Cordillera Negra Oscar Colchado
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CORDILLERA NEGRA © 1985, Óscar Colchado Lucio © De esta edición: 2008, Santillana S. A. Av.Primavera 2160, Santiago de Surco Lima 33, Perú Cordillera Negra Óscar Colchado Lucio ISBN: 978-603-4039-02-5 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2008-15239 Registro de Proyecto Editorial Nº 31501400800928 Primera edición: diciembre 2008 Tiraje: 2 000 ejemplares Impreso en el Perú - Printed in Peru Metrocolor S.A. Los Gorriones 350, Lima 9 - Perú Edición: Ana Loli Diseño de cubierta y diagramación: Patricia Soria El GrupoSantillana edita en: • España • Argentina • Bolivia • Brasil • Colombia • Costa Rica • Chile • Ecuador • El Salvador • EE. UU. • Guatemala • Honduras • México • Panamá • Paraguay • Perú • Portugal • Puerto Rico • República Dominicana • Uruguay • Venezuela Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma y por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial. serie roja A Juanita Cordillera Negra haciendo ademán de atreverlo. mirando de fea manera con sus ojos saltones como del sapo. todo salpicada de sangre. frío. sacó de debajo de su poncho una hachita cuta. ¡de los mishtis abusivos! ¡No mereces que te paseen en andas! ¡Debes morir! Así diciendo. ¡qué vas hacer! [9] Cordillera Negra .Cordillera Negra M edio tanco el Uchcu Pedro. Calladitos nos quedamos todos. cómo nomás será. —¡Uchcu. don Pedro Pablo Atusparia. ¡demonio!. carajo!. al igual que los músicos. de un salto bajándose de su bestia. Nuestro jefe del alzamiento también. los huanquillas y las pallas. medio asustados viéndolo asina. agarradito su cerón se quedó mirándolo. se acercó al anda de Taita Mayo en plena procesión cuando estábamos. —¡Tú eres dios de los blancos! —le gritó al Cristo como si fuera su igual—. sin ni santiguarse ni nada. se oyó el primer cañonazo. después del llamamiento que hizo a todas las estancias nuestro alcalde mayor. pero nada de abusos! —¡Traidor! —fue lo que escuchó por toda respuesta. mientras se alejaban a galope haciendo sonar el empedrado con los cascos de sus bestias. don Pedro Pablo Atusparia. se la tomaban. estaban ahí al lado. a unirme a la revolución. —¡Cayó el inca cautivo! ¡jiar! ¡jiar! ¡jiar! —se huajayllaron los hombres del Uchcu. para esclavos ya está bien diciendo fue que nos levantamos en armas las catorce estancias que éramos primero y después las otras que nos fueron siguiendo conforme se noticiaban de Óscar Colchado Lucio [11] Cordillera Negra . ¡A defendernos sí. Ellos no eran como los huanchayanos.[10] De un brinco quise empuñarlo para darle una trompada. me hizo caer al barro pataleando. si podían tomar la sangre calientita de sus víctimas. Atusparia? —gritó el Uchcu. Por eso los blancos y los mestizos que se unieron a la revolución. que bien montados en sus bestias. qué tal lisura diciendo. mientras yo limpiaba mi túnica blanca del disfraz. mi pueblo. sin reparos. como si nosotros tuviéramos la culpa que andaran sólo en guerras quitándose el poder. y las tropas que vienen a matarnos! ¿En qué piensas. enterados que el Uchcu no los quería. a las quitadas. porque en la toma de Yungay. para valor diciendo. más por un memorial que presentamos haciendo nuestros reclamos sobre el abuso que cometían obligándonos a trabajar de sol a sol sin reconocernos nada. Por eso. por la ofensa que a nuestra raza habían hecho las autoridades del gobierno cortándoles sus trenzas a él y a catorce de nuestros representantes. Atusparia corrió donde el Uchcu que ese ratito saltaba como un puma sobre su bestia. Ellos no. con sus carabinas a la espalda. A poco. Eran los chancadores de huesos como les llamábamos. y más ahora último queriendo que paguemos dizque un tributo personal porque la nación estaba en quiebra. ¡Jodamos a los mishtis! ¡Incendiemos la ciudad! Botando su cerón encendido. andaban al cuidado nomás. cortados sus pescuezos o hechos ñutu ñutu sus huesos. que sabían perdonar todavía a los caídos. aguardándolo. pero ahí nomás un templón de la soga con que los «enemigos» me llevaban tirado de la cintura. —¡Ustedes en procesiones. Yo había venido desde Sipsa. blancos o soldados que cayeron en sus manos fueron destripados malamente. —¡Ni saqueos ni incendios! —le gritó—. haciendo salpicar saliva verde de su boca renegrida—. ni como el taita Atusparia que pedía respetación por las mujeres y niños del enemigo. los llatinos o los chacayanos. Las balas reventaban en la pampa. perdiendo el control de Yungay y más los otros pueblos de ese lado. a darnos aliento y apoyo. yo fui de la idea que sacáramos en procesión a Taita Mayo. Y ahora cuando estábamos de lo más tranquilos. y más los otros pueblos del Callejón de Huaylas que poco a poco fueron cayendo. «Con las astillas mismas que sale de su pierna». habían sido derrotados en varias batallas. Y que esas mismas tropas del gobierno ya se acercaban a esta población de Huaraz. y luego Yungay que lo siguió. «encomendándose ante un cerón encendido de Taita Mayo. otra vez se violentaba. ahora bajaban de nuevo con sus mujeres millcao piedras en su falda y sus hijos también tocando tamborcitos y clarines de hojas de wejllá. nuestros hermanos de los caseríos que se habían vuelto a sus chacras licenciados por Atusparia para que siguieran haciendo producir la tierra. llegó la mala noticia que los ejércitos que él puso cuidando los caminos de la costa. Pero la aparente calma en la que habíamos estado varias semanas. ya se había resignado.[12] las tomas de pueblos que fuimos haciendo. Óscar Colchado Lucio [13] Cordillera Negra . corridas de toros. Y verdad pues. De la otra banda también empezaron a disparar y hacer sonar sus clarines entre el relincho nervioso de los caballos. con Atusparia gobernando desde Huaraz. como que estábamos en día de su fiesta que todos los años lo celebrábamos con mojigangas. cuando ya mi pierna se gangrenaba y mi anciano padre también cansao de haberme hecho andar cargado en su poncho por los lugares más alejados. Por eso desde esa vez. mientras hacíamos granizar piedras con nuestras hondas y los que tenían carabina abrían fuego. Por eso fue que en ese alboroto que estábamos viendo cómo hacer para defender la ciudad. y con ese mismo polvito rocéelo en la herida y va usted a ver». puntualmente cada año. y participaba como ahora en las mojigangas o como cargador de su anda. sonando como cancha que se tostara en un tiesto. pero más que todo por la fe que yo le tenía desde que me sanó del wiku. yo le hacía llegar en su fiesta sacos de papas cargados en mis burros. le dijeron en Yanama. la capital. me acuerdo. pallas y trago. masqui. luego de la toma de Huaraz. empezando primero por Huaraz. «¡Tropaaaas! ¡A la carga!». Fue lo que oímos al otro lado del puente. Para que nos dé su bendición y nos ilumine diciendo. bien parapetados tras las pircas. quémelo. dos o tres carneros. De eso dos lunas hacía ya. eso nomás fue mi santo remedio. Por las faldas de los cerros de ambos lados de la ciudad. Ahora luchábamos en plena pampa cuerpo a cuerpo. reverberando en el filo de los machetes y las bayonetas. metidos en sus cuyeros o quién sabe escondidos entre las huayuncas de sus terrados. crucé por un callejoncito. En el alto. fajas y cuanta prenda estaba regada por ahí. prendía esos cartuchos. Eran los enrolados de las haciendas de la costa que los habían traído a pelear contra nosotros. los palos de las mujeres hacían crujir cráneos. tres. revolcándonos en los charcos. y el Justo Solís. destripados o baleados. Más arriba. que. encima de los primeros heridos y muertos. qué ni prender cigarro. que desde el primer momento de la revolución no se metieron con nosotros y que por eso mismo estaban perdonados. pisando llicllas. A lo perdido. Con un llanque nomás puesto. ponchos. las balas abrían heridas como flores. pero el barro seguía igual de espeso y de pegajoso. agarrado cada uno su tizón. fue que pensamos los que todavía podíamos tenernos en pie. degollados. Con ese pensamiento fue que me fui tras el Hilario Cochachín. el sol brillaba con fuerza dorando los eucaliptos ramosos. que amarrados a una piedra los arrojaba con fuerza a campo enemigo causando destrozos. Los aceros chocaban. viendo a nuestros hermanos caer uno tras otro. Detrás de ellos. cuando en eso al voltear la esquina lo veo a unos negros y unos chinos que se afanaban metiendo a una casa a varias mujeres que a mordiscones y arañazos trataban de librarse. cachuchas de soldados. venían los otros soldados. Esos fogonazos eran más fuertes que la luz del día y destruían con más poder que mil hondas de los nuestros. en una ensordecedora gritería. Los cañonazos del enemigo resultaron fatales para los que aún formaban mancha. corrían hacia las tiendas de la calle Comercio. sombreros. con la sangre que se entreveraba ahí haciéndose con el barro como zanco. a puro dinamitazos los aguantamos o los hicimos volar en pedazos. para cortar camino diciendo. su hijo del Uchcu. Dos. fue que vimos una avalancha de negros y chinos que lograban cruzar a esta banda. cuántas horas pasarían y los cachacos nos arrinconaban hasta meternos a las calles. donde el río Quilcay se anchaba y las aguas venían encimita.[14] A los primeros que se atrevieron a cruzar el puente. mestizos fieros o indios como nosotros en su mayoría. Los blancos y los mishtis. estarían en esos momentos temblando. Creyendo Óscar Colchado Lucio [15] Cordillera Negra . incendiar la población y escapar lo más antes posible. El Uchcu Pedro como minero experimentado que había sido en su tierra de Carhuaz (por eso su mal nombre también de «uchcu» o hueco). conforme se fue aclarando mi vista. ni más ni menos. de un salto pegué la carrera por otro callejón y justo que salgo a la calle grande. reconocí que era. —¿Podrás ya pelear? Necesitamos más hombres. él mismo es. sin armas como estaba. con el Rajatabla y el Lorenzo Corpus bajen al río y preparen una quirma. dos negros empuñados su machete se vinieron de frente a atacarme. y lleven a este hombre al lugar donde ya saben. Fructuoso Causchi. A piecito o tirando de sus bestias. levantando polvo y haciendo rodar con sus pisadas piedrecitas del camino. quien me cargó entre las llamas. alegraban con sus gritos la puna fría. que no me desampararan en esa hora que más los necesitaba… Como un sueño me acuerdo que pasó por mi encima algo así como un aluvión o un terremoto. medio gordo. Óscar Colchado Lucio [16] [17] Cordillera Negra . que se recortó en las rocas azulosas de la montaña y que. como envueltos en humo de neblina. Sólo en mi mente pude verlo clarito a ese anciano bondadoso que después de cargarme tan lejos. —Cuatro días ya y cómo no se ha muerto. que el Uchcu Pedro. Quise abrir mi boca y decirles que fue el Taita milagroso. lugar donde nos refugiábamos los hombres de Uchcu Pedro. bajo nomás. cuando una tropa de caballos sin jinete. de aquí ya podrás irte». los gritos y los disparos hasta esta ladera de la Cordillera Negra. —¿Ya estás mejor. los veo que se vienen a mi encima. Las wachwas. hom. encomendándome a todos los santos y a Taita Mayo sobre todo. me dijera haciéndome echar con cuidado: «Aquí te quedas. Así diciendo empezó a caminar por el caminito de cabra de la ladera la figura de un hombre. el Cristo de Huaraz. sin darme tiempo a retroceder siquiera. —Sí. hijo. Yo. Sin nada qué hacer. me tiré al suelo nomás bien agarrada mi cabeza. bien empuñadas sus carabinas. esos patos de laguna que abundan en Tocanca. a lo perdido. pero mis labios estaban resecos. antes de desaparecer. medio alocados por los dinamitazos del otro lado. Abrí mis ojos. varios hombres lo seguían. sin valor para desafiarlos. que dices que lo conoces. yo lo conozco. mi lengua como un trapo espeso y pegajoso. —Tú. cho? —Ya casi. —¿Este no es el inca cautivo? La voz sonó ahí al lado gruesa y dura como si hablara la peña.seguro que yo venía a enfrentarles. Se llama Tomás Nolasco y estuvo entre la gente que mandaba Atusparia. Los cuerpos aparecieron borrosos. patrón de mi pueblo. leyendo será o haciéndose nomás. que mis hombres al mando de Justo Solís. como él llamaba a sus mujeres. se asomara el cura Fidel Olivas Escudero agarrado bandera blanca. el gran Pedro Pablo Atusparia. —Gracias… Sí. Puedes irte nomás. te pido valiente jefe guerrillero deponer las armas. me alcanzó la botella.El Hilario Cochachín. pidiendo parlamentar con nuestro jefe. Ni Atusparia ni tu dios. Su permisión fue que. entre montones de paja. ¿De veras no me mientes. pero la Providencia no dispondría asina. mientras los caballos al pie de la laguna. pasados dos días. quien sabe… —En nombre del Señor de Mayo. los gobiernistas no tendrán escapatoria. y nosotros vuelta en esta otra cordillera. —¡Traidores! —tronó la voz del Uchcu entre el viento que silbaba. rup. siguiendo el ejemplo de tu jefe mayor. lo llevamos a su delante—. sacando su libro de la alforja. ya verás. cómo no. —¿Crees que esta vez nos irá bien? —dije devolviéndole el trago. aunque sea arrastrando mi pierna tengo que luchar… Se rio como esas gallaretas malagüeras a quienes yo en mi chacra espantaba a hondazos. Más abajito. Eso dijo. puedes verlo —le respondió el cura. al igual que al otro que le acompañaba. los refuerzos que llegaron en la madrugada roncaban todavía. sacrificando glorias y orgullo. y de su bendita madre. por haber evitado dizque el saqueo y el incendio de la ciudad de Huaraz. si no reviento una bala por la bajada del Póngor. doctor. doctor. Ya mañana por la tarde o pasado a lo más. —¿De veras? —le dijo el Uchcu después que bien vendado sus ojos. la santísima Virgen María. que se ha retirado a su estancia de Marián Pampa. cómo no —respondió—. después que pegó una mirada al libro abierto. para que respetaran la vida de Atusparia —que había caído herido en el enfrentamiento—. será señal que hemos hecho Óscar Colchado Lucio [19] Cordillera Negra . después de tomar un trago de huashco. arrancaban la hierba. rup. —Hombre. sólo para evitar más derramamiento de sangre… El Uchcu sonrió como con dolor en su corazón recordando seguro que los ricos y las ketu sikis. al mando del Justo Solís. valiente Uchcu Pedro. valen nada. habían intercedido ante el jefe militar un tal Callirgos y el prefecto Iraola. acaban de rendirse en la otra cordillera? [18] —Aquí está el acta. con la gente que mi taita ha puesto en la Cordillera Blanca. —¡Tatau! —dijo el Uchcu escupiendo al suelo—. Su fuerza también nos dará. las paredes blancas.caso a tus consejos. pero confiábamos en los conchucanos. y fe. al final nos dará la gran victoria. escupiendo candela entre las nubes… Reunidos esa noche alrededor de una hoguera grande. pero más creo que será al contrario. esa mañana en que todos bien formados. Ya faldeábamos el Póngor y dentro de un rato estaríamos sobre el puente de calicanto haciéndolo sonar con el paso de nuestras bestias. botándola a un lado fuimos a ver. Óscar Colchado Lucio [20] [21] Cordillera Negra . Animosos bajábamos por eso. Ya sentíamos en nuestras narices ese vapor pegajoso que subía del Santa a esa hora de fuerte solazo. Igualito a un gato negro o un yana puma. unas como ramitas de ese color. De veras. Su poncho color negro que por primera vez lo vi yo puesto. las casitas entejadas. corríamos por la pampa. harta fe para no acobardarnos ante las derrotas que pudieran venir. ¡Adiós! —¡Espera! —se desesperó el cura ese ratito en que dos de nuestros capitanes jalaban sus bestias. para acá y para allá parecían repartirse entre la nieve. ¡Espera¡ Si aceptas. así igualito. Habló el Uchcu medio transfigurado su rostro como si viera un milagro. ¿no oyeron anteanoche su voz colérica en el trueno? Rabiando estaba. los reclamos del memorial serán considerados y se les librará del escarmiento a todos. que habían hecho la promesa de venir desde el otro lado de la cordillera. de él y su acompañante. Venganza nos pide. tomando gro mezclado con pólvora. a esa hora que era todavía temprano. alejándolos—. como esas venitas coloradas que se ven en el blanco del ojo. me dio esa apariencia. «¿Ven? ¿Ven esos como hilitos de sangre que bajan desde las cumbres sagradas de taita Huascarán?». La luz medio rabiosa del sol. taita Wiracocha está llorando. hacia Tocanca. —Es sangre —dijo el Uchcu—. iniciamos la marcha hacia Huaraz con intenciones de recuperarla. No éramos más de trescientos seguro frente a más de mil que deberíamos enfrentarnos. y podrán volver a sus chacras a seguir trabajando… Pero ya el Uchcu y los que lo acompañábamos. espantando los lic-lics y otros pajáros de la puna. ¡quién lo iba a creer!. lo vi saltar al Uchcu sobre su bestia. mirando bien abajo. chancadores de huesos como el Uchcu. Tomando nuestra agüita de muñá que estábamos. junto al río que se estiraba como una culebra. hicimos la promesa de pelear hasta la muerte. nos pareció extraña. casi de la montaña ya. de esa ciudad de Huaraz que tanto ansiábamos. ¿Y dónde pues están peleando?. porque eso que estaba arriba ni siquiera era cóndor. los demás arrugamos las cejas. No seguro. dos veces te he librado de la muerte. arrastrándose y quejándose. nos dejó con la duda. prendiéndola con un fósforo. Alzamos nuestros ojos al cielo y vimos: un enorme y majestuoso cóndor que con sus soberbias alas bien abiertas. la sombra alargada de un ave que se arrastraba. Menos mal que yo pude escapar vadeando el río Santa por Huarupampa. volaba en círculos en nuestro encima. mientras el resto botados de panza sobre los techos o escondidos en los terrados como mujeres nos disparaban sin darnos cara. ¿en qué lado de las montañas? «Ingrato. era taita Wiracocha.[22] De repente notamos. a veces se aparecía en forma de cóndor. la aventé sobre el primer techo que asomó a mi vista. ¿Qué. au niño?». taitito. ¿sabrás perdonarme. listos para rematarnos en los contornos de la ciudad. algunas casas se quemaban todavía. como verdaderos hombres que éramos. Cuando subía yo a duras penas esa cuesta. —oí como su voz del Taita en mis oídos que me respondía—. Otros muchos que intentaron hacerlo por el lado del puente fueron muertos sin salvarse ni uno. con harta lumbre. no es contra ti. y más otros todavía que bien enseñados se habían apostado. las campanas de la iglesia repicaban a rebato y los clarines de los soldados también sonaban alertando a las tropas. fuimos por lana y salimos trasquilados. terminaron haciendo una matanza con nosotros que fuimos hacer pelea limpio a limpio. ¿De veras sería?. pues. adelante. el Uchcu nos lo señalaba con alborozo. Así diciendo alcé la paja que llevaba en las ancas de la acémila y. viendo que otras sombras por mi tras se venían. ¿no sabíamos?. Pero como dice el dicho. entre gritos y disparos que no cesaban. otras de puma o de serpiente. Óscar Colchado Lucio [23] Cordillera Negra . valientes nunas! La voz del Uchcu. —¡Al ataque. y más los otros que pasaban como viento por mi lado me obligaron a picar mi bestia y lanzarme decidido al ataque. mientras que en mis adentros le hablaba a Taita Mayo: «A luchar por mi casta estoy viniendo pues. ¿Habíamos visto cóndor más grande?. ¿y aún así atacas mi pueblo y mi iglesia?». entre ustedes los dioses también hay guerras?. sacó su sombrero como saludándolo. y nos salieron con cobardías. ya de noche. Taita Mayo —dije intrigado apurando a mi bestia—. y mirando ambas cordilleras. ¿Veíamos?. Con más tropas que había hecho llegar el gobierno y más como una trampa que nos tendieron saliendo a enfrentarnos sólo una parte del ejército. mientras ya abajo. sobre el suelo. Uchcu. su cara embarrada como con tizne. hermoseado por todas partes por altos eucaliptos. Esa vez no fuimos a Tocanca. Por su culpa los conchucanos se volvieron pensando que las guerrillas habían terminado. Sus palabras daban confianza. para ver nomás hasta dónde somos capaces de resistir. entre otros más cuyos nombres ya ni me acuerdo. Sólo al final. Pero ahí iban con nosotros el Hilario Cochachín. Bajamos a piecito nomás. infundían valor. O subiendo. Envueltos en nuestros ponchos. Los abusos de los blancos así nomás no se acabarán. como tú. llegamos al sitio conocido como Káchoj. Del frío que por esos días empezó a arreciar. que era imposible someter a los terribles conchucanos. ¿cómo pues?… —Nada es imposible —me respondió—. como humareda hacia las crestas altísimas de la cordillera. Así andando andando esa bajada. me acuerdo. una prueba que nos a puesto taita Wiracocha. siempre escapando o al acecho. sus manos manchadas de sangre. Bajamos más bien a Pampas en busca de los Poma. Era el Uchcu. y algunos con figuras como de gente. eran como pólvora en la sangre. Pero ya el taita los perdonará y volverán a ser los valientes que necesitamos.—¡Maldito Justo Solís! —habló una sombra. Óscar Colchado Lucio [24] [25] Cordillera Negra . llegando casi a gatas a mi lado—. jipando. el Pablo Condorsenka y el que le decíamos Rajatabla. siempre habrá nueva gente dispuesta a pelear. hambrientos. que ahora sólo duermen desde que una vez desertaron del ejército del inca. —Nuestra derrota sólo ha sido una prueba —dijo el Uchcu. donde había piedras desparramadas por todos lados. Y si después de insistir no hay gente que nos acompañe. Días en que la neblina se asentaba en las quebradas. Desde las altas cumbres era ya para nosotros de no olvidar el profundo valle de Huaylas. también caballos y armas. creyendo. buscando el abrigo de una cueva. cuando haya probado nuestro temple. Necesitábamos alimento y curación. nos dará la victoria. formándose como un mar entre los cerros. el Mariano Valentín. taita Wiracocha nos dará soldados haciendo revivir estas piedras. uno a uno iban llegando los otros que habían escapado. Lo miré con admiración. No éramos ni veinte. mirábamos pasar los días. Por su tras nomás. Varias veces la mangada o la granizada nos dejó empapaditos. pero con qué hombres. herido. —¿Continuar? —me asusté—. mientras cruzábamos de un lado a otro las áridas punas. conocidos del Vicente Orobio. Estos que estamos somos muy pocos. subiendo. los ancianos. que luchaban también contra el gobierno para que el general Cáceres fuese presidente y que estaban de paso por este lugar y nos habían prometido apoyo. Más para este otro lado estaba Macate. interminables y. Ojitos negros no llores llorarás cuando me muera. Ojitos negros no llores llorarás cuando me vaya. pero aun así. Sólo los hombres jóvenes. resistiendo el frío y el soroche. Varias veces. se escondían o se hacían los enfermos maliciando que les pediríamos enrolarse en nuestro ejército. fue de la idea para usarla a esta como sebo y tenderles una trampa en la Quebrada de Lucifer. Por eso se acobardaban o les faltaba fe como decía el Uchu. como ya nos conocían. Sus chacras de maíz. como cueros de carneros puestos a secar al sol. Estos al verla en ese sitio donde todo era silencio. Ahora sólo esperábamos a los montoneros de Huánuco y Trujillo. Por todos esos lugares. mirando hacia la costa unos y otros asentados tímidamente en esas arenas blandas. hambreados de mujeres como estaban. Sabían que las tropas nos perseguían para de una vez aniquilarnos. Nepeña y San Jacinto. Pamparomás. de pueblo en pueblo. aptos para la guerra. sabiendo a lo seguro que se dirigían a Pariacoto a remudar sus acémilas. Así cantando la china sapienta bajó a la quebrada agarrado su balde. los cuadraditos de los trigales. decidimos hacer frente a un destacamento del gobierno que desde algunas semanas atrás nos venía persiguiendo de un sitio a otro. más arriba. Mientras esperábamos los refuerzos. Y fue así cómo. fue aumentando el contingente hasta alcanzar un número que nuestro jefe consideró que ya estaba bueno para intentar la toma de Huaylas. El Hilario Cochachín que tenía su querida en Quillo. También los pueblos de Cosma. con sus huertos de frutales en el valle de Quihuay y sus rocotos amarillos que hasta en las noches de luna podían verse a la distancia. una mañana. de uno en uno. al paso de nuestras bestias. pensando Cordillera Negra [27] Óscar Colchado Lucio . escondidos entre las peñas. haciéndose de no ver a los soldados que pasaban por el camino de arriba. y que en cualquier momento caeríamos. los habíamos visto pasar de largo husmeando nuestro rastro como allkos. las mujeres y los niños se asomaban a las puertas de sus casas a ver pasar al «Uchu Pedro y sus alzados». los esperamos al fondo en esa fea encañada.[26] refugio de loros y jilgueros. Moro. Los animales se atropellaban. otros de los montes. La guardia urbana que salió a enfrentarnos junto a la poca [29] Cordillera Negra de la muchacha. para agarrarla al descuido. que era ahí cerca nomás donde nos escondíamos. al poco ratito de estar escondidos aguaitando desde un monte. los aventamos por ahí entre las matas. para meterles fuego cruzado. . que esta vez sí medio se tocó de nervios. No pasó mucho cuando otros dos aparecieron por el mismo caminito silbando a sus compañeros. Justo ahí a nuestro lado desmontaron. De repente los vimos asomarse uno tras otro. cada uno en su emplazamiento. y soltando su balde corrió a la otra orilla. y como la vieron a la muchacha de espaldas. se lavaba los pies en el agüita. Los otros se quedarían esperándolos arriba seguro. ya los vemos que se acercan dos al trotecito de sus bestias. sin saber para dónde correr. saltamos unos de las peñas. que cuidadito con tocarla todavía. entre las peñas. los laceamos a los dos como lacear novillos. Así que hablando que están. Jalándoles de las botas. No demoraron gran cosa en venirse todo el batallón. En esa ocupación que estaban fue que sonó la descarga. Ahí fue que yo con el Cochachín. en fila india. relinchando. Haciéndose la inocente. llamando a voces entre risotadas y bromas. a rematar a los heridos. Los demás que estaban escondidos ni se movieron. —Ahora sí alístense —dijo el Uchcu—. A la muchacha también le ordenó esconderse y a la mitad tirarse para el otro lado. Ni ellos podían vernos. saltando de entre el monte. que no fueran desgraciados. Para esto ya la china había llegado al recodo donde le indicamos. que esperaran. Como pajaritos caían de sus bestias aullando de dolor o carajeando.[28] abusarla seguro. no nos habrá visto diciendo será pues. A la china el Hilario le hizo señas que ahí nomás siguiera. la dejaron bajar nomás calculando que ahí al fondo no tendría escapatoria. Y como qué. Antes que ni hagan intento de apearse. Entre la polvareda que levantaban. advirtiéndoles que para el capitán era dizque primero. que ellos también querían probar. con su baldecito puesto al lado. No se les veía de donde estábamos. les asestamos recios macanazos en la cabeza haciéndoles volar los sesos. se fueron acercando pasito a paso. y de un templón los trajimos abajo y los jalamos hasta el monte donde les metimos cuchillo sin darles tiempo de saber lo que les había pasado. resultaron ya casi en su encima Óscar Colchado Lucio Una semana después fue que entramos al pueblo de Huaylas armando gran alboroto. Iba resultando el plan de Uchcu y la idea de su hijo Cochachín. llamándoles por sus apodos. ya que el vara de campo nos estaba dando apoyo. Mañana mismo como sea me la cargo.[30] tropa que había. después de tanto sufrimiento. diciendo que era por demás. Guarda. Pero no fue del caso. con mi bestia ensillada en la lomita del cementerio. bien zampao. Saqueamos a nuestro gusto las tiendas de los ricos e incendiamos sus casas. por órdenes del Uchcu. Por fin. ahora último nuestra suerte se volteaba. que había salido tropa de Huaraz y hacía falta nuestra presencia. En esa conversación que estábamos fue que el Uchcu vino. ¿Quieres que conversemos?. que ya la revolución se había acabado. me acuerdo que le respondí. Pero llegado que hubimos. Hubiéramos seguido en esa ocupación si no hubiera sido por un propio que vino a avisarnos que. Pidiéndole permiso a la muchacha. el Uchcu me mandó comisionado a Huanchay. me respondió ¿qué pues no tienes miedo poray? Entonces. Como un relámpago saqué el mío de entre mi seno y me cuadré. Capaz mi taita va molestar. nos resistió el fuego al principio. Lo mismo hicimos en otras estancias con los que igualmente se negaron. de nombre Marcelina. mientras bailábamos nuestros huaynitos bien abrazados a las chinas. me había estado pulseando nomás. pero poco a poco se fue replegando hasta terminar desbandándose. habló haciéndome ver un puñal entre su poncho. Te espero. carajo. me jaló a un ladito. volví a proponerle que mejor a la salidita del camino a Cunca. huyendo por entre maizales y huertos. Óscar Colchado Lucio [31] Cordillera Negra . Pero el Uchcu. diciendo. al mando de quince hombres. Cobarde. Allí me enamoré de una. ¿no ves que es su querida del vara de campo. del mismo que ha organizado la fiesta en nuestro honor? Pero si la muchacha me quiere. me dijo. Me dio risa. el hombre que había sido uno de los capitanes de Atusparia. le quemamos su choza y matamos su ganado para escarmiento. hicieron preparar pachamancas al otro día y el trago corrió como agua. calmándolo al otro. háblale a él mejor. Ahí nomás se asomó el otro. por quien perdí la cabeza queriéndomela robar esa misma noche. Ahí fue que se paró la fiesta. se negó totalmente a prestarnos su apoyo. volviéramos urgente a Huaylas. Para evitar problemas seguro. ¡Achachay!. dije. Pero bandida la china. le dije. me sacó bonito nomás hablándome y me llevo a dormir ahí en su casa de un alzado que andaba con nosotros. ¿qué tengo que ver?. me advirtió. para que habláramos con un tal Emeterio Ángeles a fin de que nos ayudara a reclutar gente de su estancia y se plegaran a las guerrillas. más que yo. Nuestros hermanos huaylinos que estaban con nosotros. pensando perdernos en los montales de Ranrahirca. Qué para hacer diciendo iniciamos el ataque lanzando la primera descarga. Acababan de matarlo. no era sólo una tropa la que avanzaba. siguiendo el curso del río. Varios cientos de nuestros hermanos quedaron ahí bocabajados. Agarrando mi carabina y el ponchito que estaba como pellón. de un salto se parapetaron entre las rocas y de ahí respondieron el fuego. Con sólo verlos nos desalentamos. Uniformados también como moscas yacían tendidos en ese mullpo. Yo salté sobre un macho que estaba ahí al lado. Como nube todavía avanzaban. una mulita de gro y más unos cuantos cartuchos. Lo que vino a fregar todo fue la guardia urbana de Caraz que llegó ya al atardecer. y sentí que el macho se sentaba y luego que su cuerpo se sacudía. cubierto de monte espeso. muertos sobre las peñas. El Uchcu siguió de largo bordeando el río. En mulas cargaban los cartuchos. Al otro lado se levantaba un bosque de eucaliptos. Viendo nosotros que las balas casi ya no nos quedaban y sintiendo que el cerco que nos estaban tendiendo era cada vez más estrecho. y las municiones escaseaban en nuestras filas. Yo decidí cruzar el río por un sitio donde el Santa era como una playa y el agua se veía encimita.[32] Al mando de Callirgos e Iraola. medio oculto entre altas yerbasantas que orillaban el camino. Para confundir a los que nos seguían. Más de dos horas ya de tiroteo. te tenemos rodeado!». con órdenes de destruirnos totalmente y recuperar Huaylas. Ahí guardaba mi coquita. Ya ganaba yo la otra orilla. Cuando aproximándose estaban al pueblo de Mato fue que salimos a darles el encuentro. llenando el camino ancho. por donde sería fácil perderse de vista. Ellos tenían para resistir todo el día y toda la noche si era posible. Rodeábamos los cerros del contorno cuando aparecieron. Uchcu Pedro. fue que decidimos darnos al escape. y me fui tras el Uchcu entre una granizada de balas que pasaban silbando por nuestras cabezas. Tantos eran. me metí al monte a toda carrera. El bosque se extendía inmenso. sintiendo que me molestaba la picsha que llevaba yo colgado sobre mi hombro. flanqueando por los cimientos macizos de la cordillera. sino varias. «¡Ríndete. Óscar Colchado Lucio [33] Cordillera Negra . perdido. cuando el pelotón se detuvo al borde del río. Bien entrenados. Desesperados viendo que me internaba ya en el montal dispararon alocadamente. salimos del camino grande y enrumbamos hacia las márgenes del Santa. Con esos refuerzos se envalentonaron y se sintieron más seguros. nuestra madre luna. A uno lo vi apenitas que daba un salto entre las matas. Así en una de esas que estoy. Lejitos se oía que cantaban. Ahí al lado estaban botados retacitos de tejidos deshechos por el tiempo. se llamaban mediante silbidos. tirando de las patas. me dio. carajo. lo jodió! Lo que siguió fue una descarga a mi escondite. sus pistolas al cinto. eran todavía de soportar. tras un árbol grueso. era de no soportar. Cuando se necesitaban entre ellos. Allí afuera el frío sería de no aguantar. ¡Pen!. En eso asomó su cabeza. Después se quedó quieto. pena de nosotros tendrá. para eso me sirvieron harto mi coquita y la mulita de gro. Pero lo que me vencía me vencía era el sueño. pero aquí [35] Cordillera Negra Fue lo que me gritaron los cachacos cuando me hallaba yo escondido en una cueva. y de los demás se oía tan sólo cuando sus pisadas quebraban palitos secos. atentos a cualquier ruidito. el que lo vi dar el salto. sus pobres hijos… Y de veras. el frío.Óscar Colchado Lucio [34] Tres días ya ahí. Ganas de decirles que no fueran tan zonzos. bien vigilado. mientras dos soldados. reparando para todos lados. después ya más nítidas: ¡Lo jodió al capitán. masqui mírala. pero se fregó cuando se volvió a mirar atrás a hacer señas con la mano a sus compañeros. Igual nomás me matarían. bajaban. al frente. Pero de nada me hubiera servido. El hombre se huicapeó como esas pichuchanquitas que con mi hondilla tumbaba yo entre los árboles allá en mi tierra de Sipsa. y en las madrugadas caía el sereno que mordía la piel y hacía tiritar. Por turnos me cuidaban. detrás de un eucalipto. Menos mal la cuevita era más o menos abrigada y ahí al fondo haría calor quién sabe. El hambre. como borrachos. pedacitos de ollitas o cantaritos rotos. que me dice. . Mama Killa. Los pájaros volaron por todos lados. desordenadas al principio. la sed. dos pares de ojos estaban al tanto nomás de mis movimientos. discutían. allauchi. clarito lo veo al Uchcu que entra. Pero más que cueva. huesos también que blanqueaban desparramados por todos lados. como hilos de sangre. itacado su poncho. asustado. yo tenía el cañón de la carabina apuntando listo para soltar el tiro. igualito. Ahí fue que le pegué el balazo. como cuando lo ví a Taita Huascarán esa vez en Tocanca. Así abiertos mis ojos que estoy resultaba yo hociqueándome contra la peña. sonó el tiro. se lo arrastraban a su muerto. llorando sangre está. Alguna chocita harían para que duerman seguro. después que me persiguieron por todo el monte. Al frente nomás estaban los nevados. que yo no era el Uchcu. tirado sobre la huaylla. de su ojo blanquecino. Bien calzado en una grieta. Vuelta sacudía mi cabeza. Oí voces agitadas. parecía tumba de gentiles. Pero el enorme yana puma que saltó por mi encima. Ahí supe la noticia: acababan de fusilarlo al Uchcu junto a la iglesia de Casma. Taita Intip volverá a reinar… Así diciendo que está me desperté. no seamos como Atusparia que se dejó ganar por los blancos. ni la luna siquiera se veía. Era uno de los Poma. cavamos como para sepultura y. bien envueltos en pochos. De dos en dos o de uno en uno. todavía habló: «El cura nos negó para enterrarlo en el cementerio. Yo aproveché para escaparme a todo correr esa bajada. De ahí de la cueva. no se sabía si salió vivo o no después del enfrentamiento de Mato. que. se incorporaron ahora último. el Uchcu me hablaba ahora: No perdamos la fe. maltrecho. después de rechazar al cura que quiso confesarlo». como hermanos. los demás. montadito en su burro. en una arruga del cerro. ágil. Ya para irse. ningunos teníamos valor para tomar el mando. no fue sueño. —¡Es el demonio! —gritaron estos. Algún día. después de abrazarnos fuerte. luchemos hasta el último. llegué a Tocanca. Fue en pleno día cuando los soldados. de Pampas. El Hilario Cochachín tampoco estaba. como hombres. Ahí fue que sentí como un gruñido al fondo de la cueva primero. cansados de esperarme. Muerto de cansancio. de negra piel lustrosa. Ahí nomás fue que decidimos esconder las armas y largarse cada uno por su lado. sabiendo que los soldados nos buscaban por todos lados. Sueño nomás había sido. despacio se iba laderita abajo. Enorme. Yo corrí por su tras del muchacho Poma. «Murió enseñándoles el trasero al pelotón. Óscar Colchado Lucio [36] [37] Cordillera Negra . soltaban desde el cerro hatos de paja encendidos. Ahí mismo en Tocanca. con la intención de hacerme asfixiar con la humera. De los antiguos sólo quedaban Marino Valentín y Vicente Orobio. Todavía lo encontré ahí al muchacho que vino a dar el aviso. Tomás Nolasco. enterramos las carabinas. nos desparramamos.Sentándose a mi lado. echándose agua a la cabeza en el puquialcito del camino. Muerto el Uchcu y ausente Cochachín. Gritos y gruñidos se confundieron. viendo que las balas no lo mataban y la bestia se les iba encima. lo vi ahí afuerita antes de la lanzarse sobre los soldados. A manotazos y dentelladas los dejaba muertos. y después que saltaba sobre mi cabeza cuando me volví a mirar. verás. más peor todavía siendo ahora tan pocos. Era peligroso andar con armas. que no pasaban de diez. ahí botadito seguirá su cuerpo hasta ahora si no se lo han comido los gallinazos». mirándome está. que más parecía cura que otra cosa. hacia esas huacas que había por el camino que apartaba a Choloque. oliscando oliscando la nieve. No pudiendo dar ya un paso más. Antes de irme para mi tierra. zumbaba por mi lado. y poco a poco sentí que mi cuerpo se iba poniendo rígido. empapando mi ropa. consideré como mi deber dar cristiana sepultura al que fue mi jefe. volverás a reinar. para después bajar a Chavín de Huántar. o más allá tal vez. El yana puma. hice esfuerzos por subirlo. amarillos. en la lomita de arriba. empezó a irse esa cuesta. que con sus ojos fijos. Mis piernas me temblaban y los huesos me dolían. Por eso bajé a ese valle caluroso. «Taita Huiracocha» dije arrodillándome. como contemplándome nomás. pasaría por Pumacayán y. sintiendo su olor a frutales. En la última palada que estoy. y que tú los despertarás. estaba ahí tras la iglesia. sintiendo harta emoción en mi cuerpo. alcanzaría las cumbres de la Cordillera Blanca. con la queresa que. en este sitio de Tacllán. Los pocos que me vieron. y a Óscar Colchado Lucio [39] Cordillera Negra . sin fiereza. yo también me iba. haciendo la siesta seguro. padre. al mismo yana puma de la cueva de Ranrahirca. y tú. volteando. A esa hora de harto calor la gente estaría adentro en sus casas. bajándose de su caballo. ni siquiera se acercaron. por donde asomaba su ojo el dios Intip. arreadita mi carga. volveremos a atrever a los blancos: chancaremos sus huesos ñutu ñutu. subiendo la cordillera en dirección a Callán Punta. como desconfiado. [38] más los soldados que duermen en Káchoj. «con el Hilario Cochachín si es que vive. sintiendo un sudor frío que bajaba por todo mi cuerpo. y después casi a la carrera. la morada de los dioses. por ahí donde lo vi irse. Casi me ganan mis lágrimas al verlo asina. Un hombre togao más bien.Ya los shingos afilaban sus picos sobre la torre de la iglesia cuando llegué a Casma. ya no como puma ahora. Casi por su tras nomás. Después lo vi irse al trotecito por el camino de Yaután. como si me hubiese estado oyendo sin creer en mis palabras. como cóndor. como reparando al dios Intip. De ahí seguramente bajaría hacia el río Santa. pisando altos y bajos. Con ese pensamiento. ¡huinnn!. volteando. a salobre brisa marina… Botadito panza arriba. de un de repente levanto mi cabeza y lo veo parado ahí. y después que se enfriaba del todo y se endurecía hasta quedar convertido por último en esta piedra que soy. yo también me fui. En un ratito lo vi ya arriba. como tonteao. En el burro que me prestó Poma. paso a paso primero. como muñeco me amontoné ahí nomás en el camino. y harás que vivamos felices como en el tiempo de los incas». vino y me ayudó a subirlo. cholito!». en esta fea puna al que todos conocen de nombre como La Cuchilla.quien los viajeros conocen. pues. Por eso ahora último ya no le pregunto. como la piedra que cura el mal del corazón. Algunas veces cuando se me viene la ocurrencia preguntándole estoy. por algo será seguro. prefiere mirar a otro sitio o si no cambiar de conversación. Cuando estamos aburridos y queremos ver harta gente. Al pueblo se llega pasando esa lomada y la otra. como si no le hablara. tenemos que irnos abajo. al alto de Putaga. si de él su verdadero nombre es José Ramírez. pero nada de responderme. si ya sé que va a ser por gusto. Yo no sé por qué a mi padre le dicen José Blanco. El águila de Pachagoj «E s su hijo del José Blanco. ¡vaya!. Sólo él y yo vivimos en este paraje solitario. a ver pasar por el camino grande a los viajantes [41] Cordillera Negra . Si no está ocupado en alguna cosa. ¡Apártate. ¡atatau!. brujo como su padre será. Pero él ni caso me hace. después de una bajada todavía. Para qué. ¡chaplac!. llamé de lejitos. que me apure. porque ya no la veo. Ni cuevas siquiera dónde refugiarse. cerca de la quebradita. hasta arreando huachitos llegan. cuando estoy oyendo en el corral. que va a faltar o cualquier otro pretexto. Pero eso es sólo de vez en cuando. para que sus perros no espantaran a mis animales. cerca del molino. Pero a don Fermín Rojas. y para cortar camino decidí atravesar la puna. Yo vi con mis propios ojos cómo el demonio cargó con doña Santosa esa noche.[42] que van o vienen del Marañón. Ocupado en remover sus yerbas. y que de pena mis hermanos se fueron a vivir con mi abuelita a Punacocha y que me dejaron a mí solito para su huallqui. En cuanto vi la choza. con su marido y sus hijos. con cualquier pretexto. el resto de los días yo me paso por la jalca recogiendo las ramas que mi padre necesita para preparar sus pócimas. Eso nos dan en pago de lo que mi padre les ve la suerte o les cura. o si no ocas o mashuas o cuyes y. Ahí está mi salvación. tratando de recoger yerbas de pachacrá. La gente llega seguido seguido nomás. asentar en las noches en el eucalipto grande que hay detrás del corral de su casa. me acordé que más allá donde la puna bajaba y formaba una laderita. ¿y así todavía quieren aceptarlo como capitán en nuestra fiesta de San Pedro? ¡Jesús. de Huayllabamba. como una piedra es. viendo que la noche se venía encima. ¡Chaplac!. ¡Doña Óscar Colchado Lucio [43] Cordillera Negra . Estaba chirapiando al principio. la Santosa. dije. Empapadito. la mentada curandera. María!. Sólo una vez nomás recuerdo que me dijo que se fue de viaje. cuidando que no fueran a botar la carga. que ya volvería. ¿acaso se han olvidado que a su mujer. Cada vez que vienen traen itacados sus alforjas con papitas en su dentro. «Es el José Blanco. han dicho. Venía yo de la hacienda de Urcón arreando mis burros. qué se ha hecho. se hace que sopla la candela o si no me ordena que vaya por más leña. La que más viene es doña Corina. resbalándose en el barro. Eso oí un día que fui a comprar coca en su tienda de don Andresito. Desde entonces preguntándole estoy dónde está ella. pero él no responde. se la llevó el demonio?». incendiando el pajonal. Saqué de una alforja un traguito de huashco que no me faltaba y látigo y látigo a mis burros les hice bajar la cuesta corriendo. pero nadita me imaginé que horas después caería una mangada con relámpagos y truenos. Ya la gente está hablando que a mi padre dizque lo han visto convertido en águila. Feo me asusté cuando un rayo cayó cerca nomás donde estaba yo con mis animales. otras veces se desaparecen por temporadas. a veces. vivía doña Santosa. sonaban todavía mis llanques en las llocllas. clarito escuché que le contaba que mamá Shantu se había rodado en La Colpa. sin voltear. Por ahí acomódese de cualquier manera. que mejor te vuelvas a Punacocha. Pero. Y hasta a mí me están levantando cargo. pero que si querían. ¡doña Santosa! Al ratito. a quien la estaba curando para el mal daño. Estarían acostados ya seguramente. Desconfiosos se miraban nomás. ¡Vengo a que me deste posadita. le traía los recados de una señora de Santa Clara. me dijeron señalándome un cantito del corredor. Harta fe le tienen ahora.Santosa!. obedientes. la señora. tu tierra. Has de tener necesidad de desfogarte. Y se entraron rapidito nomás. cuéntame a mí que soy tu amiga. él también podía curarles. Aparte. La gente de Huayllabamba y Cutamayo se ha noticiado diciendo que esa águila blanca que por las noches asienta en Pachagoj dizque eres tú. Se acertaría su remedio seguro. ve también la suerte con naipes. A sus hijos no los vi. José. de mal daño. cuando se convencieron que ella no tenía trazas de volver. procuraba con la mano libre que el viento no apagara la luz del mecherito con que se alumbraban. Y que a varias personas ya ha atacado queriéndolas devorar. aho niña!. sobre todo a esas personas que padecen de wiku. por el camino del Marañón. después de varias vueltas que hicieron. en su conversación hablan que él también es entendido como mamá Shantu. de atacoral. así como me confiaste esa tarde que tiritando llegaste a mi casa. por fin le suplicaron a mi padre a ver que hiciera dizque la prueba de curarles. diciendo que la Santosa se había rodado en la quebrada de las cortaderas cuando escapaba por la ladera con ese arriero que llegó buscando posada la noche de la mangada. envuelta en su reboso negro. de mal de campo. sin dar contestación. diciendo que en el eucalipto de mi corral te han visto asentar convertido en ese feo animal. al tiempo. con Óscar Colchado Lucio [44] [45] Cordillera Negra . pero hacía años. trataba de reconocerme junto al callapo que sostenía la ramadita del corredor. No sé si me reconocerían o no. calladitos. que no sabía cuándo iba volver. Al comienzo nomás desconfiaban. Ella los llamó entonces fuerte como resondrándoles. y los animalitos agachando la cola. sin darme tiempo ni de agradecerles. La gente que viene de lejos a hacerse ver por mi padre. tu mujer. salieron ella y su marido. de susto. cuando yo era más muchacho. que fui también yanasa de la Santosa. volvieron a tirarse a su lado. Itacando sus alforjitas o sus quipis se regresaban cuando mi padre les decía que ella no estaba. Atrasito. porque desde entonces empezaron a venir seguido seguido nomás. Ha sanado a muchos ya. José. flaca. envuelto en una frazada. Alta. Después se iban. le grité en el momento en que sus perros se venían derechito a mis burros. su marido. —He venido a avisarte. O acaso es cierto. si vinieran. en toda la pampa.Óscar Colchado Lucio [46] Sería las doce de la noche un poquito más quién sabe. blanca. Por eso ahora ya no les busco conversación cuando les veo. no sé cómo. los lic-lics y las tarukas. con coca. dije. De rato en rato el ¡burrr! de mis animales con el frío me despertaba. ¿quién pues a estas horas y por estos sitios? Será mi imaginación. con trotar parejo. con aperos que igualito a sus espuelas. llamó sin hacer cuenta que yo estaba ahí al lado. su madre. mirando el cielo alto. Los cholitos del pueblo. Quizá seré la única persona al que no atacan. y después que le resondraba: ¿Ya ves?. al otro lado del río. Te llama. El viento silbaba en los pajonales. ni nada… alumbraba. se quedaron calladitos en su sitio. En eso. Y hasta los perros que pensé que saldrían a ladrarle siquiera. que menos mal ya me conocen. . «¡Por María Santísima!. ahimismito se entró al cuarto. El hombre. sombrero de ala ancha y espuelas de plata. ya cerquita siento que el caballo llega a la casa y se detiene frente al corredorcito donde yo estaba. Reciencito había escampado y la luna [47] Cordillera Negra cigarro. «Dizque solito anda esa criatura entre los chúcaros». solito. viéndome de lejos nomás se corren o si no. ¡Santosa!. yo quise moverme un poquito. relumbraban con la luna. como si fuera de paso. ¡achic!. Adentro se oía que roncaban todavía durmiendo. por abajo. ¡¡Santosa!!. Pero la pachacrá sí tengo que buscarla por arriba. Me arropé más con el poncho y tapé mi cabeza con el sombrero haciendo la prueba de dormirme. por Potrero. también los bravos de San Pedro. Cuando casi ahí nomás salió su marido a ver. esa yerbita milagrosa que dicen que tiene dizque siete virtudes. De capa. Mejor estoy jugando con los chúcaros. sin decir nada. oí que le decía. volvió a llamar con más fuerza. sacándoles la suerte o si no tirado panza arriba junto a los que descansan. montándoles. azulito. esa la entrevera con otras que recojo por La Colpa o si no. Me quedé quietito mirando. se esconden detrás de las lomas o se tiran entre el pajonal. ¡Ja!. por ahí donde están las wachwas. al verlo. yo les invitaría cancha o machca que nunca me falta en mi bolsico. como la Shantu. toser o algo así. sin nubes. Sus bebidas las prepara a base de pachacrá. pero me di cuenta que mi boca se había atado por completo y no podía mover ni un nervio. tendrá pacto con el demonio». vestido como nunca en mi vida he visto. ¡Zonzos!. Los grandes también con miedo con miedo me hacen conversar cuando me encuentran poray. es el señor. En eso escuché el cabalgar de un caballo lejano. apura. aguantando la respiración. El hombre que llegó era un elegante caballero. montaba una yegua fina. cuando a veces vienen a la jalca a buscar sus animales. cerca de la laguna de Cushuro. Pero hay también quienes de puro susto ya no aguantan. después. vieran la cara que ponen todos los pacientes: pálidos. ya seguro ni vendrían. así diciendo oí que sollozaba. Seguidamente partieron en un trotecito lento primero. andavete a dar una vuelta poray. porque los pacientes aseguran que lo ven al Caballero. Lo que a mí más me gusta es cuando vienen a que mi padre les vea la suerte. su mamá del Pedro Paroy. ¡no me hiciste caso. y corriendo salen de la casa. viendo visiones. ¡Jajay!. se escuchó el galope y un grito desgarrador lejano mezclado con carcajadas. de capa y espuelas de plata. Óscar Colchado Lucio [49] Cordillera Negra . ¡Ja!. Así diciendo se entra a la choza seguido de la persona. pues. Apura. otros se ponen a temblar como atacados de terciana o si no se arrodillan poniéndose a rezar. ¡Ja!. y se fue derechito hacia el hombre. tristes o colerosos. Al ratito salió la mujer. toda despeinada. ¡Ja!. Mientras adentro. mirando por una hendijita. tengo que llamar al Caballero Álvarez. ya tú sabes que él no aparece delante de las criaturas. por la puerta falsa. Lo que no saben es que de mí depende que se vayan alegres. Para esto mi padre. al tanto al tanto nomás de lo que conversan. da risa. ¡Ja!. después darle unas tomas al paciente. alto. ya se cumplió el plazo. Yo ya sé que antes de eso.yo siempre te dije que algún día se cumplirían los veinte años. si supieran que el Caballero Álvarez soy yo. recién ahí mi padre levanta los brazos al techo como si fuera el cielo y empieza a llamarlo haciendo medio rara su voz. esas ramas. Cruzó el corredor. a hacer lo que ya sé. empieza a golpearla una y otra vez. haciéndose el honrado. diciéndome. esperando la hora en que mi padre [48] llame al Caballero Álvarez. es que ahí yo también tengo intervención. mientras yo me voy por atrás. en la choza. él tiene que hacer sus rezos todavía. hasta dicen cómo es: un hombre dizque flaco. Algo tendrán. Allí adentro. Porque mi padre sólo les da a los que malicia que no tienen creencia o a los que vienen de lejos. como dormida nomás. Parece temblor. con chispas que salían de los cascos del animal. ¡no me hiciste caso!. como ocurrió con doña Laga Tomasa. produciendo un ruido igualito como cuando revienta el trueno bien lejos. Santosa!. la magana que esta colgadita rozando el cuero de la roncadora. Y con el movimiento. seguía oyéndose el llanto del hombre y más tarde el de sus hijos. me llama delante de los pacientes. serio. Y eso que a ella no le dio ninguna bebida. en medio de la mangada. más tardecito regresas. fue lo único que le dijo este. Hijo. algunos quieren llorar todavía mirando a todos lados. calladito estoy. hasta que cuando ya está arrojando. Ese ratito es cuando yo empiezo a mover con todas mis fuerzas los callapos que aguantan el techo. enancándola en su bestia. pobrecita: —Verdá. como esa vez de doña Tomasa. por ningún lado aparece. para nosotros ganar tiempo y averiguar bien bien el paradero del animal y decirle luego lo que era cierto. Abajito todavía la alcanzó. agrandada. mi padre siempre tiene alguna salida: Óscar Colchado Lucio [51] Cordillera Negra . desde donde salía mi voz. nada te va ha pasar.[50] Cansada llegó doña Laga Tomasa tempranito nomás. Mi padre. al pie de Mishito. no te portes como una criatura! Menos mal que doña Laga Tomasa ahí nomás se tranquilizó y. como le dije. Y cuando mi padre. con eco. Yo en mis andanzas por la puna. mujer. atendiendo a sus súplicas. No lo he buscado todavía por el lado de Gachilpampa. la resondró nomás: —¡Tomasa!. llamándola. Y agarrándola de su brazo la volvió a resondrones: ¿Qué te pasa. iré a ver. se puso a llamar al Caballero Álvarez. le dijo haciéndola sentar en la silla. Tomasa?. Por todos los lugares ya lo he buscado. ¿vas a dudar del Caballero? No lo has buscado bien seguro. don Josecito. Eso le pasaba por confioso. quizás tengas razón —dijo levantándose—. sentadita se quedó en la silla. y yo metido en un tremendo cántaro. que ni yo mismo reconocía: —¡¡Que lo busque por el alto de Mishito. sin moverse. a la hora en que sintió que temblaba la choza y reventaban los truenos. llegó diciendo. casi siempre me topo con animales perdidos. no aparece por ningún lado —se entremetió doña Tomasa. Entonces me fijo en la marca y acordándome nomás estoy. Apurado salió mi padre por su tras. aunque haciéndola medio roncosa. por apurado. entre la vacada de la hacienda Santa Clara!! —Por ahí ya lo he buscado. Venía a suplicarle a mi padre que le dijera por dónde debía buscar a su toro barroso que hacía tres días ya había desaparecido de los potreros de Huayllabamba. también no sabiendo qué decir. ¿no ves que el Caballero Álvarez me tiene bien advertido que jamás lo llame si antes no he preparado bien a la persona? ¡Me estás haciendo quedar mal. don Josecito. Mi padre con su voz natural. quién sabe lo halle poray… Mi padre se quedó medio descontento cuando partió. ¿no estás en tu juicio?. taita. a mi casa. como tonteada. de un brinco salió afuera. Ahí es cuando el Caballero Álvarez se porta todavía dando los mínimos detalles y hasta aconsejando. o mejor dicho él y el Caballero. Eso me puso en apuros. hasta que tarde o temprano ya están asomándose los dueños a nuestra choza trayendo siempre algo. Debió hacer como otras veces: pedirle que vuelva al otro día. Fue ahí cuando empezamos a parlar mi padre y yo. don Josecito. junto junto con el sol. pero nada. Hazlo de nuevo mujer… Ella se achicó. o más después. Pero cuando no es así. natural de Parobamba Chico. Ya más calmada. piense y piense no veía las horas que amaneciera para irme. me dijo: Ya. Había buena luna. Debí pedirte que regresaras al otro día. dijo: —¿Y ese Caballero que dice usted. Desde Cutamayo ha venido Nazario Chuqui. amigo. volvió a tomar su color. que dio en pago. me di cuenta que José Blanco también ya se había levantado y que con sus hijos alistándose estaba para salir. no tiene de qué. don Joshé. donde empieza la hoyada. pues. Por eso ese día que me suplicaste. Seguían mirándome. Haciéndome el inocente. don Josecito. Entonces él. y entonces trata de confundir a la gente. ojalá halle pronto su mejoría. de mala gana te dije bueno. amarré mis animales entre las chilcas y. don José —llegó como a la semana doña Laga Tomasa a reclamarle (hasta eso su cuycito también. diciendo me despedí. me fui hasta una loma desde donde se ve la choza. Es porque te vi demasiado preocupada. La mujer. mi señora viajó. . que seguro había estado dudoso si yo había visto o no lo de la noche. el enemigo toma el lugar del Caballero. don José. me volví. me duele como baldado. nos lo habíamos comido ya). arriero viejo que soy. Pobrecita. no es el demonio? Feo lo vi amargarse a mi padre entonces. caballero. Cuando antes que amaneciera bien me levanté a alistar mis aperos. para ver a dónde iba o qué pensaba hacer José Blanco ahora que el enemigo se lo había llevado a su mujer. a que mi padre lo cure de su brazo. Se quedó con sus hijos viéndome bajar la ladera. haciendo un rodeo. no he querido ofenderte… Así diciendo se dio media vuelta y envolviéndose en su rebozo se fue pensativa bajando por la laderita. de lo geniosa que estaba. Mi padre se quedó pensativo un ratito. [53] Cordillera Negra —Mi vaca se lo habían arreado a Sihuas. gracias por la posadita. como nunca. Tomasa! —le respondió coleroso—. Tomasa. disculpa. taita. Llegando nomás le ha dicho: Quién sabe me habrán hecho mal daño. como esperando que me desapareciera. cuando ya mis burros estaban listos. ¿Acaso soy brujo malero o qué? Yo sólo trabajo en la gracia de Dios. luego dijo: —A veces cuando se asustan. le dije: Me despido de su señora. tuve miedo de largarme ese mismo rato. mujer… —Ya. me lo viéraste mi suerte. —¡Cómo vas a decir eso. pero. hasta eso ya el Caballero hubiera tomado conocimiento. para disimular toda sospecha. Pero más abajo. Ya lejitos.Óscar Colchado Lucio [52] A partir de esa hora no puede ya dormir. hoy en la madrugada a Punacocha con su hermano que vino de urgencia porque mi suegra dizque está grave. para que toda la vida estés como tonteao… ¿Ves. Y esta. Detrás de tu casa. empieza a decir sus oraciones. Debe estar bien prendido de mi padre. agárrate de mi cintura. Ya vencimos el hechizo. está que baraja los naipes haciéndose el pensativo. que a lo disimulado lo está mirando. No tengas miedo. grita por fin. tratando de clavarlos en la bola de trapo que debe estar moviéndose de un lado a otro entre el agua que mallma. lo han hecho para que no puedas trabajar. está que le dice al Nazario. ¡Ya está! ¡Ya está!. ¡Rápido. y yo a mover los callapos de la casa con todas mis fuerzas. ¡mira!. Los pasos del Nazario también se escuchan para acá y para allá. pobre. arriba y abajo. mientras el Nazario está que lo mira fijo como si no creyera en lo que mi padre está haciendo. Dios Santo. en Cutamayo. para casos así de apuro. hasta de caminar te iban a privar. no te desprendas. Todo está preparado con anticipación. ya está aquí el Caballero Álvarez. hijo. a fin de que no se dé cuenta le grita. atento. dando vueltas alrededor de la mesa. Nazario? ¿Ves toda la maldad de la gente? Algo le responde el Nazario que no alcanzo a oír. ahora lo verás con tus propios ojos! Así diciendo mi padre saca de la pared dos cuchillos marca «Toro» y con el Nazario bien prendido de su cintura está entrando al cuartito donde ya lo tiene preparado todo. Seguro que está ahora con los cuchillos en ambas sus manos. pero yo no debo salirme hasta el último por si se le ocurra llamar de nuevo al Caballero. oigo que le dice. y esta otra en tu pierna. Ahora habla para él solito jugando sus ojos para uno y otro lado. está que le dice ahora. Vamos. le he pedido que traiga la cochinada. Tenemos. Oigo sus pasos como alocados. tú estás brujiado. le dice al Nazario. Mi padre. el Caballero tiene que ayudarnos por más que el agua hierva y la cochinada quiera escaparse. ¿ves esta espina clavada en el brazo?. ¿ves? El Caballero Álvarez lo trajo desde tu casa. asustado. está enterrada la cochinada. no tengas miedo. por si a mi padre se le ocurre preguntarle algo al Caballero Álvarez. Este eres tú. que llamar al Caballero Álvarez urgentemente. y al Nazario no puedo verlo ni así estuviera claro porque ahora estoy metido dentro del cántaro. Adentro es oscurito. Ahora debe estar cortando los trapos para sacar la figura de cera con la forma de un cristiano. Enseguida nomás. Si quieres curarte. en vez de asustarse empieza a mirar con atención a uno y otro lado. Ahora este se levanta como sofocado sacándose la camisa. Hace calor aquí adentro. sin esperar respuesta del Chuqui. ¿ves esta? Clavada en tu cabeza. Nazario. hijo. después de pedirle prestado su pañuelo y tenderlo sobre la mesa.[54] Entonces mi padre. al ver que todo se sacude y siente el ruido como de un trueno lejano. El Nazario. oigo ahora clarito la voz Óscar Colchado Lucio [55] Cordillera Negra . El Nazario lo recibe sin gracia. olvidándose de mí que lo estoy aguaitando. Tantos días ya no ha venido nadie. ¡Qué buena cosa!. Bueno. tendrás que pagarme treinta libras y quedarás sano y bueno. mientras mi padre. vas a llevarte un recuerdo mío. le dice. le responde. estoy que sudo a chorros. pero del trabajo que te acabo de hacer tendrás que pagarme. a la carrera. so malagradecido? Por la hendijita estoy viendo que el Nazario ha puesto dura su cara. y se desaparece por un ratito. Pero yo no le he pedido que saque el hechizo. Las ropas estaban despedazadas. ahora sí me voy. El Nazario está que tose. y. nuboso. lo avienta a la mesa.[56] de mi padre. don Joshé. ya es tarde. empieza a bajar la puna. se lo regalo… Furioso se dirige a abrir la puerta para irse. Está bien. tienes que pagarme también de lo otro. desconfiado. lo espera en el umbral. pues. Cordillera Negra [57] . diciendo. se amarga mi padre. Yo sólo voy a pagarle la suerte que me ha visto con los naipes y que usted acostumbra a cobrar veinte soles. le dice mi padre agarrándolo por el hombro (se nota que está aguantando su rabia. No tengo plata. No. tiradas por aquí y por allá. también él tiene la culpa por hacerlo apurado todo. ¿Tu salud no es primero. sus ojos están que miran colerosos. aconsejándolo cómo lo va a tomar. puedes irte. Bueno… bueno. tú tienes plata. Debo salir del cántaro. le dice mi padre. don Joshé. son solo diez libras. dice mi padre. mirando el día sin sol. yo sólo vine a que me saque la suerte. así que lo que acabo de hacer no es urgente. lleno de frío. y para que veas que no te guardo rencor. mientras el Nazario. Así diciendo se despide. Ya de la curación depende si quieres o no. medio faltándole el respeto. está que le alega un poco levantándole la voz. ni te exijo tampoco que vuelvas a verme. al pie de Chullín. Así que se queda con mi pañuelo. ahora necesito para otros gastos que me urgen. feo se sonríe. Mi padre le entrega ahora unos paquetitos de yerbas secas. mirándolo desaparecer… Hallaron los restos de doña Santosa en un feo sitio de La Colpa. por algo será). don Joshé. De un tirón el Nazario levanta su alforja del suelo y. Debe ser porque está fallo de plata. si no que no quieres. Gracias don Joshé. Parece que el Nazario no hubiera puesto fe en lo que mi padre ha hecho. pero tu pañuelo se queda conmigo hasta que vuelvas por los remedios y me Óscar Colchado Lucio pagues. Lloraba el hombre con sus hijos junto a las cortaderas. sacando otro pañuelo de su bolsico de atrás. si no tienes plata no voy a cobrarte un centavo de nada. sólo por recibir. dice mi padre poniéndose su camisa. le dice sonriendo de mala gana. como alocándose. Nazacho. acá tiene este también si quiere. no. Así diciendo entra al cuarto donde dormimos y guarda sus yerbas. le pagaré a la vuelta. cuando venga por remedios. Espera. y no contento con eso. pero le he hecho una herida en el ala. y que las carnes desgarradas no tenían sangre. —Tienes que escarparte. ¿que te has rasmillado con un clavo? ¡Santo Dios!. por favor. adiós. José Blanco. acompáñenme. escondido entre las peñas. Eso ha dicho. Óscar Colchado Lucio [58] [59] Cordillera Negra . hazlo por la criatura. porque estoy seguro que no es para que les cure a todos. No rezaron ni nada. Ha contado llorando que tuvo todavía que sacar su cuchillo para defenderse. no tardarán en asomarse por la loma del frente. Mi padre me ha dicho que me vaya a la puna. le diste unas yerbas que seguro eran venenosas y que él arrojó en la hoyada. sólo una piedra grande que arrimaron entre todos para señal. Sólo al más chiquito de sus hijos no lo vi. cerca nomás de la casa. llévate a tu hijito. ¡Vaya!. Así me ha contado una mujercita que es mi yanasa y que ha volado a avisarme a Huayllabamba. Ya sé que eres inocente y que si te escapas van a creer que de verdad eres culpable.prendidas en las espinas o sobre la huaylla. Les oí decir que la mujer estaba sin ojos y sin lengua. Son bastantes. Algo ha de haber seguro. si me pescan aquí van a maliciar que he venido a avisarte. ni pusieron cruz. no estamos libres. a ver qué quieren ya pues esos cristianos. ¿por qué está vendado?. diciendo. y lo enterraron al pie de una planta de puyó. Vamos. Escápate. Adentro de sus ojos he visto harta preocupación por más disimulo que ha puesto. Yo estaba en la parte alta. dentro de un ratito llegará la gente de Cutamayo. en esta lomita. Pero yo me he quedado aquí. amarraron con una piola la boca. Yo me voy. no seas zonzo. Después lo metieron en un costal. escápate. por allá asoman ya. Pero si te quedas también será igual. Y los hombres se han puesto a tomar para su valor. de cuándo acá él no quiere que yo vea sus curaciones. como me ha dicho. por qué vienen a buscarlo tantos. «A lo perdido. se quedaría durmiendo en la choza seguramente. Hasta allí clarito llegaban las voces y el llanto. A propósito. Además. Ya deben estar por encima de Chullín. en forma de águila dizque lo has alcanzado en la quebrada de Pachagoj y has intentado darle muerte. que no quiere que me vean los hombres y mujeres que vienen de Cutamayo. qué te van a creer eso ahora. entre unas zarzas. Esa gente no entiende nada. Por María Santísima. Cualquier rato nos hará a nosotros también igual. Recogieron todito y lo amontonaron todo en un solo sitio. no me quedaba otro remedio. José. ¿qué tienes en tu brazo?. si sin mí ni siquiera al Caballero Álvarez puede llamar. ha de tener alguna señal en su cuerpo». Están colerosos porque el Nazario Chuqui ha dicho que de pica porque no te pagó lo que querías cobrarle. Ahí está mi padre. Pero ya se le fueron encima con palos. lo veo. Empiezan a tirar piedras a la casa. pero me detengo asustado al verlo a mi padre tendido en el suelo y que toditos se vuelven hacia mí. mas el Nazario. trayendo machetes y cuchillos que desde acá estoy viendo cómo relumbran los filos a la luz del sol. Mi padre no sale. caminando hacia ellos. ¡sí. hijo. siento que unas garras me cogen fuerte de las costillas y que me alzan sobre el abismo. Cordillera Negra [61] Óscar Colchado Lucio . que salga ese brujo malero! Ahora se abre la puerta. ya llego. ¡Qué pasa!. grita levantando el brazo. les dice. o más allá…. Adelante está el Nazario. ¡Esperen! ¡Esperen!. La puerta está cerradita como la dejé. He venido a llevarte. ya me alcanzan. Ahí nos vamos en dirección a las eternas cumbres del Huascarán. Como pueda me levanto. ¿no me sientes? A ratos me parece la voz de mi padre y a ratos la de mamá Shantu o de los dos juntos… No sé. Gritando vienen. que está alto y bonito. ¡ahí está la prueba! ¡Tiene el brazo vendado de la puñalada que le di en la quebrada! Mi padre no sabe qué hacer. ¡Que salga José Blanco si es hombre. grito corriendo a defenderlo. soy yo. Los hombres se han quedado abajo boquiabiertos. blancas como la nieve. Tendrá miedo seguramente. grita con voz de borracho. ¡mátenlo! Entonces corro hacia la quebrada.[60] Parecen borrachos. ¡Noooo!. viendo remontarnos a lo más alto del cielo. dice: ¡Miren! ¡Miren!. Y ahora sí. con las piedras y machetes que se les cae de las manos. ¡Debe ser también el demonio!. a lugares donde siempre seremos felices. sigue diciendo el águila y sus garras me acercan a su pecho blando que siento que palpita con fuerza. una enorme águila me lleva por los aires como a un pollito. Y en el aire cuando estoy gritando. más allá está el barranco. sigo corriendo. pero el huicapazo de un palo me da en las espaldas tumbándome sobre la huaylla. ¡Que salga el criminal!. queremos verlo!. No tengas miedo. por fin. dicen. ¡agárrenlo!. oigo que me dice. donde lo azul puedo tocarlo. ahora que siento mi cuerpo liviano y me viene algo así como una alegría desde muy adentro: con sus alas extendidas grandazas. están gritando. me lanzo al abismo. piedras y machetes. sintiendo que las piedras pasan rozando por mi cabeza. Reparo a ver quién es. ¡Mírenlo! ¡Tiene patas de gallo!. señalándolo. ¡qué quieren! ¡Qué mal les he hecho yo! Por un ratito se han quedado callados. Ya están llegando junto a la casa. sobre todo las mujeres. quién sabe. Igualmente. saltando. la plaza. piel tostada. —¡Juuuurrr! —grito. E [63] Cordillera Negra . cargando alforjas. Han venido de todas las estancias. algunas con el hijo cargado. otras así nomás. bailando y cantando con la música de las cajas y flautas. sombreros y chompa. ay quiyayita quiyayay… La gente llena la calle entera. Los hombres emponchados. en tanto me fijo en las pallas que van adelante. mientras mi látigo amenaza a los curiosos que mucho se acercan. abriendo los brazos. De la costa también han venido: mestizos de pelo lacio. y no sólo la calle. y hago sonar mi silbato. Polleras vueludas es lo que lucen las mujeres. haciéndome a un lado y otro.Dios montaña stoy avanzando delante de mi cuadrilla. aunque lleno de barro. Allí está Porfiria. ay. como jugando está que empapa.[64] gente togada están que se gustan. debe ser chistoso. hom —dice el hombre riendo. digo entre mí. Una fina garúa está cayendo. El viento hace flamear mi capa y atrás de mí los de mi cuadrilla están que toman licor. Gumicho está muerto. pienso. color. una manzana en azoro. el corazón me duele. medio sorprendido—. alzando un poquito la máscara. Pero la careta debe estar seria para los que miran. que están sentados ahí en el Óscar Colchado Lucio [65] Cordillera Negra . De un latigazo los haré entrar en fila y que sigan reventando sus chicotes o que se agarren a duelo. Ya me acerco donde las pallas. pero uno de ellos lo empuja al otro. con alegría. La gente ríe ahora con los Cóndores de San José. a un costado de la calle. hasta la mitad me lo tiro. Gumicho —me dice el mayordomo de la fiesta cuando estamos tomando un descanso en el corredor de su casa. chaposita su cara. El Quispicóndor les llaman también. rápido. —Buena. —¡Juuuurrr! Acabo de reventar mi látigo sobre las cabezas de los mirones. que baila. La gente ha retrocedido asustada. remedándolo. Cada que la miro. música. Una botella de aguardiente me alcanza. volviendo de rato en rato a poner orden en mis filas. qué lindos sus labios. El cóndor que cayó al charco acaba de incorporarse y vuelve a la danza. su lunarcito junto a los ojos. topándolo con un ala. Es el quispicóndor hijo quien acaba de tumbarlo al padre a un hueco. y yo. y uno es el padre y el otro el hijo. Qué linda está mi Porfiria adelante. Porfiria se ha huajayllao viéndolo. «Gumicho». sintiendo que mi cabeza se tontea y que las cosas se van poniendo borrosas. Los de mi cuadrilla también. La lluvia moja las risas cayendo en gruesos goterones ahora. Ambos hacen el intento de alzar el vuelo. risueña. casta de hacendados seguro. Eso le gusta a la gente. Todo es jolgorio. Malamente ha caído el quispicóndor padre. Si supiera qué es de él ya ni ese trago me ofrecería. un hombre de cara seria y hasta con gesto de malo. así está bien. para que enamores a las chinas —y se aleja tancoseando a ofrecerles a los otros. La lluvia ha parado un ratito y ahora se levanta de la tierra ese olorcito rico que refresca las narices… —Sírvete un trago. ¡ploc! ¡ploc! ¡ploc!. Hay un estruendo de risas. Y este resbala y cae de nariz al charco. ¡Ja!. pero se recupera y logra incorporarse. y ahora está que ríe. como moras que están reventando. «Gumicho». con gracia. Yo también detrás de la máscara estoy riendo. el cojo ese que vive en el alto de Minas. temiendo asustarla a ella. Por eso ni a la escuela quise ir. Me entristezco. estoy viendo mi choza. de costadito nomás me hacían hablar también. si no perderé el juicio. si no. recordando que las gentes al verme hacían un feo gesto de repugnancia y. el resto lo charquié luego de enterrar el cuero y la cabeza… Cuando la vi a su nieta. se ven como nadando en sangre». ¿se han fijado bien? Arremangados los párpados de abajo. arriba en lo más frío y alejado de la puna. velas. le hacía hablar a don Rosendo. como esos negociantes de ganado vacuno. A mi mamita no la he conocido. Yo. disimulando mis ojos con el ala del sombrero. donde vivía de su cuenta junto con otros animales de la comunidad. queriendo convencerse más seguro. Algo tendré que hacer. asustándome que no sean como los de otros cristianos. y me veo pequeño. ya que ni hermanos tengo… Muy raras veces pasa gente cerca de mi choza. Sólo los que no me tienen miedo. la más linda que mis ojos hayan podido ver y que según supe se llamaba Porfiria… Del altito de Llamacunca. huishtuqueando llegó hasta mi choza. como saliendo de entre la neblina. Óscar Colchado Lucio [67] Cordillera Negra . asomándose acompañado de una muchacha buenamoza. Como una palomita apareció ante mí. mirando mis ojos en una laguna. uno dizque de color oque con manchas blancas. por más que mi taita me exigía. haciendo embudo con sus manos. Los que tienen necesidad de ir a la laguna. como en un sueño van desapareciendo y en su reemplazo. Caldo de res tomé durante varios días. ya no pude vivir tranquilo. Era imposible olvidarla. Mi taita decía que era de la uta esa enfermedad que se lo come a la piel que me atacó cuando yo era dizque guagüita. les doy quesitos frescos. Desde entonces sólo mi perro pastor me acompaña. que está más arriba. Al mes de nacido yo se había muerto. con su mantita al cuello. sin mirarme. sentí remordimiento de lo que había hecho. un carnero. A partir de ese día. Hace un mes me dio una sorpresa don Rosendo Chuqui. bocabajao nomás.[66] poyo. pasan por mi lado y hasta me hacen conversar. A esos es que les encargo que me lleven salcita. «Sus ojos son como del enemigo. después que lo arrié desde la puna. Como le respondí que no. se van a dar la vuelta por la lomada de Turuna todavía. y ahora último mi viejo también acaba de abandonarme. si no les pago con plata. sus pechos amaneciendo bajo la tela de percal. pensé. lana o. aunque la verdad es que hacía dos semanas ya que lo había pishtado en la quebrada de Pumash. su nieta. fósforos… A cambio. azuquitar. Volví a decirle que no sabía nada. me preguntó si por si no lo había visto yo su toro. hay un sitio que es medio pampita donde resume harta agua. Si ellos supieran quién soy y por qué estoy acá. junto al chorro. Pasaba por casualidad por la quebrada de Pumash. me estaba mirando triste desde la cumbrera de una casa. Desde esa vez pensaba. los vi que se hacían señas de lejitos cuando él pasaba al pie del camino. disimuladamente se alejaba.«A Gumicho lo ha vencido el sueño… Allau. pero de sus taitas si no sé nada. Pero ahora Gumercindo debe ser. pero que ella dizque lo quería… Sus hermanos tiene también la Porfiria. por ahí por donde lo pishté su toro de don Rosendo. de lejitos nomás. sin duda. estaba que la rondaba últimamente y aseguraban que había prometido robársela «a lo mejor para la fiesta». ni estoy durmiendo. escondiéndome. Laderita abajo de donde vive. Estarán vivos o habrán muertos… Desde la chacra donde barbechaban. al frente de Minas. hasta Porfiria cree que soy Gumercindo. Por eso será que el Gumercindo así nomás no se dejaba ver. oigo de nuevo que habla el mayordomo y que agrega. porque al Gumercindo yo lo maté. sus familias paraban al tanto nomás cuando ella pasteaba. Óscar Colchado Lucio [68] [69] Cordillera Negra . cansado estará de tanto que ha bailado… Pero yo no estoy cansado ni nada. Que rían. soportando la vergüenza que me daba mi cara. ¿y si se la roba para la fiesta de San Miguel como ha dicho? Con esa preocupación andaba yo. Víspera de la fiesta de San Miguel. Que don Rosendo no lo aceptaba. ni de broma reirían. Por ahí abunda el pasto y es por donde para ella pasteando sus guachitos. «Gumercindo». Dos veces hice el intento de toparme con su persona. ese gorrioncito que en pleno zapateo. al Gumercindo. tíos. hile e hile todo el día. patrón de la cuadrilla de danzantes Los Diablos de Rayán. Alguien me había contado ya que el Gumercindo. En vista que no podía apartarla de mi mente. empecé a bajar seguido a Minas a mirarla aunque sea de lejitos. cuando estaba yo detrás de unos montecitos espiándola. ayer nomás por la tarde. cuando estoy enredando mis brazos a los de ella. No lo despierten. Algunos se están riendo de lo que no me quito la máscara ni para descansar. pienso. el cholo que dicen la enamoraba. Por la Porfiria fue. volteando volteando como para correrse si yo la seguía. en el chorro de la quebrada de Pumash. primos. Sólo una vez. pobre». cuando lo veo más arribita. que sosiegue un poco. Él debió ser. haciendo tronar su chicote en el agua que se precipitaba de la peña. solo aparento. hasta que sucedió lo que ya seguro tendría que suceder. más acacito del puente. Fue ayer. escondiéndome. Al verme. en mi cerebro. fui a alzarlo para aventarlo al agua. dije levantándome apurado. despacito nomás me acerqué con la sangre que hervía en mis adentros. en mi cuerpo…! ¡Asómate en tu caballo de viento! ¡Haz que mi chicote suene como el trueno y baile yo con tus pies de remolino! —así diciendo hizo tronar de nuevo su chicote en el agua. De un de repente se me vino una idea acordándome que el Gumercindo era de mi contextura y mi tamaño también más o menos y que al igual que él yo sabía danzar muy regular. porque parecía estar llamando a alguien en medio del estruendo. que poco a poco empezó a jalarlo. Un arrepentimiento me vino. diciendo entre mí. Conque brujo también eras. Me acordé de su costalillo. cuando mencionó el nombre de la muchacha creo que el mundo me tapó. carajo. encárnate en mi alma. salté sobre las primeras piedras para cruzar la acequia y dirigirme a mi choza.[70] Escondiéndome escondiéndome tras las rocas filosas que por allí abundan. ¡úúúúúhh!. con brujería la habrás hecho quererte diciendo. se veía su costalillo blanqueando. ¿qué. oh. Ciego de ira. pues?…. ¡Ven. No lo vayan a hallar y empiecen a averiguar diciendo. entusiasmado en lo que pensaba hacer. es mis venas. me lo eché al hombro más bien y. medio asustado. llegué casi a su lado a escuchar lo que decía. Pero ahí nomás. pero ya qué iba a hacer. En eso. bien empuñado mi garrote de lloque que siempre me acompaña. llegando a su tras. Eso medio me asustó—… ¡A la Porfiria! ¡A la Porfiria! —volvió a gritar—. a quien año tras año lo nombraban de yunca sus pachacas… Acordándome de eso. espíritu del chorro! —oí clarito—. dándome cuenta recién de lo que acababa de ocurrir. Habrá aumentado el caudal. y me acuerdo que salió chispas de la punta. de dos garrotazos en su cabeza lo tumbé ahí sobre el agua. pero la curiosidad me hizo desatarlo de lo bien amarradito que estaba. en mis ojos. Verdad. que aprendí de mi taita. un viento súbito me tumbó con fuerza sobre las lajas. ¡Ven. a llevarlo hasta el centro y de ahí sí se lo arrastró esa bajada a toda velocidad. lo hecho hecho estaba. pues. se encresparon de pronto y chisporrotearon lejos llegándome a mojar. A un costadito nomás. ya no lo boté el costalillo. sobre todo el panatagua. las aguas del chorro que habían estado cayendo tranquilamente. me acordé que esa tarde era el rompe y que a hacerse cargo de su cuadrilla estaría bajando. ¡Haz que me siga como mansa paloma!… A pucha. En un ratito se devisó aguas abajo hacia el río… Paradito me quedé. Ya…. —¡Uuuááá! ¡Uuuááá! —gritaba—. en una hendidura. pensé pasando rápido a la otra orilla. ¿este cerro es chúcaro o qué? Unas nubes negras que lejos lejos Óscar Colchado Lucio [71] Cordillera Negra . venciéndolo a las piedras que a ratos lo querían detener. En su dentro lo que encontré fue su disfraz de danzante. ¡fua! ¡fua!. Quiera o no tendré que hacerlo en algún momento. oyendo el balido de mis ovejas… Óscar Colchado Lucio —¡Juuuurrr! —¡Vean! ¡Vean! —dicen—. dicen que soy el mejor danzante de la fiesta. pero ya sin rayos ni truenos. Llegué a mi casa empapadito. una vez siquiera vivir la alegría junto a la Porfiria…! ¡Después de danzar con ella aunque me mates! Así diciendo me levanté del suelo. Bien empuñado el costalillo. bailando. . cholo pretencioso. Cordillera Negra [73] [72] Ahora estoy danzando de nuevo. al fin vas a salir con tu capricho. —¡Taita Jirka! —dije. con harto orgullo en sus ojos. que derecho tengo yo también de buscar la felicidad como cualquiera. gran jirka. Pero ya está decidido. a lo descuidado me ha dado un empujón. en cada zapateo que he tenido con ella durante la noche. Un rayo cayó cerquita y casi me deja carbonizado. después de ofrendarle mi coquita. haciéndome ver en su cara esos dos hoyitos que me alocan cada que la veo reírse. Vamos corriendo hacia la puna.había visto hacía rato. Nos alcanzan. Y yo me he reído tomándolo a broma. pero comprende. ni tus ojos puedo verlo. que hasta ahora como sombra nomás he vivido. yo empecé a correr esa travesía. por si un latigazo los deja resentidos… Por ratos me entristezco pensando en lo que tendré que hacer cuando ella me exija quitarme la máscara. A poco. Ya están cerca. ahora las vi que se encontraban y ahí nomás reventaba el primer trueno. toda mi ropa llena de barro. la lluvia se precipitaba con ganas. En cada abrazo. y entonces… entonces… ella se enterará. ha dicho. parece que no fueras Gumicho. escondido siempre del prójimo! ¡Déjame. me ha contestado. La Porfiria me ha mirado disimuladamente. porque están bien adentro. alzando mi vista al cerro—. Pero sus hermanos y sus tías vienen. taita. a eso se llama bailar. Siguió la lluvia nomás. a las buenas o a las malas tendrá que irse conmigo… Me la estoy llevando. Está ligeramente mareada. Al poco rato escampó. Yo mismo veo que nadie puede competir conmigo. De mi voz no ha dicho nada felizmente. Mi chicote también restalla como cuetón todavía haciéndolo a la gente desparramarse. me arrodillé sobre la huaylla. Habrás visto. au papito. así diciendo. Asustado de fea manera. Buena luna alumbra. Bueno. Y seguí mi camino sin voltearme a mirar. cree que estoy fingiendo como los demás de la cuadrilla para que la gente no se entere quiénes somos. huajayllándose. Sólo tu máscara de diablo me da miedo. en esa oscuridad. ¡Sé que es malo lo que hice. le he hablado para escaparnos. y mañana tempranito bajaremos con Porfiria a hablar con don Rosendo… —Anda. deberías tener más respeto con los que hablas. es que yo y mis hermanos ya hemos tomado acuerdo. no?. ¡qué caray! Al hermano mayor también ahora sí lo veo que se amarga de veras. —Mira.[74] —¡Anda. si mañana voy y me salen con algún cuento. no la que me quiso garrotear. ¿o es que quieres tomarnos el pelo? —Su voz también no parece su voz —dice una de las viejas. haciendo ademán de garrotearme. otra— véanlo pues su sinvergüencería. Yo y Porfiria estamos calladitos. —Habrase visto —abre su boca una mujer. Los otros hacen un feo gesto. no es hora de hacer escándalo. Cuenta con nuestro apoyo. te disculpamos. todavía desconfía el hombre. —Sí. jipando. ¿qué podría hacer? —Fíjense su gracia —habla uno. pero ahí nomás levanta la voz: —¿Por qué no te quitas eso? —me dice señalando la máscara con un movimiento de su cabeza—. déjenme ir con ella. pero aún no es tarde. sinvergüenza! —dice una de las tías. todo tiene arreglo. Porfiria se ha puesto a mi trasito. ¿Qué tal bruto. tía. y en vista que no hemos podido convencer a nuestra hermana. avergonzada. ¿después de lo que ha hecho? —reniega la vieja. déjeme hablar un ratito. conque pensabas salir con tu gusto. Puedes acercarte mañana a Minas y ahí hablaremos. esperando a ver qué dice. mirando bocabajada. —¿Hablar bonito?. pronuncia bajito. no es necesario que hagas estas cosas. lástima que has hecho esto. podemos hablar bonito. Gumicho. ya verás cómo el viejo te recibe. Gumicho —se acerca el hermano mayor a hablarme. cholo. habíamos quedado en hablar con el abuelo Rosendo si tú buenamente nos lo pedías. señora —le digo—. déjelo usted. —Si están de acuerdo —le respondo dirigiéndome a todos—. creo que su primo—. cómo pues. —Es que. taitas. asustados. hombre. ¿O no eres Gumercindo? Óscar Colchado Lucio [75] Cordillera Negra . Ya con mis hermanos hemos estado discutiendo este asunto el otro día. haciéndole ver que todavía no le conviene comprometerse por ser menor. como para él solo. hombre —quiere amargarse el que habló. se los suplico. —¡Que se quite ese tapojo! —grita uno de los hermanos que parece medio mareado—. los demás están al tanto nomás—. ¿no? —Tía —se interpone uno de los hermanos mayores de Porfiria—. luego que nos han rodeado—. Ya estoy por echarme a correr. se ha puesto caprichoso queriéndosela llevar así nomás… ¿De veras. sólo por no darle cara. hacién- dome el que limpia apurado la capa y las cintas de colores que penden de mi cuello. diciendo me palmotea. antes que la luna se entre y nos quedemos en tinieblas. Yo sigo tapándome la cara así medio arrodillado que estoy. Gracias. Me dan un empellón. que ya pronto estarán juntos… Porfiria y sus familias están que se despiden. Las mujeres vociferan. Los otros también se dan cuenta. Ya me fregué. dicen. Desesperado. pero aquí estamos. ahora vas a ir preso! Nada me importa estar preso o lo que sea. temiendo vayan a descubrirme—… No me quito sólo porque… estoy disfrazado… y… —¡Qué tanta consideración. ¿Te han lastimado?. me dice uno de ellos. Anda nomás. pregunta. seguro. hijo. más las mujeres que se quedan. Eso enfurece más a los otros que logran sujetarme un poco y arrancarme la máscara de un tirón. Y dirigiéndose a la Porfiria. grita una mujer ya de edad. Se lo ha estado robando a mi hermana. llegan sus familias del Gumicho. responde uno. sin hacerme caer del todo. por favor!. ese mismo ratito en que. ¡Cojudo. ya mañana mi sobrino y nosotros sus tíos les vamos a visitar para hablar bonito. déjala nomás que se vaya la muchacha. pienso. me pregunta acercándose la mujer. Vayan con Dios nomás. Vamos volviendo. ¡Qué pasa! ¡Qué lo hacen a mi sobrino!. tapándome con mi brazo. a mí no me dicen nada. señores. Le respondo que sí. A uno. Oigo a la Porfiria que chilla suplicando que me suelten. hijo. sin preocupación al parecer.[76] —Sí. duerme tranquila. Pero viene uno y a la fuerza me descubre. miedo habrás tenido seguro que no te reciban a ti solo. de un empujón lo mando al charco. se acercan. tío. para acompañarte mañana. hijo?. Pobre guagüa. ¡No. tus tíos y tus tías. no hagas problemas. Forcejeo. sin mirarle como al comienzo. pero me aguanto al ver que nadie dice nada: tal vez algunas sombras de nubes disimulan mi rostro. ya maduros. y alarmada que medio agachado nomás la escucho. soy —les digo rápido. Así diciendo. agarrado su palo a defenderme. no sé cómo esconder mi cara. la mujer se acerca a los otros y oigo que les dice. avisados seguramente. de un de repente me levanta la cara y me mira a la luz de la luna. adelantándose a los que la acompañan: dos hombres y una mujer también. que no me hagan daño. Apartándose. mientras los otros se lanzan a sujetarme. a pesar que le hemos dicho que estamos de acuerdo que se casen. le respondo. Ahora se van… Los hombres. carajo! —diciendo salta uno a arrancarme la máscara. pero yo tengo que ir por otro lado a recoger mi costalillo que lo Óscar Colchado Lucio [77] Cordillera Negra . mierda. niña. les digo. doña Rosalía nos hizo ver cómo el agua se lo tapaba al pueblo. ¡Jesús! ¡Cómo ese gringo se lo trae abajo la laguna! —En la manteca también mientras tostaba cancha. se lo tapó a este cuando lo estamos viendo desde esta banda. Gumicho nomás había sido soy… Más bien acabo de oír que arriba en la puna a un hombre que nunca bajaba al pueblo. que había encima del pueblo de Suyrobamba. [79] Cordillera Negra . oiganes. pero entonces ni ella sabía si era este o el de la otra banda. —En mi sueño. después que se propagó la peste. ya mañana les buscaré para que me acompañen. dizque lo han hallado muerto en su chocita. ¡gracias!… Así diciendo pego la carrera esa bajada sin darles tiempo a nada. Ese anciano fue Dios —¡Vean! ¡Vean eso! —dijo en el momento de su agonía don Machelo Orellana—. Óscar Colchado Lucio [78] Agarrando nuestras gallinitas bajamos esa bajada.he encargado. en el agüita clara del puquio estoy viéndome. a las dos o otras semanas nomás será en que la laguna de Kojup. De veras. clarito Mamá Nieves me reveló: «No les importó celebrar mi fiesta… Mira cómo ese río avanza sobre ese pueblo de pecadores». es mi voluntad que me lleves a Cocharcas. y ya lo vimos. que todos esperábamos ya. ¿Ya ves? No se condolieron a pesar de vivir en la abundancia. mamita. —Pero cómo. caminábamos como en el aire. Después supimos que bajó al temple y cruzó pueblos. de pelo blanqueado. alentado. temblando. para el otro. Ni esa mujercita. —Será el fin del mundo —dijimos. según dijo. encogido como nosotros. encaminándose a Suyrobamba a sacar a mamita Nieves. cargado su alforja. —La peste negra es —decían. al siguiente día nomás ocurrió la desgracia. Pero en el momento del estruendo miró atrás. Antes. porque ese anciano. mejoró un día. Sebastián —le ordenó la Virgen—. luego vimos que se desplomaba el cerro y se vaciaba la laguna… Fue poco después que un anciano rotosito. y ahí nomás quedó endurecida como piedra. Y de veras. donde siempre quise estar. que estaba sufriendo sepultada en el lodo. en esos días de harta lluvia. ahora están pagando sus culpas. hijo. sin sentir el hielo de la cordillera ni el solazo de los temples. sólo porque al escapar olvidó la advertencia: «Oigas lo que oigas. cuando se aclaró el cielo y volaban las primeras palomas. señora —le había respondido él—. lejos de toda salvación. Pero eso fue ya después que Sebastián Quimichi abandonara el pueblo. la única que le ofreció alimento. de lo botadito que estaba. flaca. dizque la vieron levantarse y avanzar a este lado desparramando en el aire un humo azuloso que era la enfermedad. picoteados por nubes de gallinazos. Óscar Colchado Lucio [81] Cordillera Negra . puro pellejo. —Pero no para este pueblo —dijo el anciano peregrino—. luego que al anciano le negaran hospicio y hasta un plato de comida. a una vieja de negros harapos. para el que está al frente. pasara por este pueblo anunciando la desgracia. —¿Ya ves? —dizque le reveló la Virgen a Sebastián Quimichi uno de los nuestros—. alta. cerca de mi hermana. si no puedo ni moverme… Ya para entonces la peste nos estaba matando. fue Dios… Ni uno había logrado salvarse. ya llevábamos la enfermedad bien adentro: moreteados. —Ahora ven y sácame de este sitio.[80] Primero fue un estruendo lo que escuchamos. De entre los muertos que se descomponían en Suyrobamba. con esa fiebre que nos envolvía. Los que salimos de nuestra querencia. por nada te has de volver». desde que en la ladera de Cunca pariera la mula de don Alberto Cano. sin importarle los truenos. llorando. la Virgen de la Candelaria. aunque la maldición puede tocarlos. los relámpagos. se corrían a los cerros o se escondían en sus chozas. como hacer brotar agua de una peña. con el viento que nos arrastraba como a débiles pajas de las parvas… Muchos iban quedándose en el camino. Magnífica en grandeza.[82] la granizada. hociqueados en el barro…. es que decidimos ir en peregrinación. Como dormidos nomás avanzamos esa travesía. Un susto se pegó el hombre viéndonos. caminando como sanos. Día y noche caminábamos por sitios feos. haciéndose la señal de la cruz. queriendo hacer lo mismo. luego de enterrar a nuestros muertos en enormes zanjas y quemarlos cuando las fuerzas se nos acabaron. Por cruzar una quebradita cuando estábamos. y a varias leguas. Y había quienes hasta nos echaban sus perros o nos tiraban piedras. Quién sabe la Virgen se compadezca. pueda o no pueda. donde decían que estaba mamá Nieves. Por eso ya no bajábamos a los poblados. Alentados bajamos. pisando altos y bajos. desde donde sentíamos sus ojos espiándonos por las rendijas de sus puertas. Sólo cuando obtuvimos las primeras noticias que la Virgen ya estaba en Cocharcas y que había hecho varios milagros durante su recorrido. por punas solitarias. Desde un alto. a rogar a la Virgen estamos yendo. Las gentes al vernos pasar por los pueblos se espantaban. aparecían de pronto delante nuestro. Somos de tu pueblo. rezaba arrodillado. es que decidimos irnos. seguía- mos oyendo sus quejidos como delgados hilos que se resistían abandonarnos. como si nuestro cuerpo ya no nos estorbara. que hacían temblar los cielos y la tierra. —¡Sebastián Quimichi! —nos alegramos reconociéndolo. y cuando dejábamos ya de percibirlos. así como se compadeció del Sebastián. de las almas impuras líbranos… Óscar Colchado Lucio [83] Cordillera Negra . diciendo. con el cuerpo liviano. —¿No nos reconoces? —le dijo gangoseando uno de nosotros—. caminábamos según nos dimos cuenta. vimos al otro lado a un cristiano. por encañadas. Apenas nos alejábamos. hasta alcanzar a los que iban adelante. llegó el momento en que se nos nublaron los ojos y perdimos todo control… y cuando los abrimos. hacían humo o rociaban creso sobre nuestros rastros. Pero Sebastián Quimichi que había dado un salto atrás. vimos por fin lo cirios en la hoyada. De los que llevateándonos con nuestro cuerpo avanzábamos todavía. a nuestro tras quemaban cuernos. dobladas sus manos: Madre mía. Sebastián. Alguien empuñó tierra y ¡shall! le arrojó al Sebastián. empezó a llamar con voz como de buey: —¡Joséeeee! ¡Joséeeee! Me fajé rápido maliciando que era el propio Saturnino tratando de asustarme el cholo. dije entre mí. dejándolo ahí al Sebastián arrodillado. en el aire nomás estábamos. ¿y quién es pues este? Calladito me quedé. sólo que vestido completamente de negro: poncho. Resignados. Allí alzando ambos sus brazos a la luna. Fue ahí que nos dimos cuenta: no había sido pisábamos el suelo.Óscar Colchado Lucio Nos dio cólera. Ni Dios ni la Virgen podrían recibirnos. pantalón. propio mi primo Saturnino nomás. más negro a cada paso… Esa vez de la mangada [84] aciendo mi necesidad estuve por ese maizal que hay abajito junto a la quebrada. sólo en los responsos se pronunciaba. H [85] Cordillera Negra . Sebastián. Para llegar. Avanzó con cuidado sin hacer sonar mucho las hojas de las plantas hasta mitad de la chacra. Convencidos. —¡Pero si te conocemos. de un de repente lo veo saltar la pirca a un hombre. Ese rezo lo conocíamos. Sombras nomás había sido éramos. Lo hicimos rezando al santo rosario. iniciamos nuestra penitencia. ni éramos como el Sebastián siquiera: su cuerpo no se transparentaba como el nuestro. tendríamos que atravesar quizá el otro lado de la tierra. una enorme cruz abría sus brazos. Buena luna alumbraba… En eso que estoy por levantarme. sombrero. Sobre una montaña lejana. haciendo cruces en el aire. Calmosa estaba la noche. todo… ¿Quéee?. tendríamos que seguir vagando todavía. Almas impuras seguro. empezamos a alejarnos. sin moverme. esperando a ver qué hacía. todo. somos de tu pueblo! Como si no nos oyera seguía arrodillado. viendo por primera vez que uno de nuestros dedos ardía con una llamita azulina que nos alumbraba el camino. riéndome con ganas. itacado bien mi alforjita. me doy cuenta que más abajo. pero ella no se dejaba: sacudía su hombro y botaba el Óscar Colchado Lucio [87] Cordillera Negra . en el cerebro. detrás de unos puyós ramosos que daban sombra al sendero. Me alejaba corriendo. ese hombre que decían que era medio brujo y que era su tío de la Ishica. hija de su hermana. estaba parado un hombre como esperándola. En eso. caracho. Así pensando agarré un terrón de buen tamaño y lo apunté a la espalda. luego que la vi despedirse de los dueños del ganado que estábamos marcando. Por agarrarlo que estoy. al mirar su cara. me doy cuenta. seguí avanzando un poquito distanciado. medio topándola con el hombro. escondiéndome escondiéndome entre los puyós. en vez de la espalda. bienecho. ¡Trasss!. sin moverse. Parecía un poco mareado y por la forma como le hablaba debía estarla palabreando. dije. Pues hoy sí se ha fregao. aprovechando que estaba volteado haciendo sus ceremonias. su tío. saltando la pirca me fui esa travesía. dije. iba yo. creo que lo he fregao diciendo regresé a ayudarlo levantarse. dije. Haciéndose el gracioso iba el hombre a su lado. sino el propio don Antolín Matos. que no era el Saturnino. para que otra vez no la esté molestando a su sobrina. pensando salir de un de repente a encontrarla. Ay. Quería abrazarla quería abrazarla. como desmayado. tumbándolo de nariz sobre los maíces que crujieron rompiéndose con el peso. se hizo mi cuerpo pensando en que ya tendría su enamorado. Después de todo. ¿a su sobrina? Su sobrina legítima es. Lamentando mi mala suerte. sin dejarme ver todavía. ¡pojjj!. Mas de pronto me doy cuenta que se trataba de don Antolín Matos nomás.[86] Después —¡lajla!— a chico y grande les haría reír contándoles que me había espantado. antes que fuera a tomar conocimiento y me reconociera. Eso dije acordándome de esa vez del rodeo en Rayán. ¿Qué cosa?. Asustado. Para su mala suerte. de donde me vine apurado pensando alcanzarla a la Ishica por el camino. lejitos. de quien tiempito ya me hallaba yo enamorado y paraba atrás atrás nomás de la muchacha. cuando una preocupación me asaltó de pronto: Quién sabe muy fuerte lo habré cascao y me volví a mirarlo. Lejitos. dejándolo ahí tirado. a la carrera. hociqueado ahí sobre el surco estaba el pobre. que de alguna parte estaría viniendo. está bien que sea ayudante de brujo y todo. su patrón. por un costado del camino nomás. ya cerquita que estoy. le cayó. botadito. De veras. pero a mí no me las va a hacer. para que aprenda a ser hombre. De tanto cargoseo. Asustado se apartó él y se volteó a mirarme con malos ojos.brazo de él cada vez que se arrimaba mucho. Óscar Colchado Lucio [88] —¿José? —fue lo primero que asomó a su boca. su ropa. me hubiera gustado. La Ishica también. pálida su cara. no como llamando. poniéndose medio seria—. para ayudarla y por lo celoso que me encontraba. feo se avergonzó. «¡Atatau. Sólo entonces me alejé. su mamá estaba allí. Hasta no convencerme que eso era así. en tanto el otro. más bien como quejándose. Antolín. esperándola. como sin sangre. Pasado mañana se cumplen los diez años de plazo que me diste. donde. del tamaño de una planta de maíz. Aún estoy joven y no quiero irme. para que otra vez seas más precavido… Pero Antolín no estaba ocioso para entrar en averiguaciones. Antolín Matos logró levantarse. ahí nomás salió la mujer a recibirlos. Ahí fue que se agitaron las hojas y estalló una carcajada que hizo caer los choclos que estaban recién macollando. silenciosa. descubriéndome. mientras ellos llegaban ya a la casa del molino. José? —preguntó medio resentido el hombre. manchadas de polvo. sin querer lo tumbaría de hocico en el maizal… Haciendo un esfuerzo. Una nueva carcajada le respondió. dijo: —Me hubiera gustado. renegando de lo que me había hecho la mala ese brujo. Saqué mi hondilla y retrasé mi paso. según le oí decir a Ishica en el rodeo. —¡Ajá! —la voz cambió de tono. vio sus manos. al poco tiempo nomás. Eso debiste haberlo pensado bien cuando firmamos el contrato… «¿Ven esa candela que arde en su maizal de don Tito?». Entonces. medio molestándose ya parecía estar la muchacha. Agachó la cabeza y empezó a irse por esa bajada con trotecito rápido. Una enorme lengua de fuego. continúa por su tras. A la luz de la luna. La noche. habló botando llamaradas. [89] Cordillera Negra . todo desganado. Al ratito. más otra urgencia era lo que lo atormentaba: —Te he llamado —le dijo— para prolongar el pacto. me puse a toser bien fuerte saliendo a un clarito para que de una vez me vieran. sintiendo que la cabeza le daba vueltas. ya calmándose. sin maliciar que ahora. haciéndolo chasnar el follaje: —¿Ya estás bien. No supo qué hacer. No entendía aún lo que le había ocurrido. mal sitio será o entierro habrá quién sabe!». parecía contemplarlo. no me alejé del lugar y de veras. Yo disimulé interesándome de pronto en las perdices que saltaban en el monte. —¿Fuiste tú. Antolín? —se burló la voz y otra vez feo se carcajeó. —¿Pero no habrá algo que se pueda hacer? —dijo Antolín con voz suplicante—. Era de colores. qué dizque!… El demonio habrá sido. pero la punta de su rabo lo habían trozado con la barreta. Y mucho cuidado de tocar a tu sobrina bajo mi forma.[90] «Mejor no miren. —Está bien —dijo Antolín Matos—. fría. se dirigían como flechas a sus refugios en los montales. a no ser que… —¿A no ser qué. metálica. De un momento a otro se desataría la mangada. «¡Yaaa. Ya iba a entrarme a practicar un rato siquiera mi rondín. «Allau. a la Ishica. apurada apurada. en un altito sobre el camino. bien envuelto en mi poncho. neblinosa. la veo asomarse por abajito por esa única planta de tara que había en toda la travesía. Óscar Colchado Lucio [91] Cordillera Negra . Chirapiando estaba y corría viento. «No. no como ahora en que más tristeza daba. por favor… «Una fea culebra dizque han encontrado la otra noche enroscada en sus piernas de la Ishica. puede ser malo». ¡Si cumples! —le advirtió con una carcajada y desapareció. ¿por qué no? —Eso depende del arreglo. Nadie ha visto culebra asina». Ella no. José? —brilló en sus ojos una lucecita de esperanza. a esta hora en que los pájaros. qué va ser culebra de verdad». ¿Viviré otros diez años? —Si cumples —dijo el demonio—. a ella la quieres. Contigo fue por diez…. —¿Qué…? ¿Cuál…? —Mata a un hombre cualquiera sin darle tiempo al arrepentimiento. —Sólo te puedo conceder una cosa —dijo la voz. Yo acababa de dejar mis vacas en su corral y ahora parado a la puerta. que ahora salía de una sombra de pie entre los maizales. instrumento en que me hallaba afanado tiempito ya. Sé que a otros les has dado hasta veinte años. como en un sueño. por ejemplo. miraba la tarde. mi corazón cómo empezó a brincar de alegría. ¡Aso!. dizque. con las alitas cerradas. ¿verdad? —¿Mi sobrina? ¿Ishica? ¡Noooo! —dijo Antolín—. para eso cuando hace buen tiempo. en un lugar en donde pueda llevarme su alma. Mi casa. aparente es para distraerse mirando a los que pasan. triste. Recuerda que eres animal herido… «¿Y mataron a la culebra?». Tu sobrina. —Que cambies tu alma por la de alguien muy querido. encanto seguro. se secará esa muchacha». mirando el cielo. Bijuqueándose dizque logró escapar por su chacra del Antolín Matos. cuando en eso. Morirás si algún daño te hacen. y a mí. chupándole los senos en lo dormida que está». se paró de un de repente y se volteó a mirarme. le dije. le dije. viendo sus pechos que querían reventar dentro de la tela de percal y más todavía cuando al abrir los brazos para cubrirse mejor con su manta me hizo sentir ese olor a mujer que tanto ansiaba yo. ¡A mi casa!. sin darle maliciar nomás. ahí está. ¿Cómo dices?. luchaba conmigo mismo. Ya que estaba por entrar. dijo dejando de sonreír. sólo esperando su compañía de la Ishica que como mandada se asomaba ahora. adentro está pues mi mamita. le respondí poniéndome serio. Gotas gruesas empezaron a caer de uno en uno reemplazando a la chirapa. ¡Ishica! ¡Ishica!. justo ese ratito en que empezaban a caer más seguido esos goterones que anunciaban la mangada. ¿acaso te engaño? «Ahora es cuando». pensando cuál sería lo más conveniente. como por acá decimos.[92] igualito como sapo dentro de mi pecho. al pie del molino. donde había vaquería y afanada estaba la gente haciendo quesos todos esos días. medio disimulando mi voz que quería temblar por la emoción. De veras. Cuando llegó a mi lado. ¿a dónde vas? Viéndome se sobreparó como aprovechando para tomar aliento. De un brinco salió Óscar Colchado Lucio [93] Cordillera Negra . Para qué nomás será diciendo. en tanto mi taita se hallaba por Jimbe negociando reses. que adentro estaba mi vieja esperándola. Confiosa subió la cuestita alzando altito su pollera. le dije que pasara. como si su cuerpo algo le anunciara. le dije fuerte para que se convenciera que no me había oído mal. ¿adónde más. mi mamá te necesita. pues? No sabiendo cómo nomás retenerla. cómo nomás será dio un sacudón y se hizo soltar. Ansioso la llamé antes que se pasara. ¡Mi mamá te necesita!. todo nervioso. me respondió risueña. ya que ese ratito mi vieja estaría por Chacana o Palillo cambiando papitas por camotes o yucas. le dije acercándome lo más que pude a su lado. Estaría viniendo seguro de la casa de los Callán. medio con fuerza. pensé. si hablarle bonito nomás o a la fuerza arrastrarla al interior. ¿De veras?. ¿quieres verla? Ella por un momento se quedó rígida. El vapor pegajoso que salía de su seno por el agüita de la chirapa que había humedecido su ropa. huachito. bañó mi rostro y lo hizo incendiar mi cuerpo llenándome de más valor y ganas. preguntó. diciendo. ¿De veras?. Abrazándola decidido. Sorprendida paró las orejas. De manera que estaba yo solito. Ishiquita. sorprendida y cuando sintió que la estaba ya medio arrastrando al cuarto pegando mi cara a sus mejillas chaposas. En mis adentros. ¡Ven!. ¿de veras está ahí? Sí. acercándome a oler su cuello que me apeteció como una fruta fresca cuando lo alargó para llamar a mi vieja por su nombre. Ishiquita. hombre. dando contestación a sus burlas. Eso te pasa por mentiroso y por mano larga. ¿quién puede salvarse rodando de semejante altura. En una de esas resbaló mi llanque y caí al suelo. dijo Ishica. ¡achallau!. ni ociosa de pararme a tu junto. Atatau cholo. Óscar Colchado Lucio [94] [95] Cordillera Negra . ven arrímate a mi lado. me respondió. no le quedó más remedio que hacerme caso viniendo a guarecerse bajo el alero. y ahora ¿cómo voy a irme con esta mangada que me ha agarrado a medio camino?…. Deja tu cuerpo ahí entre las chilcas y elévate en forma de águila. Como tres vueltas dimos alrededor de la casa atollándonos en ese barro de la lluvia que había caído la noche anterior. Sólo las momias de los gentiles que pueblan estos cerros pueden haberte oído… No creí que fueras asina. Y al verme levantarme todo avergonzado sacudiendo mi ropa. su ropa se seguía empapando. mas ella seguía quebrándose de risa. pensé que siquiera más serio serías. haciéndome ver con gusto sus redondas nalgas y. alegrándome nomás en mis adentros que no estuviera enojada. le dije yo. ni loca… Por más que se refugiaba entre las yerbasantas. diciendo. pues. aquí bajo el alero. ¿Es ella? Claro. No te molestes. ella es. ni correr puedes. me mata don Antolíiiiiin!». Ella. ahora que la mangada se viene a todo dar desde la Cordillera Negra? Olvídate de Saturnino Mejía. empezó a huajayllarse con ganas parada junto a una mata de yerbasanta. así hablaba. sabiendo lo mañoso que eres. Todo desganado y adolorido me acerqué a la puerta. más allacito se volvió a mirar. ¿Qué hace ahí solita junto a ese muchacho. ¡bienecho! Desde la montaña de Tarapucro la estás viendo. y agregaba. Mejor di: No he podido diciendo. mientras yo por su tras corría a empuñarla de nuevo. golpeándose entre las peñas y cayendo al fondo mismo del barranco? ¿Te preocupa lo que gritó al momento que lo empujabas? «¡Favooor!. Al cabo de un rato. Antolín. por estos sitios solitarios no vive nadie. que me había sentido caer. hasta que pase la primera tanda siquiera. sus pechos. viendo cómo el primer chaparrón hacía sonar las hojas de las matas y los rayanes que por ahí crecían. le dije yo. ¿qué tanto apuro? ¿Así?. tamaño cholo. Ishiquita. ya debe estar muerto. Despreocúpate. después ya te vas pues. pero en el fondo parecía contenta más bien. y desde el alto míralos. mana válej. haciéndose la molestosa. No he querido agarrarte. cuidando de ponerse medio lejitos de donde estaba yo.puerta afuera riendo nerviosamente. cómo me has hecho demorar por gusto mintiendo. embarrándome. En eso que entre risa y risa volvemos a la conversación de mi vieja, yo diciéndole que de veras adentro estaba pero durmiendo, y ella alegando que yo era un mentiroso; vemos de un de repente que, bajando del cielo nuboso, un águila medio rara, haciendo ¡parrr! ¡parrr! con sus alas, trata de detenerse en el aire y casito nos tumba de un alazo, si no es porque a tiempo nos agachamos y logramos arrinconarnos en la pared haciéndole perder campo en su ataque. Después de asustarnos tan feo se pasó de largo nomás. ¡Yaa!, ¿qué pues quiere ese animal?, dijo ella reparando con sobresalto el lugar por donde se perdía. Yo también, Qué raro, dije, nunca he visto un águila volar tan bajito, más peor por acá donde ni gallinas criamos. Fue el día anterior que Antolín Matos le dijo a su criado: —Mañana tempranito te vas a Tarapucro a recoger leña para carbón. He conseguido ya el fierro; necesitamos urgente hacer dos barretas para trabajos de la chacra. Esas que tenemos están muy toscas y son pequeñas… Y tempranito, Saturnino Mejía, estaba que hacía fogatas por Tarapucro. Rato ya, pasado el mediodía, cuando se estaba nublando todo, al volverse hacia la cima, vio que su patrón bajaba. Un poco antes había [96] visto un águila sobrevolando las crestas de la cordillera. —¿Ya estamos? —le preguntó el hombre llegando a su lado. —Sí, patrón, ya estoy acabando —le respondió. Antolín Matos apenas miró los pequeños troncos que se quemaban. —¿Esto? —dijo meneando la cabeza—, esto no, hombre; ven por acá, por acá hay mejor leña. Y empezó a bajar por la parte más fea de la montaña, por ahí por donde Saturnino no se había atrevido. —Por acá, por acá —le iba llamando, abriéndose paso entres las chilcas, sobre un suelo de filosas rocas. Saturnino tenía que pisar fuerte para no caer, Antolín avanzaba como si nada. —Por acá, por acá… Iban asomándose a donde la montaña se cortaba a plomo. Al fondo, quién sabe a qué profundidad, pasaban las aguas de la quebrada, cubierta de monte. —De aquí, mira; fíjate donde hay buena leña… Saturnino asomó el rostro al hondo de la encañada. Ahí fue que sintió que lo empujaban y volaba por los aires… Con toda fuerza la mangada empezó a caer. El día se oscureció más todavía. Los truenos y los relámpagos se sucedían a cada momento. Óscar Colchado Lucio [97] Cordillera Negra [98] La Ishica, por el susto sería o de mañosa quién sabe, se había puesto cerquita de mí, como para empuñarla de un salto nomás. Y, más que eso, seguía haciéndome zumba que no la había podido dizque agarrar, como provocándome… De un de repente, qué tanto ya será diciendo, di un salto a lo descuidao, y justo la agarré de su monillo, como con cólera, sintiendo de nuevo su olor pegajoso que encendía mi sangre. Hoy sí, dije entre mí, por nada la suelto. Y empecé a arrastrarla con todas mis fuerzas; mas, sintiendo que se estaba dejando llevar nomás sin poner mucha resistencia, tuve que aflojar un poco para no maltratarla. Sólo cuando vio que iba a tumbarla sobre la tarima, luchó un poco agitando sus brazos y arañándome; pero con la ansiedad que llevaba yo encima, la hice caer de espaldas sobre la cama. Ahí sí, como un loco, empecé a besar su boca, su cuello, sus ojos, mientras sentía que ella jipaba de gusto en mi debajo. Ya rendida, acariciaba ahora mis cabellos. Cuando afanado desabrochaba su monillo, siento que, ¡ploc!, algo como un peso blando cae con fuerza sobre mi espalda, y ahí nomás una picadura como con espina me hace aullar de dolor y revolcarme sobre la cama luego de hacerme soltar a Ishica. No vi nada ese ratito, sólo oí un grito que da ella y silencio… Cuando pude levantar mi cabeza y reparar a mi lado, vi que un feo animal, como culebra o como lagarto, cuto de cola, de colores verde y rojo tornasolado, se arrastraba sobre los pechos de mi amada y le clavaba sus colmillos en el cuello… Como borracho, sintiendo que mi sangre se volvía quemante y oyendo como en un sueño la granizada que caía sobre las tejas, me paré tambaleante y busqué como pude el machete que felizmente colgado allí estaba, a la mano. La culebra ya se bajaba del cuerpo de la Ishica. Ella convulsionaba y empezaba a botar espuma por la boca, en tanto se retorcía su cara en feos gestos de dolor. El animal, al verme con el machete, se erizó. Se enroscó en su poca cola y, mirándome con sus ojos que reventaban en sangre, se dispuso a saltar, sacando su larga lengua amenazante. Ya cuando mis ojos se nublaban y todo lo veía azul, di un machetazo como al aire, y sin saber si acerté o no, sentí que mi cuerpo se amontonaba, que todo se ponía silencioso, que las tinieblas me tapaban… De pronto, como en un amanecer, puedo ver la luz que viene hacia mí o acaso yo estoy yendo hacia ella. Siento que mi cuerpo está liviano, que flota en el aire como neblina o nube… Recién debe haber escampado, porque las llocllas están que se escurren todavía por la falda de los cerros, mientras arriba brilla el sol en un cielo despejado Óscar Colchado Lucio [99] Cordillera Negra que da envidia de puro azul… Estoy muy alto de las cosas y las gentes. Y puedo ver lo que hay dentro de las casas. Allí está mi cuerpo abrazado a la tarima, mi cabeza recostada sobre los muslos de mi amada Ishica que tiene los dientes apretados, crispadas las manos, los ojos congelados… Con la cabeza separada del cuerpo, apenas sanguinolento, sobre el piso terroso, botadita está la culebra. Y sobre las montañas de Tarapucro, enredado entre las chilcas, en medio de un charco de sangre, yace el cuerpo de Antolín Matos, sin ojos y sin lengua, mientras al fondo de la quebrada mi pobre primo Saturnino, (¿qué hace?, ¿por qué está allí?), un huequito con sangre tiene en la cabeza, como si un animal extraño le hubiera sorbido el ceso o chupado la sangre. Pero en los alrededores todo está tranquilo; la gente está que va a los pastos, a las lomas, a la vaquería… De aquí no saldrás hasta tu muerte «De aquí no saldrás hasta tu muerte, au zonza; morirás ni bien empieces a subir la cuesta». [100] cordándome nomás estoy de ese día que mi mama me dijo, ha venido doña Estefania de nuevo, ándate de una vez, aquí no hay sitio para ti. Mi taita también aborreciéndome seguro: ¡Anda, aquí más carga estás haciendo, busca para tu barriga siquiera!… Cargando mi quipi, me vine ahí mismo esa bajada, sin parar hasta el ojonal que hay al pie de Aitumanga. Un rato estuve por ahí matando sapos, después brincoteando junto a los más chiquititos que se escapaban entre las matas, ¡Challhua! ¡challhua!, diciéndoles… A la oracioncita todavía llegué a La Colpa, a ese sitio feo, silencioso, donde crecen sólo cortaderas. Al fondo, escondida en la quebrada estaba su casa de la mujer. Quise volverme acordándome A Óscar Colchado Lucio [101] Cordillera Negra entra. vueltas y vueltas me advirtió: que si por si dizque oyera yo llamar a alguien desde afuera cualquier noche o silbar. te voy a dar unas bebidas para que lleves. Lo que sí tengo miedo de veras es que ese hombre que viene a verla a doña Estefania dejando una luna. Desde el otro lado del Marañón se vienen buscándola. pero tomando valor avancé nomás. después me mandó a abrigarme con una manta. sólo cuando carga he oído decir a mis taitas que el río se vuelve hombre y se lleva a las muchachas. puro pellejo. A cuántos ya habrá matado. Antes que ni se sentara a sosegar. para que sin venir de nuevo de tan lejos te deshagas tú mismo de tus enemigos. Y seguro que lo encontraría Óscar Colchado Lucio [103] Cordillera Negra . tú no eres ni de Huayllabamba ni de Cutamayo. La semana pasada nomás un viejo llegó con sus burros.[102] del arco iris que decían que por ahí salía. velándose. qué espíritu ni nada. maneándote. flaca. Ya no vendrá diciendo estuve por trancar mi puerta. Pasado mañana cuando llegues a tu tierra lo vas hallar tirado. Sólo muerta saldrás de acá. Ni perros siquiera salieron a ladrarme cuando asomé a la choza. me ha respondido. Envuelta en su reboso. mañana me haces acordar para shojmarte con ramas. como me ha hecho oír cada que le he confiado que me quiero ir porque no me acostumbro. Mentada es. sintiendo como que alguien me quisiera empuñar por atrás. te voy a entregar si me desobedeces… De aquella vez hasta ahora varias lunas ya han pasado. así cumpla con su amenaza de matarme. sepa que yo también vivo en esta casa y quiera después hacer sus cochinadas conmigo como hace con ella. me dijo. pase lo que pase. algunos a pie otros montados en sus bestias. me miraba con sus ojos que parecían tener nube. Tienes susto. ¿que lo mate al que te robó tu buey? Tanto te va a costar. Y verdad. ¿Qué quieres?. porque yo trabajo sólo con los de lejos. y ella creyendo estará seguro que le tengo miedo al espíritu del río. cuando estábamos en la cocina pelando papitas. has hecho bien en no ser de por acá. al otro día tempranito me bañó sobando sobando mi cuerpo con su flor del puyó. con yerbasanta y no sé qué otras ramas más. doña Estefania le dijo. Sin ni saludarla. no respondiera para nada ni fuera a molestarla a su cuarto. Ven. Ya sé de dónde vienes. de un brinco me metí en su choza. por eso he tomado la determinación de irme ahora mismo. Y yo ya sé que ella de cumplir lo cumple. Arropándote con la frazada te has de dormir. De ahí me acuerdo que a los dos o tres días será. si el río está seco en este tiempo. Medio jorobada. doña Estefania salió a recibirme. pues. No falta nada ya casi para la otra luna. dijo retirando su pelo cenizo que se desparramaba por su cara llenita de arrugas. si no el espíritu del río te va a cargar vas a ver o si no yo misma. me dijo ya adentro. diciendo me asomé bonito nomás sin hacer ruido hasta una hendija. «Achachay. más blanca. si ella ni vela tiene a veces. Ni de mi mama ni de mis hermanitos me ha dado noticia por último. de un brinco me metí en la cocina. harta risa me daba. rápido rápido se ha vuelto sin atenderme cuando le he querido contar. Por eso nomás. todito mi cuerpo como descompuesto para. no sé qué laya estoy. tanto le he rogado que me saque de este sitio. viéndoles que no podía saltar. bonita. no les he de llegar… Ahora doña Estefania está en cama. ¿Pero acaso me ha hecho caso siquiera? Cobrándolo a doña Estefania. Pero lo que más llamó mi atención fue esa luz. levanto la cabeza y veo que por encima de la casa unos arquitos de colores. esos arcos de colores que se cruzan encima de su casa de doña Estefania?». Entonces adentro lo veo a la mujer que apurada apurada se bañaba metida en una batea grande. cuando mi taita me pidió acompañarlo a volver unas bestias de la hacienda. medio turbada me siento. dije. ¿qué. éntrate. cuando en eso. pues?. no voy a tenerles pena yo tampoco ahora. cuando ha venido a verme. A mi taita. Bueno. seguro piensa sanarse como otras veces que se ha quedado enferma después que su galán se ha ido… Clarito me acuerdo de la primera vez que llegó ese hombre. pero antes era todavía de soportar. siempre siempre he tenido miedo de escaparme. Saliendo de acá a donde sea me voy a ir. encanto será. Con estas ramas que me ha hecho recoger. Como así son. De noche era. también cuando me ponía a arrancarles sus patitas a los grillos.[104] muerto a su contrario. Eufemia. porque el hombrecito hasta ahora no ha vuelto. a lo mejor en su hora estará». Yo ya estaba acostada. ¿que otra cosa. ¿De dónde pues?. ¡Yaa!. Algo me hará diciendo. pues?. muy mal. hasta alumbrar. dije. más pálida que nunca. pensando echarme en la cama y arroparme con la frazada. Acordándome de esa vez que así hablaron mi taita con mi mama. se cruzaban unos encima de otros. «¿Has visto. como luces que temblaban en el aire. pero en eso que entro lo veo que de su cuarto de doña Estefania salía por las hendijas una luz medio amarillenta que poco a poco se iba haciendo blanca. En eso me entraron ganas de salir a mear. ¡Achallau!. Abriendo la puer- ta de la cocina. salí afuerita. siquiera remedando a los cuyes cuando mascaban su yerba me distraía. y rápido me levanté para mirar de más cerca. Es luz Óscar Colchado Lucio [105] Cordillera Negra . Gabino. Ya estuve por sentarme. Pero desde esa noche que lo vi desmontar a ese hombre en la puerta de la casa. como en el día. no sé cómo. ¡achic!. Bocabierta me quedé ahí paradita un rato. Entonces me acordé que igualito a esa luz vi en Sihuas. que nunca había visto yo que tenía. qué bonito. dije entre mí. desde donde puede verse el corredor y. Bien buenmozo había sido el hombre. como candela todavía. no era doña Estefania aquella mujer. haciendo sonar. me acerqué al otro lado de la cercha. salgo corriendo. Despacio empezó a avanzar hacia la casa. dije. ¡shin! ¡shin!. montado en un caballo blanco en el que relumbraban su bocado y los aperos de plata a la luz de la luna que recién había salido. finos. Hacendado será. Ni en la hacienda Santa Clara vi esas alfombras que había en el suelo. Alhajas de oro y plata relumbraban en esas paredes forradas con tela. Ahí fue que desmontó. ¡achallau!. No sé cómo me acordé de sus advertencias. me pareció que no era ella sino otra. así con sus felpas y todo como de oro. al pasar por una tienda. el camino… Un jinete era el que estaba ahí afuera esperando. entraron a la casa. corrió a colgarse de su cuello. diciendo. más bonito y grande. Al ratito todavía se abrió la puerta. más lisito se iba poniendo. más alto que ella. de poncho blanco. abriendo los brazos. sus roncadoras. viéndolo togado. Hierbas para hacerse joven también habrá pues seguro. me quedé pensando. frotándose con esas ramas. más allá. Después. Conforme se bañaba. no pude verla. me dijo. Me limpié los ojos. ¡Estefania! ¡Estefania! diciendo. Un rato se mucharon ahí en el corredor. Muebles también había. que en el día seguro no podían ver. pero por más esfuerzos que hice. Cuando terminó de bañarse y secarse con un paño de cara. Otro era. sombrero y botas. Él la abrazó por la cintura. parecían como del chancho cuando se encrespa. Estará colgada por ahí. quién sabe tendré legaña. Parecían hechas de esa tela del guión de San Pedro. pensé… Cuando de nuevo me fijé en la mujer. Casito pero. tenía barba y sus cabellos también eran rubios. Espejos también había por todos lados. azulitos. su cuerpo no. anchaditos de la mano. sin despegar sus bocas. clarito vi que su cara estaba ahora más muchacha y su pelo también de lo ceniciento que era se estaba volviendo más negrito. Hasta ese rato no me había dado cuenta que ese cuarto no era su cuarto de doña Estefania. pero no. sino una muchacha buenamoza. De puro jushga. Parados a mitad del cuarto. Luz de esa laya de lámpara será pues. seguían muchándose. sus ojos. caminando elegante. En eso oigo que alguien llama de afuera con voz de hombre. Aunque su cara era igual. Sólo sus cejas daban miedo. más bonitos de los que vi en casa de los hacendados esa vez que Óscar Colchado Lucio [107] Cordillera Negra . y su pellejo también. que tenía ahora puesto sobre su cuerpo calapacho un camisón como de aire o como de garúa fina. Más muchacha se veía.[106] de lámpara. alta. Volvió a llamar un poco más bajo que antes. parecía que se iba llenando de carnes. La muchacha. grandes y chicos. de lo arrugado que estaba. pero bien bajito. ahí fue que conocí… Agarraditos de la mano. algunas a recuperar su forma y su color del comienzo. y su pelo a volverse cenizo… Una vez que terminó de vestirse el hombre. Todito mi cuerpo se desvaneció. como ese catre de lujo que poquito a poco se fue despinte y despinte y sus adornos perdiéndose hasta volverse lo que había sido antes: la tarima vieja de doña Estefania. parecía agua derramada sobre las laderas… Después que se despertó. sin despertarla. haciéndome la ino- Óscar Colchado Lucio [109] Cordillera Negra . puro lujo ese catre también. A ella también la vi que. la hacía sufrir o gozar será. y que después se iba prosista. En eso me fijé que sus muelas del hombre eran de purito oro. al rato asomé mis ojos de nuevo por la hendija haciendo un esfuerzo. sin llamarme para nada. ya los veo que se levantan. eso dizque se llaman muebles. salió del cuarto empuñando su sombrero. Así pensando que estoy. bien arropada mi cabeza. Yo. Chispas salían de los cascos del animal.[108] fuimos con mi mamita y mi tía Agustina por papas llamlinas. la mujer se estuvo queje y queje en su cama. Luego los veo que se calapachan y se echan en un catre el uno sobre el otro. fuerte. empezaba a arrugarse su cara y el resto de su cuerpo. Ese mismo rato. Apenitas se oía su respiración. Como dormida estaba. prendiéndose y apagándose. dije. hasta los sapos y los grillos seguro dormían. Ahora era el caballero del comienzo. y cuando de nuevo la alcé. Entonces lo vi al hombre que ya se vestía. Ah. como un queso allá arriba. Al otro día temprano. este hombre será pues bien proporcionado para que hasta sus muelas se haya hecho poner de oro. se abrazan de nuevo en medio de la habitación y se muchan. queriéndose el uno al otro. mirando que estoy. pegó una mirada a la mujer que seguía durmiendo. Hablaban también. haciendo sonar todavía sus bocas. las cosas empezaron a desaparecer poco a poco. con ganas. no sabiendo qué hacer. estaban que se reían ahora. Ella sí no parecía darse cuenta. amarillándose amarillándose se apagó. bien sentados en uno de esos muebles. La luz brillante que hace ratito alumbraba. calladita. me dijo mi tía. Apurado apurado se abotonaba su camisa. Todo era silencio a esa hora. un chivo estaba sobre la mujer. qué diciéndose será pues. Cuando miré para afuera. y acá abajo. pero ella estaba como muerta. y. Como atontada me quedé ahí nomás en mi sitio agarrada mi cabeza. un ratito bajé la cabeza. blando el colchón… Medio me dio vergüenza mirar. como ninacuros que volaran bajito. acostada donde estaba. vi que el hombre ya montaba en su bestia. Blanca brillaba la luna. no pude dormir todita la noche. ¡Santo Dios!. pucha. un tremendo chivo que con su vergüenza de purita candela. sirven para sentarse. Quién sabe habré soñado diciendo. Masqui mira. hasta colores que nunca había visto. A veces aunque sea lagrimeando lograba vencerlo. ya estoy harta de esto. Pero más estoy segura que es ella la que va a morir primero. como siempre que se quedaba así. medio verdes. a pastear mis cabras y mis dos borreguitas que teníamos… Botado sobre la huaylla paraba yo por ahí todito el día. mi mamita me mandaba por abajo. como si me hubieran dado una paliza. me dijo. porque la pócima que me ordenó preparar enantes. que se había ido de viaje. morados. Varios días demoró esa vez en mejorarse. ¡qué caray! Ahí era cuando el sol desparramaba sus colores: azulitos. sino la misma que le dio a ese viejo del Marañón y que ahorita nomás acaba de tomársela. Aunque me mate. Seguro quiere que vaya a recoger más ramas para la noche. Escucho que me llama. para no toparlo está. Hoy mismo voy a sacar mi quipi. Después. A los que venían a buscarla para que les haga un «trabajito». aguantando aguantando el chorro de luz que con fuerza se quería meter. De los cerrados que estaban mis ojos. poquito a poco los iba abriendo. qué le dolía. en lo lindo que sería L [111] Cordillera Negra . Ahí se quedaban un rato todavía nadando sobre amarillo o brillando en la oscuridad… Cansándome ya.Óscar Colchado Lucio cente. que regresaran por lo menos en un par de semanas todavía… Ahora mismo la mujer está en cama. como tantas veces ha dicho. cuando cerraba mis ojos. por Cajón. probando la resistencia de mi vista. tenía que decirles que no estaba. me acerqué a preguntarle qué tenía. me voy a escapar. Todo mi cuerpo. ¡Anaychi!. si no me quedaba dormido. así nomás los colores no se iban. Amarrada su cabeza con un trapo. por Potrero. y haciéndome la que va a hacer sus mandados. durmiéndome a ratos o si no juegue y juegue con el sol. como decían. no importa. no es la que la cura. lo que más me gustaba hacer era pensar en ti. toda laya. rojos. Kuya kuya [110] os sábados y domingos como no había estudio. pero yo sé cómo curarme… Y ahí fue la primera vez que me mandó recoger esa rama que se llama azularia y que hay por abajo. despertándome de lo que ya estaba despierto. le decía yo. El alma te ha machucado quizá… Sin saber qué responder. ven. Yo ni comía casi por estar mirándote. Yo sólo cuando mi mamita me decía: Ha venido don Quintiliano a suplicarme que lo ayudes en su chacra. tratando de hallarme lo más cerca de ti. hijo. Quería sentir tu aliento. tu hermanito. ayudando a uno y otro. Cierto. ver el reflejo de tus ojos junto al fogón. me parecías ausente. Tú a esa hora ya ni te acordabas de mí seguro. por eso medio preocupada me preguntaba: ¿Qué tienes. por el camino. ¡Mana munatsu!. diferente a mi hermano Lupo que le gustaba andar sólo de minga. Peor. Pero no me decían. Floria? ¿Vamos a jugar? Y tú molestándote como siempre. Llorando me despertaba entonces. Vamos a quedarnos. me acuerdo. Tu taita seguro. escuchando después ya lejitos. aprovechaba para decirte. me iba sin renegar. Pero más que por ayudar era por comer. Tus viejos qué ni se iban a imaginar que si aceptaba era sólo para tener pretexto de llegar y verte. aunque pusieras mala cara cuando intentaba acercarme y preguntarte algo… ¡Pasa. me decía tu mamita. qué ibas ni a maliciar que a la hora que me vencía el sueño. bonita pareja haríamos… Medio flojo nomás era yo para el trabajo. le decía nomás. hijo. aquí pasaremos la noche. Calladita se quedaba entonces. vamos a servirnos algo!. De mala gana salía entonces y me iba sin despedirme ni nada.[112] casarnos cuando fuéramos grandes. ¡Achallau!. Y como yo no le daba contestación. De lo tragón que era no me olvido. su misa quiere. me respondías. casándote casi siempre con alguien que no era yo. cómo reías entre los tuyos. ¿Vamos. hablaba. Haciéndome el cansado yo esperaba hasta el último por si nos dejaran algún instante solos. como si le remordiera haberme mandado a trabajar. Sí. yo te veía señorita. Preocupada se ponía entonces. ¡Qué tienes! ¡Qué tienes!. hijo? ¿Te han resondrao? No. ¡no quiero!. tratando de adivinar. no hay cariño sin interés. ella con su monillo blanco y su falda floreada y yo con mi sombrero nuevo en la iglesia de Huaylas. y cuando eso ocurría. después que volvíamos ya tarde de la chacra con tu taita. cómo te huajayllabas jugando a las cosquillas con el Amosho. fuera de la escuela. alcanzándome un plato de comida. me decía. decía yo. estoy cansado solamente. saber cómo hablabas. Óscar Colchado Lucio [113] Cordillera Negra . siéntate. aunque tú no me hicieras caso. me sacudía mi mamita. Lo que más anhelaba cuando estaba en tu casa era que alguna vez me dijeran tus viejos. por estar arrimándote con disimulo. harto hemos trabajado champeando esa chacra. donde viéndote a diario. aun cuando a veces la noche estaba muy oscura y ya era muy tarde. Triste seguro me veía mi mamita llegar a la casa. pero qué nomás… Para ver qué me decían otros. no sabían qué responder. hasta dejarme después con el cuerpo tembloroso. Estaba visto que a ellos no les interesaban las mujeres. bonito te queda!. Quién no despertaba por más que se cayera la casa era mi hermano Lupo. Cojudo. luego lo vi que se metió en esa pelotera en que se hallaban afanados chico y grande a esa hora del recreo. los muertos. Así diciendo. ella seguía. sentía que me codeaba. ¿Me oyes? ¿Me oyes?. Él era el único que sabía mi sufrimiento por ti. puesto un sombrero nuevo con cinta colorada.[114] así me ha revelado en sueños. me respondiste. haciéndola sonar. para hacerlo decir de una vez su misa el día de Todos los Santos… Así hablando que estaba. más de lo que eras. ¡qué te importa!… Nunca habría sabido qué regalarte si no es porque una tarde. dizque porque era yo flaquito y medio trompudo. y después siento que me machuca con ese peso que parece que todo el aire de la tierra lo estuviera a uno aplastando. como esos zorritos que bajan de la puna y a veces los pescamos con las orejitas paradas aguaitando los corrales desde un altito. y corrió a patear una pelota que asomó rodando desde el patio. hacen doler y nos dejan con el cuerpo todo verdeado. me dijo sin darme importancia. todos en la escuela me decían Paliaco desde que el profesor Alicho me pusiera ese sobrenombre. pregunté al Eusebio en la escuela qué le compraría él a su china si estuviera enamorado. A veces se le ocurre cosquillarme. de casualidad te escuché decirle a tu mamita. Sí. clarito cuando estoy mirando. yo me volvía a dormir. En cambio yo hasta cólera tenía ya de no poder apartarte de mi mente ni por un ratito. Feo cosquillan. ¡reech!. Como pagado roncaba ahí a mi lado. Cuando me fui a preguntarles a otros eso mismo. carajo. molestándote. Una casa. Peor todavía desde que el día anterior te viera buenamoza. y como me quedaba callado. A veces. después que llegó de Huaylas arreando Óscar Colchado Lucio [115] Cordillera Negra . te dije haciéndome el encontradizo. Y cada que yo le daba cólera o peleábamos. dándome un puntapié se corría. y ella estaría dale y dale quién sabe hasta qué hora. hijo. seguramente le respondía entre mi sueño. ah. hijo. Por eso juntando estoy algunos centavitos. creo que por distanciarte de mí más bien… ¿Qué nomás hiciera para robarme su corazón de la Floria?. Verdad. de rato en rato. ¿crees que la Floria te va querer? Ella aborrece a los paliacos. bienecho. me dije. ¡Caramba. pero no por cariño seguro. llena de espanto. me acuerdo que estuve piense y piense más de una semana. Tal vez dándoles una prenda de recuerdo. de vengativo me decía. oyéndola. Sólo tú me llamabas por mi nombre. ¡Calla!. lo veo que entra empujando la puerta. diciendo. «¿Acaso? El Marcial ya. otra cosa no vendía. ¿Y ahora?. pues. Es que siempre andaba fallo la pobre. ¿a quién nomás lo suplico? Me acordé de don Gerardo. de un de repente di un salto. decidido ya a ir yo mismo. Pero yo bien sabía que aparte de fósforos. ¿a quién nomás lo encargo? Pensé en el Marcial. a pesar que era bromista. a veces después de darle. quién sabe él tendrá en su tienda. esas cosas no tenemos. «A ese cholo feo. que siempre iba de arriero a Huaylas. como en dos [117] Cordillera Negra su burro. que ni trabaja». me dijo. Hasta que una noche. a quién nomás?. . y tenía la cara de decirle que yo seguro lo había sacado. Y como qué. decía yo. un gancho. ¿de dónde nos iba a dar? Más bien nosotros. de a cincuenta centavos. ¡Ya está!. ¿no saben?». la noche anterior nomás y que los padres de la muchacha se habían ido a denunciarlo al puesto de Jimbe. de algunos mandaditos que hacíamos le entregábamos casi siempre nuestras propinas. No hay. pero el hecho es que juntando de a sol. ¿qué hago?. continuaban hablando. presté atención. azúcar y trago. claro. bizco.Óscar Colchado Lucio [116] Cómo nomás será. Pero ya mi mamita maliciaba y prefería quedarse callada sólo para que no andáramos peleando. ¿qué pues lo habrá visto la muchacha para que lo siga?. ¿Kuya kuya?. pero seguía escuchando. tan buenamoza ella». ocioso. el Lupo y yo. En fin. coca. De allí se regresó de recelo del profesor Alicho que salía ese ratito con un balde a traer agua de la represa… Yo. velas. porque ahí mismito te pusiste a renegar y a ponerte malcriada. pensando. unas veinte libras. ¡achallau!. Medio avergonzado salí. ¡Lleva esto adentro!… Entonces agarró un chicote y te sigueteó hasta cerca de la escuela. meses logré reunir los doscientos soles. me dijeron. Ahora sí. ¿A quién nomás. pensé. su hija de don Justo Obregón. «Lo ha de hacer». bonito para que relumbre en su pelo… A partir de ese día me puse a averiguar como cuánto costaría más o menos. «Sólo para mañoso vale ese cholo. Aunque el Lupo (sabidazo). anda con kuya kuya ollcao en su cuello. por si acaso fui. que me había quedado pensativo ahí. dije. dije dejando de oírlos. sobre la pirca. le dije a mi mamita. un gancho es lo que le compraré a Floria. Pero cuando fui a buscarlo a su casa de Mishua. Él era el único muchacho a quien podía confiarle cualquier cosa sin recelo. pues. le robaba. Será. me di con la mala nueva que se había escapado dizque con la Marcelina. ¿has traído mi gancho? Y ella te diría no seguramente (estaba detrás del animal desatando la carga y no se oyó bien lo que habló). sin hacerle caso cuando te dijo. sal. Mamá. ¡ya está!. Otra preocupación ahora: ¿de dónde sacaría la plata? En mi casa mi mamita nunca nos daba propina. Oyéndolos a la gente. hablan por hablar. mala traza. le dije. quisiera que te pusieras… Y no sólo vergüenza tenía. se quedó orejeando. les agradeció y dijo. sin saber cómo nomás entregártelo. Bueno. profesor. Entonces el profesor haciéndoles bajar la mano al resto. intervino el Gallito. Varios días ya lo andaba en mi bolsillo el gancho que te compré en Huaylas. Eso me dejó desganado toda la mañana. ¿cómo cómo nomás hago…? A la hora de la formación. no sé cómo reparo y te veo parlando con el Basilio. le mentí. Todos se rieron volviéndo- se a mirarme. profesor. ganándoles a los demás. ahí mismo vendría con el chisme. al reírte. Ya no le regalo nada. Bonito relumbraba. ¿Tienes plata?. ¿Qué tienes Paliaco?. ¿De qué?. de esos ganchitos medio Óscar Colchado Lucio [119] Cordillera Negra . Sí. Un gancho lo haste mandado encargarme. ayer me ha dado mi propina. estás con sueño. y cambié de conversación como para que se olvidara. hasta el profesor. no hay que trasnochar. El profesor se dio cuenta a la mitad de la clase. le respondí de mala gana. tan latero que era. algún modo habrá diciendo… Mientras tanto. poniendo su fea cara juntito a la tuya. ¡Columna a cubrir! Y tú y él. me dijo haciéndome zumba. no tendrás tu juicio. no duerme seguro por comer gallinas. paradito que estoy ahí. Floria. ya se ha terminado. No supe qué hacer. Me daba vergüenza decirte. hasta ahora él todavía no me ha acompañado. ya lo voy a decir…. dije entre mí. entonces…. me gustaba estarlo mire y mire. ¡Don Remigio!. Este gancho lo he comprado para ti. A la escuela me fui piense y piense. De lo que he estado ayudando a don Quintiliano. tuvieron que entrar a la fila antes que les resondrara y recibieran su jalón de orejas. Eso me resintió. me paré yo. me dijo. Todos se rieron.[118] Quiero ir a Huaylas a comprarme mi cuaderno. lo fueras a decir a tu taita o al profesor Alicho. Ese Paliaco. ta fregao caray… Eso pensé. lo hicieras exageradamente como para darme cólera. estoy con sueño. Esta vez le toca a Paliaco. Me dio rabia que tú. tomándolo a mal. Harta rabia me entró. hijo. y él con qué atención miraba. hasta tú. Hay que dormir bien pues. Sí. ¿Sólo por cuaderno vas a ir tan lejos?. ¿verdad?. él va dejando un sábado llevando negocio. Algo de tu cuaderno le enseñabas. Por eso nomás me aguantaba me aguantaba. Hay que encargarlo a don Remigio nomás. como plata todavía. estando a solas. pero cuando al otro día el profesor preguntó quién se animaba a acompañarlo a Huaylas a cobrar su pago. Menos mal que ese ratito el profesor ordenó. miedo también que. le respondí. conversa con el Basilio como si fuera su galán y encima todavía se burla de mí. juntitos los dos. diciendo. me preguntó. mal que les pese. ¿Qué tienes. lo vi que era el Eusebio. Sexto grado no había. tuve que hacerlo alcanzar con lo que el profesor me dio de propina. chancando con el puño la palma de su mano abierta. ¿Para qué lo has querido pedrear a mi hermanito? ¡toma bienecho!. ¿para quién más? ¿China?. Había estado jugando voli contigo. A Amosho. Un día en el salón. su hermana del Eusebio. ya lo escucho que. siento que alguien por la ventana bonito nomás está aguaitando. pum. y a los de primer grado. diciendo. dijo torciendo feo su boca. mirándome como aburrida. lo he comprado con mi plata. ¿estás zonzo o qué?. Me acuerdo que para comprarlo. Y ella toda fresca. Los que querían terminar su primaria tenían que irse a Huaylas o a Jimbe o si no a la costa… El profesor nos tenía a los de cuarto y quinto en un salón. no cualquiera. huajayllándose… Desde primer grado hasta quinto. aprovechando que se hallaban todos en el recreo. que estaba recién en primer grado. sigueteándose. le respondí poniendo agria mi cara. A ver. corría por detrás de la escuela y ahora se acercaban sus pasos por la puerta. En eso que estoy. empujándose. Con la pelota en tus manos. un solo profesor nos enseñaba: el profesor Alicho. Cuando entró. mucho le gustaba venirse al salón donde estudiábamos nosotros (tú en cuarto. Véndeme. que acababa de cascarme con una coronta. ¿para qué vas a necesitar vos? ¿Para qué? Para mi china. préstame. De cólera lo seguí. segundo y tercero en otro. con recelo lo saqué de mi bolsillo para usarlo como regla. hablando asina lo quiso agarrar. ¿Hallao?. pues. y toditos se asomaron. me acuerdo nomás que le grité. qué china te va a querer a vos. Rápido lo empuñé sin darle tiempo. Así diciendo me dio un lapo a lo descuidao y salió corriendo. oy. ¿qué te pasa?. ¿Te lo has hallao?. pum!. y cuando intento reparar disimuladamente. ah?. le decías que se apure. gancho. de tanto que lo andaba ya.[120] finos era. oy. pero rápido. para mi hermanita. se quedó parado ahí en mi delante. buscando piedras para tirarlo. Me aficioné viéndolo en sus cabellos de una muchacha huaylina. Así le va a quedar a mi Floria. ¡pum. oy! Bonito relumbra. Volviéndome a mirar lo veo a la Victoria. Sólo porque ahí estabas me aguanté de correr a darle su lapo o su patada. como una bala. encima haciéndolo rebajar al hombre. no seas malo. yo Óscar Colchado Lucio [121] Cordillera Negra . diciendo bailaba. en dos salones separados. tu hermanito. Ahí nomás tocó el pito. calla Paliaco alabancioso. ¿di?. preguntó viéndome que lo metía a mi bolsillo. ¡Achallau. cuando siento que algo me casca en la espalda y rebota al suelo. Renegando me volvía ya al salón pensando cómo nomás desquitarme. detrás de una casa se perdió. aquí está. Ahí aproveche para llamarlo al Amosho. ven. Quiera o no quiera el Amosho tuvo que ir. buscando navaja estoy. y metí mi mano a mi bolsillo haciéndome el rebuscar un ratito. hijo? Su punta de mi lápiz se ha acabado. profesor. Hace un rato querías decirme algo. ¿para qué me has llamado?. Mira. a mala hora el profesor. a buscar creo que borrador o navaja. levantó la cabeza y lo vio. un regalo para ella. mirando mirando adonde yo estaba. Ahora sí. Al ratito lo vi a tu lado. El muchacho empezó a hacer escándalo. mientras yo seguía piense y piense. lo había rayado su cuaderno con el filo del gancho. y de puro travieso o acaso porque el otro le dijo que se retirara. le advirtió alcanzándole. ¿Ya terminaste tu tarea. justo cuando ese ratito el profesor Óscar Colchado Lucio [123] Cordillera Negra . dijo después. Cuando llegó y algo iba a decirme. ¿puedes? Claro. Se detuvo a mirar el cuaderno de uno de los que afanados se hallaban dibujando. ¿Qué quiere por ahí andando a cada rato ese Amosho?. empezó a irse. dijo parándose a mi lado. ¿para qué nomás sería?. todo desconfioso. cómo no. ¿Navaja?. mientras de reojo te miraba que estabas atenta. ¿a qué había venido?. Y de veras. sin dar las gracias ni nada. ¿para qué quiero yo cosas de mujer? Y se pasó de largo. y cuando pasaba por mi lado. anda a tu hermana a que te lo taje. casi ahí nomás. ¡Bah!. Toma. dice mi hermana que le regales ese gancho que me enseñaste. le dije. Y no hubiera venido a no ser porque tú lo animaste por lo bajo nomás. Pero el Amosho que ya estaba empezando a aburrirse de nuevo. le dices que es un regalo. dijo el profesor. ¿qué es lo que le habías dicho? Con la duda hubieras seguido de no ser porque ese ratito una bullarada levantaron los chiuches del otro salón. ¿no quieres que te regale? Lo miró medio de costadito nomás. toma. le dije ahí mismo. Ah. diciendo se fue a tu carpeta. ¿no?. de mala gana lo vi que avanzaba. Le hice señas que viniera. se puso a seguir trabajando en su cuaderno. que estaba leyendo. ¿entendido? Sí. me acuerdo. Lo malo es que no se fue rápido. y que tú le preguntabas como interesada en algo. respondió. y algo me anunció que vendría de nuevo. Sin hacerme caso. lo molestó. se me ocurrió sacar el gancho de mi bolsillo y enseñarlo. y después te me vas a tu salón. le respondió el otro. le dije. Entregándole le dije. Este levantó su cabeza con aburrimiento al oírme nombrarlo. ah?. sí. Lamentando mi mala suerte.[122] en quinto) a estarse ahí con cualquier pretexto. profesor. a las justas me recibió y. ven. Entonces malicié que habías visto lo que le enseñé. Esperé con ansiedad a que eso ocurriera. según pude darme cuenta. Una vez entró. ¿Qué cosa. veía cómo el Abercio dibujaba a mi lado con un gusto y despreocupación que daba envidia. atrasito de mi casa. como entre sueños. de costao. Dice mi taita que vayas. profesor. Ellos mienten. ella ha perdido su gancho el otro día. profesor!. ¿de quién es? Todo tonteado tu hermano. para regalárselo a ella… Un mes pasaría sin que ni por gracia me hablaras o alzaras tus ojos para mirarme. esperándote está. dijo el profesor encogiendo sus cejas ralas. calladita. oigo que tu voz suena a mis espaldas. Dios sabe hasta cuándo hubieses seguido molesta. yo andaba para arriba y para abajo con el Marcial después que volvió de la costa de lo que se la robó a la Marcelina. No. ¡Pucha!. dije parándome. no supe qué hacer. De mi hermanita es. Temiendo que me fueran a quitar lo que con tanto sacrificio lo compré para ti. listo con mi hondilla para tumbarlo. ¿Ah. le respondí sin importarme nada ya. gritó. ¿Tuyo?. profesor. le dijo colérico. ¿acaso tú usas esto? Otra vez una risa se lo tapó al salón. dijo él.[124] volvía del otro lado. De mi hermanita es. Profesor. Total. sí?. que se sentaba en la fila de atrás. dijo el profesor. profesor. cuando en eso. ¿se puede saber? Toditos los del salón se rieron haciendo que hasta los chiquitos del otro lado se asomaran a aguaitar. dije nomás. me preguntó el profesor. conociéndolo que era gancho. ¿y él para qué anda con esto?. en Huaylas. medio asustado. como una flecha te ibas. profesor. al cuidado nomás que asentara un tuktupillín. Paliaco. El Amosho. ¡Mentira. ese gancho es mío. Sí. trae para acá eso. eso me dio rabia. Victoria. Sus suegros también ya lo Óscar Colchado Lucio [125] Cordillera Negra . profesor. que hacía rato ya lo venía pasteando. yo lo he comprado con mi plata. profesor. se admiró el profesor. respondió ella. pero medio acobardado. como decía la gente. Me acuerdo que estaba yo echado en la paja. ¿tuyo?. si no hubiese sido porque tu taita te mandó llamarme apurao. profesor. señalándome dijo. ¿y se puede saber para qué? Para la Floria. Pero ya el profesor lo había visto. le dijo pidiéndole el gancho. Del Paliaco. con voz que apenitas se oyó. profesor. parándose dijo. mío es. me miraba molesta. el Amosho ha rayado mi cuaderno con un fierro. En eso el Eusebio. dijo el profesor. ¿no te dije que te fueras a tu salón? A ver. El otro lo alcanzó. volvió a decir el Eusebio. ahora todos son dueños. rapidito trató de meterlo el gancho en su bolsillo. ¿Otra vez tú?. tuve que alegar. volvió a preguntar. Cuando me volví a mirarte. le preguntó a la Victoria. por abajito ya… Para entonces. Esa vez también. ¿Y esto?. Feo sentí que mi cara se encendía y que hasta mis orejas empezaban a arder. ¿De veras?. ¿Del Paliaco?. conociéndolo estoy. ¿verdad que esto es tuyo?. ¿Entonces de quién es?. De vergüenza que los otros se fueran a burlar más. tal como me indicara el Marcial. lejos de corresponderme. logré agarrarlo como sea. diciendo me hizo pasar alegre a tu casa. Al mediodía llegaste trayendo Óscar Colchado Lucio [127] Cordillera Negra . al pie del maizal. ¿Qué me aconsejas?. justo detrás del eucalipto. le respondí. ratito ya. vendrá o no vendrá diciendo. ya estarías con tu china abrazao.[126] habían recibido. don Quinti. sentado sobre el poyo a la entradita de tu casa. La mañana estaba calurosa. espiándolo. Estaba en la punta. ya no tuve tiempo de dejarlo el tuktupillín en mi casa. me dijo. si esto me hubieras contado antes. hijo. Por eso fue que esa mañana me encontraste afanao en darlo caza a ese animalito de pecho y moño colorados. Poca confianza. ¿Hoy sábado tienes pensado hacer algo. pues. haciéndoles espantar a esos sirguillitos que. calmándose. donde tu mamita me invitó papitas con queso que lo había tenido guardado dizque para mí. pero que tú. chillaban sobre los montes. distraído. y ya más serio. ya verás. Ahora había asentado en su eucalipto de don Gerónimo. Como plomo cayó. le dije. y yo estaba atento. dijo después. como en una fiesta. mirando las nubes blanquitas de la cordillera. y tu guagua también por venir. más lueguito. ¿qué nomás hiciera para ganarme su cariño? Se huajaylló fuerte ahí en la quebrada. ayúdame entonces. Como era bien avanzada la mañana. Trata de cazar como sea un tuktupillín macho. y varios días ya se me escapaba se me escapaba nomás. me dijo. Cargando las herramientas. donde pensaba destriparlo y ponerlo a secar al sol su corazón. Esperándome había estado tu taita. nos fuimos a la chacra. Doña Viñe y doña Eleuteria lavaban ropa en la acequia. A ver. y yo estaba miedoso de que el ruido de los mazos lo hiciera asustar al pajarito. sin dar ni un aleteo el pobre. Del fondo de la quebrada subía la voz de un becerro como si llamara a su madre. parecías aborrecerme más bien. cuando ya las aguas de la acequia lo estaban arrastrando. Apenas asomé. Duro trabajamos ese día jalando yerbas y cambiando los terrones. pensando. Bueno. que era bien malicioso. Agachándome agachándome fue que logré llegar hasta un cerco. con eso haremos kuya kuya. abajito. hijo? Quisiera que me ayudes a trabajar en mi chacra. me acuerdo. Apartando las espinas. así diciendo volvió a huajayllarse. Ahí fue que lo tumbé de un hondillazo. hom. porque más tarde tenemos ensayo en la escuela para la actuación de mañana por el Día de la Madre. Más lueguito voy a ir a verlo a don Quintiliano. Un día que fuimos por varillas a Potrero. le ayudaré pues hasta las cuatro. le conté que tenía mis sentimientos para ti. se hacía el de invitar trago a los que miraban adelante. Cuando asomaste por la lomita de Castillo cargando la comida. donde un cholito que hacía de cachaco. Buenamoza como siempre apareciste. alentándome… estuvieron presentes llenando el patio. cantando y tomando. Y lo toqué en mi bolsillo. Fue una solita vez. No fuimos a tu casa por avanzar. Uno de ellos era mi hermano Lupo. quien te acompañó con la guitarra cuando diste tu canción. Daba pena. No eras chuncha como la . yo no sé de dónde te salió esas ganas de sonreírme. con qué sentimiento lloraba leyéndole a una madre analfabeta la carta que le enviaba su hijo. lo aplaudían más que a sus compañeros. ¡Achallau! diciendo la gente abrió su boca. me acuerdo. agarradas sus botellas. ya sabes por qué estaba yo muy animoso. Y más todavía cuando todo comedida. su hijo de mi tía Llusha (que ya no estudia. Pero lo que dio risa y alegría a la gente fue cuando salieron los borrachos. contento trabajaba a mi lado. y más todavía con ese sombrero de cinta colorada que una vez alabé y tú me respondiste molestándote… A la hora que te sentaste a esperar que acabáramos de comer. porque tiene más de veinte años). me acuerdo. Tu taita al verme asina. media delgadita y entonada. ya hasta me parecía que eras mi mujer y tu taita también mi suegro. el cuerpo muerto del pobre pajarito. Las personas. comenzaron los números. Hombres también habían. empecé a sospechar del tuktupillín. Mientras tomaba. Hubo un número. aunque mi barriga estaba ya que reventaba. sabías como nadie accionar con las manos y sonreír. Después de eso. Teníamos que terminar como sea. que. me preguntaste si deseaba más agua. Esa carta era muy triste. y yo sentí celos que los demás te admiraran.Óscar Colchado Lucio [128] Como a las diez empezaría la actuación al otro día. Después que te fuiste. Ya no me acuerdo qué decía. Allí estaba. me dije pensativo. Después que entonamos el Himno Nacional. huajayllándose. pero menos. Pero más que avanzar para asistir al ensayo. itacado su poncho y llevateándose con su cuerpo. también muy triste. pero de lo que no me olvido es que a varias mujercitas les hizo derramar sus lágrimas. Sólo por no desairarte te dije que bueno. Cuando tú saliste a cantar. Y hubo participación en danzas y poesías. Así. togada. Linda salía tu voz. unas niñas cantaron el yaraví «Madre». con tu vestido de ñusta. ¿Estará empezando a hacer sus milagros?. abrigadito. hijo. Fue el Alfonso. pero bastó para que mi pecho se iluminara. Casi toditas las mamás [129] Cordillera Negra el almuerzo en una vianda. vivo vivo. con harta alegría continué trabajando. ¡ofrécele! Y el tanco del Basilio se portaba zapateando. ¡Ta bueno. atrasito de la gente lo volví a ver al Basilio amenazándome con su mano abierta. Cuando vino la fuga. ¡Así. el profesor me esperó adentro. Ese Paliaco es un jodido. y además porque mi compañero estaba que me apuraba. tu gallina me la voy a comer. olvidándome de mi papel. ahora peor ya no vas a crecer! Eso le cayó en gracia al público que agarrándose la barriga se reían algunos. cuando alzó sus ojos a mirarme. a la hora que me tocó salir en el diálogo. Fue como una puñalada que me diste en el corazón. Sólo porque el profesor ya había anunciado el número. un pendejo. yo estaba desganado totalmente. ese rato creo que el mundo me tapó. qué feo daba vueltas y mi estómago que me dolía. lo vi de todos colores sonriendo como azonzao. no pude echarme atrás. Todo esperaba menos eso. ¡Pucha!. de lo peinadito que estaba. bonito nomás acercándote al público. como el Loncho. Mientras mi compañero contestaba el diálogo. que hasta los más grandes. lo respetaban. el Basilio. pero creo que ese ratito estabas dentro de la escuela quitándote el disfraz. Tú hasta pedías palmas al público. ¡ofrécele!. creo que don Gillo. Cuando a lo disimulado lo miré al Basilio. comentó. al verme actuar mal seguro. Shucaqui me daría seguro. ahora vas a ver. Bashi!. Y ni pensabas seguro que quien más aplaudía era yo. medio queriéndote abrazar todavía… Cuando terminó. dándose vuelta. dije entre mí. No sé si tú verías algo. Después que terminé de dar mi papel. se metió entre la gente y se perdió. le respondí con cólera. Espérate nomás. así que estoy dando mi papel. como diciendo. Ese Paliaco fijo que está pensando comer gallina por eso se olvida su recitación. vi que me quería comer todavía con su fea mirada. que cantaban sin moverse con cara de palo. ¡Sí. riéndose dijo en medio del silencio de los demás. Sentí un poco de miedo acordándome lo buen trompero que era. so enano. un hombre ya de respeto. Como escalofríos sentí en mi cuerpo ese rato.[130] Celinda o la Luisa. amargo. Y como la gente se huayjalló fuerte. alguien de atrás. como enseñada para darme cólera. lo hubieran visto cómo aplaudía animándole. se chorreó sobre mi frente. Mi cabeza. orondo como estaba. diciendo. Para colmo. de un de repente al Basilio lo sacaste a bailar. ah! ¡Buena pareja! Por eso. Me resondró Óscar Colchado Lucio [131] Cordillera Negra . ¿por qué ya le da tanta importancia a ese retaco más feo que yo? La gente. y ahora lo preferías sacándolo casi de mi lado. Aún no me había olvidado de esa vez que les vi conversando en la formación juntitos. ¡Pucha!. Mi pelo también. Después. Después. señalándonos estaban que reían. De mala gana el Basilio se volvía. su chica. Sería porque esos días estaba haciendo airecito. después de lo que le oí hablar al Basilio. Se acordaría seguro que el pro- [132] fesor lo tenía bien advertido de no meterse más en peleas. ¡Oh!. pensé. pareció irse olvidando. dije. corrió a chaparme saltando la acequia que pasaba por un canto del huerto escolar. ya va usted a miskipar a su china. Pero el sabidazo había estado al cuidado nomás. viéndonos será pues. pensando engañarlo al Basilio. él. Paciencia. pero no logré toparme con él. a lo mejor él ya la estará aprovechando y si no a ver por qué a él le hace caso y a mí no. por último!. diciendo que por qué dizque hacía yo caso a la gente cuando estaba en plena actuación. que había malogrado el número y no sé qué más. El día anterior nomás lo había visto y seguía medio fresco todavía. ahí no te vas a escapar». avergonzado de lo que me habían visto escaparme. Ese rato vino a mi mente el tuktupillín que yo estaba disecando en mi techo. lo que voy a hacer desde ahorita es [133] Cordillera Negra . mientras yo sigo sufriendo como un zonzo. Y en cuanto me vio caer al otro lado. Lo que más bien me acuerdo es que una vez cuando tú le dijiste enano. riéndote. y que terminando los estudios te iba a robar. así como había hecho el Marcial con la Marcelina. yo salté por la ventana de atrás. cojudo. más me preocupaba lo que me esperaba afuera. Conforme fueron pasando los días. eso me dio rabia. sólo tiene que esperar que se vuelva chucro el corazón del animalito. dejó de correr. Algunos de los que estaban gustándose en la actuación. De todas maneras. espérate nomás. En cuanto salió el profesor a dar su discurso que ese rato le tocaba. cuando me iba al cerro. Pero ese día me quedé amargo. por allí nomás me di la vuelta y me fui a mi casa. le dijo al Eusebio que no te decía nada sólo porque eras su warmi. dejándolo bien atrás al enano. hablábamos de eso. Menos mal que eso fue todo. Rasmillándome al cruzar el cerco de espinas. Al ver que ya ganaba los trigales. que por más esfuerzos que hacía maliciaba que no iba alcanzarme. aunque no llovía. me decía haciéndome zumba. mientras yo. porque la próxima lo expulsaría. ¡qué tanto. recuerdo que me dijo el día siguiente. yo corrí esa subida hacia los trigales de Huanca Rumi. «Alguna vez te voy a encontrar solo en el cerro. ¡Pucha!. al cuidao al cuidao nomás paraba. Yo por último ni atención le prestaba siquiera. kuya kuya quién sabe le habrá dado ese cholito mañoso diciendo más me atormenté. Quién sabe será cierto. taita Paliaco.Óscar Colchado Lucio después de jalarme la oreja bien fuerte. Cada que nos encontrábamos con el Marcial. como para hacerme oír. Lo que voy hacer en adelante es ya no darle importancia. Hoy la va aventar hacia mí. se ríe y hasta se juega. no te moviste de tu sitio. En eso que estoy pasando. Pero no te di ese gusto. ya tardecito. sin moverte de tu sitio. y ya no a estarte mirando como otras veces. qué tal lisura. Poco a poco empezaste a darte cuenta que ya no te hacía caso como antes. En el recreo también. Entonces. y ella como si nada. diciéndome. está visto que ella no me quiere. entre hombres y mujeres. Decían que a ella le gustaba jugar a las escondidas con los hombres y que la expulsaron de la escuela porque una vez la habían hallado con su hijo de don Gumercindo Cerna. Pero mentira nomás fue. jugando a marido y mujer. pensé. Esa vez. Ahí estaba también la Isha. oigo que me llamas. dijiste. Forzosamente tuviste que venir a recoger la pelota tú misma. como si cuánto ya valiera… Esa determinación tomé. ¡Bashi!. le mandé decir con él mismo que le dijera que ese ratito me iba por leña y que no iba yo a poder. porque yo ni por gracia me acomedí. Pero preferí mantener mi orgullo y mi respuesta fue: No. jugaban sigueteándose. diciendo. oyendo cuando estoy. metidos en una casita de ramas. hartos muchachos. ya que nadie había alrededor. vi que junto a la represa. me hice el apurado. ni con brujería seguro. y parece que eso medio te inquietó. de la quebrada de Castillo. no juego. Viéndola a ella casi me animo. rebotando vino la pelota a caer a mi lado. corriendo me iba a mi casa hasta que tocara el pito. en cambio a otros sí cómo les da buena cara. Haciéndome el disimulado buscaba yo cualquier pretexto para no darte cara. para darme celos sin duda. Cuando una tarde el Amosho vino a decirme que tu taita me necesitaba para ayudarlo a trabajar. seguramente pensaste. Un tarde cuando jugabas voli con tus amigas. hay que jugar a Óscar Colchado Lucio [135] Cordillera Negra . Ni ocioso para ir a ayudarlo. ¿Quieres jugar chicotito caliente?. desde esa vez en el salón ponía atención sólo a mis clases. como vivía cerca felizmente. Lo que hice más bien fue sacar mi hondilla del bolsillo y ponerme a jugar tirándola al aire. tengo que hacer… Aunque mis huachitos. Me quedé dudando. ¿Voy o no voy?. Por eso. cuando volvía de recoger mis animales del cerro.[134] olvidarme mejor. ya ni la voy a mirar siquiera. Quería seguir haciéndome el molesto. toda la vida atrás atrás de ella. Durante varios días notándote estuve que me mirabas bocabajadita nomás. agarré mi hondilla y me fui a buscarlo al Abercio para irnos a cazar perdices por la quebrada. ya de ahí donde estaban conocían y se iban solos a su corral. Pero feo te chasqueaste. sabiendo que a ti te correspondía ir por ella. sólo para darte celos arrimándome a su lado. Recuerdo que algunas veces hiciste la prueba de querer hablarme. saca!!. Ah. dijo ahí mismo. Un viento helado bajaba de la cordillera haciéndonos tiritar. Pashtañahui flor de amapola. Con mi primito nomás que estaba en la escuela. Bueno. dije bien fuerte para que todos oyeran. me dijo en voz baja. Ya estaba harto de soportarlo también a ese enano. Yo ya sabía que no se iba a enojar.[136] las escondidas mejor. Apreté la carrera antes que reaccionara. Lo hubieran visto al enano cómo se alegró al oír lo que le dijiste. No he querido jugar chicotito caliente. Viendo que me acercaba al grupo. inocente de todo. pensé. así faltáramos a clases. corrí y corrí esa bajada sin parar hasta llegar a la chacra de mi tío Sinfronio. acercándose a mi ladito. pero a las escondidas. bañándolo en sangre. antes que amaneciera. mierda. haciendo estaba un viaje que ni en sueños pensé hacer. ¿Y si la Floria se esconde con el Basilio?. No. envueltas en la neblina. Ahora sí. caracho. hizo ademán de puñetearme. hice viaje a Cunca. ¡Yo. con los ojos que le brillaban. ¡No. ¿ya? Y te volteaste como para consultar al resto. al pie. hacía frío. donde las palomas se alistaban a volar a las quebradas. diciendo. Pero lo que no esperó fue la trompada que le mandé sorpresivamente en la nariz. quedaban las casitas del pueblo arrimadas a la escuela. poniendo cara de malo. Al día siguiente. Quedé helado. atizaba su candela preparando la comida. acompañándolo a mi tío a la saca de papas. bien temprano. ¡¡A ver. le repliqué alzando la voz. salí detrás de mi casa y. a esa hora en que mi mamita. mientras yo. ganando de un salto la pirca del corral. dije dejándolos a mis huachitos que se fueran de su cuenta. Calladito. ¿qué pues nunca me llegarás a querer? Y me acordé del Óscar Colchado Lucio [137] Cordillera Negra . ¡Yo también juego!. lo vi a su mamá que venía apurada apurada acompañada de su perro. Esa madrugada. Tú te hacías la disimulada nomás reparando a su trigo de don Remigio. mandé recado avisándole a mi mamita. el Basilio vino a mi encuentro. por tu culpa. agachándome agachándome para que no me viera la mujer. El Basilio. derechito a mi casa. Como para asustarme. sin avisarle quién venía. antes que la oscuridad las cegara. dije suspirando. Recién me di cuenta que el Basilio también estaba ahí entre ustedes. yo busco!. que subíamos con mi tío la cuesta de Cunca. ella no se oponía. perdiéndome por entre las chacras. Al ratito nomás. hay que echar la suerte para ver quién busca. si juegas te saco la última. tú no has querido jugar!. sí. ¿Sabes qué…?. Abajo. dijo tu primita de Pachahuaín que había venido a visitarles y era bien alegre y sencilla. porque cuando se trataba de llevar algo para el sustento. Durmiéndote con gusto estarías a esa hora. Ahora ya no hay quién te haga la mala. detrás de sus burros que meaban. en nada. te acompaño. va a ver ese enano. esos pajaritos amarillos. le dije nomás medio avergonzado. ahí donde lo había dejado. que me había estado observando desde arribita. rápido se coloreaba o abría sus ojazos sin saber para dónde reparar. me dijeron.[138] corazoncito del tuktupillín que sólo dos días atrás le había dado al Marcial para que hiciera kuya kuya. me gritó. como esa vez que me acerqué por primera vez a su lado. Pero si se mete con la Floria. cuando ya estuve por botarlo. Buenos días. Con su trajecito floreado y su mantita roja amarrada al cuello. ¿en qué estás pensando? No. mejor no. Al ratito todavía respondió. Mi tío. sintiendo que mi cuerpo se abrigaba por el esfuerzo de la subida y también seguro por el solcito que ya despuntaba entre las puntas filosas de la Cordillera Negra. después que le volví hablar insistiendo en mi ayuda. me acuerdo que lo dije con rabia. dije acordándome del Basilio. apenas uno le hablaba. yo me voy a meter con su hermana. cara de sapo. niña. distraída miraba encima del papal. Ya el sol estaba alto y en el fondo de la quebrada. hijo de don Alberto Cano. le hablé un poco arrecelado. alborotaban los sirguillitos. sólo por fregarlo. ¿Ya acabas. No. hom. tu mamá te está esperando. ahorita te alcanzo. después que lo hallé todo chucreao. Vamos. así nomás estoy bien. mientras el viento hacía ondear las florecitas de las plantas. Así está bien. con la Celinda. Pero luego me asaltó la duda: ¿y si la Celinda lo toma en serio?. seguí hablándole en mi mente al Basilio. diciendo Óscar Colchado Lucio [139] Cordillera Negra . Sobrina de don Alberto Cano. dije. tío. Capaz mi mamá se va molestar. como piedra. después que mi tío fue a amarrar los burros. dice que vayas a ayudarla. pero espérate nomás. Shena? Apura. entonces a lo mejor me hace problemas. más buenamoza que flor de amancay entre los pastos de mayo. sigueteándose entre los lúcumos. ¡Apura hijo!. todo malicioso y medio celoso. sólo hay que molerlo y mezclarlo con flor de azularia. ya verás. me dijo mi amigo. Así diciendo acomodé bien mi alforjita y seguí subiendo la cuesta. cuando sea grande te voy a sacar la última. bullangueros… Allí en Cunca conocí a Shenita. Recelosa la Shenita. En eso que estamos llegó su primo. Pero luego me reí acordándome que hasta ese entonces también seguro el Basilio iba a crecer y que a lo mejor todo sería igual nomás. Ahora sí por fin te quedarás con tu gusto enano. Desde Quilcay había venido con su mamita a cambiar granos por papas. Asomando por la primera lomada nomás la vi. ¿quisieras que te ayude? Calladita se quedó evitando la mirara en sus ojos. vamos. ¿y si de veras se enamora de mí?. con su ajicito sazonado con su huacatay. toda la gente que vino a ayudar se reunió a un ladito de la chacra a sancochar y asar papas mientras conversaban y hacían chistes. Ahí fue. resoplando de cólera. me acuerdo. También la Shenita que ahora se huajayllaba. Los chicos. arreando los burros cargados de papas. hay vida. como si de cuándo ya nos conociera. Como la chacra era grande y había que ayudar hasta el último para recibir nuestro peyllé. Paraditos. La luna también. de un de repente la agarré y la apreté fuerte. vida… En la noche. porque hasta me parece haberle escuchado sus latidos. Entonces ella. nos quedamos varios días. donde quiera que uno esté tiene que haber alguien fregando. los muchachos nos fuimos a jugar en la paja que más arribita estaba amontonada. ya para bajar la [141] Cordillera Negra su mano. Como los otros demoraban en hallarnos. Después de servirnos las ricas y harinosas papas huayro. en las noches. sentí vergüenza. que jugando a las escondidas. la Shenita y yo nos escondimos juntos.se la llevó. yo ya no resistía la tentación de coger Óscar Colchado Lucio [140] Cuando dos días después volvíamos al pueblo con mi tío. yo sentía que mi corazón quería saltarse de su sitio por la emoción. detrás de un caserón. que rozaba con la mía. sea en el interior de un lago o de un río. desde la última lomita de Cunca. sino tú que me sonreías con qué dulzura en los ojos… Un tropel que se acercaba a nuestro escondite nos hizo apartarnos y correr hacia la parva. en vez de sacudirse. Pucha. ¡Pucha!. donde los demás nos esperaban entre una bullería. dije entre mí. la abandonó de su cuenta y me besó más bien al lado de la oreja. empecé a desconfiar un poco de ella y decidí no seguir jugando a las escondidas. nos acostumbramos al juego. Sólo entonces. ahí encimita nuestro nomás con fuerza relumbraba. una mujer de viento que se le aparece a uno cuando piensa mucho en una chica. por un instante. Cholitos y chinitas brincoteábamos a nuestras anchas. sin recelo. me pareció que no era ella. Quién sabe espíritu nomás será la Shenita diciendo. la sangre se subió a mi cara y. Pensativo me quedé esa noche: ¿Por qué la Shenita me pareció en un momento que eras tú en el caserón? Quién sabe esa niña será una wayra warmi. uno al lado del otro. Agarrando valor. La wayra warmi toma la forma de esta y termina después «encantándolo» al hombre y llevándoselo a vivir con ella para siempre. Un tanto debía ocurrir con ella. . como si estuviera alegre. me dije. solté su mano y nos quedamos mirando un rato en la penumbra. después del trabajo. tontamente. donde estaba el polvito que el Marcial había preparado. El Basilio más bien un poco había modificado su manera de ser. arrepentida. mi pensamiento volvía hacia ti: quién sabe me estará extrañando y. pensé. lo oigo que le cuenta a mi mamita que don Quintiliano. taimado como era. alegrándose de la noticia hacía muecas para darme cólera. arreando su burro. Amanecí dándome vueltas y vueltas en la cama. alguna vez me volvería a topar con ella. Ganas tenía de encontrarte. Varios días estuve viendo la manera cómo nomás hacer que te lo consumieras el polvito. que orejeaba ahí pelando su papa. me hacía adiós agitándolo repetidas veces. vi que salías empuñando un balde y te ibas en dirección a tu corral. una noche en que la tía Llusha llegó a visitarnos. Luego que tu taita se fue a la chacra y tu mamita daba de comer a sus gallinas. Dormí mal esa noche. es ella misma quien se lo busca: yo no tengo la culpa que no quiera quererme. Aguantó. y que dentro de dos o tres días nomás ya se iban. Y los días que vinieron. en alguna fiesta. en eso. igual nomás de evasiva seguiste conmigo. con su sombrero en alto. Pero me resigné pensando. en algún camino. tu taita. Al fin y al cabo. ahora pues… Y como seguía burlándose incluso cuando mi mamita ya había vuelto. lo fregaron al enamorao. seguí pensando. Era un sabido. Seguro va a sacar leche de su vaca. Se quedó calladito. porque era urgente… Mi hermano Lupo. que si no era niña de viento. Con señas nomás me amenazó. Yo estaba que reventaba. había determinado llevarles a vivir a Huaylas en las chacras que su hermana había conseguido en arriendo. Al otro día tempranito me fui a rondar tu casa. Pensando en ti. Cargadito su quipi al igual que su mamita ambas se alejaban por el camino contrario. un día dije. de hablar contigo. A cada rato me quitaba el sueño. y toqué la cajita de fósforos en mi bolsillo. descubrí a la Shenita que desde la otra loma. una patada le di por debajo de la mesa. al verme vendrá a darme el encuentro… Pero no fue asina. Ni siquiera te asomaste cuando llegué. Él siempre quería quedar bien ante mi mamita. mientras tanto. abriendo su bocaza se reía el Lupo haciéndome zumba. le daré kuya kuya. ¡Jo! ¡jo! ¡jo! ¡jo! ¡jo!. y como ya sabía cómo iba a reaccionar yo si me seguía molestando. Sentí mucha pena ese rato y añoré su cariño de aquella noche. No hay otro remedio. en algún pueblo. prefirió disimular.pendiente. Menos prepotente lo veía ahora y creo que hasta respeto me había agarrado. Óscar Colchado Lucio [142] [143] Cordillera Negra . estirándome. Cuando la tía se despidió y mi mamita salió acompañándola hasta afuerita. sin que ella se diera cuenta nomás. te volteaste a mirar hacia el cerro. parecía mirarte con pereza y con sueño cuando llegaste a su lado. Cuando llegaste. ¡achic!. yo me encargo del becerrito. la cabeza un poco gacha… Tu vaca. mientras con la otra exprimías. la barrosa. molesta. que algo respondieras a lo que te acababa de decir. Viéndote así. Hasta las piedras se transparentaban. levantaste tu balde y a grandes trancos te alejaste de mí. Mas el animalito te vencía te vencía. Floria. miraba el cerro. lo maneaste a la vaca. Nada me respondiste. me hubieras visto más rojo todavía. diciéndote. hasta tus orejas.[144] Y me fui por tu tras nomás. hallé pretexto para acercarme. Exprime nomás. Echaste atrás tu rebozo. Quería que algo me contestaras. verdor era nomás por todos lados. con la trompita alzada. Con la soguilla que estaba fijada a una estaca. Todo [145] Cordillera Negra Yo. todo torcida. lo retiraste para que te dejara exprimir. Yo también feo me avergoncé de lo que te dije. yo te quiero mucho… ¡A pucha!. Pero yo estaba triste: mis manos en el bolsillo. te vas a Huaylas? Calladita te quedaste. y luego acercaste al becerrito a las ubres de su madre para que mamara. haciéndote la que no me oías. Después todavía te dio la gana de abrir tu boca. te dije. no supe si largarme o echarme ese ratito a llorar. afanada. pasando mis salivas con dificultad por mi garganta. dijiste mirándome medio de costado. y con ambas tus manos empezaste a exprimir. manteniéndome un poco a la distancia. no te vayas. Dejando de exprimir. olía a yerba. aproveché para preguntarte. lo empujabas con una mano. haciéndolo retroceder. ¡Pucha!. Volviendo a ser la de siempre. insistía en mamar. Juegue y juegue con tu balde. Óscar Colchado Lucio Cuando ese sábado tempranito tu taita alistaba sus cargas para que se fueran ya a Huaylas. que te atajaba. ¿Yo acaso te he dicho que vengas a ayudarme?. te pusiste coloradaza. con la rama chicoteaba la nariz del becerrito. que le había agarrado gusto a la leche. Floria. Bonito relumbraba la mañana. harto mi corazón va a sufrir por ti. Pero yo no me moví. Y si hubieras volteado a verme. Después de un ratito que estuvo chupando el animalito. como esperando que me fuera. ¿Verdad. llegué a tu junto. Medio jetona te pusiste al verme. Quebrando una rama. No me sentiste al principio. El becerrito ahí cerca. Pero no ocurrió. Por la Virgen. como qué será. Pero el becerrito. desde lejitos veía yo el ajetreo en que se hallaban. se transparentaron con la luz del sol. yo me quedé paradito tras la pirca. a tierra mojada. . golpeándolo en las rodillas te ibas. No sabiendo qué hacer. Finalmente. por atrás de la vaca. Un ratito en que se quedó tranquilo el animalito. subiendo al cerro Nahuín Punta. yo preferí alejarme. con tus trencitas largas al viento y una sonrisa en tus labios que hacía tiempo ya no veía. cantó con voz cascada en la punta de un aliso bien ramoso que crecía ahí al lado de tu casa. de puro chismosos. sólo por no verte partir. puesto tu sombrero nuevo. peor qué caso me va hacer. estaban por ahí que daban vueltas. tus tías. Me acuerdo que dos mujeres avanzaban adelante montadas cada una en su bestia. Óscar Colchado Lucio [147] Cordillera Negra . tus primitos. quién sabe lo otro. Receloso. según me dijeron. en pago seguro de las tantas veces que le había ayudado. Una tarde. sabiendo que estabas señorita y vestida medio lujosa. nerviosidad. Yo no me acercaba. Pero en vez de eso. En la noche. mi mamita me enseñó una lampa nueva que había dejado de regalo tu taita. Después de hacerme el agradecido. Conversando en la noche con mi mamita. sentado sobre una pirca. pasé derecho a mi cama. Macatinos seguramente son. dice mi taita que vayas. temiendo que mis lágrimas me fueran a vencer ahí delante de todos. Pero tamaña fue mi sorpresa cuando al volver esa tarde matancando mis varillas para la techa de mi casa que junto a la placita estaba levantando. a llorar arropándome duro con las frazadas. me viniste a dar el encuentro por la bajada de Escalón. después que en mi casa habías preguntado por mí. Varios años pasaron. Recién ahí me enteré que siempre siempre me habías estado echando de menos y hasta recado habías mandado una vez con mi hermano Lupo. me enteré que eran ustedes que habían llegado. Ahora que ha vuelto togada. a piecito nomás. Era tal vez el ejemplo que me daba el animalito para yo seguirte igual. diciendo no les di mayor importancia. mientras arreaba la yunta que con mi hermano Lupo habíamos comprado. como si te hubiera mandado llamar. Por eso miraba de lejitos nomás.[146] era atolondramiento. Ese mismo ratito. asomaste corriendo a donde yo estaba. y los hombres. cuando llegué a mi casa. Quién sabe se olvidan esto. para acá y para allá iban tus taitas. se oía que hablaban. Pablo. Un tuktupillín rojito. Algunos muchachos de la escuela también. al otro día tempranito me fui a la jalca. dijiste con voz de cariño llegando a mi lado. esperándote está. diciendo no quise darte cara. venían atrás arreando los animales de carga. como si fuera su espíritu de ese que maté en el eucalipto. detrás de la hembra que había estado posada ahí cerca sobre un ruchuco. vi que unos peregrinos venían de subida arreando varios burros con carga. casi en el mismo momento en que el tuktupillín volaba hacia la quebrada. remontarme al cerro como los venados. Así diciendo te regresaste apurada. Bueno. zonzo. Ahora. pero nunca me contó que te había visto. qué se va hacer. para qué… Tus taitas también mucho me estiman. Tú y yo nos comprendemos. faltando poco para que se vayan a Huaylas.invitándome para tu santo. tenemos dos guaguas. a pesar que yo disimuladamente nomás le preguntaba. como me decían a mí en la escuela. mujer. era sólo a su taza de ella. Él iba cada año a la fiesta de Huaylas. te confiaré. acompañándose con los de Rayán. ahora hasta sus viejos te van a querer… [148] Óscar Colchado Lucio . Floria. Como dice el verso. ¿A toda la leche lo has echao? Ya los fregastes a todos. sin que te dieras cuenta nomás. lo eché a tu balde el polvito del tuktupillín. ahora que estás fregada y ya nada puedes hacer. De envidioso seguro. Al mayorcito lo has puesto su sobrenombre de Paliaco. un secreto: esa vez. cuando te encontré afanada sacando leche de tu vaca. y ahora sí lo creo al Marcial que me dijo riendo. Camino de zorro Intip nos llama a muerto Topa Amaro, taita Katari, tirao malamente por cuatro caballos de los chapetones». ¿Cómo?… ¿qué?… ¿quién habló asina?, ¿lo oí ahora o antes?… lo soñé tal vez… roto tendré el juicio quién sabe… me privaron en el cepo, ¿no?… y ahora botadito en medio de esta plaza, boca arriba, con el sol que se llena en mis ojos como si estuviera lloviendo pétalos amarillos de amancay, ¿qué nomás hago?… ¿qué hace por último esa gente allá mirándome, cargaos sus guaguas las mujeres y los runas también todo asustados y tristes, con soldados realistas que los contienen, mientras uno solito, oficial seguro, les habla como advirtiéndoles algo?… ¡Malhaya no poder mover mi cuerpo, caracho!, sólo mi cabeza apenas puedo jugarlo para los costados… Para ese otro lao hay gente togada, vestidos con casacones rojos y adornos dorados, como diablos, sentados «H [153] Cordillera Negra [154] alrededor de una mesa y más allacito una banda de músicos uniformados como para fiesta, y allá en la esquinita de la plaza, cerca de la acequia, algunos chapetones se afanan alrededor de unos caballos altos que se encabritan y relinchan… Sí, relinchan como mi bestia cuando por primera vez la llevé a orillas del gran Lago y se asustaría seguro con las agitadas aguas de la Mamacocha recibiéndole a este su hijo del Kollasuyo que iba a pedirle su abogación ante los dioses para acabar de una vez del todo con los blancos abusadores… Luego que recibí la señal con la alada figura de la serpiente Amaru que el rayo estampó en una peña en medio de una tempestad, yo volvía alegre cabalgando por la altipampa haciéndolos espantar a los lej-lejs y a las pariwanas que graznando escapaban del pajonal, volando casi desde las patas del caballo… y volando volando yo organicé también a mis hermanos para arremeter contra la ciudad de La Paz que la hubiéramos tomado de no ser porque nos faltó armas y hubieron traidores, caracho, que los alertaron a los blancos a última hora, permitiéndoles organizar su defensa. Entre esos traidores estuvieron el Mariano Murillo, mi artillero, a quien hice después cortar los brazos y lo mandé al campo de los realistas, y el cura Borda, que fuera mi capellán, mas cuando descubrí su traición voló como ave negra malagüera escapándose del escarmiento; después a los de su casta había ido a decirles que yo Tupaj Katari era dizque un indio ridículo mala traza a quien no pudo soportar como jefe de la revolución y que por eso se unía a ellos… Desde esa vez y más viendo el fracaso de Topa Amaro en el Kosko por hacer entrar a cholos, negros y blancos en el movimiento, yo decidí en adelante que mi ejército sería sólo de naturales netos y que era hora ya de renegar de todo lo que fuese cosa del invasor: costumbres, lengua, vestido y hasta alimentación; por eso nadie debía comer ya el pan de los blancos ni beber del agua de sus pilas… Con ese pensamiento adentro en nuestra sangre fue que logramos arrinconarlos a los pukakunkas sitiando por dos veces La Paz. La primera de ciento nueve días y la otra por más de dos lunas, dejando españoles muertos como piedras en pedregal y embistiendo también a sus dioses tal como ellos habían hecho con los nuestros. Por eso cuando en Oruro viéndonos llegar sacaron en procesión su santo, creyendo seguro que lo íbamos a respetar, yo ordené que lo atropellaran nomás con los caballos y les metieron cuchillo a sus cargadores… Sí, sí, a sus cargadores…, pero ¿qué?… ¿qué nomás dice la voz de ese chapetón que está ahí pregonando?… ¿Muerte?, ¿escarmiento?, ¿Túpaj Katari?, ¿por qué pues pronuncia mi nombre ese barrigón hocicudo carajo? Ya te voy a dar escarmiento yo Óscar Colchado Lucio [155] Cordillera Negra como si shaprosos barbudos igual que ellos fuéramos nosotros… Hasta candados nos vendían. so maldesao. También a esos corregidores codiciosos que nos obligaban a comprar cosas que ningún servicio nos daba a nosotros los naturales: medias de seda dizque. tantos chapetones vienen… ¿qué nomás querrán?… ¡Ah!. el corregidor de Sicasica es! ¡Gua!. Óscar Colchado Lucio [157] Cordillera Negra . olvidándose los muermos esos que en nosotros era ley: ama sua. hay que hacer fuerza común con Tomás Katari… Valientoso el rey inca. para mi nombre de guerra tomé del primero: Topa. no deben derramar sus lágrimas. anteojos. ¿también los hombres lajpirean?… No. navajas de afeitar. con harto cariño me acuerdo de esa vez que en su casa de Tungasuca me recibió. formaditos. no. para que no hables asina. fuera a verlo desde mi pueblo de Sicasica. y del otro: Kata- ri. con la idea de batallar hasta el último. parece que estuvieran amarrándome con sogas de mis brazos y piernas… pero yo ni siento. adormecido estará mi cuerpo… ¿y esas mujeres?. Un silencio como si se les hubiera acabado la respiración a la gente y como si el aire de la plaza se hubiera vaciado se… —¡Yaaaaa! ¡Arreeee!… ¿Qué?… ¿Quién dijo eso?… Trote de caballos que se alejan… ¡Aggghhh! ¡Aggghhh! ¡Ay. pero… ¿qué? ¿Qué están haciendo a mi lado estos mestizos?. Orgulloso yo de ambos que me estaban dando el ejemplo. jajayllas. para el Ejército de los runas entonces no los quiero… Los hombres que estuvieron aquí se alejan y los tambores de repente dejan de sonar. carajuuu!… ¡Maulas! ¡Kanras!… ¡Aggghhh! Aggh… ¿Qué?… ¿Quién es ese hombre que se asoma riendo en medio de ese vocerío que llora? ¡Ah. a ti y a todos los chapetones que en la mita nos hacían trabajar más que a animales.[156] a vos. caracho. hebillas. no robar… Fueron ellos los que trajeron esas mañas… ¡Vaya!. Hay que levantar el Kollasuyo. caracho. ¿por qué lloran cantando?. así ellos murieran como en de veras ocurrió. el mismo que nos hacía comprar esas cosas sin valimento… Detrás de él. Julián Apaza. ahora están sonando los tambores. barajas. lo mismo que el otro a quien se refería: el gran guerreador de Chayanta. mientras de cuatro caballos puestos en cada esquina de la plaza están alargando lazos hacia donde yo me hallo… ¿Qué nomás pues están pretendiendo hacer estos?… ¿A mí?… ¿Cómo a Topa Amaro?… ¡Qué dizque!… Pobre Topa. luego que yo atravesando el altiplano. me dijo haciendo alusión a mi verdadero nombre. ¿por qué pues?… vaya. ¿el aya taki?… si soy yo el que va a morir. ¿cómo?… ¿Que les vendamos nuestros ponchitos que los tenemos puesto en nuestro encima?… ¿Nuestros chullos también?… ¿Nuestros llanquecitos?… No. hom… Tambores. riendo. los otros también se han parado resoplando. no me hagan reír. ahora están cosquillándome!. no están en venta. clarines… ¿dónde dónde tocan?… ¡Ah. pucha!… pero ¿y los caballos?. y ellos me ayudan. Tupaj Katari! dice uno de ellos volviéndose. de veras mutilados están mis brazos. y está que nos llama con sus manos amarillas. taita?… yo no fui. pedregales. y todavía volteando volteando está que se ríe. arrastrándome va sobre espinas. ¿qué hago montado en esta llama?… Ah.[158] no. ¿quién estira mis brazos y mis piernas?… ¡jajay. nos mira alegroso con su ojo resplandeciente. ¡ah. el Mariano Murillo está arrastrándome a la cola del caballo que monta. Las vicuñas mientras tanto acaban de elevarse sobre el lago Titicaca y están subiendo. mientras va arreando manadas de bestias. caracho. sino Topa Amaro con el Tomás Katari más bien… ¡Taita. ¿de veras?… ¡Te ríes!…. en medio de cantos de acllas que están llenándolo de música toda la tierra… . agitando sus brazos que ahora son tantos y en donde cada mano tiene un látigo… ¡Agghh! ¡Kanra!. ¡Intip nos llama!… Apuro al animalito y de pronto estoy saltando al carro de oro. son ellos: el rey inca y el guerreador de Chayanta… Trataré de alcanzarles ahora que mis brazos de nuevo están creciendo y parece que vuelvo a ser yo mismo… ¡Apura. de veras detrás de esa litera jalada por lindas vicuñas estoy yendo… Ahí van dos… sí. sólo sus brazos amputados estaban… ¡Ve!. apartando una nube como quitándose una legaña. ¿tuyos son esos muñones sangrantes?… ¿Quién te cortó los brazos. en dirección al Sol… Allá lejos sobre los nevados taita Intip. de otra laya los había visto!… Pero… padre Topa. ¿no te duele?… ¡Aggghhh!. pucha!. montes. perdoncito. chorreando sangre de los muñones… Por allacito viene el cura Borda también apurando el paso para emparejarse seguro… ¡Yau!… Ellos no habían sido. ¡aúpa!. jijuna!. ahí está de nuevo el traidor ese… ¿A qué viene?… Querrá que le corte las piernas seguro… Todo prosista avanza sin sus brazos. ¡ah. yo nomás había sido que soy el Mariano Murillo… mi propio enemigo. nosotros no hacemos para vender… —¡Vuelvan! ¡A tirar de nuevo! ¡Aún no ha muerto! ¿Aún no ha muerto?… ¿quién?… ¿quién nomás. botando candela por sus narices… —¡Truecen a machetazos la cabeza del indio! ¡Mutílenlo! ¿Mutilar?… ¡ah!. pues. taita?… ¿El Marino Murillo acaso?… No. sacudiendo su cuerpo Óscar Colchado Lucio [159] Cordillera Negra como ladrido de allko flaco… Con el esfuerzo que hago por fin a su caballo lo estoy deteniendo. él no ha muerto. viracochas. se hacía el muy hombre. subieron. Parado a nuestro lado. culpando nuestra ingratitud. la dura cuesta de Ayán. Cuando bramó con su voz gruesa por la curva de los Sánchez. al pie de los últimos eucaliptos que crecían a la salida del pueblo. pantalón de montar y casaca de cuero. simulando que no podía desatar con la muela el huatu de su llanque. sin poder contener el llanto. Todavía volvió el Píwish. nuestro toro. nos envolvimos con nuestro rebozos. a mirarnos. mi mamita y yo que esperábamos llenos de lágrimas nuestros ojos. Él con los cholos de sus ayudantes. [161] Cordillera Negra . Sólo a mi taita parecía no importarle.El Amaru S e lo llevó un sacador de polainas. De sus ojos grandes y mansos brotaría —¡qué dizque no!— alguna lágrima fría. les vimos. arreándolo con sus chicotes. a dejarnos su resentimiento seguro. Y mientras mi mamita dejando de llorar se limpiaba sus lágrimas. para no hacerlo desgraciado con nuestro llanto. que estaría preocupado seguro. a él que Óscar Colchado Lucio [163] Cordillera Negra . yo le contaba todo lo que de él hablaban. nuestro rencor. Pasarían tres años seguramente. cómo nomás será. comprendimos que ya nunca más lo volveríamos a ver. no necesitaban de palabras. sino también otra gente. por donde siendo añojito todavía lo hizo llegar mi taita al Píwish. sabiendo lo envidioso que era su hermano. y que cruzando chacras corría a zambullirse en ese feo punle que había pasando La Tranca. diciendo que lo había encontrado haciendo daño en nuestro maíz de Ampojro. parecía atenderme como cristiano que fuera. ¿Qué quieren que haga. dijo que nuestro Píwish era encanto. sintiendo su cuerpo caliente. con ese su feo carácter que tenía—. para ir dizque a la fiesta de Sihuas. Abrazado al cuello de mi toro. Un día. para que su espíritu no vagara perdido por los cerros. y del que decían que era mala parte. cuando echado junto a los chiclayos comía su pastito. pensando que con el tiempo mi taita llegaría a tener como él su yunta. que asina le pusimos su nombre por tener el color de esos pajaritos que cantan en las chacras. convertido en un torito de oro que brillaba desparramando luz. que nos alistáramos. y mi taita decía que las papas daban al año. se le ocurrió decirnos a mi mamita y a mí. yo me volví a reparar hacia abajo. porque tres veces cosechamos papas. Nuestro odio. que mejor lo soltáramos. Y el Píwish. y que no lo soltaría hasta que su dueño pagara el perjuicio. y lo dejáramos ir antes que fuese a ocurrir algo. ¡píwish! ¡píwish!. yéndose a morir en algún camal de la costa. hacia el caminito que subía por la quebrada. Y ahora que lo estábamos viendo perderse tras el último cerro. y que entonces ya no sería el único proporcionado en el pueblo. que nunca asomó. ahora que se acercan las siembras y necesitamos urgente comprar semillas? Ni caso le hicimos. Se nos hizo raro oírle hablar así. Que en adelante tendríamos que poner duro nuestro corazón. jalado con una soguita. Pero en vez de su dueño. si no hay más para vender. no sólo doña Eusebia. doña Eusebia Ponte su hermana de don Rushi que vivía en Minas. a la celebración de la mamita Virgen de las Nieves. Con callarnos se acabaría.[162] —¿Y qué quieren que haga? —le oímos decir después amargándose. lo había visto varias veces en noches de luna brincotear atrás del corralito de nuestra casa. porque de allí salía de vez en cuando el arco iris. Pero nosotros nunca le hicimos caso. porque desde arriba del cerro donde ella vivía. no para los estancieros». se hallaban amontonados alrededor del Consejo. Y verdad. Pero después nos enteramos que no sería a gustarnos ni a gozar a lo que iríamos. se salió de la procesión. mientras los shihuancos se quedaban hablando amargos. «Eso es sólo para los sihuasinos —le dijeron estos. y mi mamita y yo. remangándose el sombrero. que se hallaba mareadito. para no quedar en ridículo ante nuestros paisanos que estaban presentes. Las pachacas de todos los caseríos hacían competencia bailando por las calles. lo primerito que hacían antes de poner sus pies en la plaza. una madrugada salimos del pueblo llevando nuestros sombreros en los burros. bajó dizque de su altar. tan coleroso que era. detrás de las cuales nos hallábamos los de los caseríos y estancias. con luces en sus trajes. Las gentes que iban llegando de las estancias. pues. donde decían que había toreros de la costa. los hacendados o sus familias. ahora sí. era comprar sombreros nuevos. bien Óscar Colchado Lucio [164] [165] Cordillera Negra . Así poco a poco fueron saliendo. quiso cargar el anda. Mi taita también. dijo. Los del pueblo no queriendo mezclarse con nosotros. Como al mediodía llegamos en medio de avellanas y bombardas. sintiendo que nuestro corazón bailaba de alegría en nuestro dentro. Trompeaderas también había por todos lados. según dijeron. hasta que llegaron los músicos de la banda de Saura y nos los compraron todos. abriríamos bien los ojos para ver cómo era un torero de a verdad. Llenecita estaba la plaza esa tarde de la corrida. Igualita a sus hermanas: Mama Ñati.no le gustaban las fiestas y que siempre andaba diciendo que eso se había hecho sólo para los haraganes y togados. pretenciosos—. apiñaditos. Alegre mi taita. después que ella misma. sino a vender los sombreros que durante meses estuvo confeccionando los días que no iba a la chacra. mientras los más decentes. pusimos nuestro negocio. Todas las calles que ahí desembocaban habían sido cerradas con barreras de eucaliptos. nos quedaremos hasta la corrida de toros. Nosotros que en nuestras fiestas sólo habíamos visto torear al Jisho y al cojo Domingo. del Purhuay. Al otro día sacaron en andas a Mama Nieves. Y él. A la entradita nomás del pueblo. diciendo: —¡No importa. nuestro San Pedro es más milagroso! Y se fue a seguir tomando en la tiendita donde estuvo temprano. Santa Clara y la Virgen del Marañón. Ahí fue que la conocimos. pero no lo dejaron. nos pusimos a pensar en cómo sería esa corrida. Hasta que se acabó mi aliento y me senté ahí en la calle a llorar. saltando pircas. por lo tremendazo que era. mientras bramaba con qué rabia. que más bien al amanecer. y que por el número los chúcaros estaban completos. que más fue lo que se pasó correteando por la plaza que los toreros se afanaran en torearlo. como llamándome a la distancia. —¡Píwish! ¡Píwish! —corría yo. cruzando huertas. de dos pisos. saltando entre la gente que acababa de desparramarse gritando. Empezó el desfile de las autoridades. saltó a la plaza y se plantó en medio. sólo una o dos suertecitas le sacaron. hija?. decían que no lo habían visto venir entropado entre los animales que bajaron de la puna.sentados en sus sillas. acompañadas por la banda. como un viento lo vimos irse de subida. todo intrigados. donde se puso a rascar la tierra levantando polvo con sus pezuñas. tras por tras. —¿Lo has visto bien. por su tras. mirando a los balcones donde estaban los togados. Ahí fue que lo reconocimos: —¡El Píwish! Ni bien oyó pronunciar su nombre. moviendo mi cabeza. cuando lo volvían al borroso. hubo alboroto en la reja por donde entraban los animales a la plaza: un toro tamañazo. Cuando mis taitas se fueron a preguntar a los vaqueros de la Virgen. que les dio harto trabajo y susto a los toreadores. estos. color de la candela. Desde los balcones las togadas les echaban flores. lindo brillaban de veras sus ropas y andaban prosistas. pegó la carrera por un lugar donde la barrera estaba más baja y. un barroso más bravo de la hacienda Urcón. mientras me parecía estarlo oyendo apenitas sus bramidos. llamándolo. saludando con su gorra levantada al público que con ganas los aplaudían. Ahí fue que salieron a desfilar también los toreros. a los perros que habían salido a ladrarlo. sin que nadie dijera que fuera suyo. Después salió otro. Asustados llegaron mis taitas. miraban desde los balcones de sus casas altas. muertos. babeando todavía. sorteando casas. tumbando la reja y. Salió primero un torito de la hacienda Maraybamba. cuando lo vieron entropado con el resto en el corralón del Concejo. pero no. entre el alboroto de los perros. decía nomás yo. sin apartar mis manos de mi cara. pensaron que algún hacendado lo había hecho traer desde sus invernes para toro de muerte. Hasta que después. Óscar Colchado Lucio [166] [167] Cordillera Negra . gritando. viéndolos tirados. atropellándolos a los vaqueros. ¡achallau!. ¿el Píwish era? Sí. los mismos hacendados estaban preguntando ahora por su dueño. ese pueblo de pretenciosos donde tienen sus casas los hacendados.Cuando nos volvimos de nuevo a nuestro pueblo. Aprovechando que mis taitas dormían roncando todavía en su cama de pellejos. y desde entonces yo esperaba su llegada. las wachwas o las pariwanas. En la mañanita oí decir que un aluvión había arrasado el pueblo de Sihuas. —Píwish —le digo acordándome de esa vez que se lo llevaron de mi pueblo—. me esperaba ahí afuerita orejeando. bonito nomás yo me levanté. Ahora el Píwish y yo vivimos en el fondo de una laguna que está encima de un pueblo de la Cordillera Blanca. Óscar Colchado Lucio [168] [169] Cordillera Negra . En las noches empecé también a soñarlo seguido seguido: dejando de remover con el asta y los cascos la tierra de los alrededores de una laguna. lloraba y lloraba sin que pudieran consolarme mis taitas. mientras el Píwish. impaciente. ¿cómo fue que te libraste del sacador y sus ayudantes cuando te llevaban a los camales de la costa? Abre su boca. yo escuchaba clarito que el Píwish me hablaba con voz de cristiano: —Soy el Amaru. Para que se lo tape a Sihuas. se va corriendo hacia abajo. y me dice: —Los desbarranqué a todos en el Cañón del Ayahuarco. Después que eso ocurra. y a veces no puedo sujetarlo cuando. Sólo a veces salimos en el día a reparar afuera. como riendo. de noche. haciéndose soltar. donde las vacas lo esperan con la cola levantada. Entonces es cuando gustándonos estamos de los animales que vienen a tomar agua a la laguna o viendo volar a los lics-lics. salimos a pasear por los campos. yo no dejaba de pensar en el Píwish. en plena luna. removiendo los cimientos de esta laguna estoy. mientras el viento silba en los pajonales. Una noche asomó bramando. cuando las quebraditas que pasaban por ambos lados del pueblo tronaban arrastrando piedras en medio de la mangada. Agarrándolo de su cadena de oro. a los pastizales. voy a bajar a tu pueblo para irnos a otro lugar. cuidando que no haya gente por los alrededores. [171] Cordillera Negra . habas. que cuando Rumaldo Matos dormía. las espuelas de sus botas el terrible nakak. papas. gritando: ¡kekeq! ¡kekeq! ¡kekeq! A pucha esa sed que me atormentaba esa vez que bajaba yo a Huaylillas arreando mis burros cargados de mote.En el cañón del Ayahuarco Cuando alguien se duerme con harta sed. llegó haciendo sonar. Rendido como estaba llegué hasta una cueva y rápido rápido tendí mis costalitos para dormir. y de un tajo le volaría la cabeza: ya tenía de donde sacar untu o grasa para vender en las minas de la Paccha y Parcoy. el pishtako del temple. ¡shin!. hijo. Se reiría viéndolo al pobre hombre dormido ahí todo inocente. su cabeza dizque a la medianoche se desprende de su cuerpo y vuela buscando agua. para cambiar por coca en Ucramarca. a quien varios arrieros decían haberlo visto pasearse agarrado su alfanje entre los naranjos y chirimoyos. ¡shin!. Ahí fue. entonces don Filli. Así diciendo me elevé de nuevo por los aires en la que me entró ganas de gritar. mejor. voy rápido nomás por mi cuerpo. caracho. paseándose como una pasñacha vestida de blanco. aprovechando que la vieja buscando está por gusto tankar quishka. Luego de eso. eso dizque les hace caer. El kekeq dizque cayó de nariz. ¡No me mates. que aunque formaba fango. un poco de agua. y tuve que subir más allá por la vuelta a fin de no enredarme de nuevo en las chontas. Me enredé en una chonta. cuando en eso lo veo que uno de ellos me señala y que después ambos se persignan vueltas y vueltas. pero… ¡ay!. caracho. la Agustina Taulli. dije. pero ahora se ha fregado. hijo. o si no con tu llanque del pie izquierdo. Filli! ¡Viene! ¡Viene! Agarra ese palo mientras busco espinas. menos mal. bonito era volar… Enderezando enderezando logré enfilar derecho hacia la encañada. me fui derechito sin otra intención que darles sólo un susto. ¡A pucha! haciendo un esfuerzo me di cuenta de que podía elevarme y mantenerme en el aire. ¡achic!. donde encontré. ¡Kekeq! ¡kekeq! ¡kekeq!. sin poder alzarse de nuevo. La sed que me atormentaba era para morirse.[172] Me acuerdo que mi cabeza. mientras me desviaba un poco de la ladera por donde bajé. hoy sí. no sabe el susto que le voy a dar metiéndome entre sus piernas. Qué pues. mi yerno. Arriba la luna alumbraba. ¡volveré a mi cuerpo sin hacerles daño! Óscar Colchado Lucio [173] Cordillera Negra . Ya se fregaron. ¡Achallau!. ¡tac pum! ¡tac pum! ¡tac pum! sonando. al lado de los dos viejos. se acercó a darle con eso. sobre todo el viejo que me tiene amenazado porque tengo relaciones con su hija. me ha dicho el otro día intentando garrotearme después de haberla dejado a su hija verde verde con los golpes. levantando una tremenda piedra que estaba botada ahí al lado del camino. eso lo espanta. ¡Vaya! Es Fidencio Taulli con doña Cutilde. todo tonteado. qué importa. y estoy cayendo. gritando como otras veces. su mujer. Eso me dio cólera. a piecito nomás. yo soy demonio o qué para que así tanto ya se santigüen diciendo. haciéndome ver más allá un camino por donde avanzaban dos personas. dando saltos. así barro y todo me la tomé hasta hartarme. Tírale con piedra. ¡Kekeq! ¡kekeq! ¡kekeq! ¡Achachay. qué te has creído sinvergüenza. cargaditos sus quipes… Iba a pasarme de largo hacia arriba. empezó a rodar por una ladera llena de shishu y cortaderas. esa mata de espinas en la que hacen enredarse dizque al kekeq…Y ahí voy de frente a atacarlo al viejo. deteniéndose. pero logré zafarme felizmente. con marido y dos hijos: Lo voy avisar al Medardo. ¿qué?… me alcanzó el maldesao con su llanque. no me tires con esa piedra. Fidencio!. hijo. pensando en la venganza cuando volviera a ser Rumaldo Matos… Lejos. dije oyendo algo como graznidos que salían de la cueva cuando regresaba de lavar mi alfanje y las manchas de sangre que habían chispeado a mi ropa. el dios cerro. ¿Qué cosa?. ha puesto su nombre a este lugar: el Cañón del Ayahuarco. La gente que pasa por abajo. haciendo un esfuerzo se había ladeado un poquito y el golpe sólo lo hizo estremecer el suelo. ¿qué es eso?. por el calor de unas ceras encendidas. al verlo que el hombre se disponía a arrojarle la piedra. volaba yo hacia la cueva donde quedó mi cuerpo. derritiéndose gota a gota. cruzando la quebrada. Señálalo más bien su frente con esta piedra filuda para reconocerlo mañana. sin poder ni cómo soltarme… De todo esto hace ya mucho tiempo. castigo del Orko. ¡no lo mates! puede ser malagüero. o del Óscar Colchado Lucio [175] Cordillera Negra . hijo. pasaron unos chushacs. al llegar a la cueva y encontrar su cuerpo al fondo. por el caminito del fondo. quedé colgado con mi pierna atracada en un grieta y el resto de mi cuerpo flotando en el aire. como también les dicen. pero fue su mujer. la cabeza del muerto. Filli!. La cabeza voladora se asustó. colgado de unos ganchos. que yo pensaba tirada por ahí y de la que me ocuparía más tarde todavía enterrándola con los demás restos que no me servían. quien lo atajó entonces. di un grito cayendo al vacío…. doña Cutilde. El kekeq se hallaba ya casi en mi encima y yo sin poder detenerme. logré incorporarme y alzar el vuelo sobre sus cabezas. a veces acompañan a los kekeqs. ¡pharr! ¡pharr!. latiéndome los sentidos. sobre el abismo. En vano fue su súplica. ¡No importa. Pero al verla que se venía derechito hacia mí. seguramente diciendo me lancé a la carrera por esa bajada sin tener en cuenta que por ahí cerca estaba el precipicio. porque ahí nomás. Filli! Mañana en su cuello de alguien veremos la marca roja que queda señalao al unirse la cabeza con el cuerpo. Por suerte no le cayó. dizque suplicaba. ¡Ayyyy!. Todo adolorido. aunque su cara está de tierra. y aquí mismo sigo. en una peña saliente. su voz parece conocida. ¡Déjalo. porque a media pendiente nomás. gritando ¡kekeq! ¡kekeq! ¡kekeq! dicen que salió. el otro le arrojó nomás. En eso lo veo que se viene volando hacia mí el aya uma.[174] El kekeq o uma pawan (cabeza voladora). esas aves nocturnas que. Pero el viejo maldesao no pudo señalarme. según dicen. tiene que ser alguien del pueblo. pero no llegué al fondo. Asustado malamente. sobre una paila de cobre. ahí lo reconoceremos. Corriendo fue don Filli a alzar de nuevo la piedra. pero menos mal a mí no se me acercaron. que al oírme. te hemos visto de veras montado en una bestia bien jateada. Una semana ya.muerto colgado. bien envueltos con nuestros ponchos. cholo. asustándose también. Ahora ellas duermen. lloras. Eso dirán seguro. Hace un rato nomás. y dicen también que peno. cabalgando medio en el aire nomás. abriendo nuestros ojos. al kekeq. todo prosista. por ratos cabeceamos. cerca o lejos. nos hallamos acompañando. y no sabes que a cambio de tu pobre cuerpo te darán la vida eterna [176] quí nomás pues estamos. rogando por tu descanso. alguien ha dicho: —¡Miren! ¡Miren! ¡Ahí va el Shanti! Todo tonteaos. con poncho blanco y sombrero. De día las mujeres. despertándose. rendidos del trabajo en la chacra. de noche los hombres. Nosotros también. igualito como cuando alquilabas caballo de los proporcionaos para tomar parte en la corrida de cintas A Óscar Colchado Lucio [177] Cordillera Negra . oyendo el grito que lanzó algunas noches cuando al abrir mis ojos lo veo pasar de un de repente. ¡tac pum! ¡tac pum! ¡tac pum! escapa sonando… Los dos santiagos Estás triste. sentaditos en el poyo de tu casa. de las fiestas de taita Santiago. ¡Ah, caray, hom!, hemos dicho, masque mírenlo pues su gracia a este cholo: nosotros aquí cuidándolo, de frío, todo encogidos, y él paseándose, tirando prosa; habrase visto. Ah, pucha, recoger sus pasos en buena bestia; eso sí que es un lujo. Diciendo asina, medio hemos querido reírnos; cuando en eso, clarito, a la luz de la luna, lo hemos visto a taita Santiago, montando en su caballo blanco, con aperos que relumbran todavía, salir de entre los eucaliptos de la quebrada y emparejarse contigo, Shanti, para acompañarte seguro en tu viaje a la otra vida. Qué suerte la de este cholo, hemos dicho, hasta el taita se ofrece acompañarlo, y él, véanlo pues, haciéndose aquí el de rogar; no tendrá su juicio este taimado, hom… Dejándonos de bromas, Shanti, ya es hora que acabes de morirte; tienes que resignarte, cholo. —Mamita, ¿ya duermes?, masque chaparas por está hendijita: dos caballeros montados en sus bestias están yéndose por allacito. —Sí, hijito, ya sé oyendo estoy a los acompañantes que parlan en el corredor cerca de tu taita. ¡Achachay!, no mires; puede ser malo. Uno de ellos dizque es pues tu taita y el otro el patrón Santiago. Vaya, este se habrá acordado seguro que el Shanti, tu padre, se trompeaba todavía en las fiestas, sacando cara por él, cuando borrachos los de otros pueblos alegaban que sus santos o sus vírgenes eran más milagrosos. Ahora tus ojos están abiertos, Shanti, y estás conversando; pero no con nosotros, sino con alguien a quien no vemos. Por lo que dices, nos damos cuenta que a quien te diriges es a tu hermano Miguel, el pobre finadito que hace tantos años ya se acabó en Cóndor Cerro, esa vez que reventaron los calambucos cuando abrían carretera, y en donde murieron tantos «enganchados», despedazados malamente. Allau, pobre Miguicho, a hacerte compañía en tu viaje a la otra vida habrá venido seguro, sin saber que tú estás bien protegido por el mismo Taita. Pero será bueno que no le hagas esperar demasiado, aburriéndose podría dejarte. Ya doña Filomena también te perdonó de lo que le faltaste cuando te gritó esa vez que en su ausencia te lo habías cortado su eucalipto de detrás de su casa. Quién sabe por esa deuda que tiene con ella no podrá morir diciendo fue que la hicimos venir. Tu compadre Elaco también, que andaba corrido corrido nomás de ti, desde esa vez que hallándose bien mareado había aprovechado para darte una pateadura por meterte con su querida, ya ayer en la tarde te pidió disculpas, y tú, de buen grado, le disculpaste. ¿Ves?, ya todo Óscar Colchado Lucio [178] [179] Cordillera Negra [180] está en paz ahora. Todos los del pueblo hemos aportado también para el huañuy ayni, la ayudita de los comuneros para los que sufren atraso. Algunos le hemos alcanzado a tu mujer comidita en crudo; otros, cocinada, para que dé de comer a los que vienen a verte en el día, y trago para los huallquis que han de acompañarte de noche. Velitas también hemos dado, tantas ya, hasta nuestros últimos cabitos, para cumplir con nuestra costumbre de no dejar jamás en la oscuridad o en la penumbra a un moribundo; porque si no, Shanti, el shapirote, el maligno, puede llevárselo tu espíritu. La pobre Imicha también, tu mujer y tu cholito, resignados ya, viendo que no hay salvación para ti, según les ha hecho ver el laika, el brujo curandero, lo han suplicado a este para que vaya a verlo de una vez al ayudante de la muerte, al Despenador que vive arriba en la gruta de Huampucallán, en ese sitio solitario por donde sólo los zorros andan, a fin de que venga mañana al mediodía a ayudarte a morir, Shanti, hom, por si siguieras resistiéndote. Llevando una botella de aguardiente, una chuspita de coca, alimentos y una llacolla negra, esa manta de bayeta que es luto, se ha ido el laika a dejarlo ahí como pago u ofrenda. Un retazo de esa misma tela mañana tempranito vamos a colgar aquí en la puerta de tu casa, para que asomándose el verdugo por la única callecita, sepa que aquí mismo es donde hay un cristiano aguardándolo, esperando sus servicios. —Mamita, tengo miedo verlo asomarse mañana al Despenador. Una vez ya lo he visto en la plaza de Huancarrumi, cuando los wambras tuvimos que echar flores a esos tres moribundos que los trajeron en kirma desde Aliso, antes que ese hombre, que es la misma muerte, los despenara. Su cara comida por la uta, su nariz por desaparecerse ya, su cabeza también como una choza, llena de liendres, y su cuerpo medio corcovado apoyado en esa horqueta que lo ayuda a afirmarse en su cojera, harto miedo me da, mamita. —A todos nos da miedo, hijo. De veras, es la misma muerte que se asoma. Hasta los perros enmudecen viéndolo; pero él es el único que puede darle su descanso a tu taita. Apenas el Despenador asome por la lomita de Llamacunca, Shanti, por donde debe venir, todos nos esconderemos para que el pueblo quede en silencio y él partiendo piedras con sus rodillas, avance decidido a cumplir con su trabajo. Llegando a la choza se sentará en este mismo Óscar Colchado Lucio [181] Cordillera Negra poyo donde varios estamos descansando, tomará algunos tragos de aguardiente, picchará su coca hasta que se haga ya tardecito o hasta la noche quién sabe, y de ahí sí entrará en tu cuarto, mientras nosotros rodeamos la casa, entre las agudas voces de las mujeres tocadas de llacollas negras, entonando el canto de la Muerte Piadosa. El Despenador, adentro, te preguntará, Shanti, si de veras no puedes morir y si estás todavía en tu conocimiento. Le dirás, cholo, que es cierto, que no puedes. Que te ayude. Y ahí verás, hom, cómo después de rociar tu cuerpo con esencias que sólo él sabe de qué son, se pondrá a beber en la tapa del cráneo de un niño, quizá aguardiente, quizá la esencia misma, brindando dizque por la gloria de estar vivos. Seguidamente, cholo, arrojándote una venda negra sobre los ojos, brincará sobre tu cuerpo, y metiéndote la punta de su poncho en la boca, mientras que con su enorme rodilla te aplasta haciéndolo saltar tu corazón, quebrando tus costillas, te librará por fin de tanto sufrimiento, Samacuy, cristiano, diciéndote, descansa en paz. Óscar Colchado Lucio tu taita mucho le gustaba montarlo y que murió atrás en nuestro corral, ahorcándose con su propia soga, una noche que nos encargó su dueño. —¿Qué andarán haciendo que no se van? —Recogiendo sus pasos estará tu taita, hijo, despidiéndose también del pueblo seguro. Pero… escucha… ahora sí parece que de veras se alejan al galope, los oigo como irse entre el viento que silba alborotando los eucaliptos. ¡Shanti, hom!, ahora sí el taita va apurado, y estamos viendo que tú medio te retrasas, queriéndote volver capaz. No, pues, cholo, cómo; el patrón puede enfadarse si se da cuenta de que no quieres ir. Ya sabes cómo es él cuando se enfada: en plena lluvia cabalga entre las nubes y con su espada hace que revienten truenos y salten rayos, produciendo desgracias a veces. Si lo desobedeces nos castigará de repente con aguaceros seguiditos que malograrán las sementeras, como ese año que se enojó porque le hicimos una fiestecita de mala muerte, ¿recuerdas?… No, pues, Shanti, hom, esa maldad no nos hagas. Date cuenta que para ti puede ser peor todavía, si al Taita, de cólera por lo retobao que eres, se le ocurre abandonarte en un sitio feo: una encañada, un [182] —¿Oyes, mamita?, de nuevo se escucha el tropel. —Son ellos mismos, hijo, los estoy conociendo por el trote del Frontino, ese caballazo de don Telésforo Vergaray que a [183] Cordillera Negra mamita. como que es el mismo katekilla según dicen. sería arriesgarse a que taita Santiago nos castigue a todos. Vaya terco que eres.desfiladero. hom. es Miguel que se aleja. en el alto de Chullín. hombre. vemos que te has plantado. y en esto ni tu mujer siquiera te da la razón. te vamos a quitar el aire. Amargo se estará yendo el pobre. va. tu mujer acaba de decirnos que Miguel también ya partió. Esto no lo habíamos pensado. hijo. vamos a agarrar la llacolla negra y tapando tu nariz. pero no hacia arriba por donde van ustedes. y que estás ahí sin hacer caso a las señas que con el sombrero en la mano te hace el Taita. ni hablar. Arriba. Ahora esperar a que amanezca y llegue recién al mediodía el Despenador. el tropel no viene. pero de uno solo nomás ya. renegando lo terco que eres. Está visto que por nada quieres irte. dándonos valor. sino de bajada por el camino del río. Óscar Colchado Lucio [184] [185] Cordillera Negra . Poquito falta para que el Taita se enoje y te dé tu castigo. —No. Shanti. No. —Otra vez el ruido de los cascos. donde el maligno vaya a cargarte. el dios que con su divina waraka causaba truenos y relámpagos. y cuando mañana asome el ayudante de la muerte. ¿Ves. hom. tu boca. algo se habrá olvidado mi taita por eso vuelve. Shanti?. por eso acabamos de acordar que mejor entre todos. ahí sí ni con cien misas podríamos librarte. le diremos que buenamente te quisiste ir y ya no tuviste paciencia de esperarlo. ahora que ya está oscureciendo. masque lo miraran. Y mañana. que baja cantando. Si pudieran ver desde esta lomita. Ya está entrando en la quebrada. Padrillo carajo. véanlo pues su traza. Enamorao dizque teniendo tantos hijos. echado atrás su sombrero. Tuerto animal. con poca agua estos días. a arrear esa punta de reses desde la puna. en que ya nadie camina por estos lugares sabiendo que es mala parte? A [187] Cordillera Negra . mañana. envuelto el cuello con su chalina. lo verían bien montado en su macho.Tuerto enamorao hí va el Miguel Ichpas. ¿Un bulto de persona creo que avanza subiendo la cuesta de la otra banda?… ¿Quién nomás pues a estas horas. bajar después a Sihuas y enrumbar enseguida a la costa. atorándose con las piedras. A las pobres viudas las hace faltar todavía y hasta con las mujeres casadas dicen que se mete. luego de ver a su querida. valientoso el tuerto. la enancaría. justo cuando ibas a verla. ¿no ves? Bueno. sabe por demás que al otro nada le hacen las cuchilladas. tendrás pues que respetarla. se pone mañosa. y ahora estás que apuñalas por todos lados. subiéndole la calentura al cuerpo. mientras la mula. ¡Ay. Al fin un riendazo la hace enfilar derecho. suave. sin dejar de hacerte zumba: —¡Tuerto! ¡ji ji ji! ¡Tuerto! ¡ji ji ji! Jugando está con el tuerto hasta cansarlo seguro. está que ríe como si le hiciera cosquillas. al pie de su mula. Ella. Levantándole la pollera. como jugando. caracho!. vería que a su mula nomás está que la punza. como si no hubiera oído el trote. ha puesto su mano en la nalga. como él quiere. apuradamente saca su cuchillo para defenderse. Justina agranda su risa que se hace carcajada y. pues. y de veras es una pierna llena de pelos como del chivo. y está más bien que lo cerca… Óscar Colchado Lucio [189] Cordillera Negra . dejando de huajayllarse. pero en vez de hallarla tibiecita. bien prendida atrás. ¡Vaya!. ¡qué dizque no! Ya en su tras. mentao como era en los duelos con machete. recién ella se vuelve. Tuerto Miguel mañoso. ¿esto era pelo o qué? El tuerto voltea a mirar. y ya están asomando a la lomita. no sabe qué hacer. ¿De veras no estaba el huishto? De veras. —¡Justina!. ¿qué tiene?. y el tuerto que ya no ve las horas de tumbarla a la china. so atrasador!. Y al tuerto brillándole el ojo sano. caracho. —¡Gua!… ¿Miguel serás? —Te pregunto de dónde vienes.[188] Apura su bestia. ahora que ella se abraza a su cintura. ¿por qué no te acuestas conmigo? Sus dientes de purito oro relumbran mientras mueve su boca hablando. ahora que sabes que su marido se halla por Rágash. Lleva grama para cuy cargada en su lliclla. y más peor: remata en una pata de gallo… Ese ratito en que él. y el tuerto. corcovea. pues. asustado. —¡Santo ángel de mi guarda! ¡Jesús! ¿Qué es esto? Ahora el maligno se le va acercando. caracho. ¡¿qué haces andando a estas horas?! La mujer del huishto Moshe andando a estas horas y por estos lugares. yéndote sobre la mula. de un jalón lo hace caer al Miguel al suelo. atrás de la cual está que se escuda el maligno. Mujer parece. —¡A ver. yo soy tu casera. casi al borde del precipicio están ya. si así era… subiera a la mula. la siente cubierta de vellosidad. y si él con sus dos ojos mirara. Viéndolo que ya está por empuñarlo. Qué. asustado. tuerto. Otro cuchillazo. hom. haciendo sus puñetes. dizque le entraras. Así diciendo le arrebata de sorpresa la botella al tuerto y. amigo. tal como usan los de Parobamba Chico. carajo. a su mujer del huishto Moshe. se queda con la botella en la mano. Véanlo pues aquí de nuevo cabalgando… Borracho está yendo a ver a su querida. quedándose en camisita de tocuyo y pantalón de bayeta: con que pelea querías. El puñal del tuerto relumbra bajo la luna que acaba de salir tras los cerros. ¡jajay!. mal cálculo. Un cuchillazo. ve de pronto a su lado a un hombre que no había visto antes que a piecito nomás. ¿no?… A ver. —¿Pelea? ¡Voy a matarte! Vamos. Ya está de nochito. a la Justina. a la vueltita del cerro. pues. y el tuerto destapa una botella de huashco que enterita la traía en su alforja. —Sí. bien cuadrado. —¿Conoces al Moshe? Por allí vive. Acaba de pasar la quebrada. pues. mientras el enemigo oyendo el tropel empieza a retirarse a retirarse… pero… …No dizque asina como hemos contado fue. conque remedoncito también eras —desmontando el tuerto. so carajo. ¡ploc ploc ploc!. El tuerto que ya iba a echar un trago. En eso que está avanzando al trote al trote. ¿Qué cosa? ¿Y de dónde salió este? Parucho seguro era. tampoco… Óscar Colchado Lucio [191] Cordillera Negra . ¿adónde bueno? —Aquicito nomás. con que remedoncito también eras. ahora que no estaba su marido. y ahora don Miguel Rupishto y sus hijos están corriendo por esa bajada. su poncho oque y su sombrero de lana. taita. sacando su puñal de la alforja. junto junto con su bestia está yendo. Y el paruchito: —Ah. a su mujer justamente estoy yendo a verla. masque escuchen oiganes: Tuerto. Ahí estaba ve. sin hablar mucho nomás. se oye un grito tan fuerte que los perros que cuidan una majada bien arriba. hom. le entraras. ahorita me vas a decir quién mierda eres!… Y el otro. —Hola. se lo tira el huashco casi hasta la mitad. sino de otra laya. taita. empiezan a ladrar sobresaltados. así como en seguida vamos a referir. remedándolo: —¡Oye. El tuerto revienta: —¡Oye. mientras el paruchito acaba de quitarse el poncho y el sombrero. [190] —¿Tú? ¿Y a qué? ¿Se puede saber? Y el paruchito: a dormir con ella. nada. ahorita me vas a decir quién mierda eres! —¿Cómo? —¿Cómo? —Ah.De un de repente. ¡Jayayllas!. so carajo. enceguecido… y después.[192] El tuerto está que bota chispas por su único ojo. se defiende a patadas. avanzando por el camino de la quebrada. De pronto. El paruchito se escuda ahora tras la mula. y ya están subiendo la cuestita del otro lado. se viene de frente a embestirlo al tuerto. ahora que van a cruzar la quebrada. haciendo respingar a la mula. carajo. dónde hay carajo… Toma toma animal de mierda. ¿Quieres saber quién soy? Y sin esperar respuesta: —Mira mi pie como del huishto Moshe. sino como recién vamos a contar. sin dejar de reírse. so guapito. De un brinco el tuerto se pone casi en su delante. un zorrillo. Llamándolo llamándolo con la mano retrocede luego de apartarse de la mula. No hay dónde se escude… Pero el otro: —¡Ven! ¡Ven! —sin dejar de retroceder—. sino llevando a su macho por el bozal. que está medio cargada de lo que llovió en la mañana… Acaban de atravesarla. —¡Santo ángel de mi guarda! —Ah. —Vamos. su pelo chorreado sobre su frente. con el que mueren dizque. Por ratitos retrocede el añás cada que el tuerto le asesta un golpe… y mientras busca una kurpa. espantado por demás. ven. El tuerto abre bien su único ojo. carajo. tanteando Óscar Colchado Lucio [193] Cordillera Negra . se oye un grito que raja el silencio. y que se hallan juntito ya al abismo. Amargo el tuerto. Otra vuelta el tuerto enamorao. sigue retrocediendo. Ahora sí se fregó. de hacerte zumba: una puñalada. empapadito de sudor. ve las patas de gallo del enemigo. el animal sigue atacando. saliendo de un de repente de entre el roquerío. En eso. Con que ahora sí llamas al ángel de tu guarda. en tanto la mula está que da vueltas asustada. palo. pero él como si nada. con shinguá por el hocico. Pero nada. carajo. más bien la mula se desangra. pero no montado. y en vez de una pierna huejra como la del Moshe. —¿Yo?. haciendo que se alboroten los perros de don Miguel Rupishto que está arriba en su majada con sus hijos con los que está bajando a la carrera… Pero… …Asina tampoco dizque había sido. un chorro de orín le dispara a su pobre ojito sano. otra. piedra. riéndose nomás. y el tuerto con ganas de pegar un grito. hoy sí le diste. tú el atrasador de inocentes maridos… Así diciendo se va acercando más y más al tuerto que. di ¿quién eres? —jadeando el tuerto. ¿no? —el shapingo da un salto y es el tuerto quien está ahora al filito mismo del precipicio—. ven más acá para decirte. Nunca nadie se ha burlado de él. Al ver que el otro se le está viniendo de frente a atacarlo. y el hombre. con los animalitos indefensos te metías y con las mujeres mañosas. ¿pishtaco sería?. y es ahí cuando este al voltear se fija en las patas de gallo del enemigo. abre su ojo buscando apuntarlo. oiganes. y ¿el añás?. ¿él mismo era el añás?… El hombre hace quites a las puñaladas del tuerto. ji ji ji! ¡Tuerto.[194] tanteando encuentra por fin el terrón. aun cuando él clarito ve que lo punza. y si querían ver a su mula. pues ahora te has fregado. so guapito. Su cabeza se llena de preguntas: ¿de dónde salió?. se encontraron con don Miguel Rupishto que les dijo que al tuerto Miguel. coloreando a la luz de la luna. ¿no?. da un raro salto y aparece pronto detrás del tuerto. y hoy sí te fregaste animal de mierda. y que la alforjita que llevaba la recuperaron. en tanto pronuncia el nombre del santo ángel de su guarda. ¿escondido estaría detrás de las rocas?. pero no ha de ser. ¿el huishto lo habría mandado?. todavía correteaba como alocada por la quebrada con el cuerpo tasajeado. Ah. lo habían hallado al fondo del barranco sin ojos y sin lengua. Da un paso más para atrás. lo único que podemos atestiguar. que está ya al filito mismo. te la vas a ver con un hombre. y es un grito el que se oye remedado por los cerros… Y es cuando Miguel Rupishto corre esa bajada con sus hijos y sus perros… Pero… asina tampoco de repente fue… …La verdad la verdad es que no sabemos bien cómo sería. lo mismo que el puñal: limpio. con un huequito en la cabeza como si le hubieran sorbido los sesos. porque aquel está como con mal de risa y no deja de hacerle zumba: —¡Tuerto. ji ji ji! Ya estaban al borde del precipicio. que retrocedía. sino un caballero elegante que más bien parado está que lo mira burloso. sin sangre… Óscar Colchado Lucio [195] Cordillera Negra . su tocayo. los que iban a la puna a dar sal a sus animales. caracho. el tuerto lo único que hace es sacar su puñal y enfrentarse. es que al otro día. pero en eso se da cuenta que no es el añás el que está esperándolo para soltarle otro chorro. haciéndolo alborotar como a los tallitos de ichu recién cortado. Ramón. por eso su castigo sería vagar en las noches convertida en nina mula. pegadito su oído a uno de los árboles. es la única prenda que guardo de vos. libras esterlinas diciendo. ¿Ella será? ¿Podrá la pobre cruzar las callecitas empedradas del pueblo sin que la vean y la marquen? Preocupado se aleja un ratito del árbol.Amor bajo el naranjo —Ella era su casera del cura. don Ramón. mientras el viento chicotea feo su ralo pelo de tonsurado. oyéndote galopar nina mula. esa plata brillante que dejaste enterrada bajo el naranjo. de veras también. y que ahí seguirá tapadita seguro porque para nada la he tocado. desteñida. Ah. mula de candela… ólo su sotana viejita. Ya estaban en luna S [197] Cordillera Negra . hija. ¿Viniendo estará? Ojalá nomás no la detenga alguna tijera abierta sobre el camino. ahora está en la loma de los eucaliptos bañado por la luna. el que fue cura en Nicrupampa. que desde que te fuiste de mi lado. y el wambracha se quedaba orejeando. ¿Oyes?. le decía. como esa vez en que daba vueltas nomás como alocada. A ratos se sentaba al borde de la cama. desde que te alejaste de Nicrupampa y más todavía cuando supe que habías muerto en ese sitio silencioso. el niño que lo acompañaba. o se paseaba por el cuarto.[198] nueva. taita. Con su sotana que no deja de flamear al viento. Ramón. yo iba siempre siempre al huerto de la cofradía a llorar tu recuerdo bajo el naranjo. no sabes cuánto te he llorado. habían levantado en agradecimiento por las misas de salud que alguna vez les mandó decir. taita cura. relinchando por estas laderas. y eso seguro porque el almita inocente del huallqui se lo impedía… Sácanos de dudas. oyéndola galopar alrededor de la casa. creyendo seguro que era caballo u otro animal. allí donde quedan todavía rastros de lo que fue su capìlla y donde está también su sepultura: un nicho fabricado con adobones de los gentiles que los arrieros y algunos viajeros permanentes que pasaban y volvían por ese sitio. ahora sí debe venirse para siempre a estar a mi lado. ¿cómo nomás es pues que puedo traerla sobre mi lomo de candela? Ah. después que la cabalgabas. menos el espíritu de ella convertida en mula. pero eso duró sólo hasta Óscar Colchado Lucio [199] Cordillera Negra . piensa él. de veras. se volteaba. en esa fea hoyada sembrada de eucaliptos donde hiciste tu capillita para dar rezo a los peregrinos. él no podía dormir entonces en la casa cural del templo de Nicrupampa. recordarás seguro. Te digo pues de una vez. mirando calmoso la soledad de los campos. Ramón está de pie en la loma de los eucaliptos. sin poder agarrar nadita el sueño. don Ramón: ¿no estaba bendecida tu sotana?. los pastores también que vivían atrás de las lomadas. Antes. también se despertaba a cada rato o dormía a sobresaltos. aunque a veces no podía llevarse sobre sus ancas su espíritu. Sí. y más ella: con su boca señalada como marca de bozal y sus pechos heridos como con espuelas. taita. Antes. se venían los domingos a escuchar los santos evangelios. despertabas al otro día en tu cama maltratado totalmente. pues. para allá. Su huallqui. ¿Relinchando y botando candela por las narices estaría avanzando? Y mientras observa que una fila de ánimas en pena blanquea en la cuesta del frente subiendo la montaña. ya tu amada te está oliscando en el viento que sube de la quebrada. papay. convertida hoy sí para siempre en nina mula. se pone hacer recordación: Ah. Pero ahora sí. Ya voy bajando. sacándole chispas a las piedras con mis cascos. sabiendo que al pie estaba el entierro que para mí dejaste. viniendo a sacarlo al taita para que la cabalgara. ya debía venir. Para acá. atrasito nomás del último recodo. diciendo que su misa sería del diablo. Eso había ocurrido cuando una noche varias personas armándose de valor. y que ella declaró que a veces él o a veces el mismo supay la cabalgaban. el lecho se hunde como si una fuerza los jalara desde abajo. le declaró su amor. Cubriéndola con un poncho la habían llevado a su casa para hacerla hablar después a golpes. para morirte al poco tiempo nomás de tristeza y soledad seguro. los ojos brillosos. con la luna que hace blanquear su alta grupa. vaciándose parece estar el aire de toda la tierra y un silencio espectral se escucha en los oídos. cuando regresaba de hacer misa en el pago de Lircay. aparece ella ante mis ojos. quedándose medio tuerta la pobre. Así fuertemente apretados. Ramón. hicieron que el espíritu que la montaba desapareciera y quedara sólo ella ahí. lustrosa. echándonos estamos en su lecho. ¡vaya!. ¡hay taitito!. Muchándome. que hace un momentito llegara. Y te estableciste pues en esta capilla que con tus propias manos construiste. dejando olvidada su Biblia sobre el pasto. cuando ya los prójimos enfurecidos. esconde su ojo tras una punta rocosa de la cordillera. La mula se detiene resoplando. habían decidido atrapar a la mula de candela en momentos que galopaba por las callecitas del pueblo. El cielo está ahora lleno de estrellas. botando fuego y humo por las inflamadas narices. La luna. Aventándole una tijera abierta. Desmontando de su bestia. palpitante. Y ahora ella ya no es la mula enorme. ¡Chipak!. Él abraza su cuello sudoroso. y él acaba de oír clarito el relincho de ella. calapacha. ahora ya están. Y mientras ella jipa en su debajo y él se agita en su encima con sofocación. Corre y corre. alumbra la luna con fuerza las faldas de la cordillera. ya que en Nicrupampa estaba la novedad que el hombre había escapado cuando Herminia Ccorahua la cogieron en su forma de nina mula. haciéndose la señal de la cruz. con sus senos paraditos como dos palomas con el pico levantado y su larga cabellera desparramada como paccha esa vez que la sorprendiera bañándose detrasito de las retamas en ese punle del río. Ahí fue que dejaste esas libras esterlinas debajo del naranjo y huiste. al igual que yo abrazándolo estremecida. armados de garrotes y piedras. casi resbalándose en la greda. aproximándose estaban a la casa cural. el uno frente al otro. estamos. avergonzada. porque ya nadie acudía a escucharte y se alejaban más bien. en momentos en que. turbado totalmente. tiritando. besándome con ganas me recibe.[200] que alguien trajera la desconfianza. sino la buenamoza china Herminia Ccorahua de las afueras de Nicrupampa. hasta que por fin. Saliéndoseles el corazón de alegría. Óscar Colchado Lucio [201] Cordillera Negra . que una tarde lo dejara medio bizco al cura Ramón. dicen. Hay entierro ahí seguro. sólo porque era dizque yo cholo fornido y medio de mal genio. ¡So. más que la primera vez en el río quién sabe… Un alarido acaba de remecer el naranjo de la cofradía de Nicrupampa despertándolos a los que viven en los alrededores del huerto maldito que. lo vas a pagar tú. polvo desparramao en esta loma que baja al río. cómo ha pasado el tiempo. pensando en que también ese sería el respiradero de los amantes que se queman en el infierno… Camino de zorro [202] iento nomás soy ahora. yéndome a las fiestas después de las cosechas. y cierran sus puertas. Zenaida. hom. me decía con sus ojos que llameaban. con ese cargo el hombre acabó desgraciándome. me fregara nombrándome su mayordomo de la hacienda. caracho!. ¡Malhaya. eso sí que era vida. asomándose a sus puertas.Asustados los gárgachs y las lechuzas que se hallaba cerca están huyendo a las partes altas. afanao tras las chinas. terremotoso. ¿di? Me recuerdo muchacho. Caracho. el patrón. El apareamiento que hacen es fiero. cholo animal!. haciendo intento de levantarte del suelo donde tú también eres sólo mullpo. ¡Caray. ¡lo vas a hacer tú!… Así diciendo me alcanzaba un fuete y su carabina. mujer. borracho a veces. si me falta un carnero o alguien no me cumple la tarea. mujer! Lástima nomás que después don Alonso. animal. V Óscar Colchado Lucio [203] Cordillera Negra . están viendo una candela azulita que arde como flotando nomás en el aire. metiéndome en las trompeaderas en plena pagapa del Orko o si no arriba en el ayla de Pirucha. Rempujado por el hambre. antes de quedar frío. qué tal lisura diciendo. sin alcanzarme felizmente. ¿acaso no llegué a encontrarlo el cuero bien metido entre la paja del techo de su choza? Y como los haciendarunas se alborotaron feo. sintiendo que pasaban silbando sobre mi cabeza las piedras arrojadas con warakas. cuando resultó que él mismo nomás había sido el atoj. saliendo de entre unas chilcas. le metí un puntapié en el estómago. lo veo que de un brinco llega hasta a mí y me abraza por delante con todas sus fuerzas.[204] y en su propio caballo me mandaba a vigilar a mis hermanos. mientras daba voces como loco. no encontré otra laya de vivir si no era arrancándoles su plata y sus equipajes a los viajantes en los caminos. Zenaida. Huido. yo andaba como animal montaraz. intentó volarme el pescuezo con un alfanje. queriéndolo quebrar mis huesos todavía. cuando me hallaba recogiendo moras en este lado del río que da a los terrenos de la hacienda. Y yo tenía que ponerme fuerte ante ellos para que el patrón a mí también no me fregara. a mí. Así. cierto día. para acá y para allá escondido en el monte. Desde entonces. en seguida. para retorcerse luego tal una culebra ahí en el suelo. otro más experimentado que yo. Pero la cosa se agravó más cuando don Teodocio. Bajaba yo de nochito desde la puna a ver a una viuda que me daba campo en las afueras de Hornillos. cómo nomás será. de esa manera en que estuve pasando mi vida fue que una vez. ni poder asomarme a las poblaciones. y más peor todo se fregó cuando a uno de ellos. cuando en eso un presentimiento hizo Óscar Colchado Lucio [205] Cordillera Negra . hasta hacerlo doblarse y caer después como un tronco. Con la desesperación. como sea llegué al río y lo crucé entre corriendo y chapoteando. mi vida fue como la del zorro: sin esperanzas de poder vivir ya entre mis hermanos. le pegué un rodillazo haciéndolo aflojar un poco y. salteador mentao que era. sólo porque me salió con el cuento de que el zorro se lo había comido un chivo de la hacienda. matándolo sin querer. al Shatu. sacando mi puñal le metí una y otra vez por la espalda. Rasguñándome entre las zarzas y uñegatos. con los ronderos de la hacienda que me buscaban por todos lados. llamando a los demás que estaban por ahí cerca desparramaos buscándome. llevándome su caballo del patrón escapé al temple. el mando de los ronderos. Pero ya mis hermanos haciendarunas empezaban a ponerme mala cara y a mirarme con malos ojos. donde estaba denunciado ante los cachacos. igualito pues como el atoj que baja de los cerros sólo a hacer daño y después se aleja dejando a su tras sólo sangre y desolación. sí. cómo nomás será. a los forasteros. disculpa. lo veo que de un de repente un brazo se alza de entre unas yerbasantas empuñando algo que la luna lo hace brillar. un golpe me da en el cuello tumbándome de la bestia. tanto tiempo preguntando por ti y ve pues donde vengo a encontrarte. pishtakos o kari siris. ¿para entregarme a los cachacos quién sabe? Se huajaylló con ganas. pero por su voz ahora sí lo identificaba: don Alon- so nomás era. pero sin herirme felizmente porque el filo del arma rebotó nomás en el poncho húmedo. para que trabajes conmigo solamente. de un brinco le agarré el brazo armado al hombre cuando está por darme otro golpe saliendo de su escondite. no. ahí estaba catay con su saco viejo y sus barbas también más de la cuenta. el administrador de su hacienda. ¿Pishtando gente?. respondió. Zenaida. nunca a los de ahí mismo o de los alrededores. revolcándonos. ¡Dónde has estado. pues ya sabía yo que por ahí pishtaban… Y como qué. dándonos puñetes. volvió a hablar sacudiéndose la ropa. Fue andando Óscar Colchado Lucio [207] Cordillera Negra . ¡Caracho. Vaya. el nakacho degollador. Ahí supe también que los nakak. abrí mis ojos más de la cuenta. No. ¿En la hacienda?. en la hacienda no. ¡Ajá!. no. sólo debíamos matar a los de lejos. a los desconocidos. Cuando resollando feo resultamos parados con ganas de darnos de nuevo. ¿A mí?… ¿y para qué nomás pues?. desconfioso.[206] que en la quebrada de Huantallón me bajara y por precaución mojara yo mi poncho de lana en el agua corriente y me lo envolviera después en el pescuezo como bufanda. Recién ahí me enteré que él era el que siempre los desaparecía a los pobres conchucanos que desde la cordillera se venían a trabajar en las haciendas de la costa. me reconoció y pronunciando alegroso mi nombre vino a abrazarme. como para no reconocerlo fácilmente. hasta que lo hice soltar esa como espada medio curva que tenía y después sí nos abrazamos y tumbamos al suelo. en que acabas de encontrarme. No. quién iba a saber que eras tú! De espaldas a la luz de la luna como había estado no pude reconocerlo. es un buen negocio. por si acaso diciendo. y Abel y Pedro. mi antiguo patrón. como entré yo a trabajar para mi antiguo patrón. y antes que yo pudiera hacer nada. puntapiés o lo que sea. Forcejeamos un poco. hom. le dije arrugando las cejas de fea manera. avanzando cuando estoy en momentos que la luna se elevaba sobre la quebrada. te explicaré… De esa manera fue. don Alonso. que don Alonso no trabajaba solo. Levantándome ahí mismo como un gato. Zenaida. pishtando. en esa ocupación de degollar cristianos. Ahí me enteré también. sino en combinación con Félix. le puse más peor fea cara. hom!. hom. en este trabajo. sus otros empleados. me dijo. diciéndome. no había modo de consolarte. que ya estábamos deseando. calculando los días que pasaría gente por la altura. que se puso terco por más que le hicimos entender que sólo queríamos quedarnos contigo y que renun- ciábamos. con volver a la chacrita que antes de nombrarme mayordomo don Alonso cultivaba yo con mis viejos. y no encontrando otro modo de convencerlos. como si le habláramos a la peña. Y te acordarás también que a nuestro regreso. brazos ni piernas. sobre todo. Esas líneas duras en tu rostro que amenazaban señalarte. De esos primeros días te acordarás que nuestras salidas eran sólo una o dos veces por semana. de esta laya las cosas. a las cargas de las mulas… Pero nada. aquella vez que matamos a tus taitas en Piedra Suerte y a ti te perdonamos la vida. generalmente a eso de la medianoche. Zenaida. no estaban buscados como yo. porque el patrón con los otros. comenzaron felizmente a suavizarse. De ese caserón. no importa. y poco a poco el rencor de tus ojos se fue apagando. a pesar que la gente tenía sospecha de ellos. Ellos también habían muerto ya: Óscar Colchado Lucio [209] Cordillera Negra . Zenaida.[208] con ellos que te conocí. Tuvimos todavía que darte con las riendas de nuestras bestias en tu cuerpo calapacho para que dejaras de lajpirear y nos tomarás más en cuenta. pensando que para cuidar el caserón que teníamos tras la loma. Te acordarás de esos primeros días seguro: qué manera de llorar. la tuvieron ellos mismos: tus taitas. estarías aparente. Así pues. Zenaida. tal como hacían otros nakachos con sus amantes. Ese era nuestro trabajo. como que de paso nos preparabas la comida y nos regalabas en las noches tu carne trigueña. bien metido en un costal. hacíamos llegar sobre el burro el cuerpo de algún cristiano. sin cabeza. Qué iba ya ni a soñar. Al fin comprenderías seguro que la culpa para que ocurriera lo que ocurrió allá en Piedra Suerte. o si no lo guardaríamos para venta en las haciendas cañeras de la costa o en los trapiches de la selva. donde la vida sólo en lágrimas se te iba al comienzo. alguna vez viendo llover sonreíste. y como dicen algunos también: ya estábamos metidos hasta el cuello. nos los tuvimos que enfriar simplemente. apretada. mujer. sobre todo el viejo. Yo. Te amenazamos también con cortarte las piernas si intentabas escaparte. hasta que terminaste resignándote y poco a poco acostumbrándote con nosotros: eras ya por fin una kukulí mojada por la lluvia. ¿recuerdas?. Zenaida. Al paso del tiempo. que esa misma noche o al día siguiente le estaríamos sacando el aceite que después el patrón se llevaría para sus molinos o sus minas. ahora no quedan sino cimientos donde pelean las lagartijas y se orinan los zorros que hambrientos bajan hacia el río. nos recibían cuando volvíamos de nuestras andanzas. Sólo tú y nuestros perros eran amonser nuestra familia. Zenaida. Esos fieles allkos. Después ya en la casa. venía lo mejor: un rico caldo del corazón. Desde alguna loma distante. meneando su rabo. con su ajicito y unos buenos vasos de algún licor fino que no nos faltaba. Los otros también. echándole coquita y ron. esa conchita de mar que en las ofrendas usábamos. lanzábamos el alfanje con un filo peor que navaja. riñones o hígado de la víctima. mashuas. En recompensa. cantando mulizas o yaravíes. las huertas de los runas detrás de sus chozas donde los pájaros rocoteros alborotaban peleando. brazos. Antes de cargar con el cuerpo. el alma del cristiano no nos molestara. aparte de don Alonso que sólo a veces se asomaba al caserón. terminaban contagiándose con mi tristeza. Amanecíamos con la guitarra entonando nuestros huaynitos. extrañándola a ella seguro. y de paso nos servía también para que. piernas. Pesaroso. además de polvito de mullu. que seccionaba la cabeza ahí mismo. estremecido. Nos caía para la mala noche como garúa en pasto seco. chisgueteaba sangre por todos lados. hacíamos el pago a los cerros. Óscar Colchado Lucio [211] Cordillera Negra . no te quejarás. Cariñosos eran los pobres animalitos. hasta quedar por fin botadito en el suelo. guardeando día y noche. Escondidos entre las retamas junto al camino o tras las peñas. ya que eso les gustaba: su pishco del cristiano. su único hijo. acababa entristeciéndome. a pesar de tener hijos repartidos por acá y por allá en las wallperas de la hacienda. maldiciendo mi suerte desgraciada de no tener a nadie quien por mí se doliera. y mi taita. miraba nomás entristecido los sembríos de ocas. no fuera ser que el espíritu del Orko nos castigara. Como si fueran nuestros hijos. lo único que me quedaba era afilar rabioso mi alfanje en el cuero fijado a uno de los callapos del patio y quedarme después gustando de su filo plateado que relumbraba con la luna. nos mantenían con sus ladridos al tanto de los extraños que asomaban. en tanto el cuerpo. nosotros no nos olvidábamos de alcanzarles siempre. y como era ya mi costumbre. Para eso enterrábamos las partes que no nos servían: cabeza. brincoteando a un costado. entre el silencio y asombro de los cielos y jalkas. haciéndola caer. después de haber estado muy alegre. Haciendo rezo con todo eso. mientras cosquillaba seguro el cuello de algún viajero retrasado por la lluvia o de algún arriero que por Piedra Suerte o la Cueva de los Loros estaría avanzando. encomendándose a todos los santos. los habales en flor. kañiwa.[210] mi mamita de pena por mí. recién podíamos irnos tranquilos. una vez consumidas esas partes. mascando. espere y espere. a quien le dio todas las señas y hasta su nombre de don Alonso antes de morir. El aceite blanco lo obteníamos de otra manera: colgando en ganchos el cuerpo mutilado y exponiéndolo después al solazo para que gota a gota se escurra la grasa. aguantando el frío. inocente el pobre. Estábamos juntando hartito ya. lo obteníamos friendo la carne en pailas. Un poco más y nos largaríamos cada uno por nuestro lado. Tú también te estarás acordando. tiró el alfanjazo al cuello de quien él pensaba que era conchucano. Justo en esos días el patrón se hallaba con Félix esperando forasteros en la quebrada de Huantallón. Creyéndolo muerto al fondo. con el alfanje plantado en el suelo. le entraría la tentación seguro de pishtarlo a ese hombrecito que cargado un costalillo abultoso avanzaba lejitos. con la sangre que arqueaba todavía. según te estarás acordando. retrocediendo. Herido el hombre. don Alonso siguió su camino.[212] mejor dicho su pajarito de los hombres. Pero tan cerca del abismo estaba que cayó de un de repente dando un alarido que estremeció los cerros. sin que pudieran fácilmente trozarlo. junto a un precipicio. don Alonso. Toda la noche se afanaban. vivo todavía. El golpe había caído mayormente al costalillo. cuando de Óscar Colchado Lucio [213] Cordillera Negra . En eso que está yendo por un sitio silencioso. no fuera que nos ocurriera lo que al patrón. en vista de que venía a rematarlo. como bien debes acordarte. Zenaida. por un arriero. sobre una brasa de rescoldo o ceras encendidas lo dejábamos derretirse toda la noche… Después a venderlos. Enterados sus paisanos. que murió de fea manera. porque puro nervio era… Del cuerpo lo que nosotros aprovechábamos era el untu. de lo que nos contó Félix acerca de su muerte: estaban dizque escondidos. bien envueltos con sus ponchos. y viendo difícil también bajar hasta allí. Esa vez. Y si no había sol. el patrón viajó a arreglar un asunto de la compra de una nueva mina allá por la cordillerra de Mishito. Apurando su bestia. pero que no dejaba de preocuparnos pensando que alguien pudiera advertirlo. después de hacerlo trozo trozo como para chicharrón. don Alonso había hecho un rodeo para esperarlo en un atajo. ya sabes dónde. Te acordarás que de la casa salía un humito que apenas se veía. sin maliciar que el quichesino sería después encontrado. Allí bien metido en una arruga del cerro. sin alcanzarlo del todo para decapitarlo. los cercaron. pero había sido uno de acá cerca nomás: un quichesino. dicidieron una noche dar muerte al asesino. ¡reguch! ¡reguch!. ya sea como grasa o para elaborar aceite negro o blanco. El aceite negro. lo miraba espantado. Allí los otros. que los venían espiando ya de varios días. Era malagüero. Hablando de ese modo. yo estaba dispuesto a reemplazarlo. le habían dicho. te acordarás. mujer. Zenaida. Zenaida. estremecido. mal nos va a ir. como si vinieran no una ni dos personas sino harta gente. un puñado de polvo de hueso de muerto con el que los adormecía a la distancia a los cristianos. lo amarraron sobre su mula y lo mandaron a su hacienda todavía vivo. no. Félix. le hicieron sacar la lengua a golpes y se la cortaron. Y es que tú. me acuerdo que dije. al menos para mí. Ah. cuando en eso se dio cuenta que el sonido no alertaba en una sola dirección. dije. Por el camino había muerto.[214] pronto. les gustara o no. machetes. pero no hizo más que entregarse a un grupo de quichesinos que justo ahí lo estaban esperando. llamando a voces a los demás que empezaban a salir de todos lados con garrotes. feo chisporroteó el pucho cubriéndose de luto. y si querían irse podían hacerlo. Y sin darle tiempo a nada lo agarraron. Sólo tu presencia. Óscar Colchado Lucio [215] Cordillera Negra . nos hacía soportar un poco esas ganas que teníamos de largarnos. conforme pasaban los días. Eran como treinta. mejor no voy. se me hacía más difícil aceptar que tuvieras también que acostarte con ellos. metiéndole shucshu por el trasero. Cuando Félix nos contó tiritando como si le hubiera dado la terciana… Pucha. alimentabas un cariño de no poder así nomás olvidar. Por eso es que. Y como qué pues… ¿Te acuerdas? Desde aquella vez pensamos seriamente en el retiro. pero que a ti nadie te tocaba en adelante. diciendo. avisando que se acercaba gente. sino en todo el rededor. Félix dice que escuchaba sus gritos escondido detrás de un chorro. ¡chirr! ¡chirr! ¡chirr!. Reaccionando tarde. compartiéndote una noche para mí. y sacó rápido de su picsha (su bolsa de cuero). habiendo echado la suerte con mi cigarro. te vamos hacer igualito como tú has hecho con otros prójimos. luego de hacerle tragar sus testes. maliciando que algo malo iba a pasar. cuando por esos días nomás murió Félix de un de repente. Me quedé pretextando que estaba con cólico sólo porque momentos antes nomás. que fuera yo esa noche acompañando al patrón. otra para Abel o Pedro o Félix. escapó de bajada. me salvé. Ahora sí. carajo. caracho. el patrón había corrido hacia su mula y la de Félix. montando el burro achiké que estaba a la mano. piedras. Y por eso estuve decidido ya a ponerles aviso a los muchachos de que hallándonos sin patrón y haciendo falta uno. Después le habían cortado los brazos y las piernas al hombre y. eso como reloj que tenía el arma en la empuñadura había empezado a sonar. porque estuvo en un pelito. Con esos pensamientos estaba. sólo yo. ahí viene nuestra carne. Don Alonso se alegró. hachas. y ya iba a soplarlo al aire. yo sonrío persiguiéndote. Zenaida. y el que desparrama el canto de las cuculas y zorzales que harto abundan por estas tierras. agarrada tu carabina. más que los loros. cómo nos hondeaban lluvias de piedras. caíste herida en el pecho. envolviéndote en alegres remolinos. bajé a brincos a jalarte. recordando. escopetas. y murmurando en tus oídos: ¡Qué años. qué años! Óscar Colchado Lucio [217] Cordillera Negra . pero ya no era del caso según pude darme cuenta: abriendo tus ojos negros de palomita. lo que fue peor. al pie de la Cueva de los Loros y tuvimos que batirnos no sólo contra los uniformados. hondas. ¡Ah. abajé mi rostro para darte un beso en los labios sangrantes. china. nos rodearon. blanqueando los ojos. pucha!. te acordarás.[216] atragantao con chuño. Zenaida. me miraste por última vez pronunciando mi nombre con harto esfuerzo. Me acuerdo que nos cercaron en el río. Zenaida. nos cayeron los cachacos. enredándose a veces en los olorosos naranjos y chirimoyos de los huertos junto al río. y. nuestra vida. Abandonando el peñasco que me protegía. de haciendas y pueblos cercanos. mas en ese instante sentí que los plomazos me dejaban su quemazón en las entrañas… Desde entonces viento nomás soy. Tú también. que alegre zumba por estos valles. sino con todo un ejército de runas. que parece que se ahuyentaron espantados por el aire muerto de aquellos años… Y mientras eres polvo o a veces agua turbia corriendo en el deshielo de los nevados. mientras las balas rebotaban en los peñascos y el eco también agrandaba feo los estampidos. que eso hubiera sido lo de menos. Enternecido. ¡cómo no!. que armados de garrotes. Cayeron Abel y Pedro con una rosa de sangre en la frente. Hacia el Janaq Pacha . y hasta oigo el ruido de los cascos golpeando el empedrado de las calles… [221] Cordillera Negra . taita. al fin puedo leer tu mensaje en esta telaraña que ha descompuesto tu luz en hilos de colores. gracias por dejar entrar tu rayo sagrado en esta oscura prisión donde me hallo. engrilletado. luego de varias jornadas a pie desde mis montañas. por fin mi padre Intip Wiracocha me habla. Gracias. tosiendo feo y escupiendo sangre. Cargado de cadenas. jalado del cuello como animal con una soga… Ahí estoy haciendo mi ingreso a la plaza. tumbado sobre lajas frías. Los faroles alumbran con luz amarillenta. ahí me veo llegando por primera vez a este lugar de torturas.Apu Yanahuara ¡V aya!. sí!. ¿Es mi propia historia la que estoy viendo en este hilo verde?… ¿Son esos mis captores?… ¡Oh. las casas altas con balcones parecen contemplar el paso de las bestias que montan los soldados. predicando por los ayllus cercanos a mi tierra de Yanahuara. seguro… ¿A ver?. ¿que yo he hecho faltamiento?. será pues valiéndose de hechicerías. diciendo… Ahora en el hilo colorado. mientras mis captores acaban de detenerse frente a una casa tamañaza. a tus anchas. ¿qué hay acá en el hilo oque?… ¡Oh!. A más de explotación y abuso. aparecen sentados alrededor de una larga mesa de madera. Óscar Colchado Lucio [223] Cordillera Negra . Ahí les hago ver todos los males que esa raza maldesada ha traído para nosotros los naturales. padre?… ¿Por qué no le hacen pago a los wamanis. un dios muerto. al taita Illapa?… ¿Cómo quieren que adoremos a su dios si ya está muerto o en todo caso agonizante? En cambio tú. ¿a quién nomás?… ¿a su dios?… ¿a su rey?… ¿que no necesito juzgamiento?… ¿que soy salvaje idólatra?… ¿qué es eso?… no entiendo… ¿Cómo?. nos está dando pruebas de su poder. padre. que ellos acaban de nombrar Palacio de la Inquisición. togados. Y si resucita después. con un gran portón y columnas llenas de adornos. Les agrego que lo más triste era que estaban quemando nuestras huacas. Ahí aparezco reuniéndoles a mis hermanos. con ayuda del Supay. en ese rito que le llaman misa. ¿qué dicen ahora?… ¿que me condenarán a muerte?… ¿que me llevaran al quemadero para morir a vista del público?… ¿y quiénes son ellos para hacerme eso? ¿Por qué se empeñan en que yo y mis hermanos adoremos a su dios si no tenemos creencia?… ¿Y por qué ellos también a ver no te hacen ofrendas a ti. El padre Rayo también. hablándoles en lugares escondidos. vives. como si el tiempo estuviera retrocediendo… ¡Ah!. lejos de los oídos de los blancos chapetones. tronando. bebiendo el agüita que en vaso de oro te ofrendamos. a la Pachamama. Al centro hay una imagen del dios cristiano agonizante y uno de esos libros que los curas llaman Biblia… ¿Qué dicen?… ¿Qué hablan?… ¿De mí se ocupan?… ¿Cómo?. ¡vaya!. se comen su carne y se beben su sangre. les digo. se ve nomás unas rayas que corren. pero antes de que me tomen prisionero. de rostros duros y ojos que miran de mala fe. ¿qué poder pues va a tener? Y más peor todavía si como dicen sus sacerdotes. las campanas de las iglesias sueñan su silencio. los alumbras diariamente y arriba en el janaq pacha correteas alegre. unos hombres blancos. el maligno. En cambio. lleno de vida.[222] Alta la madrugada. alumbrados por tres candelabros que brillan como la plata y el oro. nuestros templos. ¿Estoy caminando?… Sí. ahí estoy yo de nuevo. quieren destruir nuestras creencias. paseando entre las nubes. como hablan. a nuestros padres y abuelos. vestirse. les hago ver que en el tiempo de los incas no les faltaba qué comer. mascando el mullu que te ofrecemos. nuestras costumbres. ¿a ver?. porque en estos días nuestros dioses. hombres. parece que el tiempo avanzara y ahora se detiene… ¿Qué es?. lluvias de candela… Al comienzo. medio lisiadito. ¿qué hay en lo que se aclara?. terremotos. tu forma de cóndor alumbrando con las alas abiertas. ¡oh!. cuando me hallaba vencido por el sueño en mi refugio… Con tu permisión paso al hilo color aromo y. resurgiendo de sus cenizas. con desconfianza me escuchaban. quién sabe… Recelosos me miraban hasta los de mi propia tierra. Pero que para sus males nomás. con un rebaño de creyentes que me seguía. Todo transfiguraos sus rostros.[224] algunos buscando riquezas. la enorme cruz de madera de los cristianos. ayudados por un traidor. espantada. que no tenía nada que ver con la cruz de los cristianos: dos maderos cruzados soportando a un hombre muerto… Y cuando ya éramos bastantes e íbamos a iniciar el alzamiento para expulsar de nuestras tierras a los invasores. haciéndola calmar apurado con otro golpe porque la gente. es el tiempo que aún no llega. puesto que ella no representa a la Katachilla. el que está por venir… ¡Vaya!… Ahí me llevan arrastrando Óscar Colchado Lucio [225] Cordillera Negra . ¡Oh!. con sólo dar un golpe a la peña. apoyándome apoyándome en mi bastón de lloque… Cuando llegué a un ayllu donde padecían sequía por varias lunas ya. mujeres y niños se arrodillaron en mi delante y besaron mis ropas harapientas. negando haberme visto antes y haciéndome dudar de mi origen a mí mismo. quemamos en la montaña más alta que dominaba la comarca. hice temblar la tierra. illa porque era yo seguro: deforme. Les hice ver que no teníamos por qué adorarla. Padre. montaña-dios que se ha hecho hombre y ha venido a salvarnos!… Y desde entonces Apu Yanahuara me llamaron y más respetación me tuvieron cuando en Mara hice brotar agua de un cerro y en Jaquira. acababan de tener una reunión en el lago Titicaca. otros tratando de desaparecerlo nuestra religión. y era por eso que los ayllus de Mara y Piti estaban padeciendo pestes de viruela y sarampión. como que me tocaría el rayo al nacer o el resplandor de la mama killa. Yo también recuerdo haber aparecido de un de repente. levantando mi bordón hice que las nubes se juntaran y lloviera después a chorros sobre esa tierra sedienta. diciendo: ¡Apu Yanahuara! ¡Tú eres Apu Yanahuara!. y que vendrían otros castigos más terribles todavía: hambruna. lloraba arrodillada… Después. Que el símbolo de la katachilla era la cruz cuadrada inscrita en nuestros templos y adoratorios. donde habían acordado mandar terribles castigos a los pueblos que estaban haciendo caso de la religión de los invasores. me tomaron preso los blancos pukakunkas. la constelación del sur que en las noches veíamos en alto cielo del Tahuantinsuyo y que era tu imagen. Aquí hemos traído a los sacrílegos. Y no sólo a mí están llevando: ahí van más. hasta blancos mismos. Oigo tambores: marcan el paso de la escolta que acompaña el carruaje de los togados. la justicia de nuestro Dios. habiendo faltado a la bendita. haciéndolo tronar con tus dientes allá arriba… ¿Cómo?… ¿que no moriré así como acabo de ver en tu sagrado kipu?… ¿que viviré siempre?… no te entiendo… ¿que ya cumplí con lo que me corresponde?… ¿que sólo soy un eslabón de la qori huasca. ¿así es tu permisión que muera?… ¿Qué dices?… No te escucho… ¿Que pase al hilo color habano?… Está bien. Padre. Mujeres también avanzan en esa procesión de reos. ¿Así?. agarrado uno como pergamino habla a gritos para que todos oigan… Esta es la justicia. ¿así he de morir. alimentadas por la leña que echan unos hombres sudorosos. Después me levantan hasta la horca y me dejan ahí colgado. sin vida. con una cuerda amarrada por un extremo a la baticola de una bestia de albarda. A pocos metros nomás. Los curiosos se amontonan a los cantos de la calle. Ahora sí te oigo clarito. mientras yo con mis manos procuro a toda costa que el lazo no se cierre en mi garganta.[226] por el pescuezo. empujándose unos a otros… Pasando un puente. haciéndolo reventar mi pecho. cumplirán su misión Óscar Colchado Lucio [227] Cordillera Negra . tieso. a todos los que han cometido errores escándalosos. a quienes les han puesto unos como gorros largos terminados en punta que les dan comicidad y unos capotillos pintados con figuras de culebras y demonios. llegamos a un lugar donde hay un entablado. mientras el resto de mi cuerpo se bijuquea como culebra herida. la cadena de oro que eslabona a tus emisarios por un ciclo solar completo?… ¿Quieres decir que así como hubo doce incas que gobernaron el Tahuantinsuyo. bien sentados. intentando levantar contra su autoridad a los bárbaros de estos reinos… Luego que termina de hablar. hasta siento como que estuvieras mascando mullu. apostólica y romana fe cristiana y están también los que empujados por Satanás han hecho faltamiento al rey. ¡chasss!. que manda hacer el rey católico. con sillas bien dispuestas al frente de un quemadero. me aprisionan. sigue nomás: ahí en el entablado están ahora los hombres togados. me acercan a la hoguera unos encapuchados y con unas enormes tenazas caldeadas al rojo vivo. señor de todas las Españas. para ahorcamiento seguro… Veamos en este otro hilo qué sucede… Oh. taita?. echándose aire con las manos… Un pregonero. donde las llamas se levantan altas. las llevan latigueando en su cuerpo calapacho de la cintura para arriba. hay un palo grande con una cuerda que pende de lo alto. a los herejes. por intermedio de sus ministros ejecutores de sentencias. sin camisa. dice. un cerro en forma de ushnita. los candados sin abrir. los barrotes sin forzamiento… Desesperado el inquisidor mayor que acaba de llegar con otros hombres de caperuza. parece que se acercan mis carceleros. desplegadas sus enormes alas de cóndor y amenazantes unas zarpas como cabezas de culebras… Esa dizque es. ahora que siento que un nuevo rayo tuyo acaba de tocarme… Pero… ¿qué…? ¿Qué has hecho conmigo. una arañita nomás soy ahora que tranquilamente sube por el muro. Su fiesta se celebra todos los años en el mes del hatun aimoray killa en la cumbre de ese cerrito de donde se le ve. De todas partes D [229] Cordillera Negra . que en un hermoso halcón de alas doradas me estoy transformando. ahora que salgo por entre las tejas del techo.doce profetas antes de la venida de Inkarrí?… que yo. Padre. nuestro dios. Sus ojos son el relámpago. espera. gritonea finalmente. que ahí estaba la prueba de que yo era el demonio. oigo voces. la verdadera figura del gran Gápaj. Óscar Colchado Lucio Nuestro Gápaj [228] esde Chuyas. su voz el trueno. gracias por haberme escogido… Pero. Padre?… ¡Oh!. los guardias. la fiesta se llama el Yachacuy. y recién me doy cuenta también que yo mismo nomás soy de veras Apu Yanahuara. y estoy viendo. el dios montaña. tronando entre las nubes. sus orines la lluvia. taita. feo nos resondra. Mucha gente va en peregrinación. hija. soltando rayos o mandándonos lluvias torrenciales y granizadas. alborotados. Apu Yanahuara. pues. la figura de un puma con las fauces abiertas. ¡Escapó el prisionero! gritan y revisan sin comprenderlo los grilletes intactos. paradas las orejas puntiagudas de gato. espera. porque dicen que hay que cumplir la tarea de ir cuando menos una vez mientras estemos vivos. Yo fui siendo muchacha todavía. se ve clarito. mientras abajo los curas. soy uno de ellos?… Gracias. que por qué no me sacaron antes si ya los demás reos esperaban afuera… Yo me río. en la cima de una montaña de nieve. Cuando pecamos y le causamos ofensa. que por tu permisión se hizo hombre. Ya te dije que la fiesta se llama el Yachacuy. abrazados a sus chinas. rompen eufóricos sus poronguitos de chicha o sus botellas de huashco. empieza a tronar de un de repente. de Umbe y de los ayllus lejanos de la otra banda del Marañón. penitencias. desde el más chico hasta el más grande. rotosa. saliendo del interior de una montaña. de tanto andar. el Aya Rumi. ese ratito de lo que está calmado el cielo. porque en la cumbre. la casa del demonio en el ukhu pacha. ayudando de ese modo a que la Pachamama recupere sus fuerzas. corre por esa bajada formando pacchas y chorreras. a donde después de cargar las piedras se llega bailando. con su ropa todo shilpienta. para que después crezca alta la grama. Al fondo pasaba el río llamado Ajtuy. nos señala un camino cualquiera para seguir pero no el gápaj ñan. llorando en las quebradas. Por eso algunas almas se quedan perdidas. puro palo. vivas al gran Gápaj y a la Pacha Tierra. para unas más. para otros menos. hija. O si no van a dar derechito al supayhuasi. Los que íbamos de este lado teníamos que caminar por unas feas laderas. vagando sin descanso. que es recibida con júbilo. por las punas. solo o ayudándose. aumente sus energías. preguntándonos. sacrificios. El Aya Rumi pesa según los pecados. los árboles sean grandes y cosechemos buenas papas. Algunos dicen que los relámpagos clarito se ve que salen de los ojos de la figura de nieve y que la lluvia también sale de su entrepierna. esas plantitas enanas. por los sitios feos. ¿Has venido alguna vez a la fiesta del Gápaj?. y ahí nomás se desata la lluvia. porque esa es la señal del Gápaj de que está contento y que todos debemos seguir alegrándonos. agarrándonos agarrándonos de las aransachas. ¿le has hecho ofrendas? Si le decimos que no. es permitido que los maqtas y las pasñas aprendan a amarse. porque ahí todos. Óscar Colchado Lucio [231] Cordillera Negra . ya saben que están llenas de faltas. al alzar una de sus patas de sierpe. después de haber aprendido a gozar del amor. el camino de Dios. hija. a estrechar sus cuerpos jóvenes sobre la madre tierra. Y como respondiendo a esa alegría. lanzando ¡ajes!. de Ullulluco. por eso los que no pueden cargarla. Cruzando ese río empezaba la cuesta y también la penitencia. hinchadas mazorcas. que. en el cruce de un camino. sin ramas y sin hojas. medio arqueándose como un chorro. con vivas por todos. Vieras cómo los maqtas. que crecen en los roquedales de los barrancos. y quien es la que espera dizque a nuestro espíritu en la otra vida. y tendrán que hacer ayunos.[230] iban. que quiere decir ‘aprender’. tenían que cargar un buen trecho. una piedra de regular tamaño que tiene forma de mujer. de Quiches. sin dejar de hacer reverencias y alabanzas al Padre. haciendo venias al Gápaj. Y ese año fue buen año. y que desparramándonos las palomas escapáramos. Tu padre era un joven de Pachavilca. nos revolcamos en ese barro hombres y mujeres. palomas. así no alces el Aya Rumi. hay hambruna. bailando. Entonces las mujeres corrimos ladera abajo. De un de repente alguien dio la voz que los maqtas eran halcones y las pasñas. Después de todo. Y eso es porque ya no es como antes. buenas cosechas y aumento de ganado. a quien luego de esa vez nunca más volví a ver. él y yo bailábamos enganchados por los brazos junto a todos los demás. fue que te concebí. ambos nos aficionamos. Dicen que ahora en Chuyas abundan ferias. Arpista dicen que era. cuando la mama killa recién salía.[232] Cantando. Apenas nos vimos en medio de la fiesta. hija. Óscar Colchado Lucio [233] Cordillera Negra . porque eres hija de su festividad. hubo abundancia de lluvias. Allí. en la fiesta del Yachacuy. no como en estos tiempos en que faltan las comiditas. y en el momento en que era hora ya que los jóvenes hagamos la ofrenda del Yachacuy. tratando de no dejarnos agarrar. no vale la pena que vayas. hay negocios y los curas han puesto sus santos… Siendo así. por eso será que a ti mucho te gusta cantar versos. ya entradita la noche. Cancionista como él habrás salido. hija. y cumpliendo con el mandato divino. a escondernos entre los arbustos o peñas. hicimos siembra con su bendición. pero no muy lejos el pachavilqueño me alcanzó. ya tienes la bendición de nuestro Gápaj. al fondo de una quebrada salpicada de eucaliptos. torollos y hasta de una retrocarga. cocobolos. como si no hubiera pasado nada. después que el repuntero don Bernita López bajara llorando desde las punas de Mishito a dar cuenta al pueblo que uno de los animales del Taita. el más tamañazo y hermoso toro. hachas.Pachamama Si la Pachamama no quiere que mueras en una caída. en un accidente. había desaparecido y que el rastro iba derecho nomás a ese pueblo de ladrones al que ahora nos estábamos acercando. É ramos diez los comisionados que nos adelantamos esa vez a Kollota en busca del toro de San Pedro. andando. Armados de machetes. asomamos a una loma de donde se veía el pueblito. Teníamos conocimiento de que ahí vivía un tal Robustiano Cerna con sus hijos ya mayores que se dedicaban solo al robo. ella misma con sus manos te levanta y te deja de nuevo sano. cuchillos. [235] Cordillera Negra . cholitos empuñaos sus hondas… ¡Pucha!. el viejo Robustiano. todo taimado. pues este pertenecía seguro a alguna res robada de algún pueblo cercano. Hay que alcanzarlo antes que las esconda… Convinimos que el que tenía retrocarga y otros cinco debían ir. lo único Óscar Colchado Lucio [237] Cordillera Negra . carajo. mientras dos se quedaban vigilándolo. —¡Miren! ¡Miren! —señaló el cerro todo agitado—. uno de los nuestros llamó de afuera. cuando de un de repente nos hemos dado cuenta que la casa se hallaba rodeadita de gente: mujeres millcadas piedras en sus polleras. a gritos. Cuando quisimos hacer lo que aquellos. no era de su toro del taita. bajamos cortando camino. orillada de chirimoyos y porotos. ¿dónde está el toro de San Pedro? ¡Habla. Ahí nomás lo sujetamos del poncho. A la entradita nomás encontramos un cuero. Sólo yo y el Juañi nos quedamos adentro. nos tumbó al piso. En dos trancos salimos a la calle. y de in brinco ganó la calle. Inmediatamente los designados partieron al galope. hombres con rajas de leña. a las justas. desmontamos por fin junto a la casa del hombre que. nos asustamos. Después de doblar por una calle medio torcida. ese que sube la cuesta parece que nos ha visto y apurao apurao está que arrea esa punta de reses. En eso. so cojudo! Y él. pero si queríamos caldo nos invitaba. haciéndose el sorprendido. antes de que los otros reaccionaran. Los que nos quedamos empezamos a revisar la casa de canto a canto. Pero no. donde había tanta carne colgada en ganchos y un perol humeando. esperanzaos en encontrarlo el cuero del animal que buscábamos. Ingresamos al patio. poniendo alegrosos a los zorzales y a los pájaros rocoteros de las huertas que se alzaban a la entradita nomás del pueblo. salía silbando. En esa ocupación estábamos. Ahora sí. no sabía dizque de qué toro le hablábamos. El resto nos quedábamos cuidándolo al viejo y el cuero encontrado. así enmarrocado como estaba. justo ese ratito. El Florencio y el Pancho no sé cómo dieron un salto puerta afuera y como flechas se escaparon. cuando la luz blanca del mediodía reverberaba en las piedras calizas desparramadas por esa bajada. de un tranquillazo a uno y un empujón con el cuerpo a otro.[236] Picando nuestras bestias. Haciéndolo a un lado de un empellón. el uno para arriba y el otro para abajo. con la boca grasosa del caldo de res que habría estado tomando. te fregaste. y empezó a llover piedras e insultos sobre nosotros que. Algunas gotas de lluvia caían a pleno sol. nos metimos a la casa. yo por un lado. pero más que por otra cosa. Lo único que hice yo y seguramente también el Juañi. porque afuera también —alguien del terrado les enteraría— el vocerío se apagó. ¡Por fin!. para cubrirme de las pedradas o palazos. cómo nomás será a uno de ellos se le escurrió la herramienta por entre las cañas y vino a caer en nuestro poder. el Juañi por otro. Nosotros nos quedamos calladitos orejeando. Los otros arriba se quedaron preocupados. salté sobre zarzas y carhuacashas y rodé por la pendiente. en tanto afuera. continué corriendo. Óscar Colchado Lucio Con sesenta hombres de refuerzo volvimos a Kollota. Las piedras empezaron a llover y sentí a mi tras el tropel. ya teníamos con qué hacernos respetar. —¡Jar! ¡Jar! ¡Jar!… —oí que se huajayllaban a mi tras—. Pero taita San Pedro hizo el milagro: en ese momento de lo apurao apurao en que se hallaban macheteando. ¡Ya soltó el cuero! Levantándome como sea. nuestro corazón casi se apagó cuando sentimos que escarbaban allá arriba. Pero una pedrada en la espalda me hizo encogerme y soltar el cuero. sin que las puylloshas ni cortaderas pudieran detenerme. . seguía el vocerío gramputeándonos. Me hubiera desmayado seguro si no hubiera sido por el agüita helada del río que al fondo logró reanimarme. sentimos que. Todo rasmillado y golpeado. haciéndole ver que por él estábamos padeciendo todos esos apuros. subían por la escalera del corredor varias personas hacia el terrado. —¡El cuero! ¡El cuero! ¡Se lleva el cuero! Cierto. pues el Juañi se llevó el machete. desarmados como estábamos —sólo con hondas y sin piedras—. yo me llevaba el cuero. vimos con harto espanto que estaban trozando los carrizos con machete. Después de sacar la tierra. me levanté co-jeando y avancé ocultándome tras las chilcas. ¡A pucha!. fue encomendarnos en nuestra mente al Patrón San Pedro. ¡pun! ¡pun! ¡pun!.[238] que hicimos fue trancar la puerta como sea y quedarnos encerrados ahí adentro. Carajeando y maldiciendo. Como loco corría por esa bajada tratando de llegar a una pendiente para aventarme a lo perdido antes que fueran a matarme a machetazos. [239] Cordillera Negra De eso aprovechamos para abrir de un jalón la puerta y echarnos a la escapada. frente a la puerta. intentando bajar al cuarto donde estábamos. nos alegramos un poco. Eso nos dio valor. rejonazos…. Detuvimos nuestras cabalgaduras en el altito que dominaba el pueblo y desde ese lugar los tanteamos. Carne estaban cocinando. cuchillos. Ellos ya nos habían visto. En seguida. tizonazos que nos tumbaron de nuestros caballos entre carajos e insultos. El toro de San Pedro también se hallaba ahí atracito en el corral junto a otras reses. tizones. pedradas. machetes. Pero yo les informé que los pelianderos no serían más de cuarenta. puñaladas. Decidimos esperarlos. Ya en el viaje me enteré que los seis que se fueron tras el repuntero. golpes con torollo. Como me hallaron arrastrando mi pierna. repartimos machetazos. escopetas… Oímos como que hicieran reventar bala. Mientras nos enseñaban sus tronchas haciéndonos munapar. pero también recibimos garrotazos. Los perros ladraban Óscar Colchado Lucio [241] Cordillera Negra . Abajo nos esperaban con hachas. A golpes declaró que las otras reses también eran robadas. Pero yo estaba ardido por lo que me habían hecho y pedí marchar con ellos. cuando un viento fuerte lo hacía alborotar las semillas de los eucaliptos entre las ramas olorosas que se agitaban. cuando llegamos. luego de frotarme con alcohol y vendarme. ya oscureciendo llegaron. según cálculos que hicieron. pero Leopoldo Domínguez dijo que sólo eran cuetones. pero como si nada. Una vez enfrentados. Humeaba todavía la casa. nos lanzamos decididos a la pelea. Entre ellos se hallaba el toro que buscábamos. me dieron una bestia para regresarme a Jocosbamba. El olor subía clarito hasta donde estábamos. que no nos acobardáramos.[240] Me los encontré en el camino guiados por el Juañi y los demás comisionados. que sus armas de tan viejas ni dispararían. sin saber si atacar o esperar que llegaran los esfuerzos. Leopoldo Domínguez se había quedado en Jocosbamba reclutando unos treinta hombres más para enfrentar a los cerca de cien que debía tener ese pueblo. Miguel Rupishto iba a la cabeza de los sesenta hombres que vinieron de refuerzo. Abajo estaban como en una pachamanca en el patio de la vivienda del tal Robustiano. si pueden!!! Un buen rato estuvimos observándolos. Hasta que por fin. luego de escanciar gro para nuestro valor. Sin embargo. lo habían agarrado a este cuando estaba haciendo entrar en una cueva a los animales para esconderlos. yo mismo quedé sorprendido: habían aumentado y ahora sí sobradamente pasarían los cien. gritaban: —¡¡¡¿Quieren el toro?!!! ¡¡¡Aquí está!!! ¡¡¡Vengan!!! ¡¡¡Llévenselo. [242] desesperadamente. Los caballos relinchaban asustados… Llenos de barro nos levantábamos los que peleábamos cerca de la acequia, para trenzarnos después con los contrarios en lucha cuerpo a cuerpo. Las oxidadas escopetas tronaban y humeaban. La sangre empezó a correr como agua, a hacerse sango con el mullpo y a teñir las piedras… Las balas silbaban sobre las cabezas o herían pechos u hombros. Ya íbamos a emprender la retirada peleando con las últimas luces del atardecer, cuando vimos que los kollotinos empezaban a retroceder, a escaparse algunos. Entonces atacamos con más fuerza, poniéndolos ahora sí en fuga como carneros. Varios muertos de ambos bandos quedaron regados por el suelo, mientras un grupo perseguíamos al tal Robustiano que huía cuesta abajo con otros cinco, con los ponchos flameando por la carrera como shingos. Al llegar al borde de una profunda encañada, no tuvieron más remedio que lanzarse. —¡Pachamamaaaaa! ¡Carajooo! Nosotros desde arriba hicimos rodar galgas y comenzamos a disparar. A uno lo alcanzó Leopoldo Domínguez con su escopeta cuando en el fondo, herido, trataba de buscar refugio. Dos murieron sepultados por las piedras. A los restantes, entre ellos Robustiano Cerna, los vimos arrastrarse por entre las rocas y esconderse tras un chorro. Así es que cuando bajamos, rodeando rodeando el lugar, no tuvieron más remedio que entregarse. Ya de vuelta a Jocosbamba, un grupo nos íbamos llevando a los prisioneros, en tanto otros se quedaron a recoger a nuestros muertos y traerse el toro de San Pedro y las otras reses robadas, que serían entregadas después a las comunidades de donde las rapiñaron. A la salida de Kollota, una mujer ya de edad, alta, robusta, de trenzas, golpeada, llena de sangre, nos dio alcance e intentó quitarnos a los prisioneros sin conseguirlo. Ella misma asomó de nuevo cuando nos refrescábamos la garganta en una tiendita de otro pueblo. Entró apurada y antes que pudiera decir nada empezó a arrojar sangre por la boca humedeciéndolo su pollera. Nosotros, como estábamos con harta cólera, no nos compadecimos. ¡Déjenla, que se muera!, dijo alguien. —¡No te mueras, Pachamama! ¡Huye! —le gritó el viejo Robustiano nuestro prisionero—. ¡Te voy a necesitar, mamay! Así hablándole quiso salir por su tras, enmarrocado y todo como estaba, pero nosotros a puntapiés lo volvimos. El viejo se puso liso. Más golpes: más terco. Aguantaba sin quejarse, amenazando, ¡Espérate! ¡Espérate nomás! ¡Ya Óscar Colchado Lucio [243] Cordillera Negra [244] te vas a acordar de mí!… Rebuscándole encontramos entre sus ropas un bultito de trapo bien cocido. —¿Y esto? —Es para despachos a la Pachamama, ofrendas a la madre Tierra. Abriéndolo, encontramos llampu, lana de vicuña, huiracoya, cañihua, hojitas de coca… —La Pachamama, los jirkas, el dios Intip —le dijo Leopoldo Domínguez—, ya no hacen milagros sobre la tierra, ahora son los santos como el taita San Pedro y la Virgen del Marañón… —Eso dicen los traidores a nuestra fe —dijo Robustiano Cerna—, por culpa de sus malos hijos, la madre Tierra anda herida, sin pagos, sin ofrendas, ¿acaso ustedes mismos no acaban de ofenderla? Herida está la pobre, no por los golpes que creen haberle dado, ella está sangrando asina por su falta de creencia de ustedes, de gran parte de los runas; pero ya verán, ella es más poderosa que los dioses y santos cristianos… —¡Ya basta, so ladrón! —le dio un puntapié Juañi—, ¿tú acaso eres buen hombre?, ¿no eres un abigeo? ¿La Pachamama protege a los ladrones? —Ladrón es ese santo que adoras —dijo escupiendo el viejo a un lado—, ¿acaso sus animales no comen pasto que es su pelo de la madre Tierra y la misma lana de los animales?… ¿No saben ustedes, so faltos de fe, que la Pachamama, así como está criando a los gusanos dentro de la tierra, igual a nosotros también nos cría? Su sangre esta en las plantas, su leche también. Ella nos amamanta. Ella pare las papas, las ocas, las mashuas. Todas las semillas que le entregamos pare. Hasta las casas que construimos de ella nacen. Sepan, so mal agradecidos, que ella nos cuida como nuestra madre, a los mismos incas los ha criado; por eso hay que ofrecerle coquita, sangrecita de nuestros animales, porque ella también sabe comer, sabe tomar, tiene que alimentarse, y cuando la desobedecemos u olvidamos, ella sufre, padece igual que nosotros. Medio pensativos nos dejó el viejo ese momento; sin embargo, cuando continuamos la travesía, con los tragos y la conversación, nos olvidamos de lo que habló, y sólo nos pareció una mentira para ablandarnos, para merecer nuestra misericordia. Por eso, ya para asomar al pueblo, y para que taita San Pedro también nos viera llegar como queríamos, a Robustiano Cerna y a los otros dos les hicimos cargar enormes trozos de carne a la espalda, bien enmarrocados, mientras mandábamos un propio a avisar que hicieran repicar las campanas. Ya ante el pueblo reunido en asamblea, acordamos meterles a la cárcel, para hacerles declarar de dónde eran las otras reses robadas. Óscar Colchado Lucio [245] Cordillera Negra A golpes confesaron que pertenecían a diferentes cofradías de la provincia: de la Virgen de las Nieves, de la Mamita Santa Clara, de San Isidro Labrador y hasta de taita Shanti. —¡Sacrílegos! —dijimos—, ahora verán… Y para que escarmentaran sus paisanos, decidimos darles en nombre de taita San Pedro y los demás santos milagrosos, duro castigo, arrojándolos a las profundidades del Pachapa Shimín, ese hueco sin fin que había en las alturas de nuestro pueblo, por cuyos bordes crecía alto el pajonal, y animal o persona que cayera, nunca más volvía a salir, porque decían que esa boca daba a las profundidades del supay huasi, el infierno. Una piedra que se arrojaba, no se oía que asentara en ningún fondo. Parecía desaparecer en el silencio. Cuando en medio de la chirapa que estaba cayendo les hicimos llegar al Pachapa Shimín, recién se enteraron que los arrojaríamos. Los compañeros del tal Robustiano se arrodillaron, suplicaron, lloraron dobladas sus manos, menos él que nos miraba más bien desafiante y con ganas de acometernos, haciendo fuerza para no dejarse empujar. Había calmado la fina lluviecita, y ahora el cielo se aclaraba. En la loma del frente pastaba el toro de San Pedro recién rescatado junto al resto de la manada. [246] A sus dos compañeros, les hicimos llegar arrastrando junto al hueco y los arrojamos sin lástima. Un alarido espantoso llenó toda la puna, haciéndolos volar a los lic-lics y otros pájaros que dormitaban entre el ichu… Un zorro corrió cuesta abajo, asustado, igualito como cuando una manada de alkos los persigue. Cuando entre varios empezamos a arrastrarlo al Robustiano Cerna, garroteándolo con un palo para que aflojara, él se agarraba de nuestras manos, de nuestras piernas, con tal fuerza que por nada podíamos hacernos soltar. Uno se ha de ir conmigo, decía con su boca salivosa, y por más que chancábamos con piedra sus manos y lo garroteábamos, nada. Al Juañi lo tenía empuñado ahora cuando se asomaba ya al hueco, y para que lo soltara tuvimos que cortarle los brazos con machete todavía. Recién ahí pudimos arrojarlo, oyendo su invocación cuando caía: —¡Pachamamaaaaaaaa! Jipando, sudorosos, todo salpicados de sangre, nos incorporamos, en medio del silencio de los demás, oyendo tan sólo el silbido del viento en los pajonales. Ya nos regresábamos, cuidando que nuestros sombreros no se volaran, echando unos tragos para la nerviosidad, cuando en eso, como avisados por alguien, nos volvimos de un de repente Óscar Colchado Lucio [247] Cordillera Negra —Tres me han querido matar —les dije llegando—. sin una mueca. y a puros codazos me desprendí de los otros que me sujetaban. Será pues el Bernaku. cuando de nuevo volteamos a mirar. echó a andar por donde pastaba la manada… Asustados. le dije nomás por decir a uno de ellos escapando. con quien recién acababa de comprometerme. ¡peor entonces para tu mal! Reventando de cólera. se apoyaba en los bordes y salía como de un pozo cualquiera por la boca del Pachapa Shimín. F Óscar Colchado Lucio [249] Cordillera Negra . el toro de San Pedro que tanto trabajo nos costó rescatarlo. tropezando con las piedras. su alma será! Nos miró fijamente por unos instantes. arreado. enredándonos en el ichu. Parecían medio zampaos los maldadosos. con el poncho terciado y el sombrero arremangado. corrimos por esa ladera. Te conozco. y vimos al tal Robustiano que.estando ya por abajito. Uno de ellos es medio kullko. Garboso iba el viejo. luego que le hice soltar su chaveta. caminando como en sus mejores tiempos seguro. volviendo la vista hacia arriba. lo vimos subiendo un cerro con dirección a su pueblo. Hasta que ya lejos. con sus brazos enteritos. Después. ya vas a ver… ¡Y qué!. antes de que te comprometieras. —¿Quéeee?… ¿Él es? —¡Achachay. De un puntapié lo hice hociquear a uno que me estaba huayqueando. me gritó él. me fui a verlo a los Chuqui dueños del layme de papas que yo cuidaba en la lomada con Julia. al parecer. Hijo de Illapa [248] ueron tres los jijunas que me atacaron esa noche saliendo de detrás de unas pencas cuando recién había escampado. llevándose por delante. que era un jorobadito. sin un gesto. mi mujer. el que andaba atrás atrás nomás de Julia. —¿Kullko? —se quedaron pensando—. deben conocerlo. El ala de su sombrero oscurecía sus ojos. Temblando. engañándole que iba a matar mi cochinito. —¡Qué pasa! ¡Qué pasa! —maliciaron algo los otros y salieron. cuenta cómo ha sido. En su tienda de don Ciriaco Policarpo se habían quedado tomando. Se lo hubiese hundido si no hubiese sido porque este no me interesaba tanto. Y mientras los Chuqui los hacían arar a los otros. —Tienen que ayudarme a vengarme. ese grande. con los Chuqui vigilantes tras la pirca. Nos quedamos afuera a ver qué hacíamos. diciendo lo agarré del pescuezo sin darle tiempo a nada. sino el Kullko. mientras las afilaban. cuidadito nomás con gritar o pedir favor porque te zampo esto hasta el mango. Te vas a asomar a la puerta y vas a llamarlo al Kullko. y empujándolo para que camine—. [250] —¡Qué pasa! ¿Quién eres? —me dijo acercando su cara para reconocerme luego que yo me aparté del burro. ¿Qué pasa?. —Mira. apurando de rato en rato un trago. que era según parecía el que me odiaba. y silbando se acercó abotonándose la bragueta. Allí en lo más oscuro. uno de ellos salió a mear tras la casa. Mientras les contaba. ellos se fajaban bien y ahora estaban que buscaban sus chavetas. No habían ido lejos. el desgraciado hizo señas. En eso. por la Óscar Colchado Lucio [251] Cordillera Negra . Después. para su mal. recordando borrosamente a un jorobadito que una vez descubrí espiándome tras una pirca cuando llegué de mi pueblo a comprometerme con Julia. yo me fui a verlo a don Octavio para que me prestara su cuchillo. —Calma. le hice señas con la mano al que había salido invitándolo a que viniera. Le metí cuchillo por el pecho. La luna aún no salía y sólo la luz de las estrellas alumbraba. los jalamos a los jijunagrandísimas ni bien caminaron unos cuantos pasos. —¡Vengan acá.—Creo que sí —les dije. tumbándolo. No pudo ni gritar. cholo. Yo me adelanté un poco y medio ocultándome tras un burro. llamó. agarrándole con la mano libre de la faja. filudo. con el que pishtaba chanchos. cojudo —le dije después de retirar el cuchillo de su garganta. a ver. esto no se puede quedar así —les dije. El Kullko con el otro conversaban apoyados en el mostrador. calma —me dijeron—. El jijuna blanqueó los ojos como carnero. le puse el tremendo cuchillo en la garganta. yo me abalancé contra el Kullko. Al verme pensaría seguro que era algún conocido suyo. so mierdas! A puntapiés los revolcamos después que yo lo aventara como bola al centro al que lo tenía empuñao. ¿Quién eres? ¡Ven pa acá so gramputa!. arrecostándolo contra un eucalipto. a cuartear el firmamento a la distancia. a ese enano. Pero ella jamás tuvo oídos para escucharlo ni boca para hablarle. a fin de alejarlo a la rancha. se desapareció del pueblo. por precaución. Ahora la Julia me estaría esperando arriba. y como el dueño de la tienda. pero en silencio. me puse a hondear en esa dirección con terrones empapados de querosene. Así. yo. y ella. el Kullko animal la seguía por todas partes. qué dizque! Sólo entonces me decidí a contarle lo ocurrido. y me quedé solito en esa choza de la jalca. pero el cuchillo desgraciado se doblaba nomás como si fuera de lata. que había venido a matarme y llevarse a Julia a las minas donde se hallaba trabajando. Pasarían dos semanas a lo más. ¿Qué iba a tener yo con ese enano animal? —Dicen que te asediaba —le dije—. don Octavio. una cabecita que se escondía o una sombra que se arrastraba. dejándolos botaos nos largamos. ¿Es cierto? Recien ahí se animó a contarme. más bien debía irme rápido. lo llevé a la Julia con sus padres. Recién ahora ella volvía a saber de él. que dos hombres contratados exclusivamente para eso lo acompañaban. un cerco o una piedra. de repente sintiéndose observada ella volteaba y descubría tras los puyós. sin decirle nada. en el layme. que se salvó gracias a su cuchillo que se doblaba como lata. cuidando las papas que estaban en día de florear. ya a la oración. ni zonza que fuera para quererlo a ese feo. a hacer alboroto. Me reí cuando me dijo eso. ¡ja!. hasta que enterándose tal vez de su compromiso. Que me cuidara que cualquier rato me desaparecería. —Nada —me dijo alzando los hombros—. Sí. a la helada. calapachándome. Hicimos lo que quisimos. y el trueno y el relámpago empezaron a alborotar. en la chocita solitaria donde vivíamos. en la que el cielo se hallaba cargado de nubes negras anunciando tempestad. Por boca de don Octavio me enteré al día siguiente que el Kullko había hablado en la tienda de don Ciriaco Policarpo. A veces. no fuera que el kullko se asomara por ahí y me la raptara… Óscar Colchado Lucio [252] —¿El Kullko? —arrugó las cejas Julia cuando la interrogué colérico qué había tenido que ver ella con ese jorobado antes que yo la conociera. El Kullko contaba a otros nomás su enamoramiento. Era él. —¡Ay taitito. cuando estaba yendo por pasto o con su balde a traer agua de la acequia. para que [253] Cordillera Negra . —Ha querido matarme —le dije.joroba. por donde le cayera. Una tarde. le dije burlándome. y de las casas salían los perros ladrando y avanzaban sombras con garrotes. yo. empezó a gritar. que recién salía. acordándome que por una nadita no salió muerto él. dije. No había cuevas por allí cerca y mis llanques se resbalaban a cada rato en el ichu mojado haciéndome caer. cuando de un de repente desperté sobresaltado al oír que los truenos. —Gracias. ¡raqhaq! ¡pun run! sonando. encontré tranquilidad. metiéndome a las justas. En eso. Óscar Colchado Lucio poco para llegar a la laguna de Punacocha. pero es mejor que te escondas en ese rincón. ¡Pojjj! sonó la cabeza de uno de ellos. una choza de paja que nunca antes había visto. porque casito me agarra un rayo que chamuscó el pajonal ahí afuera. no sé cómo volteo y descubro al Kullko y a los dos desconocidos. afanado que estoy. mamacha. no sabiendo qué hacer. que yo me volvía a mi tierra llevándomela a Julia. salió a su puerta oyendo mis llamados. y bajé lo más rápido que pude a pedir posada. ¡Ya lo fregó! ¡Ya lo fregó!. cuando me agarró la mangada faltando [255] Cordillera Negra . como si hubieran bajado a reventar a la puerta de la choza. prendiendo fuego a mi chocita. diciendo. —Dame posadita. mamacha. Desesperado. me fui a refugiar a una cueva cercana. El cielo estaba negro negro y los truenos lo hacían estremecer los cerros. tiré con toda fuerza. medio de mal genio son. —Capaz mis hijos se van molestar —me dijo—. hacían estremecer los callapos. unos pastores me socorrieron dándome un poncho para cubrirme. no sé cómo vi abajo en una quebradita. luego que dormí desnudo totalmente tapado sólo con paja. donde te voy a tapar con costales. mamay —le supliqué—. antes que alguien me acusara de haberlo matado a un hombre. ¡Parece que está muerto! Cuando llegué a mi choza lo hallé en cenizas todo. apuntando medio al cálculo nomás. Y mientras buscaba otra piedra. de ojos medio llorosos. pues —me dijo por fin—. vi que arrastrándolo como sea sus compañeros se los llevaban al Kullko por esa bajada. Llegando hasta los Chuqui. Una viejita bien viejita. —No hay de ser. mi pueblo. y como se desató la mangada con fuerza. que no distinguí bien quién fue. Una tarde volvía yo de la puna después de haber dado sal a mis chúcaros que por allí pastaban. mira cómo estoy bañadito. [254] Pero ni en Uchugaga. ¡Pucha!. al pie de la laguna. —Pasa.no se llevara el espíritu de las papas y arruinara la cosecha. hasta que pase la mangada solamente. canosita. Será de algún pastor. No pasaría mucho rato seguro desde que el sueño me estuviera venciendo. Al otro día. les dije que se buscaran otro arariwa. lleno de rabia cogí una piedra para mi honda y. Asustado. donde alegres alborotaban los sirguillitos. ni nada. en las que siempre siempre se me aparecían el Kullko Cordillera Negra [257] [256] Óscar Colchado Lucio . el nevado más allá. A la distancia. haciéndome el dormido. un tropel se oyó que se aproximaba a la choza: —¡Mamá! ¡Mamá! —llamaron. Me tapé bien. nadie ha pasado —mintió la viejita para mi alivio. —No. mirando abajo en la hoyada las casitas alegres de mi pueblo. gracias mamallay. tal vez más arriba. Mi corazón se quiso salir por mi boca ese rato. hijos. ¿la rancha que le decimos? —Pero no es por eso que lo buscamos —yapó—. para que la mamacha no dijera que yo había estado mirando y escuchando. ¿serán ellos los hermanos del rayo: el trueno y el granizo?. al despertar. fue la que te salvó —me dijo el hanpeq de mi pueblo cuando fui a consultarte de las pesadillas que tenía. hijos? Hoy sí me fregué. es por otra cosa. con las huertas orilladas de eucaliptos. porque. pero dejando siempre una aberturita para chapar. Las wachwas alborotaban por ahí cerca. Es uno que nos andaba hondeando con terrones empapados de querosene cuando era arariwa en una chacra de papas. bonito nomás me cubrí lo más que pude. Mi cuerpo se heló cuando los reconocí a los dos que entraron: ambos eran sus amigos del Kullko. disputándose algunas truchas. —¿Y quién es ese hombre. dije entre mí. la Nieve. dije entre mí. ni mamacha. Gracias mamacha. —Ah. por acá no ha pasado. hijos. mamay. vaya. ¿Cómo? Pensé. ¿dónde se ha metido entonces? —diciendo volvieron a salirse. Asustado. sus hijos seguro diciendo. —Caracho. ya volvemos. con sus aguas que bullando iban a depositarse a la mamacocha. sólo el cielo azulito arriba. Había buen sol y los costales con que yo creía haberme tapado sólo eran pura paja brava. —Bueno. y no había choza. Así diciendo se desaparecieron. Todo estaba calmado.En eso. era el nuevo día. La viejita los siguió. volaban los pájaros de puna… No corría viento. —La mama Rit`i. por el camino. ¡lej! ¡lej! ¡lej! ¡lej!. ¿Habré soñado? ¿Me resbalaría en el barro y me habría golpeado hasta privarme? Piense y piense bajaba yo por una ladera. —¿No ha pasado por aquí cerca un hombre? —le preguntaron. mientras la viejita se quedaba paradita a la puerta. Pero de a de veras me había vencido el sueño. dijeron que de la mano se la llevaba un kullkito. —Ellos fueron los provocadores. es que ese hombre era un illa. y este también ha de estar colérico. a quienes les gusta llevarse el espíritu de las comidas para guardarlos en su troje al fondo de la mamacocha. Eso lo hizo para que sus hijos no siguieran metiéndose en problemas. para eso vamos a hacerles despachos. amenazantes. te odian más porque lo mataste al Kullko. A los arariwas o cuidakojs los aborrecen. esos dos hombres son el trueno y el granizo. Cargadas en mulas lo hacen llegar allí las comiditas que se lo levantan de los cristianos. Corrí buscando un refugio. sentí que un rayo lo hacía estremecer mi cuerpo y que mi rostro iba dar de golpe sobre el pasto recién lavado. sin embargo. taita —le alegué. porque el querosene que les tiran les hace arder los ojos como ají cuando se acercan. papay. La mangada se desató en esos momentos. cargadito un atado. mi mujer. Por eso no es bueno que andes solo por lugares descampados. Sin saber qué hacer. vamos a rezarles al pie de la mamacocha cerca de Mama Rit´i… Eso dijo el hanpeq. ellos determinarían otra cosa. esperando darte tu castigo. hermanos del rayo. queriendo matarme cada vez—. —Quizá por eso mismo —me respondió— hasta ahora el padre Illapa no te ha dado su castigo. como yéndose en dirección a las montañas sagradas el Yarupajá. Los que la vieron irse. el rayo. para que dejen de perseguirme? —Calma ya no te perseguirán —dijo apagando la vela—. pero no bien avancé un trecho. por arriba. y que cuando los están viendo se desaparecieron. llorando me fui por esa cuesta. por la subida de Ayán. Pero a ti —dijo viéndolo mi suerte en una vela que llameaba—. hasta quedar aquí donde mis ojos se están cerrando… Óscar Colchado Lucio [259] Cordillera Negra . Pero en de veras. agresivos. su hijo de taita Illapa. —Pero ¿y los otros? ¿Cómo haré. porque cuando volvimos de la puna. la laguna.[258] y sus dos acompañantes. yo no. luego de hacer las ofrendas y los rezos. ya no la encontré a Julia. que al dios arco iris Tulumanya mucho le gusta perseguirnos a las mujeres. medio cosquillando todavía. que es un gato negro con ojos por donde salen los colores como lanzados por reflectores… Una vez yo sin darme cuenta me lavé en un puquial donde nacía el arco. recién se toma. me alejé corriendo. Fue después de algunas semanas todavía que me di cuenta que mi barriga estaba hinchada.De dioses y demonios as de saber. Cuando nos envuelve. Al advertirlo. pero no sentí nada. y que H [261] Cordillera Negra . Una vez que los hilos se destiñen. hija. ni ese día ni durante otros. sobre todo a las muchachas como tú. ajos y hojas de pachacrá. pensando que mi cuerpo empezaría a picarme. Para sanarse de ese mal es bueno hervir hilos de colores entreverados con polvito de cuerno de carnero negro. clarito se siente que pica por todo el cuerpo. Por eso hay que tener cuidado de no acercarse así nomás a los lugares donde nace el arco. ahí lo vamos a hacer caer el día del parto. es bueno agarrar al duende porque trae suerte… Y de veras. me habría empreñado. la cubrió en la quebrada. Como ya estaba comprometida con tu taita. con todas las precauciones esta vez. doña Laga Tomasa. Mas cuando me fui a verla a la curiosa. tomando la forma de un gringo buen mozo. de barba rubia. prepara una olla de barro nueva. entra. se había escapado dejando su caquita de puro oro como pago de su libertad. hija. para que el ichic ollco ahí nomás se que- dara. Entonces empezó a darme bebidas. Por eso una curandera tuvo que venir a atenderla… Junto a la cama de la parturienta puso sal la mujer. reventó algo así como una bolsa llena de aire cuando se le aplasta. una muchacha bonita. sin que ella recuerde ni cómo ni en qué momento. el espíritu de los cerros. en cuanto cayó nomás taparon la olla. baboso. le gusta de igual modo empreñar a las mujeres… A una señora de abajo. con su pelito como la candela todavía. Esa experiencia la volvió más precavida a la curandera. pantalón de vicuña y ojotas. que después cuando lo vimos con la curandera. saliendo de la casa. con dos cuernitos… Del ichic ollco o duende hay que tener cuidado también. cuando de un de repente se asomó dizque uno como un niñito nomás. me dijo que el arco iris. vestido con chamarra. a fin de botarlo. y dicen que una criatura rubia. Igual que cualquier mujer enfermó y a los nueve meses debía dar a luz. también mucho se aficiona de las jóvenes. como del tamaño de un dedo. Mi ropa se quedó impregnada de uno como líquido blanco. tocando su tambor. que vivía por abajito por la Kolpa. Más allá. encontraron en el suelo su rastro como de babosa. el dios Tulumanya. cuando fueron a verlo. Pero en eso en que la señora estaba con sus dolores. el duende ya no estaba. Para que no se nos escape. Vamos. así se le había presentado un día cuando se hallaba pastoreando. A su hija de tu tía Agucha. veloz salió corriendo. de Aitumanga. se presenta. Ella estaba lavando ropa. parecido al lacato. calatito. sin uso. así como al arco. ella le dijo. ¡ploc!. pero menos mal que el otro desapareció… Conforme pasaron los días se dio cuenta que estaba preñada. casi me muero de susto: era un gusano larguito. pensé que estaría encinta. delgadita nomás. iba a correr. Ella se levantó asustada. a curarme. Dejando de ser halcón o cóndor que anda revolando entre las nubes. Le dijeron que el parto era más doloroso que para cualquier criatura normal. A los dos días. todo distraída. perdiéndose en la oscuridad. la mayor. El taita Orko.[262] cada vez se iba inflando más. le había dicho el Orko Óscar Colchado Lucio [263] Cordillera Negra . Por eso cuando otra mujer salió embarazada del ichic ollco. Por nada ha querido dejarme venir el Orko. con su cuerpo calapacho al aire. Bonita criatura. tanto le he suplicado. toda asustada. porque cuando ella llegó a su casa estaba transtornada. donde las llamas y las alpacas cubrían como nubes los cerros. corrió como nunca antes a los brazos abiertos que él le ofrecía. agüita cristalina. A veces. Pero a diferencia de los dioses bondadosos. feo los volteaba sus ojos riéndose. entra. su taita. natural de Maraybamba… La Fidela. bonito. como el padre. itacado su ponchito. cuando su mamá. pastoreando sus borreguitas por el alto de Machajuay. como se le presentó a mi prima de segundo grado doña Fidela Cotrina. Cantarinas sirguillitos alborotaban el lugar… Allí el dios la había hecho su amante. que producen una somnolencia dulce mientras las va preñando. Al wambracha yo también llegué a verlo. este es mi hijo. ya lo ha olvidado. diciendo que se iba a casar con él. Cuando ingresó. lo que más le importa es hacernos caer en el pecado o buscar nuestra desdicha. Pasaron por mi lado cuando regresaba del molino. Vueltas y vueltas se besaron ahí sobre la huaylla. Ahí a ella le había confiado que no quería que sus padres la vieran porque no iban a dejarla volver. se amaron… Pero ese hombre no había sido don Llupico. que así se lo había prometido después de hacerla su mujer… Su Óscar Colchado Lucio [265] Cordillera Negra . El pasto era verdecito y discurría entre árboles altos y corpulentos. la muchacha dizque vio adentro. sino a la choza de su hermana Antonia que vivía al pie del camino a Parobamba. también hay que tener cuidado. en eso que está pensando. Hasta que una vez. tomando apariencia de cristiano se nos presenta. hasta un cerro que se abrió dejando una entrada como puerta. se habían cansado de buscarla. Ella era joven entonces y la asediaba don Llupico Yucra. que sólo se aficionan de las muchachas para dejar su semilla. para no creer… De taita Intip. el diablo. piense piense en él nomás paraba. sin importarle ya su mujer ni sus tres hijos. el padre Sol. Cuando se hallaba sola. rubio.[264] llevándola con engaños. que de mí no tengan pena. de un de repente apareció acompañada de un wambracha rubio. un hombre casado. y ha aceptado sólo para darles aviso que estoy bien. conocerás mi casa. que las cosas que habían eran de puro oro y plata. él las posesiona con sus rayos tibios. sonriendo. hablando sólo de don Llupico. Así diciendo se había vuelto. Un día la muchacha. sino el espíritu malo. al Supay. Ella. A veces cuando las muchachas amanecen destapadas. se había enamorado también. Pero no llegó a la casa de tu tía Agucha. sus hermanos. Después dan a luz un niño blanco. de tanto que el hombre la fastidiaba. y que más adentro se extendían campos llenos de ganado. conócelo. agradables. lo vio asomarse a lo lejos. feliz. gringuito. no sólo un tiempito vivieron. alegando que ese día para nada se había movido de su casa porque estuvo ocupado pishtando chancho con su señora. ya no dijo nada. porque puedes ser causante para que tus hijos nazcan deformes o con cola de cerdo. dedicados al pastoreo y a la siembra. pestilentes. que ahora sea ella ya también quien se afane trasquilando su rabo. ante tanta gente reunida en el velorio de don Brígido Domínguez. Él consultó con su mujer. que había venido dizque de Tauca para la fiesta. dijo. no sabiendo qué hacer. sus hijos y más sus parientes que habían venido de visita de Maraybamba. colerosa como estaba. tierra de muertos Óscar Colchado Lucio [267] Cordillera Negra . de lanas sucias como estropajos que cuelgan de sus cuerpos sarnosos. sino varios años. ¿Ah. ya hombre. Yo me acuerdo de dos hermanos. esas personas ya penan convertidas en animales espantosos como las jarjachas. cuando se sienta nunca se sienta de frente.[266] mamá. encañadas. llegando a tener dos hijos más bien. hasta terminar haciéndose de hijos… Cuando nació el primero. compadecida como era. que vivían en Pargay. la muchacha dijo que era de un forastero apellidado Ochante. estuvo de acuerdo. por sitios donde hay tierra pesada. Cuando Timoteo Ochante. Como no le entendimos bien. aquella. Las almas pecadoras se desprenden de su cuerpo durante el sueño para salir a vagar por cerros. se fue a verlo a don Llupico. junto a Huinllurca. Antes de morir. Sus padres habían muerto y la soledad los iría juntando poco a poco seguro. hasta su muerte de la pobre Fidela. por el delito de vivir entre familias carnales. Que ellos eran testigos… Desesperada tía Petrona. Masque han de poner atención. Por eso no hay que tener mala cabeza. que no mejoró. Él se negó que se hubieran visto con la Fidela. sin dejarse ver nomás. para casarse con otra. Y cuando nacieron los otros. y ella. A veces el enemigo. que nacieron normales felizmente. con cerdas. sí?. tentándonos para que pequemos entre parientes cercanos o entre comadre y compadre. aunque siguieron apellidándose Ochante y no Huamaní como ellos. decía. hija. El forastero nunca se dejó ver. pero gruesito. varón y mujer. contó que el Timoteo tenía un rabo pequeño. su primera mujer. que cuando estas no eran recortadas le ofendían. está bien pues que se case con la Adelaida. que son unas llamas con dos cabezas. le suplicó a don Llupico que viviera un tiempito con su hija a ver si asina se sanaba. el hijo mayor. se separó de Eusebia. luego de varios días que su hija seguía en el mismo estado y más aún se estaba empeorando. asustada. sino de costadito nomás porque su rabo le ofende… Las mismas personas se pueden volver demonios. De ese modo. hija. se halla en nuestro junto mal aconsejándonos. Ese hacendado había sido un tal Carlos Bocanegra. Actualmente. En las relaciones de las mujeres con los curas. con quien aprendimos a firmar juntas nuestro nombre bajo las enseñanzas del Manco Shishi. siendo mujer Óscar Colchado Lucio [269] Cordillera Negra . se fue transformando en un hombre togado. Ese demonio había dicho una vez refiriéndose a su madre. Decían que ese hombre era malo. Me acuerdo de la Claudia Churata. por qué no puedo entrar por ahí mismo. Y para eso hizo construir un ataúd con tres cajones: el primero de madera. el único leído en el pueblo. Su tumba está en un lugar rocoso. Gritando como pavos. con otros nichos de su familia al lado. Y mientras hablaba. Y de veras. Él a puro correazos por la cabeza. Ella. quien convivía no con una. su boca se acertó: el día que lo llevaban a enterrar ocurrió el terremoto. el segundo de bronce y el tercero de acero. hay escalinatas de piedra para subir hasta allí mismo. Cuando alguien llegaba a su hacienda tenía que tocar tres veces una campana que había junto a la tranca de entrada y saludarlo bajando la cabeza con el sombrero en la mano. se fue de frente a atacarlo. muy malo. que era bien valiente y hasta una vez había peleado con un puma. un hacendado. sacando su correa. vivo con mi hija. la entrada de su nicho se ha resquebrajado y ha quedado un hueco por donde se puede meter la mano y tocar el ataúd de acero.[268] sobre todo. Dicen que hablaba: el día que me muera los diablos van a querer cargárselo mi cuerpo. que se quedó quejando en el camino mientras mi abuelo se alejaba. por donde le caiga. había dicho. por el lomo. Entonces él. si el lugar por donde salí está allí. la esperó bien plantado en el camino. una noche cuando volvía solo de la toma de agua. con tantos temblores que hay por estas tierras. ¡kar! ¡kar! ¡kar! corretean haciendo tronar sus dientes en las noches oscuras o bajo la luz de la luna… Mi abuelito Domingo. se había dado cuenta que una sombra lo venía persiguiendo. este último para que los diablos no pudieran acercarse. El día que yo muera. temblará la tierra. en seguida los mandaba flagelar con su mayordomo o sino él mismo los hacía encogerse a zurriagazos. la hizo humillarse hasta hacerle decir. Y había tenido relaciones carnales también con ella. por eso estoy castigado a vagar convertido asina. dueño de Huataullo. pero yo me voy a ocupar de que no lo hagan. si no se humillaban así. ¡ya no me castigues!. yo soy tal persona. algo alejado de su hacienda. Era una jarjacha que botando candela por la nariz y la boca. ¡Ya no me pegues!. y como a los quince días todavía lo enterraron. ese año en el que quedaron sepultados varios pueblos y murió tanta gente. Dejándola tirada su caja los acompañantes habían corrido. también tiene que ver el demonio. sino con sus tres hijas. mi lechigada que era. un matrimonio o una misa de difuntos. clarito sentimos que entraba a la habitación algo así como un viento y que la sacaba a la Claudia de su lecho. dicen. los cerros chúcaros. nos venció el sueño. y los de acá de la tierra: los wamanis. Si no las llevamos así. sal y ruda. A las criaturas hay que prepararles una bolsita chiquita de trapo. Cuando en un pueblo abundan los pecados y es mucha ya la corrupción. la Pachamama y a veces hasta el mismo Amaru. y es por eso que por esos lugares es donde más cae el rayo. por acertarlo al Supay. terremotos. granizadas. Illapa. vivía dizque con el cura de Sihuas. como huaycos. acercándose o alejándose… De un de repente cuando nos descuidamos. y otra. convertida en nina mula. hay que ponerles ajos y alcanfor. afuera. respingando. el menor descuido y ya la veíamos de nuevo saliendo de la casa… Así. que siempre siempre llegaba con cualquier pretexto: un bautizo. por eso es malo andar por los sitios descampados cuando hay tormenta. solterona. coquita pa valor.[270] madura ya. pestes. y después el galope detrás de la casa. los espíritus bondadosos de lo alto: Intip. con el demonio en su encima llevándola bien cogida de los cabellos como si fueran bridas… Bueno. Asustadas las acompañantes miramos la cama y la vimos vacía… Corriendo salimos afuera y la agarramos cuando ya se iba lejitos… Pero otra vez ocurrió igualito. se enojan malamente y mandan feos castigos. La gente hablaba diciendo que por las noches. hambrunas… Al Supay también lo ponen en apuros tratando de desaparecerlo. de tanto cuidarla. Cuando uno anda por esos sitios malapartes es bueno llevar un anillo o una cruz de acero. aluviones. Además de ruda. que lo persigue por todas partes. para que la ollquen en su cuello o la lleven amarrada a su faja. pero el demonio maldesao se para escondiendo tras las personas. taita Illapa nos puede cascar a nosotros nomás y matarnos. taita Illapa sobre todo. ¡hiiiiii! ¡hiiiiii!. alrededor de su boca. oímos a medianoche. ya próxima a morir. Al siguiente día. hija. como las que dejan las espuelas en el costado de las bestias. la Claudia era cabalgada por el demonio en forma de cura sin cabeza. disparándole sus rayos. los jirkas malignos. tal como se lo cachcaron Óscar Colchado Lucio [271] Cordillera Negra . por los lugares donde hay entierros de abortos. amaneció señalao señalao la marca de las riendas y sus pechos también llenos de heridas. yo no llegué a verla asina. ¡pututún! ¡pututún! ¡pututún!. El diablo más para. los que la cuidábamos en su lecho. pueden comérselo su corazón. Varias personas decían haberla visto bajar por la quebrada. el relincho de un caballo primero. pero en cambio lo que sí tengo recuerdo es que cuando ella estaba grave. logró mejorarlo de lo que se estaba pudriendo. ¿me habrá parecido que lo arrastraban? A partir de esa hora ya no pude dormir. sin embargo. ya no quedó normal. ¡Agapito!. Que no vuelva a ocurrir. lograremos su bendición. comportándonos como ellos desean y haciéndoles despachos con coquita. es malo dormir en el campo sin ninguna protección o sin hacerle ofrendas a los jirkas chúcaros o sin escupir en dirección adonde se hallan. pero al mes falleció. Durmiendo cuando estábamos. me quedé pensando. asustada. ese castigo que padecieron nuestros bisabuelos con esa hambruna que hasta hoy nos espanta. Él salió. dije entre mí. Pero afuera no había nada. al pie de un cerro chúcaro. Pero antes que a los jirkas chúcaros son a los apus buenos a quienes no debemos olvidarnos de reverenciarlos. en señal de saludo. Recuperándolo. haremos que den su milagro para que haya lluvias. y cuando quiso agarrarlo desapareció de su delante. La llevamos a una curandera. A las justas lo empuñé cuando ya se estaba escurriendo por mis pies. Al despertarse. como al Eulogio. quien se había dormido en una huaylla junto a un ojonal. ¿Qué?. pero la noche estaba muy negra. sin despertarlo a tu taita. nos guarecimos y nos resignamos a pasar allí la noche. La lluvia había calmado. Haciendo ayuno. desaparecieron los manantiales y las chacras se volvieron polvorientas. llamándolo asustada a tu taita. quedándose medio inclinada. La mangada nos agarró a medio camino en un feo paraje y tuvimos que buscar refugio entre las peñas. y ella pasándole un cuy nos dijo que estaba comido un pedacito de su corazón y que era muy difícil ya sanarlo. que era curandera. sangre de los animalitos. ¡qué pasa!. ron. No hay que permitir por nada que su cólera se desate. un gatito estaba sentado a su lado. tomando la forma de algún animal pueden acercarse también a hacerle daño a uno. a tener fiebre. sentí en medio de la oscuridad que tu hermanito se deslizaba de mis brazos hacia abajo por entre el poncho con el que estábamos tapados.[272] de tu hermanito el mayor cuando con tu taita volvíamos de Quiches. La gente lloraba. Su mamá. a ponerse muy mal. diciendo. alguien se lo jala de nuevo por entre la cobija. ¡Qué pasa!. sólo el silencio… A los pocos días nomás. por nuestro mal comportamiento. Bajo una tremenda roca que con el terremoto se había desprendido. A veces. que roncaba al lado. abundancia de cosechas y aumento de nuestro ganado. De ahí nomás su boca del pobre hombre se torció y empezó a formar pus. su hermano de la Nicolaza Ponte. Por eso. Óscar Colchado Lucio [273] Cordillera Negra . la criatura empezó a aguadijarse. dios taytito. aun así hizo la prueba de curarlo. ¡Agapito!. hija. donde las lluvias se ausentaron por años. clarito cuando estoy sintiendo. En eso. Los apus harían su milagro seguro para que sus papitas se ullullmaran. Pero ya había pasado la quebrada. Todas las noches mi bisabuelo. palitos o espinitas. cebada o papas. su alma vaga recogiendo sus pasos. no me advirtió. Háblales también asina a tus hijos cuando tengas. su triguito. y vayas a maldecirme. Y él les obsequiaba triguito. a golpes dizque se agarraban quitándose. carajo». para que tengas cuidado y no caigas así nomás en la tentación. de veras. es para tu bien. con poncho. Altos los eucaliptos parecían contemplarle recelosos toda esa travesía. para que mañana más tarde no digas: mi mamita no me dijo. poquito poquito a cada uno para hacerlo alcanzar… Cuando algún granito de trigo o cebada se caía. frutearan de nuevo. y él vio que la Virgen hilaba.[274] los animales se comían entre ellos y las aves en pleno vuelo se caían. para que sean buenos comunrunas y no anden después llorando. Entonces el viejo se emborrachó. perdiéndose en alguna rajadura de las piedras o en la tierra misma. pedregosa. Óscar Colchado Lucio [275] Cordillera Negra . lamentando su mala suerte. trayendo agua en porongos. con sombrero. Fea. vestido igualito como en vida. le habían dado cuento. Pero ni eso le conmovió. dicen que regaba sus papitas. don Pedro». hija. sogas. El viejo estaba herido en lo más profundo. su cebadita. plantita por plantita. pero no lo hacían perder por nada… Todo esto que te acabo de referir. con llanques… «L a Tomasa tiene su casero. se arremangó el sombrero y se aseguró que su cuchillo no faltara en su alforja. Allá lejitos sobre el cerro estaba la choza. «Ni el ángel de su guarda la va a salvar. montó en su mula. en Ambrashkolpa. después de la primera saca. o tu tatarabuelo. y lo sacaban ayudándose con agujas. Guárdalo bien en tu memoria. La rabia le quemaba. a un costado del camino. A él solito la gente de todas partes acudía a verlo trayendo de regalo sobrecargas. era esa cuesta. El único lugar donde había unos ojitos de agua era en el cruce del camino entre Aitumanga y Warakuy y también. Esa noche la luna salió blanquita. monturas. su fatal destino… Viejo puñalero Faltando poco para que alguien muera. A esa hora en que todo era silencio. ahora que la habías visto.[276] A poca distancia de la choza. No tardaría en pasar por su lado. levantara el rostro para saber por quién y por qué moría. Soberbio. tres. llamándote desde una esquina de la plaza. se quedó mudo. Al fin lo vio de cuerpo entero. mientras sentía en la espalda un dolor de cuchilladas y que la muerte se atracaba en su garganta… Hacia el Janaq Pacha P or los caminos del zorro habría venido. mirabas desde la plaza los blancos caminitos de nube estirados en los cerros. ¿Pero ella sería de veras?: la Emicha Huayhua. Esperaba que el otro. el viejo lo contemplaba ahora. ¿Desde arriba? ¿Desde el Janaq Pacha? Quién sabe. Óscar Colchado Lucio [277] Cordillera Negra . ¿No estaba pues muerta? ¿Acaso los militares no bombardearon a la columna entera desde un helicóptero? ¿No viste tú mismo sus huesos calcinados en esos carrizales a orillas del Apurímac? Seguías dudando. sin sentir la helada que como lana cae sobre tus dientes. ahora vería. El ala del sombrero oscurecía su cara. en jarras. El reflejo de un cuchillo avanzó como una luciérnaga entre el monte. Como un puma saltó cogiéndole del cuello con un brazo y con el otro le metió por la espalda dos. No pudo distinguir su rostro. cuando ya estaba por lanzar una grosería. Ni para pedir perdón le daría tiempo. Los perros aullaron con voz filuda en el momento en que el viejo vio salir de la casa la silueta de un hombre. el viejo decidió esconder la bestia y avanzar sigiloso a pie. Y tú mirabas. varias puñaladas… De un empellón lo arrojó de bruces sobre el camino. Dos candelitas sus ojos. Gramputa. Los eucaliptos se agitaron con una súbita ráfaga. ¿tu madre? Dudabas. en el estertor de la agonía. al reconocer en el otro su propia sombra agonizante. Como si nada. sangrando por nariz y oídos. tratando de reconocerlo a la luz de la luna. tembloroso. Y ahí nomás. el jijuna bajaba por el camino itacado su poncho. botadito así como te encuentras. por las lomadas y cerros altos. ¿Tu madre? Vuelves a reparar por donde la viste hace un rato nomás. como pedazo de neblina nomás que fueras. «el wambra terruco». Óscar Colchado Lucio [279] Cordillera Negra . aquí de pie con los brazos abiertos como una cruz. «Mentira. mientras corre saltando piedras y soltando tiros al aire. cómo a tu cuerpo lo están pateando. tu tío Sabino aparece más bien. agarradas sus hachas. está viva. Guagua todavía era pues. ¡nos atacan!. También los ronderos vendrían. envuelto en piel de carnero como los otros. medio sangroso. y nada. tú también estás muerto». arrastrándote están a una esquina de la plaza. sus picas y carabinas viejas a ver si el niño senderista. entrando por la quebradita entre los alisos que por allí forman un bosque. la voz del vigía de los ronderos. ¡Nos atacan los terrucos!. «te espera más arriba. Y mientras una cruz están plantando sobre tu sepultura. los hombres. empieza a empujar sus burros para que avancen. por donde anoche nomás llegaste con los guerrilleros a dar dizque escarmiento a los traidores. Estás viendo cómo tapan tu cuerpo con tierra. el lucero que hace sangrar el amanecer. «¿Tu madre?». oyes sus pasos entrando en tropel a la plaza. aquí —dice el teniente gobernador. sombrero shillpiento—. Acaba de detener sus burros para mirar tu entierro. —Aquí. para que nunca más entren por este lado los terrucos. Y ahí te estás viendo ahora.[278] Ya amanecería. entreverado con el cull cull del agua. cuando el último hilito de aire se te escapa… Ya ahora con el cuerpo liviano. pero tú ya estás en las últimas y apenas los sientes llegar junto a ti. Taita Intip. triste acabas de ponerte viendo el caminito tras la loma del cementerio. tampoco. derramando está su oro tibio. «mentira. Y como si tu pensamiento los hubiera traído. bufanda al cuello. En eso. cómo algunas mujeres lajpirean diciendo. acabo de verla». Entonces. paradito estás viendo desde un costado de la plaza. según fueron sus palabras del mando: el camarada «Wence». le respondes. que han traído sus picos y palas en vez de armas. por su madre se metería en esto. a «hacer sentir la autoridad de la revolución». gritando. Y en tus oídos suenan todavía. Ya asomaría en el cielo alto de la madrugada el cuchi pishtag. mirando el camino de Antacocha. sus voces aguardentosas que reniegan y carajean. que acaba de salir. te dice. Y mientras las mujeres parlan alborotando la mañana al igual que las torcazas ahí en los eucaliptos. sin responderte. seguía vivo. por arriba. para que sigan su camino. Te acercas. por la cuesta Escalón. ¿De Atoghuarco?. pero no la ves a ella por ningún lado. Tú mismo estás corriendo. dejando regaos sus muertos. ¿no lo sabían? ¡Achachay!. ¡Ganamos! ¡ganamos!… Ahora están enterrando a tus otros compañeros. ¿no lo sabían? —Pero… ¿y las flores? —¿Y las flores? Ahora están corriendo. las huelen… ¿De dónde las traería? Del otro lado del río Pampas seguro. gritaba alocadamente persiguiendo a los últimos.[280] después de haber sospechado seguro que esa manada no era manada… y ahí fue que aparecieron de todas partes patrullas de ronderos y más comuneros con sus mujeres y perros. ¿Acaso?. se fue tras su casa de doña Tomasa! —¡Qué dizque! Ella está muerta. luego un comunero. como cuando volvía de Ocros cada que bajaba llevando carga de don Zaragoso. y en un solo sitio: en Atoghuarco. Dos. y ahí mismo fue también que ustedes reventaron dinamitazos y soltaron el fuego. ¡manam!. Tú mismo abres bien tus ojos. Medio molesto te mira. sin nada. Qué esperabas. saltando sobre hortigones. Las levantan. Ahí están las flores. que nuevamente viene arreando sus burros. alcanzándose huashco los hombres cuando están. O wayra warmi. entre vivas a la lucha armada y mueras a los traidores. —¡Ya se desapareció. ¡Miraran!. mujer del arco iris tal vez. tres. quién sabe. ¿por ahí desde donde se despedían para siempre del pueblo? Óscar Colchado Lucio [281] Cordillera Negra . después una mujer… Eso les alocó a los perdidosos que ahora sí disparando. mujer de viento. del dios culebra Tulumanya… Dejas de oírlos porque ahora estás yendo al encuentro de Sabino. tu madre aguarda en el camino que va a Changa. su hijo era. Tú mismo caíste herido por una pedrada en la cabeza lanzada con honda cuando detrás de unos puyós arrojabas tarros con dinamita. alma condenada sería ahora. lanzando piedras con honda y enfrentándose a garrotazos y cuerpo a cuerpo empezaron a hacerlos retroceder a «los compañeros» y después hacerlos escapar a lo «qué cuenta tengo». alguien grita señalando tu sepultura al otro lado de la plaza. cuatro ronderos cayeron ahímismito bañados en sangre. frescas. «para que cuiden la entrada al pueblo»… En eso. piedras. El teniente gobernador. luego de haberlos sacado arrastrando del local del municipio. «Uno en cada esquina» dicen. ¡miraran! ¡La Emicha acaba de dejar flores sobre la sepultura del wambra! —¡Dónde! ¡dónde! —se vuelven a mirar todos. charcos. silvestres. entre hombres y mujeres. ¿quién podría subir a esa fea pendiente de purita roca viva y puntas como cuchillo? Pero ella iría. sólo por allí había. ¿A Changa? ¿Por ahí por donde decían que se iban los muertos?. por fin puedes verla de nuevo. llevan cargados sus muertos camino al cementerio… . Y mientras se alejaba. Sentada en una loma donde verdea el pasto. él ¿adónde iba? «Yo me voy aparte. En sus ojos pardo-oscuros se estará llevando quién sabe el amargor de la tierra. más que esa vez en que se lo llevaron los senderos. a suplicarles que lo dejaran volver a su hermano. estará vagando por la tierra buscando «años». y está que te llama agitando la mano. Te fijas en sus manos. ¿Hacia el Janaq Pacha. Hasta que alguien trajo la noticia de sus muertes… Y cuando volvías de ver ese carrizal bombardeado. y el abuelo. como flotando entre las cortaderas que ondulan con el viento. te entra a ti también un sentimiento. tu madre. medio lloroso. dándole un revólver viejo para que se defendiera… Y como el abuelo estaba por morirse de pena. Y los caminos se estaban cerrando. Vamos a la guerra grande. por la hija… de ahí no supiste nada de ellos. te topaste con el pelotón guerrillero que dizque estaba yendo al Óscar Colchado Lucio [283] Cordillera Negra pueblo a vengar la muerte de tu madre.[282] Ajá. diciendo. El sol ya caía. se fue a darles alcance a los compañeros cuando pasaban por la altura. Pero igual nomás se lo llevaron. con su vestido que flamea. compañero. por ahí mismo. Esta vez no se iría sola. Él no quiso ir. Sangran allí donde antes hubo dedos. esa hierba que hace crecer los dedos a las almas que los han perdido intentando subir el Coropuna. compañero… Y ahora que tu tío acababa de perderse por el camino de la Kolpa. Pobre. ella te espera. ¿por allí? Desde el río sube silbando un vientecito helado. Ahora se ha vuelto a mirarte. Itacado tu poncho subes la cuesta. Un caminito de nube se asienta sobre la cima. por otro camino». el mundo de arriba?. Tristes y solas parecen quedarse las casitas del pueblo. afanados en sus ocupaciones que tuvieron en vida. la montaña más alta donde viven los auquis y los espíritus de los runas muertos. paradita entre los penachos blancos de las cortaderas. Allí está ella. piensas. avanzando. cuando araba con sus bueyes su chacrita. Hay tristeza y cansancio en su rostro. Y él. Pobre tu mamita. Pero a ella también se la llevaron. advirtiéndote que cuidaras al chachilla. y te pidieron incorporarte al Ejército Popular. te vuelves hacia la cuesta de Changa… ¡Vaya!. murió por ella. más que por Sabino. tu madre. bajo el bosque de aliso. una tarde la Emicha. ahora que los comunrunas. Te apuraras. de tu tío y de los demás combatientes caídos. sujeto. militar. anchado: cogido. allau: pobre. challhua: pez de río. allko: perro. cancha: maíz tostado. bijuquiar o bejuquear: equivale a comparar con un bejuco en movimiento. allauchi: pobrecito. anaychi: interjección que denota pereza (equivale a ‘no tengo ganas de hacerlo’). Cordillera Negra [285] caja: bombo chico. callapo: horcón. gran luminosidad. calapacho: calato. cachucha: kepis. desdichado. . resplandor. asina: así. cachaco: policía. desnudo.[Glosario] Cordillera Negra achachay: ¡qué susto! achallau: ¡qué bonito! achic: brillantez. mujer que suele acompañar a los soldados en las marchas y en campaña. chuncha: recelosa. ketu siki: rabona. salvaje. huallqui: compañero. jushga: curioso. Cordillera Negra [287] . chilca: arbusto de tallo delgado y hojas menudas. devisar: perderse en la lejanía. machucar: aplastar.chapar: coger / mirar. huishtuquear: forma de caminar de quien tiene los pies torcidos. bebida o amuleto para hacerse amar. cho: amigo. lliclla: manta que usan las mujeres. jipar: hipar. chiquillo. macollar: llenarse de follaje. magana: mazo pequeño para tocar la caja o bombo. huanquilla: danza. manera. guagua: niño de pecho. gro: trago (mezcla de alcohol. huaylla: pasto. lloque: arbusto de madera dura. violenta corriente de aguas. carcajear. dando lugar al arco iris. grupo danzante. lic-lic: ave de la puna. té y limón). itacar: terciar el poncho al hombro. kuya kuya: filtro. charquear: salar y poner a secar al sol la carne. respirar con dificultad. china: mujer joven. lloclla: torrentera. huérfano. chúcaro: cerril. huicapear: arrojar. chasnar: sonido del agua al hacer contacto con un cuerpo candente. chiuche: niño. huashco: trago (mezcla de alcohol con té u otra yerba aromática). lajla: alabancioso. apocada. jalca: puna. chirapear: llover con sol. machca: harina de trigo cocida. huajayllar: reír. laya: modo. cholito: niño mestizo. sandalia de jebe. llanque: ojota. chucro: seco y duro. grama. huacho: oveja. grass. hom: hombre. huayunca: lugar donde se guardan las mazorcas de maíz. peyllé o paylla: retribución al peón o jornalero por el trabajo realizado. shucaqui: jaqueca. ñusta: princesa inca. ñutu: hecho trizas. pishtar: degollar. masque o masqui: sin significación. mangada: lluvia intensa. señor. poyo: asiento de adobe y barro arrimado a la pared. intip: sol. queresa: moscardón azuláceo. millcar: llevar algo en la falda recogida como bolsa. Óscar Colchado Lucio pashtañahui o gashpañahui: ojos con pestañas rizadas. minga: minka. panatahua: danza de la etnia del mismo nombre. [288] . parva: lugar donde se cosecha el trigo. palla: mujer danzante. pirca: muro ancho de piedra. aparece cuando hay carne en estado de descomposición. picsha: pequeña bolsa de cuero en el que se deposita la coca. mishti: misti. rompe: víspera. reparar: mirar. matancar: llevar al hombro. shingo: gallinazo. sirve para enlazar palabras. Cordillera Negra [289] oiganes: equivale a ‘ustedes que me escuchan‘. mana válej: flojo. débil. shojmar: frotar. puquial: manantial. quipi o quipe: atado que llevan las mujeres a la espalda. saborear. que no sirve. bombo pequeño. miskipar: gustar. muchar: besar. sirguillito: especie de canario.mallmar: bullir. persona que participa en un trabajo colectivo. mashua: tubérculo parecido a la oca. tormenta. ruchuco: arbusto espinoso de frutitos rojos. nuna o runa: hombre. hombre poderoso. roncadora: caja. pachaca: grupo danzante. mullpo: polvo. quirma: camilla rústica para transportar heridos o enfermos. muñá o muña: yerba aromática y medicinal. empatado. callapo: horcón. vara de campo: autoridad india. de esta manera‘. chiclayo: calabaza. distinguido. Óscar Colchado Lucio Camino de zorro aclla: joven escogida para el culto al dios sol. temple: valle cálido de la sierra. tuktupillín. Cordillera Negra [291] yana puma: puma negro de gran ferocidad. militar. cachaco: policía. añojo: toro joven. terciana: paludismo. tatau o atatau: ¡qué asco! tanco: bajo.taita mayo: se refiere al Cristo de Huaraz cuya celebración es en mayo. [290] . desnudo. amaru: serpiente mítica. casera: amante. amancay: planta silvestre de flores amarillas. yanasa: amiga. nombre que se da a los señores de la clase alta cualquiera que sea su raza. warmi: mujer. tancoseando: caminar del tanco. catay: interjección que indica que algo ‘es así. wirakocha: antiguo dios incaico. achachay: interjección que denota miedo. achallau: ¡qué bonito! allko: perro. amonser: se traduce por “hacer de cuenta”. putilla o piturrín: avecilla del tamaño de un gorrión. y alas negras. chapetón: español (en tono despectivo). de pecho y moño rojo. wiku: enfermedad en el que se pudre el hueso. burro achické: burro que come gente. wayra: viento. zanco: mezcla de harina con agua. wachwa: pato silvestre. togao o togado: señorial. calapacho: calato. yunca: danzante varón. de este modo. zampao: borracho. ayla: rito de iniciación sexual de los jóvenes. ayataki: canción de los muertos. taruka o tarugo: venado. asina: así. culebra de gran tamaño. Óscar Colchado Lucio kirma: camilla rústica para transportar heridos o enfermos. huallqui: compañero. kurpa: terrón. chullo: prenda para cubrirse la cabeza. chonta: planta de madera dura y fuerte. orko: cerro. carcajearse. pachaca: grupo danzante. jipar: hipar. chipak: con brillantez. chuspita: bolsa pequeña de lana que se usa para llevar hojas de coca. sirve para enlazar palabras. huishtu: pies torcidos. china: mujer joven. gárgach: ave nocturna malagüera. degollador. mashua: tubérculo parecido a la oca. kukulí: paloma. huajayllarse: reírse. katekilla: dios rayo. huatu: nudo. manera. tórtola. kekeq o uma pawan: cabeza voladora. lajpirear: lloriquear. picchar: escoger las hojas de coca que se van a consumir.chilca: arbusto de tallo delgado y hojas menudas. llanque: ojota. laya: modo. pishtako: nakaq. [292] . majada: lugar donde el ganado deja su estiércol para abonar la chacra. jalca: puna. ichu: icho. masque o masqui: sin significación. oiganes: se traduce por ‘ustedes que escuchan‘. con gran luminosidad. manta que usan las mujeres. jovencita. kollasuyo: región de los aymaras. maula: cobarde. mamacocha: el mar. nakacho o nákaq: degollador. lliclla: rebozo. sandalia de jebe. pasñacha: doncella. haciendaruna: peón de hacienda. mita: trabajo obligatorio en las minas. huashco: trago (mezcla de alcohol con té u otra yerba aromática). Cordillera Negra [293] kanra: sucio (terrible insulto en quechua). pasto muy duro propio de la puna. chuño: fécula de la papa. Kañihua o kañahua: fruto pequeño de color negro que comúnmente se come tostado y molido. especial para hacer bastones. respirar con dificultad. prosista: orondo. shishu: planta espinosa. viracocha: señor. runa o nuna: hombre. temple: valle cálido de la sierra. wambracha: niñito. rondero: el que cumple servicio de ronda o vigilancia. untu: grasa. samacuy: descansar. . rebozo: manto. demonio. shinguá: ortiga. waraka: honda. shaproso: barbudo. retobado: terco. lliclla. wambra: niño. shapingo: diablo. punle o bunle: poza. ufano. reposar. demonio. quipe o quipi: atado que llevan las mujeres a la espalda. orgulloso. togado: señorial. elegante. [294] [295] Cordillera Negra taita: padre. pukakunka: cuello colorado. decente. Óscar Colchado Lucio uta: enfermedad de la piel. distinguido. sacador: negociante de ganado. supay: diablo. pucha: exclamación que denota sorpresa o zozobra. shucshu: vara de chonta. illa: hijo del rayo. cachcaron (de cachcar): arrancar con los dientes los últimos vestigios de carne de un hueso. illapa: dios rayo. creador. [296] . apu: deidad andina que mora en los cerros y montañas. grass. té y limón). chapetones: despectivo de españoles. ajes: gritos guerreros. asina: así. huajayllarse: reírse a carcajadas. huiracoya: sebo. gro: trago (mezcla de alcohol. Óscar Colchado Lucio caracho: eufemismo de carajo. aromo: variedad del color rojo. gapaj ñan: camino de dios. huaylla: grama menuda. casero. callapo: horcón. chachila: abuelo. calapachar: calatear. ichu: paja brava. casera: amante. auqui: espíritu de la montaña de menor jerarquía que los apus. comunrunas: comuneros. chapar: mirar. huacas: seres dignos de adoración. ajtuy: escupir. chúcaro: cerril. gapaj: dios. cañihua o kañigua: fruto pequeño de color negro que comúnmente se come tostado y molido. Cordillera Negra [297] calapacho: calato. salvaje. guagua: niño de pecho. etc. chirapa: lluviecita fina que cae a pleno sol. arariwa: cuidador de los sembríos. Inkarrí: el inca reencarnado. carhuacasha: espina. Doblarse como el bejuco.Hacia el Janaq Pacha achachay: interjección que denota miedo. huashco: trago (mezcla de alcohol con té o alguna otra yerba aromática). Significa también ‘atrapar‘. ayllu: conjunto de individuos que habitan un mismo territorio y tienen vínculos de sangre. hanpeq: curandero. figurilla de piedra. persona de mucha edad. allko: perro. bijuquear: de bejuco. religión. amuleto. huayquear: golpear la barriga. desgraciado. munapar: querer. pachapa shimín: boca de la tierra. ojonal: manantial. púber. palla: mujer danzante. pachacrá: planta medicinal. pucha: eufemismo de ¡puta! pukakunka: colorado. Respirando con dificultad. qori huasca: soga de oro. millcar: llevar algo en la falda recogida como bolsa. kipu: hilos para contabilizar. Cordillera Negra [299] maqta: adolescente. janaq pacha: región grande. sirguillito: canario. pachaca: grupo danzante. masque o masqui: sin significación.Intip: sol. mullu: polvo de concha de mar. sandalia de llanta de neumático. jipando: hipando. kullko: jorobado. llanque: ojota. Sirve para enlazar palabras. jirka: cerro. pishtar: degollar. layme: parcela cultivada en forma rotativa cada cierto tiempo. [298] . itacar: terciar al hombro. ollcar: colgar. doncella. supay: demonio. jijuna: maldito. killa: luna. oque: color pardo. manam: no. pachamama: madre tierra. mangada: lluvia torrencial. shingo: gallinazo. cielo. taita: padre. mashua: tubérculo que crece en lugares altos. porongo: recipiente de calabaza. anhelar. pasña: jovencita. frígidos. intip wirakocha: nombre del dios creador. mamacocha: el mar o madre de los lagos. desear. llampu: polvo sagrado. katachilla: cruz del sur. Óscar Colchado Lucio mullpo: polvo. sango: mezcla de agua con harina. puyllosha: planta silvestre de frutos gomosos. paccha: catarata. ........... 85 De aquí no saldrás hasta tu muerte.......... 161 En el cañón del Ayahuarco.............................................................. ullullmar: volver a brotar..................................... yachacuy: aprender.......... 153 El Amaru...... 9 El águila de Pachagoj............................................ 41 Dios montaña...................................... Cordillera Negra [Índice] Cordillera Negra.................................................. yunca: danzante varón que capitanea a un grupo de pallas......... 171 Óscar Colchado Lucio Los dos santiagos........................................ 79 Esa vez de la mangada........ .. . 101 Kuya kuya.. warmacha: niñito..................................................... 197 Camino de zorro......... ukhu pacha: el mundo de abajo..................... tulumanya: el arco iris....... wamani: dios montaña... También significa ‘meterse a la fuerza o furtivamente a un lugar‘.......................................................... ................................................ ushno: cerrito en forma de altar.................torollo: látigo de cuero de res......................................................................................... 111 Camino de zorro Intip nos llama. zampar: emborrachar........ ........................................................................ .......... Dios culebra........................................... 177 Tuerto enamorao............. 63 Ese anciano fue Dios...... 187 Amor bajo el naranjo................................................................................. 203 [300] ................................ .............. ..................285 ......................................... ........................................... 275 Hacia el Janaq Pacha....................... ............................................................................................................... 277 Glosario...................................... 229 Pachamama............................................................... 235 Hijo de Illapa................................................................................. 221 Nuestro Gápaj....... 249 De dioses y demonios..........................................................................Hacia el Janaq Pacha Apu Yanahuara....................... 261 Viejo puñalero.........................................
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