Concho Pat A

March 27, 2018 | Author: Katy | Category: Pottery, Archaeology, Ceramics, Nature


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Conchopata: Paisaje urbano, identidad y producción artesanal en una ciudad delHorizonte Medio, Perú Por William H. Isbell Distinguished Professor Department of Anthropology State University of New York at Binghamton Binghamton, New York, 13902-6000 USA El sitio de Conchopata en el valle de Ayacucho, sierra central del Perú, ha sido interpretado como los restos de una ciudad prehispánica temprana (Fig. 1). Su extensa arquitectura y fina cerámica, a veces modelada y con mayor frecuencia pintada con imágenes polícromas figurativas, nos brindan una evidencia excepcional para aproximarnos al mundo de sus antiguos habitantes. La arquitectura, los restos mortuorios, las herramientas de piedra, la cerámica decorada, la fauna y otros artefactos más documentan un proceso urbano que se dio en torno a la manufactura de grandes cantidades de cerámica, gran parte de la cual se usó en la preparación de la chicha que era servida en banquetes. En consecuencia, el contexto urbano de Conchopata ofrece una oportunidad singular para investigar las relaciones existentes entre la especialización artesanal, la construcción de identidad por parte de los artesanos y las cambiantes imágenes de la ciudad a medida que su estructura social y económica evolucionaba a lo largo del tiempo. Conchopata (Fig. 2) fue una ciudad de la Edad del Bronce temprano, ocupada durante cuatro siglos del Período Horizonte Medio (550-1000 d-C-). Aquí se produjeron inmensas cantidades de cerámica, gran parte de ella de una calidad artística sin paralelo. Luis Lumbreras (1974) fue el primero en reconocer los indicios de especialización alfarera en Conchopata. Posteriormente, a comienzos de la década de 1980, Pozzi-Escot (1985, 1991, 2001; Pozzi-Escot y Córdova 1983; Pozzi-Escot, Alarcón y Vivanco 1994, 1998, 1999) investigó el tema mediante excavaciones en el sitio a. Fue ella quien hizo célebre a Conchopata al categorizarlo como una ―comunidad de alfareros‖. Durante los siguientes quince años, el Perú estuvo envuelto en una violenta guerra civil que detuvo la mayor parte de los estudios arqueológicos. No obstante, los profesores de la universidad local de San Cristóbal de Huamanga continuaron con las escuelas de campo y siguieron supervisando proyectos de tesis de arqueología en Conchopata (Pérez 1998; Pérez y Ochatoma 1998). La mayor parte de la información quedó compilada en documentos inéditos, como informes y tesis, algunos de los cuales fueron destruidos en un atentado terrorista contra las oficinas del Instituto Nacional de Cultura en Ayacucho. Hacia finales de los años noventa, Conchopata estaba en peligro de desaparecer. A pesar de que la paz estaba volviendo al Perú, una oleada de construcciones siguió a la avalancha de refugiados que emigró a la moderna ciudad de Ayacucho escapando de la violencia en el campo. Ayacucho estaba creciendo sobre el sitio el cual está a sólo unos 2 Km. del centro de la ciudad. En 1997-98, José Ochatoma y Martha Cabrera (2001a, 2001b, 2001c; Ochatoma 2007) llevaron a cabo excavaciones de emergencia. Estos trabajos sacaron a la luz una nueva forma de templo cuyo interior se encontró lleno de cerámica ceremonial espectacular, decorada con impresionantes deidades e imágenes de guerreros de élite. Pero lo más importante de estas investigaciones fue que mostraron cuán valiosos eran los materiales arqueológicos que Conchopata aún podía ofrecer. El nuevo Proyecto Arqueológico Conchopata i se realizó entre 1998 y 2003 (Cook y Benco 2001; Isbell 2001b; Isbell y Cook 2002; Ochatoma y Cabrera 2002). Al final de las primeras tres temporadas, Cook y Benco (2001) identificaron seis zonas de cocción y cuatro concentraciones de herramientas alfareras distribuidas entre las áreas excavadas del yacimiento, y otras concentraciones menores de implementos alfareros en muchos más lugares, concluyendo así que los patrones espaciales de la producción en Conchopata, aparentemente, no correspondían a ninguno de los tipos de especialización alfarera identificados por Costin (1991) o Sinopoli (1988). En este artículo exploro la producción alfarera en Conchopata en su contexto más amplio, buscando relacionarla con los gobernantes y la comunidad de palacio, así como con los cambiantes conceptos del asentamiento central y las transformaciones que se producían en el paisaje de la ciudad, con las relaciones de género, la identidad y con otras actividades artesanales que se llevaban a cabo a medida que la vida urbana ganaba popularidad en el valle de Ayacucho. Examinando el entorno arquitectónico de Conchopata (tanto el de los vivos como el de los muertos), los restos óseos humanos, la morfología y decoración de la cerámica, así como otros restos materiales comúnmente usados para reconstruir la vida cotidiana, propongo que las relaciones de género jugaron un rol importante en la producción artesanal de esta ciudad, en respuesta a la demanda de los banquetes celebrados por reyes competitivos cuyos palacios constituían el núcleo del asentamiento. Antes de empezar, sin embargo, es esencial que subraye algunas limitaciones de la información arqueológica con la que contamos actualmente. El Proyecto Arqueológico Conchopata completó sus excavaciones en junio y julio de 2003. Aunque en 2002 el énfasis de las investigaciones pasó de la excavación al análisis, el estudio de las colecciones de artefactos procedentes de este yacimiento dista de estar completo. Debe entenderse que este examen tiene como base las observaciones efectuadas en el transcurso de las excavaciones, que únicamente han sido complementadas con análisis incompletos. Aún hay mucho por aprender a medida que se cuantifican las distribuciones de clases de artefactos y se las relaciona con la cronología urbana. De igual modo, es importante recalcar que el Proyecto Arqueológico Conchopata excavó únicamente una pequeña porción de la ciudad, pues sólo un fragmento del sitio original se ha preservado Conchopata se alza al borde de la moderna capital de Ayacucho. Anteriormente, calculé la extensión original del asentamiento entre 20 a 40 ha (Isbell 1987, 2001b; Isbell y Cook 2002), cálculo que elaboré en base a los restos en superficie documentados tanto en la actualidad como los que observé durante diversas visitas en los años sesenta, a las excavaciones de emergencia efectuadas allí en 1977 (Isbell 1987), a los estudios de colegas (Benavides 1965, 1976; MacNeish et al. 1981; Tello 1942) y a las fotografías aéreas de finales de los años cuarenta, antes de que la ciudad moderna y el aeropuerto hubiesen irrumpido en el asentamiento prehispánico. Hoy en día, el área conservada y protegida cubre un total de unas 2.5 ha. Esta área se reconoce como patrimonio nacional pues es aquí donde Julio C. Tello, el fundador del Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú, excavó en 1942. De esta área protegida, 1.75 ha ya han sido excavadas. Alrededor de 0.5 ha fueron excavadas por Luis Lumbreras y Pozzi-Escot. Otras 1.25 ha. que contienen muros, habitaciones ii y plazas han sido excavadas dentro del marco del Proyecto arqueológico Conchopata (incluyendo los trabajos de Ochatoma y Cabrera). Si bien ésta es apenas una pequeña parte de la metrópoli original, probablemente sea la excavación en área más grande que se haya hecho en una ciudad prehistórica de la sierra de los Andes. Dado que el sector ahora preservado fue escogido por Tello para sus excavaciones en 1942 y que su elección se basó en la distribución de los restos en superficie, es probable que esta área haya sido el centro cívico de la ciudad antigua, lugar en donde los artefactos más atractivos y los restos arquitectónicos más impresionantes continúan preservados. Respalda a esta inferencia el hecho de que la ubicación del área en donde nuestras excavaciones se centraron puede ser distinguida en las fotografías aéreas antiguas debido a que los escombros de la arquitectura son más densos aquí que en cualquier otra parte del asentamiento (Isbell 1987). Desafortunadamente, en los años setenta se construyó una carretera que atravesó el área arqueológica conservada, lo cual hizo que fuera difícil apreciar la congruencia espacial de la arquitectura incluso de las 2.5 ha restantes. Luego, en los años noventa, los urbanizadores comenzaron a invadir la zona protegida como patrimonio cultural. Por ejemplo, una casa moderna fue construida en el patio de lo que hemos identificado tentativamente como la sala de banquetes de un ―palacio tardío‖, tal vez obliterando también un complejo de ingreso construido sobre los restos de hornos alfareros más antiguos. Construcciones similares continúan erosionando lo que queda de la zona arqueológica de Conchopata. Otro tipo de problemas impide una comprensión fácil de los restos de Conchopata: el alto grado de alteración de muchos contextos producida aparentemente en distintos momentos del pasado. Esto se ve agravado por la asombrosa densidad de restos cerámicos en el yacimiento. En mi experiencia, Conchopata es el sitio arqueológico con más alta concentración de fragmentería cerámica que yo haya excavado jamás. Nuestras colecciones superan las 15 toneladas de tiestos, incluyendo un número sorprendente de vasijas de gran tamaño hermosamente pintadas. Además, la complejidad del registro arqueológico de Conchopata incrementa debido a las intrincadas prácticas antiguas que involucraron la deposición de vasijas de cerámica. Los contextos excavados varían desde ofrendas ceremoniales de vasijas vistosas quebradas deliberadamente y enterradas en pozos, a contextos que contienen vasijas quebradas in situ dentro de una habitación, ( a veces asociada con entierros humanos), pasando por rellenos arquitectónicos que contienen vasijas rotas, enterramientos de estructuras bajo capas de basura que contienen abundante cerámica y que probablemente proviene de otros lugares del yacimiento, pilas de desechos de producción alfarera, hasta simples áreas de actividad en donde las vasijas aún yacen sobre el piso de las habitaciones. De este modo, resulta sumamente difícil establecer los procesos de formación del yacimiento cuando semejante cantidad de cerámica y de otros artefactos ha sido alterada, con frecuencia en distintos momentos en el pasado. A lo largo de los cuatro siglos de la ocupación principal de Conchopata, hubo construcciones y reedificaciones. La ocupación parece haber sido fuerte a lo largo de este período, lo que produjo una estratigrafía compleja que se vuelve una pesadilla al ser posteriormente alterada por actividades precolombinas, virreinales y modernas que van desde el saqueo, la construcción, el robo de piedras, la colocación de tuberías y alcantarillado, a la construcción de carreteras y la nivelación con maquinaria pesada. Las interpretaciones continuarán siendo provisionales hasta que no se hayan completado los análisis, los que incluyen el examen de huellas de uso, el remontaje de vasijas cuyos tiestos proceden de distintos lugares de la excavación y el análisis estratigráfico para distinguir los procesos naturales y culturales que intervinieron en la formación del sitio. A pesar de estas advertencias, sospecho que hemos estado excavando el núcleo arquitectónico, administrativo y artesanal de Conchopata, aun cuando esta área preservada no se halla en el centro espacial del viejo asentamiento sino más o menos en el extremo sudoeste del presunto yacimiento original. Un paisaje urbano tan poco común parecería ser algo contradictorio, excepto por el hecho de que el sudeste habría sido la dirección desde la cual el agua habría entrado a Conchopata de haber existido un canal que trajera las aguas desde arriba del cañón que flanquea a la ciudad por su lado oeste. Hoy no se conoce ningún resto de semejante canal, pero la zona en cuestión se encuentra urbanizada a tal grado que de haber existido un canal de tales características, es muy poco probable que hubiera sobrevivido la expansión urbana. Resulta, por cierto, sumamente difícil imaginar que una comunidad tan grande del Horizonte Medio como Conchopata no haya tenido una fuente permanente de agua. Conchopata no cuenta con ningún montículo piramidal, pero consta en cambio de un laberinto de habitaciones y corredores que más o menos forman complejos de recintos. Algunos conjuntos parecen haber estado separados unos de otros por espacios irregulares semejantes a plazas y parece haber habido algunas calles angostas, pero a menudo resulta difícil definir los linderos de los complejos de recintos salvo por ligeras variaciones en la orientación arquitectónica. Las habitaciones fueron construidas en episodios acumulativos, alterando en ocasiones grupos arquitectónicos más antiguos. Dentro del espacio urbano hay dos ejemplos de grupos de patios planificados, característicos del Horizonte Arquitectónico Celular Ortogonal Wari iii de Isbell (1991). Ambos tienen orientaciones distintas, lo que sugiere períodos de construcción diferentes, inferencia ésta que se halla respaldada por sus estilos de cerámica y fechas radiocarbónicas. Otras construcciones se aglomeran en medio y alrededor de estos grupos de recintos prominentes, incluyendo patios de área considerable y habitaciones más pequeñas y alargadas que probablemente estaban techadas. La mayoría de las formas de construcción son ortogonales, pero algunas son circulares o en forma de ―D‖. En base a las actuales evidencias, las edificaciones circulares y en forma de ―D‖ probablemente eran templos o espacios ceremoniales, en tanto que los espacios ortogonales eran palacios, residencias y lugares de trabajo. Allí donde los muros y pisos se hallan bien conservados vemos señales de enlucido de barro, usualmente mezclado con yeso blanco, pero en ocasiones con arcilla roja. En su estado original, muchos de los edificios lucían uno o tal vez ambos colores contrastantes. Aunque Conchopata se encuentra severamente dañado por muchas actividades modernas, es muy probable que en algún momento de su existencia, la mayor parte del asentamiento que se ha conservado haya estado ocupado por un gran complejo rectangular. La esquina de una pared noroeste y una esquina sudeste podrían representar un temprano muro perimétrico que rodeaba un poco más de 1.25 ha. (135 m E-O por 95 m N-S). Pero la organización espacial impuesta por este conjunto fue rebasada por los añadidos arquitectónicos y los cambios de función dentro del paisaje urbano. En muchos casos las paredes viejas parecen haber sido retiradas antes de la reconstrucción y los escombros empleados en rellenos intencionales, lo que significa que en Conchopata sólo se puede detectar una cantidad modesta de superposición arquitectónica. Esto hace que resulte difícil desarrollar una cronología de los edificios y correlacionar las formas arquitectónicas con las actividades que ocurrieron en éstas. Sin embargo, me parece que el área revela la compleja historia de una comunidad palaciega, un conjunto de comunidades palaciegas, o tal vez un único palacio primario que con el paso del tiempo se convirtió en varios palacios secundarios. Sea como fuere, reconocemos seis fases temporales en el yacimiento: Fase Huamani (200 a.C.–300 d.C.) Fase Mendosa (300-550 d.C.) Fase Silva (550-700 d.C.) Fase Huisa (700-850 d.C.) Fase Alarcón (850-1000 d.C.) Fase Vallejo (1000-1250 d.C.) Desarrollo de la ciudad de Conchopata Conchopata es uno de los varios centros urbanos tempranos que existieron a lo largo de la prehistoria de Ayacucho. A finales del Período Intermedio Temprano (200 a.C.- 550 d.C.) aparecieron varias concentraciones de grandes asentamientos. Uno de ellos era un enclave de comunidades que probablemente compartían canales de irrigación y fuentes de agua en la zona de la aun no formada ciudad de Huari (Fig. 1). El segundo enclave incluía varios asentamientos grandes cerca de la actual ciudad de Ayacucho, o Huamanga, entre ellos Conchopata (Fig. 1). Deben haber existido enclaves adicionales en otras partes del valle, en especial en los fértiles sectores de La Compañía y Huanta (Fig. 1) pero en estas otras áreas se han efectuado pocos estudios arqueológicos. Por lo menos hacia 500 d.C., los dos enclaves más conocidos estaban experimentando cambios demográficos a medida que un único y nuevo tipo de asentamiento central crecía de modo desproporcionado, en tanto que el tamaño de los otros se reducía. En un enclave fue Huari el que se expandió, en tanto que en el otro lo hizo Conchopata. Hacia 600 d.C. Huari y Conchopata se habían transformado en nuevos tipos de asentamientos, ciudades situadas sobre las cumbres planas de montañas. Sabemos muy poco de la historia espacial y demográfica de Huari o Conchopata durante el primer siglo del Horizonte Medio (550-1000 d.C.) como para establecer comparaciones de tamaño, pero es claro que Huari era enorme durante la Época 2 (700-850 d.C.), acercándose su núcleo arquitectónico a las 250 ha. Los cálculos de la población de la ciudad varían entre 10,000 a 20,000 en el extremo inferior, a estimados altos de 35,000 a 70,000 habitantes (Isbell, Brewster-Wray y Spickard 1991: 51). Para este momento, Conchopata ciertamente era una ciudad subsidiaria de Huari —la segunda del valle— y lo seguiría siendo hasta el final del Horizonte Medio. Pero aún está por establecerse si es que alrededor del primer medio siglo d.C. Conchopata era la segunda ciudad dentro del territorio nuclear Huari, o si más bien era un rival que competía por la posición dominante . Lo que sí está claro es que durante los primeros cien años del Horizonte Medio, Conchopata produjo un arte alfarero sin comparación, empleando temas religiosos pintados sobre cerámica de tamaño normal y enorme, que compartía con Tiwanaku, iv muy lejos al sur. Parece probable que semejante arte espectacular haya formado parte de una estrategia exitosa seguida por Conchopata para dominar su enclave de asentamiento y tal vez incluso haya sido un medio de competencia temprana con la emergente ciudad de Huari. Es probable que la cerámica gigante y vistosa, que ciertamente se usó en ceremonias y en eventos de hospitalidad, haya sido usada originalmente como objeto de ostentación, pero en fases sucesivas del Horizonte Medio ésta fue disminuyendo en tamaño, magnificencia y popularidad. En Conchopata, la Fase Huamaní nos brinda las primeras evidencias de actividad humana. El fechado de C 14 de 2190±40 a.p. (240±40 BC), v proviene de una pequeña excavación con poco material cultural debajo de una plaza cerca del centro preservado de la ciudad. No contamos con ninguna evidencia material que nos diga qué estaba sucediendo en el yacimiento en este momento temprano, pero parece probable que existieran caseríos practicando agricultura de secano en la meseta montañosa. Tal vez existieron también parcelas irrigadas más pequeñas a orillas del pequeño río en el cañón que linda con Conchopata al oeste. Durante la subsiguiente Fase Mendosa hubo un pequeño cementerio con cerámica de estilo Huarpa en la parte noroeste de nuestra área de excavación. Los entierros eran simples y en ocasiones incluyen una o más vasijas de cerámica —en particular copas altas de una sola asa en el estilo Cruz Pata— así como rastros de telas tejidas. Pero ningún objeto de metal o posesiones de valor significativo acompañan a estos entierros. Nuestro registro arqueológico no sugiere más que caseríos de agricultores ocupados por grupos de parentesco igualitarios, pero en la década de 1950 un entierro deficientemente reportado quedó expuesto a unos 400 m al sudeste de nuestra área de estudio, durante la construcción del aeropuerto de Ayacucho. El entierro contenía dos copas, una notablemente fina pero la otra similar a los ejemplos provenientes de nuestras tumbas (Lumbreras 1969: 223, 1974: 112, 1981: 195), y la fosa funeraria tenía forma de bota, que era más grande e impresionante que los modestos entierros de nuestro cementerio. Esto implica una diferenciación social significativa, asociada tal vez con la construcción de un canal de irrigación que llevaba agua hasta la cresta de Conchopata. El agua aparentemente era un prerrequisito para el desarrollo continuo del asentamiento. Aunque Conchopata no revela mucha complejidad social durante la Fase Mendosa, un asentamiento vecino más grande llamado Ñawinpukyu, a unos 5 km al sur, estaba cubierto de edificios (Fig. 1). Al final de la Fase Mendosa, Ñawinpukyu parece haber sido un asentamiento amurallado de cumbre de cerro, con edificios circulares así como rectangulares (Leoni 2001b; 2002, 2005; Lumbreras 1974). Acuchimay es otro asentamiento vecino que se ubica en la cumbre de un cerro y que fue ocupado durante el final de la Fase Mendosa y el inicio de la Fase Silva (Fig. 1). Sin embargo, éste ha sido dañado de modo más severo por la expansión de la moderna ciudad de Ayacucho que Conchopata o Ñawinpukyu, y en la actualidad ya no es posible observar resto arquitectónico alguno en su superficie. Sin embargo, la comunidad amurallada de cumbre parece haber sido el ideal conceptual de asentamiento central en los enclaves de Ayacucho durante la Fase Mendosa. He examinado un par de vasijas de cerámica sin procedencia que representan modelos de aldeas (Fig. 3a, b) y que deben haber sido fabricadas alrededor del momento de la transición de la época Mendosa a la época Silva. vi Es probable que representen la idea local de la comunidad dominante regionalmente, al menos al fin de la Fase Mendosa. Cada vasija representa un cerro de baja altura con dos murallas concéntricas alrededor de la cumbre. La muralla externa es circular y tiene un acceso que la atraviesa. El recinto interno consta de cuatro edificios conectados por paredes pequeñas definiendo una plaza central de forma aproximadamente rectangular, hacia la cual miran todos los cuatro edificios. Una entrada a esta plaza central atraviesa la pared interna en el lado alejado del pasaje que corta la muralla exterior, lo que implica consideraciones defensivas. Varias figuras pequeñas severamente dañadas — probablemente personas— ocupan el área exterior del recinto, así como la plaza central. Los cuatro edificios de esta plaza que miran hacia adentro forman dos parejas, una de edificios redondos y la otra de rectangulares. Cada uno mira a su contraparte formal al otro lado de la plaza abierta, donde unas cuantas personas parecen haberse congregado. Infortunadamente, ninguna de las vasijas está lo suficientemente completa como para reconstruir más detalles, aunque he visto un tercer ejemplo de este tipo de modelo, estilísticamente algo más temprano, que está completo. Es de esperar que se publique pronto. En base a la información proveniente de Ñawinpukyu (Leoni 2001b, 2002, 2005), Conchopata (Isbell 2001b) y Huari (Isbell 1997, 2001a), pienso que podemos identificar las representaciones de edificios de forma circular de la transición Mendosa/Silva como edificaciones de función ceremonial, probablemente templos. Las estructuras rectangulares parecen haber sido más seculares y al menos en parte de función residencial. Aparentemente, la plaza al centro de los dos ejes arquitectónicos del modelo fue el área principal de actividad, así como el bastión final de la comunidad y su jefe en tiempos de guerra. Durante la subsiguiente Fase Silva, Conchopata parece mostrar al menos algunos de los ideales formales representados en los modelos cerámicos de aldeas de la Fase Mendosa, pero no todos. A modo de contraste, Conchopata se alza sobre el terreno plano junto a un cañón empinado. Hay sugerencias de que gran parte del sector conservado podría haber sido un barrio amurallado tempranamente en la historia de la ocupación del yacimiento, pero de ser así, este muro perimétrico habría sido dejado de lado a medida que la construcción procedía de modo algo aleatorio en todas las direcciones. Fue en la época Silva que Conchopata, situado en su baja cresta, alcanzó el lugar central en el enclave de asentamientos de Ayacucho superando así a los pueblos de cumbre de montaña de Ñawinpukyu o Acuchimay. El asentamiento que aparentemente alcanzó el dominio en el enclave Huari se hallaba situado de modo similar, sobre una cresta plana de altura media, junto a un valle profundo que contenía tierras fácilmente irrigadas en el piso del valle. La postura defensiva en la cumbre del cerro alto del anterior asentamiento central, al parecer, estaba siendo remplazada al iniciarse la Fase Silva. ¿Acaso se debió esto a una creciente dependencia de la irrigación, a una agresión militar preventiva antes que a la defensa, o se debió simplemente a las necesidades espaciales de asentamientos más grandes que estaban siendo ocupados de modo más denso? Como ya se indicó, parecen haber persistido algunas ideas formales del asentamiento central del tipo ―cumbre de cerro.‖ En Conchopata, se colocó una plaza sobre el cementerio de la Fase Mendosa que constaba de gruesas capas de arena que debe haber sido llevada allí desde algún otro lugar. La arena tiene un color amarillento a la luz normal del sol, pero al atardecer adquiere un tono marcadamente rosado mientras el sol se pone, razón por la cual hemos llamado ―Plaza Rosada‖ a la nueva plaza de la Fase Silva. La avenida moderna que biseca lo que se ha conservado de Conchopata infortunadamente corta la Plaza Rosada. Esta, además, ha sufrido otros daños, de modo tal que su forma y dimensión originales nos son desconocidas. Asimismo, parecería haber sido modificada significativamente con el paso del tiempo y abandonada antes del final de la ocupación de Conchopata. En la época Silva, dos complejos de edificios rectangulares se miraban a lo largo del eje este-oeste de la plaza, en tanto que en el eje norte-sur había un edificio circular o en forma de ―D‖, y tal vez dos edificios circulares opuestos (Fig. 4). En la basura de la Plaza Rosada se encontraron artefactos que indican la fabricación de cerámica. Parte de la vasta concentración de cerámica quebrada a unos cuantos metros al norte de la Plaza podría ser desecho de producción alfarera. Y la fabricación de cerámica está documentada en la esquina noreste del Complejo de Edificios B (CE-B) examinado líneas más abajo. vii Otras herramientas para la producción de cerámica provienen de la parte oriental de este conjunto, aunque es posible que pertenezcan a una reutilización posterior del espacio. De modo que, la manufactura de cerámica ya era una actividad importante en Conchopata en la época Silva, y los alfareros estaban trabajando en espacios que eran públicos y visibles, en los cuales las ceremonias y banquetes aparentemente tenían lugar en momentos programados. La mayoría de los complejos de edificios situados al oeste de la Plaza Rosada (y de la carretera moderna) fueron excavados hace años por otros arqueólogos. Los informes están incompletos y no hay fechas de C 14 , de modo que resulta difícil interpretar dichos restos en términos de la cronología empleada por el Proyecto Arqueológico Conchopata. Sin embargo, el Complejo de Edificios A (CE-A) parece haber estado orientado hacia la Plaza Rosada. La habitación 210 se abría al este hacia un espacio tan grande que probablemente no podría haber estado techado. Aunque la carretera destruyó su extremo oriental, parece haber tenido acceso al espacio público. La habitación 224, asimismo, tuvo originalmente una amplia portada que abría por el este hacia el espacio público que posteriormente fue cerrada, al igual que varias otras portadas del complejo. La pared delgada que constituye el extremo meridional de la habitación 230 también es una modificación posterior, de modo que la entrada original de la habitación 204 debe haber sido distinta. En realidad otras paredes de esta habitación también son dobles, lo que implica que hubo varias reconstrucciones. El Complejo de Edificios A1 está unido a la parte posterior de CE-A pero su orientación es algo distinta y una pequeña terraza separa su arquitectura. En suma, CE-A parece ser un viejo conjunto orientado hacia la Plaza Rosada que experimentó una remodelación significativa en épocas posteriores. Infiero que se construyó en la época Silva. La habitación 203 de CE-A muestra que en la Fase Silva, Conchopata y este grupo particular de edificios eran algo más que el hogar de unos simples ceramistas. Aunque ha sido exhaustivamente saqueada, y es tal vez por dicha razón que jamás se la ha publicado, esta habitación contiene un complejo impresionante de tumbas (Fig. 5) que originalmente estuvieron situadas por debajo del piso, y que estuvieron eventualmente asociadas con una casa de ofrendas mortuorias (habitación 203A). Este complejo de tumbas obviamente representa una serie de adiciones, pero figura de modo prominente en la jerarquía de tipos de tumbas Huari / Conchopata (Isbell 2004). Este complejo de entierros fue un grupo de tumbas para la élite suprema, probablemente para un rey o gobernador menor y sus parientes cercanos. Infiero que CE-A fue la residencia, y posteriormente el monumento mortuorio, del gobernante o gobernantes de Conchopata en la Fase Silva. En el lado este de la Plaza Rosada se alza el Complejo de Edificios B (CE-B). Se trata de un conjunto grande con un patio completamente abierto rodeado por largos cuartos angostos. Su forma — denominada ―grupo de patio‖— fue examinada antes como un ejemplo del Horizonte Arquitectónico Celular Ortogonal Wari debido a la amplia difusión de los grandes cercados conteniendo conjuntos asociados a patios similares construidos lado a lado en un único episodio de construcción ortogonal cuidadosamente planificada (Isbell 1991). Sin embargo, CE-B es una versión ―primitiva‖ en la medida que parece haber sido construido en diversas etapas de construcción y parece tratarse más bien de un conjunto más o menos independiente antes que de un módulo tipo apartamento de aquellos que suelen aparecer dentro de un gran cerco rectangular. Cuando excavamos en el patio central hallamos una urna gigantesca fijada en el piso junto a la portada que abría hacia el oeste (Fig. 6). Otros ejemplos de elaborada vajilla de servicio respalda la inferencia que esta urna, al igual que otras más, era usada para servir bebidas a las personas que ingresaban al patio del grupo de patio. En consecuencia, se entiende mejor a CE-B como una sala de banquetes. Tal como se observa en los modelos de aldea de la Fase Mendosa, los conjuntos ortogonales CE-A y CE-B parecen haber sido componentes de un único complejo palaciego, uno residencial y el otro una sala de banquetes, que se miraban el uno al otro a través del espacio público de la gran plaza. Como ya se indicó, se hallaron herramientas para fabricar cerámica en la plaza CE-B, en sus habitaciones laterales angostas y en la Plaza Rosada a la cual mira. Ellas probablemente documentan la producción de alfarería en la sala de banquetes y en la plaza pública, cuando ésta no se hallaba en uso en rituales de comensalía. Al norte de la Plaza Rosada hay algunas paredes y habitaciones que probablemente datan de épocas posteriores y un pequeño edificio de la Fase Silva numerado CE-D, que es de forma circular o en ―D‖ (Fig. 4). Hay ciertas evidencias para sugerir que tal vez hubo una banca alrededor del interior de la pared de la habitación, pero los descubrimientos más saltantes de esta zona son las vastas concentraciones de fragmentos de cerámica, muchos de ellos de piezas elaboradamente decoradas de tamaño gigante. Al sur del edificio en forma de ―D‖ y enterrado debajo del piso de la Plaza Rosada, excavamos un gran pozo que contenía vistosos cántaros cara gollete de tamaño gigante así como algunas vasijas de tamaño normal, quebradas intencionalmente (Figs. 4 y 7). No parece caber mucha duda de que ésta fue una ofrenda de cerámica efectuada en alguna ocasión solemne. En 1977, se halló otra ofrenda colocada en la Plaza Rosada a menos de 10 metros hacia el sur que también constaba de enormes cántaros cara gollete (Figs. 4 y 8). Pero la mayoría de estas vasijas fueron decoradas con el ―dios de los báculos‖ Tiwanaku y los ―acompañantes‖ servidores de perfil. Al sur y al este del pequeño edificio en forma de ―D‖, se descubrieron varias otras ofrendas de cerámica, pero ellas parecen haber estado algo más disturbadas, y la concentración de cerámica era tan grande que algunos restos podrían ser la basura de la fabricación de alfarería. A treinta metros hacia el este (Fig. 4) se ubicaron hornos, tal vez más correctamente pozos de quema porque el combustible parece haber sido quemado en su interior (Leoni 2001a), cuyo fechado radiocarbónico de 1300±40 a.p. (650±40 d.C) los ubica dentro de la Fase Silva. Ninguno fue encontrado intacto, pero dos ejemplos parciales sugieren que fueron construcciones circulares u ovales de 5 a 10 m de diámetro hechas sobre el lecho de roca, con depresiones poco profundas en la superficie de tamaño apropiado para recibir vasijas de grandes dimensiones. Un fragmento circular de pared encontrado en las capas profundas de la habitación 61 de CE-D, unos 20 metros hacia el sudeste, podría ser los restos de otro horno, lo cual sugiere que en la Fase Silva estuvieron distribuidos sobre un área significativa, pero la mayoría de ellos quedaron eventualmente cubiertos con edificios de las Fases Huisa y Alarcón. Ningún horno de este tipo ha sido identificado en épocas posteriores. Las áreas de quema de cerámica excavadas por Pérez (1998, Pérez y Ochatoma 1998) no presentan evidencias de vasijas gigantescas. El área entre el pequeño edificio en ―D‖ en CE-D y los hornos al este fue disturbada y hoy contiene rellenos mayormente modernos, de modo que aquí se abrieron pocas trincheras de excavación. Sin embargo, las excavaciones efectuadas algo hacia el sur, en la Plaza Rosada, produjeron muchos más fragmentos de vasijas gigantes, lo cual sugiere que otras ofrendas de cerámica fueron enterradas allí antes de que la Plaza sufriera tanta destrucción. Otro edificio circular perteneciente a la Fase Silva es el CE- C, en el extremo sur del área conservada de Conchopata (Fig. 4). Este es el único edificio circular o en forma de ―D‖ para el cual encontramos una entrada, la que miraba al norte, hacia la Plaza Rosada. En esta zona no queda ninguna huella de la arena distintiva, pero el entorno fue modificado con la construcción posterior de un patio de enlucido blanco. No está claro si esta estructura circular miraba hacia la Plaza Rosada cuando se la construyó, pero ciertamente fue un templo. Una escalinata desciende dos escalones hasta su piso hundido donde una sección fue modificada con una pared tal vez para ser usada como almacén. Aquí se hallaron huesos articulados de las patas de venado. Éstos son los únicos restos de venados de Conchopata y probablemente estaban adheridos a pieles que eran usadas como atuendos ceremoniales. En el centro del piso había una pared circular que rodeaba a una colección de piedras erguidas que probablemente eran objetos de veneración. En la parte sudeste del templo, el piso estaba cubierto de cráneos humanos quemados así como de huesos de manos y pies. Muchos tienen huellas de corte, lo cual muestra que a estas partes humanas se les quitó la carne y se las desarticuló (Tung y Cook 2002; Tung 2003). En cambio, la parte occidental del piso del edificio tiene tres hileras de depresiones que son del tamaño correcto para las bases cónicas de los grandes cántaros que abundan en Conchopata. Algunos de los agujeros están bien conservados y revelan un revestimiento de arcilla pero otros se hallan en tan mal estado que es posible que los hayamos confundido con simples intrusiones. Esto significa que no podemos contar con precisión el número de soportes de ollas, pero es probable que en algún momento hubiese tres hileras de cinco soportes para las grandes ollas de preparación. Dado que los cántaros elaborados eran usados apropiadamente en la preparación de chicha, infiero que CE-C fue un templo en el cual se hacía este brebaje, entre otras actividades. Los grandes cántaros de Conchopata fluctúan entre una capacidad de 100 y unos 200 litros, de modo que quince cántaros repletos de chicha habrían dado una cantidad enorme. Durante la subsiguiente Fase Huisa de Conchopata, CE-B probablemente fue abandonado. La parte residencial del palacio CE-A tal vez permaneció en uso pero fue modificada internamente de modo significativo y probablemente se vio transformada con la adición de CE-A1. Es posible que sus funciones hayan pasado a enfatizar los rituales mortuorios de los jefes difuntos de las grandiosas tumbas de la habitación 203. Sea como fuere, en el lado este de la Plaza Rosada se levantaron nuevos complejos de sala de banquetes y palacio. Del primero se preserva sólo una esquina suroeste, designado como Espacio Arquitectónico 4 durante las excavaciones (Fig. 9, EA-4). Después de un tiempo, su piso fue cubierto con fragmentos de urnas grandes y la mayoría del edificio fue destruido para construir un nuevo complejo de edificios, CE-E (Fig. 9). Al igual que en la sala de banquetes CE-B, delante de una portada al lado norte del patio de CE-E había una urna grande que estaba atractivamente decorada (Fig. 10). En las excavaciones efectuadas cerca de la esquina sudeste del patio se hallaron otros fragmentos de grandes urnas, donde también se encontraron partes de un techo quemado. Aunque yacían sobre el piso de la plaza central del grupo de patio, infiero que los espacios realmente techados eran las habitaciones angostas y alargadas alrededor del patio, puesto que éste con seguridad era demasiado grande como para cubrirse sin el uso de postes verticales, los que no se han documentado. Una viga asociada con los restos de paja arrojó una fecha de 1170± 60 a.p. (780±60 d.C.) y probablemente fecha la construcción del edificio, el cual habría de permanecer en uso por aproximadamente otro siglo más. A diferencia de la sala de banquetes CE-B, el grupo de patio CE-E parece haber sido construido en un solo episodio y tiene extensas habitaciones residenciales adosadas a él, tanto en el lado norte como en el sur (Fig. 9). Algunos de estos edificios se superponen a los niveles antiguos de la esquina noreste del complejo BC-B y algunos cimientos de muros encontrados debajo de los pisos de varios cuartos probablemente pertenecen a construcciones de la Fase Silva que fueron demolidas para construir el nuevo complejo palaciego. Los edificios residenciales unidos a los lados norte y sur de la sala de banquetes CE-E probablemente eran casas de alto status para los funcionarios de palacio. Ahora el rey y su corte estaban situados al lado de la sala de banquetes, en vez de estar al frente. Allí donde la conservación es buena podemos definir complejos de habitaciones, usualmente centradas en torno a un espacio más grande que probablemente fue un pequeño patio abierto que servía como zona de trabajo para los miembros de cada una de las familias de los palacios. Varias de las habitaciones adyacentes a menudo tienen una sección del piso elevada, que probablemente era la zona de dormir. Las habitaciones pequeñas con concentraciones de ceniza probablemente son cocinas, aunque en los patios abiertos también había fogones. Estas probables residencias palaciegas incluían numerosos entierros debajo de los pisos. Tres de los cuartos contienen tumbas impresionantes que están más o menos a la par con los complejos funerarios de la Fase Silva de la habitación 203 en CE-A (Fig. 4, 5). Tal vez esto signifique que tres soberanos ocuparon el complejo de palacio que tiene su centro alrededor de la sala de banquetes CE-E. La habitación 138 y su espacio adyacente 110 han sido tan saqueados que únicamente fue posible distinguir la forma de unas cuantas de las tumbas grandes, pero los profanadores no vieron un pequeño fragmento de oro que da fe de la riqueza original depositada en las tumbas. La habitación 150 contiene una de las tumbas de élite menos dañadas y si bien es de tamaño algo más modesto, aún contenía nueve pequeños lentejuelas de oro así como otros bienes suntuarios. Las habitaciones 38, 44B y 31 probablemente constituyen el complejo mortuorio más grande asociado con el palacio tardío de la Fase Huisa. Las tumbas de la habitación 38 estaban bastante bien conservadas, pero las de la sala 44B estaban completamente destruidas. En la habitación 31 se encontró una tumba menos elaborada que dio un fechado de C 14 de 1120±60 a.p. (830±60 d.C.), ubicándola al final de la Fase Huisa. Un fechado C 14 de 1040 ±60 a.p. (910±60 d.C.) para la tumba central de la sala 38 sugiere que la residencia, y tal vez la reutilización de estas tumbas o la restauración de sus ofrendas, persistió en la subsiguiente Fase Alarcón. En tiempos Huisa, una nueva plaza fue construida en Conchopata pero tenía un revestimiento blanco duro y brillante. Al igual que en el caso de la Plaza Rosada anterior, resulta imposible rastrear con precisión su forma y extensión debido a las construcciones y alteraciones posteriores, pero ella se extendía al sur de los edificios residenciales y llegaba hasta la vieja estructura circular CE-C, aunque un cambio de nivel parece haber tenido lugar. No pasó mucho tiempo antes de que esta última estructura fuera quemada y abandonada, construyéndose un nuevo edificio en forma de ―D‖ en las cercanías, el Complejo de Edificios F, que tenía un lado recto que miraba hacia el oeste (Fig. 9). Su piso contenía dos grandes fogones que arrojaron fechados de radiocarbono de 1210±60 y 1180±60 a.p. (740±60 y 770±60 d.C). Significativamente, la madera en estos pozos pareciera ser carbón de leña que no llegó a ser empleado. Este templo fue pronto rellenado de basura conteniendo una cantidad asombrosa de cerámica y fue cubierto con edificaciones posteriores. Otro templo en forma de ―D‖, el Complejo de Edificios G (Fig. 9), fue construido a menos de 10 m al norte cavando sus cimientos a través del enlucido de la Plaza Blanca. Pero incluso CE- F tuvo una corta vida pues Ochatoma y Cabrera (2001a, 2001b, 2001c, 2002, Ochatoma 2007) lo encontraron repleto de cerámica votiva, gran parte de ella de tamaño gigante. También encontraron depresiones para cántaros gigantescos con las bases cónicas de las vasijas in situ cerca del lado oeste del edificio. Asimismo, encontraron cráneos trofeo, al igual que un pequeño muro de planta circular con una piedra alargada en su interior. Estos elementos son también característicos de CE-C, el templo circular más antiguo. Unidos a, y alrededor de, CE-F se levantaron edificios rectangulares, muchos de ellos encima del pavimento de la Plaza Blanca, lo que muestra que dicho espacio público también cambió de función con el paso del tiempo. Muchos de estos edificios contienen ocupaciones de la Fase Alarcón. Es posible que otro edificio en forma de ―D‖ también haya pertenecido a la Fase Huisa: la habitación 211 en el lado oeste de la carretera moderna. Parece haber sido construida sobre estratos asociados con la Plaza Rosada, y el pavimento de la Plaza Blanca tal vez llegaba hasta su borde oriental, aunque las asociaciones estratigráficas fueron dañadas con la construcción de la pista. Si este templo en forma de ―D‖ es contemporáneo con CE-E, CE-F y CE-G, que datan de la Fase Huisa, parecería entonces haber estado orientado hacia un complejo de plaza distinto y no con la misma Plaza Blanca que se asocia con el palacio CE-E y los templos CE-F y CE-G. Por cierto que ninguna portada ha sido identificada en ninguna de las estructuras en forma de ―D‖ de Conchopata, pero las de Huari, así como las de Honcopampa, tienen entradas que se ubican la centro del lado recto. La cerámica ceremonial gigantesca seguía siendo común en la Fase Huisa y las herramientas alfareras se encuentran en muchas habitaciones y patios. Sin embargo, el énfasis en la alfarería podría haber ido cambiando. Aunque todavía se encuentran muchas herramientas de pulido y raspado, hay también numerosos moldes para la producción de caras modeladas de humanos y animales, así como de figurillas. La mayoría de ellos parecen ser más apropiados para la fabricación de cerámica de tamaño normal. Las habitaciones 85 y 125 contenían moldes y otras herramientas, en tanto que la 33 tenía las bases de grandes cántaros colocados en un piso de arcilla con yeso blanco que tal vez formó parte originalmente de la Plaza Blanca. Estos podrían ser para fabricar cerámica o preparar chicha. O tal vez en esta zona se llevaban a cabo ambas especialidades. En todo caso se trata del único complejo de espacios en el cual las habitaciones adyacentes contienen concentraciones de herramientas que podrían indicar un taller de cerámica. Hay, sin embargo, restos domésticos en medio de su basura y los patrones de tráfico, tal como los indican las portadas, no son consistentes con un área de trabajo unificada de ningún tipo. Pérez (1998) denominó taller/residencia a un grupo arquitectónico al noroeste de nuestra área de excavación, donde encontró evidencias de la manufactura de cerámica, así como restos de ocupación doméstica. La ausencia de cerámica gigante podría confirmar una fecha tardía, en la Fase Huisa o quizás en la fase última, Alarcón. Uno de los complejos arquitectónicos menos disturbados de Conchopata probablemente fue ocupado y abandonado en la época Huisa, y nos da un ejemplo de la residencia de un grupo doméstico de esta fase. Por cierto, ésta muestra evidencias de diversas modificaciones arquitectónicas, de modo que es del todo posible que haya sido construida y ocupada en la época Silva e incluso se halló algo de cerámica temprana, en especial en la habitación 206. Sin embargo, el grueso de la basura parece pertenecer a la siguiente fase, Fase Huisa, y es por esto que me parece que es a esta fase a la que esta descripción más se aplica. En el Complejo de Edificios H excavamos las habitaciones 204, 205, 206 y 208 (Fig. 9). A las tres primeras se entra en serie, una después de la otra, de modo que casi con toda seguridad son la residencia de un único grupo social al final de su historia. Las habitaciones 204 a la 206 son lo suficientemente chicas para soportar un techo, pero la 208 es más grande y probablemente fue un patio abierto, usado tal vez como un área de trabajo bien iluminada por parte de los residentes de las tres habitaciones adyacentes. Sin embargo, jamás se identificó una puerta hacia 208, de modo que no está claro desde dónde se accedía a este espacio ni quiénes lo hicieron. La habitación 208 es un patio con basura doméstica de todo tipo, desde batanes hasta restos de fauna. Tiene concentraciones de ceniza que indican un fogón, aunque no se identificó ningún hoyo bien definido. Las herramientas de producción de cerámica están presentes en pequeñas cantidades. En la esquina sudoeste del espacio hay una tumba con una pequeña casa de ofrendas mortuorias encima de ella. Los entierros habían sido saqueados pero se recuperaron varios individuos, entre ellos un varón adulto asociado originalmente con algo de cerámica y bienes suntuarios. Las habitaciones 204 a la 206 tal vez conformaron una unidad, pero no parecen haber sido abandonadas simultáneamente. La última contenía cerámica vieja (tal vez reliquias), capas de ceniza y varias restauraciones del piso, pero poco más. De otro lado, la 205 tenía un fogón con basura doméstica, entierros y una inmensa cantidad de cerámica que fue deliberadamente quebrada en la habitación. Hasta que no se completen los análisis no podremos determinar exactamente qué vasijas fueron quebradas al clausurarse el cuarto o cuáles, si alguna, reflejan las actividades llevadas a cabo allí, pero inmediatamente debajo de rellenos tardíos que representan colapsos posteriores al abandono hallamos varias vasijas grandes de los tamaños apropiados para las tres etapas de la preparación de chicha: el remojado del maíz para que los granos broten, la cocción y el preparado de la mezcla, y el transporte de la cerveza terminada al lugar de consumo. También había copas pequeñas y otras posibles vasijas de servicio entre los abundantes desechos de alfarería que llenan la habitación 205. Es más, por debajo del piso en los bordes de las paredes había varias ofrendas de partes de camélidos que a veces incluían finos artefactos de obsidiana y/o herramientas de hueso. Significativamente, varios de los grandes cántaros de preparación quebrados encima del piso de la habitación 205 eran tan grandes que no podrían haber pasado por la puerta de ninguna de las habitaciones de este complejo. Aun así, varios estaban casi completos y se hallaban quebrados de tal modo que sugieren haber sido rotos en el piso del cuarto 205 y no afuera para luego depositar sus fragmentos dentro. Lo más probable es que el techo haya sido retirado, que una pared haya sido desmontada o que la puerta fuera agrandada, aunque hoy no queda un solo indicio de ninguna de estas soluciones. Pero sea cual fuere la técnica empleada, se invirtió bastante esfuerzo en insertar las ofrendas de cerámica y de camélidos en la habitación. Cuando la tarea quedó terminada había tanta cerámica rota en el piso, que es improbable que las personas aún hayan podido ingresar al espacio. La habitación 205 también contiene entierros. En la esquina noroeste había tres infantes, probablemente todos en tumbas separadas, pero el colapso de estas tumbas, o tal vez el saqueo desde la habitación 208 por debajo de la pared, hizo que estos entierros colapsaran algo, confundiendo así la estratigrafía. Una tumba definitivamente separada contenía los restos de una mujer de mediana edad, con un tazón de estilo Huamanga sobre su cabeza y acompañada por una botella simple o cántaro cara gollete. Un agujero había sido perforado a través de la pared entre las habitaciones 205 y 204, desde la parte de arriba de esta tumba. La comunicación con la difunta o el depósito de ofrendas aparentemente se llevó a cabo desde la habitación 204 durante algún tiempo después que la habitación 205 quedara clausurada por la abundante fragmentería cerámica. Sin embargo, el cuarto 204 eventualmente también quedó lleno de basura cerámica, pero los tiestos en su mayoría más pequeños muestran que estas vasijas no fueron quebradas in situ, sino que sus fragmentos fueron traídos desde algún tipo de basural. Esta habitación también quedó clausurada probablemente al final de la Fase Huisa o durante la fase Alarcón, evento marcado por la ofrenda de un mortero sorprendentemente fino de lapislázuli. En ella no se colocó ningún entierro u ofrenda de camélido, pero la comunicación a través de la pared de la habitación 204 con la tumba en la 205 debe haber cesado cuando la primera quedó repleta de basura cerámica. ¿Quién fue la mujer en esta tumba tan inusual? Su entierro no era particularmente elaborado, pero alguien se tomó un trabajo considerable para honrar su memoria por largo tiempo. Es probable que durante la Fase Alarcón la ocupación de Conchopata haya sido más pequeña que en épocas más tempranas. No hay ninguna evidencia segura de que las salas de banquete u otros de los componentes principales de los palacios hayan seguido siendo usados. Y los templos circulares y en forma de ―D‖ también parecen haber sido abandonados. Las unidades residenciales aparentemente fueron habitaciones individuales antes que complejos de espacios interconectados, aunque estos cuartos estuvieron caracterizados por una amplia gama de actividades. Sin embargo, es algo difícil detectar ocupaciones Alarcón porque su característica más diagnóstica es la ausencia de los estilos finos decorados y la iconografía ceremonial que se fabricaba durante las fases anteriores de la ocupación. Algunas áreas de la ciudad ciertamente fueron ocupadas y los residentes parecen haber seguido utilizando las finas tumbas de sus antiguos gobernantes. No queda claro si esto representa la continuidad de las costumbres mortuorias, lo que tal vez involucraba la colocación de individuos recién fallecidos en tumbas viejas, o si los residentes de la Fase Alarcón en Conchopata estaban saqueando las tumbas de estos ancestros. Por cierto que incluso en el caso que hayan estado retirando a los difuntos y sus ofrendas de las tumbas de las Fases Silva y Huisa, ello podría haber sido a fin de llevar los cuerpos y sus riquezas a nuevos sepulcros situados tal vez en la ciudad más grande de Huari. Hay mucho que aún no entendemos sobre la vida y la muerte en la ciudad de Conchopata. Los productores de los modelos cerámicos de comunidad ya no imaginaban los asentamientos centrales del mismo modo que lo habían hecho durante el final de la Fase Mendosa o la parte temprana de la Fase Silva. Un modelo arquitectónico proveniente de la tumba primaria en la habitación 38 (Fig. 11), con piezas adicionales procedentes de la 44 y otros contextos que rodeaban a la cripta saqueada, proporcionaron los fragmentos de un modelo de asentamiento tardío que es muy distinto de los modelos más tempranos que no tienen procedencia, examinados anteriormente. Se hallaron también las piezas de al menos un ejemplo más que muestra que originalmente existió al menos un par o más de dichos modelos. El que está mejor conservado y casi completo, el del cuarto 38, podría datar de la Fase Huisa, cuando se construyó el complejo palaciego tardío junto con sus tumbas. Sin embargo, la cámara funeraria principal dio una fecha de C 14 de 1040±60 a.p. (910±60 d.C.). Aunque esta fecha probablemente indica una reutilización posterior de la tumba, es prudente tomar una posición conservadora y colocar al modelo en la época Alarcón Tardío. El modelo representa un recinto rectangular dividido por la mitad, dando así lugar a dos conjuntos más pequeños casi cuadrados. Uno de estos conjuntos representa un patio amurallado con una única entrada. El muro perimétrico tiene techo de dos aguas en la cima, razón por la cual concluyo que se buscaba mostrar una habitación larga y angosta y no simplemente una pared. Así, esta parte del modelo parece representar un edificio semejante a las grandes salas de banquetes — CE-B y CE-E— que conformaban parte de los dos complejos palaciegos de Conchopata. La segunda mitad del modelo consta de un complejo rectangular de habitaciones interconectadas, algunas de las cuales están pintadas de rojo y otras de blanco. Ellas parecen estar congregadas alrededor de un área abierta ligeramente más grande. Esta traza es también muy parecida a los complejos de habitaciones unidas a los lados norte y sur de la sala de banquetes de la Fase Huisa, a los que llamé un complejo palaciego tardío. En la época Huisa, esta área residencial de élite parece haber estado unida a la sala de banquetes en lugar de estar frente a ella al otro lado de la plaza, definiendo así el palacio como un único complejo arquitectónico antes que como dos conjuntos que se miraban mutuamente desde lados opuestos de la plaza. Esto tal vez revela el creciente poder que estaba en manos del gobernante, quien era ahora el señor indiscutido de la sala de banquetes así como de las habitaciones residenciales regias. Sea como fuere, hay también diferencias importantes entre el modelo y los restos arquitectónicos concretos de Conchopata. El primero muestra un edificio central, una casa rectangular alta con un techo de dos aguas situada en medio de los dos conjuntos cuadrados. A cada lado hay una hilera de ventanas, un curioso orificio en forma de ojo de cerradura y una puerta. Estas puertas abren a cada uno de los conjuntos cuadrados, de modo tal que el acceso entre las dos partes del complejo más grande era a través de esta casa. Un peldaño elevado o banca rodea la casa y al mismo lado que la plaza vacía hay un elemento que sugiere una alfombra o cubierta de piso en donde alguien podría sentarse. Varios filetes de arcilla estaban soldados contra la pared opuesta a la casa y su alfombra, pero se han desprendido. Tal vez representaban a los espectadores o participantes en algún evento social importante. En las salas de banquete o complejos de palacio de Conchopata no se ha identificado nada que se parezca a la casa central del modelo. Tal vez el alto edificio central participaba en un tipo de complejo palaciego que era más grandioso que los que hemos excavado en Conchopata. O tal vez los alfareros emplearon convenciones que no reconocemos, o bien la forma podría referirse a un estilo posterior a los edificios regios de Conchopata. Sin embargo, el modelo sí parece representar una sala de banquetes del tipo construido aquí durante los tiempos Silva y Huisa, con habitaciones residenciales de élite anexas como las del complejo palaciego de la Fase Huisa tardía/Alarcón de Conchopata. La concepción del asentamiento central hubo cambiado del reducto de cumbre formado por un número pequeño y más o menos igual de edificios ceremoniales y seculares en las épocas Mendosa/Silva, a la idea del asentamiento como un complejo palaciego de varios cuartos destinado a la administración y banquetes para las épocas Huisa/Alarcón. Las habitaciones excavadas al oeste de la Plaza Blanca de la Fase Huisa fueron levantadas sobre su superficie y parecerían reflejar la ocupación final de Conchopata. La habitación 28 es de la época Alarcón, como lo indica el fechado de C 14 de 980±50 a.p. (970± 50 d.C.). Contenía herramientas alfareras, entre ellas un gran tiesto de una urna de ofrenda temprana que había sido usada cómo una paleta o plato de alfarero sobre la cual trabajar. La habitación 9 al lado contenía un grupo de moldes y pequeñas vasijas efigie finamente modeladas que probablemente servían como positivos sobre los cuales los nuevos moldes eran formados. La mayoría de las pequeñas figuras en efigie son silbatos, lo que aparentemente era un nuevo elemento en la cerámica de Conchopata. Las vasijas gigantes usadas como ofrendas al parecer habían desaparecido y para la época Alarcón, el nuevo énfasis de las artes alfareras eran los silbatos pequeños cuidadosamente fabricados. Pero algunas de estas habitaciones tienen una pequeña banca en un extremo que podría haber sido una zona de dormitorio y sus pisos están cubiertos con basura doméstica. Parecen haber sido residencias familiares en las cuales se producía cerámica de tiempo en tiempo. Es tal vez por esta razón que los moldes de la habitación 9 estaban guardados debajo del piso, en espera del siguiente período de producción, el cual era tal vez determinado por un calendario anual. Estos, y otros cuartos con ocupaciones tardías, fueron frecuentemente cerrados con eventos que involucraban la colocación de grandes fragmentos de cántaros utilitarios sobre gran parte de la habitación. A diferencia de la situación en el cuarto 205, estos cántaros no parecen haber sido quebrados in situ. No están lo suficientemente completos como para implicar su rotura deliberada en el piso de la habitación. Nos parece que Conchopata estuvo vacía durante la posterior Fase Vallejo (1000-1250 d.C.), excepto tal vez durante algunas actividades agrícolas. No tenemos fechas de C 14 posteriores a 980±40 a.p. (970±40 d.C), momento a partir del cual esta vasta área caía en ruinas. Producción especializada en Conchopata El análisis de los artefactos de Conchopata está actualmente en curso, de modo tal que estas inferencias tienen como base las observaciones efectuadas en el transcurso de la excavación, impulsadas por resultados iniciales de los análisis. Las especializaciones que podemos identificar son la fabricación de cerámica, viii la preparación de chicha y los banquetes. Queda asimismo sugerido el uso de carbón de leña, tal vez para la cocción de la cerámica, pero no hay ningún indicio de que haya sido producido en Conchopata. El análisis de los artefactos líticos de Conchopata lo viene efectuando Catherine Bencic (2001). Hallamos una mezcla de herramientas informales y formales, fabricadas con materiales locales así como otros más valiosos importados, como la obsidiana. En el transcurso de la historia de Conchopata hubo un incremento significativo en la frecuencia relativa de las herramientas diagnósticas, en especial los artefactos distintivos en forma de ―T‖ o de calcetín, usualmente denominados ―azadas.‖ Pozzi- Escott (1991) sostiene que los ceramistas los usaban para cavar y mezclar arcilla, pero parecen ser herramientas generalizadas útiles para muchos fines, entre ellos la agricultura. En Conchopata no hay ninguna evidencia obvia de especialización en la fabricación lítica, tales como concentraciones de desechos de la producción de lascas o artefactos rotos en producción. La cantidad de artefactos de metal, la diversidad de las formas y las distintas aleaciones incrementaron enormemente en Conchopata a lo largo de su ocupación, pero en la parte excavada de la ciudad no se ha detectado ninguna evidencia obvia del trabajo en metal. La producción textil, identificada mediante sus herramientas diagnósticas tampoco está documentada como especialización. Ciertamente, la producción textil es comúnmente inferida por la presencia de los torteros de huso que en realidad no forman parte del proceso de tejido sino del hilado. Vale la pena explorar la posibilidad de que la producción textil haya sido una actividad importante en Conchopata que empleaba los hilos producidos en otro lugar. Planeamos llevar a cabo un examen etno-arqueológico del tejido andino para establecer si es posible identificar correlatos materiales alternativos y, de ser así, revisaremos nuevamente el registro arqueológico de Conchopata en busca de evidencias de la producción de telas, pero ya está claro que si su manufactura requería de herramientas de hueso puntiagudas y pulidas, ellas tampoco son particularmente comunes aquí. Parece probable que en Conchopata la especialización artesanal comenzó con la manufactura de cerámica para los banquetes, en particular las urnas y cántaros gigantes sumamente decorados. Ello estuvo ligado a los palacios reales, las aspiraciones políticas y a la celebración de banquetes impresionantes. Este complejo de alfarería para rituales de comensalía probablemente estuvo asimismo asociado con una nueva tecnología de cocción que empleaba carbón de leña y hornos de pozo. Por todo Conchopata se hallan las herramientas alfareras, en especial los útiles de raspado y pulido fabricados con tiestos y rocas de textura fina. Aunque hay numerosas concentraciones de herramientas para la manufactura de alfarería, ellas se dan junto con basura doméstica y otros restos más. Solamente una zona —las habitaciones de la Fase Huisa alrededor de 85, 125 y 33— podría haber sido un taller de cerámica, pero incluso este caso es improbable. Parece haber demasiada basura doméstica y los patrones de organización del acceso no parecen ser consistentes con un taller o con un área de actividad integrada de cualquier tipo. En base a la información actualmente disponible parecería que la especialización en la fabricación de cerámica comenzó en Conchopata durante la Fase Silva. La cerámica gigante, hermosamente decorada y expertamente cocida de esta época parece requerir de artesanos especialistas dedicados. Se construyeron hornos cerca de un área de fabricación de cerámica y parecen haberse producido inmensas cantidades de vasijas gigantes empleando tal vez una tecnología de cocción basada en el carbón de leña. El área de fabricación alfarera alrededor del espacio 100 estaba junto a la Plaza Rosada, un área pública que probablemente estaba asociada con la sala de banquetes abierta CE-B, donde casi con toda seguridad se celebraban banquetes y se bebía. El edificio circular contemporáneo CE-C tiene hileras de depresiones en su piso que son apropiadas para las bases cónicas de los grandes cántaros usados para la preparación de bebidas. Pero este edificio tampoco era un taller. Aparentemente se trata de un templo en donde se preparaban brebajes entre las actividades ceremoniales o como parte de las mismas. En la Fase Silva, Conchopata mantuvo los ideales formales de asentamientos centrales anteriores, pero al mismo tiempo fue un nuevo tipo de comunidad situado en tierra plana, donde podía ampliar —y de hecho lo hizo— su extensión arquitectónica en toda dirección. Pero el núcleo del asentamiento era similar a los asentamientos de cumbres de cerros representados en los modelos arquitectónicos, con una pareja de edificios seculares —probablemente la sala de banquetes de la comunidad al frente de la residencia del jefe— acompañada por una pareja de edificios ceremoniales circulares — tal vez los templos— cuyas actividades incluían la preparación de cerveza de maíz en gran cantidad. Con el paso del tiempo, Conchopata fue experimentando cambios. La comunidad siguió teniendo como foco al complejo palaciego, pero en la época Huisa éste era una sola unidad arquitectónica que incluía la sala de banquetes. Se construyó entonces una plaza pública aun más grande, la Plaza Blanca. Las herramientas de los alfareros abundan en los espacios residenciales y públicos pero los hornos parecen haber desaparecido, y se prestó mayor énfasis a la producción de vasijas de tamaño regular, con adornos hechos en moldes. Los templos en forma de ―D‖ continuaron en uso. Todavía eran lugares en los cuales se preparaba chicha y se quebraba la cerámica gigantesca. Pero ninguno de estos edificios circulares parece haber sido ocupado en la subsiguiente Fase Alarcón. Y un modelo arquitectónico de alrededor de la época de transición muestra un único conjunto amurallado dividido en dos mitades, sin edificios circulares. Sospecho que la sala de banquetes y sus habitaciones residenciales ahora conformaban un único palacio unificado. ¿Dónde se preparaba la chicha? En la época Alarcón ya no se fabricaba la cerámica ceremonial gigante en Conchopata, aunque los grandes cántaros utilitarios seguían siendo muy comunes. La producción alfarera especial parece haberse concentrado en las pequeñas vasijas efigie, silbatos y cerámica de tamaño normal, pero todavía sin talleres de producción a tiempo completo. Para esta última fase no hay ninguna evidencia convincente de una ocupación continua de los conjuntos palaciegos y es posible que las diferencias sociales se hayan reducido. Pero la muestra excavada de Conchopata, claro está, se encuentra incompleta de modo tal que nuestra visión de sus actividades puede estar sesgada. La identificación social de los alfareros de Conchopata Como vimos, la organización espacial y funcional de la comunidad de Conchopata fue cambiando a lo largo del tiempo, y si los modelos arquitectónicos representan el concepto que los pueblos contemporáneos tenían del asentamiento central, entonces los ideales fueron cambiando tanto como la realidad. Sin embargo, Conchopata fue una comunidad palaciega organizada alrededor de uno o más conjuntos ocupados por gobernantes o reyes así como de sus monumentos mortuorios, al menos durante las cruciales Fases Silva y Huisa. Me parece que la especialización de los alfareros, documentada de modo tan obvio en Conchopata, así como la preparación de bebidas y los banquetes, fueron actividades dirigidas por estos reyes o jefes para mejorar y confirmar su poder político. En la época Alarcón los gobernantes ya no están representados en el registro arqueológico. No queda claro si perdieron el poder en general, o si tal vez se mudaron a una ciudad capital más importante: Huari. Sea como fuere, la producción de cerámica continuó pero ya no parece haber enfatizado las vasijas para banquetes. Es muy probable que con este cambio radical en la naturaleza de la producción y consumo de alfarería en Conchopata, la organización del oficio y su relación con la comunidad y la población circundante, asimismo, se haya transformado. Sin embargo, ¿cuál fue la naturaleza de la producción cerámica en Conchopata y quiénes fueron los alfareros que produjeron vasijas ceremoniales espectaculares, así el gran número de recipientes utilitarios? Parecería que en Conchopata, durante las épocas Silva y Huisa, todos los que vivían en nuestra área excavada de la ciudad estuvieron asociados con un palacio. Podemos derivar información adicional de los restos mortuorios. Tiffiny Tung (2003; Tung y Cook 2002) analizó 188 entierros adultos de Conchopata y determinó el sexo de 16 adultos de los tiempos Huamaní a Mendosa (antes del Horizonte Medio) y 53 de las épocas Silva a Alarcón. ix De un total de 16 adultos de las fases tempranas, 12.5% son varones, 87.5% son mujeres. De los 53 adultos de las principales fases de ocupación cuyo sexo se pudo determinar, 38% son individuos masculinos y 62% femeninos. Nuestra muestra de entierros de 2002 y 2003 que no ha sido incluida en este análisis también parece contener un alto porcentaje de individuos femeninos. ¡Los residentes de al menos la parte superviviente de Conchopata fueron predominantemente mujeres! ¿Qué significa esto? Creo que la proporción entre los sexos documenta la poligamia de la élite, en conjuntos palaciegos en donde unos cuantos varones de alto status se hallaban rodeados por un gran número de esposas y servidoras. Uno de los indicadores más confiables de la poliginia es una tumba no perturbada en el área del palacio Huisa, inmediatamente al sur de la sala de banquetes CE-D. En la habitación 105 se descubrió una cavidad en el lecho de roca que contenía los restos de 15 individuos. Un examen cuidadoso de los contenidos indicó que la tumba había sido abierta y vuelta a sellar varias veces, a medida que se agregaban individuos y que aparentemente algunos huesos escogidos eran retirados. Pero ninguna perturbación reciente tuvo lugar. Hacia el fondo de la tumba hallamos un individuo masculino de entre 23 y 27 años de edad con una fractura craneal curada en el parietal izquierdo, lo que sugiere su probable status de guerrero. Estaba sentado sobre los fragmentos de un banco de madera o tal vez de un escudo, y le rodeaban unas huellas cenicientas que parecen provenir de un textil cubierto de plumas. Otros restos óseos incluyen dos fetos en cántaros, tres infantes, partes de un niño, un joven y seis individuos femeninos adultos de diversas edades, así como un séptimo esqueleto que se encuentra demasiado incompleto como para determinar su sexo, pero que probablemente es también el de una mujer adulta (Tung 2003; Tung y Cook 2002). Sugiero que esta tumba representa una familia polígama: las esposas y concubinas del varón de élite cerca del fondo de la tumba con sus hijos que murieron de corta edad. Comparado a otros entierros de Conchopata, éste entierro es elaborado pero es más modesto que las tumbas de primera magnitud que adscribo a los gobernantes locales (Isbell en prensa), de modo que probablemente constituye la tumba de un noble secundario aunque importante. Se han excavado otros entierros de élite en Conchopata que también parecen haber contenido a numerosos individuos, predominando las mujeres. Pero ningún otro entierro de este status se hallaba tan bien conservado que fuera posible determinar la edad y el sexo de todos los ocupantes originales. Si un número pequeño de varones nobles vivía en las residencies palaciegas de Conchopata con numerosas esposas y concubinas, entonces la mano de obra femenina a disposición de los gobernantes emergentes debe haber sido mayor al número de trabajadores masculinos, al menos dentro de sus conjuntos arquitectónicos inmediatos. Concluyo por ello que las mujeres se convirtieron en ceramistas. Y ellas preparaban la chicha y los banquetes. La mujer enterrada en la habitación 205 de la Fase Huisa podría ofrecernos otra imagen. La habitación en la que estaba enterrada estaba repleta de cántaros rotos que fueron usados para en la preparación de chicha. Es un misterio porqué se la enterró sola y no en compañía de un esposo o de otros miembros de la familia, sobre todo si los infantes muertos que se hallaban en las tumbas al lado eran sus hijos. Sin embargo, se me ocurre que el conjunto completo de vasijas chicheras que fuera quebrado encima de su tumba y que llenaba así la habitación en la cual ella tal vez vivió, probablemente representa las posesiones de una mujer importante, vale decir las herramientas fabricadas y usadas por ella para promover la influencia de sus parientes y su comunidad. x Como sabemos, alguien conservó la memoria de esta mujer mucho después que su casa hubiese quedado cerrada ceremonialmente. El trabajo femenino debe haber figurado de modo prominente en las estrategias de competencia política a medida que los gobernantes de Conchopata surgían en la dominación de su enclave de asentamiento y tal vez en la competencia con los reyes de Huari por un lugar en la jerarquía regional de centros. La especialización de los oficios en Conchopata aparentemente fue una instrumento de la ambición política, y desde el punto de vista de varones con aspiraciones, controlar el trabajo femenino equivalía a controlar el instrumento con el cual se engrandecía el poder político. Las mujeres manufacturaban las vasijas ceremoniales y de banquetes. Ellas hacían la chicha y preparaban y servían las fiestas. La alfarería, la preparación de chicha y los agasajos probablemente eran actividades a tiempo completo pero programadas en conformidad con un ciclo anual de rituales, ceremonias y eventos políticos. Los elaborados preparativos jamás terminaban, pero la actividad del momento debe haber cambiado constantemente. Los agasajos públicos y las exhibiciones competitivas deben haber sido eventos importantes que promovían la demanda de nuevos objetos suntuarios capaces de expresar la creciente diferencia social y política en términos cada vez más claros. En la tumba del noble de la Fase Huisa encontrada en la habitación 105, los objetos más comunes eran los grandes tupus de bronce usados por las mujeres y no cabe mucha duda de que estos artefactos escasos deben haber sido muy valiosos. Muchas tumbas no contienen objeto alguno, mucho menos metal, pero las mujeres de la élite enterradas en la habitación palaciega 105 fueron equipadas generosamente. Si bien es posible que las mujeres hayan sido consideradas como instrumentos de producción y posesión necesaria de todo hombre ambicioso, ellas eran también altamente valoradas. Las mujeres lucían su status de modo prominente y empleaban su arte alfarero como un indicador de sus logros (Gell 1998) en un medio social dinámico. Las deidades y guerreros masculinos son los temas más examinados en el arte iconográfico de Conchopata (Ochatoma y Cabrera 2001, 2002). Pero los personajes femeninos también formaron parte de la tradición ceremonial desde su aparición en la Fase Silva, cuando asimismo hicieron su aparición los primeros conjuntos palaciegos y las primeras concentraciones de herramientas alfareras. El problema es que no sabemos cómo reconocer a las mujeres de Conchopata, no obstante los avances iniciales hechos por los estudios de género y de vestimentas (Cook 1986, 1987, 1994, 2001). Sin embargo, el nuevo gran corpus de arte cerámico de Conchopata nos da la base para una nueva consideración del problema, aunque algo de especulación ciertamente existe. Una temprana representación proveniente de Conchopata incluye una pareja de seres míticos (Fig. 12A, B) que muestran influencias de la tradición artística Pucará/Tiwanaku (Haeberli 2002) pero no se parecen a ningún otro ejemplo conocido. Dado el estado fragmentado de las vasijas sobre las que se pintaron estas figuras, no es posible determinar muchos de los detalles de los temas icónicos. Ambas figuras fueron dibujadas con el cuerpo en posición frontal pero con el rostro y los pies volteados hacia la izquierda creando así una vista de perfil. Cada figura extiende sus brazos para coger en cada mano un objeto vertical que probablemente es una variante del báculo tan conocido en la escultura Tiwanaku más tardía. Sin embargo, un ser viste una túnica ceñida en la cintura; el otro lleva una túnica suelta que es más amplia. Me parece que el primer ser es masculino en tanto que el segundo es femenino. La base de esta identificación está en la cerámica Robles Moqo proveniente de Pacheco xi en el valle de Nazca de la costa sur, donde las urnas gigantes similares a las de Conchopata también están decoradas con una pareja de deidades (Fig. 12C). Hace años, una figura de esta pareja fue identificada como masculina, en tanto que la otra fue reconocida como una mujer (Menzel 1964, 1977). Esta última se distingue por su túnica suelta y su prenda de vestir externa semejante a una capa, así como por las mazorcas de maíz en el tocado de rayos y en la túnica. No es fácil establecer si estas figuras emparejadas representan a deidades o gobernantes —tal vez un rey con su esposa principal— pero ciertamente están marcadas como especiales con características míticas tales como grandes dientes caninos cruzados y el tocado de rayos. Tanto en Conchopata como en Pacheco, las urnas sobre las cuales aparecen fueron con certeza vasijas en las que se servía chicha. Las deidades o miembros de la realeza femeninas parecen conformar un subconjunto distintivo de mujeres en Conchopata que al igual que los varones llevaban tocados elaborados y portaban en las manos objetos que definían su status. Pero también se las puede distinguir gracias a un elemento de la vestimenta femenina: el tupu. Estos alfileres son diagnósticos de la ropa de la mujer andina y se remontan hasta por lo menos los primeros siglos de nuestra era (Gero 1990); vimos cuán prominentes son en la tumba de la habitación 105 de la Fase Huisa, donde predominaban las mujeres adultas. De modo que las representaciones de la Fase Silva que muestran a un ser de los báculos con el rostro en posición frontal y de pie sobre una pequeña pirámide (Fig. 8) podrían bien representar personajes femeninos. Las figuras tienen objetos circulares justo debajo de los hombros que podrían representar tupus. Estas figuras importantes fueron pintadas sobre grandes cántaros que fueron quebrados y colocados en un depósito de ofrendas enterrado en la Plaza Rosada y que fuera descubierto en Conchopata en 1977 (Cook 1987, 1994; Isbell 1987; Isbell y Cook 1987). Las figuras centrales lucen una túnica ceñida que podría implicar el género masculino pero la túnica es más amplia que en las obvias figuras masculinas de los báculos. Tal vez sea mejor concluir que el género de esta figura permanece cuestionable pero podría ser femenino. El alfiler o tupu es más claramente identificable en el hombro de una mujer representada en los fragmentos de un gran cántaro hallado en uno de los hornos de la Fase Silva de Conchopata. El tupu figura en cerámica más tosca y menos cuidadosamente pulida que las restantes vasijas examinadas anteriormente pero las figuras incompletas están retratadas de modo realista y parecen referirse a una narrativa mítica (Fig. 13A). La escena parcial incluye animales semejantes a perros o zorros que devoran la carne de extremidades humanas desmembradas y buitres que consumen lo que probablemente son entrañas. Dos mujeres no son tocadas por los carnívoros. Ellas están de perfil mirándose una a la otra y cada una coge una de dos proyecciones trenzadas oscuras que salen de un elemento gris con dos tubos blancos que se extienden hacia abajo. Sospecho que el objeto es una parte del cuerpo con los huesos expuestos, tal vez un cráneo o cabeza trofeo con dos trenzas de cabello. Otro tiesto de la misma vasija muestra un cráneo o cabeza trofeo más brillante y de color blanco con un par similar de manojos oscuros trenzados que probablemente representan los cabellos. ¿Acaso este cráneo blanco representa la luna llena y toda la escena se refiere a un mito acerca de las mujeres y la esfera lunar? Sea como fuere, el género de la figura de pie y de perfil queda identificado por su larga y amplia túnica mantenida en su lugar por el tupu de bronce que tiene al hombro. La túnica de la mujer es sencilla excepto por una pretina o tal vez un cinturón. Las representaciones de Conchopata más realistas y que con más seguridad son femeninas provienen de otra urna fragmentaria de la Fase Silva de muy alta calidad (Fig. 13B). Solamente la mitad superior de la mujer está bien conservada y está desnuda con un pequeño felino que cuelga bocabajo arriba a la derecha y mama de su seno, lo que asegura la identificación del sexo. Esta inusual mujer pintada, representada como si estuviera en movimiento, no lleva ningún tocado pero tiene pintura facial, un anillo en la nariz y orejeras. Su cabeza está de perfil pero su cuerpo parece hallarse en una vista de tres cuartos, tiene las manos vacías con la izquierda levantada y la derecha abajo al lado. Sus cabellos caen atrás en dos manojos. Esta mujer, representada en una gran urna de banquetes apropiada para el servido ceremonial, debe pertenecer también al mundo de la élite. Al igual que en el cántaro menos acabado arriba descrito, es probable que este ícono femenino represente alguna narrativa mítica. Mucho más modesto en apariencia es un fragmento de una vasija de tamaño normal perteneciente a la Fase Huisa o Alarcón pintado con representaciones de cuerpos en posición frontal, con largas túnicas simples y con elementos que son mejor interpretados como tupus de pecho o senos frontales a cada lado del pecho. Las manos vacías descansan sobre el estomago y la túnica simple y amplia solamente tiene una banda decorada con diseños en forma de ―S‖ al pie (Fig. 14). Un cuello o collar parece haber rematado la túnica en el escote pero falta la parte superior de las imágenes, de modo que nada podemos decir del rostro, del cabello o de los tocados. Las habitaciones 204, 205 y 206 en CE-H (Fig. 9) —el complejo doméstico de la Fase Huisa— en las que se encontraron los entierros de tres infantes y una mujer adulta así como el patio 208 con su pequeño complejo mortuorio que contenía al menos un varón adulto también tenían numerosos cántaros grandes. Varios de ellos estaban pintados con figuras humanas representadas por un panel en el cuerpo de cada cántaro, al que se trató como el pecho o torso de la figura. En las vasijas más finas, el rostro fue representado en un bulto o asidero en el hombro del cántaro (Fig. 15A). Las manos vacías y la cabeza descubierta con dos mechones de cabellos o trenzas que le emanan ayudan a identificar el género femenino, aun cuando las túnicas no siempre son simples. En una vasija más tosca se pintó un rostro con brochazos apurados que enfatizan poco más que una cabeza con los cabellos ondeando (Fig. 15B). Estos diseños de cántaros se parecen a los ejemplos Alarcón que también eran toscos y estaban pintados de modo apurado (Fig. 16A, B). Pero hay una constelación de atributos que incluyen las túnica largas y amplias, a menudo sin ceñir, de un solo color y con poca o ninguna decoración. Las mujeres tienen, por lo general, las manos vacías y usualmente tienen la cabeza descubierta y con dos mechones de cabello o trenzas a los costados o incluso apuntando hacia arriba. Parece que son rasgos que identifican a las mujeres. En un caso, dos imágenes más pequeñas con los mismos atributos acompañan a una figura más grande (Fig. 16A) que interpreto como una mujer con dos hijas. Si estoy en lo cierto, en Conchopata las mujeres estuvieron asociadas cada vez más con los grandes cántaros de preparación de cerveza. Conclusiones Conchopata presenta una larga historia de desarrollo urbano que revela cambios importantes en su paisaje y organización. Aunque hoy sólo una pequeña parte del asentamiento original sobrevive para brindarnos información sobre el pasado, la ciudad parece haber estado dominada por palacios a tal punto que es adecuado llamar a Conchopata una comunidad palaciega. Con el paso del tiempo, el patrón palaciego cambió del reducto de cumbres de montaña del Período Intermedio Temprano, donde las probables residencias de los jefes se localizaban opuestos a los edificios más seculares, a un palacio unitario posterior que parece haber eclipsado a los complejos de templos. Tres especializaciones de actividades figuran de modo prominente en Conchopata: la manufactura de cerámica, la preparación de cerveza y la preparación / celebración de banquetes. Las tres parecen haber sido componentes claves de la estrategia política seguida por los gobernantes que residían en los palacios de este asentamiento. Aunque los bienes suntuarios usados para exhibir el status aparecieron y aumentaron en número a lo largo de la historia de Conchopata, no hay evidencia alguna de que la producción especializada de cualquiera de estos artículos, entre ellos tupus de bronce, conchas importadas y piedra verde semipreciosa, se haya llevado a cabo en este centro. Los textiles, asimismo, fueron muy importantes pero tampoco hay evidencia alguna de su producción especializada. Ni siquiera las herramientas de piedra, algunas de las cuales tal vez estuvieron asociadas con las actividades de manufactura alfareras, parecen haber sido fabricadas en Conchopata por especialistas. En Conchopata, la fabricación de cerámica, la preparación de cerveza y los banquetes aparecieron juntas al inicio de la Fase Silva, cuando se levantaron los primeros palacios y templos. Estos oficios y sus palacios asociados perduraron durante la Fase Huisa. Todavía no conocemos bien la Fase Alarcón, pero la ausencia aparente de palacios y de vasijas de servicio gigantes, conjuntamente con un probable giro en el énfasis de la producción alfarera a pequeñas vasijas efigie y silbatos, sí parece indicar un cambio importante en la actividad artesanal. Sin embargo, este cambio no involucró la adición de ninguna nueva actividad artesanal. Así, la ciudad pronto quedó abandonada, lo que muestra que la primera aventura urbanística de Ayacucho no fue una transformación social y económica exitosa. La ciudad de Conchopata nunca fue un entorno que atrajera a nuevos tipos de artesanos especialistas. Cook y Benco (2001) observaron que la distribución de las concentraciones de herramientas de alfarería en Conchopata no corresponde a ningún patrón generalmente asociado a la producción artesanal antigua. Me parece que podemos entender a los especialistas como artesanos patrocinados: miembros de una comunidad palaciega que trabajaban para el rey o el gobernante. Creo que los especialistas eran mujeres, probablemente las esposas secundarias, concubinas o criadas del rey y sus parientes cercanos. La poliginia era una herramienta importante de organización de la mano de obra. Las mujeres probablemente manufacturaban vasijas de cerámica para eventos de banquete particulares, algunas de las cuales eran eventualmente quebradas para marcar ocasiones especiales. Un grupo de vasijas para la preparación de cerveza parece haber sido quebrado con miras a clausurar una habitación en la cual estaba enterrada una mujer al lado de niños infantes. Sospecho que el conjunto comprende los artefactos claves de la identidad de una mujer exitosa —su equipo para preparar chicha—, y que la mujer inhumada en la habitación 205 fue recordada sellando su hogar con los objetos que expresaban su valía social. Si estoy en lo cierto en identificar a las mujeres como ceramistas, chicheras y proveedoras de comida para banquetes, ellas fueron altamente visibles, y se les otorgó un importante reconocimiento social. La manufactura de cerámica parece haber sido llevada a cabo en las plazas ceremoniales, en las salas de banquete, en los patios de las casas y tal vez incluso en habitaciones privadas, aunque estas últimas podrían haber sido demasiado oscuras para una actividad tan exigente. Es probable que la producción de cerámica se llevara a cabo en los lugares ceremoniales importantes entre banquetes, pero las mujeres deben haber sido actores comunes en todos estos lugares. Incluso los templos circulares en forma de ―D‖ eran edificios ceremoniales donde se preparaba chicha; las mujeres la elaboraban. Asimismo, ellas empleaban su arte cerámico para promover una mayor visibilidad de su grupo de género. Las mujeres colocaban representaciones narrativas de mitos que involucraban féminas en vasijas gigantescas para los banquetes y se identificaron progresivamente con los grandes cántaros, en los cuales los productos de las plantas eran misteriosamente fermentados en una bebida alcohólica. Aunque todavía nos elude la identificación segura de las representaciones femeninas y masculinas, sospecho que el actuar de las mujeres, expresado en el arte alfarero, promovió una nueva y urbanizada identidad femenina que puso a la ―nueva mujer‖ en el centro del espacio de negociación del poder de la ciudad (Smith 2002). El ámbito controlado de un modo más activo por ellas fue la alfarería, la que se hallaba involucrada profundamente en la política y en sus revisiones dinámicas. Tal vez fue la fortaleza de su posición social lo que permitió a las mujeres de Conchopata impedir que otros tipos de especialistas artesanos se unieran a su comunidad. Lista de figuras Fig. 1 Yacimientos arqueológicos en el valle de Ayacucho y su ubicación en América del Sur mostrando los enclaves de asentamientos Huari, Huamanga, La Compañía, y Huanta, con sus asentamientos principales. Fig. 2 Mapa de Conchopata y los restos arquitectónicos de su zona urbana. Fig. 3 A y B Modelos de aldea pertenecientes al principio del Horizonte Medio. Fig. 4 Plano de Conchopata en la Fase Silva, incluyendo los conjuntos arquitectónicos CE-A, CE-A1, CE-B, CE-C, habitación 203, hornos de cerámica, y Ofrendas de Cerámicas 1977 y 2000, en la Plaza Rosada. Fig. 5 Fotografía y mapa de habitación mortuoria (203 y 203A) con tumbas en CE-A. Fig. 6 Fotografías y mapa de CE-B, con una urna gigantesca fijada en el piso, junto a la portada que abría hacia el oeste. Fig. 7 Ofrenda de Cerámica 2000 en excavación, y uno de sus cántaros de cara gollete de tamaño gigante reconstruido. Fig. 8 Cántaro de cara gollete decorado con un ser de los báculos, procedente de las ofrendas de 1977, con un dibujo reconstructivo. Fig. 9 Plano de Conchopata en la Fase Huisa con los conjuntos arquitectónicos EA-4, CE-E, y habitaciones mortuorias con números 138/110, 38, y 150. Al sur del EA-E y la Plaza Blanca están templos en forma de ―D‖ CE-F y CE-G, y al oeste 211. Mas al oeste esta conjunto habitacional CE-H con espacios 204, 205, y 206, y patio 208. Fig. 10 Urna encontrada en la sala de banquetes/palacio CE-E de la Fase Huisa. Fig. 11 Fotografía del modelo arquitectónico de la tumba EA-38, y un dibujo reconstructivo de su plan. Fig. 12 A y B Fotografía y dibujo de seres de báculos de la Plaza Rosada. 12 C Dibujo de seres de báculos de Pacheco, masculino y femenino. Fig. 13A Fotografía y dibujo de mujeres y animales descarnando partes de cuerpos humanos. 13B Fotografía y dibujo de mujer desnuda, amamantando un felino. Fig. 14 Representación de dos personas, probablemente mujeres, en vasija de tamaño normal. Fig. 15A Cántaro gigante con una figura humana, probablemente femenina. El pecho o torso de una figura representada por un panel en el cuerpo de la vasija, y la cabeza o rostro por un bulto o asidero en el hombro del cántaro. Los cabellos aparecen en dos manojos largos. 15B Un cántaro más tosco con decoraciones apuradas que enfatizan poco más que una cabeza con los cabellos ondeando; probablemente individuo femenino. Fig. 16 A, B Cántaro gigantes con probables representaciones femeninas. Bibliografía Benavides C., Mario 1965 Estudio de La Cerámica Decorada de Qonchopata. Tesis para optar el grado de Bachiller en Ciencias Sociales, Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. 1976 Yacimientos Arqueológicos en Ayacucho. Ayacucho: Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, Departamento Académico de Ciencias Histórico Sociales. 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