1 INDICEIntroducción La Santa Inquisición en Guatemala Significado Origen La Inquisición en América La Inquisición en Guatemala Tribunales del Santo Oficio En el caso de los indígenas La prohibición del Tum-teleche El caso de Juan de Corz Lectura de edictos Procedimiento Instrumentos de tortura Casos famosos Más casos El caso de los anónimos Bibliografía 3 4 4 5 5 8 9 10 10 11 12 13 15 15 17 18 20 2 INTRODUCCION La santa Inquisición en teoría no es otra cosa más que la inocente indagación acerca de algo. Pero la connotación universal se refiere a una fiesta de torturas y muerte. Son varios los tomos que se han escrito acerca de la Inquisición desde sus orígenes hasta su ocaso. Muy poco se ha investigado, sin embargo, de su paso por estas tierras del reino de Guatemala. Contrario a lo que se podría pensar —y según los estudios hasta la fecha— la Inquisición de Guatemala, a pesar de practicar los indígenas ceremonias que la Iglesia asociaba con los demonios, no implicó un baño de sangre. En 1573 fueron enviadas de España a Guatemala la siguientes instrucciones: “No habéis de proceder contra los indios del dicho vuestro distrito, hasta que otra cosas se os ordene, es nuestra voluntad que solo uséis de ella contra los cristianos viejos y sus descendientes”. A continuación algunos datos históricos que no ilustrara como fue afecta Guatemala frente a la Santa Inquisición. 3 LA SANTA INQUISICION EN GUATEMALA El poder de la Iglesia tambaleaba sobre las oscuras aguas del protestantismo. Había curas de poca monta que se pervertían frente a rebosantes tarros de vino y las mujeres eran visitadas —extrañamente— por demonios nocturnos que las embarazaban. El mundo cristianizado se hacía indómito. Para controlarlo se necesitaba de una mano muy fuerte. Así, España decidió extender, en el siglo XVI, su tentáculo justiciero hacia estas tierras americanas. Dicen que el arma de oro en manos coléricas se convierte en espada de sangre. En efecto, para extraer con todo y raíz a los desviados era necesario establecer un tribunal que controlara a los sembradores del vicio. Tal fue la tarea del tribunal de la santa Inquisición. Tribunal del Santo Oficio La santa Inquisición en teoría es la inocente indagación acerca de algo. Pero la connotación universal se refiere a una fiesta de torturas y muerte Significado Inquisición (latín: Nestoris Herectus Pravitatis Sanctum Officium) Según los diccionarios —y particularmente el de la Real Academia Española— Santa es una palabra que viene del latín sanctus, que significa perfecto y libre de toda culpa. Otros adjetivos que están bien casados con la santidad son los calificativos sagrado y virtuoso. En cuanto a la palabra inquisición, procede del latín inquisitio, y es la acción de inquirir. La santa Inquisición no es otra cosa, en teoría, que la inocente indagación acerca de algo. Pero la connotación universal se refiere a una fiesta de torturas y muerte. Los blasfemos irreconciliables eran quemados o muertos por inmersión en agua, previo humillante y público castigo. 4 Origen La herejía en la era medieval muchas veces se castigaba con la pena de muerte, y de ésta se derivan todas las demás. La Inquisición medieval fue fundada en 1184 en la zona de Languedoc (en el sur de Francia) para combatir la herejía de los cátaros o albigenses, que en 1249 se implantó también en el reino de Aragón (fue la primera Inquisición estatal) y que en la Edad Moderna, con la unión de Aragón con Castilla, fue extendida a ésta con el nombre de Inquisición española (1478-1821), bajo control directo de la monarquía hispánica, cuyo ámbito de acción se extendió después a América; la Inquisición portuguesa (1536-1821) y la Inquisición romana (1542-1965). Aunque en los países de mayoría protestante también hubo persecuciones, en este caso contra católicos, contra reformadores radicales como los anabaptistas y contra supuestos practicantes de brujería, los tribunales se constituían en el marco del poder real o local, generalmente ad-hoc para cada caso concreto, y no constituyeron una institución específica. Inquisición Estatal. España, Portugal y Roma después se extendió a América. La Inquisición en América En el Reino de Guatemala la Inquisición, adscrita al tribunal mexicano, tuvo cuatro etapas: la agresiva (1569-1600), la floreciente (1601-1650), la rutinaria (1651-1774) y la revitalizadora (1775-1820). Este año fue abolida para siempre. 5 La etapa agresiva Durante su primera etapa, la actividad inquisitorial se concentró en extinguir la herejía luterana, llegando a quemar en Sonsonate, El Salvador, a Guillermo Cornields, un irlandés ex pirata y barbero, de 24 ó 25 años, el único condenado a muerte por el Tribunal de la Nueva España, que haya tenido relación con el Reino de Guatemala. “Su pasado protestante lo mató; no sólo se le condenó como tal, sino como enemigo político que podía contagiar a sus semejantes con ideas peligrosas y subversivas de las sectas disidentes de Roma”, comentó su caso, acontecido en 1574, el historiador Pedro Escalante Arce. En 1580 se dio otro caso: la denuncia contra Maese Simón, maestro carpintero, en El Realejo, por decir “que no le gustaban las fiestas de la Iglesia porque no se podía trabajar y, además, por haber sido acusado de tener correspondencia con piratas ingleses”. Los últimos detestaban a los españoles por españoles y católicos. Para entonces, ya se le había seguido proceso criminal de oficio por la Justicia Eclesiástica de Granada contra otro maestro carpintero sospechoso de luteranismo, llamado Francisco, natural de Escarpanio, Grecia; y en 1585 fue denunciado en la misma Granada, y también por luterano, el sastre flamenco Enrique. Se ignora el fin que tuvieron el Maese Simón y el sastre Enrique, pero el griego Francisco se retractó, reconciliándose con la Iglesia en enero de 1562. Los luteranos fueron violentamente perseguidos en la Santa Inquisición. Los enemigos políticos eran condenados a muerte, porque podían contagiar a sus semejantes con ideas peligrosas. Otro aspecto de esta etapa agresiva fue la organización de comisarías dentro de las diócesis del Reino, obra del Inquisidor de la ciudad capital de Guatemala, Moya de Contreras, quien proveyó calificadores y demás miembros familiares, además de nombrar a las máximas autoridades de aquéllas en San Salvador, Sonsonate, El Realejo y Granada. Aquí se hallaban pendientes de trámites el proceso a Nicolás Boeto, genovés, “por haber malinterpretado lo que Dios prohibió a Adán en el paraíso”; y la denuncia contra Hernando Sánchez, por malas costumbres y haber dicho que “no era pecado mortal la simple fornicación, pagando”. 6 Chinchilla Aguilar señala que en 1599 no había población importante de las provincias del Reino —Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica— donde existiese ya un Comisario del Santo Oficio; y, por lo menos, “cincuenta personas tenían nombramientos de calificadores, familiares y notarios”. La etapa floreciente En la primera mitad del siglo XVII, aparte de consolidarse, el Santo Oficio de la Inquisición alcanzó un auge con el incremento de procesos, aunque no se tiene noticias de sus sentencias. Judíos y judaizantes fueron objetos de denuncias. De 1623 data el proceso contra Jerónimo Salgado por judaizante; de 1627 la testificación contra Isabel Mercado por sospechosa de judía; y del mismo año la carta escrita en Granada por Alfonso Ruiz de Córdoba a sus tías María, doña Isabel y doña Felipa por la misma sospecha. La etapa rutinaria En la tercera etapa, correspondiente a la segunda mitad del XVII, la institución — estabilizada— comenzó a vegetar, reflejando el estancamiento rutinario de la sociedad. Abundaron entonces los delitos religiosos. En la misma ciudad de Granada tuvo lugar en 1579 el proceso contra Gabriel de Artieda “por haber renegado de Dios y de la Virgen”. Cinco años antes se había iniciado otro contra Pedro de Torres por decir “que más valía su dinero que Jesucristo; que la Inquisición era diabólica y otras muchas herejías de palabras y obra”. Contenidos heréticos fueron los de Francisco de Oces en 1765, Juan Franco en 1773 y Ramón Pacheco, carpintero que al arribar al puerto de El Realejo en la fragata “Jesús María” había declarado: “ser Christiano Católico, Apostólico, pero no Romano”. Agregaba Pacheco que no se le debía obedecer al Papa “por no ser español”. La etapa revitalizadora En su cuarta etapa, o sea de finales del siglo XVIII a las dos primeras décadas del XIX, la Inquisición en las provincias coloniales que después formarían las repúblicas de Centroamérica se fortaleció, transformándose en aduana de las nuevas ideas y reafirmándose en celosa defensora del poder monárquico. Por ejemplo, en 1805 José Larios en León fue denunciado por leer el libro Misión de Mahoma; y poco después el tribunal de la Inquisición en Guatemala recibió una denuncia en la cual se avisaba que “entre los géneros y mercancías que llegan a esta ciudad, van introducidas las obras de Voltaire y otros heresiarcas” 7 La Inquisición en Guatemala Son varios los tomos que se han escrito acerca de la Inquisición desde sus orígenes hasta su ocaso. Muy poco se ha investigado, sin embargo, de su paso por estas tierras del reino de Guatemala. Contrario a lo que se podría pensar —y según los estudios hasta la fecha— la Inquisición de Guatemala, a pesar de practicar los indígenas ceremonias que la Iglesia asociaba con los demonios, no implicó un baño de sangre. En tres siglos solo hubo una condena a la hoguera. Sí que hubo injusticias, pero no debido a la Inquisición como organización, sino a la crueldad de los conquistadores, curas y otras autoridades, desde que arribó Cristóbal Colón, en 1492, con sus carabelas cargadas de soldados y gente que se abrió paso entre la selva. El Santo Oficio fue ordenado 77 años después, cuando fueron introducidos los tribunales, en 1569, en Lima y México —a Cartagena llegaron todavía más tarde, en 1610—. La Inquisición de Guatemala, a pesar de practicar los indígenas ceremonias que la Iglesia asociaba con los demonios, no implicó un baño de sangre Al historiador Ernesto Chinchilla Aguilar debemos la investigación más detallada y descriptiva, publicada en su libro La Inquisición en Guatemala —1953; edición facsimilar 1999— y que fue su tesis para culminar sus estudios de Historia realizados en México. 8 Tribunales del Santo Oficio En América solo hubo tres tribunales del Santo Oficio, los de México, Lima y Cartagena. Guatemala dependía de los tribunales de México. El 12 de septiembre de 1572, el juez inquisidor general, cardenal Diego de Espinoza —desde España— dio poderes al licenciado Pedro Moya Contreras —en México—, y este, a su vez, al presbítero Diego de Carvajal — en Guatemala— para ejercer la comisión del Santo Oficio. Elementalmente, la Inquisición era un organismo dedicado a castigar a quienes cometieran delitos contra la fe católica y faltas graves a la moral. La Inquisición española persiguió a protestantes, moriscos y judíos, pero fueron pocos de estos los que se refugiaron en Guatemala. “(Eran) víctimas de la persecución en España, y en América casi no lograban introducirse” —Chinchilla—. Sin embargo, las autoridades recibían enormes cantidades de denuncias sobre supuestos herejes, blasfemos, bígamos, frailes que hacían “solicitudes” —que pedían favores sexuales a cambio de absolución en los confesionarios— y otros delitos. En América existieron tres tribunales del Santo Oficio, los de México, Lima y Cartagena. 9 En el caso de los indígenas “No habéis de proceder contra los indios del dicho vuestro distrito, porque por ahora, hasta que otra cosas se os ordene, es nuestra voluntad que solo uséis de ella contra los cristianos viejos y sus descendientes”. Esta es parte de las instrucciones enviadas a América, recibidas en 1573. Los indios fueron declarados “miserables de espíritu” incapaces de distinguir entre el bien y el mal; por lo tanto no fueron perseguidos por la Inquisición. Se creó un sistema de protección para los nativos que incluyó su aislamiento de los españoles —que eran “malas influencias”— Pero hay otra razón, todavía más interesante, por la cual los indígenas no serían perseguidos por la Inquisición; esta nos la explica el historiador Gordillo Castillo en su tesis de maestría en Historia, El Protectorado de Indios en el Reino de Guatemala: “Los indios fueron declarados “miserables de espíritu” desde el siglo XVI, que en la época significaba que eran como “menores”, incapaces de distinguir entre el bien y el mal. Por esa razón se creó un sistema de protección que incluyó su aislamiento de los españoles —que eran “malas influencias”— y un sistema de tutelaje. Uno de los “privilegios” fue que no estaban afectos a la Inquisición”. La prohibición de perseguirlos, sin embargo, fue incumplida. El caso más documentado es la orden que dictó el comisario Antonio Prieto contra el baile ceremonial llamado Tumteleche, también llamado Loj-tum, que era celebrado en Mazatenango. La prohibición del Tum-teleche Según el acta, se trataba de una ceremonia celebrada en San Bartolomé Mazatenango, que simulaba, con música triste y bailes, la extracción del corazón de un preso de guerra, con todo y sus nahuales, que eran un tigre, un león, un águila “y otro animal”. Todo eso se hacía entre alaridos, al ritmo de un son “horrísono y triste”. El comisario Antonio Prieto de 10 Villegas, promulgó un auto en el que mandó prohibir que lo bailaran. Este mismo comisario recibió una interesante denuncia en contra del ermitaño Juan Corz, quien habitaba el hoy famoso Cerro del Carmen. Sacrificio maya – extracción del corazón-. El caso de Juan de Corz Cuando se habla del ermitaño Juan de Corz —o Juan Corz—, se suele imaginar a un solemne monje tullido por las oraciones y ojeroso por las penitencias. Pero obra una denuncia contra él. Juan Aguilar Suárez, beneficiario del Valle de Mixco, lo acusa de 15 cargos. Entre ellos dice que Juan Corz asegura que se hacen milagros en su ermita; pide limosna para las almas del Purgatorio; permite que lleguen “mujeres muy tarde, y casi de noche, en romería, a la dicha ermita, estando en un monte apartado de las poblaciones”; pide dinero para comprar pollos; es muy “cudicioso”; vende candelas de cera; anda a caballo, “es moso, come y beve mui bien” y se hace pasar por santo. Sigue otra cadena de acusaciones tales como que exhibe una cadena de hierro que carga al cuello, solo para presumir de penitente. El caso, que data de junio de 1620, no afectó a Corz. Escribe Chinchilla en la Historia General de Guatemala: “No se siguió proceso formal contra el religioso, autor de la primitiva ermita del Cerrito del Carmen”. Como se mencionó, desde la llegada de Colón fueron 77 años sin Santo Oficio en América, pero eso no significa que no hubiera prácticas inquisitoriales. Estas fueron ejecutadas todo ese tiempo por los miembros de las órdenes religiosas. Eran ellos quienes hacían los interrogatorios y las condenas o absoluciones según lo consideraran justo. Por eso, una de las primeras y más delicadas tareas del Santo Oficio fue poner orden; pero ese traspaso de poder creó fricciones entre los eclesiásticos. En esa etapa, encontraron que los de las órdenes eran crueles, pues requerían “tormento, prisión y confiscación de bienes durante 11 los procesos” (Chinchilla). Es el caso, por ejemplo, del obispo de Charcas, quien procedió contra el escribano público Rodrigo de Evora, a quien castigó “con coraza, soga y vela en la mano, y desnudo y en cuerpo, le paseó públicamente en la Villa del Realejo, donde le hizo leer la sentencia que le condenaba a seis años de galeras al remo y en trescientos azotes que habían de dárseles en diferentes pueblos”. Durante el obispado de Marroquín se azotó a los indios y se quemó una regular cantidad de ídolos Otro ejemplo de abuso de poder es este otro que registra Chinchilla: “En Guatemala no se tiene noticia de autos de fe en que se haya inmolado a personas, pero sí se sabe de uno que se llevó a cabo aproximadamente entre 1558 y 1559, durante el obispado de Marroquín, en el cual se penitenció públicamente a muchos indios vestidos con sanbenitos (…) se azotó a los indios y se quemó una regular cantidad de ídolos”. A 30 años de la instauración del tribunal había por lo menos 50 personas con nombramiento de calificadores —censores de libros—, familiares —así se llamaba a los vecinos que colaboraban con el Santo Oficio promoviendo la moralidad— y notarios. Lectura de edictos Básicamente, un edicto contenía amenazas para que la población denunciara a quienes practicaran herejía, hechicería, o que fueran judíos, moriscos y protestantes. También se advertía de los libros prohibidos, y se intimidaba con las condenas que podrían padecer quienes, sabiéndolo, no los denunciaran. Luego de la lectura de un edicto surgían denuncias espontáneas. Esto es, los pobladores acudían a reconocer sus pecados, aunque a veces eran bastante inocuos e, incluso, los pecados ocurridos hacía más de 20 años. En estos casos, los comisarios los reconciliaban fácilmente por medio de la absolución. Entre las culpas más frecuentes estaba el decir, por ejemplo, “que no se creía en el Papa, en la Santísima Trinidad, en la Inmaculada Concepción de María, en las fiestas de guardar o en las indulgencias, así como que los santos no eran más que lienzos o pedazos de madera pintados” (Chinchilla). 12 Procedimiento Los inquisidores, testigos y denunciantes debían guardar riguroso secreto de cada proceso, so pena de excomunión. Después de recibida una denuncia —cualquiera podía decir, por ejemplo, “mi vecino es hereje”—, se procedía a recabar información. Según el caso, se capturaba a los sospechosos, a oscuras y sigilosamente; y luego de interrogarlos, si era pertinente, eran enviados a México para que siguieran siendo investigados —allí sí eran torturados—. Los gastos de su transporte y alimentación corrían por su propia cuenta. Si su declaración no satisfacía al tribunal de México, se le tenía por un tiempo bajo la dirección espiritual de un sacerdote, preso en cárceles secretas, torturado, y si los delitos eran graves, era llevado a la hoguera (en Europa podían morir también bajo el agua). Si salía absuelto, de todas maneras terminaba muy afectado, pues los procesos eran lentos; podían durar años. Los acusados eran puestos en cárceles secretas, torturado, y si los delitos eran graves, era llevado a la hoguera Las condenas pequeñas incluían la confesión en privado y una leve abjuración —llamada abjuración de levi—; otras más graves, una muy sentida abjuración en público —de vehementi—, vejaciones tales como vestir un hábito de penitenciado —llamado sambenito—, el paseo en público por las calles principales. Dice Chinchilla: “Las denuncias elevadas por los comisarios al tribunal de México no fueron admitidas en su mayoría, y de los aproximadamente 400 dictámenes remitidos a dicho tribunal en los siglos XVI y XVII, solo unos 40 terminaron en la formalización de un proceso. 13 De los reos enviados desde Guatemala a las cárceles del mismo tribunal fueron castigados no más de 85 con penas graves y 60 con sanciones leves; solo un reo fue llevado al patíbulo en 1575: el irlandés William Corniels, que vivía en Sonsonate”. Este personaje fue acusado de practicar el protestantismo. Una falta grave provocaba una abjuración en público, esta consistía en vestir un hábito de penitenciado —llamado sambenito—, en un paseo público por las calles principales. Entre los castigados que menciona Chinchilla se encuentran, por ejemplo, estos casos: Figuró en auto público Gaspar Zapatero, por haber dicho que la fornicación no era pecado. Se le castigó a la pena de “vela, soga, mordaza, abjuración de levi y doscientos azotes”. En 1574, a Juan de Valderrama se le siguió proceso por haber dicho que los sacramentos y la confirmación y la eucaristía eran simples ceremonias, “y que él podía moralizar sobre los evangelios como cualquier teólogo”; se le condenó a sufrir de vela, abjuración de levi y un año de destierro. En 1590, Blas Pérez de Ribera, un joven soldado que “queriéndose vestir una camisa y hallándola mojada, dijo que renegaba de Dios”. Debido a que le robaron su espada, dijo que “renegaba del cielo y de cuantos allá estaban”. Fue condenado a vela, soga, abjuración de levi, cien azotes y destierro por dos años. 14 Instrumentos de tortura Debido a que nos restringimos a la Inquisición en Guatemala, de más estaría mencionar los ingeniosos instrumentos de tortura inventados durante ese período. Los museos del crimen del mundo exhiben máscaras de metal, sillas con clavos, hierros para atornillar dedos, cascos para destripar cráneos, ruedas de carreta para destripar cuerpos, máscaras con lengua larga —para mentirosos—, máscaras de cerdo —para los moralmente sucios— bolas de acero o potros de madera. Instrumentos de tortura utilizados en la Santa Inquisición. No existen en Guatemala piezas como esas debido a que, como dijimos, no tenía esta región un tribunal de Santo Oficio, sino una sede inquisitorial, que operó del siglo XVI hasta principios del XIX. En todo ese tiempo hubo 24 comisarios para las 43 comisarías del Santo Oficio. En 1773, las actividades se suspendieron por algún tiempo, debido al terremoto que destruyó a la ciudad de Santiago. Después de la Revolución francesa (1789), la Iglesia se vio amenazada por la Ilustración y el afrancesamiento. Se siguieron procesos contra personas simpatizantes de dicha revolución y “se procura impedir la circulación de los libros prohibidos” (Chinchilla). Eso perduró hasta principios del siglo XIX. Casos famosos Además del de Juan Corz, hay otros casos que merecen un vistazo. Entre 1557 y 1558 fue acusado el regidor Francisco Del Valle Marroquín, procurador de la ciudad de Guatemala, pariente del obispo Francisco Marroquín. Se le acusaba de haber seducido —por medio de encantamientos— a la doncella María de Ocampo. La joven tuvo que confesar que había sido cautivada por el demonio, encarnado en don Francisco. El tribunal de México absolvió al acusado. 15 Francisco Del Valle Marroquín se le acusaba de haber seducido —por medio de encantamientos— a la doncella María de Ocampo. La joven tuvo que confesar que había sido cautivada por el demonio, encarnado en don Francisco El franciscano fray Pedro de Arista, en 1626, fue denunciado de “encarecer los méritos de cierta dama, comparándola a la Virgen María”. En la época del comisario Felipe Ruiz del Corral —uno de los más célebres inquisidores, debido a su carácter firme— vino de Panamá a Guatemala un tal arzobispo de Myra, que en realidad era solo obispo y no tenía nada que hacer en esta tierra. Pero se le rindieron los honores; fue alojado en el convento de La Merced, se le dieron limosnas para cierta delicada misión que él decía tener y además coronó una imagen de la Virgen María; al hacerlo, puso el pie descalzo sobre el altar. El comisario Del Corral lo acusó de impostor. Se hicieron las averiguaciones y dieron en que, efectivamente, no era arzobispo. Fue desterrado a perpetuidad de las Indias. Don Felipe Ruiz del Corral persiguió, además, al primer cronista de Guatemala, fray Antonio de Remesal, cuyo libro Historia general de las Indias Occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala fue decomisado y expurgado. Entre los numerosos cargos está que el dominico conocía las lenguas griega y hebrea — por lo tanto podía ser judío—. “Los cinco cajones que contenían 198 ejemplares del libro de Remesal fueron interceptados en septiembre de 1620, y todavía en 1627 continuaban las tribulaciones del cronista, sin que se pueda saber en qué paró el proceso, pues a partir de ese año no se volvió a tener de él noticia alguna” (Historia de Guatemala, Chinchilla). 16 Otro caso. En 1621, el místico fray Jerónimo Larios fue llevado a juicio porque aseguraba que hablaba con la Virgen. Según Ruiz del Corral, todo era producto de una locura debida a sus ayunos. El fraile aseguraba, además, que estando en su cuarto había sido llevado en la noche, en espíritu, al Purgatorio, donde vio padecer a muchas almas. Tenía 65 años y solo fue condenado a dos años de destierro fuera de su convento y de México. Torturas practicadas en la Santa Inquisición. Más casos Estos son algunos encontrados en el Archivo General de Centro América. En 1779, don Alonso Cortes, comisario del Santo Oficio de la Nueva Guatemala de la Asunción, recibe una queja contra “Rafael Montenegro, soltero, español, hijo bastardo de Balthasara Montenegro, natural del pueblo de Pinula, una negra de esta capital”. El denunciante, “por cargo de su conciencia, dice y denuncia” que el acusado tiene una piedra imán para conseguir mujeres. 1793. Dionicia Días, mulata, natural del pueblo de Amatitlán, “dice que hará como catorce años” el mozo mulato Marías Bardales le pidió 12 alfileres que puso bajo agua consagrada y después detrás de la puerta de la Iglesia “para conocer las brujas que avía en ese lugar, las que no podrían salir de la Iglesia mientras no se quitaran dichos alfileres”. 1794. Un hombre es denunciado porque dice que tiene polvos para conseguir mujeres. La denunciante dice que “hará como cinco años” que en el pueblo de Dueñas un “moso mulato”, Matheo Reyes, de 20 años, dijo que “para conseguir mugeres para fin inhonesto, 17 eran a propósito los polvos de queso de un pájaro que se ve dando saltos de noche por el camino y se hacen dichos polvos enserrándolos dicho pájaro (…) en día viernes, y sacados después los quesos, luego, a los quince días, reducidos a polvo y echados a la muger que se solicita”. 1810. Don Mariano —apellido ilegible— fue acusado de hacer figuras desnudas, a lo cual se defendió diciendo que elaboró un Nacimiento con Misterios, pastores, vacas, casas de campo y crustáceos. Y los cuerpos desnudos estaban bañándose en el Nacimiento. En otro caso, don Mariano Idelfonso Arévalo, presbítero domiciliario, “digo: que ha llegado a confesarse conmigo una persona campestre: esta tal ha tenido varios pensamientos injuriosos a la integridad de Nuestra Señora. Los ha proferido juntamente con otros de que dudaba si hay infierno y purgatorio”. La denuncia del cura va acompañada de una solicitud para absolverla, porque ella dice estar arrepentida, pero que antes quiere saber si el representante del Santo Oficio, Bernardo de Corzo, quiere añadir alguna penitencia. En respuesta, el arzobispo le responde que puede proceder a absolverla con la penitencia que considere justa. 1820. El vicario de San Andrés Iztapa, Chimaltenango, dice que Mariano Azurdia, conocido como Cuete Doble, fue puesto preso por su madre porque le escuchó proferir palabras tales como “que no había un Dios, y que si lo había, la quería tener con él. Que si en sus manos tuviera la Ostia Consagrada, la haría pisotear. Que pisaría la corona de María Santísima, y otras blasfemias”. Una nota agrega que el acusado se fugó de la cárcel. El caso de los anónimos En 1817, a las puertas de la Catedral y de otros templos aparecieron anónimos blasfemos. Las autoridades eclesiásticas interrogaron a varios denunciados. Tales anónimos tenían un tono altamente sacrílego. En el Archivo General de Centro América se tienen guardados 54 hojas con las actas y los documentos. Algunos de estos dicen: “No creas en Dios”. O bien: “Eregia en berso (sic) glosado contra Dios”. Había páginas con “Mandamientos” tales como “Amarse asimismo sobretodo”, “Aborrecer el nombre de Dios”, “Profanar las fiestas”, “Declararse enemigo de la iglesia” y “No creer lo que no hemos visto”. Lo más interesante es que el autor de los papeles heréticos era un mulato que se entregó voluntariamente. Este caso fue explorado por el historiador Enrique Gordillo, quien lo expone en su tesis que se refiere a El caso de Francisco de Jesús Arévalo. El historiador —consultado verbalmente para este reportaje—, lo explica de esta manera: “Los hechos ocurrieron a mediados de 1817, cuando aparecieron en las puertas y en el interior de los templos, así como debajo de las puertas de casas particulares y esparcidos 18 por las calles de la ciudad, “pasquines heréticos y blasfemos” en contra de la Iglesia proclamando una nueva religión hereje. El capitán José de Bustamante y Guerra mandó investigar a todos los sospechosos. El 31 de agosto se entregó, al arzobispo Casaus y Torres, Francisco de Jesús Arévalo, un mulato de 23 años, sastre, hijo de una esclava negra de doña Juana Martínez viuda del impresor don Sebastián Arévalo. Al mismo tiempo, Juan Francisco Samayoa lo delataba ante el Capitán General. Ambos habían crecido juntos en la imprenta más importante de la época y compartieron libros e ideas. Es un caso extraordinario. Francisco de Jesús Arévalo y Juan Francisco Samayoa estuvieron presos desde el 2 de septiembre de 1817. Recobraron su libertad como consecuencia de la supresión de la Inquisición, el 9 de mayo de 1820. Samayoa se graduó de Bachiller en la Universidad, en tanto que no se volvió a saber de Francisco de Jesús Arévalo”. Este caso ya no fue conocido por el Tribunal de la Inquisición en la ciudad de México. Tal como lo escribe el historiador, el Santo Oficio fue abolido en 1820. No obstante, el mismo ya había tenido una primera abolición, gracias a las Cortes de Cádiz, en 1813, pero había vuelto a funcionar cuando retornó al poder Fernando VII. En las instrucciones definitivas, dirigidas al entonces capitán general don Carlos Urrutia, en 1820, se lee que deben ser puestos en libertad todos los presos “que existen en sus cárceles por opiniones políticas o religiosas”. Un año más tarde se firmaría la Independencia. 19 BIBLIOGRAFIA Egrafía 1. Arellano, Jorge Eduardo. Etapas de la Inquisición en Centroamérica (1569-1820). [En línea] Disponible en: http://www.elnuevodiario.com.ni/especiales/77594 (consultado el 10 de Agosto del 2010) 2. Lemus, Juan Carlos. Tres Siglos de Inquisición. Cuando los tentáculos del Santo Oficio alcanzaron tierras guatemaltecas. [En línea] Disponible en: http://www.hislibris.com/foro-new/viewtopic.php?t=4177&sid=6f18f8eea780fb4a 1b9d177a6102de1c (consultado el 10 de Agosto del 2010) 3. Sin autor. INQUISICION. [En línea] Disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Inquisici%C3%B3n (consultado el 10 de Agosto del 2010)