Heriberto Muraro Politicos Periodistas y Ciudadanos
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Heriberto MuraroPolíticos, periodistas y ciudadanos De la videopolítica al periodismo de investigación o FONDO DE CULTIJRA ECONÓMICA . \ ,... México - Argentina - Brasil - Chile - Colombia - España Estados Unidos de América - Perú - Venezuela Primera edición, 1997 D. R.© 1997, Fondo de Cultura Económica de Argentina, S. A. Suipacha 617; 1008, Buenos Aires Av. Picacho Ajusco 227; México D. F. ISBN 950-557-234-4 Impreso en Argentina - Printed in Argentina Hecho el depósito que marca la ley 11.723 A N 1M. H., In Memoriam "No nos olvidemos de Cabezas" (De un cartel de la Asociación Argentina de Reporteros Gráficos) 1 . De la videopolítica al ¡wriodismo de investigación 1 lllti>tción entre el periodismo de investigación y la videopolítica 1 11 difusión de una 'nueva plaga -la "videopolítica" o ¡., de las comunicaciones partidarias- ha pasado a ser un tema de estudio des- tacado para los investigadores e todas las discipli- lltlS sociales y culturales. Esa nueva e ginó en Estados Unidos hace meno edi<LSiglo, luego pasó a América Latina y a divcersos.países..eu- ropeos. Más recientemente, se han registrado casos en Rusia, durante la última campaña presidencial de Yeltsin. Aunque el virus que la provoca es todavía desconocido -el debate y la investigación al respec- to apenas han empezado- todos los observadores coinciden en que allí donde se dan condiciones básicas:. un régimen democrático y una cobertura de la televisión. ¿En qué consiste la "videopolítica"? En términos muy ·sucintos, su síntoma caracteifstico es una..cre: dente dependencia de las ins.Y!uQQr!es políticas -desde partidos y entidades gubemamentales "nasta 11 asociaciOnes gremiales- de los medios de comunicación. Esa dependencia estaría normalmente asociadaala dirigentes políticos por controíaf sus propios ins- trumentos de comunicación con la ciudadanla(j5or ejemplo, la prensa partidaria o las radios oficiales), la adopción de estilos de mensa ·es to- ma os en préstamo de la publicidad comercial (anuncios en TV de pocos segundos) y la creación de equipos de especialistas en marketing electoral, en relaciones públicas y voceros de prensa. Tam- bién, por una creciente cla- se política; la transformación del cand1dato en ve- dette cuyo aspecto físico o desenvoltura ante las cá- maras interesan más que sus programas o ideología. Vista de manera superficial, la una nueva formad comunic · 'n..adoptada por los actores políticos para vincularse con el público a tra- vés de los medios; un proceso dentro del cual los pe- riodistas no juegan papel alguno cuando el mensaje consiste en una seguidilla de avisos en TV de un can- didato o cuando deben adoptar un papel pasivo li- mitándose a reproducir opiniones ajenas. Por tal ra- zón, propongo distinguirla aquí de otra forma de co- municación en la cual los periodistas juegan un pa- pel activo que, aunque a menudo se da en forma pa- ralela a la difusión de la videopolítica, es diferente de ella, y que, a falta de un término mejor, denomi- naré "periodismo de investigac·ó ". En otras palabras: no se estará lidiando con una sola plaga sino con dos que, si bien son diferentes, se retroalimentan. La primera de ellas, la videopolí- tica, corresponde a algo que hacen los políticos con 12 los medios, en tanto que la segunda -el periodismo mvcstigador- es algo que los medios hacen con los políticos. Los políticos y la popularidad El liderazgo político -salvo, quizás, en una aristocra- cia nobiliaria- siempre ha estado estrechamente asociado a la popu ari ad y a la fama. En una socie- dad democrática esto supone una contienda entre dirigentes partidarios por el reconocimiento de los ciudadanos. Lo dicho es una verdad de perogrullo: un candidato conocido puede ser ignorado por los electores, pero un candidato desconocido jamás será votado. Si los electores integran una masa de indivi- duos débilmente interconectados entre sí, de varios millones de habitantes que conviven en espacios geográficos vastos, la postulación de un candidato sólo puede llevarse a cabo con costos y en tiempos razonables a través de los medios masivos. Aquí ope- ra, necesariamente, un factor de escala, aunque éste diste mucho de ser la única causa de la difusión de la videopolítica. más claro de ese fenómeno son las campañas preelectorales. En la actualidad, tanto pa- ra el país en su conjunto como en los distritos elec- torales con elevado número de conglomerados urba- nos, resulta materialmente imposible que un candi- dato a residente o a gobernador logre presentarse a sí mismo o a su programa de gobierno recurriendo exclusivamente a recursos tales como los actos pú- blicos, las asambleas de afiliados y simpatizantes o 13 Jas más modernas caravanas. Esas formas de buscar votos sólo se emplean hoy en las campañas preelec- torales de Jos candidatos a cargos electivos de mvel municipal o, Jo que es más frecuente, como una oportunidad para llamar la atención del penodtsmo, que se hará cargo de comentarlas en las páginas de Jos diarios 0 de retransmitir fragmentos de los dts- cursos por radio y televisión. . . Natural al recurrir a.los medtos..:espectfi- camente a Jos medios privados que cobran altos precios por cada segundo. de emitida- los dirigentes políticos estan ohl_tgados !1M. el sus rñasexteñs6Scliscursos cargados de apelactones a la patria, de argumentaciones jurídicas o económicas complicadas. Apenas veinte segundos para tar al candidato y una reseña breve de sus poslcto- nes, 0 para efectuar un ataque puntual a alguno de sus contendi.entes. . Pero las campañas preelectorales son aconteCI- mientos que ocurren de vez en cuando; normalmen- te cada dos años. Mucho mayor es el mvel e de- Jos dingentes pp 'ticos en los pe[iodos unormales" 1 es decir, entre uno y otro acto comtClaL Piensese, por ejemplo, qué sucedería si la Camara de Senadores de la Nación decidiera sanctonar una ley resistida tanto por los medios como por el Poder Ejecutivo. Ese cuerpo colegiado no dispondría de más "canales" de comunicación que las plateas del recinto -normalmente visitadas por algunos escola- res y curiosos- y las actas de sus sesiones. Sin la co- laboración de Jos medios privados y los que contro- la el Estado, la Cámara alta podría desaparecer Y 14 muy pocos se enterarían de ello. Por esa razón, en mayor o menor medida, la presencia de cualquier entidad política en un medio supone, cada vez con mayor frecuencia, una campaña de prensa, es decir, un esfuerzo consciente y sistematico de voceros y expertos cuya función es a los periodistas como precondición para persuadir al público. El estilo del periodismo de. in11estigacián Como ya se dijera, el rasgo dominante del perio- dismo de investigación es su actitu cnttca ante lospolítícos. Si bien "crítico" puede ser cOñsiaerado como la formulación de un juicio tan- to positivo como negativo, en la practica ese géne- ro consiste en comunicar al lector aspectos de la vida_pública que los dirigentes o los funcionarios preferirían mantener bajo reserva: reñClllas internas, negociaciones en proceso de ela- boración, manejos ilegales de recursos públicos, escandalas privados y hasta las vacilaciones y lap· sus de los líderes políticos. Suele calificarse a ese tipo de periodismo como "prensa amarilla". Sin embargo, en los últimos años abarcó temas de suma complejidad tales como acontecimientos militares (la Guerra de las Malvi- nas ), judiciales (la constitución de la Suprema Cor- te), consecuencias de largo plazo de los planes eco- nómicos adoptados, negociados entre empresas in- ternacionales y organismos oficiales, exportaciones ilegales de armas, lavado de narcodólares, trafico de influencias y hasta la participación activa de inte- 15 grantes de los servicios de seguridad en la venta de drogas. En cierta medida, esta segunda plaga también es originaria de Estados Unidos. Tuvo sus manifesta- ciones más conocidas en la participación de peno- distas de algunos destacados diarios y cadenas de TV en la difusión de "secretos de Estado" relaciona- dos con la guerra de Vietnam (los Pentagon Papers), con las derrotas sufridas por el ejército de ese país y sus aliados (después de la ofensiva del Tet) o con conjuras en las cuales había estado involucrado un presidente (Nixon y el caso Watergate), lo que le costó el cargo. Esa fonna de periodismo implica una competen- cia activa entre medios y po íticos por a conduc- ción de la opinión pública. El ejercicio activo del poder del cuarto poder. El reverso del periodismo de investigación seria un mundo en el cual los pro- fesionales de los medios se limitan a publicar lo que impone el gobierno, o bien en el cual operan dos o más emisores estrechamente asociados a sendos par- tidos que debaten entre sí respetando las directivas de los dirigentes políticos. Esto es lo que sucedía, por ejemplo, hacia la primera mitad del siglo en In- glaterra o en Estados Unidos: diarios ostensiblemen- te laboristas (o demócratas) enfrentados permanen- temente con diarios abiertamente conservadores (o republicanos). . Si se examina la historia política de los med1os es posible identificar países y momentos en cuales existió videopolítica sin periodismo de mvestiga- ción, como México durante el periodo de hegemo- nía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) so- 16 bre el Estado y su estrecha asociación con las em- presas locales de radio y televisión. También cabe se- ñalar casos, aunque menos frecuentes, de periodis- mo de investigación sin videopolítica. del periodismo de investigación es, realidad, un proceso histórico en busca de qenominación adecuada. Algunos autores europeos por e'em lo por contraponer el mo instrumento" al "periodismo comunicador" cla- sificación obviamente desafortunada puesto q; e to- do comentario sobre la actualidad política es comu- nicación. Aquí se adoptó el rótulo de "periodismo de investigación", que también sus dificulta- des, puesto que con él se busca denotar no sól(;.. la obra de se dedican espeeíf\.camente a ese-gé- nero -por e¡emplo Horado u Osear Car- dos<>-: a cualquier actividad ¡:>eri!ldística_que-v.r- ya mas aiiT<Ie a reproducción de mensajes de ter- ceros Y esté acompañada de un análisis critico de documentos. C!!!!tradicción y convergencia entre videopolítica y periOcliSiñOde investigáción y el periodismo de investigación son, ante tooo,mu uamente contradictorios. La pri• mera es producto de las miiñlo5F:iSIIeva<las a cabo por los actores políticos para influir sobre el perio- dismo Y la opinión pública a fin de incrementar su popularidad y prestigio. El segundo, por el contrario, corresponde a actividades de los medios destinadas a influir sobre la opinión pública - y demás integran- 17 tes de la elite- a través de la fiscalización de las ac- ti'vidades -de! os políticos. Los signos opuestos de ambos géneros comunica- cionales pueden quedar más en claro si se considera el funcionamiento de las campañas de prensa. La mayor preocupación de los voceros partidarios es que sus comunicados a la prensa se reproduzcan con la mayor fidelidad posible, es decir, que preserven su carácter necesariamente apologético. En cambio, el interés del periodista es presentar la información transmitida por los voceros acompañada por comen- tarios críticos destinados a desbaratar, en alguna me- dida, las intenciones manipuladoras del equipo de prensa del partido. Pero también videopolitica y periodismo de in- vestigación suelen tener efectos convergentes. El ejercicio de la función critica por parte del period¡s:--- mo obliga a los dirigentes - políticos a preocuparse por su imagen, a elaborar estrategias de comunica- ción cada vez más refinadas que requieren del con- curso de profesionales en la materia. Por parte de los medios, tanto el auge de la videopolítica como del periodismo de investigación supone dedicar tiempo y dinero a monitorear no sólo las actividades de los políticos sino también el clima social, es decir, las opiniones y estados de ánimo del público. Supuestos "efectos" de la videop,glítica En los entornos académicos locales existe un par de términos acuñados hace tiempo para describir los efectos de la videopolítica sobre la conducta 18 los dirigentes partidarios: "fara . . " es ectacularización" de la ¡· . nduhzac¡ón o lo se u . d po ltlca. Bajo ese rótu- -- - na sene e p.coceso h te asociados ent . E . s estrec amen- ¡ re SL n pnmer lug 1 izac1ón de las callifut . . . ar, •.J?ersona- t atu.cas. se mv1ta a ¡ es a optar por un i d' 'd d os votan- n lVI uo etermi d . por una ideología na o mas que ria. Supuestamen; p7grama o tradición partida- curso provocaría e, e uso SIStemático de ese re- b una sustitución d ¡ d. asados en argume t e os ISCursos nalidad ("d' · n os con pretensiones de racio- •smmuyamos lo . mular el crecimient _s Impuestos para esti- 'fi o economico") d · d rat¡ 1car determin d 1 o estma os a . a os va ores morale (" ¡ d' vorcw, sí a la fam;]· ") s no a ,_ nes destinadas a p la por una cascada de imáge- los receptores. rovocar un impacto afectivo en Ese desplazamie t d l d' de la letra escrita ; do t desde un ámbito instrumental hacia e_ abracwnahdad normativa o . 1 un am lto de presun . vtsua , acarrearia írn ta emoctón seno de las instituc· consecuencias en el IOnes po lticas Las . fr temente menc¡'onad 1 . mas ecuen- - as son- a su tit 'ó pañas de reclutami;;nt · s uc¡ n e as carn- e) a orte vo iiñta' rio deo! o en sin ol'ti . - os nu ltantes or el adl) ·- 1 co, !sena o or p . ale desinterés por a pre r:: S!On s_a_s.ueldo;. el de manera ana, ?or las unidades sicas; la cañceJación d- I ' conutes o WÚdades á- afiliados destinadas ed' os congresos o de .........._ 3 Iscuttr cuest · ticas; la Sustitución d 1 • rreligionarios com contacto personal entre co- cu o uni o camaradas por 'TY XIS ente entre el . Y sus receptores. anung ante 19 ¡- de tendencia hasta Si prolongáramos esas políticos se sus últimas consecuenctas, . ·as" sin más • u• stituclOnes vact , transformanan en :anifestaciones mediáticas. Po- contenido que sus d "operadores" o relacio· sarían a estar integra os por d fondos expertos nistas políticos, e d a "fabricar" y keti advernsmg e tea os en mar y de un candidato o funcionario. preservar la tmagden d otero similar al ya abier· . · · '"'ien o un err 1 Mas aun, stb- . nes (outsourcing), os to por las a proveedores ex- partidos funciones antes consideradas ternos mue as . elaboración del discurso (que inherentes a ellos. la . d bl' 'dad consul- d genctas e pu tct ' pasaría a o en relaciones públicas), tores en ro ramas (que podrían ser con· la formulactOn de P g . horas especia- d fundaciOnes o consu fecciona os por . 1 d protección ambiental, !izadas en sa u tltucional) e incluso, la educación o derec _o con!n efectivo (que pueden búsqueda de donaciOnes de telemarkering). Corre· llevar a cabo .. se transformaría en un lativamente, el es . l' u'cos" -que descubre d "negOCIOS pO 1 promotor e. . de "ideas" que puedan incre· nuevas y, por ende, su poder-, en mentar su pop . tos por terceros y en gerente de los recudrsos provtats de prestigio. En otras . dente e su cuo mversor pru . . d l "'deólogo" por una suer- alabras: la sustttuetón e t 1 p Soros del mercado electora . te de George . del partido vacío es, oh- La descripción¿ una extrapolación cuya viamente, el pro uc 1 . dt'fícil de probar em· . · fectiva resu tana .. extsteneta e 1 . d d ninguna agrupactOn píricamente. En la actua t a ' 20 política responde totalmente a ese esquema; ni si- quiera los partidos Demócrata y Republicano de Estados Unidos. En un país como la Argentina, la mayoría de los integrantes de su clase política son intendentes, concejales y legisladores provinciales cuyo ingreso a cargos electivos depende del reco- nocimiento de individuos con los cuales mantie- nen relaciones personales. Así como el factor de escala determina que para los cargos de mayor pe- so político -presidente, gobernador, intendentes de grandes ciudades y, eventualmente, algún legis- lador nacional- la única alternativa razonable es recurrir a la TV y a otros medios masivos, para los de menor jerarquía la nominación y promoción de los candidatos debe reposar en el contacto directo y en tareas de propaganda q1.1e sólo pueden llevar- se a cabo con la colaboración de simpatizantes y afiliados. El encarecimiento de las campañas preelectorales Por el momento sólo se conoce un efecto institucio- nal de la videopolítica que puede considerarse fun- dado en datos, por lo menos para Estados Unidos: el uso de la televisión en las campañas preelectorales provoca su acelerado encarecimiento. En Inglaterra -donde se han sancionado leyes que prohíben las campañas preelectorales por TV abierta- los costos de ingreso de un nuevo candidato al mercado elec- toral son mucho menores. Después de la reelección de Clinton, ese fenóme- no se ha transformado en el centro de un agrio de- 21 olíticos como entre juristas y di- bate -tanto entre P 1 . d por el escán- d d . ahora comp !Ca o rectivos e me !OS-, Bl En opi- . . as" a la Casa anca. dalo de las v!Sltas pag . . acumular dinero pa- nión de algunos, la pres!On por . 1 dida- r la publicidad televisiva obhga a d ra paga . l de su tiempo a sohc¡tar o- tos a destinar e grueso . . . de extrema de- l 1 en una s1tuac10n naciones, os co oca l lobbies y lo que puede pendencia con respecto a los . . ·o de igualdad de . . afecta a pnnclpl ser mas grave aun, l . d Para los juristas nor- oportunidades para ser e deg 1 o. blema fácil de re- . trata e un pro teamencanos no se l d .. n de medidas destina- solver, a que a a medios puede ínter- das a restnng1r el uso . . la libertad de prensa pretarse como una V!O acllon a da enmienda de la según fuera definida a segun Constitución de ese pa1s. Las //buenas" y uviejas" maneras de hacer política l. t de la videopolítica acostumbran opa- Los ana !S as . l de manejo de los asuntos ner ese modelo gerenc: . . men democrático a públicos en el intenor e un reg¡ . . . más racio- otras maneras tradicionales -y, a su JU!ClO, l d y ente existieron en e pasa o lo antes posible Su ue es deseable en este terreno correspon ma de l_o q l debate parlamentario basado de, segun los casos, a 'd"cas a la controversia cientí- en considerac!Onels 'lo d' e la utilidad colectiva o fi fu dada en e ca cu doctrinario, ideológico, sólo las demandas de emanClpaC!on 22 (obreros, habitantes del Tercer Mundo, campesinos sin tierra) sino también una utopía histórica (socia- lismo, capitalismo social). La existencia efectiva de esos modos tradicionales de hacer política, así como la conveniencia o viabili- dad de una posible restauración de aquéllos, es algo por demás controvertido. En algunos casos, se funda en una ficción histórica. Por ejemplo, el modelo de política parlamentaria, de puja de ideas, correspon- dió, tanto en Europa como en América Latina, a un período en el cual el grueso de la población estaba excluido del ejercicio de sus derechos civiles o sólo participaba bajo la forma de clientelas de caudillos rurales o urbanos. La política de los partidos conser- vadores argentinos no sólo comprendió debates so- bre los caminos de la modernización del país; a ella también le pertenece el fraude electoral y otras prác- ticas que hace años se denominaran como "política criolla". En otros casos -por ejemplo, en relación con los partidos socialistas o comunistas europeos que mu- chos consideran como un paradigma de racionali- . dad política- existen motivos para sospechar de la validez de sus apelaciones a la democracia interna basada en el intercambio de ideas, libre de interfe- rencias. La conocida ley de hierro de la oligarquía de Michels, según la cual la democracia intraparti- daria es poco menos que imposible, no apuntaba a idealizar el fascismo -al cual terminó adhiriendo ese autor- sino a criticar a la burocracia política y sindical que a comienzos de siglo manejaba discre- cionalmente a los partidos socialistas de la Segunda InternacionaL 23 Si bien esa controversia acerca de las maneras tra- dicionales de hacer política puede tener algún aside- ro en el contexto europeo o norteamericano, en la Argentina resulta absolutamente abstracta (en el sentido juridico del término). Dejando de lado los períodos de dictadura militar, los partidos políticos que dominaron el escenario electoral -el conserva- dor, el radical y el peronista- correspondieron plena- mente al modelo de catch all parties, es decir, opera- ron fundamentalmente como maquinarias electora- les de ideología difusa y dirigentes decididamente personalistas. Tal vez con la única excepción del so- cialismo de los años veinte, en todos los demás casos la contraposición entre métodos racionales de deba- te programático y videopolítica carece entre noso- tros de mayor sustento histórico. Supuestos "efectos" de la videopolítica sobre la conducta de los ciudadanos Mucho más ambiguas, si cabe, son las teorías que circulan en los ambientes académicos acerca de los "efectos" de la videopolítica sobre los electores; en particular, en qué medida determina el nivel de participación de la ciudadanía y sus intenciones de voto. Algunos de los críticos de esos métodos comu- nicacionales parecen dar por supuesto que resultan eficaces hasta el extremo de inducir a los electores a votar contra sus propios intereses, es decir, sobre la base del aspecto físico del candidato más que de su ideología, programa o trayectoria. De una forma más o menos explícita se ha responsabilizado al 24 marketing 0 al advertising político del triunfo elec- toral de Collor de Mello, Fujimorí o Menem. No extste ninguna evidencia que respalde 0 refu- te plenamente esas formulaciones. En buena medi- da,_ la mterpretación de los datos disponibles -nece- fragmentarios- dependerá de la tradi- CIOn filosófica dentro de la cual se inscriba el obser- vador y, a menudo, de sus juicios estéticos con res- pecto a la cultura de masa. Un buen ejemplo de las dificultades que supo- ne abordar estos temas desde las ciencias sociales es el ya mencionado debate sobre los costos de la Vldeopolítica. Los datos registrados en Estados Uni- dos muestran que los candidatos que gastan más dmero en campañas preelectorales tienen mayo- res probabilidades de ser elegidos. Aparentemente ello que esas manipulaciones son efíca- c_es. Sm embargo, algunos analistas políticos sos- tienen que la relación causal es la inversa: los can- con mayor popularidad -los que tienen mas probabilidades de resultar electos- recaudan normalmente mayor cantidad de dinero que los menos conocidos y, por ende, tienen más presen- Cia en las pantallas. Otros investigadores de la videopolítica orienta- ron sus teorías en una dirección diametralmente opuesta a la de los críticos de la manipulación. Con- Sideran que la supuesta trivialidad de las modernas campañas preelectorales por 1V promueve la apatía de los ciudadanos Y el desprestigio de los dirigentes partidanos. Algunos aspectos de este abordaje coin- Ciden c?_n lat:'formación disponible; otros son obje- to de dlscuswn. Efectivamente, en el largo plazo, se 25 Si bien esa controversia acerca de las maneras tra- dicionales de hacer política puede tener algún aside- ro en el contexto europeo o norteamericano, en la Argentina resulta absolutamente abstracta (en el sentido jurídico del término). Dejando de lado los periodos de dictadura militar, los partidos políticos que dominaron el escenario electoral -el conserva- dor, el radical y el peronista- correspondieron plena- mente al modelo de catch all parties, es decir, opera- ron fundamentalmente como maquinarias electora- les de ideología difusa y dirigentes decididamente personalistas. Tal vez con la única excepción del so- cialismo de los años veinte, en todos los demás casos la contraposición entre métodos racionales de deba- te programático y videopolitica carece entre noso- tros de mayor sustento histórico. Supuestos "efectos" de la videopolítica sobre la conducta de los ciudadanos Mucho más ambiguas, si cabe, son las teorías que circulan en los ambientes académicos acerca de los "efectos" de la videopolitica sobre los electores; en particular, en qué medida determina el nivel de participación de la ciudadanía y sus intenciones de voto. Algunos de los críticos de esos métodos comu- nicacionales parecen dar por supuesto que resultan eficaces hasta el extremo de inducir a los electores a votar contra sus propios intereses, es decir, sobre la base del aspecto físico del candidato más que de su ideología, programa o trayectoria. De una forma más o menos explicita se ha responsabilizado al 24 marketing 0 al advertísíng político del triunfo elec- toral de Collar de Mello, Fujimori o Menem No existe ninguna evidencia que respalde refu- te plenamente esas formulaciones. En buena medi- da,. la mterpretacíón de los datos disponibles -nece- fragmentarios- dependerá de la tradi- ClOn fi)osófica dentro de la cual se inscriba el obser- vador y, a menudo, de sus juicios estéticos con res- pecto a la cultura de masa. Un buen ejemplo de las dificultades que supo- ne abordar estos temas desde las ciencias sociales es el ya debate sobre los costos de la Los datos registrados en Estados Uní- os muestran que los candidatos que gastan más dmero en campañas preelectorales tienen mayo- res de ser elegidos. Aparentemente ello mdtcana que esas manipulaciones son efica- ces. Sm embargo, algunos analistas políticos sos- henen que la relación causal es la inversa: los can- con mayor popularidad -los que tienen mas probabilidades de resultar electos- recaudan normalmente mayor cantidad de dinero que los conocidos y, por ende, tienen más presen- cta en las pantallas. Otros investigadores de la videopolitica orienta- ron sus teorías en una dirección diametralmente opuesta a la de los críticos de la manipulación. Con- stderan_ que la supuesta trivialidad de las modernas campanas preelectorales por TV promueve la apatía de ciudadanos y el desprestigio de los dirigentes partidanos. Algunos aspectos de este abordaje coin- ctden c?n la.t.nformación disponible; otros son obje- to de dtscuston. Efectivamente, en el largo plazo, se 25 ' 1 ha observado una creciente deslealtad de los electo- res con respecto a partidos, ideología o dirigentes; el nivel de popularidad de las cabezas del Poder Ejecu- tivo en los países avanzados es cada vez menor y, so- bre todo, más inestable. En cambio, la tesis de una creciente despolitización de la masa, y la profecía correlativa de una posible extinción de la tlemocra- cia por aburrimiento, ha tenido menos suerte. Su va- lidación dependerá sobre todo de la manera como se pondere el grado de apatía, enajenación o desmovi- lización de la ciudadanía. En relación con nuestro país, esa segunda co- rriente de crítica a la videopolítica Qa de la apatía) también plantea dilemas un tanto abstractos: En primer lugar, es obvio que el grado de participa- ción de la ciudadanía no puede haber sido menor en democracia que durante la dictadura. En segun- do lugar, la supuesta pérdida de interés de la pobla- ción por militar en los partidos políticos -que se basa en el contraste entre el arquetipo del joven ra- dicalizado de la década del setenta y el ciudadano común de nuestros días que se limita a mirar noti- cieros y a votar cada dos años- es de dudosa vali- dez. La extinción de ciertas formas heroicas de participación política puede explicarse mejor en términos de una creciente adhesión de los argenti- nos a los modos no violentos de resolver las cues- tiones públicas -en parte fundada en un cambio de valores de la gente y en parte producto de una ex- periencia directa de los costos humanos que provo- caron los enfrentamientos en el pasado- más que en la apatía. Ningún crítico social puede sostener que la ponderación anticipada de las consecuencias 26 d de_ los actos es algo irracional; eventualmente po- na constderars bardía d e una manifestación de co- e nmgun modo como ausencia de re- Ausencia de. teori.as sobre los efectos del penodtsmo de investigación Si. biehn lademergencia del periodismo de investiga- cmn a SI o recono 'd d alg . . CI a por iversos autores como o caractensttco de nuestra época, no existen mu- chas forrnulacmnes acerca de sus posibles efect sobre las rganizaciones políticas y la ciudadania cobmo sd• a v•deopolítica hubiera obnubilado a .los o serva ores de tal 1 de ese tipo d . que as interpretaciones t e penowsmo se limitaran más a los as- pec os comunes entr b 'd diferencias especifica: am as ep• emias que a sus Los úni to tienen una postura clara al respec- ticos del 1 e negativa- son l?s defensores sístemá- par amentansmo a quienes molesta una su puesta sustitución del .debate en el recinto por las de los medios. Consideran que 1 P er es poco responsable de sus opiniones Y que os periodistas gid 1 -que no son representantes ele- . osdpor votantes sino empleados de empresas pnva as-estan usurpand 11 d 1 1 . . . o e ugar que les correspon- e a os e!lltimos voceros del pueblo. Norrnalment reruegan del estilo sensacionalista Y anecdótico de lo; políticos que, a su juicio, tienden a simpli- d car exageradamente problemas públicos e 1 . e muy dificil solución. omp e¡os, 27 'ticas no sólo son válidas sino Muchas de en . n Pero resultan parciales también de sentt o comu . ta que los parlamentos en tanto no toman en cuen eso de los ciu- existieron desde siempre_ para el r medios difun- dadanos gracias a los defensores d b us activt a es. e ' en so re s . almente expertos en del estilo parlamentanlo -generden en que la pérdi- derecho constituciona - comct 1 . ado con d onismo de ese cuerpo co egt da e utivo tiene explicaciones ajenas al respecto a de investigación. De hech?, su papel del penoo del centro de los escenarios pubh- desplazanuent h d la difusión generaliza- ces se inició mue o antes e da de la radio o la 1V. . Es el periodismo de investigación ' una fuerza democratizadora? l 1 uede considerar que el Naturalmente, _e ector no requiere de ningu- periodismo de las formuladas con na interpretaet n . . el uno no es sino respecto a la La pérdida de una consecuencta obiernos sobre los re- control de los parttdos ' g el uso de los . cacionales que supone - cursos ecolectar votos acarreana, medios mastvos para \ empresas periodísticas inevitablemente, qule abs 1 s flu¡· os de informa- ·¡· monopo 10 so re o utl tcen su · . una posición de su- . . . bt· ca para ubtcarse en d eton pu ' d .. entes y funcionarios. Des e criterios de oportunibdad po- esa op . ndices de ru¡os a lítica- los políticos senan apre 28 punto de ser devorados por un monstruo que ellos mismos incubaron. Sin duda esa tesis tiene algo de verdad, pero es superficial. Dando por sentado que los periodistas no hacen ahora sino ocupar el territorio que los políticos han dej ado vacante, resta aún explicar por qué se produjo la retirada estratégica de los se- gundos y, también, cuál es el motivo de su eviden- te incapacidad para contrarrestar el avance de un contendiente que, si hemos de creer en sus rezon- gos, está erosionando su poder. A mi juicio, el vira- je del periodismo desde un rol pasivo a otro activo corresponde a transformaciones profundas de la di- námica de los escenarios políticos que, a su vez, re- miten a cambios de los modos de comportarse de la ciudadanía, acerca de los cuales se hablará en el capítulo 3 . Un último comentario sobre este tema. Visto su- perficialmente -más allá de que pueda a menudo molestar el "amarillismo" con que ciertos medios tratan a los acontecimientos y protagonistas del es- cenario político- el periodismo de investigación merecería ser considerado como una fuerza demo- cratizadora, como un medio para limitar el margen de maniobra de los funcionarios e, inclusive, de otras variedades de poderosos tales como empresarios o sindicalistas. Así como se le atribuye a la videopolí- tica una intención manipuladora (que la tiene, por supuesto) y un efecto de seducción sobre el elector (que resulta dudoso si lo produce o no), parecería natural que los investigadores sociales evaluaran al periodismo de investigación como una corriente cultural destinada a proteger los intereses y valores 29 . mbargo curiosamente, pocos de los indefensos. Sm el h trt' 'buido esa función. 't res que e an a . son los escn o . b dan los autores que inSlSten Por el contrano, a un evos espacios demo- 'd d de generar nu ¡· en la necest a . . . reflexión sobre la po t- cráticos de ausentes en los medios tica ahora la existencia del pe- d · que tgnoran masivos, es eCir, . . , ·Se debe esto, tal vez, a riodismo de investi;acwn.t é mas no han logrado to- que los estudiosos e esos . s receptos de la crí- davía de !asa en boga hacia tica ideológtca de a ·A so después de tantos la década del. setenta. t;r entre la condición años, es lí respetando así una de "integrados y apoca es fuera producto de dicotomía que en sus ongen ahora es apenas una una simplificación grosera y trtvialidad? 30 2. Transformaciones de la industria cultural Precondiciones para la existencia del Periodismo de investigación Además de la existencia de un régimen democráti- co estable, el periodismo de investigación requiere el cumplimiento de, por lo menos, dos condiciones básicas: empresas periodísticas económicamente in- uependientes de los partidos políticos, del gobierno y de los grupos de presión, y la existencia de un con- NCnso social -normalmente promulgado a través de lt·yes- que garantice la libertad pmfesional.de_!os periodistas. Este capítulo será dedicado a examinar ,.¡ proceso histórico que hizo posible que se cum- ¡>lícra con el primero de dichos requisitos y a esque- matizar las relaciones existentes entre competencia mercantil y pluralismo periodístico. En cuanto al segundo de esos requisitos -la gene- ' udón del consenso en tomo a la libertad de pren- ,.. , sólo se formularán algunas referencias genera- ¡,., debido a que el tema corresponde a los especia- lhtas en derecho de la información. Como es sabi- do, la sanción de leyes que protegen las libertades 31 de los periodistas requirió de un prolongado proce- so histórico que se inició prácticamente con el na- cimiento de la imprenta y continúa hasta nuestros días. Proceso que de ninguna manera fue umhneal: a Jo largo del siglo xx las libertades de prensa Y de palabra fueron normalmente restringidas en épocas de guerra o de extrema tensión social y te anuladas en sociedades bajo regímenes comums- tas o fascistas. Del periodismo de notables a la gran prensa_ El primer paso hacia el desarrollo de un pri- vado económicamente autónomo -que •mela, así decirlo, el proceso de transformación de la noti- cia en una mercancía- tuvo lugar en Estados Umdos y Juego en Inglaterra, con el desarrollo de la. prensa "amarilla" 0 "de centavo" (penny press) hac1a del siglo pasado. Hasta ese momento, la de Jos diarios eran editados por dirigentes poht1cos cu- yo interés residía en ocupar cargos electivos y mane- jar contingentes de votantes más que ganar dmero vendiendo ejemplares o publicando av1sos .. En ral, fueron periódicos de salida irregular, clrculaCion sumamente restringida, escritos en un lengua¡e po- co comprensible para el grueso de la población. . Debido al número limitado de personas alfabeti- zadas, a los altos costos de impresión, papel Y trans- porte, esas publicaciones estaban destinadas a satis- facer las necesidades de comunicación o reclutamiento de nuevos adeptos de una ehte poh- tica relativamente cerrada -por ejemplo, una ansto- 32 erada de propietarios rurales, grupos de banqueros y/o de intermediarios del comercio internacional- que generalmente se identificaban con un determi- nado partido político. En esos casos, el control de los periodistas por parte de los dirigentes políticos era máximo o bien la figura del periodista -como profe- sional especializado en la producción de noticias y editoriales- no existía aún debido a que las funcio- nes del editor, del redactor y del líder político eran ejercidas por una mjsma persona. Por ejemplo: Ben- jamín Franklin en Estados Unidos o entre nosotros Mariano Moreno, durante las guer;as de dencia. En dicho contexto, la competencia entre diferen- tes diarios por atraer lectores -y, por ende, la oferta de distintos enfoques de los acontecimientos- era mínima. Lo que ahora suele denominarse como "plu-- rnlismo en el quiosco de diarios" estaba norrnalmen- h· restringido a un puñado de ciudades. En la mayo- r in de los centros urbanos no se publicaba periódico niRuno o bien se editaba sólo uno que, normalmente, •·•presaba los intereses políticos de un público ho- oungéneo, al cual no cabe calificar como verdadera- uO<·nte masivo. Sólo cuando se producía una fractura olo• la elite política -por ejemplo entre partidarios del lilooccambismo y del proteccionismo- o los propieta- o '"' del único diario existente pertenecían a una fac- ' lo\n opositora al gobierno central, esos medios pole- mllltban entre sí o criticaban a las autoridades. E,c primitivo modelo de sistema de comunica- ' looot de masa no es, necesariamente, algo del pasado ' ' mnto. Todavía hoy puede observarse directamente r oo uiRunas provincias argentinas pobres, en las cua- 33 les se edita un único diario hegemónico, estrecha- mente asociado a una aristocracia política que dis- fruta de una considerable cuota de poder a través del manejo de una clientela de votantes cautivos, en general integrada por empleados públicos. La subsis- tencia económica de esos diarios depende poco o nada de su cantidad de lectores; lo normal es que es- tén protegidos por el monopolio inherente a la au- sencia de otras publicaciones competitivas -que les garantiza inversiones publicitarias regulares a despe- cho de su limitado alcance-, el manejo discrecional de los fondos públicos destinados a publicidad ofi- cial y generosos créditos de los bancos en manos del gobierno provincial. Con el acelerado incremento del tamaño de las ciudades y de la tasa de alfabetización provocado por la segunda revolución industrial, ese mo de notables deja ría paso, en los pa1ses mas avanzados, a la gran prensa. Su desarrollo fue el producto de una convergencia de re- lacionadas con la tecnología de la 1mpres10n y fa- bricación del papel, del transporte (que facilitaba la rápida distribución de ejemplares), de la fía (que permitió la existencia de en todo el mundo) y de nuevas formas de admmls- tración de la empresa periodística. A diferencia de los propietarios de diarios del período sus editores procuraron capturar la máxima aud1enc1a posible abaratando en la mayor medida el precio de los ejemplares, no sólo como un recurso para In- crementar las ventas de aquéllos, sino también co- mo medio para atraer las inversiones publicitarias. Ambas estrategias expansivas se reforzaban entre 34 sí: los ingresos publicitarios podían emplearse para "subsidiar" la venta de ejemplares e incrementar la posterior circulación del medio, y viceversa. El proceso de emergencia de la gran prensa supu- so un incremento de la competencia entre empresas periodísticas: una guerra mercantil que derivó en un proceso de concentración de la propiedad de los dia- rios y que se extendió a lo largo de toda la primera mitad de este siglo. Muchos de los periódicos de pe- queñas ciudades que subsistían gracias al monopolio antes mencionado quebraron o fueron absorbidos por las grandes cadenas periodísticas. En otras pala- bras: el aumento de la audiencia estuvo acompaña- do por una disminución del número de editores in- dt·pendientes. Sin embargo, dicha concentración de la propiedad de las empresas periodísticas no provo- ' ó disminución del pluralismo en los quioscos, dt·b,do a que en lugar de un diario local aquéllos po- dían vender dos o más diarios nacionales y, poste- riormente, revistas de circulación masiva. La gran prensa aportó tamhién al periodismo al- ¡¡n tanto o más valioso que inno,·aciones técnicas o procedimientos empresariales: creó un conjunto de K•'• ncros periodísticos que supusieron nuevos estilos tJ,. redacción, especialidades periodísticas e institu- ' lnncs dedicadas a la producción y transmisión de Información que todavía hoy siguen en vigencia. La •h•llnición misma de lo que ahora entendemos co- mo noticia -el "valor noticia" de un mensaje cuai- •JUicra- fue definida por la prensa amarilla: drama- de los acontecimientos políticos o sociales, en los hechos inmediatos más que en su llllCrpretación normativa o científica, lenguaje fá- 35 cilmente comprensible por el conjunto de lectores, búsqueda de lo insólito, lo trágico o lo desviado uso de las imágenes y fotografías, htstone- tas, de guerra y de aventuras, énfasis en la primicia. Radio y televisión: relaciones de propiedad El segundo de los medios masivos con potencial pa- ra intervenir en el escenario político -la radwdtfu- sión- adoptó, en materia de relaciones de propie- dad, un derrotero totalmente diferente al de la pren- sa debido a factores accidentales y a las profundas dift!rencias existentes entre las instituciones políti· cas y económicas del capitalismo de las primeras dé- cadas del siglo XX y las de fines del siglo pasado. Entre los factores accidentales, los más destaca- dos fueron las obvias aplicaciones militares de la tecnología de transmisión de mensajes sin hilos primer uso de la radio consistió en la comumcacton entre naves en alta mar y estaciones terrenas- Y el carácter limitado del espectro electromagnético que obligó a las autoridades a regular las licencias a fin de evitar -como sucediera en Estados Unidos- una guerra de ondas entre empresarios privados. Entre los factores institucionales se destaca que el nuevo medio se gestó en países que contaban con una bu- rocracia estatal y monopolios empresariales dotados de los recursos necesarios para aspirar a su control. Después de algunas vacilaciones, la radio terminó siendo controlada en Estados Unidos por grandes cadenas, varias de ellas subsidiarias de corporaciones 36 fabricantes de receptores u otros electrodomésticos (General Electric) . En Europa, donde el empresaria- do era más débil (prefería atender sólo a la parte rentable del negocio, es decir, a la venta de recepto- res más que a la emisión de programas) y donde la burocracia estatal era menos entusiasta respecto de la libertad de prensa, se optó por cobrar un peque- ño impuesto o "canon" a los propietarios de recepto- res y organizar a las emisoras como empresas públi- cas. En América Latina, en cambio, el panorama fue más abigarrado; en general, se prefirió adoptar un régimen mixto, con mayor o menor peso del sector privado, aunque financiado mediante la venta de "espacio" publicitario. Posteriormente, las relaciones de propiedad de la televisión siguieron el esquema adoptado por la ra- diodifusión, si bien en el caso latinoamericano la in- troducción de este nuevo medio provocó el ingreso de las grandes corporaciones del show business de origen norteamericano que, con el fin de asegurar- se la venta de receptores y de programación, esti- mularon con inversiones directas la implantación de canales y productoras locales. Ese proceso estuvo acompañado por un desembarco paralelo de em- presas fabricantes de bienes masivos -<lesde helade- ras hasta gaseosas- que durante los años de posgue- rra se transformaron en fuertes anunciantes del nue- vo medio. La radio y la TV abierta están dotadas .\k.>;aracte- rlsticas que revisten especial importancia para eva- luar su impacto político. En primer lugar, son me- dios que no exigen ninguna educación formal del receptor más allá del conocimiento del lenguaje ofí- 37 país. En segundo lugar, debido a la sucesión de innovaciones tecnológicas -tales como los tran- sistores- el costo de los receptores descendió verti- ginosamente a lo largo del periodo considerado. l'or último, gracias a un conjunto de tecnologías que van desde la transmisión de onda corta hasta la co- municación vía satélite, ambos medios lograron co- berturas verdaderamente nacionales e internaciona- les, en tiempo real, a precios unitarios despreciables en comparación con la prensa (cuya distribución todavía depende en gran medida del transporte por carretera). La dinámica económica de las industrias culturales Uno de los mayores obstáculos que presenta el es- tudio de la comunicación masiva es que, en tanto sus productos son mensajes que pueden gustar .o no, se suele dar por sentado que sus características -por ejemplo, chabacanería o refinamiento- depen- den exclusivamente de la voluntad del emisor. El receptor se ubica automáticamente en la posición del crítico de espectáculos que rechaza el remanido pretexto de los productores de TV según el cual ellos "no hacen sino aquello que el público les de- manda". En cierto sentido, esa actitud es legítima: un género de comunicación no sólo es el producto de las demandas de su público, también contribuye a moldear los patrones estéticos de los receptores. Pero este enfoque encierra el peligro de ignorar que los productos de la industria cultural están determi- 38 nadas, en gran medida, por procesos estructurales vinculados tanto a la magnitud y las características del público como a las exigencias inherentes a su producción y distribución masiva. Es decir, la indus- tria cultural está sometida a una lógica especifica, cuyas reglas deben ser tenidas en cuenta si se desea paSar del lugar del receptor -que acepta o rechaza a título individual determinado mensaje o género- al de investigador social, o al de quien propone po- líticas culturales. La característica más evidente de las industrias culturales es, en primer término, su dinamismo tec- nológico . .f.ste se manifiesta a través de un proceso acelerado de incorporación de nuevos recursos, des- tinados a la transmisión de cantidades crecientes de bits de información, con el mayor alcance geográfi- co y al menor costo unitario posible, tanto de emi- sión como de recepción. No obstante, esa tenden- cia a la innovación tecnológica no es sino la cara superficial de procesos más complejos que involu- cran modificaciones de las relaciones de propie- dad, creación de nuevos géneros comunicacionales y reestructuraciones de los públicos que afectarán, a su vez, a las relaciones entre el periodismo y la política. En términos muy generales, los medios masivos de mayor audiencia, la gráfica (diarios y revistas), la radio, la TV abierta y, más recientemente, la TV por cable, se desarrollaron atravesando cuatro etapas re- lativamente nítidas. Lá primera de ellas, la del medio emergente, se inicia cuando una nueva forma de transmisión de mensajes dotada de algunas ventajas diferenciales con respecto a las demás (tal como la 39 radio que hizo posible la transmisión de música o la TV que permitió la difusión de imágenes animadas) ingresa en el espacio comunicacional. La difusión del nuevo medio en ese período es dificultosa debi- do a que resulta demasiado caro para sus receptores y emisores, no provoca mayor interés de los anun 8 ciantes y, en general, suele ser considerado como un negocio demasiado riesgoso por los inversores. No obstante, el paulatino incremento del número de receptores y de emisores empuja al nuevo medio a un punto crítico a partir del cual resultará imposi- ble ignorarlo. Los industriales decidirán que ha llega- do el momento de abaratar los costos de los equipos de recepción y de emisión fabricándolos en masa o desarrollando nuevas aplicaciones técnicas tales co- mo la sustitución de válvulas por transistores en el caso de la radio. A partir de ese momento el medio emergente crecerá de manera acelerada -tanto en audiencia como en el aspecto comercial- debido a que la afluencia de recursos y el abaratamiento de equipos provoca una mayor oferta de alternativas que estimulan un aumento correlativo de la audien- cia y, por ende, de las inversiones publicitarias. Para- lelamente, ese instrumento de comunicación -que en esta etapa es un me<!_io lídel'- habrá logrado defi- nir sus géneros básicos, ya sea mediante la creación de formas de comunicación que le son exclusivas --como la serie fílrnica de la TV- o bien mediante la incorporación y reformulación de formas correspon- dientes a medios preexistentes --como la transforma- ción del radioteatro en teleteatro-. Después de dicha etapa de crecimiento acelerado el medio líder llega a un punto de saturación; prácti- 40 camente ha agotado su mercado potencial. De allí en ad; lante su crecimiento será meramente vegetativo; ~ ha transformado en un medio maduro. El ingreso a esa etapa estará marcado por modificaciones im- portantes de la estructura de la competencia: ella se desplazará, progresivamente, de la disputa por el mercado del medio en proceso de maduración con respecto a los demás -por ejemplo, la TV con respec- to a la radio-- a la disputa entre emisoras dentro del medio -entre productores o canales de TV-. Ese pe- riodo también estará acompañado por una creciente concentración de la propiedad y la correlativa trans- formación de las emisoras en corporaciones burocra- tizadas, que procurarán mantener la competencia dentro de márgenes estables a fin de evitar el ingre- so de nuevos empresarios en su mercado y el daño que podría provocarles una guerra de precios (o de tarifas publicitarias) entre ellas. La capacidad del medio maduro para innovar en materia de programación disminuirá notablemente con respecto al pasado: de la creación de nuevos gé- neros (o la reestructuración de géneros tomados en prestamo) se pasa a la copia de pequeñas fórmulas de éxito y a la disputa por la contratación anual de las figuras de mayor popularidad. No obstante, esa estabilización del sector no siempre logra evitar que se produzcan innovaciones, a veces importantes, de- terminadas por cambios técnicos, por las relaciones de propiedad o por la coyuntura económica. Por ejemplo, la TV argentina en blanco y negro operó durante décadas basándose en la emisión de series importadas, shows musicales "a la norteamericana", noticieros breves (sin filmación en exteriores) y te- 41 leteatros "a la latinoamericana". Pero hacia comien- zos de los años setenta, diversos factores que iban desde la transferencia de acciones de las productoras en manos de grupos norteamericanos a empresarios locales hasta el desarrollo de nuevas tecnologías de registro de imágenes, dieron lugar a un incremento de la programación local a expensas de los "enlata- dos". La cuarta y última etapa de un medio correspon- de a su proceso de transformación en un medio ob- soleto, que se caracteriza por la detención de su sarrollo e, inclusive 1 como sucediera con el cine de sa- la, por una fuerte disminución de su audiencia. Ese proceso -<ieterminado por la irrupción de un medio emergente alternativo- puede ejemplificarse con la actual competencia entre la 1V abierta y la 1V por cable en la Argentina. En tanto la primera vaya per- diendo audiencia en beneficio de la segunda, el mon- to de la inversión publicitaria irá desplazándose de un polo a otro. Toda la esquematización anterior ha sido desarro- llada atendiendo al proceso de transformación de un medio emergente en un medio que termina siendo obsoleto. Pero ¿qué es lo que sucede con los medios maduros preexistentes cuando un nuevo medio ac- cede a la condición de líder, es decir, cuando los pro- pietarios de aquellos ven amenazados sus niveles de ingreso y de audiencia? La respuesta normal a la ob- solescencia es la especialización y la diversificación; es decir, la sustitución de la estrategia orientada a acumular el máximo de audiencia por la búsqueda de públicos relativamente restringidos, que puedan ser de interés para los anunciantes debido a sus há- 42 bitos de consumo o que puedan transformarse en una audiencia relativamente cautiva. Cambian la cantidad por la fidelidad del consumidor de bienes culturales. La obsolescencia de un medio no es, ne- cesariamente¡ una condena a muerte, sino un estí- mulo para su reestructuración vía especialización. El proceso de innovación tecnológica en el área comunícacional no siempre deriva en un régimen de producción de bienes culturales iguales para todo el mundo. Por el contrario, la tendencia de largo plazo es hacia la segmentación creciente de los géneros, o sea, hacia la diversificación de los bienes culturales. Una prueba de lo anterior es el desarrollo de la 1V por cable en la Argentina: se inició prestando servi- cio de antena de señales de la 1V abierta, luego incor- poró canales de películas de largo metraje y, en la ac- tualidad, los servicios que operan en este mercado suelen distribuir más de setenta "pantallas", que van desde emisoras especializadas en documentales has- ta deportivas. La tecnología misma promueve la diversificación: transmitir ópera, ballet o cine de colección por 1V no fue algo que interesara a los empresarios de ese medio hasta la aparición de la comunicación sateli- tal, debido allimitadisimo número de personas que conformarían el público de esos programas. Sin em- bargo, en la actualidad, existen canales especializa- dos en esos espectáculos debido a que, cuando se emite a escala continental, el mercado de la "cultu- ra-culta" se transforma en algo atractivo para los prestatarios de servicios de 1V por cable (y en el fu- turo, también para los productores de bienes cultu- rales refinados, tales como compact discs o libros). 43 El acortamiento progresivo de los plazos Otra de las características básicas de la industria cultural es que los ciclos determinados por la su- cesión de las etapas "medio emergente-medio lí- der-medio maduro-medio en obsolescencia" han ido acortándose paulatinamente a lo largo del si- glo XX. Esta es una especie de ley que fuera for- mulada con claridad y fundamento empírico por De Fleur, hacia el año 1966, en relación con Esta- dos Unidos y que se ha verificado en numerosos países, incluyendo la Argentina. 1 El acortamiento de los plazos supone que el tiempo del que dispone un conjunto de empresas que opera en un medio maduro para canalizar la competencia dentro de márgenes "razonables" (léa- se, a través de acuerdos oligopólicos de precios) es cada vez más breve y la reserva de mercado más pre- caria. Ya sea debido a la aparición de nuevas especia- lizaciones, que los medios en obsolescencia llevan a cabo para evitar ser desplazados del mercado, o por el abaratamiento de las técnicas de difusión y repro- ducción de mensajes, que crean oportunidades de ingreso para nuevos emisores, las posibilidades de cualquier grupo de inversores de disfrutar de una posición hegemónica son cada vez más acotadas. Tanto más cuanto que la nueva tecnología de trans- misión de señales por fibra óptica o satélites ha he- cho materialmente imposible levantar barreras efi- cientes a las transferencias de señales de país a país. 1 M. L. De Fleur, Teorías de la comunicación masiva, Buenos Aires, 19 72. 44 A menudo se habla entre nosotros del peligro que supone para el pluralismo el desarrollo em- presas multimedia capaces de integrar d1anos, ra- dios canales de 1V abierta o de 1V por cable de un país' determinado; por ejempl?, el Clarín. la Argentina, O'Globo en Bras1l y Televisa c_m Mex•- co. O bien, pasando a otro nivel, de la pos1ble InCI- dencia de las actividades de empresas como CNN o Murdoch a escala internacional. Nadie puede negar la existencia de dichos procesos de concentración Y sus actuales o posibles consecuencias políticas, pero seria erróneo dar por sentado que la concentración implica una nivelación hacia abajo de la cultura de masa una creciente homogeneización de sus pro- duct¿s y una disminución progresiva de la compe- tencia entre emisores. Por el contrario, el proceso de hipersegmenta- ción y la adopción de escalas continentales para la emisión de señales de 1V promueven la diversifi- cación de los mensajes y, a menudo, la creación de productos y canales para sectores de la población de alto nivel educacional y, presuntamente, de mayor capacidad crítica, tanto estética como po- lítica. En otras palabras: la concentración de la propiedad de los medios no supone, necesaria· mente, una disminución de la variedad de los mensajes. Además la concentración de la propiedad en gru- pos puede conducir tanto a su telización como a un proceso de feroz competencia 45 en un nivel más alto, es decir, a escala internacional. Un análisis de las demandas de los grandes empresa- rios locales de la TV abierta prueba que, aunque reci- ten los principios de la libre competencia, en el mo- mento de adquirir emisoras de radio o canales de TV para integrarlas a sus conglomerados no han vacilado en buscar la protección del Estado para evitar, o de- morar, el ingreso al mercado local de otros multime- dios internacionales. Competencia y pluralismo comunicacional Las estrategias comerciales de las empresas perio- dísticas privadas están estrechamente vinculaáas con las caracteristicas de la información que -publi- can. En primer lugar, la búsqueda de la audiencia máxima -allí donde se adopte esa estrategia para permanecer en el mercado- les impone ajustar sus productos a las características de sus consumidores potenciales. De lo contrario, el emisor que elabore mensajes que contradigan las expectativas de su pú- blico correrá el riesgo de perder audiencia en bene- ficio de otros y, tarde o temprano, de ser eliminado del mercado. La noción de consumidor potencial utilizada en el párrafo anterior merece una definición cuidadosa: los medios no buscan llegar a todos sino, entiéndase bien, a la mayor cantidad de individuos que cuenten con los recursos mínimos indispensables para adqui- rir el ejemplar de un diario, un receptor de TV o de radio, o algunos de los bienes de consumo masivo cuyos fabricantes pueden estar interesados en publi- 46 citar. Ello supone que, en un país de bajo desarrollo eConómico, el consumidor potencial del sistema de medios no comprenderá a poblaciones rurales o sec- tores urbanos que, aunque puedan ser mayoritarios, estén fuera del mercado de consumo. Por otro lado, el empresario que adopte la estrategia de la maximi- zación de la audiencia tampoco tendrá mayor inte- rés en adecuar sus productos a las expectativas de los sectores de altos ingresos, debido a que ellos son necesariamente minoritarios. Se dirigirá al mercado constituido por las clases medias. El principio de la adecuación al mercado supone que cualquier medio que aspire a acceder a la cómo- da situación de maduro tenderá espontáneamente a evitar la adopción de posiciones impopulares o de un lenguaje ajeno a sus receptores potenciales. En una comunidad política en la cual el grueso del pú- blico potencial de un medio pertenece a un partido o movimiento político determinado, o sus integran- tes comparten una corriente de opinión específica, puede resultarles muy caro a las empresas periodís- ticas -en términos de pérdida de lectores y de inver- siones publicitarias- empeñarse en defender posi- ciones adversas. Los medios que buscan maximizar su circulación están, pues, sometidos a presiones parecidas a las que afectan a las maquinarias electorales. Aun.cuan- do algunos de sus intereses específicos en calidad de empresas capitalistas los empujen a apoyar activa- mente, por ejemplo, a un modelo económico que supone la "flexibilización" del mercado de trabajo Oa eliminación de beneficios logrados por los sindi- catos en épocas anteriores) no podrán arriesgarse a 47 escamotear las consecuencias que éste tiene en ma- teria de desempleo. El peligro de la enajenación de la audiencia será tanto mayor cuanto más grande sea el número de medios que operan en una sociedad y más intensa la competencia entre ellos. Cuando el número de emi- sores es considerable, la probabilidad de que un em- presario decida que es negocio ser independiente, que hay mercado potencial para quien asuma la re- presentación de los disconformes, será también ma- yor. Incluso, en una comunidad altamente mediati- zada, las empresas periodísticas -a despecho de que su estilo de conducción pueda tender a la autoclau- sura o a la burocratización- deberán protegerse de posibles cambios de humor de su público realizan- do investigaciones periódicas sobre sus opiniones y preferencias. En la actualidad, los emisores que de- satienden esas tareas -a la manera de ciertos diarios de origen oligárquico, de los cuales se decía que sus ediciones aparecerían igualmente en los quioscos aunque todos sus redactores decidieran una mañana ausentarse del trabaj<>- corren el riesgo de desapare- cer del mercado. Esa tendencia espontánea al pluralismo ha sido frecuentemente contrarrestada por factores de signo opuesto. Uno de ellos es que los empresarios priva- dos de la comunicación masiva son, ante todo, em- presarios y, en consecuencia, se resistirán a difundir- informaciones u opiniones que contradigan sus inte- reses específicos o los derechos de los propietarios de los medios de producción. Por ejemplo: en todos los tiempos los medios fueron decididos defensores de la "libertad de empresa" y descalificadores siste- 48 máticos del sindicalismo, del socialismo o de cual- quier corriente política que amenazara con imponer limitaciones a las empresas periodísticas. El uso de sus recursos comunicacionales para defender sus in- tereses se acentúa en situaciones de extrema tensión social. En esas circunstancias puede darse que el conjunto de los medios privados cierre filas en con- tra de un partido o movimiento político, como suce- diera en Chile durante el gobierno de Salvador Allende. Otro factor contrarrestante es la coacción que pueden ejercer los anunciantes que también son, por supuesto, empresarios privados que defienden intereses específicos. Pueden amenazar con retirar sus inversiones publicitarias de aquellos medios que les son hostiles. Sin embargo, la importancia de estas presiones dependerá de la magnitud de las erogaciones realizadas por quienes protestan y de su nivel de organización para hacer lobby. Ningún propietario de medios cuidadoso de sus intereses atenderá las amenazas de un empresario pequeño, con bajo volumen de inversiones publicitarias. Además, los anunciantes suelen temer que la can- celación de sus órdenes de publicidad provoque re- presalias de los periodistas o consideran que no pueden prescindir de promover sus marcas en cier- tos medios que, aunque díscolos, tienen una gran audiencia. Aquí opera también un tercer factor, compensa- dor de la tendencia al pluralismo, tal vez el más importante: las restricciones a los medios que im- ponen las autoridades, especialmente en periodos de gobiernos autoritarios decididos a ejercer la 49 censura previa. No obstante, incluso en esas cir· cunstancias, los empresarios periodísticos se empe· ñarán, para desesperación de sus censores, en ha- llar alguna brecha a través de la cual puedan colar- se comentarios críticos destinados a mostrar a su público que, todavía, conservan un mínimo de in- dependencia. Durante el autodenominado "Proce- so de Reorganización Naciónal" (la dictadura mili- tar que gobernara en la Argentina entre 1978 y 1983), al estar prácticamente prohibida cualquier referencia al terrorismo de Estado y a las activida- des de sindicatos y partidos, el área de disidencia escogida por los medios fue básicamente la políti- ca económica. Los casos históricos de medios sistemáticamente impopulares -para decirlo de alguna manera- han sido normalmente el producto de una combinación de dicha tendencia al ajuste del mensaje al público potencial y de los tres factores contrarrestantes an- tes enumerados. Un ejemplo de ello es el desempe- ño de la prensa argentina respecto del peronismo, desde el golpe militar contra el segundo gobierno de Perón hasta los primeros años de la decada del setenta. Durante ese período, la mayoría de los dia- rios adoptó una actitud opositora o, por lo menos, hizo silencio acerca de las actividades y propuestas de los dirigentes políticos de ese partido. Pero esa estrategia comunicacional resultó practicable debi- do a que era aceptada por el grueso de la clase me- dia (representaba el pensamiento de la mayoría de los lectores de diarios con alguna capacidad adqui- sitiva), el sindicalismo peronista era considerado como una amenaza por el grueso de los empresarios so y, además, las dictaduras militares que detentaron en ese momento el poder no vacilaron en adoptar medidas de censura tan extremas como la prohibi- ción de mencionar la palabra "Perón" o cualquiera de sus derivados. El periodismo "objetivo" y la maximización de audiencia La estrategia de maximización de la audiencia tam- bién provocó el desarrollo de una de las mayores creaciones literarias de nuestra época, comparable al e s ~ r r o l l o de la novela: el llamado "periodismo ob- jetivo". Este fue también una innovación de origen norteamericano y ocurrió en el seno de la prensa amarilla, de modo que representa tanto una conti- nuación del estilo populista de la gran prensa como una reacción contra su sensacionalismo y superficia- lidad, destinada a adaptar ese medio a las demandas y valores de una clase media informada en proceso de emergencia. El aspecto central del periodismo objetivo es lo que ha dado en llamarse l a "sacralización de los he- chos": una reformulación brillante de los criterios de verdad científica al contexto del periodismo que contribuyó a desplazar el discurso moral e ideológi- co. Este estilo de comunicación supone una suerte de división del trabajo entre el emisor y el receptor; el primero queda a cargo de relatar qué sucede para. que el segundo asuma, supuestamente, la tarea de juzgar por sí mismo la interpretación moral o políti- ca de los acontecimientos. 51 Naturalmente, el periodismo objetivo puede ser considerado como el producto de una hábil mani- pulación literaria; como algo similar a la novela rea- lista cuyos efectos de sentido son el resultado de re- glas de organización del texto tan "artificiales" co- mo las de cualquier otro género. Sin embargo, lo que ha logrado que esa innovación cultural perdure hasta nuestros días es haber institucionalizado un conjunto de prácticas de elaboración del mensaje destinadas a provocar un efecto de imparcialidad de la fuente entre sus lectores. Por ejemplo que, an- te toda declaración de un dirigente político sea con- veniente solicitar la opinión de sus opositores o de expertos en la materia, que los periodistas estén obligados a comparar las estadísticas oficiales con otros datos elaborados por fuentes alternativas, que las manifestaciones de los funcionarios acerca de las intenciones que guían las medidas adoptadas deban ser contrastadas con los resultados o las opiniones de los directamente afectados por ellas. Esas prácti- cas no prohíben al medio expresar sus propias opi- niones, pero lo obligan a separarlas de la informa- ción fáctica en una sección especial -el editorial- o bien, a ser presentadas como comentarios de la au- toría de un periodista estrella que firma con nom- bre y apellido. La principal ventaja de ese recurso reside en que normalmente logra que sectores sociales de muy di- ferente orientación política, con valores a menudo opuestos entre si, integren el mercado de un mismo periódico, radioemisora o noticiero ds_1V. Si el emisor queda a cargo de presentar todas las opiniones en pugna y la información de diversas 52 fuentes, todos los lectores (en realidad, todos los de clase media) podrán compartir su lectura aunque tengan preferencias políticas muy diferentes entre si. De tal manera, el pluralismo en el quiosco es complementado por el pluralismo dentro del me- dio, un recurso de "apertura" del escenario político al que los investigadores sociales coinciden en adju- dicarle un peso político mayor que al primero debi- do a que las posibilidades del público para compa- rar diferentes fuentes están limitadas por su capaci- dad adquisitiva o disponibilidad de tiempo libre. Niveles educacionales y adecuación del mensaje La adecuación del mensaje al lector, que necesaria- mente deben perseguir los maximizadores de au- diencia, no sólo está asociada a procesos de corto plazo SIRO también a Cambios estructurales de la SO- ciedad, especialmente de los niveles educacionales de la población. Es evidente -aunque muy dificil de definir opera- cionalmente- que la información sobre cualquier acontecimiento puede ser más o menos "profunda". Una noticia sobre una disputa en la Cámara de di- putados que relate cómo sus integrantes se trenza- ron a golpes de puño, es intuitivamente menos ela- borada que otra que incluya un análisis de los pro- yectos de ley· debatidos, de los intereses en juego desde un punto de vista económico o de las estrate- gias discursivas de los parlamentarios. Las noticias profundas son normalmente más extensas que las superficiales y requieren de un acervo de conocí- 53 miento previo mayor: qué es el Producto Bruto In- temo, a qué partido corresponde tal o cual dirigen- te, qué significa que un proyecto de ley haya recibi- do una "media sanción" y otras cosas por el estilo. Obviamente, si la profundidad de la noticia se rela- ciona con la cantidad de conocimientos previos que supone, también se vinculará con las características de su público potencial, especialmente con su nivel educacional. Esa asociación entre profundidad de la noticia y perfil educacional del público confiere a las formas de redactar los mensajes sobre la actualidad un pa- pel político estratégico. Cuando una elite politica adopta un lenguaje complejo para informar acerca de los acontecimientos que ocurren en el seno de una agencia gubernamental o cuerpo colegiado, lo- grará automáticamente que sólo se enteren de sus decisiones aquellos que comparten sus intereses. Es decir, consigue excluir del debate a los individuos de menor educación y menos recursos que, normal- mente, serán los más perjudicados por las decisiones de los sectores dotados de poder. Y a la inversa: un partido popular que se empeña en presentar los te- mas políticos de una manera deliberadamente senci- lla o, si se quiere, simplificada, puede atraer la aten- ción de sectores marginados de la ciudadanía. Ahora bien, si las relaciones anteriores son váli- das, esto significará que los empresarios periodísti- cos que busquen maximizar su audiencia deberán ajustar sus mensajes a los niveles educacionales de sus lectores potenciales. Tal ajuste será necesaria- mente dinámico; es decir, dependerá de las tasas de crecimiento, de los niveles de escolaridad de la po- 54 blación, de los requerimientos educacionales mini- mas que suponga la exposición a un medio, y del al- cance y los costos de la exposición inherentes a ca- da técnica de transmisión de señales. En los países del Tercer Mundo, la incorporación de la población al público de los medios como la ra- dio y la 1V creció durante las décadas del sesenta y el setenta a mayor velocidad que la educación públi- ca y la alfabetización. Como esos medios requieren de un menor nivel de educación formal por parte del público el resultado fue que, en ese periodo, el promedio de escolaridad del público potencial des- cendió notablemente. Esto, a su vez, impulsó a las empresas que operan en este sector a dar preferen- cia a los programas de diversión sobre los periodísti- cos y a las noticias con bajo nivel de complejidad so- bre las noticias o los editoriales más "profundos", es decir, al conocido proceso de nivelación "hacia aba- jo" de la comunicación pública o, si se quiere, a la producción en serie de "información-basura". Sin embargo, la nivelación hacia abajo no es una ley inmutable del sistema de medios. Por el contra- rio, dado que las tasas de escolaridad ascendieron en los países subdesarrollados a lo largo del siglo, la ten- dencia dominante ha sido hacia una paulatina eleva- ción del nivel de calidad de la información periodís- tica, debido a la paulatina incorporación al escenario público de espectadores capaces de interesarse por los acontecimientos políticos y sociales ocurridos en su país o en el exterior; en especial, los emigrantes rurales y las mujeres. En la medida en que el desa- rrollo social -especialmente el educacional- no se detenga, también aumentará en el largo plazo la 55 profundidad de las noticias. Por ese motivo, las criticas a los medios por la au- sencia de espacios de reflexión acerca de la actuali- dad -formuladas por algunos académicos como un verdadero proyecto político- son superfluas. Resul- tan infundadas debido, sencillamente, a que dichos espacios ya existen; de lo contrario, las radios de ma- yor audiencia no destinarían sus horarios matinales al comentario político y un diario como Clarin de Buenos Aires no dedicaría tantas páginas a refinados análisis de escenarios políticos nacionales e interna- cionales. El desarrollo de los medios independientes Tanto en el campo artístico -<le la plástica, la músi- ca o la literatura- como del periodismo, el secreto de la independencia del productor de mensajes re- side en la existencia de un público dispuesto a pa- gar por sus servicios; normalmente, de una nutrida clase media. La conformación de ese público tam- bién es un prerrequisito para la aparición de anun- ciantes interesados en derivar parte de sus recursos a los medios a cambio de "espacios" publicitarios. Vendiendo ejemplares o publicidad, las empresas periodísticas lograron librarse de la pesada carga de depender de los subsidios estatales, de las "donacio- nes" de dirigentes partidarios o de mecenas de las clases dominantes y ejercer una función crítica po- niéndose del lado del "hombrecillo de la calle". La competencia entre medios o entre emisores dentro de un medio -con su secuela de dinamismo tecno- 56 lógico, acortamiento de los plazos de maduración de los medios, multiplicación del número de emiso- res, diversificación, segmentación e incorporación de las reglas del periodismo "objetivo"- promovió el pluralismo dentro del medio y en el Todo ello, naturalmente, en la medida en que ese plura- lismo resulte compatible con los fundamentos del sistema capitalista, el desarrollo social y económico no se detenga y los conflictos sociales no desembo- quen en una ruptura del régimen democrático. La escuela crítica latinoamericana, aquella que enfocara la comunicación masiva desde la óptica de sus funciones ideológicas, imaginó un escenario muy diferente. Tomando en cuenta los procesos econó- micos y políticos de la primera mitad del siglo XX, sus autores dieron por sentado que los medios, a tra- vés de un proceso de creciente concentración y transnacionalización, cerrarían filas · en tomo a los gobiernos locales -incluso los autoritarios- para de- fender sus intereses frente a una creciente marea de revoluciones tercermundistas o socialistas. Partiendo de esa predicción, sus autores se propusieron elabo- rar antídotos contra las manipulaciones ideológicas de los medios masivos e intentaron contribuir a la creación de medios alternativos que sirvieran como instrumentos de propaganda y organización a los movimientos populares. Incluso, se plantearon la de un programa destinado a organizar un sistema gubernamental de medios a partir del su- puesto de que la maquinaria estatal pasaría a manos de un movimiento político empeñado en lograr un desarrollo económico autónomo (no dependiente) y equitativo. 57 Esas predicciones, como es sabido, no se cumplie- ron en absoluto. El bipolarismo inherente a la gue- rra fria se ha desvanecido, el socialismo real se enca- mina rápidamente a una restauración capitalista y los gobiernos autoritarios de América Latina -aun en lugares de extrema tensión como Nicaragua- han dejado paso a regímenes, por lo menos formalmen- te, democráticos. Correlativamente, tampoco ocu- rrió que los medios masivos se hayan transformado en oligopolios puestos al servicio de gobiernos mili- tares y de la manipulación ideológica del capitalis- mo transn acional. Por el contrario, la mayoría de sus propietarios parece haber arribado a la conclusión de que el oficialismo no es rentable en un mercado de bienes culturales fuertemente competitivo. En este nuevo contexto, la equiparación del mercado con el autoritarismo es empíricamente incorrecta. Ningún observador político durante el periodo del último gobierno militar hubiera soñado siquiera con la posibilidad de que un conglomerado multi- medio como Clarin -propietario no sólo del perió- dico de mayor circulación en lengua castellana sino también de radios, canales de 1V abierta y videoca- ble, de acciones en la única empresa productora de papel de diario existente en el país y, por añadidura, favorecido por la eliminación del articulo 4 S de la anterior ley de radiodifusión que obstaculizaba su expansión- decidiera publicar documentos secretos probando la participación de funcionarios del actual gobierno, empresarios internacionales y oficiales de las FF.AA. en la venta ilegal de armas a Ecuador o Croada. Difícilmente hubiera entrado en sus cálcu- los que las grandes empresas periodísticas usaran el 58 poder que les confieren sus recursos económicos y la magnitud de su audiencia para criticar nada me- nos que a la corporación militar. Lo antedicho no apunta a demostrar que la com- petencia mercantil entre empresas privadas, en to- do momento y país, es un motor del pluralismo pe- riodístico. No existe una mano invisible que, si- guiendo las fuerzas del mercado, produzca automá- ticamente la mejor, la más democrática comunica- ción periodística. El mercado -librado a su esponta- neidad- no puede garantizar el crecimiento conti- nuo de la riqueza, ni el pleno empleo y mucho me- nos una distribución equitativa de los ingresos que supone la supervivencia de un régimen democráti- co. Si la competencia entre medios promueve hoy el periodismo de investigación, ello se debe a cir- cunstancias históricas específicas. Mañana todo pue- de ser diferente. El fracaso de los medios estatales En la actualidad, resulta evidente -especialmente en el continente europeo, donde se aplicó con mayor firmeza el modelo estatizante- que las radiodifuso- ras Y canales de 1V en manos del sector público son económicamente inviables y que, en todas las oca- siones en que se vieron obligados a competir con los grupos privados, transnacionales o no, del show busi- ness, perdieron audiencia. A lo largo de las últimas dos décadas el monopolio público europeo sobre la radiodifusión debió ser progresivamente desmante- lado debido a las dificultades financieras del Estado, 59 Jos elevados costos de su administración burocráti- ca, las quejas de los receptores y las crecientes difi- cultades de las autoridades para manejar las transfe- rencias internacionales de información periodística o de cualquier otra índole. Desde su constitución, los medios estatales apun- taron a regular el intercambio de mensajes en el ám- bito de una nación de la misma manera que las fá- bricas estatales de armamento fueron creadas para proveer prioritariamente equipos a los ejércitos de un país determinado: no estaban preparados para competir a nivel mundial con empresas transnacio- nales, como la CNN o Sony Entertainment. Libertad de prensa entre y dentro de las empresas periodísticas Hasta aquí se han formulado apreciaciones acerca de la emergencia de un sector de medios en manos pri- vadas económicamente independiente de la elite po- lítica, es decir, de la progresiva realización de una de las precondiciones para la difusión de la plaga del pe- riodismo de investigación. Pero el ejercicio de la li- bertad de prensa entre las empresas periodísticas .es sólo una parte de la cuestión: no se refiere a la liber- tad de cada periodista en el seno de aquéllas para di- fundir información o formular comentarios que pue- dan contradecir la linea editorial de sus jefes de re- dacción. Prácticamente toda la legislación elaborada al respecto protege a los propietarios de los medios frente a las presiones gubernamentales, pero hace si- lencio en relación con la defensa de los derechos in- 60 telectuales de los periodistas en su lugar de trabajo. Este segundo aspecto del pluralismo informativo ha sido hasta ahora poco debatido y mucho menos investigado. Sin embargo, es un tema que no puede ignorarse ya que la difusión del periodismo de inves- tigación es poco compatible con la imposición de una disciplina rígida a los periodistas por parte de sus empleadores. La producción de análisis sofistica- dos que describen la coyuntura política destinados a lectores bien informados, o la búsqueda de informa- ción sobre acontecimientos que las autoridades pre- ferirían mantener ocultos, trae aparejada la transfor- mación del reportero en un periodista estrella que las empresas se disputan entre sí puesto que es "pro- pietario" de una audiencia cautiva. 61 3. Cooperación, competencia y colusión del espacio público político El espacio público político es el "lugar" de compe- tencra¡;-tre diferentes t ipos de actores que toman la palabra para debatir cómo debe organizarse la sociedad. Por ejemplo: acerca de si una mujer que abortó intencionalmente debe ser encarcelada, si el déficit fiscal será o no financiado emitiendo nue- vos bonos o bien, a propósito de quiénes fueron responsables del envío de armas a Ecuador. Los ti- pos de actores normalmente involucrados líticos, --pefiOOis as, tnte ectua es, representantes autorizilclos u ofíCIOSOs''Oelas corporaciOnes, vo- cerosdelob"'bies empresanos y de movimientos so- ciales. -- - ---- Cada uno de esos actores - los "notables"- se es- fuerza por persuadi,:-;. los demás protagonistas para que apoyen activamente sus propuestasy¡;¡;t¡rneu- tralizar a sus opositores actuales o potenciales. Para- lelamente buscan volcar en su favor a los ciudaaañOs que, a ;:;;;;;;;,nl de eg>ectadores, se asoman periódica- al espacio público. Lo -que está en jueg;;-es el 63 poder. Y el acceso al poder en una re- quiere ganarse algo que _-de manera dehl5era amen- te genérica- puede denominarse como "el favor <!el público". ¿En qué consiste "el favor del público"? En una amplia gama de conductas de los espectadores que son consideradas deseables por dichos actores, al- gunas de ellas específicas para ciertos tipos de no- tables; otras comunes a todos. Los políticos aspiran a obtener de los ciudadanos el voto, la afiliación, la militancia voluntaria, la aceptación de cargos par- tidarios o candidaturas, la concurrencia a actos o la adhesión a manifestaciones de protesta, las dona- ciones en dinero o bienes. Los medios y periodis- tas buscan de su público la compra de un diario, la lectura del texto o la exposición al programa ra- diofónico o de televisión, la cita ante terceros de aquéllos como fuente autorizada. Los intelectuales procuran de sus lectores la compra de libros o re- vistas especializadas, la consulta a cambio de ho- norarios, la cita de sus opiniones, la concurrencia a actos culturales. Para todos los notables, el favor del público pue- de definirse como la aceptación de las pro¡mestas de un actor determinado--persuasión-, la toma de deci- siones en favor del triunfo de aquellas _,;elección- Y la realización efectiva a;; actos que contribuyan a lograr los objetivos elegidos - participación-. Sin embargo, como cualquiera de los temas de un es- cenario público, involucra una relación de poder, que siempre supone alguien que manda y otros que obedecen, la participación deberá estar confi- 64 nada a ciertos ámbitos, es decir, supondrá el reco- nocimiento de la autoridad del notable que hace de convocan te. La característica especifica de un régimen demo- crático consiste en que éste parte del fundamento de que, por lo menos en el área politica, la mayoría de los habilitados para votar deben ser dueños de una cuota mínima de poder suficiente para cambiar periódicamente a los gobernantes. Luego, en el es- pacio público democrático la última palabra, ideal- mente, corresponderá a la opinión pública y ella se·- rá la principal fuente de reconocimientos. Aun cuando la cara más visible del espacio polí- tico sea la competencia entre los notables, éste sü - pone un alto entre todas las partes involucradas_ -incluyendo al público- en el de ciertas reglas de juego. E.E.!'rimer lugar, presupone la' aceptación de la de la mayoría, es decir,-que las confrontaciones entre los partidos sólo pueden dirimirse a través de eleccio- ne'Spenódicas o por medio de los mecanismos par- lamentarios de debate y votación interna. Análoga- mrnte, en el campo comunicacional, supone la ad- hesión a reglas que determinan qué decir y cómo decir. Esas normas de cooperación excluyen en la es fera política el uso de la violencia abierta, el terro- rismo, los golpes de Estado, el asesinato de los con- tendientes; y del libelo, la injuria, la difusión de ex- presiones racistas o la invención pura y simple de noticias en la esfera comunicacional. 65 Í de y por l \ ___ ,., lo"' s'-' reconoctmtentos Ese esquema -persuasiónlselecciónlparticipación- actor político en relación con el conjunto del gúblico, sino también.respecto notables, sean ellos sus "colegas" o no. Un economista convencido de· que la causa de una recesión son los elevados impuestos, no sólo espera- rá que las personas interesadas por la marcha de los negocios coincidan con su diagnóstico acerca de la coyuntura sino también que los políticos lo incluyan en sus discursos electorales y que sus colegas de la academia lo premien citando su último articulo so- bre los efectos de la tributación. Luego, a simple vista, el espacio público es un complejo siStema de intercambio de reconocimien- tos entre notables de distintas o iguales especialida- des. Así como algunos economistas destacados de la Escuela de Chicago pueden hoy demandar de sus colegas el trofeo de haber contribuido a la gestación del "milagro chileno", los funcionarios de la época de Pinochet se vanaglorian de haber sabido escoger a los mejores asesores económicos¡ por lo menos 1 desde la óptica de banqueros y grandes empresarios. Sin embargo, las relaciones de reconocimiento no pueden interpretarse adecuadamente en térmi- nos de canje de bienes o valores; lo que vale para las relaciones entre cierto tipo de notables no se aplicará necesariamente para todos ellos y, mucho menos, a los espectadores. La acumulación de reco- nocimientos de una persona la autoriza a tomar la palabra en público, a formular críticas y propuestas 66 y en caso necesario a dictar órdenes que puedan a tercer¿s sin que ellas sean -normal- mente, pero no obligatoriamente- resistidas. Aun- que el poder no puede reducirse al ejercicio de la fuerza bruta, siempre comprenderá un ingrediente de compulsión; al término de la cadena de mandos deben existir individuos que, por así decirlo, conce- dan más poder del que reciben. De allí que esos re- conocimientos se materialicen en una jerarquía de titulas, algunos de ellos formalmente definidos (Pre- sidente de la Nación}, otros difusos e informales (líder de opinión} que todos consideran que es de- seable recibir pero que sólo unos pocos podrán al- canzar. juego del poder es siempre asimétrico y competitivo. f Credibilidad del mensaje y de la fuente Examinemos con mayor detalle el momento de la persuasión del esquema anterior. Éste, en primer tér- mino, se refiere a un acontecimiento puntual: el eco- nomista del ejemplo anterior buscará que el grueso de los votantes o los dirigentes de un partido haga suyas sus recomendaciones en una determinada co- yuntura. Pero también aspirará a gozar de un reco- nocimiento duradero, válido en el largo plazo. Es decir toda intervención en el espacio público apu;;tará sólo a buscar el consentimiento de la vaffi ez y pt!rtinencia de determinado mensaje, sino también a lograr la credibilidad de la fuente. Esto es particUlarmente evidente en el caso de los medios de comunicación masiva. Los directores y redactores de 67 un diario no sólo se empeñan en lograr que determi- nada noticia sea verosímil, se laconsidere una primi- cí; o un dato cuyo acceso parece dificultoso, sino también que su publicación los lé'CtOreS"como la mejor dentro género. r Topología del espacio público político Conviene introducir aquí una descripción esque- mática del espacio público político que puede ser de utilidad para analizar posteriormente su dinámi- ca y cuya representación gráfica es la indicada en la figura. En el esquema, tes de un grupo humano - una nacional- 68 está indicada por un rectángulo. de inscripto tres círculos: uno más grande, que corres- ponde a la elite política, es decir, a todos los notables de losescenarios úblicos políticos; otro para los pe- río istas y un tercero que corresponde a la clase po- lítica, íntegrado por funcionarios de jerarquía, diri- gentes partidarios con o sin cargos electivos y aseso- Este último sector -el de la cla- sepolítica- está dividido internamente por una línea discontinua que separa a los individuos que pertene- cen al gobierno (o al partido gobernante) de los que pertenecen a la oposición. Nótese que el sector de los periodistas se sup_!;r- pone parcia mente a círculo de la elite bido a que algunos de ellos -los que aquí son deno- minados "perio istas estrella"- pueden como verdaderos notables, cuyas opiniones tienen en la conformación de las corrientes de opinión en tanto que otros no son sino modestos redactores oreropiladores de información relativamente a_nó- nimos, cuyos comentarios sobre la actualidad no _?e- nen;n<mnalrneñle;ñlaY<ír trascendencia. También es parcial el solapamiento entre clase política y elite· pólltica debido a que dentro del primero de esos conjuntos cabe- incluir a oscuros militantes o profe- sionales e la política sin mayor peso decisorio. En cambio, no hay superposición alguna entre clase po- lítica y periodistas; es decir, el diagrama no contem- pla la posibilidad de que un dirigente político de- sempeñe simultáneamente ambos roles. El macroconjunto periodistas-clase política-elite política está rodeado, a su vez, por una corona difu- sa de ciudadanos que aquí hemos denominado co- 69 mo los "mejor una categoría sirnilar 1 aunque no exactamente igual, a la de "líderes de opinión" elaborada por Lazarsfeld y sus colaborado- res. Este sector comprende a sujetos que son lecto- res de las noticias políticas de los diarios y destinan una parte importante de su tiempo a comentar esos temas con terceros 1 ya sea porque pueden estar lacionados con sus actividades laborales, o por afi- ción. En torno a ellos se ubica el tercer círculo de individuos -los ciudadanos "peor informados", que prestan una atención marginal a los asuntos políti- cos- y, más hacia el borde, una porción de sujetos excluidos de la comunidad política, tales como in- dígenas que no hablan el idioma nacional, pobla- ción rural aislada o inmigrantes sin derecho a votar. \:interacciones entre periodistas y políticos Considérese ahora las relaciones entre periodistas y po TtiCos 1 o sea 1 entre los medios de comunica- ción masiva y los dirigentes partidarios o fUñC:io- narios que ocupan cargos electivos o ejecutivos. A simple vista, el aspecto más visible de esas interac- ciones -aunq..;e no el que más interés pertar en el público- es su mutua dependencia. Como ya se dijera al com1enzo ro sm la concurrencia de los medios los dirigentes I'.!tlida- rios no podrían hacerse conocer por sus votante§ po enciales y los funcionarios no ciudadanos se enteraran de la sanción de medidas ' que pueden afectar sus vidas cotidianas, queabar; can desde una modif!f!!ción del trámite para con- 70 seguir pasaporte hasta la próxima construcción de escuelas pnmanas. . Por otra parte, la mayoría de los medíos -espe- ·cialmente los gráficos, la radio AM, la TV abierta Y muchos canales de TV por cable- tampoco podrían existir si los políticos se negaran a dirigirles la pali- bra-:-Gran parte déS'ü'Coñtenido gira en torno de de- Ciañiciones de dirigentes políticos locales o interna- cionales, o de comentarios sobre medidas adoptadas por ellos. A partir del nacimiento del Estado de Bie- nestar -que supone una permanente participación de los funcionarios en casi todas las actividades Y disputas de la sociedad civil, desde la regulación de la jornada de trabajo hasta la construcción de ram- pas para discapacitados- resulta difícil noticia que no involucre una demanda ileplifficlpa- ción de las autoridades. Nada indica que esa tenden- cia pueda revertirse en el futuro, a pesar de la pré- dica de los neoliberales para evitar la "sobrecarga" del sector público. Además, debido a la creciente impregnación de las activida es socia es por os me- díos fas actividades privadas de los notables revisten tambiéñ de una importancia co ectiva y pueden dar lugar a la intervención de la estatal. .. La mutua dependencia de periodistas y pohticos va en realidad más allá de lo dicho. Todos aquellos que han participado en las actividades de cualquie- ra de esos dos sectores -y así lo han verificado mu- chas encuestas en diversos países- saben que los di- rigentes partidarios dedican el grueso de su tiempo a hablar con los periodistas y viceversa. No se trata, meramente, del diálogo público a la manera del que ocurre en las conferencias de prensa; también en la 71 intimidad eJdste un intenso tráfico de información e intercambio de conjeturas acerca de la posible evo- lución de los escenarios políticos entre ambas par- tes. Los políticos y periodistas, por así decirlo, prac- tican permanentemente el off the record. La relación entre ellos puede ser considerada, según la califica- ción de algunos autores, como "perversa" o "neuróti- ca", pero sin duda es permanente y rica. En parte, ello se debe a que nadie se parece más a un político que un periodista; en realidad, ambos tienen funcio- nes re acionadas con el escenario público y, por así decirlo, su principal instrumento de trabajo es lapa- labrª'-- ------- No obstante, el aspecto ue mayor interés des- pierta de las relaciones entre periodistas y pq)iticos es su mutua competencia, la cual, como ya se men- cionara al comienzo de este libro, pasó a ser com- ponente básico del periodismo de investigación. Se espera que el periodismo coteje permanentemente los proyectos o planes del oficialismo y de la oposi- ción con sus consecuencias actuales y potenciales. Que controle en qué medida los funcionarios elec- tos o de carrera cumplen con las normas que regu- lan sus actividades, en particular las referidas al ma- nejo de fondos públicos. El periodismo también tiene la función -por de- más importante. aunque no encaja en el esquema ra- cionalista- de dramatizar los acontecimientos colec- tivos para expresar algo que vagamente podríamos denominar como "los climas de opinión", contribu- yendo así a ratificar sentimentalmente la unidad de una comunidad cuya coordinación es siempre pro- blemática. 72 Obsérvese también que varias de las funciones antes enumeradas no se asignan exclusivamente a los periodistas: se espera que algunas de ellas sean también desempeñadas por los dirigentes políticos, especialmente los de la oposición. Este es otro rasgo común a ambos y, por ende, otro motivo adicional de colaboración y, a la vez, de competencia mutua. Sin embargo, los hombres de prensa están eximidos de proponer soluciones para los males sociales, aun- que no tienen vedado formular sus opiniones al res- pecto. Credibilidad de periodistas y políticos ) Dada la indok CQmpetitiva de las relaciones entre periodistas y políticos, resulta razonable dar por s:n- tado que es sumamente dificil que to os os e d i ~ s o tOdos los políticos, puedan perder credibilidad a la vez. o más pro able es que el desprestigio de üna de las partes -beneficie a la otra. Pero tampoco cabe dejar de lado la posibilidad de que ambos sean con- siderados con creciente indiferencia, incluso con desprecio, por el público. Los espectadores pueden también ir retirándose de la platea por entender que el periodismo político ya no dice nada de interés y dedicar su tiempo libre a mirar los programas de en- tretenimiento o las páginas de deportes. Esto es lo que podría estar sucediendo con los jóvenes de este país quienes, después de un breve periodo de luna de miel con la democracia, parecen haber disminui- do notablemente su participación en los partidos políticos. 73 También son factibles las catástrofes. En los pe- ríodos de apertura de un proceso revolucionario pue- de producirse un súbito retiro de los notables del ré- gimen anterior en beneficio de espectadores desco- nocidos que se transforman en actores, como si el público hubiera decidido invadir el escenario. N atu- ralmente, luego de cierta etapa de confusión, algu- nos de esos protagonistas noveles se transformarán en los notables regulares del nuevo orden, en tanto que los demás retomarán a sus butacas debido a que no todos pueden ser políticos o periodistas de tiempo completo. Ningún régimen político puede consti- tuirse como tal sin trazar la frontera entre aquellos que pueden hablar y los que deben limitarse a escuchar. Normalmente, cuando se iensa en la com eten- cia entre- os actores se da por supuesto que el obje- tivo de caoa uno es conservarlñtaetOe propio terrí- tono y -ocupar tanto como se pueda el del otro. En el caso límite, el triunfo de cüalquteraoefaSpartes implicará la exclusión de la otra. Obviamente, esto es lo que sucede cuando los dirigentes_ruili!icos cciffipi en por cargos e ectivosyno electivos. fu! cainbio, la competencia por el favor del público en- tre-periodistas y po!Iticús no encaja dentro de ese m!_ldelo: normalmente, los primeros no asQjgn a de- sempeñar cargos públicos y los segundos no desean emplearse en una empresa periodística. - - dicha perspectiva se ubicó Dominique WOI señaló que el periodismo los políticos 2 Dominique Wolton, La comunicación política; co71S't'ruc· ci6n de un modelo. En Jean-Marc Ferry, Dominique Wolton y otros, El nuevo espacio público 1 Barcelona, 1992. 74 operan sobre criterios de legitimidad diferentes: pa- ra el perioaismo, a veracidad de sus informaciones; para los el voto de los electores. Una con- secuencia obvia de eso es que la disputa por el reco- nocimiento no siempre es un juego de suma cero, lo cual permite plantear la posibilidad de que los ciu- dadanos entiendan que no tiene mayor sentido incli- narse por una u otra parte. O bien, que otorguen a unos y a otros premios y castigos de diversa índole. Sin embargo, la existencia de fuentes de legitimi- dad diferentes no excluye la competencia perma- nente entre periodistas y políticos, tal CciñiO;alolar- go de varios siglos, las aoctrmas políticas y teológi- cas ace¡:c. e la di erencia de origen del poder espi- ritual y del poder temporal no lograron evitar que las disputas entre reyes y Papas fueran permanen- tes. Puesto que resulta imposible transmitir infor- mación acerca de un acontecimiento cualquiera sin formular de manera implícita o explícita un diag- nóstico y un pronóstico acerca de los asuntos públi- cos, y también un juicio de valor al respecto, los pe- riodistas realizan tareas que se superponen con las de los políticos. f Relaciones crnzadas entre periodistas y PC?l!.ticos -1 El modelo anterior del funcionamiento del sistema político y dt: lo> mt:dio> en una sociedad democrá- tica sería excesivamente grosero si no tomara en cuenta que no sólo supone cooperación y compe- tencia entre políticos y periodistas, sino también en el interior de ambos sectores. Así como suele darse 75 por sentado que no hay régimen democrático sin competencia entre partidos, también se considera inherente a un espacio público un mínimo de com- petencia entre medios de comunicación. petencia interna abre automáticamente la posibili- dad de relaciones de - intercam io cruza as entre ellos, dealianzas de un grupo politice-y-un medio en perjuicio de otros grupos políticos y otros me- serán denominadas aquí com .,.. colusiones". Re 1maginar el funcionamiento co- tidiá:iloOel penod1smo de investigación sin las rela- ciones de colusión entre determinados medios Y clubes políticos en contra de otros grup2§_políticos. Aunque, por supuesto, existe muy poca informa- ción al respecto -debido a que esos acuerdos suelen quedar en la sombra- en todos los ámbitos olíticos que el autor ha conocí Q se.d.aba_p.ou_ent.aJW que la pnnc1paffuente de sobre algún acto de "corrupción de un funcionario es el result'!Qo de un'; filtración deliberadamente provocada pQLQ!ro funcionario con acceso a Lo curioso de esos entrecruzamientos es que, con suma frecuencia, la contienda se entabla entre per- sonas que corresponden a líneas internas de un mis- mo partido; por ejemplo, clubes de funcionarios que pelean entre sí por ganar influencia sobre el presidente de la nación. También suele suceder que la filtración a la prensa sea provocada por un diri- gente que emplea su conocimiento de algunos he- chos comprometedores para terceros como un re- galo que remite a un periodista con la esperanza de ganarse el favor de la prensa. 76 En general, podría decirse que difusión del pe- riodismo de investigación es directamente propor- cional al nivel de conflicto interno dentro de una· instituc10n política, se trate de un gobierno, un par- tido o cualquier asociación civil. Esta "regla" consti- tuye una vía de acceso para plantear posibles res- puestas a una pregunta formulada en el primer ca- pítulo de este libro: por qué los partidos políticos han demostrado -en todo el mundo, desde Londres hasta Tokio- ser incapaces de contrarrestar la plaga del periodismo de investigación. Desde esta pers- pectiva, dicha cuestión se transforma en otra más amplia: por qué los partidos políticos y los gobier- nos no logran disciplinar a sus integrantes y evitar así la filtración de información comprometedora. El gobierno de Menem ha sido, hasta ahora, un caso ejemplar de administración periódicamente sacudida por los embates del periodismo de inves- tigación y, presuntamente, por la filtración perma- nente de información desde sus más altas esferas. En los últimos años hubo recurrentes reuniones de gabinete reservadas -realizadas con todos los re- caudos-, cuyo desarrollo apareció publicado a la mañana siguiente en algunos de los diarios de ma- yor circulación. ÍL El uso de los medios como dispositivo político pennanente E cierta medida esos recesos de difusión de infor- mación "comprometedora" son producto de la re- troalimentación eXJstente entre eopo 'tica y el 77 / periodismo de investigación: cada vez es mayor la frecuencia con mnos notables intentan m tipllcar la potencia de sus presiones so re sus pares ape an- do a campañas de prensa, aüñque ello suponga mvo- lucrar en sus conflictos "internos" no sólo3 os distas slñotaml:iién a 1a ciudadanía. Memás, esos operativos obedecen a la lógica de la "escalada" (pa- ra usar un término núlitar que estuvo de moda hace años): cada uno de ellos sirve de estímulo para el de- sencadeñarruento de mamobras similares por parte de los presionados, y así sucesivamente. - El -resultado de estas interacc iones a través de los medios es que las páginas de los diarios, los noticie- ros y los programas de opinión de radio y TV dejan de ser los instrumentos de difusión del contenido de debates ocurridos en otros ámbitos, para pasar a ser el lugar mismo donde ocurren. Incluso se observa que ciertos procedinúentos de control parlamenta- rio -como el pedido de informes o el proyecto de de una comisión investigadora- adqui- rieron notoriedad no tanto porque hayan demostra- do su eficacia en el esclarecimiento de ilícitos, sino porque sirven como disparador para la difusión de noticias. Cuando, a principios de 1997, un partido de la oposición presentó un pedido de constitución de una comisión investigadora acerca de las activi- dades de un empresario supuestamente vinculado con casos de conupción, su principal objetivo fue que la bancada oficialista votara en su contra a fin de que los medios dijeran que el gobierno de Menem lo estaba encubriendo. La anterior descripción de las actividades de co- lusión puede extenderse sin mayores retoques a los 78 conflictos que se suscitan entre funcionarios y gru- pos empresanos o entre diferentes corrientes del empre.sariado. Por ejemplo: altos dirigentes del área finanaera formularon críticas a Eduardo Duhalde --gobernador de la provincia de Buenos Aires y posi- ble cand1dato a la presidencia de la Nación por el partido oficial en 1999- debido a que, presunta- mente, su orientación en materia de política econó- rruca sería distinta de la del actual modelo. Dieron como prueba de sus afirmaciones su negativa a transfenr a manos privadas el Banco de la Provincia de Aires. Esas declaraciones dieron pie a la postenor publicación de respuestas de otros nota- bles otros grupos empresarios, dirigen- tes del ofk1ahsmo y la oposición-, y a extensos co- mentarios del periodismo. De tal modo, ante un es- cenario político que abarcó tanto el problema de la sucesión de Menem como el del destino de la banca se. gestaron en pocas horas algo así como metapartidos mediáticos", conglomerados de inte- reses e ideologías cuya existencia carece de un co- rrelato institucional unívoco. . El uso de los medios como recurso político tam- bién puede observarse entre a <:§"dadanía en gene- ral, ya se de individuos aislados o de gl"Upoi in- formales sm mnguna Qiganización. Cualquier grupo de vecinos decididos a protestar, debido a que un de calles carece de semáforos o por la ausen- Cia de patrullas policiales nocturnas, tomará el re- caudo de llamar a los medios -básicamente la TV abierta- poco antes de organizar una protesta. Asi- mismo, todas las mañanas, cientos de ciudadanos molestos porque les han cortado el suministro de 79 energía, teléfono o gas, se dirigen primero a los me- dios y sólo posteriormente a las oficinas de reclamos de las empresas proveedoras de esos servicios. Competencias típicas entr:._políticos y periodistas/ Cabe notar que debido a la existencia de un doble juego e competencias -la in ter y la el enfrentamiento entre el co-rijüilto ae conjunto de la clase politica es un fenómeno excep- cional. Hasta en los momentos de mayor tensión en- treambos -como sucediera hacia los años setenta con la expropiación de algunos canales de 1V en la Argentina o en el Perú-la estructura básica del con- flicto involucró a un partido o facción o · i fi- cia ista versus una alianza e facciones de la oposi- ción y de medios privados. - Dadas las características actuales de la industria cultural y los límites de laac-dón dentro de una democracia ampliada, el escenario más fre- cuente efe confrontación entre políticos- eriodis- tas se estructura de la siguiente manera: por un lai!.o, el pa rtido oficial apoyado los medios oficiales (si existen) y de manera débil por una periferia de medios; por el otro lado, el conj_lln- to de medios que adopta una actitud crítica, laxa- mente asociados con los pj!rtidos dULoP-QSición o efectivamente independientes. El meollo de este es- cenario es, pues, gobierno versus perlo ismo in e- pendiente; no una e-o entre el partido oficial y los partidos de la oposición. EnEStados Unidos el panorama es más comple- 80 jo: el grueso de los propietarios de medios -si hemos de creer en las observaciones de diversos historiado- res- es simpatizante del Partido Republicano, aun- que no faltan diarios o cadenas vinculadas con los demócratas, pero la adhesión de los medios al perio- dismo objetivo y de investigación es muy alta. Tam- bién es acentuada la tendencia de los periodistas a adoptar una actitud más "liberal" (en el sentido nor- teamericano del término) que la de sus empleadores e, inclusive, del grueso del público de los medios. El resultado es un escenario público por demás dificil para la clase política en su conjunto. En cambio, en Europa, donde los medios en ma- nos del sector público han tenido mayor peso, la di- fusión de la videopolítica es menor y los partidos optan más frecuentemente por definirse en térmi- nos ideológicos de derecha-izquierda, el escenario típico suele estar conformado por un núcleo de di- rigentes partidarios más estrechamente asociados a periodistas afines que confrontan periódicamente con otros de igual constitución. En el otro extremo de estas tipologías se encuen- tra el caso mexicano. Aún en la actualidad opera en ese país un núcleo sumamente poderoso de medios estrechamente vinculado con el Partido Revolucio- nario Institucional (PRI) que controla el espacio pú- blico, en tanto que los medios independientes y los partidos de la oposición juegan todavía un papel marginal. En este caso, el pluralismo en el quiosco como dentro de los medios -vía objetividad perio- dística-, así como el margen de maniobra dentro de la empresa de los productores de mensajes es suma- mente restringido. 81 Los anteriores esquemas de confrontación entre periodistas y políticos no son, obviamente, los úni· cos posibles. En todo momento, el sistema basado en las reglas de cooperación, competencia y colusión estará sujeto al realineamiento de sus integrantes, al ingreso o egreso de protagonistas del escenario polí- tico y a modificaciones de las estrategias coactivas o discursivas de aquéllos. Por ejemplo: el panorama político-mediático de la Argentina comprende un conflicto un tanto insólito: una empresa periodística que edita Ambito Financiero, diario con amplia cir· culación entre el empresariado local, ataca perma- nentemente al conglomerado multimedia de Clarin empleando argumentos que harían las delicias de los críticos de izquierda de la década del setenta. 1 La clase política argentina y la transicióJ democrática del año 1982 ) ---- En el caso argentino, hubo factores es ecificos que contribuyeron- a acelitiiiifel contraste entre ra acti· vidad púolica íiO afectada por la VicleOPolítica y el peñOclísiño y aqueila la deiQSi;;edios resulta innegable. En primer ugar, dicllas formas de miiiiejo aela in· formación política fueron sistemáticamente_!9'ri· midas por los sucesivos gobiemosñíi)!!ares ue pa· deció elp aís desde 1955. En todos los casos, no só· lo establ.;c¡eron un fégimen de censura al periodis· mo sino que también proscribieron o intervinieron a partidos, centrales sindicales e, incluso, organizado· nes empresariales. 82 En segundo término, la transición democrátic_a del año 1973 -<:uando se produjo el retorno de Pe- rón dé! exilio- fue provocada por el ascenso de un movlffilento ile masa;1'üeñemen eifil regnado por una ideología populista de que derive?_ en una situación políticamente ingobernable, de guerra civil apenas encubierta. En ese mo independiente era poco viable: los banaoS:en pugna no demandaban información sobre la marcha de lo contecimientos sino adhesione tanto ocurria con 1 'videoPolític : aun cuando el país disponía entonces e una co ertura televisiva y radialp rácticamente universal, la publi- cidad política cumplió un papel marginal en campa· rackm--corrlas actiVíclades de base y la organización de actos masivos. En cambio, la transición democrática de 1982 no \C debió a la multiplicas;j_ón esp'Oñláñeaoe la protes- ta social sino al derrumbe desde adentro del régi- meñiñih ar provocado por el fracaso militar de la Argentina en la Güefra de las Malvinas. El retomo a In democraCia fue, en real!aad, un regalo inesperado que los militares entregaron a los partidos políticos siquiera crear las condiciones para mantener un 111ínímo de continuidad con respecto al pasado, co· oll<> sucediera en Brasil, Chile o Uruguay. La transi- ' oón fue, en realidad, una retitada desordenada de lo< agentes del régimen anterior. - - 06v1amente, esa transición sorprendió a todas lol< asociaciones políticas en un estado de absoluta .!,•<organización; tal como era de esperar después ,¡,. un lustro de permanencia en la semiclandestini· dnd. Algunos de sus dirigentes más destacados ha· 83 bían colaborado con el régimen militar en tanto que muchos de los jóvenes, que en condiciones nor- males se hubieran hecho cargo de la restauración de los aparatos partidarios, se habían exiliado o perdie- ron su vida en campos de concentración. Además, la única ideología que en ese momento compartía la mayoría de los ciudadanos no aspiraba a mucho más (a nada menos, si se la evalúa a la luz de los pa- decimientos que provocara el terrorismo de Esta- do) que al restablecimiento de una democracia de civiles y a la erradicación de cualquier forma de vio- lencia política, incluyendo la revolucionaria. Los medios, por su parte no emergieron del pe- riodO< ictatorial en mejores condiciones en cuanto a popularidad. Todo5ellos -salvo contadísimas ex- cepciones- habían colaborado de forma pasiva, y a veces e manera a •va, en J.aOefensa •aeor6gíca de la represión. Su desprestigio alcanzó su ditTUlX cuan- do reprodujeron, sin efectuar crítica algul)!¡_espe- cialmente las emisoras estatales, los comunicados triuñfalístas durante la Guerra las Mal;¡;;-;.s (aunque esa actitud fuera también la elegida por la mayoría de los dirigentes partida- rios que se atemorizaron ante la posibilidad de que- dar aislados de una posible oleada de nacionalismo antiimperialista). No obstante, durante la apertura política pos- Malvinas, las empresas eriodísticas modarse con extraordinaria rap1 ez a nuevo con- texto político, denunciando los horrores de _pasado e, inclusive, crear una coordinadora (el CEMSI) cu a func,iÓn primordial sería presionar a los futu!:Q.§_gQ- para que adoptaran una legislación 84 decididamente privatista y se removieran una serie de obstáculos legales que dificultaban la creación de conglomerados multimedios. A partir de ese mo ñ o la com etencia entre dirigentes partidarios em resas Si bien la dictadura militar había reprimi- do de muclias maneras la modernización de las in- dustrias culturales vernáculas por temor a que éstas le resultaran incontrolables, así como había evitado cuidadosamente la transferencia de las emisoras es- tatales al sector privado, las firmas más importantes del sector habían conseguido retener sus audiencias e, inclusive, alcanzar un alto nivel de integración ho- rizontal y vertical. Los principales periódicos, por ejemplo, habían logrado que el sector público finan- ciara la construcción de la única planta productora de existente en el país y controla;. su pa<J.!!,ete accionario. Contaron también a su favor con el rechazo de la ciudadanía a cualquier proyec- to de limitación de la libertad de prensa que pudie- ra recordar -aunque sólo fuera superficialmente- al régimen de censura impuesto a los periodistas por las juntas militares. Por otro lado, los dirigentes políticos -que ni si- quiera disponían de los recursos minimos necesarios para cumplir con su tarea de buscar votos y adhesio- nes o para crear "canales" propios de comunicación- se encontraron de la noche a la mañana inmersos en la campaña preelectoral de 1982, es decir, compi- tiendo entre si antes de haber tenido tiempo de or- ganizar mínimamente sus estructuras partidarias. Salvo un número muy limitado de hombres, el grue- so de los aspirantes a cargos electivos eran indivi- 85 duos totalmente desconocidos para los vqtantes y, en consecuencia, ávidos de aparecer en la prensa. Tanto más cuanto los datos censales y de las encues- tas demostraban que una décima parte de todos los ciudadanos que concurrirían a las urnas en las elec- ciones programadas para poco tiempo después se- rían jóvenes que votaban por primera vez, ideológi- camente ajenos a las tradiciones partidarias de sus mayores. La podía ser de otra manera- la aceptación de las praCticas de la video- política y, en consecuencia, una suerte de rendtción incoridiCiOiíalde" la clase polític;a ante las empresas periodísticas en manos rivadas, aunque a menudo se 1a is azara con frases altisonantes acerca de la importancia que revestían el respeto a la libertad de prensa y el derecho a la comunicación de todos los sectores sociales. En algún momento de su mandato, el presidente Alfonsín -<:uyo inesperado triunfo electoral sobre el peronismo, después de haber realizado una campa- ña decididamente "a la norteamericana", contribuyó en mucho a consolidar el prestigio del marketing y el advertísing político- propuso la adopción de un ré· gimen más equilibrado de manejo del espacio co- municacional. Por un instante formuló proyectos inspirados en el modelo del Nuevo Orden Mundial de la Información y la Cultura (NOMIC) que habían elaborado pocos años antes los expertos de la UNES· co. Pero esas maniobras no provocaron mucho más que indiferencia entre sus propios seguidores y fue- ron olímpicamente ignoradas por los propietarios de medios o, a lo sumo, contestadas con un par de soli- 86 citadas. Algún tiempo después, las recurrentes crisis militares y el repunte de la inflación que jaquearon a ese gobierno terminarían obligándolo a abandonar cualquier iniciativa destinada a detener el deterioro del poder de los políticos a manos de los emisores periodísticos. El presidente siguiente, Carlos Menem, del pero- nismo, urgido por encontrar una salida a un proceso hiperínflacionarío que amenazaba con desquiciar totalmente a la economía del país -lo cual suponía reducir drásticamente el déficit fiscal y acelerar la privatización de las empresas públicas a fin de dis- poner de recursos para negociar con los acreedores c>ctemos- dio forma definitiva a la rendición de los políticos enajenando rápidamente diversas produc- toras y canales de TV que el sector público había he- redado de administraciones anteriores. Su medida más profunda al respecto fue derogar las restriccio- nes a la constitución de conglomerados de multime- dios incluidas en el famoso articulo 45 del decreto- k-y de Radiodifusión que sancionaran las juntas mi- litares años antes. Aunque el presidente Menem ha manifestado públicamente en algunas ocasiones su arrepentí· miento por dichas medidas, o su resentimiento con a la ingratitud de un periodismo que, a su juicio, no más que hostigar al gobierno, hasta el dio de la redacción de estas lineas no se registran sin- turnas que permitan siquiera sospechar que ese ba- de fuerzas puede revertirse. Por el contrarío, h>dos los intentos del gobierno de Menem de pre- •lnnar a los medios tuvieron efectos diametralmen· 11· opuestos a los buscados; es decir, contribuyeron a 87 robustecer la independencia de los periodistas ante los funcionarios y líderes partidarios. 88 4. ¿Por qué, además, la opinión pública? La pregunta por el poder relativo de medios y periodistas La competencia permanente de políticos y perio- distas allí donde ambas partes respeten las reglas de juego de la democracia ampliada desencadena- rá, inevitablemente, algunos interrogantes estre- chamente relacionados entre si: ¿Cuán poderosos son los medios vis a vis los políticos? ¿CUál de ellos g ~ e mayor credibilidad? ¿Existe, efectivamen- te, un "cuarto poder"? Si existe, ¿es cuarto o terce- ro? ¿Quién conduce, si alguien lo hace, a la opinión pública, los políticos o los medios? Un enfoque alternativo: considerar a la opinión pública Dado que tanto los políticos como los periodistas compiten por el favor del público, una forma de re- solver estos interrogantes es observar las conductas y expresiones verbales ("opiniones") de los ciuda- 89 danos. Esto supone incorporar el tema de la opi- nión pública. La principal dificultad que presenta este enfoque estriba en determinar de qué manera podemos enterarnos, con un mínimo de objetivi- dad, qué es lo que opina la ciudadanía y, en térmi- nos más amplios, a qué se llama opinión pública. De ninguna manera se pretende desarrollar aquí una teoría al respecto o examinar las condiciones históricas que hicieron posible que las opiniones del común de la gente pasaran a ser la prueba de- finitiva de la magnitud del poder de los notables. Sólo se afirma que, dada la existencia de diferen- cias de poder -de algunos que mandan y otros que obedecen- y la vigencia de un régimen de demo- cracia ampliada -todos votan y aceptan la regla de la mayoría-, una forma de evaluar la credibilidad de políticos y periodistas reside en trasladar ese in- terrogante a los ciudadanos. Si bien los políticos tanto como los periodistas realizan esfuerzos para monitorear el humor de la gente, sus opiniones al respecto no pueden conside- rarse decisivas. Siempre cabe la posibilidad de que estén sesgadas: los políticos deben atender priorita- riamente a las demandas de los integrantes de su partido o a los colegas de su profesión; los periodis- tas están obligados a preocuparse por las opiniones de sus competidores y del público que los sigue ha- bitualmente. Es sabido que tanto unos como otros sobreestiman su influencia, viven en un entorno .. hi- permediatizado" y suelen confundir a la opinión pú- blica con aquello que cada bando piensa del otro. Naturalmente, la incorporación de las opiniones de los ciudadanos obliga a considerar una serie de 90 problemas metodológicos adicionales que han veni- do siendo motivo de desvelo para varias generacio- nes de investigadores sociales. La opinión pública es un constructo, una categoría tan dificultosa de aco- tar como las clases sociales, el público o la integra- ción social. Una aproximación posible sería definir- la como la opinión de aquellos que, sin ser políticos ni periodistas profesionales, se atreven a tomar la palabra en público -ya sea en la calle, en una asam- blea organizada por una asociación civil o por invi- tación de un medio- para proponer alguna forma de organización de la sociedad. Por ejemplo, la activis- ta de un movimiento feminista que denuncia la dis- criminación laboral de las mujeres, el representante de una liga de consumidores que pide la sanción de una ley o lo> vecinos de un barrio que reclaman ma- yor protección policial. Sin embargo, muchas de esas manifestaciones corresponden a actividades or- ganizadas por minorías activas que, con frecuencia, están articuladas con los partidos políticos (y a veces con los medios, que las estimulan a crear aconteci- mientos políticos) o corresponden a "camarillas" de activistas que compiten por cargos en el seno de or- ganizaciones no gubernamentales. Otra alternativa -que se seguirá aquí- consiste, >íguiendo la tradición norteamericana, en tomar como indicador fundamental de los estados de la opinión pública a los resultados de las encuestas de opinión pública, de las mediciones de audien- cia y de los comicios. En este caso es importante ondicar explícitamente qué es lo que no supone dicho enfoque. En primer lugar, no implica que la opinión pública sea una simple suma de opiniones 91 individuales y mucho menos que cada una de esas opiniones sea el producto de un proceso mental al cual arriban los individuos con absoluta indepen- dencia de los demás. El hecho de que los investiga- dores sociales adhieran por lo general al individua- lismo metodológico no excluye la formulación de teorías acerca de colectivos: sólo supone que no se admitirán verificaciones tendientes a reificar a la "masa" o la atribuyéndoles efectos causa- les ajenos a actos o procesos mentales, no necesa- riamente conscientes, de los actores. Análogamen- te, el hecho de que la teoría de las clases sociales tenga como principal referente empírico agregados de datos sobre la educación y ocupación de los in- dividuos no quiere decir que ignore la naturaleza grupal de su objeto de estudio. En segundo lugar, tampoco se pretende afirmar que la opinión pública se agota en las encuestas o en los escrutinios electorales. Existen muchas otras ma- nifestaciones de ella -a veces ajenas a las decisiones de periodistas o políticos- que no son sometidas a votación y que rara vez son objeto de estudio de los "encuestólogos". Por ejemplo: los afiliados al régi- men privado de pensión pueden decidir postergar en un momento dado el pago de sus aportes sin que casi nadie advierta ese fenómeno (por lo menos, du- rante cierto lapso). Por último, tampoco se pretende que las encues- tas de opinión pública "hablen por sí mismas". Toda investigación de esa índole está basada en hipótesis del investigador, supone elegir preguntas con verba- lizaciones alternativas y métodos de procesamiento de "datos" cuantitativos o cualitativos, de tal manera 92 que sus resultados no existen más que dentro de un marco teórico y del contexto de una interpretación determinada. La opinión pública como proceso de generación de consensos Desde esta óptica, la opinión pública no es, paradó- jicamente, pública sino privada. Corresponde a una masa de intercambios comunicacionales que los in- dividuos realizan cotidianamente entre sí en ámbi- tos tales como su lugar de trabajo, las charlas de pa- dres en una fiesta escolar, encuentros casuales con vendedores de comercios o cenas familiares en tor- no a temas que los notables estimaron pertinentes y también de otros ajenos a las declaraciones de aqué- llos, es decir, elegidos espontáneamente por los in- terlocutores. Además, puesto que no es obligatorio tonfinarse al entorno rígido del behaviorismo, co- rresponderá a los procesos mentales de acopio de in- formación y toma de decisiones que realizan los in- dividuos en esferas de la vida cotidiana o en sus fu- K&ces ingresos al escenario político como electores o de partidos políticos o movimientos M>Ciales. La opinión pública es un diálogo de ciudadanos < on otros ciudadanos o consigo mismos. Más que < omo un repertorio de ideologías, valores o repre- •rntaciones fijas se propone imaginarla como un tra- bajo de generación de consensos. Las encuestas de npinión no son sino un medio -por otra parte bas- t•nte torpe- para acceder a esos diálogos que arran- 93 11 ca del supuesto de que, así como el sujeto puede conversar con sus pares o consigo mismo sobre te- mas de interés colectivo, también puede hacerlo con un encuestador. El aspecto más relevante de los sondeos de opi- nión pública es que, aunque con limitaciones, per- miten acceder a la agenda "de la gente" con indepen- dencia de la agenda de los políticos y de los medios, un tema que tiene especial importancia para los in- vestigadores sociales debido a que no todos los cam bios trascendentales de una comunidad se efectúan por intermedio de un debate público. No sólo las minorías activas pueden modificar el mundo en que vivimos; también pueden llevar a cabo esa tarea las "mayorías silenciosas". Para explicar esto de manera más intuitiva per- mítaseme presentar un caso puntual. Hacia 1995 se realizó una encuesta entre mujeres de 18 años más, residentes en el área metropolitana de la ciu- dad de Buenos Aires, acerca de un tema de interés público: la posible incorporación de un articulo er la nueva Constitución Nacional destinado a blo- quear todo proyecto de despenalización del abor- to. El tema había aparecido súbitamente en los me- dios debido a declaraciones del presidente Menem cediendo ante presiones de la jerarquía de la Igle- sia Católica. Los resultados de ese sondeo mostr2 ron un fuerte rechazo de las encuestadas a la legis- lación actual que reprime el aborto, una demanda generalizada de que se imparta educación sexual en las escuelas -las primarias inclusive- y por TV abierta, y el reclamo de un servicio sanitario qur pueda proveer de los medios y conocimientos nt 94 • •·sarios para que las parejas planifiquen sus activi- dades reproductivas. Ahora bien, dado que las prácticas anticoncepti- vus y el aborto habían sido durante décadas un tema tuhú, tanto para los medios como para los dirigentes políticos, que la enseñanza en los colegios primarios V secundarios sobre sexo normalmente no suele ir mils allá de alguna referencia al aparato reproductor .¡,. la rana y que nunca antes se había siquiera deba- tido qué hacer al respecto, resulta razonable aceptar que las "señoras" entrevistadas habían ido elaboran- o lo un cuerpo bien articulado de nuevas normas al directamente opuestas a las respetadas por l• sociedad argentina de principios de siglo. A mi jui- ' In, se trata de una clara demostración de que los • ludadanos son capaces de generar consensos ex- lo upolíticos, es decir, a espaldas de los funcionarios y ,¡,. los periodistas. El ejemplo anterior corresponde, obviamer¡te, a 1111 caso limite; normalmente es raro encontrar algún h·ma de interés colectivo no expLotado por los me- ollns o por los dirigentes políticos. Lo más frecuente •' que el investigador de opinión pública deba abor- ol•r problemas complejos debido a que los ciudada- "' " se exponen casi siempre a más de un medio y •" u han a más de un dirigente. En tales circunstan- ' resulta imposible hablar de "los medios" y "los pnllticos" dando por sentado que conforman dos to- t•lldades a las cuales cabe calificar en bloque. Aun en el caso de que se demostrara que todos ¡, " políticos dicen "N.', todos los medios dicen "B" y '1'"' la mayoría d.e los que se asoman al espacio pú- lolh o están totalmente de acuerdo con una de esas 95 dos opiniones, no será factible resolver de manera clara si la ciudadanía fue liderada por uno de ellos o si el bando que goza de mayor aceptación fue senci- llamente el más hábil en el momento de percibir las demandas de la masa. La tesis de la autonomía -ne- cesariamente parcial- del receptor es, pues, a la vez, un postulado y un principio heurístico: de ninguna manera el resultado de una generalización empírica que puede darse por probada de una vez y para siempre. Como siempre sucede en las ciencias socia- les, los problemas de interés teórico son del tipo del huevo y la gallina; es decir, tan dificultosos como ineludibles. Concedida la validez de este punto de partida -el lector no está obligado a ello- todo lo que la inves- tigación empírica puede aportamos es una visión del espacio público como un proceso de permanente convergencia y divergencia entre políticos, periodis- tas y ciudadanos que se fusionan y dividen entre sí en tomo a temas de interés colectivo. Éste es el aporte de Dominique Wolton al tema de la credibi- lidad de periodistas y políticos: ésta es considerada como el producto de un sistema de coaliciones y an- tagonismos que permite dos combinaciones básicas: la alianza del público con los políticos en contra de los medios o la alianza del público con los periodis- tas en contra de los políticos.l Sin lugar a dudas, en la Argentina de hoy rige la segunda de esas alterna- tivas; es decir, la alianza medios-ciudadanía en con- tra de la clase política. 3 Dominique Wolton, ob. cit. 96 La mediación de los medios Actualmente, un lugar común del discurso académi- co es afirmar que "todos estarnos mediados por los medios", o sea, que la mayor parte o todo lo que sa- bemos y experimentamos, inclusive acerca de nues- tros deseos, aspiraciones, valores y emociones, está mediatizado por la comunicación masiva. La gene- ralización anterior es obviamente válida, pero co- rresponde al género de las afirmaciones inocuas. Pa- ra probarlo bastará con sustituir en la frase anterior el término "los medios" por cualquier otra categoría de alto nivel de las cienciaS sociales. Por ejemplo ¿quién se atrevería a negar que "estamos mediados por la cultura", " ... por el lenguaje", " ... por el merca- do" o " ... por la tecnología"? Una tesis de esa indole sólo tiene significado si es posible hacer referencia a sujetos no mediados por los medios, ajenos a toda forma de comunicación masiva y demostrar qué diferencia existe entre, por ejemplo, sus procesos cognitivos y los nuestros. Pero ese experimento resultará necesariamente un fiasco; aunque tales individuos existan -tal vez en lo más profundo de la selva amazónica- las diferencias entre ellos y nosotros no residirán exclusivamente ~ el contacto con los medios sino en una innume- rable variedad de áreas culturales: posesión de es- c. ritura, conocimientos astronómicos, religión, valo- res morales, etcétera. Como consecuencia de ello resultará imposible despejar cuáles son las modifi- ' aciones en los procesos cognitivos que, de manera rspecífica, introdujeron los medios. Es decir, su "teoría" de la mediación es indeterminada: supone 97 que "algo" modificó la mediación mediática pero no puede indicamos qué es ese algo. Opinión pública y "mundo de la vida" Frente a esa concepción de las relaciones entre ciu- dadanos y la comunicación social existe otra, ajena al supuesto de la pasividad del receptor, cuyo ori- gen puede remontarse a la obra de Alfred Schutz; es decir, a sus reflexiones sobre el "mundo de la vi- da" o de la construcción social de la realidad 4 Des- de esta teoría de los fenómenos sociales el mundo de los medios no es sino uno de los muchos ámbi- tos en los cuales se los actores sociales. Cada uno de esos ámbitos ha sido construido ínter· subjetivamente, de modo que le corresponden re· glas de interpretación y de repertorio de señales es pecíficas que los individuos tomarán en considera ción para adoptar, dentro de ellos, decisiones nor mativas o estratégicas. El trabajo, la relación sexual las vinculaciones familiares, son entornos, en lm cuales circula el sujeto, que no pueden calificars< como representaciones de segunda mano, elabora· das por emisores distantes. Los investigadores de opinión han probado que muy pocas personas entienden, ni siquiera de mane· ra aproximada, cómo se mide el índice de desem· pleo y que rara vez el ciudadano se toma el trabajo de echar una mirada a los suplementos económicos ' Alfred Schutz y Thomas Luckmann, Las estructuras del munda de la vida, Buenos Aires, 1977. de los diarios. Pero la mayoría de ellos, cuando se les pide que justifiquen sus opiniones acerca de la co-· yuntura, hacen referencia a una multitud de indicios a los cuales tienen acceso directo: comentarios de fa- miliares o vecinos sin empleo, número de vendedo- res ambulantes en la calle, tamaños de las colas de los aspirantes a un cargo, sus propias experiencias la- borales o la difusión de los actos delictivos en su lu- gar de residencia. En síntesis: no todo el mundo que se vive es ''de segunda mano", si bien la frontera en· tre lo experimentado y lo mostrado por periodistas y dirigentes políticos es muy dificil de trazar. Dada la multiplicidad de las esferas en las cua- les se mueve el actor social, éste asume la tarea, por definición no rutinaria, de resolver el pasaje de una a la otra y, aunque sólo sea de manera preca- ria, de armonizarlas en una representación de sí mismo, es decir, de restaurar cotidianamente su Identidad. Si fracasa en esa tarea es probable que ni ;!quiera logre levantarse por las mañanas para ir a \robajar y deje librada a su familia a la caridad pú- blica, según han testimoniado los estudios sobre lrnbitantes de barrios marginales. Afortunadamen- lt·, para la elaboración de esas síntesis, la experien- ' lo inmediata, la del mundo que "está a la mano" y el saber de sentido común que ella supone, son prioritarias para el actor. Desde este territorio, el npectador --<:uya condición de tal ya supone un sa- t,.·r implícito de las reglas inherentes a cada géne- ro de comunicación- evaluará tanto lo que dicen 1 políticos como los periodistas, elegirá entre di- vr•rsos versiones de los notables y realizará su pro- plu diagnóstico acerca de cómo marchan las cosas. 99 Dicho de otra manera: el receptor enfrentará al emisor como si fuera otro actor social al cual pue- de contesiarle con "sí" o con "no", según las cir- cunstancias. La prioridad de la experiencia inmediata tiene una consecuencia fundamental: las representacio- nes de los medios suelen ser -salvo en el caso de trastornos sociológicos graves- consideradas como tales; es decir, como re-presentaciones de objetos externos a los medios. Por ese motivo pueden ser tomadas como válidas por el receptor después de un examen crítico y servirle de punto de partida para cadenas de razonamientos y decisiones, pero, a la vez, provocarán su deseo de estar allí donde estuvo el emisor, de ver con sus propios ojos qué sucede en las calles de Nueva York o en una reu- nión de gabinete. El receptor es, en cierto sentido, realista y empirista: todo lo que está en el intelec- to debe darse a los sentidos, todo lo que se dio en la pantalla debe ser experimentado "en vivo y en directo". Ello explica no sólo algunos aspectos estructu- rales de la actividad periodística sino también del género "periodismo" y de los subgéneros que éste íntegra. Uno de los rasgos más característicos de esa actividad -que apareció tempranamente con el desarrollo de la prensa masiva- fue su tendencia a relatar los acontecimientos como si el observador estuviera en el momento y el lugar mismo en el cual ocurren. El uso de recursos especialmente di- rigidos a provocar la ilusión de realidad tales co- mo, por ejemplo, la incorporación a un panel de televisión de dirigentes de distintos partidos poli- 100 ti os con el fin deliberado de que se suscite una fuerte discusión ante las cámaras, también mues- tra a las claras que la función de los medios es sa- tisfacer esa necesidad de ver por sí mismos. ¿Por qué, o para qué, el receptor quiere ver por ol mismo? Sencillamente, para sacar sus propias • onclusiones al respecto, para formular un juicio • rltico que a posteriori pueda servirle de punto de ¡111rtida para adoptar decisiones, algunas de ellas re- lrrcntes a actos tales como votar o no a un candi- .lllto y otras que apuntan a generalizaciones acerca .le· su entorno, tales como "los jueces son corrup- llls". La actividad crítica hacia la sociedad y sus in- lrMrantes no es una prerrogativa de un grupo de no- t•hles o de intelectuales sino una habilidad prima- ' lu más o menos desarrollada en los individuos, tan- '" omo la orientación espontánea de todos los ac- hucs sociales a "tomar nota" de lo que hacen o di- ' o•n los demás. La actitud crítica del receptor implica también o¡oot• él preferirá a los periodistas críticos, es decir, los '1"'' muestren lo oculto, se cuelen por los recintos onrjor custodiados, presenten los documentos más " 1 retos, fotografíen a los notables en los momentos onAs dramáticos o más ridículos, reproduzcan los /,ofi\'US y furcias de los oradores, las contradicciones rootoe ellos o de un notable con respecto a sí mismo. 1 11 fln: se inclinarán por todo aquello que permita al oo • t·ptor acceder a "la realidad". En este sentido, el nooyor recurso del periodismo es la curiosidad y la olr.t'onfíanza de los ciudadanos. JO] Poder político y manejo de la información Si lo antes dicho es válido, el desarrollo del perio- dismo de investigación no podrá explicarse como una nueva forma de represión de la ciudadanía. Por el contrario, su auge corresponde a una corriente profunda de la dinámica de un régimen político que, a través de elecciones periódicas, otorga a la ciudadanía la última palabra y, en consecuencia, es- timula en aquélla una creciente demanda de noti- cias. El meollo de todo esto es, pues, la estrecha asociación existente entre el manejo de la informa- ción sobre los acontecimientos colectivos y el po- der político. Como ya se dijera, tanto los periodistas como los políticos viven de y para el manejo de la palabra y, en consecuencia, compiten entre sí por el reconoci- miento de los espectadores, a pesar de que ninguna de esas partes pueda sustituir a la otra. Ambas están autorizadas a pronunciar discursos en la plaza públi- ca, pero sólo los dirigentes políticos tienen derecho a producir hechos y dictar normas respaldadas por el poder del Estado que afectarán compulsivamente al conjunto de la ciudadanía. En tanto el régimen democrático siga mereciendo el nombre de tal, las únicas personas legítimamente autorizadas para in- crementar o disminuir los impuestos, declarar la guerra, modificar el código penal o civil, serán los políticos. Ahora bien, como el monopolio de las iniciativas políticas genera automáticamente el cuasimonopo- lio de la información, la fórmula anterior podría reescribirse diciendo que los políticos están para 102 transmitir una porción de información -la versión oficial- y para ocultar la otra -el secreto de Estado- en tanto que los periodistas están para revelar-aque- llo que los políticos escamotean. La porción "en negro" a develar no sólo consiste t•n secretos militares; también puede comprender una masa de intercambios que son internos de la tlase política: desde rumores de alianzas hasta in- fldencias sobre estrategias futuras. Como bien se •abe, debido a que los organismos gubernamenta- lt•s son los encargados de prestar servicios tales co- rno la organización financiera o comercial del país (llaneo Central), el cobro de impuestos o la salud pública, ellos son también los mayores producto- rrs de datos acerca del estado de la sociedad. En olguna época, incluso, fueron los mejor provistos rn materia de infraestructura para la comunica- ' Ión persona a persona -redes de teléfonos, redes IH>liciales, microondas, comunicaciones satelitales, ·te.- es decir, para la transmisión de información 'ulta. Además, dicha porción "en negro" está siempre " ompañada por amplias áreas "grises" que corres- )" r11nden a documentos formalmente públicos cuyo vO- 'Knificado, para los intereses colectivos, queda nor- nulrnente oscurecido por el uso de una jerga buro- rAlica no sólo destinada a que los expedientes sean •rt•cisos desde el punto de vista legal sino también a VI lar que el lector no entrenado, ajeno a la burocra- ln, sepa de qué se está hablando. Las leyes que re- •ulnn el manejo de recursos públicos y de los regla- rwntos internos de las agencias gubernamentales h·ncn efectos de sentido paradójicos: si bien contri- 103 huyen a que los papeles cuenten qué sucedió con tal o cual decisión, por el otro lado dificultan enterarse de qué sucedió. Basta con echar una mirada superfi- cial a un pliego de una licitación pública para pro· bar esa tesis. · A menudo las presiones por una mayor eficacia de los organismos gubernamentales, en especial por la rápida adopción de decisiones y la disminu- ción de los costos de gestión, contribuye a dismi· nuir la transparencia. Por ejemplo: en el actual ré· gimen parlamentario es obligatorio que los proyec- tos de ley no lleguen al recinto sin haber sido antes discutidos en comisión; en la práctica, esto quiere decir que la verdadera discusión acerca de la mayo· ría de los proyectos de ley ocurren en audiencias cerradas y no en las sesiones de Cámaras. Un pro· yecto que beneficie al conjunto de los diputados -<omo un incremento de las dietas- puede ser, en consecuencia, aprobado en el recinto sin debate, de manera que sólo un observador muy entrenado ad- vertirá sus consecuencias para el bolsillo de los contribuyentes. El monopolio de la información reservada tiene para los políticos una importancia que va más allá de la evitación de que el público descubra colusio· nes, negociados, maniobras o "secretos de Estado". En política, es normal que el acceso temprano a los planes de una agencia gubernamental por par· te de otros notables, o de los ciudadanos, conspire contra su cumplimiento al provocar medidas pre- ventivas por parte de los observadores. Un ejem plo de ello son las devaluaciones: si esa medidn fuera anunciada con anticipación, todo el mundn 104 rorrería al banco más cercano para cambiar sus pesos por alguna moneda extranjera. Nada puede •cr más rentable que la lectura del diario de maña· na; por lo menos para aquellos que tienen recursos para utilizar en su provecho los datos sobre la fu. tura cotización de los valores de la Bolsa. En la ac- • Ión política, la administración de los tie- nr un papel decisivo En síntesis: el ritmo afiebrado del periodismo •• tual no tiene su origen, o no lo tiene exclusiva- m•·nte, en una idealización de la velocidad propia la cultura occidental o en el planeamiento deli· de la obsolescencia de los productos cultu· rolrs llevado a cabo por grandes empresas interesa- ,¡., en incrementar sus ventas. Se corresponde con 1 ritmo inherente al conjunto de la estructura so- •lol y con la capacidad de los bandos involucrados n 1 ualquier conflicto para acumular recursos y nntragolpear al oponente. Como consecuencia de lln, la competencia por la posesión de informa- IOn estratégica es, pues, permanente. Cuando en le ••tualidad se habla de una economía basada "en le lutdigencia" se supone que se quiere comunicar ¡ur ··1 talento, la creatividad de directivos y traba- l ¡,,.,.s de una empresa son hoy, para la empresa, n 11tlvo aun más importante para decidir su ere· lnrh' nto de largo plazo que el tamaño de sus plan- 1 n de sus reservas monetarias. Pero también al u- • la inteligencia en el sentido militar del térmi· rl que está implícito en la frase "servicios de in· har·lltia". 105 1 1 Complejidad social y demanda de información El hecho de que en una sociedad se produzca una gran cantidad de acontecimientos, que ellos pue- dan afectar a un número elevado de personas y que sus integrantes estén motivados para atender- los y reclamar ser informados a l a brevedad posi- ble, no es algo que pueda explicarse satisfactoria- mente en términos psicológicos. Tampoco lo es que las noticias destacadas expiren a las pocas ho- ras de haber sido publicadas. Dependerá de la complejidad y del nivel de desarrollo económico del sistema social. Según testimonian las crónicas de los monasterios, en la Edad Media pasaban po- cas cosas que merecieran ser registradas y la mayor parte de ellas -como las hambrunas o las razzias de normandos, tártaros o mongoles- resultaban di- fíciles de mejorar, o de empeorar, aun en el caso de poder enterarse de su ocurrencia con antelación. En cambio, en la actualidad, los recursos disponi- bles y las facilidades existentes para su moviliza- ción son de tal índole que los expertos de las Na- ciones Unidas consideran que una precondición para disminuir los costos humanos que ellos pue- den provocar es la existencia de medios decididos a ignorar las presiones de los funcionarios públi- cos, siempre dispuestos a ocultarlas pretextando que es necesario evitar el pánico. Ahora bien, como advirtiera Niklas Luhmann el incremento de la complejidad no sólo dará lug;r a un incremento paralelo del acervo de conocimien- to de los actores: también generará en ellos una mayor perspicacia para descubrir las discrepancias 106 c·ntre los hechos y las normas, entre las promesas clr las autoridades y las realizaciones e, incluso, una Inerte tendencia a imaginar mundos mejores y, por rnde, a una mayor insatisfacción con la vida coti- clluna que acada uno le tocó en suerteS Nada más eh· moda que el descontento, que el "malestar de la ' ultura". Puede darse por sentado, además, que la deman- clli de información de parte de los ciudadanos crece- ' A indefinidamente. Sabemos que la interpretación clr una señal supone el conocimiento de un código: • un niño que ignore que un día está dividido en 24 l•rsos idénticos denominados horas, el reloj "no le dirá nada". Pero una vez aprendidos los rudimentos clrl código, los actores sociales irán realizando por si mbmos las tareas de acumulación de saberes, su de- puración periódica y su generalización, y la cons- '' ucción de códigos adicionales, más sofisticados o més prácticos, lo cual dará lugar a nuevas búsquedas clc• información. Ese proceso de incremento del consumo de in- formación estará acompañado por un progresivo dt·splazamiento de la demanda hacia mensajes de ~ j o r calidad, es decir, más difíciles de obtener, mlls vinculados con el funcionamiento sistémico clt·l entorno (menos anecdóticos), estratégicamente mlls pertinentes y más actualizados. Una ventaja oclicional de los códigos de alto nivel es que el uso clt• alguno de ellos facilita, al aprendiz de manipu- lndor simbólico, el conocimiento de otros códigos, clt• la misma manera que la familiaridad con el ál- 5 Niklas Luhmann, Poder, México DF, 1995. 107 gebra facilita el aprendizaje de un lenguaje de com- putación, y viceversa. Sin embargo, esa dinámica de crecimiento indefi- nido de la demanda de conocimientos dependerá también, en el largo plazo, de motivaciones de los actores que, a su vez, estarán asociadas a factores macrosociales. El aprendizaje de un código requiere esfuerzos a veces ingentes por parte del sujeto y que se satisfagan ciertas condiciones de la interacción de ést e con los demás que pueden no cumplirse. Una economía estancada durante décadas, como sucedie- ra en la Argentina en diversos períodos de este siglo, un mercado laboral que no premie al talento y al sa- ber o una sobreoferta de graduados pueden desalen- tar a los ciudadanos a asumir esas tareas. La construcción de un contrapoder ciudadano Las anteriores descripciones de la vinculación entre ciudadanos y notables han puest o hast a ahora el acent o en la importancia estratégica que tiene para los primeros la competencia entre los integrantes de la elite política como una manera de acceder al conocimiento de la información, sobre cuya base puedan decidir, por ejemplo, a quién votarán. Pero también cabe adoptar otro enfoque complementa- río del anterior: desde la estrategia de pode!) o con- trapoder, de los ciudadanos. Ese enfoque es, en cier- ta medida, novedoso, debido a que normalmente se presupone que los participantes ocasionales de los escenarios políticos carecen de una política propia. Vale decir que, aunque dotados de preferencias, se 108 limitarán a vetar o a aprobar propuestas elaboradas por terceros. Esa descripción -que es empíricamente válida pa- ra un nivel de análisis de baja abstracción- no se ha- ce cargo de que toda relación de poder supone que los políticos inducen u obligan a otros individuos a realizar actos que consideran a menudo desagrada- bles, tales como pagar impuestos. Luego, es razona- ble que los ciudadanos adopten estrategias destina- das a limitar el poder de los notables; sobre todo de los políticos. Los votantes, por ejemplo, elegirán procurando que sus decisiones contribuyan a la construcción de un poder compensatorio del poder; es decir, de un contrapoder. En el caso de operar en un mercado electoral en el cual exista un partido hegemónico, una amplia porción de ellos dejará de lado sus pre- ferencias personales y se guiará por la regla de "no ti- rar el voto" para que resulte electo el partido de la oposición que haya recibido más sufragios en una elección anterior. En cambio, allí donde no exista un partido hegemónico, la estrategia del contrapoder se hasará en aprovechar la diversidad de la oferta elec- toral para elegir de acuerdo con sus preferencias, por lo menos en tanto y en cuanto la dispersión de los votos no genere un sistema parlamentario excesiva- mente inestable. Esas estrategias de contrapoder confieren al fun- donamíento de una democracia competitiva una di- mensión a menudo ignorada por los investigadores de opinión pública, que simplifican al modelo de votante representándolo como un comprador de su- permercado que elige de la góndola el producto que 109 La ruptura del modelo "lazarsfeldiano" Debemos a Paul M. Lazarsfeld y a sus colaboradores un modelo de las decisiones de los votantes y de la influencia de los medios sobre aquéllos, que todavía hoy continúa determinando las interpretaciones de los analistas políticos. Tiene su origen en las investi- gaciones realizadas por esos autores en Estados Uni- dos hacia 1944 y cuyos resultados fueron sintetiza- dos en El pueblo elige, probablemente el texto sobre dinámica de la opinión pública más leído de todos los tiempos. 6 El paradigma de Lazarsfeld se basa en postular que las decisiones de los votantes están en general motivadas por adhesiones relativamente duraderas que pueden ser explicadas, a su vez, en función de características socioculturales tales como la raza, el nivel educacional o la confesión religiosa. Como la distribución de la población según dichas categorías es relativamente estable, también resultarán estacio- narias las relaciones de fuerza electoral de los distin- tos partidos. Si bien los procesos migratorios pueden cambiar la composición de la población o la educa- ción pública puede incrementar la proporción de personas con educación primaria, esas mutaciones demandan normalmente extensos períodos de tiem- po. Tanto más cuanto las categorías socioculturales suelen transmitirse de generación en generación ya sea por vía genética -como la raza- o de causalidad social, como sucede con las jerarquías educacionales 6 P. F. Lazarsfeld, B. Berelson y H. Gaudet, El pueblo elige, Buenos Aires, 1962. 112 debido a que los padres suelen criar hijos con nive- les de escolaridad similares a los suyos. Ese esquema -que suele denominarse como "vo- to de clivaje"- no abre juicio, más allá de hacer refe- rencia a la existencia de lealtades partidarias, acerca de los procesos internos de los electores. Es decir, no nos dice si las personas de raza negra votan más a menudo a los demócratas debido a que este partido tiene un programa más "liberal" en materia de dere- ' hos civiles, porque propone que en toda repartí- ' Ión pública se emplee un mínimo de individuos de rsa raza o en virtud de una tradición que tuvo su nrigen durante la guerra civil del Norte contra el Sur. Dichas cuestiones quedan abiertas a otras inves- tigaciones psicológicas, históricas o basadas en cual- l)uier otra disciplina de las ciencias sociales. De cualquier manera, aunque dichos autores no •un explícitos respecto de los motivos de las prefe- l<'ncias, es indudable que tuvieron en mente que uhcdecen a ~ históricos de constitución de l.s identidades partiCiarias y agregación óe intereses d,• larga duración; es decir, que son relativamente in- munes a factores coyunturales tales como el desem- prño de un gobierno demócrata en materia de em- pleo, inflación o asistencia social. El modelo del voto de clivaje da a lugar, obvia- mente, a una teoría de los efectos de los medios en los decisiones de los ciudadanos que no puede si- nn asignarles una reducida eficacia. Cualesquiera arnn los comentarios o noticias que los diarios, la rodio o la televisión publiquen acerca de los líde- r<> del Partido Demócrata resultará sumamente Improbable que logren inducir a un individuo de 113 raza negra o a un católico a votar por los republi- canos de la misma manera que será difícil que di- suadan a un blanco protestante a optar por el Par- tido Demócrata. Sólo aquellos individuos, necesa- riamente poco numerosos, cuyo status sea incon- gruente, como los blancos de confesión católica, podrán ser afectados por los medios debido a que están sometidos a determinismos causales de dife- rente signo y, por ende, se hallarán en una posi- ción, por así decirlo, socialmente "incómoda". En otras palabras: no sólo las elecciones del sufragio sino también la influencia de los medios masivos estarán condicionadas por la ubicación de cada su- jeto dentro del sistema social; de allí que dicha teoría sea también denominada como "de los efec- tos limitados" de los medios. Lazarsfeld y otros sociólogos eminentes de la es- cuela norteamericana de la comunicación incorpo- raron a ese esquema otros mecanismos reforzadores de la estabilidad de las lealtades partidarias que son, por supuesto, también inhibidores del poder persua- sorio de los medios. Uno de ellos es que, aunque puede sospecharse que un medio de alcance nacio- nal de una orientación determinada -por ejemplo, demócrata- contribuye a la constitución de un elec- torado cautivo para ese partido, también se dan pro- cesos inversos; es decir, que personas de mentalidad demócrata por herencia social, opten normalmente por exponerse a los medios que coincidan con esa orientación partidaria en tanto que los republicanos elijan sustraerse a él. Otro de dichos mecanismos es la existencia de líderes de opinión, individuos normalmente mejor 114 mformados y más involucrados en actividades po- líticas, cuyas interpretaciones de los escenarios pú- blicos -y recomendaciones más o menos explici- tas- tienen mayor peso persuasorio que la de los medios masivos. Cuando dichos líderes de opinión son demócratas (republicanos), que básicamente exponen a medios demócratas (republicanos) y 'u ya área de influencia está conformada por ciuda- danos menos interesados que ellos en la actividad política pero que son también simpatizantes del Partido Demócrata (Republicano)?-el esquema es- tabilizador se cerrará sobre sí mismo condenando a los medios a la modesta función de refuerzo del 1tatu quo. En cierta medida, la vida política argentina poste- rior al año 1945 y hasta 1983, que estuviera marca- do por el antagonismo "peronistas versus antipero- encaja dentro del modelo de Lazarsfeld. Los JWronistas -ante todo- diferían claramente de los •ntiperonistas en términos de ocupación, urbaniza- ' 11\n y nivel educacional. Aunque sin llegar a las exa- JI••raciones de algunos autores que llegaron a imagi- nur que a los primeros correspondía un universo de urso totalmente diferente del de los segundos -a la manera de una oposición entre cultura nacional y popular y cultura de elites-, era evidente la existen- ' '" de un dualismo en este terreno. También se cumplía en este caso la propiedad de Inmunidad de las lealtades con respecto a los me- •hos: durante varias décadas el electorado peronista r h11ió una y otra vez a los candidatos de ese parti- •lo, a menudo designados verticalmente por Perón, 11111 a sabiendas de que su triunfo derivaría necesa- 115 riamente en un golpe militar y que los medios es- taban decididamente en su contra. Se requirió más de medio siglo de cambios sociales acumulativos -y de conflictos políticos que a menudo llevaron al país al borde del desastre- para que este complejo lazarsfeldiano, permanentemente alimentado por los resentimientos mutuos, se diluyera. En realidad, sólo a través de dichos desastres -como el que tu- viera lugar cuando una amplia porción de la juven- tud de la clase media más educada se volcó hacia el peronismo bajo la influencia del marxismo tercer- mundista, rompiendo asi las fronteras de clase en- tre uno y otro bando- ese "juego imposible", como lo denominara O'Donnell, fue sustituido por otro menos dispendioso en términos de sufrimientos humanos. ¿En qué medida sigue siendo válido el modelo la- zarsfeldiano, no sólo en la Argentina sino en general? Si volvemos la mirada a su patria de origen -Estados Unidos-la información registrada prueba, en térmi- nos generales, que los resultados de los procesos electorales dependen cada vez más estrechamente de las evaluaciones de los ciudadanos acerca de la gestión económica del partido oficial y que ellas, a su vez, están estrechamente relacionadas con la evo- lución de indicadores macroeconómicos tales como el índice de precios, la tasa de desempleo o las ren- tas disponibles. Otro tanto estaría sucediendo en va- rios de los países europeos, especialmente en Ingla- terra y Francia. El voto -que sin duda alguna es la manifestación más crítica de la voluntad política de los ciudada- nos en un régimen democrático ampliado y rutini- 116 zado- se desprende gradualmente de su dinámica de clivaje, basada en lealtades de fuerte constitu- ción, en un voto de coyuntura económica y, en términos más amplios;eñ\iñVoto volátil:-Ello Süj)oñe;-en lugar, la exiStencia de electores que llevan a cabo ante cada comicio un trabajo interno, tanto de reflexión como de aco- pio de información acerca de su entorno más siste- mático y, si se quiere, menos El votan- te se aleJa del modelo del hincha de un club de fút- bol para aproximarse apostador de _carreras de caballos, siempre atento a las performances de monturas y jinetes así como a las decisiones de los demás jugadores. Naturalmente, ese desplazamien- to -como cualquier otro proceso de racionaliza- ción instrumental de las relaciones sociales- supo- ne pagar un precio que para muchos resultará ex- ,·esivo: el "desencantamiento" de la política, como diría Max Weber. Esa metamorfosis de los vínculos entre los ciu- dadanos y los partidos y movimientos políticos -que no sólo supone un cambio de ideología del aujeto, sino una diferente actitud hacia sus propias ideas que suele describirse, a menudo de manera despectiva, como('pragmatismo'0. puede ser consi- derado como un avance del-individualismo. Tal in- ttrpretación -especialmente- cara a los posmoder- nos- es en cierto sentido correcta: al producirse el deterioro de las identidades colectivas el sujeto se r ncuentra en una situación de "sobrecarga" de sus funciones de decisión, obligado una y otra vez a ele- alr por sí mismo y muchas veces estimulado a dife- renciarse de los demás. El hecho mismo de que de- 117 ha seleccionar candidatos en función de la coyun- tura buscando la producción de ciertos resultados específicos -sean ellos la disminución del desem· pleo o la eliminación del servicio militar obligatorio-, lo hace más vulnerable a la decepción y, por ende, a la anomia. Pero la reducción de ese individualismo a un bur- do egoísmo personal ajeno a toda forma de solidari· dad con los demás, supuestamente inherente al mo· demo capitalismo salvaje o a la estrecha racionali- dad microeconómica de los modelos de la public choice, es abusiva. El voto de coyuntura económica no sólo desplaza al voto de clivaje sino también al "voto de bolsillo". Los estudios al respecto muestran que el votante de los países avanzados no sólo toma en consideración la evolución de sus ingresos persa· nales sino también el nivel de bienestar de sus con· géneres. Podrá ser más o menos miope con respecto al resto de la sociedad, pero no es ciego. La teoría de la fragmentación del espacio públi- co olvida que los cálculos de intereses individuales y colectivos que presiden las decisiones de los ciu- dadanos son también una fuente de consensos: a me- nudo, de consensos sorprendentemente súbitos. Al fin y al cabo, la solidaridad puede pasar al centro del escenario público en contra de intereses faccio· sos no sólo por una decisión ética sino también por temor. Si hacia la década del treinta la clase alta norteamericana decidió aceptar el New Deal, esto no se debió a una reforma moral, mucho menos a un profundo conocimiento de la obra de Keynes, sino al miedo que le inspiraba el avance del comumsmo y a que, a partir de cierto punto, la especulación fi. 118 nanciera, acompañada por la recesión, dejó de ser un negocio. La tendencia hacia el voto volátil coloca a a fa- randulización de la clase olí ti ca ha· o una luz dife- rrnte. Desoe esta óptica, la videopolítica -<:on toaa •u carga de personalismos y su fobia a las declara- ' Iones de principios- no sería sino una forma de adaptación de los políticos profesionales a un e • tumo integrado por gye son observadores <lt• más que tomadores de programas. Ello explica por qué las imágenes de los líderes po- ltticos son a la vez más personales y menos carismá- ticas; por qué su lucha por el prestigio es más en- ' a m izada y su estima pública menor/ Los estudios Jr largo plazo sobre popularidad de los sucesivos t>rcsidentes norteamericanos demuestran que el lapso necesario para que pierdan determinada tasa <Ir popularidad -<:iudadanos que opinan favorable- mente acerca de su gestión- es progresivamente rnds corto. Como el lector seguramente ya habrá adivinado, rl periodismo de investigación, con su permanente prrocupación por la información actualizada com· t••rando discursos con procesos macrosociales, enea- l• daramente dentro del cuadro del voto volátil. De IKual manera, el pluralismo dentro del medio o en el •tulosco es la respuesta adecuada de cualquier emi· our que no pueda dar por sentado que los compra- ,lnrcs de sus servicios informativos permanecerán olrndo fieles a determinado partido o ideología. El l >ragmatismo, la flexibilidad y el cortoplacismo son tAhitos 119 Funcionamiento institucional y poder compensatorio de los ciudadanos En páginas anteriores -al tratar las relaciones cruza- das entre periodistas y políticos- se hizo referencia a la estrecha vinculación existente entre conflicto intrapartidario, o intragubernamental, y el desarro- llo del periodismo de investigación. Ese nexo reside en que los conflictos entre dirigentes o funcionarios son a menudo una fuente de "pistas" acerca de po- sibles acuerdos secretos entre notables que sirven como disparador de las indagaciones de los hom- bres de prensa. Resta ahora completar en este capí- tulo ese tema mostrando que, en general, el funcio- namiento desviado o deficiente de cualquier insti- tución pública -e, inclusive, de instituciones priva- das de gran magnitud, como conglomerados empre- sarios- no sólo genera la materia prima informativa para el periodismo de investigación sino también lectores ávidos por consumir los productos finales de esa actividad. Ello es algo inherente a la lógica del proceso de construcción del poder compensato- rio de la ciudadanía. En teoría, una institución pública - por ejemplo, un ministerio de obras públicas- puede ser total- mente ineficiente y, a la vez, administrativamente impecable. Pero la estupidez de un funcionario -que, por ejemplo, derrocha los recursos públicos en la construcción de plantas industriales que pro- ducen bienes a precios absurdamente altos o que nadie demandará- no es algo infrecuente, y puede 120 resultar más gravosa para los contribuyentes que la corrupción. Lo que no vale es la regla inversa, es de- cir, que una agencia gubernamental pueda ser co- rrupta y a la vez eficiente debido a que, por defini- ción, la corrupción consiste en desviar bienes públi- cos a bolsillos privados, gastar el dinero de muchos en beneficio de unos pocos. Tal vez suceda que un funcionario tentado por un suculento soborno deci- da construir un camino o represa allí donde es ne- cesario, pero el costo de esa obra pública para el ciudadano será obligatoriamente más alto de lo que corresponde. Además, en la práctica, suele suceder que los proyectos cuya realización va acompañada por "coimas" o "mordidas" son superfluos; de lo con- trario, resultarian aprobados sobre la base de razo- nes técnicas. Corrupción e ineficiencia institucional son fe- nómenos que se retroalimentan: no sólo provoca- rán que una agencia pública sustituya la satisfac- ción de los fines a los que debe legítimamente abo- carse por otros ilegítimos, sino también la progre- siva erosión de las relaciones de poder formales en el interior de la organización y su reemplazo por una masa de vínculos clandestinos, inconfesables. Cuando un organismo público es afectado por esos males -que, tarde o temprano, suelen ser percibi- dos por la ciudadanía-las decisiones de los funcio- narios son consideradas a priori como sospechosas y se produce una .demanda de información acerca de sus actividades que el periodismo no tardará en satisfacer. Estos procesos son a menudo acelerados por las disputas internas dentro de la clase o la elite poli- 121 tica. La construcción de un puente al cual no con- duce ningún camino -como sucediera alguna vez en una provincia argentina manejada por una ver- dadera "cementocracia"- no sólo despertará las iras de la oposición, también provocará represalias por parte de alguna empresa constructora que perdió la respectiva licitación. Cuanto más complejo es un mercado, mayores serán las probabilidades de que alguien dotado de "algún poder" resulte perju- dicado por una conjura y se lance a promover un escándalo. Luego, resulta razonable que la ciudadanía en su conjunto -los contribuyentes y consumidores inte- resados en obtener bienes públicos o privados de máxima calidad al menor precio posible- considere a cualquier "escándalo" como un indicio de que al- guien puede estar perjudicándola y, por ende, como un issue acerca del cual corresponde estar mejor in- formada. En general: lo peor que podría suceder es que no se produzcan escisiones en la cúspide; por eso, como suele decirse en los ambientes periodísti- cos (aunque ello no sea del todo válido), "no existe noticia buena". La construcción del poder compensatorio, como ya se vio, no es sinónimo de sustitución de los no- tables por los ciudadanos. Los individuos comunes no pueden prescindir de los políticos y, en general, de la elite política. La participación regular en el escenario público sólo es posible entre rentistas, como diría Max Weber, o entre personas dotadas de una fuerte vocación; normalmente suele ser mi- noritaria porque supone riesgos cuya asunción está vedada a quienes deben dedicar la mayor parte de 122 su tiempo a ganar un salario y cuidar de la familia. A esto se debe que, allí donde la participación re- gular resulta imprescindible para evitar el deterio- ro de los niveles de vida -como sucede en el mer- cado de trabajo debido a la asimetría existente en- tre el comprador y el vendedor de ese recurso- el control sea confiado a "relevos" tales como dirigen- tes sindicales. En otras palabras: si el ciudadano es un tomador de resultados, necesariamente depen- derá de profesionales de la política dispuestos a producirlos. El vínculo entre el ciudadano y el político puede, por ende, encuadrarse dentro del esquema princi- pal-agente ideado por los economistas para referirse a relaciones tales como las que existen entre un aportante a una empresa de jubilaciones privadas y la comisión directiva de ella. Normalmente, al aho- rrista le resultará conveniente destinar una parte de sus recursos -aunque ello suponga una disminución de su futura pensión- para informarse acerca de qué están haciendo con su dinero aquellos en los cuales "ha confiado" para que se lo administren, es decir, contratar a alguien que mire por él. Tanto desde la óptica de la economia como de la psicología cognitiva, el uso de agentes dedicados al monitoreo de los agentes ejecutivos (los periodistas) es racional. Entre dejar que los asuntos públicos queden librados al arbitrio de los políticos o asumir personalmente la pesada tarea de involucrarse direc- tamente en ellos, la mejor opción es echar una mi- rada al diario y la pantalla de 1V y preocuparse de manera discontinua por lo que sucede cuando se produce un conflicto o un escándalo. 123 Esa estrategia de seguimiento de los conflictos puede generar beneficios primarios, reales o puestos, para el individuo: por ejemplo, el pequeno industrial que se enteró de la disputa -mencionada en páginas anteriores- entre el gobernador de la provincia de Buenos Aires y los voceros de las fi- nanzas, puede decidir votar por el peronismo en las próximas elecciones parlamentarias a fin de asegu- rarse de que no se privatice el banco provincial Y acceder así a créditos más. baratos. Pero también da- rá lugar a beneficios secundarios, colectivos y difu- sos: es probable que la amenaza del escándalo di- suada a los notables de considerarse impunes Y con- tenga sus apetitos. Todo el análisis anterior -deliberadamente for- mulado en términos de acción estratégica- presenta limitaciones de peso acerca de las cuales es necesa- rio hacer alguna referencia. En primer lugar, el es- cándalo y la denuncia no sólo tienen una función de monitoreo; también dan lugar a oportunidades para que los ciudadanos ratifiquen sus valores morales y, por así decirlo, pongan en claro (y en público) 0 nuevas adhesiones a determinadas. normas colecti- vas. La adhesión espontánea de muchos ciudadanos al movimiento de protesta por el asesinato del fotó- grafo Luis Cabezas ha demostrado que, P?r lo menos para amplios sectores de la clase med1a, el periodismo de investigación es, más allá de sus be- neficios primarios o secundarios, algo que vale en sí mismo, como la justicia. En segundo lugar, es probable que el seguimien- to de los acontecimientos públicos satisfaga necesi- dades psicológicas profundas, tales como el resenti- 124 miento y la envidia que, aunque normalmente con- sideradas como pasiones negativas, no dejan de ser en cierto sentido "sociotrópicas". La opacidad de la sociedad civil para los políticos y para los ciudadanos Una última observación para cerrar este capítulo: to- do el desarrollo anterior giró en tomo de la curiosi- dad de los ciudadanos por las maniobras de los no- tables, especialmente de los políticos. Aunque implí- cito en la estrategia de construcción del poder com- pensatorio, conviene aclarar que éste también pue- de llevarse a cabo -y a menudo así ha sucedido- a través del escamoteo sistemático de información de los ciudadanos con respecto a las autoridades. Dentro de esa categoria pueden incluirse diversas tácticas que, en las sociedades con algún grado de desarrollo, van desde la resistencia a tramitar docu- mentos de identidad hasta la evasión de impuestos. Muchas de ellas corresponden a la categoría de ac- tos que aunque pueden ser tipificados como delitos no pueden ser reprimidos cuando adquieren carác- ter de masivos. Los trabajos históricos sobre la emer- gencia de los estados nacionales testimonian que la existencia de una institución p..,lítica capaz de mo- nopolizar los medios de coacción requirió varios si- glos de disputas en torno al acopioxle la información y la creación de dispositivos compulsivos de registro de las actividades de los súbditos. Naturalmente, esa opacidad de la sociedad civil para los políticos puede extenderse a las relaciones 125 entre ciudadanos. En todos los casos, allí donde un sujeto persiga satisfacer objetivos estratégicos estará involucrada, de una manera u otra, la competencia con los demás por la posesión del conocimiento. El manejo de la cuenta de ahorros por parte de un ma- rido es, quiérase o no, una fuente importante de po- der sobre su mujer. 126 Epílogo: El telón de fondo Efectos de /¡;¡ globalización de /¡;¡ economía Este libro debería terminar con un capítulo acerca de las relaciones existentes entre la difusión del pe- riodismo de investigación y las características actua- les del sistema capitalista. De hecho, esa problemá- tica ha sido el telón de fondo sobre el cual se pro- yectaron los esquemas desplegados en páginas ante- riores. Sin embargo, ese capítulo no ha sido redacta- do debido a que implicaría incursionar en un terri- torio apenas explorado por el autor y cuya descrip- ción, aun superficial, demandaría la edición de un volumen aun más extenso que el que ahora tiene el lector en sus manos. De todas maneras, es posible indicar algunas vías de acceso a ese continente que pueden ser emplea- das para elaborar una futura teoría al respecto. El primer paso sería contrastar las características del desarrollo capitalista mundial durante el período de posguerra -<ligamos entre 1945 y 1975- y el perío- do posterior, desde la crisis del petróleo hasta la ac- tualidad. El primero de esos ciclos económicos -<ienomi- nado ahora como la "edad de oro"- se caracterizó por 127 elevadas tasas de crecimiento, inflación moderada, altos niveles de empleo, salarios crecientes y dismi- nución de la pobreza. Correspondió a un momen- to de auge que no sólo benefició al Primer Mun- do sino también a los países del Este y del Tercer Mundo, aunque con grandes disparidades en cuanto a la magnitud de sus efectos sobre el bienestar de la población. Para América Latina, los logros más notables con- sistieron en la súbita industrialización de México y Brasil y, en términos más generales, en la mejoría del nivel de vida de sus habitantes, que se manifestó en aumentos de la esperanza de vida, mayor acceso a la educación, a servicios sanitarios básicos y al seguro social. Aunque ese proceso no siempre logró reducir las fuertes desigualdades en materia de distribución del ingreso existentes en la región, resulta indudable que durante tres décadas todos los estratos mejora- ron en alguna medida su situación económica con respecto al pasado. En cambio, el capitalismo actual nos muestra un rostro mucho menos benigno: en casi todo el plane- ta el ritmo de crecimiento es mucho menor y más irregular, la desocupación se incrementa y los sala- rios >on más bajos, la distribución de la riqueza es más in equitativa y la pobreza crece. Si bien el pano- rama es ahora menos 1 úgubre que el registrado ha- cia los años ochenta, pocos economistas se atreve- rían hoy a pronosticar un periodo de acelerado cre- cimiento económico corno el de posguerra. A ese cuadro de estancamiento e incertidumbre debe agregarse que la economía mundial ha experi- mentado un verdadero salto en cuanto a los niveles 128 de integración de los mercados nacionales de bie- nes, valores y tecnología: la globalización. Una con- secuencia fundamental de esa implosión de las vin- culaciones económicas ha sido un fuerte aumento de las presiones competitivas, que ahora impone lí- mites estrictos a los márgenes de maniobra de los funcionarios para adoptar políticas destinadas a pa- liar los efectos del desempleo y del incremento de la pobreza. Asimismo, la globalización ha erosionado la ca- pacidad de las autoridades de los estados nacionales para controlar las coyunturas económicas mediante medidas financieras o de promoción. No sólo se en- cuentra en crisis el Estado de Bienestar -no tanto debido al recorte de los gastos sociales como a con- secuencias de sus dificultades para satisfacer las de- mandas generadas por el estancamiento- sino tam- bién el Estado Regulador neokeynesiano, basado en la adopción de medidas estabilizadoras. El segundo paso de dicha expedición consistiría en mostrar de qué manera esos procesos económi- cos se asocian a mutaciones políticas que muestran a las claras que muchas de las instituciones, tanto políticas corno económicas, generadas a lo largo del presente siglo, son ahora inviables. A ese ítem co- rresponde desde el estallido del socialismo real en la ex URSS y Europa del Este, el fin de la guerra fria y la progresiva sustitución de los regímenes autorita- rios en América Latina por democracias más o me- nos afianzadas, hasta la creciente incapacidad de los gobiernos para regular las finanzas de un país. 129 ·En qué condiciones pueden los políticos ' ignorar a los medios? La tercera y última avenida teórica consist_e_ en pre- guntarse en qué circunstancias la clase pohttca pue- de pemútirse prescindir de los medtos y, en espeetal. ignorar los hostigamientos de que. objeto parte del periodismo de investigacton. En un regt- men democrático, en el cual queda vedado apelar al recurso de la censura, y en una sociedad en la cual los medios han logrado librarse del mecenazgo de fun- cionarios y dirigentes partidarios, la única manera de arribar a una alianza entre politicos y ciudadanos m- mune a las opiniones del periodismo es, sencillamen- te, "gobernar bien". . Pero, ¿qué es gobernar bien' A que se sabe a partir de los estudios de optmon supone no sólo administrar los recursos pubhcos con un máximo de honestidad y efictencta, smo también controlar el ciclo económico para crear empleo, evitar oleadas inflacionarias, atenuar desi- gualdades sociales y erradicar la pobreza. Es dectr, mucho de lo que ahora parece estar fuera del alcan- ce de la clase política. Estamos experimentando los efectos de una cre- ciente contradicción entre un sistema de representa- ción política estrictamente nacional y un mundo movido por procesos transnacionales que plantea problemas -como la contaminación ambtental o el exceso de especulación financiera- que no resolverse dentro del marco del Estado-nacwn. Dt- cha contradicción demanda la creación de mstttu- ciones, liderazgos y formas de cooperación (y de 130 competencia) política en una escala superior. Nues- tra propia percepción del escenario político -en ca- lidad de ciudadanos comunes- está todavía tan es- trechamente asociada a la cultura nacional que nos resulta imposible imaginar instituciones regionales como algo diferente de una junta de burócratas con- gregados para administrar el ajuste. En ese contexto, resulta natural que el periodismo de investigación invada los territorios de la clase po- lítica. Quien no logra controlar una situación inesta- ble ni encontrar solución a los problemas elementa- les de la gente es justo que pase a desempeñar un pa- pel menor en la jerarquía del poder y sea sometido a periódicos arqueos de caja. El que no cumple con su tarea es sospechoso de corrupción; el que no obede- ce los mandatos es sospechoso de usurpación. De tal manera, estimo, podrian contestarse algu- nas de las preguntas formuladas en páginas anterio- res acerca de la manifiesta incapacidad de la clase po- lítica para neutralizar al periodismo de investigación Y evitar los conflictos internos que sirven de dispara- dor de ese género de comunicación. Una última reflexión: acerca de la ausencia de utopías Algunos colegas atribuyen el retroceso de la políti- ca frente a los medios a la incapacidad de la actual clase política de generar nuevas utopías capaces de conmover a la masa. El enfoque adoptado en este ensayo supone rechazar esa tesis, no porque este- mos viviendo en el mejor de los mundos posibles, 131 sino porque las utopías son a menudo incompati- bles con la democraetad. d tro ángulo considero . b • S m em argo, . 6 1 s problemas que plan- que hallar alguna solu¡c'. na o ·o· n de este país a la d ¡ 0 y a mtegrac1 tean el esemp e d. 1 simultáneamente, pre- nueva dinámica mun de por si un progra- servar la co o bastante como para que ma por demás utoptco .. L bre de la nostal- ¡· · as y tmta en nom ahorremos agnm 1 . or ahora, afortunada- gia de los grandes re atos, P mente, olvidados. Reconocimiento de deudas y limitaciones intelectuales bviedad· el presente ensayo acerca Ante todo, una o . . d"stas políticos y duda- de las relaciones entre peno 1 ' determinado roo- danos fue pensado y escnto en un d la historia de la Argentma. mento e ue e1 momento Lo importante, en este dejará correspondi.ó del periodismo una marca m e e l . ato del fotógrafo Jo- . Me refiero a asesm 1 argentmo. 1 . . en el mejor esti o ma- sé Luis de la policía de la fioso, una b A" . nvolucrada en el robo provincia de de drogas y la pros- de autos y vtvten as,l e l de algún grupo de . ·en do os p anes d titución, stgUl b bl te logrará escapar e poderosos que, pro a emen ' la Justicia. de ese hombre de prensa logró La el país no sólo por la manera partteu- mover a ' 132 larmente brutal en que fuera asesinado, sino tam- bién por trabajar en un medio que a menudo había hostigado a los dirigentes partidarios, por haber ocurrido en un año electoral y, de alguna manera, por coincidir con un período en el cual una amplia porción de la ciudadanía mostró su hartazgo por los costos del ajuste y la recesión económica. Las mani- festaciones de protesta y dolor por la "desaparición" de Cabezas han sido, por un lado, una consagración del periodismo de investigación como valor moral y, por otro, una demostración de que dicho perio- dismo representa una forma de participación políti- ca de la cual los argentinos no están dispuestos a prescindir. En cuanto al contenido de este libro, debo decir que muchos de sus capítulos son una continuación de una serie de artículos que publicara hace una dé- cada. 7 Sin embargo, visto retrospectivamente, esos trabajos me parecen ahora mal orquestados debido a que el análisis de los procesos económicos y polí- ticos no fueron adecuadamente vinculados a los fe- nómenos comunicacionales sino apenas yuxtapues- tos. Espero haber logrado, en esta ocasión, un esque- ma más coherente, más unitario. A mi parecer, la elaboración de un ensayo tiene mucho en común con el arte de la reposteria: el sabor de una torta de- pende más de la habilidad del cocinero para amalga- mar sus ingredientes que de la calidad de cada uno de ellos. Ninguna decoración logrará disimular la au- sencia de esa propiedad. 7 Heriberto Muraro, Invasión cultural, economía y comuni· cación, Buenos Aires, 1987. 133 La mencionada búsqueda de coherencia exigió el sacrificio de enfoques alternativos de los procesos comunicacionales. La mutilación más grave consis- tió en reducir las interacciones simbólicas a una so- la de sus dimensiones: la correspondiente al inter- cambio de información fáctica con fmes estratégi- cos. Esto supuso ignorar todo aquello que Rimé denominara "componentes dinámico-vectona- les de la comunicación" y, en cierto modo, efectuar un abordaje basado exclusivamente en términos de psicologia cognitiva, aprendizaje de códigos e mter- pretación de señales.S . . . No obstante no me arrepiento en lo mas m•mmo de haber incurrldo en el pecado de reduccionismo. Estoy convencido de que me ha ayudado a evitar un vicio ahora característico de los estudiOs comumca- cionales. Me refiero al hábito de elegir un fenómeno mediático puntual-a veces unas pocas canciones de un conjunto de rock, un programa de TV de éxito en un momento determinado- a partir del cual se bus- ca ratificar (más que poner a prueba) alguna teoría tomada en préstamo de algún autor de nota. Al respecto, opino que la amplitud de la oferta de los medios de comunicación ahora existente, es de- cir la cantidad de "cosas" diferentes que pueden en- en un quiosco o con sólo mover el dial de un receptor de radio o de TV, es tan grande que en todos los casos resultará factible encontrar una "prueba" adecuada para cualquier hipótesis, con la condición de que ella sea lo bastante nebulosa. Una 8 Bamard Rimé, Lenguaje y comunicación. En Serge Moscovici, Psicología social, tomo 11, Buenos Aires, 1986. 134 consecuencia directa de la adopción de ese método casuístico -a menudo disfrazado verbalmente como una búsqueda de la singularidad- es que muchas de las afirmaciones genéricas del tipo "la TV es tal 0 cual cosa" son abusivas. Por supuesto, seria absurdo negar la validez de los esfuerzos de los investigadores por "reconstruir" las tendencias profundas de la cultura contemporá- nea _o de culturas anteriores a partir de la interpre- tacwn de sus expresiones simbólicas, ya sean ellas obras de arte, discursos políticos, canciones popu- lares _o video-clips. Pero esa tarea requiere de una amphtud de miras y de una capacidad para descon- fiar de las impresiones personales que podemos elaborar sobre los mensajes masivos en calidad de receptores que, a menudo, están ausentes en los ambientes académicos. Tanto más cuanto muchos autores consideran que una teoría critica debe ser necesariamente, una crítica de costumbres o manifestación de rechazo intransigente de un mun- do que experimentan, por así decirlo, como "abso- lutamente feo". Tal como señalara Habermas en su Teoria de la acción comunicativa es posible identifi- car fundamentos racionales para los juicios acerca de la realidad exterior, de la rectitud normativa e, mclus•ve, de las expresiones de sinceridad perso- nal, pero no para las referidas a cuestiones de gus- to o estéticas9 Volviendo al contenido de este ensayo: el enfo- que adoptado trae aparejado otro inconveniente 9 Jurgen Habermas, Teoría de la acción comunicativa tomo 1, Buenos Aires, 1987. ' 135 aun más grave que, confieso, no pude salvar. La re- ducción de los intercambios de mensajes a true- ques de información, es decir, de proposiciones acerca del "mundo" social -que, aunque producto de una construcción intersubjetiva no es, por ello, menos exterior- confiere al texto un aspecto de- cididamente "positivista", especialmente allí don- de se incursiona en temas económicos o en el sis- tema político. Solamente puedo aducir en mi des- cargo que, si bien intenté hacer ciencia positiva (en la acepción que Hegel diera a ese término), considero imposible confinar a los procesos, cuya principal dimensión es la simbólica, dentro de los límites de lo que corrientemente se entiende por positivismo. Unas últimas palabras acerca de las deudas inte- lectuales del autor que, como suele suceder, no siem- pre se reflejan en las pocas citas bibliográficas inclui- das en este texto. En primer lugar, las consideracio- nes acerca de la actividad crítica del ciudadano del capítulo 4 -que suponen una ruptura con respecto a la teoría neomarxista de la manipulación- corres- ponden al pensamiento de Alfred Schutz y, en parti- cular, a su libro sobre las estructuras del mundo de la vida. 10 El capítulo 3, sobre los escenarios políticos, está inspirado en la obra de Jon Elster en todo lo referi- do al carácter precario de la colaboración entre ac- tores sociales. 11 En cambio, muchas de las especula- ciones vertidas en estas páginas a propósito de las re- 10 Alfred Schutz y Thomas Luckmann, oh. cit. 11 Jon Elster, Tuercas y tomillos, Barcelona, 1993. 136 laciones competitivas . son tributarías de N'kly cLouhoperatívas entre notables 1 as mann 12 De los autores locales · · es para Osear Landi L h mayor reconocimiento provocan el "d · d a lpótesis de que los medios tra . . eseo e ver por sí mismo" me fue varios años en una rante un festival d . portamJento del público du- no recuerde. e eme que, probablemente, él ya Por último, este libro fue escrito or .. go. Siempre estaré en deuda con los p¡· .un en especial, con Max mJ e urkheim, Talcott Pa , . ' Paul Lazarsfeld yWalter Li chos autores deb ¡ . · pnmero de dr- o a COnVJCCtOn de q . plresarha una protagonista de El planeta';;,; ;:gun e ser umano es un eh. s stmws, cir "no" (y p d 1 Jmpancé que aprendió a de- parezca ver a decirlo cuantas veces le Buenos Aires, 21 de abril de 1997 12 Niklas Luhmann, ob. cit. 137 Índice l. De la videopolítica al periodismo de investigación . . . .. . . . . . . . . . . . . • . .. . . 11 Distinción entre el periodismo de investigación y la videopolitica . . . . . . . . . . . . . 11 Los políticos y la popularidad . . . . . . . . . . . . . . 13 El estilo del periodismo de investigación . . . . . . 15 Contradicción y convergencia entre videopolitica y periodismo de investigación . . . . 17 Supuestos "efectos" de la videopolitica . . . . . . . . 18 El encarecimiento de las campañas preelectorales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • • . . . . 21 Las "buenas" y "viejas" maneras de hacer política . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . 22 Supuestos "efectos" de la videopolitica sobre la conducta de los ciudadanos . . . . . • . . . 24 Ausencia de teorías sobre los efectos del periodismo de investigación . . . . . . . . . . . . 27 ¿Es el periodismo de investigación una fuerza democratizadora? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 2. Transfonnaciones de la industria cultural 31 Precondiciones para la existencia del periodismo de investigación . . . . . . . . • . . . 31 139
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