La Eterna Parranda
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esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 1 esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 2 La eterna parranda Crónicas 1997-2011 Alberto Salcedo Ramos esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 3 esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 4 La eterna parranda Crónicas 1997-2011 Alberto Salcedo Ramos esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 5 ©2011, Alberto Salcedo Ramos ©De esta edición: 2011, Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S. A. Calle 80 No. 9-69 Teléfono (571) 6 39 60 00 • Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. Av. Leandro N. Alem 720 (1001), Buenos Aires • Santillana Ediciones Generales, S. A. de C. V. Avda. Universidad, 767, Col. del Valle, México, D. F. C. P. 03100 • Santillana Ediciones Generales, S. L. Torrelaguna, 60. 28043, Madrid ©Diseño de cubierta: Ana María Sánchez B. ©Fotografía de cubierta: Camilo Rozo ISBN: 978-958-758-088-4 Impreso en Colombia - Printed in Colombia Primera edición en Colombia, abril de 2011 Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial. esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 6 A Oriana y Mario, mis hijos. esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 7 la eterna parranda.pdf 1 25/03/11 11:40 esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 8 «El teatro arde en llamas y los actores siguen con su papel». HENRY MILLER, en Primavera negra. esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 9 esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 10 Agradecimientos A todos los seres que me contaron sus historias. A Mario Jursich Durán, director de la revista El Mal- pensante, de quien siempre he recibido consejos inteligentes y oportunos, y quien apostó por mí cuando yo más lo nece- sitaba. A Daniel Samper Ospina, director de la revista SoHo, por su respaldo absoluto, por su confianza. Sin su apoyo de- finitivo no habría podido recorrer el país detrás de la mayo- ría de estas historias. Sin él no existiría este libro. AElsa Mogollón Wendeborn, directora de la revista Ecos, que me ha acogido desde siempre en sus páginas y en su co- razón. A Jaime Abello Banfi, director de la FNPI, por abrirme nuevos caminos. Su presencia ha sido una bendición. A Heriberto Fiorillo, que me publicó por primera vez y, cuando yo tenía veinte años, me dio a leer el texto de Ca- pote «El látigo que Dios me dio». A Pilar Reyes, ex directora editorial de Santillana Co- lombia, que me animó a compilar estas crónicas. A Rodrigo de la Ossa, el actual director de Santillana Colombia, y a Carolina Jaramillo Seligmann, editora de no ficción de Aguilar, por su espera y por su colaboración. A Camilo Jiménez, mi editor, que me ayudó a descar- tar, a seleccionar y a depurar los textos finales. Su participa- ción, además de estupenda, fue generosa. esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 11 A los editores de la revista SoHo —en especial a Diego Garzón—, que no solo me han respaldado siempre sino que además me regalaron varias de las historias que aparecen en este libro, historias que a mí no se me ocurrieron origi- nalmente y que me enseñaron mucho sobre el país y sobre mi oficio. A los productores de SoHo, que me colaboraron en la consecución de algunos personajes y en la atención de de- talles logísticos importantes. ¿Cómo dar las gracias sin men- cionarlos a ellos? A los editores y colegas de las diferentes revistas que publicaron estas crónicas. Entre otros, Felipe Restrepo, Gui- llermo Osorno, Sandra Lafuente, Liza López, Julio Villanue- va Chang, Marco Avilés, Daniel Titinger, Álex Ayala, Veróni- ca Garcés, Juan Fernando Andrade, Leo Felipe Campos, Andrés Hoyos Restrepo, Marianne Ponsford, Guillermo Gon- zález Uribe. Al fotógrafo Camilo Rozo, que me acompañó durante gran parte del trabajo de campo y siempre se preocupó por tomar muchas más fotos de las que él necesitaba, solo para facilitarme la labor de recrear las atmósferas en la fase de es- critura. A los demás fotógrafos que estuvieron conmigo. A Carolina Cano Cassiani, quien desde hace años me colabora, de manera tan paciente como eficaz, en la trans- cripción de las entrevistas. Al colega Mario Morales, directivo de la Facultad de Comunicación y Lenguaje de la Pontificia Universidad Jave- riana —donde soy profesor de crónica—, por su compren- sión y por su respaldo. A Liliana Tafur, colega y correctora de estilo que siem- pre me plantea sugerencias útiles. A Patricia Nieto, que de manera generosa compartió conmigo su agenda de víctimas de las minas antipersona- les, pese a que ella en ese momento también estaba haciendo un trabajo sobre este tema. 12 | Alberto Salcedo Ramos esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 12 A Reporteros de Colombia, que me encargó la crónica «Un país de mutilados». A la Fundación Friedrich Ebert Stiftung en Colombia —Fescol—, que me encargó la crónica «El enfermero de los secuestrados». A mi ex alumno Camilo Restrepo Romero, que me pu- so en la pista de la historia «Enemigos de sangre». A Santiago Cruz Hoyos, que me regaló la historia «El fútbol de Las Regias». A las otras personas que contribuyeron con sugeren- cias, cesión de imágenes o archivos, o acompañamiento du- rante el trabajo de campo: Darío Fernando Patiño, Juan Da- vid Montoya, Alex Deluque, David Lara, Griselda Gómez, Aarón Espinosa, la niña Emi Espinosa, Manuel Páez Álva- rez, Andrés Sanín, Daniel Pardo, Juan Andrés Valencia, Ro- cío Castañeda, Marisol Manrique, Juliana Vergara. A mi primo hermano Teoba Rodríguez, mi lector más antiguo. A mi tío Gonzalo Ramos, que siempre me tendió su mano generosa y además me ayudó a conseguir mis dos primeros trabajos en periodismo. La eterna parranda | 13 esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 13 esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 14 Contenido LOS IRREPETIBLES 1. Memorias del último valiente. La historia del Rocky Valdez 19 2. La palabra de Juan Sierra 31 3. El testamento del viejo Mile 39 4. El árbitro que expulsó a Pelé 82 5. El enfermero de los secuestrados 91 6. La eterna parranda de Diomedes 117 BUFONES Y PERDEDORES 7. Retrato de un perdedor 183 8. El fútbol de Las Regias 192 9. «Gitanillo», tremendo y vagabundo como él solo 202 10. Caraballo, campeón sin corona 210 11. El bufón de los velorios 218 12. El último de la tabla 229 13. Un viaje con los enanos toreros 237 14. Detrás de un circo chino 245 COLOMBIA: ENTRE EL ESPLENDOR Y LA SOMBRA 15. Los dedos que no pudieron ser mariposas 255 16. Enemigos de sangre 263 esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 15 17. Águilas de media noche 292 18. El pueblo que sobrevivió a una masacre amenizada con gaitas 301 19. Cita a ciegas con la muerte 313 20. El llamado de la chirimía 321 21. Viaje a la despensa del fútbol colombiano 337 22. Un domingo en San Basilio de Palenque 344 23. Un país de mutilados 352 24. Perra vida, perra muerte 391 BONUS TRACK: EN PRIMERA PERSONA 25. La víctima del paseo 401 26. La niña más odiosa del mundo 411 27. Las verdades de mi madre 416 16 | Contenido esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 16 LOS IRREPETIBLES esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 17 esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 18 Memorias del último valiente. La historia del Rocky Valdez I Golpear a Benny Briscoe era como golpear un buque acorazado, Rocky. Por mucho que le pegaras él ni siquiera se inmutaba. Iba siempre hacia adelante soltando una trom- pada detrás de la otra, y aunque atacaba con la guardia baja y tú le conectabas unos mazazos terribles en el rostro, el tipo no retrocedía ni un milímetro. Al contrario, seguía arrinconándote con sus puños incesantes. En el sexto round estabas metido en un tremendo problema: tenías el ojo izquierdo hinchado y la ceja derecha rota. El médico de la velada ya había proferido el ultimátum: si la herida conti- nuaba creciendo sería inevitable parar la pelea. De ese mo- do perderías por nocaut técnico. Ahora, treinta y cuatro años después, miro este pasaje sin la tensión con que lo miré en mi infancia, seguramente porque conozco el desenlace. Sé que no te moriste, Rocky, sé que estoy observando el combate de tu consagración. Mientras transcurre el minuto de descanso posterior al sex- to asalto, exploro a los dos boxeadores en sus esquinas. El Briscoe que tengo al frente es idéntico al de mis recuerdos: rapado, fibroso. Sin embargo, hoy no me parece dominan- te como Hércules sino condenado como Sísifo: por mucho que se esfuerce, su misión de llevar la pesada piedra has- esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 19 ta la cima de la montaña está predestinada al fracaso. Ca- da vez que yo repita el video él rodará cuesta abajo justo cuando se encuentre a punto de alcanzar la cúspide. A ti también te veo tal y como quedaste fijado en mi memoria: pómulos angulosos, labios gruesos. Me asombra, en todo caso, tu contextura física tan inferior a la de los bo- xeadores de peso mediano: caja torácica plana, brazos cor- tos. En el recorte de prensa amarillento que guardo en el maletín está subrayado el dato de tu estatura: 1,77. Me pre- gunto, Rocky, cómo pudiste ser campeón mundial de la ca- tegoría con tus medidas precarias. En esa división casi siem- pre reinaron atletas musculosos de más de 1,80. Qué angustia, Rocky, qué angustia. En el séptimo round tu derrota por nocaut técnico parecía inminente. El tipo te pescó, de entrada, con un zurdazo enorme que te arran- có la pomada coagulante de la ceja. Y como si fuera poco sobrevivió después a tu mejor golpe, un recto de derecha que le explotó de lleno en esa parte del rostro que los en- trenadores denominan «el botón de la luz»: la barbilla. To- dos los boxeadores que reciben un sopapo allí se pierden en las tinieblas, excepto ese calvo infeliz. Acaso su resis- tencia, admirada en el mundo del boxeo, estaba potencia- da por la convicción de que ya tú eras pan comido. Azu- zado por el ultimátum que te dio el médico, Briscoe se abalanzó sobre ti con determinación. Su blanco preferido era la cortadura de tu arco superciliar. —¡Mira al hijueputa tirando a la ceja! —exclama aho- ra tu compadre Bonifacio Ávila, más conocido por los car- tageneros con el sobrenombre de «El Bony». El Bony fue un púgil mediocre, pero supo estirar las exiguas ganancias que obtuvo en los cuadriláteros. Cuan- do colgó los guantes colonizó indebidamente el separador de una avenida en el exclusivo sector de Bocagrande, y allí montó un quiosco de comida marina que muy pronto se volvió popular en Cartagena. 20 | Alberto Salcedo Ramos esplendor.qxd 3/22/11 3:14 PM Página 20
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