La Maloca de Los Sabedores

March 28, 2018 | Author: josroz2002 | Category: Symbols, Indigenous Peoples, Analogy, Society, Anthropology


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La maloca de los sabedores(Parte 1ª) Oscar Freire maloca witoto Según se dice, en los medios antropológicos especializados, maloca es un término originado y asociado a un “complejo socio-cultural” del noroeste amazónico ubicado en la región fronteriza entre Brasil, Colombia y Venezuela en donde han transitado multitud de sociedades aborígenes clasificadas algo arbitrariamente dentro de las llamadas “familias lingüísticas”. En este caso, Arawak, Caribe, Makú-Puinave y Tucano oriental. Al margen de las conveniencias “etnográficas”, creemos que la cuestión desde la óptica tradicional para sólo referirnos al término es mucho más amplia, y desde el punto de vista territorial y “socio-cultural” más extendida de lo que parece. Siguiendo este orden respectivo nos iremos explicando en el contexto y en el final de esta anotación. Sea como fuere, la maloca, en un sentido general, se ha definido aceptablemente como una unidad social tradicional compuesta por miembros ligados por el vínculo de parentesco (dirigida y ordenada por el “dueño” o “sabedor” de mayor respeto) [1] y ser visitada por otros grupos “maloqueros”. Asimismo, por allegados o afines que pueden frecuentarla de modo permanente o alterno, ya sea para recibir instrucción en la sabiduría tradicional, participar de los rituales o por diversos motivos. Más allá de dicho sentido general en cuanto a una forma de organización tradicional específica, el término (que bien pudo tener varios reemplazos) sirve igualmente para referirse a cosas sagradas consideradas residencias de los dueños en cualquier orden que sea (como plantas y animales considerados como “gente”) es decir, no solamente ciertos claros de selva, particularidades del paisaje, escenarios míticos, cerros o sábanas, sino también a un tipo de vivienda cuyo simbolismo comporta para las tradiciones amazónicas un conjunto de correspondencias y denominaciones tradicionales que se unifican esencialmente para expresar una síntesis del universo. Así, puede ser a la vez, la imagen de un arquetipo divino, una figura del centro del mundo, la matriz universal, el útero de la madre tierra, la casa del sol y de la luna o el receptáculo del rayo celeste. Las leyendas y mitos narrados de las más diversas poblaciones coinciden en su origen nohumano cuando expresan que los métodos precisos de su construcción han sido enseñados por “los dioses” (entendidos en realidad como cualidades intermediarias del principio único) a los primeros hombres a fines de no olvidar su procedencia primordial [2]. En cuanto al origen del término maloca, al margen de sus destituciones [3], es de muy difícil resolución, si bien la voz aparenta proceder de una conveniencia castellanizada tardía partiendo de determinado dialecto amazónico su composición no deja de conllevar cierta coherencia significativa y aspectos de un simbolismo aplicado en todas las latitudes y desde la más remota antigüedad. Así, la emisión maloca, probablemente derivada de anteriores pronunciaciones sin vocalización, tal como el ejemplo de ciertas raíces de índole muy extendida (aquí nos referimos a la trilítera mlk) pudo dar lugar a elementos temáticos (en el sentido de aquello que se añade a la raíz) o versificaciones locativas para adquirir una significación precisa, y tal como viene a ser el caso determinativo del compuesto ma-loka. Si de confirmaciones se trata, no sólo podemos recurrir a los procedimientos fonéticos de la lengua o dialecto en cuestión como a las respectivas narraciones orales, sino también al sentido universal que otorgan las operaciones de analogía del simbolismo tradicional [4] por el cual la voz de referencia, entre multitud de significados derivados, nos otorga la idea de “el sitio de la madre” o “el lugar de la raíz”, principalmente en lo que concierne al fundamento de la maloca o “maloca de los ancestros”, la cual sólo es accesible a la visión más elevada del “dueño sabedor”. De este modo, la maloca invisible a los ojos profanos es la maloca primordial o el antecedente celeste no tan sólo de la sociedad y de la vivienda de los hombres, sino también de todas las malocas (mundos) en fila y abajo. Así, “el lugar de la raíz” se refiere al Principio como origen primero y a la vez fin último de los seres. Esto mismo se constata en numerosos mitos o narraciones orales que pueden variar en mayores o menores matices tal como es el caso tanimuca [5] donde la maloca de los ancestros es el Principio de la tribu - de donde llegan los que nacen en este mundo (Origen) y donde retornan los fallecidos (Fin) - siendo localizada en uno de los cielos que es prefigurado por un sector del techo, aspecto que en nada cambia el contenido esencial de este simbolismo Por otra parte, debido a diversas y legítimas razones de tiempo y lugar, el tipo maloca ha podido derivarse en una inagotable gama de estilos y formas tradicionales (aún cuando en ocasiones su diseño se haya alterado o modificado de acuerdo a dichos cambios), datos precisos nos informan que el patrón original, el más respetado o el más completo, se refería a una planta cuadrada (tierra) o rectangular [6] montada por una estructura octogonal (los ocho puntos del horizonte) rematada por un techo cónico o “cupular” (cielo) tal como aún narran algunos cualificados ancianos witotos [7] (“sabedores” supervivientes del “boom” del caucho y de otras depredaciones) por lo que puede vislumbrarse su status de “microcosmo” de acuerdo al simbolismo tradicional. Dicho status interactúa estrechamente relacionado con correspondencias y analogías operativas entre el “macrocosmo”, el cosmos y el territorio físico, en este caso la selva con todo su contenido como ser elementos, plantas, animales y gente. esquema octogonal De esta consideración se deriva que el método de construcción tradicional no sólo es asimilado, dentro de la idea de duraciones tribales en un contexto de origen primordial, sino que dicho contexto es “repetido” o “revivificado” de continuo en un significado integral que incluye todos los elementos antedichos. De ello se revela, tal como hemos expresado en otras oportunidades, una situación completa y autosuficiente en los modos de “asumir la existencia” por parte de los mal llamados “primitivos”, equívoco de larga data tan sólo inferido dentro de las resultantes ocasionadas por la paulatina e inexorable intromisión de la mentalidad moderna en detrimento de las sociedades tradicionales y su consecuente desintegración en cuanto a las pérdidas del verdadero acervo oral y del olvido de los verdaderos símbolos y mitos ancestrales, es decir de sus elementos más unificadores [8]. Digamos que la determinación proporcional de una maloca original está regida por la cruz de tres dimensiones, sin olvidar que uno de los aspectos de dicha determinación es la relación activo-pasivo del eje vertical con respecto al plano horizontal atravesándolo en su centro, en este caso justo en el medio, entre la ubicación (de los cuatro postes centrales) delimitada por las doce columnas perimetrales (ocasionalmente con la adición de seis). En cierto sentido, el plano horizontal o “plano de reflexión” queda así definido en dos mitades, una correspondiente al espacio ritual de los hombres y la otra al espacio doméstico de las mujeres con todo aquello que se implica de un modelo preestablecido en la distribución de los respectivos elementos muebles y utensilios [9]. Precisamente, el centro de la maloca viene a ser “el centro del mundo” donde el “dueño sabedor” tiene su “escaño” asumiendo las prerrogativas de su dignidad representada por el “gesto” tradicional sedente sobre el banco ritual labrado [10]. De esta manera, “el viejo”, “el abuelo” o “capitán” asimila en si mismo el rol de “eje vertical” ligado a todos los niveles de la maloca (estados del ser) en sus propios centros. sabedor sentado Para confirmar una base de dichas estimaciones recordemos que el círculo con la cruz inscripta es un recurrente símbolo del mundo entre los amerindios. Es decir, la “rueda cósmica” con su centro o la “manifestación” con su raíz, entendiendo del primero como aquello no fundacional o no manifestado que hace convergir los radios y forma de ellos una rueda y de la segunda al Principio como origen primero y a la vez fin último de la manifestación. Así pues, se imponen otros aspectos análogos a considerar que se refieren al círculo, también implícito en las columnas perimetrales, y a la cruz en los cuatro postes centrales de la maloca en cuyo centro, también llamado “el lugar de la Palabra”, no sólo se instala exteriormente el “dueño sabedor”, sino que asume interiormente la trascendencia de toda visión o conocimiento distintivo, ya que su corazón (sede de la verdadera inteligencia) [11] se ha asimilado como en el punto central de la cruz [12] donde desaparecen todos los contrastes y se armonizan las antinomias, donde se sintetizan todos los contrarios y se superan las oposiciones. Según la doctrina implícita en los relatos amazónicos este es el “sabedor perfecto” (análogo al sabio perfecto de la tradición taoísta) quien es capaz del “enfriamiento” de las palabras a fin de tornarlas en verdaderas o suministrar la Palabra primordial. Asimismo, se trata del “enfriado” (aquel desapegado de toda contingencia transitoria y mundanal) que ha logrado “volver a su raíz” participando de la inmutabilidad del Principio. Notas 1) Los adjetivos castellanos “dueño” y “sabedor” se han impuesto y popularizado a partir de la conquista para reemplazar los nombres técnicos de las diversas hablas aborígenes que sirven para designar al “sabio” o “anciano conocedor”. Sin embargo, el significado que le otorga la mentalidad aborigen a dichos términos castellanos es radicalmente distinto al entendido por la mentalidad moderna. Así, el “dueño” se refiere a la “gente del centro”, conformada por quienes se ubican en el centro de su propio plano por donde atraviesa el “eje del mundo” (o en posesión en primera instancia del “estado primordial”) por ende su visión puede llegar a abarcar sintética y unitariamente los diversos planos o estados múltiples del Ser en sus propios centros (que son atravesados por el mismo eje). En términos coloquiales nativos de cobertura (usados generalmente ante quienes no están iniciados en las propias tradiciones sean indios, mestizos o blancos) el “sabedor”, dueño de su plano, es quien se halla en contacto con los dueños espirituales de otros planos, “mundos”, o “malocas”. De esta manera el significado de dichos adjetivos posee equivalencia con el término árabe Sheikh (anciano) no tan sólo literalmente, sino también con el sentido universal que le otorga el esoterismo islámico. 2) Así, cada palo de la maloca posee un nombre y una función tradicional. Es decir, fueron nombrados en el origen y representan fases rituales precisas. El conocimiento de todos los nombres transmitidos de generación en generación (salvo algunas excepciones, en términos de actualidad ya es un conocimiento fragmentario) no sólo implica la idoneidad en el oficio, sino también la eficacia del simbolismo operativo en el “modo de vida” y la “cualificación” sacerdotal requerida. 3) Como por ejemplo los casos de “aldea” y de “expedición armada para esclavizar nativos” 4) Lamentablemente, dichas operaciones en su sentido verdadero se hallan aún bastante ausentes en el marco de los estudios aborígenes. 5) Lo que podría decirse como descendientes de este disminuido grupo, clasificado algo imprecisamente dentro de la familia lingüística tukano oriental, es que viven actualmente en territorio colombiano, dispersos en los denominados “núcleos multiétnicos”. 6) Tal como ello es aún referente entre grupos muy distintos como pueden ser muiscas y macuna. Entre los primeros se dice que aún hay “sabedores” que custodian los conocimientos completos sobre la construcción de la cuca y su simbolismo, como de los rituales correspondientes a cada fase, por ejemplo, los que corresponden a la localización de las maderas de chonta, al amarre con bejucos y al armazón del techo con palma tejida. En el caso de los segundos, habitantes ribereños del río Comeña, y de las bocas del Pirá Paraná y Apaporis, la construcción de la maloca (Wi’i) sigue siendo una función sacerdotal y mantiene su planta rectangular, pero el techo es en los últimos tiempos a dos y cuatro aguas. Dicen que antiguamente las realizaban en forma cónica. 7) Mencionemos que aún tomando en cuenta las variantes de diseño y estructura de la maloca wuitoto es posible vislumbrar la persistencia de componentes simbólicos, míticos y rituales de importancia “iniciática” Por ejemplo, en las malocas de base plana y circular (cuyas dos entradas, en los extremos de la raya este-oeste, simbolizan la salida y la puesta del sol) el cuadrado se halla representado por los cuatro postes principales orientados de acuerdo a los puntos cardinales y como enmarcando el sector sagrado y el “mambeadero”, entre el sector doméstico cercano a la salida y los “asientos” de la coca y del tabaco junto a la entrada. Otro ejemplo de dichos componentes simbólicos se halla constituido por la vara (pene mítico de Jutsiñamui) que, entre los murui, sube desde el mambeadero hasta la cumbrera (cuyo ápex simboliza “el camino del sol”). Sumemos que los witoto pertenecen a una nación aborigen también llamada “uitoto” o ”huitoto” , si bien ellos mismos prefieren denominarse murui-muinane, cuya última descendencia comprendiendo diversas parcialidades y dialectos como el mika, minika, bué , nofuerene y nipode (estos términos deben tomarse como aproximados ya que no hay exactas equivalencias de transcripción a nuestro idioma) se halla asentada en la Amazonia colombiana (entre el sur del Departamento del Amazonas y los ríos Putumayo, Caraparaná, Igará Paraná, Caquetá y Caguán). 8) Acentuamos lo de “verdadero”, por cuanto nos permite inferir a cada uno de los considerandos mencionados como grados de solidaridad en la unidad expresando un carácter de síntesis o conformidad en naturaleza. También lo que sea igual o proporcionado en relación conveniente, lo cual permite en su defecto, no tan sólo estimar en su realidad el estado de la cuestión en cuanto a los vestigios residuales, sino también una legítima reticencia a todo revival o pretendida “restauración” en un contexto divergente. Esto mismo se torna considerable debido a que toda ruptura en partes separadas como fase de una desintegración suele desembocar en una transformación de sentido inverso a lo referido en una integración. 9) Así, cada objeto es considerado masculino o femenino cumpliendo una función precisa junto a la puerta y a la orientación territorial que le concierne (quebradas y chagras en el caso femenino, puertos de ríos y senderos de recepción en el caso masculino). 10) Dicho “gesto” fundamental en el marco de un ritual de los más importantes si bien sigue aún recreándose en la memoria de los descendientes respectivos parece haber perdido los significados “iniciáticos” y la integridad que les caracterizaba hasta no hace mucho tiempo, cuando en diversas zonas se celebraba periódicamente (en completitud y con conocimiento de causa) como por ejemplo hacia la región del Mirití Apaporis en las malocas tanimucas. 11) Sobre el simbolismo del corazón o del éter en el centro vital del ser humano y sobre el “descenso” de la “Paz” al corazón según el eje vertical véase a René Guénon: “El hombre y su devenir según el Vedanta, cap. III”. Sobre la “presencia divina” en el corazón o centro del ser como representación simbólica en todas las tradiciones Ibid, cap.XIII, y “El Rey del Mundo”, cap. III. 12) Según René Guénon, este punto central se corresponde con el “Invariable medio” (Tchoung-young) de la tradición extremo oriental, siendo a la vez el centro de la “rueda cósmica” donde se refleja la “Actividad del Cielo” mediante su “actividad no actuante” (wei wou-wei). También es análogo a la noción de Nirvana de la doctrina hindú para designar aquello “previo” al Paranirvâna. Igualmente, es correspondiente a lo que en el esoterismo islámico se denomina como (estación divina) “que es la que reúne los contrastes y las antinomias” (El- maqâmul-ilahî, huwa maqâm ijtimâ eddiddaîn). Dicha “estación” “o grado de realización efectiva del ser” se alcanza por Elfanâ o “por la ‘extinción’ del ‘yo’ en el retorno al ‘estado primordial’…Más allá de Elfanâ, hay todavía Fanâ el-fanâi, es decir, ‘la extinción de la extinción’…”. (Ver “El Rey del Mundo”, cap. I y IV, “El hombre y su devenir según el Vedanta”, cap. XIII y “El simbolismo de la cruz”, cap. VII respectivamente).
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