Autor: Marisol BasignanaResumen del libro: Estructuras clínicas y psicoanálisis - Joel Dor - 1991 La cursiva son agregados o interpretaciones propias PRIMERA PARTE. DIAGNOSTICO Y ESTRUCTURA 1. La noción de diagnóstico en psicoanálisis Es necesario establecer un diagnóstico para determinar la orientación del tratamiento. Ambigüedad en la clínica psicoanalítica: establecer precozmente un diagnóstico para decidir la conducción de la cura, aun cuando la pertinencia de tal diagnóstico solo pueda ser confirmada tras cierto tiempo de tratamiento. Un diagnóstico es un acto médico movilizado por dos objetivos y una doble perspectiva: - Observación: a partir de una semiología (perspectiva de diagnóstico etiológico) - Clasificación: encuadrado en una nosografía (perspectiva de diagnóstico diferencial) El médico dispone de un sistema de investigación anamnésica (recoger hechos conmemorativos de la enfermedad) e instrumental (información del examen directo del paciente) En el campo de la clínica psicoanalítica esta determinación diagnóstica resulta imposible (¿cómo lo vamos a decidir, determinado en qué?). La única técnica de investigación que dispone el analista es la escucha y el único material suministrado por el paciente es el verbal (asociación libre). El campo de investigación se delimita en la dimensión del decir (el descubrir de la palabra) y de lo dicho (cuando se puntúa una palabra). Desde que lugar habla el sujeto: neurosis, perversión o psicosis? El espacio de palabra esta saturado de mentira y parasitado por lo imaginario. No en el sentido moral, sino en discordancias que el sujeto tiene con lo que dice, si lo sostiene o no o si lo que dice es diferente a lo que hace, etc. Es un sitio donde se despliega lo fantasmático, también es en donde el sujeto testimonia su propia ceguera, no sabe en verdad lo que dice a través de lo que enuncia (retorna lo reprimido), desde el punto de vista de la verdad de su deseo, y por lo tanto, desde el punto de vista de lo que subyace bajo el disfraz del síntoma (sustituto de lo reprimido) El establecimiento del diagnóstico se sustrae de los datos empíricos objetivamente controlables. Su evaluación es subjetiva por cuanto sólo se sostiene del discurso del paciente, sin tomar otro apoyo que la subjetividad del analista en la escucha. La sagacidad de Freud nos permite extraer algunas enseñanzas: 1ra enseñanza: es la dimensión potencial del diagnóstico. Al comienzo es un acto deliberadamente planteado en suspenso y consagrado a un devenir (porque necesitamos ver como se despliega). Es casi imposible la evaluación diagnóstica sin el apoyo de cierto tiempo de análisis (esto habla de transferencia, si no la hay hablaría de psicosis por ejemplo). Sin embargo, se determina una posición diagnóstica para decidir la orientación de la cura. 2da: la potencialidad suspende, al menos por un tiempo, la puesta en acto de una intervención con valor terapéutico. 3ra: insiste en el tiempo necesario que es preciso observar antes de toda propuesta de tratamiento. Ya en la entrevista preliminar se recogen datos. Maud Mannoni ilustra la problemática ambigua del diagnóstico en el campo del psicoanálisis: “Por ello, la primera entrevista con el psicoanalista es más reveladora en las distorsiones del discurso que en su propio contenido”. 1 Autor: Marisol Basignana 2. Síntomas, diagnósticos y rasgos estructurales En todas las prácticas clínicas hay una tendencia a correlacionar los síntomas a un diagnóstico y entre las causas y los efectos. Este principio de ningún modo lo es en el espacio de la clínica psicoanalítica. La diferencia esta en el determinismo de los procesos psíquicos, o sea, a la causalidad psíquica. En el psicoanálisis no se busca la causa, se construye. Tiene que ver con las leyes de condensación y desplazamiento. No es posible establecer previsiones (no se puede anticipar). No hay inferencias estables entre las causas psíquicas y los efectos sintomáticos en la determinación de un diagnóstico. Subsiste una guía, que el hilo conductor que debe seguirse: el decir de aquel al que se escucha. Solo en el decir se localiza algo de la estructura del sujeto. Entonces para establecer un diagnóstico debemos contar con la estructura. No existe solución de continuidad directa entre una cartografía de síntomas y una clasificación diagnóstica. La especificidad de los procesos inconscientes no pueden ser objeto de observación directa sin exigir la participación activa del paciente, una participación de palabras. La formación del síntoma es tributaria de la palabra y del lenguaje, el diagnóstico esta necesariamente implicado en ellos. Los indicadores diagnósticos estructurales sólo aparecen en este único registro. La investigación diagnóstica deberá hallar su basamento más acá del síntoma, o sea, en un espacio intersubjetivo, el que Freud definía como comunicación de inconsciente a inconsciente. El despliegue del decir suministra información sobre el funcionamiento de la estructura porque representan “carteles de señalización” impuestos por la dinámica del deseo. La especificidad de la estructura de un sujeto se caracteriza ante todo por la economía de su deseo, regida por una trayectoria estereotipada. A estas trayectorias las llamaré rasgos estructurales. 3. La función paterna y las estructuras psíquicas Señalaba Freud la “elección” (respuesta inconsciente) de la propia neurosis, se constituye para cada uno en función de los amores edípicos. Estos no son más que el desarrollo ruidoso (producción de síntomas) de la relación que el sujeto mantiene con la función fálica, o sea, con la función paterna. La memoria de los amores edípicos adquiere toda su importancia, puesto es en estas vicisitudes donde se negocia para el sujeto su relación con el falo, es decir, su adhesión a la conjunción del deseo y la falta. La dinámica edípica se juega en la dialéctica del ser y tener, esto es, el momento que conduce al sujeto de una posición donde esta identificado con el falo de la madre, a otra posición donde, renunciando a dicha identificación, y por lo tanto, aceptando la castración simbólica, tiende a identificarse con el sujeto que supuestamente lo tiene o con el que supuestamente no lo tiene. Esta operación se efectúa en el curso del proceso de simbolización designado por Lacan como metáfora del Nombre-del-Padre. En la identificación con el falo de la madre el deseo se juega en SER el falo de la madre (una totalidad), se renuncia para poder TENER el falo (se puede perder). Esta renuncia se realiza mediante la función del Padre y con la aceptación de la castración. Las apuestas del deseo en relación con el falo dan las organizaciones estructurales perversas, obsesivas, histéricas y psicóticas, cuya instalación es posible localizar según los factores favorecedores que intervienen en las interferencias de los deseos recíprocos de la madre, el padre y el niño con respecto al objeto fálico. 2 3 . el padre hic et nunc (aquí y ahora). El sujeto adviene sujeto cuando se inscribe lo simbólico. El advenimiento a lo simbólico es el advenimiento del sujeto propiamente dicho. Si tal función es estructurante. tal como puede darse una representación de ella a través del discurso que la madre profiere para él. El padre imaginario es captado y aprehendido por el niño bajo la forma de imago paterna. el cuestionamiento de la identificación fálica. es completamente secundario. con el objeto del deseo del Otro. Edipo es y sigue siendo una movilización imaginaria. para el sujeto. Este no interviene en el curso del complejo de Edipo. Este último constituye los deseos respectivos de los otros 3. que sea carente o no. Es una vivencia donde el niño es radicalmente identificado con el único y exclusivo objeto del deseo de la madre. Real): El padre real es el padre en la realidad de su ser. La función fálica opera y sectoriza el deseo del niño respecto al padre simbólico. que no es otra cosa que la función fálica. La estructura trabaja en la administración de estos efectos significantes y sobre ello no ejercemos ningún dominio. el lo cual se resume fundamentalmente la función paterna como tal. Desde el punto de vista de la estructura. La intrusión de esta figura del padre va a introducir la función paterna. una figura del padre tal como el niño tiene interés en percibirla en la economía de su deseo. Al encarar la cuestión del padre en el complejo de Edipo debemos saber localizar la economía del deseo del niño según este comprometida con respecto al padre imaginario o con respecto al padre simbólico. sea o no progenitor. Es el indicador que permite al sujeto regular su deseo en relación al deseo de otro. El padre simbólico es puramente significante. no es en tanto “presencia paterna”. Se inscribe fuera de la serie de los deseos. es decir. El padre real. Imaginario. el padre. La función fálica supone 4 protagonistas: la madre. es una trayectoria que “se ofrece” para resolver subjetivamente el enigma que plantea la diferencia de sexos. o sea. Para Lacan el inconsciente esta estructurado como un lenguaje. aunque el niño no este confrontado con la presencia real del padre. padre simbólico y padre imaginario (no es una pura y simple duplicación de la trilogía Simbólico. Hay que darse cuenta que nunca como sujetos somos más que efectos del significante. El falo es el elemento “uno” como un organizador. este presente o no. con todo lo simbólico que esto supone. el primer momento decisivo es aquel en que se esboza. El padre siempre debe ser significado al niño. sólo con relación a él puede constituirse una serie de deseo y al mismo tiempo ordena la posibilidad de tal serie. En cambio la presencia o la carencia del padre simbólico o imaginario se vuelven esencialmente determinante. Cuestionamiento fundamental para encontrarse con la “figura paterna”. un operador que organiza la estructura. el niño y el falo. lo simbólico.Autor: Marisol Basignana Una cosa es que la estructura este irreversiblemente determinada y otra que la economía de su funcionamiento este sujeta a “variaciones de régimen”. y por consiguiente con su falo. sino en cuanto instancia mediadora del deseo. es decir. el que intercede es el padre imaginario. es decir. ello supone que interviene en el registro de la castración. Distinción entre padre real. La atribución fálica es la concepción de algo que habría debido estar allí y que por lo tanto es vivido como faltante. El desarrollo del complejo de Edipo se inicia a partir de la noción de atribución fálica de la madre. Como consecuencia el origen de ciertas reacciones defensivas destinadas a neutralizarla. El objeto fálico es un objeto estrictamente imaginario. La cuestión de la castración esta ligada a la dimensión imaginaria del falo.Autor: Marisol Basignana Lo estructurante es poder fantasmatizar un padre (crear una versión). La vectorización de su deseo (con respecto al Otro) moviliza una protección fantasmática. caos). Renunciar a constituirse como único y exclusivo objeto del deseo de la madre. El niño no renuncia de buena gana a la representación de la madre fálica. Presentimiento que conduce al niño a una sobreinterpretación referente a su propio estatuto ante la madre. De esta suspensión inducida por la puesta en duda de la identificación fálica puede resultar un enquistamiento de toda la economía del deseo. capaz de cuestionar la certeza de su significación fálica. implícitamente presente. el padre se vuelve un objeto fálico rival de él mismo ante la madre. sino que va más allá. no tiene ningún interés psíquico en aceptar ese real como tal. construcción apoyada en la elaboración imaginaria de objeto que supuestamente falta: el falo. Inscribe el proceso sexual perverso en el desarrollo normal de la sexualidad. Si el impulso del niño encuentra algún soporte para suspenderse toda su dinámica deseante tenderá a una entropía (desorden. y no a la dimensión del órgano: el pene o la ausencia del pene. No es instituido de hecho. elaborar la figura de un padre imaginario a partir de la cual investirá ulteriormente. LA ESTRUCTURA PERVERSA 4. contribuyendo a una fijación psíquica irreversible. sino que interviene porque ya esta allí. la dimensión de un padre simbólico. Y la diferencia de sexos elaborada en el modo: estar castrado o no estar castrado. 4 . Freud señala que el enfrentamiento con la castración no puede sino ser angustiante para el niño. El niño presiente que la madre se significa a él como objeto potencial del deseo del padre. Le impondría aceptar una consecuencia insoportable: su propia identificación fálica. La puesta en duda de la identificación fálica del niño no puede comprenderse fuera de este espacio de rivalidad fálica: “to be or not to be el falo” (Lacan). las cuales predeterminan y orientan el curso de la economía psíquica (de la estructura psíquica). El punto de vista freudiano sobre las perversiones En los Tres ensayos de teoría sexual. Freud plantea las perversiones como una desviación en cuanto al fin de la pulsión. SEGUNDA PARTE. El padre imaginario deberá ser el elemento perturbador. El niño debe percibir que el deseo de la madre no esta en él. La estructura perversa. en lo que respecta a la sexualidad infantil y su perversidad polimorfa. en el discurso de la madre. Se origina alrededor de la cuestión de diferencia de sexos (punto enigmático). en el niño. En el extremo que el padre real este ausente o sea inexistente la operatoria se hará significativa en el discurso materno como una instancia tercera mediadora del deseo del Otro. Se esfuerza por ocultar que la madre pueda desear al padre y al mismo tiempo inviste al padre como objeto de deseo rival ante la madre. El curso imaginario del Complejo será el desarrollo de la respuesta que el niño intentará dar a ese enigma. 5. un universo de goce del que esta excluido. Y la otra salida donde el sujeto aceptará bajo coacción de la castración sometiéndose a ella. 2do lugar descubre a su madre como una madre con falta. la transgresión. Estos dos contenidos psíquicos contradictorios con respecto a la realidad coexisten en el aparato psíquico sin influirse jamás recíprocamente. reacción por la que el niño fijaría electivamente la representación de una mujer provista de un pene. es decir. El fetichismo se basa en la renegación de la realidad que es la negativa a reconocer la ausencia de pene en la madre y en la mujer. El fetichista va a encarnar el objeto que supuestamente falta por medio de otro objeto de la realidad: el objeto fetiche.persistencia de actitud infantil ante ausencia de pene femenino. el cual pasa a ser encarnación del falo. Situación que en la homosexualidad no sucede porque no es lábil la fijación. o lo que es lo mismo. no es colmada por el niño identificado con el objeto de deseo.Autor: Marisol Basignana Freud distingue tres salidas ante la angustia de castración: DOS en que el sujeto no aceptará la castración sino bajo reserva de transgredirla continuamente (perversión). Al mismo tiempo descubre dos órdenes de realidad que interrogan el curso de su deseo: 1er lugar el objeto del deseo materno no depende de su propia persona. A partir del fetichismo Freud plantea la noción de escisión del yo. persistiendo en el inconsciente y mostrándose activamente en el dinamismo libidinal posterior. Solución que sustrae al fetichista de la salida homosexual. Mecanismos constitutivos de la homosexualidad y el fetichismo. de buen o mal grado. El funcionamiento del fetichismo pone de manifiesto un mecanismo psíquico singular: la coexistencia de dos formaciones psíquicas inconciliables entre sí. El objeto fetiche instituye varios dispositivos de defensa: a) permite no renunciar al falo b) permite conjurar la angustia de castración protegiéndose de ella c) permite escoger a una mujer como objeto sexual posible en tanto supuestamente ella posee el falo. Competidor fálico como único y exclusivo objeto de goce de su madre. aunque percibida es recusada con el fin de neutralizar la angustia de castración . Freud pone al descubierto dos procesos defensivos de la organización del funcionamiento perverso: la fijación (y la regresión) y la renegación de la realidad. La huella de rivalidad es un rasgo esteriotipado de la perversión: el desafío. pero desplegando toda una nostalgia sintomática ante la pérdida (histeria y obsesión). Reconocimiento de ausencia de reconocimiento de ausencia de pene en la mujer y por el otro la renegación de la realidad de este reconocimiento. La homosexualidad resultaría de una reacción de defensa narcisista ante la castración. que el niño fantasmatiza como objeto fálico rival suyo frente a su madre. Esta asociado a un mecanismo correlativo: la elaboración de una formación sustituta que se desarrolla en dos tiempos . su complemento inseparable.lábil fijación de la representación de la madre fálica ya que autoriza una situación de compromiso. el falo. Punto de anclaje de las perversiones Dialéctica edípica: identificación fálica puesta en duda por la intrusión de un padre imaginario. 5 . disposición que abre para el niño un deseo materno diferente del que ella tiene por él. que lleva a otro rasgo. El terreno de la rivalidad fálica imaginaria implica anticipar un universo de goce que le esta prohibido. El significante de la falta en el Otro es lo que conducirá al niño a abandonar el registro del ser en beneficio del registro del tener. la histeria y la neurosis obsesiva El desafío y la transgresión pueden ser observados en estructuras diferentes a la perversa. El perverso encuentra el límite referido metonímicamente a la interdicción del incesto. la dinámica deseante se fija de una manera arcaica. Con esto podemos comprender la gestación de una vacilación sobre su identificación fálica. No obstante. Más exacto. Una verdad referente al deseo de su madre es encontrada y negada. contesta con objeto de recusar toda posibilidad de simbolización de esa falta. Hay una provocación incesante que lo caracteriza. 6 . es decir. La función paterna instituye un derecho al deseo. el padre como representante de la Ley para el niño. Y advertimos la angustia de castración que se actualiza alrededor de esa incursión paterna que impone al niño una nueva vectorización de su deseo y también las apuestas de goce a ella adscriptas. sobre todo en la obsesiva y en la histeria. en el desplazamiento de la trasgresión de las prohibiciones. Diagnóstico diferencial entre perversiones. Ante el hecho de renunciar al objeto de su deseo. Recordemos que la ley del padre impone al deseo esa estructura que hace que el deseo sea fundamentalmente deseo del otro.Autor: Marisol Basignana Además implica el presentimiento de adivinar el orden irreductible de la castración. en tanto prohibición del incesto. La atribución fálica del padre es lo que lo constituye como simbólico. el niño prefiere renunciar al deseo como tal. al nuevo modo de elaboración psíquica exigido por la castración. El perverso se sustrae a este derecho y se fija en demostrar que la única ley del deseo es la suya. Sin poder asumir jamás esa parte perdedora de la que podría decirse que justamente es una falta para ser ganada. y no la del otro. En lo que atañe a la castración de la madre. Es una ley ciega que trata de sustituir a la ley del padre. La ley del padre es renegada. El perfil del perverso se ordena por una ley del deseo que no permite que el sujeto asuma su posibilidad más allá de la castración. Pareciera que la angustia de castración en vez de alentarlo a no renunciar al objeto de su deseo. Repudia. El perverso no deja de merodear en torno de esta asunción de castración sin poder jamás comprometerse en ella como parte activa en la economía de su deseo. es decir. del que no quiere saber nada. como el que supuestamente tiene lo que la madre supuestamente desea con respecto a él. lo inmovilizara como defensa. Dimensión del padre simbólico. Las únicas salidas del perverso son las que constituyen sus rasgos estructurales: el desafío y la transgresión. la transgresión no se articula con el desafío de la misma manera. Lo que se cuestiona implícitamente alrededor de este punto de báscula es el problema del significante de la falta en el Otro: S(A). Igualmente constituye para el niño un esbozo de saber sobre la cuestión del deseo del Otro. es estas últimas. como deseo del deseo del otro. Aquí situamos el punto de báscula: el perverso posee una representación de una falta no simbolizable que lo va a alienar en una dimensión de contestación psíquica inagotable. al presentimiento psíquico que deberá enfrentar el niño para renunciar a su representación del padre imaginario. De reconocer ago de la falta en el Otro el perverso no quiere saber nada. ejercida mediante el recurso de la renegación o incuso la repudiación. El pasaje del ser al tener sólo puede producirse en tanto y en cuanto el padre aparece ante el niño como el poseedor de lo que la madre desea. 6. es siempre en torno de la ambigüedad (puesta en acto de escenas homosexuales) mantenida por el histérico en el terreno de su identidad sexual. lo esta más aún por cuanta toda posibilidad de transgresión es casi imposible. Un ejemplo: la histérica identificada con la prostituta. Situaciones en las que lo desafía significándole: “sin mi. Otro registro del desafío histérico femenino se ve puesto a prueba en la contestación fálica que gobierna la relación con u compañero masculino. sin lograrlo jamás. El deseo del histérico se lanza a sí mismo un desafío insostenible. El desafío esta inscripto en una estrategia de reivindicación fálica. El significante de la castración esta simbolizado y el precio de la pérdida se manifiesta es el registro de la nostalgia fálica. 7 . con todo el goce que de ello resulta. El sujeto es superado por la puesta en acto de ese deseo que el sufre en un modo pasivo. La transgresión puesta en acto esta hecha a medida de su “fuga hacia delante” de su propio deseo. Esto nos conduce a observar que hace esfuerzos desesperados (sin saberlo) por tratar de ser perverso. Necesita crearse una situación imaginaria de adversidad para comprometerse en el desafío. Tal adversidad le permite desconocer que casi siempre es él quien se lanza desafíos a sí mismo. no serías nada” o dicho de otro modo “te desafío a que me pruebes que realmente tienes lo que supuestamente debes tener”. En la vertiente de la histeria masculina el desafío también encuadra en la atribución fálica. Cuanto más se presenta como defensor de la legalidad. Como consecuencia encontramos las conductas sintomáticas de eyaculación precoz e impotencia.Autor: Marisol Basignana I. Este desafío resulta de una conversión inconsciente entre deseo y virilidad. II. No es raro que en esta fuga hacia delante el deseo corra más rápido que el obsesivo (que no quiera saber nada sobre él). Ser deseable implica la aptitud para suministrar la prueba de su virilidad. hasta el momento en que se le brinda la ocasión de responder al “consultante imprudente”: “no soy lo que usted cree”. En general es una transgresión insignificante. Aunque esta dimensión del desafío este activamente presente. A menudo el acting-out es el elemento motor de esa dramatización. El obsesivo es muy escrupuloso con las reglas del combate y la menor infracción lo llena de inquietud. tanto más lucha (sin saberlo) contra su deseo de transgresión. El histérico es particularmente afecto a la dimensión del semblante porque es allí donde puede encontrar el desafío y sostenerlo. Si ciertas expresiones del deseo histérico adoptan de buena gana un perfil perverso. el desafío esta en colocarse en un punto estratégico de la acera. pero por como el sujeto la puede dramatizar puede evocar la transgresión perversa. El desafío histérico es siempre un desafío de pacotilla puesto que no esta sostenido por el cuestionamiento de la ley paterna que refiere la lógica fálica al significante de la castración. Cuando se ve arrebatado por su propio deseo. dimensión en que el obsesivo se autoriza a ser actuado por su propio deseo. En la histeria La transgresión esta sustentada por una interrogación referida a la dimensión de la identificación relativa a la identidad sexual. no es raro que su actualización encuentre su expresión en un actuar transgresivo. Tales situaciones se sustentan en la problemática de una adversidad (real o imaginaria) que es preciso desafiar. En la neurosis obsesiva El desafío esta en la compulsión a involucrarse en todas las formas de competencia o de ordenamiento de dominio. El perverso se ve llevado a plantear la Ley del padre (y la castración) como un límite existente para demostrar mejor. de un modo implícito. El perverso y la ley del padre En la histeria y la neurosis obsesiva el desafío se centra en la posesión imaginaria del objeto fálico. sin falta. 8 . frente a todas las mujeres. Como reacción al horror a la castración. A propósito de este testigo cómplice. la madre es culpable por haber deseado el deseo del padre. Esta doble construcción fantasmática referente a la castración va a determinar prototipos característicos que el perverso expresará frente a hombre y mujeres. El perverso oscila entre estas dos series de materiales. que no es el límite. o por el contrario. encuentra el origen la tentación de burlarse de la instancia paterna y lo expresa por el lado del desafío. en la alternativa del tenerlo o no tenerlo. La madre fálica Hablar de “punto de anclaje” de la perversiones. en el sentido de que siempre se puede asumir el riesgo de franquearlo. en otras palabras.Autor: Marisol Basignana 7. Esa burla se encuentra alentada frecuentemente por la madre. Existe una compleja dialéctica entre diferentes elementos fantasmáticos concernientes a la castración de la madre (y de las mujeres) y ese otro elemento constituido por el deseo de la madre por el padre. más allá. es decir. 8. el padre supuestamente no tiene lo que la madre desea. en silencio o explícito. donde la mirada del Otro es indispensable por ser necesaria a la complicidad…y que en cambio es denunciadora para el normal y el neurótico. O bien el padre tiene la responsabilidad de haber sometido a la madre al orden de su deseo. En consecuencia puede seguir sosteniendo el fantasma de ser único y exclusivo objeto de deseo que hace gozar a la madre. viene a oponerse esa otra elaboración fantasmática a través de la cual el perverso imagina a la madre todopoderosa del lado del deseo. En el perverso la problemática de la renegación se organiza por la Ley del padre. Su goce esta en esa estrategia de franqueamiento. por lo tanto le ha impuesto esa ley inicua que hace que el deseo siempre este sometido a la ley del deseo del otro. recusa en definitiva. en el propio campo de rivalidad fálica. desafía esta Ley y se ubica en l vertiente de la dialéctica del ser. En la medida de esta ambigüedad se desarrolla toda la actividad libidinal del niño que se esfuerza por seducir cada vez más a la madre con la esperanza de descartar la intrusión paterna. La ambigüedad puede expresarse en la conjunción de la complicidad libidinal de la madre y la complacencia silenciosa del padre. Esto implica la neutralización del Padre Simbólico en tanto representante de la función paterna. luego. Al desafiar dicha Ley del padre. supone la intervención de factores determinantes susceptibles de inducir una ambigüedad en lo que atañe a la identificación fálica. les recuerdo un pasaje de Jean Clavreul: “…lo que distingue la práctica perversa. un testigo cegado por la prestidigitación fantasmática en la cual el perverso se encierra frente a la castración.” El perverso moviliza su desafío como su acceso al goce en la medida de la complicidad implícita del Otro. Para hacerlo necesita un cómplice (imaginario o real). entonces es cómplice de la castración. La relación que el perverso mantiene con la Ley del padre se manifiesta principalmente a través de un modo de relación específica frente a la madre y. el hecho de que la ley de su deseo esté sometida a la ley del deseo del otro. Aquí. puesto que esta prohibida. También lo observamos en las perversiones. Podemos hablar de la complacencia silenciosa del padre por la aptitud que presenta para delegar su propia palabra a través de la madre. La imago de la madre fálica va a predeterminar la relación con las otras mujeres (sin prejuicios de encontrarla en la persona de otros hombres). El sujeto termina incluso por no tocarla más. Tal ambigüedad materna tiene incidencia por cierto refuerzo del lado de la posición paterna. El intervalo donde el niño se encuentra capturado tiene la consecuencia de alimentar en él el fantasma de la madre todopoderosa. fuera del alcance. es necesario esclarecer algunos puntos de diagnóstico diferencial respecto de las estructuras neuróticas. mantenido fuera de todo alcance) y accidentalmente de consumo. Mencionemos el culto reverencial hacia la mujer. es decir. La madre no es una madre “fuera de la Ley”: en una madre fálica. Es relegada al rango de prostituta. 9 . vil) ofrecido al deseo de todos. intocable. sino que sujeto se prohíbe saber que él mismo la desea. primero por la seducción materna (verdadera seducción. Si la mujer deseada es intocable es porque el obsesivo no quiere reconocer que la desea. La mujer puede aparecérsele simultáneamente como una virgen y una santa o también como una puta repelente. No esta prohibida para fortalecer el fantasma de una mujer fálica todopoderosa.Autor: Marisol Basignana El niño se siente atormentado porque esta doblemente cautivo. El niño permanece confrontado con una significación del deseo referido al Nombre-del-Padre (Lacan). La mujer que encarnará a la madre fálica será fantasmatizada como una mujer totalmente idealizada. sostenido en una idealización radical. un padre que se deja desposeer de la representación de su función simbólica. Siendo lo esencial que esté eternamente ahí. La ambigüedad investida psíquicamente por el niño entre una madre seductora que lo alienta a hacerla gozar y una madre amenazadora y prohibidota que se hace “intermediaria” de la palabra simbólica del padre. En la neurosis obsesiva La problemática del deseo puede conducir al obsesivo a ciertos comportamientos esteriotipados con las mujeres. Pero la mujer también puede encarnar a la madre repelente. así se seguirá protegiendo que sea objeto de deseo posible. Nuevo diagnóstico diferencial entre las estructuras neuróticas y las perversiones En la relación antinómica (contradictoria) del perverso con la mujer. Es la mujer marcada por el horror de la castración. I. madre deseable y deseante frente al padre. Sexo femenino que es preciso maltratar o sadizar. Diagnóstico diferencial con la organización psicótica: En las perversiones la significación de la Ley se mantiene. Sin embargo la conducta de distanciamiento en el obsesivo tienen que ver con la dinámica de su deseo: el obsesivo no quiere saber nada de su deseo. que a primera vista podrían evocar a actitud de los perversos. repugnante por estar sexuada. porque es tanto más infame cuanto que se puede gozar de él. De la madre fálica. Aquí se gesta la transgresión. no es un fantasma de seducción) luego cautivo de una prohibición que ella le significa como inconsecuente. Otra dimensión de lógica obsesiva se trata de rebajar a la mujer al rango de objeto de posesión (como de colección. 9. puede adoptar la actitud de veneración. objeto abyecto (despreciable. tanto más se tranquiliza en su problemática de posesión. Al no sentirse investido en el nivel de la atribución fálica. Cuando más la reduce a objeto indeseable. A la inversa del perverso. en esa representación imaginaria a través de la cual el perverso logra alimentar el motor de su goce. que lo maltrata. No bien la mujer se significa como deseable bajo la mirada de otro. aséptica de todo deseo. diferencia crucial con el perverso. Así surgen esos intentos lamentables de reconquista del objeto perdido. va a alimentar el fantasma persistente de hacerlo todo por ella. de dárselo todo. o sea. el obsesivo ya no sabe que sacrificio hacer para que lo perdonen. pero tampoco es un objeto de perdición. como ocurre en el perverso. sin embargo no es “virgen intocable y no deseante. de repulsión infame. La primera alerta del deseo del otro obliga a recordar la castración y la falta en el Otro. siempre ofrecida a la mirada del otro fascinado y envidioso. La relación con las mujeres es ambigua y existe una inclinación a las manifestaciones perversas. es un objeto para realzar. es un objeto que `puede huir que es posible perder y que escapa a su dominio. II. para que a ella no le falte nada. Por el contrario. Esta posición nada tiene que ver con un objeto idealizado. Para que su objeto subsista en este modo casi inanimado (no deseante). Para el histérico la mujer constituye el objeto que le permite situarse respecto de la posesión del objeto fálico. En la histeria En la histeria masculina las cosas son mucho más pintorescas y ricas que en la neurosis obsesiva. La mujer idealizada en el obsesivo es en virtud de una fantasmatización mágica que nunca constituye una muralla a toda prueba. El obsesivo no puede apoyarse en la renegación de la castración. La cosa no tiene precio con la que el objeto no se mueva y carezca de demanda. tarde o temprano el obsesivo se ve condenado al sufrimiento del desorden. responde gustoso a los deseos de una mujer en la modalidad de no tener el pene. Por otra parte es en esta asfixia del deseo del otro donde logra mantener la lógica de su propio deseo. odioso y detestable que es preciso destruir por haber caído del pedestal donde la había instalado la economía libidinal del histérico. o de no tenerlo por completo. Pero la cosa nunca es tan así. La mujer. lo que deriva en el cuadro sintomático: impotencia y/o eyaculación precoz. El hombre histérico casi siempre aliena al otro femenino en una representación de la mujer como mujer idealizada. Es importante que jamás resigne ese lugar porque se convierte en un objeto amenazador. para que el sujeto pueda investirla idealmente. En ese sentido es que los obsesivos son románticos del “ser”. el obsesivo se extenúa en restaurar ese ideal que para él no es más que un vestigio nostálgico de la prehistoria edípica: nostalgia de la identificación fálica que debió canjear por la incomodidad del tener. La pérdida siempre lo remite a la castración. ella no esta completamente muerta. Mujer idealizada en la modalidad del realce y bruscamente desacreditada y responsable de todos los males es donde encontramos la ambivalencia que el histérico tiene con el falo. es colocada en un pedestal como objeto precioso porque es justamente deseable y deseante. repugnante. La mujer debe ser despiadadamente seductora. entonces. La mujer queda presa en esta lógica espantosa: “Un lugar para cosa y cada cosa en su lugar”. impuesta por la ley del padre.Autor: Marisol Basignana En esta disposición encontramos el despotismo infantil que da curso libre a la pulsión de dominio. el universo supuestamente inamovible del obsesivo comienza a vacilar. Allí donde el perverso alimenta la ilusión del ideal femenino del que él es artesano. a la pulsión de controlar al objeto. 10 . que huye de su objeto repelente. El objeto debe ser dominado. tanto más invalida en el otro las veleidades del deseo. Momentos de derrumbe que el histérico se ve confrontado con el significante de la falta de ese otro femenino. La economía deseante del histérico puede predicar a favor de la perversión. quejidos y lamentaciones diversas. En la articulación entre la destitución del objeto femenino idealizado y su transformación en objeto de destrucción parece intervenir un embragador metapsicológico que se exterioriza en una actualización de a violencia (tanto moral como física). Para reconquistar el objeto perdido el histérico masculino esta dispuesto a todo. Su actitud ambivalente estereotipada traduce su ambivalencia para con el falo: una actitud sucesivamente hostil y expiatoria frente al objeto. Mientras tal objeto sea una propiedad inalienable todo funcionará espléndidamente por el lado de la posesión fálica. llantos. Así el histérico se conforma en su síntoma: pensarse desposeído del falo. si desea es porque algo le falta que el otro supuestamente posee. La diferencia fundamental se define por el modo de inscripción del histérico en la función fálica. primero ha de haberse planteado que no se lo 11 . Estructura histérica y lógica fálica Lo representativo de la estructura histérica es el modo de asunción esteriotipada de la apuesta constituida por la problemática del tener. puesto que condena despiadadamente a la prueba de atribución fálica. A través de esa mujer siempre tiene este falo a su disposición. En este viraje podemos observar la puesta en acto de uno de los rasgos de la estructura histérica: la alienación del deseo en beneficio del deseo del otro. Cuanto más cara es la deuda expiatoria tanto más se justifica la lógica histérica del deseo (mantenerse insatisfecho). Principales momentos de la crisis clásica de la histeria: Síndromes precursores: verborrea marcadamente interpretativa. Esta última fase anuncia la etapa siguiente: el tiempo expiatorio del perdón. Período resolutorio: estereotipia de los derrumbes emotivos. Lacan nos ofrece una explicación: <Para tenerlo [precisa]. Las dificultades comienzan cuando el objeto femenino idealizado no sólo se manifiesta padeciendo falta. Dicho objeto no debe ser demasiado deseante. No obstante los síntomas perversos no participan para nada de una estructura perversa. por no decir perseguidor. sino que incluso se pone a reivindicar imperativamente al modo del deseo: un deseo que lo conduce al objeto a. Aquí encontramos la vertiente ciega mantenida en toda neurosis: cuanto más se pone en escena el sacrificio amoroso. La hostilidad es para asegurar su posesión. Su propia empresa de destrucción lo desborda y o lleva de nuevo a congraciarse con el objeto. LA ESTRUCTURA HISTÉRICA 10. La encarnación idealizada del objeto fálico se escabulle. Período clónico: se metaforiza por una crisis clásica espectacular. es la puesta en acto de la crisis de histeria (descarga libidinal de las investiduras eróticas del objeto del deseo). El objeto femenino se vuelve preocupante.Autor: Marisol Basignana Mientras que es un objeto seductor y brillante destinado al realce. Se comprende por qué maltratar a tal objeto es inconscientemente destruir la marca de la falta en el objeto femenino. todo va bien. Acerca de este punto y de su incidencia en la castración. puesto que ella se encuentra en posición de objeto de admiración fálica ofrecido a la mirada de todos. TERCERA PARTE. es aquello de la cual el histérico se siente injustamente privado. La reivindicación del tener es un rasgo estructural. La influencia y la sugestión operan bajo dos condiciones: . En cambio. Ese es el paso que hay que se debe dar.el padre tiene el falo de derecho. El histérico interroga e impugna la atribución fálica en una indeterminación entre dos opciones psíquicas: .que el histérico se reconozca los medios para poder responder a lo que cree que ese otro espera de él. Toda la economía deseante del histérico se agota sintomáticamente en la puesta a prueba de este “dar pruebas”. En ambos se trata de adhesión a un fantasma movilizado por la posesión supuesta del falo. no puede delegar la cuestión de su deseo propio sino ante aquel que supuestamente lo tiene. La apuesta histérica es la cuestión de ese “paso que se debe dar” en la asunción de la conquista del falo. de ahí. Si he podido expresar que los obsesivos son nostálgicos del ser. Pero se inscribe en una misma dinámica: apropiarse del atributo fálico del cual es sujeto se considera injustamente desprovisto. la alienación subjetiva del histérico en su relación con el deseo del Otro. realmente. El otro sirve de soporte privilegiando a los mecanismos identificatorios. Sujeción por exceso de imaginario. Si el objeto del deseo edípico. efectivamente. Aceptar que el padre sea el único depositario legal del falo es comprometer el propio deseo junto a él bajo el modo de no tenerlo. La identificación llamada histérica encuentra así su origen en el principio de esta alienación. En la histérica será “hacerse el hombre”. A través de ella. el niño se sustrae a la rivalidad fálica en la cual se había instalado.Autor: Marisol Basignana puede tener. 11. terreno favorable de sugestión. sobre todo en la forma de sujeción del deseo a lo que se puede suponer. Es preciso que en algún momento ese padre dé “pruebas” de esa atribución. 12 . el padre>. la reivindicación adoptará contornos fenomenológicamente distintos. Los procesos identificatorios demuestran la alienación subjetiva en su relación con el deseo del otro. eficazmente.el padre no lo tiene sino porque priva de él a la madre La última opción es la que alimentará la puesta a prueba que el histérico mantiene alrededor de la atribución fálica. alojando en ella imaginariamente al padre. impugnar ese falo en tanto el padre jamás lo tiene sino porque ha despojado de él a la madre. ahí debe intervenir en algún momento. lo podríamos llamar. la confesión implícita de que el sujeto no podría tenerlo. hasta el punto de que esa posibilidad de ser castrado es esencial en la asunción del hecho de tener el falo. Los rasgos de la estructura histérica Uno de los elementos más constitutivos del funcionamiento (o rasgo estructural) de la estructura histérica. para el histérico atormentarse buscando dar pruebas de su “virilidad”. la madre lo desea en él . Para comprender debemos considerar la problemática del tener. Según el sexo del histérico. que representa el epicentro de la cuestión del deseo histérico. del mismo modo puede decirse que los histéricos son militantes del tener. es abrir la posibilidad de una reivindicación permanente en cuanto al hecho de que la madre también puede tenerlo y de que incluso tiene derecho a él. el falo. presentir y hasta imaginar que es el del otro.es preciso que el otro que sugiere haya sido investido en un lugar privilegiado y . Ponerse al servicio del otro implica sujetos (las más de las veces femeninos) que ponen todo su arte y talentos en regocijarse por el prestigio que el otro habrá de recibir. Se trata más de fortalecer la identificación imaginaria del falo que de desear al otro.entrampar al otro. pero existen tendencias donde por la falta del tener. a fin de que la insatisfacción resultante motorice cada vez más al deseo en la aspiración hacia un ideal de ser. Se trata de una captura por partida doble: . Para mantener su deseo el sujeto se esfuerza en no darle jamás un objeto sustitutivo posible. Es una estrategia para tratar de desbaratar la cuestión del tener. Y los que se prestan a esta mascarada se identifican a ellos mismos como “objetos para hacerse brillar” o valorizar. En esta frustración se inviste el histérico como un objeto desvalorizado e incompleto. va a privilegiar su identificación con el ser. y así. El histérico se ofrece a la mirada del Otro como encarnación del objeto ideal de su deseo. De ahí la observación de Lacan “El histérico necesita un Amo sobre el cual pueda reinar”. mediante manifestaciones reales de dominio. o sea. Freud: “el histérico deseaba sobre todo que su deseo permaneciera insatisfecho”. el elegido.embelesarse uno mismo en la expresión de su deseo . del trabajo. Podemos decir que es una consecuencia de su relación con el tener. 13 .) En una vertiente masculina: excombatientes. Identificación imaginaria (en función del narcisismo) que es susceptible de ponerse en escena (narcisismo fálico de los histéricos). asistentes sociales. El carácter sacrificial obedece también a otro aspecto: la dimensión del dado para ver. Proceso que realiza gracias a un desplazamiento. El proceso de identificación aparente con el falo en nada es contradictorio con la posición precedente. Ponerse al servicio del otro equivale siempre a tratar de mostrarse uno mismo a través del otro. El histérico se vive frecuentemente como no habiendo sido suficientemente amado por el Otro queja arcaica sobre un fondo de reivindicación amorosa referida a la madre. valores indudables. así el histérico redoblará inmediatamente su economía neurótica. a aprovechar su “brillo”. en el sentido de que supuestamente sabe lo que el histérico se esfuerza en desconocer acerca de la cuestión de su deseo. La seducción esta siempre al servicio del falo más que del deseo. Para gustar y tratar de satisfacer lo que imagina es el placer del otro. etc. el encuentro inevitable con la falta. Fortalece esta posición.Autor: Marisol Basignana El lugar privilegiado que hablamos es el del Amo. confundiéndose con él y haciendo valer el deseo que uno cree es el suyo. Lo esencial es aparecer como un “objeto brillante” que fascine al Otro (con su cuerpo o con su palabra). Las cosas se complican cuando el entronizado (el Amo) no presenta aptitud para el dominio. Frustración (porque podría haber recibido más) que se inscribe en relación con la apuesta fálica. etc. Basta con que el otro responda a algunos atributos que el histérico le presta fantasmáticamente para que de inmediato se convierta en el “elegido”. irrisorio del deseo de la madre frente a un objeto ideal y completo: el falo. Nutren sus beneficios secundarios invocando los sacrificios por el bien de la familia. se embarcará gustoso en la cruzada de la abnegación sacrificial. La dimensión del tener sustenta la economía histérica del deseo. (Misioneras. El histérico persigue una identificación fálica porque es una identificación con el objeto ideal del deseo del Otro. Aquí comprendemos la dimensión del hacer como si para ocultar imperfecciones que la dejan psíquicamente agobiada. La histérica no discrimina. La solución del “hacer como si”: intentar desesperadamente ser el reflejo del saber de otro. La exigencia despótica acarrea inevitablemente manifestaciones sintomáticas. en este punto la apuesta es ciega. “no comprendo nada de todo lo que me enseñan”. El hombre se presenta ante la mujer en la dimensión del “yo no tengo el falo” y la mujer en la dimensión del “yo no soy el falo”. la histérica traduce su agobio ante el hecho de no ser jamás lo suficientemente inteligente ante la mirada del otro. Es una disposición en relación a la economía del deseo histérico. no esta sometido a una perfección tal que la apreciación del otro pueda hacer función de ley. subsiste en ella la secreta esperanza de alcanzar la cima de perfección. 12. es decir fiel así misma (interpelar al otro de tal manera que quede fascinado y subyugado). Las más de las veces observamos como esa preocupación por la belleza determinada por el ideal de perfección se expresa negativamente. “mi rostro debería ser…”. Tras expresiones como “yo no se nada”. Ese querer gustar al otro. La mujer histérica y su relación con el sexo La relación para cada uno de los protagonistas se trata de tener supuestamente lo que el otro no tiene. “mi cuerpo debería ser así”. así sustenta su gustar 14 . en lo común. La histérica se preocupara constantemente por lo bello para poder ofrecerse como ese brillo fálico (narcisismo). hacerle desear ese objeto que podría colmar su falta. El todos se juega una puesta a prueba del narcisismo. “soy fea”. “soy demasiado…”.Autor: Marisol Basignana Hay que hacer desear al otro. Existen apreciación destinadas a circunscribir esta reivindicación (esta en función de lo que no le dieron): “no soy lo bastante…”. donde la lógica del deseo sirve a un mismo objetivo: el ideal al que el histérico rinde un sacrificio sin condiciones. La exigencia de belleza atormenta sin descanso a la histérica. etc. Se hace portavoz y sustenta sus propias lagunas. se extiende a la inteligencia y al espíritu (lo moral). La búsqueda de perfección tiene su negativo en la convicción permanente de la imperfección. cuya constante es permanecer insatisfecho. no retengo nada”. En su relación con el otro se constituirá en estar sin estar (una salida en el caso de que su elección resulte equivocada). A partir de esto comprendemos que el sujeto histérico se inscriba en una problemática imposible ya que él no reconoce esas dos expresiones de castración. La imperfección no se limita al dado para ver del cuerpo. La relación con el sexo está sobredeterminada por cierto montante (soporte) del registro de la realidad. El afán de perfección moviliza a la mujer histérica y encuentra sus soportes en estereotipos culturales e ideológicos (colusión entre lo bello y lo femenino). la dimensión de la falta gobierna la relación con el sexo. Pero todavía es más importante dejar al otro en suspenso en esta movilización. El reconocimiento de la falta es siempre reconocimiento de la castración del otro. La vacilación esta en: ningún objeto elegido será capaz de tranquilizar o de cumplir su función de una manera más apropiada que aquel que no se escogió. Constituirse como quien puede ser ese falo del otro es siempre negarse a aceptar encontrarse con la falta: aquí nos encontramos con la posición fantasmática estereotipada por el histérico. pero en la histeria tiene proporciones extremadamente invasoras. Puede ser una queja permanente q se encarna en inhibiciones sintomáticas cuyo leitmotiv es “por más que leo. la más destacada es la indecisión permanente con relación a cualquier cosa. etc. 13. la histeria masculina no tiene por qué distinguirse de la femenina. tener los mismos hombre. de lo que fue su padre. A través de su elección ella tratará de colmar las faltas imaginarias del padre.. Existe una expresión sintomática en el histérico que evoca metafóricamente a la “gran crisis”: se trata del acceso de ira. sus aptitudes ideales serán tan decepcionantes como el resto. Ella esta dispuesta a adjudicarle todo lo que le faltaba al padre: debe ser más fuerte. De ahí el escoger a alguien inaccesible (cuanto más inabordable. La posición subjetiva específica de la histérica ante un hombre puede ser: . Otra manifestación: el problema de la identificación con la mujer que la atormenta en la medida en que se juega la cuestión de su identidad femenina. La histeria masculina Desde el punto de vista de la sintomatología clínica. más bello. para que podamos observar un momento delirante fugitivo (cerca de la posición psicótica). se disuelve en su deseo y no existe más que como mero reflejo. más podrá mantenerse la ilusión del que el elegido no habrá de decepcionarla). pensar.Autor: Marisol Basignana al otro y se constituye como objeto para colmar su falta. navegantes. a menudo acompañado por crisis clásticas (conducta agresiva reactiva que se manifiesta rompiendo todo lo que esta cerca). etc. Lo que ella requiere es un padre completo. 15 . La histérica fija siempre tal o cual modelo femenino para tratar de asumir su propia femineidad.ofrecer su perfección a un Amo supuestamente tan perfecto como ella Basta con que la convicción de detentar lo que le falta al otro se convierta en una seguridad real.en medida en que exista una falta en él . Si gustosa se subyuga por otra mujer (investida como modelo) es porque supuestamente puede responderle ¿qué es ser una mujer? Pregunta que NO consiste en elegir a una mujer como objeto de amor ideal.. capturada en las referencias de un discurso médico que suaviza los desbordes imaginarios concedidos a la expresión invasora de la histeria femenina. instituido anticipadamente. pilotos. etc. al que se le agregará el plus que es el hombre de otra mujer. En esta disposición encontramos la servidumbre que la histérica mantiene con respecto al sujeto elegido en lugar de Amo. más poderoso. pero la más de las veces se liga a molestias comunes de la vida cotidiana. Piensa y habla como el otro. En este sentido solamente podrá ser el Amo que ella busca. No bien lo extraño. inaccesible de ese hombre se vuelva cotidiano e inmediato. Un error común consiste en que la histérica busca siempre a un hombre que sea sustituto de una imagen paterna. Elige compañeros extraños (mantienen una realidad muy distinta a la histérica). un padre tal como jamás existió. es decir. como aquel que no puede no saberlo todo. ingenieros de lugares remotos. La idea es proteger la representación imaginaria del hombre ideal. La histérica busca: ser. lejano. etc. Toda homosexualidad histérica esta más ligada al proceso de identificación que a la dimensión de la elección de objeto amoroso. Esta crisis de ira es una verdadera confesión de impotencia que disfraza una descarga libidinal. como esta otra mujer. Es un modo de “vampirización” del modelo femenino. hacer el amor. El desafío se va a jugar en la elección de un compañero amoroso porque en él adherirá el ideal de perfección. Para ello también puede escoger un compañero amoroso ya comprometido. A lo sumo la encontramos categorizada de otro modo. en la elección de una compañera. La relación con el otro femenino esta alienada porque la representa como mujer idealizada e inaccesible. No se trata de una homosexualidad verdadera. una demanda de amor y de reconocimiento. De ahí la posesión potencial de victima. La vacilación la observamos en: la elección de una actividad profesional. No bien el histérico obtiene la garantía de que la promoción de su deseo es virtualmente realizable. sino es una parodia para compensar (protege de la diferencia de sexos). Cuando logra obtener lo que envidiaba (lo que deseaba tanto) en el otro.Y una tendencia victimista en imputar a la realidad exterior el fracaso en la realización de la primera tendencia. en beneficio de la queja por lo que no tiene. De ello puede resultar manifestaciones perversas como la máscara o juego homosexual. potencialidades. Existen paliativos y sobrecompensación a este síndrome de fracaso: . En la histeria masculina la seducción constituye el soporte de una negociación amorosa. De ello pueden resultar estados ansiosos. La neurosis de fracaso es una especificación nosográfica introducida por René Laforgue para resaltar a los sujetos que fracasan al triunfar. 14. o de aprovechar lo que tiene. Un amor en la medida en que el histérico es incapaz de comprometerse más allá de la seducción. La divisa del histérico es poner de manifiesto su incapacidad de gozar. . etc.Por un lado la tendencia ostensible movilizada a hacer gala de sus dotes. El éxito es como si desencadenara un mecanismo de autocastigo para que la satisfacción sea rechazada. El componente preponderante es la insatisfacción. esta totalmente presente en la histeria masculina. A través de ese “dar para ver”.Autor: Marisol Basignana El afán del “dar para ver”. inmediatamente se vuelve inepto para asumirla. Para asegurarse ser amado ofrece su propio amor sin reservas. Existe un rasgo de estructura propio de la histeria masculina: el fracaso o la conducta de fracaso. se apresura a fracasar. o sea. lo que se cuestiona es el deseo de parecer. Es siempre el interés que otro siente hacia un objeto lo que se convierte en objeto de deseo para el hombre histérico. éxitos. ambiciones. También puede existir una compulsión a la masturbación sustentada por fantasmas de connotación perversa (escenas eróticas de mujeres homosexuales). neurasténicos. Querer ser amado por todos y no poder renunciar a nadie. en una decisión importante. La relación con el sexo en el histérico masculino La problemática singular se inscribe en la dimensión de la relación con el otro. en cambio en el hombre involucra a todo el cuerpo. Sin embarco en la mujer el “dar para ver” es siempre algo del cuerpo. Estrategia sintomática que pone de manifiesto el incansable retorno de un encadenamiento de acontecimientos dramáticos. De aquí provienen las conductas de evitamiento en el terreno sexual. donde se esfuerza por querer gustar a todos. Pero este retorno es tal que el sujeto puede engañarse a sí mismo acerca de su participación personal. o el “dar para oír”. Otra manifestación perversa sería el exhibicionismo movilizada por el histérico como puesta en escena del cuerpo (no como develamiento del sexo como ocurre en las 16 . de gustar. idénticos a los de la histeria femenina. depresivos. Esta compulsión a la repetición del fracaso Freud la designó como neurosis de destino. es no querer perder ningún objeto amoroso. El fantasma fálico se organiza: no pudiendo gozar de un pene. por ejemplo. LA ESTRUCTURA OBSESIVA 15. Este síntoma testimonia un peligro imaginario en el acto sexual con una mujer. La problemática obsesiva Tradicionalmente. lo representa imaginariamente con todo su cuerpo). dominarlo. Para la histeria masculina el único que tiene el dominio del falo es el que puede asumir el goce femenino. A la inversa del histérico. El obsesivo es investido como objeto privilegiado del deseo materno. una mujer goza de la potencia muscular (que hace las veces de erección) a través de la mirada sobre él. es decir. Joel Dor encara la diferenciación de las estructuras a partir del proceso de actualización del deseo del sujeto frente a la función fálica. por eso lo relativo). luego a otra (“esa será mía…”). los que realmente poseen el falo para el histérico. Otra forma de encarnación de la impotencia: el culturismo. El goce de la mujer es percibido como una derrota ante el poder fálico victorioso. Estos síntomas se apoyan en un mecanismo imaginario que conduce al histérico a confundir el deseo y la virilidad. Aunque la eyaculación precoz se inscribe en la misma problemática de la impotencia. La confusión entre deseo y virilidad traduce la confusión entre órgano y falo. Es un componente para encarar la lógica obsesiva. Una posición histérica de expresión de su impotencia sería la del play-boy donde tener a la mujer. Sólo toma como base ciertas apreciaciones fenomenológicas y no los rasgos estructurales. De aquí sale la fórmula los obsesivos son nostálgicos del ser. En ambos hay culpas. originada por su interpretación de lo que demanda una mujer: que de pruebas de su virilidad. La confusión pene/falo es diferente. Es un elemento conjetural identificable también en las organizaciones perversas. El culturista señala metafóricamente con su cuerpo que es el falo (ya que no lo tiene. 17 . Todo ocurre como si la relación deseante se fundara en el deber de justificar que “tiene” lo que la mujer demanda: el falo. es decir. Otras manifestaciones a las que recurre el histérico masculino son: la impotencia y/o eyaculación precoz. simplemente es un elemento de observación. a menudo se presenta la estructura obsesiva como opuesta a la histeria. Sueñan con no ser destronados en ser el falo. Se identifica inconscientemente con su compañera y goza por eyaculación precoz (tal como imagina que lo hace la mujer). Así la mujer es investida como trofeo (exhibición viril) permitiendo la rivalidad con los otros hombres. en lo fenomenológico no hay diferencia. no se define que es. El histérico con sus quejas colocará la culpa en el cuerpo. señala algo específico desde el punto específico de la función fálica. Hay que ver más allá. fuertemente ansiógeno y angustioso. el obsesivo se habría sentido demasiado amado por su madre (aquí encontramos una oposición. Al no poseer el atributo para lograr esta victoria. Esto es relativo y bastante inadecuado. en cambio en el obsesivo hay un exceso de cargas en lo psíquico. privilegiado en su investidura fálica. es un sufrimiento todo el tiempo. reforzando la compulsión al fracaso. sucumbiendo al poder fálico. Para el diagnóstico no sirve. El hacer como si del histérico se sostiene siempre de l mirada del otro. CUARTA PARTE. Recordemos que con los rasgos se marcan tendencia. pueden ser puntillosos y ordenados. el histérico se siente sometido ante quien lo tiene. El camuflaje perverso esta destinado a mantener el objeto femenino a distancia. el sujeto goza fantasmáticamente del supuesto juicio desaprobador para con él. el proceso psíquico es diferente.Autor: Marisol Basignana verdaderas perversiones). Un obsesivo y un histérico. mortificación. Cuando ciertas ambigüedades (lo que se dice no esta claro) en el discurso de la madre.las formaciones obsesivas . 16. aún sin saberlo. Sustenta esta relación llamada dual un fondo de investiduras eróticas. Aclaración: ante los ojos del niño la madre no esta radicalmente insatisfecha. el niño puede dar lo supletorio. la suplencia no deja de constituir una incitación hacia la identificación fálica. Sólo en este sentido el obsesivo es investido como niño preferido. el carácter imperioso de la necesidad y del deber que rodean a la organización obsesiva del placer. evoquemos la debilidad de la demanda de la demanda y la ambivalencia como otros tantos rasgos asociados a dispositivos de defensa tales como: .Autor: Marisol Basignana Al constituirse como objeto ante el cual la madre supuestamente encuentra lo que no logra encontrar con el padre. el niño es capturado en la creencia psíquica: la madre podría encontrar en él aquello que supuestamente debe esperar del padre. Mencionemos.las formaciones reactivas . la cual resulta en la atribución fálica. Asimismo. Lo que la madre significa al niño. Se trata de una vivencia psíquica interpretada por el niño. este último “le hace la ley” desde el punto de vista de su deseo. Este tironeo permanente se ilustra en la actitud de fuga hacia delante que el obsesivo no deja de actualizar frente a su deseo. Los rasgos de la estructura obsesiva Desde el punto de vista del deseo es posible aislar algunos rasgos estructurales que determinan su curso. La madre en el padre no encuentra “todo”. con respecto de su objeto de deseo. Por ello siempre existe en el obsesivo un tironeo entre el retorno regresivo a la identificación y la obediencia a la Ley y a las implicancias que ella supone.el trío: culpabilidad. sino que es una vacancia (disposición) parcial de esta insatisfacción. el deseo de la madre es dependiente del padre. Es la investidura simbólica del padre. el niño puede instalarse imaginariamente en un dispositivo de suplencia para la satisfacción del deseo materno.el niño percibe: madre dependiente del padre desde el punto de vista de su deseo . serían dos significaciones que no se recubren por completo: . La madre para el niño aparece como dependiente del padre. pero también queda subyugado por el mensaje de la insatisfacción materna.la ritualización . La apuesta fálica en la dialéctica edípica: el pasaje del ser al tener. significación que deberá hacer el niño para movilizarse a la dimensión del tener. 18 . Tal desplazamiento se realiza en el discurso materno. El pasaje del “ser” al “tener” se efectúa en el desplazamiento del atributo fálico. que la madre intentará suplir con un complemento posible junto al niño.no parece ella recibir completamente del padre lo que espera de él. contrición .y el carácter anal (expresión de Freud) El punto inductor de la neurosis obsesiva es el signo del deseo insatisfecho de la madre. Si el padre le hace la ley a la madre. Existe para ello una relación dual que el niño mantiene con su madre. es a condición de que la madre desee aquello que supuestamente no tiene y que el padre posee. privilegiado.el aislamiento y la anulación retroactiva . El niño se confronta con la ley del padre. a tal efecto. Si el niño es conducido a la ley del padre con el discurso materno que inscribe allí su deseo. Las mociones pulsionales libidinales retornarían en forma disfrazada: representaciones y afectos obsesivos como síntomas primarios de defensa. Da fe la producción fantasmática cotidiana de los obsesivos masculinos. Las obsesiones aparecerían como reproches disfrazados que el sujeto se dirigiría a sí mismo. Goce que se actualiza a través de las manifestaciones reactivas que se reducen a laboriosas e interminables rumias contra la adversidad. es con lo cual podrá asumir su propio goce sintomático. Los rasgos de la estructura son: . El pasaje del “ser” al “tener” es vivido en la dimensión de insatisfacción. Fantasmas preponderantes: “ser seducido por una mujer sin haber hecho nada”. Por consiguiente. o “la enfermera que con sus cuidados hace gozar sexualmente a su enfermo”. Es un pasaje problemático. La culpabilidad evoca indirectamente el privilegio casi incestuoso del niño junto a la madre frente a la castración. con relación a una actividad sexual infantil productora de placer. Los síntomas se deberían al modo de inscripción psíquica de esa actividad libidinal infantil frente al deseo de la madre. Actitud pasiva que constituye una invitación a hacerse sadizar. En la disposición pasiva al goce el sujeto evoca nostálgicamente su identificación fálica. El niño es objeto de una seducción erótica pasiva que arreciará (se incrementará) y el goce resultante será vivido en el modo de la agresión sexual.el deseo implica siempre la marca imperiosa de la necesidad . El exceso de amor que testimonian inconscientemente se origina en ese dispositivo donde la seducción erótica materna constituye un llamado a la suplencia de su insatisfacción. padecerlo todo. El obsesivo así se escapa.Autor: Marisol Basignana Esta perspectiva encuentra su origen en la teoría de la seducción presentada por Freud. se siente obligado a asumir todas las consecuencias por esa actitud. En el obsesivo la madre no le deja tiempo de suspenderse en la espera de que se articule una demanda. anulación reactiva). Freud localiza el punto de impacto: el desfallecimiento de la satisfacción del deseo materno que el niño significa precozmente. se entrega más como objeto que como sujeto. Por no haber estado en condiciones de formular una demanda. La madre es la que despierta y mantiene al niño en el registro de su goce libidinal. contra los cuales el yo reaccionaría con procesos de defensa secundarios (aislamiento. Se trata de una castración simbólica cuyas 19 . La queja repetitiva con que el obsesivo se beneficia sobre este fondo de sadización.padecimiento de menoscabo en la expresión de su demanda La imposibilidad de demandar lo conduce a tener que aceptarlo todo. En la vertiente de seducción. todo el proceso del deseo va a verse interrumpido en el niño. puesto que su identificación fálica es recusada frente a la intrusión paterna. El deseo lleva siempre el sello exigente e imperativo de la necesidad. se trataría de una agresión sexual que sucedió a una fase de seducción. El significante de este desfallecimiento induce su vivencia psíquica singular experimentada en el modo de seducción. Es una denuncia de falta en el goce materno donde es convocado el niño y así inducido a la pasividad sexual (resta libido a su deseo). Según Freud. es decir. ocupando el lugar de objeto del goce del otro. ya que donde debería enfrentar la insatisfacción es cautivo de la satisfacción en relación a la suplencia que mantiene con la madre. El apresamiento materno no permite que el niño mediatice su deseo por él mismo. Fase de erotización sostenida por la repetición de los contactos físicos (satisfacción en los cuidados y necesidades). “ser violado por una mujer”. es excepcional que transgreda en la realidad. La pérdida lo remite a la castración. El obsesivo adhiere fundamentalmente a un fantasma persistente: un goce sin falta. Rasgos específicos (según Freud carácter anal –retener. no puede sino confrontarlo con la transgresión. se realiza bajo el aspecto de su contrario: haciendo gala de un enorme rigor moral. el obsesivo se reasegura la castración. El obsesivo. Una defensa característica es el aislamiento (se puede localizar en las pausas y rituales estereotipados).de rivalidad y competencia . La más de las veces. al cual es preciso poder acceder. El obsesivo no puede perder en ningún nivel de la vida. 17. Otra manifestación se localiza en el nivel de la transgresión. 20 . una actitud. son grandes conquistadores. cueste lo que cueste.Autor: Marisol Basignana manifestaciones serán en torno de la problemática de la pérdida y de la relación con la ley del padre. así despóticamente controla todo y domina todo para que el otro no pierda nada. cuya misión es desconectar un pensamiento. Como la Ley del padre permanece omnipresente en el horizonte del deseo obsesivo. Al obsesivo la culpa le dificulta la separación y le suma cargas. Se desarrolla en la escena fantasmática donde puede darle libre curso.existe la Ley del padre. los obsesivos. La ambivalencia entre la nostalgia fálica y la pérdida implicada por la castración es lo que inscribe al obsesivo en una posición estructuralmente específica con respecto al padre: . donde se realiza en el modo del acting-out.la misma Ley debe ser desbaratada y dominada Es una lucha inexorable que se desplaza sobre múltiples objetos de investidura. Ni bien alcanzan un objetivo ya están embarcados en otro. responsabilidades (se hace cargo de todo el desorden del mundo). El motor es alcanzar el dominio del goce (el lugar del padre) un dominio fantasmático. De hecho. de una serie lógica en la que se inscribe: disociar los afectos de una representación ligada a materiales reprimidos. Su deseo es siempre culpógeno y o lleva al narcisismo. a un desfallecimiento de su imagen narcisista. Siendo dos vehículos privilegiados de las investiduras obsesivas la perseverancia y la obstinación. El control omnipresente del goce del objeto.no dejan de desplegar una actividad para reemplazar al padre (y a toda figura capaz de representarlo) En los enfrentamientos (comportamientos de desafío) para “ocupar el lugar”. El obsesivo necesita encontrar un Amo y es preciso que lo siga siendo hasta el final. la pérdida y la ley del padre El obsesivo presenta una disposición favorable para constituirse como un todo para el otro. La culpa es el reverso de la ley. Es frecuente comprobar que apenas logran el dominio sobre lo que acaban de obtener lo aparten con un gran puntapié. El histérico busca un Amo y el desafío esta en la estrategia de destitución. un comportamiento. Siempre permanece tironeado en su ambivalencia frente a la Ley del Padre. acumular–) es la puesta a prueba del Padre/Amo: . a la cual hay que sacrificarlo todo y hasta sacrificarse . la culpabilidad es irremediable. Es una actitud inepta que consiste en permanecer dueños de sí. Desde este punto de vista. la figura de la transgresión. Uno de los registro donde puede existir una transgresión real es en el terreno sexual y el de las relaciones amorosas. Un objeto que muestra y cuyo brillo recae imaginariamente sobre el propietario. El obsesivo no encuentra otra salida que resistir en beneficio del relato y la racionalización. que podría desbaratar ese mecanismo de aislamiento. “en casa tiene todo”. 18. el deseo debe estar muerto. Ejemplos en el discurso: “a ella no le falta nada”. constituye una manera cómoda de descargar os afectos si abandonar el puesto de observación sobre sí mismo. no pierde nada. 21 . El objeto amoroso debe ocupar el lugar del muerto. “no necesita trabajar”. lo remite a la pérdida. así el obsesivo esta tranquilo en la medida en que el deseo es siempre deseo del deseo del otro. De alguna manera el objeto erótico comparte la función del auto deportivo. donde su papel ideal es: la inmovilidad y admirar en él a su propietario. El obsesivo puede padecerlo todo excepto una cosa: que el otro goce sin él. Para que nada se movilice.Autor: Marisol Basignana En el marco de la cura analítica se puede observar en la resistencia al proceso de la asociación libre. Por ello va a poner en acto una enorme energía para que al otro no le falte nada y asi no se mueva de su sitio. No perder nada neutraliza el deseo. El humor (generalmente irrisorio) de los obsesivos. Si el otro esta “muerto”. No todos los obsesivos adoptan necesariamente el partido de hacer indeseable a su objeto amoroso. De una manera general. etc. El imperativo constante que o anima en su relación amorosa consiste en que el otro no debe demandar nada. homenajes. nada debe gozar. queda amordazado y no se someterá ya a la articulación de la menor demanda. En cualquier caso el objeto esta muerto. La pérdida remite a la falta. si lo hace es porque desea. Allí los obsesivos conocen lo amargo de la derrota infantil. sacrifica y da todo para que las cosas vuelvan a su estado inicial. El obsesivo no da nada. Con esta ordenación el obsesivo controla y domina la muerte deseante del otro. Emprende los proyectos más inesperados (generosidad ilimitada. La estrategia deseante gira en torno a la cuestión del goce del otro frente al cual conviene controlar todo. al escapársele. etc) para reconquistar el objeto que. Y lo propio es que resuciten. no desea. Algunos son muy sensibles a la erotización del cuerpo del otro. Entonces el todo y nada no son incompatibles sino un orden para estabilizar toda estrategia deseante del obsesivo. Al menor signo de goce exterior del otro. sin que él tenga o haya podido tener algo que ver con ese goce. Encontramos aquí el afán constante de minimización. Con la cual recusa pensamientos o actos e intenta hacer como si no hubieran acaecido. La anulación retroactiva (proceso compulsivo) consiste en instalar o actuar un comportamiento opuesto a aquel que el sujeto acaba de afirmar. la estrategia obsesiva consiste en apropiarse de un objeto vivo para transformarlo en objeto muerto y cuidar que lo siga siendo. También dispone de otra defensa contra los afectos: la anulación retroactiva. Pero es tolerable si el otro es rebajado al rango de objeto. El obsesivo y sus objetos amorosos En este espacio de investidura el obsesivo da todo (en el sentido que puede sacrificarlo todo) y nada (en la medida en que no acepta perder).
Report "Joel Dor-Estructuras Clínicas y Psicoanálisis"