Historia de los medios de comunicación

March 24, 2018 | Author: SebastiánGarcíaAnderman | Category: Egyptian Hieroglyphs, Writing, Alphabet, Drawing, Historiography


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1Universidad de Buenos Aires – Facultad de Ciencias Sociales Carrera de Ciencias de la Comunicación HISTORIA GENERAL DE LOS MEDIOS Y SISTEMAS DE COMUNICACIÓN Cátedra Moyano-Levenberg CLASE 1 Buenas tardes, bienvenidos a Historia General de los Medios y Sistemas de Comunicación. Tanto en el primer apunte como en los sitios Web de la materia encontrarán el programa, el cronograma de clase, las condiciones de cursada, promoción y regularidad, la guía de trabajos prácticos y otros materiales de utilidad. 1. Historia y comunicación: delimitaciones Como podrán ver allí, iniciamos los contenidos del programa con un período histórico decisivo en la historia mundial, como es el que transcurre entre la Revolución de la Imprenta y las Revoluciones burguesas. La revolución de la imprenta es un acontecimiento clave en la historia de los medios de comunicación, pero también lo es –por su impacto, por su rol- en la historia general. De hecho, la historiografía contemporánea, cuando fija criterios de periodización para el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna, ubica a la imprenta como uno de los factores críticos que permiten delimitar una y otra edad. Suele fijarse este tránsito en la segunda mitad del siglo XV, y como hecho simbólico hay quienes mencionan la caída de Bizancio en manos del naciente Imperio Otomano (1453), la invención de la imprenta de tipos móviles (mediados de siglo), el Renacimiento italiano (segunda mitad del siglo) o el descubrimiento de América. En cualquier caso, resulta unánime la idea de ser la imprenta un parteaguas en la historia mundial. Sin embargo, una historia general de los medios y sistemas de comunicación supondría – con razón- un arco temporal mucho más amplio que el que se inicia con la imprenta, así como un arco de problemas de enorme amplitud, que incluye, entre otros asuntos, prácticas, dispositivos y objetos que no circularon tan siquiera tangencialmente por el espacio de la cultura escrita. ¿Por qué entonces este recorte? En primer lugar, existen razones propias de nuestro campo profesional: puestos a elegir una lógica que recorte un campo tan vasto, optamos por hacerlo tomando prioritariamente aquellos eventos, procesos, prácticas o dispositivos que originaron y afectan hoy los espacios comunicacionales en que se desarrolla nuestra profesión. En lo primero que pensamos como dimensión histórica de nuestro campo es en la génesis de la prensa periódica, la radiofonía, la televisión, Internet, las propias reflexiones en torno a nuestro campo, etc. El modo en que estos dispositivos se configuraron históricamente puede rastrearse desde la revolución de la imprenta: Se trata de dispositivos de comunicación hoy mundializados, configurados originalmente desde la Edad Moderna en Occidente, enmarcados en la conformación y consolidación del capitalismo, del Estado moderno y una división social del trabajo que reconfiguró por completo las nociones de lo público y lo privado, las articulaciones entre identidades individuales y colectivas, entre ámbitos de 2 validación discursiva (ciencia, arte, religión, política, etc.) y entre las propias funciones sociales (económica, política, educacional, artística, lúdica) de la comunicación. En segundo lugar, existen razones propias del campo historiográfico. Suele considerarse el término “Historia” (con mayúsculas) no sólo para referirnos a la disciplina o a su objeto (el devenir de los sucesos del pasado) sino a un tiempo concreto, tanto cronológico como cultural y social: la Historia se separa de la Prehistoria con el surgimiento correlacionado de la escritura, el Estado y la división social del trabajo compleja. La ciencia historiográfica considera terreno propio firme aquel donde puede contar con fuentes escritas que permitan indagar y dar sentido preciso a los eventos, o al menos al modo en que sus protagonistas le dieron sentido y registro. La historiografía cuenta, con ello, con un creciente corpus de datos a partir de la irrupción de la escritura sumeria hace aproximadamente cinco mil quinientos años, origen de la escritura occidental, y de la escritura china, probablemente entre mil quinientos y dos mil años después. Existen otras escrituras que complementan este corpus, algunas de ellas paralelas a estas grandes vertientes, y otras subsidiarias o descendientes de ellas. Por fuera de este universo de registro, las huellas no escritas del pasado son, a medida que contamos con menos información escrita desde la cual interrogarlas, el espacio de la arqueología, e incluso de la historia natural. Aunque contemporáneamente se ha revalorizado la historia oral, sobre todo a partir del registro de voces en la historia contemporánea, y se ha incorporado radicalmente e registro de la imagen visual como documento historiográfico, durante la mayor parte del tiempo en que se ha desarrollado Historia escrita, han quedado marginadas las historias de pueblos sin escritura, así como las historias de sectores sociales subalternos. Por otra parte, existe una larga y rica historia de prácticas y medios de comunicación que –aún en el marco de formaciones sociales con escritura- han correspondido a prácticas no escritas: el canto, el teatro, las danzas, el dibujo, los dispositivos de comunicación visual o sonora a distancia, han acompañado la historia de la humanidad a ambos lados de la frontera de la escritura. Pero aun así, la escritura ha alcanzado una centralidad tal en la civilización occidental, y la civilización occidental una centralidad tal en la mundialización contemporánea, que no tenemos más remedio que optar por priorizar una génesis histórica de las comunicaciones contemporánea que encuentra su primer hito en el surgimiento de la escritura, ve la misma desplegarse hacia su centralidad en la cultura, crecer exponencialmente con la imprenta y reticular el complejo sistema de comunicaciones contemporáneo. En tercer y último lugar, reconozcamos un recorte no exento de arbitrariedad, al menos desde el punto de vista de los campos disciplinares. Una mirada, digamos, “enciclopédica” de la historia de las comunicaciones podría rastrear las mismas hasta los confines mismos del origen de la humanidad, en el paleolítico inferior. Podría también, en pleno derecho, considerar innumerables prácticas preexistentes a la escritura y más aún a la imprenta. El origen y sustrato biológico de la humanidad habilita también pensar las comunicaciones en el reino animal; la construcción de un sistema simbólico de comunicación 1 , tal vez la diferencia fundamental entre el ser humano y otras especies animales- podría considerarse como un proceso histórico decisivo, tan importante quizás como la escritura; la historia de 1 “Simbólico” en el sentido peirciano de la expresión: signo convencional. 3 los transportes posee fronteras muy difusas con la historia de la comunicación; la historia de las representaciones sociales, de los sistemas de signos, de las artes o incluso de las ideas, pueden ser estudiados desde la perspectiva histórica comunicacional. Pero todas estas zonas de problematización han sido abordadas por otras disciplinas, dando lugar a un creciente corpus teórico y empírico validado institucionalmente, claramente en diálogo e interconexión con el campo comunicacional, pero diferentes de él: la antropología cultural aborda el pasado, el devenir histórico y el presente de la producción e interacción simbólica de las culturas humanas; la arqueología la complementa estudiando aquellas huellas de su existencia no registradas por escrito o por medio de dispositivos de resguardo de audio o imagen; la historia natural y la etología abordan las comunicaciones animales y la compleja hominización de nuestra especie; la psicogenética arriesga hipótesis en apoyo de estas últimas, trazando analogías entre procesos de maduración psíquica e historicidad; la lingüística estudia la historia de las lenguas; la semiótica, la de los sistemas de signos y su producción; la historia del transporte intersecta historiografía e ingeniería del transporte como campos; la historia del arte y la de las ideas hacen lo propio con historiografía, artes e ideas. De este modo, sin desconocer tales diálogos e interconexiones, reservamos para nuestro curso un recorrido histórico en sentido estricto: comenzamos haciendo referencia a la construcción de la escritura como vertebrador de la civilización occidental, y a la revolución de la imprenta como fenómeno decisivo en su mundialización. Esta revolución sucede en el tránsito de la Edad Media a la Moderna, el cual contiene aspectos comunicacionales decisivos en la reorganización de la vida humana en Occidente, y por extensión, dado el proceso expansivo que se inicia, del mundo entero. La escritura La división social del trabajo que dejó atrás la comunidad primitiva es inescindible de la invención de sistemas de registro: Tanto la necesidad de organizar sistemáticamente las medidas y los registros de transacciones, obligaciones contraídas, deudas, saberes científicos, técnicas complejas, normas y relaciones de poder, como la de transmitir generacionalmente esos saberes, relaciones y costumbres, lo requirió en forma inexcusable. Caso contrario, el total de acumulación cultural de un pueblo quedaba limitada a la capacidad de memorización de sus individuos adultos vivos y lúcidos. El riesgo no sólo de limitación de la memoria oral sino de su pérdida –por epidemias, guerras o catástrofes- era muy alto, como permiten imaginarlos las ruinas de civilizaciones antiguas abandonadas por unos u otros motivos, tras el colapso de la transmisión de saberes decisivos para la continuidad y reconstrucción. Se desconoce en qué momento comenzó a articularse el lenguaje verbal. Expresiones que pueden asimilarse a una noción elemental de arte se han rastreado en objetos del paleolítico superior, pero sin dudas hallamos expresiones artísticas, y por lo tanto una transición hacia el símbolo (nuevamente, en términos peircianos), desde hace aproximadamente cuarenta mil años. Entre los ejemplos más conocidos, tenemos las estatuillas paleolíticas, por ejemplo las manos impresas, técnica que podemos hallar en lugares tan inconexos entre sí como Francia o la Patagonia argentina, las famosas estatuillas femeninas (las llamadas “Venus”), imágenes de animales talladas o dibujadas en hueso, estilizaciones de objetos 4 útiles, y sobre todo, las pinturas rupestres y los megalitos, prácticas cuya existencia hipotetizamos desde las huellas arqueológicas, desde supervivencias parahistóricas actuales, y aún en los ciclos madurativos de la infancia contemporánea. Las pinturas rupestres, características del paisaje europeo mediterráneo del paleolítico inferior (se registran entre aproximadamente 40.000 y 10.000 años de antigüedad), nos muestran pinturas estilizadas de pequeños toros y otros animales, así como de cazadores. En ocasiones, acompañadas de muescas representativas de cantidades, práctica que se utilizaba también sobre madera y sobre hueso. ¿Qué significan estos pequeños toros? ¿Mero disfrute estético? ¿Ritual mágico de convocatoria a la caza? ¿Conteo de resultados? ¿Animales míticos? ¿Terreno de práctica de caza para principiantes? (esto último se nota en las marcas de golpes de objetos puntiagudos sobre los pequeños dibujos). Probablemente nunca sepamos con exactitud estos procesos de transición. Que no sepamos los significados, las funciones y aún la naturaleza de estos signos. ¿Acaso el dibujo representa, sobre otro soporte, el signo del toro, del deseo de caza, del agradecimiento por el resultado, ya presente en su lenguaje oral? ¿O quizás el acto kinésico de dibujar constituye en sí mismo el significante y su relación con el significado? (y por lo tanto, estos signos dibujados precederían a la oralidad articulada y constituirían, en ese momento, el acto mismo del pensar). En ocasiones logramos fortalecer alguna hipótesis referida a las prácticas prehistóricas por medio de la reconstrucción de restos del hábitat y sus prácticas, pero también por analogía con culturas que viven hoy protagonizando prácticas de organización y supervivencia semejantes a las de culturas prehistóricas. Estas tentadoras analogías entre prácticas de grupos o individuos observables hoy y las antiguas, que inferimos por huellas o documentos han sido adoptadas tanto por antropólogos como por psicogenetistas, e incluso semiólogos (como lo habilita implícitamente Peirce al referirse a los métodos para fijar creencias). En el caso de la antropología, se ha hecho notar no sólo el carácter distinto de las representaciones, prácticas, sensibilidades y percepciones entre las culturas orales y las escritas, sino también la decisiva presencia de formas kinésicas de representación (por ejemplo, danzas rituales de convocación) en las formas más primitivas. En el trabajo de Rowland (1997) que incluimos en los apuntes se hace notar: “Si tenemos que adoptar un sentido cronológico más profundo de la historia de la comunicación y trasladamos el problema a los orígenes de la civilización humana, ¿Cuánto debemos retroceder? Hemos pensado por costumbre en la “evolución” de la comunicación como una progresión a través de una trilogía, desde la cultura oral a través de la impresa hasta la electrónica. Más aún, la investigación antropológica contemporánea sugiere la posibilidad de una capacidad kinésica fuerte y pre-oral. Bien pudiera ser que los sistemas de gestos, posturas, movimientos y signos precedan a los modelos formales de discurso y lenguaje. ¿Podría ser que nuestra herencia clásica griega y la larga influencia de la retórica en la conciencia académica occidental hayan sobrevalorado la tradición oral en la evolución de la mente y la cultura? Si es así, tendrán que añadirse las dimensiones de una cultura pre-oral a la trilogía usual, haciendo de ella por lo menos un cuarteto”. 5 Transición hacia la escritura Entre estos ambiguos espacios de la génesis de la cultura humana, aparecerán formas de transición hacia la escritura: abstracción de signos convencionales (existe evidencia de usos muy antiguos de avisos por señales luminosas o sonoras), convencionalización de dibujos y esculturas (las Venus que “transmiten” fertilidad), o los sistemas nemotécnicos basados en la ayuda de objetos y dibujos. Algunos de ellos han sido conocidos por los antropólogos occidentales modernos en su contacto con culturas ajenas a la escritura: Pueblos de América del Norte donde un mensajero entre tribus lleva un bolso con caracolas, plumas o piedras pintadas que le ayudarán a recordar, o que lograrán narrar (como en el caso de los esquimales americanos) a través de secuencias de dibujos, en la medida que la comunidad hablante esté previamente al tanto por vía oral del significado propuesto para la misma, o pueblos de América del Sur (como es el caso del imperio incaico), donde un sistema análogo de representación se desplegó en base a nudos sobre tiras de lanas de colores (quipus). Pero si hemos de ocuparnos de la hegemonía de lo escrito en el proceso civilizatorio, avanzaremos hasta finales del neolítico. La creciente división del trabajo observable en las economías de regadío de la Mesopotamia asiática venía acompañada por la formación de las primeras ciudades, los primeros estados, la consolidación del principio de autoridad como clave de la transmisión de la cultura entre generaciones y un gigantesco acumulado de saberes para poner en común, registrar, resguardar, reproducir y enseñar. Una acumulación que superaba con creces la memoria individual y recorría aspectos muy diversos de la vida: lo que hoy llamaríamos religión, ciencia, economía, derecho, moral, historiografía, política, arte, filosofía o literatura existían indiferenciados en un mismo cuerpo discursivo. Es entonces, cuando desde el dibujo primitivo evoluciona la pictografía, y a partir de ella, la ideografía, como sistema escriturario completo. La pictografía Es tentador imaginar una evolución del dibujo hasta su madurez, para asistir luego al nacimiento de las escrituras. Sin embargo, del mismo modo que hoy en día un niño explora sus habilidades de dibujo con fuerte énfasis en la abstracción, para intentar luego elementos figurativos con variados recursos de representación no necesariamente icónico-visuales, hasta lograr, si recibe instrucción adecuada, sus primeros resultados en representación visual figurativa en su segunda infancia, también podemos observar en la historia humana una prolongada etapa de trazos abstractos, luego figuraciones elementales (como la impresión de la mano entintada sobre una superficie o utilizando la mano como clisé para lograr su negativo), luego crecientes combinaciones de elementos figurativos con variados criterios simbólicos y expresivos, para finalmente lograr una representación bidimensional plena –con el uso de la perspectiva- en el tramo final de la Edad Media europea. Otras formas de representación visual como la escultura o los relieves también se despliegan en forma contemporánea al desarrollo de las escrituras, alcanzando también su madurez en épocas en que la escritura 6 ya se encuentra en su etapa compleja, sea en forma ideogramática (como en China) o alfabética (como la Grecia clásica). Sí podemos decir, en cambio, que a partir de cierta capacidad de figuración (por ejemplo, reconocer imágenes visuales por el trazo de su silueta y síntesis de sus componentes), el dibujo se torna más convencionalizable y puede ser utilizado como una forma de recordación y registro más práctica que otras reglas nemotécnicas preexistentes. Las pictografías, colecciones o familias de pictogramas, se originan en el dibujo y evolucionan a partir de allí. La simplificación de los trazos, elegida para simplificar la reproducción de los mismos y estandarizarlos en la comunidad de iniciados para su decodificación, tiene como costo una creciente pérdida de posibilidad de encontrar sentidos inequívocos a partir de la mera iconicidad visual. Es decir, aparece una creciente convencionalidad en la definición del significado de cada pintura o dibujo. Los pictogramas son dibujos de fuerte convencionalización, a un punto tal que de no mediar la comunidad de significados convencionales, no podríamos saber qué significa cada dibujo. Sin embargo la huella de iconicidad visual aún presente en el pictograma respecto del dibujo es relativamente alta. En la clase práctica veremos en detalle aspectos de la historia de la escritura, por lo que nos limitaremos aquí a una somera definición. Los mejores ejemplos de escrituras pictográficas, según recuenta Moorhouse (1993) proceden de América del norte, donde muchos de los pueblos originarios la conservaron hasta el momento de la colonización europea y aún después de ella, lo que ha facilitado su estudio. Para poder entender las escrituras pictográficas resultaba imprescindible, más que un repertorio acotado de signos, conocer los relatos básicos que circulaban en la comunidad y las acciones que posiblemente se describían en la iconicidad visual simplificada por medio del trazo de contornos y siluetas, muchas veces representando señales de comunicación presencial entre personas, lo cual las caracteriza como escrituras altamente dependientes del contexto. En el ejemplo que acompaña a este párrafo, procedente de Alaska, podemos ver un relato sencillo sobre una travesía de caza, donde en el primer dibujo vemos a alguien señalándose (“yo”) y con la otra mano indicando una dirección (“fui”). En la tercera figura, por ejemplo, el muñequito señala la cantidad de noches que ha dormido en ese tramo de su travesía. Algunos signos se aparecen como fácilmente comprensibles; otros, en cambio ofrecen dificultades interpretativas, como el caso del cuarto. Como puede notarse, existe una tensión entre dos esfuerzos diferentes en la forja de este tipo de escrituras: por un lado, una eficiente síntesis visual de cada dibujo o pictograma. Por el otro, recursos altamente convencionalizados para poder expresar acciones más 7 complejas o abstractas: “viajé dos noches”, “estuve en la isla habitada por dos familias”, “me entristecí”, “oré”, etc. Si se trataba de enunciar cosas o cantidades de cosas, o eventos concretos, se intentaba crear dibujos que representaran a determinados objetos, de manera denotativa, sin que mediaran simbolizaciones –al menos intencionales- entre el objeto y el signo. Los dibujos imitaban fielmente la cosa, al menos hasta donde era posible según el desarrollo de la expresión gráfica. Así, si encontrábamos el dibujo de un perro, debíamos leer “perro”, si encontrábamos una flecha y un arco, leeríamos “flecha y arco”, etc. La sustitución entonces era simple, denotativa y no tenía aún una carga simbólica que excediera la descripción del objeto: en términos peircianos, nos encontramos en el nivel icónico. Desde Saussure diremos, entonces, que estos signos eran altamente motivados y que su grado de convencionalización era muy bajo o inexistente. Más allá de otras funciones subsidiarias como la enumeración o la señalización, las escrituras pictográficas funcionaban primordialmente como “cuentos sin palabras” (Parramón, 1987), donde la narración se iba articulando en función de la combinación de los diferentes pictogramas, y más adelante, ideogramas. Una característica central es que “el acontecimiento que se representa se ve como un todo” (Moorhouse, 1993: 21). La articulación de los signos podía ser lineal, en diferentes niveles o distribuidas espacialmente con o sin jerarquía entre los elementos, pudiendo su distribución facilitar o dificultar el agrupamiento de los diversos elementos. Estas escrituras presentaban ciertas dificultades, como por ejemplo, problemas para identificar cuáles eran las unidades significantes, ya que la unidad podía estar formada por una o varias figuras. Paralelamente, no siempre era posible identificar qué objeto era el que estaba dibujado o existían ambigüedades en la interpretación general del texto. La mayoría de estas dificultades no representaban un grave problema pues los que leían estos textos y los interpretaban solían ser muy pocas personas, las cuales conocían su significado de ante mano por tratarse de prácticas compartidas o eventos conocidos o eran relatos que estaban asentados en tradiciones orales muy fuertes. La debilidad de estas escrituras, entonces, era su dependencia contextual, pero no representaba un impedimento para su decodificación pues esta práctica no era ejercida fuera de ese contexto comunal. Por otra parte, antropólogos e historiadores coinciden en que la función de estas escrituras era principalmente nemotécnica, una ayuda para relatar oralmente un texto. Al igual que otros lenguajes nemotécnicos, la relación de estos signos con su objeto podría pensarse como indicial. 8 Las escrituras ideográficas Las expresiones abstractas, en cambio, requerían un corrimiento convencionalizado del sentido del dibujo, cuya marca icónico-visual dejaba de ser decisiva. Tal fenómeno, que ya notamos en la serie precedente, comenzó a desarrollarse en las civilizaciones de la región mesopotámica delimitada por los ríos Tigris y Eufrates –actualmente parte de Irak- a medida que la economía de regadío forjó una compleja división del trabajo y requirió crecientes sistemas –y volúmenes- de registro. La importancia decisiva de esta experiencia histórica iniciada hace unos seis mil años no sólo se basa en su condición pionera en el tránsito del neolítico a la Historia, sino en que su evolución posterior impacta en las principales escrituras occidentales, incluyendo nuestro alfabeto latino contemporáneo. En apenas dos mil años, la escritura sumeria evolucionará desde los dibujos y reglas nemotécnicas básicas, hacia un sistema pictográfico, luego hacia uno ideográfico y finalmente hacia un sistema prealfabético, en forma análoga a lo que sucederá en el antiguo Egipto con su escritura jeroglífica. ¿Qué son los sistemas ideográficos? Los ideogramas expresan ideas, en ocasiones ideas suficientemente abstractas que resultaría imposible representarlas con un dibujo de iconicidad visual concreta. Por medio de ellos, una escritura logra abarcar todas las posibilidades del lenguaje verbal en un idioma determinado. Los ideogramas también se originan en dibujos, y en casi todos los casos surgen como evolución de las escrituras pictográficas. De allí que muchos ideogramas, aunque cumplen hoy una función de signo estrictamente convencional, nos recuerdan en su trazo los pictogramas y dibujos originarios, como sucede, por ejemplo, con nuestras letras “n”, que recuerda a “nun” (serpiente), la “m”, que recuerda a “mem” (agua), la “t”, que recuerda a “tau” (cruz), etc. Las escrituras sumeria, egipcia, china, japonesa, entre otras, evolucionaron desde el dibujo a la pictografía, y desde ésta hasta la ideografía. Las escrituras ideográficas constituyen un nuevo paso hacia la convencionalización desde los sistemas pictográficos existentes. La pictografía había avanzado desde la representación en solitario de objetos por sus signos hacia relaciones sintagmáticas, como lo muestra el ejemplo antedicho. Pero la ideografía supone el predominio completo de la carga simbólica del signo –que podrá ser utilizado para significar diversos objetos e ideas- sin necesidad de quedar atado a una comunidad hablante de presencia inmediata. Por lo tanto, un mensaje complejo podrá ser decodificado mucho después, o muy lejos de su punto de origen. En la ilustración que acompaña a este párrafo (Moorhouse, 1993) podemos ver una primera fila de pictogramas primitivos y una segunda donde las formas han sintetizado hacia figuras abstractas. Todos representan “pez”, pero sus caracteres podrán significar otras ideas asociadas al objeto original por convención. La abstracción del trazo es notable. Sin previa explicación, difícilmente un lector hallará la huella visual del pez en los trazos de la segunda fila. Nótese, también, cómo los pueblos de América del Norte no alcanzaron a desarrollar esa etapa ideogramática al momento de la conquista y colonización europea. El ideograma representa un salto en la 9 posibilidad de salir de la etapa figurativa del significante. Si bien aún se pueden identificar los objetos a los que remite la figura dibujada, esta identificación del objeto es sólo el escalón necesario para acceder al significado connotado, el cual tiene alguna relación con el significado denotado, pero ésta es de tipo simbólico. En este ejemplo de la escritura egipcia, podemos ver ideogramas (citados en Moorhouse, 1993) con una carga figurativa importante. Este tipo de signos se conservó estable por miles de años en la escritura jeroglífica. El primero significa “llanto”, el segundo “escritura” (expresado mediante la representación de un cálamo), el tercero significa niño, o más específicamente hijo, expresado por el ganso, que es un animal considerado un manjar exquisito. El cuarto signo significa “rey”, expresado por el dibujo de una abeja. Veamos ahora un ejemplo de la escritura china (citado en Moorhouse, 1993): este ideograma está formado por dos pictogramas base: “esposa” y “niño”, y podemos observar que los rasgos han perdido prácticamente su aspecto figurativo, pero luego de conocer su significado, es posible encontrar cierta similitud estructural. El significado de este signo es “feliz”, y como vemos, los pictogramas que lo integran apuntan a reponer una idea, no a describir icónicamente a alguien feliz (como podría ser dibujar una cara sonriente). Veamos otro ejemplo: el ideograma Qi, que significa energía, está formado por dos componentes: uno es el radical, asociado al cielo, y que es el pictograma del agua en tres distintos estados: como nube, como llovizna ventosa y como lluvia. El segundo es el inferior, está asociado a la tierra y representa una espiga de arroz. El ideograma completo del Qi, presentado aquí en una versión más antigua y una más simplificada, excede ampliamente en su significado a la suma de sus partes componentes. Las dos grandes escrituras que constituyen la base de la escritura occidental aparecen entre 5500 y 6000 años atrás. La primera es la sumeria, la segunda la egipcia, existiendo algunas influencias notables de la primera sobre la segunda, aunque debe considerarse posibles fuentes comunes que pudieron no haber dejado huella. Ambas escrituras se desplegaron por cerca de tres mil años, y gracias a ello tenemos la posibilidad de estudiar su evolución desde el dibujo hacia la pictografía, la ideografía y las formas prealfabéticas. 10 La evolución de las escrituras cuneiformes, cuyos primeros registros provienen del 3.000 AC, recorre pasos similares a otras escrituras antiguas: de formas figurativas a formas abstractas y regulares, de descoordinación entre lengua oral y escrita a una correspondencia, pero es interesante destacar cómo algunos factores relacionados con el soporte en el que se realizaban, favoreció la rápida abstracción en la forma. Los primeros registros consistían en escrituras pictográficas cuyos signos eran íconos de los objetos representados (realizados inicialmente en piedra o barro arcilloso). Muchos de los materiales escritos que debían reproducirse por algún motivo se preparaban por medio de sellos cilíndricos, pero la mayor parte del trabajo cotidiano de escritura se realizaba por medio del marcado con estilete sobre tabletas de arcilla. Las cuñas con las que organizaban el trazo da nombre a esta escritura, y también a su característica visual distintiva: las cuñas dificultaban el trazado de líneas curvas y extensas, pues por un lado, la presión de la arcilla volvía a cerrar la línea, y por el otro, cerraba las líneas curvas, y esto llevó a dibujos constituidos por agrupamientos de líneas rectas con una forma triangular en sus puntas. Esta forma triangular que adquiría el remate de la cuña hizo que rápidamente los dibujos se diferenciaran de los objetos inicialmente designados. A ello se agregó el cambio de dirección en la escritura, por razones de comodidad: las tablillas rectangulares pasaron de usarse en posición apaisada a vertical, y la línea sintagmática pasó de escribirse hacia abajo, optándose por la orientación de izquierda a derecha 2 , lo que provocó que la totalidad de los signos modificara 90 grados la orientación, e hiciera que en algunos casos fuese imposible reconocer el objeto denotado. Hacia el 3000 AC se desarrolla en el antiguo Egipto, la escritura jeroglífica, cuya traducción significa “escritura de los sacerdotes”. La escritura ha estado ligada al ejercicio del poder durante muchos períodos de la historia, y la institucionalización así como la conservación de diversas de ellas ha tenido que ver con que son emergentes de dichos contextos en donde se producía una acumulación de poder, posibilitando a la vez la existencia de registros más detallados de esos período que de otros. Del mismo modo, cuando una derrota catastrófica ponía fin a una dinastía o aún a un Estado completo, su escritura podía ser destruida, como forma de ratificación de un nuevo poder. En el caso del jeroglífico, se observa también otra característica notable en muchas civilizaciones, incluso totalmente inconexas entre sí, desde Egipto hasta la civilización maya: el hermetismo. Los pueblos que posteriormente desarrollaron alfabeto no tomarán esta dirección de escritura hasta los griegos atenienses. Es interesante destacar como la dirección de escritura orienta la percepción en cada cultura. Esta dirección de izquierda a derecha, que compartimos con los sumerios, hace que si dividimos un plano en cuatro cuadrantes, nuestro punto de mayor tensión esté ubicado en el cuadrante superior derecho; en el caso de las culturas orientales, la ubicación de este punto se invierte. 2 11 En la imagen: Menú del noble fallecido Tepemankh, inscripto en su tumba, Ca. 2350 AC. Museo Louvre. En las escrituras egipcias podemos registrar distintas etapas, desde una pictográfica inicial hasta el momento de su máxima perfección, hacia el 1500 a.C., cuando los signos 12 adquieren, con las escrituras hierática y (más adelante, hacia el 700 AC) demótica (la primera reservada a las escrituras sagradas y la segunda a las de difusión) un valor fonético independiente del significado original de la imagen pictórica (arbitrario). Pero en esta transición quedaron registros de las etapas intermedias, donde convivían en un mismo texto pictogramas, ideogramas y las primeras letras. Muchos de estos registros aún hoy ofrecen dificultades para su decodificación. Por ejemplo, un mismo grafo podía estar cumpliendo distintas funciones, supongamos que encontramos el dibujo de una boca (ro), podría estar refiriendo al objeto boca, a la sílaba “ro” o a la letra “r”, y si estuviera cruzada por ejemplo por “mem” (agua) podía significar “beber” 3 ; el águila sin cabeza, acompañada por una cabeza humana podía significar “alma”. Los jeroglíficos, a diferencia de la escritura cuneiforme tenían trazos sumamente detallados, pues al estar realizados sobre pared o sobre papiro con tinta y pincel, permitían líneas muy delgadas y no ofrecían mayores dificultades para las formas curvas, por eso mantuvieron su aspecto figurativo aun cuando estuviesen operando como letras. Escritura hierática sobre papiro: texto médico, Ca. 1550-1295 AC. Museo Louvre. 3 Ejemplo extraído de la enciclopedia El Mundo que nos rodea, tomo: “El libro y la escritura”, dirigida por Iván Illin. 13 Los fonogramas La evolución posterior de los ideogramas hizo uso de otra técnica de significación: el fonograma. Este tipo de signo constituye una forma de convencionalización de caracteres pictográficos por medio del agregado de nuevos significados a partir de la iconicidad sonora de la expresión verbal que representan. Permite asociar significados por la semejanza acústica entre el significado del pictograma o ideograma original, y otro significado posible logrado por yuxtaposición de sonidos o por analogía. Los primeros fonogramas son más antiguos que las escrituras ideográficas, y también pueden hallarse en América precolombina, asociados a las escrituras mesoamericanas. Moorhouse (1987) nos recuerda un interesante ejemplo a partir de la comunicación pictográfica presente en el imperio mexica en tiempos de llegada de los conquistadores españoles a comienzos del siglo XVI: Los dos primeros dibujos son dos versiones (la segunda más simplificada) del mismo signo, y representan la ciudad de Mazatlán. Este signo está integrado por dos partes: la primera es la figura del venado, que se dice mazatl, la segunda son un par de dientes, que se dice tlanti. Uniendo los sonidos de ambos pictogramas, y restando algunas letras, obtendremos la nueva palabra. Como se puede ver, al igual que en la escritura pictográfica, existían problemas para identificar los elementos que componían el dibujo y para interpretarlos. El venado parece bastante obvio, no así los dientes…pero aún con el venado, es difícil determinar si le corresponde el sonido “ciervo”, “venado”, “gamo”, “antílope”, etc. Es decir, existían ambigüedades al momento de asignarles tal o cual imagen acústica. Y por si esto fuese poca dificultad, los significantes del primer nivel no se trasladaban en su totalidad en todos los casos, sino que había un recorte, y no había reglas estrictas para realizarlo. En el ejemplo mencionado, se eliminan las letras repetidas ( tl) y las dos finales de la segunda palabra (ti). En el segundo caso, Coatepec, las imágenes acústicas que se unirán serán “coatl” (serpiente) y “tepec” (colina), conformando el nombre de la ciudad Coatepec. Nuevamente observamos las mismas dificultades que en el ejemplo anterior. En función de las dificultades mencionadas, no es descabellado afirmar que la única forma de tener chances de decodificar correctamente el signo será conociendo su posible significado de antemano. 14 En los casos de las escrituras sumeria y jeroglífica, entre el 4.000 y el 3.500 A.C se producen dos cambios que van a resultar imprescindibles para la posterior conformación del alfabeto. Por un lado se va ganando en regularidad en los significantes visuales (se repiten los mismos para cada significado y se estandariza su forma 4 ) y por el otro se ajusta la vinculación entre el significante visual y el auditivo, es decir, por primera vez se establece una relación entre la escritura y la lengua oral. Hasta ese momento no existía conexión necesaria entre el lenguaje oral y el escrito; sí existía una referencialidad estable de los términos de la lengua oral con los objetos nombrados. Esta práctica deriva en la utilización de los pictogramas como sonidos, lográndose así la independencia de la forma representada figurativamente. Generalmente, y esto va a variar de acuerdo a la cultura estudiada, se utilizaba la primer sílaba de cada la palabra para conformar el nuevo signo. A este tipo de escrituras se las llamó silábicas o silabarios. Dados los cambios mencionados, fue posible dar el siguiente paso: independizar el pictograma de su denotatum original y vincularlo sólo a su imagen acústica para formar un nuevo signo: el fonograma. Este salto se logra en Egipto hacia el 3500 a.C. 5 con los fonogramas o “signos clave”. El elemento fundamental que posibilitaba la interpretación de estos signos era el sonido. Este sonido asignado a la figura provenía de la lengua oral. La operación semiótica que se hace para interpretar este tipo de signo no debe subestimarse: se debe independizar los signos iniciales (decodificados en presencia, por iconicidad) de sus objetos primarios, conservar las imágenes acústicas de los mismos en la memoria, unirlos y asociarlos a un nuevo objeto, totalmente diferente de los de origen. Los fonogramas podían ser sólo monosílabos (como en la lengua china) o además polisílabos (como los egipcios o los aztecas). En el marco de las escrituras ideográficas cuneiforme y jeroglífica esta técnica, que mostraba el enorme potencial comunicativo de la emancipación del sonido respecto al dibujo original, habilitó más adelante el uso de los ideogramas para significar –bajo reglas especiales que permitieran reconocer este uso- ya no sólo el objeto o la idea original, sino sólo el sonido de la primera sílaba de la palabra convocada, y finalmente, sólo el primer sonido fonético. Con ello, nacerían las escrituras alfabéticas. Por otra parte, aún hoy, niños en el tránsito entre la primera y segunda infancias juegan divertidos juegos de acertijos a partir de esta antigua técnica. También lo hacen con el potencial de malentendido que supone la pictografía si el receptor no dispone de la clave convencional de su significación, llevándonos a hipotetizar posibles correlaciones entre el orden de desarrollo histórico de las escrituras y su replicación madurativa en cada generación, en forma análoga a lo observado por Piaget y García para la historia de las explicaciones científicas. 4 Por eso podemos encontrar numerosos registros de tablas de signos a modo de catálogos. “El 15 por ciento de las tablillas contienen listas de nombres, incluyendo mercadería, animales y oficiales. Esas listas eran compiladas, seguramente, para establecer y enseñar a los escribas un sistema de escritura reconocible y definitivo.” Proel, op. cit. 5 En México, este mismo tipo de signo aparecerá hacia los siglos XIII/XV de nuestra era. 15 Sistemas silábicos y prealfabéticos Mientras las escrituras ideográficas del extremo oriente continuaron evolucionando hasta la época contemporánea dentro de ese mismo paradigma, las escrituras sumeria y egipcia avanzaron un paso adicional hacia la plena convencionalización de los caracteres escriturales. Lo hicieron por una creciente fusión entre las técnicas y experiencias provenientes del uso de fonogramas e ideogramas, utilizando el sonido fonético de la primera sílaba de una palabra representada por un ideograma, para construir fragmentos de otras palabras. Quizás el ejemplo más famoso de este sistema proviene de la trabajosa decodificación de la escritura jeroglífica a partir de la piedra de Rosetta, en el siglo XIX. Esta famosa piedra formaba parte de un monolito, y tenía un mensaje redactado en tres escrituras simultáneas jeroglífica, demótica y griega antigua. Rosetta es una localidad de la costa mediterránea de Egipto, a orillas de uno de los brazos del delta del Nilo. Allí, las tropas francesas desembarcadas en 1799 hallaron por casualidad el hoy famoso fragmento de un posible monolito, esculpido sobre piedra negra. Los científicos integrados a la expedición notaron de inmediato el potencial del trozo hallado: parecía ser un mensaje escrito en tres escrituras: jeroglífica, demótica y griega antigua. En esa época los occidentales no habían logrado decodificar la escritura jeroglífica, que resultaba por completo inaccesible en sus contenidos. Pero sí podían comprender el griego antiguo. De allí las grandes expectativas que generó: a partir de la versión griega, podía intentarse una decodificación de la jeroglífica, en la hipótesis de que las tres versiones decían lo mismo. El texto homenajeaba la coronación de Ptolomeo V en el año 196 AC, época de la dinastía ptolomeica, durante el período helenístico posterior a las conquistas de Alejandro de Macedonia. Para esta época, en el antiguo Egipto coexistían tres escrituras: La jeroglífica, de gran belleza, era la utilizada para los textos de máxima solemnidad e importancia; la hierática, que cumplía la misma función sagrada, pero se escribía con trazos simplificados sobre papiro u otros soportes más prácticos para su desplazamiento que el grabado en piedra, y la demótica, que era una versión abreviada y funcionalmente m ucho más práctica que la anterior, aunque perdía con ello su solemne belleza. Mientras el hierático permitía un uso práctico de la escritura sagrada, el demótico, como su etimología lo indica, era una escritura de uso plebeyo, más simple y rápida de escribir que la hierática. En las imágenes a continuación puede observarse un detalle de la sección en escritura demótica de la piedra de Rosetta, y –por medio de otro ejemplo- la diferencia de trazo entre el demótico y el jeroglífico: el primero es más versátil para escribir a mano con tintas, y el segundo, para el grabado. 16 Detalle de la sección en demótico de la piedra de Rosetta. Fuente: Imagen de Wikimedia Commons, proveniente del usuario Chris 73, de libre acceso en: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:DemoticScriptsRosettaStoneReplica.jpg bajo licencia creative commons cc-by-sa 3.0. Fuente: Promotora Española de la Lengua – www.proel.org 17 Young y Champollion estudiaron, en la primera mitad del siglo XIX, la posible decodificación de las versiones jeroglífica y demótica a partir de la versión griega ya conocida. Notaron que algunos grupos de ideogramas se hallaban encerrados en óvalos o cartuchos, tanto en la versión demótica como en la jeroglífica. Como en la versión griega aparecían los nombres del Rey y su esposa, los estudiosos hipotetizaron –correctamente- que los ideogramas encerrados en los óvalos nombrarían a estos reyes. Cada ideograma por separado expresaría una idea, pero dentro del óvalo, expresaba el sonido de la primera sílaba o letra de la palabra evocada. La figura del león, evocaría entonces una “L” Como puede observarse, a comienzos del cartucho aparece el nombre de Ptolomeo (Ptolmes). Vemos la misma situación en el ejemplo de Kleopatra: la figura de un águila está representando la letra “a”. En la “a” minúscula occidental contemporánea permanecen reminiscencias del águila original, adoptada por la notación demótica, luego por la rústica y la uncial, para incorporarse como “a” minúscula en el medioevo europeo. De momento, la transición hacia la escritura fonética es principalmente consonántica (no se escriben las vocales, se recupera la sílaba a partir de la consonantes, con excepciones, como en este caso, de la A y la O para completar algunos nombres sagrados, aunque no todos: En la inscripción “Ptolomeo, el eterno, amado de Ptah”, este último nombre no la requiere. Alfabetos Hacia el 1500 A.C. la escritura cuneiforme ya había adquirido valor fonético y había estandarizado sus repertorios silábicos, aunque su decodificación seguía siendo problemática: un mismo signo poseía varios valores fonéticos, y sólo se podían comprender de cual se trataba por la intervención de varios criterios simultáneos. El jeroglífico mostraba también –desde aproximadamente el 2000 AC- algunos ensayos de utilización silábica, y se han encontrado indicios de rudimentarias escrituras alfabéticas en el Sinaí utilizando ideogramas egipcios ya hacia el 1800 AC. Entre el 1300/1000 AC, se desarrollan los primeros alfabetos que hayan dejado huella hasta hoy. El más antiguo es el cananeo, hacia el 1300 a.C., del cual deriva el alfabeto fenicio, uno de los 18 alfabetos más tempranos (1100/1000), del cual derivarán el hebreo (1000 AC.) y el Arameo (700 AC). Los fenicios eran un pueblo que ejercía el comercio marítimo, lo cual favorecía el contacto con muchos otros pueblos que manejaban diferentes lenguas y con los cuales establecían relaciones comerciales. En este contexto, y en parte estimulado por la necesidad de establecer un código taxativo para comunicarse, los fenicios desarrollan uno de los primeros alfabetos de los que se tiene registro. El mismo contaba con 22 letras consonantes, quedando las vocales sin registro escrito, aunque continuaban presentes en la lectura. Actualmente, el hebreo conserva esa característica, aunque para facilitar el aprendizaje, al iniciarse en su lecto- escritura se utiliza una serie de signos formados por puntos para señalar el lugar donde deberían estar presentes las vocales. Es interesante notar que los niños pequeños reproducen esta secuencia, no escribiendo las vocales en sus primeras escrituras, aun cuando las saben dibujar y leer 6 . Grecia conoce este alfabeto y lo perfecciona agregándole las vocales, quedando conformado por veintisiete letras, todas mayúsculas. De los cuatro alfabetos que coexistieron en el mundo griego, estos son el antiguo (es el que vemos acompañando este párrafo), el occidental, el oriental y el clásico, es el "clásico" el que ha llegado difundido hasta nuestros días. El alfabeto se desarrolló durante la época de esplendor de Atenas, hacia el 400 a.C, el cual además de poseer vocales había adquirido la dirección de lecto-escritura que actualmente tienen los pueblos occidentales. ¿Cómo hicieron los griegos, que escribían las vocales, para adaptar un alfabeto consonántico? Lo que hicieron fue tomar algunas letras que los fenicios utilizaban como consonantes y les asignaron el valor de vocal, tal es el caso de Aleph (cuyo pictograma original era la cabeza de un buey) que pasará a ser Alfa. En la escritura griega predominan las formas angulares (en este párrafo vemos el alfabeto griego clásico). Esto se debe a que el soporte principal era la piedra. Los romanos conquistaron Grecia, y también sus alfabetos, heredándonos la famosa tipografía "Romana" tallada en la columna erigida por Trajano. Prácticamente no realizan modificaciones al alfabeto griego, limitándose a unas pocas cuestiones de forma, agregándole mayor armonía y limpieza al trazo, y adecuando algunas letras a la fonética propia. Tal, por ejemplo, el caso de la pronunciación gutural de la “C”, que requirió su marcado especial, dando origen a la “G” occidental. Hemos visto hasta aquí una breve tipología de los sistemas de escritura antiguos que originan nuestra escritura occidental, tipología que sigue una cierta secuencia temporal: del dibujo (abstracto o figurativo) al pictograma y las escrituras pictográficas; desde ellas, a las escrituras ideográficas y también al uso de los fonogramas; desde ellos, a las escrituras prealfabéticas, silábicas y alfabéticas, en las que, finalmente, un caracter representa aproximadamente un sonido fonético, de modo que con pocas decenas de signos se puede escribir la totalidad del universo verbal. Sinteticemos ahora brevemente su aparición en el tiempo: 6 Bauer ha realizado investigaciones con niños, los cuales han podido inventar con rapidez alfabetos consonánticos, muchos de ellos con una notable similitud con el alfabeto semita (citado en Moorhouse, 1993, p.165 y 166). 19 El dibujo se hace presente desde el paleolítico superior (entre 40 mil y diez mil años atrás). Las escrituras pictográficas aparecen en Sumer hace entre 6000 y 5500 años. En la región mesopotámica, la escritura sumeria evolucionará hacia la ideografía y hacia la fonética durante tres milenios, influenciando a otras culturas del Asia y el Mediterráneo, incluido Egipto. Egipto también ve evolucionar su escritura pictográfica desde hace aproximadamente 5500 a 5000 años, hacia un sistema ideográfico muy avanzado. Existen escrituras orientales muy antiguas como la del Indo (Ca. 2600 AC) o China (Ca. 1600 AC), aunque existen hipótesis de una antigüedad mucho mayor de huellas de protoescrituras chinas (hasta 6000 AC). Las escrituras mesoamericanas aparecen en forma aparentemente independiente. La maya entre 200 AC y 50 DC; la mexica, hacia el siglo XIII de nuestra era. Hacia el 2500 AC (hace 4500 años) la escritura sumeria había incorporado sistemáticamente un sistema silábico para representar todos los sonidos de su lenguaje verbal. Egipto lo lograría en el milenio siguiente. Otros pueblos del Asia y el Medio Oriente recibirían influencias de estas transformaciones, especialmente los semitas, quienes protagonizaron, a partir del segundo milenio AC, una transición hacia la escritura alfabética. Pruebas de escrituras alfabéticas completas se hallan ya hacia el 1300 AC. Entre el 1100 y el 1000 se ubica el llamado protocananeo, de donde derivan los alfabetos cananeo, fenicio, hebreo, arameo, etc., desplegados entre el 1000 y el 700 AC. Los alfabetos pueden hallarse en torno al Mediterráneo y también en el sur de Asia. No se desarrollaron, en cambio, en la América precolombina. Nuestro alfabeto occidental contiene en sus caracteres las huellas de antiguos pictogramas de origen jeroglífico, heredados por el alfabeto fenicio, del cual surgió hacia el siglo VII AC el alfabeto griego que, a su vez, constituye la base del alfabeto latino. Por otra parte, la posterior reforma realizada por Alcuino en el medioevo, con la incorporación de las minúsculas agrega tipografías ensayadas por los romanos entre comienzos de nuestra era y el Bajo Imperio (siglos IV y V): la rústica, la uncial y la cursiva, desarrolladas para una escritura simplificada, cotidiana, a realizar velozmente a mano. De allí el trazo redondeado y la finalización de una letra en el punto donde comienza la siguiente. De allí que nuestra A mayúscula conserve las huellas de la antigua cabeza de buey pictográfica (Originada en la letra Aleph, cabeza de buey, adoptada por los griegos como vocal), y a su vez la minúscula recuerda el trazo simplificado del dibujo del águila utilizada por los egipcios. En la B, todavía hay reminicencias del patio (Beth o Beta); en la C, de la esquina (Gimmel); en la T, de la cruz (Tau), e la D, de puerta (Dialet), de la M, de la ondulación del agua (Mem), en la N, la de la serpiente (Nun), en la L, la cuerda (lamed) La inescindibilidad entre el poder económico, militar y político, la capacidad de reproducción cultural y del propio principio de autoridad, y el control de la escritura fue plenamente comprendida por los gobernantes de los crecientes reinos e imperios desde comienzos de la Historia. Son abundantes los casos en que sabemos de la existencia de una cultura con escritura sólo por las referencias del pueblo conquistador, pues completó su 20 labor anulando la escritura y sus posibles resguardadores. En otros casos, ha sucedido que pueblos conquistadores exitosos hallaron formas escriturarias más avanzadas que las propias en sus avances, y las adoptaron. Los nuevos imperios, incluso las nuevas dinastías en cada imperio, buscaron marcar simbólicamente su poder generando escrituras propias, diferenciables de las de otros Estados, muchas veces segmentadas para comunidades de receptores distintas. Hasta que el imperio romano en su apogeo impuso su alfabeto latino como un código escrito de gran alcance, la dispersión y coexistencia de escrituras fue normal. El hermetismo de la comunidad de iniciados en la lectoescritura utilizando incluso signos diferenciados respecto de la escritura a cargo de los plebeyos, como sucedía en Egipto o, en el otro extremo del mundo, con los mayas, no siempre fue positivo para la supervivencia del propio imperio. En el caso egipcio, la escritura quedó encriptada por casi dos milenios. En el mundo maya el resultado fue mucho más catastrófico: toda la cultura colapsó cuando, por causas que se desconocen, esta comunidad de iniciados se extinguió. La diversidad de escrituras, hacia el siglo V antes de Cristo era notable, incluso en las regiones donde la escritura había surgido primero, la antigua Sumeria, luego dominada por los babilonios, asirios y persas. En el libro bíblico de Ester, que aunque escrito probablemente un siglo más tarde narra eventos ocurridos a principios de ese siglo, se dice: “Envió el rey cartas a todas las provincias, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua” (Ester 1: 12, Biblia de Jerusalén). Los imperios también buscaron controlar los medios y vías de transporte y las comunicaciones. Construyeron flotas y puertos protegidos, canales, caminos controlables por medio de puntos críticos bloqueables, elaboraron complejos mecanismos visuales y sonoros para el envío de señales a distancia con mensajes elementales (aunque el correo continuó dependiendo de jinetes y corredores). Los sistemas de información se basaron en corresponsales e informantes. El emperador mexicano Moctezuma poseía un sistema muy complejo que comunicaba la costa del mar con la capital en pocos días por postas de corredores. En los casos de Grecia, Roma y China, esta organización incluyó prácticas y dispositivos que anticiparon los futuros sistemas orientados a la comunicación pública: Una, lo fueron las formas premodernas de politicidad desplegadas en la Grecia clásica, estableciendo en el ágora un espacio arcaico de publicidad, otro, las Actas Diurnas romanas: actas diarias del Senado (acta diurna, commentaria Senatus) que por orden de Julio César fueron hechas públicas a partir del año 69 A.C. Tras su muerte este carácter público se prohibió, aunque se continuó realizando su registro para consulta por la autoridad, con autorización especial del emperador. También existieron otros registros públicos (acta diurna urbis) de acontecimientos urbanos: asambleas, tribunales, nacimientos, matrimonios, defunciones, antecedente lejano de nuestra Estadística, tan asociada en su historia a la evolución del periodismo. Aun así, las actas diurnas romanas no cuadran en la noción contemporánea de “periodismo”: Pueden trazarse analogías con él en tanto que una formación estatal compleja organiza modos estables de circulación de información, pero la supresión del carácter público y la limitación al registro de datos estadísticos y de actividad gubernativa, lo mantienen a gran distancia de un ejercicio habitual de búsqueda y difusión de información. Mucho menos de “libre examen” y crítica 21 de las mismas en algún ámbito público o privado. En el Oriente, lo más parecido a un antecedente antiguo del periodismo moderno, puede rastrearse en la historia de China, hacia el siglo VII de nuestra era (Cfr. Lin Yu Tang, 1947), cuando se desarrollaron gacetas estatales manuscritas e impresas en planchas, y a partir de la década de 1040, cuando Bi- Sheng desarrolla un sistema de tipos móviles de porcelana, seguido un siglo después por otro de tipos móviles de madera (Cfr. Staubach, 2013; The Editorial Committee of Chinese Civilization, 2007). Otras formas de comunicación, como el aviso comercial persuasivo, el panfleto, el cartel indicador o el anónimo fueron también parte de la cultura romana y, en épocas más recientes, de China. Los adelantos comunicacionales y de transporte hacia dentro de los imperios contrastaba, por cierto, con la limitación del contacto hacia afuera por medios que no fuesen la guerra: escrituras propias diferenciadas de las vecinas, pocas rutas comerciales, fronteras muy controladas, poca relación cotidiana con otros pueblos. No es casual, en tal contexto, que hayan sido los pueblos comerciantes por excelencia, los pueblos semitas de la costa oriental del Mediterráneo, los que se propusieron un sistema de escritura equivalente para numerosos idiomas. Pocos signos que representen sílabas y sonidos fonéticos individuales, a fin de registrar con ellos el lenguaje verbal proveniente de cualquier idioma: lo contrario a las políticas imperiales predominantes. Tomando elementos de la escritura pre-alfabética egipcia e incluso otras provenientes de la Mesopotamia, entre el 1300 y el 900 antes de Cristo esta nueva escritura, denominada alfabética (Por Aleph y Beth, las primeras letras casi todos los alfabetos de esta región), quedó constituida, dando origen al cananeo, al que los romanos denominarían fenicio, al hebreo, al árabe y a otros alfabetos arameos. Su sistema fue tan exitoso, que comenzó a ser copiado o al menos adaptado por otros pueblos. Grecia comienza a adoptarlo hacia el siglo VII AC, pero es con la expansión helenística por todo el Medio Oriente, Asia Central y el Mediterráneo, (en época de Alejandro de Macedonia) cuando los sistemas alfabéticos se consolidaron y hegemonizaron la cultura escrita. Roma, al conquistar Grecia, haría lo propio absorbiendo su alfabeto. De la hegemonía de lo oral a la hegemonía de lo escrito Durante el último milenio AC, la escritura acrecienta su rol económico, político y religioso. Se acumula mucho más material escrito que en épocas anteriores y se transmite sistemáticamente. Sin embargo, el peso de la oralidad continúa siendo muy superior en la vida cotidiana, no sólo de los sectores populares –iletrados- sino incluso de ámbitos de mayor privilegio como los filósofos de la Grecia clásica, que preferían la comunicación y enseñanza personal y oral, antes que la escritura. Los hagiógrafos, tanto hebreos como los novedosos hagiógrafos cristianos de los siglos I y II de nuestra era, no sólo cumplían una labor fundamental e la escritura y conservación de los escritos sobre temas sagrados (textos bíblicos, narraciones de vidas de santos y otros textos edificantes), sino también de reproducción oral para un destinatario mayoritariamente analfabeto, lo cual agregaba una razón adicional a la tradición de conocer de memoria la totalidad de los textos de los que se ocupaban. Numerosas narraciones 22 circularon por décadas y aún siglos en forma oral antes de pasarse por escrito Esto incluye algunos textos del Antiguo Testamento, el Talmud y numerosas narraciones de santos. El saber de memoria largos textos era parte sustancial de la cultura, que convivía con una intensa relación con relativamente pocos textos, pero de importancia decisiva. La propia lectura hallaba constantemente marcas de una cultura predominantemente oral, y de lectura en presencia de una comunidad que comparte los saberes aprendidos en presencia: lectura en voz alta para la comunidad de oyentes, y aún colectiva. Lógicamente, los géneros y formatos de la escritura también replicaban la predominancia de lo oral: Fuerte énfasis en la rima para todo tipo de textos, énfasis en el género epistolar y el diálogo, cánticos, etc. Los hebreos, que fueron llamados, por ellos mismos y por pueblos vecinos “pueblo del libro”, experimentaron en profundidad estas transiciones. En el gran libro que guía su religión, costumbres e historia, o mejor dicho, en el conjunto de 24 libros que ellos denominan aún hoy Tanaj (Torah más Neviim más Ketuvim, o Antiguo Testamento en la versión cristiana), comenzó a ser sistematizado en lengua escrita hacia el siglo X o IX antes de Cristo. Probablemente en su mayor parte lo haya sido a partir del reinado de Salomón. Quien lee estos libros hoy en el orden en que se presentan (el cual es bastante cercano al orden cronológico en el que fueron escritos), puede encontrar numerosas huellas del tránsito entre la oralidad como fuente principal de transmisión cultural, hacia la escritura, y ya dentro de ella, de una época marcada por numerosas escrituras hacia la sistematización de una propia. En el Génesis puede notarse la yuxtaposición de textos construidos oralmente en épocas y contextos diversos; gran parte de los libros está escrito en versos con rima en su totalidad o en proporción alta. Numerosos juegos nemotécnicos convocan referencias de un libro respecto del anterior, e incluso se llega jugar con reglas nemotécnicas y de adquisición plena de la cultura escrita, entre ellas acrósticos, o como en el caso del Salmo 119, utilizando la inicial del primer verso de cada estrofa para repetir el alfabeto hebreo o griego según la versión que se utilizara. Del mismo modo, puede observarse en los pilares de la filosofía clásica griega, esta ambivalencia entre la producción oral y la escrita, a un punto tal que el pensamiento de un filósofo clave como Sócrates, integrante de un ambiente claramente letrado, sólo nos es conocido por los escritos de su discípulo y admirador Platón, en forma coherente con sus expresiones de desprecio por la escritura. Es en este marco de tiempos “largos” y transiciones complejas y sinuosas, que cobran plena dimensión las afirmaciones pioneras de Walter Ong (1982) en Oralidad y Escritura: “la escritura ha transformado la conciencia humana”. Entre la hegemonía de la oralidad y la de la escritura, entre la multiplicidad de formas de legitimación y articulación entre ámbitos, y la centralidad (no sólo hegemonía) de la escritura respecto de otras formas de comunicación, existe un abismo de organización cognitiva, de modos de preservación del saber, de técnicas para comunicar y de vasos comunicantes entre unas y otras formas. 23 El soporte y la función Las grandes escrituras que anteceden la contemporánea se vieron determinadas por los soportes físicos elegidos. Los sumerios y pueblos mesopotámicos sucesores, utilizaron fundamentalmente las arcillas para la notación económica y las transacciones cotidianas, y el relieve sobre piedra para las notaciones sagradas y gubernativas, como nos lo recuerda el código de Hamurabi, del siglo XVIII AC. La escritura mesopotámica se adaptó a la muesca sobre arcilla adoptando la característica forma cuneiforme de sus trazos y caracteres. Los egipcios, por su parte, escribieron su notación cotidiana sobre planchas y rollos de papiro 7 , en tanto que reservaron la piedra para las escrituras sagradas, pintándolas con colores y, más aún, grabándolas a cincel. De allí que el jeroglífico tradicional conservase las formas perfectas de los pictogramas originales, mientras que la escritura cotidiana se simplificó con trazos redondeados y abstractos para escribir a mano, con tinta, sobre papiro. La existencia de dos escrituras simplificadas conservó la división entre lo sacro y lo profano, pero ambas (hierática y demótica) confluían en la simplificación. La escritura griega priorizó el papiro y la pintura, por lo que su alfabeto tendió a formas redondeadas, aunque existían tipografías con formas más pronunciadas para cincelar. Los romanos reservaron el mármol para cincelar sus grandes mensajes sagrados, políticos y jurídicos, por lo que el alfabeto pronunció las formas rectas y las serifas e los bordes. Los escritos en soportes portables y de uso cotidiano, sin embargo, se expandieron en la época de Roma. De allí la necesidad de contar con tipografías que facilitaran la tarea. Lo lograron con la inclusión de la caligrafía rústica a partir del siglo I de nuestra era, y de la caligrafía uncial, incorporada a partir del siglo III, ambas especialmente útiles para el trazo a pluma en pequeños espacios. Complementariamente, en la última etapa del imperio romano, el pergamino comienza a desplazar al papiro como principal soporte. El pergamino es un soporte plano y flexible, elaborado con cueros, si bien más caro en su elaboración, grueso (ocupando más espacio físico en las bibliotecas), y menos blanco, ofrecía tres ventajas notables: la primera, que tenía una durabilidad, flexibilidad y resistencia muy superiores al papiro; la segunda, que se adaptaba muy bien a la imitación del formato rectangular de las tablillas de arcilla y/o de cera utilizadas en Roma para anotaciones. Esta imitación, mejorada con un práctico cosido de cuadernillos, fue denominada Codex o códice, y fue además bienvenida por la tradición cristiana; la tercera, que resultaba más fácilmente portable un codex que un rollo. Se trataba de una técnica antigua, se desconoce su momento de aparición, pero hay un auge durante el imperio romano, sobre todo impulsado por la cantidad y calidad de la producción 7 El papiro es el precedente más parecido al papel: láminas finas de color blanco, hechas a partir de caña de papiro (una planta acuática muy abundante en la cuenca del Nilo) cortadas en bandas planas que se entrelazaban, pegaban y blanqueaban. Solían pegarse las hojas formando rollos. Como las hojas teían aproximadamente 20 centímetros de largo, el rollo standard de 20 hojas medía aproximadamente cinco metros, aunque se han encontrado papiros más largos. 24 de la ciudad de Pérgamo, que le da su nombre. La ampliación de variedades de pergaminos en calidad, tamaño, belleza, etc. permitió ampliar su uso, con sus correspondientes costos (la vitela, por ejemplo, era el pergamino más caro y bello), y la ampliación de su cantidad producida, lo tornó mucho más fácil de conseguir que el papiro. Su adopción paulatina se fue consolidando a medida que el cristianismo avanzó en Roma. Para el siglo II ambos soportes ocupaban proporciones semejantes de uso, y hacia siglo IV el pergamino predominaba por completo: excluyente en la copia de libros, se conservaba el papiro para anotaciones cotidianas, cartas y algunos documentos. La producción de papiro se extendió aún más y facilitó la labor de conservación que habrían de tener abadías y monasterios a la caída del imperio romano. Las caligrafías rústica y uncial del alfabeto latino serían excelentes aliadas de la escritura sobre este nuevo soporte. A ello se agregaría, con la caída del imperio, en el siglo V, la creciente dificultad para el intercambio comercial con las regiones productoras de papiro. La Edad Media La descomposición del imperio romano provocó también una debacle cultural en Europa, sobre todo en Europa occidental, durante varios siglos en los que se sucedieron guerras y saqueos. La cultura, sin embargo, continuó desplegándose en las ciudades, en los feudos (por medio de la circulación de la cultura popular oral, con cantos y teatros) y también en los monasterios y abadías que resguardaron saberes y bibliotecas. El centro de la vida cultural letrada se trasladó, por ello, al cristianismo, pero las divisiones territoriales complicaron el intercambio cultural, sobre todo entre Oriente y Occidente. Las ricas historias culturales en otras civilizaciones y culturas, no las estamos considerando aquí por razones de recorte, y por el hecho de que no tienen una influencia decisiva en la evolución europea de esa época. Podríamos, sin embargo, estudiar las historias escritas china, india y de otros pueblos del extremo oriente, por decir sólo un tipo de ejemplo. Pero los inicios del medioevo son llamados la “edad oscura” no por casualidad, y no sólo el aislamiento y pérdida de rutas comerciales, sino la constante descomposición producto de las guerras y saqueos, serán protagonistas. Este doloroso proceso, no exento de mejoras y progresos pero incapaz de recomponer unidades políticas, comienza a revertirse con la unificación del reino franco en la segunda mitad del siglo VIII por Carlomagno, sumada a la intención del monarca de alcanzar la reunificación del imperio romano (incluida Bizancio). Esta unificación fue acompañada por un notable esfuerzo de renacimiento cultural, impulso a la protección del libro y creación de ámbitos de preservación y enseñanza. Los monasterios y abadías florecieron, y con ellos los scriptoria. Prácticamente todos los libros clásicos disponibles en Europa –incluso los de épocas paganas- fueron copiados en una escala tal que se conservaron hasta la modernidad. En un contexto de bajísimo alfabetismo, Carlomagno convocó a lo más selecto de los sabios e intelectuales de su tiempo. Formó en su propio palacio una escuela (la Escuela Palatina), reorganizó las escuelas catedralicias, favoreció la unificación de pesas y medidas e instó a Alcuino de York, uno de los sabios 25 convocados –en este caso desde Inglaterra, proveniente de la escuela benedictina de York- para logar una reforma del alfabeto latino y su generalización en el Imperio. Entre las reformas de Alcuino, que habilitaron la definitiva universalización del alfabeto universal y potenciaron la extensión de su uso y enseñanza, se cuenta la inclusión de mayúsculas y minúsculas (tomando para las mayúsculas la tipografía romana clásica y para las minúsculas una combinación ecléctica de elementos: rústica, uncial, cursiva y aplicaciones inglesas y españolas), universalizando signos y criterios de puntuación (espacios entre las palabras, puntos, comas, adecuaciones nacionales, etc.), y universalizando definitivamente la escritura de izquierda a derecha. Desde entonces, sólo unas pocas letras y signos, se agregan y/o quitan al alfabeto para completar su uso en los diferentes idiomas, aunque al costo de diferencias en la pronunciación fonética). Con esta reforma el imperio contaba con un sistema de escritura único para todos los países cristianos, una lengua erudita común (el latín) y un sistema de reproducción y preservación de libros y saberes. Estas reformas convergieron con el impulso a las artes, la arquitectura y la rearticulación administrativa y diplomática de grades regiones de Europa, especialmente las que habían logrado máximas cotas culturales para su tiempo, como Inglaterra, Lombardía e incluso España, entonces en contacto directo con el florecimiento árabe. A ello se agregó un fuerte impulso a la centralidad de la escritura proveniente de medidas de orden político, al promulgar en 787 la supremacía de la Ley y documentos escritos sobre las costumbres orales, retomando la práctica real de recopilar y hacer publicar leyes y otros documentos del Estado. De este modo, la Europa feudal post carolingia, dividida, rural, focalizada en la teología cristiana como eje de la vida, beligerante al extremo de lanzar a las cruzadas una marea de violencia, conservaba algunos atributos culturales que resultarían decisivos pocos siglos más tarde: El uso del latín como lengua universal de las elites culturales, la escritura alfabética occidental consolidada, reproducción y conservación sistemática de libros, escuelas para la formación de sus elites religiosas y nobiliarias, vida cultural relativamente libre en monasterios y abadías, e incluso en las ciudades. Lo que no hubo de resolver Carlomagno fue su propia sucesión e institucionalización de sus reformas y principios. A su muerte, su reino unificado de fragmentó y sus sabios se dispersaron. Alcuino continuó difundiendo sus nuevas minúsculas carolingias desde su nuevo puesto de Abad en Tours, y otros hicieron lo propio en otros centros, pero el proyecto unificador quedó pospuesto y el feudalismo se consolidó en plenitud. La coronación de Carlomagno por el Papa agregó otra fuente de conflicto al pretender nuevos papas digitar coronaciones en los restos del imperio, involucrándose así el papado en rencillas y guerras de sucesión. A mediano plazo, estos conflictos llevarían consigo la semilla de su superación. El impulso dado por Carlomagno a la ley escrita y a sus recopilaciones, así como al estudio de la ley romana, habilitaría a largo plazo el enorme valor de la biblioteca de Bolonia, centro de concentración de estudiosos del derecho que recibirían licencia gremial en 1158 de manos de Federico I emperador del Sacro Imperio, para confirmar la autonomía y derechos de la primera universidad. 26 Hacia un cambio de era El feudalismo consolidado tras Carlomagno pareció formar un sistema extremadamente estable. Sin embargo, a comienzos del segundo milenio numerosos problemas se sucedieron: Las cruzadas diezmaron poblaciones, cortaron lazos comerciales y diplomáticos con oriente (de hecho, la desaparición final del papiro en Occidente fue producto del cese de estos lazos comerciales), desestabilizaron dinastías y debilitaron economías a pesar de las expectativas puestas en el saqueo. Las pestes, la pequeña glaciación y la crisis del propio modo de producción feudal convergieron en un clima de molestia social que en habría de saldarse con sangrientos levantamientos campesinos. La Iglesia, factor de unificación en la Europa post romana quedó atrapada en la lógica de relaciones personales y sucesiones propia del feudalismo, alcanzando niveles oprobiosos de corrupción en numerosos ámbitos institucionales, fenómeno que agravaría las tensiones y desembocaría más adelante en violentos cismas. Pero ya desde el siglo XII los problemas del feudalismo hallaban en la propia configuración de su sistema las semillas de nuevas tendencias: a) El tráfico de mercancías y noticias Como veremos en los textos correspondientes a la siguiente clase, la resolución de la crisis del modo de producción feudal en Occidente habrá de resolverse por múltiples factores, pero con una clara preminencia de nuevos adelantos tecnológicos específicamente urbanos (cambios en la navegación, en la tecnología militar, en la reproducción de la escritura, en la metalurgia, etc.), la monetización de la economía por medio de la conmutación de cargas, el acrecentamiento de la masa de metales preciosos, algunas mejoras en la agricultura. Una consecuencia de estos cambios realimentaría los mismos a partir de entonces: el tráfico de mercancías y noticias característico del temprano capitalismo financiero y comercial 8 . A lo largo de toda Europa occidental, comerciantes y prestamistas favorecen el movimiento comercial y las iniciativas técnico artesanales (de hecho, en el siglo XV, los ensayos de Gutenberg para lograr su imprenta sería financiados por un prestamista). Promueven con ello la unificación de monedas, pesas y medidas, de reglas aduaneras y de circulación. Mientras la “crisis larga” se enseñoreaba en Europa, tanto en el campo como en las ciudades se produjeron respuestas: en el campo, las reiteradas revueltas campesinas aplastadas a sangre y fuego dieron lugar a la conmutación de cargas. La posibilidad, para el campesino, de pagar al señor ya no en especie sino en dinero, monetizó la economía europea, favoreció la búsqueda de metales preciosos y promovió el tráfico de mercancías y noticias a distancia. Ambos tráficos fueron inherentes uno a otro: los comerciantes y financistas necesitaban la información sobre precios, garantías, confiabilidades, potencialidades, transportes y peligros tanto como la mercancía y el dinero mismos. De allí que pronto la información, contratada a responsables de enviar correspondencia (corresponsales), sería en sí misma una mercancía de valor. Para mediados del siglo XV, en las ferias semestrales no era rara la venta de información no a un contratante sino a varios, e 8 En la bibliografía de la segunda clase pueden consultar la primera parte de Moyano, Julio (2008) Prensa, modernidad y transición. Para profundizar, son especialmente atinados el primer capítulo de Habermas (1994) Historia y crítica de la opinión pública y Anderson (1987) El Estado absolutista. 27 incluso la publicación de almanaques anuales o semestrales. Todavía no existía nada parecido a una “opinión pública”, ni circulaba una información de consumo “general”, pero la había en escala exponencialmente más alta que en el siglo XI, y sin control directo del Estado. El capitalismo financiero y comercial inició con ello su expansión. En las ciudades, y aldeas, por su parte, en correlación con estos cambios, los gremios artesanos exploraron sistemáticamente nuevas posibilidades técnicas y productivas, especialmente tras la importación de adelantos técnicos desde el Oriente: los aparejos de navegación (sistemas de velas múltiples, sextantes, astrolabios, brújulas), la pólvora, el papel y las tintas adecuadas al papel, la imprenta, eran todos adelantos conocidos en China, algunos de ellos desde muchos siglos antes, pero que convocaron el interés europeo en esta época tan particular. Su apropiación y reconversión llevó esos inventos mucho más allá de lo esperado, y mucho más allá de lo que los propios chinos habían aplicado: La navegación a distancia inició una revolución que llevó a los europeos a los confines del mundo en menos de un siglo; la pólvora transformó definitivamente las reglas de la guerra y tornó obsoletos a los feudos como unidades militares; el papel y las nuevas tintas potenciaron la expansión del libro y la escritura, en tanto la imprenta habría de revolucionarlos, sobre todo cuando a Gutenberg lograse una aleación fuerte y económicamente viable para producir tipos móviles intercambiables. b) La Universidad, el libro, las nuevas ideas y sensibilidades Mientras el régimen feudal se debatía en la contradicción entre la búsqueda de un gran Imperio (el Imperio Romano Germánico se presentaba como la continuidad del intento de Carlomagno) y la constante subdivisión en pequeños feudos con su complejo sistema de vasallaje, la Iglesia también se vio fuertemente infiltrada por esta lógica. Las disputas cortesanas, las guerras intestinas y los cambios de vasallaje eran contantes. Cuando a comienzos del siglo XII la disputa entre el poder temporal y el poder de la Iglesia por la máxima soberanía llegó a su pico, un inesperado subproducto surgió de la especial autonomía de que disponían las ciudades en el feudalismo occidental (Anderson, 1987): el emperador Federico I del Sacro Imperio Germánico habilitaría a mediados de siglo un estatuto gremial novedoso y extraño en las narices mismas del papado: la Universidad de Bolonia (confirmada en 1158) 9 . El propio papado comprendería rápidamente el valor de esta institución y en el transcurso del medio siglo siguiente creó media docena de universidades: La Universidad de Paris, que fusionaba la Escuela Palatina de Paris con la Catedralicia de Notre Dame, recibió su documento de privilegios como Congregación de Maestros del papa Celestino III en 1174, elaborando en 1215 sus estatutos y recibiendo en 1225 la Bula de aprobación final; Oxford nacerá en Gran Bretaña en 1214, y poco más 9 “Las luchas del Emperador Federico I por defender su autonomía respecto al poder espiritual y temporal de la Iglesia le habían llevado a enfrentarse, incluso por las armas, al papado. No es pues extraño que el Emperador aliente a los estudiosos de Bolonia a que continúen sus esfuerzos, pues de ello dependía la posible dilucidación entre lo canónico y lo civil. Por tal motivo les dirige una carta fechada 1154 en la que, además de exhortarlos a continuar sus estudios del Derecho Civil, los reconoce como gremio, con las características y privilegios que ello implicaba, y eleva los privilegios gremiales, que él mismo enuncia, al nivel de Derecho Imperial. Con la carta Authentica Habita, dirigida a esa Congregación de Estudiantes, nace la primera universidad en el mundo occidental, conocida como Universitas Scholarium Bononiensis” (Mureddu, César, 1994). 28 tarde Cambridge, como escisión de la anterior. En 1222 nace Padua, en 1224 Salerno (Hoy Nápoles) por privilegio concedido por el emperador Federico II, con énfasis en medicina, y en competencia con la antigua escuela monástica de Montecassino; en 1229 Tolosa, generada contra la herejía cátara; en 1240 Colonia, por los dominicos; en 1254, Salamanca, en España; en 1259, Montpellier, también especializada en medicina; en 1288 Coimbra, en Portugal. En términos de los tiempos medievales, esta proliferación de nuevas instituciones se produce a una velocidad extraordinaria, transformando las condiciones de producción y preservación del conocimiento: Todos los temas de interés científico de su tiempo se estudian en la Universidad: astronomía, ciencias naturales, matemática, lógica, música, gramática, retórica, dibujo, teología, filosofía, medicina, derecho civil, derecho canónico… Los libros de gran formato copiados para ser leídos en la lectio y sometidos en presencia de los scholarium a Quaestio, Disputatio y Determinatio, o para ser enunciados en el púlpito, son ahora más necesarios que nunca, pero las scriptoria y especialmente el sistema de la pecia 10 se verán impulsados a aumentar su producción: se necesitan muchos más libros, a pesar de que aún la cultura letrada es ajena a la mayoría de la población. El término “manual”, libro con lomo para que la transpiración de la mano no dañe el pergamino, y transportable en una mano, es la nueva herramienta habitual del scholarium. Si bien las licencias y privilegios utilizan la norma gremial, lo que se enseña, aprende, investiga y descubre en las universidades se diferencia de los gremios tradicionales: no se ocupa un oficio artesano, sino que se espera desarrollar saberes con carácter “universal”. En las universidades se desplegarían nuevas ideas, y se ampliaría la importancia de la cultura letrada, así como de la ley escrita, en tanto el derecho se constituye en profesión. Por otra parte, en las universidades se concentran los mejores pensadores de su tiempo. En el París del siglo XIII coinciden los dominicos Tomás de Aquino y Alberto Magno con el franciscano Roger Bacon, en los mismos espacios de la antigua escuela catedralicia donde un siglo antes debatía Pedro Abelardo. Roger Bacon, cuyas ideas sobre la matemática como lenguaje universal de las ciencias y la perspectiva de una ciencia capaz de transformar las condiciones de vida habrían de tener influencia en el surgimiento de la ciencia moderna pasó gran parte de su vida en la universidad de Oxford, donde recibió influencia de otro francisano, Roberto Grosseteste, figura decisiva en los prolegómenos del pensamiento moderno. Ya en la época del humanismo veremos a Fracois Villon o a Erasmo en París, Rabelais en Montpellier, Copérnico en Padua, etc. Las nuevas ideas anticipadas en el ambiente universitario se observaron en otros cambios en el pensamiento: e creciente descontento con las jerarquías eclesiásticas se expresó por medio de nuevas miradas artísticas que recolocaron al Hombre en el centro de la escena, rompieron los límites esperables de la expresión estética y potenciaron nuevas indagaciones y puntos de vista. El ambiente intelectual de las universidades anglosajonas, receptivo a nuevas ideas científicas, tenía su análogo en la nueva sensibilidad artística del 10 La pecia es un sistema de organización de los copistas medievales. Se trata de que cada copista se ocupe de un fragmento del libro, colocado en un pequeño cuadernillo. Los fragmentos consecutivos terminados se ponen uno junto al otro y se cosen, formando una unidad terminada así más velozmente. Con el aumento de demanda de libros, los copistas podían ser varios, mientras uno de ellos dictaba a los demás los contenidos. 29 Renacimiento italiano que reponía al hombre en el centro de la escena, los mester (de juglaría y de clerecía) en España o los prolegómenos de la disidencia religiosa en Alemania. En este contexto, tras casi medio siglo de experimentos en Holanda, Alemania, el norte italiano, Suiza, Francia e incluso España, la antigua imprenta de planchas y tipos de madera de origen chino dará lugar a la de tipos móviles metálicos y a la xilografía como recursos para la impresión en los términos del libro y el alfabeto occidentales. Inicialmente, la lógica de los impresores se mantendrá en los estrictos límites del artesanado, produciendo a demanda concreta dirigida preferentemente a autoridades, y manteniendo el rígido secreto y estructura piramidal del gremio, con sus licencias exclusivas. Pero el hecho de que para poder instalar su taller y costearse las pruebas previas, Gutenberg haya tenido que endeudarse con el financista Juan Fust, y luego perder su taller como producto de esta deuda, muestra ya características propias de la transición hacia el capitalismo que comienza a vivirse. La reacción tanto eclesiástica como nobiliaria y plebeya, muestra también la ambivalencia del momento, oscilando entre el apoyo y protección, y la desconfianza y censura. La otra novedad, gigantesca, llegará muy poco después, con el quiebre de la unidad del catolicismo occidental y el uso sistemático de la imprenta en ese conflicto. América precolombina en la época del descubrimiento europeo El título que encabeza esta sección es paradójico: En la época del descubrimiento por Colón, América no tiene ese nombre, los europeos aún no imaginan hallarse frente a un continente desconocido, los propios americanos carecen de consciencia de pertenencia continental común y siquiera el término “descubrimiento” es suficientemente atinado, a juzgar por las señales de viajes vikingos por la costa atlántica de América del Norte hacia el siglo X. Lo usamos, igualmente, debido a su utilidad en la recuperación historiográfica de un momento decisivo de la mundialización encabezada por Occidente en los últimos cinco siglos, una de las transformaciones de la faz de la tierra más contundentes y rápidas en toda su existencia. ¿Cómo es la América de 1492? Sabemos que América es, para los humanos, el “nuevo continente”: el más recientemente poblado, probablemente no más allá de treinta mil años atrás. Allí se desplegaron comunidades primitivas paleolíticas de cazadores y recolectores; otras con mayor organización y diversificación, a medio camino entre diversas habilidades de caza y los inicios de la agricultura; otras, finalmente, alcanzaron grado de civilización, con sistemas de transporte y formas de escritura. Entre los primeros de ellos se desplegaba una gran cantidad de pueblos, desde las regiones selváticas hasta los extremos fríos del canal de Beagle. Estos pueblos manejaban herramientas y armas paleolíticas, incluyendo arrojadizas, hacían ornamentos y dibujos abstractos (como las siluetas de manos observables en cavernas patagónicas) tenían ricas 30 tradiciones orales con expresiones vinculadas a la poesía, las danzar rituales o los mitos y leyendas. En cuanto a los transportes, las culturas de complejidad “media” como los guaraníes, huarpes y araucanos en Sudamérica, los huicholes en México o los pueblos de América del Norte, manejaban artes básicas de navegación a remo, señales para reconocer caminos y comunicaciones a distancia basadas en sonido, fuego o humo. Diversos procesos civilizatorios comenzaron a darse en América desde hace aproximadamente dos mil años, o poco más. Algunos de estos procesos se interrumpieron dejando sólo ruinas descubiertas bastante después de la conquista, como sucede con las culturas olmeca y tolteca en el mundo mesoamericano, o con los indios pueblo más al norte. Otros, se hallaban en franca decadencia a la llegada de los europeos, como es el caso de los mayas. Cuatro grandes culturas civilizatorias hallaron los españoles a su llegada al continente: los mexicas o aztecas, en el actual México, imperio recientemente creado (su capital se había fundado en 1322 de nuestra era), y que se hallaba en su máximo esplendor; los mayas, que habían tenido su apogeo un milenio atrás, pero aún mostraban restos de sus grandes épocas, entre la península de Yucatán y la actual Honduras; los chibchas, en las correderas fluviales de la actual Colombia, al norte de la selva amazónica, y los incas, imperio construido sobre la suplantación de culturas preexistentes, desplegado desde el noroeste de la actual Argentina, el norte de Chile, Bolivia, Perú y Ecuador, entre la costa del pacífico y las estribaciones selváticas amazónicas. Los mayas habían sufrido el colapso de su sistema urbano siglos antes. Huellas de sus grandes centros ceremoniales y pirámides aún hoy están presentes en medio de la selva y a prudente distancia de los cenotes que proveían agua potable. No se sabe a ciencia cierta qué desencadenó las catástrofes. Por tradiciones orales se ha podido saber de una sucesión catastrófica de guerras civiles, así como de posibles epidemias y catástrofes naturales que diezmaron a una elite que resguardaba herméticamente sus saberes frente al resto de la población. Este hermetismo llegaba al extremo de la coexistencia de una escritura y numeración para los sacerdotes, y otra para la elite no sacerdotal. En la escritura más avanzada, los mayas habían logrado una transición entre los pictogramas y los ideogramas, aunque se desconoce con qué grado, pues a la decadencia de su civilización le siguió la conquista azteca, y finalmente la española, que en su celo religioso destruyó gran parte de los registros de los que se temían idolatrías. La escritura de carácter más abierto se encontraba en la fase anterior, con pictogramas y reglas nemotécnicas. Uno de los grandes saberes mayas fue su sistema de numeración, que sorprendió a los europeos: utilizaban el cero, y el sistema posicional semejante al arábigo, pero con veinte dígitos en lugar de diez. Entre los textos originarios de la cultura maya, se ha rescatado por fragmentos de códices y registros de la memoria oral realizados por sacerdotes españoles, el Pop Vuj, libro sagrado del pueblo maya que contiene una génesis del mundo, incluida la creación del hombre por hálito divino aplicado a una argamasa de maíz. Los mexicas también han sufrido la destrucción de gran parte de las huellas de su escritura, pero se han conservado en mayor proporción que en el caso maya. No sólo se han conservado materiales propiamente aztecas, sino también de varios de sus pueblos vasallos como los tlaxcaltecas y los purépechas. La ornamentación, la escultura y las pinturas 31 aztecas alcanzaron un desarrollo equivalente a las primeras civilizaciones antiguas de la medialuna fértil del Medio Oriente. Su literatura alcanzó también altos niveles, tanto en poesía como en prosas. Parte de ella ha sido preservada por medio de su escritura en castellano y en náhualt durante el período colonial. La escritura mexica fue pictográfica, con importantes avances ideogramáticos, y un uso sistemático de los fonogramas. Su uso fue tanto científico –destaca en su astronomía el impactante calendario solar- como religioso, funcional (para señalética y registro contable, por ejemplo) y lúdico. Los incas, por su parte, poseían sistemas nemotécnicos muy desarrollados (ya hemos mencionado el quipo), y sistemas muy elementales de pictogramas, aunque no desarrollados como en los sistemas mesoamericanos. Sí muestran una riquísima arquitectura y ornamentación de uso tanto religioso como cotidiano. Los chibchas, finalmente no alcanzaron la escritura, aunque sí niveles de complejidad en su arte y en sus técnicas de navegación por encima de otros pueblos americanos, con excepción de las grandes civilizaciones mencionadas. Estos grandes procesos civilizatorios tuvieron baja conexión entre sí, aunque hay evidencias de navegación costera entre México y América Central. Sus transportes se basaron en el despliegue de caminos de grandes distancias y sistemas de protección y vigilancia, pero exclusivamente basados en postas de caminantes, y en barcas a remo. No se ha documentado fehacientemente el uso de la vela, ni de la rueda como base del transporte, ni del uso de animales excepto para carga en los caminos incaicos. La llegada de los europeos, catastrófica para el despliegue independiente de estos procesos, permitió no sólo la irrupción de formas de transporte y comunicación nuevos para el continente, sino también algunas formas de supervivencia de sistemas precolombinos, y también de hibridación, como veremos en la clase siguiente.
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