Colombia La guerra por la paz

March 18, 2018 | Author: Dr. Hugo R. Viera Vargas | Category: Farc, Guerrilla Warfare, Colombia, Illegal Drug Trade, Politics (General)


Comments



Description

ANALISISColombia: la guerra por la paz Libardo Buitrago Introducción El despertar de la globalización también ha tenido su efecto en la región, no sólo en los términos de generación de nuevos y mayores intercambios económicos, y flujos comerciales, sino un conocimiento más profundo de las verdaderas realidades de los países. El tipo de situación interna que se vive, los problemas que enfrenta, y los desafíos de cara a un nuevo milenio. En este orden de ideas, Colombia, ausente de las prioridades de preocupación, pasó de un solo salto a la escena internacional, como un posible factor de desestablización política y agenda para Estados Unidos. Pareciera a la luz de estos hechos que se estuviera frente a un neo conflicto, sin un proceso de larvación y quizás resultante de un acto espontáneo. La realidad no es esa. La efervescencia política, social, económica, cultural que se agita en Colombia hay que descubrirla en los mismos umbrales de la formación de la república. Contrariamente a la mayoría de las naciones de América Latina, el paso de la independencia de España a una república, abrió una profunda hondura en la que caen sistemáticamente los odios, venganzas, separaciones, expulsiones territoriales, el dominio de un fuerte sistema centralista, en una sociedad federada por sus propias verdades de un mosaico de diversidades culturales en la que reposa en único factor de unidad, que ha evitado una fragmentación de la Nación. Dicho en otros términos, la evolución republicana ha estado teñida de sangre, dolorosos enfrentamientos fratricidas, guerras civiles, y en esa paradoja de búsqueda continua de la muerte por la violencia, surge también un lazo inseparable, la capacidad de superación del dolor que ha evitado que salte en añicos el Estado. Para poder entender los factores que se hacen presente en el conflicto colombiano, debemos remontarnos a la creación de la república, y cómo se transforman los conflictos, se adaptan a cada fase de desarrollo, para permitir que se hable más bien de épocas de paz, más que de guerra. ¿Qué se quiere decir?. La suma de años con violencia es más que los años en que se ha vivido en paz, por diversas razones. Este ensayo apunta a un recorrido sobre las bases del conflicto, y cómo este se transforma, adapta, condiciona a los mismos cambios sociales que produce, y deja proyectados. La relación violencia - efervescencia social y política es una constante indisoluble en la sociedad colombiana, perdiendo la gran posibilidad de haber consagrado un Estado privilegiado geopolíticamente en una pujante nación, con la ventaja de ser la bisagra que une el sur y el norte del hemisferio, para ejecutar una política internacional asociada a un potencial desperdiciado por las desventuras internas, en las que cada generación no ha encontrado el camino de tener una visión de Estado, para convertirla en el norte orientador y detener el baño de sangre y desprestigio que la acompaña desde hace más de 189 años. Recién ahora que Estados Unidos advierte que está afectado en dos elementos de su seguridad nacional reacciona « descubriendo» un conflicto traccionado por la vinculación del narcotráfico, los grupos armados de diversa tendencia, el alto nivel de delincuencia común, el desplazamiento de millares de campesinos, las masacres indiscriminadas, las elevadas tasas de homicidios, la industria del secuestro, la extorsión, el chanta3 Fasoc, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 Colombia: la guerra por la paz Libardo Buitrago je. A la ceguera de Estados Unidos, no habría que diferenciarla de la que ha tenido la clase dirigente colombiana, bien sea sus políticos, sus líderes gremiales, sus empresarios, sus dirigentes religiosos, los medios de comunicación, y si se quiere la misma sociedad que hicieron por décadas la vista al costado y facilitaron la prolongación de la violencia. La relación tiempo - espacio para la paz ha sido eufemísticamente la misma incapacidad de articular un consenso de convivencia. La gran ausente ha sido la tolerancia, es decir, aceptar lo diverso, lo distinto. Ha contribuido a esta exacerbación de las turbulencias políticas y sociales el aplastante dominio de un sistema sofocante cerrado en dos partidos tradicionales que asfixió otras alternativas, con un peso amparado en un eje que es el elemento que ha facilitado expresiones de violencia, la inseparable alianza del poder económico con el poder político, creando una odiosa concentración de espacios y exclusiones históricas que desprestigia la concepción básica de la democracia entendida como el sistema que permite el gobierno de los más y no de los menos. Naturalmente, antes de plantearnos la solución a la endémica violencia, debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Qué divide a los colombianos, y que los une para no explosionar sobre sus diferencias culturales?. Este ensayo busca antes de llegar a plantear una solución a uno de los elementos de la violencia, penetrar en el tejido de la génesis de los odios que alimentan la violencia, para llegar a los escenarios presentes que se atizan en los últimos años con la aparición del narcotráfico, el incremento de la delincuencia común, y el despertar de la preocupación internacional por el caso colombiano. Que es reciente, y directamente se manifiesta en el presente año, dejando en la comunidad mundial la idea que se trata de una acción coyuntural y no de una manifestación estructurada como en efecto lo es. Así, nos formaremos un cuadro sobre el panorama de Colombia, las opciones que se le pre4 sentan y en particular, saber si esta generación a diferencia de las anteriores es lo suficientemente capaz de plantar a lo menos una idea moderna de Estado, enraizada en lo que permite que una sociedad sepa el rol que le corresponde jugar en la historia: la visión de Estado. Esta es la gran ausencia de Colombia, no haber contado jamás con una visión de Estado como guía. Por lo pronto, el primer descubrimiento que se hace es que se ha administrado el Estado, bien o mal, pero escasamente eso se ha hecho. Un papel de administración, donde además los administrados tampoco han podido imponer el imperio de la Ley, usando el instrumento básico de participación ciudadana. Alguna vez dijo el inmolado dirigente Jorge Eliécer Gaitán... «el pueblo es superior a sus dirigentes...», lamentablemente no se han dado las circunstancias en que el pueblo realmente haya podido ser superior a sus dirigentes y mucho menos suponer que sus dirigentes han sido superior es al encargo de fijar las vigas maestras del destino de la sociedad. Entonces, cuál es el factor determinante que impide despejar esta sentencia?. La violencia en toda su expresión. Ella es la dueña y señora de la vida colombiana, sin importar la motivación que se tenga, ha sido una constante en la democracia formal colombiana, que se llenó de instrumentos legales, intentos de buscar resolver los problemas a partir de las reformas constitucionales, sin resolver el primer y fundamental concepto que es la sabia de cualquier sociedad, la visión que ella tiene en la historia. La violencia en Colombia: una visión retrospectiva Un análisis del caso colombiano debe identificar las manifestaciones de la violencia que se han dado en este país, y sus actores. Tipos de violencia: 1. La violencia histórica: La violencia política que migra de la guerra fratricida entre los dos partidos tradicionales, que luchan por el control del poder, a uno de cambio FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 ANALISIS total con la aparición de la experiencia del foco cubano que permite evolucionar a la guerrilla liberal hacia una subversión con una propuesta política apoyada en la concepción ideológica comunista de intentar acceder al poder para imponer un régimen de corte marxista. 2. La violencia por los espacios y es dominio geográfico entre grupos guerrilleros y paramilitares. Relativamente nueva, con menos de 15 años de presencia, y que tiene como objetivo ganar los espacios rurales. 3. La violencia de la delincuencia común, fomentada por la impunidad. Las elevadas tasas de actos delictivos es otra fuente de preocupación, que llega a confundirse en los límites de la violencia política. Un reciente estudio demuestra que en las zonas de presencia de violencia política, se dan elevadas tasas de delitos comunes. 4. La violencia del narcotráfico Colombia un país, dos estados: uno virtual, donde pareciera que transcurre la vida común y corriente, las empresas producen, las personas trabajan, el PIB se mueve, se exporta se importa. El Estado real: Una guerra civil no declarada pero en buena cuenta guerra al fin y al cabo. Todos en la anarquía ganan: los empresarios hacen negocios, la subversión crece, los grupos paramilitares también, fluyen el narcotráfico, la delincuencia común golpea diariamente y gana con la ausencia de una justicia dinámica. La violencia partidista: La gestación de la república se hizo con dos partidos, el liberal y el conservador, cuya afiliación reflejó las divisiones originadas en la lucha contra la Corona Española. La Nueva Granada, la Gran Colombia después, sembró las semillas del enfrentamiento y de la confrontación programática de los partidos políticos que lucharon con violencia para ejercer el control del Estado o evitar el ascenso del otro. El siglo XIX es testigo de la ausencia de visión de Estado, ya que en lugar de buscar fórmulas en la naciente concepción democrática producto de la Revolución Francesa, dio rienda suelta a las acérrimas adversidades entre liberales y conservadores, con el uso de la fuerza para catalizar el predominio. Muchas guerras, batallas, se dieron, quizás la más representativa es la llamada Guerra de los Mil Días, que se da al final del Siglo XIX y con el advenimiento de un nuevo milenio. La desgracia de esta guerra civil es que radicaliza aún más las posturas de la violencia, la legitima como un factor de poder, cerrando la primera gran oportunidad de construir sobre un enfrentamiento las bases de unas reglas de juego en beneficio de la convivencia. Al contrario, en el transcurso de la guerra, Colombia pierde el entonces Departamento de Panamá, considerado por la potencia del norte como punto estratégico para construir un paso transoceánico, que le permitiera conectar el Atlántico con el Pacífico floreciente por la fiebre el oro. Mientras Colombia se desangraba internamente, desde el exterior, le cercenaron un brazo. Este hecho que a lo menos hubiera alimentado un nacionalismo en defensa y memoria del espacio perdido, fue tomado muy a la ligera y casi olvidado sin pena ni gloria. El enemigo no estaba allende de las fronteras. El enemigo estaba adentro, era conservador o era liberal. Preocuparse de eliminar y aplastar su crecimiento siguió siendo una constante en el nuevo siglo XX. La transición de Siglo, está impregnada de profundas equivocaciones y una lejanía de los dirigentes políticos de entonces de defender la integridad territorial. Aquí nos afirmamos para decir que el gran error de la dirigencia y el pueblo colombiano ha radicado en no ver más allá de sus fronteras, por el agobiante peso de la divergencia política. Ya, con un hecho de la naturaleza que es perder un departamento íntegro, era suficiente factor para llamar a la unidad para tener una visión de Estado. Se dejó pasar esta primera gran oportunidad. La primera mitad del siglo siguió con la misma lógica del milenio anterior. Guerras, una violencia desatada, con fuerte presencia en los campos, en una nación por aquellos tiempos ruralizada con escaso poder industrial. 5 FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 Colombia: la guerra por la paz Libardo Buitrago Viene luego otra oportunidad perdida para edificar un consenso de unidad. La intervención del ejército en beneficio de la transnacional United Fruit Company y la Masacre de las Bananeras, donde quedó en evidencia que era más valioso la defensa de los intereses externos que las reclamaciones de mejoría laboral de los campesinos dedicados a la explotación del banano. Este hecho es otra de las vergüenzas históricas no reparadas. El peso del Estado cayendo como un puño de acero contra integrantes de su sociedad. Luego de una hegemonía del Partido Conservador, llega al poder después de 46 años ininterrumpidos, una figura del liberalismo. En el fondo, se luchaba por el poder del sistema. La violencia no cesa, declina un poco, pero se consagra una frase: se nace liberal o conservador. Desde la cuna, los colombianos reciben el bautizo político, por el ascendiente político de sus progenitores, quienes fueron transmitiendo su pertenencia a sus hijos, inoculando el odio al enemigo. Ya, tenemos entonces, que la sociedad colombiana, define por el fuego, separa no en adversarios por un ideal, una doctrina, sino en enemigos. Al adversario se rebate, al enemigo se mata, independientemente, del color político. El punto culmine de la violencia de principios de siglo tiene su clímax con el asesinato del dirigente Jorge Eliércer Gaitán, quién inicialmente se hace notar por su extraordinaria capacidad como abogado penalista, y los debates encendidos que van captando el sentimiento popular. Gaitán es en esencia la antítesis del dominio de las elites políticas que fortalecieron su poderío económico, y lo fueron amalgamando con el político. Por eso, el proyecto de Gaitán encuentra eco en el corazón de los desamparados y desposeídos, a quienes llamó a sumarse a una lucha contra las oligarquías, conservadoras y liberales. Ya Gaitán hizo la distinción de los dirigentes encumbrados en los cuadros dirigentes de los partidos y un sistema político concentrado, cerrado en las familias dirigentes con una doble acción en la sociedad: controlar el poder económico, y el poder político. Las diferencias entre los partidos, fueron durante Gaitán una lucha entre quienes lo tenían 6 todo y no tenían nada. El asesinato de Gaitán el 9 de abril de 1948, produjo la transformación de Colombia. A partir del « bogotazo», el levantamiento de los seguidores del gaitanismo, que salieron a arrasar con todo en Bogotá como una muestra del profundo dolor de la pérdida del caudillo que les había mostrado un camino de esperanza a sus sueños. Se sucede una verdadera revolución, el país rural, abruptamente, por el llamado «período de la violencia» - el segundo reconocido como tal, luego de la Guerra de los Mil Días -, las migraciones del campo a las ciudades, transforman el decorado en una década. Miles de campesinos se desplazan a las áreas urbanas, escapando de la violencia. En esta oportunidad, los agentes del Estado actúan bajo la premisa de eliminar integrantes del partido liberal. La cúspide de la espiral de la «violencia», llega en el régimen de Laureano Gómez, sucesor a su vez de Mariano Ospina Pérez, que fue sometido a una presión para abandonar el poder durante la crisis del «bogotazo». Finalmente, una solución de gobierno de unidad nacional, permitió que llegaran al gabinete representantes del liberalismo. En la administración de Gómez, las persecuciones se intensificaron, y desde el lado liberal se acusó al rol «incendiario» del hijo del Mandatario, Alvaro Gómez Hurtado. Los liberales, cómo ocurrió en otras tantas oportunidades, se agruparon en torno a movimientos armados, llamados las «guerrillas liberales» y se instalaron en zonas rurales para enfrentar a los efectivos oficiales. Así, se produjeron choques, y acciones armadas. Las guerrillas liberales funcionaban sin una estrecha vinculación con los líderes históricos. Algunos de ellos salieron al exilio, o simplemente «ignoraron» el rol de conductores naturales de la vía armada. El incremento de la violencia y las divisiones internas del Partido Conservador, dieron paso al primer golpe de Estado del siglo en Colombia. El General Gustavo Rojas Pinilla, decide forzar la renuncia del Presidente en funciones el 13 de junio de 1953, fecha que quedará consagrada como el inicio del régimen militar de Rojas Pinilla. No fue extraño el rol de los efectivos militares en las administraciones conservadoras, y en particular, FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 ANALISIS como se fueron exacerbando los ánimos con la frase...«viva el Partido Conservador, viva Laureano Gómez», esta expresión vinculó a los actos de violencia con el conductor de los destinos de la nación. En esta situación, Laureano Gómez, fue vinculado directamente a los desbordes de los agentes del gobierno. El pacífico golpe de Estado del 13 de junio, es entendido también como un golpe de pasillo, sin necesidad de derramar más sangre de la ya derramada, Rojas Pinilla asume el rol como salvador del Estado y abre un proceso de acercamiento a las guerrillas liberales, a las que les ofrece amnistía para deponer las armas. Recorre el país, agitando la unidad. En su gobierno quedan como Ministros de Estado, miembros del Partido Conservador, seguidores del ex -presidente Mariano Ospina Pérez. En tanto, Gómez, había emprendido el viaje al exilio. La violencia cede en intensidad por cierto, y una relativa calma se vive en Colombia. Los ánimos de instalarse definitivamente en el país, más la amenaza de una posible unidad de mando de las guerrillas liberales, causaron que las elites de los partidos tradicionales, pactaran en Europa un entendimiento que luego sería conocido como el Frente Nacional. En el fondo, se unieron cuando atisbaron en el horizonte la propuesta de una asamblea constitucional, el camino escogido por Rojas Pinilla, para legitimarse en el poder. Los máximos dirigentes de los partidos tradicionales, Laureano Gómez, y Alberto Lleras Camargo, confeccionaron un acuerdo bi partidista, que en las práctica significaba, el reparto del poder, durante un espacio de 16 años, es decir, la alternancia en la presidencia y la distribución del poder en un cuoteo milimétrico. Previo, y una vez puestos de acuerdo, había que derribar a Rojas Pinilla, y lo lograron mediante una Junta Militar de transición que le exigió a su vez, la renuncia del mismo modo que él había procedido con Laureano Gómez. La Junta Militar, se encargó de proceder a dar los pasos de puesta en marcha de los acuerdos de los jefes de los partidos políticos. Llamaron a un plebiscito, el pueblo aprobó la fórmula, legitimó el Frente Nacional. El frente nacional: otra oportunidad pérdida El mecanismo del acuerdo, fortaleció en Colombia al sistema político, excluyente. Y validó la novedosa fórmula de reparto del gobierno en aras de la pacificación. La misma Constitución Nacional, vigente, promueve un sistema político que no da espacio a otras manifestaciones políticas. Si bien es cierto que el Frente Nacional contribuyó a la paz política de los actores del sistema, fue la gran oportunidad pérdida de la dirigencia para darle la visión de Estado a la sociedad; pues se trazó un plan de 16 años de administración del Estado y la democracia quedó en una situación de regencia de las cúpulas de los partidos tradicionales. El Frente Nacional, instala a su primer Presidente de acuerdo, donde liberales y conservadores, votan por Alberto Lleras Camargo, como el primer mandatario del consenso de las elites. Luego lo seguiría Guillermo León Valencia, y así continuo la rotación, donde todos votaban, según el candidato que seleccionara cada partido. Era obligación -y esa fue la regla de oro cumplida- que los Presidentes llamaban al gabinete ministerial a miembros del partido contrario, fluyendo el cumplimiento hasta las propias alcaldías municipales. El Frente Nacional, consagró el oficialismo, y fue el germen del clientelismo, los repartos burocráticos en función del rol que jugaran los políticos en el sistema. Los feudos se hicieron muy fuertes, y el peso del oficialismo, aplastó otras tendencias internas de los partidos. La principal palanca, fue la distribución de los cargos públicos, que edificó los liderazgos regionales, y facilitó fortalecer la trenza a mayor capacidad de adquirir posiciones, mayor fuerza política. El clientelismo es un producto del Frente Nacional, y se pierde la esencia misma de los Partidos políticos, más preocupados del reparto de cargos que la idea, o la doctrina. Surge, una alterna7 FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 Colombia: la guerra por la paz Libardo Buitrago tiva distinta, la del Movimiento Revolucionario Liberal, dirigido por Alfonso López Michelsen, opuesto al Frente Nacional, participa de las elecciones y se enfrenta al oficialismo. Con una fuerza significativa, el MRL, la sigla del Movimiento, encuentra eco en sectores liberales, hasta que en la administración del Presidente Liberal Carlos Lleras Restrepo, principal opositor de López Michelsen, lo llama a ocupar la cartera de Relaciones Exteriores, y vincula a esta fuerza política al sistema. narias de Colombia -FARC-, el Ejército de Liberación Nacional -ELN-, el Ejército Popular de Liberación - EPL-, en las cuales se concentra la mayor actividad de lucha contra el sistema bi partidista. El descubrimiento del secuestro como fuente de financiamiento de la guerrilla Los secuestros fueron inicialmente ideados para financiar la guerra. En el tiempo, se fueron tecnificando, y luego los diversos actores de la violencia los han utilizado como un instrumento más. Cómo un medio para el fin último. El primero de ellos, ocurrido en la década de los años sesenta, con el secuestro y posterior asesinato de Harold Eder, prominente hombre de negocios del Departamento del Valle del Cauca, dedicado a la industria azucarera, que abrió la veta del raudal de dineros que se dirigen para alimentar la violencia. Esto ocasionó la independencia ideológica de las metrópolis. Las guerrillas, se inspiraban en los países con régimen socialista para ahondar en sus posturas, y cada vez que nuevos recursos fueron llegando, se produjo una lejanía que luego sería clave para sobrevivir con el desplome del Unión Soviética, y los escasos recursos de Cuba para financiar a los grupos colombianos. Sin embargo, ya se alcanzó el punto de autosuficiencia, y la guerrilla se sustentó en secuestros, chantajes y extorsión para tener su propio presupuesto de guerra. La réplica del foco cubano La llegada al poder en Cuba de la Revolución castrista, y el apogeo de la guerra fría, traslada a Colombia, también las ideas de un cambio radical del sistema. Lo que fueron las guerrillas liberales, fueron el soporte para que se trasladaran a una guerrilla ideologizada, que no luchaba ya dentro del sistema, sino por eliminar el sistema. En la década de los años 60’s, Colombia ve el amanecer de una guerrilla diferente, que recibe el apoyo financiero, y las instrucciones desde Moscú, La Habana, y Pekín. El Frente Nacional, las enfrenta en la condición de supuestos bandoleros, sin precisar el enorme peso que con el correr del tiempo irían adquiriendo. Por eso, se identifica en el Frente Nacional, la falta de una sólida visión para entender el nuevo fenómeno y distinguirlo de la clásica lucha partidista. El Estado, persigue sin éxito a estos nuevos grupos que se van diseminando por el territorio nacional, y se comete el gran error de suponer que la guerra planteada era lejana, y si se quiere marginal. Esa grave equivocación, no permitió adiestrar unas Fuerzas Armadas para enfrentar el tipo de combate típico de la guerra de guerrillas. Y menos visión hubo de parte de Estados Unidos, que históricamente le quitó el relativo peso a la guerrilla colombina, que se diversifica en los frentes por el tipo de división del mundo socialista. De un lado, aparece la guerrilla que evolucionaría hasta convertirse en las Fuerzas Armadas Revolucio8 La presencia del narcotráfico en el conflicto Los tradicionales contrabandistas de los años 60’s, se dan cuenta de un floreciente negocio: el tráfico ilegal de drogas. Exploran en esta actividad, con la marihuana cultivada en la Sierra Nevada de Santa Marta, y se empieza el proceso de tráfico con destino a Estados Unidos. FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 ANALISIS La primera cercanía de Colombia a la droga, es mediante el tráfico de la marihuana, y luego se evolucionaría al clorhidrato de cocaína. Inicialmente el rol de los colombianos, fue el de transportadores de la droga, y luego advirtieron con la experiencia de abrir las rutas de flujo del tráfico ilegal de drogas, que la ganancia estaba dada en el control total del negocio. Esto es, desde la producción, la elaboración - el valor agregado -, la cristalización de la hoja de coca, el transporte, y los canales de distribución. Para 1997 el movimiento de drogas en el mundo se estimó en US$ 500 mil millones. En 1998, subió a US$ 600 mil millones y para el presente año se calcula un flujo cercano a los US$750 mil millones. Es el tercer rango de los dineros que se mueven, detrás de la venta de petróleo y la venta de armas. Los actores del narcotráfico consolidan los denominados Carteles de la Droga, y en la evolución de un control de la cadena, instalan en las zonas rurales los laboratorios de producción, que son un atractivo negocio, donde la guerrilla ofrece los servicios de vigilancia. A su vez en esta alianza comercial, reciben su participación por los servicios prestados a los dueños de los laboratorios. Fundamentalmente, se ha manifestado en diversos informes, la relación de «guardián» que ofrece la guerrilla a los cultivos y laboratorios de los narcotraficantes. Colombia: amenaza para la seguridad regional El escalamiento del conflicto armado, el hecho de estar atravesado por la economía del narcotráfico y de estar afectando a los países vecinos, en particular Venezuela, Ecuador y Panamá, ha convocado la atención de la comunidad internacional y, en particular, de Estados Unidos. En pocos meses Colombia pasó de ser percibida como un «país - problema» para la comunidad internacional a ser considerada como un serio factor de desestabilización de la seguridad regional, incluso por encima de Cuba. Lo cual, sin duda, puede constituir un factor de escalamiento en la vulnerabilidad externa del país si se continúa agravando el orden público interno y su im- pacto tanto regional como internacional. Esto lleva directamente a plantear que Colombia puede alterar el orden de la agenda de Estados Unidos, para la Región, donde Cuba ha sido el principal foco de atención. Colombia ocupará en 1999 el tercer lugar en ayuda militar estadounidense en todo el mundo, luego de Israel y Egipto, ayuda orientada hacia la lucha antinarcóticos. Sin embargo, poco a poco se abren las compuertas para una participación en la guerra contrainsurgente, pues según el Departamento de Estado, si «existen vasos comunicantes entre la guerrilla y el narcotráfico, la guerrilla deberá asumir los costos». En los medios académicos y militares de Estados Unidos el conflicto colombiano está definido como una «guerra ambigua» (ambiguous warfare), debido a la superposición de guerrilla y narcotráfico, lo cual puede servir de fundamento para relacionar la guerra antinarcóticos y la guerra contrainsurgente. ¿Por qué sigue la guerra? Cuando todo el mundo creía que ya no había nada qué decir sobre la guerra, un equipo de analistas del proyecto Paz Pública de la Universidad de los Andes llegó a la conclusión de que es hora de desmontar los mitos sobre el conflicto, vigentes desde 1987 cuando hicieron carrera las tesis de los llamados violentólogos. Entender la guerra para construir la paz. ¿Los mitos? Mito Nº 1: La guerra es una consecuencia directa de las condiciones objetivas de pobreza y marginalidad. A ojos de los nuevos análisis esta explicación era válida en las décadas del ‘60 y ‘70, cuando la naciente guerrilla colombiana comenzaba a consolidarse en zonas de colonización como los llanos Orientales y en regiones aisladas y sin presencia estatal como la llamada república Independiente de Marquetalia. Ahora las cosas son diferentes. El conflicto se ha trasladado hacia zonas de alta actividad económica y hacia las zonas urbanas. Si en 1985 la subversión ya hacía presencia en el 10 por ciento de las capitales de depar9 FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 Colombia: la guerra por la paz Libardo Buitrago tamento, para 1999 se calcula que llega al 94 por ciento. Tanto las FARC como el ELN, y en menor grado el EPL, mantuvieron la orden de avanzar hacia las ciudades, pero sin descuidar un dispositivo de contención en las áreas rurales, especialmente en aquellas llamadas históricas por ser la cuna de esos grupos insurgentes a mediados de los ‘60. A partir de la década del ‘80, el fortalecimiento del movimiento guerrillero entró a depender no tanto de la consolidación de una base social inconforme, capaz de ser movilizada contra el Estado, sino de la búsqueda de recursos para garantizar su supervivencia como ejército. Bajo este plan estratégico la guerrilla planteó guerras regionales que terminaron por asegurarle sus finanzas. Un ELN moribundo tras la ofensiva del Gobierno en Anorí, terminó fortalecido gracias al auge petrolero que se inició en Arauca en los años ‘80. Y a la fiebre del oro le debe su expansión en Antioquia. La redención del EPL fue la bonanza bananera que le permitió conquistar Urabá y extenderse por buena parte de la costa Atlántica. Por otra parte, el apogeo de las FARC está determinado claramente por su presencia en zonas de cultivo y procesamiento de coca. El impuesto a los cultivadores y procesadores de marihuana y amapola terminó engrosando las arcas guerrilleras, especialmente del ELN en zonas como la serranía de San Lucas. Y la bonanza cafetera también ayudó a fortalecer a las FARC y al EPL en el centro del país. El ejemplo más contundente del fortalecimiento de la guerrilla en zonas de desarrollo económico es el de las FARC, que en 15 años lograron crear frentes suficientes para ejercer control sobre los principales sectores productivos del centro del país. Su presencia en la periferia de ciudades como Bogotá y Cali, y en regiones como el eje cafetero les dan la capacidad, por ejemplo, de bloquear las vías por las que se mueve buena parte de la economía nacional. 10 Para los nuevos observadores de la violencia, la guerra de hoy es consecuencia directa de la acción efectiva de la guerrilla en los principales centros de producción y desarrollo, y no resultado del atraso y la pobreza, aunque en esas razones hayan justificado su origen. Mito Nº 2: La guerrilla se bandolerizó y se narcotizó El fenómeno guerrillero según la nueva óptica de la violencia no puede reducirse al de una federación de bandoleros y asaltantes. Mientras en los años ‘80 los frentes de guerra dependían económicamente de asaltos a entidades bancarias, hoy ese tipo de casos ha disminuido en un 90 por ciento. Cuando sucede es, por lo general, con oficinas de la Caja Agraria destruidas como consecuencia de atentados a poblaciones y cuarteles de policía. En términos económicos lo evidente es que las FARC han organizado una fuerza especializada en finanzas. Sobre la narcotización de las FARC, hasta Estados Unidos reconocen que no son un cartel, pero es innegable su alianza con el narcotráfico. Esta opera en las zonas de cultivo y en las mismas condiciones en las que se da su influencia y la de otros grupos en zonas de explotación de carbón, banano, oro o petróleo. En este sentido existe tanto la narcoguerrilla como la petroguerrilla, que se ha nutrido de los boleteos, la extorsión y los secuestros a las petroleras y de los atentados a los oleoductos. Para los grupos guerrilleros no hay principios a la hora de conseguir recursos. El fin justifica los medios. Mito Nº 3: La violencia guerrillera causa sólo entre el 5 y el 20 por ciento de las muertes violentas en el país. No se puede desconocer que un conflicto de casi cuatro décadas fomentó en el país una cultura de la violencia de la cual la guerrilla y los paramilitares son su principal manifestación. Según las investigaciones del grupo Paz Pública de la Universidad de los Andes, en los 123 municipios donde se concentra el 80 por ciento de los FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 ANALISIS 30.000 homicidios que se registran cada año en el país, hay un 95 por ciento de influencia del conflicto armado. Es evidente que violencia trae más violencia. A este factor se suma el hecho de que las autoridades contabilizan, por lo general, las muertes violentas ocurridas en zonas urbanas y con sindicados conocidos, y no aquellas, más bien confusas, que son en realidad producto de la violencia guerrillera y en las que el papel de la justicia es casi nulo. Eso explica el subregistro y la tendencia a señalar como principales causas de esos homicidios al excesivo consumo de alcohol, a las riñas personales y a los accidentes de tránsito. El documento de Paz Pública es contundente en afirmar que el motor de la violencia colombiana es el conflicto armado. Mito Nº 4: El conflicto no ha afectado en forma grave a la economía. El dinero, no la ideología, es el motor de la guerra. Basta conocer el monto de los ingresos anuales de la guerrilla calculados entre 600 y 700 millones de dólares. Basta saber que el presupuesto de Defensa superó hace rato los cuatro billones de pesos, en detrimento de la inversión en sectores como la salud y la educación. Y sólo en la década del ‘90, los colombianos han tenido que aportar cerca de 2.500 millones de dólares en impuestos de guerra. El conflicto armado se traga descomunales recursos. El Departamento Nacional de Planeación concluyó el año pasado que el conflicto interno y la criminalidad le cuestan al país cada año entre 1,5 y el 4 por ciento del producto interno bruto. Es un círculo vicioso: a una guerrilla cada vez más poderosa, el gobierno tiene que responder con más presupuesto para el Ejército. A más guerra, más plata, pero siempre en detrimento de la economía del país ¿Qué tan fuertes están las FARC? Durante las reuniones preparatorias de los diálogos de paz entre funcionarios de la oficina del Alto Comisionado de Paz y la cúpula de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), mientras Tirofijo y su trío negociador Raúl Reyes, Joaquín Gómez y Fabián Ramírezdebatían la agenda, Jorge Briceño, más conocido como el Mono Jojoy, tomaba en sus manos los insectos que deambulaban por el piso, los ponía en la mesa y, una vez dominados, los mataba de un golpe certero de su cuchillo de dotación. La curiosa maña impresionó a los interlocutores del Gobierno. El desinterés de Jojoy por las discusiones en la mesa es una prueba más de lo que él y hombres como Henry Castellanos (alias Romaña) piensan sobre el enorme poderío militar que hoy tiene el grupo y que empezó a gestarse en 1982, durante la VII Conferencia, cuando las FARC le agregaron a su nombre la sigla EP Ejército del Pueblo-, para empezar a convertirse, en efecto, en una fuerza armada con todas las de la ley. La organización adoptó entonces una estrategia de crecimiento para desdoblar sus frentes hasta garantizar que hubiera al menos uno por departamento. Para ello fue fundamental la combinación de dos factores: la tregua bilateral firmada por el Gobierno de Belisario Betancur en 1984 y que duró más de tres años, y las bonanzas del banano, la coca y la ganadería. Gracias a la tregua, las FARC pudieron crecer sin contención alguna de las Fuerzas Militares. Y gracias a las bonanzas, pudieron extorsionar y secuestrar hasta llenar las arcas en proporciones nunca antes vistas por la guerrilla en el continente. El grupo pudo así copar ya no sólo las zonas de colonización donde habían nacido, sino organizarse en torno de una especie de herradura (ver mapa) alrededor de los centros de poder e industrialización más importantes del país, los nervios de la agricultura moderna y los principales ejes viales. Lo demás ha sido más de lo mismo: entre 1990 y 1995, aparecieron cinco nuevos frentes en Cundinamarca; dos más llenaron el espacio del EPL en la región de Urabá; uno en el eje cafetero y otros tantos en la Guajira, Caquetá, Casanare, Huila y Tolima. Con la localización que hoy tienen las FARC sobre el piedemonte llanero, 11 FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 Colombia: la guerra por la paz Libardo Buitrago además de la herradura, la organización logró lo que desde comienzos de la década identificó en sus documentos internos, como su objetivo: aislar el país andino y costero, del amazónico y llanero. De su capacidad de movilización, que incluso les permite mantener a más de 300 civiles y uniformados secuestrados y transportarlos de un lado a otro del territorio, hay dos claros ejemplos: el ataque a Mitú el 1º de noviembre, en el que 800 guerrilleros comandados por Romaña recorrieron más de 300 kilómetros para matar a 150 personas y secuestrar a 45 más, entre ellas a varios oficiales; y la ofensiva del 28 de diciembre al Diamante -cuartel general del jefe de las autodefensas, Carlos Castaño-, cuando tres frentes de las FARC se colaron en una zona considerada hasta entonces fortín inexpugnable de los paramilitares. Las FARC son capaces de desarrollar un promedio de 15 acciones armadas diarias y, cuando así lo decide el secretariado, de desatar una ofensiva que golpee todos y cada uno de los departamentos del país en un par de semanas. Pero, ¿qué tan uniforme es el poder de las FARC? Si bien es cierto que el grupo es casi el dueño de la región oriental hoy despejada por el Ejército (bloque que concentra el 40 por ciento de la iniciativa militar de la organización), tiene serios problemas en el norte del país, donde los paramilitares han desarrollado una estrategia de desplazamiento de la base social de la guerrilla y de contención de los frentes de los alzados en armas. Las FARC también han sufrido retrocesos en el Magdalena medio (donde en los ochenta perdieron a Puerto Boyacá), y en el Urabá y Córdoba, hoy en disputa con las tropas de Carlos Castaño. Pero el mayor retroceso de las FARC se ha dado en el terreno político, en que sus limitaciones son cada vez más evidentes. En 1984, cuando se inició la tregua con la Administración de Betancur, las encuestas calculaban entre el 12 y el 15 por ciento, la población que reconocía sentir alguna simpatía por la guerrilla de Tirofijo, 15 años después esa cifra está por debajo del 4 por ciento. Otra prueba de su pérdida de influencia 12 política es el fallido intento de sabotear las elecciones de alcaldes y gobernadores de octubre del 97. Las FARC sólo lograron afectar, en alguna medida, la celebración de las votaciones en menos del 10 por ciento de los municipios. El certamen electoral sólo fue suspendido en una docena de poblaciones. Pero esta pérdida de influencia política no parece preocupar mucho a quienes, como el Mono Jojoy y Romaña, llevan hoy buena parte de la voz cantante en el grupo. Para ellos, el movimiento es tan fuerte militarmente y su capacidad de seguir creciendo en ese campo es tan alta gracias a sus enormes recursos económicos, que su peso político se deriva en realidad de la amenaza que significa este ejército para quienes detentan el poder político y económico desde los principales centros urbanos. Y es de esperar que en la mesa de negociaciones, las FARC hagan sentir esa fuerza con exigencias mucho más elevadas que la agenda que hasta ahora han divulgado ¿Qué tan débil está el ELN? A mediados de noviembre del año pasado, cuando el ideólogo del Ejército de Liberación Nacional (ELN), Antonio García, pudo confirmar la responsabilidad de sus hombres en el atentado al oleoducto central, a su paso por la población de Machuca, en Antioquia, que dejó más de 70 víctimas civiles, comentó a uno de sus compañeros de lucha que desde la muerte del cura Manuel Pérez, la organización estaba viviendo su mala hora. Desde su reactivación en 1983, cuando tras la cumbre de Héroes y Mártires de Anorí los elenos trazaron su plan de expansión, la organización no había hecho más que crecer y afianzarse en algunas de las regiones más ricas y productivas del país. Los elenos habían entendido que para sobrevivir necesitaban mucho dinero y por eso fijaron sus ojos en los 780 kilómetros del oleoducto Caño Limón-Coveñas. Datos del Ministerio de Defensa de finales de la década pasada, calculaban en más de 50 millones de dólares, los fondos recaudados por el ELN como resultado del boleteo a firmas contratistas.que participaron en la construcción del oleoducto. Esos recursos, ade- FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 ANALISIS más de los que obtiene del secuestro y la extorsión a la industria aurífera en el nororiente de Antioquia, llenaron las arcas del ELN. Pero lejos están aquellos días dorados. No porque las fuentes de financiación se estén agotando, sino por razones que tienen qué ver con amagos de división interna y la ofensiva paramilitar. El ELN depende para su operación, mucho más que las FARC, del apoyo de la población civil. De hecho, muchos de sus hombres son miembros activos de las comunidades donde el grupo ejerce influencia. De ahí que las masacres que cometen los paramilitares, golpeen de modo directo la base social del ELN. Y trágicos errores como el de Machuca, donde murieron incluso familiares de algunos de los guerrilleros que perpetraron el ataque, no han hecho más que empeorar el panorama. Pero los problemas con las autodefensas se han extendido también al campo puramente militar. Aún está fresco el ataque de Carlos Castaño a la serranía de San Lucas, santuario del ELN en el norte del país que, sumado a diferentes golpes propinados por el Ejército, han marcado para el grupo un retroceso militar neto que es precisamente el que ha abierto las posibilidades de una negociación de paz, impensable con el ELN hasta hace pocos años. Este fenómeno no es uniforme. En Arauca y Norte de Santander, eje de operaciones del ELN, las cosas son a otro precio y allí, a diferencia de lo que sucede con el resto de los frentes, la resistencia a negociar la paz con el gobierno es grande. ¿A qué juegan los paramilitares? La leyenda dice que los hermanos Carlos y Fidel Castaño, nacidos en Amalfi (Antioquia), crearon hace 17 años los grupos de autodefensa para vengar el secuestro y posterior asesinato de su padre a manos de las FARC. Pero lo cierto es que la venganza es apenas el origen de la historia que no permite explicar la expansión de los paramilitares, un grupo armado con un pie de fuerza de 5.000 hombres y que en los últimos diez años ha logrado hacer presencia en 25 departamentos del país. Desde sus orígenes, estos grupos han sido relacionados con el narcotráfico, pues grandes capos como Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha, el Mexicano, fueron algunos de sus principales patrocinadores a comienzos de los ochenta. Hoy día, analistas, autoridades judiciales y la propia Policía, reparan en la coincidencia entre las áreas de avance paramilitar y las de narcoproducción, tránsito de drogas y armas, como es el caso de Urabá, el Atrato, Mapiripán en el Meta, la serranía de San Lucas en el sur del Bolívar y, de modo más reciente, el Putumayo. Carlos Castaño justifica esa coincidencia con el argumento de que la guerrilla es la que está en las áreas de narcocultivos, y como las autodefensas lo que hacen es perseguir a la guerrilla, han tenido que meterse en esas zonas. Castaño define al ELN un grupo que no controla el territorio, está fragmentado y, de alguna manera, tendrá que concertar con los paramilitares. En cuanto a las FARC, así como Castaño reconoce la fortaleza del movimiento en el sur del país, sabe que es débil en el norte. «Si ellos estuvieran igual de fuertes en ambas partes, no estarían hablando con ningún gobierno», afirma. Por eso, a la pregunta, ¿hasta dónde pueden las autodefensas crecer y golpear a la guerrilla?, la respuesta es hasta donde las FARC se lo permitan. Una prueba de su audacia fue el ataque de julio de 1997 a Mapiripán, en el Meta, patio trasero del bloque oriental de las FARC, y una prueba de que no tienen un triunfo asegurado, es lo que ocurrió a principios de año en el Diamante, cuando tres frentes de las FARC lograron penetrar el corazón del territorio de las autodefensas de Castaño en Córdoba. En Urabá, entre tanto, Castaño y varios frentes de las FARC se disputan el territorio palmo a palmo. Es imposible predecir quién ganará este pulso, pero es fácil prever que, pase lo que pase, los paramilitares van a desempeñar un papel cada vez más significativo tanto para la guerra como para el proceso de paz. El solo hecho de que esté abierta una discusión sobre una posible mesa paralela de diálogo con estos grupos, es ya un triunfo para ellos. FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 13 Colombia: la guerra por la paz Libardo Buitrago ¿Qué pasa con las fuerzas armadas? Que las fuerzas armadas colombianas están perdiendo la guerra con la guerrilla es una idea tan extendida en la opinión que, por momentos, parece un lugar común. Y aunque en los últimos meses ha asomado una nueva actitud tanto a nivel de comandantes como de tropa, y ese cambio ha venido acompañado de algunos golpes importantes al ELN y, en menor medida, a las FARC, la verdad es que el camino a través del cual las fuerzas armadas pueden desequilibrar a su favor la actual correlación de fuerzas con los alzados en armas, no está despejado. Las limitaciones tienen qué ver con presupuesto, inteligencia y capacidad operativa. En cuanto a lo primero, hace un par de décadas el Ejército y las demás fuerzas recibían del fisco diez veces más fondos que los que recaudaban los grupos guerrilleros. Hoy día, esa relación es, si acaso, de dos a uno. Mientras el presupuesto militar ronda los dos millones de millones de pesos, los recaudos de los grupos guerrilleros ya superan el millón de millones. Lo grave es que si los ingresos de la guerrilla siguen creciendo como en la última década, antes de tres años las FARC y el ELN estarán en capacidad de gastar más que todas las fuerzas armadas. Revertir esa tendencia es casi imposible. Para poder aumentar el gasto militar, el Estado tendría que tomar medidas como subir impuestos. Mientras tanto, la guerrilla sólo depende de secuestrar más, extorsionar más y sacarles más plata a los dueños de narcocultivos y narcolaboratorios. En cuanto a la inteligencia, ha habido avances pero no se han generalizado al conjunto de la Fuerza Pública. «Hoy es más fácil que antes localizar, por ejemplo, al Mono Jojoy, si éste habla por radioteléfono desde algún lugar de la selva», explicó un coronel del Ejército, que actúa en el sur del país. De hecho, los monitoreos al hombre fuerte de las FARC son casi diarios. Pero monitorearlo e incluso localizarlo, no basta. Y ahí viene el tercer problema: el de la capacidad operativa del Ejército -directo responsable de este tipo de acciones- cuando recibe la información del lugar donde se encuentra un jefe guerrillero, o del área de movilización de una columna de insur14 gentes. La tropa no cuenta ni con el equipo, ni con las tácticas adecuadas para aprovechar la información y golpear de manera sorpresiva a la guerrilla. Ante semejante panorama, las fuerzas armadas no pueden aspirar a desarrollar una estrategia de contención general de la guerrilla, pero sí a propinarle algunos golpes localizados, pero importantes. Algo de eso ha sucedido ya. En Mitú, hay testimonios de que la guerrilla huyó con cerca de un centenar de muertos. Y días después, cuando Romaña conducía por las selvas del Guaviare a unos 200 hombres que habían participado en el ataque a Mitú, fue ubicado por labores de inteligencia, y atacado. «Hay versiones de los campesinos que hablan de cerca de 80 guerrilleros muertos», asegura un oficial de inteligencia. La idea es que esos golpes presionen al secretariado a tomarse en serio la opción de la negociación política que, hasta ahora, no les ofrece un mejor panorama que el que les garantiza la guerra. El año 1998 terminó con un clima político de acentuados contrastes: se inició un nuevo gobierno con un amplio respaldo electoral, pero se agudizaron las tensiones sociales y se produjeron enfrentamientos entre el movimiento sindical y el gobierno nacional; el conflicto interno armado continuó el escalamiento que lo ha caracterizado durante los últimos años, a la vez que se fortalecieron los escenarios de paz con las FARCEP y el ELN; se agravó aún más la situación de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario pero mejoró la posición de Colombia en el concierto internacional. Indudablemente los últimos meses del año estuvieron marcados por el signo de la guerra y de la paz, campos en los que paradójicamente se han producido avances simultáneos significativos. Una explosiva situación social La época en la que el gobierno recurrió a la concertación para tratar los conflictos laborales y los sindicatos lo apoyaban tácita o explícitamente parece haber terminado. El presidente Pastrana y algunos sectores empresariales criticaron se- FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 ANALISIS veramente la política de concertación y de concesiones excesivas, que a su juicio aplicó la administración Samper, llegando incluso a comprometer gravemente el equilibrio de las finanzas públicas. En medio de anuncios de un severo ajuste económico y reducciones del gasto público, el nuevo gobierno enfrentó a los sindicatos que demandaban participación en la definición de algunas políticas públicas y aumentos salariales superiores a los de la inflación esperada. se avance, además, en acuerdos humanitarios que sustraigan a la población civil del conflicto armado. Pocos días después, el primero de noviembre, las FARC-EP realizaron un demoledor ataque a Mitú, capital del departamento del Guaviare, continuando su estrategia de atacar poblaciones relativamente importantes mediante la concentración de un elevado número de hombres. Como resultado de este ataque retuvo en combate varias decenas de policías y ocupó durante cuatro días la población, al cabo de los cuales, en una inédita operación nocturna, el Ejército la recuperó. Mitú parece marcar un punto de inflexión en la dinámica de la guerra: por primera vez en los últimos años el Ejército tomó la iniciativa de responder a los ataques de la guerrilla y al efecto movilizó tropas con equipos para combate nocturno. Dos semanas más tarde, interceptó una numerosa columna guerrillera que al parecer tenía como objetivo atacar a San José del Guaviare. En estas dos oportunidades, según fuentes del Ejército, la guerrilla tuvo un elevado número de bajas y logró cortar la ininterrumpida serie de triunfos militares de la guerrilla. Esta nueva actitud obedece a los cambios que se están dando en la orientación y en la organización de las Fuerzas Militares, a los que nos referiremos en el siguiente aparte. Los paramilitares por su parte no han cesado de hostigar a la población civil. Amenazaron con desalojar al ELN de la Serranía de San Lucas, corredor estratégico desde el punto de vista político y militar que permite desplazarse desde la zona petrolera de Barrancabermeja en el Magdalena Medio hacia los departamentos de Bolívar, Sucre, Córdoba y Antioquia. En el hasta ahora infructuoso intento no le han ahorrado tragedias a la población civil y se han acentuado los éxodos colectivos. La reacción de las guerrillas no se hizo esperar: el ELN, el ERP y las FARC-EP resistieron la ofensiva y evitaron que los «paras» lograran asumir el control total de la zona. La disputa territorial se ha extendido de nuevo a localidades que hasta hace unas semanas eran territorio controlado por los paramilitares: durante el mes de noviembre las FARC-EP atacaron bases de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU) en Urabá, en Pavarandó y en las cer15 La guerra y la paz Tal como lo habíamos previsto, continuó la tendencia al escalamiento del conflicto mediante el incremento en la intensidad y magnitud de los enfrentamientos, al paso que se acentuaron los ataques a la población civil, las violaciones a los derechos humanos y al derecho humanitario, uno de cuyos efectos más graves es el aumento notable del desplazamiento forzado, que se convierte en uno de los problemas sociales más agudos del final del siglo. Pero al mismo tiempo se dio un escalamiento de las acciones de paz: se instaló la mesa de conversaciones gobierno-FARC-EP en la zona de distensión el 7 de enero y se convocó la Convención Nacional con el ELN a partir del 13 de febrero. Escalamiento y degradación del conflicto Pocos días después del encuentro entre los firmantes del Acuerdo de Puerta del Cielo con miembros del COCE del ELN en el campamento de Río Verde, Antioquia, el 12 de octubre, la guerrilla del ELN voló un oleoducto en la vereda de Machuca, al norte de este departamento. El atentado desató un incendió que arrasó un pequeño caserío dejando como resultado final cerca de setenta personas muertas, en su mayoría niños y mujeres. El tardío reconocimiento de responsabilidad en esta tragedia por parte de la dirección nacional del ELN, no logró contrarrestar los efectos negativos que tuvo sobre el proceso de convocatoria de la Convención Nacional, y las dudas sobre la viabilidad de las negociaciones en medio de la guerra. Diversos sectores demandan que se pacte una tregua que permita recuperar confianza en la posibilidad de la negociación y que FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 Colombia: la guerra por la paz Libardo Buitrago canías de Apartadó y en el Nudo de Paramillo convertido en el cuartel general de esta organización. Derechos Humanos y desplazamiento forzado Colombia atraviesa una profunda crisis humanitaria como consecuencia de la incapacidad del Estado para garantizar el respeto a los Derechos Humanos y de las permanentes violaciones del Derecho Internacional Humanitario por parte de los actores armados. El escalamiento del conflicto y la mayor presencia territorial de los actores armados afecta a la población que, en algunos territorios en disputa, ha terminado convertida en objetivo militar. El más grave efecto de la degradación del conflicto ha sido el incremento del desplazamiento forzado, que en el último año se ha caracterizado por los éxodos masivos. Se estima en cerca de un millón trescientos mil los desplazados desde 1985, cifra que tiende a aumentar en regiones de conflictos agrarios y de importancia económica en los que se concentra la estrategia de control territorial por parte de los actores armados. Las acciones que más afectan a la población son las masacres producidas por los paramilitares, operativos militares con bombardeos aéreos indiscriminados y los ataques de los grupos insurgentes. La magnitud de este problema se puede apreciar si se tiene en cuenta que en todo el mundo hay cerca de veinticinco millones de desplazados, y que Colombia ocupa el segundo lugar mundial, después de Sudán. Colombia: amenaza para la seguridad regional El escalamiento del conflicto armado, el hecho de estar atravesado por la economía del narcotráfico y de estar afectando a los países vecinos, en particular Venezuela, Ecuador y Panamá, ha convocado la atención de la comunidad internacional y, en particular, de Estados Unidos. En pocos meses Colombia pasó de ser percibida como un «país - problema» para la comunidad internacional a ser considerada como un serio factor de desestabilización de la seguridad regional, incluso por encima de Cuba. Lo cual, 16 sin duda, puede constituir un factor de escalamiento en la vulnerabilidad externa del país si se continúa agravando el orden público interno y su impacto tanto regional como internacional. Estados Unidos: ¿en la paz y en la guerra? Esta visión en los círculos políticos y militares de Estados Unidos se traduce en una política de «doble carril» hacia Colombia: por un carril el Departamento de Estado apoya las iniciativas de paz de la administración Pastrana; por el otro carril el Departamento de Defensa contribuye al fortalecimiento y reestructuración tanto de las Fuerzas Militares como de la Policía. La expresión más fehaciente de esta última política se halla en el acuerdo de cooperación firmado en Cartagena entre el Secretario de Defensa de Estados Unidos y el Ministro de Defensa de Colombia durante la Tercera Conferencia Bianual de Ministros de Defensa de las Américas, realizada a comienzos de diciembre. En los medios académicos y militares de Estados Unidos el conflicto colombiano está definido como una «guerra ambigua» (ambiguous warfare), debido a la superposición de guerrilla y narcotráfico, lo cual puede servir de fundamento para relacionar la guerra antinarcóticos y la guerra contrainsurgente. Como una manera de enfrentar esta «guerra ambigua», se decidió conformar un batallón del Ejército especializado en la lucha antinarcóticos, cuyo objetivo sería apoyar a la policía nacional en la erradicación de los cultivos de coca en el departamento del Putumayo, territorio de valor geoestratégico fundamental tanto para las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) como para las FARC-EP, como quiera que entre ellas se dividen el departamento, constituyendo las únicas autoridades reales en la zona, en donde gracias a los extensos cultivos de coca y a la importancia de los laboratorios para su procesamiento, están obteniendo la inmensa mayoría de sus recursos económicos. Por otra parte, dado que la frontera de Colombia con Ecuador y Perú es actualmente un área sin control real por parte de ninguno de estados FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 ANALISIS fronterizos, se ha convertido en una zona favorable para el ingreso de precursores para el procesamiento de droga y para el tráfico de armas. Este hecho explica la presión estadounidense sobre los gobiernos de Ecuador y Perú para trasladar sus tropas de la frontera común hacia la frontera con Colombia para impedir este flujo de armas y drogas. Es previsible, por tanto, que en los próximos meses se creen en la frontera sur del país «teatros de operaciones militares» por parte de Quito y Lima, similares a los dos que creó el gobierno de Venezuela hace ya algún tiempo. Por lo pronto Estados Unidos apoya la política de paz del gobierno, como lo ratificó la presencia del Embajador americano en San Vicente del Caguán el 7 de enero, y diferencian todavía la lucha contrainsurgente de la lucha antinarcóticos, pero tienen la convicción de que sin resolver el problema del narcotráfico no será posible la construcción de la paz. Lo que significa que si llegaran a fracasar los procesos de paz en curso, así como hoy están en la paz, mañana estarán en la guerra. La doble agenda El escalamiento del conflicto y el inicio de las conversaciones de paz coge a las fuerzas militares en su peor momento como consecuencia de las derrotas en el campo de batalla, los nexos con los paramilitares, la penetración del narcotráfico, las violaciones a los derechos humanos y la corrupción. En estas condiciones la situación de las fuerzas militares y de su capacidad para enfrentar la amenaza insurgente es objeto de preocupación, tanto del gobierno nacional como del Departamento de Defensa estadounidense que en los últimos seis meses ha convocado a dos seminarios internacionales para discutir esta situación. La cuestión es cómo reestructurar las Fuerzas Armadas para enfrentar la escalada del conflicto? En las fuerzas armadas existen dos planes en curso simultáneos: de una parte, el Plan A, de apoyo a la política de paz y, por otra parte, el Plan B, la preparación de las Fuerzas Armadas para la negociación en medio de la guerra y frente a un eventual fracaso de estas negociaciones. La interrelación de uno y otro plan se funda en dos orientaciones básicas: la necesidad que perciben las fuerzas armadas de debilitar militarmente a la guerrilla para poder facilitar el proceso de paz, y la necesidad de cortar los vínculos del narcotráfico con la guerrilla. En este sentido, conciben la lucha contra el narcotráfico como de un alto valor militar si se pretende impedir la expansión de los actores armados que enfrentan la autoridad del Estado. La modernización de las fuerzas armadas tiene los siguientes componentes: (i) pasar de una inteligencia operativa a una inteligencia estratégica, es decir, compuesta por analistas profesionales; (ii) ante el fracaso de las redes de inteligencia humana, en especial en el sur del país, se va a fortalecer la inteligencia técnica mediante aviones espías y medios satelitales; (iii) acelerar el proceso de profesionalización de la tropa, acabando gradualmente con el servicio militar obligatorio; (iv) pasar al sistema satelital para acelerar y facilitar la comunicación entre las distintas unidades militares; (v) modernizar la dotación para el combate; (vi) conformar unidades militares de reacción rápida, con un fuerte componente de tropas aerotransportadas, complementadas con unidades pequeñas especializadas en operaciones comando; (vii) fortalecer los controles internos para hacer respetar tanto los derechos humanos como los principios del Derecho Internacional Humanitario. Estas reformas, así como las dimensiones y las modalidades de la ayuda militar estadounidense van a generar un hondo debate en el país. Desde quienes van a sostener que todo gasto militar es una fuente para el acrecentamiento de la guerra hasta quienes piensan que sólo mediante un fortalecimiento del Estado y sus Fuerzas Armadas se podrá lograr la paz tan anhelada. En todo caso, es indispensable abrir pronto este debate, pues Colombia arriesga, si las negociaciones de paz fracasan una vez más con las FARC y el ELN, convertirse en un nuevo escenario de guerra internacional 17 FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 Colombia: la guerra por la paz Libardo Buitrago ¿Despegan las conversaciones de paz? Simultáneo al escalamiento del conflicto, a la presión del movimiento ciudadano por la paz y a la creciente preocupación de la comunidad internacional por su impacto regional se avanzó en la consolidación de los dos escenarios de paz: zona de distensión y Convención Nacional, La zona de distensión se inició el 7 de noviembre, y el 7 de enero el presidente Pastrana instaló oficialmente la mesa de conversaciones entre el gobierno nacional y las FARC-EP, en un acto que contó con la presencia de casi todo el cuerpo diplomático acreditado en el país, delegados de los poderes públicos, ONG’s y algunas organizaciones sociales. Sin la presencia de Manuel Marulanda, comandante de la agrupación guerrillera, Pastrana reiteró su voluntad de paz y la decisión de avanzar en unas negociaciones que comprendan reformas estructurales para superar las causas generadoras del conflicto y demandó el apoyo internacional. Por su parte las FARC-EP reivindicaron una vez más su «Plataforma para un gobierno de reconstrucción y reconciliación nacional» que comprende puntos como la solución política del conflicto, reforma del Estado y de las Fuerzas Armadas, abandono de la doctrina de Seguridad Nacional, cambios en el modelo de desarrollo, reforma agraria y solución social al problema del narcotráfico. E insistieron en la necesidad de que el «Estado someta a la justicia ordinaria» a los grupos paramilitares, a los que considera «hijos legítimos» de éste. La guerra continúa En este clima optimista, los nubarrones de la barbarie no ceden. Las FARC-EP atacaron a fines de diciembre el campamento de las ACCU en el Nudo de Paramillo, matando tres decenas de personas. Se denunció que incurrieron en atrocidades: mutilaciones y degollamientos. La reacción de los paramilitares, una vez concluida la tregua unilateral que declararon entre el 20 de diciembre y el 6 de enero, se hizo sentir en cinco departamentos: en cuatro días, en una oleada de terror, mataron cerca de ciento cincuenta personas, pobladores civiles indefensos que en la lógica de los «paras» no son más que guerrilleros 18 vestidos de civil. La «barbarie paramilitar» provocó el rechazo de diversos sectores y de las Naciones Unidas que demandan acciones eficaces del gobierno para someterlos. Hasta el momento el gobierno decidió combatirlos con unidades especiales, que en el pasado han sido totalmente ineficaces. Y los paramilitares han respondido a estas medidas con la propuesta de sentarse a negociar en una «mesa paralela y simultánea» a la instalada con la guerrilla. Para el gobierno la situación es compleja porque, de aceptarse la propuesta que es a su vez la respuesta a la oferta gubernamental, seguramente surgirán dificultades adicionales para avanzar en las conversaciones con la guerrilla. Lineamientos generales para una política sobre la violencia La violencia colombiana, en sus graves dimensiones y sus tantas formas, necesita de un seguimiento constante tanto por su dinámica, como por la aparición de nuevos fenómenos y exige el diseño de una política a largo plazo, imperativa e inmediata que involucre al Estado en su conjunto: gobierno y sociedad civil. Para salir de la violencia, conseguir la paz y lograr la convivencia es necesario el compromiso del gobierno y de la sociedad. La voluntad política es un requisito para resolver el problema, aceptando que los temas de paz, seguridad y convivencia no son asuntos de competencia exclusiva del gobierno. La búsqueda de soluciones debe ser compartida por los gobiernos y la sociedad civil. La solución es compleja y no es fácil. Debe ser multisectorial con iniciativas concretas sobre fuerzas armadas, policía, justicia, educación, presupuesto, salud, con acciones específicas a mediano y largo plazo que sustituyan la visión inmediatista. Por la complejidad del problema, la política contra la Violencia debe articular múltiples dimensiones: la disminución de las situaciones sociales FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 ANALISIS propiciatorias de la violencia como los problemas de tenencia de tierra, los desplazamientos, las áreas de colonización, las zonas de miseria en las ciudades donde hay más víctimas etc.; el control de los factores de riesgo como armas, alcohol, medios de comunicación; las poblaciones más vulnerables como niños, mujeres, jóvenes; deben mejorar las herramientas instrumentales como la judicial, la militar, la policial; también atender la dimensión política del dominio territorial, de gobernabilidad de las autoridades locales y nacionales, de lucha por el poder; la dimensión del fortalecimiento de la justicia; la dimensión institucional donde se refuerzan y definen las responsabilidades y coordinaciones de los programas a cargo tanto de la sociedad civil, como de los distintas agencias estatales como la policía, la justicia y la militar para enfrentar los agentes de la violencia paramilitares, subversión, delincuencia común, el secuestro...; articular, también, la dimensión pedagógica en lo atinente a la superación de la intolerancia y del conflicto. No más planes de cada gobierno, sino una política a largo plazo y con soluciones radicales insertada dentro de las políticas públicas. Los promotores de la violencia, aprovechan los espacios dejados por las fórmulas a corto plazo, adoptadas por cada gobierno. Se deben tomar elementos de la reciente experiencia para planear el futuro. La solución debe integrar dos estrategias: una, sobre la violencia política, con un enfoque definitorio, y otra, sobre la violencia social, prioritariamente preventiva y de disminución de los factores de riesgo. La estrategia debe estar compuesta por acciones coordinadas e independientes para cada elemento. La concepción de la política para la violencia debe ser nacional, con algunas distinciones entre las medidas rurales y urbanas. En las correcciones de la violencia social y urbana, se debe recurrir a soluciones locales. La política contra la violencia debe coordinar esfuerzos con aquellos sobre los Derechos Humanos, la tenencia de la tierra, la política internacional, la justicia y la política criminal, la educación y la salud pública. Debe incluir el monitoreo de las dinámicas tanto de la Violencia, como de la aplicación de los correctivos introducidos por el gobierno para adaptar las respuestas. Gobierno La política contra la violencia debe ser una tarea prioritaria de todo el gobierno y del Estado todo. Un programa de gobierno debe tener como meta la disminución de las tasas de homicidio, con planes que cubran todas las áreas del problema como son la prevención, represión y castigo del delito y la disminución de los diversos factores que afectan la convivencia, así como una política definitiva de tratamiento a la guerrilla y a los demás actores armados como los paramilitares. Para desgobiernizar los temas de paz y seguridad, es necesario cambiar la aprehensión del sector público sobre la intromisión del sector privado en el manejo del problema de la violencia. La estrategia debe articular políticas sobre las problemáticas específicas que conforman el problema, tales como la reinserción, el alcohol, las armas, los jóvenes, la familia, y todas deben hacer parte de las políticas públicas. Se deben diseñar acciones para la gobernabilidad de los alcaldes, para la sociedad que queda después de la guerra, para soluciones de tipo educativo, para mecanismos de los medios de comunicación etc. Los programas de gobierno deben cubrir todas las áreas del problema; enfrentar la violencia resolviendo el conflicto con la guerrilla, reprimir la violencia mediante el ejercicio de la función judicial, prevenir la violencia con la disminución del delito y de las situaciones de riesgo, también combatir creencias y expresiones agresivas de la violencia mediante actitudes y normas. La iniciativa debe incluir programas de atención a las víctimas, a los desplazados, a las víctimas de la violencia social y doméstica. Deben atenderse las necesidades inmediatas de las víctimas de las violencias. El gobierno debe promover programas y acciones con los que se puedan coartar los factores que favorecen la violencia. Se deben aislar los temas de la violencia del manejo macroeconómico que rige las políticas públicas. Las insuficiencias presupuestarias no pueden 19 FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 Colombia: la guerra por la paz Libardo Buitrago seguir siendo pretexto para la debilidad de la fuerza pública. Se requiere ejercicio de mando y de autoridad. No más atomización de instituciones, explosión de normas y mistificación de los problemas violentos. La ejecución de la estrategia debe hacerse por mandato del Ejecutivo. En el manejo del problema debe existir una coordinación institucional gubernamental. En el manejo del problema debe existir una coordinación institucional, como en el caso de la inteligencia, la investigación judicial, policía, fuerzas militares. Además de acudir a la especialización funcional de cada una de las entidades responsables, debe asegurarse la colaboración entre ellas. Los esfuerzos de cada una deben ser secundados por las otras. Para ganar autoridad y mejorar en efectividad, las instituciones gubernamentales encargadas de las políticas de la violencia: las fuerzas militares, de policía, las entidades judiciales, deben ser fortalecidas y aproximadas a la ciudadanía. La autoridad debe estar presente y ser confiable para obtener la colaboración ciudadana. La sociedad civil Para construir una Colombia menos violenta es necesario concientizar a los ciudadanos frente a la magnitud y las dimensiones de la Violencia colombiana que no sólo se refiere a la política, sino, también, sobre la que se expresa a través de los actos violentos de otros agentes, de los factores de riesgo y de la agresividad ciudadana. Por iniciativa de la sociedad civil deben apoyarse y crearse organizaciones sociales de atención a los fenómenos de la violencia, de prevención de los factores de riesgo de la misma, de seguimiento, aun cuando la ejecución de la estrategia debe ser responsabilidad del gobierno. La sociedad debe vigilar el cumplimiento de los programas de la política de superación de la Violencia y de la convivencia, y también fiscalizar las acciones de los grupos violentos. Para todo ello, la sociedad civil debe crear y apoyarse en organizaciones no gubernamentales. Los ciudadanos deben rechazar el terrorismo, la polarización y la guerra, y prepararse para la paz. Se trata de la construcción de la ofensiva ciudadana contra el terror y la guerra, que exprese el derecho de los ciudadanos a vivir en paz. Es necesario motivar y movilizar a la población en la búsqueda de la paz, sin que ello signifique dejarle a la sociedad el manejo del problema. Los colombianos deben tener conciencia no sólo de la Violencia, sino de los fenómenos sociales que ella genera. Una política de control y disminución de la violencia debe “ganar los corazones de los colombianos” en el empeño de la paz y la solidaridad, trabajar en la creación de la confianza en las instituciones, en la justicia y en la fuerza pública, fortalecer el valor de la autoridad y rescatar el orden. Para todo ello, es esencial concentrar esfuerzos en las actitudes y los valores. Deben cambiarse muchas percepciones como la posibilidad de no ser castigado que favorece la criminalidad, la disposición de los colombianos a pagar y a negociar con los delincuentes y con la guerrilla, lo que equivale a financiarla y apoyarla, bien sea por amedrentamiento; y también cambiar el convencimiento de que la seguridad se encuentra en el paramilitarismo y en las cooperativas. Se debe rodear a la fuerza pública, pero, además, se debe superar el clima de frustración por la continuación de la guerra que alimenta el afán de los civiles de dar una respuesta política a la guerrilla, así como de buscar la solución a la seguridad recurriendo a la ciudadanía y al armamentismo. Los ciudadanos deben rechazar la guerra y prepararse para la paz. La sociedad civil debe tanto buscar aclimatar no sólo la paz, como contribuir a la disminución del ambiente de agresividad social. Se acogió la convocatoria sobre la construcción de la ofensiva ciudadana contra la guerra, que expresa el derecho de los ciudadanos a vivir en paz. Lineamientos de la propuesta sobre la violencia política La violencia política es aquella que se produce por el enfrentamiento entre el Estado y los grupos organizados en su contra, o entre ellos. 20 FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 ANALISIS Afecta no solamente a las partes involucradas los problemas. De esta formulación, que recibió amen el conflicto, sino a la población en general. plia aceptación, resultó la reinserción de algunos grupos y un alto número de partidos, pero no un El país necesita eliminar el crónico conflicto ar- proceso amplio de paz. En cuanto a la violencia mado entre la subversión y el Estado que, ade- común, formuló políticas sobre temas como el alcomás de los muertos, ha generado cerca del 15% hol y las armas y, en referencia a la Violencia orgade los homicidios, causa el clima de confronta- nizada, la búsqueda de una política de rehabilitación, terrorismo y guerra. La política sobre la Vio- ción del crimen organizado, la necesidad del replanlencia Política está dirigida a los distintos grupos teamiento de la investigación judicial y la Justicia guerrilleros y paramilitares, pero debe ser distin- Penal. La ausencia de separación de las violencias ta para la guerrilla de la que se utilice con los fue una de las limitaciones de ese enfoque, y así paramilitares, y debe ser independiente también también lo fue su tratamiento de la ley como un prode aquélla para la criminalidad común y para la blema marginal, reduciendo mayores posibilidades Violencia social. de hacer esfuerzos en materia de justicia. La paz debe hacer parte del compromiso programático de todo gobierno. Tampoco podrá Conclusión hablarse más de dominio territorial por parte de ningún grupo. La hora más dificil ha llegado. Es hora de tomar la idea de la visión de Estado, la única fórmula caDebe reconocerse la injerencia del problema paz de sacar adelante un acuerdo de paz. Sin esta de la tierra en el conflicto: la acumulación de tie- visión de construir una sociedad para el nuevo rra por parte de los narcotraficantes, y el papel de milenio, podría resultar estéril cualquier acuerdo de la tierra en el enfrentamiento entre guerrillas y paz. No se puede agotar esta vía que es otra exparamilitares. La tierra es un elemento de la ne- traordinaria oportunidad para alcanzar la paz. gociación con guerrillas y paramilitares. El enfoque de las causas objetivas de la violencia, de la relación entre violencia y pobreza, que orientó en su momento la política sobre la violencia de la administración Betancur ha quedado atrás. El informe de los violentólogos de 1987, cubrió una amplia gama de áreas, tenía un gran énfasis en lo político. Por su enfoque estructural, la paz se conseguiría por la resolución de El camino no es fácil, es lento y deberá tenerse mucha paciencia para resolverlo. En Colombia los caminos hacia la paz se tienen que recorrer y andar con motivación y optimismo, entendiendo que un conflicto político-social de décadas no se resuelve en un par de años. Será entonces quién construya la visión la Estado, el que permita a Colombia salir de la cultura de la violenciade la violencia. FASOC, Año 14, Nº 3, julio-septiembre, 1999 21
Copyright © 2024 DOKUMEN.SITE Inc.