LA CONSTRUCCIÓN DEL PERSONAJE A TRAVÉS DELPARÉNTESIS EN EL CUENTO “EL PARQUE HONDO” FANNY ESQUIVEL JIMÉNEZ La infancia y el retorno nostálgico a la niñez son los temas que unen a la colección de cuentos El viento distante, escrita por José Emilio Pacheco en 1963 y reeditado en 1969. En ellos, la profunda cicatriz del abandono de la etapa infantil se revela a primera vista en sucesos cotidianos que esconden un elemento extraño y ambiguo. Pacheco era conocido por los incontables arreglos y versiones existentes de sus cuentos, novelas, ensayos y poemas. Este ensayo pretende analizar la versión de uno de los cuentos de la colección, titulado “El parque hondo”, publicado en la revista de la Universidad de México en 1961 y que relata la vida solitaria de Arturo junto a su distante tía Florencia y su odiosa gata gris. En esta versión, los paréntesis juegan un papel importante dentro de la narración, al separar el texto en secciones diferenciadas y crear un encadenamiento de motivos que desembocan en el intento de dar muerte al animal. Con este recurso lingüístico, se logra un paralelismo entre la simple narración de los sucesos y el racionamiento del niño sobre sus actos. La digresión del pensamiento interno infantil en la narración lineal de acontecimientos es un elemento incisivo, que revela al lector una faceta desesperada, algo cruel, que surge de sus dudas, sus resentimientos y el miedo. El ensayo se divide en un análisis de los personajes, el ambiente y los espacios, un análisis del papel de los paréntesis y una conclusión final sobre los elementos analizados. “El parque hondo” Es el primer cuento de la colección y relata la historia de Arturo, un niño de nueve años cuyos padres fueron separados por la familia paterna. La figura de la madre es casi nula, con sólo una mención de una mujer sin nombre. La presencia del padre, hermano de su tía Florencia, es temporal y esporádica, un hombre que ha formado otra familia y que mantiene tan sólo un enlace con su hijo a partir del dinero con el que provee su sustento: una situación completamente justificada a los ojos de la tía pero confusa e insuficiente para Arturo. El ambiente es opresivo y alienador, configurado de esta manera para contribuir a la sensación de soledad de Arturo. Esto se logra principalmente a través de las descripciones de los espacios y los diálogos. Estos últimos están llenos de prohibiciones, órdenes y cuestionamientos, dejando a un lado una conversación cálida o intima: “—Si no te gusta, no lo comas. Pero después, en la noche, te prohíbo que saques algo del refrigerador.”, “—Híncate y reza. Anda, vamos los dos”, “— Que dejemos a un lado a la gata y quedemos con dinero” (Pacheco, 23). El elemento alienador se acentúa con el diálogo de la tía durante la noche con unas mujeres, en el que revela que a la madre le está prohibido verlo y que el padre gasta más dinero en su otra familia. Pero el ambiente se recrudece con el diálogo entre Rafael y Arturo, en el que los dos niños de nueve años discuten sobre las diferentes formas de matar a la gata. Con la muerte y el asesinato se introducen elementos extraños y mórbidos a los elementos cotidianos y se contraponen a los juegos infantiles y a la recompensa pueril materialista: “— Bueno, también puede servir para el cine o para alquilar bicicletas, comer dulces o comprar anzuelos o ir a remar al lago.” (24). Los espacios son cerrados y específicos, delimitando el marco de acción de los personajes a momentos particulares que encapsulan sentimientos muy concentrados de miedo y odio. El cuarto de la casa, donde reza, escucha y desespera; la casa de un solo piso, vaga y pequeña. Por último, el parque hondo, lleno de niebla: “La humedad brotaba del estanque. Propagada a la hierba, cubría el pequeño bosque de una marea de vaho” (Pacheco, 24). Desde el principio del cuento se profetiza el acto asesino, con las descripciones de la oscuridad relacionadas al parque: “Sin advertir la noche que iba cubriendo todo el parque” (23), “abrieron cada mata; rastrearon cada rincón del parque. […] todos los ruidos de la noche que reverberaba, que ocultaba a la gata” (24). Con los personajes principales de Arturo y la tía Florencia se crea un paralelismo desde los primeros párrafos: ambos necesitan de algo en qué apoyarse. La tía, una solterona, tiene un intenso afecto por su gata, a la que mantiene a su lado todo el tiempo, hasta volverla un apéndice de sí misma: “Florencia se acercaba con la gata en los brazos, frotándola contra el seno, contra el rostro” (Pacheco, 23). Cuando la pierde, también pierde a su acompañante y soporte: “busca al lado de su cuerpo la huella de otro peso, del cuerpo blando y recio que pulían sus caricias; lentas, inútiles caricias con que Florencia se gastaba, se iba olvidando de los días” (24). Para Arturo, por otro lado, la búsqueda le resulta más difícil porque ha sido alienado por el ambiente poco propicio para la intimación, el espacio cerrado en el que vive y las personas que lo rodean y parecen no quererle del todo. Arturo no reconoce en sus alrededores algo que lo ayude a definirse a sí mismo como algo más que “el niño” y, más extraño e hiriente que nada, la implícita condena social a su nacimiento indeseado. El único amigo que tiene es Rafael, su compañero en el colegio, al que ni siquiera conoce muy bien, pues se sorprende de su crueldad e insensibilidad al trazar el plan para matar a la gata. Sin embargo, Arturo accede a matarla, y sus motivos van más allá de los veinte pesos con los que pretende quedarse. Pacheco expone las reflexiones internas a través de los paréntesis como signos de puntuación que separan y concentran los sentimientos de Arturo. Los paréntesis El paréntesis se define como un signo formado por un elemento de apertura y otro de cierre que produce un corte en la cadena hablada, sirviendo así para acotar información sobre la palabra que le precede, aclarar y desarrollar un elemento del discurso, insertar un comentario del autor o dar circunstancia del discurso (Benito, 175). “El parque hondo” contiene nueve secciones separadas por paréntesis del texto restante. A continuación se enlistan por orden de aparición: Párrafo 2: “(que los días cubrieron de limo y de pequeños peces y de ranas)” Párrafo 6: “(la gata gris y suave que no se deja acariciar y que devora a sus gatitos en los rincones o en el patio)” Párrafo 6: “(Dos días antes, Arturo llegó a casa con un sapito que palpitaba en una manta húmeda. Florencia le pegó en las manos y arrojó al sapo por el desagüe. Atrás, no recordaba cuando, la gata se comió a la ratita blanca que Arturo había comprado a la salida de la escuela.)” Párrafo 14: “(Es horrible la gata. No sé cómo la quiere Tía Florencia).” Párrafo 24: “(de lágrimas que surcaban el rostro lleno de cosméticos)” Párrafo 25: “dijo (lloraba)” Párrafo 40: “(La gata… los gatitos muertos recién nacidos… la piel, la sangre de aquella rata blanca… Mi tía la quiere más que a mí…)” Párrafo 51: “(No, no puede ser – pensó Arturo, dominando los golpes de su sangre, el frío que iba creciendo en sus vértebras—. Rafael no siente nada; no puede tener miedo.)” Párrafo 77: “(la gata suave, elástica, inmortal, de siete vidas grises)” Los paréntesis detienen la narrativa para crear una especie de burbuja que resume los pensamientos de Arturo. Bockus explica que Pacheco maneja un “carácter alusivo más bien que directo, […] la escasez de detalle descriptivo o anecdótico” (8). En estas burbujas, se condensan las experiencias pasadas con la gata y con la tía, pequeños atisbos de pasadas ofensas y crueldades que lo han llevado a resentir a su tía y odiar a la gata. Pero, aunque el protagonista no lo reconoce, hay similitudes en las acciones de la gata y la tía: ambas huyen del contacto físico, ambas matan a una de las criaturas que él lleva a la casa, la gata mata a sus crías y la tía lo separa de su madre. No obstante, mientras progresa el cuento, se va concentrando en los paréntesis el sentimiento de arrepentimiento y miedo, especialmente en las descripciones de las lágrimas de su tía y la comprensión sobre la indiferencia de Rafael frente a lo sanguinario de su acto. Los paréntesis también le restan rasgos realistas y le añaden tonos de recuerdo y subjetividad. El que la mayor parte del cuento esté narrado en tiempo pretérito, a excepción del último párrafo, que está narrado en presente, reduce al pasado inmediato la serie de hechos que desembocaron en el intento de asesinato. El pequeño vistazo al presente, lleno de angustia, del sobrecogido personaje, sólo acentúa su soledad en estos momentos trágicos previos al descubrimiento. Conclusión Las pequeñas tragedias de la infancia, que alcanzan en la mente infantil proporciones catastróficas, se mezclan en este cuento con la realidad de una clase media baja que aplasta a la niñez en un espacio de alienación definido por su origen, castigado por la moral pública. Esta realidad, apenas comprendida y vagamente cruel para el protagonista, nutre sus resentimientos y lo hace creer, ingenuamente, que puede encontrar una retribución material en los veinte pesos. Bibliografía Benito, J. A. (1992). La puntuación: usos y funciones. Madrid: Edinumen. Bockus, B. (1979). “José Emilio Pacheco, cuentista”. Journal of Spanish studies twentieth century. 5-21. Pacheco, J. E. (1961). “El parque hondo”. Revista de la Universidad de México. 23-24. Pacheco, J. E. (1983). El viento distante y otros relatos. México: Era.