Del Erotismo a La Lujuria...

March 17, 2018 | Author: Lo_Saiber | Category: Vagina, Love, Orgasm, Eroticism, Nudity


Comments



Description

DEL EROTISMO A LA LUJURIA... PARA TERMINAR EN LA DEPRAVACIÓN...POR LUIS CASALA A la lectora que a bien reciba ésta obra pornográfica, la advertencia de que en cada nivel (parecido a capítulos separados), aumenta la crudeza de los textos, ¡hasta llegar, verdaderamente, a lo que muchas consideran enfermizo, depravado, desviado!, aunque muchas otras lo disfrutan tanto que, sin darme cuenta, cada vez escribía situaciones más y más fuertes (pasando, llegando a tocar, prácticamente, por todas las filias y desviaciones que conozca la lectora, ¡aunque fuera en uno o dos textos!), para satisfacer, para complacer, para lograr ese orgasmo tan anhelado, tan exquisito, para ella, para mí, cada día, cada semana... Aunque el mío fuese únicamente mental, lo que no desmerece ni un poco... Mis musas saben bien, en sus adentros, quienes son; no pretendo mencionar sus nombres ni ningún otro dato que las comprometa; pero no fueron, en realidad, muchas; sin embargo, me dieron el abanico de emociones y me hicieron dejar volar la imaginación hasta alcanzar varias decenas de títulos que ahora plasmo en un único archivo, para complacencia de ellas mismas, y de cualquier dama que lo disfrute (que, finalmente, es como hacer el amor a través de las letras). Si al final de la obra es usted de las que lo han gozado, le agradezco enormemente habérseme entregado, aunque no haya tenido el placer enorme de besar su piel, y acariciar su cuerpo... Muchas gracias. Luis Casala. NIVEL I ENCUENTROS ENTRE AMANTES Hoy sólo deseo beber de tu fuente con tranquilidad y paciencia; de modo relajado probar tu sabor y deleitarme con él plenamente; sin prisas, sin ninguna otra pretensión, olvidándome del mundo, dejando correr las horas, dejando desaparecer la tarde entera... Me recuesto desnudo en la cama, y te invito a quitarte la ropa; ¡eres tan hermosa!, desnuda, frente a mí, deseando ser amada; te subes junto a mí y, con delicadeza, te guío a la postura, la postura con la que tanto deseo hacerte mía el día de hoy... Te pones de rodillas y queda mi rostro bajo tu entrepierna, te hago bajar un poco hasta que tus nalgas reposan en mi pecho; quedas sentada en mi caja torácica y levanto un poco mi cabeza, ayudándome, para ello, con un par de almohadas que la levantan, mi boca busca tu vulva y empiezo a lamer tus labios vaginales... Apoyada hacia atrás, sosteniéndote con tus brazos extendidos, dejas al descubierto, de modo por demás desinhibido, tus senos, como si los ofrecieras al dios del viento, para que los posea, veo tal imagen y los atrapo con mis manos ansiosas de tocarlos... Durante unos momentos la escena es un dechado de paz, ambos disfrutando, con los ojos cerrados, dedicados a sentir; yo, lamiendo tu sexo sin prisa, saboreándote y chupando, tú, entregándote al placer sin pena ni limitación alguna, abriendo las piernas para dejarme hacer, con tus senos expuestos, atrapados por mis ágiles manos, que acarician, pellizcan, tocan... Pero, casi sin darme cuenta del instante, empieza la furia, empiezas a moverte rítmicamente, a jadear, gemir, gritar; pareciera que pretendes usar mi lengua como miembro, falo, ¡y yo no cedo!, noto cuál es la intensión y la endurezco, pongo todo de mi parte para penetrarte con mi húmeda lengua... ¡Estás en un grito de placer lujurioso!, contorsionándote; ¡y te vienes en un estallido de gozo!, lo sé por todo el líquido, todo ése exqusito líquido que ha salido de tus entrañas, mismo que llena mi boca, mi garganta, y lo saboreo en verdad... No hemos cambiado de posición, y tú no has acabado de sentir, puedo percatarme de que en tu vagina aún hay contracciones, y toda tú tiemblas un poco, de vez en vez, involuntariamente; también es notoria la agitación de tu respirar, y de tu gemir... Al acabar, te dejas caer, recostándote en mí, al parecer agotada; yo continúo en lo mío, en lamer, besar, chupar y beber de u sexo, con la misma calma, con la misma paz y relajamiento extremo; quizás la única diferencia es que, ahora, tengo mucho para tomar, para calmar mi sed de tus jugos, de lo que me has obsequiado... Cuando, por fin, te vuelves a excitar, decides cambiar un poco, te das la vuelta y hacemos el bello 69, es decir, nuestros sexos, mutuamente, en nuestras bocas, en nuestros labios y lenguas; siento cómo succionas mi pene, cómo lo ordeñas con tu boca, y hago lo mismo en tu entrepierna, incrementando mi actuar... ¡Estallo dentro de tu boca abundantemente, llenándola toda!, y escucho un gemido de gozo al recibirme, al probarme; lo que te provoca un orgasmo más, quizás menos violento, pero igualmente exquisito, igualmente abundante en líquidos... Tal vez, así como vamos, pudiéramos darnos el lujo de estar, de continuar un rato más, unas cuantas horas más... ¿no?... ¡Tengo tantas ganas de hacerte el amor, de hacerte mía ahora mismo!; ¡se me antoja besar tu sexo y lamerlo con ímpetu, con fuerza y locura!, meter mi lengua en tu vagina casi como si fuera un miembro erecto, pasarla por tus labios externos, internos, ¡por toda tu suave vulva!; hacer que tu clítoris crezca llenándose de sangre, ¡hasta casi reventar!, logrando que, en unos pocos minutos después de haber comenzado, ¡te vengas en un orgasmo enorme, entre gemidos y gritos de placer!; que sea un algo violento, que te haga vibrar, contorsionarte y temblar... Y una vez que te hayas venido en mi boca, beber tus jugos poco a poco, pero sin dejar de acariciar con mi boca entera tu exquisita entrepierna; lentamente, y sin embargo constante, con seguridad, volver a excitarte, arrancándote suspiros que podrían asemejar quejidos leves, apagados, señal de que vuelves a desear sentir explotar tu sexo, necesitar aliviarlo; y conseguir que, entre jadeos y bruscos movimientos de tu cadera, ¡estalles una vez más!, con lo ojos cerrados, sintiéndome acariciarte, concentrada en cada mínima sensación que sea capaz de proporcionarte... Te quiero agotada, te deseo rendida cual más, ¡casi pidiendo tregua!, así que no ceso, no te suelto, no me retiro, ni siquiera un tanto; lo que sí, disminuyo la intensidad, únicamente para no lastimarte, para no provocar alguna sensación demasiado agresiva, desagradable, pues sé que tu sexo está hipersensibilizado, ¡después de dos orgasmos!; no, soy prudente, tan sólo humedezco, usando mi lengua y labios, los paso rozándote apenas, como si te acariciara la seda, el aire, el agua... Pero pasan los minutos, ¡y tú tienes fuego en las venas, en la sangre!, no tardas mucho en tomar mi cabeza y, sin palabra alguna, sin decirlo, darme la orden de comenzar a arremeter contra tu vulva una vez más; ¡acato la orden sin chistar, y me enfrasco en lograr que crezca tu deseo!, con los mismos besos, lengüetazos y chupadas en toda esa área húmeda... Menester decir que te vienes otra vez, ahora no con tanta violencia, sino con un poco más de calma, como gozando con delicadeza, suave; es porque, simplemente, no tienes fuerza para estallar como antes; te duele la piel al roce, tus senos, tus crecidos y enchinados pezones, tu sexo ha expedido cuanto líquido contenía, y lo tomo para mí, y no puedes abrir los ojos casi nada, suspirando por el gozo obtenido... Como en alguna otra ocasión hice, me preparo para tenerte toda, para poseerte de un modo absoluto, haciéndote, por hoy siquiera, mía; me levanto e introduzco mi pene erecto, duro como piedra, en tu vagina; no soy brusco, pero tu humedad me permite llegar hasta el fondo pronto, en un único movimiento penetro sin dificultad y siento el tope, la meta... ¡Ahora, tomándote por sorpresa, algo que no esperabas ni con mucho, arremeto en un meter y sacar violento, rítmico, poderoso, en tu sexo!; es tal lo que provoco en ti que, de inmediato, doblas tu espalda con fuerza, hechando la cabeza hacia atrás, abriendo tus piernas al máximo, ayudándome a fornicarte con ímpetu, con esa energía que debo sacar... ¡Entro y salgo repetidamente!, ¡tú empiezas a jadear y pedirme más!; poco a poco, tu voz ha incrementado su fuerza, ¡ahora ya gritas!, y lo único que te oigo decir es "más, más, más... más fuerte, fuerte..."; no me hago del rogar y arremeto, ¡como si quisiéramos romper la cama!... Durante un breve momento resisto, ¡pero estoy tan, tan excitado!, hago un esfuerzo por no terminar, de uno y otro modo, con voluntad, mas no por mucho, ¡si ya era demasiado resistir mientras estaba abajo!; sin embargo, el esfuerzo no es en vano, porque cuando estallo en placer, cuando eyaculo enorme en tus entrañas, ¡tú también te vienes otra vez!... ¡Ha sido exquisito!, en verdad exquisito terminar al unísono, juntos; aunque tú, lo puedo ver, te encuentras totalmente rendida, exhausta, lo cual me provoca una satisfacción, un placer, inclusive, mayor; me recuesto a tu lado y me abrazas, ¿cómo no si estás satisfecha?... Sí, en verdad que estaba desesperado por hacerte el amor, por tenerte; y creo que, como me has demostrado, también lo has disfrutado... Hay dos grandes protagonistas, en el acto del amor, de las cuales poco, muy poco, he hablado realmente; como si fueran menos valiosas que otra parte, que otra zona de éste cuerpo preparado a actuar... Se trata de mis manos, ¡ésas que te acarician toda!, esas que recorren cada rincón de tu ser, de tu piel; abriéndole paso a la boca, a los labios, a la lengua, cuando encuentran, anhelantes, tu sexo, tu vulva; ayudantes incondicionales cuando abren tus nalgas, y dejan expuesto, para besar, el tesoro que guardan... Las ágiles danzantes que, mientras te penetro,, toman tus senos, acarician tus pezones, aprietan, y los mueven al ritmo del movimiento sensual; las que recorren tus muslos, y piernas, y pies, generando una sensación de placer inmensa... Son ellas las que levantan y sostienen tus tobillos, cuando, recostada sobre tu espalda en la cama, tu ano permite la entrada absoluta de mi miembro; y son las que te toman de la cintura cuando deseas, con el alma, que mi entrar y salir lleve continuidad, aumento de velocidad, gran incremento de fuerza... Son los dedos los que, muchas veces, tocan antes, los labios de tu entrepierna, exteriores e interiores; los que hacen crecer, llenando de sangre, tu clítoris; y los que penetran, primero, decididos, tuu vagina... Son mis manos las que te desnudan, y cubren; son las que empiezan, siguen y terminan sensuales; un instrumento que exacerba el orgasmo alcanzado, y que se mezclan, muchas veces en segundo plano, ¡pero insustituibles al momento de entregarse!... Podrías olvidar mi mirar, o mi besar apasionado, ¡pero nunca olvidar el acariciar de mis manos!... Son fechas para celebrar, así que deseo un "algo" diferente para hoy, así que, al llegar al sitio de nuestro encuentro de entrega al amor, llevo conmigo un pequeño paquete envuelto como un regalo para ti, ¡mas no te lo doy!, sólo te comento que espero, será algo muy rico... Dejando el tema a un lado, me enfrasco en besar con pasión tu boca; deseo excitarte por medio de la ternura, por medio de la caricia, no quitarte con prontitud la ropa, sino dejar que las cosas marchen, que las cosas se vayan dando sin prisa, suavecito, muy quedito... Nos recostamos, pero seguimos con el besar, casi con calma, sintiendo los labios uno del otro y, a veces, el rozar de las lenguas; ¡mas no arrebatos!, no insistencia ni exceso de fuerza o ansiedad, tan sólo besar y disfrutarlo, disfrutarlo como, a veces, no podemos, por tiempo, porque no lo planeamos o, simplemente, por olvidarlo... Siento tu suspirar intermitente, porque es algo que disfrutas mucho; finalmente, mujer con el amor a flor de piel, y ternura en los poros; así, de besar tu boca, paso al resto de tu rostro que, también, se encuentra deseoso de ser poseído entero por mi acariciar, por las caricias que solamente mis labios han sabido crear para ti... Continúo con el cuello, ¡es tan exquisito besarte ahí, tan sensual!; noto cómo, debido a una pequeñísima contorsión involuntaria, te causa una especie de espasmo de placer fugaz, casi volátil, como si se tratara de una fracción de un orgasmo, algo diminuto, pero que arrebató un gemido casi imperceptible de tu garganta... Ya he comenzado el desabrochar de tu blusa, para exponer, sin recato alguno, tu hermoso pecho, tus suaves y bellos senos; ahí, no es el besar la media, sino más bien, el chupar, el lamer; ¡quiero poseerlos en su totalidad!, es tan agradable, que tardo, ¡una verdadera eternidad!, en bien acariciarlos con mi boca... Menester decir que mis manos han estado actuando mientras, despojándote de tus ropas, y desnudando, también, mi cuerpo; al acabar de hacer míos tus suaves senos, tus pezones erectos, ya no tenemos nada que nos impida tocar nuestras pieles... Cambio de posición de modo tranquilo, guiándote a lo que busco; te acomodo sentada sobre mi rostro, sobre mi boca que pretende, poco a poco, degustar de las mieles que broten de tu sexo; quedas con tus nalgas sobre mi nariz y frente, ¡es tan excitante!, tus piernas a la altura de mis hombros, tus rodillas a la de mi pecho; erguida, te mueves como si estuvieras siendo penetrada por un pene, moviéndote mientras sientes mi lengua intentar entrar en tu vagina... Te escucho gemir un poco, entrecortadamente, de placer real; te inclino, suavemente, con mis manos hacia el frente y abajo, y, sabedora de lo que intento, tomas mi duro y crecido miembro, con tu boca, introduciéndolo casi en su totalidad, hasta la base; ¡es una sensación que me provoca un suspirar gigantesco!, solamente ahogado por tu sexo, que continúo lamiendo, chupando... En ésa posición, en ése espectacular 69, como suele llamársele, hago una pequeña pausa, pues alcanzo con mi mano el paquete, lo desenvuelvo y substraigo un vibrador corto, de 7 centímetros; es un aparatito de baterías, con forma de bala, y un cordón, ubicado en la base, como para jalarlo si se ha perdido adentro; lo activo, ¡es muy curioso su vibrar, y muy poderoso en verdad!, lo meto en tu vagina humedecida por los jugos de tu cuerpo, y me vuelvo a concentrar en lamer y chupar tu vulva, y tu clítoris y, ¡por supuesto!, también tu ano, y toda su área, que es igualmente exquisita para mis labios, para mi lengua... ¡Has sentido lo que hice de tal forma, que has olvidado lamer, te has olvidado de cualquier cosa que no sea sentir tu sexo, los órganos que están siendo poseídos de un modo tal, que sientes desfallecer, por momentos, llorar en otros!... Ya no te resistes, simplemente, ¡te vienes con fuerza salvaje!, ¡estallas acompañada de una ola de quejidos, de gritos, que bien podrían pasar por tratarse de alguien que sufre, que se encuentra entre dolores de índole indescriptible!... Me doy cuenta de todo, pero no por ello dejo lo hacer lo mío; continúo lamiendo, chupando, besando y acariciando todo, mientras, en tus entrañas, el aparato toca el punto "G", ¡pero vibrando, a todo lo que da, tocando y poseyendo!; el juguetito que decidí obsequiarte hoy, ¡te mata de placer!... Te encuentras entre dos fuegos, cosa que no imaginaste, ni siquiera sospechaste, podría pasarte a ti, mujer de fuego, mujer candente, con experiencia y conocedora de tu cuerpo; hoy, entre la piel de mi cuerpo, y el frío plástico del juguete, ¡estás por experimentar una serie de orgasmos contínuos!, de multiorgasmos, de un placer tras otro, en línea, en secuencia... Ya he contado tres, con seguridad, con certeza, orgasmos, ¡exquisitos orgasmos que te hacen, prácticamente, desmayar!; en un momento determinado, me pides que cese, que acabe, porque ya es casi dolor lo que tu vagina y clítoris te dan... Cedo, y ceso ante tu petición, dejo de besar, lamer y chupar; saco de tu vagina el aparatito, y lo apago, lo desactivo; ¡sólo puedes gemir y suspirar profundamente, casi de alivio!; te duelen los pezones, te duele la vagina, te duele el clítoris... Con ternura salgo de la posición que teníamos, te recuesto, me coloco sobre ti, y te penetro con calma, quedito, suave, mas no me muevo, sino me mantengo hasta el fondo; así, te observo, tienes los ojos cerrados, te lames los labios, parecería que duermes, respiras con ritmo, pero suspirando... Pasa largo rato, no me importa, no me incomoda, te observo; ¡eres tan hermosa!, y te ves tan sensual, tan excitante, ¡porque estás así gracias al placer que pude obsequiarte!; te observo, siempre con mi falo erecto, duro, muy firme, hasta el fondo de tu vagina, sintiéndote, suave, y húmeda... Empiezo a apretar y soltar el músculo que es mi pene, me sientes, y también empiezas a apretar y soltar, con ritmo; lo hacemos varias veces, ¡muchas, en realidad!, bastantes; ¡hasta que estallo dentro de ti, como un volcán en erupción!, expeliendo gran cantidad de semen dentro de tu sexo, en tus entrañas, haciéndote mía una vez más, y viceversa... ¡Ha sido verdaderamente una explosión de placer total!; todavía tiemblo, me contorsiono, sintiéndome desfallecer; ¡te deseaba tanto!, y me ha excitado tanto verte venir, una vez tras otra, ¡y gozar!, ¡gozar como nunca!, del sexo... Acabamos recostados, juntos, realmente agotados los dos; pero, la verdad, no tardaremos en querer volver a empezar... HACERTE DISFRUTAR... Hacerte disfrutar de las mieles de la pasión y del sexo, desde el primer momento, desde el primer encuentro; sencillamente verte, acercarme a ti, y abrazarte fuerte, estrecharte contra mi cuerpo, viéndote a los ojos, con deseo, con ansia, demostrándote cuánto me gustas, y dejándote sentir mi pene erecto por debajo de la ropa; besarte en la boca, en un acto largo, intenso, fogoso, un beso tras otro, alguno tierno, otros húmedos, donde a veces se tocan sólo los labios, apaciblemente, y otros donde se entrelazan las lenguas, como danzantes... Ahí, en público, donde hayamos acordado el encuentro; ahí, de pie ambos, poder sentir cómo te excitas dichosa, cómo crece, beso a beso, la magnitud de tu deseo; un deseo mezclado, apenas hace unos pocos minutos, con miedo, con el temor que causa esa primer cita, donde no sabes si será algo hermoso, o para olvidar.... Unidas nuestras bocas, envidiados por los que pasan, puedo percibir cómo es mayor, ¡mucho!, tu entusiasmo; me agrada imaginar que se humedece tu vagina toda, que tus labios exteriores se abren y tu clítoris aumenta, llenándose de sangre, poniéndose firme, como yo... Al cabo de un corto momento, suspiras en mi boca, profunda y largamente, mientras se doblan tus rodillas, afianzándote en mí, en el abrazo que te sostiene segura, ¡y tiemblas en mis brazos!, en verdaderos espasmos, siempre con nuestras bocas pegadas, besando, besando... Has tenido un precioso primer orgasmo el día de hoy, en ésta cita a ciegas que nos atrevimos, ambos, a realizar; ¡ya mi máximo anhelo contigo he podido bien realizar!, pues te he hecho disfrutar, te he dado un poco de placer... Pero el encuentro apenas comienza, es sólo el preludio; ahora nos sentaremos a tomar algo, y quizás comer; ¡el hielo está roto, y de qué manera tan exquisita, rica!, por un momento de placer que atesoraré por siempre, después de todo, dar gozo a una mujer es algo ¡enorme!... Me pregunto, después de aquí, ¿a dónde querrás ir?... Recostados en la cama, amanece apaciblemente, ¡estamos tan calientitos!; duermes, en un sueño tranquilo, lo sé, por tu forma de respirar pausada; sin destaparte te empiezo a acariciar, recorro con mi mano tu cuerpo; lo hago de un modo tan suave, que no te despierto, pero sientes... Exploro tus brazos, tus hombros, tus manos, tu suave cuello, tus mejillas, ¡y te mueves un poco!, pero no ceso y, afortunadamente, duermes aún; le toca a tu pecho, ¡tocarlo es tan exquisito!, cada seño, cada pezón, y lo hago de un modo que ellos crecen, se endurecen agradablemente, pero consigo mantenerte dentro de tu sueño acogedor, ¿qué soñarás?, ¿estaré provocándote un sueño húmedo?, ¡qué rico sería eso!... Toca el turno a tu sexo, y bajo mi mano a tu entrepierna, y toco; ¡qué maravilloso!, siento como empiezas a llenar de humedad tu vagina; te mueves un poco, en señal de pronto despertar ante las sensaciones, así que disminuyo la intensidad, ligeramente, ¡y suspiras tan profundo!; espero unos segundos, para iniciar de nuevo mi acariciar sensual, sintiendo cómo se abren los labios de tu sexo, cómo crece tu clítoris, cómo sale más humedad, escurriendo poco a poco, ¡tan excitante!... Me muevo y hago llegar mi boca a tu entrepierna, separando tus muslos, ¡con tanta delicadeza que aún no te despierto!, pero ya lo haré pronto; mi lengua recorre, delicadamente, pero constante, toda la anhelada zona, lamiendo, poco a poco, y absorbiendo los jugos de tu cuerpo para mí... ¡Ahora sí te he despertado!, era de esperarse, ¡estás tan excitada, tanto!, que, aún dentro de un momento en el que no entiendes si sueñas o no, empiezas a mover tu cadera sobre mi rostro, para sentir más, y más; ¡el quejido que sale de tu boca, junto con una contorsión enorme, me dice que acabas de estallar en placer, en un orgasmo exquisito!... Y te relajas, mientras yo sigo libando tus jugos, bebiendo tu humedad, la que se ha multiplicado después de haberte venido de modo tan grande; tu piel está muy sensible, y la recorro con ambas manos, con ansiedad, pasando por tus crecidos pechos, y pellizcando, de a poco, tus pezones... Te contorsionas un poco, la sensación es total, te hace temblar un poco; ¡tenía que ser así!, atrapado tu sexo por mi boca, de un modo absoluto, y mis manos recorriéndote desde la cabeza hasta los dedos de los pies; pretendo, ¡claro que pretendo!, que te vuelvas a venir en ésa posición; ¡y lo consigo!, después de un poco, de insistir un tanto, no demasiado, no era necesario, porque tu cuerpo entero estaba deseoso de sentir, de lograrlo una vez más, ¡estallando en placer, en deseo sin límites ni fin!... Estás rendida, a pesar de haber, apenas, despertado, ¡pero tan contenta!; ahora me incorporo, con mi pene duro, totalmente erecto y dispuesto, lo introduzco en tu vulva, ¡que me permite el paso con tanta facilidad!; arremeto con cierta fuerza, pero no demasiada, te permito sentir, te permito un tiempo suficiente para que regrese la excitación a ti... Cuando me percato que empiezas a arremeter con cierta fuerza, con ganas, empiezo un meter y sacar rítmico y poderoso, ¡llegando al tope de tu ser!, llegando al límite de tus entrañas, tocando tu fabuloso punto "G"; ¡te vienes, al mismo tiempo que yo!, ¡y de un modo que pareces desmayar!, ¡quejándote, suspirando, gimiendo, jadeando, y hasta llorando un tanto!; ha sido un orgasmo espectacular, maravilloso, a pesar de ser el tercero hoy... Estamos rendidos, de placer y de gozo, tal vez, y sólo tal vez por ahora, podríamos considerar descansar un poco, antes de pensar en bien despertar... Hoy tengo ganas de hacerte el amor apaciblemente, lentito, a veces es la pasión tan furibunda que pareciera violenta, unas más, en el punto medio, aún la razón algo controla, y otras, no sé si las más o las menos, se desea calor tierno... Te recuesto en la cama, vestida como estás, y me acerco, reclinado junto a ti busco tu boca para besarla largamente, sin prisa de ninguna índole, disfrutando con placer el acto, pretendiendo que sientas la dulzura que éste día tengo, que éste día surgió como un deseo involuntario y simple... Empiezas a sentirte excitada, es normal, y muy razonable, pues nuestras lenguas empiezan a tocarse, a dejarse sentir; aprovecho para despojarte, con suavidad, de tu ropa inferior, para, en un instante, hacer lo propio con toda mi ropa... Recostada así, regreso al juego de los besos, tiernos y más; pongo mi muslo entre tus piernas, invitándote a frotar, mientras nuestras bocas están pagadas una a la otra, logrando que tu sexo se humedezca un poco cada vez; la sensación que te provoca toda la situación es tan grata, que no puedes dejar de emitir algunos suspiros de placer... Llega un momento que tu accionar es rítmico, cadencioso, tanto que, precisamente como yo lo deseaba, friccionas, con fuerza, sobre mi muslo, buscando tu primer orgasmo; te dejo hacer, concentrado en el juego de los labios y lenguas... ¡Y te vienes!, ¡te vienes mojando mi muslo desnudo!; ¡qué agradable sensación, qué exquisito modo de terminar!; sin embargo, prosigo con la entrega desmedida de mi boca; pero ahora ya recorro algunas otras partes de tu fisonomía; recorro tu mejilla y tu oreja, tu cuello y tu hombro, tu brazo, tu mano y cada uno de sus delicados dedos; ¡llego a tu pecho!, y ahí, delicadamente, lo beso, lo lamo, lo abarco todo, desde la base hasta arriba, y de regreso... Tus pezones son algo que, clásicamente, no dejo pasar; los beso, los lamo pero, sobre todo, los chupo, los muerdo; es tal la sensibilidad de la zona, además del orgasmo anterior, que todo lo que te hago es como un leve choque eléctrico, haciéndote temblar en pequeñísimas contorsiones divinas... Es ahí donde me doy cuenta de que debo actuar un poco; llevo mi mano a tu sexo, para acaricialo circularmente, haciendo que mi palma abarque la totalidad de su área, friccionando de delicada manera, unificando el ritmo, con el que lleva mi boca sobre tus senos suaves y tibios... Como tenía que pasar, tardas muy poco en desear otra vez, en estar preparada para volver a sentir un placer descomunal; ¡y pasa!, ¡pasa otra vez!, ¡con tal fuerza que me asombras!, entre jadeos y pequeños gritos me pides más, que no pare, ¡que continúe alargando la sensación que te embarga toda!, a lo cual, gustoso en extremo, acepto dándote más, y más... Estás rendida, realmente agotada, te duele la piel y el sexo, pero impides que me retire, con tus manos sobre la mía, entiendo el mensaje y no me levanto, continúo sobre ti, pero un poco menos fuerte mi besar, chupar, morder, y un poco menos fuerte el frotar tu sexo, tu clítoris; así, delicadamente, permanecemos un largo rato todavía... Luego, conmi pene crecido al máximo, pero con ternura, la misma que ha caracterizado todo el acto de amor hoy, me coloco sobre ti y te penetro, sin prisa, poquito a poco, ayudado con la inmensa humedad que ha lubricado, después de dos orgasmos, la totalidad de tu vagina... En ésa posición, que me permite hacerlo a placer, te beso, beso tu boca una vez más, haciendo mía tu lengua, libando de ti los líquidos para apagar mi sed de amor; conmpletando una entrega que, aún siendo sensual, es ampliamente digna de llamarse "hacer el amor"... A pesar de que yo tengo la posición dominante, me las ingenio para dejarte la iniciativa, que puedas, a tu gusto y ritmo, mover tus caderas libremente, mientras yo no me muevo casi nada, casi estoy quieto, pero siempre muy adentro tuyo, hasta el fondo... Así, sintiéndote penetrada hasta tu sensible punto "G", arremetes cada vez con más fuerza en tus movimientos, intentando, ¡por tercera vez!, venirte en un río de gozo; mi excitación, mientras tanto, crece, aumenta enorme; ¡y pasa lo que tenía que pasar, me vengo increíblemente!, entre suspiros que más bien parecen quejidos, y jadeos, y temblores involuntarios que surgen desde mi interior... Casi al mismo tiempo tú acabas, excitadísima de verme, de sentirme explotar, de sentirme acabar tan intensamente; tu orgasmo no es menor a los otros dos, definitivamente, lo que incrementa en nosotros, retroalimentándonos, el placer que ya, de por sí, significa el explotar en el sexo... Rendidos, nos preparamos para dormir entrelazados; mañana será otro día y, quizás, otra bella oportunidad, para entregarnos, de igual manera o modo diferente, pero siempre con la idea de hacerlo sin tabúes ni pena, después de todo, siendo amantes, ¿qué puede importar?... Entro a la habitación, donde esperas sentada con una batita; yo llego desnudo, con mi pene totalmente erecto, de pie, ¡hace tanto que no te poseo!, no puedo resistirlo más; nunca busco terminar antes que la mujer, me parece descortés, ¡pero ahora necesito estallar!, necesito sacar de mí esta furia; llego a donde estás sentada, tomo tu cabeza entre mis manos, y dirijo tu rostro hacia mi miembro, tú abres tu boca dócil; penetro en ella procurando no ser brusco a pesar del deseo; empiezas a chupar, a lamer. a jugar con mi falo, ¡me excitas!; no puedo contenerme mucho, tú te percatas de ello, ¡y sigues!; pero ahgora ya no chupas, ¡succionas, ordeñas mi miembro!... Es una realidad que nadie podría aguntar tal embate de placer, ¡así que estallo como nunca en tu boca de amante golosa!; todo lo tomaste para tí, sin desperdicir la más pequeña gota; yo sabía que, al no haber hecho el amor por varios días, mi descarga sería grande, ¡pero fue realmente enorme!; bañé todo, dientes, encías, lengua mejillas y hasta tu garganta... Te escuché emitir un pequeño gemido ahogado, uno de gozo, uno que me permitió percatarme que tú también acabaste, que tuviste un orgasmo en toda la extensión de la palabra, a pesar de no haber recibido, aún, una sola caricia de mi parte... Nos recostamos con una sensación sumamente agradable; pero yo no pierdo el tiempo por mucho, minutos más tarde, me levanto y tomo de una bolsa un pequeño regalo para ti; se trata de un dildo de buen tamaño, algo que me permita, sólo mientras regreso a la firmeza que me caracteriza, hacerte disfrutar al máximo de los placeres sensuales... Busco tu entrepierna y, lubricando con mi saliva el juguete, empiezo a introducirlo en tu vagina, lento, tierno, sin prisa, lo meto pretendiendo que puedas sentir cada milímetro, que vayas percatándote de cómo llega hasta el fondo, hasta el último rincón de tus entrañas. hasta tu punto G... También me dedico a acariciar todo tu sexo por afuera, haciendo con mis dedos verdaderos masajes a tu vulva, a tus labios, a tu muy crecido clítoris, a tu trasero, tu ano; todo en conjunto con el entrar y salir de un dildo precioso... Empiezas a gemir mientras te contorsionas de gusto, ya estás por venirte, por estallar del mismo modo que yo; pides más, aún con mi sabor en tu paladar, en tu ser entero, ¡y pides más como una orden, como una imposición!, ¡y te doy más con tanto agrado, deseoso de hacerte gemir!; y lo consigo, jadeos, temblores, gritos y gemidos varios... ¡Estallas de forma descomunal, con los ojos cerrados, con la piel que se enchina y los cabellos que se levantan!; ¡estallas en mis manos dejando escurrir tanto líquido, quizás más que el que yo mismo expelí apenas hace poco!, ¡y lo lamo, lo chupo, lo bebo para mí en su totalidad!... Ha sido un exquisito momento que pude obsequiarte, pero ahora mi pene ya ha tomado fuerza, ya ha crecido; ambos nos percatamos de ello, ambos nos alegramos, porque, una vez más, juntos habremos de disfrutar, habremos de sentir gloriosos orgasmos al unísono; serán uno solo nuestros sexos, y haremos el amor... Llego a tu lado, como tanto he deseado desde hace mucho, te abrazo, estrechándote fuertemente contra mí, y te beso; beso tu boca mucho, succionando lo que de ella emana, como si quisiera calmar mi sed únicamente con tu saliva, degustándola, disfrutando su sabor, alimentándome de ti; mi pene ha crecido inmenso con tal contacto, lo sientes, lo percibes por sobre la ropa, duro, cálido, vibrante; no puedes sino pasar tu mano acariciándolo, tocándolo, lo que me provoca aún más, y más te beso apasionadamente, más bebo de tus líquidos que tanto placer me da absorber... Sin despegar nuestras bocas buscamos la cama, ojos cerrados, finalmente no necesitábamos ver, y así llegamos con certeza; nos recostamos, igualmente entre besos y lenguas entrelazadas; tú quedas boca arriba, yo al contrario, deseaba ésa posición, porque mi mano busca tu sexo, por encima de la ropa, y lo acaricio, lo toco, lo tiento, lo atrapo con mi mano entera; froto con mi palma de tal modo de las telas no son impedimento, gimes ante tal embestida, y froto más aún, ahogando tu voz, siempre con mi boca encima de la tuya, atrapando tus labios, atrapando tu lengua, succionándola, tomando tu saliva... Froto sin cesar, ¡es tan cálido ese sitio, tan apetecible y bello!, que vuelvo a frotar, y frotar, y frotar, ¡y frotar una vez más!, quiero hacerte gozar, desvariar, ¡hasta que olvides tu nombre!; al parecer lo estoy consiguiendo, me lo dice tu jadear y gemir; se intensifica, ¡y avientas la cabeza para atrás en una contorsión!; estás a punto de venirte, ¡y como que intentas evitarlo, quitarme!, separar mi mano de tu entrepierna, pero no te lo permito, cedes, te abandonas, me dejas hacer, ¡y gimes, y gritas, y jadeas!; ¡estás a punto de venirte en mi mano!, ¡estás a punto de estallar!, ¡y lo haces!, ¡te vienes de un modo tan violento que me asustas!, te contorsionas, aprietas mi mano con tus muslos aprisionándola, ¡y gozas, gozas muchísimo, con mi mano frotando tu bello sexo!... Hace unos momentos que no te beso, sino que te observo absorto, observo cada detalle del orgasmo tan enorme que te he provocado, ¡lo disfruto tanto, tanto!, no puedo sino tener deseo de hacerte, de mil y un maneras, gozar más, mucho más, interminablemente... Quedas ligeramente agotada, pero buscas mis labios para besar, te los doy gustoso, respondo a tus besos con igual intensidad; mientras tanto, te voy despojando de tu ropa, poco a poco, beso tras beso, y tampoco olvido hacer lo mismo con la mía; en breve nos encontramos totalmente desnudos, como quería, para acariciar tu piel entera mientras nuestros labios están juntos... Casi de un de repente, bajo a besar, a lamer, a morder tu sexo; te tomo por sorpresa, ¡pero lo aprecias tanto!, te gusta la idea, sientes cómo mi lengua limpia escrupulosamente la humedad, todo aquello que mi mano provocó saliera de tu caliente vagina; ¡y lo lamo, lo bebo con tanto gusto, con un placer gigantesco!; con mis manos separo los labios de tu vulva para lamer mejor, para meter mi lengua un poco, sólo en lo posible, en tus genitales... Fueron tantos líquidos los que despediste, que tu ropa no pudo, a pesar de los materiales apropiados, absorber ni una pequeña parte, ¡quedó para mí mucho de tan apreciable manjar de humedad vaginal!; como parte corrió hacia abajo, obviamente debido a la gravedad, se me ocurrió cambiarte de posición, aunque estabas muy a gusto, disfrutando de cada lengüetazo, de cada beso, en tu clítoris y vulva; hago que te coloques en "cuatro patas", y bajo tu dorso lo más posible, quedan tus nalgas levantadas, las separo ambas manos, ¡y lamo tu ano!; meto mi lengua entre tus pompas, lamiendo desde tu sexo hasta tu espalda, tomo para mí esos líquidos que estaban escurriéndose, escapando... Una vez seca de tus jugos, pero húmeda por mi saliva, regreso, vuelvo, ¡a lamer con intensidad tu ano!, lo lamo, lo lamo, ¡lo lengüeteo!; con mis manos separo aún más tus nalgas, ello provoca que tu ano, aunque sea un poco, se abra, deje una pequeña abertura, un orificio, ¡mismo por el cual meto mi lengua!, ¡la meto mucho!, quizás la mitad; ¡cómo gozo de meterme ahí!, y, al parecer, tú lo gozas igualmente, ¡porque lanzas un gemido que raya en un leve, casi apagado, grito!... Juego con mi lengua por largo rato, lo suficiente como para que tú, sobreexcitada realmente, empieces otra vez a sentir que te vienes; intentando que tu ano no se cierre y saque indeseablemente mi lengua, desvío una de mis manos hacia tu sexo, para volver a frotarlo y meter, suavemente, dos de mis dedos en tu sexo, ¡hasta el fondo, hasta dentro!; así, con mi lengua dentro de tu trasero, y mis dedos en tu vagina, juego, meto y saco, saco y meto, más. mucho, sin parar, ni desfallecer, ni dudar; primero lento, primero suave, pero subiendo, cada minuto, la intensidad, ¡hasta que llega el momento de ser una gran arremetida en tu baja cadera!; ¡te poseo con tal fuerza, con tal furia, que sólo alcanzas a pedir más!... ¡Ahora jadeas, como lo hacías hace un rato!, ¡ahora gimes descontrolada!, ¡ahora gritas de tal forma que podría parecer que sientes dolor y no placer!, ¡pero me pides más, más, más, más, más, más, más, más, más, más, más!; me pides que no pare, no en una tierna petición, sino como una orden, la cual, sin dudarlo, sin vacilar, acato deliciosamente, embebido en ti... Como mi lengua, por cuestiones de fisiología, no puede entrar y salir, por lo menos no como lo haría mi miembro en tu firme y cerrado trasero, tú has optado por separar tus nalgas para mí, con ambas manos, con fuerza; tu ano se abre mucho más que antes, de un modo que cabría mi pene todo; ¡meto mi lengua hasta tus entrañas, te lamo hasta donde nunca había podido!; ahora sí puedo, con esa maravillosa ayuda tuya, meterla y sacarla con ritmo, jugando, lamiendo por dentro tuyo, llegando mi saliva a tus profundidades... ¡Te vienes!, ¡te vienes en un orgasmo tan o más violento que el primero!, ¡tu gritar puede escucharse a varias casas de distancia, pero no nos importa!; ¡te vienes!, ¡te vienes!, ¡te vienes!, ¡te vienes!, ¡te vienes!, ¡te vienes más!; ha sido un orgasmo realmente espectacular, soberbio, intenso, inolvidable... Pero, aunque has acabado, yo no dejo mi sitio en tu sexo, con mis dedos, tampoco dejo tu ano, donde mi lengua, totalmente dentro, lame y lame, ¡y con ella puedo sentir las paredes internas de tu trasero, su alrededor!; no deseo quitarme, ¡y no lo hago!, aunque sea con más calma, con ternura; tú tampoco me quitas, me dejas hacer, ¡y me sigues ayudando con tus manos!; estás tan agotada que, podría parecer, al cerrar los ojos, que desearías dormir, pero no es así en realidad, sino que continúas sintiendo mi juguetear contigo... Finalmente me separo de mi manjar en forma de hermosa y seductora mujer, pero evito que te recuestes, que cambies de posición, cual era tu intención; me incorporo un poco y, acercándome por atrás tuyo, te penetro con mi pene, lo introduzco en tu sexo, no sin antes vacilar un poco de cuál orificio elegir; de un sólo golpe lo meto todo hasta el fondo, para llegar, creo, hasta el tope; ya no tienes fuerza para gritar, pero alcanzo a oír un gemido que me habla, muy claramente, que no estás molesta por ser tan brusco en mi directo entrar... No me muevo mucho, más bien permanezco quieto, dentro de tu cuerpo, por un largo lapso de tiempo, sin prisa, sin forzar lo que sé pasará luego; me doy el gusto de observar, y también acariciar, tu espalda, tus hombros, ¡tus nalgas!, tu cadera, tus muslos, tus brazos, ¡hasta tus pies y tobillos!; me reclino, de vez en vez, a besar tu columna vertebral, tus omóplatos... Han pasado, fácilmente, unos quince minutos desde que entró mi miembro, ¡es entonces cuando tú, excitada por tercera vez, empiezas a moverte un poco!; lo haces con ritmo, como en círculos, luego hacia delante y atrás, y repites, de cierto modo tomas la iniciativa y arremetes tu cadera contra la mía; el vaivén es, metódicamente. incrementado en fuerza, velocidad, intensidad, también aprietas mi falo como si pudieras exprimirlo, ¡con tu cálido sexo!, se me asemeja el ordeñar de las ubres de una vaca, ¡pero mucho más fuerte!; me excitas, ¡me excitas mucho!, es cada vez más difícil contener mi explosión... ¡Ya no puedo más y eyaculo!, ¡es tan violento como lo fue hace poco para ti!, ¡tiemblo, me contorsiono, gimo y jadeo sin tener voluntad para poder evitarlo!; ¡pero tú también!, ¡tú también!, ¡tú también!, ¡tu tercer orgasmo explosivo!; ¡nos hemos venido juntos!, ¡juntos!, ¡maravillosamente nos ha ocurrido juntos!; ¡ello incrementa mi placer con mucho, porque puedo ver qué te está ocurriendo!, ¡ha sido, sencilla y concretamente, espectacular!, ¡un orgasmo espectacular!... No podemos más que caer, entrelazados, en la cama, rendidos, satisfechos; ¿y por qué no habría de ser así, si hemos hecho el amor con tanto deseo mutuo?; pierdo un poco la noción del tiempo, porque he dormitado tan solo un rato, pero tú te has encargado de despertarme, pues he sentido, en mi pene, tu boca; mi miembro crece, tu lengua lo recorre todo, desde mis testículos hasta el glande; en ocasiones besas, en otras más lames y chupas, a veces succionas con fuerza... Me parece que ya estamos a punto de comenzarlo todo una vez más, ¡qué rico!... Ver tu sexo al descubierto, tibio, húmedo, excitado, con ternura, con delicadeza, como sintiendo la seda; ver un dildo entrar y salir de tu vagina, con ritmo, pretendiendo llegar a zonas que descomponen el rostro, en una breve y fugaz agonía que significa el orgasmo... Ver tu cuerpo temblar conforme crece el deseo, con esos lapsos en los que parecería una convulsión, la muestra del abandono de tu ser al placer sensual; ver cómo tus propios dientes muerden tus labios, pero no lo suficiente como para hacer un daño, sino apenas en una especie de intento de controlar, aunque sea en vano, un gemido, un agudo grito... Ver tus manos comportarse, ahora, furiosas, rápidas, en caricias que parecerían causar un dolor considerable, con fuerza, con desesperación, abarcándolo todo; ver a ése dildo entrar y salir con un ritmo acelerado, indescriptiblemente excitante, una visión exquisita; ver tu cabeza aventarse violentamente hacia atrás, y a los lados, con tus ojos cerrados involuntariamente, concentrada en sentir hasta el más mínimo detalle, hasta lo último, de ése orgasmo que experimentarás.... Ver cómo tu boca se abre preparándose para expeler, de un solo golpe, ése grito de placer contenido por tanto; ver tu cuerpo dejar de temblar para contorsionarse, al mismo tiempo que tus piernas aprietan tus manos, atrapan tu dildo, y someten a gran presión tu sexo; ver cómo ése esperado orgasmo te absorbe entera, cual persona que ha perdido la cordura, y grita, y gime; verte gozar al extremo, en un largo placer esperado, en un momento de explosión sin límites, sin fronteras... Ver la culminación de una mujer haciéndose el amor, la sensualidad en su máxima expresión, al tope, con un nivel de erotismo como muy poco hay; verte agotada, cansada, pero satisfecha, contenta, mientras tu lengua acaricia tus labios saboreándolos, y tus manos siguen acariciando tu sexo expuesto, pero de un modo tal que, es notorio, se trata de tocar, ya no de presionar, de incitar, de frotar con ahínco... Ahora ha llegado el momento, ahora es mi turno, de perderme entero en las mieles de tu vulva, me acerco y beso tu entrepierna, la lamo, pruebo el sabor de tu humedad, y su textura; sí, creo que es el tiempo ideal de hacerte el amor...con sus labios abiertos, como cuando esperan, gustosos, dejar pasar un crecido miembro masculino, ¡sí!... ¡Son muchas noches deseándote, queriendo tenerte!; así que, en cuanto tengo oportunidad de visitarte, es imposible contener mi ansia de besar tu boca; te aprieto contra mí con algo de fuerza, tembloroso, y pego mis labios a los tuyos, para hacerlos míos; no pasa mucho tiempo antes de que nuestras bocas, casi al unísono, se abran para dejar tocarse, húmedas, esas lenguas que buscan probar nuestro sabor... Puedes percatarte que, bajo la ropa, crece mi deseo; con una caricia de tu mano por sobre el pantalón, me dejas saber que ya no es, ni con mucho, un secreto; acaricio, a mi vez, y también por sobre tus ropas, tus senos crecidos por una excitación cada vez mayor... Nos dirigimos a la alcoba, al sitio del amor fogozo; ahí te desvisto sin premura aparente, aunque la tenga, poco a poco, dejando ver tu carne, desnudándote toda; mientras mis manos recorren tu cuerpo de suave piel, mi boca no deja la tuya, beso a beso, lengua a lenga, alimentándome de ti, libando cual insecto en flor... Ahora son mis prendas las que caen, una a una, gracias a tus manos, que de ello se encargan igualmente; puedo sentir cómo tus manos hacen lo propio en mi piel, dejándome sentir su calor en cada rincón de mi cuerpo... Así pues, procedemos a recostarnos en la cama, continúo con el besar intenso, el besar húmedo, candente, ¡pero ahora por otras zonas de tu hermosa persona!; ahora beso tu mejilla, tu oreja, tu cuello y tu hombre, invariablemente llego a tus senos, grandes y suaves; ¡y tus pezones!, sitio al que no puedo sólo besar, debo tenerlos, poseerlos, hacerlos más míos que tuyos, por lo mismo, a ellos los beso, los chupo, los muerdo; sientes algo de dolor, poco en realidad, pero lo gozas, ¡tanto que, tomando mi cabeza, me acercas más y más!, incitándome a seguir mordiendo, con mesura a veces, pero con mucha más fuerza en muchas otras ocasiones; la situación es cada vez más insostenible, y escucho, en breves lapsos, cómo dejas escapar algún leve quejido... Bajo ahora y beso tu vientre, tu ombligo, tu cintura, paso mi lengua por tus muslos y recorro tu pierna; en éste momento me dirijo a tu entrepierna, tu sexo, para besarlo todo, humedecerlo con mi saliva y tomar, a mi vez, los líquidos que vayan saliendo, de a poco, de él; una convulsión recorre tu ser íntegro, de pies a cabeza, ante ésa sensación que se vuelve multiplicada, crecida... Es en éste punto cuando tú, con la conciencia a medias, tomas la iniciativa y cambias, con cierta ternura y calma, la posición que tengo sobre ti, haciéndome girar un tanto, procurando dejar mi boca en tu sexo, siguiendo con lo mío, pero quedando mi pene colgante a la altura de tu cabeza; ¡y siento cómo tomas con tu boca mi miembro crecido!, siento el succionar que imprimes con ansias de poseer, y tu lengua jugar desde adentro con mi carne, con mi piel; me toca a mí sentir esa convulsión en cada rincón de mi ser, temblar ante una sensación que es placentera en extremo... Así, en un fuego cruzado de sexos y bocas, nos mantenemos, contando, además, que mis manos acarician tu entrepierna, en un jugueteo de meter y sacar dedos, sobar, tocar, apretar, acompañando mis besos y lengüeteos de forma casi rítmica; ¡hasta que cedes, hasta que no puedes más y te rindes!, hasta que estallas, permitiendo a tu clítoris crecer y temblar, hasta que tu sexo expide una gran cantidad de líquidio, el cual me bebo, casi con desesperación, hasta la última gota; y, ¡por fin!, tu jadear se asemeja más a un grito de placer, independientemente que sigue muy adentro de ti mi falo... Puedo notar que tu orgasmo se alarga, se prolonga un poco, en espasmos pequeños, pero continuos, detonantes de gozo; ello provoca pequeñas cantidades de líquido vaginal que, veo, salen cautelosos, como pretendiendo escapar, pero no es así, los lamo, para luego llevarlos a mi interior, uno a uno... Casi pareciera que pierdes la noción de lo que acontece aquí, ¡pero no!, no totalmente, y tú, provocante, succionas mi pene, lo succionas más, y más, con ahínco, esperando conseguir, en breve, lo inevitable. lo que bien sabes deseas ocurra; muy a pesar de los esfuerzos que hago por contenerme, ¡estallo con furia dentro de tu boca dejando salir, sin remedio, una gran cantidad de esperma que baña tu lengua y paladar!; tampoco puedo dejar de emitir un quejido que bien denota, para ti, que has logrado darme un placer realmente enorme... Ambos, como si lo hubiéramos acordado verbalmente, proseguimos en esa posición por largo, largo rato todavía, lamiendo, besando, chupando, succionando nuestros sexos; llega un instante en que, sin darnos cuenta bien de ello, volvemos a excitarnos mutuamente y, embebidos al fin, nos provocamos para sentir una vez más las mieles del amor... Te encuentro desnuda, como te pedí, en la cama, recostada y esperando mi llegada; yo también me he despojado de mis ropas, y llevo, escondido tras mi espalda, un regalo; un regalo para ambos, para hacernos sentir, para cambiar ligeramente el rumbo del momento... Me acerco a ti y te beso apasionado la boca, tú me respondes con igual intensidad y calor; te muestro lo adquirido: un bello consolador; te pido lo uses en ti, que juegues con él; deseo verte gozar mientras tus propias manos, y el pequeño artefacto, te acarician sin cesar... Con un rostro que demuestra gran picardía, pero mucho más deseo, ansias de sentir, accedes y empiezas mientras yo observo, apenas a un par de metros distante de ti; ¡es tan excitante ver cómo crece tu líbido!, mientras tocas con delicadeza, y apenas penetras, mientras abres con tus deedos tus labios vaginales, y permites al dildo estar acariciando afuera, un poco el clítoris. un poco más arriba, y abajo, recorriendo con dedos y juguete toda el área, ése lugar que se vuelve un templo a la lujuria, el oasis del placer consumado, del terminar rendido... Te contemplo verdaderamente hipnotizado, perdiendo la noción del tiempo, el lugar, y el cómo; ¡y crece de modo descomunal mi fuego pasional!; voy hacia ti una vez más, mientras ya jadeas, acerco mi pene a tu rostro, el cual recibes gustosa, abriendo con ansiedad tu boca para dejarme entrar... ¡Es tal la situación reinante, que tiemblas un poco!, de vez en vez, como en pequeñas contorsiones, como si se tratara de pequeños orgasmos continuos, pero no lo son aún, pues te resistes, te resistes mucho; mientras, te acaricias más y más fuerte, mucho más, penetrándote con el aparato que simula mi miembro; al mismo tiempo puedo sentir tu boca incrementar, lentamente, su libar, su chupar, ¡su succionar!... ¡Y empieza la debacle, el momento de culminar!; te contorsionas ante tus propias gratas caricias, tiemblas y jadeas, te mueves con cierta brusquedad; ante esa visión, ante el darme cuenta que estallas, que estallas con violencia tan notoria como deseo, ¡a mi vez estallo dentro de ti, esparciendo mi líquido, abarcando el interior de tu boca en su totalidad!... Ello provoca que tu orgasmo se multiplique, crezca, que al contrario de aminorar, sea casi doloroso; ¡y también de ello me percato, entendiéndolo bien!, sin dudarlo, me separo de tus labios y bajo, acercando mi rostro a tu entrepierna, a tu sexo, ¡empiezo a beber la humedad que brota de tu vagina!; la bebo en forma de lenguetazos eufóricos, frenéticos, en forma de chupar con mis labios, ¡y succionar!, también succionar, como tú hace apenas un momento... Puedo sentir cómo éste impulsivo acto de mi parte, te provoca una continuación del temblar y contorsionar, como si no pudieras dejar de sentir un largo orgasmo, o, quizás, como si se multiplicaran en otros más breves; yo no ceso, no desfallezco, ¡mucho menos ahora!, ahora que tu jadear se ha transformado en gritos, en unos que podrían parecer más de terror que de gozo, pero que, estoy consciente, salen de tu garganta por mí, por ése placer tan enorme que he podido proporcionarte... Llega un momento que, casi a modo de súplica, suspiras, mas no me das ninguna otra muestra para que te deje, para que termine de lamer, acariciar, chupar, succionar; estás rendida, pero sigues entregándome tu sexo, para que yo haga lo que quiera, para que te posea más... Entonces, tomo el dildo con el que habías jugado antes, y humedeciendo con mi saliva el exterior de tu vagina, lo introduzco suavementee, pero sin parar, hasta el fondo; ¡tu gemir y tu espasmo es descomunal, es enorme!, es tal y como había imaginado que podría ocurrir, como deseaba ocurriera en ese preciso instante del amor... Conteniendo íntegro el dildo en tu tembloroso sexo, te volteo con delicadeza, quedando tu persona boca abajo; separo tus nalgas con mis manos, e introduzco mi lengua, también con suavidad pero determinación, en tu ano; ante tal caricia, levantas tu cadera para entregármelo, de modo incondicional, logrando que se abra bastante, para que mi lengua penetre mucho, mucho más, ¡como si se tratara de un falo y no otra parte del cuerpo!... Ahí permanezco por largo rato hasta que, por rendición, logro que un orgasmo más recorra furioso tu ser entero; aunque me haya llevado tiempo, y paciencia, y constancia; ¡pero la satisfacción es tal que, puedo sentirlo, regreso!, me encuentro otra vez con mi pene erecto, fuerte, ansioso; ¿por qué no?, tal vez sea el momento de volver a empezar... Acabo de salir de la ducha, me he puesto mi bata, te busco, y te encuentro en la sala, estás viendo la tele, cómodamente sentada... Me interpongo entre el aparato y tú, dejo caer mi bata ante tu persona, y, con mi sexo totalmente erecto, tomando con delicadeza tu nuca, llevo tu boca a la cabeza de mi pene... Al parecer te ha agradado mi actuar, porque es tan entregado tu lamer, tan intenso tu chupar, una y otra vez, y el acariciar de tus manos en mi, que no me queda la menor duda, deseas hacer el amor tanto como yo... Cada vez me encuentro más excitado, cada vez mi miembro está más endurecido, y cada vez, al percatarte tú de todo ello, pones más esmero en poseerme, en que desfallezca rendido ante ti... Poco a poco mi voluntad por resistir cede, pero la tuya por lograrlo, más bien, crece; ¡y estás por conseguirlo, estoy tan a punto!, ¡y estallo, sin poder controlarlo, estallo!, ¡he estallado dentro de tu preciosa boca!, dentro de tu golosa y seductora boca... ¡Y no me sueltas, no cesas, no terminas!, me tienes atrapado, succionando, bebiendo, todo lo que de mi sexo brotó violentamente; la sensibilidad de mi piel crece desmesurada, lo presientes, lo sabes, pero continuas, sólo con un poco más de delicadeza, pero sin soltar, sin dejar de poseerme todo... Un suspiro tras otro surge de mi pecho, ¡y puedo sentir que te pasa exactamente igual!; mientras chupas, mientras succionas, cada vez menos duro mi miembro... ¡Pero no porque no exista fuego intenso!, en la sangre, en el corazón, en la mente; es solamente por cuestión fisiológica, algo que será cuestión de poco tiempo, para resolver, para que deje de suceder... Ahora, cuando has decidido soltarme un poco, considero que es mi turno para beber, para tomar de tu cuerpo lo que deseo, lo que me corresponde por derecho de amante... Te despojo delicadamente de alguna ropa, aquella que cubre tu vientre, tu cadera, y bajo, separando tus piernas, a besar, con ternura, tu sexo anhelante, excitado... ¡Está tan húmedo, tan lleno de jugos!, se nota que has sentido más de un orgasmo; ¡y los bebo todos, los bebo enteros!, recorriendo con mis labios y lengua tu sexo; libando toda tu humedad, saboreándola, disfrutando de su olor y su sabor... ¡Jadeas, jadeas intensamente, tan excitada!, ante los embates de mi boca y mis manos, ante mi chupar, ante mi continuo lamer, ante la pasión y el deseo por poseerte... No resistes mucho, aunque lo intentas, ¡te vienes en una explosión torrencial!, deramando de tus entrañas, una vez más, líquidos que bebo, con los que me deleito, no dejando ni un poco caer, desperdiciarse, escapar a mi lengua y mis labios anhelantes... Y aunque sé que has acabado, ¡en mi boca!, no ceso, no termino, no desfallezco ni un poco; sigo lamiendo tu sexo, tus labios vaginales, ¡tu clítoris tan crecido!, tembloroso, todavía con espasmos de gozo enorme... Tal vez, y sólo tal vez, sea momento, oportuno momento, de volver a empezar... Llego y tu desnudez me inquieta, ¡me provoca tanto!; me acerco sigiloso, y me percato que duermes; estás casi boca abajo, dejándome admirarte, entonces me acerco y acaricio tus nalgas, ¡tan suaves!; las separo con mi manos, tú aún no te mueves, y puedo ver, sin obstáculo alguno, tu ano; acerco mi rostro, mi boca, para ser más preciso, y lo lamo, con delicadeza, lo lamo, y lo lamo... Siento cómo te mueves un poco, y oigo un quejido, apenas perceptible, pero lo has emitido; tal vez ya no duermes, tal vez sí lo haces aún, pero no le doy importancia a ello, sigo lamiendo; lo hago de modo tal, que mi lengua penetra, quizás unos milímetros solamente, pero penetra, y jugueteo, siempre con mi lengua, en ése lugar... Ahora ya no puedes evitar temblar, sin querer, lo que me dice que ya no duermes, no podrías, pero no deseas interferir, pues quieres más, sentir más de mi boca en esa parte tan íntima, tan tuya, tan reservada que, ahora, es toda mía; toda mía porque la poseo, porque hago todo, porque, ahí mismo, he de hacerte gozar... Ya no puedes, no sólo gemir, sino casi gritar, estás tan, pero tan excitada, que la piel te duele; estás a un paso de estallar, de hacerlo tan fuerte, de hacerlo tan intensamente, que quisieras, pretenderías, resistir un poco, un poquito más; pero es mi lengua tan insistente, tan dedicada, y ahora acompañada por mis dedos en tu sexo, penetrándolo un par de ellos con ritmo, que ya es demasiado, ya es momento de rendirte, ¡y estallas!, ¡estallas como hace años no estallabas!, todo tu cuerpo siente una contorsión involuntaria, y al piel se sensibiliza tanto, que la sábana lastima, y tus pezones han crecido y endurecido tanto, que han expelido alguna minúscula gota de líquido... Suspiras, suspiras una vez tras otra, mientras yo, aún habiéndome dado cuenta de lo ocurrido, no ceso, prosigo lamiendo entre tus suaves nalgas, continúo jugando con mis dedos en tu vagina; piensas en pedirme que me detenga un momento, pues, por ahora, todo pareciera causarte dolor; ¡pero no lo haces, te abstienes, te controlas!, porque sabes que sólo es cuestión de segundos, para que vuelvas a sentir excitación, deseo, y poder, una vez más, estallar con gran furia... Así pues, consciente de ello, prosigo más, y más, con mi lengua, con mis dedos, con mi ser entero... Entro a la habitación.... te encuentro recostada... en la cama... totalmente desnuda... hermosa... provocativa... Me despojo de parte de mi ropa... me recuesto junto a tí... y te beso en la boca... con tanta ternura... pero te beso... y te beso... y te beso... como queriendo beber de tu boca... el sabor de tu ser entero... Mientras, me quito lo que tenía aún... y continúo besándote... pero ahora mis manos recorren tu piel... brazos, hombros y cuello... tus senos... tus pezones... tu vientre... Sin dejar de beberme lo que emana de tu boca... busco con mis manos tu sexo... lo encuentro... y acaricio... lentamente... recorriéndolo todo... como invidente que reconoce sólo con el tacto... y acaricio tu vulva... encuentro tu clítoris... toda tu entrepierna la abarco... Y te sigo besando... y te beso... y beso... mientras mi mano separa tus piernas un poco más... y te acaricio... te acaricio... te acaricio... Mis besosc suben de intensidad... igual que mi mano en tu sexo... tengo a mi merced tus labios... los de tu boca con la mía... los de tu sexo con mi mano... y beso... y acaricio... froto... y beso... y froto... Tu humedad ya no sólo es la de tu boca... tu sexo también está húmedo ya... y beso tu boca... chuupo de ella... atrapo tu lengua... y froto tu sexo... una y otra vez... froto... froto... froto... froto... Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii... Oigo un pequewño quejido tuyo... ahogado por mi boca... pegada a la tuya... tomando tus líquidos... atrapando tu lengua... Y froto... froto tu sexo... ¡estás tan excitada!... y froto... y froto... froto... froto... te froto más... Hay un momento en que pareces necesitar aire... tan excitada que no puedes respirar... y te beso... te beso... te chupo... y te froto... froto.... froto... Froto más... mucho más... al ritmo del besar... más... froto más... mucho... Ahora te puedo sentir temblar... te mueves... mueves tus caderas al ritmo que deseas ser acariciada... te mueves... y te froto... froto todo tu sexo.... se humedece más.... y más... ¡Y te froto!... te froto.... mientras te beso... y libo tu boca... y te beso... y te froto... te froto... más... más... más... ¡SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII! ¡TE QUIERES VENIR! te froto... te froto... te froto... te froto... Más... te mueves... con fuerza... deseas sentir... más... más... más... ¡MÁS!... MÁS MÁS MÁS MÁS MÁS MÁS... SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII ¡TE VIENES! ¡TE VIENES! ¡TE VIENES CON FUERZAAAAAAAAAA! ¡NO AGUANTAS! NOOO NO AGUANTAS MÁS... TE VIENES SI SI SI SI TE VIENEEEEEESSSSSSSSSS SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII SI SI SI MÁS MÁS MÁS MÁS FUERTE... MÁS... SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII SI SI MÁS... ¡TE VIENEEEEEEEEEEESSSSSSSSSSSSSS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII EN MI MANO EN MI MANO EN MI MANOOOOOOOOOOOOOOOOO SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII SI SI... si si... si... Ufffffffffffffffffffffffffffffffffffffffff Rico.... tan... tan... rico... ricoooooooooooooooooooooo... Ahora... bajo mi boca para chupar tus senos... tus pezones... besarlos... morderlos... Bajo más y beso tuu vientre... tu ombligo... lo beso... lo lamo... sí... rico... es muy rico... Bajo y encuentro... ¡por fin!... encuentran mis labios tu sexo... ý lo beso... lo lamo... ¡Está húmedo!.... ¡escurriendo! ¡qué rico!... ¡qué ricooooooo!... ¡ME BEBO TODO!... LO BEBOOOOOOOOOOOOOOO LO TOMO PARA MÍ... Chupo... lamo... limpio con mi lengua... lo bebo todo.... ¡toda esa humedad escurriendo!... todo.... lo tomo... ¡exquisitooooooo!... Como ha escurrido.... llego a tu ano... lo limpio... con mi lengua... lo limpio... de tu propia humedad... y lo lamo... lo lamo mucho... Ya acabé con tu humedad... pero sigo lamiendo tu ano... lo lamo... una y otra vez... lo lamo... lenguetazo tras lenguetazo... intento... meter mi lengua en él... como otras veces... Con tus manos... me ayudas abriendo tus nalgas... lo más posible... para dejarme lamer mejor... para dejar a mi lengua entrar... ¡Estás sobreexcitada!... te gusta... me lo ofreces... sin palabras... sólo con u actitud... abriendo piernas y nalgas hasta lo máximo... ¡Y YO LAMO TU ANOOOOOOO! lo lamo... y meto mi lengua... la meto... un poco... y un poco más... SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII ¡MI LENGUA DENTRO DE TU ANO!... dentro... muuy adentro... sí... lamiendo... chupando... lamiendo... chupando... TE CONTONEAS... no puedes evitar quejarte... pedir más... quieres más... quieres más de mi lengfua en tu ano... SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII... ¡Y te lo doy!... te lamo más... y la meto ahí... la meto y saco... como un miembro... en tu anooooooooooooooooo... meto y saco mi lengua... ¡la meto y la saco con fuerza!... SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII... Te mueves... estás enloqueciendo... mis manos acarician tu sexo... meto mis dedos en tu vagina... ¡CON FUERZA!... mi lengua en tu ano... y mis dedos en tu vaginaaaaaaaaaaaaaa SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII Más más nás más más más más más... SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII si si si si siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii siiiiiiiiiiiiiiiiiii........ Estás tan excitada... ¡pero tan excitada!... te vas a venir... te quejas... tu respiración lo demuestra... te vas a venir... ¡CON MI LENGUA EN TU ANO.... Y MIS DEDOS EN TU VAGINA!.... SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII SI SI SI SI SI SI.... Más... sí.... más... más... más... ¡TE PUEDO SENTIR!... ¡TE VIENES!... ¡TE VIENES!... SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII AHORA... AHORA... SIIIIIIIIIIIIIIIIIIII SI SI SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII ¡RICOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! ¡RICOOOOOOOOOOOOO!... RICO RICO RICOOOOOOOOOOOOOOOOOO SI... SI... UFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF si... sí... siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii... MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM MMMMMMMMMMMMMMMMM MMMMMMMMMMMMMMM MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM sí... Ahora yo... ¡estoy tan excitado!... de un sólo movimiento... me incorporo y te penetro... con mi pene... ¡hasta el fondo de tu sexo!... siiiiiiiiiiiiiiii... ¡hasta el fondo!... ¡de un sólo golpe!... siiiiiiiiiiiiiiiiii... ¡hasta el fondooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!!!! ¡Y arremeto!... arremeto una y otra vez... no puedo aguantarme... tengo que venirme... ¡tengo que estallar!... siiiiiiiiiiiiiiii... SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII... ¡ARREMETO CON FUERZA!.... MÁS... MÁS... MÁS MÁS... MÁS MÁS MÁS... SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII... ¡ME VENGO!... ¡ESTALLO1 ¡ESTALLO1 ¡ESTALLOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!... SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII SI SI SI SI SI SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII UFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF UFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF UFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII Si siiiiiiiiiiiiiiiiii sí... sí... MMMMMMMMM mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm m mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm sí... rico... muy rico... Me recuesto agotado... sobre ti... que aún gozas... aún resuellas... Pero... empujándome un poco... con delicadeza.... me invitas a bajar... ¡deseas que siga yo... en tu sexo... en tu ano... con mi bocaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!!!!! Y yo bajo... y empiezo... a lamer tu sexo... tuu entrepierna... limpiando con mi lengua... todo lo que ahí haya... ¡Y te lamo!... todo... todo te lamo... en tu vulva... en tus muslos... ¡en tu ano!... Lamo... lamo... lamo... y lamo... MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM Rico... ¡exquisito!... lamerte... y lamerte... Creo que... síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii... vamos a volver... a empezar... Hoy haremos el amor de forma diferente a días pasados; tengo el deseo incontrolable de besar tu sexo y recibir tus besos; te lo propongo y parece no disgustarte, ni poco, la idea, así que hoy dormiremos juntos, satisfechos, de modo distinta... Me recuesto desnudo por completo, colgando mis pies, tú te colocas sobre mí, sentada sobre mi rostro sin poder verlo, pues lo que te queda como espectáculo es mi miembro erecto; lamo tu sexo, lo beso, lo chupo, ¡lo disfruto como nunca!, y empiezas a gemir, como forma involuntaria de darme las gracias; no es poco el tiempo que dedico a ello, en realidad me encanta, ¿por qué habría de renunciar, pronto, al aroma de tu vagina?... Un tanto más tarde te inclinas hacia delante, para besar mi pene, ¡y no tanto besar, propiamente!, lo metes en tu boca, casi a tope, logrando tocar con la cabeza de él tu garganta ansiosa de conocerlo; ¡estás tan excitada que no hay problema ante el acto reflejo, ante la posibilidad de iniciar un vómito súbito e involuntario!; me chupas con delicadeza, no deseas provocarme demasiado, sabes que mi deseo es tan grande, y que llevo rato libando tu sexo, ¡es tan fácil provocarme una eyaculación en éstos instantes!; pero sabes cómo disfrutar de mi falo sin provocarlo al máximo... En cambio yo cada vez arremeto con mayor fuerza en ti; lamiendo tus labios internos, bebiendo tu humedad a sorbos, besando y chupando tu muy crecido y hermoso clítoris, metiendo mi lengua en tu vulva hasta lastimar mi mandíbula... ¡Es un hecho que estás por venirte en mi boca lujuriosa!, entonces incrementas a tu vez tu accionar, chupando fuerte, lamiendo la cabeza con mayor ahínco, y el glande igual; sabes el momento exacto en que empezaré a temblrar... ¡Y explotamos ambos, cada uno en la boca del otro, del amante!; tus líquidos los busco desesperado para no dejar escapar nada, tú, en cambio, tenías medio pene metido en tu boca aprisionante, mi leche de macho baña encías, dientes, mejillas, lengua y garganta; nuestros gritos son ahogados por no separarnos de nuestros postres, pero no por ello no existen, no por ello no fueron expelidos... ¡Ha sido un orgasmo mutuo verdaderamente impresionante!; permanecemos temblando, una sobre el otro, por unos momentos; más tarde tienes el impulso de levantarte, de quitarte de mí, ¡te lo impido!, un poco con mis brazos rodeando tu cintura, un poco invitándote cortésmente a quedarte ahí, recostada; deseo que durmamos así, en la misma posición del amor saciado; después de todo tú, mi preciosa criatura del placer, no me pesas, ¡al contrario!, es un gusto enorme sentir cómo te relajas y, a la postre, cómo concilias el sueño, descansando a lo largo de mí... Y, ¿quién sabe?, tal vez a la mañana siguiente tu despertar sea bello, con mi lengua acariciando tu entrepierna, para volver a empezar... Me acuesto pensando en ti, ¡pero tan excitado en verdad!; tomo mi pene con mi mano, e imagino que es tu vagina, que entro y salgo suavemente en ella, y tú aprietas, ¡aprietas como sabes hacerlo!, aprisionándome; entro y salgo de tus entrañas, duro, grande, firme... Imagino tu jadear, tu gemir, tu respirar arrítmico, el preludio de llegar al clímax del placer, del orgasmo; ¡y me vengo!, ¡me vengo en tu vagina tal húmeda!, llenándote del fluído que había guardado sólo para ti... Terminamos juntos, como es tu preferencia, tu gusto, y terminamos, también, rendidos, temblorosos, contentos; dispuestos para cerrar los ojos y descanzar entrelazados, conciliar un pacífico sueño después de la tormenta... Quizás al despertar, nos volveremos a amar con pasión, porque, finalmente, somos de sangre caliente, insaciables, sobre todo cuando no sólo es sexo, sino entrega, y, ¿por qué no creerlo?, también es ternura y amor... IRÉ POR TI... La distancia es incómoda, pero no es un impedimento, no para el amante, no para el que desea intensamente; después de todo, ¿no dijiste que era tuyo para siempre?, me toca hacerte mía completa, totalmente, sin escusas... Arribo a aquel lugar que no conozco, pero ya anhelo; llego a la tierra que te vio nacer, crecer, hacerte mujer; ¡y ahí estás, esperándome ansiosa!, aunque lo disimules, aunque no deseas que yo lo sepa, ¿por qué?, no lo sé, tal vez porque la mujer no acostumbra mostrar su deseo, ¡viejas costumbres que, poco a poco, desaparecen!... Al llegar a tu lado, frente a cuantos están ahí, cercanos, te robo un beso largo, húmedo, apasionado, candente; siento cómo te abandonas ante ello, te siento temblar, hasta podría pensar que has tenido un agradable orgasmo, ¡nada me gustaría más, en verdad, que empezar así!... Te llevo al lugar, a la habitación que será testigo mudo, del amor y la pasión que nuestros cuerpos experimentarán; ahí beso tu boca interminablemente, libando tu saliva, apagando mi sed con ella, alimentándome de ti; mientras, te voy desnudando, te despojo de todo, pero no abuso, voy haciendo lo mismo conmigo... En desnudez plena, busco la cama para recostarte, y seguir tomando de lo que de tu boca emana constante; mis manos te recorren toda, te reconocen integralmente, ¡no deseo que quede sitio tuyo que no me pertenezca!, pero soy tierno, no hay prisa, no importa el tiempo, el mundo es nuestro, o ajeno a nosotros, es igual... Ahora mi lengua desea probar el sabor de todo tu ser, pasando por cuello y oídos, por hombros y axilas, brazos, codos, manos, y dedos, que chupo uno a uno; llego al área de tu pecho, menester decir que ahí tardo, acariciando tus senos, chupando tus pezones, mordiendo, a veces quedo, a veces con fuerza, como me solicitas, no con palabras, sino al tomar mi cabeza y acercarme, apretarme contra ti y expedir un ligero gemido de placer.... Bajo al cabo de un rato, limpio especialmente tu ombligo , con mi lengua, introduciéndola ahí, moviéndola un poco; llego, ¡al fin!, a tu entrepierna, al sitio del sentir intenso, no me detendré mucho para describir cómo, mi boca, te posee de tal modo que, aunque no lo deseas, estallas; imposible resistirte ante mis caricias y besos en tu sexo, en tus labios vaginales, tu clítoris, en tu ano y tu vulva... Mi rostro queda impregnado del grato olor de tu humedad; mi boca se ha llenado de tus jugos, los que he tomado, bebiéndolos como un elíxir exquisito que tanto deseaba; al parecer, aún tienes pequeñas contracciones vaginales, así que permanezco lamiendo tu sexo delicadamente, sólo un poco, ayudándote a acabar un orgasmo fabuloso... Al terminar, me incorporo y te penetro, sin prisa, sin furia, ¡con una calma que va de la mano al momento que vives!; pasa un poco el tiempo, yo casi no me muevo ahí dentro, pero tú, ¡en un instante preciso aprietas y sueltas fuerte!, ¡siento como si tu sexo succionara al mío con destreza!, es como si tu vagina ordeñara mi mienbro dentro de ti... ¡Es exquisito en verdad!, ¡me hace enloquecer sin duda!, te percatas de ello y, ¡aumentas el ritmo implacablemente!, ¡tu modo de succionar me provoca una eyaculación feroz!; me has dejado seco en un solo orgasmo gigantesco, y, todavía temblando todo mi cuerpo, la piel adolorida, me percato que tú has terminado, deliciosamente, otra vez... Sí, yo soy tuyo para siempre pero, ahora, también tú, también tú serás completamente mía para siempre... Luis. NIVEL II UN POCO DE FANTASÍA A LA PASIÓN Te ves hermosa, desnuda en la cama, esperando te haga mía; ya me he desnudado, y observo cómo abres tus muslos, para mostrarme tu sexo abierto, tu ano anhelante, ¡te entregas!; me acerco, me pongo gran cantidad de lubricante, y levanto, por sobre mis hombros, tus piernas, para dejarlas en alto; busco tu ano, es donde deseo introducir mi pene el día de hoy, lo encuentro, penetro con delicadeza, ¡y tú me dejas hacerlo!... Cuando estoy dentro de tu recto, tembloroso, vibrante, pulsante, busco con mi boca tus tobillos, los beso, los acaricio con mi boca, los empiezo a lamer, como si se tratara de dulces junto a mi cabeza; ¡puedo escuchar un quejido de tu persona!, ¡estás disfrutando, estás gozando las sensaciones que te obsequio con tanto gusto!... Yo me he quedado muy quieto, acariciando tus pechos erectos, con mis manos, de vez en cuando, agarrando tus muslos,sobándolos, ¡haciendo de mis manos y boca un dechado de caricias en tu ser!; pero no he movido mi miembro, simplemente está ahí, firme, duro, poderoso, caliente, hasta el fondo de tus entrañas, sólido... ¡Y eres tú la que empieza una danza erótica con tu femenina cadera!, empiezas a moverte para sentir con mayor intensidad mi miembro, cómo se apodera de tu recto, como si se tratara de su hogar natural; empiezas a gemir y jadear, a resollar y temblar, a moverte fuerte, a incitar el entrar y salir violento de mi pene en tu trasero caliente... Te sigo el ritmo, si dejar de acariciar lo que ya es mío por derecho, pues he conquistado tu senos y tu cintura, tus brazos y tus piernas, ¡te estoy poseyendo poco a poco, pero con seguridad y certeza!; mientras tu voluntad se doblega, y te preparas para abandonarte, ¡y estallar en un placer enorme, dejar que tu sexo explote gozoso!... ¡Y así es, te vienes en un largo y espectacular orgasmo total!, un orgasmo que te provoca el gritar involuntario y el resollar, ¡como si fuera de dolor y no de gozo el sonido emitido!, la prueba que me confirma que ya me perteneces, que ya eres mía, que ya no eres de ti, que ya te olvidaste del mundo y somos dos... Saco mi pene de tu ano, y lo introduzco en tu vagina palpitante, para empezar una penetración mucho más violenta que antes, ¡un sacar y meter tan intenso que te hace volver a excitarte!, a excitarte tanto aún después de un primer orgasmo enorme, ¡para provocar que termines pidiéndome más fuerza, mucha más!, lo que no tardo en hacer para complacerte y para complacerme... ¡Eyaculo abundante en tu sexo hambriento de recibir mi semen!, ¡y tú vuelves a experimentar una contracción vaginal tras otra!, la segunda explosión de gozo de la noche para ti, mujer hermosa; un hecho que me llena de placer tanto como haber hecho el amor, después de todo, ¿qué más bello que hacer disfrutar a la mujer?... EN VERDAD, NO IMPORTA... Muchas mujeres mienten respecto a cómo son, a su físico, a muchas cosa que, a su parecer, no son atractivas para uno, para el hombre con el cual desean tener algún tipo de relación; quizás tengan razón, pues la media es así, muchos varones, muchos que no saben apreciar a la mujer por ser ella, mujer; ¡pero no es mi caso, absolutamente no!, y lo podrás ir viendo: En verdad, no importa si eres de talla perfecta, o normal, si pesas 110 kilogramos, o apenas rayas en los cuarenta y cinco no importa si eres gordita, o delgada, ¡o sumamente flaca!; sigue siendo tu vulva la que mis labios quieren mucho besar, y mi boca desea ansiosa llenarse de los líquidos que tu vagina, durante la eyaculación femenina, deje escapar como torrente, humedad, líquidos y substancias que son exquisitos a mi paladar... En verdad no importa si tu edad fluctúa entre 15 u ochenta y algo, si eres fresca como el rocío del amanecer, o de tez arrugada, por el paso de los años, del tiempo que no perdona a la piel; igualmente es tu ano el que deseo lamer con pasión y deleite, y tu recto en el que mi lengua quiero meter para probar tu sabor, el sabor de tus entrañas, de lo más íntimo de tu cuerpo y tu ser... En verdad no importa si eres alta, como los europeos en general, o tan bajita que suelas pedir a alguien más baje algo del anaquel; son tus senos los que mis manos desean aprisionar, acariciar, a veces con ternura sin paralelo, ¡a veces con fuerza descomunal!, pero siempre buscando crezcan, porque estás excitada cual más... En verdad no importa si es tu color obscuro como el nogal, claro como el papel de arroz, o de tono amarillo, como es el Sol; son tus pezones los que deseo chupar, succionar, mordisquear; chupar para hacerte sentir que eres capaz de explotar en orgasmos, dándote cuenta que no es indispensable involucrar al órgano sexual; mordisquear hasta causarte ese dolor que, aunque sea intenso, es tan dual en su cualidad, que deseas sentir mis dientes aún más; succionar imaginándome que, si lo hago lo suficiente, lo necesario, podrá salir de ellos algún líquido de sabor infinitamente exquisito... En verdad no importa si eres el prototipo de la belleza actual, o si es tan contrario tu rostro que crees que es un castigo así ser; son tus nalgas las que mis dedos aprietan con ansiedad y deseo, como si el tenerlos fuera un símbolo de tu entrega y abandono... En verdad no importa si no existe defecto alguno en tu fisonomía, o si las cicatrices son vastas, por cualesquier motivo de la vida; es de tu boca la que anhelo interminables bellos besos húmedos, y libar tu saliva como el más apreciado de las bebidas existentes, tomarla para apagar la sed que nació de la lujuria, de la locura, beberla hasta quedar saciado, y que ya no te sea fácil darme más... En verdad no importa cómo seas, porque así te deseo hacer el amor, porque así anhelo penetrarte y sentir temblar tu cuerpo de gozo, arrebatarte suspiros al principio, gemidos en el medio, gritos al final; y saber que disfrutas tanto como nadie ha logrado hacerte disfrutar; hacerte sentir tan amada que no te importe en el mundo nada más... En verdad no importa, pues eres la musa que me inspira a lo lejos, mi amada y amante a través del correo y la conversación textual, eres una mujer en toda extensión de la palabra y así te deseo, realmente lo puedo afirmar: En verdad no importa cómo seas, basta saber que eres tú y que te he hecho mía a través de mis letras... ¿Crees necesitar otro argumento para poder ser tú y nadie más?, no, creo que no, porque, al final, sabes que hablo con sinceridad... UNA COMIDA ESPECTACULAR Me has preparado una sorpresa que no hubiera podido imaginar; me citaste en el hotel que solemos visitar, para darnos al amor, lo que es extraño, pues siempre llegamos juntos, y yo pago, como debe ser, y ahora me dijiste que pregunte por tu cuarto, por la habitación que ocupas el día de hoy, para encontrarte ahí... En la recepción pregunto, como me dijiste, y me dan la llave, ¿no estarás, por eso tienen la llave en la recepción y no tú?; bueno, no importa, seguiré con lo que me pediste, llego, abro, paso quitando la llave de la chapa, agachado unos segundos, y que, cuando voltee a buscarte en el cuarto del hotel, ¡sorpresa!... Estás desnuda, en la cama, boca arriba, ¡llena de comida!, ¡toda!; en tus pies y piernas, extendido, hay una especie de cóctel de frutas; en tus muslos una ensalada, también deliciosamente distribuida; en tu vientre hay un poco de puré de papa, a la altura de tu ombligo; en tus pechos hay carne, bistec cortado, sobre y alrededor de ellos; alrededor tuyo están salsas, tortillas, aderezos, ¡todo para comer!, ¡para comer muy rico!, ¡con razón me pediste que no ingiriera nada!; no sé qué habrá en tu sexo, pues tus muslos lo esconden muy bien... Te agradezco mucho, ¡ha sido espectacular la sorpresa que tenías!, me sonríes y agradeces, y también, porque me ha gustado tanto; me pongo la servilleta y, como debe ser, empiezo por la fruta, la que voy tomando con el tenedor que hay ahí, ¡le pongo yogurt!, baño a la fruta con él y, cuando ya no hay trozos, ¡lamo tus piernas!, acabo hasta con el último rastro del lácteo, con mi lengua sobre ti... Sigue la ensalada, hecho limón, sal, aderezo, empiezo, ¡y es igual!, cuando se terminan las hojas, y únicamente queda algo de líquido, lamo tus muslos hasta dejarlos limpios de limón o aderezos, ¡rico!; sigue la carne, que tomo con otro tenedor, picando con suavidad, pero lo suficiente para que tus pechos sientan, para que se paren, se endurezcan ante cada sensación que el cubierto les provoca... Como con paciencia, ¡pero disfrutando tanto!, con salsa, el puré, tacos, o trozos que tomo con tortilla directamente de tus senos; al terminar, ¡me doy vuelo lamiendo tu ombligo, limpiándolo!, ¡y, luego, tus senos, chupando tus pezones, lamiendo tu piel!, ¡una comida exquisita que estoy disfrutando tanto, pero tanto!... Para el postre, cuando he acabado, abres tus muslos y metes, prontamente, una duya (de esas que se usan para los pasteles), ¡y la aprietas para introducir todo en tu sexo, hasta lo último!; entonces me ofreces mi postre, que es una especie de pudín, ¡que tomaré, directamente, de tu vagina, repleta de dulce para mí!; bajo a lamer, como me encanta hacerlo, tu sexo del que, lento, va saliendo un poco de pudín cada vez, cuando aprietas pero, ¡de forma tan controlada, tan precisa, que sale sólo algo, para mí!, para extender mi lamer, mi chupar, en tu exquisito sexo, tu vulva, tu clítoris, tus labios vaginales, sus alrededores, arriba, abajo... Mucho antes de la mitad de mi postre, ¡te vienes, sientes placer!, tienes tu primer orgasmo de hoy, ¡mezclando tus jugos y el pudín!, ¡maravilloso, delicioso, fantástico, yo deseo seguir, y seguir ahí, lamiendo, chupando, y ahora no sólo el pudín, sino mucho más!... Intensifico mi lamer, mi chupar, ahora ya hasta lo que escurre, tu sabor, tus líquidos, ¡y es tanto mi accionar, que no aguantas!, a poco rato volverás a tener un orgasmo espectacular, lo sé, ¡porque gritas como loca, gimes y jadeas, te contorsionas mucho!; ¡has gozado mucho!, pero yo aún no acabo, pues hay más postre, “¡y esto no se acaba hasta que se acaba!”, reza el popular refrán, que, aunque usa una lógica que da risa, es únicamente la verdad... ¡Lamo y chupo con más gusto que nunca!, deseo te vengas otra vez, ¿por qué no?, si eres mujer apasionada, de sangre caliente, ¡puedes!; al acabarme todo el pudín, ¡metiendo mis dedos para sacar todo!, consigo que vuelvas a experimentar el clímax, igual de intenso, igual de exquisito que los dos primeros, como me gusta tanto ocurra; me incorporo, me quito la ropa, te penetro en tu maravilloso sexo.. Verdaderamente fornicamos con gran energía y pasión, mucho rato, de tal modo que terminamos viniéndonos juntos por la excitación; ¡tu cuarto orgasmo del día!, ¡me encanta!, es parte de mi sorpresa, lo más deseable para mí, que es ver cómo disfrutas del placer, ése placer que consigo darte, y que están tan dispuesta de recibir... Nos recostamos, agotados en verdad, ¡pero no lo suficiente, no!, como para volver a comenzar en una hora, u hora y media, ¡rico!... UN “AFORTUNADO” RETRAZO Llego a tu casa, muy tarde, ¡demasiado tarde en verdad!; la cita era hace dos horas, pero ¡todo estaba saliendo mal!, una llanta ponchada, un celular que no tenía señal, ¡lluvia!; así que entro sigiloso, con la llave que me regalaste, mojado... No te veo por ningún lado, pero te busco, escucho ruidos, provinientes de tu recámara, me asomo sin llamar tu atención; estás desnuda, acostada, ¡tocándote!, friccionando tu sexo, metiendo tu dedos en tu vagina, acariciando tu vulva, pasando tus dedos por tu clítoris hasta gemir de placer... ¡Es tan hermoso verte jugar así!, una escena de un erotismo, de una sensualidad sin límites, ante mis ojos, ¡tan cerca!; no intervengo, permanezco mirándote, admirándote jugar; deleitándome con tus jadeos, tus quejidos, tu excitación, ¡tu deseo de tener un orgasmo!, de terminar y desahogarte... ¡Finalmente te veo estallar en placer indescriptible, y bello!; tu humedad empieza a escurrir desde tu sexo, hacia tu ano, ¡estoy tan excitado ahora!, me desnudo, abro la puerta, me ves y tienes la intención de levantarte, te pido que no, que no te muevas nada, con ademanes, acercándome a ti... Sabes que debes estar enojada, pero lo pospones, es mejor; me acerco a tu entrepierna, donde habías juntado un poco, cuando entré, tus muslos, en un acto reflejo por la sorpresa; separo tus piernas, y acerco mi boca para chupar tus jugos; ¡sabes que me encantan, y me encanta limpiarte, lamerte!... Escucho un gemido largo y de aceptación de tu parte, ¡estás disfrutando la sensación que te provoca mi lengua!; es algo que no podrás evitar, ¡tendrás que venirte otra vez!, y no me será tan difícil lograrlo, ¡ya estás tan excitada!... Cuando has terminado en mi boca, que esperaba ansiosa, me incorporo para penetrar tu vagina, con fuerza, y energía; es lo que deseas ahora, es lo que necesita tu cuerpo, tu sexo; ¡y resisto eyacular hasta que estés lista!, para venirnos juntos; ¡lo consigo!, es maravillosa la recompensa, ¡estás satisfecha!; es un placer muy especial para ti que acabemos al unísono... Nos recostamos, en breve tendré que explicar mi retraso, pero, estoy seguro, no podrás enojarte tanto, esta vez... AUNQUE AGOBIE EL CANSANCIO Llego, literalmente, “molido” del trabajo, se me nota, es obvio; me sientas en un sillón, me quitas los zapatos, me dejo consentir, me quitas los calcetines, el pantalón, ¡prácticamente me desnudas!; me pones mi bata, levantas y pones mis piernas en un taburete; ¡es exquisito, en verdad!, siento cómo descansa mi cuerpo entero... Desapareces por un instante, y regresas, te paras frente a mí; ¡dejas caer la una bata vaporosa que traes!, estás desnuda, de pie; ahí, a poca distancia, alcanzable para mis brazos si me estirara, ¡levantas una de tus piernas, apoyándola en el taburete para, ante mi mirada atónita, y complacida, acariciar tu sexo para mí!... Te frotas poco a poco, con tranquilidad, exhibiendo tu sexo, dejándome ver cómo, lentamente, se abre como para recibirme; te frotas más, incrementas la fuerza y la velocidad al acariciarte, ¡haces pequeños ruidos!, unos pequeños gemidos de vez en vez... Mi pene crece, a pesar de mi agotamiento, se nota a pesar de la bata; te acaricias, cada vez más, ¡es excitante!, es una visión hipnótica; ¡y te vienes!, ¡y no dejas de frotarte mientras gritas y jadeas tanto!, ¡aprietas tus muslos atrapando tu mano que estaba en tu sexo!; has tenido un orgasmo maravilloso y rico ahí, parada frente a mí... Me has dejado con la boca abierta, ¡y tan excitado!, pero sin habla; tú, también sin decir palabra, te acercas y me destapas un poco, para dejar escapar a mi erecto pene, que está enorme por tu causa, ¡y te inclinas para meterlo, hasta la base, en tu hermosa boca!; lo chupas, lo besas, lo lames, ¡y lo metes, a veces, todo, pero todo!... Es una sensación por demás indescriptible, llena de sensualidad; intento resistir, pero tú tienes otros planes, ¡y arremetes con ganas!; ¡hasta que logras que eyacule, de modo exquisito, en tu garganta!, en un momento de placer que, a pesar de la situación, es fabuloso... Te veo disfrutar de lo que acabas de beber, relamiéndote los labios, como si hubiera sido una golosina de tu preferencia, algo sabroso; te sientas junto a mí, que permanezco quieto, reposando, ¡contento!; prendes el televisor, te recuestas en mi pecho, suspiras, descansas... AUNQUE AGOBIE EL CANSANCIO II Llego y te encuentro recostada en el sillón, ¡estás agotada!; tuviste un día especialmente difícil, muchos problemas, ¡y más!; no tienes ánimo para nada, salvo para dormir, con tranquilidad; te llevo a la cama, te quito toda tu ropa, me quito la que llevo; te recuesto, ¡pero no de modo tradicional, no!, no comprendes, ¡y no deseas tener sexo!, no con tanto sueño, no así de cansada... Empiezas a decirme, te callo, con un dedo en tu boca, dulcemente; te vuelvo a acostar, pero con tu espalda y muslos en la cama, tus pies tocando la alfombra, formando una escuadra humana; apago la luz, me acerco a ti, te tapo bien el pecho y el vientre; parecería que ya duermes, aún no, dormitas, tienes curiosidad... Tomo un tubo de lubricante, lo froto para quitarle lo helado; me lo pongo en el pene, me acerco a la cama, me pongo de rodillas; levanto tus piernas, apoyándolas en mis clavículas, en alto, meto mi miembro el tu vagina, suavemente, hasta llegar al fondo; ¡ésa sensación tan exquisita te provoca un gemido y una contorsión!; pero me dejas hacer, no te mueves, simplemente cooperas en paz... Así, adentro de tu sexo, hasta que mis testículos tocan tus nalgas, me quedo por largo rato, ¡mucho, mucho tiempo, sin moverme!; te acaricio, de vez en vez, muslos y piernas, pero muy suave, intentando que descanses, que respires profundo, sin esfuerzo... La verdad es que estás disfrutando de mi pene en tus entrañas, pero tan apaciblemente, que tampoco te mueves, te dedicas a sentir; luego de una media hora así, ya no aguantas, ¡empiezas a apretar!, sin accionar ninguno otro de tus músculos del cuerpo, de tu ser, ¡tan sólo tu vulva apretando con los labios vaginales con fuerza!... Aprietas y sueltas, aprietas y sueltas, ¡como succionando mi pene!, parecido al chupar con la boca, parecido a hacerlo con la mano; en pocos minutos estás tan excitada que, ¡te vienes de bella manera!, un orgasmo fabuloso que tiene su máxima sensación en la vagina; tus gemidos son pequeños, como si fueran de un sueño húmedo; ¡yo sigo sin moverme!, resistí de forma increíble a tus embates, por lo que puedo estar ahí, así, hasta el fondo de tu sexo, más... Decido seguir ahí, exactamente igual, otro rato, hasta que te excites, y decidas volver a accionar tu sexo, para volver a venirte tan rico; no sé cuánto podré aguantar antes de que mis piernas se entumezcan, pero haré mi mayor esfuerzo hoy, a ver si consigo uno, o dos, más... UNA LARGA Y CALUROSA TARDE Estamos en la posición del misionero, es decir, yo arriba, gozando, entrando y saliendo vigoroso de tu sexo anhelante por estallar, por aliviar la presión de más de una hora de estar acariciándonos, de besarnos apasionadamente, de que mi boca te explorara entera... ¡Explotas emitiendo un grito fabuloso!, y pronuncias mi nombre, ¡de tal modo que me excitas más!, lo que me provoca eyacular; llenar tu vagina con mi semen y seguir, unos segundos más, lo que hace que lo mío escurra lentamente por tu sexo y tu ano... Hemos hecho el amor deliciosamente, lo que nos da mucha alegría, pero, lo afirmo, no hemos acabado, todavía la tarde es muy joven; te encamino al baño, donde nos duchamos, acariciándonos, que es el término más preciso, que frotándonos, o lavándonos... Al salir, secándonos muuy bien, pero permaneciendo desnudos, te invito a acercarte a la cama, te inclino sobre ella, recostando, únicamente, tu cabeza y tu pecho, para quedar de pie el resto; separo tus piernas, abriéndolas bastante, que me enseñes tu sexo; me acerco por detrás tuyo, abro tus nalgas con mis manos, meto mi lengua para lamer tu ano, ¡que bien sabes me gusta!, al mismo tiempo froto tu sexo, con mi mano, ¡te contorsionas!... Son muchas las sensaciones que te estoy provocando, no puedes, ¡ni quieres!, resistirte mucho, ¡te vienes una vez más!, rico, dejándote llevar hasta el extremo, entregándote totalmente, gozando de lo que yo deseo que goces sin límites ni trabas... Me incorporo, meto mi pene, erecto otra vez, en tu vagina; ¡te follo con una intensidad que podría doler!, pero no a ti, no en ese lugar, ni bajo éstas condiciones, ni con tanta humedad; gimes, ¡y entre gemidos me pides más velocidad y más fuerza!; no me hago del rogar, me ayudo con mis piernas, con mi cuerpo, tomándote firmemente por la cintura, de los huesos de tu cadera, para que la penetración sea más poderosa, casi brutal, salvaje... Resisto mucho, un poco ayudado por ser la segunda eyaculación, otro poco porque desearía, con el corazón en la mano, en verdad, que pudieras explotar de nuevo en placer, al momento de acabar; ¡mi eyaculación es tan enorme!, y me hace temblar tanto que, aunque te he escuchado jadear y gemir en abundancia, no sé, no tengo la certeza de que haya conseguido que goces otra vez... Pero a veces el esfuerzo es rápidamente recompensado, y dices, con voz entrecortada, "¡qué bárbaro, terminé por tercera vez!"; lo que me hace saltar de gusto, aunque no lo exteriorice ahí, pero es satisfactorio, muy hermoso, ¡y tan motivante!, que, si no te opones, y como sigue habiendo tiempo de sobra, me agradaría mucho incitarte, para empezar todo de nuevo... UN JUGUETE PARA TI... Deseo romper, un poco, con la rutina de nuestras citas; no porque sean malas, o poco placenteras, o insatisfactorias, simplemente para hacer algo novedoso, que nos encienda, de modo diferente, en algún juego de maximice la libido... Entramos al cuarto del hotel que frecuentamos con gusto; nos acostamos, te beso n la boca, largamente, disfrutándote, sin prisas ni ansiedad, con la calma que te agrada, suave; te voy quitando tu ropa poco a poco, mientras te acaricio, ¡y besando cada parte que queda al descubierto!, te gusta... También voy despojándome de lo que me estorba, ¡todo!, para acompañarte en tu desnudez, y acariciarnos enteros; el preludio dura bastante, sé que lo prefieres, y me agrada, ¿por qué no habría de complacerte?, es hermoso en verdad... Cuando lo considero prudente, saco de un bolsillo una caja, pequeña en realidad, te la muestro, te digo que es un regalo, pero yo lo abro por ti, ¡y observas intrigada el objeto!; se trata de un vibrador pequeeño, de unos 15 centímetros, no muy grueso, de color carne, aunque sin forma de pene... Lo lleno de lubricante, lo enciendo, te recuesto, lo meto, ante tu momentánea aceptación, en tu vagina ya húmeda; sientes rico, te pongo tu pantaleta, bien ajustada, me acerco, para besarte como hace rato, ¡exactamente igual!, lento, como si no tuvieras dentro de tu sexo el aparatito, y beso; ¡beso mucho!, te acaricio de pies a cabeza, con mis manos; busco tus pechos, los tomo, los msajeo, los chupo, los lamo, ¡atrapo entre mi labios tus pezones!, ¡los hago crecer tanto!... Lo importante es que, todo lo que hago, ¡lo sientes más!, pues la sensación del juguete adentro de ti lo maximiza, te excita el doble, ¡enciende tu sensualidad al máximo!; por lo que, en la cesión de besos, ¡explotas en gran placer!; ¡sí!, ¡sí!, ¡el aparatito sirvió exactamente como lo deseaba!... No desaprovecho la oportunidad y froto, por encima, afuera, de tu pantaleta, tu sexo, incitándote. manteniéndote excitada, provocando que el orgasmo se prolongue, que no cese pronto, ¡tal vez descubriendo tu asceta multiorgásmica!, ¡qué dicha!; a lo que respondes con gemidos , quejiditos, contorsiones... Cuando regresa la calma, deseas sacarte el juguete, ¡no!, no te dejo, te lo pedí, ¡te lo supliqué!, para que aguantaras; te quito tu pantaleta, te voy guiando lento, para que estés, para que adoptes la posición de 4 patas, sobre la cama; me pongo detrás tuyo y, después de ponerme lubricante, te penetro por tu ano, lento, pausado, pero firme, decidido; mientras el juguetito sigue haciendo estragos en tu vagina... Follamos así, por un rato considerable, ¡hasta que te vienes!; ¡tienes muy pronto tu segundo orgasmo!, ¡y fue muy rico!, lo sé por tu gemir, tu gritar, tu jadear, y tu temblar entera; ¡estoy contentísimo!, ¡pues te estoy viendo disfrutar tanto!... Yo resisto más, haciendo mi esfuerzo, pues deseo que, antes, ¡termines otra vez!, ¿muy ambicioso?, no, no lo creo pues tú, ¡tienes tu tercer orgasmo en ésa misma posición hermosa!, con mi pene en tu recto, hasta el fondo, y el juguete en tu sexo haciendo ambos estragos en tus entrañas, excitándote a tope; siempre has tenido varios clímax en nuestros encuentros pero, casi siempre, en más tiempo, tomando en cuenta una o dos, de mis eyaculaciones, ¡y ahora no he tenido ni la primera!... Al parecer, ésta cita será "sólo un poco más candente", ¡sí!... NIVEL III LA LUJURIA NUBLA LA RAZÓN NECESITANDO FOLLAR... Hoy tienes ganas de hacer el amor, pero no tienes cita, porque es temprano, apenas las 12 de un día soleado; ello empieza a frustrarte, no es de tu agrado para nada; es entonces cuando piensas, con verdad y justa razón, que no necesitas esperar a nadie para entregarte al amor... Entras al subterráneo y ubicas el vagón más lleno, uno que no está destinado específicamente a las damas; entras y, apesar de lo lleno, buscas un sitio a tu gusto, juntoa dos caballeros de traje, de aspecto pulcro y que, por lo que observas, no se conocen entre sí, no hablan... Empiezas por repegarte ligeramente a uno de ellos, dejando que una de tus bellas nalgas roce su costado; esto provoca que el hombre te note de inmediato, sacándolo de su concentración, de sus pensamientos; poco a poco vas provocándolo con roces, ligeros, pero constantes, dejándolo sentir tus carnes, tu cuerpo; hasta que te acomodas dándole la espalda y ayudándote, aprovechando el movimiento del tren, freno y avance, repegas tus nalgas a su miembro, que ya está firme... Cuando te percatas que él ya está al punto que deseas, te volteas para iniciar, igualmente, con el otro hombre; pero para que el prinmero no pierda interés, o firmeza, te sostienes del mismo tubo que él para rozar su mano, para acariciarlo "accidentalmente" y, de vez en vez, verlo a los ojos con deseo, cosa que lo vuelve loco; el segundo hombre, a tus espaldas, tiene el pene erecto, lo sientes bien repegadito a tus ahora sensibles nalgas; lo volteas a ver con una sorisa pícara, llena de deseo... Llegas a la estación que tú deseas y, coquetamente, los tomas de una mano a cada uno y los bajas contigo; van caminando los tres sin decir palabra, pero gustosos, y llegan a un hotel a muy poca distancia de la estación; entran y pides un cuarto, pero al intentar pagarlo tú, ambos hombres se apresuran a sacar el dinero necesario; has hecho una buena elección, pues no son patanes... Sin decir palabra, en el cuarto, los desnudas y sientas, en la gran cama king zise que hay en la habitación; luego empiezas a quitarte la ropa, poco a poco, slento, en un pequeño, pero no menos erótico, baile sensual... Observas cómo se endurecen los sexos de los hombres; ya sin ropa alguna, te arrodillas frente a ellos y chupas, con gusto, disfrutando, sus penes, excitándolos más, provocándolos,pero sin hacerlos eyacular muy pronto... Te subes a la cama, adoptas la posición de cuatro patas, a lo que uno de ellos responde introduciendo su pene, con cierta ansiedad, en tu vagina suave y humedecida; el otro caballero se para frente a tu rostro, a tu boca, introduciendo su falo en ella hasta tocar tu garganta... ¡Estás gozando tanto de ser follada así, y tan excitada!; ¡es cuestión de minutos para que te vengas tan rico!, experimentando un orgasmo largo, profundo, completo; los hombres ponen de su parte, ponen empeño para ti, se turnan para follar tu vagina y tu boca, se alternan, así disfrutas del sabor de ambos varoniles cuerpos... ¿En qué momento ellos dos se pusieron de acuerdo?, no lo sabes, pero lo que pasó te provocó otro orgasmo, ¡y es que ambos eyacularon en ti al mismo tiempo!; uno llenando tu vagina de semen, el otro en tu boca, y que tu lengua y garganta disfrutaran de leche tibia... El encuentro no podía queda ahí, de ello tú te encargas, así que los recuestas a ambos lados tuyo, y los tocas, les acaricias sus penes con ternura, mientras ellos, ni tardos ni perezosos, te besan tus senos y boca, tu cuello, tus hombros, tos brazos, tus mejillas y orejas; obviamente no tardan mucho en ponerse firmes otra vez, para volver a empezar, para seguir gozando del sexo... Al teminar verdaderamente secos, exhaustos los varones, les pides, cariñosamente, se vistan y retiren, en breve; lo hacen, sumamente satisfechos por esa tarde de placer, se despiden con un beso, cada uno, te piden algún dato, un teléfono u otra cosa para volver a verte, en un futuro; le haces ver que sólo fue un encuentro de un día, a lo cual, como caballeros, no insisten mucho, y se van... Tú te quedas a darte una ducha, para retirarte fresca, mientras haces un recuento de lo hermoso que fue todo... UN ERÓTICO DESTINO Estás en un paradero del autobús, esperando al transporte; no hay nadie más que tú, hermosa, paciente, tranquila; te veo a lo lejos y no puedo resistirme, algo me atrae á ti, como si supiera que algo va a pasar, que debemos vernos, como si fuera el destino que nos invita a conocernos, así que voy orillando mi auto para acercarme al paradero... Pero, ¡se me ha ocurrido algo en verdad maquiavélico!, una idea que nunca había pensado antes, ni imaginado; sin embargo me pregunto a mí mismo, ¿no es demasiado?, ¿por qué me abrá venido a la mente tal cosa, tal imagen?; no tengo respuesta, pero decido arriesgarme, llevarlo a cabo; me estaciono, ligeramente lejos, antes de llegar a tu lugar, me quito el pantalón, los calzoncillos, y vuelvo a arrancar.... Al llegar a tu lado me detengo, bajo la ventanilla y te hablo, invitándote a subir, para llevarte al lugar que desees ir; volteas con cierta displicencia, sabiendo que es un latoso, uno de tantos individuos que te invitan a acompañarlos... Al verme desnudo de la cintura para abajo te sorprendes, pero intentas no dejarme notar eso, disimulando lo más; mi pene está erecto, totalmente firme, a pesar de que, por lo novedoso, arrojado, atrevido, del asunto, tiemblo; cosa que también trato de disimular lo más posible... Tu primer reacción era la de caminar un poco, alejándote, ¡pero no lo haces!, tienes una mirada reflexiva, concentrada, mientras me observas, como calculando la situación; esos instantes, que deben ser unos segundos apenas, a mí se me hacen larguísimos, una verdadera eternidad... ¡De repente!, como si algo se hubiera activado en tu ser, abres la portezuela del auto y te metes, acomodándote; te inclinas hacia mi entrepierna y, antes que otra cosa, me pides que arranque el vehículo a un lugar privado... Empiezas a chupar mi miembro con una fuerza enorme, como si quisieras extraer de él alguna substancia para ti; chupas, succionas, con ritmo, constante, implacable; como estoy conduciendo no me puedo concentrar en ti, por lo menos no totalmente, como me agradaría tanto, lo que provoca que tú puedas chupar, chupar y chupar, hasta el cansancio, gustosamente, sin que yo acabe y, por consiguiente, pierda la erección gigantesca que tengo... Puedo percatarme cómo lo disfrutas por tus quejidos, por los apagados sonidos que emites mientras chupas; llevamos casi media hora así, lo que te enloquece más, pues tu accionar ha sido poderoso, como para lograr, en más de un hombre, varias eyaculaciones hermosas... Llegamos al motel de mi elección, donde me estaciono, permitiéndome, ¡por fin!, concentrarme en lo nuestro; me duelen los testículos, por la necesidad de explotar, y tú succionas con una desesperación sin precedentes; ¡me vengo en una eyaculación fabulosa, en tu boca!, ¡y tú, al recibirme, te vienes en un orgasmo precioso!... Hemos tenido un momento de disfrute sexual intenso, pero eso no nos impide que, una vez vestido un servidor, entremos al cuarto que alquilé para nosotros, y volvamos, como lujuriosa pareja que somos, a entregarnos al sexo, con ímpetu, con deseos desbordados, con ansiedad, disfrutando de cuanta posición se nos viene a la mente... Al acabar, al terminar completamente satisfechos ambos, nos preguntamos, por fin, nuestros nombres, y teléfonos, ¡y cuanto dato importante necesitamos tener uno del otro!, pues hemos concluido que somos la pareja sexual perfecta, y no quedarán aquí nuestras entregas a la pasión y lujuria; ¡ya tenemos una cita muy próxima planeada, bien hecha!; por cierto, nos hemos citado en ese mismo paradero, el mudo testigo de dos almas que se encontraron ahí, para gozar al máximo las mieles del amor sensual, erótico... EN EL CINE... Hoy decidimos ir al cine, en nuestra romántica de esta semana; nos quedamos de ver cerca de un centro comercial, para llegar, a las puertas de los salas, caminando sin prisa, conversando, de todo un poco, como cuando se trata del noviazgo de infancia... Entramos, la verdad, la película es lo de menos, el asunto era salir, vernos, no dejar pasar mucho tiempo sin vernos, a pesar de todo, cosas como el trabajo de uno u otra, o los problemas de casa, ¡o, simplemente, una rutina que nos absorbe y nos pueda alejar!... Está casi vacío, será la hora, será la película, será el día de hoy, pues no se trata ni de Sábado ni Domingo, que es cuando se llena; nos sentamos hasta la parte de arriba, donde el muro está atrás, inmediatamente atrás nuestro y, el resto de la gente, elige abajo, lo que nos da una sensación muy curiosa, porque nadie nos ve... Se apagan las luces, empieza la función, comemos golosinas, comentamos algo, alguna risita, abrir las bebidas, apagar celulares; te abrazo, pasando mi brazo por tu espalda alta, casi tu nuca, te acomodas de modo tal que te recuestas en mi pecho tu cabeza; algún beso, en nuestras bocas, repetimos, sabemos que nos gustan, disfrutamos de abrir nuestras bocas, dejar que las lenguas se toquen; aumentamos la intensidad de cada besar, se alarga el tiempo... Disfrutamos como chiquillos de una salida al cine, para estar juntos; mi mano, la del brazo que te rodea, está muy cerca de tu pecho, no dudo, lo rozo un poco, como si fuera accidente, pero repito, así que sabes que no lo es, tomas mi mano y la pones sin reparo, sobre tu seno, y me haces darte un pequeño apretón, quitas tu mano, ya estoy encaminado, ahí seguiré, con la mía acariciando tu seno... Pasas tus dedos por mi entrepierna, tocándome muy suavemente, para saber cómo estoy, si está mi miembro como debería ahora; ¡sí, está erecto!, te agrada, vuelves a pasar tus dedos provocándome, como esperando yo haga lo que sigue, ¡y lo hago!, pongo tu mano, decididamente, sobre mi sexo, para que toques con libertad, todo... Nos besamos mucho, en verdad lo bastante como para no saber, siquiera, cuál es el título de lo que proyectan en esa sala de cine; nos calentamos mutuamente, tal vez demasiado, porque expelimos, de modo suave, discreto, algunos quejiditos que salen involuntarios; pero no es de nuestro agrado parar, dejar de hacerlo, nos agrada... Te comento la posibilidad de salir e ir con rumbo al hotel nuestro, el cómplice de todas esas veces que nos hemos entregado al amor; me pides que aún no, que esperemos un poco más, que sigamos, como cuando en el noviazgo te calientas mucho pero aguantas más; cedo, seguimos por buen rato, acariciándonos lugares erógenos, que conocemos nos excitan mucho, cuando el otro toma acción... ¡Lo malo es que, en cierto punto, estamos en una posición difícil!, ¡nos estamos excitando demasiado!, y ninguno quiere terminar así, siendo acariciado por la mano del otro, en masturbación mutua; te vuelvo a pedir nos retiremos, ¡pero respondes que es muy tarde!; estás humedecida, excitada, jadeante, gimiendo apagadamente, para no ser oída, para no llamar la atención de los de abajo, lejos... No sé qué hacer ahora, ¡pero, al parecer, tú si sabes muy bien qué!; me bajas el pantalón y el calzoncillo, dejando mi pene erecto al aire, te quitas el pantalón, para dejar tu parte inferior desnuda, expuesta, te sientas viendo hacia la película, sobre mí, metiendo mi miembro, con facilidad por tu natural lubricación, hasta el fondo de tu vagina... Me pides no moverme, no hacer ruido, tan sólo estar así, quieto, que tú harás lo necesario ahora, te toca a ti ser la protagonista; me doy cuenta de lo que haces, ¡no te mueves tampoco, nada!, lo que haces es apretar y soltar tu vagina, rítmicamente, fuerte, como si tu sexo atrapara y soltara al mío, de forma constante, rico, cual si me ordeñaras con tus entrañas, como si me succionaras; ¡es exquisito!, estoy tan adentro que siento el cuello de tu matriz, debe ser, también, la posición que tienes, por estar sentada sobre mí, de modo que, espero, ¡y es lo que más me gustaría!, toco tu punto G, lo que debe estar provocándote sensaciones maravillosas, especiales; aunque no puedo saberlo con total certeza, pues me das la espalda, no puedo ver tu rostro modificándose al extremo por el placer... ¡Lo que sí, has empezado a gemir un poco, a jadear, a apretar más!; ¡sí!, ya puedo sentir que estás al punto, a escaso tiempo de correrte, de explotar en un orgasmo por demás fabuloso, ¡lo que me excita!, ¡me excita aún más de lo que toda la situación ya lo ha hecho!... ¡Nos venimos juntos, estallamos en placer ambos, tan formidable!, un orgasmo y una eyaculación que nos hace temblar, completos, de pies a cabeza y de regreso, con contorsiones involuntarias; ¡precioso momento!, ¡maravillosa situación, lugar, y tiempo!... Cuando salimos del cine, sin acordarnos siquiera de un título, nos encaminamos al automóvil, que quedó un poco retirado, pero es lo de menos, ya estamos encaminados y, en el hotel podremos hacer muchas más maravillas el día de hoy, que sigue... UN VIAJE MUY PLACENTERO Debes ir a otra ciudad, vas a visitar a un familiar por unos días; el viaje no es muy largo, apenas unas seis o siete horas tardará, pero, por comodidad, lo realizas de noche, para dormir durante; el autobús va lleno, cada uno de los asientos ocupados ese día; tu compañero es un joven, de unos 24 años, buen mozo, piensas, aunque sin llegar a ser un adonis irresistible, pero es agradable... Empieza el trayecto, se apagan las luces, por el tipo de viaje, se trata de que los pasajeros puedan cerrar los ojos todo el camino, pues, de todos modos, afuera está muy obscuro, no hay qué ver, salvo alguna luz lejana de la casa de algún campesino o criador... Tu compañero se acomoda, pero de modo tal que toca tu pierna, con la suya, quedando muy juntos, lo dejas hacer, lo disfrutas; lo interesante viene cuando, pasados unos minutos, percibes, sientes, que te roza con su misma pierna de arriba a abajo, lento, como intentando provocarte, como intentando ver si reaccionas... Te acomodas pegando tu cadera junto a la de él, y ahora, también, se tocan los muslos, además de las rodillas y las piernas hasta abajo; sigue, por ello, acariciando con ese sube y baja de su pierna; debe estar levantando el pie, separando el talón del piso, para ello, y regresándolo a su lugar, para lograr el efecto que estás sintiendo... Pero, como ya ha pasado tiempo piensas, con justa razón, que, si no se decid pronto a hacer otra cosa, te retiras y lo dejas solo, con un palmo de narices por tibio, o tímido, o menso, lo que sea; ¡pero sí acciona diferente!, deja caer su mano entre los muslos!, de modo que toca el tuyo, como accidentalmente, “sin morbo”... Ese movimiento te saca un suspiro involuntario, ¡oh, problema!, ¡ya le has dicho todo!, ¡no necesita nada más para embestir!; se acomoda y pasa su mano por tu cintura, tú te volteas y juntas, él te besa en la boca, accedes, abriendo la tuya para que sea mejor, para que se trate de besos húmedos, donde se meten las lenguas, donde se intercambian los primeros bellos líquidos corporales... Acaricias, por encima de su pantalón, su pene erecto, firme, duro; él hace lo mismo con tu vulva, frotando por encima de la ropa; ¡están tan excitados!, ¡pero eres tú la que tiene su orgasmo primero!, ¡es tan emocionante hacerlo así con un perfecto desconocido!; tu venida es espectacular, le dejas mojada su mano, inclusive y él, de un modo erótico en extremo, la acerca a su nariz para olerla, para disfrutar, cerrando sus ojos, de ese olor tan exquisito a sexo... ¡Te agrada tanto, y te vuelve a excitar, esa actitud tan sensual!, que le desabrochas el pantalón para dejar salir su pene, para sacarlo; te inclinas sobre él y empiezas a chuparlo, a besarlo por todos lados, a mamarlo, succionarlo y a, literalmente, ordeñarlo para ti, gustosa; ¡el hombre resiste lo más que puede, para excitarte más, y más!, con la intensión obvia de que, cuando él se venga, tal vez tú, si estás al punto, también, en un segundo orgasmo mejor que el otro; ¡y lo consigue, su esfuerzo no ha sido en vano, es como lo planeó!, ¡eyacula en tu boca abundante, espeso, caliente, y tú también, sí, tu también te vienes en ese segundo y muy deseado orgasmo total!... Bebes todo el semen, un poco para no manchar, piensas pero, sabes, ¡que no dejas nada porque te ha encantado, porque has disfrutado!, y es algo así como el premio que merece el hombre que sabe amar, no dejar nada, disfrutar de sus líquidos, hacerlos tuyos y beberlos... Se acomodan juntos, él te abraza, como si fueran pareja, o algo así; duermen un poco, faltan muchas horas aún, y ambos saben que, pasado un rato, cuando él se recupere, y se vuelva a excitar, podrá, si no opinas diferente, volver a seducirte para volver a entregarse, para volver a eyacular, a tu gusto, como lo desees, ¡y tú también!... UNA MUJER SEDUCTORA Estás hoy acompañada por tus amigas en ese antro de moda, el lugar de los encuentros espectaculares, donde todo puede pasar; como tu día fue en verdad cansado, aceptas salir a bailar pero, en realidad, poco, no tanto como tus amigas que no se sientan; tomas de tu bebida que es, apenas, la tercera de la noche, no mucho; se acerca una mujer muy atractiva, es verdad, puedes observarlo, y te pide sentarse contigo un momento, a lo cual accedes pues, lo que te dice es convincente, “también estoy sola en mi mesa, y es un poco incómodo, te vi y decidí venir un rato, y acompañarte”; se sienta junto a ti, muy cerca en realidad, pero no te importa... Platican bastante, de todo un poco y, dentro de lo que cabe porque, en el antro, el ruido es espectacular, y sólo deja entender a medias; cuando estás por terminar tu cuarta bebida, y la última de la noche, te sientes ligeramente mal, ¡corres al tocador!, seguida por la mujer; ya habías sentido que no debías salir hoy, estabas cansada y, tal vez, un poco indispuesta del estómago desde la tarde, ¿para qué ir?, ¡pero no, no podías quedarte en casa sabiendo que todas irían!... Vomitas y la mujer te ayuda pasándote papeles, cuando acabas, te ayuda a limpiarte con agua la boca, y algo tus mejillas también; cuando regresas están dos de tus acompañantes, te preguntan, les platicas todo, deciden que debes ir a casa, empiezan a hablar, se ponen de acuerdo para llevarte a tu casa, pero tú no quieres, no deseas arruinarles la noche, prefieres irte sola, en un taxi... La mujer, que está ahí, se presenta con tus amigas, y se ofrece, rápidamente, a llevarte, “yo tampoco me estoy divirtiendo”, dice; tus amigas duda, no la conocen, pero tú insistes en que no salgan, que continúen es su velada, no quieres que te lleven, y acceden... La mujer te lleva a su carro, se suben las dos, se dirige a tu casa; efectivamente llegan a tu domicilio, ella se ofrece a dejarte, exactamente, frente a tu puerta, verificar que abras, y ver que entres; vuelves a acceder, ¡total!, no te da desconfianza, quizás su porte, quizás el modo en que habla, tal vez su vestir coqueto y elegante... Una vez en tu puerta abres y, como que no te parece apropiado, no te parece cortés no invitarla a tomarse un café, ella acepta, entran las dos, la puerta la cierras muy bien tras de ustedes; le preparas un café, también para ti, hablan un rato, media hora, quizás un poco más, le dices que debes ducharte, que si desea, puede quedarse o retirarse, ella se queda, un rato más, te vas... En la regadera estás a medio baño cuando ella aparece, desnuda, ¡te sorprende mucho!, pero ella dice querer tallarte tu espalda; lo dice en un tono que, aunque sabes que algo no anda bien, la dejas entrar, y empieza a frotarte tu espalda, suavemente, con cierta sensualidad, provocándote mucho placer sensual; llega a tus nalgas, las frota delicadamente, también, con su mano, la mete entre tus nalgas, con mucho jabón, limpiando tu ano... Es entonces cuando ya no puedes, te volteas, la dejas acariciar, delicadamente como hace ella, tus senos, uno a uno, suavemente; ¡te estás excitando mucho!, ella lo sabe, pero no cede, al contrario, acaricia tu vientre, tus muslos, ¡cuánto centímetro de piel tienes!... Salen del baño, ella las seca a las dos, te lleva a tu cama, te acuesta, ¡te empieza a lamer, a chupar tus pezones!, los pone duros, erectos, sube a besar tu boca, ¡tú respondes abriéndola para que ella entre!; te acaricia mientras, desde donde alcanza su mano, hasta tu pecho, lo que le permite la distancia sin separar nada de tu boca la suya... ¡Te tiene tan caliente!, baja a lamer y chupar tu sexo, tu vulva, ¡abres tus muslos mucho!, los separas para dejarla hacer, accionar; ¡es fabulosa con su lengua en tu sexo!, será porque conoce bien, perfectamente, la fisonomía de la mujer, sus debilidades, y gustos... ¡Te hace venir en un orgasmo hermoso, un orgasmo muy especial!; no ha tardado mucho en darte placer, el gozo, que ella quería para ti; quieres corresponder, aunque no sabes muy bien cómo, la acaricias, intentas tomar iniciativa, ella se da cuenta, te sonríe, se mueve; ¡ahora han quedado invertidas!, su sexo en tu boca estando acostada, el tuyo en su boca, encima de ti, con lengüetazos espectaculares... Haces lo mismo que sientes ella hace contigo, a su ritmo, intentando, pretendiendo, que eso le provoque excitación, humedad, y orgasmo; ¡efectivamente!, luego de un rato, entre quejidos maravillosos, ¡sí!, ¡se viene en tu boca!, dejando escapar líquidos que tú chupas para ti, lo bebes, los saboreas, los disfrutas mucho, como no sabías podías... No cambian de postura, la mantienen por largo tiempo, lo que, en breve, ¡les provocará otro orgasmo!, casi juntas, al unísono; una tras otra, sensaciones increíbles de placer sensual, de erotismo, en su más pura expresión donde, dos mujeres, disfrutan del amor... Antes de que acabe la noche han acabado, por lo menos, 4 veces, ambas, a veces juntas, a veces separadas, pero siempre muy rico, orgasmos fabulosos, intensos, que les hacen estremecerse enteras, vibrar sus cuerpos desde la médula, de arriba a abajo, integralmente.. Ella se despide, intercambian datos, promete volver si, algún día, la llamas y tú, definitivamente, le prometes que lo harás gustosa; un beso largo, donde sus lenguas se entrelazan unos segundos; se dirige a su auto, se sube, lo arranca, te sonríe, le contestas, se va... UN TRABAJO “IDEAL”... Has tomado un trabajo de fin de semana, como vendedora de casas; un dinero extra, sin interferir en tus tareas cotidianas, tus deberes; tus primeros clientes son una pareja de mediana edad, elegantes, que te han citado para recorrer una mansión en una bonita colonia; lo que te entusiasma mucho, porque sería una venta muy grande, si se llega a realizar, ¡y una gran comisión para ti, suertuda!... Llegan puntuales, a las 10 de la mañana, como quedaron formales; la mansión se vende con todo y un mobiliario muy fino, de acuerdo, como debe ser en éstos casos, con el decorado y acabados de lujo; los recibes, pues tú ya estabas ahí, no permitiéndote quedar mal... Recorren la casa de arriba a abajo, ¡es un matrimonio tan agradable!, platican mucho de todo lo referente a la residencia, y otras cosas, ¡inclusive alguno que otro chiste espontáneo con relación a la casa!; llega el momento de ver los papeles, se sientan en un sofá pero, ellos, no se sientan juntos, sino uno a cada lado tuyo, muy cerca, para ver ambos los números que apuntas respecto a los precios, formas de pago, créditos si son factibles, o parcialidades también... Lo que te extraña un poco es que, los dos, aparte de estar muy cerca, cuando señalan una cifra, o preguntan algo, ponen las manos en ti, como apoyándolas casualmente, en tus muslos o rodillas, siempre; mas no haces mucho caso, lo que te interesa es cerrar el trato hoy... Pero, la verdad, la situación sube de tono cuando, de vez en vez, alguno de ellos roza con su brazo, “accidentalmente”, tus senos; la plática se extiende porque verdaderamente les interesa la casa, y tienen medios económicos para adquirirla, si los convences... La mujer, cuando te habla, mirándote al rostro, te acomoda el pelo, con su mano, como recogiéndotelo, haciéndolo para detrás tuyo; la sensación es muy intensa, te incomoda, ¡porque te agrada mucho!, y te sonrojas un poco, como si se tratara de algo que te apena; pero la acción se repite, entre ambos, tocándote mientras platican, rozándote, provocándote de diversas maneras muy tenues, lindas... Hay un momento en que estás por ponerte de pie y zafarte de ellos, pero no lo haces y, lo peor, es que no sabes tú misma el porqué; ¿será porque temes perder la venta?, ¿por no ser grosera, quizás?, ¿o porque, realmente, sientes curiosidad por lo que ocurre ahí?... En un instante idóneo, perfecto, preciso, elegido por la mujer, ¡se acerca a tu boca y te besa!, y cuando se retrae, te observa bien, analiza tu sorpresa, pero nota, también, que no sales huyendo; ¡se vuelve a acercar y te da un beso húmedo y largo, intenso, bello!, ¡al que tú respondes!, al que tú contestas tocando su lengua también; el hombre, junto a ti, al que le das la espalda, ¡te toca los senos!, con ambas manos, apretándolos sobre la ropa, ¡y besa tu nuca!... Entre los dos, sin dejar de acariciarte de algún modo, te desnudan, te quitan, delicadamente, hasta la última prenda de ropa que tenías; ¡te llenan de besos, lengüetazos varios, desde los dedos de los pies, hasta el último resquicio de tu cabeza, incluyendo orejas y cabello!; ¡estás excitadísima!, te han calentado a base de caricias increíbles, como expertos amantes ambos, decididos a doblegar a una mujer... Se van quitando sus ropas, también, sólo cuando te ven al punto, como para estar seguros que ese lapso no será en el que huyas; ya los tres preparados para entregarse al placer sensual, erótico, vuelven a su tarea de lamerte, acariciarte, provocarte sin piedad... La mujer opta por acercar su boca a tu sexo, separando tus muslos, con cuidado, delicadamente, pero decidida, pretendiendo chupar, con ahínco, tu vulva, tu clítoris, tus labios vaginales, tu ano; ¡lo que te provoca un gozo indescriptible!, pero lo dejas saber, por la cantidad de gemidos y jadeos que has expelido al sentirla... El hombre, ante ésto, mete su poderoso pene en tu boca, erecto, tan grande como el que más, hasta tocar tu garganta, tu campanilla; lo dejas, ¡y lo disfrutas!, empiezas a chuparlo, ¡a mamarlo tan rico!, que le has cambiado los planes, y se queda ahí, dándote gusto, y sintiendo que un placer exquisito con tu boca maravillosa, mágica; los tres emiten pequeños quejidos, gemidos, jadeos, de vez en vez... ¡Y te corres!, ¡te vienes en la boca de la dama!, que te recibe, ¡sí!, te recibe como si lo que estuviera bebiendo fuera algo delicioso, como el manjar más fino del que haya tenido la dicha de probar; ¡ésto te excita tanto que alargas tu orgasmo!, ¡se vuelve múltiple!, y no terminas de sentir, y sentir, y sentir, ¡y gritas como loca!, te contorsionas, tiemblas, tienes bruscos movimientos de placer... El hombre eyacula en tu boca, ¡te parece tan rico tragarte su semen!; él se quita y, la mujer, lleva su sexo a tu boca, para que la chupes, para que logres con ella lo que consiguió contigo hace un momento; ¡te esmeras tanto en chuparla, besarla, pasar tu lengua por su sexo!, no tarda mucho en venirse también, entre grandes gritos y jadeos, entre contorsiones fabulosas que demuestran su grandísimo placer... Al acabar todos verdaderamente agotados, se visten entre risitas, como chiquillos que hubieran hecho una travesura, una ocurrencia; ya más tranquilos, con mucha seriedad, la pareja firma los papeles, ¡han cerrado el trato!, y te citan en otra ocasión, en la oficina, para concluir los trámites frente al notario que lleve el asunto... Se despiden, no sin invitarte a que, una vez que ya vivan ellos ahí, los visites, con la idea de que tu estancia sea larga, y placentera; se los agradeces, muy sinceramente, ¡y prometes que lo harás!, después de todo, como son ellos, estás segura que te encantará... BELLEZA, PLACER, SENSUALIDAD... MUJERES... I Has citado a esa mujer ardiente que conociste en el antro; aquella que te llevó, hace unas semanas, a tu casa en su auto; ahora deseas que ella sea la que disfrute más de su visita, corresponderle plenamente a sus "atenciones" de aquél día... Tienes preparadas algunas sorpresitas que crees le agradarán; ¡estás impaciente!, como jovenzuela esperando al novio, aunque con la emoción extra de saber que ustedes harán más, ¡mucho más!, que no se limitarán, y podrán entregarse libres... No es que prefieras a las mujeres por sobre los hombres pero, hay que aceptarlo, ¡ella es especial!, te llevó, de la mano, al máximo placer con, relativamente, poco tiempo, y esfuerzo; lo que te avisa, con seguridad, que sus químicas son afines, por lo menos, para esto del amor sensual, para la pasión... La esperas cubierta con una bata solamente, perfumada toda; bañada de una crema suavizante que ya se ha desvanecido; limpia de pies a cabeza con máximo cuidado, con esmero; maquillada de un modo tan elegante que no lo crees tú misma; arreglada la casa como para recibir a una princesa europea, y una recámara con algunos pétalos de rosa sobre la cama... Llega, la ves estacionarse, la ves bajar desde tu ventana, ¡sí!; no deseas parecer ansiosa, ¡pero no puedes evitarlo!, y toca; vas a abrir con prontitud, la vez, le sonríes, te ve, te sonríe; ibas a decir algo, pero ella reacciona, al verte cómo estás, al olerte y saber que lo has hecho para ella, ¡te besa mucho!, largamente, como un amante que lleva meses sin verte... Caminan unos pasos, sin despegar las bocas, cierran la puerta; se sientan en un love seat, continuan un besar intenso, húmedo, apasionado hasta más no poder, como no lo hacen lo hombres, o, por lo menos, no la mayoría de ellos, sin la sensibilidad, la emotividad que es requerida para tal entrega sin penetración... En una breve pausa, la tomas de la mano y la llevas a tu cuarto; llegan, tiras tu bata, dejando expuesta tu desnudez ante sus ojos; ¡tal entrega la emociona!, vuelve apegar sus labios a los tuyos, mientras se desviste, ayudada por ti, y quedar desnuda también... Se recuestan en esa cama decorada para el amor, para la pasión; las caricias se multiplican, de formas diversas, y siempre intensas; besos en los senos, chupar los pezones, acariciar sus vulva, pasar la manos por sus nalgas, sus anos, recorrer las espaldas, besar los cuellos y los hombros, pasar las manos por las piernas, desde los pies. pantorrillas y muslos, con suavidad, con ansiedad... Intercambiando posiciones constantemente, para hacer disfrutar, mil veces antes una a la otra, que a sí mismas, con entrega total, sin viso alguno de egoísmo o pretensiones de dominar o imponer; ¡caricias tantas que la piel se vuelve adicta!, como una droga, como el peor de los vicios, de las dependencias, deseando, con toda el alma, que no acabaran ni hoy, ni mañana, ¡ni nunca!... Cambian de posición, una recostada, la otra arriba, invertidas; de modo tal que cada una besa el sexo de la otra, con ahínco; ¡en una escena erótica como ninguna!, sensual hasta decir basta, en verdad, la más bella que uno pudiera presenciar en una cama; ambas acariciando sus caderas y nalgas con sus femeninas manos; ambas besando, lamiendo, chupando, libando, la vulva de la otra, con delicadeza, constantes, con los ojos cerrados, disfrutando, deleitándose con sus mutuos sabores, sin prisa, con calma, esperando que la otra se excite, que dé señales de gozar, de sentir, y querer terminar en un orgasmo inmenso, como nunca ha tenido... No miento, ni exagero, si calculo que están así, por lo menos, 45 minutos, entregadas, abandonadas, sin límites, una a la otra; haciendo que esas caricias con sus bocas, labios, y lenguas, se extiendan, se vuelvan eternas, obligándolas a desear más; ¡hasta que terminan, casi al unísono, en la boca de la amante!; entre gemidos ahogados, porque ninguna deja su labor, su tarea, y continúan, a pesar de las contracciones, de los espasmos, inmersas en beber, chupar, lamer, besar, acariciar sin tregua, de modo tan exquisito, delicado, como sólo una mujer puede... ¡Ha sido el más bello orgasmo de tu vida!, el más delicioso; tal vez no el más fuerte, ni el más violento, ni el más explosivo, pero, definitivamente, uno que no necesitaba, ni debía, ser así; un orgasmo que no le pide nada a ninguno de los que has vivido... Aún después de acabar, permanecen largo rato, en la misma, en ésa exquisita posición, sin moverse, disfrutando de la paz, del dulce momento que se presta sólo para sentirse respirar, intentar sentir el latir del corazón de la amada, y su suspirar... Continuará... BELLEZA, PLACER, SENSUALIDAD... MUJERES... II Más de una hora ha pasado desde que ella llegó a tu casa, invitada por ti, solicitada por ti, que deseabas amarla, besarla, darle placer inmenso, hacerla disfrutar de tu cuerpo desnudo, abandonado para ella, sin límite de ninguna especie, sin dudas... Han tenido una cesión de caricias y besos que terminó en gozo, en un orgasmo que recordarán, ambas, por el resto de su vida; causado por el mutuo besar, chupar, y lamer de sus vulvas, hasta que se provocaron un placer sensual, bello, apacible, ¡pero enorme!, sin haber necesitado de nada más que dulzura... Ahora están, una sobre otra, descansando, como en un letargo, ¡pero tan hermoso!, que la de arriba no pesa, ni incomoda; y ambas se han dedicado a sentir el respirar, el suspirar, el latir rítmico de los corazones, y la suavidad de las pieles... Luego, cuando se acomodan un poco, se separan un segundo, te levantas, dirigiéndote a un muevle con cajones, abres uno, sacas una caja envuelta como para regalo, se la entregas a ella; está atónita, pero contenta, te sonríe como chiquilla traviesa, desenvuelve el regalo, abre la caja, ¡y saca algo excitante!; se trata de una especie de tanga, de cuero, ¡que tiene 2 penes!; son dos miembros masculinos de plástico, muy bien hechos, de buen tamaño, de buen grosor, ideados para dos mujeres... Uno entra en la vagina de la que se pone la tanga, y el otro, que queda al frente, simulando un miembro que sale de ahí, sirve para que entre en la otra mujer, penetrándola cual es; la mujer se queda sorprendida, ¡pero encantada!, te mira, y mientras lo hace, se ha humedecido varias veces sus labios... Te pones la tanga, después de haberle puesto lubricante, al pene artificial que te penetra hasta las entrañas de tu sexo; acuestas, entre besos y caricias, a tu amante, con dulzura; pones gran cantidad de lubricante al pene que entrará en ella, ¡y la penetras como si fueras un varón!, sobre ella, muy rico... Los gemidos que salen de su boca te avisan que lo disfruta; y, sin dejar de besar sus labios, y acariciarla integralmente, empiezas a follarla con cierto ímpetu, con energía, con ánimo; ella siente el embate y dobla su espalda hacia atrás, fuerte, en un acto reflejo provocado por la intensidad de la sensación; pero regresa casi de inmediato a abrazarte y besar tu boca... Así, con los labios pegados, como si tuvieran consigna, mueves tu cadera con maravillosos ritmo, penetrándola y, al mismo tiempo, como están unidos de cierta manera, también sientes un rico movimiento del que tienes adentro, el que masajea las paredes de tu vagina, y tu punto "G"... La mujer está disfrutando que la folles al máximo, al tope; inclusive abre más sus piernas, las separa lo más que puede, para permitirte entrar y salir más, más fuerte, más rápido; a lo que accedes cuando le escuchas decir, "¡más, más, más, amor, hazme tuya, quiero ser tuya, deseo ser tuya!"; ¡estás afirmaciones te encienden como hoguera, en verdad!; arremetes como te pide, deseando hacerla gozar, ¡y mucho!, tu razón se nubló completamente, y sólo deseas tenerla, poseerla, hacerla tuya otra vez, que tenga un orgasmo, ¡y otro, y muchos, muchísimos más, hasta desfallecer!; hasta que ella misma desee que pares, que es suficiente... ¡Y consigues uno espectacular!, uno que la hace gritar; pero tú no paras, sigues en la misma mecánica, follándola; ¡y logras algo fabuloso, un segundo orgasmo de ella!, uno que le arranca un llanto de placer, ¡la has hecho llorar!; te das cuenta de todo, y decides seguir, no parar, para ella... Lo que te agradece llenándote de bellos besos húmedos, en tu cuello, en tus labios, en tus mejillas, en tus hombros; ¡tus hombros, ha mordido uno!, ¡y te ha encantado tener, ahí, la marca de su dentadura perfecta!, ¡te excita tanto!... Al cabo de un rato más, ¡ambas se vienen casi juntas!; si tuviera describir toda la escena en una sola palabra, definitivamente ésta tendría que ser: sensualidad, ¡sí!; porque nadie ha presenciado algo con mayor sensualidad... Es entonces, después de tu orgasmo, y el tercero de ella, prácticamente en línea, uno tras otro, ¡hermosos, grandes!, que te abraza para invitarte a reposar sobre su cuerpo, aún ambas con los penes adentro, pero sin moverse ya; si alguna de ustedes durmió por un instante, no se sabe, tal vez ni siquiera ustedes mismas podrían afirmar o no, pero están envueltas en una paz absoluta, deliciosa... Al cabo de unos minutos se reacomodan, acostadas, ¡abrazadas!, disfrutando de la tranquilidad, de esa paz; saben ambas que han hecho el amor como nunca antes, y saben que se han entregado una a la otra plenamente; lo que muy probablemente las convertirá en amantes, ¡para siempre!, no del diario quizás, pero deseándose, soñándose de vez en vez, esperando otro encueentro... Al despedirse prometen repetirlo, una cita ya establecida, ¡para cada mes!, en la misma fecha, sin falta, sin excusa; una cita para volver a entregarse, sin límites ni trabas, a una sensualidad desbordada, exquisita, bella, envidiable... UN TRÍO CANDENTE... I Llegamos a las afueras de ese antro gay, entras sola, te espero; no sé qué le dijiste, cómo la convenciste, si te costó trabajo, pero sales acompañada de una mujer extremadamente bella; sé que no le ofreciste dinero, no nos gusta, le resta placer, así que, sea lo que sea, fue algo que animó si libido, su lujuria... Llegamos a casa, en breve, pero aún así "rompimos el hielo", en el camino, con algún chiste, y mucha plática ligera, informal; entramos, nos dirigimos los tres a la recámara, sin premura, como si se tratara de cosa de todos los días, de la rutina... Ya ahí, tú te dedicas a desnudar a la mujer, lento, con caricias, ¡y besarla mucho, mucho, en la boca!, entrelazando las lenguas; yo me he desnudado, pero permanezco al margen, muy aparte; pero observo cómo se han quedado sin ropas, sensuales, acariciándose, haciendo el amor, lamiendo, chupando, sus senos; frotando sus sexos, sus vulvas, excitándose al máximo, rico... Cuando la posición del 69, cuando se lamen mutuamente abajo, tomo acción, es la señal que me habías indicado previamente; me acerco a las caderas de la mujer, donde chupas su sexo, con ahínco, ansiosamente, pretendiendo darle mucho placer; abro sus nalgas, separándolas con mis manos y, con lubricante, meto mi pene en su recto, hasta que mis testículos tocan su piel; ¡esto hace que la mujer gima de placer!, atacada en dos frentes, yo en su trasero, tú en su humedecida vagina, ambos follándola.... ¡Se viene, se corre!, era mucha la excitación, no resistió, terminó; lo que a ti, ¡te enciende como una perra en celo!, te calientó; de lo que, la mujer que lame tu vulva, se percata y decide que, ¡te hará explotar con su boca!, y arremete con mucha más fuerza, con más velocidad, con mayor ritmo, ¡y te mete sus dedos!; cosa que no esperabas, ¡y te hace venir entre gritos de placer!... Yo, por mi parte, hago lo mío, y follo a la mujer largo rato, para luego salirme y dejarlas cambiar de posición, al deseo; se acuesta ella y tú te sientas en su cara, yo penetro su vagina; ¡la dama está gozando como nunca!, tiene su otro orgasmo; no grita, pues tu entrepierna no se lo permite, ¡pero gime, jadea!; lo que te da mucho gusto, te llena de alegría, mientras sientes, mientras te concentras en las sensaciones que te da su boca... Cambiamos, y tú te vas a lamer su sexo, mientras yo meto, mi pene erecto, en su boca, ¡y me recibe con grandes chupadas!; en breve eyaculo ahí, llenando de semen su lengua, garganta, encías, dientes, el interior de sus mejillas, ¡anginas y campanilla!; sus quejidos denotan que lo ha disfrutado, ¡y se levanta de pronto!; busca tu cabeza, te toma entre sus manos, ¡te mete la lengua, en tu boca, llena de semen, para compartirlo contigo, con lujuria!... ¡Te vienes tú, sin poder verlo llegar!, con tu excitación y su actuar, sencillamente te provocó un estallido en tu entrepierna fabuloso; nos recostamos los tres, entre sonrisas y suspiros bastantes; nos entrelazamos, nos acariciamos de vez en vez, ¡platicamos!; ninguno desea moverse de ahí, pues todos sabemos muy bien, que en cuanto pasen unos minutos, ¡desearemos recomenzar!; y, muy probablemente, sean muchos orgasmos más para todos... UN TRÍO CANDENTE... II Vamos por la carretera, de noche, está muy solo, obscuro; de repente vemos caminando a un hombre joven, que pide, con la clásica señal del pulgar, un aventón a los que pasan; nos seguimos de largo, lo vemos bien, y más adelante dices, "me hubiera gustado mucho llevarlo", te observo, me ves, ¡con una mirada llena de picardía y lujuria!, sé lo que deseas; doy la media vuelta, lo volvemos a pasar, sigo un tramo; me detengo, te pido que te vayas para el asiento de atrás... Reanudo la marcha, vuelvo a retornar, alcanzamos al joven; me detengo, él corre a alcanzar el auto, le abro la puerta, pero no de enfrente, la trasera, se mete, se sienta junto a ti; empieza a dar las gracias por el aventón, ¡pero lo callas!, poniéndole un dedo, suave y coquetamente, en los labios... Con tus manos, ante su sorpresa, desabrochas su pantalón; sacas su pene flácido, ¡y empiezas a chuparlo con ahínco!; la sorpresa es mucha para el hombre, lo que no le permite, prontamente, tener una erección ante el embate de tu boca;; pero no haces caso, chupas y chupas, lames, succionas; sigo conduciendo y viendo, de vez en vez, por el retrovisor... Pasados unos minutos el pene del joven ya reacciona, ¡se pone duro como piedra!, lo sigues acariciando, ¡menos!; no deseas que se corra ahí, por eso me tocas el hombro; es tu modo de pedirme que me orille a como dé lugar; encuentro un claro en el camino, nos estacionamos... Desnudas al joven y lo bajas, yo me quito mi ropa también; te esperamos unos segundos a que desciendas desnuda; vas a unos metros del auto, te pones en 4 patas, ¡lujuriosa!; le señalo al hombre tus nalgas, see arrodilla para penetrarte; me arrodillo frente a tu cara, para meter mi pene en tu boca; ¡te follamos con tal brío!, ¡te vienes en segundos tabn sólo!; ¡estabas tan excitada desde que pensaste en subir al hombre!, que todo el camino ya tu sexo deseaba estallar en gozo; y, al estar penetrada en boca y vagina, no pudiste resistir... Pero seguimos follándote, cada vez más duro, con ganas; ¡queremos sentirte venir otra vez antes que nosotros!; lo sé pues hemos hecho señas al respecto porque, ambos, estamos uno frente al otro, uno agarrando tus caderas, yo tomándote de tu cabeza, ¡y los dos follándote tan duro!.... Nuestro deseo se concreta, en el pasto a orillas del camino, ¡te vuelves a correr entre gemiditos, contorsiones, temblores!, entre estremecimientos, contracciones vaginales y gemidos; ¡entonces soltamos lo nuestro, eyaculamos los dos fuerte!; él llenándote la vagina de su leche de macho tibia, espesa; yo en tu boca, para que pruebes mi sabor y la bebas toda... Nos subimos al auto así, desnudos, a petición mía pues, como en otras muchas ocasiones, tal vez pasado un rato, tengamos ganas de volver a fornicar, de volver a tenerte; ¡y sería fabuloso sólo detenernos y repetirlo todo tan rico!... Estuvieron de acuerdo y, creo, ya se excitan con la sola idea... EXHIBISIONISMO, TU PLACER PERSONAL... Desde hace meses, el mismo día de la semana, a las 6 de la tarde, para observar la puesta de Sol, vas a tu enorme balcón, del 8º. piso; acudes desnuda, para sentarte en tu silla playera, con un vibrador; te sientas, abres tus piernas, y te metes y frotas con el juguetito, hasta venirte en varias ocasiones en lo que se oculta el Astro Rey... Siempre has sabido que alguien te mira, que te observan desde lejos, desde otros balcones, o ventanas de grandes edificios, sean casas, sean oficinas, pero con esa certeza te exhibes sin importarte, a gozar; ¡pero hoy es diferente!, ¡hoy es un día especial para ti, realmente!; recibiste una carta anónima, donde un “admirador”, te escribió, alabando tu belleza, tu ardiente temperamento, tu desinhibición, y te ha pedido el gran favor de no faltar el día de hoy a tu cita con él, pues ha invitado a una docena de amigos para que se deleiten ahí, en su gran ventanal, contigo, con tu juego solitario de hacerte venir... ¡Así que no puedes defraudarlo!, ¡mucho menos si te ha seguido!, si se ha convertido en un espectador semanal de tu gusto personal; llegas a tu balcón con suma puntualidad, te sientas cómodamente, separas tus muslos mucho, para dejar ver bien tu sexo, tu vulva; empiezas a frotarte ligeramente tu entrepierna, con tu vibrador lo haces con sensualidad, una que te caracteriza desde siempre; si alguien tuviera unos binoculares o un buen telescopio en casa, podría observar , claramente, el momento exacto en que tus labios, los exteriores de tu vagina, se abren demostrando tu excitación; también podrían ver que empieza a existir una humedad exquisita... Procedes a meter un poco de tu vibrador, en tu lubricada vagina; metiendo y sacando una parte, tan sólo, del femenino juguete; cierras los ojos, haces tu cabeza hacia atrás, te relajas bastante, te humedeces varias veces los labios con tu lengua, relamiéndote, dejando entrever que estás disfrutando el momento al máximo... ¡Tu público ha de estar tan satisfecho!, de verte disfrutar así, de verte tan entregada al placer sensual, libando las mieles del sexo; poco a poco aumenta el ritmo de tu solitario, pero muy bello, meter y sacar el vibrador de tu vagina, el que ya penetra todo, el que ya metes casi hasta que desaparece, llegando hasta el fondo, para tocar tu punto “G”, y hacerte desear sentir más, mucho más... ¡Te vienes, tienes tu primer orgasmo del día!, ¡y es tan notorio!; tiemblas, se ve que tu boca emite quejidos de placer, te contorsionas; ¡en verdad un espectáculo de una sensualidad extrema, exquisita!; pero no cesas, es únicamente una pausa en tu acariciar tan intenso, en tu follar individual tan duro, tan preciso, ¡y tan esmerado!... Tu sexo escurre de la humedad que despidió apenas hace segundos; pero desaparece ante un arremeter más poderoso de tus manos, accionando el vibrador con verdadera violencia, con rapidez; no tardarás mucho en experimentar otro orgasmo por fricción; ¡y ocurre!, ¡es visible cuando estallas por segunda ocasión ahí!; realmente estás disfrutando hasta el extremo del sexo individual... No sabes dónde están tus espectadores, pero sí que están, ¡ardiendo!; lo que te excita mucho, lo suficiente para pretender seguir así, corriéndote una vez tras otra, con el deseo de nunca terminar, con la pasión lujuriosa de una verdadera zorra entre las zorras; ¡cosa que te encanta!, pues nunca has negado tu afición al sexo... Se ha ocultado el Sol, has tenido tres orgasmos en una hora, ¡pero qué venidas tan maravillosas!, mejores que en otras ocasiones; será, lo más probable, porque sabías que varios hombres te miraban, y tal vez todos terminaron masturbándose por ti, por tu causa... Te metes a tu departamento, cierras con calma la puerta del balcón, corres las cortinas presurosa, como si te apenara te vieran adentro, desapareces a los ojos de los que te han observado detenidamente; al día siguiente recibes otro anónimo, muy simple en realidad, conteniendo una hoja manchada, pero seca, con olor a semen; sonríes muy satisfecha, y la hueles, respirando profundamente... Es un hecho que la semana entrante, salvo por no estar, acudirás, puntual y con mucho deseos de complacer, a ese balcón tuyo... TRES CONTRA TI... A veces, si una mujer desea cumplir una fantasía, debe actuar, tomar la iniciativa, haciendo a un lado prejuicios o vergüenza; hoy fue éste tu caso, pues quieres algo más fuerte que lo diario; citaste a tres hombres con los que ya has hecho el amor antes... Llegan puntuales, uno seguidito del otro, los vas sentando, conforme tocan, en tu sala, juntos, un poco atónitos los tres; los levantas, les pides se desnuden ahí mismo, completamente; los hombres se sorprenden bastante, pero no se oponen a ti, a tuys deseos, así que, en breve, los tienes sin ropaje alguno; tú llevas una gran bata blanca, lo que no permite vean tu ropa; los conduces a tu recámara, los metes, dejas caer al piso la bata... ¡Estás desnuda también!, acuestas a uno de ellos, te subes en él, metes su pene erecto en tu vagina húmeda para ese momento; a otro de ellos le indicas se acerque, abres tus nalgas bastante, mostrándole tu ano, le indicas que deseas te penetre, ¡lo hace!; al tercero le pides se coloque frente a ti, de rodillas, en la cama, ¡para poder chupar su miembro!, lo hace, y lo besas, lo lames... ¡Tres poderosas vergas penetrándote en tus tres grandes orificios!; empieza un follar rítmico, duro, intenso, ¡que gozas al máximo!; es una escena de película porno que deseabas llevar a la realidad, ¡y disfrutarla con tres machos bien dotados!, ¡solos para ti!; sintiéndote como una verdadera puta en celo, ¡lo que te encanta!, porque te gusta el sexo hasta decir "¡basta!", y aún así deseas más... ¡Te vienes luego de un pequeño momento!, estabas excitada, ¡mucho antes de llegar ellos!, con el solo pensar en lo que vendría; geemiste, jadeaste, gritaste, suspiraste todo lo que podías ahí; cuando los hombres se dan cuenta de que ya te corriste tan rico, ¡se ponen de acuerdo para "rotarse"!, o sea, cambian de orificio; ésta rotación te excita mucho, ¡mucho!, pues son los mismos pero, cada uno con su particular estilo, ¡te hacen sentir diferente todo!, tanto el que penetra tu recto, tu vagina, y el sabor del de tu boca... No es necesario, pero lo diré, ¡te vienes por segunda bella vez!; entre todos la parafernalia que significa ello, ¡disfrutando tanto!; los hombres, al verlo, ¡se rotan otra vez!, es decir, tu orgasmo, que no disimulas sino acentúas, es su señal para cambiar de hoyo... ¡La follada continúa, cada vez más fuerte, intensa, hasta salvaje!; los hombres te excitan, intentan lograr que llegues, pronto, al otro; y cuando ellos ya no pueden aguantar, ¡y eyaculan los tres en ti!, ¡dentro de tu recto, tu vagina y tu boca!, ¡te corres por tercera vez!, te vienes en el otro orgasmo, ¡superior, tal vez, que los anteriores!; ¡y vuelves a gritar, a gemir, a jadear como loca, como gran puta!; cosa que, como ya había mencionado, no te disgusta, ¡te fascina!... Te bajas de la cama, dejando sentados a los hombres, que intentan, naturalmente, levantarse, para irse, ¡pero pronto se los impides!; les explicas que no ha acabado ahí la cosa, que descansen un poco, ¡porque tú deseas una segunda vuelta!, a lo que acceden gustosos... Aunque pudiera ser que los cites en otras ocasiones a los tres, ¿por qué desperdiciar que ya están a la mano y disponibles ahí?... AHORA TÚ... Entramos al cuarto del hotel, nos desnudamos, me lo pediste, antes de entrar en cualquier juego sexual previo, como siempre; como te tengo acostumbrada, llenándote de besos y caricias; hoy te sientas en la cama, me acercas con tus manos, de pie, ¡y metes mi erecto miembro en tu boca anhelante!, chupas, chupas mucho, lames, besas, succionas, ¡algo exquisito!; peero sé que si sigues así por un rato más, ¡eyacularé pronto!; intento retirarme, para evitar eso, ¡pero me detienes fuerte!, me abrazas de la cintura, me evitas la huída, decidida, segura... ¡Tu chupar es maravilloso!, me resisto, ¡me resisto mucho!, pero es imposible, tu boca es implacable, maravillosa en verdad; ¡exploto en tu boca, entre gritos, temblores, jadeos tan intensos!, te he llenado el interior de ella, ¡y haces notar que lo saboreas!, levantando tu cara, viéndome directamente a los ojos, sonriendo, relamiéndote los labios coquetamente, disfrutando mi sabor... Me acuestas en la cama, te pones sobre mí, pero tu rostro, tu boca, para chupar mi pene flácido ahora, y dejando tu sexo, a la altura de mi cara, con tus rodillas a ambos lados de mí; ¡empiezo a lamer tu vulva!, que ya da muestras de humedad; ¡pero tú no te quedas atrás, ni con mucho!, pues acaricias, chupas, besas, lames, succionas, juegas, con mi pene y testículos, intentando hacer, sin prisa, sin ansiedad que, poco a poco, vuelva a crecer, a ponerse duro como piedra, a estar de pie... Lo consigues, al cabo de un rato, lentamente, me excitas mucho; me doy cuenta que incrementas la intensidad de tus caricias, del accionar de tu boca sobre mi miembro, y el succionar crece; ¡estás por provocarme otra eyaculación!, ¡pero no tan pronto!, no deseo venirme sin que hayas tenido un orgasmo, por lo que , yo también, acaricio más, lamo más, chupo más, beso más, ¡y meto mis dedos en tu vagina!, acciono con deseo de hacerte, en breve, venir en un estallido de placer inmenso, fabuloso... ¡Lo bello de todo es que, yo eyaculo, y tú te corres!, ¡sí!, ¡los dos hemos terminado juntos, en espectacular gran gozo!; pero no cambiamos de posición, tú no quieres hacerlo, sigues; me doy cuenta que pretendes, al paso de los minutos, excitarme, ponerme firme otra vez, dispuesto a explotar, eyacular en tu boca... Te dejo hacer, no tengo mucha energía para oponerme a ti; además, ¡ha sido exquisito!, he disfrutado mucho, mejor me rindo; te dejo hacer conmigo lo que gustes que, sea lo que sea, es rico; efectivamente, no estaba equivocado, te esmeras en excitarme, en hacerme crecer otra vez, en prepararme para eyacular... Tardo un poco más que hace rato, pero tu empeño rinde frutos, ¡eyaculo por tercera ocasión en tu boca!, ¡me has dejado seco!; y no puedo negar que ha sido una cita realmente espectacular, ¡pero para mí, para un servidor!, no tanto para ti, no hoy, no... Al terminar todo, y tener oportunidad para charlar, te pregunto, el porqué de ésto, y me explicas que, casi siempre, yo guío, de modo tal que tú te corres varias veces en nuestras citas; ¡hoy tenías ganas de que fuera al revés!, por eso tu actuar; te hago saber, ¡que lo has conseguido total, plenamente!... EN EL HOSPITAL Llegas a visitar a un tío lejano, que ha sido operado hace días, ¡debiste haber ido hace mucho!, pero lo dejaste pasar y, ahora, mañana lo dan de alta, por lo que apenas llegas a tiempo ahí; cuando llegas, tu tía y unos familiares salen, van a comer cerca; los saludas y les avisas que subes a ver a tu tío, están de acuerdo, se despiden y se alejan del hospital, tú subes por el elevador... Llegas a su cuarto, entras, ¡está dormido!, ¡qué mala fortuna!; te dedicas a observarlo un rato, ¡pero algo te llama la atención!, y es que, a la altura de su cadera, levantando las sábanas, el hombre, ¡tiene una fabulosa erección!, que deja ver el enorme pene del tío... No es feo, aunque ya es mayor, unos 60 años, pero conservado; lo que, junto con la visión de su verga parada, dura, grande, firme, te empieza a excitar, ¡no puedes evitarlo!, eres demasiado candente; así que haces lo único que se te ocurre en ese momento, en ese lugar, ¡levantas la sábana para observar ese miembro en todo su esplendor; ¡es fabuloso!, un pene bello, grande, y estéticamente agradable, por lo menos, a tus ojos, como diseñado a tu gusto y complacencia... No es necesario, pero lo diré, ¡posas tu boca en ése miembro duro!; empiezas a chupar, a mamar con pasión, lo que hace emitir, a tu tío, un quejido largo, entre sueños, entre suspiros, antes de despertar; ¡porque el hombre despierta y te ve ahí, chupando su gran pene!; ¡y se da cuenta que es su sobrina la que pretende succionarlo todo!; pero no se niega, te toma de la cabeza y te alienta con caricias, y uno que otro empujoncito que te invita a meterlo más adentro... ¡En eso llega un enfermero!, un hombre alto, robusto, ¡y te ve!; empieza a vociferar algo, como a regañarte, ¡pero tú no cesas!; y, sin separar, ni un segundo siquiera, tu boca de lo que mamas, simplemente te bajas la ropa que cubre tu cadera, y abres las piernas, ¡lo estás invitando a cogerte ahí mismo, mientras chupas al tío!, sin decir una sola palabra, únicamente con el acto de desnudarte... El enfermero cierra la puerta, le pone seguro, ¡y te mete su pene!; lo introduce, decidido, en tu vagina, que ya está humedecida; ¡te folla con tanto gusto!, mientras chupas al hombre recostado; ¡te vienes en un orgasmo precioso!, algo excitante, coger con dos, ¡un familiar y un desconocido al mismo tiempo!, aunque sea, el tío, uno que no comparte tu misma sangre, tus mismos apellidos... En breve tu tío eyacula en tu boca, derramando su leche de macho, ¡de la que no desperdicias nada!, como es tu costumbre, y te gusta; el enfermero dura más, ¡te permite llegar a un segundo orgasmo!; entre gritos contenidos, por no llamar la atención del personal, ¡pero muchos gemidos y jadeos sin fin!, la prueba de tu placer... Cuando el enorme enfermero se viene en tu vagina, lo aprietas, como succionando su semen para ti, para tenerlo todo adentro; ¡lo que enloquece al hombre del hospital!, y se da el lujo de, mientras no lo sacas, permanecer un buen rato dentro de ti... El enfermero se arregla, y sale como si nada hubiera pasado; tú te vistes presurosa, sonríes a tu tío, ¡quién está encantado!; te sientas en un silloncito del cuarto, para visitante como tú; ¡apenas a tiempo!, llegan los que salieron a comer, y te ven, decentemente sentada, platicando con tu tío, de cualquier cosa... Aunque este encuentro fue casual, no dudo que, en un futuro, tu tío y tú se las arreglen para continuar “la charla” de hoy... UN EDIFICIO “CANDENTE” Parte I Desde hace unos meses, en la azotea del edificio donde vives sola, te asoleas desnuda, en pequeñas cesiones de media hora, cada día; el lugar es apacible, pues no hay nada, salvo algunas antenas, arrumbadas en cierta zona, con sus cableados, organizados ahí; lo que te deja el resto de la gran azotea para poner tu toalla y, plácidamente, a solas, acostarte a tomar un poco de color dorado... “A solas”, has creído siempre pues, el día de hoy, al darte vuelta, para dejar que el Sol te dé en la espalda, notas que algo se movió, cerca de la única puerta que hay, que es la de las escaleras fijas; con velocidad, te levantas y corres a ver, abres la puerta rápido, ¡y te encuentras con dos jovenzuelos que tienen sus penes de fuera!; estaban masturbándose mientras te espiaban, desde esa puerta... ¡Corren ambos!, pero tú gritas y uno de ellos se queda congelado, el otro huyó, desapareciendo escaleras abajo, sin hacerte caso; al que se quedó lo llevas a dónde está tu toalla, lo acuestas ahí y, empiezas a chupar su pene que aún se encontraba fuera del pantalón; el joven se queja quedito, como adolescente inexperto que goza, ¡en muy poco tiempo eyacula en tu boca!, lo que te encanta siempre; ¡pero su pene no baja!, es la juventud, así que vuelves a chupar... Ahora su segunda eyaculación tarda más, pero es lo que necesitabas, ¡porque cuando él se viene, te corres tú también!, un rico orgasmo; lo despides diciéndole que, si quiere regresar mañana, lo mamas, una vez más, ¡o hasta le muestras cómo follar completamente!; el joven se va contento, sonriente, casi corriendo por las escaleras... Tú también te vas, pues ya ha sido más de una media hora de Sol, lo que, en lugar de ponerte bella, podría maltratar tu femenina piel; te pones una bata, que es con la que llegaste, levantas tu toalla, te vas a tu departamento a realizar tus pendientes del día, otra vez... Es la tarde siguiente, y ahí está el joven, esperándote, le sonríes, le ordenas desnudarse, mientras tiras tu bata y colocas tu toalla; cuando ambos están desnudos, lo haces recostarse en la toalla; y empiezas a relajarlo con tu boca, besando su pene, mamando, chupándolo, pero no tanto como hacerlo acabar, además de que, le previenes, tiene que aprender a aguantar un poco el venirse, si desea, algún día, convertirse en un buen amante, uno deseable... Cuando está duro, erecto, y sin nerviosismo, te levantas un poco, para sentarte en su sexo, meter su verga en tu vagina, penetrándote; ¡lo montas como si se tratara de un potro salvaje que debes domar!; el joven se sorprende de lo violento de tus movimientos pero, gracias a tus caricias sobre su pecho, sobre su vientre, no pierde, como podría, la erección que le provocaste hace poco con tu boca... ¡Entonces gritas como loca!, te has corrido, muy exquisitamente, ¡pero no dejas de montarlo hasta que eyacula abundante en tu sexo!; te bajas, y te acuestas junto a él, lo atraes a tu pecho, acurrucándolo; ¡pero sólo por un rato!, porque el joven, en breve, está besándote, acariciando y chupando, ¡tus senos!, ¡y se está volviendo a excitar!... Menester decir que, besos y caricias más tarde, empiezan a follar, con muchas ganas, con ahínco, en la posición donde él domina; no es muy diestro, todavía, es notorio, pero tanta energía ayuda, compensa un poco, así que, ¡sí!, minutos después, ambos terminan, casi juntos, en orgasmos que disfrutan a plenitud, totalmente... Se despiden, pero antes, el joven te pide un favor, y se trata de traer, también, a su amigo, el que huyó, para el siguiente día, y que tú, “si no te es molesto”, le hagas lo mismo que a él, enseñarle también; sonríes y asientes, el joven se va satisfecho, tomas tus cosas, te vas... Continuará... UN EDIFICIO “CANDENTE” Parte II Es otro día, cuando llegas, ligeramente tarde, los jóvenes esperan, ¡desnudos los dos!, a que llegues, ¡con verdadera impaciencia!; les sonríes, pones tu toalla, los recuestas, te incorporas frente a ellos, dejas caer tu bata, para que se deleiten con tu cuerpo desnudo, lo que les empieza a causar una erección, como sabías sucedería; te pones en cuclillas, y empiezas a chupar, besar, mamar sus penes... Sus miembros, acariciados por turnos, intercaladamente, se ponen, a tu pleno gusto, duros, firmes, como dos torres en medio de la nada; decides sentarte en uno, follarlo un poco, cambiar, montar al otro, dejar que sienta tu sexo húmedo, pues ya tú estás al punto, y sacarlo, regresar a montar al primero, y volver con el otro, en un juego; parecería que esperas que eyaculen, pero saber cuál lo hará primero, ¡y si lo hará en tu vagina o mientras estás montando a su amigo!... ¡Estás excitadísima, pasando de un hombre al otro!, jóvenes, sí, pero al fin hombres que te están follando, a tu ritmo, a cómo deseas; ¡y uno de ellos eyacula, finalmente, durante tu monta!, ¡enloqueces!, lo que provoca que te corras maravillosamente, ¡tu primer orgasmo!; el otro los ve, ¡y se pone su pene como para estallar de excitación!; te das cuenta y, sin bajarte del que estás, te inclinas a mamarlo duro, ¡se viene en un segundo!, es decir, actuaste a penas a tiempo de que, su semen, terminara en tu boca, y no diseminado por el vientre de él; ¡todos resuellan, gimen,, jadean, por el placer tan grande obtenido!... Se acuestan los tres, contigo en medio, sabiendo que, en muy poco, los dos jóvenes se recuperarán y desearán volver a follarte mucho; cuando sus penes presentan signos de estar parándose nuevamente, los incitas a acariciar y besar tu cuerpo, de arriba a abajo, ¡todo!; lo que, a la postre, los enciende más, con más deseos de cogerte... Te pones en 4 patas, para indicarle a uno que te meta su verga dura, en tu vagina, y al otro, que use tu boca para entrar y salir con brío; ¡los jóvenes se calientan tanto con ésa postura!, algo que ven, seguido, en películas pornográficas, donde una puta se pone así, para que la follen muy fuerte, y ella goza con cada arremetida... Tal vez su juventud no les ha permitido ver que, tú, ¡eres una puta!, completamente, con la diferencia de que lo haces por gusto al sexo, y no por dinero, como las actrices de esa películas para adultos; ¡y es que te gusta tanto que te follen, te hagan gozar, hasta doler!; ¿qué se le va a hacer?, no todos tienen tal temperamento, como tú... Los tres tienen sendas corridas en ésa cesión de sexo duro, fuerte; ¡y gritan tanto!, dejando ver que han gozado, y gozado, y gozado; llega a preocuparte la posibilidad de que, los vecinos, los escuchen, ¡y suban creyendo que matan a alguien en la azotea!, ¡qué lío!; afortunadamente no ocurre así, lo que les permite despedirse y, casi por separado, abandonar la azotea por el día de hoy, contentos... Continuará... UN EDIFICIO “CANDENTE” Parte III La voz se ha corrido, ¡y tu azotea ha sido invadida por jóvenes!; una docena de jovenzuelos, hijos de tus vecinos, estudiantes, que se han enterado de lo que pasa a media tarde, ahí, en la azotea; ¡pero tú no te vas a echar para atrás, no señor!, ¿cómo desperdiciar?, ¿cómo negarte a “complacer” a tan inocentes y bellas criaturas?, ¿dejar que crean que el mundo es injusto porque los despreciaste?... Les pides desnudarse a todos, mientras pones tu toalla, y dejas caer, en medio de ellos, tu bata, para quedar desnuda y deslumbrarlos; les explicas que, ahora, por ser tantos ellos, “el juego”, es diferente; les organizas de 4 en 4, para formar tres grupos, y cada uno hará, exactamente, lo que les indiques, que no es sino, ¡gozar mucho!... Cuando toca turno al primer grupo, te pones en 4 patas e indicas, a todos, que uno te penetrará la vagina, el segundo te chupará, por abajo de tu dorso, uno de tus pezones, como cría que mama, el tercero te meterá su pene en la boca, follándote desde ahí, y el cuarto te mamará el otro pezón, cerrando así un círculo; y, al cabo de pocos minutos, se rotarán un lugar, de modo tal que, el que te follaba la entrepierna, pasa al pezón del segundo, a mamar, el segundo a tu boca, para meter su verga ahí, el tercero a mamar, chupar, el otro pezón, y el cuarto te mete su pene en tu vagina... ¡Y empieza la ronda!, con los otros 8 mirando, como encantados, una escena que no se ve, ni siquiera, ¡en la televisión de paga!; los jóvenes del primer turno, te follan con ganas el de la boca y sexo, mientras los otros dos, agachados, chupan tan fuerte,, por excitados, que te duele, ¡y te encanta sentir eso!, ¡eres tan puta que deseas eso!, sentir un poco de dolor en esos pezones que están tan hinchados ya... Han hecho dos rotaciones cuando, ¡te vienes de un modo salvaje!; todos los jóvenes se dan cuenta que te has corrido, ¡gozado tanto!; no pueden evitar ponerse como locos por el deseo, por las ganas, ¡finalmente son jóvenes que están participando en una orgía real!; poco a poco, conforme se rotan, los 4 primeros eyaculan enormes; uno en tu vagina, dos en tu boca, uno afuera, mientras chupaba, mientras mamaba tu pezón, ¡pero tan caliente!, que se corrió así... Toca el turno a los otros 4, es un poco diferente, ¡pero rico también!; y es que, están tan calientes por lo que han visto, que eyaculan dos, el de la boca y el de la vagina, tan pronto que, dejan el paso a otros, ¡que se vienen casi al instante!, porque es imposible exigirles más... No importa, igual has tomado semen de dos y te han mojado dos, en tu sexo, lo que te pone frenética, muy excitada, para casi lograrlo; como ves que “tu juego” ya no va a funcionar, te acuestas y pides, a los otros cuatro, se formen y te follen, uno a uno, hasta correrse; ¡así lo hacen!, y, como lo habías previsto, acaban muy pronto, ¡pero eso no evita que tú te vengas cuando te folla el tercero ahí!; te corres entre gritos, jadeos, gemidos, ¡y contorsiones hermosas!... Acaban, finalmente, los doce jóvenes contigo, eyacularon todos; lo que dudas, en verdad, si deberías esperar a que se recuperen, para volver a comenzar, pues se tardaría mucho la segunda ronda; lo meditas un poco, ¿por qué no?, te decides a invitarlos a descansar, lo suficiente, para que tengan ganas de volver a follarte los 12; tal vez ahora sí tu “jueguito” funcione, ya un poco menos ansiosos, quizás se esperan a venirse con más calma, dedicarte más tiempo... Continuará... UN EDIFICIO “CANDENTE” Parte IV Hoy tienes muchos pendientes, vivir sola representa mucho trabajo; ¡así que no asistirás a tu “ardiente azotea”!, te quedas en tu hogar; un departamento en el 3er. piso de seis que tiene el edificio, con 8 hogares en cada piso, lo que dan un total de 48 vecinos... Los 12 jóvenes que te follaste ayer, son casi todos los estudiantes, los de preparatoria, que viven en ese lugar, que es confortable, a pesar de ser tantos, pues los departamentos son amplios, bonitos; tú llevas ahí un par de años, y conociste la soledad de la azotea, hace unos 8 meses, percatándote que nadie sube casi nunca ahí; ¡ahora ya no puedes asolearte tu media hora!, porque te vieron, porque, finalmente, también a ti te agradó más la idea de coger, ¡coger con tantos hombres que están tan ávidos de sexo fuerte!; pero ello te lleva mucho, ¡hasta horas enteras!, no siempre podrás... En eso piensas cuando tocan a la puerta, ¡son los 12 jóvenes!; saben dónde vives y, un tanto intrigados, un tanto preocupados, decidieron ir a ver por qué ahora no te habías presentado con ellos; llegaron a pensar que estabas enferma, o algo parecido, tal vez... Los dejas pasar a todos, les sirves refresco, los haces sentir a gusto; finalmente, deseosa de follar, a pesar de tanto trabajo pendiente, te desnudas frente a ellos, te recuestas en el sofá, y les dejas hacer; ¡se esmeran tanto en sus caricias!, te besan desde los dedos del pie, hasta tu boca, desordenadamente, casi los doce al mismo tiempo; algunos te lamen tus senos, te chupan y mordisquean tus pezones, te besan las piernas, los muslos, tu vientre, tu cuello, tus hombros; ¡los más osados separan tus piernas, para lamer tu sexo, tu vulva!... Tú disfrutas de todo, lo gozas con los ojos cerrados muchas veces, como concentrándote en sentirlos explayarse, en ser poseída, ¡por 12 hombres!, por doce jóvenes que están aprendiendo a darse, a entregarse al placer, ¡pero también a darlo!, a hacer gozar a ella... Los jóvenes te acarician completamente, desinhibidos, confiados; tal vez sea que ayer ya te follaron, dos veces cada uno y, ello mismo, les da un sentimiento de cierta libertad que ayer no tenía ninguno; cuando se anima el primero, te penetra en tu vagina humedecida, por la excitación salvaje que te han provocado todos, acariciándote; otro más te mete su verga en tu boca, ¡pero ahora toma tu cabeza!, como ayudándote, jalándote, para llegar más dentro, penetrarte bien; ¡y se organizan bien!, turnándose para follarte en ambos lados, ¡lo que te provoca tu primer corrida de hoy!, ¡ha sido tan rico!, una verdadera explosión de contracciones en tu sexo, en tu vagina, con un clítoris que ha crecido hasta lo máximo, y aún tiembla... La fornicada se alarga por horas porque, aunque han eyaculado en ti, llenando tu boca o tu vagina, se han vuelto a formar para darte duro; ¡te vienes varias veces!, siempre gozando mucho del sexo, ¡mucho!, como la perra en celo que eres, una verdadera gran puta lujuriosa, ¡y eso te encanta!, ¡te encanta saberlo, sin pena, sin inhibiciones!... Cuando acaban se despiden con mucha cortesía, como de una dama, repetuosos y muy contentos, ¡agotados también!, pero felices; te dejan sumergida en el gozo, ¡con una vagina satisfecha al tope!, cosa que no te evitaría seguir, si ellos hubieran deseado hacerlo... Ahora debes apurarte con el trabajo pendiente, porque la renta, los gastos, no se pagan solos, ¡y ya vas muy retrasada éste día!... Continuará... UN EDIFICIO “CANDENTE” Parte V Los rumores de una mujer soltera, sola, y candente, se riegan, como pólvora encendida, por todo el edificio, por cada piso; y hoy te ocurre algo diferente, a la hora que todos saben, tocan, en tu puerta, y abres creyendo que son los jovencitos, los 12, ¡pero te topas con un hombre de unos 50 años!, serio, adusto, de cierto buen aspecto, ¡inclusive se presentó de traje y corbata!... Te dice, en la puerta, porque no le dejaste pasar, que él vive ahí, unos pisos más abajo de ti, y que se ha enterado que, bueno, por su hijo, que ahí vive una dama que sabe disfrutar del sexo; al principio de su explicación, como que lo observaste desconfiada, con mirada dura pero, poco a poco, se te ablanda la mirada y, quizás sorprendida hasta tú misma, ¡lo dejas pasar a tu sala!... Le ofreces un café, lo acepta, beben ambos, platican un poco; te enteras que es casado pero que, su vida marital, pues nomás no; ¡tomas una decisión que cambiará todo tu futuro!, ¡te desnudas!; le quitas la ropa, ante su semblante atónito, ¡y follan mucho!; follan hasta que se corren los dos, en un orgasmo muy sabroso; él eyaculó en tu vagina, y luego, por tu accionar, te metió el pene, en tu boca, que chupaste y lamiste hasta que tus jugos y su semen, desaparece por completo de su miembro, ¡te lo bebiste gustosísima!; luego se despiden, él se va como llegó, y tú te quedaste preparando, finiquitando algunos pendientes de tu trabajo, de tu papeleo... Al otro día empiezas a ver el fruto de tu audacia con el hombre, y es que, tocan a tu puerta a la misma hora, ¡y al abrir ves una fila!, una fila de jóvenes y hombres de todas las edades, ¡son 23 en total!; todos acudieron contigo con la idea de venirse en tu vagina o boca... Por unos segundos piensas en cerrar la puerta, ¡pero qué caray!, si te encanta el sexo y es una oportunidad única de follar mucho, ¡follar hasta que te duela el sexo, los senos, y todo el cuerpo!; les permites el paso y, adentro, todos se desvisten prontamente; ¡empiezan por acariciarte y besarte en cada rincón de tu fisonomía!; no queda rincón en ti que no esté humedecido por saliva de hombre; te han lamido entre los dedos de los pies, en tus axilas, ¡en tu ano!; y es que hay hombres experimentados, mezclados con jovencitos... Cuando se deciden, hay quien te mete su miembro en tu recto, hay quien lo hace en tu vagina, y quien prefiere eyacular en tu boca; te corres en orgasmos que parecen seguir uno tras otro, ¡tan bello!; tu excitación por tantos hombres eyaculando, follando tan duro, acariciándote, ¡mordiéndote los pezones!, lamiéndote el ano, chupando tu vulva, besando tus labios, hombros, cuello, orejas; ¡es una cantidad increíble de sensaciones sexuales extremas, ricas!; lo que te mantiene en un gritar constante, gimes permanentemente, jadeas al ritmo de las penetraciones que son fuertes o suaves, tu sexo constantemente contrayéndose, temblando, ¡y abriéndose!, ¡y tu clítoris grande, crecido, sin disminuir en todo el proceso!... Es verdad, es la tarde más hermosa de tu vida, con 23 hombres, grandes y jóvenes, deseosos de poseer tu cuerpo, ¡de follarte tanto!, de eyacular en ti, ¡dónde sea!, pero dejar que su semen te bañe, entre en tu cuerpo, ¡y te haga sentir el máximo placer sensual!... Pasan algo así como 4 horas, ¡de sexo intenso, ininterrumpido!; pero acaba, finalmente acaba, ¡con tu cuerpo adolorido y satisfecho!; se retiran los hombres, ¡secos todos ellos!, sin gota de esperma, sin gota de semen, con sus testículos ligeros, vacíos, ¡hermoso!... Cuando se van, te revisas, ¡tus pezones están que casi sangran!, recibiste mordidas y chupadas hasta el cansancio, ¡te encanta eso!; tu vagina está irritada, por el continuo frotar de las vergas dentro, ¡lo que te excita!, te pone caliente, ¡como si quisieras más, y más!; en verdad que eres muy puta, ¡por eso estás tan feliz y satisfecha!; tu ano está rojo, como si te hubieran metido algún fierro y tallado, ¿debo agregar que te hace sentir que revives la orgía que tuviste?... Sí, has quedado adolorida, ¡pero de modo tan rico, que te enciende!; ahora sólo debes tomarte un baño, y cenar algo, antes de dormirte; ya mañana será otro día, ¿será posible que algo así se repita?; la incógnita te asusta, ¡y te emociona como niña con juguete nuevo!; duermes, descansas, pues también mañana trabajas, muy temprano... Continuará... UN EDIFICIO “CANDENTE” Parte VI Hoy tocaron a tu puerta, pero no abriste, no estás, estás trabajando; llegas un tanto tarde, muy triste, pues te han despedido, corrido, ¡y lo peor!, sin derecho a indemnización, pues has fallado mucho; ¡y todo por los hombres de tu edificio!, que te han distraído tanto... Después de la orgía de los 23 hombres en tu departamento, cada día, más o menos a la misma hora, han acudido a tu domicilio, ¡muchos!, muchos hombres para follarte, para cogerte en todas las posiciones, de todas las maneras conocidas, ¡y tal vez una que otra inventada!; van en grupos de 12, 18, 27, ¡hasta 31!, cada día, cada día sin falta; eso sí, casi siempre hay un rostro nuevo, o van descontinuados, de modo tal que, crees, ya has follado con todos los hombres de ahí, del edificio de departamentos donde radicas, donde alquilas uno... Al rato, mientras sollozas, tocan la puerta, son dos jovenzuelos, ¡los dos que se masturbaban cuando tomabas el Sol en la azotea!; te preguntan por qué lloras, los pasas, los sientas, les explicas; al rato salen cabizbajos, ¡quizás hasta sintiéndose culpables ambos!; pero, pasados unos minutos, ¡se le ilumina el rostro a uno de ellos!, precisamente al que te tuvo primero en esa azotea llena de placer... Tú ya casi estás por hacer maletas, esa misma noche, ¡no podrás, de ningún modo, pagar la renta de tan grande departamento así!, sin trabajo, sin referencias, pues fallaste y es lo que dirán ellos, tus exjefes, lo que te impedirá conseguir empleo más prontamente... En eso tocan otra vez a tu puerta, abres y son los mismos jóvenes, ¡pero ahora con una sonrisa particularmente intrigante para ti!; los pasas, los haces sentar, y te explican que han hecho una colecta; ¡ninguno de los hombres del edificio quiere que te vayas, nunca!; todos y cada uno han cooperado, algunos más, otros menos, pero cada varón que vive en alguno de los 48 departamentos dio, ¡incluyendo los jóvenes que ya te han visitado ahí alguna vez!... Cuando abres la alcancía recolectora que llevan los muchachos, ¡cuentan algo así como el equivalente a dos meses de tu sueldo!; le dices, apenada, que no puedes aceptar, que no eres prostituta, que tú sólo tienes sexo por gusto y que eso es como cobrarlo; explicas que no tienes nada en contra de esas damas, pero que, el tomar dinero a cambio de sexo le resta emoción, placer... Los jóvenes te explican que tú eres algo así como la amante, ¡la amante de todos los del edificio!, a escondidas de esposas, de madres, tías, abuelas, ¡de todas las mujeres del edificio!; que muchos opinan que, a la amante, se le mantiene, ¡y bien!; es lo que les dijeron, sobre todo, los hombres más maduros... Te convencen, por lo que, en ese momento, ya más calmada, sientes deseos de follar, ¡y follar mucho, y muy duro, muy fuerte!; desnudas a tus salvadores, y empiezas por mamarles sus vergas, ¡con tantas ganas y esmero, que eyaculan en tu boca en breve!; pero no importa, porque los acaricias durante largo rato, hasta que, gracias a su juventud, se vuelven a poner firmes, duros, parados... ¡Te pones en 4 patas y te penetran por la vagina y por tu boca!; menester decir que te corres, ¡con tal gusto!, que gritas fuerte, lo que le hace saber a varios vecinos que ahí estás, disponible; cuando acabas con los jóvenes, cuando los has dejado secos, tocan a tu puerta, ¡son unos 7 hombres que desean follarte duro!; los dejas pasar, los jóvenes se retiran, se despiden muy alegres... Adentro, los 7 hombres hacen lo suyo: acariciarte, besarte toda, meter sus penes en tu ano, en tu boca, en tu vagina, ¡follar duro!, muy duro, a veces tanto que te duele, ¡pero les pides más, y más!; quieres correrte en medio de una fornicada salvaje, monumental; ¡y sí, te vienes en un orgasmo fabuloso!, mientras te dan fuerte, entrando y saliendo violentamente, en tu recto y en tu boca... Les pides a que se vengan en tu boca, ¡quieres leche de macho!; así que, antes de eyacular, todos y cada uno corre a meter su pene, en tu boca, para estallar ahí, y no dejar que nada se derrame; ¡tienes varios orgasmos en esa noche!, porque ya ha obscurecido... Cuando te dejan sola, duermes con una paz que hacía tiempo no; ya fuera por el trabajo acumulado, por no cumplirlo bien, por temor, siempre, a perderlo, ¡exactamente como ocurrió!, ni modo, ni hablar; ¡pero, ahora, por lo menos en dos meses, tienes tu gasto seguro!... Continuará... UN EDIFICIO “CANDENTE” Parte VII La rutina se ha extendido a todo el día y toda la noche, ¡siempre!; ya no cierras tu puerta con seguro, no tiene caso, siempre abres; los hombres llegan, a veces solos, a veces en grupos, a follarte; la mañana empieza con alguno que llega mientras cocinas desnuda, ¡sí, desnuda!, pues ya no te vistes nunca, sólo usas zapatillas altas, porque se ven sexis, mientras no llevas nada más puesto arriba; el varón en cuestión se acerca por detrás, se abre la bragueta y, sea en tu recto, o sea en tu vagina, te penetra con muchas ganas; sueles gemir mucho, ¡pero sin dejar de guisar!, te mueves un poco, sólo como para permitir que te folle más duro, o entre más al fondo; ¡el hombre eyacula!, casi siempre sin lograr que tú te corras ahí; se sube su bragueta, te besa en cuello, orejas u hombro, se va... Cuando llegas a tu comedor, para desayunar, siempre hay alguno, algún vecino que está sentado en tu lugar, con su pene al aire, erecto, ¡para que te sientes ahí!, sea que penetre recto o vagina, ¡tú elijes!; desayunas mientras él se mueve quedito, para no interrumpirte, ¡y eyacula también!, pero, para éste momento, tú ya estás excitada; recordemos que eres muy perra, muy puta, ¡y te encanta el sexo!; así que, aunque parezca una rutina, ¡siempre te calientas con eso!; cuando se va el del desayuno, llegan dos o tres a cogerte bien; a veces penetrándote en tus tres orificios al mismo tiempo o, en otras ocasiones haciendo fila, unas más queriendo ser mamados, que te enfrasques en hacerlos eyacular casi juntos en tu bella boca; en cualesquiera de los casos, ¡tú te corres una o dos veces, sí!; en orgasmos que ya tu cuerpo empezaba a pedir a grandes gritos... Durante el resto del día eres visitada, en promedio, por 28 hombres; varones de todas las edades, gustos, y formas de follar particulares; en la noche, casi a diario, hay alguno que desea cogerte y dormir, compartir tu cama aunque sea por una noche, tenerte abrazada y, si el ánimo lo permite, despertarte en la madrugada y follarte más... Al principio te parecía que estaban “queriéndose cobrar” ellos; pero te diste cuenta que no es así porque, si te niegas, no repelan; ¡a todos les hiciste la grosería de echarlos sin tener sexo ahí!, claro que en diferentes ocasiones, en distintas oportunidades; cuando quedaste convencida que no te estaban cobrando con cuerpo, ¡te les entregaste a placer!, a la hora que quisieran, ¡cómo quisieran!; poe ello lo de tu puerta abierta siempre, no tenía caso ir que abrir, ¡sobre todo si estabas en medio de una cesión de cogidas fabulosas!; así que fue la mejor solución, ¡y no te da miedo!, ya los conoces; ¡todos guardan el secreto del edificio!, no desean problemas, líos, con las mujeres que ahí habitan, ni con gente que no sea de ahí... Nunca dejas de experimentar tus 7 u 8 orgasmos, desde temprano, ¡aunque a veces han llegado a 14 orgasmos preciosos, hermosos!; y cada mes, ¡todos cooperan con la misma cantidad para ti!, para que no te quieras ir por motivos económicos, de renta o gasto; lo que, sin querer, te está permitiendo hacer unos ahorritos pues, como recordarás, es el doble de lo que necesitabas para vivir ahí... Te apodaron “la amante del edificio”, cosa que te agrada bastante; aunque, para tus adentros, hubieras deseado algo más fuerte, duro, como el sexo que tanto te agrada, que te envicia, te domina tanto; algo así como “la gran puta del edificio”, ¡pues te excita en verdad!, por lo crudo, por lo realista, porque lo sientes hasta la médula... Por lo pronto, tu rutina no la cambiarías por ninguna otra, ¡nunca!; ta sólo deseas seguir así hasta que el cuerpo, y tu sexo, aguante... FIN NIVEL IV LA DEPRAVACIÓN HASTA SER UNA OBSESIÓN, UNA DROGA QUE ALIMENTA AL SEXO DURO Y SUCIO TRES HOMBRES PODEROSOS Es una bella tarde en esa playa que tanto deseabas visitar hace años; no hay nadie, absolutamente nadie, alrededor, así que decides, como un alcance de mujer sensual y ardiente, quitarte el bikini; te recuestas en la arena a tomar el Sol en la totalidad de tu cuerpo... La situación empieza a provocarte una cierta excitación erótica, la brisa marina acariciando tu cuerpo, el Sol calentándote, la arena, esa arena donde reposas que te da una especie de suave masaje, cuando haces el más pequeño movimiento, y se mueve un poco... Separas tus muslos, los separas mucho en verdad, y empiezas, con tranquilidad, con mesura, a tocar tu sexo, a acariciarte; sin pretenderlo siquiera, estás empezando a masturbarte fuerte, como si fuera algo que se dio sin que pudieras evitarlo en verdad... Ello no te permite observar a tres hombres fuertes que se acercan; te ven tan concentrada, ¡y te ves tan sensual acariciándote el sexo!, que los excitas como nunca antes alguien lo había logrado tan pronto; se desnudan, saben que aún no los has visto, así que se acercan, se acercan sigilosos, ayudados por la arena que silencia sus pisadas... Uno de ellos llega, con su poderosa verga, a unos pocos centímetros, de tu boca, para luego tocarla con su miembro erecto y endurecido; ¡te ha dado un enorme susto!, te intentas levantar pero, con fuerza, te sostiene de un hombro impidiendo que te incorpores siquiera... Un miedo grande te invade al ver a los tres hombres desnudos, dos frente a ti, uno junto a tu cabeza, el que hizo el primer contacto; pero él te recuesta y, abriendo con sus manos tu boca, mete su pene, ¡sencillamente, como si fuera su derecho, mete la verga en tu boca!; no puedes ni pensar bien, realmente es demasiado sorpresivo todo... Otro de ellos se inclina frente a ti, abre tus muslos, y mete su verga, en tu vagina, en tu vagina humedecida por tus caricias previas; el otro se recuesta junto a ti y empieza a chupar tus pezones erectos; como eres una verdadera gran puta, lo sabes muy bien tú misma, ¡empiezas a gemir de gozo con todas esas caricias y penetraciones!... Cada vez, lo que había empezado como algo pasivo, casi tierno, toma matices de incrementar su intensidad, ¡mucho!, casi a un nivel, a una forma de sexo duro violento, donde se folla con dureza, con gran velocidad, con deseos de hacer sentir un dolor con placer... Los hombres actúan con más y más arrebatos de salvajismo contigo; el que te mete su pene en la boca te toma de tu cabello para jalarte, para obligarte a dejar entrar todo su miembro hasta tu garganta; el que chupaba tus pezones ahora los muerde, no con delicadeza, sino con suficiente intensidad como para dejarte alguna heridita; el que folla tu vagina lo hace con tanto brío que sus testículos, pesados, colgantes, te pegan en tu trasero como si fueran nalgadas... Aunque estás consciente de lo que está ocurriendo en ese momento, ¡lo estás disfrutando, estás tan excitada que te corres como perra!, ¡entre gritos apagados por la verga que ocupa tu boca y garganta!; los hombres se dan cuenta, ¡se percatan que eres puta caliente!, lo que los incita a seguir más, ¡y más fuerte!, en su tarea de cogerte.. Cambian de posición, te mueven de modo que uno queda abajo, ¡metiéndote su pene en tu ano, con brío, sin importar tu dolor!, otro queda arriba, ¡penetrándote en tu vagina con ímpetu y fuerza!, el tercero te mete su miembro en la boca, ¡hasta el fondo de ella!, hasta tocar tu garganta, y sus testículos ser rozados por tus labios... ¡Pues te vuelves a correr, te vuelves a venir con igual gozo y ganas!; entonces es cuando los hombres eyaculan en tus tres orificios; uno llenando tu boca de semen tibio, que degustas con satisfacción; uno llenando tu recto, que ha sido masacrado por una verga enorme; el otro terminando en tu sexo, aumentando la humedad que tenías... Una vez acabando, los hombres te acomodan como estabas antes, exactamente en el lugar y posición que tenías estando sola; se levantan, sin haber pronunciado una sola palabra en éste tiempo; se retiran caminando con lentitud, como habían llegado hace rato... Te recuestas, abres tus muslos, y empiezas a acariciarte otra vez, ya sea que llegue otro grupo de hombres, o no, tú gozarás... EL MANJAR ERÓTICO Parte I Llegas al Aeropuerto Internacional de la ciudad de México; quedamos de vernos en mi casa, donde espero recibirte pronto; tomas un taxi, curiosamente conducido por una mujer bonita, te cae bien, van platicando en el camino, te ofrece un dulce, aceptas mu gustosa, mientras sigue la amena conversación... Lo siguiente de lo que te das cuenta, cuando despiertas, es que estás acostada, desnuda, ¡y no puedes moverte nada!; te entra un miedo que te recorre el cuerpo de pies a cabeza; intentas tranquilizarte, volteas a observar dónde te encuentras... Estás amarrada, con firmes correas, en una mesa grande, perteneciente a un comedor inmenso y sumamente elegante; la decoración es adecuada a la de un palacio, la iluminación, los detalles, los muebles que alcanzas a ver, ¡espectaculares!... De pronto entran, por lo menos, media docena de sirvientes; lo sabes por la vestimenta que llevan y las cosas que cargan, pues se trata de cubiertos, utensilios, cazuelas y mucho más; ¡es un verdadero barullo a tu alrededor!, mucha actividad; intentas hablarles, preguntarles, hasta gritarles, no contestan, y no porque no hablen, lo hacen entre ellos, y con educación, pero es como si fueras un mueble o alguien invisible, sin vida, ¡por Dios, estás desnuda, con tus piernas muy abiertas ahí!, y ni hombres ni mujeres te hacen ningún caso, ¿será un sueño?... Empiezan a poner, encima de ti, ¡comida!, ¡mucha comida!, cuidadosamente acomodada a tu alrededor, y encima de ti, estás quedando como si fueras el platón de un gran bufett; sobre tu piel ponen carnes varias, patés, purés, pastas secas, ¡desde tus pies hasta tu cuello!, tu cara la dejan libre de eso, ¡pero te amordazan con cinta!, ni han de querer que hables... Tus amarres son tan precisos que, aunque pretendes moverte, con la idea de desacomodar, tirar la comida, te es imposible, ¡ni siquiera logras hacer caer lo que tienes en las rodillas!, porque no puedes flexionarlas ni un poco, igual que codos, hombros, tobillos, muñecas, cuello, ¡nada!, nada te funciona... Se retiran los sirvientes, ¡y llegan los comensales!, 10 en total; toman sus asientos, cuatro por lado y dos en las cabeceras; empiezan a platicar sobre lo fabuloso del festín, de la comida, ¡nadie menciona nada sobre la mujer desnuda sobre la mesa!, como si, realmente, no estuvieran más que recipientes ahí... Empiezan a comer, a veces directamente de ti, otras veces, con plato en mano, vaciando de tu cuerpo lo que eligen; sus tenedores no son normales, terminan en puntas finas, como agujas, ¡así que te pican algo cada vez que los usan!; la sensación que tienes es de finos piquetes, como acupuntura, es decir, te pican, te duele bastante, pero no dañan tu piel, ¡ni siquiera un leve sangrado!, cubiertos especiales para esto... La verdad es que, ante la impotencia de hacer algo por huír, empiezas a tener algunos indicios de una excitación sensual; empiezan a crecer tus senos un poco, a endurecerse, bellos, y a crecer, también, tus pezones, saltando de su sitio normal; su vulva deja notar que sus labios se abren un tanto, un poco, y tu humedad podría ser notoria si alguien tocara tu sexo... Por cierto, específicamente en tu entrepierna no hay comida; sí en tus muslos, hasta la ingle, pero no más allá, ni arriba, donde se encuentra tu vello púbico, ahí no, como respetado; realmente es de pensarse, de preguntarse el porqué de ello... La gente come con ganas, muy rico, con ahínco, platicando, en amenos temas de actualidad, ¡y hasta de controversias!, y. siempre, picándote con esos tenedores especiales para ti, que te han estado excitando, junto con toda la situación... Al terminarse la comida, o casi toda, ¡empiezan a lamerte!, ¡desde los dedos de los pies, hasta el cuello, meticulosamente!, sin dejarte nada, ni el sabor, de la comida que una vez estuvo, literalmente, cubriéndote toda, a excepción sólo de tu sexo... Hay dos, un hombre y mujer, en lados opuestos de la mesa, que están prendados de tus pezones, chupando, ¡mordiendo!; tanto es que, aparte de causarte bastante dolor, podrías creer, que están, ¡masticándote los pezones!, ambos, sin piedad; ¡hasta que sale un hilito de sangre de cada uno de tus pezones!, que es cuando te sueltan, ¡pero, ahora, chupan los demás!; al parecer, lo que toman, lo que liban, es esa poca sangre, esas gotitas que salen de ahí, como si mamaran leche, calostro... Aunque has tenido mucho dolor, sigues estando muy excitada, ¡tal vez hasta mucho más que antes!, mientras te maman, mientras sientes que beben algo de tus pechos, de tus pezones; por lo mismo, tu sexo se ha abierto como flor, enorme. mojado; esto es algo que a alguien le causa impresión, pues le dice, a otro de los comensales, "mira, ¡se ha abierto, qué rico"... En poco tiempo, cuando todos han tenido un rato mamando, entran los sirvientes con una duya de pastelería, llena, caliente, la meten en tu sexo, ¡y está muy caliente!, tal vez no hirviendo, pero sí tanto como la cera que se vuelve líquida con la llama... ¡Entonces todos, como locos golosos, se abalanzan a tu sexo, toman unos palitos de pan, muy largos, como de 30 cm., ¡y los meten hasta el fondo de tu vagina, uno tras otro, todos!, mojando su palito con lo que te echaron, ¡es chocolate!; te metieron una gran porción de chocolate de fuente, derretido, para que los comensales metieran sus palitos y se llenaran... ¡Pero esto ha sido demasiado para ti, te vienes enorme, ahí, haciendo que mucho del chocolate salga con tus líquidos!; un orgasmo que provoca una eyaculación femenina grande, tal vez como no te conocías ni tú misma, no antes de hoy... ¡Los 10 se vuelven locos, arrebatándose, a cucharadas, lo que ha salido de ti, esa mezcla de jugos femeninos y dulce!; pareciera una escena de mujeres arrebatándose las ofertas, las liquidaciones de temporada de algún gran almacén famoso... Finalmente no queda nada, ni la más mínima porción, ni rastro, de que ahí hubieras estado llena, en tu vagina, de chocolate, ¡mucho menos de lo que lanzaste de tu propio cuerpo ardiente!; tu vulva se puede observar, para los curiosos, cómo tiembla, cómo tiene, aún, pequeñas contracciones involuntarias y bellas... Alcanzas a escuchar a uno de los sirvientes preguntar a alguien, "¿nos deshacemos de ella, señor?. a lo que el aludido responde, "¡no!, ¡ésta no!, es la primera que se corre durante la comida; ¡llévenla al sótano, acondicionen alguna habitación para ella; ¡que esté cómoda!, y que sane las heridas en sus pezones"... Al parecer, ser una puta caliente te ha salvado, ser tan perra que, a pesar de los dolores y el peligro, ¡te hayas venido ahí mismo!... Continuará... EL MANJAR ERÓTICO Parte II Llevas unos tres o cuatro días en un cuarto bellamente amueblado, no te falta nada, y tienes muchas atenciones de la servidumbre, aunque has estado completamente desnuda todo el tiempo ahí; no hace frío, es algún sistema de aire acondicionado que da calor, así que, por lo de la ropa, no estás en problemas, ni incómoda... En todo éste tiempo te han visitado los propietarios de la casa, o mansión, para ser más exactos, unas tres veces, en ese cuarto; ahora sabes que los dueños de la casa son millonarios excéntricos, que gustan de dar ese tipo de fiestas a sus poderosos amigos, siempre diferentes, rara vez repetidos antes de varios meses, sean políticos, hombres de la milicia, influyentes comentaristas, de los medios masivos de comunicación, artistas diversos, o millonarios como ellos, con gustos muy "sofisticados y raros"... Cada vez que han dado este tipo de comida erótica, las mujeres, como tú, secuestradas para fungir como parte de menú principal, casi siempre lloran, se quejan, intentaban gritar, se veían muy mal, lo que, de una u otra forma, nunca fue tan agradable para todos, como contigo, la mujer candente que se vino en medio de la cena... ¡Eso salvó tu vida!, porque a las otras, indistintamente, las mataban, desaparecían sus cuerpos, y nunca nadie más volvía a saber de ellas; en tj caso, los dueños de la mansión, los anfitriones de esas cenas, te dieron dos opciones: continuar con ellos en sus fiestas eróticas, o intentar escapar, cosa muy difícil, y arriesgarte a morir por ello; también debías tomar en cuenta que ellos tienen todos tu datos, pues en tu equipaje llevabas absolutamente todos tus documentos... Sin mucho qué elegir, realmente, accedes a ser su esclava sexual, para entretener a todos sus invitados, cuándo y cuánto ellos quieran; así que, resignada, muy triste en ocasiones, por tu familia, estás por empezar esa nueva etapa de vida que te obligó el destino... En la siguiente comida ya no te atan, consideran más elegante que, como una profesional, estés acostada sin tales correas enormes, para que, en un momento dado, se vea mucho más natural y, por ende, mucho más hermoso tu cuerpo desnudo integralmente; ¡inclusive, sin mordaza, que implica un forzamiento, algo violento!, sin tu boca tapada de tal modo, se verá tu sumisión y aceptación... Te acuestas en otra mesa, ¡la cambiaron por ti, por las cuerdas!, ésta es normal, sin aditamentos para tus amarres, como dije antes, una mesa preciosa, de finísimos acabados, sólo con un bordecito, como única diferencia ante la de cualquier lugar del planeta, que sierve para que no escurran, sobre los comensales, líquidos, o jugos, de la comida que llevará tu cuerpo encima, adornándote; aunque, a mi parecer muy particular, ¡tú "adornas" la comida!... La comida empieza, como la otra, con una gran diferencia notoria: ¡tu quejiditos que das cuando te pican con los tenedores especiales!, ¡ésto cómo excita a mujeres y hombres que, sin pensarlo, pican, y pican más, como intentando hacerte repetir los sonidos de tu boca!; un "plus" que da enorme satisfacción a los anfitriones orgullosos... Llegado el momento, ¡y ahora lo sabes!, son los dueños lo que, si piedad, muerden tus pezones hasta hacerlos sangrar para que, por turnos, todos los demás comensales mamen de tu sangre, como si fuera leche que sale por chupar con fuerza tus pezones; en ésta ocasión, cuando te mordían, ¡te quejabas como gozando!, como si estuvieras siendo penetrada y fueran los gemidos de placer; ¡los invitados parecen bestias en celo de lo encantados que están!... Finalmente, cuando toca al chocolate derretido entrar en tu vagina, flexionas las rodillas, separando los muslos al máximo, para dejar, frente a todos los que te observan, que metan la duya con el dulce, ¡hasta el fondo y quedando repleta de ese chocolate que te quema!... Los comensales empiezan el metedero de palitos de pan con ahínco, ¡y metiéndolos hasta que sienten topar con el cuello de tu matriz!, para sacarlos, comer el dulce con pan, ¡y repetir pronto la acción!; es de más agregar que, ahora también, ¡te vienes en gran orgasmo!, tan intenso como fue el de hace pocos días, con la grata diferencia, muy grata en verdad, de uq pudiste gritar, jadear, gemir como puta, demostrando que estás gozando sin límites, como la perra en celo, como la gran zorra impúdica que eres, disfrutando del sexo, disfrutando de la sensualidad al máximo, hasta sentir desmayarte... ¡Los invitados pelean, como los otros, los de la otra vez, por ti!, por degustar tus jugos vaginales mezclados con fino chocolate; en ésta ocasión, una vez terminada la comida, ¡hasta te aplaudieron!, te ovacionaron por lo excitante del momento, por hacerlos, verdaderamente, aullar de deseo por la visión de una mujer gozando... Se retiran, felicitando a los anfitriones, ¡pidiendo repetir, regresar!, lo que deja a los dueños de tu destino orgullosos como nunca; te levantan los sirvientes, y el dueño le murmura algo, te acuestan; le ha ordenado que te limpien ahí y que te den un premio justo: ¡que te follen ellos seis, las tres mujeres y los tres hombres!, ahí mismo, en la mesa, que te hagan correr varias veces, plenamente, con ganas, para que tú también tengas tanta alegría como ellos, como tus dueños, que han quedado orgullosos y satisfechos... Continuará... EL MANJAR ERÓTICO Parte III La servidumbre obedece las órdenes de su jefe y amo, y te limpian; dejan toda la mesa impecable, igualmente tu cuerpo de arriba a abajo; se desnudan los seis, empiezan a besarte, a recorrerte con sus lenguas, a chuparte delicadamente cada rincón, cada centímetro de tu piel; las mujeres acarician, como damas que son, magistralmente tu sexo, tus senos, los hombres te tocan, te aprietan, pellizcan deliciosamente; es como una orgía organizada especialmente para ti, sólo para ti, para darte tanto placer que tú misma no puedas creer que no sueñas... Una mujer mete sus dedos en tu vagina, ¡qué forma de acariciarte!, no puedes más, antes de pensarlo, ¡te vienes en su delicada mano!; la mujer acerca su boca, para lamer tus jugos, beberlos sólo ella, ¡y eso te hace temblar, como si no acabaras tu orgasmo todavía!... Un hombre decide meter su poderoso y erecto pene en tu sexo, está muy excitado, desea eyacular, te penetra fácilmente, todo, llegando de un solo golpe hasta el fondo, por lo lubricada que estás; otro mete su miembro en tu boca, ¡lo aceptas con mucho agrado!, el otro hombre espera turno, las mujeres te acarician suavemente... El de la vagina eyacula pronto, te gusta, lo disfrutas, su semen tibio; una mujer, cuando él sale, se inclina a lamer tu sexo, limpiarlo, beberse el semen y tus líquidos lubricantes, ¡te ha encantado ella!; casi, por un instante, podrías haberte corrido en su boca otra vez... Te penetra el otro hombre, lo hace con fuerza, como deseando, como buscando que te vengas al mismo tiempo que él, ¡lo logra!, ¡te vines otra vez, entre quejidos apagados, por la verga de tu boca!, entre contorsiones, entre temblores involuntarios, pero violentos... Otra mujer se apura a lamer lo que escurre de tu vagina húmeda, ¡realmente es una sensación que te hace desear no acabar nunca!; entonces eyacula en tu boca el tercer varón, ¡bebes su leche toda!, la degustas como si fuera un manjar superior al los que se dieron, apenas, hace unos momentos en ése mismo precioso comedor... Para terminar, las tres mujeres se turnan para besar tu boca, entrelazando sus lenguas con la tuya, en largos besos sensuales, y chupar, lamer intensamente, tu sexo, buscando lo máximo; ellas ya saben que eres una puta lujuriosa, candente, fogoza; desean que te vuelvas a venir, en boca de alguna, como jugando, como ese juego en el que un objeto se pasa de mano en mano, hasta que algo pasa, tocándole ganar, o perder, al participante... Tú no sabes a cuál de ellas, ¡pero te corres en boca de una!, un orgasmo como si no hubieras tenido varios antes, ahí mismo; la mujer que recibe tus jugos hace ruidos de satisfacción extrema, deleitándose con lo que le ha tocado beber, tomar de tu fuente... Terminada la orgía que te obsequió tu dueño, te llevan, desnuda, a tu recámara, donde te está esperando una cena fabulosa, rica, un baño de burbujas ya preparado para cuando desees meterte, una cama tibia con un televisor extraplano de cien canales... Han pasado, desde que llegaste ahí, muchos días, casi un mes; y todo sería fabuloso si no fuera porque sabes que tu familia, que tus seres queridos, han de estar buscándote desesperados; se lo comentas al dueño, él no te responde, pero pronto regresa, con tu celular, prendido y cargado, para que te comuniques; te advierte que, cualquier cosa que digas comprometedora, te podría costar la vida, asientes, le dices que entiendes bien; hablas mucho, con el dueño presente, muy calmado, paciente; explicas a los tuyos que estás bien, ¡mientes!, dices haberte ido, de modo loco, totalmente fuera de ti misma, con un hombre; pides perdón, para hacerlo creíble y, en breve, calmas a todos... Termina tu llamada, se asoma una lágrima a tu mejilla, el dueño, caballeroso, te da su pañuelo, la secas, devuelves la prenda; el hombre pregunta la dirección de tu familia, ¡lo ves con horror!, te calma, desea mandar dinero, como de tu parte, de tu "novio"; accedes, le das el domicilio, el dueño escribe en un cheque, te dice que es el que les llegará, te lo muestra, ¡seis millones!; casi te desmayas, no sabes si de gusto, miedo, terror, no sabes... Te explica que, por dinero, no te preocupes, él se encarga que, tu gente, vivan como pudientes, que no hay problema alguno, ¡siempre y cuando no escapes, nunca!, asientes con la cabeza, ¡te han comprado!, serás esclava para siempre, lo sabes; tu único consuelo es que, ahí, en esa mansión, el sexo duro, ¡nunca te faltará!, follarás, y follarás, y follarás por siempre, mucho, hasta el cansancio, hasta que tu temperamento de puta, de perra en celo permanente, quede plenamente saciado... Una vez a solas, y con estos pensamientos, desaparece tu miedo. desaparece la tristeza, y aflora una sonrisa pícara en tus labios... Continuará... EL MANJAR ERÓTICO Parte IV Has optado por salir de tu cuarto seguido, ya no te encierran, el dueño sabe que sabes que has sido comprada, que le perteneces, que eres suya hasta que él decida otra cosa, otro destino para ti; te paseas desnuda por toda la mansión, sin pudor absoluto, ¿por qué lo tendrías si cada 15 días estás desnuda en una mesa, para ser, prácticamente, "devorada" por desconocidos y residentes?; vas de un lado para otro, únicamente procurando no interferir, no incomodar, a los dueños, sus habitaciones, sus oficinas, baños, cualquier lugar donde una mujer desnuda pudiera verse raro... Pero, por ejemplo, en la cocina, con la servidumbre, comes; prefieres hacerlo ahí, acompañada que a solas en tu recámara; ¡y cuando a alguien se le antoja follarte, sea mujer o se hombre, a la hora y lugar que sea, lo recibes como la puta de la mansión!; así te apodaron, inclusive y, en una ocasión, lo escuchaste; ¡se apenaron mucho todos los de la servidumbre, pidieron perdón!, pero tú, con una gran sonrisa, les aceptaste las disculpas pero, muy severamente, con una gran condición, con un favor para ti, todos accedieron, juraron hacer lo que desearas para perdonar, para no guardar tristeza ni rencor por su forma de haberte ofendido; lo que les pediste los dejó perplejos, ¡le pediste que, siempre, mantuvieran freco y vivo tu apodo de "la puta de la mansión"!, ¡realmente te había encantado y no querías lo cambiaran por nada!... Y, como parte del “castigo” por tu apodo, los reúnes a todos, ¡para que te follen en una orgía espectacular, ahí donde están!; como la mansión es muy grande, son 11 sirvientes en total, seis mujeres y cinco hombres, que se desnudan todos frente a ti, para que empieces pidiéndole a una mujer que se suba a la mesa, te empinas a chupar su vulva, con mucho gusto, mucha intensidad, mientras ordenas a uno de los varones te penetre por el ano, el recto; ¡ella sabe tan rico! se humedece rápidamente, se excita muchísimo, sientes cómo se abrenm los labios de su sexo, ¡y la provocas más!; en poco rato ella está gritando como loca y corriéndose en tu boca, ¡lo que te encanta!, ¡te bebes una eyaculación femenina fabulosa!; mientras el hombre que te folla disfruta toda la escena, excitándose, mucho más aún que hacía apenas un segundo, cuando te penetró... Llamas a otra mujer, para que ocupe el lugar de la que terminó, para lamerla, para chupar su sexo, succionar su clítoris al máximo; mientras eso haces, y el hombre está por venirse, por eyacular, te acaricias el exterior de tu sexo con ahínco, con mucha intensidad; ésto lo observa la mujer que acaba de bajarse de la mesa, y va ahí, para ser ella la que te frote con energía, y lograr que te corras; ¡y así pasa, gritas como lo hizo la mujer que ahora te acaricia tanto!, el cuadro se complementa con el hombre que termina en tu recto, y la mujer que tienes enfrente acariciándose, también, su sexo... Regresas a lamer a esa compañera, mientras otro varón te penetra, ahora en tu vagina, húmeda y lubricada al extremo, ¡algo exquisito!; la orgía dura varios minutos más, hasta que cinco hombres te follan, y mamas el sexo de seis mujeres que se corren en tu boca, que bebe, que toma todos sus jugos, sus eyaculaciones femeninas, para ti; en total, las “disculpas” de tus compañeros te valieron, ¡3 corridas!, tres orgasmos que te consolidan como esa “puta de la mansión”; finalmente es la verdad, ¡nadie goza tanto del sexo como tú ahí!... Así prosiguió la vida por unos meses, hasta que, al dueño, al amo, le comenzaba a aburrir eso de las comidas eróticas, ya eran muchas; una de las sirvientas se enteró porque lo escuchó decírselo a la ama; fue a decírtelo porque, estaba segura, sin cenas tu vida podría, lo más probable, correr peligro, pues ya no serías de gran utilidad; al principio no te preocupó, como que se te hizo exagerado pero, ¿y si tu amiga tenía razón, si la ausencia de comidas eróticas, daba por terminada tu estancia ahí?, ya habían matado a muchas, ¿qué o quién te garantizaba que no serías desechada como ellas?; ¿huír?, no es una opción, ¡conocen donde vive tu familia entera!... Empiezas a cavilar, necesitas pensar con lucidez, te vas a tu cuarto, tal vez una larga ducha caliente te refresque las ideas, un poco... Continuará... EL MANJAR ERÓTICO Parte V ¡Lo consigues!, no con la ducha, no forzando, exprimiendo la mente, ¡te llega una idea con la compañía de la almohada, durante la noche!, se trata de hacer las comidas "interactivas", es decir, más "fuertes"; le comentas, en la primer oportunidad, tu idea al dueño, al amo; ¡le encantó tu idea, la imaginación erótica que demuestras tener!; te afirma que, la siguiente comida, será organizada plenamente por ti... Llega el gran día, tú estarás, como siempre, en tu papel en la mesa; pero las diferencias que realizaste darán mucho más calor erótico, mucho más intensidad, a la comida, pues harás participar a todos; tus ideas lograrán que, de todos terminen corriéndose, en una orgía... El anfitrión, el dueño, el amo, nunca se aventuró a llevarlo a cabo, porque, finalmente, la elegancia debía ser lo predominante, lo más, pero ahora, que se empezaba a aburrir, se convenció que era bueno, que faltaba alguien que se encargara del aspecto sexual en su lugar... Para empezar, las mujeres invitadas entraban desnudas, como tú; se les pedía dejaran sus vestimentas en el recibidor, con cortesía. pero suficiente firmeza para que, apoyadas por sus parejas de hoy, cedieran y no se apenaran ante los demás invitados a la comida; los hombre se mantenían vestidos, elegantemente, como siempre... Al entrar, las sillas de ellas eran especiales, ¡le pusiste un miembro!, un falo de plástico perfectamente centrado, perfectamente ubicado, para que, al sentarse, se introdujera hasta el fondo de sus vaginas; ¡eso les encantó, incluyendo a la anfitriona, que llegó igual, desnuda!... Empieza la comida, como siempre, picándote todos con los tenedores, haciéndote gemir, haciéndote quejar de tenue, pero sensual, manera; a media comida varias de las invitadas ya empiezan a jadear, gemir, ¡se excitan!, el ambiente ahí es muy apropiado para que se corran... No tardan mucho en dejar escapar algún grito de placer orgásmico; lo que, a los hombres, les provoca unas erecciones fabulosas; pero a ellos se les limita un poco, si eyaculan, pierden erotismo, a ellos se les pide no tocarse y seguir comiendo como si nada; ellas, por su condición, seguirán excitadas y desearán más, y más... Cuando llegan al postre, y una vez más te vienes con los palitos, introducidos en tu vagina para ser llenados del chocolate que tienes, en lugar de despedirse e irse, te bajas de la mesa y, por debajo, empiezas a mamar el pene de cada uno de los caballeros presentes; ¡eres una experta, como buena puta, como la "puta de la mansión!; ¡les haces eyacular en tu boca entre gritos de placer desesperados!, lo que vuelve a excitar a las damas que, con su falo introducido, no tardan en correrse una vez más, mientras ven disfrutar a ellos... Todos terminan en tu boca, y tú no desperdicis nada de semen, te lo has tragado todo, lo has disfrutado, más que ellos la comida; ahora, para terminar, y se retiren excitados, pero sin la furia, sin la energía con la que llegaron a la comida, le das espectáculo: se trata de ti, subida en la mesa, en 4 patas, siendo follada por dos, dos de los sirvientes desnudos, uno en tu boca y otro en tu sexo, ¡pero de un modo bestial!, ellos se pusieron unos aparatitos, que evitan puedan eyacular, un tanto peligrosos, sí, pero efectivos; se trata que, frenta a todos los comensales ahí sentados, te follen, por lo menos, por unos diez minutos, pero salvajemente, con dolor, y que ese dolor sea perceptible por todos ahí, que te vean sentir, que te vean como lo que eres, una puta esclava sexual que sufre, de su amo, cu´nto dolor le quiera dar, sin reclamar ni quejarse... Empiezan tus compañeros, ¡se portan como leones en celo!, ¡un meter y sacar sus penes que podrían asemejarse a máquinas!; ¡empiezas a quejarte, porque en verdad te duele tal embestida!; luego de 8 minutos, de follarte como no suele hacerlo nadie, te excitas lo suficiente como para venirte, ¡entre gritos enormes!, como si te estuvieran matando, y no cogiendo, con mucho dolor... Ellos, aún después de tu corrida, no paran ni un solo segundo; cumplen en total, con 12 minutos follando y, luego de salir, simplemente desaparecen, para que tú te dejes caer en la mesa, con tu sexo expuesto, para que los comensales aprecien lo duro, lo terrible del castigo, con ti vulva enrojecida, como con heriditas, y tú resollando como animal herido ahí, en medio de todos... Se escuchan aplausos, todos están excitados, como para que, una vez llegando a sus respectivas casas, vuelvan a desear venirse; el dueño y anfitrión está muy satisfecho, como hacía mucho no; despide a sus invitados en el vestíbulo, donde se visten las damas; regresa a dónde estás, y les pide a la servidumbre que te dé, ligeramente con más delicadeza, una orgía como la de hace meses, para que te vengas unas cuántas veces más, aunque te duela, aunque esté por sangrarte, el sexo, la vulva, la vagina irritada... No puedes sino verlo a los ojos y, luego de un segundo, sonreírle... FIN. TU DUEÑA... Parte I Sales de súper, cargando tus compras de este día, son pesadas; caminas con premura, se te está haciendo tarde para tus labores; una mujer muy guapa, alta, rubia, parecería extranjera, te habla; te pide le ayudes a elegir entre dos botanas diferentes que lleva, para la fiesta que va a tener ese mismo día, no desconfías, ¡se ve tan seria, y tan elegantemente vestida va!, pruebas ambos... Te empiezas a sentir mareada, se acerca una camioneta grande, te meten entre la mujer y un hombre, el conductor arranca; alcanzas a darte cuenta que algo no va bien, pero estás aturdida; viajan por mucho rato, te parece, ¡hasta alcanzas a ver el campo!, ¡te están sacando de la ciudad!, pero el viaje no termina, es largo... Arriban a una propiedad, tal vez una gran hacienda, hay ganado; te bajan entre el chofer y el hombre, te llevan casi en vilo, te meten a la casa, ¡es enorme!, caminan bastante, y bajan, son bastantes escaleras, no piensas bien, pero son dos pisos... Te meten a un gran cuarto, de techos altos, como de dos niveles, he ahí el porqué de tantos escalones para bajar hasta ese lugar; te desvisten, dejándote totalmente desnuda, no resistes nada, no puedes, estás drogada, es la palabra correcta de tu situación; llega la mujer, ordena algo, no entiendas bien, no captasete; finalmente pierdes el conocimiento, un sueño plácido en verdad... Cuando despiertas estás atada a una gran X, donde tus tobillos, y tus muñecas, están firmemente atrapados por grandes correas; estás igual, desnuda, como te dejaron antes de desmayarte, de pie, mal apoyada en tus extremidades, por la posición; la mujer que te drogó se acerca, va vestida de cuero, casi toda, deja expuestos los senos y su entrepierna, también sus manos, sus pies, pero lleva altas zapatillas, sostén y tangas negros; carga un látigo pequeño, compuesto por varias delgadas tiras... Se acerca con su látigo, lo primero que se te ocurre es preguntar, ¡un montón de cuestionamientos!, como una real ametralladora, "¿dónde estoy?, ¿por qué me quitaron mi ropa?, ¿quiénes son?"; a lo que la mujer responde dándote varios latigazos en tu pecho, ¡te ha dejado pequeñas marcas señal del castigo!, gritas fuerte, ya con miedo, ya con desesperación, ¡te desnudaron y pegaron!.. La mujer, impaciente, te pone su mano en tu boca, fuertemente, apagando tus gritos, y explicándote que, si sigues gritando, ¡te seguirá azotando!, no le preocupa, nadie te oye en kilómetros; una vez que te ha dicho que estás ahí para darle placer, o morir, te suelta la boca, pero no puedes evitar llorar un poco, quedito... Entonces la mujer te vuelve a azotar, ordenándote no llorar; te percatas que no hay mucho qué hacer, prefieres ser fuerte; observas, por fin, el resto del lugar, ¡parece sala de tortura! con un montón de juguetes y aparatos sexuales de todos tipos... La mujer, que te ha dicho es "tu Dueña", acerca una mesa, que tiene un asiento como para caballos, y ahí un falo enorme, largo y grueso, de plástico y, cuando la mesa está abajo de ti, en medio del espacio de esa gran X dónde estás atrapada, la mujer empieza a girar una manivela que levanta la silla, haciendo que ese pene artificial se meta en tu vagina, aguantas, sabes que, ante la mínima queja o negación, recibirás azotes... El miembro ha entrado, ¡hasta el fondo!, totalmente, completo, pero no cesa de subir la silla, hasta que te levanta en vilo, ya no tocan tus pies el piso, estás sentada en la silla arriba, del piso, por pocos centímetros, con el falo gigante metido... ¡Pero lo que sigue es lo bueno!, y es que la mujer acciona, sube un interruptor, ¡y empieza a vibrar con gran potencia!; es decir, la silla, junto con el miembro artificial, vibran mucho, ¡como un consolador compuesto por silla, falo y mesa juntos!... No puedes evitar levantar la voz un poco, la mujer se acerca, te agarra del pelo, y te grita, "¡ahora sí puedes gritar, puta, ahora sí grita lo que quieras, mientras te folla mi máquina!"; la mujer se va, ya estás sola, nadie te acompaña, ni te mira; no gritas mucho, empiezas a calmarte, te concentras en ti, en las sensaciones que llegan desde tu sexo penetrado así, con dureza, con la frialdad de una máquina que no cesa nunca... ¡Empiezas a excitarte!, hay que aceptarlo, ¡te encanta el sexo!, y un aparato así, la verdad, sin miedo por tu integridad física, ¡te encantaría!, ¡sería tu máximo juguete de uso personal!; dejas que las vibraciones te envuelvan, que tu clítoris crezca, ante el roce constante de esa silla que lo frota brutalmente... Tu cuerpo entero siente un vibrar intenso, abarcando senos, que se mueven de un modo que parecieran recibir masajes, piernas, muslos y nalgas, vientre, dorso, hombros y brazos; te abandonas poco apoco, al placer de las sensaciones, gozando, ¡hasta que te vienes en maravilloso orgasmo!, explosión sexual, dejando que tu humedad escurra por tus piernas hasta el suelo... Todo ésto ha sucedido en escasa media hora, pero la dueña, que ha salido de la propiedad, te dejará ahí un par de horas; dejó instrucciones de que fuera apagado el aparato en ese lapso, por lo que, muy probablemente, conociéndote, te correrás más, unas dos o tres veces antes de que el juguete deja de funcionar... Continuará... TU DUEÑA... Parte II La cesión del "potro", como le llama la dueña a la silla con falo, fue espectacular, disfrutaste varios orgasmos, olvidándote, totalmente, de dónde y en qué situación estás, y el peligro, el inminente peligro que significa depender de una mujer loca... Precisamente esa mujer llega, te ve, te analiza, se aleja un poco, hasta donde toma una cámara de video que estaba filmándote, la abre y observa en la pequeña pantalla lo que pasó contigo, mientras estaba ausente, mientras salió dejándote a tus expensas... Cuando cierra la cámara, se te acerca y te toma de tu cabellera; "¡disfrutaste mucho!, ¿eh, perra, puta caliente?, ¡y te quejabas!"; la mujer acciona la manivela y empieza a bajar el asiento, hasta que el pene artificial sale de tu vagina, dejando escapar, escurrir desde tus entrañas, muchos líquidos vaginales exquisitos; "¿ves, zorra, cerda?, ¡gozaste la follada como nunca en tu vida!"... La mujer llama a sus esbirros, los hombres que le ayudan ahí; les ordena bajarte y colgarte de las muñecas en otro mueble; en ese te inclina hacia delante, para que formes una escuadra, de pie, piernas separadas, vientre sobre una sólida mesa, pechos colgando, brazos extendidos, atrapados en un madero, muy estirada y bien acomodada, imposibilitada para moverte... La dueña te grita, "¡has gozado!, ¡por eso te daré más, y más!; toma una especie de taladro, pero con un miembro artificial, lo acciona y empieza a dar vueltas muy rápido, ¡lo mete en ti!, ¡lo hace entrar en tu húmeda vagina girando, hasta el fondo!... La sensación es extrema, pero no dolorosa, todavía, hasta que, por la fricción, se acabe tu humedad vaginal y te pueda quemar; la mujer te lo explica, mientras te folla con rostro desencajado, "¡te tienes que correr, para lubricarte y que no te queme esto!"; te preocupas, lo que podría evitar que te excites ante la follada; ¡pero tú misma sabes bien la clase de perra en celo que eres!; en pocos minutos de recibir el castigo, y antes de que te duela, ¡te corres ente gemidos jadeos y gritos de placer sensual!... La mujer cambia su rostro, de furia salvaje, a notoria sorpresa; ¡nunca una "esclava" le había aguantado el aparato, el "taladro"; lo desactiva, lo saca, se acerca a tu rostro, que denota tu gozo, pues estás con los ojos cerrados, aún relamiéndote los labios; ¡ni siquiera te percataste que se acercó a centímetros de tu cara!, se incorpora, va con sus esbirros, les comenta, "¡es la buena!, me la duchan y la recuestan, más tarde la alimentan bien"... Continuará... TU DUEÑA... Parte III Los hombres te llevan a un baño, te llenan un jacuzzi, te meten; aunque puedas haber pasado por tanto en tan pocas horas, tienes la mente bastante lúcida, y observas a los esbirros que, a pesar de disimular, se ve que están muy excitados por ti, por lo que han observado, por tu candente forma de ser... Con el dedo le haces señas a uno para que se te acerque; una vez al límite del jacuzzi, le acaricias, estando tú sentada, el pene por encima del pantalón, ¡está enorme en verdad!; hasta cerró los ojos mientras pasabas tu mano por su falo; abres su bragueta y sacas su miembro, todo frente al otro, que no pierde detalle con los ojos desorbitados, sorprendido... Empiezas a mamar ese miembro enorme y firme, ¡con ganas!; no necesitas disimular tu agrado por la verga del hombre ahí, ¿pues en verdad te encanta, lo disfrutas como nunguna otra!; el individuo está concentrado, inmerso en sentir cómo chupas, cómo succionas, cual experta que eres, su miembro crecido, palpitante, ¡anhelante de estallar!, de aliviar toda la tensión... ¡Y eyacula en tu boca!, ¡y lo recibes con tal satisfacción, con tal deseo de beberte su semen, que el otro lo puede notar!, lo cual lo excita todavía más, al punto de dolerle el miembro; entonces lo llamas, para accionar de igual manera con lo suyo, ¡llega casi desesperado a tu lado, abriéndose él mismo el cierre!; igualmente lo chupas, lo lames, lo acaricias, ¡lo gozas tan rico!, que, cuando él eyacula en tu boca, ¡te vienes al mismo tiempo!, como si sólo esperaras sus contracciones para tener las tuyas... ¡Ha sido la mejor mamada en la vida de éstos dos hombres!; están tan contentos que, cuando sales, ellos te secan, acarician; te preparan una cena que podría envidiar un rey, o un dictador; ¡ya los tienes dónde querías!, los tienes comiendo de tu mano... Al día siguiente te llevan, por órdenes de la dueña, al sótano; ella les indica acostarte en una mesa, donde te atan las manos, pero las piernas las levantan, y separan, hasta formar una V; la mujer acerca un miembro artificial, como el primero de ayer; está unido a un palo de un medio metro que, del otro lado, está conectado a una caja metálica de mediano tamaño; en el otro lado de la caja hay un barrote conectado a una bici, una bicicleta fija, que tieene su cadena, sus pedales, todo... La mujer te explica que, la bicicleta acciona, desde la cadena, y por diferentes engranes dentro de la caja metálica, el pene, para que entre y salga, a la velocidad que el "ciclista" desee; la mujer mete el pene artificial en tu vagina, se sube, pedalea... El miembro artificial entra y sale de tu vagina con ritmo, lento, ¡hasta que la mujer acelera el paso, y acelera el entrar y salir!; la mujer hace un sprint y tu vagina sufre el poder de la follada, ¡un friccionar verdaderamente veloz, intenso, salvaje, duro!; la mujer baja la velocidad, baja igualmente el ritmo en tu sexo... La dueña juega con las variaciones, mientras te observa jadear, mientras ve cómo se empieza a humedecer tu sexo y cómo, cuando cierras los ojos, te dedicas a disfrutar de la brutal follada; es menester decir que ella, a veces, pedalea muy fuerte, mucho, como para lograr que te vengas en poco rato, ¡y baja el ritmo!, como para enfriarte un poco y que tardes en correrte, en venirte... El jueguito ha provocado que te empiecen a doler los pezones, que tu vulva se irrite, que sientas en tu vagina la necesidad, ¡la imperiosa necesidad!, de correrte para aliviar los malestares; ¡y la mujer lo sabe!, por lo que alarga lo más que puede todo, con ese intermitente cambio de velocidad en tu penetración... Llega un momento en que suplicas, "¡por favor, duro, duro!", a loque te contesta, "¡cuando yo quiera, puta, cuando tu dueña, cuando tu ama, disponga que puedes correrte en su presencia!"; lo que te hace gritar, jadear, gemir, ¡pero sin conseguir acabar!... ¡Por fin!, después de una hora completa de dominación, ella, la que se dice tu dueña, te empieza a follar más fuerte, duro, con ritmo, ¡para que te vengas en un orgasmo intensísimo!; un orgasmo que, a pesar de lo fabuloso, no logra aliviar, siquiera, los diferente dolores que tienes en pezones, en vulva, en vagina; aunque no por ello no fueron tus gritos de un nivel ensordecedor... La mujer se baja de la "bicicleta", como se llama a ése consolador; se te acerca, te mete un vibrador en el sexo, pinzas en pezones, y se retira sabiendo que, en cuestión de minutos, te correrás más; ¡y sí que te conoce ya!, en poco rato aprietas tu sexo fuerte, con el vibrador adentro, y cuando sueltas, ¡te corres otra vez!... Estás agotada, adolorida, inclusive no totalmente consciente, pero de una cosa sí estás segura, ¡si sigue así te va a matar!... Continuará... TU DUEÑA... Parte IV Pasa otro día, y la dueña prueba otro "juguetito contigo", fuerte; logró que te corrieras dos veces, y te mandó a tu baño y cena, con los hombres que ya conoces muy "íntimamente", ¡cómo no!; lo que se presta para que, a pesar de los dolores vaginales, decidas follar con los dos, ¡si, después de todo, te encanta!... Haces que uno meta su pene en tu ano, de pie, y el otro enfrente, en tu vagina, también de pie, de modo que te hacen "sándwich"; levantas los muslos para que, entre los dos, te tengan en vilo, ¡te fascina ésa posición!, ¡realmente sólo las más putas la usan!, lo que te excita tanto que, mucho antes que ellos calienten bien, ¡tu tienes tu primer orgasmo con los dos bien adentro de ti!; ¡has gritado, gemido y jadeado tanto, que ellos se asustan!, temen que la dueña te oiga, y sus penes decrecen un tanto, ¡cosa que tú arreglas moviéndote, apretándolos, provocándolos!... La segunda vez que te vienes, jadeas y gimes, pero no gritas, para mantenerlos excitados, y desahogarte un poco, pero no más; cuando, por fin, ellos eyaculan en tu recto y vagina penetrados, ¡te corres por tercera vez en ésa cesión de sexo duro y exquisito!... Los has dejado tan contentos, ¡y tan secos!, que es tu momento, y les pides que, por favor, ya note aten tan duro, porque te duele, te dejan marcas en tus tobillos y muñecas, y te van a quedar, feas y permanentes, marcas que no te agradan, por coquetería; ellos dicen que sí, que serán menos duros, para no lastimarte, ¡pero que te portes bien y obedezcas a la dueña a lo que quiera!; les asientas con la cabeza, con una sonrisa grande, y un beso... Al día siguiente la dueña quiere jugar con fuego, con velas y cera; te atan a una mesa, donde ella empieza a tirar cera en tus pezones, en tu vulva, en tu ano, en tu ombligo, muslos, hombros, cadera; aceptas, para tus adentros, que es muy excitante, muy sensual... Pero, cuando los tres tienen un ligero descuido, te zafas, te bajas, tomas un bote de algo que parece pintura, lo riegas y, amenazante, con una vela en mano, loe llamas la atención, les gritas, "¡oigan!"; cuando reaccionan, y se percatan de la situación, quieren acercarse, levantas la vela y ellos retroceden, aunque la mujer está muy loca, se abalanza y tú prendes la substancia, provocando un incendio... Los hombres retroceden más, por las llamas, tú corres a la escalera, ¡con la mujer tras de ti!, ella logró librar las llamas por intrépida; forcejean, pero te sonríe la fortuna, o más bien el destino, ese día; de un rodillazo en vientre logras tirarla, unos pocos escalones; llegas arriba y cierras la puerta, la atrancas con unas sillas, fuerte, ¡no podrán salir antes de que te hayas ido muy lejos, corriendo!... Sales de la casa, desnuda, agitada, follada, ¡pero llena de alegría!; ¡ni siquiera sabías que era medio día!, corres pero, a unos metros, tal vez cien o ciento cincuenta, ¡la casa estalla detrás tuyo!; tú no lo sabías, pero ése sótano tenía muchas cosas peligrosas, incluyendo botes de gasolina que eran necesarios por la lejanía... Te queda atónita mirando el incendio que consume los escombros; algo que nunca sabrás, es que esa mujer patentaba "juguetes", aparatos varios para la diversión de los adultos en fiestas eróticas; por eso necesitaba "conejillas de indias", como tú, la mejor; puesto que otras varias, después de uno o dos días, desaparecían, nadie más volvía a saber de ellas, ¡en tanto terreno del lugar!; tu temperamento de grande puta calenturosa te salvó ahora, te dió más tiempo que a las otras para, en una oportunidad, huir; en total tú estuviste, cautiva, satisfaciendo a la dueña, ¡9 días!... Caminas cerca de un kilómetro, llegas a la carretera, muy sola, por cierto, de ésas que parecen caminos hechos a base de pasar; un auto viejo se detiene al verte, ¡desnuda y con algo de tierra!; entras, el hombre, grande de edad y poco atractivo, te observa, "¿qué le pasó, señorita?", pregunta con sorpresa, y lujuria notoria; "¡tuve un disgusto con mi novio y me dejó así, aquí!", contestas, mientras le lanzas una pícara mirada y le pones tu mano, con negras intensiones, en su pierna, sobre su muslo, apretando... El hombre casi tartamudea, "¿a dónde desea que la lleve, srita?", a lo que le contestas, con toda malicia, "vamos a dónde quiera"; el hombre arranca chirriando las llantas, con rumbo definido; tú volteas a ver, a lo lejos, el humo del lugar que acabas de dejar... En el camino piensas, "¡era una estúpida la mujer ésa!, no debió, no tenía que obligar a nadie, con un poco de convencimiento, ¡ése lugar hubiera sido el paraíso para mujeres muy ardientes!, mujeres que, como yo, le hubiéramos dado gusto sin ser forzadas"... Suspiras un par de veces, te recuestas en el hombre que conduce; sabes que estuviste en gran peligro, pero también sabes que acabó... FIN. AUDACIA EN EL BILLAR ¡Estás tan caliente, pero tanto que la excitación nubla tu pensar!; lo único que deseas es follar, ¡y follar mucho, mucho!, sin parar; ¡hasta te duelen los pechos y la vagina por tal deseo de correrte!; te imaginas con varios hombres, siendo tratada como la gran puta, con tus piernas abiertas y recibiendo a los hombres ansiosos, con sus penes erectos, duros, poderosos, ¡deseando penetrarte!... ¿Cómo o porqué estás así?, no lo sé, pudieron ser muchas cosas; un amante que no llegó a la cita, una película fuerte, ¡o rosa!, haber presenciado a algunos amantes poco recatados, ¡en fin!, tantas cosas que podrían disparar tu lívido a niveles salvajes; como no ocurre más que algunas pocas veces en la vida... Pasas frente a un billar, donde hay muchas motos estacionadas, por un momento fantaseas co la posibilidad de que un hombre, grande, fuerte, te lleve al baño y te penetre con tantas ganas que, en breve, estés aullando del gozo recibido, aliviando tu necesidad... Dudas un momento pero, la verdad, no piensas bien, casi nada; te decides a entrar, ¡y lo que ves te da miedo!, pero no suficiente, no como para salir y olvidarlo todo: ¡14 hombres enormes ahí!, jugando billar, hasta que entraste tú, ¡la única mujer en el billar!... ¡No puedes creer, ni tú misma, que eso te excita más, mucho!; ¡y cometes tu locura del año!, te quitas la ropa de abajo y, con agilidad que no sueles tener, te subes a una mesa de billar; ¡y abres las piernas, flexionadas las rodillas, para mostrar tu sexo!; los hombre, serios como buenos motociclistas, pero candentes, te rodean y acaban de dejarte desnuda, quitándote lo que traías... El primero saca su gran verga y la mete, de un solo único golpe, hasta el más profundo rincón de tu vagina, ¡haciéndote gritar1; empieza a follarte con un ritmo y un poderío que, en muy poco, ¡te vienes en un estallido que te hace contorsionar como loca!; el hombre no cesa, y eyacula poco después, mientras resuellas, todavía, por lo que acabas de experimentar hace minutos... Pero la cosa apenas comienza, lo sabes, pues llega el segundo, levantando tu cadera para que su pene entre, bien lubricado, porque han escurrido tus jugos y el semen del primero, en tu recto, ¡en tu no que abres lo más posible para dejarlo!; sabes que no te hará caso si pretendieras negarte a recibirlo; ¡la follada en tu recto es espectacular, dolorosa, pero rica!; te vuelves a excitar, en muy poco, casi como cuando llegaste... Entra en tu vagina el tercero, lo que agradeces, ¡porque estás, ya estás, al punto!, ¡y te vienes con él, a media dura follada!; llega el cuarto, que se comporta más delicado, acariciando, tocando tus senos, pellizcando tus pezones, mientras penetra; se comporta diferente, ¡hasta que decide arremeter más!, cambio brusco de velocidad e intensidad que te provoca mucho, ¡los dos se vienen juntos!, ¡cómo has gozado ese orgasmo!... No entraré en muchos detalles, pero los siguientes 10 son, verdaderamente, tan buenos como éstos primeros cuatro, ¡y te provocan varios orgasmos entre ellos!, al follarte duro, a veces en tu vagina, a veces en tu recto, pero siempre fuerte... Acaban, muy serios se retiran a seguir jugando billar, callados; te levantas, ¡tan contenta!, te vistes, los ves, te ven también, levantas tu mano con una sonrisa, despidiéndote y, todos, ¡te despiden de igual forma, con sonrisa y saludo de mano!; sales y ellos vuelven a su actitud impasible, casi serena... Tú, afuera, ¡aún no puedes creer lo que hiciste!, pero gozaste, y era lo que más te importaba en esos momentos, te vas feliz... ENTRE MUJERES CANDENTES Estás en un spa, en la zona de una gran piscina, acostada, descansando en una de esas camas de tela armables y ligeras, sólo hay mujeres a tu alrededor, todas envueltas en toallas; decides que hace mucho calor, te quitas la toalla, estás desnuda, pero no te importa, estás entre mujeres, solamente, como tú... Casi de modo automático, sin pensarlo mucho, te tocas tu sexo, como si frotarlo lentamente no fuera a llamar la atención; ¡pero sí lo hace!, a una mujer que está casi enfrente de ti; dama de cuerpo bien formado, con agradable rostro y sonrisa... Se acerca a ti, se sienta en el piso, muy cerca de tus piernas, interviene en tus caricias, quitando tu mano, con delicadeza, para ser ella la que frote tu sexo, tu vulva, y te excites más, y más; lo consigue muy rápido, a pesar de haberte sorprendido un poco... Otra mujer se acerca, ella se prende a uno de tus senos, a un pezón; ¡y una más hace lo mismo del otro lado tuyo, chupando tu pezón!; una cuarta llega y abre sus piernas a la altura de tu boca, se agacha, pretende que chupes su vulva, que lamas su clítoris, ¡y lo haces!; lengüeteas con ganas ese sexo que te ofrecen para hacerlo gozar... La mujer se corre en tu boca, dejando escurrir sus jugos todos, lo que te bebes con agrado, ¡mientras te corres también tú, fuerte!; con tantas sensaciones, tu sexo, tus senos, tus pezones, tu lengua; otra mujer llega para que vuelvas a chupar su sexo, es la segunda; lo haces, mientras abajo te meten dedos, varios dedos, ¡la mano!, ¡te meten una delicada mano de mujer!, como no es muy grande, te cabe toda, apretadita, pero adentro sientes el jugar de los dedos... Te estás excitando otra vez, y sigues mamando la vulva de la mujer, de la que no has visto siquiera el rostro, sólo ves su sexo, ¡y hueles!, te gusta mucho su olor, aunque es un sexo como el tuyo, no es igual; lo mamas, chupas, lengüeteas de tal modo, como queriendo pronto, lograr que se venga en tu boca también esa otra mujer candente; para tus adentros piensas que no será la última, que habrá más, ¡y quieres chupar más vaginas, beber más jugos de mujer corrida!... No te equivocas, una vez terminado lo suyo, y dejándote beber todo, otra mujer ocupa ese lugar, para venirse, también , en tu rica boca; la de abajo no cesa de frotarte, meter y sacar su mano, chuparte, las de los senos ya casi mastican tus pezones, con dolor maravilloso; entre todas te harán correr otra vez, en poco tiempo, exquisito... ¡Y sí, lo consiguen, hasta que te retuerces de placer sensual y rico!; pero ni ellas ni tú se distraen de sus deberes, tú sigues chupando, y las otras tres siguen en tu vagina y tus dos adoloridos pezones; llega la cuarta, y la quinta, ¡y la sexta, séptima, octava mujer ahí!, a correrse con tu boca, ¡y en tu boca!, llenándote de líquidos, de hemosos jugos vaginales que sigues tomando, y tomando... ¡Hasta eructas un par de veces!, te llenas de lo que ellas te regalan; cuando mamas a la décima te vienes por tercera vez, igual de rico, con la misma intensidad, sin mermar tu gozo, tu grande placer; ¡en verdad que sólo una gran puta podría querer más, y más, y más!; y así lo haces, chupando y dejándote chupar, y morder los pezones, hasta que pase la última, que ha de ser como la 27, más o menos... Cuando todas acaban, y te viniste seis veces, te levantas, besas, en la boca, a cada una de las tres que te follaron en sexo y senos, ¡te empeñas en chuparles, a cada una, su sexo hasta correrse!; te retiras para tomar una ducha, algo que te sienta muy bien; te lavas tus pezones, con cuidado, casi han llegado al sangrado; tu sexo está irritado, pero no lastimado realmente, por tu humedad; y piensas que a ése spa vas a regresar muchas, muchas veces más... UN PARQUE, AGUA, LODO... Y SEXO... Nos citamos hoy para visitar un gran parque nacional del estado; caminamos mucho, comimos algunas cosas típicas del lugar, llegamos a un sitio entre árboles, romántico, donde hay parejas; todos se besa intensamente, sin importarles el resto del mundo; nos sentamos con la idea de hacer lo mismo, en el pasto, besarnos; inclusive nos recostamos un poco, y nos dejamos llevar de a poco... ¡Empieza a llover un poco!, pero no importa mucho, ¡hace calor!, tanto que, las mismas gotas no se sienten frías al tocar la piel; muchos empiezan a correr, huyendo de la brizna que empieza; nos quedamos solos, no nos importa, seguimos abrazados besando, provocándonos con nuestras lenguas tocándose al máximo, rico... Cuando llueve un poco más, y nos sentamos, observamos que, en todo el lugar, no se vislumbra una sola pareja ya, estamos solos; la lluvia comienza a ser fuerte, lo bastante para que los árboles, a pesar de lo cerrados en su follaje, no nos protejan ni un ápice... Nuestras ropas se empapan, no hay remedio, escurren, es la palabra; pero no nos importa, ¡en realidad nos hemos excitado tanto que, sin ponernos de acuerdo, nos desnudamos debajo de esa lluvia!; ahora cae sobre nuestros cuerpos, sobre nuestra piel sin protección; nos recostamos en un claro del pasto, ¡en el lodo!, es más cómodo, no pica como las hojas y ramitas, es suave, está húmedo, y no frío... Empezamos a acariciarnos de pies a cabeza, con ahínco, con deseo; llega el momento de penetrarte, de que te entregues a la pasión; te colocas sobre mí, sentada, ¡debajo de esa lluvia torrencial!, asumiendo la posición dominante, introduciendo mi pene en ti, hasta el fondo de tu vagina, mientras te mueves fuertemente, duro, ¡como amazona que cabalgara su corcel!, con ritmo, con gracia... ¡Te ves tan hermosa y sensual debajo de esa agua insistente!, sí, con tu pelo mojado, pequeños ríos recorriendo tu cuerpo femenino; ¡y cabalgando tan furiosamente sobre mi cadera, sobre mi sexo!; siento cómo aprietas tu vagina, aprisionándome, exprimiéndome; ¡nos venimos en un orgasmo juntos!, ¡uno que me dejó tan seco!, que me obligó a expulsar todo mi semen por lo largo e intenso; ¡tú has gritado a tus anchas, de modo salvaje, sin inhibiciones!... Nos recostamos el uno junto a la otra, en dulce abrazo apacible, mientras nos cae la lluvia incesante, implacable, ¡pero exquisita!; no deseamos irnos, no hay prisa, ¡y ya ni para qué guarecerse!, disfrutamos un momento de calma, después de la tormenta... Cuando nos levantamos, dispuestos a vestirnos como podamos, observo a un par de hombres que caminan directo hacia nosotros; estamos desnudos, pero saco de tu bolso un espray de pimienta, y del bolsillo de mi pantalón una navaja pequeña, multiusos... Son dos hombres de no más de 25 años cada uno, no se ven mal, no tienen mal aspecto, y se acercan a hablarme a mí, no a ti, como en una actitud de cortesía, sin buscar una pelea o dañarnos; “¿cree usted que la señorita querría... bueno... con nosotros?”, pregunta uno de ellos casi en voz baja, pero no lo suficiente; volteo a verte, seguro que has escuchado lo que desean ambos... Me observas, primero, con un poco de duda pero, poco a poco, dibujas una sonrisa llena de picardía y lujuria en tu rostro; sin decir una palabra les hago un ademán, como invitándoles pasar; ¡se desnudan como locos!, ansiosos, mojados, como nosotros... Pones tus rodillas y manos en el lodo, esperándoles, coquetamente; uno de los hombres se pone detrás tuyo, otro frente a tu rostro; el primero penetra con su gran verga en tu vagina, fácilmente; el segundo mete su pene en tu boca, tomándote del pelo, jalando; ¡empiezan a follarte con brío!, cosa que, como buena puta caliente, agradeces moviéndote de modo tal que crezca la excitación de todos; chupas el miembro del hombre con maestría, como con un dulce; aprietas tu sexo, de vez en vez, y con fuerza, para exprimir al otro... ¡Te vienes de manera espectacular!, dejando notar cuánto te gustó, haciéndoles notar que tú ya has gozado como loca, sin límites; ¡eso les termina por provocar sus eyaculaciones!, los dos dentro, cada uno en el lugar que eligió para follarte, para poseerte, tenerte... Al terminar, con caravana y sonrisa, se visten, se despiden, se van; te ayudo a levantar, ¡estás tan contenta!, tan bella debajo de la lluvia; nos vestimos sin prisa, nos vemos como si hubiéramos nadado, ¡pero con la ropa puesta!, o nos hubieran tirado a una piscina... Caminamos abrazados, vamos rumbo a un hotel cercano, a secarnos, ¡y a volver a hacer el amor!, antes de emprender el regreso a casa... INVITADA A LA ORGÍA Tres de tus amigas y tú fueron invitadas a esa orgía, no dudaron mucho, las cuatro son mujeres excesivamente ardientes, apasionadas del sexo, ¡una verdaderas perras en celo!, si de hablar crudamente se trata; así que asistirán, puntuales, a la cita con el amigo que las llevará... Al llegar cuentan a la gente, no son muchos, en realidad, con ustedes, se completan 13 hombres y 6 mujeres, ¿una orgía de 19?, no es mucho, piensas, pero tampoco es despreciable, ¡a ver cómo se pone la noche!; se sientan con las otras dos, y a la s cuatro les ofrecen una pastilla, junto con una bebida, para que vayan "entrando en calor, en confianza"... Tú sólo haces la mueca de tomártela, no te gustan las drogas, no ahí, únicamente sirven para atontar, para que no te acuerdes, al día siguiente, de lo que hiciste, de lo que disfrutaste, para revivirlo cuando quieras; ¿no dicen que "recordar es volver a vivir"?, y drogada, ¿pues cómo?... Empieza la música, no demasiado alto, y un hombre, el anfitrión, aparece con los ojos vendados, y les pide que, por favor, se desnuden, por igual hombres y mujeres, ya que él también empieza a hacerlo; cuando todos se encuentran sin ropaje alguno, pide, a las damas, se recuesten en una mesa muy grande, y bajita, con las piernas abiertas; así lo hacen todas y, con ayuda de otro, se acerca a ustedes vendado... Empieza a tocar el sexo de cada una, ¡tú ya estás algo emocionada, sí!; lo hace como un ginecólogo, como estudiando, como descubriendo; llega a tí y se emociona, con un ligero murmullo que no se entiende; regresa a tocarlas de nuevo, llega a ti y, finalmente, toma su desición; ¡ésta es!, ¡es la buena!, lo que a ti te parece ha de ser muy bueno, por el tipo de exclamación, y porque no dijo ninguna cosa negativa... Entonces se quita la venda, te pide que esperes ahí un poco, un rato; los 13 hombres toman a las otras 5 mujeres, ¡y empiezan a follarlas!, de todos modos y posiciones, con muchas ganas, entre varios, ¡haciéndolas gemir y gritar de placer como locas, como grandes putas!; ¡pero a ti nadie te toca!, desde el anfitrión hasta el que menos, cojen, ¡pero con las otras cinco!, ¡nadie para ti, ni por asomo, ni accidente!... Las mujeres se corren, una y otra vez, entre leche de machos, en sexo, en ano, en boca, ¡en todo su cuerpo!, disfrutando, gozando al tope; tú permaneces como muda testigo, ahí, con tus piernas abiertas aún; con una cierta molestia por lo que pasa, aunque excitada, es verdad; ¡sabemos que eres la más caliente de todas!, ¡que te encanta follar!, y e s en parte por ello que no quisiste tomarte la pastillita famosa, ¡para que cuando llegara el momento pudieras disfrutar más, y más!... Acaba todo en una media hora intensa, una media hora de sexo duro, donde todas las otras mujeres están satisfechas, desahogadas, complacidas hasta decir basta, con tres o cuatro que las poseyeron; ¡y tú sigues ahí!, mientras ves que los hombres, y ellas, se sientan, alrededor tuyo, en el piso, en cojines, dónde sea, cómodamente, ¡y hasta prenden cigarrillos de marihuana!, como si fueran jipíes... Pero, ¡lo bueno está por venir!, el anfitrión se levanta y va a abrir; ¡entran cuatro enormes hombres negros!, de dos metros de estatura; los presenta, "son mis amigos franceses, no hablan español y, dado que iba a organizar una fiestecita aquí, los invité a los cuatro, les dije que aquí tendría a la mujer más puta de la ciudad, para ellos"... Abres los ojos desmesuradamente cuando se desnudan ante ti, ¡cuantro vergas de un tamaño que jamás, ni en películas, habías visto!; los hombres, jóvenes pero no inexpertos, alrededor de 27, 28 años, se acercan a la mujer que el anfitrión les ha señalado, ¡se trata de ti!; empiezan a acariciarte los 4, besar tus senos, tomarlos con fuerza, con sus manos enormes, igual que tus nalgas, ¡todo tu cuerpo!... ¡Y empieza lo bueno!, el primero que toma la iniciativa te penetra, con suavidad, pero sin dudar ni un minuto en llegar hasta adentro, tu vagina humedecida, ¡lo que te hace estremecer, tal miembro!; un segundo hombre mete su gran pene en tu boca, intentando, agarrando tu cabeza, meterlo todo, hasta adentro, pero no es posible, aunque tú haces tu esfuerzo, abriendo tu boca, pretendiendo, ayudar, pero queda mucho afuera, y adentro, ya pasa entre tus anginas... Los dos te follan por un rato, poderosamente, ¡lo que te encanta!; luego se quitan, toca a los otros dos, que se acercan a dónde estás; el que se pone a la altura de tu sexo, te mueve, te da la vuelta, para que sea tu pecho el que descanse sobre la mesa, y no la espalda; se pone mucho lubricante en su gran miembro, separa tus nalgas, y te mete su verga en tu ano, lentamente, pero constante, sin parar; ¡hasta que está totalmente adentro, en tu recto!, lo que te hace gemir... Luego, con su pene introducido, y el roce de tu vagina en sus testículos, te levanta de a poco, con sus manos y brazos, echándote hacia atrás, de modo que, en breve, está recargada tu espalda en su pecho, en vilo, ensartada en su pene, que es tu único apoyo que te evita caer de ahí; ¡estás gimiendo, de dolor, obvio, pero también de un placer enorme!, nunca nada te había penetrado tan adentro, llegando tan lejos en ti... El otro hombre, el cuarto que espera turno, levanta tus muslos, mucho, sosteniéndolos con sus brazos, para penetrar tu vagina con su verga, gigantezca, como la de los otros tres, gruesa, muy firme, muy dura; ¡te vienes cuando él está adentro!, no puedes evitarlo, ¡estás excitada!; ¡estás difrutando tanto de esos miembros metidos en tus entrañas!, como si desearan partirte en dos, a lo largo, a partir de tu entrepierna... ¡Haces tanto ruido, con gritos, gemidos, y jadeos!, que todos aplauden, pues no han dejado de observar, de disfrutar del espectáculo que dan; ¡esa era la idea original!, ya todos más calmados, luego de haber follado, deleitarse de cómo esos gigantes se follan, muy duro, a un puta caliente; verla venirse varias veces, con placer y dolor, con esos penes increíbles... Escurre líquido de tu vagina, cayendo al piso, señal del orgasmo tenido, ¡lo que pone a los hombres de color como locos!, y te follan más fuerte, hasta que eyaculan, cada uno en su orificio, ¡pero abundantes en verdad!; para salir, no lo hacen de golpe, sino coordinados, pues se sustituyen; el hombre en tu recto sale lento, y se quita, pero no el de tu vagina, ése permanece hasta que, uno de los otros, se pone atrás, te penetra, con mucho lubricante también, pues no entraría de otro modo, en tu ano; luego el de enfrente se retira, para que el otro de los que no han acabado, se meta en tu vagina, logrando así mantenerte ensartada por ambos lados, sin haber tenido que cambiar de posoción, ni bajarte, ni empezar otra vez... Te follan con mucha ganas, ¡lo que te provoca correrte de nuevo, rico!, disfrutando de ésas vergas desgarradoras al máximo, como buena puta; gritas y jadeas, gimes y tiemblas, te contraes apretando sus miembros, tienes pequeños espasmos en todo tu cuerpo, y estremecimientos... Los presentes vuelven a chiflar, aplaudir y hacer barullo, por tu orgasmo; los hombres de color se resisten un poco, hasta que terminan sin remedio, llenando tus cavidades de su leche de macho, para que escurra después, y sea visible a todos lo que sale de ti, el semen y tus jugos, en hilitos, hasta llegar al piso creando un pequeño charco a los pies de los franceses... A la mañana siguente eres la primera en despertar, pues no te drogaste; observas la escena donde todos duermen desnudos, en gran desorden, algunos en el piso, otros en los muebles, pero como si no tuvieran vida; observas a los hombres negros, que están como los demás, tirados; te acercas a uno y lo despiertas, ¡con mucha dificultad!, pero lo logras; a señas le dices que te siga, casi adormilado se levanta, pero señalas, con tus dedos, a sus compañeros, y le muestras 4 dedos de tu mano; el hombre sonríe, ha entendido, así que despierta a los otros como él; te siguen a una habitación apartada, la que cierras tras de ustedes 5... Si alguien pudiera verte hubiera notado la sonrisa de picardía que, tus labios, esbozaron mientras te asegurabas que nadie los vio... MI “TARJETA DE PRESENTACIÓN”: Ve a la cama y colócate en 4 patas; levanta las nalgas y sepáralas con tus manos, ¡muy separadas!, para que se abra tu ano; voy a meter ahí mi lengua, muy dura, como si fuera un pene suave y húmedo; con mi mano acaricio tu vulva, y meto tres de mis dedos en tu vagina, ¡hasta el fondo!... Te retuerces ante las sensaciones, como se supone debe ser; mi lengua ha podido entrar hasta la mitad, en tu ano, y puedo probar el sabor de tus entrañas... En verdad que eres una perra caliente, ¡ya estás por venirte!, así que aumento el meter y sacar de mis dedos; ¡cómo te gusta!, estás gimiendo, jadeando, por el placer; eso me gusta, me gusta mucho, me excita verte venir, desde el principio, hasta el gran estallido de gozo, de lujuria... ¡Por fin, te vienes, te retuerces, tiemblas, jadeas y gritas como loca, fuera de control!, un orgasmo múltiple, ¡exquisito!; bajo a chupar, a beber la humedad de tu sexo, ¡la quiero toda para mí!... Tal sensación provoca pequeñas contracciones en tu vagina y en tu clítoris, ¡como si no acabaras aún tu orgasmo!; entonces arremeto con más ganas, para dar enormes y húmedos lengüetazos en tu sexo, ¡y lo disfrutas!, te mueves rítmicamente; tus ojos cerrados demuestran que estás disfrutando al máximo... ¡Y los jugos que salen de tu vagina, tan ricos!, no he desperdiciado nada, nada; al contrario, ya te voy dejando seca, con mi boca, con mi lengua... ¡Tu sexo está caliente como nunca!, lo que me avisa que quieres venirte otra vez; me incorporo decidido a meterte mi pene hasta el fondo; dudo por un momento, de cuál orificio atacar, pero tú eliges por mí, ofreciéndome tu ano; meto ahí mi miembro, duro, poderoso y empiezo a follarte sin piedad, como tú pides, a gritos, como deseas... Con mis manos acaricio tus nalgas, tus muslos, tu cadera y tu espalda; agarro tus pechos colgantes y los aprieto, jalándolos, como si con ellos pudiera atraerte para penetrarte más, y más fuerte; pellizco tus pezones, que te duelen desde que te viniste, te quejas, pero me pides más, más, más... Estallo en las entrañas de tu recto, enorme, abundante, con semen caliente, como tú; ¡y tú te vienes al sentirme!, con gritos que podrían parecer de dolor y no de placer; pero no saco aún mi pene, permito que regrese a la normalidad del momento pasivo, para que expulse dentro de ti hasta la última gota de líquido... Te dejas caer, rendida por el momento, pues ya has sentido como casi nunca; tu suspirar parecería un resuello, un gemido, y son varios, uno tras otro, como si te faltara el aire... Pero no puede quedar aquí éste momento de pasión; voy al cajón de un mueble y substraigo un vibrador, tiene el tamaño de un pepino grande; lo introduzco, con facilidad, hasta el fondo de tu vagina, lo que provoca que tiembles; ¡qué decir de lo que sentirás cuando lo enciendo!; debe ser fabuloso, porque me dices, entre jadeos, "¡gracias, amor!"... Te dejo el aparato ahí, actuando, y me incorporo; voy hasta tu rostro y meto mi pene, aún blando, mojado, en tu boca; lo recibes gustosa, y empiezas a chuparlo con cierta pasividad, lo cual es razonable en éstos momentos; vamos a estar así un poco, en lo que logras que mi verga vuelva a crecer enorme, dura, poderosa... ¡El juguetito es maravilloso!, posee gran potencia vibratoria y, por ser grande, y llegar a tu "punto G", te hace enloquecer de sensaciones varias, placenteras; puedo sentir que, a veces, inclusive me muerdes el pene, como si no pudieras controlarte... ¡Una vez más alcanzas el clímax, el orgasmo total!, ¡hasta sueltas lo que chupabas para lanzar un quejido, y volver a jadear, y gemir, y retorcerte entera!... Si no supiera qué es lo que sientes, podría pensar que estás en un grito de dolor, ¡tal vez así lo crean los vecinos!, los que logren escucharte a pesar de las distancias y las paredes... Verte así es lo que necesitaba para volver a estar al punto, así que me incorporo y me coloco detrás de ti; te levanto un poco, para que dejes, otra vez, tus nalgas al aire; como tu vagina está ocupada, vuelvo a meter mi miembro en tu ano; creo que te vas a desmayar, porque no puedes articular palabra, tan sólo balbuceas; aunque realmente no te entiendo, no es necesario ni importante, sé que eres una perrita caliente, y deseas que te folle más, y más, y más... Meto y saco con ímpetu mi pene en ti, mientras el vibrador continúa haciendo estragos en tu vagina húmeda y caliente; menester decir que, como es mi segunda eyaculación, ¡tardo más del doble!, lo que permite que tú, mucho antes, ¡te vengas por cuarta vez!; no creo que tú lleves ya la cuenta, pero a mí me agrada saber cómo vas... Cuando ya estoy al punto de venirme, luego de buen rato, me levanto y meto mi pene en tu boca, para eyacular en ella y llenarla de esperma que, no será tanto como hace unos momentos, pero sigue siendo abundante; tu lengua, mejillas, dientes, garganta... ¡todo!, ha quedado impregnado por mi leche de macho... A pesar de lo rico que sientes, y de lo que experimentas ahora, no has podido venirte otra vez, ¡estás agotada!; te ayudo a recostarte boca abajo, pero te dejo el vibrador ahí, encendido, hasta el fondo; "descansa, linda, yo voy a tomar un baño"; y me retiro de la cama...¿Qué tanto más sentirás aún, mientras yo me ausento?, no lo sé, espero que mucho; quizás el quinto, ¡y hasta un sexto!... ya me contarás... aunque creo que estás medio consciente solamente... ¡qué ricoooooooooooo!... EL REGALO DE TU AMO Abro la puerta, ¡ha llegado el amo!, y viene contento; me recibes desnuda, en cuatro patas, como toda perra, como debe ser, presurosa, intentando agradarme; me inclino y te acaricio la cabeza, te sonrío bastante, "hoy me fue muy bien", te digo, "¡hay que festejarlo!"; me quedo un momento pensativo, mientras te acaricio, pasando, también, mi mano por tu vulva, de vez en vez; "estás caliente, me gustaría algo especial para ti hoy"... Me levanto y te pongo tu collar y tu fuerte correa de piel, te subo al auto, en la parte trasera, como es correcto, y arrancamos sin un rumbo fijo, pero con una idea mía; llegamos a una parte pobre de la ciudad, que nunca vemos; recorriendo un poco encontramos lo que lo que deseaba: un grupo de indigentes, sucios, barbados... serán unos 9, acomodador alrededor de unos botes con fuego, para entrar en calor en esa noche que, casi, está tibia... Te bajo, siempre en tus cuatro patas, como caminan, obviamente, las perras como tú, las hembras de los canes; amarro tu correa, ante la mirada atónita de los varones, a un poste del lugar, con firmeza, para que no escapes; noto que estás temerosa, pero te acaricio la cabeza, "no temas, yo estaré aquí para cuidarte, todo el tiempo; además, te va a gustar, aunque al principio te dé asco, pero pasará, ¡ya verás como tengo toda la razón!"... Les grito a los hombres: "Les he traído a mi bella perra, para que la follen hasta que ella esté satisfecha, contenta; pórtense bien, porque no me voy a retirar ni un momento"; voy al carro y saco una silla plegable, para sentarme cerca, apenas a unos cuatro metros de ti, para cuidarte bien... Detrás tuyo se hace una fila de hombres muy calientes, con sus sucios penes de fuera, totalmente erectos, firmes; el primero se pone de rodillas para alcanzar tu cadera, y te mete su miembro en tu vagina con gran fuerza, de un solo golpe, casi con furia, como con desesperación, ¡y tú gimes por el dolor y el placer mezclados en ello!; el menesteroso mete y saca con ganas, tú no te mueves, como que aún no te relajas lo suficiente, tienes asco... El hombre se viene dentro de ti, expeliendo mucho semen, ¡es normal!, ¿hace cuánto que no fornicarán éstos seres?; el segundo casi lo quita, se arrodilla también y te penetra, igual que el primero, con un ansia que no se puede creer; mete y saca con velocidad, como si pretendiera acabar ya... Observo que, de tu vagina, empieza a escurrir un hilo, es el semen del primero, que va a caer al piso de cemento; saco apresuradamente, del auto, un platón de plástico, y corro a ponerlo bajo tus patas traseras, para que ahí, enteramente, caiga ese semen que, cada vez, escurre más.... ¡Se ha venido el segundo!, hasta el tope, hasta adentro; ¡y sigue el tercero!, pero él decide usar tu otro orificio, y separa tus nalgas con sus asquerosas manos casi negras, y te mete en el ano su enorme verga, ¡porque es grande!; sueltas un chillido de dolor, pero procuras aguantarte, como buena perra que eres, ante mi obsequio para ti... Mientras, cada vez escurre más el líquido de tu sexo, cayendo, siendo recopilado, en ese platón que traía yo; veo cómo te arremete, sin piedad, el menesteroso, ¡se ve tan contento ahora, al venirse en tu bello ano!... Llega el cuarto, ¡y a éste ya lo recibes muy diferente!, te ha excitado el que tres te hayan follado tan duro, te has mojado y ya tu clítoris ha crecido bastante; cuando él te penetra te mueves, abres más tus patas, lo dejas, sin dificultad, hasta el fondo de tu vagina... El quinto lleva mucho acariciándose el pene erecto, con sus manos sucias como si no se lavaran nunca, y decide no esperar hasta que acabe el que está, se acerca a tu boca y mete su asqueroso miembro; es tal tu calentura, que no te importa cómo huele, ni su sabor amargo, ni el aspecto del hombre; mamas con ganas, ¡hasta cierras tus ojos un poco!, pero no para no ver, sino como cuando disfrutas... El cuarto hombre se viene en tus entrañas enorme, como ha pasado con los tres calenturosos anteriores; ¡pero lo mejor es que el de tu boca se viene también!, ¡al mismo tiempo ambos, y te provoca venirte, venirte de un modo que te hace retorcerte de gozo!... Te observo y me da mucho gusto, mi perrita goza, mi perrita disfruta del regalo que le he hecho hoy, pues celebramos un día muy productivo, positivo; casi me dan ganas de acompañar a los indigentes, pero me resisto, ellos también desean sentir placer... El sexto busca tu ano, ¡y lo abres grande para él!; ya no te importa que huela igual que un basurero, y que se vean como entes olvidados de la sociedad, sólo quieres sentir sus enormes y sedientos miembros, dentro de ti, en lo profundo de tu cuerpo, tus carnes... Éste no se tarda mucho, tampoco, pero te gusta, lo disfrutas al sentir sus líquidos calientes en tu cola, en las entrañas que guarda, que protege tu ano; inclusive aprietas su miembro un poco, ordeñándolo, para que expulse cuánto líquido quede aún en él... El séptimo pasa desapercibido tu trasero, va a la boca, desea correrse en ella como su compañero hizo; lo recibes con verdadero agrado, ¡estás tan excitada!, que, como había mencionado antes, ya nada importa, únicamente gozar, venirte una vez, y otra, ¡y una más!... El octavo, cuando vio eso, decide no esperar y se acerca, te penetra en tu vagina, ¡entró tan fácil!, ¡tan humedecida!, por tus jugos y la leche de macho de tres hombres ya; te mueves para que sienta más rico, mientras mamas, mientras succionas al que tienes enfrente, en tu hocico; ¡y te vienes por segunda vez, tan rico orgasmo completo!... Finalmente llega el noveno, ¡tan excitado!, que entra, juega un poco en tu sexo, ¡y se viene tan pronto!; pero no importa, porque tú estás tan caliente, ¡tanto!, que te vienes una vez más al sentirlo a él llenarte de semen... Sin embargo no me levanto para llevarte ya de ahí, pues el tercero, cuarto y sexto, ¡se han formado otra vez!; hay que permitirles desahogarse por completo, totalmente, después de todo para eso les traje a ellos a mi perra hermosa, para que la penetren hasta quedar secos, hasta quedar hartos... Como es la segunda vuelta, duran mucho más, cada uno; ahora se toman el tiempo de acariciar tus muslos, y cadera, con sus sucias, toscas, ásperas y malolientes manos, las pasan por tus nalgas, tu espalda y, también, tu cuello, toman tus senos colgantes y los aprietan, como ordeñando, con fuerza, jalándolos, pellizcando tus pezones a veces; todo ello te excita, ¡es tan sucio que te está agradando!, lo que permite que te vengas, ¡una vez más con ellos!; es decir, ¡una vez por cada fornicada!, ¡tres veces más!, ¡exquisito en verdad!, ¡maravilloso!, ¡seis en total!, ¡estoy tan contento por ti, mi perra bella y caliente!... Cuando terminan, y se han hecho a un lado dóciles, y satisfechos como, podría ser, años atrás no estaban, te desamarro y levanto el platón que tenías debajo; te lo doy a beber y, aunque lo piensas un poco solamente, y tal vez tu dudar era por la falta absoluta de higiene, pero una vez que te decidiste, que aceptaste mi mandato, no me contradices y bebes hasta la última gota de líquido, de la leche de macho, mezclada con tus jugos, de ahí, ¡y lo saboreas como nunca, como al néctar de los dioses!, inclusive, me das la impresión, hubieras deseado más; casi puedo pensar que, el deleitarte con lo de ese platón, te excito hasta provocarte alguna contracción en tu sexo... Te subo al auto, en el asiento trasero, como debe ser; sé que lo vas a manchar un poco, pero no importa, ¡ha sido un día completo en todos aspectos, estoy feliz!; antes de arrancar les grito a los hombres que te tuvieron, "regresamos en dos semanas, no cojan con nadie, nadie, para que le den mucha leche a mi perrita, que le gusta, le gusta mucho bebérsela, en plato o directamente"; ¡es una verdadera ovación de alegría de esos indigentes!, escuchamos vivas y, de alguno de ellos, aplausos... Nos vamos, y te comento: "Te daré un gran baño, y tal vez, ¡sólo tal vez!, te deje succionar mi miembro"; puedo verte sonreír por el retrovisor, mi perra linda, ¡estás tan satisfecha, que acaso no puedes creerlo tú!, ¡imagínate!, ¡seis orgasmos enormes, seguidos, ricos!, si no es que un séptimo pequeño, al finalizar... Bueno, ya no tardaremos en llegar a casa, mientras, ahí atrás, te recuestas a descansar un poco, un poquito; me pregunto, ¿soñarás con lo que viene, como dije, dentro de dos semanas?, ojalá, porque será muy rico... SECUESTRO, DISCIPLINA Y SUMISIÓN... No platicaré sobre el cómo llegaste a esa cama, a ese cuarto; un sitio de paredes lisas, de concreto, con pocos muebles, e iluminado por unos grandes focos de neón en el techo; estás acostada, firmemente amarrada de muñecas y tobillos, ¡pero no amordazada!, así que, al despertar, al volver en ti, empiezas a gritar pidiendo ayuda, solicitando auxilio... Entonces entro,y te hago una señal de silencio, con mi dedo; te explico que nadie puede oírte, pues estás en un sótano, totalmente aislado del mundo exterior, a mi merced absoluta; saco un cuchillo y corto toda tu ropa, con cierta delicadeza, hasta que quedas desnuda por completo, sin prenda alguna... Suplicas que te deje ir, que no te haga daño, que no te lastime; “no, si no te quiero lastimar, ¡te quiero hacer gozar”, te digo, cosa que no te calma, pues estás por soltar el llanto enorme; no te hago caso y sólo observo tu cuerpo desnudo, deseable... Voy a un cajón de uno de los muebles, y saco dos vibradores; uno es enorme, apenas posible que quepa en un sexo femenino; el otro tiene el tamaño de una zanahoria, pero tiene, además, un hilo de unos treinta centímetros de largo, al extremo; saco una caja con algunos cables colgantes, algo sin definir... Meto el gran vibrador en tu vagina, con cierto esfuerzo, cierto, un poco porque no estás excitada, un poco por el tamaño, otro más porque no lo hago con la delicadeza necesaria aquí, lo activo, lo pongo a funcionar, a vibrar con toda intensidad; el segundo lo meto en tu ano, ¡hasta desaparecer!, inclusive, desaparece en tu recto un poco de hilo, unos diez centímetros... De la caja saco una pincitas, con dientes un poco filosos, las que pongo mordiendo tus pezones, con una poca de fuerza; para éste momento suplicas desesperada, lloras y te quejas; las pincitas están conectadas por unos cables a la caja metálica, se trata de un aparato para dar pequeñas descargas eléctricas; la activo y, con una perilla, intensifico la descarga poco a poco, hasta que observo que la descarga provoca en tus bellos senos, una pequeña contracción involuntaria, y que la piel se enchine... Te observo, observo cómo estás dejando de gritar, de quejarte; más bien me parece, ahora, que empiezas a jadear y gemir, como si, por fin, los juguetes doblegan tu voluntad, resistencia, para que empieces a sentir cómo, poco a poco, sistemáticamente, tu sexo se humedece, tus pezones crecen, a pesar de la opresión, y todo tu cuerpo se prepara para experimentar placer sensual; independientemente de que tu razón, nublada ya casi totalmente, se resista por tratarse de una situación de incertidumbre, de peligro, de inseguridad, pues desconoces tu destino conmigo; yo me retiro cerrando, tras de mí, la puerta de tu actual celda... Ahí adentro, en tu soledad, tus músculos vaginales se contraen, tu clítoris se ha llenado de sangre y ha crecido como nunca antes, tus senos se pueden observar paraditos, como dispuestos al amor, y en tu recto también tienes una exquisita sensación placentera... Finalmente, ¡en una contorsión de tu cuerpo entero, en un espasmo, te vienes de un modo tan salvaje, tan violento, que disfrutas, que te provoca lanzar un grito que denota cuánto has gozado!; sencillamente ha sido algo que, tal vez, ha sido más intenso, rico, descomunal y exquisito, que toda tu experiencia sexual anterior... ¡Pero la cosa no acaba ahí porque, los aparatos, siguen sin parar!; es decir, toda la gama de sensaciones que te provocaron el orgasmo, continúa en la misma situación, sin disminuir siquiera un poco, lo que, al parecer, te deberá provocar, en breve, otro clímax, otro fabuloso orgasmo, en cuanto tu cuerpo esté excitado otra vez... ¡Y no me equivoco!, era inevitable, únicamente cuestión de tiempo, ¡y te vienes una vez más!, ¡increíblemente, con igual intensidad!; el hecho de haber sentido el placer absoluto hace un rato, no mermó, no impidió que la actual explosión de sensaciones en tu sexo... Habrán pasado, quizás, unos 30 minutos desde que salí, y regreso; observo la escena, donde es notorio, por los líquidos expelidos, y para cualquiera que conozca un poco la biología femenina, que has estado “muy activa y ocupada”, sexualmente hablando... Ello me ha llenado de satisfacción, mientras veo que, tal vez, no tardarás mucho tiempo en volver a comenzar a excitarte; con cierta delicadeza, pero firmemente, me dirijo a ti, te hablo, aunque creo que no estás muy lúcida para ponerme atención, pero me las ingenio para que comprendas que, si no obedeces, te lastimaré, te haré daño, así que te conviene obedecerme; con la cabeza, los ojos a medio abrir, jadeando y gimiendo aún, asientes, me das a entender que has comprendido lo que dije... Saco mi pene y lo meto en tu boca, bastante adentro, por cierto; me recibes con docilidad, consciente de que es lo que te conviene, además de que no estás en una situación en la que puedes pensar, ni discernir si lo estás haciendo sólo por temor, por miedo a mí, o también por gusto, también porque tu excitación lo amerita... Meto y saco mi miembro, como si lo hiciera de una vagina; en tanto tu sexo, tus pezones y tu recto siguen sufriendo, o gozando, del accionar de mis maravillosos y poderosos juguetes eróticos; lo cual hará, como hace unos pocos minutos antes, vuelvas a sentir... La situación se empieza a poner insoportable para tu cuerpo atado, así que, abandonándote, más por impotencia para hacer otra cosa, que por haberlo buscado voluntariamente, ¡estallas por tercera vez!; en ese momento, pues te observo detenida, escrupulosamente, dejo de resistir, dejo de aguantar, ¡y me vengo, enorme, en tu boca!, llenándote de mi leche, haciéndote probar el sabor de mi semen... Podría ser mi imaginación, aunque no creo tenerla tan desarrollada, pero estoy seguro que disfrutaste eso, mi eyaculación en tu boca; porque, finalmente, la bebiste toda, no hiciste un gesto de disgusto, y en cambio continuaste chupando y lamiendo mi duro miembro... Los juguetes tienen aún batería como para una hora, más o menos; salgo por segunda ocasión del cuarto, dejándote sola otra vez, para que ahí, como me agrada tanto, sigas contorsionándote, gritando, gimiendo, jadeando y, sobre todo, gozando del sexo... Ahora estás realmente agotada, después de tanto resistirte primero, y, después, de tanta actividad continua en tus zonas más erógenas; el cuerpo te empieza a reclamar con una serie de dolores sordos, como dolor en los senos, piel hipersensibilizada, vagina cansada, recto con sensación de querer evacuar, dolor muscular en piernas, en brazos, un poco en espalda, en cuello, y deseos de orinar... Pero, ante los aparatos, implacables, pues no modifican su actuar, no puedes hacer mucho, realmente no puedes hacer nada, ¡nada!; así que, poco a poco, como una historia que ya conoces, te excitas, ¡y si no tú, sí tu cuerpo entero!, en contra de tu voluntad, ¡y más!, en contra del cansancio, del desgaste y de la situación de tu físico... Unos quince minutos después de dejarte sola por segunda ocasión, ¡repites en un orgasmo violento, brusco, y maravilloso en verdad!; has empezado a llorar, sin querer, por la situación que te envuelve: Sientes dolor en todo tu ser, incluyendo lo mental y emocional, pues crees que deberías haberte resistido más, muchísimo más; por otro lado tienes miedo pues, finalmente, no sabes qué pretendo; y, finalmente, sabes que los aparatos seguirán, seguirán, y seguirán, lo que también es preocupante porque, a pasos avanzados, te duele, ¡te está provocando dolor físico el venirte de ése modo tan salvaje!... Entonces entro, vuelvo a observar la escena, y decido retirar, uno a uno, los juguetes que tanto placer sexual te han dado hoy día; dejas escapar de tu boca y pecho una serie de suspiros de alivio, pues ya estás descansando un poco, después de una hora intensa... Pasados unos minutos, tú en silencio, viéndome con rostro temeroso, y yo sentado frente junto a ti, pasando mi mano por tu cuerpo, dándome el gusto de acariciarlo sin prisa, con la mano y el dorso; me dirijo a ti, a forma de explicación, para que sepas qué quiero... “Te voy a convertir en mi esclava sexual”, te digo, “hoy comencé; tendremos esta misma cesión por cinco o seis días seguidos, hasta que tu cuerpo se acostumbre a venirse tres, cuatro, cinco, o más veces, con gusto, con agrado, para mí, para mi disfrute; usaré los mismos juguetes hasta que te gusten tanto que, tú misma, me pidas que te los ponga otra vez, para sentir más, y más, y más”... Me miras con los ojos desorbitados, por el miedo, por la angustia; “cuando acabe contigo, lo único que desearás en la vida será gozar, para que yo te vea, me excite, y me venga en alguno de tus hoyos; tu voluntad ya no será tuya, será mía, tu razón será disminuida, y sólo la usará para ingeniártelas para sentir más, y que yo te vea”... A éstas alturas intentas, a pesar del cansancio, soltarte desesperada; “lo mejor de todo será que te encantará tanto, tanto, que tú misma, ¡tú misma!, no podrás creerlo, no podrás dar crédito a tu pensar; tu actual resistencia se te hará un absurdo y lo recordarás con risa”... “Por hoy, descansa, ahora mismo te traigo qué comer y beber; irás al baño, y te volveré a atar para que duermas profundamente; mañana no empezaremos como hoy, a media tarde, sino temprano; poco antes del desayuno te pondré los juguetes una hora y media, exactamente como hace rato, ¡cuando tanto disfrutaste, linda!; luego el desayuno, para recuperar fuerza, vitalidad, lozanía; antes de la comida, otra cesión de una hora, u hora y media; la última ronda de venidas antes de la cena, hora y media; ésa será tu rutina, te repito, por cinco o seis días, o hasta que, como también te dije, seas tú misma la que me pida los juguetes”... Salgo de la habitación, voy por tu cena, como ya te había dicho; tú te quedas, con rostro horrorizado, pensativa, como concentrada; lo curioso es que, después de unos momentos de reflexión, ese rostro se observa más sereno, más tranquilo, como en paz; humedeces tus labios pasando por ellos, sensualmente, tu lengua, y, de modo casi imperceptible, dibujas una sonrisa intrigante, una sonrisa que, si no se tratara de un secuestro todo ésto, cualquiera podría decir que es una sonrisa llena de picardía... UN REGALO DE CUMPLEAÑOS: LOS 57... Regresamos de la cena con la que festejamos tu cumpleaños; yo deseaba proseguir la celebración pero, un grupo de tus amigas, te tienen preparada una sorpresa, algo muy especial, en casa; me pidieron permiso especialmente, para poder organizarlo todo, así que ahora debo llevarte a tu cita con ellas a las 10 de la noche... Llegamos y ahí mismo, en el auto, te explico que hay sorpresa, que tus tres amigas me pidieron entraras desnuda a la casa; te extraña, pero como las conoces bien, te emocionas un tanto, así que te desvistes en el carro y te doy una bata que ya traía... Entras con los ojos cerrados y, de repente, tus amigas gritan, al unísono, “¡sorpresa!”, para que los abrieras y pudieras observar; en nuestra estancia ya no hay muebles, salvo unos sillones, ubicados en un extremo del lugar, y una mesa algo rara al centro; lo importante son los 57 hombres desnudos que se encuentran ahí, de todo tipo de complexiones, pero todos bien dotados, especiales; forman un círculo alrededor de la mesa, muy formados y serios... Se trata de los mejores amantes que tus amigas han tenido en años, y los citaron hoy para una fiesta que jamás olvidarás, ¡en tu vida!; ellas están vestidas, pues no deberán hacer otra cosa que cuidarte, por lo que pueda ofrecerse, o para ir llevando, como anfitrionas, el desenlace de esta ocasión, la manera como se harán las cosas... Te quito la bata y, saludando a tus amigas, me retiro de la estancia; quedas desnuda, en medio de los hombres, que te ven con deseo; una de tus amigas te toma de la mano, te lleva ante uno, te arrodilla, y con delicadeza te invita a chupar el enorme pene que tiene; empiezas a chopar, a libar, con cierto temor y gusto, por la sorpresa; pero, a los 30 segundos exactos suena una alarma, de reloj de pulso, tu amiga te lleva, de rodillas, a un paso de distancia, ante otro pene, para que lo chupes igualmente, para que lo hagas crecer con tu boca; la mecánica ha quedado muy clara, 30 segundos para chuparlos, para poner firmes, duros, sus respectivos miembros masculinos; algunos de los varones no te tocan, te dejan hacer lo que desees, otros te acarician suavemente la cabeza, mientras mamas quedito, otros más te toman del pelo y te obligan a meterte su pene erecto, crecidísimo, hasta el fondo, hasta tocar tu garganta, tu campanilla, a lo que accedes, gustosa, disfrutando de la variedad existente... Esto te causa una excitación brutal, pues estás sola contra 57 falos, ya que tus amigas están apartadas, en los sillones, observando, y llevando el cronómetro para que no pases del tiempo estipulado; cuando vas, más o menos, a la mitad, tu sexo chorrea ya un poco... Al terminar, tus amigas te ponen de pie, casi al centro del lugar, acercan a dos hombres, poniendo uno frente a ti y otro atrás, ellos levantan una de tus piernas, y el de enfrente penetra tu vagina, luego levanta tu otra pierna, para cargarte, para sostenerte en vilo, ensartada con su poderoso miembro hasta el fondo de tus entrañas, el de atrás, con lubricante que le ha untado tu amiga previamente, mete su pene en tu ano, poco a poco, muy adentro, desapareciendo; estás ensartada por ambos hombres, con tus muslos en sus brazos, de ambos, a forma de apoyo, con tu entrepierna abierta al máximo; empiezan a follarte, con fuerza, con ritmo, metiendo y sacando, logrando arrancarte verdaderos gritos de placer, uno tras otro... Suena la alarma, exactamente a los cinco minutos del inicio; los dos varones se retiran, pero se colocan otros dos, igualmente, y precisamente lo mismo que los otros, que los que les precedieron; poco a poco, por parejas, atacando tus dos orificios, van pasando, lo que no provoca que ellos terminen, no hay suficiente tiempo, pero tú, más o menos a la tercera ronda, es decir, muy pronto, ¡te vienes en un orgasmo espectacular, entre gritos y gemidos!; una de tus amigas toma una libretita y apunta la hora y el suceso; debido a los ruidos, y a la hora, con curiosidad me asomo, discreto, abriendo sólo un poco la puerta, y observar tu “obsequio sensual”; tal vez estoy durante unos diez minutos, viéndote gozar al tope, me retiro a mi habitación para dormir un poco, serán las 11:30 p.m... Siguen pasando, después de eso, de dos en dos, como si nada, como si no se hubieran enterado de que te has corrido enormemente; las penetraciones son tan poderosa, y tan exquisitas, que gozas, aún aunque el ano te empieza a doler un poco, a pesar del lubricante, y tu vagina empieza a rozarse un tanto, a pesar de tu muchos jugos... Van cerca de 16 rondas, la verdad es que estás a punto de estallar, una vez más, ante el embate maravilloso de esos hombres excitados; ¡y sí, no llega el final de todo esto cuando te vienes otra vez, rico!; ¡estás gozando como nunca en tu vida, de 57 miembros erectos!; tu amiga vuelve a realizar su anotación cuando se percata de ello, por tus gritos verdaderamente histéricos que has emitido al venirte... Con la misma mecánica, los hombres que faltan siguen en lo suyo, penetrándote por parejas, uno atrás y otro adelante, como si nada, hasta terminar con las 29 rondas de folladas por partida doble, (uno de ellos repitió por tu ano, para acompañar al último en turno); dejándote muy excitada, a pesar de las dos venidas que has tenido... Se acercan tus amigas y te recuestan en la mesa rara que ahí está; se trata de un mueble especialmente diseñado para fornicar, para tener sexo duro en dos posturas diferentes, ¡y exquisitas!; en la primera, boca abajo, quedas como si estuvieras en 4 patas, pero no en el suelo, sino sobre la mesa, con tus senos colgantes, pues salen por aberturas especiales para ellos, y tu dorso apoyado, tus piernas quedan colgantes, pero en escuadra, donde tus rodillas, dobladas, terminan apoyándose en un cojincillo acolchonado, suave; quedas con tus hombros y brazos a ambos lados, como en el masaje, pero con tus piernas muy separadas, dejando tu sexo expuesto; en la segunda posición quedas boca arriba, acostada, descansando, pero con las piernas arriba, separadas, sostenidas por dos barras, algo parecido a las camas de los ginecólogos, pero no tan fría... Tus amigas te colocan, pues, boca abajo, ¡y te amarran al mueble!, no han de querer que te muevas mucho, ni que te zafes un poco; una de ellas lleva al primer hombre, lo pone atrás de ti, lo lubrica, tarda unos segundos en decidir, y le señala, finalmente, tu vagina, el hombre sume su poderoso pene ahí, arrancándote un gemido; lleva a otro de ellos y lo pone frente a tu rostro, y le señala tu boca, él mete su pene hasta el fondo de tu garganta, ahogando tu voz; trae a otros dos hombres y les señala tus pezones, a lo que ellos, sin perder tiempo, empiezan a chuparlos con desesperación, como si así pudieran mamar algún líquido precioso que saliera; finalmente tu amiga pone un recipiente, como una jarra grande, debajo de la zona de tu cadera, como para recaudar lo que salga, y escurra, dentro de poco, de tu entrepierna, de tu vagina y ano... ¡Estás excitadísima con todo!, ¡es una situación descomunal!, algo que jamás, quizás, ni en sueños hubieras podido imaginar; en un momento determinado, no mucho en realidad, ambos, los hombres de tu vagina y boca, ¡se vienen adentro de ti!, ¡explotan llenándote de semen, dejándose vaciar en tu interior!; ¡es exquisito, riquísimo, después de ya casi 4 horas de follar!; ¡tú también terminas viniéndote de modo espectacular, otra vez!, y es notorio por la forma cómo tiemblas, contorsionas y contraes; el hombre que se vino en tu vagina se percata y le hace una seña, algo simple pero preciso, a tu amiga, para que anote otra vez... Al eyacular los dos hombres cambian de posición con los otros, es decir, los que chupaban tus pezones se levantan y te penetran, y los que terminaron empiezan a chupar, a su vez, tus pezones, aunque, por obvias circunstancias, ellos los chupan menos fuerte; pasan unos minutos y, de igual manera, los hombres se vienen, uno dentro de tu vagina, que ya escurre semen al recipiente, el otro en tu boca, misma que lo recibe y tú te bebes sus líquidos... A las dos de la mañana ya, tu amiga acerca otro grupo de cuatro, a uno le señala, ahora, tu ano, que es lo que ataca, es donde, con fuerza y sin contemplación (eso sí, con un poco de lubricante, que tu amiga le pone de modo “muy” consciente al individuo), penetra hasta el fondo de tu recto con su enorme pene erecto; al segundo igualmente tu boca, y a los otros tus pezones crecidos... La ronda continua, y los varones eyaculan en tu ano y boca, se intercambian con los que te succionan tus enrojecidos pezones, para que la otra pareja pueda eyacular en los mismos orificios; ¡te duele bastante, para estas alturas, todo, todo, todo, todo!, tu vagina está rozada, húmeda por tus jugos, el lubricante, el semen, pero aún así está ligeramente roja por la fricción; tu ano está en las mismas circunstancias, aunque debería ser peor, pero el lubricante que llevan tus amigas es excelente, y ha ayudado, y tus pezones te duelen como su hubieras ido con una mujer sado, y te hubiera puesto pinzas apretándolos, lastimándolos al tope... Sin embargo no hay tregua, las rondas continúan y los hombres, a como tus amigas deciden, te follan con ganas hasta correrse; la mayor parte de las veces en tu vagina y boca, a veces en el ano, pero siempre chupando tus pezones colgantes y dándote fuerte... Va el quinto grupo de cuatro cuando te vienes, ¡por cuarta vez!, ¡cómo lo gozas, cómo lo disfrutas, perdida en lujuria y sexo!; llega un momento que no te reconoces de tanto que sientes placer, pero, sobre todo, de cómo te vuelves a excitar a pesar del dolor, de cómo te agrada la sensación de ser penetrada una y otra vez, y cómo continúan sin tomar en cuenta tus enrojecidas zonas; en cortos, cortísimos momentos de lucidez, es cuando te percatas, que no te conoces realmente, que te encanta el sexo con locura, ¡como la locura que estás viviendo en éstos momentos, ésta noche!; me he despertado, voy a observarte otro poco, me asomo, y veo, ¿serán las 4 de la mañana?, no estoy seguro, estoy un rato corto, lo suficiente para ver que estás bien, físicamente hablando, decido retirarme continuar con mi sueño, yo trabajo mañana... Es la 13ª. ronda de cuatro hombres fornicándote espectacularmente, y tienes tu quinto orgasmo, entero, completo, placentero, ¡enorme! no ha disminuido el gozo en ninguno de ellos ni un poco siquiera; la última ronda, es decir, la 15ª, que le tocaría a un solo hombre, se completa con tres voluntarios anteriores, para no cambiar nada... ¡Pero no ha acabado la cosa ahí, no señor, ha de continuar todavía!; tus amigas te desatan, te ponen boca arriba, te abren las piernas, suben tus tobillos a los soportes, ¡y te vuelven a atar a la mesa!; es ahí cuando pides tregua, les pides que paren, ¡son las 4, han pasado seis horas de sexo duro implacable y exquisito!; ellas no te sueltan, te dejan ahí, recostada y forman a los hombres; los que ya se han recuperado primero, por sus respectivos turnos, hasta el final, donde están los que casi acaban de eyacular en ti... Una de tus amigas te da una pastilla, ¡es para dormir!, para relajarte, para que entres en un estado de somnolencia mientras te fornican; tus amigas lubrican a algunos de ellos, al azar y separados entre sí, son los que deben meter su pene en tu ano, los otros en tu vagina... ¡Y empieza la ronda!, los hombres te penetran con fuerza y ahínco, ¡tal vez más que antes!, porque es su segunda venida y cuesta más, se necesita un poco más de fricción, de entusiasmo, de poder; la pastilla te ha tranquilizado, y calmado el dolor un poco tan solo, ¡es un descanso para ti el que ya no mamen fuerte tus pezones!, ¡están tan adoloridos que parece los hubieran cortado con cuchillo!; los hombres te acarician, cada uno a su modo, mientras te penetran; algunos tocan tus senos, otros tus muslos, o besan tus pies al aire, o los chupan, o pasan su lengua por tus pantorrillas, ¡en fin!, variedad de caricias sin límite, ni tregua, caricias deliciosas para ti... A pesar de la somnolencia sientes bastante, como entre sueños, como si no estuvieras en tus cinco sentidos, pero aún así gozas, ¡y gozas mucho!, con cada penetración, con cada falo dentro de ti; tu sexto orgasmo, un poco más tranquilo, pero en verdad rico, un orgasmo apacible donde tu vagina se contrae constantemente, ¡como si fueran multiorgasmos!, ocurre con el octavo hombre; tus amigas allá, al fondo, como espectadoras, anotan otra vez... Es un fornicarte constante, sin tregua, sin piedad, ¡maravilloso!; tu sexo siente cómo se excita, una y otra vez, cómo quiere explotar, cómo quiere terminar, sin parar, sin descanso, ¡como ninfómana!; sientes cómo cada miembro, cada pene entra, te folla, fricciona duro, cómo eyaculan dentro de ti, con su semen espeso, suave, tibio; ¡te concentras en sentirlos!, dentro de tus sueños, gozando la carne, la carne que recibes, cada vez más, gustosa, abriéndote con deseo, permitiéndoles entrar y fornicarte a su placer, a su gusto, fuerte... Al 20º. en turno vuelves a venirte, dejar que tu sexo estalle en gozo, ¡gritas tan hermoso!, en un grito que denota todo el placer tuyo, pero sin ser demasiado fuerte, como apagado, pero sensual, erótico; ¡eso enciende a los hombres aún más, los excita como desquiciados!, así que te penetran con gusto y deseo, como la primer eyaculación; vuelvo a bajar a observar un poco, sólo para ver cómo está todo, me percato que todo va bien, a pesar de los ruidos, disfruto un poco, tal vez diez o quince minutos, y me retiro, pues ya son las 7 a.m.; curiosamente presencié, a ésta hora tu séptimo orgasmo precioso... Tu “regalo” continúa, no hay merma, no disminuye, no acaba; porque pasa el 21, el 22, el 23, el 24, ¡todos follándote a tope!, haciendo que tu placer se extienda, ¡quizás demasiado aún para ti!; pero, aunque te quejas del dolor exquisito, tus amigas no detienen, ni por asomo, la ronda que va, apenas, por la mitad de los varones... Por cierto, ellas, tus “anfitrionas”, para poder aguantar la escena, sin interferir, sin abalanzarse desesperadas por fornicar con alguno, llevan en su sexo sendos vibradores encendidos en sus vaginas; de otro modo podrían cometer alguna tontería por el calor, por la excitación que comparten al observarte gozar una y otra vez... Tu octavo orgasmo, enmarcado por tu relajamiento artificial, se da con el hombre 31, que señala a las otras damas lo que logró; el noveno llega con el 47, que actúa de igual manera que el otro; el décimo orgasmo de hoy llega con el varón número 55, lo que podría señalar que ya casi acaban de follarte, de penetrarte, ¡mas no es así!, muchos de los hombres se han vuelto a formar; ¡recuerda que son amantes fabulosos, candentes, lujuriosos!... La fila es casi la misma que hace varias horas, pues son las 10 a.m.; momento en el que me vuelvo a asomar para llamar, discretamente, con algún ademán, a cualquiera de tus amigas, la que me vea pronto, sólo para avisarle que me retiro un rato al trabajo, necesariamente; ¡hubiera deseado no ir!, pero no sabía que esto se extendería tanto; observo por unos pocos minutos, me doy cuenta que falta mucho, me voy sin prisa, con la certeza de que, tal vez, regrese antes... Tu 11º orgasmo, rico, como todos, llega con el sexto hombre, ¡de la segunda vuelta!, de la fila que está casi completa todavía; a decir verdad, tu sexo ya casi no te duele, ya empieza, obviamente, a caer en una especie de entumecimiento que te aleja del dolor, de las cortadas diminutas que ya se encuentran por toda tu vagina, sin dejar de mencionar que tu recto también ha sufrido mucho hoy... Sin embargo, ha comenzado a perderse el efecto de la pastilla, y te empiezas a percatar, con mayor lucidez, de lo que ocurre ahí, ¡lo cual te excita de un modo bestial, como si no hubieras follado!; ¡abres tus piernas aún más, ofreciéndoles tu sexo casi al aire!, levantando tu cadera del mueble, lo poco que puedes por el amarre, pero lo suficiente para que el hombre que toca se percate muy bien, ¡y te folle como si tampoco él hubiera tenido dos eyaculaciones!... ¡Es hermosa la visión de cómo te entregas para ser masacrada por él, y por el que sigue, y el otro, y otro, y otro, y uno más en tu sexo!; va el 15º varón de la fila, ¡y ya te corres como una perra en celo!, ¡como la más lujuriosa de las mujeres que han nacido en la Tierra!; es tu 12º orgasmo, tu 12ª venida, ¡pero espectacular en verdad!... Continúas igual, como si hubieras descansado, ¡y tal vez así fue!, pues la pastilla te permitió, por lo menos, relajarte y entrecerrar, de vez en vez, por ratos imperceptibles para otros, tus ojos; tal vez amaneciste con energías renovadas, ¡qué rico que así sea!... Hombre 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23 24, ¡y otra corrida!, la 13ª; 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, ¡y llega la # 14!; ante esto, algunos hombres que están esperando en turno lejano, se han volcado para volver a mamar tus pechos, chupar tus pezones, ¡a lo que reaccionas con gusto, con ganas, pidiendo más, más, más!; debo anotar que, poco a poco, se hacen heridas en tus pezones, por lo que, aunque lo puedes observar, y tus amigas también lo ven, empiezan a correr delgados hilitos de sangre que brotan de ellos; una de tus amigas se encamina para impedir que sigan chupando así, ¡pero tú te opones!, con un leve movimiento de cabeza, lo expresas; así que, con poca sangre y todo, los varones te succionan tus senos... 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, ¡orgasmo 15!, ¡cómo lo disfrutaste todo!; 44, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 52, ¡te vienes entre gritos y gemidos!; cualquiera podría pensar que te están matando y no que sentiste, que experimentaste un 16º orgasmo que te hace perder la razón... La fila ya ha disminuido, ¡ya era hora!, son las, ¡3 de la tarde!; es razonable, pues en su tercera eyaculación, los hombres tardan, no demasiado, tal vez, porque hubo tiempo de recuperación, entre ronda y ronda, entre un juego y otro, entre larga fila y larga fila... 53, 54, 55, 56, 57... ¡y 1, y 2, y 3... de la tercera ronda!, de otra fila, que ahora sí, en verdad, es corta, pues son apenas 19 hombres, los más candentes, los más deseosos y, también, los más voraces... Tu orgasmo 17 llega con el varón 7 de la tercera vuelta, del final; tú estás agotada en verdad, ya no levantas tu cadera, ya reposas, ¡estás a punto de sufrir un desmayo!, y tal vez ocurra en realidad... ¡Tu orgasmo 18 lo experimentas con el último hombre formado!; es como si, entre la excitación, el dolor, el cansancio, el pene erecto, y la visión de que, ¡por fin!, vas a acabar con todos, a dejarlos secos, te incitara a “programar” tu última corrida de ése maravilloso día... Regreso a las 18:30 horas (seis y media de la tarde), y entro; en la estancia hay 57 hombres muy bien vestidos, casi todos de traje, acomodando todos los muebles de la estancia que, desde ayer, esos mismos individuos habían apilado, lenta y cuidadosamente, en la pequeña biblioteca que se encuentra a unos pasos del comedor; tus amigas y tú están en la cocina, en el antecomedor, comiendo; aunque es raro lo que observo, pues en sus platos soperos, llenos, sólo hay una substancia viscosa, de color entre amarillo y verde; lo comen a cucharadas (¿o será lo beben a cucharadas?, no sé), pero se ve que lo disfrutan como el manjar más exquisito del mundo; me ofrecen, pero lo rechazo, ¡y las cuatro sueltan unas risitas!, ¡se trata del semen, tus líquidos vaginales, y el sudor, de tu “regalo”; es decir, ¡todo lo que cayó en ese recipiente grande abajo de ti!... Ante eso, no dudaría que te vinieras una vez más, mientras comes, pero no, ¡ahora sí, por fin, no podrías tener un orgasmo más, no!; bueno eso crees, ¿y si la tercera ronda hubiera sido de 57 otra vez?, no metería, y quizás tú misma tampoco, las manos al fuego por ti... Me pregunto, ¿cuántos días te durará el dolor de tu vagina, y tu ano, y de tus lastimados, llenos de pequeñas costras secas, pezones?; no lo sé, pero lo que sí me gustaría averiguar en pocas horas es: ¿si yo deseo follarte hoy, te negarías, o lo disfrutarías al máximo?... LA RUTINA CON MI PERRA Suena el despertador, pero yo tengo el sueño pesado, mas no tú; te levantas del tapete que es, más bien, una especie de colchoneta, y subes tus patas delanteras a mi cama, para lamerme el rostro, para lamérmelo todo hasta que, con una sonrisa, despierto ya; la verdad es que es difícil no amanecer algo alegre con eso... Después de ponerme mi bata, te coloco, en tu collar, tu correa; bajamos las escaleras para llevarte a realizar tus necesidades; como siempre que estoy en casa, estás totalmente desnuda, y caminas en tus 4 patas, como la perra que eres, como mi perra; pasamos por la cocina, donde está la sra. Azucena, nuestra sirvienta, una indocumentada guatemalteca que ha aprendido a no decir nada, a no sorprenderse, a no juzgar, y a no meterse en nuestros asuntos; sólo que, obviamente, nunca podrá de dejar de observarnos actuar, pues es algo que, a pesar de los dos años que lleva con nosotros, no deja de ser tan extremadamente raro, que le damos curiosidad... Llegamos al jardín trasero donde, entre el pasto, hay una tapa, la quito queda un hoyo profundo, que estamos usando como letrina, te sientas, en posición de perra, como debe ser, y orinas y defecas; tapo el agujero con la misma tapa, y nos regresamos a la cocina... A veces, cuando lo deseas, te detienes, en seco, abruptamente, pudiendo ser en la sala, en la recámara, en un baño, en donde sea; ahora escogiste la cocina, donde está muy atareada la sra. Azucena; el detenerte es la señal de que quieres algo más, algo especial... Te detuviste en la cocina, yo estoy detrás de ti, me abro la bata, dejando al aire mi firme pene, doblo un poco mis rodillas ahí, separo con mis manos tus nalgas, para dejar expuesto tu ano sucio, porque, obviamente, acabas de acudir a realizar tus necesidades, ¡y te meto mi verga de un solo golpe en tu recto, hasta el fondo!; ello te provoca lanzar un grito enorme, de dolor, ¡y de grande gozo!, también te hace aventar tu cabeza hacia atrás de modo violento, yo aprovecho para agarrar tu pelo con mis manos, para follarte, ¡para meter y sacar mi miembro de forma descomunal, salvaje!, ¡como si quisiera desgarrar tu cola y penetrarte hasta las entrañas!; gimes como loca, como fuera de quicio, y gritas de vez en cuando... La sirvienta nos observa casi de reojo, completamente sorprendida, sobre todo, por lo salvaje de la penetración, por lo que debes sentir; pero tú le envías una mirada que, como buena entendedora que es, le hace saber que estás gozando, disfrutando el castigo que te doy; entoces ella sólo te sonríe y continúa, como si nada, sus quehaceres.. Yo, unos momentos después, empiezo a hablarte, casi a gritos, digo “¡vente ya, perra!, ¡vente ya, puta!, ¡córrete, córrete, córrete!”, a lo que tú respondes con una venida descomunal, inmensa, rica, ¡gozando como la perra caliente, perra lujuriosa que eres siempre!; acabas con gemidos, jadeos, resuellos, contorsiones, temblores, entonces yo también, un poco después, en la misma mecánica, follándote hasta lastimarte el ano y el recto, ¡me vengo adentro!... Quedamos unos segundos quietos, yo hasta el fondo de tus entrañas, tú, sintiendo cómo tu vagina aún tiene leves contracciones de placer; saco mi pene, ya un poco flácido, y dejo que, a base de apretarlo, salga de tu ano todo el semen que te di, que escurra al piso, lo moje; cuando ya está todo ahí, en el frío piso de azulejo, lames mi semen, succionas, chupas, hasta dejar el piso como antes de la follada... A veces, dependiendo te tu humor porque, aunque seas mi perra, tienes tu humor, tus gustos, preferencias y alguna que otra manía, chupas mi pene para limpiarlo de la mierda que lo haya ensuciado, pero es a veces, cuando tienes el ánimo de gozar de otras cosas... Te llevo al la sala, donde hay otro tapete, o colchoneta, o ambos; yo me voy al baño, a ducharme, debo ir a trabajar, como todos, como compete a cada amo, si no, ¿de dónde pago casa y comida?; cuando regreso la sirvienta ya tiene mi desayuno en la mesa, del antecomedor de la cocina, y te tiene a ti, en tu enorme plato, en el piso, junto a mí, tu desayuno que es lo mismo que yo como... A veces te ayudas con tus patas delanteras para comer pero, la verdad, prefieres no usarlas si no es necesario, prefieres meter, tu hocico, directamente al plato y comer como la perra que eres, como la perra que decidiste ser desde hace años, para mí, tu amo; cuando acabas te paso unas servilletas, para que te limpies bien o, dependiendo de lo que te haya ensuciado el hocico y alrededores, te puedo limpiar yo mismo, sin problema, para ayudarte un poco... Me voy, acariciándote la cabeza en señal de despedida, con gusto, después de todo también llevo ya una eyaculada fabulosa matinal; cuando salgo, ya te pones de pie, te vas a bañar, un baño largo, que te provoca suspirar mientras recuerdas lo que acaba de suceder; te lavas con cuidado el ano, porque está adolorido, como te gusta; no siempre te detienes a pedirme tan brutal fornicada, es cierto, porque terminarías en el hospital, aunque muy contenta, en verdad... Te vistes y ya saludas a la sra. Azucena, quien te contesta animosa, como si no hubieras sido tú la que estuvo hace rato en la cocina, sino como si la dueña de la casa acabara de hacer acto de presencia, como si te acabaras de parar y apenas fueras a iniciar actividades... Vas vestida con muy elegantes prendas, finas en realidad, bonitas, cosas que me agrada te compres para que puedas salir muy seria, como toda una gran señora, dejándote ver como una dama educada; sólo para mí, en la intimidad del hogar, eres mi perra, mi gran puta... No llego a comer, porque trabajo lejos, y tú comes en el comedor, utilizando todos tus cubiertos, servida atentamente por tu sirvienta; llegada la noche, a eso de las 8 p.m., te vuelves a desnudar para mí, pues ya llego, para recibirme en tus cuatro patas y hacerme gracias; abro la puerta y, dependiendo de mi humor, te acaricio la cabeza, o no, si el tráfico o los problemas del trabajo fueron demasiado... Después de cenar, yo en la mesa, tú en el piso del comedor, junto a mí, como siempre, como debe ser, como te gusta tanto, si estamos de humor, puede que me mames el pene, o te penetre, o te ponga algún juguete en tu ano, o en tu vagina, para verte venir... Al final nos retiramos a acostar, como cada noche, yo en mi cama, tú abajo, en tu tapete calientito, que está, además, sobre alfombra; muchas veces te duermes con tu pata acariciando tu vulva, lentito, quedito, sin pretender correrte otra vez, tan sólo para excitarte, para mantenerte caliente todo el tiempo, mientras esperas, ansiosa, el día siguiente, cuando podremos hacer las delicias que queramos... UN DESPERTAR DOMINICAL CON MI PERRA Es Domingo, por eso no sonó el despertador, no lo puse; me levanto antes que tú, mi perra candente, bella, lujuriosa; estás ahí, en tu tapete junto a mi cama, durmiendo desnuda, tan sólo llevando puesto el collar de cuero que te caracteriza... Veo tu desnudez, estás boca arriba, con tus pechos al aire; ¡se me antoja acariciártelos!, y, ¿por qué no, si para eso estás?; estoy sentado, así que pongo mi pie desnudo en tu pecho, para ir sobando tu senos de modo suave y circular con él; pongo mi otro pie a la altura de tu vientre, cerca de tu sexo, para sobar ahí un poco, para acariciarte mientras duermes... No sé con total certeza si aún duermes, pero te quejas un tanto, como si lo hicieras entre sueños, como antes de ser despertada, de un modo erótico, entre sensaciones que incitan tu deseo; acerco más mi píe a tu sexo, lo único que me impide tocarlo, son tus patas cerradas todavía, que guardan, insolentes, tu vagina... ¡Pero ocurre lo deseado!, abres tus piernas un poco, lo suficiente, como para dejar a mi pie empezar a acariciar tu vulva y clítoris; mientras, mi otro pie ya ha logrado, pasando de un pecho al otro, que se endurezcan, ¡que se vean tan hermosos!, listos para sentir, mientras tus pezones han crecido, como si desearan escapar, veloces, del sitio donde tienen su lugar permanente por siempre... Empiezas a jadear un poco, a gemir otro tanto, a moverte algo; abres más tus muslos, separándolos en verdad para dejarme, dormida o no, que mi pie acaricie más, y con más comodidad; ¡entonces decido que quiero meter mi pie en tu vagina húmeda!, lo empiezo a hacer, con cierto cuidado, no por no lastimarte, ¡que ello te encanta!, pero por tratarse de mi pie puede ser mucho... Voy metiéndolo de a poco, a lo que contestas con una contorsión; abres los ojos, y me miras con unos ojos que demuestran tu deseo, que me dicen a gritos cuánto te está gustando lo que sientes ahora; te acomodas de modo tal que permites a mi pie meterse más, mientras, con tus patas delanteras, ayudas al otro pie a masajear, con mayor fuerza, tus senos, apretándolos, pisándolos realmente... De mi pie ya ha entrado la mitad, lo que es mucho, ¡y gozas!, lo sé porque ya has emitido algún grito apagado, y muchos gemidos; ahora, con cierto ritmo, lo muevo un poco, dentro de tu vagina, tu muy abierta y atacada vagina, que siente mi embate más, y más... Es un hecho que estás calientísima, al punto de estallar, de venirte, entonces aprieto tu vagina contar el piso, un tanto, lo que te duele, ¡pero te gusta, porque pides más, y más, y mucho más que eso!; comienzo a llamarte como te calienta tanto, como sé disfrutas: “¡Vente, vente perra caliente, córrete puta, córrete perra en celo!, a lo que reaccionas con quejidos que me demuestran tu orgasmo, tu explosión de placer, enmarcado por el dolor y la humillación... ¡Has acabado tan rico, con tantas ganas!, sin embargo, no sueltas, ni por intensión, el pie que acaricia, que pisa tus crecidos senos; ¡es más!, has evitado, con una de tus patas delanteras, que saque, que mueva siquiera, el que penetra poderosamente tu vagina; lo empiezas a mover, con ritmo, como pidiéndome que siga, que continúe con el castigo, que te haga volver a venirte en gozo... No me cuesta nada aceptar a mi perra, para eso te tengo, por sexo, para darte tanto placer sensual como para recibirlo, cada día; ¡arremeto con más fuerza que antes, con verdadero ímpetu!, lo que, al parecer, te duele, pues lo demuestra tu expresivo rostro, ¡pero te conozco muy bien, y no paro ni por un corto momento!, ¡te follo con mi pié hasta que, con furia, con locura, con violencia, levantas tus caderas, en contra del peso que te oprime la vagina, y metes casi todo mi pie en tus entrañas, con un grito desesperado!... No sé qué tanto te haya lastimado eso, ¡pero lo deseas tanto, tanto!, que yo no me inmuto, te sigo el juego, y te follo con mis pies, uno arriba, otro abajo, pero con energía, con entusiasmo real; tus gritos denotan que no puedes aguantar, que quieres venirte, otra vez, muy pronto, como si no hubieses acabado ya una vez... Puedo sentir, en la punta de mis dedos, que rozo con el fondo, con el cuello de tu matriz, con el último rincón de tus entrañas; te contorsionas, ahí, en el piso, sobre tu tapete, y gimes mucho, ¡hasta que, finalmente, con lágrimas que han salido de tus ojos, te vienes en un orgasmo más fabuloso, largo y fuerte que el otro!... Así, habiendo acabado, voy sacando mi pie poco a poco, lento, a lo que respondes con un suspiro que parece un resuello de alivio; te levantas sobre tus patas traseras, es decir, te pones de rodillas, y empiezas a chupar mi pene, que está crecidísimo por lo vivido; succionas con entusiasmo, chupando, lamiendo, besándolo todo, ¡hasta que eyaculo en tu boca, y te bebes todo mi semen caliente!... Exquisita mañana, en verdad, ahora me levanto, te pongo la correa, te voy a sacar a hacer tus necesidades, como cada día, al jardín; para luego, ya con calma, planear qué haremos, para divertirnos, el resto de la mañana, la tarde, y la noche de ése bello Domingo... TU CITA CON LOS INDIGENTES No hay fecha que no llegue, y tú sabes que soy amo de palabra; así que, al llegar a casa ésa noche, me como cualquier cosilla, te pongo tu correa, te subo al auto, y arrancamos hacia tu cita; quedé con los menesterosos que te llevaría a las dos semanas, te han de estar esperando, impacientes, para follarte duro... Llegamos y, ¡oh, sorpresa más grande!, ¡ya no son 19, ni, 20, ni siquera unos 30 o 40... son más de 80 los que te esperan!; se ha de haber corrido la voz, y muchos otros han llegado, con la intensión de correrse adentro de tu cuerpo de perra... Me doy cuenta que ésto no va a salir bien, ni siquiera te bajo; hago unas llamadas, y me acerco a ellos, tú nos ves platicar, en breve regreso para decirte que todo va cómo deseas, mi muy calenturienta, lujuriosa y hermosa perra en celo... Llegan dos camiones de transporte de personal al lugar, son a los que llamé para trasladar a los más de 80 hombres; todos suben y nos regresamos para la casa, seguidos de ellos; desde el principio comprendí que ahí era mucho problema, e inseguro, y demasiado tardado para estar en ese sitio... La casa tiene al frente un gran jardín, donde caben 3 coches, está bien bardeado, así que no se ve nada desde la calle, lo que hará un ligar ideal para que todos te cojan muy duro, sin que nadie ni nada los moleste ni siquiera con interrupciones... Bajan todos los menesterosos, también los choferes que, durante todo el tiempo, me podrían ayudar a controlar, a mantener a raya a algún loco, pues van bien armados; uno de ellos me ayuda a sacar un sofá cama para el jardín, lo ponemos en medio, que es a dónde te subo, patas arriba, ya sin correa y sin collar, para que vayan a estorbar... ¡De repente, como yo ya había previsto, los indigentes, demasiado calientes, empiezan a pelear por su lugar en turno!, ¡y son, ya bien contados 86 hombres en total, ahí reunidos!; ¡hasta habían empezado a jalonearte para ser los primeros!; con voz fuerte, de mando, los apaciguo, los pongo en orden; les ordeno, primero, quitarse la ropa, y amontonarla, que no estorbe al espacio de la orgía que va a comenzar... Sé que el único modo de calmarlos es que acaben pronto, que tengan una eyaculación que los apacigüe un buen rato; Así que te pongo en el pasto, sentada sobre tus patas traseras, muy erguidita, esperando a ver qué se me ha ocurrido; a los asquerosos hombres desnudos, sucios a más no poder, les ordeno que se vayan tocando, frotándose con sus manos, la idea es que se vengan, rápidamente, cada uno a su tiempo, en tu boca, que eyaculen en tu boca, sin tardarse tanto, para que luego, ya con calma, puedan follarte con paciencia... ¡Y así lo hacen!, te rodean unos 6 de los más ansiosos, los que ya se vienen, los que ya no podrán aguantar más; abres tu boca y, uno a uno, pero bien seguiditos, ¡se vienen!, ¡eyaculan, enormes, abundantes, en tu boca, en tu hocico!; ¡y cómo gozas de tragarte todo su semen, sin desperdiciar!; ¡y siguen los otros 6 o 7 para llenar tu hocico de perra en celo!, algunos se dejan venir casi desde lejos, atinándole o no, otros se acercan más, y los más intensos, te agarran la cabeza, te meten el pene sucio, con olor a meados, en el hocico, ¡y eyaculan haciendo que el semen llegue hasta tu garganta!, lo cual agradeces mucho, porque te calienta más, y más... En la tercer andanada te vienes, mientras tragas semen, mientras te bebes la leche de esos malolientes hombres; ha sido relativamente poco tiempo, unos 35 0 40 minutos, y los 86 indigentes se han corrido en tu hocico anhelante, ¡y te has venido tres veces, tres, tres veces con sólo eso!; y te has llenado el estómago de mucha leche de macho, ¡hasta te veo eructar, satisfecha, por tu cena tan exquisita!... Entonces, ya más calmados, los organizo para que tomen, primero los más ansiosos por seguir, y luego los pasivos, el turno, su lugar en una fila de forma circular en el jardín; van a pasar de dos en dos, uno en tu hocico, y otro abajo, ya sea en tu ano o en tu húmeda vagina, no importa, ¡te gusta tanto por ambos lados!, yo los dejo escoger; los únicos que sí deben ir, uno sí uno no, sin poder cambiar, son los que quieren que les chupes, que les mames el pene... ¡Y empiezan a follarte!, como van ordenaditos, como dije; ya están más calmados, como si la furia se hubiera apagado, pero no tanto como para que no te follen con muchas ganas; el primer par toma su turno, y uno va a meterte su pene, sucio cual más, con ése olor a orines de hace muchos días, en tu hocico, ¡que abres muy gustosa de recibirlo así!, ¡hasta me volteas a ver para que yo compruebe lo perra, lo sucia, libidinosa y caliente perra en celo que eres!; ante mi sonrisa de satisfacción, mezclada con la follada, porque ya te metieron una gran verga en tu bello recto, ¡te vienes en un orgasmo enorme, en verdad grande!, ¡como si no hubieras tenido tres de ellos ya hace rato!... Yo me retiro a descansar, no puedo quedarme a verlo, ¡porque se va a llevar horas!, los dos primeros acabaron, en ti, según mis cálculos, ¡en unos 7 minutos aprox.!, lo que quiere decir que acabarán la ronda en ¡5 horas!; no puedo desvelarme tanto, además, ya me viste, ya te percataste que estoy muy satisfecho y orgulloso, de mi perra en celo, de tu forma tan ardiente de ser; me meto dejando a cargo a los dos hombres armados, que no han de interferir a menos que corras riesgo, aunque no lo creo, ésos menesterosos quieren gozar, y no van a poder gozar de una buena perra si se pasan... Siguen, por parejas, metiéndote sus penes asquerosos, que limpias, ya sea con tu boca, haciéndolo muy bien, o con tu vagina o recto, por lo duro de la follada; a veces es tan salvaje el indigente que toca, que sigue, que te lastima tu ano o tu vagina, ¡pero te encanta!, y como no puedes gritar, por la verga en tu boca, sólo se escuchan apagados quejidos de dolor y placer... Te vuelves a venir, ¡siempre en espectacular orgasmo!, con la pareja 8, y la 14, y la 19, y la 23, la 31 y la 37; ¡hasta la 37, de 43, llevas tu 12o. (doceavo) orgasmo!, ¡vaya que eres la más perra, la más caliente de todas!, lo cual te agrada tanto, que te incita a seguir cogiendo, a seguir abriendo las patas para que te den muy duro... El treceavo orgasmo viene con la pareja 45, a las 4, o tal vez, 4 y media horas de haber empezado a follar; ¡pero, gustosa en verdad, observas que la fila sigue!, ¡los menesterosos se están organizando para más!, ¡están haciendo otra fila para empezar otra vez a coger!... Son las 2 de la madrugada, así que sí da tiempo, antes de que amanezca y se tengan qué ir de esa casa; pero, además, ¡se invierten los papeles entre ellos!, el que te metió el miembro en el hocico, va abajo, el que se corrió en tu recto o tu vagina, sube a la boca; ¡qué impresionante que ahora puedan organizarse así, como gente civilizada, para volver a meterte su verga!... Es la segunda vuelta, de las folladas, tercera de venirse, y te logran sacar otro orgasmo, el 14o, al poco rato, con la pareja 5, ¡y el 15o. con la pareja de turno 12!; ¡te están dando tan duro que ya sangras poco, muy poco, de tu recto y, al parecer, de pequeñas heridas en tu sexo!, ¡lo que te calienta más, mucho, muchísimo más, perra!, te causa un dolor casi insoportable, ¡pero que gozas!, pues se mezcla con tu clítoris excitado y tu punto "G", lo que te está provocando orgasmos que se alargan, como si no pudieras parar, y todo el tiempo sintieras, experimentaras contracciones de una gran venida... Orgasmos varios, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, ¡23!, ¡veintitrés llevas ya, para las 5 de la mañana apenas; acaba la última pareja con tu orgasmo número 24, ¡dos docenas de ricas venidas en una sola noche!; los hombres se visten ya, para irse, ¡pero falta algo!, y es que tienen que ir al baño, a orinar, ¡pero no hay!; al más pervertido de los indigentes se le ocurre algo, te baja al pasto, boca arriba, ¡y se mea en tu cara!... Tú estás como confundida, no sabes qué hacer, y ves que me he asomado por una ventana arriba; con la mirada me cuestionas, como preguntándome, yo abro la boca, como una sugerencia de mi parte, ¡entonces con un placer sucio que no te conocías, abres tu boca para recibir los orines del puerco hombre!... Cuando los otros ven ésto, sacan sus vergas para, ¡todos!, orinarte encima, unos en el cuerpo y, los más animosos, atinarle a tu boca, a tu hocico; ¡tragas tantos orines de diferentes hombres que eructas!; ¡te estás corriendo, te estás viniendo con eso!, ¡no lo puedes creer, te está encantando la suciedad!, ¡te están humillando tanto que hacen que sientas rico!... Fueron dos orgasmos los que te provocaron mientras, con gran gusto, te orinaron de pies a cabeza los sucios, los asquerosos hombres que ya te habían follado; terminaron y fueron saliendo en pequeños grupitos, fueron perdiéndose en la obscuridad que ya desaparece... Ya a solas, bajo por ti, que estás agotada, en un charco, en un gran charco de orines en el pasto del jardín; despido a los choferes que también hicieron de guardias, le doy una propina generosa, ¡nunca se sabe en un futuro!; te meto a la casa envuelta en unas toallas, te llevo al baño, abro la llave y sale agua tibiecita, muy rica, para mi perra, que está, como debe ser, recibiendo su ducha en 4 patas... Te enjabono, ¡varias veces!, te seco y te subo a dormir; yo, en cambio, ya me voy a trabajar, pero te dejo, lo sé, bien bebida de orines, y bien comida de semen; estás tan lastimada, tan cansada, tan adolorida en tu sexo, en tu ano, en diferentes partes, que no tienes problemas, ¡y te duermes tan rico!, como nunca, a soñar con tus 26, ¡tus maravillosos 26 orgasmos de ésa noche lujuriosa!, de ésa noche llena de suciedad, de asquerosidad que, como te gusta tanto, sabes disfrutar a plenitud, totalmente... PASEO DOMINICAL CON MI PERRA E Domingo, nos hemos levantado relativamente temprano, ¡a pasear!; te pongo tu correa de piel, en el collar que siempre llevas puesto, te coloco una especie de antifaz, que te cubre media cara superior, también te pongo una botas hasta arriba de las rodillas y guantes, son para protegerte del cemento rasposo, no deseo te lastimes; ¡y es lo único que llevas puesto!, estás desnuda, como siempre, caminando a mi lado en tus cuatro patas, con tus senos colgantes, tus muslos, caderas, nalgas, espalda, hombros y brazos a flor de piel; te subo al automóvil y nos dirigimos a un parque, uno muy lejano... Legamos, son como las 9 de la mañana, y ya hay algo de gente, pero no mucha, nada para preocuparnos, nada que nos limite; es un parque chico, unos 50 metros por lado, en medio de casas; me pongo unos lentes obscuros, que combinan con mis pants... Nos bajamos ambos y empezamos a caminar, yo de pie, el amo, tú, en tus cuatro patas, como decía, bien protegidas con cuero; la idea es dar una vueltecita al parque, para que camines algo, para que paseemos con tranquilidad en ése lindo lugar verde; ¡te ves tan hermosa con tu sexo expuesto y tus senos moviéndose!, todo tu cuerpo contoneándose al ritmo de un andar pausado, lento... Aunque los mirones son cada vez más numerosos, y más curiosos; como ocurre cada vez que te saco a pasear, muchos se asombran, otros verdaderamente se escandalizan, sobre todo, las mujeres, otros salen del parque tapándole sus ojos a sus niños o jóvenes, y alguno de los que hablan por celular lo han de hacer con la policía; ¿pues qué no puede un hombre sacar a pasear a su perra sin lío?; alguno, más osado, se acerca a decirme "hermosa perra, señor, ¿en dónde la consiguió, cómo hago para obtener una igualita?", a lo que respondo, "no, caballero, ¡es como sacarse la lotería!", por lo que se alejan un tanto tristes, pero sin dejar de admirarte... A mitad del camino se te acercan uno que otro perro, como tú, los dejo que te husmeen un poco, quizás hasta que te den, solamente algunos, lengüetazos en tu vulva o ano, ¡o ambos!, pero no más, los corro antes que se les ocurra follarte ahí, no porque crea que no te gustaría, sino porque no hay tiempo... Acabamos con la vuelta completa, se ve que estás muy feliz; nos suubimos al auto y nos alejamos de ese bello lugar verde; te saco cada tercer Domingo, pero variando los parques, para no tener problemas con los vecinos, y los intolerantes; hemos visitado ya, en dos años, unos 30 diferentes lugares, ¡y en todos eres una verdadera sensación!, buena y mala; ¡en algunos hasta te filman o te toman cientos de fotos!, mientras caminas a mi lado, con tu amo orgulloso de su perra... ROPITA PARA MI PERRA Es invierno, y hace mucho frío, así que decidí comprarte ropa, ropa para que esté aún más calientita mi perra, mi hermosa perra; se trata de un traje de cuero, que te cubre desde el cuello, hasta las patas traseras, de una pieza, con forro de tela térmica; pero tiene dos orificios a la altura de tus senos, pequeños, con resorte integrado, para que salgan y estén bajo presión, como cuando te los amarran en el sadomasoquismo con cuerdas; también deja tus nalgas afuera, y tu vagina al descubierto... Cuando te lo pones te ves, ¡fabulosa!, realmente muy bien; con cierto parecido al traje de gatúbela, pero con sus orificios, los que siempre deben estar ahí, para complacerme al instante; te veo caminar en tus cuatro patas tan cómoda, confortable, con tus senos colgantes, aprisionados, que se ponen duritos... Al observarte me acuerdo de ciertos juguetitos que te compré, hace ya algo de tiempo en realidad, pero había olvidado; voy a buscarlos, ¡y los encontré muy pronto, a la mano!; estás muy curiosa, sabes bien que me agrada darte gusto; se trata de una pesitas, de metal, en forma cilíndrica, medirán unos 5 cm. de alto por 4 cm. de diámetro, más menos, y tienen, en una de las caras, cada pesa, una cadenita de 3cm., y al extremo de esa cadenita hay una pinzas, pequeñas, finitas, con pocos dientes, pero muy filosos, de ambos lados... Son, en total, 5 pesas, que te voy a poner, para hacerte gozar, un poquito, éste día de novedades para mi maravillosa perra; pongo uno en tu pezón izquierdo, ¡y gimes con gusto en verdad!, pngo la del pezón derecho, ¡y hasta cierras los ojos al sentirla!, pongo una en tu labio vaginal derecho, provocando se estire, pongo la del labio izquierdo, así ya están iguales, simétricos; busco, ahora, un lugar especial, ¡tu clítoris!, que está crecido, así que no me cuesta nada encontrarlo, y ponerle su pesa, ¡lo que hace que te contraigas!, cual si hubiera sido un pellizco... Ahora te hago caminar un poquito, y verte de lejos, admirarte; ¡estás increíble!, realmente excitante, con tus pesas colgantes, y un andar que me demuestra que sientes dolor, ¡pero placer!, mucho placer sensual, que te hace humedecer tu sexo mucho; lo sé porque te puedo notar escurrir un tanto, de vez en vez... Te ves tan bien que, nuestra sirvienta, que pasa junto a mí, observándote de hocico a cola, con mucho detenimiento, me comenta, "¡se ve muy elegante y distinguida su perra, señor!", a lo que yo contesto, "muchas gracias, señora Azucena"; para retirarse luego a seguir con sus actividades domésticas... Te hago caminar bastante, porque no me canso de verte, lo que me excita mucho, hasta ya no querer esperar más; me quito la ropa, me acerco a tu trasero, y abro tus nalgas, meto mi verga en tu ano, para penetrarte por el recto, ¡y follarte muy duro, como te encanta, como prefieres!... Meto y saco con brío, con poderío, como si te cabalgara, lo que te hace, por todo lo que has vivido hoy, ¡te corras!, ¡en una corrida muy especial, exquisita, pero muy diferente!, porque, cuando tu clítoris quería estallar, la pinza lo lastimaba, ¡pero aún así logró crecer para explotar de forma gigantesca!, ¡en medio del dolor intenso, de los dientes cortantes, y el peso!, lo cual, ¡de ningún modo!, pudo impedir que acabaras tan rico; ¡entre gritos tan grandes, que toda la cuadra sabe que te corres!; en más de una ocasión alguien llamó a la policía por el susto, por creer que te mataban o que sufríamos alguna desgracia, pero ahora las patrullas ya no acuden aquí, pues ya saben, nada de lo de mi perra, ¡no!, pero sí que sólo se trata de sexo... Entonces me toca a mí venirme dentro de tus entrañas, abundante, mucho semen caliente hasta el fondo de tu recto; ¡tan excitado estaba, que tiemblo mucho rato después de acabar!; saco mi pene hasta que ha disminuido, hasta que está flácido, que es como me gusta sacarlo, cuando ya acabé totalmente... Te ordeno ir a tu tapete de la sala, donde veré una película, mientras, a mis pies, puedes verla también o dormir algo, lo que desees, pues no soy amo que quiera estar siempre, aunque no haya necesidad, de posesivo, latoso o encimoso; más bien me agrada acariciar tus pechos, tu vulva, tus nalgas, ¡o hasta un lugar tan relajante como tus muslos u hombros!, mientras me dedico a descansar, ver televisión, entrar al internet... Por hoy, apenas es la tarde y, tal vez, más al rato, se te antoje, o se me antoje, otra buena follada para cerrar bien el día... TU PLACER DE FOLLAR INDIGENTES Como me di cuenta que follar indigentes, mendigos, hombres sucios, ¡te mata de placer!, te encanta tanto como el sexo, el coito mismo, me he dedicado las dos últimas semanas a prepararte un escenario: Alquilé una casa chica, a unas tres cuadras de dónde se reúnen, para pasar la noche, los hombres que te han follado ya, dos veces... La acondicioné de tal modo que, a la entrada, es decir, la estancia, sirve de cuarto de espera, con varios sillones alrededor del cuarto; la cocina está cerrada, que es donde estará, dos hombres contratados, para cuidarte, por si notan algo raro, con cámaras que visualizan, de modo nítido, la estancia, y de modo difuminado, tu recámara... Tu recámara, que sólo lleva el nombre, pues consta de muy poco: Un mueble que es como una cama de ginecólogo, con soportes, para recostarte y subir los tobillos a un soporte que logra mantenerte, permanente y cómodamente, con las piernas en alto, muy alto, y totalmente separadas, dejando expuestos tu ano y tu vagina; un tazón que muy grande, para recolectar el semen que caiga de ti, cuando te follen, eyaculen en tus orificios y escurra por tus nalgas; grandes espejos, de pared a pared, donde puedes verte fornicar, para que no te pierdas ningún detalle del sexo duro que ahí tendrás... En otra habitación, como almacén, implementos de limpieza bucal, vaginal, lubricantes, etcétera, por si los necesitas, aunque no creo, porque parte de tu placer, de tu disfrute, es ser humillada por ellos, por los hombres más bajos de la sociedad, los parias, los olvidados... Al frente de la casa, por sobre la puerta, un gran letrero luminoso, que dice: “La casa de la Perra Puta más barata”, como publicidad; en el jardín sólo pasto, nada más que pasto, sin recoveco alguno, para facilitar la fila y organizar mejor, a lo que ahí acudan prestos; una cajita fuerte con una ranura, junto a la entrada, como alcancía... También fui a platicar con algunos menesterosos, para correr la voz, los mismos 9 a los que te entregué hace casi un mes, y quince días; por último le metí un poco de tecnología, cosas para seguridad, ¡porque el lugar era un verdadero asco!, en decoración y limpieza; no hay baños para los clientes, el que existe es para ti, bajo llave... ¡Llega la noche de la inauguración!, ¡hay fila enorme esperándote!, ¡y apenas son las nueve de la noche!, ni siquiera es muy tarde; te meto en el auto, para evitar entusiasmos excesivos desde afuera, te bajo del vehículo, desnuda, como siempre, andando en 4 patas; te llevo a tu recámara, te quito correa y collar, te acuesto donde vas, es decir, en la cama especial, te subo las piernas, es sencillo, fácil, te puede costar un poco de trabajo bajarte, pero no es imposible, tal vez un poco tardado, por lo alto y lo firme de los soportes... Al salir coloco un letrero en tu puerta que tiene unas cuántas reglas: No lastimar con objetos contundentes, no introducir ninguna arma, mantener permanentemente cerrada la puerta de la recámara, desnudarse previamente en la sala de espera para agilizar la fila, salir y vestirse en la misma sala para evitar pérdidas de tiempo, tiempo máximo de estancia por persona es de 10 minutos, para más, favor de volverse a formar en la fila y esperar su turno y, para ello, una campana avisará a los 9 minutos, y luego otra la salida a los 10; solamente, sin variar, un hombre por turno, precio único $1.00, favor de depositarlo en la alcancía a la entrada de ésta casa, gracias; también pongo uno igual en la puerta de entrada y otro en el jardín... ¡Parece que todo está listo para comenzar!, te platiqué todo hoy, en el camino para acá, ¡y estabas muy, muy entusiasmada por ello!; me retiro, seguro que todo estará muy bien, pues ya me contarás, como no me puedes hablar, cuando yo me voy a trabajar cada día, tú aprovechas para decirme lo más importante en un correo o chat; te aviso que regresaré mañana, como a eso de las 10 de la noche, y te tranquilizo pues dejo instrucciones de que te den de comer, los guardias, que son tres en total, a eso de las 10 a.m, y las 4 p.m.... Abro la reja principal del jardín, para dejar pasar a la fila ansiosa; a los primeros hombres les muestro el letrero, le cobro y pongo, como muestra, las primeras 5 monedas de un peso en la alcancía; les pido, muy firmemente, que vayan corriendo la voz en la fila, para que lean los letreros antes de entrar porque, si no sale bien, si las cosas no terminan hoy y mañana como he estipulado, ¡ya no traeré a mi perra para que desahoguen sus bajos instintos!; ante tal amenaza la voz corre como mecha, todos se enteran; una vez hecho ésto, quedando satisfecho, me retiro a la casa... ¡Y empieza la orgía de placer que he preparado para ti, mi perra!; entra el primer hombre, desnudo como ordena el letrero, ¡y firme!, lleva sus ropas en la mano y las tira en un rincón, cierra la puerta, y se acerca a ti, admirándote sólo por unos segundos, y tocándote, acariciando tus pechos, tu muslos, y nalgas, ¡con sus sucias manos!, ¡el hombre huele a putrefacción, mucho peor que a basurero!, ¡lo que te excita de una manera que no puedes explicarte ni a ti!; mete su verga enorme, firme, caliente, palpitante, ¡en tu boca!, ¡lo mete en tu hocico de perra caliente!, ¡y te encanta mucho!; lames ese miembro que huele peor que excremento, y lo chupas, lo limpias con tu lengua, labios, paladar e interior de tus mejillas; lo limpias como si su asquerosidad fuera un manjar y no un asco; todo te provoca una humedad en tu vagina que es notoria a leguas... ¡Finalmente, luego de tres o cuatro minutos, el hombre eyacula!, ¡eyacula mucho semen en tu hocico, llenándolo todo, todo, todo!, porque el indigente llevaba, por lo menos, unas semanas sin venirse, ¡estaba guardando su leche de macho hasta que llegaras con él!, como yo había anunciado quince días antes, luego de lo de la casa... ¡Te vienes, te corres, tienes tu primer orgasmo con ese hombre, con ese menesteroso de aspecto tan sucio y olor tan brutal, extremo!; eso sí, su pene ha quedado impecablemente limpio, brillante, tú te has encargado de eso, lamiendo, tragando su suciedad; sale de la recámara, cerrando la puerta tras de sí, como debe... Al salir los otros que esperan le preguntan, hacen comentarios, hablan de ti, de lo que te hizo, cómo lo hizo, en cuánto acabó; es normal porque, en la otras ocasiones, te habían follado al aire, de forma que todos bien sabían lo que los otros te hacían... La variedad de gustos es tremenda, cada indigente hace lo suyo; el segundo que entra agrada de acariciarte más tiempo, suave, aunque después te mete su pene de modo salvaje en tu vagina; él te dice algunos insultos mientras te penetra y se viene en ti; el tercero te muerde los pezones, ¡bastante duro, en verdad!, pero no más de lo que es tolerable, de lo que te gusta sentir; éste te penetró por la vagina, también, pero acaba en tu hocico; el cuarto disfruta de chupar tus pies mientras te coge por el ano, entrando y saliendo con menos fuerza que otros, más tierno, pero decidiendo venirse, también, siendo succionado por tu boca... El quinto es clásico, y te folla, el más tiempo que puede aguantar, por tu vagina, mientras se inclina a mamar tus pezones, a chupar, hasta que eyacula en tu ya muy mojada vagina de perra en celo; el sexto te mete su miembro en el ano, hasta el fondo, y se viene, ¡y te vienes con él, porque ya llevas mucho tiempo aguantándote!... Pasan, en total, 11 hombres en la primera hora, porque no ocupan, realmente, por su excitación extrema, de 10 minutos para venirse; tienes orgasmos con los menesterosos 12, 18, 21, 27, 28, 37, y 44, en un total de 2 horas y media, que denota la rapidez de tus clientes; ¡y es, apenas, la 1 a.m., la una de la mañana!, ¡apenas comenzando!; orgasmos con los asquerosos indigentes número 53, 55, 62, 70, 76, 80, 85, 92, 98, 103, 107, 114, 115, 118, 129, 134, 152, ¡y 159!; ¡27 corridas, 27 orgasmos, 27 veces gritando de placer enorme, 27 orgasmos delirantes, 27 veces el clítoris y tu vagina estallando!... ¡Ha sido la noche más bella de tu vida de perra puta y calenturienta!, 27 orgasmos en 9 horas y media, 27 de las 9:30 p.m a las 7 a.m; ¡verdaderamente fabuloso!, ¡realmente una noche inolvidable!, pero el destino te tiene reservadas algunas sorpresas más, todavía... El cliente 163, cerca de las 7:30 a.m. es un individuo muy especial; es un menesteroso sucio, como los otros pero, tal vez , más grande, mayor que la mayoría de sus compañeros indigentes que ahí están, es de barba abundante, gris, por las canas, ¡y por lo sucio también!; entra igual que los anteriores , ¡pero él sabrá aprovechar el tiempo!... Empieza por besar tus pechos, chupar tus pezones con ganas, se dirige hacia tu rostro y, en un acto sorpresivo, te besa la boca, abriéndola con sus labios, poder meter su lengua y tocar la tuya; tú le sigues el juego al asqueroso, maloliente, sucio hombre, lo que provoca que tragues de su saliva algo, pues estás acostada... Han pasado, apenas, dos minutos de su tiempo, y se retira de ahí, por un momento, unos segundos, esperas ser penetrada, pero no; lo que notas es un olor a caca que impregna el cuarto por completo, entonces ves a hombre mayor acercarse a tu entrepierna, a tu sexo, con un gran trozo de mierda en la mano, ¡lo que te horroriza!, pero antes de que puedas hacer nada, el asqueroso lo introduce, con su mano, dentro de tu vagina húmeda, lubricada por tus jugos, y por tanto semen que han depositado ahí más de 40 hombres... La sensación de tener eso adentro de tu sexo es muy desconcertante, no sabes qué pensar, qué sentir, qué decir, ¡o si gritar por ayuda!; es entonces cuando, el indigente mete su firme y dura verga en ti, en la misma vagina donde está la mierda que acaba de defecar... ¡Te folla con ganas, como si lo que te puso fuera lubricante!, ¡y no gritas por ayuda, más bien te quejas como cuando te excitas!, ¡realmente estás gozando con todo eso, con la porquería extrema!; el hombre se viene luego de unos minutos, ¡y tú también te corres!, ¡con los gritos que sólo das cuando estás sintiendo lo más rico en ti!, ¡con tanta energía que cualquiera diría que es el primero del día!... ¡Ese asqueroso pervertido te ha dado el más grande orgasmo hoy!, ¡y con su mierda adentro de tu sexo como lubricante vaginal!; pero no queda ahí, ¡no, señor, falta mucho!, lleva, apenas 7 minutos; saca su verga y la lleva, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡la lleva a tu boca!, ¡la lleva llena de mierda, impregnada toda, de su propia suciedad!, ¡y lo maravilloso es que tú abres tu boca como con nadie has hecho!, ¡la abres enorme, para que la meta y poder chuparlo desde la base!; así ocurre y, tú misma, con gemiditos de placer absoluto, puro, lo empujas con tus manos para sacar bastante limpia esa verga; ¡te estás tragando su mierda como si se tratara de un rico manjar!, una vez que en tu boca no hay nada, vuelves a meter su verga en ti, en tu boca, en tu hocico, ¡deseas dejarlo limpio, limpio, limpísimo!, y, para ello lo chupas y lames con gran gusto, ¡hasta con respeto!, ¡hasta con admiración por ese hombre viejo que te ha hecho gozar!... El indigente, ¡y el hombre!, que más te ha humillado, usado, degradado, en toda tu vida, incluyendo amos, y amas, y amantes; cuando, finalmente queda su pene reluciente, te mete sus dedos, ¡los dedos de su mano con la que agarró su mierda y la metió en ti!, sumisa y complaciente, ¡le chupas la mano hasta comerte todo, toda la mierda que tenía en sus dedos, entre ellos, en su palma!... Toca la segunda alarmita señalando la salida, pues la primera, ya había tocado en el momento en que lamías su verga con ganas; el hombre te observa un momento, tú le sonríes con coquetería, te contesta la sonrisa, con su dentadura incompleta y casi café, toma sus harapos y sale de tu recámara, dejándote usada, humillada, ¡pero contenta como ninguno otro logró durante toda la noche!... Afuera le cuenta a los que siguen lo que hizo, y cómo quedaste; entonces entra el 164 y, directamente, te penetra en tu sexo sucio, ¡sabe que aún hay mucha mierda ahí adentro, y quiere usarla!; en unos minutos eyacula dentro de ti, haciéndote temblar pues, obviamente, tú también sabes cómo estás e imaginas lo que pasará; efectivamente, el hombre que ya acabó saca su verga y la acerca, decidido, a tu boca, ¡la que vuelves a abrir enorme para recibirla!, ¡para recibir gustosa ese miembro impregnado de mierda del otro!; una vez más tragas todo, dejando limpio ese miembro ya flácido... Sale, y tú no te levantas, te imaginas que los de fuera ya saben, perfectamente, cómo estás y, por ello, desean tratarte como el 163, ¡y piensas dejarlos en plenitud, actuando como quieran tus clientes!; entra el 165 y lo mismo, te penetra con ansiedad, te folla con ganas, eyacula dentro de tu vagina, la saca y la mete en tu hocico deseoso... La mierda empieza a mermar luego del 166, 167, 168, 169 y 170; ¡ya te has comido, a chupadas y lamidas de penes, lo que había!, ¡y te has corrido dos veces más con ésos pervertidos y cerdos!; los siguientes, del 171 al 182, aunque pretenden lo mismo, no lo consiguen igual, aunque tienes tu orgasmo 31 con el 174... Dan las 10 de la mañana, cuando los guardias cierran las puertas, dejando una fila inmensa afuera aún, avisan apertura a las 12 p.m., y van a tu recámara para llevarte de comer, y llevarte al baño; te encuentram sentada, realmente aturdida aún, te levantas, solicitas el baño antes del desayuno, entras a la ducha, casi mareada; ahí, mientras cae el agua de la regadera, y te acaricias con el jabón, empiezas a reflexionar sobre lo acontecido, sobre lo que te pasó... ¡Y te encanta, te pone feliz como una loca, te hace sentir excitada!; tú decidiste, desde hace mucho, ser la perra más grande del mundo, la más caliente, la más lujuriosa, la más entregada y sumisa de todas; yo te convertí en la perra puta más barata y más follada del mundo; ¡y ésos indigentes asquerosos, ésos menesterosos tan pervertidos, te han convertido en la letrina, en el excusado, en el baño viviente, más asqueroso, más degradado, más humillado del mundo entero!... ¡No cabes de gusto!, ¡no puedes esperar a contarme, por correo, para que tu amo se sienta el más afortunado de todo el planeta!; para llenarme de orgullo, del placer de conocerte a plenitud, para que te atesore como algo que es excepcional y único, para que vea que mi esfuerzo por entregarte a los asquerosos, ha dado más fruto del que había imaginado, del que había soñado... Por lo pronto vas a comer algo, lo necesitas en verdad, y mucho; ¡estás tan adolorida de tu sexo y tu ano, y tan cansada tu boca, y tu espalda, tus piernas, muslos, brazos y cuello tan molidos!; ¡y debes regresar a follar en un rato más, de las 12 p.m a las 4 p.m.!, que son cuatro horas en las que, por lo menos, tendrás 50 vergas, 50 eyaculaciones adentro de ti, ¡dónde?, los clientes deciden... ¡Por cierto!, el desayuno consta de un plato grande, como de sopa, ¡pero está lleno de leche de macho, del semen de los indigentes!; te lo sirvieron en plato, con tu cuchara, casi rebosante, hasta arriba, ¡es lo que se recopiló en el recibiente bajo tus nalgas allá adentro!; también flotan pequeños pedazos de algo obscuro, sin forma, ¡son trocitos de mierda que cayeron cuando te follaban la vagina!; ¡estás contentísima, agradecida conmigo por tantos preparativos!; te lo comes a cucharadas con un placer enorme, casi como el sexo, ¡te calienta tanto que, si quisieras, te frotarías y te vendrías pronto!, pero no, deseas guardar toda tu excitación para satisfacer clientes; no dejas nada en el plato, estás llenísima, pero tan feliz, ¡tanto!, que no importa cualquiera de los ricos dolores que tiene tu cuerpo... Y, ¡para cerrar con broche de oro!, de 6 pm. a 10 p.m. otra ronda, lo que significa 50 más, 50 corridas más de los menesterosos; ¡y la idea te encanta, cuando has hecho las cuentas en el desayuno!, ¡tal vez termines con cerca de 45 orgasmos intensos, exquisitos!, ¡se te hace agua la boca nada más de pensarlo, de imaginarlo!; comes disfrutando saber que te falta muy poco para volver al cuarto, volver a acostarte y abrir las piernas para recibir cuánta porquería, cuanta asquerosidad se les ocurra a tus ya muy adorados “clientes”... MI PERRA, LA LETRINA DE LOS SUCIOS Ya es un hecho que te llevaré cada dos semanas con los indigentes; a la misma casa que acondicioné para convertirte en la perra puta, la perra más puta, caliente, lujuriosa, sucia, y asquerosa del mundo; la perra puta prostituta más barata y más complaciente del planeta; ¡éso te hace tan dichosa, y yo lo soy al ver a mi perra tan alegre!... Me enviaste un correo describiéndome todo cómo fue, qué pasó; ¡estoy tan orgulloso que no les hayas negado nada a tus clientes!, que no les niegues nada, absolutamente ningún capricho sexual, ¡por asqueroso, bajo, ruin, o denigrante que te pudiera parecer!; por un lado, para complacerme, por obedecerme y ser sumisa, por el otro, porque hay que desquitar por lo que han pagado, y el más importante motivo, ¡porque te gusta, porque disfrutas!... Llegamos a la casa, donde el letrero ha sufrido modificaciones: “La Letrina de 10 p.m. a 4 a.m. y la Puta más Barata, en adelante”; está claro que he realizado algunas modificaciones a tu recámara, para poder cumplir cabalmente con lo estipulado en el letrero... Ahora hay pocos hombres, son las 9 de la noche y la fila, a lo más, está conformada por unos 25 hombres, pues no todos prefieren, o gustan, del mismo tipo de bajezas, de filias, o de fantasías; los que se han reunido a esa hora saben a qué van, y cómo van; sales del carro desnuda, como siempre, en tus 4 patas, con correa; te llevo a tu lugar y te acuesto en tu cama especial, levanto tus patas, las acomodo en el sitio donde van tus tobillos para abrir tu sexo; entonces observas los cambios: en el techo hay un agujero y un tubo, tu cama está ligeramente comba, como para acumular líquidos, hay una escalera de caracol metálica que lleva a un cuarto arriba, en el piso hay, cerca de los muros, varias rejillas, como de desagüe, y no está tu platón para recibir semen de los clientes que te visiten... Alcanzas a leer un letrero en la escalera que dice: “De 10 p.m., a 4 a.m., favor de subir a defecar antes de comenzar otra cosa, tiempo máximo para los de 10 p.m. a 4 a.m, 20 minutos en total”; ¡tus ojos se abren desorbitados!, no lo puedes creer, y sonríes; “sí, perra mía”, te digo, “te darán gusto tu clientes más pervertidos”, lo que te hace suspirar de gusto, imaginando lo que ya vendrá... Me retiro, no sin pasar a encargar tu seguridad a los guardias, paso por entre los primeros menesterosos desnudos que ya esperan, abro la puerta de la salida, me doy la media vuelta, y le anuncio: “Pueden comenzar, hagan su pago, y sigan las instrucciones”; cierro la puerta tras de mí, y paso por entre el resto de la fila... El primer hombre entra, lo ves y, ¡te sorprendes enormemente!, ¡se trata del # 163, el hombre sucio que te inició en todo esto!, ha de haber hecho fila desde un día antes, para ser el primero hoy; el hombre sube, desde el cuarto de arriba ve el orificio en el piso, se acomoda y defeca gran cantidad de excremento maloliente, que te cae, exactamente, en el vientre, a la altura del ombligo; ¡qué fabuloso soy para calcular cosas como ésa para acondicionar!; el hombre baja, se coloca entre tus piernas y toma mucha mierda, te dice, sonriente, “¿vas a complacerme en todo, puta?, he pagado”, a lo que le contestas con una sonrisa, con una mirada de picardía, también con un movimiento de cabeza, ¡y levantando tu cadera, para abrir tu sexo un poco, como pidiendo que haga lo que desea!... ¡Esta actitud excita tanto al indigente, que te mete su mierda, como la vez anterior, en tu vagina, para luego meter su gran verga!; gimes un poco, ante tal embate, demostrando tu aceptación y gusto; el hombre, con su mano sucia de excremento, expande el resto, por sobre tus pechos, tu vientre, tu estómago, y tus costados; luego, mientras te penetra con ahínco, se inclina para alcanzar, con su mano sucia, tu boca, y gritarte, “¡come, puta, mi mierda, come, y saborea la porquería que salió de mi cuerpo de macho!”; a lo que respondes lamiendo, chupando, tragando, cada partícula, cada porción del excremento que se pegó en su mano vieja y sucia; “¡anda, puta, deja limpia mi mano, cómete toda la mierda, puta!”.. ¡La situación es insostenible y, cuando el menesteroso se viene, gritando como loco, te vienes con él, acompañando sus gritos!; ¡es una de ambos tan espectacular, que crees que vas a desmayar!; uno de los guardias hace acto de presencia, abriendo un poco, solamente para asomarse y, al ver que todo está bien, se retira... El menesteroso saca su pene, flácido ahora, y lo lleva a tu boca, como la vez anterior y tú, a forma de agradecer el orgasmo enorme, abres la boca mucho, para dejar entrar su pene hasta la base, lo chupas y chupas hasta no dejar el más mínimo rastro de mierda; ¡lo mamas con tanto, tanto placer, que lo haces con ojos cerrados!; al acabar tú, el hombre lujurioso y pervertido, aparte de asqueroso, ¡empieza a orinarse en tu boca!, ¡y tú la abres mucho, como nunca, para recibir el chorro hasta tu garganta y llenar tu hocico de orines!, dejas que corran abundantes por tus mejillas, y sólo tragas el final, ¡te ha hecho volver a excitarte tanto, quisieras te volviera a follar!; pero el hombre ni está en condiciones, ni se percata de tu deseo; sale sonriéndote, a lo que tú le contestas de igual forma, sin pena, “nos vemos pronto, puta, para cagarte, mearte, volver a cogerte”; afuera, mientras se viste, y entra el que sigue, todos le preguntan, platican y comentan sobré qué, cuánto y cómo hizo, ¡y de los gritos!, lo que pone a los que esperan muy excitados, como desquiciados, ¡están ansiosos de entrar y hacer de ti su letrina viviente particular!... El segundo indigente entra desnudo, lee el letrero, sube las escaleras, se caga en el orificio del piso, y se orina también por ahí mismo; abajo cae más mierda y, ahora, orines sobre tu vientre, tu ombligo; el hombre baja y, sin más preámbulo, te mete su pene en tu sexo, ¡a lo que respondes, una vez más, con un quejido largo, enorme!; te folla con ganas y, como estás excitada del hombre anterior, te dice cosas insultantes, como el anterior, como “puta barata, puta en celo, prostituta, excusado, zorra puta, cerda”, y otras; ¡te vienes entre quejidos, gemidos, jadeos y contorsiones varias!; ésto excita más al menesteroso, que termina viniéndose entonces; él también te mete su miembro en tu hocico para que lo chupes, y lo limpies, y lo dejes tan brillante como si se hubiera lavado, obviamente, porque te tragas toda la mierda que lo ha impregnado, la mierda que está llenando el interior de tu vagina de perra en celo... El tercero hace lo mismo, sube y se caga, lo que te llena más, más de mierda que se acumula en tu vientre, poco a poco, pero más; también te folla, ¡y también provoca que te vengas enorme, rico!, lo que ocurre es que tu situación, conforme avanza, te excita mucho, por lo que no puedes deja de correrte cuando te meten la verga, y te follan con excremento como tu lubricante vaginal permanente; ¡y las mamadas de vergas llenas de mierda que te tragas gustosa!; también se orina en tu boca, ¡lo que te excita como loca más y más!, ¡te tragas dos o tres buches enteros de su orina maloliente!; y te deja preparada para el que sigue, para recibirlo con ansiedad... El cuarto sube y deja caer mucho excremento, y cuando baja, lo primero que hace es expandir por todo tu cuerpo toda la mierda, con sus manos, como si se tratara de un baño de lodo, algo así; ¡y se limpia del excremento que le queda en las manos en tu pelo!, ¡qué impresionante sensación de humillación te dejó ese acto!; cuando te folla te abres con ganas, y luego lo aprietas, con fuerza, para ayudarlo a que su eyaculación sea tremenda, muy satisfactoria; ¡y ambos se vienen juntos, otra vez, entre gritos, gemidos, jadeos!; igualmente su verga termina en tu hocico, ¡y sus orines también!, que, como sabes, ¡te encantan!, y no haces nada para evitarlo; ¡los lanza con tanta fuerza que es como si te limpiara la boca, con chorros a presión, abarcándolo todo, toda el área de adentro!; de los cuales te tragas algo, un buche entero, cuando acaba él... El quinto indigente, y el sexto, el séptimo, octavo, y noveno, ¡todos!, ¡todos te hacen venirte!, ¡te hacen explotar en placer gigantesco!; todos te insultan a gritos, te llaman “puta”, “puta barata”, “cerda”, muchas veces, entre jadeos y gemidos cuando eyaculan en ti; te llenan de mierda, del pelo hasta los pies, pasando por tu sexo; te orinan, ¡a veces hasta metiendo su verga en tu boca para ello!; hacen que les chupes el pene lleno de excremento, meten sus dedos, a veces con mierda, a veces no, en tu boca, te pellizcan los pezones, o expanden sus cagadas en todo tu cuerpo, como si fuera crema; te follan con mucha fuerza, como si quisieran lastimar tu vagina, ¡lo que disfrutas tanto que te abres más para que entren mejor!... Realmente el ambiente de humillación tan extrema te excita y ayuda; para que te corras con cada uno, y que gimas, grites, contorsiones, que cada uno se sienta el que te ha hecho venir del modo más fuerte; pasan, en total, de las 9 y media que comenzaste, a las 4 a.m., 28 hombres asquerosos, ¡y los mismos orgasmos que has tenido!... A las 4 te levantas, pues ya no entra nadie y, porque cerraron, como tenían ordenado, los guardias, los hombres que te protegen; cuando vas a salir, llena de mierda casi de pies a cabeza, entran ahí, a tu recámara, con trajes especiales, y enormes mangueras de agua; uno de ellos te ofrece darte una especie de lavada rápida, tibia, aceptas y todo el excremento que te cubre va al piso, y luego, a las coladeras que están cerca de los muros, para eso mismo... Sales al baño, para continuar tu limpieza, con jabón en esta ocasión; los guardias limpian todo con la presión más alta de las mangueras, dejan todo impecablemente limpio, ¡y hasta con cierto perfume!; tú sales encantada de tu ducha, todavía disfrutando de recordar, de hacer recuento de tus orgasmos, de lo perra puta cerda que eres, de lo que te denigraron , humillaron y usaron para correrse en ti; ¡estás tan contenta, verdaderamente no hay mejor perra puta que tú!; cuando se lo cuentes a tu amo estará orgulloso, muy satisfecho; ¡sabes que me excitará tanto!, que estaré complacido, y con ganas... Regresas a tu recámara a las 5 a.m., para recibir a tus clientes, a los que desean follarte de un modo más clásico, más ortodoxo; aunque recuerdas que siguen siendo los menesterosos, los sucios, los hombres más asquerosos de la ciudad, los que no se bañan, y cuyos penes no se han lavado en semanas, y huelen a meados... En tu recámara ya todo está impecable, ¡hasta está tu recipiente!, ése que servirá para recopilar todo el semen que escurra de tu sexo, el que eyacularán tus clientes cuando te forniquen con tantas ganas; te recuestas, y esperas, ¡ansiosa!, tu primer menesteroso de ahora... Los guardias tienen una orden especial, una sorpresa para ti hoy: Le dirán a los menesterosos que, si se pueden poner de acuerdo, uno mete su verga en tu boca, otro en la entrepierna (ano o vagina), ¡entonces habrá oferta de 2 X 1!, entrarán juntos para cogerte, y tendrán sus mismos 10 minutos para eyacular y salir de ahí; ¡se ponen como locos de contentos, pues son muchos, muchísimos!, la fila supera 200 indigentes formados afuera, esperando su turno... Entran los dos primeros, ¡lo que te sorprende mucho, pero te gusta!; van desnudos, como dice el reglamento, tiran su ropa en un rincón; uno mete su verga en tu boca, tomándote del pelo para obligarte, con fuerza, a que la aceptes hasta llegar al fondo, a tocar tu garganta; el otro mete su miembro en tu ano, ¡con lo que te contorsionas!, un poco por el dolor, pues fue salvaje, ¡pero mucho más de placer!... Te fornican por poco tiempo, están muy excitados, no aguantan; te dicen muchas groserías, como que les excita humillarte, usarte; ¡y se vienen en los orificios que cada uno eligió!, eyaculan ambos; del de la boca te tragas hasta la última gotita de semen exquisito, a pesar de provenir de un hombre de un pene que huele a basurero; del otro, cuando sentiste su leche estar dentro de ti, ¡lo aprietas!, como si con tu vagina pudieras ordeñarlo y que deje ahí todo, todo... Van entrando de dos en dos, y acaban pronto, la verdad, muy pronto, y es que ésos hombres llevan 15 días sin sexo con una prostituta, ¡ni con ninguna criatura del planeta!, llámese mujer, animal, o cosa, lo que no permite que aguanten más de 3 o 4 minutos para venirse... Ello no te ayuda para que tú te vengas, no con cada pareja que llega, ¡pero sí te vas excitando con unos, más con otros, más aún después!, lo que te permite correrte con muchas de las parejas de indigentes; es decir, ¡tú sigues gozando, viniéndote, corriéndote como puta!... Tienes orgasmos con las parejas del turno 3, 8, 11, 17, 22, 23, 30; con la 37, 40, 48, 56, 57, 58, 69, 74, 79, 85, 92, 101, 106 y 111; de 5 de la mañana, a las 10 a.m, que acaba la segunda ronda de hoy, entraron 113 parejas, ¡un total de 226 menesterosos te follaron!, ¡en 5 horas, con un promedio de 45 clientes por hora, 22 parejas!; ¡ha de ser récord mundial!, ¡lástima que no se tomó oficialmente!... Y, en ése lapso, ¡tuviste 21 orgasmos intensos, ricos, maravillosos!; los mismos que estás disfrutando todavía, mientras te sirven, los guardias, tu desayuno, ¡el semen de los 113 que tuviste abajo!; aparte de lo que te tragaste, que ha de haber sido como un litro, ¡tienes otro litro de leche de macho para comértelo a cucharadas!... Pero, ¡eres tan puta, tan perra, que no te quedarás así, no señor!; le pides a uno de los guardias, el que se ve más fuerte y dotado, se desnude, como tú también estás (nunca te has vestido ante ellos), que se siente, con su verga parada, erecta, en tu silla del desayuno, te sientas sobre él, metiendo su poderoso miembro en tu vagina, ¡y empiezas a degustar tu desayuno!, ¡con una gran verga dentro!... El hombre se da cuenta de lo que deseas, así que aguanta mucho, para no venirse mientras desayunas, y seguir erecto, duro, para ti; ¡pero tú no tienes saciedad!, a la mitad te excitas mucho, tanto que, apretando al hombre, una y otra vez, ¡te vuelves a correr, perra!; el hombre no aguanta y se viene también, mientras te siente venir; como aún tienes mucho en tu plato, le pides lo mismo a otro guardia, para seguir desayunando contenta, ¿cómo no?, ¡eres fabulosa!... Antes de limpiar el plato hasta con lamidas, ya te has venido, tres veces, una con cada uno de tus guardias, sentada en sus penes; les das las gracias, y ellos, muy caballerosos, te las devuelven, ¡no pueden creer que, después de tantas folladas quieras más, más!... Te vas a recostar un rato, para recuperarte, porque en verdad, en verdad te duele mucho el ano, por tantas fornicadas duras ahí, la vagina que, aunque aguante mucho más, lleva horas “trabajando”, los pezones, porque muchos los muerden, o aprietan, o jalan duro, la espalda por estar en una sola posición cogiendo tan duramente; así que, de tu pequeño almacén, te pones algunos ungüentos, substancias que te desinflamarán, lubricarán y refrescarán para, en una hora, a las 12 de la tarde, regresar con tus amados clientes... Te despiertan los guardias a las 12 de la tarde, como te había dicho, ¡y empiezas la tercer ronda de hoy!, dejándote coger por muchos, por una buena andanada de indigentes más, los que están formados; te follan, en cuatro horas, 134 hombres asquerosos, en parejas, en total 67, bien organizados, unos en tu boca, otros en tu ano, o en tu húmeda vagina, según su preferencia, su gusto por ti... Te corriste, en éste turno, en total, 17 veces, lo que, como siempre, ¡disfrutaste!, ¡gozaste entre gritos, gemidos, jadeos, contorsiones!; lo disfrutaste salvajemente, no importándote si tu recto ya sangra, o tu vagina se ve monstruosa por la inflamación y lo enrojecida; tampoco si tu estómago está lleno de semen, y debes eructar mucho; ¡no, el dolor sólo te provoca más, para coger más, y correrte más!... A las 4 p.m. la comida, ¡otra vez casi un litro de leche de macho!; ¡y otra vez les pides a tus guardias “hacerte el rico favorcito!, para comer plenamente, para disfrutar el manjar que tienes enfrente; igualmente tiene tus tres orgasmos con ellos, como debe ser, ¡como te encanta, perra en celo, puta calenturienta, cerda, zorra!... Tu último turno de ésta visita de cada 15 días (que, en realidad, por matemáticas simples, son 14, pero así se dice popularmente), te decía, turno de 6 p.m. a 10 p.m. ¡será igual de exquisito, de rico!; la fila afuera es de, fácilmente, 130 hombres, indigentes sucios... Empiezas, ¡y empiezas a gozar, a venirte, a correrte como siempre!; me gustaría decir que mejor pero, realistamente, ¿se puede mejor?; te follan, muy duro, ¡que hasta te sacan algo sangre de tu trasero!, un total de 144 hombres, por parejas, 72 turnos completos, ricos; ¡te corriste 19 veces!, ¡como si correrse fuera toda tu vida, puta!... Llego a las 10 y 30 p.m., a propósito, para que cenes tu leche; ahora ya no usas a tus guardias, ¡como ya los exprimiste 2 veces!, no deseas desilusionarte y que, por estar flácidos, no cumplan; acabas y te levantas, para ponerte en tus 4 patas y esperar a tu amo; llego, te saludo, te pongo tu collar, tu correa, y te llevo al automóvil, te subo en el asiento trasero, regreso a pagar a tus protectores, dar órdenes de dejar todo limpio para la otra quincena, nos vamos... En el camino te pregunto, aunque sé que no me contestarás, no hablándome, no con palabras, eso será por un correo mañana, “¿te fue bien, mi perra en celo?”, a lo que respondes sonriéndome, ¡una enorme sonrisa de satisfacción lujuriosa, de perra pecadora!; ¿y cómo no?, porque, si llevas bien tu propia cuenta de éste día, ¡has tenido 91 orgasmos en menos un poco más de 24 horas!; ¿se tratará de un récord mundial, en verdad existe tal capacidad?, ¿es real que una vagina pueda contraerse y explotar tantas veces?; ¡y lo que es más fabuloso: sabes que regresarás en pocos días!; ¡qué maravillosa vida para la más perra y puta barata de todas!... ¡Y estás tan contenta!, pues sabes la alegría que me darás en poco, cuando, mañana, me envíes ese correo platicándomelo todo, ¡todo!... MI PERRA Y SU JUGUETE Amanece y, luego del desayuno te pido me sigas a la recámara, tú, como siempre, lo haces en tus 4 patas, desnuda, obediente; ¡te he comprado un regalito!, un juguete para todo el día; te pido que hoy, específicamente hoy, aunque yo deba trabajar, tú te mantengas en tu papel de perra, sin cambiar en mi ausencia; asientes, como todo lo que se me viene en gana, ¡yo soy el amo!... Lo que te compré en un vibrador bien grueso, de 22 cm. de largo; ¡pero eso no es lo novedoso!, lo diferente es que tiene, pegado, ¡un cinturón de castidad!, es decir, una serie de correas de piel, de color miel, con varias argollas y una cadena de metal fuerte... Acciono el botón del vibrador recargable, que está en la punta, osa que el interruptor te va a quedar hasta el fondo, inalcanzable; te lo meto en la vagina, hasta topar, y empiezo a amarrar correas; cuando acabo, con la cadena, pasándola por las varias argollas, y pongo un candado a los extremos, para impedir te lo quites... Cuando acabo pareciera que tienes una faja de cinturones, en la cintura, lo que impide te bajes la tanga de cuero que forman, elegantemente, las diferentes correas del juguetito que te compré; como el vibrador es parte de las correas, es decir, no está aparte, ¿te será imposible quitártelo sin; primero, romper las correas, lo que me daría a entender que no has cumplido con mi orden... Salgo de la recámara, contigo tras de mí, en tus 4 patas, y vamos a la cocina, donde está lavando trastes la sra, Azucena, nuestra sirvienta fiel, discreta e indocumentada que nos sirve, con prontitud y limpieza, desde hace poco más de dos años; "sra. Azucena", le digo, "¿me permite un momento?", "sí", dice, "le voy a pedir que conecte éste eliminador de corriente aquí", y le señalo una entradita que hay en una de las correas, atrás, en las de tu cintura, pues es para recargar el vibrador vaginal, "debe hacerlo cada dos horas, sin fallar, por veinte minutos"; la sra. toma el cargador y se lo guarda, en eso, ¡te tiras al piso!, ¡estás viniéndote en un orgasmo grande que te hace gritar!; te observamos y le digo a la sra. cuando te calmas un poco, cuando se te oye resollar como perra en celo, como perra puta, "ha tenido su primer corrida, por favor, vigile y anote cuántas", a lo que la sra. Azucena asiente y de inmediato, apunta la hora, el momento preciso, del orgasmo que has tenido ahí, en el piso... Yo me retiro, muy contento porque pude ver la eficiencia, el poderío de mi regalito para tu sexo, pues es exactamente, ni más ni menos, lo que deseaba para dejarte de tarea por hoy; arranco el automóvil y desaparezco, con cierta premura... Una vez que salí, y ya repuesta de tu orgasmo, te levantas, pero para seguir en tus 4 patas, como estarás todo éste día; la sra. Azucena te acaricia la cabeza antes de salir al mandado, "voy muy pronto, bonita, para regresar y seguir apuntando"; la sra. ha aprendido a tratarte como perra en ciertos momentos, y como a la patrona cuando tomas ese papel en mi ausencia... Cuando regresa la sra., ¡te encuentra gimiendo y jadeando!, tirada, retorciéndote, y contorsionándote fuerte, en tu tapete; inmediatamente apunta la hora de tu corrida, y las observa, ¡apenas 45 minutos después de la primera te volviste a correr!, es, en verdad, un aparatito de cuidado, muy bien diseñado, pues parte de la excitación que provoca radica en las correas, ¡es tan sensual al tacto, y aprietan tanto, pero sin cortar!, una verdadera joya atesorable por cualquier sadicomasoquista... Poco antes de la hora, te encuentras tirada frotándote tu sexo, por encima de la correa, friccionando con tu mano muy duro, ¡te vuelves a correr, a venir con fuerza, con gusto, gritando!; son tus gritos los que hacen que la sra. sirvienta apunte la hora... ¡Son dos horas ya!, y la sra. corre a ponerte el eliminador, ahí, donde estás, en la sala, utilizando una larga extensión; tu vibrador no ha cesado ni por un momento, en dos horas, ¡ya te duele la vagina!, ¡pero lo disfrutas tanto, perra en celo!, lo gozas como la perra puta y sucia que has demostrado ser... Para la hora de la comida te has venido en siete ocasiones, ¡7 en total, y las que faltan hasta que yo llegue del trabajo!; la sra. Azucena te sirve en el piso de la cocina, como debe, pero te consiente mucho, te cocinó carne molida, sazonada, con jitomate, cebolla, un poco de chile y tortilla en trozos, ¡lo necesario para que comas sin dificultad y sin tus manos!, o patas delanteras, que es como debe llamárseles mejor... Hace mucho Sol, así que decides ir a tirarte al jardín trasero, en el pasto seco, a seguir contorsionándote, corriéndote ahí, bajo el calor, bajo los rayos de un Sol muy agradable ahora; ¡y así ocurre, entre gritos de gozo que asuntan a los vecinos, te vienes una vez más, con tu vagina adolorida y temblorosa!... Cuando yo llego, en la noche, te encuentro quejándote, estás tirada en tu tapete tan excitada que te levanto, poniéndote en tus 4 patas, ¡y te meto mi verga en tu recto!; ¡tus gritios parecen aullidos de dolor, pero son de gusto!, y nos venimos juntos, lo que te hace disfrutar más todavía... Ya más tranquilo, te quito el candado, con mi llave secreta, y empiezo a desamarrar las diferentes correas, poco a poco, sin prisa, disfrutando el desnudarte completamente, otra vez; al sacarte el vibrador suspiras tan fuerte que parece resuello, pues a pesar de que te ha dado tanto gozo, te ha cobrado, con una vagina con sus paredes adoloridas, ¡y el punto "G"!, un clítoris rozado, y una vulva con sus labios enrojecidos... Me incorporo y le pido a la sra. Azucena sus apuntes, ¡13 corridas, 13 orgasmos intensos, que disfrutaste, perra!; me inclino y te pregunto, "¿te gustó, mi perra puta caliente?", a lo que asientes, ahí, en el piso, jadeante, con la cabeza; "¿digamos, como para que te lo ponga, otra vez, en 8 días?", tu respuesta es una gran sonrisa, una sonrisa de picardía; no cabe duda, tengo la fortuna de ser amo de una perra puta, ¡y eso me pone tan, tan contento!, tanto como a ti serlo... EN TU EXTRAÑA FAMILIA... Tienes, recién cumplidos, quince años, te llama tu madre, seria, usando el tono solemne que la caracteriza cuando es importante; te explica que ya estás en edad de comenzar, de iniciarte, en los placeres sensuales, en los placeres de la carne, del deseo... Te desnuda y te lleva a una recámara grande, donde esperan, desnudos, cinco hombres, ¡pero son tu padre, tus hermanos, y un tío los que se encuentran alrededor de la enorme cama!; te da miedo, pero no dices nada, ni huyes, esperas de pie; tu madre te acuesta, abre tus piernas, talla tu sexo, lo frota, hasta lograr que se humedezca un poco, lleva su boca ahí, a tu vulva, y la lame, lengüetea hasta que te excitas mucho... Tu madre se retira de la cama, pero permanece en el cuarto; se acerca tu padre, se coloca sobre ti, te habla muy tierno, ¡y te penetra con fuerza!, no violento, pero sí decidido, duro; ¡gritas por el dolor de la desvirginación!, hasta lloras un tanto, pero no provocas problemas, te aguantas, mientras él te folla, con paciencia, con cierta dulzura, para no lastimarte mucho... ¡Al poco tiempo te vienes, tu primer orgasmo por penetración!, porque el fuego que corre por tus venas te había hecho, antes, terminar incontables veces en la soledad de tu tibio cuarto; has gritado, gemido, temblado y suspirado por el placer; tu padre eyacula, por fin, hasta el fondo de tus entrañas... Entonces toca el turno del hermano mayor, que te penetra, con cierta delicadeza, pero llegando pronto hasta adentro de ti; su follar es más intenso, pero hace un esfuerzo por no acabar, hasta que tú no hayas gritado, otra vez, de placer, de gozo... Cuando de tu garganta sale la señal de que has sentido otro, un exquisito orgasmo más, el joven varón se viene adentro, abundante, tibio, ¡como corresponde a un hombre de su edad; sale con calma, como dejándote sentirlo, y él tus contracciones; ¡ha sido tan hermoso que has olvidado el dolor!, o no, tal vez, y sólo tal vez, has convertido el dolor en algo para disfrutar... Pasan, uno a uno, el resto, los otros tres varones y, ¡con todos!, tienes un orgasmo, una corrida deliciosa que te enloquece; al finalizar la cesión, ellos se retiran, para que tu madre, excitada, se acerque a ti y empiece a limpiar con su boca lo que hay, desde sangre hasta semen, en tu sexo un tan adolorido hoy... ¡La sensación es tan extremadamente placentera que acabas!, terminas corriéndote, otra vez, pero ahora en boca de ella; que recibe todo lo que salga de tu vagina con mucho real gusto, lamiendo, chupando, bebiendo, ¡tragando!, sin ningún asco, ¡muy al contrario!, escuchas su gemir apagado, de placer... Ya limpia, tu madre te levanta, te lleva a la mesa, así, desnuda, donde te esperan, para ovacionarte, decenas de invitados, amigos y familiares, bien vestidos, como para una fiesta, aplaudiéndote y felicitándote por tu iniciación al mundo del sexo; te sientan en la cabecera, y las mujeres sirven a todos la cena... Una extraña familia, ¡pero qué rico, erótico pertenecer a ella!... LLUVIA EN LA PLAYA Estás recostada, tomando el Sol, totalmente desnuda, en la playa, sobre tu gran toalla, de color obscuro, contrastando con tu piel; en la zona más transitada, donde juegan y corren, nadan y platican; savas un pequeño consolador, tienes ganas de correrte, ¡se te antojó!, y cunque es un lugar público, no ves nada de malo en meterte, hasta el fondo, y follarte un poco, ¡hasta venirte, ahí, entre todos!... Empiezas metiéndote y sacando, lentamente, suave, el consolador; una mujer, guapa, por cierto, te observa desde hace un buen rato; se anima a acercarse a ti, se quita el bikino y se arrodilla con cuidado, sobre tu boca, te toma del pelo y empiezas a mamar, chupar, lamer, su sexo, su sexo que está muy húmedo, con su clítoris crecido, sus labios vaginales abiertos, su vagina temblorosa por el deseo, tú no has abierto casi los ojos, disfrutas con ellos cerrados, gozas... ¡Se viene en tu boca, expeliendo muchos líquyidos que tú bebes!; te suelta la cabeza, tú no abres tus ojos, le has dejado hacer a placer; cuando la mujer se levanta, y está ya retirándose, tiene una idea, regresa a dónde estás, se para sobre tu rostro con las piernas abiertas, mientras tú, ¡en ningún solo instante!, has dejado de follarte rico, ¡y se orina en tu rostro! dejando caer sus meados desde arriba, ¡tú los recibes gustosa, abriendo la boca para intentar bebértelos!; la mujer termina, te ve con mucha lujuria, se retira, ya no regresa... Pero, un hombre que vio la lluvia dorada, ¡se le antoja lo mismo!; llega hasta ti, sientes su presencia, pero apenas lo ves a contra luz, tú continúas tu perpetuo meter y sacar del dildo que te llevaste ahí; el hombre saca su pene, ¡y te orina en tu cara, buscando tu boca!; ¡te ha encantado eso, y la abres para que la llene de sus orines!... ¡Te vienes, te corres!, tienes un orgasmo precioso, intenso, mientras tienes tu boca rebosante de orines y el hombre sigue ahí, frente a ti, meando, y sacudiéndose el pene, sobre ti, al terminar; ¡pero lo mejor no es eso!, ¡sino que se ha corrido la voz en la playa!, la gente ha comenzado a hacer fila para, ¡orinarte encima!, ¡todos!, en lugar de regresar a sus hoteles, o buscar un sanitario cercano, ¡esperan turno para mearse sobre "la chica bebedora de orines"!... En ningún instante has dejado de follarte, con ganas a veces, otras más lentamente, con tus muslos separados, rodillas en alto; casi todo el tiempo disfrutando con tus ojos cerrados, coquetamente, ¡mientras todo tipo de gente, ahora te orina de pies a cabeza, toda!... Algunos niños, cuando llega su turno, juegan a atinar a tus pechos; mujeres varias gustan de tu cara, o pelo, vientre, pechos o sexo; algunos hombres atinan, con gran chorro, en tu vagina, y tus manos; ¡gente de todo tipo y edades te orina y se va como en una letrina!, ¡y eso te encanta!, ¡y abres la boca para recibir a cualesquiera que lo busque, le atine, lo desee con ansias, o desee saber qué se siente!... En una hora de hacerla de la letrina de la playa, te has corrido, en total, ¡dos veces!, que has disfrutado como perra, como puta; siempre frotándote tu sexo, metiéndote y sacándote tu juguetito; ¿y la fila no disminuye!, son decenas y decenas de morbosos... A algunas personas la incitas a llenarte la boca, cuando están abajo, así que la abres enorme, provocando que no puedan resistírsete; te llenan la boca y, cuando acaban, tragas el buche que se completó; ¡es tan excitante para ti que no cesas de correrte, de vez en vez!... Llega la noche, se acaba la fila, ¡fueron cientos de gentes meándote!, imposible contarlas, porque a veces hasta lo hacían por grupos, muchas veces no te diste cuenta, por cerrar tus ojos, del cambio, de que era otra la que comenzaba y la anterior ya se había retirado; también ocurrió que muchos repitieron, ¡en cuatro horas de "servicio"!, a muchos les volvió a dar ganas de orinar, ¡y de hacerlo sobre ti!... Lo que sí pudiste contar fueron tus ¡once orgasmos preciosos, ricos!, ¡11 corridas exquisitas que desearías no hubieran acabado, putísima!; te levantas, exprimes tu pelo, observa cómo se había hecho un río, ¡un río de orines que llegaba hasta el mar!, lo que te vuelve a excitar, como buena perra con fuego lujurioso en la sangre, con celo perpetuo... Levantas tu toalla, la exprimes un poco, no la sacudes, no deseas que, por ello, te llenes de arena, ¡no quieres tener que meterte a bañar!; te vas a tu cuarto, muy lujoso, por cierto, para ti sola, cual debe ser; te metes a la cama con la humedad que aún traes de los orines; ¡suspiras tan satisfecha!, tal vez mañana, o pasado, repitas lo de hoy... LLUVIA EN LA PLAYA Parte II Al día siguiente de tu cesión de lluvia dorada en la playa pública, te presentas al desayuno bufet que da tu hotel, para comer algo; todos ahí te reconocen, ¡cómo no si fuiste la atracción ayer!; cuando te sientas, con un plato de cereal, se acerca un hombre, con su miembro afuera del traje de baño, frotándolo con fuerza: te hace una seña, como pidiéndote permiso, y señalando el plato, le contestas con otra y el hombre, que no ha dejado de frotarse, de jalar su pene, ¡eyacula sobre tu plato de cereal con leche!, a lo que tú, con tu cuchara, ¡comes cereal con leche y semen!... Basta que un atrevido haga algo para que los demás sigan; otro hombre se acerca con la misma intención, ¡lo dejas hacer!; eyacula en tu plato y vuelves a comer, gustosa, probándolo; ¡en pocos minutos ya hay fila para eyacular en tu plato!, mientras tú comes como si nada pasara a tu alrededor, natural, como si se tratara de cosa de todos los días, algo cotidiano... Uno de los hombres de la fila, el cuarto, para ser más exacto, lleva un vaso a tu mesa, se masturba, como los anteriores, eyacula en tu cereal con leche y, mientras comes con gusto, orina en el vaso y lo deja en tu mesa, como un refresco; ¡tú lo tomas, te lo llevas a la boca, y bebes hasta acabarlo!, saboreándolo, como si fuera una exquisitez para tu persona... En total dejaron su semen, que comiste con verdadero deleite, 11 hombres, que fueron los que se formaron ahí, en el bufet, dentro del restaurant del majestuoso hotel donde te hospedas; y bebiste completo ese vaso que llenó aquél cuarto hombre, para ti, para que lo disfrutaras, ¡como lo hiciste, como perra, como hembra en celo, como una gran y pervertida puta!; y cada vez que lo piensas, te excitas de emoción, y gusto... Ahora sales del lugar, sumamente satisfecha, y vas a la playa; buscas acostarte debajo de una sombrilla, donde tiendes, con cuidado, una gigantesca toalla que te protege de la arena; portas un bikini muy pequeñito, de color morado, bonito; la gente, cuando pasa cerca, se te queda viendo, ¡te reconoce!; recuerdan bien que ayer, apenas, abriste la boca para que, decenas de personas, de todas las edades y posoción social, te orinaran en ella, y bebiste varios buches de sus líquidos; que te bañaran de pies a cabeza con su hermosa lluvia dorada... Durante un rato permaneces sola, descansando, tranquila; hasta que llegó un joven, que se para junto a tu cabeza, saca su verga del traje de baño y, atinándole muy bien, orina en tu boca, que abres para recibirle como merece... ¡La gente se alborota!, ¡vuelven a hecer la fila igual que ayer!; ¡es tan excitante, para hombres y mujeres, grandes y chicos, que te encante recibir en tu cuerpo y tu boca sus orines!; es una atracción verdaderamente morbosa, ¡algo único!, adictivo, algo que les provoca un secreto placer sexual, ¡pero que nadie acepta abiertamente, hasta que llegaste tú!, hasta que llegó "la chica que bebe orines en la playa"... Durante tres horas recibes, de pies a cabeza, los orines de, por lo menos, 200 personas diferentes, que te prefieren, ¡miles de veces!, a acudir a algún baño público de los hoteles; muchos buscan tu boca, que siempre abres aunque, ¡lógico!, no siempre bebes, sino dejas que te llenen hasta derramarse, y sólo tomas un buche de vez en cuando, lo demás lo sacas; la intención es poder aguantar a más personas porque, si tomas demasiado al principio, te llenarías y desearías salir, dejar con las ganas a muchas otras personas de la gran fila; en 50 personas que te mean en la boca, tomarás, más menos, medio litro de sus líquidos corporales, a razón de 45 minutos... Cuando pasan esas tres horas, te levantas, ante la tristeza, la decepción de muchos aún, formados, pero debes irte ahora; ¡pero les prometes que, si vuelven en la tarde, los complacerás!; es la una y fracción de la tarde, debes abrir tu correo, contestar; luego ir a comer a eso de las 3 p.m., en el mismo bufet de ahí; ¡y regresarás con la gente de la playa a eso de las 4 de la tarde!; ¡pretendiendo darles gusto hasta eso de las 7 u 8 de la noche!; ante tal aviso, ¡la gente te aplaude!, desde ancianas hasta niños, desde niñas hasta hombres muy mayores, de todas las razas... En verdad que son las vacaciones más maravillosas de tu vida; ¡no sabes ni cómo pasó!, pero ocurrió que te han dado lo que, desde siempre, te ha encantado, ¡como la puta que eres!, como la perra en celo que te encanta ser, disfrutando del sexo... Hay que agregar que, mientras te orinan, tu sexo se abre, tu clítoris crece, ¡y tienes orgasmos uno detrás de otro!, ¡sí!; el primero de hoy lo tuviste cuando recibías el semen matinal, en tu desayuno, mientras lo comías a cucharadas, de tu plato; ¡y otros tres mientras te orinaron 200 personas en tres horas!; en verdad que has estado disfrutando, ¡y falta mucho más!... Llega la tarde, ¡y te presentas como prometiste, a beber más!, a tomar de los orines de muchos que tienen ganas de humillar; de saber, aunque sea una vez en su vida, que alguien los acepta, ¡al nivel que sea!, que es capaz de aceptar su lujuria con gusto, que es capaz de convertirse en una letrina para darles placer; ¡ése placer sexual sin límites!, que en ningún otro lado tienen; ¡un morbo descomunal!, que los incita a dejarse dominar, plenamente, por la lujuria en su más pura, completa, expresión... ¡Pero ahora existe una variante!, una “sorpresita” para ti ahí; por lo menos unos 70 hombres son los primeros de la fila; ¡llevan como dos horas esperándote!, y se pusieron de acuerdo; cuando llegas, y te recuestas en el mismo sitio para recibir, como antes, gozosamente, sus orines en donde deseen tirarlos, dos de los hombres se inclinan ante ti, uno en tu entrepierna, otro en tu rostro, ¡y te penetran como si tuvieran tu permiso!; ¡claro que tú no te opones, los recibes, y los dejas follarte!, ¡porque te encanta, porque es tu placer follar, y follar, y follar!; los hombres lo hacen con mucha fuerza, en boca y vagina, ¡hasta que eyaculan en ambos lugares!, ¡y te corres al sentirlos!, al sentir la tibieza de su semen en tu boca y en tu sexo tembloroso; ¡te has contorsionado de tal modo que ellos se dieron cuenta!, y si tenían duda ahora ya no la tienen, ¡ninguno de los presentes!, ¡porque te follaron frente a la fila de más de 200 gentes ansiosas!... Una vez que han quedado satisfechos, ¡sin sacar sus vergas!, ¡te orinan adentro de tu boca y dentro de tu vagina!, ¡hermoso!; sientes en tus entrañas los líquidos calientes que te bañan; de tu boca dejas escapar casi todo, por lo que ya había aclarado, ¡pero de tu vagina el chorro sale como si fuera tuyo!, ¡excitante!... Así ocurre con el resto de los 68 hombres que, antes de orinarse, te follaron hasta eyacular en tu boca y en tu sexo, y luego la lluvia, ¡luego el desahogo de las vejigas que se encontraban repletas!; ¡y gozas tanto!, ¡un total de 13 orgasmos mientras te follaban!, y mearon hasta quedar satisfechos en todos aspectos, ¡contentos!... Una vez que acabaron su turno, regresa la lluvia de gente diversa, de hombres, mujeres, niños y ancianos, que deseaban orinarte, como la letrina humana en la que te has convertido para todos; ¡y cómo disfrutas, perra!, ¡cómo gozas, gran puta!, ¡al máximo!... Llega la noche y, ante la obscuridad, la gente se ausenta, se va; te levantas, sin secarte, ¡te agrada permanecer así, mojada toda!; te diriges a tu cuarto, prendes la televisión un rato, comes algo, te acuestas, ¡con tu pelo escurriendo!, y tu piel humedecida; y, sin taparte, pues hace un grato calor, sueñas con el mañana... LLUVIA PARA MI PERRA Llego del trabajo, son apenas las 9 de la noche, me ves, desnuda, en tus 4 patas, como es nuestra rutina, con tu collar de cuero; te acercas a saludarme, te acaricio la cabeza, dejo mis cosas; te llevo directamente al baño, caminando un poco de prisa, sí... ¡Ya sabes a lo que vamos!, sonríes con un gusto enorme, contenta; te pongo de cuclillas en la zona de la regadera, abro mi bragueta, saco mi pene y meto en tu boca únicamente la cabeza, tres cms.; tú cierras tu boca aprisionando lo que está adentro, ¡me orino!... ¡Recibes con tanta alegría mis líquidos!, como lo más rico, sabroso, que pudiera haber en todo el mundo, ¡una delicia para tu paladar!; hace unos meses te hubiera observado querer escupir, o vomitar, por la cantidad de orina, por la falta de experiencia para beberla, en pequeños actos reflejos por sentir que te faltaba la respiración; ¡ahora no!, has aprendido cómo tragar de un modo sistemático, como cuando uno abre la garganta para tomar refresco de la botella; recibes grandes cantidades de mi orina y la vas tragando al tiempo, no permitiendo que tu boca se llene hasta tener que hacer un buche, sino permitiendo que el chorro resbale y, con tragos controlados, pasa sin dificultad por tu garganta y esófago, hasta el estómago... ¡Siempre has demostrado un placer por recibir agua de mi cuerpo!, lo que me llena de satisfacción, y me excita de un modo salvaje; al acabar voy a tu trasero, te penetro por la vagina y te follo; lo hago tan duro como te gusta, para que te corras en pocos minutos, ¡a veces hasta en dos exquisitas ocasiones antes de mi eyaculación!; así fue hoy, te vienes entre gritos que ensordecen, ¡pero excitan!, con tus jadeos, temblores, gemidos, contorsiones y contracciones... Nos vamos del baño, no necesitas limpiarte, ¡no derramaste nada!; nos dirigimos al comedor, donde la sirvienta ya debe tenernos algo, una cena digna de tu amo y mi perra fabulosa, ¡la mejor del planeta!, lo sé, estoy muy orgulloso, una perra caliente, en celo siempre, ¡que disfruta de tantas cosas como ninguna otra que yo conozca!, que goce del sexo como la más puta, cerda, zorra, de las mujeres, ¡y que yo tenga la fortuna de tenerla a mi disposición permanente!; sí, sería un ingrato si no reconociera la maravillosa perra que tengo... DOS SEMANAS SI TU AMO, PERRA MÍA Debo hacer un viaje de negocios, algo crucial para mi labor; debo dejarte pero, como aprovecharé para darle vacaciones, también de dos semanas, a la sirvienta, te dejaría sola, muy sola; decido llevarte con un amigo mío, el dueño de un lote de fierros, donde compra carros chocados o destartalados, por kilogramo, para después vender las partes que sirvan, o el acero seleccionado... Vive en una casa en medio de su terreno, rodeado por montañas, literalmente, de carros apilados, preparados para su compresión; es un lugar apartado, muy privado, nadie lo molesta nunca y, aún durante la realización de sus negocios, hay espacio y paz... Llegamos, te bajo del carro con tu correa y collar, como siempre, tu único ajuar, lo único que llevas aparte de tu cuerpo, desnudo, caminando en 4 patas, como mi buena perra, siempre junto a mí; cuando entramos en su casa, mi amigo se queda atónito de verte, ya le había contado que le llevaría a mi perra para que la cuidara, ¡pero jamás imagino que serías tú!, su sorpresa es notoria... Le explico cómo debe cuidarte, y llevo tu plato de agua y comida; le platico cuáles son tus costumbres, cómo hacer en tal o cual caso, y, finalmente, le aclaro que debe follarte, por lo menos, ¡mínimo!, cada tercer día, es decir, un día sí, uno no, para tenerte contenta... Estamos sentados en su poco limpia y muy desorganizada sala; te ve, todavía, como no pudiendo creerlo, pero eres de verdad; para sacarlo de su hipnosis involuntaria, le pido te folle ahí; me ve como si no entendiera, así que, crudamente, casi le ordeno, que saque su verga y te la meta hasta el fondo en tu rico ano; no sé si lo hizo con plena consciencia, ¡pero me hace caso!, y te mete su grueso pene, con fuerza, en tu trasero, ¡y te folla!... Caliente como eres, en pocos minutos te estás corriendo, gozando, del dolor y del placer que sientes, disfrutando el embate poderoso; ¡gritas!, como siempre, con fuerza, entre gemidos, y jadeos varios; ¡te contorsionas y contraes tu ano y tu vagina deliciosamente!; mi amigo se da cuenta, ¡por fin se enteró de lo que se trata todo!, te va conociendo, va enterándose de la perra puta caliente que eres; lo que le explica, casi totalmente, todo lo que ocurre con nosotros... Casi inmediatamente, él se viene en tu recto, derramando su leche, disfrutando del sexo que la buena de mi perra le acaba de regalar; me despido de ambos, sabiendo que te cuidará muy bien, seguro, por eso lo elegí, ¡no le confiaría a mi perra, única en el mundo, a cualquier tarado que la pudiera descuidar, lastimar, o algo más!... Cae la noche y, dejándote en casa, el hombre va a soltar a sus perros, los guardianes nocturnos de su terreno, casa y, sobre todo, negocio; es verano así que, a pesar de no tener acondicionada su propiedad, como para darte clima artificial, o algo parecido, que te proteja, el ambiente, es cálido, como en las noches en las playas tropicales... Al día siguiente, se le ocurre que, como yo le dije, ¡le afirmé!, eres una perra verdadera, que podrías convivir un momento grato, con tus perros, ¡lo que es totalmente falso!, pues, prácticamente, los dos se te lanzan en plan de ataque, a lo que él reacciona y, con veloz movimiento, te encierra en su casa, y regaña a los otros; ¡te han metido un gran susto!, nunca te habías visto en esa situación, donde un gran can podría haberte mordido salvajemente donde sea... Él se da cuenta que es un problema, pues no tienes forma de salir, no hay modo, así, de sacarte a pasear, a tomar el Sol, a caminar, ¡ni de hacer tus necesidades fuera de la casa!, como bien le dije; tampoco te podrías movilizar en caso de alguna emergencia pues, con fuego o temblor, sus perros te atacarían y te harían mucho daño; lo que lo pone a pensar que debe acostumbrar, de algún modo, a sus animales a tu presencia, a tu compañía, aunque sea breve... No sabiendo qué hacer, pues recurre con un profesional, un médico, ¡un veterinario!, que es, finalmente, el mejor para aconsejarle; le explica que tiene una perra en custodia, de un amigo, por poco, de visita de apenas dos semanas, y todo lo de que sus perros hacen; el veterinario soluciona el asunto de forma muy simple, fácil, le da un frasco con una substancia para que la frote atrás, en la cola, de la perra, para que los otros dos pierdan su furia y la acepten... El hombre toma el frasco y paga por la consulta y el remedio dado; llega a su casa, te pone, en tu entrepierna, la substancia y te lleva, con precauciones, junto a la jaula donde deja a sus perros en el día; ¡los animales ya no te ladran!, al contrario, mueven mucho las colas; con mucho cuidado, saca al menos violento de los dos animales y, agarrándolo con correa, lo acerca a ti, ¡te causa pavor verlo cerca!; por un momento estás a punto de perder la compostura y hablarle, ¡cosa prohibidísima, por mí!, pero tu angustia empieza a crecer... ¡Pero el animal ya no te agrede!, lo pueden apreciar el hombre y tú, sin lugar a dudas, sin temor a equivocarse, te mueve la cola mucho; babea un poco, intenta acercársete, ¡y tomas la iniciativa!, te acercas, lo suficiente para ver si no pretende morderte traicioneramente; ¡el perro sólo quiere olerte!, el hombre lo suelta un poco, solamente; y te olfatea, ¡sobre todo, olfatea tu trasero!, lo hace con insistencia; ¡hasta chilla un poco!, como rogando que se le suelte de la correa; el hombre, que conoce bien a sus animales, lo suelta totalmente... ¡El perro lo que desea es montarte!, se acerca a tu trasero, te huele, ¡se pone encima y quiere meterte su miembro!, ¡está excitado!; el hombre pretende quitártelo, pero tú, con un ademán, lo detienes; ¡te dejas montar, te dejas follar, por el perro!, que está como loco; ¡igual que el de la jaula!, que va de un lado para otro, desesperado... Follas con el animal, ¡que te penetra de un modo tan diferente!, ¡y lo disfrutas muchísimo!, ¡te vienes en pocos segundos de sexo!, ¡de sexo con un perro guardián!, con un gran y peligroso perro; el animal se corre rápidamente, como es su instinto y costumbre; el hombre lo mete a su jaula, ¡pero el otro chilla, y chilla, y chilla!, a lo que tú, con tu mano sobre su rodilla, le das a entender, ¡sí!, ¡le estás pidiendo que saque al otro perro más grande!, ¡que lo deje!; el hombre te hace caso y observa cómo, el animal, inmediatamente, te folla con un ahínco que pocos tienen, con fuerza y velocidad... El animal se corre, como el otro, rápido, dentro de tu vagina; ya en esta situación, el dueño de los perros, los deja afuera, contigo; ¡ya no son peligrosos para ti!, al contrario, ellos te cuidarán bien; el hombre marca al veterinario, para saber qué le dio en el frasco; el médico de animales le explica que son hormonas de perra en celo, pues él sabía que, si la perra que tiene a su cuidado huele así, los animales querrían montarla, pero ya no atacarla ni lastimarla... Se asoma por la ventana, y te ve, recostada asoleándote un rato, rodeada de los dos animales que no duermen, pero te acompañan; en la tarde, te mete para comer, de lo mismo que él, pero abajo, en tu plato, junto a su mesa, tal y como te expliqué debía hacer... ¡Los perros afuera aúllan por tu presencia!, al acabar de comer, el hombre te saca para que los acompañes, y se callen por fin; ¡así ocurre durante tu cena también!, por lo que, mi amigo, no tiene opción y, calculando que hará mucho calor esa noche, te deja afuera, con los perros, para que dejen de aullar y molestar... ¡Durante la noche, los dos, te vuelven a montar!, ¡y te encantó!, ¡te corriste dos veces mientras te follaban tan salvajemente!, uno tras otro, como es entre ellos, primero el más fuerte, el líder; luego el segundo, que espera paciente su turno, ¡y se excita más!... Apenas va un par de días que te dejé bajo el cuidado de mi amigo; pero la rutina ya no es con él, ¡los perros te han hecho suya ya!; no toleran que te alejes y, tampoco, dejan en paz a su amo si, ya sea para que desayunes, comas o cenes, te separa de ellos... ¡Y cada día, por lo menos, te follan tres veces!, te montan 3 veces, ¡cada uno!, como había dicho, uno luego del otro, pero juntitos; y todo ello, que es nuevo para ti, ¡simplemente te fascina mucho!, como la buena perra en celo, la puta ardiente, la cerda calenturienta, que has sido siempre, y que te encanta, ¡para no cambiar nunca!... Serás una perra sin límites, pero no eres tonta y sabes muy bien que, a partir de lo que mi amigo te frotó en la entrepierna, todo cambió, en la actitud de los perros guardianes en relación contigo, así que, cuando entras a comer en la tarde, te untas más de la substancia; ¡lo que mantiene a los perro dispuestos a follarte todos los días!... Pasa una semana, y el que no te ha penetrado, ¡es el dueño de ahí!; por lo que, después de la cena, te pones de modo que vea tu sexo, separas tus nalgas, ofreciéndole tu ano, ¡y él reacciona follándote!, penetrándote con enorme poderío, ¡hasta lastimar tu recto y ano!; a lo que reaccionas con una corrida maravillosa, de puta verdadera; el hombre eyacula en tu recto, como hace una semana, al llegar tú... Luego vuelves a salir, para pasar la noche follando con los perros; ¡lo único que lamentas es que se trate solamente de dos canes!; dejas volar tu imaginación, te entusiasma la idea de que fueran más; pero te conformas, después de todo, son buenos montadores los dos; ¡te provocan mucho placer!, te hacen correrte cada día varias veces... Cuando llego por ti, luego de mi viaje, te observo satisfecha, feliz; le pregunto a mi amigo cómo le fue, a lo que responde que bien; nos vamos a casa, ¡ya deseo meterte la verga en tu boca y ano!; también he extrañado nuestros paseos y meterte tus juguetes... Lo único raro es que, en la primer oportunidad, pasados dos días, me haces llegar un correo electrónico, que es como te comunicas, cuando es necesario, o lo deseas simplemente, conmigo; ¡me pides que te compre un gran danés!, no entiendo muy bien, pero no es algo que me sea imposible, tal vez pronto lo tengas... MI PERRA Y YO EN LA PLAYA Parte I Es un campo nudista, una playa privada, para andar desnudos todos; para caminar sin el más mínimo recato, sin que nadie se escandalice; yo te llevo, caminando en tus 4 patas, con tu correa y tu collar; ¡aún en ese lugar hay quien se admira!, pero no como en otros lados, no con una crítica despiadada y vulgar, no con llamadas a la policía; ¡la mayoría, aunque se sorprende o se admira, no puede sino aceptar, que es una escena de una sensualidad, un erotismo brutal, salvaje!... Muchos murmuran, mientras caminamos, pero como quien admira, como quien critica o da su opinión, de una obra de arte excéntrica; ¡te ves tan hermosa en tu papel de perra andando con su amo, que los hombres, los que te ven, tienen una inmediata erección!, ¡todos!, ¡sin excepción!, pues en verdad lo único que pueden pensar, es que sería un sueño estar en mi lugar, tener una perra como tú, en sus casas, a su lado, en la cotidianidad de sus existencias... Llegamos a un lugar agradable, en medio de la gente, que no es, ni con mucho, demasiada, pues no me gustan las playas muy llenas; me siento en un camastro, para leer un periódico local, amenamente; te acuestas a mi lado, en la arena, como te corresponde, como debes; un hombre se acerca, me hace un poco la plática, ¡te elogia mucho!, demuestra que es envidiable mi posición, ¡que le encanta todo de ti!; finalmente me pregunta, si me molestaría que él te penetrara, ahí; volteo a verte, te pregunto con la sola mirada, si se te antojaría; ¡me contestas dándome una gran y bella sonrisa llena de picardía!; entonces le hago una seña afirmativa al hombre para que proceda... Te levantas, quedando en tus 4 patas, y él se arrodilla atrás tuyo; ¡mete su gran verga en tu vagina!, gimes por la sensación preciosa, ¡y te folla con unas ganas inmensas!, parecería que, hace mucho, no fornicaba con nadie pero, ¡la verdad es que lo excitaste tanto!, que parece ahora un jovenzuelo intentando perder la virginidad... Te agrada mucho cómo te folla, con qué ánimo, fuerza y gusto; ¡te vienes antes que él, apenas por unos segundos!, entre gritos, entre gemidos y jadeos de ambos, ahí mismo, en la playa privada; el hombre se va, prácticamente, seco por tal follada espectacular... ¡Pero pasó lo que tenía que pasar!, y es que ya hay fila esperando; varios hombres, ¡desde 20 hasta 80 años!, deseando follarte; te volteo a ver, pues piden permiso, ¡y vuelves a sonreírme!; les advierto que sólo estaremos una hora más, en lo que leo algo; ¡todos aplauden y gritan vivas!, complacidos por el permiso dado... ¡Y empiezan a follarte!, uno tras otro, atacando tu ano y tu vagina, por igual, dependiendo del gusto del hombre al que toca turno; ¡te encanta el sexo!, lo sabemos ambos, ¡así que eso lo disfrutas!; hay algunos que, mientras te cogen por tu entrepierna, se acercan, con la intención de eyacular en tu boca, a tu cara, sigilosos, cautos; ¡y les mamas sus vergas con un gusto que los hace correrse pronto!; ¡tienes otro orgasmo, y luego otro, y otro más, casi seguidos ellos!... Es espectacular lo que sientes, con un hombre tras otro penetrándote, ¡y todos con tantas ganas!, como si la playa no estuviera llena, repleta de mujeres sin ropa, que también podrían complacerlos bien; ¡lo que ocurre es que causaste un revuelo con tu actitud, tu postura!; ¡excitaste a decenas de hombres en nuestro corto recorrido ahí!... Cuando acabo de leer, observo que te follan rico, así que espero; cuando los hombres en turno logran que te corras, y eyaculan en ti, señalo al resto de la fila que ya debemos irnos y, aunque lastimosos, no se oponen, y se despiden cortésmente de ti, primero, luego de mí; alguno me dijo, inclusive, como en secreto, “cuídela, ¡es única!”, a lo que le contesto con una sonrisa y asintiendo con la cabeza... Caminas a mi lado, con tu collar y correa, en tus 4 patas, como es; en el camino sientes cómo, de tu sexo y ano, escurre mucho semen, ¡y eso te excita en verdad!, ¡casi te provoca un orgasmo sólo eso!; y es que es tan sensual sentir cómo baja por tus muslos al andar, llegando a las rodillas, y perdiéndose en la arena que dejas atrás... En total, porque te gusta llevar la cuenta, para contarme por e-mail, tuviste 5 orgasmos muy ricos, intensos, por tus amigos de la playa... Continuará... MI PERRA Y YO EN LA PLAYA Parte II Yo voy a salir, en la noche, a beber algo a un lugar muy exclusivo; te dejo, con tu colar y tu correa, en el cuarto del hotel, muy solita; pero ambos sabemos, que ante mi ausencia, cambias tu estatus, te pones de pie, te vistes, y puedes salir o hacer lo que consideres... Salgo, no sin avisarte en dónde estaré y, con precisión absoluta, la hora a la que regresaré, para que estés lista para recibirme ahí; te metes a bañar, rápidamente, y te pones, únicamente, un vestido, unas zapatillas altas, ¡todo en un rojo sangre que se te ve hermoso!; y sales con rumbo a una de las discotecas más famosas de esa zona... Llegas al antro, tomas una mesa, te sientas algo así como 3 minutos, ¡y te sacan a bailar!, un hombre cualesquiera, no importa en verdad; lo realmente importante es divertirse en esas vacaciones en la playa; eres tan provocativa, ¿será que estás permanentemente llena de olor, de feromonas, de un sutil aroma a sexo, a sensualidad y erotismo?; tal vez, pues dicen que, mientras más follas, más está el cuerpo listo; ¡así que te sacan a bailar una pieza tras otra, sin parar casi nada!... Hay canciones que se prestan para bailarse con mucho contacto, ¡lo que provoca que los varones se den cuenta de que estás, casi, desnuda, casi sin nada encima!, salvo ese vestido y esas zapatillas; ¡cómo los excita sentirte!, ¡y a ti darte cuenta, plenamente, de ello!, pues sus miembros se endurecen y los puedes sentir al rozarlos... Llega un momento en que, putísima como eres, ¡ya no resistes!, ¡necesitas mucho sexo para apagar el fuego que se ha encendido!; se te ocurre meterte al baño de hombres, levantarte la falda y, al primero que se vea dispuesto, ¡hacerle que te meta su verga!; así lo haces y, en segundos solamente, ya te folla muy duro uno; ¡te corres!, pues ya estabas al punto, deseosa, excitada, caliente... Pasa, pero llega otro, ¡al que le ofreces tu ano, para ser follado!; no se niega, te mete su poderoso pene, ¡te hace gritar bastante!, y eyacula en poco tiempo, ¡pero llega el tercero!, que sigue, en ese mismo ano, en ese mismo recto, ¡hasta el fondo de ti!, hasta que sus testículos pegan, rítmicamente, con tu vagina; ¡te vuelves a venir!, con gemidos y jadeos, temblores, gritos, ¡contorsiones que demuestran que tu cuerpo cede al placer!... Cuatro, cinco, seis, siete, ¡ocho!, muchos, ahí en el baño, quieren meterte su verga, ¡pero ya no podrán!, hasta ocho; ¡debes regresar antes que yo!, si no deseas que me enoje mucho; así que, como puedes, te zafas del noveno que te quería coger, sales del antro, tomas un taxi, regresas al hotel y subes al cuarto; ¡todavía no llego!, ¡perfecto!, te quitas la ropa, los zapatos, te colocas tu correa, tu collar, y me esperas echada en tu tapete... Cuando llego, ligeramente bebido, pues nunca me ha agradado, ni con mucho, perder el piso por el alcohol, ¡se pierde tanto!; desde la dignidad por las estupideces que hace la gente borracha, así como la capacidad se sentir plenamente, de disfrutar todo... Me siento, luego de saludarte, me desvisto, me siento en la cama; te acercas, metes mi flácido pene en tu boca, ¡lo haces crecer!, mamas, besas, chupas hasta que, en un rato más o menos largo, eyaculo en tu boca, ¡lo que te hace sentir un orgasmo más hoy!, pero un poco menos explosivo, menos violento, sin embargo, un orgasmo muy rico, como el que se siente cuando uno ama... Te acaricio la cabeza, te la beso, me recuesto en la cama ahora, tú haces lo mismo en tu tapete, que traje desde casa, para ti; dorminos plácidamente, satisfechos ambos sexualmente, ¡sí!; tal vez soñemos con lo que haremos mañana, ¡y será bello!, pues volveremos a pasearnos por la playa nudista como hoy, y tal vez, ¡sólo tal vez!, se vuelva a formar la fila de hombres!, aquellos que faltaron por conocer tu vagina o tu recto y que, probablemente, ¡estarán ansiosos de meterte sus duras vergas!... Unas vacaciones exactamente hechas a la medida de nosotros dos... INICIO DE UNA FANTASÍA EXTREMA: MI PERRA Y YO Parte I Nos conocimos en un bar para parejas, pero tú estabas sola, sentada en la barra, tomando una bebida ligera, para damas; yo tampoco iba acompañado, por lo que, las mujeres del lugar, me llamaban la atención, como debe sentir el cazador con su presa; la belleza exterior es importante, y la había en todo el sitio, pero no fue sólo eso lo que me llamó la atención de ti, en verdad, sino la tristeza con la que tomabas, en pequeños sorbos, de tu vaso... Me acerqué, te pedí permiso para acompañarte, no te negaste pero, casi, ni me volteaste a ver, no hubieras podido reconocerme si yo, en ese instante, me hubiese retirado, sin fomentar la plática; no le di importancia a eso, no era como para ofenderse, no ahí, no con el sentimiento que, se te podía notar desde lejos, tenías... Insistí preguntándote cómo, una mujer tan atrayente, podía estar así, triste, entre tantos varones que se morirían por conversar contigo; una lágrima recorrió tu mejilla, ¡y empezaste a hablar conmigo!, como si fuera un amigo o un confidente que conocieras hace mucho; ¡ha de haber sido el destino!, pues no encuentro otra explicación... Me contaste que terminaste apenas con tu pareja, que se fue, pero que tú tuviste la culpa, que él tenía razón, que era lo que debía; recuerdo que te pregunté, con voz muy relajada, cálida, confiable, porqué creías que eras la responsable, porqué cargabas con la culpa; continuaste contándome como te encontró cuando follabas duro, en el departamento que alquilaban juntos, ¡con dos hombres!... Estabas siendo penetrada por tu vagina y por tu boca, en 4 patas, sobre la cama matrimonial en dónde dormían, ¡con ahínco!; cuando él entró, no sabes por qué, pues él debía llegar más tarde, lo único que te dijo fue “¡perra!”, y salió enojado, y muy triste; ¡pero lo peor no fue eso!, ¡sino que, ante la sorpresa de los hombres, en cuanto salió, volviste a follar con ellos más duro que antes!, ¡hasta correrte entre gritos desmesurados y grandes contorsiones!... Es entonces cuando te diste cuenta que sí ¡en verdad eres una perra!; él regresó únicamente para llevarse sus cosas, cuando tú no estabas; otra lágrima asomó cuando acabaste tu relato, te pasé un pañuelo; luego me dijiste que era un problema que te aquejaba desde tiempo, ¡pues el sexo te encanta y simplemente no hay hombre que te llene!; por eso tu tristeza de esa noche, sabes que no podrás ser feliz, no así, no en ésta sociedad que te limita y ve mal tu modo de desahogarte... Es entonces cuando te digo, muy serio, “una perra así debería tener, en verdad, un amo comprensivo que le dé lo que necesita y desea”; mis palabras, o tal vez el modo de decirlas, te sacuden un poco, obligándote, por fin, a voltear a verme bien, a observarme completo; “sí, eso creo, que una perra así debe tener un dueño, pero uno bueno, que no se amedrente ante nada y sepa comprenderla plenamente”... Me esbozas una sonrisa, como si yo bromeara, y lo dijera al aire; pero, después de tomar un trago de mi vaso, te digo algo muy serio; “si yo tuviera una perra así, ¡no escatimaría esfuerzos para alegrarla, para conseguir su dicha, su completo y total desahogo sexual!”... Me dijiste, caso como para que no lo oyera bien, “no, ¡no te creo!”, y tomaste un sorbito más a tu vaso, en la misma actitud triste; “lo sé, no es fácil creerlo, pero no pido que lo creas, no a la palabra, ¡sino a los hechos!, a aquello que puedas comprobar, palpar, vivir”; te apunto, en una tarjeta, un domicilio, y te lo paso, mientras hablo, “si vas a mi casa, en exactamente dos semanas, en la mañana, podrás comprobar que no estoy hablando por hablar, y verás cómo, meticulosamente, habré preparado todo para mi auténtica perra”... Me ves con los ojos a medio cerrar, incrédula, con una sonrisa leve, dibujada en tu rostro, pero me das las gracias, y guardas la tarjetita; me despido de ti, con un beso en la mejilla, casi tierno, y te digo, “te esperaré y, si asistes, ¡prepárate para cumplir una fantasía!... Continuará... INICIO DE UNA FANTASÍA EXTREMA: MI PERRA Y YO Parte II Es el día indicado, en la casa señalada, en la mañana, temprano; acabas de bajar del taxi, observas mi casa, que no es enorme, no es chica, simplemente es una casa que demuestra cierta holgura; no sabías si venir, la verdad, y creo que fue una curiosidad fabulosa, la que te hizo llegar ahí, a la cita que hiciste con un desconocido, durante una charla en la barra de un bar, sin más detalles profundos.. Tocas a la puerta, salgo a abrirte, intentas saludarme, platicar algo, te callo con un dedo mío en tu boca, con sutileza, y una sonrisa, pero determinante, casi como si se tratara de lo que debe ser ahí; te encamino a la recámara, te empiezo a desnudar, ¡ibas a hablar!, te vuelvo a poner mi dedo en tu boca, ahora, también, con un “no”, señalado con mi mismo dedo, moviéndolo de un lado para otro; sigo desnudándote, ¡y me dejas hacer!, bueno, acostumbrada al sexo, ¿qué podría pasar si te desvisto y me agasajo con tu bella imagen!; empiezas a pensar que vamos a follar muy rico, ¡y eso será todo!... Una vez desnuda, con mis manos, te obligo, con delicadeza, a bajar, a colocarte en 4 patas, a poner tus rodillas y manos en el piso; saco de un cajón un collar, ¡que te pongo al cuello!, y una correa; ¡ibas a volver a decir algo!, pero ahora me llevo el dedo a mi boca, y hago un sonido que se usa para ordenar silencio, para callarte... Como que te apenas por tantas veces que te he tenido que callar, pero hago como que no me entero de esa actitud, de ese sentir; ahora te llevo, comunicándome a señas, a gatas, hacia la sala; ahí te coloco, literalmente, en un tapete que está junto a un sillón... Empiezo a hablarte: “El amo puede hablar, la perra no, nunca habla; si desea algo debe intentar hacerse entender a señas, solamente; la casa está acondicionada para que puedas estar desnuda siempre, con ambiente artificial permanentemente, con alfombras para que, por más que camines en 4 patas, no te lastimes ninguna pata; hay una letrina especial para ti en el jardín, para tus necesidades; ¡y no puedes, bajo ninguna circunstancia, abandonar tu papel, mientras yo esté junto a ti, en cualesquier lugar, a cualquier hora!; cuando yo salga, podrás hacer lo que gustes, como gustes, siempre, y yo te avisaré, con precisión, mi hora de llegada, por tu comodidad, para que no tengas premura ni ansiedad cuando en cuanto a tu papel; ¡y tu papel es el de mi perra!, ¡ninguno otro, nunca, jamás, no!; no eres esclava ni estás prisionera, si deseas acabar con esto puedes, levantarte e irte, simplemente, o decírmelo y terminar con el juego; pero lo que te pido es que lo pruebes, a ver qué tanto te gusta, a ver qué tanto aguantas, y a ver qué tanto acatas mis órdenes; para decirme algo, te daré mi correo electrónico, para que escribas, cuando estés sola, sin mi presencia, lo que te pasa, falta o deseas”... Me quedo un momento viéndote a los ojos ahí, abajo, sentada; me miras con extrañeza, ¡pero no dices nada!, entiendes aunque, verdaderamente, no sabes si te gustará, ¡pero quieres probar!; ¡total, es un juego!, algo así como una fantasía que se cumple... Asientes con la cabeza, te sonrío, te acomodo sobre tu tapete, para que estés “de pie”, en tus 4 patas, me acerco por atrás tuyo, me quito el pantalón, me arrodillo, ¡y meto mi verga en tu sexo!; follamos con mucha intensidad, con mucha fuerza, ¡y ritmo!; ¡hasta que te vienes en un orgasmo enorme, por la excitación!, jadeando, gimiendo, gritando, ¡y follando sin parar para nada!; hasta que eyaculo, en tu vagina, llenándote de semen tibio... Me pongo de pie, me acabo de desnudar y me pongo una bata; te llevo con tu correa hasta la cocina, donde he tenido que guisar, ¡pero huele exquisito!, sirvo en un plato en la mesa del antecomedor, ¡y te sirvo lo mismo en un platón para perra en el suelo, junto a mí!; me sonríes, sabes qué debes hacer, me sigues el juego, comes ahí... Después de la comida, te saco al jardín, por la puerta de la cocina; ese lugar está techado, con cristales, ¡como un invernadero!, igual; tiene ciertos sitios en el techo que se abren, y dejar pasar la lluvia, el Sol, y que se ventile el jardín cuando sea necesario para su bien; te llevo a donde está una tapa entre el pasto, la levanto, te señalo, “ahí harás tus necesidades, siempre, no tienes mas que pedirlo, como cuando la mascota de la casa rasguña la puerta, para salir”; en ese momento te acomodas encima del hoyo, defecas y orinas, ¡como una verdadera hembra canina!, y te retiras, para que tape; ¡ha sido una escena de un erotismo lujurioso salvaje y bello!; se me vuelve a poner duro mi pene, ante lo que acabo de ver... Continuará... INICIO DE UNA FANTASÍA EXTREMA: MI PERRA Y YO Parte III Han pasado dos días desde que aceptaste “jugar” conmigo al amo, y a la perra caliente, obediente, sumisa, siempre deseosa de agradar; yo salgo a trabajar no muy temprano, y regreso a las 8 de la noche; mientras tanto, te ha dado por conocer cada rincón de la casa, probar que ya podemos comunicarnos por correo y por chat; has salido, vestida con el único cambio que trajiste cuando llegaste, y haces las compras con un dinero que te dejo, cada día, en un cajón; lo suficiente para comprar comida para una semana, o un vestido, o un par de zapatos y, al día siguiente dejo otra cantidad idéntica... ¡Todo es novedad!, como que te estás divirtiendo, igual que yo; hemos follado sólo tres veces, que son a tu llegada, ayer y hoy; te gusta cómo te cojo, pues logro que te corras cada vez, rico; ¡pero tu libido es mayor!, como que empiezas a necesitar más sexo; tal vez, empiezas a pensar, si cuando yo me vaya tú buscas hombres; ¡te encantaría!, pero aún no te animas, será un poco después... Hoy llego, pero no a cenar, como siempre, sino para ponerte, en tu collar, tu correa de cuero, ¡vamos a salir como amo y perra!; te subo al carro, en la parte de atrás, cual debe, con mucho espacio; buscamos durante mucho rato, ya son las 9:30, ¡una hora ya!; pero no ceso, busco algo especial, único, que haga ésta noche, una especial, inolvidable, ¡tan satisfactoria!, ¡y muy erótica!... ¡Por fin!, la visión que estaba buscando, la escena que imaginé; se trata de tres hombres, entre los 28 y 34 años de edad ellos, sentados, platicando, bajo la luz de un arbotante, en la esquina, en las orillas, de un parque grande, tupido de árboles que dan, dentro de lo razonable de un lugar público, bastante privacía... Detengo el auto, saco de la guantera una pistola, por precaución, me bajo, te bajo con tu correa, y con unos guantes y unas botas, que llegan hasta arriba de la rodilla, para protegerte del cemento, del piso, para no lastimarte y, así, nos acercamos a los hombres; le hablo, “señores, mi perra necesita ser cogida por varias vergas, ¿serían tan amables de ofrecerse a metérselas duro y muy adentro?; los hombres quedan atónitos, por verte, por verme, por la oferta; “lo único que tienen que hacer es desnudarse y follársela rico”... Ya más conscientes de sí mismos, luego de la sorpresa, actúan, ¡se quitan la ropa los tres muy rápidamente!, quedan desnudos; te dejo ahí, me retiro al auto, como a 10 metros, para cuidarte; ¡ha sido tan rápido todo que casi no has tenido tiempo de pensar!, pero no te niegas, ¡es mucho sexo duro el que estoy consiguiendo!; así te quedas, muy quieta, en tus 4 patas, esperando lo que venga... ¡Y empieza la orgía!, los hombres te acarician nalgas y senos, piernas y brazos, espalda, cintura y cadera, ¡hasta besan tu boca!, con intensión de meterte su lengua lo más que puedan en ella; alguno lame tu vulva, otro mordisquea tus pezones, como si, la hacerlo, pudiera mamar leche de tus senos colgantes como ubres; te manosean sin pudor alguno, meten sus dedos en tu ano y vagina, ¡también los meten en tu boca!, para que los chupes como a penes... Finalmente, llega lo mejor, ¡cuando el primero te penetra en tu ano!, metiendo su verga en tu recto, ¡y empieza a follarte como si nada!, como si se tratara de tu vagina lubricada, ¡y gritas de dolor y gusto!; otro te mete su verga en la boca, agarrando violentamente tu pelo, para jalarte y follarte más duro que el que te tiene ensartada atrás; el tercero te agarra tus pezones con ganas, lastimando, ¡pero rico!; ¡te vienes como la grandísima puta caliente que eres, mi perra!; no tardaste ni un minuto en esa situación cuando ya te has corrido, ¡y cómo lo has gozado!, tu sexo aún tiembla después del clímax... Ahora los hombres se cambian de posición, y uno te mete su pene, con fuerza brutal, de un sólo golpe, y hasta adentro, en tu vagina; ¡éso hace que te arquees hacia atrás instintivamente!, lo que, otro hombre, aprovecha para tomar tu cabeza y penetrar tu boca; ¡son manos y manos las que te acarician y agarran con fuerza, duro!, ¡lo que estás disfrutando tanto!, que no tardas en venirte otra vez, ¡tu segundo orgasmo intenso, fabuloso, cargado de contracciones!; los hombres, a pesar de que se esmeran, no se percatan, por ello, por lo mismo, que están follando tan duro que no notan tu temblar... ¡Por fin eyacula el de tu vagina!, y se quita para que pase el otro, que sigue en el mismo orificio, follando brutalmente tu sexo; eyacula el de la boca, haciendo que tu lengua pruebe su sabor, ¡y te vuelves a correr instantáneamente con esa situación intensa!; el que sigue en tu sexo no tarda mucho en acabar, también, adentro, ¡y te dedicas a exprimirlo bien, ordeñarlo con tu vagina, fuerte!... Parecería todo, los hombres empiezan a vestirse, pero me acerco, y les pregunto, “¿sólo una ronda, pues qué no has disfrutado, no les ha satisfecho mi perra?, ¡anden, acarícienla un poco más!, verán cómo, en minutos, tienen ganas de una segunda corrida!... Los aludidos se miran entre sí, ¡y están de acuerdo!, botan la ropa, se acercan a ti, yo me alejo, te tiran en el piso, ¡y te besan toda!; te acarician, con menos fuerza, porque están más relajados; te frotan la vulva, el clítoris, maman tus pezones, te besan la boca, ¡recorren tu cuerpo integralmente, una vez más!, te llenan de saliva, te hacen sentir doler la piel de tanto que pasan sus manos por ella; ¡y se vuelven a calentar!, ¡y te vuelven a follar, con muchas ganas!... Al terminar esa segunda ronda, se visten y se van, presurosos, por la hora, muy probablemente, pues ya es casi media noche; me acerco ati, que sigues acostada en el piso, te ayudo a levantar; te llevo, en tus 4 patas, al auto, te subo atrás, arranco, nos vamos... Ésta noche te corriste 7 veces, ¡7 maravillosos orgasmos, perra mía!; llegamos a la casa, cenamos, aunque tú casi ni eso deseas, pues fue, ¡delicioso, exquisito, mucho, sexo duro para una puta caliente!; cuando nos vamos a dormir, reflexionas desde tu tapete, piensas, ¡te das cuenta de qué maravilloso mundo dedicado al erotismo, a la sensualidad, y al sexo duro hay para ti a mi lado, con tu amo!... No puedes sino aceptar que son los días más felices de tu vida, ¡los pocos días en que has entrado a mi “juego”, al rol de mi perra!; decides no dejarme pronto, seguir así hasta que te aburras o yo, en alguna torpeza, lo provoque, te orille a querer dejarme solo... Ahora han pasado más de dos años, donde hemos hecho de todo y, por mi forma de ser, lujurioso y morboso contigo, siempre busco, de algún modo u otro, que disfrutes de mucho sexo, ¡tanto que, por más que lo desearas negar, estás mejor conmigo que con nadie!; te has llevado tus pertenencias a una de las recámaras de la casa; te compro ropa para salir cuando yo no estoy, ni te veo de pie; tenemos una sirvienta que ha entendido que así somos y no habla, no opina, simplemente sirve, observa, obedece, cuida, ayuda... No sabes cuánto tiempo más pasaremos juntos, ¡pero te gusta!, lo suficiente para desear seguir así por algunos años más, ¡rico!... CASTIGANDO A MI PERRA... Llego y no me recibes, lo que me invita a buscarte por toda la casa; te encuentro recostada, boca arriba, ¡en la cama!, ¡acariciándote!, corriéndote en la cama, pues te corren los líquidos por las nalgas; ¡te has de haber venido, por lo menos, frotándote tan duro 2 veces!; entro de golpe, dando un portazo, ¡y gritas por el gran espanto!, pero no por la sorpresa, sino porque sabes que has violado reglas... ¡Te voy a castigar!, y lo sabes muy bien, ¡no hay escape ante ello!; te bajas de la cama, y te pones en 4 patas, esperando el castigo; voy a un cajón, saco unas pinzas de dientes como cuchillos, filosos, te pongo uno en cada pezón, ¡y te duele mucho!, hasta salir, tímidas, algunas lágrimas por la fuerte sensación, ¡pero lo mereces, perra!; tal vez, al rato, escurra alguna gotita de sangre, por los pezones... Me desnudo y me pongo atrás tuyo, con mi verga dura, parada, ¡y te azoto con ella las nalgas!, ¡no puedes creer cómo puedo pegar!, ¡y menos pegar con mi verga tan fuertemente, como con un palo!; te azoto varias veces, con la intención de dejar moretones en ellas; ¡luego busco tu vagina, y la azoto con mi pene durísimo, erecto!, ¡aullas del dolor!, pero, también, del gozo que te da ser castigada, porque eres una perra mala, una puta caliente que se corrió donde, sabías bien, estaba prohibido, ¡y menos estando sola, sin mí ahí!... Te azoto hasta que creo que tu clítoris te duele ya, y tu vulva, enrojecida por los azotes de mi pene ahí, sin misericordia alguna; te tomo del collar y te llevo a la regadera, te pongo en la tina, me meto luego, de pie, tomo tu cabeza, te meto mi verga en la boca, ¡hasta que desaparece toda ahí adentro!, y mis testículos tocan, literalmente, tu barbilla, y mi vello púbico cosquillea tus labios... ¡Arremeto follándote en tu boca con ahínco, con poderío, mucho!, llegando, en cada arremetida, a tu garganta, ¡puedo sentirlo así!, cómo la cabeza de mi pene roza tus anginas, y tu campanilla; ¡eres tan fabulosamente puta que no sientes ganas de vomitar!, al contrario, me ayudas a que llegue lo más adentro y te pegue, ¡realmente te golpee con mi pene!, en tu garganta, antes de bajar... ¡Eyaculo en ése lugar, hasta adentro, donde tragas la comida!; ¡y cierras ojos y te tragas mi semen!, sin pasar por tu lengua, ni encías ni dientes, directamente de tu garganta hasta tu estómago, ¡y o disfrutas tanto que te corres en ése momento!, un orgasmo, uno tan fabuloso que puedo ver el nivel del placer en tu rostro; ¡pues es tan expresivo, que pareciera que es de dolor y no de gozo!; pero tu cuerpo se puede sentir temblar de arriba a abajo, intenso... Ya te he hecho sentir el rigor de mi castigo en tus pezones, y nalgas, en tu sexo y boca, y me he corrido en adentro, en tus entrañas; ahora, ya con mi pene un poco más flácido, lo saco de tu boca, ¡pero no todo!, queda la cabeza adentro, rodeada por tus labios, ¡y empiezo a orinar dentro de ti!, haciéndolo poco a poco, para darte tiempo de tragar mi líquido con cierta continuidad... Me retraigo, suspendo la acción, ya te he dado a beber bastante; ahora lo saco y baño tu cuerpo con mi lluvia dorada, desde el cuello, dejando que corra, tibia, por tus senos, vientre, hasta llegar al sexo, a tu vulva, donde escurre para terminar en un hilillo en la coladera... Me parece que, por hoy, has aprendido la lección, te saco del baño, te seco con una toalla, te quito las pinzas de tus pezones adoloridos; ¡es tan grande tu suspiro por sentir alivio que parece de un clímax!; te acuesto en tu tapete, junto a mi cama, te pongo, tu propia mano, en tu sexo, te ordeno que te frotes hasta correrte tres veces ahí, mientras me acuesto y concilio el sueño, pues deseo me arrulles, amenices mi descanso, con tus jadeos y tus gemidos de cada corrida; ¡ése será el cierre perfecto para el día de hoy!, escucharte gemir, y gemir, hasta cerrar los ojos y no saber nada más hasta mañana... Creo que, específicamente esta parte no es un castigo, pero yo ya, aunque no te lo haya dicho, te he perdonado y ya no se trata, ni con mucho, de castigarte, sino de disfrutar de cómo gozas, de escuchar aquellos sonidos que haces cuando disfrutas del sexo... EL PERRO DE MI PERRA Hace unos meses me pediste un perro, un cachorro, de una raza, de un tipo en particular, ¡un gran danés!, hermoso, por cierto; un perro de color negro azabache, con una pequeñas manchas, blancas, en pecho y puntas de las patas, ¡un animal fabuloso!; lo elegí para ti con un criador profesional, y es de raza pura, con su pedigrí perfectamente certificado, y sus vacunas puestas... Cuando llegó era un perrito relativamente chico, de unos 6 kg; ¡ahora pesa más de 60, diez veces el peso con el que lo conocimos!; pero es, precisamente, lo que deseabas para ti, un perro poderoso, grande, con fuerza en todo su cuerpo, desde el hocico a la cola... Hoy has decidido iniciarlo, y lo harás en cuanto yo me haya ido; comenzamos como cualquier otro día, me despiertas a lengüetazos, para que te lleve al jardín trasero a realizar tus necesidades diarias, caminando en tus 4 patas, desnuda, como siempre, con tu collar; al pasar por la cocina saludo a la sra. sirvienta, que lava trastes; levanto la tapa del hoyo designado, defecas y orinas, lo tapo; entramos, nos dirigimos a la sala, y en la puerta de la cocina, antes de pasar al comedor, te detienes en seco, bajas tu dorso al piso, quedan tus nalgas al aire, me ofreces tu trasero para que lo penetre... Saco mi pene y te lo meto con fuerza en tu ano, ¡y te follo duro!, con una energía salvaje, ¡que te causa tanto dolor como placer!; disfrutas de sentir cómo lastimo tu ano, tu recto, ¡y jadeas por ello!; ¡te vienes entre gemidos y un grito fabuloso!, te encanta te folle así, ¡eres tan caliente, una puta tan ardiente!, me provocas eyacular, con sólo verte gozar así, ¡es extremadamente excitante, erótico!; y eso que ya llevamos más de dos años juntos, en éstos roles; ¡no nos cansamos de fornicar, una y otra vez, hasta caer rendidos!... Ya fuera de tus entrañas, tapo mi pene con la bata, subo a bañarme; tú esperas pacientemente y, cuando bajo, desayunamos como es, tú en tu platón, a un lado mío, en el piso, yo en la mesa de la cocina; terminamos y me despido, debo irme ya, así que salgo por el frente; un jardín frontal bastante grande, donde está la casa del gran perro; lo saludo y me despido al mismo tiempo, yo no lo procuro mucho, es tu mascota y, entre tú y la sra. del quehacer, lo cuidan y miman... Hoy, al salir para el trabajo, no te vistes, no te preparas para irte, de compras o para visitar a alguien, como haces casi a diario; subes en tus 4 patas a la recámara, sacas un frasco con líquidos; te pones en las manos y te lo frotas en la vulva, impregnándola bien; bajas, abres la puerta, dejas pasar al enorme animal, lo saludas, lo acaricias de su cabeza, lo llevas a la cocina, donde le da de comer, en un gran platón, la sra. sirvienta, como cada mañana, cada día... ¡Pero el perro se nota inquieto!, algo diferente a la actitud cotidiana; casi no come hoy, ¡prefiere correr a tu lado!, que estás en 4 patas; empieza a husmear, a oler en tu sexo, ¡algo lo incita de ahí!, ¡es lo que te pusiste!, hormonas de perra en celo, ¡que lo excita!; en pocos minutos, ¡el perro te está montando!, ¡y tú lo dejas hacer!... Pues sí, ¡lo que buscabas era que el gran danés te follara en tu sexo!; como te ocurrió cuando estuviste con mi amigo en aquel tiradero, de compra y venta de fierros y metales, con sus perros guardianes; ¡el perro es poderoso!, y eso que es joven, pues llegará a los 80 kg.; ¡te folla con tanto brío que debes hacer un esfuerzo para no caer!, ¡pero lo estás gozando como nunca!, ¡y te corres como real perra!, ¡jadeando y gritando, temblando, contorsionándote y gimiendo!... En un momento determinado, sientes cómo crece, dentro de ti, su miembro, ¡es el glande que se ha hinchado como una pelota!, el animal está en el estado de traba, cuando puede quedar atrapado, amarrado a la perra, que lo amarra con un músculo constrictor; ¡esto es fabuloso, tienes adentro algo enorme de un gran perro!... No sabes exactamente cuándo, pero el enorme animal eyacula en ti, ¡puedes sentir sus líquidos tibios invadir tu vagina abierta para él!; y esa sensación te excita mucho, ¡has follado con tu perro virgen!; la sola idea te hace desear más, pero no sabes qué seguirá con él... Acaban y, en breve, tu mascota regresa a su platón, a acabar todo; tú te quedas echada en tu tapete de la sala, ¡tan satisfecha, contenta!; pero piensas que, sería fabuloso si tu animal pudiera repetir lo suyo; cosa que averiguarás un poco más tarde, cuando te pongas más, un poco más, del frasco que guardas con tanto cuidado en casa... Al parecer todo salió a pedir de boca, porque hoy no has salido; ¡qué bien funcionó tu plan!, uno meritorio de una perra como tú... TU MATRIMONIO PERFECTO ¡Te has casado!, con un hombre mayor que tú, ¡de 75 años!; es un noble europeo, millonario, excéntrico (por no decir loco), que conociste en una orgía donde demostraste ser una perra, una grandísima puta que goza tanto del sexo que no tiene límites; ¡eso lo conquistó!, porque es sumamente lujurioso, ¡en extremo!, y ninguna de sus esclavas sexuales, ¡que han sido muchas!, pudieron complacerle al 100%, ¡hasta quedar muy satisfecho!... Pero tú tienes lo que necesita: gusto por el sexo ante todo; lujuria que te lleva a cometer cualquier bajeza por un orgasmo; imaginación que enfocas hasta perderte de la realidad para gozar; una total falta de sentido de la pulcritud o la pureza que, te hace, te convierte en una mujer sin asco ni repugnancia por nada... Vives en un verdadero palacio, con una servidumbre de 200 gentes; ¡todas a tu servicio sexual absoluto!, para hacerte venir eternamente; son personas que reciben un salario descomunal por acompañarte, y por seguir las indicaciones de tu marido minuciosamente... Ahora describiré tu rutina dentro de tu vida matrimonial actual: En tu recámara, pues duermes separada de tu marido, por su deseo; pues en ése cuarto, al acostarte, hay una fila de hombres desnudos, igual que tú, que esperan te acuestes para penetrarte, ¡no follarte!; tan sólo se acuesta uno junto a ti, y te mete, usando lubricante, su verga erecta, hasta el fondo de tu vagina, sin moverse, quieto; ¡esa es la idea, la maquinación de tu esposo!, que tengas adentro, ¡toda la noche!, un pene en tu sexo, que te deje dormir pero, ¡que siempre esté ahí!, que nunca esté flácido, ¡y sí muy duro!... Cuando el primer hombre eyacula, luego de unos 20 minutos, de estar dentro tuyo, con su condón y su lubricante para no tallar, ¡entra el segundo en su lugar!, acostándose junto a ti, adaptándose, exactamente a la posición en la que duermas, ¡porque sí, duermes!; así, en las 8 horas que tienes de sueño, te penetran unos 35 hombres, que se sustituyen en cuanto eyaculan, pues es imposible evitarlo, es imposible mantenerse erecto sin correrse horas y horas, por eso, precisamente, hay una fila de ellos preparados para pasar la noche... Al despertar tú, los hombres desaparecen como si nada, sigilosos; ¡has tenido varios orgasmos nocturnos!, orgasmos tenues, apacibles, como los que tienes durante un sueño húmedo, mientras dormías; te levantas y te diriges al baño, a tomar una ducha, como cada día... ¡Pero tu ducha no es una cualquiera!, ¡es una ducha de orines!; en el baño hay una zona para la regadera, pero no existe la misma; en su lugar hay, en el piso de arriba, de pie, los 150 hombres, los que se turnan durante día y noche para penetrarte, follarte, o cualesquier otro deseo u orden hayan recibido del jefe de la casa; se acercan al borde 30 de ellos, y te orinan dirigiendo sus chorros, haciendo las veces de una regadera de meados tibios que caen, que recibes como si fueran agua, para tallarte suavemente, toda, para lavar tu pelo, para dejar que corra por tu rostro, y beber algo; ¡es una exquisitez para ti tal ducha!, una ducha que te excita; cuando uno de ellos acaba, inmediatamente es sustituido por otro, y éste por otro, ¡y por otro!, hasta que, en lo que dura tu regaderazo, casi 130 0 140 de ellos ya han vaciado sus vejigas encima de ti... Al salir de la ducha, 15 mujeres, de las 50 que están contratadas, te secan, ¡con sus leguas!, ¡a lengüetazos!, ¡por todos lados!, desde los dedos de los pies, hasta la cabeza, sólo dejando el pelo, que te ha enredado en una toalla una de ellas, para que no escurra; ¡es tan extremadamente sensual ésta rutina que, muchas veces, terminas corriéndote mientras te lamen las 15 hermosas mujeres!... Vas al comedor, desnuda, sólo con zapatillas altas, como es lo tuyo; saludas a tu esposo con un beso candente y húmedo a tu esposo, que ya está leyendo el periódico del día, y ha empezado con un café; él se sienta en la cabecera de una gran mesa, a ti te toca la otra, pero con una peculiaridad, ¡que es la silla especial para ti!; se trata de una silla con un orificio, como un excusado, similar; abajo, un hombre, acostado en una tabla con rueditas, ayudado, por otro de los hombres desnudos que ahí laboran, se pone debajo; de modo que su cabeza queda debajo de la mesa, su pecho, a la altura de tus pies, su verga, debajo de tu sexo, sus piernas, sobresalen hasta un metro atrás de tu silla y, con un mecanismo, accionado por el hombre que ayuda, la tabla se eleva, hasta que, el hombre recostado, mete en tu vagina su verga parada, dura; es ésta ocasión no lleva ni lubricante ni condón, está limpio... ¡La idea aquí es que desayunes con una verga adentro, siempre!; cuando eyacula, el que ayuda lo baja, con el mecanismo, lo saca, se acomoda otro, lo vuelven a meter bajo tu silla, lo suben, te penetra, eyacula, luego de varios minutos de aguantarse, sale; ¡y se repite la acción hasta que acabas de comer y te levantas!... En el desayuno te sirven, todos los días, un plato con semen, ¡como el primer platillo del día!, para que lo comas a cucharadas; se trata de lo que eyacularon los que estuvieron contigo en la noche, y guardaron en sus condones la leche de macho que desayunas; será algo así como el equivalente a un vaso, es de unos 35, 40, ¡tal vez hasta 50 hombres!, depende de lo que hayan aguantado, del tiempo que tardaron en venirse en tu cama y en ser sustituidos... ¡Es lo más exquisito que podrían darte nunca, perra calenturienta!; ¡sencillamente te encanta comer eso, cucharada a cucharada, lento!; como si fuera un bocado inapreciable cada vez que metes semen, en tu boca, y lo dejas impregnar hasta el último rincón de ella... Tu esposo disfruta nada más de verte, de reojo, mientras “lee”; ¡su perversión es inmensa, y eso representa, para ti, mucho gozo!; pues, finalmente, todo lo planea él, todo lo idea él, ¡y él paga!; pero nunca alguna mujer había aguantado su lujuria desbordada; ¡excepto tú, la más grande perra en celo del mundo, realmente!; lo que te está recompensando con sexo 24 horas de cada día... Al acabar el desayuno, ambos suelen ir a una salita contigua, a menos que él esté de viaje de negocios, entonces asistes sola; ahí te esperan 4 hermosas mujeres, que te recuestan, cada mañana, en un diván, ¡y empiezan a acariciarte!, una te besa en tu boca, como si se tratara de tu amante, juntando su lengua con la tuya, intercambiando saliva, dejando que tú pruebes la de ella, y ella, por momentos, casi succionando la tuya, para también beberla; otra mujer se dedica a chupar uno de tus senos, ¡lo hace tan bien!, que, aunque a veces muerde, y lastima mucho, ¡deseas más, y más!; otra hace lo mismo en tu otro seno, intentando que ambos sientan, que ambos experimenten lo mismo al mismo tiempo, ¡rico!; la cuarta mujer abre tus piernas, y mete ahí su rostro, ¡y te chupa, te lame, te succiona el clítoris, mete su lengua en tu vagina, o en tu ano, o en ambos lados intermitentemente, con ahínco!... Entre las cuatro, ¡y siempre las mismas!, aunque, como todos ahí, rotándose el sitio cada día, para que todas te posean completamente, ¡te hacen correr de un modo extremo, al máximo, “el” orgasmo!; tu marido lo disfruta viendo todo desde un sillón a unos metros; observa cómo te contorsionas, cómo gritas, gimes y jadeas, ¡como, a veces, te arqueas del placer descomunal que te provocan!; a veces, inclusive, has llorado sin poderte contener, por el gozo... Al terminar, tus amantes se retiran, tu esposo se acerca, te da, en la frente, un beso tierno, se retira, sale al trabajo de ese día; ¿te agradaría te follara?, ¡imposible!, él ya no puede, lo sabes, ¡pero su lujuria, su carácter libidinoso le hace gozar de tu clímax!; ¡y disfruta tanto!, porque tú no disimulas, eres plena, lujuriosa, ¡y te corres varias veces todos los días!, en las diferentes ocasiones, en las diversas situaciones que se han vuelto tu rutina en su casa... La casa tiene clima artificial, nunca te vistes, y tampoco los 200, los que forman tu equipo de servicio sexual, están desnudos, permanentemente dispuestos a follarte, o sólo penetrarte, o acariciarte, o a complacerte en cualesquier capricho erótico; las 50 mujeres, que incluyen a tus 4 amantes, son hermosas todas, seleccionadas por tu esposo, que es realmente exigente y fino; los hombres son todos expertos amantes, hombres controlados, poderosos, algunos más grandes, fluctuando sus edades de 30 a 50, siendo los más jóvenes lo que suelen poner el aspecto de fuerza, y los mayores aportar una experiencia que puede ser al diferencia:.. Luego de tu cesión diaria de amor lésbico, te tocan 3 horas de, ¡sí!, ejercicio muy duro, para conservarte sana, capaz de sentir; ello incluye una hora de fortalecimiento de los músculos vaginales, desde contracciones, hasta los últimos descubrimientos para, en la mujer, conservar los músculos fuertes para tener orgasmos, clímax, satisfactorios, plenos, enormes, que logren lo supremo... Al acabar el ejercicio, tienes clases, ¡clases!, para ser una mujer, una esposa, culta, versada en todos los temas de actualidad; en tu salón, tu silla es igual a la del comedor, así que, esas 2 horas, siempre tienes una verga erecta en tu vagina, lo que te distraería, si no es porque pones todo tu empeño en concentrarte y aprender... Continúa la comida, que realizas sola, pues él trabaja un poco lejos; aunque nunca tiene el problema de los celos, ¿por qué será eso?; comes en tu silla erótica, penetrada hasta el cansancio por varios; a veces tienes orgasmos al sentir la eyaculación de alguno de ellos, a veces estás más tranquila, y únicamente disfrutas de la excitación... Al terminar la comida, dándote un pequeño espacio de una hora, que usas para caminar, casi siempre, te recuestas en una salita; ahí, una fila de 12 a 20 hombres, se dedica a follarte muy duro, en tu recto algunos, en tu vagina otros, ¡pero salvajemente!; tú te vienes varias veces, gozando de cada hombre, dejándolo, ¡exigiéndole!, que te lastime con penetraciones que parecen, literalmente, de motores, de pistones, que entran y salen rápido, golpeando tu sexo o tu ano, enrojeciendo la zona, calentándola; ¡friccionando hasta que, a veces, sientes cómo te queman tus partes!, algo parecido a cuando uno frota las manos hasta que hay calor, y se produce una real quemadura tenue en las palmas enrojecidas, también tienen la consigna, por órdenes expresas de tu esposo, de, mientras te follan, gritarte cosas como “perra, perra sucia”, “puta calenturienta”, “zorra, cerda, impúdica”, y otras muchas, ¡lo que te encanta, te enciende, y te hace querer más dolor y gozo!... Ahí sueles tener un orgasmo por cada 3 hombres que te follan; siempre en un marco de gritos descomunales, como si te mataran; de jadeos como si estuvieras corriendo por tu vida en el bosque; gemidos constantes, contorsiones varias, temblores involuntarios... Luego, sueles ir a ver alguna película al cuarto de televisión; siempre recostada en un sofá cama enorme, con muchos hombres, pues ellos deben, así como en la noche, eyacular dentro de ti, en sus condones, sin follar, tan sólo manteniéndose erectos, para que sientas sus vergas, pero no te distraigan mucho ahí; procurando que disfrutes de la película, pasando desapercibidos; no siempre lo consiguen, mucha veces te corres, pero no tan duro, más suave, casi en un marco de paz, como te ocurre al dormir... Al llegar tu esposo, para cenar, la escena del desayuno se repite, incluyendo lo del plato de semen, pero ahora es el de hace rato, cuando veías la televisión, una película pregrabada, o un deporte; comes, cucharada a cucharada, tu primer platillo erótico, sensual; luego te sirven lo que tu esposo eligió como su preferencia hoy... Al término de la cena, dos veces por semana, antes de irte a dormir, vas con tu esposo a su recámara, lo desnudas, lo besas mucho, le pasas tu lengua por cada rincón de su cuerpo, humedeciéndolo, hasta que tu saliva lo limpia de pies a cabeza, con cada lengüetazo; ¡ésto lo excita muchísimo!, tu entrega, tu desinhibición ante su edad, tu ausencia total de asco o repulsión por su cuerpo viejo, arrugado; ¡entonces tiene una erección!, ¡una que ni las pastillas conseguirían!; ¡y lo aprovechas para darle una mamada en su miembro semierecto!, hasta que logras que eyacule, sin mucho poder, pero con gran gozo, en tu boca, ¡y lo chupas aún después de ello!, pero suave, lento, dejando que disfrute de haber llegado al clímax, de haberte poseído; contentos ambos, te retiras después de recostarlo y besarlo, mucho, con frenesí, en su boca, haciendo que tu lengua toque la suya, y él te dé de beber de su saliva, y tú le llenes su boca con la tuya... Llegas a tu recámara, pasas al tocador, por uno corto momento; te acuestas en tu cama, enfrente de la fila de hombres que te esperan; el primero te penetra, prendes la televisión de tu cuarto, un rato; eyacula el hombre, en su condón, llega el segundo, tienes sueño, mucho sueño, apagas el aparato, cierras los ojos, eyacula el segundo, llega el tercero, concilias el sueño, pierdes la noción del tiempo; finalmente duermes, con una verga erecta permanentemente en ti, en tu vagina caliente, insaciable, ¡cada vez más insaciable!, sueñas... Mañana será otro día lleno de sexo constante, de orgasmos varios; ¡el paraíso para una gran perra en celo, para una puta caliente!; para una mujer que únicamente vive para el placer propio y ajeno, que disfruta como ninguna del sexo extremo, fantástico, para ti... EL TATUAJE DE MI PERRA Al cumplir un año juntos, viviendo como amo y perra reales, se me ocurrió que ya era hora de marcarte como de mi propiedad privada; llamé a la mejor tatuadora de la ciudad, para que pusiera, en tu sexo, en tu vulva, mi nombre en letras grandes, con sentido artístico... Al llegar ella estabas tan nerviosa que, me percaté, no sería posible, que te dibujaran lo que solicité, éste día, ¡pero ahí estaba la mujer!; decidí que, frente a la especialista, tendría que follarte, cansarte; me abrí el pantalón, me arrodillé atrás tuyo, ¡y te follé con dureza!, penetrando tu vagina hasta que empezaras a aullar de gran gozo... La mujer presente empezó a calentarse como nunca, ante la escena; me dí cuenta, le pedí se desnudara, ya una vez sin prenda alguna, le sugerí te tomara del cabello y te jalara hasta que tu boca mamara, chupara, succionara, su sexo húmedo por la excitación extrema; ¡así lo hizo!, empezó a frotar su sexo con tu boca, con tu lengua, violentamente, aunque casi no te dejaba respirar, pero no importaba; ¡te dedicaste a lamerla y chuparla hasta que se corrió en tu boca!, hasta que su eyaculación femenina terminó en tu lengua y garganta... Mientras yo te follaba, sin misericordia, ¡hasta que te corriste ahí!, hasta que terminaste en un orgasmo enorme, fabuloso, exquisito; con lo cual te tranquilizaste bastante, lo suficiente para continuar; la mujer te acostó, te separó los muslos hasta tu máximo, limpió, minusiosamente, el semen que eyaculé en tu vagina, y tus líquidos; ya con todo impecable, empezó a grabar, en tu sexo, la palabra Luis, que, de aquí en adelante, te haría ver, ante cualquiera, que eres mía, que eres de mi propiedad y de nadie más, pues está muy claro ahí, en tu entrepierna, en letras gigantes con un ligero toque gótico... Cuando la mujer se marcha, complacida por la paga y por el sexo, recomienda que no te folle en tu vagina hasta dentro de tres días; no hay problema, siempre está tu recto, que también me gusta, ¡o tu boca!, que es un instrumento maravilloso para eyacular ahí... ¡Mi nombre quedó precioso en tu sexo!, con la letra “L” atrás, en la zona donde acaba tu vulva, de ambos lados de tu rajadura; siguiendo con una “u” minúscula, pero muy grande también; la “i”, que está ligeramente atrás de tu clítoris, de ingle a ingle; la “s”, que roza tu vello púbico, como queriendo salir de abajo... En breve te lo mostraré con un espejo, para que lo aprecies y, si te gusta la mitad de lo que a mí, ¡estarás muy dichosa, perra mía!... LA NUEVA VACA DEL ESTABLO Estás en un café de la ciudad, disfrutando de uno solitariamente, mientras esperas que llegue tu amiga a la cita para charlar amenamente; llega un hombre, que te ofrece un perfume, lo desdeñas, pero insiste, hasta que consigue que solamente lo huelas un poco ahí mismo; aunque el efecto no es que te agrade, ni siquiera que tenga mal olor, ¡te provoca un desmayo casi instantáneo!, ¡pierdes el conocimiento!... Cuando despiertas te encuentras en un lugar que no reconoces, pero no te es ajeno, ¡se trata de un establo enorme, grande, moderno!; estás atada a una mesa extraña, desnuda, boca abajo, tu troco apoyado, los muslos colgando, las pantorrillas apoyadas en el piso, sobre pastura; en otras palabras, estarías en 4 patas si no es porque tus brazos, atados, están sobre esa mesa, extendidos hacia el frente, sin dejarte mover; otra característica de esa mesa es que tiene dos orificios para tus senos, así que están colgantes por debajo de la misma, aprisionados bastante... A tu alrededor hay unas vacas de pie, en sus 4 patas claro, formadas, pastando, y con esos aparatos succionadores para sus ubres, ordeñando; ¡tú eres parte de esa fila!, ¡como si fueras una vaca más en ese lugar!, perfectamente encajonada en un lugar lleno de pastura en el piso; tu primera reacción es empezar a gritar pidiendo por ayuda... Entonces llegan unos hombres, con varios aparatos para tu persona, entre ellos un vibrador enorme, unos succionadores de leche materna, ¡de los más poderosos que jamás hayas conocido en toda tu vida!; les cuestionas, desesperada, el porqué estás ahí, quiénes son ellos, y en lugar de contestarte, te amordazan para que ya no grites más; uno de los hombres le comenta al otro que tiene ganas de follarte, el otro contesta, en tono airado, que ahora no pueden perder tiempo; te meten el vibrador en la vagina, a todo lo que da, ¡y es muy fuerte!, "para que se le endurezcan bien las tetas", dice el que manda al otro; ¡y tenía razón!, en breve, después de algunas contracciones vaginales, tus senos están muy duros, y los pezones exaltado como pocas veces, será por la posición, mezclada con los orgasmos, y la opresión de ellos... Inmediatamente después te ponen los succionadores en ambos senos, ¡y los accionan para empezar a ordeñarte como jamás te habían hecho!; tu leche empieza a salir a chorros pequeños pero constantes, de tal modo que empiezas a llenar un recipiente relativamente pequeño, como de un litro y medio, en un lapso no tan largo a decir verdad... Cuando ese recipiente está al tope, detienen la máquina succionadora, que te ha causado unos estragos enormes a tus ubres, porque eso son, por lo menos ahora, que te has convertido en otra vaca de ese lugar; te quitan los succionadores, ¡pero no el vibrador de tu sexo adolorido!, y se retiran con su preciada carga de leche de hembra por una hora... Al cabo de ese tiempo regresan, sin tomarte en cuenta para nada, sin hablarte ni contemplar que entiendes todo lo que puedan decir; "el patrón está satisfecho, dice que desea que la familia entera, desde los dos niños, su esposa y él mismo, así como el gato y el perro, beban de la leche de la nueva vaca de dos ubres que acaba de llegar"; ¡ahora entiendes que fuiste secuestrada para proveer de leche a unos!, a un tipo que prefiere la leche de tus ubres a la de las otras vacas... Te vuelven a poner la máquina succionadora y ésta hace lo suyo, sacando la leche sin piedad de tus ubres hasta que vuelvas a llenar, completamente, otro envase de litro y medio de capacidad; los hombres te observan por lapsos, al igual que a los otros animales, sin hacer distinción de ninguna clase, como si no supieran la diferencia; cuando tienes ganas de orinar y defecar, amordazada, pides ayuda, aunque sea a gemidos, pero no te hacen caso, no se inmutan, ¡y terminas teniendo que hacer tus necesidades ahí, como vaca!, exactamente igual a como los otros animales que dejan caer al piso, sin pena alguna, lo que su organismo les exige sacar en su momento... Una vez lleno el recipiente, te vuelven a desconectar el succionador, y se vuelven a retirar de tu lado, ¡dejando el vibrador conectado!, daría la impresión de que se les ha olvidado, así que sientes enloquecer; poco despues regresan una vez más, y te sacan el vibrador por fin, te empiezan a desatar mientras te advierten que no te resistas, porque te harán verdadero daño, ¡hasta eliminarte si les das problemas!; asientes con la cabeza, dando a entender que comprendiste todo, y uno de ellos te dice "ahora eres propiedad del patrón, otra vaca, ¡no eres sino otra vaca para nosotros, una vaca lechera solamente!, y así te comportarás de aquí en adelante, ¿está todo claro?"; a lo que vuelves a asentir con la cabeza, pues apenas te quitan, lentamente, la mordaza que llevas puesta desde hace horas; intentas decir algo, pero te silencian rápidamente con un dedo en boca, ¡en tu boca!, y te dicen que "las vacas no hablan, mugen, nada más"... Te ponen un lazo al cuello, para llevarte, ¡en 4 patas!, a otro sitio; se trata de un cuarto que parece un gimnasio, ¡hecho para ti!; te ponen a hacer ejercicio durante una hora, de tipo aeróbico, mientras te hablan, sin permitirte que respondas con palabras, "el patrón gusta de conservar en buen estado a su ganado, así que cada 12 horas harás ejercicio, y comerás tu dieta especial"; al acabar el ejecicio, te ponen una vez más en 4 patas y te sirven, en plarones en el suelo, gran cantidad de alimento saludable, como verduras, legumbres, frutas, pescado u otro guisado, ¡en fin!, una dieta balanceada, extremadamente balanceada, como si lo hubiera estructurado un nutriólogo sólo para ti; también te dan pastillas de levadura y otras, entre ellas hormonas, todo destinado a que puedas seguir produciendo mucha leche; la familia requiere entre 4.5 y 6 litros de leche al día, normalmente, ¡y los hombres tienen la misión de lograr que se las proporciones!... Al acabar de comer, ¡todo!, pues no te permiten dejar nada, te regresan a tu sitio en el establo, donde te atan otra vez a la mesa, aunque ahora ya no te amordazan, se han percatado que entendiste; te vuelven a meter, como si se tratara de parte del procedimiento, el vibrador en la vagina, lo encienden, y se olvidan de que lo tienes, te ponen el succionador, lo prenden, llenas, luego de buen rato, el recipiente de 1.5 litros, y te dejan descansar unas pocas, horas; cual vaca, no tienes más remedio que seguir haciendo ahí, tus necesidades fisiológicas, y permitiendo que te vuelvan a ordeñar... Quizás la rutina sea sumamente aburrida, falta de emociones, pero es el destino de un animal destinado para el alimento de otros, nutriendo con sus ubres a los niños, adultos y mascotas, de una pudiente y poderosa familia ganadera de la comunidad... Así es tu rutina desde entonces, comiendo bien y haciendo ejercicios, cada 12 horas, para que, las otras 21 horas te ordeñen cuatro veces, y proporciones esa leche exquisita a la familia de tu nuevo dueño; uno que sabe apreciar la buena leche, de una buena vaca lechera... EL CRIADERO Parte I Quince amigas y tú (todas las excelencia), acuden a una entrevista interesante; se trata de probar una nueva máquina succionadora que estará pronto a la venta; llegan a una especie de gran rancho, lleno de árboles y animales, con una casa enorme, y elegante, al centro de la propiedad que es, en verdad, algo exquisito a la vista. Las reciben unos hombres, fuertes, musculosos, y las invitan a pasar a la residencia; adentro, una mujer muy agradable (y bella), les pide pasar, a una habitación contígua, de una en una, para irlas preparando para usar la máquina por la cual ahí se encuentran; al llegar tu turno, la mujer te pasa y, ¡lo primero que vez, es a tus amigas desnudas, con un collar metálico al cuello, y una larga cadena gruesa pegada a una bola de metal!; es decir, están imposibilitadas para moverse más de dos metros del lugar de la bola... Intentas escapar, pero los fuertes hombres te lo impiden, simplemente, tomándote, dos de ellos, de tus brazos, mientras la mujer te advierte que es inútil resistirse; ella corta con unas filosas tijeras tu ropa, ¡la destazó como si fueran trapos viejos!, te dejó desnuda también y, con cuidado, para no lastimarte, te pone tu collar metálico, forrado con telas de tal modo que no te rozará ni te lastimará tu delicado cuello... Una vez todas así, las llevan, los hombres, con las bolas en unas especies de patinetas, a otro lugar de la propiedad, ligeramente distante de la casa principal, quizás a 100 metros; ahí, en un cuarto muy amplio, a cada una, en sitios precisos del lugar, las acomodan, en sendos cómodos cojines que están en el suelo, como para recostarse plácidamente; cerca de cada lugar hay un cómodo y una mesita como para comida en la cama... Inmediatamente después entra un hombre muy elegante, distinguido, y les habla: "Están aquí para amamantar, pues necesito que eso hagan, ¡y amamantar mucho!, cada día, cada hora, hasta que sus ubres queden secas, inservibles, sin gota de leche; pero, cuando eso pase, ya no nos servirán y, simplemente, nos desharemos de ustedes; ¡así que más vale que puedan dar mucha de esa leche durante mucho tiempo!, por su propio bien, por su propia seguridad, ¡y no deseo la más mínima queja, gritos, insubordinación o escándalo de cualquier tipo!, no es bueno para su misión... y su vida...". El hombre sale y la mujer, acompañada de sus esbirros, se quedan, para acomodarlas, dejándolas en su lugar a cada una, muy bien, por cierto, ¡no parecería un secuestro!; luego salen los hombres y regresan con 16 cajas de plástico y se las acercan a ustedes, ¡de ella salen cachorros!, ¡cachorros de perro y gatos!, ¡varios!, cuentan 80 en total; ¡van a amamantar a cinco cahorros cada una!, ¡servirán como nodrizas de perros y gatos!... La mujer toma, uno a uno, a los animales y los acerca a sus pezones, ¡para que chupen!, ¡para que empiecen a comer de leche de mujer!, aunque, por lo visto, degradada a animal; alguna de tus amigas se resiste, ¡y es golpeada por un salvaje!, lo que la somete sin duda; ¡los cachorros casi se pelean por comer!, dos en un pezón, tres en otro, turnándose, como pueden, como su instinto les da a entender, succionando, chupando y mordiendo... La situación sería insostenible para otras, pero ustedes tres, expertas en amamantar, con paciencia, sufriendo los embates de los animalitos, aguantan hasta que todos comen; hasta que los 80 quedan satisfechos, sin ganas de mamar más, de tomar más... por ahora; los animalitos son retirados, los hombres y la mujer desaparecen por un buen rato, tiempo que ocupan en platicar entre ustedes, en lamentarse alguna, en exteriorizar su miedo, ¡o terror!, la otra, y ver si existirá alguna posibilidad de escape de ese terrible lugar... El tiempo les hace saber que no, que no hay escape, que no existe fuga, por sus ataduras; cuando alguna de tus amigas grita pidiendo ir al baño nadie acude, nadie contesta, ¡aunque hay cámaras de video en el techo!, lo que quiere decir que las vigilan siempre; tu compañera se ve forzada a hacer sus necesidades en el cómodo y, cuando acaba, ¡uno de los hombres acude presto a cambiarlo!, y un ventilador en el techo es accionado, por unos segundos, para refrescar el ambiente que ahí tienen, entrando aire fresco... Una hora más tarde llegan los hombres con unos carritos llevando comida, que ponen, con agilidad, en las mesitas que tienen cada una cerca, y las ponen sobre sus piernas, ¡hasta parece uno de esos desayunos en la cama!, con el terrible defecto de que no es tal; comen de cosas sumamente ricas, bien preparadas, sustanciosas, saludables, ¡de todo!; al terminar les retiran todo, incluyendo la basura, y limpian para dejar impecable... Pasan unas dos horas más y llegan los hombres, otra vez, con los cachorros, los 80, ¡toca la segunda amamantada de hoy!, de cinco en total que tendrán las crías cada día, tú, que eres muy caliente, y disfrutas tanto de ser succionada, decides tomar otra postura, ¡te pones en 4 patas!, para dejar que los cachorros mamen mejor, con más fuerza; ¡tus amigas no tardan en seguirte!, lo que reditúa en más y mejores chupadas de leche... El hombre bien vestido, una vez acabada la sesión de lactancia para los animalitos, se presenta en el cuarto y ordena a los otros tres que te lleven a su oficina pronto; una vez ahí, te felicicta por la "forma cómo mejoraste el modo de amamantar"; ahí te explica que es un criador de muchos animales y, por casualidad, supo que, a los cachorros, les hace crecer más y mejor la leche de hembra humana que de otros; ¡por ello el secuestro!, y por ello buscaba a las que les agradara aer succionadas; tú intentas defenderte, tal vez creyendo que si lo convences las dejaría ir, ¡inútil!; pero aún así, conocedora del funcionameinto de tu cuerpo, charlas con él, dándole a conocr algunas cosas que necesitarán para lograr dar más leche, desde ejercicios, como cierto tipos de alimentos, para producir más y más, pues de otro modo pronto podrían quedarse si la leche que él desea proporcionen... Al retirarte, le preguntas si es verdad lo de "desahecrse de ustedes", como dijo, a lo que respondió con un movimiento afirmativo de cabeza y una dura mirada; cuando llegas con tus amigas no les cuentas casi nada, tan sólo que deben obedecer, pues de otra forma podrían peligrar seriamente, puel el hombre sabe lo que hace, pero al parecer no está totalmente cuerdo, y deben intentar complacerlo... Continuará... EL CRIADERO Parte II Han pasado algunos días en los cuales no cesan de amamantar a los cachorros; ahora el problema, para ustedes, radica en que llegan "sus días indispuestos", por lo cual intentas hacerle saber, en una petición especial para entrevistarlo, al criador de ese lugar, que ustedes sufren mucho dolor cuando amamantan así; ¡no lo hubieras hecho!, el hombre estalla en ira y te advierte tajantemente: "¡Amamantarán todos los días, sin importar cómo estén sus tetas, darán leche!"... Al día siguiente, cuando empiezan con el dolorcillo propio de la menstruación, ¡les mandan el doble de cachorros para darles de comer con sus ubres hinchadas!; ¡casi no puedes creerlo!, ¡tu petición sólo se volvió una especie de reto para el amo!, y les envió, como una forma de dominarlas, de que quede claro quién manda ahí, más trabajo para amamantar, en lugar de dejarlas descansar algunos pocos días... Las ponen en 4 patas, con los senos colgando, para que las crías mamen mejor, ¡y los animalitos empiezan a succionar de modo salvaje, al fin animales!; ¡el dolor es enorme para ustedes!, ¡pero no tienen de otra sino obedecer, pues saben que si no sirven para dar leche a las crías de ese lugar especializado, entonces las liquidarán sin contemplación alguna, y nadie volverá a saber de ustedes... La sesión dura horrores, pues no están acostumbradas a ser succionadas así, bajo esas condiciones, ¡inclusive algunas lágrimas asoman a sus ojos ahora!, pero aguantan, ¡e intentan gozar a pesar de todo!, pues es la única manera, el único modo, de tolerar el castigo que imponen los cachorros de perros, gatos, ¡y hasta un par de puerquitos y varios conejos que les han llevado para alimentar!... Platicas con tus amigas durante el receso, ¡y están de acuerdo!, no hay de otra, ¡se tendrán que volver masoquistas, adictas al dolor, gozar sexualmente con ello!, si desean sobrevivir a casa sesión de amamantamento durante el ciclo menstrual; no será fácil, pero el truco será excitarse mucho, tener la vagina al punto, para que, al llegar las crías a succionar, chupar, ¡y hasta morder los pezones!, el dolor se convierta en un gozo pervertido, un disfrute sensual anormal, ¡que la mente juegue un papel importante ante la hipersensibilidad de sus pechos!... En la siguiente andanada de crías para amamantar intentan, desesperadamente, de mantener las vaginas húmedas, calientes, vibrantes, ¡al punto del clímax!, para conseguir, mientras los animalitos provocan estragos en sus senos, algunos orgasmos, sincronizadamente con el dolor que sentirán inevitablemente... No sabes bien a bien cuántas de tus amigas lo consiguen, ¡pero tú lo logras!; mientras sufres de un dolor indescriptible en tus pezones, en tus senos hinchados, te vienes varias veces, en orgarsmos que te provocan contorsionarte, temblar, gemir, jadear, suspirar, ¡hasta emitir alguno que otro grito de doble sentido!, por un dolor que has controlado para encausarlo en un enorme placer anormal... ¡Varias de tus amigas lo culminan como tú!, pues la escuchas en tu mismo tono, aunque no podrías afirmar cuáles sí, cuáles no, o si fueron todas las afortunadas; cundo todo termina, platican entre ustedes y verifican que sí, ninguna falló, lo que permitirá que cada sesión, durante los próximos días, sea más tolerable; la muestra de lo conseguido está en el piso, donde hay pequeños chorros, cerca de cada una, que denota cómo las vaginas estallaron varias veces contínuas... Lo que no comentaste es que, muy en tus adentros, ¡gozaste como nunca!, ¡como jamás en tu vida!, ¡orgasmos enormes, intensos, que te hicieron llorar!, aunque fuera por breves momentos pero más, literalmente, ricos que ninguno; ¡hasta estás esperando la siguente sesión de amamantameinto con ansias, consciente de que te correrás como en ninguna otra época de tu existencia; no dijidte nada porque, a pesar de la confianza, puedes creer que te considerarían, ¡con justa razón!, una loca, una pervertida sedienta de sexo, de sexo duro... Al pasar de los días se comienza a volver tu rutina.tu forma de vida: Amantar animales chicos, recién nacidos, o de pocos meses, de todos tipos; de comer y hacer ejercicio para mantenerte en forma y saludable para ello; tomar hormonas esperando tener más y más leche para cumplir "tu trabajo"; correrte y correrte diariamente mientras tus pechos sufren, a veces más, a veces menos, dependiendo de la etapa de la menstruación, un gran castigo; lo que te agrada cada vez más, ¡mucho más!, y agrada al dueño del lugar pues, finalmente, no es tonto y se percata de que ha logrado dominar tu voluntad, y digo "tu" porque, hablando con la verdad, no sabes la situación de las demás... Cuando han pasado algunos meses pierdes la cuenta y, sencillamente, te dedicas a vivir la existencia que el destino te impuso, a pesar de ti misma; tomas con filosofía lo que ahora te ocurre y dejas pasar el tiempo sin prisa; te has convertido en la amamantadora de crías perfecta, pues ahora te gusta, ¡y hasta podrías creer que te agradaría estar así por el resto de tu vida!; tal vez ello sólo ese mismo destino lo podrá decir, lo podrá afirmar... o negar... SUCCIONADAS EN PRO DE LA SALUD En la ciudad donde viven hay una campaña muy fuerte en pro de la salud, específicamente se trata de recaudar fondos para combatir el cáncer de seno; ustedes 16, como amamantadoras por afición, desean cooperar en serio, ¡no con unas monedas, no con unos billetitos!, ¡sino miles y miles!... Se te ha ocurrido una idea espectacular (aunque nadie sabe si es una fantasía, una idea que ya tenías desde hace años, o si realmente surgió ahora exactamente): Se trata de abrir una especie de antro donde la gente pagará por mamarlas, ¡sí!, ¡por mamarlas!, por succionar la leche de sus senos directamente... ¡Y lo hacen!, una vez que les has explicado el funcionamiento del lugar: En la entrada hay unos hombres rudos que cuidan, y una taquilla recaudadora; en el interior, los son techos bajos, con unas aberturas estratégicamente ubiadas, ¡de ahí colgarán los senos de ustedes, de las 16 que conforman el grupo Excelencia!; la gente paga, por entrar, una cuota de $250 como cooperación con la causa; pasan y se ven de ustedes únicamente los senos colgantes de ese techo bajo; las personas únicamente tienen que prenderse de uno de esos pezones, ¡y empiezan a mamar, a chupar, a succionar la leche que brota exquisista para ellos!; llegan hombres y mujeres, ¡de todas clases sociales, razas y preferencias!, a mamarlas, a tomar mucha leche, directamente de la fuente, ¡de tu pecho!, ¡del pecho de tus amigas!, sin distinción, con gusto, una actividad erótica, sensual en extremo, que provoca orgasmos en algunas clientas mientras maman, y eyaculaciones en algunos caballeros que no pudieron soportar la excitación... Está calculado que algunos clientes, ¡los más deseosos o sedientos!, tomarán, apenas, un litro de leche, probando de varias de ustedes, tal vez, con gusto; pero muchos se conformarán con el equivalente a uno o dos vasos de líquido; lo que significará muchas personas satisfechas cada noche, mientras ustedes, recostadas arriba de ellos, boca abajo, ¡hasta podrían dormitar un poco!, mientras permiten que los clientes se den vuelo con sus "maravillosos atributos"... Alguno que otro mamador se convierte en "mordedor", ¡pero no les importa!, es un gusto extra, además de que es por una causa noble soportarlos; los más bajitos tal vez no alcancen, pero hay banquitos especiales para ellos; los muy altos casi deben agacharse, pero no les es incómodo, ¡y maman bien!; ¡hasta llegan algunos adolescentes precoces!, que también son bienvenidos, con elpago de la correspondiente cuota para salvar a muchas mujeres enfermas; ¡hasta la policía lo tolera!, porque están avisados para qué es la recaudación... El antro permanece aboierto por un total de doce días, mismos en los que, con su constancia y tenacidad, atienden por noche a más de ¡400 mamadores!, ¡lo que hace un total de 4800 clientes contentos, satisfechos al 100%!; independientemente de las centenas que nunca lograron entrar por el cupo; ¡recaudaron cerca de $1 150 000.00!, descontando los gastos del lugar, de los guardias, los taquilleros, y cualquiera otro que tuvo que ser pagado... En una ceremonia de clausura del antro se entregó el cheque a la sociedad, a la encargada de encausar lo recaudado al combate contra el cáncer; ¡y ustedes aparecieron con el torso descubierto!, aunque elegantes, hermosas, en el resto de su vestuario, arreglo y maquillaje, ¡después de todo, los héroes, en esta cruzada, fueron sus preciosos senos que amamantaron a tantos!... Una labor altruista maravillosa, independientemente de las decenas, ¡o centenas!, de orgasmos que tú y tus amigas hayan tenido mientras tanto; ¡total!, ´¿qué daño puede hacer el que aquello que tanto disfrutan, sea encauzado en favor de una causa humanitaria ta loable como la de hoy?... LA RAMERA DE LOS SOLDADOS Estás de plácemes, en un viaje de varias mujeres en África; uno de esos paquetes que promocionan las agencias para ir lejos, conocer otros países, otras culturas, otro tipo de personas; ¡sólo que éste no será lo que esperan!, sino algo realmente terrible. Llegan a un hotel muy bonito, cercano a una selva, algo apartado, en el centro del Continente Negro, para hospedarse una noche; ¡pero algo malo ocurre!, pues a mitad de la noche se oyen disparos, ¡gran cantidad de ellos!, y un gupo numeroso de hombres invade, sin nadie que pueda oponerse, a los pasillos del hotel donde estás. ¡Hay varios heridos entre los empleados del lugar!, y las mujeres, agrupadas en esos mismos pasillos, a medio vestir como era obvio, ¡entre las que te encuentras tú!, igualmente temerosa por tu vida; son llevadas a varios camiones que les esperan a las puertas de ahí; las suben, y se las llevan hacia un destino incierto, adentrándose, sin importar la obscuridad extrema, en la selva que ahí inicia. Llegan a una especie de cuartel militar en medio de la selva; ¡es enorme!, hay edificios varios, ¡y hasta una pista de aterrizaje!; bajan a las mujeres, a todas, y las llevan a los sótanos un edificio; ahí, sin más preámbulo, las desnudan, las seleccionan, las separan; existen muchos cuartos, y cada una es llevada a uno de ellos; en total han sido 14 mujeres secuestradas por ese grupo paramilitar. En tu cuarto hay 8 soldados negros, te toman con fuerza, te sientan, con brusquedad, en una silla muy rara en sus formas y estructuras: Se trata de una que soporta tus muslos y pantorrillas, levantándolas, como en un reclinable, pero tus nalgas, tu cadera cae en un orificio; tu espalda tiene soporte, y te amarran unas correas de la cintura, muñecas y tobillos, del tal modo que no puedes moverte de la silla. Uno de los soldados acciona algo así como un gato hidráulico y, con firmeza, la silla te levanta hasta un metro por sobre el suelo; los 8 hombres se desnudan y, sin miramientos, te meten sus vergas, pues la silla así lo permite, de tres en tres, que es lo que el espacio, a tu alrededor, permite a los hombres excitados y ansiosos. Escuchas gran griterío proveniente de los otros cuartos cercanos; mientras esos 8 te follan de un modo brutal, como queriendo lastimar, como deseando que grites horrorizada por lo salvaje de cada follada, de las penetraciones contínuas, poderosas, de grandes vergas negras; sin embargo sí, gritas, ¡pero como una perra putísisma en celo!, ¡estás gozándolos!, lo que, aparte de excitarlos, los deja perplejos. Cuando los 8 han eyaculado en tu recto y en tu sexo, abundantes, te dejan ahí sentada, aunque sientes que se te adormecen, un tanto, las extremidades, por la posición, por la forma de la silla, por las correas; pero escuchas como hay muchos gritos aún en los otros cuartos, ¡y disparos!, ¡de repente, varios disparos!, puedes contar 13 de ellos; han matado a las otras mujeres que se empeñaron en gritar y gritar, pero no como tú, no de gozo ni lujuria, sino de horror por la violación. Entra un hombre bien uniformado, se ve que es de los jefes de ahí; te ve, ordena algo a sus hombres y te bajan, te llevan a una cama, te tienden ahí, y te dejan por unos instantes sola, mientras temes, por obvias razones, por tu vida, por tu integridad, por tu destino. Pero, al rato, se abre la puerta, y ves una fila de hombres desnudos, todos negros, con enormes vergas erectas, esperando de pie, serios; entra el primero, te separa las piernas y te mete su miembro en tu recto, aún humedecido por el semen que recibiste hace apenas unos minutos; ¡su follada es tremenda!, así que abres tu ano lo más posible, mucho, para permitirle follarte a gusto y que no te desgarre o lastime tanto; en poco rato eyacula, hasta el fondo de tus entrañas, sale y se va. Toca turno al segundo, pero otros dos se meten al mismo tiempo; el que seguía mete su verga en tu vagina, hasta adentro, de golpe, mientras los otros dos se dedican a chuparte, y morderte, los senos; se prenden a tus pezones como si fueran crías que quisieran leche, ¡y te chpan y mordizquean de un modo que te hace gemir de dolor!, ¡pero también de gozo!, pues nadie con tu lujuria a flor de piel. Cuando el segundo eyacula, uno de los mamadores te penetra, y te mete una follada descomunal también, para lo que, astuta, abres las piernas de un modo que no tenga problema alguno; mientras, el otro mamador mete su verga en tu boca, follándote, tomándote con sus enormes manos y metiendo hasta tu garganta lo suyo; eyaculan ambos, uno abajo y otro en tu boca, casi al mismo tiempo; tragas el semen como si se tratara de un manjar de los dioses y, al percatarse de ello el negro en cuestión, lo hace saber a la fila de afuera. El cansancio te vence, y no puedes hacer nada ante los embates, ante las folladas de los hombres de esa enorme, interminable fila; optas por dormitar, por permitir que hagan lo que deseen sin estorbarles; toda la noche recibes hombres de penes grandes llenos de leche para ti; fueron, en total, cerca de 200 soldados que te han penetrado con furia. Te duele tu sexo y tu recto, también tu quijada está adolorida al tope; pero es entonces cuando, de golpe, acaba la fila y te djan sola; duermes algo así como tres horas, hasta las 11 de la mañana, cuando unos soldados, vestidos, te sacan así, desnuda y llena de semen; te llevan a una mesa en una especie de cocina, te sientan en otra silla rara: Es común en su mayor parte, de madera, sobria y firme, de palos gruesos, ¡pero tiene en medio un pene de madera de unos 20 centímetros!; ahí debes sentarte, ensartada de tu sexo, mientras te sirven el desayuno. Cuando acabas, te llevan a una regadera, donde te meten a bañar; al acabar, sin secarte, te sacan a un jardincillo, donde hay mucho Sol, como para que te seques solamente con ese calorcillo exquisisto; aún te duele el sexo y el recto como nunca, pero no dejas de disfrutarlo. Llega el hombre de la otra vez, se acerca a ti, te invita a sentar, al igual que él mismo, en una banquita que se encuentra en el jardín; te explica que eres la nueva puta del campamento, que no te mataron, como a las otras, porque tú fuiste la única que gozó con las folladas; te advierte que nuca podrás escapar, so pena de muerte inmediata y, que cada noche, te visitarán entre 150 y 200 hombres que desean como buenos y sanos hombres, follar hasta quedar saciados de sexo. Afirmas que todo lo has entendido, y que aceptas, pues de todos modos, aunque no quisieras, no tienes salida alguna, no tienes opciones; el hombre se retira, llegan otros que te meten, ya seca por la asoleada; te llevan a tu cuarto, a la cama donde te follarán tantas veces cada noche, y duermes mucho, como para reponer fuerzas para lo que sabes que vendrá. MI PERRA EMBARAZADA Tras las diferentes sesiones que has tenido con tus clientes, los hombres sucios, te embarazaste de alguno de ellos, pero obviamente no sabemos de quién; la panza te cuelga ya un poco. cuando te pones en 4 patas para caminar, para acompañarme a cualesquier lado que vamos, sea a pasear o a que te follen; ¡te ves tan apetecible así!, es algo diferente, algo provocativo, excitante... Hoy vamos a averiguar quién es el padre de tu cría, en una sesión de folladas; he convocado a todos cuántos eyacularon alguna vez en tu vagina, en tu sexo, para sacarles una poca de sangre para el estudio del ADN para conocer, aunque no sea más que para saber, al macho donó su esperma y te fecundó... La recompensa para todods y cada uno de los que acudan, es penetrarte, sea en hocico, en cola, o en vagina, aunque en ésta última no podrá ser muy duro; la fila se ha hecho enorme y, de dos en dos, luego de dejar su muestra, nombre, y algunos datos más, los voy dejando pasar a la recámara donde los esperas, en 4 patas hoy, para que te follen en tu vagina o cola, y en hocico, al unísono... Las folladas se alargaron más de lo pensado, pues los asistentes rebasaron, con mucho, lo que esperaba, ¡llegaron 230 a formarse afuera de la casa de sexo!; pero no importa, como pasan de 2 en 2, son 115 turnos, a menos de 4 minutos, cada uno, cuando se vienen los menesterosos en tus entrañas o garaganta, dan menos de 6 horas de fornicación constante, rítmica, contínua, exquisista... Agrego que te corres muchas veces, ¡estás tan hipersensible por el embarazo!, que te excitas más fácilmente y, cada vez que entra un par de hombres sucios, su solo olor, ¡que te da un asco bárbaro!, te sierve para calentarte al tope, ¡te encanta la suciedad!, porque te hace sentir más perra, más humillada, mucho más usada, ¡rebajada a lo que, precisamente, te encanta ser!, la mejor y más completa perra real del mundo, ¡mi perra, mi perra, mi perra!... Los hombres también se excitan cuando te acarician la panza agrandada, ¡tal vez más que cuando acarician tus pechos y pellizcan tus crecidos pezones!; pasan sus sucias manos por toda la circunferencia de tu vientre una y otra vez, ¡y eso también te calienta mucho!, pues tu piel, en todo tu cuerpo está, como debe ser, sensible al más mínimo tacto, ¡cuánto más al de esos hombres!... Eyaculan en tu hocico y tragas con gusto, cual alimento que darás al crío, ¡y es tanto semen el que te obsequian los 115 que les tocó correrse ahí!, que sientes que ya has saciado el apetito correspondiente a una comida del día; los otros lo hacen en tu ano o vagina, llenándote, y luego escurriendo al piso... ¡Termina la sesión!, y los indigentes se empiezan a retirar, dejándote exhausta; cuando ya no están, antes de que te ponga tu correa, te apresuras a lamer, de ese piso, ¡todo el charco de semen que ha quedado luego de 115 venidas!; yo sólo te veo y sonrío con satisfacción al ver lo insaciable que eres... Pasarán unas semanas antes de que sepamos quién te preño en tus folladas, ¡y eso me incluye!, pues no descarto esa posibilidad, ¡que me gustaría, sí!, ¿por qué no?, después de todo eres mi perra y me encanta follarte duro; y no debe quedar duda alguna, simplemente porque a mí me gusta saber todo, incluyendo los genes que heredará tu crío quien, finalmente, vivirá conmigo, con nosostros, en la misma casa que es tu hogar desde que te adopté... Tú no me lo dices pero, para tus adentros, tienes un deseo secreto, pues te encantaría que fuera mío, ¡o del menesteroso que conoces como "163"!, ¡aquél que te usó con su suciedad por primera vez hace meses atrás!; te excita pensar que será él el padre, pues es el que te ha humillado más, en toda tu vida, desde que tienes memoria, ¡inclusive más que yo mismo!... Los resultados salen y, como debía pasar por las probabilidades, no fuí yo, no es mío el crío, pero tenemos los datos del que sí es el preñador; asistimos al lugar que puso como residencia, que no es otra que una calle, pues no tiene hogar, pero lo localizamos y ocurre una sorpresa: ¡Es el indigente que deseabas, es el número 163, como le conocías antes!; ahora ya sabes cómo se llama, y que es el hombre que te provocó tanto, pero tanto placer aquel día en que te usó como su letrina particular; la explicación lógica es que te excitó tanto, ¡pero tanto!, que te hizo ovular, ¡y fue su semen el que te preño!, y fue su audacia y forma de ser, la que provocó ese embarazo que, ahora, te agrada y satisface más aún... Cuando nos presentamos con el hombre, sin que hablemos todavía, ¡le bajas el pantalón y le das una mamada de dimensiones extraordinarias; el hombre, sorprendido, se deja mamar hasta eyacular en tu hocico, ¡como nunca!, ¡una venida que lo dejó seco de un solo golpe!; luego platico un poco con el hombre, le hago saber lo que ocurre, y también que no hay compromiso ni problema alguno, yo te mantengo; lo que sí nos agradaría, es que no se alejara mucho, por la genética, para tener un historial para el recién nacido, para tener antecedentes; además, el premio siempre será mucho sexo contigo, como acaba de ver... Nos retiramos, tú en tus 4 patas, desnuda como siempre, como debe; pero, antes de alejarnos mucho, volteas y le sonries al hombre que te ve, te contesta la sonrisa y te muestra su verga mientras la sostiene; le sonríes más aún, y él se ve muy contento pues sabe que volverás, tarde o temprano, a que te siga humillando, usando, haciendo lo que desee... UN PARTO IMPREGNADO DE LUJURIA ¡Ha llegado la hora!, ¡es el momento!, las contracciones son cada vez más constantes, ¡tu bebé ya no tardará en nacer!, y deben llegar con cierta premura a la clínica; elegí una muy adecuada para que naciera, con privacía, con doctores discretos, que no preguntarán nada acerca de las posibles "excentricidades”! que observen... ¡Y es que te he preparado una sorpresa que te encantará!, lo sé muy bien, ¡porque el sexo es tu pasión, tu afición, tu meta y tu gusto insaciable, interminable!; al llegar nos espera un hombre negro, de enorme estatura, sumamente fuerte, es al que he contratado para ésta ocasión especial, para un momento único para ti; después de todo no a diario tendrás un hijo, no a diario se tendrá tal ocasión... En la cama donde esperarás a que sea el momento oportuno, el hombre de color, a mis órdenes, pues ya sabe perfectamente qué y cómo cumplirá con el cometido, se recuesta, desnudo, boca arriba, con su enorme verga erecta, y bañada de algo, ¡una substacia que le mantendrá la erección durante horas si fuese preciso!; acomodo una serie de cojines que, apropiadamente, alrededor de él, de su cuerpo, evitarán que te lastime con su musculatura, que pareciera de metal o piedra... Entonces te pido te recuestes, boca arriba, encima de él, ¡con tu ano preparado!; la idea es que, mientras dure la etapa previa al parto, ¡y durante el parto mismo!, esa enorme verga, ¡como nunca habías visto!, estará adentro de tu recto, ¡todo el tiempo!, sin salir ni por un instante, sin disminuir su tamaño jamás, porque la substancia, y unas pastillitas que le dí a tomar, se encargarán de ello... ¡Me volteas a ver sin decir nada, pero con una mirada que denota tu emoción!; te subes con la ayuda de unos enfermeros a la cama, y te acomodas en ella, ¡haciendo que el hombre te penetre con ese falo hasta el último centímetro!; ¡y tienes un orgasmo enorme con tan sólo esa sensación de ser taladrada!, la verga llega hasta un punto tan profundo en tus entrañas que no conocías, ¡y ello te hizo gozar en un momento en el que los dolores se mezclaron, tanto del parto inminente, como de la salvaje penetración, con el placer!... Así permaneces recostada, durante un largo tiempo, con esa verga adentro, ¡muy adentro!, caliente, palpitante, poderosa, inmisericorde ante tu cuerpo; mientras, el bebé tarda un poco en nacer, ¡pero en verdad que no te importa!, sabes que llegará en su momento y, mientras tanto, te concentras en sentir, en seguir excitándote ante la situación, para correrte una vez más ahí, acostada, ¡de un modo tan salvaje que parecería el primero del día!, aunque no es así... ¡Finalmente llega el momento de dar a luz!, llevan tu camilla al quirófano; ahí, como decidiste, empiezas a pujar para llevar a cabo un parto natural, ¡aunque no contabas con el hombre de color!, que no sale ni un ápice, ¡por más que tu cadera tiene esfuerzos por expulsar!, aunque en otra área; ¡y se asoma la cabeza de tu bebé!, y sale de furiosa y salvaje manera; ¡y aunque el dolor es enorme, esa verga que pareciera tocar tu estómago, desde adentro, te provoca un orgasmo entremezclado con ese desgarre!... Una vez terminado, limpian a tu recién nacido, y te lo entregan, ¡ahí mismo!, ¡en la cama donde permaneces penetrada!, ¡y te encanta tanto la sensación!; has disfutado de un alumbramiento único en su especie, ideado por mí, ¡para la satisfacción de la lujuria de la criatura más ardiente del mundo!... Poco después te trasladan a tu cama del hospital, donde estarás un día, nada más y, por unos momentos, extrañas al hombre que te folló tanto rato; ¡pero aún conociéndome no imaginas mis alcances, no señor!; cuando estamos solos tocan a la puerta, ¡y entran tres hombres de color!, entre ellos el de hace rato, desnudos, con sus vergas enormes y erectas; ¡y llega un paquete de cojines especialmente para la ocasión, para la cama!; todo el día y toda la noche, estarás recostada con esas vergas en tu recto, ¡como durante el parto!, pero ahora son tres para que, cuando uno eyacule, el otro lo sustituya y te siga dando el tamaño y la firmeza que mereces; ¡y estarán así en todo momento!, mientras comas, mientras amamantes, mientras descanses, ¡y hasta cuando decidas que debes dormir plácidamente!... Me despido, el día ha sido duro, ¡pero, estoy seguro, será mucho mejor!; mañana, a la hora en que te darán de alta, vendré por ti para llevarlos a casa... SUCCIÓN DE PEZONES... Y VAGINAS... Después de haber participado en aquella recolecta en pro de la cura del cáncer, tus amigas y tú empiezan a extrañar esas contínuas chupadas que les daban, con tanto ahíco, sus "clientes" de aquel sensual antro nocturno provisional; ¡pero lo extrañan tanto!, que tú, candente como siempre, propones algo: ¡Abrir el antro de modo permanente, los fines de semana, para continuar, libremente, dando el servicio de amamantar a la gente que lo desee!... Piden los respectivos permisos, ¡que cuestan una fortuna!, y mucho papeleo, ¡pero lo consiguen!, ¡finalmente lo consiguen!, ¡y están emocionadaspor ello!; empiezan los arreglos, para abrir todos los viernes y sábados desde las 9 p.m., hasta las 5 de la mañana del día siguiente, cada semana, como compromiso... Sólo que ahora acondicionan de modo tal que, en el nivel donde están ustedes, se acomodarán en un círculo enorme, acostadas boca abajo, con los senos, colgantes, salidos para que en el piso inferior les mamen con gusto y sin lío, y el cículo se conforma con sus cuerpos, de modo tal que la vagina de una, queda en la boca de la que sigue, pues tiene las piernas muy separadas, los brazos libres, para accionar, y así sucesivamente, hasta cerrarlo todo; ¡cada una puede mamar el sexo y ano de su amiga de enfrente, y recibir, por parte de la que está atrás, el mismo tipo de caricias con la lengua de ella!... ¡Fue una idea verdaderamente maquiavélica!, ¡una idea llena de lujuria!, ¡y a todas les fascinó de un modo que pareciera causarles un infarto de gusto!; así la gente les chupará, succionará sus pezones de modo salvaje, contínuo, no porque las personas las lastimen, ¡sino porque suelen ser muchas en verdad!, y ustedes se encargarán de acaricias con la boca y las manos a otras vaquitas... ¡Llega el día de apertura con una fila de decenas de personas que asiten ahí!; gente deseosa de mamar leche de hembra humana directamente de los pechos, ¡de las ubres de las vaquitas que saciarán su sed de ese manjar líquido y blanco!; empiezan a pasar, ¡y cómo se prenden de sus pezones para succionar la leche!, ¡y pasan uno tras otro!, mujeres y hombres, ¡desde 20 hasta 80 años de edad!, personas de todos tipos, preferencias, estaturas, colores y complexiones... Las mamadas son intensas, ¡y no cesan pues la fila debe avanzar poco a poco!; mientras tanto ustedes, candentes como siempre, chupan, lamen, acarician, el sexo de la que les toca, con ternura a veces, con ahínco otras, ¡y fuerte!, también, cuando notan que la amiga está a punto de correrse, de terminar; también meten sus dedos en su vagina, y lamen el ano expuesto, ¡con gusto!, en una orgía de vaginas y traseros expuestos y entregados en una fila curveada, diseñada para lograr continuos orgasmos en todo el precioso grupo "Excelencia"... Cuando una se corre, intensamente, da de beber de sus jugos a su compañera, ¡que lo agradece inmensamente!, bebiéndose hasta la última gota y disfrutándolo, ¡y deseosa de lograr que su proveedora le entregue más líquidos exquisitos!, provocando que ninguna cese en las caricias, en las lamidas intensas, en los besos, ¡y en cuanta cosa su imaginación le permite!, tomando en cuenta que hay tiempo, ¡8 horas para continuar dando y recibiendo placer hasta el punto de la locura!... Cuando salen, pasadas las 5 de la mañana, ¡están exhaustas!, ¡realmente cansadas!, pero, ardientes hasta decir basta, animosas, ¡anhelantes de que llegue el otro día!; definitivamente nunca habían experimentado tanto placer intenso y completo: ¡Recibieron chupadas, mamadas, durante 8 horas, de decenas de gentes ansiosas!, ¡y recibieron mamadas, lamidas y penetraciones interminables de otra vaquita!, por si fuera poco, ¡mamaron hasta el hartazgo la vagina y ano de una amante!, recibiendo sus jugos hasta saciar la sed de sexo más fantástica, inimaginable... Sí, creo que ha sido una gran idea reabrir ese antro que, cada semana, dos días, ¡las dejará satisfechas de su desmesurado deseo de placer, de lujuria, de sexo!... Contacto: [email protected]
Copyright © 2024 DOKUMEN.SITE Inc.