre  las  tablas  corticales.  La  dirección  de  cada  cla- vo hacia el recto  proporciona  un punt o  de  referencia inicial  men- tal  tridimensional  para  la  colocación  del  clavo  dentro  de  las  ta- blas  corticales.  La  profundidad  máxima  del  clavo,  con  su  punta  terminando en el ilion, inmediatamente  por encima del acetábulo,  permite la mayor estabilidad y longevidad del clavo.  La rotación  de la  fluoroscopia en  direcciones  distintas  permite  obtener vistas  tangenciales  de cada  clavo,  lo cual hace  posible  verificar la  colo- cación entre las  tablas corticales.  Se fija a los clavos una armazón  cuadrilateral  simple,  la  pelvis  se  reduce  por  manipulación  bajo  fluoroscopia,  y  la  armazón  se  tensa  para  mantener  la  reducción.  La técnica de reducción abierta y fijación interna del anillo pelviano  anterior comprende  una  incisión horizontal  de  Pfannenstiel  o  la- parotomía vertical.  Dos  placas  anteriores  orientadas  a  90  grados  entre sí son mucho  más estables  que una  placa  única.  Una  sonda  de  Foley  en  la vejiga  urinaria no  sólo  la  descomprime,  sino  tam- bién  actúa  como  un  punt o  de  referencia  fácilmente  palpable  para  localización  vesical.  No  hay  construcciones  fijadoras  externas  ni  fijación  interna  anterior  que  por  sí solas proporcionen  suficiente  estabilidad para  mantener  la  reducción  de  una  fractura  verticalmente  inestable.  Por  lo  tanto,  cuando  se  presenta  una  inestabilidad  vertical  debe  estabilizarse el anillo posterior.  Esto se puede realizar  de manera  aguda en  un paciente  estable,  o  retrasarse  hasta  que  el  individuo  se  estabiliza.  Debe  aplicarse  fracción  cuando  hay  retraso  en  la  fijación posterior. Han evolucionado varias técnicas de fijación pos- terior, y su uso depende  de la localización de la lesión posterior y  la experiencia del cirujano. Las fracturas iliacas posteriores se esta- bilizan mediante el uso de  técnicas estándar de aplicación  de pla- cas.  La fractura  se comprime con  tirafondos y  se  aplica una  placa  de neutralización.  El  acceso  es  anterior,  a  través  de  una  incisión  en la cresta iliaca,  exponiendo la tabla interior, o posterior, con el  paciente en decúbito  lateral o posición prona.  La exposición de la  fractura  iliaca  más  lateral  es  más  fácil  por  medio  de  un  acceso  pelviano interior.  Las fracturas iliacas posteriores se exponen más  fácilmente  a  través  de  un  acceso  posterior,  en  especial  en  el  pa- ciente  obeso.  La estabilización de la articulación sacroiliaca se logra con mayor  frecuencia  mediante  tornillos  iliosacros  colocados  percutánea- 278  Manual  de  fracturas  mente,  bajo  guía  de imágenes.  En manos expertas es  suficiente la  aplicación  de  un  tornillo,  y  de  ordinario  de  dos,  en S1 o S1 y  S2.  También puede  aplicarse  una  placa iliosacra anterior cuando ofre- ce  ciertas  ventajas  en  un  caso  dado.  Las  barras  sacras  se  usan  raramente.  La mayoría  de los pacientes que se  presentan para  fijación pos- terior  retrasada,  ha  tenido  un  fijador  externo  colocado  en  la  ad- misión  o  durante  la  reanimación.  Puede  ser  necesario  despren- der  el  fijador  externo  para  permitir  movilidad  de  la  hemipelvis  para  la  reducción  anatómica.  Después  de  obtener  la  reducción  posterior  anatómica,  se  fija  de  nuevo  al  fijador.  La fijación  anterior  con  placas  de  dos  o  tres  orificios  ha  sido  usada  con  éxito  por  muchos  años.  La  estabilidad  de  la  fijación  aumenta  con  el  uso  de  dos  placas.  Esto  es  importante  cuando  sólo hay espacio para un tornillo del lado sacro  debido a la proxi- midad  de  la  raíz  del  nervio  L5.  Ocasionalmente,  se  realiza  un  acceso posterior a la articulación sacroiliaca.  El acceso posterior se  utiliza  de  manera regular cuando hay  presente un fragmento iliaco  grande y está fijo al sacro por los ligamentos iliolumbar e iliosacro.  La  exposición  directa  de  este  fragmento  facilita  su  reducción  y  fijación.  La  ventaja  de  los  tirafondos  iliosacros  percutáneos  es  la  fijación  directa  del  ilion  al  sacro.  Las  desventajas  incluyen  lesiones  neu- rológicas  yatrógenas  potenciales  por  penetración  del  tornillo  en  los  orificios  sacros  o conducto vertebral, y violación  de  la propia  articulación  sacroiliaca  con  ellos.  Se  insertan  dos  tornillos  canutados  de  diámetro  grande  del  ilion  posterolateral  al  interior  del cuerpo de S1 o ala sacra.  Se usan arandelas o placas pequeñas  para  prevenir  la  migración  de  la  cabeza  del  tornillo  a  través  del  ilion, y  el  tornillo  se  aprieta.  La  técnica  requiere  observación cla- ra  mediante  el  uso  de  intensificación  de  imagen.  La  posición  del  paciente  puede  permitir  un  espacio  suficiente  debajo  de  la  mesa  para  obtener  vistas  del  estrecho  superior,  el  estrecho  inferior  y  los  laterales  con  el  fluoroscopio.  Cuando  hay  una  observación  inadecuada  de  los  agujeros  sacros  en la vista  del estrecho inferior  de  la  pelvis,  debido  a  la  obesidad  o  gas  intestinal,  se  usan  méto- dos  alternativos  de  fijación,  o  el  procedimiento  se  retrasa  hasta  que se puede preparar de forma adecuada al intestino.  En la vista  del  estrecho  superior  de  la  pelvis,  se  desvía  ligeramente  el  ángu- lo  del  clavo  por  delante  para  pasar  a  través  del  vestíbulo  del  ala  sacra a un ángulo perpendicular.  La punta de la guía del clavo se  coloca  en  el  tercio  anterior  del  cuerpo  de  S1  para  mantener  la  distancia  máxima  entre  éste  y  el  conducto  vertebral  sacro.  En  la  vista  del  estrecho  inferior,  el  clavo  guía  debe  desviarse  angularmente  de  forma  leve  en  dirección cefálica  terminando  en  Fracturas  y  luxaciones  del  anillo  pelviano  279  la  mitad superior  del  cuerpo  de  la S1. Se  realiza  una  verificación  final  con  una  vista  lateral  verdadera  para  asegurar  la  colocación  adecuada  del  clavo  guía.  Las fracturas  sacras  se  estabilizan  in  situ  con  la  técnica  del  tor- nillo  iliosacro  percut áneo  descrita  para  las  articulaciones  sacroiliacas.  Los  problemas  que  son  propios  de  las  fracturas  sa- cras  incluyen  la  pérdida  de  los  puntos  de  referencia  de  los  orifi- cios  de  manera  secundaria  al  patrón  de  la  fractura  y  al  aplasta- miento  del  nervio  interpuesto  entre  los  fragmentos  del  hueso,  mientras  los  tornillos  están  apretándose.  Cuando  no  se  logra  reducción  anatómica  de  la  fractura  sacra  mediante  métodos  ce- rrados,  se utiliza un procedimiento posterior abierto y  percutáneo  combinado.  El  paciente  se  coloca  en  posición  prona  y  se  expone  el  sacro  a  través  de una  incisión longitudinal posterior.  La  fractu- ra  se  reduce  y  los  nervios  se  descomprimen.  Con  ayuda  de  fluoroscopia  se  colocan  tornillos  iliosacros  percutáñeos.  Aun con  un  acceso  directo  al  sacro,  o  a  la  articulación  sacroiliaca  poste- riormente,  no  se  requiere  exposición  exterior  del  ilion  posterior  para  colocar  tornillos  percutáneos.  Esto  ayudará  a  prevenir  la  rotura  posterior  de  la  herida.  Complicaciones  Las  complicaciones  incluyen  artritis  postraumática  de  la  articu- lación  sacroiliaca,  mala  unión  sintomática,  que  da  lugar a  discre- pancia  en  la  longitud  de  los  miembros  inferiores,  malrotación,  y  síntomas neurológicos  causados  por  inflamación  y  atrapamiento  de  raíces  nerviosas  lumbares  y  sacras.  La  artritis  de  la  articula- ción  sacroiliaca  se  trata  irúcialmente  de  forma  conservadora,  y  con  artrodesis  en  caso  necesario.  La  mala  unión  sintomática  se  trata  con  elevación  de  zapato  y  modificación  de  la  marcha.  En  ocasiones,  se indica osteotomía correctiva.  La neuritis se  trata con  antiinflamatorios  no  esferoides,  neurolépticos  y,  ocasionalmen- te,  descompresión  del  nervio.  FRACTURAS  ACETABULARES  Clasificación  La  clasificación  anatómica  de  las  fracturas  acetabulares  fue  pu- blicada  por  Judet  y  col aboradores  en  1964,  y  refinada  por  Letournel en 1981.  Las fracturas acetabulares se clasifican en cin- co  fracturas  simples  y  cinco  fracturas  relacionadas.  280  Manual de  fracturas  Fracturas simples  Las  fracturas  de  la  pared  posterior  representan  luxaciones  poste- riores  de  la  cabeza  femoral.  Incluyen  distintas cantidades  del re- borde  posterior  del  acetábulo.  La  lesión  del  nervio  ciático  y  la  impacción  marginal  de  la  pared  posterior  restante  son  comunes  (fig.  16-8).  Un  error  frecuente  es  clasificar  a  una  fractura  grande  de  la  pared posterior como  una  fractura  de  la  columna  posterior.  Las  fracturas  de  la  columna  posterior  requieren,  por  definición,  rotura  de  la  línea  ilioisquiática  en  la  vista  anteroposterior  de  la  pelvis.  Incluyen  la  porción  isquiática  del  hueso  y  a  menudo  im- plican  una  rotura  del  orificio  obturador  (fig.  16-9).  Las  fracturas  de  la  pared  anterior  son  raras.  Incluyen  distintas  porciones  del  reborde  anterior  o  la  mitad  del  acetábulo.  La  frac- tura  no  afecta  la  rama  púbica  inferior  (fig.  16-10).  Las  fracturas  de  la  columna  anterior  se  caracterizan  por  rotura  de  la  línea  iliopectínea.  Las  fracturas  bajas  de  la  columna  afectan  al  acetábulo  inferior  y  tienen  rotura  de  la  rama  púbica  inferior.  Las  fracturas  superiores  afectan  distintas partes  de  la mitad  ante- rior  del  ilion  (fig.  16-11).  Las  fracturas  transversas  dividen  la  hemipelvis  en mitades  su- perior e inferior.  La línea  puede  atravesar la superficie articular a  cualquier  nivel,  y  el  orificio  obturador  está  intacto  (figs.  16-12  y  16-13).  Fig. 16-8. Fractura de la pared posterior.  Fracturas  y  luxaciones  del  anillo  pelviano  2 8 1  Flg. 16-9. Fractura de la columna posterior.  Flg. 16-10. Fractura de la pared anterior.  282  Manual  de  fracturas  Flg. 16-11. Fractura de la columna anterior.  Fig. 16-12. Fractura transversa.  Fracturas  y  luxaciones  del  anillo  pelviano  2 8 3  Fig. 16-13. Fractura transversa.  Fracturas relacionadas  Las fracturas de la pared posterior de la columna posterior representan  una luxación de la cadera con una fractura de la columna  posterior  vinculada.  Hay  una  rotura  en  el  agujero  obturador  (fig.  16-14).  Las  fracturas conforma  de  T son  transversas,  con fractura verti- cal  relacionada  al  interior  del  agujero obturador y  hacia  afuera,  a  través  de  la  rama inferior  (fig.  16-15).  La fractura de la pared o columna anterior con liemitransversa pos- terior,  como  su  nombre  lo  indica,  combina  una  fractura  de  la  pa- red  o  columna  anterior  con  la  mitad  posterior  de  una  fractura  transversa  (fig.  16-16).  Las fracturas  de ambas columnas se diagnostican de manera más  habitual  de  lo  que  se  producen.  Una  rotura  de  ambas  columnas  no  tiene  una  superficie  articular fija a  la  porción intacta  del  ilion,  la  cual  permanece  fija  al  sacro  (fig.  16-17).  Las  fracturas  transversas  con  pared posterior de ordinario no  tie- nen  una  rotura  en el  agujero  obturador  (fig.  16-18).  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Siempre hay  antecedentes  de  una lesión significativa.  El paciente  tiene  dolor  localizado  en  la  cadera.  El  miembro  inferior  puede  284  Manual de  fracturas  Flg. 16-14. Fractura posterior de la pared y columna posterior.  estar  girado  y  acortado.  El  movimiento  de  la  cadera produce  un  dolor  intenso.  Quizás  exista  una  lesión  parcial  o  completa  del  nervio  ciático.  Fig. 16-15. Fractura con forma de T.  Fracturas  y  luxaciones  del anillo  pelviano  285  Flg. 16-16. Fractura de la pared o columna anterior con una fractura trans- versa posterior.  Fig. 16-17. Fractura de ambas columnas.  286  Manual de  fracturas  Fig. 16-18. Fractura transversal con pared posterior.  Examen radiográfico  La  evaluación  radiográfica  es  importante para  la  planeación  pre- operatoria.  Prácticamente  todas  las  fracturas  se  pueden clasificar  con  una  placa  pelviana  anteroposterior  y  dos  vistas  oblicuas.  Aunque  pueden  verse  los  contornos  de  ambas  columnas  en  la  vista anteroposterior (fig.  16-19), las dos vistas oblicuas, o de Judet,  a 45  grados,  muestran mejor  las  columnas  individuales.  La  vista  oblicua  iliaca  se  toma  con  el  lado  de  la  fractura  inclinado  hacia  abajo, o alejado  del  tubo  de rayos X.  Esta vista proporciona perfi- les  de]  ilion  y  deja  observar mejor  la  columna  posterior  del  lado  afectado  (fig.  16-20).  La  vista  oblicua  obturadora,  tomada  con  el  lado fracturado  inclinado hacia  el  tubo,  exhibe mejor  el  contorno  de  la  columna  anterior  (fig.  16-21).  La  tomografía  por  computa- dora proporciona  información  adicional  que no se encuentra  con  facilidad  en  las  placas  simples,  con  inclusión  de  fragmentos  de  ilion no  desplazados  o  fragmentos  segmentarios  impactados  del  acetábulo.  Los  inconvenientes  de  la  tomografía  por computado- ra  axil  incluyen  la  incapacidad  para  determinar  espacios  de  la  cúpula y  dificultad  en  la  clasificación con comparación  de  placas  simples.  Los  estudios  de  tomografía  por  computadora  tridimen- sionales  son  representaciones  precisas  de  la  fractura,  pero  de  or- dinario  agregan  poca  información  adicional.  Fracturas  y  luxaciones  del  anillo  pelviano  287  AP  A Línea iliopectínea  B Línea ilioísquiátíca  C Borde anterior  D  Borde  posterior  Fig. 16-19. Vista anteroposterior (AP) de la hemipelvis.  Iliaca-oblicua  P  Contorno de  la columna posterior  ECM  Escotadura ciática mayor  El  Espina isquiática  Fig. 16-20. Proyección iliaca oblicua.  El  P  ECM  A  B  D  C  288  Manual de  fracturas  Oblicua  obturadora  A  Borde pelviano de la columna  anterior  Fig. 16-21. Proyección obturadora oblicua.  Lesiones  relacionadas  Se  producen  con  frecuencia  lesiones  vinculadas  de  la  cabeza  fe- moral, la pelvis, el aparato genitourinario y el nervio ciático.  Des- graciadamente,  la  mejor  reconstrucción  acetabular  puede  tener  un  resultado  malo  debido  a  la  superficie  articular  lesionada  de  la  cabeza femoral.  Parte  de  esta  lesión  se  produce  después  de  la  le- sión al articularse la cabeza  subluxada con bordes óseos fractura- dos.  Por  esta  razón,  se  coloca  al  paciente  en  tracción  esquelética  hasta  que  se  evalúa  que  la  fractura  no  está  desplazada  y  que  no  hay  fragmentos  intraarticulares.  Una  lesión  concomitante  del  anillo pelviano complica la planeación preoperatoria.  Las lesiones  genitourinarias  son  más  frecuentes  que  con  la  rotura  del  anillo  pelviano.  La contusión del  nervio  ciático,  con lesión selectiva a la  sección peroneal del nervio, es común en las fracturas de la colum- na  y  la  pared  posterior.  Con  frecuencia  se  encuentran  afectados  los  tejidos  blandos  locales,  y  se  inspeccionan  cuidadosamente  antes  de  determinar  el  momento  apropiado  para  la  cirugía  de  la  vía  de  acceso.  Tratamiento inicial  De manera similar a las lesiones  del  anillo pelviano,  las fracturas  acetabulares de manera habitual se producen con lesiones de otros  A  Fracturas  y  luxaciones  del anillo  pelviano  289  órganos.  Durante  la  reanimación,  una  placa  anteroposterior  de  la pelvis mostrará la mayor parte de la afección acetabular.  Cuan- do  se  logra  estabilidad  hemodinámica,  pueden  obtenerse  vistas  de  Judet  o  un  estudio  de  tomografía  por  computadora  para  eva- luar  si  es  necesaria  la  tracción.  La  tracción  esquelética  femoral  distal  se  aplica  en  la  sala  de  urgencias  o  en  el  piso.  De  ordinario  de 9.1  a 13.6 kg,  aproximadamente,  de  tracción esquelética serán  suficientes  par a  reduci r  parci al ment e  la  cabeza  femoral  y  desimpactar  la  articulación.  Una  cabeza  femoral  luxada  se  reduce  como  si no hubiera  frac- tura  acetabular.  En  caso  necesario,  se  aplica  tracción  esquelética  mientras  se  conserva  manualmente  la  reducción.  En  la  luxación  irreducible,  que  se presenta  raramente,  es necesaria  la reducción  abierta.  Tratamiento  definitivo  Los  objetivos  de  la  cirugía  incluyen  reducción  de  la  superficie  articular,  eliminación  de  los  desechos  de  la  articulación,  y  fija- ción  estable,  que  permitirán  la  ambulación  sin  carga  de  pesos  y  efectuar el intervalo  de movimiento. La indicación relativa prima- ria para el tratamiento no operatorio es una articulación congruen- te  que  es  estable  sin  tracción.  Las  fracturas  de  la  pared  posterior  que  afectan  hasta  la  mitad  de  la  superficie  articular  posterior  pueden  ser  estables.  Si  se  documenta  la  estabilidad  posterior  se  considera  el  tratamiento  no  operatorio.  No  obstante,  cuando  el  fragmento  es  suficientemente  grande  para  obtener  una  fijación  estable,  la fijación interna  disminuirá la  probabilidad  de  pérdida  tardía  de  la  reducción.  Las  fracturas  transversas  de  la  columna  anterior  con  forma  de  T,  muy  bajas,  se  pueden  tratar  de  manera  no  operatoria  si  la  porción  que  carga  pesos  de  la  articulación  es  estable  y  congruente.  Los accesos quirúrgicos  se  dividen en dos  categorías:  limitados  y  extensivos.  El  término  limitado  implica  observación  de  una  co- lumna.  El  término extensivo  indica  exposición  de  parte  de  las  co- lumnas, o de ambas,  a  través  de una incisión.  Ocasionalmente,  se  usan  dos incisiones  limitadas para lograr la  exposición de  ambas  columnas.  El  procedimiento  utilizado  depende  del  tipo  de  frac- tura  y  de  la  experiencia  del  cirujano.  Los  accesos  limitados  son  los  de  Kocher-Langenbeck  e  ilioin- guinal.  El acceso  de  Kocher-Langenbeck expone la columna pos- terior  y  la  mitad  posterior  de  la  cúpula  superior.  Las  fracturas  que  pueden  exponerse  a  través  de  este  acceso  incluyen  la  pared  posterior,  la  columna  posterior,  y  la  pared  posterior  relacionada  con  la  columna  posterior.  Las  fracturas  transversas,  y  las  trans- 290  Manual de  fracturas  versas  con  fracturas  de  la  pared  posterior  pueden  reducirse  y  es- tabilizarse  con  este  acceso,  cuando  la  fractura  anterior  no  re- quiere  fijación,  o  cuando  se  puede  estabilizar  con  un  tirafondos  percutáneo.  El  procedimiento  ilioinguinal  permite  la  exposición  de  la  co- lumna anterior desde el interior de la pelvis.  Es posible la exposi- ción  de  la  articulación  sacroiliaca  anterior  alrededor  del  borde  pelviano  interior  y  hacia  abajo,  hasta  la  sínfisis  del  pubis.  Esta  exposición  es  exigente,  pero  extremadamente  valiosa  para  cier- tas  fracturas.  Las  fracturas  expuestas  de  forma  regular  por  este  acceso incluyen las  fracturas  de la pared anterior y  de  la columna  anterior.  Como con el  acceso  de  Kocher-Langenbeck,  pueden es- tabilizarse otras fracturas por medio  de este acceso,  con inclusión  de  las  fract uras  t r ansver sas,  de  l a  col umna  ant eri or  con  hemitransversa  posterior y,  ocasionalmente,  de  ambas columnas.  Cuando  el  acceso  ilioinguinal  se  usa para  una fractura  transversa  o  vinculada,  la  fractura  posterior  puede  no  requerir fijación  o  fi- jarse  con un  tirafondos  de  columna  posterior  guiado  por  imagen.  Los  dos  accesos  extensivos  son  el  trirradiado  y  el  iliofemoral  extendido.  La  ventaja  de  estos  accesos  es  que  exponen  ambas  columnas  y  la  superficie  articular.  La  desventaja  es  el  aumento  en  la  disección  de  tejidos  blandos  y  la  propensión  de  formación  de  hueso  heterotópico  que  se  produce  como  resultado.  El  acceso  trirradiado  combina  el  acceso  posterior  de  Kocher- Langenbeck con una  extensión  anterior  diseñada para  exponer  la  mitad inferior del ilion y la mitad proximal de la columna  anterior.  El acceso iliofemoral extendido proporciona exposición de las dos  columnas  de  manera  similar  al  acceso  trirradiado,  pero  mayor  exposición  de  la  mitad  proximal  del  ilion.  La  indicación  de  un  acceso  extensivo  es  una  fractura  que  no  puede  reducirse  y  estabilizarse  de  forma  satisfactoria  por  medio  de  un  acceso  limitado.  Complicaciones  Las  complicaciones  de  las  fracturas  acetabulares  son  similares  a  las  luxaciones  de  la  cadera  y  se  describen  en  el  apartado  sobre  "Luxaciones  de la cadera"  (véase  adelante).  LUXACIONES  DE  LA  CADERA  Clasificación  Las  luxaciones  de  la cadera  se  clasifican,  de  acuerdo  con  la  loca- lización  de  la  cabeza  femoral,  como  posteriores,  anteriores  u  Fracturas  y  luxaciones  del anillo  pelviano  291  obturadores.  Las  luxaciones  posteriores  son,  con  mucho,  el  tipo  más habitual  de luxación.  El mecanismo de la lesión es una carga  axil  aplicada  a  la cadera  en  aducción  flexionada,  como  la  que  se  produciría  cuando  una  rodilla  golpea  el  tablero  de  instrumentos  de  un  automóvil.  Las  luxaciones  anteriores  y  obturadoras  son cau- sadas  por  hiperabducción  de  la  cadera.  El  trocánter  mayor  inva- de  el  reborde  acetabular  y  nivela  la  cabeza  fuera  del  acetábulo.  La  fuerza  de  extensión  y  rotación  externa  de  la  cadera  anterior- mente  produce  como  resultado  una  luxación  anterior.  La  fuerza  de  flexión  y  rotación  interna  de  la  cadera  inferiormente  da  lugar  a  una  luxación  obturadora.  Lesiones  relacionadas  Con  las  luxaciones  de  la  cadera  se  vinculan  lesiones  multisisté- micas,  lesión  del nervio  ciático y  fractura  del  fémur,  la  rodilla,  el  acetábulo,  la  cabeza  y  el  cuello  femoral.  Las  lesiones  multisisté- micas  reflejan  el  trauma  de  alta  energía  requerido  para  luxar  la  cadera.  La  presencia  de  lesiones  en  otros  sistemas  es  determina- da  mediante  la  adherencia  a  los  delineamientos  de  evaluación  señalados en el capítulo 1.  La lesión del nervio ciático se presenta  después  de  luxación  posterior  de  la  cadera,  y  es  el  resultado  del  efecto  del  estiramiento  del  nervio  por  la  cabeza  femoral.  La  le- sión casi  siempre  es  una  neuropraxia,  y  se  manifiesta  por  pérdi- da  parcial  de  función,  con  más  frecuencia  del  nervio  peroneo.  El  método  más  preciso  para  determinar  si  la  cabeza  femoral  y  el  acetábulo  están  fracturados  es  la  tomografía  por  computadora.  Las  fracturas  en  la  región  de  la  rodilla  se  descartan  mediante  un  examen  y  radiografías  centrados.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  El  paciente  tiene  dolor  intenso.  Cuando  la  cadera  se  luxa  poste- riormente hay antecedente de un trauma significativo.  El  miembro  inferior está  acortado.  La cadera  se  flexiona  en aproximadamen- te  30  grados  y  presenta  rotación  interna.  Las  luxaciones  anterio- res  de  manera habitual  son el resultado  de  traumas  menos  signi- ficativos  y  se caracterizan por  rotación externa y  grados  diversos  de  abducción.  Las luxaciones  obturadoras  son causadas por  trau- mas  significativos,  y  se  caracterizan  por  una  abducción fija de  la  cadera  de  por  lo  menos  45  grados.  Examen radiográfico  El  diagnóstico  se  confirma  con  una  radiografía  anteroposterior  de  la  pelvis.  También  se  utilizan  radiografías  anteroposterior  y  292  Manual  de  fracturas  lateral  aisladas  para  evaluar  la  cabeza  femoral  y  el  acetábulo.  Se  examinan  radiografías  del  cuello  femoral,  la  diáfisis  femoral  y  la  rodilla,  para  descartar  una  fractura.  Después  de  la  reducción,  se  obtienen nuevas  placas para evaluar  si la reducción es concéntri- ca.  En  casos  confusos,  se  obtiene  un  estudio  de  tomografía  por  computadora.  Tratamiento  inicial  El  tratamiento  inicial  es la reducción.  El  paciente  es sedado.  Las  luxaciones  posteriores  se  reducen  flexionando  la  rodilla  del  pa- ciente,  al  aplicar  tracción  en  línea  con  el  fémur,  y  produciendo  aducción  de  la  cadera.  Las  luxaciones  anteriores  y  obturadoras  se  reducen  girando  en  línea  con  el  fémur,  mientras  un  asistente  tira  del  muslo  lateralmente.  En  las  luxaciones  anteriores,  tam- bién se produce rotación interna  de la cadera.  La  tracción recta es  segura  en  la  reducción  de  luxaciones  de  la  cadera.  La  rotación  interna y externa debe practicarse muy  suavemente debido al ries- go  de  fracturar el  cuello femoral.  Cuando no  es posible  la reduc- ción  con  sedación intravenosa,  se  anestesia  al  paciente en la  sala  de  operaci ones  y  se  lleva  a  cabo  reducci ón  con  ayuda  de  fluoroscopia.  La  interposición de la cápsula y los rotadores exter- nos en el acetábulo pueden impedir la reducción cerrada,  hacien- do  necesaria  la  reducción  abierta.  Tratamiento  definitivo  El  tratamiento  definitivo  es  la  tracción  esquelética  hasta  que  el  dolor y  el espasmo muscular se han resuelto  (de ordinario  de  7 a  14 días). Se mantiene carga sin peso por seis días adicionales. Las  intervenciones  quirúrgicas  son necesarias en casos  de  luxaciones  irreducibles,  y  para  desbridar  la  articulación  cuando  la  reduc- ción  es  concéntrica.  Se  realiza  un  acceso  posterior  a  la  articula- ción.  Cuando  la  luxación  es  posterior,  se  necesita  muy  poca  di- sección una vez que se ha seccionado el glúteo mayor. El acetábulo  se  limpia  de  desechos,  y  se  reduce  la  cabeza  femoral.  El  trata- miento posoperatorio es como  se describe en el apartado de "Tra- tamiento inicial"  (véase  antes).  Complicaciones  Las  complicaciones  de  las  fracturas  acetabulares  y  de  la  luxación  de la cadera son la artritis postraumática,  osificación heterotópica,  necrosis  avascular  e inestabilidad.  La  artritis se caracteriza clíni- camente  por  dolor  con  el  movimiento,  y  radiográficamente  por  Fracturas  y  luxaciones  del anillo  pelviano  293  pérdida  del  espacio  articular  y  formación  de  osteófitos.  El  trata- miento  es  conservador  con  fármacos  antiinflamatorios  no  este- roides. Si el tratamiento conservador fracasa, los pacientes de edad  avanzada  se  tratan  con  una  artroplastia.  En  los  individuos  me- nores  de  50  años  de  edad,  la  terapéutica  comprende  artrodesis.  La  osificación  lieterotópica  es  más  frecuente  después  de  un  acceso  quirúrgico  extensivo  y  cuando  hay  una  lesión  concomitante  de  la cabeza.  La indocina disminuye  la  intensidad  de la  dosificación  heterotópica,  y  se  administra  a  pacientes  que no  tienen amenaza  de  un  tiempo  de  sangrado  prolongado.  Una  vez  que  se  ha  diag- nosticado  la  osificación  heterotópica,  se  suspenden  los  ejercicios  pasivos  de  intervalo  de  movimiento  por  un  mínimo  de  ocho  se- manas,  o hasta  que  la  masa  ósea  muestra  signos  radiográficos  de  maduración.  Se evalúa  la  posición  de  la  cadera.  Si no  está  en po- sición para funcionar  (es  decir, cero  grados de abducción,  10 a 20  grados de flexión, y rotación neutra), se coloca al paciente en trac- ción esquelética  para  mejorar la  alineación  debido  a  que  hay  una  alta  probabilidad  de  anquilosis.  La  masa  ósea  debe  extirparse  después  que  madura.  La  madurez  es  indicada  por concentracio- nes  normales  de  fosfatasa  alcalina  en  suero  y  un  gammagrama  frío  de hueso.  La  necrosis  vascular  de  la  cabeza  femoral  es  más  rara  después  de  fractura  acetabular  o  luxación  de  la  cadera.  Su  diagnóstico y  tratamiento  se  describen en  el capítulo  17.  La  ines- tabilidad crónica es extremadamente rara después de una luxación  sin  fractura,  si ha sido  tratada con éxito  mediante  imbricación  de  la cápsula  posterior de  la  articulación  de la  cadera.  La inestabili- dad  crónica  después  de  la  fractura  acetabular  se  trata  con  reduc- ción,  estabilización, e injerto de hueso de una falta de unión, cuan- do no hay  signos de artritis postraumática.  Si hay artritis, se lleva  a  cabo  una  artroplastia  o  artrodesis.  LECTURAS  SELECCIONADAS  Fracturas y luxaciones de la pelvis  Bucholz RW: The pathological anatomy of malgaigne fracture-dislocations  of the pelvis.JBone Joint Surg 63A:400-404,1981.  Hanson PB, Milne JC, Chapman MW: Open fractures of the pelvis: review  of 43 cases. JBone Joint Surg 73B:325-329,1991.  Moreno  C,  Moore  EE,  Kosenberger  A,  Cleveland  HC:  Hemorrhage  associated with major pelvic fracture: A multispecialty challenge. / Trauma  26:987-993,1986.  Fracturas acetabulares  Judet  R, Judet J,  Letournel  E:  Fractures of the acetabulum:  classihcation  and surgical approaches for open reduction: Preliminary report. J Bone Joint  Surg 46A:1615,1964.  294  Manual  de  fracturas  Letournel  E:  Fractures  ofthe acetabulum.  New York,  Springer-Verlag,  1981.  MattaJ,  Anderson  L,  Epstein  H,  Hendricks  P:  Fractures of the acetabulum:  a retrospective analysis.  Clin  Orthori 205:230-240,  1986.  Luxaciones de la cadera  Epstein HC:  Traumatic dislocations ofthe hip.  Baltimore, Williams & Wilkins,  1980.  Fracturas  intracapsulares  del  fémur  proximal  Clayton  R.  Perry  Las  fracturas  intracapsulares  del  fémur  proximal  son  fracturas  de  baja  energía  del  cuello  femoral,  fracturas  de  alta  energía  del  cuello  femoral,  y  fracturas  de  la  cabeza  femoral.  PERSPECTIVA  HISTÓRICA  DEL  TRATAMIENTO  DE  LAS  FRACTURAS  DE  BAJA  ENERGÍA  La  evolución  del  tratamiento  de  estas  fracturas  refleja  la  cirugía  de  las  fracturas.  Las  fracturas  del  cuello  femoral  y  sus  complica- ciones  fueron  definidas,  clasificadas,  y  luego  reclasificadas.  Las  alteraciones  en  el  tratamiento  fueron  basadas  en  los  refinamien- tos  del  sistema  de  clasificación,  y  al  evolucionar  el  tratamiento,  disminuyó  la  incidencia  de  complicaciones.  En  1823,  Cooper  describió  los  hallazgos  físicos  y  anatómicos  de  las  fracturas  del  cuello  femoral,  y  observó  que  se  complicaba  con  frecuencia  por  falta  de  unión  y  necrosis  avascular.  Después  del  advenimiento  de  las  radiografías,  a  principios  de  los  años  de  1900,  las  fracturas  de  baja  energía  se  clasificaban  adicionalmente  como  fracturas  con  abducción  o  aducción.  Las  fracturas  con  abducción corresponden a las  etapas  I  y  II  de Carden.  Las  fractu- ras con aducción corresponden a  las etapas  III y  IV de  Garden.  El .  significado  de  esta  clasificación  fue  que  los  pacientes  con  fractu- ras  en  abducción  tenían  un  mejor  pronóstico,  ya  que  sus  fractu- ras  se  repararían con  reposo  en  cama  prolongado.  En  1911,  Cotton  modificó  el  tratamiento  de  las  fracturas  del  cuello  femoral  con  base  en  que  la  fractura  fuera  del  tipo  en  abducción o  aducción.  Razonó  que  si  los  pacientes  con  fracturas  en  abducción  tenían  un  mejor  pronóstico,  entonces convertir  una  fractura  en  aducción  en  una  fractura  en  abducción  debería  mejo- rar el  pronóstico.  Realizó  esto por medio  de manipulación  cerra- da.  Se aplicaba  tracción a la extremidad, y se impactaba  la  fractu- ra  golpeando  el  trocánter  mayor  acolchonado  con  un  martillo.  La  manipulación  se  continuaba  con  reposo  en  cama  y  enyesado.  Leadbetter  mejoró  este  método  y  describió  una  maniobra  de  re- ducción  menos  traumática  (flexión  de  la  cadera  seguida  por  abducción  y  rotación  interna).  295  17  296  Manual de  fracturas  La  falta  de  reducción  y  las  complicaciones  del  reposo  en cama  y el enyesado prolongado aún contribuirían a la enfermedad.  Para  contrarrestar estos problemas,  los cirujanos intentaron la  fijación  interna.  Aparecieron en  la  literatura  indicaciones  aisladas  de  es- tos  intentos.  Sin  embargo,  la  técnica  no  estuvo  en  uso  general  sino  hasta  que  Smith-Petersen  comunicó  su  método,  en  1937,  y  los  resultados  de  la  reducción  abierta  y  fijación  con  un  clavo  con  tres  rebordes.  Johansson,  Thornton  y  Jewett  mejoraron  el  con- cepto  de  Smith-Petersen  introduciendo  un  clavo  canulado  con  tres  rebordes,  lo  cual  hizo  práctica,  de  esta  forma,  la  colocación  cerrada  de clavos,  al  aumentar una  placa lateral  así como la fuer- za  de la combinación clavo-placa lateral al manufacturarla en una  sola  pieza.  El  tratamiento de fracturas de cuello femoral seleccionadas con  hemiartroplastia  disminuyó  adicionalmente  la  enfermedad  pos- operatoria a causa  de pérdida  de  fijación y  necrosis  avascular.  En  1943,  Moore  describió  una  prótesis  de  acero  inoxidable  que  se  usó  para  reemplazar  el  fémur  proximal.  Desarrolló  subsecuente- mente  una  prótesis  estandarizada  que  se  insertaba  a  través  de  un  acceso  posterior.  Independientemente  de  Moore,  los  hermanos  Judet  desarrollaron  una  prótesis  de  cadera  de  material  acrílico.  En  1950,  describieron  300  casos  en  los  cuales  se  había  usado  su  prótesis.  Garden  clasificó  de  manera  adicional  las  fracturas  de  cuello  femoral  y  encontró  que  ciertas  fracturas  tenían  una  inci- dencia  extremadamente  alta  de necrosis  avascular.  Su  sistema  de  clasificación se  usó como base  para  evaluar  si una  fractura  se  tra- taba  con  fijación  o  hemiartroplastia.  Las  hemiartroplastias  se  modificaron  adicionalmente  agregando  una  segunda  superficie  de  carga.  Estas prótesis bipolares  pueden disminuir la  incidencia  de protrusión acetabular, pero no se han producido estudios con- trolados  para  demostrarlo.  ANATOMÍA  Las  tres  consideraciones  anatómicas  importantes  en  las  fracturas  de  cabeza  y  cuello  femoral,  son  la  localización  intracapsular  de  la fractura,  el  grado  de osteopenia,  y el  riego vascular de  la cabe- za  femoral.  La localización  intracapsular indica que el sitio de la fractura está  bañado  por  líquido  sinovial  que  lisa  el  hematoma  de  la  fractura,  disminuyendo  de  esa  forma  el  potencial  de  reparación.  El cuello  está cubierto  con  la  membrana  sinovial y  la  cabeza con cartílago  articular.  Por lo  tanto,  la  reparación  es  endóstica;  no  se  produce  reparación perióstica.  El hematoma intracapsular aumenta la  pre- sión  intracapsular,  causando  necrosis  avascular.  Fracturas  intracapsulares  del  fémur  próxi mal  2 9 7  La osteopenia conduce a la pérdida de fijación y, por lo tanto, es  una  indicación  relativa  de  hemiartroplastia.  El  índice  Singh  co- rrelaciona  el  grado  de  osteopenia  con  los  sistemas  trabeculares  restantes  (fig.  17-1).  Hay  seis  grados  de  osteopenia.  El  grado  VI  indica  hueso  normal  con  todos  los  sistemas  trabeculares  presen- tes.  El  grado  I  indica  una  osteopenia  extrema con  todos  los  siste- mas  trabeculares  ausentes,  con  excepción  de  las  trabéculas  compresoras  principales,  de  las  cuales  sólo  resta  una.  La rotura del riego vascular a la cabeza femoral da lugar a necro- sis  avascular.  Los  tres  grupos  de  vasos  que  abastecen  la  cabeza  femoral  son  los  vasos  cervicales  o  retinaculares  ascendentes,  los  vasos  intramedulares,  y  la  arteria  del  ligamento  redondo  (fig.  17-2).  De estos tres, los vasos retinaculares son los más importan- tes.  Se  originan  del  anillo  arterial  extracapsular,  formado  por las  arterias  circunflejas  lateral  y  medial,  y  se  extiende  a  lo  largo  del  cuello  femoral,  por  debajo  de  la membrana  sinovial,  perforándo- lo,  en  un  punto  apenas  distal  al  margen  del  cartílago  articular.  Un  segundo  anillo  arterial,  que  es  intraarticular  y  subsinovial,  Fig.  17-1.  índice  de  Singh.  Los  números  1,  2  y  3  indican  sistemas  tra- beculares  secundarios  que  desaparecen  en  las  etapas  tempranas  de  la  osteoporosis  (grados  V y VI).  El  número  4  indica las trabéculas tensoras  principales. Este sistema es reducido en la osteoporosis de grados III y IV  y está ausente en el grado II. El número 5 indica las trabéculas compresoras  principales.  Este sistema es el  último en desaparecer.  2  1  3  4  5  298  Manual  de  fracturas  Fig. 17-2. Arterias  retinaculares y arteria del  ligamento redondo.  está  formado  por  ramas  terminales  de  los  vasos  retinaculares  en  el margen  del cartílago  articular de la cabeza  femoral.  Este  anillo  da  origen  a  ramas  que  abastecen  la  cabeza  femoral.  Las  arterias  metafisarias  i nt ramedul ares  descendentes  se  anastomosan  con  ramas  ascendentes  del  sistema  de  arterias  nutricias  del  cuerpo  femoral.  Los  vasos  intramedulares  se  rom- pen  en  todas  las  fracturas  desplazadas  del  cuello  femoral.  La  arteria  del  ligamento  redondo  se  origina  en  la  arteria  obturadora.  Abastece  el  área  alrededor  de  la  fóvea,  pero  no  es  adecuada  para  regar  la  totalidad  de  la  cabeza  femoral.  Las  frac- turas  de  la  cabeza  femoral  que  se  producen  en  un  punto  distal  a  la  fóvea  tienen una  alta incidencia  de necrosis  avascular  del  frag- mento  debido  a  que  se  rompe  el  abastecimiento  vascular  de  la  arteria  del  ligamento  redondo.  FRACTURAS  DEL CUELLO  FEMORAL DE  BAJA  ENERGÍA  Clasificación  Las  fracturas  del  cuello  femoral  de  baja  energía  se  clasifican  de  acuerdo  con  un  sistema  descrito  por  Garden  (fig.  17-3).  La  etapa  1  es  una  fractura  incompleta  de  manera  habitual  en  valgo  leve.  Fracturas  intracapsulares  del  fémur  proximal  2 9 9  Fig. 17-3. Sistema de clasificación de  Garden: A,  etapa I. B,  etapa II.  C,  etapa III. D, etapa IV.  C  D  A  B  300  Manual de  fracturas  La etapa  II  es  una fractura  completa,  pero no  desplazada.  La eta- pa  III  es  una  fractura  completa  parcialmente  desplazada,  pero  con  una  fijación  retinacular  posterior  intacta  (ligamento  de  Whitebrecht).  Las fracturas de etapa IV están completamente des- plazadas  con  desgarro  de  todos  los  vasos  retinaculares.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Hay  dolor  de cadera,  ingle y  muslo.  Si  la fractura no está  despla- zada,  el  dolor  es  el  único  hallazgo físico. Si  la  fractura  está  des- plazada,  el  miembro  inferior  está  en  rotación externa;  sin  embar- go,  a  diferencia  de  las  fracturas  intertrocanterianas,  hay  un  acor- tamiento  mínimo.  Examen radiográfico  Las  radiografías  anteroposterior  y  lateral  de  la  cadera,  y  una  ra- diografía  anteroposterior de  la pelvis,  confirman el  diagnóstico y  estiman  el  grado  de  osteopenia.  Tratamiento inicial  Con  anterioridad  a  la  cirugía  se  evita  que  la  extremidad  lesiona- da  gire  externamente  con  tracción  de Buck y  almohadas.  Los pa- cientes  con  fracturas  no  desplazadas  (es  decir,  etapas  I  y  II  de  Garden)  se  mueven  cuidadosamente  para  evitar  el  desplaza- miento.  Lesiones  relacionadas  Estas  fracturas  de  baja  energía  no  suelen  vincularse  con  otras  le- siones;  sin  embargo,  muchos  pacientes  con  fracturas  del  cuello  femoral  tienen problemas médicos.  Se consideran específicamente  los  aparatos cardiovascular y  pulmonar.  Las infecciones  del  apa- rato  genitourinario  son  comunes  y,  cuando  están  presentes,  se  inicia  su  tratamiento.  Tratamiento  definitivo  El  tratamiento  definitivo  es  ya  sea  aplicación  de  clavos  o  hemi- artroplastia.  El  procedimiento  se  basa  en  el  sistema  de  clasifica- ción  de  Garden,  la  edad  del  paciente,  y  el  grado  de  osteopenia.  La  osteoartritis  es  una  indicación  de  artroplastia,  pero  no  es  co- Fracturas  intracapsulares  del  fémur  próximal  301  mún  en  pacientes  con  fracturas  de  baja  energía  del  cuello  fe- moral.  Técnica  quirúrgica  Las  fracturas  de  etapa  I  y  II  se  estabilizan  con  tornillos  o  clavos.  La reducción no es necesaria  para estas  fracturas no desplazadas.  Se insertan percutáneamente  de  dos a cuatro  tornillos.  Deben ser  paralelos  entre  sí,  y  con  el  eje  largo  del  cuello  de  manera  tal  que  la carga  de pesos  de  la fractura no  se  colapse  a  lo largo  del eje  de  los  tornillos.  El  hueso  más  denso  de  la  cabeza  femoral  es  subcondral;  por  lo  tanto,  los  tornillos  deben  penetrar  a  cerca  de  0.5  cm  del hueso  subcondral.  La  cuerda no  debe  cruzar la  fractu- ra  o  prevendrá  el  colapso.  Las  fracturas  de  etapa  III  de  Garden  tienen  un  riego  vascular  intacto,  y  potencialmente  puede  salvarse  la  cabeza  femoral.  Si  el  paciente  es  menor  de  75  años  o  está  extremadamente  enfermo,  y  no  puede  someterse  a  una  operación  significativa,  la  fractura  se  reduce  y  se  fija.  Si  el  enfermo  es  mayor  de  75  años,  sin  ser  un  usuario  de  alta  demanda,  y  puede  tolerar  un procedimiento  ope- ratorio  significativo,  se  realiza  una  hemiartroplastia.  La  fractura  se  reduce  separando  los fragmentos  mediante  la rotación externa  del miembro inferior.  A continuación,  se aplica  tracción para lle- var  la  fractura  a  la  longitud  y  se  gira  internamente  el  miembro  inferior  reduciendo  de  esa  forma  la  fractura y  evitando  la  forma- ción  angular  anterior  del  vértice.  Es  imperativa  una  reducción  absolutamente  anatómica.  Hay  una  alta  incidencia  de  necrosis  avascular  con  las  fracturas  estabilizadas  a  más  de  20  grados  de  valgo  (un  índice  de  alineación  anteroposterior  de  180  grados)  y  una  alta incidencia de falta de unión en las  fracturas estabilizadas  en  valgo  o  con  más  de  20  grados  de  desviación  angular  anterior  del  vértice  (índice  de  alineación  lateral  de  160  grados;  fig.  17-4).  Si  no  es  posible  realizar  la  reducción  dentro  de  estos  límites,  se  lleva  a  cabo  una hemiartroplastia.  La  incapacidad  para  lograr la  reducción se debe más con frecuencia al establecimiento incorrecto  de  las  etapas  de  la  fractura  (es  decir,  la  fractura  es  de  etapa  IV).  Las  fracturas  de  et apa  IV  de  Garden  se  t rat an  con  una  hemiartroplastia  (figs.  17-5  y  17-6).  La  decisión  de  usar  cemento  se  toma  en  el  momento  de  la  intervención.  Los  autores  usan  un  acceso  anterolateral  que  es  una  modificación  del  acceso  descrito  por  Hardinge  (1983).  El  acceso  anterolateral  minimiza  los  pro- blemas  de  la  ida  relacionados  con accesos  posteriores,  y  propor- ciona  una  mejor  exposición  que  un  acceso  anterior  directo.  En el posoperatorio,  se permite carga  de pesos, según se tolere.  Las  precauciones  posteriores,  con inclusión  de  una  almohada  de  302  Manual de  fracturas  Fig. 17-4. El índice anteroposterior es el ángulo formado por las trabéculas  compresoras primarias y la corteza medial de la diáfisis femoral. El índice  lateral es el ángulo formado  por las trabéculas compresoras primarias.  Fracturas  intracapsulares  del  fémur  próxi mal  3 0 3  Fig. 17-5. Fractura de etapa IV de Garden.  abducción entre los miembros inferiores  mientras el paciente está  durmiendo,  se  mantienen  por  tres  semanas.  Complicaciones  Las  fracturas  del  cuello  femoral  de  baja  energía  son  de  manera  habitual el comienzo  del  fin  de los pacientes  debilitados.  La  inci- dencia  de  mortalidad  a  un  año  se  acerca  a  30%.  La  frecuencia  de  infección  posoperatoria  es  alta,  supuestamente  debido  a  dismi- nución en la resistencia,  otro foco  de  infección  (p.  ej.,  las vías uri- narias  y  las  úlceras  de  decúbito),  e  incontinencia  que  conduce  a  contaminación  de  la  incisión.  La  infección  se  puede  tratar  con  revisión  en  dos  etapas  o  con  supresión  crónica  con  antibióticos  orales.  La  necrosis  avascular  y  la  falta  de  unión  se  tratan  mejor  con  hemiartroplastia.  304  Manual de  fracturas  Fig. 17-6. Hemiartroplastia para fractura de etapa IV de Garden.  FRACTURAS  DE  CUELLO  FEMORAL  DE ALTA  ENERGÍA  Clasificación  Las  fracturas  de  cuello  femoral  de  alta  energía  tienen  un  peor  pronóstico,  y  se producen  en  pacientes  más jóvenes  que  las  frac- turas  de  baja  energía.  El  autor clasifica las fracturas  de alta energía  en cuatro  grupos:  tipo I, fracturas no desplazadas; tipo II, fracturas desplazadas sim- ples;  tipo  III,  fracturas  desplazadas  conminuta,  y  tipo  IV,  fractu- ras  con fractura  relacionada  del  acetábulo  o  del  fémur  (fig.  17-7).  Además  del  desplazamiento  y  la presencia  de  lesiones relaciona- das,  se  evalúa  la  verticalidad  de  la  línea  de  fractura,  de  acuerdo  con  el  sistema  de  clasificación  descrito  por  Pauwels  (fig.  17-8).  Las  fracturas  más  verticales  (es  decir,  tipo  III  de Pauwels)  tienen  Fracturas  intracapsulares  del  fémur  proximal  3 0 5  Fig. 17-7. Clasificación de las fracturas de cuello femoral de alta energía: A,  tipo I. S, tipo II. C, tipo III. D, tipo IV.  A  B  c  D  306  Manual  de  fracturas  Tipo I  <  30 grados  Tipo I  >  30 grados  <  50 grados  Tipo III  >  50 grados  Fig. 17-8. Sistema de clasificación de Pauwels de las fracturas del cuello fe- moral.  Fracturas  intracapsulares  del  fémur  próximal  307  una  incidencia  mayor  de  falta  de unión  secundaria  a aumento  de  deslizamiento, y disminución en la compresión a través de la frac- tura.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y examen físico  De  ordinario  se  presentan  dolor  y  rotación  externa;  las  lesiones  vinculadas  pueden  enmascarar  estos  hallazgos.  Examen radiográfico  Las  radiografías  anteroposterior y  lateral  de  la  cadera,  y  una  ra- diografía  anteroposterior  de  la  pelvis,  confirman  el  diagnóstico.  Tratamiento inicial  Durante  la  evaluación  inicial  se  aplica  tracción  esquelética  o  de  Buck.  Lesiones  relacionadas  Hay  una  alta  incidencia  de  otras  lesiones  sistémicas  vinculadas  (p.  ej., contusión del  tórax)  y  de lesiones relacionadas del sistema  musculosquelético  (p.  ej.,  fracturas  pelvianas  o  lesiones  de la  ro- dilla  ipsolateral).  Tratamiento  definitivo  Los pacientes con fracturas  de  alta  energía  suelen  ser jóvenes.  La  preservación  de  la  cabeza  femoral  es  de  importancia  fundamen- tal,  y  la  hemiartroplastia  es  aceptable  únicamente  como  un  últi- mo  recurso.  Las  fracturas  tipo I  (no desplazadas)  son estabilizadas con tor- nillos  percutáneos.  Las  fracturas  tipo  II  (desplazadas  simples)  se  reducen  de  for- ma  cerrada.  Si  hay  alguna  duda  de  que  la  reducción  sea  adecua- da,  la  cabeza  femoral  se  reduce  bajo  observación  directa  con  un  acceso de Watson-Jones. Este acceso usa el intervalo entre el tensor  de  la  fascia  lata  y  el  glúteo  medio,  y  puede  extenderse  distal  y  lateralmente  para  la  colocación  de  un  tirafondos  y  placa  lateral.  Las  fracturas  tipo  III  (conminuta)  se  exponen  con  un  acceso,  con el  paciente en posición de  decúbito lateral sobre una  mesa de  fracturas.  El cuello  se  reduce y  estabiliza con un  tirafondos y  una  308  Manual  de  fracturas  placa  lateral.  Se  usa  injerto  de  hueso  esponjoso  del  fémur  distal,  o  de  la  cresta  iliaca,  para  aumentar  la  fijación.  En  las  fracturas  del  tipo  IV  (vinculadas  con  fractura  del  acetábulo  o  del  fémur),  el  objetivo  principal  es  la  estabilización  del  cuello  femoral  fracturado.  Si  hay  una  fractura  posterior  del  acetábulo  o  luxación  de  la  cadera,  se  trata  al  cuello  femoral  con  un  acceso  posterolateral.  El  tratamiento  de  las  fracturas  del cue- llo  del  fémur relacionadas  con  una  fractura  diafisaria  de este  hue- so,  depende  del tipo  de  la  fractura  del cuello  femoral.  En las frac- turas  del  cuello  no  desplazadas  se  usa  una  reconstrucción  con  clavo  trabado para  ambas fracturas.  Las fracturas  desplazadas  se  tratan con  el  paciente  en posición  supina  sobre  la  mesa  de fractu- ras.  Se practica una reducción abierta del cuello femoral, y se rea- liza  una  fijación  con  tornillos.  La  fractura  del  cuerpo  femoral  se  estabiliza  con  una  placa  o  clavo  retrógrado.  Complicaciones  Las  complicaciones  propias  de  la  fractura  del  cuello  femoral  intracapsular  de  alta  energía  son  la  falta  de  unión  y  la  necrosis  avascular.  Los  factores  de  riesgo  de  estas  complicaciones  inclu- yen el  grado  de  desplazamiento  inicial,  el  tiempo  que  transcurre  para la reducción y estabilización, la densidad ósea, y la calidad  de  la  reducción  y  estabilización.  Teóricamente,  la  descompresión  de  la  porción  central  es  valiosa  en  el  tratamiento  de  la  necrosis  avascular,  si  se lleva  a  cabo  antes  de los  cambios  artríticos.  Cuan- do  se  produce  un  colapso  segmentario  sintomático  hay  dos  op- ciones:  osteotomía o fusión.  Las osteotomías están diseñadas para  desplazar  la  porción  afectada  de  la  cabeza  femoral  debajo  de  la  superficie  del  acetábulo  que  soporta  peso  y  reemplazarla  con  hueso  sano.  Las  osteotomías  son  ya  sea  rotatorias,  en  relación  con  el  eje  largo  del  fémur  o  varo-valgo.  Si  no  es  posible  realizar  una osteotomía  (es decir, la porción avascular es demasiado  gran- de),  se  hace  una  fusión  de  la  cadera.  En  los  pacientes  con  falta  de  unión,  se  realiza  una  osteotomía  intertrocanteriana  diseñada  a  hacer más horizontal el plano de la falta de unión,  reduciendo de  esa forma las fuerzas de deslizamiento a  través de la falta de unión.  Además,  la  falta  de  unión  se  injerta  con hueso.  FRACTURAS  DE  LA  CABEZA  FEMORAL  Clasificación  El  tercer  tipo  de  fractura intracapsular  del  fémur  es la  fractura  de  la  cabeza  femoral.  Aunque  las  fracturas  de  la  cabeza  femoral  se  Fracturas  intracapsulares  del  fémur próxima!  309  vinculan  invariablemente  con  una  luxación  de  la  articulación  de  la cadera,  se incluyen en  este capítulo  debido a que  su anatomía,  patología  y  tratamiento  son  muy  similares  a  los  de  las  fracturas  del  cuello  femoral  de  alta  energía.  Las  fracturas  de  la cabeza  femoral  se clasifican en cuatro  tipos.  En  las  fracturas  de  tipo  I,  la  fractura  está  situada  debajo  de  la  fóvea.  En las fracturas  de  tipo  II,  la  fractura  se  extiende por enci- ma  de la fóvea.  Las fracturas  tipos III  y IV son lesiones de  tipo I  o  II  relacionadas  con  una  fractura  de  cuello  femoral  o  del  borde  acetabular,  respectivamente  (fig.  17-9).  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Los  hallazgos  físicos  son  los  de  una  luxación  posterior  de  la  ca- dera.  La  cadera  está  flexionada  y  en  aducción,  y  la  extremidad  está  acortada.  Examen radiográfico  Las radiografías anteroposterior y lateral  de la cadera indican una  luxación  de  la  cadera,  con  un  fragmento  retenido  en  la  cabeza  femoral  en  el  acetábulo  (fig.  17-10).  La  tomografía  por computa- dora  (TC)  y  la  tomografía  confirman  el  diagnóstico.  Tratamiento  inicial  El tratamiento inicial es la reducción de la luxación.  Las fracturas  tipo  I,  II  y  IV  se  reducen  de  manera  cerrada,  sin  precauciones  específicas.  En  general,  mientras  más  fácil  sea  la  reducción,  me- nos estable es.  Las fracturas del tipo III se reducen mientras están  siendo  vigiladas  con  fluoroscopia.  Si  la  fractura  del  cuello  femo- ral  está  siendo  desplazada,  se  abandona  la  reducción  cerrada  y  se  lleva  a  cabo  de  urgencia  una  reducción  abierta.  Las  reduccio- nes  inestables  se mantienen con  tracción  esquelética y  abducción  de  la  cadera.  Lesiones  relacionadas  Con  estas  luxaciones  se  vincula  la  lesión  del  nervio  ciático  y  con  frecuencia  también  hay  lesiones  multisistémicas  relacionadas.  Tratamiento  definitivo  El tratamiento definitivo es quirúrgico.  Los objetivos de la  cirugía  son  obtener  una  reducción  concéntrica  estable  de  la  articulación  310  Manual de  fracturas  Fig. 17-9. Clasificación de las fracturas de la cabeza femoral: A, tipo I. B,  tipo II. C, tipo III. D, tipo IV.  C  D  B  A  Fracturas  intracapsulares  del  fémur  proximal  3 1 1  Flg. 17-10. Fractura tipo II de la cabeza femoral.  de  la cadera,  y  reducir  anatómicamente  y fijar la cabeza  femoral,  o  extirpar  fragmentos  no  esenciales.  Las  lesiones  de  tipo  I  y  II  se  exponen a través  de un acceso posterolateral  (Kocher-Langenbeck)  a  la  cadera.  Los  rotatorios  externos  de  la  cápsula  se  desgarran  posteriormente  de  forma  invariable.  Por  lo  tanto,  al  seccionarse  las  fibras  del  glúteo máximo se expone la  articulación de  la cade- ra.  La  cadera  está  luxada  posteriormente,  y  la  rotación  interna  del  fémur permite  la  exposición limitada  del  fragmento medial  y  de la articulación de la cadera. El fragmento medial tiene  fijaciones  sinoviales llamadas correa retinacular.  Las  fracturas  de  tipo  II  también  tienen  un  ligamento  redondo  fijo al fragmento medial.  La  luxación se reduce y la fractura  de la  cabeza  se  estabiliza con  tornillos colocados  en  la  parte  lateral  de  la cabeza  y  cuello,  y  dirigidos  medialmente  hacia  el  fragmento.  Las  lesiones  de  tipo  III  presentan  una  fractura  de  cuello  femo- ral  relacionada.  Se  usa  el  acceso  de  Kocher-Langenbeck para  ex- poner  ambas  fracturas.  La fractura  de  la  cabeza  se  reduce y  esta- biliza primero.  La fractura  del cuello se  reduce y  estabiliza  luego  con  tornillos  bajo  control  fluoroscópico.  Los  pacientes  de  edad  avanzada  se  tratan  con  una  hemiartroplastia.  Las  lesiones  de  tipo  IV  tienen  una  fractura  acetabular  vincula- da,  de ordinario del  labio posterior.  Cuando no  requiere estabili- zación,  la  fractura  de  la  cabeza  se  trata  como  si  fuera  una  lesión  312  Manual  de  fracturas  de  tipo  I  o  II.  Si  el acetábulo  requiere  estabilización,  se  utiliza  el  acceso  de  Kocher-Langenbeck  para  exponer  la  articulación  de  la  cadera.  La  cadera  está luxada, y  la articulación de las  fracturas  se  desbridan  de  fragmentos  de  hueso  y  hematomas.  Se  reduce  la  cadera,  se  estabiliza  la  fractura  de  la  cabeza  femoral  con  torni- llos, y se estabiliza el acetábulo de acuerdo con su patrón de  frac- tura.  En  el  posoperatorio,  la  extremidad  se  coloca  en  suspensión  equilibrada con  la  cadera  en  30  grados  de  abducción.  A  las  cua- tro semanas se permite que el paciente ambule sin carga de pesos  del lado afectado.  A  las  12 semanas,  se  permite la carga  de pesos  completa.  Complicaciones  Las complicaciones  a largo plazo incluyen artritis postraumática y  necrosis avasallar.  No  se ha comunicado  falta  de  unión.  La  artritis  y  la  necrosis  avascular  sintomática  se  tratan con  fusión  de  la  ca- dera  en  pacientes  más jóvenes,  o  con  reemplazo  de cadera  en  los  de  edad  avanzada.  LECTURAS  SELECCIONADAS  Fracturas de cuello femoral de baja energía  Cooper AP: A treatise on dislocations and on fractures of the joints, 2d ed,  London, Longman, Hurst, 1823, pp 570-576.  Cotton FJ: Artificial impaction in hip fracture. Am J Orthop Surg 8:680,1911.  Davis GG:  An  operation  for  ununited fractures  of the  neck  of the  fémur.  Univ Med Mag Philadelphia 13:507,1900.  Carden RS: Low-angle fixation in fractures of the femoral neck. J Bone Joint  Surg 43B:647-661,1961.  Jewett EL: One-piece angle nail for trochanteric fractures. J Bone Joint Surg  23:803-810,1941.  Johansson S: On operative treatment of medial fractures of neck of fémur.  Acta Orthop Scand 3:362-392,1932.  Judet J, Judet R: The use of an artificial femoral head for arthroplasty of the  hip joint. 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El hue- so  esponjoso  forma  las  trabéculas  compresoras  secundarias,  tensoras  secundarias,  y  trocanterianas  mayores  (véase  índice  de  Singh  en Fracturas  intracapsulares  del  fémur proximal,  cap.  17).  El  calcar  es  una  placa  gruesa  debajo  del  trocánter  menor.  Al  ex- tenderse  proximalmente,  el  calcar  se  fusiona  con  la  corteza  del  cuello  femoral  medial  posterior.  La  línea  áspera,  el  borde  engro- sado  de  hueso  cortical  en  la cara  posterior  del  fémur,  se  extiende  desde  el  trocánter  mayor  distalmente,  a  lo  largo  de  la  diáfisis.  Hay  muchos  músculos  que  se  insertan,  o  se  originan,  en  la  re- gión intertrocanteriana.  Los glúteos medio y menor, el piriforme,  y  los  rotadores externos cortos  se  insertan  en el  trocánter mayor.  El psoas iliaco se inserta en el trocánter menor.  Debido a las inser- ciones  y  orígenes  musculares,  la  región  intertrocanteriana  tiene  un  riego  vascular  extremadamente  rico.  La  necrosis  avascular  postraumática  de  la  cabeza  femoral  es  muy  rara  después  de  una  fractura intertrocanteriana,  en contraste con  las  fracturas intracap- sulares  del  fémur  proximal.  Además,  las  fijaciones  musculares  tienden  a  evitar  el  desplazamiento  de  los  fragmentos  después  de  la fractura.  El riego vascular rico y las amplias superficies de hueso  esponjoso  conducirán  a  una  reparación  rápida  si  la  fractura  se  reduce  y  estabiliza  apropiadamente.  Clasificación  Los  autores  clasifican  las  fracturas  intertrocanterianas  de  acuer- do  con  el  grado  de  osteopenia  y  la  configuración  de  la  fractura.  3 1 4  Enes Kanlic  Clayton  R.  Perry  Fracturas  intertrocanteríanas  315  El  índice  Singh  se  usa  para  estimar  el  grado  de  osteopenia.  La  osteopenia  desempeña  un  papel  importante  en  la  configuración  de  la  fractura,  su potencial  de  reparación,  y  su  tratamiento.  La configuración de la fractura se clasifica en uno de cuatro gru- pos:  tipo 1, no desplazada;  tipo 2,  desplazada estable;  tipo 3  des- plazada  inestable,  y  tipo  4,  de  oblicuidad  inversa  (fig.  18-1).  Las  fracturas  no  desplazadas  (tipo  1)  suelen  ser  fracturas  simples  a  lo  largo  de  una  línea  entre  los  trocánteres  mayor  y  menor.  Las fracturas estables desplazadas (tipo 2) son las fracturas que se  estabilizan  cuando  se  reducen.  La  condición  fundamental  para  la  estabilidad  es  el contacto  de hueso  a hueso,  a  través  de la  frac- tura,  a  lo  largo  de  la  corteza  medial  del  fémur.  La  fractura  del  trocánter  menor  no  siempre  indica  una  fractura  inestable  (es  de- cir,  puede  haber  suficiente  contacto  medial  de  la  corteza  para  un  contacto  adecuado  de  hueso  a  hueso).  Las fracturas inestables desplazadas (tipo 3) son las fracturas que  tienen  una  conmi nuci ón  post eromedi al  que  es  tan  extensa  que  evita  el  contacto  de  hueso  a  hueso  a  través  de  la  fractura.  Esta  conminución  es  ordinariamente  un  fragmento  simple  gran- de  que  incluye  al  trocánter  menor.  Con  frecuencia  hay  una  frac- tura  relacionada  del  trocánter  mayor.  Las fracturas de oblicuidad inversa (tipo 4) son las fracturas en las  cuales  la  línea  de  fractura  sigue  un  trayecto  paralelo  al  eje  lon- gitudinal  del  cuello  femoral  (es  decir,  de  lateral  inferior  a  medial  superior).  Este  patrón  de  fractura  es  inestable  debido  a  que  el  glúteo  mediano  y  menor,  y  el  piriforme,  producen  rotación  ex- terna  y  abducción  del  fragmento  proximal,  mientras  los  aducto- res  desplazan  medialmente  el  fragmento  distal.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Hay  dolor  e  incapacidad  para  soportar  pesos.  De  ordinario  hay  una  antecedentes  de  caída  menor.  El  miembro  inferior lesionado  se  encuentra  en rotación  externa completa,  y  de  manera  habitual  la parte lateral del pie  toca la superficie de la cama.  Además de la  rotación  externa  hay  acortamiento.  Ocasionalmente,  hay  equi- mosis  del  muslo  proximal.  Los  pacientes con  fracturas del cuello  femoral  no  suelen  tener  estos  hallazgos  físicos  debido  a  que  la  rotación  externa  extrema  es  evitada  por  una cápsula  de la  cadera  parcialmente  intacta,  y  el  hematoma  de  la  fractura  es  contenido  por  la  cápsula  minimizando  la  equimosis.  Examen radiográfico  El  diagnóstico  clínico  se  confirma  por  el  examen  radiográfico.  Una  radiografía  de  la  pelvis  en  proyección  anteroposterior  es  de  316  Manual de  fracturas  Fig. 18-1. Tipos de fracturas intertrocanterianas: A, no desplazada. B, des- plazada estable. C. desplazada inestable. D, de oblicuidad inversa.  C  D  B  A  Fracturas  intertrocanterianas  317  mucha utilidad. La cadera contralateral debe girarse internamente  20  grados  al  perfil  del  cuello  femoral  para  determinar  el  índice  Singh.  Además  de  la  radiografía  pelviana  anteroposterior,  las  radiografías  laterales  centradas  sobre  la  cadera  lesionada  ayu- dan a  evaluar  la configuración  de  la  fractura.  La  proyección late- ral  se  obtiene  con  el  paciente  en  la  posición  de  Danelius-Miller  (el  paciente  está  en  posición  supina  con  flexión  de  la  cadera  no  lesionada).  La  placa  se  coloca  en  un  punto  lateral  a  la  cadera  le- sionada y  el haz  de  rayos  X  se  dirige  a  través  de  la cadera.  Otros  exámenes  radiográficos  (p.  ej.,  tomogramas  y  estudios  de  tomo- grafía  por computadora  axil)  se usan raramente  en la evaluación.  Tratamiento  inicial  Los  dos  objetivos  del  tratamiento  inicial  consisten  en  hacer  que  el  paciente  se  encuentre  tan cómodo  como  sea  posible,  y  en  pre- pararlo  para  cirugía  tan  rápidamente  como  pueda  hacerse.  La  estabilización  temprana  de  la  fractura  permite  la  movilización  del  paciente  y  minimiza  la  incidencia  de  problemas  vinculados  con  el  decúbito  prolongado  (p.  ej.,  neumonía,  infecciones  de  las  vías  urinarias y  úlceras  de  decúbito.  Se hace  que  el  paciente  se halle  tan cómodo  como  sea  posible,  posicionando  la  extremidad lesionada.  Esto se  logra mediante  la  aplicación de  tracción de la  piel  con la  rodilla  flexionada  entre 10  y  20  grados  sobre  una  almohada.  Se  evita  la  rotación  externa  al  colocar almohadas  lateralmente  en la rodilla y  el  pie.  Como  mu- chos  pacientes  con  fracturas  intertrocanterianas  tienen  piel  frá- gil,  la  tracción  de piel  debe  aplicarse  cuidadosamente  para evitar  roturas cutáneas. Los maléolos y otras prominencias óseas se acol- chonan  de  manera  cuidadosa,  y  no  se  usa  un peso  mayor  de  2.25  a  4.50  kg,  aproximadamente.  Se  aplica  tracción  esquelética  por  medio  de  un  clavo  de  tracción  femoral  distal  cuando  hay  rotura  de  la piel,  o en caso  de  que  la cirugía se  demore más  de  dos  días.  Lesiones  relacionadas  Las  lesiones  vinculadas  con  más  frecuencia  se  deben  a  la  osteo- penia  y  otras  áreas  del  cuerpo  del  paciente.  Se  producen  al  mis- mo  tiempo  que  la  fractura  intertrocanteriana.  El  sujeto  debe  ser  examinado  cuidadosamente  para  detectar  cualesquier  signos  de  fractura  de la muñeca o lesión  de la cabeza.  Se obtienen radiogra- fías  del  fémur  y  de  la  rodilla  además  de  las  de  la  pelvis.  Antes  de  la cirugía  se  lleva a  un nivel  óptimo el estado médico  del  paciente.  Con  frecuencia  los  pacientes  están  deshidratados.  La  deshidratación,  junto  con  la  pérdida  de  sangre,  produce  una  318  Manual  de  fracturas  restricción  intensa  de  volumen  que  debe  corregirse.  Además,  es  probabl e  que  los  paci ent es  que  han  sufrido  una  fractura  intertrocanteriana  tengan  otros  problemas  médicos.  Deben  eva- luarse cuidadosamente  los  sistemas  cardiaco,  pulmonar,  genito- urinario  y  neurológico.  Tratamiento  definitivo  El tratamiento  definitivo  de  las  fracturas  intertrocanterianas  es la  reducción  y  estabilización  operatoria.  Los  factores  más  impor- tantes  que  afectan  los  resultados  finales  son  la  edad  y  la  salud  general  del paciente,  el  grado  de  osteopenia,  la  configuración  de  la  fractura,  la  calidad  de  la  reducción,  y  la  estabilidad  de  la  fija- ción.  De  estos  factores,  el  cirujano  controla  dos:  la  calidad  de  la  reducción y  la  estabilidad  de  la  fijación.  Los  objetivos  de  la  reducción  consisten  en  obtener  contacto  de  hueso  a  hueso  a  lo  largo  de  la  corteza  medial,  realinear  los  frag- mentos  de  la  fractura  y,  en  particular,  evitar  una  desviación  an- gular  tipo  varo.  El  paciente  anestesiado  se  coloca  sobre  la  mesa  de  fracturas.  La  reducci ón  y  estabilización  se  vigilan  con  fluoroscopia.  La  reducción  se  logra  mediante  la  rotación  externa  suave  de  la  extremidad  para  "destrabar"  los  fragmentos  y  apli- car  luego  tracción  axil.  Después  de  que  la  fractura  se  encuentra  en la longitud apropiada, la extremidad se gira internamente para  alinear  los  fragmentos.  La  cantidad  exacta  de  rotación  interna  se  evalúa  mediante  fluoroscopia  (de  ordinario  cerca  de  30  grados).  La  reducci ón  se  eval úa  fluoroscópicamente  en  los  pl anos  anteroposterior y  laterales.  En el  plano anteroposterior,  la  fractu- ra  debe  tener  la  longitud  adecuada  y  el  ángulo  del  cuerpo  del  cuello  debe  ser  por  lo  menos  de  130  grados.  Si  hay  acortamiento  o  desviación  angular  tipo  varo,  se  repite  la  maniobra  de  reduc- ción  de  rotación  externa,  más  tracción,  y  rotación  interna.  La  abducción  leve  de  la  extremidad  puede  ayudar  a  reducir  la  frac- tura.  Se  obtienen  dos  datos  de  información  con  la  proyección  fluoróscópica  lateral:  la  dirección  del  eje  del  cuello  femoral  y  la  posición  relativa  de  la  diáfisis  del  fémur  con  el  cuello  femoral.  Conocer la  dirección  del eje  del cuello femoral ayudará  a la colo- cación apropiada  del  implante.  La  posición relativa de  la diáfisis  del  fémur en relación con  el  cuello  femoral  es importante,  ya  que  si el fragmento diafisario es posterior al cuello, será necesaria una  reducción adicional  después de que  se expone la fractura.  El frag- mento  distal puede  reducir soportándolo  con una muleta coloca- da  por  debajo  del  muslo,  o  palanqueándolo  a  su  sitio  y  mante- niendo  la  reducción  con  un  elevador  perióstico  ancho  mientras  se  aplica  la  placa  (es  decir,  el cuerpo  femoral  deberá  ser  levanta- do  hacia  adelante).  Fracturas  intertrocanteríanas  319  Hay dos  tipos  de básicos de implantes  que  se usan para estabi- lizar  las  fracturas  intertrocanterianas:  los  ensambles  de  placa  y  los  tornillos  de  deslizamiento,  y  los  dispositivos intramedulares.  La  placa  y  los  tornillos  de  deslizamiento  permiten  el  colapso  e  impacción  controlados  de  los  fragmentos  de  la  fractura,  hacien- do  de  esa  forma  innecesaria  una  osteotomía  y  minimizando  el  acortamiento  (fig.  18-2).  Hay  unos cuantos  puntos  de  técnica im- portantes:  el  tornillo  se  sitúa  inferiormente  en la  cabeza  femoral,  y debe extenderse hasta el interior de 0.5  cm del hueso subcondral  para evitar  el recorte;  el  cuerpo  de  la  placa lateral no  debe  exten- derse  a  través  de  la  fractura,  o  puede  impedir  la  impacción  pos- operatoria  a  través  de  esta;  dos  terceras  partes  del  cuerpo  deben  ser ocupados por el  tirafondo para prevenir el  desencajamiento  o  flexión  del tirafondo en el cuerpo; y la tracción debe ser liberada  Flg. 18-2. Fractura intertrocanteriana desplazada estable, estabilizada con  un dispositivo tornillo-placa deslizante.  Una cúpula en expansión  ha sido  substituida por el tirafondos.  320  Manual  de  fracturas  en  el  transoperatorio  para  evaluar  la  cantidad  de  acortamiento  que  se  producirá.  Los  dispositivos  intramedultxres se usan de  manera más habitual  para  estabilizar  fracturas  de  tipo  3  (inestables  desplazadas)  o  de  tipo  4  (de  oblicuidad  inversa).  Los  dos  tipos  de  dispositivos  intramedulares  usados  para  estabilizar  fracturas  intertrocante- rianas son clavos anterógrados,  con uno  o más  tornillos  de  traba- zón insertados  en la cabeza  femoral,  y los clavos  retrógrados.  La  localización intramedular  de ambos dispositivos previene  el des- plazamiento  medial  del  fragmento  distal,  y  tiene  una  ventaja  mecánica  sobre  el  tornillo-placa  deslizante.  Los  tornillos  de  ca- dera  intramedulares  anterógrados  con  frecuencia  son  más  cortos  que  los clavos  intramedulares  estándar,  y  tienen la complicación  relacionada  de  fractura  del  fémur  en  su  extremo  distal.  Los  cla- vos intramedulares retrógrados flexibles (p.  ej., clavos de Ender)  se insertan con una  técnica cerrada;  por lo tanto,  hay  una  pérdida  mínima de sangre.  Esta  técnica  tiene la  desventaja  de  generar sín- tomas en el sitio de inserción si los clavos se salen.  Puntos impor- tantes  referentes  a  la  técnica  son:  el  conducto  medular  debe  apilarse  "o  llenarse"  con clavos  para  evitar  que  se  salgan;  deben  insertarse  por  lo  menos  dos  clavos  a  una  profundidad  de  1  cm  del  hueso  subcondral  para  estabilizar  la  fractura  de  forma  ade- cuada;  y  los  clavos  deben  tener  una  flexión  en  anteversión  para  evitar  una  deformidad  de  rotación  externa.  La  técnica  o  el  método  de  estabilización  depende  de  la  confi- guración  de  la  fractura.  Las  fracturas  de  tipo  1  (no  desplazada)  y  de  tipo 2  (desplazada estable),  se estabilizan con un dispositivo  de  tornillo-placa  deslizante.  Si  la  fractura  es  de  tipo  3  (inestable  desplazada)  hay  dos  opciones:  restaurar  el  contacto  de  hueso  a  hueso  a  lo  largo  de  la  corteza  medial  o  impactar  los  fragmentos  en  una  configuración  más  estable.  El  contacto  de  hueso  a  hueso  puede  restaurarse  cuando  hay  un  fragmento  simple  grande  posteromedial  que  puede  ser  reducido  y  mantenido  en  el  lugar  con  tirafondos  o  alambres  de  cerclaje.  La  ventaja  de  esta  opción  es  que  se  mantiene  la  longitud  del  miembro.  La  desventaja  es  que  es  muy  difícil  estabilizar  el  fragmento  posteromedial;  si  la  fijación  fracasa,  se  producirá  acortamiento  no  controlado  de  la  fractura con pérdida de la fijación.  La  impacción de los elemen- tos  en  una  configuración  más  estable  se  practica  desplazando  medialmente  el  fragmento  distal  y  colocando  la  corteza  medial  del  fragmento  proximal  en  el  interior  del  conducto  medular  del  fragmento  distal.  La  fractura  se  alinea  intencionalmente  en  val- go,  y  se  usa  un  ensamble  de  tornillo-placa  de  "ángulo  amplio"  (p.  ej., 145  grados)  para  estabilizarla.  Las ventajas de esta opción  son  que  la  fijación  es  extremadamente  estable  y  la  pérdida  de  la  reducción  es  rara.  La  desventaja  es  que  la  extremidad  se  acorta  Fracturas  intertrocanterianas  321  de  2 a  4  cm.  Las  fracturas  de  tipo 4  (de  oblicuidad  inversa)  no  se  pueden  estabilizar  con  un  ensamble  de  tornillo-placa  debido  a  que se acortarán y  desplazarán  (fig.  18-3).  Se usa ya sea un dispo- sitivo de tornillo-placa de 95 grados o un dispositivo intramedular  (figs.  18-4  y  18-5)  para  estabilizar  las  fracturas  de  oblicuidad  in- versa.  Cuando  hay  una osteopenia  intensa  (es  decir,  grados  1  o 2),  se  aumenta  la  fijación  con  polimetilmetacrilato.  Debe  tenerse  cui- dado  en  evitar  colocar  cemento  entre  los  fragmentos  de  hueso  inhibiendo  de  esa  forma  la  reparación  ósea.  Complicaciones  Las  complicaciones  que  se  presentan  después  de  la  fractura  intratrocanteriana  incluyen la  pérdida  de  la reducción,  con  sepa- Flg. 18-3. Fractura íntertrocanteriana de oblicuidad inversa estabilizada con  un  dispositivo de tornillo-placa deslizante.  Se  ha producido acortamiento  no controlado.  322  Manual de  fracturas  Fig. 18-4. Radiografía anteroposterior de una cadera que muestra uno de  los  métodos  alternativos  de  estabilización  de  las fracturas de  oblicuidad  inversa: un dispositivo de tornillo-placa lateral de 95 grados.  ración  de  la  fijación,  e  infección.  Otras  complicaciones,  como  la  falta  de  unión y  la necrosis  avascular,  son extremadamente raras.  La  pérdida  de  reducción  con  eliminación  de  la  fijación  es  la  complicación encontrada de manera más habitual. Es más común  en los pacientes con osteopenia intensa  (es  decir, índice  de 1  o 2),  que han padecido fracturas inestables desplazadas o de oblicuidad  inversa.  Se  trata  mejor  operatoriamente  mediante  la  eliminación  del  dispositivo  de fijación,  la  revisión  de  la  reducción a  una  con- figuración más estable, y  la inserción de nuevo del dispositivo  de  fijación.  Se  usa  polimetilmetacrilato  para  aumentar  la  estabili- dad  de  la fijación. Si la  superficie  articular de  la  cabeza femoral y  el acetábulo se han lesionado,  se lleva a cabo una artroplastia con  una  prótesis  de  reemplazo  calcar.  La  infección  es  más  común  después  de  la  reducción  abierta  y  fijación  interna  de  fracturas  intertrocanterianas  que  después  de  Fracturas  intertrocanteríanas  323  Fig. 18-5. Radiografía anteroposterior de una cadera que muestra uno de  los  métodos  alternativos  de  estabilización  de  las  fracturas  de  oblicuidad  inversa: clavos intramedulares flexibles.  otras  fracturas,  debido  a  que los  pacientes  están debilitados.  Los  implantes  que  proporcionan estabilidad  se  dejan colocados  hasta  que  se  ha  producido  la  reparación  de  la  fractura.  Se  administran  antibióticos,  con  base  en  las  sensibilidades  de  los  microorganis- mos  patógenos,  por el  tiempo  que  sea necesario para controlar la  infección.  Una  vez  que  la  fractura  se  ha  reparado  se  retiran  los  implantes,  el  área  se  desbrida  del  tejido  avascular,  y  se  adminis- tran  antibióticos  durante  seis  semanas.  FRACTURAS  AISLADAS  DE  LOS  TROCÁNTERES  MAYOR Y  MENOR  Las  fracturas  aisladas  del  trocánter mayor son  el resultado  de  un  golpe  directo  o  de  un  arrancamiento.  Cuando  se  encuentran  324  Manual de  fracturas  mínimamente desplazadas se repararán. Si están desplazadas, con  frecuencia  se  producen  faltas  de  unión,  pero  suelen  ser  asinto- máticas.  Las  fracturas  del  trocánter menor  son  lesiones  poco  co- munes.  Son el resultado de un arrancamiento del tendón del psoas  iliaco y se  tratan de forma conservadora.  La importancia  primaria  de  las  fracturas  aisladas  de  los  trocánteres  es  que  pueden indicar  una  fractura  intertrocanteriana  no  desplazada.  Deben  examinar- se  cuidadosamente  las  radiografías  para  descartar  esta  posibi- lidad.  LECTURAS  SELECCIONADAS  Baumgaertner MR, Curtin SL, Lindskog DM, Keggi JM: The valué of the  tip-apex distance in predicting failure of fixation of peri trochan teric fractu- res of the hip. J BoneJoint Surg 77-A: 1058-1064,1995.  Boyd HB, Griffen LL: Classification and treatment of trochanteric fracture.  Ardí Surg 58:853-866,1949.  Bridle SH, Patel AD, Bircher M, Calvert PR:  Fixation of intertrochanteric  fractures of the fémur.  A randomized prospective comparison of the Ga- mma nail and the dynamic hip screw. J Bone Joint Surg 73B:330-334,1991.  Kenzora EJ,  McCarthy ER, Lowell JD, Sledge BC: Hip fracture mortality.  Clin Orthop 186:45-56,1984.  Miller  WC:  Survival  and  ambulation  following  hip  fracture.  JBone  Joint  Surg 60A:930-933,1978.  19  Fracturas  del  cuerpo  femoral  La  diáfisis  femoral  es  la  sección  tubular  que  se  extiende  desde  la  región  intertrocanteriana  hasta  la  región  supracondilar.  ANATOMÍA  Las  características  anatómicas  importantes  de  la  diáfisis  femoral  son su  forma,  abastecimiento muscular,  músculos circundantes y  estructuras  neurovasculares  vecinas.  El  fémur  tiene  una  curvatura  anterior  que  difiere  ampliamente  de  un  paciente  a  otro,  pero  promedia  de  12  a  15  grados.  Poste- riormente,  la corteza  se  engruesa en un borde llamado  línea áspe- ra,  que  es  el  origen  de  los  tabiques  intermusculares  medial  y  la- teral.  El  riego  sanguíneo  fluye  a  través  de  vasos  endósticos  y  periós- ticos.  Los  vasos  endósticos  se  originan  en  una  o  dos  arterias  nutricias  que  penetran  al  tercio  proximal  del  fémur  a  través  de  orificios  en  la  línea áspera.  Estas  arterias nutricias  se  originan en  la  arteria  femoral  profunda  y  riegan  los  dos  tercios  interiores  de  la corteza  diafisaria.  Los  vasos periósticos  abastecen el  tercio ex- terior  y  se  originan  de  arterias  que  riegan  los  músculos  circun- dantes.  Después de la fractura, los vasos periósticos se vuelven la  fuente  de  abastecimiento  vascular  dominante.  Los  músculos  del  muslo  forman  tres  compartimientos  separa- dos  por  tabiques  intermusculares.  El  compartimiento  anterior  contiene  a los  extensores  de  la  rodilla.  El compartimiento  poste- rior  a  los  flexores  de  la  rodilla.  El  compartimiento  medial  a  los  aductores  de  la  cadera.  La  acción  de  los  músculos  sin  oposición  da  lugar  a  desplaza- mientos  predecibles  dependientes  del  nivel  de  la  fractura.  En  las  fracturas  proximales  al  istmo  del  conducto  medular,  el  fragmen- to  proximal  sufre  abducción  (glúteo),  flexión  y  rotación  interna  (psoas iliaco).  Las  fracturas  distales al istmo están en varo  (aduc- tores)  y  en  desviación  angular  posterior  (extensores  de  la  rodilla  y  gastrocnemio).  Las  estructuras  neurovasculares  de  muslo  son  el  nervio  ciáti- co,  el  nervio  femoral,  la  arteria  femoral  superficial,  y  la  arteria  325  Kenneth  A.  Davenport  326  Manual de  fracturas  femoral  profunda.  El  nervio ciático  está  acolchonado  en el  fémur  por los músculos;  por lo  tanto,  pocas veces  se lesiona en relación  con  fracturas  de  fémur.  El  nervio  femoral  inerva  al  cuadríceps  femoral.  La  arteria  femoral  superficial  penetra  en  el  comparti- miento  posterior  del  muslo  por el  compartimiento medial,  a  tra- vés  del  hiato  aductor  o conducto  de Hunter,  situado en un punto  apenas  proximal  a  la  expansión  metafisaria  distal  del  fémur.  La  arteria  se  encuentra  "atada"  por  el  tabique  intermuscular,  y  es  probable que una fractura a este nivel la lesione.  La arteria femoral  profunda  origina  aproximadamente  cuatro  ramas  perforantes  antes  de  terminar  en  un  punt o  proximal  a  la  rodilla.  Las  perfo- rantes  penetran  al  compartimiento  anterior  desde  el  comparti- miento  posterior  a  través  del  tabique  intermuscular  lateral.  Su  significado clínico es que, cuando son seccionadas, se retraen por  debajo  del  tabique  intermuscular  lateral  y  dan  origen  a  una  he- morragia  incontrolada.  Clasificación  Las  fracturas  de  la  diáfisis  femoral  se  clasifican  de  acuerdo  con  su localización y  estabilidad.  La localización se define como en el  tercio proximal, medio  o  distal.  Las  fracturas  del tercio proximal  son fracturas  subtrocanterianas,  y  las fracturas  del  tercio distal se  fusionan  con  las  fracturas  supracondíleas.  La  clave  para  la  clasificación  de  las  fracturas  de  la  diáfisis  fe- moral  es  el  concepto  de  estabilidad  (fig.  19-1).  La  estabilidad  se  define  desde  el  punto  de  vista  del  porcentaje  de  circunferencia  de  la  corteza  que  se  encuentra  intacto  y  la  oblicuidad  de  la  frac- tura.  Las  fracturas  con  menos  de  50%  de  corteza  intacta  y  una  oblicuidad menor de 30  grados son estables.  Cuando se reducen,  las  fracturas  estables  tienen  estabilidad  axil,  y  rotatoria  intrínse- ca;  las  fracturas  inestables  producirán  acortamiento  o  rotación.  Las  fracturas  de  tipo  I  son  fracturas  transversas  u  oblicuas  sim- ples  sin  conminución.  Las  fracturas  del  tipo  II  son  conminuta,  pero  más  de  50%  de  su corteza  se  halla  intacta.  Las  fracturas  del  tipo  III  tienen  más  de  50%  de  su  corteza  conminuta,  pero  hay  cierto  contacto  cortical  entre  los  fragmentos  proximal  y  distal.  Las  fracturas  del  tipo  IV  tienen  comunicación  segmentaria.  Las  fracturas  del  tipo  V  tienen  un  patrón  oblicuo  largo.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Se  presentan  antecedenetes  de  lesión,  dolor,  hinchazón  y  defor- midad  obvia  Fracturas  del  cuerpo  femoral  327  Fig. 19-1. Clasificación de las fracturas diafisarias del fémur: A, tipo I. B, ti- po II. C, tipo III. D, tipo IV. E, tipo V.  B  A  C  E  D  328  Manual  de  fracturas  Examen radiográfico  Se  obtienen  radiografías  anteroposterior  y  laterales,  y  se  exami- nan  para  descartar conminución  no  desplazada.  Las  radiografías  de  la  rodilla  y  de  la  pelvis  descartan  lesiones  relacionadas.  Tratamiento  inicial  El  tratamiento  inicial  hace  que  el  paciente  se  encuentre  tan  có- modo  como  sea posible, y  lleva  al máximo  sus  condiciones para  la  cirugía.  Cuando  se va  a  realizar  cirugía  dentro  de  un plazo  de  12  horas  posterior  a  la  admisión,  se  aplica  tracción  de  la  piel  de  2.25  a  4.50  kg,  aproximadamente,  con  el  muslo  en  reposo  sobre  una  almohada.  Si  la  cirugía  se  retrasa,  se  lleva  a  cabo  tracción  esquelética  de 4.50  a  9.1  kg,  aproximadamente,  por medio  de  un  clavo  tibial para  minimizar la probabilidad de contaminación  del  fémur  distal.  Se  descarta  una  lesión ligamentosa  antes  de  aplicar  tracción  a  través  de  un clavo  tibial.  Inicialmente,  con  tracción,  la  cadera y la rodilla  están flexionadas  en 30  grados y  la  pantorrilla  soportada  con  un  cabestrillo.  Se  obtienen  radiografías  en  trac- ción, y se ajusta ésta de  acuerdo con ellas.  Idealmente,  la fractura  se  alinea  y  se  obtiene  distracción  de  0.5  cm.  Lesiones  relacionadas  Mediante  un  examen  centrado  de  la  extremidad  lesionada,  se  descartan lesiones neurovasculares y síndrome de compartimiento del  muslo  y  de  las  regiones  glúteas  Las  lesiones  esqueléticas  vinculadas  con  fracturas  de  la  diáli- sis  femoral  son  la fractura  del  cuello femoral,  luxación  de  la  cadera,  lesión del anillo pelviano y lesión ligamentosa de la rodilla. La presen- cia  de  una  fractura  del  cuello  femoral,  luxación  de  la  cadera  o  lesión del  anillo pelviano,  se evalúa con radiografías de la  cadera  y  la  pelvis.  Se obtienen radiografías anteroposteríores  y  laterales  de  la  rodilla,  la  cual  se  examina  cuidadosamente  para  determi- nar  la  posible  presencia  de  derrame  y  dolor  con  palpación  del  tendón rotuliano  y  de  los  ligamentos colaterales  medial  y  lateral.  Cuando no es posible  descartar una lesión ligamentosa,  se exami- na  nuevamente  al  paciente  después  de  la  fijación  de  la  fractura.  Tratamiento  definitivo  Las  fracturas  de  la  diáfisis  femoral  se  tratan con reducción  abier- ta  y  aplicación  de  placas,  reducción  y  aplicación  de  un  fijador  externo,  o  reducción cerrada  y  clavos  intramedulares.  Fracturas  del  cuerpo  femoral  329  Las  indicaciones  relativas  para  la  aplicación  de placa  son  la  in- capacidad  para  colocar  al  paciente  sobre  la  mesa  de  fracturas  (de  ordinario  a  causa  de  otras  lesiones),  una  fractura  abierta  de  grado III,  fracturas alrededor de otros  implantes  (p.  ej.,  un vasta- go  femoral  de  una  artroplastia  total  de cadera),  una fractura rela- cionada  del cuello femoral o  fractura intercondílea del fémur dis- tal,  y  obliteración  del conducto  medular  (de  ordinario  a causa  de  una fractura previa).  Las  desventajas  de las fracturas  tratadas con  aplicación  de  placa  de  la  diáfisis  femoral  son un  mayor riesgo  de  infección  y  el  peri odo  posoperat ori o  prol ongado  sin  carga  de  pesos.  La exposición quirúrgica  se realiza  por  acceso  lateral a  través del intervalo entre el vasto lateral y el tabique intermuscular  lateral.  El  vasto  lateral  se  eleva  subperiósticamente  del  fémur.  Los  fragmentos  de  fracturas  se  identifican  y  se  reducen  anató- micamente.  Se necesita una placa  de compresión dinámica ancha  en  la  porción  lateral  del  fémur  para  estabilizar  la  fractura.  Se  re- quiere  un  mínimo  de  ocho  cortezas  de fijación proximales  y  dis- tales a  la fractura  para lograr una fijación adecuada.  Los  defectos  corticales mediales se injertan con hueso esponjoso autógeno para  estimular la reparación y  disminuir la  incidencia  de  fracaso  de  la  placa.  En el posoperatorio, se estimulan movimiento de la cadera  y  la  rodilla.  Se  mantiene  una  indicación  estricta  de  no  soportar  cosas  pesadas  hasta  que  el  hueso  esponjoso  cruza  la  fractura,  lo  que  sucede  a las 10 a 12 semanas  después  de  la  fijación.  La indicación primaria de la fijación externa es una fractura abier- ta de grado  III.  Las ventajas  de la fijación externa son el hecho  de  que  es  rápida;  estabiliza  la  fractura  pero  no  coloca  un  cuerpo  ex- traño  en una  herida contaminada,  y  permitirá  acceso  a  la  herida.  Las  desventajas son el hecho  de  que  la estabilidad no es  absoluta;  los clavos colocados a  través de  los músculos  laterales del muslo  "fijan"  estos  músculos  al  fémur,  dando  como  resultado  la  pérdi- da  en  la  movilidad  de  la  rodilla;  y  hay  una  alta  incidencia  de  falta  de  unión.  La  fractura  se  reduce  a  través  de la herida  abierta  después  del  desbridamiento y la irrigación.  Se  aplica una armazón lateral con  dos a cuatro medios clavos proximales y distales a la fractura.  De  ser posible,  los clavos se colocan fuera  de  la  zona de  la lesión.  La  fascia  lata  y  los  músculos  subyacentes  alrededor  de  cada  clavo,  se  inciden  proximal  y  distalmente  para  minimizar  la  irritación  y  pérdida  de movilidad  de  la  rodilla.  El  tratamiento  posoperatorio  se  hace  de  acuerdo  con  las  condiciones  personales  del  paciente.  En  general,  se mantiene  la carga  de  peso  con  toque  de  los  dedos  de los pies hasta que la fractura se repara.  Se estimulan los movi- mientos  de  rodilla  y  cadera.  Después  que  el  tejido  blando  se  ha  reparado,  la  incidencia  de  falta  de  unión  se  minimiza  mediante  330  Manual  de  fracturas  el  injerto  de  la  fractura  con  hueso  esponjoso  autógeno  o  elimi- nando  el  fijador  y  estabilizando  la  fractura  con  un  clavo  intra- medular.  El clavo intramedular se inserta  únicamente cuando no  se  han  encontrado  signos  de  infección  de  la  fractura  o  de  los  si- tios  de los  clavos.  La  mayoría  de  las  fracturas  de  la  diáfisis  femoral  se  trata  con  clavos  intramedulares.  Las  ventajas  son  una  baja  incidencia  de  in- fección,  una  alta  incidencia  de  reparación,  la  capacidad  de  so- portar  pesos  en  el  posoperatorio,  y  evitar  la  desvascularización  de  tejidos  blandos  de  los  fragmentos  de  la  fractura.  Los clavos se insertan a  través  del fémur proximal y  se dirigen  distalmente  (es  decir,  aplicación  anterógrada  de  clavos)  o  a  tra- vés  del  fémur  distal,  dirigiéndose  proximalmente  (es  decir  apli- cación retrógrada  de clavos).  Los  clavos anterógrados  son rígidos,  y  el  fémur  casi  siempre  se  abocarda  con  anterioridad  a  su  inser- ción. Los clavos retrógrados son rígidos o flexibles, y el fémur no se  abocarda  necesariamente  antes  de  su  inserción.  Las  fracturas  de  tipo  I  y  tipo  II  de  la  diáfisis  femoral  se  tratan  con  cualquier  tipo  de  clavo intramedular.  Las  fracturas  de  tipo  III,  IV y V  de la  diá- fisis  femoral  se  tratan con clavos anterógrados  o retrógrados con  trabazón  estática.  La  aplicación anterógrada  de clavos intramedulares  (figs.  19-2  y 19-3)  se practica con el paciente  en posición supina o  de decúbi- to  lateral  sobre  la  mesa  de  fracturas.  El  aparato  de  fluoroscopia  se coloca  en el  lado  medial  del muslo,  si el  paciente está  en posi- ción supina, y  en el  lado  anterior cuando  se  encuentra en decúbi- to  lateral.  La  fractura  se  reduce.  El  clavo  se  inserta  a  través  de  la  fosa  piriforme  en  la  parte  superior  de  la  base  del  cuello  femoral.  La corteza se perfora con un  taladro, y se inserta un alambre  guía  en el fragmento proximal  pasándose a  través  de la  fractura redu- cida.  El  fémur  se  abocarda  secuencialmente.  El  clavo  de  tamaño  apropiado  se  aplica  a  través  de  la  fractura  sobre  el  alambre  guía.  En las  fracturas  de  tipo  I  y  II  el clavo  se  traba  dinámicamente.  Si  la  fractura está  en el  tercio  distal  del  fémur,  el clavo se  traba  dis- talmente.  Cuando  la  fractura  está  en  los  dos  tercios  proximales  del  fémur,  el  clavo  se  traba  proximalmente.  En  las  fracturas  de  tipo  III,  IV  y  V,  el  clavo  se  traba  estáticamente  colocando  torni- llos  proximales  y  distales  con  trabazón.  En  el  posoperatorio,  los  pacientes  con  clavos  trabados  estáticamente  sostienen  50%  del  peso  del  lado  lesionado.  Si  la  reparación  radiográfica  progresa  durante los  primeros  tres a cuatro meses,  se  adelanta la carga  de  pesos  según  se  tolere.  Si  se  retrasan  los  signos  radiográficos  de  reparación  se  retrasa  la carga  de  pesos;  luego,  a  los  cuatro  a  seis  meses,  la fractura  es  injertada con hueso  esponjoso autógeno.  De  manera  alternativa,  el  clavo  se  dinamiza  retirando  los  tornillos  Fracturas  del  cuerpo  femoral  3 3 1  Flg.  19-2.  Fractura  de  la  diáfisis  femoral.  Esta  es  una  fractura  de tipo  II  debido a que hay conminución que afecta  menos de 50% de  la corteza.  Además, la fractura es abierta con una lesión de tejidos blandos de grado II.  de trabazón, ya sean proximales y distales. Si el clavo se dinamiza,  el  paciente  es  sometido  a  un  seguimiento  cuidadoso  por  signos  de  acortamiento  o  rotación.  Si  se  presentan,  el  clavo  se  traba  estáticamente  de  nuevo  y  entonces  se  injerta  hueso.  La  aplicación  retrógrada  de  clavos  flexibles  de  la  diáfisis  fe- moral  se lleva  a cabo con  el  paciente  en posición supina  sobre la  mesa  de  fracturas.  El  aparato  de  fluoroscopia  se  coloca  en  un  punt o  lateral  al  musl o.  La  fractura  se  reduce.  Las  cortezas  metafisarias  medial  y  lateral  se  perforan  con  un  taladro  de  1/4  de  pulgada,  y  el  orificio se  aumenta  con  una  lezna.  Se  selecciona  la  longitud  apropiada  del  clavo  y  los  clavos  se  introducen  de  la  entrada  medial y  lateral  simultáneamente  a  través  de la  fractura.  El clavo  lateral  se  introduce  en  el  trocánter  mayor.  El  clavo  me- dial,  a  la  base  del  cuello  femoral.  Los  clavos  se  pueden  trabar  332  Manual  de  fracturas  Fig. 19-3. Estabilización con un clavo anterógrado abocardado trabado es- táticamente.  dinámicamente  mediante  la  colocación  de  tornillos  a  través  de  los  ojales  de los clavos flexibles al  interior del hueso subyacente.  En el posopera torio, se estimula la flexión de la rodilla cuando lo  permite el dolor de la incisión, y se  tolera  la carga  de pesos cuan- do  se  observan  signos  radiográficos  de  reparación.  La aplicación retrógrada  de clavos rígidos  (fig.  19-4)  se realiza  con  el  paciente  en  posición  supina  sobre  una  mesa  de  operacio- nes radiolúcida.  Se coloca un rollo  debajo de la cadera ipsolateral  para  prevenir  que  se  produzca  una  rotación  externa.  La  extremi- dad  se prepara y  cubre con lencería  quirúrgica  estéril, y  la rodilla  se  coloca  sobre  un  cabezal.  Se  aplica  tracción  manual  para  efec- tuar  una  reducción  que  se  confirma  fluoroscópicamente,  llevan- do  el  brazo-C  del  lado  opuesto  de  la  mesa.  Las  fracturas  intra- articulares  debe estabilizarse en este  punto,  antes  de aplicarse  los  clavos.  El  tendón  rotuliano  se  secciona  longitudinalmente  per- Fracturas  del  cuerpo  femoral  333  Fig. 19-4. Estabilización con un clavo retrógrado rígido abocardado.  mitiendo  el  acceso  a  la  rodilla;  establece  un  punto  de  entrada,  que  está  centrado  en  el  plano  anteroposterior,  y  en  línea  con  el  conducto  medular  en la  vista  lateral  de  rayos  X.  Esto  correspon- de  a  la  parte  superior  de  la  escotadura  femoral.  El  punto  de  en- trada  se aumenta  de  tamaño  de  acuerdo  con  el  diámetro  del  cla- vo  elegido  y  se  coloca  un  alambre  guía.  Puede  requerirse,  o  no,  abocardamiento  sobre  el  alambre  guía.  El  clavo  se  inserta  hasta  que  queda  situado  inmediatamente  por  debajo  de  la  superficie  articular,  de  forma  tal  que  no  interfe- rirá  con  el  movimiento  de  la  rodilla.  Se  lleva  a  cabo  la  trabazón  distal con un sistema de soporte, y se continúa por trabazón proxi- mal  practicada  manualmente.  El  curso  posoperatorio  es  similar  al  descrito  arriba.  Complicaciones  Las  complicaciones  de  las  fracturas  de  la  diáfisis  femoral  inclu- yen  mala  unión,  falta  de  unión  e  infección.  334  Manual de  fracturas  La  mala  unión  rotatoria  y  angular  se  trata  con  osteotomía,  realineación  y  estabilización  del  fémur.  El  clavo  trabado  estáti- camente con la placa  se usa para  estabilización.  Las fracturas  que  se  han reparado  con  acortamiento  significativo  son  un  problema  difícil.  El  acortamiento  significativo  se  divide  como  uno  mayor  de  3  cm o  que  da  como  resultado  una  perturbación  de  la  marcha  o  dolor  de  espalda,  no  aliviado  con  un  elevador  del  zapato.  Las  opciones  de  tratamiento  incluyen  alargamiento  del  fémur  impli- cado,  alargamiento  de  la  tibia  ipsolateral  o  acortamiento  del  fé- mur contraíateral.  El alargamiento  del fémur implicado  es la  op- ción más  atractiva ya que corrige la  deformidad.  El alargamiento  se  logra  aplicando  un  fijador  externo,  osteotomizando  el  fémur,  y alargándolo en incrementos de 1  mm al día.  Este  procedimiento  requiere  un  cumplimiento  excepcional  del  paciente.  El  alarga- miento de la tibia es un procedimiento más simple, pero las rodillas  del  paciente  están a  alturas  distintas.  El  acortamiento  del  fémur  contralateral  se  lleva  a  cabo  de  manera  cerrada;  tiene  la  menor  morbilidad  pero  produce  como  resultado  una  pérdida  general  de  estatura.  La falta de unión se trata estabilizando los fragmentos y el injer- to  de  hueso  autónomo,  o  mediante compresión  dinámica  aplica- da con un fijador externo.  De ordinario, los clavos intramedulares  son  el  mejor  método  de  estabilización,  pero  ocasionalmente  se  indican  placas  (p.  ej.,  si  hay  un  fragmento  de  un clavo  roto  en  el  conducto  que  no  se  puede  extraer).  Cuando  se  usa  compresión  dinámica,  se utiliza un fijador para comprimir los extremos  de la  falta  de  unión entre  sí,  de  ordinario  a  una  velocidad  de  0.25  mm  al  día.  Esta  técnica  puede  combinarse  con  técnicas  de  alargamiento  para  tratar  faltas  de  unión  vinculadas  con  un  defecto  segmenta- rio  o  acortamiento.  La  infección  se  trata  con  desbridamiento,  estabilización  y  ad- ministración  de  antibióticos.  Cuando  hay  una  falta  de  unión  re- lacionada  se  realiza  un  injerto  retardado  con  hueso  esponjoso  autónomo,  o  compresión  dinámica  con  un  fijador  externo.  LECTURAS  SELECCIONADAS  Brumback  RJ,  Reilly JP,  Poka  A,  Lakatos  RP,  Bathon  GH,  Bugess  AR:  Intramedullary nailing of femoral shaft fractures.  Part I:  Decision-making  errors with interlocking fixation.J Bone Joint Surg 70A:1441-1452,1988.  Kempf  I,  Grosse  A,  Beck  G:  Closed  locked  intramedullary  nailing.  Its  application to comminuted fractures of the fémur. J Bone Joint Surg 67A:709- 719,1985.  Fracturas  del  cuerpo  femoral  335  Moed BR, Watson JT:  Retrograde intramedullary nailing, without reaming,  of  fractures  of  the  femoral  shaft  in  multiply  injured  patients.J  Bone  Joint  Surg  77A:1520-1527,1995.  Pankovich  AM,  Goldflies  ML,  Pearson  RL:  Closed  ender  nailing  of femo- ral-shaft  fractures.J  Bone  Joint  Surg  61A:222-232,1979.  Winquist  RA,  Hansen  ST  Jr:  Comminuted  fractures  of  the  femoral  shaft  treated  by  intramedullary  nailing.  Orthop  Clin  Noth  Am  11:633-648,1980.  20  Lesiones  en la  rodilla  Este  capítulo  revisa  fracturas  del  fémur  distal  (supracondilares,  intracondilares,  y  de  los  cóndilos  medial  y  lateral);  fracturas  de  la tibia proximal  (las espinas  tibiales y los cóndilos medial y late- ral);  lesiones  del  mecanismo  extensor  (tubérculo  tibial,  roturas  del  tendón rotuliano o  del  cuadríceps, y  fracturas  de la rótula); y  luxaciones  de  la  rodilla.  ANATOMÍA  La  rodilla  es  una  articulación  compuesta  que  consiste  en  una  ar- ticulación  sillar,  entre  los  cóndilos  del  fémur  y  la  rótula,  y  dos  articulaciones condilares entre los  cóndilos  del  fémur y  la  meseta  tibial.  El  fémur  distal  está  constituido  por  cóndilos  y  epicóndilos.  Los  cóndilos  medial  y  lateral  forman  la  superficie  articular.  Son  más  estrechos  en  la  parte  anterior,  y  el  cóndilo  medial  se  proyecta  más  distalmente  que  el  cóndilo  lateral,  lo  que  da  lugar  a  una  superficie  articular  distal  que  forma  un  ángulo  de  siete  grados  con  la  diáfi- sis.  El cóndilo lateral se proyecta  más hacia adelante  (previniendo la  luxación  rotuliana lateral) y posteriormente que el cóndilo medial.  Las  superficies  distal  y  posterior  de  ambos  cóndilos  con  convexas  y  se  articulan con  las  cavidades  glenoideas correspondientes  de  la  meseta  tibial.  La  superficie  anterior  del  fémur  distal es  la  coales- cencia  de los cóndilos medial  y  lateral.  La superficie cóncava  co- rresponde  a  la  superficie  articular  de  la  rótula.  La  tibia  proximal  se  expande  formando  las  tuberosidades  me- dial  y  lateral,  o  mesetas,  y  la  tuberosidad  tibial  anterior.  La  su- perficie  articular  de  la  tibia  son  las  cavidades  glenoideas  medial  y  lateral,  re  cubiertas  de  cartílago,  que  se  ajustan  a  las  superficies  articulares  correspondientes  del  fémur.  La  congruencia  aumenta  más  por  los  meniscos  medial  y  lateral.  Las  dos  cavi dades  glenoideas están separadas por las  espinas  tibiales anterior y pos- terior  (es  decir,  la eminencia interglenoidea).  La  espina  tibial an- terior  es  la  inserción  del  ligamento cruzado  anterior  y  la  fijación  de las astas anterior y  posterior del menisco lateral y el asta  ante- rior  del  menisco  medio.  La  espina  tibial  posterior  es  la  fijación  del  asta  posterior  del  menisco  medial.  Las  áreas  interglenoideas  posteriores  son inserción del ligamento cruzado posterior.  La  fa- 336  Robert C.  Schenck,  Jr.  Clayton  R.  Perry  Lesiones  en  la  rodilla  337  ceta  peronea  de  la  tuberosidad  lateral  se  enfrenta  lateral,  distal  y  posteriormente.  La  tuberosidad  tibial  es  la  proyección  anterior  de  la  tibia  en  la  cual  se inserta el ligamento  rotuliano.  Está en un punto situado a  2  cm  distales  de  la  superficie  articular  de  la  tibia.  Su  superficie  superior  está  directamente  por  detrás  del  ligamento  rotuliano,  y  es  un  sitio  de  inserción  para  la  aplicación  de  clavos  intramedu- lares.  La  rótula  es  el  hueso  sesamoideo  más  grande  del  cuerpo.  Au- menta  el  brazo  de  palanca  del  cuadríceps  y  protege  la  superficie  articular  anterior  del  fémur  distal.  Está  situada  a  una  distancia  de  2  cm  de  la  superficie  articular  de  la  tibia  cuando  la  rodilla  se  encuentra  en  extensión.  Una  localización  más  proximal  se  cono- ce como rótula alta, y una más  distal como rótula baja.  Con excep- ción del vértice,  o polo inferior,  la superficie posterior de  la rótu- la está cubierta con cartílago articular.  El polo inferior sirve como  punto  de  origen  del  ligamento  rotuliano.  La  superficie  articular  de  la  rótula  es  convexa  y  se  divide  en  secciones  mediales  meno- res  y  laterales  mayores  por  un  reborde  vertical.  Las  mitades  me- dial  y  lateral  se  dividen  adicionalmente  en  dos  o  tres  pares  de  facetas  por  medio  de  bordes  horizontales  poco  salientes  en  la  superficie  articular.  Las  facetas  laterales  son  más  distintivas  que  las  mediales,  y  la  faceta  lateral  superior  es  ligeramente  cóncava.  Además, hay  una  faceta simple  en el  borde medial extremo  de la  rótula que se extiende a lo largo de este hueso y se articula con el  cóndilo  femoral  medial  cuando  la  rodilla  está  flexionada.  FRACTURAS  DEL  FÉMUR  DISTAL  Las  fracturas  del  fémur  distal  afectan  la  metáfisis  distal  y  la  su- perficie  articular  de  este  hueso.  Clasificación  Las  fracturas  femorales  distales  se  clasifican  de  acuerdo  con  que  haya una  extensión intraarticular, y  de que estén fracturados uno  o  ambos  cóndilos,  en  tres  tipos:  tipo  I,  fracturas  extraarticulares;  tipo  II,  fracturas  intraarticulares,  en  las  cuales  están  afectados  ambos cóndilos, y  tipo  III,  fracturas  de  un  cóndilo  simple.  Las fracturas  extraarticulares  (tipo  I),  también  conocidas  como  fracturas  supracondilares,  se  dividen  en  fracturas  simples  y  en  aquéllas  con conminución  supracondilar  (figs.  20-1  y  20-2).  Las fracturas intraarticulares (tipo 11), o fracturas intracondilares,  se  dividen  en cuatro  subtipos  con base  en la presencia  de  despla- 338  Manual de  fracturas  Figs. 20-1  y 20-2. Fracturas supracondilares tipo I.  zamiento  intraarticular y  conminución  metafisaria.  Los  subtipos  son  fracturas  metafisarias  simples  con componente  intraarticular  no  desplazado,  fracturas  metafisarias  simples  con  componente  intraarticular  desplazado,  fracturas  metafisarias  conminuta  con  componente intraarticular no  desplazado, y  fracturas metafisarias  conminuta  con  componente  intraarticular  desplazado  (figs.  20-3  a  20-8).  has fracturas de cóndilo simple (tipo III) se dividen adicionalmente  en  cuatro  tipos,  con  base  en  el  plano  de  la  fractura  y  el  cóndilo  afectado.  Los  subtipos  son  fracturas  en  el  plano  coronal  de  los  cóndilos  medial  o  lateral,  y  fracturas  en  el  plano  sagital  de  los cóndilos  medial  y  lateral  (figs.  20-9  y  20-10).  Lesiones  relacionadas  Las  lesiones  vinculadas  supracondilares  del  fémur  son  fracturas  y luxaciones  del fémur proximal y  de  la  pelvis,  rotura ligamento- sa  de  la  rodilla,  lesión  de  la  arteria  poplítea  y  lesión  de  los  ner- vios  peroneo  y  tibial.  Estas  lesiones  tienen  mayor  probabilidad  de  producirse  en  relación  con  fracturas  de  alta  energía.  Las fracturas y luxaciones  del fémur proximal y de  la pelvis  vincu- ladas  tienen  mayor  probabilidad  de  presentarse  en  un  accidente  Lesiones  en  la  rodilla  339  Flgs. 20-3 a 20-6. Fracturas  intraarticulares o intracondilares tipo II.  automovilístico  como  parte  del  complejo  de  "tablero  de  instru- mentos".  Se  descartan por medio  del  examen físico y  revisión de  radiografías  del  fémur  proximal  y  la  totalidad  de  la  pelvis.  340  Manual  de  fracturas  Figs. 20-7 y 20-8. Fractura de tipo  II estabilizada con un clavo retrógrado  después de  que  los  cóndilos  han  sido  unidos.  Las espinas tibiales están  arrancadas,  lo cual indica una lesión cruzada.  El  ligamento  roto  de  manera  más  habitual  es  el  ligamento  rotuliano. También se produce rotura de los ligamentos colatera- les y cruzados. De ordinario no es posible realizar el examen físi- co de los ligamentos antes de la fijación de la fractura. Los signos  radiográficos de lesión ligamentosa son la pérdida del paralelis- mo entre las superficies articulares de los cóndilos femorales y la  meseta  tibial, y el arrancamiento óseo de los ligamentos cruza- dos (figs. 20-7 y 20-8). Después de la estabilización de la fractura  todos los ligamentos se examinan, y se reparan si están lesiona- dos.  Es fundamental la identificación temprana de una lesión rela- cionada de la arteria poplítea. El hallazgo fundamental es la dis- minución de los pulsos de las arterias dorsal del pie y tibial pos- terior. Esto puede deberse a torsión o tracción de los vasos. Si la  alineación no da como resultado retorno de los pulsos en un lap- so de cinco minutos, debe suponerse que la arteria poplítea esta  lesionada, y obtenerse un angiograma. Una vez que se evalúa la  Lesiones  en  la  rodilla  3 4 1  localización  de  la  lesión  vascular,  se  lleva  a  cabo  de  urgencia  la  cirugía  para  estabilizar  la  fractura  y  restaurar  la  circulación.  Ocasionalmente  la  lesión  de  la  arteria  poplítea es  un  desgarro  de  la íntima, y  los pulsos que están inicialmente  presentes desapare- cen  súbitamente  con  trombosis  arterial.  Por  esta  razón  se  practi- can verificaciones vasculares cada dos horas  durante las 36 horas  posteriores  a  la  lesión.  El  manejo  del  examen  vascular  normal  (arteriograma en comparación con verificaciones clínicas)  es con- trovertido.  Algunos  centros  usan  estudios  Doppler  vasculares  e  índices  de  tobillo-brazo,  mientras  que  otros  se  basan  en  arterio- gramas.  En  las  luxaciones  de  alta  energía,  y  en  los  pacientes  con  trau- mas  múltiples,  un  arteriograma  definirá  de  manera  rápida y  cla- ra  la  integridad  de  la  arteria.  Las  lesiones  de  los  nervios  peroneo  y  tibial  se  identifican  eva- luando la sensibilidad y la  capacidad para producir flexión plan- tar y dorsal del tobillo.  Estas lesiones se  tratan con ejercicios en el  intervalo  de  movimientos  del  tobillo  y  el  pie,  y  el  enferulado  en  una  posición  funcional.  Flgs. 20-9 y 20-10.  Fracturas de  un  cóndilo simple  en  planos coronal y  sagital.  342  Manual de  fracturas  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y examen físico  Hay  dolor  y  antecedentes  de  lesión.  En  las  fracturas  de  tipo  I  y  tipo  II,  se  presenta  una  inestabilidad  y  deformidad  obvias,  pero  puede  no  presentarse  con  fracturas  de  un  cóndilo  simple.  Examen radiográfico  Las radiografías  en  las proyecciones  anteroposterior y  lateral son  suficientes  para  evaluar  la lesión.  La vista  de  túnel  del  fémur dis- tal,  en  la  cual  se  obtiene  una  radiografía  anteroposterior  con  la  rodilla  flexionada  a  30  grados,  es  útil  pero  dolorosa  para  el  pa- ciente.  Las  radiografías  de  la pelvis,  la cadera,  el  fémur y la  tibia,  se  examinan  en busca  de  lesiones vinculadas.  Tratamiento inicial  El  factor  fundamental  en  el  tratamiento  inicial  es  la  evaluación  del estado vascular del miembro inferior.  Si se ha producido una  lesión  vascular,  el  miembro  se  inmoviliza  con  un  enyesado  de  dedos  de  los  pies  a  la  ingle,  y  se  aplica hielo.  Si  el  enferulado  no  inmoviliza  de  forma  adecuada  la  fractura  se  usa  tracción  esque- lética.  Se  inserta  un clavo  tibial  proximal,  la  rodilla  se  coloca  so- bre  almohadas,  se  da  soporte  a  la  pantorrilla  en  un cabestrillo,  y  se  aplica  de  4.5  a  9.0  kg,  aproximadamente.  Se  obtienen  radio- grafías  posteriores  a  la  tracción  para  evaluar  la  alineación  y  de- terminar  si  la  articulación  de  la  rodilla  está  sufriendo  distracción  a  causa  de  rotura  ligamentosa.  Tratamiento  definitivo  El  tratamiento  definitivo de las  fracturas  supracondilares es ciru- gía.  El  acceso  quirúrgico,  dispositivo  de  estabilización  y  la  posi- bilidad  de  que  se  use  injerto  de  hueso,  se  basan  en  el  tipo  de  la  fractura.  Los  autores  estabilizan  fracturas  sin  extensión  intraarticular  con  un  clavo  intramedular  anterógrado  o  retrógrado.  La  aplica- ción  anterógrada de  clavos  trabados  de una  fractura  supracondilar  se  lleva  a cabo  en la  forma  descrita  en el  capítulo 19.  Para  dismi- nuir  la  incidencia  de  rotura  de  clavos  a  través  de  un  orificio  de  trabazón  distal,  debe  haber  por lo  menos  5  cm  de  hueso  intacto  proximal  a  los  orificios  distales  del  tornillo;  por  lo  tanto,  este  método  únicamente  puede  usarse  en  el  caso  de  fracturas  supra- condilares  proximales.  Lesiones  en  la  rodilla  343  La  fractura  puede  estabilizarse  con  un  clavo  retrógrado  rígido  insertado  a  través  de  la  escotadura  intercondilar.  Las  objeciones  son  el  sitio  de  entrada  intraarticular  de  la  inserción,  la  posible  metalosis  sinovial  y  la  dificultad  potencial  para  retirar  el  clavo  (figs.  20-7 y 20-8).  Las  fracturas  intracondilares  (tipo  II)  se  tratan con  una placa y  tornillos.  Los clavos  intramedulares no son una  opción,  a menos  que  la  fractura  intraarticular  pueda  reducirse  y  estabilizarse  de  manera  tal  que la fijación no interfiera  con la inserción del clavo,  y  que  no  se  produzca  redesplazamiento  de  la  fractura  intraar- ticular durante el abocardamiento o inserción del clavo.  Las frac- turas  intercondilares  con  un  componente  metafisario  simple  y  cóndilos no desplazados,  se estabiliza con una placa lateral de 95  grados  y  tirafondos.  Para minimizar  el potencial  de  que cóndilos  no  desplazados  vayan  a  desplazarse  durante  la  inserción  del  tirafondo,  se  estabilizan  con  dos  tornillos  de  hueso  esponjosos  grandes  antes  de abocardarse  para  el  tirafondo.  Las fracturas con  conminución  metafisaria  y  un  componente  intracondilar  no  des- plazado  se  tratan  de  forma  similar;  sin  embargo,  el  lado  medial  de  la  metáfisis  se  injerta  con  hueso  esponjoso  autógeno.  La  re- ducción  anatómica  de  fragmentos  metafisarios  conminuta  no  es  imperativa,  siempre  que  se  restaure  la  relación  de  los  cóndilos  con la  diálisis  distal.  El  tratamiento  de  las  fracturas  intracondilares  con  un  compo- nente  metafisario  simple  y  cóndilos  desplazados  es más  comple- jo. Los cóndilos deben ser reducidos; por lo  tanto, una opción útil  es  el  uso  de  un acceso  quirúrgico  que  exponga  la  superficie  arti- cular  distal.  Se  realiza  una  incisión  anterior  recta.  Se  secciona  el  tendón del cuadríceps en línea con sus fibras; esta incisión se con- tinúa  distalmente  como  una  incisión  pararrotuliana  lateral.  En  caso necesario,  se  taladra previamente la tuberosidad tibial ante- rior,  se  osteotomiza,  y  se  refleja  proximalmente  para  lograr  una  mejor exposición.  Los cóndilos se reducen y mantienen en el sitio  con  alambres  de  Kirschner  y  tornillos.  La  fijación  de  la  fractura  intercondilar  se  planea  de  manera  tal  que no  interfiera con  la  co- locación  del  dispositivo  usado  para fijar los cóndilos  al fémur  (es  decir,  una  placa  lateral  y  tirafondos).  Las  fracturas con conminu- ción  metafisaria  y  un  componente  intracondilar  desplazado  se  tratan de forma similar;  sin embargo,  el  lado  medial  de  la  metáfi- sis  se  injerta  con  hueso  esponjoso  autógeno.  En  las  fracturas  con  conminución  segmentaria,  el  lado  medial  de  la  metáfisis  se  fija  con  placa  a  través  de  la  misma  incisión.  La  placa  medial  actúa  como  un  refuerzo y  se  ajusta  al  hueso  con  tornillos  urúcorticales.  Las fracturas supracondilares e intracondilares que están com- plicadas  por  osteopenia  se  estabilizan  en  la  forma  descrita,  pero  344  Manual  de  fracturas  puede  usarse  polimetilmetacrilato  (PMMA)  para  proporcionar  una fijación más estable.  Después de que se han reducido los frag- mentos,  se  inserta  polimetilmetacrilato  cuando  se  encuentra  en  un  estado  de  masa  en  la  cavidad  medular  a  través  de  la  fractura.  Esto  se  realiza  por  medio  de  una  ventana  cortical  al  nivel  de  la  fractura.  Después  que  se  ha  endurecido  el  polimetilmetacrilato,  la  fractura  se  estabiliza  con  placas  y  tornillos.  Cuando  se  utiliza  polimetilmetacrilato,  es  imperativo  injertar  el  lado  medial  con  hueso  autógeno.  Las  fracturas  de  los  cóndilos  medial  o  lateral  en el  plano sagi- tal,  se exponen por medio  de un acceso quirúrgico pararrotuliano  medial  o  lateral.  El  cóndilo  se  reduce  y  se  mantiene  en  su  sitio  con  tirafondos  o  una  placa  de  refuerzo.  Las  fracturas  en  el  plano  coronal implican a la porción posterior  del cóndilo. Se exponen a  través  de una incisión mediomedial o mediólateral.  La  superficie  del  fragmento  se  cubre  con  cartílago  articular,  y  se  estabiliza  con  tornillos  abocardados.  Después  de  la  estabilización  de  las  fracturas  supracondilares,  intracondilares, y condilares simples, se estimula la práctica tem- prana  de  movilización,  tan pronto como  el  dolor de  la  incisión se  vuelve  tolerable.  La  duración  del  periodo  sin carga  de  pesos  de- pende  de  la  estabilidad  de  la  fractura,  la  estabilidad  de  la  fija- ción,  y  la  velocidad  de  la  reparación.  Complicaciones  Las complicaciones  son falta  de unión,  mala unión,  y artritis  pos- traumática, ha falta de unión se trata con injerto de hueso autógeno  y  estabilización  rígida.  Con  frecuencia  es  necesaria  la  revisión  del dispositivo de fijación interna,  dependiendo del tiempo  trans- currido  desde la lesión inicial hasta  la cirugía.  Una  rodilla rígida  empeora  el  pronóstico.  En  los  casos  en los  cuales  hay  rigidez  de  la  rodilla,  o  en los cuales  la  estabilización  del  fragmento  distal  es  imposible,  debido  al  tamaño  pequeño  o  a  osteopenia,  se  lleva  a  cabo artrodesis.  Si no hay  una  historia previa  de  infección se usa  una varilla  intramedular;  si  la hay,  se  emplea un fijador externo.  Las  malas uniones varo y valgo son invariablemente sintomáti- cas  y  finalmente  producen  como  resultado  artritis.  Las  malas  uniones  en  extensión  y  flexión  se  toleran  mejor.  El  tratamiento  de  la  mala  unión  sintomática  es  con  osteotomía  correctiva  del  fémur.  La  artritis  postraumática  se  trata  con  fármacos  antiinflamato- rios  no  esteroides  e  inyección  local  de  esteroides.  El  desbrida- miento  arrroscópico  proporciona  alivio  de  síntomas  a  corto  pla- zo.  El  último  recurso es  artroplastia o  artrodesis.  La artroplastia  Lesiones  en  la  rodilla  3 4 5  se reserva  para los  pacientes  de  edad  avanzada con poca  deman- da  de  actividad.  FRACTURAS  DE  LA  MESETA TIBIAL  Las  fracturas  de  la  meseta  tibial  afectan  la  superficie  articular  proximal  de  la  tibia.  Clasificación  Las  fracturas  de  la  meseta  tibial  han  sido  clasificadas  de  acuerdo  con  muchos  sistemas,  pero  actualmente  el  sistema  descrito  por  Schatzker  y  colaboradores  (1979)  es  el  usado  más  comúnmente.  Es  como  sigue:  tipo  I,  fractura  dividida  en  la  cavidad  glenoidea  lateral;  tipo II,  fractura dividida y  deprimida en la cavidad glenoi- dea  lateral;  tipo  III,  fractura  deprimida  de  la  cavidad  glenoidea  lateral,  de  manera  habitual  osteoporótica;  tipo  IV  fractura  de  la  cavidad  glenoidea medial;  tipo V,  fractura biglenoidea  de  la  tibia  proximal,  y  tipo  VI,  fractura  biglenoidea  de  la  meseta  y  fractura  metafisaria relacionada  (figs.  20-11  a 20-17).  Las fracturas  de tipo  I  a  III  son de baja energía.  Las lesiones  de  tipo IV a VI  son de alta  energía.  Además,  se  incluye  una  fractura  de  baja  energía  de  la  cavidad  glenoidea  medial  tibial.  Las fracturas divididas (Schatzker tipo I) de la cavidad glenoidea  lateral  se  producen  en  pacientes  jóvenes  con  huesos  densos.  El  Flgs. 20-11  a 20-17. Tipos de fracturas de la meseta tibial.  346  Manual de  fracturas  Flgs. 20-11  a 20-17. Continuación.  Lesiones  en  la  rodilla  347  mecanismo  de la lesión suele ser un golpe en la parte lateral de la  rodilla.  La  fractura,  que  se  observa  mejor  en  la  proyección  anteroposterior,  es  vertical  y  pocas  veces  se  desplaza  más  de  3  mm.  El menisco lateral puede estar  desgarrado periféricamente y  luxado  en  el  sitio  de  la  fractura  (fig.  20-11)  Las fracturas  divididas  deprimidas  (Schatzker  tipo  II)  son  el  tipo  más común de  la fractura  de la  meseta  tibial.  El mecanismo  de la  lesión  es  un  esfuerzo  valgo  que  impacta  el  cóndilo  femoral  late- ral  en  contra  de  la  cavidad  glenoidea,  fracturando  la  porción  la- teral  de  la  meseta  de-la  tibia  proximal.  Al  continuar impactando  el cóndilo femoral, la porción restante de la meseta lateral  impulsa  un segmento de superficie articular al  interior de la metáfisis.  Este  segmento  deprimido  siempre  es  del  lado  medial  de  la  fractura,  no sobre el fragmento dividido.  La posibilidad de que el  segmento  sea anterior o posterior depende del grado de flexión en el momen- to de la lesión (la extensión se vincula con depresión anterior y la  flexión con  depresión posterior;  figs.  20-13,  20-18 y  20-19).  Flg. 20-18. Fractura dividida-deprimida de la meseta tibial.  348  Manual de  fracturas  Fig. 20-19. Fractura dividida-deprimida de la meseta tibial que se observa en  la figura 20-18, reducida y estabilizada con una placa.  Las fracturas deprimidas (Schatzker tipo III) se presentan en hue- so  osteopénico.  El  mecanismo  de  la  lesión  es  una  presión  valgo  de  baja energía:  el cóndilo  femoral lateral  se hunde y  deprime  la  cavidad  glenoidea  lateral.  La  meseta  lateral,  con  inclusión  de  la  corteza  metafisaria,  se  inclina  lateralmente  (fig.  20-12).  Las fracturas  de  la  cavidad glenoidea  medial  de  baja  energía  son  similares a  las fracturas  deprimidas  de  la cavidad  glenoidea  late- ral,  pero  son el resultado  de una  fuerza valgo  a  través  de  la  rodi- lla.  La  totalidad  de  la  cavidad  glenoidea  medial  se  inclina  me- dialmente  (fig.  20-14).  Las  fracturas  de  la  cavidad  glenoidea  medial  de  alta  energía  (Schatzker tipo IV)  son fracturas-luxaciones que se relacionan con  frecuencia  con  lesiones  neurovasculares.  Son  causadas  por  fuer- zas  axiles  y  valgo  a  través  de  la  rodilla,  que  dan  lugar  a  que  se  impacte  el  cóndilo  femoral  lateral  sobre  las  espinas  tibiales  a  lo  Lesiones  en  la  rodilla  349  largo  de  un  vector  dirigido  medial  y  distalmente.  El  cóndilo  ti- bial medial y  las  espinas  tibiales  se  fracturan e  impulsan a lo lar- go  del  vector.  El  ligamento  colateral  lateral  se  rompe;  los  liga- mentos  cruzados  y  los  colaterales  mediales  están  intactos  (fig.  20-15).  Las fracturas bicondilares de la meseta (Schatzker tipo V) afectan  ambos cóndilos y  son el  resultado  de un  trauma complejo  de  alta  energía.  Son  comunes  las  lesiones  neurovasculares  y  ligamento- sas  y  el  síndrome  de  compartimiento vinculados  (fig.  20-16).  Las fracturas de meseta relacionadas con una fractura de la metáfisis  proximal  (Schatzker  tipo VI)  son similares a  las fracturas bicondi- lares  en lo  que  se  refiere  a que  son el resultado  de trauma  de  alta  energía,  y  de  manera  habitual  tienen  lesiones  neurovasculares  vinculadas.  Hay  una  alta  incidencia  de  falta  de  unión  e  infección  posoperatoria  debidas  a  la  magnitud  de  la  lesión  y  a  la  exposi- ción  quirúrgica  necesaria  para  reducir  y  estabilizar  la  fractura  (fig.  20-17).  Lesiones  relacionadas  Las  lesiones que  se  relacionan  con  frecuencia con  fracturas  de  las  cavidades  glenoideas  tibiales  son  roturas  de  los  ligamentos  cola- terales,  oclusión de la  arteria poplítea  o  su  trifurcación,  síndrome  de compartimiento,  y  lesión  del nervio  tibial  posterior  o  peroneo  común.  La fractura  de la cavidad  glenoidea medial o lateral puede vin- cularse  con  rotura  del  ligamento  colateral  contralateral.  La  laxitud  ligamentosa  aparente  puede  interpretarse  de  manera  errónea  como  movimiento  producido  a  través  del  sitio  de  fractura.  Para  determinar  de  forma  definitiva  cuando  hay  una  lesión  ligamen- tosa,  se  aplica  presión  sobre  la  rodilla  bajo  fluoroscopia.  Las lesiones de la arteria o trifurcación poplítea tienen mayor pro- babilidad  de  producirse con fracturas bicondilares y  de la meseta  tibial de alta energía.  Si los  pulsos  distales están ausentes,  se ob- tiene  un  arteriograma.  El  síndrome  de  compartimiento  es  indicado  por  la  presencia  de  los  signos clásicos  de  aumento  de  la  presión en su  interior:  dolor  en reposo,  dolor con el estiramiento pasivo de los músculos, com- partimientos  tensos  y  entumecimiento  de  la  primera  membrana  interdigital.  Las  lesiones  de  los  nervios  tibial  posterior y peroneo  se  identifi- can evaluando la sensibilidad de la planta del pie y  de la primera  membrana  interdigital,  así  como  la  contracción  activa  de  los  músculos  flexor  y  extensor  largos  del  dedo  gordo.  350  Manual de  fracturas  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y examen físico  Hay  dolor,  hinchazón  y  una  historia  de  lesión.  Puede  no  haber  una  deformidad  distinguible,  pero  hay  un  derrame  grande  en  la  rodilla,  el  cual,  al  aspirarse,  contiene  sangre  con  grasa,  lo  que  indica  una  fractura  intraarticular.  Examen radiográfico  Las radiografías  en los planos anteroposterior y  lateral son las  de  más  uso.  Con  la  inclinación caudal  del haz  de  10  grados,  de  ma- nera  tal  que  se  proporcionen perfiles  de  la  superficie  articular,  se  proporciona  más  información  precisa  referente  a  la  cantidad  de  depresión.  La  tomografía  y  los  estudios  de  tomografía  por  com- putadora  axil  son  útiles.  Tratamiento inicial  Se  aplica  un  enferulado  largo  de  pierna  con  la  rodilla  en  flexión  de  20  grados.  Se  aplica hielo  a  la rodilla.  Tratamiento  definitivo  Los  objetivos  del  tratamiento  de  las  fracturas  de  la  meseta  tibial  consisten  en  disminuir  el  riesgo  de  osteoartritis  postraumática  y  proporcionar  una  rodilla  estable  con  un  eje  de  alineación  nor- mal.  Las  indicaciones  del  tratamiento  operatorio  son  la  incon- gruencia  intraarticular  reducible,  desplazamiento  intraarticular  (es decir, una brecha sin una separación)  de 3 mm o más, inestabili- dad  ligamentosa,  o  una  desviación  de  la  alineación  de  la  rodilla.  Las  indicaciones  del  tratamiento  no  operatorio  son  una  fractura  que  no  puede  reducirse  o  estabilizarse  satisfactoriamente,  de  or- dinario  a  causa  de  corurúnución  extensa,  presencia  de  ampollas  y  artritis  preexistente.  El  tratamiento  no  operatorio  de  las  fracturas  de  la  meseta  tibial  que se encuentran mínimamente desplazadas, o en las cuales hay  una  osteoartritis  preexistente,  consiste  en  cuatro  a  ocho  semanas  de  inmovilización  en  un  enyesado  largo  de  pierna,  seguida  por  cuatro  a  ocho  semanas  de  no  cargar  pesos  y  movilización  prote- gida  en  una  ortosis.  Las  fracturas  desplazadas  que  se  tratan  de  forma no  operatoria  se  colocan  en  suspensión  esquelética  equili- brada  con  la  rodilla  a  45  grados.  Un  cabestrillo  da  soporte  a  la  pantorrilla,  y  se  aplican 4.5  a  9.0 kg,  aproximadamente,  de  trac- Lesiones  en  la  rodilla  351  ción a  través  de un clavo  tibial distal.  La  alineación de la fractura  se evalúa radiográficamente cada  dos a  tres  días,  durante las  pri- meras  dos  semanas,  y  la  tracción  se  ajusta  de  acuerdo  con  la  si- tuación.  A  las  dos  a  tres  semanas  se  inician  los  movimientos  pa- sivos  en  tracción.  A  las  cuatro  a  seis  semanas  de  ordinario  hay  una  reparación  clínica  y  radiográfica  suficiente,  de  manera  tal  que  puede  eliminarse  la  suspensión  equilibrada  y  aplicarse  un  enyesado  largo  de  pierna.  El  enyesado  se  continúa  por  8  a  10  semanas  posteriores  a  la  lesión.  Se  sigue  sin  cargar  pesos  12  se- manas  después  de  la  lesión.  Las  fracturas  de  la  meseta  míni- mamente desplazadas se evalúan mejor con un examen cuidadoso  (de  manera  habitual  bajo  anestesia  para  buscar  una  estabilidad  varo  y  valgo  en  la  rodilla  en  extensión  completa).  La  presencia  de menos de 10 grado de inestabilidad valgo es un hallazgo clíni- co  que  indica  un  buen  potencial  de  tratamiento  no  operatorio.  Este  hallazgo  fue  descrito  inicialmente  por  Rasmussen  (1973).  El objetivo del tratamiento operatorio es la alineación anatómica  de  la  superficie  articular  y  la  estabilización  adecuada  para  per- mitir  movilización  temprana.  La  exposición  quirúrgica  y  el  mé- todo  de  estabilización  se basan  en  el  tipo  de  fractura.  Las  fracturas  divididas  se  reducen  de  forma  cerrada  bajo  fluoroscopia  y  se  estabilizan  con  tornillos  percutáneos.  Para  re- ducir la fractura,  la rodilla  se flexiona a 30  grados y  se aplica una  presión  varo.  Al  mismo  tiempo  se  empuja  medialmente  la  cavi- dad  glenoidea lateral hacia la  tibia  proximal.  Si esta  maniobra no  produce como  resultado la  reducción,  se  expone  la fractura  a  tra- vés  de  un  acceso  pararrotuliano  lateral.  Se  identifica  y  retira  el  bloqueo  de  la  reducción  (con  frecuencia  en  menisco  lateral).  En  el posoperatorio,  la  extremidad  se coloca  en un  aparato  de  movi- miento  pasivo  continuo  y  se  mueve  de  10  a  30  grados.  Cuando  el  paciente  puede  practicar  límites  de  movimientos  activos  se  suspende  el  movimiento  activo  pasivo.  Se  mantiene  sin  cargar  pesos  por  seis  a  ocho  semanas.  Las fracturas  divididas-deprimidas  se exponen a través de  una  incisión  anterior  recta.  Se  secciona  el  asta  anterior  del  menisco  lateral, y  la fractura es  de "libro  abierto"  a través  del componente  seccionado, exponiendo de esa forma el segmento deprimido. Este  segmento  se  eleva  y  se  injerta  con  hueso,  y  el  fragmento  dividi- do  se  reduce  y  estabiliza  con  una  placa  (figs.  20-18  y  20-19).  Las  fracturas  deprimidas  se  tratan  operatoriamente  por  medio  de  una  incisión  recta  anterior  de  la  piel.  La  cavidad  glenoidea  lateral  se  eleva  con  un  tapón  de  hueso  insertado  a  través  de  una  ventana  en  la  metáfisis  lateral.  Se  secciona  la  fijación  tibial  del  menisco,  y  éste  se  retrae  hacia  arriba  para  exponer  la  cavidad  glenoidea.  El  defecto  que  se  produce  como  resultado  es  tapona- 352  Manual de  fracturas  do con injerto de hueso autógeno.  Se aplica lateralmente una pla- ca con  dos  tornillos  grandes  en hueso  esponjoso,  dentro  de  5  mm  del  hueso  subcondral.  La  función  de  estos  tornillos  consiste  en  dar  soporte  a  la  superficie  articular.  Las  fracturas  de  la  cavidad  glenoidea  medial  se  tratan  opera- toriamente  a  través  de  una  incisión  anterior  recta  o  una  incisión  posteromedial.  Dependiendo  de  la  localización  de  la  fractura,  puede incidirse el asta anterior del menisco medial o lateral. Pue- de  haber  una  compresión  mínima  con  fracturas  de  alta  energía,  en  cuyo  caso  no  es  necesario  un  injerto  de  hueso.  Se  requiere  la  aplicación  de  una  placa  para  estabilización  debido  a  que  los  tor- nillos  canulados  simples  no  proporcionan  una  estabilidad  ade- cuada  para  prevenir  el  desplazamiento.  Las  fracturas  bicondilares  se  exponen  mediante  la  incisión  de  una o  ambas  astas  anteriores  de  los meniscos.  El  tubérculo  tibial  anterior  puede  osteotomizarse,  y  reflejarse  el  tendón  rotuliano.  Los  fragmentos  se  reducen,  se  usa  injerto  de  hueso  para  llenar  defectos, y  se aplican placas  medial y lateral.  Las lesiones de alta  energía  tienen  riesgos  significativos  relacionados  con  complica- ciones  posoperatorias  de  tejidos  blandos.  Las fracturas de las cavidades glenoideas con una fractura metafisa- ria  relacionada  se  tratan  atendiendo  primero  la  fractura  intra- articular  y  luego  la  fractura  metafisaria.  Es  imperativa  la  reduc- ción  articular,  y  de  ordinario  se  fija  internamente  con  tornillos  canulados.  La  reducción y fijación metafisaria se realiza con una  placa o,  más  comúnmente,  con fijación externa  híbrida  mediante  fijación  con  un  alambre  pequeño  del  componente  tibial  proxi- mal.  El enyesado prolongado  de la fractura metafisaria no  es una  opción debido a que se produce como resultado una rodilla  rígida.  Se estimulan los movimientos  posoperatorios  tempranos.  Con  excepción  de  las  fracturas  divididas,  se  mantienen  sin  carga  de  peso  durante  12  semanas.  Los  pacientes  con  fracturas  dividas  pueden cargar  peso,  según  se  tolere,  a las  seis  semanas.  Complicaciones  Las  complicaciones  de  las  fracturas  de  las  cavidades  glenoideas  tibiales son artritis, falta de unión,  infección, y la persistencia tardía  de una meseta reducida. La artritis es el resultado de la incongruen- cia  articular  o  de  la lesión  de  un cartílago  articular que  se  produ- jo  en el  tiempo  de  la  fractura.  Los  pacientes  menores  de  50  años  de  edad  se  tratan con  fármacos  antiinflamatorios  no  esteroides  e  inyecciones locales  de esteroides.  Si  los  síntomas  lo justifican,  se  lleva  a  cabo  una  artrodesis  o  una  osteotomía  tibial  varo  o  valgo  alta  diseñada  a  "descargar"  el  cóndilo  afectado.  Los  pacientes  mayores  de  50  años con artritis  se  tratan con  una  artroplastia.  Lesiones  en  la rodilla  353  La falta  de  unión  de  las  fracturas  de  las  cavidades  glenoideas  tibiales  es  poco  común;  cuando  sucede,  se  acompaña  frecuente- mente con infección.  Al  evaluarse  la  falta  de  unión,  es  importan- te evaluar si se encuentra infectada,  si la articulación de la rodilla  es  artrítica,  y  qué  tanto  movimiento  se  produce  a  través  de  la  rodilla  en oposición  a  través  de  la  falta  de  unión.  Cuando no  hay  evidencia de infección,  y hay una artritis intensa, la falta de unión  se  trata con una artroplastia en los pacientes mayores de  50 años.  En  los  menores  de  50  años  de  edad,  la  falta  de  unión  se  trata  con  artrodesis  usando  un  clavo  intramedular.  El  tratamiento  de  las  faltas  de  unión  asépticas  sin  artritis  consiste  en  estabilización  rí- gida  bajo  la  forma  de  aplicación  de  placas  y  tornillos  e  injerto  de  hueso esponjoso autógeno.  El movimiento restringido de la rodi- lla  se  relaciona  con  una  alta  incidencia  de  fracaso  de  la  fijación.  Los  principios  de  tratamiento  de falta  de  unión  infectadas  de  las  fracturas  de  la  meseta  tibial  son  desbridamiento  de  tejido  necró- tico  y  cuerpos  extraños,  estabilización  de  la  falta  de  unión  con  tornillos  y  placas,  el  tratamiento  del  espacio  muerto  con  cuen- tecillas  impregnadas  de  antibiótico  o colgajos musculares,  cober- tura  de  tejidos  blandos  con  transferencia  de  tejido  local o  libre,  y  cobertura antibiótica basada en las  sensibilidades de los microor- ganismos patógenos.  La  falta  de unión séptica  de la meseta  tibial  se  vincula  con  frecuencia  con  destrucción  de  la  articulación.  En  estos  casos  se  realiza  artrodesis  de  la  rodilla  con  un  fijador  ex- terno.  Se produce  un abatimiento  tardío  de  una meseta  tibial  reducida  en  pacientes  que  han  sufrido  una  fractura  deprimida  de  la  cavi- dad glenoidea lateral o una fractura  de baja energía de la  cavidad  glenoidea medial.  Los pacientes  en riesgo se  siguen de cerca  des- pués  de  que  se  ha  iniciado  la  carga  de  pesos.  Si  se  sospecha  abatimiento,  se  suspende  la  carga  de  pesos  y  se  establece  una  terapéutica  física enérgica,  en particular refuerzo y límites  de mo- vimientos activos.  Después de dos a cuatro semanas de carga par- cial  de  peso en varo  (cavidad  glenoidea lateral)  o valgo  (cavidad  glenoidea medial) se reinstituye la ortosis, y se aumenta gradual- mente.  Se  obtienen  radiografías  semanalmente  hasta  que  los  pa- cientes están cargando pesos  completamente.  Si  se ha  producido  abatimiento, y la  estabilidad o  alteración en el eje  de la  rodilla es  sintomática,  el  tratamiento  es  osteotomía  o  artroplastia.  LESIONES  DEL  MECANISMO  EXTENSOR  Esta  sección  repasa  fracturas  de  la  rótula  y  lesiones  del  tendón  del  cuadríceps  y  del  ligamento  rotuliano.  354  Manual de  fracturas  FRACTURAS  DE  LA  ROTULA  Clasificación  Las  fracturas  de  la  rótula son no  desplazadas o  desplazadas,  sim- ples o conminuta,  y  transversas  o verticales  (figs.  20-20  a  20-23).  Las  fracturas  no  desplazadas son  todas  las  fracturas con desplaza- miento menor de 3 mm y sin espacios. El paciente tiene  extensión  activa  de  la  rodilla  o,  como  mínimo,  puede  realizar  una  eleva- ción directa  de la  pierna.  Las fracturas  desplazadas  son simples o  conminuta,  y  transversas  o verticales.  Los  fragmentos  están  des- plazados  más  de  3  mm,  o  hay  un  espacio  que  incluye  a  la  super- ficie  articular.  De manera habitual está ausente la extensión acti- va  de  la  rodilla.  Lesiones  relacionadas  Las  fracturas  del  fémur  proximal y  del  acetábulo  se  vinculan con  fracturas  rotulianas  sostenidas  durante  traumas  de  alta  energía  (p.  ej.,  lesión  con  el  tablero  de  instrumentos).  El  médico  encar- gado  del  tratamiento  debe  reconocer  la  lesión  articular  a  largo  plazo  que  puede  presentarse  y  que  da  por  resultado  síntomas  debilitantes.  Se obtienen y examinan radiografías de la cadera,  el  fémur  y  la  tibia.  La  rodilla  se  somete  cuidadosamente  a  presión  Flg. 20-20. Fractura rotuliana conminuta no desplazada.  Lesiones  en  la  rodilla  355  Flg. 20-21. Fractura rotuliana transversa simple desplazada.  Fíg. 20-22. Fractura rotuliana conminuta desplazada.  356  Manual  de  fracturas  Fig. 20-23. Fractura rotuliana vertical desplazada.  para  detectar  cualquier  lesión  de  los  ligamentos  estabilizadores.  Se practican  límites de movimiento  de  la cadera con el propósito  de  descartar  una  fractura  o  luxación  relacionada.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Hay dolor y una historia de trauma directo a la rodilla, o su flexión  forzada  (p.  ej.,  durante  una  caída).  Puede  haber  un  defecto  pal- pable,  con una brecha en los  tejidos blandos  en el  sitio  de  la  frac- tura.  Se  presenta  una  hemartrosis  grande  con  grasa.  Después  de  la  aspiración  se  inyecta  anestésico  local.  Cuando  se  ha  logrado  cierto grado de anestesia, se evalúa la capacidad del paciente para  extender  de  manera  activa  la  rodilla.  La  pérdida  de  extensión  activa  es  una  indicación  de  cirugía.  Examen radiográfico  Las  radiografías  anteroposterior  y  lateral  son  útiles.  Una  vista  "panorámica"  demuestra la presencia  de un espacio intraarticular,  pero  puede  no  ser  posible  obtenerla  debido  a  las  molestias.  Esta  vista  se  obtiene  flexionando  la  rodilla  45  grados,  colocando  el  Lesiones  en  la  rodilla  357  cásete en la  parte media  de la  pantorrilla,  y  dirigiendo el  haz,  de  dirección proximal a distal,  a  través  de la cara anterior de la rodi- lla.  La  tomografía  y  la  tomografía  por  computadora  no  son  de  utilidad.  Tratamiento  inicial  La  rodilla  se  enferula  en  extensión completa  y  se  le  aplica hielo.  Tratamiento  definitivo  El  tratamiento  se  basa  en  el  tipo  de  fractura.  Las  fracturas  trans- versas  no  desplazadas  o  conminuta  que  pueden  elevarse,  como  una elevación recta  del miembro inferior, se  tratan inmovilizando  la  rodilla  en  extensión,  en  un  enyesado,  o  en  un  inmovilizador  de  rodilla.  Se  mantiene  la  carga  de  pesos  parcial  durante  por  lo  menos  tres  días,  tiempo  durante  el  cual  se  obtienen  radiografías  a  intervalos  semanales.  Cuando  se  produce  desplazamiento  es  necesario  realizar  reducción  abierta  y  fijación  interna.  A  las  seis  semanas  se suspende  la  inmovilización y  se  inician los  ejercicios  del  intervalo  de  movimiento  activo.  Las  fracturas  verticales  que  no  son  desplazadas  se  tratan  de  forma  similar,  pero  en  este  caso  el  periodo  de inmovilización  es  de sólo  cuatro semanas.  Las  fracturas  desplazadas  se  tratan  con  reducción  abierta  y  fi- jación.  El  acceso  a  la  fractura  se  realiza  a  través  de  una  incisión  recta  y  en  la  línea  media  anterior,  que  se  extiende  desde  4  cm  proximales a la rótula hasta 2 cm distales al tubérculo  tibial ante- rior.  Se  han  recomendado  incisiones  transversas  en  el  pasado,  pero  pueden  interferir con  exposiciones  futuras  de  la  rodilla.  Las  fracturas  se  reducen  y  estabilizan  con  tornillos  y  alambres  de  Kirschner,  o  se  extirpa el segmento conminuta  y  se sutura  el  ten- dón  del  cuadríceps  o  el  ligamento  rotuliano  a  la  rótula  restante.  El  retináculo  se  repara  con  suturas  trenzadas  no  absorbibles.  La  reparación  puede  protegerse  con  un  cable  que comparte  la  carga  que  se  extiende  desde  el  tubérculo  tibial  anterior  hasta  la  rótula  proximal  (figs.  20-24  y  20-25).  Esto  es  especialmente  útil  en  las  fracturas  de  tipo  de  arrancamiento  del  polo  distal  de  la  rótula.  Complicaciones  Las  complicaciones  de  las  fracturas  rotulianas  incluyen  artritis  postraumática y  perdida  de la  fijación.  La  artritis  postraumática  se  trata  conservadoramente  con  fármacos  antiinflamatorios  no  es- feroides  e  inyecciones  de  esteroides.  Si  esto  no  tiene  éxito  en  el  tratamiento de los  síntomas,  se lleva  a cabo  una patelectomía.  La  358  Manual  de  fracturas  Flgs. 20-24 y 20-25. Fractura transversa simple antes y después de la fijación.  Lesiones  en  la rodilla  3 5 9  patelectomla  tiene  déficit funcionales  significativas,  especialmente  falta  de  fuerza,  y  debe  ponderarse en asesoría con el  paciente.  La  pérdida  de fijación se  trata con revisión de la  fijación.  LESIONES  DEL TENDÓN  DEL  CUADRÍCEPS  Y  DEL  LIGAMENTO  ROTULIANO  Clasificación  La rotura  del  tendón  del cuadríceps  y  del  ligamento  rotuliano  se  clasifican  como  arrancamiento  óseo  o  como  desgarro  en  la  parte  media  de  la  sustancia.  Lesiones  relacionadas  No  hay  lesiones  específicas  vinculadas  con  la  rotura  del  tendón  del  cuadríceps.  La  rotura  del  ligamento  rotuliano  con  frecuencia  se relaciona con tendinitis rotuliana,  hiperextensión de  la rodilla,  y lesiones  por saltos  (p.  ej.,  basquetbol)  prolongados.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y examen físico  Hay  antecedentes  de  que  la  rodilla cedió,  precedida  de ordinario  por una contracción intensa del cuadríceps.  Hay  dolor y un espa- cio  palpable  en  el  tendón  o  ligamento.  Si  se  presenta  una  exten- sión  activa  la  rotura  es  parcial.  La  pérdida  de  extensión  activa  indica una  rotura completa y significa  que  es necesaria  la  repara- ción  quirúrgica.  Examen radiográfico  Los  signos  radiográficos  son  leves  y  consisten  únicamente  en  un  derrame.  Pueden  estar  presentes  un  arrancamiento  de  hueso  de  la  rótula  o  del  tubérculo  tibial  anterior,  y  de  la  porción alta  de  la  rótula  (arrancamiento  del  tendón  rotuliano)  o  rotular  baja  (rotu- ra  del  tendón  del  cuadríceps).  Tratamiento inicial  La  rodilla  se  enferula  en  extensión completa  y  se le  aplica hielo.  Tratamiento  definitivo  La rotura parcial  del  tendón del cuadríceps  y  del  ligamento rotu- liano se  tratan de  manera no  operatoria.  La  rodilla se inmoviliza  360  Manual  de  fracturas  en  extensión  durante  cuatro  a  seis  semanas,  después  de las  cua- les  se  inician movimientos  activos  y  pasivos  suaves.  Los  roturas  completas  se  tratan  operatoriamente.  La  exposi- ción  quirúrgica  se  realiza  a  través  de  una  incisión  longitudinal  en la línea media, centrada sobre el  sitio  de la lesión.  El  tipo de la  reparación  depende  de  que  la  lesión  sea  un  arrancamiento  o  un  desgarro  de  la  parte  media  de  la  sustancia.  Los  arrancamientos  se fijan nuevamente por  medio  de orificios  taladrados  en  la  rótu- la  o  en  la  tuberosidad  tibial.  Los  desgarros  en  la  parte  media  de  la sustancia se  reparan mediante  reparación  terminoterminal con  sutura  de  Kessler,  o  con  suturas  trabadas,  en  la  forma  descrita  por  Krackow  y  colaboradores  (1988).  Los  desgarros  vinculados  en  el  retináculo  se  reparan  con  suturas  trenzadas  no  absorbibles  con  forma  de  ocho.  Las  reparaciones  del  ligamento  rotuliano  se  protegen  con  un  alambre  que  carga  pesos  o  un  asa  de  cable,  que  se extienden desde el polo proximal de la rótula hasta el  tubércu- lo  tibial  anterior.  En el posoperatorio,  las reparaciones del tendón del cuadríceps  se  protegen  de  cuatro  a  seis  semanas  en  una  férula.  La  carga  de  peso  es  tolerada  sobre  muletas.  A  las  cuatro  a  seis  semanas  se  retira  la  férula  diariamente  para  la  práctica  de  ejercicios  activos  del  intervalo  de  movimiento.  A  las  ocho  semanas  se  suspenden  la férula y las muletas.  Cuando se ha reparado el tendón rotuliano,  y  se ha usado un alambre o cable que sostiene cargas,  no es nece- saria  la  inmovilización  posoperatoria.  La  fijación  transoperato- ria  de  la  rodilla  a  90  grados  da  al  clínico  una  estimación  de  la  fuerza  de  construcción.  Los  movimientos  activos  del  intervalo  de  movimiento  suelen  iniciarse  dos  semanas  después  de  la  ciru- gía.  Las  moléculas  se  usan  durante cuatro  semanas.  Complicaciones  Las  complicaciones  de  la  rotura  del  tendón  del  cuadríceps  y  del  ligamento  rotuliano  son  principalmente  la  falla  de  la  reparación  y la infección. La falla en la reparación es una complicación grave.  En  los  casos  poco  comunes  en  los  cuales  se  detecta  temprana- mente,  puede  practicarse  de  nuevo  la  reparación;  sin  embargo,  debe  extenderse  la  duración  de  la  inmovilización.  De  ordinario  la  falla  en  la  reparación  se  detecta  tardíamente,  y  se  requiere  un  procedimiento  quirúrgico  más  extenso.  Para  restaurar  la  conti- nuidad  se  emplea  el  avance V-Y  del  cuadríceps,  injertos  de  ten- dón  con  el  uso  de  fascia  lata,  o  transferencia  de  los  músculos  semitendinoso  y  grácil.  La  infección  de  la  reparación  es  relativa- mente  común  debido  a  su  localización  subcutánea.  Cuando  se  produce  infección  se  trata  enérgicamente  con  antibióticos.  De  Lesiones  en  la  rodilla  361  ordinario no  es  necesario el  tratamiento  quirúrgico  de  la  repara- ción  infiltrada.  Las  indicaciones  para  la  cirugía  son  una  rodilla  séptica,  que  precisa  drenaje,  y  la  pérdida  de  tejido  sobre  el  ten- dón  rotuliano  que  requiere  una  transferencia  de  tejidos  blandos  (p.  ej.,  colgajo  del  gastrocnemio).  LESIONES  LIGAMENTOSAS  DE  LA  RODILLA  Esta sección describe el diagnóstico y tratamiento de las luxaciones  de  la  rodilla.  Clasificación  Los autores clasifican tres luxaciones de acuerdo con los  ligamen- tos  que  están rotos.  Hay cuatro ligamentos que pueden romperse:  el cruzado ante- rior  (LCA),  el  cruzado  posterior  (LCP),  el  lateral  contralateral  (LCL)  la esquina, y  el medial colateral  (LMC)  la esquina.  La eva- luación de estos ligamentos que están rotos  se basa en el examen  físico, ya sea inmediatamente  después  de  la lesión,  o más  adelan- te  bajo  anestesia.  Durante  muchos  años,  la  característica  fundamental  de  las  luxaciones  de  la  rodilla  era  una  rotura  completa  de  ambos  liga- mentos  cruzados.  Recientemente  se  ha  vuelto  claro  que  ocasio- nalmente  el  cruzado posterior  está  intacto.  Este  es  un  punto  fun- damental:  un  cruzado  posterior  funcional  dirige  el  tratamiento  quirúrgico al  de  un cruzado  anterior desgarrado.  En contraste,  la  luxación,  en  la  cual  ambos  ligamentos  cruzados  están  desgarra- dos,  es un patrón mucho más complicado e  inestable que requie- re  tratamiento  de  ambos  ligamentos.  Durante  una  luxación  de  la  rodilla  pueden  romperse  uno  o  ambos  ligamentos  colaterales.  La  rotura  de  un  ligamento  colate- ral implica  la  rotura  de  estructuras  capsulares  subyacentes,  y  di- rige  el  procedimiento  quirúrgico  a  la  reparación  ligamentosa.  Lesiones  relacionadas  Las  lesiones  que  se  vinculan  con  las  luxaciones  de  la  rodilla  son  vasculares,  neurológicas  o  esqueléticas.  Aproximadamente  la  tercera  parte  de  todas  las  luxaciones  de  la  rodilla  tiene  una  lesión  de  la  arteria  poplítea  relacionada.  La  presencia de pulsos pedales no descarta una lesión arterial  (p.  ej.,  un  desgarro  de  la  íntima).  Por  lo  tanto,  es justificable  la  arterio- grafia,  aun  en  presencia  de  pulsos  palpables  posteriores  a  la  re- 362  Manual de  fracturas  ducción.  La  rotura  de  la  arteria  poplítea  es  una  urgencia  quirúr- gica.  La circulación  debe  restablecerse  en  un lapso  de  ocho horas  o la probabilidad de salvamento  de  la pierna es mínima.  La esta- bilización de la  rodilla con fijación externa es el medio más eficaz  para proteger la reparación vascular.  Puede  dejarse en su  lugar el  fijador  externo,  y  usarse  para  tratar  la  lesión ligamentosa.  Los nervios peroneo y tibial están en riesgo.  El nervio peroneo se  lesiona más frecuentemente que  el nervio  tibial,  con una inciden- cia aproximada de 20%. El nervio peroneo se lesiona más común- mente  en vinculación con  el complejo  ligamentoso  lateral  (es  de- cir,  lesión  de  aducción  de  la  rodilla  con  desgarro  del  LCA,  LCP,  LCL/EPL  [ligamento  posterolateral  común]  desgarrado,  LMC  intacto).  Suele  ser  una  lesión  por  tracción que  no  se  puede  repa- rar.  El  diagnóstico  diferencial  de  déficit  del nervio  peroneo  y  ti- bial  incluye  el  síndrome  de  compartimiento.  Los arrancamientos óseos de los orígenes e inserciones  de los li- gamentos  son distintos a  las fracturas-luxaciones  de la rodilla,  en  las  cuales  la  lesión  ligamentosa  se  relaciona  con  una  fractura  de  los cóndilos tibiales o femorales.  Con frecuencia un arrancamiento  del hueso facilita la reparación ligamentosa.  El LCP es arrancado  en  aproxi madament e  80%  y  el  LCA  en  cerca  de  50%  de  las  luxaciones  de  la  rodilla  bicruzadas  completas.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  El mecanismo de la lesión es importante debido a que la inciden- cia  de  lesiones  vinculadas,  en  particular  la  rotura  de  la  arteria  poplítea,  es  menor con lesiones  de  baja  energía  (p.  ej.,  relaciona- das  con  deportes).  El  diagnóstico  de una luxación de  la rodilla  desplazada es ob- vio  debido  a  la  deformidad  manifiesta.  Sin  embargo,  a  menudo  la  luxación  ha  sido  reducida  en  el  sitio  de  la  lesión,  y  la  hincha- zón  puede  ser  el  único  hallazgo  físico  obvio.  Se  asume  que  las  laceraciones  se  comunican  con  la  articulación  a  menos  que  se  compruebe  otra cosa.  Un  pliegue  medial  de la  piel  puede indicar  que  la  luxación  es  compleja  o  irreducible  con métodos  cerrados.  La evaluación vascular enfocada incluye  palpación de  los pul- sos pedales,  examen de los compartimientos  de la pierna y  pie, y  evaluación  del  color  de  la  piel  y  llenado  capilar.  La  evaluación  neurológica  centrada  incluye  examen  del  nervio  peroneo  (es  de- cir,  sensibilidad  del  dorso  del  pie  y  capacidad  para  flexionar  dorsalmente  el  tobillo)  y  del  nervio  tibial  (es  decir,  sensibilidad  de  la  planta  del  pie  y  capacidad  de  realizar  flexión  plantar  del  tobillo,  pie y  dedos  de  los  pies.)  Lesiones  en  la  rodilla  363  La  evaluación  ligamentosa  inicial  se  lleva  a  cabo  de  manera  estandarizada,  haciéndose referencia  a la rodilla contralateral para  comparación.  Se  aplica  tensión a la rodilla en extensión completa  en varo y valgo;  la abertura de la rodilla en extensión completa  in- dica  una  lesión  de  ambos  ligamentos  cruzados,  y  el  colateral  relacionado.  La  inestabilidad  en  flexión  a  30  grados  indica  un  desgarro  del  LMC  (valgo)  o  LCL  (varo)  (fig.  20-26).  La  hiperex- tensión indica  un LCA  y  una  esquina  posterolateral  desgarrados  (una prueba positiva de recurvación en hiperextensión).  Una prue- ba  positiva  de  Láchman  indica  un  LCA  desgarrado.  La  prueba  de  Lachman  se  realiza  flexionando  la  rodilla  a  25  grados.  Una  mano  estabiliza  el  muslo  y  la  otra  aplica  tensión  a  la  tibia  para  desplazar  la  rodilla  en  sentidos  anterior y  posterior  (fig.  20-27).  Cuando  hay  una  cantidad  anormal  de  movimiento,  la  prueba  es  positiva.  Se practican las pruebas anterior y  posterior  de la  gave- ta,  flexionando  la  rodilla  90  grados  y  aplicando  fuerzas  anterior  y  posterior,  respectivamente.  La  inestabilidad  indica  un  LCA  y  cápsula o LCP y cápsula desgarrados, respectivamente.  La lesión  del ligamento cruzado posterior se evalúa clínicamente mejor con  una  prueba  de  gaveta  posterior.  Examen radiográfico  Se  realizan  exámenes  neurovasculares  y  radiográficos  con  ante- rioridad  a la reducción.  Las  radiografías  anteroposteriores y  late- rales  ayudan  a  clasificar  la  lesión  por  posición  de  la  tibia  o  del  Flgs. 20-26. Aplicación de fuerza al ligamento medial colateral.  364  Manual  de  fracturas  Flg. 20-27. Prueba de Lachman.  fémur,  y  a  determinar  si  hay  fracturas  vinculadas.  Después  de  la  reducción  cerrada  inicial,  la  lesión  se  evalúa  adicionalmente  con  imagen  por  resonancia  magnética  (IRM).  Este  estudio  identifica  los  ligamentos  que  están  rotos  y  distingue  los  desgarros  de  la  sustancia  media  de  los  arrancamientos.  Esto  es  particularmente  útil  en  la  planeación  del  tratamiento  de  una  luxación  de  rodilla  con  rotura  del  ligamento  cruzado  posterior.  Se obtienen radiografías mientras el paciente está anestesiado.  Se  aplica  tensión  a  la  rodilla  extendida  en varo y  valgo.  La  aber- tura de  la línea articular indica  la  rotura completa  de  ambos  liga- mentos  cruzados  y  el  medial  colateral  o  el  lateral  contralateral.  Por lo  tanto,  con la  evaluación  inicial,  las  radiografías  previas  y  posteriores  a  la  reducción,  la  imagen  por  resonancia  magnéti- ca,  el  examen  bajo  anestesia,  y  las  radiografías  con  tensión,  se  establece  una  predicción  precisa  del  daño  a  las  estructuras  pre- vias  a  la  incisión.  Tratamiento inicial  La  reducción  suele  ser  directa y  lograrse con  tracción y  manipu- lación longitudinal.  Una  vez  que  se  reduce  la  articulación,  se  re- piten los exámenes vasculares y neurológicos.  Se enferula y  apli- ca  hielo  a  la  rodilla.  Se  obtienen  radiografías  posteriores  al  enferulado  para  asegurar  el  mantenimiento  de  la  reducción.  Co- rresponde  al  médico  identificar  una  lesión  vascular  relacionada  tan tempranamente como sea posible.  Como mínimo,  el paciente  Lesiones  en  la  rodilla  365  es  admitido  para  observación.  En  la  mayor  parte  de  los  casos  se  practican  índices  de  tobillo-brazo  o  arteriografía  para  descartar  una  lesión  arterial  vinculada.  Con  frecuencia  se  unen  índices  to- billo-brazo en luxaciones  de  deportes  o  de baja energía, y  arterio- grafía  en  pacientes  con  traumas  múltiples.  Tratamiento  definitivo  Con  los  adelantos  recientes  en  la  reconstrucción y  reparación  de  los  ligamentos,  tiene  sentido  intuitivamente  realizar  reparacio- nes ligamentosas agudas  (dentro  de un plazo  de  tres a cinco días).  Además, la reparación quirúrgica permite realizar  tempranamente  ejercicios  de límites  de movimiento.  Las lesiones  relacionadas en  la  esquina  posterolateral  se  tratan  mejor  tempranamente  con  ci- rugía  más  que cuando  son reconstruidas  tardíamente.  En  ocasio- nes,  se  requiere  tratamiento  cerrado  de  luxaciones  de  la  rodilla  debido a las lesiones relacionadas  (tejidos blandos,  traumas múl- tiples,  infección).  El  tratamiento  cerrado  consiste  en  inmovilización  de  la  rodilla  en extensión durante seis semanas, seguida por manipulación bajo  anestesia y  artroscopia y ejercicios  de limites  de movimientos.  La  duración  de  este  tiempo  permite  de  manera  habitual  lograr  la  reparación  satisfactoria  del  ligamento  cruzado  posterior.  A  me- nudo  se  requiere  manipulación  bajo  anestesia  epidural  para  re- cuperar movimientos completos.  Los ejercicios de límites de  mo- vimiento  tempranamente,  como  se  usan  en  la  actualidad  para  tratar lesiones  de  LCA-LMC  combinadas,  da  lugar  a  la laxitud y  lesiones  bicruzadas  completas  con  afección  de  la  esquina  liga- mentosa.  Tratamiento  quirúrgico  Hay  técnicas y principios  fundamentales para el  tratamiento qui- rúrgico.  Siempre  que  es  posible  se  usan  las  incisiones  de  la  línea  media  para  minimizar  la  incidencia  de  problemas  de  reparación  de heridas si  se  practican otros  procedimientos  quirúrgicos en el  futuro.  La  reparación  de  desgarros  de  ligamento  en la  parte  me- dia  de  la  sustancia  pueden  realizarse  con  una  técnica  de  sutura  con  asa,  en la forma descrita por Marshall y colaboradores  (1991),  o  una  sutura  de  cierre  trabada  con  sobrecosido,  en  la  forma  des- crita  por  Krackow  y  colaboradores  (1988).  Los  desgarros  cruza- dos  en  la  parte  media  de  la  sustancia  se  reconstruyen.  Las  lesio- nes  ligamentosas  en  la  sustancia  media  colateral  y  de  la  esquina  se  reparan.  Los  ligamentos  arrancados  de  sus  inserciones  u  orí- genes se fijan de  nuevo  con  un  tornillo y una arandela  con  picos.  La  366  Manual  de  fracturas  fijación  de  un auto  o aloinjerto  se  realiza fijando el  injerto en  túne- les  óseos en el  fémur y  la  tibia.  La clave para la reconstrucción de  la rodilla luxada es reparar primero el ligamento lateral contralateral.  No se recomienda la cirugía LCP-LC A simultánea aguda, y de  ordinario  se  retrasa  la  reconstrucción  del  ligamento  cruzado  an- terior.  La excepción de esta  regla es un arrancamiento  de LCA en  el  cual  la  nueva  fijación  aumenta  la  estabilidad  de  la  rodilla  sin  incrementar  la  complejidad  o  duración  de  la  cirugía.  La  repara- ción  de  las lesiones colaterales aumenta  la estabilidad,  y  es espe- cialmente  útil  en  el  tratamiento  de  la  esquina  posterolateral.  La  artroscopia  de  la  luxación  aguda  de  la  rodilla  (dentro  de  los  14  días  posteriores  a  la  lesión)  está  contraindicada  debido  al  riesgo  de  extravasación  de  líquido  por  rotura  capsular.  La  reconstruc- ciones  LCP y  LCA simultáneas  son preferibles,  pero de ordinario  en base retrasada  (de  dos  a seis  semanas),  después  de que  se han  iniciado  los  movimientos  y  la  cápsula  se  ha  reparado  (sin  sella- do)  para  permitir  la  artroscopia.  Técnicas  quirúrgicas  específicas  Las  siguientes  descripciones  del  tratamiento quirúrgico  de la  ro- dilla  luxada  se  basan  en  el  ligamento  afectado.  Tipo 1. LCA-LMC-LCL desgarrados, LCP intacto: la integridad del  LCP  dirige  el  tratamiento  de  este  tipo  de  luxación  al  ligamento  cruzado  anterior.  La  reparación  del  LCA  se  realiza  ya  sea  inme- diatamente o hasta que sean restaurados los límites de movimien- to  y  se ha  producido  reparación  colateral.  Tipo II.  LCA-LCP desgarrados,  LMC-LCL intactos: este patrón de  lesión es poco común,  y  el  tratamiento se  simplifica  por los cola- terales  intactos.  La clave para  el  éxito  del  tratamiento  es  la  repa- ración  del  ligamento  cruzado  posterior  y  el  ligamento  cruzado  anterior.  Tipo III. LCA-LCP-LMC desgarrados,  LCL-LPC (posterolateral co- mún)  intactos:  el objetivo  primario  es reparar  el  ligamento  cruza- do posterior y el ligamento medial colateral.  Se expone la rodilla  por medio  de una incisión recta en la línea media o paramediana,  y  se inspeccionan los  meniscos.  La  disección suave medialmente  expone al LMC, el cual se repara. El LCP, si está arrancado, se  fija  nuevamente  al  fémur o  a  la  tibia  a  través  de  esta  misma  incisión.  Los  desgarros  del  LCP en la parte media de la sustancia,  se repa- ran  mediante  el  uso  de  un  autoinjerto  obtenido  del  ligamento  rotuliano,  o  un  aloinjerto.  Las  reparaciones  de  tensión  y  fijación  final  del  LCP y  el  LMC  se realizan con la rodilla en  flexión  de 20  grados,  y  con la  cadera  en  rotación externa,  reduciéndose  de  esa  forma  el  compartimiento  tibio  femoral  medial.  La  presencia  de  Lesiones en la rodilla  367  una  esquina  posterolateral  funcional  simplifica  el  tratamiento  de  este  tipo  de  luxación  de  la  rodilla.  Se  requiere  la  reconstrucción  simultánea  o  en  etapas  del  LCA  para  lograr  una  estabilidad  fun- cional.  La  reconstrucción  simultánea  de  LCA-LCP  se  realizan  mejor  en  base  subaguda  (de  tres  a  seis  semanas  posteriores  a  la  lesión)  para  evitar  rigidez.  Tipo IV. LCA-LCP-LCL-LPC desgarrados,  LMC intacto: los LCL y  LPC  desgarrados  complican  el  tratamiento.  Es  importante  esta- blecer  nuevament e  la  esqui na  post erol at eral  y  est ruct uras  tendinosas relacionadas (es decir, bíceps femoral o banda iliotibial,  o  ambas),  además  del  ligamento  cruzado  posterior.  La  incisión  es posterolateral.  El nervio peroneo se aisla y  se retrae, y la rodi- lla se inspecciona subluxando la articulación tibiofemoral. Se usa  la  sutura  de  "trabado  con  sobrecosido"  para fijar nuevamente  o  reparar el LCL y estructuras posterolaterales vinculadas,  si están  desgarradas.  Los  arrancamientos  del  LCP  se  fijan  de  nuevo  por  medio  de una incisión posterolateral.  Se  lleva a cabo una incisión  media  para fijar de  nuevo  al  LCP  cuando  ha  sido  arrancado  del  fémur,  o  si  se requiere  un  túnel  del  fémur  para  la  reconstrucción.  La  nueva  fijación  del  LCA  se  practica  de  forma  aguda,  si  está  presente.  Se  requerirá  la  reconstrucción  final  del  LCA  para  per- mitir  la  estabilidad  funcional  de  la  rodilla.  Tipo  V. LCA-LCP-LMC-LCL-LPC desgarrados: este patrón es más  frecuente  con  una  lesión  de  alta  energía  caracterizada  por  inesta- bi l i dad  not abl e  acompañada  con  frecuencia  por  deterioro  neurovascular.  La  reparación del  LCP y  de la  esquina  posterola- teral es el objetivo primario.  Mediante el uso de una incisión poste- rolateral,  estas  dos  estructuras  se  exploran  y  se  reparan.  Puede  requerirse  una  incisión  medial  para  fijar  de  nuevo  al  LCP  al  fé- mur  o  para  reconstruirlo  con  un  autoinjerto  o  aloinjerto.  La  re- construcción del  LCA,  simultánea  o en  etapas,  permite  la  estabi- lidad  funcional  de  la  rodilla.  La  presencia  de  traumas  múltiples  complica  el  tratamiento.  Complicaciones  Las complicaciones  que son singulares a  una luxación de la rodi- lla  son  artrofibrosis,  laxitud  residual  y  estructuras  laterales  insu- ficientes.  La artrofibrosis  produce como resultado pérdida  de movimien- to.  Se  previene  mejor  siguiendo  la  reparación  quirúrgica  con  te- rapéutica física  rigurosa.  Si no  se ha  obtenido  una  flexión  de  90°  hacia  las  seis  semanas  posteriores  a  la  cirugía,  se  lleva  a  cabo  manipulación  bajo  anestesia  epidural  y  resección  de  la  cicatriz  artroscópica.  La  anestesia epidural se continúa en el posoperato- rio,  de  dos  a  tres  días  para mantener  el  movimiento.  368  Manual  de  fracturas  La  laxitud  residual  se  debe  frecuentemente  a  la  nueva  fijación  de  un  LCP  estirado.  Esta  laxitud  se  evita  mejor  mediante  la  re- construcción  del  LCP  estirado  con  autoinjerto  o  aloinjerto  en  la  reparación  inicial.  Las  estructuras  laterales  insuficientes  dan  lugar a  inestabilidad  rotatoria posterolateral  (IRPL).  La reparación  de las  estructuras la- terales  puede  ser  difícil  (los  desgarros  de  la  parte  media  de  la  sustancia  del  LCL  son  particularmente  difíciles)  pero  deben  in- tentarse.  A  diferencia  de  las  lesiones  LCA/LCL  combinadas,  en  las cuales el  LCL se  trata con frecuencia de manera no operatoria,  el LCL  en una  luxación  de  la  rodilla  se  repara  o  reconstruye  para  promover  la  estabilidad  lateral.  Puede  usarse  tenodesis  del  bí- ceps  para  aumentar  la  lesión  del  ligamento  lateral  contralateral.  La reconstrucción del LCA es necesaria después de la cirugía LCL- LPC inicial  (el LCA  funciona con un colateral interno)  proporcio- nado  estabilidad  en  la  extensión.  LECTURAS  SELECCIONADAS  Fracturas subcondüares del fémur  Giles JB, DeLee JC, Heckman JD, Keever JE: Supracondylar-intercondylar  fractures of the fémur treated with a supracondylar píate and lag screw.  J  Bone Joint Surg 66A:964-870,1982.  Ker NB, Maempel FZ, Patón DF: Bone cement as an adjunct to medullary  rtailing in fractures of the distal thírd of the fémur in etderly patíents. Injury  16(2):102-7,1984.  Mize  RD,  Bucholz  RW,  Grogan  DP:  Surgical  treatment  of  displaced,  comminuted  fractures  of  the  distal  end  of the  fémur. J Bone Joint Surg  64A:871-879, 1982.  Fracturas de la meseta tibial  Fernandez D:  Anterior approach to  the knee with osteotomy of the tibial  tubercle for bicondylar tibial fractures. JBone Joint Surg 70A:208-219,1988.  Perry CR, Evans LG, Rice S, Fogarty ], Burdge RE: A new surgical approach  to  fractures  of the  lateral  tibial  plateau. JBone Joint Surg 66A:1236-1240,  1984.  Rasmussen PS: Tibial condylar fractures. 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Sólo  recientemente,  el  pronóstico  de las  fracturas  tibiales  abiertas  era  muy  escaso,  y  las  tasas  de  amputación  y  mortalidad  eran  altas.  El  primer  avance  importante  en  el  tratamiento  de  las  fracturas  tibiales  fue  la  intro- ducción de enyesados,  aproximadamente  en 1800.  Esto  permitió  el  tratamiento  ambulatorio  de  las  fracturas.  El  tratamiento  con  enyesado  se  modificó  en  el  siglo  XX,  lo  cual  permitió  el  movi- miento  de la  rodilla  y  el  tobillo,  pero el  tratamiento con  soporte  de  fracturas  tibiales  fue  popularizado  por  Sarmiento  en  la  déca- da  de  1960.  El tratamiento operatorio  de las fracturas  del cuerpo  de la tibia  fue  usado  por primera  vez  en  la  segunda  mitad  del  siglo  xrx,  con  la introducción de fijadores externos y placas en el hueso. La apli- cación  de clavos intramedulares  tibiales  se  inició  en la  década  de  1940, y la de los clavos intramedulares con trabazón, en la de  1970.  El  tratamiento  de  las  fracturas  siempre  ha  presentado  un  desafío  a  los  cirujanos.  Hasta  la  introducción  de  la  asepsia  y  anestesia  eficaz,  los  métodos  de  tratamiento  de  las  fracturas  del  cuerpo  ti- bial eran crudas.  El  advenimiento  de  los antibióticos,  los prime- ros  de  los cuales  fueron las  sulfonamidas,  también mejoró  los  re- sultados,  disminuyendo tanto la morbilidad como la mortalidad.  Sin  embargo,  el  tratamiento  de  las  fracturas  tibiales  abiertas  no  fue  realmente  factible  sino  hasta  el  decenio  de  1970,  cuando  se  introdujo  la  cobertura  con  transferencias  de  tejidos  blandos  li- bres  y  locales.  La  cooperación  entre  los  cirujanos  ortopedistas  y  los  cirujanos  plásticos  ha  sido  un  factor  de  importancia  determi- nante  de  la  mejoría  en el  tratamiento  de  estas  lesiones  difíciles.  ANATOMÍA  Los  5  cm  proximales  y  distales  de  la  tibia  son  las  metáfisis.  La  diáfisis  de  la  tibia  es  triangular  en  la  sección  transversal,  y  tiene  370  21  Fracturas  del  cuerpo  tibial  371  superficies  medial,  lateral  y  posterior  separadas  por  bordes,  an- terior, medial y lateral.  El borde anterior es afilado proximalmente,  pero  distalmente  se  vuelve  romo  y  continúa  al  maléolo  medial.  El borde  medial es romo  proximalmente  pero  se afila  distalmen- te  al  extenderse  en  la  aparte  lateral  de  la  metáfisis  tibial  inferior.  La  superficie  medial  de  la  diáfisis  tibial  es  subcutánea,  lo  que  explica  la  alta  incidencia  de  fracturas  tibiales  abiertas.  La  super- ficie  lateral  tiene  una  depresión  proximalmente  para  el  músculo  tibial  anterior.  La  superficie  posterior  está  limitada  por  los  bor- des  medial  y  lateral,  y  se  cruza  proximalmente  por  la  línea  del  soleo.  Este  borde  da  origen  al  músculo  soleo.  El  cuerpo  del  peroné  es  largo  y  delgado,  y  tiene  superficies  anterior,  posterior  y  lateral,  separadas  por  bordes  anterior,  pos- terior y  medial.  Tiene  una  leve  torcedura  en espiral.  Una  función  importante  de  la  tibia  consiste  en  fijar  la  muscu- latura que controla el movimiento  del  tobillo y  del  pie.  Hay  cua- tro  compartimientos  mioaponeuróticos  en  la  pierna.  Estos  com- partimientos  son  de  considerable  importancia  en  las  fracturas  diafisarias  de  la  tibia.  El  compartimiento  anterior  está  limitado  por  el  borde  lateral  de  la  tibia,  la  membrana  interósea,  el  peroné  anterior,  y  la  apo- neurosis  profunda.  Contiene  cuatro  músculos:  tibial  anterior,  extensor  largo  del  dedo  gordo,  extensor  largo  de  los  dedos,  y  peroneo  tercero.  Los  músculos  reciben  innervación  del  nervio  peroneo  profundo y  son regados  por  la  arteria  tibial  anterior  que  pasa  a  través  del  compartimiento  anterior  y  continúa  por  debajo  de  la  articulación  del  tobillo  como  arteria  dorsal  del  pie.  El  compartimiento  lateral  está  contenido  por  el  borde  lateral  del  peroné,  la  aponeurosis  profunda,  y  las  acumulaciones  apo- neuróticas entre el  peroné y la aponeurosis profunda.  Contiene a  los  músculos  peroneo  largo  y  corto,  que  reciben  innervación  del  nervio  peroneo  superficial.  Hay  dos compartimientos  posteriores:  profundo y  superficial.  El compartimiento posterior profundo, además del compartimien- to anterior,  es  el  afectado  más  frecuentemente con el síndrome  de  compartimiento.  Está  limitado  por  la  superficie  posterior  de  la  tibia,  los bordes  mediales y  posteriores  del peroné,  la membrana  interósea  y  la  aponeurosis  que  los  separa  del  compartimiento  posterior superficial.  Contiene cuatro  músculos:  poplíteo,  flexor  largo del  dedo  gordo,  tibial  posterior y  flexor largo de los  dedos.  Todos  estos  músculos  son  abastecidos  por  el  nervio  tibial  poste- rior  y el fascículo neurovascular principal, que contiene al nervio  y arteria tibial posteriores que  pasan a  través  del  compartimiento.  El  compartimiento posterior superficial  está  limitado  por  apo- neurosis y contiene a los músculos gastrocnemio y  soleo, además  372  Manual de  fracturas  del  músculo  plantar.  Son  innervados  por ramas  del  nervio  tibial  posterior.  Los  nervios  sural  y  safeno  tienen un  trayecto  entre  la  piel  y  la  aponeurosis  profunda.  Clasificación  Las  fracturas  de  la  tibia  se  clasifican  de  acuerdo  con  el  mecanis- mo  de  la  lesión,  localización,  configuración  de  la  fractura,  y  el  hecho  de  que  la  fractura  esté  abierta.  Los tres mecanismos de lesión son carga excesiva, fracturas pato- lógicas y fracturas  por esfuerzo.  Cuando se considera el mecanis- mo  de  la  lesión,  es vital hacer la  distinción entre lesiones  de baja  y  alta  energía.  El  pronóstico  final  de  las  fracturas  de  la  tibia  de- pende  del  grado  de lesión  relacionada  de  tejidos blandos,  que  es  mucho mayor en accidentes  en vehículos  de motor y  lesiones por  armas  de  fuego  que  en  caídas  menores  o  lesiones  relacionadas  con deportes. El peor pronóstico se observa en las fracturas tibiales  causadas por aplastamiento prolongado,  debido a que destruyen  la vasculatura  de los  tejidos blandos y conducen con frecuencia  a  muerte  muscular.  El mecanismo más común  de lesión es la  carga  excesiva  del  hueso  normal.  La  fuerza,  o  carga  aplicada,  puede  ser  indirecta  (es  decir,  torsional),  causante  de  una  fractura  en  espiral  de  la  parte  más  débil  de  la  diálisis,  en  el  punto  de  unión  de  los  tercios  medio  y  distal  del  hueso.  La  fractura  puede  ser  debida  a  una  fuerza  directa,  como  un  golpe  directo.  Estas  lesiones  suelen  implicar  un  componente  de  encorvadura  o  deslizamiento,  y  sue- len  ser  lesiones  de  energía  más  alta  que  las  torsionales.  Ocasionalmente la  fractura  es patológica,  ya  que se produce  en  un  hueso  anormal  como  resultado  de  una  fuerza  relativamente  menor.  La  causa  más común  de  una  fractura  patológica  es  la  os- teoporosis  senil.  La  tibia  puede estar  también  afectada  por enfer- medades  metabólicas  de  los huesos,  como  la  enfermedad  de  Pa- get u osteomalacia,  o puede  ser  el  sitio  de  depósitos  metastásicos  de  carcinoma  o  mieloma  múltiple.  Las  fracturas  por esfuerzo  de  la  diáfisis  tibial  se  deben  a  carga  máxima  repetida  del  hueso  normal,  de  ordinario  en  personas jó- venes.  En  los  reclutas  militares,  la  mayoría  de  las  fracturas  por  esfuerzo se producen en el tercio superior.  Con los atletas, la afec- ción  es  más  baja  en  la  tibia,  de  manera  más  habitual  en  la  unión  de  los  tercios  medio  e  inferior.  En  las  bailarinas  de  ballet  la  ma- yor parte  de  las  fracturas  por estrés  se  encuentra  en el  tercio  me- dio  de  la  tibia.  En  los  corredores,  las  fracturas  por  esfuerzo  del  peroné  tienen  tendencia  a  producirse  en  un  punto  situado  inme- diatamente  por  encima  del  tobillo.  Fracturas  del cuerpo  tibial  373  La  locatización  de la  fractura se describe como proximal, media  o distal.  La configuración  de la fractura se describe como  transver- sa, oblicua, o en espiral.  Además, puede haber un fragmento suelto  que no  implica la corteza completa,  lo  que  se conoce comúnmen- te  como fragmento  mariposa.  Cuando  la  fragmentación  cortical  es  circunferencial,  se conoce  a  la fractura como conminuta.  Las  frac- turas  segmentarias  tienen  dos  fracturas  separadas  con  un  tubo  cortical  intacto  intermedio.  Otros  factores  para  terminar  la  pro- gresión  general  son  el  grado  de  desplazamiento  inicial  y  la  pre- sencia  o  ausencia  de  una  fractura  peroneal  segmentario.  La clasificación de fracturas abiertas se presenta en el aparatado  "Evaluación  clínica  y  tratamiento  inicial  de  los  pacientes con  le- siones  múltiples"  (cap.  1).  Tiene  un valor pronóstico  referente  al  tiempo  para  la  unión  y  el  retorno  a  la  función  del  paciente.  Los  subtipos  tipo  III  son  particularmente  importantes.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Hay antecedentes de trauma, y el paciente se queja de dolor. Puede  haber una  deformidad  obvia.  La  piel  se  examina  en búsqueda  de  heridas  abiertas,  y  se  documentan  los  pulsos  distales  y  la  sen- sación.  Examen radiográfico  Las radiografías anteroposterior y lateral son diagnósticas de frac- turas  por  carga  excesiva  y  fracturas  patológicas.  Ocasionalmen- te,  los  rayos  X  pueden  ser  útiles  para  observar  la  reacción  perióstica  vinculada  con  una  fractura  por  esfuerzo  oculta.  Las  radiografías  de  la  rodilla y  el  tobillo se examinan  para identificar  posibles  fracturas  relacionadas.  Cuando  se  sospecha  una  fractu- ra  por esfuerzo,  puede  ser  diagnóstico  un  gammagrama  del hue- so con  tecnecio.  Tratamiento inicial  El  tratamiento  inicial  es  la  reducción  de  las  fracturas  desplaza- das,  aplicación  de  una  férula  de  la  ingle  a  los  dedos  de  los  pies,  elevación, y aplicación de hielo.  La  reducción se logra por medio  de  tracción y  manipulación,  mientras  se  administra  analgesia  in- travenosa  (no  se  usan  bloqueos  de  hematoma  en  las  fracturas  tibiales).  374  Manual de  fracturas  Lesiones  relacionadas  Las  lesiones  relacionadas  incluyen  al  síndrome  de  compartimiento,  y lesiones de la rodilla y el tobillo. El término síndrome de compar- timiento se  usa  para  describir  el conjunto  de  signos  que  se produ- cen cuando  la presión intracompartamental  aumenta  más  allá de  un  punto  crítico.  Los  signos  críticos  del  síndrome  de  comparti- miento son dolor,  dolor con estiramiento pasivo de los  músculos,  compartimientos  tensos,  y  presiones  elevadas.  La  fisiopatología  y  el diagnóstico  del  síndrome  de compartimiento  se  describen en  detalle  en  el  capítulo  1.  La  falta  de  diagnóstico  de  un  síndrome  de compartimiento  tiene consecuencias  catastróficas.  La  necrosis  muscular causa una resección significativa  de  tejidos  blandos,  aun  amputación.  Los  síndromes de compartimiento posterior profun- do  no  detectados  causan  formación  de  garra  de  los  pies  y  sus  dedos.  El  retraso  en  la  práctica  de una  fasciotomía en los  síndro- mes  de  compartimiento  en  los  adultos,  después  de  una  fractura  tibial,  da  lugar  a  una  alta  incidencia  de  falta  de  unión.  Una  vez  que  se establece  un  diagnóstico  de síndrome  de compartimiento,  el  tratamiento  es  la  fasciotomía.  Este  es  un  procedimiento  direc- to,  y  se  realiza  mejor  por medio  de  dos  incisiones:  una  medial  y  otra  lateral.  La  incisión  medial  permite  la  descompresión  de  los  compartimientos  posteriores  superficial y profundo,  y  la incisión  lateral, la  descompresión de los compartimientos  anterior y lateral.  Las lesiones de la rodilla y el tobillo se descartan con examen  físi- co  y  radiografías.  Tratamiento  definitivo  Hay  cinco  métodos  empleados  para  tratar  las  fracturas  tibiales:  enyesados o soportes, aplicación de placas, clavos intramedulares,  fijación  externa,  y  amputación.  La  ventaja  del  tratamiento  con  enyesado  es  la  baja  incidencia  de  infección;  no  obstante,  hay  una  alta  frecuencia  de  rigidez  de  la  articulación,  mala  unión,  falta  de  unión,  y  desgaste  muscular.  El  método  es  muy  laborioso  y  se  basa  en  visitas  frecuentes  de  pacientes externos para vigilancia radiográfica de la porción de  la  fractura  y  ajuste  del  enyesado  o  del  soporte.  La  incidencia  de  unión  deficiente y  rigidez  articular  es  mucho  menor con la aplicación de placas que con los enyesados o sopor- tes.  La  tasa  de  infección  que  se  vincula  con  la  aplicación  de  pla- cas  en  las  fracturas  cerradas  es  aproximadamente  4%,  pero  au- menta  cuando  se  usan  las  placas  en  el caso  de  fracturas  abiertas  más  intensas.  La  falta  de  fijación  se  observa  más  comúnmente  con  la  aplicación  de  placa  que  con  otras  técnicas  de  fijación.  Fracturas  del cuerpo  tibial  375  La  ventaja  de  la  aplicación  cerrada  de  clavos  intermedulares  es  que el sitio de la fractura permanece cerrado (fig.  21-1).  La ausen- cia  de  un enyesado  permite  un  movimiento  articular  temprano y  aumenta  la  movilidad  del  paciente.  También  se  preserva  el  tono  muscular.  La  tasa  de  unión  es  alta,  y  con  frecuencia  la  falta  de  unión  se  trata  mediante  la  repetición  del  procedimiento  de  apli^  cación  de  clavos,  proceso  conocido  como  cambio  de  la fijación de  clavos.  La  desventaja  de  la  aplicación  intramedular  de  clavos  es  el  dolor  de  rodilla  secundario  a  la  incisión  infrarrotuliana  y  la  prominencia  del  clavo  subyacente.  Estas  se  producen  en  hasta  60%  de  los  pacientes.  La  tasa  de  infección  de  las  fracturas cerra- das  es  más  alta  que  la  que  se  presenta  después  del  tratamiento  con enyesado o fijación externa,  pero menor que la que ocurre  con  la  aplicación  de  placas.  Fig. 21-1. Tratamiento con un clavo trabado estáticamente.  376  Manual de  fracturas  Los  cirujanos  usan clavos  tanto  con  abocardamiento  como  sin  éste.  Los  clavos  con  abocardamiento  requieren  que  se  de  forma  de  tubo  al  conducto  intramedular  para  admitir  un  clavo  más  grande,  lo  cual  se  logra  mediante  abocardadores flexibles. Hay  preocupaciones  teóricas  sobre  el  daño  causado  a  la  vasculatura  intramedular  con  el  abocardamiento,  pero  la  evidencia  clínica  disponible  sugiere  que  el  procedimiento  es  ventajoso  en  la  ma- yor  parte  de  las  fracturas.  El  mayor  adelanto  en la  aplicación  intramedular  de clavos  fue  la  introducción  de  trabazón  con  tornillos  proximales  y  distales,  que  atraviesan  tanto  los  clavos  como  las  cortezas  óseas.  Esta  modificación simple de  la aplicación intramedular de clavos con- trola la longitud del hueso,  rotación y  desviación angular de frac- turas  aun  intensamente  conminuta.  La indicación primaria de la fijación externa es la lesión intensa  de  tejidos  blandos.  Las  desventajas  de  la  fijación  externa  son  la  alta  incidencia  de  falta  de  unión  e  infecciones  del  trayecto  del  clavo,  así  como  la  restricción  de  acceso  de  tejidos  blandos  (fig.  21-2).  En  el  capítulo  2  se  describen  los  tipos  de  dispositivos  de  fijación  externa.  Hay  una incidencia alta de amputación  final después de las frac- turas abiertas del  tipo  IIIC,  con una menor,  pero no obstante sig- nificativa,  después  de  las  fracturas  abiertas  de  tipo  IIIB.  Aparte  de  la  intensidad  de  la  lesión  de  tejidos  blandos,  las  indicaciones  para  amputación incluyen lesión del nervio  tibial posterior,  trau- mas  múltiples,  y  pacientes  de  edad  avanzada  con  enfermedades  persistentes, como arteriosclerosis o diabetes. Cuando se considera  la práctica de amputación,  la decisión se  toma por dos ortopedis- tas-traumatólogos  expertos,  y  la  amputación  se  realiza  tempra- namente  en  el  tratamiento  del  paciente  para  reducir  al  mínimo  los  problemas  médicos,  psicológicos y  sociales.  Elección  del  método  de  tratamiento  La  elección  del  método  de  tratamiento  se  basa  en  el  tipo  de  pa- ciente  y  en  el  tipo  de  las  fracturas.  Los enyesados o soportes se usan en el caso de fracturas de baja  energía en  personas jóvenes,  que sólo  requieren cerca  de  tres  me- ses  de  inmovilización.  En  estas  circunstancias,  la  rigidez  articu- lar  se  lleva  al  mínimo.  Otras  fracturas  se  tratan  mejor  con  fijación.  La  aplicación  intramedular  de clavos proporciona  los  mejores resultados en las  fracturas  de  los  tercios  medio y distal  de la  diáfisis  tibial.  Las  frac- turas  del  tercio  proximal  son  técnicamente  más  difíciles  de  tratar  con este procedimiento.  De ordinario  son lesiones  de alta energía  Fracturas  del  cuerpo  tibial  377  Fig. 21-2. Tratamiento con un fijador externo.  y  con  frecuencia  son  conminuta.  La  aplicación  de  clavos  no  con- trola  adecuadamente  este  tipo  de  fractura,  y  la  fijación  externa  cerrada, con el uso de una armazón unilateral o multiplanar,  o la  aplicación  de  placas,  proporcionan  una  mejor  fijación.  De  forma  similar,  algunas fracturas metafisarias distales son difíciles de tra- tar  con  aplicación  de  clavos,  particularmente  cuando  la  fractura  es oblicua o en espiral.  Estas fracturas se  tratan mejor con  fijación  externa cerrada o aplicación de placa.  En 5%  de los pacientes que  se  presentan  con  una  fractura  de  la  tibia,  que  tiene  una  fractura  proximal  o  distal  intraarticular  además  de  una  fractura  diafisa- ria,  se realiza la fijación de  ambas  fracturas,  independientemente  de  lo  que  elija  el  cirujano  hacer  para  las  fracturas  aisladas  equi- valentes.  Hay  lesiones  de  alta  velocidad  que  se  relacionan  de  manera  habitual con  lesiones  significativas  de  tejidos  blandos,  y  la  fijación  permite  mejoría  en  la  rehabilitación  posoperatoria.  El  cirujano  debe seleccionar métodos  de  tratamiento apropiados para  378  Manual de  fracturas  ambas  fracturas.  El  uso  de  una  placa  proximal  para  estabilizar  una  fractura  de  la  meseta  tibial con frecuencia hace  que  la  aplica- ción  de clavos  sea  imposible,  y  es  preferible la fijación externa  de  las  fracturas  diafisarias  en  los  tercios  medio  y  distal.  La  aplica- ción  de  placa  es  un  buen  método  para  estabilizar  una  fractura  diafisaria  proximal  vinculada  con  fractura  de  la  meseta  tibial.  Si  hay  una  fractura  del  tobillo  relacionada,  se  trata  de  manera  con- vencional  con  placas  y  tornillos,  empleando  un  clavo  para  esta- bilizar  la  diáfisis.  En los  últimos  años  los  cirujanos han comenza- do  a  usar  más  la  fijación  externa  para  estabilizar  las  fracturas  tibiales  tanto  proximales  como  distales.  La parte más importante en el tratamiento de las fracturas abier- tas  es  la cirugía  de  tejidos blandos.  Se  realiza  un  desbridamiento  minucioso  tan pronto como  es  posible.  Se  reseca  todo  tejido  des- vitalizado o de vitalidad dudosa. Esto incluye piel y músculo,  así  como fragmentos  de hueso.  La piel nunca se cierra primariamente  debido a que el cierre causa  de  manera inevitable  tensión y  puede  conducir  a  una  infección.  En  vez  de  esto,  se  cierra  el  defecto  de  tejidos  blandos  con  un  cierre  primario  retrasado,  injerto  de  piel  de  espesor  dividido o colgajo.  La estabilización de las  fractu- ras  abiertas  se realiza ya  sea  con fijación externa o  con aplicación  intramedular de clavos con el  uso de clavos con abocardamiento,  o  sin  éste.  Las fracturas por esfuerzo  se  tratan  con  un  enyesado  o  soporte.  Pocas  veces  hay  indicación  de  fijación  interna  ya  que  estas  frac- turas no  se  vinculan  con  daño  significativo  de  tejidos  blandos,  y  de  ordinario  se  alivian  en  un  tiempo  relativamente  corto.  Idealmente,  es  mejor  tratar  los  depósitos  metastásicos  en  las  fracturas  tibiales  antes  de  que  se  produzcan fracturas  patológicas.  El  método  de  tratamiento  depende  del  pronóstico  general  del  paciente.  A menos que el pronóstico sea muy  malo,  la  fractura  se  debe  estabilizar.  Como parte  del hueso  habrá  sido  sustituido  por  tejido neoplásico,  las  fracturas  frecuentemente  son  inestables.  La  aplicación intramedular de clavos con llenado  del efecto  del hue- so  con  polimetilmetacrilato  (PMMA)  proporciona  un  mejor  mé- todo  de  estabilización.  El  uso  de clavos intramedulares  trabados  ha  disminuido  la  necesidad  del  polimetilmetacrilato.  Complicaciones  Las  complicaciones  de  las  fracturas  tibiales  diafisarias  son  infec- ción,  retardo  de  la  unión  o  falta  de  unión,  y  mala  unión.  La  infección  que  se  presenta  después  de  las  fracturas  tibiales  abiertas  suele  ser causada  por  trauma  intenso  de  tejidos  blandos  y desbridamiento inadecuado.  El microorganismo patógeno más  Fracturas  del cuerpo  tibial  379  común  es  Staphylococcus  aureus.  La  osteomielitis  postraumática  es  difícil  de  tratar  cuando  ha  estado  presente  por  un  tiempo  pro- longado. El tratamiento es relativamente directo si el trastorno se  detecta inicialmente y  se  trata de forma adecuada.  El  tratamiento  incluye estabilización de la fractura,  drenaje  de cavidades  de abs- cesos,  resección  de  tejidos  desvitalizados  infectados,  y  adminis- tración  de  antibióticos.  Los  defectos  del  hueso  y  tejidos  blandos  creados  por  desbridamiento  se  tratan  posteriormente  con  cober- tura  de  colgajo  e  injerto  de hueso  corticoesponjoso,  transferencia  de  hueso  vascularizado  o  técnicas  de  transporte  de  hueso.  La  unión  retrasada  está  sobrediagnosticada.  En  el  pasado,  los  cirujanos  no  han clasificado  las  fracturas  tibiales  de  manera  ade- cuada  agrupando  a  todas  las  fracturas  de  la  tibia juntas,  y  espe- rando  que  se reparen  en  un  tiempo  similar.  En  contraste,  la falta  de  unión  es  una  entidad  definitiva  que  indica  falta  de  reparación.  Hay  dos  formas  de  falta  de  unión:  hipertrófica  y  atrófica.  En  la  falta  de  unión  hipertrófica  hay  signos  radiológicos  claros  de  un  intento  de  reparación  de  la  fractura,  y  es  probable  que  la  falta  de  unión  se  haya  producido  por  razones  mecánicas.  Por  lo  contra- rio,  las  faltas  de  unión  atróficas  no  muestran  evidencia  de  unión  radiográficamente,  y  se producen a causa  de  deterioro  en la vas- cularidad  en el  sitio  de  la fractura.  Son comunes  después  de frac- turas  abiertas  graves.  El  tratamiento  de  la  falta  de  unión  hiper- trófica consiste  en alterar el  ambiente biomecánico  de  la fractura.  Si  la  falta  de unión  se ha  presentado  después  del  tratamiento con  enyesado  o  soporte,  entonces  la  aplicación  de  una  placa,  fijador  externo  o  clavo  intramedular  estimulará  la  unión.  Si  la  falta  de  unión  hipertrófica  se  ha  presentado  después  del  empleo  de  apli- cación  de  placa  o  de  un  dispositivo  de fijación externa,  entonces  la  aplicación  intramedular  de  clavos  es  el  tratamiento  de  elec- ción,  si  la  falta  de  unión  está  bien  alineada.  Las  faltas  de  unión  atróficas  se  tratan  con  injerto  con  hueso  esponjoso  autógeno.  En caso  de  que la  falta  de  unión persista,  el  cirujano  tendrá  que considerar  la  aplicación  de  injertos  de  hueso  vascularizado  o  transporte  de  hueso.  No  hay  definición  sobre  lo  que  constituye  la  mala  unión;  sin  embargo,  5%  de  la  desviación  angular  o  de  la  anormalidad  rotatoria, y  1  cm de  acortamiento,  proporcionan  una buena  defi- nición  de  base.  Si  un  paciente  se  presenta  con  una  mala  unión  debe  tenerse cuidado en determinar si vale la pena practicar ciru- gía  adicional.  La  experiencia  sugiere  que  si  este  paciente  se  pre- senta con osteoartritis  del  tobillo junto con una mala unión  tibial,  es  posible  que  la  corrección  de  la  mala  unión  no  disminuya  el  grado  de incomodad en la  articulación  del  tobillo,  aunque  puede  hacer  más  lento  el  deterioro  de  la  articulación.  El  tratamiento  es  380  Manual  de  fracturas  por  medio  de  osteotomía  y  estabilización  correctivas  en  cuales- quiera  de  los  métodos  descritos  previamente.  FRACTURAS  DEL  CUERPO  PERONEAL  Las  fracturas  aisladas  de  la  diáfisis  peroneal suelen ser  el resulta- do  de  un  golpe  directo,  y  con  frecuencia  se  producen  durante  actividades  deportivas.  El  punto  diagnóstico  más  importante  en  relación con las' fracturas  de  la  diáfisis  del  peroné,  es que el ciru- jano  debe  excluir  una  cirugía  relacionada  del  tobillo.  En las  frac- turas  suprasindesmóticas  del  tobillo,  la fractura peroneal  se pro- duce  en  la  diáfisis,  y  aun  puede  presentarse  en  un  nivel  tan  alto  como  en  el  cuello  del  peroné  en  la  fractura  del  Maisonneuve.  Si  se  encuentra  una  fractura  peroneal,  es  importante  verificar  la  posible  presencia  de  una  lesión  del  tobillo.  Si  la  fractura  del  peroné  no  se  relaciona  con  una  lesión  del  to- billo,  el  tratamiento  es  sintomático.  De  ordinario  el  paciente  se  tratará con una  envoltura  ligera,  pero  si hay  una  molestia  signifi- cativa  es  útil  la  aplicación  de  un  enyesado  por  debajo  de  la  rodi- lla  que  permita  la  ambulación.  LECTURAS  SELECCIONADAS  Bone LB, Sucato D, Stegemann PM, Rohrbacher BJ: Displaced isolated fractu- res  of  the  tibial  shaft  treated  with  a  cast or  intramedullary  nailing:  An  outcome analysis of matched pairs of patients. J BoneJoint Surg 79A:1336- 1341,1997.  Court-Brown CM, Pennig D (eds): Tibia and fibula. Oxford, Butterworth  Heinemann, 1997.  Court-Brown CM, Will E, Christie J, McQueen MM: Reamed or unreamed  nailing for closed tibial fractures. A prospective study inTscherne Cl frac- tures, J Bone Joint Surg 78B:580-583,1996.  Sarmiento A, Gersten LM, Sobol PA, Shankwiler JA, Vangsness CT: Tibial  fractures treated with functional braces.  JBoneJoint  Surg 71B:602-609,1989.  22  Fracturas  y  luxaciones  del  tobillo  Este  capítulo  repasa  lesiones  de  la  tibia  distal,  el  peroné,  y  el  astrágalo,  y  sus  ligamentos  y  cápsula  articular.  Estas  son  fractu- ras indirectas,  directas,  y  esguinces.  ANATOMÍA  El  tobillo es  una  articulación uniaxil cuyas  superficies  articulares  están recubiertas con cartílago hialino.  Los  límites  de movimien- tos  del  astrágalo  en  relación  con  la  tibia  son  de  10  grados  de  dorsiflexión y 20 grados de flexión plantar. El peroné se desplaza  lateralmente  varios  milímetros  y  gira  externamente  al  dorsifle- xionarse el  astrágalo.  El  astrágalo  está  constituido  por  una  cabeza,  un  cuerpo  y  un  cuello.  La  cabeza  se  articula  con  el  navicular,  el  cuerpo  con  la  tibia  (la superficie articular superior del cuerpo se llama  tróclea) y  el  calcáneo.  El cuello  se  extiende  entre  el cuerpo  y  la cabeza.  En  las fracturas del tobillo, preocupa particularmente la relación entre  el cuerpo del astrágalo y la cavidad articular del  tobillo, constitui- da  por el  maléolo  medial,  el  techo  tibial,  y  el  maléolo lateral.  La  tróclea del astrágalo es cóncava cuando se observa de frente y  con- vexa cuando se observa lateralmente.  Se ajusta perfectamente a  la  cavidad articular  del tobillo,  que  tiene forma  recíproca.  En la ma- yor  parte  de  los  casos  el  cuerpo  del  astrágalo  es  más  ancho  por  delante  que  por  detrás.  La  diferencia  promedia  2.4  mm,  aunque  puede  ser  de  hasta  6  mm.  La  dorsiflexión  del  astrágalo  produce  una posición de "paquete cerrado"  (es decir, hay contacto proximal  entre  las  superficies  articulares  y  tensión  ligamentosa  máxima).  La  mayor anchura entre los maléolos requerida para esta posi- ción  es  favorecida  por  la  rotación  externa  y  movimiento  lateral  leves  del  peroné.  Para  evitar  la  pérdida  de  la  dorsiflexión  se  in- sertan  tornillos  sindesmósicos  con  el  astrágalo  en  dorsiflexión.  La tibia distal consiste en el techo o superficie que sostiene peso,  el  maléolo  medial,  las  apófisis  anterior y  posterior  y  la  superficie  lateral.  El  techo tiene una forma convexa cuando se observa en proyec- ción  anteroposterior.  Esta  convexidad  corresponde  a  la  concavi- 381  Clayton  R.  Perry  382  Manual  de  fracturas  dad  de  la  tróclea.  Un  desplazamiento  medial  o  lateral  aparente- mente  insignificante  del  astrágalo  disminuye  en  grado  muy  ma- nifiesto  el  área  de  contacto  entre  las  superficies  que  soportan  pe- sos,  y aumenta  la presión por unidad de área,  dando lugar a  des- trucción  del  cartílago  articular.  El  maléolo  medial  es  la  apófisis  medial  de  la  tibia  distal,  y  está  formado  por  los  edículos  anterior  y  posterior,  los  cuales  están  separados  por  el  surco  intercolicular.  El  ligamento  deltoideo  su- perficial está fijo al colículo anterior, el profundo, al colículo pos- terior.  Los  tendones  de  los  músculos  tibial  y  posterior  y  flexor  largo  de  los  dedos  están  situados  en  un  surco  sobre  la  superficie  posterior  del  colículo  posterior,  evitando  de  esa  forma  el  despla- zamiento  en  la  fractura.  La  apófisis  anterior  es  el  borde  anterior  de  la  tibia  distal,  que  forma  lateralmente  el  tubérculo  tibial  anterior  o  tubérculo  de  Chaput.  La apófisis posterior es el borde posterior de la  tibia distal,  que  forma  lateralmente  el  tubérculo  tibial  posterior,  que  con  fre- cuencia se conoce como maléolo posterior o tubérculo de  Volkmann.  La  superficie  lateral  de  la  tibia  entre  los  tubérculos  anterior  y  posterior  es  cóncava,  y  se  articula  con  la  superficie  convexa  co- rrespondiente de la porción distal del peroné.  Se extiende cartíla- go  hialino  1  mm  al  interior  de  la  articulación  tibioperoneal;  el  resto  está  cubierto  por  fibrocartílago.  La  superficie  medial  del peroné distal  está  recubierta  por  cartí- l ago  hi al i no,  y  se  articula  con  la  part e  lateral  del  cuerpo  astragalino.  El  tubérculo anterior,  o  tubérculo  de  LeFort,  y  el  tu- bérculo  posterior,  son  los  puntos  de  inserción  de  los  ligamentos  tibioperoneos  anterior  y  posterior,  respectivamente.  La  superfi- cie  posterior  de  la  porción  distal  del  peroné  tiene  un  surco  para  los  tendones  peroneos.  Los  tres  complejos  ligamentosos  que  estabilizan al  tobillo  son  el deltoideo, el  sindesmósico,  y el  colateral-lateral  (figs.  22-1  y  22-2).  Estos  pueden  romperse  en  la  sustancia  de  ligamento,  o  arrancar- se  de  cualquiera  de  las  inserciones  con  un  fragmento  de  hueso.  Un  esguince  es  una  lesión  de  un  complejo  ligamentoso,  y  es  una  rotura  de  grado  I  de  fibras  intraligamentosas  sin  lesión  de  los  tejidos  circundantes  y  sin  alargamiento  del  ligamento;  una  rotu- ra  parci al  de  grado  II  de  l i gament o  con  suficientes  fibras  intraligamentosas rotas,  da  lugar  a  un alargamiento del ligamen- to y  lesión del  tejido blando circundante;  una rotura  de  grado  III,  o arrancamiento  de  ligamento,  produce como resultado  un  daño  significativo  del  tejido  blando  circundante.  El  ligamento  deltoideo  consiste  de  partes  superficial  (que  se  fija  al  colículo  anterior)  y  profunda  que  se  fijan  al  colículo  posterior,  y  se extienden entre el maléolo medial y el  astrágalo, el calcáneo,  Fracturas  y  luxaciones  del  tobillo  3 8 3  Fig. 22-1. Ligamentos del tobillo. A, deltoideo profundo. B, astragalopero- neo anterior. C, tibioperoneo anterior. D, membrana interósea y ligamento  interóseo.  Flg. 22-2. Ligamentos colaterales laterales del tobillo: A, astragaloperoneo  anterior. 8,  calcaneoperoneo.  C, astragaloperoneo posterior.  B  C  D  A  B  C  A  384  Manual de  fracturas  y  el  navicular.  Resiste  la  rotación  externa  y  el  desplazamiento  lateral  del  astrágalo.  El  complejo  sindesmosis  consiste  en  la  membrana  interósea,  el  ligamento  tibio  y  peroneo  anterior,  el  ligamento  tibioperoneo  posterior,  el  ligamento  transverso  inferior,  y  el  ligamento  inter- óseo.  Los  ligamentos  anterior  y  posterior  están  fijos  a  los  tu- bérculos  correspondientes  de  la  tibia  y  del  peroné.  El  ligamento  transverso  anterior  refuerza  al  ligamento  tibioperoneo  posterior.  El  ligamento  interóseo  es  una  banda  fuerte  y  corta  situada  en  el  extremo  distal  de la membrana  interósea.  Además,  la membrana  interósea  se  extiende,  desde  inmediatamente  por  encima  del  li- gamento  interóseo,  a  través  de  la  extensión  total  de  la  tibia  y  el  peroné.  Los ligamentos colaterales del tobillo se extienden desde el peroné  hasta  el  astrágalo  y  calcáneo.  Resisten  la  inclinación  medial  (aducción)  y el desplazamiento anterior o posterior del astrágalo.  Hay tres ligamentos:  astragaloperoneo anterior, calcaneoperoneo,  y  astragaloperoneo  posterior.  Este  último  tiene  dos  ligamentos  situados  por  debajo  de  los  tendones  peroneos.  FRACTURAS  INDIRECTAS  DEL TOBILLO  Las  fracturas  indirectas  del  tobillo  son  causadas  por  fuerzas  de  torsión  directas  aplicadas  a  esta  articulación.  Estas  fuerzas  pro- ducen  como  resultado  movimiento  del  astrágalo  en  relación  con  la tibia y peroné distales.  Al volverse patológicos estos movimien- tos  se  rompen  los  complejos  ligamentosos  y  se  producen  fractu- ras,  dando lugar a patrones  de lesión predecibles sobre los cuales  se  basa  el  sistema  de  clasificación.  Antes  de  describir  el  sistema  de  clasificación  se  repasan  los  componentes  individuales  de  es- tas  lesiones.  En la mayoría de los casos,  la oblicuidad  de la fractura  peronea  indica  el  mecanismo  de  la  lesión,  y  la  localización  de  la  fractura  en relación con las sindesmosis  (por encima,  al nivel,  o por deba- jo  de  las  sindesmosis)  indica  la  intensidad  de  la lesión.  Mientras  más  alta  sea  la  fractura  peronea  más  grave  es  la  lesión.  La lesión del complejo ligamentoso tibioperoneo anterior es un arran- camiento  del  tubérculo  de  Chaput,  la  rotura  del propio ligamen- to,  o  el  arrancamiento  del  tubérculo  anterior  del  peroné.  La  lesión  del  complejo  ligamentoso  deltoide  es  una  fractura  del  maléolo  medial,  una  rotura  del  complejo  ligamentoso  deltoide  profundo,  o  una  fractura  de  los  edículos  anterior y  posterior.  La  rotura  del  ligamento  deltoideo  profundo  da  lugar  a  pérdida  de  estabilidad  del  tobillo.  El  complejo  del  ligamento  deltoideo  per- Fracturas  y  luxaciones  del  tobillo  385  mite  normal ment e  sólo  2  mm  de  desplazamiento  lateral  del  astrágalo.  Si el astrágalo  está notablemente  desplazado,  es obvia  la  rotura  de  ligamento  deltoideo  profundo.  Cuando  el  desplaza- miento  astragalino  es  más  sutil,  la cantidad  precisa  de  desplaza- miento  astragalino  es  determinada  por  radiografías  con  esfuer- zo.  Cuando el maléolo medial ha sido fracturado, los ligamentos  deltoideos  superficial  y  profundo  permanecen fijos al  fragmento  fracturado.  Las  lesiones  siempre  dan  lugar  a  pérdida  de  estabili- dad  del  tobillo.  Clasificación  Las  fracturas indirectas  del  tobillo se  clasifican  de  acuerdo con  la  posición  del  pie  en  el  momento  de  la  lesión  y  a  la  dirección  de  la fuerza lesiva  (cuadro 22-1).  Por lo  tanto,  se  emplean  dos pala- bras:  la  primera  palabra  indica  la  posición  del  pie  (supinación- pronación)  y  la  segunda  la  dirección  de  la  fuerza  aplicada  al  pie  (aducción-abducción),  o  rotación  externa-interna.  Se  producen  aducción y  abducción alrededor  del eje largo  del  astrágalo, y  dan  lugar a inclinación medial o  lateral  del  astrágalo,  respectivamen- te.  Se  produce  rotación  interna  y  externa  alrededor  del  eje  largo  Cuadro 22-1. Clasificación extendida de Lauge-Hansen  de las fracturas indirectas del tobillo  1.  Supinación-rotación  externa  a.  Etapa  1—rotura del  complejo  tibioperoneo  anterior  b.  Etapa 2—fractura del  peroné en la sindesmosis o encima de ésta  c.  Etapa 3—rotura del  complejo tibioperoneo  posterior  d.  Etapa 4—rotura del  complejo  ligamentoso deltoideo  2.  Pronación-abducción en la sindesmosis  a.  Etapa 1 —rotura del complejo ligamentoso deltoideo  b.  Etapa 2—fractura del  peroné en la sindesmosis  3.  Pronación-abducción  por encima de  la sindesmosis  a.  Etapa  1—rotura del  complejo  ligamentoso deltoideo  b.  Etapa 2—rotura del complejo  ligamentoso tibioperoneo anterior y  posterior  c.  Etapa 3—fractura del  peroné  por encima de la sindesmosis  4.  Pronación-rotación  externa  a.  Etapa  1—rotura  del  complejo  ligamentoso  deltoideo  b.  Etapa 2—rotura del complejo tibioperoneo  anterior  c.  Etapa 3—fractura del  peroné  por encima de la sindesmosis  d.  Etapa 4-rotura del  ligamento tibioperoneo  posterior  5.  Supinación-aducción  a.  Etapa  1—rotura del complejo  ligamentoso colateral  lateral  b.  Etapa 2—fractura vertical del  maléolo  medial  386  Manual de  fracturas  de la  tibia.  Ocasionalmente,  se  producen lesiones que no se  ajus- ten  a  esta  clasificación  "extendida  de  Lauge-Hansen".  Estas  "le- siones atípicas"  son los resultados de otros factores (p. ej., laxitud  ligamentosa  u  osteopenias)  que  superan  a  los  factores  determi- nantes  primarios.  Dos sugerencias  referentes a esta clasificación:  las lesiones con  supinación siempre  se inician en el punto lateral y las  lesiones  de  pronación  en  el  medial.  La  secuencia  en  la  cual  se  lesionan  las  estructuras  sigue  la  dirección  de  la  fuerza  (p.  ej.,  las  lesiones  por  aducción  y  abducción  se  producen  en  dirección  lateral  a  medial  o  medial  a  lateral,  respectivamente).  has fracturas con  supinación-rotación  externa  (SE)  del  tobillo son  el  tipo más  común  de  fractura  indirecta  de  esta  articulación  (figs.  22-3  a  22-5).  Se  caracterizan por  la  fractura  peronea  SE clásica  y,  en  las  lesiones  completas,  un  complejo  del  ligamento  deltoideo  roto.  La fractura  del peroné  es  oblicua y  se extiende  de  una  ante- rior  distal  a  posterior  proximal.  Si  está  fracturado  el  maléolo  medial  tiene  un  patrón  oblicuo.  La  primera  etapa  de  la  lesión  es  ya  sea  rotura  del  complejo  ligamentoso  tibioperoneo  anterior  o  una  fractura  del  peroné  por  debajo  de  este  complejo.  Si  está  roto  el ligamento  tibioperoneo anterior,  la segunda etapa es la fractu- ra del peroné al nivel de la sindesmosis, o por encima de ésta.  Las  Flg. 22-3. Lesión con supinación-rotación externa.  Fracturas  y  luxaciones  del  tobillo  3 8 7  Fig. 22-4. Radiografía anteroposterior de una lesión con supinación-rota- ción externa.  etapas subsecuentes son las mismas, independientemente de don- de  se  fracturó  el  peroné.  Estas  etapas  son  la  lesión  del  complejo  tibioperoneo  posterior  y  la  lesión  del  complejo  ligamentoso  deltoideo.  Cuando  hay  una  fractura  SE  del  peroné,  un  maléolo  medial  intacto,  y  no  hay  ensanchamiento  del  espacio  claro  me- dial,  es imperativo  realizar una  radiografía  de  esfuerzo con rota- ción  externa  para  determinar  si  está  roto  el  ligamento  deltoideo  profundo.  Las fracturas de  pronación-abducción  (PA)  se  producen  en  dos  niveles,  al  nivel  de  la  sindesmosis,  o  por  encima  de  ésta,  y  con  frecuencia  se  complican  con  compresión  de  la  superficie  lateral  del  techo  tibial.  La  primera  etapa  de  la  lesión  es  la  rotura  del  complejo  deltoideo.  La  segunda  etapa  es  la  rotura  simultánea  de  los complejos  tibioperoneo anterior y posterior.  Si no  se lesionan  el ligamento ni la membrana interósea,  no se produce diastasis, y  la  tercera  etapa  de  la  lesión  es  la  fractura  PA  característica  del  peroné  al nivel  de  la  sindesmosis.  Esta  fractura  es  conminuta  la- teralmente  (figs.  22-6  a  22-8).  Ocasionalmente  se  rompe  el  liga- 388  Manual  de  fracturas  Fig. 22-5. Radiografía lateral de una lesión con supinación-rotación extema.  mentó  interóseo,  la  membrana  interósea  también  se  desgarra,  el  peroné  se fractura  a  un nivel  de  2 a 3  cm por  encima  de la  sindes- mosis.  La fractura tiene característicamente una mariposa  lateral.  En  las  fracturas  PA  atípicas,  los  complejos  tibioperoneo  ante- rior e interóseo están rotos, con fracturas debajo de la sindesmosis.  Las fracturas con pronación-rotación externa  (PE)  se caracterizan  por  la  fractura  PE  peronea  típica,  que  está  a  una  distancia  de  2 a  4  cm  por  encima  de  la  sindesmosis,  y  tiene  un  patrón  oblicuo  corto  que  se  desplaza  desde  el  borde  anterior  del  peroné  poste- rior  a  inferiormente  (es  decir,  opuesto  a  la  fractura  SE  peronea).  La  primera  etapa  es  la  rotura  del  ligamento  deltoides  o  la  fractu- ra  transversa  del  maléolo  medial.  La  segunda  etapa  es  la  rotura  de  los  ligamentos  tibioperoneo  anterior  e  interóseo.  La  etapa  fi- nal  de  la lesión  es  la  rotura  del  ligamento  tibioperoneo  posterior  (fig.  22-9).  Como  la  lesión  PE  se  inicia  con  lesión  del  ligamento  deltoideo,  no  hay  necesidad  de  practicar  radiografías  de  esfuer- zo, aun cuando el asfrágalo se reduce y no se  presenta una fractu- ra  del  maléolo  medial.  'Las fracturas de supinación-aducción (SA) se caracterizan por una  fractura  vertical  del  maléolo  medial  y  rotura  de  los  ligamentos  Fracturas  y  luxaciones  del  tobillo  389  Flg. 22-6. Lesión con pronación-abducción al nivel de la sindesmosis.  colaterales  laterales  (fig.  22-10).  La  primera etapa es la rotura del  complejo  ligamentoso  colateral  lateral,  de  ordinario una  fractura  por  arrancamiento  del  peroné  distal  a  la  sindesmosis.  La  segun- da  etapa  es  una  fractura  vertical  del  maléolo  medial.  De  manera  habitual  se  comprime  la  esquina  medial  del  techo.  Lesiones  atípicas  indirectas  Además  de las lesiones SE,  PA,  PE, y SA, hay varias  lesiones atí- picas.  Aunque se aplican las mismas fuerzas al  tobillo,  es posible  que no  se  produzca el  patrón  ordinario  de  la  lesión.  La razón  de  esta  situación  es  clara,  aunque  desempeña  un  papel  la  variabili- dad  en  el  tamaño  y  fuerza  de  los  complejos  ligamentosos.  Las  etapas  de  la fractura  de  Maisonneuve  son:  1)  lesión  de  los  complejos  ligamentosos  tibioperoneo  anterior  e  interóseo;  2)  le- sión  del  complejo  ligamentoso  tibioperoneo  posterior  de  la  sindesmosis;  3)  rotura  o  arrancamiento  de  la  cápsula  articular  anteromedial; 4)  fractura  del  tipo  PE o SE  del peroné proximal, y  5)  lesión  del  complejo  ligamentoso  deltoideo.  El  significado  de  esta  lesión  es  que  la  falta  de  reconocimiento  de  la  diastasis  y  de  estabilización  de  la  sindesmosis  da  lugar  a  pérdida  de  la  reduc- ción,  ensanchamiento  de  la  cavidad  articular y  artritis  final.  390  Manual de  fracturas  Fig.  22-7.  Radiografía  anteroposterior  de  una  lesión  con  pronación-ab- ducción.  El mecanismo de Xa fractura Bosworth, o luxación posterior del  peroné  por  detrás  de  la  tibia,  es  la  rotación  externa  del  pie  en  supinación.  Hay varias etapas de la lesión:  1)  lesión del complejo  tibioperoneo anterior; 2)  rotura del complejo tibioperoneo poste- rior;  3)  rotura  o  estiramiento  de  la  cápsula  anteromedial;  4)  des- garro  parcial  de  la  membrana  interósea;  5)  luxación  del  peroné  por  detrás  de  la  tibia;  6)  fractura  oblicua  del  peroné  (tipo  SE)  a  nivel  de la sindesmosis  (si la fractura se produce por encima de la  sindesmosis, el fragmento proximal del peroné es demasiado corto  para  alcanzar  la  tibia  y  fijarse  por  detrás  de  ésta),  y  7)  lesión  del  complejo  ligamentoso  deltoideo.  La  fractura-luxación  del  tobillo,  con  translocación  de  las  es- tructuras  mediales  al  espacio  tibioperoneo,  es  una  lesión  distin- ta.  El  astrágalo  en  una  lesión  PA  desplaza  al  peroné  lateralmen- te,  en  grado  suficiente  para  permitir  la  translocación  de  las  es- tructuras mediales, que incluyen tendones,  arteria y nervio tibial  posterior  al  espacio  interóseo.  Estas  estructuras  quedan  atrapa- Fracturas  y luxaciones  del  tobillo  391  Fig. 22-8. Radiografía lateral de una lesión con pronación-abducción.  das  produciéndose  así,  como  resultando,  una  fractura-luxación  irreducible.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Los  antecedentes  de  lesión  pocas  veces  es  de  utilidad  debido  a  que el paciente raramente puede describir la dirección de la  fuerza  lesiva.  En  el  examen  físico,  se  examinan  las  áreas  de  equimosis,  hinchazón  e  hipersensibilidad  sobre  la  línea  articular  anterome- dial  y posteromedial,  y lateralmente sobre la  extensión completa  del  peroné.  Se  nota  el  estado  de  la  piel.  Con  frecuencia  la  piel  estará  intensamente  contusionada  o  lesionada.  La  manipulación  suave  del  tobillo  puede  mostrar  una  inestabilidad  notable.  392  Manual de  fracturas  Flg, 22-9. Lesión con pronación-ratación externa del tobillo.  Fig. 22-10. Lesión con supinación-aducción del tobillo.  Fracturas  y  luxaciones  del  tobillo  393  Examen radiográfico  El examen radiográfico estándar consiste en vistas anteroposterior,  lateral  y  de  la  cavidad  articular.  La vista  de  la  cavidad  articular,  o  vista  anteroposterior  verdadera  del  tobillo,  se  obtiene  con  el  pie  en  rotación  interna  de  20  grados.  Las  radiografías  se  exami- nan con los siguientes seis puntos en mente:  1)  ¿Hay una  fractura  del maléolo medial y,  de ser así,  de qué  tipo es? Esta información  es  importante  para  la  planeación  de  un  método  de  fijación.  Sí  hay  compresión  del  techo  medial  se  anticipa  el  injerto  de  hueso;  2)  se  toma  nota  de  la  dirección  y  localización  de  la  fractura  del  peroné.  La  dirección  es  el  espejo  del  mecanismo  de  la  lesión.  La  localización a nivel al  cual  se  produce  la  fractura es  un  indicador  aproximado  del  grado  de  la  lesión.  Por  lo  tanto,  una  fractura  SE  por  encima  de  la  sindesmosis  indica,  como  mínimo,  rotura  de  ligamento  tibioperoneo  anterior.  Si  hay  una  fractura  del  maléolo  medial,  hay  una lesión completa presente, con  todos los ligamen- tos de la sindesmosis rotos; 3)  ¿hay rotura del complejo ligamento- so  deltoideo?  La  respuesta  puede  ser  obvia,  si  la  lesión es  causa- da por pronación.  La etapa inicial  de  la lesión por pronación es  la  rotura  del  complejo  ligamentoso  deltoideo.  Por  lo  tanto,  si  el  maléolo medial está intacto,  en relación con una fractura peronea  PA  o  PE,  no  hay  necesidad  de  realizar  estudios  radiográficos  de  esfuerzo  para  demostrar el ensanchamiento  de la cavidad  articu- lar.  Sin embargo,  una lesión SE,  en la cual  el maléolo medial está  intacto  y  la  cavidad  articular  tiene  un  aspecto  normal,  requerirá  una  radiografía  de  esfuerzo  cuando  hay  alguna  hipersensibili- dad  sobre  el lado  medial;  4)  cuando hay  una  lesión  del complejo  ligamentoso medial, sin fractura  del  peroné y del  tobillo, se toma  una  vista  radiográfica  de  la  extensión  total  del  peroné  para  de- terminar  si  hay  una  fractura  peronea  alta;  5)  deben  reconocerse  otras  fracturas  relacionadas,  como  las  que  afectan  a  la  apófisis  tibial  posterior  (Volkmann),  tubérculo  tibial  anterior  (Chaput)  y  tubérculo  peroneo  (Wagstaffe),  y  6)  se  examina  la  cúpula  del  astrágalo  para  detectar  posibles  fracturas  osteocondrales.  Se obtienen radiografías de esfuerzo en rotación externa  cuando  hay indicación de que puede estar roto el ligamento deltoideo a pe- sar del hecho de que el espacio articular esté reducido. El pie se gira  suavemente en dirección externa y se obtiene una vista del espacio  articular del tobillo. Se determina la anchura del espacio claro  en- tre el techo tibial lateral y astrágalo lateral.  De igual forma, se  eva- lúa  la  anchura  del  espacio  claro  en  la  esquina  en la cual  el  techo  tibial se une  al maléolo medial y  la esquina  medial del astrágalo.  Una  diferencia mayor de 3  mm entre  estas  dos  mediciones indica  una rotura  del  ligamento  deltoideo  (figs.  22-11  y  22-12).  394  Manual  de  fracturas  Flg. 22-11. Vista de la cavidad articular del tobillo que indica una fractura  del peroné ligeramente por encima de  la sindesmosis, y un espacio claro  medial  que  mide  3.5  mm.  El  espesor  del  cartílago  articular  mide  3  mm  lateralmente.  La  tomografía,  la  tomografía  por  comput adora  (TC)  y  la  artrografía no son necesarias para  evaluar fracturas indirectas  del  tobillo.  Tratamiento inicial  Las  subluxaciones  o  luxaciones  francas  se  reducen  empujando  en línea con la  deformidad.  El  tobillo se  enferula,  se  eleva y  se  le  aplica  hielo.  La  hinchazón,  equimosis  y  ampollas  excesivas  de  ordinario  mejorarán  suficientemente  con  este  régimen para  la ci- rugía  en cuatro  a  siete  días.  Fracturas  y  luxaciones  del  tobillo  3 9 5  Fig. 22-12. Radiografía de esfuerzo con rotación externa del tobillo que se  muestra  en  la figura  22-9.  El  momento  en  la  amplitud  del  espacio  claro  medial  indica que  el  ligamento  deltoideo  ha sido  roto  y que  ésta es  una  lesión inestable del tobillo.  Lesiones  relacionadas  Las  lesiones  relacionadas  de  las  estructuras  neurovasculares  son  poco comunes,  pero deben descartarse con examen enfocado cui- dadosamente  de  la  extremidad.  El  síndrome  de  compartimiento  se vincula ocasionalmente con fracturas directas  del  tobillo;  si  se  sospecha  en base  del  examen  clínico,  se  miden  las  presiones  del  compartimiento.  Tratamiento  definitivo  El  tratamiento  definitivo  es  por  métodos  quirúrgico  o  cerrado.  Las  indicaciones  primarias  para  la cirugía  son las  lesiones  y  frac- 396  Manual  de  fracturas  turas inestables del maléolo medial.  Pocas veces se indica cirugía  para  una  fractura  peronea  aislada  sin  lesiones  ligamentosas.  Todas  las lesiones  que  afectan a  las  porciones  medial y  lateral  del  tobillo  (bimaleolares)  son inestables.  Una  fractura  no  despla- zada  puede  mantenerse  en  un  enyesado  largo  de  pierna,  pero  debe vigilarse cuidadosamente la posición de los fragmentos.  Una  fractura  bimaleolar  desplazada,  aun  cuando  se  reduce  anatómi- camente,  tiende a desplazarse de nuevo; por lo tanto,  debe Ajarse  internamente.  Las  fracturas  desplazadas  del maléolo  medial  que  se  tratan  consérvadoramente  frecuentemente  no  se  reparan.  Por  lo  tanto,  estas  fracturas  se  reducen  y  estabilizan  para  minimizar  la  incidencia  de  falta  de  unión.  La  alta  incidencia  de  este  trastor- no  en  las  fracturas  tratadas  de  forma  conservadora  es  atribuida  al  periostio,  que  invariablemente se interpone entre  los  fragmen- tos  de  la  fractura,  y  a  inhibición  de  la  reparación  por  el  líquido  sinovial  del  tobillo.  Reducción cerrada  La  reducción  cerrada  se  lleva  a  cabo  revertiendo  el  mecanismo  de la lesión y la posición del pie  (p.  ej.,  las fracturas SE se reducen  girando internamente y colocando al pie en pronación). Se aplica  un  enyesado  corto  de  pierna  mientras  se  mantiene  la  reducción.  Luego  se  extiende  a  un  enyesado  largo  de  pierna,  con  un  ángulo  de  flexión  de  la  rodilla  de  30  grados.  La  inmovilización  en  enyesado  se  continúa  por  seis  semanas.  La  posición  de  los  frag- mentos  se  vigila  con  radiografías  frecuentes.  Reducción abierta  Se  practica  una  incisión  lateralmente  sobre  el  peroné,  bajo  con- trol con  torniquete,  y  se  extiende  directamente,  distal y  anterior- mente, sobre la sindesmosis distal. La exposición del lado medial  se  obtiene  mediante  una  incisión  curva,  centrada  en  la  esquina  medial  anterior  del  espacio  articular.  El  puente  anterior  de  piel,  formado  por  estas  dos  incisiones,  debe  tener  por  lo  menos  6  cm  de  anchura.  La  piel  se  maneja  de  forma  cuidadosa  para  evitar  lesionarla  adicionalmente.  La  cúpula  del  astrágalo  se  examina,  como  también  el  complejo  ligamentoso  tibioperoneo  anterior  y  el  ligamento  astrágalo  peroneo  anterior.  La  fractura  del  peroné  y  del maléolo medial  se reduce y  estabiliza.  El  autor emplea  una  placa  tubular  de  un  tercio  posterolateralmente  sobre  el  peroné,  y  dos  tornillos  encordados  parcialmente  en el hueso  esponjoso  del  maléolo  medial.  La  presencia  de  una  diastasis  se  evalúa  produ- ciendo distracción del peroné de la tibia después de la fijación. Si  Fracturas  y  luxaciones  del  tobillo  397  hay  una  diastasis  presente  se  inserta  un  tornillo  sindesmótico.  Cuando  se  requiere  injerto  de  hueso  de  un  techo  medial  o  lateral  impactado,  se obtiene  hueso esponjoso  del  fémur  distal  ipsolate- ral. Si está roto, el complejo ligamentoso tibioperoneo anterior se  repara antes de cerrar.  En el posoperatorio, se aplica un enyesado  corto de pierna cuando las incisiones son estables  (de ordinario a  los  dos  días),  y  se mantiene  por  dos  semanas.  A  las  dos  semanas  se quita en enyesado, se retiran las suturas, y se aplica un enyesado  removible  para  facilitar  los  cuidados  de  la  piel.  A  las  seis  sema- nas  se  inician ejercicios  de intervalo  de  movimiento  del  tobillo y  carga  parcial  de  pesos.  Complicaciones  Las  complicaciones  de  las  fracturas  indirectas  del  tobillo  inclu- yen  artritis,  infección  y  falta  de  unión.  Estas  complicaciones  son  más  frecuentes  en  caso  de  fracturas  directas  del  tobillo;  por  lo  tanto,  su  tratamiento  se cubre  al  final  de  la  sección  sobre  fractu- ras  directas  del  tobillo.  FRACTURAS  DIRECTAS  DEL TOBILLO  Las  fracturas  directas  del  tobillo  suelen  ser  causadas  por  despla- zamiento  del  astrágalo  al  interior  de  la  tibia  distal,  causando  un  pilón  o  fractura  por  estallamiento.  Ocasionalmente  son  produci- das  por  un  impacto  directo  (p.  ej.,  heridas  por  arma  de  fuego  o  aplastamiento).  Estas  lesiones  con  frecuencia  son  abiertas  y  se  relacionan con lesiones del pie,  tibia proximal, y peroné.  Las frac- turas  causadas  por  impacto  directo  no  se  expondrán  adicional- mente,  excepto  para  mencionar  que  las  reglas  que  deben  seguir  su  tratamiento  son buenos cuidados  de  las  heridas,  reducción  de  las  superficies  articulares,  mantenimiento  de  la  alineación  e  in- jerto  de hueso  temprano,  de  ser necesario.  Clasificación  Hay  tres  tipos  de  fracturas  de pilón:  tipo  I,  la  superficie  articular  no está  involucrada  o no está  desplazada;  tipo  II,  una  porción  de  la  superficie  articular  está  desplazada,  pero  hay  un  segmento  de  ésta  que  no  lo  está;  y  tipo  III,  está  afectada  la  totalidad  del  techo  (fig.  22-13  y  22-14).  La  intensidad  de  la  lesión  paralela  a  estos  tipos  de  fractura.  398  Manual de  fracturas  Fig. 22-13. Clasificación de fracturas directas del tobillo: A y B, fractura tipo  I. C y D, fractura tipo II. E y F, fractura tipo III.  Fracturas  y  luxaciones  del  tobillo  399  Fig. 22-13. Continuación  Fig. 22-14. Radiografía del espacio articular de una fractura directa de tipo  II del tobillo. Aunque hay afección intraarticular, una porción de la superfi- cie articular no está desplazada.  400  Manual de  fracturas  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  El diagnóstico de las fracturas de pilón suele ser obvio.  De mane- ra  característica  hay  antecedente  de  una  caída  y  dolor  intenso  localizado  en  el  tobillo,  el  cual  puede  presentar una  deformidad.  Se  lleva  a  cabo  un  examen  neurovascular  cuidadoso,  poniendo  atención  particular  a  los  pulsos  tibial  anterior  y  posterior  y  al  llenado capilar.  La  piel  se  examina buscando  laceraciones  o  am- pollas.  Examen radiográfico  Las  vistas  anteroposterior,  lateral  y  del  espacio  articular  están- dar,  son de sumo valor.  Los  tomogramas y  los estudios  de  tomo- grafía por computadora  ayudan a  evaluar el  grado  de  lesión arti- cular  asi  como  de  conminución.  Tratamiento inicial  El tratamiento inicial consiste en la alineación del tobillo por trac- ción.  Estas lesiones suelen ser inestables y, por lo tanto, se  alinean  fácilmente.  El  tobillo se  enferula,  se  eleva  y  se  le  aplica hielo.  Lesiones  relacionadas  Las  fracturas  de  la  columna  lumbar  son  las  que  se  vinculan  más  frecuentemente  con  las  fracturas  de  pilón  a  causa  de  una  caída.  Son  descartadas  con  examen  físico  y  radiografías.  Las  lesiones  neurovasculares  se  eliminan  con  un  examen físico cuidadoso.  Tratamiento  definitivo  El  tratamiento de las fracturas  de pilón debe ser individualizado.  En último  análisis,  la  intensidad  de la  lesión y lo adecuado  de  la  reducción  de  las  superficies  articulares  determinará  los  resulta- dos.  Los  procedimientos  quirúrgicos  extensos  necesarios  para  reducir y  estabilizar las  fracturas  desplazadas  están  plagados  de  complicaciones;  por  lo  tanto,  el  tejido  blando  atenuado  es  una  contraindicación  relativa  a  un  procedimiento  quirúrgico  exten- so.  De  igual  forma,  deben evaluarse  la vascularidad y  la  sensibi- lidad.  La  presencia  de  linfedema,  estasis  venosa  o  neuropatía  periférica  son contraindicaciones relativas a la reducción abierta.  Es  muy  importante  que  el  cirujano  decida  si  tiene  la  capacidad  Fracturas  y  luxaciones  del  tobillo  401  de  reducir  y  estabilizar  la  fractura.  Algunas  fracturas  son  tan  conminuta,  con la  destrucción  tan extensa  de la  superficie  articu- lar,  que  la  reducción  abierta  y fijación interna  no  es  una  opción.  En estos casos,  deben emplearse  tratamiento cerrado, fusión tem- prana y fijación externa para producir un tobillo indoloro  estable.  El  tratamiento  inicial  cerrado  confusión  temprana  se  usa cuando  el  techo  tibial  o  la  cúpula  del  astrágalo  están  irrevocablemente  lesionados.  Inicialmente  la  fractura  se  trata  con  inmovilización  externa,  con frecuencia con un periodo en tracción calcánea.  Cuan- do  han cedido  la hinchazón y  la formación de ampollas, se aplica  un  enyesado  o  fijador  externo  con  clavos  en  el  calcáneo  y  el  astrágalo.  Cuando  el  estado  de  la  piel  lo  permite,  se  realiza  la  fusión  tibioastragalina con injertos  de  hueso  esponjoso  autógeno.  El objetivo de la reducción abierta y la fijación interna es la reduc- ción estable anatómica  de la articulación.  De  ordinario se practi- can incisiones medial y lateral.  La localización exacta y  extensión  de  las  incisiones  se  basa  en  el  patrón  de  la  fractura,  y  se  indivi- dualizan  en  cada  caso  particular.  Una  vez  que  se  han  identifica- do  los  fragmentos,  el  peroné,  si  está  fracturado,  se  repara  con  placa,  alineando  de  esa  forma  el  tubérculo  anterior  de  la  tibia,  alrededor  del  cual  se  reducen  otros  fragmentos  y  se  mantienen  en su  lugar con  tornillos  y  placas.  Se empaca injerto  de hueso  por  debajo  de  los  segmentos  deprimidos.  Se  requiere  un periodo  ex- tendido  de  elevación  después  de  la  cirugía  para  disminuir  la  in- cidencia  de  los  problemas  posoperatorios  de  la herida.  La  dura- ción del  tiempo sin carga de pesos  depende  de la intensidad  de la  fractura.  Complicaciones  Las  complicaciones  son  artritis,  infección  y  falta  de  unión.  La  artritis  se  debe  a  una  reducción  inadecuada  de  fragmentos  intraarticulares,  alineación defectuoso varo o valgo de la  superfi- cie  articular  completa,  o  a  una  lesión  del  cartílago  articular  que  se  produjo  en el  momento  de  la lesión.  Si hay  radiográficamente  un  espacio  articular,  y  clínicamente  sólo  se  presenta  dolor  míni- mo  con  los  movi mi ent os,  puede  ser  de  ayuda  realizar  una  osteotomía  para  realineación  la  articulación.  Si  cambios  artríti- cos  están  adelantados,  o  la  superficie  articular  está  alineada,  la  única  opción,  aparte  de  la  inyección  de  esferoides  y  empleo  de  fármacos antiinflamatorios no esferoides,  es la artrodesis. Las téc- nicas  que usamos  son excisión  del  peroné  distal,  eliminación  del  cartílago  articular  restante  de  las  superficies  articulares,  injertos  de  hueso  esponjoso  autónomo  llenando  los  espacios,  y  estabili- zación  con  un  fijador  externo.  Los  clavos  del  fijador  externo  se  402  Manual de  fracturas  colocan  en  la  tibia  proxímalmente,  y  en  el  astrágalo  y  calcáneo  distalmente.  La  infección,  especialmente  de  una  fractura  de  pilón,  es  una  complicación  grave y  de manera habitual precursora  de  amputa- ción.  Si  la  infección  está  controlada  (es  decir,  el  paciente  no  se  encuentra enfermo en el ámbito sistémico),  los  dispositivos colo- cados  se  dejan  en  su  lugar,  siempre  que  estén  proporcionando  estabilidad,  hasta  que  la  fractura  sea  reparada.  Se  emplean  anti- bióticos  sistémicos  para  afrontar  exacerbaciones  de  la  infección.  Una  vez  que  la  fractura  se  repara  se  retiran  los  dispositivos  de  fijación y  se  desbrida  todo  el  tejido  necrótico.  Con  frecuencia  se  requiere  un  colgajo  libre  para  cobertura.  Se  administran  seis  se- manas  de  antibiótico  sistémico.  La falta  de  unión  del  peroné  o  del  maléolo  medial,  cuando  es  sintomática,  se  trata  con  injerto  de  hueso  autógeno  y  estabili- zación.  LESIONES  DEL COMPLEJO  LIGAMENTOSO  COLATERAL  LATERAL  Hay varios hechos que se refieren a los esguinces del tobillo:  1)  la  rotura  del  ligamento  escafoperoneo  anterior  suele  ser  una  lesión  aislada;  2)  la  rotura simultánea de los  tres ligamentos colaterales  es  muy  rara,  y  el  ligamento  astragaloperoneo  posterior  es  el me- nos vulnerable; 3)  la rotura del ligamento escafoperoneo anterior  suele  ser una lesión completa,  o  de  grado  III.  Este no  es caso con  la  lesión  del  ligamento  calcaneoperoneo,  que  es  de  manera  habi- tual  de  grado  II;  4)  con  frecuencia  hay  lesiones  relacionadas  del  ligamento  tibioperoneo  anterior.  Clasificación  Las  lesiones  del  complejo  ligamentoso  colateral  lateral  del  tobi- llo se clasifican en tres grupos.  Primer grado:  rotura completa del  ligamento  astragaloperoneo  anterior  únicamente;  el  mecanismo  de la lesión es  rotación interna  del  tobillo en pronación.  Segundo  grado:  rotura  completa  de  los  ligamentos  astragaloperoneo  y  calcaneoperoneo,  pero  un  ligamento  astragaloperoneo  posterior  intacto;  el  mecanismo  de  la  lesión  es  rotación  interna  del  pie  en  supinación. Tercer grado: los tres ligamentos colaterales laterales  del  tobillo están rotos;  el mecanismo de la lesión es aducción del  tobillo  en  supinación.  Hay  dos patrones  de fractura maleolar medial que  se vinculan  con lesiones ligamentosas colaterales laterales:  un patrón SA ver- tical  y  una  fractura  con  supinación-rotación  interna  (SI).  Esta  es  una  fractura  transversa  o  levemente  oblicua  del  maléolo  medial,  e  indica  un  esguince  de  segundo  grado.  Diagnóstico  y  tratamiento  iniciales  Historia  y  examen físico  La evaluación clínica  es  sumamente  importante ya que las radio- grafías con frecuencia son de poca ayuda.  Específicamente, se nota  hipersensibilidad  directamente  sobre  el  complejo  ligamentoso  tibioperoneo  anterior,  o  sobre  cualesquiera  de  los  tres  ligamen- tos  colaterales  laterales.  Además,  se  evalúa  la  estabilidad  del  astrágalo  en  el  plano  coronal  (aducción)  y  plano  sagital  (gaveta  anterior).  Examen radiográfico  Las  radiografías  simples  suelen  ser  de  poco  valor  y  sólo  indican  la hinchazón de  tejidos  blandos.  En  la vista  del  espacio  articular  puede presentarse  una  fractura  maleolar  medial  SA  o  SI.  Las placas  de  esfuerzo  son valiosas.  La  estabilidad  en el  plano  coronal  se  evalúa  colocando  en  aducción  la  parte  media  del  pie  mientras se obtiene una vista  de la cavidad articular.  Esta vista se  compara  con  una  placa  de  esfuerzo  del  lado  no  lesionado.  La  inclinación  tipo  varo  del  astrágalo,  que  es  10%  mayor  que  la  del  lado no  lesionado,  indica  un esguince  de  tercer  grado.  La  estabi- lidad  en  el  plano  sagital  se  evalúa con  una  radiografía  lateral  del  tobillo  que  se  toma  mientras  se  está  practicando  la  prueba  de  la  gaveta  anterior.  Para  realizar  la  prueba  de  la  gaveta  anterior,  se  mantiene  el  pie  en  una  mano  mientras  la  otra  empuja  posterior- mente  a  la  tibia.  El  desplazamiento  anterior  de  más  de  3  mm  en  comparación con el sitio normal indica por lo menos  un esguince  de  primer  grado.  Tratamiento inicial  No hay  luxación ni deformidad para reducir;  por lo  tanto, la apli- cación  de  hielo  y  elevación  son  adecuadas.  Tratamiento  definitivo  Se  aplica  un  enyesado  de  pierna  corta  para  ambular,  con  el  tobi- llo  en  posición  neutral.  El  enyesado  se  mantiene  durante  cuatro  semanas.  Se  usa una férula  de  tobillo removible  por  dos semanas  adicionales.  404  Manual de  fracturas  Si  se  indica  la  reparación  primaria  de  los  ligamentos,  la  expo- sición operatoria se realiza a  través de una incisión que es parale- la a los tendones peroneos. Se abre la vaina peroneal, y se retraen  proximalmente  los  tendones  para  alcanzar  a  los  ligamentos  astragaloperoneo  y  calcaneoperoneo  posteriores.  El  ligamento  astragaloperoneo  anterior  es  el  más  fácil  de  exponer  y  reparar.  En  el  posoperatorio,  el  tobillo  se  protege  con  un  enyesado  corto  de  pierna por cuatro semanas,  y  uno  removible  por dos  semanas.  Complicaciones  Las  complicaciones  propias  de  esta lesión  son  la laxitud  del com- plejo de ligamento colateral lateral, que " da de sí" cuando se aplica  una  fuerza  varo  al  pie  (p.  ej.,  cuando  el  paciente  camina  en  piso  irregular).  El  tratamiento es conservador, con una cuña lateral en  el  zapato  y  ejercicios  de  refuerzo  peroneo,  u  operación.  Se  han  descrito múltiples técnicas operatorias. La mayor parte usa el ten- dón  del  peroneo  corto  para  sustituir  los  ligamentos  lesionados.  LECTURAS  SELECCIONADAS  General  Vrahas  M,  Fu  F,  Veenis  B.  Intraarticular contact stresses with simulated  ankle malunions. J Orthop Trauma 8:159-166,1994.  Fracturas indirectas del tobillo  Ashhurst AP, Bromer RS: Classification and mechanism of fractures of the  leg bones involving the ankle. Arch Surg 4:51-129,1922.  Lauge-Hansen N: Fractures of the ankle. Combined experimental- surgical  and experimental-roentgenologic invesügations. Arch Surg 60:957-985,1950.  Pankovich  AM:  Fracture  of  the  fíbula  proximal  to  the  distal  tíbioñbular  syndesmosis. JBone Joint Surg 60A:221-229,1978.  Pankovich AM: Fractures of the fíbula at the distal tibiofibular syndesmosis.  Clin Orthop 143:138-147,1979.  Phillips WA, Schwartz HS, Keller CS,  Woodward HR,  Rudd WS, Spiegel  PG,  Laros  GS:  A  prospective,  randomized  study  of  the management of  severe ankle fracture. JBone Joint Surg 67A:67-78,Í985.  Fracturas directas del tobillo  Ovadia  DN,  Beals  RK:  Fractures  of the  tibial plafond.  JBone  Joint  Surg  68A:543-551,1986.  Ruedi TP, Allgower M: The operative treatment of intraarticular fractures  of the lower end of the tibia. Clin Orihop 138:105-110,1979.  Scheck  M:  Treatment  of comminuted  distal  tibial  fractures  by  co.nbined  dual-pin fixation and limited  open reduction. JBone Joint Surg 47A:1537- 1553,1965.  Fracturas  y  luxaciones  del  tobillo  405  Tornetta  P,  Weiner  L,  Bergman  M,  Wtnik  N,  Steuer J,  Kelley  M,  Yang  É.  Pilón  fractures:  treatment  with  combined  internal  and  external  fíxation.  J  Orthop  Trauma  7:489-496,1993.  Lesiones del complejo ligamentoso colateral lateral  Staples OS:  Ruptures of the fibular collateral Hgaments of the ankle.  Result  study  of immediate surgical  treatment. JBone Joint Surg 57A:101-107,1975.  Kitaoka  HB,  Lee  MD,  Morrey  BF,  Cass  JR:  Acute  repair  and  delayed  reconstruction  for  lateral  ankle  instability:  twenty  year  follow-up  study.J  Orthop  Trauma  11:530-535,1997.  23  Lesiones del pie  Enes Kanlic  Clayton  R.  Perry  Este capítulo revisa las lesiones del pie (es decir,  distales a la arti- culación  del  tobillo).  ANATOMÍA  Y  BIOMECÁNICA  El  pie  se  divide  en  pie  posterior,  constituido  por  el  tendón  de  Aquiles,  el  astrágalo  y  el  calcáneo;  el  pie  medio  formado  por  el  navicular del tarso,  tres cuneiformes y cuboides; y el pie anterior,  formado  por  los  cinco  metatarsianos  y  las  falanges  correspon- dientes.  El  astrágalo  es  un  hueso  singular  ya  que  en  él  no  se  insertan  músculos,  60%  de  superficie está cubierta por el cartílago  articu- lar,  y  su  riego  vascular es  tenue.  Las ramas  deltoideas  de la  arte- ria  tibial posterior riegan el cuerpo astragalino medial.  La arteria  del  seno  del  tarso  está  situada  en  este  seno,  en  un punto  plantar  al  cuello  del  astrágalo,  y  da  origen  a  ramas  que  penetran  en  la  parte  inferior  del  cuello.  La  arteria  dorsal  del  pie  origina  ramas  arteriales  que  entran en la porción superior del  cuello.  La  mayor  parte  del  riego  sanguíneo  del  astrágalo  se  realiza  a  través  de  su  cuello;  por  lo  tanto,  el  cuerpo  es  sensible  a  necrosis  avascular  después  de  una  fractura.  La porción posterior del calcáneo es la tuberosidad, y actúa como  inserción del tendón de Aquiles. La aponeurosis plantar y los múscu- los  pequeños  del  pie  se  originan  en  la  superficie  plantar  del  calcáneo.  La  apófisis  anterior  es  el  origen  del  ligamento  bifurca- do,  que se extiende  desde el cuboides  al navicular,  estabilizando  la  parte  media  del  pie.  La  parte  superior  del  calcáneo  tiene  tres  facetas  que  se  articulan  con  el  astrágalo.  La  faceta  posterior  es  más  importante que la media y  la anterior.  El ligamento astraga- localcáneo  se  extiende  desde  la  superficie  superior  del  calcáneo  hasta la inferior del astrágalo.  Está situado sobre el seno del tarso  y es el estabilizador primario de la articulación astragalocalcánea.  El  sustentáculo  tali  (apófisis  menor  del  calcáneo)  está  en  el  lado  medial  del  calcáneo.  En  su  parte  superior  está  la  faceta  media  y  en  la  superficie  inferior  el  surco  para  el  tendón  del  flexor  largo  del  pulgar.  El  calcáneo  distal  se  articula  con  el  cuboides.  El navicular se articula con la cabeza del astrágalo y el primer y  segundo cuneiformes.  El  tendón del  tibial posterior se  inserta en  406  Enes Kanlic  Clayton  R.  Perry  Lesiones  del pie  407  el  tubérculo  del  navicular  dando  soporte  al  arco  longitudinal  medial.  Los huesos  del pie forman  los arcos  longitudinal y  transverso.  El  arco  longitudinal  es  más  alto  medialmente  que  lateralmente.  El  segmento medial (astrágalo; navicular; cuneiforme; y primero,  segundo y  tercer dedos)  es la  porción  dinámica del pie  y  se  apla- na  durante  la  carga  de  pesos.  El  segmento  lateral  (calcáneo,  cu- boides y cuarto y quinto dedos)  es más plano, más rígido, y entra  en contacto con el piso primero durante la carga de pesos.  El arco  transverso  se  debe  a  la  forma  de  los  huesos  del  tarso  y  las  bases  de  los  metatarsianos,  que  son  más  anchas  en  el  lado  dorsal  que  en  el  plantar,  formando  un  "arco  romano".  Los huesos del pie están comunicados por estructuras  fibrosas  (p.  ej., la aponeurosis plantar), músculos intrínsecos, y músculos  extrínsecos.  Los  músculos  en  la  aponeurosis  plantar  tensionada  actúan como una "atadura"  en el  arco  longitudinal  que  evita que  se  aplane  durante  la carga  de  pesos.  La  articulación  subastragalina  tiene  cuatro  articulaciones:  tres  entre  las  facetas  anterior  media  y  posterior  del  calcáneo  y  del  astrágalo, y una entre la cabeza del astrágalo y el navicular.  Estas  articulaciones funcionan como una articulación multiaxil.  Se pro- ducen 40  grados  de  supinación y  pronación  a  través  de  la  articu- lación  subastragalina.  Las  articulaciones  del  tobillo  y  subas- tragalina  actúan  juntas  como  una  articulación  universal,  con  45  grados  de  flexión  dorsal  y  plantar.  La  articulación  de  Chopart  o  articulación  transversa  del  tarso,  consiste  de  las  articulaciones  astrágalonavicular  y  calcáneo  cu- boidea.  (fig.  23-1).  La  cantidad  de  movimiento  que  se  produce  a  través  de la  articulación de  Chopart es mayor cuando el calcáneo  está en pronación.  Por lo  tanto,  la  fusión subastragalina se lleva  a  cabo  con  calcáneo  en  pronación  leve.  La articulación  de  Lisfranc,  o  articulación  tarsometatarsiana,  es  una  serie  de  planos  articulares.  El  mayor  grado  de  movimiento  se produce a  través  de la articulación primer metatarsiano-cunei- forme medial.  El movimiento a  través del resto  de la articulación  está restringido por los ligamentos dorsal y volar  de la  estructura  ósea  (es  decir,  el  segundo  metatarsiano  está  intercalado  entre  el  primer y  tercer cuneiformes.  Las cinco cabezas  metatarsianas es- tán  conectadas  con  ligamentos  interóseos  fuertes,  pero  sólo  las  bases  de  los  cuatro  metatarsianos  laterales  tienen  ligamentos  interóseos  fuertes.  En lugar  del  ligamento  interóseo  entre  las  ba- ses del primer y  segundo metatarsianos  se  encuentra el ligamen- to  de  Lisfranc,  que  conecta  el  cuneiforme  medial  y  la  base  del  segundo  metatarsiano  (fig.  23-2).  Debido  a  esta anomalía  estruc- tural,  las  luxaciones  de  la  articulación  de  Lisfranc  son  frecuen- 408  Manual de  fracturas  Flg. 23-1. Articulación de Chopart, o tarsal transversa, y articulación de Lis- franc, o tarsometatarsiana.  temente  limitadas  al  lado  externo  (es  decir,  segundo  a  quinto  metatarsiano)  o  al  lado  medial  (es  decir  primer  metatarsiano).  Las  articulaciones  metatarsofalángicas  actúan  como  articulacio- nes  de  bisagra  tensando  la  aponeurosis  plantar.  Las  articulaciones  interfalángicas  son  articulaciones  de  bisagra.  Se  flexionan  activamente  pero  sólo  se  extienden  activamente  a  posición  neutra.  Clasificación  Las lesiones  del pie se clasifican de acuerdo con el mecanismo de  su  producción:  indirectas,  directas o  a causa  de estrés  repetitivo.  Se  clasifican  adicionalmente  de  acuerdo  con  las  estructuras  que  están involucradas.  Estas estructuras son el pie posterior (es  decir,  el tendón de Aquiles,  el  astrágalo,  la articulación subastragalina,  y  el  calcáneo),  el  pie  medio  (es  decir,  navicular,  cuneiformes  y  cuboides),  y  el  pie  anterior  (es  decir,  la  articulación  tarso-meta- tarsiana,  los  metatarsianos,  y  las  falanges).  Lesiones  del pie  409  Fig.  23-2.  Ligamentos  interóseos  de segundo  a  quinto  metatarsiano.  En  lugar del ligamento entre el primer y segundo metatarsiano, está situado el  ligamento de Lisfranc, entre el segundo metatarsiano y el cuneiforme me- dial.  ROTURA  DEL  TENDÓN  DE  AQUILES  Clasificación  La  rotura  del  tendón  de  Aquiles  se  debe  a  lesión  directa  (p.  ej.,  una  laceración)  o  indirecta  (p.  ej.,  dorsiflexión  forzada  del  tobi- llo).  Las  lesiones  directas  rompen  cualquier  parte  del  tendón  y  son abiertas.  La  lesiones  indirectas,  o  roturas,  se  producen  en  la  unión musculotendinosa  o en la  inserción  del calcáneo.  Mientras  más  joven  sea  el  paciente,  mayor  es  la  probabilidad  de  que  la  lesión  sea  al  nivel  de  la  articulación  musculotendinosa.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  El  dolor  está  localizado  en  la  parte  posterior  del  tobillo.  Las  le- siones  directas  tienen  una  laceración.  Las  lesiones  indirectas,  un  defecto  palpable  en  el  sitio  de  la  lesión.  La  flexión  plantar  activa  410  Manual de  fracturas  del  tobillo  está ausente,  o  es  débil.  La  prueba  de Thompson  eva- lúa si hay una rotura completa.  El paciente está en posición prona,  con los pies extendidos  fuera  de  la mesa  de  examen.  La muscula- tura  de  la  pantorrilla  es  comprimida  por  el  examinador;  si  hay  flexión  plantares del  tobillo, el tendón está parcialmente intacto.  Si  no  es  así,  hay  una  rotura completa.  Examen radiográfico  La  disminución  en  la  densidad  de  los  tejidos  blandos  indica  la  localización  de  la  rotura;  sin  embargo,  este  es  un  hallazgo  sutil.  La  imagen  por  resonancia  magnética  (IRM)  es  útil  en  casos  con- fusos.  Tratamiento  inicial  El  tratamiento  inicial  de una lesión directa es  el  desbridamiento.  Si el  tendón no  se puede  reparar  dentro  de  un lapso  de  12 horas,  la  piel  se  cierra.  Las  lesiones  indirectas  se  elevan  y  se  les  aplica  hielo.  Lesiones  relacionadas  No hay  lesiones relacionadas con una  lesión indirecta  del  tendón  de  Aquiles.  Las lesiones  directas  se vinculan con lesiones  de  ten- dones y  estructuras  neurovasculares circundantes.  Los  tendones  lesionados  con  frecuencia  son  el  tibial  posterior,  el  flexor  largo  del  dedo  gordo  y  el  flexor  largo  de  los  dedos.  La  presencia  de  tenodesis  (es  decir,  flexión  de  las  articulaciones  metatarsofalán- gicas  e  interfalángicas),  con  dorsiflexión  del  tobillo,  indica  que  los flexores largos están intactos.  Las estructuras neurovasculares  en  riesgo  son el nervio y  arteria  tibiales posteriores.  La  sensación  intacta  de  la  superficie  plantar  del  pie  indica  que  el  nervio  tibial  posterior  está  intacto.  Un  pulso  tibial  posterior  palpable  o  Doppler,  por detrás del maléolo medial,  indica  que la arteria está  intacta.  Tratamiento  definitivo  El  tratamiento  definitivo  depende  del  tipo  de  rotura  y  de la  edad  del  paciente.  Las lesiones  directas se  tratan con reparación primaria.  Las le- siones indirectas,  con reparación operatoria  en  personas jóvenes,  en pacientes  sanos,  y  con  enyesados  en  pacientes  de  edad  avan- zada o  en pacientes menos sanos.  En comparación con una lesión  Lesiones  del pie  411  directa,  la  reparación  que  se  practica  después  de  una lesión  indi- recta  no  es  tan  segura,  y  la  incidencia  de  complicaciones  es  más  alta.  El paciente  está en posición prona.  La incisión es  superior y  paralela  al  tendón.  Se expone el  peritendón y  se incide  de  mane- ra  tal  que  pueda  repararse  más  adelante.  Una  sutura  de  tipo  Kessler  aproxima  los  extremos.  En las lesiones  indirectas,  los ex- tremos  son  tiras  longitudinales  descritas  como  "extremo  de  trapeador",  y  es  fundamental colocar la  sutura  de  Kessler en  ten- dón sano.  Si la rotura es extremadamente distal, el  tendón se  fija  al  calcáneo  tirando  a  través  de  alambres  o  anclado  con  sutura.  Otros tendones lacerados se reparan (lesión directa). Se aplica un  enyesado  corto  de  pierna,  con  el  tobillo  plantar  flexionado  a  20  grados.  A  las  tres  semanas  se  cambia  el  enyesado,  se  retiran  las  suturas y  se  aplica otro  enyesado, con el  tobillo  en posición neu- tra.  A  las  seis  semanas  se  retira  el  enyesado.  Si  la  reparación  es  tenue,  la inmovilización es más  prolongada.  Se prescribe  una  fé- rula  que  se  retira  para  la  práctica  de  ejercicios  activos  de  límites  de movimientos y  al  dormir.  A  las 8  a 10  semanas se  suspende la  inmovilización  externa.  El tratamiento no operatorio de las lesiones indirectas se inicia  con aplicación de un enyesado largo de pierna.  La rodilla se flexio- na  en  30  grados  (para  relajar  al  gastrocnemio)  y  se  produce  una  flexión  plantar del  tobillo  de 30  grados.  A las cuatro semanas se  aplica un enyesado corto de pierna con el  ángulo en flexión plan- tar a 30 grados.  A las 8  a 10 semanas,  el tobillo se coloca en posi- ción neutra y las 12 a 14 semanas, se prescribe una férula removi- ble  y  se  inician  ejercicios  activos  en  el  intervalo  de  movimiento.  La  inmovilización  se  suspende  a  las  16  a  20  semanas.  Complicaciones  Las complicaciones  de  la  rotura  del  tendón  de  Aquiles son  el  fra- caso  en  la  reparación  y  la  infección.  El  fracaso  se  trata  con  revi- sión  quirúrgica.  Se  usan  el  tendón  plantar  o  tiras  de  fascia  lata  para  reforzar  la  reparación.  La  infección se  trata  con  la  adminis- tración  de  antibióticos  sistémicos  y  desbridamiento.  Puede  re- querirse  para  cobertura  transferencia  de  tejido  libre  o  un  injerto  de  piel  de  espesor  dividido.  FRACTURAS DEL ASTRAGALO  Los  cuatro  tipos  de  fracturas  del  astrágalo  son  fracturas  de  cue- llo,  cuerpo,  cabeza,  y  apófisis  lateral.  Las fracturas  del  cuello  del  astrágalo  son  la  fractura  astragalina  más  común,  y  se  clasifican  en cuatro  grupos  (fig.  23-3).  El  tipo  I  412  Manual de  fracturas  Fig. 23-3. Los cuatro tipos de fracturas del cuello astragalino: A, tipo I. B,  tipo II. C, tipo til. D, tipo IV.  A  B  C  L esiones  del pie  4 1 3  Flg. 23-3. Continuación.  no  está  desplazada.  El  tipo  II  está  desplazada con  subluxación o  con luxación  de la articulación astragalocalcánea.  La  tipo  III  está  desplazada  con  luxación  astragalocalcánea  y  astragalotibial.  La  tipo  IV  es  una  fractura  de  tipo  III  con  una  luxación  de  la  cabeza  del  astrágalo  de  la  articulación  astragalonavicular.  La incidencia  de  necrosis  avascular,  unión  retrasada,  y  falta  de  unión,  se  rela- ciona  directamente con  el  desplazamiento  de  la  fractura,  tiempo  transcurrido  entre  la  lesión  y  la  reducción  y  la  calidad  de  la  re- ducción.  Con  la  relación  precisa  y  fijación  estable  tempranas,  la  incidencia  de  necrosis  avascular  y  la  falta  de  unión  aumenta  de  aproximadamente  10%  en las  fracturas  de  tipo  I  acerca  del  100%  en  las  fracturas  de  tipo  IV.  De  15  a  20%  de  las  fracturas  astragalinas  afectan  únicamente  el  cuerpo  del  astrágalo  (fig.  23-4).  Sin  relación  de  una  luxación  subastragalina, la incidencia de necrosis avascular es de 25%.  Con  una luxación subastragalina vinculada,  esta incidencia es aproxi- madamente  de  50  por  ciento.  Las fracturas  de  la  cabeza  del  astrágalo constituyen  del 5  a  10%  de  todas  las  fracturas  astragalinas,  y  de  manera  habitual  repre- sentan una  lesión  de  la  articulación  de  Chopart  (fig.  23-5).  Las  fracturas  de  la  apófisis  lateral  son  el  segundo  tipo  más  co- mún  de  fractura  astragalina  (fig.  23-6).  Son  causadas  por  exten- sión del  pie  en  supinación,  y  no  son  desplazadas.  Las  fracturas  osteocondrales  que  afectan  la  parte  lateral  de  la  cúpula astragalina son comúnmente de origen traumático;  las que  están  situadas  del  lado  medial  suelen  ser  degenerativas  (fig.  23-7).  414  Manual de  fracturas  Hay  dolor  distal  en  el  tobillo  y  parte  media  del  pie.  En casos  de  luxación astragalocalcánea se presenta una deformidad obvia.  Se  Fig. 23-5. Fractura con impacción de la cabeza del astrágalo.  Historia  y  examen físico  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Fig. 23-4. Fractura del cuerpo del astrágalo.  Lesiones  del pie  415  Fig. 23-6. Fractura de la apófisis lateral del astrágalo.  notan  heridas  abiertas  y  piel  tensa  sobre  el  hueso,  que  ponen  al  paciente  en riesgo  de  sufrir necrosis por presión.  Se evalúa la  es- tasis  neurovascular  distal  a  la  lesión.  Examen radiográfico  Las  radiografías  anteroposterior,  oblicua y  lateral son  adecuadas  para  evaluar  las  fracturas  del  cuello  y  cuerpo  astragalinos  y  la  luxación  astragalocalcánea.  Las  fracturas  de  la  apófisis  lateral  se  observan  mejor  en  la  proyección  lateral.  La  presencia  de  frag- mentos  osteocondrales  en  la  articulación  astragalocalcánea  es  evaluada  con  tomografía  por  computadora  (TC)  coronal.  Los signos más  tempranos  de necrosis  avascular  son radiográ- ficos.  El signo  de Hawkin es la aparición de una línea radiolúcida  por  debajo  del  hueso  subcondral  de  la  cúpula  astragalina.  Este  signo  se  observa  mejor  en  una  vista  del  espacio  articular,  y  apa- Flg. 23-7. Fracturas osteocondrales medial y lateral de la cúpula del astrá- galo.  416  Manual  de  fracturas  rece  entre  seis  y  ocho  semanas  después  de  la  lesión.  El  signo  de  Hawkin se  debe a la absorción de hueso subcondral, y  su presen- cia  indica  que  el  astrágalo  no  es  avascular.  La  imagen por  reso- nancia  magnética  y  los  gammagramas  con  radionúclidos  son  de  utilidad  para  evaluar  la  vascularidad.  Tratamiento  inicial  Las  fracturas  sin  un  desplazamiento  significativo,  y  sin  una  luxación relacionada,  se  sujetan con férulas  y  se  tratan con hielo.  Si hay  desplazamiento o una luxación,  el factor  tiempo es  funda- mental.  Mientras  más  prolongada  sea  el  retraso  en la  reducción,  más  alta  la  incidencia  de  complicaciones  de  tipo de  la necrosis  de  la  piel,  falta  de unión, y  necrosis  avascular.  Se intenta realizar la  reducción  cerrada  en  la  sala  de  urgencias.  Si  no  tiene  éxito,  se  indica  reducción  abierta.  La  reducción  cerrada  de  las  fracturas  del  cuello  astragalino,  con  subluxación  subastragalina  (tipo  II),  se acompaña  de flexión plantar suave  del pie y  tracción del talón.  Las fracturas  del cuello  del astrágalo con luxación de  las articula- ciones astragalocalcánea,  astragalocrural y astragalonavicular,  son  más  difíciles.  Se intenta  la reducción  flexionando la  rodilla  (rela- jando  de  esa  forma  el  gastrocnemio)  y  aplicando  tracción  a  tra- vés  del  talón.  La supinación o pronación del  talón para  aumentar  la  deformidad  al  aplicarse  tracción,  con  frecuencia  produce  re- ducción como resultado.  Cuando  la  reducción se ha logrado sue- le  ser  estable.  El  pie  y  el  tobillo  se  enferulan con  el  tobillo en po- sición neutra,  y  se  aplica hielo.  Lesiones  relacionadas  La  fractura  de  la  cabeza  del  astrágalo  indica  lesión  de  la  articula- ción  de  Chopart ;  por  lo  t ant o,  se  exami na  la  articulación  calcaneocuboidea.  Las  lesiones  neurovasculares  son  raras  y  se  descartan  con  un  examen  cuidadoso.  No  hay  otras  lesiones  que  se  asocien  específicamente  con  fracturas  del  astrágalo.  Tratamiento  definitivo  Las  fracturas  de  tipo  I  se  tratan  de  forma  no  operatoria  con  un  enyesado  corto  de  pierna  que  no  sostiene  peso  hasta  que  la  frac- tura se repara,  de ordinario en seis a ocho semanas. Las radiogra- fías  obtenidas semanalmente, durante las primeras tres semanas,  evalúan  si  se  ha  producido  desplazamiento  de  los  fragmentos.  Las fracturas  de  tipo  11,  III,  y IV se  tratan con  reducción  abierta  y  fijación interna  (figs.  23-8  y  23-9).  La reducción de la  fractura  del  Lesiones  del  pie  417  Fig. 23-8. Radiografía lateral del pie y el tobillo después de una fractura del  cuello astragalino de tipo II. Hay una fractura de tipo supinación-abducción  relacionada del maléolo medial que no es evidente en esta proyección.  Fig.  23-9.  Después  de  la  reducción  y  fijación  de  la  fractura  del  cuello  astragalino con tres tornillos,  la fractura del maléolo medial se ha estabili- zado con dos tornillos.  418  Manual de  fracturas  cuello astragalino no es  posible a menos que se reduzca la articu- lación  subastragalina.  Si  la  manipulación  cerrada  no  produce  como  resultado  la  reducción,  se  expone  la  articulación  subas- tragalina a través de una incisión lateral sobre el seno de tarso. Se  extraen los cuerpos  sueltos y  tejido blando que están bloqueando  la  articulación  astragalocalcánea,  y  se  reduce  la  articulación.  La  fractura  del  cuello  astragalino  se expone  a  través  de  una  incisión  medial  al  extensor largo  del  dedo  gordo.  La  estabilización de  la  fractura  del  cuello  del  astrágalo  se  lleva  a  cabo  con  tornillos  in- sertados  a  través  de  la  cabeza  astragalina  y  dirigidos  proximal- mente.  Los  tornillos  se  abocardan para minimizar  la  invasión en  el  navicular.  Se  mantiene  en  el  posoperatorio,  no  cargar  pesos  hasta  que  la fractura  se  repara,  por  lo  menos  por  10  semanas.  Las fracturas  desplazadas  del  cuerpo  astragalino se  tratan con  re- ducción  abierta  y  fijación.  La  exposición  se  practica  a  través  de  osteotomía  del  maléolo  medio.  La  fractura se reduce y  estabiliza  con  alambres  de  Kirschner,  tornillos  de  Herbert,  o  tornillos  con- vencionales.  El  dispositivo  de  fijación no  puede  proyectarse  más  allá del hueso subcondral en la articulación del tobillo,  o se produ- cirá  como  resultado  artritis.  Si  la  fijación  es  tenue,  la  aplicación  de un fijador externo con clavos en la tibia del calcáneo  neutraliza  las fuerzas  a través  de la fractura.  En el posoperatorio,  se mantie- ne  la  ausencia  de  carga  de  pesos  hasta  que  se  produce  la  repara- ción,  durante por lo menos 10 semanas.  No es necesaria la inmo- vilización en la mayor parte  de los  casos  debido  a que la  fijación  es  estable.  Las fracturas de la cabeza  del astrágalo no  desplazadas se  tratan  con  un  enyesado  corto  de  pierna  sin  carga  de  pesos  durante  seis  semanas,  y  con un  soporte  de  arco  por  tres  a  seis meses  adiciona- les.  Las  fracturas  desplazadas  se  tratan  con  reducción  abierta  y  fijación con tornillos o alambres de Kirschner. Se resecan los frag- mentos  pequeños.  La  aplicación  de  un fijador  externo  con clavos  en  el  calcáneo  y  en  el  primer  metatarsiano  neutraliza  las  fuerzas  a  través  de  la  fractura  cuando  la fijación es  tenue.  Las  fracturas  de  la  apófisis  lateral  del  astrágalo  casi  nunca  son  desplazadas.  Se  tratan  sintomáticamente  con  inmovilización  en  un enyesado por cuatro a seis semanas.  Si la fractura no se repara  se  extirpa  el  fragmento.  Las fracturas osteocondrales no desplazadas de la cúpula astraga- lina  se  tratan con un enyesado corto  de  pierna,  sin carga  de  peso,  por  tres  meses.  Cuando  el  tratamiento  conservador  fracasa,  o  si  los  fragmentos  son  desplazados,  se  indica  cirugía.  Las  fracturas  osteocondrales  laterales  están  situadas  en  la  parte  anterior  de  la  cúpula  del  astrágalo  y  se  exponen  a  través  de  un  acceso  antero- lateral.  Para  exponer  las  fracturas  osteocondrales  mediales  se  L  esiones  del  pie  419  requiere osteotomía  del maléolo medial.  Se extirpan los fragmen- tos pequeños. Los fragmentos grandes se fijan con clavos  después  de  realizarse  raspado y  taladrarse  su  lecho.  En el  posoperatorio,  se  mantiene  la  falta  de  carga  de  pesos  hasta  que  se  demuestre  radiográficamente  su  reparación.  De  manera  alternativa,  esas  le- siones pueden tratarse  artroscópicamente por un cirujano que esté  familiarizado  con  estas  técnicas.  Complicaciones  Las  complicaciones  de  las  fracturas  del  astrágalo  son  necrosis  avascular,  falta  de  unión  y  artritis  postraumática.  La  necrosis  emascular  del  cuerpo  del  astrágalo  es  la  complica- ción  propia  de  las  fracturas  y  luxaciones  de  este  hueso.  Tiene  mayor  probabilidad  de  producirse  después  de  una  fractura  des- plazada  del  cuello  o  cuerpo  astragalino.  El  diagnóstico  se  basa  en la  ausencia  del  signo  de  Hawkin.  Una vez  que se  ha produci- do  la  necrosis  avascular,  el  objetivo  consiste  en  evitar el  colapso  del  astrágalo  durante  un  periodo  extendido  con  una  ortosis  que  mantiene  al  tendón rotuliano  sin carga  de  pesos.  La  revasculari- zación  tarda  hasta  36  meses,  y  la  ortosis  se  mantiene  hasta  que  hay  evidencia  radiográfica  de  revascularización.  El  signo  diagnóstico  de  artritis postraumática  de  la  articulación  subastragalina  es  dolor  con  pronación  y  supinación  del  pie.  El  paciente  se  queja  de  dolor inducido  al caminar sobre piso  irregu- lar.  El  tratamiento  es  conservador,  con  fármacos  antiinflamato- rios  no  esferoides  e inyecciones  locales  de  esferoides.  Si  esto fra- casa,  se  produce  arfrodesis  de  las  articulaciones  afectadas.  Es  importante  identificar  de  forma  precisa  las  articulaciones  sinto- máticas  para  reducir  al  mínimo  el  número  de  articulaciones  que  se  someten a  este  procedimiento.  Mientras  mayor  sea  el número  de  articulaciones  que  se  sujetan  a  artrodesis,  mayor  es  la  fuerza  que se ejerce  a través de las articulaciones  funcionales  restantes y  más  pronto  desarrollan  artritis.  Las  articulaciones  sintomáticas  se identifican mediante  inyección con  anestésico local  y  observa- ción  de  alivio  sintomático.  La falta de unión es una complicación de las fracturas en el cue- llo  del astrágalo y  se relaciona con necrosis avascular del cuerpo.  El  tratamiento  es  estabilización con  tornillos  e  injerto  con  hueso  esponjoso  autógeno.  LUXACIÓN  SUBASTRAGALINA  El  término  luxación  subastragalina  denota  la  luxación  de  las  arti- culaciones  tanto  astragalocalcánea  como  astragalonavicular.  420  Manual de  fracturas  Clasificación  Las  luxaciones  subastragalinas  se  clasifican  de  acuerdo  con  la  posición  de  la  parte  anterior  del  pie  en  relación  con el  astrágalo,  y  la posibilidad de que exista, o no,  una luxación vinculada de la  articulación tibioastragalina.  Los tipos de luxación subastragalina  que  se encuentran comúnmente  son medial,  lateral y plantar.  La  luxación medial es, con mucho, el tipo más común de dislocación,  y  es  causada  por  supinación  de  la  parte  anterior  del  pie.  La  luxación  subastragalina  lateral  es  menos  común,  y  es  el  resulta- do  de  pronación  del  pie  en  su  porción  anterior.  Las  luxaciones  laterales  son  el  resultado  de  una  fuerza  mayor  y  tienen  un  peor  pronóstico  que  la  luxación  medial.  Las  luxaciones  plantares  son  más  frecuentemente  una  luxación  subastragalina  medial  relacio- nada  con  luxación  tibioastragalina.  Tienen  un  pronóstico  adver- so  debido  a  la  alta  incidencia  de  necrosis  avascular  y  lesión vin- culada de tejidos blandos. También se han comunicado luxaciones  plantares  y  rotatorias,  pero  no  son comunes.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia y examen  físico  El  paciente  tiene  dolor localizado  del pie.  La  deformidad  del pie  es  obvia.  El  pie  se  presenta  acortado  y  en  posición  equina.  La  cabeza  del  astrágalo  se  puede  palpar  por  delante  del  maléolo  medial  (luxación lateral)  o  del  maléolo lateral  (luxación medial).  Las  luxaciones  subastragalinas  son  abiertas  el  15%  de  las  veces.  En  un  porcentaje  de  luxaciones  subastragalinas  aún  mayor,  la  piel  sobre  el  astrágalo  está  lesionada y  más  adelante  se  esfacela.  Examen radiográfico  El  diagnóstico de subluxación subastragalina es obvio radiográfi- camente.  Se obtienen radiografías anteroposterior,  lateral y oblicua  (fig.  23-10).  No  son necesarias  otras  vistas  y  estudios  radiográfi- cos para establecer el diagnóstico.  Después de la reducción cerrada,  la  tomografía  por computadora coronal  de  la  articulación  subas- tragalina  evalúa  tanto  la presencia  de  fragmentos  osteocondrales  en  la  articulación como  la  congruencia  de  la  reducción.  Tratamiento  inicial  Una  vez  que  se  ha  diagnosticado  una  luxación  subastragalina  se  lleva  a  cabo  reducción,  tan  rápidamente  y  como  sea  posible,  para llevar al mínimo la incidencia de necrosis  de la piel y  de ne- crosis  avascular del astrágalo.  La maniobra  de reducción es  trac- Lesiones  del pie  421  Flg. 23-10. Vista lateral de un pie después de una luxación subastragalina  lateral.  ción axil y pronación y supinación en el talón.  Además, se recoloca  la cabeza del astrágalo por medio de presión digital.  Muchas luxa- ciones  subastragalinas  no  se  pueden  reducir  por  medios  cerra- dos,  y  no  se  indica  realizar  esfuerzos  forzados  repetidos  de  re- ducción  cerrada  ya  que  ponen  en  peligro  la  viabilidad  de  la  piel  sobre  la  cabeza  del  astrágalo.  Si  se  logra  la  reducción,  se  aplica  una  férula  bien  acolchonada  con  el  tobillo  en  posición  neutra.  Lesiones  relacionadas  La fractura  del cuello del astrágalo, y las fracturas osteocondrales  del astrágalo y el calcáneo, se vinculan con frecuencia con luxación  subastragalina.  Las fracturas del cuello del astrágalo se  descartan  por  medio  de  una  evaluación  cuidadosa  de  la  radiografía  lateral  del pie.  La presencia de fragmentos osteocondrales intraarticulares  se evalúa con  tomografía por computadora coronal a  través  de la  articulación astragalocalcánea.  No hay otras  lesiones  que  se  aso- cien  específicamente  con  la  luxación  subastragalina.  Tratamiento  definitivo  El  objetivo  del  tratamiento  es  lograr  una  reducción  congruente.  Si  esto  se  obtiene  con  reducción  cerrada,  y  la  piel  es  viable,  se  aplica un enyesado corto  de  pierna,  el cual se mantiene  sin carga  422  Manual de  fracturas  de pesos  durante  cuatro semanas.  La  presencia  de  necrosis  de  la  piel  impide  el  enyesado.  En los casos en los cuales no puede hacerse una reducción cerra- da, se practica una reducción abierta. El obstáculo más común para  la reducción de las luxaciones mediales son los "ojales"  de la cabe- za  articular  a  través  de  tejidos  blandos  lateralmente  (es  decir,  el  retináculo extensor, el extensor corto de los dedos, y el ligamento  bifurcado).  La  causa  más  común  de  luxación  lateral  irreducible  es  el  desplazamiento  del  tendón  tibial  posterior  por  debajo  del  cuello  del  astrágalo.  Ocasionalmente,  las  fracturas  de  la  cabeza  del  astrágalo  o  los  fragmentos  osteocondrales  interpuestos,  pue- den  bloquear  la  reducción.  La  exposición  quirúrgica  para  una  reducción  abierta  se  realiza  con  una  incisión  longitudinal  de  la  piel  sobre  la  cabeza  del  astrágalo.  Se  identifica  el  tejido  blando  interpuesto y se retira o se retrae, y los fragmentos osteocondrales  se resecan. Si está roto el tendón tibial posterior se repara después  de  la  reducción.  Se  aplica  un  clavo  a  través  de  la  articulación  astrágalonavicular.  El pie se  inmoviliza en un enyesado corto  de  pierna  y  se mantiene,  sin cargas  de  pesos,  durante  seis  semanas.  Las luxaciones plantares con frecuencia se reducen abiertas.  Ade- más  de sujetar con clavos la articulación astrágalonavicular,  tam- bién  se fija la  articulación  astragalocrural  en  esta  forma.  Si  la  le- sión  es  abierta,  se  usa  un  fijador  externo  en vez  de  un  enyesado.  Complicaciones  Las  complicaciones  de  la  luxación  subastragalina  son  necrosis  avascular,  artritis  subastragalina  e infección  secundaria  a  una  le- sión abierta  o necrosis  de la  piel.  La  necrosis avascular y  la  artri- tis  subastragalina  se  tratan  en  la  forma  descrita  en  la  sección  de  "fracturas  del  astrágalo".  La  infección  es  una  complicación  devastadora,  en  particular  cuando  se  junta  con  necrosis  avascular  del  astrágalo.  Se  deben  seguir los principios básicos  del  desbridamiento del  tejido necró- tico,  cobertura  temprana  con  tejidos  blandos,  estabilización  del  pie  y  del  tobillo,  y  cobertura  antibiótica  apropiada.  El  desbrida- miento del  tejido necrótico puede dar lugar a una astragalectomía,  si el  cuerpo  del  astrágalo es  avascular.  La  estabilización  se  reali- za  con  fijador  externo  con  clavos  en  la  tibia,  metatarsianos  y,  de  ser  posible,  en el  calcáneo.  CALCÁNEO  Clasificación  Las  fracturas  del  calcáneo  se  clasifican  ampl i ament e  como  intraarticulares  o  extraarticulares.  Las  fracturas  intraarticulares  Lesiones  del pie  423  involucran a  la  faceta  posterior.  Las  fracturas  extraarticulares  in- cluyen  la  tuberosidad,  sustentáculo  tali  y  apófisis  anterior.  Ade- más  de  fracturarse,  ocasionalmente  el  calcáneo  se luxa.  Las fracturas intraarticulares del calcáneo son causadas por car- ga axil sobre el astrágalo, que es impulsado al interior del calcáneo.  El  astrágalo actúa como una cuña produciendo la fractura prima- ria.  Esta  fractura  es  en el plano sagital, comenzando en la articu- lación calcáneocuboidea,  y continuando posterior y  medialmente  a  través  de  la  faceta  posterior  del  calcáneo.  La  fractura  primaria  divide  al  calcáneo  en  una  mitad  medial  anterior  y  una  mitad  la- teral  posterior  (fig.  23-11A).  Si  no  se  disipa  la  fuerza  de  la  carga  axil,  el impacto  sobre  el  astrágalo  produce  una  fractura por com- presión  de  la  porción  lateral  de  la  faceta  posterior.  Hay  variacio- nes  de  este  patrón  básico  de  la  fractura  debido  a  la  posición  del  pie  (p.  ej.,  la supinación del pie medializa la fractura primaria;  la  pronación  la  lateraliza;  la  dorsiflexión  produce  una  fractura  por  depresión  articular  [fig.  23-11B];  y  la  flexión  plantar  da  lugar  a  una  fractura  en  tipo  de  lengüeta  [fig.  23-11C]).  Las fracturas extraarticulares del calcáneo son causadas por car- ga  axil  o  por  arrancamiento  de  inserciones  óseas  y  orígenes  del  ligamentos  y  tendones.  Las  fracturas  aisladas  de  la  tuberosidad  del  calcáneo  son  causadas  por  impacto  directo  o  arrancamiento  de  la  inserción  del  tendón  de  Aquiles.  Las  fracturas  originadas  por  un  impacto  directo  se  desplazan  mínimamente;  el  plano  de  la  fractura es  sagital  (fig.  23-12A).  Las fracturas  con arrancamien- to del  tendón de Aquiles  son  desplazadas; el plano  de la  fractura  es horizontal  (fig.  23-12B).  Las  fracturas  del  sustentáculo  tali son  causadas  por  el  impacto  sobre  esta  estructura  en  el  lado  medial  del  astrágalo  durante  la  carga  axil  de  un  pie  en  supinación.  Las  fracturas  de  la  apófisis  anterior  son  un  arrancamiento  del  origen  del  ligamento  bifurcado  causado  por  aducción  e  inversión  de  la  parte  anterior  del  pie  (fig.  23-12C.  Las  luxaciones  del  calcáneo  son  extremadamente  raras.  De  ordinario  hay  una  fractura  del  calcáneo  o  del  cuboides  en  la  articulación  calcáneocuboidea.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Hay  antecedentes  de  un  impacto  causado  de  manera  habitual  por  una  caída  o  una  lesión  con  torcimiento.  El  dolor  se  localiza  en la parte posterior del pie.  Cuando se observa poco  después  de  la  lesión,  con  anterioridad  a  la  hinchazón  difusa,  puede  definir- se  la  localización  exacta  de  la  fractura  por  medio  de  palpación  suave.  La  fractura  del  sustentáculo  tali  se  indica  por  movimien- Fig. 23-11. Fracturas intraarticulares del calcáneo: A, fractura primaria vis- ta  por  arriba.  S,  fractura  con  depresión  articular.  C,  fractura  tipo  de  len- güeta.  C  B  A  424  Manual de  fracturas  Lesiones  del pie  425  Flg. 23-12. Fracturas extraarticulares del calcáneo: A, fractura aislada de la  tuberosidad causada por impacto directo; se observa el calcáneo por arri- ba.  B,  fractura aislada  por la tuberosidad  causada  por  un  arrancamiento  del tendón de Aquiles. C,  fractura de la apófisis anterior del calcáneo.  A  B  C  426  Manual  de  fracturas  tos  pasivos  dolorosos  del  dedo  gordo  (el  tendón del flexor largo  del dedo gordo está situado por detrás del sustentáculo).  La frac- tura por arrancamiento del  tendón de  Aquiles  se indica por  debi- lidad de la flexión plantar al nivel del tobillo. La pérdida de flexión  plantar no  es  completa  debido  a  que  los  músculos  peroneo  y  ti- bial  posterior  están  intactos.  Examen radiográfico  Las  cuatro  proyecciones  radiográficas  que  son  útiles  en  la  eva- luación  de  las  fracturas  del  calcáneo  son  las  vistas  lateral,  obli- cua, axil y de Broden. La proyección lateral es la más útil, y es diag- nóstica  de  depresión  de  la  faceta  posterior  y  arrancamiento  de  la  tuberosidad. El ángulo de Bohler, o el ángulo tuberoso, y el ángulo  crucial  de  Gissane,  que  indican  la  extensión  del  desplazamiento  y  la  angulación,  son  determinados  por  la  proyección  lateral  (fig.  23-13).  La  falta  de  paralelismo  de  la  superficie  articular  de  la  fa- ceta  posterior  del  calcáneo  y  el  astrágalo  es  determinada  por  la  proyección  lateral.  La  proyección  oblicua  es  útil  para  evaluar  la  presencia  de  una  fractura  de la  apófisis  anterior  del  calcáneo,  y  para  determinar  si  hay  afección  de  la  articulación  calcaneocuboidea.  Fig. 23-13. Radiografía lateral del pie que ilustra los ángulos de Bohler (li- nea sólida) y de Gissane  (línea punteada).  Lesiones  del pie  427  La proyección  axil,  o vista de Harris o  del salto,  se obtiene colo- cando  el  pie  sobre  el  casete  con  el  tobillo  en  dorsiflexión,  y  apli- cando  el  haz  de  rayos  en  dirección  angular  a  30  grados  distal- mente.  La  proyección  axil  es  útil  para  evaluar  la  tuberosidad,  el  sustentáculo  tali  y  el acortamiento  axil.  La  vista  de  Broden  se  usa  para  evaluar  las  facetas  posterior  y  media.  Para  lograr  esta  vista,  se  obtiene  una  radiografía  lateral  con  el  pie  dorsiflexionado,  supinado  y  en  rotación  interna  pasi- vamente.  El haz  se centra  en  el  seno  del  tarso.  Tratamiento inicial  El  tratamiento  inicial  es  con  una  férula,  hielo  y  elevación.  Lesiones  relacionadas  Cuarenta  por  ciento  de  las  fracturas  del  calcáneo  se  produce  en  una  caída  vinculada  con  una  fractura  de  la  columna  lumbar,  de  ordinario  una  fractura  por  compresión  estable.  La  lesión  de  los  nervios  plantares  medial  y  lateral  produce  como  resultado  una  disminución en la sensación de la planta del pie. Se sospecha sín- drome  de  compartimiento  cuando  hay  una  hinchazón  masiva  y  dolor  intenso  que  no  se  alivia  con  hielo,  elevación  y  cantidades  acostumbradas  de  analgésico.  El  diagnóstico  y  tratamiento  del  síndrome  de  compartimiento  se  abarca  en  el  aparatado  de  "Le- siones  del  pie  anterior"  (véase  adelante).  Tratamiento  definitivo  El  tratamiento  definitivo  depende  del  tipo  de  fractura  del  calcá- neo,  la  cantidad  de  desplazamiento  o  desviación  angular,  y  la  presencia  de  incongruencia  articular.  Las fracturas intraarticulares del calcáneo que no se encuentran des- plazadas  significativamente  se  tratan  de  manera  conservadora,  sin  carga de pesos por cuatro semanas.  La aplicación de enyesado es  contraproducente  debido  a  que  conduce  a  rigidez  de  la  articula- ción  subastragalina.  El tratamiento de las fracturas intraarticulares desplazadas es ope- ratorio.  El  desplazamiento  se  define  como  una  pérdida  de  con- gruencia articular de la faceta posterior o de la articulación calca- neocuboidea,  pérdida  de  paralelismo  entre  las  facetas  posterio- res  del  calcáneo y  el  astrágalo,  un  acortamiento  mayor  de  4  mm  de  la  tuberosidad,  visto  en  la  proyección  axil,  y  un  ángulo  de  Bohler  de  10  grados,  o menor.  El  acceso  quirúrgico  se  realiza  a  través  de  una  incisión  lateral  extensible  o  incisiones  medial  y  lateral  separadas.  Debido  a  la  428  Manual  de  fracturas  necrosis del colgajo, los autores reservan el acceso lateral extensi- ble  en  caso  de  fracturas  desplazadas  intensamente  conminuta,  en  pacientes  jóvenes  sin  una  historia  de  tabaquismo  o  diabetes.  La  cirugía  se  retrasa  hasta  que  la  hinchazón  ha  cedido  al  grado  de  que  la  piel  del  dorso  del  pie  forma  arrugas  con  dorsiflexión  del  tobillo  (de  ordinario  de  10  a  14  días).  La  incisión  se  inicia  sobre el tendón de Aquiles. Se extiende distalmente a la piel plan- tar,  donde  se  desvía  en  90  grados  y  sigue  un  trayecto  paralelo  con  la  planta  del  pie.  La  incisión  se  lleva  hacia  abajo  hasta  el  calcáneo. Se eleva un colgajo que incluye el periostio del calcáneo.  Se  levantan  los  tendones  peroneos  de  su  vaina  con  el  resto  del  colgajo,  y  se  repliegan  hacia  delante,  desprendiendo  de  esa  for- ma  la  totalidad  de  la  porción  lateral  del  calcáneo,  con  inclusión  de la articulación calcaneocuboidea y la faceta posterior.  Los frag- mentos  se  reducen  y  se  mantienen  en  su  lugar  con  placas  y  tor- nillos.  En la mayor parte  de los casos  los autores prefieren separar los  accesos  medial  y  lateral.  Los  objetivos  de  estos  accesos  quirúrgi- cos  son específicos.  El  acceso  medial  expone  el lado  medial  en el  calcáneo,  de  forma  tal  que  puede  conducirse  a  su  longitud  y  se  puede  restaurar  su  concavidad  normal.  El  acceso  lateral  está  di- señado  para  exponer la  faceta  posterior  de  manera  tal  que  puede  ser  reducida.  Estos  accesos  tienen  una  baja  incidencia  de  proble- mas relacionados  con la herida.  El  acceso medial se realiza a  tra- vés  de una incisión de la piel que es paralela con el borde medial  posterior  de  la  tibia.  La  incisión se  inicia  en un  punto proximal  a  la articulación del tobillo y se extiende distalmente hasta el abduc- tor corto  del  dedo  gordo.  Durante  la  exposición  debe protegerse  la  rama  plantar  del  nervio  tibial  posterior.  La  pared  medial  del  calcáneo  se  reduce  desimpactándola con un elevador.  La  tubero- sidad  del  fragmento  se  estabiliza  con  una  grapa  o  placa  de  dos  orificios.  El  acceso  lateral se  realiza  a  través  de  una  incisión cen- trada  sobre  el  seno  del  tarso.  Se  inicia  en  el  borde  lateral  de  los  tendones  extensores y  se  extiende  en dirección plantar  posterior- mente  respecto  de  los  tendones  peroneos.  Se  extrae  la  grasa  del  seno  del  tarso,  exponiendo  de  esa  forma  la  faceta  posterior.  Esta  incisión puede situarse en un punto ligeramente más anterior para  exponer  a  las  fracturas  que  afectan  a  la  articulación  calcaneo- cuboidea  y  las  fracturas  de  la  apófisis  anterior  del  calcáneo.  La  faceta  posterior  se  reduce  elevándola  y  girándola  posteriormen- te.  Si sólo está deprimida la parte lateral  de la faceta posterior,  se  reduce  y  mantiene  en  su  lugar  con  tornillos  interfragmentarios  (es  decir,  los  tornillos  se  insertan  desde  el  fragmento  lateral  al  interior de la mitad medial de la faceta).  Si la faceta está deprimi- da  en su  totalidad,  se  sostiene  en  su  posición  reducida  con  alam- Lesiones  del pie  429  bres  de  Kirschner  insertados  a  través  del  fragmento  al  interior  del astrágalo. En el posoperatorio, si la articulación subastragalina  no  es  cruzada  por  un  implante,  se  estimula  el  movimiento  tem- prano.  Se  mantiene  la  ausencia  de carga  de  peso  durante  un mí- nimo  de  seis  semanas.  Si  la  articulación  subastragalina  ha  sido  cruzada  con  alambres  de  Kirschner,  la  extremidad  se  inmoviliza  con  un  enyesado  corto  de  pierna  hasta  que  se  extraen  los  alam- bres a las seis semanas.  A las ocho semanas,  se  inicia y avanza la  carga  de  pesos  parcial.  Ocasionalmente,  las  fracturas  con  forma  de  lengüeta  se  pue- den  reducir  y  estabilizar  con  el  método  de  Essex-Lopresti  o  pa- sando  un clavo  largo  al  interior  del  fragmento  de  manera  de len- güeta  desde  la  parte  posterior  a  la  anterior.  Este  fragmento  se  reduce  luego  bajo  fluoroscopia  manipulando  el  clavo,  el  cual  se  adelanta  hasta  el  astrágalo,  estabilizando  de  esa  forma  la  fractu- ra.  Esta  técnica  pocas  veces  produce  como  resultado  reducción  anatómica,  pero  es  utilizable cuando  el paciente  tiene factores  de  riesgo,  como  enfermedad  vascular  periférica  o  ampollas  por  la  fractura.  Las  fracturas  aisladas  de la  tuberosidad causadas por impacto di- recto casi  siempre  tienen  un desplazamiento  mínimo,  y  se  tratan  sin  carga  de  pesos  durante  tres  a  seis  semanas.  En  el  caso  poco  común  de  una  fractura  de  tuberosidad  desplazada,  el  fragmento  desplazado  está  en  el  lado  medial.  La  fractura  se  reduce  y  se  mantiene  en  su  lugar  con  tornillos.  Las fracturas aisladas de la tuberosidad causadas por arrancamiento  del  tendón  de  Aquiles  suelen  ser  desplazadas.  Se  exponen a  tra- vés  de  un  acceso  medial,  se  reducen y  estabilizan con  un  tornillo  largo y  arandela, a  través del hueso esponjoso.  Posteriormente, si  la fijación es adecuada no se  requiere  inmovilización; no  obstan- te,  se  mantiene  la  ausencia  de  carga  de  pesos  durante  cuatro  a  seis semanas.  En el caso poco común,  en el cual hay  un desplaza- miento  mínimo,  una  forma  alternativa  aceptable  de  tratamiento  es  un enyesado  largo  de pierna,  con flexión plantar  del  tobillo  de  30  grados y  la rodilla flexionada en 30  grados.  A las  tres a cuatro  semanas  se  cambia  el  enyesado  por  uno  corto  de  pierna,  con  el  tobillo  en  posición  neutral.  La  inmovilización  se  continúa  a  un  total de seis semanas.  Durante este periodo la fractura es someti- da  a  seguimiento  radioscópicamente.  El  desplazamiento  es  una  indicación  de  reducción  abierta  y  estabilización.  Las fracturas del sustentáculo tali se tratan con un enyesado corto  de  pierna,  con carga  de pesos,  durante cuatro  a  seis  semanas.  Las fracturas no desplazadas de la apófisis anterior se tratan con  un  enyesado  corto  de  pierna,  con  carga  de  pesos,  durante  cuatro  a seis semanas.  El tratamiento de las fracturas desplazadas es con  430  Manual de  fracturas  reducción abierta y fijación. No se indica la excisión del fragmen- to  ya  que  es  el  origen  del  ligamento  bifurcado.  El  fragmento  es  pequeño y  la fijación no  es  estable;  por lo  tanto,  el  pie  se mantie- ne  en  posición  neutra  durant e  tres  a  cuatro  semanas  con  un  enyesado  corto  de  pierna.  Las  luxaciones  del calcáneo se  tratan  de la misma forma  que las  luxaciones  subastragalinas.  Se  lleva  a  cabo  una  reducción cerra- da  de  urgencia.  Sí  no  se  puede  lograr  una  reducción  cerrada,  se  emplea  una  reducción  abierta.  Después  de  la  reducción  cerrada  es  importante  evaluar  la  articulación  astragalocalcánea  para  de- tectar posibles cuerpos  sueltos;  si  están presentes,  se resecan.  La  reducción  suele  ser  estable  y  no  es  necesaria  la  fijación.  El  enyesado corto de pierna se mantiene durante seis a ocho semanas.  Complicaciones  Las  complicaciones  de  las  fracturas  del  calcáneo  son  unión  defi- ciente,  que  da  lugar  a  un  talón  ensanchado,  y  fasciítis  plantar,  artritis  subastragalina,  artritis  calcaneocuboidea,  y  tendonitis  peronea.  El  talón  ensanchado  y  lafasciitis  plantar se  tratan  conservadora- mente.  Se  altera  el  calzado,  y  puede  ser  necesaria  un  tacón  aco- pado.  Las  inyecciones  de  anestésicos  locales y  esferoides  pueden  aliviar  los  síntomas  durante  periodos  extendidos.  Raramente  se  indica  la  resección  de  una  espícula  de  hueso.  Las  artritis  subastragalina y calcaneocuboidea  se  tratan  de  forma  conservadora  con  fármacos  antiinflamatorios  no  esferoides  e  in- yecciones  locales.  La  arfrodesis  es  el  último  recurso.  La  tendinitis  peroneal  es  causada  por  invasión  de  la  vaina  peronea.  Las  inyecciones locales  de  anestésicos y  esferoides pue- den  ser  de  ayuda.  La  vaina  debe  ser  explorada  y  descomprimida  con  frecuencia.  LESIONES  DEL  PIE  MEDIO  Las  lesiones  del  pie  medio incluyen  fracturas  y  luxaciones  de  los  huesos navicular,  cuneiforme y  cuboides, y  luxaciones de la  arti- culación  de  Chopart.  Clasificación  Hay  tres  tipos  de  fracturas  del  navicular tarsal:  fracturas  de  astilla  dorsal,  fracturas  de  la  tuberosidad  y  fracturas  del  cuerpo  del  navicular.  Las  fracturas  de  astilla  dorsal,  el  tipo  más  común  de  Lesiones  del pie  431  fractura  navicular,  son  un  arrancamiento  capsular,  y  son  causa- das  por  flexión  plantar  y  pronación  del  pie.  Las  fracturas  de  la  tuberosidad  son  un  arrancamiento  del  tendón  tibial  posterior  y  se  producen  durante  eversión  del  pie.  Las  fracturas  del  cuerpo  del navicular  son  el  tipo  menos  común  de  fractura  de  este  hueso  y  son  causadas  por  hiperextensión  e  inversión  forzadas.  Las  fracturas  de  los  cuneiformes  son  poco comunes y  suelen ser  causadas  por  trauma  directo.  La  subluxación  del  primer  cunei- forme  de  sus  articulaciones  con el  navicular y  el  segundo cunei- forme  se  produce  de  manera  habitual  como  parte  de  la  luxación  de  Lisfranc.  La  fractura  del  cuboides  se  debe  a  un  trauma  directo,  arranca- miento  capsular  durante  inversión  o  eversión  del  pie  anterior,  o  compresión  durante  la  abducción  del  pie  anterior.  La luxación de Chopart es una lesión poco común. Hay tres tipos:  medial, lateral y plantar. El mecanismo de la lesión es, respectiva- mente,  inversión, eversión, y flexión plantar del pie anterior.  Las  roturas del ligamento bifurcado y el ligamento astragalocalcáneo  permanecen intactos;  por lo  tanto,  la articulación astragalocalcá- nea  no  se  luxa.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  Hay  historia  ya  sea  de  retorcimiento  o  trauma  directo  del  pie  medio,  y  dolor localizado  a  esta  región.  Examen radiográfico  El  examen  radiográfico  se  inicia con  vistas  anteroposterior,  late- ral y oblicua del pie.  Las vistas con esfuerzo, obtenidas mediante  inversión,  eversión, abducción o aducción del pie anterior,  mues- tran  inestabilidad  de  la  articulación  de  Chopart.  Otros  estudios  se  indican  raramente.  La  fractura  de  la  tuberosidad  navicular puede  confundirse  con  el  hueso  tibial  externo,  un  huesecillo  accesorio.  Las  característi- cas  distintivas  es  que  el  hueso  tibial  externo  es  con  frecuencia  bilateral  y  sus  bordes  son  redondeados.  Tratamiento inicial  El  tratamiento  inicial  consiste  en  enferulado,  hielo,  y  elevación.  La  luxación  de  la  articulación  de  Chopart  suele  reducirse  por  medio  de  tracción  axil  y  manipulación  de  la  parte  anterior  del  432  Manual de  fracturas  pie bajo bloqueo del hematoma.  Si no se logra la reducción cerra- da, se indica de inmediato la reducción abierta.  Las subluxaciones  del  primer  cuneiforme  no  suelen  desplazarse  significativamente.  En  los  casos  en  los  cuales  no  están  en  riesgo  los  tejidos  blandos,  estas lesiones se enferulan in si tu.  Lesiones  relacionadas  No hay  lesiones  específicas  relacionadas  con  lesiones  de  la  parte  media  del  pie.  Tratamiento  definitivo  Las  fracturas  de  astilla  dorsal  del  navicular  se  tratan  sintomáti- camente  con  un  enyesado  corto  de  pierna y  carga  de  peso,  según  se  tolere,  durante  aproximadamente cuatro  semanas.  Las  fractu- ras con un desplazamiento  mínimo  (2 mm o menos)  de la  tubero- sidad  del  navicular  se  tratan  con  un  enyesado  corto  de  pierna  con inversión del pie anterior.  A las cuatro semanas,  el enyesado  se  cambia  y  el  pie  se  coloca  en  posición  neutra;  se  aplica  un  enyesado  corto  de  pierna  y  se  mantiene  durante  dos  semanas  adicionales.  Las fracturas  desplazadas  del navicular se  tratan con  reducción  abierta  y  fijación  interna.  La  exposición  quirúrgica  se  realiza  a  través  de  una  incisión  centrada sobre  el navicular,  para- lela al tendón del tibial anterior. La articulación astragalonavicular  se expone y el navicular se reduce bajo observación directa, cuan- do  se  produce  distracción  de  la  articulación  por  medio  de  trac- ción  longitudinal.  Para  fijación  se  emplean  tornillos  o  clavos  interfragmentarios.  En  el  posoperatorio,  se  aplica  un  enyesado  corto  de  pierna.  En  los  casos  en  los  cuales  la fijación es  tenue,  se  emplea  un  fijador  externo  con  clavos  en  el  calcáneo  y  el  primer  metatarsiano  para  mantener  la  extensión.  Las fracturas de los cuneiformes suelen tratarse con un enyesado  corto  de  pierna  y  carga  de  pesos,  según  se  toleren,  durante  seis  semanas.  Las indicaciones para la cirugía incluyen desplazamien- to,  que  amenaza  los  tejidos  blandos  suprayacentes,  o  desplaza- miento  intraarticular,  que  puede  mejorar.  La  subluxación  del  primer  cuneiforme  se  trata  operatoriamente.  Están  implicadas  las  articulaciones  entre  el  primer  cuneiforme  y  el navicular y segundo cuneiforme. Si hay fracturas vinculadas,  el  procedimiento  se  realiza  de  manera  abierta  por  medio  de  una  incisión  dorsal.  Como  los  fragmentos  son  pequeños  se  usan cla- vos para fijación.  Si  no hay  fracturas relacionadas  las  articulacio- nes  se  reducen  de  forma  cerrada  bajo  fluoroscopia  y  se  fijan  con  clavos. Es importante estabilizar ambas articulaciones.  En el pos- Lesiones  del pie  433  operatorio,  se  aplica  un  enyesado  corto  de  pierna,  sin  carga  de  peso,  y  se  mantiene  por seis  semanas.  A las  seis  semanas  se  reti- ran  los  clavos  y  se  permite  que  el  paciente  sostenga  peso  en  un  zapato  con  una  suele  rígida  y  un  arco  de  soporte.  Las  luxaciones  de  la  articulación  de  Chopart  se  tratan  operato- riamente  debido a  que  la reducción es  inestable.  La  luxaciones  y  fracturas  vinculadas  se  estabilizan  con  un  mínimo  de  dos  clavos  insertados  bajo  fluoroscopia.  El  primer  clavo  cruza  la  articula- ción  calcaneocuboidea;  el  segundo  clavo  cruza  la  articulación  astragalonavicular.  Se  aplica  un  enyesado  corto  de  pierna  y  se  mantiene  si carga de  peso  durante  seis  semanas.  A las seis  sema- nas se retiran los clavos y se usa calzado de suela  rígida  y arco de  soporte.  Complicaciones  La  complicación  de  las  lesiones  del  pie  medio  es  la  artritis.  El  tratamiento  es  con  fármacos  antiinflamatorios  no  esferoides  y  alteraciones  en el calzado.  En caso necesario se aplican inyeccio- nes  locales  de  agentes  anestésicos  y  esferoides.  La  artrodesis  de  una articulación artrítica  es  el  último recurso.  LESIONES DEL PIE ANTERIOR  Las  lesiones  del pie  anterior  son  las  luxaciones  de  Lisfranc,  frac- turas  de  los  metatarsianos  y  falanges,  y  luxaciones  de  las  articu- laciones  metatarsofalángicas  e  interfalángicas.  Clasificación  El mecanismo de lesión de la luxación de Lisfranc es la hiperexten- sión  (fig.  23-14).  Las  luxaciones  de  Lisfranc  se  clasifican  en  fres  grupos:  incongruencia  total,  incongruencia  parcial y  divergencia  (fig.  23-15).  La incongruencia  total se caracteriza por afección de la  totalidad  de  la  articulación  y  desplazamiento  en  una  dirección  (de ordinario lateralmente). La incongruencia parcial se caracteri- za  por  afección  de  sólo  una  parte  de  la  articulación,  de  ordinario  ya  sea  el  primer  metatarsiano  o  el  segundo  a  quinto  metatarsia- nos.  Esta separación entre el primero y segundo metatarsianos se  produce  debido  a  que  no  hay  ligamento  de  estabilización  entre  sus  bases,  como  entre  las  bases  de  los  otros  metatarsianos.  Las  luxaciones divergentes se caracterizan por afección de la  totalidad  de  la  articulación.  El  desplazamiento  es  en  dos  direcciones  (de  ordinario  el  primer  metatarsiano  es  desplazado  medialmente,  y  el  segundo  al  quinto  metatarsianos  lateralmente).  434  Manual de  fracturas  Fig. 23-14. Mecanismo de lesión de la luxación del Lisfranc. La articulación  tarsometatarsiana está  hiperextendida,  causando  la  rotura de  ligamentos  dorsales más débiles.  Las  fracturas  metatarsianas  se  clasifican  en  fracturas  de  esfuer- zo  o  fracturas  traumáticas.  Hay  dos  tipos  de  fracturas  traumáti- cas  que  merecen  una  mención  especial:  la fractura  de Jones  y  las  fracturas  por  arrancamiento  de  la  base  del  quinto  metatarsiano.  LA fractura de Jones es una fractura transversa del quinto metatar- siano, en la unión de la metáfisis proximal y la  diálisis  (fig.  23-16),  y  tiene características  de  una  fractura por esfuerzo,  ya  que  puede  ser  incompleta  inicialmente,  afectando  sólo  la  corteza  lateral  del  metatarsiano.  fin las fracturas de Jones de manera habitual  fracasa  la reparación cuando se tratan de manera no operatoria. Las  fractu- ras por arrancamiento de la base del quinto metatarsiano se producen  cuando  la  inserción  del  peroneo  corto  es  arrancada  durante  la  inversión forzada de la parte anterior del pie. Esta fractura se distin- gue de la fractura de Jones por su localización metafisaria y su  ten- dencia a repararse cuando se  trata con inmovilización  (fig.  23-17).  Lesiones  del pie  435  Flg. 23-15. Tipos de luxaciones de Lisfranc. A y S, incongruencia total de la  articulación de Lisfranc. C y D,  incongruencia parcial de la articulación de  Lisfranc. E,  luxación divergente de la articulación de Lisfranc.  Las  fracturas  de  las falanges  se  clasifican  en  intraarticulares,  extraarticulares y del extremo.  Las luxaciones de la falange metatarsiana y articularíones interfa- lángicas se clasifican de acuerdo con la dirección de desplazamien- to, como dorsales o volares.  A  B  D  C  4 3 6  Manual  de  fracturas  Fig. 23-15. Continuación.  Diagnóstico  y  tratamiento  inicial  Historia  y  examen físico  El  paciente  se  queja  de  dolor  localizado  en  la  estructura  lesiona- da.  El  dorso  de la  parte  anterior  del pie rápidamente  se hincha  y  se  pone  equimótico.  El  acortamiento  del  pie  anterior  indica  una  Fig. 23-16. Fractura de Jones.  E  Lesiones  del pie  437  Flg. 23-17. Fraclura de la base del quinto metatarslano.  luxación  de  Lisfranc,  no  reducida,  o  fracturas  desplazadas  de  los  cinco  metatarsianos.  La  aparente  hiperflexión  o  hiperexten- sión  de  una  articulación  metatarsofalángica  o  interfalángica  in- dica  luxación.  Examen radiográfico  Se  obtienen radiografías  anterior,  oblicua y  lateral.  La fractura  de  la base del segundo metatarsiano indica que la articulación de Lis- franc  está rota.  La pérdida  de  la congruencia  entre las  superficies  articulares  y  las  dobles  densidades  (es  decir,  una  superficie  arti- cular  superpuesta  sobre  otra)  indican  subluxación.  La  radiografía  con  esfuerzo  evalúa  la  estabilidad  de  la  articu- lación  de  Lisfranc.  Los  gammagramas  de  hueso  ayudan  a  diag- nosticar  las  fracturas  de  esfuerzo  de  los  metatarsianos  con  ante- rioridad  a  su  aspecto  radiográfico.  Tratamiento  inicial  El  tratamiento  inicial  consiste  en  alineación  de  las  fracturas  in- tensamente desplazadas, reducción de luxaciones, inmovilización,  elevación  y  hielo.  Las  luxaciones  de  la  articulación  de  Lisfranc  con  un  pulso  au- sente  de  la  arteria  dorsal del  pie  o  tibial  posterior,  o  deterioro  de  la  piel  suprayacente,  se  reducen  cerradas  de  forma  de  urgencia.  438  Manual de  fracturas  Se  administra  un  bloqueador  del  hematoma  y  se  aplica  tracción  axil de los rayos  digitales implicados suspendiendo  el pie por los  dedos  con  tirantes.  La  incapacidad  para  obtener  una  reducción  cerrada  es  una  indicación  de  reducción  abierta  inmediata.  Las  fracturas  desplazadas  de  los  metatarsianos  son  poco  co- munes;  cuando  suceden,  se  reducen  por  medio  de  tracción  axil.  Si  se  logra  una  reducción  adecuada,  el  pie  se  inmoviliza  en  un  enyesado  corto  de  pierna  con  una  placa  en  los  dedos  de  los  pies  (es  decir,  la  superficie  plantar del  enyesado se extiende en  direc- ción distal hasta los  dedos  de  los  pies).  El enyesado  se  mantiene  de cuatro  a  seis  semanas.  La  fractura  de Jones  y  la  fractura  de  la  base  del  quinto  metatarsiano  pocas  veces  se  desplazan,  y  se  les  aplica  un  enyesado.  La  fractura  de  Jones  puede  finalmente  re- querir  fijación  interna.  Las  fracturas  por  esfuerzo  se  tratan  con  inmovilización  sin  carga  de  peso.  Las  fracturas  de  las  falanges  suelen  ser  causadas  por  traumas  directos.  Las  fracturas  desplazadas  de  las  falanges  proximal  y  media  se  alinean  con  ayuda  de  un  bloqueo  digital,  y  el  dedo  se  fija  mediante  unión  con  cinta  del  acompañante  al  dedo  vecino.  Se  mantiene  la  ausencia  de  carga  de  pesos  hasta  que  hay  una  reparación  clínica  y  radiográfica.  Las  fracturas  de  la  falange  dis- tal  se  protegen  con  una  férula  y  los  hematomas  subungueales  relacionados se  drenan para aliviar el  dolor.  Las falanges distales  abiertas  aplastadas  se  tratan con amputación  en la  sala  de opera- ciones.  Las  fracturas  intraarticulares  desplazadas  de  las  falanges  proximal y distal del dedo  gordo se enferulan y tratan subsecuen- temente  con  reducción  abierta  y  estabilización.  Las  luxaciones  de  las  articulaciones  metatarsofalángicas  e  in- terfalángicas  se  tratan  por  medio  de  reducción  cerrada  bajo  blo- queo  del  hematoma.  La  tracción  axil  simple  y  el  aumento  suave  de  la  deformidad  reducen  la  luxación.  Ocasionalmente,  una  luxación  interfalángica  del  dedo  gordo  es  irreducible  debido  a  interposición del  tendón flexor largo, y requiere reducción abier- ta.  Se han comunicado casos  aislados  de  luxaciones  metatarsofa- lángicas  irreducibles,  pero  son  extremadamente  poco  comunes.  Cuando se ha  logrado la reducción  de una  luxación metatarsofa- lángica  o  interfalángica,  el  dedo  se  inmoviliza  con  una  férula  dorsal  alumafoam  y  fijación  al  dedo  mediante  unión  con  cinta  del acompañante.  La inmovilización se continúa por cuatro a seis  semanas.  Lesiones  relacionadas  El  síndrome  de  compartimiento  del  pie  se  vincula  con  lesiones  del pie  anterior.  El aumento  del  dolor que empeora con el movi- Lesiones  del pie  439  miento pasivo es el signo cardinal del síndrome de compartimien- to.  El diagnóstico se confirma midiendo la presión del comparti- miento  y  encontrando  un  valor  superior  de  30  mmHg.  El  tra- tamiento  es  la  liberación  quirúrgica  de  los  cuat ro  espacios  osteoaponeuróticos  del  pie.  Los  cuatro  compartimientos  se  libe- ran  quirúrgicamente  por  medio  de  dos  incisiones  longitudinales  dorsales.  La primera se centra sobre el segundo interespacio, y la  segunda  sobre  el  cuarto  metatarsiano.  Se  realiza  disección  alre- dedor  de  cada  metatarsiano,  y  el  compartimiento  central  se  abre  entre  el  primero y  segundo metatarsianos.  Tratamiento  definitivo  El  tratamiento definitivo  de la  luxación de  Lisfranc es la reducción  y  estabilización  con  clavos  o  tornillos.  Los  autores  prefieren  la  reducción abierta debido a que se han impresionado con la canti- dad  de  desplazamiento  y  conminución  que  se  presenta  regular- mente  (fig.  23-18 y 23-19). La exposición quirúrgica es a través de  dos  incisiones  longitudinales:  la  primera  centrada  sobre  el  pri- mer interespacio y la segunda sobre el tercer interespacio. Sólo se  requiere  una incisión para  las luxaciones  parciales  de  tipo  de in- congruencia.  La  arteria  dorsal  del  pie  está en riesgo en el  primer  interespacio.  La  articulación  se desbrida  de fragmentos  de hueso  y  cartílago,  y  las  fracturas  intraarticulares  se  reducen  y  mantie- nen en  su  sitio  con  alambras  de  Kirschner  de  diámetro  pequeño.  La  articulación  se  reduce  y  estabiliza  con  alambres  de  Kirschner  de  tamaño  grande.  El número  y  localización  de  los  alambres  de  Kirschner  que  se  requieren  para  estabilizar  la  reducción  depen- den  del  tipo  de  luxación.  Las  luxaciones  con  incongruencia  total  requieren  un  mínimo  de  dos  alambres  de  Kirschner:  uno  en  el  primer  rayo  digital  y  el  segundo  en  el  cuarto  o  quinto  rayo.  Las  luxaciones  divergentes  requieren un mínimo  de  tres  alambres  de  Kirschner:  uno  en  el  primer  rayo  digital  y  el  segundo  y  tercer  alambres en el segundo y quinto rayos.  Las luxaciones  de incon- gruencia  parcial  requieren  un  mínimo  de  dos  alambres  de  Kirs- chner.  La  localización  de  los  alambres  es  dictada  por  los  rayos  digitales afectados.  En el posoperatorio, el pie debe estar inmovi- lizado  en un enyesado corto de pierna,  y no  se permite  al pacien- te cargar pesos hasta que los  alambres se retiran a las seis a ocho  semanas.  Después  de  que  se  quitan  los  alambres,  se  aplica  un  enyesado  corto  de  pierna  nuevamente,  y  se  permite  que  el  pa- ciente cargue pesos, según se tolere.  El enyesado se mantiene por  dos  a  cuatro  semanas.  Después  de  que  se  quita  el  enyesado,  el  paciente  usa  el  calzado  de  suela  rígida  con  un  arco  de  soporte  durante seis  meses.  440  Manual de  fracturas  Fig. 23-18. Radiografía anteroposterior de un pie después de una fractura  de Lisfranc de incongruencia parcial que afecta las  bases del segundo al  quinto  metatarsianos.  Hay  fracturas  de  las  bases  del  segundo,  tercero  y quinto  metatarsiano.  El  tratamiento  definitivo  de  las  fracturas  metatarsianas  depen- de  de la cantidad y dirección de desviación angular y el  desplaza- miento.  La  desviación angular y el desplazamiento dorsal o plan- tar producen como resultado una presión anormal sobre la  planta  del  pie  que  debe  reducirse  y  estabilizarse.  El  desplazamiento  la- teral  no  suele  ser  significativo,  a  menos  que  esté  fracturado  el  primer metatarsiano.  El  tratamiento cerrado  de las fracturas  me- tatarsianas  se  cubre bajo  "tratamiento  inicial"  en  esta  sección.  El  tratamiento abierto consiste en la exposición quirúrgica de la frac- tura  a  través  de  incisiones  longitudinales  dorsales,  reducción  y  estabilización con alambres de Kirschner.  Se usan placas  pequeñas  y  tornillos  para  estabilizar las  fracturas  del  primer  metatarsiano.  Se  inserta  un  tornillo  intramedularmente,  de  dirección  proximal  a  distal,  para  estabilizar  la  fractura  de  Jones.  El  tratamiento  posoperatorio  se  basa  en  la  estabilidad  de  la  aplicación y  calidad  Lesiones  del  pie  Fig. 23-19. Radiografía anteroposterior del pie vista en la figura 23-18 des- pués de  reducción  de  la articulación  de  Lisfranc y fijación con tres alam- bres de  Kirschner.  de la  reducción,  y  se ajusta  personalizándose  a cada caso  indi- vidual.  Las  fracturas  intraarticulares  de  las falanges  proximal  y  distal  del  dedo gordo se reducen y estabilizan, si están desplazadas. El obje- tivo de la cirugía consiste en restaurar la estabilidad (con frecuen- cia, estas fracturas son el resultado de un arrancamiento ligamen- toso, capsular, o tendinoso), y minimizar la incidencia de artritis  postraumática.  El  acceso  a  las  fracturas  de  la  articulación  metatarsofalángica  se  realiza  por  medio  de  una  incisión  dorsal  recta; en las fracturas de la articulación interfalángica, a través de  una incisión mediolateral.  Los fragmentos se reducen y mantie- nen en su sitio con tornillos pequeños y alambres  de Kirschner  de  diámetro pequeño.  En  el  posoperatorio,  se enferula  el  dedo  del pie y se mantiene sin carga de peso durante cuatro a seis se- manas.  441  442  Manual de  fracturas  Complicaciones  Las complicaciones de las lesiones  del pie  anterior incluyen artri- tis  postraumática  de la  articulación  de  Lisfranc y  unión  deficien- te  de los  metatarsianos.  La artritis postraumática  de la  articulación  de  Lisfranc se  trata con arcos  de soporte,  medicación antiinflama- toria  no  esferoide,  e  inyección local  de  esteroides.  Si  estas  medi- das fracasan se lleva a cabo  artrodesis  de la  articulación.  La  mala  unión  de  una fractura metatarsiana  da lugar a un área localizada  de  aumento  de  la presión de  la planta  del pie.  La  aplicación de una  barra  metatarsiano  o  una  inserción  en  el  calzado  moldeada  de  manera  personalizada  puede  compensar  la  mala  unión  y  resol- ver  el  dolor.  Si no  son  aceptables  las  medidas conservadoras,  se  practica una osteotomía proximal del metatarsiano. No se requiere  fijación,  y  se estimula  al paciente a sostener peso en el posopera- torio,  de  forma  tal  que  la cabeza  metatarsiana  se repare  en  la  lo- calización  apropiada.  LECTURAS  SELECCIONADAS  Lesiones del pie posterior  Canale  ST,  Kelly  FB Jr:  Fractures  of  the  neck  of  the  talus.  Long-term  evaluation of seventy-one cases. J Bone Joint Surg 60A: 143-156,1978.  Comfort TH, Behrens F, Gaither DW, Denis F, Sigmond M: Long-term results  of displaced talar neck fractures. Clin Orthop 199:81-87,1985.  DeLee JC, Curtís R: Subtalar dislocation of the foot. J Bone Joint Surg 64A:433- 437,1982.  Hawkins LG: Fractures of the neck of the talus. JBone Joint Surg 52A:991- 1002,1970.  Leung KS, Chan WS, Pak PPL, So WS, Leung PC: Operatíve treatment of  intraarticular fractures of the os calcis -The role of rigid fixation and primary  bone graftíng: Preliminary results.J Orthop Trauma 3:232-240,1989.  Miric  A,  Patterson  BM:  Pathoanatomy  of intra-articular  fractures  of  the  calcaneus. JBone Joint Surg 80A:207-212,1995.  Sclamberg EL, Davenport K: Operatíve treatment of displaced intraarticular  fractures of the calcaneus.J Trauma 28:510-516,1988.  Lesiones del pie medio  Main BJ, Jowett RL: Injuries of the midtarsal joint. JBone Joint Surg 57B:89- 97,1975.  Tountas AA: Occult fracture subluxatíon of the midtarsal joint. Clin Orthop  243:195-199,1989.  Lesiones del pie anterior  Arntz CT, Veith RG, Hansen ST Jr: Fractures and fracture-dislocatíons of  the tarsometatarsal joint. JBone Joint Surg 70A:173-181,1988.  Lesiones  del  pie  443  Hardcastle  PH,  Reschauer  R,  Kutscha-Lissberg  E,  Schoffmann  W:  Injuries  to  the  tarsometatarsal  joint.  Incidence,  classificatíon  and  treatment.  JBone  Joint  Surg 64B:349-356,1982.  Kavanaugh JH,  Brower  TD,  Mann  RV:  The Jones  fracture  revisited.  JBone  Joint  Surg  60A:776-782,1978.  Wiener  BD,  Linder  JF,  Giattini  JF:  Treatment  of  fractures  of  the  fifth  metatarsal:  A  prospective  study.  Foot Ankle  lnt 18:267-269,1997.  General  Hansen ST Jr: Foot injuries, In Browner B (ed): Skeletal trauma, 2d ed. Phila- delphia, WB Saunder,  1992, pp  1959-1991.  Heckman JD: Fractures and dislocations of the foot. In Rockwood and Green 's  fractures in adults.  Hagerstown, JB Lippincott,  1991,  pp 2041-2182.  Myerson M:  Diagnosis and treatment of compartment syndrome of the foot.  Orthopedics 13:711-717,1990.  Glosario  Abducción.  Movimiento  en  el  plano  coronal;  la  extremidad  se  mueve  alejándose  de  la  línea  media;  lo  opuesto  es  aducción.  Acompañante,  unión  con  cinta  del.  Fijación de  un  dedo  de  la  mano  o el pie mediante la aplicación de una cinta adhesiva a  un dedo  de mano  o  pie vecino.  Aducción.  Movimiento en el plano coronal;  la extremidad se acer- ca hacia la línea media (p.  ej.,  la aducción de la cadera  derecha  cruza  el  miembro  derecho  sobre  el  miembro  izquierdo).  Aloinjerto.  Injerto  de  hueso  de  un  donante,  no  del  paciente.  Anquilosis.  Fusión  de  una  articulación,  puede  ser  fibrosa  u  ósea.  Artródesis.  Fusión  quirúrgica  de  una  articulación.  Autoinjerto.  Injerto  de  hueso  del  paciente  que  está  recibiéndolo.  Caudal.  Hacia el pie  (p.  ej., el haz de rayos X tiene una desviación  angular  caudal).  Cefálico.  Hacia  la cabeza  (p.  ej.,  el haz  de  rayos X  tiene una  des- viación  angular  en  dirección  cefálica).  Compuesta.  Término  aplicado  a  las  fracturas,  que  indica  que  la  fractura  es  abierta.  Conminuta.  Término  aplicado  a  las  fracturas  que  indica  que  hay  varios  fragmentos  de  hueso  y  que  la  fractura  no  es  simple  (es  decir,  fractura  con  sólo  dos  fragmentos).  Contralateral. Lado opuesto (p. ej., una fractura de fémur y luxación  contralateral  de  la  rodilla  indica  que  la  fractura  y  la  luxación  de  la  rodilla no  están  en el  mismo  miembro  inferior).  Coronal, plano. Superficie bidimensional en el plano frontal (p. ej.,  la  desviación  angular  medial  y  lateral  es  en  el  plano  coronal).  Coxa.  La  cadera  y  el  fémur  proximal  (p.  ej.,  la  coxa  magna  es  la  cabeza  femoral  grande).  Cubitus.  El codo; cubital  se refiere al codo.  Diastasis.  Separación  de huesos  fijos  por  tejido  fibroso,  que  es  di- ferente  de  una  luxación  en la  cual las  superficies articulares  de  una  articulación  diartrodial  están  separadas  (p.  ej.,  diastasis  de la  sínfisis  púbica o  diastasis  tibioperonea  en una  fractura de  Maisonneuve).  Dorsiflexión.  Describe  un  movimiento  con  alejamiento  de  las  su- perficies  palmar,  plantar  o  volar  de  la  mano  o  pie  (p.  ej.,  la  dorsiflexión del  tobillo eleva  el  pie  anterior superiormente,  se- parándolo  del  piso).  444  Glosario  445  Esguince.  Denota  una  lesión  de  un  ligamento.  Los  esguinces  se  gradúan de I  a  III.  El  grado  I  es rotura  de  fibras  interligamen- tosas sin alargamiento del ligamento.  El grado II es rotura par- cial  del  l i gament o  con  al argami ent o,  pero  ciertas  fibras  interligamentosas permanecen intactas.  El  grado III  es una ro- tura  completa  del  ligamento.  Espondilolistesis.  Derivado  de  la palabra griega  spondylos que sig- nifica  "espina"  y  olisthanein  que significa  deslizamiento;  deno- ta  su  luxación  hacia  adelante  de  un  cuerpo  vertebral  sobre  el  cuerpo vertebral inferior.  Puede ser traumática o por  desarrollo.  Eversión.  Posición del  pie  anterior  en el cual  la  planta del  pie  tie- ne  dirección  lateral;  lo  opuesto  a  inversión.  Faceta.  Superficie  articular  casi  plana  (p.  ej.,  faceta  posterior  del  calcáneo  o  articulación  de  faceta  de  la  columna  vertebral).  Genu.  Rodilla  (p.  ej., genu valgum  o rodillas  que chocan).  Inversión.  Posición  del  pie  anterior  en  el  cual  la  planta  del  pie  se  dirige  medialmente;  opuesto  a  eversión.  Ipsolateral.  El  mismo  lado  (p.  ej.,  las  fracturas  ipsolaterales  del  fémur  y  la  tibia  indican  que  ambas  fracturas  afectan  el  miem- bro  inferior  derecho  o  izquierdo).  Kessler,  sutura  de.  Técnica  de  sutura  usada para reparar  tendones  (fig.  G-l).  Lateral.  Alejado  de  la  línea  media  (p.  ej.,  desviación  angular  de  vértice  lateral).  Luxación.  Separación  de  la  articulación  con  pérdida  completa  de  la  continuidad  en  las  fracturas  articulares,  en  oposición  a  sub- luxación.  Medial.  Hacia la línea media  (p.  ej.,  desviación angular de vértice  medial).  Fig. G-1. Sutura de Kessler.  446  Glosario  Palmar.  Hacia  la  palma  o  sobre  ésta  (p.  ej.,  flexión  palmar  de  la  muñeca  o  una  incisión  palmar).  Plantar.  Hacia la planta del pie o sobre ésta (p.  ej., flexión plantar  del  tobillo  o  una  incisión  plantar).  Prona.  Describe  posición con la  cara  hacia  abajo  del paciente.  Pronación.  Rotación  del  antebrazo  que  da  por  resultado  que  la  palma  se  dirija hacia abajo;  rotación del pie y  tobillo  alrededor  del  eje  del  cuello  del  astrágalo,  que  produce  como  resultado  que  la  planta  se  dirija  lateralmente.  Sagital,  plano.  Superficie bidimensional en el plano lateral  (p.  ej.,  la desviación angular anterior y posterior es en el plano  sagital).  Subluxación.  Separación  de  una  articulación  con  pérdida  parcial  de  continuidad  entre  las  superficies  articulares.  Supina.  Describe  la  posición  con  la  cara  hacia  arriba  (recostado  sobre  la  espalda)  del  paciente.  Supinación.  Rotación  del  antebrazo  que  produce  como  resultado  que  la  palma  de  la  mano  se  dirija hacia  arriba;  la  rotación  del  pie  y  el  tobillo  alrededor  del  eje  del  cuello  del  astrágalo  que  produce  como  resultado  que  la  planta  del pie  se  dirija  medial- mente.  Tenodesis.  Se produce cuando un  tendón está fijo a un hueso sub- yacente (es decir,  tenodesis del flexor profundo de los dedos al  fijar  los  tendones  al  radio,  que  da  por  resultado flexión de  los  dedos  cuando  la  muñeca  esta  en  dorsiflexión).  Valgo.  Término  que  describe  desviación  angular  en  el  plano  coronal.  Varo  y  valgo  se  usan  siempre  en  conjunción  con  una  articulación;  indican que  la  extremidad  distal  de  una  articula- ción determinada  se dirige hacia la línea media  (varo)  o se ale- ja de la  línea media  (valgo;  p.  ej., genu  varum;  la pantorrilla, p.  ej.,  extremidad  distal  de la  rodilla,  se  dirige hacia la  línea me- dia,  produciendo  como  resultado  arqueamiento).  Varo.  Término usado para describir angulación en la fase coronal  (véase Valgo).  Volar. Se refiere a la superficie palmar de la mano y a la superficie  flexora  o anterior de la muñeca y  antebrazo  (p.  ej., flexión vo- lar  de  la  muñeca  es  lo  opuesto  a  dorsiflexión  de  la  muñeca).  índice  alfabético  La  referencia  de  pági na  en itálicas  indica  figuras;  la  referencia  de  pá- gina  segui da  por  una  letra  c  indica  cuadros.  Abducción,  definición,  444  Abocardami ent o,  16,  111  Acetabular,  fractura,  279-290  ambas  col umnas,  283  ant eri or  con  hemi t r ansver sa  posterior,  283  clasificación,  279-283,283-282  col umna  anterior,  280,  282  posterior,  280,282  post er i or - par ed  post er i or ,  283  complicaciones,  290  con  forma  de  T,  283,284  diagnóstico,  283-284,  286  eval uaci ón  radiográfica,  286,  287  examen  físico,  283-284  historia,  284  lesiones  rel aci onadas,  288  pared  anterior,  280,281  pared  posterior,  280,280  relacionada,  283  simple,  280  tracción,  25  t ransversa,  280,282,  283  con  pa r e d  post er i or ,  283,  286  t rat ami ent o,  289-290  acceso  de  Kocher-Langen- beck,  289-290  qui rúrgi cos,  accesos,  289  Acompañant e,  uni ón  con  ci nt a  del,  definición  de  la,  444  Acromioclavicular,  articulación,  79-80  lesión  de  la,  95-100  clasificación,  95,  95-97,  98  complicaciones,  100  diagnóstico,  98-99  evaluación  radiográfica,  98- 99  examen  físico,  98  historia,  98  t rat ami ent o,  99-100  Acromi on,  fractura  del,  89  Aducción,  definición,  444  Alambre(s),  13,  24  cerclaje,  13-14,14  de  Kirschner,  135  Alien,  pr ueba  de,  3  Aloinjerto,  definición,  444  Alta  energía,  fractura  de,  304-308.  Véase  también  Femoral,  cuello,  fractura  de,  alta  energí a  Analgesia,  30  Anestesia.  Véase  también  Nervi o- so,  bloqueo  regional,  30-40  Anquilosis,  definición,  444  Ant ebr azo  anat omí a,  150-152  fractura,  150-164  abierta,  161-162  clasificación,  152-155  complicaciones,  162-164,  263  de  garrot azo,  152,  252-254  diagnóstico,  157-158  evaluación  radiográfica,  158  examen  físico,  157  historia,  157  lesión(es)  del  nervio,  157  relacionadas,  155,  157  t r at ami ent o  definitivo,  158-162  inicial,  158  447  448  índice  alfabético  Armas de fuego, heridas por, 226  Armazón(es)  dinámica,  18  estática,  18  externa,  17  Arrancamiento,  fractura  con,  44,  44  condilar,  126  Articulación(es)  interfalángica  distal.  Véanse  Interfalán- gica  distal  (IFD),  lesión;  Falángica,  lesión,  interfalángica  proximal.  Véan- se  también Falángica,  le- sión;  interfalángica  pro- ximal  (IFP),  lesión  radiocubital  distal,  181-182  clasificación,  181  complicaciones,  182  diagnóstico,  181-182  evaluación  radiográfica,  181  examen  físico,  181  historia,  181  tratamiento,  182  Artritis,  199  cadera,  292  postraumática,  122,  138,141  sacroiliaca,  267,  279  Artrocentesis,  27-29  contraindicaciones,  27  Artrodesis,  definición,  444  Aspiración,  27-29  hombro,  28-29,28  rodilla, 27, 288  tobillo, 28  Astrágalo,  fractura  del,  411-419  apófisis lateral, 413, 415,415,  418  cabeza, 413,414,415,  417,418  complicaciones,  419  cuello, 411,412-413, 417  cuerpo, 411, 413,414, 418  diagnóstico,  414-416  evaluación  radiográfica,  415- 416  examen  físico,  414-415  historia,  414-415  lesiones  relacionadas,  416  osteocondral, 413, 415, 418  tratamiento,  416-419  inicial, 416  Atlantoaxil,  subluxación,  231,  237, 238,239, 240  rotatoria, 235, 238, 241  Atlantooccipital, disociación, 237  Atlas,  fractura,  237  Autoinjerto,  definición,  444  Axilar,  arteria,  2  rotura,  56  Axilar,  lesión  del nervio,  57  Axis, masa lateral del, fractura de  la, 235, 242  Baja energía, fractura de, 295-303,  376. Véase también Femo- ral, cuello fractura de, baja  energía  Bennett,  fractura  de,205,214,215  Bier,  bloqueo de, 31-32,32  Blatt,  capsulodesis  de,  194  Bosworth,  fractura  de,  390  Boxeador,  fractura  de,  204  Braquial,  arteria,  2  Brazo, enyesado corto  de, 21  Brown-Séquard,  síndrome  de,  225  Bucks,  tracción de, 24  Bulbocavernoso,  reflejo,  227  Cadera,  luxación  de  la,  290-293,  328  anterior  y  obturadora,  291  clasificación,  290-291  complicaciones,  292-293  diagnóstico,  291-292  evaluación  radiográfica,  291- 292  examen  físico,  291  historia,  291  lesiones  relacionadas,  291  posterior,  291  tratamiento,  291  Calcánea,  tracción,  27  Calcáneo,  fractura  del,  422-430  clasificación, 422-423, 424, 425  índice  alfabético  449  complicaciones,  430  diagnóstico,  423,  426-427  eval uaci ón  radiográfica,  426- 427,  426  examen  físico,  423,  426  extraarticular,  423, 425  historia,  423,  426  intraarticular,  423, 424  despl azada,  427  lesiones  relacionadas,  427  t rat ami ent o,  427-430  inicial,  427  Canul ada,  placa  de  hoja,  de  án- gul o LC,  73,  76  Capsul i t i s  adhesi va,  64  Carpi ana,  de  la  muñeca,  fractura,  196,  199  Ca r pome t a c a r pi a na  f al ángi ca,  articulación,  202  Caudal ,  definición,  444  Cefálico,  definición,  444  Cerclaje,  al ambres  de,  13,34  Cerrada,  reducción,  146  Chaleco-Halo,  250,  252  Chance,  fractura  de,  255,256,  257,  258,  263  complicaciones,  264-265  Chauffeur,  fractura  de,  168,170  Chopar t ,  l uxaci ón  de,  430,  431,  433  Circulatorio,  est ado,  eval uaci ón  del,  1  Clavícula,  79  fracturas  de,  80-84  clasificación,  80,  81  complicaciones,  84  diagnóstico,  81  evaluación  radiográfica,  81  examen  físico,  81  falta  de  uni ón,  84  historia,  81  lesiones  relacionadas,  81,  83  mal a  uni ón,  84  tercio  distal,  81,  83  medi o,  81,  83  proxi mal ,  81,  83  t r at ami ent o  definitivo,  83-84  inicial,  81  Cl avos  de  di ámet ro  grande,  18  di námi cos,  16  estáticos,  16, 17  i nt ramedul ares,  14-16  reconstrucción,  16  t rabados,  16  Coapt aci ón,  pérdi da  de,  107  Codo  anat omí a,  112-114,773,  724  aspiración,  28, 29  biomecánico,  114-115,  726  bloqueo  del,  35-37,  36  nervio  cut áneo  lateral,  35-37,  36  nervio  medi ano,  35,  36  nervio  radial,  35  definición,  444  luxación  del,  143-148  anterior,  143  clasificación,  143-144  complicaciones,  147  di vergent e,  143-144  evaluación  radiográfica,  145  examen  físico,  144-145  historia,  144-145  inestabilidad  crónica  y,  147  lateral,  143,  244,  147  l esi ones  r el aci onadas,  145- 146  medial,  143, 147  posterior,  143  t r at ami ent o  definitivo,  146-147  inicial,  145  Cola  de caballo,  sí ndrome  de,  mé- dula  espinal,  lesión  de  la,  226  Col ágena,  50  Colles,  fractura  de,  168,269  Col umna  vert ebral  anat omí a,  218-222,229  l i gament osa,  221-222  ósea,  220-221  biomecánica,  222-223  cervical,  220  450  índice  alfabético  cóccix,  221  lumbar,  221  saeta,  221  torácica,  221  Compartimiento(s)  duros  tensos,  6  síndrome  de,  5-6,157,163  fractura  de  meseta  tibial,  349  tensos  duros,  6  Complejo  ligamentoso  lateral- colateral,  lesión  del,  402- 404  clasificación,  402-403  complicaciones,  404  diagnóstico,  403  evaluación  radiográfica,  403  examen  físico,  403  historia,  403  tratamiento,  403-404  Compresión  fractura  por,  126,  131  complicaciones,  264  columna  vertebral,  219  evaluación  radiográfica,  257-258  tratamiento,  260-261  placa de, 10, 22  dinámica,  10  humeral,  fractura  del cuerpo,  108  Compuesta,  definición,  444  Cóndilo  occipital,  fractura  del,  240  Conminuta,  definición,  444  Contralateral,  definición,  444  Coracoacromial,  ligamento,  53  Coracohumeral,  ligamento,  53  Coracoides,  apófisis,  fractura  de  la, 89  Coronal,  plano,  definición, 444  Costilla,  fractura  de,  6  Coxa,  definición,  444  Cuadríceps,  lesión  del  tendón  del,  359-361  Cubital  arteria,  3  bloqueo  del  nervio,  35  fractura. Véase también Antebra- zo,  fractura  por  garrotazo,  152,152-154  translocación,  186,257,192,194  Cubito,  150  distal,  165  Dedo en martillo,  209,  212  Depresión,  fractura  con,  44  Deslizamiento,  tornillos  de  com- presión con,  13  Desplazamiento,  41  cabeza  femoral,  43,44  valgo,  42-43,43  varo, 43, 43  Diámetro  grande,  clavos  de,  18  Diastasis,  45  definición,  444  Digital, bloqueo del nervio, 33-34,  33  Dinámica  armazón,  18  placa  de compresión,  10  Dolor,  5  con  estiramiento  pasivo,  5  Dorsal,  fractura,  de  Barton,  168,  170  Dorsiflexión,  definición,  444  Ender,  fijación  intramedular  de,  7,72  Enfermedad  de  Kienbock,  195  Enyesado(s)  brazo  colgante,  107  corto>  21  cilindro, 22  complicaciones,  23  de  miembro  superior  colgante,  107  enferulado,  en  comparación  con, 20  extremidad  inferior,  22  superior,  21  fibra  de vidrio,  21  índice  alfabético  451  irritación  de  la  piel,  24  quemadur as,  23  técnicas  de  aplicación,  21  úlceras  por  presi ón,  23-24  yeso,  21  Escafoides,  fractura  del,  198-199  complicaciones,  199  falta  de  uni ón  des pués  de,  199,  200  Escápula,  79  fractura  de  la,  84-92  clasificación,  84-85,  85-88  complicaciones,  91-92  diagnóstico,  85-88  eval uaci ón  radiográfica,  86- 87  examen  físico,  85-86  historia,  85-86  lesiones  rel aci onadas,  88  t r at ami ent o  definitivo,  88-91  inicial,  88  Esguince,  definición,  445  Espondilolistesis,  232,  233-234  definición,  445  Essex- Lopr est i ,  l esi ón  de,  134,  155,  160  Est al l ami ent o,  fract ura  por,  85,  89,  219,  251  complicaciones,  253,  264  cuerpo  vertebral,  243,  245,  255  eval uaci ón  radiográfica,  258  t rat ami ent o,  261-262  Estática,  ar mazón,  18  Esternal-occipital-maxilar  inferior,  inmovilizador  (IEOM),  251  Est ernocl avi cul ar,  art i cul aci ón,  80  lesión  de  la,  92-95  clasificación,  92  complicaciones,  95  diagnóstico,  92-93  evaluación  radiográfica,  92- 93, 93  examen  físico,  92  historia,  92  lesiones  relacionadas,  94  TC,  est udi o,  93  t r at ami ent o  definitivo,  94  inicial,  94  Eversión,  definición,  445  Ext remi dad  inferior,  4-6  enyesados,  22  férulas,  23  si st ema  motor,  4-6  musculosquelético  de  la,  4  neurológico  de  la,  4-6  vascul ar  de  la,  4  superi or,  2-4  enyesados,  21  férulas,  23  si st ema  musculosquelético  de  la,  2  nervi oso  de  la,  3-4  vascul ar  de  la,  2-3  Faceta,  definición,  445  Factor  t r ansf or mador  del  creci- miento,  49  Falángica,  lesión,  208-213  diagnóstico,  209-210  evaluación  radiográfica,  210  examen  físico,  209  fractura  conmi nut a,  211  despl azada,  210  no  despl azada,  210  historia,  209  luxación,  213  met at arsi ana.  Véase Pie  ant e- rior,  lesión  del  t r at ami ent o  definitivo,  210-213  inicial,  210  Femoral  cabeza,  fractura  de  la,  308-312  clasificación,  308-309,320  complicaciones,  312  diagnóstico,  309  evaluación  radiográfica,  309  examen  físico,  309  historia,  309  452  índice  alfabético  lesiones  rel aci onadas,  309  t r at ami ent o  definitivo,  309,  311-312  inicial,  309  Kocher-Langenbeck,  acceso  de,  311,  312  cuello,  fractura  de,  295-308,328  alta  energía,  304-308  clasificación,  304,  305-306,  307  complicaciones,  308  diagnóstico,  307  eval uaci ón  radiográfica,  307  examen  físico,  307  historia,  307  lesiones  rel aci onadas,  307  t r at ami ent o,  307-308  baja  energía,  295-303  clasificación,  298,  299,  300,  302  complicaciones,  303  lesiones  rel aci onadas,  300  diagnóstico,  300  evaluación  radiográfica,  300  examen  físico,  300  historia,  300  t rat ami ent o,  300-303  qui r úr gi co,  301- 303,  302,  304  cuerpo,  fractura  del,  325-334  clasificación,  326,  327  compl i caci ones,  333-334  diagnóstico,  326,  328  evaluación  radiográfica,  328  examen  físico,  326  historia,  326  lesiones  relacionadas,  328  t r at ami ent o  definitivo,  328-333  inicial,  328  fractura,  15  alta  energía  del,  cuello,  304- 308.  Véase  también  Femo- ral,  cuello,  fractura  de,  al- ta  energía  baja  energía  del,  cuello,  295- 303.  Véase  también  Femo- ral,  cuello,  fractura  de, ba- ja  energía  estabilización,  13  tracción,  25  Fémur  anat omí a,  296-298,297,325-326  distal,  fractura  del,  337-345  clasificación,  337-338  complicaciones,  344  cóndilo  simple,  338,341  diagnóstico,  342  evaluación  radiográfica,  342  examen  físico,  342  extraarticular,  337, 338,  342,  343  historia,  342  i nt raart i cul ar,  337,  339,  340,  343  i nt racondi l ar,  337,  339,  340,  343  l esi ones  r el aci onadas,  338- 341  supracondi l ar,  337,338,  342,  343  t rat ami ent o,  342-344  Férula(s)  aplicación,  22  coartación,  107-108  complicaciones,  23  enyesado  contra,  20  ext remi dad  inferior,  23  superior,  23  piel,  irritación  de  la,  24  quemadur as,  23  úlceras  de  presión,  23-24  Fibroblasto  ácido,  factor  del creci- mi ent o,  50  Fijación,  9-29,  26  ani l l o  pel vi ano,  fract ura  del,  276-277  con  al ambres,  13-14,14  con  placas,  9-Yl.Véase  también  Placa(s)  dinámica,  13-14  Ender,  i nt ramedul ar  de,  70,71  externa,  16-19  índice  alfabético  453  anillo  pel vi ano,  fractura  del,  276-277  cuerpo  femoral,  fractura  del,  329  humeral ,  fractura  del,  108  tibial,  fractura  del,  376, 377  supracondi l ar,  fractura,  120- 121  fract ura  de  l a  cabeza  r adi al ,  135,  736  '  i nt er f r agment ar í a,  con  t or ni - llos,  9,  70  pl aca  de  c ompr e s i ón.  Véase  Compresi ón,  placa  de  rígida,  9-12  Fijadores  ci rcul ares  de  al ambr e  pequeño,  18,  79  Físico,  examen,  1  Fl exi ón-di st racci ón,  l esi ón  por,  255, 256, 256, 258,  263-264  complicaciones,  264-265  Fractura(s).  Véanse  también  Frac- t ur as  especí fi cas,  p.  ej.,  Tibial,  fractura.  abierta(s),  5  grado  1,  5  grado  2,  5  grado  3,  5  alta  energía,  304-308. Véase  tam- bién  Femoral,  cuello,  frac- tura  de,  alta  energía  baja  ener gí a,  295- 303.  Véase  también  Femor al ,  cuel l o,  fractura  de,  baja  energía  condilar  l at er al , ,  126-132  clasificación,  126,  727-729,  128  complicaciones,  131-132  diagnóstico,  128  evaluación  radiográfica,  128  examen  físico,  128  historia,  128  lesiones  relacionadas,  130  t rat ami ent o  definitivo,  130-131  inicial,  128  condilar  medial,  126-132  cl asi fi caci ón,  126,  127-729,  128  complicaciones,  131-132  diagnóstico,  128  evaluación  radiográfica,  128  examen  físico,  128  historia,  128  lesiones  relacionadas,  130  t r at ami ent o  definitivo,  130-131  inicial,  128  costilla,  6  de  boxeador,  204  de  Kocher-Lorenz,  128,7 29,131  de  Verdugo,  232-234,  233-235,  242  depresi ón,  44  despl azami ent o  de la,  41. Véase  también  Despl azami ent o  i mpact ada,  43,  44,  44  múltiples,  8  neurovascul ares,  complicacio- nes,  84  oculta,  45  patológica,  44  reparación  de  la,  47-51  bioquímica,  50  celular,  nivel,  48-49  crecimiento y,  factores  de,  49- 50  evidencia  radiográfica,  48  Fracturas-luxaciones,  45-46  Gal eazzi ,  fractura  de,  155,  756,  160  Gancho  del hueso  ganchoso,  frac- tura  del,  45,  196  Gemí,  definición,  445  Gl enohumeral ,  articulación  anat omí a,  52-53  lesión  de  la,  53-64  arteria  axilar y,  rotura  de  la,  56-57  diagnóstico,  57-58  evaluación  radiográfica,  57- 58,  58-60  examen  físico,  57  Hill-Sachs,  lesión  de,  y,  56  historia,  57  454  índice  alfabético  luxaciones,  53-64  adqui ri das,  55  agudas,  54,  62  ant eri ores,  53-54,54,  62  at r aumát i cas,  54  capsulitis  adhesi va  y,  64  complicaciones,  63-64  crónicas,  54,  62  inferiores,  54, 55,  62  lesiones  rel aci onadas,  56-57  post eri ores,  54, 55,  62  recurrent es,  54,  63  t raumát i cas,  55,  62  mangui t o  rotatorio  y,  desga- rro  del,  56  nervi o  axilar  y,  lesión  del,  57  TC,  est udi o  de,  58, 60  t rat ami ent o,  58-63  definitivo,  62-63  Hipocrático,  mét odo,  61  inicial,  58-62  Kocher,  mét odo  de,  61  Stimson,  mét odo  de,  61  l i gament os,  53  Gl enoi dea,  52  intraarticular,  fractura,  90  Gl enoi deo  cuello,  fractura  del,  89  rodet e,  53  Gota  de  lágrima,  fractura  de,  243  complicaciones,  254  radiografía,  246  t rat ami ent o,  246  Guar dabosques,  pul gar  de,  213,  275,  216  Hahn-St ei nt hal ,  fractura  de,  126,  329,  131  Hemat oma,  bl oqueo  de,  40  Hemi art ropl ast i a,  70  Hemot órax,  7  Herida(s),  8  abiertas,  8  desbri dami ent o  de  las,  8  infección  de,  163  Hill-Sachs,  lesión  de,  56  Hipocrático,  mét odo,  61  Hombr o  aspiración,  28-29,28  congelado,  64  Hueso  injerto  de,  51  proteína  morfogénica  de,  50  Húme r o  anat omí a,  102-103,103  distal,  112  fractura,  102-111  abierta,  108-110  cerrada,  106-108  clasificación,  103-104,205  complicaciones,  111  condilar  lateral,  126-132. Véa- se  también  Fractura(s),  condilar  lateral  condilar medial,  126-132. Véa- se  también  Fractura(s),  condilar  medial  diagnóstico,  104  distal,  115,  117  evaluación  radiográfica,  104  examen  físico,  104  fractura  transcondilar.  Véase  también  Tr a ns c ondi l a r ,  fractura  historia,  104  lesiones  relacionadas,  104,  106  supracondi l ar,  117-122.  Véa- se  también  Supracondilar,  fractura  t ranscondi l ar,  1122-125  t r at ami ent o  definitivo,  106  inicial,  104  proxi mal  anat omí a,  52  fractura  del,  64-77  clasificación,  64-69  despl azada,  64  t rat ami ent o,  70-74,  74-76  en  cuat ro  partes,  67,68  en  dos  part es,  64,65,  66  en  tres  partes,  65,67,  71-72,  74-77  evaluación  radiográfica,  69  examen  físico,  69  índice  alfabético  455  fijación  i n t r a me d u l a r  de  Ender,  70,  72  hemi art ropl ast i a,  70  historia,  69  lesiones  rel aci onadas,  69  luxaciones,  67,  68,  69,  75-76  complicaciones,  76-77  t rat ami ent o,  75-76  no  despl azada,  64  t r at ami ent o  definitivo,  70-76  inicial,  69-70  t ubércul o  mayor,  65,66,  67,  75  t ubércul o  menor,  65,66,  67,  71  tubérculo  mayor,  52  t ubércul o  menor,  52  Interfalángica  distal  (IFD),  lesión,  208-213.  Véase  también  Fa- lángica,  lesión,  fractura,  208-213  luxación,  208-213  Interfalángica  proxi mal  (IFP),  le- sión,  208-213.  Véase  tam- bién  Falángica,  lesión  fractura,  209  no  despl azada,  211  luxación,  213  Iliaca,  fractura.  Véase  también  Pel- vi ano,  anillo,  fractura  posterior,  277  Iliosacros,  tirafondos,  278  Infección,  142  Intertrocanteriana,  fractura,  314- 324  clasificación,  314-315,336  complicaciones,  321-323  diagnóstico,  315,  317  estable  despl azada,  315,326  evaluación  radiográfica,  315,  317  examen  físico,  315  historia,  315  inestable  despl azada,  315,  316  lesiones  relacionadas,  317- 318  no  despl azada,  315,326  oblicuidad  inversa,  315,326,  321-323  t r at ami ent o  definitivo,  318-321  inicial,  317  i nt ramedul ar,  di sposi t i vo,  320  placa  con  tornillo  deslizan- te,  319, 319,  322  I nt r amedul ar es ,  cl avos,  14-16,  159,  320  ant er ógr ados,  330, 331,  332,  342  flexibles,  15,  108  fractura  del  cuerpo  femoral,  330  tibial,  375, 375  ret rógrados,  330,  332,333  rígidos,  15,  109-110,209-110  Inversión,  definición,  445  Ipsolateral,  definición,  445  Jefferson,  fractura  de,  240  Jones,  fractura  de,  434,436  Kessler,  sut ura  de,  445  Kienbock,  enfermedad  de,  195  Kirchner,  al ambres  de,  135  Kocher,  mét odo  de,  61  Kocher-Langenbeck,  técnica  de,  289,  311,  312  Kocher-Lorenz,  fractura  de,  128,  229,  131  Lachman,  prueba  de,  363,364  Lateral,  definición,  445  Ligamento(s)  cr uzados  anteriores,  lesión  de  los,  360.  Véase  también  Rodilla,  le- sión  ligamentosa  456  índice  alfabético  post eri ores,  lesión de  los,  360.  Véase  también  Rodilla,  le- sión  ligamentosa  medi al - col at er al ,  l esi ón  del ,  360.  Véase  también Rodilla,  lesión  l i gament osa  rotuliano,  lesión  del,  359-361  Lisfranc,  l uxaci ón  de,  433,  434- 436,  439,  441,  442  Luxación,  46  de  Lisfranc,  433,  434-436,  439,  447,  442  definición,  445  peri semi l unar,  184,  189  Luxatio  erecta,  54,55,  61  Mai sonneuve,  fractura  de,  389  Mangui t o  rotatorio,  53  desgarro  del,  lesión  de  la  articu- lación  gl enohumeral  y,  56  Mari posa,  fragment o  en,  373  Mat r i z  ost eoconduct ora,  51  ost eoi nduct ora,  51  Medial,  definición,  445  Medi ano,  bl oqueo  del  nervio,  34,  34  Médica,  historia,  1  Médul a  espinal,  lesión  de  la,  224- 227,  224c  cola  de  caballo,  226  compl et a,  224  cono  medul ar ,  225  heri da  por  ar ma  de  fuego,  226  i ncompl et a,  225  sí ndr ome  medul ar  anterior,  225  central,  225  posterior,  225  Mel gai gne,  fractura  de,  18  Met acarpi ana,  fractura,  202-208  base,  204,  204,  205,  207  cabeza,  205,  208  clasificación,  204-205  complicaciones,  208  cuello,  204,  207  diáfisis,  204,  207  diagnóstico,  205-206  evaluación  radiográfica,  205- 206  examen  físico,  205  historia,  205  t r at ami ent o  definitivo,  206-208  inicial,  206  Met acarpi anos,  202  Metacarpofalángicas,  articulacio- nes,  202,  203  Mét odo  de  Kocher,  61  Mont eggi a,  fractura  de,  155,756,  159  Mor dedur a  por  pelea,  205,  208  Mot or  component e,  del  si st ema  ner- vioso,  4  sistema,  4-6  Muñeca,  165  anat omí a,  184,185  bloqueo  de  la,  34-35  cubital,  nervio,  35  medi ano,  nervio,  34  radial,  nervio,  35  fractura  de  la,  196  carpiana,  196,  199  clasificación,  195-196  diagnóstico,  197-198  escafoides,  198-199  evaluación  radiográfica,  197  examen  físico,  197  historia,  197  hueso  grande,  196,  199  lesiones  relacionadas,  196  pisiforme,  196,  199  semi l unar,  195-196,  198  sistema  pi rami dal ,  195,  198  t r at ami ent o  definitivo,  198-199  inicial,  197-198  luxación  de  la,  184-194  clasificación,  185-186  complicaciones,  194  diagnóstico,  186-190  disociación  escafosemilunar,  189,  797,  192-194  índice  alfabético  457  eval uaci ón  radiográfica,  187- 190,  188-190  examen  físico,  186-187  historia,  186-187  lesiones  rel aci onadas,  192  peri semi l unar,  185,  190  radi ocarpi ana,  186,  786,  191,  194  semi l unar,  185,  190  t ransescafoi dea  per i semi l u- nar,  185,  190,  193  t r ans l ocaci ón  cubi t al ,  186,  187,  192,  194  t r at ami ent o  definitivo,  192-194  inicial,  190-192  Muscul osquel ét i co,  apar at o  ext remi dad  inferior,  4  ext remi dad  superi or,  2  Necrosis,  199  Nervio  cut áneo  lateral,  bl oqueo  del,  35-37, 36  Nervioso  bloqueo,  32-40  cubital,  35  cut áneo  lateral,  35-37,36  digital,  33-34,33  peroneo,  38,  40  radial,  35  safeno,  37,  3 7  sural,  40  tibial,  39,  40  sistema  ext remi dad  inferior,  4-6  ext remi dad  superi or,  3-4  Neumot orax,  7  Neur ovascul ar es,  compl i caci o- nes,  84  Neutralización,  placa  de,  10  Oculta,  fractura,  45  Odont oi dea,  fract ura,  231-232,  232,  233,  239,240,  241  Ol écranon  fractura  del,  138-143  arrancami ent o,  44  clasificación,  138-140,139  complicaciones,  142-143  diagnóstico,  140-141  evaluación  radiográfica,  141  examen  físico,  140-141  historia,  140-141  infección,  142  lesiones  relacionadas,  141  t r at ami ent o  definitivo,  141-142  inicial,  141  tracción  del,  con  clavo,  25,26  Osificación  heterotópica,  147,  164,  293  i nt r amembr anosa,  49  Pal mar,  definición,  446  Parestesia,  5  Patológica,  fractura,  362  Pelviano,  anillo  anat omí a,  269,270,  271  col umna  anterior,  269  posterior,  269,270  complejos  ligamentosos,  269,  270  est ruct uras  vascul ares,  271  fractura,  271-279,  328  clasificación,  271-272,272,  273  complicaciones,  279  diagnóstico,  273-275  evaluación  radiográfica,  274  examen  físico,  273-274  historia,  273-274  lesiones  rel aci onadas,  275- 276  "libro  abierto",  18  t rat ami ent o,  275-279  inicial,  275  traje  de  PMAC  en,  275  vert i cal ment e  estable  pero  rot at ori ament e  inestable,  272,  273  ver t i cal ment e  y  rot at ori a- ment e  458  índice  alfabético  estable,  271  inestable,  272,273,  27i  inervación,  269  l i gament o  interóseo,  269,  270  sacroiliaco  anterior,  269, 270  posterior,  269, 270  plexo  l umbosacro,  271  Per cut áneos,  t i r af ondos  ileosa- cros,  278  Peroneal,  cuerpo,  fractura  del,  380  Peroneo,  bl oqueo  del  nervi o,  38,  40  profundo,  38,  40  superficial,  38,  40  Pie  anat omí a,  406-408,408,  409  anterior,  lesión  del,  433-442  cl asi fi caci ón,  433-435,  436,  437  complicaciones,  442  diagnóstico,  436-438  eval uaci ón  radiográfica,  437  examen  físico,  436-437  historia,  436-437  Jones,  fractura  de,  434,436  lesiones  relacionadas,  438-439  Li sfranc,  l uxaci ón  de,  433,  434-436,  439,  447,  442  met at arsi ana,  434,437,  440  t r at ami ent o,  439-441  t rat ami ent o  inicial,  437-138  biomecánica,  406  lesión  del,  408-442  ant eri or,  433-442.  Véase  tam- bién  Pi e  ant er i or ,  l esi ón  del  Aquiles,  rotura  del  t endón  de,  409- 411.  Véase  también  Tendón  de  Aquiles,  rot u- ra  del  ast r ágal o,  fract ura  del,  411- 419.  Véase  también  Astrá- galo,  fractura  del  cal cáneo,  fract ura  del ,  422- 430.  Véase  también  Calcá- neo,  fractura  del  clasificación,  408  medi o,  430-433.  Véase  también  Pie  medi o,  lesión  del  subast ragal i na,  luxación,  419- 422.  Véase  también  Subas- tragalina,  luxación  medi o,  lesión  del,  430-433  Chopart ,  luxación  de,  430-432  clasificación,  430-431  complicaciones,  433  cuboide,  431  cuneiforme,  431,  432  evaluación  radiográfica,  431  examen  físico,  431  historia,  431  lesiones  relacionadas,  432  navicular,  430,  432  t rat ami ent o,  432-433  inicial,  431-432  Pierson,  fijación  de,  25,26  Pi rami dal ,  fractura,  195,  198  Pisiforme,  fractura  del,  196,  199  Placa(s),  9-12  antideslizante,  11,22  compresi ón,  10,  72.  Véase  tam- bién  Compresi ón,  placa  de  de  hoja  con  ángul o  LC  canu- lada,  73,  76  de  novent a  grados,  73,76  de  refuerzo,  11,  72  de  t orni l l o  de  desl i zami ent o,  319,  329,  327  neutralización,  10  Plantar,  definición,  446  Pl aquet a,  factor  de  creci mi ent o  deri vado  de  la,  50  PMAC,  trajes,  7  Polimetilmetacrilato,  72  Posterior,  fractura  iliaca,  277  Prona,  definición,  446  Pronación,  definición,  446  Proteoglicanos,  50  Protético,  reempl azo,  fractura  de  la  cabeza  radial  con,  135,  737  Pulgar,  fractura  del,  213-216  complicaciones,  216  diagnóstico,  214  índice  alfabético  459  evaluación  radiográfica,  214  examen  físico,  214  extraarticular,  216  historia,  214  t r at ami ent o  definitivo,  215-216  inicial,  214  Radial  arteria,  3  bloqueo  del  nervio,  35  fractura  con  desvi aci ón  angul ar  dor- sal,  41,  42  de  la  cabeza,  132-138  clasificación,  132, 233  complicaciones,  137-138  diagnóstico,  132-134  e va l ua c i ón  r adi ogr áf i ca,  134  examen  físico,  132  historia,  132  lesiones  rel aci onadas,  134  r eempl azo  prot ési co,  135,  237  t r at ami ent o  definitivo,  134-137  inicial,  134  por  garrot azo,  152,752,  154  longitud,  166,  266  parálisis  del  nervio,  104  Radial,  ángul o,  166,  266  Radio,  150  distal,  165  fractura  del,  168-181  clasificación,  168  diagnóstico,  168,  171-172  evaluación  radiográfica,  171  examen  físico,  168  ext raart i cul ar  despl azada,  168,  269  historia,  168  i nt r aar t i cul ar  des pl azada,  168,  170  lesiones  rel aci onadas,  172  no  despl azada,  168  t r at ami ent o  definitivo,  172-179  inicial,  171-172  fractura.  Véase  Ant ebrazo,  frac- t ur a  Radi ocar pi ana,  l uxaci ón,  186,  286,  191,  194  Radi ocubi t al  articulación,  166,  266,  267  lesión  de  la,  40  distal,  181-182  sinostosis,  142  Rama  verde,  fractura  en,  42  Refuerzo,  placa  de,  11,22,  22  Retinaculares,  dientes,  311  Rodilla  anat omí a,  336-337  aspiración,  27-28,28  lesión  (de la).  Véanse  también Fé- mur ,  distal,  fractura  del;  Tibial,  fractura  de  la  me- seta  ligamentosa,  328,  361-368  clasificación,  361  complicaciones,  367-368  diagnóstico,  362-365  evaluación  radiográfica,  363-364  examen  físico,  362-363,363  historia,  362-363  lesiones  rel aci onadas,  361- 368  t rat ami ent o,  364-367  definitivo,  365  inicial,  364-365  quirúrgico,  365-367  relacionada  con,  336-368  Rol ando,  fractura  de,  214,  216  Rótula,  fractura  de  la,  354-359  clasificación,  354  complicaciones,  357,  359  de s pl a z a da ,  354,  355,  356,  357,  358  diagnóstico,  356-357  estabilización,  24  evaluación  radiográfica,  356- 357  examen  físico,  356  historia,  356  460  índice  alfabético  l esi ones  r el aci onadas ,  354,  356  no  despl azada,  354, 354,  357  t rat ami ent o,  357  Sacabocados,  fractura en, 170-7 71  Sacra,  fractura,  265-267  clasificación,  265  complicaciones,  267  diagnóstico,  265-266  eval uaci ón  radiográfica,  266  examen  físico,  265-266  historia,  265-266  lesiones  rel aci onadas,  266  t rat ami ent o,  266-267,  279  Sacroiliaca,  articulación,  estabili- zación  de  la,  277  Safeno,  bl oqueo  del  nervio,  37,37  Sagital,  pl ano,  definición,  446  Sedación,  30  Semi l unar  fractura  del,  195-196,  198  luxación  del,  185,  190  Sensitiva,  función,  3  Singh,  índice  de,  297,  297,  315  Sinostosis,  142,  163  Smith,  fractura  de,  168,269  Stener,  lesión  de,  214,225  Stimson,  mét odo  de,  61  Subastragalina,  luxación,  419-422  clasificación,  420  complicaciones,  422  diagnóstico,  420-421  eval uaci ón  radiográfica,  420  examen  físico,  420  historia,  420  lateral,  422  lesiones  rel aci onadas,  421  t rat ami ent o,  421-422  inicial,  420-421  Subl uxaci ón  articular,  45  definición,  446  Supina,  definición,  446  Supinación,  definición,  446  Supracondilar,  fractura,  117-122  clasificación,  117,  118-119  complicaciones,  122  diagnóstico,  117,  120  evaluación  radiográfica,  117  examen  físico,  117  historia,  117  lesiones  relacionadas,  120  t rat ami ent o,  120-121  Sural,  bloqueo  del  nervio, 39,  40  Sut ura  de  Kessler,  445  definición,  445  Técnica  de  Kocher-Langenbeck,  289,  311,  312  Tendón  de  Aqui l es,  rot ura  del,  409-411  clasificación,  409  complicaciones,  411  diagnóstico,  409-410  evaluación  radiográfica,  410  examen  físico,  409-410  historia,  409-410  lesiones  relacionadas,  410  t rat ami ent o,  410-411  Tenodesis,  definición,  446  Tensión,  al ambres  con bandas  de,  13  Thomas,  férula  de,  25,26  Tibia,  anat omí a  de  la,  370-372  Tibial  bloqueo  del  nervio, 39,  40  fractura,  11,72  fractura  de  la  meseta,  345-353  bicondilar,  352  clasificación,  345-349,345-347  complicaciones,  352-353  depri mi da,  347,  351  diagnóstico,  350  dividida,  345-346,  351  di vi di da-depri mi da,  347,347,  348,  351  evaluación  radiográfica,  350  examen  físico,  350  historia,  350  lesiones  relacionadas,  349  medi al  de  alta  energía,  348,  352  baja  energía,  348,  352  índice  alfabético  461  metafisaria  y,  352  t rat ami ent o,  350-352  inicial,  350  no  operat ori o,  350  operat ori o,  351-352  fractura  del  cuerpo,  370-380  abierta,  372,  373,  378  clasificación,  372-373  complicaciones,  378-380  diagnóstico,  373  evaluación  radiográfica,  373  examen  físico,  373  historia,  373  lesiones  relacionadas,  374  patológica,  372,  378  por  esfuerzo,  372,  378  t rat ami ent o,  374-378  amput aci ón  en,  376  clavos  i nt ramedul ares,  375,  375  enyesado,  374  fijación  externa,  376, 377  mét odo,  elección  de,  376- 378  placa,  aplicación  de,  378  Ti rador  al  vuel o,  hombr o  de,  89  Tirafondos,  técnica  de,  9,  10,  278  Tobillo  anat omí a,  381-384  aspiración,  28  bloqueo  del  nervio,  37-40  peroneo  profundo,  38,  40  peroneo  superficial,  38,  40  safeno,  37,  37  sural,  39,  40  tibial,  39,  40  fractura  del,  384-402  clasificación  de  Lauge- Han- sen,  385c  directa,  397-402  clasificación,  397,  398-399  complicaciones,  401-402  diagnóstico,  400  evaluación  radiográfica,  400  examen  físico,  400  historia,  400  lesiones  relacionadas,  400  t rat ami ent o,  400-401  cerrado,  401  reducción  abierta,  401  indirecta,  384-397  atípica,  389-391  clasificación,  385-389  complicaciones,  397  eval uaci ón  radiográfica,  393-394,  394,  395  examen  físico,  391  historia,  391  pronaci ón-abducci ón,  387,  389,  390  pronación-rotación  externa,  388,  392  supi naci ón,  aducci ón,  388- 389,  392  supi naci ón-rot aci ón  exter- na,  386-387,38 7  t rat ami ent o,  395-397  r educci ón  abi er t a,  396- 397  reducción  cerrada,  396  lesiones  relacionadas,  395  lesión,  402-404.  Véase  también  Complejo  l i gament oso  la- teral-colateral,  lesión  del  l i gament os,  382, 383,  384  Tórax  inestable,  7  Tornillo(s)  compresi ón  con  deslizamiento,  13  de  Herbert,  135  fijación  interfragmentaria  con,  9,  22  tirafondos  ileosacro,  278  Tracción,  24-27  calcánea,  27  clavo  del  olécranon,  26, 2 7  con  férula  de  Thomas  y  fijación  de  Pierson,  25,  26  con  fijación  de  Pierson  y  férula  de  Thomas,  25, 26  cut ánea,  24  de  Bucks,  24  esquelética,  24,  26  inserción  del  clavo,  24  mant eni mi ent o,  25  462  índice  alfabético  Transcondi l ar,  fractura,  122-125  clasificación,  122,  123,  124  complicaciones,  125  diagnóstico,  124  eval uaci ón  radiográfica,  124  examen  físico,  124  historia,  124  lesiones  rel aci onadas,  124  t rat ami ent o,  124-125  Transescafoi dea,  peri semi l unar,  luxación,  185,  190, 193  Tráquea,  desvi aci ón  de  la,  7  Trocánt er,  fractura  aislada,  323- 324  Urgenci a,  t rat ami ent o  de,  6  Valgo  definición,  446  despl azami ent o,  cabeza  femo- ral,  42-43, 43  Varo  definición,  446  despl azami ent o,  cabeza  femo- ral,  43,  43  Vascular,  si st ema,  4  Vel peau,  vendaje  de,  107  Vertebral,  lesión,  218  cervical  subaxil,  242-254  clasificación,  243-245  compl i caci ones,  253-254  e va l ua c i ón  r adi ogr áf i ca,  245-246  examen  físico,  245  fract ura  en  gota  de  lágrima,  244  por  compresi ón,  243  por  estallamiento,  243  lesión(es)  de  la(s)  faceta(s),  244-245,  247,  248,  253, 254  rel aci onadas,  249  t rat ami ent o,  246-253  chaleco-halo  en,  250,252  IEOM  en,  249,  250  cervical  superi or,  230-242  clasificación,  230-235  complicaciones,  242  diagnóstico,  236-239  eval uaci ón  r adi ogr áf i ca,  236-239  examen  físico,  236  lesiones  rel aci onadas,  235- 236  t rat ami ent o,  240-242  clasificación,  219c,  230  diagnóstico,  227  evaluación  radiográfica,  228  flexión-distracción,  219  fractura(s),  219  -luxación,  219  por  compresi ón,  219  l umbar  complicaciones,  264-265  de  Chance,  255,  256,  257,  258,  263,  264  diagnóstico,  257-260  e va l ua c i ón  r adi ogr áf i ca,  257-259  examen  físico,  257  fractura  con  compresi ón,  255,255,  257-258,  260-261,  264  -luxaciones,  256,  257,  258,  264,  265  por  es t al l ami ent o,  255,  256,  258,  261-264  historia,  257  lesiones  relacionadas,  260  t rat ami ent o,  260-264  neurológica,  224-227,  224c  torácica  complicaciones,  264-265  de  Chance,  255,  256,  257,  258,  263,  264  diagnóstico,  257-260  eval uaci ón  r adi ogr áf i ca,  257-259  examen  físico,  257  fractura(s)  -luxaciones,  256,  258,259,  264,  265  por compresi ón,  255,  258,  260-261,  263  por  es t al l ami ent o,  255,  258,  261-264  historia,  257  lesiones  relacionadas,  260  t rat ami ent o,  260-264  t rat ami ent o,  260-264  inicial,  229-230  reflejo  bul bocavernoso  en,  227  Volar  definición,  446  fractura  de  Barton,  168,7 70  labio,  211  índice  alfabético  463  í 
    
    
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