Geopolitica y Postmodernismo

March 23, 2018 | Author: stirnerz | Category: Western World, Ethnicity, Race & Gender, Racism, Knowledge, Nation


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NUEVA SOCIEDAD NRO.144, JULIO- AGOSTO 1996, PP.23-31 Geopolítica y posmodernismo David Slater David Slater: Profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de Loughborough, Inglaterra. Los debates sobre la posmodernidad todavía poseen una fuerte orientación occidental. Problemas, actores y eperiencias se ci!en a los n"cleos de los países centrales y se revisten implícitamente de una lógica auto#inclusiva. $sto convive con una escasa conciencia de las particularidades propias de %ccidente proyectando una matri& autónoma, para 'ue otros mundos la consuman. (in embargo, en gran parte debido al impacto de los tetos poscoloniales, se produce una desestabili&ación de los modos de pensar euro#americanistas, de una manera hasta ahora ausente en los temarios críticos. $n este conteto, es importante precisar la relevancia de la geopolítica del poder y el conocimiento, y preguntarse hasta 'u) punto el giro posmoderno ha implicado una ruptura con cursos de interpretación antiguos y ecluyentes. $n el campo de la investigación geogr*fica crítica, los debates sobre la posmoder# nidad conservan todavía una fuerte orientación occidental. $sto no es eclusivo de la geografía+ en otros lugares se ha se!alado 'ue muchas discusiones sobre lo posmoderno presentan rasgos de una ,conversación occidental- habitual. .emas, agentes y pr*cticas del conocimiento se circunscriben a los centros vitales de $uro# /m)rica y se revisten implícitamente de una viabilidad auto#inclusiva. /l mismo tiempo, es notoria una escasa conciencia sobre las particularidades propias de %ccidente, proyectando al eterior una matri& de conocimiento autónoma, para 'ue otros mundos la consuman. $n tal sentido, utili&o el t)rmino ,geopolítica- para denotar una cierta espacialidad del poder 'ue traspasa y transgrede las fronteras internacionales. /sí como una de las orientaciones del pensamiento posmoderno nos invita a dar la bienvenida a la disolución de las grietas centro#periferia y las divisiones 0orte#(ur, podríamos imaginarnos 'ue los nuevos debates teóricos en %ccidente son menos propensos a seguir una agenda implícitamente auto#abarcativa, de lo 'ue fue tradicionalmente en tiempos pasados. $n los tiempos globali&ados del presente es posible observar una des#territoriali&ación del conocimiento gracias al r*pido flu1o de ideas, conceptos e información a trav)s del ciberespacio. $n forma similar, partiendo del supuesto de 'ue la posmodernidad insin"a un reconocimiento europeo de 'ue en t)rminos culturales $uropa ya no es el centro dominante e NUEVA SOCIEDAD NRO.144, JULIO- AGOSTO 1996, PP. 23-31 indiscutible del mundo 23oung, p. 456, podríamos sentirnos estimulados a defender la opinión de 'ue la sensibilidad posmoderna anuncia sino el final, al menos el comien&o del fin del euro#centrismo. 7iertamente, si respaldamos la idea de 'ue el posmodernismo invoca la plura# lidad, la diferencia, la heterogeneidad y la hibridación, entonces podríamos esperar una simbiosis emergente entre los modos de interpretación poscolonial y posmo# derno. Podríamos envalentonarnos y anticipar el eclipse de las contetuali&aciones euroc)ntrica o euro#americanista de la teoría política y cultural. Los agentes del conocimiento de1ar*n de residir "nica o predominantemente dentro de los centros imperiales de %ccidente+ habr* una imbricación y entrela&amiento de conocimien# tos y de diferentes agendas y eperiencias teóricas+ a lo largo de la divisoria 0orte# (ur surgir* una serie de di*logos y conversaciones mutuamente enri'uecedoras con impacto creciente. (in embargo, aun'ue no 'uiero negar la eistencia de estas tendencias, el vira1e posmodernista no implica necesariamente el fín del etnocentrismo occidental+ eiste una serie de asuntos relacionados con la geopolí# tica del poder y el conocimiento 'ue re'uieren un an*lisis y una discusión eten# sos. $n los estudios culturales contempor*neos, puede percibirse un creciente inter)s en la idea de la constitución de un interior y un eterior+ esto se relaciona claramente con el impacto de la literatura poscolonial. Grossberg 2p. 896, en su eploración del conservadorismo popular y de la cultura posmoderna, sugiere 'ue los estudios culturales brit*nicos se han distinguido por una limitada polisemia, por una gama restringida de voces. :*s significativamente, al igual 'ue en la obra de ;aymond <illiams, con frecuencia ha sucedido 'ue se tome la cultura nacional como construida enteramente dentro de la nación. $l resultado ha sido una ten# dencia a de1ar de percibir 'ue lo ,nacional#popular- se produce en el campo de las relaciones internacionales, a trav)s del cual ha habido esfuer&os continuos por incautar, repeler y controlar otras pr*cticas y poblaciones diversas. Para Grossberg los encuentros coloniales e imperiales son por lo tanto crucialmente constitutivos de lo nacional#popular, y deben corresponder a la esencia de los estudios cultura# les, sea en Gran =reta!a o, llegado el caso, en cual'uier otra sociedad del Primer :undo. $n esos t)rminos se puede mencionar a $$UU, en el sentido de 'ue tambi)n allí ha habido una tendencia orientada a anali&ar la cultura americana como aislada del imperio. .al como lo epresó >aplan, se de1aron a los estudios culturales ,a solas con /m)rica-, y adem*s, en algunas de las obras referidas al poscolonialismo se tendió a pasar por alto los posibles significados y el impacto de la política imperial. $n el conteto de $$UU ?podemos hablar de una cultura post#imperialista, al igual 'ue de una política post#colonial@ NUEVA SOCIEDAD NRO.144, JULIO- AGOSTO 1996, PP. 23-31 (i concentramos nuestro inter)s en el neo ,interiorAeterior-, es posible distinguir dos tipos de discusión. $n primer lugar, podemos plantear la cuestión de la relación entre el pensamiento posmoderno tal como se ha desarrollado dentro de %ccidente y el an*lisis de los encuentros imperiales y coloniales. ?Basta 'u) grado se representan e interrogan tales encuentros dentro de las configuraciones tetuales de las narrativas posmodernas, y cómo ubicaríamos la ausencia de esas se!ales de ruptura@ $n segundo lugar, en el conteto de la geopolítica del conocimientoC ?la sensibilidad posmoderna entra!a una ampliación de los agentes del conocimiento y del campo de an*lisis@+ ?otros temas y agendas de mundos no occidentales encuentran su camino dentro de estos nuevos marcos de interpretación, ostensiblemente m*s subversivos y heterog)neos@+ ?es 'ue la interrupción posmoderna despla&ó esa panacea tradicionalmente generali&ada, seg"n la cual todavía nos parece una parado1a considerar una idea, especialmente del conocimiento teórico, 'ue no sea, a fin de cuentas, de origen occidental@ $n su an*lisis de las teorías feministas y las intervenciones posmodernas, GreDai y >aplan 2p. 56 subrayan la importancia de desarrollar nuevas críticas del eurocentrismoC ,resulta imposible anali&ar la posmodernidad sin comprender la geopolítica-. $n una serie de ideas afines sobre el ,trance de la cultura-, el antropólogo crítico 7lifford 2pp. E#F6 destaca tambi)n la importancia de las cuestiones geopolíticas. Por e1emplo, 7lifford sostiene 'ue en cual'uier desafío a las narrativas occidentales dominantes se torna inevitable la mirada política sobre la historia en tanto convergencia. Las relaciones entre %ccidente y el ,no#%ccidente- y los orígenes del poder occidental sobre otras sociedades no occidentales tienen 'ue verse como elementos formativos en la construcción de las identidades y las tendencias políticas. Gameson, como notorio eponente de las ideas posmodernas, desarrolla un argumento similar, 'ue atiende m*s a la geopolítica en el conteto del cine, la est)tica y el poder. /llí se presenta una "til diferenciación entre el Primer y .ercer :undo+ se afirma 'ue las ideas y sue!os del primero sobre el tercero no pueden tener nada en com"n con lo 'ue el .ercer :undo precisa saber sobre el Primero+ el ser subalterno incluye la posibilidad del conocimiento, mientras la dominación implica olvido y represión 2p. 4556. /'uí tenemos la idea de 'ue la cultura imperial engendra amnesia geopolítica+ 'ue en las ciudadelas del imperio eiste una visión esencialista de las tierras coloni&adas 'ue borra la con'uista y reprime la historia de dominación. $n sentido inverso, debido a 'ue son subalternos, se instiga a los pueblos del .ercer :undo a ad'uirir conocimientos sobre el Primer :undo+ no se les permite el lu1o de poder so!ar u olvidar las implicaciones diarias de su condición geopolítica. /un'ue esta percepción es valiosa, es necesario buscar una representación m*s mati&ada de esos dos mundos contrapuestos. NUEVA SOCIEDAD NRO.144, JULIO- AGOSTO 1996, PP. 23-31 $n otro pasa1e relacionado con el tema, Gameson escribe 'ue el propio t)rmino .ercer :undo tiende a hacerse embara&oso en una )poca en 'ue las ,realidades de la economía parecieran suplantar las posibilidades de lucha colectiva-... ,las instituciones corporativas globales 'ue llamamos capitalismo tardío parecen haber disuelto la acción y la política humanas- 2p. 4HE6. /'uí tenemos la idea de 'ue mientras el .ercer :undo sufre la opresión del Primero, el poder de la economía, una referencia implícita al impacto de las políticas neoliberales en el (ur, parece haber cerrado las posibilidades de lucha colectiva y oposición política. Basta cierto punto Gameson, a diferencia de una serie de pensadores contempor*neos de credo posmoderno, coloca en la agenda el perenne asunto de la dominación inherente a las relaciones 0orte#(ur, pero, como muchos otros, tiende a crear una imagen homog)nea basada en la aparente falta de resistencia. 0o sólo es preciso recordar las formas de oposición, sutiles y con frecuencia subterr*neas, diestramente documentadas por (cott, sino tambi)n poner de relieve la heterogeneidad, la comple1idad y la naturale&a multidimensional de los movimientos sociales en toda una gama de sociedades del .ercer :undo 2/lvare&A$scobar+ <ignara1a6. Las discusiones en torno a la identidad, la sub1etividad, el poder y la diferencia, tan resonantes en las sociedades del 0orte durante la "ltima d)cada, tambi)n han tenido lugar en las sociedades del (ur, y son un testimonio de la naturale&a m"ltiple y muchas veces desconcertante del cambio político dentro de esas sociedades. $n otros casos donde la resistencia se asocia con las condiciones del .ercer :undo, algunas veces se encuentra una tendencia a limitar la naturale&a de la lucha social al surgimiento de ,gobiernos reaccionarios y algunas veces de regímenes sanguinarios-. Lyotard 245H5, pp. 8I#8E6, al discutir el lugar del .ercer :undo en el plano de lo universal, sugiere 'ue la pobre&a y las luchas de los pobres no son condiciones de universali&ación, sino m*s bien condiciones de locali&ación y un regreso a identidades tradicionales. /l referirse a la guerra independentista en /rgelia, indica 'ue aun'ue estaba claro 'ue esa lucha no conduciría al socialismo, la lucha por una nueva identidad merecía apoyo desde un punto de vista )tico, aun cuando )l mismo pudiera no estar de acuerdo con su política. $n contraste con Lyotard, 7astoriadis 2p. 4H6 opina 'ue los países del .ercer :undo 'ui&*s encierren todavía de la posibilidad de efectuar una ,contribución original, positiva, a la necesaria transformación de la sociedad mundial-. /l referirse a las ,formas culturales tradicionales-, 7astoriadis observa 'ue aun'ue es bien conocido 'ue esas formas van acompa!adas de eplotación, pobre&a y toda una gama de factores negativos, tambi)n preservan un cierto tipo de ,sociabilidad y de sociali&ación, y un cierto tipo de ser humano-. De acuerdo con 7astoriadis, la solución a los actuales problemas de la humanidad tendr* 'ue vincular de alguna NUEVA SOCIEDAD NRO.144, JULIO- AGOSTO 1996, PP. 23-31 manera ese elemento de sociabilidad con lo 'ue %ccidente pueda aportar. (i la t)cnica y el conocimiento occidentales pueden llegar a transformarse, de forma 'ue contribuyan a la preservación y el desarrollo de esas formas aut)nticas de sociabilidad, a cambio pudiera ser 'ue los pueblos de %ccidente ,aprendan algo... 'ue han olvidado, cómo inspirarse para revivir formas verdaderamente comunitarias de vivir- 2ibíd6. (in ideali&ar al %tro no occidental, 7astoriadis introduce un tema muchas veces descuidadoC cu*nto podríamos aprender de las pr*cticas diferentes, las formas de organi&ación e interacción social y las actitudes )ticas presentes en las sociedades de la periferia. $ste punto no est* desarrollado, y al invocar nociones de unidad es importante evitar las esenciali&aciones 'ue oponen ideas del individuo egoísta y posesivo a un espíritu de cooperación, solidaridad y confian&a mutua orientado a la comunidad. $s muy posible 'ue eistan esos valores, pero no como una encarnación inevitable de todas las comunidadesC de la misma forma 'ue el af*n de posesión y el individualismo no agotan la comple1idad del individuo, pues el espacio psí'uico de la individualidad es mucho m*s heterog)neo y polis)mico. Inspirado por una sensibilidad posmoderna, uno podría esperar un mayor grado de apertura y fleibilidad cuando se caracteri&an las relaciones 0orte#(ur y los significados atribuidos tanto a ,0orte- como a ,(ur-. Los asuntos involucrados son contenciosos y el terreno se caracteri&a por la controversia y la imbricación de posiciones discordantes, algunas veces en los tetos de un mismo autor. 7omo un e1emplo podemos eaminar algunas intervenciones de =audrillard, 'ue ehiben una variedad de oscilaciones al caracteri&ar el mundo no occidental o el .ercer :undo. 7omo indi'u) en otro lugar 24558+ 45596, en los a!os FJ =audrillard criticó el etnocentrismo occidental de la teoría marista, mientras 'ue a fines de los HJ, al traba1ar en /m)rica y 7ool :emories, un fuerte pre1uicio euroc)ntrico pareció influir en su retrato de tierras del .ercer :undo. (in embargo, en este "ltimo teto, aun'ue todavía conserva una imagen demasiado homog)nea, cuando no caricaturesca, del .ercer :undo como perdido para los movimientos sociales y las hibridaciones de la acción social, =audrillard desarrolla un enfo'ue significativamente crítico de la relación de %ccidente con la alteridad. $n la sección dedicada al ,melodrama de la diferencia-, advierte 'ue en %ccidente estamos dedicados a una orgía de descubrimiento, eploración e ,invención- del %tro, y vincula la b"s'ueda de la alteridad a la ley de la oferta y la demanda+ esa b"s'ueda cayó ba1o la ley del mercado, por lo cual nuestro universo cotidiano ,es esclavo de una especulación salva1e en... otredad y diferencia-. .ras estas observa# ciones críticas viene la sugerencia de 'ue podemos postular una distinción notoria entre la cultura occidental y otra culturas. Para =audrillard todas las dem*s culturas son sumamente hospitalarias, ,mientras nosotros oscilamos entre el %tro NUEVA SOCIEDAD NRO.144, JULIO- AGOSTO 1996, PP. 23-31 como presa y el %tro como sombra... otras culturas todavía conservan la capacidad de incorporar a sus propias reglas de 1uego lo 'ue les llega de afuera, incluyendo lo 'ue viene de un universo occidental- 2p. 4986. 0o obstante, todavía se tiende a inscribir esas otras culturas ba1o el signo de lo ,primitivo-, al igual 'ue Lyotard 245HH6 y Kattimo tienden tambi)n a situar las culturas no occidentales. $sto contrasta con el enfo'ue m*s notorio en la literatura poscolonial, donde eiste un )nfasis en la me&cla y en la interacción entre lo ,moderno- y lo ,tradicional-, dentro de lo cual los significados de esas categorías se etienden y adaptan seg"n un nuevo arreglo. /dem*s, ?hasta 'u) punto el ,nosotros- occidental encierra al %tro como presa o como sombra@ /ntes de eaminar un poco m*s estos puntos, vamos a referirnos a otros tetos de =audrillard donde se aborda directamente la cuestión del racismo. $n su an*lisis acerca del intercambio simbólico y la muerte, =audrillard establece un instructivo vínculo entre las conceptuali&aciones de la universalidad y el surgimiento del racismo. (ostiene, por e1emplo, 'ue los progresos de la humanidad y la cultura son la cadena de discriminaciones con las cuales se puede marcar a los %tros con el estigma de la inhumanidad y por consiguiente de la nulidad. $n consecuencia, la definición de lo ,humano- se reduce en proporción con la sucesión de desarrollos culturales, y así cada paso hacia lo universal se asocia con una limitación a"n m*s rigurosa, de manera 'ue a la larga la universalidad definitiva del hombre coincidir* con la ecomunión de todos los hombres#,la pure&a del concepto a solas en el vacío-. $s en este conteto 'ue =audrillard afirma 'ue ,el racismo es moderno... las ra&as o culturas previas eran ignoradas o eliminadas, pero nunca ba1o el signo de la ;a&ón universal... lo 'ue da lugar a la discriminación es nuestro concepto no diferenciado del hombre-. /dem*s, ,es debido al alcance de nuestro progreso 'ue nos hemos vuelto racistas desde entonces, y no sólo en relación con los indios y los caníbalesC el dominio creciente de la racionalidad sobre nuestra cultura ha significado la etradición sucesiva de la naturale&a inanimada, los animales y las ra&as inferiores a lo Inhumano, mientras el c*ncer de lo Bumano ha envuelto la propia sociedad 'ue afirmaba contener dentro de su superioridad absoluta- 2=audrillard 455Lb, pp. 48I#48E6. Be citado un poco etensamente estos pasa1es por'ue son particularmente pertinentes. $llos muestran un punto general 'ue uno tiende a olvidar, a saber, 'ue el racismo no pertenece a alguna )poca pre#moderna, pre#racional o pre#ilustraciónC es algo 'ue est* presente de modo inmanente en el proyecto de progreso y de epansión científica occidental. Por otra parte, esos pasa1es resultan curiosamente irónicos en el sentido de 'ue, escritos originalmente en franc)s a mediados de los FJ, reproducen las anteriores críticas de =audrillard a los es'uemas maristas, pero discrepan de las observaciones condescendientes 'ue haría m*s tarde sobre la NUEVA SOCIEDAD NRO.144, JULIO- AGOSTO 1996, PP. 23-31 gente del .ercer :undo. .ampoco hay necesariamente una ,progresión- temporal, pues su traba1o sobre ,la transparencia de mal- corresponde tambi)n a finales de los a!os HJ. La crítica del universalismo de =audrillard, compartida por Lyotard y Kattimo, est* formulada de tal manera 'ue nos proporciona una comprensión correlacionada del racismo. :uchas veces se descuida el impacto histórico y geopolítico de las construcciones discursivas en las ideas de misión y destino manifiesto, de difusión e implantación de un estilo de vida postulado como superior. Por a!adidura, la referencia de =audrillard a la ,hospitalidad- de otras culturas, aun'ue tal ve& sea una generali&ación ecesiva, puede sumarse al comentario de 7astoriadis sobre la sociabilidad y las sensibilidades )tico#políticas todavía no erosionadas por economías de mercado unidimensionales. $l surgimiento del imperativo imperialista tanto en $uropa como en $$UU no le da al etnocentrismo y al racismo su "nico contenido, pero, tal como lo indica :os'uera 2p. ILJ6, el eurocentrismo es diferente del etnocentrismo, puesto 'ue el primero remite al hecho de 'ue la hegemonía global de la cultura europea ,ha impuesto su propio etnocentrismo como un valor universal 'ue otras culturas internali&aron desde hace tiempo-. $ste es un punto importante, pues evidentemente ocurre 'ue no sólo el etnocentrismo y el racismo adoptan de hecho una variedad de formas históricas y posiciones geopolíticas, sino 'ue adem*s la con'uista y so1u&gamiento de pueblos no son simplemente inclinaciones de %ccidente. Lo 'ue se est* afirmando a'uí m*s bien es 'ue la escala, intensidad y ambición universalista del proyecto imperial de %ccidente epresan su unicidad. $l colonialismo y el imperialismo, pese a su necesaria diferenciación, y pese al comple1o y variado con1unto de formas 'ue han mostrado, comparten ciertamente el rasgo com"n de estar arraigados en el discurso invasor de la modernidad occidental. Invasor por'ue el designio universali&ante de ,progreso-, ,modernidad-, ,racionalidad- y ,desarrollo- introdu1o e implantó esas pr*cticas en una amplia constelación de países perif)ricos. $se propósito universali&ante se fundamentó en una visión binaria del mundo 'ue postulaba la eistencia de ,pueblos con historia y otros sin ella- o de ,naciones civili&adas en oposición a naciones b*rbaras-, y la difusión del sentido de misión iba unida a la convicción de 'ue todos los pueblos se beneficiarían con la propagación de la civili&ación de %ccidente. $n este conteto se puede considerar el universalismo occidental en relación con una serie de creencias coneas, 'ue Dussel epone concisamente en su crítica de la modernidad y de %ccidente. $n primer lugar, la civili&ación europea se entiende a sí misma como la m*s desarrollada y la superior, y este ethos de supremacía la induce a civili&ar, elevar y educar las civili&aciones y culturas m*s primitivas, b*rbaras y subdesarrolladas. La NUEVA SOCIEDAD NRO.144, JULIO- AGOSTO 1996, PP. 23-31 senda para alcan&ar tal progreso y desarrollo deber ser la misma 'ue siguió $uropa en su propia historia, y en a'uellos casos donde el primitivo se opone al proceso civili&ador, los portadores de la modernidad est*n 1ustificados en "ltima instancia si recurren a la violencia necesaria para remover cual'uier obst*culo al desarrollo y a la moderni&ación. $sta violencia 'ue produce víctimas puede tomar un car*cter casi ritual, en el sentido de 'ue el ,h)roe civili&ador- confiere a sus víctimas el car*cter de participantes en un proceso de sacrificio redentor. Por consiguiente, desde el punto de vista de la modernidad occidental, el primitivo o b*rbaro est* en un estado de culpa por resistirse al proceso civili&ador+ y eso le permite entonces a los portadores de la modernidad presentarse a sí mismos como los emancipadores o redentores de las víctimas de su propia culpa. Minalmente, una ve& 'ue se destaca el car*cter civili&ador y redentor de la modernidad, se pueden presentar como inevitables y necesarios el sufrimiento y los costos de la moderni&ación 'ue se le imponen a pueblos tradicionales menos avan&ados. ;ecorriendo este con1unto de argumentos e hipótesis motrices podemos locali&ar im*genes de padreAhi1o y masculinoAfemenino vinculadas a nociones paternales de tutoría de pueblos ,infantiles- y de la necesaria penetración de pueblos pasivos necesitados de ,civili&ación-. Desde los escritos filosóficos de Begel y Gohn (tuart :ill en el siglo i, hasta %rtega y Gasset y Busserl en este siglo, la filosofía occidental ha sedimentado efica&mente tales ideas en las regiones recónditas del pensamiento y la cultura del Primer :undo. $n una estimulante discusión de las relaciones entre el pensamiento imperialista y la filosofía occidental, 7ritchley aborda este tema. (ostiene, por e1emplo, 'ue la filosofía se cuenta a sí misma una f*bula 'ue afirma el vínculo entre la individualidad y la universalidad, al encarnar ese vínculo con la definición del filósofo europeo como el ,funcionario de la humanidad-. La filosofía demanda una valide& universal y, sin embargo, siempre parece comen&ar y terminar en $uropa. Parecería 'ue ,ninguna otra cultura podría ser como nosotros, por'ue nosotros tenemos el derecho eclusivo a la filosofía, a la actitud teórico#científica-. 3, sin embargo, como lo sugiere 7ritchley siguiendo a (aid, ,tales sentimientos filosóficos no parecen distanciados de la convicción central del imperialismo... 'ue es la responsabilidad o la carga de las potencias metropolitanas de aplicar nuestros valores universales a pueblos nativos... coloni&ar y transformar otras culturas seg"n nuestra propia visión del mundo y encubrir la opresión con el manto de una misión- 2p. 8J6. (ugiere, por lo tanto, una des#sedimentación de la tradición dentro de la cual se recuerde el olvido de los orígenes. Desafiar los orígenes de una tradición, indicar por 'u) y dónde aparecen los momentos primigenios de una empresa interpretativa, es comen&ar a interrogar lo preestablecido y abrir potencialmente el camino para una tradición m*s crítica y heterog)nea, o NUEVA SOCIEDAD NRO.144, JULIO- AGOSTO 1996, PP. 23-31 reempla&ar la imputada singularidad de la tradición con una pluralidad de trayectorias. /l deconstruir la tradición podemos tambi)n dar la bienvenida a la posibilidad de la hibridación de conocimientos y ale1arnos de la soberanía histórica y geopolítica del pensamiento europeo. /ntes 'ue imitar a Moucault 2pp. LFE#LFF6, postulando una distinción hegeliana entre ,sociedades con historia- y sociedades 'ue no la tienen, en lugar de preservar la idea de 'ue "nicamente en %ccidente es posible el ,modo de la teoría pura-, podríamos eplorar los orígenes m"ltiples de los conocimientos críticos y emplear nuestras inventivas geopolíticas para ayudar a des#sedimentar el coto occidental del conocimiento y la refleión teórica. 7uando Moucault se refiere a los ,procesos inconcientes 'ue caracteri&an el sistema de una cultura dada- y a la ,doble articulación de la historia de los individuos en el inconciente de la cultura, y de la historicidad de esas culturas en el inconciente de los individuos 2pp. LF5#LHJ6, es posible incorporar a nuestros estudios el an*lisis del inconciente geopolítico de %ccidente, 'ue tiende a blo'uear la historia de los encuentros imperiales. /doptando elementos de la posmodernidad podemos aspirar a invertir la primacía del pensamiento occidental, o someterlo a una traviesa me&cla con sus %tros en el territorio del conocimiento y el poder. Pero esto no debe legali&arse con una celebración del %tro o una ideali&ación de la diferencia. Bacer del %tro no occidental un e'uivalente del ,buen salva1e- en clave contempor*nea, o construir una visión esencialista de los pueblos indígenas, tal como tiende de 7erteau 2p. 8L46 con su afirmación de 'ue ,son las mismas comunidades indias 'ue fueron oprimidas y eclipsadas por las NdemocraciasN occidentales las 'ue ahora est*n demostrando 'ue son las "nicas capaces de ofrecer modos de autogestión...-, nos inclina a revertir sencillamente la uniformidad de las im*genes. Oui&*s sea sintom*tico de una lectura generali&ada del no#%ccidente, especialmente com"n en los tetos antropológicos, el 'ue los agentes del conocimiento contempor*neo residan predominantemente en %ccidente, y 'ue el no#%ccidente venga a significar lo etra!o, ritualista, tradicional y eótico. 7uando consideramos el posmodernismo se percibe la misma tendencia, como si nuevamente esta problem*tica tuviera pertinencia sólo en %ccidente. $n otra ocasión abord) la forma como este rasgo de la política del conocimiento epresa una continuidad entre lo moderno y lo posmoderno 245596. (ería precipitado suponer 'ue esto concierne solamente al debate dentro de %ccidente+ Lee, en su ecursión por el posmodernismo y el .ercer :undo, t*citamente se acoge a la opinión de 'ue el pensamiento posmoderno es una creación occidental+ al escribir sobre :alasia asocia el .ercer :undo con la moderni&ación y el teto poscolonial, mientras 'ue usa el Primer :undo como un conteto para eplorar algunas de las principales ideas del giro posmodernista. $sto no tiene *nimo de crítica, pues se sabe 'ue la disponibilidad de publicaciones en distintas regiones del (ur constituye NUEVA SOCIEDAD NRO.144, JULIO- AGOSTO 1996, PP. 23-31 un problema crucial. /l mismo tiempo, los tipos de moderni&ación y de relación con los países metropolitanos varían enormemente, y de esa forma los contetos de los debates intelectuales y los asuntos a los 'ue se les da prioridad no escapan a tales variaciones+ todo lo cual no significa 'ue no haya habido preocupaciones comunes, pues en los FJ la influencia de las perspectivas de dependencia se etendieron por Pfrica, /sia y /m)rica Latina. La heterogeneidad del .ercer :undo tambi)n nos se!ala la necesidad de prestar atención a las diferencias dentro del Primer :undo+ diferencias ubicadas en el conteto de los encuentros coloniales y la política imperial. /'uí podemos mencionar dos puntos. $n primer lugar, muchas veces ocurre 'ue el ,%ccidente- o el ,0orte- se basan implícitamente en las presuntas realidades de Gran =reta!a, Mrancia, /lemania y $$UU, y se tiende a amalgamar los países de $uropa meridional, $spa!a, Portugal e Italia, en un ,patrón norte!o-. La especificidad del colonialismo espa!ol o portugu)s en /m)rica Latina, y su impacto diferencial en las estructuras sociales y culturales 'ue se desarrollaron en esas tierras desde el siglo v, con frecuencia son temas ausentes en la discusión de las pr*cticas y los proyectos euroc)ntricos. $n esos casos la asociación de colonialismo con capitalismo mercantil, en oposición a capitalismo industrial, y mucho antes, desde principios del siglo i, el logro de la independencia constitucional, generaron una serie de eperiencias y configuraciones políticas diferentes. $n segundo lugar, aun'ue se incluye correctamente a $$UU en la categoría general de las potencias imperialistas, 1unto con $stados europeos, usualmente se blo'uea la especificidad histórica de los encuentros en /m)rica Latina. Una diferencia clave fue la ambivalencia de la política imperialista estadounidense, 'ue puede eplicarse en t)rminos de la amalgama de los sentimientos anticolonialistas de las primeras luchas fundadoras de la nación, y el sentido de misión imperial y destino manifiesto 'ue legitimó la subversión de las soberanías de otras naciones. 7uando nos dedicamos al an*lisis de la des#sedimentación y la reactivación de las historias suprimidas, es necesario tener en mente esos tipos de diferenciación. /l comien&o de estas notas formul) unas preguntas sobre los significados de la posmodernidad. Dos de ellas muchas veces est*n separadas, pero pueden vincularse provechosamente en forma reveladora, como de hecho trat) de hacerlo hasta a'uí. La situación de los encuentros coloniales e imperiales, su significación, no parece variar dram*ticamente a trav)s de la divisoria ,modernoAposmoderno-. :ientras =audrillard, Lyotard y Kattimo se refieren intermitentemente a aspectos del imperialismo, Gameson le asigna la mayor importancia a este tema+ 'ui&*s alguien podría argumentar 'ue por'ue m*s 'ue otros escritores asociados con el credo posmoderno, )l todavía est* traba1ando dentro de un marco marista crítico 'ue presta fuer&a a su tipo de posición. $n contraste, ;orty defendió la presunta NUEVA SOCIEDAD NRO.144, JULIO- AGOSTO 1996, PP. 23-31 superioridad de la democracia liberal occidental, sosteniendo 'ue aun'ue es muy posible 'ue el imperialismo tenga sus raíces en el proyecto histórico de %ccidente, tambi)n ha sido dentro de %ccidente 'ue han surgido las críticas al imperialismo. Por supuesto 'ue esto plantea nuevamente la cuestión de los agentes del conocimiento y la necesidad de impugnar la postulada ,soberanía histórica del pensamiento europeo-. $n el desarrollo de la teoría literaria poscolonial, =habha sigue una línea de an*lisis 'ue describe las nuevas formas etnoc)ntricas en los tetos posmodernos, pero evitando la crítica marista tardía al estilo de Gameson. $n su lugar, =habha pone de relieve la hibridación y la me&cla de tetos y pr*cticas, considerando al colonialismo en una forma un tanto m*s mati&ada 2est*n ausentes los ata'ues frontales tipo (aid6. Pero en otro territorio de la teoría, en /m)rica Latina, la conciencia permanente del ,etnocentrismo imperial- 2García 7anclini6 se combina con otras líneas de investigación 'ue nos llevan a los dominios de la identidad, la sub1etividad, la cultura y la hibridación. $n esta &ona del pensamiento es particularmente emblem*tica la obra de 0elly ;ichard. $n un breve pero ilustrativo ensayo sobre las apropiaciones y contra#apropiaciones posmodernas, ;ichard aborda la cuestión planteada por la hegemonía euro# americanista sobre la teoría internacionalC el problema, por e1emplo, de 'ue la teoría ideada en %ccidente est) inscripta con una universalidad difundida a trav)s de una serie de canales internacionales de comunicación, y se contraste implícita o eplícitamente con las narrativas descriptivas, empíricas 'ue se producen en el (ur+ o si eiste teoría, entonces se la enmarca como locali&ada y fragmentada. ;ichard 2pp. 9IL#9I96 escribe 'ue ,para una periferia dependiente de los circuitos internacionales de organi&ación, distribución y circulación del conocimiento metropolitano, el desafío teórico es cómo interpretar el problema de la transferencia cultural-+ ,?cómo vamos a usar las conceptuali&aciones teóricas internacionales, sabiendo 'ue ellas forman parte de los patrones sistem*ticos y normativos del centro#sin rendirnos, pese a todo, a su gram*tica de autoridad@+ ,?cómo vamos a valernos de las categorías teórico#conceptuales puestas en circulación por sus redes de discurso sin adherirnos a sus 1erar'ui&aciones del poder cultural@- $n una respuesta parcial a ese tipo de preguntas desconcertantes y paralela a algunas de las interpretaciones de =habha, ;ichard sugiere 'ue los temas posmodernos de la discontinuidad, la fragmentación y la provisoriedad podrían abordarse perif)ricamente como un instrumento poscolonial de descoloni&ación, en la medida 'ue, a!ade, prometen liberarnos de la dependencia a las totali&aciones 1er*r'uicas. :*s adelante 2p. 9IH6 ;ichard sostiene 'ue debería ser posible abrirse a un di*logo con el centro 'ue ,pudiera violar las fronteras geopolíticas creadas por el control metropolitano a trav)s de nuestras propias NUEVA SOCIEDAD NRO.144, JULIO- AGOSTO 1996, PP. 23-31 complicidades con sus voces contra#hegemónicas #a'u)llas 'ue se interesan, democr*ticamente, en los otros del %tro, en las diferencias de la %tredad-. $n ;ichard y otros especialistas latinoamericanos eiste una actitud ambivalente hacia lo posmoderno. Por un lado puede ser vista como acertada en su desestabili&ación de las meta#narrativas del progreso y la moderni&ación occidentales, pero por otro lado en su tendencia a disolver las divisiones entre centro y periferia, y en su evasividad respecto a las desigualdades globales en el poder y el ingreso, debe ser vista como colusoria con las pr*cticas contempor*neas del neoliberalismo. 0o hay 'ue entenderla obra de ;ichard como la corriente principal o m*s influyente del pensamiento latinoamericano sobre la posmoder# nidad, puesto 'ue eisten otros autores como ;eigadas, por e1emplo, 'ue son mucho m*s hostiles al posmodernismo y 'ue lo vinculan estrechamente con la "ltima ola de verdad occidental sobre la cultura y el desarrollo. 0i tampoco la discusión 'ue ;ichard pone de relieve agota los debates 'ue tienen lugar en /m)rica Latina, pues )stos se relacionan con asuntos como identidad, hibridación cultural y reformulación de la democracia y la modernidad 2=runner6. Por encima de todo, la intervención de ;ichard pone en primer plano el tema recurrente del cruce de lo interno y lo eterno, tanto en el conteto de las relaciones internacionales como en los conflictos de poder, y con respecto a la geopolítica del conocimiento. ;ichard se distancia de la política de la autenticidad, o de la recuperación de lo ,tradicional-, y saluda críticamente el potencial del conoci# miento híbrido. $n t)rminos de volver a imaginar nuestros patrones de pensamiento e interpretación, he sugerido, de una manera muy breve y es'uem*tica, 'ue la geopolítica del poder y el conocimiento, tal como se la contetuali&a con referencia al debate posmoderno, adopta un doble significado. $n primer lugar, podemos inclinarnos a pensar m*s sobre la función del olvido+ volver a rastrear la política imperial y el poder espacial puede ayudarnos a reactivar significados ocultos 'ue han sido fundamentales en la constitución de nuestras sociedades e inevitables en su relación con otros. $n segundo lugar, al esfor&arnos por proyectar nuevos terrenos de refleión y compromiso crítico, 'ui&*s podamos relacionarnos m*s plenamente con esos cruces fronteri&os del conocimiento y la teoría, 'ue no necesariamente ofrecen soluciones inmediatas o tangibles, pero 'ue tal ve& tienen el potencial para ampliar el marco de nuestra comprensión. $n cierto sentido el rumbo poscolonial abarca esta posibilidad, y uno siente 'ue la encruci1ada de lo posmoderno y lo poscolonial llegar* a ser un nuevo sitio de creatividad intelectual. $speramos 'ue la potencial actividad en esta encruci1ada ayudar* a consumar la disolución del coto del conocimiento occidental. 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