Bonsái Guadalupe Nettel.pdf

March 29, 2018 | Author: Luis Tomas Marmolejo | Category: Psychology & Cognitive Science, Plants, Nature, Science, Philosophical Science


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. . . . . . Entonces nos saludábamos casi a la fuerza. un cactus. Tanto mis compañeros de escuela como mis colegas de tra­ bajo me habían jugado ya algunas bromas acerca de mi temperamento austero. y sobre todo dejé de sentirme culpa­ ble por no contarle mi amistad con el jardinero. es­ perando con aprensión el momento en que la puerta iba a abrirse para dejar entrar una mala noticia. no tan incompatible. No era falta de ama­ bilidad. me reprochaba siempre mi rigidez. Y. En realidad siempre había sido así. Era así de simple: yo era un cactus. ¿qué planta era Mido­ ri? La mujer que había elegido para compartir mi vida no era. Midori. como el hecho de no saber bailar. «No tiene remedio» . ellos no. pero nunca les ha­ bía dado importancia. evitando mirarnos. Es cierto que Midori tam­ bién era frágil. de su vestido nuevo o de lo que le ha­ bía ocurrido a su amiga Shimamoto durante las vacaciones. a todas luces. ella tenía que ser otra cosa. sino simple coherencia con mi naturale­ za. Fue como una liberación. Conforme pasaron los días. Cada vez que el teléfono sonaba. me mantenía siempre erguido. «tú escogiste casarte con un cactus. » También por esas fechas dejé de pro­ pinar sonrisas hipócritas a los colegas que encon­ traba en el restaurante de la empresa. al contrario. incluso «más natural » . no ha­ blaba. pero lo era de otra forma. mi pertenencia a los cactus me fue pareciendo más y más evidente. todo me parecía una consecuencia lógica de mi condi­ ción. al mismo tiempo. Pasé la tarde del sábado mirando las diferentes especies del invernadero pero no lo­ gré dar con la planta a la que se parecía Midori. De vez en cuando podía ocurrir que. la · gente no lo tomó a mal.entaban que últimamente me veía «en buena forma».La pregunta era inevitable y no se hizo espe­ rar: si yo era una cactácea. en un eleva­ dor o en algún pasillo de la empresa. En la oficina. en cambio. quien bailaba con una sensualidad inimitable. En la casa también se produjeron algunos cambios. Ahora. al contrario de lo que se podía esperar. Es más. pues no estaba a la defensiva. algo mucho más suave pero. En ese momento dejé de preocuparme por cosas que antes me pe­ saban y me causaban angustia. Cuando no tenía nada que decir. podía responder­ le ahora. los compañeros de oficina corp. cínicamente. blandiendo espinas hacia to­ das partes. sentía sobre mi piel el nacimiento de una nueva espina. No. Nada en ellos me la recordaba. entre más me asu- 49 . como había hecho durante tantos años. reconociera 48 al pasar a otro cactus. A partir de entonces me negué a sostener conversaciones fingidas con Midori acerca de su pedicura. Eso no significaba que mi amor por ella estuviera disminuyendo. pensé. E ra curioso que. desperté sobresaltad o después de una pesadilla que no lograba recordar. justo la n�che en que había descubierto su verdadera identidad. se puso muy insistente con la cu estión de la luju­ ria. mi mujer era una enredadera. no te preocupes. Midori hablara de ese tema. «mientras que yo no la so­ porto. -Soñé que teníamos un niño . Nunca hemos hablado de eso -explicó mi­ omo si rándome a los o jos. Es por el sueño de anoche. Miré el reloj alarmado: tenía quince minutos de retraso. me quedé pen­ sando en Midori. -Hoy en la noche hablamos. -¿Te sientes bien? -le pregunté cariñosamente. La cita de la mañana fue un auténtico fiasco. respirand o con placidez en un sueño profundo. -Sí. Midori y yo llevábamos ocho años casados.mía. mi mujer permaneció silen­ ciosa. El cuerpo de Midori yacía prácticamente sobre el mí o. Mi afir­ mación como cactus la hacía exagerar todas sus reacciones. Antes de responder. decíamos que el secreto consistía en no tenerlos. Parecía agobiada por algo. notando ansiedad en m1 voz. p or si fuera poco. Tanto sus piernas como sus brazos estaban enlazados con los míos. suave y brillante. Sentí un escalofrío. 51 . Debía tratar de dormir. semejando las ramas de una hiedra o de una ma­ dreselva. -¿Cuál sueño? -exclamé. Una noche. En las mañanas antes d e ir al trabajo o en las noches antes de dormir. 50 Me costó trabajo despertar esa mañana y tomé una ducha más larga que de costumbre. La luna casi llena entraba por el sh oji. c intentara descifrar mis pensamientos. «Por eso le gusta tanto la lluvia» . en su manera callada de infil­ trarse en cualquier espaci o y de tomar posesión de mi vida. pintando la habita­ ción con una luz azulada. Los 'matrimonios de amigos tenían casi todos hi­ jos. inquisitivamente. un bebé precioso. Me preguntaba con may or frecuencia dónde había pasado la tarde y. » Durante algunos minutos. Entre más lo pensaba más iba p�r­ diendo el sueño. Así fue como lo supe. mejor me relaci onaba con el mundo. Midori tomó una profunda inspiración. Cuando nos preguntaban cómo hacíamos para vernos tan felices. Durante el desayuno. cosa que por supuesto con­ trariaba mi naturaleza cactus. a Mid ori le entraban ga­ nas de hacer el amor. pero evitando tocarla. Te lo prometo. Por fo rtuna recordé la agenda del día siguiente: tenía una cita importante a las nueve. Pero Midori no lo tomó de la misma manera. . -¿Por qué están aquí? -pregunté irritado y subiendo un poco la voz-. en el parque estaban acostum­ brados a que el jardinero se ausentara algunos días. ¿Por qué me ha traído a ver esto? -Llevo muchos años cultivándolos. he poda­ do cada una de sus hojas. simulando el estertor de los árboles verdaderos. Los bonsáis siempre me habían causado una especie de miedo. tampoco son árboles. Pienso que ya ha aprendido a mirar lo sufi­ ciente las plantas como para darse cuenta: no son plantas. Los árboles son los seres más espaciosos que hay sobre la tierra. para ver 55 . Pregunté por él al guardia pero no supo darme ninguna explica­ ción. en cambio un bonsái es una contracción. Yo amaba a Midori. Al parecer. Estuve esperando un rato en el café. mientras yo revisaba con cuidado la pequeña cor­ teza como si en ella se escondiera alguna respues- 54 ta-.-¿Son de verdad? -pregunté. pensé en las enreda­ deras y en los cactus. árboles que traicio­ nan su verdadera naturaleza. El viejo debió de darse cuenta y comentó: -Estoy de acuerdo con usted. en todo caso una aprensión inex­ plicable. Como no llevaba paraguas. Son aberrantes. los bonsáis sólo son eso. señor Okada -insistió. Tam­ bién pensé en lo traicionada y triste que sería una enredadera incapaz de reproducirse.os ha­ blando en voz baja como dos personas que com­ parten un secreto. Volví a casa caminando bajo la lluvia. sorprendido. llegué con la ropa escurrien­ do. mientras que una enredadera era feliz así. pero dejarme inva­ dir era actuar en contra de mi naturaleza. Durante todo el camino. Y al decir esto me di cuenta de que estábarp. Me sorprendió escuchar esa expresión en la boca de un jardinero. no abordamos el tema de la reproducción. Un cactus sufría en ese di­ ma de lluvia. para mi fortuna. bonsáis. Entré a la casa y me di una ducha caliente. así que. Midori estaba ocupada con un asunto de pruebas que debía mandar a la imprenta esa misma no­ che. Hacía mucho que no veía alguno y en­ contrarme de repente con tal cantidad de ellos me produjo un malestar casi físico. los he visto secar y caer sobre la tierra de la maceta. pero de manera tan ambigua que yo no supe si se trataba de una afirmación o de una negativa. Así vengan de un árbol frondoso o de un árbol frutal. pero sin ninguna clase de estrépito. Por toda respuesta el jardinero movió la cabe­ za. pero al mismo tiempo esa palabra correspondía muy de cerca a lo que yo es­ taba sintiendo. V éalos bien. El sábado fui al jardín de Aoyama pero el an­ ciano no estaba en el invernadero.
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