El Sabueso de Los Baskerville (PDF)

May 3, 2018 | Author: Felipe Villada | Category: The Hound Of The Baskervilles, Sherlock Holmes


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El sabueso de los BaskervilleArthur Conan Doyle La idea para este relato me la proporcionó mi amigo, el señor Fletcher Robinson, que me ha ayudado además en la línea argumental y en los de- talles de ambientación. A. C. D. 1. El señor Sherlock Holmes -Veamos, Watson, ha qué conclusiones llega? Holmes me daba la espalda, y yo no le había El señor Sherlock Holmes, que de ordinario dicho en qué me ocupaba. se levantaba muy tarde, excepto en las ocasiones -¿Cómo sabe lo que estoy haciendo? Voy a nada infrecuentes en que no se acostaba en toda creer que tiene usted ojos en el cogote. la noche, estaba desayunando. Yo, que me halla- -Lo que tengo, más bien, es una reluciente ba de pie junto a la chimenea, me agaché para cafetera con baño de plata delante de mí -me recoger el bastón olvidado por nuestro visitante respondió-. Vamos, Watson, dígame qué opina de la noche anterior. Sólido, de madera de buena del bastón de nuestro visitante. Puesto que calidad y con un abultamiento a modo de empu- hemos tenido la desgracia de no coincidir con él ñadura, era del tipo que se conoce como «abo- e ignoramos qué era lo que quería, este recuer- gado de Penang». Inmediatamente debajo de la do fortuito adquiere importancia. Descríbame protuberancia el bastón llevaba una ancha tira al propietario con los datos que le haya propor- de plata, de más de dos centímetros, en la que cionado el examen del bastón. estaba grabado «A James Mortimer, M.R.C.S. , -Me parece -dije, siguiendo hasta donde me de sus amigos de C.C.H.», y el año, « 1884». Era era posible los métodos de mi compañero- que el exactamente la clase de bastón que solían lle- doctor Mortimer es un médico entrado en años var los médicos de cabecera a la antigua usanza: y prestigioso que disfruta de general estimación, digno, sólido y que inspiraba confianza. puesto que quienes lo conocen le han dado esta muestra de su aprecio. -¡Bien! -dijo Holmes-. ¡Excelente! . Bastón de paseo de cabeza abultada que se fa- -También me parece muy probable que sea brica con el tallo de Licuala Acutifida, una palma dé médico rural y que haga a pie muchas de sus vi- Asia oriental. sitas. . Member of the Royal College of Surgeons (Miembro del Real Colegio de Cirujanos). -¿Por qué dice eso?  Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Porque este bastón, pese a su excelente cali- -¿Se me ha escapado algo? -pregunté con dad, está tan baqueteado que difícilmente ima- cierta presunción-. Confío en no haber olvidado gino a un médico de ciudad llevándolo. El grue- nada importante. -Mucho me temo, mi querido so regatón de hierro está muy gastado, por lo Watson, que casi todas sus conclusiones son fal- que es evidente que su propietario ha caminado sas. Cuando he dicho que me ha servido usted mucho con él. de estímulo me refería, si he de ser sincero, a que -¡Un razonamiento perfecto! -dijo Holmes. sus equivocaciones me han llevado en ocasiones -Y además no hay que olvidarse de los «ami- a la verdad. Aunque tampoco es cierto que se gos de C.C.H.». Imagino que se trata de una aso- haya equivocado usted por completo en este ciación local de cazadores (3), a cuyos miembros caso. Se trata sin duda de un médico rural que es posible que haya atendido profesionalmente y camina mucho. que le han ofrecido en recompensa este peque- -Entonces tenía yo razón. -Hasta ahí, sí. ño obsequio. -Pero sólo hasta ahí. 3. La deducción de Watson se explica porque -Sólo hasta ahí, mi querido Watson; porque la inicial H sirve en inglés tanto para la palabra eso no es todo, ni mucho menos. Yo considera- hunt, una de cuyas acepciones es «asociación de ría más probable, por ejemplo, que un regalo a cazadores», como para «hospital». un médico proceda de un hospital y no de una -A decir verdad se ha superado usted a sí asociación de cazadores, y que cuando las ini- mismo -dijo Holmes, apartando la silla de la ciales CC van unidas a la palabra hospital, se mesa del desayuno y encendiendo un cigarri- nos ocurra enseguida que se trata de Charing llo-. Me veo obligado a confesar que, de or- Cross. dinario, en los relatos con los que ha tenido -Quizá tenga usted razón. usted a bien recoger mis modestos éxitos, -Las probabilidades se orientan en ese senti- siempre ha subestimado su habilidad perso- do. Y si adoptamos esto como hipótesis de tra- nal. Cabe que usted mismo no sea luminoso, bajo, disponemos de un nuevo punto de partida pero sin duda es un buen conductor de la luz. desde donde dar forma a nuestro desconocido Hay personas que sin ser genios poseen un visitante. notable poder de estímulo. He de reconocer, -De acuerdo; supongamos que «CCH» sig- mi querido amigo, que estoy muy en deuda nifica «hospital de Charing Cross»; ¿qué otras con usted. conclusiones se pueden sacar de ahí? Hasta entonces Holmes no se había mostra- -¿No se le ocurre alguna de inmediato? Usted do nunca tan elogioso, y debo reconocer que conoce mis métodos. ¡Aplíquelos! sus palabras me produjeron una satisfacción -Sólo se me ocurre la conclusión evidente de muy intensa, porque la indiferencia con que que nuestro hombre ha ejercido su profesión en recibía mi admiración y mis intentos de dar Londres antes de marchar al campo. publicidad a sus métodos me había herido en -Creo que podemos aventurarnos un poco muchas ocasiones. También me enorgullecía más. Véalo desde esta perspectiva. ¿En qué oca- pensar que había llegado a dominar su sistema sión es más probable que se hiciera un regalo de lo bastante como para aplicarlo de una forma esas características? ¿Cuándo se habrán puesto capaz de merecer su aprobación. Acto segui- de acuerdo sus amigos para darle esa prueba de do Holmes se apoderó del bastón y lo examinó afecto? Evidentemente en el momento en que el durante unos minutos. Luego, como si algo hu- doctor Mortimer dejó de trabajar en el hospital biera despertado especialmente su interés, dejó para abrir su propia consulta. Sabemos que se el cigarrillo y se trasladó con el bastón junto a le hizo un regalo. Creemos que se ha producido la ventana, para examinarlo de nuevo con una un cambio y que el doctor Mortimer ha pasa- lente convexa. do del hospital de la ciudad a una consulta en el -Interesante, aunque elemental -dijo, mien- campo. ¿Piensa que estamos llevando demasia- tras regresaba a su sitio preferido en el sofá-. Hay do lejos nuestras deducciones si decimos que el sin duda una o dos indicaciones en el bastón que regalo se hizo con motivo de ese cambio? sirven de base para varias deducciones. -Parece probable, desde luego.  Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Observará usted, además, que no podía for- ble, poco ambicioso y distraído. Según mi experi- mar parte del personal permanente del hospital, encia, sólo un hombre afable recibe regalos de sus ya que tan sólo se nombra para esos puestos a colegas, sólo un hombre sin ambiciones abandona profesionales experimentados, con una buena una carrera en Londres para irse a un pueblo y sólo clientela en Londres, y un médico de esas ca- una persona distraída deja el bastón en lugar de la racterísticas no se marcharía después a un tarjeta de visita después de esperar una hora. pueblo. ¿Qué era, en ese caso? Si trabajaba en -¿Y el perro? el hospital sin haberse incorporado al personal -Está acostumbrado a llevarle el bastón a su permanente, sólo podía ser cirujano o médico amo. Como es un objeto pesado, tiene que su- interno: poco más que estudiante posgraduado. jetarlo con fuerza por el centro, y las señales de Y se marchó hace cinco años; la fecha está en el sus dientes son perfectamente visibles. La man- bastón. De manera que su médico de cabecera, díbula del animal, como pone de manifiesto la persona seria y de mediana edad, se esfuma, mi distancia entre las marcas, es, en mi opinión, de- querido Watson, y aparece en su lugar un joven masiado ancha para un terrier y no lo bastante que no ha cumplido aún la treintena, afable, para un mastín. Podría ser..., sí, claro que sí: se poco ambicioso, distraído, y dueño de un perro trata de un spaniel de pelo rizado. por el que siente gran afecto y que describiré Holmes se había puesto en pie y paseaba por aproximadamente como más grande que un te- la habitación mientras hablaba. Finalmente se rrier pero más pequeño que un mastín. detuvo junto al hueco de la ventana. Había un Yo me eché a reír con incredulidad mientras tono tal de convicción en su voz que levanté la Sherlock Holmes se recostaba en el sofá y envia- vista sorprendido. ba hacia el techo temblorosos anillos de humo. -¿Cómo puede estar tan seguro de eso? -En cuanto a sus últimas afirmaciones, ca- -Por la sencilla razón de que estoy viendo rezco de medios para rebatirlas -dije-, pero al al perro delante de nuestra casa, y acabamos menos no nos será dificil encontrar algunos de oír cómo su dueño ha llamado a la puerta. datos sobre la edad y trayectoria profesional de No se mueva, se lo ruego. Se trata de uno de sus nuestro hombre. hermanos de profesión, y la presencia de usted Del modesto estante donde guardaba los li- puede serme de ayuda. Éste es el momento bros relacionados con la medicina saqué el di- dramático del destino, Watson: se oyen en la rectorio médico y, al buscar por el apellido, en- escalera los pasos de alguien que se dispone a contré varios Mortimer, pero tan sólo uno que entrar en nuestra vida y no sabemos si será para coincidiera con nuestro visitante, por lo que bien o para mal. ¿Qué es lo que el doctor James procedí a leer en voz alta la nota biográfica. Mortimer, el científico, desea de Sherlock Hol- «Mortimer, James, MRCS, 1882, Grimpen, mes, el detective? ¡Adelante! Dartmoor, Devonshire. De 1882 a 1884 ciru- El aspecto de nuestro visitante fue una sor- jano interno en el hospital de Charing Cross. En presa para mí, dado que esperaba al típico médi- posesión del premio Jackson de patología com- co rural y me encontré a un hombre muy alto parada, gracias al trabajo titulado “¿Es la en- y delgado, de nariz larga y ganchuda, disparada fermedad una regresión?”. Miembro correspon- hacia adelante entre unos ojos grises y pen- diente de la Sociedad Sueca de Patología. Autor etrantes, muy juntos, que centelleaban desde de “Algunos fenómenos de atavismo” (Lancet, detrás de unos lentes de montura dorada. Vestía 1882), “¿Estamos progresando?” (Journal of Psy- de acuerdo con su profesión, pero de manera un chology, marzo de 1883). Médico de los muni- tanto descuidada, porque su levita estaba sucia cipios de Grimpen, Thorsley y High Barrow». y los pantalones, raídos. Cargado de espaldas, -No se menciona ninguna asociación de ca- aunque todavía joven, caminaba echando la ca- zadores -comentó Holmes con una sonrisa ma- beza hacia adelante y ofrecía un aire general de liciosa-; pero sí que nuestro visitante es médico benevolencia corta de vista. Al entrar, sus ojos rural, como usted dedujo atinadamente. Creo que tropezaron con el bastón que Holmes tenía mis deducciones están justificadas. Por lo que se entre las manos, por lo que se precipitó hacia él refiere a los adjetivos, dije, si no recuerdo mal, afa- lanzando una exclamación de alegría.  Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -¡Cuánto me alegro! -dijo-. No sabía si lo Holmes guardó silencio, pero la intensidad había dejado aquí o en la agencia marítima. de su atención me demostraba el interés que Sentiría mucho perder ese bastón. despertaba en él nuestro curioso visitante. -Un regalo, por lo que veo -dijo Holmes. -Supongo -dijo finalmente-, que no debe- -Así es. mos el honor de su visita de anoche y ésta de -¿Del hospital de Charing Cross? hoy exclusivamente a su deseo de examinar mi -De uno o dos amigos que tenía allí, con cráneo. ocasión de mi matrimonio. -No, claro está; aunque también me alegro -¡Vaya, vaya! ¡Qué contrariedad! -dijo Hol- de haber tenido la oportunidad de hacerlo, he mes, agitando la cabeza. acudido a usted, señor Holmes, porque no se -¿Cuál es la contrariedad? me oculta que soy una persona poco práctica -Tan sólo que ha echado usted por tierra y porque me enfrento de repente con un prob- nuestras modestas deducciones. ¿Su matrimo- lema tan grave como singular. Y reconociendo, nio, ha dicho? como yo lo reconozco, que es usted el segundo -Sí, señor. Al casarme dejé el hospital, y experto europeo mejor cualificado... con ello toda esperanza de abrir una consulta. -Ah. ¿Puedo preguntarle a quién corresponde Necesitaba un hogar. -Bien, bien; no estábamos el honor de ser el primero? -le interrumpió Hol- tan equivocados, después de todo -dijo Holmes- mes con alguna aspereza. . Y ahora, doctor James Mortimer... -Para una persona amante de la exactitud y -No soy doctor; tan sólo un modesto MRCS. de la ciencia, el trabajo de monsieur Bertillon -Y persona amante de la exactitud, por lo tendrá siempre un poderoso atractivo. que se ve. -¿No sería mejor consultarle a él en ese -Un simple aficionado a la ciencia, señor Hol- caso? mes, coleccionista de conchas en las playas del -He hablado de personas amantes de la ex- gran océano de lo desconocido. Imagino que estoy actitud y de la ciencia. Pero en cuanto a sentido hablando con el señor Sherlock Holmes y no... práctico todo el mundo reconoce que carece -No se equivoca; yo soy Sherlock Holmes y usted de rival. Espero, señor mío, no haber... éste es mi amigo, el doctor Watson. -Tan sólo un poco -dijo Holmes-. No estará -Encantado de conocerlo, doctor Watson. de más, doctor Mortimer, que, sin más preám- He oído mencionar su nombre junto con el de bulo, tenga la amabilidad de contarme en pocas su amigo. Me interesa usted mucho, señor Hol- palabras cuál es exactamente el problema para mes. No esperaba encontrarme con un cráneo cuya resolución solicita mi ayuda. tan dolicocéfalo ni con un arco supraorbital tan pronunciado. ¿Le importaría que recorriera con el dedo su fisura parietal? Un molde de su crá- neo, señor mío, hasta que pueda disponerse del original, sería el orgullo de cualquier museo an- tropológico. No es mi intención parecer obse- 2. La maldición de los Baskerville quioso, pero confieso que codicio su cráneo. Sherlock Holmes hizo un gesto con la mano para invitar a nuestro extraño visitante a que -Traigo un manuscrito en el bolsillo -dijo el tomara asiento. -Veo que se entusiasma usted doctor james Mortimer. tanto con sus ideas como yo con las mías -dijo-. -Lo he notado al entrar usted en la habit- Y observo por su dedo índice que se hace usted ación -dijo Holmes. mismo los cigarrillos. No dude en encender uno -Es un manuscrito antiguo. si así lo desea. -Primera mitad del siglo XVIII, a no ser que El doctor Mortimer sacó papel y tabaco y lió se trate de una falsificación. un pitillo con sorprendente destreza. Sus dedos, -¿Cómo lo sabe? largos y temblorosos, eran tan ágiles e inquietos -Los tres o cuatro centímetros que quedan como las antenas de un insecto. al descubierto me han permitido examinarlo  Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville mientras usted hablaba. Una persona que no Baskerville y la historia me la contó mi padre, esté en condiciones de calcular la fecha de un que a su vez la supo de mi abuelo, la he puesto documento con un margen de error de una dé- por escrito convencido de que todo sucedió ex- cada, más o menos, no es un experto. Tal vez actamente como aquí se relata. Con ello quisi- conozca usted mi modesta monografía sobre el era convenceros, hijos míos, de que la misma tema. Yo lo situaría hacia 1730. Justicia que castiga el pecado puede también -La fecha exacta es 1742 -el doctor Mortim- perdonarlo sin exigir nada a cambio, y que toda er sacó el manuscrito del bolsillo interior de la interdicción puede a la larga superarse gracias levita-. Sir Charles Baskerville, cuya repentina y al poder de la oración y el arrepentimiento. trágica muerte hace unos tres meses causó tanto Aprended de esta historia a no temer los frutos revuelo en Devonshire, confió a mi cuidado este del pasado, sino, más bien, a ser circunspectos documento de su familia. Quizá deba explicar en el futuro, de manera que las horribles pa- que yo era amigo personal suyo además de su siones por las que nuestra familia ha sufrido médico. Sir Charles, pese a ser un hombre re- hasta ahora tan atrozmente no se desaten de suelto, perspicaz, práctico y tan poco imagina- nuevo para provocar nuestra perdición. tivo como yo, consideraba este documento una »Sabed que en la época de la gran rebelión cosa muy seria, y estaba preparado para que le (y mucho os recomiendo la historia que de ella sucediera lo que finalmente puso fin a su vida. escribió el sabio Lord Clarendon)’ el propietario Holmes extendió la mano para recibir el de esta mansión de los Baskerville era un Hugo documento y lo alisó colocándoselo sobre la ro- del mismo apellido, y no es posible ocultar que dilla. se trataba del hombre más salvaje, soez y sin -Fíjese usted, Watson, en el uso alternativo Dios que pueda imaginarse. Todo esto, a decir de la S larga y corta. Es uno de los indicios que verdad, podrían habérselo perdonado sus coetá- me han permitido calcular la fecha. neos, dado que los santos no han florecido nunca Por encima de su hombro contemplé el papel por estos contornos, si no fuera porque había amarillento y la escritura ya borrosa. En el en- además en él un gusto por la lascivia y la cruel- cabezamiento se leía: «Mansión de los Basker- dad que lo hicieron tristemente célebre en todo ville» y, debajo, con grandes números irregu- el occidente del país. Sucedió que este Hugo dio lares, « 1742». en amar (si, a decir verdad, a una pasión tan ten- -Parece una declaración. ebrosa se le puede dar un nombre tan radiante) -Sí, es una declaración acerca de cierta ley- a la hija de un pequeño terrateniente que vivía enda relacionada con la familia de los Basker- cerca de las propiedades de los Baskerville. Pero ville. la joven, discreta y de buena reputación, evitaba -Pero imagino que usted me quiere consul- siempre a Hugo por el temor que le inspiraba su tar acerca de algo más moderno y práctico. nefasta notoriedad. Sucedió así que, un día de -De inmediata actualidad. Una cuestión en san Miguel, este antepasado nuestro, con cinco extremo práctica y urgente que hay que decidir o seis de sus compañeros, tan ociosos como de- en un plazo de veinticuatro horas. Pero el relato salmados, llegaron a escondidas hasta la granja es breve y está íntimamente ligado con el prob- y secuestraron a la doncella, sabedores de que lema. Con su permiso voy a proceder a leérselo. su padre y sus hermanos estaban ausentes. Una Holmes se recostó en el asiento, unió las vez en la mansión, recluyeron a la doncella en manos por las puntas de los dedos y cerró los un aposento del piso alto, mientras Hugo y sus ojos con gesto de resignación. El doctor Mor- amigos iniciaban una larga francachela, al igual timer volvió el manuscrito hacia la luz y leyó, que todas las noches. Lo más probable es que a con voz aguda, que se quebraba a veces, la sigu- la pobre chica se le trastornara el juicio al oír iente narración, pintoresca y extraña al mismo los cánticos y los gritos y los terribles juramen- tiempo. tos que le llegaban desde abajo, porque dicen «Sobre el origen del sabueso de los Basker- que las palabras que utilizaba Hugo Baskerville ville se han dado muchas explicaciones, pero cuando estaba borracho bastarían para fulmi- como yo procedo en línea directa de Hugo nar al hombre que las pronunciara. Finalmente,  Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville impulsada por el miedo, la muchacha hizo algo bre, según cuenta la historia, aunque se hallaba a lo que quizá no se hubiera atrevido el más va- tan dominado por el miedo que apenas podía liente y ágil de los hombres, porque gracias a la hablar, contó por fin que había visto a la des- enredadera que cubría (y todavía cubre) el lado graciada doncella y a los sabuesos que seguían sur de la casa, descendió hasta el suelo desde el su pista. “Pero he visto más que eso -añadió-, piso alto, y emprendió el camino hacia su casa a porque también me he cruzado con Hugo Bask- través del páramo dispuesta a recorrer las tres erville a lomos de su yegua negra, y tras él corría leguas que separaban la mansión de la granja de en silencio un sabueso infernal que nunca qui- su padre. era Dios que llegue a seguirme los pasos”. »Sucedió que, algo más tarde, Hugo dejó »De manera que los caballeros borrachos a sus invitados para llevar alimento y bebida maldijeron al pastor y siguieron adelante. Pero junto, quizá, con otras cosas peores a su cautiva, muy pronto se les heló la sangre en las venas, encontrándose vacía la jaula y desaparecido el porque oyeron el ruido de unos cascos al ga- pájaro. A partir de aquel momento, por lo que lope y enseguida pasó ante ellos, arrastrando parece, el carcelero burlado dio la impresión de las riendas y sin jinete en la silla, la yegua negra estar poseído por el demonio, porque bajó cor- de Hugo, cubierta de espuma blanca. A partir riendo las escaleras para regresar al comedor, de aquel momento los juerguistas, llenos de saltó sobre la gran mesa, haciendo volar por los espanto, siguieron avanzando por el páramo, aires jarras y fuentes, y dijo a grandes gritos ante aunque cada uno, si hubiera estado solo, habría todos los presentes que aquella misma noche vuelto grupas con verdadera alegría. Después entregaría cuerpo y alma a los poderes del mal de cabalgar más lentamente de esta guisa, lle- si conseguía alcanzar a la muchacha. Y aunque garon finalmente a donde se encontraban los a los juerguistas les espantó la furia de aquel sabuesos. Los pobres animales, aunque afama- hombre, hubo uno más perverso o, tal vez, más dos por su valentía y pureza de raza, gemían borracho que los demás, que propuso lanzar a apiñados al comienzo de un hocino, como no- los sabuesos en persecución de la doncella. Al sotros lo llamamos, algunos escabulléndose y oírlo Hugo salió corriendo de la casa y ordenó otros, con el pelo erizado y los ojos desorbita- a gritos a sus criados que le ensillaran la yegua dos, mirando fijamente el estrecho valle que y soltaran la jauría; después de dar a los perros tenían delante. un pañuelo de la doncella, los puso inmediata- »Los jinetes, mucho menos borrachos ya, mente sobre su pista para que, a la luz de la luna, como es fácil de suponer, que al comienzo de la persiguieran por el páramo. su expedición, se detuvieron. La mayor parte »Durante algún tiempo los juerguistas qu- se negó a seguir adelante, pero tres de ellos, edaron mudos, incapaces de entender acontec- los más audaces o, tal vez, los más ebrios, con- imientos tan rápidos. Pero al poco salieron de su tinuaron hasta llegar al fondo del valle, que se perplejidad e imaginaron lo que probablemente ensanchaba muy pronto y en el que se alzaban estaba a punto de suceder. El alboroto fue inme- dos de esas grandes piedras, que aún perduran diato: quién pedía sus armas, quién su caballo y en la actualidad, obra de pueblos olvidados de quién otra jarra de vino. A la larga, sin embargo, tiempos remotos. La luna iluminaba el claro y sus mentes enloquecidas recobraron un poco en el centro se encontraba la desgraciada don- de sensatez, y todos, trece en total, montaron cella en el lugar donde había caído, muerta a caballo y salieron tras Hugo. La luna brillaba de terror y de fatiga. Pero no fue la vista de sobre sus cabezas y cabalgaron a gran velocidad, su cuerpo, ni tampoco del cadáver de Hugo siguiendo el camino que la muchacha tenía que Baskerville que yacía cerca, lo que hizo que a haber tomado para volver a su casa. aquellos juerguistas temerarios se les erizaran »Habían recorrido alrededor de media legua los cabellos, sino el hecho de que, encima de cuando se cruzaron con uno de los pastores que Hugo y desgarrándole el cuello, se hallaba una guardaban durante la noche el ganado del pára- espantosa criatura: una enorme bestia negra mo, y lo interrogaron a grandes voces, pidién- con forma de sabueso pero más grande que dole noticias de la partida de caza. Y aquel hom- ninguno de los sabuesos jamás contemplados  Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville por ojo humano. Acto seguido, y en su presen- Mi amigo se inclinó un poco hacia adelante cia, aquella criatura infernal arrancó la cabeza y su expresión se hizo más atenta. Nuestro visi- de Hugo Baskerville, por lo que, al volver hacia tante se ajustó las gafas y comenzó a leer: ellos los ojos llameantes y las mandíbulas en- «El fallecimiento repentino de Sir Charles sangrentadas, los tres gritaron empavorecidos Baskerville, cuyo nombre se había mencionado y volvieron grupas desesperadamente, sin dejar como probable candidato del partido liberal en de lanzar alaridos mientras galopaban por el Mid-Devon para las próximas elecciones, ha en- páramo. Según se cuenta, uno de ellos murió tristecido a todo el condado. Si bien Sir Charles aquella misma noche a consecuencia de lo que había residido en la mansión de los Baskerville había visto, y los otros dos no llegaron a repon- durante un periodo comparativamente breve, su erse en los años que aún les quedaban de vida. simpatía y su extraordinaria generosidad le ga- »Ésa es la historia, hijos míos, de la aparición naron el afecto y el respeto de quienes lo trataron. del sabueso que, según se dice, ha atormentado En estos días de nuevos ricos es consolador en- tan cruelmente a nuestra familia desde entonc- contrar un caso en el que el descendiente de una es. Lo he puesto por escrito, porque lo que se antigua familia venida a menos ha sido capaz de conoce con certeza causa menos terror que lo enriquecerse en el extranjero y regresar luego a que sólo se insinúa o adivina. Como tampoco se la tierra de sus mayores para restaurar el pasado puede negar que son muchos los miembros de esplendor de su linaje. Sir Charles, como es bien nuestra familia que han tenido muertes desgra- sabido, se enriqueció mediante la especulación ciadas, con frecuencia repentinas, sangrientas y sudafricana. Más prudente que quienes siguen misteriosas. Quizá podamos, sin embargo, refu- en los negocios hasta que la rueda de la fortuna giarnos en la bondad infinita de la Providencia, se vuelve contra ellos, Sir Charles se detuvo a que no castigará sin motivo a los inocentes más tiempo y regresó a Inglaterra con sus ganancias. allá de la tercera o la cuarta generación, que es Han pasado sólo dos años desde que estableciera hasta donde se extiende la amenaza de la Sa- su residencia en la mansión de los Baskerville y grada Escritura. A esa Providencia, hijos míos, son de todos conocidos los ambiciosos planes de os encomiendo ahora, y os aconsejo, como me- reconstrucción y mejora que han quedado trág- dida de precaución, que os abstengáis de cruzar icamente interrumpidos por su muerte. Dado el páramo durante las horas de oscuridad en las que carecía de hijos, su deseo, públicamente ex- que triunfan los poderes del mal. presado, era que toda la zona se beneficiara, en »(De Hugo Baskerville para sus hijos Rodger vida suya, de su buena fortuna, y serán muchos y John, instándoles a que no digan nada de su los que tengan razones personales para lamen- contenido a Elizabeth, su hermana.) » tar su prematura desaparición. Las columnas de Cuando el doctor Mortimer terminó de leer este periódico se han hecho eco con frecuencia aquella singular narración, se alzó los lentes de sus generosas donaciones a obras caritativas hasta colocárselos en la frente y se quedó mi- tanto locales como del condado. rando a Sherlock Holmes de hito en hito. Este »No puede decirse que la investigación último bostezó y arrojó al fuego la colilla del efectuada haya aclarado por completo las cir- cigarrillo que había estado fumando. cunstancias relacionadas con la muerte de Sir -¿Y bien? -dijo. Charles, pero, al menos, se ha hecho luz su- -¿Le parece interesante? ficiente como para poner fin a los rumores a -Para un coleccionista de cuentos de hadas. que ha dado origen la superstición local. No El doctor Mortimer se sacó del bolsillo un hay razón alguna para sospechar que se haya periódico doblado. cometido un delito, ni para imaginar que el -Ahora, señor Holmes, voy a leerle una noti- fallecimiento no obedezca a causas naturales. cia un poco más reciente, publicada en el Devon Sir Charles era viudo y quizá también perso- County Chronicle del 14 de junio de este año. na un tanto excéntrica en algunas cuestiones. Es un breve resumen de la información obtenida A pesar de su considerable fortuna, sus gus- sobre la muerte de Sir Charles Baskerville, ocur- tos eran muy sencillos y contaba únicamente, rida pocos días antes. para su servicio personal, con el matrimonio  Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville apellidado Barrymore: el marido en calidad de cación se vio corroborada por el examen post mayordomo y la esposa como ama de llaves. Su mortem, que puso de manifiesto una enferme- testimonio, corroborado por el de varios ami- dad orgánica crónica, y el veredicto del jurado al gos, ha servido para poner de manifiesto que que informó el coroner  estuvo en concordancia la salud de Sir Charles empeoraba desde hacía con las pruebas médicas. Hemos de felicitarnos algún tiempo y, de manera especial, que le de que haya sido así, porque, evidentemente, aquejaba una afección cardíaca con manifesta- es de suma importancia que el heredero de Sir ciones como palidez, ahogos y ataques agudos Charles se instale en la mansión y prosiga la en- de depresión nerviosa. El doctor James Mor- comiable tarea tan tristemente interrumpida. Si timer, amigo y médico de cabecera del difunto, los prosaicos hallazgos del coroner no hubieran ha testimoniado en el mismo sentido. puesto fin a las historias románticas susurradas »Los hechos se relatan sin dificultad. Sir en conexión con estos sucesos, podría haber Charles tenía por costumbre pasear todas las resultado difícil encontrar un nuevo ocupante noches, antes de acostarse, por el famoso paseo para la mansión de los Baskerville. Según se de los Tejos de la mansión de los Baskerville. El sabe, el pariente más próximo de Sir Charles es testimonio de los Barrymore confirma esa cos- el señor Henry Baskerville, hijo de su hermano tumbre. El cuatro de junio Sir Charles manifestó menor, en el caso de que aún siga con vida. La su intención de emprender viaje a Londres al día última vez que se tuvo noticias de este joven se siguiente, y encargó a Barrymore que le prepar- hallaba en Estados Unidos, y se están haciendo ase el equipaje. Aquella noche salió como de or- las averiguaciones necesarias para informarle de dinario a dar su paseo nocturno, durante el cual lo sucedido.» tenía por costumbre fumarse un cigarro habano,   pero nunca regresó. A las doce, al encontrar to- El doctor Mortimer volvió a doblar el per- davía abierta la puerta principal, el mayordomo iódico y se lo guardó en el bolsillo. se alarmó y, después de encender una linterna, -Ésos son, señor Holmes, los hechos en con- salió en busca de su señor. Había llovido durante exión con la muerte de Sir Charles Baskerville el día, y no le fue dificil seguir las huellas de Sir que han llegado a conocimiento de la opinión Charles por el paseo de los Tejos. Hacia la mitad pública. del recorrido hay un portillo para salir al pára- -Tengo que agradecerle -dijo Sherlock Hol- mo. Sir Charles, al parecer, se detuvo allí algún mes- que me haya informado sobre un caso que tiempo. El mayordomo siguió paseo adelante y presenta sin duda algunos rasgos de interés. Re- en el extremo que queda más lejos de la man- cuerdo haber leído, cuando murió Sir Charles, sión encontró el cadáver. Según el testimonio de algunos comentarios periodísticos, pero estaba Barrymore, las huellas de su señor cambiaron de muy ocupado con el asunto de los camafeos del aspecto más allá del portillo que da al páramo, Vaticano y, llevado de mi deseo de complacer ya que a partir de entonces anduvo al parecer de a Su Santidad, perdí contacto con varios casos puntillas. Un tal Murphy, gitano tratante en ca- muy interesantes de mi país. ¿Dice usted que ballos, no se encontraba muy lejos en aquel mo- ese artículo contiene todos los hechos de cono- mento, pero, según su propia confesión, estaba cimiento público? borracho. Murphy afirma que oyó gritos, pero -Así es. es incapaz de precisar de dónde procedían. En -En ese caso, infórmeme de los privados -re- la persona de Sir Charles no se descubrió señal costándose en el sofá, Sherlock Holmes volvió alguna de violencia y aunque el testimonio del a unir las manos por las puntas de los dedos y médico señala una distorsión casi increíble de adoptó su expresión más impasible y juiciosa. los rasgos faciales -hasta el punto de que, en un -Al hacerlo -explicó el doctor Mortimer, primer momento, el doctor Mortimer se negó que empezaba a dar la impresión de estar muy a creer que fuera efectivamente su amigo y pa- emocionado- me dispongo a contarle algo que ciente-, pudo saberse que se trata de un síntoma no he revelado a nadie. Mis motivos para ocul- no del todo infrecuente en casos de disnea y de tarlo durante la investigación del coroner son muerte por agotamiento cardíaco. Esta expli- que un hombre de ciencia no puede adoptar  Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville públicamente una posición que, en apariencia, »Recuerdo muy bien un día, aproximada- podría servir de apoyo a la superstición. Me im- mente tres semanas antes del fatal desenlace, en pulsó además el motivo suplementario de que, que llegué a su casa ya de noche. Sir Charles es- como dice el periódico, la mansión de los Bask- taba casualmente junto a la puerta principal. Yo erville permanecería sin duda deshabitada si había bajado de mi calesa y, al dirigirme hacia él, contribuyéramos de algún modo a confirmar su advertí que sus ojos, fijos en algo situado por en- reputación, ya de por sí bastante siniestra. Por cima de mi hombro, estaban llenos de horror. Al esas dos razones me pareció justificado decir volverme sólo tuve tiempo de vislumbrar lo que bastante menos de lo que sabía, dado que no se me pareció una gran ternera negra que cruzaba iba a obtener con ello ningún beneficio práctico, por el otro extremo del paseo. Mi anfitrión esta- mientras que ahora, tratándose de usted, no hay ba tan excitado y alarmado que tuve que trasla- motivo alguno para que no me sincere por com- darme al lugar exacto donde había visto al ani- pleto. mal y buscarlo por los alrededores, pero había »El páramo está muy escasamente habitado, desaparecido, aunque el incidente pareció dejar y los pocos vecinos con que cuenta se visitan con una impresión penosísima en su imaginación. frecuencia. Esa es la razón de que yo viera a men- Le hice compañía durante toda la velada y fue en udo a Sir Charles Baskerville. Con la excepción aquella ocasión, y para explicarme la emoción del señor Frankland, de la mansión Lafter, y de la que había sido presa, cuando confió a mi del señor Stapleton, el naturalista, no hay otras cuidado la narración que le he leído al comienzo personas educadas en muchos kilómetros a la de mi visita. Menciono este episodio insignifi- redonda. Sir Charles era un hombre reservado, cante porque adquiere cierta importancia dada pero su enfermedad motivó que nos tratáramos, la tragedia posterior, aunque por entonces yo y la coincidencia de nuestros intereses cientí- estuviera convencido de que se trataba de algo ficos contribuyó a reforzar nuestra relación. perfectamente trivial y de que la agitación de mi Había traído abundante información científica amigo carecía de fundamento. de África del Sur, y fueron muchas las vela- »Sir Charles se disponía a venir a Londres das que pasamos conversando agradablemente por consejo mío. Yo sabía que estaba enfermo sobre la anatomía comparada del bosquimano y del corazón y que la ansiedad constante en que del hotentote. vivía, por quiméricos que fueran los motivos, »En el transcurso de los últimos meses ad- tenía un efecto muy negativo sobre su salud. Me vertí, cada vez con mayor claridad, que el sis- pareció que si se distraía durante unos meses en tema nervioso de Sir Charles estaba sometido la gran metrópoli londinense se restablecería. El a una tensión casi insoportable. Se había to- señor Stapleton, un amigo común, a quien tam- mado tan excesivamente en serio la leyenda bién preocupaba mucho su estado de salud, era que acabo de leerle que, si bien paseaba por los de la misma opinión. Y en el último momento se jardines de su propiedad, nada le habría impul- produjo la terrible catástrofe. sado a salir al páramo durante la noche. Por »La noche de la muerte de Sir Charles, Bar- increíble que pueda parecerle, señor Holmes, rymore, el mayordomo, que fue quien descubrió estaba convencido de que pesaba sobre su fa- el cadáver, envió a Perkins, el mozo de cuadra, milia un destino terrible y, a decir verdad, la a caballo en mi busca, y dado que no me había información de que disponía acerca de sus acostado aún pude presentarme en la mansión antepasados no invitaba al optimismo. Le ob- menos de una hora después. Comprobé de visu sesionaba la idea de una presencia horrorosa, todos los hechos que más adelante se men- y en más de una ocasión me preguntó si du- cionaron en la investigación. Seguí las huellas, rante los desplazamientos que a veces realizo camino adelante, por el paseo de los Tejos y vi el de noche por motivos profesionales había visto lugar, junto al portillo que da al páramo, donde alguna criatura extraña o había oído los ladri- Sir Charles parecía haber estado esperando y dos de un sabueso. Esta última pregunta me la advertí el cambio en la forma de las huellas a hizo en varias ocasiones y siempre con una voz partir de aquel momento, así como la ausencia alterada por la emoción. de otras huellas distintas de las de Barrymore  Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville sobre la arena blanda; finalmente examiné cui- -Sin duda, pero en este caso no se trataba de dadosamente el cuerpo, que nadie había tocado un pastor. antes de mi llegada. Sir Charles yacía boca abajo, -¿Dice usted que era grande? con los brazos extendidos, los dedos hundidos -Enorme. en el suelo y las facciones tan distorsionadas por -Pero, ¿no se había acercado al cadáver? alguna emoción fuerte que difícilmente hubiera -No. podido afirmar bajo juramento que se trataba -¿Qué tiempo hacía aquella noche? del propietario de la mansión de los Basker- -Húmedo y frío. ville. No había, desde luego, lesión corporal de -¿Pero no llovía? -No. ningún tipo. Pero Barrymore hizo una afirma- -¿Cómo es el paseo? ción incorrecta durante la investigación. Dijo -Hay dos hileras de tejos muy antiguos que que no había rastro alguno en el suelo alrededor forman un seto impenetrable de cuatro metros del cadáver. El mayordomo no observó ninguno, de altura. El paseo propiamente tal tiene unos pero yo sí. Se encontraba a cierta distancia, pero tres metros de ancho. era reciente y muy claro». -¿Hay algo entre los setos y el paseo? -¿Huellas? -Sí, una franja de césped de dos metros de -Huellas. ancho a cada lado. -¿De un hombre o de una mujer? -¿Es exacto decir que el seto que forman los El doctor Mortimer nos miró extrañamente tejos queda cortado por un portillo? durante un instante y su voz se convirtió casi en -Sí; el portillo que da al páramo. un susurro al contestar: -¿Existe alguna otra comunicación? -Señor Holmes, ¡eran las huellas de un -Ninguna. sabueso gigantesco! -¿De manera que para llegar al paseo de los Tejos hay que venir de la casa o bien entrar por el portillo del páramo? -Hay otra salida a través del pabellón de ve- rano en el extremo que queda más lejos de la casa. 3. El problema -¿Había llegado hasta allí Sir Charles? -No; se encontraba a unos cincuenta met- ros. Confieso que sentí un escalofrío al oír -Dígame ahora, doctor Mortimer, y esto es aquellas palabras. El estremecimiento en la voz importante, las huellas que usted vio ¿estaban del doctor mostraba que también a él le afectaba en el camino y no en el césped? profundamente lo que acababa de contarnos. La -En el césped no se marcan las huellas. emoción hizo que Holmes se inclinara hacia ad- -¿Estaban en el lado del paseo donde se en- elante y que apareciera en sus ojos el brillo duro cuentra el portillo? e impasible que los iluminaba cuando algo le in- -Sí; al borde del camino y en el mismo lado. teresaba vivamente. -Me interesa extraordinariamente lo que -¿Las vio usted? cuenta. Otro punto más: ¿estaba cerrado el por- -Tan claramente como estoy viéndolo a tillo? usted. -¿Y no dijo nada? -Cerrado y con el candado puesto. -¿Para qué? -¿Qué altura tiene? -¿Cómo es que nadie más las vio? -Algo más de un metro. -Las huellas estaban a unos veinte metros del -En ese caso, cualquiera podría haber pasado cadáver y nadie se ocupó de ellas. Supongo que por encima. yo habría hecho lo mismo si no hubiera cono- -Efectivamente. cido la leyenda. -Y, ¿qué señales vio usted junto al portillo? -¿Hay muchos perros pastores en el pára- -Ninguna especial. mo? -¡Dios del cielo! ¿Nadie lo examinó? 10 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Lo hice yo mismo. historia de una espantosa aparición, que se cor- -¿Y no encontró nada? responde exactamente con el sabueso infernal -Resultaba todo muy confuso. Sir Charles, no de la leyenda. Le aseguro que se ha instaurado el hay duda, permaneció allí por espacio de cinco o reinado del terror en el distrito y que apenas hay diez minutos. nadie que cruce el páramo de noche. -¿Cómo lo sabe? -Y usted, un profesional de la ciencia, ¿cree -Porque se le cayó dos veces la ceniza del que se trata de algo sobrenatural? cigarro. -Ya no sé qué creer. -¡Excelente! He aquí, Watson, un colega de Holmes se encogió de hombros. acuerdo con nuestros gustos. Pero, ¿y las huel- -Hasta ahora he limitado mis investigaciones las? a este mundo -dijo-. Combato el mal dentro de -Sir Charles había dejado las suyas repetida- mis modestas posibilidades, pero enfrentarse mente en una pequeña porción del camino y no con el Padre del Mal en persona quizá sea una pude descubrir ninguna otra. tarea demasiado ambiciosa. Usted admite, sin Sherlock Holmes se golpeó la rodilla con la embargo, que las huellas son corpóreas. mano en un gesto de impaciencia. -El primer sabueso era lo bastante corpóreo -¡Ah, si yo hubiera estado allí! -exclamó-. para desgarrar la garganta de un hombre sin Se trata de un caso de extraordinario interés, dejar por ello de ser diabólico. que ofrece grandes oportunidades al experto -Ya veo que se ha pasado usted con armas científico. Ese paseo, en el que tanto se podría y bagajes al sobrenaturalismo. Pero dígame una haber leído, hace ya tiempo que ha sido embor- cosa, doctor Mortimer, si es ésa su opinión, ¿por ronado por la lluvia y desfigurado por los zuecos qué ha venido a consultarme? Me dice usted que de campesinos curiosos. ¿Por qué no me llamó es inútil investigar la muerte de Sir Charles y al usted, doctor Mortimer? Ha cometido un peca- mismo tiempo quiere que lo haga. do de omisión. -No he dicho que quiera que lo haga. -No me era posible llamarlo, señor Holmes, -En ese caso, ¿cómo puedo ayudarle? -Ac- sin revelar al mundo los hechos que acabo de onsejándome sobre lo que debo hacer con Sir contarle, y ya he dado mis razones para desear Henry Baskerville, que llega a la estación de no hacerlo. Además... Waterloo -el doctor Mortimer consultó su reloj- -¿Por qué vacila usted? dentro de hora y cuarto exactamente. -Existe una esfera que escapa hasta al más -¿Es el heredero? agudo y experimentado de los detectives. -Sí. Al morir Sir Charles hicimos indaga- -¿Quiere usted decir que se trata de algo so- ciones acerca de ese joven, y se descubrió que se brenatural? había consagrado a la agricultura en Canadá. De -No lo he afirmado. acuerdo con los informes que hemos recibido -No, pero es evidente que lo piensa. se trata de un excelente sujeto desde todos los -Desde que sucedió la tragedia, señor Hol- puntos de vista. Ahora no hablo como médico mes, han llegado a conocimiento mío varios sino en calidad de fideicomisario y albacea de incidentes difíciles de reconciliar con el orden Sir Charles. -¿No hay ningún otro demandante, natural. supongo? -¿Por ejemplo? -Ninguno. El único familiar que pudimos -He descubierto que antes del terrible suceso rastrear, además de él, fue Rodger Baskerville, el varias personas vieron en el páramo a una criat- menor de los tres hermanos de los que Sir Charles ura que coincide con el demonio de Baskerville, era el de más edad. El segundo, que murió joven, y no es posible que se trate de ningún animal era el padre de este muchacho, Henry. El tercero, conocido por la ciencia. Todos describen a una Rodger, fue la oveja negra de la familia. Procedía enorme criatura, luminosa, horrible y espectral. de la vieja cepa autoritaria de los Baskerville y, He interrogado a esas personas, un campesino según me han contado, era la viva imagen del con gran sentido práctico, un herrero y un agri- retrato familiar del viejo Hugo. Su situación se cultor del páramo, y los tres cuentan la misma complicó lo bastante como para tener que huir 11 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville de Inglaterra y dar con sus huesos en América -¿Y después? Central, donde murió de fiebre amarilla en 1876. -Después no le dirá nada hasta que yo tome Henry es el último de los Baskerville. Dentro de una decisión sobre este asunto. una hora y cinco minutos me reuniré con él en -¿Cuánto tiempo necesitará? la estación de Waterloo. He sabido por un tele- -Veinticuatro horas. Le agradeceré mucho, grama que llegaba esta mañana a Southampton. doctor Mortimer, que mañana a las diez en Y ésa es mi pregunta, señor Holmes, ¿qué me punto de la mañana venga a visitarme; también aconseja que haga con él? será muy útil para mis planes futuros que traiga -¿Por qué tendría que renunciar a volver al consigo a Sir Henry Baskerville. hogar de sus mayores? -Así lo haré, señor Holmes. -Parece lo lógico, ¿no es cierto? Y, sin em- Garrapateó los detalles de la cita en el puño bargo, si se considera que todos los Baskerville de la camisa y, con su manera distraída y un tanto que van allí son víctimas de un destino cruel, peculiar de persona corta de vista, se apresuró a estoy seguro de que si hubiera podido hablar abandonar la habitación. Holmes, que recordó conmigo antes de morir, Sir Charles me habría algo de pronto, logró detenerlo en el descansillo. recomendado que no trajera a ese lugar horrible -Una última pregunta, doctor Mortimer. al último vástago de una antigua raza y here- ¿Ha dicho usted que antes de la muerte de Sir dero de una gran fortuna. No se puede negar, Charles varias personas vieron esa aparición en sin embargo, que la prosperidad de toda la zona, el páramo? tan pobre y desolada, depende de su presencia. -Tres exactamente. Todo lo bueno que ha hecho Sir Charles se ven- -¿Se sabe de alguien que la haya visto después? drá abajo con estrépito si la mansión se queda No ha llegado a mis oídos. vacía. Y ante el temor de dejarme llevar por mi -Muchas gracias. Buenos días. evidente interés en el asunto, he decidido ex- Holmes regresó a su asiento con un gesto ponerle el caso y pedirle consejo. sereno de satisfacción interior del que podía Holmes reflexionó unos instantes. deducirse que tenía de lante una tarea que le -Dicho en pocas palabras, la cuestión es la agradaba. -¿Va usted a salir, Watson? siguiente: en opinión de usted existe un agente -Únicamente si no puedo serle de ayuda. diabólico que hace de Dartmoor una residencia -No, mi querido amigo, es en el momento de peligrosa para un Baskerville, ¿no es eso? la acción cuando me dirijo a usted en busca de -Al menos estoy dispuesto a afirmar que ex- ayuda. Pero esto que acabamos de oír es espléndi- isten algunas pruebas en ese sentido. do, realmente único desde varios puntos de vista. -Exacto. Pero, indudablemente, si su teoría Cuando pase por Bradley’s, ¿será tan amable de sobrenatural es correcta, el joven en cuestión pedirle que me envíe una libra de la picadura más está tan expuesto al imperio del mal en Londres fuerte que tenga? Muchas gracias. También le como en Devonshire. Un demonio con un poder agradecería que organizara sus ocupaciones para tan localizado como el de una junta parroquial no regresar antes de la noche. Para entonces me sería demasiado inconcebible. agradará mucho comparar impresiones acerca -Plantea usted la cuestión, señor Holmes, con del interesantísimo problema que se ha presen- una ligereza a la que probablemente renunciaría tado esta mañana a nuestra consideración. si entrara en contacto personal con estas cosas. Yo sabía que a Holmes le eran muy necesari- Su punto de vista, por lo que se me alcanza, es os la reclusión y el aislamiento durante las horas que el joven Baskerville correrá en Devonshire los de intensa concentración mental en las que mismos peligros que en Londres. Llega dentro de sopesaba hasta los indicios más insignificantes y cincuenta minutos. ¿Qué recomendaría usted? elaboraba diversas teorías que luego contrastaba -Lo que yo le recomiendo, señor mío, es para decidir qué puntos eran esenciales y cuáles que tome un coche, llame a su spaniel, que está carecían de importancia. De manera que pasé el arañando la puerta principal y siga su camino día en mi club y no regresé a Baker Street hasta hasta Waterloo para reunirse con Sir Henry la noche. Eran casi las nueve cuando abrí de Baskerville. nuevo la puerta de la sala de estar. 12 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville Mi primera impresión fue que se había de- -A grandísima escala -Holmes procedió a clarado un incendio, porque había tanto humo desenrollar una sección, sosteniéndola sobre en el cuarto que apenas se distinguía la luz de la la rodilla-. Aquí tiene usted el distrito concreto lámpara situada sobre la mesa. Nada más entrar, que nos interesa. Es decir, con la mansión de los sin embargo, se disiparon mis temores, porque el Baskerville en el centro. picor que sentí en la garganta y que me obligó a -¿Y un bosque alrededor? toser procedía del humo acre de un tabaco muy -Exactamente. Me imagino que el paseo fuerte y áspero. A través de la neblina tuve una de los Tejos, aunque no está señalado con ese vaga visión de Holmes en bata, hecho un ovillo en nombre, debe de extenderse a lo largo de esta un sillón y con la pipa de arcilla negra entre los la- línea, con el páramo, como puede usted ver, a la bios. A su alrededor había varios rollos de papel. derecha. Ese puñado de edificios es el caserío de -¿Se ha resfriado, Watson? Grimpen, donde tiene su sede nuestro amigo el -No; es esta atmósfera irrespirable. doctor Mortimer. Advierta que en un radio de -Supongo que está un poco cargada, ahora ocho kilómetros tan sólo hay algunas casas des- que usted lo menciona. perdigadas. Aquí está la mansión Lafter, men- -¡Un poco cargada! Es intolerable. cionada en el relato que leyó el doctor Mortimer. -¡Abra la ventana entonces! Se ha pasado Esta indicación de una casa quizá señale la resi- usted todo el día en el club, por lo que veo. dencia del naturalista..., si no recuerdo mal su -¡Mi querido Holmes! -¿Estoy en lo cierto? apellido era Stapleton. Aquí vemos dos granjas -Desde luego, pero ¿cómo...? dentro del páramo, High Tor y Foulmire. Luego, A Holmes le hizo reír mi expresión de a más de veinte kilómetros, la prisión de Princ- desconcierto. -Hay en usted cierta agradable etown. Entre esos puntos desperdigados se ex- inocencia, Watson, que convierte en un placer tiende el páramo deshabitado y sin vida. Tal es, el ejercicio, a costa suya, de mis modestas fac- por lo tanto, el escenario donde se ha represen- ultades de deducción. Un caballero sale de casa tado la tragedia y donde quizá contribuyamos a un día lluvioso en el que las calles se llenan de que se represente de nuevo. barro y regresa por la noche inmaculado, con el -Debe de ser un lugar extraño. brillo del sombrero y de los zapatos todavía in- -Sí, el decorado merece la pena. Si el diablo tacto. Eso significa que no se ha movido en todo de verdad desea intervenir en los asuntos de los el tiempo. No es un hombre que tenga amigos hombres... íntimos. ¿Dónde puede haber estado, por lo -¿Se inclina usted entonces hacia la expli- tanto? ¿No es evidente? cación sobrenatural? -Sí, bastante. -Los agentes del demonio pueden ser de -El mundo está lleno de cosas evidentes en carne y hueso, ¿no es cierto? Hay dos cuestiones las que nadie se fija ni por casualidad. ¿Dónde se que aclarar antes de nada. La primera es si se ha imagina usted que he estado yo? cometido algún delito; la segunda, ¿qué delito y -Tampoco se ha movido. cómo? Por supuesto, si la teoría del doctor Mor- -Muy al contrario, porque he estado en Dev- timer fuese correcta y tuviéramos que vér- onshire. noslas con fuerzas que desbordan las leyes or- -¿En espíritu? dinarias de la naturaleza, nuestra investigación -Exactamente. Mi cuerpo se ha quedado en moriría antes de empezar. Pero estamos obliga- este sillón y, en mi ausencia, siento comprobarlo, dos a agotar todas las demás hipótesis antes de ha consumido el contenido de dos cafeteras de recurrir a ésa. Creo que podemos volver a cerrar buen tamaño y una increíble cantidad de taba- esa ventana, si no tiene usted inconveniente. Es co. Después de que usted se marchara pedí que muy curioso, pero descubro que una atmósfera me enviaran de Stanford’s un mapa oficial de cargada contribuye a mantener la concentración esa parte del páramo y mi espíritu se ha pasado mental. No lo he llevado hasta el extremo de me- todo el día suspendido sobre él. Creo estar en terme en una caja para pensar, pero ése sería el condiciones de recorrerlo sin perderme. resultado lógico de mis convicciones. ¿También -Un mapa a gran escala, supongo. usted le ha dado vueltas al caso? 13 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Sí; he pensado mucho en ello durante todo a pensar en ello hasta que tengamos ocasión el día. -¿Ha llegado a alguna conclusión? de reunirnos con el doctor Mortimer y con Sir -Es muy desconcertante. Henry Baskerville mañana por la mañana. -Sin duda tiene unas características muy peculiares. Hay puntos muy sobresalientes. El cambio en la forma de las huellas, por ejemplo. ¿Qué opina usted de eso? -Mortimer dijo que el difunto recorrió de puntillas aquella parte del paseo. 4. Sir Henry Baskerville -El doctor se limitó a repetir lo que algún es- túpido había dicho en la investigación. ¿Por qué tendría nadie que avanzar de puntillas paseo ad- Terminamos pronto de desayunar y Holmes, elante? en bata, esperó a que llegara el momento de la -¿Qué sucedió entonces? entrevista prometida. Nuestros clientes acudi- -Corría, Watson..., corría desesperadamente eron puntualmente a la cita: el reloj acababa de para salvar la vida; corría hasta que le estalló el dar las diez cuando entró el doctor Mortimer, corazón y cayó muerto de bruces. seguido del joven baronet, un hombre de unos -Corría..., ¿alejándose de qué? treinta años, pequeño, despierto, de ojos negros, -Eso es lo que tenemos que averiguar. Hay constitución robusta, espesas cejas negras y un indicios de que Sir Charles estaba ya obnubilado rostro de rasgos enérgicos que reflejaban un por el miedo antes de empezar a correr. carácter batallador. Vestía un traje de tweed de -¿Cómo lo sabe usted? color rojizo y tenía la tez curtida de quien ha -Imagino que la causa de sus temores vino pasado mucho tiempo al aire libre, si bien había hacia él atravesando el páramo. Si es ése el algo en la firmeza de su mirada y en la tranquila caso, y parece lo más probable, sólo un hombre seguridad de sus modales que ponían de mani- que ha perdido la razón corre alejándose de la fiesto su noble cuna. casa en lugar de regresar a ella. Si se puede dar -Sir Henry Baskerville -dijo el doctor Mor- crédito al testimonio del gitano, corrió pidien- timer. do auxilio en la dirección de donde era menos -A su disposición -dijo Sir Henry-, y lo más probable que pudiera recibir ayuda. Por otra extraño, señor Holmes, es que si mi amigo, aquí parte, ¿a quién estaba esperando aquella noche, presente, no me hubiera propuesto venir a verlo y por qué esperaba en el paseo de los Tejos y no hoy por la mañana, habría venido yo por inicia- en la casa? tiva propia. Según creo, resuelve usted pequeños -¿Cree usted que esperaba a alguien? rompecabezas y esta mañana me he encontrado -Sir Charles era un hombre enfermo y de edad con uno que requiere más sustancia gris de la avanzada. Es comprensible que diera un paseo a que yo estoy en condiciones de consagrarle. última hora, pero, dada la humedad del suelo y -Haga el favor de tomar asiento, Sir Henry. la inclemencia de la noche, ¿es lógico pensar que ¿Si no entiendo mal ya ha tenido usted alguna se quedara quieto cinco o diez minutos, como el experiencia notable desde su llegada a Londres? doctor Mortimer, con más sentido práctico del -Nada de importancia, señor Holmes. Tan que yo le hubiera atribuido, dedujo gracias a la sólo una broma, probablemente. Se trata de una ceniza del cigarro puro? carta, si es que se la puede llamar así, que he -Pero salía todas las noches. recibido esta mañana. -Me parece improbable que se detuviera Sir Henry dejó un sobre en la mesa y todos todas las noches junto al portillo. Sabemos, nos inclinamos para verlo. Era de calidad cor- por el contrario, que tendía a evitar el páramo. riente y color grisáceo. Las señas, «Sir Henry Aquella noche esperó allí. Al día siguiente se Baskerville, Northumberland Hotel», estaban disponía a salir para Londres. El asunto empie- escritas toscamente, en el matasellos se leía za a tomar forma, Watson. Se hace coherente. Si «Charing Cross» y la carta se había echado al no le importa, páseme el violín y no volveremos correo la noche anterior. 14 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -¿Quién sabía que fuese usted a alojarse en el especialidad comercial o su industria se verán Northumberland Hotel? -preguntó Holmes, mi- incentivadas mediante una tarifa protectora, rando con gran interés a nuestro visitante. pero si da en utilizar la razón comprenderá -No lo sabía nadie. Lo decidí después de que, a la larga, esa legislación alejará del país conocer al doctor Mortimer. mucha riqueza, disminuirá el valor de nuestras -Pero, sin duda, el doctor Mortimer se alo- importaciones y empeorará las condiciones jaba allí con anterioridad. generales de vida en nuestras tierras.» ¿Qué le -No -dijo el doctor-; estuve disfrutando de la parece, Watson? -exclamó Holmes, con gran hospitalidad de un amigo. No existía la menor regocijo, frotándose las manos satisfecho-. ¿No indicación de que fuésemos a elegir ese hotel. cree usted que se trata de una opinión admira- -¡Hummm! Alguien parece estar muy in- ble? teresado en sus movimientos -Holmes sacó del El doctor Mortimer miró a Holmes con in- sobre medio pliego doblado en cuatro que pro- terés profesional y Sir Henry Baskerville volvió cedió a abrir y extender sobre la mesa. Una sola hacia mí unos ojos tan oscuros como descon- frase, escrita por el procedimiento de pegar en certados. el papel palabras impresas, ocupaba el centro de -No sé mucho sobre tarifas y cosas seme- la hoja y decía lo siguiente: «Si da usted valor a jantes -dijo-, pero me parece que nos estamos su vida o a su razón, se alejará del páramo». Tan apartando un poco de la cuestión. sólo la palabra «páramo» estaba escrita a mano. -Pues yo opino, por el contrario, que la esta- -Ahora -dijo Sir Henry Baskerville- quizá mos siguiendo muy de cerca, Sir Henry. Watson, pueda usted decirme, señor Holmes, cuál es, por aquí presente, sabe más que usted acerca de mil pares de demonios, el significado de todo mis métodos, pero me temo que tampoco él ha esto y quién es la persona que se interesa tanto captado del todo la importancia de esta frase. por mis asuntos. -No; confieso que no veo la relación. -¿Qué opina usted, doctor Mortimer? Ten- -Y, sin embargo, mi querido Watson, existe drá usted que reconocer, al menos, que no hay una conexión muy estrecha, dado que la primera nada de sobrenatural en ello. está sacada de ésta. «Usted», «su» «su», «vida», -No, desde luego, pero podría venir de algu- «razón», «valor», «alejará», «del». ¿Ve usted ien convencido de que existe una intervención ahora de dónde se han tomado esas palabras? sobrenatural. -¡Por todos los demonios, tiene usted razón! -¿De qué están hablando? -preguntó Sir ¡Que me aspen si no es de lo más ingenioso! -ex- Henry con aspereza-. Tengo la impresión de que clamó Sir Henry. -Y por si quedara alguna duda, todos ustedes, caballeros, están más al tanto que no hay más que ver cómo «alejará» y «del» están yo de mis propios asuntos. en el mismo recorte. -Cierto, ¡así es! -Le haremos partícipe de todo lo que sabe- -A decir verdad, señor Holmes, esto sobre- mos antes de que abandone esta habitación, pasa cualquier cosa que hubiera podido imagi- Sir Henry, se lo prometo -dijo Sherlock Holm- nar -dijo el doctor Mortimer, contemplando a es-. Pero por el momento, con su permiso, nos mi amigo con asombro-. Entendería que alguien ceñiremos a este documento tan interesante, dijera que las palabras han salido de un periódi- que debe de haberse compuesto y echado al co, pero precisar cuál y añadir que se trata del correo anoche. ¿Tiene usted el Times de ayer, editorial, es una de las cosas más sorprendentes Watson? que he visto nunca. ¿Cómo lo ha hecho? -Está ahí en el rincón. -Imagino, doctor, que usted distinguiría -¿Le importa acercármelo..., la tercera pá- entre el cráneo de un negro y el de un esqui- gina, con los editoriales? -Holmes examinó los mal. artículos con rapidez, recorriendo las colum- -Sin duda. nas de arriba abajo con la mirada-. Un editorial -Pero, ¿cómo? muy importante sobre la libertad de comercio. -Porque es mi pasatiempo favorito. Las dif- Permítanme que les lea un extracto. «Quizá lo erencias son evidentes. El borde supraorbital, el engatusen a usted para que se imagine que su ángulo facial, la curva del maxilar, el... 15 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Pues éste es mi pasatiempo favorito y las Fíjense, además, en que las palabras no están diferencias también son evidentes. A mis ojos pegadas con precisión, sino unas mucho más es tanta la diferencia entre el tipo de impren- altas que otras. «Vida», por ejemplo, se halla ta grande y bien espaciado de un artículo del completamente fuera de su sitio. Eso puede in- Times y la impresión descuidada de un per- dicar descuido o tal vez agitación y prisa. En iódico de la tarde de medio penique como la conjunto me inclino por esto último, ya que se que pueda existir para usted entre sus negros y trata de un asunto a todas luces importante y no sus esquimales. La detección de caracteres de es probable que el redactor de la carta descui- imprenta es una de las ramas más elementales dara su tarea voluntariamente. Si es cierto que del saber para el experto en delitos, aunque tenía prisa, surge la interesante pregunta de por debo confesar que, en una ocasión, cuando era qué tenía tanta prisa, dado que Sir Henry habría muy joven, confundí el Leeds Mercury con el recibido antes de abandonar el hotel cualquier Western Morning News. Pero un editorial del carta que se echara al correo por la mañana tem- Times es inconfundible y esas palabras no se prano. ¿Acaso temía su autor una interrupción podían haber tomado de ningún otro sitio. Y y, en ese caso, de quién? puesto que se hizo ayer, era más que probable -Estamos entrando en el terreno de las con- que las encontráramos donde las hemos en- jeturas -dijo el doctor Mortimer. contrado. -Digamos, más bien, en el terreno donde -Hasta donde soy capaz de seguirle, señor sopesamos posibilidades y elegimos la más Holmes -dijo Sir Henry Baskerville-, afirma probable. Es el uso científico de la imaginación, usted que alguien cortó ese mensaje con unas pero siempre tenemos una base material sobre tijeras... la que apoyar nuestras especulaciones. Sin duda -Tijeras para uñas -dijo Holmes-. Se puede puede usted llamarlo conjetura, pero estoy casi ver que eran unas tijeras de hoja muy pequeña, seguro de que estas señas se han escrito en un ya que quien lo hizo tuvo que dar dos tijeretazos hotel. para «alejará del». -¿Cómo demonios puede usted saberlo? -Efectivamente. Alguien, entonces, recortó -Si las examina cuidadosamente descubrirá el mensaje con unas tijeras muy pequeñas, lo que tanto la pluma como la tinta han causado pegó con engrudo... problemas a la persona que escribía. La pluma -Goma -dijo Holmes. ha emborronado dos veces la misma palabra -Con goma en el papel. Pero me gustaría y se ha quedado seca tres veces en muy poco saber por qué tuvo que escribir la palabra «pára- tiempo, lo que demuestra que había muy poca mo». tinta en el tintero. Ahora bien, raras veces se -Porque el autor no la encontró en letra im- permite que una pluma o un tintero person- presa. Las otras palabras eran sencillas y podían ales lleguen a esa situación, y la combinación encontrarse en cualquier ejemplar del periódico, de las dos ha de ser bastante rara. Pero todos pero «páramo» es menos corriente. ustedes conocen las plumas y los tinteros de los -Claro, eso lo explica. ¿Ha descubierto usted hoteles, donde lo raro es encontrar otra cosa. algo más en ese mensaje, señor Holmes? Sí: afirmo casi sin lugar a duda que si pudiéra- -Hay uno o dos indicios, aunque se ha hecho mos examinar el contenido de las papeleras de todo lo posible por eliminar cualquier pista. La los hoteles de los alrededores de Charing Cross dirección, si se fija usted, está escrita con letra hasta encontrar el resto del mutilado editorial muy tosca. The Times, sin embargo, es un per- del Times podríamos descubrir a la persona iódico que prácticamente sólo leen las personas que envió este singular mensaje. ¡Vaya, vaya! con una educación superior. Podemos deducir, ¿Qué es esto? por consiguiente, que quien compuso la carta Sherlock Holmes estaba examinando cui- es una persona educada que ha querido hac- dadosamente el medio pliego con las palabras erse pasar por inculta y que su preocupación pegadas, colocándoselo a pocos centímetros de por ocultar su letra sugiere que quizá alguno de los ojos. ustedes la conozca o pueda llegar a conocerla. -¿Y bien? 16 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Nada -respondió Holmes, dejándolo caer-. -Compré muchas cosas. El doctor Mortim- Es la mitad de un pliego totalmente en blanco, er, aquí presente, me acompañó. Compréndalo sin filigrana siquiera. Creo que hemos extraído usted, si voy a ser un terrateniente destacado, toda la información posible de esta carta tan cu- he de vestirme en consonancia con mi categoría riosa. Ahora, Sir Henry, ¿le ha sucedido alguna social, y puede ser que me haya hecho un poco otra cosa de interés desde su llegada a Londres? descuidado en América. Compré, entre otras -No, señor Holmes, me parece que no. cosas, esas botas marrones (pagué seis dólares -¿No ha observado que nadie lo siguiera o lo por ellas) y he conseguido que me roben una vigilara? antes de estrenarlas. -Tengo la impresión de haberme convertido -Parece un robo particularmente inútil -dijo en personaje de novela barata -dijo nuestro visi- Sherlock Holmes-. Confieso compartir la creen- tante-. ¿Por qué demonios habría de vigilarme o cia del doctor Mortimer de que la bota aparecerá de seguirme nadie? dentro de poco. -Estamos llegando a eso. ¿No tiene usted que -Y ahora, caballeros -dijo el baronet con informarnos de nada más antes de que hablem- decisión- me parece que he hablado más que os de su viaje? suficiente de lo poco que sé. Ya es hora de que -Bueno, depende de lo que usted considere cumplan ustedes su promesa y me den una in- digno de mención. formación completa sobre el asunto que a todos -Creo que todo lo que se salga del curso or- nos ocupa. dinario de la vida es digno de mención. -Su petición es muy razonable -respondió Sir Henry sonrió. Holmes-. Doctor Mortimer, creo que lo mejor -No sé aún mucho acerca de la vida británi- será que cuente usted la historia a Sir Henry tal ca, porque he pasado la mayor parte de mi exist- como nos la contó a nosotros. encia en los Estados Unidos y en Canadá. Pero Al recibir aquel estímulo, nuestro amigo el supongo que tampoco aquí perder una bota es hombre de ciencia se sacó los papeles que lle- parte del curso ordinario de la vida. -¿Ha per- vaba en el bolsillo y presentó el caso como lo dido una bota? había hecho el día anterior. Sir Henry le escuchó -Mi querido señor -exclamó el doctor Mor- con la más profunda atención y con alguna ex- timer-, tan sólo se ha extraviado. Estoy seguro clamación de sorpresa de cuando en cuando. de que la encontrará a su regreso al hotel. ¿Qué -Vaya, parece que me ha tocado en suerte sentido tiene molestar al señor Holmes con in- algo más que una herencia -comentó, una vez significancias como ésa? terminada la larga narración-. Por supuesto, -Me ha preguntado por cualquier cosa que llevo oyendo hablar del sabueso desde mi infan- se saliera de lo corriente. cia. Es la historia preferida de la familia, aunque -Así es -intervino Holmes-, aunque el inci- hasta ahora nunca se me había ocurrido tomarla dente pueda parecer completamente estúpido. en serio. Pero, por lo que se refiere a la muerte ¿Dice usted que ha perdido una bota? de mi tío..., bueno, todo parece arremolinárse- -Digamos, más bien, que se ha extraviado. me en la cabeza y todavía no consigo verlo con Anoche dejé las dos fuera y sólo había una por claridad. Creo que aún no han decidido ustedes la mañana. No he conseguido sacar nada en lim- si hay que acudir a la policía o a un clérigo. pio del sujeto que las limpia. Y lo peor de todo -Exactamente. es que las compré precisamente anoche en el -Y ahora se añade el asunto de la carta que Strand y aún no las he estrenado. me han mandado al hotel. Supongo que eso en- -Si no se las había puesto, ¿por qué las dejó caja con lo demás. fuera para que se las limpiaran? -Parece indicar que hay alguien que sabe más -Eran unas botas de cuero y estaban sin cha- que nosotros sobre lo que pasa en el páramo - rolar. Por eso las saqué. dijo el doctor Mortimer. -¿Tengo que entender entonces que al llegar -Y alguien además -añadió Holmes- que ayer a Londres salió inmediatamente a la calle y está bien dispuesto hacia usted, puesto que lo se compró un par de botas? previene del peligro. 17 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -O que quizá quiere asustarme en beneficio se dirigió a toda prisa hacia su cuarto para qui- propio. -Sí, por supuesto, también eso es posi- tarse la bata y regresó a los pocos segundos con ble. Estoy muy en deuda con usted, doctor Mor- la levita puesta. Descendimos apresuradamente timer, por haberme presentado un problema las escaleras y salimos a la calle. El doctor Mor- que ofrece varias alternativas interesantes. Pero timer y Baskerville eran todavía visibles a unos tenemos que resolver una cuestión práctica, Sir doscientos metros por delante de nosotros en Henry: la de si es aconsejable que vaya usted a la dirección a Oxford Street. mansión de los Baskerville. -¿Quiere que corra y los alcance? -¿Por qué tendría que renunciar a hacerlo? -Ni por lo más remoto, mi querido Watson. -Podría ser peligroso. Su compañía me satisface plenamente, si a usted -¿Se refiere usted al peligro de ese demonio no le desagrada la mía. Nuestros amigos han familiar o a la actuación de seres humanos? acertado, porque sin duda es una mañana muy -Bien; eso es lo que tenemos que averiguar. adecuada para pasear. -En cualquiera de los dos casos, mi respuesta Sherlock Holmes aceleró la marcha hasta que es la misma. No hay demonio en el infierno ni la distancia que nos separaba quedó reducida a hombre sobre la faz de la tierra que me pueda la mitad. Luego, siempre manteniéndonos unos impedir volver a la casa de mi familia, y tenga cien metros por detrás, seguimos a Baskerville y usted la seguridad de que le doy mi respuesta a Mortimer por Oxford Street y después por Re- definitiva -frunció el entrecejo mientras hablaba gent Street. En una ocasión nuestros amigos se y su rostro enrojeció vivamente. No cabía duda detuvieron a mirar un escaparate y Holmes hizo de que el carácter fogoso de los Baskerville aún lo mismo. Un instante después dejó escapar un seguía vivo en el último retoño de la estirpe- leve grito de satisfacción y, al seguir la dirección . Por otra parte -continuó-, apenas he tenido de su mirada, vi que un cabriolé de alquiler que tiempo de pensar sobre todo lo que me han con- se había detenido al otro lado de la calle rean- tado ustedes. Es mucho pedir que una persona udaba lentamente la marcha. entienda y decida a la vez. Me gustaría disponer -¡Ahí está nuestro hombre, Watson! ¡Venga! de una hora de tranquilidad. Vamos a ver, señor Al menos tendremos ocasión de verlo, aunque Holmes: ahora son las once y media y yo voy a no podamos hacer nada más. volver directamente a mi hotel. ¿Qué le parece si En aquel momento me di cuenta de que una usted y su amigo, el doctor Watson, se reúnen a poblada barba negra y dos ojos muy penetrantes las dos con nosotros y almorzamos juntos? Para se habían vuelto hacia nosotros por la venta- entonces estaré en condiciones de decirle con nilla del coche de alquiler. Inmediatamente se más claridad cómo veo las cosas. alzó la trampilla del techo, el cochero recibió -¿Tiene usted algún inconveniente, Watson? una orden a gritos y el vehículo salió disparado -Ninguno. Regent Street adelante. Holmes buscó ansiosa- -En ese caso cuenten con nosotros. ¿Debo mente con la vista otro coche desocupado, pero llamar a un coche de alquiler? no había ninguno. Luego echó a correr deses- -Prefiero andar, porque este asunto me ha peradamente entre la corriente del tráfico, pero puesto un poco nervioso. la ventaja era demasiado grande y muy pronto el -Y yo le acompañaré con mucho gusto -dijo cabriolé se perdió de vista. el doctor Mortimer. -¡Qué contrariedad! -dijo Holmes con am- -En ese caso volveremos a reunirnos a las argura al apartarse, jadeante y pálido de in- dos. ¡Hasta luego y buenos días! dignación, del flujo de vehículos-. ¿Ha existido Oímos los pasos de nuestros visitantes en la nunca peor suerte y también mayor torpeza? escalera y el ruido de la puerta de la calle al cer- Watson, Watson, si es usted honesto ¡tendrá que rarse. En un instante Holmes había dejado de apuntar esto en el debe, contraponiéndolo a mis ser el soñador lánguido para transformarse en éxitos! el hombre de acción. -¿Quién era ese individuo? -¡Enseguida, Watson, póngase el sombrero y -No tengo la menor idea. las botas! ¡Ni un momento que perder! -Holmes -¿Un espía? 18 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Por lo que hemos oído era evidente que a Durante esta conversación habíamos seg- Baskerville lo han estado siguiendo muy de uido avanzando lentamente por Regent Street cerca desde que llegó a Londres. De lo contra- y ya hacía tiempo que el doctor Mortimer y su rio, ¿cómo habría podido saberse tan pronto acompañante se habían perdido de vista. que se alojaba en el hotel Northumberland? Si -No tiene objeto que continuemos -dijo Holm- lo habían seguido el primer día, era lógico que es-. La persona que los seguía se ha marchado y no también lo siguieran el segundo. Quizá se per- reaparecerá. Hemos de ver si disponemos de otros cató usted de que me llegué dos veces hasta la triunfos y jugarlos con decisión. ¿Reconocería ventana mientras el doctor Mortimer leía el usted el rostro del hombre que iba en el cabriolé? texto de la leyenda. -Sólo reconocería la barba. -Sí, lo recuerdo. -Lo mismo me sucede a mí, por lo que -Quería ver si alguien merodeaba por la calle, deduzco que, con toda probabilidad, era una pero no he tenido éxito. Nos enfrentamos con barba postiza. Un hombre inteligente que lleva un hombre inteligente, Watson. Se trata de un a cabo una misión tan delicada sólo utiliza una asunto muy serio y aunque no he decidido aún barba para dificultar su identificación. ¡Venga si estamos en contacto con un agente benévolo conmigo, Watson! o perverso, constato siempre la presencia de Holmes entró en una de las oficinas de reca- inteligencia y decisión. Al marcharse nuestros deros del distrito, donde el gerente lo recibió de amigos los seguí al instante con la esperanza manera muy afectuosa. de localizar a su invisible acompañante, pero -Ya veo, Wilson, que no ha olvidado el caso nuestro hombre ha tenido la precaución de no en que tuve la buena fortuna de poder ayudarle. trasladarse a pie sino utilizar un coche, lo que -No, señor; le aseguro que no lo he olvidado. le permitía rezagarse o adelantarlos a toda ve- Salvó usted mi reputación y quizá también mi locidad y escapar así a su detección. Ese método vida. tiene la ventaja adicional de que si hubieran to- -Exagera usted, amigo mío. Si no recuerdo mado un coche ya estaba preparado para seguir- mal, cuenta usted entre sus empleados con un los. Pero tiene, sin embargo, una desventaja. muchacho apellidado Cartwright, que mostró -Lo pone a merced del cochero. cierto talento durante nuestra investigación. -Exactamente. -Sí, señor; todavía sigue con nosotros. -¡Es una lástima que no tomáramos el núme- -¿Podría usted llamarlo? ¡Muchas gracias! Y ro! también me gustaría que me cambiara este bil- -Mi querido Watson, aunque haya obrado lete de cinco libras. con torpeza, no pensará usted seriamente que Un chico de catorce años, de rostro despierto he olvidado ese pequeño detalle. Nuestro hom- y mirada inquisitiva, se presentó en respuesta a bre es el 2704. Pero por el momento no nos sirve la llamada del encargado y se quedó mirando al de nada. famoso detective con aire reverente. -No veo qué más podría usted haber hecho. -Déjeme ver la guía de hoteles -dijo Holmes-. -Al descubrir el coche de alquiler debería Muchas gracias. Vamos a ver, Cartwright, aquí haber dado la vuelta y haberme alejado, para, a tienes los nombres de veintitrés hoteles, todos en continuación, alquilar con toda calma un seg- las inmediaciones de Charing Cross. ¿Los ves? undo cabriolé y seguir al primero a una distan- -Sí, señor. cia prudente o, mejor aún, trasladarme al hotel -Vas a visitarlos todos, uno a uno. Northumberland y esperar allí. Después de que -Sí, señor. el desconocido hubiera seguido a Baskerville -Empezarás, en cada caso, por dar un chelín hasta su casa habríamos tenido la oportunidad al portero. Aquí tienes veintitrés chelines. de jugar a su mismo juego yver a dónde se dirigía -Sí, señor. él. Pero, debido a una impaciencia indiscreta, de -Le dirás que quieres ver el contenido de las la que nuestro contrincante ha sabido aprove- papeleras que se vaciaron ayer. Dirás que se ha charse con extraordinaria celeridad y energía, extraviado un telegrama importante y que lo nos hemos traicionado y lo hemos perdido. estás buscando. ¿Entiendes? 19 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Sí, señor. -Sin duda este Johnson es un viejo conocido -Pero, en realidad, lo que vas a buscar es un mío -le dijo Holmes al conserje-. ¿No se trata ejemplar del Times de ayer en cuya página cen- de un abogado, de cabello gris, con una leve co- tral se hayan hecho unos agujeros con tijeras. jera? Aquí tienes el periódico. Ésta es la página. La -No, señor; se trata del señor Johnson, propi- reconocerás fácilmente, ¿no es cierto? etario de minas de carbón, un caballero muy ac- -Sí, señor. tivo, no mayor que usted. -El portero te mandará en cada caso al conser- -¿Está seguro de no equivocarse sobre su je, a quien también darás un chelín. Aquí tienes ocupación? otros veintitrés chelines. Es posible que en veinte -No, señor: viene a este hotel desde hace mu- de los veintitrés hoteles los papeles desechados chos años y lo conocemos muy bien. del día de ayer hayan sido quemados o elimi- -En ese caso no hay más que hablar. Pero..., nados. En los otros tres casos te mostrarán un señora Oldmore; también me parece recordar montón de papel y buscarás en él esta página del ese apellido. Perdone mi curiosidad, pero, con Times. Las posibilidades en contra son elevadísi- frecuencia, al ir a visitar a un amigo se encuen- mas. Aquí tienes diez chelines más para una tra a otro. emergencia. Mándame un informe por telégrafo -Es una dama enferma, señor. Su esposo fue a Baker Street antes de la noche. Y ahora, Watson, en otro tiempo alcalde de Gloucester. Siempre se sólo nos queda descubrir mediante el telégrafo la aloja en nuestro hotel cuando viene a Londres. identidad de nuestro cochero, el número 2704; -Muchas gracias; me temo que no tengo el luego pasaremos por una de las galerías de Bond honor de conocerla. Hemos obtenido un dato Street y ocuparemos el tiempo viendo cuadros muy importante con esas preguntas, Watson hasta el momento de nuestra cita en el hotel. -continuó Holmes, en voz baja, mientras sub- íamos juntos la escalera-. Sabemos ya que las personas que sienten tanto interés por nuestro amigo no se alojan aquí. Eso significa que si bien, como ya hemos visto, están ansiosos de vigilarlo, les preocupa igualmente que Sir Henry 5. Tres cabos rotos pueda verlos. Y eso es un hecho muy sugerente. -¿Qué es lo que sugiere? -Sugiere... ¡vaya! ¿Qué le sucede, mi queri- Sherlock Holmes poseía, de manera muy no- do amigo? Al terminar de subir la escalera nos table, la capacidad de desentenderse a voluntad. tropezamos con Sir Henry Baskerville en perso- Por espacio de dos horas pareció olvidarse del na, con el rostro encendido por la indignación y extraño asunto que nos tenía ocupados para empuñando una bota muy usada y polvorienta. consagrarse por entero a los cuadros de los Estaba tan furioso que apenas se le entendía y modernos maestros belgas. Y desde que salimos cuando por fin habló con claridad lo hizo con de la galería hasta que llegamos al hotel North- un acento americano mucho más marcado del umberland habló exclusivamente de arte, tema que había utilizado por la mañana. sobre el que tenía ideas muy elementales. -Me parece que me han tomado por tonto en -Sir Henry Baskerville los espera en su hab- este hotel -exclamó-. Pero como no tengan cui- itación -dijo el recepcionista-. Me ha pedido que dado descubrirán muy pronto que donde las dan les hiciera subir en cuanto llegaran. las toman. Por todos los demonios, si ese tipo no -¿Tiene inconveniente en que consulte su encuentra la bota que me falta, aquí va a haber registro? -dijo Holmes. más que palabras. Sé aceptar una broma como -Ninguno. el que más, señor Holmes, pero esto ya pasa de En el registro aparecían dos entradas después castaño oscuro. de la de Baskerville: Theophilus Johnson y fa- -¿Aún sigue buscando la bota? milia, de Newcastle, y la señora Oldmore con su -Así es, y estoy decidido a encontrarla. doncella, de High Lodge, Alton. -Pero, ¿no dijo usted que era una bota nueva 20 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville de color marrón? -Y, ¿cuándo? -Así era, señor mío. Y ahora se trata de otra -A finales de semana. negra y vieja. -Creo que, en conjunto -dijo Holmes-, su -¡Cómo! ¿Quiere usted decir...? decisión es acertada. Tengo suficientes pruebas -Eso es exactamente lo que quiero decir. de que está usted siendo seguido en Londres y Sólo tenía tres pares..., las marrones nuevas, las entre los millones de habitantes de esta gran negras viejas y los zapatos de charol, que son los ciudad es dificil descubrir quiénes son esas que llevo puestos. Anoche se llevaron una mar- personas y cuál pueda ser su propósito. Si su rón y hoy me ha desaparecido una negra. Vea- intención es hacer el mal pueden darle un dis- mos, ¿la ha encontrado usted? ¡Hable, caramba, gusto y no estaríamos en condiciones de im- y no se me quede mirando! pedirlo. ¿Sabía usted, doctor Mortimer, que Había aparecido en escena un camarero ale- alguien los seguía esta mañana al salir de mi mán presa de gran nerviosismo. casa? -No, señor; he preguntado por todo el hotel, El doctor Mortimer tuvo un violento sobre- pero nadie sabe nada. salto. -Pues o aparece la bota antes de que se ponga -¡Seguidos! ¿Por quién? el sol, o iré a ver al gerente para decirle que me -Eso es lo que, desgraciadamente, no puedo marcho inmediatamente del hotel. decirles. -Aparecerá, señor..., le prometo que si tiene Entre sus vecinos o conocidos de Dartmoor, usted un poco de paciencia la encontraremos. ¿hay alguien de pelo negro que se deje la barba? -No se le olvide, porque es lo último que voy -No..., espere, déjeme pensar..., sí, claro, Bar- a perder en esta guarida de ladrones. Perdone, rymore, el mayordomo de Sir Charles, es un señor Holmes, que le moleste por algo tan insig- hombre muy moreno, con barba. nificante... -¡Ajá! ¿Dónde está Barrymore? -Creo que está justificado preocuparse. -Tiene a su cargo la mansión de los Basker- -Veo que le parece un asunto serio. ville. -¿Cómo lo explica usted? -Será mejor que nos aseguremos de que sigue -No trato de explicarlo. Me parece la cosa allí o de si, por el contrario, ha tenido ocasión de más absurda y más extraña que me ha sucedido trasladarse a Londres. nunca. -¿Cómo puede usted averiguarlo? -La más extraña, quizá -dijo Holmes pensa- -Déme un impreso para telegramas. «¿Está tivo. todo listo para Sir Henry?» Eso bastará. Dir- -¿Cuál es su opinión? igido al señor Barrymore, mansión de los Bask- -No pretendo entenderlo todavía. Este caso erville. ¿Cuál es la oficina de telégrafos más suyo es muy complicado, Sir Henry. Cuando lo próxima? Grimpen. De acuerdo, enviaremos un relaciono con la muerte de su tío dudo de que segundo cable al jefe de correos de Grimpen: entre los quinientos casos de importancia capi- «Telegrama para entregar en mano al señor tal con que me he enfrentado hasta ahora haya Barrymore. Si está ausente, devolver por favor a habido alguno que presentara más dificultades. Sir Henry Baskerville, hotel Northumberland». Disponemos de varias pistas y es probable que Eso deberá permitirnos saber antes de la noche una u otra nos lleve hasta la verdad. Quizá per- si Barrymore está en su puesto o se ha ausen- damos tiempo siguiendo una falsa, pero, más tado. pronto o más tarde, daremos con la correcta. -Asunto resuelto -dijo Baskerville-. Por cier- El almuerzo fue muy agradable, aunque en to, doctor Mortimer, ¿quién es ese Barrymore, su transcurso apenas se dijo nada del asunto de todas formas? que nos había reunido. Tan sólo cuando nos re- -Es el hijo del antiguo guarda, que ya murió. tiramos a una sala de estar privada Holmes pre- Los Barrymore llevan cuatro generaciones cui- guntó a Baskerville cuáles eran sus intenciones. dando de la mansión. Hasta donde se me alcan- -Trasladarme a la mansión de los Basker- za, él y su mujer forman una pareja tan respeta- ville. ble como cualquiera del condado. 21 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Al mismo tiempo -dijo Baskerville-, está -Y ese hombre de gustos sencillos, ¿sería el bastante claro que mientras en la mansión no heredero de la fortuna? haya nadie de mi familia esas personas disfrutan -Heredaría la propiedad, porque está vincu- de un excelente hogar y carecen de obligaciones. lada. Y también heredaría el dinero a no ser que -Eso es cierto. el actual propietario, que, como es lógico, puede -¿Dejó Sir Charles algo a los Barrymore en su hacer lo que quiera con él, le diera otro destino testamento? -preguntó Holmes. en su testamento. -Él y su mujer recibieron quinientas libras -¿Ha hecho usted testamento, Sir Henry? cada uno. -No, señor Holmes, no lo he hecho. No he -¡Ah! ¿Estaban al corriente de que iban a re- tenido tiempo, porque sólo desde ayer estoy al cibir esa cantidad? corriente de todo. Pero, en cualquier caso, creo -Sí; Sir Charles era muy aficionado a hablar que el dinero no debe separarse ni del título ni de las disposiciones de su testamento. de la propiedad. Esa era la idea de mi pobre tío. -Eso es muy interesante. ¿Cómo sería posible restaurar el esplendor de los -Espero -dijo el doctor- que no considere Baskerville si no se dispone del dinero necesario usted sospechosas a todas las personas que han para mantener la propiedad? La casa, la tierra y recibido un legado de Sir Charles, porque tam- el dinero deben ir juntos. bién a mí me dejó mil libras. -Así es. Bien, Sir Henry: estoy completa- -¡Vaya! ¿Ya alguien más? mente de acuerdo con usted en cuanto a la con- -Hubo muchas sumas insignificantes para veniencia de que se traslade sin tardanza a Dev- otras personas y también se atendió a un gran onshire. Pero hay una medida que debo tomar. número de obras de caridad. Todo lo demás En ningún caso puede usted ir solo. queda para Sir Henry. -El doctor Mortimer regresa conmigo. -¿Y a cuánto ascendía lo demás? -Setecientas -Pero el doctor Mortimer tiene que atender cuarenta mil libras. Holmes alzó las cejas sor- a sus pacientes y su casa está a varios kilómet- prendido. ros de la de usted. Hasta con la mejor voluntad -Ignoraba que se tratase de una suma tan del mundo puede no estar en condiciones de enorme -dijo. -Se daba por sentado que Sir ayudarle. No, Sir Henry; tiene usted que llevar Charles era rico, pero sólo hemos sabido hasta consigo a alguien de confianza que permanezca qué punto al inventariar sus valores. La herencia constantemente a su lado. ascendía en total a casi un millón. -¿Existe la posibilidad de que venga usted -¡Cielo santo! Por esa apuesta se puede inten- conmigo, señor Holmes? tar una jugada desesperada. Y una pregunta más, -Si llegara a producirse una crisis, me esfor- doctor Mortimer. Si le sucediera algo a nuestro zaría por estar presente, pero sin duda entend- joven amigo aquí presente (perdóneme esta erá usted perfectamente que, dada la amplitud hipótesis tan desagradable), ¿quién heredaría la de mi clientela y las constantes peticiones de fortuna de Sir Charles? ayuda que me llegan de todas partes, me resulte -Dado que Rodger Baskerville, el hermano imposible ausentarme de Londres por tiempo pequeño, murió soltero, la herencia pasaría a los indefinido. En el momento actual uno de los Desmond, que son primos lejanos. James Des- apellidos más respetados de Inglaterra está sien- mond es un clérigo de avanzada edad que vive do mancillado por un chantajista y únicamente en Westmorland. yo puedo impedir un escándalo desastroso. -Muchas gracias. Todos estos detalles son de Comprenderá usted lo imposible que me resulta gran interés. ¿Conoce usted al señor James Des- trasladarme a Dartmoor. mond? -Entonces, ¿a quién recomendaría usted? -Sí; en una ocasión vino a visitar a Sir Charles. Holmes me puso la mano en el brazo. Es un hombre de aspecto venerable y de vida ín- -Si mi amigo está dispuesto a acompañar- tegra. Recuerdo que, a pesar de la insistencia de le, no hay persona que resulte más útil en una Sir Charles, se negó a aceptar la asignación que situación dificil. Nadie lo puede decir con más le ofrecía. seguridad que yo. 22 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville Aquella propuesta fue una sorpresa total incidentes inexplicables, todos en el espacio de para mí, pero, antes de que pudiera responder, cuarenta y ocho horas, entre los que figuraban la Baskerville me tomó la mano y la estrechó cor- recepción de la carta confeccionada con recortes dialmente. de periódico, el espía de barba negra en el cabri- -Vaya, doctor Watson, es usted muy amable olé, la desaparición de la bota marrón recién -dijo-. Ya ve la clase de persona que soy y sabe de comprada, la de la vieja bota negra y ahora la este asunto tanto como yo. Si viene conmigo a la reaparición de la nueva. Holmes guardó silencio mansión de los Baskerville y me ayuda a salir del en el coche de caballos mientras regresábamos a apuro no lo olvidaré nunca. Baker Street y sus cejas fruncidas y la intensidad Siempre me ha fascinado la posibilidad de de su expresión me hacían saber que su mente, una aventura y me sentía además halagado por como la mía, estaba ocupada tratando de en- las palabras de Holmes y por el entusiasmo con contrar una explicación que permitiera encajar que el baronet me había aceptado por compañe- todos aquellos extraños episodios sin conexión ro. aparente. De vuelta a casa permaneció toda la -Iré con mucho gusto -dije- . No creo que tarde y hasta bien entrada la noche sumergido pudiera emplear mi tiempo de mejor manera. en el tabaco y en sus pensamientos. -También se ocupará usted de informarme Poco antes de la cena llegaron dos telegra- con toda precisión -dijo Holmes-. Cuando se mas. El primero decía así: produzca una crisis, como sin duda sucederá, le «Acabo de saber que Barrymore está en la indicaré lo que tiene que hacer. ¿Estarán ustedes mansión. BASKERVILLE.» listos para el sábado? Y el segundo: -¿Le convendrá ese día al doctor Watson? «Veintitrés hoteles visitados siguiendo in- -No hay ningún problema. strucciones, pero lamento informar ha sido -En ese caso, y si no tiene usted noticias en imposible encontrar hoja cortada del Times. contra, el sábado nos reuniremos en Paddington CARTWRIGHT.» para tomar el tren de las 10,30. -Dos de mis pistas que se desvanecen, Nos habíamos levantado ya para marcharnos Watson. No hay nada tan estimulante como un cuando Baskerville lanzó un grito de triunfo y, caso en el que todo se pone en contra. Hemos de lanzándose hacia uno de los rincones de la hab- seguir buscando. itación, sacó una bota marrón de debajo de un -Aún nos queda el cochero que transporta- armario. ba al espía. -Exactamente. He mandado un tel- -¡La bota queme faltaba! -exclamó. egrama al registro oficial para que nos facilite -¡Ojalá todas nuestras dificultades desapa- su nombre y dirección. No me sorprendería que rezcan tan fácilmente! -dijo Sherlock Holmes. esto fuera una respuesta a mi pregunta. La lla- -Resulta muy extraño de todas formas - mada al timbre de la casa resultó, sin embargo, señaló el doctor Mortimer-. Registré cuidadosa- más satisfactoria aún que una respuesta, porque mente la habitación antes del almuerzo. se abrió la puerta y entró un individuo de as- -Y yo hice lo mismo -añadió Baskerville-. pecto tosco que era evidentemente el cochero Centímetro a centímetro. en persona. -No había ninguna bota. -La oficina central me ha hecho saber que -En ese caso tiene que haberla colocado ahí un caballero que vive aquí ha preguntado por el camarero mientras almorzábamos. el 2704 -dijo-. Llevo siete años conduciendo el Se llamó al alemán, quien aseguró no saber cabriolé y no he tenido nunca la menor queja. nada de aquel asunto, y el mismo resultado nega- Vengo directamente del depósito para pre- tivo dieron otras pesquisas. Se había añadido un guntarle cara a cara qué es lo que tiene contra elemento más a la serie constante de pequeños mí. misterios, en apariencia sin sentido, que se -No tengo nada contra usted, buen hombre sucedían unos a otros con gran rapidez. Dejan- -dijo mi amigo-. Estoy dispuesto, por el contra- do a un lado la macabra historia de la muerte rio, a darle medio soberano si contesta con clari- de Sir Charles, contábamos con una cadena de dad a mis preguntas. 23 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Bueno, la verdad es que hoy he tenido un -Me paró a las nueve y media en Trafalgar buen día, ¡ya lo creo que sí! -dijo el cochero con Square. Dijo que era detective y me ofreció dos una sonrisa-. ¿Qué quiere usted preguntarme, guineas si seguía exactamente sus instrucciones caballero? durante todo el día y no hacía preguntas. Acepté -Antes de nada su nombre y dirección, por si con mucho gusto. Primero nos dirigimos al hotel volviera a necesitarle. Northumberland y esperamos allí hasta que sa- -John Clayton, del número 3 de Turpey lieron dos caballeros y alquilaron un coche de la Street, en el Borough. Encierro el cabriolé en el fila que esperaba delante de la puerta. Lo segui- depósito Shipley, cerca de la estación de Water- mos hasta que se paró en un sitio cerca de aquí. loo. -Esta misma puerta -dijo Holmes. Sherlock Holmes tomó nota. -Bueno, eso no lo sé con certeza, pero aseg- -Vamos a ver, Clayton, cuénteme todo lo que uraría que mi cliente conocía muy bien el sitio. sepa acerca del cliente que estuvo vigilando esta Nos detuvimos a cierta distancia y esperamos casa a las diez de la mañana y siguió después a durante hora y media. Luego los dos caballeros dos caballeros por Regent Street. pasaron a nuestro lado a pie y los fuimos sigu- El cochero pareció sorprendido y un tanto iendo por Baker Street y a lo largo de... avergonzado. -Eso ya lo sé -dijo Holmes. -Vaya, no voy a poder decirle gran cosa, -Hasta recorrer las tres cuartas partes de Re- porque al parecer ya sabe usted tanto como yo - gent Street. Entonces mi cliente levantó la trampil- respondió-. La verdad es que aquel señor me dijo la y gritó que me dirigiera a la estación de Water- que era detective y que no dijera nada a nadie loo lo más deprisa que pudiera. Fustigué a,la yegua acerca de él. y llegamos en menos de diez minutos. Después -Se trata de un asunto muy grave, buen me pagó las dos guineas, como había prometido, y hombre, y quizá se encontraría usted en una sit- entró en la estación. Pero en el momento de mar- uación muy difícil si tratase de ocultarme algo. charse se dio la vuelta y dijo: «Quizá le interese ¿El cliente le dijo que era detective? -Sí, señor, saber que ha estado llevando al señor Sherlock eso fue lo que dijo. Holmes». De esa manera supe cómo se llamaba. -¿Cuándo se lo dijo? -Entiendo. ¿Y ya no volvió a verlo? -Al marcharse. -No, una vez que entró en la estación. -¿Dijo algo más? -Y, ¿cómo describiría usted al señor Sherlock -Me dijo cómo se llamaba. Holmes? Holmes me lanzó una rápida mirada de tri- El cochero se rascó la cabeza. unfo. -Bueno, a decir verdad no era un caballero -¿De manera que le dijo cómo se llamaba? fácil de describir. Unos cuarenta años de edad Eso fue una imprudencia. Y, ¿cuál era su nom- y estatura media, cuatro o seis centímetros más bre? bajo que usted. Iba vestido como un dandi, ll- -Dijo llamarse Sherlock Holmes. evaba barba, muy negra, cortada en recto por Nunca he visto a mi amigo tan sorprendido abajo, y tenía la tez pálida. Me parece que eso es como ante la respuesta del cochero. Por un in- todo lo que recuerdo. stante el asombro le dejó sin palabras. Luego -¿Color de los ojos? lanzó una carcajada: -No; eso no lo sé. -¡Tocado, Watson! ¡Tocado, sin duda! - -¿No recuerda usted nada más? dijo-. Advierto la presencia de un florete tan -No, señor; nada más. rápido y flexible como el mío. En esta ocasión -Bien; en ese caso aquí tiene su medio sober- ha conseguido un blanco excelente. De man- ano. Hay otro esperándole si me trae alguna in- era que se llamaba Sherlock Holmes, ¿no es formación más. ¡Buenas noches! eso? -Buenas noches, señor, y ¡muchas gracias! -Sí, señor, eso me dijo. John Clayton se marchó riendo entre dientes -¡Magnífico! Cuénteme dónde lo recogió y y Holmes se volvió hacia mí con un encogimien- todo lo que pasó. to de hombros y una sonrisa de tristeza. 24 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Se ha roto nuestro tercer cabo y hemos ter- avanzada, por lo que no cabe pensar en él como minado donde empezamos -dijo-. Ese astuto responsable de esta persecución. Creo since- granuja sabía el número de nuestra casa, sabía ramente que podemos eliminarlo de nuestros que Sir Henry Baskerville había venido a verme, cálculos. Nos quedan las personas que en el me reconoció en Regent Street, supuso que me momento presente conviven con Sir Henry en había fijado en el número del cabriolé y que el páramo. acabaría por localizar al cochero, y decidió en- -¿No habría que librarse en primer lugar del viarme ese mensaje impertinente. Se lo aseguro, matrimonio Barrymore? Watson, esta vez nos hemos tropezado con un -No, no; eso sería un error imperdonable. Si adversario digno de nuestro acero. Me han dado son inocentes cometeríamos una gran injusti- jaque mate en Londres. Sólo me cabe desearle cia y si son culpables estaríamos renunciando que tenga usted mejor suerte en Devonshire. a toda posibilidad de demostrarlo. No, no; los Pero reconozco que no estoy tranquilo. conservaremos en nuestra lista de sospechosos. -¿No está tranquilo? Hay además un mozo de cuadra en la mansión, -No me gusta enviarlo a usted. Es un asunto si no recuerdo mal. Tampoco debemos olvidar muy feo, Watson, un asunto muy feo y peligroso, a los dos granjeros que cultivan las tierras del y cuanto más sé de él menos me gusta. Sí, mi páramo. Viene a continuación nuestro amigo el querido amigo, ríase usted, pero le doy mi pa- doctor Mortimer, de cuya honradez estoy con- labra de que me alegraré mucho de tenerlo otra vencido, y su esposa, de quien nada sabemos. vez sano y salvo en Baker Street. Hay que añadir a Stapleton, el naturalista, y a su hermana quien, según se dice, es una joven muy atractiva. Luego está el señor Frankland de la mansión Lafter, que también es un factor desconocido, y uno o dos vecinos más. Esas son las personas que han de ser para usted objeto muy especial de estudio. 6. La mansión de los Baskerville -Haré todo lo que esté en mi mano. -¿Lleva usted algún arma? -Sí, he pensado que sería conveniente. El día señalado Sir Henry Baskerville y el -Sin duda alguna. No se aleje de su revólver doctor Mortimer estaban listos para emprender ni de día ni de noche y manténgase alerta en el viaje y, tal como habíamos convenido, salimos todo momento. Nuestros amigos ya habían los tres camino de Devonshire. Sherlock Holmes reservado asientos en un vagón de primera me acompañó a la estación y antes de partir me clase y nos esperaban en el andén. -No; no dis- dio las últimas instrucciones y consejos. ponemos de ninguna nueva información -dijo -No quiero influir sobre usted sugiriéndole el doctor Mortimer en respuesta a las pregun- teorías o sospechas, Watson. Limítese a infor- tas de Holmes-. De una cosa estoy seguro, y es marme de los hechos de la manera más com- que no nos han seguido durante los dos últimos pleta posible y deje para mí las teorías. días. No hemos salido nunca sin mantener una -¿Qué clase de hechos? -pregunté yo. estrecha vigilancia y nadie nos hubiera pasado -Cualquier cosa que pueda tener relación inadvertido. con el caso, por indirecta que sea, y sobre todo -Espero que hayan permanecido siempre las relaciones del joven Baskerville con sus ve- juntos. cinos, o cualquier elemento nuevo relativo a la -Excepto ayer por la tarde. Suelo dedicar un muerte de Sir Charles. Por mi parte he hecho día a la diversión cuando vengo a Londres, de algunas investigaciones en los últimos días, manera que pasé la tarde en el museo del Cole- pero mucho me temo que los resultados han gio de Cirujanos. sido negativos. Tan sólo una cosa parece cierta, -Y yo fui a pasear por el parque y a ver a la y es que el señor James Desmond, el próximo gente -dijo Baskerville-. Pero no tuvimos prob- heredero, es un caballero virtuoso de edad lemas de ninguna clase. 25 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Fue una imprudencia de todas formas -dijo De allí fui directamente a vivir con un amigo Holmes, moviendo la cabeza y poniéndose muy norteamericano. Le aseguro que todo esto es serio-. Le ruego, Sir Henry, que no vaya solo a tan nuevo para mí como para el doctor Watson ningún sitio. Le puede suceder una gran desgra- y ardo en deseos de ver el páramo. cia si lo hace. ¿Recuperó usted la otra bota? -¿Es eso cierto? Pues ya tiene usted su meta -No, señor; ha desaparecido definitiva- al alcance de la mano, porque se divisa desde mente. aquí -dijo el doctor Mortimer, señalando hacia -Vaya, vaya. Eso es muy interesante. Bien, el paisaje. hasta la vista -añadió mientras el tren empezaba Por encima de los verdes cuadrados de los a deslizarse-. Recuerde, Sir Henry, una de las campos y de la curva de un bosque, se alzaba a frases de aquella extraña leyenda antigua que lo lejos una colina gris y melancólica, con una nos leyó el doctor Mortimer y evite el páramo extraña cumbre dentada, borrosa y vaga en la en las horas de oscuridad, cuando se intensifi- distancia, semejante al paisaje fantástico de un can los poderes del mal. sueño. Baskerville permaneció inmóvil mucho Volví la vista hacia el andén unos segundos tiempo, con los ojos fijos en ella, y supe por la más tarde y comprobé que aún seguía allí la fig- expresión de su rostro lo mucho que significaba ura alta y austera de Holmes, todavía inmóvil, para él ver por primera vez aquel extraño lugar que continuaba mirándonos. que los hombres de su sangre habían dominado El viaje fue rápido y agradable y lo empleé durante tanto tiempo y en el que habían de- en conocer mejor a mis dos acompañantes y en jado una huella tan honda. A pesar de su traje jugar con el spaniel del doctor Mortimer. En de tweed, de su acento americano y de viajar pocas horas la tierra parda se convirtió en rojiza, en un prosaico vagón de ferrocarril, sentí más el ladrillo se transformó en granito y aparecier- que nunca, al contemplar su rostro, moreno y on vacas bermejas que pastaban en campos bien expresivo, que era un auténtico descendiente de cercados donde la exuberante hierba y la veg- aquella larga sucesión de hombres de sangre ar- etación más frondosa daban testimonio de un diente, tan fogosos como autoritarios. Las cejas clima más fértil, aunque también más húmedo. espesas, las delicadas ventanas de la nariz y los El joven Baskerville miraba con gran interés por grandes ojos de color avellana daban fe de su la ventanilla y lanzó exclamaciones de alegría orgullo, de su valor y de su fortaleza. Si en aquel al reconocer los rasgos familiares del paisaje de páramo inhóspito nos esperaba una empresa Devon. difícil y peligrosa, contaba al menos con un com- -He visitado buena parte del mundo desde pañero por quien se podía aceptar un riesgo con que salí de Inglaterra, doctor Watson -dijo-, la seguridad de que lo compartiría con valor. pero nunca he encontrado lugar alguno que se El tren se detuvo en una pequeña estación pueda comparar con estas tierras. junto a la carretera y allí descendimos. Fuera, -No conozco ningún natural de Devonshire más allá de una cerca blanca de poca altura, es- que reniegue de su condado -hice notar. peraba una tartana tirada por dos jacos. Nuestra -Depende de la raza tanto como del conda- llegada suponía sin duda todo un acontec- do -intervino el doctor Mortimer-. Una simple imiento, porque el jefe de estación y los mozos mirada a nuestro amigo permite apreciar de in- de cuerda se arracimaron a nuestro alrededor mediato la cabeza redonda de los celtas, que se para llevarnos el equipaje. Era un lugar sencil- traduce en el entusiasmo céltico y en la capaci- lo y agradable, pero me sorprendió observar la dad de afecto. La cabeza del pobre Sir Charles presencia junto al portillo de dos hombres de pertenecía a un tipo muy raro, mitad gaélica, aspecto marcial con uniforme oscuro que se mitad irlandesa en sus características. Pero apoyaban en sus rifles y que nos miraron con usted era muy joven cuando vio por última vez mucho interés cuando pasamos. El cochero, un la mansión de los Baskerville, ¿no es eso? hombrecillo de facciones duras y manos nudo- -No era más que un adolescente cuando sas, saludó a Sir Henry y pocos minutos después murió mi padre y no vi nunca la mansión, porque volábamos ya por la amplia carretera blanca. vivíamos en un pequeño chalet de la costa sur. Ondulantes tierras de pastos ascendían a ambos 26 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville lados y viejas casas con gabletes asomaban entre -Bueno, según tengo entendido, se les rec- la densa vegetación, pero detrás del campo tran- ompensará con cinco libras si proporcionan quilo e iluminado por el sol se elevaba siempre, alguna información. -Es cierto, señor, pero la oscura contra el cielo del atardecer, la larga y posibilidad de ganar cinco libras es muy poca melancólica curva del páramo, interrumpida cosa comparada con el temor a que te corten el por colinas dentadas y siniestras. cuello. Porque no se trata de un preso corriente. La tartana se desvió por una carretera lat- Es un individuo que no se detendría ante nada. eral y empezamos a ascender por caminos muy -¿De quién se trata? hundidos, desgastados por siglos de ruedas, con -Selden, señor: el asesino de Notting Hill. taludes muy altos a los lados, cubiertos de musgo Yo recordaba bien el caso, que había des- húmedo y carnosas lenguas de ciervo. Helechos pertado el interés de Holmes por la peculiar bronceados y zarzas resplandecían bajo la luz del ferocidad del crimen y la absurda brutalidad sol poniente. Sin dejar de subir, pasamos sobre que había acompañado todos los actos del as- un estrecho puente de granito y bordeamos un esino. Se le había conmutado la pena capital en ruidoso y veloz torrente, que espumeaba y rugía razón de algunas dudas sobre el estado de sus entre grandes rocas. Camino y curso de agua facultades mentales, precisamente por lo atroz discurrían después por un valle donde abunda- de su conducta. Nuestra tartana había coronado ban los robles achaparrados y los abetos. A cada una cuesta y entonces apareció ante nosotros vuelta del camino Baskerville lanzaba una nueva la enorme extensión del páramo, salpicado de exclamación de placer y miraba con gran interés montones de piedras y de peñascos de formas a su alrededor haciendo innumerables pregun- extrañas. Enseguida se nos echó encima un vi- tas. A él todo le parecía hermoso, pero para mí ento frío que nos hizo tiritar. En algún lugar de había un velo de melancolía sobre el paisaje, en aquella llanura desolada se escondía el diabólico el que se marcaba con toda claridad la proximi- asesino, oculto en un escondrijo como una bes- dad del invierno. Los caminos estaban alfombra- tia salvaje y con el corazón lleno de malevolen- dos de hojas amarillas que también caían sobre cia hacia toda la raza humana que lo había ex- nosotros. El traqueteo de las ruedas enmudecía pulsado de su seno. Sólo se necesitaba aquello cuando atravesábamos montones de vegetación para colmar el siniestro poder de sugestión del podrida: tristes regalos, en mi opinión, para que páramo, junto con el viento helado y el cielo que la naturaleza los lanzara ante el coche del here- empezaba a oscurecerse. Hasta el mismo Bask- dero de los Baskerville que regresaba a su casa erville guardó silencio y se ciñó más el abrigo. solariega. Habíamos dejado atrás y abajo las tierras -¡Caramba! -exclamó el doctor Mortimer-, fértiles. Al volver la vista contemplábamos los ¿qué es esto? rayos oblicuos de un sol muy bajo que convertía Teníamos delante una pronunciada pen- los cursos de agua en hebras de oro y que bril- diente cubierta de brezos, una avanzadilla del laba sobre la tierra roja recién removida por el páramo. En lo más alto, tan destacado y tan pre- arado y sobre la extensa maraña de los bosques. ciso como una estatua ecuestre sobre su pedes- El camino que teníamos ante nosotros se fue ha- tal, vimos a un soldado a caballo, sombrío y aus- ciendo más desolado y silvestre por encima de tero, el rifle preparado sobre el antebrazo. Estaba enormes pendientes de color rojizo y verde oliva, vigilando la carretera por la que circulábamos. salpicadas de peñascos gigantescos. De cuando -¿Qué es lo que sucede, Perkins? -preguntó el en cuando pasábamos junto a una de las casas doctor Mortimer. del páramo, con las paredes y el techo de pie- El cochero se volvió a medias en su asiento. dra, sin planta trepadora alguna para dulcificar -Se ha escapado un preso de Princetown, su severa silueta. De repente nos encontramos señor. Ya lleva tres días en libertad y los guardi- ante una depresión con forma de taza, salpicada anes vigilan todas las carreteras y las estaciones, de robles y abetos achaparrados, retorcidos e in- pero hasta ahora no han dado con él. A los agri- clinados por la furia de años de tormentas. Dos cultores de la zona no les gusta nada lo que pasa, altas torres muy estrechas se alzaban por encima se lo aseguro. de los árboles. El cochero señaló con la fusta. 27 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -La mansión de los Baskerville -dijo. -¡Bienvenido, Sir Henry! Bienvenido a la Su dueño se había puesto en pie y la contem- mansión de los Baskerville! plaba con mejillas encendidas y ojos brillantes. Un hombre de estatura elevada había salido Pocos minutos después habíamos llegado al de la sombra del pórtico para abrir la puerta de portón de la casa del guarda, un laberinto de la tartana. La figura de una mujer se recortaba fantásticas tracerías en hierro forjado, con pi- contra la luz amarilla del vestíbulo. También lares a cada lado gastados por las inclemencias esta última se adelantó para ayudar al hombre del tiempo, manchados de líquenes y coronados con nuestro equipaje. por las cabezas de jabalíes de los Baskerville. La -Espero que no lo tome a mal, Sir Henry, casa del guarda era una ruina de granito negro y pero voy a volver directamente a mi casa -dijo el desnudas costillas de vigas, pero frente a ella se doctor Mortimer-. Mi mujer me aguarda. alzaba un nuevo edificio, construido a medias, -¿No se queda usted a cenar con nosotros? primer fruto del oro sudafricano de Sir Charles. -No; debo marcharme. Probablemente ten- A través del portón penetramos en la ave- dré trabajo esperándome. Me quedaría para en- nida, donde las ruedas enmudecieron de nuevo señarle la casa, pero Barrymore será mejor guía sobre las hojas muertas y donde los árboles cen- que yo. Hasta la vista y no dude en mandar a tenarios cruzaban sus ramas formando un túnel buscarme de día o de noche si puedo serle útil. en sombra sobre nuestras cabezas. Baskerville El ruido de las ruedas se perdió avenida abajo se estremeció al dirigir la mirada hacia el fondo mientras Sir Henry y yo entrábamos en la casa de la larga y oscura avenida, donde la casa bril- y la puerta se cerraba con estrépito a nuestras laba débilmente como un fantasma. espaldas. Nos encontramos en una espléndida -¿Fue aquí? -preguntó en voz baja. habitación de nobles proporciones y gruesas -No, no; el paseo de los Tejos está al otro lado. vigas de madera de roble ennegrecida por el El joven heredero miró a su alrededor con tiempo que formaban los pares del techo. En la expresión melancólica. gran chimenea de tiempos pretéritos y detrás -No tiene nada de extraño que mi tío tuvi- de los altos morillos de hierro crepitaba y chis- era la impresión de que algo malo iba a sucederle porroteaba un fuego de leña. Sir Henryyyo ex- en un sitio como éste -dijo-. No se necesita más tendimos las manos hacia él porque estábamos para asustar a cualquiera. Haré que instalen una ateridos después del largo trayecto en la tartana. hilera de lámparas eléctricas antes de seis meses, Luego contemplamos las altas y estrechas ven- y no reconocerán ustedes el sitio cuando dispon- tanas con vidrios antiguos de colores, el reves- gamos en la puerta misma de la mansión de una timiento de las paredes de madera de roble, las potencia de mil bujías de Swan y Edison. cabezas de ciervo, los escudos de armas en las La avenida desembocaba en una gran exten- paredes, todo ello borroso y sombrío a la escasa sión de césped y teníamos ya la casa ante no- luz de la lámpara central. sotros. A pesar de la poca luz pude ver aún que -Exactamente como lo imaginaba -dijo Sir la parte central era un macizo edificio del que Henry-. ¿No es la imagen misma de un antiguo sobresalía un pórtico. Toda la fachada principal hogar familiar? ¡Pensar que en esta sala han estaba cubierta de hiedra, con algunos agujeros vivido los míos durante cinco siglos! Esa sim- recortados aquí y allá para que una ventana o ple idea hace que todo me parezca más sol- un escudo de armas asomara a través del os- emne. curo velo. Desde el bloque central se alzaban las Vi cómo su rostro moreno se iluminaba de torres gemelas, antiguas, almenadas y horada- entusiasmo juvenil al mirar a su alrededor. Se das por muchas troneras. A izquierda y derecha encontraba en un sitio donde la luz caía de lleno de las torres se extendían las alas más modernas sobre él, pero sombras muy largas descendían de granito negro. Una luz mortecina brillaba a por las paredes y colgaban como un dosel negro través de las ventanas con gruesos parteluces, y por encima de su cabeza; Barrymore había re- de las altas chimeneas que nacían del techo de gresado de llevar el equipaje a nuestras habita- muy pronunciada inclinación brotaba una sola ciones y se detuvo ante nosotros con la discre- columna de humo negro. ción característica de un criado competente. Era 28 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville un hombre notable por su apariencia: alto, bien habitaciones parecían mucho más modernas que parecido, barba negra cuadrada, tez pálida y fac- la parte central de la mansión; el alegre empape- ciones distinguidas. lado y la abundancia de velas contribuyeron un -¿Desea usted que se sirva la cena inmedi- tanto a disipar la sombría impresión que se había atamente, Sir Henry? apoderado de mi mente desde nuestra llegada. -¿Está lista? Pero el comedor, al que se accedía desde la -Dentro de muy pocos minutos, señor. En- gran sala central, era también un lugar oscuro contrarán agua caliente en sus habitaciones. Mi y melancólico. Se trataba de una larga cámara mujer y yo, Sir Henry, seguiremos a su servicio con un escalón que separaba la parte inferior, con mucho gusto hasta que disponga usted otra reservada a los subordinados, del estrado donde cosa, aunque no se le ocultará que con la nueva se colocaban los miembros de la familia. En un situación habrá que ampliar la servidumbre de extremo se hallaba situado un palco para los la casa. músicos. Vigas negras cruzaban por encima de -¿Qué nueva situación? nuestras cabezas y, más arriba aún, el techo en- -Me refiero únicamente a que Sir Charles negrecido por el humo. Con hileras de antorchas llevaba una vida muy retirada y nosotros nos llameantes para iluminarlo y con el colorido y el bastábamos para atender sus necesidades. Usted tosco jolgorio de un banquete de tiempos pretéri- querrá, sin duda, hacer más vida social y, en con- tos quizá se hubiera dulcificado su aspecto; pero secuencia, tendrá que introducir cambios. ahora, cuando tan sólo dos caballeros vestidos -¿Quiere eso decir que su esposa y usted de- de negro se sentaban dentro del pequeño cír- sean marcharse? culo de luz que proporcionaba una lámpara con -Únicamente cuando ya no le cause a usted pantalla, las voces se apagaban y los espíritus se ningún trastorno. abatían. Una borrosa hilera de antepasados, ata- -Pero su familia nos ha servido a lo largo de viados de las maneras más diversas, desde el ca- varias generaciones, ¿no es cierto? Lamentaría ballero isabelino hasta el petimetre de la Regen- comenzar mi vida aquí rompiendo una antigua cia, nos miraba desde lo alto y nos intimidaban relación familiar. con su compañía silenciosa. Hablamos poco y, Me pareció discernir signos de emoción en de manera excepcional, me alegré de que termi- las pálidas facciones del mayordomo. nara la cena y de que pudiéramos retirarnos a la -Mis sentimientos son idénticos, Sir Henry, moderna sala de billar para fumar un cigarrillo. y mi esposa los comparte plenamente. Pero, a -A fe mía, no se puede decir que sea un sitio decir verdad, los dos estábamos muy apegados a muy alegre -exclamó Sir Henry-. Supongo que Sir Charles; su muerte ha sido un golpe terrible llegaremos a habituarnos, pero por el momento y ha llenado esta casa de recuerdos dolorosos. me siento un tanto desplazado. No me extraña Mucho me temo que nunca recobraremos la paz que mi tío se pusiera algo nervioso viviendo solo de espíritu en la mansión de los Baskerville. en una casa como ésta. Si no le parece mal, hoy -Pero, ¿qué es lo que se proponen hacer? nos retiraremos pronto y quizá las cosas nos -Estoy convencido de que tendremos éxito parezcan un poco más risueñas mañana por la si emprendemos algún negocio. La generosidad mañana. de Sir Charles nos ha proporcionado los medios Abrí las cortinas antes de acostarme y miré para ponerlo en marcha. Y ahora, señor, quizá por la ventana de mi cuarto. Daba a una exten- convenga que los acompañe a ustedes a sus hab- sión de césped situada delante de la puerta prin- itaciones. cipal. Más allá, dos bosquecillos gemían y se Una galería rectangular con balaustrada, a balanceaban, agitados por el viento cada vez más la que se llegaba por una escalera doble, corría intenso. La luna se abrió paso entre las nubes alrededor de la gran sala central. Desde aquel desbocadas. Gracias a su fría luz vi más allá de punto dos largos corredores se extendían a todo los árboles una franja incompleta de rocas y la lo largo del edificio y a ellos se abrían los dor- larga superficie casi llana del melancólico pára- mitorios. El mío estaba en la misma ala que el mo. Cerré las cortinas, convencido de que mi úl- de Baskerville y casi puerta con puerta. Aquellas tima impresión coincidía con las anteriores. 29 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville Aunque no fue la última en realidad. Pronto -Es curioso, porque, cuando estaba medio descubrí que estaba cansado pero insomne y di dormido, me pareció oír algo así. Esperé un buen muchas vueltas en la cama, esperando un sueño rato, pero el ruido no se repitió, de manera que que no venía. Muy a lo lejos un reloj de pared llegué a la conclusión de que lo había soñado. daba los cuartos de hora, pero, por lo demás, -Yo lo oí con toda claridad y estoy seguro de un silencio sepulcral reinaba sobre la vieja casa. que se trataba de los sollozos de una mujer. Y luego, de repente, en la quietud de la noche, -Debemos informarnos inmediatamente. llegó hasta mis oídos un sonido claro, resonante Sir Henry tocó la campanilla y preguntó a e inconfundible. Eran los sollozos de una mujer, Barrymore si podía explicarnos lo sucedido. Me los jadeos ahogados de una persona desgarrada pareció que aumentaba un punto la palidez del por un sufrimiento incontrolable. Me senté en la mayordomo mientras escuchaba la pregunta de cama y escuché con atención. El ruido procedía su señor. sin duda del interior de la casa. Por espacio de -No hay más que dos mujeres en la casa, media hora esperé con los nervios en tensión, Sir Henry -respondió-. Una es la fregona, que pero de nuevo reinó el silencio, si se exceptúan duerme en la otra ala. La segunda es mi mujer, y las campanadas del reloj y el roce de la hiedra puedo asegurarle personalmente que ese sonido contra la pared. no procedía de ella. Y sin embargo mentía, porque después del desayuno me crucé por casualidad con la señora Barrymore, cuando el sol le iluminaba de lleno el rostro, en el largo corredor al que daban los dor- mitorios. La esposa del mayordomo era una mujer grande, de aspecto impasible, facciones muy 7. Los Stapleton de la casa Merripit marcadas y un gesto de boca severo y decidido. Pero sus ojos enrojecidos, que me miraron desde detrás de unos párpados hinchados, la denuncia- Al día siguiente la belleza de la mañana con- ban. Era ella, sin duda, quien lloraba por la noche tribuyó a borrar de nuestras mentes la impresión y, aunque su marido tenía que saberlo, había lúgubre y gris que a ambos nos había dejado el optado por correr el riesgo de verse descubierto primer contacto con la mansión de los Basker- al afirmar que no era así. ¿Por qué lo había hecho? ville. Mientras Sir Henry y yo desayunábamos, Y ¿por qué lloraba su mujer tan amargamente? En la luz del sol entraba a raudales por las altas torno a aquel hombre de tez pálida, bien parecido ventanas con parteluces, proyectando pálidas y de barba negra, se estaba creando ya una atmós- manchas de color procedentes de los escudos fera de misterio y melancolía. Barrymore había de armas que decoraban los cristales. El reves- encontrado el cuerpo sin vida de Sir Charles y timiento de madera brillaba como bronce bajo únicamente contábamos con su palabra para los rayos dorados y costaba trabajo convencerse todo lo referente a las circunstancias relacionadas de que estábamos en la misma cámara que la con la muerte del anciano. ¿Existía la posibilidad noche anterior había llenado nuestras almas de de que, después de todo, fuera Barrymore a quien melancolía. habíamos visto en el cabriolé de Regent Street? -¡Sospecho que los culpables somos nosotros Podía muy bien tratarse de la misma barba. El co- y no la casa! -exclamó el baronet-. Llevábamos chero había descrito a un hombre algo más bajo, encima el cansancio del viaje y el frío del pára- pero no era impensable que se hubiera equivoca- mo, de manera que miramos este sitio con malos do. ¿Cómo podía yo aclarar aquel extremo de una ojos. Ahora que hemos descansado y nos encon- vez por todas? Mi primera gestión consistiría en tramos bien, nos parece alegre una vez más. visitar al administrador de correos de Grimpen y -Pero no fue todo un problema de imagi- averiguar si a Barrymore se le había entregado el nación -respondí yo-. ¿Acaso no oyó usted du- telegrama de prueba en propia mano. Fuera cual rante la noche a alguien, una mujer en mi fuese la respuesta, al menos tendría ya algo de opinión, que sollozaba? que informar a Sherlock Holmes. 30 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville Sir Henry necesitaba examinar un gran un motivo así resultaba insuficiente para explic- número de documentos después del desayuno, ar unos planes tan sutiles como complejos que de manera que era aquél el momento propicio parecían estar tejiendo una red invisible en torno para mi excursión, que resultó ser un agradable al joven baronet. Holmes en persona había dicho paseo de seis kilómetros siguiendo el borde del que de todas sus sensacionales investigaciones páramo y que me llevó finalmente a una aldehue- aquélla era la más compleja. Mientras regresaba la gris en la que dos edificios de mayor tamaño, por el camino gris y solitario recé para que mi que resultaron ser la posada y la casa del doctor amigo pudiera librarse pronto de sus ocupaciones Mortimer, destacaban considerablemente sobre y estuviera en condiciones de venir a Devonshire el resto. El administrador de correos, que era y de retirar de mis hombros la pesada carga de también el tendero del pueblo, se acordaba per- responsabilidad que había echado sobre ellos. fectamente del telegrama. De repente mis pensamientos se vieron in- -Así es, caballero -dijo-; hice que se entre- terrumpidos por el ruido de unos pasos veloces gara al señor Barrymore, tal como se indicaba. y de una voz que repetía mi nombre. Me volví -¿Quién lo entregó? esperando ver al doctor Mortimer, pero, para -Mi hijo, aquí presente. James, entregaste el mi sorpresa, descubrí que me perseguía un telegrama al señor Barrymore en la mansión la desconocido. Se trataba de un hombre pequeño, semana pasada, ¿no es cierto? delgado, completamente afeitado, de aspecto -Sí, padre; lo entregué yo. -¿En propia mano? remilgado, cabello rubio y mandíbula estrecha, -Bueno, el señor Barrymore se hallaba en el entre los treinta y los cuarenta años de edad, que desván en aquel momento, así que no pudo ser vestía un traje gris y llevaba sombrero de paja. en propia mano, pero se lo di a su esposa, que Del hombro le colgaba una caja de hojalata para prometió entregarlo inmediatamente. especímenes botánicos y en la mano llevaba un -¿Viste al señor Barrymore? cazamariposas verde. -No, señor; ya le he dicho que estaba en el -Estoy seguro de que sabrá excusar mi desván. -Si no lo viste, ¿cómo sabes que estaba atrevimiento, doctor Watson -me dijo al llegar en el desván? -Sin duda su mujer sabía dónde jadeando a donde me encontraba-. Aquí en el estaba -dijo, de malos modos, el administrador páramo somos gentes llanas y no esperamos a de correos-. ¿Es que no recibió el telegrama? Si las presentaciones oficiales. Quizá haya usted ha habido algún error, que presente la queja el oído pronunciar mi apellido a nuestro común señor Barrymore en persona. amigo, el doctor Mortimer. Soy Stapleton y vivo Parecía inútil proseguir la investigación, en la casa Merripit. pero estaba claro que, pese a la estratagema de -El cazamariposas y la caja me hubieran basta- Holmes, seguíamos sin dilucidar si Barrymore do -dije-, porque sabía que el señor Stapleton era se había trasladado a Londres. Suponiendo que naturalista. Pero, ¿cómo sabe usted quién soy yo? fuera así, suponiendo que la misma persona que -He ido a hacer una visita a Mortimer y, al había visto a Sir Charles con vida por última vez pasar usted por la calle, lo hemos visto desde la hubiese sido el primero en seguir al nuevo hered- ventana de su consultorio. Dado que llevamos el ero a su regreso a Inglaterra, ¿qué consecuencias mismo camino, se me ha ocurrido alcanzarlo y podían sacarse? ¿Era agente de terceros o actuaba presentarme. Confío en que Sir Henry no esté por cuenta propia con algún propósito siniestro? demasiado fatigado por el viaje. ¿Qué interés podía tener en perseguir a la familia -Se encuentra perfectamente, muchas gra- Baskerville? Recordé la extraña advertencia ex- cias. -Todos nos temíamos que después de la traída del editorial del Times. ¿Era obra suya o triste desaparición de Sir Charles el nuevo bar- más bien de alguien que se proponía desbaratar onet no quisiera vivir aquí. Es mucho pedir que sus planes? El único motivo plausible era el sug- un hombre acaudalado venga a enterrarse en un erido por Sir Henry: si se conseguía asustar a la sitio como éste, pero no hace falta que le diga familia de manera que no volviera a la mansión, cuánto significa para toda la zona. ¿Hago bien los Barrymore dispondrían de manera perma- en suponer que Sir Henry no alberga miedos su- nente de un hogar muy cómodo. Pero sin duda persticiosos en esta materia? 31 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -No creo que sea probable. -¡Qué lástima! Podría arrojar alguna luz -Por supuesto usted conoce la leyenda del sobre algo que está muy oscuro para nosotros. perro diabólico que persigue a la familia. Pero por lo que se refiere a sus propias inves- -La he oído. tigaciones, doctor Watson, si puedo serle útil -¡Es notable lo crédulos que son los campes- de alguna manera, confío en que no vacile en inos por estos alrededores! Muchos de ellos están servirse de mí. Y si contara ya con alguna in- dispuestos a jurar que han visto en el páramo a dicación sobre la naturaleza de sus sospechas o un animal de esas características -hablaba con sobre cómo se propone usted investigar el caso, una sonrisa, pero me pareció leer en sus ojos que quizá pudiera, incluso ahora mismo, serle de se tomaba aquel asunto con más seriedad-. Esa ayuda o darle algún consejo. historia llegó a apoderarse de la imaginación de -Siento desilusionarle, pero estoy aquí úni- Sir Charles y estoy convencido de que provocó camente para visitar a mi amigo Sir Henry y no su trágico fin. necesito ayuda de ninguna clase. -Pero, ¿cómo? -¡Excelente! -dijo Stapleton-. Tiene usted -Tenía los nervios tan desquiciados que la toda la razón para mostrarse cauteloso y reser- aparición de cualquier perro podría haber tenido vado. Me considero justamente reprendido por un efecto fatal sobre su corazón enfermo. Im- lo que ha sido sin duda una intromisión injusti- agino que vio en realidad algo así aquella última ficada y le prometo que no volveré a mencionar noche en el paseo de los Tejos. Yo temía que pud- este asunto. iera suceder un desastre, sentía por él un gran Habíamos llegado a un punto donde un es- afecto y no ignoraba la debilidad de su corazón. trecho sendero cubierto de hierba se separaba -¿Cómo lo sabía? de la carretera para internarse en el páramo. A la -Me lo había dicho mi amigo Mortimer. derecha quedaba una empinada colina salpicada -¿Piensa usted, entonces, que un perro per- de rocas que en tiempos remotos se había utili- siguió a Sir Charles y que, en consecuencia, el zado como cantera de granito. La cara que es- anciano baronet murió de miedo? taba vuelta hacia nosotros formaba una sombría -¿Tiene usted alguna explicación mejor? escarpadura, en cuyos nichos crecían helechos y -No he llegado a ninguna conclusión. zarzas. Por encima de una distante elevación se -¿Tampoco su amigo, el señor Sherlock Holm- alzaba un penacho gris de humo. es? Aquellas palabras me dejaron sin respiración -Un paseo no demasiado largo por esta senda por un momento, pero la placidez del rostro de del páramo nos llevará hasta la casa Merripit -dijo mi interlocutor y su mirada impertérrita me mi acompañante-. Si dispone usted de una hora, hicieron comprender que no se proponía sor- tendré el placer de presentarle a mi hermana. prenderme. Lo primero que pensé fue que mi deber era -Es inútil tratar de fingir que no le conocemos, estar al lado de Sir Henry, pero a continuación doctor Watson -dijo-. Nos han llegado sus relatos recordé los muchos documentos y facturas que de las aventuras del famoso detective y no po- abarrotaban la mesa de su estudio. Era indud- dría usted celebrar sus éxitos sin darse también able que yo no podía ayudarlo en aquella tarea. a conocer. Cuando Mortimer me dijo su apellido, Y Holmes me había pedido expresamente que no pudo negar su identidad. Si está usted aquí, se estudiara a los vecinos del baronet. Acepté la sigue que el señor Sherlock Holmes se interesa invitación de Stapleton y torcimos juntos por el también por este asunto y, como es lógico, siento sendero. curiosidad por saber su opinión sobre el caso. -El páramo es un lugar maravilloso -dijo mi -Me temo que no estoy en condiciones de re- interlocutor, recorriendo con la vista las ondu- sponder a esa pregunta. lantes lomas, semejantes a grandes olas ver- -¿Puede usted decirme si nos honrará vis- des, con crestas de granito dentado que forma- itándonos en persona? ban con su espuma figuras fantásticas-. Nunca -En el momento presente sus ocupaciones cansa. No es posible imaginar los increíbles no le permiten abandonar Londres. Tiene otros secretos que contiene. ¡Es tan vasto, tan estéril, casos que requieren su atención. tan misterioso! 32 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Lo conoce usted bien, ¿no es cierto? -Pero, ¿qué interés encuentra en un sitio tan -Sólo llevo aquí dos años. Los naturales de espantoso? la zona me llamarían recién llegado. Vinimos -¿Ve usted aquellas colinas a lo lejos? Son en poco después de que Sir Charles se instalara en realidad islas separadas del resto por la ciénaga la mansión. Pero mis aficiones me han llevado a infranqueable, que ha ido rodeándolas con el explorar todos los alrededores y estoy conven- paso de los años. Allí es donde se encuentran cido de que pocos conocen el páramo mejor que las plantas raras y las mariposas, si es usted lo yo. bastante hábil para llegar. -¿Es difícil conocerlo? -Algún día probaré suerte. Stapleton me -Muy difícil. Fíjese, por ejemplo, en esa gran miró sorprendido. llanura que se extiende hacia el norte, con las -¡Por el amor de Dios, ni se le ocurra pensarlo! extrañas colinas -dijo-. Su sangre caería sobre mi cabeza. Le aseg- que brotan de ella. ¿Observa usted algo no- uro que no existe la menor posibilidad de que re- table en su superficie? grese con vida. Yo lo consigo únicamente gracias -Debe de ser un sitio excepcional para ga- a recordar ciertas señales de gran complejidad. lopar. -¡Caramba! -exclamé-. ¿Qué es eso? -Eso es lo que pensaría cualquiera, pero ya le Un largo gemido muy profundo, indescrip- ha costado la vida a más de una persona. ¿Advi- tiblemente triste, se extendió por el páramo. erte usted las manchas de color verde brillante Aunque llenaba el aire, resultaba imposible decir que abundan por toda su superficie? de dónde procedía. De un murmullo apagado -Sí, parecen más fértiles que el resto. Staple- pasó a convertirse en un hondísimo rugido, para ton se echó a reír. volver de nuevo al murmullo melancólico. Sta- -Es la gran ciénaga de Grimpen -dijo-, donde pleton me miró con una expresión peculiar. un paso en falso significa la muerte, tanto para -¡Extraño lugar el páramo! -dijo. un hombre como para cualquier animal. Ayer -Pero, ¿qué era eso? mismo vi a uno de los jacos del páramo meterse -Los campesinos dicen que es el sabueso de en ella. No volvió a salir. Durante mucho tiempo los Baskerville reclamando su presa. Lo había aún sobresalía la cabeza, pero el fango terminó oído antes una o dos veces, pero nunca con por tragárselo. Incluso en las estaciones secas tanta claridad. es peligroso cruzarla, pero aún resulta peor Con el frío del miedo en el corazón contem- después de las lluvias del otoño. Y sin embargo plé la enorme llanura salpicada por las manchas yo soy capaz de llegar hasta el centro de la ciéna- verdes de los juncos. Nada se movía en aquella ga y regresar vivo. ¡Vaya por Dios, allí veo a otro gran extensión si se exceptúa una pareja de cu- de esos desgraciados jacos! ervos, que graznaron con fuerza desde un risco Algo marrón se agitaba entre las juncias a nuestras espaldas. verdes. Después, un largo cuello atormentado -Usted es un hombre educado: no me diga se disparó hacia lo alto y un terrible relincho que da crédito a tonterías como ésa -respondí-. resonó por todo el páramo. El horror me heló ¿Cuál cree usted que es la causa de un sonido la sangre en las venas, pero los nervios de mi tan extraño? acompañante parecían ser más resistentes que -Las ciénagas hacen a veces ruidos extraños. los míos. El barro al moverse, o el agua al subir de nivel, o -¡Desaparecido! -dijo-. La ciénaga se lo ha algo parecido. tragado. Dos en cuarenta y ocho horas y quizá -No, no; era la voz de un ser vivo. muchos más, porque se acostumbran a ir allí -Sí, quizá lo fuera. ¿Ha oído alguna vez mugir cuando el tiempo es seco y no advierten la dif- a un avetoro? erencia hasta quedar atrapados. La gran ciénaga -No, nunca. de Grimpen es un sitio muy peligroso. -Es un pájaro poco común; casi extinguido en -¿Y usted dice que penetra en su interior? Inglaterra actualmente, pero todo es posible en -Sí, hay uno o dos senderos que un hombre el páramo. Sí; no me sorprendería que acabára- muy ágil puede utilizar y yo los he descubierto. mos de oír el grito del último de los avetoros. 33 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Es la cosa más misteriosa y extraña que he No tuve ninguna duda de que se trataba de oído en toda mi vida. la señorita Stapleton, puesto que en el páramo -Sí, estamos en un lugar más bien extraño. no abundan las damas, y recordaba que alguien Mire la falda de esa colina. ¿Qué supone usted la había descrito como muy bella. La mujer que que son esas formaciones? avanzaba en mi dirección lo era, desde luego, y Toda la empinada pendiente estaba cubi- de una hermosura muy poco corriente. No podía erta de grises anillos de piedra, una veintena al darse mayor contraste entre hermanos, porque menos. en el caso del naturalista la tonalidad era neutra, -¿Qué son? ¿Apriscos para las ovejas? con cabello claro y ojos grises, mientras que la -No; son los hogares de nuestros dignos ante- señorita Stapleton era más oscura que ningu- pasados. Al hombre prehistórico le gustaba vivir na de las morenas que he visto en Inglaterra y en el páramo, y como nadie lo ha vuelto a hacer además esbelta, elegante y alta. Su rostro, altivo desde entonces, encontramos sus pequeñas con- y de facciones delicadas, era tan regular que hu- strucciones exactamente como él las dejó. Es el biera podido parecer frío de no ser por la boca y equivalente de las tiendas indias si se les quita los hermosos ojos, oscuros y vehementes. Dada el techo. Podrá usted ver incluso el sitio donde la perfección y elegancia de su vestido, resultaba, hacían fuego así como el lugar donde dormían, si desde luego, una extraña aparición en la solitar- la curiosidad le empuja a entrar en uno de ellos. ia senda del páramo. Seguía con los ojos las ev- -Se trata, entonces, de toda una ciudad. oluciones de su hermano cuando me di la vuelta, ¿Cuándo estuvo habitada? pero inmediatamente apresuró el paso hacia mí. -Se remonta al periodo neolítico, pero se Yo me había descubierto y me disponía a expli- desconocen las fechas. carle mi presencia con unas frases, cuando sus -¿A qué se dedicaban sus pobladores? palabras hicieron que mis pensamientos cambi- -El ganado pastaba por esas laderas y ellos aran por completo de dirección. aprendían a cavar en busca de estaño cuando -¡Váyase! -dijo-. Vuelva a Londres inmedi- la espada de bronce empezaba a desplazar al atamente. No pude hacer otra cosa que contem- hacha de piedra. Fíjese en la gran zanja de la plarla, estupefacto. Sus ojos echaban fuego al colina de enfrente. Esa es su marca. Sí; encon- mismo tiempo que su pie golpeaba el suelo con trará usted cosas muy peculiares en el páramo, impaciencia. doctor Watson. Ah, perdóneme un instante. Es -¿Por qué tendría que marcharme? sin duda un ejemplar de Cyclopides. -No se lo puedo explicar -hablaba en voz baja y Una mosca o mariposilla se había cruzado apremiante y con un curioso ceceo en la pronun- en nuestro camino y Stapleton se lanzó al in- ciación-. Pero, por el amor de Dios, haga lo que le stante tras ella con gran energía y rapidez. Para pido. Váyase y no vuelva nunca a pisar el páramo. consternación mía el insecto voló directamente -Pero si acabo de llegar. hacia la gran ciénaga, pero mi acompañante no -Por favor -exclamó-. ¿No es capaz de se detuvo ni un instante, persiguiéndola a saltos reconocer una advertencia que se le hace por su de mata en mata, con el cazamariposas en ristre. propio bien? ¡Vuélvase a Londres! ¡Póngase esta Su ropa gris y la manera irregular de avanzar, a misma noche en camino! ¡Aléjese de este lugar saltos y en zigzag, no le diferenciaban mucho de a toda costa! ¡Silencio, vuelve mi hermano! Ni un gran insecto alado. Contemplaba su carrera una palabra de lo que le he dicho. ¿Le importaría con una mezcla de admiración por su extraordi- cortarme la orquídea que está ahí, entre las colas nario despliegue de facultades y de miedo a que de caballo? Las orquídeas abundan en el páramo, perdiera pie en la ciénaga traicionera, cuando oí aunque, por supuesto, llega usted en una mala ruido de pasos y, al volverme, vi a una mujer que estación para disfrutar con la belleza de la zona. se acercaba hacia mí por el sendero. Procedía Stapleton había abandonado la caza y se de la dirección en la que, gracias al penacho acercaba a nosotros jadeante y con el rostro en- de humo, sabía ya que estaba localizada la casa cendido por el esfuerzo. -¡Hola, Beryl! -dijo; y Merripit, pero la inclinación del páramo me la tuve la impresión de que el tono de su saludo no había ocultado hasta que estuvo muy cerca. era excesivamente cordial. 34 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Estás muy sofocado, Jack. -Extraña elección para vivir, ¿no es eso? - -Sí. Perseguía a una Cyclopides. Es una mari- dijo Stapleton, como si hubiera adivinado mis posa muy poco corriente y raras veces se la en- pensamientos-. Y sin embargo conseguimos ser cuentra a finales del otoño. ¡Es una pena que no aceptablemente felices, ¿no es así, Beryl? haya conseguido capturarla! -Muy felices -dijo ella, aunque faltaba el Hablaba despreocupadamente, pero sus ojos acento de la convicción en sus palabras. claros nos vigilaban a ambos sin descanso. -Yo llevaba un colegio privado en el norte - -Se han presentado ya, por lo que observo. dijo Stapleton-. Para un hombre de mi tempera- -Sí. Estaba explicando a Sir Henry que el mento el trabajo resultaba monótono y poco in- otoño no es una buena época para la verdadera teresante, pero el privilegio de vivir con jóvenes, belleza del páramo. -¿Cómo? ¿Con quién crees de ayudar a moldear sus mentes y de sembrar en que estás hablando? -Supongo que se trata de ellos el propio carácter y los propios ideales, era Sir Henry Baskerville. algo muy importante para mí. Pero el destino -No, no -dije yo-. Sólo soy un humilde ple- se puso en contra nuestra. Se declaró una grave beyo, aunque Baskerville me honre con su amis- epidemia en el colegio y tres de los muchachos tad. Me llamo Watson, doctor Watson. murieron. La institución nunca se recuperó de El disgusto ensombreció por un momento el aquel golpe y gran parte de mi capital se perdió expresivo rostro de la joven. sin remedio. De todos modos, si no fuera por -Hemos sido víctimas de un malentendido la pérdida de la encantadora compañía de los en nuestra conversación -dijo la señorita Staple- muchachos, podría alegrarme de mi desgracia, ton. porque, dada mi intensa afición a la botánica y -En realidad no habéis tenido mucho tiempo a la zoología, tengo aquí un campo ilimitado de -comentó su hermano, siempre con los mismos trabajo, y mi hermana está tan dedicada como ojos interrogadores. yo a la naturaleza. Le explico todo esto, doctor -He hablado como si el doctor Watson fuera Watson, porque he visto su expresión mientras residente en lugar de simple visitante -dijo la contemplaba el páramo desde nuestra ventana. señorita Stapleton-. No puede importarle mucho -Es cierto que se me ha pasado por la cabeza si es pronto o tarde para las orquídeas. Pero, una la idea de que todo esto pueda ser, quizá, un poco vez que ha llegado hasta aquí, espero que nos menos aburrido para usted que para su hermana. acompañe para ver la casa Merripit. -No, no -replicó ella inmediatamente-; no Tras un breve paseo llegamos a una triste me aburro nunca. casa del páramo, granja de algún ganadero en los -Disponemos de muchos libros y de nuestros antiguos días de prosperidad, arreglada después estudios, y también contamos con vecinos muy para convertirla en vivienda moderna. La rode- interesantes. El doctor Mortimer es un erudito aba un huerto, pero los árboles, como suele en su campo. También el pobre Sir Charles era suceder en el páramo, eran más pequeños de lo un compañero admirable. Lo conocíamos bien normal y estaban quemados por las heladas; el y carezco de palabras para explicar hasta qué lugar en conjunto daba impresión de pobreza y punto lo echamos de menos. ¿Cree usted que melancolía. Nos abrió la puerta un viejo criado, sería una impertinencia por mi parte hacer esta una criatura extraña, arrugada y de aspecto mo- tarde una visita a Sir Henry para conocerlo? hoso, muy en consonancia con la casa. Dentro, -Estoy seguro de que le encantará recibirlo. sin embargo, había habitaciones amplias, amue- -En ese caso quizá quiera usted tener la ama- bladas con una elegancia en la que me pareció bilidad de mencionarle que me propongo hacer- reconocer el gusto de la señorita Stapleton. Al lo. Dentro de nuestra modestia tal vez podamos contemplar desde sus ventanas el interminable facilitarle un poco las cosas hasta que se acos- páramo salpicado de granito que se extendía sin tumbre a su nuevo hogar. ¿Quiere subir conmigo, solución de continuidad hasta el horizonte más doctor Watson, y ver mi colección de Lepidop- remoto, no pude por menos de preguntarme qué tera? Creo que es la más completa del suroeste podía haber traído a un lugar así a aquel hombre de Inglaterra. Para cuando haya terminado de tan instruido y a aquella mujer tan hermosa. examinarlas el almuerzo estará casi listo. 35 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville Pero yo estaba deseoso de volver junto a la Por un instante apareció en su rostro una ex- persona cuya seguridad se me había confiado. presión de duda, pero cuando me respondió su Todo -la melancolía del páramo, la muerte del mirada había vuelto a endurecerse. desgraciado jaco, el extraño sonido asociado -Se preocupa usted demasiado, doctor con la sombría leyenda de los Baskerville- con- Watson -fueron sus palabras-. A mi hermano tribuía a teñir de tristeza mis pensamientos. Y y a mí nos impresionó mucho la muerte de Sir por si todas aquellas impresiones más o menos Charles. Lo conocíamos muy bien, porque su vagas no me bastaran, había que añadirles la paseo favorito era atravesar el páramo hasta advertencia clara y precisa de la señorita Sta- nuestra casa. A Sir Charles le afectaba profun- pleton, hecha con tanta vehemencia que estaba damente la maldición que pesaba sobre su fa- convencido de que la apoyaban razones serias y milia y al producirse la tragedia pensé, como es profundas. Rechacé los repetidos ruegos de los lógico, que debía de existir algún fundamento hermanos para que me quedase a almorzar y para los temores que él expresaba. Me preocupa, emprendí de inmediato el camino de regreso, por lo tanto, que otro miembro de la familia utilizando el mismo sendero crecido de hierba venga a vivir aquí, y creo que se le debe avisar por el que habíamos venido. del peligro que corre. Eso es todo lo que me pro- Existe sin embargo, al parecer, algún atajo ponía transmitir con mis palabras. que utilizan quienes conocen mejor la zona, -Pero, ¿cuál es el peligro? porque antes de alcanzar la carretera me quedé -¿Conoce usted la historia del sabueso? -No pasmado al ver a la señorita Stapleton sentada creo en semejante tontería. en una roca al borde del camino. El rubor del -Pues yo sí. Si tiene usted alguna influencia esfuerzo embellecía aún más su rostro mientras sobre Sir Henry, aléjelo de un lugar que siem- se apretaba el costado con la mano. pre ha sido funesto para su familia. El mundo -He corrido todo el camino para alcanzarlo, es muy grande. ¿Por qué tendría que vivir en un doctor Watson -me dijo- y me ha faltado hasta lugar donde corre tanto peligro? tiempo para ponerme el sombrero. No puedo -Precisamente por eso. Esa es la manera de detenerme porque de lo contrario mi hermano ser de Sir Henry. Mucho me temo que si no me repararía en mi ausencia. Quería decirle lo da usted una información más precisa, no lo- mucho que siento la estúpida equivocación que grará que se marche. he cometido al confundirle con Sir Henry. Haga -No puedo decir nada más preciso porque no el favor de olvidar mis palabras, que no tienen lo sé. ninguna aplicación en su caso. -Permítame que le haga una pregunta más, -Pero no puedo olvidarlas, señorita Stapleton señorita Stapleton. Si únicamente era eso lo que -respondí-. Soy amigo de Sir Henry y su bienes- quería usted decir cuando habló conmigo por tar es de gran importancia para mí. Dígame por vez primera, ¿por qué tenía tanto interés en que qué estaba usted tan deseosa de que Sir Henry su hermano no oyera lo que me decía? No hay en regresara a Londres. sus palabras nada a lo que ni él, ni nadie, pueda -Un simple capricho de mujer, doctor Watson. poner objeciones. Cuando me conozca mejor comprenderá que no -Mi hermano está deseosísimo de que siempre puedo dar razón de lo que digo o hago. la mansión de los Baskerville siga ocupada, -No, no. Recuerdo el temblor de su voz. Re- porque cree que eso beneficia a los pobres que cuerdo la expresión de sus ojos. Por favor, sea sin- viven en el páramo. Se enojaría si supiera que cera conmigo, señorita Stapleton, porque desde he dicho algo que pueda impulsar a Sir Henry a que estoy aquí tengo la sensación de vivir rodeado marcharse. Pero ya he cumplido con mi deber de sombras. Mi existencia se ha convertido en algo y no voy a decir nada más. Tengo que volver a parecido a la gran ciénaga de Grimpen: abundan casa o de lo contrario Jack me echará de menos por todas partes las manchas verdes que ceden y sospechará que he estado con usted. ¡Hasta bajo los pies y carezco de guía que me señale el la vista! camino. Dígame, por favor, a qué se refería usted, y Se dio la vuelta y en muy pocos minutos le prometo transmitir la advertencia a Sir Henry. había desaparecido entre los peñascos desperdi- 36 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville gados por el páramo, mientras yo, con el alma »Todo esto, sin embargo, nada tiene que ver llena de vagos temores, proseguía mi camino con la misión que usted me confió y probable- hacia la mansión de los Baskerville. mente carecerá por completo de interés para una mente tan estrictamente práctica como la suya. Todavía recuerdo su completa indiferen- cia en cuanto a si el sol se movía alrededor de la tierra o la tierra alrededor del sol. Permítame, por lo tanto, que vuelva a los hechos relaciona- 8. Primer informe del doctor Watson dos con Sir Henry Baskerville. »El hecho de que no haya usted recibido ningún informe en los últimos días obedece a Apartir de ahora seguiré el curso de los ac- que hasta hoy no tenía nada importante que rel- ontecimientos mediante la transcripción de mis atarle. Luego ha ocurrido algo muy sorprendente cartas a Sherlock Holmes, que tengo delante de que le contaré a su debido tiempo, pero, antes de mí sobre la mesa. Falta una página, pero, por lo nada, debo ponerle al corriente acerca de otros demás, las reproduzco exactamente como fueron elementos de la situación. escritas y muestran mis sentimientos y sospechas »Uno de ellos, al que apenas he aludido hasta del momento con más precisión de lo que podría este momento, es el preso escapado que rondaba hacerlo mi memoria, a pesar de la claridad con por el páramo. Ahora existen razones poderosas que recuerdo aquellos trágicos sucesos. para creer que se ha marchado, lo que supone «Mansión de los Baskerville,13 de octubre un considerable alivio para aquellos habitantes »Mi querido Holmes: del distrito que viven aislados. Han transcurri- »Mis cartas y telegramas anteriores le han man- do dos semanas desde su huida, y en esos quince tenido al día sobre todo lo que ha ocurrido en este días no se le ha visto ni se ha oído nada relacio- rincón del mundo tan olvidado de Dios. Cuanto nado con él. Es a todas luces inconcebible que más tiempo se pasa aquí, más profundamente se haya podido resistir en el páramo durante tanto mete en el alma el espíritu del páramo, su inmen- tiempo. Habría podido esconderse sin ninguna sidad y también su terrible encanto. Tan pronto dificultad, desde luego. Cualquiera de los habit- como se penetra en él, queda atrás toda huella de áculos de piedra podría haberle servido de refu- la Inglaterra moderna y, en cambio, se advierte por gio. Pero no hay nada que le proporcione alimen- doquier la presencia de los hogares y de las obras to, a no ser que capture y sacrifique una de las del hombre prehistórico. Se vaya por donde se vaya, ovejas del páramo. Creemos, por lo tanto, que se siempre aparecen las casas de esas gentes olvida- ha marchado, y el resultado es que los granjeros das, con sus tumbas y con los enormes monolitos que están más aislados duermen mejor. que, al parecer, señalaban el emplazamiento de »En esta casa nos alojamos cuatro varones en sus templos. Cuando se contemplan sus refugios buen estado de salud, de manera que podemos de piedra gris sobre un fondo de laderas agrestes, cuidarnos sin ayuda de nadie, pero confieso que se deja a la espalda la época actual y si viéramos a he tenido momentos de inquietud al pensar en un peludo ser humano cubierto con pieles de ani- los Stapleton, que se hallan a kilómetros del ve- males salir a gatas por una puerta que es como la cino más próximo. En la casa Merripit sólo viven boca de una madriguera y colocar una flecha con una criada, un anciano sirviente, la hermana de punta de pedernal en la cuerda de su arco, pen- Stapleton y el mismo Stapleton, que no es una saríamos que su presencia en este sitio está mucho persona de gran fortaleza física. Si el preso lo- más justificada que la nuestra. Lo más extraño es grara entrar en la casa, estarían indefensos en que vivieran tantos en lo que siempre ha debido manos de un individuo tan desesperado como de ser una tierra muy poco fértil. No soy experto este criminal de Notting Hill. Tanto a Sir Henry en prehistoria, pero imagino que se trataba de una como a mí nos preocupa mucho su situación, y raza nada belicosa y frecuentemente acosada que les sugerimos que Perkins, el mozo de cuadra, se vio forzada a aceptar las tierras que nadie más fuese a dormir a su casa, pero Stapleton no ha estaba dispuesto a ocupar. querido ni oír hablar de ello. 37 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville »Lo cierto es que nuestro amigo el baronet »A la vuelta nos detuvimos en la casa Mer- empieza a interesarse mucho por su hermosa ripit para almorzar, y fue allí donde Sir Henry vecina. No tiene nada de sorprendente, porque conoció a la señorita Stapleton. Desde el primer para un hombre tan activo como él el tiempo se momento Baskerville pareció sentir una fuerte hace muy largo en este lugar tan solitario, y la atracción y, si no estoy muy equivocado, el sen- señorita Stapleton es una mujer muy hermosa y timiento fue mutuo. Nuestro baronet habló de fascinante. Hay en ella un algo tropical y exótico ella una y otra vez mientras volvíamos a casa y que crea un contraste singular con su hermano, desde entonces apenas ha transcurrido un día tan frío e impasible. También él, sin embargo, sin que veamos en algún momento a los dos her- sugiere la idea de fuegos escondidos. Stapleton manos. Esta noche cenarán aquí y ya se habla tiene sin duda una marcada influencia sobre su de que iremos a su casa la semana que viene. hermana, porque he comprobado que cuando Cualquiera pensaría que semejante enlace de- habla lo mira continuamente, como si buscara bería llenar de satisfacción a Stapleton y, sin em- su aprobación para todo lo que dice. Espero que bargo, más de una vez he captado una mirada sea afectuoso con ella. El brillo seco de los ojos suya de intensísima desaprobación cuando Sir de Stapleton y la firme expresión de su boca de Henry tenía alguna atención con su hermana. labios muy finos denuncian un carácter domi- Sin duda está muy unido a ella y llevará una vida nante y posiblemente despótico. Sin duda será muy solitaria si se ve privado de su compañía, para usted un interesante objeto de estudio. pero parecería el colmo del egoísmo que pu- »Vino a saludar a Baskerville el mismo día siera obstáculos a un matrimonio tan conven- en que lo conocí y a la mañana siguiente nos iente. Estoy convencido, de todos modos, de que llevó a los dos al sitio donde se supone que tuvo Stapleton no desea que la amistad entre ambos origen la leyenda sobre el malvado Hugo. Fue llegue a convertirse en amor, y en varias oca- una excursión de varios kilómetros a través del siones he observado sus esfuerzos para impedir páramo hasta un lugar que pudo, por sí solo, que se queden a solas. Le diré entre paréntesis haber sugerido la historia, dado lo deprimente que sus instrucciones, en cuanto a no permitir que resulta. Encontramos un valle de poca lon- que Sir Henry salga solo de la mansión, serán gitud entre peñascos escarpados, que desembo- mucho más difíciles de cumplir si una intriga caba en un espacio abierto y verde salpicado de amorosa viniera a añadirse a las otras dificulta- juncias. En el centro se alzaban dos grandes pie- des. Mis buenas relaciones con el baronet se re- dras, muy gastadas y bien afiladas por la parte sentirían muy pronto si insistiera en seguir al superior, de manera que parecían los enormes pie de la letra las órdenes de usted. colmillos, en proceso de descomposición, de un »El otro día -el jueves, para ser más precisos- animal monstruoso. El lugar se corresponde en almorzó con nosotros el doctor Mortimer. Ha re- todos los detalles con el escenario de la antigua alizado excavaciones en un túmulo funerario de tragedia que ya conocemos. Sir Henry mani- Long Down y está muy contento por el hallazgo festó gran interés y preguntó más de una vez de un cráneo prehistórico. ¡No ha habido nunca a Stapleton si creía realmente en la posibilidad un entusiasta tan resuelto como él! Los Stapleton de que los poderes sobrenaturales intervengan se presentaron después, y el bueno del doctor nos en los asuntos humanos. Hablaba con desen- llevó a todos al paseo de los Tejos, a petición de fado, pero no cabe duda de que sentía mucho Sir Henry, para mostrarnos exactamente cómo interés. Stapleton se mostró cauto en sus re- sucedió la tragedia aquella noche aciaga. El paseo spuestas, aunque se comprendía enseguida que de los Tejos es un camino muy largo y sombrío decía menos de lo que sabía y opinaba, y que no entre dos altas paredes de seto recortado, con se sinceraba por completo en consideración a una estrecha franja de hierba a ambos lados. En los sentimientos del baronet. Nos contó casos el extremo más distante se halla un pabellón de semejantes de familias víctimas de alguna in- verano, viejo y ruinoso. A mitad de camino está fluencia maligna y nos dejó con la impresión el portillo que da al páramo, donde el anciano de que compartía la opinión popular sobre el caballero dejó caer la ceniza de su cigarro puro. asunto. Se trata de un portillo de madera, pintado de 38 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville blanco, con un pestillo. Del otro lado se extiende un excelente telescopio con el que se tumba en el vasto páramo. Yo me acordaba de su teoría el tejado de su casa y escudriña el páramo de la de usted y traté de imaginar todo lo ocurrido. mañana a la noche con la esperanza de ponerle Mientras Sir Charles estaba allí vio algo que se la vista encima al preso escapado. Si consagrara acercaba atravesando el páramo, algo que le ater- a esto la totalidad de sus energías las cosas irían rorizó hasta el punto de hacerle perder la cabeza, a pedir de boca, pero se rumorea que tiene in- por lo que corrió y corrió hasta morir de puro tención de pleitear contra el doctor Mortimer horror y agotamiento. Teníamos delante el largo por abrir una tumba sin el consentimiento de los y melancólico túnel de césped por el que huyó. parientes más próximos del difunto, dado que Pero, ¿de qué? ¿De un perro pastor del páramo? extrajo un cráneo neolítico del túmulo funerario ¿O de un sabueso espectral, negro, enorme y de Long Down. Contribuye sin duda a alejar de silencioso? ¿Hubo intervención humana en el nuestras vidas la monotonía y nos proporciona asunto? ¿Acaso Barrymore, tan pálido y siempre pequeños intermedios cómicos de los que esta- vigilante, sabe más de lo que contó? Todo resulta mos muy necesitados. muy confuso y vago, pero siempre aparece detrás »Y ahora, después de haberle puesto al día la oscura sombra del delito. sobre el preso fugado, sobre los Stapleton, el »Desde la última vez que escribí he conocido doctor Mortimer y el señor Frankland de la a otro de los habitantes del páramo. Se trata del mansión Lafter, permítame que termine con lo señor Frankland, de la mansión Lafter, que vive más importante y vuelva a hablarle de los Bar- a unos seis kilómetros al sur de nosotros. Es un rymore y en especial de los sorprendentes acon- caballero anciano de cabellos blancos, rubicundo tecimientos de la noche pasada. y colérico. Le apasionan las leyes británicas y ha »Antes de nada he de mencionar el telegrama invertido una fortuna en pleitear. Lucha por el que envió usted desde Londres para asegurarse de simple placer de enfrentarse con alguien, y está que Barrymore estaba realmente aquí. Ya le expli- siempre dispuesto a defender los dos lados en qué que el testimonio del administrador de corre- una discusión, por lo que no es sorprendente que os invalida su estratagema, por lo que carecemos pleitear le haya resultado una diversión costosa. de pruebas en un sentido u otro. Expliqué a Sir En ocasiones cierra un derecho de paso y desa- Henry cuál era la situación e inmediatamente, con fia al ayuntamiento para que le obligue a abrirlo. su franqueza característica, hizo llamar a Barry- En otros casos rompe con sus propias manos el more y le preguntó si había recibido en persona el portón de otro propietario y afirma que desde telegrama. Barrymore respondió que sí. tiempo inmemorial ha existido allí una senda, »-¿Se lo entregó el chico en propia mano? - por lo que reta al propietario a que lo lleve a juic- preguntó Sir Henry. io por entrada ilegal. Es un erudito en el antiguo »Barrymore pareció sorprendido y estuvo derecho señorial y comunal, y unas veces aplica pensando unos momentos. sus conocimientos en favor de los habitantes de »-No -dijo-; me hallaba en el ático en aquel Fernworthy y otras en contra, de manera que momento y me lo trajo mi esposa. periódicamente lo llevan a hombros en triunfo »-¿Lo contestó usted mismo? por la calle mayor del pueblo o lo queman en efi- »-No; le dije a mi esposa cuál era la respuesta gie, de acuerdo con su última hazaña. Se dice que y ella bajó a escribirla. en el momento actual tiene entre manos unos »Por la noche fue el mismo Barrymore quien siete pleitos que, probablemente, se tragarán lo sacó el tema. que le resta de fortuna, por lo que se quedará sin »-No consigo entender el objeto de su pre- aguijón y será inofensivo en el futuro. Aparte de gunta de esta mañana, Sir Henry -dijo-. Espero las cuestiones jurídicas parece una persona car- que no signifique que mi comportamiento le ha iñosa y afable y sólo hago mención de él porque llevado a perder su confianza en mí. usted insistió en que le enviara una descripción »Sir Henry le aseguró que no era ése el caso de todas las personas que nos rodean. En el mo- y lo aplacó regalándole buena parte de su antig- mento actual su ocupación es bien curiosa ya uo vestuario, dado que había llegado ya el nuevo que, por su afición a la astronomía, dispone de equipo encargado en Londres. 39 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville »La señora Barrymore me interesa mucho. »Barrymore, agachado junto a la ventana, Es una mujer corpulenta, no demasiado bril- mantenía la vela pegada al cristal. Su rostro es- lante, muy respetuosa y con inclinación al puri- taba vuelto a medias hacia mí y sus facciones tanismo. Es difícil imaginar una persona menos manifestaban la tensión de la espera mientras propensa, en apariencia, a excesos emotivos. Y, escudriñaba la negrura del páramo. Por espa- sin embargo, tal como ya le he contado a usted, cio de varios minutos mantuvo la intensa vigi- la oí sollozar amargamente durante nuestra pri- lancia. Luego dejó escapar un hondo gemido y mera noche aquí y desde entonces he observado con un gesto de impaciencia apagó la vela. Yo en más de una ocasión huellas de lágrimas en regresé inmediatamente a mi habitación y muy su rostro. Alguna honda aflicción le desgarra sin poco después volví a oír los pasos sigilosos en tregua el corazón. A veces me pregunto si la ob- su viaje de regreso. Mucho más tarde, cuando sesiona el recuerdo de alguna culpa y en otras estaba hundiéndome ya en un sueño ligero, oí ocasiones sospecho que Barrymore puede ser cómo una llave giraba en una cerradura, pero un tirano en el seno de su familia. Siempre he me fue imposible precisar de dónde procedía el tenido la impresión de que había algo singular ruido. No soy capaz de adivinar el significado y dudoso en el carácter de este hombre, pero la de lo sucedido, pero sin duda en esta casa tan aventura de la noche pasada ha servido para dar melancólica está en marcha algún asunto se- cuerpo a mis sospechas. creto que, más pronto o más tarde, terminare- »Y, sin embargo, podría parecer una cuestión mos por descubrir. No quiero molestarle con de poca importancia. Usted sabe que nunca he mis teorías porque usted me pidió que sólo le dormido a pierna suelta, pero desde que vivo en proporcionara hechos. Esta mañana he tenido guardia en esta casa tengo el sueño más ligero una larga conversación con Sir Henry y hemos que nunca. Anoche, a eso de las dos de la madru- elaborado un plan de campaña, basado en mis gada, me despertaron los pasos sigilosos de al- observaciones de la noche pasada, que no tengo guien que cruzaba por delante de mi habitación. intención de explicarle a usted ahora mismo, Me levanté, abrí la puerta y miré. Una larga pero que sin duda contribuirá a que mi próximo sombra negra se deslizaba por el corredor, pro- informe resulte muy interesante. » ducida por un hombre que avanzaba en silencio con una vela en la mano. Se cubría tan sólo con la camisa y los pantalones e iba descalzo. No pude ver más que su silueta, pero su estatura me indicó que se trataba de Barrymore. Caminaba muy despacio y tomando muchas precauciones, 9. La luz en el páramo y había un algo indescriptiblemente culpable y furtivo en todo su aspecto. »Ya le he explicado que el corredor queda in- [Segundo ínforme del doctor Watson] terrumpido por la galería que rodea la gran sala, «Mansión de los Baskerville, 15 de octubre pero que continúa por el otro lado. Esperé a que »Mi querido Holmes: Barrymore se perdiera de vista y luego lo seguí. »Aunque durante los primeros días de mi Cuando llegué a la galería ya estaba al final del misión no prodigara demasiado las noticias, otro corredor y, gracias al resplandor de la vela a ahora reconocerá usted que estoy recuperando través de una puerta abierta, vi que había entra- el tiempo perdido y que los acontecimientos se do en una de las habitaciones. Ahora bien, todas suceden sin interrupción. En mi último informe esas habitaciones carecen de muebles y están di el do de pecho con el hallazgo de Barrymore desocupadas, de manera que aquella expedición en la ventana y ahora tengo ya una excelente se- resultaba todavía más misteriosa. La luz bril- gunda parte que, si no estoy muy equivocado, laba con fijeza, como si Barrymore se hubiera le sorprenderá bastante. Los acontecimientos inmovilizado. Me deslicé por el corredor lo más han tomado un sesgo que yo no podía prever. silenciosamente que pude hasta asomarme ap- En ciertos aspectos las cosas se han aclarado enas por la puerta abierta. mucho durante las últimas cuarenta y ocho 40 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville horas y en otros se han complicado todavía más. »-Tal vez lo haga. Si es así, estaremos en con- Pero voy a contárselo todo, y así podrá juzgar diciones de seguirlo y de ver qué es lo que se trae por sí mismo. entre manos. Me pregunto qué haría su amigo »A la mañana siguiente, antes de bajar a Holmes si estuviera aquí. desayunar, examiné la habitación que Barry- »-Creo que haría exactamente lo que acaba more había visitado la noche anterior. La ven- usted de sugerir -le respondí-. Seguiría a Barry- tana orientada al oeste por la que miraba con more y vería qué es lo que hace. tanto interés, tiene, según he podido advertir, »-Entonces lo haremos juntos. »-Pero sin una peculiaridad que la distingue de todas las duda nos oirá. demás ventanas de la casa: es la que permite ver »-Es bastante sordo y de todos modos hemos el páramo desde más cerca, gracias a una aber- de correr el riesgo. Aguardaremos en mi habit- tura entre los árboles, mientras que desde todas ación a que pase -Sir Henry se frotó las manos las otras se vislumbra con dificultad. De ahí se encantado, y era evidente que acogía aquella sigue que Barrymore, dado que sólo esa ven- aventura como un agradable descanso de la vida tana se ajusta a sus necesidades, buscaba algo excesivamente tranquila que llevaba en el pára- o a alguien que se encontraba en el páramo. La mo. noche era muy oscura, por lo que es difícil com- »El baronet ha estado en contacto con el ar- prender cómo esperaba ver a nadie. A mí se me quitecto que preparó los planos para Sir Charles ocurrió la posibilidad de que se tratara de algu- y también con el contratista londinense que se na intriga amorosa. Ello explicaría el sigilo de encargó de las obras, de manera que quizá muy sus movimientos y también el desasosiego de su pronto empiecen a producirse aquí grandes cam- esposa. Barrymore es un individuo con mucho bios. También han venido de Plymouth decora- atractivo, perfectamente capacitado para ro- dores y ebanistas: sin duda nuestro amigo tiene barle el corazón a una campesina, de manera grandes ideas y no quiere escatimar esfuerzos que esta teoría parecía tener algunos elemen- ni gastos para restaurar el antiguo esplendor de tos a su favor. La apertura de la puerta que yo su familia. Con la casa arreglada y amueblada había oído después de regresar a mi dormitorio de nuevo, sólo necesitará una esposa para que podía querer decir que Barrymore abandonaba todo esté en orden. Le diré, entre nosotros, que la casa para dirigirse a una cita clandestina. Así hay signos muy evidentes de que eso no tard- razonaba yo conmigo mismo por la mañana y ará en producirse si la dama consiente, porque le cuento la dirección que tomaron mis sospe- raras veces he visto a un hombre más prenda- chas, pese a que nuestras posteriores averigua- do de una mujer de lo que lo está Sir Henry de ciones han demostrado que carecían por com- nuestra hermosa vecina, la señorita Stapleton. pleto de fundamento. Sin embargo, el progreso del amor verdadero no »Pero, fuera cual fuese la verdadera expli- siempre se produce con toda la suavidad que ca- cación de los movimientos de Barrymore, con- bría esperar dadas las circunstancias. Hoy, por sideré superior a mis fuerzas la responsabilidad ejemplo, la buena marcha del idilio se ha visto de guardar el secreto sobre sus actividades hasta perturbada por un obstáculo inesperado que que pudiera explicarlas de manera satisfactoria, ha causado considerable perplejidad y enojo a por lo que después del desayuno me entrevisté nuestro amigo. con el baronet en su estudio y le conté todo lo »Después de la conversación acerca de Bar- que había visto. Sir Henry se sorprendió menos rymore que ya he citado, Sir Henry se caló el de lo que yo esperaba. sombrero y se dispuso a salir. Como la cosa más »-Sabía que Barrymore andaba de noche por natural, yo hice lo mismo. la casa y había pensado hablar con él sobre ello »-Cómo, ¿viene usted conmigo, Watson? - -me dijo-. He oído dos o tres veces sus pasos en me preguntó, mirándome de una forma muy el corredor, yendo y viniendo, más o menos a la peculiar. hora que usted menciona. »-Eso depende de que se dirija usted al pára- »-En ese caso quizá visite precisamente esa mo -le respondí. ventana todas las noches -sugerí. »-Sí, eso es lo que voy a hacer. 41 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville «-Bien; sabe usted cuáles son mis instruc- hacer a continuación. Acercarme e interrumpir ciones. Siento entrometerme, pero sin duda re- una conversación tan íntima parecía inconce- cuerda usted lo mucho que Holmes insistió en bible; mi deber, sin embargo, era muy claro: no que no lo dejase solo y sobre todo en que no se perder de vista a Sir Henry. Actuar como espía internara por el páramo sin compañía. tratándose de un amigo era una tarea odiosa. »Sir Henry me puso la mano en el hombro No fui capaz de encontrar mejor línea de ac- acompañando el gesto de una cordial sonrisa. ción que seguir observándolos desde la colina »-Mi querido amigo -dijo-; pese a toda su y luego descargarme la conciencia confesando a sabiduría, Holmes no previó algunas de las Sir Henry lo que había hecho. Es cierto que si cosas que han sucedido desde que llegué al le hubiera amenazado algún peligro repentino, páramo. ¿Me entiende? Estoy seguro de que no habría estado demasiado lejos para serle de uti- desea usted convertirse en aguafiestas. He de lidad, pero sin duda convendrá usted conmigo salir solo. en que mi situación era muy difícil y no estaba »Sus palabras me colocaron en una situación en mi mano hacer otra cosa. muy incómoda. No sabía qué hacer ni qué decir, »Nuestro amigo el baronetyla dama se habían y antes de que tomara una decisión Sir Henry detenido en la senda y seguían hablando absor- cogió el bastón y se marchó. tos, cuando observé de repente que no era yo el »Pero cuando empecé a reflexionar sobre único testigo de su entrevista. Una mancha verde el asunto, mi conciencia me reprochó amarga- que flotaba en el aire atrajo mi atención y, al mir- mente que lo perdiera de vista, cualquiera que arla con más detenimiento, vi que iba sujeta a un fuese el pretexto. Imaginé cómo me sentiría si mango y que la llevaba un hombre que avanzaba tuviera que presentarme ante usted y confesarle por terreno accidentado. Era Stapleton, con su ca- que había sucedido una desgracia por no seguir zamariposas. Estaba mucho más cerca de la pareja sus instrucciones al pie de la letra. Le aseguro que yo, y daba la impresión de moverse hacia ellos. que se me encendieron las mejillas ante seme- En aquel instante Sir Henry atrajo de repente a la jante idea. Quizá no fuera aún demasiado tarde señorita Stapleton hacia sí y le pasó la mano por la para alcanzarlo, de manera que me puse al in- cintura, pero a mí me pareció que ella se esforza- stante en camino hacia la casa Merripit. ba por separarse y que apartaba el rostro. Nuestro »Me apresuré todo lo que pude carretera ad- amigo inclinó la cabeza y ella alzó una mano como elante sin encontrar rastro alguno de Sir Henry para protestar. Un instante después vi que se sep- hasta llegar al punto en que nace el sendero araban y se volvían bruscamente. Stapleton, que del páramo. Una vez allí, temiendo que quizá, corría velozmente hacia ellos con el absurdo ca- después de todo, había seguido una dirección zamariposas a la espalda, era la causa de la inter- equivocada, trepé por una colina -utilizada en rupción. Al llegar a su lado empezó a gesticular y otro tiempo como cantera de granito negro- casi a bailar de excitación delante de los enamora- , desde donde se divisa un panorama bastante dos. No entendí bien el sentido de la escena, pero amplio. Una vez en la cima vi de inmediato a me pareció que Stapleton insultaba a Sir Henry a Sir Henry. Se hallaba en el sendero del páramo, pesar de sus explicaciones, y que este último se a unos cuatrocientos o quinientos metros de enfadaba cada vez más al comprobar que el otro distancia, y le acompañaba una dama que sólo se negaba a aceptarlas. La dama se mantenía a un podía ser la señorita Stapleton. Estaba claro que lado en altivo silencio. Finalmente Stapleton se existía un entendimiento entre ellos y que se dio la vuelta y llamó de manera perentoria a su habían dado cita. Caminaban despacio, absortos hermana, quien, después de mirar indecisa a Sir en la conversación que mantenían, y vi que ella Henry, se alejó en su compañía. Los gestos coléri- hacía rápidos movimientos con las manos como cos del naturalista ponían de manifiesto que tam- si pusiera mucha vehemencia en sus palabras bién la señorita Stapleton había incurrido en su mientras él escuchaba con atención, y una o dos desagrado. El baronet los siguió unos momentos veces movía la cabeza en un gesto enérgico de con la vista y luego regresó lentamente por donde desacuerdo. Permanecí entre las rocas contem- había venido con la cabeza baja, convertido en la plándolos, sin saber en absoluto lo que debía imagen misma del desaliento. 42 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville »Yo no lograba entender lo que significaba hecha para mí y que yo, también..., que la señori- todo aquello, pero estaba muy avergonzado por ta Stapleton era feliz cuando estaba conmigo, y haber presenciado una escena tan íntima sin eso puedo jurarlo. Hay un brillo en los ojos de que mi amigo lo supiera. De manera que corrí una mujer que habla con más claridad que las colina abajo hasta reunirme con él. Sir Henry palabras. Pero Stapleton nunca nos ha dejado a tenía el rostro encendido por la cólera y fruncía solas y hoy tenía por fin la primera oportuni- el ceño como alguien que no sabe en absoluto dad de decirle unas palabras sin testigos. Ella se qué hacer. ha alegrado de verme, pero no quería hablar de »-¡Vaya, Watson! ¿De dónde sale usted? -me amor, y me habría impedido mencionarlo si hu- preguntó-. ¿No irá a decirme que me ha seg- biera estado en su mano. No ha hecho más que uido a pesar de todo? »Le expliqué lo sucedido: repetirme que este sitio es muy peligroso y que cómo me había parecido imperdonable quedar- sólo será feliz cuando me haya marchado. En- me atrás, cómo le había seguido y cómo había tonces le dije que desde que la vi no tengo nin- presenciado todo lo ocurrido. Por un instante guna prisa por marcharme y que si realmente los ojos le echaron llamas, pero mi franqueza lo quiere que me vaya, la única manera de lograrlo desarmó y al foral se echó a reír de una man- es arreglar las cosas para acompañarme. A con- era bastante triste. »-Cualquiera hubiera creído tinuación le pedí sin más rodeos que se casara que el centro de esa llanura era un sitio suficien- conmigo, pero antes de que pudiera responder temente apartado -dijo-, pero, voto a bríos, se apareció ese hermano suyo, corriendo hacia diría que todos los habitantes de la zona habían nosotros con cara de loco. Se le veía lívido de salido a verme cortejar..., ¡y además con muy rabia y hasta esos ojos suyos tan claros echaban poco acierto! ¿Dónde tenía usted reservado el fuego. ¿Qué estaba haciendo con Beryl? ¿Cómo asiento? me atrevía a ofrecerle unas atenciones que ella »-Estaba en esa colina. encontraba sumamente desagradables? ¿Acaso »-Una de las últimas filas, ¿no es cierto? Pero creía que por ser baronet podía hacer lo que me Stapleton estaba mucho más cerca. ¿Lo vio acer- viniera en gana? De no tratarse de su hermano carse a nosotros? habría sabido mejor cómo responderle. Pero »-Efectivamente. dada la situación le dije que mis sentimientos »-¿Ha tenido alguna vez la sensación de que hacia su hermana eran tales que no tenía por esté loco? »-No; nunca lo he pensado. qué avergonzarme de ellos y que esperaba que »-Yo tampoco. Siempre me había parecido me hiciera el honor de casarse conmigo. Aquello que estaba en su sano juicio hasta hoy, pero me no pareció contribuir a mejorar la situación, de puede usted creer si le digo que a él o a mí de- manera que también yo perdí la paciencia y le berían ponernos una camisa de fuerza. ¿Qué respondí quizá con más acaloramiento del de- es lo que me pasa, de todos modos? Usted lleva bido, si se piensa que estaba ella delante. Y la varias semanas viviendo conmigo, Watson. Dí- cosa ha terminado con Stapleton marchándose gamelo con sinceridad ahora mismo. ¿Hay algo con su hermana, como usted ha visto, y quedán- que me impida ser un buen esposo para la mujer dome yo tan desconcertado como el que más. que ame? Haga el favor de explicarme qué significa todo »-Yo diría que no. esto, Watson, y quedaré tan en deuda con usted »-Sin duda Stapleton no desaprueba mi pos- que nunca podré terminar de pagársela. ición social, de manera que se trata de mi per- »Intenté hallar una o dos explicaciones, sona. Pero, ¿qué tiene contra mí? Que yo sepa pero, a decir verdad, también yo estaba descon- nunca he hecho daño a nadie. Sin embargo, no certado. El título nobiliario de nuestro amigo, su está dispuesto siquiera a permitir que roce la fortuna, su edad, su manera de ser y su aspecto mano de su hermana. están a su favor, y no me consta que haya nada »-¿Es eso lo que ha dicho? en contra suya, si se exceptúa el triste destino »-Eso y mucho más. Pero le aseguro, Watson, que parece perseguir a su familia. Que su prop- que a pesar de las pocas semanas transcurridas, uesta de matrimonio se rechace de manera tan desde el primer momento comprendí que estaba brusca, sin referencia alguna a los deseos de la 43 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville propia interesada, y que la dama misma acepte iente como Sir Henry. Y a continuación paso a la situación sin protestar es de todo punto sor- ocuparme de otro hilo que ya he separado de prendente. Sin embargo las aguas volvieron a su esta madeja tan enredada: me refiero al miste- cauce gracias a la visita que Stapleton en persona rio de los sollozos nocturnos, de las lágrimas en hizo al baronet aquella misma tarde. Se presentó el rostro de la señora Barrymore y de los viajes para pedir disculpas por su comportamiento secretos del mayordomo a la ventana con celosía grosero de la mañana y, después de una larga que da a occidente. Felicíteme, mi querido Hol- entrevista privada con Sir Henry en el estudio, mes, y dígame que no le he defraudado como la conversación concluyó con una reconciliación agente suyo; que no lamenta la confianza que me total; como prueba de ello cenaremos en la casa demostró al enviarme aquí. Todos estos puntos Merripit el viernes próximo. han quedado completamente aclarados gracias »-Tampoco es que ahora me atreva a afirmar al trabajo de una noche. que está del todo en su sano juicio -me comentó »He dicho “el trabajo de una noche”, pero, en Sir Henry después de la entrevista-, porque no realidad han sido dos las noches, porque la pri- olvido cómo me miraba mientras corría hacia mera nos llevamos un buen chasco. Estuve con mí esta mañana, pero tengo que reconocer que Sir Henry en su habitación hasta cerca de las nadie podría disculparse con más elegancia. »- tres de la madrugada, pero no oímos otro ruido ¿Ha dado alguna explicación por su conducta? que las campanadas del reloj en lo alto de la es- »-Su hermana lo es todo en su vida, dice. calera. Fue una velada sumamente melancólica Eso es bastante lógico, y me alegro de que se y los dos nos quedamos dormidos en nuestras dé cuenta de lo mucho que vale. Siempre han sillas. Por fortuna no nos desanimamos y deci- estado juntos y, según lo que Stapleton cuenta, dimos intentarlo de nuevo. A la noche siguiente siempre ha sido un hombre muy solitario sin redujimos la luz de la lámpara y fumamos cigar- otra compañía que su hermana, de manera que rillos sin hacer el menor ruido. Era increíble lo la idea de perderla le resulta terrible. No se había despacio que se arrastraban las horas y, sin em- percatado, ha dicho, de mis sentimientos hacia bargo, nos ayudaba el mismo tipo de paciente ella, y cuando ha visto con sus propios ojos que interés que debe de sentir el cazador mientras era efectivamente así y que podía perderla, la vigila la trampa en la que espera que acabe por intensidad del sobresalto ha hecho que durante caer la pieza. El reloj dio la una, luego las dos y, algún tiempo no fuera responsable ni de sus desesperados, casi habíamos renunciado ya por palabras ni de sus acciones. Lamenta mucho segunda vez cuando nos inmovilizamos de re- lo sucedido y reconoce lo estúpido y lo egoísta pente, olvidados del cansancio y una vez más en que es imaginar que podrá retener toda la vida tensión. Habíamos oído el crujido de una pisada a una mujer como su hermana. Si ella tiene que en el corredor. dejarlo, prefiere que se trate de un vecino como »Sentimos pasar a Barrymore por delante del yo antes que de cualquier otra persona. Pero cuarto con mucha cautela y perderse luego en de todos modos es un golpe para él y le llevará la distancia. Después el baronet abrió la puer- algún tiempo prepararse para encajarlo. Dejará ta sin hacer ruido y salimos en su persecución. por completo de oponerse si yo le prometo man- El mayordomo había atravesado ya la galería y tener las cosas como están por espacio de tres nuestro lado del corredor estaba completamente meses y contentarme durante ese tiempo con la a oscuras. Nos deslizamos en silencio hasta la amistad de su hermana sin exigir su amor. Eso otra ala. Llegamos a tiempo de vislumbrar la es lo que le he prometido y así han quedado las alta figura de barba negra y hombros arqueados cosas. que avanzaba de puntillas hasta entrar por la »De manera que eso aclara uno de nuestros misma puerta donde yo le había visto dos no- pequeños misterios. Ya es algo tocar fondo en ches antes, y también cómo la vela, con su luz, algún sitio de esta ciénaga en la que estamos hacía que el marco destacara en la oscuridad, al metidos. Ahora sabemos por qué Stapleton mi- tiempo que un único rayo amarillo iluminaba raba con desagrado al pretendiente de su her- la oscuridad del corredor. Nos acercamos cau- mana, pese a tratarse de un partido tan conven- telosamente, probando las tablas del suelo antes 44 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville de apoyarnos con todo nuestro peso. Habíamos »-Debe de servirle como señal -dije-. Veamos tenido la precaución de quitarnos las botas, pero si hay respuesta. incluso así el viejo entarimado crujía y chascaba »Sostuve la vela como lo había hecho él, al bajo nuestros pies. A veces parecía imposible mismo tiempo que escudriñaba la oscuridad ex- que Barrymore no advirtiera nuestra proximi- terior. Como las nubes ocultaban la luna, sólo dad, pero afortunadamente está bastante sordo distinguía vagamente la hilera de árboles y la y se hallaba absorto en lo que hacía. Cuando por tonalidad más clara del páramo. Pero ensegu- fin llegamos a la habitación y miramos dentro, ida se me escapó un grito de júbilo, porque un lo encontramos agachado junto a la ventana, la puntito de luz amarilla había traspasado de re- vela en la mano, y el rostro pálido y ensimisma- pente el oscuro velo y después siguió brillando do junto al cristal, exactamente igual que dos de manera uniforme en el centro del rectángulo noches antes. negro que enmarcaba la ventana. »-¡Ahí está! - »Habíamos preparado un plan de campaña, exclamé. pero para el baronet las formas de actuar más di- »-No, señor, no; no es nada..., nada en absolu- rectas son siempre las más naturales, de manera to -intervino el mayordomo-. Le aseguro que... que entró sin más preámbulos en la habitación. »-¡Mueva la luz de un lado a otro de la ven- Barrymore, jadeante, se irguió de un salto de su tana Watson! -exclamó el baronet-. ¿Ve? ¡La otra sitio junto a la ventana y se inmovilizó, lívido también se mueve! ¿Qué nos dice ahora, bribón? y tembloroso, ante nosotros. Sus ojos oscuros, ¿Sigue negando que es una señal? ¡Vamos, hable! que resaltaban mucho sobre la máscara blanca ¿Quién es su compinche y qué fechoría es la que que era su rostro, nos miraron, a uno tras otro, se traen entre manos? llenos de horror y de asombro. »La expresión de Barrymore se hizo desafi- »-¿Qué está usted haciendo aquí, Barrymore? ante. »-Es asunto mío y no suyo. No se lo diré. »-Nada, señor -su agitación era tan intensa que »-En ese caso deja usted de estar a mi servi- apenas podía hablar y la vela que empuñaba le cio ahora mismo. temblaba tanto que las sombras saltaban arriba »-Muybien, señor. Si así ha de ser, así será. y abajo-. Es por el viento, señor. Por la noche »-Y se marcha deshonrado. Por todos los de- hago la ronda para ver si las ventanas están bien monios, ¡tiene usted motivos para avergonzarse cerradas. de sí mismo! Su familia ha vivido con la mía »-¿En el piso alto? durante más de cien años bajo este techo, y he »-Sí, señor, todas las ventanas. aquí que lo encuentro metido hasta el cuello en »-Mire, Barrymore -dijo Sir Henry con gran alguna siniestra intriga en contra mía. firmeza-: estamos decididos a que nos diga usted »-¡No, señor, no! ¡No en contra de usted! la verdad, de manera que se ahorrará molestias »Era la voz de una mujer: la señora Barry- sincerándose cuanto antes. ¡Vamos! ¡Basta de more, más pálida y más asustada aún que su mentiras! ¿Qué hacía usted junto a esa ventana? marido, se hallaba junto a la puerta. Su volu- »El mayordomo nos miró con aire desval- minosa figura, envuelta en un chal y una falda, ido y se retorció las manos como alguien que se podría haber resultado cómica de no ser por la halla al límite de la duda y del sufrimiento. intensidad de los sentimientos que se leían en »-No hacía nada malo, señor. Sólo estaba de- su rostro. lante de la ventana con una vela encendida. »-Tenemos que marcharnos, Eliza. Esto es el »-Y, ¿por qué estaba usted con una vela en- fin. Ya puedes hacer el equipaje -dijo el mayor- cendida delante de la ventana? domo. »-No me lo pregunte, Sir Henry, ¡no me lo »-¡John, John! ¿Voy a ser yo la causa de tu pregunte! Le doy mi palabra de que el secreto no ruina? Todo es obra mía, Sir Henry..., yo soy la me pertenece y no me es posible decírselo. Si sólo responsable. Todo lo que ha hecho lo ha hecho dependiera de mí no trataría de ocultárselo. por mí y porque yo se lo he pedido. »-¡Hable, »De repente se me ocurrió una idea y recogí entonces! ¿Qué significa todo esto? la vela del alféizar donde la había dejado el may- »-Mi desgraciado hermano se está muriendo ordomo. de hambre en el páramo. No podemos dejarlo 45 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville perecer a las puertas mismas de nuestra casa. La y ésa es toda la verdad; comprenda usted que si luz es una señal para decirle que tiene comida hemos hecho algo malo, no es mi marido quien preparada, y él, con su luz, nos indica el lugar tiene la culpa, sino yo, porque todo lo que ha donde hemos de llevársela. hecho lo ha hecho por mí. »-Entonces su hermano es ... »Las palabras de la mujer estaban llenas »-El preso escapado, señor..., Selden, el de una vehemencia que las hacía muy convin- criminal. »-Así es, señor -intervino Barrymore-. centes. Como le he dicho, el secreto no era mío y no se »-¿Es ésa la verdad, Barrymore? »-Sí, Sir lo podía contar. Pero ahora ya lo sabe, y se dará Henry. Del principio al fin. »-Bien; no puedo cuenta de que si había una intriga no era contra culparlo por apoyar a su esposa. Olvide lo que le usted. he dicho antes. Vuelvan los dos a su habitación »Ésa era, por tanto, la explicación de las y mañana por la mañana seguiremos hablando sigilosas expediciones nocturnas y de la luz en de este asunto. la ventana. Tanto Sir Henry como yo nos que- »Cuando se marcharon miramos de nuevo damos mirando a la señora Barrymore sin es- por la ventana. Sir Henry la había abierto, y el conder nuestro asombro. ¿Cabía imaginar que frío viento nocturno nos golpeaba en la cara. aquella persona de respetabilidad tan impasible Muy lejos en la oscuridad brillaba aún el puntito llevara la misma sangre que uno de los delin- de luz amarilla. cuentes más tristemente célebres del país? »-Me sorprende que se atreva a descubrirse »-Sí, señor; mi apellido de soltera era Selden tanto -dijo Sir Henry. y el preso es mi hermano pequeño. Le consen- »-Tal vez sitúa la vela de manera que sólo sea timos demasiado cuando niño y le dejamos que visible desde aquí. hiciera en todo su santa voluntad, por lo que llegó »-Es muy posible. ¿A qué distancia cree que a creer que el mundo no tenía otra finalidad que se encuentra? proporcionarle placeres y que podía hacer lo que »-Calculo que a la altura de Cleft Tor. »-No le apeteciera. Más tarde, al hacerse mayor, fre- más de dos o tres kilómetros. »-Menos, proba- cuentó malas compañías y el diablo se le metió blemente. en el cuerpo, hasta que a mi madre le destrozó »-No puede ser muy lejos si Barrymore tenía el corazón y arrastró nuestro apellido por el que llevarle la comida. Y ese canalla está esper- barro. De delito en delito fue cayendo cada vez ando junto a la vela. ¡Voy a salir a capturarlo! más bajo, hasta que sólo la clemencia de Dios lo »La misma idea me había pasado por la ca- ha librado del patíbulo; pero para mí nunca ha beza. No era como si los Barrymore nos hu- dejado de ser el niñito de cabellos rizados al que bieran hecho una confidencia. Les habíamos cuidé y con el que jugué, como cualquier her- arrancado el secreto a la fuerza. Aquel indi- mana mayor. Ésa es la razón de que se escapara, viduo era un peligro para la comunidad, un señor. Sabía que yo vivía en esta casa y que no delincuente implacable que no tenía excusa me negaría a ayudarlo. Cuando se arrastró una ni merecía compasión. No hacíamos más que noche hasta aquí, agotado y hambriento, con los cumplir con nuestro deber al aprovechar la guardianes pisándole los talones, ¿qué podíamos oportunidad de devolverlo de nuevo a donde hacer? Lo recogimos, lo alimentamos y cuida- no pudiera hacer daño. Debido a su carácter mos. Luego regresó usted, señor, y mi hermano brutal y violento, otros tendrían que pagar las pensó que estaría más seguro en el páramo que consecuencias si nos cruzábamos de brazos. en cualquier otro sitio hasta que amainara la Cualquier noche, por ejemplo, podía atacar persecución, de manera que allí se escondió. a nuestros vecinos los Stapleton, y tal vez esa Pero cada dos noches nos comunicábamos con idea hizo que Sir Henry se interesara tanto por él poniendo una luz en la ventana y, si respondía, aquella aventura. mi marido le llevaba un poco de pan y carne. »-Le acompañaré -dije. Todos los días vivíamos con la esperanza de que »-Entonces recoja su revólver y póngase las se hubiera marchado, pero mientras tanto no botas. Cuanto antes salgamos mejor, porque ese podíamos abandonarlo. Soy una buena cristiana individuo puede apagar la luz y marcharse. 46 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville »Cinco minutos después habíamos iniciado »-Cuéntemelo, Watson. ¿Qué es lo que ya nuestra expedición. Apresuramos el paso dicen? »Vacilé un momento, pero no podía es- entre los oscuros arbustos, en medio de los apa- cabullirme. »-Dicen que es el aullido del sabueso gados gemidos del viento del otoño y del cru- de los Baskerville. »Sir Henry dejó escapar un jir de las hojas caídas. El aire nocturno estaba gemido y luego guardó silencio unos instantes. cargado de olor a humedad y a putrefacción. De »-Era un sabueso -dijo por fin-, pero parecía cuando en cuando la luna se asomaba unos in- venir de una distancia de varios kilómetros en stantes, pero las nubes casi cubrían el cielo por aquella dirección, según creo. completo y en el momento en que salíamos al »-Es dificil saber de dónde procedía. páramo empezó a caer una lluvia ligera. La luz »-Subía y bajaba con el viento. ¿No es ésa la seguía brillando delante de nosotros. dirección de la gran ciénaga de Grimpen? »-¿Está usted armado? -pregunté. »-Tengo »-Sí, es ésa. una fusta. »-Bien, pues era por allí. Dígame la verdad, »-Hemos de caer sobre él rápidamente, ¿a usted no le pareció también que era el aul- porque se dice que es un hombre desespera- lido de un sabueso? Ya no soy un niño. No tenga do. Debemos cogerlo por sorpresa y tenerlo a reparos en decirme la verdad. nuestra merced antes de que se resista. »-Stapleton se hallaba conmigo la otra vez. »-Escuche, Watson, ¿qué diría Holmes de Dijo que podía ser el canto de un extraño pá- esto? ¿Qué diría sobre esta hora de oscuridad en jaro. la que se intensifican los poderes del mal? »-No, no; era un sabueso. Dios mío, ¿habrá »Como en respuesta a sus palabras se alzó algo de verdad en todas esas historias? ¿Es posi- de repente, en la inmensa tristeza del páramo, ble que esté realmente en peligro por una causa el extraño sonido que yo había oído ya cerca de tan misteriosa? Usted no lo cree, ¿no es así, la gran ciénaga de Grimpen. Nos llegó traído Watson? por el viento a través del silencio de la noche: »-No, claro que no. un murmullo largo y profundo, luego un aullido »-Y sin embargo una cosa es reírse de ello cada vez más poderoso y finalmente el triste en Londres y otra muy distinta estar aquí en la gemido con que acababa. Resonó una y otra vez, oscuridad del páramo y oír un aullido como ése. todo el aire palpitando con él, estridente, salvaje ¡Y mi tío! Encontraron las huellas del sabueso y amenazador. El baronet me cogió de la manga muy cerca de donde cayó. Todo concuerda. No y palideció tanto que el rostro le brilló tenue- creo ser cobarde, Watson, pero ese sonido me mente en la oscuridad. ha helado la sangre. ¡Tóqueme la mano! »-¡Cielo santo! ¿Qué ha sido eso, Watson? »Estaba tan fría como un bloque de mármol. »-No lo sé. Se trata de un sonido que se oye »-Mañana se encontrará usted perfectamente. en el páramo. Es la segunda vez que lo escu- »-No creo que la luz del día consiga sacarme cho. ese aullido de la cabeza. ¿Qué le parece que hag- »Los aullidos cesaron y un silencio absoluto amos ahora? »-¿Quiere que regresemos? descendió sobre nosotros. Aguzamos el oído, »-No, voto a bríos; hemos salido a capturar pero sin el menor resultado. a nuestro hombre y eso es lo que haremos. No- »-Watson -dijo el baronet-, eso era el aullido sotros vamos tras el preso y es probable que un de un sabueso. sabueso del infierno vaya tras de nosotros. Ad- »La sangre se me heló en las venas, porque elante. Haremos lo que nos hemos propuesto la voz se le quebró de una manera que ponía hacer aunque corran por el páramo todos los de manifiesto el terror repentino que se había demonios del averno. apoderado de él. »Proseguimos lentamente nuestro camino »-¿Qué dicen de ese sonido? -preguntó. »- en la oscuridad, con la borrosa silueta de las ¿Quiénes? colinas cubiertas de peñascos a nuestro alred- »-Los habitantes de la zona. edor y el punto de luz amarilla brillando delante »-Bah, son gente ignorante. ¿Qué más le da de nosotros. No hay nada tan engañoso como la lo que digan? distancia de una luz en una noche oscura como 47 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville boca de lobo, y unas veces el resplandor parecía hombre descendía a gran velocidad por la otra estar tan lejano como el horizonte y otras encon- ladera, saltando por encima de las rocas que trarse a pocos metros. Pero finalmente vimos hallaba en su camino con la agilidad de una de dónde procedía y entonces supimos que es- cabra montés. Con suerte tal vez habría podido tábamos muy cerca. Una vela ya muy derretida detenerlo con un disparo de mi revólver, pero la estaba clavada en una grieta entre las rocas que finalidad de aquel arma era tan sólo defenderme la flanqueaban por ambos lados para protegerla si se me atacaba y no disparar contra un hombre del viento y también para lograr que sólo fuera desarmado que huía. visible desde la mansión de los Baskerville. Una »Tanto el baronet como yo somos acepta- roca de granito nos ocultó mientras nos acer- bles corredores y estamos en buena forma, pero cábamos y pudimos asomarnos por encima para pronto descubrimos que no teníamos posibi- contemplar la luz de la señal. Era extraño ver lidad alguna de alcanzarlo. Seguimos viéndolo aquella vela solitaria ardiendo allí, en mitad del durante un buen rato a la luz de la luna, hasta páramo, sin el menor signo de vida a su alred- que se convirtió en un puntito que avanzaba con edor: tan sólo la llama amarilla y el brillo de las celeridad entre las rocas que salpicaban la falda rocas a ambos lados. de una colina distante. Corrimos y corrimos »-¿Y ahora qué hacemos? -susurró Sir Henry. hasta quedar completamente agotados, pero la »-Esperar aquí. Tiene que estar cerca. Quizá po- distancia era cada vez mayor. Finalmente nos damos verlo. detuvimos y nos sentamos, jadeantes, en sendas »Apenas pronunciadas aquellas palabras lo rocas, desde donde seguimos viéndolo hasta que vimos ambos. Sobre las rocas, en la grieta donde se perdió en la lejanía. ardía la vela, surgió un maligno rostro amarillo, »Y en aquel momento, cuando nos le- una terrible cara bestial, toda ella marcada y ar- vantábamos de las rocas para darnos la vuelta rugada por las pasiones más viles. Manchada y regresar a casa, abandonada ya la inútil per- de cieno, con una barba hirsuta y coronada de secución, ocurrió la cosa más extraña e in- cabellos enmarañados, podía muy bien haber esperada. La luna quedaba muy baja hacia la pertenecido a uno de aquellos antiguos salvajes derecha, y la cima dentada de un risco de gran- que habitaban en los refugios de las colinas. La ito se alzaba hasta la parte inferior de su disco luz de abajo se reflejaba en sus ojillos astutos, de plata. Allí, recortada con la negrura de una que escudriñaban con fiereza la oscuridad a estatua de ébano sobre el fondo brillante, vi, derecha e izquierda, como un animal taimado y encima del risco, la figura de un hombre. No salvaje que ha oído pasos de cazadores. piense que fue una alucinación, Holmes. Le »Sin duda algo había despertado sus sospe- aseguro que en toda mi vida no he visto nada chas. Puede que Barrymore acostumbrara a con mayor claridad. Hasta donde se me alcan- darle alguna señal privada que nosotros había- za, era la figura de un hombre alto y delgado. mos omitido, o bien nuestro hombre tenía al- Mantenía las piernas un poco separadas, estaba guna otra razón para pensar que las cosas no cruzado de brazos e inclinaba la cabeza como marchaban como debían: en cualquier caso el si meditara sobre el enorme desierto de turba y miedo era visible en sus perversas facciones y granito que quedaba a su espalda. Podía haber de un momento a otro podía apagar la luz de sido el espíritu mismo de aquel terrible lugar. un manotazo y esfumarse en la oscuridad. Salté Desde luego no era el preso. Aquel hombre se hacia adelante y Sir Henry me imitó. En el mismo hallaba muy lejos del sitio donde el otro había instante el preso nos lanzó una maldición y tiró desaparecido. Además era mucho más alto. una piedra que se hizo añicos contra la roca que Con una exclamación de sorpresa quise mos- nos había cobijado. Aún vislumbré por un mo- trárselo al baronet, pero durante el momento mento su silueta rechoncha y musculosa mien- en que me volví para agarrarlo del brazo, la tras se ponía en pie y giraba en redondo para figura desapareció. La cima dentada del risco escapar. Por una feliz coincidencia la luna salió seguía cortando el borde inferior de la luna, entonces de entre las nubes. Alcanzamos a toda pero ya no quedaba el menor rastro de la figura prisa la cima de la colina y vimos que nuestro silenciosa e inmóvil. 48 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville »Quise marchar en aquella dirección e in- es. Algunos fragmentos de este último me per- vestigar los alrededores del risco, pero quedaba mitirán enlazar con las escenas que están indel- bastante lejos. Los nervios del baronet seguían eblemente grabadas en mi memoria. Continúo, en tensión a consecuencia de aquel aullido que por lo tanto, en la mañana siguiente a nuestra le había recordado la oscura historia de su fa- infructuosa persecución de Selden y a nuestras milia y no estaba de humor para nuevas aven- extrañas experiencias en el páramo. turas. Tampoco había visto al hombre solitario «16 de octubre.-Día brumoso y gris con algo sobre el risco y no sentía la emoción que su ex- de llovizna. La casa está cubierta de nubes en traña presencia y su aire de autoridad me habían movimiento que se abren de vez en cuando para producido. “Un vigilante del penal, sin dudó’ mostrar las monótonas curvas del páramo, con dijo. “Abundan en el páramo desde que se es- delgadas vetas plateadas en las faldas de las coli- capó ese sujeto”. Cabe que esa explicación sea la nas y rocas distantes que brillan cuando sus justa, pero me gustaría tener pruebas más con- húmedas superficies reflejan la luz. Reina la cluyentes. Hoy nos proponemos hacer saber a melancolía fuera y dentro. El baronet ha reaccio- las autoridades de Princetown dónde tienen que nado mal ante las emociones de la noche pasa- buscar al huido, pero sentimos no haberlo cap- da. Yo mismo me noto un peso en el corazón y turado nosotros. Tales son las aventuras de la el sentimiento de la inminencia de un peligro pasada noche y tendrá usted que reconocer, mi siempre al acecho, precisamente más terrible querido Holmes, que no le estoy fallando en ma- porque no soy capaz de definirlo. teria de información. Mucho de lo que le cuento »Y, ¿acaso no está justificado ese sentimien- no tiene, sin duda, mayor importancia, pero sigo to? Piénsese en la larga sucesión de incidentes pensando que lo mejor es transmitirle todos los que delatan las fuerzas siniestras que actúan a hechos y dejarle que elija usted los que le re- nuestro alrededor. Primero, la muerte del ante- sulten más útiles. No hay duda de que estamos rior ocupante de la mansión, en la que se cum- haciendo progresos. Por lo que se refiere a los plieron con toda exactitud las condiciones de la Barrymore, hemos descubierto el motivo de sus leyenda familiar, y, en segundo lugar, las repeti- acciones, y eso ha aclarado mucho la situación. das afirmaciones por parte de los campesinos de Pero el páramo con sus misterios y sus extraños la zona de que ha aparecido en el páramo una habitantes sigue tan inescrutable como siempre. extraña criatura. En dos ocasiones he escuchado Quizá en mi próxima comunicación esté tam- ya un sonido que recuerda el aullido distante de bién en condiciones de arrojar alguna luz sobre un sabueso. No puede tratarse de algo ajeno a las eso. Aunque lo mejor sería que viniera usted a leyes ordinarias de la naturaleza. Un sabueso es- reunirse con nosotros.» pectral que deje huellas visibles y que llene el aire con sus aullidos es sin duda impensable. Quizá Stapleton acepte esa superstición y a Mortimer tal vez le suceda lo mismo; pero si yo tengo una cualidad es el sentido común y nada logrará con- vencerme de una cosa así. Hacerlo sería rebajarse al nivel de esos pobres campesinos que no se con- 10. Fragmento del tentan con un simple perro asilvestrado, sino que diario del doctor Watson necesitan describirlo arrojando fuego del infierno por ojos y boca. Holmes nunca prestaría atención a semejantes fantasías y yo soy su representante. Hasta este momento he podido utilizar los Pero los hechos son los hechos y ya he oído dos informes que envié a Sherlock Holmes durante veces ese aullido en el páramo. Supongamos que los primeros días de mi estancia en el páramo. hubiera realmente un enorme sabueso en liber- Pero he llegado ya a un punto en mi narración tad; eso contribuiría mucho a explicarlo todo. en el que me veo obligado a abandonar ese mé- Pero, ¿dónde se escondería, dónde conseguiría la todo y recurrir una vez más a mis recuerdos, comida, de dónde procedería, cómo sería posible con la ayuda del diario que llevaba por entonc- que nadie lo hubiera visto durante el día? 49 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville »Hay que confesar que la teoría del perro »-Quizá haya hablado con demasiado calor de carne y hueso presenta casi tantas dificulta- -dijo- y, en ese caso, le pido sinceramente que des como la otra. Y además, dejando de lado al me perdone. Pero me ha sorprendido mucho sabueso, queda la intervención del individuo enterarme de que han regresado ustedes de del cabriolé en Londres y la carta en la que se madrugada y de que han estado persiguiendo a advertía a Sir Henry del peligro que corría. Eso Selden. El pobrecillo ya tiene suficientes enemi- por lo menos es real, pero tanto podría ser obra gos sin necesidad de que yo contribuya a crearle de un amigo deseoso de protegerlo como de un más. enemigo. ¿Dónde está ahora ese amigo o enem- »-Si nos lo hubiera usted revelado por de- igo? ¿Se ha quedado en Londres o nos ha seg- cisión propia, habría sido distinto -dijo el bar- uido hasta el páramo? ¿Podría ser..., podría ser onet-. Pero nos lo contó (o más bien lo hizo su el desconocido que vi sobre el risco? mujer) cuando le obligamos y no tuvo otro re- »Es verdad que sólo lo contemplé unos in- medio. stantes, pero hay algunas cosas de las que estoy »-Nunca pensé que se aprovechara de ello, completamente seguro. Como conozco ya a todos Sir Henry; nunca lo hubiera creído. nuestros vecinos puedo afirmar que no es ninguno »-Ese hombre es un peligro público. Hay de ellos. El individuo que estaba sobre el risco era casas solitarias repartidas por el páramo y más alto que Stapleton y más delgado que Fran- Selden no se detendría ante nada. Basta con ver kland. Cabría que se tratara de Barrymore, pero su rostro un instante para darse cuenta. Piense, lo dejamos en la mansión, y estoy seguro de que por ejemplo, en la casa del señor Stapleton, sin no pudo seguirnos. Por lo tanto hay un descono- nadie excepto él para defenderla. Todo el mundo cido que nos sigue aquí de la misma manera que correrá peligro hasta que se le vuelva a poner a un desconocido nos siguió en Londres. No nos buen recaudo. hemos librado de él. Si pudiera ponerle las manos »-Selden no entrará en ninguna casa, señor. encima, tal vez resolviéramos todas nuestras di- Le doy solemnemente mi palabra. Ni volverá a ficultades. A esta única finalidad debo consagrar molestar a nadie en este país. Le aseguro, Sir todas mis energías a partir de ahora. Henry, que dentro de muy pocos días se habrán »Mi primer impulso fue contar mis planes tomado las medidas necesarias y estará camino a Sir Henry. El segundo y más prudente ha sido de América del Sur. Por el amor de Dios, señor, hacer mi juego y hablar lo menos posible. El bar- le ruego que no informe a la policía de que mi onet está silencioso y distraído. El aullido en el cuñado sigue aún en el páramo. Han abandona- páramo lo ha conmocionado extrañamente. No do la persecución y será un buen refugio hasta diré nada que contribuya a aumentar su ansie- que el barco esté preparado. Y si lo denuncia nos dad, pero tomaré las medidas oportunas para causará problemas a mi mujer y a mí. Se lo su- lograr lo que me propongo. plico, señor, no diga nada a la policía. »Esta mañana tuvimos una pequeña escena »-¿Qué opina usted, Watson? »Me encogí de después del desayuno. Barrymore pidió permiso hombros. para hablar con Sir Henry y se encerraron en »-Si Selden saliera del país sin causar prob- el estudio del baronet durante unos minutos. lemas los contribuyentes se verían libres de una Desde mi asiento en la sala de billar oí más de carga. una vez cómo ambos alzaban la voz y reconozco »-Pero, ¿qué me dice de la posibilidad de que que tenía una idea bastante exacta del motivo asalte a alguien antes de marcharse? de la discusión. Finalmente Sir Henry abrió la »-No hará una locura semejante, señor. Le puerta y me llamó. hemos proporcionado todo lo que necesita. »-Barrymore considera que tiene motivos Cometer un delito sería lo mismo que proclamar para quejarse -dijo-. Opina que no hemos sido dónde está escondido. justos al dar caza a su cuñado cuando él, libre- »-Eso es cierto -dijo Sir Henry-. Bien, Barry- mente, nos había revelado el secreto. more... »-¡Que Dios le bendiga! ¡Se lo agradezco »El mayordomo se hallaba delante de no- de todo corazón! Mi pobre mujer se moriría de sotros, muy pálido pero muy dueño de sí mismo. pena si lo capturasen otra vez. 50 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville »-Supongo que estamos haciéndonos cóm- que se trataba de una postdata y decía lo sigu- plices de un delito, ¿no es eso, Watson? Pero iente: “Por favor, por favor, como es usted un después de lo que acabamos de oír no me creo caballero, queme esta carta y esté junto al por- capaz de entregar a ese hombre, de manera tillo a las diez en punto”. Debajo alguien había que punto final. De acuerdo, Barrymore, puede firmado con las iniciales L. L. usted marcharse. »-¿Ha conservado ese trocito de papel? »Con unas inconexas palabras de gratitud »-No, señor; se deshizo cuando lo movimos. el mayordomo se dirigió hacia la puerta, pero »-¿Había recibido Sir Charles otras cartas luego vaciló y volvió sobre sus pasos. con la misma letra? »-Se ha portado usted tan bien con nosotros, »-A decir verdad, no me fijaba mucho en sus señor, que, a cambio, quisiera hacer por usted cartas. Y tampoco me hubiera fijado en ésa de todo lo que esté en mi mano. Sé algo, Sir Henry, no llegar sola. »-¿Y no tiene idea de quién pueda que quizá debiera haber dicho antes, pero sólo ser L. L.? lo descubrí mucho tiempo después de termina- »-No, señor. Estoy tan a oscuras como usted. da la investigación. Nunca lo he comentado con Pero creo que si pudiéramos localizar a esa nadie. Y tiene que ver con la muerte del pobre dama sabríamos más acerca de la muerte de Sir Sir Charles. Charles. »Tanto el baronet como yo nos pusimos en »-Lo que no entiendo, Barrymore, es cómo pie. »-¿Acaso sabe usted cómo murió? ha podido ocultar una información tan impor- »-No, señor, eso no lo sé. tante. »-Compréndalo, señor; nuestros prob- »-¿De qué se trata, entonces? lemas empezaron inmediatamente después y, »-Sé por qué estaba en el portillo a aquella por otra parte, como es lógico, si se piensa en hora. Se había citado con una mujer. todo lo que hizo por nosotros, los dos sentía- »-¿Citado con una mujer? ¿Sir Charles? »-Sí, mos un gran cariño por Sir Charles. Revolver en señor. ese asunto no podía ayudar ya a nuestro pobre »-¿Sabe usted quién era? señor, y conviene andar con tiento cuando hay » -No le puedo decir el nombre, señor, pero una dama por medio. Hasta los mejores de entre sí las iniciales: L. L. nosotros... -¿Cómo ha sabido usted todo eso, Barry- »-¿Cree usted que podría dañar su rep- more? utación? »-Verá, señor: pensé que no saldría -Verá, Sir Henry, su tío recibió una carta nada bueno. Pero después de haberse portado aquella mañana. De ordinario recibía muchas a usted tan bien con nosotros, me parece que le diario porque era un hombre conocido y todo el trataría injustamente si no le contara todo lo mundo se hacía lenguas de su buen corazón, así que sé. que las personas con problemas recurrían a él. »-Muybien, Barrymore; puede marcharse. Pero aquella mañana, por casualidad, sólo reci- »Cuando el mayordomo nos hubo dejado Sir bió una carta, de manera que me fijé más en ella. Henry se volvió hacia mí. Venía de Coombe Tracey y la letra del sobre era »-Bueno, Watson, ¿qué piensa usted de esta de mujer. nueva pista? »-¿Y? »-Me parece que sólo sirve para aumentar la »-Verá, señor; yo no hubiera vuelto a pensar oscuridad. »-Eso pienso yo. Pero si pudiéramos en ello de no ser por mi mujer que, hace tan sólo encontrar a L. L. se aclararía todo este asunto. unas semanas, cuando estaba limpiando el es- Al menos algo hemos ganado. Sabemos que hay tudio de Sir Charles (no se había tocado desde una persona que conoce los hechos y lo único su muerte), encontró las cenizas de una carta en que necesitamos es encontrarla. ¿Qué cree que el hogar de la chimenea. Aunque las cuartillas debemos hacer? estaban prácticamente carbonizadas había un »-Informar a Holmes inmediatamente. Le trocito, el final de una página, que no se había proporcionará el indicio que ha estado buscan- disgregado y aún era posible leer lo que estaba do. Y o mucho me equivoco o eso hará que se escrito, en gris sobre fondo negro. Nos pareció presente aquí. 51 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville »Regresé inmediatamente a mi habitación y un día sin presentarse por la mansión para ver redacté para Holmes el informe sobre nuestra cómo nos va. Me insistió para que subiera al conversación matutina. Era evidente que mi coche y le acompañara hasta la casa. Lo encon- amigo había estado muy ocupado últimamente, tré muy preocupado por la desaparición de su porque las notas que me llegaban de Baker Street pequeño spaniel, que se había adentrado por eran pocas y breves, sin comentarios sobre la in- el páramo y no había vuelto. Lo consolé como formación que le había suministrado y casi sin pude, pero al acordarme del poni sepultado en referencia alguna a mi misión. No había duda la ciénaga de Grimpen, temí que no volviera a de que el caso del chantaje absorbía todas sus ver a su perrito. facultades. Y, sin embargo, este nuevo factor de- »-Por cierto, Mortimer -le dije mientras bería con toda seguridad llamar su atención y avanzábamos a saltos por aquel camino tan renovar su interés. Ojalá estuviese aquí. desigual-, supongo que serán muy pocas las per- »17 de octubre.-Ha llovido a cántaros todo el sonas de la zona que usted no conozca. día, y las gotas resuenan sobre la hiedra y caen »-Prácticamente ninguna, creo yo. desde los aleros. Me he acordado del fugitivo en »-¿Puede usted, en ese caso, decirme el nom- el frío páramo desolado, sin sitio donde guarec- bre de alguna mujer cuyas iniciales sean L. L.? erse. ¡Pobrecillo! Sean cuales fueran sus delitos, »El doctor Mortimer estuvo pensando unos está sufriendo para expiarlos. Y luego me acordé minutos. »-No -dijo-. Hay algunos gitanos y del otro: del rostro en el cabriolé, de la figura jornaleros de los que no puedo responder, pero recortada contra la luna. ¿También el que vigi- entre los granjeros o la burguesía y pequeña laba sin ser visto, el hombre de la oscuridad, se nobleza no hay nadie con iniciales como ésas. hallaba a la intemperie bajo aquel diluvio? A Espere un momento -añadió, después de una la caída de la tarde me puse el impermeable y pausa-. Está Laura Lyons, sus iniciales son L. L., paseé hasta muy lejos por el páramo empapado aunque vive en Coombe Tracey. de agua, lleno de imágenes oscuras, con la lluvia »-¿Quién es? -pregunté. golpeándome el rostro y el viento silbándome en »-Es la hija de Frankland. los oídos. Que Dios tenga de su mano a quienes »-¿Cómo? ¿Frankland el viejo chiflado? »- se acerquen a la gran ciénaga en tales momen- Exactamente. Se casó con un artista llamado tos, porque incluso las tierras altas, firmes de Lyons que vino a hacer unos bocetos en el pára- ordinario, se están convirtiendo en un pantano. mo. Resultó ser un sinvergüenza y la abandonó. Encontré el Risco Negro sobre el que había visto Aunque quizá la culpa, por lo que he oído, no al vigía solitario y desde su cima dentada con- fuera toda del pintor. Su padre se negó a tener templé las melancólicas lomas. Ráfagas de lluvia nada que ver con ella porque se había casado sin iban a la deriva sobre sus superficies rojizas y su consentimiento y quizá también por una o las densas nubes de color pizarra colgaban muy dos razones más. De manera que entre los dos bajas sobre el paisaje, cayendo en jirones grises pecadores, el viejo y el joven, la pobre chica lo ha por las laderas de las fantásticas colinas. En la pasado bastante mal. lejana concavidad hacia la izquierda, escondidas »-¿Cómo vive? a medias por la niebla, se alzaban por encima de »-Imagino que su padre le pasa una asig- los árboles las dos delgadas torres de la mansión nación, pero debe de ser una miseria, porque la de los Baskerville. Eran los únicos signos visi- situación económica de Frankland deja mucho bles de vida humana, si se exceptúan los refugios que desear. Por mal que se hubiera portado, prehistóricos que tanto abundan en las faldas de no se podía consentir que se hundiera defini- las colinas. En ningún sitio había rastro alguno tivamente. Su historia llegó a saberse y varias del extraño vigía del páramo. personas de los alrededores colaboraron para »Mientras regresaba a la mansión me alcanzó permitirle que se ganara la vida honradamente. el doctor Mortimer que conducía su coche de Stapleton fue uno de ellos y Sir Charles otro. dos ruedas por un tosco sendero, de regreso de También yo contribuí modestamente. Se trataba la remota granja de Foulmire. Ha estado siem- de que pusiera en marcha un servicio de meca- pre pendiente de nosotros y apenas ha pasado nografía. 52 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville »Mortimer quiso saber el motivo de mis in- preso, por lo que he podido deducir. No me vestigaciones, pero logré satisfacer su curiosi- gusta nada, doctor Watson; le digo con toda sin- dad sin decirle demasiado, porque no hay razón ceridad que no me gusta nada -hablaba con re- para confiar en nadie. Mañana por la mañana pentina vehemencia. me pondré en camino hacia Coombe Tracey y »-Ahora escúcheme usted, Barrymore. Yo si puedo ver a la señora Laura Lyons, de dudosa no tengo otro interés en este asunto que el de reputación, se habrá dado un gran paso para su señor. Estoy aquí para ayudarlo. Dígame, con aclarar uno de los incidentes de esta cadena de toda franqueza, qué es lo que no le gusta. misterios. Sin duda estoy adquiriendo la pru- »Barrymore vaciló un momento, como si dencia de la serpiente, porque cuando Mortimer lamentara su arranque o le resultara difícil ex- insistió en sus preguntas hasta extremos incon- presar con palabras sus sentimientos. venientes, me interesé como por casualidad por »-Son todas estas cosas que están pasando el tipo de cráneo de Frankland, de manera que -exclamó por fin, agitando la mano en dirección sólo oí hablar de craneología durante el resto del a la ventana que daba al páramo, golpeada por la trayecto. De algo ha de servirme haber vivido lluvia-. Se está jugando sucio en algún sitio y se durante años con Sherlock Holmes. está tramando alguna maldad muy negra, ¡eso »Sólo tengo un último incidente que anotar lo puedo jurar! ¡Me alegraría mucho de que Sir en este melancólico día de tormenta. Se trata de Henry volviera a Londres! mi conversación con Barrymore de hace unos »-Pero, ¿qué es lo que le inquieta? instantes: el mayordomo me ha proporcionado »-¡Fíjese en la muerte de Sir Charles! Aquello un triunfo más que podré utilizar en su mo- ya fue terrible, a pesar de todo lo que dijera el mento. coroner. Fíjese en los ruidos que se oyen en el »Mortimer se ha quedado a cenar y el bar- páramo por la noche. No hay una sola persona onet y él han jugado después al écarté. El may- que quiera cruzarlo después de ponerse el sol ordomo me ha llevado el café a la librería y he ni aunque le paguen por hacerlo. ¡Fíjese en ese aprovechado la oportunidad para hacerle unas desconocido que se esconde, que vigila y espe- preguntas. ra! ¿Qué es lo que espera? ¿Qué significa todo »-Bien -dije-, ¿se ha marchado ya ese inapre- eso? Seguro que no significa nada bueno para ciable pariente suyo o sigue todavía escondido cualquiera que se llame Baskerville, y me mar- en el páramo? »-No lo sé, señor. Le pido a Dios charé con mucho gusto el día que los nuevos que se haya ido, porque a nosotros no nos ha criados puedan hacerse cargo de la mansión. causado más que problemas. No he sabido nada »-Pero, en cuanto a ese desconocido -dije-. de él desde que le dejé comida la última vez, y de ¿No sabe usted nada más acerca de él? ¿Qué le eso hace ya tres días. contó Selden? ¿Había descubierto dónde se es- »-¿Usted lo vio? condía o qué era lo que estaba haciendo? »-No, señor; pero la comida había desapare- »-Lo vio una o dos veces, pero es muy astuto cido cuando volví a pasar por allí. y no enseña su juego. Al principio mi cuñado »-Entonces, ¿es seguro que sigue en el pára- pensó que era de la policía, pero pronto com- mo? prendió que trabaja por su cuenta. Alguien muy »-Parece lo lógico, señor, a no ser que se la parecido a un caballero, por lo que a él se le al- haya llevado el otro. canzaba, pero no consiguió averiguar qué era lo »No terminé de llevarme la taza a la boca y que estaba haciendo. miré fijamente a Barrymore. »-Y, ¿dónde le dijo que vivía? »-Entonces, ¿usted sabe que hay otro hom- »-En los viejos refugios de las colinas; los bre? »-Sí, señor; hay otro hombre en el páramo. viejos refugios de piedra donde vivían los an- »-¿Lo ha visto? tiguos. »-No, señor. »-Pero, ¿cómo se las arregla para comer? »-¿Cómo sabe de su existencia? »-Selden descubrió que tiene un chico que »-Selden me habló de él hace una semana o trabaja para él y le lleva todo lo que necesita. Im- poco más. También se esconde, pero no es un agino que va a buscarlo a Coombe Tracey. 53 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville »-Muy bien, Barrymore. Quizá sigamos No encontré momento para contar al bar- hablando de todo esto en otro momento. onet lo que había averiguado la noche anterior »Después de que el mayordomo se marchara acerca de la señora Lyons, porque el doctor me acerqué a la ventana y, a través del cristal Mortimer se quedó jugando con él a las cartas empañado, contemplé las nubes veloces y las hasta muy tarde. A la hora del desayuno, sin em- siluetas estremecidas de los árboles agitados por bargo, le informé de mi descubrimiento y le pre- el viento. Es una noche terrible dentro de casa, gunté si quería acompañarme a Coombe Tracey. pero ¿cómo será en un refugio de piedra en el Al principio se mostró deseoso de hacerlo, pero páramo? ¿Qué intensidad en el odio puede hacer al pensarlo con más calma llegamos ambos a la que un hombre aceche en un sitio así en seme- conclusión de que el resultado sería mejor si iba jante momento? ¿Y qué puede ser lo que se pro- yo solo. Cuanto más oficial hiciéramos la visita, pone que le exige someterse a semejante prueba? menos información obtendríamos. Dejé, por Allí, en ese habitáculo que se abre al páramo, consiguiente, a Sir Henry en casa, aunque no sin parece hallarse el centro mismo del problema ciertos remordimientos, y me puse en camino que tantos disgustos me está causando. Juro que para emprender la nueva investigación. no pasará un día más sin que haya hecho todo Al llegar a Coombe Tracey le dije a Perkins lo que esté en mi mano para llegar al fondo del que buscara acomodo a los caballos e hice algu- misterio.» nas preguntas para localizar a la dama a la que me proponía interrogar. Encontré sin dificultad su alojamiento, céntrico y bien señalado. Una doncella me hizo pasar sin muchas ceremonias y, al entrar en el salón, la dama que estaba sen- tada delante de una máquina de escribir marca Remington se puso en pie con una agradable sonrisa de bienvenida. Su expresión cambió, 11. El hombre del risco sin embargo, al comprobar que se trataba de un desconocido; acto seguido se sentó de nuevo y preguntó cuál era el objeto de mi visita. El fragmento de mi diario que he utilizado Lo primero que impresionaba de la señora en el último capítulo sitúa la narración en el 18 Lyons era su extraordinaria belleza. Tenía los de octubre, momento en que los extraños acon- ojos y el cabello de un color castaño muy cálido, tecimientos de las últimas semanas se encami- y sus mejillas, aunque con abundantes pecas, se naban rápidamente hacia su terrible desenlace. veían agraciadas con la perfección característica Los incidentes de los días que siguieron han de las morenas: la delicada tonalidad que se es- quedado indeleblemente grabados en mi memo- conde en el corazón de la rosa. La admiración ria y estoy en condiciones de relatarlos sin re- era, como digo, la primera impresión. Pero a currir a las notas que tomé en aquel momento. la admiración sucedía de inmediato la crítica. Comienzo, por lo tanto, un día después de que Había un algo muy sutil que no funcionaba en lograra establecer dos hechos de gran impor- aquel rostro, una vulgaridad en la expresión, tancia: el primero que la señora Laura Lyons quizá una dureza en la mirada, un rictus en la de Coombe Tracey había escrito a Sir Charles boca que desvirtuaba belleza tan perfecta. Pero Baskerville para citarse con él precisamente a la todas estas reflexiones son, por supuesto, tar- hora y en el sitio donde el baronet encontró la días. En aquel momento no hice más que darme muerte; y el segundo que al hombre al acecho en cuenta de que tenía delante a una mujer muy el páramo se le podía encontrar en los refugios hermosa que me preguntaba cuál era el motivo de piedra de las colinas. Con aquellos dos datos de mi visita. Y hasta entonces yo no había en- en mi poder, llegué a la conclusión de que si no tendido bien hasta qué punto era delicada mi me hallaba completamente desprovisto ni de in- misión. teligencia ni de valor, tendría que arrojar por fin -Tengo el placer -dije- de conocer a su alguna luz sobre tanta oscuridad. padre. 54 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville Era un presentación muy torpe y la señora -Eran varios los caballeros que estaban al Lyons no la pasó por alto. tanto de mi triste historia y que se unieron para -Mi padre y yo no tenemos nada en común ayudarme. Uno de ellos, el señor Stapleton, ve- -respondió-. No le debo nada y sus amigos no cino y amigo íntimo de Sir Charles, fue muy lo son míos. Si no hubiera sido por el difunto amable conmigo, y el baronet supo de mis prob- Sir Charles Baskerville y otras personas de buen lemas por mediación suya. corazón podría haberme muerto de hambre sin Yo estaba enterado de que Sir Charles Bask- que mi padre moviera un dedo. erville había recurrido en diferentes ocasiones a -He venido a verla precisamente en relación Stapleton como limosnero suyo, de manera que con el difunto Sir Charles Baskerville. la explicación de mi interlocutora tenía todos Las pecas adquirieron mayor relieve sobre el los visos de ser cierta. rostro de la dama. -¿Escribió usted alguna vez a Sir Charles -¿Qué puedo decirle acerca de él? -preguntó, pidiéndole una cita? -continué. mientras sus dedos jugueteaban nerviosamente La señora Lyons enrojeció unavez más, mov- con los marginadores de la máquina de es- ida por la ira. -A decir verdad, señor mío, se trata cribir. de una pregunta singular. -Usted lo conocía, ¿no es cierto? -Lo siento, señora, pero debo repetírsela. -En -Ya le he dicho que estoy muy en deuda con ese caso respondo: desde luego que no. su amabilidad. Si soy capaz de mantenerme, se -¿Ni siquiera el mismo día de la muerte de lo debo en gran parte al interés que se tomó al Sir Charles? El rubor desapareció en un instante conocer mi desgraciada situación. y tuve ante mí una palidez mortal. La sequedad -¿Se carteaba usted con él? que se apoderó de su boca le impidió pronunciar La dama levantó rápidamente la vista, con el «No» que yo vi más que oí. un brillo de cólera en los ojos de color de avel- -Sin duda la traiciona la memoria -le re- lana. spondí-. Podría incluso citar un pasaje de su -¿Cuál es el objeto de estas preguntas? -quiso carta. Decía así: «Por favor, por favor, como es saber, con tono cortante. usted un caballero, queme esta carta y esté junto -El objeto es evitar un escándalo público. Es al portillo a las diez en punto». mejor hacerlas aquí, y evitar que este asunto es- Pensé que se había desmayado, pero se recu- cape a nuestro control. peró gracias a un esfuerzo supremo. La señora Lyons guardó silencio al tiempo -¿Es que ya no quedan caballeros? -jadeó. que palidecía. Por fin alzó de nuevo los ojos con -Es usted injusta con Sir Charles, que sí un algo temerario y desafiante en su actitud. quemó la carta. Pero a veces una carta puede ser -Está bien, responderé -dijo-. ¿Qué es lo que legible incluso después de arder. ¿Reconoce que quiere saber? la escribió? -¿Se carteaba usted con Sir Charles? -Sí, lo hice -exclamó, volcando el alma en un -Le escribí por supuesto una o dos veces para torrente de palabras-. La escribí. ¿Por qué tendría agradecerle su delicadeza y su generosidad. que negarlo? No hay motivo para avergonzarme -¿Recuerda usted las fechas de esas cartas? de ello. Quería que me ayudara. Estaba convenc- -No. ida de que si me entrevistaba con él conseguiría -¿Lo conoció usted personalmente? que me ayudara, de manera que le pedí una cita. -Sí, estuve con él una o dos veces, cuando -Pero, ¿por qué a esa hora? vino a Coombe Tracey. Era un hombre muy -Porque acababa de enterarme duque salía reservado y prefería hacer el bien con mucha para Londres al día siguiente y quizá tardara discreción. meses en regresar. Había motivos que me im- -Si lo vio tan pocas veces y le escribió con pedían llegar antes a la mansión. tan poca frecuencia, ¿qué fue lo que le impulsó a -Pero, ¿por qué una cita en el jardín en lugar ayudarla, como usted asegura que hizo? de una visita a la casa? La señora Lyons resolvió mi objeción con la -¿Cree usted que una dama puede entrar sola mayor facilidad. a esa hora en el hogar de un soltero? 55 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Bien; ¿qué sucedió cuando llegó usted allí? mí: tranquilidad, dicha, propia estimación..., ab- -No fui. solutamente todo. Sabía de la generosidad de Sir -¡Señora Lyons! Charles y pensé que si escuchaba la historia de -No, se lo juro por lo más sagrado. No fui. mis propios labios me ayudaría. Sucedió algo que me impidió acudir. -En ese caso, ¿cómo es que no acudió a la -¿Qué fue lo que sucedió? cita? -Porque mientras tanto recibí ayuda de -Es un asunto privado. No se lo puedo contar. otra fuente. -Entonces, ¿reconoce que concertó una cita con -¿Por qué, entonces, no escribió a Sir Charles Sir Charles a la hora y en el lugar donde encon- explicándoselo? tró la muerte, pero niega que acudiera a ella? -Lo habría hecho así si no hubiera leído la -Así es. noticia de su muerte en el periódico a la mañana Seguí interrogándola para comprobar si siguiente. había dicho la verdad, pero no logré sacar nada Su historia tenía coherencia y no conseg- más en limpio. -Señora Lyons -dije mientras uí que se contradijera a pesar de mis pregun- me ponía en pie, después de terminar aquella tas. Sólo podía comprobarla averiguando si, de larga entrevista tan poco satisfactoria-, incurre hecho, en el momento de la tragedia o poco usted en una gran responsabilidad y se coloca antes, había iniciado los trámites para conseg- en una posición muy falsa al no confesar todo uir el divorcio. lo que sabe. Si tengo que solicitar el auxilio de No era probable que mintiera al decir que no la policía, descubrirá lo gravemente que está había estado en la mansión de los Baskerville, usted comprometida. Si es usted inocente, ¿por dado que se necesitaba un cabriolé para llegar qué empezó negando que hubiera escrito a Sir hasta allí, y que tendría que haber regresado Charles en esa fecha? a Coombe Tracey de madrugada, lo que hacía -Porque temía que se sacaran conclusiones imposible mantener el secreto sobre una ex- erróneas y me viera envuelta en un escándalo. pedición de tales características. Lo más prob- -Y, ¿por qué tenía usted tanto interés en que able era, por consiguiente, que dijera la verdad Sir Charles destruyera la carta? o, por lo menos, parte de la verdad. Me marché -Si la ha leído sabrá el porqué. desconcertado y desanimado. -Yo no he dicho que hubiera leído la carta. Una vez más me tropezaba con la misma -Ha citado usted un fragmento. barrera infranqueable que parecía interponerse -He citado la postdata. Como ya he dicho, la en mi camino cada vez que trataba de alcanzar carta ardió y no era legible en su totalidad. Le el objetivo de mi misión. Y, sin embargo, cuanto pregunto una vez más por qué insistió tanto en más pensaba en el rostro de la dama y en su ac- que Sir Charles destruyera esa carta. titud, más seguro estaba de que ocultaba algo. -Se trata de un asunto muy privado. ¿Por qué había palidecido tanto? ¿Por qué se re- -Una razón más para que evite usted una in- sistió a reconocer lo sucedido hasta que se vio vestigación pública. forzada a hacerlo? ¿Por qué tendría que haberse -Se lo contaré, en ese caso. Si ha oído algo mostrado tan reservada en el momento de la acerca de mi desgraciada historia, sabrá que tragedia? Con toda seguridad la explicación no hice un matrimonio imprudente y que he tenido era tan inocente como pretendía hacerme creer. motivos para lamentarlo. De momento no podía avanzar más en aquella -Estoy enterado de eso. dirección y debía regresar a los refugios del -Mi vida ha sido una persecución incesante páramo en busca de la otra pista. por parte de un marido al que aborrezco. La jus- Pero se trataba de un rastro sumamente ticia está de su parte, y todos los días me enfren- vago, como advertí en el viaje de regreso al com- to con la posibilidad de que me fuerce a vivir con probar que, una tras otra, todas las colinas con- él. En el momento en que escribí la carta a Sir servaban huellas de sus antiguos pobladores. La Charles se me informó de que existía una posi- única indicación de Barrymore había sido que bilidad de recobrar mi libertad si se podían at- el desconocido vivía en uno de aquellos refugios ender ciertos gastos. Eso lo significaba todo para abandonados, pero existían cientos de ellos a 56 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville todo lo largo y ancho del páramo. Contaba, sin ¿Qué me dice de eso? Vamos a enseñar a esos embargo, con mi experiencia como guía, puesto magnates que no se puede pisotear los derechos que había visto al desconocido con mis propios de los plebeyos, ¡y que Dios los confunda! Y tam- ojos en la cima del Risco Negro. Aquel lugar, bién he cerrado el bosque donde iba de excursión por lo tanto, debía ser el punto de partida de mi la gente de Fernworthy. Esos infernales pueb- búsqueda. Allí iniciaría la exploración de todos lerinos parecen creer que no existe el derecho los refugios hasta que diera con el que buscaba. de propiedad y que pueden meterse por donde Si aquel individuo estaba dentro, sabría de sus les apetezca y ensuciarlo todo con papeles y bo- propios labios, a punta de revólver si era nec- tellas. Ambos casos fallados, doctor Watson, y esario, quién era y por qué nos había seguido los dos a mi favor. No recuerdo un día parecido durante tanto tiempo. Quizá podía darnos es- desde que conseguí que condenaran a Sir John quinazo entre el gentío de Regent Street, pero le Morland por cazar en sus propias tierras. iba a resultar imposible en la soledad del pára- -¿Cómo demonios consiguió usted eso? mo. Por otra parte, si encontraba el refugio y su -Mírelo en la jurisprudencia, señor mío. ocupante no estaba dentro, me quedaría allí, por Merece la pena leerlo: Frankland contra Mor- larga que resultara la espera, hasta que regre- land, llegamos hasta el Tribunal Supremo. Me sase. Holmes lo había perdido en Londres. Sería costó doscientas libras, pero conseguí que se para mí un verdadero triunfo lograr capturarlo fallara a mi favor. después del fracaso de mi maestro. -¿Le reportó algún beneficio? La suerte se había vuelto una y otra vez con- -Ninguno, señor mío, ninguno. Me enorgul- tra nosotros en el curso de aquella investigación, lece decir que yo no tenía interés material alguno pero ahora vino por fin en mi ayuda. Y el mensa- en aquella cuestión. Siempre actúo por sentido jero de mi buena suerte no fue otro que el señor del deber. No me cabe la menor duda, por ejem- Frankland que se hallaba de pie, con sus patillas plo, de que los habitantes de Fernworthy me que- grises y su tez rojiza, junto a la puerta del jardín marán esta noche en efigie. La última vez que lo de su casa, que daba a la carretera por la que yo hicieron dije a la policía que deberían impedir viajaba. espectáculos tan lamentables. La incompetencia -Buenos días, doctor Watson -exclamó con de la policía del condado es escandalosa, señor insólito buen humor-; permita que sus caballos mío, y no se me proporciona la protección a la disfruten de un descanso y entre en casa a beber que tengo derecho. Mi pleito contra la Reina un vaso de vino y felicitarme. servirá para atraer la atención del público sobre Mis sentimientos hacia Frankland distaban este asunto. Les dije que tendrían oportunidad mucho de ser amistosos después de lo que había de lamentar la manera en que me tratan y mis oído sobre su manera de tratar a la señora Lyons, palabras se han hecho ya realidad. pero estaba deseoso de enviar a Perkins y la tar- -¿Cómo así? -pregunté. tana a casa, y aquélla era una buena oportuni- El anciano hizo un gesto de complicidad. dad. Descendí del coche y envié un mensaje a -Porque podría decirles lo que están de- Sir Henry comunicándole que regresaría a pie, a seando saber, pero nada ni nadie me persuadirá tiempo para la cena. Después seguí a Frankland para que ayude a esos sinvergüenzas en lo más hasta su comedor. mínimo. -Es un gran día para mí, uno de los días de Yo había estado tratando de encontrar alguna mi vida escritos con letras doradas -exclamó, in- excusa para escapar a su charla incesante, pero terrumpiéndose varias veces para reír entre di- ahora sentí deseos de saber más. Sin embargo entes-. He conseguido un doble triunfo. Me pro- había tenido suficientes pruebas de su tendencia ponía enseñar a las gentes de esta zona que la ley a llevar la contraria como para comprender que es la ley, y que aquí vive un hombre a quien no le cualquier manifestación de vivo interés sería la asusta recurrir a ella. He establecido un derecho mejor manera de poner fin a las confidencias de de paso que cruza por el centro de los jardines aquel viejo excéntrico. del viejo Middleton, que atraviesa la propiedad -Algún caso de caza furtiva, imagino -dije, a menos de cien metros de la puerta principal. con aire indiferente. 57 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Ja, ja; ¡algo mucho más importante que eso, páramo. ¿Le parece probable que un pastor se caballerete! ¿Qué me dice del preso escapado? sitúe en un lugar así? Su sugerencia, señor mío, Me sobresalté. es completamente absurda. -¿No querrá usted decir que sabe dónde se Le respondí mansamente que había hab- esconde? -le pregunté. lado sin conocer todos los datos. Mi docilidad le -Quizá no sepa exactamente dónde se es- agradó y ello provocó nuevas confidencias. conde, pero estoy completamente seguro que -Puede tener la seguridad de que siempre podría ayudar a la policía a echarle el guante. piso terreno firme antes de llegar a una con- ¿Nunca se le ha ocurrido que la manera de atra- clusión. He visto una y otra vez al muchacho par a ese sujeto es descubrir dónde consigue la con su hatillo. Todos los días, y en ocasiones dos comida y llegar después hasta él? veces al día, he podido... un momento, doctor El señor Frankland daba toda la impresión Watson. ¿Me engañan los ojos, o hay en este mo- de hallarse incómodamente cerca de la verdad. mento algo que se mueve por la falda de aquella -Sin duda -dije-; pero, ¿cómo sabe que está colina? en el páramo? La distancia era de varios kilómetros, pero -Lo sé porque he visto con mis propios ojos vi con claridad un puntito oscuro sobre la mo- al mensajero que le lleva la comida. notonía verde y gris. Se me cayó el alma a los pies pensando en -¡Venga, señor mío, venga conmigo! -exclamó Barrymore. Era un grave problema estar en Frankland, subiendo las escaleras a toda prisa-. manos de aquel viejo entrometido y rencoroso. Va usted a verlo con sus propios ojos y podrá Pero su siguiente observación me quitó un peso juzgar por sí mismo. de encima. El telescopio, un instrumento formidable -Le sorprenderá saber que es un niño quien montado sobre un trípode, se hallaba sobre le lleva la comida. Lo veo todos los días gracias la azotea de la casa. Frankland se acercó para al telescopio que tengo en el tejado. Siempre mirar y dejó escapar un grito de satisfacción. pasa por el mismo camino a la misma hora y, -¡Deprisa, doctor Watson, deprisa antes de ¿cuál puede ser su destino excepto el refugio del que pase al otro lado! huido? Allí estaba, sin la menor duda: un pilluelo ¡Una vez más la suerte me sonreía! Y sin em- con un hatillo al hombro, subiendo sin prisas bargo evité dar muestras de interés. ¡Un niño! por la pendiente. Cuando llegó a la cresta vi, Barrymore me había dicho que al desconocido recortada por un momento contra el frío cielo lo atendía un muchacho. Frankland había trope- azul, la figura desaseada y rústica. El chiquillo zado por casualidad con su rastro y no con el de miró a su alrededor con aire furtivo y cauteloso, Selden. Si me enteraba de lo que él sabía, quizá como alguien que teme ser perseguido. Luego me ahorrara una búsqueda larga y fatigosa. Pero desapareció por la ladera opuesta. la incredulidad y la indiferencia eran sin duda -Bien, señor mío, ¿estoy en lo cierto? mis mejores armas. -Se trata sin duda de un muchacho que -En mi opinión es mucho más probable que parece tener una ocupación secreta. se trate del hijo de uno de los pastores del pára- -Y cuál sea esa ocupación es algo que hasta mo y que se limite a llevar la comida a su padre. un policía rural podría adivinar. Pero no seré yo El menor signo de oposición bastaba para quien les diga una sola palabra, y a usted le exijo que el viejo autócrata echara chispas por los también que guarde el secreto, doctor Watson. ojos. Me miró con malevolencia y se le erizaron ¡Ni una palabra! ¿Entendido? las patillas grises como podría hacerlo el lomo -Como usted desee. de un gato enfurecido. -Me han tratado vergonzosamente, ésa es -¿Así que eso es lo que usted piensa? -dijo, la verdad. Cuando salgan a la luz los hechos en señalando al páramo que se extendía delante de mi pleito contra la Reina me atrevo a creer que nuestros ojos-. ¿Ve allí el Risco Negro? Bien; ¿ve un escalofrío de indignación recorrerá el país. la pequeña colina de más allá en la que crece Nada me impulsará a ayudar a la policía. Por lo un espino? Es la parte más pedregosa de todo el que a ellos se refiere, les daría lo mismo que esos 58 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville tunantes del pueblo me quemaran en persona y rillo, puse la mano sobre la culata del revólver y, no en efigie. ¡No irá a marcharse ya! ¡Tiene que llegándome rápidamente hasta la puerta, miré ayudarme a vaciar la botella para celebrar este dentro. El refugio estaba vacío. gran acontecimiento! Signos abundantes confirmaban, sin em- Pero desoí todas sus súplicas y logré que bargo, que había seguido la pista correcta. Se renunciara también a acompañarme andando trataba del lugar donde se alojaba el descono- a casa. Seguí carretera adelante hasta perder cido. Sobre la misma losa de piedra donde el de vista a Frankland y luego me lancé campo hombre neolítico había dormido en otro tiempo a través por el páramo en dirección a la colina se veían varias mantas envueltas en una tela im- pedregosa en donde habíamos perdido de vista permeable. En la tosca chimenea se acumulaban al muchacho. Todo trabajaba en mi favor y me las cenizas de un fuego. A su lado descansaban juré que ni por falta de energía ni de perseveran- algunos utensilios de cocina y un cubo lleno cia desperdiciaría la oportunidad que la fortuna a medias de agua. Un montón de latas vacías había puesto a mi alcance. ponía de manifiesto que el lugar llevaba algún Atardecía cuando alcancé la cumbre de la tiempo ocupado y, cuando mis ojos se habitu- colina; los largos declives que quedaban a mi es- aron a la relativa oscuridad, vi en un rincón un palda eran de color verde oro por un lado y gris vaso de metal y una botella mediada de alguna oscuro por otro. En el horizonte más lejano las bebida alcohólica. En el centro del refugio, una formas fantásticas de Belliver y del Risco Vixen piedra plana hacía las veces de mesa y sobre ella sobresalían por encima de una suave neblina. No se hallaba un hatillo: el mismo, sin duda, que había sonido ni movimiento alguno en toda la había visto por el telescopio sobre el hombro del extensión del páramo. Un gran pájaro gris, gav- muchacho. En su interior encontré una barra iota o zarapito, volaba muy alto en el cielo. El ave de pan, una lengua en conserva y dos latas de y yo parecíamos los únicos seres vivos entre el melocotón en almíbar. Al dejar otra vez en su enorme arco del cielo y el desierto a mis pies. El sitio el hatillo después de haberlo examinado, paisaje yermo, la sensación de soledad y el mis- el corazón me dio un vuelco al ver que debajo terio y la urgencia de mi tarea se confabularon había una hoja escrita. Alcé el papel y esto fue lo para helarme el corazón. Al muchacho no se le que leí, toscamente garabateado a lápiz: veía por ninguna parte. Pero por debajo de mí, «El doctor Watson ha ido a Coombe en una hendidura entre las colinas, los antiguos Tracey». refugios de piedra formaban un círculo y en el Durante un minuto permanecí allí con la centro había uno que conservaba el techo sufi- hoja en la mano preguntándome cuál podía ciente como para servir de protección contra las ser el significado de aquel escueto mensaje. El inclemencias del tiempo. El corazón me dio un desconocido me seguía a mí y no a Sir Henry. vuelco al verlo. Aquélla tenía que ser la guarida No me había seguido en persona, pero había donde se ocultaba el desconocido. Por fin iba a puesto a un agente -el muchacho, tal vez- tras poner el pie en el umbral de su escondite: tenía mis huellas, y aquél era su informe. Posible- su secreto al alcance de la mano. mente yo no había dado un solo paso desde mi Mientras me acercaba al refugio, caminando llegada al páramo sin ser observado y sin que con tantas precauciones como pudiese hacerlo después se transmitiera la información. Siempre Stapleton cuando, con el cazamariposas en ris- el sentimiento de una fuerza invisible, de una tre, se aproximara a un lepidóptero inmóvil, tupida red tejida a nuestro alrededor con habili- comprobé que aquel lugar se había utilizado sin dad y delicadeza infinitas, una red que apretaba duda alguna como habitación. Un sendero ape- tan poco que sólo en algún momento supremo nas marcado entre las grandes piedras conducía la víctima advertía por fin que estaba enredada hasta la derruida abertura que servía de puerta. en sus mallas. Dentro reinaba el silencio. El desconocido podía La existencia de aquel informe indicaba que estar escondido en su interior o merodear por el podía haber otros, de manera que los busqué por páramo. La sensación de aventura me produjo un todo el refugio. No hallé, sin embargo, el menor agradable cosquilleo. Después de tirar el cigar- rastro, ni descubrí señal alguna que me indic- 59 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville ara la personalidad o las intenciones del hom- 12. Muerte en el páramo bre que vivía en aquel sitio tan singular, excepto que debía de tratarse de alguien de costumbres espartanas y muy poco preocupado por las co- modidades de la vida. Al recordar las intensas Durante unos instantes contuve la lluvias y contemplar el techo agujereado valoré respiración, apenas capaz de dar crédito a mis la decisión y la resistencia necesarias para per- oídos. Luego recobré los sentidos y la voz, al severar en alojamiento tan inhóspito. ¿Se trataba mismo tiempo que, como por ensalmo, el peso de nuestro perverso enemigo o me había trope- de una abrumadora responsabilidad pareció de- zado, quizá, con nuestro ángel de la guarda? Juré saparecer de mis hombros. Aquella voz fría, in- que no abandonaría el refugio sin saberlo. cisiva, irónica, sólo podía pertenecer a una per- Fuera se estaba poniendo el sol y el occidente sona en todo el mundo. ardía en escarlata y oro. Las lejanas charcas situ- -¡Holmes! -exclamé-. ¡Holmes! adas en medio de la gran ciénaga de Grimpen -Salga -dijo- y, por favor, tenga cuidado con devolvían su reflejo en manchas doradas. Tam- el revólver. bién se veían las torres de la mansión de los Me agaché bajo el tosco dintel y allí estaba, Baskerville y más allá una remota columna de sentado sobre una piedra en el exterior del re- humo que indicaba la situación de la aldea de fugio, los ojos grises llenos de regocijo mientras Grimpen. Entre las dos, detrás de la colina, se captaban el asombro que reflejaban mis fac- hallaba la casa de los Stapleton. Bañado por la ciones. Mi amigo estaba muy flaco y fatigado, dorada luz del atardecer todo parecía dulce, pero tranquilo y alerta, el afilado rostro tostado suave y pacífico y, sin embargo, mientras con- por el sol y curtido por el viento. Con el traje templaba el paisaje mi alma no compartía en de tweed y la gorra de paño parecía uno de los absoluto la paz de la naturaleza, sino que se es- turistas que visitan el páramo y, gracias al amor tremecía ante la imprecisión y el terror de aquel casi felino por la limpieza personal que era una encuentro, más próximo a cada instante que pa- de sus características, había logrado que sus saba. Con los nervios en tensión pero más de- mejillas estuvieran tan bien afeitadas y su ropa cidido que nunca, me senté en un rincón del re- blanca tan inmaculada como si siguiera vivien- fugio y esperé con sombría paciencia la llegada do en Baker Street. de su ocupante. -Nunca me he sentido tan contento de ver Finalmente le oí. Desde lejos me llegó el a nadie en toda mi vida -dije mientras le estre- ruido seco de una bota que golpeaba la piedra. chaba la mano con todas mis fuerzas. Luego otro y otro, cada vez más cerca. Me acur- -Ni tampoco más asombrado, ¿no es cierto? ruqué en mi rincón y amartillé el revólver en el -Así es, tengo que confesarlo. bolsillo, decidido a no revelar mi presencia hasta -No ha sido usted el único sorprendido, se lo ver al menos qué aspecto tenía el desconocido. aseguro. Hasta llegar a veinte pasos de la puerta Se produjo una pausa larga, lo que quería decir no tenía ni idea de que hubiera descubierto mi que mi hombre se había detenido. Luego, una retiro provisional y menos aún de que estuviera vez más, los pasos se aproximaron y una sombra dentro. se proyectó sobre la entrada del refugio. -¿Mis huellas, supongo? -Un atardecer maravilloso, mi querido -No, Watson; me temo que no estoy en con- Watson -dijo una voz que conocía muy bien-. diciones de reconocer sus huellas entre todas Créame si le digo que estará usted más cómodo las demás. Si se propone usted de verdad sor- en el exterior que ahí dentro. prenderme, tendrá que cambiar de estanquero, porque cuando veo una colilla en la que se lee Bradley, Oxford Street, sé que mi amigo Watson se encuentra por los alrededores. Puede usted verla ahí, junto al sendero. Sin duda alguna se deshizo del cigarrillo en el momento crucial en que se abalanzó sobre el refugio vacío. 60 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Exacto. decir verdad, lo he hecho en parte pensando en -Eso pensé y, conociendo su admirable te- usted, porque lo que me empujó a venir y a ex- nacidad, tenía la certeza de que estaba em- aminar la situación en persona fue darme cuen- boscado, con un arma al alcance de la mano, en ta con toda claridad del peligro que corría. Si los espera de que regresara el ocupante del refugio. hubiera acompañado a Sir Henry y a usted, mi ¿De manera que creyó usted que era yo el crimi- punto de vista coincidiría por completo con el nal? suyo, y mi presencia habría puesto sobre aviso -No sabía quién se ocultaba aquí, pero estaba a nuestros formidables antagonistas. De este decidido a averiguarlo. otro modo me ha sido posible moverme como -¡Excelente, Watson! Y, ¿cómo me ha locali- no habría podido hacerlo de vivir en la mansión, zado? ¿Me vio quizá la noche en que Sir Henry por lo que sigo siendo un factor desconocido en y usted persiguieron al preso, cuando cometí la este asunto, listo para intervenir con eficacia en imprudencia de permitir que la luna se alzara un momento crítico. por detrás de mí? -Pero, ¿por qué mantenerme a oscuras? -Sí; le vi en aquella ocasión. -Que usted estuviera informado no nos -Y, sin duda, ¿ha registrado usted todos los habría servido de nada y podría haber descu- refugios hasta llegar a éste? bierto mi presencia. Habría usted querido con- -No; alguien ha advertido los movimientos tarme algo o, llevado de su amabilidad, habría del muchacho que le trae la comida y eso me ha querido traerme esto o aquello para que estu- servido de guía para la búsqueda. viera más cómodo y de esa manera habríamos -Sin duda el anciano caballero con el telesco- corrido riesgos innecesarios. Traje conmigo a pio. No conseguí entender de qué se trataba la Cartwright (sin duda recuerda usted al mucha- primera vez que vi el reflejo del sol sobre la lente chito de la oficina de recaderos) que ha estado -se levantó y miró dentro del refugio-. Vaya, atendiendo a mis escasas necesidades: una barra veo que Cartwright me ha traído algunas pro- de pan y un cuello limpio. ¿Para qué más? Tam- visiones. ¿Qué dice el papel? De manera que ha bién me ha prestado un par de ojos suplemen- estado usted en Coombe Tracey, ¿no es eso? tarios sobre unas piernas muy activas y ambas -Sí. cosas me han sido inapreciables. -¿Para ver a la señora Laura Lyons? -¡En ese caso mis informes no le han servido -Así es. de nada! -me tembló la voz y recordé las penali- -¡Bien hecho! Nuestras investigaciones han dades y el orgullo con que los había redactado. avanzado en líneas paralelas y cuando sumemos Holmes se sacó unos papeles del bolsillo. los resultados espero obtener una idea bastante -Aquí están sus informes, mi querido amigo, completa del caso. que he estudiado muy a fondo, se lo aseguro. He -Bueno; yo me alegro en el alma de haberlo arreglado muy bien las cosas y sólo me llegaban encontrado, porque a decir verdad la respon- con un día de retraso. Tengo que felicitarle por sabilidad y el misterio estaban llegando a ser el celo y la inteligencia de que ha hecho usted demasiado para mí. Pero, por el amor del cielo, gala en un caso extraordinariamente dificil. ¿cómo es que ha venido usted aquí y qué es lo que Todavía estaba bastante dolorido por el en- ha estado haciendo? Creía que seguía en Baker gaño de que había sido objeto, pero el calor de Street, trabajando en ese caso de chantaje. los elogios de Holmes me ablandó y además -Eso era lo que yo quería que pensara. comprendí que tenía razón y que en realidad era -¡Entonces me utiliza pero no tiene confian- mejor para nuestros fines que no me hubiera in- za en mí! -exclamé con cierta amargura-. Creía formado de su presencia en el páramo. haber merecido que me tratara usted mejor, -Eso ya está mejor -dijo Holmes, al ver cómo Holmes. desaparecía la sombra de mi rostro-. Y ahora -Mi querido amigo, en ésta, como en otras cuénteme el resultado de su visita a la señora muchas ocasiones, su ayuda me ha resultado in- Laura Lyons; no me ha sido difícil adivinar que estimable y le ruego que me perdone si doy la había ido usted a verla porque ya sabía que es impresión de haberle jugado una mala pasada. A la única persona de Coombe Tracey que podía 61 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville sernos útil en este asunto. De hecho, si usted no - Exacto. hubiera ido hoy, es muy probable que mañana lo En medio de la oscuridad que me había rode- hubiera hecho yo. ado durante tanto tiempo empezaba a perfilarse El sol se había ocultado y la oscuridad se ex- el contorno de una monstruosa villanía, mitad tendía por el páramo. El aire era frío y entramos vista, mitad adivinada. en el refugio para calentamos. Allí, sentados en -Pero, ¿está usted seguro de eso, Holmes? la penumbra, le conté a Holmes mi conversación ¿Cómo sabe que esa mujer es su esposa? con la dama. Se interesó tanto por mi relato que -Porque el día que usted lo conoció cometió tuve que repetirle algunos fragmentos antes de la torpeza de contarle un fragmento auténtico que se diera por satisfecho. de su autobiografía, torpeza que, me atrevería -Todo eso es de gran importancia en este a afirmar, ha lamentado muchas veces desde asunto tan complicado -dijo cuando terminé-, entonces. Es cierto que fue en otro tiempo pro- porque colma una laguna que yo había sido in- fesor en el norte de Inglaterra. Ahora bien, no capaz de llenar. Quizá está usted al corriente del hay nada tan fácil de rastrear como un profe- trato íntimo que esa dama mantiene con Staple- sor. Existen agencias académicas que permiten ton. identificar a cualquier persona que haya ejer- Lo ignoraba por completo. cido la docencia. Una pequeña investigación me -No existe duda alguna al respecto. Se ven, permitió descubrir cómo un colegio se había ve- se escriben, hay un entendimiento total entre nido abajo en circunstancias atroces, y cómo su ambos. Y esto coloca en nuestras manos un propietario (el apellido era entonces diferente) arma muy poderosa. Si pudiéramos utilizarla había desaparecido junto con su esposa. La de- para separar a su mujer... scripción coincidía. Cuando supe que el desa- -¿Su mujer? parecido se dedicaba a la entomología, no me -Déjeme que le dé alguna información a quedó ninguna duda. cambio de toda la que usted me ha proporcio- La oscuridad se aclaraba, pero aún quedaban nado. La dama que se hace pasar por la señorita muchas cosas ocultas por las sombras. Stapleton es en realidad esposa del naturalista. -Si esa mujer es de verdad su esposa, ¿qué -¡Cielo santo, Holmes! ¿Está usted seguro de papel corresponde a la señora Lyons en todo lo que dice? ¿Cómo ha permitido ese hombre esto? -pregunté. -Ese es uno de los puntos sobre que Sir Henry se enamore de ella? los que han arrojado luz sus investigaciones. Su -El enamoramiento de Sir Henry sólo puede entrevista con ella ha aclarado mucho la sit- perjudicar al mismo baronet. Stapleton ha te- uación. Yo no tenía noticia del proyecto de di- nido buen cuidado de que Sir Henry no haga el vorcio. En ese caso, y creyendo que Stapleton era amor a su mujer, como usted ha tenido ocasión soltero, la señora Lyons pensaba sin duda con- de comprobar. Le repito que la dama de que vertirse en su esposa. hablamos es su esposa y no su hermana. -Y, ¿cuando sepa la verdad? -Pero, ¿cuál es la razón de un engaño tan -Llegado el momento podrá sernos útil. complicado? -Prever que le resultaría mucho Quizá nuestra primera tarea sea verla mañana, más útil presentarla como soltera. los dos juntos. ¿No le parece, Watson, que lleva Todas mis dudas silenciadas y mis vagas demasiado tiempo lejos de la persona que le ha sospechas tomaron repentinamente forma con- sido confiada? En este momento debería estar centrándose en el naturalista, en aquel hombre usted en la mansión de los Baskerville. impasible, incoloro, con su sombrero de paja y En el occidente habían desaparecido los últi- su cazamariposas. Me pareció descubrir algo mos jirones rojos y la noche se había adueñado terrible: un ser de paciencia y habilidad infini- del páramo. Unas cuantas estrellas brillaban dé- tas, de rostro sonriente y corazón asesino. bilmente en el cielo color violeta. -¿Es él, entonces, nuestro enemigo? ¿Es él -Una última pregunta, Holmes -dije, mientras quien nos siguió en Londres? me ponía en pie-. Sin duda no hay ninguna necesi- -Así es como yo leo el enigma. dad de secreto entre usted y yo. ¿Qué sentido tiene -Y el aviso..., ¡tiene que haber venido de ella! todo esto? ¿Qué es lo que se propone Stapleton? 62 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville Mi amigo bajó la voz al responder: Mi amigo corría ya por el páramo a gran -Se trata de asesinato, Watson; de asesinato velocidad y yo le seguí inmediatamente. Pero refinado, a sangre fría, lleno de premeditación. ahora surgió, de algún lugar entre las anfractu- No me pida detalles. Mis redes se están cerran- osidades del terreno que se hallaba inmediata- do en torno suyo como las de Stapleton tienen mente frente a nosotros, un último alarido de casi apresado a Sir Henry, pero con la ayuda que desesperación y luego un ruido sordo producido usted me ha prestado, Watson, lo tengo casi a por algo pesado. Nos detuvimos y escuchamos. mi merced. Tan sólo nos amenaza un peligro: la Ningún nuevo sonido quebró el denso silencio posibilidad de que golpee antes de que estemos de la noche sin viento. preparados. Un día más, dos como mucho, y el Vi que Holmes se llevaba la mano a la frente, caso estará resuelto, pero hasta entonces ha de como un hombre que ha perdido el dominio proteger usted al hombre que tiene a su cargo sobre sí mismo, y que golpeaba el suelo con el con la misma dedicación con que una madre pie. amante cuida de su hijito enfermo. Su expe- -Nos ha vencido, Watson. Hemos llegado de- dición de hoy ha quedado plenamente justifica- masiado tarde. da y, sin embargo, casi desearía que no hubiera -No, no, ¡es imposible! dejado solo a Sir Henry. ¡Escuche! -Mi estupidez por no atacar antes. Y usted, Un alarido terrible, un grito prolongado de Watson, ¡vea lo que sucede por dejar solo a Sir horror y de angustia había brotado del silencio Henry! Pero, el cielo me es testigo, ¡si ha suce- del páramo. Aquel sonido espantoso me heló la dido lo peor, lo vengaremos! sangre en las venas. Corrimos a ciegas en la oscuridad, trope- -¡Dios mío! -dije con voz entrecortada-. ¿Qué zando contra las rocas, abriéndonos camino ha sido eso? ¿Qué es lo que significa? entre matas de aulaga, jadeando colinas arriba y Holmes se había puesto en pie de un salto y precipitándonos pendientes abajo, siempre en la su silueta atlética se recortó en la puerta del re- dirección de donde nos habían llegado aquellos fugio, los hombros inclinados, la cabeza adelan- gritos espantosos. En todas las elevaciones Hol- tada, escudriñando la oscuridad. mes miraba atentamente a su alrededor, pero -¡Silencio! -susurró-. ¡Silencio! las sombras se espesaban sobre el páramo y no El grito nos había llegado con claridad de- había el menor movimiento en su monótona su- bido a su vehemencia, pero procedía de un lugar perficie. lejano de la llanura en tinieblas. De nuevo estal- -¿Ve usted algo? ló en nuestros oídos, más cercano, más intenso, -Nada. más perentorio que antes. -¡Escuche! ¿Qué es eso? -¿De dónde viene? -susurró Holmes; y supe, Un débil gemido había llegado hasta nuestros por el temblor de su voz, que también él, el hom- oídos. ¡Y luego una vez más a nuestra izquierda! bre de hierro, se había estremecido hasta lo más Por aquel lado una hilera de rocas terminaba hondo-. ¿De dónde viene, Watson? en un farallón cortado a pico. Abajo, sobre las -De allí, me parece -dije señalando hacia la piedras, divisamos un objeto oscuro, de forma oscuridad. irregular. Al acercarnos corriendo la silueta im- -¡No, de allí! precisa adquirió contornos definidos. Era un De nuevo el grito de angustia se extendió hombre caído boca abajo, con la cabeza doblada por el silencio de la noche, más intenso y más bajo el cuerpo en un ángulo horrible, los hom- cercano que nunca. Y un nuevo ruido mezclado bros curvados y el cuerpo encogido como si se con él, un fragor hondo y contenido, musical y dispusiera a dar una vuelta de campana. La pos- sin embargo amenazador, que se alzaba y de- tura era tan grotesca que tardé unos momen- scendía como el murmullo constante y profun- tos en comprender que había muerto al exhalar do del mar. aquel último gemido. Porque ya no nos llegaba ni -¡El sabueso! -exclamó Holmes-. ¡Vamos, un susurro, ni el más pequeño movimiento, de la Watson, vamos! ¡No quiera Dios que lleguemos figura en sombra sobre la que nos inclinábamos. tarde! Holmes lo tocó y enseguida retiró la mano con 63 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville una exclamación de horror. El resplandor de un entable fin a nuestros largos y fatigosos esfuer- fósforo permitió ver que se había manchado los zos. Luego, mientras salía la luna, trepamos a dedos de sangre, así como el espantoso charco las rocas desde cuya cima había caído nuestro que crecía lentamente y que brotaba del cráneo pobre amigo y contemplamos el páramo en aplastado de la víctima. Y algo más que nos llenó sombras, mitad plata y mitad oscuridad. Muy de desesperación y de desánimo: ¡se trataba del lejos, a kilómetros de distancia en la dirección cuerpo de Sir Henry Baskerville! de Grimpen, brillaba constante una luz amaril- Era imposible que ninguno de los dos olvidara la. Únicamente podía venir de la casa solitaria de aquel peculiar traje rojizo de tweed: el mismo los Stapleton. Mientras la miraba agité el puño y que llevaba la mañana que se presentó en Baker dejé escapar una amarga maldición. Street. Lo vimos un momento con claridad y -¿Por qué no lo detenemos ahora mismo? enseguida el fósforo parpadeó y se apagó, de la -Nuestro caso no está terminado. Ese indi- misma manera qué la esperanza había abando- viduo es extraordinariamente cauteloso y astuto. nado nuestras almas. Holmes gimió y su rostro No cuenta lo que sabemos sino lo que podemos adquirió un tenue resplandor blanco a pesar de probar. Un solo movimiento en falso y quizá se la oscuridad. nos escape aún ese bellaco. -¡Fiera asesina! -exclamé, apretando los -¿Qué podemos hacer? puños-. ¡Ah, Holmes, nunca me perdonaré hab- -Mañana no nos faltarán ocupaciones. Esta erlo abandonado a su destino! noche sólo nos queda rendir un último tributo -Yo soy más culpable que usted, Watson. Con a nuestro pobre amigo. Juntos descendimos de el fin de dejar el caso bien rematado y completo, nuevo la escarpada pendiente y nos acercamos he permitido que mi cliente perdiera la vida. al cadáver, que se recortaba como una mancha Es el peor golpe que he recibido en mi carrera. negra sobre las piedras plateadas. La angustia Pero, ¿cómo iba yo a saber, cómo podía saber, que revelaban aquellos miembros dislocados me que fuese a arriesgar la vida a solas en el pára- provocó un espasmo de dolor y las lágrimas me mo, a pesar de todas mis advertencias? enturbiaron los ojos. -¡Pensar que hemos oído sus alaridos, y qué -¡Hemos de pedir ayuda, Holmes! No es posi- alaridos, Dios mío, sin ser capaces de salvarlo! ble llevarlo desde aquí hasta la mansión. ¡Cielo ¿Dónde está ese horrendo sabueso que lo ha ll- santo! ¿Se ha vuelto loco? evado a la muerte? Quizá se esconda detrás de Mi amigo había lanzado una exclamación al aquellas rocas en este instante. Y Stapleton, tiempo que se inclinaba sobre el cuerpo. Y ahora ¿dónde está Stapleton? Tendrá que responder bailaba y reía y me estrechaba la mano. ¿Era por este crimen. aquél el Sherlock Holmes severo y reservado que -Lo hará. Me encargaré de ello. Tío y so- yo conocía? ¡Cuánto fuego escondido! brino han sido asesinados: el primero muerto -¡Una barba! ¡Una barba! ¡El muerto tiene de miedo al ver a la bestia que él creía sobre- barba! natural y el segundo empujado a la destrucción -¿Barba? en su huida desesperada para escapar de ella. -No es el baronet..., es..., ¡mi vecino, el preso Pero ahora tenemos que demostrar la conexión fugado! Con febril precipitación dimos la vuelta entre el hombre y el animal. Si no fuera por el al cadáver, y la barba goteante apuntaba a la luna, testimonio de nuestros oídos, ni siquiera po- clara y fría. No había la menor duda sobre los ab- dríamos jurar que existe el sabueso, dado que ultados arcos supraorbitales y los hundidos ojos Sir Henry ha muerto a consecuencia de la caída. de aspecto bestial. Se trataba del mismo rostro Pero pongo al cielo por testigo de que a pesar que me había mirado con cólera a la luz de la de toda su astucia, ¡ese individuo estará en mi vela por encima de la roca: el rostro de Selden, poder antes de veinticuatro horas! el criminal. Nos quedamos inmóviles con el corazón Luego, en un instante, lo entendí todo. Re- lleno de amargura a ambos lados del cuerpo cordé que el baronet había regalado a Barry- destrozado, abrumados por aquel repentino e more sus viejas prendas de vestir. El mayordomo irreparable desastre que había puesto tan lam- se las había traspasado a Selden para facilitarle 64 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville la huida. Botas, camisa, gorra: todo era de Sir Una figura se acercaba por el páramo, acom- Henry. La tragedia seguía siendo espantosa, pañada del débil resplandor rojo de un cigarro pero, al menos de acuerdo con las leyes de su puro. La luna brillaba en lo alto del cielo y me país, aquel hombre había merecido la muerte. fue posible distinguir el aspecto atildado y el Con el corazón rebosante de agradecimiento y caminar desenvuelto del naturalista. Stapleton de alegría expliqué a Holmes lo que había suce- se detuvo al vernos, pero sólo unos instantes. dido. -Vaya, doctor Watson; me cuesta trabajo -De modo que ese pobre desgraciado ha creer que sea usted, la última persona que hu- muerto por llevar la ropa del baronet -dijo mi biera esperado encontrar en el páramo a estas amigo-. Al sabueso se le ha entrenado mediante horas de la noche. Pero, Dios mío, ¿qué es esto? alguna prenda de Sir Henry (la bota que le de- ¿Alguien herido? ¡No! ¡No me diga que se trata sapareció en el hotel, con toda probabilidad) y de nuestro amigo Sir Henry! por eso ha acorralado a este hombre. Hay, sin Pasó precipitadamente a mi lado para aga- embargo, una cosa muy extraña: dada la oscuri- charse junto al muerto. Le oí hacer una brusca dad de la noche, ¿cómo llegó Selden a saber que inspiración y el cigarro se le cayó de la mano. el sabueso seguía su rastro? -¿Quién..., quién es este individuo? -tarta- -Lo oyó. mudeó. -Es Selden, el preso fugado de Prince- -Oír a un sabueso en el páramo no habría town. asustado a un hombre como él hasta el punto de Al volverse hacia nosotros la expresión de exponerse a una nueva captura a causa de sus Stapleton era espantosa, pero, con un supremo frenéticos alaridos pidiendo ayuda. Si nos guia- esfuerzo, logró superar su asombro y su de- mos por sus gritos, aún corrió mucho tiempo cepción. Luego nos miró inquisitivamente a los después de saber que el animal lo perseguía. dos. ¿Cómo lo supo? -¡Cielo santo! ¡Qué cosa tan espantosa! -Para mí es un misterio todavía mayor por ¿Cómo ha muerto? qué ese sabueso, suponiendo que todas nuestras -Parece haberse roto al cuello al caer desde conjeturas sean correctas... aquellas rocas. Mi amigo y yo paseábamos por -Yo no supongo nada. el páramo cuando oímos un grito. -Bien, pero ¿por qué tendría que estar suelto -Yo también oí un grito. Eso fue lo que me ese animal precisamente esta noche? Imagino hizo salir. Estaba intranquilo a causa de Sir que no siempre anda libre por el páramo. Sta- Henry. pleton no lo habría dejado salir sin buenas ra- -¿Por qué acerca de Sir Henry en particular? zones para pensar que iba a encontrarse con Sir -no pude por menos de preguntar. Henry. -Porque le había propuesto que viniera a -Mi dificultad es la más ardua de las dos, mi casa. Me sorprendió que no se presentara porque creo que muy pronto encontraremos y, como es lógico, me alarmé al oír gritos en el una explicación para la suya, mientras que la páramo. Por cierto -sus ojos escudriñaron de mía quizá siga siendo siempre un misterio. nuevo mi rostro y el de Holmes-, ¿han oído al- Ahora el problema es, ¿qué vamos a hacer con guna otra cosa además de un grito? el cuerpo de este pobre desgraciado? No po- -No -dijo Holmes-, ¿y usted? demos dejarlo aquí a merced de los zorros y de -Tampoco. los cuervos. -Entonces, ¿a qué se refiere? -Sugiero que lo metamos en uno de los refu- -Bueno, ya conoce las historias de los gios hasta que podamos informar a la policía. campesinos acerca de un sabueso fantasmal. -De acuerdo. Estoy seguro de que podremos Según cuentan se le oye de noche en el páramo. trasladarlo entre los dos. ¡Caramba, Watson! Me preguntaba si en esta ocasión habría alguna ¿Qué es lo que veo? Nuestro hombre en persona. prueba de un sonido así. ¡Fantástico! ¡No cabe mayor audacia! Ni una pa- -No hemos oído nada-dije. labra que revele lo que sabemos; ni una palabra, -Y, ¿cuál es su teoría sobre la muerte de este o mis planes se vienen abajo. pobre desgraciado? 65 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -No me cabe la menor duda de que la ansie- había sido la verdadera víctima de su intriga. dad y las inclemencias del tiempo le han hecho Ya se lo dije en Londres, Watson, y se lo repito perder la cabeza. Ha echado a correr por el ahora: nunca hemos encontrado otro enemigo páramo enloquecido y ha terminado por caerse más digno de nuestro acero. desde ahí y romperse el cuello. -Siento que le haya visto, Holmes. -Parece la teoría más razonable -dijo Sta- -Al principio también lo he sentido yo. Pero pleton, acompañando sus palabras con un sus- no se podía evitar. piro que a mí me pareció de alivio-. ¿Cuál es su -¿Qué efecto cree que tendrá sobre sus opinión, señor Holmes? planes? Mi amigo hizo una inclinación de cabeza a -Puede hacerle más cauteloso o empujarlo a manera de cumplido. decisiones desesperadas. Como la mayor parte -Identifica usted muy pronto a las personas de los criminales inteligentes, quizá confíe de- -dijo. masiado en su ingenio y se imagine que nos ha -Le hemos estado esperando desde que llegó engañado por completo. el doctor Watson. Ha venido usted a tiempo de -¿Por qué no lo detenemos inmediatamente? presenciar una tragedia. -Mi querido Watson, no hay duda de que -Así es, efectivamente. No tengo la menor nació usted para hombre de acción. Su instin- duda de. que la explicación de mi amigo se ajus- to le lleva siempre a hacer algo enérgico. Pero ta plenamente a los hechos. Mañana volveré a supongamos, como simple hipótesis, que hace- Londres con un desagradable recuerdo. mos que lo detengan esta noche, ¿qué es lo que -¿Regresa usted mañana? sacaríamos en limpio? No podemos probar nada -Ésa es mi intención. contra él. ¡En eso estriba su astucia diabólica! -Espero que su visita haya arrojado alguna luz Si actuara por medio de un agente humano po- sobre estos acontecimientos que tanto nos han dríamos obtener alguna prueba, pero aunque desconcertado. Holmes se encogió de hombros. lográramos sacar a ese enorme perro a la luz del -No siempre se consigue el éxito deseado. Un día, seguiríamos sin poder colocar a su amo una investigador necesita hechos, no leyendas ni ru- cuerda alrededor del cuello. mores. No ha sido un caso satisfactorio. -Estoy seguro de que disponemos de pruebas Mi amigo hablaba con su aire más sincero y suficientes. despreocupado. Stapleton seguía mirándolo con -Ni muchísimo menos: tan sólo de suposi- gran fijeza. Luego se volvió hacia mí. ciones y conjeturas. Seríamos el hazmerreír de -Les sugeriría que trasladásemos a este pobre un tribunal si nos presentáramos con semejante infeliz a mi casa, pero mi hermana se asustaría historia y con semejantes pruebas. tanto que no me parece que esté justificado. -Está la muerte de Sir Charles. Creo que si le cubrimos el rostro estará seguro -No se encontró en su cuerpo la menor señal hasta mañana. de violencia. Usted y yo sabemos que murió Así lo hicimos. Después de rechazar la hos- de miedo y sabemos también qué fue lo que pitalidad que Stapleton nos ofrecía, Holmes y yo le asustó, pero, ¿cómo vamos a conseguir que nos dirigimos hacia la mansión de los Basker- doce jurados impasibles también lo crean? ¿Qué ville, dejando que el naturalista regresara solo a señales hay de un sabueso? ¿Dónde están las su casa. Al volver la vista vimos cómo se alejaba huellas de sus colmillos? Sabemos, por supuesto, lentamente por el ancho páramo y, detrás de él, que un sabueso no muerde un cadáver y que Sir la mancha negra sobre la pendiente plateada Charles estaba muerto antes de que el animal lo que mostraba el sitio donde yacía el hombre que alcanzara. Pero todo eso tenemos que probarlo había tenido tan horrible fin. y no estamos en condiciones de hacerlo. -¡Ya era hora de que nos viéramos las caras! -¿Y qué me dice de lo que ha sucedido esta -dijo Holmes mientras caminábamos juntos por noche? el páramo-. ¡Qué gran dominio de sí mismo! -No salimos mucho mejor parados. Una vez Extraordinaria su recuperación después del ter- más no existe conexión directa entre el sabueso rible golpe que le ha supuesto descubrir cuál y la muerte de Selden. No hemos visto al animal 66 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville en ningún momento. Lo hemos oído, es cierto; proporcionamos a Holmes lo que necesitaba y pero no podemos probar que siguiera el rastro luego, durante nuestro tardío tentempié, explica- del preso. No hay que olvidar, además, la total mos al baronet todo aquello que parecía deseable ausencia de motivo. No, mi querido Watson; que supiera. Pero antes me correspondió la des- hemos de reconocer que en el momento actual agradable tarea de comunicar a Barrymore y a carecemos de las pruebas necesarias y también su esposa la noticia de la muerte de Selden. Para que merece la pena correr cualquier riesgo con el mayordomo quizá fuera un verdadero alivio, tal de conseguirlas. pero su mujer lloró amargamente, cubriéndose el -Y, ¿cómo se propone usted lograrlas? rostro con el delantal. Para el resto del mundo -Espero mucho de la ayuda que nos preste Selden era el símbolo de la violencia, mitad la señora Laura Lyons cuando sepa exactamente animal, mitad demonio; pero para su hermana cómo están las cosas. Y cuento además con mi mayor seguía siendo el niñito caprichoso de su propio plan. No hay que preocuparse del maña- adolescencia, el pequeño que se aferraba a su na, porque a cada día le basta su malicia 1, pero mano. Muy perverso ha de ser sin duda el hom- no pierdo la esperanza de que antes de veinticu- bre que no tenga una mujer que llore su muerte. atro horas hayamos ganado la batalla. -No he hecho otra cosa que sentirme abati- No logré que me dijera nada más y hasta que do desde que Watson se marchó por la maña- llegamos a las puertas de la mansión de los Bask- na -dijo el baronet-. Imagino que se me debe erville siguió perdido en sus pensamientos. reconocer el mérito, porque he cumplido mi -¿Va usted a entrar? promesa. Si no hubiera jurado que no saldría -Sí; no veo razón alguna para seguir es- solo, podría haber pasado una velada más en- condiéndome.Pero antes una última adverten- tretenida, porque Stapleton me envió un recado cia, Watson. Ni una palabra del sabueso a Sir para que fuese a visitarlo. Henry. Para él Selden ha muerto como Staple- -No tengo la menor duda de que habría pasa- ton quisiera que creyéramos. Se enfrentará con do una velada más animada -dijo Holmes con más tranquilidad a la dura prueba que le espera sequedad-. Por cierto, no sé si se da cuenta de mañana, puesto que se ha comprometido, si re- que durante algún tiempo hemos lamentado su cuerdo correctamente su informe, a cenar con muerte, convencidos de que tenía el cuello roto. esas personas. Sir Henry abrió mucho los ojos. -Yo debo acompañarlo. -¿Cómo es eso? -Tendrá que disculparse, porque Sir Henry -Ese pobre infeliz llevaba puesta su ropa ha de ir solo. Eso lo arreglaremos sin dificultad. desechada. Temo que el criado que se la dio Y ahora creo que los dos necesitaremos un ten- tenga dificultades con la policía. tempié en el caso de que lleguemos demasiado -No es probable. Esas prendas carecían de tarde para la cena. marcas, si no recuerdo mal. -Es una suerte para él..., de hecho es una su- erte para todos ustedes, ya que todos han trans- gredido la ley. Me pregunto si, en mi calidad de detective concienzudo, no me correspondería arrestar a todos los habitantes de la casa. Los in- 13. Preparando las redes formes de Watson son unos documentos suma- mente comprometedores. -Pero, dígame, ¿cómo va el caso? -preguntó el Más que sorprenderse, Sir Henry se alegró de baronet-. ¿Ha encontrado usted algún cabo que ver a Sherlock Holmes, porque esperaba, desde permita desenredar este embrollo? Creo que ni varios días atrás, que los recientes acontecimien- Watson ni yo sabemos ahora mucho más de lo tos lo trajeran de Londres. Alzó sin embargo las que sabíamos al llegar de Londres. cejas cuando descubrió que mi amigo llegaba sin -Me parece que dentro de poco estaré en equipaje y no hacía el menor esfuerzo por ex- condiciones de aclararle en gran medida la sit- plicar su falta. Entre el baronet y yo muy pronto uación. Ha sido un asunto extraordinariamente 67 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville difícil y complicado. Quedan varios puntos estoy viendo. Me atrevería a jurar que la dama sobre los que aún necesitamos nuevas luces, vestida de seda azul es obra de Kneller y el ca- pero llevaremos el caso a buen término de todos ballero fornido de la peluca, de Reynolds. Im- modos. agino que se trata de retratos de familia. -Como sin duda Watson le habrá contado ya, -Absolutamente todos. hemos tenido una extraña experiencia. Oímos -¿Sabe quiénes son? al sabueso en el páramo, por lo que estoy dis- -Barrymore me ha estado dando clases par- puesto a jurar que no todo es superstición vacía. ticulares y creo que ya me encuentro en condi- Tuve alguna relación con perros cuando viví ciones de pasar con éxito el examen. en el Oeste americano y reconozco sus voces -¿Quién es el caballero del telescopio? cuando las oigo. Si es usted capaz de poner a -El contraalmirante Baskerville, que estuvo ése un bozal y de atarlo con una cadena, estaré a las órdenes de Rodney en las Antillas. El de la dispuesto a afirmar que es el mejor detective de casaca azul y el rollo de documentos es Sir Wil- todos los tiempos. liam Baskerville, presidente de los comités de la -No abrigo la menor duda de que le pondré el Cámara de los Comunes en tiempos de Pitt. bozal y la cadena si usted me ayuda. -¿Y el que está frente a mí, el partidario de -Haré todo lo que me diga. Carlos I con el terciopelo negro y los encajes? -De acuerdo, pero le voy a pedir además -Ah; tiene usted todo el derecho a estar in- que me obedezca a ciegas, sin preguntar las ra- formado, porque es la causa de nuestros prob- zones. lemas. Se trata del malvado Hugo, que puso en -Como usted quiera. movimiento al sabueso de los Baskerville. No es -Si lo hace, creo que son muchas las probabi- probable que nos olvidemos de él. lidades de que resolvamos muy pronto nuestro Contemplé el retrato con interés y cierta sor- pequeño problema. No tengo la menor duda... presa. Holmes se interrumpió de pronto y miró -¡Caramba! -dijo Holmes-, parece un hom- fijamente al aire por encima de mi cabeza. La bre tranquilo y de buenas costumbres, pero me luz de la lámpara le daba en la caray estaba tan atrevo a decir que había en sus ojos un demonio embebido y tan inmóvil que su rostro podría escondido. Me lo había imaginado como una haber sido el de una estatua clásica, una person- persona más robusta y de aire más rufianesco. ificación de la vigilancia y de la expectación. -No hay la menor duda sobre su autentici- -¿Qué sucede? -exclamamos Sir Henry y yo. dad, porque por detrás del lienzo se indican el Comprendí inmediatamente cuando bajó la nombre y la fecha, 1647. vista que estaba reprimiendo una emoción in- Holmes no dijo apenas nada más, pero el tensa. Sus facciones mantenían el sosiego, pero retrato del juerguista de otros tiempos parecía le brillaban los ojos, jubilosos y divertidos. fascinarle, y no apartó los ojos de él durante el -Perdonen la admiración de un experto -dijo resto de la comida. Tan sólo más tarde, cuando señalando con un gesto de la mano la colec- Sir Henry se hubo retirado a su habitación, pude ción de retratos que decoraba la pared frontera- seguir el hilo de sus pensamientos. Holmes me . Watson niega que yo tenga conocimientos de llevó de nuevo al refectorio y alzó la vela que arte, pero no son más que celos, porque nuestras llevaba en la mano para iluminar aquel retrato opiniones sobre esa materia difieren. A decir manchado por el paso del tiempo. verdad, posee usted una excelente colección de -¿Ve usted algo especial? retratos. Contemplé el ancho sombrero adornado con -Vaya, me agrada oírselo decir -replicó Sir una pluma, los largos rizos que caían sobre las Henry, mirando a mi amigo con algo de sor- sienes, el cuello blanco de encaje y las facciones presa-. No pretendo saber mucho de esas cosas austeras y serias que quedaban enmarcadas por y soy mejor juez de caballos o de toros que de todo el conjunto. No era un semblante brutal, cuadros. E ignoraba que encontrara usted tiem- sino remilgado, duro y severo, con una boca po para cosas así. firme de labios muy delgados y ojos fríos e in- -Sé lo que es bueno cuando lo veo y ahora lo tolerantes. 68 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -¿Se parece a alguien que usted conozca? -He enviado un informe a Princetown desde -Hay algo de Sir Henry en la mandíbula. Grimpen relativo a la muerte de Selden. Tengo -Tan sólo una pizca, quizá. Pero, ¡aguarde un la seguridad de que no los molestarán a ustedes. instante! Holmes se subió a una silla y, alzan- También me he entrevistado con mi fiel Cart- do la luz con la mano izquierda, dobló el brazo wright, que ciertamente habría languidecido a derecho para tapar con él el sombrero y los lar- la puerta de mi refugio como un perro junto a gos rizos. la tumba de su amo si no le hubiera hecho saber -¡Dios del cielo! -exclamé, sin poder ocultar que me hallaba sano y salvo. mi asombro. -¿Cuál es el próximo paso? En el lienzo había aparecido el rostro de Sta- -Ver a Sir Henry. Ah, ¡aquí está ya! pleton. -Buenos días, Holmes -dijo el baronet-. -¡Ajá! Ahora lo ve ya. Tengo los ojos entrena- Parece usted un general que planea la batalla dos para examinar rostros y no sus adornos. La con el jefe de su estado mayor. primera virtud de un investigador criminal es -Ésa es exactamente la situación. Watson es- ver a través de un disfraz. taba pidiéndome órdenes. -Es increíble. Podría ser su retrato. -Lo mismo hago yo. -Sí; es un caso interesante de salto atrás -Muy bien. Esta noche está usted invitado en el cuerpo y en el espíritu. Basta un estudio a cenar, según tengo entendido, con nuestros de los retratos de una familia para convencer amigos los Stapleton. -Espero que también a cualquiera de la validez de la doctrina de la venga usted. Son unas personas muy hospi- reencarnación. Ese individuo es un Baskerville, talarias y estoy seguro de que se alegrarán de no cabe la menor duda. verlo. -Y con intenciones muy definidas acerca de -Mucho me temo que Watson y yo hemos de la sucesión. regresar a Londres. -Exacto. Gracias a ese retrato encontrado -¿A Londres? por casualidad, disponemos de un eslabón muy -Sí; creo que en el momento actual hacemos importante que todavía nos faltaba. Ahora ya más falta allí que aquí. es nuestro, Watson, y me atrevo a jurar que Al baronet se le alargó la cara de manera antes de mañana por la noche estará revolote- perceptible. ando en nuestra red tan impotente como una -Tenía la esperanza de que me acompañaran de sus mariposas. ¡Un alfiler, un corcho y una ustedes hasta el final de este asunto. La mansión tarjeta y lo añadiremos a la colección de Baker y el páramo no son unos lugares muy agradables Streef cuando se está solo. Holmes lanzó una de sus infrecuentes car- -Mi querido amigo, tiene usted que confiar cajadas mientras se alejaba del retrato. No le he plenamente en mí y hacer exactamente lo que oído reír con frecuencia, pero siempre ha sido yo le diga. Explique a sus amigos que nos hubi- un mal presagio para alguien. era encantado acompañarlo, pero que un asunto A la mañana siguiente me levanté muy pron- muy urgente nos obliga a volver a Londres. Es- to, pero Holmes se me había adelantado, porque peramos regresar enseguida. ¿Se acordará usted mientras me vestía vi que regresaba hacia la casa de transmitirles ese mensaje? por la avenida. -Si insiste usted en ello... -Sí, hoy vamos a tener una jornada muy -No hay otra alternativa, se lo aseguro. completa -comentó, mientras el júbilo que le El ceño fruncido del baronet me hizo saber producía entrar en acción le hacía frotarse las que estaba muy afectado porque creía que nos manos-. Las redes están en su sitio y vamos a disponíamos a abandonarlo. iniciar el arrastre. Antes de que acabe el día -¿Cuándo desean ustedes marcharse? -pre- sabremos si hemos pescado nuestro gran lucio guntó fríamente. de mandíbula estrecha o si se nos ha escapado -Inmediatamente después del desayuno. entre las mallas. Pasaremos antes por Coombe Tracey, pero mi -¿Ha estado usted ya en el páramo? amigo dejará aquí sus cosas como garantía de 69 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville que regresará a la mansión. Watson, envíe una -Tienes que salir para Londres en este tren, nota a Stapleton para decirle que siente no poder Cartwright. Nada más llegar enviarás en mi asistir a la cena. nombre un telegrama a Sir Henry Baskerville -Me apetece mucho volver a Londres con para decirle que si encuentra el billetero que he ustedes -dijo el baronet-. ¿Por qué he de quedar- perdido lo envíe a Baker Street por correo cer- me aquí solo? tificado. -Porque éste es su puesto y porque me ha -Sí, señor. dado usted su palabra de que hará lo que le diga -Y ahora pregunta en la oficina de la estación y ahora le estoy ordenando que se quede. si hay un mensaje para mí. -En ese caso, de acuerdo. Me quedaré. El chico regresó enseguida con un telegrama, -¡Una cosa más! Quiero que vaya en coche a que Holmes me pasó. Decía así: la casa Merripit. Pero luego devuelva el cabriolé «Telegrama recibido. Voy hacia allí con orden y haga saber a sus anfitriones que se propone re- de detención sin firmar. Llegaré a las diecisiete gresar andando. cuarenta. LESTRADE». -¿Atravesar el páramo a pie? -Es la respuesta al que envié esta mañana. -Sí. Considero a Lestrade el mejor de los profe- -Pero eso es precisamente lo que con tanta sionales y quizá necesitemos su ayuda. Ahora, insistencia me ha pedido usted siempre que no Watson, creo que la mejor manera de emplear haga. nuestro tiempo es hacer una visita a su conoc- -Esta vez podrá hacerlo sin peligro. Si no ida, la señora Laura Lyons. tuviera total confianza en su serenidad y en su Su plan de campaña empezaba a estar claro. valor no se lo pediría, pero es esencial que lo Iba a utilizar al baronet para convencer a los haga. Stapleton de que nos habíamos ido, aunque en -En ese caso, lo haré. realidad regresaríamos en el momento crítico. -Y si la vida tiene para usted algún valor, El telegrama desde Londres, si Sir Henry lo cruce el páramo siguiendo exclusivamente el mencionaba en presencia de los Stapleton, ser- sendero recto que lleva desde la casa Merripit viría para eliminar las últimas sospechas. Ya me a la carretera de Grimpen y que es su camino parecía ver cómo nuestras redes se cerraban en habitual. torno al lucio de mandíbula estrecha. -Haré exactamente lo que usted me dice. La señora Laura Lyons estaba en su despa- -Muy bien. Me gustaría salir cuanto antes cho, y Sherlock Holmes inició la entrevista con después del desayuno, con el fin de llegar a tanta franqueza y de manera tan directa que la Londres a primera hora de la tarde. hija de Frankland no pudo ocultar su asombro. A mí me desconcertaba mucho aquel pro- -Estoy investigando las circunstancias re- grama, pese a recordar cómo Holmes le había lacionadas con la muerte de Sir Charles Bask- dicho a Stapleton la noche anterior que su erville -dijo Holmes-. Mi amigo aquí presente, visita terminaba al día siguiente. No se me el doctor Watson, me ha informado de lo que había pasado por la imaginación, sin embargo, usted le comunicó y también de lo que ha oc- que quisiera llevarme con él, ni entendía tam- ultado en relación con este asunto. poco que pudiéramos ausentarnos los dos en -¿Qué es lo que he ocultado? -preguntó la un momento que el mismo Holmes consid- señora Lyons, desafiante. eraba crítico. Pero no se podía hacer otra cosa -Ha confesado que solicitó de Sir Charles que que obedecer ciegamente; de manera que di- estuviera junto al portillo a las diez en punto. jimos adiós a nuestro cariacontecido amigo y Sabemos que el baronet encontró la muerte un par de horas después nos hallábamos en la en ese lugar y a esa hora y sabemos también estación de Coombe Tracey y habíamos despe- que usted ha ocultado la conexión entre esos dido al cabriolé para que iniciara el regreso a sucesos. la mansión. Un muchachito nos esperaba en el -No hay ninguna conexión. andén. -En ese caso se trata de una coincidencia de -¿Alguna orden, señor? todo punto extraordinaria. Pero espero que a la 70 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville larga lograremos establecer esa conexión. Qui- y es que cuando escribí la carta nunca soñé que ero ser totalmente sincero con usted, señora sirviera para hacer daño a aquel anciano cabal- Lyons. Creemos estar en presencia de un caso lero que había sido el más bondadoso de los de asesinato y las pruebas pueden acusar no sólo amigos. a su amigo, el señor Stapleton, sino también a -No lo dudo, señora -dijo Sherlock Holmes-, su esposa. La dama se levantó violentamente del y como el relato de todos esos acontecimientos asiento. podría serle muy doloroso, quizá le resulte más -¡Su esposa! -exclamó. fácil escuchar el relato que voy a hacerle, para -El secreto ha dejado de serlo. La persona que me corrija cuando cometa algún error im- que pasaba por ser su hermana es en realidad portante. ¿Fue Stapleton quien sugirió el envío su esposa. de la carta? La señora Lyons había vuelto a sentarse. -Él me la dictó. Apretaba con las manos los brazos del sillón y -Supongo que la razón esgrimida fue que vi que las uñas habían perdido el color rosado a usted recibiría ayuda de Sir Charles para los gas- causa de la presión ejercida. tos relacionados con la obtención del divorcio. -¡Su esposa! -dijo de nuevo-. ¡Su esposa! No -En efecto. está casado. -Y que luego, después de enviada la carta, la Sherlock Holmes se encogió de hombros. disuadió de que acudiera a la cita. -¡Demuéstremelo! ¡Demuéstremelo! Y si lo -Me dijo que se sentiría herido en su amor hace... -el brillo feroz de sus ojos fue más el- propio si cualquier otra persona proporcionaba ocuente que cualquier palabra. el dinero para ese fin, y que a pesar de su pob- -Vengo preparado -dijo Holmes sacando reza consagraría hasta el último céntimo de que varios papeles del bolsillo-. Aquí tiene una fo- disponía para apartar los obstáculos que se in- tografía de la pareja hecha en York hace cuatro terponían entre nosotros. años. Al dorso está escrito «El señor y la señora -Parece una persona muy consecuente. Y Vandeleur», pero no le costará trabajo identi- ya no supo usted nada más hasta que leyó en el ficar a Stapleton, ni tampoco a su pretendida periódico la noticia de la muerte de Sir Charles. hermana, si la conoce usted de vista. También -Así fue. dispongo de tres testimonios escritos, que pro- -¿También le hizo jurar que no hablaría a ceden de personas de confianza, con descrip- nadie de su cita con Sir Charles? ciones del señor y de la señora Vandeleur, cuan- -Sí. Dijo que se trataba de una muerte muy do se ocupaban del colegio particular St. Oliver. misteriosa y que sin duda se sospecharía de mí Léalas y dígame si le queda alguna duda sobre la si llegaba a saberse la existencia de la carta. Me identidad de esas personas. asustó para que guardara silencio. La señora Lyons lanzó una ojeada a los pa- -Era de esperar. ¿Pero usted sospechaba algo? peles que le presentaba Sherlock Holmes y luego La señora Lyons vaciló y bajó los ojos. nos miró con las rígidas facciones de una mujer -Sabía cómo era -dijo-. Pero si no hubiera desesperada. faltado a su palabra yo siempre le habría sido -Señor Holmes -dijo-, ese hombre había of- fiel. recido casarse conmigo si yo conseguía el di- -Creo que, en conjunto, puede considerarse vorcio. Me ha mentido, el muy canalla, de todas afortunada al escapar como lo ha hecho -dijo las maneras imaginables. Ni una sola vez me ha Sherlock Holmes-. Tenía usted a Stapleton en su dicho la verdad. Y ¿por qué, por qué? Yo imagi- poder, él lo sabía y sin embargo aún sigue viva. naba que lo hacía todo por mí, pero ahora veo Lleva meses caminando al borde de un precipi- que sólo he sido un instrumento en sus manos. cio. Y ahora, señora Lyons, vamos a despedir- ¿Por qué tendría que mantener mi palabra cuan- nos de usted por el momento; es probable que do él no ha hecho más que engañarme? ¿Por qué pronto tenga otra vez noticias nuestras. tendría que protegerlo de las consecuencias de -El caso se está cerrando y, una tras otra, de- sus incalificables acciones? Pregúnteme lo que saparecen las dificultades -dijo Holmes mientras quiera: no le ocultaré nada. Una cosa sí le juro, esperábamos la llegada del expreso procedente 71 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville de Londres-. Muy pronto podré explicar con tumbre, sin embargo, resultaba muy molesta para todo detalle uno de los crímenes más singulares quienes actuaban como agentes y colaboradores y sensacionales de los tiempos modernos. Los suyos. Yo había sufrido ya por ese motivo con fre- estudiosos de la criminología recordarán los cuencia, pero nunca tanto como durante aquel incidentes análogos de Grodno, en la Pequeña largo trayecto en la oscuridad. Teníamos delante Rusia, el año 1866 y también, por supuesto, los la gran prueba; pero, aunque nos disponíamos a asesinatos Anderson de Carolina del Norte, librar la batalla final Holmes no había dicho nada: aunque este caso posee algunos rasgos que son sólo me cabía conjeturar cuál iba a ser su línea específicamente suyos, porque todavía carece- de acción. Apenas pude contener mi nerviosismo mos, incluso ahora, de pruebas concluyentes cuando, por fin, el frío viento que nos cortaba la contra ese hombre tan astuto. Pero mucho me cara y los oscuros espacios vacíos a ambos lados sorprenderá que no se haga por completo la luz del estrecho camino me anunciaron que estába- antes de que nos acostemos esta noche. mos una vez más en el páramo. Cada paso de los El expreso de Londres entró rugiendo en la caballos y cada vuelta de las ruedas nos acercaban estación y un hombre pequeño y nervudo con a la aventura suprema. aspecto de bulldog saltó del vagón de primera Debido a la presencia del cochero no ha- clase. Nos estrechamos la mano y advertí enseg- blábamos con libertad y nos veíamos forzados a uida, por la forma reverente que Lestrade tenía conversar sobre temas triviales mientras la emo- de mirar a mi compañero, que había aprendido ción y la esperanza tensaban nuestros nervios. mucho desde los días en que trabajaron juntos Después de aquella forzada reserva me supuso por vez primera. Aún recordaba perfectamente un gran alivio dejar atrás la casa de Frankland y el desprecio que las teorías de Sherlock  Holmes saber que nos acercábamos a la mansión de los solían despertar en aquel hombre de espíritu Baskerville y al escenario de la acción. En lugar tan práctico. de llegar en coche hasta la casa nos apeamos -¿Algo que merezca la pena? -preguntó. junto al portón al comienzo de la avenida. Des- -Lo más grande en mucho años -dijo Holm- pedimos a la tartana y ordenamos al cochero es-. Disponemos de dos horas antes de empezar. que regresara a Coombe Tracey de inmediato, Creo que vamos a emplearlas en comer algo, y al mismo tiempo que nos poníamos en camino luego, Lestrade, le sacaremos de la garganta la hacia la casa Merripit. niebla de Londres haciéndole respirar el aire -¿Va usted armado, Lestrade? puro de las noches de Dartmoor. ¿No ha estado -Siempre que me pongo los pantalones dis- nunca en el páramo? ¡Espléndido! No creo que pongo de un bolsillo trasero -respondió con una olvide su primera visita. sonrisa el detective de corta estatura- y siempre que dispongo de un bolsillo trasero llevo algo dentro. -¡Bien! También mi amigo y yo estamos pre- parados para cualquier emergencia. -Se muestra usted muy reservado acerca de 14. El sabueso de los Baskerville este asunto, señor Holmes. ¿A qué vamos a jugar ahora? -Jugaremos a esperar. Uno de los defectos de Sherlock Holmes -si es -¡Valgame Dios, este sitio no tiene nada de que en realidad se le puede llamar defecto- era lo alegre! -dijo el detective con un estremecimien- mucho que se resistía a comunicar sus planes antes to, contemplando a su alrededor las melancóli- del momento mismo de ponerlos por obra. Ello cas laderas de las colinas y el enorme lago de obedecía en parte, sin duda, a su carácter autori- niebla que descansaba sobre la gran ciénaga de tario, que le empujaba a dominar y a sorprender Grimpen-. Veo unas luces delante de nosotros. a quienes se hallaban a su alrededor. Y también -Eso es la casa Merripit y el final de nuestro en parte a su cautela profesional, que le llevaba trayecto. He de rogarles que caminen de puntil- siempre a reducir los riesgos al mínimo. Esta cos- las y hablen en voz muy baja. 72 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville Avanzamos con grandes precauciones por el después oí de nuevo girar la llave en la cerra- sendero como si nos dirigiéramos hacia la casa, dura, el naturalista pasó cerca de mí y regresó pero Holmes hizo que nos detuviéramos cuando a la casa. Cuando comprobé que se reunía con nos encontrábamos a unos doscientos metros. su invitado me deslicé en silencio hasta donde -Ya es suficiente -dijo-. Esas rocas de la dere- me esperaban mis compañeros y les conté lo que cha van a proporcionarnos una admirable pro- había visto. tección. -¿Dice usted, Watson, que la señora no está -¿Hemos de esperar ahí? en el comedor? -preguntó Holmes cuando ter- -Así es; vamos a preparar nuestra pequeña miné mi relato. emboscada. Lestrade, métase en ese hoyo. -No. Usted ha estado dentro de la casa, ¿no es cierto, -¿Dónde puede estar, en ese caso, dado que Watson? ¿Puede describirme la situación de las no hay luz en ninguna otra habitación si se ex- habitaciones? ¿A dónde corresponden esas ven- ceptúa la cocina? tanas enrejadas? -No sabría decirle. -Creo que son las de la cocina. Ya he mencionado que sobre la gran ciénaga -¿Y la que queda un poco más allá, tan bien de Grimpen flotaba una espesa niebla blanca iluminada? que avanzaba lentamente en nuestra dirección -Se trata sin duda del comedor. y que se presentaba frente a nosotros como un -Las persianas están levantadas. Usted es muro de poca altura, muy denso y con límites quien mejor conoce el terreno. Deslícese con muy precisos. La luna la iluminaba desde lo alto, el mayor sigilo y vea lo que hacen, pero, por el convirtiéndola en algo parecido a una resplande- amor del cielo, ¡que no descubran que los esta- ciente lámina de hielo de grandes dimensiones, mos vigilando! con las crestas de los riscos a manera de rocas Avancé de puntillas por el sendero y me que descansaran sobre su superficie. Holmes se agaché detrás del muro de poca altura que había vuelto a mirar la niebla y empezó a mur- rodeaba el huerto de árboles achaparrados. murar, impaciente, mientras seguía con los ojos Aprovechando su sombra me deslicé hasta al- su lento derivar. canzar un punto que me permitía mirar directa- -Viene hacia nosotros, Watson. mente por la ventana desprovista de visillos. -¿Es eso grave? Sólo había dos personas en la habitación: Sir -Ya lo creo: la única cosa capaz de desbaratar Henry y Stapleton, sentados a ambos lados de mis planes. El baronet no puede ya retrasarse la mesa redonda. Yo los veía de perfil desde mi mucho. Son las diez. Nuestro éxito e incluso la punto de observación. Ambos fumaban cigarros vida de Sir Henry pueden depender de que salga y tenían delante café y vino de Oporto. Stapleton antes de que la niebla cubra la senda. hablaba animadamente, pero el baronet parecía Por encima de nosotros el cielo estaba claro pálido y ausente. Quizá la idea del paseo soli- y sereno. Las estrellas brillaban fríamente y la tario a través del páramo pesaba en su ánimo. media luna bañaba toda la escena con una luz Mientras los contemplaba, Stapleton se puso suave, que apenas marcaba los contornos. Ante en pie y salió de la habitación; Sir Henry volvió a nosotros yacía la masa oscura de la casa, con llenarse la copa y se recostó en la silla, aspirando el tejado dentado y las enhiestas chimeneas el humo del cigarro. Luego oí el chirrido de una violentamente recortadas contra el cielo plat- puerta y el ruido muy nítido de unas botas sobre eado. Anchas barras de luz dorada procedentes la grava. Los pasos recorrieron el sendero por de las habitaciones iluminadas del piso bajo se el otro lado del muro que me cobijaba. Alzando alargaban por el huerto y el páramo. Una de un poco la cabeza vi que el naturalista se de- las ventanas se cerró de repente. Los criados tenía ante la puerta de una de las dependencias habían abandonado la cocina. Sólo quedaba la de la casa, situada en la esquina del huerto. Oí lámpara del comedor donde los dos hombres, girar una llave y al entrar Stapleton se oyó un el anfitrión criminal y el invitado despreveni- ruido extraño en el interior. El dueño de la casa do, todavía conversaban saboreando sus cigar- no permaneció más de un minuto allí dentro; ros puros. 73 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville Cada minuto que pasaba la algodonosa lla- sotros un tamborileo ligero y continuo. La nie- nura blanca que cubría la mitad del páramo se bla se hallaba a cincuenta metros de nuestro es- acercaba más a la casa. Los primeros filamentos condite y los tres la contemplábamos sin saber cruzaron por delante del rectángulo dorado de qué horror estaba a punto de brotar de sus en- la ventana iluminada. La valla más distante del trañas. Yo me encontraba junto a Holmes y me huerto se hizo invisible y los árboles se hundi- volví un instante hacia él. Lo vi pálido y exult- eron a medias en un remolino de vapor blanco. ante, brillándole los ojos a la luz de la luna. De Ante nuestros ojos los primeros tentáculos de repente, sin embargo, su mirada adquirió una niebla dieron la vuelta por las dos esquinas de extraña fijeza y el asombro le hizo abrir la boca. la casa y avanzaron lentamente, espesándose, Lestrade también dejó escapar un grito de terror hasta que el piso alto y el techo quedaron flotan- y se arrojó al suelo de bruces. Yo me puse en pie do como una extraña embarcación sobre un mar de un salto, inerte la mano que sujetaba la pis- de sombras. Holmes golpeó apasionadamente tola, paralizada la mente por la espantosa forma con la mano la roca que nos ocultaba e incluso que saltaba hacia nosotros de entre las sombras pateó el suelo llevado de la impaciencia. de la niebla. Era un sabueso, un enorme sabueso, -Si nuestro amigo tarda más de un cuarto de negro como un tizón, pero distinto a cualquiera hora en salir la niebla cubrirá el sendero. Y den- que hayan visto nunca ojos humanos. De la boca tro de media hora no nos veremos ni las manos. abierta le brotaban llamas, los ojos parecían car- -¿Y si nos situáramos a más altura? bones encendidos y un resplandor intermitente -Sí; creo que no estaría de más. le iluminaba el hocico, el pelaje del lomo y el De manera que nos alejamos hasta unos cuello. Ni en la pesadilla más delirante de un ochocientos metros de la casa, si bien el espeso cerebro enloquecido podría haber tomado forma mar blanco, su superficie plateada por la luna, algo más feroz, más horroroso, más infernal que seguía avanzando lenta pero inexorablemente: la oscura forma y la cara cruel que se precipitó -Hemos de quedarnos aquí -dijo Holmes-. sobre nosotros desde el muro de niebla. No podemos correr el riesgo de que Sir Henry La enorme criatura negra avanzó a grandes sea alcanzado antes de llegar a nuestra altura. saltos por el sendero, siguiendo los pasos de Hay que mantener esta posición a toda costa -se nuestro amigo. Hasta tal punto nos paralizó dejó caer de rodillas y pegó el oído al suelo-. Me su aparición que ya había pasado cuando recu- parece que le oigo venir, gracias a Dios. peramos la sangre fría. Entonces Holmes y yo El ruido de unos pasos rápidos rompió el disparamos al unísono y la criatura lanzó un es- silencio del páramo. Agazapados entre las pie- pantoso aullido, lo que quería decir que al menos dras, contemplamos atentamente el borde plat- uno de los proyectiles le había acertado. Siguió, eado del mar de niebla que teníamos delante. sin embargo, avanzando a grandes saltos sin de- El ruido de las pisadas se intensificó y, a través tenerse. A lo lejos, en el camino, vimos cómo Sir de la niebla, como si se tratara de una cortina, Henry se volvía, el rostro blanco a la luz de la surgió el hombre al que esperábamos. Sir Henry luna, las manos alzadas en un gesto de horror, miró a su alrededor sorprendido al encontrarse contemplando impotente el ser horrendo que le de repente con una noche clara, iluminada por daba caza. las estrellas. Luego avanzó a toda prisa sendero Pero el aullido de dolor del sabueso había adelante, pasó muy cerca de donde estábamos disipado todos nuestros temores. Si aquel ser era escondidos y empezó a subir por la larga pendi- vulnerable, también era mortal, y si habíamos ente que quedaba a nuestras espaldas. Al cami- sido capaces de herirlo también podíamos ma- nar miraba continuamente hacia atrás, como un tarlo. Nunca he visto correr a un hombre como hombre desasosegado. corrió Holmes aquella noche. Se me consid- -¡Atentos! -exclamó Holmes, al tiempo que era veloz, pero mi amigo me sacó tanta ventaja se oía el nítido chasquido de un revólver al ser como yo al detective de corta estatura. Mientras amartillado-. ¡Cuidado! ¡Ya viene! volábamos por el sendero oíamos delante los De algún sitio en el corazón de aquella masa sucesivos alaridos de Sir Henry y el sordo rugi- blanca que seguía deslizándose llegó hasta no- do del sabueso. Pude ver cómo la bestia saltaba 74 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville sobre su víctima, la arrojaba al suelo y le buscaba -Después de ponerla en peligro. ¿Tiene usted la garganta. Pero un instante después, Holmes fuerzas para levantarse? había disparado cinco veces su revólver contra -Denme otro sorbo de ese brandy y estaré listo el costado del animal. Con un último aullido de para cualquier cosa. ¡Bien! Ayúdenme a levantarme. dolor y una violenta dentellada al aire, el sabueso ¿Qué se propone hacer ahora, señor Holmes? cayó de espaldas, agitando furiosamente las cu- -A usted vamos a dejarlo aquí. No está en atro patas, hasta inmovilizarse por fin sobre un condiciones de correr más aventuras esta noche. costado. Yo me detuve, jadeante, y acerqué mi Si hace el favor de esperar, uno de nosotros volv- pistola a la horrible cabeza luminosa, pero ya no erá con usted a la mansión. servía de nada apretar el gatillo. El gigantesco El baronet logró ponerse en pie con difi- perro había muerto. cultad, pero aún seguía horrorosamente pálido Sir Henry seguía inconsciente en el lugar y temblaba de pies a cabeza. Lo llevamos hasta donde había caído. Le arrancamos el cuello de una roca, donde se sentó con el rostro entre las la camisa y Holmes musitó una acción de gra- manos y el cuerpo estremecido. cias al ver que no estaba herido: habíamos lle- -Ahora tenemos que dejarlo -dijo Holmes- gado a tiempo. El baronet parpadeó a los pocos . Hemos de acabar el trabajo y no hay un mo- instantes e hizo un débil intento de moverse. mento que perder. Ya tenemos las pruebas; sólo Lestrade le acercó a la boca el frasco de brandyy nos falta nuestro hombre. Hay una probabilidad muy pronto dos ojos llenos de espanto nos mir- entre mil de que lo hallemos en la casa -siguió aron fijamente. mi amigo, mientras regresábamos a toda veloci- -¡Dios mío! -susurró nuestro amigo-. ¿Qué dad por el camino-. Sin duda los disparos le han era eso? En nombre del cielo, ¿qué era eso? hecho saber que ha perdido la partida. -Fuera lo que fuese, ya está muerto -dijo Hol- -Estábamos algo lejos y la niebla ha podido mes-. De una vez por todas hemos acabado con amortiguar el ruido. el fantasma de la familia Baskerville. -Tenga usted la seguridad de que seguía al El tamaño y la fuerza bastaban para con- sabueso para llamarlo cuando terminara su vertir en un animal terrible a la criatura que tarea. No, no; se habrá marchado ya, pero lo reg- yacía tendida ante nosotros. No era ni sabueso istraremos todo y nos aseguraremos. ni mastín de pura raza, sino que parecía más La puerta principal estaba abierta, de manera bien una mezcla de los dos: demacrado, feroz que irrumpimos en la casa y recorrimos veloz- y del tamaño de una pequeña leona. Incluso mente todas las habitaciones, con gran asombro del ahora, en la inmovilidad de la muerte, de sus anciano y tembloroso sirviente que se tropezó con enormes mandíbulas parecía seguir brotando nosotros en el pasillo. No había otra luz que la del una llama azulada, y los ojillos crueles, muy comedor, pero Holmes se apoderó de la lámpara y hundidos en las órbitas, aún daban la impresión no dejó rincón de la casa sin explorar. Aunque no de estar rodeados de fuego. Toqué con la mano aparecía por ninguna parte el hombre al que perse- el hocico luminoso y al apartar los dedos vi que guíamos, descubrimos que en el piso alto uno de brillaban en la oscuridad, como si ardieran a los dormitorios estaba cerrado con llave. fuego lento. -¡Aquí dentro hay alguien! -exclamó Lestrade- -Fósforo -dije. . Oigo ruidos. ¡Abra la puerta! -Un ingenioso preparado hecho con fósforo Del interior brotaban débiles gemidos y cru- -dijo Holmes, acercándose al sabueso para ol- jidos. Holmes golpeó con el talón exactamente erlo-. Totalmente inodoro para no dificultar encima de la cerradura y la puerta se abrió in- la capacidad olfatoria del animal. Es mucho lo mediatamente. Pistola en mano, los tres ir- que tiene usted que perdonarnos, Sir Henry, por rumpimos en la habitación. haberlo expuesto a este susto tan espantoso. Yo Pero en su interior tampoco se hallaba el me esperaba un sabueso, pero no una criatura criminal desafiante que esperábamos ver y sí, en como ésta. Y la niebla apenas nos ha dado tiem- cambio, un objeto tan extraño y tan inesperado po para recibirlo como se merecía. que por unos instantes no supimos qué hacer, -Me han salvado la vida. mirándolo asombrados. 75 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville El cuarto estaba arreglado como un pequeño -Puesto que no tiene usted motivo alguno museo y en las paredes se alineaban las vitrinas para estarle agradecida -le dijo Holmes-, infór- que albergaban la colección de mariposas di- menos de dónde podemos encontrarlo. Si alguna urnas y nocturnas cuya captura servía de dis- vez le ha ayudado en el mal, colabore ahora con tracción a aquel hombre tan complicado y tan nosotros y expíe el pasado de ese modo. peligroso. En el centro de la habitación había -Sólo hay un sitio a donde puede haber es- un pilar, colocado allí en algún momento para capado -respondió ella-. Existe una vieja mina servir de apoyo a la gran viga, vieja y carco- de estaño en la isla que ocupa el corazón de la mida, que sustentaba el techo. A aquel pilar es- ciénaga. Allí encerraba a su sabueso y también taba atada una figura tan envuelta y tan tapada allí hizo preparativos por si alguna vez neces- con las sábanas utilizadas para sujetarla que itaba un refugio. Habrá ido en esa dirección. de momento no se podía decir si era hombre o La niebla descansaba sobre la ventana como mujer. Una toalla, anudada por detrás al pilar, una capa de lana blanca. Holmes acercó la lám- le rodeaba la garganta. Otra le cubría la parte para a los cristales. inferior del rostro y, por encima de ella, dos -Vea -dijo-. Esta noche nadie es capaz de ojos oscuros -llenos de dolor y de vergüenza adentrarse en la gran ciénaga de Grimpen. y de horribles preguntas- nos contemplaban. La señora Stapleton se echó a reír y empezó En un minuto habíamos arrancado la morda- a dar palmadas. Sus ojos y sus dientes brillaron za y desatado los nudos y la señora Stapleton con una alegría feroz. se derrumbó delante de nosotros. Mientras la -Tal vez haya conseguido entrar, pero no hermosa cabeza se le doblaba sobre el pecho vi, saldrá -exclamó-. No podrá ver las varitas cruzándole el cuello, el nítido verdugón de un que sirven de guía. Las colocamos juntos para latigazo. señalar la senda a través de la ciénaga. ¡Ah, si -¡Qué canalla! -exclamó Holmes-. ¡Lestrade, hubiera podido arrancarlas hoy! Entonces seg- por favor, su frasco de brandy! ¡Llévenla a esa uro que lo tendrían ustedes a su merced. silla! Los malos tratos y la fatiga han hecho que Evidentemente era inútil proseguir la búsque- pierda el conocimiento. da antes de que levantara la niebla. Dejamos a La señora Stapleton abrió de nuevo los ojos. Lestrade para que custodiara la casa y Holmes -¿Está a salvo? -preguntó-. ¿Ha escapado? y yo regresamos a la mansión con el baronet. Ya -No se nos escapará, señora. no podíamos ocultarle por más tiempo la his- -No, no; no me refiero a mi marido. ¿Está Sir toria de los Stapleton, pero encajó con mucho Henry a salvo? valor las revelaciones sobre la mujer de la que se -Sí. había enamorado. De todos modos, la impresión -¿Y el sabueso? producida por las aventuras nocturnas le había -Muerto. destrozado los nervios y poco después deliraba La señora Stapleton dejó escapar un largo ya con una fiebre muy alta, atendido por el doc- suspiro de satisfacción. tor Mortimer. Los dos estaban destinados a -¡Gracias a Dios! ¡Gracias a Dios! ¡El muy dar la vuelta al mundo antes de que Sir Henry canalla! ¡Vean cómo me ha tratado! -retiró las volviese a ser el hombre robusto y cordial que mangas del vestido para mostrarnos los bra- fuera antes de convertirse en el dueño de aquella zos y vimos con horror que estaban llenos de mansión cargada con el peso de la leyenda. cardenales-. Pero esto no es nada, ¡nada! Lo que Y ya sólo me queda llegar rápidamente al ha torturado y profanado han sido mi mente y desenlace de esta narración singular con la que mi alma. Lo he soportado todo, malos tratos, he tratado de conseguir que el lector compar- soledad, una vida de engaño, todo, mientras tiera los miedos oscuros y las vagas conjeturas aún podía agarrarme a la esperanza de que seg- que ensombrecieron durante tantas semanas uía queriéndome, pero ahora sé que también en nuestras vidas y que concluyeron de manera tan eso he sido su víctima y su instrumento -unos trágica. A la mañana siguiente se levantó la nie- sollozos apasionados interrumpieron sus pala- bla y la señora Stapleton nos llevó hasta el sitio bras. donde ella y su esposo habían encontrado un 76 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville camino practicable para penetrar en el pantano. se alzaba con cada pisada las cubría rápidamente El interés y la alegría con que aquella mujer nos y, aunque las buscamos ávidamente cuando por puso sobre la pista de su marido nos ayudó a fin llegamos a tierra firme, nunca encontramos comprender mejor los horrores de su vida con ni el menor rastro. Si la tierra nos contó una Stapleton. La dejamos en la estrecha península historia verdadera, hay que creer que Stapleton de suelo firme de turba que acababa desapare- nunca llegó a la isla que aquella última noche ciendo en la ciénaga. A partir de allí unas vari- trató de alcanzar entre la niebla y en la que es- tas clavadas en la tierra iban mostrando el sen- peraba refugiarse. Hundido en algún lugar del dero, que zigzagueaba de juncar enjuncar entre corazón de la gran ciénaga, en el fétido limo del las pozas llenas de verdín y los fétidos cenagales enorme pantano que se lo había tragado, quedó que cerraban el paso a cualquier intruso. Los enterrado para siempre aquel hombre frío de abundantes juncos y las exuberantes y viscosas corazón despiadado. plantas acuáticas despedían olor a putrefacción En la isla del centro del pantano donde es- y nos lanzaban a la cara densos vapores mias- condía a su cruel aliado hallamos muchos ras- máticos, mientras que al menor paso en falso tros de su presencia. Una enorme rueda motriz nos hundíamos hasta el muslo en el oscuro y un pozo lleno a medias de escombros señala- fango tembloroso que, a varios metros a la re- ban la posición de una mina abandonada. Junto donda, se estremecía en suaves ondulaciones a ella se encontraban los derruidos restos de bajo nuestros pies, tiraba con tenacidad de unas chozas; los mineros, sin duda, habían ter- nuestros talones mientras avanzábamos y, cada minado por marcharse, incapaces de resistir el vez que nos hundíamos en él, se transformaba hedor apestoso que los rodeaba. En una de ellas en una mano malévola que quería llevarnos una armella y una cadena, junto a unos huesos hacia aquellas horribles profundidades: tal era roídos, mostraban el sitio donde el sabueso per- la intensidad y la decisión del abrazo con que manecía confinado. Entre los demás restos en- nos sujetaba. Sólo una vez comprobamos que contramos un esqueleto que tenía pegados unos alguien había seguido senda tan peligrosa antes mechones castaños. de nosotros. Del centro del matorral de juncias -¡Un perro! -dijo Holmes-. Sin duda un span- que lo mantenía fuera del fango sobresalía un iel de pelo rizado. El pobre Mortimer nunca volv- objeto oscuro. Holmes se hundió hasta la cin- erá a ver a su preferido. Bien; no creo que este tura al salirse del sendero para recogerlo, y si no lugar contenga ningún secreto que no hayamos hubiéramos estado allí para ayudarlo nunca hu- descubierto ya. Stapleton escondía al sabueso, biera vuelto a poner el pie en tierra firme. Lo que pero no podía impedir que se le oyera, y de ahí alzó en el aire fue una bota vieja de color negro. los aullidos que ni siquiera durante el día result- «Meyers, Toronto» estaba impreso en el interior aban agradables. En los momentos críticos podía del cuero. encerrarlo en una de las dependencias de Mer- -El baño de barro estaba justificado -dijo ripit, pero eso significaba correr un riesgo, y sólo Holmes-. Es la bota perdida de nuestro amigo el gran día, la jornada en que Stapleton iba a cul- Sir Henry. minar todos sus esfuerzos, se atrevió a hacerlo. -Arrojada aquí por Stapleton en su huida. La pasta que hay en esa lata es sin duda la mez- -En efecto. Siguió con ella en la mano después cla luminosa con que embadurnaba al animal. de utilizarla para poner al sabueso en la pista La idea se la sugirió, por supuesto, la leyenda del del baronet. Luego, todavía empuñando la bota, sabueso infernal y el deseo de dar un susto de escapó al darse cuenta de que había perdido la muerte al anciano Sir Charles. No tiene nada de partida. Y la arrojó lejos de sí en este sitio du- extraño que Selden, aquel pobre diablo, corri- rante su huida. Ya sabemos al menos que logró era y gritara, como lo ha hecho nuestro amigo, y llegar hasta aquí. como podíamos haberlo hecho nosotros, cuan- Pero no estábamos destinados a saber nada do vio a semejante criatura siguiendo su rastro a más, aunque pudimos deducir muchas otras grandes saltos por el páramo a oscuras. Era una cosas. No existía la menor posibilidad de encon- estratagema muy astuta, porque, además de la trar huellas en el pantano, porque el barro que posibilidad de provocar la muerte de la víctima 77 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville elegida, ¿qué campesino se atrevería a intere- -Desde el punto de vista de la persona que sarse de cerca por semejante criatura en el caso se hacía llamar Stapleton -dijo Holmes-, el plan de que, como les ha sucedido a muchos, la viera que había urdido era de una gran sencillez, si por el páramo? Lo dije en Londres, Watson, y lo bien para nosotros, que al principio carecíamos repito ahora: nunca hemos contribuido a acabar de medios para averiguar el motivo de sus ac- con un hombre tan peligroso como el que ahí ciones y sólo disponíamos en parte de los he- yace -y extendió su largo brazo hacia la enorme chos, resultara extraordinariamente complejo. extensión de la ciénaga, cubierta de manchas Yo he tenido además la suerte de hablar en dos verdes, que se prolongaba hasta confundirse ocasiones con la señora Stapleton, por lo que el con el color rojizo del páramo. caso está totalmente aclarado y no queda ya se- creto alguno. En el apartado Bertha de la lista de mis casos, que llevo por orden alfabético, en- contrará algunas notas sobre este asunto. -Quizá sea usted tan amable como para es- bozarme de memoria el curso de los acontec- 15. Examen retrospectivo imientos. -Claro que sí, aunque no le garantizo que conserve todos los datos en la cabeza. Es curi- En una fría noche de niebla, a finales del mes oso cómo la intensa concentración mental con- de noviembre, Holmes y yo estábamos sentados sigue borrar el pasado. El abogado que cuando a ambos lados de un fuego muy vivo en nuestra conoce un caso con pelos y señales es capaz de sala de estar de Baker Street. Desde la trágica discutir con los expertos en el tema, descubre conclusión de nuestra visita a Devonshire, mi que le bastan una semana o dos de un trabajo amigo se había ocupado de dos asuntos de ex- nuevo para que olvide todo lo que había apren- traordinaria importancia; en el curso del primero dido. De la misma manera cada uno de mis puso de manifiesto la conducta atroz del coronel casos desplaza al anterior y Mlle. Carère ha Upwood en relación con el famoso escándalo de desdibujado mis recuerdos de la mansión de los los naipes del Club Nonpareil, mientras que con Baskerville. Mañana quizá se me pida que me motivo del segundo defendió a la desgraciada ocupe de otro problema insignificante que, a su Mme. Montpensier de la acusación de asesinato vez, eliminará a la hermosa dama francesa y al que pesaba sobre ella en relación con la muerte infame Upwood. de su hijastra, Mlle. Carère, una joven que, como Por lo que se refiere al caso del sabueso, le se recordará, apareció seis meses más tarde en expondré lo más exactamente que pueda los ac- Nueva York, después de haber contraído matri- ontecimientos y siempre podrá usted interroga- monio. Mi amigo se hallaba de excelente humor rme sobre cualquier punto que haya olvidado. debido a los éxitos conseguidos en una sucesión »Mis investigaciones han demostrado sin de casos difíciles a la vez que importantes, y no lugar a dudas que el retrato familiar no mentía me fue difícil empujarle a que repasara conmigo y que nuestro hombre era efectivamente un los detalles del misterio de Baskerville. Yo había Baskerville, hijo de Rodger, el hermano menor esperado pacientemente a que se presentara la de Sir Charles, que escapó, ya con una siniestra oportunidad, porque sabía muy bien que Holmes reputación, a América del Sur, donde se dijo que no permitía nunca la superposición de casos, y había muerto soltero. La verdad es que contrajo que su mente, tan clara y tan lógica, no aban- matrimonio y que tuvo un único hijo, nuestro donaba nunca el trabajo presente para ocuparse personaje, que recibió el nombre de su padre, de recuerdos. Pero Sir Henry y el doctor Mortim- y que a su vez se casó con Beryl García, una er se hallaban en Londres, a punto de emprender de las beldades de Costa Rica; luego de robar el largo viaje recomendado al baronet para re- una considerable suma de dinero del Estado, stablecer sus nervios destrozados, y nos habían pasó a apellidarse Vandeleur y huyó a Ingla- visitado aquella misma tarde, lo que me permitió terra, donde creó un colegio en la zona este de sacar a relucir el tema con toda naturalidad. Yorkshire. Su interés por este tipo particular de 78 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville ocupación obedecía a que durante el viaje de »Concebida la idea, Stapleton procedió a vuelta a Inglaterra conoció a un profesor, en- llevarla a la práctica con notable astucia. Un fermo de tuberculosis, cuya gran competencia intrigante ordinario se habría dado por satis- profesional utilizó para que la empresa tuviera fecho con un animal suficientemente feroz. La éxito. Pero al morir Fraser, el profesor, el colegio utilización de medios artificiales para convertir se desprestigió primero para caer después en el al animal en diabólico fue un destello de genio descrédito más absoluto, por lo que los Vande- por su parte. El perro lo adquirió en Londres, leur juzgaron conveniente cambiar de nuevo de acudiendo a la firma Ross y Mangles, que tiene apellido, y así el hijo de Rodger Baskerville se su establecimiento en Fulham Road. Era el más trasladó, como Jack Stapleton, al sur de Ingla- fuerte y el más feroz de que disponían. Para terra con los restos de su fortuna, sus planes transportarlo hasta el páramo Stapleton utilizó para el futuro y su afición a la entomología. En la línea de ferrocarril del norte de Devon y recor- el Museo Británico he podido saber que se le rió luego a pie una gran distancia, con el fin de consideraba una autoridad en ese campo y que no despertar sospechas. Para entonces, y gracias el apellido Vandeleur ha quedado identificado a sus expediciones a la caza de insectos, ya se con cierta mariposa nocturna que él describió había adentrado en la ciénaga de Grimpen, lo por vez primera durante su estancia en York- que le permitió encontrar un escondite seguro shire. para el animal. Después de instalarlo allí esperó »Llegamos ya a la parte de su vida que ha re- a que se le presentara una oportunidad. sultado de tan gran interés para nosotros. Sta- »La ocasión, sin embargo, tardó algún tiempo pleton hizo sin duda investigaciones y descubrió en aparecer. De noche no era posible sacar de sus que sólo dos vidas le separaban de una cuantiosa propiedades al anciano caballero. A lo largo de herencia. Creo que cuando se trasladó a Devon- los meses Stapleton acechó por los alrededores shire sus planes eran aún extraordinariamente con su sabueso, pero sin éxito. Durante esos vagos, aunque el carácter delictivo de sus inten- intentos infructuosos lo vieron, o vieron más ciones queda de manifiesto desde el principio bien a su acompañante, algunos campesinos, por el hecho de que hiciera pasar a su esposa por gracias a lo cual la leyenda del perro demoníaco su hermana. La idea de utilizarla como señuelo recibió nueva confirmación. Stapleton confiaba estaba ya en su mente, aunque quizá no supi- en que su esposa arrastrase a Sir Charles a su era aún con claridad cómo iba a organizar todos ruina, pero en ese punto Beryl resultó inesper- los detalles del plan. Al final del camino se hal- adamente independiente. No estaba dispuesta a laba la herencia de los Baskerville, y estaba dis- provocar un enredo sentimental que pusiera al puesto a utilizar cualquier instrumento y correr anciano baronet en manos de su enemigo. Ni las cualquier riesgo para lograrla. El primer paso amenazas ni, siento decirlo, los golpes lograron fue instalarse lo más cerca que pudo de su hogar convencerla. Se negó siempre de plano y durante ancestral y el segundo cultivar la amistad de Sir algún tiempo Stapleton se encontró en un punto Charles Baskerville y de sus vecinos. muerto. »El mismo baronet le contó la historia del »Finalmente halló la manera de superar sus sabueso, preparándose, sin saberlo, el camino dificultades por conducto del mismo Sir Charles, hacia la tumba. Stapleton, como voy a seguir quien, por el afecto que le profesaba, delegó en llamándolo, sabía que el anciano estaba enfer- él para todo lo relacionado con el caso de esa mo del corazón y que cualquier emoción fuerte mujer tan desventurada que es la señora Laura podía acabar con él, información que le había Lyons. Al presentarse como soltero, adquirió facilitado el doctor Mortimer. También llegó a muy pronto un gran ascendiente sobre ella, y sus oídos que Sir Charles era supersticioso y que le dio a entender que si conseguía divorciarse se tomaba muy en serio la macabra leyenda del de Lyons se casaría con ella. La situación llegó sabueso. Su ingenio le sugirió de inmediato una a un punto crítico cuando Stapleton supo que manera para acabar con la vida del baronet sin Sir Charles se disponía a abandonar el páramo que existiera en la práctica la menor posibilidad siguiendo el consejo del doctor Mortimer, con de descubrir al culpable. cuya opinión él mismo fingía estar de acuerdo. 79 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville Era preciso actuar de inmediato, porque de lo jarla sola por temor a perder su influencia sobre contrario su víctima podía quedar para siempre ella. Esa es la razón de que vinieran juntos a fuera de su alcance. De manera que presionó a la Londres. Se alojaron, según descubrí, en el hotel señora Lyons para que escribiera la carta, pidi- privado Mexborough, en Craven Street, uno de endo al anciano que le concediera una entrevis- los que de hecho visitó mi agente en busca de ta la noche antes de emprender viaje a Londres pruebas. Stapleton dejó allí encerrada a su espo- y luego, con falsas razones, le impidió acudir, sa mientras él, ocultando su identidad bajo una logrando así la oportunidad que esperaba desde barba, seguía al doctor Mortimer a Baker Street hacía tanto tiempo. y más tarde a la estación y al hotel Northum- »Al regresar de Coombe Tracey a última berland. Su mujer tenía barruntos de los planes hora de la tarde tuvo tiempo de ir en busca de su marido, pero era tanto su temor -temor del sabueso, embadurnarlo con su pintura in- fundado en los brutales malos tratos a los que la fernal y llevarlo hasta el portillo donde tenía había sometido- que no se atrevió a escribir para buenas razones para confiar en que encontra- advertir a Sir Henry del peligro que corría. Si la ría al anciano caballero. El perro, incitado por carta caía en manos de Stapleton también su vida su amo, saltó el portillo y persiguió al desgra- se vería amenazada. Finalmente, como sabemos, ciado baronet que huyó dando alaridos por el recurrió al expediente de recortar palabras im- paseo de los Tejos. En ese túnel tan sombrío presas y de escribir la dirección deformando la tuvo que resultar especialmente horrible ver a letra. El mensaje llegó a manos del baronety fue aquella enorme criatura negra, de mandíbulas el primer aviso del peligro que corría. luminosas y ojos llameantes, persiguiendo a »Stapleton necesitaba alguna prenda de grandes saltos a su víctima. Sir Charles cayó vestir de Sir Henry, para, en el caso de que se muerto al final del paseo debido al terror y a su viera obligado a recurrir al sabueso, disponer de corazón enfermo. Mientras el baronet corría los medios que le permitieran seguir su rastro. por el camino el sabueso se había mantenido Con la celeridad y la audacia que le caracter- en el borde de hierba, de manera que sólo eran izaban puso de inmediato manos a la obra y no visibles las huellas del ser humano. Al verlo cabe duda de que sobornó al limpiabotas o a la caído e inmóvil es probable que el animal se camarera del hotel para que le ayudaran en su acercara a olerlo; fue después, al descubrir que empeño. Casualmente, sin embargo, la primera estaba muerto, cuando, al dar la vuelta para bota que consiguió era una de las nuevas y, por marcharse, dejó la huella en la que más tarde consiguiente, sin utilidad para sus planes. Sta- había de reparar el doctor Mortimer. Staple- pleton hizo entonces que se devolviera y obtuvo ton llamó al perro y se apresuró a devolverlo a otra. Un incidente muy instructivo, porque me su guarida en la ciénaga de Grimpen, dejando demostró sin lugar a dudas que se trataba de un atrás un misterio que desconcertó a las autori- sabueso de verdad: ninguna otra explicación dades, alarmó a todos los habitantes de la zona justificaba la apremiante necesidad de conseg- y provocó finalmente que se solicitara nuestra uir la bota vieja y la indiferencia ante la nueva. colaboración. Cuanto más outré y grotesco resulta un inci- »Es posible que Stapleton ignorase aún la ex- dente, mayor es la atención con que hay que ex- istencia del heredero que vivía en Canadá, pero, aminarlo, y el punto que más parece complicar en cualquier caso, lo supo muy pronto de labios un caso es, cuando se estudia con cuidado y se de su amigo el doctor Mortimer, que le comu- maneja de manera científica, el que proporciona nicó además todos los detalles sobre la llegada mayores posibilidades de elucidarlo. a Londres de Sir Henry Baskerville. La primera »A la mañana siguiente recibimos la visita de idea de Stapleton fue que, en lugar de esperar nuestros amigos, siempre espiados por Stapleton a que se presentara en Devonshire, quizá fuera desde el coche de punto. Dados su conocimiento posible acabar en Londres con la vida del joven del sitio donde vivimos y también de mi aspecto, extranjero. Como desconfiaba de su esposa así como por su manera general de comportar- desde que se negara a ayudarle a tender una se, me inclino a creer que la carrera criminal de trampa al anciano baronet, no se atrevió a de- Stapleton no se redujo al asunto de Baskerville. 80 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville Resulta interesante saber que durante los tres úl- »Acto seguido los Stapleton regresaron a timos años se han producido en esa zona cuatro Devonshire, seguidos, muy poco después, por robos con fractura de considerable importancia Sir Henry y usted. Un breve comentario sobre y que en ninguno de los casos se ha detenido a mi situación en aquel momento. Quizá con- los culpables. El último, en el mes de mayo, con serve usted el recuerdo de que, cuando examiné Folkestone Court como escenario, fue notable el papel en el que estaban pegadas las palabras porque el ladrón enmascarado, que actuaba en impresas, lo estudié con gran detenimiento en solitario, disparó a sangre fría contra el botones busca de la filigrana. Al hacerlo me lo acerqué que lo sorprendió. No me cabe la menor duda de bastante y advertí un débil olor a jazmín. El ex- que Stapleton renovaba de ese modo sus men- perto en criminología ha de distinguir los seten- guados recursos económicos y que era desde ta y cinco perfumes que se conocen y, por lo que hacía años un individuo desesperado y suma- a mi propia experiencia se refiere, la resolución mente peligroso. de más de un caso ha dependido de su rápida »Lo sucedido aquella mañana en que se nos identificación. Aquel aroma sugería la presen- escapó tan hábilmente, así como su audacia al cia de una dama, por lo que mis sospechas em- devolverme mi propio nombre por medio del pezaron a dirigirse hacia los Stapleton. Fue así cochero, es un buen ejemplo de sus muchos re- cómo averigüé la existencia del sabueso y deduje cursos. A partir de aquel momento, sabedor de ya quién era el asesino antes de trasladarme a que me había hecho cargo del caso en Londres, Devonshire. comprendió que no tenía ya ninguna posibilidad »Mi juego consistía en vigilar a Stapleton. de éxito en la metrópoli y regresó a Dartmoor Era evidente, sin embargo, que no podía hacerlo para esperar la llegada del baronet. yendo con usted, porque en ese caso mi hom- -¡Un momento! -dije yo-. No hay duda de que bre estaría siempre en guardia. De manera que ha descrito usted correctamente la sucesión de engañé a todos, usted incluido, y me trasladé los hechos, pero hay un punto que no ha men- secretamente al páramo cuando se daba por cionado. ¿Qué se hizo del sabueso durante la es- sentado que seguía en Londres. Los apuros que tancia de su amo en Londres? pasé no fueron tan grandes como usted imagi- -He reflexionado sobre ese asunto, porque na, aunque cuestiones de tan poca importancia no hay duda de que tiene importancia. Es evi- no deben nunca dificultar la investigación de un dente que Stapleton tenía un confidente, aunque caso. Pasé la mayor parte del tiempo en Coombe no es probable que se pusiera por completo a su Tracey y únicamente utilicé el refugio neolítico merced comunicándole todos sus planes. En la cuando era necesario estar cerca del escenario casa Merripit había un anciano sirviente lla- de la acción. Cartwright, que me había acom- mado Anthony. Su asociación con los Stapleton pañado, me fue de gran ayuda con su disfraz de se remonta a años atrás, a los tiempos del co- campesino. Dependía de él para la comida y las legio, por lo que debía de saber que su señor y mudas de ropa. Mientras yo vigilaba a Stapleton, su señora eran en realidad marido y mujer. Este era frecuente que Cartwright lo vigilara a usted, hombre ha desaparecido, huyendo del país. Dese de manera que controlaba todos los resortes. usted cuenta de que Anthony no es un nombre »Ya le he explicado que sus informes me frecuente en Inglaterra, mientras que Antonio llegaban enseguida, porque de Baker Street los sí lo es en España y en los países americanos de enviaban inmediatamente a Coombe Tracey. habla española. Ese individuo, como la misma Me fueron de gran utilidad y en especial aquel señora Stapleton, hablaba inglés correctamente, fragmento verídico de la biografía de Stapleton. pero con un curioso ceceo. Tuve ocasión de Así pude averiguar la identidad de la pareja y ver cómo ese anciano cruzaba la ciénaga de saber por fin a qué carta quedarme. El caso se Grimpen por el camino que Stapleton marcara. había complicado bastante debido al incidente Es muy probable, por tanto, que en ausencia de del preso fugado y de su relación con los Bar- su señor fuese élquien se ocupara del sabueso, rymore. También eso lo aclaró usted de manera aunque quizá sin saber nunca la finalidad para muy eficaz, aunque por mi parte hubiera llegado la que se lo destinaba. a la misma conclusión. 81 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville »Cuando me encontró usted en el páramo fogosa que tan inteligentemente escondía bajo tenía ya un conocimiento completo del caso, sus modales reservados. Al fomentar la intimi- pero carecía de pruebas que pudieran presen- dad entre ambos se aseguraba de que Sir Henry tarse ante un jurado. Ni siquiera el intento acudiera con frecuencia a la casa Merripit y criminal contra Sir Henry la noche en que de que más pronto o más tarde se presentase quedó truncada la vida del desventurado preso la oportunidad que esperaba. El día de la cri- nos hubiera servido de ayuda para acusar a sis definitiva, sin embargo, su mujer se revolvió Stapleton de asesinato. No parecía existir otra inesperadamente contra él. Había llegado a sus alternativa que sorprenderlo con las manos en oídos la noticia de la muerte de Selden, y no ig- la masa y para ello teníamos que utilizar como noraba, la noche en que habían invitado a Sir cebo a Sir Henry, solo y sin protección en apari- Henry a cenar, que el sabueso estaba en una de encia. Así lo hicimos y, a costa de un terrible so- las dependencias de la casa. Beryl acusó a su bresalto para nuestro cliente, logramos coronar marido de querer asesinar al baronet y eso pro- nuestro trabajo y provocar el fin de Stapleton. vocó una escena violenta, durante la cual Sta- He de confesar que supone un desdoro para pleton reveló por vez primera a su mujer que mi forma de llevar el caso el hecho de que Sir tenía una rival. La fidelidad de la señora Sta- Henry se viera expuesto a semejante peligro, pleton se transformó inmediatamente en odio pero carecíamos de medios para prever el as- intenso y nuestro hombre comprendió que su pecto, terrible y sobrecogedor, que presentaba mujer estaba dispuesta a traicionarlo. Entonces el animal, como tampoco podíamos predecir la procedió a atarla para que no pudiera avisar a niebla que le permitió aparecer ante nosotros Sir Henry, sin perder la esperanza de que cuan- casi de improviso. Logramos nuestro objetivo do todos los habitantes de la zona atribuyesen a un costo que, según me han asegurado tanto la muerte del barones a la maldición familiar, el especialista como el doctor Mortimer, será como sin duda sucedería, su mujer aceptara los sólo momentáneo. Un viaje largo permitirá que hechos consumados y guardase silencio sobre nuestro amigo se recupere no sólo de sus nerv- lo que sabía. Por lo que a eso se refiere tengo ios destrozados sino también de sus sentimien- la impresión de que calculó mal y que, aun sin tos heridos. Su amor por la señora Stapleton era contar con nuestra presencia, su caída era inevi- profundo y sincero y para él lo más triste de table. Una mujer de sangre española no perdona todo este asunto tan tenebroso es que ella lo fácilmente semejante afrenta. Y ya, mi querido engañara. Watson, no estoy en condiciones de hacerle un »Sólo queda ya dilucidar el papel de la relato más detallado de este interesantísimo señora Stapleton. No hay duda de que su mari- caso sin recurrir a mis anotaciones. Ignoro si do ejercía sobre ella una influencia que puede ha quedado sin explicar algo esencial. haber sido amor, miedo, o muy posiblemente -Stapleton tenía que saber que no iba a ser ambas cosas, dado que no son, desde luego, posible matar a Sir Henry de miedo, con el sentimientos incompatibles. En cualquier caso sabueso falsamente infernal, como sucediera en esa influencia era absolutamente eficaz. Al or- el caso de su tío. denárselo él, consintió en hacerse pasar por su -Era un perro muy feroz y estaba hambrien- hermana, aunque también es cierto que Staple- to. Si su apariencia no acababa con la víctima, ton descubrió los límites de su poder cuando el miedo podía al menos paralizarla, de manera quiso convertirla en cómplice de un asesinato. que no ofreciese resistencia. Beryl estaba dispuesta a prevenir a Sir Henry -Sin duda. Queda tan sólo una dificultad. aunque sin descubrir a su marido, y trató de Si Stapleton hubiese llegado a tomar posesión hacerlo una y otra vez. Es evidente que también de la herencia ¿cómo habría explicado el hecho Stapleton era capaz de sentir celos, de manera de que él, el heredero, hubiese vivido sin darse que cuando vio cómo el baronet cortejaba a su a conocer y con otro nombre en un lugar tan esposa, pese a que formaba parte de su plan, no próximo a la mansión de los Baskerville? ¿Cómo pudo evitar interrumpir el idilio con un estal- podría reclamar la herencia sin despertar sospe- lido de pasión que puso de manifiesto el alma chas ni provocar investigaciones? 82 Arthur Conan Doyle El sabueso de los Baskerville -Se trata de un problema muy arduo y temo cómplice las pruebas y los documentos, haci- que espera usted demasiado al pedirme que éndolo pasar por el heredero, pero reteniendo lo solucione. El pasado y el presente se hallan el derecho a un porcentaje de sus ingresos. dentro del campo de mis investigaciones, pero Por lo que sabemos de él, tenemos la seguri- lo que una persona vaya a hacer en el futuro dad de que habría encontrado algún modo de es algo muy difícil de prever. La señora Sta- solucionar ese problema. Y ahora, mi querido pleton oyó a su marido analizar el problema Watson, permítame decirle que llevamos vari- en varias ocasiones. Eran tres las soluciones as semanas trabajando con mucha intensidad posibles. Podía reclamar la propiedad desde y que, por una vez, no estaría de más que nos América del Sur, demostrar su identidad ante ocupáramos de cosas más placenteras. Tengo las autoridades consulares británicas y obtener un palco para Les Huguenots. ¿Ha oído usted así la fortuna sin aparecer nunca por Ingla- a los De Reszke? 1. ¿Le importaría en ese caso terra; podía también adoptar un disfraz que estar listo dentro de media hora, para que po- lo hiciera irreconocible durante el breve peri- damos detenernos en Marcini’s de camino odo de tiempo que necesitase permanecer en hacia el teatro y tomar un bocado antes de la Londres y, finalmente, podía suministrar a un representación?   FIN 83
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