Domingo Ide RamosI del Tiempo OrdinarioCiclo A 16 17 de eneroabril de 2011 Los textos de la pasión de nuestro Señor Jesucristo ocupan un lugar central en la espiritualidad cristiana. La liturgia de la Iglesia nos los presenta en la Semana Santa en dos ocasiones: el Viernes Santo, según la tradición de san Juan, y el Domingo de Ramos, siguiendoRamos, una repetición incesanteLa cuestión de la muerte sacude la conciencia humana. Las miradas de nuestro tiempo tienen una actitud ambigua ante la muerte. En parte, evitan verla. Se procura ignorarla como tema. Pero por otro lado encontramos enfermizas representaciones visuales en el cine, la televisión, y otros miedos de comunicación y entretenimiento. Lo que sucede, en cualquier caso, es que se banaliza. Se tiende a quitarle su seriedad. Ello no deja de afectar los procesos naturales de duelo y despedida. La experiencia, sin embargo, se nos impone. Por más que se pretenda desviar la atención, la muerte de seres queridos nos cimbra hasta lo más profundo, conmoviendo hasta unas lágrimas incontenibles y desgarradoras. La inminencia de la propia muerte, por otro lado, se percibe como algo incontestable. El cristiano, en este ambiente temeroso, recuerda siempre que en el corazón de su fe hay un mensaje, una buena noticia, justo delante de este interrogante inmenso. Nuestra fe no calla, ni nos permite callar sobre este tema. Nuestro cuerpo, dice san Pablo, sigue sujeto a la muerte a causa del pecado. Los cristianos sabemos que vivimos bajo el signo del Redentor, de su actividad salvadora, de su justicia, de modo que nos marca la esperanza espiritual, es decir, la certeza de que si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en nosotros, entonces el Padre que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a nuestros cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en nosotros. En ello consiste nuestra esperanza, en saber que quien cree en Cristo no morirá para siempre. Sobre este contenido crucial de nuestra fe nos guía la parte final de la Cuaresma. debe leerse a partir del misterio pascual de Jesucristo, del cual la resurrección de Lázaro constituyó un signo, el último grande signo del evangelio según san Juan. Lo que a los ojos humanos se erige como el fracaso más rotundo y definitivo de cualquier pretensión humana, la muerte, debe ser leído en la fe a partir de la proclamación solemne de nuestro Señor: El pasaje evangélico de hoy, sin embargo, no sólo nos anuncia en figura lo que habrá de ser la resurrección de Jesús, sino que nos deja ver el modo como el Señor quiso participar del dolor humano. Si nosotros gritamos desde lo hondo de nuestro abismo, también Cristo clama desde lo hondo de su ser. Él llora, nos dice el texto, profundamente conmovido, al preguntar dónde habían puesto a su amigo Lázaro, vibrando con las incesantes lágrimas de María pero también con aquellas multitudes que habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano. Dios ha querido estar con nosotros en el inquietante escenario de la muerte. Sabemos que él mismo quiso cruzar el umbral de la muerte, y una muerte en Cruz. Poco antes, en lo que fue su última subida a Judea, quiso también enfrentar la muerte de un ser querido y compartir fraternalmente hasta las lágrimas la tragedia de las pérdidas humanas. Al mismo tiempo, se sobrepuso a ello con la fuerza de su propio ministerio, como lo había anunciado desde que Formatted: Justified Formatted: Font: Italic atendió el llamado de ir a Betania: aquello no habría de acabar en la muerte, sino que serviría para la gloria de Dios.É En realidad, lno sólo del instrumento de su humanidad que ha clamado al Padre con confianza, sabiendo que siempre es escuchado, sino que proviene del abismo de su misterio divino. En el llanto conmovido de Jesús así como en la voz poderosa que ordena a la vida salir de la tumba, se deja sentir en la historia de los hombres la voluntad del Dios misericordioso que quiere salvar a los hombres, y por ello manifiesta su gloria. Es lo mismo que ya había anunciado por boca del profeta Ezequiel: “Pueblo mío, yo mismo abriré sus sepulcros, los haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel”. De esta obra portentosa, que en el caso de Lázaro se cumplió superando cualquier expectativa que las hermanas hubieran podido aguardar, se sigue, sin embargo, la auténtica finalidad que es el contenido verdadero de la vida: el reconocimiento de Dios. “Cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío, ustedes dirán que yo soy el Señor”. En el diálogo con Marta, Jesús también dirige la atención de su proceder hacia una madura profesión de fe. El clamor de auxilio educado en el seguimiento del Señor puede convertirse en una confesión que también brota de lo más hondo de la persona. Marta ya se ha dejado ver como una fiel discípula del Señor, repitiendo correctamente la doctrina de la resurrección en el último día. Pero la piedra sobre la que se construye el edificio es el reconocimiento de Jesús como el enviado del Padre. Así, aún antes de que el Señor la sorprendiera con su intervención poderosa, fue movida a manifestar su fe en aquel contexto de peculiar dolor: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. Desde lo hondo ha manifestado su fe, y con ello nos ha mostrado que ya está en el camino de la vida, pues como el mismo evangelio de san Juan nos recuerda, la vida eterna consiste en el conocimiento de Dios y de su enviado Jesucristo. El contenido de la vida eterna se adelante plenamente en los actos de fe del creyente. Proclamemos en esta Eucaristía nuestra fe en el que es la Resurrección y la Vida, el vencedor de la muerte, compañía eficaz de amor que colma nuestros abismos con su gloria.también desde el abismo de su misterio. siguiendo la tradición sinóptica del ciclo anual, que hoy corresponde a san Mateo. La fuerza narrativa del Evangelio es tan evidente que la mejor resonancia que podemos tener ante ella es la de la escucha silenciosa. La entrega del Hijo del hombre en manos de los pecadores ha ocurrido, efectivamente; en ella se ha cumplido íntegramente la palabra profética y desde ella se ha verificado para todos los hombres la oferta de salvación. Por una parte, san Mateo nos presenta la dramática “entrega” de Jesús. En ella, un protagonismo peculiar lo tiene Judas. Es él quien maquinó en su corazón la idea, quien se movió con las autoridades para cumplirla, y quien finalmente, sobrepasado por el alcance de su misma traición, terminó por darse muerte al reconocer que había entregado a un hombre justo. Después de su intervención, la “entrega” pasa a ser función de Pilato: primero se nos dice que sabía que se lo habían entregado por envidia, y después, a pesar de reconocer que se trataba de un hombre justo, lo entregó para que lo crucificaran. Esta secuencia de “entregas” tiene un valor teológico. El mismo Jesús había anunciado que el Hijo del hombre sería entregado en manos de pecadores, es decir, que la fuerza del pecado y el incontenible poder del mal se ensañarían con él hasta darle muerte. Son acciones humanas, decisiones de personas, intervenciones de turbas, lo que dan lugar a la concreta pasión del Señor. Pero en ella se deja sentir y se representa la globalidad de una historia humana de pecado y ofensa a la bondad de Dios. Misteriosamente, el acto valiente del Hijo que bebe el cáliz que el Padre le presenta para cumplir su voluntad se convierte en la fuente de vida para los mismos pecadores. Como simbólicamente quedó insinuado en la expresión de la multitud a Pilato: “¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” Esa sangre cae como responsabilidad de los pecados de los hombres, pero su derramamiento se convierte en el fecundo rocío que a esos malhechores –es decir, a nosotros– les otorga la redención. Además del drama de la “entrega”, en la persona de Pedro somos testigos de un doloroso proceso de “negación”. Actitud cobarde y tanto más paradójica cuanto en el mismo antecedente se preparó con una bravuconería exaltada: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré”, había dicho antes de la oración de Getsemaní. Durante el camino a Jerusalén, en tres ocasiones Jesús había anunciado a su muerte. En ese recorrido, el mismo Pedro se había convertido en razón de escándalo al intentar disuadir al Señor de lo que había anunciado. También en ese camino, después del tercer anuncio, los dos hijos de Zebedeo pidieron ocupar lugares privilegiados en el reino, y con ello generaron confrontación entre los apóstoles. En aquella ocasión Jesús había vuelto al tema de su entrega, cuestionando si podrían beber el cáliz que él iba a beber. Con pretensiones, también juraron hacerlo. Estos mismos tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan, fueron los testigos de la transfiguración luminosa de Jesús en el monte, que celebramos en el segundo domingo de Cuaresma. Ahora son ellos mismos quienes acompañan a Jesús más de cerca en la intensa oración que prepara el momento de la entrega. Lo cierto es que, en el momento crucial de la soledad orante de Jesús, ellos duermen. La negación, que para Pedro se hará aún más patente en el signo del canto del gallo, que sin duda acompañaría cada amanecer de su propia historia futura, se nos presenta también como una advertencia de nuestras propias inconsistencias y negaciones. Pero más allá de las entregas y las negaciones de los discípulos, el Evangelio nos invita a mirar a Jesús, y reconocer su identidad. De hecho, las últimas expresiones que el evangelista pone en sus labios, después de los cinco grandes discursos que había desarrollado a lo largo de su ministerio, pueden parecer escuetas. Sin embargo, en todas ellas se ratifica la identidad de Jesús. Son varias las ocasiones en que se echa de menos la defensa del acusado. Él, por su parte, guarda silencio. Sólo responde ante las preguntas que tienen que ver con su propia persona, y entonces su palabra tiene una fuerza precisa, reveladora. Cuando ante el Sumo Sacerdote, en presencia de todo el sanedrín, se presentaban testigos falsos, él guardaba silencio. Pero finalmente lo aborda con solemnidad: “Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”. Y la respuesta entonces es tajante, y añade a los dos títulos mencionados, el de Cristo y el de Hijo de Dios, el tercero, que ya había anunciado previamente para dar razón de su entrega, “hijo del hombre”: “Tú lo has dicho. Además, yo les declaro que pronto verán al Hijo del hombre, sentado a la derecha de Dios, venir sobre las nubes del cielo”. Esta afirmación dará lugar a que el testimonio de los demás no sea necesario. Después, con Pilato, ante el que también se hacen acusaciones y él nada responde, se formula con precisión la pregunta sobre su identidad: “¿Eres tú el Rey de los judíos?”, y él de nuevo responde con franqueza: “Tú lo has dicho”. Esta acumulación de títulos en el proceso de Jesús no es casual. Por el contrario, deja entender el alcance de la obra de la que somos testigos. La vana palabrería de las acusaciones no tiene más consistencia que la vacuidad del pecado. Pero en la contundencia de su presencia se escucha la voz del Dios-con-nosotros que, por encima de nuestros pecados y caídas, se ofrece como realidad de una Alianza nueva. Después, y ya en la cruz, sólo una palabra más brotará de los labios de Jesús en el evangelio de san Mateo. Se nos transmite en su fórmula hebrea: “Elí, elí, ¿lemá sabactaní?” El mismo autor traduce su significado: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Son las primeras palabras del salmo 21, un fragmento del cual ha sido también entonado en la Liturgia de la Palabra. Esta oración da lugar a una pregunta de parte de quienes lo observan que podría parecer un simple error acústico: “Está llamando a Elías”. Pero los mismos evangelios nos permiten entender las implicaciones de una mención al profeta en este contexto. Durante los debates sobre la misión del Mesías, uno de los cuales tuvo lugar precisamente después de la transfiguración del Señor, se recordaba la tradición judía según la cual el tiempo mesiánico debía ser precedido por la venida de Elías. En aquel entonces, Jesús había dicho que esa venida ya se había dado en la persona del Bautista. De modo que la totalidad de la obra de Jesús se está cerrando en clave mesiánica: lo que ahora contemplamos es precisamente el cumplimiento cabal de la obra del Ungido de Dios. Lo que se anunció desde entonces, el Reino de los cielos, la conversión para el perdón de los pecados, está a punto de ser completado. El sentido de todo mesianismo se sintetiza en la entrega de la vida de Jesús en la cruz. Pero estas palabras aún nos iluminan otro aspecto del misterio de Jesús. El indicar las primeras palabras de un salmo hacen sentir el contenido íntegro del mismo, en labios del judío piadoso. Lo que en sus primeras palabras es el grito lastimero de la soledad culmina en unas palabras de absoluta confianza en Dios de parte del justo, por encima de las persecuciones y calamidades que le ocurren. En este contenido, el salmo deja entrever la figura del Siervo de Dios que aparece descrito con rasgos no menos dramáticos en los textos de Isaías, uno de los cuales ha sido hoy proclamado como primera lectura. La elocuencia de la lengua experta, la del que no ha opuesto resistencia ni se ha echado para atrás, la de quien ofreció su espalda a los que lo golpeaban y las mejillas a quienes le tiraban de la barba, la firmeza de quien en su rostro es una roca que no quedará confundido ni avergonzado se nos presenta en estos días para la contemplación, la veneración y el amor agradecido. Que el mismo Señor nos conceda introducirnos en estos días santos al hondo misterio de su entrega por nuestra salvación. Lecturas Lectura del libro del profeta Isaías (50, 4-7) Formatted: Font: Not Italic Formatted: Justified Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Not Bold, Italic, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Space Before: Auto, After: Auto En aquel entonces, dijo Isaías: “El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos. Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endureció mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado”. Lectura del libro del profeta Isaías (49,3.5-6) El Señor me dijo: “Tú eres mi siervo, Israel; en ti manifestaré mi gloria”. Ahora habla el Señor, el que me formó desde el seno materno, para que fuera su servidor, para hacer que Jacob volviera a Él y congregar a Israel en torno suyo –tanto así me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza–. Ahora, pues, dice el Señor: “Es poco que seas mi siervo sólo para restablecer a las tribus de Jacob y reunir a los sobrevivientes de Israel; te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra”. Salmo Responsorial (Del Salmo 2139) R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Todos los que me ven, de mí se burlan;Esperé en el Señor con gran confianza; me hacen gestos y dicen: Él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias. “Confiaba en el Señor, pues que él lo salve;Él me puso en la boca un canto nuevo, si de veras lo ama, que lo libre”.un himno a nuestro Dios. R/. Los malvados me cercan por doquieraSacrificios y ofrendas no quisiste, abriste, en cambio, mis oídos a tu voz. como rabiosos perros. No exigiste holocaustos por la culpa, Mis manos y mis pies han taladrado y se pueden contar todos mis huesos.así que dije: “Aquí estoy”. R/. Reparten entre sí mis vestiduras y se juegan mi túnica a los dados. Señor, auxilio mío, ven y ayúdame, no te quedes de mí tan alejado. R/. Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alábenlo; glorifícalo, linaje de Jacob; témelo, estirpe de Israel. R/. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses (2, 6-11) Formatted: Justified, Space Before: Auto, After: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: Italic Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Not Bold, Italic, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Space Before: Auto, After: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Not Bold, Italic, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Italic, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. En tus libros se me ordena hacer tu voluntad; esto es, Señor, lo que deseo: tu ley en medio de mi corazón. R/. He anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo sabes, Señor. R/. Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios (1,1-3) Yo, Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Sóstenes, mi colaborador, saludamos a la comunidad cristiana que está en Corinto. A todos ustedes, a quienes Dios santificó en Cristo Jesús y que son su pueblo santo, así como a todos aquellos que en cualquier lugar invocan el nombre de Cristo Jesús, Señor nuestro y Señor de ellos, les deseo la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Cristo Jesús, el Señor. R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús Aleluya, aleluy.a. Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. Aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. A todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios. R/. Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (26,14–27,66) Del Santo Evangelio según san Juan (1,29-34) En aquel tiempo, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: “Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo he dicho: „El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo‟. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me dan si les entregó a Jesús?” Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo. El primer día de la fiesta de los panes ÁAzimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?” El respondió: “Vayan a la ciudad, a casa de Formatted: Justified, Space Before: Auto, After: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: Not Italic Formatted: Justified Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted ... Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted ... fulano y díganle: „El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa‟ ”. Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce, y mientras cenaban, les dijo: “Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme”. Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: “¿Acaso soy yo, Señor?” El respondió: “El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido”. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: “¿Acaso soy yo, Maestro?” Jesús le respondió: “Tú lo has dicho”. Durante la cena, Jesús tomó un pan, y pronunciada la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen y coman. Este es mi Cuerpo”. Luego tomó en sus manos una copa de vino, y pronunciada la acción de gracias, la pasó a sus discípulos, diciendo: “Beban todos de ella, porque ésta es mi Sangre, Sangre de la nueva alianza, que será derramada por todos, para el perdón de los pecados. Les digo que ya no beberé más del fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre”. Después de haber cantado el himno, salieron hacia el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo: “Todos ustedes se van a escandalizar de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero después de que yo resucite, iré delante de ustedes a Galilea”. Entonces Pedro le replicó: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré”. Jesús le dijo: “Yo te aseguro que esta misma noche, antes de que el gallo cante, me habrás negado tres veces”. Pedro le replicó: “Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”. Y lo mismo dijeron todos los discípulos. Entonces Jesús fue con ellos a un lugar llamado Getsemaní y dijo a los discípulos: “Quédense aquí mientras yo voy a orar más allá”. Se llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: “Mi alma está llena de una tristeza mortal. Quédense aquí y velen conmigo”. Avanzó unos pasos más, se postró rostro en tierra y comenzó a orar, diciendo: “Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero que no se haga como yo quiero, sino como quieres tú”. Volvió entonces a donde estaban los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro: “¿No han podido velar conmigo ni una hora? Velen y oren, para no caer en la tentación, porque el espíritu está pronto, pero la carne es débil”. Y alejándose de nuevo, se puso a orar, diciendo: “Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad”. Después volvió y encontró a sus discípulos otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño. Los dejó y se fue a orar de nuevo, por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Después de esto, volvió a donde estaban los discípulos y les dijo: “Duerman ya y descansen. He aquí que llega la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está aquí el que me va a entregar”. Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó Judas, uno de los Doce, seguido de una chusma numerosa con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El que lo iba a entregar les había dado esta señal: “Aquel a quien yo le dé un beso, ése es. Aprehéndanlo”. Al instante se acercó a Jesús y le dijo: “¡Buenas noches, Maestro!” Y lo besó. Jesús le dijo: “Amigo, ¿es esto a lo que has venido?” Entonces se acercaron a Jesús, le echaron mano y lo apresaron. Uno de los que estaban con Jesús, sacó la espada, hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó una oreja. Le dijo entonces Jesús: “Vuelve la espada a su lugar, pues quien usa la espada, a espada morirá. ¿No crees que si yo se lo pidiera a mi Padre, él pondría ahora mismo a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Pero, ¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras, que dicen que así debe suceder?” Enseguida dijo Jesús a aquella se cumplirían entonces las Escrituras, que dicen que así debe suceder?” Enseguida dijo Jesús a aquella chusma: “¿Han Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... salido ustedes a apresarme como a un bandido, con espadas y palos? Todos los días yo enseñaba, sentado en el templo, y no me aprehendieron. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las predicciones de los profetas”. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que aprehendieron a Jesús lo llevaron a la casa del sumo sacerdote Caifás, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos. Pedro los fue siguiendo de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y todo el sanedrín andaban buscando un falso testimonio contra Jesús, con ánimo de darle muerte; pero no lo encontraron, aunque se presentaron muchos testigos falsos. Al fin llegaron dos, que dijeron: “Este dijo: „Puedo derribar el templo de Dios y reconstruirlo en tres días‟ ”. Entonces el sumo sacerdote se levantó y le dijo: “¿No respondes nada a lo que éstos atestiguan en contra tuya?” Como Jesús callaba, el sumo sacerdote le dijo: “Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”. Jesús le respondió: “Tú lo has dicho. Además, yo les declaro que pronto verán al Hijo del hombre, sentado a la derecha de Dios, venir sobre las nubes del cielo”. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: “¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?” Ellos respondieron: “Es reo de muerte”. Luego comenzaron a escupirle en la cara y a darle de bofetadas. Otros lo golpeaban, diciendo: “Adivina quién es el que te ha pegado”. Entretanto, Pedro estaba fuera, sentado en el patio. Una criada se le acercó y le dijo: “Tú también estabas con Jesús, el galileo”. Pero él lo negó ante todos, diciendo: “No sé de qué me estás hablando”. Ya se iba hacia el zaguán, cuando lo vio otra criada y dijo a los que estaban ahí: “También ése andaba con Jesús, el nazareno”. El de nuevo lo negó con juramento: “No conozco a ese hombre”. Poco después se acercaron a Pedro los que estaban ahí y le dijeron: “No cabe duda de que tú también eres de ellos, pues hasta tu modo de hablar te delata”. Entonces él comenzó a echar maldiciones y a jurar que no conocía a aquel hombre. Y en aquel momento cantó el gallo. Entonces se acordó Pedro de que Jesús había dicho: „Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces‟. Y saliendo de ahí se soltó a llorar amargamente. Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Después de atarlo, lo llevaron ante el procurador, Poncio Pilato, y se lo entregaron. Entonces Judas, el que lo había entregado, viendo que Jesús había sido condenado a muerte, devolvió arrepentido las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes a los ancianos, diciendo: “Pequé, entregando la sangre de un inocente”. Ellos dijeron: “¿Y a nosotros qué nos importa? Allá tú”. Entonces Judas arrojó las monedas de plata en el templo, se fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes tomaron las monedas de plata y dijeron: “No es lícito juntarlas con el dinero de las limosnas, porque son precio de sangre”. Después de deliberar, compraron con ellas el Campo del alfarero, para sepultar ahí a los extranjeros. Por eso aquel campo se llama hasta el día de hoy “Campo de sangre”. Así se cumplió lo que dijo el profeta Jeremías: Tomaron las treinta monedas de plata en que fue tasado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel, y las dieron por el Campo del alfarero, según lo que me ordenó el Señor. Jesús compareció ante el procurador, Poncio Pilato, quien le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús respondió: “Tú lo has dicho”. Pero nada respondió a las acusaciones que le hacían los sumos sacerdotes y los ancianos. Entonces le dijo Pilato: “¿No oyes todo lo que dicen contra ti?” Pero él nada respondió, hasta el punto de que el procurador se quedó muy extrañado. Con ocasión de la fiesta de la Pascua, el procurador solía conceder a la multitud la libertad del preso que quisieran. Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Dijo, pues, Pilato a los ahí reunidos: “¿A quién quieren que les deje en libertad: a Barrabás o a Jesús, que se dice el Mesías?” Pilato sabía que se lo habían entregado por envidia. Estando él sentado en el tribunal, Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... Formatted ... su mujer mandó decirle: “No te metas con ese hombre justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa”. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la muchedumbre de que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Así, cuando el procurador les preguntó: “¿A cuál de los dos quieren que les suelte?”, ellos respondieron: “A Barrabás”. Pilato les dijo: “¿Y qué voy a hacer con Jesús, que se dice el Mesías?” Respondieron todos: “Crucifícalo”. Pilato preguntó: “Pero, ¿qué mal ha hecho?” Mas ellos seguían gritando cada vez con más fuerza: “¡Crucifícalo!” Entonces Pilato, viendo que nada conseguía y que crecía el tumulto, pidió agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo: “Yo no me hago responsable de la muerte de este hombre justo. Allá ustedes”. Todo el pueblo respondió: “¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás. En cambio a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del procurador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a todo el batallón. Lo desnudaron, le echaron encima un manto de púrpura, trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza; le pusieron una caña en su mano derecha, y arrodillándose ante él, se burlaban diciendo: “¡Viva el rey de los judíos!”, y le escupían. Luego, quitándole la caña, lo golpeaban con ella en la cabeza. Después de que se burlaron de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Al llegar a un lugar llamado Gólgota, es decir, “Lugar de la Calavera”, le dieron a beber a Jesús vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no lo quiso beber. Los que lo crucificaron se repartieron sus vestidos, echando suertes, y se quedaron sentados ahí para custodiarlo. Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: „Este es Jesús, el rey de los judíos‟. Juntamente con él, crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Los que pasaban por ahí lo insultaban moviendo la cabeza y gritándole: “Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz”. También se burlaban de él los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, diciendo: “Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo. Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios, que Dios lo salve ahora, si es que de verdad lo ama, pues él ha dicho: „Soy el Hijo de Dios‟ ”. Hasta los ladrones que estaban crucificados a su lado lo injuriaban. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, se oscureció toda aquella tierra. Y alrededor de las tres, Jesús exclamó con fuerte voz: “Elí, Elí, ¿lemá sabactaní?”, que quiere decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Algunos de los presentes, al oírlo, decían: “Está llamando a Elías”. Enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y sujetándola a una caña, le ofreció de beber. Pero los otros le dijeron: “Déjalo. Vamos a ver si viene Elías a salvarlo”. Entonces Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró. Entonces el velo del templo se rasgó en dos partes, de arriba a abajo, la tierra tembló y las rocas se partieron. Se abrieron los sepulcros y resucitaron muchos justos que habían muerto, y después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. Por su parte, el oficial y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y las cosas que ocurrían, se llenaron de un gran temor y dijeron: “Verdaderamente éste era hijo de Dios”. Estaban también allí, mirando desde lejos, muchas de las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, y Pilato dio orden de que se lo entregaran. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo, que había hecho excavar en la roca para sí mismo. Hizo rodar una gran piedra hasta la Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted ... Formatted ... Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted ... Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted ... Formatted ... entrada del sepulcro y se retiró. Estaban ahí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro. Al otro día, el siguiente de la preparación de la Pascua, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato y le dijeron: “Señor, nos hemos acordado de que ese impostor, estando aún en vida, dijo: „A los tres días resucitaré‟. Manda, pues, asegurar el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan luego al pueblo: „Resucitó de entre los muertos‟, porque esta última impostura sería peor que la primera”. Pilato les dijo: “Tomen un pelotón de soldados, vayan y aseguren el sepulcro como ustedes quieran”. Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, poniendo un sello sobre la puerta y dejaron ahí la guardia. Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt, Font color: Auto, Spanish (Mexico) Formatted: Justified, Space Before: Auto, After: Auto Formatted: Font: (Default) Times New Roman, 12 pt