Etnobotánica y las investigaciones sobre la agricultura prehistórica en la cuenca del lago Titicaca María C.Bruno Resumen El entendimiento del desarrollo prehistórico de la agricultura en la cuenca del lago Titicaca es un tema central para las investigaciones acerca de la evolución de las sociedades complejas en esta región. Hasta ahora, los estudios de patrones de asentamiento, modificación del paisaje, herramientas líticas y restos botánicos han brindado luz a varios aspectos del desarrollo agrícola durante la prehistoria. En esta ponencia, es mi intención presentar cómo investigaciones etnobotánicas de los actuales agricultores en la región, pueden brindar información importante acerca de esta misma problemática. La etnobotánica tiene como objeto de estudio el entender las interrelaciones existentes entre plantas, seres humanos y medio ambiente. Utilizando los métodos de la botánica y de la antropología, los etnobotánicos documentan el conocimiento y los usos de las plantas por los seres humanos. Los métodos regulares incluyen vivir en una comunidad para conducir observaciones participantes y entrevistas, así como la colección sistemática de plantas con guías locales. Los resultados de estos estudios proveen mayores datos sobre el comportamiento de los seres humanos en relación con las plantas y su ambiente, facilitando, de esta manera, la interpretación de los patrones observados en el registro arqueológico asociados con la agricultura. Aquí, ilustraré este punto con dos ejemplos de mis estudios etnobotánicos en la península de Taraco, Bolivia. Inicialmente, se presenta el caso de cómo fue posible identificar un cambio en el manejo de la quinua en el sitio de Chiripa alrededor del 800 a.C. a través de un estudio de la ecología y el manejo actual de la quinua y su adventicia asociada (conocida como quinua negra). A continuación, se presentan los resultados preliminares de un estudio actual de la clasificación y uso de los suelos en la península con fines agrícolas y cómo estos datos nos ayudarán a entender las consecuencias de los cambios medioambientales en relación con la agricultura durante la prehistoria. Abstract Understanding the development of prehistoric agriculture in the Lake Titicaca Basin is a central theme in investigations related to the evolution of complex societies in this region.To date, studies of settlement patterns, landscape modification, lithic tools, and plant remains have shed light on various aspects of prehistoric agricultural development. In this presentation, my intention is to demonstrate how ethnobotanical studies of current farmers in the region can provide important information for this problem. The goal of ethnobotany is to understand the interrelationships among plants, humans, and the environment. Using methods from botany and anthropology, ethnobotanists document the knowledge and use of plants by human populations.Typical methods include, living in a community in order to conduct participant observation and interviews, as well as systemic plant collections with local guides. The results of these studies provide data on the behavior of humans with relation to plants and the environment, which in turn, aids in the interpretation of observed patterns in the archaeological record associated with agriculture. Here, I illustrate this point with two examples of my own ethnobotanical studies on the Taraco Penisula, Bolivia. First, I present a case where it was possible to identify a change in the management of quinua at the site of Chiripa, Bolivia around 800 B.C. through a study of the current ecology and management of quinua and its companion weed quinua negra. Secondly, I present preliminary results of a study of modern classification and use of soils on the peninsula for agriculture and how these data can help us understand the consequences of climate shifts and agricultural production in prehistory Introducción La comprensión del desarrollo de la producción agrícola en la cuenca del lago Titicaca es un aspecto importante en la investigación de la prehistoria de la región (Figura 1). Tenemos evidencia de que la producción agrícola fue un aspecto de la economía de la zona circumlacustre empezando en el Período Formativo, alrededor de 1500 a.C. (Aldenderfer 1999). Hasta hoy en día, la agricultura no solamente provee alimento a las comunidades de la región 27 Etnobotánica y las investigaciones de la agricultura prehistórica Figura 1. Región de estudio. sino también es el contexto de actividades sociales, políticas y rituales (Brush 1977; Carter y Mamani 1982; Fernández J. 1995). En esta ponencia discutiré cómo es que los estudios etnobotánicos de la agricultura actual pueden asistirnos en la tarea de entender mejor las características y roles de la agricultura antigua y, en particular, cómo los resultados de las investigaciones etnobotánicas contribuirán a la interpretación de restos arqueobotánicos y patrones de asentamiento y utilización del paisaje. Métodos de estudio de la agricultura antigua Los estudios arqueológicos previos sobre la agricultura en la región se han enfocado en el uso y modificación del paisaje. Esto se logró a partir de la interpretación del sistema de asentamiento, estudios de modificación del paisaje (terrazas, campos elevados, etc.) además, de los análisis de herramientas líticas asociadas con la agricultura (Albarracin-Jordan 1996; Albarracin-Jordan y Mathews 1990; Bandy 2001; Erickson 1996; Graffam 1990; Janusek y Kolata 2002; Lémuz Aguirre 2001; Stanish 1994). A través de estos datos, sabemos que la agricultura se expandió e intensificó durante el Período Formativo a través de la ocupación y explotación de zonas fértiles y, en algunos lugares, a través de modificaciones del paisaje como terrazas y campos elevados. Se observa también un claro aumento a través del tiempo en el uso de azadas de piedra utilizadas durante las faenas agrícolas. Estos estudios han aportado mucho al entendimiento del crecimiento y desarrollo de la producción agrícola durante la época tiwanakota. 28 Maria C. Bruno En particular, han puesto en evidencia la expansión agrícola en campos elevados. Si bien estos estudios aclaran algunos aspectos importantes acerca del desarrollo de la agricultura prehispánica, existen otros aspectos igualmente importantes de este proceso que no pueden ser dilucidados a través de estos datos. Estudios etnográficos sobre la agricultura en los Andes demuestran una multitud de mecanismos a través de los cuales los agricultores mejoran sus cosechas. Entre ellos se menciona la selección de mejores variedades de cultivos, la fertilización con estiércol y plantas, la rotación y descanso de la tierra, y la coordinación de trabajo entre familias y comunidades (Carter y Mamani 1982; Fonesca y Mayer 1988; Goland 1991; Orlove y Godoy 1986). Para tener una visión más completa del desarrollo de la agricultura en tiempos prehispánicos, es necesario examinar las relaciones particulares entre plantas, seres humanos y medio ambiente. Para este objetivo, propongo que los estudios etnobotánicos son esenciales. La etnobotánica tiene como objeto de estudio las interrelaciones existentes entre plantas, seres humanos y medio ambiente (Cotton 1996; Martin 1995). Utilizando los métodos de la botánica y de la antropología, los etnobotánicos documentan el conocimiento y los usos de las plantas en las comunidades originarias. Los métodos incluyen vivir con una comunidad para conducir observaciones participantes, entrevistas y recolecciones sistemáticas de plantas con guías locales (Figura 2). Las colecciones de plantas son muy importantes para los estudios etnobotánicos. Mientras que el Figura 2. Documentación de conocimientos y usos de plantas en una comunidad local. Figura 3. Colección de plantas junto a comunarios. investigador colecta las plantas a través de los métodos de la botánica, informantes locales le acompañan para identificar las especies importantes y dar información sobre las características físicas de las mismas, sus usos y su ecología. Además, estas investigaciones incluyen estudios de la caracterización y uso del paisaje por la gente local. Juntos, el investigador y los pobladores, producen un registro completo sobre el conocimiento botánico y ecológico de la comunidad (Martin 1995) (Figura 3). Los estudios etnobotánicos acerca de la agricultura pueden incluir datos a partir de la participación activa en cada etapa del año agrícola, la colección de plantas cultivadas y asociadas con la agricultura, y entrevistas y observaciones sobre el uso del terreno tanto como diferencias en suelos, agua, microclimas y su relación con la agricultura. Con este tipo de estudio, el investigador puede documentar los patrones materiales de la producción agrícola (Anderson 1999). Aunque la agricultura actual es efectivamente diferente de la del pasado, dado que los estudios etnobotánicos acerca de la agricultura permiten la identificación de patrones en uso y modificación de 29 Etnobotánica y las investigaciones de la agricultura prehistórica Figura 4. Diferencias métricas entre la quinua actual y arqueológica. plantas y el medio ambiente, es posible proveer una base de datos desde la cual los investigadores podemos aprender más acerca de las prácticas agrícolas del pasado. Aquí presentaré dos ejemplos pertenecientes a estudios paleoetnobotánicos y patrones de asentamiento, tomados de mis propias investigaciones en la península de Taraco, Bolivia, ubicada en el sur del lago Wiñaymarka. Etnobotánica y paleoetnobotánica Para los paleoetnobotánicos, los estudios etnobotánicos proveen una colección comparativa de plantas que es necesaria para identificar la taxa de muestras arqueológicas; pero la observación de las interacciones entre la gente y las plantas ampliará nuestra comprensión de los patrones morfológicos y ecológicos que son resultados de estas interacciones (Hillman 1973, 1984). En particular, la agricultura crea patrones distintos en la morfología y ecología vegetal (Ford 2000). Por ejemplo, la semilla de quinua (Chenopodium quinua) ha sufrido varios cambios debido a la selección y manejo de los seres humanos. Uno de estos cambios es la reducción de su cubierta seminal, comúnmente conocida como “testa” (Smith 1984, 1985; Wilson 1981). La variedad con testa delgada aparece de vez en cuando en las especies silvestres de Chenopodium, de tal manera que la gente del pasado se encargó de seleccionar este tipo de semillas y proliferarlas puesto que éstas germinan mucho más rápido. Los agrónomos modernos también han trabajado para modificar la testa a fin de reducir la cantidad de saponinas para los mercados internacionales (Council 1989). Otro cambio es el tamaño de la semilla. A través del tiempo, y aún en 30 Maria C. Bruno la actualidad, los agricultores han seleccionado semillas con granos más grandes y testas más delgadas. En esta figura, se puede observar las diferencias métricas de las quinuas actuales y las quinuas del sitio Formativo de Chiripa (Figura 4). En adición a facilitar la identificación de cambios morfológicos en semillas domesticadas, los estudios etnobotánicos pueden revelar también cambios en el manejo de cultígenos. A través de un estudio etnobotánico sobre la quinua, fue posible identificar un cambio en el manejo de este cultígeno alrededor del 800 a.C. en el sitio Chiripa, Bolivia (Bruno nd; Bruno y Whitehead 2003). En el año 2001, realicé una recolección de especies de Chenopodium en las comunidades de Chiripa y Achuta Grande, Bolivia. En ese momento, los agricultores no solamente me mostraron sus colecciones del cultígeno quinua sino también hablaron sobre la quinua negra, una planta similar; pero con una semilla negra y no cultivada. En años anteriores, tanto la Dra. Christine Hastorf como William Whitehead recibieron también información y muestras de la llamada quinua negra. A través de entrevistas y observaciones aprendimos que esta especie crece en las mismas chacras que la quinua y los agricultores tienen que quitarla a fin de que no se mezcle con la especie propiamente cultivada. Aunque, como he mencionado anteriormente, esta planta no es considerada un cultígeno propiamente dicho, la gente guarda sus semillas y otras partes, especialmente su hoja, y a veces la consume como alimento. Estudios botánicos sobre su taxonomía y genética muestran que son de la misma especie Chenopodium quinua, pero de diferentes variedades: C. quinoa y C. quinoa var. melanospermum (Wilson 1988). Además, los estudios genéticos demuestran que estas dos plantas evolucionaron juntas desde un ancestro común y que ambas aparecen juntas como regla casi general (Wilson 1990). Basados en un estudio de la morfología de la semilla de estas especies, fue posible reconocerlas en las muestras botánicas de Chiripa (Bruno nd). Tanto la quinua como la quinua negra aparecen en los tres periodos de Chiripa; pero su frecuencia cambia a través del tiempo (Bruno y Whitehead 2003). Parte de mi trabajo consistió en examinar tres muestras de cada uno de los periodos, obtenidas de contextos que con seguridad representan restos del consumo de comida (Figura 5). En todas las épocas, encontré altas cantidades, alrededor de 50% de semillas que se parecen mucho a la quinua, pero que no tienen testa. Al mismo tiempo, encontré restos de semillas de quinua con sus testas. En los períodos Chiripa Temprano y Medio, las semillas completas de quinua representan alrededor del 7% de los conjuntos. Pero en Chiripa Tardío este porcentaje aumenta al 58%. Pese a cuán evidente es el anterior ejemplo, el cambio más marcado se encuentra en los porcentajes de quinua negra. Durante Chiripa Temprano y Medio, las semillas de quinua negra son bastante comunes, alrededor del 35%. Pero casi desaparecen en Chiripa Tardío, con menos del uno por ciento. Los números son impresionantes en este caso; de 2250 semillas identificadas, solamente 15 eran de quinua negra. ¿Qué significa este patrón? Hablando con los mismos agricultores, aprendimos que estas dos especies crecen juntas, por lo que fácilmente intercambian material genético dentro de las áreas de producción agrícola; es muy fácil encontrar semillas negras junto con las plantas de quinua. Los estudios etnobotánicos demuestran que la única manera efectiva de eliminar las semillas negras es a través de la intervención de los seres humanos. Con este fin es que los agricultores deshierban sus chacras y se deshacen de las plantas de quinua negra cuando están creciendo. Al momento de limpiar la cosecha y preparar las comidas o sembrar, se encargan de quitar cuidadosamente las semillas negras. A través del conocimiento de la ecología de la quinua, la quinua negra y las prácticas relacionadas con el manejo de las mismas por los agricultores, podemos reconocer un cambio en las actividades agrícolas en Chiripa. Para producir un conjunto con pocas semillas de quinua negra, la gente en Chiripa Figura 5. Muestras de quinua para los períodos Chiripa. tenía que quitarlas manualmente. Antes del año 800 a.C. parece que no existía demasiada preocupación en la mezcla de las dos especies, y probablemente prepararon sus comidas utilizándolas indistintamente. Es probable, también, que la forma de producción fuera más informal y tuvieran chacras o jardines donde la quinua y la quinua negra crecieron y fueron cosechadas al mismo tiempo. Sin embargo, al parecer, después del 800 a.C., decidieron que no querían las semillas negras y las quitaron. Pudieron realizar esto por varios medios. Tal vez empezaron a hacer campos exclusivamente para quinua y cuidadosamente sembraron solamente la semilla clara. También es posible que eliminaran las plantas de quinua negra mediante el deshierbe, o acaso que estuvieran sacando las semillas negras durante la limpieza de la cosecha o como parte de la preparación de comida. Etnobotánica y estudios de patrones de uso del paisaje El ejemplo de la quinua muestra cómo los estudios etnobotánicos pueden ayudar a los paleoetnobotánicos; pero los estudios etnobotánicos acerca de los patrones de uso del paisaje en relación a la agricultura pueden servir también a los arqueólogos no especializados que tengan algún interés en la agricultura prehispánica. Entre octubre del 2003 y del 2004 viví en varias comunidades en la península de Taraco para llevar adelante un estudio etnobotánico de la agricultura actual. Un aspecto central de este estudio es tratar de entender la variación ambiental en la península y cómo es caracterizada y utilizada con fines agrícolas por los agricultores aymaras. Estoy cumpliendo este objetivo a través de la observación participante, la aplicación de entrevistas y el mapeo de chacras. Realicé varias entrevistas con los participantes acerca de las actividades en cada una de las épocas 31 Etnobotánica y las investigaciones de la agricultura prehistórica del año agrícola. En adición, pregunté si existen diferencias en los suelos de la península y si esta diferencia afecta la producción. Con aquéllos más interesados, realicé una entrevista en donde se mapean las chacras y se describe su ciclo individualmente. Por último, durante este tiempo, me dediqué a observar cómo la gente describe su medio ambiente. A través de estos métodos, he colectado información pertinente al uso del paisaje con relación a la agricultura. A continuación, presento algunos de los datos preliminares que creo son significativos a la hora de responder a las preguntas arqueológicas acerca de la agricultura prehispánica en la cuenca sur del lago Titicaca. Uno de los objetivos de mis estudios es aprender la relación entre la variación de los tipos de suelo y las zonas de producción en el extremo oeste de la península. El nivel más general para describir estas diferencias es a través de lo que he denominado “zonas”. Las zonas más reconocidas en mis entrevistas son las orillas del lago o milli y los cerros o q’ullu. Entre estas dos se encuentra la pampa, aunque esta zona no parece estar claramente definida por los mismos informantes. Dentro de estas tres zonas, hay variaciones en suelos que se reconocen como k’ink’u; suelos arcillosos, laq’a; suelos francolimosos, y ch’alla; suelos arenosos. Otra variable en la descripción de suelos es la cantidad de piedras o q’ala. Aunque las piedras aparecen más en ch’alla, se puede encontrar en l’aqa y k’ink’u. Dentro de laq’a existe una doble categoría, según sea tierra negra o roja ch’iar laq’a y wila laq’a. Cuando pregunto acerca de la localización de los diferentes tipos de suelo, la respuesta más común es que aparecen en varios lugares. En general, se encuentran tierras puras en las orillas y las pampas, aunque se puede encontrar “parches” en los cerros. Los suelos arcillosos no aparecen en altitudes específicas sino más bien en cortes de quebradas que se pueden encontrar, tanto en pampas como en cerros. La mayoría de los suelos rocosos se encuentran en los cerros, aunque existen también en las pampas. Es posible cultivar en cualesquiera de estos suelos, pero cada uno tiene diferentes requerimientos temporales y su producción es a veces distinta. En general, laq’a es considerada como la más cultivable y fácil de manipular (arar, deshierbar); pero se puede cultivar de igual manera en k’ink’u o ch’alla. Solamente se necesitan ciertas condiciones específicas que discutiré a continuación. 32 Maria C. Bruno Milli: Las orillas inundables del lago se llaman milli, que literalmente significa “papa temprana” (De Lucca D. 1987). Cada año son las primeras en ser sembradas y cosechadas porque es necesario hacerlo antes de que el nivel del lago aumente a principios de abril. En general, son descritos como l’aqa o tierra pura. Milli es caracterizado como tierra húmeda que no necesita lluvia para sembrar, pero que está siempre sujeta a peligro de inundación. Cerro: Las laderas y colinas de los cerros son las últimas en ser sembradas. Son descritas como tierras ch’alla o pedregosas y secas que necesitan de la lluvia para poder ser sembradas. Estos suelos se secan rápidamente, pero tanto la papa como la oca crecen de igual manera y a gran velocidad aunque son mucho más pequeñas. Pampas: Se encuentran en las laderas de los cerros, las quebradas, y las áreas intermedias. Frecuentemente son descritas como “normales” o “regulares” y pueden ser laq’a, ch’alla, o k’ink’u. Son sembradas después del milli y antes de los cerros, empezando con las primeras lluvias, tan temprano como septiembre y tan tarde como diciembre. Las familias que tienen acceso a todas las zonas las utilizan en su totalidad. No es posible depender solamente de un tipo, ya que es siempre posible que se produzca el fracaso por sequía, inundación, heladas y/o granizo en cualquiera de ellas. ¿Cuál es la importancia de estos datos para los arqueólogos? Los investigadores del Periodo Formativo se encuentran actualmente investigando los efectos de los cambios medio ambientales en la economía y la vida social y política (Bandy 1999; Lémuz Aguirre 2001). Estudios de los sedimentos del lago muestran que su nivel descendió y aumentó considerablemente al menos tres veces durante el Periodo Formativo (Abbott et al. 1997; Baker et al. 2001; Wirrmann y Oliveira-Almeida 1987) ¿Cómo afectaron estos cambios a la agricultura? Usando esta información etnográfica, es posible presentar varias hipótesis a comprobar con los datos arqueológicos. 1. Las orillas y pampas bajas son más cultivables durante las épocas secas. Tienen agua dentro del suelo y no requieren de la lluvia para ser cultivadas. En las épocas secas, los cerros y ch’allas fueron menos cultivables y probablemente tendrían que depender mucho más de los suelos húmedos. 2. Las tierras de las pampas y los cerros son cultivables durante las épocas húmedas. Son arenosas por lo que no retienen agua; pero, ¿es deseable esta carac- terística?. Probablemente sí, puesto que en épocas de exceso de agua estos suelos no se inundan como las tierras arcillosas cerca del lago, haciéndolas más aptas para cultivar en estas condiciones. Además, probablemente los terrenos en las orillas del lago estuvieron inundados y no disponibles. Conclusiones Aunque muchos cambios han ocurrido en el carácter y en la ecología de la agricultura en la región del lago Titicaca desde su inicio hace casi dos mil años atrás, tenemos aún muchas oportunidades de aprender acerca de su historia dinámica por medio de la gente que hoy en día aún se dedica a cultivar los cultígenos andinos tradicionales y trabajar sus tierras. En esta ponencia, he demostrado que la utilización de estudios etnobotánicos puede aumentar nuestro entendimiento de los cambios prehistóricos en el uso y manejo de cultivos y el paisaje con fines agrícolas. Al igual que otros métodos para investigar la agricultura prehispánica, como los estudios de patrones de asentamiento y modificación del paisaje, uso de herramientas líticas y paleoetnobotánica, la etnobotánica también puede llegar a ser una herramienta muy útil en el trabajo de los arqueólogos. Agradecimientos La fuente de los datos etnobotánicos presentados aquí son los miembros de las comunidades participantes en mi estudio doctoral de la agricultura actual en la península de Taraco, que incluyen: San José, Santa Rosa, Coa Collu y Chiripa. Les agradezco a todos aquellos que participaron y gentilmente compartieron sus conocimientos acerca de la agricultura con nosotros. Quiero agradecer también a los miembros del Proyecto Arqueológico Taraco (TAP), particularmente a la Dra. Christine Hastorf y William Whitehead, quienes me apoyaron en todos los aspectos de este trabajo, especialmente en el estudio de la quinua. Le agradezco al Lic. José Luis Paz por la invitación a participar en el simposio. Finalmente, quiero agradecer a Eduardo Machicado por toda su ayuda en la elaboración de este trabajo. Este proyecto fue realizado con la autorización de la Dirección General de Biodiversidad, el Herbario Nacional de Bolivia, la Dirección Nacional de Arqueología y las comunidades mencionadas arriba. El trabajo de campo fue financiado por becas de IIE Fulbright, Wenner Gren Foundation, y National Science Foundation. Soy responsable por todas las interpretaciones y errores. Referencias citadas ABBOTT, M., M. BINFORD, M. BRENNER y K. KELTS, 1997. A 3500 14C yr high-resolution record of water-level changes in Lake Titicaca, Bolivia-Peru. Quaternary Research 47:169-180. ALBARRACIN-JORDAN, J., 1996. Tiwanaku: arqueología regional y dinámica segmentaria. Editores Plural, La Paz. ALBARRACIN-JORDAN, J. y J. E. MATHEWS, 1990. Asentamientos prehispánicos del valle de Tiwanaku 1. Producciones CIMA, La Paz. ALDENDERFER, M. S., 1999. 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