LA DINÁMICA URBANA

April 4, 2018 | Author: Anonymous KdLymiboZc | Category: City, Urbanism, Evolution, Paris, Agriculture


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ILA DINAMICA URBANA 11 INSTITUTO DE ESTUDIOS DE ADMINISTRACION LOCAL LA DINAMICA URBANA CLAUDE CHALlNE Traducción JUAN VIOQUE LOZANO COLECCION NUEVO URBANISMO INSTITUTO DE ESTUDIOS DE ADMINISTRACION LOCAL MADRID J 1981 Título original de la obra: LA DYNAMIQUE URBAINE © 1980 Presses Universitaires de France 108, Bd Saint-Germain, 75006. París © 1981 edición española: Instituto de Estudios de Administración Local Santa Engracia, 7. Madrid-lO I. S. B. N.: 84-7088-280-5 Depósito legal: M. 18.359-1981 IMPRENTA FARESO, S. A. - PASEO DE LA DIRECCION, 5 - M A D R I ~   INTRODUCCION Los decorados de la escena urbana se han renovado en el espacio de una generación con una amplitud tal como sólo se había visto hasta ahora tras acontecimientos catastróficos. La sensibilidad y los gustos del público han basculado desde reno- vaciones ambiciosas hacia mejoras más íntimas, mientras que los papeles parecían volver a ser distribuidos entre actores y comparsas. El objeto de este libro es el de captar, en su contexto espa- cial, temporal, económico y cultural, las transformaciones que revolucionan actualmente la vida y el paisaje urbanos. En efec- to, a lo largo de los últimos decenios, los impactos de la diná- mica económica y social, sin dejar de afectar intensamente a la periferia urbana, han desplazado ampliamente y han exten- dido sus efectos hacia el centro y, posteriormente, al conjunto del casco urbano ya existente. Tal es el cuadro de análisis de este libro que comprende transformaciones, mutaciones, re- conversiones de todo orden, teniendo como objeto el espacio. ya edificado o urbanizado. Transferencias funcionales en una capa exterior apenas re- tocada, renovaciones totales del continente en correlación con las del contenido, rehabilitaciones morfológicas y procesos de filtración social o funcional, todo ello alcanza dimensiones gi- gantescas a nivel de las grandes ciudades, pero que no son sino ilustraciones magnificadas de un dinamismo activo en la prác- 9 tica totalidad de las ciudades mundiales, sea cual sea su nivel. Referimos aquí algunos precedentes famosos, como el fenóme- no de la City, en Londres, o la acción de Hausmann, en París, para recordar que el paso a la era industrial desencadenó, au- toritariamente o no, profundos cambios en el centro de las ciudades. Y queda por hacer toda una historia de las relaciones existentes entre los ritmos urbanos y los ritmos económicos, historia frecuentemente reactualizada debido al freno del cre- cimiento, propio de la mayor parte de los países industriali- zados. Nosotros nos atendremos a las transformaciones contem- poráneas cuya cuádruple característica parece residir, en favor de la amplificación de los medios, en la ampliación del tamaño de las operaciones, la difusión más profunda de los efectos de inducción, la aceleración de los ritmos de renovación y, más recientemente, la diversificación de las fórmulas aplicadas. Además de las observaciones de orden descriptivo intenta- remos responder a una serie de cuestiones fundamentales. En la aparente proliferación de los cambios que afectan al casco urbano, ¿es posible distinguir alguna forma de ordenación ló- gica o mejor de estructuras sucesivas? Más modestamente, ¿existen lazos de causalidad de carácter constante? (. Es posible razonar a nivel mundial o más bien es necesario discriminar sistemáticamente en función de los diferentes conjuntos geo- gráficos? En el conflicto de fuerzas que subtiende la evolución del espacio urbano, ¿qué peso real tiene la decisión de los res- ponsables de la ordenación urbana y cómo pueden ellos actuar sobre los binomios elementales que conforman la evolución de las grandes ciudades: concentración-dispersión, especializa- ción-homogeneidad del espacio, segregación-integración de los grupos humanos? Toda ciudad se inscribe en espacios de dimensiones regio- nal, nacional y continental en las que se asientan las transfor- maciones demográficas, sociales, tecnológicas y económicas; por su parte, cada uno de estos elementos detenta, en el mar- co de una determinada ciudad, un potencial propio de desarro- llo. Examinaremos, en primer lugar, estas fuerzas exógenas y 10 endógenas, consideradas como los motores de la dinámica ur- bana. En el segundo capítulo trataremos, de una forma lo más sistemática posible, de las modalidades de esta dinámica, sus múltiples ramificaciones y sus interrelaciones. La diversidad de las situaciones, de las partes que intervienen, nos conduce a cierta forma de diferenciación tipológica; nos ha parecido razonable incluir ésta en un esquema espacial, distinguiendo: el centro, las zonas urbanas internas y las zonas suburbanas. Esta será la articulación del tercer capítulo. Esta clasificación presentaba el riesgo de subestimar la originalidad de las ciu- dades, según el desigual grado de desarrollo de los conjuntos a los que éstas pertenecen. Las frecuentes referencias a los paí- ses socialistas y a los países del Tercer Mundo deberán permi- tir una visión más equitativa de los fenómenos que, con dema- siada frecuencia, se asocian tan sólo a las metrópolis del mundo occidental. Asimismo analizaremos el impacto de las decisio- nes voluntarias, así como el límite de estas intervenciones y sus multiformes incidencias. Nuestra mayor preocupación será la de dar cuenta, además, de la complejidad de los procesos de producción y de decisión, por una parte de la existencia de me- canismos relativamente neutros, que proceden de lógicas inter- nas, y, por otra parte, de los efectos globales o singulares que reflejan políticas urbanas o de comportamientos de grupos, en particular en las sociedades urbanas fuertemente diferenciadas. La metodología seguida será deliberadamente cualitativa y deductiva. Dicha metodología no ignora, por supuesto, ni los ~   u r z o s fundamentales, debidos a las versiones más recientes de la economía o de la sociología urbana, ni la considerable aportación a la comprensión de la dinámica urbana resultante de una interpretación política o ideológica de determinados procesos de decisión. Por nuestra parte, ni invalidamos ni de- fendemos ninguna tesis; lo que intentamos, más bien, es hacer tomar conciencia de la multiplicidad de elementos que concu- rren en los equilibrios inestables y sucesivos que suponen los sistemas urbanísticos. No obstante, una obra que trata de dinámica urbanística tendría que privilegiar la dimensión temporal. Si la dimensión 11 y la continuidad histórica no han sido nunca subestimadas en los estudios urbanísticos, por su parte el factor tiempo (escue- la de Lund y trabajos de Hagerstrand), al nivel de las estruc- turas actuales y de su futuro, supone un campo de investiga- ción muy prometedor. Una zona urbana, cada vez más codicia- da, requiere, para una gestión coherente, nuevas fórmulas refe- ridas a la utilización del tiempo, que pueden a su vez cuestio- nar ciertas estructuras espaciales. La ordenación del espacio sólo alcanzará su pleno significado si va acompañada de la or- denación temporal. 12 CAPITULO I LAS FUERZAS MOTRICES Ninguna ciudad posee existencia autónoma, y todas sus transformaciones proceden de una dependencia de los conjun- tos a los que se aplican, según el caso, los términos de espa- cios, sistemas o red urbana. Son éstos los que imponen a la ciudad sus ritmos funda- mentales por el efecto, sobre todo, de las tendencias demográ- ficas, de la cOYuntura económica o incluso de los comporta- mientos colectivos. Estas fuerzas que llamaremos exógenas ope- ran a diferentes niveles; a veces, el marco regional será el más significativo -por ejemplo, cuando se trata de corrientes mi- gratorias-; otras, el marco será infinitamente más amplio si se trata, por ejemplo, de una tecnología en materia de cons- trucción o de transportes. Es evidente que una ciudad no so- porta pasivamente el impacto de las fuerzas exógenas; éstas son filtradas y seleccionadas en función de estructuras ya im- plantadas, y, además, si se trata de una potente metrópoli, ésta se convierte a su vez en foco de innovación y de difusión, man- teniendo interrelaciones complejas con el exterior, como pode- mos observar concretamente en los flujos migratorios. El casco urbano no es un campo de aplicación exclusiva- mente abierto a fuerzas de origen externo; en virtud de su pro- pia experiencia, tanto por sus componentes como por su con- tenido funcional, el espacio urbano genera su propia dinámica interna, obedeciendo a una lógica que no es necesariamente la del conjunto nacional al que pertenece la ciudad. Así, en una gran ciudad la movilidad residencial de las diversas categorías 15 sociales, sus modos de difusión sectorial, la modificación de su compartimentación espacial proceden antes que nada de ele- mentos endógenos sólo unidos por lazos fortuitos, mediante procesos de naturaleza económica, como la desindustrializa- ción, que encuentran su origen en decisiones externas, unidas a la estrategia de las   m p r ~ s s o del Estado. Pero no cabe duda que la madeja de causas .internas y externas es difícil de des- enredar, lo que es particularmente cierto en los estadios de la historia urbanística anteriores al período contemporáneo. 1. PERMANENCIA DE LA DINÁMICA DEL ESPACIO URBANIZADO Apesar de la aparente perennidad que le confieren sus cons- trucciones, el espacio urbano muestra, en el plano histórico, una evolución rica en discontinuidades y en transformaciones internas. Revueltas políticas y desastres naturales (seísmos, in- cendios, inundaciones) figuran entre las causas más fácilmente identificables y más frecuentemente relatadas, lo que puede conducirnos a una visión catastrófica de la historia de la urba- nización, visión, por otra parte, muy exagerada. No es nuestra intención en absoluto poner en tela de juicio la importancia de incendios memorables, como los de Londres en 1667, de Ren- nes en 1721, de Moscú en 1812, puntos de partida de morfolo- gías urbanísticas renovadas, y basta recordar que fue después del incendio de Chicago, en 1871, cuando realmente se inventó el rascacielos. Pero la mayoría de las veces se volverá a edifi- car de acuerdo con la antigua estructuración parcelaria y con la antigua red de comunicaciones, como lo ilustra la agitada historia urbanística de Tokyo, hasta la reconstrucción que si- guió al gran seísmo de 1923. No obstante, nos parece necesario atraer la atención sobre otro tema, tal vez menos espectacular: el incesante «remiendo» del casco urbano, que se hace necesa- rio debido a la obsolescencia de las construcciones; trabajo puntual, en el que es difícil descubrir ritmos coherentes, y tra- bajo arrojado a la sombra por operaciones de mayor enverga- dura y de mayor carácter voluntario de las que los anales his- tóricos están mucho mejor documentados. 16 Teniendo en cuenta estas observaciones, podemos esbozar el siguiente esquema histórico: A) La ciudad de la época preindustrial, sometida a nece- sidades defensivas, conoce desde finales de la Edad Media -en lo que se refiere a la Europa occidental- una rarefacción del espacio. En el siglo XVI, con la amplificación de las bases eco- nómicas, surge un capitalismo urbano que conduce, por una parte, al divorcio del lugar de residencia y del lugar de trabajo, y, por otra parte, para las categorías más acomodadas, a for- mas de ocupación selectiva del espacio urbano, unas veces en la proximidad de edificios públicos, otras en las cercanías de un río (por ejemplo, en Newcast1e) y, más difícilmente, en las proximidades de un suburbio (Sjoberg, Vanee). Esto afecta so- bre todo a las ciudades portuarias de Hanse: ciertos procesos de transferencia se desencadenan en los barrios próximos al puerto o al centro comercial. Las manzanas de construcciones precarias son eliminadas y su población de menesterosos recha- zada, para dejar sitio a edificios exigidos por el comercio o la gestión municipal, así como a la residencia de la nueva bur- guesía. Teniendo en cuenta la precariedad del ambiente (incendios, epidemias), las ciudades crecen muy poco, y todas las transfor- maciones se realizan en un espacio prácticamente constante. La organización espacial de la ciudad preindustrial parece obede- cer a estructuras de naturaleza más social que económica. Sólo muy localmente, con ocasión de la aparición de un mercanti- lismo, el espacio urbano adquiere un valor venal. Es evidente que a lo largo del siglo XVII aparece un verdadero mercado de la vivienda, basado en la capacidad económica de los indivi- duos. Ello supondrá la identificación de determinados barrios -generalmente nuevos- con la confirmación de un triunfo social, reajustándose el resto del casco urbano en relación con los barrios más solicitados. A lo largo de los tiempos modernos podemos seguir una dinámica de intensificación de la utiliza- ción del espacio urbano -la eliminación de numerosos cemen- terios parisienses, entre 1785 y 1814, ilustra este hecho-, re- novándose la forma y la función dentro de una óptica de em- bellecimiento que reflejará tanto la magnificencia de un prín- 17 2 cipe como los gustos y las necesidades de grupos sociales es- trechamente asociados al poder y a las nuevas fuentes de ri- queza. Sin duda alguna, muchas de las realizaciones de este ur- banismo suntuario se situarán en los mismos límites del espa- cio ya urbanizado, como es el caso de los squares del West End londinense o, incluso, del barrio de la plaza de Vendóme, ampliamente urbanizado a costas de un convento de los Capu- chinos. No obstante, abundan, por ejemplo en el contexto de la capital francesa, operaciones de auténtica renovación, que ilus- tran el propósito de esta obra. Marcel Poete ha mostrado per- fectamente los dos niveles de aplicación del dinamismo del es- pacio parisiense, durante los siglos XVI y XVII: a partir del rei- nado de Francisco J, el poder real, al escoger el sector oeste y abandonar el este de París, invierte definitivamente el equili- brio global de la capital y desencadena, a nivel local, reacciones en cadena. Así, en la zona oeste, asistimos a la valorización de la ribera izquierda y la elaboración del faubourg Saint-Ger- main, mientras que, en el este, el abandono del hotel Saint-Paul y posteriormente del hotel Toumelles supuso residencias de menos renombre. La pérdida de valor de estos edificios y los terrenos colindantes ofrecen, a partir de 1570, un campo poten- cial de renovación de donde surgirá, ulteriormente, el conjunto de la plaza de Vosges. De una forma más general, las ciudades de la época barroca, encerradas en sus enormes cinturones for- tificados, no tendrán otra solución que la de absorber los es- pacios que quedaron libres y de crecer en altura, a excepción de las ciudades inglesas que desde finales del siglo XVII aban- donan sus preocupaciones defensivas. No parece, sin embargo, que esta diferencia haya influido en el ritmo de renovación del casco urbano, dependiendo éste, en definitiva, de las fuerzas motrices económicas. B) El período industrial se destaca a la vez por un cambio de la base económica urbana y por la rápida inflación del nú- mero de habitantes como resultado de un incremento del fenó- meno migratorio. Sin duda alguna, ello supondrá una amplia- ción considerable del espacio edificado, mediante estaciones y empresas industriales asociadas y suburbios residenciales; pero la eficacia todavía limitada de las técnicas de transporte con- 18 tribuyen a mantener una muy fuerte cohesión espacial entre las diversas funciones, mientras que en el centro asistimos a una creciente competencia con respecto a un espacio ya urbanizado completamente. La acumulación en los barrios centrales de puestos de co- mercio y de servicios diversos nos lleva a la paralización, cuan- do no al retroceso, de la función residencial, con las múltiples variantes que reviste la expresión establecida del fenómeno de City, pudiendo observarse en todas las ciudades afectadas por la industrialización una serie de transformaciones a lo largo de todo el siglo XIX: - Creciente especialización funcional del espacio urbano, principalmente por la acumulación selectiva de actividades ter- ciarias en la zona del centro. - Desarrollo espacial del centro, tanto por la absorción de edificios o de barrios hasta hace poco destinados a la residen- cia de categorías acomodadas -lo que podemos ver en París en el distrito VII-, como por el rechazo de funciones com- puestas y por la reconstrucción sistemática. Esta ampliación de la influencia del centro irá acompañada muchas veces de un deslizamiento del centro de gravedad; así, si en Madrid este último correspondía a la Plaza Mayor en el siglo XVII, alcanzó a la Puerta del Sol en el siglo XIX, para continuar posteriormen- te su migración hacia el nordeste, en dirección de la Plaza de Colón. - Con mucha frecuencia, el eje de desarrollo preferencial del centro de la ciudad es dirigido y estructurado por la aper- tura de nuevas vías de comunicación, que conducen a veces a la estación, en perjuicio del antiguo hábitat. Los nuevos edifi- cios que acompañan a estas aperturas favorecen en gran ma- nera la recuperación del espacio del centro por categorías re- sidenciales y por nuevas actividades funcionales. La liberación de amplias arterias no es, en realidad, más que un aspecto de una política urbanística más global, que tiende a reorganizar profundamente la forma, partiendo del contenido de los ba- rrios más antiguos y vetustos. Esta renovación voluntaria fue desencadenada y continuada por la intervención de poderes políticos autoritarios: a la acción de Napoleón III en París se- 19 (a) (b) (e) política Política · Finanzas 0omerCio- Almacenes Almacenes o Cultivos FIG. l.-Extensión y diversificación del centro de Londres durante los siglos XVIII (a), XIX (b) y XX (e). guirá la de Bismarck en el Imperio alemán y la de los tories reformistas en las grandes ciudades de la Inglaterra victoria- na. En todos los casos, las técnicas de ordenación estarán al servicio de objetivos en los que se mezclan la filantropía, el cálculo político, la necesidad de saneamiento y la preocupación de embellecimiento con pretensiones generalmente monumen- tales. Estos centros, realzados con edificios utilitarios grandio- 20 sos (museos, edificios municipales o administrativos, hoteles), van a adquirir una estabilidad morfológica que parece querer ponerlos a cubierto, durante mucho tiempo, de cualquier reno- vación. De hecho, al quedar éstos a salvo de las destrucciones de los dos conflictos mundiales, los encontraremos, casi un si- glo después, prácticamente iguales, habiendo conseguido con- tener, al precio de retoques marginales, las necesidades de una economía y de una vida urbana en constante transformación. C) En el período de entre guerras, las fuerzas de la urba- nización han mostrado sus efectos más importantes en la pe- riferia urbana. La dinámica del espacio ya edificado sólo se ha manifestado en los centros de las ciudades mediante simples reajustes del contenido, dejando generalmente intacta la dispo- sición del continente. Por lo que se refiere a los barrios anti- guos, próximos al centro, vemos cómo en ellos se han desenca- denado lentos procesos de degradación, por bloques y manza- nas de viviendas en la Europa continental o por zonas enteras en las ciudades anglosajonas (twilight zones). Pero, incluso en este caso, raras veces el conjunto edificado será objeto de una total reestructuración, sino de operaciones aisladas más o me- nos puntuales en determinadas manzanas de viviendas insalu- bres. Es, pues, al nivel de las transformaciones residenciales y funcionales, desigualmente perceptibles, como se manifiestan las fuerzas que subtienden la evolución del espacio urbano y, de todas formas, la dinámica urbanística tiende, en beneficio de una mayor movilidad, a conceder prioridad al proceso de suburbanización. Por lo que respecta a las ciudades de los países que perma- necen prácticamente al margen de la industrialización, al verse afectadas por intervenciones de tipo colonial, el hecho más sig- nificativo ha sido la yuxtaposición de organismos urbanos físi- camente distintos. La ciudad tradicional, dejando a un lado las lentas evoluciones funcionales, no cambiará prácticamente, ya que el impacto de las nuevas actitudes y de las necesidades residenciales que aquéllas comportan lo sufren los barrios, cuando no una ciudad totalmente disociada del núcleo pre- existente. Estamos, pues, frente a una dinámica de extensión 21 espacial y, de alguna manera, de una dinámica que vuelve a re- cuperar el espacio ya edificado. Estos breves recuerdos de situaciones históricas diversas han tenido como principal objetivo el de traer a la memoria la permanencia y la antigüedad de las transformaciones expe- rimentadas por el espacio urbano. Excluyendo los episodios ca- tastróficos, esta dinámica urbanística parece haber tenido un ritmo muy lento de renovación, al haberse llevado hasta sus límites extremos las transformaciones del contenido y haberse retrasado otro tanto la renovación del continente. Las opera- ciones de cirugía urbanística, realizadas en el corazón de algu- nas grandes ciudades en la segunda mitad del pasado siglo, han supuesto la primera manifestación de una convergencia de in- tenciones entre los responsables políticos y los intereses eco- nómicos de una burguesía conquistadora. No obstante, a la dis- continuidad de la acción de los poderes públicos corresponde la relativa simplicidad de los métodos especulativos de los in- versores, y éstos, hasta las vísperas de la segunda guerra mun- dial, serán tentados mucho más por las operaciones en terre- nos nuevos, es decir, en zonas residenciales. Estos son, a la vez que el desgaste sufrido por el amplio capital urbanístico edifi- cado antes de 1914, los efectos destructores del segundo conflic- to mundial y más aún de las profundas transformaciones a ni- vel de las formas de vida y de producción que, después de me- nos de treinta años, cuestionan la forma, las funciones y los diversos aspectos de los barrios antiguos, ya sean éstos núcleos históricos, centros de negocios, barrios nobles o distritos popu- lares. Estas son, en primer lugar, las fuerzas globales respon- sables de esta puesta en tela de juicio que examinaremos en la continuación de este capítulo. 2. LA CIUDAD EN SU ENTORNO GLOBAL Toda ciudad es parte integrante de un entorno exterior de múltiples dimensiones. Las fuerzas que lo componen determi- nan los flujos polarizados por cada ciudad y determinan el atractivo del que se derivará la intensidad de la dinámica ten- dente a cuestionar el equilibrio de su espacio ya edificado. Nos 22 abstendremos de desarrollar los impactos derivados de las ca- lamidades naturales (seísmos) así como los que han generado las destrucciones de los conflictos internacionales, aunque és- tos han supuesto necesidades de reconstrucción, después de 1945, que han hecho elaborar técnicas y procedimientos opera- cionales continuados ulteriormente en acciones voluntarias de renovación urbanística. A) Espacios políticos, espacios administrativos Elementos de naturaleza política pueden modificar conside- rablemente el entorno global creando o no las condiciones de un atractivo favorable para las inversiones, así como para las variadas localizaciones. La muy diversa gama de situaciones podemos enmarcarla en estos grupos: 1) Los efectos de fronteras se manifiestan de muy contras- tadas formas. La colocación de una frontera muy poco permea- ble a los cambios amputa a una ciudad de una parte de sus hinterlands y puede motivar el estancamiento económico, a me- nos que intervengan ayudas gubernamentales; es lo que pode- mos observar en las ciudades de la Alemania federal próximas a la frontera oriental, como Braunschweig. Por el contrario, una localización fronteriza puede ser deliberadamente valorizada mediante una convención entre los dos Estados contiguos. Ci- temos el caso de las ciudades mejicanas próximas a los Esta- dos Unidos que, gracias a disposiciones fiscales y aduaneras particulares, ven, desde hace algunos años, la instalación de fá- bricas de montaje que sustituyen a las firmas multinacionales, con efectos altamente significativos a nivel local. Un caso par- ticular es el de Hong-kong: la instauración de la República po- pular china y el respeto del estatuto distinto de la colonia bri- tánica han tenido como principal consecuencia el hacer de Hong-kong un polo de atracción para una masa de refugiados chinos, lo que hizo que la población pasara de los 1,8 millones de habitantes que tenía en 1948 a cerca de los 4,5 millones de nuestros días. Esta masa de mano de obra, conjugada con un flujo de capitales proveniente de diversas áreas políticamente 23 agitadas del Sudeste asiático, han modificado fundamentalmen- te la base económica de Hong-kong, que ha llegado a conver- tirse en un foco industrial de una intensidad excepcional. 2) Toda reincorporación de una ciudad a un nuevo espacio nacional abre una delicada fase de reajustamiento que puede verse facilitada por diversas medidas tomadas por los poderes públicos. Es lo que los rumanos intentaron para Cluj, cuando el tratado de Trianon separó Hungría de Transilvania, o el Es- tado francés cuando recobró Estrasburgo después de 1918. Las ciudades de Silesia transferidas de Alemania a Polonia, en 1944, como Wroclaw, con una operación de transfusión demográfica casi total, ilustran una lógica planteada hasta sus límites y la voluntad de romper definitivamente con un sistema anterior. 3) La fijación de una frontera arbitraria, en el sentido de que corta una región homogénea, conduce a veces a poner fren- te a frente dos aglomeraciones destinadas a valorizar un mismo sitio, en el marco de dos Estados rivales. Recordamos, en el período de entre guerras, el famoso ejemplo de Gydnia, cons- truida alIado de Dantzig, en la desembocadura del Vístula; el conflicto entre árabes y judíos ha visto la construcción, en el fondo del golfo de Akaba, del puerto israelí de Eilath, seme- jante al de la ciudad modernizada de Akaba, en Jordania. Por el contrario, si en un contexto de cooperación internacional ciertas fronteras pierden su rigidez jurídica, algunas ciudades ampliarán sus áreas de influencia o establecerán entre ellas re- laciones que estimularán su vida económica. Es lo que ocurre actualmente a nivel de la Regio Basiliensis, o de iniciativas lo- cales, relativamente animadas por los Estados afectados, que tienden a reforzar los lazos seculares de asociación entre Bale, Mulhouse, Fribouren-Brisgan y sus respectivas subregiones. 4) Un cambio permanente del contexto regional de un Es- tado, como el de Alemania federal, desde hace cuatro decenios, puede conducir a una redistribución espacial de las principales funciones económicas, a nivel de los niveles superiores de la red urbana. De esta forma, la imposibilidad de mantener en Berlín ciertas actividades de difusión nacional ha conducido a trans- ferencias o al reforzamiento de funciones anteriores (la prensa 24 en Hamburgo y Francfort, la publicidad en estas dos ciudades y en Düsseldorf, la moda en Munich y en Düsseldorf). En Ber- lín, el hecho más destacado de la separación política lo ha cons- tituido, en lo que se refiere a la zona occidental, una progresiva de localización de las actividades centrales, con respecto a su antigua situación, Unter den Linden, hacia los barrios más oc- cidentales del Zoo y de Charlottenburg, siguiendo el eje de Kurfürstendamm. Si bien con un cierto retraso, los responsa- bles de Berlín Este han desarrollado un centro alrededor de Alexanderplatz, concretizando de esta forma el desdoblamiento espacial de las funciones de centralismo de la antigua capital alemana. S) No hace mucho, la colonización había transformado considerablemente las localizaciones urbanas, unas veces creando, otras sustituyendo, por ejemplo, Niamey en Zinder y Dakar en Saint-Louis. El acceso a la independencia se ha visto acompañado, en algunos Estados, de una puesta en tela de juicio de las situaciones establecidas. Los casos más evidentes son los de las ciudades sometidas a un proceso de crecimiento económico que favorecen las condiciones generales para un mayor dominio de las fuentes locales. El dinamismo industrial de Singapur, tomando el relevo de una función de escala im- perial, es una aplicación sorprendente de esto, así como la emancipación espectacular de los países productores de petró- leo condujo, en los emiratos del golfo Pérsico, por ejemplo, al cambio fundamental de los organismos urbanísticos existen- tes (cf. infra). 6) La transferencia de funciones administrativas directri- ces en el marco de una reorganización territorial en el interior de un Estado ha tenido frecuentemente un efecto permanente sobre el dinamismo de las ciudades afectadas. A título de ejem- plo, tomaremos la región de Provenza-Costa Azul durante el siglo XIX. La integración del condado de Niza conlleva la crea- ción del departamento de los Alpes Marítimos, al que se trans- fiere el distrito de Grasse, arrebatado a Var; la posición de Draguignan queda entonces muy apartada del centro y la ciu- dad pierde, en beneficio de Niza, una parte de su área de in- fluencia (M. Wolkowitsch). En 1817, la transferencia de la 2S sede de la subprefectura de Tarascón a Aries ayudará consi- derablemente a la expansión de esta última; en 1936, la supre- sión de la subprefectura de Brignoles reorienta hacia Toulon los cantones de Brignoles y de Saint-Maximin, en perjuicio del desarrollo de estas dos ciudades. No obstante, es evidente que las funciones administrativas, hasta hace poco determinantes, son actualmente menos signi- ficativas que las fuerzas propiamente económicas a la hora de dar cuenta de la dinámica de los centros urbanos. B) El entorno socioeconómico La base económica de la evolución urbana sigue siendo la fuerza motriz por excelencia de las transformaciones internas que afectan a la ciudad en sus diversos componentes. Esta base se manifiesta ordinariamente en forma de flujo de capitales y de mano de obra y de variaciones en el número y naturaleza de los puestos de trabajo, así como de los bienes y servicios producidos. Se trata, por el momento, de analizar los impulsos, cuyos efectos serán examinados posteriormente. Es evidente que el impacto de las fuerzas económicas se deja sentir de for- ma considerable en la periferia urbana-es decir, fuera del campo de este estudio-y que sus efectos no podrían ser igno- rados dada la interdependencia de los diversos elementos que constituyen una aglomeración urbana. 1) El origen y la finalidad de los flujos de inversiones ha podido dar cuenta de la intensidad y de las modalidades de sus efectos: - Los capitales de origen regional y generalmente deriva- dos de beneficios agrícolas y territoriales se aplican de forma progresiva, mediante inversiones industriales, por ejemplo, que poco a poco amplían la base económica de la ciudad. Esto ha podido observarse en muchas grandes ciudades de América latina desde hace unos cuarenta años, durante los cuales una parte creciente de los beneficios obtenidos de la agricultura ha servido para financiar el despegue industrial. Asimismo, los resultados de este tipo de inversiones repercuten sobre los rit- mos de transformación urbanística. Una ilustración de ello 26 nos la ofrecían, a comienzos del siglo xx, las ciudades langue- docianas; la acumulación de los beneficios obtenidos de los viñedos permitió la creación de una cadena de industrias rela- cionadas con las necesidades de la viticultura, y cada fase de prosperidad agrícola aportaba su contribución de nuevas cons- trucciones. - Capitales de origen nacional que proceden de iniciativas privadas o de operaciones emprendidas por el Estado. El im- pacto es, en general, selectivo y rápido, provocando una cadena de efectos. inducidos. Analizaremos posteriormente las diferen- tes modalidades, pero entre las numerosas variantes citemos el caso de una afluencia repentina de recursos nacionales, como en Kwait, con un efecto de remodelado fundamental de la capital, tanto por razones de prestigio como por necesi- dades objetivas. Este es también el caso de Atlanta, no hace mucho un simple centro ferroviario, que, a partir del decenio 1920-1930, va a conocer un desarrollo sorprendente, correlati- vo a la industrialización del Sur, hasta llegar a ser actualmente el lugar de implantación favorita de sedes sociales y de ins- tituciones financieras nacionales que animan esta colonización interior. De una forma más general, podemos subrayar la es- trecha dependencia del centro comercial y de negocios de una ciudad (CBD) respecto a las bases de la actividad económica regional. - Capitales de origen internacional. Constituyen aporta- ciones masivas y prolongadas, polarizadas en torno a algunas ciudades seleccionadas por su particular interés, a la vez que pueden conducir a una intensa transformación de los barrios céntricos. Tomemos dos ejemplos referidos a dos contextos distintos. Beirut, segura de su tradición de ciudad de nego- cios, se había atraído, antes de la crisis libanesa de 1975, una gran parte de los capitales árabes derivados del petróleo y a la búsqueda de inversiones relativamente seguras. Esto fue lo que explicó el boom inmobiliario especulativo y la prolifera- ción de edificios de oficinas y de hoteles, responsables todos ellos de una renovación brutal del antiguo casco urbano. La prolongada inseguridad de Beirut ha hecho que muchas de estas actividades internacionales, cuando no una parte de los capitales que las apoyan, hayan buscado nuevas implantacio- 27 nes. Asimismo, hemos podido asistir, hacia 1976, a una verda- dera competición entre las ciudades del Oriente Medio para atraerse las firmas y capitales tránsfugos, como Atenas, El Cairo, Amman o incluso las capitales de los emiratos del Golfo Pérsico. - Las diversas perspectivas de una unificación económica europea, abiertas a lo largo de los dos últimos decenios, han hecho de algunas de las grandes metrópolis de la Europa occidental lugares privilegiados de implantación para centros sociales, oficinas de estudio y diversos organismos direcciona- les relacionados con actividades multinacionales. La respuesta a esta demanda ha supuesto para Génova, Francfort, París y, mucho más, para Londres y Bruselas, un flujo de inversio- nes internacionales que ha renovado el marco edificado de los barrios céntricos (ejemplo: la calle de la Loi, en Bruselas). En este contexto europeo, un caso concreto es el de las afluencias de capitales británicos hacia París y hacia algunas de las gran- des ciudades francesas (Lyon - La Part-Dieu) entre 1970 y 1974. Atraídas principalmente por las operaciones relaciona- das con el mercado de edificios para oficinas, estas inversiones se han concretado en la adquisición de 750.000 m. 2 en la región parisiense, de los que la mitad corresponden al centro, para acciones de reconversión (tiendas del Louvre) o de renovación (barrio de la estación de Lyon). Es evidente que en el caso de los capitales internacionales se produce una orientación se- lectiva en beneficio de establecimientos terciarios muy concre- tos, que pueden ser clasificados para actividades cuaternarias (actividades de concepción, organización, decisión) y que ca- racterizan a las grandes metrópolis organizadoras del mundo contemporáneo. La renovación inmobiliaria del centro de las ciudades nor- teamericanas ha sido y sigue siendo el campo más codiciado por los capitales extranjeros, tanto si se trata de fondos de los grandes organismos nacionalizados británicos (Correos, Ex- plotaciones Hulleras ... ), de capitales del Vaticano (Watergate Complex, en Washington) o de petrodólares. Las ciudades ame- ricanas representan, en efecto, inversiones seguras, con ¡nte- 28 reses elevados y con las ventajas suplementarias derivadas de un laxismo frecuente a nivel de las reglamentaciones de ur- banismo. 2) Las fuerzas de polarización urbanística y sus limitacio- nes.-Clásicamente, y esto sigue siendo válido en muchos ca- sos, el desarrollo de la base económica urbanística se explica por dos series de fenómenos: las economías externas llevan a todas las empresas, dedicadas o no a las mismas activida- des, a aglomerarse de forma espontánea (clustering) con el ob- jeto de beneficiarse de una amplia gama de servicios' y de equipamientos. Esto favorece el desencadenamiento de proce- sos acumulativos de implantaciones (cumulative causation), descrito por G. Myrdal, a los que pueden añadirse otros efec- tos contradictorios por la proximidad de un foco de creci- miento: spread effects and backwash effects. Ampliando esta aproximación, Pred ha demostrado cómo, durante la fase de industrialización, toda nueva implantación desencadena efectos multiplicadores y de feedback que favo- recen la innovación, pero también el crecimiento global de una Estímulos a la innovación FIG. 2.-Efectos acumulativos de una nueva industria sobre el entorno urbano durante el siglo XIX (según PluID). 29 aglomeración urbana (Fig. 2). No obstante, a partir de cierto umbral de concentración y de dimensión urbana, la aparición de nuevos costes (deseconomías) y de inconvenientes de natu- raleza social tienden a anular los beneficios de situaciones an- teriores: los procesos de concentración se detienen para dejar sitio a una redistribución selectiva de actividades, tales como el fenómeno de selectividad de las funciones de los centros de las ciudades (J. Labasse). Por lo que se refiere a las economías de escala, éstas llevan a las empresas a nuevas fórmulas de integración y a una pro- ducción mediante unidades muy considerables; pero aquí cho- camos con la incertidumbre de una dimensión óptima de los establecimientos industriales, sobre todo si tenemos en cuenta las incidencias sociales y económicas que implica una concen- tración geográfica en grandes ciudades. Hay que subrayar, por lo demás, las numerosas excepciones a esta tendencia, como puede ser la tradición de industrias relativamente difusas a través de las montañas de la Europa central, o algunas tenta- tivas hechas recientemente para favorecer la implantación de unidades de producción en medios escasamente urbanizados, como el Bocage normando, o incluso la dispersión voluntaria de las actividades industriales en ciertos países socialistas del Tercer Mundo. Por lo que se refiere a los países industrializados, un nuevo elemento viene a unirse al relativo debate de las economías y deseconomías externas. Hemos podido ver, a propósito del atractivo excepcional que ejercen las grandes metrópolis, que la productividad individual aumentaba allí con el número de habitantes. En este sentido, J. Lajugie expone los cálculos efectuados tanto en Estados Unidos como en la República Federal Alema- na o en la URSS, y este aumento de productividad puede muy bien sobrepasar las cargas de los gastos públicos que igual- mente crecen con la dimensión urbana. Puede, igualmente, sub- rayarse el efecto de inducción que representa la presencia de un aeropuerto de verdadera dimensión internacional sobre la localización de órganos de decisión y de todo lo que gravita a su alrededor. Ahora bien, estas infraestructuras se cuentan con los dedos de la mano en cada continente. 30 En los países todavía próximos a la fase de despegue eco- nómico, el atractivo que ejerce la o las grandes ciudades es incluso más sorprendente, sobre todo si los mecanismos conti- núan siendo liberales. En ellos, en efecto, podemos localizar el mercado más amplio y más diferenciado y en ellos se encuen- tra una reserva de mano de obra relativamente educada, así como ciertas infraestructuras fundamentales (puerto, puertos francos). Un hecho muy importante es que, en la metrópolis, los responsables de la vida política y de la vida económica tie- nen las mayores posibilidades de estar en contacto directo, así como que los instrumentos y los medios de las diferentes ayu- das extranjeras están inmediatamente disponibles. Estos dife- rentes factores son los que explican que en el Tercer Mundo la dinámica del espacio urbanizado sólo sea apreciable a nivel de las grandes ciudades. 3) La terciarización de las ciudades.-De forma general, la aceleración del desarrollo significa división de trabajo, espe- cialización e importancia creciente de la ciencia y la tecnolo- gía. Estos factores no sólo favorecen las grandes aglomeracio- nes urbanas, sino que también imponen un determinado mo- delo de evolución estructural de las funciones a la mayoría de las ciudades de los países industriales, independientemente de cualquier accidente coyuntural. El problema más importante lo constituye el hecho de un relativo descenso de los puestos de trabajo del sector secundario en beneficio de las actividades terciarias y eventualmente cuaternarias cuando se trata de grandes ciudades. Este fenómeno podía observarse ya en Bal- timore, desde 1948, y por lo que se refiere al Greater London, los servicios representaban, en 1975, el 75 por 100 de los pues- tos de trabajo; en el mismo año, en Moscú, el sector terciario representaba cerca del 70 por 100 del total, con una parte muy importante dedicada a actividades científicas. Todas las gran- des ciudades del mundo conocen, en concreto, un considerable desarrollo de la función hotelera. Londres ha experimentado realmente este desarrollo en un grado máximo, y D. Eversley, por su parte, ha intentado una evaluación de los impactos so- cioeconómicos de esta hotelización. Unas quinientas mil per- sonas habrían residido, como término medio, en períodos de corta duración, con fines que sobrepasan el simple concepto 31 de turismo. La construcción de hoteles no ha sido sino una respuesta a esta demanda que ha motivado la reconversión de edificios, cuando no de manzanas enteras, en los barrios cer- canos a las estaciones de ferrocarril o a las terminales de aero- puertos. Ello ha significado un rechazo evidente de la función residencial, cuya tasa de rentabilidad de las inversiones no puede soportar la comparación con la de una industria ho- telera funcionando con mucha frecuencia a un nivel máximo, de ocupación. Otra notable consecuencia reside en el desarro- llo de un sector de puestos de trabajo muy poco cualificados y escasamente remunerados que eventualmente puede susti- tuir a una base económica más diversificada. Podemos proponer un esquema evolutivo que reduzca las transformaciones de la economía urbana a las cuatro fases siguientes: - Fase 1: actividades de servicios locales, construcción, al- gunas industrias. - Fase 2: prioridad industrial. - Fase 3: preponderancia de los servicios, cada vez más diferenciados. - Fase 4: la población activa tiende hacia un tope máxi- mo, mientras que ciertos fenómenos de saturación y de des- economía favorecen el éxodo de determinadas actividades. Incluso en países desarrollados, este esquema está someti- do a numerosas excepciones; podemos observar grandes ciu- dades, como Washington, que no han tenido industrias prácti- camente nunca y que deben el rápido desarrollo contemporáneo de su economía a la multiplicación de actividades terciarias superiores. En otro orden de observación, podremos notar cómo mu- chas veces urbanización e industrialización no aparecen nece- sariamente unidas. Así, en la Europa central germánica, en la región de Halle, la implantación de importantes complejos de industrias químicas, en el período de entre guerras, en torno a Leuna, no afectó prácticamente en nada a la antigua ciudad industrial de Halle, sino más bien al conjunto de pueblos cer- canos, cuyos 'habitantes campesinos se convirtieron en obre- ros. Lejos de ser un caso aislado, este ejemplo es válido igual- 32 mente para el conjunto de un vasto territorio que engloba una zona montañosa considerable, desde el Macizo Central hasta Bohemia. Por otra parte, podemos preguntarnos sobre la permanen- cia de fuerzas que concurren todavía en la concentración de numerosas actividades del sector servicios. Una generalización de los medios de telecomunicación ha podido ser vista como el instrumento de una dispersión generalizada de los indivi- duos, en tanto que agentes económicos, y de la degeneración de la noción de centralismo geográfico (The Economist, 1974, S). Estas son, evidentemente, algunas de las previsiones favo- ritas de los que sostienen el concepto de edad posindustrial, proclamada al comienzo de los años setenta (D. Bell, H. Kahn). Según esta escuela, las sociedades irían hacia una situación en la que al menos el 70 por 100 del producto nacional bruto se generaría en el sector terciario, mientras que el índice de ur- banización debería situarse en torno al 90 por 100. Posible- mente, las nuevas bases de la economía mundial no invalidan esta visión prospectiva, pero al menos la hacen menos proba- ble a medio plazo. 4) Las variaciones de intensidad del dinamismo económico urbanístico son normales y dependen de la coyuntura a corto, medio y largo plazo. En cualquier caso, sus efectos sobre el ritmo de transformación del espacio edificado son evidentes y la crisis abierta en el mundo occidental, desde 1973, se refleja elocuentemente sobre la escena urbanística (freno de los pro- gramas de reconstrucción, especulaciones inmobiliarias sus- pendidas... ). Estas variaciones se deben a diversas situaciones que po- demos clasificar en las categorías siguientes: - Ambiente económico regional que puede ser favorable (por ejemplo, la ciudad de París desde hace tres decenios) o desfavorable (por ejemplo, la mayor parte de las cuencas car- boníferas de Europa occidental durante el mismo período). - Coyuntura propia de un sector de actividad, combinán- dose muchas veces este factor con el precedente según la natu- raleza de las empresas más significativas; de esta forma, las 33 3 dificultades puestas de manifiesto en Valenciennes traducen no sólo las dificultades de la cuenca hullera, sino también la ten- dencia a trasladar hacia el litoral las actividades siderúrgicas. Estas dificultades, o cuando menos los riesgos de la coyun- tura, parecen alcanzar sobre todo a las ciudades basadas en una sola actividad. Tenemos el ejemplo límite de las ciudades mineras, que han llegado a convertirse en ghost towns, pero también existe un riesgo con respecto a las ciudades domina- das por una empresa (company-towns) (por ejemplo, Roches- ter con Kodak, Le Creusot con Schneider, Lacq con la gas0- química). - Una estructura económica interna bastante flexible para asegurar una readaptación permanente parece haber sido el mejor testimonio de continuidad del dinamismo urbanístico. Según B. Chinitz, la condición óptima es la presencia de nu- merosas empresas, de tipo medio, que implican un máximum de efectos multiplicadores y de actividades subsidiarias, ca- paces de rápidas readaptaciones. Citábamos hace poco el caso de Saint-Etienne, que había conocido una serie de reconver- siones desde finales del siglo XIX gracias, al parecer, a la pre- sencia de numerosos medios y de pequeños contratistas sub- sidiarios, de capacidad normal o de especialidades en las in- dustrias mecánicas y eléctricas. A un nivel mayor, como recuer- da J. Jacobs, funcionan estructuras parecidas en otras ciuda- des: Birmingham y la Black Country, e incluso Boston, donde, desde 1940, el declive característico de la antigua industria tex- til ha quedado más que compensado por una diversificación funcional hacia las industrias mecánicas y electrónicas, estimu- ladas a su vez por la presencia de centros de investigación, pero beneficiándose al mismo tiempo de una abundante mano de obra femenina local. No obstante, no podemos relacionar demasiado sistemáti- camente ritmos económicos y ritmos urbanos. En efecto, ade- más de los fenómenos de inercia y de supervivencia, existen mecanismos de transferencia y de recuperación, pudiendo es- tos últimos quedar ilustrados con el ejemplo de numerosos pequeños puertos de las costas europeas occidentales donde el declive de la base económica tradicional, la pesca, se ha vis- to sustituido por una gama de actividades turísticas y de recreo. 34 La evolución urbana regresiva y continua, desencadenada por la disminución de la base económica, sigue siendo bastante escasa y ha podido ser observada hace algunos decenios en pe- queñas ciudades mineras de Europa con los efectos en cadena de una falta de inversiones, de la reducción del número de puestos de trabajo, de la degradación de los servicios no sólo del capital inmobiliario, sino también del entorno urbano que conducen finalmente a una despoblación o a la transformación de estas ciudades en ciudades-dormitorio con respecto a cen- tros más atractivos (sirvan de ejemplo los valles del sur de Gales en relación con la franja litoral). La mayoría de las veces juega la ley de la continuidad ur- bana, que se pone de manifiesto a través de múltiples modali- dades que tienen un impacto sobre la aglomeración existente. Dicho impacto puede concretarse en la ampliación, en la diver- sificación de la base funcional o en la reconversión. Un caso concreto lo constituye la reincorporación de una aglomeración en decadencia en una nueva ciudad cuya finalidad será, entre otras cosas, la de una reactivación regional. Es el caso de nue- vas ciudades británicas, como la de Washington, cerca de New- castle, y de Irvine, cerca de Glasgow, pero también de las ex- panded towns, como la de Swindon y Basingstocke, cuyos nú- cleos preexistentes han conocido profundos cambios tanto en lo que se refiere a la forma como a la función. Asimismo, la vitalidad económica de una región urbana puede conducir a la toma en consideración por parte de anti- guos organismos urbanísticos, algo letárgicos, de tal forma que ofrezcan entonces una alternativa válida a una urbanización en un nuevo sitio. Podemos comprobar esto en la región milanesa, con la reactivación de la ciudad de Bérgamo, iniciada con la construcción de una universidad. El peso de la inercia, el tiempo de adaptación y de difusión de innovación constituyen poderosos factores de diferencia- ción respecto a esquemas de distribución demasiado teóricos. Es ésta una reflexión que conviene hacer a la hora de abordar las relaciones entre las ciudades. 5) La dinámica de la red urbana.-Cualquier ciudad está inscrita no sólo en un entorno global, sino que cada una de sus actividades, y en particular las del sector terciario, está 35 estrechamente vinculada al lugar que la ciudad ocupe en rela- ción con el sistema urbanístico regional o nacional, así como a la modificación de los flujos e interrelaciones a que la some- ten los diferentes vínculos de comunicación. Recordemos a título de información las nociones esenciales sobre el concepto de red urbana: - Las actividades del sector servicios tienden a agruparse en núcleos o plazas centrales que ocupan, en función de su importancia, un lugar destacado dentro de una organización espacial. - Cada una de estas actividades requiere, para ser viable, una base mínima de población, concentrándose ésta, por una parte, en una aglomeración, y el resto, distribuida en un área periférica o zona de influencia. - La dimensión de estas zonas de influencia está en fun- ción de la distancia que los usuarios puedan aceptar, lo que hace que intervengan las técnicas del transporte, pero tam- bién la frecuencia o el deseo de frecuentación de tal o cual servicio. Esta es en esencia la teoría de las plazas centrales, representada por una red de malla regular, de la que cada nudo representa un centro jerarquizado. Existe cierta ambigüedad a propósito de la toma en con- sideración o no de las actividades de producción. En la pri- mera alternativa englobaremos con J. R. Lasuen (Urban Stu- dies, 1973) las actividades industriales, para llegar a la noción de polos de crecimiento interdependientes entre sí. Estos sis- temas espaciales representan situaciones de equilibrio relati- vamente temporales; muchos de los impulsos externos podrán ponerlas en tela de juicio con efectos significativos a nivel de cada una de las aglomeraciones. a) La dinámica de las redes urbanas es observable a nivel histórico. H. Carter ha puesto de manifiesto, a propósito del País de Gales, cómo, al principio, hubo por parte de los reyes ingleses conquistadores una implantación autoritaria de ciu- dades fortificadas, quedando ubicadas estas ciudades de fun- ciones administrativas y militares en un medio rural descono- cido. Posteriormente, con el desarrollo económico, a lo largo del siglo XVIII, este tipo de ordenación urbana evoluciona en 36 un sistema de centros de servicios benéficos, quedando instau- rada, por otra parte, una nueva jerarquía en función de crite- rios económicos. Al mismo tiempo, la expansión minera e in- dustrial generan núcleos de urbanización que modifican de nuevo la red urbana existente. Esta situación dinámica ha sido recientemente modificada por el declive de las aglomeraciones mineras y la implantación selectiva de industrial estates, trans- formando algunas pequeñas ciudades de las cuencas interiores en ciudades-dormitorio en relación a los nuevos centros indus- triales. b) El predominio permanente de las grandes ciudades, núcleo central de la red urbana, puede observarse durante un largo período. En Francia, por ejemplo, la supremacía de la mayor parte de las metrópolis regionales ha permanecido in- alterable durante varios siglos, bien porque las ventajas ini- ciales hubieran sido suficientemente fuertes, bien porque las mismas hubieran sido fomentadas con mejores equipamien- tos y con una amplia gama de actividades. No obstante, un factor externo puede desigualar de forma permanente a dos ciudades de importancia equivalente. Si, hasta 1777, Milán y Venecia contaban con poblaciones iguales, la incorporación de la segunda al espacio austríaco favorecerá la supremacía milanesa. Orleáns, más importante que Tours todavía en 1836, habrá de ceder su puesto a su rival al cesar la navegación por el Loira, perdiendo así Orleáns su función de puerto franco. e) Son frecuentes nuevas clasificaciones a los niveles me- dio e inferior de la jerarquía, según la desigual difusión de la innovación y según el impacto de nuevas infraestructuras o las de los agentes económicos regionales. La red urbana de Alpes du Nord, por ejemplo, se ha visto profundamente modificada, desde comienzos del siglo xx, ante el doble auge de la industrialización y el turismo. La industria- lización ha ido creando nuevos centros como Passy, Froges, Ugjne, a la vez que transformaba y regeneraba Moutiers, Saint- Jean y Saint-Michel-de-Maurienne. Por su parte, el turismo ha estimulado a Villard-de-Lans, Thonon y Annecy, a la vez que ha extendido sus efectos a numerosos pueblos, merced a de- cisiones difícilmente de origen local. La entrada en servicio 37 de los ejes de autopistas y de manera más especial la localiza- ción de los cambios de sentido y salidas de autopista supone actualmente un elemento muy eficaz de reactivación. Así, du- rante la construcción de la autopista Lyon-Grenoble, la peque- ña ciudad de La Tour-du-Pin obtuvo, tras muchas negociacio- nes, la concesión de una salida de autopista que entendía como un medio de promoción dentro del conjunto de la red urbana regional; se entendía que la falta de un acceso directo a la au- topista podría suponer un considerable declive de la ciudad. No obstante, si hasta hace poco la innovación se propagaba lentamente, desde el centro de una red urbana hacia su peri- feria, actualmente el tiempo de difusión ha quedado conside- rablemente reducido, la innovación recorre muy pronto todo un sistema urbano y, si es preciso, los poderes públicos corri- gen las posibles desviaciones. d) En los países desarrollados la norma es ahora la evo- lución y la transformación de una red urbana ya en funciona- miento. Desde ese momento, la reciente creación de nuevas ciudades nos lleva a interesantes observaciones. Es en Gran Bretaña donde estas inyecciones de nuevos cuerpos son, por el momento, más significativas. Si su dimensión de tipo medio le impide llegar a ser elementos importantes de la jerarquía urbana, no por eso han dejado de desencadenar ciertas trans- formaciones subregionales, habiéndose convertido, por ejem- plo, en áreas de drenaje de mano de obra jornalera en detri- mento de las ciudades tradicionales cuyos centros tienden a especializarse hacia actividades de frecuentación más espacia- da (sirva de ejemplo la complementariedad establecida entre Crawley, new town, y Horsham, ciudad tradicional de Sussex). Asimismo, algunas ciudades nuevas, dotadas de medios masi- vos, pueden erigirse en núcleos centrales, en competencia con las ciudades ya existentes (Le Vaudreuil con relación a Lou- viers) o coexistir según modalidades todavía poco perceptibles (Cergy con Pontoise). En todos estos casos, el antiguo casco urbano se ve sometido a intensos impulsos que favorecen di- versas fórmulas de reconversión. Conviene asimismo tener en cuenta los movimientos de gran amplitud, que afectan a toda un área geográfica y que pueden conferirle una atracción global tanto para las personas como 38 para las inversiones. El deslizamiento de las fuerzas produc- toras de Estados Unidos, del snow belt al sun belt, puesto en evidencia en los últimos años, ilustra perfectamente este se- gundo plano (G. Sterlieb). Los últimos censos soviéticos ponen igualmente de manifiesto movimientos migratorios polariza- dos por las regiones meridionales de la Unión, en detrimento de Siberia y de la zona nórdica. e) La noción de red urbana tiende a tomar un nuevo sig- nificado en el contexto tan movible de las economías más avan- zadas. Una segregación del trabajo a escala urbana conduce a un reforzamiento de las especializaciones, «continuando las grandes ciudades como centros de investigación y de decisión y adueñándose las pequeñas ciudades de la producción». Cons- tatación que se une con la afirmación de K. Dziewonski (Re- gional Science Ass., 1970): al referirse a la red urbana de Po- lonia, él afirma que las pequeñas ciudades no están de ningún modo integradas dentro de una jerarquía y observa que la es- pecialización domina en las ciudades medias, ya que alrededor de un tercio de los puestos de trabajo se derivan de estas ac- tividades. La aparición de regiones urbanas, nacidas de la frag- mentación de las grandes ciudades, invita asimismo a volver a considerar el concepto de jerarquía de los núcleos centrales. Las transferencias y las creaciones en zonas periurbanas tie- nen como consecuencia la de atenuar o especializar la función del centro principal del sistema, a la vez que no deja de ha- cerse evidente una estructura espacial jerarquizada, por ejem- plo, en lo que se refiere al comercio al por menor. f) La emergencia de un sector terciario superior, denomi- nado todavía sector cuaternario, introduce un nuevo elemento de diferenciación en un sistema urbano. A pesar de los pro- gresos de las telecomunicaciones y de la informática, la dis- tribución espacial de las actividades del sector servicios se hace de forma muy desigual, tanto más cuanto que los responsables de los que dependen las actividades de creación y de decisión no han demostrado tampoco la necesidad de frecuentes con- tactos. De lo que resulta que si las actividades terciarias de rutina presentan un amplio abanico de localización urbana, por el contrario, los estados mayores industriales y bancarios, 39 y todo lo que gravita directamente en torno a ellos, permane- cen poderosamente polarizados por las más importantes me- trópolis, en las que además se ubica, la mayoría de las veces, el poder político, siendo ahí donde reside el verdadero princi- pio de jerarquización urbana, generador de poderosos movi- mientos de renovaciónen el centro de las metrópolis. A título de ilustración, Putnam, al analizar la localización de las sedes sociales de las grandes firmas en Estados Unidos, enumera 163 en Nueva York, 51 en Chicago, 21 en Pittsburgh, 16 en Los Angeles y 14 en San Francisco. No cabe duda, no obstante, que no importa qué distribución funcional pueda ser deliberada- mente modificada, lo que nos lleva a tomar en consideración las acciones voluntarias aplicadas a la dinámica general de una ciudad. 6) El dominio global de la evolución urbana.-Actualmen- te asistimos a la multiplicación de formas de intervenciones autoritarias, que tienden a actuar tanto sobre la dimensión como sobre las funciones y los ritmos de evolución de las ciudades consideradas aislada o colectivamente. El caso más evidente es el de los países en los que la planificación econó- mica sectorial va deliberadamente asociada a una estrategia urbana nacional, como ocurre en Polonia. En un primer mo- mento, las inversiones industriales se dirigen hacia las grandes ciudades ya dotadas de infraestructuras: su crecimiento de- mográfico irá acompañado de una penuria de viviendas y de servicios. En una segunda fase vemos la promoción de las pe- queñas y medianas ciudades, a la vez que se intenta frenar la inmigración hacia las grandes ciudades. La política relativa- mente eficaz de descentralización industrial, llevada a cabo en Francia desde hace cerca de treinta años, sólo ha sido muy tardíamente conjugada con una verdadera planificación urba- na de nivel nacional o regional. Pero la dificultad que se pre- senta en un país muy urbanizado se refiere al hecho de que la redistribución de las inversiones amenace las situaciones ur- banísticas ya adquiridas. Por otra parte, conviene asegurarse de que el ritmo de las inversiones privadas y públicas sea coor- dinado espacialmente con el ritmo urbanístico. Señalemos dos formas de intervención en función de sus motivaciones: 40 a) El bloqueo del crecimiento urbano puede tener una base ideológica y política, que generalmente afecta a la capital de la nación, encarnación del régimen anterior tras una revo- lución victoriosa. Los bolcheviques, aparte el abandono de la capitalidad de San Petersburgo, dudarían, hasta 1930, sobre la suerte que reservarían para Moscú y sobre la oportunidad de conservar una capital cuyo legado monumental podría lle- gar a ser maltratado. Más recientemente, la revolución cas- trista impuso una especie de período de penitencia a La Ha- bana, de 1963 a 1969, que se tradujo en una paralización de nuevas construcciones y en la penuria de viviendas. Un caso límite nos lo ofrece Pnom-Penh, vaciado prácticamente de su población por los Khmers rojos en 1975. Pero el ejemplo más completo, aunque no desprovisto de ambigüedad, se refiere a China popular; hasta 1957, la prioridad dada al desarrollo de la industria pesada iba pareja al éxodo rural y a una urbani- zación acelerada. A partir de 1958, por motivos ideológicos, con el fin de frenar la oposición campo-ciudad y la formación de una burocracia urbana privilegiada, se iniciará una política de desurbanización de la que se hará cargo la revolución cul- tural. No obstante, no cabe duda que si, por una parte, un cierto freno sí afectó a las grandes metrópolis del Este como Sanghai, por otra parte, China comprobó una rápida urbaniza- ción que tiende a quedar integrada en los principios del cen- tralismo democrático, residiendo el esfuerzo más positivo en la estrecha coordinación entre las nuevas urbanizaciones y las implantaciones industriales en el interior del país. Incluso al margen de cualquier contexto revolucionario, observamos cómo, desde hace una generación, no ha dejado de existir un proceso contra la supremacía de la capital (primate city). Apar- te las consideraciones de tipo ideológico podemos ver cómo, en términos económicos, un organismo parásito entorpece un cambio económico y social. No obstante, raros son los estados donde, como ocurre en Tanzania, se aplican los medios para una auténtica regulación del crecimiento. Una tesis contraria, defendida entre otros por D. J. Dwyer, subraya que es por y en la ciudad -como así lo sugiere toda la historia del urba- nismo- donde, de forma más completa, se da el fenómeno de masas, la difusión de las ideas y el stockage de información y 41 de innovación. La metrópolis puede ser en el Tercer Mundo, y en los casos más favorables, el símbolo nacional y el agente efectivo de promoción económica y social y el lugar de inter- cambio entre cultura nacional y aportaciones universales. b) El control del crecimiento de la capital aparece como una necesidad fundamental en algunos países económicamente avanzados, particularmente en Europa Occidental; su justifi- cación se basa, al mismo tiempo, en consideraciones de costes económicos de funcionamiento y de crecimiento, así como en la opción de un desarrollo más armónico del territorio na- cional. El caso más antiguo es el del Creater London, que se vio sometido, a partir de 1946, a una nueva necesidad: bloqueo físico de la aglomeración con el establecimiento de un cinturón verde y, a la vez, una serie de estímulos rigurosos para una descentralización de las actividades de los sectores secundario y terciario. Sabemos que la principal ambigüedad de estas ac- ciones será menos la de conseguir una descentralización pro- vincial que una especie de ensanche de tipo metropolitano (overspill) que manifiestan además una tendencia de fondo, propia de todas las conurbaciones británicas. Asimismo, los movimientos planificados serán progresivamente sustituidos, durante el último decenio, por movimientos espontáneos, a veces tan amplios que puede parece actualmente que se ha fran- queado un umbral funcional. Estas contradicciones provocadas por una despoblación y una desindustrialización excesivas no son exclusivas de las metrópolis británicas, ya que ciudades como París o Lyon pre- sentan, a nivel de sus antiguos barrios residenciales, proble- mas análogos (cf. supra). En todos estos ejemplos de frenado voluntario es impor- tante apreciar los efectos acusados por la propia ciudad. Si en algunos casos (por ejemplo, La Habana, hasta 1969) esta política conduce a un deterioro del capital inmobiliario, en la mayoría de los misnlOS una dinámica urbanística, que de ningún modo se desea ahogar, transfiere sus efectos sobre un aspecto cualitativo y desencadena procesos de renovación in- terna que estudiaremos en los próximos capítulos. 42 Una acción voluntaria dirigida al conjunto de una red ur- bana exige una importancia de los medios a la vez que una continuidad de los mismos. Asistimos en Francia, desde hace algunos años, a una política que tiende a reforzar el trazado nacional existente de las ciudades medianas. Un sistema de contratos concertados con los poderes públicos ofrecerá sub- venciones especiales destinadas a trabajos de ordenación terri- torial y de equipamiento urbano cuyo impacto puede ser local- mente muy sensible, a nivel de los barrios centrales de ciuda- des como Auxerre o Rodez, con operaciones de rehabilitación del hábitat, de mejora del entorno urbano y del marco de vida, antes de tener un efecto positivo sobre la práctica y la anima- ción de la ciudad. En un sentido más general, toda aceleración voluntaria del ritmo de evolución urbana implica dos formas de consecuen- cias: ampliación del espacio edificado y, que es lo que más nos interesa, renovación del espacio ya urbanizado, sobre todo mediante la inserción de nuevos equipamientos colectivos, ne- cesarios por el efecto multiplicador de los impulsos iniciales. Los expanded town nos ofrecen uno de los más claros ejem- plos y mejor organizados. Escogeremos Basingstoke, situada entre Londres y Southampton, a 90 kilómetros de la capital. Esta ciudad se había quedado estancada en ciudad-mercado, con unos 30.000 habitantes y un puñado de actividades indus- triales ya caducas. Una operación de crecimiento concertado con el Greater London Council, iniciada en 1961, ha permitido transferir a esta ciudad unos 2S.000 londinenses y varios miles de puestos de trabajo. Si la superficie de la ciudad se ha tri- plicado, el centro, por su parte, ha sufrido un considerable cambio provocado por la construcción de un conlplejo COlner- cial entre la estación de ferrocarril y el centro tradicional de la ciudad. Posteriormente, los efectos inducidos han conduci- do, progresivamente, a la recuperación de todos los legados urbanísticos anteriores a 1939. En Francia, una estrategia urbana más tardía ha intentado frenar el crecimiento de la ciudad de París, dando un impulso muy particular, a partir de 1964, a las grandes ciudades de pro- vincias mejor dotadas con objeto de que éstas tengan una función de metrópolis de equilibrio con relación a la capital 43 francesa. Ello traería como consecuencia la realización para cada una de estas ciudades de muy importantes reorganiza- ciones internas (como ejemplo puede servir el complejo de La Part-Dieu, en Lyon). Asimismo, la voluntad política de mantener París en la ca- tegoría de los primeros puestos internacionales conducirá, des- de finales de los años cincuenta, a reforzar sistemáticamente el potencial terciario superior de la capital con la ordenación de importantes infraestructuras de carreteras destinadas a incre- mentar los flujos de circulación intraurbanos. La ideología de crecimiento que subtiende esta opción política ha dado lugar a preferencias más cualitativas y, a partir de 1971, la DATAR *, sin poner en cuestión la vocación internacional de París, en- tiende que la refuerza mediante la introducción de su calidad cultural. Podemos preguntarnos, dejando a un lado los países de economía completamente planificada, sobre el impacto real de estas acciones voluntarias. Para B. Berry, una variación, por modesta que ésta sea, del producto nacional bruto es mucho más significativa que todos los esfuerzos destinados a aumen- tar el número de puestos de trabajo. Citaremos en apoyo de esta tesis la intensidad de las transformaciones urbanas ex- perimentadas desde hace veinticinco años por ciudades como Caracas, Seoul-Inchon y Tokyo, con tasas de crecimiento anual del PNB del 15, 25 Y 18 por 100, respectivamente. Según los grandes conjuntos socioeconómicos mundiales han de sopesarse fuerzas económicas, políticas, estrategias re- gionales y nacionales, siendo los países de economía semili- beral de la Europa occidental los que, sin duda, presentan un mayor grado de complejidad. Convendría incluso evaluar el impacto de nuevos elementos tecnológicos; podemos pregun- tarnos, por ejemplo, sobre los efectos que tendría una volun- tad permanente de economía de energía sobre la forma y el casco urbanos, o incluso una limitación de las modalidades de los transportes individuales. Todas estas fuerzas exógenas concurren a la hora de deter- minar el atractivo de cada una de las ciudades. Esta atracción :;. Delegation al'aménagement du territoire et a l'action régionale. 44 condiciona evidentemente las corrientes migratorias que no suponen, sin embargo, nada más que uno de los componentes de las fuerzas demográficas globales. C) Elementos demográficos exógenos Las condiciones demográficas dependen en primer lugar de la relación nacimientos/muertes, que responde más a ten- dencias nacionales que regionales. Históricamente, el estable- cimiento de un excedente natural de nacimientos respecto a las muertes es un hecho relativamente tardío que aparece uni- do a la regresión de las tasas de mortalidad. La inversión se produjo hacia el año 1872, en París y en Londres, mientras que en Madrid hubo que esperar a los comienzos del siglo xx. Por lo que se refiere a las ciudades del Tercer Mundo, el excedente natural sólo llegó a normalizarse muchísimo más tarde, como lo demuestra el ejemplo de Singapur: entre los años 1819 y 1921 las estadísticas hablan de un déficit natural ininterrum- pido, sin duda encubierto por una considerable aportación mi- gratoria; a partir de 1921, el número de nacimientos se im- pone sobre el de muertes, a la vez que se da un mantenimiento de una tasa elevada de fecundidad. Desde 1941, la acentua- ción del excedente natural representa un factor más impor- tante que el balance migratorio. Una tipología establecida a lo largo de los dos últimos de- cenios puede resumir la diversidad de las situaciones que se dan en el mundo: 1) Crecimiento urbano debido fundamentalmente a una aportación migratoria externa. Esta fue la situación de las ciu- dades de la revolución industrial, y es todavía la situación más generalizada en las ciudades con un crecimiento muy rápido en los países desarrollados y en las grandes aglomeraciones del Tercer Mundo. No cabe duda que, expresada en valor ab- soluto, la aportación migratoria puede alcanzar cifras impre- sionantes y de graves consecuencias prácticas. Se ha estimado que unas 3.000 personas llegaban cada día a Bombay para que- darse en esta ciudad; movimiento que no tiene precisamente un sentido único. En 1958, las ciudades chinas vieron cómo 45 fijaban en ella su residencia unos diez millones de campesinos, estableciéndose el crecimiento urbano en torno al 7 por 100 anual. No obstante, es una observación generalizada, Tercer Mundo incluido, que el excedente migratorio tiende, en todas partes, a ser en términos relativos menos significativo que el excedente natural. Por otra parte, se ha identificado muy re- cientemente en Yakarta un movimiento de reflujo, como ocu- rrió en Calcuta, que hacía volver espontáneamente a ciudada- nos recientes hacia zonas rurales en las que la productividad y las condiciones de vida parecían haber mejorado. Refiriéndose a Santiago, G. Breese afirma que estos dos factores son equivalentes, y J. W. Lewis ha podido hacer la misma observación sobre las ciudades chinas. El relativo des- censo de las aportaciones migratorias se traduce por la pro- gresión del porcentaje de los ciudadanos nacidos en la ciudad: en 1960, en el Distrito federal de Méjico, el 42 por 100 de los habitantes había nacido fuera del mismo; en 1970, el porcen- taje bajaba al 33 por 100. En Madrid, una encuesta realizada en 1965 indicaba que el 46 por 100 de los habitantes eran de origen madrileño y más del 3 por 100 nacidos en la provincia de Madrid. Siempre refi- riéndonos a la capital española, se considera que el flujo de las llegadas se estabilizó en tomo a los 30.000 inmigrantes por año, 10 que representa, teniendo en cuenta las corrientes inver- sas, un excedente neto de alrededor de 13.000 personas, lo que resulta notablemente inferior al excedente natural. Por lo que se refiere a Moscú, hasta el momento de la Revolución, el saldo de las migraciones representaba entre el 89 Yel 75 por 100 del aumento de la población (29 por 100 en 1962), y un verdadero desencadenamiento rural seguirá al establecimiento del nuevo régimen con unas 200.000 nuevas llegadas durante 1931-1932. Según B. Kerblay, la media anual de los inmigrantes durante el último decenio habría recuperado los valores de final del siglo pasado (alrededor de 15.000 personas), pero en lo suce- sivo, también en Moscú, el excedente natural es el fenómeno determinante, a pesar de la débil natalidad moscovita. 2) El saldo natural se ha convertido, en los países desarro- llados, en el factor determinante para todas aquellas ciudades que han sufrido una cierta disminución en su dinánlica. Este 46 proceso de autocrecimiento es evidente en las áreas metropo- litanas de los Estados Unidos, ya que si, entre los años 1960 y 1970, éstas habían tenido un crecimiento global de 26 millo- nes de habitantes, las tres cuartas partes de este incremento se habían debido al balance natural, correspondiendo el resto fundamentalmente a migraciones provenientes del otro lado del océano o de zonas rurales. En el caso de las grandes me- trópolis, un excedente natural, aunque de escasa intensidad (6 por 1.000), se traducirá en un importante incremento anual -del orden de 50.000 individuos, por ejemplo, en el Greater London- hasta el año 1970, residiendo aquí el motor de la dispersión demográfica hacia la zona periurbana (ver supra). 3) Algunas ciudades contemporáneas, a causa de un dé- ficit natural, se ven sometidas a una dependencia directa del excedente migratorio para mantener sus efectivos. Es el caso claro de ciudades situadas en el litoral como Mentan, Eastbour- ne o Bournemouth. Durante quince años, a partir de 1957, Bu- dapest fue un «remolino demográfico» con un fuerte déficit natural, mientras que el número de los abortos era el doble que el de los nacimientos y la tasa de divorcios superior al de casamientos. El considerable descenso de las tasas de natali- dad en Europa, desde hace algunos años, tiende a reducir los excedentes naturales y, en algunos casos, anuncia un creci- miento cero, cuando no la despoblación, con Berlín Oeste como ejemplo particularmente demostrativo de una población ur- bana anciana que no puede renovarse, y que va a necesitar un efectivo de 140.000 trabajadores inmigrados. Todo esto le confiere a los movimientos migratorios una nueva importancia, y será conveniente distinguir perfectamen- te las migraciones hacia las zonas periurbanas, que serán vis- tas junto con las fuerzas endógenas, de las migraciones a larga distancia. 4) Identificación de los flujos migratorios. La intensidad y las modalidades de los movimientos de población dependen estrechamente del poder de atracción de cada ciudad, pero también de la atracción del medio regional del que aquélla for- ma parte. En los países de Europa occidental, sabemos que junto a corrientes migratorias dirigidas del campo a la ciudad 47 existen flujos al menos tan intensos como aquéllas, que que- dan englobados bajo el término de éxodo industrial, que tie- nen lugar entre ciudades de dinámicas económicas desiguales. Citemos entre los más conocidos la corriente migratoria que se ha ido creando progresivamente hacia la región parisiense durante los años cincuenta y sesenta, proveniente de las ciu- dades del Norte, y luego del Este, incapaces de suministrar a los elementos jóvenes el número y la diversidad de puestos de trabajo que ellos buscan. Si a esto le añadimos otros móviles socioeconómicos, llegaremos a identificar un complejo siste- ma migratorio nacional a partir de ciudades que funcionan a la vez como foco de acogida y de salidas. Un estudio sistemá- tico de los censos franceses de 1962 a 1968 ha demostrado (P. PinchemeI) que cada aglomeración implica un filtro selec- tivo, tendiendo las grandes ciudades a convertirse en centros de tránsito más que lugar de establecimiento vitalicio. No obs- tante, las ciudades francesas presentan una tipología muy di- ferenciada en sus tasas de movilidad (volumen de migraciones relacionado con la población total). Entre las ciudades de fuerte movilidad podemos distinguir las que tienen un alto grado de fijación residencial (Caen, Rennes, Grenoble), las que tienen un grado moderado (Amiens, Nantes, Toulouse) y las que podemos clasificar como ciudades de paso (Saint-Quentin, Belfort). Las ciudades de movilidad débil pueden ser ilustra- das por Calais y El Havre, constituyendo Marsella un caso aparte al habérsele conferido el papel que representan las mi- graciones con el extranjero. Finalmente, si bien es cierto que, como norma general, movilidad y capacidad de las ciudades para retener la población evolucionan en sentido inverso, sin embargo, algunos casos indican la tendencia contraria: la apor- tación anual de las migraciones aumenta con el crecimiento de la movilidad, sobre todo en Orleáns. Aix-en-Provence y Mont- pellier. Los mismos estudios se han dedicado igualmente a preci- sar la proveniencia geográfica de los emigrantes que se dirigen hacia las ciudades. Si lo más dominante es fundamentalmente rural en lo que se refiere a las ciudades de la cuenca parisiense, del Centro y del Sudeste, observamos una predominancia urba- na en las migraciones provenientes de muchas de las ciudades 48 de Midi-Provence y del Norte (Lille, Toulon, Niza y Douai). Finalmente, si para la mayor parte de las aglomeraciones ur- banas la «zona privilegiada de los intercambios de población -incluso interurbanos- es su propia región», existe, sin em- bargo, un cierto número de ciudades de reclutamiento franca- mente exterior, tanto si proviene de la región parisiense (Caen, Amiens, Saint-Brieuc) como si proviene de otras regiones, como lo demuestra sobre todo el área de origen de los emigrantes que se dirigen hacia Lyon. Conviene recordar, por otra parte, que, a lo largo de los últimos decenios, las transferencias en el marco nacional no han sido suficientes para satisfacer la demanda de mano de obra de ciertos sectores de la economía urbana de los países desarrollados. Es esto lo que ha motivado la fijación más o menos permanente de trabajadores extranjeros, sobre todo en beneficio de las grandes ciudades. Son alrededor de 1.200.000 emigrantes de color los que se cuentan en Gran Bretaña, ve- nidos de la Commonwealth con sus familias y que se han es- tablecido en las Midlans yen la región londinense; las ciudades industriales de Alemania Federal han tenido hasta el año 1974 alrededor de 2.500.000 trabajadores venidos de los países me- diterráneos, y sólo Berlín Oeste cuenta con 140.000 inmigra- dos, siendo una ciudad de menos de dos millones de habitantes. S) En los países en los que la expansión económica es más reciente o más puntual, las ciudades pueden todavía benefi- ciarse de las reservas rurales más o menos cercanas. En Roma, por ejemplo, el 58 por 100 de los inmigrantes vienen del Lacio o de la Italia meridional e insular. En España se observa una interesante disparidad entre las áreas de reclamo de Madrid y Barcelona, respectivamente. La capital española recibe la ma- yor parte de sus inmigrantes de las regiones vecinas, aún poco afectadas por la industrialización (Castilla la Vieja y Cas- tilla la Nueva, Extremadura); por el contrario, Barcelona, que no puede disponer de reservas de mano de obra catalanas, se abastece fundamentalmente de una inmigración proveniente de Andalucía. En los países aún poco desarrollados, las modalidades mi- gratorias se manifiestan de modo diferente, como lo señala McGee, refiriéndose en concreto al Sudeste asiático: 49 4 - preponderancia de los flujos de migración que se diri- gen hacia la o las grandes ciudades; - las migraciones se realizan fundamentalmente a corta distancia (menos de 100 kilómetros); - las migraciones son directas, sin etapas intermedias. Las investigaciones efectuadas en Africa occidental condu- cen a modelos algo diferentes; así, en Sierra Leona, si las mi- graciones desembocaban últimamente en Freetown, éstas pre- sentan río arriba numerosas variantes de movimientos de am- plitud local. Sólo en las cercanías de la metrópolis los flujos son directos. Finalmente, y como elemento discordante, el dis- trito diamantífero de Kono, en el interior de Africa, constituye una cortina para la atracción de Lagos en el sector sudeste. Nadie duda que a través de los flujos migratorios volvemos a encontrar la jerarquización de las ciudades de acuerdo con la teoría de los núcleos centrales y que la atracción urbana puede ser reconducida de nuevo a un modelo gravitacional, acondi- cionado. Subrayemos finalmente que en el Tercer Mundo, como hace poco en Europa occidental, a las migraciones más o me- nos definitivas se añaden o se imbrican poderosas corrientes de migración temporal, caracterizadas a menudo por un des- equilibrio cualitativo: mayoría de jóvenes solteras en América Latina, y mayoría de hombres casados en Africa y en Asia. Las motivaciones o las imposiciones económicas siguen siendo en todas partes el factor preponderante. Refiriéndose a la India, D. J. Dwyer afirma: «Son las inversiones y las se- lecciones de las implantaciones industriales las que determinan las corrientes migratorias.» Y al referirse de forma más con- creta a Bombay, donde el 73 por 100 de la población está for- mada de inmigrantes, el mismo autor añade: «La oferta de puestos de trabajo sirve de regulador a los flujos de emigran- tes.» La simetría de los movimientos no es siempre tan eviden- te. En efecto, con bastante frecuencia se opone un Tercer Mun- do, donde la saturación de las zonas rurales empuja a los ha- bitantes hacia las ciudades, a los países desarrollados, donde es más bien la creación continua de puestos de trabajo lo que atrae a los habitantes de las zonas rurales. Dicotomía que exi- ge determinados matices, pero que experimenta, en los países subdesarrollados, los riesgos fundamentales del mundo rural 50 (variaciones de las cosechas en función del clima, abandono por parte de los responsables que otorgan prioridad a otros sectores, etc.). 6) La regulación de las corrientes migratorias que se di- rigen hacia las ciudades, aunque con frecuencia va asociada a la dinámica económica, ha suscitado medidas específicas que pueden quedar clasificadas de la siguiente forma: - Medidas apremiantes directas que cierran determina- das ciudades a los inmigrantes. Es lo que ha ocurrido en estos últimos años en Sofia, Lodz y Varsovia, por ejemplo. Salvo funcionarios o trabajadores considerados necesarios, cualquier inmigrante potencial veía cómo se le cerraba la posibilidad de instalarse en la capital, al estar condicionados el permiso de residencia y la vivienda a la obtención de un puesto de tra- bajo. Parecidas reglamentaciones son aplicadas en diversos es- tados socialistas, si bien con una eficacia no del todo plena. Se ha podido observar, en efecto, el establecimiento de un buen número de inmigrantes en los municipios situados al otro lado del perímetro urbano controlado y, posteriormente, su inserción en una actividad urbana al precio de largas inmigra- ciones diarias (Geogr. Review, abril de 1978). - Medidas que, para unos, se derivan de una conciencia revolucionaria y, para otros, de una presión colectiva, se han puesto en funcionamiento, a gran escala, en las ciudades chi- nas, sobre todo en las del Este, con el fin de incitar a millones de ciudadanos a la vuelta, permanente o temporal, al medio rural del interior. - En Europa occidental se han adoptado medidas indirec- tas por el camino de la redistribución de puestos de trabajo. Uno de los procesos mejor organizados es el de las nuevas ciu- dades británicas, de las que más de la mitad de los habitantes proceden de la ciudad central conforme a disposiciones rigu- rosamente planificadas. Todo incremento cuantitativo del número de ciudadanos se traduce en primer lugar en una extensión del espacio ur- banizado, pero al mismo tiempo tendrá diferentes efectos so- bre el casco urbano ya edificado: por ejemplo, una densifica- ción o una renovación del mismo (ver supra). 51 Estos efectos se verán asimismo fuertemente influenciados por la propia naturaleza de las corrientes migratorias. 7) La composición de las corrientes migratorias no es nunca una composición neutra y, por consiguiente, modifica las estructuras demográficas urbanas, indirectamente -por ejemplo, aumentando o disminuyendo las tasas de fecundi- dad- o directamente, según los puntos siguientes: - La pertenencia político-religiosa de los recién llegados puede revestir capital importancia en determinados contextos. Por ejemplo, en Bagdad, antes de la revolución de 1968, las comunidades sumnitas y chiítas rivalizaban entre sí por atraer hacia la capital el mayor número posible de correligionarios. Se sabe cómo en Beirut y Amman la llegada de muchos pales- tinos, a partir de 1948, ha puesto en peligro algunos de los frá- giles equilibrios políticos de carácter interno. - Una aportación étnica específica y masiva tiende a fa- vorecer la constitución de comunidades espacialmente distin- tas, lo que puede eventualmente conducir a segregaciones per- manentes si se restringe la capacidad de integración de la ciu- dad y de su población. Un ejemplo nos lo ofrece la afluencia de población negra, a partir de 1916, hacia las grandes ciuda- des del norte de los Estados Unidos. Entre 1940 y 1960, este movimiento migratorio ha supuesto un incremento de tres mi- llones de negros en el conjunto de las diez ciudades mayores, de los que 650.000 fijaron su residencia en Nueva York. - La composición según la edad de los inmigrantes puede condicionar la transformación del parque inmobiliario de al- gunos barrios receptores. Más aún que el barrio latino, el ba- rrio londinense de Chelsea-Kesington atrae hacia sí una pro- porción excepcionalmente elevada de jóvenes, británicos o no, en edades comprendidas entre los dieciséis y los veinticinco años, con una mayoría netamente femenina. Al presentarse una fuerte demanda de habitaciones o apartamentos «colec- tivos» amueblados, éstos han contribuido considerablemente a la reconversión, más o menos sumaria, de un hábitat bur- gués victoriano. - La estructura socioprofesional es particularmente signi- ficativa cuando el juego de las entradas y salidas ejerce una verdadera filtración, al final de la cual la población residual 52 ve su compOSlClon totalmente desequilibrada en detrimento de una categoría. Una aplicación general referida a Londres ilustrará estos dos aspectos: con una población total de siete millones y medio de habitantes, el Greater London registra anualmente alrededor de 220.000 llegadas y 310.000 salidas, lo que representa una pérdida de 87.000 personas. El impacto más directo de estos flujos sobre la composición de la pobla- ción por grupos de edades es una lenta reducción de la pobla- ción activa y un incremento del número de personas de edad. En efecto, si bien es cierto que Londres atrae de forma inin- terrumpida considerables efectos de jóvenes adultos (15-24 años), también lo es que la ciudad pierde, de forma no menos regular, una importante fracción de su cohorte activa (25-44 años), afectando sobre todo a los matrimonios y sus hijos pe- queños. En el plano socioprofesional, los efectos de la filtra- ción son aún mucho más profundos, si no inquietantes; un éxodo de las categorías intermedias -en el más amplio sen- tido de la palabra- tiende a desarrollar en la ciudad una par- te creciente de las categorías marginales o de bajos ingresos, en yuxtaposición, a su vez, a grupos numéricamente inferiores, de rentas netamente superiores a la media. Distorsión del es- pectro social nacional y bipolarización interna, por elimina- ción de las categorías intermedias, resumen una situación que podemos observar, con sus lógicas variantes, en muchas otras metrópolis. Se ha planteado la hipótesis de que toda ciudad es un sis- tema más o menos abierto a fuerzas externas. Pero aun cuando estas fuerzas fueran nulas, todas las ciudades se verían some- tidas a agentes endógenos de transformación, suficientemente significativos como para merecer un análisis especial. Es evi- dente que, en la práctica, las fuerzas de origen externo e in- terno interfieren y son difíciles de separar. ¿Es suficiente esta circunstancia cuando se trata de elementos fuertemente cua- litativos y suficientemente difundidos para establecer un con- senso nacional como el de la hostilidad británica al hábitat en altura? Igualmente podría establecerse un consenso temporal entre responsables políticos, tecnócratas y promotores, que es lo que ocurrió en Francia hace veinte años en favor de la cons- trucción de torres, para viviendas y para oficinas de trabajo. 53 3. Los DINAMISMOS INTRAURBANOS Con factores externos constantes y en un entorno econó- mico estable, toda aglomeración urbana genera, por sus pro- pias estructuras, diversas fuerzas cuyos efectos vuelven a cues- tionar el equilibrio del conjunto. Podemos clasificarlos en dos puntos principales: A) Delocalizaciones funcionales El hecho más importante de los últimos decenios lo cons- tituye la dispersión de las actividades urbanas hacia la peri- feria. Todos estos movimientos se operan en nombre de fuer- zas de deseconomía, reforzados a menudo por consideraciones referidas al medio ambiente y por diversas acciones volunta- rias; de todas formas, éstas se ven facilitadas por la mejora de las técnicas de transporte. Si este movimiento ha caracterizado principalmente a las actividades industriales, en la actualidad afecta a una diferenciada gama de actividades y servicios. 1) La desindustrializaci6n urbana caracteriza a la mayor parte de las grandes ciudades. No es, como recuerda J. Gott- mann, un fen6meno completamente nuevo, si rememoramos ejemplos hist6ricos, como el de la dispersi6n del trabajo de la seda en Lyon, tras la rebeli6n de los tejedores, o, desde el siglo XVI, en Flandes, la transferencia hacia las zonas rurales de las actividades de producción textil. Durante el pasado si- glo, la tiranía resultante de la escasa eficacia de los transpor- tes había impuesto una fuerte cohesión interna entre el traba- jo y el lugar de residencia, y los establecimientos industriales constituirán agrupamientos más o menos homogéneos en los contornos de los barrios centrales, manifestando una atrac- ci6n especial por la estación del ferrocarril, el puerto o los canales. Fue a lo largo de los años 1920-1930 cuando surgi6 en las ciudades norteamericanas y en Londres un movimiento de transferencia suburbana que no ha dejado de ampliarse y generalizarse posteriormente. . En el período de entre guerras, la suburbanización de la industria londinense supondrá la apertura de nuevas redes de 54 carreteras, pero tan decisivo, al menos, como lo anterior será la creación por la iniciativa privada de zonas industriales co- merciales (trading estates) cerca de estos mismos ejes de ca- rreteras. Todos estos factores favorecen el sector oeste de la ciudad, en detrimento del sector este, hasta hace poco lugar exclusivo de implantación. Actualmente, el movimiento de desindustrialización que afecta a todas las grandes metrópolis del mundo occidental es el resultado de un conjunto de causas entre las que podemos distinguir, antes de entrar en más amplios análisis, las si- guientes: - Las ventajas de las economías externas y de las econo- mías jerarquizadas se ven ampliamente superadas por los inconvenientes y el costo (deseconomías), derivados de loca- lizaciones intraurbanas: congestión de la circulación, dificul- tades de acceso, penuria de espacio e incremento de los costes del suelo e inmobiliarios. - Nuevas tecnologías en los transportes y en la manuten- ción que revalorizan nuevas zonas y provocan el abandono de las localizaciones iniciales. Esto resultó completamente espec- tacular con ocasión del abandono de las zonas portuarias, en el centro de la ciudad, como ocurrió en Burdeos, Londres y Rotterdam. En este último caso, la puesta en funcionamiento de las instalaciones a lo largo de Europort y de Naasvlakte supuso el cierre de los viejos Docks, que en la actualidad es- tán quedando convertidos en solares destinados a construccio- nes, lo que por otra parte representa para el municipio una fuente de beneficios que pueden compensar el descenso de los ingresos fiscales que suponen la suburbanización de las acti- vidades portuarias. - La suburbanización de la mano de obra cualificada que, con frecuencia, precede y acelera la de las industrias. - Toma de conciencia por parte de la colectividad del coste económico y social de los ruidos ambientales relaciona- dos con la presencia de industrias en las zonas intraurbanas y eficacia progresiva de las fuerzas vinculadas a la rehabilita- ción del medio ambiente. 55 - Una política activa de disuasión por parte de los pode- res públicos, motivada tanto por las preocupaciones locales de renovación urbanística como por más amplios objetivos de descentralización. El arsenal de medios puede ir desde la sim- ple penalización hasta la expropiación. Si todos estos factores han tendido a la expulsión de la industria del casco urbano, no cabe duda que las decisiones de los empresarios han estado fuertemente determinadas por la creación de zonas de actividades periurbanas, con frecuen- cia acertadamente situadas en los puntos de entrada y salida de las autopistas, de zonas portuarias y, eventualmente, de las aeroportuarias. Estos procesos migratorios, fruto de múltiples decisiones individuales, alcanzan en los últimos decenios un ritmo sin precedentes en las zonas interiores y en las viejas barriadas, hasta el punto de que las pérdidas que se derivan de ello so- brepasan en gran número la formación de nuevos puestos de trabajo. Estas situaciones de descanso absoluto del número de empleados en las industrias caracteriza a Nueva York City, con pérdidas anuales netas, en estos últimos años, del orden de - 70.000 puestos de trabajo. En el Greater London, entre 1961 y 1975, la pérdida de 450.000 puestos de trabajo indus- triales representa un descenso a un ritmo del - 3,2 por 100 por año, como término medio. Por una parte, este descenso no se ve acompañado de ninguna especialización sensible, de ningún proceso de selectividad; por otra parte, se da de for- ma más rápida que el ritmo de disminución del número de habitantes. Subrayemos finalmente que si, hasta 1970, la pro- gresión de los puestos de trabajo del sector terciario compen- saba ampliamente el movimiento precedente, no ocurre lo mis- mo desde hace algunos años, y podemos hablar de un proceso acumulativo de retroceso; punto de vista que parece poco fundamentado al haberse constatado la existencia de ciertos éxitos y quizá también la toma de conciencia del problema por parte de los poderes públicos. El desmantelamiento de la base industrial es incluso más evidente en Birmingham, don- de hasta hace poco el centro estaba ocupado, en una cuarta parte, por usos industriales; desde 1970, esta proporción ha descendido hasta la octava parte. 56 En París, la desindustrialización ha tardado más en tomar fuerza, si bien J. Bastié ha evaluado en 200.000 los puestos de trabajo desaparecidos entre 1954 y 1971; posteriormente, en- tre 1973 y 1975, el descenso total se estima en un - 8,5 por lOO, mientras que la Petite Couronne presenta un balance más favorable, 0,8 por lOO, y la Grande Couronne continúa crecien- do: 11 por 100. París ha dejado de ser un motor de la econo- mía industrial, y los mismos síntomas presentan por su parte las grandes metrópolis: en Lyon, el barrio suburbano de Vil- leurbane ha perdido, entre 1963 y 1974, varias decenas de es- tablecimientos industriales sin movimiento de compensación. Este proceso de retroceso industrial nos lleva a hacer al- gunas observaciones: - El cierre de los establecimientos industriales en los ba- rrios y en los extrarradios antiguos conduce a la formación de bolsas de desempleo permanentes en las metrópolis con- sideradas, por otra parte, como económicamente prósperas. Esto queda perfectamente ilustrado por la ciudad de Nueva York. Entre 1962 y 1972, los puestos de trabajo en la indus- tria han disminuido en un 25 por 100, mientras que el sector terciario aumentaba en un 22 por 100 y el sector cuaternario lo hacía en un 12 por 100. Los nuevos puestos de trabajo cu- bren los flujos de inmigrantes, mientras que el éxodo de las actividades secundarias deja en los barrios antiguos una mano de obra poco cualificada desprovista de alternativa. - El mecanismo de estas migraciones ha sido objeto de recientes análisis. Unos tienden a mostrar una correlación en- tre la intensificación de los movimientos y los períodos de prosperidad económica o de renovación tecnológica; otros po- nen el acento en los esquemas geográficos. Se ha podido ob- servar varias veces, a propósito de Londres, el carácter fuer- temente sectarizado de las migraciones industriales, a la vez que las empresas abandonan un barrio antiguo para el sector periurbano más directamente accesible. Asimismo, podemos analizar las localizaciones de acogida de acuerdo con los es- quemas zonales concéntricos, y, en este sentido, hay que des- tacar el enfoque original de W. F. Lever, quien, refiriéndose a la dispersión industrial a partir de Glasgow, ha intentado es- 57 tablecer un modelo probabilista de las futuras localizaciones (Norois, núm. 83). - Otro estudio detallado, referido igualmente a Glasgow (Urban Studies, 1974), pone el acento en la desigual movilidad de las empresas. Los resultados de este estudio pueden ex- tenderse perfectamente a otras aglomeraciones urbanas. Al ser las firmas más dinámicas las más móviles, una selección inversa deja en los barrios más antiguos unos establecimien- tos de escasa capacidad de innovación. No obstante, determi- nados tipos de actividades mantienen una fuerte inercia res- pecto a los barrios céntricos, como pueden ser las relacionadas con la confección, la imprenta o la edición. Una nueva circuns- tancia en la lógica de las localizaciones industriales podría modificar la tendencia general al alejamiento de las ciudades, y es el advenimiento de una industria de la recuperación y de la reconversión, como puede ser, por ejemplo, el mercado y tratamiento de los residuos urbanos o de desguaces de coches. Estas instalaciones están obligadas a situarse lo más cerca po- sible de los centros urbanos que las alimentan; asimismo, las materias primas relativamente pesadas que estas industrias recuperan pueden hacer volver, teóricamente, a las fábricas usuarias cerca de sus nuevas fuentes de aprovisionamiento. - En algunas de las grandes ciudades mundiales se está llegando a cuestionar seriamente una política orientada de dis- persión de las actividades industriales urbanas hacia nuevos centros de instalación. El caso del Greater London es suficien- temente ilustrativo, ya que, a las disuasiones recientes, siguió, desde 1978, una estrategia inversa (ver supra). 2) La dualidad de las dinámicas del sector terciario. - El descenso de las actividades terciarias, para ser real, no procede del poderoso movimiento unidireccional que aca- bamos de describir a propósito de las funciones de produc- ción. Mientras que estas últimas, desde el período de entre guerras, comenzaban a abandonar el medio urbano, la impor- tancia de los nuevos servicios, el creciente papel de la informa- ción y los contactos directos hacían necesarias las localizacio- nes céntricas para toda una gama de nuevas actividades. De hecho, cuando, siguiendo los pasos de las ciudades norteame- 58 ricanas, las grandes aglomeraciones urbanas del noroeste de Europa han mostrado, a lo largo de los tres últimos decenios, los mismos síntomas, pareció conveniente distinguir clara- mente entre un sector terciario de diversos servicios, muy pro- penso a seguir a la población en vías de suburbanización, y un sector terciario, al que calificaremos de momento de activida- des de oficina, a menudo fuertemente atado a su instalación lo más céntrica posible y muy desigualmente receptivo a las incitaciones a los desplazamientos, incluso selectivos. El pro- ceso de affinage o de selectividad de los centros ha conducido, sobre todo, a la transferencia de una parte considerable de los equipamientos comerciales al por menor a la periferia ur- bana, afectando este fenómeno incluso a las aglomeraciones urbanas de reducidas dimensiones. Las primeras manifestacio- nes del mismo se observaron, en el período de entre guerras, en la región de Los Angeles, con la creación de simples alma- cenes que vendían con descuentos (discount stores) o de cen- tros comerciales destinados a acoger una clientela motorizada que había abandonado los barrios interiores para dirigirse al extrarradio. Estas formas de comercio se han desarrollado am- pliamente, a partir del año 1950, en el noroeste de Europa; no obstante, algunos países han quedado prácticamente al mar- gen de esta tendencia. Es el caso de Gran Bretaña, donde para- dójicamente las categorías sociales intermedias e incluso mo- destas han sido ampliamente suburbanizadas, pero donde tam- bién, con algunas excepciones, la creación de shopping centres periurbanas ha fracasado hasta ahora por la oposición con- junta de los responsables de la ordenación urbana, defensores de los cinturones verdes, y de los intereses económicos que habían vuelto a invertir poderosamente para reequipar co- mercialmente los centros de las ciudades. En Italia, parece que es más bien la hostilidad del pequeño comercio intraurba- no el que ha impedido a un tiempo el desarrollo de todo tipo de gigantismo comercial y la implantación de centros distri- buidores periféricos. La tendencia a la desaglomeración es igualmente muy sensible en lo que concierne a actividades de servicios, tales como la función hotelera (moteles periurbanos), determinadas actividades de recreo, servicios hospitalarios y centros de enseñanza superior. 59 Por lo que se refiere a las actividades de oficinas (sedes so- ciales, servicios públicos, organismos bancarios y comercia- les ... ) seguimos en presencia de una doble tendencia: una cen- trífuga, que podemos constatar alrededor de algunas grandes metrópolis y que puede estar fomentada por impulsos volunta- rios (ver supra), y otra tendencia centrípeta, aún más activa y que encuentra su propia racionalidad más allá de los efectos de disfuncionamiento. SITUACION COMPARADA DE LAS SEDES DE LAS 500 EMPRESAS INDUSTRIALES MAS IMPORTANTES DE LOS ESTADOS UNIDOS (1956-1974) Centro-ciudad 1956 1974 Nueva York ,. Chicago ,. Pittsburgh . Detroit ,. Cleveland oo. oo' oo .. Filadelfia .,. oo' oo' oo. • • • oo. . Los Angeles .oo ... oo. ... .. • .oo ." (Según W. QUANTE, análisis parcial.) 140 47 22 18 16 14 10 98 33 15 6 14 8 13 Extrarradio 1956 1974 16 46 4 10 2 8 2 4 2 8 6 5 6 La primera tendencia, como lo demuestra el cuadro ante- rior, no podría ser contestada en un sistema urbano como en el de Estados Unidos. Asimismo, los efectivos empleados en el sector terciario de las actividades de oficina no experimentan regresión alguna en ningún centro, mientras que asistimos en algunas metrópolis americanas, desde hace unos quince años, a poderosas tenta- tivas de relanzamiento de los centros o downtown con la cons- trucción de una nueva generación de edificios para oficinas, por ejemplo, en Chicago, en Loop y en Near North Side. En estos casos observamos dos tipos de impactos: el incremento del número de puestos de trabajo de cuello blanco implica ade- más commuters motorizados, dándose el hecho de que en ciu- dades como Dallas o Los Angeles, el SO por 100 del suelo esté destinado al automóvil. Por el contrario, una regeneración 60 funcional de los centros tiende a provocar una nueva deman- da de viviendas de calidad por parte del personal empleado en estas actividades, que es lo que ocurre de forma particular en Chicago, en el perímetro del Loop, la zona central en plena fase de crecimiento. Todo lo que acabamos de analizar de forma sumaria sólo es válido para los países económicamente avanzados y regidos por mecanismos más o menos liberales. Las grandes ciudades de los países socialistas del este de Europa conocen ciertos inicios de desindustrialización planificada, conjugados con un reforzamiento de las funciones del sector terciario en los cen- tros. La planificación a largo plazo de Varsovia, por ejemplo, prevé la recuperación de zonas de almacenes y de industrias situadas en la ribera este del Vístula, en Praga. Pero, incontes- tablemente, es por medio de la orientación deliberada de las nuevas implantaciones industriales como, aparte de las gran- des aglomeraciones urbanas, llega a ponerse de manifiesto la desindustrialización. En el Tercer Mundo, mientras que el sector terciario de servicios prolifera en los centros de las aglomeraciones más dinámicas, son poco relevantes los índices de desindustrializa- ción. Es lógico que hay que tener en cuenta la falta de capitales disponibles para operaciones siempre costosas a corto plazo, pero también la insuficiencia de las infraestructuras de acogi- da, al margen de la metrópoli propiamente dicha. No obstante, puede observarse cierta desindustrialización en Río y en Sao Paulo. B) Movimientos migratorios intraurbanos No volveremos sobre las incidencias del balance natalidad/ mortalidad, cuyas características son más nacionales que loca- les (ver infra). Recordaremos a título de información la tenden- cia-por lo demás, bastante firme en todas las grandes ciuda- des occidentales-a la baja del número de habitantes. La población del centro de Oslo, por ejemplo, pasó de 300.000 ha- bitantes a 180.000 entre 1948 y 1970. Nada excepcional es el caso de Glasgow, que perdió 158.000 habitantes entre 1961 y 1971 (-15 por 100), mientras que la ocupación media de las :61 viviendas pasó de 3,3 a tres personas. Si en Glasgow la política de renovación del parque inmobiliario es la causa principal de la despoblación, con suburbanización del tercio de las personas realojadas, la mayor parte de los movimientos individuales es- pontáneos u obligados dan cuenta, a través de balances migra- torios muy deficitarios, del descenso de las poblaciones urba- nas. y conviene subrayar la correlación existente entre este éxodo urbano y la mejora de las vías de acceso; así, cuando la ciudad de Chicago pasaba de 3,6 a 3,4 millones de habitantes entre 1960 y 1970, la red de autopistas regional se había prác- ticamente multiplicado por ocho (860 Km.). Pero será, sobre todo, en las modalidades cualitativas sobre las que más ponga- mos nuestro acento. 1) La movilidad residencial de los ciudadanos es global- mente conocida; en la Europa occidental ésta se expresa en unos siete cambios de residencia en una vida. En Estados Uni- dos, en torno al 18 por 100 de las familias cambian de domi- cilio cada año. Las tasas de movilidad alcanzan el grado máxi- mo en los barrios céntricos, alcanzando excepcionalmente el 70 por 100 en los distritos poblados de elementos jóvenes y de inmigrantes, descienden en las zonas intermedias y vuelven a subir en los extrarradios, a pesar de la predominancia de residentes propietarios. Mucho más puntual es el conocimien- to de los movimientos en el interior de una aglomeración. Di- versas encuestas anglosajonas subrayan la intensidad de los mismos: alrededor del 12 por 100 por año, referido al conjunto de los habitantes, efectuándose, según parece, la mayoría de los desplazamientos conforme a una doble característica: es- pacio geográficamente restringido, con distancias cortas, y es- pacio socialmente homogéneo, con los mismos tipos de vivien- das y entorno, pero, no obstante, con una clara tendencia por parte de las familias de una categoría determinada a despla- zarse hacia un área de calidad sensiblemente superior al área de origen. - Es evidente que la libertad de elección es exclusiva de las categorías de ciudadanos que han superado cierto umbral de rentas y, a menudo, la movilidad será tanto mayor cuanto más elevado se esté en la jerarquía social. 62 - La movilidad intraurbana supone una considerable flui- dez del mercado inmobiliario, y cuanto más crece esta movili- dad, más aumenta el número de viviendas no ocupadas, pen- dientes del cambio de los usuarios. La movilidad de los ciuda- danos continúa siendo débil en situación de penuria o cuando las modalidades de repartición de las viviendas son rígidas, lo que plantea el problema del sector público de la vivienda, cuya importancia es evidente en la mayor parte de los países de la Europa occidental. Podría llegar a creerse, en un primer aná- lisis, que este stock inmobiliario actúa como un factor de esta- bilidad respecto a los ocupantes de alquiler relativamente pri- vilegiados. Investigaciones recientes, realizadas en los council estates de Londres y de Newscastle, indican que un 20 por 100 de los inquilinos se hayan inscritos en listas que tienden a un traslado o a un cambio, yendo la resultante de estas intencio- nes en el sentido de una suburbanización y de un ajuste de las necesidades a la dimensión de las familias. Tendríamos asimis- mo que añadir el porcentaje que abandona cada año las vi- viendas municipales por las del sector privado, y constatar de este modo que el comportamiento en tal sector de la sociedad urbana no es fundamentalmente distinto de las medias co- nocidas. Si dejamos a un lado las movilidades obligadas, como las expulsiones de cualquier categoría (el 12 por 100 de los movi- mientos según un sondeo efectuado en Christchurch, en Nueva Zelanda), todos los demás movimientos se deben a motivos fundamentalmente individuales y, en el interior de una misma aglomeración urbana, corresponden a una doble finalidad. Por una parte, distinguimos el ciclo familiar, marcado por la for- mación de la pareja, la formación de una familia y, posterior- mente, su dispersión y la edad de la jubilación. Por otra parte, existe un ciclo profesional durante el cual toda mejora de status y, por consiguiente, de ingresos implica un cambio de residencia en la medida en que, por su situación, el individuo se identifica mejor con la categoría y con los valores a los que acaba de acceder. Este proceso, en concreto muy conocido en los países anglosajones, debe también tener en cuenta la contingencia de las zonas preferenciales en el medio urbano. 63 2) La suburbanización selectiva de los ciudadanos ha sido la primera gran expresión de la movilidad urbana. Las premi- sas de este hecho aparecen en Occidente, ya desde el Renaci- lniento, en las ciudades italianas; dos siglos más tarde, la gran burguesía creó alrededor de todas las grandes ciudades europeas una zona formada por parques y amplias residencias con reforzamientos sectoriales en beneficio de la topografía y de zonas pobladas de árboles, testimonios de un entorno muy buscado. En el período de entre guerras, el escalonamiento tentacu- lar de los extrarradios, alrededor de todas las aglomeraciones urbanas de los países desarrollados, indica a un tiempo: - la eficacia de los transportes diarios; - el enriquecimiento de amplias capas sociales intermedias; - las disponibilidades financieras del crédito a largo plazo; - los mecanismos de distribución que responden a una aspi- ración al habitat individual. De lo que se deriva, menos que una disminución de las den- sidades de las zonas internas, un mayor bienestar para los que consiguen abandonarlas. Durante los últimos decenios, la am- plitud tomada por estos movimientos-denominados, según los países, desserrement, overspill, sprawl-se ha convertido en la base fundamental de la dinámica urbanística, hasta el punto de cuestionar el futuro de las ciudades propiamente dichas. Por supuesto, que el grado de dispersión varía considerable- mente de un país a otro. Su mayor intensidad la conoce en Estados Unidos, sobre todo a partir de las aglomeraciones ur- banas del Noreste, que han conocido concentraciones relativa- mente densas en sus barrios céntricos. Pero también un núme- ro cada vez más creciente de grandes ciudades de los países desarrollados conoce, a su vez, los síntomas de este proceso: - Regresión del número absoluto de los habitantes de la aglomeración limitada., - Atenuación del gradiente de densidad que hasta hace poco ofrecía una fuerte inclinación del centro hacia la perife- ria. En algunos casos, la despoblación creciente del centro de- jará sitio incluso a un cráter central, no apareciendo las den- 64 aportaciones migratorias 1.- externas --.... --_ en 1851 Espacios edificados: _ en 1871 111 Centro comercial y de negocios CJ Barrios acomodados [==:J Barrios intermedios k·A ::1 Barrios pobres FIG. 3.-Flujo y dinámica de los barrios en Liverpool en la época victoriana (según un documento de LAWTON y POOLEY). sidades más fuertes más que en las zonas que rodean al cen- tro de la ciudad. Las motivaciones de estos movimientos cen- trífugos se presentan unidos, por una parte, a imperativos económicos derivados de las leyes del mercado inmobiliario y, por otra parte, a una creciente repulsa de la vida urbana relacionada con diversos aspectos referidos al campo sobre la calidad de vida. Tanto global como localmente, el éxodo urba- no, por su propia selectividad, crea comunidades periurbanas homogéneas, pero modifica también, mediante filtraciones su- cesivas, el espectro social de las zonas internas de las ciudades y conduce a acentuar su homogeneidad como barrio. 65 5 a) En una situación totalmente liberal, tomemos como ejemplo los Estados Unidos, podemos observar un éxodo ma- sivo de las clases medias, lo que presenta como corolario la acumulación de las categorías económicamente débiles, inca- paces por sus ingresos de permitir a los municipios el asegurar la gestión de los servicios públicos, lo que supone un deterioro del marco de vida. Este éxodo adquiere una dimensión suple- mentaria, observándose que el mismo se refiere prácticamente a la población blanca y conduce a una especie de apartheid. En París, a propósito de los inmigrantes antillanos, es posible observar un proceso de ghetto-isation atenuado. Mientras que la población parisiense descendía, entre 1962 y 1975, de 2.900.000 a 2.480.000 habitantes, la población antillana pasaba de 16.500 a 65.000 personas, sin que, por otra parte, llegaran a constituir concentraciones importantes, ya que en los dos distritos que han parecido como los más atractivos, el 11 y el XVIII, quedan por debajo del 4 por 100 de la población total. Algo semejante podemos observar en Londres, entre 1961 y 1971, donde la po- blación original de las Antillas anglófonas creció en un 73 por 100, pero sin que se haya producido un incremento de las den- sidades locales debido a un movimiento paralelo de difusión espacial. b) En el contexto semidirigista de algunos países de la Europa occidental, la desaglomeración se debe, por una parte, a la salida espontánea de las categorías medias hacia parcela- ciones privadas y, por otra, al alojamiento de categorías mo- destas en el marco de operaciones planificadas del tipo gran conjunto-ZUP en Francia-eonstituido por edificios colecti- vos. Es también el caso de Suecia, con los satélites de Farsta- Vallingby en Estocolmo, y de los Países Bajos (por ejemplo, Bijlmermeer, al este de Amsterdam). Por el contrario, es el tipo de chalets el que caracteriza la mayor parte de los housing estates periurbanos británicos, por no mencionar las ciudades nuevas propiamente dichas. No obstante, los límites de estas políticas sociales dejan al margen de sus beneficios a algunas categorías urbanas: los trabajadores no cualificados, los inmigrantes recientes, los an- cianos, las familias desorganizadas y diversas categorías mar- ginales que se ven cada vez más representadas en los barrios 66 antiguos. Podemos considerar entonces que es la desconges- tión urbana selectiva, al mismo tiempo que el descenso del número de habitantes, lo que contribuye a los procesos de deseconomía, generadores de la migración de los servicios. e) Contraurbanizaeión o renacimiento urbano en los Esta- dos Unidos. La dinámica demográfica de las grandes aglome- raciones norteamericanas pone de manifiesto, como en otras ciudades, una resultante de tendencias socioeconómicas funda- mentales. No obstante,.la originalidad reside en el cambio pro- fundo de estas tendencias a corto y medio plazo, lo que crea una impresión de incoherencia que puede quedar realmente disipada por el análisis diferencial de las situaciones propias de cada área metropolitana. Counterurbanization es la denomi- nación propuesta por B. J. L. Berry, a mediados de los años setenta, para explicar, a la vez, la interrupción del crecimiento de la mayor parte de las grandes áreas metropolitanas ameri- canas (Standard Metropolitan Statistical Areas) y de las venta- migraciones sucesivas de ciudadanos .--------,1 .--,------., I I r- - - - - - - ... -, aportación migratoria externa centro zona interna antiguo nuevo zona suburbio suburbio periurbana nuevas viviendas ciudades anglosajonas reconquista urbana   ,.,------. .-----.. r-----., I ----o, ,-,------, centro zona interna antiguo suburbio nuevo suburbio zona periurbana en una nueva ciudad Ciudad Paris FlG. 4.-Procesos de «sucesión» y de «invasión». 67 jas espectaculares registradas en las regiones no metropolita- nas. Precisemos que es la inversión de los excedentes migrato- rios, por lo demás favorables a las regiones no metropolitanas, 10 que explica, en primer grado, esta contraurbanización. En segundo grado, hay algunos que afirman que las ventajas deri- vadas hasta ahora de la aglomeración, a partir de cierto in- forme crítico, ya no existen y que la desaglomeración es la verdadera respuesta a las situaciones socioeconómicas postin- dustriales (American Inst. Planners Journal, julio de 1977). Casi simultáneamente observamos, a nivel local, una ten- dencia contraria que sugiere que la suburbanización tiende hacia su propia limitación (Urban Affairs, vol. 12, 1) Y que no sólo el éxodo alimentado por las grandes aglomeraciones ur- banas está en vías de agotamiento, sino que también el centro de éstas se convierte en un lugar de fijación deliberada, lo que, desde luego, es evidente si nos referimos al área metropolitana de Boston. Estos nuevos comportamientos son el resultado de una convergencia de factores cuyos efectos se refuerzan en- tre sí: - la escasez de terrenos disponibles en zonas periurbanas y la necesidad de construir cada vez más lejos; - la elevación de los costes del transporte y las primicias de una era de la ·energía cada vez más cara; - las modificaciones de la demanda en el mercado de la vi- vienda provocan el paso de la casa individual-que resulta muy costosa-a formas de habitat más densificadas, lo que al mismo tiempo está en relación con el descenso de la na- talidad; - la revalorización de la imagen de las central cities como lugar de residencia, junto a un deslizamiento de los traba- jos de la industria hacia actividades relacionadas con servi- cios sofisticados. Podemos esbozar, refiriéndonos a las grandes metrópolis urbanas de los países más desarrollados, el esquema siguiente: 68 Concentración de los puestos de trabajo y de la poblaci6n ! Frenaje (1os fuertes incrementos pasan a las ciudades intermedias) ! Descenso del número de habitantes por las migraciones hacia la periferia ! Dispersi6n de los empleos industriales y, posteriormente, de 'los del sector terciario ! Estabilizaci6n o eventual reconcentraci6n moderada si, por ejemplo, existe penuria energética 3) La búsqueda de modelos espaciales urbanos y sus trans- formaciones encuentra un nuevo interés en la perspectiva di- námica de las migraciones selectivas. a) El modelo norteamericano, válido sobre todo para las áreas metropolitanas del Noroeste y de los Lagos, presenta una dominante zonal. Este opone las zonas centrales en vías de pauperización social y de deterioro del medio ambiente (twi- light area) a los suburbs y commuting zones, que penetran cada vez más profundamente en las zonas rurales, a donde vienen a instalarse las categorías medias o acomodadas, sin que por eso los empleos derivados del sector terciario sigan el mismo ritmo de dispersión. Con sus lógicas variantes, esta dicotomía se encuentra también en las aglomeraciones britá- nicas y australianas, aunque conviene señalar el carácter pura- mente esquemático de estos modelos, ya que sufren algunas excepciones, como las de los barrios de residencias acomoda- das que forman enclaves en las zonas internas (Beacon Hill en Bastan, Chelsea en Londres). Durante tres o cuatro generacio- nes estos barrios han permanecido como bastiones elitistas de las clases medias acomodadas, en el centro de la ciudad, por la calidad, heredada, de su marco de vida, pero al mismo tiempo por el vigor de la imagen que ofrecen y que ha sido lo suficien- temente fuerte como para mantener el amplio consenso social y económico necesario para su permanencia. A todo esto con- viene añadir el peso de las influencias sectoriales determina- das, por ejemplo, por un frente fluvial, un eje de comunicación, 69 y, como ya señaló Hoyt en 1939, el carácter muy sectorial de la difusión de las categorías sociales acomodadas desde el co- mienzo de este siglo (por ejemplo, hacia el este de Seattle o ha- cia el sudeste de Minneapolis). Las recientes transformaciones han desmultiplicado el centralismo hacia diferentes polos pe- riféricos, mientras que localmente asistimos a la reconquista de barrios céntricos por las clases medias (ver supra), siendo entonces el modelo urbano más plausible en las ciudades anglo- sajonas de tipo multinuclear. b) En el noroeste de Europa, las tendencias más recientes observadas en una ciudad como la de París nos llevan a prever el establecimiento de un modelo global de tipo zonal, pero inverso al precedente, al volver a ocupar de forma masiva la zona interior y echando hacia la periferia a las categorías me- nos favorecidas. Aquí también podemos distinguir influencias sectoriales, sin que, sin embargo, puedan servir de elementos plenamente significativos. Se observa, sobre todo, una hete- rogeneidad en el detalle, que resulta tanto de las intervencio-. nes de los colectivos locales, con la implantación de viviendas subvencionadas incluso en la zona interior, como de la multi- plicación de las parcelaciones periurbanas para chalets pro- movidas por organismos privados. e) En el Tercer Mundo, y más especialmente en América latina, ha prevalecido hasta una época muy reciente un modelo zonal con agrupamiento de las categorías dominantes en el centro, en las proximidades del aparato del Estado, de la Iglesia y de la Plaza Mayor. Este modelo heredado de los tiem- pos coloniales está en vías de transformación más o menos rápida, y el proceso más evidente es la difusión espacial, se- lectiva, de las categorías socialmente más privilegiadas hacia un sector suburbano: el norte en Bogotá, el sudeste en Lima, el noreste en Quito o el este en Caracas (P. W. Amato). Esta selectividad corresponde generalmente a sectores topográfica- mente accidentados, generadores de un marco de vida y de lugares exclusivos. Por el contrario, ni la localización de los empleos o de los equipamientos representa aquí ningún papel, como tampoco lo hacen las infraestructuras del transporte, cuya puesta en marcha acompaña, aunque no precede, a la 70 urbanización. Con bastante frecuencia, los barrios céntricos pasan a las categorías medias, mientras que los grupos más desfavorecidos ocupan determinados sectores suburbanos-el sur en Quito y en Bogotá-; pero incluso en este caso los mo- delos sólo tendrían un valor bastante general. d) Minorías y ghettos.-Un grupo o una minoría étnica se individualiza según unos caracteres religiosos, sociales, étni- cos o culturales. En general, a estos planos de clivaje verticales de la sociedad urbana vienen a añadirse divisiones horizonta- les de carácter socioeconómico, de tal forma que todo proceso de integración debe pasar por este doble enrejado de referen- cia. Una constatación de alcance universal muestra también la tendencia espontánea de los miembros de una minoría a tra- ducir su especificidad sociológica mediante un agrupamiento espacial selectivo, al nivel de ciertos sectores o barrios. Estas formas de localización se ven naturalmente muy reforzadas por la pertenencia de la mayor parte de los inmigrantes a ca- tegorías socioprofesionales de escasos recursos. Si tomamos como postulado de evolución normal la difusión espacial y la asimilación del grupo minoritario, éstas dependerán de las condiciones siguientes: - importancia de la diferenciación entre el grupo y el medio de acogida; - actitud del grupo y su aptitud para integrarse; - resistencia del medio indígena e impermeabilidad de los canales de asimilación. En función de la combinación de estos elementos pueden observarse diferentes evoluciones: - Formación temporal de colonias intraurbanas. Este fue el caso de todas las poblaciones europeas inmigradas en las ciudades del Nuevo Mundo. Estudios ya clásicos sobre Boston o Chicago han demostrado, a través de censos sucesivos, la re- gresión de estas concentraciones mediante una dispersión pro- gresiva, dejando sólo estructuras y elementos residuales en los centros residenciales iniciales (como ejemplo, los barrios ale- manes de North Side en Chicago, que surgen hacia el año 1850 y desaparecieron en torno al año 1930). 71 - Ciertos enclaves étnicos dotados de una fuerte perenni- dad caracterizan a las minorías judías en las ciudades que las acogieron en el siglo XIX. La preocupación por mantener la identidad cultural del grupo fue lo que les condujo a una fuerte cohesión espacial. Posteriormente, a diferencia del caso pre- cedente, la integración económica al medio de acogida no se vio acompañada de una integración sociológica, de lo que se derivará la permanencia de una cohesión geográfica, matizada, sin embargo, por transferencias en masa hacia localizaciones suburbanas, como, por ejemplo, en Londres, de Whitechapel hacia las zonas residenciales formadas por chalets de Hendon, Golders Green y Hampstead. - El ghetto es una concentración intraurbana obligada, resultado de una actitud hostil y prolongada del medio ambien- te. Esta segregación tiene a veces una base religiosa, pero lo más frecuente es que conlleve un fuerte elemento socioeconó- mico y racial. De aquí que los ghettos se sitúen en los barrios más desfavorecidos de las zonas intraurbanas. El problema principal reside, pues, en la dinámica del ghetto en el momento en que aumenta su población, tanto por aportación de origen externo como por crecimiento natural. Desde ese momento son posibles diversas variantes. El ghetto puede entrar en un proceso de mejora y de integración en el conjunto de la aglo- meración urbana. Es lo que ocurrió, en el período de entre guerras, con el ghetto constituido en Beirut por los refugiados armenios. En principio, se trataba de un habitat precario que ocupaba terrenos urbanos que estaban sin un destino concre- to. Al permanecer durante bastante tiempo en el mismo sitio, pero integrándose económicamente, mejoraron progresiva- mente su medio de vida: se impusieron los materiales sólidos, se construyeron pisos y, posteriormente, llegaron los equipa- mientos. A este tipo se opone el ghetto permanente, intraurbano, pero en el que la mayoría de sus habitantes tienen escasas perspectivas de promoción socioprofesional y de dispersión espacial. Esta cohesión forzada caracteriza a las grandes ciu- dades de los Estados Unidos, cuya población negra venida del Sur ha aumentado a un ritmo sumamente rápido; en Chicago, 72 por ejemplo, esta población se ha visto multiplicada por 16 entre 1900 y 1950, Ydesde el año 1920 ya aparecen los ghettos al sur de Loop, el barrio central. R. J. Johnston propone el siguiente esquema de formación, concretizado por el aumento del porcentaje de la población de color: - fase de penetración (0-10 por 100); - fase de afirmación (lO-SO por 100); - fase de reforzamiento, de madurez (50-80 por 100); - fase de estabilización y densificación (80 por 100). El proceso de densificación tiene su propia limitación y si la presión demográfica se mantiene, el ghetto progresará, en general, de una forma sectorial, pero debiendo tener en cuenta también la existencia de obstáculos (barrios de status eleva- do, otra minoría sólidamente implantada). En los casos de ghettos de un fuerte y continuo desarrollo sectorial, algunos análisis, como los de L. Schnore, han señalado que su ecología interna reproducía una zonización social interna, desmarcando la de la ciudad, y según la cual, las categorías más acomodadas transfieren su lugar de residencia hacia el exterior, dejando a los elementos más desheredados en los barrios próximos al centro. La permanencia de los ghettos de población de color en los Estados Unidos es muy relativa; sabemos que hasta comien- zos del siglo xx, Harlem estuvo habitada por una pequeña bur- guesía blanca. Durante los años 1950 y 1960, la política de viviendas sociales llevada a cabo en las grandes ciudades a car- go de los fondos federales fortaleció muchas veces la situación de los ghettos. Una política más diferenciada, tendente a mul- tiplicar pequeños conjuntos colectivos a través de los diferentes barrios (por ejemplo, en Chicago), pudo suponer un comienzo de difusión de las poblaciones negras. Asimismo asistimos des- de hace algunos años a la formación de ghettos por parte de latinos originarios de los países americanos de habla española, mientras que operaciones especulativas de reconquista de los barrios céntricos (Loop y sus zonas limítrofes, en Chicago) han cambiado completamente las situaciones territoriales e in- mobiliarias, ampliamente explicativas de la geografía de los ghettos. 73 A un nivel de reflexión más general aparece una especie de contingencia en el carácter y la imagen de los barrios. El de South End en Boston, por ejemplo, ha visto, a lo largo del siglo pasado, a sus afortunados residentes abandonar de forma pro- gresiva el terreno para categorías desheredadas (filtering down), hasta que en estos últimos años se inició un proceso inverso desencadenado por los arquitectos locales. Ello nos lleva a abordar en toda su amplitud el proceso de valorización diferencial del espacio urbano. e) Preferencias objetivas y subjetivas.-Todo ocurre como si cada subespacio urbano, sector o barrio tuviera un significa- do diferente según los individuos y los grupos. Sobre una reestructuración objetiva del espacio urbano basada en ele- mentos tangibles, cada uno de éstos proyecta, en función de sus pertenencias y de su educación, una imagen que hace que tal o cual barrio sea más deseable que otro. Naturalmente, al jugar el mimetismo social, reforzado por los medios publicita- rios, se llega a comportamientos relativamente homogéneos a escala de subgrupos urbanos. La noción de preferencia resi- dencial ha sido recientemente mantenida por múltiples encues- tas, y allí donde prevalece una economía de mercado cada in- dividuo tiende a inscribir su residencia en el complejo de sím- bolos y de valores del subgrupo social al que tiende a pertene- cer. El elemento ponderativo sigue siendo naturalmente la ca- pacidad pecuniaria de cada uno, lo que modera la amplitud de las migraciones intraurbanas que estos comportamientos desencadenan y en los que algunos encuentran la proyección, a nivel urbano, de la sociedad y de la lucha de clases que la anima. En cada momento de la evolución urbana cualquier barrio podría verse afectado por un índice de transformación de su continente y de su contenido, lo que puede expresarse con vocablos diferentes según el criterio que se tenga sobre estos fenómenos y que los anglosajones engloban bajo los tér- minos, no desprovistos de subjetividad, de downgra ding y upgrading. Actualmente, uno de los más claros ejemplos de estos procesos lo constituye, en la mayor parte de las grandes aglomeraciones urbanas del mundo capitalista, la reconquista de algunos barrios intraurbanos por parte de las categorías acomodadas, que hasta hace poco habían optado por el éxodo 74 suburbano. Los ejemplos son innumerables: en París, Marais y las márgenes del barrio latino; en Washington, Georgetown; en Londres, Barnsbury y Stockwell, y los sociólogos británicos hablan del proceso de gentrification. En Nueva York se pro- duce la reconquista del East Side; finalmente, en Brasil, por ejemplo, en Bahía, observamos un creciente interés por los barrios de la época colonial. Estas operaciones, que son el resultado de la convergencia de múltiples iniciativas individuales, suponen una relativa flui- dez de los mecanismos territoriales e inmobiliarios, y su lógica conduce a sustituciones más o menos totales de una población a otra con una serie de cadenas de efectos inducidos, que se- rán analizados más adelante. Esta revalorización de las zonas céntricas no es, naturalmente, ajena ni a las operaciones de reequipamiento de los centros ni a los problemas del coste de los transportes y el acceso, por lo que esta reconquista social afecta, sobre todo, a las grandes ciudades. No obstante, el aspecto de recuperación de un capital estético e histórico incluido en estas motivaciones no debía dejar a ninguna ciu- dad al margen de estas acciones. Esta nueva preferencia por los barrios centrales es poco observable en los países socia- listas, a excepción de la intelligentsia, y muy particularmente en Varsovia, en beneficio de los barrios céntricos restaurados o reconstruidos. En las demás ciudades de la Europa oriental, teniendo en cuenta la aparición de nuevas capas sociales favo- recidas (cuadros, profesiones liberales), es fundamentalmente la suburbanización el efecto más claro, sobre todo en Buda- pest, donde todos los que pueden abandonan el centro para instalarse en los pequeños colectivos que el capital privado o cooperativo multiplica por las colinas privilegiadas de Buda, a costa de las grandes residencias del período de entre guerras. Además, el parque inmobiliario de una gran calidad, heredado del siglo XVIII, sobre los altos que dominan la ribera norte del Danubio, ha ejercido una polarización evidente sobre las ca- tegorías de rentas elevadas, creando indiscutibles formas de segregación espacio-social. La escena urbana aparece entonces como el centro de un enfrentamiento multiforme entre fuerzas a menudo contradictorias que tienden al control y a la apro- piación de un espacio urbano limitado. Oponer las tendencias 75 centrífugas y centrípetas supondría una simplificación exce- siva, cuando a las motivaciones en juego vienen a unirse cálcu- los económicos, ideologías de grupos y, en la mayor parte de los países, acciones debidas a los poderes públicos (Welfare State) que pueden ponderar los efectos del laissez-faire. 4. IMPACTOS DEL TRANSPORTE Ya nos hemos referido en repetidas ocasiones a la influen- cia de los transportes y de sus tecnologías, tanto a nivel de los equilibrios locales como al de todo un sistema nacional. De hecho, entre las diferentes tecnologías que pesan directa o in- directamente sobre la forma, la estructura o la organización urbana, los transportes se inscriben como los más determinan- tes. Desde hace un siglo, la historia urbana no podría ser ex- plicada sin una constante referencia a los transportes. Ha sido la entrada en servicio, con sus crecientes velocidades medias, de los transportes colectivos (tranvía, ferrocarril, autobús) la que ha permitido romper de forma progresiva la cohesión, hasta entonces obligada, del casco urbano. Como corolario de esta descongestión se ha confirmado una especialización funcional del centro, fuertemente condicionada por la presen- cia de las infraestructuras del transporte: zona portuaria, estaciones. En algunas ciudades donde la actividad portuaria había originado la instalación de depósitos, mercados y, a ve- ces, instituciones financieras, la creación de una estación será la señal de una nueva polarización. Esta atraerá hacia sí no sólo los servicios poco desarrollados (administración, comer- cio), sino también la parte más significativa de las actividades hasta entonces centradas en el puerto. Destacaremos los efectos siguientes: 1) Extensión espacial de las tierras interiores de una aglo- meración urbana y del poder de influencia de su centro. Sa- bemos que este poder se refiere menos al número de habitan- tes que a la calidad excepcional de los equipamientos. De esta forma, Lieja, con una población constante, gracias al carácter único de su nudo de autopistas, ha visto considerablemente 76 incrementado su hinterland. A un nivel mucho más amplio, la posesión de un aeropuerto internacional que pueda asegurar el rápido movimiento de grandes aviones es una inversión de tal calibre que sólo algunas de las grandes metrópolis mundia- les pueden disponer del mismo, lo que evidentemente no hace sino incrementar, en detrimento de cualquier esfuerzo de des- centralización, su poder organizador del espacio mundial. Por lo demás, ya hemos citado varias veces la influencia de los transportes en la evolución de los sistemas urbanos regionales y no vamos a insistir sobre este aspecto. 2) Impacto de un transporte en un emplazamiento propio sobre un casco ya urbanizado. Durante los últimos años ha sido frecuente la prolongación o la nueva construcción de me- tropolitanos, casi siempre en un casco ya urbanizado. Los im- pactos, fortuitos o previstos, son bastante numerosos e inten- taremos valorarlos partiendo de algunos casos concretos: - Prolongación de la línea de metro número 8, en el sudes- te de París, a través de la barriada de Maisons-Alfort. Desde 1970 se han abierto tres estaciones, pero las incidencias sobre el espacio atravesado hemos de examinarlas con prudencia, ya que es difícil aislar el efecto metro sobre un medio que ya tenía su propia dinámica. No obstante, podemos subrayar al- gunas formas de transformaciones: - la línea de metro se convierte en un eje de localización preferencial, lo que se manifiesta por un alza del valor del suelo y, aunque menos claramente, de los valores inmobi- liarios, no sólo en el perímetro de las estaciones, sino, de hecho, a lo largo de todo el trazado; - la función residencial se ve reforzada, por una parte, debi- do al hecho de la sustitución de los edificios residenciales por establecimientos industriales y, por otra parte, por una densificación, en forma de pequeños edificios de standing, construidos en las parcelas aún libres y que aprovechan el COS * relativamente elevado, en las proximidades de la línea de metro. Advirtamos que no ha existido ningún ver- '" Coeficiente de ocupación del suelo. 77 dadero acuerdo entre los responsables de la RATP y los servicios de urbanismo; - acentuación del carácter residencial y, tal vez, de dormito- rio, por la reducción del tiempo de recorrido hacia París; - modificación de los flujos peatonales, polarizados por las estaciones de metro y las nuevas prácticas comerciales que repercuten sobre el pequeño comercio (autoservicio, crea- ción de puestos de ventas ocasionales); - implantación de servicios que responden a necesidades de las profesiones liberales, testimoniando por sí mismos el nivel de rentas nuevamente creado. - El nuevo metro de Lyon nos lleva a consideraciones se- mejantes referidas a las nuevas prácticas peatonales y comer- ciales. También parece constituir un activo agente que acelera el cambio de aplicación del suelo, en un radio de seis a 600 me- tros alrededor de cada estación. Esto se comprueba más con- cretamente en el barrio de Villeurbanne, donde un espacio destinado a industrias y a un habitat vetusto se ha convertido en terreno de operaciones para promotores privados, limita- dos, por supuesto, por la obligación de respetar un tope legal de densidad; tampoco aquí el sector público ha querido asumir todas las consecuencias urbanas de la creación de un metro. Los efectos metro parecen ser de la máxima importancia en el casco de los barrios antiguos, pero con ponderaciones locales. De esta forma, la sección de la RER que atraviesa Saint-Maur, en el este de París, y jalonada por cuatro estacio- nes, ha provocado algunas renovaciones residenciales y comer- ciales, pero a pesar de las intenciones no ha podido servir de apoyo a implantaciones de edificios para oficinas. Por el con- trario, parece ser que la RER acentúa el carácter de ciudad dormitorio para el gran extrarradio, cuando no de estación de enlace, si advertimos las amplias áreas de estacionamiento diario que acompañan a cada estación de metro. Es precisamente el impacto de un nuevo transporte en fe- rrocarril sobre la organización general del espacio urbano y las relaciones centro-extrarradio, el que sigue siendo ambiguo, como lo demuestra el caso de San Francisco. El BART (San Francisco's Bay Rapid Transit), inaugurado en 1972, irradia 78 a partir de la downtown; en principio, fue concebido para dis- minuir el flujo de commuters motorizados y algunos vieron en él un medio para la desconcentración. En realidad, lo que ocurrió fue todo lo contrario; los valores del suelo subieron en flecha en la downtown y el mejoramiento de su accesibilidad favoreció el desencadenamiento de la especulación del suelo, tendente a crear un pequeño Manhattan. En las aglomeraciones urbanas, en las que la integración de los diferentes transportes colectivos se manifiesta mediante instalaciones sofisticadas, que permiten el traslado de pasaje- ros, estas estaciones, generalmente subterráneas, se convierten en lugares de centralismo privilegiado, donde se asientan, en la superficie o en el subsuelo, edificios de oficinas, servicios y equipamientos comerciales, como los del complejo Montpar- nasse; el de Halles, en París, o el de la estación de Shinjuku, en Tokyo. 3) Las autopistas en la aglomeración urbana.-La cons- trucción de infraestructuras para autopistas quedó inicialmen- te destinada a las conexiones interregionales, y bajo esta idea, se decidirá en Estados Unidos, en 1956, el amplio programa de autopistas. Muy pronto se planteará el problema de la unión con las aglomeraciones urbanas propiamente dichas. ¿Había que detener las autopistas en una carretera de circunvalación o, por el contrario, había que garantizar una penetración más o menos completa en las propias ciudades? Todos los países que posteriormente emprendieron la construcción de autopis- tas se han enfrentado con este dilema, de graves consecuencias para la dinámica urbanística. Unas veces, la autopista y sus impactos seguirán siendo esencialmente suburbanos-es el caso de París-; otras, se producirá una perturbación más o menos profunda del casco intraurbano, como es el caso de la Megalópolis japonesa y de numerosas ciudades anglosajonas. - La autopista en la aglomeración puede ser tan sólo una vía de penetración, como la prolongación de la autopista del Oeste (M 4) en Londres hasta las cercanías de West End. Tam- bién puede cruzarla de parte a parte afectando al centro de la ciudad, como en Birmingham y en Nueva York, donde la midtown está rodeada, por el este y por el oeste, de express- 79 ways, extendiéndose, respectivamente, a lo largo de East River y de Hudson. Entre las consecuencias negativas más evidentes citemos la supresión de espacio, agravado por los ruidos am- bientales que acentúan el efecto del trazado. Este trazado o corte linear es visual y a la vez funcional, por modificación de la accesibilidad local y social, obligando a los individuos a una nueva práctica del espacio. Existen en las ciudades ja- ponesas fórmulas de integración que buscan minimizar estos inconvenientes, como que la autopista quede sobrealzada y que el espacio subyacente sea destinado a usos comerciales. En Londres, una sección en viaducto de la autopista del Oeste, a través del barrio antiguo de North Kensington, ha sido objeto de una recuperación original: al quedar prácticamente libre la superficie del suelo, se ha utilizado la misma para una serie de instalaciones recreativas y deportivas, que, por otra parte, hacían falta en este barrio subequipado. Toda apertura de autopista implica liberación de un am- plio espacio de varias decenas de metros, lo que significa la destrucción de una parte del casco urbano edificado y el ali- neamiento del resto. Estas operaciones conducen no sólo a la evicción de residentes y actividades, sino que también introdu- cen en el mercado del suelo, hasta entonces letárgico, los gér- menes de la especulación y de la mutación funcional del suelo, a no ser que una actuación pública del tipo de ZAD * se opon- ga a esta evolución espontánea. Allí donde tales disposiciones no existan, la autopista intraurbana favorecerá, a lo largo de todo su trazado, las implantaciones de actividades relacionadas con el sector servicios: hoteles, edificios de oficinas y, even- tualmente, operaciones públicas de mayor amplitud, como el Centre d'Affaires previsto en Toronto tras la apertura de la Gardiner Expressway (1960) en un sector céntrico hasta ahora ocupado por antiguos establecimientos industriales. Asimismo es bastante frecuente que en un determinado perímetro de los alrededores de la nueva vía se desencadene la renovación inmobiliaria a costa de los antiguos barrios, en- trando así en una fase de reconversión, como ocurrió, por ejemplo, con West Side en Nueva York. tll Zonas de ordenaci6n diferida. so Sería ciertamente excesivo atribuir a las autopistas intraur- banas más consecuencias de las que ellas realmente tienen, siendo siempre muy difícil de desenredar el entretejido de causas. Tal vez sea necesario ver en ello, antes que nada, un factor de ruptura que conduce rápidamente a desestabilizar los equilibrios socioeconómicos locales eminentemente pre- carios. - En el extrarradio, el impacto de las autopistas tampoco será nada fácil de aislar, ni en términos de nuevas localizacio- nes ni, menos aún, en términos de reconversiones del casco ya urbanizado. Ciertamente es fácil darse cuenta, en la región parisiense, de la intensidad de los ruidos ambientales y de las reacciones que éstos han provocado, con la simple observa- ción del kilometraje de muros o de sistemas antirruidos. A un nivel más general, la autopista suburbana ha tenido como con- secuencias principales una recuperación del espacio aún dis- ponible y, eventualmente, una intensificación en forma de uti- lización del espacio que garantizará una mayor remuneración de las inversiones, como es el caso de la mayor parte de los servicios comparados con las industrias. Pero aquí también convendrá distinguir el grado de libertad de los inversores privados, porque alrededor de París, las ZUP *, ZAD Ylos Pla- nes de Ocupación del Suelo (POS) han limitado de forma es- pecial las iniciativas privadas, sobre todo a lo largo del traza- do de la vía de circunvalación A 86, en construcción. Puede sernos de utilidad referirnos aquí al famoso caso de la carretera 128, que rodea Boston, y que se ha convertido en el lugar de elección de los centros de investigación y de los industrial parks. Este ejemplo ha tenido el valor de ilustrar, antes que algunos otros, el poder localizador excepcional de las autopistas y, sobre todo, de sus puntos de entradas y sali- das sobre determinadas actividades, incluyendo los centros comerciales. Teniendo en cuenta la problemática de estas ope- raciones, convendría analizar más sus efectos secundarios que sus implantaciones, realizadas la mayoría de las veces sobre terrenos nuevos. Si tomamos como ejemplo la sección de la • Zonas de urbanización prioritaria. 81 6 autopista A 86 Y de la nacional 186, entre Velizy y Créteil, al sur de París, comprenderemos perfectamente la función esta- bilizadora y estructural para todo el extrarradio, provisto de instalaciones, como centros comerciales regionales (Velizy, La Belle Epine, Créteil), el mercado de Rungis, o establecimientos industriales, como los de Citroen, Matra y CI!. La relativa antigüedad de la red de autopistas de los Esta- dos Unidos permite observar un inicio en la dinámica de sus- titución de influencias en las proximidades de los puntos de entradas y salidas de las autopistas periurbanas. Desde el mo- mento en que el espacio libre se hace escaso, es muy frecuente que algunas de las primeras formas de utilización del espacio dejen sitio a una serie de actividades más intensivas y de ma- yor valor (Geogr. Rev., julio de 1978). Se hace difícil llevar más lejos el análisis de los efectos innegables de las autopistas, ya que se trata de una dinámica de múltiples factores, que difunde sobre una matriz pseudo rural todas las formas de la ocupación residencial. Sin que pretendamos aquí introducir otro factor importante de la dinámica urbana, como es la energía, sí hemos de señalar que la nueva situación, y, sin duda alguna, permanente, que ya conocemos, podría a corto plazo traer consigo una serie de importantes transformaciones de las estructuras urbanas. Esto es particularmente cierto en las zonas residenciales del ex- trarradio, en las que predomina el habitat individual; este tipo de urbanización se convierte en generador de una intensa mo- vilidad, basada en los transportes individuales, lo que motiva un consumo global de energía por habitante muy elevado. Una subida continua de los costos energéticos podría llevarnos a fórmulas de ocupación del espacio más densas y polivalen- tes y, al mismo tiempo, a nuevas fórmulas en la utilización del tiempo urbano. Esta primera parte del libro tenía por objeto la identifica- ción de las principales fuerzas, endógenas o exógenas, objetivas o subjetivas, que incurren en la transformación del espacio urbano. Queda claro que algunos de los componentes relati- vos al segundo plano de toda dinámica urbanística sólo han sido sumariamente sugeridos. Estos dependen de los consen- sos sociales o nacionales y de sus modificaciones, a nivel de 82 las formas de existencia, de habitat, de utilizar el tiempo y el espacio. Su toma en consideración por aquellos que tienen el poder de decisión, o bien a través de gestiones de participación, constituye un nuevo elemento. Recientemente se ha destacado profusamente que incluso en una perspectiva de crecimiento demográfico cero habría suficientes incitaciones tecnológicas y las suficientes necesidades, reales o supuestas, como para poder cuestionar los equilibrios internos de la ciudad y man- tener una dinámica intraurbana, lo que implica, por consiguien- te, la necesidad de estrategias de ordenación territorial y urbana. Conviene asimismo recordar el impacto, los efectos de in- ducción y; las nuevas tecnologías y nuevas infraestructuras, sobre todo en el terreno de los transportes urbanos. Sin em- bargo, cualquier implantación excesiva en la periferia urbana (aeropuerto, nueva ciudad, hipermercado) repercutirá más o menos sobre el comportamiento del espacio urbano central. Cada sociedad proyecta sobre el suelo urbano sus formas de utilización del espacio, sus estructuras sociales y sus men- talidades, y a cada generación le corresponde un equilibrio que los instrumentos tecnológicos tienden, en principio, a con- cretizar. Es posible que el nuevo período de movilidad que caracteriza a los países más avanzados no sea nada más que una de las manifestaciones de una sociedad aguijoneada por la necesidad de consumir, e hipersensible ante los signos o ante otras imágenes relevantes. La disyuntiva adquiere vital impor- tancia: o una dinámica urbanística salvaje, que los poderes privados o los poderes políticos utilizan en beneficio de sus intereses o de objetivos políticos, o una dinámica racional que tenga en cuenta la inevitable ruptura de ciertos equilibrios y la modificación de los sistemas, lo que indiscutiblemente supone un perfecto conocimiento de los mecanismos, neutra- les o no, que será necesario dominar. 83 CAPITULO 11 LOS MECANISMOS A partir de una evaluación de los diversos tipos de trans- formaciones que pueden afectar al espacio urbanizado analiza- remos fundamentalmente en este capítulo las condiciones pre- vias, los mecanismos lógicos, las intervenciones voluntarias y la manifestación de los intereses particulares que transfor- man indefinidamente el conjunto edificado y sus diferen- tes usos. 1. CÓMO EVALUAR LA DINÁMICA URBANA Cualquier aproximación relativa a las transformaciones ur- banas supone la definición de los criterios de evaluación y la disponibilidad de elementos que permitan seguir una evolución en fechas sucesivas. Esta evaluación puede relacionarse con los aspectos siguientes, que, naturalmente, pueden combinarse en- tre sí: - Ocupación y aplicación del suelo. Esto puede conocerse a través de diferentes documentos cartográficos obtenidos a lo largo de intensas investigaciones (Land Use Survey, Mode d'occupation des 5015) y de una utilización atenta de la fotogra- fía aérea. No obstante, raras veces estos documentos informan sobre los estados sucesivos, lo que permitiría observar las di- ferentes tendencias. En Francia, una reglamentación como la de los Coeficientes de Ocupación del Suelo CCOS), a largo 87 plazo, podría convertirse en un instrumento de análisis que tendría mucho más valor si se combinara con el conocimiento sistemático del permiso de construcción. La base de referencia podría ser o bien la parcelación (estudios realizados por J. Bastié referidos a París) o la estructura de una cuadricu- lación kilométrica (Land Use Survey, del Gran Londres de 1966). En cualquier caso, se podrían poner de manifiesto las sucesivas relaciones entre el espacio edificado y la superficie del suelo y entre las diferentes formas de ocupación del suelo. - Aspectos morfológicos del entorno urbano. Esto implica, en primer lugar, la toma en consideración de la altura, del volumen de las construcciones, pero también de la edad y la calidad de las mismas, así como de la clase de materiales y de su estado de mantenimiento. Es perfectamente posible cuan- tificar estos criterios y evaluar las posibles transformaciones en un determinado período. Lo mismo puede decirse a propó- sito de las modificaciones del entorno, cuyos efectos son tan- gibles al nivel de la percepción de los usuarios y del comporta- miento de los ciudadanos. ¿Cómo apreciar los cambios de puntos de referencia, de polos de atracción, de itinerarios fa- miliares, del ambiente urbanístico, o los cambios en la sutil connivencia que se establece entre los habitantes de la ciudad y su marco de vida? - El variable uso de la ciudad es igualmente una expresión esencial del dinamismo urbano. Este se manifiesta a medio y largo plazo y, eventualmente, puede ser objeto de medidas objetivas, por ejemplo, en flujos de frecuentación. El plazo medio queda ilustrado, por ejemplo, con la creación de una calle peatonal; el largo plazo, por la migración del centro de gravedad urbano funcional o incluso por las valorizaciones di- ferenciales de un barrio por grupos urbanos sucesivos. La re- ciente rehabilitación de barrios antiguos más o menos deterio- rados no es más que un episodio dentro de una evolución dis- continua y de fases diferentes. - Las fluctuaciones del contenido funcional son relativa- mente fáciles de seguir, tanto en efectivos de personal como en superficie de suelo destinada a este uso. Más difíciles de ana- lizar son las inversiones realizadas por metro de suelo urbano, las relaciones capital/puestos de trabajo o incluso los diferen- 88 tes flujos de circulación generados por cada una de las activi- dades urbanas en su punto de anclaje. Muchos de los estudios sobre las transferencias o las sucesiones de actividades están ya disponibles; podemos seguir fácilmente las modificaciones especiales de un equipamiento-como el del comercio-; lo que muchas veces hace falta es la expresión precisa y cuanti- tativa del fenómeno. - Las densidades residenciales y las diferentes situaciones relativas a la familia, a las condiciones de la vivienda, están ya a nuestra disposición a partir de los censos, y siguen siendo la principal fuente comparativa, aplicada al bloque de viviendas, al barrio y a la ciudad. Es a través de estas situaciones como podemos comprender más fácilmente algunos de los aspectos fundamentales de la dinámica urbana: los movimientos migra- torios, la renovación de los habitantes, el cambio de carácter de un barrio determinado. Recientes estudios, realizados en contextos y con objetivos muy diferentes, señalan, por una parte, la universalidad del dinamismo, pero al mismo tiempo, la posibilidad de estudiarlo a través de metodologías más o menos sofisticadas. Las transformaciones morfológicas del espacio parisiense intramuros entre 1954 y 1974 (investigación dirigida por J. Bas- tié). En veinte años, el 24 por 100 del suelo del espacio edifi- cado ha sido reconstruido; de continuar este mismo ritmo serían suficientes ochenta años para una total mutación del mismo. En más de la mitad de los casos, las parcelas han su- frido una concentración parcelaria y sus resultados pueden quedar expuestos en el siguiente esquema: - El balance anual entre construcciones y demoliciones excede con mucho en favor de las primeras, con una diferencia de 700.000 m? cada año. - La intensificación de la ocupación del suelo se ha lle- vado a cabo recurriendo a la dimensión vertical, pasando la altura media de los edificios de seis a 20 metros. Convendría, al mismo tiempo, analizar mejor la intensificación debida a la creación de subsuelos habitables, y en algunas zonas, al paso hacia un urbanismo subterráneo. 89 - Se ha realizado una transferencia de destino en favor de dos categorías funcionales: la vivienda y las oficinas, en de- trimento de la industria, cuya influencia global ha pasado de un 10 por 100 a un 6,6 por 100. - El parque de viviendas ha aumentado en 209.000 uni- dades, lo que relacionado con una disminución de la población de 600.000 habitantes, nos sugiere unos procesos cualitativos de una gran amplitud. - El impacto geográfico de las transformaciones es muy desigual, de tal forma que el coeficiente de renovación morfo- lógica ha alcanzado los valores más aitos en los distritos peri- féricos donde se han llevado a cabo importantes operaciones de renovación (como ejemplos podemos referirnos a los dis- tritos XIII, XV Y XVIII). Un análisis comparativo de la estructura ecológica de Hong- Kong, en los años 1961 y 1971 (cf. Lo, in Environment and Planning, 1975). El primer objetivo de este estudio era el de realizar un aná- lisis de los múltiples factores de las características espacial y ecológica, aplicado a cada uno de los veintisiete distritos que conforman el territorio. Los datos obtenidos en los censos de 1961 y 1971 consisten en 28 variables referidas a las caracterís- ticas demográficas y socioprofesionales y a las condiciones de vivienda. Se trataba después de comparar las dos situaciones y de analizar los cambios producidos, tratando de averiguar, mediante un tratamiento informático, los grupos de factores más significativos en los años 1961 y 1971, es decir: el origen étnico (local, China continental del Sur y del Norte, Europa) y el status socioprofesional. La última fase del estudio consistía en determinar los tipos ecológicos y en cartografiar la distribución de las dos fechas de referencia, con el fin de hacer más explícitos los cambios. Estos quedan delimitados por dos procesos: - especialización del centro comercial y extensión lateral a ex- pensas de los antiguos barrios populares (old established blue/white collar worker belt); - transformación de las franjas rurales situadas en la penín- sula de Kowloon en una zona de viviendas sociales, mien- 90 tras que las franjas rurales situadas en el lado opuesto, al sur de la isla de Hong-Kong, se convertían en barrios resi- denciales selectivos. Los parámetros que dan cuenta de estas evoluciones y de los esquemas de localización son, en primer lugar, la renta individual; por el contrario, el origen geográfico, que favore- cía a las personas llegadas del exterior, tiende a dejar su sitio al nivel educativo. Conviene también tener en cuenta una polí- tica de realojamiento social en la periferia-el 44 por 100 de los habitantes son inquilinos del Gobierno-, mientras que muchos de los cuadros, residentes temporales, son alojados por sus empresarios públicos o privados. 2. Los SIGNOS DE LA DINÁMICA DEL MARCO EDIFICADO Las manifestaciones más evidentes de la transformación urbana se refieren a las sustituciones, a los cambios de destino del marco edificado y a los sucesivos usos del espacio urbano. En primer lugar, propondremos una clasificación tipológica, teniendo en cuenta la muy variable escala de los fenómenos. 1) Modificaciones relativas al uso de los edificios. La re- lativa perennidad del conjunto edificado, frente a las necesida- des funcionales, que evolucionan a un ritmo más rápido, está desde hace siglos en el origen de multiformes sustituciones" tanto a nivel de un bloque como de una manzana e incluso de toda una calle. Citemos, por ejemplo, el caso de los mews londinenses. Especie de vías de servicio situadas en la parte trasera de las viviendas de la burguesía, los mews estaban al principio bordeados de cobertizos y cuadras. Con la época del automóvil, los edificios de servicio se convirtieron en garajes y talleres. Una evolución suplementaria durante los tres últi- mos decenios llegó a transformar muchos de estos edificios en viviendas de lujo, y los mews vinieron a ser muchas veces sinónimos de un habitat selectivo; los cambios externos (colo- res, jardines) contribuyeron a una total inversión de valores, reforzada por cierto sello de antigüedad, a lo que se añade la 91 tranquilidad de una localización que queda al margen de los ejes de circulación. En un concepto más general, y desde finales del siglo XIX, hemos podido asistir con mucha frecuencia a cambios de des- tino, puntuales, espontáneos, que podríamos describir según el siguiente esquema: Edificio de residencia acomodada unifamiliar Edificios residenciales Plantas bajas de los edificios Tiendas comerciales ~ ~   ~ ~ multiocupaci6n por categorías de renta baja hoteles, oficinas, servicios administrativos talleres, comercio nuevos tipos de tiendas o de servicios Destacaremos el caso frecuente, observado en todas las zo- nas del extrarradio del período de entre guerras, de calles ini- cialmente residenciales en las que muchas de sus plantas ba- jas han quedado convertidas en tiendas de comercio, a costa de reajustes estructurales limitados, desde el momento en que el equipamiento comercial local se revela insuficiente. Estos son algunos de los múltiples signos de una flexibilidad que, hasta la entrada en vigor de reglamentos de urbanismo, per- mitía al conjunto edificado responder a las necesidades con- tingentes. Esta dinámica, desarrollada a base de numerosas decisio- nes individuales que convergían en sus efectos, puede condu- cir a transformaciones fundamentales, en concreto a una den- sificación de la población residencial, correlativa a una sobre- ocupación progresiva del parque inmobiliario por parte de las categorías de baja renta: lo que es posible observar hasta la época actual en la zona interna de las ciudades de los países industriales, adonde afluyen los trabajadores inmigrantes y, eventualmente, sus familias. No obstante, el proceso de densi- ficación es mucho más intenso en las metrópolis del Tercer Mundo. El caso de El Cairo es un buen ejemplo de lo que es- tamos diciendo, con un flujo de alrededor de 100.000 campe- sinos cada año. El barrio de Bab al-Sharia alcanza una enorme densidad de 153.000 habitantes por kilómetro cuadrado; la penuria de espacios libres impone, por toda la ciudad, solucio- 92 nes improvisadas como las de la colonización de las azoteas de las casas como formas de hábitats temporales. La mitad de los cairotas vivirían en este estrato horizontal superpuesto al casco tradicional, mientras que un millón de squatters han tomado posesión de la amplia Cité des Morts, situada en el lí- mite de la ciudad y formada por edificios fácilmente recupe- rables. 2) La total renovación de los edificios y, eventualmente, un cambio de su uso son los restantes signos de la dinámica urbana. Esto se aplica, de modo especial, a algunos de los grandes usuarios del patrimonio del suelo y cuyas necesidades, hasta hace poco considerables, han sido puestas en tela de jui- cio, en función de circunstancias tecnológicas, de estrategias financieras o de presiones políticas. El caso más extendido es el de la recuperación de los dominios industriales intraurba- nos. El ejemplo de Chicago puede ilustrar perfectamente las variantes del proceso. En South Side, las amplias instalaciones de International Harvester han sido ahora ocupadas por un parque industrial de actividades diferenciadas. En West Side, una encuesta, realizada en 1971, sobre un millar de empresas industriales que habían dejado de funcionar, mostraba cómo el 20 por 100 de los edificios habían sido demolidos, mientras que un 10 por 100 habían quedado vacíos; el resto había expe- rimentado una cierta reconversión en beneficio de industrias relacionadas con la edición, aunque la mayor parte de ellos se habían destinado ahora a actividades del sector servicios (Ur- ban Affairs, 13, 1). Orientaremos nuestro análisis hacia otro tipo de zonas: - Las instalaciones militares relacionadas con el territo- rio urbano se habían visto particularmente reforzadas, en Eu- ropa, a lo largo del siglo XIX, tanto por recintos fortificados, ciudadelas, cuarteles, depósitos de armas, como por terrenos no construidos. Situadas en zonas suburbanas en su momento, estas instalaciones se han visto poco a poco englobadas den- tro de las ciudades, mientras que las consideraciones logísticas hacían menos deseables ciertas localizaciones. En Francia, la reducción de los efectivos militares, al día siguiente de la úl- tima guerra, combinada con las necesidades de nuevos servi- 93 cios públicos y con una penuria de locales, provocó la trans- formación de algunos cuarteles en centros administrativos y escolares (por ejemplo, en Orleáns, las instalaciones militares situadas en el norte del centro de la ciudad). Más recientemente, la creación de nuevas universidades y la ordenación de centros direccionales o comerciales han ejer- cido fuertes presiones y, tras decisiones tomadas a los más altos niveles, quedarán liberados los terrenos destinados a las universidades y facultades de Rennes, Nanterre y Estrasbur- go. En Lyon éste será el destino esencial del espacio necesario para la operación de ,La 'Part-Dieu y, en Montpellier, para el barrio administrativo del Polygone. Un procedimiento deno- minado de echanges compensés permite a las Fuerzas Arma- das conservar el control de las negociaciones y de mantener ventajas. - En el suburbio del sudeste de Londres, las 500 hectá- reasen las que se ha construido el complejo urbano de Tha- mesmead han sido rescatadas al arsenal de Woolwich. En al- gunas ciudades, litorales o no, algunos fuertes o ciudadelas han sido recuperados para fines recreativos (por ejemplo, el fuerte de Sevran en el norte de París). Conviene asimismo re- cordar las recuperaciones urbanísticas o inmobiliarias de mu- chos de los recintos fortificados, constituyendo el caso de Pa- rís, a partir de 1920, uno de los más claros ejemplos, mientras que en Estrasburgo la movilización de estos terrenos no fue una realidad hasta los últimos decenios. - Las propiedades ferroviarias representan, por su parte, una categoría única en el medio urbano, debido a su omnipre- sencia y a su potencial adaptable. En efecto, desde hace unos veinte años, la función del ferrocarril ha sido reconsiderada en la mayor parte de los países industriales y la gestión de los espacios ferroviarios ha experimentado un verdadero cambio, ponderado, no obstante, por la preocupación de las compañías, tanto nacionales como privadas, de no desprenderse, sin ga- rantías o sin compensaciones sustanciales, de los terrenos que han alcanzado un gran valor por la penuria de espacios libres. Sólo en la ciudad de París se estima que en una superficie ur" banizada de 8.693 hectáreas, 556 de éstas están destinadas al ferrocarril, de las que unas 130 hectáreas, no utilizadas real· 94 mente, podrían ser rápidamente recuperables. En Londres, las British Railways se inscriben entre los seis propietarios de sue- lo más importantes. Podrían distinguirse las siguientes evolu- ciones: - Supresión de líneas intraurbanas y cesión de estas pro- piedades lineales al municipio, que, a su vez, puede transfor- marlas en vías peatonales (por ejemplo, en Stoke-on-Trent), en vías rápidas (expressway este-oeste en Ottawa), en pistas reservadas para los transportes colectivos por carretera, como es el caso de Nottingham, donde una antigua red radial adap- tada podrá ofrecer 54 kilómetros de líneas de autobuses que unan el centro de la ciudad con los diferentes extrarradios. - Reconversión de almacenes y de estaciones conforme a múltiples modalidades, resultado de las necesidades y la ima- ginación local. Así, en París, la estación de Orsay alberga un teatro, una sala de subastas y, tal vez, se convertirá en un mu- seo. La estación de La Bastille es un lugar de exposiciones y de ferias; en Londres, una antigua cochera de locomotoras, la Round House, se ha convertido en un teatro de vanguardia, al mismo tiempo que las medidas adoptadas de conservación puedan prevenir la destrucción de estaciones que, por otra parte, quedan integradas en el patrimonio artístico (Saint- Paneras Station). - La participación en las operaciones especulativas de re- novación urbana provoca el vivo interés de las compañías fe- rroviarias. Para ello estas compañías tratan con los promoto- res privados o con los poderes públicos que, por ejemplo en Francia, concederán derogaciones locales con los coeficientes de ocupación del suelo. Si los terrenos de la estación París- Tolbiac fueron vendidos para oficinas HLM, las instalaciones de los almacenes de La Villette se destinaron a una operación de objetivos residenciales y comerciales. A muy diferente ni- vel podemos mencionar la operación de la plaza Ville-Marie y de la plaza Bonaventure, en Milán, a expensas de una antigua clasificación o incluso la construcción del Centro Direzionale en el emplazamiento de la estación de la Porte Garibaldi, en Milán. - La superposición de nuevas construcciones, que corre pareja con el hecho de que las instalaciones ferroviarias se 95 hayan hecho subterráneas, es una fórmula recientemente apli- cada en muchas ciudades. En Lieja es la construcción de auto- pistas por encima de los ejes ferroviarios en servicio; a veces, el cubrir una vía férrea urbana en trinchera permite la insta- lación de parkings (por ejemplo, Aix-la-Chapelle, Münich, Stutt- gart) o galerías comerciales (Essen). En Nueva York, recientes rascacielos como el de la Panam han sido construidos sobre pilares metálicos que han permitido mantener en la superficie del suelo la actividad ferroviaria. - Un desplazamiento lateral de una estación puede libe- rar espacios de superficie. Un ejemplo claro nos lo ofrece la operación Maine-Montparnasse. Desde 1932, en París, se inten- tará la liberación de espacios ferroviarios, pero no será hasta 1956 cuando la SNCF, en un contexto de modernización de sus recursos, decide concentrar en la estación del Maine todo el tráfico que era dirigido todavía a la estación de Montpar- nasse. En principio, los terrenos libres debían ser destinados a jardines públicos; en realidad, la SNCF tendría la intención de financiar los trabajos de la estación del Maine mediante una rentabilización de los terrenos liberados y una recupera- ción del derecho a construir. En 1965, la idea de construir una torre convence a los medios responsables y, en 1973, la Tour Maine-Montparnasse, de 210 metros de altura, queda termina- da. Con frecuencia, este tipo de operaciones aparece acompa- ñado de una utilización sistemática del terreno subterráneo; el caso más claro parece ser el de Montreal, con la red de vías peatonales convergiendo hacia la plaza Bonaventure y comu- nicándola con la estación del CNR, los grandes almacenes y con los hoteles. La rentabilidad económica de estos elementos subterráneos se busca generalmente mediante el alquiler de espacios comerciales, lo que podemos comprobar tanto en Montparnasse como en el centro de Montreal, donde la pro- tección contra los rigores del invierno puede ser considerada como una ventaja suplementaria. - Los aeropuertos que han cambiado de sitio y sus co- rrespondientes instalaciones (hangares, estaciones termina- les ... ) representan casos aislados, aunque cada vez más fre- cuentes, que liberan amplias superficies desde el momento en que el funcionamiento de sus equipamientos no puede ser 96 adaptado a las necesidades del tráfico aéreo, debido a la pro- gresiva inclusión en el casco suburbano en proceso de densi- ficación. En Francia, Lyon-Bron y Le Bourget son dos claros ejemplos de este fenómeno. La reconversión de estas zonas libres supone siempre una operación de ordenación territo- rial planificada. Citemos el ejemplo del antiguo aeropuerto de Beirut, que quedó convertido en un complejo educativo y de- portivo; en Croydon, al sur de Londres, los edificios albergan ahora una zona de actividad, mientras que los terrenos se han destinado a un amplio espacio recreativo flanqueado por una unidad de bloques de viviendas; el emplazamiento del peque- ño aeródromo de Saran ha servido de polo de desarrollo para el centro direccional norte de la aglomeración urbana de Or- leáns. - Las instalaciones portuarias (dársenas, muelles y alma- cenes anejos) constituyen el último tipo de las amplias muta- ciones funcionales que pueden darse en un medio urbanizado. La razón principal es la migración de las operaciones portua- rias en nuevas zonas, aptas para responder a las nuevas condi- ciones de accesibilidad y de manutención. Estas transferen- cias dejan tras de sí una serie de equipamientos considerables y heterogéneos, difíciles de volver a utilizar. Conviene distin- guir, en primer lugar, las instalaciones marítimas, como los docks y sus anejos, cuyo ejemplo más claro nos lo ofrece la reconversión de las 1.200 hectáreas del puerto de Londres (ver infra). Estos pueden ser también los casos de los muelles y ma- lecones, como los piers de Manhattan en Nueva York, que, una vez terraplenados, se han convertido en terrenos edificables (por ejemplo, la zona del World Trade Center). Están también los puertos fluviales, cuya migración río arriba o río abajo, acelerada por los imperativos del entorno, libera determina- das zonas y origina de esta forma toda una gama de recupe- raciones urbanísticas (ver supra, las acciones azonales). No siempre podemos ver con claridad una tendencia do- minante, resultado de estas transformaciones de forma y con- tenido; no obstante, podemos distinguir los siguientes tipos: - Dominante vertical, sobre todo cuando el espacio ur- bano queda limitado por las propias necesidades naturales, 97 1 como es el caso de cualquier renovación residencial que se pretenda emprender en Montecarlo o incluso en los centros comerciales de Hong-kong y en sus barrios de viviendas so- ciales. Este puede ser igualmente el resultado de las opciones de ordenación urbana, concertadas entre los poderes públicos y los promotores privados, en la mayor parte de las renova- ciones de los centros de las ciudades y, asimismo, en opera- ciones que tengan una finalidad residencial. Podemos citar, por ejemplo, las operaciones de edificios de gran altura (IGH), como las operaciones Italie y Front de Seine; no obstante el respeto a los coeficientes de ocupación del suelo (COS) impide cualquier densificación global, siendo ésta sólo puntual. Por el contrario, se da una indiscutible densificación en el momen- to de la sustitución de los grandes conjuntos colectivos por una zona de chalets en el extrarradio. Esta densificación re- sulta aún más espectacular en Hong-kong, donde la afluencia de inmigrantes, en un espacio restringido, conduce a la puesta en marcha de programas de viviendas sociales en edificios co- lectivos cada vez más elevados, con una media de unos 3 m 2 por persona en 1970. - Una dominante horizontal puede poner de manifiesto un proceso de difusión, de colonización lateral por una fun- ción o categoría social. Por el contrario, es muy difícil que la transformación morfológica reduzca la altura de la construc- ción inicial. A lo sumo podremos observar una cierta volun- tad de densificación que corre paralela con una renovación por edificio que no sobrepase los cuatro o cinco niveles. Esto lo podemos ver en la mayor parte de las operaciones de reno- vación urbana en Gran Bretaña, abandonadas durante los años sesenta, en que la construcción de torres de viviendas se hizo más frecuente. En cualquier circunstancia, la relación en- tre densidad y tipo de construcción viene determinada por el coeficiente de ocupación del suelo y las normativas referentes a los espacios abiertos. Las tendencias que se deducen de la dinámica urbana son, sin duda, más significativas en términos de contenido socio- profesional o funcional de los barrios (ver supra), aunque esta evaluación depende mucho del lapso de tiempo considerado y de la toma en consideración de la dimensión cronológica. 98 3. RITMOS URBANOS Tomadas en períodos limitados, las transformaciones banas sólo ofrecen simples pasos, para cada parcela o cio, de una situación A a una situación B. En períodos del orden de una generación o de un siglo, estos cambios de ción tienen todas las posibilidades de ser mucho más rosos, pero no se inscriben forzosamente ni en evoluciones lineales ni en ritmos regulares. A decir verdad, la información sobre este tema es muy incompleta. Se admite que las formaciones del casco urbano dependen de los ritmos de la historia de los acontecimientos y de la historia económica, más de con retraso en la reacción. Así es necesario que curra casi un decenio entre una catástrofe y la reconstrucción consiguiente. Asimismo, los efectos de una recesión económica no son inmediatos; por el contrario, éstos pueden durar fectamente más allá de la reactivación, como testimonian,   tualmente, en las zonas internas de las ciudades anglosajonas las numerosas parcelas vacías, legado de las sucesivas caídas del mercado inmobiliario y dedicadas a usos marginales porales como parkings. En un plazo largo, a una evidente variabilidad de los mos de transformación viene a añadirse, en un plano   tativo, la diversidad de las diferentes escalas de evolución. Sería, en efecto, una gran excepción que una manzana de   sas o un barrio retuvieran durante un largo período tanto sus funciones como sus características sociales. El siguiente cua- dro intenta sugerir algunas escalas, marcadas por varios es- tados sucesivos: T o -+ Ti -+ T 1 -+ T l Residencia -+ Residencia popular -+ Residencia acomodada nobiliaria + pequeña industria (ej.: el Marais) Residencia Sector terciario de Sector terciario direccional -+ -+ + residencia mixta oficinas y comercio (ej.: la City) Residencia -+ Residencia burguesa -+ Sector terciario variado popular + residencia variada Comercio -+ Industria -+ Sector terciario de transformación administrativo o de oficinas 99 La impresión de sucesión se impone, sin que sea fácil iden- tificar los significados de este proceso, cuya característica cí- clica -retorno a un estado próximo al inicial- es bastante rara, cuando no fortuita. Asimismo, estos estados sucesivos están relacionados entre sí por una lógica incuestionable, y algunos investigadores han visto en las cadenas de Markov un instrumento explicativo. Recientemente, la noción de reciclaje o reconversión del suelo urbano se ha impuesto en nuevos términos. Igual puede tratarse del resultado de una realización de infraestructura (medios de transportes) que modifica la atracción de un ba- rrio, como puede referirse a un comportamiento de grupo so- cial (revalorización de un barrio antiguo) o, incluso, el cálculo de los principales detentadores del patrimonio territoriaL Recordaremos, sin insistir en ello, dada la abundancia de trabajos que existen sobre este tema, que estos procesos de succession, para utilizar la terminología americana, conocen una dimensión suplementaria desde el momento en que, en una sociedad urbana sociológica y económicamente muy com- partimentada, determinados grupos étnicos y raciales, homo- géneos y permanentes, se reparten el espacio urbano. Cualquier modificación que afecte a la propiedad de uno de ellos crea un vacío o un desequilibrio que desencadenan el reajuste es- pacial de los demás (ver los trabajos de R. L. Morrill y H. M. Rose realizados sobre los ghettos norteamericanos). Hasta ahora, nuestra aproximación a la dinámica urbana ha sido fundamentalmente analítica y descriptiva. Pero además de la diversidad de las manifestaciones externas es deseable aprehender los mecanismos, las fuerzas que los animan y las intenciones que los subtienden. Pueden tomarse varios cami- nos: muchos se apoyan en la utilización de modelos teóricos y privilegian consideraciones de tipo económico, como Alonso, Wingo y, más recientemente, H. W. Richardson, en su investi- gación sobre una nueva economía urbana. El interés de la con- tribución de Forrester está, antes que nada, en el lado prác- tico de sus objetivos: aportar remedios a la crisis urbana ame- ricana, pero también en su sentido agudo de las interrelacio- nes entre empleos, viviendas y demografía. Igualmente ins- tructiva es la exposición de los impactos y las oleadas de efec- 100 tos secundarios, desencadenados por cualquier decisión vo- luntaria y que acaban siendo, a veces, la inversa de los efectos buscados, al cabo de un cierto tiempo. Toda mejora sectorial en un sistema urbano contiene, según Forrester, los fermentos del deterioro de los otros componentes, cuando no de su pro- pia destrucción. Situándonos a un nivel explicativo muy diferente, la es- cuela marxista, representada por H. Lefebvre, D. Harvey y M. Castells, se preocupa fundamentalmente por identificar los elementos determinantes, con el fin de esclarecer los mecanis- mos de decisión y más en concreto los objetivos perseguidos por los diferentes actores que intervienen en la escena urbana. En realidad, todas las aproximaciones explicativas deben tener en cuenta, para ajustarse a la realidad, las presiones, las iner- cias, la evolución casi mecánica, los impactos y las reacciones en cadena. Estos diversos temas de reflexión constituirán la materia de este parágrafo. 4. INERCIAS y PRESIONES Cualquiera que sea la fuerza de los agentes de la dinámica urbana, éstos sólo pueden expresarse mediante un esquema existente en el que los legados de las fases urbanas anteriores suponen otras tantas obligaciones que pesan, de distinta for- ma, sobre el futuro de la ciudad. Es como si ciertos elementos del casco urbano sufrieran una osificación permanente que les garantizara una casi perennidad. Es el caso, por ejemplo, de la red de comunicaciones. Dejando a un lado las medidas de alineamiento, de alcance muy limitado, sólo en el marco de operaciones excepcionales puede quedar reordenada, total o parcialmente, la red de comunicaciones (por ejemplo, en el barrio de la Défense o en el conjunto de Barbican, en Lon- dres). En función de su grado de presión podemos clasificar los legados urbanísticos de la siguiente forma: - Los elementos-reliquias, como los edificios civiles, re- ligiosos o militares, cuyo valor arquitectónico se dobla con una significación subjetiva. La noción de edificio clasificado se ha extendido recientemente a las construcciones consideradas 101 como no históricas, como son los edificios destacados de la revolución industrial. A otro nivel, en Francia, por ejemplo, una legislación que se remonta al año 1903 hace destacar el monumento en beneficio del conjunto arquitectónico prote- gido, y la ley Malraux de 1962, al crear sectores protegidos, ha acrecentado sensiblemente la inercia del espacio edificado. Señalemos que la presencia de vestigios arqueológicos no sig- nifica necesariamente la congelación del suelo. Existen formas de inserción en los equipamientos contemporáneos, como en el centro de Sofia, donde los pasos peatonales subterráneos salvaguardan los restos de la ciudad romana. - Los terrenos enajenables que corresponden a diversos servicios del Estado o a los colectivos locales. En esta catego- ría entran la mayor parte de los parques y espacios públicos abiertos. - Algunas infraestructuras, sin llegar a poseer el privile- gio de la inalienabilidad, permanecen durante el suficiente tiempo como para determinar el futuro de un sector urbano. Citemos la estación de Perrache, en Lyon, que desde hace un siglo domina toda la evolución del sur de la península, entre el Saona y el Ródano. Asimismo, la mayor parte de los aero- puertos metropolitanos, al nivel al menos· de los planes de ur- banismo, crean zonas de menos desarrollo en un amplio radio de acción, donde, por el contrario, se mantienen ciertas apli- caciones específicas (explotaciones agrícolas) o planificadas (zonas de almacenes o comerciales). En el mismo orden de ideas recordaremos el efecto de barrera ejercido permanentemente sobre un crecimiento ur- bano espontáneo, debido a la existencia de estaciones de fe- rrocarril o de cuarteles. Este último caso se ha podido ob- servar durante largo tiempo en el sector noroeste de la aglo- meración de Orleáns, y todavía en el sudeste de Bourges. Asi- mismo, el caso de Orleáns pone de manifiesto la contingencia de estos efectos desde el momento en que se modifican los patrimonios militares. Lo que significa que cualquier estudio de impacto que se realice actualmente debe integrar el factor tiempo para que tenga una utilidad real. 102 - El estatuto jurídico y territorial del suelo urbano ge- nera una estabilidad de una muy considerable duración, pues- ta, no obstante, en tela de juicio por razones relativas a la propia evolución de las grandes instituciones detentadoras. En países islámicos, los patrimonios religiosos (tierras mulk) go- zan, desde hace siglos, de una verdadera inmunidad, tanto si se trata de bienes legados a fundaciones religiosas (bienes ha- bou) o de simples usufructos (bienes wakfe). Por el contrario, en los diferentes países europeos, los bienes religiosos han co- nocido suertes muy diferentes. Refiriéndonos a Francia, recor- demos el affaire del patrimonio nacional, a partir de 1792, que desarticula la gran propiedad eclesiástica; la ley de Séparation des Eglises et de tEtat, de 1905, es la señal de las nuevas trans- ferencias. Desde hace algunos años podemos observar, por ra- zones de orden fundamentalmente económico, la puesta en venta de numerosos conjuntos conventuales o educativos, to- talmente enclavados en el casco urbano y codiciados para muy diversos fines (por ejemplo, en el barrio de Fourviere, en Lyon). Un caso aún más complejo es el de Beyrouth, donde las múl- tiples instituciones religiosas estarían en posesión de más de la cuarta parte del patrimonio territorial y donde una cierta dispersión hacia el extrarradio favorece. también aquí, la li- beración de espacios para usos del sector terciario, en el contexto de una reconstrucción futura. Recordemos finalmen- te que una revolución ideológica puede modificar intensamen- te este patrimonio religioso; se estima que en la ciudad de Moscú fueron secularizados el 75 por 100 de los edificios dedi- cados al culto. Las influencias del régimen de propiedad se inscriben, pues, en un amplio registro que va desde la total inmunidad a diferentes efectos ponderativos o de retraso. A largo plazo, parece que la concentración del suelo urbano genera, a falta de estabilidad, una mayor coherencia en las transformaciones posteriores. Es lo que sucede en la evolu- ción londinense; los grandes estates, o conjuntos de propie- dades privadas características del West End, han superado las fases de renovación con una cierta unidad. No obstante, mucho más significativo es el sistema general del arrenda- miento de construcción (leasehold) que, durante un período generalmente de noventa y nueve años, permite a un promotor 103 edificar y obtener beneficios de sus construcciones. Aparte de que este sistema no obliga a construir nada más que para un siglo, el detentador permanente del suelo (freeholder) se ve tentado al final del período de arrendamiento a negociar un nuevo contrato que implica una masiva renovación de la man- zana de viviendas o del barrio. En este caso, el ritmo urbano ha de buscar en la periodicidad de estos arrendamientos enfi- téuticos, aunque esta explicación no siempre se vea confir- mada. - Los elementos dominantes del emplazamiento urbano (ríos, colinas, taludes) ejercen evidentemente influencias per- manentes, aunque muy pocas veces con el mismo nivel de va- lorización. Esta influencia puede ser indirecta; así, en la Eu- ropa occidental, los espacios situados en zonas elevadas han localizado históricamente y de forma considerable a la gran propiedad nobiliaria o a los dominios militares. Esto es lo que explica que las zonas altas suburbanas hayan permane- cido al margen de la urbanización y constituyen con frecuencia espacios abiertos, efectivos o potenciales. No obstante, la función de los elementos de la localización varía de forma considerable en el tiempo. La prueba de ello nos la suministran los canales fluviales en travesías urbanas. Hasta hace poco, las riberas han hecho asentarse en las mis- mas a actividades comerciales y, posteriormente, de manuten- ción, industrias y otras empresas utilitarias. Actualmente, nue- vas formas de valorización han tomado el relevo, tendiendo a privilegiar el potencial estético de estos canales fluviales, con estructuras urbanas destinadas a espacios públicos (ver infra). - Inercias de naturaleza subjetiva, transmitidas a la men- talidad colectiva de los diferentes grupos que constituyen una población urbana, parecen que han de figurar en esta clasifi- cación. Estas se ponen de manifiesto, por ejemplo, a través de preferencias relativas al lugar de residencia, que contribu- yen a acentuar las diferencias en el precio del suelo y de los valores inmobiliarios, entre un barrio y otro. La misma base de estos comportamientos diferenciales está en buscar en los confines de la percepción del entorno urbano sus diversas dis- torsiones producidas por la imaginación, la adquisición cul- tural de los individuos y los mimetismos sociales. Asimismo, 104 tanto la percepClon como la desiderabilidad en materia de medio ambiente tienden a ser tomadas seriamente en cuenta, como lo indican ciertas formas de encuestas mediante cues- tionarios, tests y empresas dedicadas a la elaboración de do- cumentos de urbanismo. Ni que decir tiene que no se trata aquí tanto de presiones absolutas cuanto de elementos que se prestan a toda clase de interpretaciones, pero que conducen, no obstante, a modificar los modelos o sistemas de carácter excesivamente mecanicista, propuestos con el objeto de dar cuenta de los diversos aspectos de la dinámica del casco ur- bano edificado. Al recordar estos elementos que ejercen diferentes funcio- nes de frenado o de ponderación, conviene analizar los ele- mentos propiamente motores con sus arranques anticipados o fortuitos, pero también sus aspectos acuciantes, sobre todo cuando se trata de acciones relacionadas con los agentes pú- blicos y todo el aspecto reglamentario que depende de ello. S. HACIA UNA TEORfA DEL PROCESO DE OBSOLESCENCIA A primera vista podría parecer que el normal envejecimien- to del marco edificado es la causa directa que desencadena su renovación. Por otra parte, las razones favorables a la renova- ción urbana se apoyan generalmente en el porcentaje de vi- viendas anteriores a 1870 ó a 1914. Ahora bien, la paradoja contemporánea la constituye el desigual grado de obsolescen- cia de barrios con los mismos años de construcción. En Ams- terdam, el 25 por 100 de las manzanas de viviendas corres- ponden a construcciones anteriores a 1800, siendo muy pocas de éstas las que presentan signos de decrepitud. Por el con- trario, en la aglomeración neoyorquina, por ejemplo en Ne- wark, el parque inmobiliario, mucho más reciente, se ve en gran parte deteriorado. Muchos edificios construidos a lo lar- go de los últimos decenios ofrecen unos índices de degradación muy avanzada e incluso se llega a demoliciones voluntarias para evitar unos costes de mantenimiento que resultan exce- sivos. Este fue el caso del conjunto colectivo de Pruitt and Igoe, en Saint-Louis, hace algunos años (ver supra), habién- 105 dose llegado a este tipo de solución final en otras muchas partt=s. Aun nivel de análisis más global, la obsolescencia exige varias observaciones: - La noción de obsolescencia normal, es decir, de enveje- cimiento estructural de las construcciones, no podría ser el único factor que marcara el ritmo de la evolución urbana. Esta obsolescencia varía, además, con la desigualdad de las condiciones iniciales de construcción, la calidad del manteni- miento y de las reparaciones. De hecho, la duración útil del capital inmobiliario está dotada de un coeficiente de elastici- dad que va unido por su parte a factores generales y locales. La obsolescencia presenta aspectos como causas físicas, fun- cionales, socioeconómicas, y no puede, por tanto, ser tratada como un elemento simple. - La apreciación de la obsolescencia es muy relativa. Esta es particularmente más intensa en período de rápido desarro- llo de las condiciones de vida, que se traducen en mejores normas de confort y vivienda. A nivel local, la renovación de un barrio hace que rápidamente se tome conciencia del estado insatisfactorio de los barrios vecinos. - La obsolescencia y la calidad del entorno urbano están en estrecha interrelación con el comportamiento de los gru- pos socioeconómicos y, en algunos países, con el de las mi- norías raciales. Se sabe que, en todas las ciudades anglosa- jonas, el antiguo casco urbano puede corresponder hoy tanto a zonas muy revalorizadas y en un excelente estado de man- tenimiento (Bolton HilI, en Baltimore; Georgetown, en Was- hington; Chelsea, en Londres), como a áreas de degradación acumulativa donde se concentran todos los problemas urba- nos. Intentaremos resumir las fases de este último proceso a propósito de las ciudades norteamericanas, teniendo en cuen- ta las oposiciones raciales que las caracterizan, la desafección de las clases medias por la ciudad y el proceso de la rápida y selectiva renovación de los habitantes, al ir pareja la estabi- lidad de la masa de los habitantes de un barrio con el mante- nimiento de un buen entorno físico y una estabilidad de los valores inmobiliarios. 106 Fase l.-El barrio está en situación de equilibrio; los usos del suelo cambian poco y el contenido socioprofesional pre- senta una tasa de movilidad normal que apenas modifica la calidad del mismo. Fase 2.-Aparición de un índice de mantenimiento insufi- ciente. Se eleva la edad media de los habitantes, mientras que, por un proceso de rotación más rápido, se incrementa el por- centaje de nuevos vecinos. Las densidades se refuerzan y se instalan nuevas actividades económicas. Fase 3.-Los grupos de débiles rentas se incrementan con- siderablemente y la sobreocupación de los locales aparece acompañada de una incapacidad para mantenerlos. Esto con- lleva una falta de inversiones, deficiencias en los servicios y una mediocre imagen. Fase 4.-Estadio último de desorganización y población desprovista de sentimientos de pertenencia a una comunidad y reducida a las categorías más desfavorecidas. Deterioro del marco de vida y creación de formas de vida paralela con apro- piación de la calle y de espacios abiertos (reparación de co- ches, abandono de objetos usados, juegos, graffitis, etc.). Es en este estadio cuando muchos propietarios, en las ciudades norteamericanas, renuncian, al no quedarles otro remedio, a sus derechos. Este abandono alcanza a varios cientos de propiedades ur- banas en cada una de las ciudades, hasta tal punto que la H0- mestead Act de 1973 prevé la vuelta de estas casas al dominio público, que, a continuación, hace la retrocesión a los habi- tantes dispuestos a iniciar una completa rehabilitación. - Las manipulaciones del mercado. En el caso preceden- te, la falta de inversiones explica suficientemente el desarrollo de los procesos, cuando no su aceleración. Por el contrario, las perspectivas de una elevada rentabilidad, que necesitan, no obstante, una total renovación y un nuevo destino de los suelos, pueden conducir a considerar como obsolescentes cons- trucciones todavía relativamente satisfactorias. En este caso el concepto de obsolescencia se confunde con el de utilidad, cuando no de unas óptimas ventajas económicas, como hemos podido ver, durante los últimos decenios, con la sustitución 107 de un viejo casco residencial por edificios generalmente des- tinados al sector terciario. - La reglamentación de urbanismo. Ciertos proyectos de ordenación diferida suponen una paralización de las inversio- nes de mantenimiento, tanto en lo que se refiere a instalacio- nes industriales consideradas poco deseables como a edificios cuyo futuro es incierto. Es evidente que, a un nivel global, las múltiples incitaciones a la dispersión han acelerado la falta de localizaciones claras en el tejido urbano. Si la afluencia de ca- pital no es regular, las sustituciones y las compensaciones se hacen de forma irregular, y los bloques de viviendas y par- celas que tardan en quedar incorporadas en un nuevo sistema en equilibrio se deterioran y constituyen una especie de lepra urbana, en períodos de duración variable. Esto es válido, in- dudablemente, sobre todo para economías liberales en perío- dos de penuria o de escasa rentabilidad, aunque las asigna- ciones en inversiones inmobiliarias no sean tampoco regulares en un sistema de economía planificada, ya que éstas depen- derán de las prioridades reconocidas en el Plan. Ahora bien, todavía es fácil de reconocer, en las ciudades del este de Euro- pa, las huellas de la última guerra sobre las fachadas de los edificios anteriores al conflicto. Al final de estas diversas reflexiones, la obsolescencia apa- rece como un elemento muy parcialmente objetivo, ya que, según la coyuntura, las decisiones de urbanismo han intentado frenar o acelerar su toma en consideración. En último caso, ésta cede su sitio a la noción de adaptación óptima del conti- nente al contenido. A lo largo de los últimos decenios, los responsables de la ordenación urbana encargados de la concepción de las nuevas ciudades no han dejado de preguntarse sobre los riesgos de desadaptación y de envejecimiento que pueden afectar con bas- tante rapidez a las estructuras o a los edificios. Estos deseos de flexibilidad han conducido a diversas fórmulas de reajuste del marco construido, sobre todo en Vaudreuil, con la adop- ción de sistemas de muros y barreras móviles en los edificios. El esfuerzo de reflexión teórica más avanzado corresponde a los responsables de la ordenación urbana de Novy Tychy, en Silesia; pero aquí el problema de una rápida obsolescencia lOS tiene que ver tanto con la rigidez como con la mediocridad de las normas relativas a las viviendas, impuestas por la pe- nuria de las inversiones. De lo que podemos deducir que, en una perspectiva de crecimiento sostenido, las viviendas de los años cincuenta y sesenta serán de una ambigua utilización an- tes del final del siglo. Pero la misma reflexión está a la orden del día en Francia, a propósito de los conjuntos colectivos edificados poco después de la última guerra y cuya amortiza- ción ya se ha consumado. 6. Los MECANISMOS DE DECISIÓN Los capítulos anteriores han tenido por objeto el mostrar la multiplicidad de formas con las que puede ponerse de ma- nifiesto la dinámica urbana. Esta previa descripción nos lleva naturalmente a preguntarnos sobre los mecanismos que dan cuenta de estas transformaciones, sobre los diferentes prota- gonistas que presiden las tomas de decisión y, más aún, sobre la existencia de elementos lógicos imbricados en los sistemas de valores que impregnan, más o menos, cualquier instancia de decisión. En otras palabras, la dinámica urbana tiene su propia racionalidad, resultado de una opción deliberadamente consciente, o bien presenta una amplia zona de incertidumbre entre resultados y objetivos, pudiendo ser atribuido este as- pecto aleatorio al estadio aún poco avanzado de la ciencia ur- bana o a la imposibilidad práctica de dominar los complejos fenómenos inscritos a la vez en el tiempo y en el espacio. En efecto, cada elemento urbano tiene un significado a la vez presente, histórico y eventualmente prospectivo, pertene- ciendo cada uno de sus elementos a sistemas de utilización del suelo que se suceden al modificar, en cada fase, el valor de cada uno de sus componentes. 1) Las explicaciones de dominante económica han tenido como principal preocupación y como ventaja el exponer los mecanismos racionales, no desprovistos de determinismo. Mientras que la evolución urbana ha estado dominada por formas de crecimiento horizontales, a partir de un centro, es- 109 tas explicaciones han podido corresponder a la realidad de las ciudades regidas por economías de mercado. No obstante. a lo largo de los dos últimos decenios, diferentes tendencias, que concurren en la recuperación del casco urbano antiguo, han obligado a plantearnos el valor explicativo de los valores económicos urbanos, sin que, no obstante, se haya puesto to- talmente en tela de juicio su utilidad. La explicación económica clásica se apoya sobre varios pos- tulados generales que conservan un valor incuestionable a la hora de comprender la dinámica del casco ya urbanizado: - El espacio urbanizado tiene dimensiones limitadas y las presiones que sobre él se ejercen conducen indefectiblemente a una competición entre diferentes usuarios reales o poten- ciales. - Sobre este espacio codiciado, los detentadores del sue- lo y, eventualmente, de los edificios intentan obtener el mayor beneficio posible mediante la renta, mientras que los empre- sarios se esfuerzan por obtener los máximos beneficios rela- cionados con la localización de sus actividades. - Las perspectivas de los beneficios del suelo o de los inmobiliarios están relacionados con la localización, así como con el tipo de uso del suelo, y varían considerablemente, en determinadas épocas, según se trate de usos comerciales o residenciales. - Los usos más propicios para aceptar los costes del sue- lo más elevados tienden a eliminar aquellos que no pueden soportarlos. De lo que se derivará, por una parte, una especia- lización funcional del espacio, como resultado de la evicción de la casi totalidad de ciertos usos (por ejemplo, la industria en el centro de la ciudad), y, por otra parte, una segregación entre usos de la misma naturaleza, por ejemplo, las diversas categorías de viviendas. Este último mecanismo es directamen- te responsable, naturalmente, de las renovaciones estructura- les de la población intraurbana, en beneficio o en perjuicio de tal o cual categoría socioprofesional. La mayor parte de los modelos económicos urbanos se apoyan en una ciudad monocéntrica en la que la relación dis- tancia-coste de transporte hasta el centro se convierte en un 110 factor determinante. Es fácil comprender, en un sentido glo- bal, que, en función de una movilidad continuamente mejo- rada, es el crecimiento urbano lateral el que predomina junto al abandono y al deterioro de los barrios antiguos. Asimismo, este despliegue urbano tiende hacia un límite si el centro si- gue siendo una concentración privilegiada de actividades. A partir de un determinado umbral, el binomio distancia-coste debería hacer de nuevo interesantes las localizaciones internas. Desde ese momento se plantean una serie de alternativas tanto en la forma -renovación o rehabilitación- como en los ob- jetivos -cuáles serán los principales beneficiarios-, e incluso en los medios: quién pagará, quién decidirá. No obstante, esta serie de modelos elemental no resiste una confrontación con la complejidad de las situaciones rea- les. De aquí se derivan dos actitudes: una consiste en perfec- cionar los modelos, llevando hasta sus límites el instrumento matemático que les es necesario; la otra insiste más bien en la necesidad de recurrir a otras formas explicativas de la di- námica urbana. 2) La perfección de la aproximación económica modeli- zada.-La teoría clásica que subraya el valor único del centro y el rigor de la competencia que sobre él se ejerce encuentra una magistral aplicación en el intenso movimiento de renova- ción que acaba de afectar al corazón de las ciudades europeas y que prosigue en las de América del Norte (ver supra). Sin embargo, la observación de los resultados sólo aclara parcial- mente la comprensión de los mecanismos. En teoría, todo sis- tema urbano tiende hacia una situación de equilibrio que me- jore los costes y los usos para cada parcela. Pero este equili- brio está sometido a fuerzas que, según modalidades y ritmos variables, tienden a replantearlo. Puede tratarse, por ejemplo, de modificaciones de orden: - tecnológico, que implica deslocalizaciones de actividades (ver infra),. - económico, como puede ser el desarrollo de una nueva actividad como la de la función hotelera en el centro de la ciudad, como podemos observar en Londres; 111 - psicosociológico, como lo pone de manifiesto la prefe- rencia expresada por una categoría de ciudadanos aco- modados por un tipo de hábitat o un barrio antiguo. Todas estas fuerzas tienden a imponer sus efectos sobre los que resultarían de un simple proceso de envejecimiento del marco edificado o de sus usuarios. Ya hemos subrayado, por ejemplo, que las decisiones de demoler el casco antiguo, con el objeto de reconstruirlo, pueden ser tomadas mucho an- tes de que se haya alcanzado el estadio de obsolescencia ab- soluta, si la coyuntura socioeconómica incita a ello. Conviene, pues, introducir en todo modelo un elemento cronológico con el fin de dar cuenta de los tiempos de reacción de los individuos o de los empresarios ante nuevas situacio- nes. Ahora bien, no parece que en este aspecto exista regla concreta alguna; los agentes económicos y sociales no presen- tan el comportamiento racional que supone la aproximación económica y dan pruebas de una cierta tolerancia hasta haber alcanzado un cierto umbral, a partir del cual debe tomarse una decisión determinante. Es hacia una mejor apreciación de los umbrales, interpuestos en los procesos de decisión, tanto individuales como colectivos, a lo que convendría dirigirse. Ahora bien, estos umbrales están lejos de depender de simples mecanismos; ellos integran numerosos factores mal conocidos o poco cuantificables, como permiten verificar algunos casos concretos: - La decisión de cambiar de destino un edificio de uso industrial situado en el casco antiguo puede quedar explicada por la perspectiva del beneficio obtenido en la puesta en ven- ta de un espacio cada vez más codiciado. Pero -y dejando al margen cualquier reglamentación discriminatoria- esta de- cisión incorpora elementos relativos al terreno mal conocido del comportamiento de las empresas, situándose éstas en es- pacios de acción, de información y de decisión. - La reutilización de los edificios y de los equipamientos existentes supone, por su parte, el que se haya de tener en cuenta no sólo elementos contables, sino también alternativas que se operan al nivel de los poderes locales, como lo sugiere el siguiente diagrama: 112 TI Uso (A) Obligaciones específicas del edificio (terreno, volumen, condiciones, grado de adaptabilidad) Imagen del edificio I Contexto de reutilización falta de viviendas penuria de equipamientos nuevas formas de vida demanda local disponibilidades financieras I Reacción del sector privado o Interpretación de las necesidades por los responsables electos de las ordenaciones urbanas Elección de prioridades según los poderes locales I Programación I T 2 Uso (B) I Evaluación de los resultados 3) Las dificultades crecientes de la modelización del di- namismo urbano se encuentran reforzadas por la aparición de nuevas situaciones: - Los modelos de referencia monocéntricos se hacen cada vez más teóricos en la medida en que muchas de las activida- des dejan de estar relacionadas con el centro de la ciudad y que se imponen estructuras de múltiples núcleos. - El mercado de la vivienda, hasta hace poco regido, so- bre todo en las ciudades anglosajonas, por la relación distan- cia-tiempo hasta el centro de la ciudad, experimenta la cre- ciente complejidad de los esquemas de localización de los di- versos grupos sociales. El movimiento de reconquista de los barrios antiguos por categorías de renta elevada repercute no sólo sobre la distribución geográfica de los demás ciudadanos, sino que también afecta, muy profundamente, a las activida- 113 8 des y servicios integrados en las redes de interrelaciones de cada barrio. - Las externalidades generadas por las propias ciudades y en función de su dimensión tienen un efecto difícil de evaluar sobre los valores del suelo. - La intrusión de los cálculos especulativos puede condu- cir a demoliciones prematuras, mucho antes de que los edifi- cios hayan alcanzado el estadio de obsolescencia. Asimismo, una recesión retardará la recuperación de los terrenos de esta forma liberados, convirtiéndose éstos en espacios sin una apli- cación concreta, utilizados, en el mejor de los casos, como parkings o espacios de juegos espontáneos. Un recuento efec- tuado en 1971 en el Greater London indicaba que el 4 por 100 de la superficie entraba dentro de las categorías de los Waste- land, llegando a suponer un 11 por 100 en la ciudad de Liver- pool. No obstante, es justo no poner en tela de juicio únicamen- te las motivaciones del capital privado, ya que la existencia de solares urbanos es el resultado, en una parte muy apreciable, del abandono de su aprovechamiento por parte de los orga- nismos casi públicos como las compañías ferroviarias o los servicios de navegación. Muchos de los terrenos no edificados -dientes rotos en el entretejido urbano-, a veces en zonas altamente valorizadas, como puede ser la de Picadilly Circus en Londres, son también la consecuencia del retraso aportado en las decisiones de ordenación urbana por los poderes pú- blicos. Es evidente, sin embargo, que la recesión de los años setenta ha multiplicado el número de las zonas prematura- mente liberadas y donde la urgencia de una renovación perdía repentinamente su intensidad. - La modelización urbana, nacida en países donde predo- minan los mecanismos de las economías de mercado, no ha sido nunca muy propensa a englobar las decisiones de ordena- ción urbana resultantes de opciones políticas que no pueden interpretarse nada más que en relación con posturas locales o nacionales. Ahora bien, estas decisiones tienen un peso par- ticularmente importante en los países de la Europa del Nor- oeste regidos por sistemas semidirigidos (ver supra). 114 4) El interés de una aproximación socioeconómica ha quedado ya sugerido al final del capítulo primero, a propó- sito de la movilidad intraurbana y de las renovaciones de po- blación. Si queremos pasar de un estadio descriptivo a un es- tadio explicativo habrá que admitir que cada comportamiento individual, que integre variables aleatorias, está fuertemente predeterminado por el contexto general en el que aquél se manifiesta. La solidaridad de los fenómenos sociales y econó- micos queda demostrada, por ejemplo, con el revival de los barrios centrales de las metrópolis norteamericanas. A lo lar- go de los últimos veinte años, la vuelta de categorías acomo- dadas y la intensificación de las inversiones en la inmobiliaria residencial se han efectuado de forma muy desigual según las ciudades. El intenso revival de Boston, Washington, Nueva York, en contraste con el estancamiento en DalIas y en Los Angeles, aparece en estrecha correlación con la expansión del sector terciario superior en el centro de estas primeras ciu- dades y con la aparición de un nuevo mercado de viviendas para los cols blancs de ingresos elevados, tendente a constituir enclaves socialmente homogéneos y rechazando a los ocupan- tes iniciales de inferior poder económico. Dispositivos institucionales más sutiles pueden limitar la opción de los individuos, creando un contexto propio para perpetuar y reproducir los sistemas de valores y de relaciones sociales existentes. Una demostración de alcance específico nos puede ser facilitada por el papel que representan las Buil- ding Societies o sociedades de crédito inmobiliario, institución británica fundamental, sin la que no podríamos comprender el acceso masivo a la situación de propietario-ocupante, desde hace unos cuarenta años. A nivel general, las Building Societies han podido ser consideradas recientemente como el mecanis- mo esencial que garantiza la reproducción de un sistema so- cial destinado a mantener las estructuras y la estabilidad so- ciopolítica del país. Ahora bien, desde hace algunos años, las Building Societies están confrontadas con un creciente núme- ro de demandas de préstamos individuales para la adquisición de viviendas no ya en el extrarradio, sino en barrios antiguos. Estas han reaccionado elaborando una especie de código pre- ferencial. Por una parte conceden sus servicios, como en el pa- 115 sado, a categorías cuyos ingresos sobrepasan un cierto umbral, siendo la edad media del que solicita el préstamo de unos treinta y cinco años; pero, por otra parte, quieren minimizar los riesgos financieros concentrando los préstamos en barrios cuyo capital edificado está relativamente bien protegido, des- provisto de extravagancias, si no totalmente normalizado, lo que en definitiva conduce a la constitución de subconjuntos urbanos homogéneos, morfológica y socialmente. La ayuda otorgada a las viviendas de zonas más degradadas depende de las colectividades locales que se dirigen a otra clientela más modesta, lo que conduce a reforzar el proceso de diferencia- ción espacial y socioeconómica del antiguo espacio urbano. Recordemos que en el casco urbano norteamericano estos mecanismos que conducen a segregaciones espaciales son el claro resultado de la función ejercida por las agencias inmo- biliarias. Estas, a falta de motivaciones ideológicas, experimen- tan, interpretan y amplifican, en torno a sus clientelas, una mezcla de experiencias vividas y de temores anticipados. El resultado más evidente es el de mantener en el espacio intra- urbano compartimentos estancos basados en la diversidad etnoeconómica de los habitantes. Esta aproximación de domi- nante socioeconómica sigue siendo insuficiente para dar cuen- ta de todos los aspectos de la dinámica urbana, fundamental- mente de los comportamientos de grupos. Si retomamos el análisis del caso anterior observaremos que, desde hace al- gunos años, una fracción importante de los grupos urbanos más significativos -judíos, negros y latinoamericanos- no buscan ya la asimilación, sino que, en nombre del pluralismo cultural, desean mantener su identidad asociándola a un es- pacio geográfico determinado. Desde ese momento se plantea la cuestión de incluir en el análisis los elementos, a la vez subjetivos e ideológicos, trans- mitidos por el canal de numerosos comités o asociaciones cuyo peso en la elaboración de las decisiones es muy variable. Asi- mismo, tal vez convenga también distinguir en función de la escala de los fenómenos y de la fecha de referencia. Hasta el final del decenio de los años sesenta, estas fuerzas de partici- pación han sido muy modestas y las explicaciones de tipo so- cioeconómico han podido ajustarse a la realidad. La noción de 116 estrategia de clase, de grupo dominante, ha sido vista como la clave necesaria para la comprensión de toda la dinámica ur- bana pasada y presente. 7. UNA ECONOMÍA POLÍTICA URBANA Diferentes corrientes de investigación han tenido por ob- jeto una teoría global de la ciudad, informando, en segundo lugar, de las transformaciones que afectan a su continente y a su contenido. Mientras que la nueva economía urbana (Ri- chardson) y la nueva sociología urbana (H. Gans) se consagran a procesos puramente urbanos, la aproximación que califica- remos de marxista incorpora sus explicaciones referidas a la ciudad en el contexto global de una sociedad y, más concreta- mente, vuelve a situar la crisis urbana dentro de la crisis de la sociedad capitalista. Esta aproximación marxista queda ar- ticulada en una serie de proposiciones previas que intenta apli- car seguidamente a casos concretos: - Cualquier decisión en materia urbana -voluntaria o espontánea- está desprovista de neutralidad, incluso en los aspectos aparentemente técnicos. Toda decisión se inscribe en uñaperspectiva socioeconómica cuyos efectos han sido deli- beradamente buscados. - El aparato administrativo y burocrático va unido a la clase dirigente, la burguesía, y, en todas sus decisiones, éste pone de manifiesto los valores de la misma, su ideología y sus intereses. Es así como el estímulo otorgado a la suburbaniza- ción de las categorías dominadas o a las minorías étnicas son interpretadas como una maniobra destinada a debilitar la fuerza reivindicativa (D. Harvey). - La ciudad aparece, para los discípulos de Althusser, como un lugar privilegiado donde se acumula el capital, a través de las actividades industriales y de servicios. La rota- ción de este capital será tanto más rápida cuanto mejor or- ganizados estén, dentro de esta perspectiva, los transportes y la vivienda. Los programas de autopistas, propios de algunas ciudades de ricos países petrolíferos, han podido ser vistos 117 como vastos mecanismos destinados a producir plusvalías para el beneficio de una fracción de la población (ver supra). - El espacio urbano es un producto del contexto social y una proyección sobre el suelo de estructuras socioeconómi- cas e ideológicas. Ahora bien, éstas están constantemente fo- mentadas por los antagonismos de clases. La ciudad es, pues, el campo conflictual donde se enfrentan intereses divergen- tes, eventualmente disfrazados en razonamientos altamente cualitativos. Las aportaciones de los análisis de tipo marxista son de un gran valor, sobre todo en la medida en que tienden a elevar- se sobre los verdaderos elementos determinantes en los proce- sos de decisión. Podemos entonces darnos cuenta de la pre- ferencia de la que se benefician actualmente los barrios anti- guos, viendo en ello una tentativa consciente de renovación urbana, destinada a producir una nueva cosecha de plusvalías y de beneficios de un espacio aparentemente agotado. De la misma forma, la apertura de autopistas intraurbanas puede ser no sólo el fruto de estudios técnicos, sino también el re- sultado de cálculos económicos relacionados con los grupos de presión de las industrias de automóviles, de los transportes (Lobby de los sindicatos de camioneros de Estados Unidos) y con los intereses territoriales e inmobiliarios. Algunos temas concretos de reflexión merecen una aten- ción suplementaria, tanto más cuanto que no han sido tenidos en cuenta en los análisis que acabamos de exponer: - La función de las oficinas de estudio en la elaboración de las grandes opciones de urbanismo puede ser evaluada de forma diferente, a propósito de la objetividad de sus proposi- ciones. Hemos podido observar varias veces, durante los años sesenta, que los estudios solicitados sobre los transportes ur- banos desembocaban invariablemente en demostrar la necesi- dad de adaptar la ciudad al automóvil. - Las opciones de ordenación urbana han podido corres- ponder objetivamente a las preocupaciones de máxima ren- tabilidad de las inversiones privadas. Esto es particularmente comprobable en la división en zonas del espacio urbano, que 118 no hace sino reforzar una tendencia del mercado del suelo para producir áreas homogéneas y especializadas (Broadbent). - Las relaciones entre el poder público y los intereses pri- vados no se reducen a simples lazos de servidumbre, sobre todo en un país como Francia, donde una tradición adminis- trativa autoritaria se corresponde con una política timorata por parte de los inversores privados. Conviene, en este sentido, recordar, a título de ejemplo, que la. operación Maine-Montpar- nassc, en París, shnbolizada por su torre de una altura de 210 metros, jamás habría sido realizada sin la actitud voluntaria del poder público, Ayuntamiento de París y Gobierno, que en- mendaron progresivamente la reglamentación con el fin de atraer la atención de las sociedades de promoción hasta en- tonces sumamente reservadas CM. Tilmont). De hecho, toda la fase de implantación de torres en el espacio parisiense tiende a demostrar la función motora de los poderes públicos. Prác- ticamente es entre 1967 y 1972 cuando unos 169 edificios de gran altura (IGH) -residenciales 120 de ellos- recibieron el permiso de construcción en París. Cuando profundizamos so- bre la génesis de esta forma de urbanismo, encontramos, sin duda alguna, una corriente ya antigua en el pensamiento ar- quitectónico y favorable al desarrollo vertical de las ciudades, con A. Perrer y Le Corbusier. Sobre todo a partir de 1959 po- demos advertir deseos de renovación y de adaptación del cas- co urbano parisiense, generalmente vetusto, a las exigencias y a la eficacia de una metrópoli contemporánea. Estas preocu- paciones y deseos, que lo son tanto de la administración mu- nicipal como de otras instancias más altas del Estado, condu- cirán a lo largo de los últimos diez años a considerar como necesario y satisfactorio el paso a un urbanismo vertical; el edificio de gran altura se va a convertir en el instrumento por excelencia de las grandes operaciones públicas de ordenación urbana. Es en un segundo momento, ante la importancia de las financiaciones necesarias para la realización de operaciones de renovación, cuando los poderes públicos han buscado sis- temas de financiación que integren al sector privado. Desde ese momento no cabe duda que, bajo el pretexto de llegar a un acuerdo, habrá que garantizar a los promotores un mínimo de rentabilidad. Teniendo en cuenta el incremento sobre los cos- 119 tes -que puede alcanzar hasta un 20 por 100- propio de los edificios-torres, la ordenación de la reglamentación, sobre todo en lo que se refiere a los coeficientes de ocupación del suelo, proporcionará beneficios suplementarios. Es en esta perspec- tiva como se aplicará sistemáticamente, por primera vez, en la operación Italie (París, Xllr), el sistema de transferencia del coeficiente de ocupación del suelo, es decir, de los dere- chos de construcción. Retendremos de este breve análisis la función de segundo grado del sector privado, en la fase de las iniciativas, y será una recomendación del jefe del Estado, en 1974, la que pondrá fin a este urbanismo vertical. No podría- mos afirmar, por otra parte, que las sociedades inmobiliarias hayan encontrado en estas operaciones beneficios fáciles; sin duda, éstas han contribuido a hacer olvidar los objetivos so- ciales inicialmente previstos, pero al margen de algunas loca- lizaciones excepcionales (Front de Seine) nunca ha sido fá- cil alcanzar el equilibrio financiero. Será en otros tipos de operaciones de renovación en los que convendrá buscar, en París, las manifestaciones de un capitalismo inmobiliario au- daz, a la vez que contenido por la actitud de los servicios pú- blicos. En el marco de una reflexión general sobre la comprensión de los procesos dinámicos que transforman una ciudad, pare- ce ser que alIado de situaciones y de estrategias coherentes y prolongadas hay también convergencias, conjunciones empí- ricas e intereses heterogéneos orientados hacia perspectivas municipales de beneficios no exclusivas por otra parte de ri- validades internas. El caso, con frecuencia repetido, del brus- co cambio de una calle, de un barrio antiguo y de su especia- lización comercial o lúdica es bastante significativo del carácter poco coherente de las fuerzas que han progresado, a través de éxitos y fracasos sucesivos, y cuya resultante final puede dar, a posteriori, la impresión de una voluntad racional. Todas las aproximaciones explicativas de la ciudad no pue- den limitarse al juego habitual de los grupos de presión y de las tecnoestructuras que respaldan a la administración. Este juego queda singularmente modificado por la toma en consi- deración, obligada o no, por parte del público que se mani- fiesta a través de asociaciones y movimientos diversos. Tam- 120 bién aquí queda claro que no se trata de un interventor mo- nolítico, ya que además de la especificidad de sus objetivos, las asociaciones difieren también por su grado de contestación, de recuperación o de acuerdo. Un caso límite sería aquél en el que los usuarios de un barrio se hacen cargo totalmente del mismo, como en Copenhague, la ciudad libre de Christiania: en el centro de la capital, sobre unas 25 hectáreas de insta- laciones militares abandonadas, desde 1971, un millar de mar- ginados garantizan una gestión elemental, con la tolerancia de los poderes públicos. De un alcance totalmente distinto es la acción que se ha desarrollado en Bruselas. Se sabe que se ha llevado a cabo un verdadero asalto a los barrios centrales por parte de las actividades del sector terciario, relacionadas tanto con organismos como la OTAN, como con las comuni- dades europeas o incluso con el sector privado. Con el proce- dimiento del laisser-faire por parte de los poderes locales y na- cionales, una especialización funcional ha expulsado a miles de habitantes mientras que desaparecía el comercio común y las necesidades de una circulación automóvil creciente con- ducían a nuevos ataques frontales a los barrios destinados a viviendas. La reacción -sin duda alguna, lenta- de los co- mités de barrio, de los comités de acción, ha desembocado, no obstante, en la creación de un consenso sobre la necesidad de limitar al máximo la destrucción del espacio bruselense y el de las poblaciones que se lo han apropiado. Una dificultad de la participación del público está en saber si la miríada de actitudes individuales, de los valores, puede prestarse a reagrupamientos. ¿Cómo se sitúa el poder de los usuarios en relación a los grandes antagonistas dualistas de ciertos análisis sociopolíticos? y una cuestión complementaria: ¿son las desigualdades urbanas consecuencia de una cierta organización política, el capitalismo, °están estas desigualdades relacionadas con to- das las sociedades industriales, administradas burocrática- mente y con un deseo de racionalidad? La observación de la dinámica urbana en las ciudades de los Estados socialistas puede aportar algunos elementos de respuesta. 121 8. EL CASO DE LAS CIUDADES DE LAS DEMOCRACIAS POPULARES El tejido urbano de las ciudades de la Europa del Este conocería, independientemente de las renovaciones habidas en las zonas desvastadas durante la segunda guerra mundial, las mutaciones, las transferencias de uso y las conmociones mor- fológicas voluntarias, que de modo superficial recuerdan lo que sucede en las ciudades de economía de mercado. El caso límite nos lo ofrece Moscú, cuyo antiguo barrio de Arbat que- dó totalmente transformado durante los años sesenta con la apertura de la avenida Kalinin, destinada a convertirse en un eje principal bordeado de edificios administrativos y de pres- tigio. La mayor parte de las metrópolis de las democracias po- pulares han conocido igualmente la construcción de hoteles monumentales en el centro de la ciudad (Budapest, Varsovia), con un rechazo cada vez mayor de la función residencial y un perjuicio para el marco urbanístico tradicional. Sin embargo, la cuestión central de este capítulo es la de aprehender la lógica, según la cual quedarán determinadas las localizaciones de los nuevos terrenos, considerados lo bas- tante prioritarios como para suplantar los usos existentes. Esto plantea un doble problema: el de los canales de deci- sión y el de los criterios objetivos que permitan asignar a cada parcela del espacio urbano un destino óptimo, conforme a los objetivos de una sociedad socialista. Podemos formular las siguientes observaciones: - La primacía de las diversas formas de propiedades co- lectivas reduce a una función marginal las fuerzas de merca- do, mientras que éstas continúan poniéndose de manifiesto en función de la localización o el estado de los edificios de uso residencial y a veces comercial. Conviene, por otra parte, ma- tizar según los Estados: Hungría y Polonia, que dedican una parte relativamente importante a la propiedad individual no especulativa, conocen un embrión de mercado de la vivienda a través del cual se manifiesta tanto el abanico ampliamente abierto de las rentas, como las preferencias individuales hacia barrios y tipos de habitat, tanto más diferenciados cuanto más considerable sea la herencia anterior a 1939. Esto es evidente, por ejemplo, en la estación balnearia polaca de Sopot, donde 122 la herencia de opulentas villas que se remontan al período alemán ofrece una mezcla de elelnentos locativos en vías de deterioro, mientras que los elementos privatizados son objeto de una rehabilitación minuciosa. - En teoría, los valores territoriales de uso y de intercam- bio son nivelados y se puede considerar efectivamente el espa- cio urbano como venalmente homogéneo. En la práctica, sin embargo, la competición entre usos concurrentes respecto a un espacio cuantitativamente limitado, conduce a los pode- res de decisión a crear una escala de valores con fines admi- nistrativos. En esta escala, la industria es ciertamente el uso menos deseado y, a merced de las transferencias hacia la periferia, los terrenos industriales son recuperados para otros usos, incluidos en éstos los espacios abiertos. - En el centro de la ciudad, la prioridad se dirige al sector terciario superior, al comercio y a los equipamientos colecti- vos; pero el dominio total del mercado del suelo permite, a dis- creción, mantener cierta función residencial. - Los procesos de decisión que determinan el destino del suelo acusan las contradicciones inherentes al sistema socia- lista, en particular la divergencia de los objetivos, de los di- versos escalones administrativos y la de los diferentes sectores de la vida económica. La construcción de edificios-torres (ho- teles o administración), desde hace unos diez años, ilustra perfectamente este tema y muestra cómo los intereses de los grandes organismos del Estado, favorables a la erección de edificios céntricos de prestigio, han prevalecido muchas veces sobre los servicios locales de ordenación urbana, más atentos a mantener un mejor equilibrio de la vivienda y del empleo, así como la calidad estética del medio ambiente urbano. ¿En qué medida las ciudades de los regímenes socialistas han resuelto los problemas planteados por la desigualdad en el medio urbano? Esta es la investigación llevada a cabo por 1. Szelenyi, a partir de una aproximación de tipo marxista, sobre el tema concreto de la atribución de nuevas viviendas en las ciudades contemporáneas de Hungría. Los años setenta se han caracterizado por una producción masiva de viviendas, con una atención especial por los métodos de construcción in- dustriales, mejorados por la construcción de edificios colecti- 123 vos. Ahora bien, teniendo en cuenta la persistencia de una si- tuación de penuria, observamos que los sistemas de asignación favorecen sistemáticamente las categorías socioprofesionales medias, formadas fundamentalmente por los empleados del sector terciario, en detrimento de la nueva clase obrera, de origen rural, y que reside todavía con frecuencia en los pueblos periurbanos; los primeros se benefician, además, de subven- ciones masivas otorgadas por el Estado al sector de la vivienda colectiva. Se trata, pues, de una desigualdad caracterizada, ge- nerada por el sistema de redistribución de los beneficios socia- les, pero posiblemente también por la contradicción entre una política de industrialización y una situación de suburbaniza- ción relativa y conscientemente mantenida. Por el momento, esta contradicción conduce, en varios Estados de la Europa del Este, a aumentar los flujos diarios de trabajadores industriales, que ven cómo se les prohíbe prácticamente el paso a las vi- viendas sociales. Por su parte, las categorías más favorecidas no dudan en suburbanizarse con el fin de acceder a la propie- dad de un habitat individual. 9. DOMINIO O ENCUADRAMIENTO DE LA DINÁMICA URBANA Una de las debilidades de los modelos urbanos consiste en no tomar apenas en consideración las presiones y decisiones relativas a las intervenciones voluntarias por parte de las di- versas colectividades públicas. Estas intervenciones pueden tener un peso relativamente importante en ciertos países de la Europa occidental (Países Bajos, Francia, Inglaterra), con la utilización de una reglamentación omnipresente y con la apli- cación de estrategias urbanas que pueden eventualmente poner de manifiesto dimensiones ideológicas o simplemente electo- ralistas. De la misma forma, sería imprudente conceder una función omnipotente a la ordenación urbana, directa o indirecta, al no tener ésta muchas veces una verdadera eficacia nada más que en la medida en que se inscribe en un consenso ya latente en el cuerpo social. Las intervenciones voluntarias se manifiestan conforme a diversas modalidades que reflejan unas relaciones 124 de fuerzas existentes entre los diferentes protagonistas. Pode- mos descubrir las combinaciones elementales siguientes: - colectivos locales + decisiones y financiaciones a nivel cen- tral (por ejemplo, la renovación urbana en los Estados Unidos); - colectivos locales + intereses privados (por ejemplo, las sociedades de economía mixta en Francia); - Estado, a través de un organismo adecuado (por ejemplo, Agencia nacional para la mejora del habitat) o un Centro público (por ejemplo, EPAD, encargado de la operación de la Defensa). En estos dos casos, el capital privado tiene, no obstante, una función importante; - grandes intereses privados, apoyados por los responsables locales (por ejemplo, renovación a gran escala de los cen- tros de negocios de los Estados Unidos); - iniciativas privadas difusas, que utilizan ayudas financie- ras (por ejemplo, reconquista progresiva de los barrios an- tiguos por parte de las categorías acomodadas); - poderes públicos y agrupaciones de usuarios o asociaciones locales (por ejemplo, la operación de participación de Co- vent Garden en Londres o la rehabilitación de los barrios antiguos de las ciudades americanas). El examen de los caminos seguidos implica el de los me- dios utilizados y el de las estructuras operativas vigentes, así como una evaluación de los resultados a la vista de los obje- tivos perseguidos. 1) Los medios de intervención se inscriben en una muy amplia gama, pero en los países industriales de estructura ca- pitalista, su similitud expresa la constante de ciertas preocupa- ciones, sobre todo el problema clave del dominio del suelo, en el que interfieren las obligaciones del derecho de propiedad, a las que se aplican diversos ordenamientos urbanos según los equipos políticos en el poder. Podemos distinguir los siguientes medios: - Las disposiciones fiscales: ciertas medidas, como el con- trol de alquileres (en Francia, la ley de 1948), han tenido un objetivo social inmediato, pero pueden presentar a largo pla- 125 zo consecuencias negativas: la escasa remuneración del capi- tal privado frena nuevas inversiones en el sector inmobiliario, a lo que sigue una degradación del espacio construido, con sustitución progresiva de los habitantes por grupos de escasa capacidad económica. Asimismo, la libertad de alquileres ten- drá efectos inversos al plan inmobiliario y social. El impacto de los dispositivos fiscales es a veces inespera- do. Así, en los Estados Unidos, la property tax, destinada a pro- mover la renovación del parque inmobiliario -los edificios nuevos son más rentables que los edificios antiguos-, tiene por efecto actualmente el de apresurar las operaciones de demolición, en la medida en que esta tasación viene a ser sim- bólica en los terrenos no edificados (Econ. Géog., octubre 1976). Ciertas fiscalidades locales selectivas influyen con eficacia en la utilización del suelo urbano y en la renovación del mis- mo, por ejemplo, cuando son penalizadas determinadas loca- lizaciones en el centro de la ciudad (el canon, en la región pari- siense) o cuando se intentan eliminar igualmente determinados usos. La desindustrialización de las grandes metrópolis ha sido, en parte, acelerada por estas medidas discriminatorias. A ni- vel nacional, las modalidades de la imposición y de las desgra- vaciones fiscales pueden, según los casos, favorecer la vivienda individual suburbana o la rehabilitación del habitat antiguo. Los procedimientos de subvención al habitat, cuando no al marco de vida, tendrán evidentemente un impacto directo so- bre el casco urbano construido, pero en toda la política fiscal y de crédito de un Estado conviene descubrir los efectos indi- rectos que van a influir sobre la dinámica urbana. - Los medios jurídicos son igualmente diversos. Estos van desde disposiciones reglamentarias de alcance general, tales como las normas en materia de viviendas, las redes de equipa- miento o el principio de división por zonas, hasta disposiciones que sólo afectan a un sector geográfico (coeficiente de ocupa- ción del suelo, reglamentación de la altura de los edificios, límite legal de densidad). Durante los últimos decenios hemos asistido a la elaboración de documentos complejos, sintéticos, de finalidad simple o múltiple, y cuyo éxito depende de tener lTIUY en cuenta todos los componentes dinámicos del casco 126 urbano existente. Distinguiremos documentos locales, destina- dos a tener un impacto tan preciso como sea posible (plan de ocupación del suelo, sectores protegidos), y documentos más generales cuyas repercusiones no siempre son controlables (plan de transportes, SDAU *). - La regularización del mercado territorial urbano, a falta de su pleno dominio, exige instrumentos a la vez fiscales y ju- rídicos. En cualquier caso, se trata de sopesar las transforma- ciones urbanas que obedecerían a una búsqueda del mayor be- neficio posible por parte de los detentadores del suelo, que, por encima de sus diferencias individuales, pueden considerar- se como un grupo homogéneo. Asimismo, se intentará bajar el precio de los terrenos, de redistribuir en beneficio de la co- lectividad el producto de las plusvalías y de imponer a los promotores densidades de ocupación del suelo más reducidas que las que resultarían del solo juego de las presiones económi- cas. Estas motivaciones son muy difíciles de concretar en un medio ya urbanizado. Entre las medidas destinadas al dominio del suelo podemos destacar: - Medidas fiscales, como la tasación de las plusvalías del suelo. Uno de los primeros ejemplos lo constituyó el Town and Country Planning Act de 1947, en Inglaterra. Este preveía que toda plusvalía del suelo imputable al desarrollo sería total- mente recuperada por la colectividad. Abrogadas en 1953, estas disposiciones quedaban reducidas, como en Francia, a una simple tasación. - El control del uso de los edificios existentes por parte de los colectivos locales, tal como se practica en Gran Bretaña, es un medio de gran eficacia, ya que impide cualquier mani- pulación del mercado y la elevación de los alquileres, conse- cutiva a un cambio de uso. - Intervención directa de los poderes públicos mediante la constitución de un patrimonio territorial destinado funda- mentalmente a la construcción de viviendas sociales. Estas ad- quisiciones sólo pueden hacerse por expropiación o nueva compra de terrenos ya edificados. Por el contrario, en las ciu- dades alemanas, suecas y holandesas, la existencia de un im- • Schema directeur d'amenagement et d'urbanisme 127 portante patrimonio municipal, asociado a sistemas de con- cesiones o de contratos de arrendamiento para construcción, permite un dominio mucho más intenso y sin un esfuerzo fi- nanciero excesivo. Precisamente para limitar la parte de la carga hipotecaria en las operaciones de interés colectivo, el procedimiento de ZAD (zona de ordenación diferida), en Fran- cia, permite a los colectivos locales, desde el año 1962, ejercer un derecho preferente de compra sobre los terrenos puestos en venta por los particulares, realizándose la transacción al margen de todo valor especulativo. - Acuerdo con los promotores privados. Uno de los mejo- res ejemplos lo constituye la ZAC (zona de ordenación con- certada); los constructores privados, a cambio de algunas de- rogaciones, aceptan obligaciones a nivel de la organización y del equipamiento de la zona, contribuyendo así a realizacio- nes de interés colectivo. El conjunto de estos medios se extiende hacia objetivos que, por otra parte, es habitual inscribir en documentos pros- pectivos (planes, proyectos, libros blancos). Diferentes domi- nantes, no exclusivas de otros objetivos, presiden estas di- námicas voluntaristas. En la tipología que sea propuesta es muy importante distinguir el proyecto y su realización. La di- ferencia entre estos dos niveles depende de elementos coyun- turales o aleatorios; un amplio campo de investigaciones cu- brirá de una vez el aspecto de las repercusiones de las decisio- nes voluntarias y el de los efectos no buscados, fortuitos o in- deseables; el factor tiempo ejercerá evidentemente una función capital. 2) La planificación de dominante espacial.-Estas planifi- caciones urbanas presentan numerosas variantes. Una de las más precoces es el bloqueo de la dispersión de una aglomera- ción urbana, lo que se hizo, por ejemplo, en Londres, tras el Plan de 1944, de acuerdo con una deliberada voluntad de des- congestión del espacio edificado unida a su remodelaci6n. No obstante, la voluntad de organización espacial se ve aumen- tada con mucha frecuencia con preocupaciones funcionales, corno lo demuestran las estrategias de reequilibrio o de com- pensación destinadas a combatir las distorsiones existentes 128 entre las diferentes partes de una aglomeración urbana. En Londres, a la dualidad casi histórica este-oeste viene a añadirse una desigualdad norte-sur, entre los barrios situados en la ori- lla izquierda del Támesis, detentadores de la casi totalidad de los puestos de trabajo y actividades superiores del sector ter- ciario (City, West End y sus prolongaciones), y los barrios de la orilla derecha, construidos más tarde y destinados a una función residencial. Una serie de acciones favorecidas por el municipio, a partir de los años cincuenta, han llevado a situar, a lo largo de South Bank, edificios administrativos municipa- les, sedes de sociedades (Shell) y un complejo cultural. A pesar de implantaciones voluntarias con mayor profundidad, sólo ha habido impactos localizados en los barrios situados al sur del río (operaciones terciarias de Elephant and Castle y de Croydon). Las carencias del marco de vida del sector este de la ciudad, East End, unidas a una predominancia de la función portuaria e industrial, conocen actualmente una amplia tentativa de como pensación. En beneficio del éxodo de actividades relacionadas con los docks, ya está en vías de remodelación un conjunto que cubre unas 1.200 hectáreas (dockland) y, según la opción que quedará reservada a los poderes públicos, dejará sitio para un tejido urbano más diferenciado, tanto a nivel de las acti- vidades del sector terciario como del parque de viviendas (ver supra). En París, el desequilibrio funcional entre los sectores este y oeste ha desencadenado, en los últimos decenios, acciones tendentes a crear una capacidad de puestos de trabajo de oficinas en el este de París (operaciones de Bercy y de Créteil). No obstante, su plena eficacia ha quedado disminuida desde el principio por el avance del sector oeste, poderosamente refor- zada por el desarrollo voluntarista de la defensa y por sus repercusiones. Derivado de la misma intención de reequilibrio y de un deseo de restringir las migraciones cotidianas, algunas grandes metrópolis han aplicado, durante el decenio anterior, estrate- gias de dispersión con respecto al sector terciario de oficinas, con el fin de obtener una distribución más equitativa de estas actividades entre un centro comercial amenazado de asfixia 129 9 y extrarradios incapaces de ofrecer puestos de trabajo a sus residentes de clase media. Si bien es cierto que tales estrategias han sido ensayadas en varias metrópolis, es en Londres donde sus efectos han sido más claros, con la creación durante los años sesenta de una red de polos reestructurales en las diferen- tes coronas suburbanas (cf. C. Chaline, La metropole londo- nienne). El proyecto de dispersión del sector terciario de Pa- rís es bastante parecido, aunque menos avanzado; la operación de La Défense es más una prolongación occidental del centro comercial que 1:lna verdadera acción de equilibrio centro-peri- feria, como intentan hacer las nuevas ciudades y los nuevos polos de servicios de los antiguos suburbios, como Bobigny o Créteil. Se sabe, no obstante, que estas estrategias de ensan- che metropolitano pueden quedar fuertemente retenidas por voluntades contrarias, que tienen por objeto el reforzamiento del potencial terciario de los centros, como podemos observar, sobre todo, en Manhattan y en el corazón de algunas ciudades norteamericanas. Todas las variantes de estas planificaciones, en base a un reequilibrio espacio-funcional, proceden de ciertas ideas mo- trices: - el freno puesto por las deseconomías, unidas a la saturación del centro y a la dificultad para mantener en el mismo con- diciones satisfactorias de circulación;. - la reducción de los costes de funcionamiento de las activida- des terciarias, afectadas por el alza de los valores del suelo en el centro de la ciudad; - motivaciones de justicia social basadas en las necesidades de puestos de trabajo y de servicios locales por parte de los usuarios. Pero conviene determinar umbrales dimensionales; lo que es válido para ciudades muy grandes, no lo es para ciudades que no pasan del millón de habitantes. Haría falta, además, disponer de elementos contables, no cuestionables, para justi- ficar, en el plano estrictamente económico, estas estrategias de localización. 130 3) Las planificaciones de dominante residencial.-La re- novación urbana, que afectó a un importante número de ciu- dades durante los años sesenta, se situó a dos niveles de con- trol: el de las actividades terciarias en el marco de una recons- trucción voluntaria de los centros (ver supra) y el del parque inmobiliario, distribuido en el conjunto de los barrios anti- guos, incluido el centro, lo que sugiere relaciones, tanto de complementariedad como de antagonismo, entre estos dos ti- pos de intervención. La renovación de la vivienda se complica, además, por la coexistencia de operaciones que dependen esen- cialmente de iniciativas privadas y de acciones planificadas por los poderes públicos. Prestaremos atención, en primer lugar, a estos últimos. - La génesis de las intervenciones del poder público sobre las construcciones vetustas encuentra sus verdaderos orígenes, en lo que se refiere a la Europa occidental, durante la segunda mitad del pasado siglo, con una mezcla de consideraciones hu- manitarias, higiénicas y de paz social. Podemos citar, en Gran Bretaña, la Torren's Act, de 1868, la Cross's Act, de 1875, des- tinadas a fomentar la eliminación del habitat insalubre por parte de las colectividades locales y la construcción de vivien- das para las categorías de salarios bajos. No obstante, hasta el período de entre guerras, por falta de un compromiso finan- ciero masivo por parte del Estado, las limpiezas de las manza- nas de viviendas no pasarán, en ningún país slum clearance, la fase de operaciones puntuales; así ocurrió en los Estados Uni- dos durante el New Deal. Sin embargo, podemos encontrar balances más importantes en las ciudades regidas por munici- pios socialistas, como el Gran Londres, que eliminó, entre 1919 y 1939, unos 20.000 tugurios, pero sólo pudo realojar a la mitad de sus habitantes. En muchos Estados, la postguerra inauguró una etapa de compromiso permanente y masivo por parte de la colectividad con respecto al parque inmobiliario antiguo, más aún cuando es necesario a menudo reconstruirlo en las ciudades siniestradas, y sabemos cómo la reconstruc- ción constituirá toda una escuela, tanto ·por los procedimientos de remodelación como por las técnicas de renovación y la bús- queda de nuevas formas de organización del espacio intraurba- no. Desde ese momento, los años cincuenta y sesenta van a estar 131 caracterizados por políticas de renovación, lo que significa, por una parte, hacer tabla rasa del pasado, pero al mismo tiempo superar ampliamente la dimensión de la vivienda, ya que al trabajar al nivel de manzanas o de barrios, los respon- sables de la ordenación urbana no pueden ignorar todo lo que constituye un tejido urbano. - La renovación con bull-dozer, destinada a ofrecer me- jores viviendas, encuentra sus orígenes en la carencia de cali- dad y de elementos de confort del parque existente. Cuanto menos probables eran los recursos de las inversiones privadas, tanto más necesarios se hacían los fondos públicos; es aquí donde encontramos la originalidad de las ciudades anglosa- jonas. Al dejar de atraer los barrios interiores a una clientela solvente, las colectividades locales se vieron obligadas a ha- cerse cargo, con la ayuda del Estado, de la empresa social de la renovación. El caso británico es significativo de esta intensa interven- ción, con un ritmo anual de eliminación de las antiguas vivien- das de alrededor de 70.000 durante los años cincuenta y sesen- ta. Los terrenos liberados son adquiridos por los municipios, que se convierten en maestros de obras y posteriormente en gestores del futuro patrimonio puesto en régimen de alquiler. La coherencia de las operaciones queda garantizada por una disposición reglamentaria, la Comprehensive Development Area, que permite la reorganización de las redes de comunica- ción y de los equipamientos. Sin embargo, por encima de la aplicación de normas nacionales en materia de densidad y de espacios abiertos, el hecho más destacado lo constituye la organización de nuevos barrios sobre el principio concebido al otro lado del Atlántico de la unidad de la vecindad (neighbour- hood unit), célula de unos 5.000 habitantes, dotada de equipa- mientos para la vida cotidiana. A la racionalidad de su orga- nización espacial, la unidad de vecindad debe añadir su di- versidad socioprofesional. Las circunstancias globales de la sociedad británica nunca han permitido verdaderamente esta mezcla, y el habitat social presenta una profunda homogenei- dad a base de familias modestas, pero solventes. Aparte de las innegables ventajas sociales de estas ordenaciones urbanas, se 132 han hecho determinadas críticas referidas a los aspectos si- guientes: - El efecto involuntario de segregación, que crea en las zo- nas internas una especie de rosario de conjuntos de viviendas sociales. Esto llega a su paroxismo en Glasgow, donde el pro- grama de renovación del municipio laboralista, lanzado en 1957, afectó a 480 hectáreas. El efecto es mucho más sorpren- dente al tratarse fundamentalmente de edificios-torres, mejor aceptados aquí que en Inglaterra propiamente dicha. - Una política de división por zonas y de dispersión indus- trial desemboca en una penuria de puestos de trabajo en las zonas renovadas. En torno al 70 por 100 de los antiguos habi- tantes son realojados en la misma zona, de los que una buena parte debe desplazarse cada día hasta las zonas de trabajo suburbanizadas. - La introducción de procedimientos de construcción in- dustrializada, al final de los años sesenta, ha aportado un ele- mento de uniformidad, en contradicción con los modelos cul- turales del habitat individual. Esto se ha hecho patente desde el momento en que la racionalidad de estos procedimientos ha conducido a edificar cada vez más alto y desde que la necesi- dad de amortizar las fábricas de elementos prefabricados ha llevado, a nivel local, a un exceso de viviendas en apartamen- tos. Desde el comienzo de los años setenta, las reacciones de rechazo por parte del público, unidas a los costes económicos y sociales de esta renovación, restablecen fórmulas más mati- zadas (unidades de vecindario del barrio londinense de Pim- lico), cuando no a un freno voluntario de esta forma de rene- wal en beneficio de un gradual renewal, más respetuoso, a su vez, de la continuidad de los lazos sociales que constituían la vivencia cotidiana de los barrios antes de la renovación. En Estados Unidos, más allá de las realizaciones limitadas de la etapa del New Deal, será la Housing Act de 1949 la que organice el compromiso del Gobierno federal en la renovación de zonas de habitat insalubre, con una producción de 700.000 viviendas durante los dos decenios siguientes. Este plan legal, reformado en varias ocasiones, preveía una distribución de los fondos federales a los municipios que, a su vez, pusieron en 133 1/?}\1 sectores protegidos actuales sectores protegidos previstos • viviendas de la tercera edad • viviendas sociales I , , , , , '0 ".. 5 Km 1 , FIG. 5.-Elementos de una politica voluntaria en Chicago, 1977 (simplificado de B. J. L. BERRY). 134 funcionamiento las Housing Authorities encargadas de la rea- lización de los programas. Estas tenían por objetivos el ate- nuar, en las zonas urbanas internas, los problemas derivados de la concentración de las poblaciones de rentas modestas y, frecuentemente, de color. El resultado fue, generalmente, la construcción de edificios colectivos, cuyo carácter estrictamen- te utilitario no podía bastar para dar cuenta de los fracasos habidos. El affaire del conjunto residencial Pruitt and 1goe, en Saint Louis, ilustra perfectamente el patinazo de las operacio- nes llevadas a cabo con las mejores intenciones. Este conjunto de edificios, construido a partir de 1955, estaba destinado a ofrecer 1.134 viviendas a familias modestas, pero solventes, procedentes tanto de comunidades blancas como de color. A lo largo de los años sesenta, a medida que se va produciendo la renovación de los inquilinos, puede observarse cómo se reforzaba el porcentaje de rentas muy bajas, mientras que al poco interés de los nuevos recién llegados por el mantenimiento de los edificios, le correspondía una desgana similar por parte del municipio para hacerse cargo de los gastos de funciona- miento. En 1974, el conjunto Pruitt and Igoe alcanzaba un estado de ruina que hacía muy difícil cualquier tipo de mejora y se decidía su total destrucción. - El análisis de las causas de este fracaso presenta el in- terés de ser válido para cualquier tipo de renovación urbana llevada a cabo en las grandes ciudades americanas y dentro del espíritu de la ley de 1949: • Esta renovación del parque inmobiliario iba dirigida al abanico de población, todavía ampliamente diversificado, de los barrios antiguos, durante los años de la postguerra. La apli- cación de esta política se ha complicado poco a poco por la profunda modificación del contexto social (éxodo de las cate- gorías medias hacia la periferia) y económico (desi.ndustriali- zación). • La localización de las operaciones ha despreciado fre- cuentemente el medio ambiente de los barrios. Ahora bien, éstos han sufrido una degradación, en formas muy variadas, que sólo ha podido afectar negativamente a la imagen de las construcciones de finalidad social y a la formación de las ca- 135 munidades estables, dispuestas a hacerse cargo de este espacio edificado y de los accesos al mismo. • Los espacios elegidos en el centro de las zonas que han llegado a ser insalubres y han continuado siendo deficientes en equipamientos colectivos y en medios rápidos de comu- nicación. • Tanto la gestión como la utilización de los fondos fede- rales se han alejado a veces de sus objetivos debido a las presiones locales (empresas de construcción, agencias inmobi- liarias, organismos hipotecarios), a la vez que los municipios cedían a las incitaciones de los que deseaban reforzar el ais- lamiento geográfico de las categorías sociales y raciales asisti- das y, por tanto, las características de ghetto de las zonas de renovación. A estos elementos del diagnóstico, realizado al principio de la presente década, hay que añadir dos problemas: el del des- empleo, que se incrementa correlativamente a la desindustria- lización, y el del descenso de los recursos fiscales municipales. La crisis financiera de ciudades como Nueva York, Cleveland, Bastan, conduce a elevar los impuestos locales, lo cual tiende a acentuar el éxodo urbano de las categorías más gravadas. La patente inadaptación de los modos de renovación a la vista de las situaciones existentes ha conducido a nuevas actitudes res- pecto a la necesidad de viviendas en el casco urbano degradado. Frente a lo que sucede en las ciudades anglosajonas, la renovación del parque residencial de Francia ofrece una origi- nalidad urbana que podemos conocer a propósito del caso concreto de París. La renovación del casco antiguo ha llegado a ser una preocupación de los poderes públicos, durante los años cincuenta, en el momento de la preparación del PADOG. Los documentos de urbanismo preveían la renovación de 1.500 hectáreas en París y otro tanto en la periferia; no obstante, en 1968 sólo se había llegado a un total de 650 hectáreas. De hecho, el principio de la intervención de los poderes públicos sólo se ha planteado en los sectores geográficos en los que prácticamente no intervenía el capital privado, para garantizar una readaptación espontánea del espacio a las nuevas necesi- dades. Esta carencia se hace evidente, sobre todo, en la mitad 136 este de la ciudad de París y en toda la corona de los antiguos suburbios. La renovación por manzanas de viviendas, cuando no por barrios completos, que culminó durante los años sesenta, fue, pues, desencadenada por los poderes públicos; pero contraria- mente a lo que ocurre en Gran Bretaña, las colectividades lo- cales han preferido la mayoría de las veces confiar las tareas de liberación del suelo y de realización a órganos no municipa- les, excepto en la ciudad de París, cuyos servicios técnicos eran lo suficientemente importantes. Los encargados directos de la renovación serán casi siempre: - las oficinas HLM; - las sociedades de economía mixta, en las que la mayoría del capital es de origen público, en unos casos, y en otros, proviene de grupos privados. Este último caso podemos verlo en París en la SAGI (Sociedad Anónima de Gestión Inmobiliaria), con numerosas empresas, mientras que al- gunas sociedades de economía mixta sólo se han constitui- do para una sola operación (por ejemplo, SEMAH, para Les Halles). La capacidad de expropiar es generalmente proporcional al porcentaje de capitales públicos. La institución Zonas de Ordenación Urbana Concertada (ZAC) acentuó en 1968 el deslizamiento de las responsabilida- des hacia el sector privado. Sin embargo, el objetivo principal de este mecanismo es el de aportar una mayor coherencia voluntaria en las operaciones que engloban una manzana de viviendas o, a veces, un barrio (por ejemplo, la operación Italie-Louvre, de 87 hectáreas, o la de Hauts-de-Belleville, de 26 hectáreas). Constituye también el medio de atenuar la carga hipotecaria por metro cuadrado en beneficio de la derogación de las normas de ocupación del suelo; finalmente, ésta puede ser la posibilidad de hacer soportar los costes de ciertos equi- pamientos colectivos a los promotores privados asociados a la operación. Un balance realizado en 1968 mostraba en la región pari- siense 106 operaciones en curso; aunque nueve de ellas alcan- zaban más de 2.000 viviendas, la mayor parte sólo tenía una importancia media: entre 100 y SOO viviendas (J. Piwnik). Se- 137 gún este mismo autor, la renovación estaría acompañada, en la mitad de los casos en París y casi sistemáticamente en la periferia, de una densificación del número de viviendas por hectárea. Por el contrario, la renovación de los distritos XIII y XX presenta una descongestión. De forma general, parece ser que la renovación ha conducido a una transformación de las estructuras demográficas, sustituyendo una población re- lativamente anciana por una población en la que predominan matrimonios jóvenes. La atención se ha puesto principalmente sobre un plan de renovación socioprofesional de los habitan- tes, en la medida en que la situación de la nueva población es más elevada que la de la población inicial y que, en consecuen- cia, las categorías más modestas se encuentran despojadas, sin que resulte siempre fácil seguir sus huellas a través de los ficheros municipales de viviendas deficientes, que conducen a realojamientosen París o, en la mayoría de los casos, en la periferia. Una reciente encuesta, realizada por el equipo de M. Coste, señala cómo entre 1968 y 1975 las categorías sociales extremas (obreros y cuadros superiores) han experimentado una redistribución urbana en el marco de la aglomeración pa- risiense, independientemente de la función de los factores tendenciales, como el crecimiento particularmente rápido de ciertas categorías de empleos. Expresados en porcentaje de la población total, los efectivos que pertenecen a las categorías acomodadas se han incrementado en la mitad oeste de París y en los extrarradios occidentales, mientras que, sin que la correlación sea automática, las categorías modestas conocían un retroceso en París y una intensificación en los antiguos extrarradios de los sectores norte, este y sur de la ciudad. En algunos países, la constatación de estas transformacio- nes urbanas ha tenido el apoyo conceptual de análisis sociopo- líticos, estableciéndose lentamente un diálogo entre los res- ponsables de la Administración y los investigadores (en Fran- cia, Colloque de Dieppe, en 1974). A las dudas que podían insi- nuarse en el pensamiento de los técnicos de la ordenación ur- bana, se añade la sensibilidad de los políticos, con reacciones frecuentemente subjetivas por parte del público. En efecto, tanto en América del Norte como en la Europa del Norte-Oeste, el advenimiento de los años setenta coincide con un aumento 138 de los sentimientos de rechazo hacia cualquier forma de reno- vación urbana. Sentimientos a menudo confusos, que entre- mezclan el gigantismo y los nuevos materiales, los cambios del marco de vida y la desorganización de la práctica social de los barrios. La actitud del público muestra la lentitud, cuando no el re- chazo, de su adaptación a un continente urbano demasiado intensamente transformado y, por otra parte, los usuarios van a representar la inercia, la defensa del pasado, frente a las diferentes fuerzas de cambio: el beneficio, el prestigio o la racionalidad. Esto va a suponer la elaboración por parte de los responsables de la ordenación urbana de una nueva apro- ximación con el fin de responder, al menos, a la necesaria dinámica urbana. Nadie desea volver al proceso de sustitución espontánea, pero en lo sucesivo habrá que intentar readaptar y reutilizar el antiguo marco urbano a las nuevas necesidades. Esto supone al mismo tiempo el perfeccionamiento de méto- dos rigurosos, que permitan determinar, en términos económi- cos y financieros, el exceso de demanda de superficie de suelo con relación al stock existente. Cada ciudad tiene un potencial dinámico que tiende a mo- dificar las estructuras físicas. ¿Dónde situar el límite entre lo que hay que destruir y lo que es necesario mantener? Debe contarse con el urbanista para llegar a un amplio consenso sobre la necesidad de cambiar, pero al mismo tiempo sin tener que destruir inútilmente. 4) La rehabilitación del parque inmobiliario viene a ser el modo de acción preferido en materia de planificación urbana desde los comienzos de la presente década, si entendemos por este término el mantenimiento de lo esencial del casco urbano existente, su mejora interior y, eventualmente, exterior. Pare- ce que la rehabilitación presenta sus primeras formas en torno a 1966. Se debía entonces, sobre todo en las metrópolis anglo- sajonas, a una convergencia de iniciativas individuales por parte de elementos que pertenecían a profesiones liberales y que manifiestan un rechazo de las zonas de chalets subur- banas, a la vez que una búsqueda de nuevos valores y formas de vida urbana. Muy pronto, sin embargo, la existencia de sub- venciones hasta entonces poco solicitadas introdujo un ele- 139 mento especulativo por parte de categorías que veían más una perspectiva de obtener beneficio con la reventa o el alquiler posterior, que una verdadera posibilidad de inserción en un casco urbano renovado. - En Gran Bretaña, las demandas de subvenciones indivi- duales para la rehabilitación, disponibles desde 1949, han al- canzado una considerable amplitud durante los años sesenta, alcanzando unos 120.000 dossiers por año. Más significativa, sin embargo, es la posibilidad que se da, a partir de 1964, a las colectividades locales de delimitar las áreas de rehabili- tación. Esta tendencia se ve fuertemente reforzada por las dis- posiciones de la Housing Act de 1969, que creó las General Improvement Areas: zonas en las que a las acciones de mejora del habitat se unen ciertos trabajos en los espacios adyacentes no edificados. El sentido de esta legislación quedó confirmado en 1974 con la institución de Housing Action Areas. Podemos observar aquí el paso de una política de renovación total a for- nlas más selectivas de recuperación del casco urbano edificado. Es el gradual renewal, que es visto como un proceso continuo, flexible, que permite un reajuste progresivo del espacio edifi- cado a las necesidades de los habitantes, cuyos lazos de comu- nidad no se quieren trastocar. Una característica original la constituye la función capital que se ha devuelto a las colectivi- dades locales. A lo largo de estos últimos años, éstas han reorientado todos sus medios en el sector de la vivienda en beneficio de la rehabilitación progresiva, continuando, como antes, siendo las encargadas directas de las operaciones con la ayuda de las subvenciones gubernamentales. En el contexto urbano británico, la alternativa entre renovación y rehabilita- ción presentaba una dimensión financiera innegable, ya que teniendo en cuenta la relativa normalización del habitat a re- novar (en general, casas victorianas en hileras), la renovación podía hacerse con economías de escala. Ha podido demostrarse que la inversión exigida por vivienda para su rehabilitación era, por lo menos, una cuarta parte inferior a la que requiere la renovación. No obstante, cometeríamos una injusticia con la política británica urbana si la redujéramos a una acción al nivel de la vivienda, por diferenciada que ésta sea. En el ca- pítulo siguiente veremos cómo la globalidad del tejido urbano 140 y de su contenido es tenida en cuenta por la reciente legisla- ción, lo que constituye también en Francia el objetivo de las acciones programadas. - En Francia está todavía pendiente una opción masiva por la rehabilitación, a pesar de que ya existe desde 1972 un dispositivo adecuado: en ese año se crea la ANAH (Agencia Nacional para Rehabilitación del Habitat). Entre los años 1948 y 1971 sólo estuvieron a disposición del sector privado algu- nas ayudas limitadas a trabajos de techado y revoque, a pesar de que la ley Malraux de 1962, al establecer los Secteurs Sau- vegardés, concedía a los municipios medios financieros para tratar los barrios de un alto vaJor patrimonial. Por otra parte, los objetivos de naturaleza social y estética relacionados con la renovación radical y a veces concertada (ZAC) han condu- cido a definir una nueva política con respecto al vasto parque inmobiliario en vías de obsolescencia y que exigen alguna for- ma de intervención. Esta nueva orientación se vio concretada con la creación de la ANAH. Por una parte, todo propietario- arrendador puede beneficiarse de una ayuda máxima para tra- bajos de mejora muy diferentes. Por otra parte, se intenta evi- tar las intervenciones de carácter demasiado puntual, sean cuales sean los efectos de arrastre que puedan desencadenar. En este sentido, se llevan a cabo acciones programadas que engloban una manzana o un barrio antiguo, adoptadas por los municipios dentro del marco de su planificación urbana a largo plazo. La originalidad de este procedimiento reside en los acuer- dos entre diversos agentes y las administraciones con el fin de que la acción dirigida sobre las viviendas privadas y socia- les vaya acompañada de la que se dirige a los equipamientos de todo tipo. No obstante, la reorientación de las oficinas HLM, que va de la nueva construcción a la rehabilitación de la anti- gua, se opera con bastante lentitud. Además de la fuerza de la inercia institucional, no parece que en Francia, al presentar el antiguo habitat un carácter muy individualizado, el coste de la rehabilitación sea francamente inferior al coste de renova- ción. Pero sería necesario evaluar simultáneamente los costes y los beneficios sociales comparados de los dos tipos de inter- vención, así como las inversiones energéticas que uno y otro representan. La multiplicación de los análisis de casos nacio- 141 nales mostraría una identidad de preocupaciones, sobre todo en los niveles siguientes: - Beneficiar prioritariamente a los habitantes que ocupen las viviendas destinadas a ser rehabilitadas. Esto ya supone alguna forma de intervención sobre los mecanismos del mer- cado. Citemos, por ejemplo, el compromiso impuesto por la ANAH a los propietarios-arrendadores que se benefician de su ayuda, de no aumentar los alquileres de las viviendas renova- das con el fin de evitar una renovación obligada del perfil social de la comunidad local. - Las operaciones de rehabilitación se sitúan, por lo ge- neral, en la perspectiva cronológica de una generación. A prio- ri, estas operaciones ofrecen una prueba de flexibilidad neta- mente superior a la renovación total. - La rehabilitación exige un trabajo especializado, casi artesanal, a diferencia de la renovación, que ha favorecido con- siderablemente la constitución de formas integradas recu- rriendo a los métodos de industrialización de la construcción. La reorientación hacia la rehabilitación tendrá que implicar probablemente un cambio de la industria de la construcción. - El carácter de la rehabilitación depende fundamental- mente de las inversiones públicas y privadas. El peso de éstas aparece directamente relacionado, en las economías liberales, con la imagen y el grado de deseo alcanzado por los barrios antiguos; ahora bien, ya se sabe que este factor se modifica en el tiempo de un país a otro. - En todos los países, las primeras experiencias de rehabi- litación de la vivienda conducen a hacer ciertamente más de- seables unas aproximaciones más globales que impliquen for- mas de dominio del empleo y de los servicios (ver cap. III). Asimismo, parece que es posible mejorar sensiblemente el marco de vida urbano mediante intervenciones sobre los espa- cios exteriores, colectivos o públicos, que acompañan el espa- cio edificado. 5) Mejoras del entorno urbano con costes reducidos.-La dinámica urbana engloba la práctica y la percepción del espa- cio edificado y no edificado. En este sentido presentaremos una tipología de las diferentes acciones llevadas a cabo recien- 142 temente, con medios a menudo poco costosos. La mejora del entorno urbano puede proceder tanto de la valorización de un patrimonio existente amenazado, como de la búsqueda de nuevos usos. Dichas acciones tienen generalmente como marco los barrios anteriores al siglo xx, pero pueden también afectar a conjuntos mucho más recientes, como puede ser el habitat colectivo de los años cincuenta. Podemos distinguir una serie de acciones referidas a los aspectos siguientes: - Tratamiento e integración visual de muros y fachadas. Esto puede dar lugar a operaciones de revoque, de control de carteles y publicidad y de plantaciones de árboles. Un caso particular lo constituye el tratamiento de embellecimiento de los vallados de las obras en construcción. En cualquier caso, se trata de transformar el muro, visto como un obstáculo y una limitación absoluta, en una componente menos rígida del paisaje urbano. - La calle puede ser el marco de acciones de dominante visual, tanto por la elección de los materiales (enlosado) o del mobiliario urbano (recipientes para plantas, fuentes, alumbra- do), como por la eliminación de elementos considerados in- oportunos, como las redes telefónicas y eléctricas aéreas. Más profundas han sido las medidas, parciales o totales, adoptadas respecto a la circulación peatonal, ya que de ello puede resul- tar una nueva práctica del espacio urbano por parte de los usuarios locales o ajenos al barrio. - Los espacios de prolongación de la zona edificada ofre- cen posibilidades de mejora, a la vez, visuales y funcionales. Es el caso, por ejemplo, de los patios situados en el interior de los edificios antiguos. Las acciones más frecuentes consisten en eliminar las construcciones adventicias, en obtener el má- ximo de espacios libres y en reagrupar los patios, hasta ahora cerrados, y hacer de los mismos lugar de juegos o de encuentro. - Las parcelas urbanas que no tienen un uso específico o cuyo uso inicial se ha hecho caduco, se prestan a una amplia gama de formas de recuperación. Las ciudades inglesas y ho- landesas dan prueba de ello, especialmente con sus terrenos para la aventura y sus microespacios para el descanso acondi- cionados de diversas formas. Más delicadas y gravosas son las 143 operaciones de reincorporación al casco urbano de terrenos industriales o zonas mineras, ya en desuso (derelict land de las ciudades inglesas). Ciertas técnicas, a veces altamente com- plejas, que van desde la ingeniería al tratamiento del paisaje, permiten recuperar espacios con fines recrativos diversos, de construcción o de ordenación urbana. El ejemplo más impre- sionante nos lo ofrece la ciudad inglesa de Stoke-on-Trent. Esta ciudad, con sus 260.000 habitantes, presentaba todas las secuelas de la industria extractiva (canteras, yacimientos mine- ros, escoriales) y de la industria pesada, fundamentalmente basada en la producción de acero y de cerámica industrial (instalaciones abandonadas, vías fluviales y vías férreas ya en desuso o residuos amontonados). En 1967 se inició un progra- ma de recuperación sobre dos hectáreas, que en 1974 alcanzaba ya las 570 hectáreas, mientras que se comenzaban las obras de construcción en una superficie casi equivalente. Por razo- nes técnicas, estos terrenos son raras veces edificables y, al menos, a medio plazo se quedan en espacios abiertos o ejes de comunicación o greenways, sobre el emplazamiento de cami- nos de sirga o el de antiguas vías férreas mineras. La justifica- ción de estos tipos de acciones, a pesar de que los costes eco- nómicos de las mismas son limitados, ha tardado en imponerse. Dicha justificación puede quedar apoyada por las considera- ciones y objetivos siguientes: - Beneficios sociales obtenidos de un mejor control de la circulación, sobre todo en el caso de las zonas reservadas a los peatones. Mejores condiciones de salubridad y de seguridad en los casos más extremos. Eventualmente, contactos e interre- laciones más fáciles entre los individuos, aunque los impactos del marco de vida sobre la vida social sea un aspecto en el que es difícil de hacer cualquier tipo de evaluación. - El carácter eminentemente local de las opciones y de las decisiones que hay que tomar incita a recurrir a las diver- sas fórmulas de participación de los usuarios y de los habi- tantes, a través concretamente de asociaciones en algunos paí- ses o por medio de consejos, como es el caso de Oslo, desde 1973, para cada uno de los 39 distritos que componen la ciu- dad. Y lo que es más importante, puede presentar formas de 144 compromiso directo por parte de la población al nivel de múl- tiples acciones, como podemos observar en los antiguos ba- rrios de Jordaan, en Amsterdam. La estimación financiera de los gastos empleados en estos tipos de mejoras depende del concepto de economía del bienes- tar (we1fare economies), en el sentido de que hace falta com- pensar ciertos elementos negativos cuyos ruidos ambientales hacen fracasar el derecho de la mayoría a gozar de un medio ambiente agradable (amenity rights). Esto indica que es muy difícil calcular, por una parte, los beneficiarios totales o par- ciales y hacer asumir, por otra, los gastos a una determinada categoría de usuarios. Las financiaciones dependen esencial- mente de transferencias, y prácticamente no se ha producido ninguna deducción sobre las plusvalías más evidentes que re- sultan de los trabajos emprendidos. Por el contrario, sí se ha visto a veces el efecto de arrastre que estas mejoras financia- das por la colectividad pueden tener sobre los inversores pri- vados y sobre la actitud más general de los residentes para con su barrio. Una idea elemental subyace a todas estas inter- venciones de medios limitados, y es la de conservar, siempre que se pueda, la herencia urbana. Esta preocupación la encon- tramos, como una prioridad absoluta, en las acciones de pro- tección y restauración. 6) Preservación de las herencias urbanas.-La inclusión de programas de conservación en una perspectiva de evolución dinámica de las ciudades puede parecer abusiva, en el sentido de que las zonas preservadas constituyen otros tantos territo- rios inmunizados contra las transformaciones. Hay, en efecto, dos aproximaciones extremas en torno a la conservación: la primera, que consiste en preservar la herencia edificada hasta un grado tal que el producto final es un barrio museo, con funciones muy específicas y más al servicio de actividades recreativas y culturales, que realmente integrado económica y socialmente en la ciudad. La segunda aproxima- ción consiste en hacer conciliar la voluntad de conservación con una exigencia de total inserción del barrio conservado en el espacio socioeconómico de la ciudad, de tal manera que sus habitantes o sus funciones no queden exageradamente segre- gados. 145 10 En la práctica, esta segunda aproximación choca con situa- ciones, de hecho, casi irreversibles, de las que Venecia consti- tuye el ejemplo más claro. En efecto, es sabido que todos los esfuerzos tendentes a mantener una vitalidad auténtica en esta ciudad acaban en el descenso de la función residencial (192.000 habitantes en 1951, 123.000 habitantes en 1969 y muchos me- nos en la actualidad). Cerca de la mitad de su parque de 39.000 viviendas exige mejoras estructurales y, como caso con- creto, los habitantes han dejado de habitar las plantas bajas, cuya humedad crece proporcionalmente al hundimiento del suelo. El éxodo de la población no sólo se debe a la degrada- ción del marco construido, sino también a la insuficiencia, cuando no a la fuga de puestos de trabajo hacia tierra firme, lo que plantea el problema de la inserción de nuevos elementos, comerciales o residenciales, en relación con el casco antiguo. En cualquier caso, parece altamente deseable conservar al máximo la red viaria informal, creando con el espacio edifica- do el ambiente propio de cada ciudad y la legibilidad de la misma. Pero una matriz de origen medieval mal puede amol- darse con las aportaciones de infraestructuras indispensables -sobre todo, las redes de saneamiento- concebidas general- mente de acuerdo con esquemas lineales. Una diferenciada gama de realizaciones recientes permite comprender las posibles relaciones entre una preservación de la herencia urbana y el mantenimiento de una actividad eco- nómica normal. Podemos reducir estas relaciones a los tres tipos siguientes: • El núcleo histórico ha quedado preservado en toda su morfología y dentro de su marco edificado, permaneciendo ín- tegramente el centro comercial de la ciudad. En él se sitúan los máximos valores del suelo. Ha sido necesario, no obstante, ampliar los equipamientos comerciales; aunque las fachadas se han mantenido más o menos intactas, el casco urbano no directamente visible ha quedado muy modificado. La capaci- dad del núcleo de ser identificado con el centro comercial de la ciudad supone una menor demanda sobre su entorno, que tiende a convertirse en zona deteriorada (tipo 1). • Una renovación del núcleo urbano, de conformidad con su uso racional del espacio, hace que predominen los edificios 146 Núcleo histórico perfectamente preservado Intensa actividad de servicios y de comercio Zona en decadencia y abandono Tipo 1 Núcleo muy renovado y especialización en el sector terciario Preservación y rehabilitación con fines residenciales Tipo 2 Mezcla residencial y comercial sin renovación Intensa renovación por el sector terciario Tipo 3 _ núcleo urbano histórico o zona interna FIG. 6.-Tipos de evolución de los barrios céntricos de las ciudades históricas. 147 con funciones terciarias y relega la herencia arquitectónica de algunos edificios monumentales. Por su parte, la zona exterior más próxima alcanza una intensa valorización de su patrimo- nio inmobiliario, mantenido o rehabilitado con fines residen- ciales (tipo 2). • El centro antiguo queda preservado en líneas generales y no especializado de forma funcional; sin embargo, cierta especialización aprovecha el marco tradicional mediante la creación de arterias peatonales (Rouen, Norwich, Munich). El centro queda rodeado por una zona de intensa renovación, consistente fundamentalmente en edificios comerciales y ad- ministrativos (tipo 3). 148 CAPITULO 111 LA DIFERENCIACION GEOGRAFICA Ha quedado claro, a lo largo de los capítulos precedentes, que el proceso de transformación del casco urbano y sus cau- sas difieren considerablemente según nos situemos en el cen- tro de la ciudad o en los barrios más o menos periféricos. ¿Tendremos entonces que distinguir siguiendo un esquema zonal o de acuerdo con un esquema sectorial? Vieja querella relativa a la forma respecto a la cual nosotros no tomaremos posiciones, ya que entendemos que uno y otro son caminos útiles. Lo que sigue siendo fundamental es la evidente hetero- geneidad de la calidad, de la función, de la localización y de la significación de cada uno de los elementos edificado o no edi- ficado, así como de su potencial de transformación. Un estudio de cada caso nos permitirá caracterizar y dis- tinguir la originalidad de los dinamismos, según que nos si- tuemos en una parte del centro, en una corona o en un com- ponente azonal, como pueden ser los canales fluviales. 1. LA DINÁMICA DEL CENTRO DE LAS CIUDADES A través de toda la historia urbana mundial, que alcanza hasta mediados del siglo xx, los centros de las ciudades no han dejado de reflejar, en su más alto grado, la imagen de la ciudad, a la vez que la polivalencia de sus funciones y la pro- gresión de sus poderes de organización del espacio. 151 Sin duda alguna, en determinados países, la concentración del sector terciario había supuesto un notable descenso de la función residencial; pero este fenómeno de city no disminuía en modo alguno la vitalidad subyugante de los centros de las ciudades. Durante los años siguientes a la segunda guerra mundial hemos podido asistir a una original evolución, debida tanto a su acelerado ritmo como a la complejidad de las fuer- zas presentes y al carácter discontinuo de su resultante. Se ha podido llegar a pronosticar, durante los años cincuenta, una muerte de los centros, como resultado de la convergencia de diferentes efectos de bloqueo, mientras que durante la década siguiente se multiplicaban los casos de resistencia y de regeneración. Analizaremos las diversas formas adoptadas por estas di- námicas, así como los factores que permiten explicarlas. No obstante, nos damos cuenta en seguida que no existe un modelo universal, aunque tengamos en cuenta las diferencias crono- lógicas de un país a otro. Al igual que para todos los fenóme- nos urbanos, existen vías evolutivas propias de cada uno de los grandes conjuntos sociopolíticos del planeta. Cuando en las metrópolis del Tercer Mundo, la concentración no deja de aumentar, podemos observar en los Estados Unidos señales inequívocas de renovación después de varias transformacio- nes, mientras que las ciudades de los Estados socialistas no dudan, por su parte, en identificar los centros con los signos y las funciones considerados más significativos de su sistema económico y político. La noción de centro-ciudad dista mucho de ser una noción simple. ¿Hay que reservarla para el centro comercial y de ne- gocios, como se intenta hacer en los Estados Unidos con la noción de CBD (Central Business Dictrict), surgida por lo de- más de especializaciones internas, o más bien convendría in- cluir en ella los diferentes barrios antiguos, considerablemente residenciales todavía, pero tendentes a evolucionar hacia espe- cializaciones funcionales diferenciadas, no ajenas, a menudo, a la imagen que estos barrios han heredado del pasado? Nos inclinaremos por esta segunda acepción. En la mayor parte de los centros podemos encontrar algu- nos mecanismos fundamentales. Son éstos: 152 - Extensión horizontal por difusión, sustitución de zonas de influencia, absorción a costa de la zona urbana más pró- xima. - Una intensificación sobre el propio terreno que implica el tener que recurrir a la construcción de altura. - Disociación entre las nociones de centro geográfico y las funciones centrales, al observar entre estas últimas una fuerte propensión a situarse de nuevo en otras partes de la aglome- ración urbana. ¿Pueden deberse estos procesos de dispersión, con la consiguiente creación de centros secundarios, a meca- nismos que imponen su racionalidad a los agentes económicos? ¿Existen umbrales de saturación, por encima de los cuales se realizará por sí misma la enjambración geográfica de las fun- ciones del centro? ¿O, por el contrario, hará falta el concurso decisivo de agentes que ostenten un poder de decisión más o menos apremiante? Todas estas cuestiones estarán presentes en los parágrafos que siguen. A un nivel de reflexión más teórico y considerando los centros como sistemas abiertos y en constante interacción, hay quien puede interrogarse (J. Bird) acerca del paso de un estado inicial, en el que el espacio funcional está desorganiza- do, a estados que presenten un orden cada vez más firme. A) CBD y downtowns en el área sociocultural anglosajona Un modelo evolutivo perfectamente representado en Amé- rica del Norte, y cuyas variantes se encuentran también en Aus- tralia, Nueva Zelanda y Gran Bretaña, proviene de las prefe- rencias colectivas por un habitat suburbano, a la vez que de la audaz presión del capital privado, a menudo innovador, que se ejerce -exceptuando algunas ciudades británicas- sobre una herencia urbanística mediocre y, por tanto, poco apre- miante. 1) A lo largo de los años cincuenta, junto a la mutación de las estructuras económicas (ver infra), el centro de algunas grandes metrópolis ha visto incrementar poderosamente su poder de atracción. Se trataba de fijar en el mismo las sedes administrativas de sociedades privadas o las direcciones de 153 organismos públicos, así como toda una gama muy diversifica- da de servicios o de comercio especializado. La perspectiva de una demanda permanente proveniente de estos sectores de ac- tividades terciarias y cuaternarias atrajo inmediatamente la atención de los promotores privados, y se iniciará de esta for- ma, sobre todo en Londres, un mecanismo de producción de una eficacia indiscutible. El promotor (developper) es el per- sonaje clave; él recoge su implantación, negocia con el deten- tador del suelo un contrato de construcción a largo plazo o li- bera el suelo destinado a ser de nuevo desarrollado. Es él también quien reúne el capital necesario mediante fondos ban- carios o institucionales y el que firma el contrato con las em- presas para la construcción de edificios. Por regla general, los edificios construidos se destinan a ser alquilados, por metro cuadrado, a un precio que tiene en cuenta tanto la relación oferta/demanda, como el cálculo efectuado a más largo plazo por el promotor. Estos mecanismos especulativos han afectado igualmente a los centros. En algunas ciudades de los Estados Unidos, las inversiones privadas han mirado con desconfianza a los down- towns, cuyo poder polarizador parecía irremediablemente al- canzado; en otras ciudades sólo han buscado algunas implan- taciones puntuales, dejando caer zonas enteras de downtowns en un proceso de deterioro. Por el contrario, en el centro de metrópolis como Los Angeles, San Francisco, Melbourne y, naturalmente, Londres, la especulación se ha extendido como una mancha de aceite. Su lógica económica resulta bastante evidente y los esfuerzos realizados para modelizar y estimular la dinámica de los centros sólo han aportado aspectos comple- mentarios. El modelo Mandebus (Regional Studies, 1975) par- te del stock existente en oficinas, tiendas y viviendas, de su condición y de su edad. Luego introduce elementos de la es- trategia de los propietarios del suelo y de los promotores, que conducen a decidir si es oportuna una sustitución en el uso del suelo, teniendo en cuenta las perspectivas del merca- do, la reglamentación y el régimen fiscal. Se sabe cómo en algunos casos los poderes públicos han esgrimido la amenaza de la retroventa de edificios de oficinas que permanecen des- ocupados con el fin de calmar el ardor especulativo. 154 - La primera consecuencia es, pues, el cambio producido en el destino dado al suelo del centro de la ciudad. Las activi- dades de poca rentabilidad o relativamente exigentes de espa- cio tienden a desaparecer, siendo sustituidas por otros usos que estén en disposición de soportar el aumento de las cargas hipotecarias y de los precios de alquiler. La disminución del número de residentes y las transformaciones cualitativas de la población residente explican igualmente el proceso de se- lectividad de las actividades. Tiendas de comercio -a veces, también, grandes almacenes-, así como actividades de alma- cenaje y producción, ceden en beneficio del sector terciario de oficinas y de ciertas actividades de servicio relacionadas con el mismo. La evolución del centro de Melbourne, entre otros, puede ilustrar este fenómeno: el 3 por 100 de la población to- tal reside allí, pero la superficie del suelo ocupada por oficinas se ha triplicado entre los años 1961 y 1975. En 1976 podía observarse en los Estados Unidos, en las diez mayores áreas metropolitanas (Standard Metropolitan Statiscal Areas), que el 67 por 100 del aumento de habitantes de los suburbs se había generado en los centros de las ciuda- des, a pesar de una cierta desconcentración funcional, pero que sólo afectaba muy moderadamente al sector terciario es- pecializado. En cualquier caso, el aumento del valor de los terrenos supone una intensificación selectiva de su utilización que únicamente puede modular la legislación. En todos los centros en los que se ha desarrollado este proceso acumulativo, los mismos efectos han tendido a crear, de forma progresiva, situaciones críticas, sobre todo a los si- guientes niveles: - La estructura demográfica se hace anormal. El descen- so del número de habitantes afecta de modo selectivo a las familias pertenecientes a las clases medias y provoca la sobre- representación de ciertas categorías, de bajos o elevados in- gresos, pero, al mismo tiempo, de personas de edad o de jóve- nes solteros. Ello va a acarrear el deterioro de una población urbana mejor equilibrada. - La creciente distorsión entre el domicilio y el lugar de trabajo de una población activa predominantemente de cuello 155 -----------4-lh-s-t.II s.w. e.p.R. 7l'-- ':''''l' ; 1]\ Centro comercial y de negocios \:..J tradicional, anterior a 1960. O Zona de valor máximo del o Actividad relacionada con suelo el petróleo = 1960 .. Primer frente de oActividad relacionada con actividades del sector el petróleo =1970 terciario FIG. 7.-Migraciones del centro de gravedad de los centros comerciales y de negocios en Calgary (según R. P. BAINE). blanco plantea problemas de circulación en las horas punta. Cualquier solución a dichos problemas resultará costosa para la colectividad. - La concentración en el tiempo de una intensa actividad en un espacio limitado conduce, por una parte, a deseconomías que ponen en tela de juicio ciertos .emplazamientos, y, por otra parte, hace del centro comercial o de negocios una zona muerta fuera de las horas de trabajo, a menos que una serie de actividades lúdicas o turísticas tomen de alguna forma el relevo, lo que siempre implicará un tipo de población exterior. - El considerable desarrollo de la función hotelera, de- pendiente asimismo del turismo aéreo, organizado por gran- des compañías de transporte, se manifiesta por la implanta- ción de nuevos edificios, cuyo poder de competición espacial puede dominar al de los edificios de oficinas. 2) Los principales inconvenientes, económicos y sociales al mismo tiempo, que acabamos de señalar han llevado a los 156 responsables de las políticas urbanas a concebir, en los casos más excesivos de saturación, políticas de extensión en benefi- cio de polos escogidos en las diferentes aureolas suburbanas o, a veces, más allá de las mismas. Se hace, pues, necesario distinguir perfectamente los tres tipos de política seguidos, en función de situaciones producidas por evoluciones voluntaria- mente espontáneas: a) Las secuencias -desarrollo especulativo, reacciones, plan de extensión- se aplican fundamentalmente en Londres y en algunas metrópolis norteamericanas como Montreal (ver supra). b) En muchos casos, los proyectos de extensión del sec- tor terciario han chocado con la desconfianza del municipio que temía la nlenor flexibilidad de la base económica y, por consiguiente, de los ingresos de la fiscalidad local. La actitud de los responsables neoyorquinos frente a los proyectos de nivel regional (Tri-state, Regional Plan... ) es significativa. Pero dicha actitud se encuentra también en muchas metrópolis pro- vinciales británicas -si no en las continentales- como Glas- gow o Manchester, que, preocupadas por mantener su peso nacional y regional, intentan emplazar o mantener en su cen- tro el mayor número posible de funciones de servicios supe- riores. Esta actitud puede conducir, por otra parte, a situa- ciones conflictivas si se crea una nueva ciudad no lejos de la aglomeración y si ésta se manifiesta como una ciudad rival, tendiendo a atraer en su propio beneficio el mismo tipo de función. Pero tal vez sean estas actitudes malthusianas, fo- mentadas por una difícil coyuntura económica, ya que parece ser -en el caso de Nueva York- que lo que se ha perdido en el centro a nivel de actividades económicas de gestión ha que- dado compensado por los beneficios obtenidos en el terreno cultural, educativo y artístico. Una tercera situación, bastante frecuente en América del Norte, se deriva de la desafección de las inversiones y de la demanda por los emplazamientos cén- tricos. Esta crisis de los downtowns ha supuesto una serie de tentativas concertadas cuyas diferentes variantes enunciare- mos ahora. 157 3) El renacimiento de los centros-ciudad americanos. a) Abordaremos el estudio de este revival en primer lugar a través de los procesos de decisión que ponen en escena, se- gún los casos, uno o dos actores dominantes. Podemos establecer la tipología siguiente: - Función determinante representada por los medios em- presariales, a nivel de proposiciones e inversiones. Este caso, muy frecuente por otra parte, conduce a edificar un complejo de edificios de oficinas o Center, junto a algunas tiendas de comercio, en el centro de la ciudad (por ejemplo, en Kalama- zoo o en Michigan). De aquí se desprende generalmente una ampliación del centro comercial y de negocios por eliminación de antiguos barrios situados en la proximidad (por ejemplo, el Houston Center, previsto para 20 hectáreas, doblando la su- perficie del downtown, y basado en un urbanismo de segre- gación vertical). - Acuerdo entre las autoridades locales y los medios em- presariales. Dicho acuerdo conduce generalmente a hacer pre- valecer algunos de los objetivos de interés general en la com- posición urbana o en la finalidad de los edificios y a limitar el aspecto especulativo de las operaciones. Un caso interesante nos lo ofrece Detroit, donde la City Planning Commission for Downtown emprendió, desde los años cincuenta, un proceso de renovación con el nuevo Civic Center. Posteriormente, durante los años setenta, los medios empresariales, incluido Ford, se unen a este movimiento y prestan su ayuda a la operación Re- naissance Center en el riverfront, donde aparecen unidos edi- ficios de oficinas y residenciales, que corresponden, a nivel ar- quitectónico, a la nueva generación de los rascacielos no es- trictamente funcionales. El principal problema reside, sin em- bargo, en el carácter puntual de las operaciones, dispersas a través de un downtown y aislados los unos de los otros por áreas en avanzado estado de deterioro. Una tentativa reciente, apoyada por la Federal Urban Renewal Agency, pretende re- construir en estas áreas un parque de viviendas que permitiría alojar a una parte de la población que trabaja en el centro y, a la vez, dar a éste una mayor continuidad espacial y anima- ción social. 158 En el año 1968 se inició en Nueva York, por iniciativa del gobernador, una acción concertada en el extremo sur de Man- hattan, con la creación de la Battery Park City Authority. Este organismo mixto tiene como misión la de erigir sobre las 40 hectáreas ganadas a la ribera un complejo de elevada densi- dad que reunirá 540.000 m 2 de oficinas, 90.000 m 2 destinados al comercio y un conjunto de viviendas para 14.000 habitantes de categorías sociales diversificadas. En Calgary, el bonus system representa un caso particular de acción concertada en el que podemos encontrar, además, determinadas variantes. Consiste en conceder a los promotores privados el derecho de aumentar, por encima del límite legal, las superficies comercializables a cambio de ceder a la colec- tividad terrenos destinados a vías peatonales. Dentro de estos modelos de evolución, muy poco diferentes en sus efectos, algunas ciudades se singularizan por la partici- pación activa de sus habitantes, como ocurrió, sobre todo, en el caso de Toronto, donde la presión ejercida sobre el muni- cipio ha sido lo bastante seria como para que se haya tenido que rechazar la manhattanisation del centro de la ciudad; una medida simbolizaría esta decisión: las restricciones im- puestas desde 1973 a los nuevos edificios sobre su desarrollo vertical. b) Los ingredientes urbanísticos de la renovación de los downtowns se inscriben en un registro que ya se considera clá- sico. Los puntos fuertes los constituyen las megaloestructuras de fuerte desarrollo vertical, que albergan servicios públicos (Civic Center) y firmas privadas. Las inmediaciones y el acceso directo son tratados de tal manera que se fomente el comer- cio y las zonas de paseo y de descanso, de donde surge la fre- cuente creación de pedestrian malls y de plaza (Charles Cen- ter, en Baltimore; Fountain Square, en Cincinnati, y el pro- yecto para rehabilitar Times Square, en Nueva York). Existe, no obstante, una originalidad en la función de ani- mación y de atracción correspondiente a los centros univer- sitarios emplazados voluntariamente en los barrios céntricos degradados, como ocurre en Detroit, Chicago o Nueva York. No podríamos, sin embargo, explicar plenamente esta reacti- vación de los downtowns sin referirnos constantemente al 159 programa de autopistas de 1956, que, al favorecer las comuni- caciones interregionales por medio de autopistas, ha mejorado al mismo tiempo la accesibilidad de los centros urbanos de las grandes metrópolis. Desde ese momento, convenía extraer las consecuencias prácticas del crecimiento de los flujos de vehículos que amenazaba con paralizar a los centros. Más o menos empíricamente, la capacidad de las áreas de estaciona- miento ha sido ampliada en y alrededor del CBD, pudiendo, con el conjunto de las vías de comunicación, cubrir hasta el SO por 100 de la superficie del suelo. 4) Una preocupación de ,mixtura funcional surge actual- mente en varios casos, manifestándose mediante la construc- ción de viviendas dentro o en la proximidad del centro comer- cial. Esto lo podemos ver perfectamente claro en el centro de Chicago. Este se identifica aproximadamente con The Loop y, durante los años cincuenta, presentaba una situación preca- ria. La década siguiente asistió a una serie de acciones de re- novación, simbolizadas por la construcción de edificios gigan- tescos destinados a oficinas (Sears Tower, John Hancock Buil- ding), lo que supuso en total la creación de 24.000 nuevos pues- tos de trabajo, mientras que, desde 1964, la cifra de negocios comerciales situados en el CBD recuperaba su progresión. Des- de entonces se ha comprobado un alza de los valores del suelo y de los valores inmobiliarios en los alrededores del Loop, hasta entonces ocupados por población de color. Esta última cede su sitio de forma progresiva a una población blanca, re- lativamente acomodada, que trabaja en los puestos reciente- mente creados. Para dar respuesta a esta demanda se llevan a cabo ambiciosos programas de construcción de edificios resi- denciales que culminen la renovación morfológica y funcional del centro de la capital del Mid-West. S) La renovación de los downtowns, puesta en tela de juicio. La atracción espontánea o suscitada, ejercida por los CBD, y las acciones convergentes de los poderes públicos y de los inversores privados desembocó, durante los años sesenta, en un amplio movimiento de reconquista por un sector terciario 160 específico, en el que predominan actividades sofisticadas de gestión, dirección e investigación. Como hemos señalado, las grandes aglomeraciones ameri· canas han reaccionado igualmente a este tipo de transforma- ciones, mientras que en Houston el centro sólo ejercía un me- diocre atractivo, tal vez en correlación con la carencia de transportes colectivos, el CBD presentaba una inmensa trans- formación en ciudades como Nueva York, Chicago o Boston. Fue precisamente en esta última ciudad donde la amenaza de manhattanisation se manifestó de forma tan real que tuvo que modificarse la política de renovación del centro. Para hacer frente a un descenso de la actividad y a un éxodo de firmas y de habitantes acomodados se inició, a partir del comienzo de los años cincuenta, la renovación, concretada en la construc- ción del complejo de oficinas, hoteles y tiendas del Prudencial Center. A éste le seguirá el Government Center, destinado a servicios administrativos. Mientras que cada rama de la pro- ducción se perfeccionaba, enviando hacia la periferia sus for- mas más molestas o las menos remuneradoras, la fisonomía del centro sufría una transformación radical mediante la eli- minación del casco preexistente unido a una creciente espe- cialización funcional. El origen incuestionable de la reacción ha estado en una opinión pública, de clase media, sensible a la calidad de la herencia urbanística de la capital, Nueva In- glaterra. La política del bulldozer se lleva de forma más selec- tiva, y ya es simbólico el haber conservado, readaptándolo, el antiguo City Hall, mientras que cambian de escala los pro- gramas de renovación y que las manzanas de viviendas de fun- ciones residenciales quedan preservadas y rehabilitadas con el concurso financiero de sus habitantes. La protección de los barrios de alto nivel urbanístico se impone tanto más cuanto que investigaciones realizadas sobre la dinámica espacial de los CBD han mostrado el carácter preferencial e irregular de su progresión horizontal. Si los efectos de barrera (vías fé- rreas, ríos) bloquean el avance, por su parte los barrios de alto nivel residencial y portadores de una reputada imagen se ven pronto penetrados por el primer frente de actividades cen- trales, sobre todo sedes sociales, profesiones liberales, luga- res de exposición, etc: Simultáneamente, la obligación que tie- 161 11 ne el centro comercial y de negocios de disponer en su inme- diata proximidad de un cierto número de servicios de poco prestigio y tan variados como restaurantes, tiendas, cines ba- ratos, garajes, zonas de estacionamiento, pequeños talleres, etcétera, conduce a una invasión de los barrios vecinos y a un deterioro de su medio ambiente. Señalemos que estas mi- croespecializaciones espaciales en los centros se encuentran en la mayor parte de las ciudades mundiales, con el mismo ca- rácter de contingencia. En efecto, cada una de estas áreas se deforma continuamente, se desplazan las zonas de valor y de preferencia, a veces incluso con discontinuidad espacial, y, sobre todo, cualquier nueva megaloestructura, cualquier nue- va apertura de autopistas, acentúa una dinámica espacial ya mantenida por su propia lógica interna (ver infra). Finalmen- te hay que contar con las tendencias centrífugas que hacen de los centros áreas de dispersión en beneficio de las periferias en grados más o menos acentuados según los casos. Toda esta problemática propia de los CBD del área anglo- sajona no es ajena a las aglomeraciones urbanas de otros con- juntos mundiales, y Londres ofrece, por su antigüedad y su complejidad, un caso de transición que revela claramente ras- gos descriptivos de las aglomeraciones del continente eu- ropeo. B) Las dinámicas conflictuales del centro-ciudad en la Europa occidental Tanto en sus manifestaciones como en sus fuerzas motri- ces, tanto en sus móviles especulativos como en el poderoso movimiento de terciarización funcional, el centro de las ciu- dades europeas parece reproducir las transformaciones pro- pias del área anglosajona. Se sabe además que los agentes financieros del redevelopment del centro de Londres no serán los menos significativos en el centro de Bruselas, Francfort o París, mientras que las perspectivas de beneficios quedarán difuminadas en la capital británica, al comienzo de los años sesenta. Realizaremos, pues, nuestro análisis teniendo en cuen- ta las diferencias y las características originales: 162 - La vitalidad económica se manifiesta por una sólida per- manencia en el poder localizador del centro con respecto a la mayor parte de las actividades del sector terciario y, de modo especial, a las del sector terciario superior, en la bús- queda de direcciones de prestigio, siempre que se tenga la capacidad financiera para soportar los precios del suelo o del alquiler excepcionalmente elevados. Hará falta, a fines de los años sesenta, toda la perseverancia de acciones voluntarias para aplicar estrategias de extensión, inspiradas en la expe- riencia londinense. En un primer momento, el reforzamiento espontáneo de las funciones centrales y de su frecuentación hará seductora la imitación de fórmulas norteamericanas de aperturas de autopistas con objeto de perfeccionar la accesi- bilidad de los vehículos automóviles; durante los años 1960- 1970 se desarrollará la fase de los grandes estudios del trans- porte, que concluirán de forma invariable en la necesidad de nuevos espacios para la circulación y el estacionamiento. Las grandes aglomeraciones británicas y francesas parecen haber sido particularmente receptivas a estas transformaciones, con la excepción, no obstante, de Londres, donde el proyecto de autopista periférica (Motorway Box) será finalmente abando- nado ante la oposición de la opinión pública en 1973. - El atractivo del centro va a disminuir, sin embargo, en lo que concierne a las actividades comerciales. Esto es in- discutible en los grandes mercados (Les Halles de París y de varias ciudades provinciales), pero afecta igualmente a la redistribución de productos corrientes y a los almacenes con varias secciones. Se da aquí una transposición sobre el con- tinente europeo del modelo norteamericano con la implanta- ción en zonas periurbanas de centros comerciales que afectan sin duda alguna, al hacerles la competencia, a los equipa- mientos comerciales que continúan en el centro de la ciudad y que se ven perjudicados tanto por su dificultad de acceso como por la disminución de los habitantes residentes en la zona. Notemos en este sentido el carácter aparentemente aberrante del Reino Unido, donde, a pesar de una suburbanización de la población mucho más precoz y masiva que la de un país como Francia, prácticamente no se ha producido el fenómeno de la correlativa migración del comercio de redistribución. La 163 razón hay que buscarla, por una parte, en la estricta protec- ción de los cinturones verdes periurbanos que ha hecho impro- bable la liberación de espacios destinados a estas grandes zo- . nas comerciales, y, por otra parte, en una voluntad general- mente conjunta de los intereses comerciales ya existentes y de los responsables municipales; fue lo que condujo, desde finales de los años cincuenta, a reinversiones importantes en la proximidad de los High streets, es decir, las tradicionales arterias comerciales. El corolario de estas decisiones urba- nísticas tendrá que ser indefectiblemente el de garantizar la accesibilidad de los centros comerciales reconstruidos en el centro de la ciudad, como, por ejemplo, el Bull Ring Center, sobre 34 hectáreas, en Birmingham. La técnica ordinaria, lle- vada a su último grado en la capital de las Midlands britá- nicas, será la apertura de vías rápidas -centro-periferia-, combinadas, a veces, con una vía circular; técnicas que re- sultan eficaces para la motorización, pero que son fatales para la animación del centro, del que desaparece rápidamente todo atractivo, si no es para funciones del sector terciario. Seña- lemos, no obstante, que desde hace algunos años los emplaza- mientos periurbanos de los hypermarkets han sido considera- dos con menos recelo, ya que se ha comprobado que este tipo de actividad no arruinaba necesariamente al comercio del centro de la ciudad. Es alrededor de los Midlands y del Norte inglés donde se han concedido más frecuentemente las derogaciones, muchas veces en beneficio, por otra parte, de inversores franceses cuyo dictamen pericial y tenacidad siem- pre hay que tener en cuenta. 1) Las herencias de la historia urbana tienen un peso muy fuerte sobre la capacidad de los centros para absorber de forma selectiva nuevas actividades. Esto es especialmente cierto en las ciudades cuyo espacio central es el resultado de sucesivas adjunciones yen el que se han realizado amplios tra- bajos de embellecimiento que se remontan a la época prein- dustrial. Cada uno de los subconjuntos que conforman el cen- tro ha conocido máximas valorizaciones sucesivas, pero con- tienen asimismo un importante potencial recuperable, e in- cluso espacios que pueden llegar a estar totalmente disponi- bles para nuevos usos. Frecuentemente será en relación a esta 164 herencia urbana como la aglomeración podrá reaccionar ante los nuevos aspectos de la centralidad, ya que se sabe que un proceso de selectividad tenderá a reunir en el centro de la ciudad las actividades terciarias superiores, pero también a dispersar los servicios que exigen grandes superficies como el comercio, el almacenaje, los centros hospitalarios, los equi- pamientos universitarios, etc. 2) Las modalidades morfológicas del reforzamiento de los equipamientos centrales han obedecido a diferentes fór- mulas espaciales. En la mayor parte de las ciudades, pequeñas y medianas, lo esencial de la renovación funcional ha tenido, desde hace unos veinte años, como marco el espacio central. Es evidente que las transformaciones más variadas han afec- tado a las grandes ciudades o a las ciudades intermedias de crecimiento muy importante (como son las ciudades que ro- dean a París), mientras que el estancamiento práctico que ca- racteriza a las ciudades situadas en las regiones económica- mente frágiles, como Thionville o Valenciennes, ofrece poca materia de análisis. Distinguiremos las evoluciones siguientes, que, desde lue- go, no son exclusivas: a) Expansión sin discontinuidad: esta puede lograrse tra- dicionalmente por reincorporación al espacio central y la re- conversión de los edificios de la zona colindante con el centro comercial y de negocios, como ocurrió en Nantes y en Estras- burgo. Este puede ser también el resultado de una operación voluntaria como la del Polígono de Montpellier, que bordea hacia el este el centro tradicional. El centro de Nedre Norr- malm, construido entre 1953 y 1964 en Estocolmo, ilustra igualmente este tipo, ya que ocupa el emplazamiento de un ba- rrio que se remonta al siglo XVIII e inmediatamente próximo al antiguo centro. b) Expansión con franqueamiento de un río y creación de un polo relativamente complementario. Es el caso del centro Saint-Sever, situado en la orilla sur del Sena, en Rouen. Sobre sus 15 hectáreas se han instalado equipamientos sociocultu- rales (bibliotecas, gimnasios, dependencias de la alcaldía), equipamientos privados (dos hoteles, 140.000 m 2 de oficinas, 40.000 m 2 de tiendas de comercio) y 1.200 viviendas. 165 antes de 1918 1978 IilliIIIIl Comercio [1]] O Universidad ~ ~ Administraci6n r:":"B L2:.:...J y política ~ [:::::1 Hospital p ~   ~ l Zona militar ~ ] FIG. B.-Variaciones de las zonas terciarias, en Estrasburgo, entre e) Desdoblamiento con posibilidad de concurrencia o de reajuste. El ejemplo nos lo puede ofrecer Lyon, con La Part Dieu, complejo edificado al margen del centro histórico y del centro comercial tradicional. A partir de 1960, la ciudad ad- quirió unas 30 hectáreas de terrenos militares, pero también barrios antiguos repletos de pequeñas industrias. También aquí la operación asociará programas de centralización tanto administrativos y culturales como financieros. Un desdobla- miento con creación de un polo al margen del casco urbano ya edificado plantea el problema de una ruptura del monopo- lio del centro de la ciudad y del reajuste, en una perspectiva de complementariedad de las funciones del antiguo centro y del nuevo centro, como puede observarse en Orleáns desde la creación del conjunto de La Source. En este caso concreto, sin embargo, el emplazamiento de un almacén de grandes super- ficies entre la aglomeración urbana de Orleáns y La Source ma- tiza la noción de un simple desdoblamiento. 3) El mantenimiento de una población residente se im- pone de forma evidente, a pesar de un reciente descenso del número de habitantes que puede alcanzar entre el 1 y el 2 por 100 por año. Nada anuncia una desertificación de los centros de las ciudades, salvo en algunas metrópolis de las Islas Bri- tánicas, donde, por otra parte, han podido proponerse ciertas. políticas de reconquista residencial, como la operación de Barbican, en la City de Londres. Lo más normal es que el problema sea de orden cualitativo. En efecto, los flujos mi- gratorios que afectan a los centros de las ciudades tienden a singularizar en los mismos el perfil sociodemográfico. Lo mis- mo será una excesiva representación de personas de edad que un reforzamiento de las categorías de renta superior a la media, como en Rouen o Nantes, o un fenómeno inverso, como sucede en Montpellier y en Saint-Etienne. Estas distorsiones del perfil sociodemográfico aparecen acompañadas general- mente de una reducción de la superficie global destinada a la vivienda, mientras que el parque residencial presenta un ritmo muy lento de renovación que se sitúa, según los casos, entre el 1 y el 4 por 100 por año. Asimismo, las renovaciones puntuales llevadas a cabo por iniciativa de intereses privados 167 suponen indefectiblemente una renovación de la población, en beneficio de categorías relativamente acomodadas. - La heterogeneidad de los usos del suelo y del casco ur- bano edificado sigue siendo la propia de los centros de las ciudades europeas. La composición socioprofesional de los habitantes cambia en cortas distancias: bloques de viviendas vetustas, poco recuperables, están alIado de conjuntos de un valor arquitectónico más o menos confirmado. 4) En las grandes ciudades se constituyen, a expensas de estos conjuntos residenciales, ciertas especializaciones, aso- ciadas funcionalmente al centro, beneficiándose de su accesi- bilidad y recuperando un antiguo marco edificado, así como la imagen que puede estar relacionada con el mismo. La ma- nifestación más frecuente ha quedado designada con el tér- mino de pigalisation, mientras que la colonización de un casco urbano residencial mediocre multiplica en el mismo los pun- tos de restauración y de espectáculos. Una de las variantes puede conducir al emplazamiento selectivo de tiendas de ob- jetos de arte, comercios de lance, artesanía exótica, alejando el comercio común, como podemos observar en torno al Cen- tre Beaubourg, en París, cuya implantación ha desencadenado una ola de efectos inducidos sobre un barrio que hace poco vivía en simbiosis con Les Halles. En cualquier caso, estas ac- tividades están esencialmente orientadas hacia una clientela ajena al barrio y su difusión corre pareja con la progresión de residentes que pertenecen a categorías cultural o social- mente marginales. - Las ciudades cuya dimensión y poder de atracción son más modestas ignoran este tipo de mutaciones; sin embargo, estas ciudades pueden registrar en su antiguo centro una se- rie de fenómenos globales de decadencia, eventualmente se- guidos de formas de reanimación. Esta sucesión ha podido observarse en varias ciudades de la Europa meridional como Menton (J. Miege), donde el antiguo centro ha seguido las vicisitudes de la ciudad alta. Una dinámica dominada por las relaciones de ciudad alta-ciudad baja puede quedar ilustrada por el ejemplo de Bérgamo, situada en el complejo y secular 168 sistema urbano de La Lombardía. La ciudad alta ha conocido, desde comienzos de siglo, un deterioro progresivo y que se ha traducido especialmente por la salida de los elementos di- rectivos y de los principales servicios hacia la ciudad baja, de mejor accesibilidad y abundancia de espacios. Unos tras otros, irán emigrando las tiendas de comercio, los hospitales, la prisión (1977), dejando prácticamente tan sólo algunas ac- tividades religiosas como testimonio del antiguo centro. Por lo que se refiere a la población, ésta ha descendido: 8.000 ha- bitantes en 1951 y 4.000 en la actualidad, a la vez que ha en- vejecido, representando la población activa sólo el 30,5 por 100 del total. La pauperización de la población condujo, a co- mienzos del siglo xx, a la contracción del aparato comercial, reducido a algunas tiendas de alimentación y a algunos pun- tos de reparación artesanal. A lo largo de los dos últimos decenios, una serie de trans- formaciones, fácilmente cuantificables, reflejan un cambio en la valorización del carácter urbanístico de la ciudad alta y en su función subregional. La reducción de numerosos comercios comunes queda compensada con la creación de tiendas de lujo y semilujo, unidas a una artesanía de arte. Surge un nuevo centro al servicio de una clientela exterior, en gran parte re- gional, que presenta una gran animación los días no labora- bles. Precisamente es este profundo cambio y la revaloriza- ción de la herencia construida lo que conduce a una recupe- ración de los edificios públicos o institucionales con fines so- cioculturales (creación de una Universidad), sobrepasando las estrictas necesidades de la población local, aunque se haya dado un aumento en el número de habitantes, parejo a un re- forzamiento del parque inmobiliario. 5) El impacto de las nuevas ciudades.-El lanzamiento de operaciones de crecimiento urbano planificado en Europa occidental se llevó a cabo, de forma excepcional, después de la segunda guerra mundial, en terrenos completamente nue- vos. Esto trajo consigo, la mayoría de las veces, que las aglo- meraciones urbanas pequeñas o medianas, ya preexistentes, se vieran sometidas a una serie de reajustes funcionales, sobre todo en su morfología y en la función de sus centros. 169 Según el tamaño de la aglomeración inicial podemos dis- tinguir los casos siguientes: - En el caso de un pueblo, donde la mayor parte de las tiendas comerciales se alinean en la calle principal, asistimos a una especialización de los servicios ocasionales (restauración) y de un comercio singular (comercio de lance, productos ar- tesanales) que valorizan un espacio antiguo edificado y ter- minan siendo complementarios de nuevos centros comerciales (por ejemplo, en Hemel Hemptead, nueva ciudad londinense). - Un centro de una ciudad pequeña puede quedar inte- grado totalmente en la nueva jerarquía de los centros de ser- vicio de una nueva ciudad. Tras algunas modernizaciones aca- bará siendo un centro de segundo nivel que pone en comunica- ción a decenas de miles de habitantes (por ejemplo, en Marne- la-Vallée, el centro de Torcy, y en Milton Keynes, el centro de Bletchley). - En el caso de una extensión planificada (expanded towns británicas), como Basingstoke o nuevas ciudades de la última generación, como Peterborough, es el centro de la ciudad pre- existente el que, tras un cambio profundo, se ve promovido al rango de centro principal y eventualmente regional. Lo que significa, por una parte, un reforzamiento limitado de las ac- tividades comerciales para no monopolizar esta función y, por otra parte, un incremento del número y de la calidad de los equipamientos de gran proyección (administración, cultura, recreación). Al mismo tiempo, el sector de empleo terciario se verá ampliamente reforzado por la implantación de edificios de oficinas que realzan, por otra parte, y debido a sus volú- menes, la imagen simbólica del centro, hasta ahora asociada con la catedral o con algún edificio público. Si en estos casos concretos los antiguos centros y los nuevos se han integrado sin excesivas tensiones internas en nuevas jerarquías espa- ciales, ocurre de muy distinta forma hoy día en las operaciones pesadas llevadas a cabo en los centros. El problema por an- tonomasia, siempre se ha centrado en el terreno, en torno al cual los conflictos más intensos continúan oponiendo poder central con poder local, usuarios, grupos de defensa e intereses privados o institucionales. 170 6) Los mercados de Covent Garden y de Les Halles.-Es- tas dos operaciones ejemplares por su amplitud han consis- tido, como en algunas otras ciudades, en llevar fuera del cen- tro de Londres y de París un gran mercado de productos ali- menticios, cuyo emplazamiento geográfico, históricamente comprensible, se había convertido en una fuente de problemas insolubles, tanto a nivel de la congestión de las redes de co- municación como de la eficacia de los mercados y de sus efec- tos negativos sobre el inedio ambiente de los barrios próxi- mos. En 1974 en Londres y en 1968 en París, se va a llegar a un acuerdo bastante general sobre el principio de transferen- cia, relativo a la nueva utilización de los espacios liberados -36 hectáreas en Covent Garden y 35 hectáreas en Les Ha- lles-, que va a suponer una fuente de conflictos. Siguiendo canales diferentes, en ambos casos los proyectos concebidos por la administración van a desencadenar una serie de polé- micas consideradas lo bastante significativas como para poner en tela de juicio los planes iniciales de renovación. La aten- ción se centrará en algunos aspectos concretos: a) La acción de las asociaciones de defensa consiguió que la Administración tuviera que abandonar los proyectos. En los dos casos se trataba de hacer tabla rasa del casco urbano existente con el fin de dar paso a nuevos usos del suelo, favo- reciendo las actividades de servicios tales como el Centro fran- cés de Comercio internacional (116.000 m 2 de oficinas), y un Centro de Comercio internacional acoplado a un amplio hotel, en Londres. Tanto para estos proyectos como para más de la mitad de las nuevas viviendas estaba previsto dirigirse a los promotores privados, con lo que se asumía el riesgo de ver cómo finalidades especulativas prevalecían sobre objetivos so- ciales. b) La reorientación de los proyectos.-El esquema de re- novación referido al Covent Garden se había hecho público desde 1968; en 1973, éste había quedado definitivamente aban- donado, y, en 1976, se hicieron públicas nuevas propuestas, preparadas en un contexto de participación activa de la Com- munity Association, con el objeto de ser sometidas a la opinión pública. El acento se pondrá prioritariamente en la rehabili- 171 tación del parque inmobiliario residencial, en la salvaguarda de los edificios del mercado y en su reconversión funcional, así como en el mantenimiento de las actividades y de los ser- vicios necesarios para el equilibrio de una comunidad local de unos 3.000 habitantes. Por lo que se refiere a Les Halles, desde 1960 los pabellones habían sido desmontados y se había abierto una vasta excavación destinada a contener las insta- laciones de la RER. Desde entonces, y como contrapunto de la función de ciertas asociaciones, las contradicciones existen- tes entre las diferentes administraciones, así como entre las instancias nacionales y municipales, van a conducir a suce- sivas críticas a los proyectos más grandiosos, y en favor de una ordenación respetuosa del tejido urbano, de la zona y de las poblaciones (alrededor de 30.000 habitantes residen en tor- no a la zona excavada). e) Las repercusiones de estas operaciones en el vecinda- rio son difíciles de captar en su totalidad y, de forma insidio- sa, los proyectos aparentemente más respetuosos del medio local pueden quedar desnaturalizados. En efecto, si podemos encontrar fácilmente los medios de ofrecer un parque de vi- viendas diversificado y asequible para los antiguos habitan- tes, por el contrario es muy difícil comprender la evolución de los locales comerciales y artesanales. Imaginamos fácil- mente todas las recuperaciones posibles y la creación progre- siva de una nueva imagen del barrio, que corre pareja con una colonización por parte de actividades ávidas de ser inscritas en un marco edificado antiguo. A propósito del Covent Garden podemos advertir el peso de la Opera, cuya sola presencia fa- vorece la recuperación de almacenes y de tiendas con fines más o menos lúdicos. Nos enfrentamos aquí con un problema urbano especialmente agudo en un sistema liberal: el de los efectos secundarios desencadenados por cualquier intervención voluntaria y de sus consecuencias a través del alza, siempre difícil de controlar, de los valores del suelo y de los valores locativos, sobre todo si, como ocurre con el Covent Garden, el responsable de la operación, el Greater London Council, decide vender antes que alquilar el patrimonio edificado. 172 e) La centralización, privilegiada en las ciudades de los Estados socialistas Si nos limitamos a la reciente evolución habida en el cen- tro de las ciudades de la Europa del Este, podemos observar, a un nivel morfológico y funcional, numerosas semejanzas con las transformaciones que acabamos de analizar; renovación y cambio de escala. Por supuesto que no hay que ver aquí nada más que el producto de decisiones administrativas conformes a los objetivos de la planificación. No obstante, los procesos de decisión sólo presentan una aparente simplicidad, ya que suponen una perfecta coordinación entre los niveles locales, regionales y nacionales, así como una perfecta coherencia en- tre las decisiones de los órganos direccionales (ministerios, comisiones interministeriales... ) y las de los responsables de la ordenación del espacio. En efecto, los centros conservan, en las economías planificadas, todo su poder de atracción: la ideología dominante sitúa allí sus símbolos (mausoleos) y sus fastos, mientras que los responsables de la ordenación urbana mantienen en el mismo un máximo de equipamientos, rela- cionados generalmente con las terminales de las líneas de los transportes colectivos. Hasta ahora no se ha fomentado la creación de centros secundarios periféricos, y las acciones destinadas a reforzar el potencial terciario se sitúan general- mente en la proximidad del centro tradicional (por ejemplo, en Lodz y en Katowice, en Polonia). A pesar de la dificultad que supone una generalización, po- demos reflejar las tendencias dominantes siguientes: - Una progresión sostenida de las actividades terciarias que corresponde al aparato político-administrativo y más se- cundariamente al de los equipamientos comerciales, aunque éstos queden deliberadamente situados o mantenidos en los centros (Goum, en Moscú; Tsoum, en Sofia, o los grandes al- macenes de Marszalkowska, en Varsovia). Si dejamos aparte los centros de las ciudades reconstrui- das después de la guerra (Varsovia, Kiev), la terciarización ha conducido en primer lugar a recuperar los edificios hasta hace poco residenciales y, en numerosos casos, la morfología urbana heredada del período anterior a la guerra subsiste de 173 forma considerable (Sofia, Budapest) y sirve de marco para nuevas funciones. No obstante, a lo largo de los años sesenta se impuso en determinadas ciudades una política de renova- ción urbana, especialmente en la URSS, que refleja nuevas orientaciones dadas a ~   inversiones consideradas hasta aho- ra como secundarias. Desde entonces, una mutación del paisaje urbano ha afectado a los centros, así como a los barrios an- tiguos y populares más cercanos. Esto podemos observarlo especialmente en Moscú, a expensas de los antiguos barrios obreros, anteriores a 1917, donde después de la Revolución la población no había cesado de acumularse y de densificarse (de 12 a 23.000 habitantes por kilómetro cuadrado, todavía en 1970). Una renovación sistemática sitúa allí los edificios de oficinas, hoteles, equipamientos colectivos (por ejemplo, la avenida Kalinine), mientras que la población queda realojada en los grandes conjuntos periféricos, construidos rápidamente gracias a las técnicas de prefabricación. La impresión que prevalece, sin embargo, es el carácter muchas veces puntual de las operaciones, ilustrado, por ejem- plo, por la construcción de hoteles de gran capacidad, aunque sea a veces con un desprecio evidente por el respeto a los lu- gares históricos (por ejemplo, en Gdansk, y, sobre todo, en Budapest, a orillas del Danubio). - La función residencial conserva una importancia indu- dable, a pesar de su retroceso. Hay que ver en ello una deci- sión deliberada, unida además a la aplicación de normas ge- nerosas en espacios abiertos. Estos objetivos son más fáciles de mantener al no ejercer prácticamente los valores del suelo ninguna función selectiva en la utilización del mismo. - La preservación de los barrios antiguos es muy des- igual, pero tiende a convertirse en una preocupación más im- portante. Por una parte, sabemos con cuánta meticulosidad se han llevado a cabo las operaciones de restauración: plazas centrales o rynek de muchas ciudades polacas asoladas por la guerra, el centro de Praga, de Cesky Krumlov, 'de Tabor, en Checoslovaquia; pero, por otra parte, tenemos que señalar la lenta degradación del capital inmobiliario desprovisto de un valor arquitectónico reconocido. Esta falta de interés ex- plica la anlplitud de las recientes destrucciones, debidas a un 174 deseo desmedido de renovación, a expensas del antiguo Mos- cú. La reciente política adoptada para esta ciudad es muy significativa y se traduce por la delimitación de zonas de con- servación cuyos edificios serán restaurados (por ejemplo, el barrio de Arbat). Parece, no obstante, que la preocupación por mantener la población existente es mucho menor que las in- tenciones de transformación funcional con fines lúdicos o pa- raturísticos. D) Polivalencia y exuberancia de los centros urbanos en el Tercer Mundo En principio podemos plantear una hipótesis en el sentido de que, en los países cuyo despegue económico es aún recien- te, la evolución de los centros de las ciudades reproducirá lo que ya ha ocurrido en los países más avanzados. El estadio preindustrial se ha caracterizado por una centralidad basada fundamentalmente en elementos simbólicos y tradicionales: el palacio real, un edificio religioso, la plaza del mercado, el bazar con su función a la vez comercial y social. El paso a un estadio más elaborado significa la concentración espacial de actividades, cuya significación dominante es económica, y la especialización funcional a través de la rápida alza de los valores territoriales e inmobiliarios. La reproducción de esta evolución en el centro de las ciu- dades del Tercer Mundo, total o parcialmente, depende fun- damentalmente de estos factores: - las disponibilidades en capitales privados; - el ambiente económico y político más o menos favora- ble al liberalismo; - la importancia y la toma en consideración de los lega- dos urbanos del pasado. Ahora bien, es evidente que estas tres condiciones varían considerablemente en el Tercer Mundo. Una temática suma- ria intentará englobar tanto los procesos espontáneos como las acciones voluntarias. 1) Los centros de las ciudades en rápida mutación son los que mejor reproducen el modelo de las sociedades capi- 175 taUstas avanzadas, por ejemplo en Singapur, Hong-kong y también en las metrópolis de los Estados de elevados ingresos obtenidos por la explotación del petróleo. Su evolución está regulada por las condiciones siguientes: - Recurso a las tecnologías importadas relacionadas con la industria de la construcción, la planificación del transporte y todo el substrato técnico de la urbanización. - Una orientación preferencial de las inversiones priva- das hacia la especialización del suelo y hacia la especulación inmobiliaria. En efecto, los centros son considerados como lugares donde la rotación del capital es la más rápida y la más remuneradora. Esto lo podemos comprobar, por ejemplo, en Caracas, con la reconversión de los beneficios obtenidos del petróleo en la construcción de edificios y en la fabricación de materiales de construcción, consumidos en enormes cantida- des por los programas de autopistas. Los signos más eviden- tes de esta dinámica residen en operaciones de renovación to- tal, en la multiplicación de edificios-torres, en la proliferación de las funciones terciarias de todo tipo y también en una sa- turación del espacio central que genera poluciones y ruidos ambientales de todo orden. - Una característica original reside, sin embargo, en el mantenimiento de una fuerte función residencial. La pobla- ción de los centros de las ciudades tiende a aumentar y los nuevos edificios siguen siendo residenciales en sus niveles me- dios y superiores, como en Hong-kong, mientras que los ba- rrios no renovados conocen una creciente acumulación de fa- milias de reducidos ingresos que pueden llegar a constituir, como ocurre en Méjico, comunidades sociales dotadas de una fuerte cohesión, basada fundamentalmente en formas de ayuda mutua. La polivalencia del espacio central constituye, pues, un hecho fundamental y espontáneo, pero, a pesar de las deseconomías de todo tipo que afectan a las actividades de los centros de las ciudades, no se aprecia ninguna forma de ensanche, a causa, tal vez, de la mediocridad de los equi- pamientos para el transporte. Podemos recordar aquí las me- trópolis japonesas en la medida en que ofrecen un tipo de transición. Por una parte, estas ciudades han conservado en su centro, hasta el siglo xx, estructuras heterogéneas que mez- 176 clan tiendas de comercio, talleres, viviendas y zaquizamíes, su- mamente densos y fragmentados. Por otra parte, las operacio- nes emprendidas desde hace unos veinte años han dado paso a una morfología de dominante vertical y de parcelación ra- cionalizada. Es el caso, por ejemplo, en pleno centro de Osa- ka, del barrio de Semba, dedicado al comercio al por mayor de textiles. El barrio, que hasta hace muy poco era un aglo- merado de centenares de almacenes y tiendas, atestado de filas de camiones, ha sufrido una total reorganización. Edifi- cios funcionales albergan ahora oficinas y tiendas; la super- ficie útil ha sido triplicada y únicamente las grandes empresas han abandonado el barrio para establecerse en la periferia en el Osaka Textile Centre. La red de comunicación local, re- formada, facilita las operaciones de almacenaje y de carga y descarga, a la vez que se ha construido una autopista por en- cima del barrio -es decir, sin expropiación- que absorbe todo el tráfico de tránsito. 2) Cuando previamente existía un centro de servicios tra- dicionales es imperativa una dualidad espacial de las funcio- nes centrales. El caso más ordinario es el de un desdoblamien- to que ya se advertía en la época colonial. Así, en Ibadan, ele- mento principal de la tradición urbana yoruba, podemos dis- tinguir, por una parte, el Iba Market, punto focal para el co- mercio, pero también para la vida social, si no política, y, por otra parte, el distrito comercial y de negocios de Gbagi, a unos cientos de metros al noroeste. Con sus oficinas, sus tiendas, éste muestra todos los signos de la civilización occidental y presenta, en particular, una especialización funcional del es- pacio, producida por la intensa competición existente entre las nuevas formas de ocupación del suelo. Estos desdoblamientos espaciales y funcionales pueden ser el resultado de una política autoritaria desde el momento en que el poder político dispone a la vez de medios financieros y del tiempo necesario para las realizaciones. Citemos el gran- dioso proyecto de una ciudad de negocios concebido en Tehe- rán, a comienzos de los años setenta, Shahestan Pahlavi. Si- tuado claramente al margen del bazar, en dirección de los ba- rrios del norte de la ciudad, residencia de la clientela y de los 177 12 cuadros superiores, el espacio liberado para este proyecto continúa estando actualmente vacío, debido al cambio de orientación de la política iraní. En Riyadh, el gobierno sau- dita, enfrentado con la exigüidad de la antigua ciudad, ha ini- ciado las obras en la periferia de barrios destinados a los negocios y a la administración. 3) La actitud hacia las herencias urbanas depende lógi- camente de la calidad de las mismas. Hay que tener en cuenta de modo especial los materiales de construcción; en el Oriente Medio, por ejemplo, los edificios construidos con toub o adobe sin cocer sólo pueden tener una existencia limitada, cualquie- ra que sea su valor. Hay que destacar que las Antiguas Ciu- dades apenas habían evolucionado hasta mediado el siglo xx y que su función comerciante (souk, bazar) iba asociada a una función residencial para una población muy diversificada y, naturalmente, en los países islámicos, a una función religiosa representada por edificios destinados al culto o a la enseñan- za. Los últimos años han visto este equilibrio bruscamente roto, debido sobre todo a la motorización, a la vez que los nuevos hábitos de vida incitaban a los que disponían de más medios a emigrar hacia residencias periféricas y los centros de las ciudades se convertían en el hábitat de los más pobres y de los trabajadores inmigrados, como podemos observar, por ejemplo, en Kuwait. Si bien es cierto que la tentación de hacer tabla rasa ha sido frecuente en el Tercer Mundo, sin embargo, desde hace poco, podemos ver, tal vez a impulsos de organismos como la UNESCO, cómo se han realizado gran- des esfuerzos para enmendar los proyectos de renovación más intempestivos (por ejemplo, la Medina de Túnez) a la vez que, a nivel local, puede observarse un interés por un hábitat an- tiguo, punto de partida para una recolonización del espacio local, como sucede, por ejemplo, en los antiguos barrios de Salvador, en Brasil. Algunos casos tomados del área cultural islámica pueden rnostrar la diversidad de las respuestas dadas al problema de la adaptación de los centros a las necesidades de la moderni- zación: 178 BAB - JEBLI   flujos de desplazamiento en la Medinade Sfax (1977) BAB CHARGUI Desplazamientos NOFte-Sur -. Bab Jebli • Bab Diwan •• Desplazamientos Sur-Norte Bab Diwan - Bab Jebli -t-tIo Flujo de desplazamientos muy secundarios BAB· KASBAH J;3AB - DIWAN FIG. 9.-Principales flujos de desplazamientos en la Medina de Sfax (1977) (según M. GooURA). 1) El caso más frecuente es, sin duda alguna, la elimina- ción radical del pasado. En todo el Oriente Medio, las antiguas ciudades acaban de sufrir operaciones de adaptación a la circu- lación automovilística. Citemos el caso de Kuwait, donde el go- bierno ha liberado la Antigua Ciudad y, a partir de 1967, ha abierto amplias arterias cortadas por bifurcaciones espacio- sas. La consecuencia lógica será que los terrenos que bordean estos nuevos ejes se vean valorizados y que modernos edificios sustituyan al antiguo hábitat, por otra parte sin interés, y que sólo subsiste debido al retraso de nuevas aperturas. Un caso límite, pero en absoluto único, es el de Monastir en la costa tunecina. La ciudad, que, durante mucho tiempo, se había identificado con su medina, era un pequeño centro adminis- trativo y rural, en una región dedicada al olivo. A partir de la independencia (1956), el presidente Bourguiba tomó, para su ciudad natal, una firme decisión de modernización asociada al desarrollo de una función turística. La medina, considerada como vetusta y no funcional, quedó arrasada en la mitad de su superficie. El espacio liberado permitió crear una red de comunicación adaptada a la circulación automóvil y edificar numerosos equipamientos administrativos, socioculturales y turísticos. Las nuevas viviendas sólo han podido acoger a una fracción inicial de la población cuyas actividades artesanales, formas de vida y práctica urbana han quedado, de todas ma- neras, anticuadas. 2) Con una fuerza cada vez mayor se han puesto de ma- nifiesto ciertas preocupaciones por salvaguardar todo o parte del legado urbanístico; estos deseos chocan, al igual que en la Europa occidental, con ciertas contradicciones desde el mo- mento en que se tienen en cuenta los imperativos de una ac- tividad económica normal; a esto se añaden las obligaciones derivadas del respeto hacia un ambiente cultural específico del que las medinas constituyen uno de los productos más acabados. En la mayoría de los casos podemos encontrar los siguien- tes factores de ordenación urbana: - Favorecer el funcionamiento de las actividades de la Ciudad Antigua que se presenta como el verdadero centro de 180 la aglomeración desde el punto de vista social, comercial y turístico. Conocemos la naturaleza de las actividades existen- tes, tanto artesanales como comerciales, que se realizan en el marco de pequeñas empresas a menudo familiares, que exigen poco capital, pero que dependen de una considerable mano de obra y de transportes no motorizados al moverse en cortas distancias, siendo recuperadas con bastante frecuencia las materias primas y que pueden corresponder a lo que se ha venido en llamar procesos de reconversión. La alternativa está entre la eliminación, a más o menos largo plazo, de las estruc- turas espaciales que permitan el funcionamiento de este tipo de economía y de su séquito de puestos de trabajo informales, y el decidido apoyo a la continuidad de una organización eco- nómica flexible, adaptada a las condiciones locales y que con- tiene, por otra parte, algunas de las formas y de las calidades de vida que las ciudades occidentales intentan volver a en- contrar: la galería comercial, la tienda, el peatón, la pequeña empresa (J. Abu-Lughod). - El problema de la accesibilidad es esencial para la su- pervivencia del centro de la ciudad; ahora bien, conocemos perfectamente la heterogeneidad de la red de comunicaciones y las limitaciones que impone a la penetración del automóvil o incluso a la de los servicios de seguridad (bomberos, ambulan- cia). Existen paliativos que pueden consistir en abrir nuevas puertas en el recinto amurallado (Sfax) o en acondicionar al- gunas vías de gran circulación (bazar de Chiraz) o incluso en rodear la Antigua Ciudad con una arteria de gran capacidad de tráfico (Damas). - El mantenimiento de lo esencial de la red de comuni- cación tradicional, hecha a base de calles sin salida y de pe- queñas plazuelas y de una anchura que no excede casi nunca los cuatro o cinco metros, nos parece indispensable si se quie- re conservar la función social de la calle. El desorden de la red de comunicación sólo es aparente, siendo la gran mez- quita el epicentro. Como respuesta óptima a los climas sub- tropicales o semidesérticos, la calle de una medina es igual- mente un espacio óptimo para las interacciones sociales. Sólo se han llevado a cabo algunas modificaciones como revesti- mientos de asfalto o instalación de conductos de agua. 181 - La pauperizaclon de la población residente aparece acompañada de una elevación de las densidades, con invasión de antiguos equipamientos -a menudo de gran valor histó- rico-: fondouk, khan, médersa, mezquita. La agravación de las condiciones del hábitat plantea en casi todos los casos graves problemas sociales, a los que se han aportado pocos re- medios satisfactorios. El análisis del esquema de urbanismo de Chiraz (Irán), publicado en 1977, es representativo de una actitud general: la vetustez del parque de viviendas, en el cen- tro, es expuesto sin referencia alguna a sus causas económicas y sociales, mientras que las vagas intenciones de renovación o de rehabilitación no se inscriben en ninguna política cohe- rente, ni territorial ni financiera. Por su parte, los Estados que preconizan una ideología socialista, como Siria, no ofre- cen tampoco mecanismos jurídicos y financieros que puedan aportar soluciones originales a la problemática de las antiguas ciudades. De hecho, unas veces se concede prioridad a la con- servación de los legados urbanísticos heredados del pasado -con preocupaciones turísticas subyacentes-, lo que implica la evicción de las poblaciones que se los han apropiado, y otras veces se intenta garantizar a las categorías de bajas ren- tas un hábitat correspondiente a las normas mínimas. En la práctica, esta opción se traduce generalmente por la sustitu- ción de construcciones antiguas por edificios standard, con- fortables, pero que entran en ruptura con el medio ambiente, como ocurrió en el antiguo barrio judío de la medina de Túnez. El problema que se presenta es, pues, doble: por una par- te, encontrar un compromiso entre una tradición arquitectó- nica y la utilización de normas y materiales nuevos; por otra, conciliar una forma urbana, adecuada a un entorno socioeco- nómico tradicional, del que nadie sabe muy bien si hay que considerarlo como una supervivencia o como un elemento cargado de permanencias que pueden servir de contramodelo de desarrollo. 182 2. LAS ZONAS INTERNAS: RECONQUISTA O REGENERACIÓN Entenderemos por zona interna el conjunto de barrios an- tiguos que rodean el centro. Construida generalmente antes de la primera guerra mundial, esta zona penetra lateralmente en los viejos barrios de las afueras que formarán parte ple- namente de este análisis. La terminología anglosajona utiliza las nociones de 1nner ATea, zone in transition, para este es- pacio urbano, cuyos límites o significación no pueden ser ri- gurosamente definidos, a pesar de que la originalidad de su dinámica socioeconómica es innegable. De una forma general podemos decir que las zonas urbanas internas, por encima de una cierta uniformidad del marco edificado, ofrecen una hete- rogeneidad de funciones -por supuesto, mucho menor que en el centro- y de contrastes socioprofesionales, a pesar de una preponderancia de las categorías modestas y de la exis- tencia de problemas de obsolescencia de todo tipo. La inten- sidad de la ocupación del espacio es aquí mucho más mode- rada que en el centro, y en eso reside un vasto potencial de transformación si consideramos la zona interna como el área natural de difusión de las actividades centrales. No obstante, tiende a imponerse otra aproximación muy diferente, sobre todo en las ciudades anglosajonas, y es el deseo de regenerar los barrios cuyo equilibrio social y bases económicas han sido perturbados desde hace varios decenios. Es ésta la razón por la que, sin ignorar la realidad de las zonas internas, en todas las aglomeraciones urbanas mundiales se concentrará el aná- lisis en la problemática ejemplar de las acciones de ordena- ción urbana voluntaria, llevadas a cabo actualmente en las ciudades británicas. No obstante, intentaremos exponer antes las tendencias de fondo propias de las zonas internas en los países industriales, al ser muy poco conocido el problema de las ciudades del Ter- cer Mundo y no resistir éstas ninguna clase de generalización. Entendemos que podemos estar de acuerdo en los siguientes hechos: - Continua disminución del número de habitantes, debida a un doble impulso. Por una parte, el ensanchamiento del cen- tro aleja la función residencial, pero todos los servicios de 183 gran volumen, sobre todo las áreas de estacionamiento y las autopistas circulares, son realizadas a expensas de la zona interna. Por otra parte, una serie de acciones, unas puntuales y otras más sistemáticas, intentan renovar el parque inmobi- liario ya vetusto y conducen eventualmente a una disminución más o menos destacada de las densidades, aunque se renueve utilizando edificios-torres. Esta contracci6n de la funci6n resi- dencial va acompañada de transformaciones internas en la composición de los habitantes. En efecto, la resultante de los movimientos migratorios conduce a una sobrerrepresentación de personas de edad, mientras que a la pauperización de los barrios degradados corresponde, aquí, la permanencia de blo- ques de viviendas de categorías acomodadas o la reconquista por parte de las clases de elevados ingresos, en beneficio de operaciones privadas de renovación. - Desindustrialización particularmente intensa, durante los años cincuenta y sesenta, tanto por la desaparición de em- presas como por transferencias más "o menos fomentadas por los responsables de la ordenación urbana. Entre 1967 y 1970 la zona interna de Moscú llegó a perder 112.000 puestos de trabajo industriales; en 1974, una encuesta realizada en el Southside y el Westside de Chicago indicaba que sobre 209 empresas cerradas, 38 habían sido demolidas, pero 111 se ha- bían transformado en usos industriales de interés local, mien- tras que el resto pasaba a actividades de servicio, orientadas igualmente hacia la población residente. Las claves necesarias para la comprensión de esta dinámica son múltiples y contra- dictorias. A diferencia de los centros, donde la lucha por el espacio no perdona ninguna manzana de viviendas, en las zonas internas se yuxtaponen o interfieren dinámicas de con- tracción (cierres de fábricas, cambio de destino de los espa- cios ferroviarios) y dinámicas de conquista residenciales o co- merciales, mientras que se degradan lentamente vastos terri- torios que tal vez constituyan los frentes peatonales de maña- na. En ninguna parte igualmente, más que aquí, se observa la interdependencia de los diversos elementos que componen una aglomeración, y está claro que cuanto más favorable es la tendencia a la suburbanización, cuando no a la edificación 184 de nuevas ciudades, mayor riesgo se corre de que la   de las zonas internas sea regresiva. Es el área cultural anglosajona la que presenta en mayor grado estos fenómenos de polarización; es aquí también donde acaban de adoptarse por parte de los poderes públicos una serie de políticas urbanas. Es la presentación de estas accio- nes voluntarias lo que constituirá! la parte esencial de este parágrafo, quedando entendido que el caso más específico de la vivienda ha sido ya suficientemente tratado. Estas políticas urbanas parten del principio de que las inversiones privadas sólo pueden representar una función muy limitada en los pro- cesos de regeneración que, en la práctica, se inscriben fun- damentalmente en un contexto de reconquista y de rehabili- tación de los barrios degradados (Greenwich Village, en Nue- va York, o la gentryfication, en la zona interna de Londres), cuya imagen es revalorizada por ciertas categorías sociales. 1) El Gobierno federal americano y las zonas en transi- ción.-Conocemos ya (ver infra) los éxitos mitigados y los desengaños registrados por las políticas de renovación del parque inmobiliario de las grandes ciudades norteamericanas. De forma general, la renovación ha abandonado, desde el co- mienzo de la presente década, las grandes operaciones en be- neficio de acciones locales de inserción de pequeños edificios colectivos en el casco urbano existente (in-filling). No obs- tante, una doble dificultad obstaculiza la utilización de los fondos federales. Se trata, en primer lugar, de la ausencia de un consenso sólido sobre los objetivos a alcanzar: ¿se tiende a una mezcla limitada de los tipos de viviendas, de las cate- gorías socioprofesionales o extensible a las diferentes comu- nidades étnicas? En segundo lugar, se trata de un sistema sa- tisfactorio de gestión de los fondos federales que permitan a las colectividades locales de base ser responsables de las ac- ciones emprendidas. En contraste con la actitud de los presidentes Ford y Ni- xon, favorables a la dispersión suburbana, el presidente Car- ter -tal vez en la medida en que éste dependía de los votos de las circunscripciones 'urbanas- ha puesto las bases, en 1978, de una estrategia local de revitalización de las zonas 185 internas. Su originalidad, sin prejuzgar sus efectos, reside en los puntos siguientes: - Acciones destinadas a atenuar el problema de desem- pleo local. Con el fin de dar la vuelta al movimiento de des- inversión industrial, la ley de 1977 prevé la Urban Development Action Grant, destinada a fomentar las inversiones privadas, generadoras de puestos de trabajo en la zona interna. Una disposición complementaria libra fondos para la formación profesional. - Asistencia en forma de subvenciones y de préstamos (Community Development Fonds et Community Development Block GranO para la mejora del habitat, más concretamente por la vía de la rehabilitación. La prioridad se otorga a las ini- ciativas locales: municipios o barrios (neighbourhoods), con una preocupación por la participación de los residentes en la elaboración de los proyectos colectivos. El montante de los compromisos financieros del Estado apenas ha mejorado en relación con los de programas anteriores; lo que se ha buscado es un nuevo modo de utilización, destinado a provocar la vuelta de las inversiones privadas hacia las zonas internas. Es éste un objetivo a largo plazo que exige una continuidad de intenciones a nivel federal. En efecto, los riesgos de fraca- so pueden ser fácilmente identificables; la ayuda para la crea- ción de puestos de trabajo puede quedarse sólo en sectores de viabilidad dudosa o pasajera; por lo que se refiere a los prés- tamos y subvenciones destinados al habitat, éstos pueden be- neficiar esencialmente, como lo autoriza la legislación, a los propietarios-ocupantes y ser por ello un medio para consoli- dar situaciones locales adquiridas, pero que sólo contribuirá muy débilmente a una empresa de redistribución de las rentas. 2) La elaboración de una estrategia urbana de revitaliza- ción en Gran Bretaña.-Es necesario haber observado la deso- lación de las zonas portuarias e industriales y la de los barrios victorianos de una ciudad como Liverpool para situar en su verdadera escala los problemas sociales y urbanos imbricados en esta zona intermedia, que no ha conocido ni las renovacio- nes especulativas de los centros ni las aportaciones benéficas experimentadas por las zonas suburbanas. 186 Una legislación reciente, Inner Urban Areas Bill, 1978, que hay que poner alIado de la New Towns Act de 1946, determina concretamente la transformación de una política urbana y si- túa a nivel nacional la prioridad en las zonas urbanas internas. La elaboración de esta política ha estado precedida por análi- sis de casos, Inner Area Studies, confiados a oficinas de estu- dios independientes, hasta hace poco eficaces, por lo demás, en la planificación de las nuevas ciudades. Estos tres informes, referidos a Liverpool, Birmingham y Lambeth (el sur de Lon- dres), tenían por objeto identificar los problemas, analizar sus causas y proponer líneas de acción. Las zonas internas repre- sentan una población de cerca de cuatro millones de habitan- tes distribuidos entre ocho grandes aglomeraciones urbanas. Aquí se concentran los problemas relacionados a la vez con las insuficiencias del parque de viviendas y con la relativa po- breza de una población en la que conviven marginados socia- les, trabajadores sin empleo e inmigrantes recién llegados de la Commonwealth. A pesar de una amplia acción local en el sector de la vivienda-un tercio del parque inmobiliario es mu- nicipal-y de una preferencia dada desde 1974 a una rehabili- tación gradual y diversificada (General Improvement Areas) (ver infra), la cesión no ha dejado de deteriorarse. En efecto, el número de puestos de trabajo, sobre todo en el sector de la industria, no ha dejado de descender por el traslado de las em- presas y, sobre todo, por las desapariciones no compensadas por nuevas creaciones. Las zonas internas se han vuelto repul- sivas para las inversiones privadas, mientras que las colecti- vidades locales, desprovistas de medios, difícilmente alcanzan a garantizar los servicios colectivos indispensables. El signo más tangible del bloqueo de los procesos normales de rege- neración reside en la existencia de amplios solares, propiedad muchas veces de las colectividades locales y que pueden llegar a representar hasta la décima parte de la superficie. La política urbana, aplicada a estos problemas, intenta tra- tarlos en su globalidad y se inscribe más allá de las acciones en favor de la vivienda y del medio ambiente, sin que resulte siempre fácil entender cómo se opera la coordinación de estas medidas. La responsabilidad de las acciones en las Inner Urban Areas no le ha sido confiada, como algunos deseaban, 187 a un organismo del tipo de Establecimiento público, sino que siguen siendo las colectividades locales Metropolitan Counties y Greater London Boroughs, de acuerdo con el Ministerio (De- partment of the Environment), de donde surge la noción de partnerships entre los niveles local y nacional, las responsables de la utilización de fondos que, en un 75 por 100, provienen del presupuesto del Estado. Siete programas están pendientes de realización; a través de ellos podemos estudiar los principales ejes de intervención: - La creación de puestos de trabajo es prioritaria en Li- verpool y en Manchester. En todos los casos, las colectividades locales están autorizadas a conceder préstamos y subvencio- -nes tanto para la preparación de zonas de actividad y para la reconversión de los edificios industriales, como para la ayuda a las empresas que acepten establecerse. Como corolario, se llevan a cabo ciertos programas de formación profesional. En definitiva, se trata de todo el arsenal de medidas aplicadas hasta hace poco en las antiguas regiones industriales. La efi- cacia de estos programas no está en absoluto demostrada; dicha eficacia supondría la viabilidad de empresas industriales en un medio que éstas han abandonado masivamente, a menu- do de forma irreversible. Se ha pensado en introducir puestos de trabajo de cuellos blancos, y la Location of Offices Bureau, hasta hace poco encargada de la descentralización, se ve movi- lizada en esta nueva empresa. Cualquier fijación importante de puestos de trabajo de oficina se ve, no obstante, dificultada por la falta de personal cualificado en la población residente actual. - El reequipamiento sociocultural, que es prioritario, por ejemplo, en el sur de Londres, en Lambeth, tiende, en primer lugar, a hacer los barrios más atractivos para una población de la que se desea su diversificación. Por lo demás, se trata igual- mente de atenuar el bajo equipamiento de poblaciones que viven en una situación precaria, próxima a la poverty-line, y de darles la sensación de no estar definitivamente margina- dos. En este nivel de reflexión, es evidente que la función de las escuelas secundarias locales merece una atención particu- lar como medios de integración, sobre todo con los niños de las poblaciones inmigradas. 188 No volveremos sobre los aspectos de la mejora de las vi- viendas, esenciales a todos los programas en curso, sino más bien sobre los aspectos relativos al suelo de esta nueva políti- ca urbana. Parece indiscutible que ésta descansa sobre una muy considerable adquisición de terrenos con el fin de desen- cadenar tanto la creación de puestos de trabajo, como la cons- trucción de viviendas. Dichas adquisiciones suponen que las colectividades locales van a conseguir préstamos concedidos por el Estado. Ahora bien, la legislación sobre el suelo en vigor (Community Land Scheme) está fundamentalmente destinada a la compra de terrenos que pueden alcanzar rápidamente una plusvalía, que será de esta forma recuperada por la colectivi- dad. Está claro que las perspectivas de plusvalías en las zonas internas urbanas son actualmente irrisorias, incluso si los va- lores del suelo siguen siendo bastante firmes, y que, por con- siguiente, el Estado tendría que conceder anticipos sin perspec- tivas de beneficios previsibles. Pero de hecho, es la base misma de la dinámica de estas zonas internas la que sigue siendo la mayor incógnita, por lo que los responsables de la ordenación urbana sólo disponen de medios parciales sobre las tendencias más profundas y más espontáneas de la sociedad británica. ¿Pueden realmente modi- ficarse las decisiones referentes a los emplazamientos de em- presas secundarias o terciarias respecto a las que las ciudades lnedianas de provincias ejercen una atracción especial? ¿Po- demos seriamente frenar la despoblación de las conurbaniza- ciones cuando, entre 1971 y 1977, se evalúa el descenso -de- bido, sobre todo, al déficit migratorio- en 472.000 habitantes en Londres, 92.000 en Liverpool y 60.000 en Manchester y Bir- mingham? Está bien claro que existe una ambigüedad entre los objetivos y la realidad. Para evitarla convendría buscar en las zonas internas, más que la reproducción mejorada del sub- sistema urbano, que se ha hecho caduco, un nuevo equilibrio que asocie las formas de habitat de densidades muy disminui- das a un entorno económico y social suficientemente flexible como para integrar en el mismo todas las oportunidades veni- deras. Aunque no tan agudamente, estos mismos problemas se plantean en los antiguos extrarradios y suburbios de las ciudades del continente europeo. Hasta ahora sólo han sido el 189 centro de acciones puntuales de reconverSlon, renovaClon y rehabilitación. La cuestión que se plantea es la de saber si las afluencias de las inversiones y si las iniciativas privadas serán lo suficientemente constantes como para garantizar la regene- ración continua del casco urbano y si, como algunos desean, la creación de pequeñas empresas capaces de frecuentes readap- taciones tecnológicas será la base económica más fiable; en el caso contrario, sólo una amplia serie de programas concertados sería el último remedio. 3. INTENSIFICACIÓN y RECONVERSIÓN EN EL ESPACIO SUBURBANO El espacio suburbano parece tener que ser a priori el de las extensiones y construcciones, a expensas de terrenos de voca- ción rural, más que el de una recuperación de formas de urba- nización afectadas de obsolescencia. De hecho, este espacio pre- senta una verdadera dinámica interna, condicionada por los ca- racteres un tanto contradictorios que lo definen: - Juventud relativa de las construcciones y de las formas de ocupación del suelo, lo que debería limitar tanto las operaciones como las renovaciones, dejando al margen algunos núcleos de- terminados, vestigios de un conjunto de pueblos rurales. - Discontinuidad de la ocupación del espacio y aeración de las densidades. - Escasez de herencias y de inercias, lo que permite -a di- ferencia de lo que ocurre en los centros- un mayor margen de intervención a los responsables de la ordenación urbana. - Función determinante de los transportes -sobre todo por carretera- al haberse producido el alejamiento y la am- plitud de las distancias que hay que recorrer. Asimismo, el emplazamiento de ciertas zonas utilitarias ha podido ponerse en tela de juicio recientemente, mientras que el parque inmobiliario, aunque posterior a 1920, cuando no a 1946, está lejos de presentar un estado satisfactorio. A estos elementos endógenos, ya suficientes para mantener importantes transformaciones, se sobreimponen ciertas apor- taciones exógenas, al establecerse en las periferias urbanas un 190 buen número de habitantes y de actividades que no encuen- tran su sitio en las aglomeraciones reducidas. De todo ello se deriva, desde hace tres décadas, una serie de procesos de den- sificación, de relleno, de yuxtaposición y de sustitución que hacen de los recientes extrarradios zonas localmente tan mo- vibles como pueden serlo las zonas internas. Unos y otros no son, evidentemente, sino subsistemas cuya autonomía se ve considerablemente restringida por la inserción en la aglome- ración, en su globalidad; podemos interrogarnos muy especial- mente sobre la dependencia del espacio suburbano respecto a la dinámica, tanto espontánea como planificada, de los cen- tros, ya que, por varias razones, es en relación con las nece- sidades y con los excedentes de estos últimos como se organiza todavía el espacio periférico. La información de que podemos disponer sobre el espacio suburbano es mucho menor que la que poseemos sobre los centros o incluso de las zonas internas, y todo parece indicar que las situaciones son allí aún más heterogéneas, según los diferentes países. Por esta razón sólo presentaremos algunos temas de reflexión referidos, en su mayoría, a los países más industrializados. 1) Las transferencias de espacios rurales a aplicaciones más o menos urbanas constituyen, evidentemente, el elemento más fácil de comprender, pero no es esencial para nuestros propósitos, por lo que sólo recogeremos algunos aspectos aso- ciados al marco actual de la vida urbana: a) El desmantelamiento de las residencias suburbanas edificadas por las clases dirigentes a lo largo de los siglos XVIII y XIX, se ha visto acelerado hace algunos decenios, al mismo tiempo que el movimiento de extensión escalonada de las aglomeraciones urbanas. Unas veces, el marco edificado y sus zonas paisajísticas son mantenidos y transferidos a nuevos usos (centros socioculturales, residencias de ancianos, etc.); otras veces, sin embargo, sólo deja algunos fragmentos del paisaje heredado. b) Las explotaciones de productos hortÍColas poseen cier- ta capacidad de resistencia a la urbanización, dado su elevado nivel de inversiones y de rentabilidad. No obstante, su valor 191 de cambio tiende a superar su valor de uso, lo que conduciría, en un plazo determinado, a una desaparición acelerada si los documentos de urbanismo no previeran su mantenimiento o su traslado. Este último caso se hace necesario, por ejemplo, a la hora de construir redes de comunicación de gran capacidad de tráfico, y así ocurrió en Val d'Orléans con la creación de una nueva zona hortícola más arriba de la aglomeración ur- bana. e) El mantenimiento de espacios urbanos, pero al servi- cio de los ciudadanos, se convierte en la regla general. Este supone otras tantas zonas de resistencia a una dinámica do- minada por motivos especulativos, aunque hay que tener en cuenta las plusvalías que, en sus cercanías, se derivan del mismo. En este sentido, son varias las fórmulas de protección que se emplean: - Creación de cinturones verdes (Green Belts en las ciu- dades inglesas) destinados a contener cualquier tipo de subur- banización que pudiera extenderse como mancha de aceite. El mantenimiento de los Green Belts se realiza esencialmente por medios reglamentarios, ya que éstos forman parte inte- grante de todos los documentos locales de urbanismo. - Zonas naturales protegidas, fórmula aplicada a la re- gión de París, sobre todo después del SDAU de 1975, pero cuya eficacia tropieza con la pluralidad de los niveles de decisión. - Espacios verdes creados completamente por las colecti- vidades locales y que llegan a ser un componente definitivo del paisaje, como demuestran los diferentes planes de ordenación paisajística llevados a cabo al sur de Tours, sobre varias dece- nas de hectáreas, modificados en el transcurso de la rectifica- ción del paseo de Cher. d). Un caso particular lo constituyen los jardines familia- res. Confinados durante mucho tiempo en parcelas que la ur- banización despreciaba, estos jardines tienden a convertirse, desde hace algunos años, en elementos fundamentales a los que se les atribuyen funciones tanto sociales y económicas, con10 recreativas. En muchos casos -ciudades soviéticas, Mü- 192 nich, Estocolmo-, los planes de urbanismo prevén estos jar- dines familiares, que quedan reagrupados en amplios parques, dotados de un estatuto jurídico que garantiza su perennidad. 2) La densificación residencial está relacionada igualmen- te con nuestra problemática, ya que ésta no sólo va a suponer una ocupación de los espacios que continúan vacíos, sino que también, a nivel local, conduce a eliminar la zona de chalets más antigua, mientras que los equipamientos locales quedan reajustados, por necesidad o por una deliberada voluntad, a una demanda generalmente creciente. La forma más ordinaria de esta densificación ha sido, du- rante estos últimos decenios, la construcción de conjuntos de viviendas colectivas, en el límite de las aglomeraciones exis- tentes, pero que interfieren la mayoría de las veces con un habitat formado de chalets, construido en el período de entre guerras. La búsqueda de una mejora económica ha conducido, en efecto, a dar una mayor dimensión a las operaciones de tipo ZUP (Zonas de Urbanización Prioritaria), con lo que se impondrá una serie de destrucciones necesarias para liberar las zonas apropiadas. Es cierto que a veces estos conjuntos residenciales llenarán un vacío considerado hasta ahora como difícilmente edificable: podemos citar Créteil, en el sudeste de París; Thamesmead, al este de Londres, o Coop City, al este de Nueva York. Una segunda forma de densificación consiste en la sustitu- ción, con un fin especulativo, de un habitat individual por edificios, como podemos comprobar fácilmente en las proxi- midades de las nuevas estaciones de metro, abiertas en los extrarradios de París hace unos veinte años. El proceso den- sificador por medio de grupos de edificios colectivos continúa a un ritmo acelerado alrededor de las ciudades de países so- cialistas, pero sólo se ve apenas enfrentado con algunos edifi- cios de la zona rural, generalmente eliminados. Por el contra- rio, la tendencia a reducir el tamaño de las operaciones de urbanización periférica en los países de la Europa occidental beneficia a determinadas formas, tales como parcelaciones, pequeños edificios colectivos o los nuevos pueblos. Esto hace que, para el espacio ya edificado, se trate menos de destruc- ciones que de reajustes a nivel de polarización y de tratamiento 193 13 de un espacio, por otra parte, mejor equipado y más frag- mentado. 3) La intensificación estructural se expresa mediante el establecimiento de nuevos servicios y de equipamientos colec- tivos. Esta obedece a un principio general de división por zo- nas o especialización del espacio y se inscribe en una depen- dencia bastante estrecha con relación a nuevos ejes de circu- lación, especialmente las autopistas y sus puntos de salidas y entradas. Entre los elementos estructurales más significativos por su impacto en el marco de vida suburbano ya existente, podemos citar, entre otros: - Las áreas de actividad y de almacenaje, que ocupan, generalmente, terrenos poco propicios para la construcción, como el terreno logrado tras el relleno de las marismas cerca- nas a Palissades, en el oeste de Nueva York. - Las grandes unidades industriales, como las fábricas de montaje de automóviles. - Los edificios de oficinas aislados, cercanos a las esta- ciones de metro o de la red de ferrocarril, como podemos ver con frecuencia alrededor de Londres, o agrupados en office parks alrededor de las metrópolis norteamericanas, siendo Atlanta un ejemplo claro de ello. - Los centros de reestructuración de los extrarradios me- recen una especial atención dentro de este catálogo. Tanto La Défense o Bobigny, en París, como Croydon y Hendon, en Lon- dres, o Geschiiftsstadt-Nord, en Hamburgo, el complejo de oficinas, comercios, parkings, etc., más o menos mezclado con edificios de viviendas, ha sido edificado en una zona hasta ahora totalmente utilizada que ha hecho falta dejar completa- mente libre. La problemática, tanto urbanística como socioeco- nómica, es semejante a la de las grandes operaciones de reno- vación realizadas en los centros de las ciudades, aunque aquí la mutación aparece aún más acentuada en el sentido de la espe- cialización funcional y de la renovación de la población, en el caso de que, como es obligatorio en Francia, se les haya im- puesto a los realizadores un programa de viviendas diversi- ficadas. Sería importante igualmente tener en cuenta el poder 194 de polarización de estos centros periféricos sobre los diversos flujos que animan una aglomeración urbana, con el fin de si- tuarlos en un sistema dinámico de centros de servicios jerar- quizados. La reordenación de los centros de menor importancia, que sólo repercute sobre unos cuantos miles de habitantes, exige unos métodos más graduales, que se manifiestan más en el Tiempo que en el Espacio. El caso del municipio de Antony, en el extrarradio sur de París, nos permite ilustrar este punto. Situado sobre la RER, Antony ha visto duplicarse su pobla- ción entre 1954 y 1962, habiendo llegado a su límite con unos 60.000 habitantes. El espacio se encuentra totalmente urbani- zado, y el problema principal consiste en dar un centro a un municipio heterogéneo y fragmentado, tanto física como so- cialmente. La acción que se lleva a cabo en el centro intenta evitar cualquier cambio brusco en el tratamiento del espacio por parte de los habitantes y todas las expropiaciones y des- trucciones excesivas; sus aspectos principales pueden quedar resumidos de la forma siguiente: - Reforzamiento de los equipamientos que pueden realzar la imagen del centro (construcción de un teatro). - Rehabilitación de los edificios antiguos e integración de las nuevas construcciones al marco existente. - Ordenación de los espacios edificados y abiertos con el fin de facilitar diversas formas de animación local. - Mejora de las condiciones de comunicación con las ciu- dades vecinas en las que se encuentran los puestos de trabajo, lo que significa, en la práctica, la creación de áreas de esta- cionamiento cerca de la estación. 4) La renovación de zonas no residenciales, muy frecuente en la zona interna, alcanza a la zona suburbana. Ello puede de- berse a dos factores: - Envejecimiento y cierre de establecimientos industria- les que, en el período de entre guerras, habían disfrutado de las mejores condiciones de prosperidad. - Abandono de equipamientos colectivos cuyo funciona- miento ya no es posible debido a la adopción de nuevas tecno- logías. Es éste el caso, por excelencia, de los aeropuertos, 195 construidos en los comienzos de la aviación comercial y que se han encontrado totalmente incluidos en la zona suburbana como consecuencia del crecimiento de la misma. S) Se hace necesario un mejoramiento del marco de vida, cuyas normas de equipamiento y de confort aparecen actual- mente deficientes en dos aspectos. Por una parte, el de los barrios de habitat individual, construidos durante los años veinte y treinta. La población de estos barrios es relativamente vieja; las construcciones, inicialmente baratas, se han degra- dado y algunos equipamientos colectivos resultan hoy notoria- mente insuficientes. Una regeneración de estos barrios, que implique la fijación de una población más diversificada, re- quiere un conjunto de acciones relativas al mejoramiento del parque inmobiliario y, al mismo tiempo, al del entorno urbano. Por otra parte, se plantean una serie de problemas específicos referidos a las viviendas sociales, construidas en los años cua- renta y cincuenta. Estos edificios colectivos tienden a conver- tirse en un habitat de tránsito, con índices de renovación muy rápida por parte de los inquilinos. La mayor parte de los ocu- pantes pertenecen a categorías de bajos ingresos, y el porcen- taje de familias de trabajadores inmigrados es muy elevado, siendo la cohesión social muy imperfecta. Estas condiciones sociológicas, unidas a la generalmente mediocre calidad de los edificios, crean situaciones preocupantes a nivel local para las oficinas HLM. Conviene, en primer lugar, tener en cuenta la inadaptación objetiva de los locales en relación con las nece- sidades de los ocupantes actuales (dimensión de las familias, formas individuales y colectivas de vida). En segundo lugar, debe llegarse a un consenso entre las preocupaciones de los gestores, más orientados hacia las mejoras estructurales (ais- lación térmica), y los inquilinos, dominados por la apariencia externa y la calidad de los equipamientos. De hecho, el ele- mento altamente deseado para dar a la rehabilitación su plena eficacia reside en la apropiación de locales y espacios comunes para los usuarios. Es la condición de un interés por el mante- nimiento y el perfeccionamiento espontáneos de las construc- ciones. Pero parece ser que son muy pocas veces las que la 196 situación de inquilino incita a estas actitudes, excepto en algu- nos casos en los que la vida asociativa ha creado una actitud colectiva y responsable. 4. EL ESPONTÁNEO CRECIMIENTO SUBURBANO EN LAS CIUDADES DEL TERCER MUNDO Bajo denominaciones locales diversas, los barrios edifica- dos en su mayor parte en la periferia albergan en condiciones precarias elevados porcentajes de la población. de las grandes aglomeraciones urbanas. Estos porcentajes alcanzan hoy el 25 por 100 en Casablanca, el 30 por 100 en Yakarta y el 40 por 100 en Lima y en Caracas, mientras que en números absolutos son más de dos millones de habitantes los que viven en Calcuta en los bustees, dispuestos en racimos alrededor de la ciudad. Sería, no obstante, inexacto asimilar todo el espacio subur- bano con estas formas de ocupación del suelo, ya que, por ejemplo, alrededor de El Cairo, los extrarradios residenciales destinados a las clases medias progresan rápidamente buscan- do emplazamientos preferenciales en la corona sembrada de chabolas, generándose de esta forma una intensa competencia por la conquista de espacios edificables. Incluso ateniéndonos a los aspectos dinámicos del habitat espontáneo periférico, es difícil extraer tendencias generales al variar considerablemente las situaciones regionales. La actitud de los habitantes parece, en efecto, oscilar entre una voluntad de mejora, de perennidad y de apropiación en América latina,- sobre todo en las barriadas de Lima, y una simple supervivencia en la India, donde la renta exigida por los detentadores del suelo conduce a una superpoblación y a una precariedad de espacios que echa por los suelos cualquier tipo de iniciativa, sin impedir, sin embargo, una evolución in- terna, regresiva o progresiva. Es precisamente esta dinámica de mejoramiento del habitat no integrado la mejor conocida y, al mismo tiempo, la más favorecida entre los medios respon- sables, desbordados por la ingente tarea que hay que acometer. Las mejoras pueden deberse a una tendencia totalmente espontánea: los squatters, que completan y perfeccionan su ha- 197 bitat como reflejo de su ascenso socioprofesional, para lo que la estabilidad de su propiedad se convierte en una condición esencial. Por otra parte, se han realizado con éxito algunas experien- cias piloto -por ejemplo, la operación de Cissin en la perife- ria de Ouagadougou (Alto Volta)- bajo los auspicios de orga- nisn10s internacionales, como la Banca Mundial. En todas estas tentativas existe una dinámica voluntaria que intenta corregir o llenar las principales lagunas produci- das por una evolución espontánea. Dos son los principales ejes de intervención que generalmente se proponen: - introducción de equipamientos de interés colectivo, como fuentes, letrinas no contaminantes, dispensarios, etc.; incitaciones para mejorar un habitat que con frecuencia es tan sólo una trasposición de establecimientos rurales a la dimensión de la familia incrementada. Su realización presenta dificultades de distinta naturaleza: - En el plano técnico, si bien puede parecer deseable re- currir a materiales de construcción tradicional, a menudo es necesario recobrar un savoir-faire que el ciudadano olvida rá- pidamente. - A nivel territorial, la delimitación de lotes relativamente pequeños conduce a favorecer un habitat familiar, en el senti- do estricto de la palabra, a la vez que implica una nueva es- tructuración de la sociedad urbana. No obstante, la condición principal de una evolución pro- gresiva de los barrios espontáneos reside en la seguridad de las adaptaciones. Según los países, ésta presenta un carácter más o menos precario y gravoso que apenas obliga a los ha- bitantes a emprender mejoras de las que no se obtendría un beneficio duradero. Por el contrario, parece ser que las acti- tudes cambian desde el momento en el que, por medio de algún procedimiento jurídico, los títulos de propiedad garantizan a los individuos contra desplazamientos de tipo autoritario. Sólo se trataba aquí de esbozar un análisis cuyo objetivo era el de afirmar la originalidad de la dinámica del espacio 198 suburbano, dejando a un lado los países industrializados, así como mostrar la pluralidad de los modelos de evolución urba- na en el mundo. 5. DINÁMICAS AZONALES: LOS CANALES FLUVIALES Es difícil reducir todas las transformaciones del casco ur- bano a un esquema zonal. Este es el caso de los ejes de trans- porte (ver infya) y, sobre todo, el de los ríos y riberas que cru- zan de parte a parte las aglomeraciones urbanas. Sus orillas y accesos constituyen lugares privilegiados para los procesos dinámicos que se desarrollan, la mayor parte de las veces, dentro del Inarco de acciones voluntarias recientes. En efecto, desde hace algunos decenios, los canales fluvia- les suscitan un nuevo interés debido al considerable potencial de reconversión o de renovación que ellos encierran, y a nivel local, la lucha en pro de nuevos usos ha podido poner de ma- nifiesto intensas contradicciones entre los objetivos de la or- denación urbana y entre los intereses en presencia. A decir verdad, las mutaciones en curso deben ser situadas en la pers- pectiva, ya secular, de las complejas relaciones entre el agua y la ciudad y que, según las épocas, valorizan a uno de los elementos resultantes de esta relación. La época del transporte por barco había suscitado unos ti- pos de organización del espacio urbano, polarizados por el frente fluvial, y a veces incluso ciertas estructuras urbanísti- cas de calidad. El ferrocarril, al crear una polarización geográficamente distinta y nuevas valorizaciones del espacio, inducirá a me- nudo a una degeneración progresiva de las zonas fluviales: un habitat que pasa a las categorías más desheredadas y unos es- pacios libres que quedan eventualmente anejos a las zonas ferroviarias o industriales. Salvo algunos trabajos de embelle- cimiento en el centro de la ciudad, como el acondicionamiento de los muelles y de los paseos, el río es durante el siglo XIX un elemento fundamentalmente utilitario, poco accesible a los ciudadanos y ajeno a la composición urbana. El papel preponderante representado por el automóvil en la segunda mitad del siglo xx va a desencadenar una nueva 199 ~ t e   r l castillo palacio comercio y navegación edad media S. XI X - industrialización renovación siglo XX FIG. IO.-Relaciones sucesivas entre una ciudad y su río. forma en la utilización de las orillas y de sus accesos. La fuerza conquistadora de las zonas de carretera ha sido más efectiva al estar los diferentes usos existentes en situación de ofrecer una menor resistencia al cambio. Sabemos concre- tamente que el abandono de las instalaciones portuarias y de las áreas de almacenamiento va a ser el preludio de transferen- cias a nuevas zonas fluviales y tecnológicamente mejor adapta- das situadas en la periferia urbana. Asimismo, el cierre de 200 centros industriales ribereños y, en ocasiones, de centrales energéticas ya anticuadas va a suponer la liberación de terre- nos ávidamente codiciados. En efecto, durante las décadas cincuenta y sesenta vamos a asistir a la multiplicación de proyectos de redes de comuni- caciones, de tipo autopista, a orillas de los ríos: los dos lados de la península de Manhattan, en Nueva York; la ribera oeste del Saona, en Lyon; la ribera norte del Sena, en París, o la ribera norte del Vístula, en Varsovia. Ello implica, en la ma- yoría de los casos, un corte visual y una separación más o me- nos total de la ciudad y su río. Una variante de este acaparamiento residirá en los múlti- ples proyectos o trabajos destinados a cubrir ríos de modestas dimensiones (por ejemplo, el Paillon, en Niza) o secciones de canales (proyecto relativo al canal del Midi, en Toulouse). La diferente anchura del terreno recuperado puede prestarse a usos diferenciados, pero que no impiden el carácter lineal de las nuevas zonas. Un verdadero redescubrimiento de las orillas y de los acce- sos de los ríos y arroyos en el medio urbano aparece unido al amplio movimiento de rehabilitación del marco de vida urba- no, característico de las dos últimas décadas. Esta revaloriza- ción se efectúa según diversas modalidades, teniendo en cuenta los usos anteriores y las condiciones hidrográficas: - Preponderancia dada a los parques y espacios abiertos. Esta fórmula tiene precedentes lejanos en el tiempo. Durante los años cincuenta, siendo responsable de la ordenación urba- na de Nueva York, R. Moses dispuso en las autopistas que rodean Manhattan una serie de espacios abiertos. Pero es en las ciudades del Mid-West donde las realizaciones son más sig- nificativas. En Saint-Louis, la construcción de una autopista paralela al centro del Mississippi, pero bastante hacia atrás con relación al río, aislaba una amplia zona de terrenos ribe- reños, lugar, por otra parte, del núcleo urbano inicial. El Saint Louis Mall, que comenzó a construirse en 1964, reúne un parque de diversas construcciones y atracciones turísticas. En Cincinnati, a orillas del Ohio, un marco idéntico quedó convertido en un complejo deportivo. Sin duda alguna, es 201 Minneapolis la que ofrece un potencial de reconverSlon más considerable, en las dos orillas del Mississippi y en las islas de Nicollet y Hennepin. Esta ciudad, nacida del tráfico fluvial, había abandonado totalmente sus zonas ribereñas. Dichas zo- nas fueron objeto de una ambiciosa propuesta de rehabilita- ción, revalorizando al mismo tiempo la zona histórica y esca- lonando, a lo largo de este eje fluvial, diversos equipamientos colectivos, especialmente el campus de la Universidad de Min- nesota. - Creación de un denso conjunto de construcciones de prestigio, valorizado por la posibilidad de perspectivas y devol- viendo al río su buena imagen. Es el concepto de waterfront, pieza vital en la renovación de varias ciudades norteamerica- nas, sobre todo en Detroit, con el progresivo desarrollo del Renaissance Center. Una variante parisiense nos la ofrece el agrupamiento de edificios-torres, de dominante residencial, del Front de Seine, resultado de una reconstrucción radical de una superficie de una docena de hectáreas. La operación de reordenación de South Bank, en la orilla sur del Támesis, en el mismo centro de Londres, en una zona hasta hace poco tiempo llena de almacenes, favoreció los edificios sociocultu- rales. Su originalidad reside en la aplicación de un proyecto coherente, tendente a liberar de forma progresiva la totalidad de las orillas y abrirlas a los peatones. - Rehabilitación o restauración de un antiguo marco edi- ficado, orientado sobre un pequeño río o canal. Se trata, ge- neralmente, de operaciones voluntarias, llevadas a cabo tras una nueva valorización de la vía de agua, más estética que uti- litaria. No podríamos aislar estas ordenaciones urbanas del favor que goza el elemento acuático en el urbanismo contem- poráneo. Podemos citar entre las operaciones más felices, la travesía del Arve, en la antigua ciudad de Annecy, y la rehabi- litación del Regent's Canal y de su barrio (Little Venice), en Londres. Un caso peculiar nos lo ofrece la reconversión del canal Rideau a través del centro de Ottawa; despojado de todo sentido económico, éste se ha convertido desde hace unos años en un centro de ocio, constituyendo en invierno un área de pa- tinaje de ocho kilómetros. 202 La zona del Támesis y de los docks, más abajo de la City, en Londres, es un caso completamente excepcional. La opera- ción de los Docklands afectará últimamente a una zona que se extiende de este a oeste, sobre casi 12 kilómetros, a medida que se produce la migración de las instalaciones portuarias hacia alta mar. Nos encontramos aquí, sin duda alguna, frente a una operación de ordenación urbana indiscutiblemente azo- na!, pero polivalente en sus finalidades, ya que de lo que se trata es de crear una nueva ciudad a un lado y otro del eje fluvial. El tema de la rehabilitación de los canales fluviales en aglo- meración urbana afecta a un considerable número de ciuda- des de todo tipo, organizándose los proyectos según dos tipos de prioridad e introduciendo de nuevo la estructura zonal del espacio urbano: dominante residencial en los barrios antiguos (por ejemplo, el canal Saint-Martin, en París), y dominante re- creativa, en forma de parques lineares, en el suburbio, como las cuencas del Orge, del Yerre y del Essonne, al sudeste de París. 203 CONCLUSION Si la conclusión de este libro pudiera reducirse a una fórmu- la, ésta tendría que subrayar el estado aún muy fragmentario de la comprensión de los mecanismos de decisión que trans- forman las ciudades. De acuerdo con lo que pretendíamos, hemos intentado identificar las múltiples vías mediante las que puede manifestarse la dinámica de la forma urbana y de todo lo que la habita o la anima. Limitándonos tan sólo a las transformaciones que afectan al espacio ya urbanizado, hemos mantenido la constante preocupación de tener muy en cuenta la doble dualidad de toda evolución urbana: extensión lateral y recuperación del espacio ya construido. Es relativamente fácil comprender y clasificar los fenóme- nos cuantitativos o cualitativos, tan tangibles como la tercia- rización y la desindustrialización, o incluso el renacimiento y la decadencia, en las diferentes partes de un conjunto urbano. La dificultad comienza con la búsqueda de las causas aparen- tes o más profundas, con la determinación de los canales que conducen a la toma de decisiones y con la comprensión de la totalidad de los elementos afectados. Desde ese momento son varias las vías que se abren para poder explorar las modalidades y los significados de las diná- micas históricas o contemporáneas. El vocabulario utilizado para cada una de estas vías explicativas revela la necesidad de tomar prestados conceptos y métodos que pertenecen a otras disciplinas, lo que sugiere la inmadurez o la inexistencia de 207 una ciencia de las ciudades, cuya autonomía reposaría sobre un corpus de conocimientos y de métodos específicos. En efecto, ¿qué observamos? En primer lugar, unas aproxi- maciones que calificaremos de mecanicistas, en el sentido de que las mismas hacen prevalecer los determinismos, las rela- ciones de causa a efecto, moderadas por la consideración de nociones, como histéresis, remanencia y retardación. Estas aproximaciones son válidas, sobre todo, para la comprensión de procesos locales, cuando no puntuales, fundamentalmente en los estudios de impacto, desde el momento de la entrada en funcionamiento de un nuevo equipamiento, por ejemplo. Al- gunos investigadores han pasado a una concepción más bioló- gica de la ciudad, tomada como un organismo viviente, en constante transformación, bajo el efecto de agentes exógenos, pero también de elementos endógenos. La síntesis de estas aproximaciones se encuentra en el recurso a los análisis de sistemas, con referencias a las nociones de autorregulación, de umbrales y de tiempo de reacción a los estímulos; se hará igualmente un considerable uso de la idea, de efectos directos o de efectos secundarios (efecto de arrastre, efecto de desvia- ción, efecto multiplicador... ), tomados, en parte, de las cien- cias económicas. Si todos estos términos ayudan a comprender ciertas situaciones dinámicas, hay que temer que su abuso no resulte más eficaz que la famosa alusión a la virtud dormitiva. Existe, no obstante, un campo de investigaciones, mal ro- turado, que permitiría calcular y prever mejor las consecuen- cias y las interacciones de todos los elementos que modifican una situación de equilibrio, tanto a nivel de un barrio como de la misma ciudad. Podríamos tal vez identificar un conjunto de mecanismos relativamente neutros, regidos por determina- das lógicas internas, y que Forrester menciona, a grosso modo, en su obra sobre la dinámica urbana. De igual interés son las investigaciones que tienden a mostrar la interdependencia de los sucesivos estados del espacio urbano y la concatenación de las secuencias a las que dan ritmo las distintas modificaciones; en todos estos aspectos es el factor Tiempo el que se sitúa en contrapunto del factor Espacio. El desenlace lógico de todas estas corrientes de pensamien- to tendría que llevarnos a interrogarnos sobre la existencia de 208 finalidades o de cierto sentido más allá del carácter diverso e inestable de los sistemas urbanos. Conocemos, por ejemplo, el favor del que gozan las teorías de Prigonine sobre la termo- dinámica entre ciertos investigadores para los que cualquier sistema urbano pasaría de un estado de desorganización a un estado superior de organización. Aquí residen las líneas bási- cas de una determinada investigación que pone como motores prioritarios de la dinámica urbana al Tiempo, al Espacio y a la Energía. Pero al mismo tiempo podemos observar también otras aproximaciones, que podríamos denominar socioeconómicas, que se sitúan de entrada a nivel de la explicación global y para las que las fuerzas motrices son el Interés, el Beneficio y el Deseo. Desde' esa perspectiva se propone una nueva lectura de la ciudad, según la cual su dinámica no es sino la expresión de posiciones y estrategias de los grupos y de luchas urbanas. La decisión individual tiene poco peso y sólo puede inscribirse en los campos de las tensiones sucesivas que conforman el espacio urbano, espacio social por excelencia. Dentro de este amplio debate -fundamental, por otra par- te, para la comprensión de la dinámica urbana- conviene si- tuar la significación del urbanismo voluntario, como el que se deriva de la intervención de los poderes públicos y, en contras- te, con lo que produciría el solo juego de las fuerzas del mer- cado donde éstas existan. Está bastante claro que en sus in- tenciones, el urbanismo voluntario va en el sentido de un menor desorden y de una relativa racionalidad. Asimismo, di- cho urbanismo sólo aparece como el instrumento de categorías dominantes, y más aún, como una máquina poco atenta a con- ciliar su ritmo y sus obras con un consenso social rico, sin duda alguna, en contradicciones. Nuestra intención no ha sido la de decidir entre diferentes visiones de la Ciudad en movimiento. Las zonas de complemen- tariedad tal vez prevalezcan, por otra parte, sobre las diver- gencias, y hemos preferido orientar la luz sobre la multi- plicidad de los modelos de evolución propios de los grandes conjuntos sociopolíticos y culturales que se reparten por el mundo. Universalmente, no obstante, la Ciudad, en su realidad 209 14 viviente y funcional, amalgama las formas del pasado y del presente, precede a la explicación, desafía al teórico, se burla del ideólogo, fascina al artista. Y es tal vez en el espejo de al- gunos lienzos de los grandes maestros donde haya quedado mejor expresado el lado inasequible e indescriptible de cierto devenir urbano. 210 BIBlIOGRAFtA SELECCIONADA Y COMENTADA ALEXANDER, l., Dffice lacation and public policy, London, Longman, 1979. BAILLY (A. S.), L'organisation urbaine, theóries et ·modeles, Paris, CRU, 1975. BASTIE (J.), Vingt ans de transformation de Paris, 1954-1974, Paris, 1975. Atlas y comentarios sobre la renovación y los cambios de usos del suelo. BERRY, B. J. L., Urbanization and Caunterurbanization, London, Sage Publications, 1976. Obra colectiva que intenta plasmar las tendencias actuales de la urbanización en los diferentes conjuntos sociopolí- ticos mundiales. BOURNE, L. S., Urban systems, strategies far regulation, Oxford, CIaren- don Press, 1975. 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La ciudad en su entorno global .. 3. Los dinamismos intraurbanos '" . 4. Impactos del transporte oo' oo' oo. oo' oo. oo. oo' oo' CAPITULO 11 Los MECANISMOS .oo oo •• oo 1. Cómo evaluar la dinámica urbana .. , ... ... . .. 2. Los signos de la dinámica del marco edificado oo' 3. Ritmos urbanos .oo .oo oo • oo. oo • oo • oo. • oo oo • 4. Inercias y presiones oo. oo oo' oo . 5. Hacia una teoría del proceso de obsolescencia ... 6. Los mecanismos de decisión oo, , .oo oo . 7. Una economía política urbana oo, ... ••• . 8. El caso de las ciudades de las democracias populares 9. Dominio o encuadramiento de la dinámica urbana .oo 13 16 22 54 76 85 87 91 99 101 105 109 117 122 124 217 CAPITULO III LA DIFERENCIACIÓN GEOGRÁFICA ..• ... ... •.. 1. La dinámica del centro de las ciudades ... ... 2. Las zonas internas: reconquista o regeneración 3. Intensificación y reconversión en el espacio suburbano .oo 4. El espontáneo crecimiento suburbano en las ciudades del tercer mundo . 5. Dinámicas azonales: los canales pluviales .oo 'OO oo •• oo ••• 'OO CONCLUSIÓN .oo ." oo •• oo oo. oo' oo. oo oo. oo oo. '" BILBLIOGRAFfA SELECCIONADA y COMENTADA '" ..•..•• ,. '" .,. '" 218 Págs. 149 151 183 190 197 199 205 211
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