1EL NIÑO Y LA VIDA FAMILIAR EN EL ANTIGUO REGIMEN PHILIPPE ARIÉS PROLOGO En nuestra antigua sociedad tradicional no podía representarse bien al niño y menos al adolescente. La infancia se reducía al periodo de su mayor fragilidad, cuando loa cría del hombre no podía valerse por sí misma, pero en cuanto podía se le mezclaba rápidamente con los adultos. La transmisión de valores y conocimientos, y en general, la socialización del niño no estaba garantizada por la familia, ni controlada por ella. Fue gracias a la convivencia con adultos que el niño aprendía todo lo necesario ayudando a los mayores a hacerlo. La presencia del niño en la familia y en la sociedad era tan breve e insignificante que no había tiempo ni ocasiones para que su recuerdo se grabara en la memoria y en la sensibilidad de la gente. Sin embargo, existía un sentimiento superficial del niño, un “mimoseo” a los primeros años cuando el niño era una cosita graciosa. Si el niño moría, por regla general no se le daba mucha importancia al asunto, pero si sobrevivía al periodo del mimoseo, solía suceder que el niño vivía fuera de su familia. Esta antigua familia tenía como misión profunda la conservación de bienes, la práctica de un oficio común y la mutua ayuda cotidiana La familia no tenía una función afectiva. Las relaciones afectivas y las comunicaciones sociales se consolidaban fuera de la familia, en un círculo denso y muy afectuoso, integrado por vecinos, amigos, amos y criados, niños y ancianos, mujeres y hombres. A fines del siglo 17 de forma definitiva se produjo una transformación que se puede captar a través de dos métodos de análisis diferentes: 1. La escuela sustituyo al aprendizaje como medio de educación, por lo que ceso la cohabitación del niño con los adultos y por ellos ceso el aprendizaje de la vida por contacto directo con ellos. Este hecho de separar a los niños debe interpretarse como un aspecto más de la gran moralización de los hombres realizada por los reformadores católicos o protestantes. Pero no hubiera sido posible sin la complicidad sentimental de las familias. 2. La familia se ha convertido en un lugar de afecto necesario. Ya no se trata de establecer a sus hijos únicamente en función de la fortuna y el honor; surge un sentimiento completamente nuevo: los padres se interesan por los estudios de sus hijos. La familia comienza entonces a organizarse en torno al niño, el cual sale de su antiguo anonimato y adquiere tal importancia que ya no es posible, sin una gran aflicción, perderle, remplazarle o reproducirle muchas veces y conviene limitar su número para ocuparse mejor de él. Criticas al libro de Aries: a. La de JJ Flandrin ha reprochado una preocupación demasiado grande y obsesional por el origen. Si el arte medieval representa al niño como hombre reducido, en miniatura, eso no interesa a la existencia, sino a la naturaleza del sentimiento de la infancia. El niño era pues diferente del hombre, pero solo por el tamaño y la fuerza, mientras que otros rasgos seguían siendo semejantes. 2 b. La de NZ Davids su argumento es ¿Cómo he podido yo afirmar que la sociedad tradicional ponía a los niños y a los jóvenes con los adultos, no ocupándome del concepto de juventud, cuando la juventud jugaba con las comunidades rurales un papel permanente de organización de fiestas y juegos, de control de matrimonios y relaciones sexuales, sancionados por las cencerradas? Hacia finales del siglo 17 existió un fenómeno muy importante y fue la persistencia del infanticidio tolerado; éste era un crimen castigado severamente, no obstante, se practicaba en secreto, disimulado en forma de accidente. La disminución de la mortalidad infantil observada en el siglo 18 no puede explicarse por razones médicas e higiénicas; ceso solo el dejar morir o el ayudar a morir a los niños que no se deseaba conservar. La vida del niño se consideraba con la misma ambigüedad que la del feto de hoy en día, con la diferencia de que el infanticidio se ocultaba en el silencio y el aborto se reivindica en voz alta. La historia del bautismo permitirá comprender la actitud ante la vida y la infancia en épocas remotas, pobres en documentos, no tanto para confirmar o modificar la fecha del origen de un ciclo, como para demostrar la transformación, en el transcurso de un poliformosmo continuo, de las mentalidades arcaicas de forma sofrenada mediante una serie de pequeños cambios. En una sociedad unanimente cristiana, como lo eran las sociedades medievales, todo hombre, toda mujer, tenían que estar bautizados y en efecto, lo estaban los bautizos se celebraban en fechas fijas, dos veces al año. No existía todavía registro de catolicidad ni certificados, nada obligaba a los individuos sino su propia conciencia negligente y desarmada. Se bautizaba a los niños cuando se requería y los retrasos de varios años eran frecuentes. Si el niño moría en el intervalo de los bautizos colectivos, la gente no se conmovía mucho esto llamo la atención de los eclesiásticos y comenzaron a ejercer presión cada vez más fuerte para obligarlas a admitir el sacramento lo antes posible después del nacimiento. Al parecer, bajo la presión de las tendencias reformadoras de la Iglesia, se comienza a descubrir el alma de los niños antes que su cuerpo. A partir de los siglos 5 y 6, desaparecen la familia y el niño de las representaciones e inscripciones funerarias y cuando reapareció en los siglos 11 y 12, las tumbas ya eran individuales, marido y mujer separados y no había tumbas esculpidas para los niños. Respecto de la representación del niño envuelto en mantitas, solo a partir del siglo 18 se ha reproducido con agrado al niño concreto en la desnudez del putto; antes se le representaba en mantillas o con faldón. Esta representación del alma bienaventurada bajo la imagen de un niño, la mayoría de las veces idealizado y desnudo, debe ser puesta en paralelo con lo que se dijo anteriormente acerca del infanticidio y del bautismo. Lo extraño es constatar que el alma dejara de ser figurada por un niño en el siglo 17, cuando éste será representado en adelante por sí mismo, época en la que se volverá más frecuente los retratos de niños vivos y muertos. Ha sido a finales del siglo 18 cuando yo he situado, a partir de fuentes francesas principalmente, la retirada de la familia de la calle, de la plaza, de la vida colectiva y su reclusión dentro de una casa mejor defendida contra los intrusos y mejor preparada para la intimidad. Es normal que en un espacio que se ha vuelto tan privado, se desarrolle un sentimiento nuevo entre los miembros de la familia, y especialmente entre la madre y el hijo: el sentimiento familiar. 3 EL DESCUBRIMIENTO DE LA INFANCIA Hasta el siglo 17, el arte medieval no conocía la infancia o no trataba de representársela; cabe pensar que en esa sociedad no había espacio para la infancia. En las pinturas, solo se podía distinguir a los niños de los adultos por la talla, ya que eran reproducidos sin ningún rasgo de la infancia. En el mundo de las formulas románticas y hasta finales del siglo 13 no aparecen niños caracterizados por una expresión particular, sino hombres de tamaño reducido. No perdían el tiempo con la imagen de la infancia, la cual no tenía para ellos ningún interés, ni siquiera en la realidad. La infancia era una época de transición, que pasaba rápidamente y de la que se perdía enseguida el recuerdo. Hacia el siglo 13 aparecen varios tipos de niños el ángel, representado bajo la apariencia de un hombre muy joven, de adolescente joven: de monaguillo. Por lo que se dejaba atrás a los adultos de tamaño reducido y se volverán más frecuentes estos ángeles adolescentes. El segundo tipo de niño será el modelo y precursor de todos los niños pequeños de la historia del arte: el niño Jesús o la Virgen María. La evolución hacia una representación más realista y más sentimental de la infancia comenzara muy pronto en la pintura, cuando en el siglo 12 aparezca una pintura del niño Jesús junto a su madre. En la época gótica aparece un tercer tipo de niño, el niño desnudo. Primero tímidamente y luego cada vez con mayor frecuencia, la infancia religiosa no se limita ya a la de Jesús o de la Virgen y comienzan a incorporarse otras infancias santas: la de san Juan evangelista y Santiago el Mayor. Se constituye así una iconografía completamente nueva, multiplicando las escenas infantiles. Esta iconografía coincide con una abundancia de historias de niños en las leyendas y cuentos devotos. Durante los siglos 15 y 16, de esta iconografía religiosa de la infancia se desprenderá finalmente una iconografía laica. No se trata aun de la representación del niño solo; la escena de costumbres se desarrolla mediante la transformación de la iconografía alegórica convencional. El niño se convierte en uno de los personajes más frecuentes de estas historietas, el niño en familia, el niño y sus compañeros de juego, el niño entre la multitud, etc. Esas escenas de costumbres no se refieren en general a la descripción exclusiva de la infancia sino que frecuentemente aparecen niños entre sus protagonistas principales o secundarios. Esto nos sugiere dos ideas que los niños estaban junto a los adultos en la vida cotidiana y que la gente se interesaba particularmente en la representación de la infancia por su aspecto gracioso o pintoresco. Hoy en día esto puede parecernos arcaico, ya que tendemos a separar el mundo de los niños del de los adultos, pero por otro lado, la segunda idea nos anuncia el sentimiento moderno de la infancia. En las efigies funerarias, el niño aparece muy tarde en el siglo 16 y no en la tumba de sus padres, sino en la de sus profesores. A nadie se le ocurría conservar la imagen de un niño, tanto si había vivido y se había hecho hombre, como si se había muerto en la primera infancia. En este caso, la infancia no era más que un pasaje sin importancia, que no era necesario grabar en la memoria y si el niño moría nadie pensaba que esta cosita que desaparecía tan pronto fuera digna de recordar. Nadie pensaba que este niño contenía ya toda su persona de hombre como creemos hoy en día; morían demasiados. Esta indiferencia era una consecuencia directa e inevitable de la demografía de la época y persistió en el mundo rural hasta el siglo 19. La aparición del retrato del niño muerto en el siglo 16 marca un momento importante en la historia de los sentimientos y éste retrato será primeramente en una efigie funeraria. Al principio no se representara al niño 4 solo, sino en la tumba de sus padres. En cambio, a comienzos del siglo 17 se vuelven numerosos, se observa que ha arraigado la costumbre de conservar el aspecto fugaz de la infancia. En lo sucesivo se representa al niño solo y por sí mismo. Aunque las condiciones demográficas no se hayan transformado mucho desde el siglo 13 al 17, y la mortalidad infantil se haya mantenido a un nivel muy elevado, aparece una nueva sensibilidad que otorga a esos seres frágiles y amenazados una particularidad que se ignoraba antes de reconocérsela: que el alma del niño tb era inmortal. Este interés por el niño precede en más de un siglo a la transformación de las condiciones demográficas que se pueden fechar cuando empezó un cuidado contra la viruela, lo que suponía un estado de ánimo que debía al mismo tiempo favorecer otras prácticas de higiene y permitir un retroceso de la mortalidad. Otra representación desconocida de la edad media es el putto, el niñito desnudo, el cual se extienda incluso al Niño Jesús y a los otros niños sagrados. La afición por el putto correspondía a algo más profundo que la desnudez clásica, y que es preciso atribuir a un amplio movimiento de interés a favor de la infancia. El siglo 17 fue de gran importancia en la evolución de los temas relativos a la primera infancia; los retratos de niños solos se vuelven numerosos y triviales durante este siglo. Fue igualmente en este siglo cuando los retratos de familia de épocas anteriores tendieron a organizarse en torno al niño, que se convirtió en el centro de la composición. En este siglo, la escena de costumbres reservara a la infancia un lugar privilegiado: se aprecian innumerables escenas de infancia de carácter convencional (la lección de lectura, de música, niños dibujando o leyendo) LA MEZCLA DE EDADES Y LA LIBERTAD DE LOS ESCOLARES ¿A qué edad se entraba a la escuela? La edad dada por el historiador inglés Adamson parece ser la más corriente: de 9 a 12 años. Observemos que hoy en día a esa edad ingresaría en sextos y ya había hecho cuatro o cinco años de escuela primaria. Por lo tanto, se ingresaba tarde a la escuela y ¿Cuánto tiempo se permanecía en ella? duraba hasta los 13 o 14 años. Durante los siglos 12 y 13, predominaba la costumbre del ciclo largo, los estudiantes franceses solían permanecer en las escuelas muchos años, hasta los veinte o más. Se podía observar que en general los principiantes tenían unos diez años, pero sus contemporáneos no prestaban atención a eso y encontraban harto natural que un adulto que quería aprender se mezclara con una asistencia infantil, ya que lo que importaba era la disciplina enseñada, cualquiera que fuera la edad del estudiante. Hoy en día esta mezcla de edades nos escandaliza, pero en esa época en cuanto el niño entraba en la escuela, ingresaba inmediatamente en el mundo de los adultos. 5 CONCLUSION En la edad media, a principios de la era moderna los niños vivían mezclados con los adultos y aproximadamente a partir de los 7 años empezaban a desenvolverse solos y desde ese momento entraban de golpe en la gran comunidad de los hombres y compartían con sus amigos, jóvenes, viejos, los trabajos y juegos cotidianos. En esa existencia no quedaba espacio para un sector privado y la familia cumplía la función de transmisión de la vida, de los bienes y de los apellidos. La sociedad medieval no tenía idea de la educación, en cambio, nuestra sociedad sabe que hoy en día depende del éxito de su sistema educativo. Para los medievales, el niño desde su destete o un poco más tarde pasaba a ser compañero natural del adulto. A principios de la era moderna, el gran acontecimiento fue la reaparición del interés por la educación y éste se implantara poco a poco en el núcleo de la sociedad y la transformara completamente. La familia asume una función moral y espiritual; será quien forme los cuerpos y las almas. El interés por los niños inspira nuevos sentimientos, un nuevo afecto de la iconografía del siglo 17: el sentimiento moderno de la infancia. La moral de la época exige dar a los hijos una formación para la vida y se sustituye el aprendizaje tradicional por la escuela. En este sentido, el desarrollo extraordinario de la escuela en el siglo 17 es una consecuencia del nuevo interés de los padres por la educación de sus hijos. La escuela y la familia retiraron al niño de la sociedad de los adultos; la familia moderna no solo saco de la vida común a los niños sino que igualmente suprimió gran parte de la dedicación y de las preocupaciones de los adultos.
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