BELLA VIOLETA. 1ª Parte.Autora: R. Pffeiffer 1. ÉRASE UNA VEZ. Mi padre es rico. Amasó toda su fortuna llevando a la gente de un lado para otro. Nadie en la familia, que yo sepa, había logrado llegar tan alto como él. Empezó desde cero, trabajando de jardinero, de limpiabotas, de cualquier cosa que pudiera darle de comer a él y a su familia. Tuvo que dejar de estudiar demasiado pronto, la pobreza y el desorden de la Postguerra ayudó a que así fuese. Aún así y a pesar de que su futuro entonces era un futuro condenado a trabajar duro para apenas tener algo que comer, mi padre logró ahorrar lo suficiente como para montar un pequeño negocio que pronto se convertiría en una mina de oro. Con mucho esfuerzo logró sacar adelante su negocio de transportes. Ahora el suyo era uno de los más importantes de la ciudad. Aunque yo diría que su ambición por ser algo más creció a partir de que conoció a mi madre. Amor a primera vista, eso es lo que siempre dicen ellos que fue. Aunque soy muy escéptica con esas historias de amor, debo reconocer que lo que hay entre mi padre y mi madre es absoluta adoración. Cuando se conocieron, ninguno de los dos tenía nada que ofrecer. El valor y coraje de mi madre fue definitivo para mi padre. Ella trabajó duro sirviendo en las casas de los más pudientes, ahorrando hasta la última moneda, poniendo todas sus esperanzas en su marido. Y lo lograron. Volvamos a mi padre, por quien siento una debilidad desmesurada. No me entendáis mal, yo quiero mucho a mi madre, pero ella, aunque se esfuerza, es incapaz de comprender nada de lo que a mí se refiere. En cambio mi padre, él siempre parece saber lo que pasa por mi desordenada cabeza. Su sonrisa es capaz de iluminar el dia más triste de mi existencia. Mi encandilamiento por mi padre va más allá de lo explicable. Siempre con aquella sonrisa en los labios aunque las cosas no fueran del todo bien, siempre con una palabra amable, con una caricia dispuesta. Recuerdo que de pequeña, cada vez que oía el inconfundible sonido de sus pasos cuando regresaba tras una dura jornada de trabajo, sentía la imperiosa necesidad de correr por toda la casa feliz. Su sola presencia era lo único capaz de llenar el hogar familiar. Ahora lo veo todo diferente, quizás bajo la intuición de quien se cree completamente adulta, dejando atrás los adustos pero felices años de mi infancia. Él era el mayor de seis hermanos, de padre irlandés y madre española. Mi abuelo O´Donnell emigró desde su Irlanda natal a España antes de que estallara la Guerra Civil. Se casó y asentó en este país, y cuando estalló la guerra, se decidió por el bando que menos fortuna tendría en esta maldita guerra. Desapareció. Mi abuela no volvió a saber de él. Se quedó sola, a cargo de seis hijos. Fue entonces cuando mi padre, a la edad de trece años, comenzó a ganarse la vida. El hambre y la miseria fueron constantes en su vida incluso muchos años después. Por eso ha aprendido a apreciar las cosas, por muy pequeñas que éstas sean. ¿Os he dicho que soy la menor de cinco hermanos? Supongo que es hora de que deje atrás los años pasados y me acerque un poco al presente. Mis progenitores venían ambos de familia numerosa, por lo que decidieron que ellos tendrían una también. Y lo consiguieron, tuvieron cinco retoños sanos y fuertes. En casa pocas cosas habían cambiado, salvo las que el tiempo inevitablemente obliga a permutar. Mis tres hermanos mayores ya se habían casado y dos de ellos incluso habían procreado, con lo cual, la casa familiar se había llenado nuevamente de gritos y voces de demanda. Me encantaba ver a mi padre sonreír y jugar con sus recién estrenados nietos. A veces, él mismo parecía uno más de ellos y no su abuelo. Me daba cuenta de que mis observaciones eran minuciosas, ávidas. Puesto que ahora cursaba mis estudios en la universidad, primer año de medicina para ser exactos, pasaba mucho tiempo alejada de mi hogar. Mi padre se había empeñado en que estudiara en la universidad de medicina más prestigiosa que pudo encontrar, sin importarle que eso significara alejarme demasiado de la vida que conocía y que tanto echaría de menos en los años siguientes. Yo me pasaba la vida entre libros, yendo a clase, estudiando cuanto podía, encerrada en mis propios pensamientos y añoranzas, soñando cada noche con volver a casa. Cosa que sólo ocurría en Navidad y, como era el caso ahora, de las vacaciones estivales. Cada vez que regresaba a casa tras pasar demasiado tiempo fuera para mi disconformidad, me dedicaba a examinar cada momento, a grabar cada imagen que posteriormente me ayudaría a sustentar la dura carga de la lejanía. La vida de mi padre a los sesenta y siete años seguía siendo la misma excepto para él. Ya lucía una brillante calva y los pocos cabellos que habían tenido el atrevimiento de quedarse en su cabeza, se habían tornado del color de la ceniza. A pesar de su gran afición a la cerveza y al vino, su barriga no se había visto afectada por ello, y seguía luciendo tan delgada como siempre. Su gran altura se había cargado levemente sobre su espalda, lo que le hacía andar algo encorvado. Por lo demás, seguía teniendo su perpetuo donaire y las sonrisas que antes me regalaba con tanta frecuencia, ahora iban dedicadas más que nada, a los más pequeños de la casa. Mi madre, por el contrario, había mantenido ese espíritu jovial de siempre. Se teñía el pelo cada cierto período de tiempo y seguía peinándose y maquillándose a su estilo día a día, incluso cuando ni siquiera salía de casa. "Nunca se sabe si vas a tener visita", decía a su favor. Sé que ella desaprobaba enérgicamente mi indiferencia a mi aspecto, y odiaba profundamente mi tendencia a vestir vaqueros. Pero yo había aprendido a ignorarla desde muy temprana edad, de lo contrario, sería probable que ahora estuviese escribiendo mis memorias vestida con una bata blanca y sentada en la habitación de cualquier hospital psiquiátrico. Y no exagero. Hablaré ahora de mis hermanos. La mayor, Isabel, es igual que mi madre. Así que es fácil de comprender mi tortura si digo que es como si hubiese ido al supermercado y me hubieran dado dos por el precio de una. Isabel, fiel a la personalidad que heredó de mi madre, fue siempre una persona muy responsable y muy consciente de su aspecto. Nunca supe si fue a la universidad porque quería estudiar una carrera o porque deseaba tener a tanta gente alrededor que admirase su belleza. Tras Isabel, un año más tarde, nacería mi hermano Luis, quien heredó todos los defectos de mi padre, pero multiplicados por tres. ¿Qué puedo decir de mi hermano sin caer en la desgracia de admitir que nació estrellado? Quizás sería mejor preguntarle a su sufrida esposa, quien lo está mirando ahora mientras él huele algunos de los canapés que están encima de la mesa para volver a colocarlos en el mismo lugar. Ésa era una manía que mi madre jamás logró quitarle, tenía la imperiosa necesidad de oler la comida antes de tragarla. A juzgar por la expresión de mi cuñada, cada momento que sus dos hijos pequeños le permitían pensar, debía de hacerse la misma pregunta:"¿por qué?". Luis era tremendamente despistado, y sus descuídos eran aún más caóticos, además de ser un tozudo consolidado. Lo que no me explico es cómo Carmen, mi cuñada, fue capaz de pasar por alto tan evidentes delitos tras seis años de noviazgo. Quizás fue el amor, pero una vez que éste desaparece ya se sabe... Luis fue el primero en casarse, y el primero en darle un nieto a mis padres, un precioso niño que contaba a estas alturas con cuatro años y medio. Mi hermana Ginebra fue la única, junto conmigo, que heredó los cabellos rubios de mi abuelo. Todos los demás tenían los rasgos morenos y latinos de la parte española de la familia. Yo siempre creía que su inmensa dulzura se debía a su cabello dorado. No sé porqué he tenido la estúpida idea de que las personas rubias son las personas más amables de la tierra. Quizás sólo por mi hermana, porque aunque soy rubia, jamás pienso en mi de esa manera. Ser mamá había endulzado, aún más si cabe, su carácter. Nunca he conocido a nadie con tan buen corazón ni con tantas ganas de hacer las cosas bien. No es de extrañar que todos tuviésemos una oculta debilidad por ella. Mi madre, después de Ginebra, tardó cuatro años en tener a mi hermano Felipe. El más alocado de todos. Mi madre lo achaca a que durante el embarazo le dio por bailar sin parar. Bailaba a todas horas, en la cocina, en el baño e incluso nos contaba que era incapaz en la cama de dejar de mover los pies. Durante los últimos seis meses de embarazo, mi padre se mudó al sofá. Lo cierto es que la energía que irradiaba Felipe se notaba incluso estando dentro de la tripa de mi madre. No sé si os habréis dado cuenta de que todos mis hermanos tienen nombres reales, o sea, de reyes o reinas. Todos menos yo. Mi madre siempre me dijo que el mío no era exactamente el de una reina, pero que era igual de importante. Mi nombre es Jimena, y como bien habréis adivinado, es el mismo nombre que la adorada esposa del Cid Campeador. El por qué de los nombres ni siquiera yo lo sé, pero tengo cierta sospecha de que todo había sido idea de mi madre, tan empeñada siempre en la idea de que fuéramos como la realeza, aunque no tuviéramos ni por asomo sangre azul. La que peor parte llevó fue Ginebra, que tuvo que aguantar constantes bromas en el colegio y el instituto, soportando estoicamente y como pudo el que la llamaran Gin-tonic. Tras Felipe, tuve que esperar otros siete años para ver la luz. Mi madre dice que en cuanto nací, comencé a mover los ojos en todas direcciones y que ya entonces le parecía que yo estaba hambrienta de descubrirlo todo. Lo cierto es que un rasgo común de mi carácter es que era muy observadora. Me gusta más examinar las cosas, admirarlas con detenimiento y aprender de ellas. Me gusta más que incluso hablar. Desde pequeña fui más bien taciturna, siempre parecía estar metida en mi propio mundo. Por ello, mis padres pensaron que podría tener algún tipo de retraso. Me llevaron a un especialista, y cuál fue su sorpresa al descubrir que no sólo no tenía ningún tipo de problema, sino que era más lista de lo normal. Una superdotada. Mis padres apenas podían creer lo que sus genes habían sido capaces de hacer. Y allí estaba yo, una mocosa de seis años que parecía tener al menos diez, sonriéndoles con una seguridad pasmosa. Los siguientes años los pasé explorando esa magnífica cualidad que Dios me había dado. Para mi nunca fue un secreto estudiar y absorbía las cosas de manera inusitada. Nunca supe bien si elegí estudiar medicina entre mil opciones más porque realmente lo quería o si por el contrario la verdadera razón de todo fue mi padre. Siempre quise que estuviera orgulloso de mi, y pensé que no podía haber mejor orgullo que el de salvar la vida de la gente. Estúpido pensamiento para una superdotada, supongo. O quizás no. Pronto terminaría la carrera y luego obtendría mi obligada independencia. Yo retrasaba ese momento cuanto podía, sabía que llegaría, pero me obligaba a no pensar en ello. Dejar todo aquello atrás y crear algo tan maravilloso por mí misma se me hacía imposible. Deseaba con todas mis fuerzas poder parar el tiempo en ese mismo instante, mientras yo estaba aquí, apoyada en el quicio de la puerta del enorme salón, con toda la familia reunida en casa, con los pequeñines correteando, con la voz aguda de mi madre inundando el salón, con mi padre sentado en su sillón favorito, casi adormilado, con mis dos hermanas mayores cuchicheando en un extremo de la estancia, alejadas de los demás, pero sobre todo de mi hermano Luis, quien vagaba por la habitación en busca de algo que seguramente había perdido. De repente oí que la puerta de la entrada se abría. Me volví para ver de quien se trataba. Mi hermano Felipe, el único que faltaba en la reunión familiar, entraba ahora de la mano de su "ya veremos si última novia", irradiando esa energía que lo caracterizaba. – ¡Hola hermanita! –dijo alegremente mientras me tiraba de los mofletes hasta casi arrancármelos. Tras aquella poco sutil muestra de cariño hacia mi persona se adentró en el salón y les dio a todos un caluroso y sonoro beso. Deseé que hubiera traído para mi el mismo cordial saludo, puesto que aún podía sentir las mejillas dolorosamente ardiéndome. Felipe hacía un año era piloto en una compañía de vuelos comerciales, porque le encantaba el uniforme, decía él mismo. Logicamente, debido a su trabajo, pasaba largas jornadas fuera de casa, algo que, al contrario de mi, parecía gustarle. Ahora estaba presentando a "su amiga", como se empeñaba en presentarlas, que por lo visto era azafata en su propia compañía. Todos le dedicamos a la recién llegada una cordial sonrisa de bienvenida, con el pensamiento común de cuanto duraría en la familia. La nueva invitada era morena, con un largo pelo azabache cubriéndole los hombros. Sonreía amablemente ante cada presentación y se movía de una manera Yo la cogí y con gran disimulo saqué de mi boca aquel trozo de castigo. –oí que mi madre reclamaba mi atención.. Inmediatamente reparó en la recién llegada y sin ningún tipo de reparo se dirigió hacia ella. . Ella sabía de sobra que así era. por lo que salí de mi ensimismamiento.que me recordó a un gato. – Jimena. Simplemente era muy tímida y poco llamativa. Yo sonreí al ver lo poco que cambiaban las costumbres de mi madre. – Sólo tenías que haberte fijado un poco más en los platos de la mesa. Por primera vez en mi vida. Yo nunca había presentado a alguien especial. llevando ambas sendas bandejas de canapés y bebidas de distinto tipo. – Supongo que sí.. Era incapaz de tragármelo. pero tenía la incesante manía de comportarse de manera extraña con las interminables novias de mi hermano. –mi madre me habló al oído para darme una reprimenda. ¿no? –preguntó al tiempo que abandonaba la bandeja sobre la mesa. di gracias a Dios. Me pareció demasiada alta para mi gusto. que dejaron a un lado sus conversaciones para mirarme. Mi sonrojo. –dije con tono culpable al comprobar la veracidad de sus palabras. ni siquiera había nadie particular en mi vida. Eso era todo. pero aún así mantuve aquella cosa inmóvil dentro de mi boca intentando encontrar una solución rápida a mi infortunio. Yo sabía que todos habían especulado con la posibilidad de mi homosexualidad. sentía ganas de escupir. seguida de la cocinera. – Supongo que tú vienes con Felipe. acudí a la llamada de mi madre y me acerqué hasta la mesa para coger un canapé y engullirlo. entendí la extraña manía de mi hermano de olerlo todo y deseé ser yo quien la poseyera. pero yo ni siquiera le daba importancia. sin darme cuenta de que era de salmón ahumado hasta que fue demasiado tarde. cariño. mientras me preguntaba si hubiera reaccionado igual si en vez de Felipe hubiera sido yo quien trajera un novio a casa.– ¿Vas a decidirte a entrar o por el contrario te quedarás apoyada en esa pared el resto de las vacaciones? Sentí cómo todos dirigían su atención hacia mí. incluso mis hermanas mayores. no debió de notarse en mis ya enrojecidas mejillas. Mi madre salió de la cocina. Como un manso corderito. para darte cuenta de que he puesto los de salmón alejados del resto. Mi madre estiró el brazo y puso delante de mi nariz una servilleta. la pobre es una insulsa. sin apartar la vista de la atractiva novia de Felipe. con aquellos ojos azules y su inmensa estatura. Cogí la bandeja y se la alcancé. –¡se acabó! – A mi no me parece insulsa. Yo la miré y ella me miró. –defendí yo. –fue lo único que dijo mi madre en su tono más condescendiente. Dentro de poco se verá desbordada por la energía de tu hermano y entonces. –abrió los brazos para más énfasis. – ¿Cómo puedes estar tan segura? –pregunté algo enfadada. Me pareció realmente atractiva viéndola por primera vez cara a cara. Miré hacia abajo y encontré a mi sobrino mayor deseoso de mi atención. Alguien tiró de la pernera de mi pantalón vaquero. – ¡Ah! –exclamé. – ¿Por qué? ¿Quizás porque somos las dos igual de insulsas? –dije a la defensiva. Levantó el brazo y señaló la bandeja que contenía pequeños chocolates. decidió coger todos los que en su pequeña mano cupieran. – Durará menos que la última.. – Cariño. Yo me erguí para encontrarme de lleno una vez más con mi hermano Felipe. – Y ésta es mi hermana Jimena. sino educada.. – No hay más que verlo.. que no eran más de tres.. –dijo la mujer con una inmensa dulzura en la voz. Luego se alejó hacia mis hermanas..Ella dio por zanjada la conversación y cambió de tercio. – Si Felipe tuviera tu carácter. fingiendo sorpresa. Me arrodillé hasta quedar a su altura. –sentenció comiéndose un canapé. Tras unos segundos de meditar. – ¿Qué te parece la nueva amiguita de Felipe? – ¿Así.. llevándoles a cada una un vaso de refresco. – ¿Qué quieres? –le pregunté mientras le acariciaba el cabello. la más pequeña.– Así que es esto. Luego echó a correr nuevamente. sería la adecuada.. – Hola. pero mi madre parecía tener predilección por esta clase de criterios. Me sonrió y su . a simple vista? –yo no soportaba los juicios hacia una persona sólo con echarle un vistazo. En la residencia universitaria apenas tenía esta soledad que tanta falta me hacía siempre. justo donde estaba mi hermano Luis. justo detrás de los rosales. algo que realmente me extrañó. – Soy Violeta. Aún faltaba una hora antes de la cena. – Jimena. intercambiando eventualmente alguna que otra breve charla con el resto de mi familia. – No veo nada malo en ello. ni siquiera hice ademán de hacerlo. Llevé mi atención a mi padre.sonrisa me pareció igual de encantadora que sus ojos. que aún desde su sofá. Miré mi reloj de muñeca. Me miró y encogió los hombros. para así tener la oportunidad de estar sola y recolectar mis pensamientos. Me senté en el sillón colgante. –dijo ella saliendo en mi defensa. como si el continuado trato con la gente fuera para mí insufrible. – Créeme. Tomé la mano que me tendió. Con tanta paz rodeándome. había visto toda la escena. en medio de la estancia. Felipe tiró del brazo de Violeta y se la llevó al otro extremo. –respondió. las flores preferidas de mi madre. –dijo de nuevo. Antes incluso de levantar la vista supe a quien pertenecía la voz que había . Abrí la portezuela de hierro y me adentré en el lugar. –Puede llegar a ser un martirio. – No podrás sacarle más de dos palabras seguidas. Decidí escaparme al invernadero. – Hace una noche ideal. –repuso mi hermano Felipe en referencia a mí. Un viaje muy ajetreado y como siempre. sentí cómo casi me vencía el sueño. –repuse mientras intentaba soltar la mano que ella aún aprisionaba. Me evadí del salón silenciosamente y me dirigí hacia el invernadero. demasiado agotador. Subí los pies al sillón y me abracé a mis rodillas. Felipe frunció los labios al mirarla. inhalando los más diversos aromas florales y el olor de la tierra húmeda. Yo no dije nada. Hacía un par de horas que había llegado de viaje. Abarqué con la mirada los distintos coloridos y formas a mi paso. Estuve allí. mi lugar favorito en el mundo. gesto que me hizo reir. Creí que habías oído que me acercaba. Ya veo que tú también. Era Violeta. – Tu hermano me sugirió que visitase el invernadero. Yo abrí mis orbes no para que pudiera ver mejor su color. Incluso a la tenue luz del jardín. – Es maravilloso. De repente me di cuenta de que la había estado mirando fijamente durante .– Verás. – sentenció sin dejar de mirarme con intensidad. ¿Cuántos años debía de tener? Estaba segura de que ya había alcanzado los treinta. Supongo que sabía que tendría a alguien con quien hablar.. Decidí que era hermosa.. – ¿Te he asustado? Lo siento. Ella sonrió y me permitió observar su blanca y perfecta sonrisa. para así facilitarle algo más de espacio.interrumpido mis preciados pensamientos. me había dado cuenta de que mi hermano la miraba con absoluta devoción. Era uno de esas mujeres a los que cualquier hombre nunca se negaría. Me pregunté si yo conseguiría alguna vez levantar pasiones como aquella belleza. –su disculpa sonó sincera. – No he podido decidir aún qué color es el que los describe con más exactitud. – Me alegra que hayas venido. sino porque la pregunta me había sorprendido. No había reparado en lo perfecto que parecía ser su rostro. – Si. Se relajó echando la espalda hacia atrás y pasando un brazo por encima del respaldo del sillón. – ¿De qué color son tus ojos? –me preguntó de súbito. –repuse. Se sentó a mi lado. y yo bajé las piernas inmediatamente. Me atreví a mirarla fijamente. Comenzó a mecernos a ambas. me seguía pareciendo una diosa. tu hermano anda como loco cuchicheando con los demás y yo sentía una cierta urgencia de escapar.. Supuse que se refería al jardín.– Lo es. algo que ella no parecía devolver en igual proporción. A veces este lugar puede resultar demasiado melancólico incluso para mí. Durante la velada anterior. –dije para suavizar la situación. Me pareció que se sentía de algún modo culpable por haber interrumpido mi tranquilidad. – Por favor.– Yo no soy muy buena compañía. Ahora sí que sentí la abrumadora necesidad de escapar. Sólo tuve que abrir los ojos para darme cuenta de que soñaba despierta y de que ella seguía sentado mirándome sorprendida. . sobre todo porque casi nada de lo que dicen resulta interesante.– Disfruto más de la compañía de alguien que habla más bien poco que de los que son habladores por naturaleza. aunque parecía querer ignorar este hecho.. La miré. Le sonreí. –dijo. No noté que Violeta me había aprisionado una mano hasta que tiró de ella y me hizo retroceder. dejando detrás quizás el mejor sueño que nunca había tenido... Luego me adentré de nuevo en el mundo de la realidad. Ella debió notar mi repentina indisposición.. – ¿Quieres que te confiese algo? –repuso. Estoy segura de que tú tienes algo que decir que siempre vale la pena esperar para escuchar. Absorbí la calidez de su mano. Mis piernas comenzaron a temblar y casi no me sostenían en pie. Me pareció que se levantaba y me daba un beso. No lo sería nunca. justo la que se cerraba alrededor de la mía. – Perdona.– Quédate un poco más. Y ella no era para mí. –rogó.. –fue lo único que logré sacar de mis cuerdas vocales por último. el suave tacto de su piel. ¿Qué más podía hacer? – Yo.. – Gracias. – Debo irme.. Continuación. Yo miré su mano. –dije de súbito y me levanté. Un sudor frío me recorrió la línea de la espalda. –dije dubitativamente. quizás por mi extraña reacción.demasiado tiempo y que ella debió de notarlo. ¿Me pedía disculpas? ¿Por qué? Nadie en mi corta vida me había hecho sentir tan importante aunque sólo fuera durante unos breves segundos. pero saber que para Violeta era algo importante. Agradeció a Dios los bienes. mi padre. Me fijé que Felipe le otorgaba el que era mi habitual lugar en la mesa a Violeta. – Es un vino espléndido. – Su familia tiene unos viñedos de su propiedad. con la única razón de mantenerla junto a él. –oí que decía Violeta. Cuando la sopa se hubo servido. sin casi haber probado la sopa. junto a Violeta a mi izquierda y cerca del extremo donde se sentaba mi padre. Por primera vez no me pareció del todo horripilante e incluso sentí un auténtico placer en paladear aquel extraño sabor. ciertamente. – Y lo es. – Vaya. la comida que nunca faltaba y el volver a tenernos una vez más a todos reunidos allí. como era habitual. Minutos más tarde. – ¿Te gusta lo que haces? .Mi madre dio la voz de aviso justo a las nueve en punto. –fue la escueta respuesta de Violeta. me impulsó a tomar mi copa y beber un sorbo. comenzó a bendecir la mesa. – En realidad. así que estamos ante toda una experta en vinos. – Cuatro años. comencé a preguntarme si mi nuevo estado de embriaguez era producido por el licor o por el contrario era debido al continuado roce del muslo de Violeta contra el mío. de hecho aborrecía aquel amargo sabor. el auténtico experto es mi padre. Pronto apareció la sirvienta con la sopera. pero sí habiendo dado cuenta de dos copas de vino más. moviendo la copa de vino tinto y mirándolo a trasluz. –respondió mi padre halagado. Violeta sonrió levemente antes de responder. No me quedó más remedio que sentarme en el único sitio que quedaba libre. – ¿Hace mucho que eres azafata? –preguntó mi madre desde el otro extremo de la mesa. Parecía haberse preparado para aguantar el aluvión. con lo que todos los miembros de la familia nos dirigimos al comedor tomando nuestros respectivos asientos. Creo que nuestra invitada era consciente del interrogatorio de preguntas a las que mi madre estaba a punto de someterla. Yo jamás probaba el vino. –indicó Felipe tomando parte en la conversación. soy libre. Yo no era como los demás y una vez más volví a demostrarlo. – Aunque yo creo que es el trabajo ideal para aquellos que no quieren o no están preparados para ninguna clase de compromiso. pero una voz lo paró. – Quizás ya te apetezca formar una familia. – Basta. Y lo supe porque ahora el resto de los comensales habían abandonado su atención en todo lo demás para mirarme. –dije muy seria. Una voz que no reconocí como mía hasta después de unos breves instantes. Acababa de conocer a aquella persona y . Bastaba una simple mirada para saber que era una persona que odiaba hablar de si misma.. Mientras. puedo hacerlo. Violeta bajó la cabeza hacia su plato. Mi madre me miró. set y partido para mi madre. Yo estaba segura de que estaba soportando aquello a duras penas. mi madre continuó su particular batalla de preguntas. –apuntilló mi madre. Pero yo no. – Quizás. – Pero eso de viajar contínuamente y tener la maleta permanentemente hecha puede llegar a resultar agotador. cada vez más metida en su papel de investigador malo. Supe que acababa de hacer algo inusual en mi. Yo levanté la vista hacia mi progenitora y la miré con cierto desprecio y vergüenza ajena. Sentí que alguien posaba una mano sobre mi muslo y que me daba un ligero apretón. no sería demasiado agradable a oidos de mi madre. Pero a mí eso no me amedrentó. Todo lo contrario. ¿no? – Bueno. Era la forma en la que Violeta me daba las gracias.– Por ahora está bien. mamá. puesto que ellos habían pasado por el mismo calvario. Juego. Sabía que mis otros hermanos estaban acostumbrados a que mi madre convirtiera cualquier cena en un campo de batalla y que incluso mis cuñados sabían que era normal. me sentí aliviada y al mismo tiempo enfadada conmigo misma por no haberlo hecho antes. De repente sentí ganas de reír. –fue la ambigua respuesta de ella. seguramente. Felipe abrió en ese momento la boca para decir algo que. en su cara una expresión de absoluto disgusto. dejando a un lado su reciente decepción. –instó mi padre. Todos olvidamos rápidamente el asunto anterior y dirigimos la atención hacia mi hermana mayor. callada. Mi padre se atrevió a romper el incómodo silencio que reinaba entonces en la mesa. porque había crecido dentro de mi una ilusión que siempre sería eso. – Bueno. quien prácticamente saltó de su asiento y corrió a abrazar a Isabel. Precisamente. – Adelante. tanto. Traslado que según mi hermana. creo que Isabel tiene algo muy importante que decir. La primera en reaccionar fue Ginebra. Supe que al sentimiento de malestar que yo le había regalado por mi repentina y brusca intervención. Andrés era vicepresidente de una compañía alemana y por ello habían ido a vivir a aquel frío país. Pero ahora. hija. su marido y así el resto de nosotros. una ilusión. – Estoy embarazada. se haría efectivo en cinco meses. que tuve que fingir cierta tos para no soltar un bufido a modo de risa. que tomamos nuestros respectivos asientos una vez más para proseguir con las aplazadas cenas. Su enfado finalmente no duró mucho y fue la última en abrazar a su hija mayor. la empresa estaba pensando en instalar una sucursal aquí y por supuesto. cada uno murmurando palabras de júbilo. Andrés había pedido el traslado de inmediato. cuando llegó por fin el postre. Y era cómico. Isabel tomó un enorme suspiro que a mi me pareció cómico. Me di cuenta de que mi madre permanecía en su sitio. Aquella noticia nos alegró aún más a todos. Yo supe que el anuncio no estaba previsto hasta que estuviésemos tomando el postre. Mi hermana nos contó seguidamente que su marido Andrés y ella habían decidido venir a vivir a España por fin. –dijo por fin. que consistía en tarta de .en una sola noche había descubierto cosas de mi misma que no sabía que existían. como asimilando la noticia. pero la tensa situación que había surgido momentos antes hizo que todo tomara un rumbo inesperado. se había sumado el hecho de que fuera mi padre y no ella el portador de tan especial noticia. tras mantenernos en vilo eternos segundos. Luego la siguió Ricardo. Todos nos quedamos un instante en silencio. Isabel fue la primera en apuntarse al plan. Violeta. – ¿Qué os parece? –volvió a preguntar. – ¡Eso mismo pienso yo! –añadió mi padre. de otra forma me aburriría muchísimo. –murmuré apenas audible.– ¿Prefieres quedarte aquí sola? – No. habían sido pocas las ocasiones en las que había podido disfrutarla.queso." deseé interiormente. Mi padre hacía muchos años que había adquirido aquella casa a las afueras. el aire fresco del campo me hará bien. especialidad de mi madre. Violeta pareció dudar. con lo que confirmó su asistencia. a mi padre se le ocurrió anunciar una particular idea. pero al final sonrió. mis hermanos. – Supongo que tú también te unirás a nosotros. ya que nadie se había pronunciado por el momento. –le pasó un brazo sobre el hombro. que hasta el momento había permanecido en silencio. en el campo. pero sobre todo no me arrebataba la idea de estar pegada a la loción contra los mosquitos. levantó la vista hacia mi padre. – A mi me parece estupendo. Por mi parte. más que nada porque no sólo hacía huír a los mosquitos. no me entusiasmaba la idea de pasar allí dos semanas. comenzaron a aceptar la idea. Todos lo miramos y nos miramos entre si. uno por uno. Me pregunté si ellos secretamente conocían mi aversión por el campo y ésa era otra manera de torturarme. cerca de un enorme río.. Seguidamente. para practicar la pesca.. uno de su deportes favoritos. – ¿Jimena? –fue mi turno. . "Decid que no. – ¿Qué os parece si pasamos un par de semanas en la casa de campo? Ahora que todos tenemos tiempo por vacaciones he pensado que podría ser una buena idea. pero lo que tenía que decir lo interrumpió la voz de mi hermano Felipe. – Por supuesto que vendrá. Aún así. observé que Violeta se inclinaba para murmurarle algo a mi hermano. Intercambiaron un par de palabras y después de que Felipe se inclinara para darle sendos besos en cada mejilla. Sin encender la luz. un coro de buenas noches y sonrisas se sucedió.– Quizás la próxima semana. –dijo educadamente mi padre. – Te acompaño hasta el coche. No pude llegar a oír lo que le decía. de pie. –informó mi hermano. a pesar de que puse todo mi empeño en ello. –soltó Luis. Violeta pasó a mi lado y me dedicó una amplia sonrisa. Violeta. –anunció. ella entró en el coche y se fue. Yo nunca había tenido mucho en común con el resto de mis hermanos. Yo me quedé en mi sitio. – Buenas noches a todos. Acto seguido. poniendo en ello todo el empeño del que fui capaz. por el rabillo del ojo. Mi padre asintió y se terminó el postre. Lo he pasado muy bien esta noche. pero sí pude percibir la respuesta de Felipe. Se la devolví. Sólo cuando giró para tomar la carretera y su automóvil se perdió calle abajo. Murmuré unas palabras que disculparan mi inmediata partida y subí corriendo las escaleras hacia mi habitación. por primera vez. A mi lado. mi hermano decidió regresar dentro de casa. que fue algo así como un:"no te preocupes". pensando en por qué mi hermano pasaría la noche en su antigua cama y no en compañía de aquella mujer. Supuse que el vino me hacía sentir cosas realmente extrañas y decidí volver a repudiarlo como antaño. me acerqué hasta la ventana para ver a mi hermano y a Violeta. La cena por fin acabó y después del café. Yo me sentí como una estúpida colegiala. – Esperamos verte de nuevo.– Nosotros no podemos ir. Yo sabía que la verdadera razón de que Luis no fuese es que su mujer odiaba aquella casa aún más que yo y que prefería pasar aquellas semanas en compañía de sus propios padres. caminando lado a lado hasta donde ella había aparcado su coche. pero ahora mismo podía percatarme de que Felipe y yo. Y desapareció entonces de mi vista. – Gracias. Violeta se levantó con disposición a irse. con ganas de iniciar una pataleta ante el pensamiento de no verla más durante esa noche. . Me desvestí. La antigua tranquilidad que obtenía siempre al estar en casa. Era un viaje muy largo y ya casi llevábamos dos horas de retraso con respecto a la hora con la que habíamos determinado partir.–. dos libros y un discman portátil. Me senté en el asiento de atrás del coche. Mi padre se limitó a preparar con ahínco y cuidado su extenso equipo de pesca. Encendí el ventilador. Sólo cuatro días después cargábamos el coche familiar para pasar un tiempo en la casa de campo. junto con mis cds favoritos. había estado sumida.– Pero no cuando me casé.sentíamos la misma admiración por la misma persona. Siempre pensé que ésa era la manera que tenía de sentirse segura cada vez que salíamos de casa. a la tarea de llenar el coche de todo tipo de objetos. la mayoría de ellos inservibles para el caso. todo ello dentro de la misma bolsa. No concilié el sueño hasta mucho después. junto con mi hermana Isabel. Mi madre. – Teníamos que habernos ido ya. esperando que pudiéramos poner rumbo a la casa de campo no muy tarde. mi madre e Isabel seguían entrando y saliendo cargadas con bolsas. las noches en esa época del año resultaban extremadamente calurosas. que yo supe que era un lamento que no se atrevía a decir en voz alta. y me eché sobre las sábanas limpias. –respondió en tono burlón. Él odiaba esperar y su esposa era consciente de ello. suspirando.. Solos tú y yo. Mi padre decidió seguir mi ejemplo y se acomodó en el asiento del conductor. – Lo sé ahora. Le sonreí y me permití suspirar también. Según el parte seguirá haciendo buen tiempo durante el resto de la semana. cuando el último de los invitados se fue y la casa quedó en completa calma. – Ya sabes cómo es mamá. Yo sólo me limité a embarcar algo de ropa. como mi padre había sugerido. desde bien temprano. . aferrada a mi bolsa de viaje. –me dijo. Mientras. se vio de repente alterada por las imágenes de Violeta danzando en mi cabeza. – Hace un día espléndido. sin tener otra cosa que hacer que no fuera meterme en la cama. Mi padre murmuró algo por lo bajo. mientras que de todo lo demás se ocupaba mi madre. Tu madre e Isabel podrían haber ido mañana con Felipe. que era lo único que parecía importarle de verdad. Metí otra vez mi cabeza dentro de las inmediaciones del coche y la miré. ¡Y hubiéramos salido ya si en vez de estar ahí sentados estuviérais ayudando algo! – Nosotros ya hemos cumplido con nuestra parte. hasta que por fin se metieron en el coche. Isabel y yo nos miramos y nos echamos a reír. – Así podrás pescar cuanto quieras. – ¿Quieres cerrar la ventanilla. y me pregunté cómo era posible que los metereólogos podían asegurar algo con tantos días de antelación. sentir el cabello golpeándote la cara. esta vez con el esperado malestar.. desde luego. Nos pusimos en marcha y al instante bajé del todo la ventanilla para poder sentir el aire en mi cara. Intenté ignorarla. – ¡Sé que estáis hablando de mi! –gritó su esposa desde atrás. –respondió mi progenitor.. pero su siguiente llamada fue imposible de pasar por alto. Sin embargo.Hice cuenta mental de que estábamos a lunes. – Eso será si tu madre se decide a terminar de una vez. más grave que de costumbre. – Son como niños. –oí la voz de mi madre. – ¡Jimena! –repitió. –. Oí que mi padre murmuraba un gracias a Dios y observé que mi madre le regalaba un pellizco en el brazo. la sensación de que no llega suficiente aire a tus pulmones. era una costumbre que mi querida madre odiaba. Mi madre nos dio la espalda indignada. Me observó y arrugó la nariz. . y con la de tu padre me es suficiente. por favor? Entra demasiado aire. Me acerqué más aún y saqué la cabeza al exterior. Seguro que llovía. –me dijo ella. después de todo. – Jimena. diciendo que parecía un perro. Supe que debía de ser mis cabellos desordenados y el rubor de mis mejillas lo que le había hecho mirarme con reprobación. Ver pasar el paisaje a gran velocidad. Esto. Aún tuvimos que esperar más de media hora. (a mí me pareció que lo hizo a posta). a mi me parecía de lo más excitante aún a mis dieciocho años. Tiene su casa llena de rifles y escopetas que cuida y mima más que a sus propios hijos. –masculló mi madre entre dientes. – Espero que eso no signifique que te vayas a pasar todo el tiempo en ese río. pensé. "Estupendo".– Ya sabes que de no ser por él. –argumentó su esposa. – Ya lo creo. Me arremoliné en mi asiento y pensé que con unos cuantos años menos me hubiera permitido tener una rabieta y rebelarme antes las demasiado estrictas órdenes de mi madre. Me giré hacia Isabel. mas satisfecha que antes. que me sonreía y recordé lo ridículo de mi aspecto. – No creo que le guste la idea de que hayamos estado en el campo y no lo hayamos visitado. – Sé a dónde quieres llegar.” – No tenemos que agradecérselo eternamente. aunque sea un poco? – ¿Y qué si es un aficionado a la cinegética? No sería el único. Otra razón más para no querer ir al campo. Giré para encarar a mi hermana que me miró a su vez. . creo que ya hemos hecho suficiente por él. – ¿Es época de truchas ahora? –preguntó mi madre. pensé. – No podemos ir al campo y no visitar a Don Federico. – Es un maldito franquista. pero no voy a pasarme estas semanas yendo de visitas. Sospecho que mi recién estrenada madurez me lo impidió. Isabel estiró un brazo y me ayudó en la difícil tarea. –sentenció mi madre y de nuevo se colocó con la vista al frente. Me llevé las manos a la cabeza e intenté recomponerlo. ¿No crees que está algo chalado.Obedecí y pulsé el botón para cerrarla. Jimena se hubiera ahogado en el río. "otra vez mi miserable y avergonzante historia sale a la luz. eso sí. – Gracias. "¿Cinegética?". ignorando lo que su marido había dicho un instante antes. –añadió Isabel. – ¿Temes que te pegue un tiro? – La verdad. Aún quedaban muchas horas de viaje.– Ya no es tan joven y por lo tanto tan diestro para manejar esos espantosos chismes. no es nada estético. – Estoy contigo. provocando otra tanda de suaves risas. –repuso mi padre. –añadió Isabel. Miré en el interior del maletero y la ví al fondo. Se acercó a su esposa y le dio un beso conciliador en la mejilla. – ¡No te olvides de la bolsa azul! –me pidió mi padre desde la escalera que daba acceso a la casa de campo. sí. – Creo que ha vuelto a suscribirse a esas revistas culturales. –indicó mi madre. mamá. diría que odiaba incluso que hablaran mientras mi padre conducía.– Además.. – Vaya.– bajaré al pueblo a comprar los cebos y no olvidaré añadir a la lista de importantes una bombilla. – Mañana. Nos echamos a reír por lo bajo. eso es precisamente lo que le hace falta a tu padre. siempre más pendiente de mi madre que de la carretera. En ese punto. Yo ya .. Mi madre había avisado con antelación para que la acomodaran para nuestra llegada. Entré en la casa. La deslicé hasta mí y la levanté por las asas. Sin duda llegaríamos al anochecer.– Esa maldita bombilla sigue sin cambiar.– ¿Cinegética? –repetí esta vez en alto para que lo pudiera oír Isabel. esta vez a través de la ventanilla. cerrando con la otra mano libre la portezuela del maletero. que estaba impoluta. –cedió el aludido. – Le resta mucha luz al salón. – A la lámpara aún le quedan otras dos. Fijé mi atención en el paisaje. Si me preguntaran. – Estética. Miré el reloj. –se quejó mi madre. Mis padres seguían enzarzados en su discusión. decidí ponerme los cascos para evitar oír más de la ridícula discusión. comenzó a gritar como una descosida. Abrí la ventana de par en par y una ligera brisa hizo acto de presencia. fuera cual fuese éste. No tan contentas se quedaron mis hermanas. Mi madre estaba preparando unos sandwiches. junto con Isabel. Y fue precisamente Isabel. – ¿Quieres cenar algo? –me preguntó nada más verme aparecer. Incluso le había parecido estupendo tener más espacio para sus cosas. Bajé corriendo y encontré a Isabel. después de que mi padre hubiera partido a una de sus jornadas de pesca. siempre temerosas de que alguno de aquellos asquerosos gusanos que usaba como cebo se escaparan de su encierro. Era de jamón. mi antigua habitación le sirvió a mi padre como nuevo cuartel general. sin importarles mi desconocimiento del tema. Creo que aún hoy no me ha perdonado que acabara en el suelo retorcida de la risa. la que una mañana. Cogí uno de los bocadillos que ya se amontonaban sobre un plato. a mi padre se le había caído de alguna forma uno de aquellos gusanos e Isabel había sido la primera en descubrir su despiste. Mi habitación era lo que en un principio se pretendió que fuera el ático. "como si fuera una india" en palabras de mi madre. – ¡Ya voy! Bajé las escaleras y seguí el sonido de las voces femeninas que me llevaron hasta la cocina. Mi padre me cedió su punto estratégico cuando se dio cuenta de que a mí me encantaba aquel lugar. Di gracias a Dios. que era la más pequeña de todas.subía mi bolsa rumbo a mi habitación. Recuerdo que salí de la cama alertada por los gritos. salvo por el café y el bollo que me había tomado para desayunar en casa antes de partir. Tantas eran las ganas que tenía mi padre de llegar que únicamente hicimos una parada en una gasolinera y sólo ante la amenaza de mi madre de que si no paraba era capaz de . a pesar de que mi padre les aseguraba que ya estaban bien muertos. En su salida matutina. No me había dado cuenta de lo hambrienta que estaba hasta que le di el primer bocado. Recuerdo que Isabel no se metía en la cama hasta que mi madre no le sacudía las sábanas hasta dos o tres veces para asegurarse que ningún elemento foráneo se hubiera metido bajo ellas. Jamás volvió a andar descalza. Por otra parte. puesto que el intenso olor a alcafor me estaba empezando a marear. lugar designado para que mi padre guardase todos sus chismes. pero también la más apartada. Miré su interior. con un pie flotante y una cosa amarilla y viscosa aplastada en la planta de su pie. – ¡Jimena! –mi madre exigía ya mi presencia en la parte baja de la casa. Así que puede decirse que mi primera mudanza fue a los diez años. – Un bocadillo estará bien. Llevaba todo el día sin comer. Yo no debía de tener más de diez años. Siguieron enfrascadas en la conversación que habían interrumpido brevemente tras mi llegada. quien de pequeña tenía la mala costumbre de ir descalza. – Algo te habrá parecido. pero soy yo quien tiene que disponerlo todo para que estos días no se conviertan en un caos. – Lo hubiéramos hecho de no ser porque tardaste tanto esta mañana. – No exageres. – No estoy segura. Inmediatamente después de decir aquello me arrepentí. no pude evitar que una de las latas que sostenía entre las manos se me deslizara y cayera estrepitosamente encima de la encimera. – Después del interrogatorio al que le sometiste en la cena. Sabía que mi madre se tomaba estas cosas a la tremenda. – A mi también me lo pareció. Me subí a la encimera y comencé a colocar los envases con cuidado. – ¿Qué te pareció la novia de tu hermano? – ¿Violeta? –contestó Isabel. mamá. Puse atención a las palabras de Isabel. Yo ya había terminado de colocar las latas y ahora me dedicaba a la inservible tarea de ordenarlas y ponerlas con sus etiquetas hacia afuera. Llegarán mañana. –se quejó. Así que me preparé para el aluvión de protestas que vendrían a continuación. desde luego. – ¿Quién si no? –continuó mi madre al tiempo que me devolvía la prófuga lata. Isabel se acercó al estante para intentar colocar unas latas en el más alto. – Pobrecita. – Me pareció que a Felipe le gusta de verdad. mamá. pero mi estómago siguió exigiéndome más. La sorpresa por oír aquel nombre se manifestó en mi repentinamente y de forma bastante torpe. –cedió Isabel con algo de condescendencia y resignación . ya sabes que no me gusta emitir juicios premeditados. pero él ni caso. –insistió mi madre. – Pero bueno. A pesar de mis juegos malabares.– Pensará que soy una de esas madres preguntonas y metomentodo. – Gracias. – Tienes razón. incluso poniendo una expresión de absoluta pena. –protestó Isabel. –dijo mi madre en referencia a mi. – ¡Vaya! –repuso mi madre pensativa. así tendremos oportunidad de conocerla mejor. mamá. – No estoy exagerando. asi que cogí otro. creo que evitará acercarse a ti todo lo que le sea posible.– Tu padre casi os mata de hambre. – De no ser por mí y mi tardanza no estaríais cenando. – Es muy guapa. le dije cientos de veces que parara en algún lugar para almorzar. Me pareció que ninguna de las dos se dio cuenta de mi azoramiento y por primera vez dí gracias a Dios por haberme hecho tan desmañada desde que nací.hacérselo allí mismo. –resolví al instante. – ¿Cómo que no estás segura? – Mamá. – Es que eres así. – Déjame a mí. Con este pensamiento acabé mi sandwich. ¿o es que pensaís que el pan y el embutido vino solo hasta aquí? Él sólo es capaz de preocuparse de sus cosas. – Eso sí. –dijimos Isabel y yo casi al unísono. –consintió mi progenitora. –añadió Isabel. Me sonrió y asintió con la cabeza. Chano. seguido de mí. –argumentó el viejo. – Odio cuando hace eso. – ¿Es una nueva forma de tratar a los clientes? –bromeó mi padre. unos viejos vaqueros y una camiseta de color azul.. – Estupendo. – ¡O'Donnell! –gritó con júbilo. unos suaves toques en mi puerta hicieron que cediera en mi empeño de seguir dormida. Mi padre eligió ese momento para hacer acto de presencia. como si realmente no hubiéramos estado allí. – Jimena. desde detrás del mostrador parecía estar ultimando unas cuentas.DE TODO" Mi padre fue el primero en acceder al interior. – ¿Quieres acompañarme al pueblo? Lo pensé un instante. víveres y un montón de cosas más que en cualquier ciudad tendrías que desplazarte al menos a cuatro sitios para comprarlas.. fueron mi elección. – Te esperaré abajo. – Justo en lo que estaba pensando. Cerré la puerta y comencé a vestirme. – Dame diez minutos para vestirme y estoy contigo de inmediato. En ella podrías encontrar los artículos más variados.. ya que no quedaba nada que pudiera hacer allí arriba. Cogí también un jersey que até a mi cintura. . la tienda de Chano era la única que existía. – Enseguida le atiendo. El viejo propietario pareció reconocer la voz y miró a mi padre. –dijo señalando la bandeja de los bocadillos. sin hacer otra cosa que no fuera hablar. se dirigió hacia la nevera y sacó una lata de cerveza saliendo nuevamente de la cocina e ignorándonos a todas. Luego. que conjunté con unas zapatillas de deporte. Me levanté y llegué hasta la puerta. A la mañana siguiente.. Por mi parte. En realidad sopesé mis otras opciones y tuve que admitir que me atraía mucho más viajar hasta el pueblo que quedarme con mi madre y mi hermana toda la mañana. Chano? Los dos hombres se dieron un corto abrazo y unas sonoras palmadas en la espalda. –reconocí la voz de mi padre susurrando mi nombre. Siento no haber mencionado antes que a mi padre se le conocía por el apellido de mi abuelo. decidí que era hora de apearme. Mi madre le dedicó una mirada fulminante a modo de respuesta. desde cebos para pescar de todas clases habidas y por haber. No levantó la vista a pesar de que la campana de la puerta había sonado. Ya lo decía el cartel clavado a una de las paredes y que a mí siempre me pareció ridículo: "VÍVERES GLEZ . – ¿Cómo estás. Como siempre. Tomó una servilleta y puso en ella dos sandwiches. La abrí con cuidado para ver que era lo que quería mi padre de mí a tan tempranas horas de la mañana. Me dirigí hasta el baño y me aseé y peiné antes de reunirme con mi padre. hasta unas tijeras de podar.en la voz. –dijo aún con la mirada puesta en su libro de cuentas. – Ha pasado mucho tiempo desde la última vez. En todo el pueblo. puesto que noté mirando por la ventana que el día estaba algo nublado. –señaló mi madre. Con el hambre ya resuelta. y comencé a juguetear con la cañita de mi batido. Mi padre se acercó hasta el mostrador. No recordaba el establecimiento así. – Hola. por lo que decidí darme una vuelta por los pasillos de la tienda. – ¿Diego? –dije con algo de duda.. o puede que de repente hubiera tenido una visiòn sin darme cuenta. ¿es esta Jimena? Me señaló con el dedo. ¿no? Interiormente suspiré de alivio porque la conversación en torno a mí se hubiera terminado. mientras Chano le hablaba de unos nuevos cebos que había traído hacía apenas unos días. puesto que la cara de aquel muchacho me era familiar. –fue mi escueta respuesta. –le dije.– Ya lo creo que sí. Metí la pequeña cañita en el brick de batido de fresa y seguí avanzando a través de los pasillos. parecía encantado de que finalmente hubiera sido capaz de recordarlo. Él me sonrió y fue entonces cuando me di cuenta de que el chico llevaba un delantal idéntico al de Chano. me dediqué simplemente a dejar que pasara el tiempo. si mal no recuerdo. – No. la familia es cada vez más difícil de controlar. Antes de pasar a otra estantería. lo cierto es que conseguí acordarme de él. pero no sé por qué. – Sí. Supuse que tal vez las empresas de batidos le daban alguna comisión. siempre conseguían dejarte con sed. –dije algo confusa.. Mi padre me asió por los hombros y me acercó más a él... en su cara una expresión de incredulidad. aquel chico que tenía ahora en frente solía ser mi compañero de juegos. pillé un par de chocolatinas y un paquete de galletas de arroz inflado. – Ahora estarás en la universidad. – Lo es. así que seleccioné uno de esos bollos esponjosos con forma de barra de pan rellenos de chocolate y lo abrí dispuesta a comérmelo. – Supongo que vienes a buscar cebos.. –bromeó mi padre haciendo reír a Chano. se ha convertido en toda una preciosidad. . lo que significaba que trabajaba allí.. – El mismo. – Sí. Dejé las cosas sobre el mostrador y seguí con mi recorrido. Me sonrojé al tiempo que sonreía tímidamente. Me dirigí inmediatamente al estante de los chocolates.. hacía falta de vez en cuando echar mano de los avances. empiezo a creer que demasiado. Puede que el batido de fresa consiguiera despertarme del todo. – Supongo que no me recuerdas. dándome un suave apretón. –oí detrás de mí. tonto. pero ya sabes. Desde que empecé en el instituto. Todas las esperanzas que tenía de que no creciera se han esfumado para siempre. y por desgracia he tenido unos hijos demasiado cosmopolitas. Él se rió... – Mírala.. pero supuse que incluso en aquel pueblo. –me dijo algo tímido. Con las prisas no había desayunado.– Estoy llenando mi cupo de provisiones.. Yo sabía que la conversación se alargaría hasta límites insospechados. Ha pasado mucho desde la última vez. El bollo estaba muy bueno. – Hablando de hijos.. Me giré con rapidez. Cuando era pequeña. – Hola. – ¿Vas a comerte todo eso? –me preguntó mi padre divertido cuando me vio llegar cargada de golosinas. – No. y dudaba mucho que Diego supiera algo sobre las etapas organicistas de las enfermedades. – Estás muy rara. – Esperaba que me guardaras el secreto. Yo evité decir que era bastante probable que me quedara con mi miserable metro sesenta y cuatro e ignoré el comentario. – Ya sabía yo que por algo pensé que sería una buena idea traerte conmigo. Pasaron unos breves instantes. Abrí la ventanilla para que me diera el aire en la cara. – Estás muy guapa. no te olvides de la bombilla. Yo esperaba que mi padre iniciara un nuevo intento para sonsacarme más información.. así que no sabía muy bien si aquello era un flirteo o si por el contrario era un simple comentario amable. Miré mi reloj. Otra de las excentricidades de mi padre.. – Eso también. en vez de ir por la carretera de asfalto. eran casi las doce del mediodía. Chano.. – Vaya. Mi corazón se aceleró tanto que creí sinceramente que era el principio de un infarto.antes de cometer una estupidez y empezar a contarle al chico lo desgraciada que me hacía sentir la universidad. – Media hora más. – Vaya. Oí que mi padre me llamaba.. Sabía que me conocía demasiado bien como . – No te olvides de pagar eso.. mientras me frotaba los ojos ahora irritados por la polvareda.. Me había olvidado que siempre tomábamos la vieja ruta que iba al pueblo. al tiempo que se giraba para pedirle a Chano una bombilla. Eso significaba que Violeta estaría allí. –se rió me padre al verme llegar con algunas cosas más que había recogido por el camino. eso también.. como la mujer que ostentaba el record de sonrojos en un día. Lo único que logré fue que una nube de polvo me diera de frente.. y mi hija te hubiera dejado sin provisiones.. –me dijo de repente. –bromeó señalando el cartón casi vacío que aún sostenía entre las manos. ¿Hay algo que te preocupa? – No. De vuelta a casa. pensaba que disfrutabas de mi compañía.. yo cada vez me iba sintiendo peor. ¿hay mucha diferencia entre lo uno y lo otro? Seguí con la cara pegada a mi batido y comencé a sorber frenéticamente.. Le sonreí a mi inesperado acompañante y sin decir nada más pasé junto a él. esperando a que él se decidiera cambiar de tema. mientras apuntaba frenéticamente en su libretita. –se burló de mí. Nunca nadie había flirteado conmigo... cariño. Probablemente Ginebra y Felipe ya habían llegado. Su voz me hizo darme la vuelta una vez más. – ¿Te ocurre algo? –preguntó él. Pero entonces recordé que los únicos asuntos en los que yo era capaz de expresarme sin apenas balbucear eran los de medicina. –contesté fingiendo decepción. –volvió a decir Diego.. Me alejé de Diego dejándolo con una interesante sonrisa en su rostro y me reuní nuevamente con mi padre. –contestó el anciano.. mientras imaginaba mi foto en el libro Guinness de los Records. algún tema en el que yo tuviera la valentía de decir algo. por lo que veo.. De todas formas. Yo seguí plantada allí en medio. – Sigues igual de tímida que siempre. – Está en edad de crecer. – Papá. –mentí.. paraba el Jeep a un lado de la carretera." – No.para no saber que algo me pasaba y yo no podía decirle que estaba tremendamente aturdida. –comencé con cuidado de no herir sus sentimientos. –le dije. Nunca sé más de lo que me permites ver.. – ¿Es un chico? "Frío. ése al que tanto me había aferrado antes de que la voz de mi padre ganara la batalla esa mañana en contra de mis deseos.. eres mi niña pequeña. – ¿Y? –no tenía ni idea de a dónde quería llegar. que incluso había soñado con ella y que.. tú has sido siempre la que más me ha costado leer. – no es que no quiera contártelo. Había olvidado lo tramposo que podía llegar a ser mi padre en ocasiones. – Lo sé. aunque me hubiese gustado gritarlo. Me tapé los ojos con ambas manos. casi había olvidado mi sueño erótico.– ¿Sigues enfadada aún porque te envié a esa universidad tan lejos de casa? – No. Definitivamente algo está ocurriendo en esa cabecita tuya..... no sé si por tranquilizarlo a él o a mí misma. –murmuré. ¡Oh. Me miró con el ceño fruncido.. –una vez más me interrumpió.. – Admito que hasta hoy no se me había pasado esa posibilidad por la cabeza. si no quieres decírmelo no te voy a obligar. simplemente creo que. estaba enfadada porque ni siquiera me había dejado explicarlo. Lo miré extrañada ..– Sabes que siempre será bienvenido. Creo que incluso les daba miedo a todos los del maldito campus. A veces sigo resistiéndome a que crezcas. sabes que estaré esperando. –dije aliviada.. Como si las personas a las que les cuesta relacionarse tuvieran que ser asesinos en serie por derecho constitucional. Odiaba las charlas sentimentales. – Te ví hablando con Diego. Pero no voy a insistir. – Cuatro no desde el inicio de la conversación. – No. – Yo soy feliz. gracias. intentando calmarme antes de que el incipiente enfado que corría a través de mis venas llegara al cerebro. papá... – Papá. Crucé los brazos a la altura del pecho y me arremoliné en mi asiento. – De acuerdo. Debían tomarme por una asesina en serie o algo así. Minutos después. cuando estés preparada o necesites mi ayuda. que no podía sacarme de la cabeza a la novia de mi hermano.. No quiero dejar este mundo sin ver a todos mis hijos felices. – No puedes culparme porque me preocupe por ti.. Dios!. ¿Un novio en la universidad? Si apenas tenía amigas.. – ¿Tienes algún novio en la universidad?. –lo vi tragar antes de formular la siguiente pregunta. – De modo que hay algo que no quieres decirme. ¿estás triste porque quizás le echas de menos? –me preguntó preocupado. –lo llamé. – Podrías haberlo invitado. frío. – Papá. – De todos tus hermanos. – Gracias. en fin. –protestó Isabel entre risas..– Recuerdo que tu madre se empeñaba en dejar a vuestros novios en habitaciones separadas. – ¿Me das un beso? Dudó un instante. Isabel. ahora van mucho más allá que. Mientras me acercaba. Tal vez era porque le costaba respirar por el líquido que . Dejé las bolsas sobre la mesa y me acerqué hasta mi sobrina. Ginebra se acercó y le dio un sonoro beso. Fuimos recibidos con efusivos "holas" por parte de mi madre. –contestó Isabel. el Mazda descapotable de Violeta.. Lo que más me sorprendió fue descubrir que el color de su coche no era gris. Ginebra y su marido. seguramente buscando un lugar seguro donde dar buena cuenta de su dulce. justo como su madre. Su hija mayor la seguía muy de cerca. Su cara se iluminó de repente y me dio un gracias que sonó a "asias" más bien. – Creo que ha ido a enseñarle los alrededores a Violeta.. Pero no había rastro de Violeta ni de mi hermano Felipe. – ¡Ya estamos aquí! –anunció a los cuatro vientos... haciéndo reír a todos. – ¿Papá? –se burló mi progenitor. Reconocí el Ford blanco de mi hermana Ginebra. – ¿Dónde está Felipe? –oí preguntar a mi padre. No pude evitar echarme a reír y me pregunté si mi padre comenzaba ya a tener problemas de próstata.mientras él salía corriendo a esconderse detrás de unos matorrales. hacía poco que había pasado una crisis de llanto. Con eso sólo lograba que nos desveláseis un par de veces por la noche con tanto ruidito disimulado de puertas que se abrían y se cerraban. Esperé a que mi padre se pusiera a mi altura antes de encaminarnos hacia la casa. Al llegar a la casa. el Mercedes gris de Felipe y por supuesto. Ambos con dos bolsas a cada mano. Luego se alejó correteando. – Ten. – Papá.. –le dije con suavidad mientras me agachaba para ponerme a su altura. Lo que era seguro es que iba a ser mucho más guapa que yo. A todos menos a mí. – Hola Cris. – ¿Manitas? –dijo mi padre.– Creía que eso se hacía en mis tiempos.– Me alegra ver que ya estamos todos. agarrada a su falda. La poca luz aquella noche hizo que me perdiera ese detalle. – Hola tata. que estaba bebiendo de una lata de cerveza casi se atraganta y todos nos volvimos hacia él para ver que sus mejillas se habían puesto de un color rojo intenso. –contestó con su dulce voz infantil. Yo saqué una de las chocolatinas que había comprado en la tienda y se la alcancé. sino azul cielo. para que no estés triste. –bromeó Ginebra.. A juzgar por su expresión. El marido de Ginebra. – O a hacer manitas detrás de algún árbol.. podía sentir que las palmas de mis manos comenzaban a sudar. de quien decían que era un calco de mí. para poco después darme un húmedo beso en toda la mejilla. Permití que mi padre me adelantara y entrara primero al interior de la casa. me di cuenta enseguida de que allí habían ya tres coches aparcados. Esta niña tenía ángel. primero a mi padre y luego a mí. esta noche podremos incluso echar unas partiditas al bingo. más que nada porque casi había desaparecido por entero debajo de la mesa. no podía mirar más allá de aquella mujer enfundada en unos vaqueros tan roídos como los míos. Notando mi destemplanza. Fue como si mis músculos se hubieran rendido y. que ella jamás correspondería a mis deseos de la manera que yo quería. Esta vez mi madre. BELLA VIOLETA. de repente. Todos mis deseos de sentarme cerca de Violeta perecieron enseguida. La felicidad. se abstuvo de sonsacarle información a Violeta. 2. –me dijo al pasar. era una sensación extraña. que sus labios dejaron en mi mejilla me onubilarían por el resto del día. que ella jamás soñaría conmigo de la misma forma. y casi grito al encontrarme con sus preciosos ojos azules mirando directamente a los míos. no tuve tanta suerte como la última vez y me vi afinada entre mi cuñado Ricardo y mi sobrina Cristina. Al menos me distraje un poco observando a la cría hacer multitud de muecas y gestos que me hicieron reír. incluso mi madre. Violeta pasó a mi lado a continuación. Jimena. a pesar de que sabíamos que en su momento le había costado mucho el aceptar que ninguna de sus hijas llegara virgen al matrimonio. se giró de nuevo para atender a la conversación de mi hermano. . A él apenas lo miré. aunque de esa manera resultase incluso estúpida. Pensé en eso de la indiferencia y me di cuenta de que todo había estado siempre en mi imaginación. Levanté la vista hacia Violeta por centésima vez esa noche. quisieran convertirse en gelatina. –saludó ella y lo siguiente que pude ver era que se estaba acercando a mi rostro para plantarme un beso en la mejilla. quien parecía más relajada que la última vez. con una camisa de seda azul y el pelo recogido en una trenza. durante la cena. EL DESPERTAR. 2ª Parte. Me sonrió levemente y yo sentí cómo mi cuerpo se deslizaba de la silla sin poder evitarlo. Esa noche. Felipe entró acompañado de Violeta. ¡idiota!". prestándome tan poca atención como yo a él. me reñí. "Dí algo.no había logrado tragar por el sitio adecuado. – Hola. Ella era una acérrima defensora de la virtud y creía que la virginidad era casi un don divino. Lo cierto que la percepción. No habíamos cruzado una palabra tras su llegada y yo comenzaba a desesperarme por su aparente indiferencia hacia mí. La puerta se abrió entonces y como si fuera una repetición de la misma escena de hacía cinco días. Todos nos reímos. con gran acierto. cada uno exponiendo su punto de vista sobre la política o la economía. Me sentí traicionada por mi conciencia al traerme en aquellos momentos semejantes pensamientos. Me aparté de mi hermano como de la peste. temiendo que se ensañara con mis carrillos como la última vez. que sus miradas jamás serían mías. La conversación giró en torno a asuntos banales. como de cosquillas. – Hola. casi cómica. – ¿Tienes hermanos? – No.Pero acepto voluntarios. Jamás me cansaba de mirar al cielo. – Sí. soy hija única. No permití que ninguna expresión cruzara por mi cara y me mantuve tan inexpresiva como fui capaz. apenas detectable. Sonreí ante tan maravillosa vista y fue entonces cuando vi cruzar una estrella fugaz. como era habitual en mí. Cerré los ojos tanto que me dolieron para pedir un deseo. Tomé una inspiración. Dejó la frase en el aire.. Por el rabillo del ojo la observé doblar el cuello para mirar el cielo. Miré al cielo cubierto de estrellas. – Sí. Además. por lo que seguí con la cabeza gacha y la mirada en mi plato hasta el final de la cena..Las noches allí eran mágicas. creo que ya sabes que mi padre tiene viñedos. En esos momentos no estaba preparada para mostrar nada de mí al mundo. no sabría decir con seguridad ni siquiera qué era lo que habíamos comido. No me atreví a levantar la vista hacia mi progenitor. tenía la esperanza de que ella viniera a hacerme compañía. en mi rostro. un placer que en la ciudad nos negaba la polución. maldiciéndome por si aquella voz que acababa de oír no era real. sé lo que es vivir en el campo. entonces ambas llegaríamos a ser hermanas políticas. . aunque me dio la sensación de que casi lo supliqué. -me miró. mirándome divertida. – ¿Puedo sentarme un rato contigo? No abrí los ojos. En cuanto terminó la comilona. Pensé que debió de haber sido ridículo encontrarme allí. – Por favor. Enseguida abarqué su visión. De pequeña.. Si me preguntaran ahora mismo sobre la cena. – Pocas veces he visto el cielo tan estrellado como esta noche. Jimena. salí al porche y me senté en las escaleras. -me miró sonriendo. Pude apreciar cierta nostalgia en su voz y aquel descubrimiento hizo que mi corazón se encogiera. sola. -murmuré.– ¿Te encuentras bien? -preguntó mi padre. mi familia vivía en una hacienda. ya se me había concedido. sino producto de mi dilatada imaginación. No le gusta cómo he elegido vivir. – Mi madre murió cuando yo era pequeña y mis relaciones con mi padre no son en absoluto buenas. justo encima de mi cabeza. aunque yo sabía a lo que se refería. Puse toda mi atención una vez que ella comenzó a hablar de nuevo. desgraciadamente. atrayendo con ello toda la atención hacia mi persona. No tenía ganas de asistir a la posterior reunión donde todos seguirían hablando de los más diversos y aburridos temas. – Las noches aquí suelen ser así. Tomó asiento a mi lado. y los abrí lentamente. con los ojos cerrados y con una extraña expresión. Si se casaba con mi hermano. -asentí. -dijo. en el segundo escalón. – Gracias. pero antes incluso de formularlo. -dije.Tienes una familia magnífica. Yo solía escaparme a la azotea y tumbarme allí con mi manta hasta que casi amanecía. sabiendo que efectivamente encontraría la duda y la sospecha en sus ojos. aunque en el fondo deseara rebelarme ante esa idea. -. – Felipe ya habrá pensado en eso y tendrá alguna clase de plan para que no pases un solo momento aburrida. – Veintisiete. es lo . pues me miró con expresión circunspecta. Me sentí afortunada de estar sentada.. apoyándome sobre mis codos. – Tengo dieciocho. No supe hasta qué punto mis sentimientos gritaban por el amor de esta mujer hasta esa misma noche.. ¿verdad? – No sé si "novios" -mastiqué la palabra como si fuera un trozo de limón. – Toda tu familia cree que tu hermano y yo somos novios. y yo volví a analizar mis palabras. Empecé a creer que sabía exactamente el efecto que eso tenía en mí. Me sonrió una vez más. Emití un suspiro y devolví mi atención a las estrellas. La miré buscando respuestas. por ahora. pero me lo dijo sin más dilaciones.. -confesó. Tras eso abandonó la visión de mi rostro para concentrarse nuevamente en el cielo. – ¿Qué edad tienes? Me miró extrañada. aunque sólo fuera una simple frase. y estas minivacaciones no figuraban entre mis planes. – Sí.. -dijo con insólito tono de voz. el tema estaba zanjado. Me vi inundada por el dolor que me autoinfringí al pensar en una Violeta dolida o desdichada. – ¿Y tú? -inquirió de súbito. – ¿Piensas quedarte las dos semanas? – No. -añadí cuidadosamente. imitando la posición de ella. Me dio la impresión de que no era una persona de muchas confesiones y que lo que acababa de hacer. Hice cuenta mentalmente de que eso eran tan sólo nueve años más que yo. habría dado con mis huesos en el suelo. – ¿El qué? – Que te duela tanto estar lejos de tu hogar. No sé porqué me sentí aliviada de saber que la edad no era un obstáculo tan insalvable. le había costado mucho esfuerzo.Eso me mantiene alejada de casa durante demasiado tiempo. El silencio se prolongó hasta que yo decidí romperlo con la pregunta más estúpida de las que podía haber hecho. de lo contrario. Me arrepentí de haber dicho aquello.Fruncí el ceño por no poder saber a lo que se refería con eso de "sólo". – Espero que seas capaz de evitar que eso ocurra. – Eso a mí me resulta un tanto extraño.Supongo que ya vas a la universidad. intentando encontrar la razón de aquella mirada. -bromeó.Lo justo es lo justo. – Puede que te aburras y te vayas antes del domingo.Sonreí levemente mirándola. yo sólo quería huír de la mía.. ¿Es que acaso la había decepcionado? Su sonrisa me hizo ver que bromeaba. Eso fue suficiente para mí para entender que. Aún tengo muchas cosas que hacer. A tu edad. creo que me iré este domingo. Al menos para mí.. – ¿Sólo dieciocho? -rebatió enseguida. – ¿Incluso a pesar de mi madre? Hizo ademán de pensar. -dudé. – Incluso a pesar de ello. pero mi cerebro se negó a pensar con la brillantez a la que me tenía acostumbrada. tal vez sólo fueran buenos amigos. – Sí. Me obligué a pensar en una forma de compensarla. – ¿Te apetece dar un paseo? Antes de contestarle.más correcto a utilizar. Se rió al ver mi expresión de completo aturdimiento. Bajó dos escalones para encararnos de frente. como lo hacía siempre que estábamos solos? Felipe se rió a gusto. – Por supuesto. Quizás había ido demasiado lejos en mi repentino ataque de celos y puede que incluso le hubiera hecho daño. Por un momento. Así que. elevando con ello mi curiosidad. Deseé tener uno de los rifles de Don Federico para poder deshacerme del impresentable de mi hermano. Mañana tengo sesión de pesca con papá y apuesto a que me despertará al amanecer. – ¿Qué te ha contado la mocosa de mi hermana? –preguntó burlón. puesto que estaba claro que a Felipe no le haría nada de gracia que los acompañara. Felipe estaba de pie. mirándolo fijamente. ¿verdad? –preguntó. – ¿Me guardarías un secreto? –preguntó una vez más.Felipe trae tantas chicas a casa que sería casi un sacrilegio llamarlas "novias". Tan metida estaba en mi particular lucha que casi me pierdo sus siguientes palabras. al parecer. Violeta no. Hizo que la sonrisa se borrara de la cara de Felipe de un plumazo. Cada vez me resultaba más enigmática y eso sumaba aún mayor curiosidad. Se quedó allí. -fue su seria respuesta. – Tu habitación es la del ático.. – Entiendo. como siempre. Debe existir alguna clase de porra sobre tu duración en la familia. Me arrepentí inmediatamente de haberle dicho aquello. junto a nosotras. – ¿Quieres venir? –me preguntó. Creo que me voy a ir a la cama. . –respondí. Yo ya podía sentir el veneno recorriéndome las venas. Sabía que debía decir que no. se giró hacia mí. – No apuestes en esa porra. Mi hermano optó por cambiar de tema. gracias. – Estás aquí. – Sí. –dijo alguien desde atrás y las dos nos movimos al unísono para ver de quien se trataba. con expresión seria. – ¿Harías una cosa por mí? "Te daría mi vida si me lo pidieses sin dudarlo". simplemente por el hecho de haberme llamado mocosa. ¿Es que siempre tenía que ponerme en evidencia delante de los demás? ¿Por qué no podía ignorarme. – No. por mi cabeza pasó la idea de que quizás no eran novios. –no pude evitar la avidez con la que respondí. –dijo llanamente. hice lo que debía. -De repente sentí la angustiosa necesidad de desprestigiar a mi hermano. Sólo había que obervar la expresión de mi hermano cuando la enfocaba para saber que sentía algo muy profundo por aquella belleza. Mirándola me dije que era imposible tenerla como simple amiga. – ¡Date prisa. de lo que esperaba de la vida. Aquella sonrisa que siempre parecía tener dispuesta para mí. La cogí. recordando sus palabras. de mis deseos. tomándome por sorpresa lo mucho que pesaba. – ¿Ya has metido la nevera portátil? –le recordé. Esa misma noche fue cuando acepté que estaba perdida. – Claro. cosas que jamás había compartido con nadie. Ella me hacía desear ser de otra forma. sin ganas de quedarme sin nada fresco que tomar durante la pesca. Me quedé allí. o no volverá a prepararnos los bocadillos. y salí hasta el jeep. Mientras yo buscaba un sitio para asentarnos. por lo que muy pronto estábamos descargando el jeep. También recordé llevar la gorra verde de pesca. Cuando volví a despertar apenas despuntaba el Sol. El río al que nos dirigíamos estaba a tan sólo tres minutos de la casa.– Quizás algún día te apetezca invitarme a ver las estrellas desde allí. – Buenas noches. –fue lo único que conseguí argumentar. Después de haber calmado los apremios de mi vejiga y de haberme aseado y acicalado. corrí escaleras abajo en busca de mi padre. –dije con la voz ronca por el sueño. No entendía cómo tenía un padre tan madrugador y yo. pero mi padre tocaba insistentemente a mi puerta. poniéndome unos pantalones cortos de color beige. Podía pasarme la vida entera en la cama. – Ya voy. una camiseta blanca con la foto del grupo Kiss en el pecho y mis zapatillas de deporte. – Será mejor que traigamos al menos media docena de truchas. Esa noche no me importó quedarme hasta tarde mirando las estrellas desde la ventana de mi ático. durante unos instantes. quien revisaba por enésima vez ambas cañas de pescar y el bolso donde guardaba todas las cosas que harían falta antes de colgárselo al hombro. Tu madre la habrá dejado sobre la mesa de la cocina. Instalarnos bajo la sombra de un enorme árbol me pareció la mejor de las ideas. La ilusión de estar en compañía de Violeta obró el milagro. no había heredado esa cualidad. Jimena. hija! Me vestí lo más aprisa posible. y salí con cierta urgencia hacia el baño. y como había predicho mi padre. así que lo coloqué todo cuidadosamente. Cerramos el maletero y nos metimos en el coche. mi padre sacó su caña y su bolso de pesca. – Mamá ha hecho bocadillos para un batallón. encontré la cesta de mimbre sobre la mesa. absorbiendo lo que había pasado. apareció una vez más. Luego se levantó y se alejó hasta perderse entre las sombras con Felipe. . – Ocúpate tú de la cesta del picnic mientras yo meto esto en el Jeep. Reí la gracia de mi padre. – Buenas noches. sin embargo. –le informé mientras deslizaba la pesada cesta en el interior del maletero. Incluso mantuve una conversación ficticia en donde le hablaba de mí. Odiaba los despertares tempranos. Fui a la cocina. – Sí. – Ya veremos. – ¿Qué te he dicho siempre de las rocas? – Los peces están cerca de las rocas. Me senté a su lado y lancé el nailon en sentido contrario al de mi padre. sin abrir demasiado la boca a fin de que no se le cayera el puro que sostenía entre los labios. – ¿O´Donnell? –dijo el viejo. Miré hacia donde creí que me indicaba y pude observar una serie de rocas. – Muy bien. – ¿Ha habido suerte con la pesca? – Un poco sí. las ensenadas profundas y de los árboles sumergidos. –dije imitando la voz profunda de mi padre. eso me daría ventaja y evitaría que me acercara demasiado a aquel loco. –recogí nuevamente el nailon. aunque sólo yo era capaz de notar la falsedad en sus palabras. algunas de las cuales sobresalían ligeramente del agua. ha pasado mucho tiempo. papá. Llevábamos algo más de dos horas y media y la pesca por ahora había sido muy poco productiva. por lo que usaba una caña telescópica de unos tres metros.– ¿Qué le trae por aquí hoy? – Los patos. – Carpa. esperando a sentir el plomo. Yo me negué a separarme de la mía. – Bien hecho. Se estrecharon las manos. – ¡Creí que ya no volverías por aquí! –dijo Federico riendo con risa borracha. – ¡Don Federico! –saludó mi padre. – ¡De acuerdo! –le grité desde la distancia. puesto que tenía su caña sujeta en una línea tensa. puesto que mi padre y sus lombrices habían conseguido pillar desprevenidas a un par de truchas. prefería usar señuelos. él ya había echado su primer lance con su caña de cinco metros. en este caso mosca. Reconocí al vetusto hombre que se nos acercaba como Don Federico.– Hija. – ¿Ves aquellas rocas? –me señaló con la cabeza. Yo no usaba para pescar cebo natural como él. . De repente oímos un ruido que nos sobresaltó y miramos hacia atrás al mismo tiempo. no sin antes apuntar bien.– ¿Quieres que te prepare la caña? –preguntó mi padre. tienes que hacer las cosas pensando. ¿entonces por qué has lanzado hacia allí? –no me dio tiempo a contestar. el enorme rifle que transportaba sobre uno de sus hombros me hubiera dado la pista definitiva. Recogió el nailon y abandonó la caña en el suelo. –me aplaudió mi padre. Vengo a cazar patos.– ¿Trucha? Negué con la cabeza. sabedora de que dentro de poco el sol estaría en todo su apogeo sobre nosotros. – Es cierto. Cuando llegué al lado de mi padre. Oí que mi padre murmuraba una maldición por lo bajo y que se despedía de su tranquilo día de pesca. pero de no ser así. –dijo mi padre. Me posicioné cara a aquellas rocas y lancé. Le di vueltas a la manivela del carrete para que el señuelo cruzara por el punto que había elegido y sostuve la caña firme. Al menos para mí. Saqué mi gorra y me la calé. pero he tenido días peores. – Lo siento. Yo no pude evitar soltar un bufido al no poder retener la risa. Aquel anciano estaba más tarado de lo que yo creía. ¿Patos? ¿Dónde? Por allí no iba a encontrar un pato a no ser que fuese de goma. Mis ruidos guturales atrajeron toda la atención sobre mí. – ¿Es ésa tu hija pequeña? –preguntó. – Así es. – Cómo ha crecido, la condenada. Ante ese comentario me di la vuelta rápido. Por nada del mundo deseaba ver su lasciva mirada sobre mi cuerpo. Arrugué la nariz con disgusto y comprendí porqué mi padre le tenía tanta aversión a aquel anciano. Los sentí alejarse hacia el árbol donde yo había depositado las cosas, seguramente mi padre lo habría invitado a una cerveza fresca. "Estupendo", fue lo único que pensé, "darle alcohol a un viejo tarado y armado con una escopeta..." Esperaba que mi progenitor tuviera el sentido común de invitarlo a una una coca-cola. El sol comenzaba a apretar con intensidad y yo podía notar las gotas de sudor resbalando por mi espalda. Hubiera dado la vida por un baño refrescante... Si fuese capaz de meter mi cuerpo en las aguas de aquel río... Me coformé con ir a por un refresco. Mientras me acercaba a los dos hombres, cogí un fragmento de la conversación que estaban manteniendo, mejor dicho, que estaba manteniendo Don Federico. – La gente de ahora no tiene ningún respeto hacia nada ni nadie, nacen para ser delincuentes. La cerveza parecía volverlo más parlanchín, cosa que mi padre seguramente no debía de saber. Cogí mi lata de cola y me alejé nuevamente, no sin antes ver la expresión de mi padre de auténtica aflicción. Retomé mi posición detrás de la caña con nuevo brío, puesto que el refresco estaba surtiendo efecto en mi sistema operativo. Mis pensamientos, como era habitual, volcados en Violeta. Era extraño, pero sentía que la echaba de menos. Tal vez debí haberle preguntado si le hubiera gustado venir con nosotros, pero mi temor al rechazo me lo impidió. Mi padre no pudo deshacerse de la presencia de Don Federico hasta casi una hora después. Vino resoplando todo el camino hasta unirse a mí. – ¿Una conversación interesante? –me burlé. – Aunque no lo creas, le he podido sacar a ese viejo algo relevante. – ¿El qué? –dije con la incredulidad de que eso fuera probable. Me miró levantando las cejas y tardando un ratito en responder, haciéndose el interesante. – Pasado mañana hay una competiciòn de pesca. – ¿Una competición? – Sí. Al parecer a quien logre pescar el pez más grande le dan un trofeo. Supongo que es otra de esas cosas del ayuntamiento para fomentar el turismo rural. – ¿Piensas inscribirte? –no sé por qué formulé la pregunta. Conociendo a mi padre y sus dotes competitivas era un hecho anunciado. – Por supuesto. Ambos –subrayó la palabra con énfasis.– lo haremos. – Me lo temía. – Tendremos que conseguir una barcaza de pesca, a remos preferiblemente. El ruido de un motor podría alterar la calma de nuestras presas. Yo sabía lo que pretendía al querer alquilar una barca. Sus pretensiones a este punto no eran nada nuevas para mí. – ¿Otra vez con lo del sirulo? Se rió. El sirulo es un pez que introdujeron en los años sesenta un grupo de alemanes aficionados a la pesca. Al parecer soltaron unos cuantos miles de alevines en nuestras aguas, traídos expresamente desde su frío país. Claro que seguramente no pensaron lo que iba a suceder... El pez se encontró en unas aguas casi perfectas para su supervivencia, puesto que el clima es mucho más cálido que el de su lugar de origen. Se extendió por varios ríos, con lo cual, y lo que es peor, extinguió algunas especies en esas zonas que más tarde se han logrado recuperar. Es el pez más grande que se puede encontrar en aguas dulces. Puede alcanzar longitudes y pesos escandalosos, se dice que se ha llegado a atrapar hasta ejemplares de cien kilos y varios metros de longitud. – Papá, nunca has logrado cazar a uno de esos peces. Ni siquiera lo hemos visto de lejos. ¡Es una locura! Puede que ni siquiera existan en este río. – Sí que existen. –rebatió él.– Ya los han pescado, es por eso que pienso que nosotros podríamos lograrlo. Si es lo bastante grande, saldríamos hasta en los periódicos nacionales. Resoplé y pensé hasta qué punto me gustaría cazar uno de esos enormes bichos. ¿No podíamos intentar pescar una carpa de considerable tamaño como el resto del mundo? No. Tenía que ser un sirulo, y si era el más grande que se había visto, pues mejor. Por el rabillo del ojo vi como mi padre se frotaba las manos satisfecho, era casi como si se estuviese imaginando con el trofeo ya en la mano. Hice rodar los ojos. A veces mi padre podía ser incluso más infantil que sus nietos. La jornada terminó al atardecer. Eran las seis pasadas cuando recogimos todo y nos pusimos en marcha de regreso. Mi padre había puesto un empeño inusitado en pescar sobre todo carpas, con el objetivo de usarlas para atrapar un sirulo. A mí tanta insistencia me estaba poniendo de los nervios, pero evité decirlo en voz alta, no quería ensombrecerle la ilusión. Llegamos a casa, por mi parte totalmente agotada. Entré casi corriendo, había pasado el día entero pensando en Violeta, consumida por los deseos de verla de nuevo. En el salón, mi madre y mis hermanas tomaban café, sentadas en el enorme sofá. Nada más vernos llegar se levantaron de sus respectivos sitios para saludarnos. Enseguida todos quisieron saber si tanto esfuerzo había valido la pena. Se acercaron para ver la cesta y mi padre la abrió para que pudiesen ver su contenido. Truchas y carpas la llenaban. Yo, por fin, había logrado atrapar tres, lo que hizo que mi tarde no fuera tan inane como de costumbre. Mi pequeña sobrina me tiró del pantalón impaciente. Yo la miré y sin preguntarle supe que ella también quería participar, aunque su baja estatura se lo impidiera. La cogí en brazos y la alcé, acercándole la nariz a la cesta. Abrió tanto los ojos que parecía que se le iban a salir de las órbitas. – ¿Puedo tocarlos? –me preguntó ilusionada. Yo arrugué la nariz. – ¿Es que quieres oler a pescado durante una semana? –me reí, aunque ella no entendió bien por qué era tan malo oler a pescado. – ¿Puedo? –insistió. – Si te empeñas... –le tomé de la mano y la acerqué con cuidado. Ella enderezó su pequeño dedo índice y esperó con ansias el momento en que yo lo acercara definitivamente. El pez, que aún tenía algo de vida, se estremeció, haciendo que mi sobrina gritara espantada y riera posteriormente con una risa muy nerviosa. Yo no pude evitar soltar una enorme carcajada. Adoraba a aquella niña. Volví a depositarla en el suelo. El perfume de Violeta llegó antes que su presencia y la sentí rozándome la espalda mientras se inclinaba para ver mejor nuestras capturas. Supuse que venía del piso de arriba, pero yo no lo había notado, tan ocupada como estaba con la niña. – Vaya. –dijo.– ¿Todo eso lo has pescado tú? Torcí el cuello para mirarla. Tuve que aguantar la respiración y me pregunté si alguna vez dejaría de reaccionar tan estúpidamente y me acostumbraría a su belleza. Pero eso era imposible, cada vez que la miraba, descubría algo que me hacía desearla más. – Sólo tres. –dije tímidamente. Me sonrió. – ¿Para cuándo el festín? – Me temo –intervino mi padre.– que estos peces son para pescar más peces. – ¡Oh, sí! Se me había olvidado decírtelo, mamá. – ¿Decirme qué? –preguntó mi madre desde el otro extremo de la mesa. – Papá y yo vamos a inscribirnos en el concurso de pesca del viernes. Mi madre hizo rodar los ojos con resignación. No podía hacer otra cosa. – Pero aún no sabes lo mejor. –me aventuré, animada por la cercana presencia de Violeta.– Vamos a cazar un sirulo. – ¿Otra vez con eso? –se quejó mi madre. Mis hermanas se rieron y negaron con la cabeza. – Ya veréis, incrédulas. –cortó mi padre viendo la reacción en cadena de risas que había provocado nuevamente su misión imposible. – Papá. –soltó Felipe.– En ese río no hay sirulos. – Felipe, hijo, nadie creyó a Galileo Galilei cuando formuló su teoría de que la Tierra era redonda. – ¿A ése no lo desterraron? –interrumpió mi madre, contenta de poder meter baza contra mi padre. El teléfono sonó en ese instante. Mi madre se apresuró a coger el receptor. Después de un momento se dirigió hacia mi hermano Felipe para que atendiera la llamada. – Bueno. –anunció mi madre.– Hora de preparar la cena. – ¿Puedo ayudar en algo? –se ofreció Violeta. – Por supuesto que no, eres nuestra invitada. Mal estaría si te pusiéramos a trabajar. –contestó Isabel. – No me importa, en serio. Me gusta sentirme útil. – Es una costumbre en la familia. –bromeó mi madre al tiempo que se dirigía a la cocina, seguida de mis dos hermanas. Miré a mi alrededor para encontrarme a mi padre enzarzado en una conversación con mi cuñado Ricardo, esta vez le tocaba el turno al fútbol. Me volví hacia Violeta y me asombré de que le hiciera aquella proposición. – ¿Quieres dar un paseo? Contuve la respiración mientras esperaba su respuesta. Debido al nerviosismo, mi corazón comenzó a latir sin orden. – Por supuesto. Salimos al exterior, faltaba menos de una hora para que anocheciera. Estuvimos sin hablar al menos tres minutos mientras caminábamos lado a lado. Luché por que se me ocurriera algo inteligente qué decir. No sabía por qué la presencia de esa mujer hacía que mis neuronas se pusiesen en huelga. – ¿Qué es un sirulo? –me preguntó ella. – Es un pez enorme. Realmente puede llegar a ser grande. – ¿Cómo un tiburón? – Más o menos. – ¿También es tan peligroso? – No. –me reí.– Sólo come otros peces. Es bastante feo, una vez vi unas fotos suyas y tiene unos colmillos parecidos a los de un perro. – ¿Hay peces así en ese río? Bufé antes de hablar, poniendo en duda la veracidad de que realmente los hubiera. – Según mi padre, sí. Lleva intentando cazar uno desde hace años. – No estoy segura de querer verlo muy de cerca. – Yo tampoco, créeme. –le dije en broma. Mientras caminábamos, nuestras manos se rozaron accidentalmente y yo di un respingo. Ella se paró en seco y me miró con extrañeza. – ¿Estás bien? –me preguntó. Pregunta que yo esperaba. Le pedí a Dios, si es que existía, que me ayudara a dejar de hacer aquellas estupideces delante de ella. No quería saber la opinión que Violeta tendría de mí. Seguro que cuando menos pensaba que era una esquizofrénica. – Sí. –respondí mirando al suelo. Iba a seguir la marcha cuando su voz me detuvo nuevamente. – ¿Por qué siempre haces eso? – ¿El qué? Estaba perdida, seguro que había notado algo. Sentí que me sonrojaba de la cabeza a los pies. – Bajar la mirada al suelo. Es una pena que nos hagas perder la visión de esos maravillosos ojos. Metí las manos en los bolsillos. Fue la única reacción coherente que se me ocurrió ante aquellas palabras. Todo valía mientras no levantara la vista de mis zapatillas. Ése era mi único cobijo en su presencia. Sentí que me alzaba la barbilla. Ni siquiera hizo falta ningún tipo de esfuerzo, tan sólo me rozó y yo atendí su orden prestamente. Sus ojos se enlazaron con los míos. – ¿Recuerdas ayer cuando te dije que era hija única? –Asentí con la cabeza, tragando saliva al mismo tiempo.– Bueno, eso no era del todo cierto... –me recompuso un mechón de pelo rubio detrás de la oreja. – Tenía una hermana. Tú te pareces mucho a ella. Solía ser muy tímida, y se empeñaba en bajar la vista, como si eso la ayudara a esconderse de los demás. ¿Lo haces por eso? Me gustaría saberlo. – No lo sé. Simplemente lo hago. – Nunca se lo pregunté. –algo en su voz había cambiado. Yo tenía que saber, necesitaba saber o aquella incertudimbre acabaría por volverme loca. – ¿Qué pasó? Inspiró hondo y apartó su mano de mi pelo. – Se suicidó. En ese momento deseé ser una avestruz, para poder hacer un agujero en el suelo, esconder la cabeza y no salir jamás. Pude sentir el dolor de Violeta como si fuera el mío propio. Quería hacerlo mío para que ella dejara de sentirse tan desdichada, porque eso era lo que sus ojos mostraban en ese momento. Yo estaba sin palabras, no sabía que decir. Ni siquiera un "lo siento" me parecía adecuado. ¿Por qué me contaba aquello a mí, a una casi desconocida? Era como si se hubiera arrepentido de mentirme el día anterior. No había que ser muy listo para saber que era una persona hermética que no le gustaba hablar de sí misma. Podía haber elulido mi pregunta como yo estaba segura que era capaz de hacerlo. Aún así confió en mí. – Si algún día descubres por qué lo haces, ¿me lo dirías? –su voz me devolvió a la realidad. – Te lo prometo. – De acuerdo. Seguimos caminando, cada una sumida en sus propios sentimientos. Yo sabía que Violeta ocupaba su mente ahora a los recuerdos de su hermana, porque continuaba teniendo el ceño fruncido. Yo, por mi parte, pensé en lo injusta que era la vida. Cuando ella me miraba yo le hacía recordar a su hermana perdida. Cuando la miraba yo, veía mi vida entera. Sabía que por ahora, la ilusión de que algún día fuera mía sería suficiente, pero que tiempo después no dejaría de ser una obsesión. Una obsesión que no tendría ninguna salida. También sabía que estaba poniendo todas mis esperanzas en algo que no existía, pero ¿cómo podía dejar de hacerlo?, ¿qué es lo que aquella mujer poseía que me hizo entregarle mi alma desde mismo instante en que la vi por vez primera? De algo si estaba segura, y es que de mi antigua coherencia no quedaba ni rastro. – Me gustaría ver la puesta de sol. ¿Nos sentamos allí? –me señaló el enorme cerezo que se alzaba grandioso en nuestro jardín. – Sí. Nos acomodamos en el suelo, las dos muy cerca, tanto que nuestros muslos se Una vez más me regaló su suave risa.– No sabía que iba a encontrar el campo tan placentero por una vez en mi vida. – Tú eres como yo. – Porque no soy ciega. –afirmé rotundamente. –resolvió ella al ver mi incomodidad. Supe que estaba huyendo de algo. Así que prefiero soportarlo unos años más. era para pasar mucho tiempo alejada de todo lo que la rodeaba. – Creía que tú estabas a costumbrada a eso. O eso o pretendía meterme en serios apuros. – Se me hace muy difícil de creer eso. Apoyé la espalda sobre el tronco y fijé la vista sobre el horizonte. Por lo que la mantuve cerrada ante el inminente peligro de ponerme en evidencia una vez más. – Por tus palabras deduzco que odias estudiar fuera. – Yo no soporto volar. Eres una muy guapa. – ¿Por qué querría hacer yo tal cosa? –me preguntó algo divertida. y abandonó su visión de la puesta de sol para mirarme. no sabes digerir bien los cumplidos. – En eso tiene razón. no tengo miedo. – Sé a lo que te refieres. Tragué saliva con fuerza y me preparé para contestar. – Supongo que sí. Tan sólo me dan un mes de vacaciones. simplemente por eso. donde el Sol parecía posarse ya sobre el océano. A mí me pareció que otra de las razones por las cuales había elegido aquel trabajo. No tendrás problemas para conseguir un buen puesto aquí cuando hayas terminado. –admití. Suspiró y se echó hacia atrás imitando mi posición. – ¿No hay nada que te guste de la universidad? ¿Ni siquiera un novio o algo así? – No tengo novio. –me aventuré. – ¿Cuándo vuelves a clase? – A finales de mes. – Hacía mucho tiempo que no encontraba esta paz.– ¿Por qué elegiste ser azafata? ¿No tienes miedo? – Quería tener la oportunidad de ver cosas. Me gusta lo que hago. Volvió a sonreírme. –dijo de súbito. Lo odio. – ¿Entonces te parezco guapa? ¿Estaba de broma? Tenía que estarlo.tocaban. Ésa era otra de las razones por las que quería quedarme en España. –dijo haciéndome ruborizar intensamente. Y creo que sólo tratas de ponerme en aprietos. no diría otra cosa que balbuceos sin sentido. Yo sabía que si en ese momento abría la boca para hablar. Y no. – ¿Por qué? – No lo sé. Pero no había forma alguna de que me atreviera a decírselo en voz alta. Sé que eres muy consciente de lo . – ¿Por qué no te rebelas contra ello entonces? – Porque de ese modo tendría otra de esas infinitas charlas con mi padre sobre lo agradecida que estaré por ello algún día. – Para mí se ha convertido en un auténtico calvario. –coincidí con ella. – Sí. como algo que nunca reaccionaba como el resto del mundo. la veo a ella. Me dolía verla en aquel estado de desolación. no me has molestado. – Lo siento. aún sin apartar la mano de sus ojos. Sequé una errante lágrima que rodaba por una de sus mejillas. Quizás había notado algo de aquella admiración que yo le profesaba y quería alimentar su ego a mi costa..– Aún tengo que darme una ducha antes de la cena. puesto que cedió en su presión y se frotó los ojos con una mano... Me levanté decidida a irme. Yo. – Jimena. – Me has interpretado mal.. Ella era como una gata. mirándome con intensidad. –se disculpó. cuando reías con tu sobrina en brazos. –anuncié. simplemente me di la vuelta y me alejé de ella unos pasos antes de que me cogiera de la mano y me diera la vuelta para encararla. pero era algo que me hacía sentir tremendamente incómoda. era como si pudiera oírla de nuevo. dejándome ver de nuevo su rostro al completo. – He que irme. Me tomó por sorpresa. –sonrió. – ¿Cómo se llamaba? – Alicia. como lo hacían los demás contínuamente. –afirmó. Yo esperaba paciente a que lograra acabar su frase. Creo que intentaba contener las lágrimas. –insistió mirándome desde el suelo.hermosa que eres.. No sé qué fue lo que había cambiado en el transcurso de aquellos pocos minutos. ya más seria. añadí una caricia en su afligido semblante. aparentemente por haberse dejado llevar por un momento de debilidad. – Puede que si me conocieras un poco más dejaría de parecértelo. Ya lo había dicho yo antes. tan apartado del resto. atónita de verla sin su impertérrita compostura.– Cuando te miro. – Estoy segura de que hubiérais encajado en ese mundo vuestro. Violeta. Supuse que Violeta. Sé que a veces podía parecer un auténtico misterio para los demás que no eran como yo. Aquel era el primer regalo que obtenía de ella.. Me asió por ambos hombros. por favor. ver qué había detrás de la armadura en la que me escondía. Casi me asustó. Yo no dije nada. – Siento haberte molestado. –dijo. Pero me molestaba que pensaran en mí como algo extraño. – Me hubiera gustado conocerla. –comenzó después de tomar aliento.. sentí casi el corazón pararse. Jamás había visto aquella expresión desesperada en nadie. . – ¿Qué? Vi algo en sus ojos que nunca antes había visto. –la voz pareció agotársele de repente. Algo que se parecía bastante al miedo. – No. Sentí lástima por ella. – No llores. – Puedo notar que así es. ni siquiera la había oído acercarse. quería jugar conmigo. Algo de mi miedo debió reflejarse en mi rostro.–. Antes. apretando con fuerza el puño. – Sí. la atrapé en la palma de la mano y la bajé hasta mi costado.. –al favor de mi súplica. Los dos se volvieron hacia mí. si no queda más remedio. pero el pensamiento de irme con la incertidumbre de que quizás no volvería a ver a Violeta fue lo que me mantuvo clavada al sitio. Fruncí el ceño con disgusto. quédate. Iré a recoger mis cosas.. Me desvestí con premura y me metí en el baño para darme una ducha. Siempre se me olvidaba que Violeta estaba allí por él y no por mí... Fue entonces cuando decidimos regresar por el mismo camino que nos había traído hasta allí. – De acuerdo. con el mismo silencio rodeándonos.. Te quedarás aquí con mi familia. Al parecer hacía tiempo que intentaba localizarla. –fue la segunda vez que se la interrumpió. o al menos prefirieron ignorarlo. No había notado hasta ese . – ¡Violeta! –oí que Felipe la llamaba desde la entrada. Me sorprendió estar pensando tal cosa. o quizás la primera vez que yo le permití enseñarle algo de mi adoración por ella. – Deberíamos volver. con la variación de que había sido yo esta vez. Siguieron con su charla.– Desgraciadamente tengo que volver a la ciudad. Quiero que sigas disfrutando de tus vacaciones. Sentí el agua fría como un bálsamo sobre mi cuerpo. – ¡Estupendo! –soltó Felipe. – A menos. –fue lo único que pude articular. –interrumpió él. – No es eso. Creo que aquella fue la primera vez que pudo ver algo de mí. – Sí. – De ningún modo. – ¿Ocurre algo? – Sí. –se ofreció Violeta. –comenzó a discrepar ella. Ellos no parecieron darse cuenta de mi repentina indisposición.Me miró con una intensidad que yo no había visto jamás. Será sólo un día. –dijo sin apartar su visión de mí. – De acuerdo. feliz por perder de vista a Felipe y así tener a Violeta para mí sola. ese egoísmo que parecía salir de cada poro de mi piel cuando se trataba de ella. estamos estudiando ir a la huelga. Tenemos una reunión con el sindicato. – Te ayudaré. –suspiró. claro. Yo miraba la escena consciente de que no debería estar allí. – Felipe. Ellos se dirigieron hacia la habitación de Felipe y yo a la mía. seguidos de mí.– Voy a preparar el equipaje para salir de inmediato. Violeta hubiera cambiado de opinión y se fuera con Felipe. – ¿Problemas otra vez? –dijo Violeta con su mejor tono condescendiente. que no te sientas a gusto aquí. Yo permanecí detrás de la morena. No quería tardar demasiado. De mi garganta emigró un sonido gutural. pero yo sólo tenía ojos para ella. La oscuridad nos abrazó entonces y Violeta fue la primera en hablar. Ambos entraron en la casa. como cuando se inicia el llanto. No había pensado en la posibilidad de que Violeta se fuera tras los pasos de mi hermano. escuchando atentamente. – Por favor. Violeta. Hasta yo misma pude sentir la impetración en mi mirada. tu familia es maravillosa. Tenía miedo de que cuando saliera. –dijo simplemente. – Eso me temo. dos a lo sumo. Me cogió por los antebrazos y tiró suavemente de ellos. Tal vez mi sonrisa. ¿Puedes levantarte? – Sí. –dije al fin. –repitió una vez más. – ¿Estás enfadada? – ¿Por qué iba a estarlo? –le pregunté anonadada de que pudiera creer tal cosa. – No ha sido nada. Me metí rauda en mi habitación por la puerta levemente abierta. Me reí cuando de repente todo aquello me pareció estúpido. ¿Por qué a mí? ¿Qué había hecho yo para merecer tal castigo? – ¿Jimena? –me llamó. Sólo me faltaba que se escurriera también y me quedara desnuda en frente suyo. No es falsa modestia cuando me digo que no soy nada fuera de lo común. – ¿Estás bien? –me preguntó preocupada. Estaba segura de que me era imposible disgustarme con ella. Debió oírme. en cambio. Siento haberte asustado. Cuando salí de la bañera. Yo me aferré a la toalla como si en ello me fuera la vida. ¿Qué pretendía? ¿Ensayar miradas y muecas para intentar parecer más seductora ante sus ojos? Me até una toalla para cubrirme el cuerpo y envolví otra en mi cabeza antes de salir del aseo. ¿Qué podía ella admirar de mí? Quizás mis ojos verdes. Lo único que podía pensar en ese instante era en rezar para que todo aquello hubiera sido un sueño y en realidad yo no estuviese con la nariz pegada al frío suelo en frente de la criatura más hemosa de la tierra. cuando alcé los brazos para enjabonarme el pelo.momento. creo que ya había notado mi vergüenza. lo tensos que tenía los músculos. Siempre me habían dicho que poseía una sonrisa bonita. me dediqué unos segundos. La toalla de mi cabeza se deslizó también. . Me caí deshonrosamente boca abajo. mientras me refregaba con la toalla. – Es culpa mía. Ella no se iba a enamorar de mí por muchas poses y actos de misterio que yo hiciera. bueno. – Lo siento de veras. sí lo es. de espaldas a mí. Sonreí a mi reflejo para comprobármelo a mí misma. moviendo negativamente la cabeza ante las tonterías que comenzaba a realizar sólo porque tenía un enamoramiento. – Por entrar así en tu habitación.. Tengo la maldita manía de dejarlo todo en medio. probablemente no hubiera tropezado con una zapatilla que había dejado en mitad del suelo. Me preguntaba si yo le resultaba atractiva.– Creo que no me he roto nada. Me recogí el pelo por encima de la nuca e intenté imitar esa expresión de Violeta cuando algo le parecía interesante. pasara lo que pasara. para ayudarme a recomponer mi posición vertical. Violeta se acercó a mí en dos zancadas y se arrodilló en frente. porque se giró inmediatamente para encontrarme. Yo no podía levantar la mirada.. Si hubiera hecho caso a mi madre desde pequeña en cuanto a ser ordenada. Creo que esa pose sólo podía quedar bien en el rostro de una persona. simplemente no podía mirarla. quizás la palabra correcta sería "guapa". Dudé de que la hubiese dejado así cuando me fui al baño. Ella. a Violeta. sin permiso. Mi sorpresa fue enorme cuando vi a Violeta asomando la cabeza por la ventana. a mirarme en el espejo. y no era yo. antes de irte tendrás que vaciarte los bolsillos. Corrí a vestirme. las mujeres de la casa estaban metidas en la cocina. –dije sonriéndole. creo que más sorprendida por mis inusuales dotes de cómica que por la broma en sí. Me pareció que con cualquier cosa que se pusiera resultaría increíblemente atractiva. por lo que supuse que tal vez permanecería en su habitación hasta la llamada de la cena. Inmediatamente mi hermana Isabel me cargó con media docena de platos. Me sonrió mientras se dirigía a mí. "¿Ver las estrellas? Eso si que es una cursilada". con el mismo resultado. – También lo es mío.– Ya te he dicho que me alegra que estés aquí. desde aquí las podía oír hablar. Eché un ligero vistazo. –dije con premura. – Me alegro de que estés aquí. Llevaba el pelo húmedo. – Parece ser que siempre consigo imponerte mi presencia. mientras que mi padre y mi cuñado seguían sentados en el salón discutiendo de sus asuntos y tomando una cerveza. Terminé la última tarea que se me había encomendado y me fui hasta un rincón para roer el trozo de pan con avidez. Miré mi copia de "Poemas Escogidos" al que ella se había referido momentos antes. Si te portas bien. – Sabía que leer poesía sería de gran ayuda algún día. mirando hacia abajo para ver cómo movía ridículamente en círculos uno de mis pies descalzos.– Bueno. He visto que has traído contigo un libro de Pedro Salinas. – Es mi poeta favorito. –anunció. Entré en la cocina a investigar y quizás a pillar algo para calmar la inquietud de mi vientre. Vi a Violeta descender las escaleras. – Me sentía sola allá abajo. Salí nuevamente de la cocina y dispuse la vajilla en cada asiento. dejándome clavada en el sitio. Me costó horrores tragar el último trozo de pan . Pronto estaba afuera acomodando los vasos. El olor de los inconfundibles y deliciosos canelones de mi madre llenando la estancia. Felipe ya se ha ido.. – No es cierto. – Me encantará. Inicié un nuevo intento de adentrarme en los dominios de mi madre y mis hermanas. – Quizás después te apetezca venir conmigo y ver las estrellas desde aquí. –le dije al inanimado libro con tapas verdes y letras doradas. Se había cambiado a una camiseta blanca y unos vaqueros negros. y contigo me siento muy cómoda. –bromeé y ella se rió. la cena pronto estaría servida. colócalos.. – Será mejor que me vaya para que puedas vestirte. sólo que esta vez había logrado sisar un trozo de pan blanco que aguardaba en mi bolsillo esperando una mejor ocasión. – Jimena. "Respira" me ordené después de oír aquella declaración. –admitió y yo me di cuenta de que también se refería a aquella vez en el invernadero de mi casa. lo que indicaba que se acababa de dar una ducha. –me señaló la mesa de noche al lado de mi cama. – Gracias. –me sonrió y salió de la habitación. –afirmé. Mi estómago gruñó con fuerza en cuanto me acerqué. quizás esta noche te lea algo de él . Yo me quedé allí. Minutos después me adentraba en el comedor. por favor. No vi a Violeta por ningún lado. –me ordenó. –añadió. –colocó una mano bajo su mejilla e hizo acto de pensar..– ¿Qué haces aquí sola? – Huír de mi madre y de mis hermanas.– Tu eres tan. – Gracias. Mi madre apareció con una enorme bandeja de olorosos canelones e interrumpió lo que tenía previsto responderle a Violeta con su llamada a cenar. Torcí la cabeza y la miré bajo un velo de sospecha. Lo cierto es que me conformaba con su amistad. Su tono era icreíblemente pertubador y me pregunté si era así como aquella mujer atraía a las presas a su red. agradada por su respuesta y ella me respondió de la misma manera. Me ofrecí voluntaria a desmenuzar en pequeños trocitos los canelones a mi sobrina. Sacudí la cabeza ante ese pensamiento antes de que se me ocurriera decirlo. aparte de ser la más guapa. – Necesitaba esa ducha tanto como respirar.– ¿Qué tienes tú que pudiera interesarme? "¿Mi cuerpo?". –repuso ella.. – No. De todas las novias que ha tenido mi hermano eres la única que merece la pena. intrigante. Últimamente mi razón no respondía muy bien a mis órdenes. – Y por cierto. – ¿Rara? –respondí por ella. Todo en ella resultaba fascinante. No se me ocurrió que pudiera esperar algo más de ella. No era eso lo que pretendía decir. efectivamente. con la mesa ya dispuesta y cada uno en su sitio. algo que la hizo sonreír más. – ¿Por qué tengo la extraña sensación de que toda esta campaña de halagos hacia mí me va a resultar cara? –me burlé haciéndola reír suavemente. –dije con total sinceridad. –comenté casualmente levantando las cejas. ¿soy yo la que tiene que pensar ahora que intentas obtener algo de mí? – Me gustaría tener tu amistad.. –expuse medio en broma medio en serio.. ¿verdad? Una nueva sonrisa reemplazó a las palabras y me dieron a entender que. Dejó que la palabra saliera de su boca suavemente. – Me pregunto cómo es que existe tanta diferencia entre tus hermanas y tú. – Estás pidiendo algo que ya tienes.. Un minuto más tarde. Seguí de cerca a Violeta y tomé un asiento contiguo al suyo. –me dijo nada más acercarse a mi rincón. Le sonreí. –dijo ella. – Veamos. ella las encontraba tan tremendamente soporíferas como yo. – ¿Entonces qué? – Interesante. – Pero sí que te te parecen aburridas. – Me agrada estar contigo. aunque en el fondo lo deseara con todas mis fuerzas. – Vaya. –bajé la vista antes de decir la última frase casi en un murmullo. Ésa es la verdad. que . –hizo una pausa. flotando en el aire. Jimena.– No soy la novia de tu hermano. – ¿Crees que quiero obtener algo de ti por hacerte un cumplido? – La mayoría de la gente se guarda ases en la manga..que me había metido en la boca. comenzamos la cena. – ¿Por qué? – ¿Las has oído hablar cuando están juntas? – A mí no me parecen tan malas. . pero no me digas que no te lo advertí cuando volvamos de manos vacías. –esto último lo añadí casi en un murmullo. – Jimena.como siempre había elegido sentarse a mi lado. – Desde luego. ¿no quieres ganar el premio? – Sí. pero. –se defendió mi progenitor interrumpiéndome. que rápidamente bebió. Ricardo y yo y por el otro lado mis hermanas y mi madre. –dijo. – Me dijo que tal vez le tomaría como mucho dos días. Además. – Sí. – ¿Tan difícil es pescarlo? –preguntó Violeta. no le des más zumo. Le sonreí y ella me correspondió.– Lo de siempre. me alegro de que te gusten. Me dispuse a servirle más zumo cuando la voz de Ginebra me paró en seco. – Están deliciosos. – Tata. –contestó ella metiéndose otro tenedor lleno en la boca.. – ¿Quieres más zumo? –pregunté al ver su vaso vacío. Llené su pequeño vaso de plástico con zumo de naranja. así que yo esperé para oír cómo iniciaba una nueva conversación.. ya se ha tomado tres vasos y apenas ha comido. ¿un sirulo? No quiero ni oír lo que dirán si no lo pescamos. Mi sobrina entonces requirió mi atención. – Receta de mi abuela. cuando aparecen para comer.. – Hija. –comencé a explicar. – Todos los años se produce algún problema con el sindicato y las compañías. – iremos a pescar ese pez si tanto lo deseas. luego se dirigió a su hija y añadió. – murmuró mi padre. –me señaló. – ¿Vas a venir al pueblo mañana conmigo para alquilar la barca y el equipo? – Yo iré contigo. las mejores horas para cazarlo es de noche. no hagas enfadar a mamá y termínate la cena. algo a lo que yo no estaba muy dispuesta en esos momentos.– Todo fue tan repentino que ni siquiera pude enterarme bien de lo que pasaba. –se ofreció mi cuñado Ricardo. –dije– ¿por qué simplemente no podemos pescar una trucha como el resto del mundo? – Porque eso sería muy fácil. –lo corté en un tono condescendiente.– Cristina. Fue entonces cuando mi sobrina volvió a palmearme un brazo. –comenzó a decir él. –metió baza mi progenitora. – ¿Cuándo regresa Felipe? –preguntó mi padre. ellos quieren más dinero y la compañía no quiere pagar. – Vaya lío.. – Otra de esas reuniones con el sindicato. – Ni siquiera sabemos si hay en ese río. – Papá. Me alegré al comprobar que Violeta encontraba la nuestra mucho más interesante. preparado para darme una lectura sobre la fe. a lo que ella sonrió divertida. . – Tata. – me dijo. ahora con dos conversaciones sobre la mesa. Seguimos hablando durante un momento. escondiéndose vergonzosamente tras su vasito. Miré a Violeta y le hice una mueca de desaliento.. –oí que cumplimentaba Violeta dirigiéndose a mi madre. Creo que era el hecho de que yo le regalara tantas chocolatinas lo que la hacía preferirme al resto de la familia. –terció Violeta. además. – Papá. la que sosteníamos mi padre. cariño. Siempre hacía eso cuando decidía zanjar un asunto. Puse mi interés nuevamente en la conversación que se desarrollaba en la mesa. – La veda comienza casi al alba.– Zumo. hija mía. rezando para que mis piernas me sostuvieran. Cuando volví a salir. – Claro. la disputa parecía que se había calmado y que todo volvía a la normalidad. afanada en la tarea de quitarme los restos de comida de la cara. con la cabeza gacha por la vergüenza. Por el rabillo del ojo pude observar las risitas de mi padre.. de que nos estábamos mirando fijamente. Abrí un ojo y lo primero que ví fue la expresión divertida de Violeta. – ¿Y cómo está don Federico? –preguntó mi madre dirigiéndose a su marido. Ginebra. Me enjuagué a conciencia el rostro y me miré en el espejo para asegurarme de que no quedaban restos de comida en mi cara. Me parecía mentira el grado de atracción que llegaba ya a sentir por ella.Como era de esperar. – Dame un beso. intentando averiguar qué era lo que acababa de ocurrir. mi sobrina. Comencé a temblar como una hoja. mis hermanas discutiendo el asunto y mi padre pidiendo calma. pequeña. con el llanto a viva voz de mi sobrina por haber recibido tan descomunal censura. muy nerviosa al sentir su aliento en la piel de mi rostro. instigada por su madre me murmuró una disculpa. la cual saltó llenándome la cara con ella. con tan mala fortuna que pegó contra su cucharilla llena de pasta. – ¡Mamá! –gritó la cría soltando su pequeño puñito sobre la mesa con enfado. –dije trémulamente al tiempo que me apeaba de mi asiento. hasta que apartó la vista. a lo que ella respondió con inusuales ganas. Una vez a solas en el baño. en esos instantes se había convertido en una batalla campal. Ella pareció tener la misma sensación que yo. – Trae. no pasa nada.– Así podrás ver por donde pisas. al menos te he quitado la salsa de los ojos. – Ha sido un accidente. pero yo ahora estaba concentrada en tener el rostro de Violeta cerca del mío. Cogí una servilleta y comencé a quitarme la pegajosa pasta de la cara. Claro que yo no era madre. No me moví mientras sentía la comida caliente resbalar por una de mis mejillas.. –le dije. me apoyé en la pared y me pasé las manos por el pelo. – De todas formas tengo que ir al servicio a lavarme. – Voy al servicio. –oí que se ofrecía Violeta. . –dije para evitar el más que probable castigo a mi sobrina. déjame a mí. que me miraba a punto de soltar una carcajada. – ¡Cristina! –oí a mi hermana gritar. –bromeó. Me pregunté por qué no la dejaba tomar más zumo si era lo que realmente le apetecía. la niña se rebeló caprichosa. Pero yo hacía rato que había anulado todo lo que me rodeaba para centrarme en lo único que desde hacía un tiempo parecía importarme.. A mí me pareció mucho peor obligarla a comer si no quería hacerlo. La mesa. no te molestes. –le dije. consciente antes que mí misma. De repente me parecía que iba a tener una tarea muy difícil en esconder mis sentimientos hacia Violeta. – ¿Cuántas veces te he dicho que te comportes en la mesa? –siguió regañando mi hermana. Dejé escapar una gran bocanada de aire y me recliné contra el lavabo.. Nada más sentarme. Desde aquel incidente. –dije en mi defensa. Esa noche fue mi turno de recoger la mesa y meter los platos al lavavajillas. No me quedó más remedio que asentir. –acordó ella. Él lo es todo para mí. de un enorme rifle. – ¿Casi te ahogas? –me preguntó Violeta. devolviendo la vista hacia su plato. La cena acabó sin más percances. y cuando mi padre me obligó a ir a la piscina municipal para que aprendiera a nadar de una vez por todas me costó horrores superar ese miedo. Puede notarse a kilómetros toda la admiración que le profesas. Tardé mucho en aprender y lo peor de todo es que desde que dejé las clases de natación yo había seguido evitando todo contacto con el agua. – Tenía sólo ocho años. – Es un luchador nato. omitió mis protestas y me acompañó hasta la cocina. – He visto cómo lo miras. tras varios minutos de silencio. admitiendo sus palabras como ciertas. si no recuerdo mal. – ¿Aún vive ese hombre? –inquirió Ginebra. que se había sentado junto a su hija más pequeña y le estaba obligando ahora a tomarse uno de esos potitos. Lo que me hace débil. – ¿Me vas a contar la historia? –me preguntó Violeta. – Adoras a tu padre. – Aún recuerdo que si no fuera por él. como tantas otras cosas. a no ser las que concentraban en la bañera.– Totalmente chiflado. me inspiraban cierto recelo. yo quitando los restos de comida de la vajilla y ella colocándolos en la cesta del lavaplatos. Hasta en eso tenía yo que ser rara. Cuando era pequeña veía y oía disfrutar a todos los demás niños en el agua. – ¿Por qué dices eso? –me preguntó. . ¿verdad? –me preguntó en un momento dado. – De acuerdo. –Pretendía cazar patos. ella también estaba ávida de conocer toda la historia. Si bien es cierto que las masas de agua. no había nada más a lo que yo le tuviera algún tipo de escrúpulo. Violeta se ofreció a ayudarme y aunque me negué en rotundo. Asentí con la cabeza. Supuse que el amor que yo sentía por mi padre podía reflejarse en mis ojos. jamás he sido capaz de negarle nada. Le sonreí.– Le daba un miedo terrible el agua. hablar de don Federico significa tener que recordarlo todo una y otra vez. – Sí. –soltó un bufido. Nos pusimos manos a la obra. – Sigo diciendo lo mismo. Hice rodar los ojos con indignación. Vino acompañado. ¿sabes? Lástima que yo no haya heredado ese arrojo. – ¿Qué tal si te la cuento otro día? –le sugerí. Creo que aún hoy sigue teniéndolo. Jimena se hubiera ahogado en el río. como no. Lo último que necesitaba era tener a Violeta creyendo que yo era una de esas aprensivas personas a las cuales les daba miedo absolutamente todo. – metió baza Ginebra. Al parecer. – ¿Cómo ocurrió? – Mi hermana no quiso aprender a nadar hasta los doce años. que es un peligro. – ¿En serio? –preguntó Violeta mirándome. pero eso no cambia el hecho de que la infelicidad pueda ser una opción más en mi futuro. una casa y un coche. –me dijo palmeándome en un hombro. porque tu familia aún te protege. – Chica lista. – No soy tan niña como para no saber lo difícil que es abrirse paso en esta vida. Yo quería que me considerara una mujer adulta. supongo. pero ahí afuera hay una auténtica jauría de lobos esperando devorarte. por supuesto. no yo. Tienes que luchar por ser la mejor en cada cosa que hagas. ya bastante incómoda. La vi asentir con la cabeza. Terminamos en ese instante de colocar la vajilla y ella se irguió encarándome con una media sonrisa irónica adornando su cara. con los brazos cruzados sobre el pecho.– Si quieres algo has de ir a por ello. – Todo es cuestión de suerte. Quizás era su forma de darme la razón.– Porque yo soy más bien de los que no se arriesgan. – ¿Y por qué estás tan segura? –inquirí curiosa. – Es cierto. – Yo no lo creo. – ¿Y si ésta no llega? Me hizo pensar durante breves momentos. Ni siquiera me conoces. Pero vives entre algodones. pero todo lo que he conseguido en esta vida ha sido porque yo me lo he propuesto. –dije con los labios apretados. – Tengo ese presentimiento. – Vamos. –resolví. Siempre me mantengo al margen esperando mi oportunidad. Ser impaciente está en mi naturaleza. Quizás no lo sepas. Este calor me está matando. – No intento convencerte de nada. capaz de tomar sus propias decisiones. Violeta se acercó a mí. aceptando las consecuencias. – ¿Y qué diferencia hay? – Quizás tenga más suerte que la mayoría de las personas. te quedarás en el camino. sé lo difícil que es forjarse un futuro escapando de algo a lo que estás tan acostumbrada. “¿Y si ésta no llega?”. – ¿Intentas convencerme de que tienes una vida difícil o dura? No tienes idea de lo que es eso. apenas te conozco. Sé que piensas que soy una niña rica que estudia en la mejor universidad y que cuando acabe su papaíto se encargará de buscarle un buen puesto de trabajo. salgamos de aquí. –contestó a media sonrisa. también es cierto. –me aseguró mirándome fijamente. Te recuerdo que es mi padre quien tiene el dinero. de otra forma. – ¿Sueles acertar con tus presentimientos? – La verdad es que sí. – Entonces puedo estar tranquila. . Pero estaba claro que ante sus ojos no era más que una cría. “Pensar en ti esta noche no era pensarte con mi pensamiento.– Creo sinceramente que vas a lograr cualquier cosa que te propongas. Violeta se rió suavemente y me palmeó un hombro. Pero eso no es cierto. apoyándose en la encimera. La idea de que ella creyera que era una estúpida niña rica me ponía frenética. – Parece como si me odiaras por el hecho de ser rica. callado el mar. de Aldebarán al grillo te pensaba. calma. mientras ella aún seguía perdida por entre las páginas del libro. y el alma mía dedicándolo a ti! Todo acudía dócil a mi llamada. No puedo imaginar lo que debe sentir alguien que escribe algo así. No pude precisar exáctamente cuánto tiempo hacía que nos habíamos adentrado en mi habitación. plano. el ancho mundo. en más que en mí. todo. todo lo inanimado. suaves voces de nubes. Y casi dejé de amarte por amarte más. leíamos pasajes del poemario. ascendido a intención y a fuerza amante. las hierbas invisibles. concurrían el gran silencio. desde mí. – Es precioso. de afán y tiempo. la arboleda trémula. misionera de un amor vuelto estrellas. ¡Qué sosegadamente se hacía la concordia entre las piedras. a tu servicio. inverosímil tregua.yo solo. los luceros. el agua muda. inmensamente confiando ese empleo de amar a la gran noche errante por el tiempo y ya cargada de misión. El gran sueño del campo. Te iba pensando conmigo. casi sin decir una cosa más. extensamente. – Quizás estuviera profundamente enamorado. por el cielo. . sólo presentes en perfumes secos. por la tierra. Cerré los ojos y me dejé llevar sólo un instante. ” Violeta terminó de recitar el poema. –manifesté. Abrí los ojos y la miré. rozando las yemas de sus dedos sobre las hojas. mundo. las estrellas. Yo me sentí extrañamente extasiada por el sonido de su voz que aún retumbaba en mis oídos. casi acariciando las letras que allí se concentraban formando aquel mundo de sentimientos que era la poesía. Una conformidad de mundo y ser. Sentadas en el suelo lado a lado. al cántico hacia ti que en mi cantaba. –la oí decir. como la dicha entera cuando llega sin prisa. se entraba en mí. beso a beso. salvado ya del miedo al cadáver que queda si se olvida. debajo de mi ventana. Concurrían las luces y las sombras a la luz de quererte. entonces pudiera ser que hallara algo de veracidad en sus palabras. – Tu hermano y yo sabemos hasta qué punto somos capaces de llegar. a veces. – Yo siempre he creído que el amor es como Dios. asimilando lo que me estaba diciendo. Simplemente soy así. querida Jimena. – Jimena. si no sintiera la seguridad de que el mundo estaba puesto a mis pies cada vez que la tenía cerca. Es un trato justo. algo que les de la noción de que les perteneces o una estupidez semejante. quizás seas de esas personas que aseguran que siguen teniendo “la llama del amor” –hizo un gesto con ambas manos. Pero la verdad era que el amor sólo podía sentirse de la manera en la que yo lo sentía. Pero yo creo que para mí el amor es de la forma en que yo lo vivo. Tenía que descubrir si sus palabras eran expresadas tras la máscara de la desilusión. No había nada de espejismo o de ilusión en cómo la amaba yo. el amor es algo tan idealizado que hemos perdido la visión de lo que realmente es.– Es una posibilidad. Suspiró profundamente. deseosa de conocer la respuesta a esa pregunta. de repente demasiado interesada en su punto de vista sobre tan delicado tema. – No estoy de acuerdo contigo. – encendida después de muchos años. Si no apreciara tan adentro. – ¿Te has enamorado alguna vez? –no pude evitar hacerle aquella pregunta. – ¿Y qué es? –pregunté. Para mí eso no tiene ningún sentido. pero ella quizás sentía la necesidad de ir con cuidado. Curvó los labios a media sonrisa. – Una ilusión. Yo no creía ni por un momento que lo que empezaba a sentir por aquella mujer fuese una simple ilusión. ¿sabes? Hay que tener mucha fe para creer en él. una chica joven como tú idealiza en demasía las cosas. echando la cabeza hacia atrás. – ¿Por qué dices eso? – Normalmente todos quieren algún tipo de compromiso. ¿lo sabías? Se rió de mi última frase. Imaginé entonces que estaba buscando las palabras adecuadas para expresarse. – Eres una persona extraña. expresando las comillas. Esa seguridad. me daba miedo. Quien sabe. Él acepta lo que le ofrezco sin pretensiones y yo le doy todo lo que soy capaz de dar. Pensé en sus palabras un instante. – No puedo decirte que sí porque te estaría mintiendo. –me vi obligada a discrepar con ella. – ¿No crees que el amor sea capaz de inspirar cosas como ésta? Dejó de observar el libro para encararme a mí. – ¿Ves como todos somos singulares? No sólo tú. – ¿También es así con mi hermano? –la interrumpí. Una imagen que supe que perduraría en mi memoria como marcada a fuego vivo. – ¿Es que nunca has estado enamorada? – Jimena. Yo no veía la dificultad en que me contara aquello. No hay promesas de amor ni sueños de futuro. como si de repente hubiera visto un fantasma. . Al fin y al cabo era de mi hermano de quien nos disponíamos a hablar. sumergiéndome en el dulce sabor. Lancé una chocolatina a Violeta que la cogió al vuelo y saqué otra para mí antes de unirme nuevamente a ella. Jimena. mi garganta seguía aún atorada. Jimena. – Cuesta mucho sacrificio. – No tenía ni idea de que fuera tan tarde. Conozco a poca gente capaz de hacer eso. – Me he dado cuenta. supongo que después de un día como hoy estarás agotadísima. porque los sentí moverse. – Me encanta esa forma que tienes de reírte de ti misma. – ¿Será esa la razón por la que no tengo novio? Nos reímos de mi ocurrencia antes de que ella me mirara seria. Tanto por dentro como por fuera. –Yo me lo pensaría dos veces antes de invitarte a cenar.Me levanté del suelo y me dirigí hacia la mesa de noche. Yo asentí asimismo.– Yo tengo que vigilar mi peso. Tú también tendrás ganas de descansar. Ser para ella alguien especial me hizo elevarme hasta casi tocar el cielo. Bastaban unas pocas palabras amables por parte de ella y todo mi ser parecía perder toda su estabilidad. –me dijo algo burlona. – Hasta mañana. Sé que estuve moviendo los labios. teniendo en cuenta que la persona más maravillosa del universo me había descrito como una persona bella. – Es una ventaja que no me haga subir de peso. –me dijo dando un grueso bocado a su barra. – Te has ruborizado. en cuyo cajón guardaba mi preciado tesoro en forma de chocolate.– Eso es algo que siempre se dice. – Hasta mañana. – dije después de tragar varias veces. –rebatí. – Supongo que tengo suerte entonces. . porque con lo que soy capaz de tragar quizás hubieran tenido que ensanchar las puertas. – ¿De verdad que no eres consciente de lo bella que eres o es sólo falsa modestia? – ¿Perdona? –dije entre balbuceos. Debo irme ya. Me maldije a mí misma por no saber contener mis emociones. ¿sabes? Una vez más. Me regaló una mueca muy cómica que me hizo reír. – Claro. – Apuesto a que puedes comer montañas de estas cosas. – A veces me sigo comportando como una niña. pero de mi boca no escapó ni un solo sonido que contase como palabra. La vi ponerse en pie dispuesta a irse y aunque mi cerebro se rebeló contra ello. créeme. – Pues estás realmente guapa cuando te ruborizas. por ahora estás haciendo un buen trabajo. Sobre todo para alguien a quien le gusta tanto comer como a mí. –tuve que admitir para intentar al menos excusar mi pobre comportamiento. –señaló. Era lógico en mí. – Odio a las personas como tú. – Bueno. pero yo no veo ninguna belleza en que mi rostro se ponga del tono de la remolacha. – Eres una persona bellísima. – No es cierto. Como si yo no fuera consciente de ese hecho. sentí las mejillas arder. –me anunció. – Muy graciosa. Jimena. – De acuerdo. – ¿Aún no ha vuelto papá del pueblo? –pregunté. Sabía que mis sueños estarían llenos de ella . por lo que tenía prisa por sucumbir a él. ya sufriendo la ausencia de Violeta. Me notaba feliz. incluso parecían estar pasando un buen rato. y yo me dirigí rauda hacia allí. INALCANZABLE. primero con una servilleta y luego en papel de platino. Me coloqué a un extremo de la cocina y comencé a liar los bocadillos. –contestó mi hermana jocosamente. BELLA VIOLETA. – ¿Dónde está Violeta? Isabel me indicó con la cabeza la cocina. Me adentré en la cocina y lo primero que vi fue a mi hermana Ginebra y a Violeta preparando los bocadillos. – Vaya. Posé a mi sobrina en el suelo y me acerqué a ellas. – ¿Puedo ayudar en algo? –me ofrecí. – Nos vamos de pini. pequeña. la Bella Durmiente. Charlaban animadamente.. Ginebra. Mañana sería otro día lleno de esperanza para mí. permanecí sentada en aquel suelo durante tiempo indefinido. Violeta rió su gracia y me guiñó un ojo. –saludé. sintiéndome con ganas de participar en lo que fuera con tal de estar cerca de Violeta. ¿De quién ha sido la estupenda idea de ir de picnic? – De mamá. Apenas podía soportar las ganas que tenía de verla de nuevo.Salió de mi habitación sigilosamente. –nic? ¿Quién? Isabel se paró enfrente de mí y me hizo un gesto negativo con la cabeza. que requirió mi atención y a quien elevé colocándola sobre la cintura. pero sin saber exactamente el por qué. 3ª Parte. claro. como siempre. – Buenos días. Por el camino me encontré con mi sobrina Cristina. – ¿Qué pasa? –pregunté. que quieras quedarte aquí sola. 3. –nic. Demasiado trajín para mí adormilada noción. Por mi parte. Cuando salí de mi habitación a la mañana siguiente me encontré con un ajetreo inusual para esas horas. –contestó mi madre pasando a mi lado como un vendaval. – Pues todos. notando la ausencia de mi . – Puedes ir envolviendo esto.. Me desvestí entonces y me metí en la cama con gran parsimonia. apeándome del último escalón. –me informó algo confusamente. – ¿De pic. con la mirada fija en la puerta por la que ella había atravesado rumbo a su alcoba. A menos. – Lo sé. – Nos vamos de pic. – Me encantaría estar allí para verlo. – Sólo te queda una opción y es ir de pesca mañana. no es como si estuviéramos preparando una bomba. – Rezaré para que podamos pescar ese maldito sirulo. –razoné.? –dijo mi hermana refiriéndose. Ginebra dejó su tarea para mirarme bajo un velo de sospecha.... Violeta y yo nos miramos e intercambiamos unas sonrisas de complicidad. desapareciendo nuevamente. – ¿Cómo vais chicas? –preguntó mi madre acercándose para supervisar nuestra tarea.– Cree que es un deber proponer cosas nuevas cada día a fin de que no nos aburramos. Siempre le decía que no todas podíamos ser como Isabel. – ¿A quién me recuerda. – ¿Es que hay sitio para uno más? – Por supuesto que sí. Sobre todo Ginebra. – No. –añadió Violeta. – Una ayuda extra siempre es bien recibida. que nunca permitió que mi madre intentara controlar lo más mínimo en su vida. quizás se le quite esa obsesión. – Se nota que aún no has tomado tu café. – ¿Siempre sois así? –me preguntó Violeta.– ¿Te apetece uno. –dijo mi madre. –bromeó Ginebra. – Hablando de café.. Violeta? – Por favor... Las tres nos echamos a reír. Mi madre la miró con una ceja alzada. Si Violeta se decidía a venir con mi padre y conmigo todo tendría otro significado para mí. – ¿Y acabar en el hospital? No. Éramos las dos únicas personas de la familia que se atrevían a contradecirla. De esa forma. . –suplicó en broma la aludida.. Esas expresiones a menudo eran ocasionadas por mi hermana Ginebra y por mí. Yo siempre solía ser de las que nunca mostraba apetencia por nada y a decir verdad. – ¿Así cómo? – Pues así de hiperactivos. –contestó esta vez Ginebra. Seguramente habrá aprovechado para parar a tomar algo con Ricardo. Creo que fue el hecho de que yo pareciera tan entusiasmada con algo lo que la hizo observarme con detenimiento. –dije entre dientes. a mí. Mi hermana se alejó de la mesa y se dispuso a preparar la cafetera. – Bien.progenitor. – También podrías fingir unas repentinas fiebres. – ¿Por qué no le dices que no? – ¿Estás loca? –exclamé. – Le dará después por cazar ballenas o algo así. – ¿Quieres venir? –propuse precipitadamente. – Es culpa de mi madre. Dentro de mí. Es demasiado tozudo. por supuesto. gracias. – Sabes que no aceptaría un no por respuesta. –sugirió Ginebra. –contestó sarcásticamente Ginebra. – Te aseguro que le temo al día de mañana. –sugirió Violeta. mamá. cada vez se desvanecía más la preocupación del día siguiente.. hija. Son bocadillos. eran pocas las veces que la sentía. Di gracias a Dios por haberme dado una hermana tan maravillosa. Cuando terminó su tarea de cubrir su piel con aquello se giró hacia mí.. – Gracias. No estoy acostumbrada a levantarme por las mañanas y que súbitamente me encuentre organizando algo especial. Quítate la ropa o conseguirás asarte.. –respondí... después de la media hora en la que mi madre nos tuvo dando vueltas en círculos para encontrar el sitio perfecto. por ahora sin decidirse a quitarse también sus bermudas. Violeta comenzó a extender la crema por todo su torso y brazos. – ¿No vas a tomar el sol? Fue entonces cuando mi madre.. Violeta levantó levemente la cabeza y deslizó sus gafas de sol hasta la mitad de su nariz. Nos habíamos asentado por fin a orillas del río. sentí tanta felicidad que casi me mareo. – Me alegro mucho de que te guste. algo alejada del resto. .. – Se está muy bien aquí. Supuse que mirar los pechos de alguien fijamente no entraba dentro de lo que se consideraba un comportamiento normal. Cuando lo hizo. antes de carraspear. como era habitual en mí. Estiró las piernas por completo. –convino Violeta. hace un calor infernal.? –contesté. – ¿Quieres? – ¿Qué. Para mi total desesperación ella se estaba deshaciendo de su camiseta blanca.– No me entiendas mal. La sentí moverse por el rabillo del ojo y giré el rostro para encararla. – Violeta. Violeta.. Mi hermana rebuscó en su bolso y le alcanzó un bote de color azul. sonriente. – Tiene razón. metió baza en el asunto. justo donde mi padre y mi cuñado Ricardo se habían adentrado en las aguas del río cerca de la orilla. ante el peligro de ponerme en evidencia delante de mi familia. –anunció mi hermana Ginebra. Yo me había apresurado a instalarme una de las primeras. Tragué con dificultad y me obligué a mirar al frente. Un cuerpo que me estaba haciendo víctima de uno de los pecados capitales. esperando que Violeta optara por situarse en un lugar cerca del mío. Mi sobrina riendo a carcajadas mientras su padre la sumergía una y otra vez en el agua. revelando la parte de arriba de su bikini. – Jimena. Fijé la vista al frente.. Yo no supe si el repentino acaloramiento que sentí se debía a las altas temperaturas y que yo aún tenía puesta toda la ropa o se debía al simple hecho de lanzar breves miradas en dirección a Violeta y su cuerpo. – Sí. A mí todo esto me parece estupendo. si te interesa.. Ahora nos encontrábamos todos bajo el amparo de adecuadas sombrillas y sentados en cómodas sillas plegables. Abandonar la visión de su torso fue lo más difícil que había hecho en mi corta vida... quien también se había sumado a la iniciativa y ahora andaba por el lugar en bañador. que nos había estado observando. absolutamente perdida. Ginebra. tengo una crema de protección solar. algo tardíamente a lo que ella había dicho por último. Mantenía los ojos cerrados en completa relajación. – oí decir a Violeta.. Yo miraba la escena al completo con sorpresa mezclada con algo de indignación. – No. – Has hecho trampa. El mío no se acercaba ni de lejos a la esplendidez del suyo. de que me había estado mirando por un extremo de sus gafas. – ¿Qué haces? – Nada. Fue demasiado para mi acalorada imaginación.. reprochándole su comportamiento y comenzó a discutir algún asunto banal con ella.. Levanté una ceja para parecer despreocupada y la miré por el rabillo del ojo. La boca se me secó y los músculos de mi estómago se encogieron. “Piensa en algo. –mentí con algo de titubeo en la voz. –contesté avergonzada. –prosiguió mi madre. – ¿Te da vergüenza? –me preguntó ella de súbito. – Seguramente. pensé que quizás te faltaba alguna parte del cuerpo y que por eso no querías desvestirte. Me acordé de Pedro Salinas y comencé a recordar una de sus poesías sin darme cuenta de que la estaba musitando hasta que Violeta me cuestionó. en lo que sea.– Sentía curiosidad. –admití.. – Te prometo que no miraré. – ¿Curiosidad? ¿Por qué? – No sé. Violeta pareció ignorarla y me sonrió. cuando cerró los ojos abruptamente al saberse sorprendida.. Yo me rendí ante aquella sonrisa y cuando comencé a sacarme la camiseta. nadie podía culparme de tener aquellas reacciones de adolescente enamorada. Apreté los dientes con fuerza y me obligué a pensar en cualquier cosa menos en aquélla que precisamente se negaba a abandonar mi mente. me repetía una y otra vez... ella fue fiel a su promesa y fijó la vista al frente. Parecía que casi dormitaba en queda paz. – Ya veo. después de varias respuestas en las cuales le había tenido que mentir.”.... Si seguía pensando en Violeta de esa forma. Mis ojos capturaron la visión de una furtiva gota de sudor que resbaló desde el hueco de su garganta hasta perderse en su ombligo. Doblé mi camiseta y mis pantalones cortos y los puse a un lado. . Violeta se había acomodado aún más en su silla y había puesto los brazos por encima de su cabeza. – No me había dado cuenta. Bueno.– No entendía cómo se puede ser tímida con ese precioso cuerpo tuyo. seguramente para mantenerla alejada de mí. – Estabas murmurando algo.. me volví hacia Violeta y me di cuenta. Nadie excepto yo misma. –reconoció..Lo cierto es que sentí un repentino ataque de vergüenza de que Violeta me viera. lo cual me alivió. Yo no estaba preparada para competir con el perfecto cuerpo que ella poseía. Ginebra le dedicó una mirada a nuestra madre.. me arriesgaba a tener un orgasmo allí mismo. –comenté en broma. Cuando me senté nuevamente. –dijo jocosamente. – Lo sé... –me sacó la lengua y me reí. yo tenía dieciocho años. al parecer empeñada ese día en ponerme las cosas muy difíciles. hablando en voz baja para que los demás no pudieran oírnos. –contestó Violeta. –bromeó mi progenitor... – Me alegro mucho de que hayas decidido venir con nosotros. Un vistazo a mi babeante cuñado para confirmarlo. ¿eh? –dijo mi padre sonriente. La hizo reír y mi padre le guiñó un ojo. pero supuse que podría acercarme a la orilla y salpicarme un poco de agua para mitigar el calor. Violeta.. va a ser toda una experiencia. – No es complicado. Me miró sospechosamente y cuando yo bajé la vista fue el momento en que confirmé que no iba a moverme de donde estaba. – Demasiado calor. – Jimena y yo lo hubiéramos tenido más difícil sin ayuda extra y en esta familia nadie está dispuesto a hacerlo. – Qué se le va a hacer si únicamente mi hija más pequeña heredó mi afición. .. Tu ayuda es más que bienvenida. – Nosotros estamos casados. Mi progenitora volvió a darle la razón. los hombres de aquella familia empezaban a admirar la belleza de Violeta tanto como yo. –concedió igualmente Ginebra. desde la orilla. – Exactamente. ya lo verás. ¿Vienes? Yo no iba a meter un solo centímetro de mi cuerpo dentro de aquel río por nada del mundo. para serle sincera.. – Lo mismo digo. con el agua cubriéndome los tobillos. Violeta entró con cuidado y yo me senté en la orilla. te darás cuenta enseguida.... –comentó el patriarca en tono serio. – Eso no lo dudo. refiriéndose a su yerno Ricardo y a sí mismo. – Ahora mismo me siento demasiado cómoda para desear moverme. seguro de que picarían. – Claro. – Yo nunca he ido de pesca. Instantes después. Miré al cielo y pedí clemencia. cuyo rostro estaba ahora escondido bajo una enorme pamela. Se quitó el pantalón y nos dirigimos ambas hacia el agua. Ella se sumergió y dio varias brazadas antes de ponerse de pie a la altura de los hombres. – ¿Algún bicho raro del que tenga que tener constancia y del que deba cuidarme? –preguntó Violeta medio en serio. antes de hundirse del todo. Puso atención a la conversación que mi padre mantenía con Ricardo sobre sus planes del día siguiente. Creo que secretamente.. Violeta decidió cambiar de opinión y se incorporó dirigiéndose a mí. – Esto es mejor que estar en la playa con ese montón de gente rodeándote y gritando como locos. –dijo mi madre.– ¿Es que nadie va a meterse en el agua? –preguntó mi padre. – Voy a refrescarme. Ella pareció entenderlo y no dijo nada.. Me rezagué ligeramente y pude echar varios vistazos a su trasero. – Un día perfecto. Recé porque no fuera ése mi caso. tales como la colocación de las boyas y el punto estratégico que había elegido. –concedió Violeta. Me pregunté si a mí se me ponía aquella misma cara de imbécil. –dije aceptando su oferta. Tomó el bronceador y lo alargó hacia mí. Por mi parte. En realidad me apetece mucho ir. Mis manos se deslizaron por su espalda. Me consentí el disfrutar de aquello sin que me importara nada más. Abrí un ojo y la vi reírse de mí. Aún así no me sentí tranquila. – Esto es maravilloso.. provocando en la niña risas nerviosas. pidiéndome en muda voz que la ayudara con una ceja levantada. El entusiasmo de mi padre era realmente contagioso y me di cuenta de que en unos breves momentos Violeta mostraba ya tanta ilusión como él. Me senté a su lado y comencé a untarle la crema. optó por tender la toalla en el suelo.. Admiré la escena con delicioso placer. Casi podía sentir aquella piel contra la mía. Me di cuenta que no debí disculparme.. La vi echar las manos hacia atrás y abrir el cierre de su bikini. – Vamos. – ¿Por qué? Ahora sí que estaba en un lío y de los grandes. – No quiero echarme atrás. La estaba acariciando y peor aún es que para mí resultaba lo más natural del mundo. – Espero que mañana seas capaz de repetir esas palabras. Me sonrió y le sonreí igualmente. – Lo siento. Violeta braceó hasta mí pasados unos minutos y se sentó a mi lado. hombro con hombro haciéndome percibir la frescura de la que disfrutaba ahora. simplemente esperaba que el día de mañana no se convirtiera en un auténtico fracaso.– Mañana estás obligada a ir de pesca con nosotros. – ¿Por qué crees que no me gustará? –me preguntó algo extrañada de que yo dudara tanto de su disposición. – Tú vas a estar allí. Sólo cuando ella giró la cabeza y me miró con un solo ojo abierto me di cuenta de lo que estaba haciendo. –me dijo. –dije sin mirarla. Violeta cogió en brazos a mi sobrina y comenzó a jugar con ella. – Ya no puedes echarte atrás. Y ella también. sintiendo la tersa piel en las palmas.– Quiero cazar ese pez y quiero ganar ese trofeo. –resolvió al instante. – Vas a hacer que me quede dormida. En vez de tumbarse en la comodidad de su silla. ¿Qué iba yo a responderle? “Siento . La miré y ella me arrojó un poco de agua a la cara. –respondí bajando la mirada al suelo. –aseguró Violeta con arrebato. –me dijo levantándose para dirigirse nuevamente a su sitio. –me informó al tiempo que extraía el exceso de agua de su cabello. Tragué la saliva a duras penas mientras me acercaba a ella. – Lo siento. Mi corazón latía descontroladamente mientras mi mente viajaba trayéndome las más diversas fantasías. Me sumergí dentro de mí misma sin darme cuenta de que había comenzado a trazar líneas con la yema de mi dedo índice. Es sólo que me preocupo de que lo pases bien y pasar un día de pesca puede que te resulte aburrido. No parecía estar enfadada en absoluto.. no hay nada de lo que preocuparse. admirando los fuertes brazos de la azafata y los músculos que ligeramente se marcaban en ellos. Aparté la mano de su espalda como si de repente me quemara. sobre la hierba y echarse boca abajo. Me abracé a mis rodillas mientras miraba la escena delante de mí. con los brazos debajo de la barbilla.. – ¡Felipe! –oí a mi padre anunciar. – A veces es más fácil de lo que parece complacer a los padres.haberte acariciado de esa forma. ¿vale? Asentí con la cabeza. Poco después la sentí respirar pausadamente y supe que estaba dormitando. – ¿Has resuelto el problema. Me giré tan rauda como Violeta para ver a un sonriente Felipe saliendo de su coche. hijo? –preguntó mi progenitora. ¿verdad? – Jimena. Es extraño. – Trae tu toalla y échate aquí conmigo. para variar. –dijo nada más ponerse a nuestra altura. a pesar de que me rodeaba el sonido de las voces de mi madre y mis hermanas que. –llamó mi madre con voz estridente. Aún así disfruté del contacto. Mi madre interrumpió nuestra gloriosa paz demasiado pronto para mi gusto y nos congregó a todos para comer. Con la luz del día son verdes. – ¿Extraño? –arrugué la nariz. mamá. Me levanté de mi cómodo sitio a regañadientes y me uní al resto de la familia.”. imitando así su posición. pero no como los tuyos. Supuse que era mucho pedir que dejara de tratarme como a una mocosa. –me indicó a media sonrisa. Simplemente genial. Hice rodar los ojos y apreté los dientes. – Felipe también los tiene verdes. Volvió a sonreírme y cerró los ojos.. – Ahora son verdes claro. no paraban de hablar. Haz el favor de ponerte protección. contenta de que ella me hubiera aliviado de mi carga. Violeta se irguió y me hizo el favor de extender crema sobre mi espalda sin que yo tuviera que pedírselo. A veces es imposible precisar cual es su color.– ¿Eso cómo debo tomármelo? – Siempre buscando un significado oculto en las cosas. –dijo de súbito. Me quedé inmóvil y Violeta terminó su trabajo en pocos instantes. Supuse que Felipe se había dado prisa en volver por el mismo motivo por el cual yo deseaba que no volviera. – ¿Qué? – Tus ojos. – Imaginaba que estaríais aquí. pero es que no pude evitarlo.. entonces también se habría dado cuenta de que yo sentía algo por ella que en nada tenía que ver con la amistad. – Si me dedicara a complacer a mi madre no tendría tiempo para nada más. – Hola a todos. –le pasó un brazo a Violeta por el hombro y le susurró algo al . boca abajo. Como si hubiese sido capaz de hacer tal cosa.– Vas a quemarte.. Yo me rendí también a la placidez. recordando que una de las primeras cosas que me había dicho era precisamente algo referente a ellos. Inmediatamente un cúmulo de sensaciones se entremezclaron dentro de mí. Obedecí a su sugerencia al instante y segundos después me echaba a su lado. Y si había logrado hacer eso. – Algo así. Creo que pudo ver a través de mí. – ¿Aún sigues intrigada por el color de mis ojos? –dije. seguida muy de cerca por Violeta. Desde que yo recuerde. quien parecía inmensamente feliz de que Felipe estuviera allí. Yo sabía que no tardaría mucho en venir a mi encuentro.. preguntándome cuál era exactamente el problema que tenía Felipe conmigo. Jimena. – No. Yo estaba segura de que él me odiaba por alguna razón que yo desconocía. simplemente no puedo tolerar este comportamiento. – ¿Qué? ¿Qué he dicho? –dijo él con voz falsamente inocente. – Tendré que hablar con él después. – Vaya. No probé bocado. Decidí no mirar a Violeta. –señaló mi padre muy serio. – Quizás me he hartado de que siempre tenga algo que decir para molestarme. Tus hermanas te adoran. buscando algo de soledad. Violeta le dio un golpe suave en el hombro. –dijo Ginebra. – Papá. sin poder evitar pronunciar las palabras con acritud. – Casi pareces una mujer. Mi padre suspiró y me miró con el ceño fruncido. Mi hermano se fijó en mí.. Pero esto no tiene nada que ver contigo. Yo para entonces apretaba los puños con fuerza. – contesté secamente. –indicó con un leve movimiento de cabeza a mis pechos. – ¿Aún estás enfadada? –me preguntó mi padre colocándose a mi lado.. – Para eso haría falta un milagro. muy satisfecho por la respuesta de ella. Simplemente no podía hacer que el alimento bajara por mi garganta. le grité interiormente. “¡Imbécil!”. Me acerqué hasta la orilla del río y me senté sobre la hierba. – Sé que no lo eres. no tengo nada en común con ninguno de mis hermanos. – Eso no es cierto.. –reprehendió mi padre.oído que yo pude oír a pesar de que deseé no haberlo hecho. había sido el blanco de sus continuas bromas y burlas. Ginebra siente debilidad por ti y lo . hermano.. – Me pregunto cuando vas a crecer. Me alejé de la feliz pareja y me acerqué a mis hermanas. – Siempre lo ha hecho. exponiendo mis razones. –añadió Isabel. ¿qué ha cambiado ahora? –rebatí.. – ¿Por qué? – Porque no necesito que me defiendan como si yo no supiera hacerlo sola. – Prefiero que no lo hagas. creo que me ven como a un bicho raro. dedicándole una mirada asesina.. – Siempre has sabido ignorar los comentarios de Felipe muy bien. airada. – Espero que eso que has dicho no vaya en serio. olvidándose por completo de mi persona. –apunté. – A veces creo que no pertenezco a esta familia. – ¿Me has echado de menos? Vi que la azafata y dueña de mis pensamientos asentía sonriente con la cabeza y sentí ganas de gritar. No soy una niña. el hecho de que fuera siete años mayor que yo le otorgaba ese derecho. Al parecer. – Felipe.. estos días te he notado extraña. –comentó en tono casual. subí las escaleras sin soltar una palabra y me encerré en mi habitación. Quizás tu madre tenga razón y lo de esa universidad. Sólo en un par de ocasiones me había permitido mirarla y en cada una de ellas me había devuelto la mirada acompañada de una leve sonrisa. Me eché sobre la cama.. Una vez que regresamos a casa. Miré al techo fijamente mientras mis pensamientos recreaban los acontecimientos de aquel nefasto día... Estaba enfadada con el mundo entero y sólo quería que me dejaran en paz.sabes. La tomé y nos unimos al grupo.. Sin embargo no se había acercado a mí. Lo primero que tuve que admitir era que el hecho de que Felipe hubiera aparecido me había molestado mucho más de lo que me molestó el que se burlara de mí. ¿Acaso no te diste cuenta de cómo te defendieron al instante? Puede que Felipe sienta que tiene una deuda contigo porque siempre sacaste mejores notas. Últimamente pareces inmersa en un mutismo constante. apoyé la barbilla sobre ellas y fijé la vista al frente. ¿En qué momento creí que podría competir con Felipe o que simplemente sería capaz de hacer que sintiera por mí algo de lo que sentía por mi hermano? El amor para mí comenzaba a tener tintes angustiosos. No había intercambiado una sola palabra con Violeta y eso empezaba a hacerme sentir completamente desesperada. disgustada incluso por la aparente indiferencia que mostró Violeta hacia mí una vez que la presencia de Felipe inundó su campo visual.. Tenía todo el derecho. – De acuerdo. –decidí. Me aferré aún más a mis rodillas. ¿Sigues sin querer decirme qué es lo que pasa? – ¿Qué es lo que te hace decir eso? – A veces te olvidas de que soy tu padre y que nadie te conoce mejor que yo. – No es por la universidad. por favor... – Jimena.. Como si no estuviese acostumbrada a esto último. – No quiero que hables con él. Como prefieras. Lo que en un principio me había parecido un maravilloso día. Mi padre me miró con denodado interés entonces y yo fui incapaz de devolverle la mirada. de repente se había convertido en un desastre en toda regla. –lo tranquilicé. Si alguna vez pretendí demostrar que ya había alcanzado la madurez. Oímos la algarabía detrás de nosotros y mi padre se irguió ofreciéndome la mano para ayudarme a levantar. Pero no me importaba comportarme como una niña mimada. pensativa. Lo segundo que me obligué a reconocer era que me sentía tremendamente desconsolada.– Simplemente ocurre que estoy intentando lidiar con nuevos sentimientos a los que no estoy acostumbrada. totalmente rendida de mí misma. Él sabía de alguna manera que lo que le acababa de decir era algo importante y que a mis dieciocho años ya empezaba a sentir cosas que no podría compartir con él como lo hacía antes. ahora mismo estaba poniendo de manifiesto que no era cierto. .. Y no me preguntes nada más. además.. A este punto ya me daba igual. –aseguré. – ¿Estás bien? –me dijo.. sólo deseando cerrar la puerta y volver a la comodidad de mi soledad. Violeta esa noche se mostraba más abierta y participativa que nunca e incluso pude observar cierto acercamiento para con mis hermanas. – Dile a papá que el que te haya obligado a venir me ha hecho enfadar aún más. –la expresión de su cara me mostró que decía la verdad. – Perfectamente. olvídalo. Sabía que mi padre se disgustaría si no lo hacía. tengo cosas que hacer. Sentía los ojos de Violeta sobre mí. – De acuerdo. Mi padre había faltado a su promesa. – La verdad es que no. Ahora. Tú el que tengas que disculparte y yo el que tenga que soportar tus patéticas disculpas. Conocía demasiado bien a Felipe como para saber que carecía de sentimientos hacia mí y que le daba igual si me quedaba encerrada en aquella habitación hasta el fin de mis días. Con el paso de los años he aprendido a ignorarte. Irritada.. De . tú puedes seguir enfadada si tanto te apetece.Los celos no eran nada buenos. Mi hermano se dio la vuelta y se perdió escaleras abajo. Felipe. Ya casi era como si me doliese el hacerlo. que me sonrió y me tomó de una mano. Cerré la puerta y me volví a tender sobre la cama. al lado de mi padre. Pero me dije que eso era poco probable. – No pretendía hacerte enfadar. –sentencié. Eran una sensación tan amarga como la de sentir dolor. – ¿Estás enfadada conmigo? Si Felipe no midiera casi dos metros y tuviera aquella complexión atlética. – lo interrumpí a cada momento más frenética. me levanté de la cama y me di una ducha para posteriormente unirme a los demás en la cena. Papá no ha hablado conmigo. los dos nos ahorraríamos muchas molestias. sin molestarme en ocultar mi malestar. –dije con algo de resignación. si me perdonas. – ¿Qué quieres? –le espeté. Me concentré en la cena sin pronunciar una palabra. aunque jamás se atreviese a reprochármelo. – No sé de qué me hablas. abrí la puerta para encarar a mi hermano. quien seguramente había sido obligado a pedirme disculpas. pero me negué a encontrar su mirada. Me senté en la mesa silenciosamente. Las tres charlaban animadamente de diversos temas a los que yo puse toda la atención que pude. – ¿Jimena? ¿Estás ahí? Fruncí el ceño al reconocer la voz de Felipe. Ya me he disculpado. – Si pensaras antes de abrir tu bocaza. Lo siento. Todo lo que hice fue pegar la vista a mi plato sin que aparentemente me importara nada más. Después de meditarlo mucho. Si mi padre no lo había enviado. – No importa. Pensé que quizás había sido Violeta. sólo tal vez hubiera accedido a mis deseos y le hubiera dado un puñetazo. Deberías intentar hacer lo mismo conmigo. tal vez. ¿quién entonces? Lo que sí sabía es que por él mismo no había venido a pedir disculpas. no tenía ni la más mínima intención de abrir la boca. – Te digo que es esa universidad. –dije igual de solemne. – Jimena. hija. – Ella siempre ha sido así. – Pues está claro que eso no es cierto. Con mi enfado monumental hasta les permitiría que me diseccionaran y comentaran cada aspecto de mí como si me estuvieran haciendo una autopsia. ¿Ocurre algo y yo aún no lo sé? – Cariño. Cerré los ojos con fuerza y respiré hondo varias veces. Me limité a encoger los hombros con resignación. parece que acabas de salir de un velatorio. Por mi parte.. – No me mires así. –esta vez fue Ginebra. Sentí los ojos de Violeta sobre mí y levanté la vista. para mi disgusto... Me alegré mucho cuando aquel diente a medias se cayó y me creció uno nuevo y reluciente.vez en cuando. Esa noche me tocaba a mí. mi hermana Ginebra hacía algún intento por meterme en la conversación preguntándome directamente. Me di cuenta de que las tertulias en la mesa habían cesado para que cada comensal atendiera a la que intercambiaban ambos de mis progenitores. –seguía mi madre. Cuando la cena terminó. Yo sabía que buscaría motivos para mi repentina falta de comunicación incluso en aquella vez que me caí de bruces teniendo cinco años y me rompí un diente. creo que hasta incrédula... Mira a tu hija. seguían discutiendo sobre mí sin importarles que yo estuviera allí presente. –adivinad quien acababa de soltar esa frase.– ¿Me pasas el pan? Tema zanjado.– Cada vez se muestra menos comunicativa. –metió baza mi padre. Si hay algo para lo que mi madre tenía don era para hacer de cada pequeña cosa un desastre mundial.. Ella me miraba realmente divertida. Eso no es una obligación. pareces una psicótica. Yo asentía ausente con la cabeza mientras le daba vueltas con el tenedor a la comida de mi plato.. ayudé a aclarar la mesa y luego salí al porche para buscar . –me reclamó mi madre con tono serio. – ¿No tienes nada que decir? – Sí. –me defendió él. Levanté la vista de mi plato y me dirigí hacia mi madre fulminándola. No sabía en qué momento había desarrollado yo la conciencia de que Violeta me pertenecía. los cuales. pero lo único que obtuvo de mí fue algún que otro monosílabo. – Quizás ella no tenga ganas de hablar.. Por el rabillo del ojo observé a mi hermano acariciar despreocupadamente el brazo de Violeta mientras hablaba Ricardo. mamá. – Jimena. Eso me hizo sentir náuseas y unas repentinas ganas de vomitar la cena. O al menos intentándolo.– Es imposible que pase algo en esta casa y tú no seas la primera en saberlo. pidiéndome mentalmente el mantener la calma. – No es cierto. – No tienes que disculparte. – No sé de qué me estás hablando. Me odiaba en esos momentos por permitirme sentir y alimentar unos sentimientos que no harían otra cosa que hacerme daño. mírame.. Yo no me di la vuelta.. – ¿Te ocurre algo? – No. –dije. – Cuéntame lo que pasa. sacando el valor de no sé dónde. tal vez pueda ayudarte. de ese modo no me habría expuesto a unos sentimientos nuevos que me dolían profundamente.. ¿Qué me has hecho. – Jimena. Mi corazón dio un vuelco y una vez más las náuseas obnubilaron mis sentidos. Yo era capaz de castigarme . Sentir el aire fresco dándome en la cara alivió un poco mi desazón. Cerré los ojos y dejé caer la cabeza hacia delante en rendición.. Una vez dicho eso. algo exasperada. Se acercó a mí en dos zancadas. así que me giré y apoyé la cintura en la baranda. soportando a duras penas las ganas de llorar. Subí a mi habitación y me encerré allí a esperar el día siguiente. –mentí. Sus palabras tuvieron su justo efecto en mí. como los de la azafata. Yo giré mi rostro para cesar su contacto. atravesándome e hiriéndome como una flecha.. que Felipe la tocaría y la besaría.. Y creo que tampoco tiene que ver con Felipe. acariciándome con dulzura una mejilla. –me dijo desde detrás. Yo sólo pude obedecer a su comando. Me aferré a la barandilla de madera con fuerza buscando soporte. –la interrumpí. Que ella pronunciaría su nombre y que lo amaría igualmente. (me sorprendió ser capaz de hacer tal cosa). empecinada en mi mal humor. – No puedes.. –dije incapaz de decir algo más. – Ahora mismo tengo la sensación de estar hablando con una niña mimada. Hoy había tenido prueba fehaciente de ello. Deseé haber elegido quedarme en la ciudad. –dijo. Comencé a imaginar que esa noche la pasarían juntos. – Jimena.la calma que tanto necesitaba mientras los demás se quedaban en el salón pasando una grata velada. – Creía que éramos amigas. En todo caso soy yo quien debería hacerlo. Violeta? La puerta se abrió detrás de mí y oí unos pasos que reconocí. –ordenó con voz dura. – Lo siento. Violeta suspiró y cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro. ¿Qué es lo que ocurre? – Nada. – ¿He hecho algo que te ha disgustado? – No tiene nada que ver contigo. Violeta parecía demasiado dispuesta a averiguar el problema. no podrías nunca.. Sabía que si lo hacía tendría que dar muchas explicaciones y no me sentía con fuerzas de tener que preparar una historia que cubriera la realidad. Sentí que el pecho se me hundía en un repentino suspiro de dolor. –murmuré. No esperaba que de repente dejaras de hablarme sin ni siquiera darme una explicación. me alejé de ella y entré de nuevo en la casa sintiéndome tan miserable como antes.– Créeme. La miré y mi dolor se tuvo que reflejar en mi rostro porque su expresión cambió de enfadada a una que denotaba compasión. a mí misma como nadie podría lograr hacerlo. La imagen de Violeta en completo éxtasis entre los brazos de Felipe me dolía hasta el infinito. El amor te deja sin defensas posibles, te agota hasta no reconocer nada de ti misma... Yo ya no reconocía nada de mí misma si no era al lado de Violeta. Me di cuenta de que no estaba preparada para lidiar con mis sentimientos. Me giré hasta quedar boca abajo y me tapé la cabeza con la almohada con fuerza, enterrando así los sonidos que provenían del piso de abajo. Oírlos reír mientras yo estaba hundida en mi propia desesperanza era demasiado para mi frágil estado. La incertidumbre residía en si ella vendría con nosotros a pescar o si, por el contrario, los planes habían cambiado ante la llegada de Felipe. Decididamente me obligué a que dejara de importarme. Una vez más intentaba engañar a mi razón con falsas esperanzas. La veda comenzaba desde las ocho de la mañana hasta las seis en punto de la tarde, por lo que a esa hora los tres estábamos a orillas del río preparando las boyas con sus respectivos muertos para mantenerlas en su sitio. Violeta y yo aguardamos en el lugar mientras mi padre se acercaba hasta la báscula de la zona que habíamos elegido para pescar en busca de nuestras tarjetas de participantes. Ella y yo apenas habíamos cruzado una palabra e incluso mi padre comenzaba a mirarnos bajo un espeso velo de sospecha. Después de nuestra pequeña charla al finalizar la cena, supuse que Violeta había decidido dejar la decisión en mis manos. Lo cierto era que yo estaba ávida por entablar una conversación con ella, por volver a tenerla de mi lado... Pero mi caprichoso e infantil comportamiento del día anterior me avergonzaba tanto que dudaba mucho de que ella sintiera ganas de hablar conmigo. Tuve que admitir que verla preparada y deseosa de partir hacia nuestra odisea desde el amanecer tuvo un efecto devastador en mí. Yo había pensado erráticamente que después de la llegada de Felipe ella encontraría cualquier excusa con tal de permanecer en la casa junto a él. – Bueno... –la oí decir tras un suspiro.– ¿Vas a seguir ignorándome todo el día? – No... –balbuceé tras tragar repetidas veces. – Aunque no lo creas, me duele mucho esta situación... – Es culpa mía. –confesé abochornada.– A veces parece simplemente que tengo la necesidad de enfadarme con el mundo entero. – Yo también me siento así a menudo. Pero si quieres hablar de ello quiero que sepas que estoy aquí para ti. “... estoy aquí para ti”, me repetí interiormente, digiriendo las palabras con cautela. Yo sabía que el significado que yo deseaba darle a esas palabras no era el mismo que ella había pretendido hacerme entender cuando salieron de su boca. – Gracias. –dije simplemente. – ¿Amigas otra vez? –me preguntó ella sonriendo, haciendo que con ello que todas mis defensas cayeran a mis pies. – Sí. Me tendió la mano y yo la tomé, sintiéndome como perdida cuando la cubrió. Mi padre regresó hasta nosotras muy sonriente, frotándose ambas manos con agrado. Miré a Violeta con expresión incrédula y ella se echó a reír. Se decretó el inicio por fin. Una vez en la barca, conmigo a los mandos de las palas, (aunque yo evitaba mirar más de lo necesario al agua). Remamos río adentro hasta conseguir una profundidad de unos cuatro o cinco metros. Mi padre había decidido seguir el “método alemán”, según él, el mejor para aquella faena. Como si alguna de las dos estuviésemos en condiciones de dudar de su capacidad. Utilizamos tres cañas de surfcasting muy potentes, (el máximo permitido en el concurso), y carretes de curricán, para cubrir nuestro espacio de picada. – Muévenos un poco a la izquierda, Jimena. –ordenó mi padre. Remé con algo de esfuerzo hasta que mi padre levantó una mano haciéndome parar. – ¿Cómo vamos a hacer esto? –preguntó Violeta. – Es más fácil de lo que parece. Sólo hay que colocar el cebo en el anzuelo con su respectivo corcho y éste atado a la boya. Luego nos alejaremos a la orilla y esperaremos desde allí a que piquen. – ¿A la orilla? –preguntó extrañada. – Así es. Hay que tensar el sedal para evitar que se enreden entre las cañas. Una vez en la orilla se sujetan las cañas en los cañeros y tensamos el hilo. – Suena demasiado complicado para mi gusto. – La primera vez también me lo pareció a mí. –dije recordando esa ocasión.– Se nos rompió el hilo un par de veces y tuvimos que montarlo una y otra vez. Supongo que es cuestión de práctica. – De acuerdo. –interrumpió mi padre una vez colocada la primera carnaza.– Rema despacio, Jimena. Nos acercamos poco a poco a la orilla, con mi progenitor controlando la caña y el hilo para que no se enredaran. Repetimos el mismo proceso otras dos veces, hasta tener los tres equipos instalados. – ¿Crees que picarán? –preguntó Violeta. – Eso espero. Ya he visto a un par de tipos pasando por aquí cerca mirándonos a media sonrisa... – Ya nos encargaremos de borrarlas de sus caras... Miré a Violeta mientras pronunciaba aquellas palabras como si fueran unas amenazas reales. Temía que mi padre hubiera logrado finalmente contagiarle su loca pasión por aquel fin. Me limité a sonreír para mí misma. Los tres nos sentamos allí, con las miradas y las esperanzas puestas en nuestras tres boyas amarillas fluorescentes. A lo lejos, sonidos de barcazas a motor nos indicaban que no estábamos solos en aquella locura. Violeta sacó una tira de chicle y me ofreció la mitad, a la que yo gustosamente accedí. Mastiqué, saboreando el dulce sabor a fresa, mientras me concentraba concienzudamente en cualquier movimiento que la caña hiciera. Sabía que aquel estado de quietud para nosotros podría permanecer así hasta el final de la jornada y deseé interiormente poder pescar aquel pez sólo para ver radiante a mi padre. – ¿Se puede hablar? –preguntó Violeta dirigiéndose hacia mí. – No. Los peces tienen un oído muy fino... Violeta frunció el ceño y me miró con expresión que denotaba extrañeza. – ¿Me tomas el pelo? –señaló incrédula. Mi padre me miró y sonrió moviendo la cabeza negativamente y yo me reí con gusto. La expresión en el bello rostro de Violeta merecía mis carcajadas. Estaba absolutamente deliciosa. – Por un momento creí que nos pasaríamos el día entero sin abrir la boca... –me confesó. – ¿Piensas ir mañana a la fiesta del agua? –le pregunté de súbito. – ¿El qué? – ¿Felipe no te lo ha dicho? –la vi negar con la cabeza.– Es la fiesta popular del pueblo. Es muy divertido... – No me lo perdería por nada del mundo. –me aseguró. – Jimena, deberías contarle de qué va... –soltó mi padre. – Por supuesto, papá. –me dirigí hacia la azafata.– Violeta, no olvides llevar un jarrón o una vasija. Es importante. – ¿Para qué? –me preguntó sumamente extrañada. Puse cara de misterio y autosuficiencia antes de contestar. – Es una antiquísima tradición. – Jimena... –me advirtió mi padre. – Papá, no tiene sentido que le revelemos el secreto. Es mucho más divertido cuando se va por primera vez sin saber demasiado... – Supongo que tendré que asumir el reto. –me sonrió, guiñándome un ojo.– En mi pueblo, de tradición vinícola la mayor parte, se celebraba la fiesta de San Andrés a finales de Noviembre... Estrenaban el vino nuevo de las bodegas que previamente se había vendimiado en verano... El vino esos días era el absoluto protagonista. Supongo que era otra excusa más para emborracharse... Mi padre y yo nos echamos a reír. – Creo que para eso cualquier excusa es buena. –añadió mi progenitor divertido. – Al parecer sí, pero hacerlo en esa festividad era como una obligación... –suspiró. – Papá, ¿por qué no le cuentas aquella vez, en la despedida de soltero de Luis que os emborrachasteis? Mi padre me miró y me hizo un gesto con la mano algo avergonzado, intentando con ello que desistiera de mi empeño por contar su indecorosa experiencia. – ¿Qué pasó? –inquirió Violeta muy interesada en conocer toda la historia. – Pues que salieron a celebrar la despedida de soltero y regresaron como cubas... Mi madre los había estado esperando a que llegasen en el comedor y cuando oyó los murmullos fue a abrirles la puerta... Y se encontró con mi padre intentando abrir la puerta con su puro... Violeta explotó en carcajadas, echando la cabeza hacia atrás. – ¡No es cierto! –me dijo aún entre risas. – Te aseguro que sí... Mi padre, que se estaba carcajeando también, se limitó a asentir con la cabeza. – Pero yo no era el único, simplemente esa noche todos estábamos demasiados dispuestos a pasárnoslo bien y acabamos algo achispados... Si tienes buena memoria y eres capaz de acordarte de las resacas, te aseguro que emborracharte no es algo que querrías repetir... –añadió él.– Nunca en mi vida me había sentido tan miserable como a la mañana siguiente. – Sé lo que es eso... Yo era una auténtica rebelde en el instituto... –confesó la azafata. – ¿En serio? – Sí. Mi expediente académico es enorme... Apuesto a que tú eres de esas estudiantes modelo. – Lo es. –añadió mi padre. – No tan buena. –me apresuré a decir.– De vez en cuando también hacía novillos... – Vamos, Jimena. Se te ve a dos leguas que eres un ejemplo a seguir. Además, tienes cara de niña buena... –bromeó Violeta. Yo suspiré. Lo cierto es que yo no tenía ninguna mácula en mi expediente, más bien todo lo contrario. Si ni siquiera era capaz de soltar tacos... Mi vida no era nada apasionante. – Una vez incluso me expulsaron del instituto... – ¿Cómo? –pregunté asombrada. – Por fumar en los servicios... Pero sólo fueron dos semanas. – Yo odiaba mi colegio. Odiaba el uniforme. Te obligaban a llevar esas espantosas faldas escocesas y unos zapatitos ridículos con calcetines blancos a media pierna. Era de monjas, por supuesto... –pensé durante un instante.– Si lo piensas..., ellas no tienen idea de lo que estéticamente está bien, siempre con esos hábitos negros. Al menos deberían tener más colorido, ¿no? Es demasiado triste ir siempre vestida igual. – Supongo que si fueran vestidas de colores nadie las tomaría en serio. –añadió Violeta a modo de explicación. – ¿Pero queda alguien que las tome en serio? – Tu madre. –dijo mi padre con una risita. – Cierto. Siempre me olvido de mamá... – Monjas... –la azafata hizo ademán de echarse a temblar. – Me pregunto cómo pueden llevar esa vida de completo celibato... – Tal vez sea ésa la razón de por qué parecen estar de mal humor todo el tiempo. – expuso mi padre. Volvimos a reírnos con ganas. Al vernos allí y con aquellas risas, cualquiera pensaría que estábamos haciendo de todo menos pescar. Pasamos las siguientes horas hablando de los más diversos temas siempre en un tono distendido y bromista mientras esperábamos que cambiara nuestra suerte, aunque por ahora no había ni el menor resquicio de que eso fuera a ocurrir. Desde nuestra posición pudimos observar en dos ocasiones cómo otros participantes se acercaban a pesar sus enormes presas. Yo evité mirar a mi padre cada vez. Sabía que lo que menos necesitaba era ver la duda en mis ojos. A mí realmente no me importaba en absoluto pescar aquel pez, pero siendo algo tan importante para él me hizo rezar en silencio. Violeta me palmeó el muslo y me sonrió con sincera simpatía. Yo le devolví la sonrisa tímidamente mientras bajaba la vista hacia mis pies. – ¿Quieres un poco? –le dije, sacando una chocolatina de uno de los bolsillos de mi chaqueta de pesca. Violeta asintió con la cabeza y yo partí contenta la mitad de la barra para ofrecérsela a continuación. Aún estaba masticando cuando noté un ligero movimiento en una de las cañas. Me giré rauda hacia mi padre. Él también lo había visto. Un segundo después se repitió el empuje, esta vez más fuerte. – ¡Rápido! –gritó mi padre al tiempo que sujetaba la caña, comenzando a recoger el nailon. Yo me levanté de mi asiento con la misma celeridad, lanzando hacia uno de los extremos el trozo de chocolate que aún mantenía en la mano. Violeta me siguió y todos nos subimos a la barca con cuidado. Me puse a los mandos de los remos y la conduje hasta nuestro sitio estratégico despacio, dando tiempo a mi padre de recoger el nailon poco a poco. Violeta me miraba con una extraña expresión, como si fuera Navidad y estuviera a punto de abrir su regalo. Mi padre me indicó con una mano que parara y obedecí al instante. El pez ya había tenido suficiente tiempo como para haber comido de la carnaza, así que le dio un fuerte tirón a la caña para incrustarle el anzuelo. Violeta y yo nos quedamos inmóviles mientras veíamos a mi padre recoger el nailon, regulando el freno para cansar al pez sin darle tegua en ningún momento. Minutos después, minutos que a mí me parecieron una eternidad, vimos asomar al pez cerca del borde de la barca. – ¡Oh, Dios mío! –exclamó Violeta, entre emocionada y asustada de ver aquel monstruo emerger del agua. – Sujeta la caña con firmeza, Violeta. –comandó mi padre. Violeta hizo lo que le pidió mi progenitor, mientras éste se colocaba los guantes de jardinero. Yo me levanté de mi asiento y me puse en la otra esquina de la barca, justo donde me indicaba mi padre para equilibrar el peso. La azafata mantenía sujeta la caña como si la vida se le fuera en ello y puedo asegurar que incluso la vi contener la respiración cuando mi padre se inclinó e introdujo la mano en la boca del sirulo, justo donde este pez tiene una cavidad que es ideal para este fin. – ¡Desténsalo! –gritó mi padre a Violeta.– ¡Jimena, los alicates! Me moví con cautela hasta alcanzarle los alicates para que pudiera desanzuelar al pez. El peso que ejercíamos los tres en un mismo lado de la barca hizo que ésta se inclinara peligrosamente. – Violeta, échate hacia atrás. El sirulo comenzó a moverse nervioso una vez que se sintió libre del anzuelo y mi padre luchó por mantenerlo en el sitio antes de subirlo a la barca. A simple vista yo podía asegurar que aquel pez debía pesar al menos treinta kilos. Por suerte, parecía que mi padre lo había cansado lo suficiente y sólo era capaz de dar ligeros coletazos. La barca se balanceó cuando mi padre intentó izarlo una primera vez. – ¿Puedes? –le pregunté cuando falló el primer intento. – Sí... –dijo con cierta extenuación en la voz. – Sólo estaba comprobando su peso... La segunda intentona tuvo buenos resultados y mi padre consiguió depositar el pez sobre el plástico que previamente habíamos dispuesto para ese fin en el suelo de la barca. Sólo que fue necesario un brusco movimiento que se resintió en el equilibrio de la embarcación... acercándome aún más a ella. mientras todos me miraban como si estuviese loca.. Jimena. Vi que mi padre se sentaba frotándose la frente nervioso. Me fundí en un fuerte abrazo con mi progenitor. –llamaba mi padre desesperado. Un abrazo que para mí significaba tanto como la vida misma. – Papá. –llamé. Violeta me apartó el pelo de la cara y yo pude verla entonces. Pero oí otro alarido a cambio que pronunciaba mi nombre. Violeta me tenía asida por la cintura y nadó conmigo hasta el borde de la barca. Por una parte....– Tenemos que llevar al sirulo a la báscula. abrí la boca para respirar. Al final de la jornada. Mi padre asintió y tomó los remos para conducirnos de nuevo a la orilla. Violeta se sentó a mi lado y me pasó un brazo por la cintura. Sus preciosos ojos azules empañados en preocupación. empezando a registrar de nuevo la realidad haciéndome consciente de que estaba a salvo... – Estoy bien. – Será mejor que la llevemos al hospital. Todo en lo que era capaz de pensar era en que tenía miedo. Ella me aceptó con ganas e intensificó el abrazo.No sé si intenté guardar mi propio balance o fue justamente eso lo que hizo que lo perdiera del todo. Entre los dos se las arreglaron para meterme dentro. – Volvamos. Justo entonces alguien tiró de mí e hizo lo que yo era incapaz de hacer. aunque casi podía asegurar que me estaba sonriendo. Por favor. yo había caído por uno de los laterales y el agua me había engullido tan rápido que no había tenido tiempo ni siquiera de gritar. –dijo mi progenitor en cuanto Violeta se subió a la barca..... Era imposible que yo sintiera más orgullo hacia él. Cuando llegamos a la pesa que nos correspondía por zona obtuvimos dos clases de miradas. asombro al ver la pieza que trasportábamos en el plástico mi padre y yo. Cuando me di cuenta. que me esperaba expectante mientras me acercaba a ella lentamente para regalarle la misma muestra de cariño que a mi padre. El juez nos felicitó por tan descomunal captura. La aguja marcó un peso total de treinta y ocho kilos. –me obligué a decir para tranquilizarlo un poco.. Mi cerebro no registraba ninguna demanda de que mis brazos o mis piernas lucharan por salir a la superficie.. nos hicieron entrega de la copa y los tres posamos . Me sentí completamente a salvo.. y luego las miradas de guasa y alguna que otra risilla mal disimulada al vernos a Violeta y a mí caladas hasta los huesos y chorreando agua hasta por las orejas. Cuando sentí que el aire me daba en la cara.. – ¿Estás bien? Yo por entonces aún permanecía en estado de shock por lo que era incapaz de pronunciar una palabra. Fue la voz de Violeta. El pánico se apoderó de mí cuando sentí que mi cuerpo se hundía y de que no era capaz de hacer que respondiera. Luego le tocó el turno a Violeta. lo que nos hacía ganadores si nadie lograba coger alguna pieza mayor en el tiempo que quedaba hasta que finalizara la veda... –sugirió Violeta con tono suave. hasta el punto que incluso se me salieron las lágrimas. – Jimena. – ¡Jimena! –gritó mi padre al borde de un ataque cardíaco. Fue entonces cuando no pude controlarme a mí misma y comencé a reírme a mandíbula batiente. –respondió la aludida restando importancia al asunto. – Fue todo tan rápido que apenas recuerdo nada. Había oído comentar brevemente a mi padre que Violeta no le dio tiempo a que él mismo reaccionara y que cuando fue capaz de darse cuenta de lo ocurrido ella ya me había sacado a la superficie. Se había sentado entre Felipe y yo. . El trofeo encima de la repisa de la chimenea. aparte de todo ese amor que mi cuerpo entero le profesaba se añadía también la admiración. Pero después de lo que habíamos logrado. Y sé que lo hice porque sentí que las mejillas me ardían... –comentó Violeta riendo. Yo evité comentar que la primera vez que lo había visto casi se desmaya del susto. aunque no olvidó alabar también las artes de sus dos asistentes... Me limité a disfrutar de aquella sensación. te juro que no sé cómo puedes hacerlo. Mi padre parecía realmente encantado de relatar la historia minuciosamente. las posibles consecuencias de lo ocurrido.. Me había salvado la vida.– Violeta. pero supuse que a Violeta le gustaría que los demás siguieran pensando que tenía ese arrojo y valentía de los que parecía dar muestra. –alegó Isabel estremeciéndose ante la idea. Me pregunté cómo era posible que mis hermanas tuvieran tan agudizado el sentido del pudor. eso sí. hizo hincapié en sus buenas dotes de pescador. cuanto más por un pez así. yo estaba en deuda con ella.. – Eso me pareció a mí también. – Ese pez era lo más feo que he visto en mi vida. – Sólo es un pez. Me ruboricé. Observé que por el rabillo del ojo Violeta se inclinaba hacia mí. Menos feliz se mostró mi madre cuando llegó al lugar y nos vio de aquella guisa. que por entonces ya habían comparecido nos felicitaron casi incrédulos de que hubiéramos logrado nuestro loco objetivo. Yo me sentía inmensamente feliz y no sabía muy bien por qué. –me susurró al oído. Por supuesto. Violeta dejó escapar una suave risa. Yo creo que casi podía imaginarse asistiendo a mi funeral. Casi se desmaya cuando mi padre le contó lo sucedido. Ahora.. – Menudo susto me diste hoy.. como era normal en ella.. ni siquiera los reproches de mi madre lograron empañar aquello. Después de la cena nos reunimos todos en el salón y nos sentamos en un corro. ¿verdad? –sentencié. Después de todo. En la casa no se habló de otra cosa durante el resto del día que no fuera nuestro día de pesca. pensando y exagerando. casi como si la estuviera viviendo nuevamente. Hice rodar los ojos. – Pero valió la pena. – Yo no me acercaría a él ni aunque me juraran que está muerto. puesto que parecía no despegarse de ella ni un solo momento. Mi hermano convertido ahora en molusco. aunque algo maquillado..sonrientes y orgullosos para el periódico local con nuestra presa y el recién estrenado trofeo. –articulé a duras penas. Mi madre seguía refunfuñando por lo bajo. reluciente. Si era capaz de subirse a la mesa por una cucaracha. haciendo un movimiento con la cabeza para señalar a mi encumbrado padre. El resto de la familia. ”. miré el reloj. otro día más en el que yo iba a disfrutar de la grata compañía de la morena mujer que me había robado la cordura. –le recordé. Yo aún no tenía la licencia de conducir. – Voy a vestir a Cristina y bajo enseguida. – Yo te dejaré conducir. pude percibir un comentario que hizo Felipe en referencia a mí que fue algo como: “qué rara es.. pero únicamente en el circuito que circundaba la casa. Mi padre me dejaba el suyo siempre que quería. Ahora los componentes de mi familia estaban en el salón. – ¿Vienes con nosotros? – ¿Puedo conducir? –pregunté casi en súplica. –dijo Ginebra. quien me observaba con cierta sospecha y una sonrisa de medio lado. Tal vez. –anunció Violeta.. no podía hacer que Felipe desapareciera. Me volví hacia ella y tragué con .. removiendo su atención a otra cosa. Fue una experiencia única. El mismo lugar donde. –anunció mi padre antes de girarse hacia mí.. Esa mañana yo había sido una de las primeras en levantarme de la cama. había sorprendido a todos. Me tumbé sobre la cama después de ponerme el pijama y me permití recrear los momentos de aquel día en mi mente. Con esa esperanza logré conciliar el sueño. –murmuró Felipe. Algo que. – Que alguien le dé un calmante. si me esforzaba lo suficiente.. Esperaba con impaciencia el día de mañana. Aquella extraña mirada me dejó pensativa. – Aún queda lo de mañana. – Lo espero con ansia. y ninguno parecía tener demasiadas prisas en llegar a la plaza del pueblo. ya había debido de comenzar la fiesta del agua hacía media hora.. pero me encantaba ponerme a los mandos de un coche. después de haber tomado el desayuno. –me guiñó un ojo. – ¿El qué? –preguntó de súbito Felipe. ella sopesaría la idea de quedarse más tiempo. – Ricardo y yo iremos juntos.. Por más que yo lo intentara.. Eso y que Violeta se había inclinado hasta apoyar su cuerpo en el de mi hermano hizo que decidiera que era el momento justo para retirarme a mi habitación. – ¡Llegaremos tarde! –me quejé lo suficientemente en alto como para que me oyeran todos. Di las buenas noches educadamente y salí casi precipitadamente del salón intentando no llevarme conmigo ninguna imagen de Violeta y Felipe. –dijo mi progenitor en tono condescendiente. Eso me ayudaba a no pensar en que el domingo ella se marcharía de la casa de campo y que no sabría cuanto tiempo pasaría antes de volver a verla. Increíble. Antes de alcanzar las escaleras. Fruncí el ceño y ella se encogió de hombros. tomando a su hija en brazos para cumplir con lo que había dicho. por supuesto.– Sí. – Jimena. Me encontré de lleno con la mirada de Ginebra. A mí se me borró de un plumazo la sonrisa y giré la cabeza hacia otro lado cuando Violeta se volvió hacia él y comenzó a explicarle. – No hagas que me arrepienta. persiguiéndose los unos a los otros. recibiendo y mojando a todo el que pasara. – ¿Tú que crees? – Que las venganzas son muy. Estuvimos unos instantes metidas entre la multitud. corría desbocada. Puse especial atención en atisbar la cara de Violeta cuando viera aquel espectáculo. Me vio llegar cargada de agua y me miró desafiante. con ella a mi lado.. me adentré en la confusión corriendo. Yo huí de ella hasta que la respiración se me hizo entrecortada y paré. – Bendita juventud.. mientras que Felipe finalmente optó por llevar el suyo y yo. Yo hacía dos segundos que me había colocado en el asiento del piloto del Mazda de Violeta. Antes de llegar a la primera fuente ya me habían bañado un par de veces. Mi padre. no me hicieron esperar mucho más y salimos todos al exterior. justo en un balcón. – Basta... –murmuró Violeta frotándose los ojos. –me dijo. Llené mi jarro y fui en busca de Violeta. a media sonrisa. La gente. Aquella era una antiquísima tradición que se celebraba desde tiempos inmemorables. Violeta me miró entonces. –me dijo con voz de aviso. Yo noté un ligero movimiento encima de nuestras cabezas.. – ¡Lista! –gritó Ginebra anunciando así su presencia.. . – ¿Sííííí? ¿Es que vas a suplicarme? –ronroneó.. –le dije moviendo las manos en súplica. De repente se giró hacia mí y me miró con fiereza. y me acordé que la tradición tenía un añadido más. de todas las edades. Yo negué con la cabeza. me coloqué las gafas de sol y le dediqué una última mirada antes de apretar el acelerador. – Bien. Yo no podía dejar de reír al ver Violeta empapada de pies a cabeza y persiguiendo a cualquiera que se le cruzara por delante. que aún miraba asombrada el acontecimiento. –la llamé mientras daba un paso atrás y ella uno hacia delante. jarros en mano. la algarabía se podía escuchar a un kilómetro a la redonda. – Papá. – Violeta. ¿tengo sitio con vosotros? –indicó Felipe. incluso ancianos. Acto seguido echó a correr de súbito y me dejó allí plantada unos segundos antes de salir nuevamente en su busca. Por el tono de sus palabras supe que ella no creía de veras que se arrepentiría. como sin creer que fuera capaz de hacerlo... muy placenteras. Por nada del mundo se subiría en el mismo auto que yo y menos si era yo misma la que conducía.. Para mi delicia.. Que la plaza tuviera varias fuentes repartidas en puntos estratégicos ayudaba mucho. Ginebra y Ricardo fueron en el mismo coche. Sin pensarlo. Mucho antes de llegar a la plaza. calándose de agua hasta los huesos.. – No serás capaz. – ¿Tan mal conduces? –me preguntó con una ceja alzada..dificultad. – ¿Ahora quieres parar? –negó con la cabeza mientras balanceaba su cuenco repleto de agua en la mano. Puse el coche en marcha.... La oí reírse. – ¡HURRA! –grité llena de júbilo. –me saludó él. Cuando llegamos al lugar estratégico pudimos observar la larguísima cola de personas. Violeta se sacudió como pudo quitándose el pegajoso polvo de los ojos y escupiendo la harina que se le había metido en la boca por accidente. que esperaban su turno para lanzarse cuesta abajo. vamos.. –entorné los ojos como lo haría un cachorrillo. Me fijé que llevaba una inmensa tabla cuadricular bajo el brazo. Incluso . Esto es una fiesta. pero su fuerza era muy superior a la mía.. Hasta el punto de que me dolían las mandíbulas.. Acto seguido me miró a mí. –me contestó. Asintió con la cabeza mientras me miraba ávido de que yo le diera una respuesta.. Pero mi risa duró poco cuando me agarró por la cintura y comenzó a restregarse contra mí. – Jimena. Nunca mejor dicho. Fíjate en mí... Me eché a reír descontroladamente. Se tiraban individualmente. ¿crees que voy a dejar que me vean así? Necesito darme una ducha urgentemente.. ¿recuerdas? – Lo extraño sería que no estuvieras así. – Preferiría que vinieses conmigo. – ¿Por favor? –dije.. – ¿Qué dices.. –sentenció. como si fuera un surfero.. La tomé de la mano sin darme cuenta de lo que hacía y seguí la estela de Diego mientras él comenzaba a explicarme los pormenores de la bajada. – Hola. – ¡Oh. Intenté zafarme.– No precisamente. dejando pegotes de harina húmeda por todo mi cuerpo y pelo. Violeta? ¿Te apetece ir? – Si quieres puedes ir y yo ya me encargo de informar a tu padre de donde estás.– ¿Quieres venir? – ¿Os lanzáis con eso? –le pregunté señalando la tabla. Es muy divertido. Pasó un nutrido y vocinglero grupo de chavales junto a nosotros y esperé a que desaparecieran para seguir hablando con Diego. dejándola completamente blanca como un muñeco de nieve.. En ese momento un montón de harina cayó sobre su cabeza.. – ¿Adónde vas? –le pregunté.. quienes parecían celebrar que hubieran dado de lleno en el blanco. mientras le dedicaba una mirada a Violeta con algo de asombro. Violeta! No serías la única. con el azul de los ojos contrastando completamente con su cara nívea.. Reprimí las ganas de soltar uno de esos infantiles “yupis” para en cambio regalarle una feliz sonrisa.. – De acuerdo. en su mayoría jóvenes. dándole mi mejor expresión de súplica. – Algunos nos reunimos en la bajada de detrás de la iglesia y nos lanzamos calle abajo a toda velocidad. Y cuando digo descontroladamente quiero decirlo. Levantó la cabeza hacia arriba despacio y observó a las señoras que le habían tirado la harina. –añadió Diego dedicándole una amplia sonrisa. Yo se lo agradecí profundamente al ver que Violeta comenzaba a ceder a mis caprichos.. – ¡Hola! –grité entusiasta. –dudó.. – ¿Jimena? –Violeta y yo cesamos en nuestro forcejeo y me giré para encarar a Diego.. de dos en dos y hasta en grupos de tres. mi voz contrastando con el ruido estridente de la madera contra el asfalto. – ¿Te vas a lanzar? –me preguntó Violeta. –grité emocionada. – Ya estoy un poco mayor para esto. Diego ponía todo su empeño en que no volcáramos antes de llegar al final del tramo. con las rodillas casi rozándome los hombros. – De acuerdo. – Agárrate a mí. habían dispuesto un montón de neumáticos de todos tamaños para frenar a los participantes. me sentaré detrás. – ¿Qué dices? Apuesto a que estás mucho más en forma que yo. – ¿Preparada? – Síííí.. – ¿Quieres deslizarte conmigo? –le pregunté.algunos padres con sus hijos pequeños entre las piernas se aventuraban a deslizarse por la pista mojada. aterrizando encima de las gomas. –le indiqué y ella pasó los brazos en mi cintura como momentos antes había hecho yo con Diego.. Había sido increíble. con sus enormes piernas a cada lado. – Ya veremos.. – ¡Genial! –dije. Mientras.. Yo me posicioné detrás y me aferré a su cintura. – No voy a preguntarte si te ha gustado. Pero si me rompo algo lo llevarás en la conciencia toda la vida. Busqué a Violeta con la mirada y me di cuenta de que nos estaba esperando fuera de la cola.– Vaya gritos. – Por supuesto.. Viendo la velocidad que algunos llegaban a tomar y las caras de satisfacción que traían en su rostro cuando volvían a posicionarse en la cola hizo que sintiera verdadera emoción ante el pensamiento de tirarme calle abajo. mientras seguía empeñada en recomponer su aspecto todo lo que pudiera. otra pareja acabó también encima de los neumáticos... Los neumáticos pararon bruscamente nuestra inercia y salimos despedidos ambos. –dije con exaltación. –me dijo.. Al final del recorrido. Agité una mano y ella dio unos pasos para colocarse a nuestra altura. Esta vez. – No exageres.. – De acuerdo. –me dijo y abrió aún más las piernas colocándome hacia atrás.. Nos levantamos con rapidez y yo alcé los brazos en señal de victoria. Después de unos diez minutos llegó nuestro turno. –me reí dándole un amistoso palmeo en uno de sus costados... . – Primero vosotros. – ¿Prefieres delante o detrás? –preguntó Diego.. Yo grité sin poder evitarlo. – ¿No te apetece probar? –dijo Diego dirigiéndose hacia la azafata. – ¿Qué te ha parecido? –me preguntó Diego cuando nos pusimos en marcha otra vez. – Espera. La miré extrañada de que pudiera dudar de mis intenciones. Violeta se sentó detrás. –comentó casualmente. Diego colocó la tabla en el suelo y se sentó al frente. nuestro turno llegó con más rapidez y en sólo unos segundos yo me había colocado a la delantera de la tabla.. – Como es la primera vez. Con el peso de su cuerpo hizo que la madera comenzara a moverse y pronto empezamos a coger velocidad. Segundos después. . Violeta y yo salimos despedidas a gran velocidad y ella aterrizó sobre mi espalda. Ginebra nos indicó que el resto de la familia estaba en un puesto de comida colindante a la plaza.. – Señor O´donell. haciendo que algunos de sus huesos crujieran mientras tanto. –respondió el aludido tímidamente.. moviendo la mano frenéticamente.. –añadí. – Mucho. Todo aquello me resultó tremendamente cálido y el sentir sus pechos clavados en mi espalda causó que incluso sintiera escalofríos.. Diego. Fue entonces cuando Felipe negó con la cabeza y le plantó un suave beso en los labios. malos pensamientos. Yo no sólo iba mojada de cabeza a los pies y llena de pegotes de harina. Decidí que aquel sería uno de los mejores días de mi vida.Hice que la tabla se deslizara proyectando el peso de mi cuerpo hacia delante y comenzamos a bajar. Me tendió una mano y yo la tomé para ayudarme a levantar. sino que el roce de los neumáticos había ennegrecido mi ropa casi por completo. un tanto sin aliento. pero esperó pacientemente mientras nosotros repetimos el mismo ritual hasta cinco veces. Mi sobrina Cristina nos saludó... –contestó ella. –“podríamos repetirlo sobre una cama.. Felipe se acercó hasta Violeta y comenzó a retirarle del pelo los pegotes de harina. Muy malos. mientras me lanzaba de lleno al plato que descansaba encima de la barra de metal y que contenía trozos de carne frita. Diego vino entonces a nuestro encuentro sonriendo también.. – ¿En serio? –se rió ella burlona. – Hola.. La vi poner las manos en su cintura y estirarse hacia atrás. Uh.”. – Estás hecha un desastre. llena de felicidad. – No te preocupes. Sinceramente creo que no hubiese preferido caer sobre los neumáticos. por Dios Santo! –exclamó Felipe nada más verla un tanto divertido. – Muy graciosa. –dije poniendo una vocecilla irónica. Cuando vio acercarse la muralla de neumáticos la sentí aferrarse a mí aún mas y respirar frenéticamente contra mi oído. – Te dije que estaba demasiado vieja. – Lo siento. Los tres nos acercamos.. Yo me giré para darles la espalda. – ¡Violeta. sacándome de un plumazo todo el aire que yo llevaba en los pulmones. – Lo sé. Me reí. Violeta se negó a tirarse otra vez.. y con una facha realmente lamentable. lo sé. Fue entonces cuando decidimos regresar en busca del resto. – Has perdido todo tu atractivo. . No dejaría que nada empañara el día que yo había elegido como tan especial. –saludó al tercero en discordia... –le comentó burlón. ni siquiera he notado que estabas encima de mí.. una vez que pasó su vagón de tren delante de nosotros con una enorme sonrisa de satisfacción. –me dijo al incorporarse. Violeta posicionó la barbilla sobre mi hombro. – Entonces mejor te doy las gracias por haber sido mi colchón.. . Encontramos a Ginebra y a Ricardo en nuestro camino de vuelta junto a una de esas atracciones para niños pequeños.. – ¿Os lo habéis pasado bien? –preguntó mi padre divertido al vernos llegar de aquella forma. Ginebra reapareció entonces y se unió a nuestra algarabía. Se acercó hasta mí y comenzó a sisar trozos de carne del mismo plato que yo. estábamos rodeados de parejas que danzaban al son de la orquesta. – Vaya.. – Nos hemos lanzado cuesta abajo por una calle mojada. parando de moverme ante el inminente riesgo de marearme. Era obvio que el vino comenzaba ya a tener efectos relajantes en cada uno de nosotros. – ¿Tú también? –mi padre negó con la cabeza. Felipe tomó a Violeta de la mano y la acercó a su cuerpo. –me giré hacia Diego. – ¿Te gusta? –me preguntó él. – ¿Quieres dar una vuelta? –me preguntó Diego. ¿y eso con tan sólo una tabla? –inquirió mi padre. –comentó Violeta en tono tranquilizador. – Creo que prefirió quedarse en casa con Isabel. papá. pero supongo que unos cuarenta kilómetros por hora... como si de repente me hubiera crecido una estufa dentro de la tripa..– ¿Cuánta velocidad crees que llegamos a tomar? – No lo sé con seguridad..Le ofrecí a Diego un trozo de pan con un pedazo de carne encima y él lo aceptó con gusto. El vino fue precisamente lo que me hizo sentir ciertos acaloramientos.. Me dejó al cuidado de mi sobrina mientras ella y su marido se adentraban en la multitud para dar los primeros pasos de baile. Yo misma sentí que los pies se me movían sin autorización. –dije yo. Juntos comenzaron a bailar cómicamente. En cuestión de pocos segundos. . Pero era una sensación extraordinaria. Los acordes de una música llegaron a nuestros oídos..– Fue increíble. Decidí que la oferta de Diego era una buena idea.. – Claro. Yo lo sabía muy bien. Diego me llevó hasta los puestos ambulantes y admiramos las diferentes cosas que allí se ofrecían. Me giré para buscar a Violeta y la vi demasiado centrada en mi hermano. –comencé a relatar con la boca media llena. – Yo misma lo comprobé. Icé a la pequeña. hasta colocarla en una de mis caderas y comencé a dar vueltas haciéndola reír con descontrol. – ¿Mamá no piensa venir? –le pregunté a mi padre. Una orquesta se había subido al escenario y había empezado a tocar ritmos muy movedizos. Volvemos dentro de un rato.. – Es que es una bajada muy pronunciada.. Ya sabes que a ninguna le gusta los sitios con mucha gente. –dejé a la niña en el suelo y comenzamos a alejarnos. Observé en particular un collar hecho de pequeñas piedras de múltiples colores. que iba cargada de un montón de golosinas. Diego y yo nos dimos un buen atracón de comida para reponer fuerzas acompañado de un par de vasos de vino. Violeta reía complacida mientras mi hermano la obligaba a dar vueltas sobre sí misma una y otra vez. – ¿Y eso no es peligroso? – No lo es.. –afirmó algo tímido. – Una semana más. así que se lo permití. – De acuerdo. Un minuto después. pero si hacía unos momentos pude tragar vino supuse que igualmente lo haría con la cerveza. . No recordaba que fuera tan difícil comunicarnos. – ¿Cuánto tiempo vas a quedarte? –me preguntó de súbito. – Eso parece. – No. –respondí con cuidado. pero por otra parte. Yo no había tenido mucho acercamiento con el alcohol. –me acerqué y le di un beso en la mejilla como muestra de gratitud.. cada uno disfrutando de la calmada compañía.. Lo miré. – ¿Has dejado los estudios? – Siempre fui mal estudiante y era una pérdida de tiempo que siguiera. – Sí. – Es preciosa. Pensé en ello detenidamente. – Gracias. – Te queda muy bien.. pero de repente me vino a la cabeza la idea de que quizás Diego sentía atracción por mí. Pagó el regalo y se acercó a mí para ponérmelo. Los años que habíamos pasado sin vernos había provocado que también hubiéramos perdido toda aquella confianza que poseíamos.. – Sí.. A mí me pareció un gesto muy bonito el que Diego se ofreciera a comprármelo. Es muy bonito. –contesté cansadamente. Era un chico atractivo y tenía unos ojos marrones verdaderamente bonitos. – ¿Te apetece tomar algo? –me cuestionó. ambos sosteníamos un botellín de cerveza. Era obvio que Diego se estaba esforzando por mantener una conversación fluida para evitar que yo me aburriera. “Tema equivocado. – ¿No trabajas los sábados? –le pregunté para iniciar una conversación. Era realmente halagador descubrir que le gustas a otra persona. –dijo sin mirarme. – ¿Cuánto? –inquirió al señor del puesto. Pensé que tal vez se debía a que ambos éramos adolescentes y que por ello todo resultaba más complejo. – Eso es estupendo. Diego no me hacía sentir en absoluto lo que sí podía Violeta. De todas formas. pensé para mí misma mientras arrugaba la nariz con disgusto. – Supongo que tienes que regresar a la universidad... – ¿Violeta es la novia de Felipe? Imaginariamente vi que se encendía una pequeña lucecita en mi cabeza. Comenzamos a caminar lado a lado despacio.. Diego”. Yo no quería especular con ello.. O al menos. me suele dar los fines de semana libres.. el principio de una. Mandé al diablo las señales que en mi cabeza me avisaban que comenzaba a sentir el mareo propio de una borrachera. –me cumplimentó y bajó la vista con timidez. Hoy es festivo y Chano cerró la tienda.– Sí.– Eso también. Seguimos deambulando por las calles sin buscar nada en particular. Pero yo sabía que nunca podría desearlo de esa manera. – Cierto.. – Por cierto. –me recordó. – Extraño humor el tuyo.– Sólo bromeaba. pero el trabajo. ella no me interesa para nada. – Lo es. aunque ambos fuimos conscientes de que eso no era lo que había pretendido decir en un primer momento. –dijo por fin. Sois la comidilla del pueblo hoy. – Me estabas hablando de Violeta. El que Diego pudiera mirar a Violeta con deseo fue algo que no me gustó en absoluto. –añadí... – Tu padre tiene esa sonrisa de superioridad en la cara. – Violeta es especial.. – Créeme. no lo contrario. – Debió de haber sido increíble.. Oí que Diego suspiraba y decidí que me apetecía algo más de acción.. – Me hubiera encantado participar.. –me dijo Diego en tono tranquilizador antes de soltarme. asustándome tanto que casi me hizo caer de bruces de no ser porque los fuertes brazos de Diego me sujetaron en el sitio. –afirmé sin poder evitarlo. –me reí incapaz de evitarlo. – Y al parecer os lleváis muy bien. A veces me parece que lo de ayer fue un sueño. –me confesó. – Eso es normal en él... Un pequeño grupo de mocosos de no más de diez años salió corriendo entre risas. Tal vez llevaba en mis genes sus dotes de inquisidora. – Se supone que el alcohol nos debería de hacer más parlanchines.. En realidad. – Tranquilo.. ¿Qué tal unos chupitos? – ¿Intentas emborracharme? – ¡Oh.. – ¿Vamos a por esos chupitos o no? –pregunté. –tomé un largo sorbo de cerveza en un intento por eliminar el repentino sabor amargo de mi boca.. – Sólo son petardos. – Gracias...Lo miré. la primera sorprendida soy yo. felicidades por la pesca de ayer. Una traca de petardos explotó cerca de nosotros..– Sólo pretendía entablar una conversación. Se ve que está orgullosísimo.. Yo tenía suficiente con soportar a duras penas el que mi hermano tuviera puestas sus manazas todo el tiempo sobre ella. al parecer contentos por haberme pillado desprevenida y haberme dado un susto de muerte. – No. –bromeé en un intento por aliviar la tensión. – ¿En serio? ¿Por qué tienes tanto interés? Se encogió de hombros. . pensando en mi amado progenitor y sonriendo levemente.. sintiéndome algo celosa.... ya sabes. – Casi parece como si nos hubieran disparado o algo así.. Diego se rió y me tomó del codo para que siguiéramos caminando. no! ¡Ni por un momento! –se apresuró a asegurarme temeroso de que yo pudiera pensar que sus intenciones eran deshonestas.. –dudó. – ¿Es que te gusta? –volví a preguntar y pensé que de repente me había convertido en mi querida madre.. Me hizo reír de nuevo. . –dijo mi padre medio en broma. en este caso. Mi padre me miró con ligera sospecha y yo me limité a encoger los hombros. Sólo que ella parecía haber pasado por el caserón para cambiarse con ropas limpias. Aunque no estaría mal un aumento de sueldo. Me olvidé de lo patosa que había sido yo siempre en cuestiones de baile.. – Papá. diciéndole con los ojos lo que nunca me atrevería a decirle con palabras. Fui recompensada con una media sonrisa. – Me alegra ver que todo te va bien. Pensé en Violeta. De todas formas.. A cambio... –me dijo al oído.. y comencé a moverme al ritmo lo mejor que pude. Busqué con la mirada inmediatamente a Violeta y la avisté prácticamente en el mismo lugar donde antes la había dejado. Violeta me estaba observando detenidamente. – Creo que Felipe está frotándose los ojos para acabar de creerse que estés bailando.. – Diego. –dijo mi padre en simpatía. – ¿Qué has hecho con Diego por ahí a solas. más bien nula). espero que estés cuidando bien de mi pequeña. ni siquiera tenía ya restos de harina en todo su alto contorno. –me hizo un gesto con el brazo señalándome al frente. – ¿Te has mirado a un espejo? –le dije jocosa. .. señor O´Donnell. – ¿Creéis que he estado haciendo "algo" con Diego? – Era broma.– Pareces una rusa. (dicen que la práctica hace la maña. – Por supuesto... No pude evitar soltar una sonora carcajada y miré a mi hermano.. pero mi práctica era.. – ¿Qué tal te trata Chano? – No puedo quejarme. Pero creo que ese chico bebe los vientos por ti. tu aliento parece una destilería. –me quejé dándole un ligero golpe en un costado. –me guiñó un ojo como si de repente fuera mi aliada y me estuviese prometiendo que me guardaría el secreto hasta la muerte. Ginebra se acercó a mí entonces y me cogió de las manos para seguir el ritmo latino que en esos momentos tocaba la orquesta.. Por algo te lo pregunto. –siguió burlándose mi hermana de mí. Jimena. que estaba girado hablando de algo con mi padre y Ricardo. Él era lo suficientemente confiado como para darme ese margen de confianza y pensar que yo sabía exactamente lo que estaba haciendo. tan característica y tentadora en ella. era evidente que los miembros de mi familia también estaban disfrutando mucho de la fiesta.? Levanté las cejas con asombro. Cuando volvimos a unirnos al grupo yo ya caminaba sobre una nube. Me permití mirarla con toda la intensidad de la que fui capaz. – ¡Nada! –me apresuré a decir con voz estrangulada. además de tener una sonrisa en los labios casi perenne.. – ¿Qué crees que he estado haciendo? – No lo sé. – Jimena. De repente todo el alcohol que yo había consumido se me subió a la cabeza y me anubló los sentidos..– Tú primero.. –comentó de forma casual. me fijé en los mofletes sonrosados de Ginebra. ... Violeta. – Por mí bien. Me conformé con descubrir que al menos ese estado también me permitía no imaginarla con mi hermano.. –comencé a admitir. – Es muy guapo. Ellas.. –dijo Ginebra mientras nos acercábamos a Violeta. Mi hermana frunció el ceño pero no dijo nada. pero no es mi novio. –anuncié con premura. – ¿Os apetece algo? –preguntó mi hermana. – ¿Te lo ha regalado tu novio? – No.. –contestó la azafata. –me dijo casi al oído. ajena a nuestro intercambio de frases y a mi nerviosismo.– Quiero decir que me lo regaló él. Por el rabillo del ojo vi a mi hermana hacerle muecas a la azafata con la boca y me giré para reconocer en sus labios la palabra “virgen”.. – En serio. sonriéndome mientras levantaba su botellín y me ofrecía un imaginario brindis.. – Tequila.. – Me gusta eso que llevas al cuello... unir la palabra sexo con Violeta era demasiado.. En mi estado ebrio. –anunció Violeta con tono provocador. – El alcohol no es compatible con el sexo. Devoré a mi hermana con la mirada llamándola mudamente traidora. – ¿De qué? –inquirió mi bella Violeta.... –su cercanía me impedía pensar con claridad. Me fijé en que Ginebra estaba discutiendo algo con el señor del puesto.– ¿En serio? –pregunté como si fuera una inocente colegiala... – cerró los ojos y murmuró un largo “mmm”. Violeta se acercó a mí y me pasó un brazo por los hombros. Ginebra se encargó de pedir las tres copas y al instante cada una de nosotras estaba tragando con algo de dificultad el licor. – Las tres solas.. Miré a Diego y él me devolvió la mirada. –me reafirmó. –contesté jugueteando con el recién estrenado collar. – ¡Basta! –dije con los brazos en jarras. es obvio .– Parecéis un par de. En ese momento apareció Ricardo para anunciar algo que me perdí. –convino Violeta. Ginebra y ella se echaron a reír casi con desenfreno. – Podrías haberlo dicho antes.. Por supuesto. consiguiendo que mi cuerpo se pegara al suyo. de. – ¿Acaso no lo has notado? – Bueno... en referencia a mí. – Peligroso... Creo que yo ya he sobrepasado el límite. Casi me desmayo.. recordando lo mucho que me habían gustado los chupitos que anteriormente había probado con Diego.. seguían riéndose a mi costa. como era lógico. – ¿No? – Sí. – Creo que éste será el último para mí. bueno.. A mí se me salió disparado de la boca el trozo de limón que aún estaba chupando. Pero segundos después lo vi alejarse con su hija en hombros y el resto de los hombres de la reunión. Me sentí bien y satisfecha de mí misma por ser capaz de levantar pasiones.– Y te mira de una forma que. incluido Diego. . Me pareció estar metida en una de aquellas películas donde los protagonistas intentaban darse celos mutuamente. Pensé que no era tan difícil después de todo seguir el ritmo una vez que lo memorizas. puesto que ni una sola vez lo vi quejarse o tan siquiera atreverse a comentar mi extraño comportamiento. – ¿Te lo estás pasando bien? – Mucho. sino aquel sentimiento de que no era allí a donde yo pertenecía. Sé que detrás de mis intenciones no había otra razón que la de dar celos a Violeta. en vez de eso. me sentí desconsolada. –dijo Ginebra. como siempre que perdía su cercanía. – Es cierto. Lo tragué sin más dilación. – No tengo ni idea. Para cuando regresaron los hombres..– Eso es. –me indicó con voz suave. No era suficiente. – Eso también me lo ha dicho Ginebra.. de vez en cuando robando breves miradas hacia Violeta. – Felipe me ha dicho que después vienen los fuegos artificiales.. tragando con dificultad. Cogí de la mano a Diego y.que le gustas.. Él pareció estar encantado con todo aquello. Tengo muchas ganas de verlo. –anunció Ginebra llevando tres vasitos pequeños con ella y repartiéndolos. Pasé los brazos por su cuello y lo acerqué más a mí. Me moví al ritmo que imponía la música. Mi conciencia se encargó de añadir otro sentimiento más que no era otro que el de pesar por estar usando tan impunemente a Diego para mis fines. No sólo era por Violeta. No sé cómo podía pensar que si hacía aquello lograría mi objetivo. (me di cuenta de que lo que habían ido a hacer era dejar a mi sobrina en casa debido a lo tarde de la hora). Felipe sacó nuevamente a bailar a Violeta y los celos entonces se apoderaron de mí. . – ¿Qué es esto? –me atreví a preguntar al observar el líquido rojo que contenía el pequeño vaso. Estuve segura entonces de que aquel veneno me provocaría una úlcera cuando lo sentí quemarme la garganta. sorprendentemente.. Me pregunté por qué era incapaz de sentir cualquier cosa estando entre sus brazos. Diego siguió dirigiendo la danza al tiempo que me miraba intensamente a los ojos.– Pero el tipo de la barra me ha dicho que estaba buenísimo. nosotras ya habíamos dado buena cuenta de varias copas más. – Uno hacia delante y otro hacia atrás. le ofrecí bailar.– Justo a medianoche hay un espectáculo pirotécnico. Violeta me había convertido en un ser vil. se permitió asirme de la cintura. Violeta removió su brazo de mi hombro y yo. guiándome a cada paso con gentileza y riéndose suavemente cada vez que yo le pisaba. Diego se comportó adorablemente. con la salvedad de que aquí únicamente era yo la que estaba intentando conseguir tamaña estupidez. –asentí. Era estúpido e infantil. –argumenté sintiéndome con ganas de alardear de mi inesperada conquista. En esos momentos sólo sentía ganas de abandonarme a mí misma.Suspiré y hundí el rostro en el hombro de él. Me di la vuelta para buscar a Violeta una vez más... Ella accedió sin preguntar y la saqué de la plaza sin soltarle la mano. –me susurró al oído. – ¿Estás bien? – ¿Por qué lo preguntas? –inquirí. – A estas alturas deberías estar acostumbrada a mis rarezas. Mientras que la expresión de mi hermana era divertida. así que decidí alejarme aún más.. – ¿No va a venir Diego? – No. Miré el reloj. El gesto de acercarme aún más hizo que Diego comenzara a temblar ligeramente. – No lo sé. Incluso eso me bastaba. cansada de pensar. cuando nuestros ojos se encontraron. Observé que Ginebra y Violeta cuchicheaban algo. Será estupendo. Te noto algo rara. ¿qué es lo que quieres enseñarme? – Desde aquí lo veremos mejor. – ¿Adónde me llevas? –me preguntó. – Jimena. Nos miramos unos segundos.. Yo seguí bailando con Diego hasta que unos amigos suyos nos interrumpieron. pero ella estaba de espaldas charlando con el grupo. – Quiero que veas algo. ya había alguna gente allí esperando a ver los fuegos artificiales. No pude evitar colocarme lo suficientemente cerca para que nuestros muslos y hombros estuvieran en contacto.. – Gracias. ella fue la primera en hablarme. mi mente lo estaba gritando. ni tan siquiera sé como le dije“vamos”con aquel tono seguro y autoritario. A pesar de la oscuridad tuve la certeza de que ella había fruncido el ceño. esto está muy oscuro. pensando que tal vez así no le daría tiempo de arrepentirse. El milagro se obró y lentamente Violeta se dio la vuelta. –contesté sobriamente. ella me regaló una sonrisa. Cuando llegamos al sitio en cuestión. No estoy muy segura qué es lo que me impulsó a acercarme hasta ella y cogerla de la mano. Comencé a abrirme paso entre la multitud con desesperación. – Lo estás haciendo muy bien. Deseé con todas mis fuerzas que se girara para encararme. Ella se giró hacia mí. – De acuerdo. la de la azafata parecía algo más sombría aunque. Los observé mientras se saludaban y bajé la vista al suelo. de repente demasiado tímida. Mientras nos alejábamos. Diego comenzó una breve charla con ellos y yo me sentí algo fuera de lugar. Ya casi era medianoche y pronto comenzarían los fuegos artificiales. Le indiqué que se sentara en el suelo y yo hice lo mismo. Recordé que de pequeña mi padre me solía llevar a un descampado cerca del pueblo para que viera el espectáculo de cerca. Ya verás. Me pareció una buena idea aprovechar aquel recuerdo como una manera de tener a Violeta para mí sola aunque sólo fuera durante breves minutos. El bullicioso sonido de la fiesta se apagó de repente. . . – Jimena.– Estás borracha.. . Me encantaría quedarme. – Así me gusta.. aunque su voz no sonó fría ni enfadada. Violeta me estaba haciendo una promesa. Bajé la vista sintiéndome demasiado triste. Una enorme sonrisa apareció en mi rostro. Sólo me quedaba esperar a su reacción.. Sólo a ella. pero yo no estaba dispuesta a renegar de mis sentimientos sobre todo porque no poseía ninguna autoridad sobre ellos.. En mi interior una voz se rebelaba una y otra vez con la idea de separarme de Violeta. Violeta se giró hacia mí y me tiró del brazo para colocarme enfrente de ella. Lo deseaba tanto que incluso me dolía. Ya no tenía nada que perder. Allí estaba yo. moviendo tímidamente los labios. pero pensé que quizás ella tenía que oírlo de mi boca. Ahora yo había desnudado mis sentimientos.– Verte sonreír es un placer.. – No estés triste por eso. Ella simplemente resplandecía más. –murmuró. Me sentí perdida y con unas inmensas ganas de llorar. Partiré por la tarde. –confesé en un arrebato de sinceridad. A mí aquello me sonó como si me estuviera prometiendo amor eterno. – Deberíamos volver. Cerré los ojos e imaginé que encontraba el suficiente coraje como para lograrlo. Estaba segura de que para Violeta era tan obvio como lo era para mí que la amaba. La luz centelleante nos iluminaba y yo no pude evitar girarme hacia Violeta para apreciar su rostro bañado por aquella luminosidad. – ¿Qué ocurre? – Voy a echarte de menos.. de repente. Pasará poco tiempo antes de que volvamos a vernos.. una y otra vez. Yo bajé la vista hacia su boca.. – Han sido unos días increíbles. – ¿Qué sientes por mí? –me preguntó mirándome casi con desesperación. –añadió. Enlacé los dedos entre los suyos y ambas fijamos la vista al frente cuando el ruido atronador del primer cohete sonó por encima de nuestras cabezas. ¿Y tú? Negó con la cabeza. Incluso pude sentir la suavidad de sus labios contra los míos. Violeta se giró hacia mí y ambas nos miramos fijamente.. No sé cuanto tiempo pasó hasta que Violeta se apartó de mí. Deseaba tanto acercarme hasta ella y probarlos. Sopesé la idea de ofrecerle un “lo siento”. Durante segundos no pude apartar la vista de su precioso rostro a pesar de que mi mente. –dijo. Yo sabía que mentir era inútil. Te lo prometo. tomándome una mano entre las suyas. con mi boca cubriendo la suya. suspirando mientras lo hacía. – Sólo un poco. ¿verdad? – Sí. – Mañana te vas. ¿no es cierto? –me dijo algo divertida. Simplemente no había nada en su voz o en su semblante que me indicara cualquier cosa. pero me es imposible. Aún así me erguí y ambas hicimos el camino de vuelta en silencio hasta que. –me llamó quedamente. Cuando los volví a abrir evidencié con cierto espanto que no lo había soñado. Violeta se levantó lentamente de su sitio. Ahora ella sabía que yo la amaba. Para mí fue como si hubiese descubierto la eternidad. me pedía que lo hiciera. Me dirigí a la cocina y allí encontré a mi madre y a Isabel. – Tienes un aspecto horrible. Felipe y Violeta se fueron anoche. Jimena.. – Gracias. –se lamentó y su lamento fue lo último que oí de ella esa noche. Bajé los escalones sin prisa. La vergüenza me hacía incapaz de decirlo a viva voz. A la mañana siguiente me desperté con un agudo dolor de cabeza y la boca pastosa. –murmuré. ¿Quieres desayunar? –preguntó mi madre. – Buenos días. – Oh. hermana.. Pero ya no podía borrar lo que hice. Estaba segura de que repudiaría el alcohol por el resto de mis días.. Regresamos en completo silencio y volvimos a unirnos al resto. tal vez sí pudiera explicarlo y. –dije trémulamente. – Hola. que ella se había alejado . Menos papá que ha ido a dar un paseo con Cristina. Al llegar abajo la casa parecía estar en completo silencio. Me di una larga ducha que ayudó a despejarme y cuando me vestí y acicalé correctamente decidí que ya no podía evitar por más tiempo el bajar las escaleras y encararme con Violeta. Algo en mi interior me decía que no volvería a ver a Violeta. Sabía que si encontraba repulsión en su mirada no sería capaz de superarlo.. Yo sabía que no había sido eso..– Te quiero. Mi mundo se rompió al caerme a los pies. Jimena.. poco después de llegar de la fiesta. aunque me hubiese gustado gritarlo. – Al parecer Violeta recibió una llamada y tuvieron que partir de urgencia. Cómo me dolió comprobar eso. Violeta me había abandonado. –alegué yo irónicamente. La realización de lo que había hecho me llegó a solas en mi cama.. Poco después abandonaba la fiesta junto con mi padre. me repetí una y otra vez hasta que esa letanía me indujo al sueño. –expuso Isabel. El sonido de los fuegos artificiales me parecía insufrible a ese punto y cerré los ojos ante la punzada de dolor que inundó mi pecho. Me repetí una y otra vez lo fracasada que era y que seguiría siendo. ofrecer una sincera disculpa. “¿Una llamada?”.. “Mañana será otro día”. Dentro de mí había un inmenso temor a lo que pudiera yo ver en sus ojos. Estaba segura de que la había perdido para siempre.– ¿Dónde están los demás? – Aún están en la cama. Eché a correr sin importarme los comentarios que suscitaría mi reacción y salí al exterior de la casa sólo para comprobar la ausencia de los dos coches. Arrugué la nariz con disgusto. Ella era demasiado importante para mí. – ¿Qué? –dije con la voz entrecortada. Espero que no sea nada grave. Hundí la cara en la almohada mientras las lágrimas hacían acto de presencia y me sumían aún más en la desesperación. Yo sólo pude sonreírle. Me odié a mí misma por no haber sabido conservar lo único bueno que había en mi vida. – No. Mi resaca era tan grande que el pensamiento de tragar cualquier alimento me daba náuseas. como dándome tiempo a recuperar toda mi valentía. llegado el momento. Me di la vuelta y allí estaba Diego. sabía que tenía que hacerlo. ¿Para qué quería todo aquello si no nos servía de nada? Así que acepté. Su respuesta fue clara. cerrando los ojos con fuerza. realmente me gusta. mi vida siguió su curso como si fuera un río. más de lo que nunca pudiera imaginar. más temor . me siento respetada. Ocho largos y laboriosos años.. a pesar de que sigo en mi empeño de no disfrutar de las relaciones humanas como el resto. en su mayoría.. se empeñó en conseguirme un ático a cinco kilómetros del hospital donde yo trabajaba. y lo que es más importante aún. cosa a lo que yo me negué. – ¿Jimena? Dime que ocurre. A decir verdad. sintiéndome vacía sin saber cómo no sucumbir a la tristeza. Mi elevado coeficiente siempre me permitió pensar que al menos mi carrera profesional no iría a la deriva como el resto de mi vida. Reprimí las lágrimas como pude. Nunca permití que así fuera. agarrada como si la vida se me fuera con ello a la balaustrada de madera. mutila. Yo había aprendido con ellos a adorar incondicionalmente a los niños. “Quiero morirme. decidí que era hora de independizarme. Me siento querida a mi alrededor. Nada se salió de lo convenido. El amor no correspondido simplemente te quita la vida.– ¿Qué ocurre? Yo era incapaz de contestar. 4. los culpables de esta decisión. Pero mis compañeros parecen haber visto algo en mí que les hace aceptar ese hecho.. 4ª Parte. Me dijo que todo lo que había conseguido en la vida era por nosotros y que ello nos pertenecía por derecho. dejar de existir”. Al principio fue difícil. Para mí demasiado tiempo atrapada en mi desconsuelo. Fue así como empecé a vivir una vida de adultos de verdad. Me encanta mi trabajo. Miré a mi padre una última vez antes de encerrarme nuevamente en la habitación y cerrar con ello un episodio de mi vida del que estaba segura jamás lograría recuperarme. Me resultaba tremendamente paradójico que cuanto más adulta me hacía. Mi padre. Comencé a hacer las prácticas en un hospital y pronto obtuve un puesto en mi especialidad. Mi padre apareció entonces junto con mi sobrina y me vio apoyada allí. Siempre les había dado a los demás lo que esperaron de mí. Por supuesto. Violeta se lo había llevado todo con ella esa noche.de mí para siempre. CADENAS QUE SE CIÑEN. –me llamó preocupado. El amor duele. por supuesto. Han pasado ocho años. – Jimena. castra. Después de acabar mis estudios y conseguir mi primer trabajo. así que acabé la carrera y me especialicé en pediatría. BELLA VIOLETA.. Me siento amada a mi alrededor. pero me obligué a seguir firme. sesga. Lo amaba demasiado. jamás pude negarle nada a mi padre. No fue difícil. Supongo que mis sobrinos fueron. He tenido ocho años para comprobarlo. No me importaba comportarme de forma absolutamente ridícula en presencia de mis niños. incluso que era capaz de hacerlo con una intensidad difícil de igualar. Ya ni siquiera soy capaz de distinguir el amor de la obsesión. pero en mi caso debe ser algo que borre todas las dudas y los miedos. pero duele. por increíble que parezca. Era lógico que con el paso de los años nuestras diferencias se hicieran más evidentes y el hecho de que yo me encerrara en mí misma no ayudó en absoluto. Tal vez nunca dejaría de ser una niña en mi interior. No creí que el amor doliera tanto. Otras personas han pasado por mi vida. seguía teniendo dificultad para comunicarme con los demás. Ni siquiera en ese estado de inconsciencia que produce el sueño. Pero si ésa fuera la única forma de tenerla a mi lado. Creo que mi hermano nunca perdió la esperanza de tenerla. He aprendido a mantener una relación cordial con las personas que me rodean y dejar de esconderme en mí misma. Tal vez no esté hecha para la vida como los demás. Pero sigo buscando. Tal vez no he encontrado aún mi verdadero camino. Sólo mi padre siguió intentando atravesar las defensas que yo me había autoimpuesto. lo desdichado que es mi corazón.. ha perdurado impoluto a través de todo este tiempo. Me mostró que era capaz de amar como el resto del mundo. Yo no he podido olvidarla. tan llena que no me dé tiempo a pensar.me provocaban las relaciones humanas. Aún así.. Busco algo que me haga sentir plena. perenne. intocable. Él siempre mantuvo contacto con ella y yo sabía que eran múltiples las ocasiones en las que se veían. Y supongo que eso mismo será lo que la siga manteniendo en el mismo sitio. yo la aceptaría con una sonrisa. sin embargo. No encuentro manera alguna de sacarla de mi corazón. Tenerla en mis pensamientos y negarme a que me abandonara allí también quizás haya sido un error. Mi amor. El por qué ni tan siquiera yo lo sé. dudo mucho que alguna vez imaginen la pesada carga que llevo sobre mis hombros. Cada día que pasaba me fui desvinculando más de mi familia. personas que sin embargo no lograron hacerme dimitir de mi búsqueda. Creo que no he conseguido otra cosa que elevar a Violeta en un pedestal. puedo deshacerme de su hechizo. la . ¿Qué diría él de mis obsesiones? ¿Qué pensaría si le dijera lo que siento? Si de algo estaba seguro es de que yo no había descubierto aún cuál era mi lugar en el mundo. aunque siempre tuve la extraña sensación de que para él le era tan desconocida como para mí. Mi obsesión fue lo que la mantuvo en mi pensamiento durante todo este tiempo. ¿No es lo que buscamos todos? Yo creo que sí. querría seguir sumida en mi mundo de sueños junto a ella y no despertar jamás aún sabiendo que no es real. o los sueños de la realidad. Puedo perderme en ellos e imaginar que algún día también podrían mirarme de la manera que la miran los míos. Sólo que no sé siquiera por dónde empezar. Sus ojos siguen alterando la calma de mis sueños. Me enseñó el significado de muchas palabras sin pretenderlo. A veces simplemente. En estos ocho años no volví a ver a Violeta. tan sólo supe de su vida por algunas ráfagas de algo que comentaba Felipe . Pero ella nunca vio cuánto pude amarla. La huella que ella me dejó es imborrable. Fui hacia el extremo más alejado de la sala. ¿Qué es realmente la felicidad? ¿Es un estado consciente o inconsciente? Muchas cosas me han hecho feliz. Las puertas del elevador se abrieron demasiado pronto. Levanté la vista hacia ella y me aparté de mi madre. esperando a oír el timbre de la puerta anunciando que mi cena había llegado. Cuando por fin sentí que estaba avanzando. –oí que me llamaba Ginebra. Llegué a la pequeña salita de espera. Volví a mirar la escena familiar. pero que me empeñaba en no pensar. Me apresuré a cogerlo con una extraña sensación en el estómago que pronto supe que era de angustia. Tomé el ascensor que me llevaría a la unidad de cuidados intensivos. creyendo así que lo retrasaría para siempre. sólo que el suyo se negó a seguir latiendo. hace ocho años me inundó. sino el del teléfono el que sonó. casi sin mirar a nada más que al frente. me decidí a entrar en el recinto que en tan sólo unos segundos se había convertido en mi sepultura. Mi madre me abrió los brazos para abrazarme y yo la acepté a pesar de que no era eso lo que necesitaba. Yo tuve la impresión desde el primer momento que no volvería a ver a mi padre. pero sin ver nada realmente. Atravesé los pasillos con la costumbre de quien lo hace cada día. ésta vez en el de Isabel. Yo aún había sido incapaz. Pero no fue el timbre de la puerta. nadie ha venido a decirnos nada. No quería hacerlo. recolectando mis pensamientos. he reído. Sólo tuve tiempo de recoger una cazadora antes de salir por la puerta de mi casa.. me senté . Mis hermanas tenían los ojos hinchados y acuosos. Todos a mi alrededor parecen tan felices. Después de haber estado sentada en los aparcamientos del hospital durante al menos media hora. Isabel y su marido. donde ya esperaban mi madre. Su corazón se había roto como el mío. quizás he sido más feliz en un minuto de lo que lo ha sido la mayoría de la gente en toda su vida. pero fallando miserablemente en mi empeño.. – ¿Dónde está? – Aún lo tienen en la UCI. mi madre había conseguido encerrarse en otro abrazo. Casi lo sentí yéndose.desesperanza que una vez. La dulce voz de Ginebra me anunció algo al otro lado del hilo que yo sabía que llegaría en cualquier momento.. Los inconfundibles sonidos del llanto contenido comenzaron a desesperarme. nadando a través de los canales de televisión. que me pregunto si yo habré nacido sin ese gen. he disfrutado.. no tenemos ni idea de lo que pasa ahí dentro. Habían llorado. Ahora estoy aquí. –se le rompió la voz al no poder evitar el llanto una vez más. Ginebra. sabiendo que ésta era la última vez que todo había sido igual. ¿es eso a lo que se refieren con felicidad? ¿o se parece más a lo que sentí cuando mi boca se unió a la del ser que más he amado en esta vida? Quizás debería describir lo que sentí. – Jimena. Seguramente ella sí. maldije mis piernas por haberme traicionado. en mi pequeño pero acogedor ático. Colgué el auricular anunciando un leve y casi inaudible "voy hacia allí". pero yo no me atreví a dar un paso... y que aún perdura con cada latido. casi tanto como yo. Oía las voces a mi espalda. voces de lamento. pero no en Violeta.en una de las frías e impersonales sillas verdes del hospital y me tapé los oídos. Se me hacía imposible pensar que no volvería a tenerlo a mi lado o que simplemente no volvería a escuchar su voz o su risa. No me quedé allí para ver cómo todos a mi alrededor se derrumbaban. – Jimena. Me concentré en aquella voz que pronunció mi nombre. Eso me resultaba fácil. llantos sofocados. que ya comenzaba a darme náuseas. Observé las luces de la autopista lindante a la clínica. –repitió otra vez. Aquello me estaba desquiciando.. Quería atormentarme y lo estaba consiguiendo. Pero sólo me limité a asentir.. A mi mente llegaron imágenes de mi padre. hice algo igual que el resto de las personas. Sentía la necesidad de sacar la cabeza fuera y respirar otro aire que no fuera el del hospital. Me giré para mirarla. Perderlo supondría tener una herida que no cerraría jamás.. Me levanté y fui hacia la ventana. mi punto de referencia. Todo el sufrimiento que llevaba dentro se acabaría entonces con enorme rapidez. a no ser que estuviera ciego.. Sentí una aguda punzada de dolor justo en el entrecejo. – Jimena. Todo quedó atrás. Vi que extendía su brazo hacia mí para tocarme. Lo primero que vi fue que seguía igual de bella que siempre. Los cerré en cuanto sentí el dorso de su mano acariciando mi mejilla. mi apoyo. Nadie. Delante de mí iban pasando familiares. quería gritar . Se había acabado. Quizás esperaban que les respondiera que yo también me estaba muriendo y que deseaba hacerlo en ese mismo instante. La misma voz que creía con total seguridad que no volvería a oír. Eso me dolió. Pensé que subirme al alféizar de aquella ventana y dejar que mi cuerpo cayera al vacío sería una buena idea. Siempre pensé que eso era algo común en mí.. así que seguí pensando en él. Lo reconocí como el jefe del departamento de cardiología. algunos de mis tíos y primos que se empeñaban en preguntarme que cómo me sentía. “¡Callaros!”. Mi padre era un todo para mí. echando los cortos mechones de pelo rubio tras mi oreja. Tomé varias bocanadas de aire en un intento de no desfallecer. al igual que reconocí aquella expresión que siempre ponían todos cuando eran noticias sin solución. Yo la esperé sin apartar mis ojos de su rostro. Fui la última en dirigir la mirada. Yo estaba segura de eso. Esta vez no abandoné la esperanza de que fuese por mí.. en su sonrisa. al vetusto hombre envuelto en una bata blanca que se acercaba para hablar con mi madre. concentrada como estaba en Violeta. El dolor que sentía casi no me dejaba respirar. Ninguna de las dos sabíamos qué hacer a continuación. en su voz hasta que sentí que no podía respirar. La visión delante de mí se nubló. Con paso . Por una vez en mi vida. Yo seguía mirándola mientras ella buscaba algo en mi rostro que yo no pude imaginar que era. podría decir que ella no estaba sufriendo con sinceridad. como cuando sientes que se te sube la adrenalina y duele. aunque mis piernas comenzaban a flaquear. Al siguiente día. Si hubiera alguna forma de arrancarme los sesos lo hubiera hecho sin dudar. Pensé que eso lograría aliviar algo mi dolor. Y en Violeta. Fue ésta última por la que me decidí a empezar. pero no me importó. mi autocompasión y el egoísmo que eso conllevaba me lo impidió. Ignoré el irritante sonido hasta que calló. opté por simplemente arrancar el cable de la paredy callarlo de una vez por todas. Antes de irse deslizó un papel doblado por debajo que horas más tarde leería. No quería hacerlo. decidí volver a echarme sobre el sofá. cuando el teléfono volvió a sonar un par de veces azorándome cada vez. Reconocí los pasos como los de mi hermano Luis. Envuelta en mi bata. Mi propia miseria. saqué varias botellas que guardaba en una de las despensas. No lo hice. ahora eran las tres de la tarde. pero mi hermano Felipe se lo impidió. No sé cuánto tiempo estuve bajo ella. alguien se atrevió a venir hasta mi casa. unos pasos tan erráticos como su personalidad. Me levanté del sofá y me metí en la ducha. sin otra cosa que hacer cuando no dormía que mirar el techo de mi casa.. Como tampoco acudí al funeral. Acababa con un simple: "Llama a mamá. cansados de no obtener respuesta de mí por teléfono. Una de ron añejo. la hora y el lugar exactos. me permitió dejar de pensar en mi padre. Aquél día lo pasé por entero encerrada en mi apartamento. otra de whisky y una tercera de vodka. No los escuché. ignorando a Violeta que me llamaba. que aporreaba la puerta incluso. que supuse que serían de mi madre o de alguno de mis hermanos. El teléfono sonó demasiado temprano a la mañana siguiente. Vagué sin rumbo fijo en el interior de mi coche durante horas. pero lo cierto es que no sirvió de nada. El mundo entero podría olvidarse de mí. Yo no existía para nadie y nadie existía para mí.. Mis sueños fueron desapacibles. –¡Abre la puerta. En él se me anunciaba que ese día enterrarían a mi padre. Durante los tres días siguientes no recuerdo haber pasado mucho tiempo sobria. Miré el reloj. como esperaba que fueran. Mi contestador marcaba intermitentemente cuatro mensajes nuevos.firme me dispuse a salir de aquella celda. Oí que tocaba el timbre. Jimena! ¡Sé que estás ahí! . Llegué a mi apartamento tan agotada que sólo tuve que estirarme en el sofá para caer rendida. Bebí y bebí hasta que de alguna manera logré calmar una ansiedad para la cual no había cura posible. El sueño era lo único a lo que me apetecía enfrentarme. Dejé de registrar la realidad incluso. algo que me pareció realmente placentero. pero eso me facilitó las cosas. Por el contrario. e incluso. ya la mañana se había ido. pero fue el suficiente como para agotar el agua caliente y salir tiritando de forma descontrolada de la bañera. como parecía que hacía en las películas. a pesar de que su voz retumbaba en mis sentidos. Incluso sé que quiso salir detrás de mí. está muy preocupada por ti". Abrí los ojos asustada. Alguien aporreaba de nuevo mi puerta. Sin pensar, pero decidida a pedir que me dejaran de una vez por todas en paz, me levanté tambaleante del sofá aún bajo los efectos de la última de mis borracheras y abrí la puerta. Detrás de la madera apareció la figura esbelta y bien abrigada de Violeta. – ¡Dios mío! –sofocó un grito. Mi estado tenía que ser lamentable para que ella tuviera aquella horrible expresión en su bello rostro. – Jimena... –me llamó. Yo apenas podía mantener mi cabeza derecha. Ella fue la primera en darse cuenta de que me deslizaba torpemente al suelo y me cogió al vuelo, evitando así la caída. Yo le eché los brazos al cuello para asirme y durante un breve instante sentí que me apretaba contra sí, como si me estuviese abrazando. – ¿Qué te has hecho? –me dijo, aunque creo que sabía tan bien como yo que era incapaz de responder. – ¿Por qué? Me ayudó a entrar de nuevo en el interior del ático, cerrando la puerta con un pie. El sofá fue lo primero que debió ver, pues hasta allí se dirigió directa, dejándome caer sobre él con cuidado. La bata que cubría mi cuerpo se abrió, dejando mi cuerpo desnudo ante su visión. Sin mover un músculo de su cara, la cerró de nuevo y pasó a tomarme el pulso en una muñeca. Fue entonces cuando vió las tres botellas que reposaban encima de la mesilla del café como si fuesen un trofeo, casi vacías. Se dio cuenta de que mi deplorable estado se debía al alcohol. – Apuesto a que ni siquiera has comido. –suspiró. – Tengo que llamar a tu madre antes de ocuparme de ti. Está muy preocupada e incluso estaba a punto de llamar a la policía. –me miró para asegurarse de que yo tenía mi atención puesta en ella. Prosiguió en cuanto supo que así era. – Entiendo por qué has hecho todo esto. Pero ahora va siendo hora de que comiences a aceptarlo. Me dio la espalda y sacó el celular de su bolso. Marcó un número y la oí hablar con mi madre. Incluso yo pude oír la estridente voz de mi progenitora preguntando por mí tantas veces como le permitió el minuto que duró la conversación, mientras Violeta trataba de calmarla lo mejor que podía. Devolvió el teléfono a su correspondiente lugar y se alejó de mí otra vez. La oí dirigirse al baño y después percibí el rumor del agua cayendo. Supuse entonces que estaba llenando la bañera. Cerré los ojos ante la repentina punzada de dolor que me sobrevino en las sienes y que hizo tambalear todos los cimientos de mi cuerpo. Para cuando volví a abrirlos, ella estaba de vuelta. Me hizo sentar sobre el sofá para deshacerse de la bata que me cubría. Luego sentí que me alzaba en el aire y que me llevaba en sus brazos hasta depositarme en la bañera. Me quejé al notar el agua demasiado caliente y ella pareció sonreír ante su descuido antes de abrir la llave del agua fría. Mientras el agua subía de nivel y la bañera terminaba de llenarse, se subió las mangas de su camisa de seda hasta el codo, (no supe con exactitud en qué momento se había deshecho de su abrigo largo), y cogió una esponja para frotarme el cuerpo. Puso jabón sobre ella y la pasó primeramente por mis hombros. Yo busqué con ahínco cualquier atisbo de expresión que no fuera esa seriedad que casi empañaba sus preciosas facciones. Mis sentimientos, ya desbordados por el alcohol, se concentraron ahora en ella, haciendo que mi desdichado amor me empapara como el agua de la bañera. Eso me hizo romper el llanto. Un llanto ebrio. Sentí que dejaba de frotarme el pecho y que me miraba. Yo estaba rota, y lo que era peor aún, ella me estaba viendo así. Intenté esconderme el rostro con las manos, pero ella me lo impidió bajándolas cada vez que intentaba acercarlas a mi cara. Mis ojos encontraron los suyos y a pesar de que las lágrimas nublaban casi por entero mi visión, tuve la certeza de que había amor en los suyos también. Sin importarle que yo estuviera del todo mojada y que arruinaría su blusa, me acercó hasta sí, dándome un ligero beso en los labios para después abrazarme. – Eres demasiado inteligente para esto. –comenzó a decirme. – Casi me muero al verte así, no lo vuelvas a hacer... No lo vuelvas a hacer... –repitió. – Te lo prometo. –le respondí. La única persona en el mundo capaz de devolverme la cordura me había hecho el inmenso favor de preocuparse por mí. La hubiese amado más de haber sido posible. Más tarde volví a despertar de mi sueño, esta vez por el intenso y apetitoso olor que salía de mi cocina. Sólo tuve que recapacitar unos segundos para recordar lo que había pasado antes de caer dormida de nuevo. Recapitulé los últimos acontecimientos y caí en la cuenta de que debí haberme dormido en sus brazos aún estando en la bañera, puesto que no recordaba nada posterior a eso. Me erguí de la cama y quedé sentada al borde del colchón. Violeta me había vestido con mi pijama de franela y había añadido también a mi atuendo unos calcetines. Me levanté con intención de dirigirme a la cocina. Pero antes, tuve que hacerle una visita obligada al baño. Violeta debió saber que me había despertado por el ruído de la cisterna, puesto que cuando salí del servicio, ya me esperaba por fuera con un vaso de agua en una mano y una pastilla, que me enseñó nada más verme, en la otra. Yo fui inmediatamente a tomar la pastilla que sabía que aliviaría el martilleo incesante de mi cabeza. Pero ella la apartó en el último momento. – ¿La quieres? –me preguntó. – Sí. – Primero tendrás que comer. –dijo con absoluta seriedad. En esos instantes me hubiera tragado un elefante de un bocado por esa pastilla. Así que asentí con la cabeza y la seguí hasta la pequeña mesa de la cocina, donde ya me esperaba un plato humeante que distinguí por el olor que era sopa de pollo. Me senté y cogí la cuchara. Durante los últimos tres días, no había satisfecho a mi estómago con otra cosa que no fuera alcohol, y ahora mismo, sentada allí, dudé de que pudiera tomar siquiera un sorbo de la sopa. Ella me observaba desde el otro extremo de la mesa. – Tan sólo pruébala. –me instó Violeta. – O tendré que llevarte al hospital a que te pongan uno de esos molestos sueros... Yo desconocía por completo aquella faceta amedrentadora de Violeta y, francamente, hablando con aquel tono y mirándote con fiereza, podía resultar muy persuasiva. Su expresión cambió de amenazadora a aliviada cuando vio que me metía una cuchara llena en la boca. Nada más llegar el sabroso caldo a mi paladar, sentí ganas de seguir comiendo. Y seguí haciéndolo hasta que ya no quedaba nada en el plato. Como había prometido, Violeta me dio la pastilla y yo la tragué con avidez. – Gracias. –dije. Me miró, pero no dijo nada. En vez de eso estiró el brazo y volvió a enredar sus dedos en mis mechones de pelo rubio, que ahora caían descuidados sobre mi frente. – Te has hecho mayor... –fue como si fuera la primera vez que se hallara consciente de ello.– Aunque éste nuevo corte de pelo tuyo te hace parecer una adolescente rebelde... Ante ese comentario, alcé las manos para ordenar en algo mi desastroso pelo. Pero Violeta, una vez más, me lo impidió, sonriéndome como sólo ella sabía hacer. – No. –protestó suavemente. – Me gusta así. – Supongo que dentro de poco tendrás que irte... –dije triste, al darme cuenta de la hora tardía que marcaba el reloj. – No, me quedaré aquí esta noche. La sorpresa se reflejó en mi cara. – ¿Por qué? – Para asegurarme de que estás bien. Y porque quiero. ¿Alguna duda más? – preguntó algo burlonamente. – Cuidado. –dije con voz seca. – No te portes demasiado bien conmigo o comenzaré a pensar que me quieres. – Es que yo te quiero. –afirmó. La miré. – Eso es algo muy difícil de creer. –me levanté, nerviosa, y recogí mi plato para depositarlo dentro del fregadero. Le hablé dándole la espalda. –Han pasado ocho años... Pero supongo que eso da igual... –mastiqué las palabras llena de rabia. – Sigues teniendo esa idea equivocada de mí. Si me fui de aquella manera fue por ti. –rebatió ella poniéndose en pie. – ¿Perdona? – Eras demasiado joven para saber con exactitud qué era lo que querías. No deseaba añadir más confusión a tu... – ¿Confusión? –alcé la voz, lo que me valió otro pinchazo en las sienes, aún así lo ignoré. –No creo que tengas idea de lo que verdaderamente me hizo perder el rumbo... – ¿Tenemos que discutir esto ahora? –con esta frase me mostró todo su malestar. Seguía sin gustarle hablar de sus sentimientos. – Por supuesto que no. Es más, ya no tiene caso. Hace mucho tiempo que te he olvidado. –juraría que vi cómo el azul de sus ojos se oscurecía. – No esperaba menos de ti. Sabía que sólo era un capricho de adolescente... Sentí ganas de reírme a carcajadas. Acababa de nombrar mis sentimientos hacia ella como un capricho de adolescente. Me pregunté cómo lo llamaría si le dijera que ese capricho de adolescente aún seguía tan vivo como el primer día y que verla de nuevo sólo había sumado en mí mayor desesperación por no tenerla. La miré. La tenía a tan sólo dos pasos de mí, aún así no podía alcanzarla. Nunca podría. – Siempre me he preguntado qué es lo que pasa por tu mente cuando me miras de ese modo. –me dijo. – Olvídalo. –me reí ligeramente. – No querrás saberlo. – ¿Por qué te empeñas en pensar que no me importa nada de lo que tenga que ver contigo? – Me da igual que te importe o no. Es tarde tanto para lo uno como para lo otro. Si las miradas matasen, yo estaría yaciendo sin vida sobre el suelo de mi cocina, porque aquella mirada que me dirigió fue la más fiera que he visto jamás en toda mi existencia. Hubiera asustado hasta a una pantera. – Me voy a la cama. –anuncié. – De acuerdo. Yo dormiré esta noche en el sofá, si quieres algo sólo tienes que llamarme. – No. – ¿No a qué? –preguntó, sintiéndose ya algo molesta ante tanta cabezonería. – No hay necesidad de que duermas en el sofá. Hay suficiente espacio en la cama para las dos. Y esta noche no espero visita. Creo que fue la realización de que yo podría tener una vida sexual activa o que quizás estaba con alguien lo que la hizo volver a sentarse. Quizás sólo estaba cansada de estar de pie. – Cada día te pareces más a tu madre. Has heredado su destreza con la lengua. – me soltó irónica. Salí de la cocina lanzándole una risita de medio lado que le demostró que no me había disgustado en lo más mínimo sus palabras. Me dirigí al baño y me cepillé los dientes antes de meterme en la cama. Bajo las mantas esperé hasta que la oí salir de la cocina, entrar en el lavabo y posteriormente en mi habitación. Seguramente le habría echado un vistazo a mi sofá como para saber que con su altura no cabría en él. De espaldas a mí comenzó a desvestirse con la única claridad de una de las luces del pasillo que permanecía encendida. Abrió mi armario y buscó algo que ponerse. Sacó una camiseta y terminó de desbrocharse la camisa y el sujetador. Tragué ante tan maravillosa visión de su espalda. Algo sentí en mi centro que se transformó en forma líquida entre mis piernas. Me moví hasta quedar de lado, no quería ver lo que la visión de su trasero me haría. Seguramente me provocaría un ataque al corazón. Seguí sus movimientos con mis oídos. Mientras avanzaba por la alfombra hasta el extremo contrario de mi cama, mi corazón se aceleró tanto que creí seriamente que me saldría por la boca. La cama se movió bajo el peso de su cuerpo mientras se metía bajo las mantas. La cama era lo suficiente grande como para no tocarnos y dormir con espacio. Desde ese momento ambas nos quedamos inmóviles, esperando que el sueño nos venciera. – Jimena... –me llamó. – ¿Qué? – ¿Hay alguien en tu vida? Dudé en qué responderle. Quería parecer segura de mí misma, quería mostrarle que tenía una vida interesante. Aunque no fuera cierto. Aún así, le dije la verdad. – No. – Date la vuelta. –me instó. Hice lo que me ordenó y la encaré. Su rostro más precioso aún bañado por las tenues sombras. – ¿Por qué no estás con nadie? – Porque supongo que no he encontrado a la persona adecuada. –contesté, sabiendo que ése era uno de esos vacuos tópicos que servían para cuando eras un completo desastre con las relaciones. – Hombre o mujer. –me preguntó muy seria, queriendo saber si mis gustos se decantaban por lo mismo que la última vez que me había visto. – Mujer. Me acarició la mejilla con la mano. Era la tercera vez hoy, eso me extrañó, ella jamás me había tocado tan repetitivamente. – ¿Pretendes decirme que aún no has encontrado a una mujer maravillosa que te haga feliz? Me amparé en la cierta oscuridad para mirarla con toda la intensidad que deseaba antes de contestar. – No, de hecho la he encontrado. –respondí. – ¿Y qué pasó? – Ella no quiso escucharme. – ¿Escucharte? Para mí estaba claro que de quien hablaba era de Violeta, pero la protagonista parecía querer omitir ese hecho y estaba concentrada en sonsacarme más información como si se tratara de otra persona. Después de todos estos años, ella seguía sin poder creer que entonces la amara sinceramente. Eso me dolió profundamente. – Sí, no me dio ninguna oportunidad de explicarle cuánto la amaba. – Lo siento mucho. –me dijo consternada. – Yo también. – Debe de ser una estúpida por no haber sabido apreciar lo que tenía. Sofoqué una risa tan rápido como pude, aún así mi garganta emitió un extraño ruido. – Sí, ése es justamente el adjetivo que yo utilizaría. –dije, fingiendo indiferencia. – ¿Qué hay de ti? ¿Estás con alguien? Apreté tanto los dientes que me dolieron. No sabía que tuviera tanto pavor a lo que ella pudiera responder. – No lo sé. Fruncí el ceño. – ¿Qué clase de respuesta es "no lo sé"? – Mi vida es demasiado complicada como para explicar... – Tal vez dentro de ocho años más por fin esté preparada para entenderla. – interrumpí mordaz. – Jimena... –me llamó y yo pude notar cierto cansancio en su voz. – Buenas noches, Violeta. –zanjé cualquier comienzo de una nueva conversación –ahogó un bostezo. lentamente abrió los ojos para mí. – No tienes que hacerme el desayuno. Como si realmente hubiera podido sentir que la estaba mirando. En un segundo me encontré nadando en la profundidad de su azul. los rayos del Sol pasaban a través de las rendijas de mi persiana. – De acuerdo entonces. y quizás también huevos y bacon. – Crepês con mermelada de arándanos. La presencia en mi cama de Violeta había dado paso a que encontrara dificultades para lograr esa empresa esa noche. Ni el más infausto de mis augurios prometía tanta desdicha.. igualando la intensidad. Ese sonido logró por fin que cayera en los brazos de la inconsciencia. Empiezo a creer en serio que no sé como ser feliz. Levanté un poco la cabeza para mirar el reloj que reposaba sobre la mesita de noche. La miré bajo el amparo de su letargo.. – Buenas noches. –rebatí con firmeza al tiempo que salía de la cama. No podía soportar el hecho de que estuviera tan cerca de mí y que yo no pudiera sentir al menos su calor. me lo dio todo y yo no pude darle lo único que me pidió. Siempre pensé que cuando me enamorara sería maravilloso. a un ritmo que me avisó de que ya estaba dormida. Pero mis opciones eran tan escasas y mis artes para la comedia tan pésimas que no tuve más remedio que permanecer en mi sitio ante el enorme riesgo de ponerme en evidencia una vez más. su pelo desordenado cayendo la mitad sobre su rostro y la mitad sobre la almohada. Si él pudiera verme ahora. Durante unos segundos que parecieron eternos.y me di la vuelta. –dijo al fin con la voz ronca. ¿verdad. Un brazo debajo de su cabeza y el otro sobre su cadera. Violeta aún estaba sumida en su sueño profundo. Tenía los labios ligeramente fruncidos. Él lo había hecho todo por mí. Las nueve y media. no quería seguir pensando. lo que sumaba más misterio a mi desgracia. – Quiero hacerlo. . Pensé en mi padre y en sus deseos de morir viéndonos a todos siendo felices. desde algún lugar. – Sí. Creo que sobreviviré. Violeta? Es imposible que lo seas como imposible es que pueda amarte tanto. – Te prepararé el desayuno antes de que te vayas. La oí respirar profundamente. – ¿Has dormido bien? – Perfectamente. Antes de dormirme. Cuando volví a despertar. No eres real.. – ¿Qué te apetece? –le pregunté dándole la espalda. ¿Cómo era posible que esta mujer consiguiera atravesar todas mis defensas e instalarse en mi corazón eternamente? Ella ni siquiera había tenido tal pretensión.. Decidí que las diosas debían de tener su aspecto. Necesitaba encontrar la manera de acercarme a ella. estoy segura de que estaría sufriendo por mi atribulada vida. ella me devolvió la mirada. Recé para que al menos el sueño viniera en mi busca. es lo menos que puedo hacer. pensé en la posibilidad de abrazarla con la excusa de estar bajo los efectos del sueño. – ¿Te sientes mejor? –me preguntó. – Hola. pero siempre había tenido más fuerza que yo. –le dije sin saber si le gustarían. oí a Violeta en el baño. –esta vez. Me volví hacia ella con furia. bueno. – No hasta que me escuches. – Me conformaré con leche y cereales. Quería alejarme de Violeta y de sus palabras. Tu madre me ha pedido que te haga entrar en razón. – Sólo tengo de chocolate. – No puedes decirme nada que yo ya no sepa. pensé con ironía. –pedí por segunda vez. – No. me tomaba una rebanada de pan blanco con mantequilla y una loncha de jamón. – Suéltame. Mientras preparaba el desayuno. – ¿Vas a seguir escondiéndote del mundo aquí dentro? ¿Qué pasa con todo lo demás? ¿con tu trabajo? – No quiero hablar de eso. Se trata de ti. sólo roto por el ruidoso cereal dentro de la boca de Violeta. con unas profundas ojeras que circundaban mis ojos y la piel más pálida de lo normal. – No. no me disgustan. Yo. Debes ir. Echó los cereales en su cuenco y luego la leche. Me sorprendió verla sonreírme. –anunció. Deseché el pan a un lado y sin mirar a Violeta hablé. – La lectura del testamento será mañana. de tu vida. así que opté por la vía diplomática. acéptalo. Jimena. – No pienso acudir. Me levanté de la mesa con rabia. mientras. Violeta. Se levantó y yo intenté zafarme de su agarre. Déjame llevar mi dolor como . No tomo nada más para desayunar. – Era broma. Al mirarme al espejo. todo mi cuerpo temblaba bajo esa emoción.Me volví para mirarla. – Tú nunca me diste esa oportunidad. – Tú y tu obsesión con el chocolate. haciendo tambalear todo lo que estaba encima de ella. por lo que esperé. no tuve más remedio que sofocar un gemido. –dije entre dientes. Está bien. Todo vestigio de hambre se esfumó para mí. Salí de la habitación y antes de comenzar a poner la mesa para el desayuno. mi réplica parecía más una amenaza que una petición. aún llevando sólo la larga camisola de mi propiedad. todo con gran parsimonia y bajo mi intenso escrutinio. ni con ninguna venganza particular que quieras cobrarme. más bien mientras ponía las cosas en la mesa de la cocina. Imaginé que estaba a punto de decirme algo. Un incómodo silencio sobrevino. "Adorable". Mi aspecto era realmente pésimo. Yo. que me dolían. su mano asida fuertemente a mi muñeca frenó mi fuga. que estaba a medio camino de darle otro bocado a mi rebanada. – Déjame ir. – Por favor. Hacerle el desayuno me iba a costar estar medio día en la cocina. pasé por el baño para acicalarme un poco. ¿por qué crees que debo dártela yo a ti? – Esto no tiene nada que ver con nosotras. me paré en seco. Al pasar junto a ella. Un minuto después se unía a mí en la mesa. Tu padre ha muerto. – Tienes que hacerlo. Violeta? No sé nada de ti en ocho años y de repente apareces jugando a ser el buen samaritano. Supe que la última frase no debí pronunciarla jamás.. – Pensé que quizás me necesitarías. Pero cuando me di cuenta. Violeta soltó mi muñeca y yo me la restregué. Pero ahora la tenía delante y yo estaba segura de que tenía que alejarme de nuevo antes de que su presencia se hiciera necesaria como antaño. Yo ya no era una niña. –admitió mirándome fijamente. la orden ya había llegado a mi cerebro. Pensé que se reiría de mí. Quizás sólo era curiosidad. Yo ya me había hecho a la idea de que seguiría siendo una ilusión el resto de mi vida hasta que volvió a aparecer. – Soy una cobarde y lo admito. lo único que podía romper mi paz interior en tantos pedazos que se me hacía imposible recuperar los trozos. me parece incluso más difícil que tenerte a ti. Yo sabía que era ahora o nunca. simplemente no me querías lo suficiente. Violeta? ”. pero eso no significa que deba olvidarlo o que intente sacar mi vida adelante. Parece como si me debieras algo. aunque sabía muy bien a lo que se refería. – Tú no huíste. – No voy a olvidarlo. No hubiera sido ninguna sorpresa el que no hubieras venido. Pero no sabía muy bien lo que Violeta haría con aquella información. Y lo supe incluso antes de que mis cuerdas vocales la enunciase. – Por huír como lo hice hace ocho años. le dije mu damente. Todos aquellos años había pensado en Violeta y la costumbre de hacerlo había logrado que ni siquiera me doliese.. Ahora era una mujer. Sé que mi padre ha muerto. ahora mismo. –las palabras vinieron a mí como un torrente imposible de contener. Todos estos pensamientos lograron mi primer objetivo que no era otro que el de endurecer mi corazón aún más. “¿Por qué tuviste que volver. Dime qué es lo que quieres. porque eso. – ¿Cuándo vas a perdonarme? – ¿Perdonarte por qué? –pregunté. soy más consciente de eso que nadie. – ¿Qué has dicho? – Olvídalo. Y Violeta seguía siendo mi maldita obsesión.quiero. No tienes ningún derecho a venir aquí y a exigirme lo que tengo o no que hacer. No iré a esa maldita lectura.. – ¿Qué quieres de mí. y que no creería una palabra de lo que le dijese. – Ya me había acostumbrado a estar sin ti. .. como no saldré de aquí hasta que esté segura de que el mundo ahí afuera no me va a tragar. Me escondo detrás de cualquier excusa para no tener que enfrentarme a las cosas que me disgustan. –me dolió admitir eso. haciendo correr de nuevo la sangre y mirando al suelo. una mujer obsesionada que amaba con el mismo ardor que cuando era adolescente. Yo era demasiado insignificante en su vida como para que me tomara en serio. – ¿Tú me quieres? –preguntó muy seria. Los sentimientos que durante tanto tiempo se habían adormecido en queda calma dentro de mí comenzaron a bullir desde el primer momento que mis ojos se posaron en ella de nuevo. que era el momento adecuado para descubrir mi alma y sacar todo lo que durante tanto tiempo había estado guardando con celo. –comenté apenas audible. – Era todo lo que quería saber. vestida con su ropa. Observé la leche cayendo por uno de los extremos de la mesa. – No. Aquel espíritu que tenía hacía ocho años había salido de mí y ahora sólo quedaba un alma atormentada e infeliz. Mi paz interior. – De acuerdo. Tan fácil. Debo admitir que eso incluso me hizo sentir envidia. –dije simplemente. sin salida alguna. – Iré. ahora sumida en un pozo profundo. No te quiero. – ¿Qué sabes tú de mí? – Sé algo. gritarle a Dios si es que existía.? – Déjame en paz. inundándolo todo. Violeta siguió hablándome. dejándome nuevamente sola. escúchame. yo jamás tuve algo parecido. – Jimena.. lo que sea. el abrigo en una mano y el bolso pendiendo de uno de sus hombros. Levanté la vista hacia ella. y es que las cosas que se desean de verdad hay que luchar por ellas.. bullía como el agua hirviendo.Así que le mentí. Yo me senté. Era como si hubiese logrado echar la vista atrás y me hubiese visto a mí misma. Sería tan fácil pedirle ayuda. Quería gritar. gritarle a ella. – ¿Qué hay de tu familia? ¿quieres que al dolor por la pérdida de tu padre se sume también la tuya? – ¿¡Qué pasa con mi maldita familia!? –grité llena de rabia al tiempo que descargaba ambos puños sobre la mesa. – Déjame sola. Violeta pareció querer añadir algo... – Ve a darle ese sermón a otro. Al menos no como creo que me preguntas. – De acuerdo. llámame. Yo casi había terminado de limpiar la mesa cuando ella regresó.. Ya se iba. en esos momentos. – Necesito estar sola.. gota a gota. Otra vez. – ¿Para qué? ¿para que puedas autocompadecerte a gusto? ¿para que puedas culpar al mundo de lo que te pasa? ¿o quizás quieres encerrarte aquí y ponerle fin a tu vida con el vodka. Salió de la cocina. pero yo no la escuché. –ladré. haciendo que el cuenco de leche volcara sobre la madera. Violeta se quedó allí. recuerdo que pensé que no había visto a nadie que amara tanto a su familia como tú. No quería hacerlo. mirándome con una extraña expresión en la cara. vencida. zanjando cualquier intento de coversación que intentara comenzar ella.. contándome las virtudes que un día tuve. – . pero viendo mi aparente indiferencia y el dolor que me estaba provocando su sola presencia la hizo dimitir de su intento. –pidió una vez más Violeta. te veía disfrutar de cada pequeño momento. – Aquí está mi tarjeta. – ¿Jimena? –me llamó Violeta al darse cuenta de que yo estaba a mucha distancia de allí. llegas tarde para mí. –dudó un instante. Creo que ambas nos dimos cuenta en el mismo instante de lo destruída que yo estaba.. Si necesitas algo. –dije con gran carga sarcástica. por favor. de pie. Me levanté una vez más y me dirigí hacia el fregadero para coger la balleta y limpiar el desastre que había provocado. –le pedí casi en un susurro. – Cuando te conocí. a cualquier hora. sin mirarla. Tal vez era por tener que enfrentarme a mi madre. siempre has sido tan. Mi intención era llamar a mi madre desde una cabina. ¿estás bien? – Sí. – Sí. Ella. puesto que en uno de mis ataques de ira había arrancado el cable del teléfono de la pared. Mi mano tomó la decisión de viajar dentro de mi ropa interior hasta encontrar lo que andaba buscando. hija!No sabías si estabas bien. Me convulsioné sobre la camisola. tan para ti misma que. – Creí que Violeta te había llamado para decirte que estaba bien. como si ésta fuera tan interesante que me tomaba toda la atención. Tarde esa noche decidí salir a la calle por primera vez en cuatro días.. Así pasé la mayor parte del día... Cerré los ojos y me abracé a aquel pedazo de tela con fuerza. Es sólo que. Yo le pedí que te hiciera entrar en razón. – ¿Mamá? – Jimena. de alguna forma. Me tendí sobre la cama y la cogí... llevándola inmediatamente hasta mi nariz. –.. – ¿Sí? –respondió una voz. inhalando su inconfundible olor. – Adiós. lo estoy. En vista de que yo no tenía intención de pronunciar una palabra decidió cortar por lo sano.depositó el trozo de cartulina blanco sobre la encimera. por saber que había sido demasiado egoísta con ella. lo hizo. Quizás porque me recordaba demasiado a mi padre. La última frase de mi madre.. me dio en toda la frente. – Siento no haber llamado antes. – Hija. –dije con la voz ronca por contener el llanto. De modo que Violeta sólo había venido como un favor a mi madre. Se dio la vuelta y salió... Repentinamente me descubrí excitada tan sólo porque su olor comenzó a llenarme. con la cabeza apoyada en la pared. hemos intentado localizarte en estos días. –un ligero silencio mientras buscaba la palabra adecuada. entendía mi sufrimiento e incluso lo compartía hasta cierto punto. Me levanté cansada de tanto pensar y me dirigí hacia mi habitación. en completa rendición de mí misma. Violeta lo era todo y nada al mismo tiempo. no porque realmente sintiera mi pesar.. sólo que. Fue entonces cuando me permití sentarme en una de las sillas. Pero también me recordaba demasiadas cosas. Marqué el número sintiéndome nerviosa y sin saber exactamente por qué. lo suficientemente triste como para saber que sólo podía ser la de ella... Yo sólo me limité a asentir mientras seguía entregada a mi tarea. – ¡Gracias a Dios. Durante algunos minutos pensé en la escena que había tenido lugar allí mismo. pronunciando su nombre maldito contra la tela. Yo sabía que Violeta había intentado ayudarme desinteresadamente.... . justo como había pasado los últimos ocho años: soñando con Violeta. cosas imposibles que me hacían sentir aún más fracasada. al principio pensé que debía darte tiempo. inconsciente ella del daño que me hizo. ¿eres tú? – Sí.. Sobre el colchón descansaba doblada la camisola que había usado la azafata. La puerta del despacho del notario estaba abierta. Lo apagué a tientas consiguiendo casi tirarlo al suelo. El despertador sonó demasiado temprano para mi gusto.. pude oír distintas voces. sabía que de entre todos. Incluso tu padre lo sabía.. No me maquillé. Luego me vestí simplemente con un traje de sastre de color gris oscuro y dejé que mi pelo se secara con el aire.. Oteé la salita de espera. ni siquiera intenté camuflar las profundas ojeras. Metí ambas manos en la chaqueta cuando un repentino aire frío me sobrecogió.. –. Aparqué el coche sobre una acera. sus respectivas parejas y mi madre. – Escucha. Me daba igual que se lo llevara la grúa. – Mamá. Crucé la calle y volví a encerrarme en mi apartamento. Quería gritar que no. – Mamá. Me levanté a regañadientes y lo primero que hice fue ducharme. –mentí. –fue lo último que oí antes de colocar el receptor en su lugar. – Adiós. y antes de alcanzarla. mamá. – Jimena. – Adiós. se acaba el crédito y no tengo monedas. Tardé en llegar al sitio indicado menos de media hora. Aparecí en el quicio y todo el mundo se volvió para verme. Entré en la recepción. no te encierres en ti misma como siempre. Continuación. que no era porque no quisiera. Todos los que supuestamente nombraba mi padre en su testamento. El edificio donde se ubicaba el despacho del notario era enorme. –la interrumpí. Sigue.. yo aún no había aceptado la muerte de mi padre. al ver su expresión. de no haberme maquillado. .. ¿No quieres saber cuál fue la última voluntad de tu padre? –seguidamente me indicó la hora y el lugar para la cita.. – Hola. Nos vemos mañana. –me llamó mi madre. con mis zapatos chirriando molestamente en el suelo recién encerado. ¿por qué no vienes a casa? Así podré ayudarte en lo que necesites. –. tenía catorce plantas y estaba pintado en su fachada de color gris y un verde que lo bordeaba. puesto que no encontré a esa hora de la mañana un espacio libre. Me dirigí al ascensor y pulsé el botón que indicaba la séptima planta.. allí estaban todos mis hermanos. Me arrepentí.. Violeta tenía razón. simplemente quería apartarme de todo aquello. Jimena.– Lo sé.. Violeta me dijo que mañana era la lectura del testamento. ¿es necesario que vaya? – Por supuesto. Mi madre siguió con su particular monólogo del cual sólo logré escuchar la última parte. ¿vale? – Como quieras. Hija. tu presencia allí es ineludible. jugando con las que tenía en el bolsillo de mi chaqueta. serías tú a quien más le costaría aceptarlo. Quizás no lo hiciera nunca. Miré a mi madre. yo te parí. Si tan sólo pudieran darme un respiro. Quería saber si era un pensamiento común. No tuve duda alguna de que así era. Sentí lástima por ella. En realidad los miré a todos. observando mi reflejo en el enorme espejo de la cabina. – Perdóname. – Eso. Espero verte pronto. eso es lo que nunca he entendido de ti. Apoyé la frente en espejo. – Eso también lo sé. Quizás fuera mi presencia aquí y no en el funeral. –le dije. Ya dentro del ascensor. El vínculo que nos mantenía unidos se había ido para siempre. me permití dejar que algunas lágrimas salieran de mis ojos. – Lo sé.Me acerqué hasta ellos y nos saludamos todos correctamente. Me di la vuelta y salí por donde había venido. maldiciéndome por haberme metido en tan molesta situación. Siempre me dije que tal vez ellos no lograran nunca entenderme y en estos momentos me daba cuenta de que es que nunca lo intenté. – Disculpe. –ladré en voz baja. – Lo sé. a fin de poder aliviar el intenso dolor que permanecía en mi garganta desde hacía largo rato por el llanto contenido. . sola. Lo creas o no yo puedo ver lo que hay en tu corazón. Ginebra se acercó a mí. – Nos has tenido a todos muy preocupados. – Porque no la necesito. –le pedí con expresión de angustia. que ya remolcaba mi Audi. – Somos tu familia. Me pregunté por qué se la colocaban de esa forma. se alejó de mí para unirse a los demás que ya habían pasado al interior del despacho. –me sonrió con tristeza. Me miró bajo la gorra que le cubría la totalidad de las cejas y casi los ojos. – Tienes un aspecto horrible. Yo seguía clavada en el sitio. si era cierto que seguía siendo un completo misterio para ellos. Jimena. para amablemente hacernos pasar. mirando a mi madre.– Vete a casa. La miré. En ese momento apareció el albacea. Un guardia municipal controlaba la operación de la grúa. Jimena. pero también pensé que no había hecho nada por evitar que así fuera. – No hay nada que perdonar. Las compuertas se abrieron y yo sequé mis lágrimas como pude antes de salir y dejar detrás de mí las miradas desconcertadas de quienes esperaban su turno para entrar en el ascensor. dejar de pensar en mí tan erróneamente. Con eso. – No puedo hacerlo. Volví a encontrarme con el frío aire de la mañana y me dirigí hacia la acera para confirmar mis temores. aunque se podía decir que el ambiente era tenso. deseando que mi padre estuviera allí. Supuse que quizás creían que le daba un aire más serio a su autoridad. me parecía estúpido. Soy tu madre. La muerte de mi padre había servido para distanciarnos aún más. –me dirigí hacia el guardia. Respiré hondo. –me dijo a media sonrisa. ¿por qué no nos pides ayuda? –me dijo con desconsuelo. negando no sé a quién. Ginebra me dio un suave toque en mi hombro derecho y fue a reunirse con su marido. Se había quedado aún más sola que yo. Ella se acercó a mí y yo le tomé de la mano. uno por uno. – Estupendo. lo más efectivo era observar los alrededores. –dijo dándome nuevamente la espalda. Jimena. La observé rodear la mesa y sentarse en su cómodo sillón. que así se llamaba. –repliqué. –fue la . La miré. –murmuré con rabia. esperando que prosiguiera y me evitara así el esfuerzo de hablar. No puedo ejercer ahora mismo. Pedí ver a la jefa del departamento de pediatría. – ¿Hay algo que pueda hacer para evitar que hagas esa locura? – No. se adelantó para zanjar cualquier polémica que yo pudiera enfrentarle por llevarse impunemente mi coche. hasta la fecha.. Lo imaginé la primera vez que llamaste para hacerme saber que no ibas a venir en unos días. desde cero. – Todos hemos pasado por algo así alguna vez. pero si tiene alguna reclamación ya sabe que puede hacerla en el ayuntamiento. Tenía un carácter agrio.– Muchas gracias. pero sólo hubiera conseguido que me metieran en un calabozo. No sería justo. Parecía cuero. algo que últimamente parecía que me costaba demasiadas energías. le di instrucciones al taxista para que me llevara al hospital donde trabajaba. – Vienes a pedirme la renuncia. pero cuando había que esperar. esto también me aterraba. – Lo siento mucho. Con lo que me dí la vuelta para intentar conseguir un taxi. Nunca imaginé que conseguir un taxi libre en aquella maldita ciudad fuese tan difícil. La media hora que me tomó. Ni siquiera sé cómo cuidarme a mí misma. Petra Collado. Debía de provenir de el material con que estaban tapizados el sillón y las dos sillas de visita. No es que fuera la primera vez que estaba allí. Me senté en unas de las sillas y miré a mi alrededor.– ¿Es usted la dueña del vehículo? – Sí. trazando círculos al azar. – Disculpe. Pero como toda nueva cosa que me atrevía a emprender. –admití simplemente. Estaba a punto de que mi vida diera un rumbo inesperado. Cuando al fin lo logré. acomodándose la bata acto seguido. puesto que los demás internos la odiaban. Lo que realmente me hubiera gustado hacer era mandar a la mierda a aquel guardia. – Siento mucho lo de tu padre. – Creo que sé a lo que has venido. e incluso me atrevería a decir que yo le agradaba. Un extraño olor me inundó. se unió a mí minutos más tarde. Pronto me pasaron dentro de su despacho. Sabía que debía empezar de nuevo. a él y a sus impecables y falsas maneras. Pasé los dedos por la inmensa mesa de roble. pero no podía precisarlo con exactitud. Cosa inusual. Ella siempre había mantenido un trato cordial conmigo. pero todos nuestros encuentros habían sido. Antes de que pudiera sugerirle que tuviera un poco de compasión hacia mí.. –me dijo nada más cerrar la puerta tras de sí. Así es la vida. casi hizo que me pusiera a patalear en medio de la calle. cordiales. ¿verdad? – Sí. – Gracias. Estos pensamientos tuvieron un inesperado efecto en mí. Pero eso no cambia nada. Junto a mí. sólo los madrugadores o los que tenían el inevitable deber de sacar a sus mascotas. puesto que no había nada en aquel mundo que me preocupara menos que eso. Me miró. Observé desde mi puesto la tristeza del paisaje que el Otoño otorgaba a su paso. Afuera. –comencé a replicar. –sentenció a media sonrisa. Ahora que había abandonado mi trabajo. Qué fácil es la existencia para los que no sienten. – No lo olvidaré. Me di prisa en llegar hasta la salida. – Te he visto con los niños. Me levanté y salí del despacho. parecía estimarme y yo no podía rechazar aquella simple petición. A mí me salió como por arte de magia un intento de risa que resultó ser más bien un bufido.. me seguía aguardando la fría mañana. Aquella mujer con la que apenas había cruzado un par de frases. y de paso mi última responsabilidad.. De repente. – Puedo darte una semana más. – No creo. No olvides eso nunca. siempre acabo arrepintiéndome de todo lo que hago. realmente eres buena. – De acuerdo. Un trago que yo estaba . durante al menos veinte minutos más hasta llegar a un parque donde pude descansar mis agotados pies en un banco de madera. ya no tenía prisa por llegar a ningún sitio. maldiciendo. – Espero que no te arrepientas de esta decisión. una ligera cuestión. Piénsatelo hasta entonces.. aceptaré tu carta de dimisión sin rechistar. Gracias. que yo recuerde. al guardia municipal. – No me digas que no sabías que esto pasaría en algún momento. aparentemente muerta. De repente todo lo que anhelaba era poder tomar un trago de licor. Las similitudes que encontré entre aquel panorama y mi propio interior fueron aplastantes . por quinta vez en aquel día. pero fue sólo eso.primera vez. pocas personas paseando a tan tempranas horas de la mañana. abandoné la intención de buscar un coche público y me pareció una magnífica idea el simplemente deambular sin rumbo fijo por entre las calles. Seguí caminando por entre los edificios de apartamentos. Aún así. que se me antojaban en esos instantes horrendos.. –soltó cerrando los ojos y negando con la cabeza. me tropecé con uno o dos a los que les dediqué un leve asentimiento de cabeza.. Si sigues pensando igual. Me abroché el último botón de mi abrigo y fui en busca de otro taxi. – Hazlo como un favor personal hacia mí. Me pregunté qué era lo que iba a hacer de ahora en adelante. Deseé con todas mis fuerzas ser alguno de aquellos árboles. no sin antes mirar por última vez a la mujer.. – Sabía que ocurriría. – Jimena. Sólo uno. quien me regaló una mirada de simpatía y entendimiento. No podía negarme a aquello. Yo estaba así. no me sentía con ganas de coincidir con algunos de mis compañeros de profesión. que me había llamado por mi nombre de pila. Casi me atrevería a decir que la mejor que ha pasado por aquí. esperando a que llegaran tiempos mejores que fueran capaces de provocarme la vida de nuevo. – Desgraciadamente. La expresión de su rostro era de absoluto enfado. hizo que mis papilas gustativas se quejaran con dolor y que la saliva se hiciera más líquida aún. Media hora después. pero aún así me negué a abrir los ojos. –dijo la voz. Y yo ya había comprobado que el alcohol era capaz de dármela. – ¿Jimena? –se volvió a repetir. mirándome como si quisiera tragárseme de un bocado.. pero me negué a responder. con los brazos en jarras y los labios fruncidos. esta vez con más insistencia. donde tomé un pequeño vaso para apurar el vodka. la falda y la camisa blanca de algodón. Creí que aquella pequeña interrupción acabaría pronto y que sólo era producto de mi ebrio estado.segura de que calmaría mi ansiedad. peleado y casi mordido por un taxi. – Déjame en paz. Hasta que mi cuerpo se desplomó sin remedio sobre el suelo. – ¿Violeta? –pregunté incrédula. Mi siguiente destino fue la cocina. Me levanté decidida en dirección a una licorería cercana. Sólo eso. Sólo me importaba la bolsa de papel que contenían las botellas de Smirnoff y a la que yo me aferraba como a un salvavidas. Recordé mi promesa a Violeta. dando manotazos a ciegas para apartar a quien se hubiera atrevido a molestar mi calma. El . Estaba expectante. deseando poder regresar a mi estado de ensoñación. Coloqué la bolsa sobre la mesita del café y fui directa a abrir una ventana para que iluminara el salón. a los que abandoné con absoluta despreocupación en el suelo. – ¿Jimena? Lo oí. observando como me temblaba la mano que sostenía el vasito. Pensé cómicamente que acabaría por desarrollar un incondicional amor por los rusos. llegué a mi casa. Nada más sentarme en el sofá. abrí la primera botella de licor. Me reí en voz alta ante mi propia y estúpida ocurrencia. tras haber gritado. Nada más abrir la puerta me deshice de la chaqueta y del bolso. En mi camino de vuelta. fui dejando desperdigados los zapatos. ”Esto va bien”. El olor que de ella se desprendió. despertándome por entero. Pero ahora esa tentación era demasiado poderosa como para ignorarla. Simplemente quería recuperar algo de mi paz interior. –me ordenó la voz.– Tú lo has querido. Sonreí. igual de autoritaria que desde el principio. Despegué la cara del suelo gélido y levanté la vista para asegurarme de que era ella. – Muy bien. Así que cerré los ojos y me dejé llevar. a la que yo había pasado sin dedicarle apenas un vistazo temerosa de volver a caer en la tentación de esconderme en algo tan infecundo como el alcohol. Entré en el dormitorio y me puse el pijama para estar del todo cómoda. – Levanta. por haber sido los artífices de tan espectacular destilería. – ¡Maldita sea! –mascullé con rabia. pero encubrí mi traición diciéndome que sólo sería por esta vez.. Sentí que me asían de los pies. me dije al darme cuenta del extraordinario humor del que ya disfrutaba sin haber probado una gota de alcohol. –pedí. cuando mi lento cerebro registró aquel tono. .. –dije en tono amenazador. – Gracias. – De acuerdo. En estos momentos lo único que se me pasa por la cabeza es estrangularte. – ¿Y qué sugieres que hagamos? – Jimena. Suspiré con desgana y me recliné sobre el respaldo del sofá.. del que apenas quedaba ya nada. –comenzó ella otra vez.. que en otras circunstancias jamás me hubiera atrevido a poner en práctica... . – Yo que tú no tentaría a la suerte. – ¿Esto es lo único que te importa? – En este instante sí. – Dame la botella. – No he dejado de pensar en ti en todo el día. – ¿Mi madre otra vez? Tenía que haberlo supuesto.. – No.... Violeta esperó pacientemente sin moverse un ápice. –me confesó. con la tela de nuestras respectivas ropas rozándose. sabedora de que no me devolvería la botella aunque se lo suplicara. señalando con la cabeza la botella media vacía que reposaba sobre la mesita. Debo hablar con ella seriamente y decirle que no puede acudir a ti cada vez que me pase algo. y tú tampoco vas a beber más. Creo que eso ya me lo habías dicho. sin reconocer mi propia voz que casi se podía confundir con el ronroneo de un gato. Me puse en pie casi de un salto y me acerqué a ella con pasos cortos.– Con el agravante de agresión... evitando hacer contacto visual con ella. ¿quieres ayudarme? –dije... Yo no estaba por la labor de comenzar otra agotadora charla sentimental. – En cuanto a tus preguntas. Me senté en el sofá pesadamente. –me interrumpió.. Violeta..– ¿Te apetece un trago? – No. – Devuélvemela. con un llavero que yo reconocí como la copia que poseía mi madre de la casa.. – ¿Qué tal si vamos a mi cama y hacemos el amor? Eso también podría hacerme olvidar. Basta una mirada para saber lo mucho que necesitas que te ayuden. – Imbécil.. casi creando una danza mientras lo hacía.. –me espetó con furia mal disimulada. Tan sólo quería regresar a mi estado ebrio.misterio de su presencia allí inundó mis sentidos. Me arrebató la botella de las manos antes de que yo pudiera llenar el vaso. incluso cuando me acerqué todo lo que pude a ella. ya. – Porque no te necesito. –fue lo que dije a cambio. así que podríamos declarar el acuerdo nulo y sin efecto. – Puede decirse que yo no estaba en plenitud de mis facultades cuando te hice tal promesa. créeme. – Me lo prometiste. – ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado? – Por la puerta. – ¿Por qué no me dejas ayudarte? –me dijo casi en súplica. –dijo al tiempo que sacaba unas llaves del bolsillo.. – Sí. Aún puedo hacerte mucho más daño.– Estoy muy preocupada por ti... Lo cierto es que a mí se me había ocurrido una estúpida y cruel idea. – ¿No se le llama a esto allanamiento de morada? –dije jocosa mientras me levantaba a duras penas.. que me besaras. –me dijo simplemente. pero nunca he sido así. Sigue. Y yo no podía conformarme con eso sólo. – Estás borracha. No supe la razón. – ¿Lo estoy? ¿Y si no lo estuviera? – Si no lo estuvieras. Su maldita cabezonería provocó que mi interior se rebelase y me llenara de ira. – Voy a tomarme esa respuesta como un no.. –dijo. Justo como estoy segura de que eres capaz de hacer.. – Lamento tener que decírtelo. prefería sufrir su ausencia. Continuación. Yo me revolví en el sofá. quizás era enfado.. que me hicieras el amor hasta hacerme gritar. Desde el primer momento en que te ví quise sentirte. lanzando lejos un cojín que había ceñido momentos antes contra mi pecho.. – ¿Qué te apetece cenar? –me preguntó como si nada hubiera pasado. – No voy a dejar que te ocurra nada. –sentencié. en cuerpo y alma. igualando así mi propia pose de perversión.. apenas sin despegar los labios.Dejé la cuestión en el aire y observé como Violeta curvaba la boca en una sonrisa. aunque esto último sólo fuera una sensación que yo deseaba tener. ni siquiera se te habría pasado semejante idea por la cabeza. –clamé agriamente. emitiendo un leve suspiro. ¡salvarme a mí no te será de ayuda!.. entre otras cosas porque eso significaría tener que aceptar su amistad.. Violeta!. sino que proseguí provocándola.. Después de tantos años. ira o tal vez deseo.. La vi apretar las mandíbulas varias veces mientras me miraba con una intensidad pasmosa que casi me hizo dejar de respirar. – ¡Por el amor de Dios. Violeta se giró levemente y fijó la vista en otro punto del salón. No mientras pueda evitarlo. Violeta!Sólo quiero que me dejes en paz. yo sabía que era incapaz de aceptar su ayuda. y puesto que no hay nada más divertido que hacer.. ¿te importaría devolverme la botella ahora? – No vas a probar una gota de alcohol en mi presencia. – Deberías darte una ducha... Al menos en mis sueños... ¡YO NO SOY ELLA! –grité con ganas. Así que me levanté una vez más dispuesta a acabar de un modo u otro. volviendo a estirarme sobre el sofá. – . ya sabes dónde está la salida.. como si fuese inmune a mis ataques. Si no podía tenerla por entero.. – ¡Yo no soy tu hermana. – ¿Es sólo repulsión lo que te hace decir eso o es que quizás sigues creyendo que soy la misma niña inexperta e inocente? –no le di oportunidad de responder a mis insidiosas preguntas. Tu cuerpo no tiene nigún rincón desconocido para mí. Las consecuencias de mis agrias y crueles palabras se reflejaron al instante en su . – Si no quieres verlo.– Una muy fría. Mi padre no la hizo feliz.. La vi acercarse y sentarse junto a mí.. Nunca he encajado bien los sentimentalismos. Enhorabuena.. – Apuesto a que ni siquiera te has permitido llorar hasta que no te queden lágrimas. su expresión una máscara de dolor... En mi interior una única súplica : la de dejar de existir. bajando la cabeza.. – Te hubiera perdonado si no estuviera tan segura como lo estoy de que deseabas hacerme daño deliberadamente. oír hablar a Violeta de sus sentimientos. –dije.. Mis recuerdos de ella. ¿Puedes devolverme a mi padre? Porque eso es lo único que necesito.– ¿Es que posees el don divino de aliviar las penas ajenas? Porque de otro modo no se me ocurre cómo puedes ayudarme. –la llamé cansadamente.. mientras hundía el rostro en las manos totalmente derrotada. – ¿Perdona? –repuse extrañada. Negó con la cabeza. ¿me equivoco? – Lloraré si sigues con ese tono condescendiente. – No. ¿Es que iba a contármelo? Eso era algo que nunca imaginé que ocurriría. Lo has logrado. – Perdóname. –admití avergonzada. – Violeta. – No tienes ningún derecho a usar a mi hermana para hacerme daño. – No te he visto llorar ni una sola vez.. todo lo que haces es beber y beber.rostro.. algo que por otra parte. – Supongo que lo que realmente pasaba es que no tenía las fuerzas suficientes para hacerlo. no me importaba en absoluto. Todo sin dedicarme una simple mirada.. se han ido desvaneciendo con el tiempo. – Creía que eso era algo de lo que no te gustaba hablar. – Hazlo de una maldita vez.. Supuse que así le resultaba más fácil hacer las cosas. Yo creo que murió de tristeza. – Lo siento.. – Debería dejarte en paz. Hizo una pausa. La vi apretar la botella hasta que sus nudillos se pusieron blancos por el esfuerzo... endureciéndose como el acero. Espero que al menos haya servido para que una de las dos se sienta mejor. – No me siento feliz de haberlo hecho. Debería dejar que te sumas en la oscuridad que tanto deseas. te lo aseguro. ese hijo de puta fue incapaz de hacer feliz a nadie. – Lo sé.. Incluso me hizo temer seriamente por mi vida. pude ver los músculos de su . Apretó las mandíbulas con fuerza. –confesé en un murmullo. – Tal vez tengas razón y esto sea un error. –dije mordaz. –gruñí. Jimena. de su hermana o de lo que le pasó. Depositó la botella sobre la mesa y suspiró antes de hablar. desgraciadamente. – Mi madre murió cuando yo tenía cinco años. – ¿Sabes por qué se suicidó mi hermana? La miré. sacar toda esa rabia que llevas dentro. tuviera tales efectos devastadores. sentándome en el sofá por enésima vez. como quieres que haga. A decir verdad. Nunca imaginé que hacerle daño a alguien a quien tanto se ama. queriendo cortar la conversación cuanto antes.. Me arrimé. Hubiera dado mi vida por borrar todo aquel sufrimiento de la suya. Jimena. La alcancé con ambas manos e hice que me mirara a los ojos. por favor... No me preguntes porqué.. cuánto me importaba y cuánto la amaba. No sé muy bien los motivos. Esperé pacientemente a que prosiguiera su relato. Quiero que veas que no eres la única que sufre. sólo quedamos yo. ¿Cómo podía negarle aquello? – Sigue. Supe. Y su rostro compungido me lo reafirmaba. Si algo me había dejado claro siempre es que nunca le quiso.. que una mueca de pesar se había instalado allí. Pero de ninguna forma yo iba a preguntárselo.. recopilando. La sentí introducir una mano en la parte de atrás de mi cabeza. viejos recuerdos. – Yo soy quien ha cargado con todo el peso de su muerte. Yo la amaba con total devoción. –admití... tragando con fuerza. Desde que conocía a Violeta. Algunos incluso hacen muy difícil el levantarme cada día . pero no estoy aquí por Alicia. Estoy aquí por ti... No me importó entonces demostrarle cuánto sufría por su desdicha. nada puede traerla de nuevo. que necesitaba comprensión. – Me ha costado muchos años poder hablar de esto. Pero lo que ella me había contado era incluso más de lo que podía soportar. ¿sabes? Creo que fui la única que lo sintió. Tiró con fuerza de . – Violeta. Al fin y al cabo sólo nos teníamos la una a la otra. No tienes ni idea de cómo esa imagen me ha perseguido y estoy segura de que lo hará hasta el día en que me muera. encerrada en su propio mundo. Entre tú y yo hay demasiadas cosas sin aclarar.. Ella era como tú. Le estaba dando todo lo que yo tenía y era capaz de dar. Otra pausa que sirvió para que ella se frotara la frente con una mano. Ya se estaba convirtiendo en una pesada carga para mí. Yo estaba segura que era por el hecho de estar hablando de su padre. mis pensamientos y mis recuerdos.cara tensarse. Además. nunca había estado tan segura de lo desdichada que era hasta aquel momento. Deseaba que dejara de contarme aquello. – Quizás nunca te he demostrado lo que me importas. – Verás. La besé con desesperación. uniendo mi dolor con el suyo. por la mirada que me dedicó entonces. Violeta se dio cuenta.. supe que había algo más en su historia que no quería contarme. créeme. Y ése es el fin de la historia. al tiempo que me acercaba a ella. llena de inocencia. Quizás ni siquiera sé hacerlo.. Yo me he pasado toda la vida de esa forma. cuando apartó la mano. y así fue como la encontré. –la llamé. nunca supe que fue lo que pasó con seguridad. No hay más. –le supliqué en aquel punto. – ¿No quieres conocer toda la historia? – No estoy segura. seguramente. –la llamé acallándola. Simplemente acepta mi ayuda si puedes. – Violeta. tímida. y creo que ella a mí también. Era imposible no hacerlo. bañada en su propia sangre. – Se cortó las venas con una cuchilla en la bañera. ya sabes que odio dar explicaciones. Cuando tienes un padre que te maltrata suelen ocurrir cosas así. pero creo que fue eso lo que la llevó a ese extremo. Y me había elegido a mí. inmóvil en mi sitio. haciendo que bajara la cabeza para plantarle sendos besos en la frente y las mejillas. Observé en su perfil. Prefería seguir pensando que siempre habría una posibilidad.. . Señor. Se acercó a mí. –mentí.. – Creo que sí lo sabes. – Sí.. Por primera vez levanté la vista de sus labios hacia sus ojos.... – ¿Te conformarías con eso? –inquirió de nuevo. yo soy igual que el resto de los humanos.. Pero en ese punto se mantuvo inmóvil. –respondí con sinceridad. Tenía que probar esos labios. Jamás me conformaría con eso.. – De entre toda la humanidad tuviste que elegirme a mí. pero cada vez que intentaba acercarme. – ¿Por qué? – Porque estás demasiado cerca. – ¿Entonces por qué conmigo eres incapaz? ¿Porque soy mujer? – Si me acostara contigo. Me froté las manos y miré la botella que reposaba sobre la mesilla. – ¿Quieres besarme? –me preguntó. – Una amenaza para mi estabilidad. sentí su calor. –contestó incrédula... – Voy a soltarte y entonces podrás comprobarlo. –me confesó. – Te acostabas con mi hermano. – Me ves como una amenaza. Nunca has dejado de repetírmelo. – Sí. Eso es lo que ocurre cuando se ama de verdad . –dijo haciendo una pausa.. – No lo sé.. temerosa de que ella dijera algo así como que jamás sería capaz de amarme o incluso peor. Y entonces me di cuenta.. En cambio. algo que a ella también le sorprendió. – Sin embargo has sacado el tema. ¿verdad? –me dijo. –dije.. le hice una pregunta que siempre me había estado rondando por la cabeza. Yo te recuerdo a tu hermana.mi cabello hasta hacerme separar de ella hasta que me tuvo mirándola a los ojos... Tengo tantos defectos que a veces encuentro difícil el esconderlos. ¿De qué tienes miedo? – Yo no tengo miedo. ¿Qué es lo que te hace verme de esa forma? ¿Qué tengo yo que no has conseguido olvidar? Sentí que me mareaba. aunque en el fondo supiera que no era cierto... – Jimena.. Inhalé su aliento. Ella había dado con el enigma. casi se rozaban nuestras narices. – No quiero hablar de esto. Yo no estaba preparada para responder a esa respuesta.. – Aún no puedo explicar qué es lo que me mantiene tan unida a ti. – No es cierto. ella tiraba de mi pelo hacia atrás para impedirlo. Tu sola presencia me inquieta. Yo pensé durante unos breves instantes para después responderle.. –interpelé súbitamente. mientras ella soltaba mi cabello sin mover su rostro. Creo que me estoy volviendo loca. Ahora sólo nos quedaba resolverlo. No supe muy bien si lo que quería era jugar conmigo o tal vez comprobar algo. No la besé.– ¿Qué crees que cambiaría? – Sólo sé que el que aparecieras de nuevo sólo me ha traído viejos fantasmas que yo había logrado encerrar en mi mente. cuánto deseaba en esos momentos beber un trago.. – ¿Jimena? –oí que Violeta me llamaba desde detrás de la puerta. Cerré los ojos y suspiré hondo ante la intensa sacudida que cruzó mi cuerpo. dejando que mi mente se recreara en los recientes hechos. Dejé que mi pelo se secara con el aire y ni siquiera me peiné. Me doy cuenta de lo duro que tiene que haber sido para ti ese hecho. Cuando salí del baño nuevamente. Violeta no intentó impedírmelo. Yo me infiltré en mi habitación para calarme unos vaqueros viejos y una camiseta... cuando sentí que irremediablemente mi cabeza salía del fondo de la bañera. llenando poco a poco la tina. oí a Violeta peleándose con algo en la cocina. las sentí tirando de mi cuerpo casi inerte. alejándome de ella cuanto pude. Intenté escuchar algún sonido que proviniera de afuera. –me reafirmé y solté una última frase con gran carga sarcástica. –dije de repente. apenas audible a mis propios oídos. El agua apenas alcanzaba para cubrirme las piernas. – Estoy bien. Abrí el grifo de la bañera y observé el agua rodar por la porcelana. Corté el agua en cuanto ésta me cubrió hasta la cintura. sólo sé que me encontré de nuevo en la superficie. Hundí la otra mitad y permanecí sumergida.. Había hecho la cena y había recogido aquel desastre permanente que siempre parecía tener yo allí. Violeta se hubiera ido. Y supuse que la presencia de Violeta y sus palabras tenían mucho que ver con ello. – Voy a darme una ducha. pero el ruído del agua cayendo me lo impidió. sintiendo como cada vez con más urgencia. mientras mi cuerpo se empeñaba una y otra vez por hundirse como una piedra en aquel río. pero me senté allí. con la espalda apoyada en la pared.. cuando tenía ocho años y había luchado por permanecer en la superficie. Me froté los ojos para impedir que las lágrimas que allí se congregaban salieran al exterior. mis pulmones me pedían auxilio. –dije. sólo se limitó a mirarme con expresión extrañada. No estoy segura de cómo ocurrió.– Siento haber sido tan injusta contigo. justo como ahora. Me desvestí con gran parsimonia y me metí dentro. La encontré terminando de codimentar una ensalada. – Jimena. – ¿Seguro? – Sí. me quedé inmóvil hasta que la visión se me nubló. Me sentía anímicamente destrozada. Salí descalza dispuesta a encontrarme de nuevo con mi inesperada invitada. No puede evitarlo. Me pareció que retrocedía en el tiempo. Entonces las manos fuertes de don Federico me habían sacado afuera. como nunca antes. Reparé en la mitad de mi cuerpo que permanecía sumergida. Me dirigí al baño con paso firme y eché el cerrojo para después apoyarme en la puerta. tragando sonoras bocandas de aire. . dejándome de nuevo a solas. Mi cocina relucía. –solté mordaz. –me llamó quedamente al tiempo que posaba una de sus manos sobre mi muslo. Casi tenía ligera esperanza de que cuando emergiera del servicio. sobre todo en mi cintura y en mi claro vello púbico. pero aquel suave roce de su mano me hizo sentir un escalofrío. aún algo asfixiada. Tosí durante varios segundos. – Me he acostumbrado a ser para ti nada más que un espejismo. Aún así.– Nunca he estado mejor. – Estaba a punto de tirar la puerta abajo. –me dijo, aunque yo no estuve muy segura si fue en tono de broma. – ¿Qué es ese olor? –pregunté, abriendo la tapa de la cacerola. – Espaguetis con tomate. Sé que te gusta mucho la pasta. – Tienen buena pinta... –admití, inspirando con fuerza el inconfundible olor del orégano. – Acuérdate de pasar por el supermercado algún día de estos, tu despensa da lástima. Me reí suavemente acordándome de algo más. – También debo acordarme de recoger mi coche. – ¿Y eso? –preguntó, mirándome, sin dejar por un momento de mezclar los ingredientes de la ensalada. – Se lo llevó la grúa esta mañana... Lo aparqué encima de una acera. Me miró, dedicándome una mirada que decía: “lógico” – Podríamos ir mañana, si quieres. –se ofreció. – ¿No trabajas? – Mi próximo vuelo sale dentro de tres días. – ¿A dónde? – Londres. –respondió llanamente. De repente me sentí tremendamente triste ante la idea de que ella se fuera. Tenía que admitirlo, entrar en mi propia cocina y verla allí, cocinando para mí, había sido casi mágico. Algo a lo que , por supuesto, no tardaría mucho en acostumbrarme. – ¿Quieres que ponga la mesa? –me ofrecí. – Claro. – ¿En la cocina o en el comedor? – En el comedor. – De acuerdo. –convení. Abrí las estanterías y saqué dos platos llanos y dos vasos. En cuestión de segundos tenía la mesa dispuesta. – ¿Vino? –dije jocosa abriendo el refrigerador. Violeta se giró hacia mí, no tan consciente como yo de que la sugerencia había sido una broma. Me encogí de hombros y sonreí. – Vale, nada de alcohol en tu presencia. – No bromeo cuando te digo que has heredado esa manía quisquillosa de tu madre. La dejé nuevamente sola en la cocina llevándome el cartón de zumo de manzana y riéndome a gusto. Pensé que en poco tiempo habíamos recuperado algo de nuestra antigua camaradería. Todo, cuando ella estaba a mi alrededor, parecía fluir por diferentes cauces. Me senté y esperé . No tardó mucho en emerger de la cocina, con la bandeja de los espaguetis en una mano y la fuente de la ensalada en la otra. Aún llevaba puesto el delantal. La observé. Imposible pensar en ella como una ama de casa. Se sentó a mi lado y nos sirvió a ambas. – ¿Está bien así? –me preguntó. – ¿Qué? –respondí, algo aturdida. Me señaló con la cabeza el plato y yo miré hacia abajo, a la montaña de colorados espaguetis. Supuse que me preguntaba por la medida de pasta que me había servido. – Sí. Comimos durante un rato, en completo silencio, hasta que yo sentí la imperiosa necesidad de preguntar cosas que durante aquellos ocho años me habían rondado por la cabeza. – ¿Por qué dejaste a Felipe? Violeta miró al frente, sin dejar de masticar. – Dejamos de disfrutar de nuestra compañía... de esa forma. –añadió. – Es así siempre, ¿no? – ¿El qué? –se metió un tenedor lleno de enrollados espaguetis, quizás para evitar así tener que responderme. – Llega un momento en que te cansas de las relaciones. – Quizás sea porque no encuentro lo que busco... –dijo ella, como ausente, como si por primera vez mis palabras le hubieran hecho pensar en el asunto. – ¿Y qué es lo que buscas? – Te lo diré cuando lo averigüe. Me sonrió triunfante, a sabiendas de que había dejado la conversación sin posibles salidas para que yo pudiera seguir con mi interrogatorio. – Tramposa... –bromeé. – ¿Y tú? – ¿Ya me toca responder a mí? – Eso parece. –apuntó Violeta. – ¿Qué es exactamente lo que quieres saber? – Te advierto que eso puede resultar peligroso... – Estoy preparada para responder a tus preguntas. –dije, aunque en el fondo sabía que ni por asomo lo estaba. – ¿Eres virgen? – ¿Perdona? –exclamé con falso disgusto. – No digas que no te lo advertí... –se rió ella, enrollando un trozo de lechuga y llevándoselo a la boca. – No lo soy. Incluso alguien como yo siente curiosidad por el sexo en un momento dado de su vida. – ¿Cuándo fue la última vez? –siguió ella. Arrepentida. Así es como me sentía por haberle otorgado aquel arma peligrosa. Claro que tampoco pensé que sería tan despiadada conmigo. Carraspeé ligeramente, pensando en cómo responder. La verdad era lo único que no me haría arrepentirme aún más. – Hace unos años... –revelé, pero en voz tan baja que sólo yo pude oírlo. – ¿Qué te pasa? –me miró con cierto brillo perverso en los ojos. – ¿Te has atragantado o algo así? – No. – Entonces puedes hablar un poco más alto para que yo también pueda oír lo que dices. – Dije que hacía unos años... – Perdona, he perdido el hilo de la conversación... –la sentí hacer un pequeño ruído con la boca, lo que me dio a entender que estaba disfrutando y mucho poniéndome en serios aprietos.– ¿Hace unos años de qué? – Violeta... –pronuncié su nombre a modo de amenaza. Como era de esperar, lo ignoró. – Dime, ¿"unos años" no te parece demasiado tiempo? – No había pensado en ello hasta que has sacado el tema... Supongo que se hace difícil de creer, pero me he acostumbrado a estar sola y al parecer es todo lo que necesito. – No puedes hablar en serio... –añadió Violeta incrédula.– La soledad no es buena, Jimena. – Yo he sobrevivido. – Sigo sin poder entenderlo. Es imposible que no hayas sido capaz de encontrar a alguien que te haga feliz... – Te encontré a ti. –la interrumpí.– pero aún dudo si eso me hizo feliz... Me miró y yo pude notar que su expresión se había ensombrecido. – Al principio no te creí, quizás porque no quería hacerlo, pero últimamente tengo la sensación de que es cierto que me odias... –repuso triste. – Yo no te odio. –no pude evitar reírme.– ¿De dónde demonios has sacado esa conclusión? – Puede que sea el hecho de que me hables con dureza, de que te incomode mi presencia... – Eso es porque aún me pareces inalcanzable, Violeta. – Pero ya no me amas... –dijo, dejando en el aire la posibilidad de que yo le dijera lo contrario. “Cuidado”, oí que me decía una voz en mi cerebro, “no le des esa ventaja o te hará daño de nuevo”. – El amor es lo más efímero que existe, ¿sabes? –respondí al fin, evitando con ello el tener que mentir. Violeta devolvió su atención a los espaguetis, no sin antes emitir un pequeño suspiro. Ambas comimos en silencio, cada una perdida en sus propias cavilaciones. A pesar de todo, yo me sentía extrañamente en paz, y sabía que el tener a Violeta allí tenía mucho que ver en ello. – ¿Qué es lo que viste en mí? Me preguntó de repente, como si el pensar que yo alguna vez pudiera amarla le pareciese inverosímil. Decidí seguir una línea segura, donde no cometiera el error de comprometerme con mis respuestas. – Lo mismo que veo ahora. –me apresuré a decir.– No creo que alguna vez haya sido un secreto el que te deseara... – ¿Aún me deseas? – Cualquier persona te desearía, Violeta. –suspiré cansadamente al reconocer aquello y recordar que cualquier persona podría tenerla menos yo. – ¿Por qué tantas preguntas? Violeta comenzó a juguetear con la comida, dándole vueltas en el plato. Yo la observé hasta que decidió contestarme. – No lo sé. –se encogió de hombros.– Curiosidad, supongo. – ¿Tienes curiosidad por mí? ¿Te interesa saber algo de mi vida? – Aunque no lo creas, sí. –contestó muy seria. – No lo había puesto en duda. Si te quedas lo suficiente, quizás puedas averiguar muchas cosas por ti misma... Violeta añadió la boca para añadir algo, pero mi voz la calló una vez más. – De hecho, quizás sea capaz de descubrir qué es exactamente lo que sientes tú por mí... –dije zanjando toda cuestión y metiendo un tenedor lleno de comida en la boca. Violeta volvió a perderse en sus pensamientos hasta tiempo después. Sigue... Continuación... Hice rodar los ojos con disgusto al comprobar como el dado de Violeta se giraba hasta enseñar el número cuatro y cómo ella, con una sonrisa de medio lado absolutamente aviesa, me comía la ficha de color rojo. Yo sabía lo que vendría a continuación: unos minutos de indecisión y de contar veinte con todas las fichas para al final decidirse por la que primero había escogido, eso sí, después de sopesar sus opciones hasta la saciedad. Como si yo, con tan sólo una ficha que ella aún había tenido la “delicadeza” de no comerse, pudiera ser una amenaza. Después de la cena, ambas decidimos sentarnos en la alfombra del salón y jugar unas partidas al parchís. A mí siempre ese juego me había parecido tremendamente divertido, y era uno en el que yo solía tener bastante suerte, pero hoy sólo había conseguido demostrar mi ineptitud. De repente, el parchís me pareció algo bastante bélico, puesto que tenía ciertas ganas de borrar aquella sonrisa de superioridad de la cara de la azafata y no con buenas maneras precisamente. Observé a Violeta mientras mordía levemente el cubilete por un extremo en actitud de profunda concentración. Yo suspiré. – ¿Qué? –me preguntó al oírme. – Nada. – Vale. – ¿Vas a decidirte de una vez? No creo que sea tan difícil. –repliqué algo exasperada. – Así que eres mala perdedora... –murmuró sin tan siquiera dignarse a mirarme, para luego seguir susurrando mientras contaba una y otra vez. – Violeta... – Sé lo que intentas. –me miró por primera vez en media hora. – Pero no vas a desconcentrarme. – Violeta, estamos jugando al parchís. Sólo hay que tirar el dado y contar. No creo que haya que concentrarse mucho para hacer eso... –solté, con gran carga sarcástica. – Es evidente que tú no piensas las jugadas, de otra forma no estarías jugando con una sola ficha. – Esto es una estupidez... –decidí yo, soltando mi cubilete sobre el tablero. Violeta cogió una de sus fichas verdes y, como yo ya había imaginado, había escogido la primera con la que había contado. Estaba segura de que aquello era una estrategia para enervar al contrario. Por otra parte era una estrategia muy eficaz, puesto que yo estaba al borde de un ataque de nervios. – ¿Contenta? –me dijo levantando las cejas cómicamente. – Tu turno. Reprimí la risa y me concentré en lanzar mi dado que cayó con el cinco hacia arriba. Me apresuré a sacar una ficha de la caseta contenta conmigo misma. – Muy bien. – No quiero ni imaginar lo que sería jugar contigo al ajedrez. –añadí puntillosa.– Una partida podría durar años... Violeta me ignoró por completo y en cambio se concentró en agitar frenéticamente su cubilete. – Vamos, vamos, un tres precioso... –pidió para luego soplar su puño antes de dejar caer el dado. Yo me fijé en el tablero y me pregunté para qué demonios quería un tres. Lo descubrí pronto cuando fue ese el número que marcó su dado y ella gritó llena de júbilo. Luego, metió una de sus fichas en la meta, con lo cual le tocaba contarse diez. Al hacerlo se llevó a mi incauta ficha por delante. – No es justo. –me quejé infantilmente.– Ya no quiero jugar más. Violeta se rió de mí y yo me enfurruñé más. – No sabía que fueras tan mala perdedora... –me dijo mirándome con un vil brillo en los ojos. – Ni yo que tuvieras toda la suerte del mundo. – ¿Te rindes entonces? – Yo no me he rendido. –gruñí. – Vale, llámalo como quieras. –comenzó a silbar distraídamente mientras recogía el tablero y lo ponía a un lado. – Eres desesperante a veces... –le dije entre dientes. – ¿En serio? –me contestó divertida, alzando una ceja mientras. La miré con detenimiento. Recordé que yo solía amar cada expresión de su rostro. En él podías leer cualquier cosa, sus emociones siempre se reflejaban en cada gesto. Sin poder evitarlo acerqué una mano y le aparté varios mechones de pelo oscuro que caían sobre su frente. – ¿Ocurre algo? –me preguntó. Yo negué con la cabeza. Ella parecía preocuparse por cada cosa que hacía o cada instante en el que yo me perdía en mis pensamientos. – Estaba pensando en que sigues igual de bella que siempre... Ella se dejó hacer mientras yo trazaba las líneas de su rostro con mis dedos en un roce casi imperceptible. Aparté la mano segundos después, pero ella la atrapó entre las suyas y besó el dorso de la misma, consiguiendo con ello que yo sintiera un escalofrío. – Eres especial, Jimena. La persona más especial que he conocido en mi vida. Violeta. que alguna vez pensaste en mí.. Supe que siempre había actuado de esa forma. casi en un susurro.. Por mucho que yo lo intentara. Felipe me recordaba a ti. – Yo sé lo que es el amor. –concedió en voz baja. Eso es un error. La vi estirar la espalda mientras algunos de sus huesos crujían. Puede que te parezca imposible. –dijo con dulce voz. –musité. – ¿Sí? –me miró con aquellos ojos y yo no pude evitar tragar con fuerza. – Lo sé. Sé que es difícil. Estar en sus brazos era absolutamente placentero. Tan simple como eso. –se acercó a mí y me pasó un brazo por los hombros. a este punto. –se pasó una mano por el cabello antes de proseguir. Pero no el más importante. pero Felipe tiene tanto de ti. – Por supuesto que he pensado en ti. Comenzó a acariciarme el pelo e incluso la sentí besarme ligeramente la cabeza. Jimena. – Todo este tiempo me has negado tus abrazos. pero lo que más me llamó la atención fue la forma en la que sus pechos se marcaron contra la tela de su blusa. Ella sabía que yo necesitaba que me diera esperanzas de que mi vida. – Así es como lo siento.– pero sí puedes llegar a dejar de pensar constantemente en ello hasta que te permite vivir. . – Creo que nunca se supera la pérdida. – Muy difícil. – ¿Cuál es el más importante? – Conseguir que yo lo amara. acercándome hasta que pudo abrazarme. con lo cual permití que esa sensación me inundara. sorprendiéndome incluso a mí misma. –sentenció. – Violeta. – Quizás fue ese el motivo por el cual lo dejaste. Violeta era dueña de su destino y nunca permitiría los reproches. ella nunca revelaría el por qué de sus decisiones. pero tú lo lograrás también. –dije de súbito.. – ¿Cómo conseguiste superar lo de Alicia? La ví pensar durante unos breves momentos.. – Lo siento. como de camaradería..– ¿Por qué? – Porque a pesar de todo no he podido olvidarte en todo este tiempo. – Tienes suerte.– Nunca se debe confundir el cariño con el amor.. Atraje su atención por completo. podría seguir adelante. Era imposible verlo casi a diario todo este tiempo y que tu nombre no apareciera como . –admití. Parecía como si aquellos ocho años no hubieran pasado jamás entre nosotras. Juntas habíamos conseguido crear un ambiente relajado. – Felipe conseguía llenar muchos aspectos de mi vida... llena de curiosidad. Miles de veces. Sólo la gente que es especial logra dejar huella en los demás. buscando seguramente las palabras adecuadas. De alguna manera yo sabía que pertenecía a aquel lugar. – Ocho años. – Dime al menos que me has echado de menos. – Creo que nunca me habían dicho algo tan bonito en mi vida. Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa. –añadí. una multitud de sentimientos que se mezclan y se confunden. Sólo te miro. Me separé para mirarla. – ¿Estoy segura durmiendo contigo aquí? –preguntó en tono jocoso. llenando mi vida con ello... No supe que se había traído una pequeña bolsa con algunas cosas suyas hasta que llegó la hora de irnos a dormir.por arte de magia en mi cabeza. –contesté. – Violeta. Tampoco es que lo intentara mucho. No es que se molestara mucho en esconder su interés hacia mi persona. –le confesé. – ¿Qué? –me preguntó algo incómoda al notar que la estaba mirando fijamente sin pretensiones de decir algo. Pero yo no iba a revelarme nada más de mí. – ¿Lo sabe tu familia? Me reí suavemente. Creo que tú nunca podrás entender nada de mí. Yo no podía apartar la vista de la azafata. Lo eres. Me sentí a mí misma fruncir el ceño.. – Tengo veintiséis años. Ya lo había demostrado antes. Así que quería saber cosas sobre mí. Aunque yo ya no lo sea para ti. Supongo que el amor es así.. – ¿Por qué dices eso? – Puede que algún día estés dispuesta a poner la suficiente atención para descubrirlo por ti misma. a veces quería que se alejara. como si eso fuera suficiente para su tranquilidad. – ¿Crees que voy a saltar encima de ti? – ¿Es una posibilidad? – Ahora estoy completamente sobria. negando con la cabeza al tiempo. Simplemente quería saber qué ocurriría esta vez. Me había hecho esa firme promesa. Era extraño.. – Hora de ir a la cama.. Jimena. ella lo tenía todo dispuesto.. – Tú siempre has tenido el don de hacerme sentir importante. La última vez que había intentado hacer algo similar con ella había desembocado en una desgracia para mí. hasta cuándo Violeta seguiría apareciendo en el quicio de mi puerta. – Nada. que saliera de mi vida y otras sólo deseaba tenerla cerca de mí para siempre. apoyando el codo sobre la almohada.. –informó ella tirando de mi mano para ayudarme a levantar. ni un solo novio conocido y ninguna vocación religiosa. Violeta entró en el dormitorio ya vestida con su pijama.. Un recuerdo cruzó mi mente. No son necesarias las palabras en este caso. – ¿Qué? ¿en qué piensas? –me preguntó cuando notó mi ligera vacilación.. La miré apartar las mantas y meterse debajo de ellas con celeridad. – Lo eres. con la palma de la mano sosteniendo mi cabeza. Como siempre. Me reí dolorosamente. – Creo que en mi familia llevan especulando con mi homosexualidad desde hace . Su visión era para mí un incesante ir y devenir de emociones. La sospecha y la intriga era evidente en su mirada. Supongo que esas cosas se notan. – Una historia interesante. Un solo beso y ya me hizo sentir arder por dentro. Sus manos eran algo que siempre me llamó la atención en demasía.. –me interrumpió. –dije. distinguiendo entre las sombras la silueta de su espalda.. Sentía tantas ganas de alcanzarla. Unas manos que me hicieron gritar como nunca imaginé que fuera capaz mientras ella me animaba a seguir una y otra vez.. al menos. con la piel tersa y suave que los rodeaba.– Tampoco es como si el cuerpo de una mujer fuera desconocido para mí. Deseé estar sola para... Supongo que el hecho de que ella fuera una mujer experimentada ayudó a que no se convertiera en un fracaso. yo pertenezco a ese género. como la deseo en estos momentos”. Pude notar por el tono de su voz. Yo la había puesto en una situación incómoda premeditadamente.. pensé que tan sólo me tenía que dejar llevar por mi instinto. Se dio la vuelta para apagar la luz de la lámpara que estaba en su zona de la cama. mientras se movía contra mi piel.. Tenerla entre las piernas fue como un sueño. tantas que apreté los muslos y hundí la cara en la almohada. me reconocí a mí misma. Yo me acomodé de nuevo sobre el colchón y apagué la luz de mi lado. En el dorso. – Me muero de sueño. con su largo cabello azabache esparcido sobre la almohada. – Recuerdo que yo no me sentí nerviosa en ningún momento. por la avidez que denotaba su mirada. –dijo al fin.. – Recuerdo mi primera vez. Nunca imaginé que un cuerpo se pudiera acoplar perfectamente al tuyo. su sexo. Era muy importante ir recogiendo las pequeñas piezas que me iba otorgando para completar el puzzle que siempre había sido para mí. Sus manos. luego un dolor intenso en la ingle. Ella no dijo nada.. Así que proseguí. Pude observar. ya sabes. Dios mío. sus pechos contra los míos. sin ganas ya de continuar con la conversación. casi insoportable... quizás porque quería comprobar si con ello podría sacar alguna emoción de su interior. jamás pensé que sería de aquella forma. claro. que estaba algo molesta. –con mi mano libre tomé una de las suyas y le acaricié los dedos. ese mito de que la primera vez es un calvario. La visión de su rostro desde mi posición era maravillosa.. Me di la vuelta. que estaba muy interesada en el tema que yo había sacado a relucir. con la sábana a la cintura y aquella personal pose desganada.– Fue increíble. ya sabes. deseo. encontrar la realización que mi cuerpo me pedía a gritos. aversión. –sonreí. Mi propia autoestima me exigía que lo hiciera.. “Oh. Violeta retiró nerviosa su mano de la mía y fue entonces cuando me fijé que sus pezones se marcaban con precisión contra la tela de su camiseta blanca.. sorprendiéndome incluso a mí. con las ganas .. después de ti. como si fuera parte de ti..demasiado tiempo. simplemente me miró. Fue la segunda persona a la que besé. Todo en ella era tan mágico que era imposible no caer bajo su hechizo. venas azuladas que se marcaban como las líneas de un mapa. cualquier cosa me valía con tal de tener un atisbo de lo que Violeta pensaba o concebía sobre mi persona. con una mano posada sobre su estómago. Poseía unos bellísimos y largos dedos. Minutos más tarde me encontré sumida en la misma desolación. – Tenían al firmeza de las tuyas. Celos. . –susurré para que. mi rostro hundido en su garganta. no alterar su inconsciencia. A la mañana siguiente. Había dado diez pasos cuando de repente algo en mí se rebeló.. con ella acariciándome el rostro. Creo que vio la necesidad descarnada reflejada en mis ojos. dejándome sola. Poco después. nuestras piernas entrelazadas bajo las mantas. Violeta no se había movido de su posición ladeada. me atrajo hacia sí con infinita dulzura. en caso de que estuviera dormida. Violeta fue la primera en despertar cuando la alarma del reloj sonó a las nueve y media. su cautiva. Noté las miradas de lascivia que me estaba regalando y me decidí concienzudamente a ignorar ese hecho mientras esperaba por el maldito recibo. Yo era su esclava.. 5ª Parte. Ni siquiera cuando me había quedado profundamente dormida Violeta me había hecho abandonar el refugio que para mí era su abrazo. Sin decir una palabra. – Violeta. Esa noche abandoné el infierno y me adentré en el paraíso que era Violeta. Así que me di la vuelta y me . Pffeiffer 5. uno de mis brazos en su cintura.. Casi como por arte de magia.. ¿Podrías. sin la menos señal de que el sueño llegara pronto. Un segundo después se dio la vuelta para encarar mi rostro entre las sombras.encendidas. Me dedicó una leve sonrisa y salió de la cama. Miré a Violeta que rodaba los ojos con disgusto. los ojos comenzaron a cerrarse sin remedio. Yo me dejé llevar hasta quedar arropada por sus brazos. Autora: R. ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO. Me dio las gracias llamándome “rubita”. Sigue... BELLA VIOLETA. La calma se apoderó de mi cuerpo. yo misma abrí los ojos para encontrarme aún en la misma posición. Ése era el poder que sin quererlo ella poseía sobre mí. Tuve que pagar la cuota a un tipo con pinta de mafioso para poder sacarlo de allí. Casi me atrevía a jurar que ella tampoco conseguía conciliar el sueño aquella noche. dándome la espalda. – ¿Qué? –me susurró de vuelta. Hora y media después salíamos preparadas rumbo al depósito municipal para recoger mi coche. – No puedo dormir. se dio cuenta de que el hecho de estar entre sus brazos podría adormecer a todos los demonios que vivían en mi interior.? ¿Podrías abrazarme? No contestó. En un primer momento lo ignoré dándome la vuelta dispuesta a irme.. me subí al coche. Violeta se adentraba en la tienda. Fui inmediatamente a por aquel trofeo. observé por el rabillo del ojo cómo Violeta se peleaba con mi sofisticado equipo de música. – Es muy aburrido conducir sola. cada vez más intrigada. Fue entonces cuando supuse que me había hecho dirigir hacia las afueras. Le hice caso a pesar de que lo único que me apetecía era abrir en canal a aquel tipejo. Yo no sabía que sería lo próximo. sintiéndome feliz de que ella quisiera continuar en mi compañía. Arrugué la nariz y le eché un rápido vistazo a Violeta. preguntándole mudamente qué era lo que traía allí. sonriéndole levemente. –me dijo. no tenía idea de por qué había aparcado en aquella zona. A ella parecía divertirle todo aquello. puesto que me sonrió alzando una ceja. – Supongo que sí. –bromeé. sintiéndome aún demasiado observada. La ví acercarse hasta mí y subirse en el asiento delantero. y mientras que yo llenaba el depósito de mi coche.dirigí a a aquel hombre con rabia. Miré a mi alrededor. Tiempo después paramos en una gasolinera. Luego nos pusimos en marcha otra vez. – Tengo una idea. – Es una sorpresa. – No vale la pena. La seguí con mi coche unos diez minutos hasta que aparcó en una calle y se bajó rauda de su auto. Yo arrugué el ceño cuando pasó a mi lado. – Vamos a pasar un día de campo. pero enseguida pude sentir cómo mi saliva se disolvía. Creo que entonces fue cuando me di cuenta de lo enfadada que estaba yo con el mundo entero. –comenzó a indicarme. No pude evitarlo. Violeta me acompañó hasta mi coche. – Lo sé. – ¿Tienes algo que hacer hoy? –me preguntó. ¿no te parece? – ¿A dónde vamos? –pregunté. así que esperé a que fuera ella la que diera el siguiente paso. Sin quitar la vista de la carretera. . – Es disgustante.– He comprado bocadillos. –me sonrió pícara. con uno de sus brazos sobre mis hombros. ¿Sugieres algo? – Lo primero que me apetece es salir de aquí. Sigue por esa calle. como cuando en el cole. sólo para encontrarme con Violeta agitando una chocolatina delante de mi nariz. Le aparté la mano con suavidad y presionando un simple botón hice que buscara digitalmente una estación de radio. –afirmé. Reconocí al instante la personal voz de Luz Casal. seguramente a uno de esos parques naturales donde la gente pasaba los domingos con sus hijos. – ¿Me vas a decir adónde vamos? –dije con la boca llena de chocolate. Le hubiera dicho un par de cosas de no ser porque Violeta adivinó mis intenciones y me sujetó de un brazo. Paré el automóvil justo detrás en espera de alguna indicación por parte de ella. Tras pagar la gasolina. saliendo poco después cargada de dos enormes bolsas de plástico. Me alegró el recordar que hoy era viernes y que probablemente no habría demasiada gente. – Ésa es una forma muy pobre de pedirme algo. –me indicó. escuchando los roncos tonos de la cantante. – ¿Te molesta que te toque? –siguió ella por mí. –dije sin despegar apenas los labios. – No. viendo como sonreía y disfrutaba de nuestras confrontaciones en broma.. entonces? – Pues un poco de todo. eso es todo. – Lesbiana.. Prefiero la música de cantautor y odio los productos para quinceañeros. – Eso es porque te dejo ganar. Se echó a reír. Escogimos una mesa de madera al azar y nos sentamos en ella para comenzar nuestro almuerzo. – De lo que sí estoy segura es de lo que me saca de quicio... – Entonces no estás segura. Ambas teníamos heridas muy profundas y yo había aprendido en el transcurso de un día que esa circunstancia podía crear lazos sólidos. . – Sueles asustarte cada vez que me acerco a ti.– ¿A ti no? Me encogí de hombros. Era increíble cómo Violeta me hacía dejar a un lado mis penas y disfrutar de cada momento junto a ella. – ¿Qué es lo que te gusta. – Tenías chocolate.. preguntándome qué es lo que había dicho que resultase tan gracioso. –me guiñó un ojo. – No puedes ganar conmigo. Seguimos con nuestros duelos verbales y bromas hasta que llegamos al parque. – Ya se nos ocurrirá algo. avisa antes de hacer algo así.. –contrarrestó sonriendo. – Vaya. – contesté medio en broma. ¿qué? – He dicho que quizás sea eso. ¿mi estatura. aunque ella lo oyó de todas formas. –me advirtió. –dije un poco a la defensiva. – Me gusta.. –le dije apenas sacando la mano por la ventanilla. Era imposible no hacerlo cuando ella decidía hacer el tonto. sintiéndola escudriñarme desde su sitio. – Quizás porque me intimidas. –me dijo. La miré negando con la cabeza... indiferente. – Cuando llegues a ese cruce. ?.. Me asusté cuando sentí sus dedos rozar una de las comisuras de mis labios. eso es nuevo. – Egocéntrica. Nuestras confesiones de la última noche nos habían acercado de alguna manera. Me regaló un ¡Ja! con falsa indignación haciéndome reír por enésima vez.– ¿Luz Casal? –le dije. – ¿Entonces? – No me lo esperaba... –dijo como si estuviera disculpándose. –me quedé sin palabras. – Creo que vamos a pasar frío. mi boca... – ¿Por qué? – Pues porque. – Eso yo también... – A menos que quieras que tengamos un accidente. Me reí. –zanjé yo. toma a la derecha. – ¿Qué es lo que te intimida?.. recuérdalo. no sólo cuando te toco.. –me sacó la lengua haciendo un gesto de asco. mis ojos. Yo la miré un instante. . –me confesó.. Había cierta similitud. Pero de eso hace mucho tiempo.. – Es cierto. –le palmeé en un brazo. – No soy ciega. preciosa.. –proseguí. –me dijo al verme terminar mi bocadillo en un instante.– Simplemente me cansé de buscar algo que parecía no encontrar. . –dije a la defensiva.. – Tuve una relación que duró varios meses. – Apuesto a que te has quedado con hambre. como haciéndome ver que entendía mi postura.. –Eso quiere decir que te has fijado. – ¿Qué te hace tanta gracia? – Violeta. – Me cansé. – ¿Insinúas que tengo un trasero enorme? Lo dices por lo de tus caderas. Creo que sabía que sería así mientras no insistiera en cambiar mi actitud ni en hablar de cosas que me hacían daño. Ella era una buena persona y nos entendíamos bien.– No sé cómo haces para meter tanta comida en tan poco tiempo en tu cuerpo.. – Pero yo no he dicho que me disguste. a pesar de que ambas sabíamos que había mucho de que hablar. Pero sí puedo ..Ella me hacía parecer una persona completamente diferente. – Yo creo que tus caderas se han ensanchado ligeramente y no me quejo. Cosa que yo le agradecía.. entre ella y yo en aquel tema. – No es cierto. – No tanto como tu culo. –dije en mi defensa. –una pausa. en cambio tú. – Venga ya. Quizás me estaba dando una pequeña tregua. – ¿Yo qué? – ¿Crees que no me doy cuenta de cómo me miras? – Nunca he pretendido disimular lo atractiva que me pareces. No me sentía con muchas ganas de explicarle los por qués. – Además.. haciendo gestos con las manos para excusarse. Me eché a reír sin poder contenerme. – Lo digo en serio.. ni siquiera podría decirlo. –indiqué.. pero estoy segura de que alguna mujer aparte de mí te ha comido con la vista.. puede que no te hayas dado cuenta.. Suspiré.– De eso hace mucho.. pero no resultó.. – Antes solía frecuentar algún que otro bar de mujeres. Al fin y al cabo. pero era evidente que Violeta esperaba que por lo menos le dijera algo. –sorbí por la pajita ante las inmensas ganas de reírme cuando ella alzó una ceja. – Sólo que me preguntaba por qué dejaste de ir. –“A alguien como tú” Ella murmuró un “um”corto. estoy segura de que sueles recibir esa clase de miradas a menudo.. incluso casi logro atragantarme con el zumo. –se apresuró a decir. al parecer muy interesada en el tema. Violeta aún seguía tan sola como yo. – ¿En serio? – ¿Qué crees? ¿Que soy una mojigata? – No... – ¿Tú te das cuenta de cuando te miran así? –preguntó. – Sí lo es. – Pero no de una mujer. Si me preguntas qué es lo que pasó o en qué fallamos.. pensé. admiras el paisaje y te bañas de tranquilidad.. Te sientas aquí.. Violeta... – Podrías llamarla y averiguarlo. – ¿Tú crees? – Creo que no te has molestado nunca en entenderlos...– Pero hay algo que es más evidente que todo lo demás y es el alejamiento de con tu familia. necesito preguntarte una cosa. Supongo que es un buen sitio para liberar algo de tensión. – Jimena. –añadió indiferente. – Creo que ambas sabemos que ésa no es la cuestión. Es perfecto. simplemente hay que dejar que siga su curso. . –comenzó. Ellos siempre parecen ir dos pasos por delante de mí. –dije en mi defensa. – ¿La echas de menos? Pensé durante un instante. – Supongo que cada cual tiene una forma de romper la monotonía. lo fácil que algunas cosas resultaban cuando las hacías en compañía. Se reclinó en su asiento y giró la cabeza para abarcar el paisaje que la rodeaba. muy interesada. Creo que se mudó a otra ciudad por motivos de trabajo.. Te niegas a compartir tus sentimientos con los demás como si eso te valiese de mucho. como si el resto del mundo tuviera que amoldarse a tus exigencias. Creo que piensas que ése es un deber de ellos y no tuyo. Ella sonrió y creo que.. – Eso es una soberana estupidez..– Me he dado cuenta de que han cambiado muchas cosas en ti.. – ¿Por qué te gusta tanto? –pregunté. – Yo leo cuando quiero evadirme de todo.– Si llamas a alguien con quien has estado liado después de tanto tiempo se asume que es porque quieres obtener algo. – Me encanta este sitio. –me reí. – ¿No has vuelto a verla? – No. –La miré algo alertada por su tono. –me dijo negando con la cabeza.. – Yo soy la diferencia.– ¿Sueles venir aquí a menudo? – No tanto como quisiera. Eso era lo que realmente echaba de menos. pensándolo detenidamente... no lo sé.. – Francamente. – Supongo. Lo sentí mucho cuando la relación acabó. No me gustaba nada en absoluto. –indicó Violeta. – No. –añadí que ella misma me había llamado en cierta ocasión para comunicármelo.– Pero me gustaría saber si todo le va bien... –me dijo suspirando.. Antes amabas a tu familia y ahora. – ¿Ahora qué? Sigo amándola igualmente. Pensé en los buenos momentos que habíamos pasado juntas.. hasta concordaba conmigo. ¿Por qué? – Creía que era una virtud el haber logrado desvincularme y vivir mi vida. – No. –declaré sinceramente. A pesar de todas las diferencias. No me gustaba. Cuando algo se acaba.decirte que fue la única persona que me hizo sentir bien. – ¿Qué diferencias? Me revolví en mi asiento algo incómoda por el cariz que tomaba la conversación. –indiqué.. –coincidí con ella. En un instante pensé que incluso podría ser divertido y que liberaría en algo la tensión entre nosotras.. – De acuerdo. – Antes no sabía lo que era la vida o el sufrimiento. – Antes no eras así. – Soy así. – Por supuesto..Me quedé muda mientras la miraba. Me sonrió negando con la cabeza. – Sí cuando haces las cosas para convertirte en víctima. Algo requirió toda mi atención. Sólo que me cuesta tener que dejarte. Eso. –añadí rauda. – ¿Acaso no lo soy? –dije. – A mí también. La observé mientras sorbía ruidosamente los últimos restos de su zumo y pensé en nuestra conversación.. –añadí. Nunca tuve a nadie con quien compartir mis pensamientos o mis deseos. – Supongo que eso significa que ahora te desagrada mi actitud. Ella seguía empeñada en ayudarme de la mejor forma que sabía. ¿Es eso lo que quieres? – Haces preguntas para las cuales sabes que no tengo respuesta. – Ahora lo sé y eso cambia a las personas. . un tanto burlonamente... No creo que sea la única persona que sea así en el mundo. Jimena.. –me concedió tras un suspiro.. al final.. acaba por amoldarse a ti y convertirse en otro rasgo de tu personalidad. así que me ví obligada a decirle la verdad aunque supiese de antemano que no le iba a gustar en absoluto. Pero en aquellos momentos era incapaz de aceptar otras razones que no fueran las mías. yo le agradecía. – ¿Te atreves con los columpios? –pregunté abandonando mi asiento. Las horas pasaron para mí como un breve suspiro. aunque pareciera lo contrario. Sentía sus palabras retumbar aún en mis oídos. – ¿Cuándo te reincorporas al trabajo? Bajé la cabeza. Me cuesta hablar de mí o de lo que siento. decidí preguntarle si tenía otros compromisos.. – No me hagas sentir infeliz por ser como soy.. cosa que. – Me gustaba como eras entonces. Vi a Violeta consultar varias veces su reloj y aunque deseaba no perder la serenidad que me otorgaba su compañía. quería disfrutar de cada segundo que Violeta amablemente me regalaba. Basta ya de preguntas. Violeta.. – Podemos irnos ya. – Acabo de recordar que tengo un pequeño asunto que debo arreglar y ya son las cuatro de la tarde. Al fin y al cabo. –le pedí casi en clemencia.. – Pero yo lo soy como consecuencia de algo más. mirándola de soslayo. si quieres. –admitió mirándome fijamente. Nos alejamos lado a lado rumbo a los enormes columpios de madera.. Tú también eres así.. Yo no había preparado nada para cuando me hiciera esa cuestión. – A este paso seguirás siéndolo toda la vida. Eso es algo que me saca de quicio. La oí suspirar.... Levanté una mano hacia ella acallándola.... sobre todo porque sé que lo único que intentas es ayudarme. –comencé sintiéndome demasiado nerviosa para poder expresarme con claridad. – Creí que tenías algo pendiente de hacer. mírame.. – ¿Por qué? – No lo sé. – ¿De qué piensas vivir? –dijo con voz dura. Luego se unió a mí en el camino. Tengo dinero suficiente como para. La rodeé . ¿Cuánto tiempo pasará antes de que vuelvas a dejarme como la última vez? – Lo dices como si de alguna forma te hubiera abandonado. – Jimena. Me paré en seco y me giré hacia ella.. Creo que ya sabía que lo que iba a oír no sería muy agradable. Yo aún tenía cosas que decir que no podían esperar a ser dichas. – ¿De qué me estás hablando? –me preguntó ceñuda. – Déjame acabar aún tengo algo muy importante que compartir contigo. Aún me ves como una niña.. Eso era lo que menos deseaba en esos momentos. Pero no puedo evitar sentir rabia cuando veo lo que estás haciendo. –le aseguré mirándola fijamente. puede que no fuera algo sexual. Anduvimos hasta el coche en completo silencio.. – Te estoy haciendo una pregunta.. por supuesto... – ¿A dónde vas? –me preguntó desde atrás.. – Jimena. Violeta. No me digas que tú no sentías algo especial por mí. – Oh.– Jimena. sigues haciéndolo a pesar de todo.. – Violeta.. Me acoplé al cuerpo de Violeta como si realmente fuera parte de ella. – Yo nunca te he tratado así. – No puedo pedirte ayuda porque si lo hago significará darte más de mí de lo que ya te he dado y cuando te alejes de nuevo sé que no seré capaz de seguir adelante. –me llamó dulcemente al tiempo que se acercaba a mí y me rodeaba con sus brazos. pero era algo.. Pero ahora mismo estoy tan perdida que no sé ni lo que soy. Pregunta estúpida la mía. –tomé un último aliento antes de proseguir. Me levanté.. – Más bien por ti misma. Antes de que ella pudiera alejarse de mí para rodear el auto la cogí de un brazo. Ni siquiera grabándome en la piel tu nombre a fuego vivo me habrías marcado tanto. ni tan siquiera romántico. Recogió nuestros deshechos y se acercó hacia una de las papeleras para depositarlos. – Lo he dejado. – Eso no es problema. sobre todo porque rompería la paz que habíamos logrado establecer entre ambas. – Lo hice por ti. De repente sentí al imperiosa necesidad de confesarle el sombrío destino al que yo había empujado mi vida sin poder evitarlo.– Odio comportarme así contigo. Yo siempre te he visto como lo que eres. –me ordenó. dispuesta a regresar al coche cuando sentí avecinarse otra lectura sobre mi comportamiento. Simplemente lo hice. – En aquel momento lo sentí así.. – Violeta. Ella seguía oliendo igual que siempre. En todo el camino hasta mi casa me fui preguntado qué era exactamente lo que ella me había querido decir con aquellas palabras. –soltó con voz dura. Me aparté y ella entró en el apartamento. pero recordé que mi maldito teléfono seguía roto. Me di una ducha rápida y me acomodé en mi pijama. acariciándola. encendiendo la tele desde el mando a distancia. Cuando llegué a mi apartamento ya eran casi las seis de la tarde. –dije algo irritada. – ¿Puedo pasar? –me preguntó muy seria. Yo me quedé allí mismo observando cómo ella miraba al grupo de gente pasar a nuestro lado. Una vez saciado mi apetito me dirigí al salón y me eché sobre mi sofá. Nos subimos en el coche y nos pusimos en marcha. intensificando el abrazo. Tenía toda la intención de llamar para pedir una pizza cuando mi estómago despertó pidiendo asistencia. Violeta me atrajo más a ella. Me levanté mirando la hora preguntándome quien demonios venía de visita a las ocho de la tarde. seguramente pensando por dónde comenzar la conversación. Ginebra. Oí los pasos de alguien que se acercaba y noté cómo Violeta deshacía el abrazo y daba un paso atrás. Abrí la puerta para dejar paso a mi hermana Ginebra. – Vayámonos de una vez. depositando el bolso y su abrigo sobre el respaldo del sofá. Me prometí que al día siguiente tendría a un técnico arreglando el desastre que yo había creado. Ni siquiera contestas al maldito teléfono. Dejamos que la estación de radio hiciese el trabajo de aliviar la tensión. El timbre de la puerta rompió mi paz.por la cintura y hundí mi rostro en su cuello. Aspiré con fuerza y sin pensar casi moví las manos en su espalda. Supuse entonces que había abandonado mis brazos por la presencia de aquellas personas. La vi girarse. cerrando la puerta y acercándome a ella. no puedes seguir así. – Hola. También descubrió el cable roto que descansaba sobre el suelo y me miró rabiosa. sintiendo el calor de su piel por encima de su camisa. – Mi teléfono no funciona. buscando el aparato para verificar mi excusa. . me había dicho antes de apearse. Fui hacia la cocina y engullí varias piezas de fruta y otros tantos yogures. – Claro . Cerré los ojos y me dejé llevar por su inconfundible aroma. –dije algo sorprendida. Durante nuestro viaje de regreso habíamos intercambiado pocas palabras. – ¿Seguir cómo? –contesté. a la que yo había identificado previamente gracias a la mirilla. – Escondiéndote de tu familia. sin ni siquiera esperar mi respuesta. Que ella hubiera añadido la palabra “maldito” me dio cierta idea del humor del que disfrutaba. La vi dar una vuelta sobre sí misma. Acerqué a Violeta al lugar donde había aparcado su coche y antes de bajarse me miró muy seria. “Esta vez no pienso huir a ningún sitio”. – Jimena. Yo superaré esto a mi forma y sola.. ¿Me necesitaba para qué? ¿Para sentirse segura? El que mi familia pensara que yo estaba al borde del suicidio colmó mi poca paciencia. Mi hermana no dijo nada en los breves instantes en los que se dedicó a mirarme. – ¿Desde cuándo? –pregunté ávidamente. – ¿Por qué? – Simplemente porque se ha acabado. derrotada. La miré. – Desde hace demasiado tiempo. – ¿Qué pasa con mamá.. por favor. Me senté a su lado y le acaricié la espalda. –me anunció cansadamente. – Ven a casa unos días. frotándose la frente con una mano. – No.. Pero ya no hay nada que podamos hacer. Sé lo mucho que lo lamentaría. ¿Qué podía hacer yo contra eso? – Lo que necesito es soledad. creo que sé lo que pretendes decirme y sé además que tienes toda la razón. –la abracé... – Voy a divorciarme. ¿sabes? Te despiertas una mañana y descubres que ya no es esto lo que quieres.. con nosotros que nos preocupamos de ti? – Mírame. Fue entonces cuando dejé de lado la autocompasión que me obnubilaba y descubrí a una Ginebra triste y casi desesperada. – Me siento como una absoluta fracasada.– Puedo ver por qué. Te necesito. Acostumbrarme a que me ayuden puede ser fatal para una persona como yo. – Lo siento mucho. Ellos nunca.. – Ginebra.– Estoy segura de que ha sido mamá quien os ha contagiado esa estúpida idea. –la interrumpí muy seria.. – ¡Por el amor de Dios! –exclamé incrédula. nunca entenderían nada de mí. – Jimena. Se mordió el labio y yo supe que estaba a punto de proponerme algo.. ¿crees que soy motivo de preocupación? –exclamé abriendo los brazos para más énfasis. como ha sido hasta ahora.. Continuación. – ¿Lo saben los demás? . Esto pasa a veces. No es nuevo para mí el que intentéis encauzar mi extraño comportamiento. –negué en rotundo. Sigue. Ginebra. – Casi doy gracias porque papá no pueda ver esto.. Ya sabes que te adora. Estoy segura de que a Cristina le encantará compartir su habitación contigo. Mi hermana se desplomó sobre el sofá. En su expresión pude ver entendimiento y dolor compartido a partes iguales. Lo hemos intentado. dándole todo mi apoyo. – No digas eso. – ¿Estás de broma? Estamos tan preocupados que pensamos que en cualquier momento nos llamarán para darnos la noticia de que te has suicidado. La noticia me cayó como un jarro de agua fría. sobre todo por Cris. Se separó de mí y se recompuso. El teléfono sonó tres veces antes de que al otro lado de la línea alguien lo cogiera.. Era la única. Mi hermana no se merecía sufrir.– Todos menos mamá. Sé que Violeta ha estado contigo estos días.. sacando un pañuelo de papel para limpiarse la nariz sonoramente. –dije quedamente. En realidad ninguno de nosotros lo está. Supe en ese instante que mi hermana me necesitaba. a pesar de lo que digas.. Lo único que pude hacer fue abrazarla.. –le dije acariciándole la mejilla. Su amplia sonrisa me indicó que la idea era bien recibida. Creo que ambas necesitamos de nuestra mutua compañía. La abracé el suficiente tiempo como para que sus lágrimas dejaran de brotar.. sé que no estás pasando por un buen momento. –me miró con lágrimas en los ojos. Sólo vine para cerciorarme de que estabas bien. pero aún así estaba preocupada... . Ella era llevaba mi misma sangre y siempre había sido un punto de apoyo para mí. La vi esconder el rostro nuevamente.– ¿Cómo demonios se lo voy a decir? – Ella lo entenderá. No pienses que la culpa es tuya. – Si fuera yo en vez de ti quien pronunciara esas palabras sería por una buena razón. Ricardo se llevó hoy a Cristina para pasar el fin de semana con su madre. No había forma humana de que yo me negara a ayudar a Ginebra cuando más me necesitaba. – Hola. O quizás era más bien que para su pregunta no había respuesta. Me miró. Media hora más tarde. –suspiró. yo dejaba mi apartamento con una pequeña bolsa de viaje en la mano. – Jimena. mientras lloraba desconsolada. Si necesitas algo sabes que estaré para ti. tú siempre has sido consecuente con tus decisiones.– Lo cierto es que la casa se me viene encima. – Hola. –decidí en un instante. ¿sabes? Ahora me siento como si nada de lo que he hecho valiera la pena. –la voz sonó un poco dubitativa y supuse que quizás aún no me había reconocido. – Creí que esto era para toda la vida. sino también su vida. Me quedé sin palabras. Ella no sólo había perdido a mi padre. si te parece bien. sintiendo como si me oprimieran el pecho. que parecía entender y aceptar calladamente todo lo que yo era. Nadie tan bueno como ella lo merecía. – Lo sé. No había nada más doloroso que eso. – ¿De quién entonces? –me interrumpió. Papá se fue tan de repente que no nos dio tiempo a prepararnos. pero tú no. – Ahora debo irme. – Me encantaría pasar este fin de semana contigo.. – ¿Lo dices en serio? – Por supuesto. aparte de mi padre. a pesar de que no podía verla. – Oh. –accedí. Ella y Ricardo parecían la pareja perfecta.– Soy Jimena. Violeta. Hace un rato que ella se ha ido a descansar y no podía dormir. Pero creo que ella me necesita. supe que debía tener esa personal sonrisa suya de medio lado. Está a punto de divorciarse y.– Siento lo que pasó hoy. – No me molestas. así no estarás sola. –contesté irónica. como de algo que se cae y al segundo siguiente una muy indecente maldición. – Si alguien te dice que eres agradable te miente descaradamente. –fue lo único que se me ocurrió responder. nos hacemos vieja.. Me hizo sonreír. aunque si estás. – Puede ser. Lo que mi mente empezó a responder ella lo confirmó. Espero no molestar. Me alegro mucho. ¿Qué hacías? ¿He interrumpido algo? – Estaba en el baño cepillándome los dientes. Su encantadora risa me llegó a través del auricular. –rebatí yo.. Estoy acostumbrada. – Mi querida hermana me hizo una visita hoy . Yo también estaba a punto de irme a la cama. – ¿Qué ocurre? – Se me ha caído algo. – No me importa estar sola.. – Y tú la necesitas a ella. – Vaya.. –contestó Violeta. –me cortó de súbito. – Supongo que es un deber preguntarte qué haces ahí. Pareció dudar un instante antes de responder. – Jamás pensé que algo así le pasara a Ginebra. – Lo sé. – Escucha. –dijo indignada. Oí un ruido. – Lo sé. En realidad ahora mismo estoy tumbada sobre la cama de mi habitación. a veces me comporto como una auténtica imbécil. – Yo creo que lo eran. – ¿Sólo a veces? –dijo sarcástica. más bien por su tono parecía una amenaza..– ¿Qué llevas puesto? . –comencé. – ¿Cambiamos de tema? –sugirió. aunque. – ¿Es que las gafas de leer no son gafas? . – Las gafas. –dijo algo balbuceante. Sólo que tenía ganas de hablar contigo un rato. – ¿El qué? –pregunté curiosa.. – ¿Qué ocurre? ¿estás bien? – No ocurre nada y estoy bien. Una idea cruzó rauda por mi mente . –sentenció. – Felipe me lo dijo.– ¿Estás en casa? – No. e incluso. Estoy en casa de Ginebra. ¿verdad? – Sólo las uso para leer.. – De acuerdo. – Entonces has decidido pasar unos días con tu hermana. Fruncí el ceño preguntándome como demonios lo sabía incluso antes que yo. Mi corazón comenzó a latir con más rapidez de lo normal. pero decidió seguirme el juego. por el amor de Dios. – ¿Satisfecha tu curiosidad? – Mi curiosidad sí. – Azul. Mi cerebro comenzó a recrear entonces su imagen.. sentí un repentino acaloramiento. La sentí aguardando a mi próxima cuestión. Me encantaba el sonido de su voz. A pesar de que estábamos en invierno y ciertamente aquella noche era gélida. aunque es un azul claro.. – ¿Puedo hacer algo más por ti? –preguntó con voz melosa. Fruncí el ceño al reconocer aquel tono como uno juguetón.– ¿Qué hay de tu ropa interior? – No hay mucho que decir. Violeta no sólo había accedido a mis deseos. – ¿Crees que sería una buena idea si mañana os hago una visita? . –prosiguió. – Interesante. ahora se había convertido en algo mucho más serio.. – ¿Sólo la camisa? – Sí.. Lo que en un principio había sido un juego para mí.... Hubo un instante de silencio antes de que Violeta volviera a romperlo.La oí hacer un ruido con la boca y no supe si estaba riendo o por el contrario había soltado un bufido. Llevo unas bragas de color negro. – No pretenderás tener una conversación erótica conmigo. Era hechizante. ni siquiera recuerdo donde lo compré. de encaje. es de algodón pero. – A mí también. – Sí. no soporto dormir con nada más. – ¿Y cómo es? – Jimena. – No. con una pierna flexionada.. Decidí no hacerla esperar mucho. yo diría más bien que tirando a cielo. – . Soltó otro resoplido. odio los estampados. La imaginé tumbada. el pelo repartido en todas direcciones y su piel bañada por una tenue luz. –chasqueé la lengua. ¿no? – ¿Por qué no? – ¿Hablas en serio? –preguntó. Sin dibujos. sé que no hablas en serio.. Su voz llena de incredulidad. Sonreí para mí misma satisfecha. – ¿De qué color? –la interrumpí por enésima vez. como yo. eso he dicho.. sino que mostraba una repentina voluntad de describir cada detalle. – ¿Podrías describírmelo? – Pues de color azul. sobre la cama. Pero sólo eso. Justo como la había visto en mi habitación. – ¿Tanto te cuesta decirme que llevas puesto? – Un pijama. –admití. –preguntó. – ¿Es de seda? –insistí. agradecida de que ella no estuviera allí para poder ver mi timidez. – ¿Sí? – Me encantaría mucho volver a verte.. – ¿Sigues ahí? .– De todas formas sólo llevo la camisa. – Violeta.. sonriendo para mí misma. Me apeé de la cama y corrí hacia el baño. – Debiste haberme despertado. – Como si eso fuera fácil. Violeta siempre me ha parecido una buena persona y muy sincera. –le dije dándole con el codo suavemente. No había sido una broma cuando yo le había dicho que su imagen me perseguía. Le sonreí y abrí la tapa de la cacerola para ver qué era lo que olía tan bien.. Un gesto que a los ojos avizores de mi hermana no pasó desapercibido. – No creo que pueda dormir. – ¿Violeta? –me preguntó mostrándose bastante más sorprendida de lo que yo me esperaba. – Buenas noches.. –me señaló el apéndice muy convencida.. – Vaya. De todas formas la he invitado a tomar café esta tarde.. Ella estaba allí. –dije con una amplia sonrisa ante el pensamiento de verla el día siguiente. Crucé los brazos detrás de mi cabeza y cerré los ojos. – ¿Qué de qué? – Has hecho ese gesto con la nariz.. – ¿Qué? –me preguntó. Jimena. puse el auricular en su lugar y volví a acomodarme bajo las mantas. – Buenos días. – ¿Qué tal está? La última vez que la vi fue en el funeral de papá. Su última frase me hizo arrugar la nariz con desagrado. – Tal vez para tomar un café. – Estuve hablando con Violeta. además.. ¿Almuerzo? Miré el reloj y descubrí con algo de disgusto que eran las doce y media pasadas. – Bien. Espero que no te importe. De mi garganta escapó un “mmm” placentero cuando me encontré cara a cara con un arroz con verduras. Corté la comunicación. – Te oí hablando anoche por teléfono. Después de acicalarme y vestirme me reuní con mi hermana en la cocina. esta vez con más ganas y yo la seguí. Rió. Abrí los ojos e inhalé. – Sí. – Buenas noches.. – ¿Por qué? – Tu imagen media desnuda me persigue. – Sabes que no me importa. Ginebra debía estar en la cocina preparando el almuerzo.. Ve a descansar. –saludé dándole un beso en la mejilla. El día siguiente me despertó con un agradable olor. – De acuerdo entonces. Lamenté mucho que lo suyo con Felipe terminara. por fin. –dejó la frase en el aire esperando a que yo le revelara el gran secreto. – . – A Ginebra le encantará tenerte por aquí.– Yo creo que eso sería una estupenda idea. en mis pensamientos y me estaba sonriendo. – ¿No hay ninguna posibilidad de que volváis a estar juntos? –pregunté.– Sea lo que sea. incluido lo del amor imposible. A veces es lo mejor. ¿verdad? Paré en seco todo lo que estaba haciendo y la miré. –comencé. Se dispuso a cortar una barra de pan y me ofrecí para terminar la tarea. Ginebra. mientras rumiaba mis pensamientos. – Nunca he hablado de esto con nadie. sabemos tan poco de tu vida que a veces nos preguntamos qué es lo que pasa. – Lo sabes perfectamente. – ¿Por qué es imposible? – ¿Cómo es eso que dicen? –pensé un instante. No podías evitarlo.. Mi hermana se giró inmediatamente y puso toda su atención en mi persona. – Tú siempre has sentido algo especial por Violeta. – Nunca te he preguntado sobre tu vida privada y no voy a empezar ahora. para serte sincera. – ¿No es mejor saberlo que especular sobre ella? – No sé a qué te refieres con eso de especular. tú nunca has mostrado interés por casi nada que el resto de nosotras. ¿verdad? Bajé la vista. Cuando conocí a Ricardo creí que era mi destino estar con él. – ¿Por qué no va a serlo? –dije queriendo darle cualquier atisbo de esperanza que pudiera.. Somos conscientes de que llegado el momento sabremos lo que haya que saber. Terminé de trocear el pan y lo deposité en la panera. Casi sentía vergüenza al tener que . Aún lo sigo amando. Recuerdo que la expresión de tu cara cambiaba cada vez que el tema “Violeta” salía a la luz en tu presencia. Me sonrió levemente negando con la cabeza. pero para mí había algo incómodo flotando en el aire. –mentí. Ginebra parecía haber dejado el asunto zanjado. era superior a ti. Creo que lo hacía porque se daba cuenta de que yo estaba subestimando su inteligencia.. pero no he logrado descubrir donde está el error.– Se necesitan dos para bailar un tango. – Tal vez sólo necesitéis estar separados un tiempo..Siempre lo haces cuando algo no te gusta. – Me gustaría pensar que así es. confirmando sus palabras. nadie en esta familia te va a crucificar por ello. – Bueno. – ¿Quieres decir que no eres correspondida? – Eso mismo. – Ojalá eso fuera cierto. – Pero en realidad mi vida es un completo desastre. Tengo todos los elementos para una novela. – Ya. – Tú no sabes absolutamente nada de relaciones. –respondió muy tranquila. Pero no especulamos... –fue su respuesta. – Me pregunto qué es lo que nos hace enamorarnos de una persona y no de otra. – ¿Y qué crees tú que es eso tan especial que siento por ella? –inquirí cuidadosamente. – ¿Qué te hace pensar eso? – Jimena. – Pues lo he hecho sin pensar. . – ¿A quién intentas engañar? –me interrumpió..admitirlo. – ¿Por qué? –me preguntó. – No.. no has dicho algo sin pensar. hermana. Ginebra. Cuando vi a mi hermana apoyarse de lado en la encimera para mirarme acusadoramente. – ¿Crees que no soy consciente de eso? Pero en tu caso... pero mi vida sexual olvídalo. Dime que es lo que piensas. ya sabes. – Acabas de decir que hay alguien de quien estás enamorada. – Pero es diferente. – ¿Existía alguien más que Ricardo para ti? Pensó unos segundos. ¿Es que hay algo en mí que dé a entender que soy virgen? – Puede que sea esa frialdad con la que actúas en cada momento. ¿Dónde voy a encontrar a alguien que pueda soportar mis repentinos cambios de humor y mis silencios? Por no hablar de mis manías. aunque a mí me dio la impresión de que trataba de salir en la situación comprometida en la que se había metido. –añadí en mi defensa.. La miré y supe que yo estaba intentando enmascarar mi pésima vida amorosa. –puntualizó ella.. Eres preciosa.. –dijo pausadamente... Era evidente que ya se esperaba algo así. – Es la segunda vez en pocos días que me hacen la misma pregunta. – Lo único que pienso de ti es que deberías estar con alguien. ser bella significa tener una excusa menos para estar sola. de repente demasiado interesada para mi desmayo.– Pongamos por caso que ella no te ame. –admitió mi hermana. – No todo es la belleza. hermana. . Me pregunté si era ella sola o el resto de la familia también estaba convencida. Hice un gesto con las manos haciéndole ver que acababa de darme la razón. – No. Algo que por otra parte no pareció afectarle en lo más mínimo. ¿no? Hice rodar los ojos con desesperación. – ¿Y no has pensado que quizás yo haya elegido esta situación? – Ni por un momento. Hasta entonces se las había ingeniado para no decantarse por ningún género.. no debería ser tan difícil. ¿es que no hay nadie más para tí? – Puedo discutir muchas cosas contigo. – De acuerdo. no eres virgen. Simplemente. Debió habérsele escurrido sin querer.. – Ella. Creo que he dicho algo estúpido. – ¿Qué quieres decir? – Olvídalo. supe que una vez más el tema giraría en torno a mí.– No va a amarme jamás. ¿pretendes decirme que no cambiarías todo lo que tienes porque ella te correspondiera igualmente? Fue la primera vez en nuestra conversación en que mi hermana había utilizado un “ella”. –pronuncié la palabra con énfasis. – ¿Es ese amor imposible lo que no te permite encontrar a alguien a quien amar? – Más bien creo que soy yo. – No puedo rebatir tus argumentos si ya tienes una idea preconcebida de todo esto. – Tú has. Con ello aclaré cualquier duda que tenía mi hermana sobre mis preferencias sexuales. – Sí lo es. Creo que al principio sí. Todo el tiempo detrás de ella. –paró para tomar aliento. Ginebra abrió los ojos tanto que parecía que se le iban a salir de las órbitas. volviendo a recrear ese día una vez más... – Tampoco es cierto que aquella noche. cuando se marchó. – No es cierto. créeme.– Yo la besé y ella no se apartó. Bajé la cabeza incapaz de mentir. Nada de lo que tuviera que ver con Violeta había desaparecido de mi memoria. Y no sólo lo digo por su belleza. ¿Por qué? ¿Qué tiene eso de especial? –pregunté. que intentaste robarle la novia a Felipe.. No era algo que yo hubiera relatado con anterioridad y hacerlo ahora me estaba costando un mundo. – No tengo ni idea de qué demonios le gusta. no estoy segura.. – Nada sólo que parecías un cachorrillo. recibiera una llamada repentina. –suspiré.. Yo había intentado . es decir.. Es sólo que ella es todo lo que quiero y a la vez lo que no puedo.. –dije sin más preámbulos. – ¿Estamos hablando de Violeta? Suspiré sabiendo que no tenía caso seguir ocultándolo.. Suspiré.. ¿Qué hay de ti? ¿El problema es que no le gustas o que no va por el mismo camino que tú? – No lo sé. – La besé.. – Sí. De todas formas creo que era demasiado evidente... – ¿Qué hiciste? –me preguntó. lo que está fuera de toda duda. – Lo sé.. –me pasé una mano por el pelo nerviosa. – Ella estuvo con Felipe y eso da cierta idea de. Eso confirmó sus sospechas.. reconociendo en mi interior esas mismas sensaciones que sentía cada vez que la tenía cerca de mí. sin saber adónde quería llegar Ginebra. Casi podía recordar cada palabra que había dicho ese día.. Era de los pocos recuerdos en aquella casa que seguían imborrables con el paso del tiempo. Yo nunca imaginé que mis sentimientos por Violeta hubieran sido siempre tan transparentes. – Creo que sé por donde vas. – ¿Recuerdas aquel día en el río con Violeta? – Sí. – ¡¿En la boca?! –exclamó incrédula.. ¿verdad? Fue algo que tuvo que ver contigo. –me quejé. La vi reírse y me pregunté que había dicho yo que resultase tan gracioso. es decir. Esperé a que se le pasara la risa tonta mirándola casi con enfado. – Es lógico que hayas perdido la cabeza por ella.. apoyándose en la encimera y mirándome con verdadero interés. Hice rodar los ojos con frustración.. ¿entiendes lo que te digo? Justo como esas grandes divas del cine... – No me digas. – Por otra parte.. Pero ella tenía razón.. Yo tuve la suerte de que él me correspondiera. pero creo que definitivamente no soy yo. – ¿Y ella respondió? – No lo sé. –negó con la cabeza y emitió un pequeño suspiro.– .. al menos durante unos segundos.– No lo es. –admití. sino porque es de esas personas que tienen cierto aura de misterio.. – Sí. –zanjé. sobre todo si se tenía una hermana como la mía. Ella me convenció de que no iba a pasar absolutamente nada. No era lo mismo sentir lo que sentía en soledad que el haberlo compartido con alguien.. Y todo porque ahora mi querida hermana conocía de mi debilidad por Violeta y tenía miedo de lo que sería capaz de hacer. –la avisé.. – Hace un frío de mil demonios ahí fuera. así que lo preparamos todo para cuando Violeta llegara en aparente tranquilidad. –dijo ella. alejándose para echar un vistazo en a cacerola. –ofreció mi hermana.. Yo le había advertido con antelación que fuera lo que fuera que le pasara por la cabeza. – Tenía dieciocho años. déjalo ya.– Lo que menos necesito es que comiences a buscarme citas. Violeta. –ladré. – Eso fue algo muy valiente de tu parte.– Sólo sé que ése fue el fin de la historia. antes de que pudiera preguntar algo más. Violeta traía consigo una brillante sonrisa que me dirigió nada más verme y yo me erguí lo suficiente para recibir los dos besos con los que me saludó. –me señaló agitando la otra mitad en la mano... – Sí. –concedí. Me removí en mi asiento buscando una posición cómoda para parecer distendida. pero te advierto que es muy guapa. –dijo simplemente.. tomó un pedazo de pan recién cortado y se metió la mitad en la boca. el principio de mi desgracia. –consintió. – De acuerdo. vale. Ginebra asintió con la cabeza. – Así que la besaste.. – ¿Qué pasa con esas otras personas que han pasado por tu vida? – Yo no puedo amar a nadie mientras siga existiendo Violeta. Esperé sentada en el salón mientras Ginebra iba a abrir la puerta. – Vale. –añadí amargamente. – Hola. deshaciéndose de su . añadiendo además una mirada fulminante. – Hola. yo ya estaba hecha un manojo de nervios. como quieras. Sigue. – Ginebra. conociendo muy bien la obsesión por la azafata. – Dame tu abrigo. que lo olvidase o le arrancaría la piel a tiras.. – Ni se te ocurra pensarlo. – ¿Sabes?. Continuación. conozco a una chica del trabajo que ... Oí las voces de ambas mientras se acercaban y mi corazón comenzó a martillear con insistencia. – Yo diría que más bien fue el principio. Simplemente no puedo. – Tal vez. – ¿En serio? –comenté con tono sarcástico. –expuse. – Más bien será porque no quieres olvidarla. Cuando el timbre de la puerta sonó casi a las cinco y cuarto.“robarle” la novia a mi hermano. eso tiene que decir algo a mi favor. ella había creado ciertos lazos con mi familia y esa confianza se notaba sobre todo ahora. sobre todo al sentir su calor a través de la tela de mi pantalón.chaqueta. – Bien. –negó Ginebra.. – Por supuesto. – Ella es así. – Es una persona muy agradable y la única que ha logrado echarle el lazo a ese cabeza loca de Felipe. Yo que creía que Felipe no estaba hecho para el matrimonio y fíjate. Con Ginebra no existen los días tristes. Regreso enseguida. Pareció desistir rápidamente de indagar en mis posibles problemas. – Voy a poner el café. –se fijó entonces en la mesilla y descubrió el platito de pastas para acompañar el café que habíamos dispuesto para ella. Puse especial interés en observar la reacción en Violeta. Nunca deja que sus problemas afecten a los demás . al parecer.– Las últimas veces que nos hemos visto no han sido en las mejores condiciones. Nos hemos pasado el día charlando de nuestras cosas. – Estoy de acuerdo contigo. –se sentó en un sofá frente al nuestro. palmeándome la rodilla y posando su mano allí. –me dijo ella nada más departir mi hermana. – Viendo a tu hermana.– Yo lo serviré. me encantan esas galletitas. – ¿Tú cómo estás? –me preguntó. La mano que ella seguía apoyando en mi rodilla comenzó a inquietarme un poco. Ginebra rió suavemente. cualquiera diría que está pasando un mal momento. Me alegro mucho por ambos. –Tú quédate aquí con nuestra invitada. – Vaya. Violeta. Ginebra desapareció rumbo a la cocina y Violeta se sentó cerca de mí aún con la sonrisa adornando sus bellas facciones. –respondió con absoluta tranquilidad y con el rostro impasible. – De eso nada. – ¿Ocurre algo? – No. Yo nunca se lo había preguntado. – A todos nos llega ese momento. –añadió Violeta. viendo a las dos hablar como si de antiguas amigas se tratara. pero tal vez fuera hora de abordar a Violeta y descubrir hasta qué punto le incomodaban esos sentimientos. – Me alegro mucho de volver a verte.. – ¿Conoces a Julia entonces? –inquirió Ginebra refiriéndose a la prometida de Felipe. Sin una palabra más. –negué con la cabeza al tiempo. Las vi intercambiar varias frases más hasta que comencé a sentirme un tanto fuera de lugar. – Me alegro. Supuse que . – Desgraciadamente. Yo sabía que en el tiempo que había durado la relación de Felipe y Violeta. Las cosas entre Violeta y yo nunca habían sido tan distendidas. Quizás fueran mis sentimientos hacia ella lo que añadía presión a nuestra amistad. Ginebra retornó de la cocina . (tiempo que abarcó la época en que yo estudiaba fuera). –añadió la invitada. Me levanté dispuesta a hacer algo útil y servir el café. alargó el brazo y cogió una que empezó a roer con entusiasmo. – Estás muy callada. No tuve más remedio que asentir y volví a tomar mi antiguo asiento. hermana. ¿vale? –bromeó Violeta haciéndonos reír. ¿es que tienes algo mejor que hacer? –repuso la invitada. – Yo no puedo. La de mi cuarto aquí parece ideal para una tortura china.. – Vamos. – He pensado que ya que tengo todo el día por delante y ningún plan. –añadí yo. Miré a mi hermana casi atravesándola. esta vez me arriesgaré. Violeta? – Mañana tengo un vuelo. – Si no te gusta. –dije irónicamente. creo que te lo dije. pero echo de menos mi cama. – Mañana tengo un vuelo a Londres. lo sé. – Violeta sugirió que quizás podríamos salir a cenar esta noche. . mientras que Ginebra y yo lo tomamos solo. quizás luego podríamos ir las tres a cenar o algo. aún encantada por la idea. – Ya estoy de vuelta. –añadió. –contestó Ginebra. girada hacia mí. La hice reír. – Muchas gracias. Ginebra. Violeta volvió a hurtar otro de los dulces y se apoyó cómodamente en el respaldo. – Es fácil decir eso cuando no lo has tenido que sufrir por ti misma. – Sí.. – Creo que no sería muy buena compañía. – ¿Qué tal el trabajo. –enfaticé. Ginebra se amparó detrás de su taza para no tener que mirarme a los ojos. aunque me encantaría. ¿cierto Violeta? Violeta no respondió. Violeta le añadió al suyo leche y varias cucharadas de azúcar. Así que cambió de tema. Pero yo elijo el sitio.. – Aunque eso no me tranquiliza mucho. – ¿Lograste dormir anoche al final? – Sí. –dije sonriéndole levemente. – Quejica. no es que me apetezca mucho. pero casi se atraganta con lo que estaba masticando en un repentino ataque de risa.quería tomarse las cosas con calma y no añadir presión.. – Me parece estupendo. –añadí a la defensiva. – Me encantaría. – Pues yo confío plenamente en el juicio de tu hermana. La depositó sobre la mesilla y nos sirvió a cada una una taza de café. siempre podemos pedirte un taxi. –resolvió la azafata dirigiéndose a mí. – Si resulta que nos aburres te pediremos un taxi. Como si yo no supiera que estaba intentando dejarme el camino libre con Violeta. –anunció mi hermana cargada con una bandeja. ¿Adónde vais a ir? – Me refería a que fuéramos las tres Ginebra. Y a decir verdad. – Como se nota que tú no has tenido que ver lo que es capaz de tragar. – De acuerdo. – Amor de madre. El restaurante estaba tan lleno que el ruido era casi infernal. – Sólo ha pasado un día desde la última vez que la vi y es increíble cuánto la echo de menos ya. –pidió Ginebra mientras retomaba su cena con avidez. papaya y camarón. Dejamos que Ginebra pidiera y media hora después disfrutábamos de una ensalada de aguacate. – Mira. tuve que admitir con franqueza que la cena estaba deliciosa. ¿no? Con lo cual es algo normal. – Mmmm. cosa que me agradó.. Oímos a Ginebra reír mientras hablaba ahora con su hija. Segundos más tarde cortó la comunicación. – Hay muchas. – ¿Tuviste miedo? – Ya lo creo. –terminó de masticar antes de comenzar a hablar. Antes de lograr conseguir mesa tuvimos que esperar en la barra tomando unos margaritas como aperitivo. – Conozco ese tono.. Por mi parte. – No sé como puede oír algo con este ruido. removí la ensalada preguntándome que demonios pintaba la papaya en ella. Se avecina tormenta. Pero quizás una que recuerdo muy a menudo es cuando estábamos despegando y una enorme cigüeña se metió dentro de una de las hélices del motor obligándonos a aterrizar de emergencia. – ¿Hasta cuándo seguiré siendo el objeto de vuestras bromas? –comenté yo. El teléfono móvil de Ginebra sonó en ese preciso instante y tras una breve excusa contestó a la llamada. tacos de pollo y enchiladas en salsa roja con frijoles refritos. ni siquiera ha pronunciado una palabra. La idea de que vas estrellarte no es agradable. Se rieron las dos y yo negué con la cabeza vencida. – Escalofriante. –comentó Violeta.– No ha parado de comer. –Violeta me sonrió y me guiñó un ojo.. ¿Necesitas algo de Londres? – No. Ginebra. Violeta a mi lado y Ginebra en frente. Cerca nuestra teníamos una mesa de unas cinco personas y debían llevar consumidas demasiadas jarras de margarita a juzgar por la algarabía. –sonreí. Cogí la jarra de margarita y vertí más licor en mi copa. Nos sentamos en una mesa que hacía esquina en el segundo piso del inmenso restaurante. Violeta. – Sálvese quien pueda. –dijo jocosamente mi hermana en referencia a mí. al menos para mí. El picante y el tequila no eran muy buena combinación. – ¿Cuándo regresas de tu viaje? – Dentro de tres días. Ya empezaba a sentir cierto acaloramiento. –añadió con premura.. –dijo Ginebra mientras hacía un gesto como de echarse a temblar. Aparte de ese pequeño detalle y de lo poco que había comido.. –anunció mi hermana.– ¿Puedo llamarte cuando regreses? – Cuento con ello.. –dije yo. pero de no haber sido así lo hubiera adivinado igualmente en cuanto la expresión de su cara se tornó triste.Ginebra nos llevó a un mexicano. Cuéntanos alguna anécdota de tu trabajo. puesto que el lugar estaba atestado de comensales.. – No se puede decir que sea de las personas que hablen mucho. Y lo peor es tener que . – Puedes decirlo.. cosa que yo agradecí silenciosamente. Supe que estaba hablando con Ricardo porque pronunció su nombre. –añadió mi hermana. Para mostrar mi rebeldía por sus palabras. No se ven muchas azafatas de pelo blanco. – ¿Por qué brindamos? –preguntó mi hermana. pero me estás tratando como si fuera una alcohólica. Es una sensación desagradable cuando estás ahí arriba y sabes que no tienes el control de absolutamente nada. Quizás tan arriesgado como cualquier otro. si es lo que te preocupa. secundándome. – Esta música siempre me recuerda a mamá. Una música comenzó a sonar desde uno de los extremos del salón y Violeta y yo nos giramos para ver a un grupo de mariachis. – Estar sentada todo el día ante una mesa es aburridísimo. Violeta.. pero ya que estamos. pero que muy bien. – Si sigues así lo estarás pronto. ella y sus discos de Javier Solís. – No sé si te habrás dado cuenta. –repuse. Tanto como quería yo a Violeta me hizo reflexionar sobre el arriesgado trabajo que tenía. por supuesto. con un poco de malestar. Jalisco”. volví a tomar la copa y la alcé. poniendo voz a mis temores. ¿no? – Reconozco que tu trabajo tiene un lado excitante.. –me contestó igualando mi tono. si algo le pasaba. – Por nosotras. Uno de los camareros se acercó hasta nuestra mesa para interesarse por nuestra cena.. mientras que Violeta contraía las mandíbulas como muestra de desagrado. . – ¿Un brindis? –dije en alto. Las tres chocamos nuestras respectivas copas y tomamos un pequeño sorbo. Pensé durante unos instantes. Reaccionan de manera tan dispar que incluso llegas a temer porque te agredan o algo peor. – Cierto. – No es lo que pretendo. Vi a Violeta mirarme de reojo.. pero en todo caso. Sentí un sudor frío recorrerme por entero. No me gustan los aviones. Ginebra se encargó de indicarle que todo estaba perfecto y de pedir otra jarra más de margarita. con el traje típico y entonando la canción “Ay. Ginebra que nos había visto intercambiar aquellas dos frases. – Creo que no es necesario el que te recuerde la disposición que muestras últimamente hacia el alcohol. Y antes de que lo preguntes. dándonos así una ligera privacidad. La cogí y tomé un gran sorbo de la bebida. –le dije casi en un susurro.. –concedí yo. mis razones son única y exclusivamente lucrativas. – Supongo que sí. Eso me recordó que mi copa estaba media llena. En cambio el mío. – ¿No piensas dejarlo algún día? –pregunté yo. te diré que casi no has probado la cena y que sin embargo aún no he visto vaciarse tu copa. –Ginebra suspiró recordando su trabajo como funcionaria. –comentó Ginebra cómicamente. – Ya los echaba de menos. – El viaje que hicimos todos para acudir a la licenciatura de Jimena fue caótico. Ginebra devolvió su atención a nosotras. ella tendría muy pocas opciones.. como haciendo cuenta mental de cuanto estaba yo bebiendo. – Genial. – Yo creo que a nadie le seduce.calmar a los pasajeros después de algo así. Pagan muy. vestidos. – Aún no estoy borracha. encontró de repente la banda de mariachis muy interesante. – ¿Alguien quiere postre? –dije súbitamente. –añadió Violeta.. – Lo dices porque tú eres incapaz de ganar un gramo. –recalcó mi hermana. –me ordenó Ginebra aún entre risas. –.. ¿O me vas a decir que crees en eso de que lo que importa es el interior? – La gente guapa a menudo suele ir acompañada de una gran falta de humildad. – No querer reconocerlo no es lo mismo que no ser consciente de que se es. Todo este rollo por el culto al cuerpo ha llegado demasiado lejos. aparentemente por mis palabras. cerré los ojos y deseé escapar de allí. – Veo que es de familia lo de comer tanto. No creí ni por un momento que Violeta no se diera cuenta de que Ginebra intentaba tenderle una trampa para que la conversación girara en torno a mí. Violeta se giró hacia mí con el ceño fruncido y yo le sonreí levemente.. –murmuró Violeta a media sonrisa. inteligente y tiene un gran corazón.. –respondió la azafata con premura. No digo que sea justo. – Yo creo que no se debería tener tanta preocupación por el aspecto. – “Touché” –repuso Ginebra. – Ése es otro tópico estúpido. Ahora mismo lo estaba comprobando. – Sois unas superficiales. –me miró y yo hice lo de siempre: me sonrojé.. Ginebra.– No toda la gente bella es estúpida o insoportable.– ¿Te vas a terminar eso? –me preguntó Ginebra masticando.. – Qué me vas a contar a mí.. Violeta. Violeta y Ginebra se miraron durante unos instantes para acto seguido romper a carcajadas. Es guapa. . – Jimena. –murmuré a media sonrisa. Ginebra? – A cada instante.. –me quejé medio en broma. vacié el contenido de mi plato en el suyo y ella me lo agradeció con una amplia sonrisa. sorprendiéndome hasta a mí misma. eres tan superficial como cualquiera de nosotras. – Esta pequeña indulgencia que ves. A mi hermana le entró un repentino ataque de risa. Sin decir nada. Hubiera preferido en ese momento que mi hermana me hubiera dejado en total desamparo.. aunque algo me decía de que era producto de los margaritas. No hay manera de domarlo. Ginebra acudió en mi auxilio una vez que fue evidente que yo me había quedado sin palabras. – Tú –me señaló con el tenedor una vez recuperada de su ataque. – Jimena cree que no es atractiva. –admitió Ginebra.– Mi cuerpo ha cambiado demasiado después del parto.. En ese punto..– Sabes perfectamente que la apariencia lo es todo.. pero ésa es la realidad. –alegué distraídamente. me va a costar muy cara. cuando mi hermana se decidió por enumerar mis cualidades. Tú no lo eres.. – ¿A veces no la odias. Yo sabía que el haberle expuesto mis sentimientos a mi hermana había sido un gran error. – ¿Debo sentirme culpable por eso? –añadí en tono burlón. – Demasiadas preocupaciones por el simple hecho de comer..– Ella podría tener a cualquier persona que se propusiera. cállate. Me pareció demasiado pronto. sólo para verla desaparecer calle abajo dentro de su coche. mirándonos.¿Qué otra cosa podía hacer? Violeta nos llevó a casa en su coche. BELLA VIOLETA. No había que ser muy inteligente para saber el motivo de las prisas de mi hermana por dejarnos solas. imaginando que se acercaba para besarme. casi a oscuras. quien dormitaba en el asiento trasero. Viajamos en silencio. – Bien.. – Nos vemos pronto. –su voz me sacó abruptamente de mi adormilado estado y tuve que mirar por la ventanilla para asegurarme de que habíamos llegado a la casa de Ginebra. Sigue.. Habíamos abandonado el restaurante casi a la medianoche. Pffeiffer .... con la cabeza ladeada. Creo que todas sabíamos que la única que controlaría la bebida sería ella. por lo que fue una buena idea desde el principio el dejarle esa responsabilidad. No pude evitar cerrarlos mientras absorbía por completo las sensaciones que esa simple caricia me provocaba. Me pregunté si a mis ojos aquella mujer alguna vez parecería menos que una diosa. El tiempo había pasado volando. –murmuró algo insegura de lo que preguntar o hacer a continuación. 6ª Parte. La sentí acercarse hasta mí. la expresión era de total concentración mientras guiaba el auto por la carretera. – Sí. Luego sentí la pérdida de su cercanía y fue entonces cuando abrí los ojos... ya hemos llegado. –añadió. – Bien. Yo estaba prácticamente hundida en el asiento delantero. – ¿Me llamarás? –me preguntó. Yo no quería que aquella velada terminara. sobre todo porque pasaría Dios sabe cuánto tiempo antes de que volviera a ver a Violeta. Autora: R. Ella dio un paso adelante y alzó una mano para colocarme unos rebeldes mechones de pelo fuera de mis ojos. buscando una posición cómoda.. puesto que percibí su cálido aliento y dejé de respirar. cerca de los labios. Nos apeamos del coche las tres y Ginebra se despidió de Violeta con un sonoro beso en la mejilla. Eché un rápido vistazo a Ginebra. Sus labios rozaron mi mejilla. dejando allí un suave cosquilleo. Tanto. Sonreí ante su cómica posición y me concentré de nuevo en mirar por mi ventanilla hasta que cerré los ojos. antes de perderse escaleras arriba. Lo deseaba tanto. Giré la cabeza para ver su perfil. con los párpados tan pesados como el acero. Nos quedamos allí. Decidí animarme como casi todas las mujeres lo hacían: comiendo y comiendo. Por supuesto. Mi madre vino el último día de mi estancia allí y pasamos una grata velada las tres.. llegado el momento. pero no mostró ningún síntoma de incredulidad y mucho menos ansias de profundizar en el tema. Creo que sabía que. Ella era una mujer más fuerte de lo que yo nunca hubiera imaginado. tomando café y charlando de multitud de cosas. Y sabía el por qué. Ahora. SENTIMIENTOS QUE DELATAN. pero tan rápido como mis ojos encontraban los suyos. Nosotras sólo pretendíamos evitarle más dolor. incluso en mis sueños. Aunque ella se esforzaba por mostrarse distendida. supe que le estaba costando un mundo seguir respirando... parecía desistir de su empeño. el perder a la persona que tanto se ama. nunca había dejado de aparecer en mi memoria. Pero a medida que pasaba el tiempo su imagen se iba desvaneciendo también. evitamos hacer cualquier comentario sobre la inminente separación de Ginebra. de que él la estaba esperando ya en un mundo perfecto en algún lugar. No estoy muy segura de que mi madre. Maldije por lo bajo al darme cuenta de que había olvidado todo el asunto de mi trabajo. Hablamos de todo y de nada. Seguramente. sería yo quien pidiera compartir mis emociones.6. Ella. El fin de semana en casa de mi hermana resultó ser muy relajante para mí. Regresé a la soledad de mi apartamento la tarde-noche de ese mismo día. No pude ni imaginar lo que sería quedarse sola. no volvió a sacar el tema “Violeta”. Eché un rápido vistazo al contestador. y encubrimos la ausencia de Ricardo alegando un fin de semana a solas entre padre e hija. Me alegré de haberle dejado al conserje del edificio el encargo de tener mi teléfono listo para mi regreso. tan sabia como era. con su suspicacia. ella había vuelto trayendo consigo mis antiguas ansias. sintiéndome extrañamente excitada. Fue la primera vez que me sentí como si fuera parte de ellas. para mi desilusión. Jamás la había visto tan apagada. A veces la había pescado mirándome como con intención de querer decirme algo. Durante los ochos años que pasé sin verla. era del hospital. Vi mi tristeza reflejada en los ojos de mi madre.. Incluso para la muerte existen excusas que pueden dar esperanzas. Y . Apreté el botón. que indicaba un mensaje nuevo. Ahora lo veía claro. Ese domingo mis pensamientos también estuvieron con Violeta. Me hice la firme proposición de acudir al día siguiente a la clínica y firmar mi renuncia de una vez por todas. El mensaje. Ginebra había visto a través de mí y había entendido mis sentimientos y lo desdichada que me hacían. como si nunca hubieran existido esas diferencias que nos hacían tan opuestas. creyera del todo aquella simple excusa. lo único que la mantenía con vida era el pensamiento de que llegaría el momento de reunirse con él. No era pecado desear tal cosa. Sopesé la idea de no tomar alcohol esa noche. Observé a la camarera y me pregunté si había comprado el vestido o simplemente eran los retales del mismo. Estaba dispuesta a averiguar si mi recién estrenado desparpajo había conseguido vencer mi timidez. Me giré entonces. Esa noche quería que me mirasen. me daba mucho margen para pensar. me di una larga ducha y me vestí y maquillé con parsimonia y dedicación. Incluso ordené cada cajón. Odiaba los lugares cargados de gente. Violeta había logrado que yo no sintiese tanto placer en mi voluntario retiro. inundada de humo. Encendí la tele para distraer mi atención lejos de mis pensamientos mientras engullía grandes cucharadas de helado. Era cierto eso que decían de que el dulce tenía propiedades relajantes. tanto mejor. Sin apartar la vista de aquellos ojos. Era evidente que no quería estar sola. Me di cuenta de que lo que me apetecía era salir esa noche y tal vez conseguir algo de compañía. percibiendo los diferentes trazos de perfume. a pesar de la distancia. con un añejo álbum de fotos. Avancé por entre la apiñada muchedumbre. tomé un sorbo de mi bebida y le sonreí . pensé en llamar a Ginebra e invitarla a cenar o a ir al cine. Me giré hacia la izquierda y fui recibida por unos enormes ojos que. Mis sentidos me alertaron de que alguien me estaba mirando. casi por casualidad. pero esa noche no. Abandoné la idea de llamar a Ginebra.si era algo que añadía cantidades ingentes de calorías al organismo. Ya me notaba acalorada e incluso podía sentir la espalda húmeda con sudor. Mi padre estaba allí dentro. odiaba sentirme observada. apoyando un codo sobre la barra mientras escaneaba la zona. "Bonitas piernas". las intensas luces de la sala inundaron mis sentidos. Nada más entrar. lo solté como si me quemara. recibiendo alguna que otra mirada de admiración y de sonrisas que dejaban claras intenciones. La soledad. aunque yo ignoraba de qué. y hacía mucho tiempo que no disfrutaba de otra persona. que me tocasen. me fijé. Conseguí llegar hasta la barra. Me dediqué casi por entero a poner orden a mi siempre revuelto apartamento para mantenerme distraída. Que me desearan. En tan sólo unos días. por entonces. podía jurar que eran verdes. y cuando me encontré. El día siguiente vino cargado de aburrimiento y de anhelos. Así que saqué una tarrina de helado de chocolate del congelador e hice mi camino de vuelta hacia el sofá. donde me estiré cómodamente. Una vez que acabé con esa tarea y mi ático pareció algo menos que una selva. Con la decisión tomada. pero al final accedí a mis deseos y le pedí un whisky solo a una casi desnuda camarera con un piercing en la nariz que me sirvió de inmediato. Giré mi cuerpo para estar completamente de frente. –concedí. Me reí y ella me siguió. Casi sin pensar. Ella sonrió pícaramente y señaló con el dedo hacia el vaso donde estaban las cañitas. Mucho antes de sentir el calor de su cuerpo. El único saludo fueron las respectivas sonrisas que nos dirigimos. Ni siquiera me miró. Definitivamente sus ojos eran verdes.– Hace demasiado calor. Una vez en el exterior la llevé hasta mi coche. Su voz me pareció dulce. Cerré los ojos con fuerza y saqué cualquier pensamiento de Violeta de mi cabeza.. Me gustó. Ella asintió con la cabeza y nos metimos dentro del auto. – Tu expresión. Alargó una mano y separó suavemente de mis ojos un errante mechón de pelo. Lo puse en marcha y salimos rumbo a ningún lugar. de forma que su pierna estaba ahora entre las mías. Bebí el resto de mi copa de un solo trago. aunque era .juguetonamente. – Al parecer ya has logrado que esté de mejor humor. – ¿Te apetece dar una vuelta? –le pregunté. No hay nombres ni hacen falta las palabras cuando dos personas saben lo que buscan. Colocó el vaso delante de mi nariz y yo lo tomé. pude distinguir su suave perfume. su pelo cobrizo rozándome un hombro desnudo. – ¿Quieres otra copa? –me giré hacia ella cuando su voz me alertó. hablándole al oído por el ruido que nos rodeaba. así que continuó inclinándose hasta que su cuerpo estuvo totalmente pegado al mío. Ese gesto me hizo recordar inevitablemente a Violeta. No habría lugar para pensar en mi padre o en Violeta. Me fijé en que llevaba unas faldas justo por encima de las rodillas y que la piel de sus muslos parecía ser extremadamente suave. Nadie debería entrar en un lugar como éste así de triste. Recibí otra en aprobación a mis actos y decidí que definitivamente había encontrado algo interesante esa noche y con excesiva rapidez. Decidí que me gustaba. Se reclinó hacia delante y yo me aparté ligeramente asustada por el súbito movimiento.. Ella no puso ninguna objeción a mi demanda y me siguió mientras yo luchaba por atravesar la densa muchedumbre. Negué con la cabeza y ella se acercó de nuevo para darme la respuesta. despacio. Siguió apoyada en la barra mientras yo alzaba la mano y me encontraba con el extremo de su falda. – ¿Sabes qué es lo que me ha atraído de ti? –me dijo al oído. para darle tiempo a retirarla si era lo que quería.. Me concentré en la carretera. dejé que mi mano viajara por aquel brazo desnudo desde la muñeca hasta el codo. –le contesté y ella se giró para pedir. Necesitaba ánimos esa noche. –dije con premura. – Gracias. – Salgamos de aquí. Fui consciente de un aliento rozando suavemente mi oreja. tan empeñada siempre en atusar la rebeldía de mi cabello. Se giró hacia mí y se acercó un paso más.. poniendo de manifiesto su intención de coger una para su vaso. Eso tuvo la recompensa esperada cuando aquellos ojos verdes se acercaron hasta mí. de una piel rozando mi brazo y me sentí extrañamente en trance. No pude evitar colocar mi mano allí. Esa noche era para mí y lo necesitaba. No recordaba haber hecho el amor tan salvajemente ni haber tenido en la cama a alguien tan complaciente y al mismo tiempo tan insaciable. en mis dedos e incluso en cada parte de mi piel. –me dijo.. Seguí recordando los acontecimientos de la noche previa. – Me gusta. lo hice a solas. Pensé que había días en los que era mejor no poner un pie fuera de la cama. Me quedé estirada allí mientras daba coces intentando desenredar mi pie izquierdo de la sábana..consciente de que la mujer me estaba mirando fijamente. puesto que hicimos el amor hasta bien entrada la madrugada. sin ataduras.– Suelen decírmelo a menudo. Sin decir una palabra. No recordaba lo bien que podía hacerte sentir un buen polvo al día siguiente. –me sugirió cuando se dio cuenta de que yo comenzaba a respirar ruidosamente. pero creo que en un momento dado fui capaz de prometerle amor eterno. aprovechando que en esos momentos había tenido que parar frente a un semáforo en rojo... Me reí y volví a darme la vuelta. Los músculos doloridos y cansados de mi cuerpo eran una prueba de ello. Claro que a los demás les lleva algo más de tiempo llegar a esa conclusión. . Me di la vuelta hasta quedar boca abajo y me enterré en la almohada... No estaba muy segura.. La miré. sin nada de lo que arrepentirse. De haber sido profesora le hubiera dado matrícula de honor a su examen oral. – Tampoco es que importe mucho. –confesé. sin que yo me diera cuenta. Me erguí para sentarme sobre la cama y no pude evitar exclamar un alarido de dolor cuando coloqué todo el peso sobre mis nalgas. ella me había clavado las uñas allí. Tardaría varios días en lograr sentarme derecha. Esperaba que aquel no fuera uno de ellos. demasiado frescos en mi memoria. Incluso podía asegurar que estaba sonriendo de medio lado. En un momento de pasión. Respiré hondo y me impregné de su olor. – Quizás deberíamos ir a tu apartamento. mi cuerpo se desplomó sobre el frío suelo. ¿verdad? Volteé un solo segundo para sonreírle y ella me devolvió el gesto. me regañé a mí misma. pero antes de dar dos pasos. Sentí que inmediatamente algo dentro de mí se encendía y tragué con algo de dificultad. Cuando desperté a la mañana siguiente. Me levanté dispuesta a darme una larga ducha para borrar todo resto de mi noche de pasión. – Eres una persona extraña... Gemí inconsolable y di gracias de estar sola. para poco después colocar una mano sobre mi muslo y acariciarlo. –indicó casi ronroneando. apreté el acelerador y puse rumbo hacia mi ático..– ¿Adónde me llevas? – No tengo la menor idea... las sábanas. “Torpe”. en la cama. Ella se había marchado en algún momento de la mañana. – Lo sé. Su aroma estaba en todas partes. cuando despertabas con sólo la conciencia de haber pasado unos gratos momentos. Apreté con fuerza el auricular... no se me ocurrió nada coherente. –admití con algo de vergüenza. Cerré los ojos con fuerza y respiré despacio... Se suponía que Violeta había regresado de su viaje el día anterior y que ya tenía vía libre para llamarla. – Vaya. Jimena. Como si mi . – ¿Diga.. – Pensaba invitarte a cenar esta noche en mi casa. a menos que ya tuvieras planes. Una simple llamada y parecía que era un asunto de vida o muerte. Me reí.. Todo lo que mi mente podía elucubrar eran las palabras “Violeta” y “felicidad”.. Justo cuando logré recolectar todo mi valor. Hubo otro silencio entre nosotras. Cada vez que me acercaba al aparato mi corazón martilleaba a tanta velocidad que incluso llegaba a marearme. – ¿Hace falta valor para hacer eso? – Para mí sí. y me disponía a descolgar el auricular. – ¿Es un mal momento? –cuestionó con cuidado. a pesar de que era así como me sentía en realidad.? –dudé. La había echado inmensamente de menos. Suspiré pensando en lo inepta que era. – No habrás vuelto a beber.. – Aburridísimo. –dijo simplemente. el teléfono sonó asustando hasta la última fibra de mi ser. – ¿Qué tal el viaje? –me apresuré a decir. –suspiré..– No quería parecer ansiosa. Pero todo sonaba completamente diferente cuando era Violeta quien lo pronunciaba. – En realidad estaba sentada frente al teléfono desde hace demasiado tiempo. que era más bien poco. y a pesar de que intenté romperlo.El jueves me descubrí mirando fijamente el teléfono sin atreverme a descolgarlo y realizar esa llamada con la que había estado suspirando los días anteriores. –afirmé con vehemencia. Podríamos pedir pizza o algo así. – ¿Jimena? –dijo preocupada al no obtener ninguna respuesta de mi parte.. pero no quería parecer demasiado ávida por verla de nuevo. – No. me alegro de comprobar que vuelves a estar comunicada con el mundo exterior. intentando encontrar el valor para llamarte. Me hizo gracia que ella pudiera pensar que yo tuviera planes. Lo descolgué y carraspeé antes de responder. ¿verdad? – No. – ¿Ocurre algo? –volvió a inquirir con el mismo desasosiego. –la voz de Violeta sonó burlona. Un instante en el que supuse que estaba asimilando la información. – Yo también te he echado de menos. – ¿Por qué? – No lo sé. poniendo voz a lo que yo no quería pronunciar. Por supuesto. negándome a asimilar aquellas palabras como algo más que palabras. Supongo que me importa demasiado lo que pienses de mí. De repente parecía un ser humano otra vez.. A su saludo añadió un cálido beso en una de mis mejillas al que yo correspondí con demasiada buena gana. La línea quedó muerta tras mis últimas palabras. Continuación. Mientras me daba los datos y yo los apuntaba en un improvisado papel me di cuenta de lo cerca que había estado de mí todos estos años y nunca habíamos coincidido.patética vida social diera para mucho. – Hola.. Un jersey de cuello alto azul marino y unos pantalones de pinzas de color negro fueron mi elección final después de pensarlo resueltamente en la ducha. – Hola. Y me parece una buena idea lo de las pizzas. Sigue. quien no me quitó la vista de encima los diez segundos que me tomó esperar al ascensor. Te espero a las siete entonces. Me costó mucho más trabajo intentar acomodar la rebeldía de mi cabello hasta hacer que. De alguna forma tenía que calmar los nervios que se habían apoderado de mí. Apunta la dirección. pareciera que lo llevaba peinado... Saludé al conserje nada más entrar en la luminosa sala de entrada.. por fin... “Las amigas no tienen citas”. – ¿La tienes? – Sí. Ella vivía tan sólo a unos veinticuatro kilómetros de mí. Violeta me conocía demasiado bien como para saber que yo prefería esa clase de ropa. Toqué con los nudillos suavemente y esperé tan sólo unos segundos.– que hacer. Observé mi guardarropa durante algunos momentos. – Estupendo. Le alcancé la botella de vino elegantemente empaquetada que yo había comprado . Casi podía imaginar que era una cita. Supuse que lo mejor sería llevar algo cómodo. –subrayé la palabra para más énfasis. – No. –me saludó una complaciente Violeta nada más abrir la puerta. – Hasta luego.. Me estiré en el sofá observando el techo con detenimiento mientras pensaba que esa misma noche iba a cenar en casa de Violeta.. no tengo nada mejor. – De acuerdo. El lugar donde residía Violeta era un edificio de unas doce plantas. cerca de uno de los mayores centros comerciales de la ciudad. –murmuré casi sin aliento. me recriminé a mí misma poniéndome de pie de un salto. Luego me apliqué una pequeña base de maquillaje para esconder mis ojeras junto con un breve toque de color a los labios. Llegué hasta su puerta y tomé una honda inspiración. De repente me había invadido la imperiosa necesidad de pensar con detenimiento lo que me iba a poner para la ocasión. – Lo siento..de camino a su casa. notando mi repentina y breve indisposición. ¿estás bien? –me preguntó. –dijo con inmensa amargura. – Estás muy guapa. – Me dejó todo lo que tenía.. Supongo que prefirió dejárselo a una hija a la que odiaba pero que llevaba su sangre que a cualquier otra persona. –repuso. En el centro.. Violeta me enseñó el resto del apartamento con orgullo. aquel apartamento estaba lejos de ser impersonal. cerrando la puerta tras de sí y ocupándose de mi chaqueta de cuero. sentí deseos de no volver a salir jamás.– ¿Quieres ver el resto de la casa? – Por supuesto. –murmuré por lo bajo. Otro detalle que no me pasó desapercibido era que no había ni una sola fotografía en todo el lugar. la cual colgó de un perchero. de todo. – No. –suspiró. – ¿Qué tal una copa de vino antes? –pedí casi en clemencia. – Sí.. Ni siquiera de ella misma.. con macetones de plantas a cada esquina. – Violeta. Aunque no tenía la menor idea de que vivías tan cerca de mí. un enorme equipo de televisión y estéreo y en una de las paredes una enorme estantería repleta de libros. si te apetece.... Me adentré en los dominios de Violeta con hambre de descubrir por primera vez cómo era el lugar donde ella vivía. – Jimena. –me dijo.. – Lo único bien que hizo fue morirse.. –la llamé sabiendo hacia dónde habían ido sus pensamientos. Espero que se esté revolviendo en la tumba. . recordando lo último que me había dicho. Tardé menos de una semana en venderlo todo. y yo ni siquiera estaba allí para verlo. – Gracias. Un tresillo de cuero negro completaba el mobiliario de la sala. – Supongo que no habrás tenido problemas para encontrar el lugar. – Exacto. Me permití esbozar una sonrisilla casi imperceptible. Ella la aceptó con sonrisa pícara y siguió mirándome con intensidad. La miré. El salón lo había decorado en tono pastel. discos y adornada con figuritas de todo tipo. Estaba impregnada de su inconfundible olor y nada más entrar. Para ser una persona que pasaba tiempo limitado en su casa.. Su habitación fue. – Hace dos años. apreciando con ello mis esfuerzos por mejorar mi aspecto. Yo sabía que una copa podía calmar mis repentinos nervios.. – ¿Tienes hambre? Podríamos ir pidiendo las pizzas ya. – Tan sólo hace dos años que me mudé. Lo primero de lo que te dabas cuenta era de que en realidad era mucho más grande de lo que pudiera parecer.. Eso explicaba el hecho de que pudiera costearse un apartamento de aquel calibre. El mismo tiempo que ha pasado desde la muerte de mi padre. Violeta siempre tuvo claro que las cosas que la vida te regalaba había que aprovecharlas. Ella había tomado el dinero de su padre como una recompensa a todo el sufrimiento que él le había infringido a lo largo de aquellos años.. lo que más me llamó la atención. . colocando unos fugaces mechones tras la oreja. – ¿Cómo está Ginebra? –me preguntó una vez que hube recuperado mi posición inicial. Ella no había parado de sonreírme un instante y yo ya estaba empezando a sentirme como si pudiera volar. – Siento oír eso. Gracias por acordarte de mí. Se levantó y la vi acercarse a su bolso de donde sacó una bolsita pequeña que me ofreció nada más retomar su asiento. Abrí la bolsita y miré en su interior para descubrir una réplica en miniatura del Big Ben. – Yo aún no termino de creerlo. pasando un brazo por encima. –dijo tras su primer trago. Violeta suspiró y se pasó una mano por el pelo. La seguí desde muy cerca. tan breve que apenas rocé la piel de su rostro.– Es increíble lo que puede hacer el aburrimiento. te he traído algo. – De nada. Ella dice que está bien. justo detrás de mi cabeza. – Gracias. ¿sabes? Es como si esperara que mañana me llame y me diga que han arreglado las cosas. Me indicó con la cabeza que la siguiera y me llevó hasta el salón. Me he dedicado a ordenar mi casa. – Al final tendré que darte la razón. – Estaba lloviendo.. ¿qué has hecho estos días? – Nada en especial. –me aseguró.– Está bien. al parecer. – Toma.. –musité encantada. – Me gusta. – No necesariamente tiene que pasarte lo mismo que a tu hermana.. Sonrió complacida por mi respuesta y se apoyó en el respaldo. pero sólo una. – Siempre hay posibilidades de que eso ocurra. –me dijo con sincera pena en la voz. Sonreí. palmeándome el muslo. Aún así. Yo hice rodar los ojos y ella se rió. – ¿Y tu viaje? Por lo que me dijiste.... Violeta sacó dos copas de cristal y con gran destreza descorchó la botella. Por cierto. Es una tontería pero. ¿puedes creerlo? – ¿En serio? –soltó una carcajada. a veces incluso más de una vez. lado a lado.. –afirmé. Ambas nos miramos fijamente durante unos breves instantes y yo no pude evitar acercarme para plantarle un beso en la mejilla. eso es lo que se suele regalar. Me acercó una de las copas y yo tomé el primer sorbo con avidez. donde nos sentamos en su cómodo sillón de cuero. pero estaba paseando por mi hotel. Te prometo que la próxima vez que vaya a París te traeré una Torre Eiffel. entré en una tienda de souvenirs y me acordé de ti. Ella se había acordado de mí. al parecer no te lo pasaste muy bien. dándose la vuelta para dirigirse a la cocina. es una tontería. – ¿La razón sobre qué? – Sobre lo que me dijiste una vez de que el amor es sólo una ilusión. me pareció que ella contuvo la respiración.– Cuéntame. – Me llama casi todos los días. pero yo sé que está pasando por unos momentos muy duros. Siempre llueve en esa ciudad. Puede que tú sí . – Está muy bueno. se acercó a la mesa y llenó ambas copas de nuevo.. Yo intentaba calmar mi interior en un intento por evitar que mis sentimientos se desbocaran demasiado y me hicieran hacer o decir algo fuera de lugar.. Sería un tormento hablar de fútbol. Fruncí el ceño con disgusto y me revolví en mi asiento intentando digerir sus últimas palabras. tomando un largo sorbo de vino. – No veo por ningún lado una fotografía.. levantando ambas cejas. ya que tú no pareces muy dispuesta. Con eso. –me contestó agudamente. por ejemplo. – Me controlas demasiado.que encuentres a alguien a quien amarás el resto de tu vida. Observé su esbelta espalda mientras hacía la llamada.. sin más. – Al parecer crees que tengo un serio problema con la bebida. voy a llamar a la pizzería. – Siempre tan fría y tan indiferente con todo. pero yo me muero de hambre. Sentir que era importante para ella era el mejor regalo que podía darme en aquellos momentos. – Al menos es un buen tema de conversación. – Pues que es aburridísimo... Eso atrajo la curiosidad de Violeta. – No quiero volver a verte así. –suspiró.– Por ahora. – ¿Tan importante soy para ti? –me atreví a preguntar. fingiendo indiferencia. – Hoy me has pillado de buenas. – De acuerdo. – Sí.. ni nada que indique que estás con alguien. – Algún día estaremos preparadas para descubrir qué es lo que ocurre entre nosotras. – ¿Te parezco alguien frívolo? – ¿Te das cuenta de que solemos acabar hablando de lo mismo siempre? –observé. – ¿Alguna preferencia? –me preguntó. –remarcó. No sé tú. Todo ello bajo su atenta mirada. que me miró bajo un denso velo de sospecha. Curioso. –murmuré..– Me dolió haberlo hecho. Mi corazón perdió un latido entonces.. –me interrumpió muy seria. –admití seria. y te diré que no he. – Pensé que habías dicho que sólo habría una para mí.. – Alguien tiene que hacerlo.. pero ahora mismo es algo que no me preocupa. – Que tenga atún. Se levantó del sofá y yo inmediatamente sentí la ausencia de tibieza que me otorgaba su cercanía. –añadí. – Puede que eso sea un lastre para cuando sea vieja y la soledad me atormente. – Algún día. – ¿Qué tiene de malo el fútbol? –bromeé. muy segura de mí misma. parecía estar esperando mi reacción. fingiendo falsa indignación.. – Tienes más esperanzas en mí de las que yo misma tengo. Sabía que Violeta confiaba en mí y . – Y tú también. – Como tampoco lo es que disfrute de tu compañía. Me arremoliné en mi asiento. – ¿Y qué es exactamente lo que sientes por mí? Suspiré. echando la cabeza hacia atrás permitiendo que la música terminara de relajar mi cuerpo. – En nada en particular. – Desde que has empezado a mirarme diferente. Pero ya que has sacado el tema. – ¿Qué tal algo de música? –me sugirió una vez que completó su tarea al teléfono. Quizás era porque a ninguna de las dos se nos olvidaba la profunda atracción que yo sentía hacia aquella preciosa mujer..yo no podía traicionar de ninguna manera esa confianza.. – Lo sé. sino que me obligué a mirarla a los ojos para observar su reacción.. – ¿Piensas que te he traído aquí por alguna oscura razón? – No. Seguí el movimiento de su mano cuando la alzó para apartar unos mechones de cabello de mi frente. – Tienes pinta de turista... – ¿Desde cuando eres tan perceptiva? –preguntó divertida. empezaba a mostrarse algo tenso.. Si necesitaba oírlo de mi propios labios se lo diría. aunque yo sabía que ella era muy consciente de que yo la deseaba con cada poro de mi piel.. Breves momentos después. No es la primera vez que me dicen algo así. No había que ser muy listo para percibir que el ambiente. Esta vez no bajé ni aparté la vista tímidamente. me gustaría saber porqué. por alguna razón.. –dijo simplemente. – ¿A qué viene esa pregunta? –inquirió ceñuda. – No creo que sea algo muy descabellado invitarte a cenar. Si me disculpas. – ¿Ocurre algo? –dije.. Debía de ser alguna artimaña para reafirmar de alguna manera su ego. –dije casi en un murmullo. Era como si se hubiese ido a miles de kilómetros de allí.. La cuestión la había cogido por sorpresa. a pesar de todo. Violeta se quedó seria. – ¿En qué estabas pensando? –inquirí con una ceja alzada. – A que nunca he sabido si eso te molestaba.. – Me alegro. La oí encargar el pedido y dar la dirección con voz diligente. – ¿Te hace sentir incómoda el saber lo que siento por ti? Violeta abrió los ojos tanto como sus párpados se lo permitieron. la voz rasgada de Francisco Céspedes inundó la estancia. . – Entonces pensabas en mí.. Mis palabras también rompieron nuestra conexión y ella apartó la mano casi bruscamente. sentándose demasiado cerca para su seguridad.. –comentó ausente mientras bebía de su copa. Me encogí de hombros y ella se acercó hacia su equipo de música.. Ella siguió trazando con las yemas de sus dedos una mejilla. – No.. Necesito ir al servicio. – No me molesta.. –me dijo riendo suavemente. – Sigo deseándote. observando la expresión de concentración de Violeta mientras me acariciaba. –dijo levantando ambas cejas para dar mayor relevancia a la frase. Violeta se unió a mí entonces. – Estupendo. después de tres trozos de pizza. –alegó demasiado exaltada. – Violeta... Sentémonos y así podremos mirarlo juntas. por el contrario. – ¿Puedo? – Por supuesto. Violeta se encargó de recibir el pedido y de acomodar unos pequeños platos y cubiertos sobre la mesita del café. – No. Cuando volví a aparecer en el salón la encontré atendiendo la llamada que unos instantes antes había sonado. dándome con ello un ligero margen de confianza. Al pasar a su lado cogí un breve trazo de la conversación. teniendo en cuenta cómo has tratado a tu cuerpo últimamente. Iba a abrirlo cuando la voz de Violeta sonó desde detrás de mí. Lo comprobé cuando.. me acerqué a una de las estanterías para darle algo de privacidad. – ¿Qué fue de tu legendario apetito entonces? – La pizza no es que sea uno de mis platos favoritos. Me levanté del sofá y me dirigí hacia el baño sintiendo la mirada de Violeta en mi espalda.. Poco después ella terminaría su propia cena y recogió prestamente los restos.. – ¿Es que estás a dieta? –me preguntó aún masticando cuando me vio abandonar los cubiertos sobre el plato. – Ya he recibido más de una queja por tu parte de ese asunto. Algo llamó mi atención de allí y tardé muy poco en tener lo que parecía ser un viejo álbum de fotos en las manos. Estaba extrañamente deseosa de verlo.. No me quedé lo suficiente para descubrir qué era eso que le parecía tan estupendo y. –la interrumpí. –mentí.. – Espero que me estés diciendo la verdad. no es eso. . si incluso. además de rellenar las copas de vino. Me vi obligada a posponer mi curiosidad cuando el timbre de la puerta sonó. Me giré rauda. Últimamente estar en presencia de Violeta y la emoción que eso conllevaba me quitaba las ansias de comer. Me miró sospechosamente pero no dijo nada más. – Es lo único que quise conservar de mi antigua casa. Ella le estaba diciendo a quien quiera que fuese que el día siguiente le parecía ideal. Mi estómago sigue rebelándose contra mí estas últimas semanas y no quiero forzarlo mucho. Tenía curiosidad por descubrir si en su interior habitaban fotos de Violeta siendo una niña o de..– Y ya se acabó la bebida para mí. contenía instantáneas de su hermana fallecida. La cena. Hice lo que me dije y al momento siguiente ambas nos habíamos acomodado nuevamente en el sillón. Aunque no me extraña que te pase eso. Violeta también se dio cuenta de este detalle. Mi atención volvió hacia el álbum de fotos. Me arrepentí de ello inmediatamente. – ¿Y por qué no lo dijiste antes? Hubiéramos pedido comida china o cualquier cosa. me vi incapaz de tragar un solo bocado más.– Claro.. Será porque no hay restaurantes de todo tipo en esa maldita ciudad.. – ¿En serio. –añadí moviendo negativamente la cabeza. ¿Por qué tenía que ser tan malditamente bella? ¿Por qué no podía dejar de desearla con todas mis fuerzas. La primera foto en blanco y negro era de un precioso bebé de pocos meses. Demasiado para mi pobre voluntad. – No. Por primera vez fui consciente de cuán cerca estaba de mí.– Sólo tus ojos ya te hacen merecedora de cualquier calificativo menos ése. con lo cual estábamos hombro con hombro. –tragué con dificultad y pasé a una segunda hoja.. Yo me acerqué aún más a ella para tener una mejor perspectiva del asunto. –concedió Violeta. Intercambiamos posiciones con la variación de que ella se apoyó sobre una mano en mi muslo. – Y eso que aún no has visto unas que me tomaron algunos años después. abrir aquel álbum lleno de duros recuerdos para ella.. – Ten. Por el rabillo del ojo la vi asentir. así no tendrás ningún problema. Sujétalo tú.. – Te lo advertí.. –bromeé..– Te gustaba comer. Se inclinó levemente y yo eché un rápido vistazo al escote que permitían los últimos botones de su camisa.. girándome hacia ella. – ¿Estabas gorda? –pregunté con asombro. –se sentó a mi lado por enésima vez..– Ya veo que no hay nada que te interese más que ver lo que ese viejo álbum esconde.. Me volví rauda cuando ligeramente logré avistar el inicio de sus senos.. después de todo.– De acuerdo. – Eso sí que no me lo creo. aún sabiendo que eso no me aportaba otra cosa que dolor? . cosa que hizo que mi cuerpo temblara de la cabeza a los pies. – ¿Eres tú? –pregunté. –me informó aunque yo ya lo había deducido al ver la instantánea de una niña de unos ocho años. – Se parece a ti.. La risa se disipó en un segundo. rechoncho y sonriente.. por lo que veo. pero era una Violeta que bien valía por dos. Pasé la hoja y encaré un par de fotos de Violeta. – ¿Quieres que lo dejemos? –pregunté cauta.? –dijo en tono meloso. – Alicia. Me giré hacia ella y ella levantó el rostro hacia mí. – Y era bastante fea.. además.. – ¡Oh. Dios mío! –exclamé sin poder evitar reírme. Carraspeé y devolví mi atención a lo que tenía entre manos. que era lo único que me daba cierto espacio para no pensar en la cercanía de Violeta y en su mano sobre mi muslo.. Violeta pronunciaba las palabras despacio. adelante. con inmensa tristeza. – Sí... – Ella era mucho más guapa que yo. – ¿Tan evidente soy? – Para mí sí. Tal vez no había sido una buena idea.. Cogió el deseado objeto y lo abrió por la primera página. Tan cerca estaba que pude sentir su aliento en mi mejilla.. . incluso más que respirar. Aunque a mis espaldas. con los labios aún entreabiertos. – Lo siento. Así que me giré rauda e hice lo que deseaba y necesitaba. recé interiormente a un Dios en el que apenas creía.. Los niños a veces podían ser muy crueles.. aunque el tono ronco por el deseo de mi voz confirmó justo lo contrario.. Cada uno de mis sentidos a punto de explotar cuando me permitió adentrarme en el oscuro rincón de su boca.. Apreté las mandíbulas y me llamé al sentido común.. Quizás no le di tiempo a que lo hiciera.. La urgencia por asistir a mis pulmones con nuevo aire fue lo único que consiguió apartarme. aún así lo hice. Era dolorosamente evidente que Violeta no estaba dispuesta a decir una sola palabra. ¿Qué has hecho?. Yo era mucho más grande que la mayoría y. tan cerca. comencé a ponerme cada vez más nerviosa. . Un castigo demasiado imposible de soportar una segunda vez. y aún existía la duda de que si lo hiciera a mí me agradara tal respuesta.. Ella estaba tan cerca. liberando poco a poco uno de sus labios de entre mis dientes. Violeta no se movió cuando mi boca cubrió la suya. El corazón me latía sin orden ni concierto a la vez que las manos empezaban a temblarme. No estaba preparada para abrir los ojos.. pero mi sentido común se había evaporado junto con mi voluntad. pero lo hice lentamente.”. forma me tenían miedo. Sentí que Violeta se inclinaba hacia delante para añadir más presión al beso. Mientras la oía hablar.Ella comenzó a parlotear sin descanso. –dije con esfuerzo. “No permitas que me muera. Cerré los ojos con fuerza y comencé a mover los labios absorbiendo el sabor de los suyos. Me permití probar con mi lengua y lamí su labio inferior tentativamente. cualquier cosa con tal de que dejara de mirarme de aquella forma. consciente de que tendría muy poco tiempo antes de que Violeta se apartara. La última vez que yo había hecho algo así había provocado que Violeta huyera de mi lado. no ahora. Me levanté del sillón asustada. Tan rápidos fueron mis movimientos que incluso a mí me sorprendieron. Violeta me miraba de forma extraña.. Lo que nunca esperé fue que ella comenzara a mover los suyos en sintonía. – . Sus labios comenzaron a cubrir los míos con hambre y su lengua se encontró con la mía a medio camino. Estaba segura de que si Violeta dejaba de hablar notaría al instante el frenético movimiento de mi pecho al respirar. repetía mi mente una y otra vez. – En el colegio me llamaban albóndiga. Eso sin contar mi tendencia a escalar todo lo que levantara más de un metro del suelo.. más de una vez regresé a casa sangrando por la nariz por alguna pelea en la que me había metido. pero ninguna de las dos pareció reparar en este hecho.. El álbum cayó a mis pies ruidosamente. embargándome con un sentimiento de culpa difícilmente de soportar. en cierta. claro. La miré gritándole mudamente que dijera algo. al sentir que la vida se me escapaba de puro placer. La realidad y la noción de lo que yo acababa de hacer me golpeó de repente..... La lluvia pegaba con fuerza en el cristal de las ventanas. un único pensamiento rondando mi cabeza. Me reí dolorosamente. era fútil. por una vez en mi vida sentí que tendría la valentía suficiente como para hacerlo. Era estúpido pensar en eso. Por entonces. Corrí escaleras abajo como si mi alma estuviera poseída y no fuera mía . no sé porqué estúpida razón pensé que sería capaz de hacerlo en esos momentos. No soportaría que se riera de mí. salí por la puerta de mi casa.con lo cual recogí los restos que quedaban de mi autoestima e hice lo único que se me ocurrió que fuera lo correcto.. Eso era algo que no había logrado en años. Supuse que las dos habíamos fallado. estaba cansada de estar sentada. además de cursi. eres mi vida entera". Mi mente se empeñaba en recrear una y otra vez mi error. que había visto a mi eterna y bella Violeta por última vez. ¿Por qué? Ésa fue la pregunta y mi respuesta. Sentada en el sofá intentaba dejar de pensar en lo que había ocurrido el día anterior. Una locura. buscando la calma que sabía de antemano que no lograría. Ella había tenido demasiado tiempo para descubrir que me amaba como yo para intentar olvidarla. Me dirigí hacia la puerta y recolecté mis pertenencias antes de abandonar el apartamento.. a pesar de que dudaba mucho de que fuera capaz de hacer tal cosa. La noche me había abrazado sin darme cuenta habiendo pasado todo aquel día sumida en mis pensamientos sobre Violeta. Me daba la sensación de que esa frase. De alguna forma ella me ayudaría a superarla. Tenía que decírselo. Casi podía asegurar. Me levanté del sofá. a menos que tuviera la valentía de volver a mirarla a los ojos. Pero no amor. Si lo dejaba pasar estaría perdida para siempre. Pero no lograba sacarme a Violeta de la cabeza. Su nombre se repetía en mi interior como un constante martilleo. pero tan difícil de creer. Ni siquiera esperé al ascensor. Di unos cuantos pasos en círculo. Continuación. A mi pésimo estado de ánimo se había unido las inclemencias del tiempo. quizás incluso a sacarla de donde tan pertinazmente se me había metido. Lo sabía.. y durante mucho tiempo después. Sigue.. En un arrebato repentino. Ella me había demostrado que realmente sentía aprecio por mí. haciéndome desear poder arrancarme los sesos. ¿Qué le diría?: "Violeta. No oí ni sentí ningún vestigio de que ella quisiese realizar cualquier mínimo intento por hacerme desistir. me atormentaba con la necesidad de arreglar lo que mi irreprimible deseo había implantado. No amor. ¿Cuánto tiempo seguiría fantaseando con el hecho de que Violeta algún día se daría cuenta de que me amaba tanto como yo a ella? Creía seriamente que me llevaría ese deseo a la tumba. me ayudaría a dejarla ir. Eso era tan fácil decirlo. pero yo seguía mi rumbo por instinto. Me abrí paso como pude. En pocos segundos me acerqué hasta el lugar del accidente. No dije nada más. – Eso no será posible. totalmente empapada y le di las instrucciones al taxista como si la vida se me fuera en ello. resbalé y fui a dar contra una farola. Pensé. que al intentar esquivar a una pareja que se refugiaba bajo el mismo paraguas. Es muy peligroso conducir a mucha velocidad en estas condiciones. Abrí la puerta y me eché a correr bajo la mirada extrañada del pobre hombre.. pero llegué. Tras unos quince minutos. – ¿Puede ir un poco más rápido? –le pregunté cuando me di cuenta de que su atención estaba más dirigida a mí que a la carretera. –me señaló con el dedo. Entré en la recepción. – ¡Maldita sea! –grité desesperada. y que me calaría nada más dar dos pasos. Había muchas personas. Me saqué el dinero del bolsillo de atrás y le di todo lo que tenía sin importarme. ignorando las protestas que me gritaban aquellos a los que yo empujaba para poder pasar. Quizás había perdido el juicio después de todo. Me subí al asiento de atrás. Sabía que no podía perder tiempo sacando mi coche del garaje.. el taxi se paró del todo. Sólo quedaba un pequeño tramo y yo tenía prisa por recorrerlo. Los pocos que se cruzaron en mi camino se alejaron lo que pudieron de mí. Tanta era mi premura.– ¿Ve aquellas luces? Me fijé en lo que me dijo acercándome cuanto pude hacia delante y pude observar las intermitencias propias de una ambulancia. confundiéndome seguramente con una loca. Me acerqué al conductor para preguntarle. La lluvia apenas me dejaba ver nada. Llegué hasta la calle. –anunció el taxista tranquilamente. arremolinados en las aceras. quizás más. frotándome el lugar de mi frente con el que había frenado. Corrí y corrí sin saber siquiera de donde sacaba las fuerzas. No sé cuanto tiempo estuve corriendo. Ya divisaba el edificio de Violeta. maldiciendo a la inanimada torre de metal. Fue entonces cuando me di cuenta de que había salido sin ningún tipo de abrigo. El conserje me miró con el ceño fruncido mientras yo pasaba de largo y mis zapatillas caladas chirriaban contra el . que en la vida de cualquier persona siempre había una farola en el peor lugar y en el peor momento.nunca más. –me contestó serio. Por alguna intervención divina. – Creo que ha habido algún accidente. y cuanto más cerca estaba. diez. No me importó en absoluto. me arremoliné detrás y esperé. mientras ponía el taxi en marcha. – ¿Qué pasa? – Caravana. por lo que me decidí por un taxi. nadie se atrevía a salir con una tormenta así. Había poca gente en la calle. me miraba con curiosidad por el retrovisor. pero yo ya había echado a correr nuevamente. cinco minutos. La pareja detuvo su paso para preguntarme por mi estado.– Está lloviendo demasiado y la carretera está mojada. un coche público se acercó y atendió mi urgente llamada. desacelerando el paso. Me acerqué hasta el extremo de la acera para intentar parar uno. Me recuperé lo más rápido que pude del golpe. Noté que. entre curiosos y accidentados. más acelerado batallaba mi corazón contra mi pecho. Los mismos que me tomaron llegar hasta su puerta. como lo tenía yo a saber si era merecedora de alguna esperanza. Mi aspecto. como si con ello consiguiera que acudiera a mi llamada más prestamente. Intenté borrar cualquier rastro de sangre con la mano. y las siguientes vidas posterior a ésa. era demasiado crudo. Mi respiración aún estaba entrecortada y al mirar al suelo noté el pequeño rastro de agua que mi ropa y mis zapatillas estaban dejando allí. Las puertas se abrieron para mí y me adentré en la cabina. ¿Qué demonios hacía ella. Violeta era eterna para mí. a arriesgar todo lo que yo poseía simplemente porque ya no soportaba sufrir mi amor a solas.. – Violeta.. Violeta dejó escapar una exclamación al verme. – ¡Dios mío! –gritó. Yo había ido allí a descubrirle mis sentimientos. Me adentré en su apartamento y la esperé. Violeta me sujetó por los codos.– Entra. y me aparté de ella como si tuviera la peste. – No estás sola. –dudó. Presioné el botón del ascensor varias veces. Conté hasta diez. Me deshice de su agarre bruscamente. apoyándome enseguida contra la pared después de pulsar el número del piso de Violeta. La habría esperado toda mi vida. con aquel frío. Y demasiado masculina. Las compuertas se abrieron entonces y yo me decidí en dos segundos. medio vestida con una simple camisa? Una camisa que además era demasiado ancha para ser suya. Me di la vuelta para mirarme en el espejo y ahogué un grito de alarma cuando vi una línea roja que resbalaba desde uno de los laterales de mi cabeza. –comencé yo. esta vez más consistentemente. –dije simplemente. mi alma ya oscurecida de rabia. Ya había hecho el ridículo y ahora era el momento de salir mientras tuviera fuerzas para ello. Fue entonces cuando me di cuenta por primera vez de que ella no llevaba nada más que una camisa que apenas le llegaba por encima de las rodillas. pero no hubo una respuesta a mi llamada. Tenía que salir de allí como fuese.parqué. Por segunda vez en muy poco tiempo.. La miré y pude oler en ella algo diferente. – Resbalé. la sien y una de mis mejillas. Un repentino dolor y la autocompasión anegaron mis sentidos.. Violeta se acercó hasta mí por detrás y yo me di la vuelta. un olor que no era el suyo. francamente. Luego unos pasos que se acercaron y la puerta se abrió. – ¿Qué te ha pasado? –se acercó a mí y me apartó el pelo de la frente para observar el alcance de la lesión. ¿verdad? –dije sin apenas despegar los labios. Violeta no respondió... Respiré hondo y toqué suavemente.– ¿Puedo pasar? – Sí. simplemente bajó la vista. – ¿Estás bien? –me preguntó muy preocupada. sin querer perder el tiempo por si me arrepentía de hacer lo que me había traído hasta allí en el día más tormentoso del mundo. pero seguía brotando. La realización de lo que allí había estado pasando me llegó tan de repente que me tambaleé. la . Volví a tocar. Ella tenía derecho a saberlo. pero nunca esperé que eso cambiara. Pero eso no quería decir que no me doliera comprobar que en su vida no había sitio para mí. Me froté el cuerpo frenéticamente. pensé en lo que acababa de ocurrir. tuve que admitir. Violeta.. Pero ya estaba agotada. ¿Porqué no podía dejar ir a Violeta? ¿Por qué? Hace ocho años me había resignado. pude observar por el espejo a Violeta aún en el mismo sitio.. –me dijo y yo podía jurar que su voz estaba atorada. con el agua hirviendo brotando del grifo. La haría desaparecer de mi vida como fuera. Tenemos que hablar. Ella se había alejado de mí una vez y ahora sería yo quien optaría por esa solución. Violeta me había dicho que las cosas se logran cuando se lucha por ellas. Me volví a mi casa a pie. Bajé la cabeza y antes de que las puertas se cerraran del todo. estaba aterida de frío. No te vayas. Sin embargo. – Espera. Días antes mi cama también la había ocupado otra persona. La cabina se abrió para mí y entré en ella buscando refugio.– Dímelo. Al contrario de mí. Esta vez te lo suplico con todas mis fuerzas. – Vuélvete. como con dolor. casi para mí misma. Inmensamente agotada de librar una batalla que estaba perdida desde el principio. por favor. ¿Cuál era la diferencia? La diferencia. cuando cerraba los ojos. Para siempre. Ella llegó hasta mí. La lluvia siguió castigándome incluso con más dureza que antes. es que ella.urgencia de huir del lado de Violeta era insufrible. Tengo que irme. Todo era culpa de mi empecinamiento. –repetí. – Jimena. Pero ya no quería seguir siendo una perdedora. Abrí la puerta y eché a correr. su voz demasiado calmada. –le anuncié. Sentí que Violeta me seguía. En mi vida había estado tan decidida a lograr algo como en aquellos momentos. no me veía a mí. ¡AHORA! –grité la orden desesperada. – ¿A qué has venido? –preguntó ignorándome. Yo aceptaba mi derrota ahora. por favor. Al llegar a mi ático. mirándome con la expresión más triste que había visto en mi vida. como si de esa forma pudiera arrancarla de mí. – ¡Jimena! –me llamó y aceleré el paso. Me deshice de toda la ropa húmeda y decidí tomar un baño caliente para entrar rápidamente en calor. – No. – Te lo suplico. Entonces supe que la seguiría amando. ahora yo misma me había metido en un pozo demasiado profundo. Me apeé del coche a la mañana siguiente y entré en el que había sido mi hogar .– ¡Jimena! Golpeé el botón del ascensor varias veces con furia. temblando descontroladamente y con un dolor de cabeza que obnubilaba mis sentidos. Vete. Metida en la bañera. – Tengo que irme. No había manera posible de que saliera de él sin sufrir amargamente. Sabía que no tenía derecho alguno a reprocharle nada. Dejaría aquella ciudad. Sólo avísala de que estoy allí cuando regrese. Dentro de aquel jardín yo había sido mayor cuando era una niña. Cuando traspasaba aquella puerta de hierro. – ¿No está ella en casa? – No. No hay nada en ella sino desaliento.. gracias. Apuesto a que ni siquiera comes en condiciones. recordando la obsesión de aquella rechoncha mujer por la comida y la buena alimentación. No hay nada que se pueda comparar con tu cocina. – Estás más delgada que la última vez. sentí que algo dentro de mí cambiaba tan rápido como un ciclón. –le confesé. dejándola negando con la cabeza ante mi crudo aspecto. – Entonces la esperaré. nuestra cocinera. – Lo sé. Empujé. – ¿Cómo estás. con su delantal. Era casi espeluznante lo que aquel jardín podía hacer en mí. Era la primera vez que pisaba la casa después de la muerte de mi padre. Me echó un largo vistazo de arriba abajo.. Todo allí seguía igual que siempre. – Sabes que no lo hago desde que me fui de casa. – Es difícil. la que me daría acceso a la parte de atrás de la casa. Quería volver tenerlo a él. Inmediatamente.. Era un antes y después en mi . Lourdes. quería retroceder en el tiempo para volver a tener cinco años. La vi acercarse. –repuse. pero supongo que está a punto de volver. Salió bien temprano esta mañana. ¿Quieres que te lleve algo? ¿un té o un refresco? ¿Pido un servicio para ti en la mesa? – No. y yo me convertía entonces en cualquier cosa que quisiese ser.. Pasé al lado de la cocinera. – Aduladora. – Pensé que eras tu madre. No la recordaba con tantas canas. – ¡Jimena! –me dijo.durante mucho tiempo. el mundo real quedaba atrás. dándome un enorme abrazo. Ésa es la verdad. niña? – Sobrevivo. a pesar de todo. – De acuerdo. –me palmeó el brazo. Le sonreí. sonriéndome. Nada más pisar la pequeña escalinata de lonjas. Nada más alcanzar el interior el inconfundible olor a flores recién cortadas me dio la bienvenida junto al sonido del enorme reloj de cuco del salón. Me dirigí hacia la puerta trasera. niña. La oí decir algo de ir al cementerio. – Lo haré. como tantas otras veces. Hazme el favor de decirle a mi madre que la estoy esperando. la enorme y pesada verja de hierro. Aquel jardín estaba ahora entre el cielo y el infierno. salió a recibirme. – Puedo adivinarlo por tu expresión. Supuse que el tiempo no perdona a nadie. y ahora que lo era. Lourdes. Quería recuperar todo lo que el tiempo me había arrebatado tan impunemente. Casi me sentía extraña dentro de aquellas paredes. Ya casi es la hora del almuerzo. De repente se puso seria. – Voy al invernadero. – Lourdes me ha dicho que estabas esperándome aquí. Me he cansado de llamarte. Este sitio tan importante para mí. Creo que desde entonces ya sabía que jamás podría haber otra. A pesar de que eres mi hija. una pobre excéntrica. –admití al instante. –comentó. La misma noche en que ella hizo que mi mente despertara de su letargo. también le pertenecía de algún modo a ella. Era un libro donde yo había escrito mi vida entera durante mucho tiempo. había arrancado el cable telefónico. hundiendo la cara entre mis manos. completa pero impecablemente vestida de negro. ¿En qué me he equivocado? – Tú no has hecho nada mal. mientras estaba completamente borracha. apenas sé nada de ti. mamá. – Me resulta muy difícil hablar de ciertas cosas contigo. demasiado cobarde como para enfrentarse a la realidad. – Eso no es cierto. – Jimena. recordando aquella noche. todo lo que aprendí. Algo en lo que había fracasado miserablemente..vida. Me tomaría por lo que yo comenzaba a creer.. – Hola. –dije ásperamente. te esconderías tras ese caparazón tuyo. –le mostré una pequeña imitación de sonrisa. – Nunca estás en casa. Soy yo. El rastro de su perfume. Mis sentimientos en aquella ocasión se rindieron a ella sin remedio. –dije. Apoyé los codos sobre mis rodillas.– La miré durante un momento como si de repente hubiera perdido el juicio. Mi madre se sentó junto a mí. También fue el lugar donde descubrí a Violeta. Estaba segura de que si le contaba todo esto a Violeta huiría despavorida y nunca volvería a verla. Eres la mejor madre que he podido tener. Me senté en el sillón colgante.. Levanté la vista para ver justo delante de mí a mi madre. – Cuéntame qué es lo que te pasa. Su recuerdo impregnaba hasta el último rincón que me rodeaba. todo lo que mi padre se esmeró en enseñarme. dime qué es lo que he hecho mal para que no puedas abrirte a mí. porque sé que si intentara preguntarte o insistir en ello. Por nada del mundo le iba a decir que en un arrebato de furia. se me olvidó decirte que no funcionaba mi teléfono. no podía creer que hubieras venido... Pensé que pasaría más tiempo desde que te vi en casa de Ginebra. mamá. . inundó mis sentidos. – No es que hayas mostrado mucho interés en saber cómo soy o lo que soy. – Jimena. Hace poco que lo he arreglado. Me alegro tanto de verte. – Yo también me alegro de verte.. Me recordaba. Mi voz casi rota. – Lo siento. – ¿Por qué? ¿Crees que no lo entendería? – Quizás. Siempre estoy esperando a que decidas contarme lo que pasa a cada momento de tu vida. como si lo tuviera escrito en alguna parte. el mismo que había usado desde que soy capaz de recordar. y al que dejé de confesarme una vez que fui a formar mi propia vida. en una pose entristecida. lo haré. mirando a mi madre. – ¿Adónde piensas ir? – A la casa de campo. –cedí al reconocer en su voz la preocupación que toda madre siente por sus hijos cuando éstos atraviesan por momentos difíciles. No sé durante cuánto tiempo. Si Violeta te pregunta por mí.– Otra cosa más.– Si te pregunta por mí. las puertas de esta casa siguen abiertas para ti. –repuse. Me gustaría mucho poder ayudarte. – Olvídalo.. – ¿Por qué ahí? Nunca te gustó el campo ni esa casa. Necesitaba que mi madre me aclarara algo más. – Si descubres que no es lo que estás buscando. No quisiste volver allí desde el último verano cuando tenías dieciocho años. tomándola de la mano. no le digas a dónde he ido. mamá. consideres el estar a mi lado como una remota posibilidad. Francamente. .. – ¿Puedo llamarte al menos? – Como quieras. Me gustaría mucho que. –supe que intentaba hacerle daño. Su expresión no me dio ninguna pista de que eso fuera cierto. – ¿Quieres que vaya contigo? –me preguntó. casi con miedo. – ¿He hecho algo alguna vez como esperabas que hiciera? Deberías estar acostumbrada.. Necesito acostumbrarme a todas las cosas que le han dado la vuelta a mi vida. – ¿Violeta? – Sí. rindiéndose ante mi cabezonería. – Cuento con ello. –dije. colocando unos mechones de pelo tras mi oreja. intentando averiguar si ella también conocía de mis verdaderos sentimientos por Violeta. – Dame tiempo. – No. Tardó varios segundos en formular la siguiente pregunta. –suspiré. – ¿Cuándo sales? – Ahora mismo. Me quedé unos segundos en silencio. – ¿Por qué has venido hoy? –me preguntó. – No quiero que olvides ni por un momento que estoy aquí.. – ¿Qué es exactamente lo que pretendes hacer allí? – No lo sé. Y de paso deja de acudir a ella cada vez que me pase algo. Creo que el saber que me iba a las afueras y no a quien sabe qué sitio remoto del planeta la alivió de algún modo. justo como siempre hacía con todos aquellos a los que amaba. – ¿Sola? – Sí. dubitativa.– Esa respuesta no es lo que esperaba. Tengo el equipaje en el coche. Sé que puedo hacerlo.. –me aseguró asintiendo al tiempo con la cabeza. Una de las razones por las que voy es porque quiero estar sola. – Quería decirte que me voy de la ciudad. – Cualquier sitio es mejor que esta maldita ciudad. – Si es lo que quieres.. –la interrumpí. – Gracias. al menos.– ¿Por qué a ella? – Porque es la única persona que siempre pareció importarte. no lo sé. Necesito respirar. simplemente dile no lo sabes. –respondió segura. La vi bajar los hombros. EL TIEMPO Y LA ESPERA. – nic. Como recuerdo de las pasadas tormentas sólo quedaba el olor a tierra húmeda. – No insistiré en ese caso. pero no tenía la menor idea de a dónde me llevaría eso. – No puedo. Especulé con la idea de prepararme la cesta del pic. pero pensé que en el momento en que sintiera los primeros síntomas de hambruna retomaría el camino a casa. – Adiós. El tercer día de mi estancia allí se decidió por aparentar estabilidad. No era la primera vez. Cuídate. habiendo dicho todo lo que tenía que decir. De todas formas. Allí recolecté mi discman. yo estaba dispuesta a buscar y encarar todos mis miedos. resolví pasar aquel día tomando aire fresco. Quizás una pequeña excursión hasta el río para empezar. Pffeiffer 7. Me espera un largo viaje. Teniendo ciertas urgencias por abandonar el encierro al que las lluvias me habían obligado. mamá. recogí lo que había usado en el desayuno con premura y me dirigí hacia mi habitación. Por una vez en mi vida. BELLA VIOLETA. pero casi estaba segura de que ambas teníamos la sensación de que podría ser la última. Al menos eso es lo que auguraba el resplandeciente sol en medio de un claro cielo. Mi madre se quedó sentada allí.. Sigue. Con decisión. –le dije antes de darme la vuelta. – Adiós. Desayuné con la habitual calma en mí. O simplemente estaba acostumbrada a rendirse conmigo. un libro que encontré una de aquellas noches por casualidad y que nunca había terminado. el tiempo que iba a pasar fuera era impreciso. salí de la casa rumbo a mi coche y me puse en marcha. . Autora: R. un jersey que até a mi cintura y una manta sobre la que echarme bajo la sombra de un árbol. hija mía. dependiendo sobre todo de los factores atmosféricos.– ¿Te quedarás a almorzar al menos? –dijo con cierta esperanza en la voz. Apenas pude dar crédito cuando abrí la ventana de par en par y asomé la cabeza por ella. Ella tampoco esperaba ya mucho de mí. Sólo que era el comienzo de algo. 7ª Parte. Experimentando cierto goce ante esa idea. Me levanté del sillón entonces. decidiendo lo que me apetecía iniciar en aquel tranquilo día. Su última esperanza de que me quedara más tiempo a su lado se desvaneció.. Bajó la vista al suelo. observándome marchar. Comprobé con alivio que los cambios que había sufrido el lugar en el tracurso de aquellos años no había afectado lo más mínimo al río y a sus zonas colindantes. sobre la hierba y me senté sobre ella. Puse la manta en el suelo. una caña en una mano y una cesta de mimbre en la otra. Pero él había muerto y Dios había dejado de existir al mismo tiempo. Cogí el libro que había traído conmigo y comencé a leerlo desde el principio. Recordé que hoy era domingo y que probablemente era su día libre. – De acuerdo.– Lamento haberte despertado. puesto que estaba en el lado opuesto del camino que llevaba al pueblo. Mis mejores recuerdos de la infancia son los que pasé contigo.. ¿lo recuerdas? – observé. – ¿Vienes a pescar? – Sí. La imagen de mi padre hizo que me apresurara a cerrar los ojos para soñarle. ataviado con ropa informal. una gorra. Pensé en aprovechar el estupendo día que hace hoy. La presencia de alguien cerca de mí logró que regresara de mi placentero sueño de repente. siempre haciéndome reír y aprender a partes iguales. –dije. Abrí los ojos sobresaltada. – Cómo olvidarlo. Me he pasado los últimos días encerrada en casa y necesitaba despejarme un poco. –reprimí un bostezo y me erguí hasta quedar sentada. – No te preocupes. Sonreí. Quizás mañana vuelva a llover. – No pretendía despertarte. Poco después lo abandonaba a un lado cuando el sueño vino a visitarme. Delante de mí se erguía la figura de Diego. Estar con él era una experiencia nueva cada día.. – Hacía mucho tiempo que no tenía oportunidad de venir aquí. ¿Quieres sentarte aquí un rato conmigo? – le pregunté.– En realidad estoy sola en la casa también. – ¿Te he asustado? – Hola.. colocando sus cosas en el suelo y tomando asiento a mis pies. – Bueno. Siempre tuvo tanto que ofrecerme que yo agradecía cada noche a Dios la suerte de tenerlo. . – Te he dicho que no tiene importancia. Yo pensé lo mismo. acabo de llegar. pensando en las interminables tardes que había pasado allí en compañía de mi padre. –comencé a recomponerme el pelo. – Cuando éramos pequeños pasábamos todo el tiempo aquí. –me pareció que estaba algo avergonzado.– ¿Has venido sola? – Sí. Saqué mis cosas y me asenté en el mismo árbol que tantas veces me había visto hacerlo. Aparqué el Audi en el lugar donde solíamos hacerlo mi padre y yo. –dijo. A mí me gusta este lugar.. – Cierto. –dijo dispuesto a irse. Permanecí un largo rato observando mi alrededor. En ninguna ocasión lograba aburrirme. Aquella resultaba ser la parte menos transitada. sorprendiéndome a mí misma. Él asintió con la cabeza no queriendo indagar más en los motivos que me habían traído allí y más si era sola. percibiendo los casi inaudibles sonidos de la brisa acariciando las hojas y el ligero rumor del agua. Creo que incluso te admiraba. Moví al cabeza negando con una sonrisa en el rostro. – Puede que los intimides. sobre todo después de que echaras a correr como una posesa. Fue muy vergonzoso. –recordé entre risas. – Si quieres. Me dejó.. – Me parece increíble que alguien tan atractiva como tú esté sola..... – Jamás hubiera podido adivinarlo. Soy un excelente oyente.. pero nadie de los que me lo han dicho ha tenido otra intención que las palabras. .. – Vaya. – Quizás era porque tú también me intimidabas a mí. ¿Te apetece? –ofreció. contagiada por su risa.. ¿Crees que algún día alguien me dirá eso y pretenderá con ello algo más? –comenté jocosa. No volviste a intentar nada parecido después de aquello. A mí me bastaba con vivir y morir en este lugar... –dije cuando me alcanzó uno de los bollos.– ¿Y tú? Me abracé a mis rodillas y pensé durante un momento qué contestarle. No sé por qué me fijé en sus manos para descubrir si estaba casado o algo por el estilo. – Ella quería cosas que yo no.. Se rió y yo también. – No. tener un trabajo estable y disfrutar de todo ello mientras pudiera. – Ahora entiendo por qué intentaste besarme cuando teníamos trece años debajo de aquel árbol. sonriéndome. – ¿Yo te intimidaba? –exclamé incrédula. puso a mi lado una lata de gaseosa y abrió otra para él. – Es increíble como pasa el tiempo. – ¿No te has casado? –pregunté. Miré el reloj entonces. Pero a menos que quieras que te explote la cabeza con mis historias. – Fue mi penúltimo verano aquí. – Quizás fue eso mismo. Me reí a grandes carcajadas. pareciéndome increíble que hubieran pasado tantos años desde aquello. Era extraño. – ¿Sabes? Eso ya me lo han dicho muchas veces. –fue lo único que se me ocurrió argumentar. – Puede que incluso me haya enamorado un poco de ti entonces. –me miró.. Supongo que no todo el mundo tiene las cosas tan claras como yo. . perdida durante un instante en aquellas memorias. con lo cual ya casi era mediodía y mi estómago estaba vacío. – Te lo digo muy en serio.. – Gracias. De pequeño me pasaba eso contigo. – No lo pongo en duda. puedes contármela.. –me dijo medio en broma. Pero mi historia es diferente. Me había quedado dormida varias horas.– No te creo. En sus dedos no había rastro de alianzas. sacando dos paquetes de su cesta. Sin preguntarme esta vez. Tuve una novia durante algunos años.. aún a riesgo de parecer cotilla. –se ofreció con entusiasmo.– ¿Me dirás algún día qué fue lo que viste en mí? Porque no podía decirse que fuera muy habladora.. – Preferiría que no me recordaras esa ocasión. – Yo también estoy sola. – He traído unos dulces.. –dije casi en trance. Luego pasaría mucho tiempo antes de volver a vernos. – Con tu reacción me dejaste claro que no era algo que desearas que repitiera.. no vuelvas a sugerirme que te cuente mi vida. . –sentencié. – Lo sé. Es curioso. Lo vi mirar al cielo. Le di las gracias. Fíjate. –me dijo muy serio. –le dije cuando recordé que él había venido a pescar y no a entretenerme a mí. – No importa. Diego no pareció querer indultarme esta vez. casi parecía que podía leer mi interior. – Sí. que se negaba a abrirse. Pero no. triste en pensar que otra vez me vería recluida en mi casa por tiempo indefinido. ¿no es cierto? –Lo miré sin saber qué responder. No era algo extraño. Tuve problemas con la anilla de mi refresco. Supongo que se me nota demasiado.– He traído mi camioneta. –metí las cosas de nuevo meticulosamente en mi mochila mientras . – De acuerdo. Para entonces espero saber qué hacer. – Ahora es más como un refugio. Era un caballero en todo el sentido de la palabra. – Sea lo que sea. Creo que deberíamos recoger. Yo pasé por lo mismo hace unos años. pero créeme. Sólo tenía que reconocer lo cómoda que me sentía a su lado a pesar de todos los años que habían pasado desde nuestra infancia. a menos que sea eso lo que quieres en realidad. – Entonces vienes huyendo de algo.– ¿Quieres que te lleve? – No. –se disculpó. A veces no es posible ver ninguna salida. – No habrá día de pesca para mí hoy. gracias. Como si pudiera decir que mi cabezonería y mi orgullo me hubieran abandonado con el paso de los años. – Sí. –dijo él al verme perdida en mis pensamientos una vez más.– No te sientas obligado a hacerme compañía. algo que yo reconocía como un sentimiento de familiaridad. después de todo él me conocía desde hacía mucho tiempo y puede que hasta le fuera familiar mi forma de actuar. sobre todo porque lo querías muchísimo. – Creo que dentro de poco tendremos otra descarga de agua. Sólo empeorará las cosas... Supuse que había algo en él.– No es asunto mío. al final acabará por encontrarte aquí también. –coincidí con él.– ¿Ves esas nubes? Asentí con la cabeza. – El tiempo ahora parece no tener sentido. – No me siento obligado para nada. – La soledad tampoco te hará ningún bien. encuentro el estar contigo bastante más interesante que estar de pie durante horas sin hacer otra cosa que esperar. pero tuve una época que no soportaba venir aquí y ahora. – mordí el dulce para no tener que seguir con la frase al notar que había hablado demasiado.. Diego me arrebató la lata con gentileza y la abrió para mí. – Ni siquiera nos ha dado tiempo a olvidar que estamos en Otoño. Me sonrió. yo seguía siendo la misma. – se levantó.– Lo siento. – Se está bien aquí. –dije. –me señaló.. En realidad. recordando lo generoso que siempre había sido.. – Sé que lo debes de estar pasando mal con lo de tu padre. – ¿Ahora? –me instó a seguir. es cierto lo que dicen de que el tiempo lo cura todo. cuando mi madre enfermó. Dejé los pensamientos de mi madre y sus posibles ataques de pánico a un lado y me concentré una vez más en el porqué había sido tan entusiasta en mi invitación a Diego. Ya no había marcha atrás.. Tal vez todo aquel tiempo de reclusión habían hecho que nacieran en mí enormes deseos de socialización.. También la idea de pasar más tiempo con Diego se me hacía agradable. Nada de congelados ni de comida precocinada. –cedí entre risas. –dije negando con la cabeza. con lo que seguí con el plan.– Si te invito a cenar tiene que ser una cena como Dios manda. No sé por qué eso me parecía tan importante.. Si alguien se entera que te he mandado a la competencia perderé mi reputación. – Ha sido por una buena causa. No sé por qué estaba tan entusiasmada con la idea de tener un invitado en casa. rodeada de todo tipo de especias y concentrada en varias cacerolas a la vez.. Tal vez él confundiría mis intenciones y se liaría el asunto. mirándome con ojos suplicantes. pero viendo realizar múltiples recetas durante tantos años a Lourdes habían dejado cierta huella en mí. tan sorprendido como yo. – Ni hablar. No quedaría muy bien que le dijese que lo olvidara.. – ¿Es que no hay ningún supermercado abierto hoy? Lo vi arrugar la nariz antes de contestar. ¿Quieres que lleve algo? –me ofreció. –me respondió. Lo cierto es que en aquel instante me había parecido una idea muy apetecible... –dijo cómicamente. – No pasa nada. y fue entonces cuando me arrepentí de habérselo propuesto. ¿Qué más daba lo que fuera? Me sorprendí a mí misma con las inesperadas dotes culinarias de las que di muestra. – Sólo ése enorme hipermercado. ¿Qué .– ¿Te apetecería venir a cenar esta noche a mi casa? Me miró.. –dije con fastidio.. –se dio la vuelta sonriente dispuesto a irse cuando mi voz lo paró de nuevo. – Podríamos salir a cenar por ahí... Me gustará. me lo seguía pareciendo. – Vaya. – Me encantaría. – ¿Qué pasa? – No recordaba que no tenía en casa nada que no estuviera preparado para el microondas. Sin pensar la dije en voz alta.le daba vueltas a una idea que me había venido a la cabeza. y aún ahora. Nunca me había interesado la cocina. Tu presencia será suficiente. Yo me metí en mi coche y puse rumbo al centro comercial.. estoy segura de que se hubiese desmayado del susto. a pesar de que en algunos momentos creía que me arrepentiría. con el delantal calado. Nos despedimos entonces. – Entonces a las nueve y media me tendrás allí. – No. Yo también abuso de esa comida. Si mi madre fuese capaz de verme allí. – ¿Qué tal a las nueve y media? – Me parece perfecto. –dije mientras abría. Las agujas marcaban las nueve y cuarto. – ¿Puedo pasar? Me hice a un lado. –me apresuré a decir. Cuando salí de la ducha. Recordé que me había dicho que le gustaba el picante así que me arriesgué a sumarle otro puntito de tabasco. En un segundo me vi asaltada por las posibles razones que la habían traído a mí nuevamente. esperaba que lo hiciera acompañada de equipaje. Coloqué los platos y las fuentes de comida y saqué para la ocasión las copas de cristal de bohemia que mi madre guardaba con excesivo celo en una vitrina. observando a Violeta. No quería que aquello pareciese una cita. Pasó por mi lado y no sé por qué extraña razón. Toda pregunta quedó relegada a mejores tiempos cuando el timbre de la puerta volvió a sonar con estridencia. pero tampoco pretendía tener aspecto de andar por casa. –dijo algo secamente. la excesiva puntualidad era otra de las cualidades a añadir. incluso había puesto a enfriar dos botellas de vino. por el contrario. – Supongo que esperabas a otra persona. Violeta alzó una ceja algo incrédula. sin saber qué hacer. Salí al comedor y adorné la mesa con uno de los mejores manteles que poseía. otorgándole el permiso de adentrarse en mis dominios. Sus conversaciones siempre eran agradables y los recuerdos que traía consigo aliviaban de algún modo mi inconsolable alma. Opté por no añadirle. igualando la seriedad de ella. Me di cuenta entonces que su visita era una breve. Dejé la cena a fuego lento y fui a darme una ducha rápida. embrujada una vez más por su presencia. Bajé rauda a la cocina para revisar el estado de la comida.. Se volvió hacia mí. opté por una botella de blanco y otra de tinto que seleccioné de la bodega de mi padre. esperando seguramente a que yo dijera algo. Los recuerdos de la última vez que la había visto aún permanecían dolorosamente frescos en mi memoria.daño podría hacerme algo de compañía? Él había sido mi único amigo de la infancia y quizás la única persona también con la que me sentía totalmente a gusto. tragándome las palabras en cuanto la forma de Violeta apareció ante mis ojos. observaba con detalle todo lo que había dispuesto para la cena. – Llegas tem. Di varios pasos en círculos. Sin deshacerme del delantal me dirigí a la puerta. Violeta. Ya lo tenía todo dispuesto. Como no sabía qué es lo que prefería Diego. Pero simplemente cerré la puerta y me alejé de ella. Probé la salsa del pollo por enésima vez. Al parecer. Yo estaba en mitad del salón. Miré el reloj. No esperaba a Diego hasta las nueve y media. abrazándome a mí misma. sin dejar de mirarme fijamente. Me cepillé el pelo y me perfumé ligeramente.. – A cualquiera menos a ti. Aquella era la primera vez que iba a cocinar para alguien más que no fuera para mí misma y estaba decidida a causar una buena impresión. dudando si precisaba de un poco más de sal. me vestí con unos vaqueros negros y un jersey de lana de cuello alto del mismo color. Supuse que estaría preguntándose por el misterioso invitado que se sentaría delante del servicio extra. ¿De cuántas personas podía nombrar tantas virtudes? Era mi amigo y me gustaba pensar en eso. El sonido del timbre de la puerta alertó mis sentidos. Sabía que era mi deber atender . . todo sin mirarme una sola vez.. Sin esperar respuesta. Violeta concordó con él y dio un paso atrás para indicarle así que podía pasar. como si no tuviera fuerza de voluntad suficiente como para obligarme a despegar la vista de ella. El mismo que para mí había quedado relegado a un segundo plano desde ese mismo instante en que la presencia de Violeta había abandonado mis sueños y había aparecido empíricamente en el portal de mi casa. Diego. Diego se presentó asimismo y añadió algo así como que la recordaba de aquella ocasión con motivo de las fiestas. se dirigió a la entrada y abrió la portezuela. tan concentrada como estaba en observarla. la invitación se extendió también a Violeta.. – ¿No vas a abrir? –me preguntó ella. justo en el sitio que solía ocupar mi padre. Tuve que rendirme. Regresó su atención a su plato. No pude ver el rostro de Diego. Aquel silencio para él tenía que ser del todo insoportable.. por supuesto.a la llamada del timbre. anunciando su nombre y a continuación un “soy amiga de Jimena”. Tragué con avidez el vino que por tercera vez había llenado mi copa y estiré el brazo buscando la botella para rellenarla una vez más. pero Violeta fue más rápida y puso el envase fuera de mi alcance.. con cada comensal a un lado. pasé por alto. Me senté al frente. La certeza que tenía en aquellos momentos de cuánto había echado de menos a Violeta me atravesó como el más afilado de los cuchillos.. pero mis piernas se negaron a complacerme. de vez en cuando levantando la vista hacia el tercer invitado. acabaré por reventar. abandonando cuidadosamente sus cubiertos sobre el plato. Yo sabía que estaba comportándome de una forma absurda e infantil.. ahora el único líquido que se me permitía tener en cuantas cantidades deseara. el intercambio de miradas entre nosotras sin atreverse a decir una palabra.. Sigue. pero estaba segura de la absoluta expresión de sorpresa que debía de señalarse en su cara. aunque disimuladamente. a sus calladas exigencias y me bebí de dos tragos la copa de agua. dando por sentado que no habría más alcohol para mí esa noche. Como era de esperar. por su parte. . Yo apenas había probado bocado. pero no encontré ninguna razón de peso para obligarme a dejar de hacerlo. quien ocupó un lugar en la mesa. –soltó de súbito Diego. Violeta pareció ignorarlo hasta que se volvió hacia mí y me dedicó una de sus personales miradas fulminantes. observaba con detenimiento. sin más. Continuación. Mirada que yo. Ahora que la tenía delante.– Pero si tomo un bocado más. – Está realmente delicioso. buscar en su alma las preguntas que con tanta codicia necesitaba que me respondiera. Oí a Violeta presentarse. casi tan convencida como yo de que estaba clavada en el sitio. Me deshice del delantal y salí a recibirle. Fue entonces cuando pude reaccionar. sólo podía mirarla. echándose a un lado para permitirme el paso. – Me encanta la tarta de manzana. –repuso alzando los brazos para coger uno de los platos.. Me siguió rumbo a la cocina. Violeta. –me dirigí hacia el refrigerador para sacar la tarta de manzana que había comprado esa misma tarde en el supermercado. – Espero que hayáis dejado sitio para el postre. –me dijo ella con absoluta amenaza en la voz. colocando la vajilla sobre la encimera. – Aparta de mi camino. – Tienes un invitado al que atender. Diego. como ignorándola por completo. Lamento haber estropeado tus planes de alcoba. – No puedo hacer otra cosa que coincidir contigo. Saqué los platos de postre con gran parsimonia. Violeta dio por terminada su cena también. con el mío casi intacto. aunque por la expresión de su cara supe que deseaba gritarme. – Muy bien.. –dije. este pollo es sublime. –gruñó casi sin despegar los labios. – Espera. Jimena. ¿verdad? – En realidad soy alérgico a las manzanas. Y espero que lo hagas mejor de lo que lo has hecho hasta ahora. – Si no te conociera mejor diría que te encanta atormentarme. –dije con el alivio de haber descubierto que todo había sido una burla. jugando con la servilleta.. – ¿Mis planes de alcoba? ¿Eso es lo mismo que decir que tenía toda la intención de meterlo en mi cama? –me giré hacia ella y la encaré con el esperado malestar. Diego nos esperaba sentado en la misma posición... – Era broma. pero lo que jamás imaginé fue que te iba a encontrar haciendo vida social. –la enfrenté yo. Me levanté sin más dilación y recogí los platos. – ¿A qué demonios venía todo eso? – ¿El qué? –dije indiferente. – Creí que iba a encontrarme a una Jimena desolada. –se ofreció Violeta.– Gracias. te ayudaré. Hizo lo que le demandé... –agradecí yo. – Te gusta la tarta de manzana. Una de las razones por las que vine aquí fue para alejarme de ti. cargada con los tres platos de postre. – Por supuesto.– Discúlpanos un instante.. – Para eso siempre hay un lugar. Violeta. ¿a ti qué demonios te importa? – No me provoques. Yo salí con la cabeza bien alta y con una sonrisa ensayada previamente. – ¿Es que alguna vez he dado a entender que me acuesto con todo el que se me acerca? Y si fuera así.. –repuso Violeta a media sonrisa. Lo miré atónita y lo vi sonreírme.. ¿Cuáles son las tuyas? – No creo que sea el mejor momento para hablar de eso. dando un largo suspiro. – Me habías asustado. anhelando que mi voz no pareciera a sus oídos tan forzada como sonaba en los míos. Yo conocía todos sus tonos de voz y aquel que estaba usando ahora era uno que demandaba confrontación. . – Como si no lo supieras. a donde nada más llegar me abordó en voz baja. Me reí. partiendo el pequeño trozo de tarta en múltiples pedazos más pequeños aún con el tenedor. . Sólo era por curiosidad.. tú también estás invitada Violeta. Diego? –le preguntó. – Supongo. – Yo también me alegro. gracias. –añadí. haciendo esfuerzos porque volviera a sentirse cómodo. – Sería estupendo. pero no con Violeta. – En esta época suele ser así. – Felipe se casa dentro de unos meses.. – La próxima vez la invitación correrá de mi cuenta. La compañía de Violeta aliviará mis penas... Jimena.. fingiendo que se limpiaba las comisuras de los labios. un tanto avergonzado aún. – Ahora ya no estás sola. pero eso me mantenía ocupada. Violeta se tapó la boca con la servilleta. – Oh. pero cierto.. –levantó la vista hacia mí y yo la miré frunciendo el ceño. Una breve pausa en la que los tres seguimos tomando el postre antes de que Diego decidiera romper el silencio nuevamente. –añadió la azafata. –dije sin más.. –exclamó. – Por supuesto. O algo así. – Es cierto.. – Estupendo. –anuncié yo. Así que seguro que habrá algún día soleado que otro... – ¿Piensas ir de pesca? – No.Violeta tomó su asiento y su ración de postre también.. Lo cierto es que la expresión de Diego había sido de lo más cómico.. – Me alegro mucho de que me hayas invitado a cenar. Diego pareció tragar con algo de dificultad. Por ahora las cosas me van bastante bien. Yo comencé a engullir mi tarta a pesar de que no tenía gana alguna de comerla. – Tienes suerte entonces.– No será tan malo. pero sólo yo fui consciente de que lo que realmente quería tapar era una sonrisilla. – ¿Y Felipe? Violeta y yo levantamos la vista del plato con celeridad y lo miramos. – ¿Piensas quedarte mucho tiempo? –inquirió Diego dirigiéndose a la azafata. –añadió él. – ¿Qué tal te va todo..... y si a eso le añadimos el tono grana que ahora cubría sus mejillas. – Depende. – ¿Sabes si seguirá lloviendo durante los próximos días? –le pregunté yo.. Ella no aceptó ni desdeñó la proposición. El silencio volvió a hacer acto de aparición y luché en mi interior por encontrar algo que decir que resultase adecuado.. Odio estar encerrada en esta casa por culpa de las lluvias. Llueve con intensidad. Diego me alivió de esa pesada carga....– Increíble. como si se hubiera dado cuenta de que había pronunciado una palabra maldita en aquella mesa. –añadí con algo de sarcasmo.. Diego pareció entender que mi hermano se iba a casar. Hay un restaurante italiano muy bueno a pocos kilómetros de aquí. aunque intermitentemente. – Muy bien. simplemente se limitó a sonreírle con brevedad. . – ¿Vas a quedarte ahí toda la noche? –me dijo desde atrás. Mi madre nunca tuvo ni la más remota idea de lo que era la diversión. Ahora mucho menos. Te llamaré. Y tenía miedo. aunque yo estaba segura de que para él era obvio que algo pasaba entre la azafata y yo.. – Apuesto a que recuerdas cuando nos deslizábamos por la balaustrada. – Adiós. el estrés de la ciudad. sólo sonriendo levemente ante algunas anécdotas realmente cómicas que contaba Diego.. había causado tal situación... metiéndome en la boca el último trozo de tarta. Casi era media noche cuando Diego se levantó dispuesto a irse. todo por tratar de olvidarme. –me aseguró en el quicio de la puerta. en serio. adiós. –respondió él sonriendo. mientras él y Violeta se dedicaban un cordial. Yo diría que todo lo contrario. a la par que deseo y satisfacción por tenerla allí. – Lo sé.– Hasta que llegaba tu madre y nos ordenaba que parásemos. – Exactamente. Me di cuenta de que la conversación que sosteníamos se había vuelto demasiado fría y educada. – comenté yo entusiasta. acomodándome sobre el respaldo de la silla.. Me trae muchos recuerdos. Pero la presencia de Violeta y la tensión palpable entre ambas. –repuso Diego. –dije con una mano en el pecho. Había llegado el momento de enfrentarme a solas con Violeta. – Me has asustado. –dije. – comenté. – Tienes razón. No había que ser muy observador para darse cuenta de ello. Pasamos desde ese punto a relatar algunas de nuestras experiencias cuando éramos niños.. – Créeme. mientras calmaba el veloz e inconstante latido de mi corazón. – Espero que volvamos a repetirlo alguna vez. aunque frío. – En realidad no lo sé muy bien. aunque no estaba segura de si iba a hacerlo. – Yo también. No hay nada como vivir rodeado de tranquilidad. alertada por su voz. –sentencié. Ya sabes. Terminamos el postre y después de aclarar la mesa pasamos al salón para charlar otro rato. que Violeta estaba allí. hubiera discurrido por otros cauces más distendidos. Cerré la puerta y me quedé allí durante breves segundos. al menos durante unos instantes. – Sí. Me descubrí como una ansiosa participante. Tienes mi teléfono. He pasado toda mi vida en este pueblo. – Esta casa está igual que como la recordaba. –se agachó y me plantó un gentil beso en la mejilla. –concedió él.– Violeta ha venido unos días para despejarse. – He disfrutado mucho de la velada. De haber estado Diego y yo solos. Ella permaneció callada la mayor parte del tiempo.– Adiós. – Muy bien. – Lo sé. Yo abandoné mi sitio en el sofá para acompañarlo hasta la puerta. este pueblo no tiene nada que envidiarle a la ciudad. Yo me volví rauda. Me reí levemente. – Me gusta así. Me encanta tu compañía. Diego era demasiado educado como para atreverse a preguntar. – Mi madre no se atrevería a cambiar una sola cosa en ella. .. – Jimena. Ni siquiera sé por qué lo he hecho... no me importa. Estuve como loca buscándote. – He cometido un error viniendo hasta aquí. entonces.– Al menos dame una oportunidad. – Desapareciste. –admití. – ¡Oh. te lo aseguro. – Siento mucho lo que pasó en mi. –le dije. Tú eres así. – Pero tú puedes ser muy persuasiva. Déjame que supere esto. No me pidas ser tu amiga. De otra forma no me atormentarías de esta manera. Pero quiero que sepas que tu sola presencia me hace daño. Una vez allí.– No quiero que empieces a disculparte por tener una vida en la que no significo nada. a pesar de todo. – ¿Por qué me niegas tu amistad? –señaló casi implorando – ¿Amistad? Me besaste. – ¿Puedo quedarme esta noche aquí? – Puedes quedarte el tiempo que quieras. – ¿Tanto te incomoda mi presencia? Puedo irme ahora mismo si es lo que quieres. Sabes que. poniendo rumbo a la cocina. Yo te quiero. una ligera noción de lo que eso puede significar para mí. siempre tienes la equívoca idea de que no me importas. Violeta.. sosteniendo aún una copa de vino media llena. –la interrumpí. – repuso. – Tan sólo desearía saber qué es lo que te ha traído hasta aquí. La sentí seguirme muy de cerca. ¿Qué pasa. ésa es la peor. Creo que te he demostrado con creces que no es así.– A la vista está.. por favor! –dije con hastío al tiempo que me alejaba de la entrada. Suspiré y me repetí un millar de veces que era capaz de enfrentarme a aquella situación. . Deberías tener. Tú no puedes quererme. Violeta. Ni siquiera tu madre me quería decir dónde demonios te habías escondido esta vez.. – Pues deberías pensarlo con detenimiento. Encontré a Violeta cerca del tocadiscos.– ¿Es que habías olvidado que estaba aquí? –indicó. Me alejé de ella rumbo al salón para recoger los últimos restos de la velada. – Ni te atrevas. mirándome con sospecha. – ¿Cómo cuáles? –la vi entrecerrar los ojos. – Imagina lo que quieras. llené la cesta del lavavajillas y lo puse en marcha. Violeta? ¿Es que verme sufrir te excita de alguna forma? – Voy a imaginar que esas palabras nunca han salido de tu boca. y yo intento hacerme a la idea de que no puedo tenerte. eres bienvenida. –suspiré cansadamente antes de proseguir. eso sería demasiado cruel. Comencé a ponerme nerviosa y algo enfadada. – ¿Qué otra razón puedo tener para venir aquí sino tú? – Una visita de cortesía. Violeta había puesto música en el salón y desde allí pude oír las notas del Concierto de Aranjuez.. – Si consiguiera hacer eso sería más feliz. –solté muy seria. al menos. de espaldas. – De todas las mentiras que podrías decirme.– Tal vez tengas motivos que te niegas a reconocer.. – A mi padre le encantaba esa pieza. con un codo flexionado. – Eso sólo lo sabes tú. tomando un sorbo de su vino... –la amenacé.. observándola. Las palabras se negaron a fluir ordenadamente de mi boca. – No tiene importancia.. Cosas que depositó en una de las esquinas del lavabo. Sentí el dolor entonces. Ni tan siquiera sabía si quería estar allí. Me cogió la mano para observarla. depositando su copa sobre la mesilla. aunque evité colocarme demasiado cerca.. Tú no tienes por qué. Se hizo un incómodo silencio. Sabía que Violeta me estaba diciendo algo pero la ignoré. – Quédate un poco más. La vi sacar un desinfectante. –me pidió. Se sentó entonces en el enorme sofá. – Sí. Ahora estaba concentrada en apreciar mi propio reflejo en el cristal. –me moví hacia delante y atrás nerviosa. Se giró rauda hacia mí. Continuación. esparadrapo y vendas. ávidamente. todo ello bajo el intenso escrutinio de ella. Yo me restregué las manos pensando en lo próximo que debía decir. Abrió el botiquín buscando algo frenéticamente. –dije quedamente. – De acuerdo. Se arrodilló frente a mí y me tomó de la mano con inmensa dulzura. – Yo. – Dios mío. – Violeta. Sin decir una palabra. Me froté la frente con desesperación.. – Sí la tiene..– A veces no sé qué me ocurre.. indicándome que me sentara. – Siento lo de antes.. tiró de mi brazo y me obligó a levantar para llevarme al baño donde me sentó sobre el inodoro. Lo hice sin más dilación. Eso es justamente lo que menos deseo. con expresión dura en el rostro. pero en cada ocasión consigue emocionarme como la primera vez. Sin apenas ser consciente de que estaba apretando demasiado la copa que sostenía. –me dijo.. Con enorme decisión.... –convine. Mantuve la copa entre mis manos. –comencé. algunos de los cuales se incrustaron en el interior de mi mano. – Ya es muy tarde y aún tengo que preparar tu habitación. ésta se rompió bajo la presión esparciéndose en pedazos.. donde la presencia de Violeta se me hacía difícil de sobrellevar. No he venido hasta aquí para empeorar las cosas contigo. – Tiene algo especial. Sigue. mientras la sangre salía a borbotones goteando en el suelo. No me gustó lo que vi.. . Me miró y palmeó un lugar cerca del suyo.. Creo que ambas sabíamos que no podría negarme a nada de lo que ella me pidiera. – ¡Jimena! –oí gritar a Violeta. mercromina.. me ofreció su copa que vacié de un solo sorbo...– Debo de haberlo oído hasta la saciedad. haciendo acopio de valentía. – Voy a ir arriba.– Necesito un trago. –me dijo una vez lograda su empresa. – Te juro que a veces no logro entenderte. Arrodillada frente a mí y completamente entregada a su tarea. Acto seguido me aplicó el desinfectante. Se me olvidó incluso el dolor. Yo parecía una muñeca de trapo. pero nunca parecía llegar el momento adecuado para que . –le confesé. En mi interior yo también buscaba las mismas respuestas. Extrajo uno de los trozos. Me quejé cuando noté que me escocía.. quería sentirlos. mientras ella me zarandeaba de un lado a otro. – Si hay algo de ti que me perturbe. Una vez hecho esto.. Yo negué con la cabeza.. Con enorme gentileza. Aún salía bastante sangre y podía sentir algo extraño metido entre la piel. – Jimena. como tantas otras veces. – ¿Esto es por mí? –me preguntó. son tus manos. – Al igual que tus ojos. Me levantó nuevamente para meterme la mano bajo el agua y aclarar la herida. me vi incapaz de escapar de su visión. Guardarlas era lo que había hecho hasta ahora. me obligó a sentarme en el mismo sitio. me dediqué mirar la herida. –me anunció al tiempo que desaparecía dejándome sola en el baño.apenas rozándomela. – No. –dije simplemente. Fue entonces cuando flexioné inconscientemente la mano para atraparlos. Violeta intentaba extraerme el cristal. – Tu boca. – No te muevas.. –protestó ella levemente.. Con la mano que tenía libre. con sus dedos mientras contenía la respiración. Terminó por poner un trozo de esparadrapo que cortó con los dientes para mantener la gasa en su sitio. Permanecí todo lo inmóvil que pude mientras ella trataba de sacarlo con unas pinzas de depilar. La verdad era que en aquellos momentos no me atrevía a rechistar o a quejarme. Quizás el hecho de que siempre me hayas rechazado ha convertido este amor en eterno. Mientras esperaba su regreso. cesando en su tarea para mirarme. Pero desgraciadamente la felicidad no sólo se obtiene por amar. –me dijo con voz dura. Violeta sopló sobre la herida mientras pasaba el algodón. tu voz. Sus largos y bellos dedos trabajando raudos. Violeta volvió entonces. tracé las líneas que formaban las venas y que surcaban la fina piel del dorso.. Ella alzó la mirada hacia mí. aliviando así el resquemor. Han sido capaces de quitarme el sueño muchas noches. Una punzada de dolor me hizo estremecer... comenzando a acariciarle el rostro. Ella paró en seco. –proseguí.. Comenzó a vendarme la mano. el más grande. observando ahora sus dedos cubiertos por los míos. Una vez que los enfoqué. – Necesito unas pinzas para sacarte el más pequeño. pronto acallada por mi pulgar sobre sus labios. Le dio la vuelta para calibrar el tamaño de la lesión en la palma..” Imaginé que le decía esas palabras. – ¿Te duele mucho? –me preguntó. “No creo ni por un momento que nadie te haya sabido amar de la forma en que yo te amo. Sus dedos se movieron golosos trazando las líneas de mi vientre. como si quisiera escuchar todas y cada una de las confesiones que yo atesoraba con tanto celo. Abrí la boca para permitirle el paso y ella entró con enorme hambre. Hasta que probó mi cuello. opté por sonreírle levemente y levantarme de mi insólito asiento. aún con los ojos cerrados. Me miró.. . Me saqué el jersey con premura y expuse mi torso y mis pechos totalmente descubiertos por la ausencia de un sujetador. Seguí andando hasta tomar las escaleras que me llevarían al piso de arriba. aunque con la cabeza ladeada. Con las últimas fuerzas que me quedaban.. Ella prosiguió tentando con sus labios la piel de mi rostro. no permitiéndole verme los ojos. Se separó de mí sólo un instante para mirarme a los ojos y luego volvió cubrir mi boca con la suya. Liberó mis manos y yo me anclé en la parte posterior de su cabeza. Quería saber si estaba dispuesta a aceptarme... Tal era mi deseo que comencé a abrazarme a ella con las piernas. quejándome por el esfuerzo. Violeta aprovechó ese movimiento para abandonar mi garganta y tomar posesión de mi boca. De mi garganta salió un sonido gutural. sin atreverse a ir más allá. poniéndolas a cada lado de mi cabeza. Ella lo hizo también. Fuego. En vez de exponerle mi alma. buscando quizás las palabras que no me había atrevido a pronunciar antes. pero aún así me negué a moverme un solo ápice. Mi garganta emitió un suspiro imposible de contener y mis piernas temblaron de emoción. La mano herida me dolió bajo la presión que ejercía en ella. Si tuviera que elegir una palabra para describir lo que vi en sus ojos . Quería tenerla imposiblemente cerca. depositando allí un ligero beso. algo como. Me estaba ofreciendo por completo. y tras unos segundos de infausta lucha cedí en mi empeño y me mantuve en la posición que ella deseaba. tan primitivo que parecía de naturaleza animal. Se acercó a mí y me rozó la mejilla con su nariz. Percibí algo más. la empujé y conseguí arrastrarme por la pared unos centímetros más. pero no me atreví a quejarme.. Violeta respondió echando todo el peso de su cuerpo sobre el mío. Mi cabeza pegaba una y otra vez contra la pared debido al fervor con que lidiábamos aquella batalla. Noté. La sentí moverse detrás de mí y supe que me estaba siguiendo. La empujé para separarla de mí y ella me miró con expresión desatinada. Esa primera vez que sentí su mano bajo mi abrigo fue la confirmación de mi condena. Era tan sigilosa en sus movimientos que parecía un gato. tan desesperada como yo.ella las oyera. Estaba a punto de abrir la puerta de mi habitación y desaparecer tras de ella cuando sentí un grave tirón hacia atrás que me hizo dar la vuelta y chocar contra la pared. Ya no podría importarme nada. Fue entonces cuando me giré. cómo se movía y cómo me alzaba el jersey para introducir una mano por debajo de él.. Apresuré el paso y Violeta me imitó una vez más. confinándome contra la pared aún más. atrayéndola aún más hacia mí. pero no me importó. Dejé de respirar sin saber cuándo había decidido hacerlo. Su sabor se mezcló con el mío mientras nuestras lenguas luchaban feroces por enredarse. Intenté desenredarme pero Violeta me asió por ambas manos. Pero su solidez era superior a la mía. no tener que imaginar las formas de su cuerpo de mil maneras. mirándome fijamente. mientras. Quería verla para así. Al fin y al cabo ella era mi único destino posible. atravesando el valle entre mis pechos. Luego su dedo índice marcando las líneas que formaban el pecho. Mis manos fueron hacia su camisa de algodón. pero rápidamente me acostumbré a ella. Violeta me regaló un primer gemido que hizo temblar todos y cada uno de los elementos de los que constaba mi cuerpo. pero sin rozarlos en ningún momento. Violeta recorrió la breve distancia que nos separaba con un solo paso. Después de todo. sorbiendo de él como si se tratase de un helado. la misma voluntad que hacía rato que me había abandonado. había rozado el lóbulo de su oreja con mi nariz sin pretenderlo en mi empeño de absorberla. tomándome de las nalgas para acercarme aún más. haciéndome con ello que tuviera dificultades para seguir inspirando. Sus dedos descansaron en mi cuello. Violeta se acercó aún más a mi boca y observé mientras hacía aparecer su lengua por entre los labios. Violeta se había colocado con la mitad de su cuerpo sobre mí. instándola a adueñarse de más. Labor que estaba consiguiendo. Estaba más que dispuesta a memorizar cada rincón de su anatomía para ese fin. no sabía si habría una próxima vez. Su mano se movió lentamente. respirando mi aire. Yo. Toda promesa de olvidar a Violeta. Mi piel respondiendo a su contacto. Mi espalda se arqueó en acto reflejo. la próxima vez que ella me cazara en mis propios sueños. apoyada sobre uno de sus codos y con el rostro pegado a mi faz. justo donde mi yugular se apreciaba latiendo al ritmo desenfrenado que había impuesto mi corazón. siguiendo el camino de mi vientre. de dejar de amarla. haciéndome incapaz de registrar la realidad. Sólo un poco más y rozaría los míos. con una pierna entre las mías. Yo me aferré con ambos brazos a su cuello. Mientras. Con cada uno de . Me quejé levemente al sentir la frialdad del pavimento contra mi espalda. Inhalé la esencia que desprendía y me llené de ella.cuando me miró tras observar largamente mis pechos. Mis rodillas quisieron doblarse por propia voluntad. pero ella quería atormentarme. Mi bella Violeta me tomó de la cintura y ambas nos dejamos deslizar hasta el suelo. mientras ella colapsaba contra mí. Su mano derecha se alzó. Sus manos se elevaron desde mis nalgas hasta mis costados. Se incorporó lo suficiente como para ayudarme con los botones. Un segundo después mis dientes habían atrapado aquel sensitivo lugar. Levanté la cabeza y atrapé el apéndice con la boca. Fui consciente de algo entonces: En mi entera existencia me había sentido tan viva. sería ésa misma. intentando desabrochar los escurridizos botones sin ningún éxito. de desearla se esfumaron como si nunca hubieran existido. Ignoraba si esto era tan sólo un regalo que Violeta me otorgaba a mí y a mi alma inconsolable. Su olor era por sí solo capaz de llevarme a un estado de auténtico delirio. Ella era sobradamente compasiva como para hacer eso. sino ser capaz de pensarlo tal y como era. en círculos. Fue en ese instante cuando decidió cubrir uno de mis pechos. con su boca recibiendo todas las respuestas ahogadas en formas de gemidos que yo le otorgué con ilusión. me repetí.. fui capaz de saborear mi propia sangre al morder exageradamente el labio cuando me atravesó. Violeta cerró los ojos e inspiró con fuerza cuando comenzó a mover los dígitos pausadamente. percibiendo sus pezones erectos contra la tela de su sujetador. No lo era. el sabor de la sangre aún en mi boca. intentando llegar hasta la abertura de su pantalón. se abrió paso a contracorriente. De repente ya no era lo que deseaba. y yo me estaba desvelando a ella. Mi deseo crecía por momentos y apenas podía soportar mis ansias por liberarme. Intentó besarme cuando notó que me acercaba al orgasmo. Me subí los pantalones tan rápido que parecía que la vida se me iba en ello. Me rendí. Aún así. Mis pantalones seguían negándole espacio. Violeta me estaba descubriendo. deseando poder parar aquello. atravesándome. El ritmo que llevaban mis caderas a ese punto era imparable. Muchas veces había imaginado estar en tal situación. invitándola.ellos. echaba a volar. presionando rígidamente contra mi piel por el escaso espacio que permitía la tela de mis vaqueros. pero en modo alguno le daría algo más de mí. ahondándome. . Yo bajé la vista hacia sus pechos. por lo que se incorporó y me los bajó junto con mi ropa interior hasta las rodillas.. No me lo permitió. Yo quería darle todo lo que me estaba dando a mí. Sangre. sangre. Me erguí. Retiró mi mano en las dos ocasiones en las que lo intenté. Violeta se irguió también. Yo abrí las piernas entonces todo lo que pude. Le así de la muñeca con fuerza y la obligué a salir de mí bruscamente. Cuando sentí sus dedos deslizarse dentro de mí. Me permitió entonces ver por primera vez su torso. Gemí inconsolable. Mi sangre estaba envenenada de Violeta. sino el hecho de que aquello me lo estaba brindando a mí. haciendo que los botones se soltaran por sí solos hasta el último de ellos. Sentí que tiraba de la abertura de mi pantalón. Pero fue demasiado tarde. Pero yo quería algo más. Eso casi me hace gritar. Se deshizo de la prenda con cierta exasperación. Mi presión arterial se disparó. Su mano se adentró en el rincón más reservado de mi cuerpo. y no fue el motivo de verla desnuda lo que me hizo temblar como una hoja. deseándola. Me convulsioné entonces. por lo que tuve que morderme el labio inferior. sin decir una palabra. imposible de contener. y me pareció que el techo de la casa se movía en forma de espiral. No me hizo esperar esta vez. de repente demasiado avergonzada de mi desnudez ante ella. Mis caderas comenzaron a moverse a su ritmo. ahogando los gritos de éxtasis. sin dejar de mirarme a los ojos. era lo único que necesitaba para sentirme colmada. Ella me arrebataría un placer que yo era incapaz de retener ya. mis esperanzas se sumaban y mi ánimo. pero se lo impedí. por lo que cerré los ojos con fuerza. sin entender mi repentino cambio de humor. acariciando el inicio de mi sexo. Pero así era. sangre. si bien es verdad que nunca pensé que sería sobre el suelo. Apreté las mandíbulas. Volvió a entrar en mí. Violeta seguía concentrada en lo que estaba haciendo. con prisa mal disimulada y el ardor de quien está descubriendo el placer por primera vez. en mitad de un pasillo. La alcancé. buscando mi jersey. tirando de ella. . – Quería que hiciéramos el amor. – ¿Disfrutaste? –le pregunté. Violeta seguía sin entender nada. Te deseo a ti. –comenzó a explicarme algo insegura. cada vez más perdida. aliviada de comprobar que se había abrochado los suficientes botones de su camisa como para no dejar ver nada que me turbara.– Has perdido completamente la cabeza.... casi como si sintiera vergüenza. La miré. – Quería darte todo el placer del que fuera capaz. –respondió molesta... – Sé que si no te hago mía no conseguiré olvidarme de ti. Creí que podría amarte por una vez libremente. Me giré como una pantera rabiosa hacia ella. – Esto no es un maldito sueño. decirle una vez más cuánto daño me había hecho.. Pero tú no me diste ninguna señal de que parara. sin saber qué hacer. me diste una esperanza de que así podía ser.. Irme.. aquella era la que más esperaba que no pronunciase.. dándole la espalda.? .. – No tengo miedo. aterrorizada. Yo soy real. – No quiero ningún placer si no se me permite devolverlo... Si has logrado entender mi obcecación deberías estar huyendo de mí y no volver jamás.. – ¿Qué quieres conseguir? – Quiero que estés tan adentro de mí como lo estoy yo en ti. – Tienes que haberte vuelto loca. no que me follaras como si te estuviera pagando por ello. Quiero sentir lo que tú sientes. Nunca aprenderé que los sueños jamás se hacen realidad. ¿Es que acaso eres una de esas malditas frígidas que son incapaces de sentir nada? –ladré enfadada. De todas las cosas que podía haber dicho. – Por el amor de Dios. lo siento. – ¿Centrarte? –me giré hacia ella. Violeta.– Quiero todo eso y más. – Loca. Me coloqué el abrigo y me quedé en el sitio. – ¿De qué estás hablando? Me pregunté si realmente no tenía idea de lo que había hecho o es que me estaba tomando el pelo. –murmuré. – ¿Por qué. –dije entre dientes. Sus palabras interrumpieron mis cavilaciones.– Pensé que era lo que deseabas. Lo único que sabía era que la visión de su pecho me seguía perturbando demasiado. – ¿En qué momento.. ¡vístete!–le ordené. quedarme...– ¿No ves a qué estado me ha llevado a mí eso? Deberías estar asustada. – Si he hecho algo mal.. Violeta? ¿Por qué ahora? – Porque quiero que me enseñes a amar. –mastiqué las palabras con irritación. incrédula incluso. No hay nada peor que tener el remordimiento de lo que no se ha hecho jamás. –me aseguró con una seguridad que me dejó pasmada. Quiero sentir tu obsesión y compartirla. – ¿Qué? – Lo has oído perfectamente. –una pausa. Lo deseo con todas mis fuerzas. abrigo en mano. Aún había algo que me intrigaba en demasía.. Y ahora yo estaba segura de que ni siquiera quería intentarlo. – Quería centrarme en ti.. Negué con la cabeza al tiempo que me movía en círculos. luego me miró a mí con extrañeza. Autora: R. Negué con la cabeza sin dejar de mirarla. Saqué la mano entonces y puse los dedos delante de su cara. Nos miramos con intensidad. abriendo aún más las piernas para mí. Ella volvió a tomar la iniciativa y se separó lentamente de la pared. Abrió los ojos y los miró. con su rostro tintado de un tono rúbeo por la excitación. Violeta intentó acercarse a mí. tan sólo absorbía su imagen. Tuve que apoyarme con una mano en la pared ante el riesgo de caerme de bruces cuando su calidez me recibió. sin dejar de mirarla ni un instante. . la tomé de una mano y la conduje a mi habitación. – Déjame tocarte. 8ª Parte.. Empecé a preguntarme si es que ella ya tenía ensayadas todas y cada una de las respuestas que me estaba ofreciendo.. me acerqué hasta ella y la empujé contra la pared. – ¿Me enseñarás? –dijo y casi podía sentirse una ligera súplica en esa frase.. No respondí.. Vi la decisión en sus ojos y eso me hizo sentir más valiente. Aún sin decir una palabra... Yo era incapaz de percibir cualquier cosa o sonido que me rodeara. Era como si supiera exactamente qué era lo que yo me preguntaba a cada momento. Hasta mis sentidos llegó el aroma de la esencia que inundaba mis dedos y que le pertenecía. DESEO QUE QUEMA.– El deseo. Le abrí el pantalón dolorosamente despacio. – Primera lección: –dije muy seria. –me ordenó. BELLA VIOLETA.. Mis dedos se mojaron inmediatamente de su excitación. –me interrumpió nuevamente. Cerré los ojos y me obligué a mantener el equilibrio. –susurró. pero lo evité alargando una mano hacia ella. – Acércate. Me agradó descubrir que ella se había excitado tanto como yo. En cambio. Ya no había nada que pudiera evitar lo que estaba a punto de acontecer. Introduje una mano por debajo de su ropa interior y encontré lo que estaba buscando. Entonces lo vi en sus ojos: Violeta se estaba rindiendo a mí. CONTINUARÁ. con los pantalones sin abotonar y las manos a cada lado. Pffeiffer 8.– En el instante en que volví a verte en el hospital. Violeta emitió un breve suspiro y echó la cabeza hacia atrás cerrando los ojos con dolor. apoyada contra la pared. Dio varios pasos tentativos hasta ponerse a su altura.. Esta vez Violeta no pareció querer evitar mis avances. colocando las rodillas a cada lado suyo. vi la misma decisión en sus ojos. pero sin rozarla en ningún momento. disfrutando de la certidumbre de tenerla allí. su vientre plano. la línea ósea que delineaba su clavícula. provocándola. Pude notar que Violeta tomaba una inspiración para mucho más tarde expulsarla. – No. Incluso se deshizo de su ropa interior juguetonamente. Me desnudé bajo su denso escrutinio. La admiré sin prisa. Recordé aquel día de verano en el río.Encendí a luz y cerré la puerta tras de mí. sus pechos llenos. Le até las muñecas al cabezal de la cama. El atarla hizo que su torso se doblara en un casi imperceptible arco. La obligué a abrir las piernas aún más con ayuda de una de mis rodillas y cuando obtuve el espacio suficiente. Sabía que debía ser así y que así se haría. expectante. tomándome mi tiempo. porque eso es exactamente lo que vi ante mí. Cuando nuestros cuerpos se tropezaron y sentí su excitación y ella sintió la mía. su sexo y su piel contra mi cuerpo me inundara. pero no dijo nada. descendí con lentitud. no pude evitar cerrar los ojos con dolor.. Acto seguido. Fue extremadamente cuidadosa con cada uno de sus movimientos. de mi exigüidad de urgencia. mirando las reacciones que se traslucían en sus ojos.. No hay palabras para describir la perfección. Ella quiso moverse contra mi cuerpo. Fue mi turno entonces. abarcando cada centímetro de su cuerpo. sentirme aún más. permitiéndome beber de su visión a placer. Aún sin moverme un solo ápice.. mezclándose. Ella pareció entender y disfrutar de mi denso escrutinio de su boca. –dije. Violeta me sonrió levemente y se tumbó boca arriba.. Ahora lo hacía con delectación. La observé mientras ella acataba mi orden. Intentó levantar los brazos para tocarme. el ancho de sus hombros. Abandoné mi ropa en el suelo. –volví a ordenar. Entonces ella me había mirado con curiosidad. Al abrirlos de nuevo vi la misma tortura reflejada en los de Violeta. a pesar de que era eso lo que mi cerebro ordenaba una y otra vez que hiciera. me estiré hasta alcanzar el cajón de una de las mesillas de noche y saqué un pañuelo de color rojo. Cuando me di la vuelta. como lo has sido tú para mí. Violeta alzó una ceja.– Ahora mismo soy inalcanzable para ti. – Sobre la cama. Aseguré el nudo con fuerza y la vi hacer una mueca casi de dolor. esta vez con la voz entrecortada. pero me mantuve . tomé su boca despacio. sin moverse. pero ningún sonido salió de su boca. sin rozarla. – Desvístete. Todo en ella parecía haber sido moldeado por un escultor. Violeta esperaba pacientemente mientras yo asimilaba lo que estaba pasando apoyada sobre la puerta tan sólo unos segundos. por lo que sus pechos ahora se erguían y los músculos de su estómago se marcaban delicadamente. Permaneció frente a mí completamente desnuda. logrando con ello que yo comenzara a respirar con algo de dificultad. Extendí mi cuerpo y me apoyé sobre las palmas de las manos a ambos lados de su cabeza. Ella ni siquiera murmuró una simple protesta. Dejé que la sensación de sentir sus pechos. –dije sin contemplaciones. pero yo la tomé de las muñecas. Supongo que esperaba algo así como que fuera yo quien le quitara la ropa. pero fue sólo un instante. sobre la de ella y me aproximé a la cama. Sabía que debía obedecer todas y cada una de mis disposiciones. con uno de mis dedos. – No te muevas. Violeta seguía retorciéndose y a pesar de que mi mano herida se resentía y mucho. Seguí avanzando hacia su ombligo y cuando lo alcancé. Volví a a enterrarme en ella. –le dije como una orden. –le anuncié. y lo creerás de verdad incluso.. intentado dirigirme hacia el lugar donde más deseaba sentir mis labios. Deposité allí el más ligero de los besos. Violeta únicamente podía emitir extraños sonidos y retorcerse bajo mis atenciones. Contraje las piernas al sentir una punzada de placer en mi centro. Mi otra mano viajó por voluntad propia. Sus caderas se elevaban furiosas. Acomodada con la barbilla sobre su estómago tracé. pero yo retrasaba ese momento. Eso era lo que significaba rendirse a otra persona y lo que yo estaba dispuesta a enseñarle. en mis labios se eternizó su esencia. Me posicioné entre sus piernas y ella las dobló por las rodillas... abriéndose aún más para mí. –dije entre besos. Deposité un beso en su mejilla. al interior de su cuerpo. intentando intensificar cualquier contacto con mi estómago. esta vez más persistentemente.inmóvil. Violeta entreabrió la boca entonces. – Me pertenece. torturándola. Repté como una serpiente por su cuerpo hasta ponerme a su altura y la miré y ella me miró. hasta llegar al centro de su ser. no me quedó alternativa alguna que plantarla firmemente sobre su vientre para intentar estabilizar sus movimientos.. Cubrí con mi boca lo que antes acariciaba con los dedos. Ella comenzaba a arquearse. – Bella Violeta. estaba segura de que tendría un orgasmo.... Su bramido hizo que mis . las líneas de su pecho. Violeta desistió entonces. acercándome a su oído. Violeta emitió un exhalación. esperando lo que yo le había prometido segundos antes. Ella gritó incapaz de contenerse. –sentencié y mi juguetona frase provocó otra larga inspiración. Me acerqué aún más a ella. demostrándole cómo podía alimentarme de ella. – Al final me dirás que me amas. pero me detuve a tan sólo unos milímetros. alentada por los murmullos de auténtico placer de Violeta. Estaba tan excitada que si hacía eso una vez más. aún así. ante el riesgo de que pudiera empujarme sin querer fuera de la cama. – Pero no en esos labios. La agarré con fuerza.. – Voy a besarte. –le dije.– Como si yo en realidad hubiera salido de dentro de ti. Dos de mis dedos se adentraron con firmeza y por primera vez supe lo que era sentir a Violeta por dentro. introduje mi lengua en él. apenas rozándola para luego y muy lentamente descender hacia su pecho. –le susurré. sin pestañear. Ella notó mi repentino cambio de ritmo y lo que pasaría segundos después. obviando el dolor mientras seguía cabalgándola. Incluso por un momento me pareció que sonaba sincero. Supuse que quería abrazarme. con lo que quedamos lado a lado con las piernas entrelazadas.. –la oí decir en un susurro. La besé entonces dolorosamente. Incluso si lograba hacerla llorar o sufrir sería para mí una conquista más.. – Dime que me quieres. mordiendo y succionando sus labios con los ojos cerrados. elevándome a mí también.. con el rostro pegado al suyo. – No pares.. Cerré los ojos y mis sentidos se embargaron de la esencia de Violeta. –me aseguró ella con absoluta convicción en la voz. Me froté contra ella y me respondió moviéndose en sintonía. . mojando la piel de uno de sus senos. Rugió como una auténtica pantera cuando el éxtasis abordó su cuerpo. Violeta luchó con las últimas fuerzas que le quedaban por desligarse.. Me aferré a la sábana con fuerza. Me erguí entonces hasta quedar sobre su cuerpo. – Mañana todo volverá ser igual. Comencé a ganar el resuello de nuevo. levantando las caderas cada vez. –murmuró con voz entrecortada. Estaba demasiado cerca y por la expresión de su rostro supe que ella nuevamente lo estaba también. Violeta luchó contra las ataduras que la mantenían sujeta al cabezal de la cama. Mi aliento pasando a través de mis labios entreabiertos. Ella había tomado todo aquello de mí y yo no podía dejar de sentirme en desventaja. pero pronto se abandonó a su propio placer y juntas alcanzamos el clímax.. Eso pareció excitarla hasta tal punto que también empujó con más brío contra mí. –le pedí mirándola a los ojos... Egoístamente comencé a pensar que quizás.. desaté el nudo que aún le mantenía sujeta. – Dime que me quieres. Relenticé mis acometidas e intensifiqué el contacto cuando sentí el principio de mi orgasmo. – Te quiero. con mi pecho moviéndose frenéticamente contra el suyo. exhausta.. De algún modo conseguiría que Violeta pagara por todo aquello que le había dado sin habérmelo pedido siquiera. asimilando sus palabras y las que aún tenía que decirme. Me llené de ella y aún así me parecía que no sería suficiente. tocarme y acariciarme. Violeta estiró los brazos al instante y los acercó a mí para abrazarme por la espalda. Me concentré desde ese momento en darle todo ese placer que yo era capaz de darle. –dije quedamente. –repetí de nuevo. Me desmoroné sobre su cuerpo. – Nada volverá a ser lo mismo. ordenándoselo casi. con cada gemido. La miré a los ojos. – ¿Es así cómo yo te hago sentir? Me apeé de su cuerpo y la atraje hacia mí. lograba robarle algo de sí misma.– No eras tú. Mi propia liberación a punto de hacerme estallar. – Jamás habías estado tan lejos de mí.oídos zumbaran. Abrí los ojos y enfoqué la vista hacia ningún lugar. Sin erguirme apenas. Ella pareció dudar y yo hice un amago de parar mis movimientos. abrigada tan sólo hasta la cintura como yo. Una ligera inspiración me avisó de que desconocía por completo el hecho de que yo la estaba espiando. – ¿Te duele? –le pregunté cuando el sentimiento de culpa me invadió..Me despertó una placentera sensación.. la misma mujer que la noche antes le había hecho el amor. gimió de placer contra mis labios. con sus pechos clavándose en mi espalda y uno de sus muslos partiendo mis piernas.. sin duda. – No mucho. –murmuró cerca de mi oído. –respondí acercándome hasta ella.. – Cerraré la ventana. Violeta presionó aún más contra mí e hizo que mi cuerpo se estrujara contra la pared y la ventana. El sonido de un trueno hizo que nos apartáramos bruscamente. justo donde yo había clavado mis dientes. No dije nada. Sin abrir los ojos comencé a percibir más nítidamente una mano que se movía en círculos sobre uno de mis senos. pero aún así era una sensación prodigiosa. pestañeando varias veces hasta que me acostumbré a la claridad que inundaba la estancia.. –dijo en un susurro. concentrada en sus caricias. Violeta levantó entonces la cabeza hacia mí. El contraste del frío cristal contra mi torso y la . Decidí no llamar su atención y por el contrario me quedé allí mismo. La besé y ella respondió.. – Estás despierta. – Tengo frío. Violeta. Me quedé inmóvil. – ¿Te he despertado yo? La miré. Alargué una de mis manos hacia su rostro y le acaricié el labio con el pulgar. Cerré las hojas del ventanal y la estaba atrancando cuando sentí la presencia de Violeta detrás de mí. tan concentrada como estaba en sentir su cuerpo empujando contra el mío. logrando que nuestras piernas se entrelazaran por debajo de la sábana. –mentí con voz ronca. había sido producto de mi ardor.. Habían sido producidas por el forcejeo contra las ataduras. levantándome hasta posar los pies en el gélido suelo. Apartó la mano suavemente y la apoyó sobre su cadera. Me giré hacia la ventana y pude comprobar que las nubes se habían conjurado para regalar otra descarga de agua. mi cuerpo comenzó a arrimarse al suyo como un imán. Sus dedos apenas rozaban mi piel. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. lo que la hacía parecer tan intrigada. Me fijé en las marcas moradas que habían aparecido en su muñeca. sin mover un músculo. Supuse que debía de ser el hecho de despertar en la cama junto a otra mujer. Abrí los ojos lentamente. Enfoqué a Violeta de inmediato. esperando a descubrir cuál sería su próximo movimiento. Esto último. – Preferiría asegurarme.. Inevitablemente. Otra de las cosas que pude advertir era que su labio inferior estaba hinchado y parecía tener una herida. –dije. – No.. mientras ella desplegaba sus artes.. mucho más expresiva que yo. como si realmente pudiera sentirse observada. mientras que la otra acariciaba mi vello púbico. que el deseo es lo único que puede esclavizar el alma. Violeta estiró la pierna por debajo de la mesa y la posó entre las mías.. Cuando por fin tuvimos la suficiente fuerza de voluntad para separarnos. como si realmente aquello pudiera evitar que me deslizara hasta caer al suelo. a cada extremo para dar buena cuenta de nuestros respectivos desayunos. – ¿Por qué sonríes entonces? – No lo sé.. Sabía que ella no era para nada inconsciente de sus actos. Fue esa mano la que se atrevió a ir más allá y pronto me encontré abriéndome más para ella. En ese momento sonó el teléfono. bajamos a la cocina vestidas únicamente con una camiseta y dispuestas a saciar el hambre que ambas sentíamos. Un tono. pensativa. Ella parecía totalmente ajena a todo ello. Una de ellas tomó un camino ascendente. Sonreí. Comprendí entonces. Ella me miró de esa forma que nadie puede y sentí como mi cuerpo se transformaba en gelatina y resbalaba por la silla. frotándose levemente el puente de su nariz mientras masticaba ruidosamente los cereales.calidez del cuerpo de la azafata en mi espalda era turbador. Decidí seguir su juego y con mi descalzo pie derecho tracé la parte posterior de su pierna. –le dije jocosa. – Te vas a atragantar.. para soportar mis empujes y de paso guardar el equilibrio mientras ella misma se frotaba contra mis nalgas. Apartó la mano que hasta entonces había mantenido sobre mi pecho y se apoyó con el antebrazo en la ventana. tomando asiento en el sofá cerca del . Nos sentamos en la pequeña mesa. mientras cerraba los ojos a todo lo que me rodeaba. – ¿Sí? – Soy mamá. Sus manos se posicionaron en mi cintura. –oí a Violeta gimotear.. – Nada. Me estaba provocando y yo lo sabía. Dos. Tres. Violeta paró en seco toda actividad. – Hola. Giré la cuchara dentro de mi taza de cereales. incluso dejó de masticar aún teniendo la boca llena. moviendo la cabeza.. No quería moverme de donde estaba. ¿Qué tal va todo? –pregunté. Era capaz de calcularlo todo con premeditación. Apoyé la mejilla contra el cristal al igual que las manos. Respingué en la silla ante lo inesperado de la situación y levanté la vista para mirarla. cubriendo mi pecho. pero al final cedí y fui hacia el salón para descolgar y atender la llamada. mamá. – Jimena.. Las gotas de lluvia se deslizaban por el cristal y pensé que casi parecían lágrimas que salían de mis ojos. Expulsé el aliento algo frenéticamente empañando el cristal cuando Violeta comenzó a mover sus dedos por entre los pliegues de mi sexo. – ¿Qué? –me preguntó ingenuamente al verme sonreír. –la interrumpí. Estoy aquí. –suspiró. – Aún no lo sé. No te preocupes.. Quisiera tenerte aquí para la cena de Nochebuena. ¿Tú cómo estás? – Bien. – Bueno. De todos modos no tenía ni idea de lo que era. – De acuerdo. –dije sin pensar... –siguió ella.. La fulminé con la mirada y le indiqué frenéticamente que regresara a la cocina. por el rabillo del ojo. Una pequeña pausa. Para esa cena faltaba aún más de un mes. – ¿Está Violeta contigo? Entendí en ese momento que la la llamada de mi madre seguramente se debía a algún sentimiento de culpabilidad al haberle hecho saber a Violeta mi paradero. – Estaré ahí. Pensé durante un instante... sólo quería saberlo. con las piernas cruzadas por los tobillos.. Mi mano libre viajó hasta aquel muslo y comenzó a acariciarlo lentamente.. – pero realmente me gustaría tenerte aquí. como si leyera mi pensamiento... – Te decía si tienes pensado regresar pronto. Si me lo recordaba ahora. –Giré la cabeza y vi a Violeta apoyada en una esquina. sentándose sobre el brazo del sillón. mamá. que Violeta sofocaba una risilla. estábamos acabando.. – Sé que aún falta tiempo para eso. – Mamá. – ¿A esta hora? Cariño. ¿Qué hacías? – Desayunar. –contesté simplemente. pareció divertirla más y en vez de marcharse se acercó a mí.. – Escucha mamá.. – ¿Seguro? – Sí. – Estupendo. Sentí. bueno. – Sí.teléfono. No te preocupes. – ¿Pero no estábais desayunando? – Sí.– Anoche Violeta y yo estuvimos hablando hasta bien entrada la madrugada.? Por un instante olvidé que tenía a mi madre al otro lado de la línea.. estaba segura que cuando se acercara esa fecha me llamaría cientos de veces al día. Suspiré. está aquí. . Eso. – Sí. para mi desgracia. son más de las dos. –sentencié con lo primero que se me ocurrió decir... hija. – Bueno.– Me gustaría que me llamases pronto. – Estábamos a punto de ir a dar un paseo por el pueblo..– ¿Jimena.– Está bien. – Me pareció que algo la preocupaba y le dije que. entonces. – Bien. – Me alegro de habérselo dicho. –busqué una rápida excusa para mi tardío desayuno. mirándome con intensidad. Su muslo desnudo estaba demasiado cerca ahora para poder concentrarme en otra cosa. – interrumpí lo que mi progenitora estaba diciendo. Sé captar una indirecta. fingiendo indiferencia. – ¿En serio? ¿Acaso puedes decir que lo que hicimos anoche fue la consecución de nuestro amor? –No obtuve respuesta por su parte. – Siempre dices lo mismo. Había supuesto que Violeta ya era conocedora de eso. –contesté sin más.. Violeta frunció el ceño con algo de disgusto. Lo dije más por ella que por ti. – Has aparecido. –le dije haciendo alusión a mi desayuno a medias. Hasta pronto entonces. reclinándome en el respaldo del sofá. sonriendo sin ganas. – ¿Es que tú no has hecho eso mismo conmigo? –rebatí. Colgué el receptor y exhalé una larga espiración.. Me parecía cómico que de repente Violeta pareciera una amante herida. –la última palabra la pronuncié algo mordazmente.. –respondí muy segura.. – Viniste aquí con la decisión de probar. ¿no es cierto? Me levanté del sillón con media sonrisa irónica adornando mi rostro. –cambié el peso de mi cuerpo de un pie al otro. Como siempre. – ¿Por qué? ¿Acaso le pediste que no me lo dijera? Pensé durante un instante. Simplemente. No quería que te llamara nuevamente para intentar salvarme. Lo único que se me ocurrió en aquellos breves segundos en los que habíamos permanecido en silencio. Me dejó sin respiración. acaso? –enfaticé con algo de burla. mi madre no lo había mencionado. Lo has hecho. – Sigo teniendo hambre. Adiós. ¿Qué será lo siguiente? ¿Vas a pedirme que me case contigo. – Lo dices como si me hubieras utilizado o algo así. Me giré hacia ella. – No lo creo. – ¿Tan segura estabas de que conseguirías olvidarte de mí? – Lo suficiente como para vivir sin que me atormentaras. Así que proseguí. – Bueno. – ¿Sabías que te buscaría? – No. – Te llamaré. trazando pequeños círculos. –resolví.. – ¿Qué es lo que quieres oír realmente. – Eso parece. – Estabas dispuesta a sacarme de tu vida. Eso neutraliza cualquier intención que tuviera de lograr algo así. Sentí la mano de Violeta en mi nuca. la . – Lo haré. Me tomó tan sólo unos segundos unir sus dos frases y asimilar su contenido. Jimena? –se acercó aún más hacia mí. tal vez ayude. Evidentemente. – En ningún momento te he considerado un objeto o un experimento. – ¿Por qué? –se apartó de mí lo suficiente como para encararme de frente. luego de carraspear nerviosa. mamá. Saluda a Violeta de mi parte. –dijo finalmente.– ¿Quizás algo así como que ya no puedo seguir viviendo sin ti? –Moví al cabeza negativamente. de sentir lo que tengo que ofrecerte. En sus ojos hallé la veracidad de sus palabras. – Ahora mismo no podría. – Sí. – Bien. Me di la vuelta rumbo a la cocina. Levanté la vista de la alfombra para mirarla.– Ahora que he obtenido lo que siempre he deseado. sí. Se sentía culpable por haberte dicho donde estaba.– Lo haré.. – ¿Todo en orden? –oí decir a Violeta. –dije como una promesa. Violeta comenzó a acariciarme los muslos desnudos con sus manos. me convulsioné sobre su mano. La abracé con las piernas a la cintura acercándola cuanto pude a mí. Segundos más tarde. No estoy segura. Me aferré a lo que pude. con su cuerpo pegado al mío y sus pechos clavados en mi espalda. Todo en lo que era capaz de ser consciente se concentraba en las caricias que Violeta me regalaba con su boca. su cabello haciéndome cosquillas mucho antes. Con cada movimiento yo la seguía con un nuevo gemido. – ¿Qué es lo que tienes? ¿Qué es? –dijo ella en súplica. sintiendo que ella se hundía aún más en mi pecho. Me obligó con sus piernas a acercarme a la encimera y me dio la vuelta para alzarme sobre ella. Violeta me alcanzó por detrás justo cuando ya había traspasado la puerta de la cocina. ignorando las punzadas de dolor de mi mano herida. Cerré los ojos ante la súbita oleada de excitación que me sobrevino y aspiré con fuerza. Ni siquiera si caía una maldita bomba en mitad de la cocina hubiera logrado que permitiera a Violeta separarse de mí. La caja de cereales que hasta entonces descansaba allí cayó al suelo de un manotazo esparciendo su contenido. –gimoteé.. Grité incapaz de evitarlo. lentamente arriba y otra vez hacia abajo. tuve que levantar las nalgas cuando la sentí empeñada en deshacerse de mis bragas. Ella siguió perdida en su tarea.. ya estaba ardiendo por dentro con absoluto deseo por ella. Estaba segura de que me habían oído a kilómetros a la redonda. Sigue. Casi le estaba suplicando. Continuación. ignorando mis murmullos.. sorprendiéndome a mí misma. Su boca encontró con precisión uno de mis pechos y solté un gemido a la vez que eché el cuerpo hacia atrás. – Violeta. Pero nada me importaba menos que eso. Violeta acercó el rostro a mi cuello. Se abrazó a mi cintura. pero creo que ése fue el momento en que Violeta vio reflejada mi obsesión por ella en sí misma. necesitando percibir su olor.. Deposité pequeños besos sobre su cabello. Yo. la frialdad del mármol traspasó la barrera de mi ropa interior y lo sentí sobre mis nalgas. . No sentí dolor cuando la parte de atrás de mi cabeza pegó contra uno de los estantes. Mis manos siguieron resbalando cada vez hasta que logré asirme a los tiradores de las alacenas de detrás de mí.. Violeta me sostuvo entre sus brazos cuando me dejé caer y me abrazó por la cintura. cosa que me hizo temblar por un repentino escalofrío.. Eso pareció darle más ánimos. Me alzó la camiseta y metió la cabeza debajo. Ella siguió penetrándome con sus dedos a la par que devoraba mis pechos por igual. para entonces. Y fue entonces cuando ella volvió a entrar en mí. La obligué a sacar la cabeza de debajo de mi ropa para encontrarla en un beso lleno de prisas y de ansiedad. De inmediato. En un momento dado.sentí que me seguía demasiado cerca. – Violeta. La tomé del pelo y tiré de él. Anoche no parecía ser grave. no muy segura de dónde había salido esa cuestión. Entonces ella tenía el control y me había hecho esa misma pregunta.. –murmuré. – Soy médico. Una de sus manos subió por mi muslo hasta que alcanzó mis nalgas. – No insistiré entonces. –se acercó a una ventana y retiró la cortina para ver a través de ella. –me las arreglé para decir. – Sólo cuando la muevo. ¿Recuerdas? –me sonrió.– Parece que no tiene intención de dejar de llover. Me quejé cuando sentí una punzada de dolor en la mano herida al realizar un movimiento brusco.– Tan sólo necesito cambiar la venda y limpiar la herida. – ¿Sí? – ¿Qué ves cuándo me miras? –pregunté.. – No. yo me dediqué a recoger el desastre que mi pasión había creado en la cocina y de paso recoger los cristales de la copa rota en el salón... recordando así una ocasión en mi ático. El hecho de que me mirara sin molestarse en esconder su deseo me llenó.. pero puede que se infecte. – Sí. Violeta me había estado observando sentada en uno de los sofás. – ¿Tienes que irte pronto? –me atreví a preguntar. – ¿Quieres besarme? –dije. ¿verdad? –preguntó Violeta.. apoyando la mano sana sobre su muslo. (antes había ido a su coche a recoger la bolsa de viaje que había traído consigo).Terminamos de desayunar y mientras Violeta se daba una ducha. el tiempo que fuese. haciéndola suspirar de placer. – Eres insaciable. El olor del jabón que había utilizado me llenó por completo. Mis piernas temblaron de emoción con sólo pensar en esa posibilidad. –le dije con tono jocoso. – ¿Quieres que te cuente lo que he estado haciendo en la ducha? –musitó. Me giré para verla detrás de mí recién salida de la ducha y vestida con ropa cómoda. era lo único que me incumbía. mirándome fíjamente. – Tal vez sería mejor que te la viera un médico. Yo aún tenía puesta tan sólo una camisa y debía de ser eso lo que tanto atraía su atención.. La besé lenta y profundamente. – Ahora mismo sólo tengo ojos para tu boca. Decidí no indagar más en ese asunto. Ni siquiera me importaba. Abrí los ojos tanto que casi sentí que se me salían de las órbitas. – Tendrás oportunidad de verlo en otra ocasión. – Me hubiera gustado más estar allí para verlo. – Te sigue doliendo demasiado. Abandoné el recogedor y me acerqué hasta ella inclinándome hasta que mi rostro estuvo a la altura del suyo. . Amontoné los últimos trozos de cristal en el recogedor y me erguí con él en la mano. Tenerla allí.. . – ¿Qué tal si no hacemos nada? – Me parece una buena idea.. Yo había optado por retomar la lectura de aquel libro que parecía no querer acabar nunca y Violeta simplemente se había echado conmigo. colocando mis piernas en su regazo. – Está bien. – Pregunta entonces. – ¿Recuerdas aquella primera noche en el invernadero? –ella asintió. supongo. de Truman Capote. Me sonrió con picardía. –ronroneé de placer.. – ¿Más que yo? Dejé caer el libro abierto sobre mi pecho para mirarla.– ¿Qué quieres hacer? – No lo sé. No tuve que rebuscar demasiado en mi memoria para encontrar el momento justo cuando mi entera existencia cayó rendida a los pies de aquella mujer. casi dormitando.. – Hazlo entonces. ¿verdad? – No. –la insté. con sus pies al lado de mi cabeza. O eso es lo que me había parecido... Después de tomar un almuerzo que era casi cena..– ¿Por qué? – Porque estás demasiado cerca. –suspiré. Se sentó. –descarté el libro sobre el suelo y crucé los brazos detrás de mi cabeza... sin mover el rostro un ápice. Imaginaba que estabas en mi cama.. sin abrir los ojos. – ¿Sólo por eso? Parecía algo decepcionada.– Esa noche me dijiste algo que me hizo sentir muy importante. Supuse que lo que había esperado oír era algo referente a su aspecto.– Todas las noches me dormía pensando en ti.. –colocó uno de mis pies sobre su pecho y comenzó a masajearlo... – ¿Es interesante? – Bastante. – “Desayuno en Tiffany’s”. sigues haciendo lo que estás haciendo. Violeta siguió acariciando los dedos de mi pie durante un breve rato. – No vas a dejar que lea. Cosas de adolescente. –ronroneé antes de que Violeta conquistara de nuevo mis labios. Luego el hecho de que no pararas de sonreírme todo el tiempo. –dije. – Ése fue el principio. – ¿Qué lees? –preguntó Violeta..– Yo no hago nada y tú.. La solté. antes de romper el silencio nuevamente. – ¿Dejaste de pensarme de esa forma? .. mientras. – ¿Qué fue lo que te hizo enamorarte de mí? Abrí los ojos y la miré. – Tengo curiosidad por saber algo. nos habíamos tumbado cada una al extremo del mismo sofá para relajarnos. que me abrazabas. Sonreí. volviendo a meterme de lleno en la lectura. – Quiero conocer todo de ti. sin dejar de besarme en ningún momento hasta que se separó para retirarla de su . Su aliento frenético. Era algo que deseaba y yo estaba dispuesta a ofrecerle cada cosa que ella anhelara.. Deseé poder tenerla así para siempre. sin ni siquiera pestañear. Cubrió uno de mis senos y yo me arqueé en acto reflejo. Nos miramos fijamente. Nunca era suficiente.– Me hiciste mucho daño cuando te fuíste aquella noche sin ni siquiera despedirte. Presumo que porque no quieres verme.. Comenzó a apartarme el pelo de la frente. clavando sus dientes. Jimena. llenando mis manos de ella. Me sentí culpable. No tenía sentido negárselo. Estaba harta de que aquello fuera una barrera que me impidiera sentir más de ella. Introduje las manos bajo su camisa. solía cerrarlos para imaginar que eras tú.. – Cuando otra persona me hacía el amor. Hizo que un escalofrío me recorriera por la frialdad de su palma. – No puedo dejar de tocarte. decidí decirle la verdad. su olor me estaban dirigiendo directamente hacia el abismo. Alzó una ceja y supe que posiblemente no creía del todo aquella explicación. echándose momentos después sobre mí. – De acuerdo. saber los porqué de cada cosa que hagas. Me dolía pensar en ti. –me defendí. –Violeta se quedó estática en el sitio. A veces deseo.. –comenté sin más dilación. Me tomó por sorpresa.. ¿Qué era lo que Violeta había notado que la llevara a aquella conclusión? – ¿Por qué dices eso? – Nunca me miras los ojos cuando hacemos el amor. Se levantó y se colocó con las rodillas a cada lado de mis piernas. por la espalda.– Supongo que me pasa no sólo contigo. – Ahora parece que te duele incluso el estar conmigo. –cedió. Me quité la venda de la mano herida a tirones. –admitió.. como le había hecho yo la noche anterior. ¿verdad? –dije sonriendo. amasando la cálida piel. pero ya no eran pensamientos agradables. Seguí respirando despacio. Después de aquella respuesta.. Pero es una sensación extraña. – Ni siquiera me había dado cuenta de que lo hacía. Metió una de ellas por debajo de mi camiseta blanca. en mi labio inferior. – Cierro los ojos por costumbre. – Al parecer. – Da miedo.. – ¿Por costumbre? Asentí levemente. aunque malditas ganas si tenía de hacerlo. para ti la tiene.– Mis manos ya no quieren obedecerme.– No tiene importancia. – Sí. No tenía la menor idea de por qué me había dicho aquello..... Los cierras. Sentir el peso de su cuerpo contra el mío era cada vez más placentero. De repente el sofá parecía demasiado estrecho. Estrujé su camisa y ella se la sacó primero por un brazo y luego por el otro. Me besó como pocas veces recordaba. luego ternura y otras miedo cuando te abres a mí y me muestras tus sentimientos. Sólo pretendía borrar la tensión en el ambiente. Al pasar los años. seguías estando presente en mi memoria. – ¿A qué te refieres? – Me haces sentir muchas cosas a la vez. Introduje la mano sana entre sus piernas hasta llegar a su sexo. Mis manos fueron hasta la abertura de sus tejanos y tiré de los botones para que se abrieran solos. de su garganta se emitía un sonido incesante. Era como si Violeta me hubiera hipnotizado con su proceder. Mi propio deseo olvidado. desesperada. la piel del sofá crujió bajo su fuerte agarre. observé un pequeño . su cabeza cayó como si no pudiera soportarla sobre sus hombros.. Su cuerpo se estiró hacia detrás. como una canción que se murmura. Es la total entrega.. imponiendo su propio ritmo. Cada segundo que ella abarcó mi visión esa tarde me hizo sentir cómplice de algo que escapaba a la razón. Ya estás aquí. –me dijo. ni sexo. soportando su peso con un brazo sobre el respaldo del sillón y una mano al lado de mi cabeza. pero se sacó los pantalones enseguida. Luego de decir esas palabras... Cuando volvió a levantar el rostro hacia mí. Me dediqué a observarla absorta.. intensificó el ritmo y poco después alcanzaba el orgasmo. Violeta se encogió por completo y emitió una indecente maldición. se acaba en ti.. estoy segura. Y de todo ello fui testigo. Comenzó a cabalgar sobre mi mano con fuerza. – Te siento dentro de mí. Se irguió lo suficiente como para colocarse de rodillas. Oí a Violeta reírse contra mi boca al notar mis casi infructuosos esfuerzos por deshacerme de sus pantalones.. las venas de su cuello se marcaron hasta parecer querer estallar. ansiosa. Jimena. Violeta descansó de su enorme esfuerzo volviéndose a echar sobre mi cuerpo medio desnudo. extasiada por como sonaba su voz en aquellos momentos. No sé cómo demonios lo hizo. subiendo y bajando el cuerpo... Jamás volvería a cerrar los ojos en su presencia. ni tan siquiera la consecución de lo que más se desea.? –incluso para ese simple qué hizo falta que lo dijera en dos tiempos. Nunca en mi vida había visto nada igual..cuello. Violeta bajó la cabeza para mirarme y su pelo cayó por sus hombros en cascada. comencé a bajarlos todo lo que pude para después ayudarme con los pies. Mientras lo hacía. fue el propósito de Dios al concedernos la virtud de amar.. algo que. No es sólo amor. –obedecí al instante. – . Nunca había sentido tal grado de fascinación. pero no lograba entender a Violeta... Luego. Violeta siguió besándome de una forma que no era normal. Aproveché ese momento para hacer lo mismo con la mía. Llegó un momento en el que casi fui incapaz de seguir el ritmo que imponían sus labios. – Di mi nombre. –me imploró sin dejar de moverse. Obvié el dolor en mi muñeca producido por sus acometidas. – ¿Qué. Mi voz estaba completamente atorada. La abracé con fuerza y esperé a que su respiración se normalizara de esa forma. Ella misma tuvo que echar una mano hacia atrás y terminar lo que había empezado yo... – Mi vida no comienza. – Violeta. El movimiento hizo que mis dedos se introdujeran por sí solos. No sé si era por la situación o porque mi cerebro había decidido independizarse y buscar mejores cosas que hacer que tan sólo razonar.. Su rostro estaba ensombrecido por la preocupación. La vida no tiene ningún sentido si no se ama. – ¡Violeta! ¡VIOLETA! Tan segura estaba de que ella no acudiría a mi urgente llamada que me derrumbé sobre el suelo de rodillas. – ¿Todo esto es porque despertaste y no estaba a tu lado? Permanecí en silencio. No lo encontré. ¿qué ocurre? – ¿Dónde estabas? –fue todo lo que dije. Violeta pareció entenderlo todo en tan sólo unos segundos. como cuando le niegan algo y se rebela contra ello. busqué el calor del cuerpo de Violeta estirando el brazo.. Lo limpié con el dedo pulgar y luego le di la vuelta a la palma tan sólo para verificar que los pequeños cortes de mi mano habían vuelto a sangrar. .. Ella no me había abandonado. Me erguí con la rapidez de una pantera. Violeta suspiró y dejó caer las manos de mis hombros lentamente. Estaba segura que encontraría allí una nota de despedida. La busqué en la habitación..– Jimena. No dejó de mirarme hasta que aquel sonido se hizo insoportable y decidió cogerlo de su bolso. Qué era lo que me hacía comportarme de aquella forma. Aún sin registrar la realidad del todo. Me di cuenta de que su bolso estaba justo al lado de la cama. Mi cordura. Todo estaba ligado a su nombre. apenas soportando el peso de su mirada. Ella limpió la sangre como lo haría un animal con su cría.rastro de sangre en una de sus mejillas. Bajé la vista al suelo. – En la cocina. La miré. mírame y responde. quizás en el salón. Mi voz parecía la de una niña pequeña. Antes de contestar miró el número en la pantallita.. Salí de la cama con el cuerpo entero temblándome y grité su nombre. –confesé en voz bajita. No lo había hecho. preparando el desayuno. Mis ojos se abrieron lentamente a la mañana siguiente. La angustia se apoderó entonces de mí. Estúpidamente miré sobre la mesilla de noche. nunca lo sabría. cada vez con más insistencia. – ¿Qué ocurre? –se arrodilló junto a mí y me tomó de los hombros sacudiéndome. – Jimena. Fue en ese mismo instante cuando Violeta entró en tromba en mi habitación para encontrarme de aquella forma. Lamió de mí y selló el pacto de nuestro delirio. – Sí. Pero no lo había visto antes. Frunció el ceño. Iba a decirme algo cuando su celular sonó. mi sentir. Me apartó el pelo de la frente y me hizo mirarla a la cara. mi felicidad. intenté oír algún sonido que me indicara que estaba en la ducha. Nada. Tenía la respiración agitada y supe que era porque había acudido a mi llamada corriendo. mi paz interior. – ¿Creías que me había ido? –inquirió nuevamente. Quizás no quise verlo. – Lo siento. al tiempo que untaba mantequilla en una de las tostadas. Apoyé la espalda en la pared y dejé que el agua me empapara poco a poco. pero no lo haré. – Nunca me iría sin decírtelo. pero no dijo nada. Me concentré en mi plato. Me miró durante eternos segundos. – ¿Entonces. – De acuerdo. Pero lo que nunca imaginé es que ella decidiera dejarlo pasar. Tan sólo tuve que colocarme dentro de la bañera y abrir el grifo. – Tema zanjado.. las palabras que con toda seguridad quería decirme.? –inquirí estupefacta por su reacción. Lo que yo ignoraba era el qué.– Olvidémoslo. con el silencio perenne entre las dos. Sólo era un amigo. no.. puesto que estaba completamente desnuda. – Haberme comportado de esa forma. sin ganas de contradecirla más. Fuera lo que fuera lo que la había traído hasta allí. Me levanté del suelo y me dirigí hacia el baño. cuando lo cierto es que era incapaz de que algo bajara por mi garganta. –fue todo lo que pude articular... coloqué el tenedor en el plato y lo aparté de mí. Me acordé de otra cosa y pensé que sería buena idea comenzar una conversación por ahí. – Esperaba que me dieras una lectura por ser tan estúpida. con el teléfono aún en la mano. Había esperado una discusión. – ¿Fue una llamada urgente? – No. seguramente sopesando sus palabras. – Lo sé. Quizás pretendía con ello que me diera cuenta de algo más.. con la misma rapidez con la que había aparecido. Me metí en el servicio y decidí darme una ducha. quedaron relegadas a otra ocasión cuando. estoy fuera de la ciudad por un asunto personal. –sentenció. –siguió hablando mientras me seguía con la mirada hasta que desaparecí detrás de la puerta. – Podría decirte miles de cosas. –me interrumpió. removiendo los huevos y tomando pequeños bocados para simular que estaba comiendo. Por mi parte.. Sentadas en la mesa de la cocina tomábamos el desayuno que Violeta había preparado. –concluí. – ¿El qué sientes? Levanté la vista hacia ella.– ¿Sí? –contestó Violeta sin molestarse en ocultar la impaciencia en su voz. Puedes despertarte cada mañana presa del pánico si es lo que prefieres. Sus palabras eran directas. Pero he apagado ese maldito teléfono. pero su tono de voz no indicaba enfado. Las compuertas de la mampara se abrieron de repente y allí apareció Violeta.. Me froté la cara fatigosamente. quizás una acalorada. Violeta tomó varios bocados de su tostada antes de responderme. – . cerró las compuertas y se alejó. –comentó casualmente sin mirarme. Tenía que intentar aclarar mis pensamientos.. consistente en huevos revueltos y jamón frito. Ni siquiera sé por . – Pero no sabías nadar.... –tragué saliva al notar la garganta demasiado seca.. Cada vez me disgusto más cuando suena. Pensé. poniendo de manifiesto que estaba llena. Sentí que Violeta se acercaba a mí por detrás y que posaba ambas manos sobre mis hombros. mientras intentaba absorberla. Me miró como si pretendiera decirme algo más. – Ven. .. Inspiré con fuerza llenándome del aroma de la tierra húmeda.. – ¿Tienes que regresar al trabajo pronto? –seguí preguntando.. – ¿Por qué no me cuentas la historia de cuando casi te ahogas? –me sugirió.. – ¿Te has dado cuenta de que ha parado de llover? – ¿En serio? –dije. – Lo sé. dándome el coraje que yo empezaba a perder... – En realidad. sujetando nuestras cañas de pescar. – ¿Por qué? – Porque lo que realmente pasó fue que me lancé desde una roca por voluntad propia. – Tengo buena memoria. Me conoces. Me hechizaba sentir su lengua dentro de mi boca. ahora tú también. En un primer momento habíamos pretendido andar por los alrededores de la casa simplemente para relajarnos. – Me he tomado una semana libre. Me di la vuelta para observar lo que me rodeaba. Hubo un instante de silencio hasta que comencé a cabecear y Violetá afianzó aún más el abrazo.. Bueno. pero en esos momentos pensé que podría hacerlo. La ayudé. Violeta suspiró y se pasó las manos por el estómago. Violeta me miró y le sonreí. Violeta me hizo dar la vuelta hasta tenerme mirándola. pero nos descubrimos tomando la senda que llevaba al río. Observé como ella se apoyaba en la encimera durante unos instantes pensativa. pero sólo porque él lo amaba. A mí también. abarcando mi trasero con ambas manos...... extraño. –musité. Se levantó y comenzó a recoger la mesa. ¿Te apetece dar un paseo? –sugirió. restregándome contra ella como una gata. Nadie lo sabe. que me encantaba besarla. –me susurró. – Sí. – Lo sé. Ese olor siempre me había parecido extraño y placentero a la vez. Sentí que me derretía. Luego me miró y me sonrió abiertamente. casi podía regresar en el tiempo y vernos de pie junto a la orilla. – Quiero que vuelva. no deberías tener dificultad para creer que hiciera esa estupidez.. Seguramente. Realmente lo adoraba. pero por alguna extraña razón eligió no hacerlo. Casi podía asegurar que podía sentir a mi padre allí. –se acercó hasta mi cuello y lo acarició con los labios. sabía exactamente lo que estaba pasando por mi cabeza. – No puedo creer que aún te acuerdes de eso. Horas más tarde nos vestimos con ropa de abrigo y salimos a dar un paseo aprovechando la calma en el tiempo. – A él le encantaba este sitio. – fue algo muy.. Una sonrisa de medio lado adornaba su cara. mientras me atraía hacia ella para besarme.qué tengo uno. Sólo Diego y yo. . No podía creer que ella quisiera hacer el amor en medio de aquel campo y con aquel frío. Como si Mary Poppins hubiera aparecido y me hubiera regalado el don de flotar.. haciéndola fruncir el ceño.. llevándome con ello posibles imágenes de Violeta con mi hermano. Violeta. Me gustó eso.– Por suerte. – No es cierto. – Violeta.. Esta vez se tomó su tiempo para mi delicia.Ella emitió una carcajada suave. El tono que usó me hizo pensar que quizás pudiera sentir celos al admitir aquello. –dije por último intentando que entrara en razón.. – Es un cretino.. –rebatí con fuerza. –me besó en los labios.. ¿qué demonios viste en él? – No es tan malo. la seguridad de que podría lograrlo me llenara. – Tal vez él esté dispuesto a ser algo más. – Diego. – Los celos no son cosa buena. – Violeta. – ¿Qué haces? Ella no me respondió mientras seguía enfrascada en su tarea de desnudarse...– y desear repetirlo.. muy segura. – No tienes ni idea de cuántas veces imaginé que hacía desaparecer a Felipe del mapa.. –la llamé quedamente mirando a mabos lados del camino. tras una breve espera.. – ¿Qué tienes de mí.– En realidad... Es sólo un amigo. entrando en el juego de palabras.. Estaba encima de aquella roca. Puede pasar alguien... – ¿Te gusta más el término amante? –rebatió con fuerza. Supuse que no había esperado ser tan evidente... Emití un sonido gutural a modo de protesta y sacudí la cabeza. Diego estaba conmigo. miré hacia abajo y no sentí ese miedo que sentía siempre. Dime.. Hace demasiado frío. Violeta comenzó a desvestirse entonces y yo la estudié con incredulidad. Jimena? Me fijé en sus ojos y en la seriedad que en ellos podía leerse. –finalicé... Sigue mirándote de esa forma. esto es una locura. La hice reír nuevamente.. –dijo.– Eres increíble... – No había pensado en ello. –dije. – ¿Has vuelto a enamorarte de alguna otra novia suya? –comentó con sarcasmo... – Me parece extraño estar hablando de Felipe contigo. – Mucho más de lo que querrías admitir. –Violeta se rió a gusto. riéndome yo también.. –le dije. – Creo recordar que nunca te gustó denominarte novia suya. lo que me parece extraño poder hacer esto... – ¿Tú sí? – Yo te tengo ahora. –comentó casualmente. – Increíble... moviendo las manos a los lados. – Fue como si de repente.. Hice rodar los ojos con disgusto y conseguí que se riera aún más. – Él no te merecía. nada más recuperar la compostura.. . –musitó. Alzó una ceja y me regaló una sonrisa de medio lado. – Lo sé. –dije por fin. inmóvil y ciega.. – No me sueltes.. Sentí que me abrazaba con fuerza acercándome así aún más al calor de su cuerpo. – Me has hecho feliz.. aunque no podía verme.. simplemente me tomó de la mano con fuerza y comenzó a adentrarse en aquel río que era como el mismísimo infierno para mí. Jimena.. Por mi parte. Mis piernas no hicieron caso de las señales de alarma que estaba dictando mi cerebro y la seguí. ni siquiera si me pedía que me tirara desde un séptimo. Cuando la vi que se dirigía a la orilla y que comenzaba a meter su cuerpo en el agua pensé que Violeta había perdido por completo la cordura. –contrarresté con firmeza. Así que comencé a quitarme la ropa murmurando por lo bajo. – ¿Es que te has vuelto loca? Sabes de sobra que no tengo ninguna intención de meterme ahí. – Vamos... Violeta me llevó consigo a cuestas y se quedó estática en el sitio cuando el agua nos llegó a ambas por el hombro. Me acerqué hasta la orilla y me coloqué a su lado.. intentando apagar así el intenso latido de mi corazón. – Abre los ojos. – Sabes tan bien como yo que no lo haré. Me odié porque sabía que no podía negarme a nada que me pidiera. – Esto nos va a costar una pulmonía. Ella no respondió. confía en mí.. Sigue. –la oí murmurar. Hice lo que me ordenó una vez más y levanté el rostro de mi inesperado cobijo para mirarla. –dijo muy segura una vez que el agua le cubrió hasta los tobillos. – Ven conmigo. – Ven. –me tendió una mano. Seguí negando con la cabeza mientras le hacía gestos para que regresara a mi lado... – Jimena. –le pedí. aunque yo sabía que eso no le importaba. seguía pegada a su cuello.. Fue lo último que la oí pronunciar antes de que me llevara de regreso a la orilla. –dijo alegremente. Continuación. –me dijo. Aquello era una locura. – Te dejaré ganar al parchís.. . Violeta hizo que me abrazara a su cintura con las piernas y al cuello con los brazos cuando el agua nos cubrió un poco más de la cintura. Hubo unos instantes en los que no pronunciamos una palabra.Se quedó en ropa interior delante de mí y se alejó.. – Ni aunque me prometieras amor eterno. Hazlo por mí.– El agua está helada. que yo los mantenía cerrados por el miedo... Sabía. Hundí el rostro en su cuello y cerré los ojos. simplemente dejamos que pasaran mientras nos aferrábamos la una en la otra. Yo estaba cada vez más atónita sin tener la menor idea de qué era lo que pretendía. Jimena. –exclamé. – ¡Señor!.. casi suplicando. Creí volverme loca cuando la oí susurrar palabras de ánimo. Violeta me sujetó la mano con fuerza y cabalgó sobre ella con ímpetu al tiempo que me llamaba una y otra vez cuando su orgasmo tomó su cuerpo por entero. De repente sentí la imperiosa necesidad de alejarme de Violeta. haciendo el amor. El éxtasis me llevó hasta un lugar desconocido para mí y cuando volví a desplomarme. cuando pronunció mi nombre a dos tiempos. A veces simplemente quería morir porque se me hacía tremendamente dificil de sobrellevar la conciencia de que tenía su cuerpo. Yo abrí las piernas aún más y las doblé por las rodillas. algo que era fácil para mí. Puso las manos a cada lado de mi cabeza y se movió contra mí. Pensé que no me había equivocado al darle todo lo que era yo una vez. ahora simplemente sólo tenía que amarla. de sepultarnos la una en la otra. cerca de la chimenea. Le aparté el pelo de la cara para observarla en todo su esplendor. Por momentos creí que me asfixiaría. elevándonos imposiblemente. y vi pasar mi deforme reflejo en los cristales de la puerta corrediza iluminado por la luz de la chimenea. ¿quieres? – No. ella cayó sobre mi cuerpo también. Así era cuando más me gustaba verla. haciendo que yo me estirara sobre mi espalda.La noche nos encontró tumbadas sobre la alfombra. Gemí una y otra vez de forma descontrolada cuando Violeta me pidió oírme. poniendo todo su empeño. Avancé descalza sobre el frío suelo y mi cuerpo a cada paso respondió con un escalofrío. Con mi lengua lamí la humedad de su cuello mientras con una mano apretaba la carne de sus nalgas. ambas ardíamos en deseos de tocarnos. Me giré hacia un lado. Asentí con la cabeza y recogí una camisa del suelo que me coloqué enseguida antes de erguirme. Mi rostro parecía haberse estirado en varias direcciones como si de una goma elástica se tratara y mi cuerpo se curvaba hacia la izquierda y después hacia la derecha. Me había apoyado sobre uno de mis codos para poder observarla. antes de abandonar el salón. Salí de ella con delicadeza y Violeta se apresuró a colocarse sobre mi cuerpo. Me sentía como si cada vez que le hacía el amor expiara mis pecados y alcanzara la perfección. con aquella mirada fiera en los ojos. Ella podía calmar mi espíritu hasta ese extremo. – ¿Adónde vas? –me dijo cuando me separé de ella.. ávida de mí.. mientras entraba en ella una y otra vez con la mano libre. Me besó entonces. Jadeé intentando llevar aire lo más rápido posible a mis pulmones. Después de regresar de nuestro paseo. Mi cuerpo funcionaba para entonces con completo desorden. –respondió al tiempo que echaba la manta sobre su cuerpo. con mi corazón marcando un ritmo imposible de llevar. – Voy a por un vaso de agua. Me acerqué a él. Desabroché los dos botones de la camisa que me había abotonado y la . Violeta seguía cada acometida con todo su cuerpo mientras cada uno de sus músculos se contraía y relajaba. Puse ambas manos sobre el suelo alfombrado y despegué mi cuerpo y el suyo del suelo. Nuestros movimientos eran tan lentos que apenas se notaba que nos movíamos. Me parecía que mis movimientos eran cada vez más lentos. tan exaltada como lo estaba yo. estrujándome más contra su cuerpo.? – Sí. Ella siguió acunándonos a las dos. que la sangre que corría por mis venas estaba corrompida. sonriendo para mí misma. – No es cierto.. . Un deseo que me quemaba. Volví a meterme en la cama después de acompañarla a la puerta y permanecí en ella hasta la tarde. Violeta seguía en la misma posición que cuando me había ido. Sonreí y puse rumbo a la cocina... – Mañana tengo que volver a la ciudad. El que ella eligiera aquel momento y no cualquier otro del día me probó que temía anunciarme aquella noticia. Antes incluso de que alcanzara la puerta. Ella me sorprendió cuando. Me serví el agua en un vaso y regresé al salón. Creo que Violeta disfrutaba tanto siendo admirada como yo admirándola..– No lo es.. Todo. sólo que esta vez parecía estar dormitando. La abracé cruzando las piernas tras su espalda. Una de mis manos viajó hasta mi centro y mis dedos se empaparon enseguida de mí y de Violeta. mi olor. mi excitación. – No. Me senté sobre sus muslos y la tomé de ambas manos obligándola a erguirse hasta que quedamos cara a cara. No compartió conmigo cuál era ese asunto tan importante que la obligaba a alejarse de mí ni yo quise preguntarlo. el sabor que permanecía en mi boca me hacían esclava de un deseo. Apoyé la cabeza sobre su hombro y cerré los ojos. que por dentro mi alma estaba igual de deforme. Violeta salió muy temprano la mañana posterior. Mis senos rozaron los suyos y temblé de emoción. Supe que le costaba creer que quizás yo me había deshecho de su hechizo o que había dejado de desearla o de amarla. No pude evitar sonreír levemente. – ¿En serio.. –me anunció. – No me importa si no regresas. aunque secretamente sospechaba que tenía algo que ver con aquella previa llamada que había recibido.aparté hacia los lados. La abracé acto seguido y me mecí en su regazo.. Era un todo distorsionado. de mi deseo que mojaba el interior de mis muslos.. tan sólo me dediqué a dejar que mis pensamientos vagaran sin rumbo fijo. apenas sin moverse. La observé mientras tomaba pequeños tragos del vaso. apartó la manta que la cubría y descubrió su entera desnudez para mi delectación. –contesté. Ni siquiera dormí. –se apartó de mí para mirarme a los ojos. Pensé que aquel era mi verdadero reflejo. mi sudor. me sentí irremediablemente vacía. Me aparté de mi aberrante reflejo a pesar de que encontré cierto placer en verme de aquella manera. lamiendo su cuello. Deposité el vaso en el suelo y me acerqué hasta ella. Me pregunté si Violeta también me veía así. Violeta pasó sus brazos por mi espalda y me rodeó. como yo misma lo hacía en esos momentos... –admití besándola. Me prometió que volvería a media mañana del día siguiente. Mis pechos no se diferenciaban de mi vientre. el sueño. que quizás podría preparar algo de cenar para su regreso una vez se hizo evidente que llegaría al anochecer. con lo cual decidí subir al piso de arriba acompañada de mi quinta copa de vino para darme una larga ducha. Terminé de cocer la cena a las siete y media.Después de que anocheciera y de tomar algo de comer por primera vez en aquel día. Me pasé toda la mañana acomodando la casa. Violeta me había dicho que regresaría a media mañana. Dispuse la mesa con excesivo celo. Me senté el en sofá y simplemente esperé. con un pobre resultado. Desperté temprano el siguiente día. me perdería a mí misma. Su esencia me rodeó enseguida.. pero desistí cuando me di cuenta de que era incapaz de tragar algo. Sabía que si comenzaba a hacerlo. Ni siquiera me había llamado. El alcohol ya comenzaba a hacer su función una vez que inundó mi sentido común. pero lo hice. todo por mantenerme ocupada. Ni siquiera sabía por qué. Me hice el firme propósito de no pensar en su tardanza. Me agradó la idea de sorprenderla con una cena romántica. Mi estómago parecía haber encogido definitivamente. la emoción de volver a ver a Violeta logró vencer al cansancio. Miré fijamente al teléfono y me pregunté si Violeta llamaría. Un breve paseo por las inmediaciones de la casa me hizo calmar la desazón que comenzaba a sentir. regresé al piso de arriba y me tumbé en la que había sido nuestra cama aquellos días. A decir verdad. Me adentré en la cocina para prepararme algo para almorzar. ni siquiera hablamos de hacia dónde nos . El maldito teléfono no había sonado ni una puñetera vez. me había visitado a ratos. Para entonces ya eran más de las diez de la noche y Violeta seguía sin aparecer. Aún así. e incluso coloqué unas velas pensando que con ello crearía una atmósfera perfecta. Imaginé que Violeta estaría en esos momentos cómodamente en su apartamento. Descorché una botella de vino tinto para añadirle un chorrito a la carne y serví una copa para mí misma. Cavilé. Seguí bebiendo. tal vez con el tipo que la había llamado. Me reí echándome sobre el respaldo. mientras andaba. Me vestí con mis usuales tejanos y un abrigo. y cuando acabé la primera botella de vino. la atmósfera seguía cargada de humedad y frío. seleccioné otra. Indagué por entre las alacenas y encontré los ingredientes necesarios para hacer unas albóndigas con el pollo que no había usado para la última cena y que había congelado previamente. pero ya llevaba un considerable retraso. Ni una sola vez me dijo que me quería. durante la noche. Me abracé a su almohada con el pensamiento de que era ella y cerré los ojos para traerla hasta mí. Tal vez en su cama. La primera vez que miré el reloj ese día fue cuando las agujas marcaban las dos y media de la tarde. Incluso intenté quitar las manchas de sangre de la alfombra. La espera de cualquier cosa siempre se convertía en una dura carga.. me senté en uno de los sofás del salón. Ya no tenía nada que hacer. Ya dudaba de que lo hiciera. A pesar de que no había caído una gota de agua del cielo en todo el día. ¿Me echaría ella de menos tanto como yo? ¿Estaría pensando en mí? ¿Lo hacía a cada segundo? Cuando se hizo evidente que Violeta no llamaría. Se acercó a mí en busca de evidencias. – ¿Estás enfadada? –me preguntó al notar mi ambigüa reacción.. hasta que mis músculos se atrofiaran y me deshidratara poco a poco. –me hice a un lado y la dejé pasar. aunque lo intenté con todas mis fuerzas. – ¿Has estado bebiendo? – Una copa de vino o dos. Me pregunté qué demonios traería allí. Se adentró en la casa y depositó lo que llevaba consigo en el suelo cuidadosamente. –murmuré. apenas audible a mis propios oídos. sin dejar rastro.. No sé por qué me reí. Me puse en pie de un salto y corrí hacia la ventana más cercana.. – ¡¿Por qué?! –me gritó. Deseé poder desvanecerme como el humo. – Hola. – Hola... La oí murmurar un “maldita sea” antes de girarse hacia mí hecha una furia. Violeta frunció el ceño sin dejar de mirarme. Me asomé por ella disimuladamente. no pude evitar tambalearme levemente. –la interrumpí. casi chocando con ella cuando se paró en seco y abrió el compartimento donde estaba el cubo de la basura.”.llevaría todo aquello que habíamos descubierto juntas. Violeta se dirigió con diligencia hacia la cocina... Una risa estúpida e infantil se apoderó de mí durante unos instantes. Esperé a que tocara en la puerta y entonces dejé pasar unos segundos más.. Por alguna extraña razón. – Violeta. Supuse que. Sopesé la loca idea de quedarme sentada en aquel sofá hasta que mi cuerpo cayera desvanecido. pero en ningún momento pareció hacer lo mismo con su corazón. No he tenido tiempo para nada. pero lo hice. – No lo sé. Ella me había entregado su cuerpo. – Podrías haber llamado. te lo aseguro.. no muy segura de si estaba preparada para decir .. – ¿Sólo eso? –añadió incrédula. quería darle la sensación de que su tardanza no me había molestado en lo más mínimo.. ella también lo había notado. Sin decir una palabra. Cerré los ojos. apenas descorriendo la cortina y la ví apearse de su coche. –me saludó sonriente nada más abrir la puerta.. Oí el sonido de un motor y rápidamente me di cuenta de que sólo podría tratarse de un vehículo. – Lo siento. – Jimena. Murmuré un “mmm.. que incluso a mí me sonó demasiado falso... – Siento llegar tan tarde. La seguí rauda. Se fijó en la mesa dispuesta y me sonrió al tiempo que se deshacía de su cazadora.– Mientras preparaba la cena. A pesar de mí misma y de mis enormes esfuerzos. –mentí una vez más. Mi corazón comenzó a latir desenfrenado. – ¿Sí? –respondí a su llamada con un tono falsamente inocente. vencida.. –mentí y añadí otra frase esperando encubrir mi delito. Apoyé los codos sobre las rodillas y hundí el rostro en mis manos. Allí encontró la botella vacía de vino y sospeché que también había visto la que estaba a medias sobre la encimera. no quería que supiese que la había estado esperando desesperadamente. En una de las manos llevaba su bolsa de viaje y en la otra una de papel. Evidencias que por supuesto encontraría. – ¡Mierda! –siseé. por otra parte. por el amor de Dios! ¡Apenas puedes mantenerte en pie! ¡Haces lo mismo siempre! – Violeta. Sólo sabes hacer daño y hacértelo a ti misma. estrujándome las mejillas con una mano al obligarme a mirarla.. No supe que Violeta se había acercado a mí hasta que su sombra apareció delante de mis ojos. Violeta aflojó la presión y se apartó dando dos pasos hacia atrás.. ¿verdad? – Sí. Emití una queja ahogada de dolor. –me dijo. – ¿Por qué simplemente no puedes creer las cosas que te digo? ¿Por qué no puedes dejar de pensar que no soy real? ¿Por qué? ¿Por qué.. Estuve segura de ello. el temor de que hubiera conseguido alejarla de mí me sobrecogió. no me grites. Ella se giró hacia mí...– ¡Mírate. Algo que.. –confesé por fin. Cada paso que daba.– Todo es mentira. se dirigió nuevamente hacia el salón y una vez más volví a seguirla. para. Se separó lentamente de mí. Me arrodillé y recogí lo que había tirado. para.la verdad.? – No me culpes por eso. como cuando él entraba a hurtadillas en mi habitación... No he podido evitarlo. – Creía que no volverías. respirando frenéticamente. El mundo dejó de dar vueltas. – Dame una explicación para que pueda entenderte. Pero para mi necio comportamiento no había ninguna. –imploró más calmadamente... – Dime. Lo siento sobre mi cara. Aún puedo percibirlo algunas noches. No me respondió.. – Tienes la maldita tendencia a estropear todo lo que tocas. Sentí que me tomaba de los antebrazos y me erguía hasta estrellarme contra la pared. caminando hacia atrás. Ni siquiera pude ser capaz de mirarla a los ojos... Violeta. –intenté buscar una excusa que valiera la pena todo aquello. ¿cómo te sientes ahora mismo? No contesté.– Sólo te pido eso. Tanta era mi premura al salir de la cocina que tropecé con un paragüero de metal que había en una de las esquinas y éste cayó al suelo estrepitosamente. En cambio. De repente.– Conozco ese aliento. No tienes ni puñetera idea de lo que es el amor... sumergiéndome en mi tarea. tan sólo han sido unas copas. Así es como logras ser feliz. De repente estaba demasiado avergonzada para ello. –se fijó en mí unos instantes.. –dije quedamente. – Me haces daño. aprovechando así el tener una excusa para no encararla. – Ya lo imaginaba. – Tu aliento.. –dije a duras penas.. me pareció que confirmaba sus propias sospechas cuando la vi mover la cabeza asintiendo.. Me miró como si de repente viera a un espectro. Jimena.. – Igual que tú a mí. – Por supuesto que lo sabes.. – Te dije que volvería. Me dio la espalda y se apoyó con ambas manos sobre la encimera. cuando los recuerdos me asaltan y no me dejan vivir. cuando me violaba y respiraba contra mi rostro. – Tú no me amas.. Lo supe. recelosa. Violeta . ¿Cómo puedes estar tan ciega? Seguí empeñada en un mutismo absoluto. –indicó. . los pies me pesaban tanto que parecía que fuera incapaz de levantarlos del suelo. La sentí caminar entre las sombras. A los ojos de los demás tan sólo era la misteriosa Violeta. recorriendo por entero mi cuerpo. Mi vida pasó delante de mí como una breve exhalación. Aquella desdicha era suya. Y supe entonces que nunca lo hubiera hecho si los acontecimientos no hubieran derivado por aquel camino. Sentí que la cabeza parecía querer estallarme. Nunca antes me había sentido así. se había pasado la vida en total desamparo.. sino por mi propia inestabilidad emocional. veía a Violeta y su desencanto. – ¡VIOLETA! –grité entonces. Ahora sólo podía ser consciente de aquel extraño dolor en mi pecho. recogió sus pertenencias y desapareció tras la puerta. Vagué sin rumbo hasta que llegué hasta el salón. mi cuerpo y mi alma maldita lo que se rompía en pedazos. Cogí el jarrón que había encima y lo estrellé contra la pared. No había nada en lo que pensar. Ella fue quien no quiso escucharme a mí esta vez. delatada por sus pasos que crujían sobre la grava. La imagen misma de Violeta pasó delante de mí como el más efímero de los suspiros. sus labios trémulos. Nadie podría decir nunca de Violeta que sentían lástima por ella. Ella puso en marcha el motor de su coche y salió en estampida. pero esta vez no fue algo producido por el alcohol. Una rabia salida de no sé donde se apoderó de mí y me hizo que golpeara y arrojara con furia todo lo que había sobre la tabla haciendo que cayera la vajilla y los cubiertos al suelo estrepitosamente. Volví a entrar en la casa. imaginando que era mi cabeza. Cerré la puerta y mantuve la mano en el pomo durante tiempo indefinido. Si lo había compartido conmigo significaba que jamás volvería a verla. No llegaba a comprender qué era lo que estaba pasando dentro de mí. Cada vez que pestañeaba. Observé la mesa cuidadosamente dispuesta para la que iba a ser nuestra cena. dejando tras de sí una intensa humareda que a la luz de la luna parecía aún más tétrica. al contrario de mí. No quería la compasión de nadie. Ella nunca dejaría que eso ocurriese.. Un repentino dolor me inundó. a una a la que nunca me había molestado demasiado en conocer. De esa forma había conseguido adormecerla durante tanto tiempo. – ¡VIOLETA! –chillé desesperada mientras abría la puerta y la oscuridad me recibía. Me tambaleé por enésima vez esa noche. Tan segura estaba yo de que mi amor era suficiente que cerré los ojos a todo lo demás. Se dirigió hacia la salida con decisión. Pensé que rozar la muerte tenía que ser algo comparado con aquello que sentía dentro. veía su rostro pegado al mío. Me despegué de la pared a la que parecía que me habían fijado con pegamento y corrí tras su estela. Era como si me hubieran tapado los ojos y me obligaran a caminar en equilibrio por una cuerda. Su declaración había descubierto a una Violeta que yo desconocía por completo. Violeta.me alejaba de ella años luz. Cuando decidí darme la vuelta y comencé a caminar cansadamente. Nunca me había dejado ver su dolor hasta esa misma noche. Su propia autoestima así se lo exigía. Al parecer. encontraba más placer en ser una mártir que en ser feliz. como si me hubieran descubierto el mismo secreto de la vida. Comencé a respirar con dificultad. a la que no tengo aprecio alguno. . que ella era sólo una estúpida obsesión. También lloraba a Violeta. Me di cuenta de súbito que lo que me dolía tanto era contener el llanto. Durante todo este tiempo había creído que era única en mi especie y que tenía todo el derecho a proclamar a los cuatro vientos lo especial que era. me desplomé sobre el suelo y seguí llorando. Había tomado la decisión por sí solo de sacar todo el dolor y la desdicha que llevaba dentro y a la que yo lo había condenado durante demasiado tiempo. Intenté impedir que brotaran las lágrimas. Ni siquiera hacía falta mirar en mi interior o preguntármelo. intentando así aliviar el dolor de mi pecho. Desde lo más profundo de mi ser surgió un rugido tan potente que llenó la casa y me hizo daño en los oídos. creyendo que así. ¿Acaso no sentía y padecía como el resto?. que me dejó sin habla durante los dos días siguientes. Me abracé a mi cuerpo que se sacudía como si estuviera poseída.Caí de rodillas. Y se había alejado creyendo que no la amaba. que nunca la amé. Me había dedicado a esquivar la felicidad tan certeramente que incluso había llegado a creer que para mí no existía tal regalo. Algo estaba atorando mi garganta.. Pensé seriamente que me ahogaría. Fue entonces cuando las lágrimas comenzaron a emerger. Me asusté cuando mi cuerpo comenzó a convulsionarse sobre el suelo. Ahora no sólo lloraba por una razón.. de repente demasiado cansada para sostenerme por mí misma. cuánto te quiero. Pero se había alejado de mí antes de que yo la condujera a la desdicha como tan acertadamente había hecho conmigo misma. de alguna forma. Más que a mi vida. Violeta me lo había dicho claramente pero no quise verlo. las que una vez quisieron llorar por él y no lo permití. ¿no cometía las mismas estupideces y caía en los mismos pecados? ¿Qué es lo que me hacía exclusiva? Nada. pero fui incapaz. Tan intenso fue. Esas lágrimas eran las que le debía a mi padre. Era mucho más fácil rendirse simplemente. como un reclamo que me recordara una y otra vez lo desdichada que era. sin importarme siquiera que con ello arrastrara a la misma infelicidad a todo aquel que me rodeaba y me amaba con sinceridad. mientras las secaba frenéticamente frotándome los ojos. Lloré entonces con ansias. Y sabía que Violeta era la única que podía hacer que lo lograra. Violeta. No era tan diferente al resto de la humanidad como tan prepotentemente me había obligado a pensar. porque lo único que sabía con seguridad es que la amaba con desesperación. No tenía control alguno sobre él. Tan acostumbrada estaba a pensar que mi vida había tomado el rumbo equivocado que no pude sentir que ella me estaba dando la oportunidad de alcanzar la plenitud. Fue como una revelación. Nunca imaginé hasta qué punto mi ser clamaba por liberarse de algunos padecimientos que yo me había obligado a mantener dentro de mí. Abrí la boca para tomar sonoras bocanadas de aire. Grité e imploré. les impediría el paso y las devolvería a mis ojos. Ese era el poder de Violeta : hacer que cada cosa que tocara. Autora: R. sino que incluso se mostraba agradecida por cada cosa buena que acontecía en su vida. que pudiera escuchar de algún modo mis pensamientos. por no saber aceptar la vida como tenía que ser. por supuesto. Eran todas las noches de mi vida. que dijera. 9ª Parte. BELLA VIOLETA. Pffeiffer 9. Me reí recordando algo: al final.. De eso habían pasado ya tres meses y medio. que supiera que sin ella. Quizás consiguiera así dejar el pasado donde pertenecía y ser capaz de mirar hacia delante sin que me pareciera que traicionaría con ello mis recuerdos. mi hermana había logrado emparejarme con su compañera de trabajo. intentando no alterar el plácido sueño de Manuela. EL LABERINTO DE TU AUSENCIA. Pensé que estaba totalmente fuera de mi alcance el tener las mismas necesidades que cualquier ser humano. Me levanté de la cama silenciosamente. efectivamente.Seguí llorando y sacando todo el dolor de dentro de mí como si me estuviera purificando. tenía a Violeta como protagonista. En realidad no sólo era esa noche. ya no quería ser nada. . sino por aferrarme y esperar que pudiera cambiarla aún sabiendo que no sería así. Mi garganta emitía clamores tan imposibles de evitar como las lágrimas. Deseaba que regresase. Sólo el amarla tanto podía hacer que reconociera y creyera tal cosa. Le pedí perdón a mi padre. Nunca tendría la oportunidad de demostrárselo. Ni una sola vez me había dicho que me amaba y a pesar de todo yo sabía que lo hacía. de arrastrar mi padecimiento. La perfección tan sólo se logra bajo los efectos de la devoción.. mi compañera de cama desde hacía tres semanas. El sueño jamás tenía la decencia de venir a mi encuentro y si lo hacía. Nunca me preguntó qué era lo que había pasado. buscando no sé el qué. Tan sólo sentía la necesidad de moverme. a pesar del cansancio que solía provocarme el hacer el amor. Tantas cosas tenía yo que aprender de ella. si es que podía oírme desde algún lugar. era intermitentemente. Me arrastré por el suelo. Tantas lecciones que era capaz de darme y nunca intentó imponerme. que sintiera fuera especial. a pesar de que sabía que algo muy importante había acontecido y que. Esa noche no podía dormir. Sigue. Violeta no sólo la había aceptado. . había abierto los ojos y el ver el rostro de Manuela delante de mí se me hizo doloroso. No me molesté en vestirme. Tan sólo tenía que darme una mínima insinuación de que no era feliz conmigo. e incluso tenía cierta sospecha de que sabía perfectamente que existía otra persona a quien yo seguía amando desesperadamente. Tal vez ella estuviera en la misma situación que yo y por eso se mostraba tan comprensiva. si lo hacía algún día. Manuela sabía que había algo en mí que no me permitía entregarme a nadie. Había recuperado mi trabajo en el hospital. salí hacia el balcón. con tan solo una calada. pero estuve segura de que produjo una herida en mi corazón que nada podría sanar jamás. Deseché la colilla rápidamente en uno de los ceniceros sobre la mesa y volví a mi posición original.Un día me invitó a su casa para tomar café y descubrí que casualmente Manuela estaba allí. en cierta ocasión que había sacado el suficiente valor para ello. Muchas veces me pregunto cómo está Violeta. Sólo sé que entre sus brazos encuentro algo de paz y de olvido que tanta falta me hace siempre. aunque fuera un instante. ¿Le diría. Terminé diciendo que si no me devolvía la llamada no volvería a molestarla. En todo aquel tiempo desde que regresé de la casa de campo no había vuelto a hablar con Violeta. Eso fue todo. mantenía una relación equilibrada e incluso hacía planes los fines de semana. por ello sentí que el humo. Manuela. en vez de eso. No . Me pareció atractiva y yo necesitaba compañía. ¿Era a esto a lo que se refería Violeta cuando me hablaba de sus relaciones? Me pregunté si conmigo también había sido así. En nuestra primera vez. No era una fumadora habitual. Era injusto. supe con certeza que no regresaría. Justo en lo que nunca quise ser. no podía obtener nada de mí. Y siempre me revelaba esperanzada que ella le preguntaba por mí. Injusto para Manuela.. me raspaba la garganta. Tan sólo estuve allí erguida unos breves segundos. Ella. No me llamó y yo fui fiel a mi palabra. Ella ni siquiera me había cuestionado nunca porqué prefería hacer el amor a oscuras. No puedo describir lo que sentí cuando ví su nombre escrito en aquella lápida.. Le había dejado. y yo desaparecería de su vida tan rápido como un ciclón. Quizás hasta pedirle clemencia. Tan sólo pretendía oír su voz. apoyándome en la gélida baranda de metal.. pero no podía amarla. aunque se esforzaba por agradarme. Me doy cuenta de que nunca le había preguntado nada que no fuese banal sobre sí misma. Visité la tumba de mi padre por primera vez. Mi hermana Ginebra se había convertido en un inesperado correo en ese tiempo. Cada vez que nos veíamos me confesaba que había visto a Violeta en tal sitio o que había quedado con ella para almorzar. Todo me parecía tan absurdamente normal. Encendí el pitillo que le había robado segundos antes a mi amante y lo encendí. Era una buena mujer y mejor amante aún. Y disculparme. ¿Cómo era mi vida ahora? Me había convertido en una autómata. Cuando me fui. que la única razón era porque el único rostro que quería ver en esos momentos era el de Violeta? Supuse que no. Era muy consciente de ello. un mensaje en el contestador diciéndole que tenía que hablar con ella y que me llamara. Sopesé la idea de recoger mis cosas e irme a mi apartamento. Me había atrevido a preguntárselo a Ginebra. A estas horas.. Ahí sólo conseguirás helarte. no hay nada que pueda obviarlo. –me dijo dándome una palmada suave en una nalga. pero junto a mí. implorarle cualquier cosa. – Tienes razón.. No sentía ganas de regresar a la tibeza de las sábanas y a la compañía de Manuela. Quizás sí que lo sabía pero evitaba decírmelo para no añadir más dolor. –concedí. Esas frases son las que se dirían dos personas que se encuentran y descubren que ya no tienen nada en común para decirse. Por ahora. Tampoco sería muy justo para Manuela y yo no tenía intención de crear malestar entre nosotras. – A veces creo que estás loca. Seguramente mañana me despertaría para descubrir que una vez más me había hecho el desayuno. Era demasiado temprano para cualquier cosa. Añadiría además mis deseos de que fuese feliz. Mi paño de lágrimas durante los últimos meses. no sé que sentimiento sería más fuerte. Si me daba la oportunidad le diría que no le reprocho nada. no había nadie a la vista.. El frío me envolvió entonces. –dije sin más. No.. Era algo que yo esperaba. pero decidí ignorarlo. Deseaba que fuese feliz.. Verla de nuevo era motivo suficiente para mi insomnio y mi malvivir. Ellos habían crecido juntos como personas y tenían demasiado en común como para echarlo a perder. Me pregunté si Violeta también había encontrado a alguien. Ginebra. – Estaba pensando. Lo que realmente deseaba hacer era arrodillarme delante de ella. Esto último era más bien una hipocresía.. nada en lo que tuviera que mentirle. pero supuse que eso sería demasiado extraño. Observé a un gato callejero que paseaba por la acera despreocupadamente. que sabía con seguridad que ella lo había intentado y que si teníamos que buscar a algún culpable.. ésa sería yo. Todo era una hipocresía. Ella era así de atenta y la única que se esforzaba de verdad porque esta relación funcionase. . De ser así. pero ella siempre me había respondido que no lo sabía. Yo simplemente me limitaba a aceptar lo que me ofrecía e intentaba darle lo que me pedía. Cuando dos personas están destinadas a estar juntas. Quizás ella decidiera no acudir. Últimamente no lograba encontrar un momento de serenidad. Una voz me sacó abruptamente de mis cavilaciones. Aunque ella también me había dado la única felicidad. – Eso puedes hacerlo en la cama. Las cosas con su marido finalmente se arreglaron. si el de alivio por no tener que enfrentarme a ella o el de aflicción por no verla. mi querida hermana. La boda de mi hermano Felipe se aproximaba y sabía que Violeta estaría allí. apartándome de la baranda para adentrarme de nuevo en el apartamento. Ver la sonrisa de mi hermana era todo un regalo para mí. – ¿Qué haces ahí fuera desnuda y con este frío? Me giré para encarar a Manuela con su negro pelo alborotado y abrigada hasta las orejas con su bata..era difícil suponer que a Violeta le contaba algo similar .. Con aquello puesto parecía incluso más pequeña. Necesitaba de mi soledad incluso estando con otras personas.. – Apuesto que has tardado tanto porque han tenido que ensancharlo. No iba a lograr nada discutiendo el asunto. – Una respuesta muy reveladora. sólo tengo que pasar a recogerlo. estaba segura de que la impuntualidad de Ginebra era algo que llevaba en los genes. – farfullé.. Ella había llegado tarde aún sabiendo que yo odiaba esperar. ¿no? –señaló.. –dije. – Otra de esas y tendrás que ir de compras tú sola. – ¿Estás hablando de comprar un vestido o de hacer el amor? –bromeé. – Debo recordar comprar un regalo para Mayte. De hecho.– No hay nada elegante que sea cómodo. – De nada. –me dijo con tono conocedor. – ¿Ahora te das cuenta? –respondió haciéndome una mueca. Nos adentramos en el atestado centro comercial y comenzamos a mirar escaparates. reprimiendo las ganas de reír a duras penas. Además.. – ¿Y? – Pues que parecería como la hermana soltera que busca marido o algo así. – ¿Tienes pensado algo? –me preguntó – No. – Algo me dice que va a a ser una tarde muy larga. No es para ponerse a gritar.. Gracias. – ¿Por qué? – Porque sí.. – Pero si te encanta mi compañía. – Qué carácter. Pero lo que busco tiene que ser elegante y cómodo. demasiado divertida para mi gusto. – Podríamos bordar la palabra lesbiana al frente. –repuse. ¿verdad? –le dije a mi hermana Ginebra nada más atisbarla al entrar al enorme centro comercial donde habíamos quedado para ir de tiendas. Suspiré.– De todas formas sólo llego media hora tarde. – ¿Tú ya sabes qué es lo que vas a ponerte? Asintió con la cabeza sonriente. – ¿Quieres tomártelo en serio? Falta una semana para la boda y necesito encontrar ese maldito vestido hoy. –dijo con voz falsa mientras encogía los hombros... Ambas teníamos la ardua tarea de encontrar algo decente que ponerme para la boda de Felipe. . – Jimena. – Demasiado escotado. –me amenazó. Se necesita tiempo y mucha paciencia. Jimena... – Cálmate. – ¿Qué te parece ése? –me señaló en uno de los escaparates a un maniquí vestido con un traje de noche de color azul. Tienes que elegir entre la elegancia o la comodidad.– Tal vez lo esté. – respondí sin mirarla. Está embarazada. ¿De qué te quejas? – De nada. – Lo seleccioné la semana pasada.. – Tú no tienes ni idea de lo que es la puntualidad. antes de meterme en el dormitorio. Estas cosas se tienen que hacer despacio. Me limité a hacer rodar los ojos y me mantuve callada. – Buenas tardes. – ¿Qué te parece? –Ginebra se giró hacia mí. tomando toda la iniciativa como si yo fuera muda o demasiado tonta para hablar por mí misma. Se habían conocido en la universidad y desde entonces habían continuado con esa amistad.– ¿Qué número hace éste? He perdido la cuenta. sacando uno entallado de color negro. donde. Mayte era la mejor amiga de Ginebra. – ¿Es que quiere acabar ella sola con los problemas de natalidad de este país? – Al parecer sí. –dudé moviendo las manos rotativamente.– ¿Otra vez? –exclamé algo alarmada. Tuve que admitir que aquella tienda tenía clase. pero definitivamente. – Creo que la has asustado. Tienes cosas realmente bonitas. Era muy luminosa. – Síganme. no para mí. mi hermana y la empleada. consiguiendo que ambas. Aquel vestido quizás era ideal para alguna de las Infantas. – Por la tarde. –volvió a asentir Ginebra. – ¿La boda es por la mañana o por la tarde? –inquirió la dependienta. Me pregunté en qué criterio se basaría para saber qué es lo que me gustaría ponerme. – No está mal. – No tenías que ser tan brusca. –se apresuró a decir mi hermana. –reprehendió Ginebra tras esperar que la chica estuviera lo suficiente lejos para hablarme. – ¿Puedo ayudarles en algo? – Sí.. – No lo he sido. por favor. – Éste es muy bonito. No era como los otros comercios donde yo solía comprar. como si de repente fuera una guía turística. colgados en riguroso orden. con espejos en cada esquina y cada cosa pulcramente ordenada en su lugar.. hasta que nos hizo parar en una esquina. sin doblar y encima de las otras por los descuidados consumidores que no se molestaban en dejar cada cosa donde la habían cogido. pendían sendos vestidos de diversos colores. –me sujetó del brazo para pararme.. –nos saludó una de las dependientas. con algo de pedrería incrustada. Eso era algo que me ponía frenética. Todos ellos muy elegantes. –colocó el traje en su sitio y se fue a atender a otros clientes. – me señaló con el pulgar. Incluso vivían relativamente cerca. vestida con un conjunto de chaqueta gris y un pañuelo azul anudado al cuello. –dijo Ginebra. Una música clásica nos dio la bienvenida junto con el característico olor a ropa nueva.– Entremos aquí.– Es para una boda.. . – El cuarto. comenzando a rodar las perchas en busca del vestido.– ¿Qué tal si echo un vistazo y la aviso si encuentro algo de mi gusto? – Por supuesto. me miraran con una ceja alzada. –sentenció. Hiciera lo que hiciera no iba a servir de nada. Pero busco algo más. – ¿Algo formal? – Sí. donde la ropa yacía en cualquier lugar.– Buscamos un vestido de noche para ella. Nos adentramos en la tienda. Seguimos a la dependienta. –bromeé. Ginebra se colocó en el otro extremo de la barra suspirando ante mi reticencia a hablar de mi vida privada y comenzó a ojear los trajes. –concedí divertida.. – De acuerdo..– ¿En serio? Yo que pensaba invitarla a cenar. ¿no? – Ya sabes a lo que me refiero. – Ahora. Mi hermana hizo rodar los ojos.. La risa se apoderó de mi cuerpo y ambas tuvimos que salir de la tienda tras varios intentos de parar de reír sin resultado alguno. Simplemente me miró de arriba abajo a media sonrisa y logró con ello que yo hiciera lo mismo. te imaginaré a ti con la cabeza entre sus piernas. Qué fácil era todo a su lado..– Ya veremos si al final del día puedes decir que no te duelen los pies con esos tacones. Me aparté ligeramente cuando una señora con un carrito decidió que lo mejor era pasar justo en medio de mi hermana y de mí.. Me hizo reír. Ginebra no contestó. – Olvídalo.. –dije quedamente. – Ginebra. querida hermana. – Eso no es cierto. – Pues quería saber si todo te va bien con ella. Ginebra murmuró una casi inaudible disculpa mientras me empujaba a la salida.. No pienso discutir de este tema contigo. –dije sin mirarla. Nuestra pequeña fiesta había atraído la atención del resto de personas. Un gesto que me recordó a mí misma. No la he oído quejarse. Como si no hubiera suficiente espacio. –dije nada más recobrar la compostura. –exclamó aún entre risas. – ¿Qué? –pregunté insidiosa. – Supongo que sí.. – Cerda. No pude evitarlo.. – La verdad es que no. – ¿Qué? ¿qué pasa? . – Te recuerdo que estoy aquí para ayudarte. Mi hermana paró en seco toda actividad y yo tuve que hacer un enorme esfuerzo por no liberar una carcajada. Tú no tienes ni la más remota idea de cómo vestir. Aunque deberías saberlo... vistes como si fueras una “hippie” o algo así. Trabajas con ella. – Sabía que era una mala idea traerte conmigo... entre clientes y empleados.. Siempre con tejanos y zapatillas deportivas.. Ginebra se acercó a mí para susurrarme su siguiente frase. – ¿Qué has desayunado hoy? ¿Limones? –me preguntó irónica.. –la interrumpí. – No. cada vez que vea a Manuela. hasta nosotras. Seguimos caminando. Almeja. – ¿Qué tal está Manuela? –preguntó. – Porque es lo más cómodo. – Bien. Me miró durante un instante para luego soltar una risotada. Miré a mi hermana recordando por qué la adoraba hasta la saciedad. observando cada escaparate a nuestro paso. poniéndome a la difícil tarea de revisar los vestidos. – Jimena. – ¿Qué te parece? –le pregunté poniéndome de puntillas. – Estás preciosa. Cuando salí. Seguidamente nos encaminamos hacia una zapatería donde adquirí los únicos zapatos de tacón que no me hicieron arrugar el ceño con disgusto. – Ése es.. – ¿Ése? –exclamó mi hermana algo incrédula. Percibí la aprobación en la mirada de Ginebra en cuanto me vio emerger del cubículo. El acabado del vestido se componía de un volante. –suspiró Ginebra. En tan sólo unos minutos. salía del probador con aquel traje vistiendo mi cuerpo como si fuera un guante. por cierto. descubriendo uno de los hombros y con un corte desnivelado que dejaba la pierna derecha desnuda hasta un poco más arriba de la rodilla. como si hubiera descubierto al amor de mi vida a primera vista. una ligera inspiración en los trajes flamencos. Ginebra me esperaba impaciente. – Tendremos que buscar unas medias adecuadas.– No voy a ponerme medias.. ni siquiera me había molestado en fijarme..! –exclamó al ver la interminable fila de números que indicaban el precio.? . – De acuerdo. – Vale el doble de lo que costó el mío. Me acerqué con algo de prisa a una de las dependientas y le confirmé mi talla. – ¿Qué? –miré la etiqueta entonces... – ¿Medias? –la interrumpí.. –añadí sin poder evitar hacer la pequeña broma. –tiré de su brazo y entramos en la tienda. La empleada también murmuró unas palabras de aprobación... – Vamos. Sólo cuando su tarjeta de crédito pareció emitir cierto olor a chamuscado y ante mi fastidiosa insistencia.– Como quieras. Ginebra. –murmuré. ¿has oído algo de lo que te he dicho? – ¿Eh.. te estrangularía... su hija y su marido.. Pedimos un par de refrescos y sendos bocadillos de jamón y queso. – Si no fueras mi hermana y te quisiera tanto. Algo en lo que yo. – Jimena.Señalé con una mano a un maniquí que vestía un traje de color blanco y con lo que parecían rosas dibujadas en él. –confirmó ella. Tenía un diseño asimétrico. – confesé.. Sonreí y me metí de nuevo en el probador para volver a ponerme mi ropa. – Y eso que el tuyo tendrá mucha más tela. La besé alegremente en la mejilla y nos dirigimos hacia el mostrador para pagar mi compra. como si con ello lograra hacer mi figura aún más esbelta. Nos sentamos en una mesa que hacía esquina en un pequeño local de comida rápida. recordando mi ineptitud cuando se trataba de aquella delicada prenda. La mañana se nos pasó volando entrando y saliendo de las distintas tiendas. – ¡Jesús.. – ¿Por qué no? – Porque no pasaría ni cinco minutos antes de hacerme una carrera en ellas. compró diversos regalos para su amiga. Me arrebató el vestido casi de las manos y miró la etiqueta.. que debía de ser algo así como la consumidora perfecta. decidió buscar un restaurante para tomar el almuerzo y de paso permitirme recuperar el aliento que tanta caminata me había robado.. . que Cristina tiene novio. – Tan sólo le advertí que fuera responsable y eso fue todo. había acabado las charlas con el típico:“los chicos suelen buscar una sola cosa.. –sentenció mi hermana. lo he hecho. ¿puedes creerlo? Si aún es una mocosa. Mi madre nos había explicado. – Ni siquiera me doy cuenta de ello. –dijo al final algo dubitativamente. – Lo sé. Seguí rumiando algo dentro de mi cabeza al tiempo que no le quitaba la vista de encima a Ginebra. Pero recordando a una amiga de la universidad. – Posiblemente. los peligros del sexo.– Está claro que no. ese consejo a mí más bien me sobraba. – ¿Qué me estabas contando? – Te decía. – Sí. –sentenció ella. era imposible a menos que se tragara la comida sin masticarla. cada vez que una de nosotras alcanzaba edad de merecer. Lo cierto era que hacía unos minutos que mi mente se había ido a mucha distancia de allí.. A ella incluso le hablaron de la masturbación. Y supe con seguridad que era lo que le había hecho tanta gracia. –le dio un bocado a su bocadillo.. –Me miró mientras masticaba sin descanso un instante para luego echarse a reír. Oír a mi madre hablar de sexo fue de las peores experiencias que recuerdo de mi infancia. Estoy segura de que hubiera preferido que fuese yo quien le diese la charla.. Al principio quiso ignorarme.. – No le habrás dado "la charla". Moví la cabeza asintiendo.– .. – Eres la única persona que conozco que sea capaz de olvidarse del mundo entero a pesar de estar rodeada de él. Me pregunté cómo demonios era capaz de engullir tan rápido para hablar después. y es aprovecharse de vosotras”. ignorando si el haberlo hecho estaba bien o mal. – Me ha dicho que cree que es el amor de su vida. – ¿Es que has sido capaz de olvidar la charla que nos dio mamá sobre ese tema? – exclamé demasiado exaltada. –dije a la defensiva... Claro que entonces no tenía ni idea de que yo acabaría buscando la misma cosa que los hombres.. debo decir que tuve mucha suerte..– Por ejemplo yo. – ¿Me estás diciendo que he hecho algo malo? – Ginebra. tengo la completa seguridad de que sabe más de sexo que yo. – ¿En serio? –dije incrédula al tiempo que admiraba interiormente las dotes de socialización de mi sobrina de catorce años. –murmuré mi disculpa.. todo el pecado que se escondía detrás de él y por supuesto. A esa edad. – .. – Para que te enteres. – Lo siento... Además.. –sorbí por la cañita de mi limonada. Desde luego. ¿verdad? Ginebra frunció el ceño y torció los labios pensativa. yo era incapaz de soltar una frase de más de cinco palabras sin atragantarme con la saliva... no fue nada violento. dándole con ello la razón. – Ella y yo tenemos mucha confianza. pero acabó por preguntarme . esas cosas siempre es mejor que se las explique alguien que no sea un padre. – . –se acomodó en su asiento una vez acabado su almuerzo.sabiendo que era probable que se arrepintiera de ello. – Violeta estará allí. – Te has acostado con ella.. pero no lo hice.. Sentí la imperiosa necesidad de decirle lo mucho que la quería. de repente sentía náuseas. – Entiendo.. ¿piensas invitar a Manuela a la boda? – No.. Me hizo reír y la tensión desapareció tan rápido como había aparecido... – Tú te pasas el día haciendo bromitas referente a mi diámetro y no me quejo. – No es lo suficientemente serio.– Lo que más me intriga es cómo demonios lo has logrado.– Ella también da respingos cuando pronuncio tu nombre en su presencia. tú andas por el mundo completamente perdida. – Pero antes te reíste cuando. – Hablando de lo cual... . – ¿Sabes qué? –prosiguió en cuanto se hizo evidente que mi boca seguiría cerrada por tiempo indefinido... Sólo el oír tu nombre puede hacer que se encierre en un mutismo absoluto... Ella me siguió y me guiñó un ojo. y me apoyé sobre la mesa con los codos.. –se frotó la frente cansadamente. Tan sólo hace unas semanas que nos vemos. ¿no? – Algo así. Bueno. Continuación. rehúye cualquier conversación que gire en torno a ti.. ya no es la misma y tú.. quien no apartaba sus ojos inquisidores de mí. Sigue. – interrumpió rauda.. Aparté mi almuerzo a un lado.... Mi corazón dio un vuelco y mi cuerpo se enderezó repentinamente cuando oí a mi hermana pronunciar aquel nombre.. No era capaz ni siquiera de mirar a Ginebra.– Comienzo a estar cansada de este tema. – ¿Qué? – ¿Crees que no podría ayudar a Cristina en esto? – Si estás pensando en si creo que serías una mala influencia o que quizás pienso que no eres la más indicada para dar consejos olvídalo inmediatamente.... – Sí. – Lo imaginaba.. De hecho. – ¿Por qué? – Pues porque no.... ¿me oyes? –me regañó seria. Violeta ha cambiado mucho en poco tiempo. –comenzó y mi mente gritó inmediatamente la palabra peligro.. – ¿Violeta ha cambiado? –pregunté ansiosa. ¿verdad? – ¿Qué? –dije incrédula. –se respondió ella misma. completamente perdida.. –contrarresté algo molesta.. pero mi capacidad de amar.– No sabía que dudaras de mí hasta tal punto.. sabiendo como eres. A Violeta nunca le has dado miedo.. tienes razón.. – Sabiendo que le harías daño.. –me interrumpió.– Y ambas son igual de imposibles. A mí a veces me lo das. –dije. No pude contenerme y me eché a reír con dolor. – ¿Sabiendo como soy? –dije. He visto lo devastadora que puedes llegar a ser contigo mismo. levantando las manos para seguidamente dejarlas caer sobre la mesa otra vez. – Parece como si esperaras que de un momento a otro te venga la inspiración divina para saber qué hacer.. – Ginebra. que te conozco. prefiero no saberlo. Sólo quiero que me digas si ahora todo ese amor que decías sentir por Violeta se ha evaporado. –ordenó.. Aquellas palabras me sentaron como un jarro de agua fría y lo que es peor.. con absoluta convicción. la había abandonado. –añadí. sabía perfectamente que eso era lo que mi hermana había pretendido desde el primer momento. apoyándome en mis antebrazos y hablé con voz estrangulada. – No me refería a eso. – No pretendo que me cuentes lo que pasó porque. se ha liado contigo. que dejes de ir por la vida como una maldita víctima y que aprendas a vivir.. Nunca fui más feliz que los pocos días que pasó a mi lado y lo que es peor. Mi querida hermana estaba sugiriendo que quizás lo único que había perseguido de Violeta era algo sexual disfrazado de amor y que. Jimena.. La amo tanto que incluso me duele. Cubrí mi rostro con las manos y suspiré. Me incliné hacia delante. – Lo siento. francamente. – No. – ¿Y qué es lo que me sugieres que haga? – Que la olvides de una vez. – ¿Qué piensas hacer? – Aprender a vivir sin ella o conquistarla de nuevo. Ginebra.. Y con los demás. La conversación comenzaba a hundir mi estado de ánimo. de amar a Violeta es infinita. .. no sabía que pensaras que mis sentimientos pudieran ser tan volubles. creo que no lo seré nunca.. – Por supuesto que lo sientes.....Terminó su almuerzo y se bebió ruidosamente el resto de su refresco. – ¿Tan retorcida me crees? ¿Tan ilógico te parece que pueda amar a alguien profundamente. espera. – No digas “Ginebra” con ese tono. aunque sea de mi propio sexo? – Jimena. – Mírame. una vez logrado mi objetivo. Lo que quería decir es cómo. – Lo he visto con mis propios ojos.. –ordené yo ahora.. apartándome las manos de la cara con brusquedad. – Lo dices como si la hubiera pervertido o algo así. Soy un desastre. – ¿Quieres saber la verdad? La verdad es que no puedo vivir sin ella. Cada día que pasa es como una prueba de resistencia.. y por primera vez me di cuenta de que mi hermana parecía estar enfadada.. – Bien.. –fue todo lo que mi garganta pudo emitir. – ¿Ocurre algo? –volvió a preguntarme.– Aún tengo que hacer muchas cosas en casa. Al pasar por mi lado. – Cambia. No sé cuánto tiempo la había estado esperando sentada en las escaleras que daban al rellano de su apartamento. Algo que indicó que sin duda decía la verdad. Pensé que viéndonos allí.. – ¿Hubo suerte con las compras? –me preguntó. haciendo algo tan simple como mantener una cordial conversación en medio de la cocina. – Sí.. Deseosa de conocer los detalles de nuestra relación. Pero Manuela siguió mirándome con sospecha y entonces comprendí que para ella las cosas aún no estaban demasiado claras. –me anunció tranquilamente. se agachó para hablarme al oído. –dijo. Cogí una de las manzanas que estaban expuestas en el frutero y comencé a roerla. – Manuela. Se giró hacia mí y me regaló una amplia sonrisa. literalmente. – ¿Has perdido la llave que te di? –inquirió nuevamente. Luego me dirigí directamente a la cocina y la deposité sobre la encimera. –la llamé quedamente... – ¿A qué te refieres? – Pues a que es imposible sacarte las cosas a menos que tú misma estés dispuesta a revelarlas. Se levantó de la mesa y recogió sus bolsas. Sólo te esperaba... poniendo de manifiesto que sabía que llevaba toda la razón. me estaba fusilando. Le hizo un gesto a un camarero que pasaba por allí y pidió la cuenta. ella muy dispuesta a no apartarla. con su cabeza totalmente metida en el refrigerador. Le tomé una de las bolsas que portaba y esperé hasta que ella abriera la puerta. me había dirigido directamente a su edificio. Se hizo un profundo silencio entre Ginebra y yo. – ¿Sí? –abandonó toda labor para darme su plena atención. – ¿Qué haces ahí? –me preguntó Manuela con el ceño fruncido cuando me avistó. – ¿Qué tal con Ginebra? – Muy bien.Mi hermana. – No entiendo como siendo tu hermana aún no te conoce. nos hacía parecer como un matrimonio feliz. – ¿Te importa que no te haya pedido venir conmigo a la boda? – No.. –su respuesta fue clara y rápida.. – Tengo que irme. Luego siguió con su tarea. –me dijo como si fuera un ultimátum. Nos miramos fijamente. al tiempo que comenzaba a colocar los víveres que había comprado.. –me levanté de mi insólito asiento y me acerqué a ella.. – No. – Deja que te ayude. mientras alcanzaba su bolso y sacaba su monedero.. – Sí. –murmuré para zanjar el asunto antes de darle otro bocado a la manzana. – No. –bromeé. Sólo sabía que después de haber salido del centro comercial. – ¿Hay algo que debo saber? ¿Qué es lo que está pasando por esa cabecita tuya? – . pero ahora necesitaba recordarla. Ella me sonreía mientras su cuerpo desnudo. Me recosté en el sillón. – Sí. cambiando totalmente de tema.. Creí que era momento de averiguar ciertas cosas. ¿te has dado cuenta de que cada vez que pasas la tarde con tu hermana te comportas de manera extraña? – ¿Lo dices en serio? Asintió con la cabeza... Me vi a mí misma. terminando de comerme la manzana. No más Violeta. Su cara totalmente inexpresiva.– Prepararé la cena entonces. Seguí apoyada en el mismo sitio. para amarla. sonriéndole y acariciándola en . Daba miedo tan sólo con verle la cara a los presentadores. saliendo ya de la cocina. Me senté en el sofá y encendí el televisor. Mi respiración se hizo cada vez más pausada y mis músculos se rindieron. posicionado sobre el mío. se movía acompasado hacia adelante y atrás. No pude evitar el sonreír de júbilo al tenerla otra vez a mi lado. a decir verdad. – Estupendo. Inmediatamente. Y creo que tú sientes lo mismo. buscando una posición de total comodidad. Manuela volvió a lo que estaba haciendo y yo.. Sentí que los ojos comenzaban a cerrárseme. por contra. Necesitaba a Violeta para sentirme especial. y creo que eso es más importante. echándose su larga y morena cabellera hacia atrás. ni un solo pensamiento había dedicado yo a creer que podría haber un futuro con ella. – Jimena.. – Muy bien.preguntó medio en broma medio en serio.. – Me refiero a si. Hacía mucho tiempo que no aparecía ante mí de aquella forma. – De acuerdo. –solté de súbito. –me interrumpió. La vida de un ser humano corriente no estaba hecha para mí. – ¿Piensas pasar la noche conmigo? –me preguntó. –se puso de puntillas y me besó en la mejilla. era todo en lo que mi mente se había ocupado desde entonces. Tenía miedo de que mi vida se redujera a aquello. – Sé a lo que te refieres... como si aquel para ella no tuviera importancia. Hubo un instante de silencio. Mis manos se perdieron en la frondosidad de su cabello. para reconocerme a mí misma... Recordé a conversación con mi hermana.– Me gustan las cosas como están. –le anuncié a Manuela. Ella se acercó a mí entonces. La necesitaba para rendirme. seguí rumiando pensamientos salidos de no sé donde. No me extrañaba que algunas personas prefirieran no ver las noticias. – ¿Te hago feliz? – No me haces infeliz. Tras mis párpados cerrados apareció la imagen de Violeta. – Voy a ver la tele un rato. Sin embargo. como si estuviera fuera de mi cuerpo. Pensé en lo fácil que resultaría una vida en común con aquella mujer. no más deseos. el rostro ya familiar para mí del encargado de dar las noticias apareció. Me había decidido a no dejar que inundara mis sueños como antaño. Me pregunté por qué tenían que ser tan malditamente sobrios... – No quiero que pienses que es sólo sexo. La velocidad a la que ahora conducía no era una a la que estuviera acostumbrada. sentí su olor.. – ¿Te apetece comer algo? La cena está casi lista... . sin molestarme siquiera en tomar el ascensor.. Casi sin pensar. avistándola en el mismo sitio que cuando me había levantado. Me levanté de mi asiento y recolecté mi abrigo y el bolso... Era maravilloso.– Vete a casa. Una dulce voz pronunció mi nombre más dulcemente aún. – Vaya.. achacando mi falta de entendimiento a que aún sufría los efectos de mi breve sueño. – Gracias. Incluso comenzaba a sentir una sensación desconocida para mí mientras mis manos comenzaban a aferrarse al volante y mis piernas temblaban de emoción. el hacer aquello estaba liberando algo de mi desaliento. pero segura de que lo que acababa de ocurrírseme y que iba a poner en práctica me aliviaría a sobremanera. Me erguí hasta quedar sentada y me froté cansadamente el rostro. Oí la voz de Violeta.. algo de tristeza en su expresión. – De acuerdo. – Algo más de las nueve.. estoy agotadísima. Simplemente me di la vuelta despacio.. – Violeta. Antes de alcanzar la puerta. Abrí los ojos y encontré el rostro de Manuela cerca del mío. –añadí fatigosamente. – Te decía que era un bonito nombre. Indescriptible.. Fruncí el ceño. No dije nada. – ¿Qué hora es? –pregunté con voz adormilada.. –me palmeó el muslo.. Me metí en mi coche. –la besé con brevedad en los labios... Volvió a sonreír una vez más. asiendo el volante con ambas manos hasta que los nudillos se me pusieron blancos.. – ¿Qué? –me giré. – Lo cierto es que no. –me dijo divertida. La oí decir que me amaba y mi corazón dejó de latir. No tuve más remedio que parar en un semáforo en rojo. por primera vez. ni siquiera me había dado cuenta de ello hasta ahora.– Es un bonito nombre. – Como quieras. Pisé el acelerador. el tacto de su piel. pero las ruedas chasquearon contra el asfalto e incluso estuve segura de que habían dejado huella. sintiendo cierta desazón.aquel mismo sofá. pero ahora mismo.. Expulsé el aliento y apoyé la cabeza con fuerza en el respaldo.. aunque advertí. echando hacia atrás algunos cabellos de mi frente. oí que Manuela me decía algo. – Jimena.. Ella se limitó a sonreírme.. puse el motor en marcha y tomé la ruta que me llevaría hasta la casa de Violeta.. –la miré. – ¿Tienes guardia en el hospital mañana? – Sí.– Te llamaré mañana. – Te has quedado dormida. casi congelada de frío a pesar de que el recorrido desde el edificio de Manuela y mi auto era relativamente corto.– Escucha. salí del apartamento y me alejé escaleras abajo.. llenándome los oídos con la riqueza de su risa.. –repitió. Me fui cuando el frío se apoderó de mí y la calle se quedó tan desierta que era imposible oír cualquier sonido. El hombre negó con la cabeza repetidamente y casi podía jurar que en esos momentos estaba pensando que yo era alguna chiflada. – Agua mineral para mí. ni tan siquiera de que me viera. No tenía la intención de presentarme en su apartamento. – ¿Vino? Negué con la cabeza. No tenía la menor idea.. – ¿El qué? –pregunté. La camarera eligió ese preciso instante para aparecer en nuestra mesa y Manuela le indicó nuestra decisión con diligencia. . decidí echar mano de los somníferos y por fin llegó la esperada calma. – De acuerdo. Dos días después.– Me temo que casi no tendré tiempo de verte. Observé a Manuela. ¿Tú te pides los espaguetis a la carbonara y yo los tallarines y así compartimos? Le sonreí abiertamente.. aunque fuera desde la acera de enfrente y sin que me quedara otro remedio que tener que contentarme con mirar a su ventana. Yo estaba pensando en lo mismo. me descubrí cenando sentada a la mesa de un elegante restaurante con Manuela. – Bien. me fui directamente a la cama. Aparqué el coche algo alejado del lugar y me escondí detrás de uno de los árboles plantados en medio de la acera. Era demasiado temprano para que Violeta se hubiera metido en la cama. – Me apetece algo de pasta. sólo pude apreciar oscuridad. canturreando al compás de la música clásica que inundaba el lugar. –cerré la carta y crucé las manos en mi regazo. además de que sabía que ella era una persona más bien nocturna. Vi a su conductor mirarme por el retrovisor con cara de pocos amigos. me quedé allí hasta bien entrada la madrugada. – ¿Has decidido lo que vas a tomar? –me preguntó. Conté las ventanas y cuando avisté la que se suponía tenía que ser la suya. – Creo que no te lo he dicho. Tal vez estaba de viaje. Aún así y pese a que tenía todas las incertidumbres posibles. Ella se había empeñado en hacer algo diferente esa noche y yo apenas había puesto objeción. con la mirada fija en su ventana. Seguramente estaba en lo cierto. sentada al borde de la acera. –suspiró. El tráfico aún estaba algo denso. y sin saber cómo. cerrando su carta. Cuando regresé a mi apartamento. Seguidamente.. – Nos obligan a hacer la próxima semana un cursillo. pero llegué en unos quince minutos. sentada enfrente mío. cruzó las piernas por un extremo de la mesa y se encendió un cigarrillo bastante satisfecha. Sonreí con una muy maliciosa sonrisa y esperé impaciente a que el semáforo nos diera vía libre. Sólo quería saber lo que sería estar cerca de ella. Después de varios intentos por lograr que el sueño me venciera. ¿Puedes creerlo? Tendré que soportar durante tres días interminables charlas sobre recaudación.Sólo unos centímetros me separaban del automóvil delante de mí.. Quizá hasta miles. – Si no dejas de mirarme así... Se rió. Tomé la servilleta y empecé a juguetear distraídamente con ella. No he dejado de pensar en él desde que me lo enseñaste. – Me encantaría que te probases el vestido de la boda para mí cuando lleguemos a tu apartamento.. –le advertí... – ¡Ehhh... – Definitivamente. Manuela al final había desistido de la idea de tomar vino y había decidido acompañarme con el agua. – Manuela.. ¿Cuántos restaurantes debían de haber en aquella ciudad? Cientos. Aún no han encontrado a la mujer que abandonó a su hijo después del parto..... – Se parecen a los de mi madre. Algo atrajo mi atención... casi a la misma hora. sonriendo de medio lado..... – No. – ¿Sabes en lo que he estado pensando desde esta tarde? –susurró juguetonamente. ya lo había presentido. lanzándome un breve vistazo. ella estaba entrando al mismo restaurante en el que yo cenaba. Manuela me sonrió levemente. Tuve que admitir que el aspecto que tenían los platos era suficiente como para que se te abriera el apetito. –indicó ella. – ¿En serio? – Sí. ni siquiera vamos a probar la cena. Nuestra comida llegó segundos después. Alcé una ceja. – ¿Tú qué tal por el hospital? Me encogí de hombros al tiempo que tomaba un sorbo de agua..! –exclamé falsamente indignada... –la llamé con tono amenazador.. Hice lo mismo con mis espagu etis y Manuela se atrevió a sisar de mi plato unos cuantos de ellos. – comentó casualmente. junto con un nutrido grupo de amigos. – ¡Oh. Ahora. contigo dentro. créeme. Manuela seguía con sus marrones ojos clavados en mí. – Bien. que eran esas mismas casualidades lo que . Seguidamente cerró los ojos y exclamó un “mmm” largo. Manuela me acercó su plato y llené mi tenedor. Violeta apareció por allí. – Yo también. Manuela tomó su tenedor y probó sus tallarines.. – ¿En él sólo o vistiendo mi cuerpo? –bromeé divertida. Incluso antes de que lo supiera con certeza. Y pensé en ese instante. Dios mío! ¡Están deliciosos! – Deja que pruebe tus tallarines. Algo que me hizo levantar la cabeza hacia la entrada del restaurante. – No estoy muy segura si comer pasta es lo que me apetece ahora mismo. Aunque los de ella eran un poco más picantes. Algo que inevitablemente hizo que me encogiera en la silla.. Parece haberse evaporado. En ese momento trajeron nuestras bebidas.Hice ademán de echarme a temblar con disgusto. Un breve atisbo de deseo comenzó a pulsar en mi centro. – Me gustaría saber los motivos que podría tener alguien para hacer algo así.. apagó el cigarrillo estrujándolo dentro del cenicero y se inclinó hacia delante.. echándose nuevamente contra el respaldo de su silla. – Es evidente que estás incómoda.. Me di cuenta de que la estaban dirigiendo a una que estaba detrás de mí y que.hacían de la vida algo muy extraño... aún masticando. me encontré a Manuela mirándome extrañada. Podemos pedir la cuenta y.. Le debió parecer imposible adivinar cual de entre aquellas cinco personas tenía mi solicitud. Un camarero llevaba a Violeta y sus amigos hacia una mesa. y era evidente. algo perdida. pero antes pude advertir una breve sonrisa. la haría pasar a mi lado. Sólo me hizo falta verla otra vez para que mi vida y mi tranquilidad se desestabilizaran por completo. Los oía charlar... aspirando con fuerza. Tal vez fue mi insistencia y su fina percepción. Lo aparté de mí. como si de repente fuera veneno. – ¿Estás segura? – Completamente. con evidente preocupación en la voz. La breve sonrisa que llevaba perenne en los labios hasta ese momento se evaporó. Tragué con dificultad. Intenté esquivar su visión y me concentré en mi plato nuevamente para tan sólo darle la vuelta a los espaguetis y elevar el rostro otra vez. – ¿Estás bien? –preguntó. lo que la hizo profesar aquella desazón. pero se giró hacia mí y miró directamente a mis ojos. Violeta bajó la vista al suelo. No puedo describir lo que sentí al verla de nuevo. Manuela notó mi súbito cambio de humor y disposición y se giró para mirar hacia mi línea de visión para descubrir qué era lo que con tanta consistencia había tomado mi atención por entero. Pude advertir que el paso de Violeta se hizo incluso más lento y que su visión dejó de abarcarme para mirar a quien me acompañaba. decidiendo sobre su cena y haciendo bromas. Si deseaba hacerme alguna pregunta.– Termina tu cena. aún sin apartar la vista de Violeta. como siempre calló.. Al abrirlos de nuevo. Pocas dudas debió tener de que Manuela era mi amante. no hay prisa. Observé el plato de los aún humeantes espaguetis y sentí náuseas. No tuve que esperar mucho. – ¿Quieres irte? – ¿Qué? –pregunté.. Cogí la copa de agua y me la bebí de un solo sorbo. tragándome con ello toda la amargura que había aparecido de repente en mi garganta. Mi comida había quedado olvidada por completo. – No. y sé que no lo tenía porque yo misma lo había sentido abandonarme. Su olor. imaginando lo que pasaría cuando ella me viera. La conocía lo suficiente como para no perderme ese detalle. pero sentía al grupo de Violeta casi como si estuvieran pegados a mi nuca. Creo que era el hecho de que no tenía ahora ningún color en mi rostro. No era capaz de voltear la cabeza. . Sólo sé que mi corazón clamó por algo que necesitaba tanto como el seguir latiendo y era a ella. puesto que se volvió hacia mí al instante. –me apresuré a decir. por tanto. Pasó a mi lado y cerré los ojos. Asentí con la cabeza. pero era una amarga. . La oí decir aquellas palabras. pero mi cerebro no lo registró como un comando.Saqué la servilleta que hasta entonces descansaba sobre mi regazo y la deposité sobre la mesa. sin atreverse a romper el silencio otra vez. apoyada sobre uno de mis codos. aún dolida por mi comportamiento irracional. Por mi parte. aunque de haberlo hecho. Se vistió con rapidez. Seguí penetrándola con mis dedos con fuerza al tiempo que montaba sobre su muslo con rabiosa disposición.. Ella se movió hacia un lado..... para. encendiendo una de las lámparas. sacándome a mí de su interior. pero hice caso omiso a su llamada.. – Jimena. – Jimena. La voz rota de Manuela pronunció mi nombre. – Para. el desasosiego... Suspendí en seco toda actividad y levanté la cabeza para encarar a Manuela de entre las sombras. Mi boca cubrió entonces uno de sus senos para succionar de él. Continuación. Las dudas. Algo en mí me había hecho comportarme de forma salvaje esa noche. Manuela siguió concentrada en su cena. ¿Qué importaba lo que fuera? Lo importante era que comenzaba a sentirme bien.. la misma que momentos antes yo le había arrancado a tirones. Mis sentidos estaban ahora demasiado ocupados en percibir todo lo que pasaba dos tablas por detrás de mí.. todo ello sin mirarme.. Manuela tiró de mi hombro hacia atrás para separarme de ella. Me derrumbé de espaldas sobre el colchón y fijé la vista en el techo. – junto con la orden. – Lo siento...– No eres tú. – Será mejor que me vaya. – Vayámonos de aquí. Pedimos la cuenta y nada más pagar. Levantó los ojos hacia mí y me miró. tomé a Manuela de un brazo y salimos al exterior. Sigue. Hasta yo pude notar la tensión que sufría ella en esos momentos. Manuela se incorporó al no obtener ninguna respuesta de mi parte. sólo se hubiera encontrado conmigo mirando al techo como una . me quedé estática en el sitio. jadeando frenéticamente. –le dije. –solté rauda. – ¿Qué te está pasando Jimena? –me preguntó ella.. Ni una sola vez eché un vistazo en dirección a Violeta a pesar de que sabía con toda seguridad que ella me estaba observando. La sentí levantarse y recolectar su ropa. – ¿Por qué? No quise contestarle a esa pregunta. –anunció. –dijo una vez que mi boca liberó la suya. Algo en su mirada me indicó que todo aquello la sobrepasaba. pero tomé una determinación a cambio.. el dolor de no tener lo que más ansiaba. Suspiré de alivio por múltiples razones y me senté allí mismo. Cuando lo hizo. Sabía que debía de empezar por poner orden a mi vida. ¿podría lograr hacer algo así sin Violeta en ella? Violeta era mi norte. estaría ahora bajo el amparo de las mantas a aquella hora. aunque fueran mis propias manos. encendiendo la tele. me sentí totalmente incapaz de apartar la mirada de aquel punto perdido que era su ventana. Salí a la calle con lo puesto y las llaves de mi coche. Ni siquiera era capaz de asumir que ella ya no estaba o que quizás no volvería a mí. Me levanté de la cama y casi sin pensar.maldita imbécil. La imaginé andando por el piso. Me atreví a asomar la cabeza por uno de los lados y alcancé a ver como Violeta se metía en su edificio. necesitando el calor de algo. y reconocí la razón en ellas. Me giré hacia la izquierda y me abracé a mí misma. Ahora podía asegurarlo. Asumía mi culpa. – Lo siento. porque era justo eso lo que más deseaba en el mundo. Estaba segura de que no. pero. y mientras me acercaba al mismo hueco que hacía dos noches había ocupado en mi súbita personalidad de espía. Pensé. Aquellas paredes comenzaban a asfixiarme. Ginebra había tenido razón en una cosa sobre todas las demás: yo estaba esperando a que un milagro arreglara todo aquel desastre. yendo a la cocina. Por primera vez en mi vida. Recordé las palabras de mi hermana. Apenas la oí cerrar la puerta. Ya era más de medianoche. Vi la figura de Violeta salir de dentro de él y reaccioné escondiéndome detrás del árbol plantado en medio.. mientras ponía en marcha el motor. con un mínimo de sentido común. incluso desvistiéndose. Sola. deseé no haber conocido nunca a Violeta. junto a ella y que ahora mismo la estaría besando. Estaba metida en un laberinto. Miré hacia arriba y conté mentalmente los segundos que tardaría seguramente en llegar hasta su apartamento y encender la luz. Era otra de esas noches gélidas donde cualquier persona. aunque la idea de volver al lugar donde vivía Violeta y mirar toda la noche hacia su ventana se me hacía cada vez más apetecible. –dije sin moverme. que debía parecer una auténtica gansa. Imaginé que yo estaba allí adentro. Las cosas para mí comenzaban a perder el poco sentido que le restaba. me vestí rauda calándome una sudadera y los primeros vaqueros que saqué del armario. sin salida alguna. Mi aliento acompañándome a cada paso. observé que un taxi aparcaba cerca de la acera. Me subí en el coche sin haber decidido aún qué era lo que deseaba hacer. mientras intentaba que aquel tronco abarcara por completo mi figura y la escondiera a sus ojos.. Estrujé mis ojos en cuanto sentí que se estaban amontonando allí las lágrimas. Manuela se detuvo un momento. Se marchó silenciosamente. Necesitaba salir de mi apartamento. Aparqué el Audi a una distancia prudencial. para después proseguir con su fuga a mitad de la noche. Mi corazón volvió a latir con fuerza y pensé. que definitivamente había perdido el juicio. . pero desconocía si para Violeta esto sería suficiente. .. Mis dieciocho años volvieron a mi memoria.. trayendo consigo las imágenes de una endiosada Violeta. el observar su ventana cada noche se convertiría en un ritual para mí. Recordé que en la época que la había conocido solía pensarla junto a mí.. Lo cierto es que comenzaba a hacer que mi cabeza quisiera estallar. –le decía mientras. La pobre casi no había parado de sollozar en cuanto entró a la habitación para vestirse.. pero no que encontrara el valor suficiente como para encararla. La parte femenina de la familia al completo estaba en casa de mi madre.. – Gracias..vamos... que le hablaba incluso. que debía creer que aquello era poco menos que un cuento de hadas. Pffeiffer 10. Sigue. casi era preferible no hacerlo. Crucé las piernas y me dediqué a observar el arduo trabajo de mis dos hermanas mayores calmando a la novia. para que me embargara su esencia. el sabor de su boca y el sonido de su risa. Me quedé allí hasta que la luz de su apartamento se extinguió por aquella noche. Un ritual que me daba la oportunidad de tenerla aún sin que estuviera a mi lado. Me pregunté si realmente lloraba de nervios o por todas aquellas horquillas que le habían colocado en el pelo. podía hacer que la sintiera un poco más cerca.. Autora: R. ¿verdad? . BELLA VIOLETA. El tesoro de mis momentos junto a ella. Estaba segura de que. si casarse significaba pasarlo tan mal.. Ahora también podía rememorar con claridad el suave tacto de su piel. donde más tarde se celebraría el banquete. para soportar su mirada azul. intentando atraer el calor a mi cuerpo. Pensé que. No querrás entrar a la iglesia llorando. No pude evitar soltar unas risillas en cuanto vi a mi madre con una taza humeante de tila intentando hacérselo tragar a la pobre Julia. DESPACIO. – Tienes que calmarte.– Tómate esto y ya verás que te vas a sentir mejor.Estar allí. –dijo hiposa. Quizás algún día tuviera la valentía suficiente para atravesar la calle y presentarme ante su puerta. pasara lo que pasara. cuatro de la tarde... Me abracé a las rodillas. 10ª Parte. cariño. Viernes. Día de la boda.. concertando los últimos preparativos y asistiendo a la nerviosa novia.. Desde mi cómodo asiento hice rodar los ojos en cuanto nuevamente oí el llanto de Julia. – Vamos. Incluso habían tenido que maquillarla varias veces. . Volví a concentrarme en la escena que se proyectaba delante de mí.. La que dentro de pocas horas se convertiría en mi cuñada me miró fijamente..– Es que no puedo evitarlo. –le pellizqué la nariz.. La tila parecía tener efectos contradictorios en la novia. ¿Qué demonios pasaba con aquella mujer? A ratos me parecía estar contemplando un capítulo de alguna telenovela. estoy tan feliz. –dijo. Era cierto lo que decían de que aquella niña se parecía mucho a mí. y por enésima vez. – ¿Mamá te lo ha dicho? – Sí... –se quejó divertida. siempre has tenido buen gusto. – Vaya. Ella siguió enfrascada en la pantalla de su teléfono. – Me parece bien que tengas un amigo especial. – ¿Te parece? Asintió vehemente con la cabeza. aunque sin mover un solo dedo.. Mis hermanas mayores. Estiré el cuello para mirar en la pantallita.. Por mi parte. –soltó. hacía un par de horas que me había vestido y preparado para la función. – Pareces mamá. Me giré hacia mi sobrina de catorce años que estaba sentada junto a mí. correteaban por la casa... – De acuerdo. –dije.. cuando lo único que había hecho era llegar y sentarme.. y a la que observé durante unos instantes mientras ella jugaba con su pequeño celular. Si de mí hubiera dependido. un tono rúbeo cubrió por completo sus mejillas. Claro que yo aún estaba intentando averiguar por qué mi presencia en la casa era tan importante.– ¿Me lo prestas luego? Se echó a reír.. volvió a sacudir los hombros intentando reprimir las lágrimas. Parecían estar completamente en su salsa.. Tienes un aspecto horrible. Mi madre me fulminó con la mirada y a ella también le dediqué aquella misma sonrisa.. . – Es sólo un amigo. – Julia. – Estás muy guapa.. pero al parecer.. casi con expresión de haber visto a un fantasma y yo le sonreí con falsedad. era costumbre que todas las mujeres se reunieran para ayudar a la novia. Bendita tecnología... – Ya soy muy mayor para que me hagas eso. atendían las llamadas telefónicas y cuchicheaban entre ellas. –comentó suspirando. – Horrores.. suspirando hasta hacer que casi se le soltara el corsé de su traje de novia. como restándole importancia. Me eché a temblar cómicamente y ella se rió. – Y demasiado joven para tener novio. Hice rodar los ojos.– O dejas de llorar o con esos ojos rojos e hinchados vas a parecer una yonkie. Jimena.. En un instante. Eso ha sido suficiente como para que no diga una palabra más. –cumplimentó con una amplia sonrisa. – No tengo más remedio que fiarme de ti. El llanto. –la llamé fríamente.. – Pero no descuides el colegio por un momento. – ¿Tú también te aburres? Hice rodar los ojos y puse expresión de desespero... preferiría haber ido a la iglesia directamente. –subrayé la palabra. cesó.. milagrosamente.. Lo mejor de todo es que finalmente supe por qué mi presencia allí era ineludible. Intenté relajarme echando mi cuerpo hacia atrás y respiré hondo. que casi parecía el zumbar de las abejas. pero la espera. Yo ni siquiera había abierto la boca ni una sola vez desde que había entrado. al lado de mi hermano. Fijé la vista al frente. Las paredes y el altar llenas de imágenes. y mucho menos si era la de un miembro de la familia. Tampoco es que tuviera nada interesante que decir. Esperé a muchas cosas. seguía girando la cabeza hacia la entrada. Siendo ella la madrina. Casi me parecía estar en la Edad Media. –anunció Ginebra entrando en la habitación. Comencé a sopesar la idea de que quizás no vendría ese día. de santos y vírgenes con cara de estar sufriendo mucho. La espera era lo que me ponía frenética. Dentro de la iglesia.. Miré el reloj.. me senté junto a mis hermanas y esperé. llenaban la iglesia. habiendo tenido claro que Violeta aún no había hecho acto de presencia.. Por mi parte.. por qué diablos no cambiaban aquellos incómodos asientos de una vez.. Agradecí el hecho de que al menos a él no le diera por llorar. teniendo en cuenta lo interminables y soporíferas que eran las misas hubiera sido una buena idea. mientras me removía frenéticamente en aquel banco. – Yo iré contigo.. – Estupendo. Durante todo el camino.. Aún tuve que esperar casi una hora hasta que nos pusimos en marcha. – La limusina ya ha llegado. sintiendo ganas de repente de no llegar sola a la iglesia.. Suspiré y me arremoliné como pude en aquel banco. la charla y la compañía de Cristina logró relajar los nervios que desde el día anterior sentía en la boca del estómago. – Menos mal que al menos han sido puntuales esta vez. Nada . – ¿Alguien va a venir conmigo? –pregunté. Mi hermana Isabel colocó una mano sobre mi muslo para indicarme que dejara de moverme.. Mis insidiosos pensamientos se concentraron entonces en la decoración del “santo” lugar. quien no paraba de frotarse las manos nervioso. No es que odiara las bodas. mi madre y su enorme sombrero se habían colocado cerca del altar. mi corazón batallaba con más intensidad de la necesaria y mis ojos buscaban cierta figura familiar. todo para parecer distendida. La marcha nupcial comenzó a sonar y la novia entró radiante en la iglesia.. no me venía a la mente otra palabra con que describir lo que me rodeaba que no fuera tétrico. –clamó mi sobrina. Si a eso le añadimos el hecho de que la iluminación allí dejaba mucho que desear. Podrían poner butacas como en los cines.La novia no volvió a soltar una sola lágrima y mis sentidos por fin comenzaron a calmarse.. Las conversaciones en voz baja de los invitados.. –añadió mi madre. Me pregunté. crucé las piernas y me atusé ligeramente el pelo. cada cinco segundos. pero según me acercaba a la ermita. aún así. me reproché a mí misma. – ¡Qué demon. Dejé de mirar hacia atrás. Estaba enfundada en un traje negro y largo. Hubo un momento. Ginebra se acercó rauda a Violeta para saludarla y yo seguí caminando. se había modernizado. Miré a mi hermana con cara de pocos amigos y ella me ignoró. El feliz matrimonio apareció por fin y una densa lluvia de arroz cayó sobre ellos. me hubiera quedado en el sitio por tiempo indefinido.. con un pequeño coro entonando canciones religiosas. una vez iniciado el acto.”. en que despegué mi trasero del banco y casi toco la bóveda del techo por el susto. Los ojos de la azafata dejaron a mi hermana para posarse sobre mí. La iglesia. que eran como espías.. Observé entonces a la banda musical. Me giré tan rápido hacia la entrada que casi me mareé. algo que por otra parte no estaba del todo mal si nos permitía tener más luz dentro de aquella caverna. la cara de mi hermano se iluminó como una bombilla de navidad. Los sentí atravesarme. mientras estrujaba la bolsita del arroz entre las manos. mi madre sacó rauda su pañuelo del bolso y se secó las lágrimas. Todo el júbilo que podía respirar a mi alrededor no era equitativo a lo que sentía por dentro. “demasiados pensamientos sarcásticos. y la vi allí. Violeta debió de quedarse dentro de la iglesia porque mis ojos no podían encontrarla. Bueno.más atisbarla. ella me saludó con una breve sonrisa. de pie justo al lado de la pila del agua bendita. Recuerda que hoy tienes que estar de buen humor”. La boca se me secó y mis piernas se pusieron en huelga. aunque más despacio eso sí. Hasta entonces no me había dado cuenta ni de que existían. Cuando llegó el momento de dar el "sí quiero".! –exclamé ahogadamente. desde luego.. –oí a Ginebra decir. De no haber sido porque los demás me empujaban para darme prisa. Un traje que parecía estar hecho únicamente para su cuerpo. estaba segura de que yo le ahorraría ese mal trago. – Salgamos fuera. Lógicamente. “Mmm. demasiado cerca de mí. La novia llegó a la altura de su casi marido y el sacerdote comenzó la ceremonia. Me coloqué junto a los demás y esperamos a que salieran los novios para lanzarles el arroz. o al menos lo intenté antes de que el codo de Isabel se incrustara en mis costillas. Ginebra puso en mi mano una bolsita con arroz dentro y me apresuró para que saliéramos al exterior. – ¡Violeta! –gritó mi rubia hermana.. Ella siempre conseguía llorar en el momento más oportuno.. cuando la música estridente de una pequeña banda colocada en uno de los rincones sonó. Todos nos levantamos del asiento una vez que los novios se dieron el beso y comenzamos a movernos entre vítores. sabiendo de sobra que aquello resultaría de lo más extraño y de que tenía a mis dos hermanas. Pasé a su lado y le murmuré un hola demasiado bajito. Aquello era algo que ya había visto en las anteriores bodas de mis hermanos. . Así que me concentré en mirar hacia delante aunque no pusiera atención a ninguna de las palabras que pronunciaba el cura. Claro que ni hablar de modernización en lo que se refería a los asientos. Con lo que sonreí y comencé a murmurar palabras de apreciación como el resto de los allí presentes. Algo me decía que quizás se estaba escondiendo de mí.. Algunas de aquellas caras me resultaban familiares.tan densa era.. quien para cada toma ponía una expresión diferente. Emitió un sonido que me hizo saber que estaba sofocando la risa. No sé para cuántas instántaneas tuve que posar. enseguida requirieron mi presencia para las fotos. Cristina. – Comienzo a cansarme de tanto sonreír. Examiné la inacabable lista de los entrantes y fui directamente al primer y segundo plato. en cuyos jardines se había dispuesto los arreglos para el banquete. Me sentía como una completa marioneta.. –le susurré de vuelta. sin que por un momento se borrara la falsa sonrisa de mi rostro. “Lomo de venado asado con crema fina de manzana y hongos salteados. estaba compuesta por compañeros de trabajo de Felipe.. La voz del fotógrafo me sacó del trance cuando nos pidió que rotáramos hacia un lado. que escogió una silla contigua a la mía. Jugué con el menú entre las manos. – Pórtate bien. mi hermano Luis y su esposa.. tenía su atención puesta en mí. que sostenía una copa en la mano. Incluso me retrataron con familiares de los que ni siquiera recordaba el nombre.. La de Violeta. Suspiré y solté el pequeño menú con desgana sobre la mesa. Las mesas para el banquete estaban dispuestas en círculo y pensadas para que cada una de ellas albergara a seis comensales. repasando distraídamente lo que íbamos a tomar. que estaba demasiado alejada de la mía. La única que parecía disfrutar era Isabel. Era increíble las cosas que uno podía decir sin mover apenas un músculo. hermanita. –comentó Ginebra en voz baja. – ¿Y parecerme a ti. –murmuró mi cuñado Ricardo tomando la botella de Rioja entre las manos. Los camareros comenzaron a pulular por las mesas a toda prisa para servir los entrantes. que durante segundos casi no se podía diferenciar sus figuras bajo todos aquellos granos. No volví a ver a Violeta mientras me alejaba de la iglesia y cuando llegué a la casa. pero estaba segura de que habían sido miles. – ¿Antes o después de estrangularte? –dije.. Uno de los camareros le cogió la botella y comenzó a servirnos el vino. con una sonrisilla maléfica.. – No sabía que pudieras ser tan diabólica. ¿De dónde sacaban esos nombres? Ni siquiera parecía comestible. ella se giró despacio y me dio la espalda. Seguidamente. –añadió de súbito. A mí me tocó una con Ginebra. – Buen vino.? – Muy graciosa... besugo con refrito de almejas y cama de cebolleta trufada. Cuando nuestras miradas se encontraron.. – Pues no sonrías. Puse la . su marido. Era una fuente inagotable de posturas y sonrisas. el comité al completo partió hacia la casa de mi madre. – Violeta está preciosa... Desde la distancia observé que Violeta.” . Creo que secretamente le encantaba martirizarme. . Sin olor. quien me regaló una amplia sonrisa y a la que correspondí con iguales ganas. – Estoy seguro de que esté donde esté... incrédula de no verme probar una gota de alcohol. – Lo sé. se había olvidado de que yo existía. estará feliz. – Estoy redescubriendo el inmenso placer del agua mineral. Para mi sorpresa. como siempre.– Es imposible no acordarse de él en un día como hoy... Este es quizás el día más especial de mi vida y compartir mi felicidad con la gente que quiero era importante. –comentó mi cuñado.. posesivamente al lado de Felipe.. –respondió Ginebra. “Eso es una soberbia estupidez”. – Se le echa mucho de menos. – Antes que nada. aunque no tenía ni la menor idea de lo que era. ¿de acuerdo? Su hija asintió con resignación. Sin embargo.. Con gran parsimonia y rigidez. grité para mis adentros. La enorme orquesta comenzó a tocar una suave música mientras comíamos. Mi hermano se volvió a sentar y mi ardorosa cuñada lo tomó por el cuello para volver a darle un beso con propiedad. poniendo un brazo sobre el respaldo de la silla y le puse toda mi atención.. – Gracias. Aparentemente. Negué con la cabeza. estaba bueno. Mi hermano se levantó de su asiento entonces para dirigirnos unas palabras. –sugirió Luis. – ¿No vas a tomar vino? –preguntó Ginebra. “¿qué podría hacerle más feliz que el estar con su familia?”. – Sí. Pude observar que mi madre tenía los ojos brillantes por las lágrimas que habían hecho acto de presencia. La orquesta entonces continuó tocando y todo pareció volver a la normalidad. posó la botella de vino sobre la mesa y me sirvió agua mineral. Violeta se había sentado de cara a mí y pude observarla charlando animadamente con sus compañeros. Todos levantaron su copa y brindaron. Lo tomé y mastiqué no muy segura de si iba a gustarme. –comenté ausente. sin sabor. El sol ya estaba a punto de ponerse y las luces del jardín se encendieron iluminándolo todo casi de forma irreal. –le dije. – Cristina. Mi mirada. – Mamá parece estar felicísima. visiblemente emocionado.. Supuse que para ellos pensar tal cosa les daba . –levantó su copa.observando a la susodicha sentada a la gran mesa nupcial. Me giré hacia él.– Por mi padre. Tomé un trozo de queso y lo mordisqueé. hay alguien que ya no está con nosotros y a quien sin duda le hubiera encantado estar aquí. – Le encanta ser casi el centro de toda la atención cuando se reúne la familia.. sin nada. girada hacia un punto.mano sobre mi copa y decliné la oferta. Aún así lo dejó estar. –me indicó ofreciéndome algo que parecía estar empanado. – Prueba esto. puesto que no levantó la vista ni una sola vez. para ti sólo una copa.. Me miró con una ceja alzada. – comenzó él– quisiera agradeceros el que estéis aquí. Algunas mesas comenzaron a vitorear y aplaudir a los novios cuando estos se dieron el tan esperado beso. Me giré hacia mi sobrina. . –llamé quedamente. todo lo contrario que a mí. Me encogí de hombros y aparté la mirada. – Esa mujer tiene un sexto sentido.sin quitarle la vista a la añosa. – Nada. cuando llegó el momento de cortar la tarta. con la mirada fija puesta en ella como si estuviera en trance. Me di cuenta de que si pasaba mi tiempo mirando a las burbujas de una copa de champán era porque quería esconderme de algo y no sólo de las conversaciones familiares. – Viene hacia aquí.. – ¿Te encuentras bien? Levanté la vista y observé a mi madre cerca de mí. –hizo un gesto con las manos. –masculló. no apartó sus ojos de mí. Tan sólo me hacían sentir más enfadada con el mundo entero... Parecía realmente divertida.. con la única compañía de mi copa de champán. me fijé. Algo que era bastante cierto. sugiriendo que aquella anciana estaba tarada.aunque con falsedad en la voz. Sabía que para mí no habrían muchas de aquellas esa noche. Ella me miraba también y. entre gritos de “¡vivan los novios!”. Esa vieja siempre se empeña en preguntarme que cuando voy a casarme.– No le hagas caso a tu tía. Fue como si la susodicha pudiera oírnos desde la distancia porque lentamente comenzó a avanzar hacia nosotras con ayuda de su bastón. Tan sólo me apetecía hablar con mi sobrina y reírme con sus ocurrencias. el resto se había levantado una vez acabada la cena para formar pequeños grupitos de charla por todo el jardín. acto seguido abrió los brazos para . cambiando el peso de un pie a otro. Estoy segura de que aún creía vivir en los años cuarenta. por primera vez. Un bastón. Y huir de tía Eloísa... ya sabes que está un poco. Mi madre emitió un bufido a modo de risa e hizo que volviera a mirarla.. Cómo había logrado vivir tanto fumando tres cajetillas de tabaco diarios era otro de esos milagros de la Naturaleza.. por mucho que deseara que así fuera. Otra lluvia de flashes se sucedieron. que estaba casi tan encorvado como ella. Luego la feliz pareja pasó por cada mesa ofreciendo esos minúsculos e inservibles regalitos. – ¿Y qué haces ahí sola? –volvió a preguntar.. Se había despojado de su enorme sombrero. –dijo. así que no me quedaba otro remedio que economizarla. Era mucho mejor eso que oír aquellas historias varipintas y sin gracia alguna que contaban todos a mi alrededor como contagiados por lograr ser la estrella de la función. bebiendo pequeños sorbos de la agradable bebida. Me quedé sentada en la mesa a solas. Era la hermana mayor de mi padre y tan metomentodo como una anciana puede llegar a serlo.. – ¿Qué? –pregunté extrañada. – Sí.cierta serenidad. Me dije que lo mejor sería ignorar aquellos comentarios de ahí en adelante.. – Pensar. siempre muy consciente de que mi padre estaba ahora varios metros bajo tierra. Una multitud de burbujas subían hasta la superficie y desaparecían allí. – Mamá... Acaricié la copa. una especie de ramito con un lazo azul por parte de ella y habanos por parte de él. Me dediqué a comer todo lo que se me ponía al alcance casi sin pronunciar palabra. Sonreí sarcásticamente y levanté la vista una vez más hacia Violeta. .. – Lo sé.– Jimena es lesbiana. Estaba demasiado cerca de lograr su objetivo que no era otro que el de torturarme.. Tomé la copa con fuerza y me bebí el champán de un trago.. era de las mejores. Aunque era evidente que su primer objetivo había sido yo.. –comenzó mi madre con sobriedad.. Tenías que conocerla muy bien y saber que cuando no era cierto lo que decía. haciendo caso omiso a mi madre. la idea de lanzarlo contra aquella anciana viuda se me hizo apetitosa. – Jimena... De haber podido esconderme debajo de la mesa. – No asistí al funeral. lo hubiera hecho con gusto. Mi madre. Jimena? –continuó mi tía.vaya! –metió baza mi madre en cuanto me vio fruncir el ceño y apretar los labios para contener una insidiosa frase. pestañeaba con más frecuencia de lo necesario. Continuación.?”. Pero eso creo que fue evidente..– ¿Tu hija no es católica? ¡Oh. lo sé.. La palabra tempestad comenzó a danzar curiosamente dentro de mi cabeza. estás muy cambiada desde la última vez. Tosí como una descosida al tiempo que tomaba una servilleta y me secaba los labios. –hizo un aspaviento con la mano libre..– Y los novios están guapísimos. Me giré hacia los lados buscando una solución..Por otra parte. Era eso o expulsar el líquido que aún habitaba en mi boca. Pero a veces hay que afrontar las cosas por mucho que nos cueste. – Gracias.. para mentir... aún levantando las sospechas de los presentes..! – Una boda preciosa. pero todos estaban ajenos a mi infortunio.. es que con tantos invitados ya sabes como es esto.. Lástima que lo pensara tan tarde.. –indicó a mi madre nada más llegar. Su atención se centró entonces en mí. . alguna vía de escape. Señor! Sigue. Pensaba pasar ahora por tu mesa.. – Sé que habrá sido muy duro para ti... Me atraganté. subiendo el tono de voz hasta casi parecer una soprano.. – Parece que la orquesta ya se está colocando en el salón. – Te entiendo. ¡Va a empezar el baile! – ¿Aún no estás prometida.... “¿En serio. Eloísa.. – ¿Qué religión es ésa? –dijo.. – Hay tanta gente reunida. La primera bomba ya había caído. Se volvió hacia mi madre con una rapidez pasmosa. ¿Mi madre se había vuelto loca? Iba a lograr que le diera un ataque a aquella encorvada mujer.recibir a su cuñada... Martina.– ¿Cuándo fue? No te vi en el funeral de tu padre. –hizo gesto de pensar. Pero aquella quisquillosa mujer ya había decidido extender sus garras hacia mí desde mucho antes... – Eloísa. – ¡Oh.– ¡Eloísa . Después de pasar más de una hora allí. Tal vez había logrado que alguien la iluminara con el verdadero significado de la palabra lesbiana y ahora estaba imaginándome como una zorra pervertida. aunque tampoco hizo cualquier mínimo movimiento que me indicara que era real. tenía la loca esperanza de que Violeta me siguiera para así poder tener unos instantes a solas. La encontré charlando con el mismo grupo con el que había cenado justo al otro extremo del salón.. Se había recogido el pelo. Parecía estar escuchando con atención puesto que asentía con la cabeza una y otra vez. deseando que a ninguna pareja con un repentino ardor amoroso se le hubiera ocurrido meterse allí. La música del salón llegaba hasta aquel lugar con nitidez. Uno de los camareros pasó a mi lado y me apresuré a coger la que sería la última copa de champán para mí. estaba dirigiendo su atención hacia mí. que.. Su belleza no era comparable a nada de lo que hubiera visto jamás. Me di cuenta de que mi madre. dejando su largo y hermoso cuello al desnudo. por cierto. Todo valía cuando se trataba de alejar a mi progenitora y sus sospechas de mí. Lo que finalmente me decidió a hacerlo fue que por dos veces había descubierto a mi tía Eloísa mirándome sospechosamente con aquellos acusadores ojillos suyos. Mi hermano Luis y su mujer. me ví obligada a hacerlo intermitentemente. habían sido de los primeros en tomar sitio en la pista de baile. de pie. Busqué a Violeta. Pero ella no se disipó. después de su tercer parto se había ensanchado hasta límites insospechados. Me apoyé en mi esquina favorita y observé todo el espectáculo de las múltiples parejas que se habían unido para bailar. así que comencé una conversación forzada con uno de mis primos lejanos del que apenas recordaba el nombre. pero viéndolo hoy hasta parecía Fred Astaire. . Violeta estaba allí. fui hasta el viejo sillón colgante y me senté tomado un pequeño sorbo de mi copa de champán. sobre todo. Eché la cabeza hacia atrás y crucé las piernas balanceándome lentamente. a varios metros de mí. los novios abrieron el baile. segura de que que aquello era producto de mi dilatada imaginación y que su imagen se desvanecería de un momento a otro. Hubiera jurado que Luis era incapaz de dar tres pasos sin hacerse un lío con los pies. Cerré los ojos y cuando volví a abrirlos. metida en varias conversaciones y rechazando sendas proposiciones para bailar. decidí escabullirme hasta el invernadero. Aquella mujer no se daba nunca por vencida. Me permití observarla aunque. A veces incluso sonreía levemente. por el contínuo tráfico de gente. otra vez. escaneando el lugar cuidadosamente. Caminé por la escalinata de lonjas. Además. Pensé en lo mucho que deseaba acercarme a ella y. en lo mucho que deseaba tocarla.Como mandaba la tradición. Todos nos mudamos hacia el salón casi en estampida para no perdernos ningún detalle de la velada que estaba a punto de comenzar. Esperé unos segundos. pero aquel no era precisamente un día de inhibiciones. Admirarla me estaba dejando sin respiración. aunque sólo fuera el más leve de los roces. Cuando se hizo evidente que estaba sola. Algunos lo hacían pésimamente. . – Estás preciosa. pero contuve la respiración. – Esto no ha sido tan buena idea.. –“Brillante frase. Simplemente se dio la vuelta dispuesta a irse. Jimena. o lograrás asfixiarte. – Sabía que en cualquier momento vendrías a esconderte aquí. – Algo así. – Sí... –comencé.. – ¿Y por qué no iba a creérmelo? –dije con algo de malestar. ¿A qué demonios estaba jugando? – No quiero que te vayas. Será mejor que me marche. Se fijó en mi copa y yo la miré entonces también. – Es la segunda.– Te he estado observando. Deposité allí mi copa y me abracé a mí misma. y me acerqué hasta el pequeño muro que delimitaba los jardines. pero no dijo nada.– Ha pasado mucho tiempo. Pocas cosas cambian con el paso del tiempo. Violeta paró en seco. – Respira.. me he alegrado mucho de verte. – Ha sido una bonita fiesta. lástima que deba irme dentro de poco. Violeta pareció sonreír sarcásticamente.– Estoy segura de que me esperabas. demasiado disconforme como para poder evitar hacer la pregunta con serenidad. Estaba completamente falta de palabras. Levantó una ceja y sonrió de medio lado. – Por supuesto... – Sí. muy original”.. –repuse.. Alzó un brazo para colocarse un furtivo mechón de pelo tras la oreja rozando mi hombro desnudo. Aunque no lo creas. márchate. – ¿Vas a irte ya? –pregunté.. Tragué saliva con algo de dificultad cuando comenzó a acercarse. puesto que Violeta giró la cabeza por primera vez hacia mí. Me aparté de ella. Ya eres toda una experta en hacer eso. . –dijo al fin. Me levanté y di dos pasos hacia delante. –dio dos pasos más y se colocó junto a mi hombro. – Tú también. Me sorprendió su serenidad. la única de las dos que parecía tener algo de compostura. sintiendo la imperiosa necesidad de darle explicaciones. después de todo. Ni siquiera supe con certeza si había sido ella o el aire... – Lo sé. Su tono sarcástico me sacó de un plumazo de mi ensimismamiento.. –continuó ella.– Esta noche no he. Violeta parecía estar dolida. – ¿Has venido a despedirte? –pregunté con la voz atorada. mirando más allá de mí. – Sólo he venido para saber cómo estás. – ¿Quieres que me quede? –se dio la vuelta.. –me cortó en seco. Eso era algo que ya esperaba pero comprobarlo fue bastante doloroso. No sabía qué decirle ni cómo actuar y la tensión en el ambiente comenzaba a tener efectos contraproducentes en mi estómago cuando sentí los primeros síntomas de que estaba a punto de rebelarse contra mí. – Sí. Me puse cara a la salida y la vi andar despacio. Debió de ser sonoramente.. dándole la espalda. Como si hasta ese momento fuese inconsciente o dudara de si yo la seguía deseando. – ¿Te sorprende el que no te haya perseguido como antaño? ¿Quizás el no haberte suplicado? – No juegues conmigo. Las manos de Violeta se posaron en mi estómago. sentí que estaba al borde de un colapso y cuando bajó su cabeza para colocar su boca sobre la mía.– ¿Es que me has echado de menos? Yo diría que te las has arreglado muy bien todo este tiempo sin mí. Pero no fue un beso de amor. Abrí la boca cuando respirar por la nariz se me hizo insuficiente. –prosiguió con su tono sarcástico. Comencé entonces a sacudir las piernas y cuando llegaron a mis tobillos me las saqué primero de una pierna y luego de la otra. No había ninguna duda en cómo me besaba o me acariciaba.. . Supe.. La ayudé. acariciando los costados. Ella era mi vida. en cuanto mordió dolorosamente uno de mis labios. Se acercó a mí dando pasos agigantados. –fue una amenaza en toda regla. soltando su cuello para recoger el traje en mi cintura con ambas manos.. Sus dedos juguetearon con la banda elástica de las minúsculas braguitas que llevaba puestas mientras sus ojos azules no dejaban de mirarme ni un momento. Cuando se arrimó a mí tanto que la tela de nuestros respectivos vestidos se rozaban. Respirábamos con tanto arrebato que me era imposible oír la música del salón. Deseaba dejar de lado nuestras diferencias por un instante y hacer lo que más deseaba hacer. No podía imaginar cómo Violeta era capaz de pensar algo así. Nunca había tenido demasiada fuerza de voluntad.. Me obligó a dar pasos hacia atrás. Pero no me importó. en su forma de intentar poseerme. porque lo que realmente pasó fue que mis piernas comenzaron a flaquear con cada paso que ella daba.. me abracé aún más a su cuello y la atraje hacia mí. No lo fue. en vez de eso. Fue entonces cuando por primera vez se rompió nuestro beso. acariciando toda la piel a la que tenía acceso su mano. que estaba depositando toda la frustración que yo le hacía sentir. lánzándolas lejos de mí con el pie. Abrí la boca y su lengua la llenó por completo. Eso fue todo lo que ella parecía necesitar oír. Jimena. en ese momento. Lo era todo. Sentí que mi piel se erizaba bajo sus caricias. Tiró de ellas hacia abajo y rodaron hasta mis rodillas. La esperé allí todo lo erguida y tranquila que pude fingir. y mucho menos si era algo referente a la azafata. hasta que la pared más próxima nos detuvo. Así que fui la primera en rendirme. Alguna vez ella me había besado así y yo supe. Algo me indicó que aquellas palabras tenían mucho que ver con el hecho de haberme visto cenando con Manuela. trazando círculos. Entonces levantó mi vestido por uno de los laterales. – Violeta. – ¿Qué? – Ven. tuvo que pasar un brazo por mi cintura para evitar que mi cuerpo se escurrieran cuando por fin mis piernas cedieron. que me había echado tanto de menos como yo a ella. Suspiré.. . vencida. con lo que ella quedó contra la pared y yo apoyada contra su pecho. Alzó su mano para tocarme el rostro. – ¿No es aquí donde quieres estar? –me aferré a su mano aún más. Me pregunto. La miré... Pero no me moví y ella tampoco. mientras ella se alejaba por última vez desapareciendo tras la portezuela de hierro. – Quién dice lo que está bien o está mal. por subyugar a la otra. puede haber una cura posible. Había logrado atrapar a Violeta en mi círculo vicioso.. Mis caderas se movieron furiosas y Violeta me ayudó a guardar el equilibrio sujetándome por la cintura con la mano libre. ambas seguíamos jadeando furiosamente. la había atraído a mi red y la estaba devorando hasta conseguir que tampoco ella se reconociera en sí misma. Ella respondió tomando mi boca de nuevo salvajemente. –sentenció seria. si una vez que se te conoce.– Pensé que podría venir aquí hoy y fingir que no existías. –dijo. pero siempre logras demoler cada defensa que me impongo. Cuando volví tomar sus labios. –dijo.. – Esto no está bien. di dos pasos al frente. certifiqué egoístamente que ella sería mía por el resto de su vida. Me quedé en el sitio. – Lo digo yo. Acaricié sus pechos cubiertos por la tela de su vestido y ella gimió contra mis labios. si es que alguna vez la hubo. cubriendo por completo el rostro. Esperé hasta que mi respiración se normalizó y cuando lo hizo. Ella negó con la cabeza y poco a poco se separó. No habría marcha atrás.. Se puso ambas manos en la cara. Ése era el momento. guió sus dedos por el puente de mi nariz. Una de sus manos bajó hasta perderse entre mis piernas. . Cerré los ojos en cuanto la sensación de que estaba a punto de caer por un precipicio me inundó.. con total despreocupación. Comencé a recomponer mi ropa hasta lograr tener mi antigua apariencia.. hundí el rostro en su cuello.. aún estaba a tiempo.. – Nadie que tenga algo contigo puede ganar una sola batalla contra ti. notando algo entre mis piernas y recordando que había dejado mis bragas en algún sitio de aquel invernadero. pero parecían haberse evaporado. Suspiró varias veces.– ¿No es esto lo que quieres? Aquello comenzaba a parecerse peligrosamente a una batalla que ambas lidiábamos por obtener el control. Comencé a buscarlas frenéticamente. con mis piernas abiertas y sus manos aún en mi centro. – Contigo todo son preguntas sin respuesta. pensé que era lo suficientemente fuerte para hacerlo. –comenté mientras. Y ninguna se mostraba dispuesta a rendirse primero. todo ello bajo mi denso escrutinio. ¿Cuál era el siguiente paso? Si lo supiera no me habría quedado como una completa imbécil apoyada en aquella pared.. Violeta paró en seco todo proceder y me aparté en cuanto lo noté. la barbilla. trazó mis labios. Y me pregunto cómo lo haces. Aferré su muñeca para que no pudiera moverla de donde estaba y la obligué a cambiar nuestras posiciones..Violeta me observó profundamente. Me moví contra ella. Exhalé por el dolor de sentirla nuevamente allí. Me apoyé sobre la pared. . inhalé una larga bocanada de oxígeno. Permanecí en silencio. que desapareció tan rápido como había asomado. Antes de salir de nuevo hacia el salón.– Maldita sea. ofreciéndome una en cuanto bajé las escaleras y me puse a su altura. fíjate con quien está bailando Luis.– Hace unos diez minutos. Ginebra hizo que esbozara una breve sonrisa. me di cuenta de que mi hermana Ginebra se acercaba hasta mí con dos copas de champán. –rezongué.. –murmuré. La he visto muy acaramelada con una botella de ron. Estás pálida. – Bien. – Debe de ser la falta de aire fresco. Una breve pausa en la que mi hermana pareció cambiar de posición varias veces hasta encontrar una con la que sentirse más cómoda. Yo seguí con la mirada anclada al frente. sintiéndome demasiada incómoda aún con la evidencia de mi excitación entre las piernas. – Será la última en irse. –soltó una carcajada. ¿te encuentras bien? – Perfectamente. y a pesar de que tenía unas ganas inmensas . Busqué con la mirada a mi hermano y lo vi pegado a la tía Eloísa.. –solté irónica al ver la energía de la que daba muestra. – Esa anciana debe tomar vitaminas a miles. estoy segura. – Se ha ido.. respiré hondo y ensayé una expresión de completa relajación. ¿vienes? – No. Ni rastro de ella. No tenía nada que decir con respecto a aquel asunto. Estaba demasiado concentrada en lo que acontecía ante nosotras. Sabía con seguridad que Ginebra había venido tan sólo para darme la noticia. supongo.... Se despidió de nosotros y se fue.. Miré el reloj concordando con las palabras de Ginebra. – Voy a charlar un rato con mamá e Isabel.. La seguí de cerca hasta que me desvié tomando el rumbo hacia la salida. Lo curioso de todo es que no me sorprendió. – Tal y como lo veo. Me dirigí directamente hacia el baño. Aquella iba a ser una noche muy larga. Busqué a Violeta. tanta gente alrededor me pone de los nervios. – ¡Oh. – ¿Cómo te va? –preguntó inocentemente. –anunció en cuanto me vio girar los ojos en todas direcciones. Dios mío!. – Como quieras. Jimena. – Por tu expresión diría todo lo contrario. – Jimena.. La gente parece muy poco dispuesta a irse y mis pies me están matando. Se alejó entonces hacia otra esquina. La fiesta seguía en todo su apogeo. Nada más reaparecer.. Suspiré de alivio cuando ella cambió radicalmente de tema. esto durará hasta por la mañana. Todo el mundo parecía ajeno a lo que pasaba a su alrededor. Ignoró mis insidiosos comentarios. –tomé un sorbo.. Desistí de mi búsqueda cuando había escaneado las inmediaciones al menos cuatro veces sin hallar rastro de la prenda.. Nada más cruzar al exterior. voy a salir a tomar un rato el aire.. Había abortado las ganas de ir en busca de Violeta. enormemente cansada. para coger el auricular. sin importar el precio que tuviera que pagar. El día en el hospital había sido de los más duros que podía recordar. – Sé que no tienes que ir al hospital mañana. Tal vez incluso darme una charla maternal y de apoyo moral. pero al pensar que quizás era Manuela la que llamaba me hizo erguirme. Repasé en mi cabeza lo acontecido con Violeta. te llamo para invitarte a almorzar. Mi primera intención fue de no cogerlo. aquella iba a ser una noche muy larga.. Supongo que ella era una persona a la que le costaba demasiado olvidar o perdonar.. la forma en la que me había mirado. así que si estás pensando en darme esa excusa. Aún así. con el pensamiento de que quizás ella necesitaba el mismo espacio que yo para meditar lo que había ocurrido. Ni siquiera la culpaba por querer hacer algo así. Si algo estaba claro.– ¿Qué tal sobre la una? . Quizás simplemente se había cansado de mí. en el sofá de mi casa. Dos días después me tumbaba. Seguramente quería aclarar el aire de una vez por todas y dado el hecho de que parecía aceptar mi condición sexual con total normalidad. O quizás fue que mi ánimo comenzaba a pasarme factura y cada cosa que hiciera me costaba un mundo. a regañadientes eso sí... Estaba dispuesta a recuperar todo aquello. Desde aquella fatídica noche en mi casa no habíamos vuelto a vernos. Fue ese mismo pensamiento el que de verdad me hizo levantarme de mi asiento.. Después de lo que había pasado el día de la boda me esperaba algo así. Recordé sus palabras y.mamá.. sabía que era mi deber quedarme allí hasta que todo acabara. No me había llamado ni una sola vez.. deseosa de que algo allí adentro pudiera hacer que dejara de pensar. Ciertamente. Apenas había tenido tiempo para aclarar mis pensamientos. El teléfono sonó y maldije en voz baja. olvídalo. Mi sorpresa fue mayúscula cuando oí a mi madre al otro lado de la línea. yo misma hacía tiempo que habá decidido abandonar aquella relación antes de que le hiciera daño. Entre nosotras habían pasado muchas cosas y más tiempo aún. – Hola. – ¿Mañana? –dudé. Me pregunté si era yo la causante de aquel padecimiento. era que ella intentaba colocar todas las barreras posibles entre nosotras. zanjando el asunto.de encerrarme en mi apartamento. –cedí. – De acuerdo. – Supongo que no vas a aceptar que te dé una disculpa. hija. – Jimena. – aseguró con total convicción. Había algo en sus ojos que indicaban desdicha. ¿verdad? – Exactamente. Aquellos días habían sido para mí una prueba de fuego.– Realmente necesito hablar contigo. sobre todo. ¿Qué te parece mañana? Hice rodar los ojos.. Me metí otra vez al interior de la casa. Debe haber oído que llegabas. Sigue. – Gracias. Ella siguió enfrascada en su tarea. le pedí a Lourdes que hiciera espaguetis. – Hola. Me plantó un sonoro beso en la mejilla y me sonrió abiertamente. Lourdes se apresuró a recibirme. esperando que ninguna otra llamada enturbiara mi tan deseado descanso. cariño.– Perfecto.. – Tu madre te está esperando en el salón.. – Una gran fiesta la de la otra noche. Pensaba que nada más llegar. Cada cosa había sido devuelto a su justo lugar y en su justa posición. Como era costumbre. – ¿Qué hay para almorzar? –inquirí. romper el silencio.. Cortó la comunicación entonces y yo volví a mi posición original. no la hagas esperar. mi progenitora comenzaría a soltar todo aquello que durante ese tiempo hubiera estado memorizando. Entré en la casa de mi madre. Comencé a sentirme algo incómoda. – Estupendo. Mi madre depositó con cuidado lo que tenía entre las manos y se acercó hasta la . Ella estaba enfrascada en la siempre difícil tarea de hacer ganchillo. Continuación.. – Para mí no. – Sí. Lourdes apareció entonces. – ¿Traigo algo de tomar? –nos preguntó solícita. A mí sólo conseguió darme dolor de cabeza la única vez que lo intenté hacía ya muchos años. a mí y a una conversación pendiente a solas. Parecía como si nunca se hubiera hecho allí. Fantástica. Ya no quedaba el mínimo rastro de la fiesta que allí mismo se había celebrado hacía tan sólo tres días.. –la saludé nada más atisbarla sentada en su sofá preferido. dejándonos a mi madre. La fiesta me había mantenido en pie hasta bien entrada la madrugada y cuando llegué a mi apartamento por fin.. Mi madre desechó también la oferta con un leve movimiento de cabeza. – Como ibas a venir. Hasta mañana. Me dirigí hacia el salón entonces. para de alguna forma. gracias Lourdes. No sé que demonios veía de entretenido en darle una y otra vez a aquella aguja. La cocinera se retiró entonces. – Hola. sin apenas levantar la vista hacia mí. ¿verdad? Hice un mohín que procuré que ella no viera..Me acerqué a ella y la besé dulcemente en la mejilla. Estaba segura de que mi madre tenía memorizado cada pequeño objeto que allí habitaba. había dado gracias a los dioses por no tener más hermanos casaderos. Lourdes. pero supongo que hace falta mucho valor. como por ejemplo aquella ocasión en que Ginebra estuvo a punto de divorciarse. como si así lograra borrar todo aquel episodio.caja donde guardaba los utensilios para su labor. Incluso podía jurar que había escondido el inicio de una sonrisa. Tomé las bragas y las metí rauda en el bolso. Yo estaba al borde de un infarto.. Tal vez. – Supongo que sí. –comencé.. – Mamá. –pude decir al fin. pero no estaba segura. Las mismas bragas que había perdido la noche de la boda.. – añadió. aunque no tenía ni idea de cómo seguir. Mi madre se mantenía inexpresiva. Me parecía que eran más de tu estilo que el de Violeta. – ¿Sí. – Tengo que confesar que estoy muy sorprendida... Mi madre me tomó de la mano.... –se reclinó hacia atrás. No quiero que nada más pueda separarte de mí. comportarnos como madre e hija? Me sentí algo perdida.– Es costumbre en esta familia ocultarlo todo. – Yo no.. – No lo sientas. Puedo ser muy antigua en muchas cosas..Tragué con dificultad. en tantas que os hace huír de mí y de mis consejos..cariño.? – Siento lo de. en el invernadero. ni siquiera hacen falta las palabras. – Evidentemente. . –carraspeé.. pero no hacían juego con los rosales. mientras aquella prenda pendía balanceándose de uno de sus dedos... – ¿Esto es tuyo? –comentó tranquilamente mientras sacaba mis bragas de allí.... Me cansé de esperar a que me lo dijeras tú. – Son muy bonitas..... –murmuré. – No sé qué decir. Mi madre me estaba haciendo enrojecer de vergüenza y lo que era peor.. – Lo que quiero decir. – Sí. –admití.Aún más. notando mi indecisión– es que quiero que se acaben los secretos entre nosotras..... –hice un gesto hacia el bolso. No estaba muy segura de lo que mi madre pretendía decirme. aunque también sabía que aquella cualidad era una que yo había perdido con el tiempo. ¿Podemos. con Violeta. Cada uno debe buscarla donde cree que puede hallarla. ahora que las cartas están sobre la mesa. no hubiera cometido tantas estupideces en mi vida. Somos capaces de intuírlo todo. – La felicidad es tan difícil de conseguir. pero esto para mí es tan sencillo como lo es para ti. Supe entonces que algo importante iba a decir. –Yo. de no haberlo hecho. – Lo suponía. – Te sorprendería saber el tiempo que hace que lo sabemos... – ¿Violeta? – ¿Es que saliste al invernadero con alguien más? –comentó ella. – Lo siento. como si fuera la cosa más simple del mundo. Sólo es menester observar con detenimiento las cosas. parecía estar disfrutando de cada momento. donde ahora yacía enterrada la prueba de mi delito... – Nunca subestimes a una madre. Nos levantamos y pasamos al comedor. mis deseos y mis esperanzas... abrí mi corazón a mi madre y ella me escuchó atentamente. Era la primera vez que oía de mis labios una confesión. pero tengo la firme esperanza de que así sea.. – ¿Estás segura? –inquirió. –continuó. – ¿Qué pasa? No me digas que a estas alturas no puedes compartir conmigo tus aventuras. a veces incluso permanenciendo callada durante largos ratos mientras yo le explicaba los entresijos de mi vida. Una sombra me anunci´que alguien me esperaba allí. Me sentí inmensamente libre.. Hasta ahora sólo he conseguido hacerle daño. La tarde con mi madre no sólo había hecho que me sintiera mejor. –en mi voz no hubo ni una pizca de duda.– Es todo lo que necesito para ser feliz. Las puertas de mi ascensor se abrieron y salí al pasillo.– ¿Cómo van las cosas con Violeta? – ¡Mamá. – No insistiré entonces. decidí que era hora de marcharme. A veces las palabras sobran. Me hice más confidente.. –la interrumpí... sintiendo bastante curiosidad. Después de tomar el café.! –me quejé con algo de vergüenza. bueno . Nuestra pequeña charla fue interrumpida por Lourdes cuando vino a anunciarnos que el almuerzo estaba servido. –terminó la frase por mí. – Me enamoré de ella desde el primer momento en que la vi. Cuando me giré hacia ella. – Se te hace extraño. expulsé todos mis miedos y me aferré a lo que mi madre me estaba ofreciendo con total garantía. Lo pensé durante un breve instante. Pocas veces en mi vida había estado tan optimista con respecto al futuro. – ¿Ella te quiere igualmente? – Aún no lo sé. – Sólo en lo que se refiere a Violeta.. sino que me había dado nuevos bríos para enfrentarme a Violeta. y supe que se refería a si tenía la certeza de que Violeta era la persona elegida.. Es que. – No es eso. Mi madre me acompañó hasta la puerta y justo cuando iba a irme. Recuerdo que el viaje hasta mi casa fue uno lleno de pensamientos agradables. donde proseguimos la tertulia.– No digas nada. – Y dime. Por primera vez sentí que algo de la estabilidad que una vez me otorgó el calor familiar y el cariño de los míos regresó a mí. – Entonces encontrarás la manera de demostrárselo.. No hace falta. La tarde se nos pasó volando. – Absolutamente. Me palmeó en el muslo y volvió a retomar su labor. para convencerla de que realmente podría hacerla tan feliz como ella me lo hacía a mí.. me llamó con intenciones de hacerme una última confesión. – Algo así. Por primera vez. Me acerqué hasta mi puerta y comprobé que . Mi madre abandonó lo que tenía entre manos e incluso se quitó sus pequeñas gafas para mirarme y ponerme toda su atención.. Ella estuvo con tu hermano y.. casi sin querer.. pareció cambiar de opinión y yo desistí de la idea de preguntarle. – ¿A ti no te parece extraño? –pregunté. para mí no sería nada traumático. Comprobé que Manuela estaba bastante nerviosa. – ¿Y? –la insté. Seguramente Manuela había venido hasta allí para poner punto y final a nuestra relación. – ¿Qué ocurre? – Mamá me acaba de llamar.. Todo lo contrario de mí. Cuando mi madre ocultaba algo deliberadamente significaba que no era muy bueno. – ¿Puedo ofrecerte algo para tomar? – No. – Tenemos que dejar de encontrarnos en los rellanos. Tal vez simplemente trataba de recordar lo que previamente había ensayado para decirme. – bromeé. Comencé a ponerme algo nerviosa. Me reí levemente.. . No podía creer que Ginebra quisiera conocer todos los detalles de la conversación. y yo lo sabía bien. –cedí. es un poco extraño. – He venido porque creo que tenemos que hablar. Me dio la impresión de que intentaba encontrar la manera de empezar el asunto de la mejor forma posible. – Ginebra. algo de eso me contó Ginebra.. era quien más satisfecho acababa por sentirse. –suspiró... – Sí. –añadí. Incluso percibí algo de preocupación. el teléfono sonó con estridencia. – Lo sé.. Pero dejaría que fuera ella quien tomara la iniciativa. – Por cierto. Ella hizo lo mismo. quien tomaba el primer paso hacia una ruptura. Aún estoy recuperándome. – Está bien. soy yo. – De acuerdo. Me quité la chaqueta y la colgué en el perchero junto con el bolso. Pensé que aquel aparato tenía vida propia porque siempre lograba sonar en el momento más inoportuno. Abrí la puerta e hice un ademán para que pasara primero.. que parecía incapaz de que algo me desestabilizara. teniendo a Manuela esperando impaciente detrás de mí. Reconocí la voz de Ginebra al instante. Me pregunté hasta dónde era capaz de llegar con su curiosidad. ¿vas a decírmelo de una vez? –demandé. No voy a quedarme mucho.. – Hola. –dije. Ella tan sólo esbozó una ligera sonrisa. – Quería saber mi opinión sobre un asunto. – Hola.Manuela estaba allí y parecía esperarme con impaciencia. – ¿Sí? – Jimena. ¿qué tal la boda? – Agotadora. – Perdona un momento.. Al parecer ella no se atrevió a decírtelo esta tarde.. –anunció nada más cruzar el quicio. En todo caso. En las relaciones. –dio dos varios pasos en círculo. Manuela se sentó y asintió con la cabeza.. –Sentémonos mejor en el sofá. Mientras nos dirigíamos hacia el sillón. esperándome algo parecido.. algo que.. No había nadie a mi . inevitablemente. la persona que la sacaría de su mundo interior. Mi querida Alicia. – Es sobre Violeta. el maltrato de un padre que jamás se comportó como tal y el suicidio de mi hermana. Si fuéramos capaces de saber qué es lo que el futuro deparará. no pedía demasiado y tampoco daba demasiado de mí. Mi corazón dio un vuelco y mis piernas flaquearon.Hubo una breve pausa y un suspiro. Pffeiffer 11.. Pero supongo que es un deber empezar un poco antes. Un trato justo a mi modo de ver. Al final supongo que decidió ir en busca de respuestas a otro lugar.. Todo lo contrario de mí.. Dirigí entonces mi vida por los cauces que me autoimpuse. Nos parecería. La falta de amor que sufrí de pequeña fue decisivo para mis relaciones posteriores. además.. Pero quizás fue esto último lo que marcaría mi personalidad para siempre. desgraciadamente. Pasé una infancia monstruosa. Quería ser capaz de controlarla por mí misma. sin ningún tipo de dependencia. Esa actitud. Sigo pensando que era demasiado joven para abandonar lo que conocía. BELLA VIOLETA. la decidida. yo siempre fui la fuerte. un imposible. De mi vida no hay mucho que contar hasta que apareció ella. CONTINUARÁ.. Creo que siempre vio en mí la salvación.. El sexo nunca fue un tabú para mí y disfrutaba de él. LÁGRIMAS. me dio fama de fría e inalcanzable. Estaba orgullosa de mi aspecto. yo no tuve ese mismo arrojo a pesar de que en algunos momentos deseé tenerlo. Alicia. Autora: R. estoy segura de que muchos de nosotros ni siquiera estaríamos preparados para aceptarlo. Ese mundo que nada tenía que ver con el nuestro. 11ª Parte. Sin mí. marcada por la muerte de mi madre a muy temprana edad. Jamás imaginé que tuviera la valentía suficiente para hacer lo que hizo. Nunca sabes por qué suceden las cosas a lo largo de tu vida. Mis condiciones eran simples. Después de que ella se fuera. No me disgustaba reconocer que me servía de mis relaciones para romper de vez en cuando la monotonía que me embargaba a veces. parecía convertirse en un aliciente para todos aquellos decididos a conquistar mi corazón. Débil de carácter.. Desde antes de alcanzar la puerta. sin soltar en ningún momento mi mano. dejé que durante tres meses suplicara por una simple cita. a todas las recuerdo porque de una manera u otra al final terminaron por exasperarme. Me fascinó ver a tan abultada familia reunida en el salón. capaz de hacer que cualquier mujer se sintiera como una reina. En lo más profundo de mi ser siempre supe que no era por otra cosa más que por la envidia de lo que yo jamás podría relatar. Si pienso en las personas que pasaron por mi vida. Felipe se apresuró a presentarme a cada miembro de la familia. relajados.alrededor que se resistiera a mis encantos si yo me decidía a conquistarlo. la primera y más importante fue que la madre de Felipe no sería santo de mi devoción aunque se quedara muda repentinamente y para siempre. podría hacerlo. No puedo recordar a nadie como él. En aquellos momentos yo era posesión suya. como hogareño. lo aceptaría como parte de mi vida. por lo que siempre me parecieron historias simples a las que no demostraba demasiado entusiasmo. me sentí muy halagada cuando comenzó a perseguirme sin descanso. Recuerdo que era un día de verano. Un olor que por más que lo intenté. Nuestra relación avanzaba con paso lento. Eso era algo que llegué a amar realmente de él. más que nada porque yo seguía en mi empeño de no conceder nada de mí misma que no fuera mi cuerpo. Era de esas personas con un encanto innato y muy conscientes de ello. Él era un caballero en todo el sentido de la palabra. Fui recibida con total aceptación a pesar de que ninguno de ellos me conocía lo suficiente como para saber si era merecedora de tal despliegue de confianza. ya se podía percibir el rumor de dentro del enorme caserón. No sé en qué momento Felipe me convenció para acudir a una cena familiar en su casa. confidentes. Él parecía aceptar este hecho porque ambos sabíamos que mientras lo hiciera. no pude encontrar similitudes con nada de lo que yo había vivido en mi infancia. Supuse que nadie que hubiera vivido lo que yo. Felipe y yo comenzamos a vernos cada vez más a menudo. Sólo tenía ojos para abarcar la escena de enorme armonía que se desplegaba ante mí. Yo nunca había tenido eso. Al principio no la ví. Justo como era yo. Felipe y yo fuimos los receptores de la atención popular e incluso de alguna que otra mirada suspicaz. Tuve que reconocer entonces que me resultó muy atractivo a primera vista y aún más. Supe que era inevitable que acabara en mi cama. y la segunda fue que deseé ser parte de aquella . Me hacía reír e incluso hacía que los malos recuerdos se disiparan en su presencia . Jamás me obligó a hacer nada o me instó a tomar decisiones que me molestaría tomar. pero aún así. Nada más entrar. Incluso el olor que inundaba la casa era placentero. La fría e impenetrable Violeta no podía dejarse conquistar sin más. El principio de mi despertar comenzó el mismo día que me presentaron a un nuevo piloto de la compañía de vuelos comerciales donde yo trabajaba. Yo disfrutaba inmensamente de su compañía. En pocos segundos descubrí varias cosas. Si de algo estoy segura sobre Felipe es que normalmente conseguía lo que se proponía. Él siempre hablaba de su familia como si del más preciado de los tesoros se tratara. Muchas de mis compañeras bebían los vientos por él. O quizás fue ella quien logró antes esa empresa. ante tanta similitud. En mi interior se lo agradecí profundamente. Le pregunté a Felipe qué era lo que había tras la puerta por donde yo había visto salir a Jimena y me informó de que se trataba del invernadero. atendiendo los reclamos de uno de sus sobrinos. Me senté a su lado y pude sentir que estaba algo inquieta. Parecía que el hecho de estar rodeada de tanta gente. Supe que aquello era algo inusual en ella cuando todo el mundo parecía mirarla como si fuera un extraterrestre con antenas verdes. dejándome con la extraña sensación de querer intercambiar más palabras con Jimena. En concreto hizo una apreciación que hizo que ocurriera algo inesperado: Jimena salió en mi defensa con enorme decisión. ya que su atención estaba puesta sobre todo en una extraña conversación con uno de sus cuñados. la única que había cautivado mi atención de los que allí estaban presentes. Descubrí entonces. La madre de Felipe se encargó de acribillarme a preguntas. al adentrarme en el jardín. Jimena. lo primero que me llamó la atención fueron sus ojos.y diferente. Sus ojos ávidos buscaban algo en mi rostro. Era casi mágico. Me acerqué a ella y conseguí asustarla. La ví moverse por el salón. No había que ser muy observador como para no pensar en ella como alguien inteligente. que parecía uno de esos sacados de los cuentos infantiles. Estaba sentada en el balancín y me pareció muy vulnerable.. de un color difícil de clasificar. algunas de las cuales llevaban más veneno que una serpiente. Me recordó inevitablemente a mi propia hermana. Le consulté si podía ir a verlo y él asintió con la cabeza ausentemente. Me parecía que era una forma de sentirme cerca de Alicia. me convertí en el blanco de la reencarnación de Torquemada en mujer. Ella estaba a un lado de la enorme mesa. casi sin tener tiempo para tomar aliento. Felipe tiró en un momento dado de mi mano para presentarme a su hermana menor. . Sólo se permitía mirarme cuando creía que yo no me daría cuenta. Cuando nos presentaron y pude enfocarla directamente. Durante la cena. Felipe me alejaría poco después de ella. que Jimena me recordaba a mi hermana perdida y que eso irremediablemente me apegaba a ella. Recuerdo que pensé.. A distancia pude ver la silueta de Jimena. Intercambiamos unas frases y me permití el hacerle un cumplido. Había algo allí que me hizo darme de bruces con una inesperada paz interior. sonriéndole dulcemente. aunque fuera su propia familia. la agotaba. intercambiando débiles conversaciones con alguna de sus hermanas hasta que desapareció. aunque no supe bien el qué. Me disculpé y ella se aseguró de hacerme ver que mi presencia allí era bienvenida. Hablamos con los diferentes miembros de la familia. con paso lento.familia y no una simple invitada. De lo que no me di cuenta entonces fue de que yo me había instalado en su corazón sin pretenderlo. pero la reacción que obtuve por él fue que huyera. Esa imagen me agradó en demasía y me confirmó que estaba ante una persona delicada. Su belleza serena era indiscutible y cuando bajó la vista al suelo también me mostró con ello lo tímida que era. De vez en cuando echaba rápidos vistazos hacia Jimena. me respondió con un simple te quiero. Volví a encontrarme con Jimena y me di cuenta de que cada vez que la tenía en mi campo de visión una cálida sensación me atravesaba como una espada. Aún así. demasiado joven para cualquier cosa. me dije que quizás era cuestión de tiempo. No estaba preparada para aquello de ningún modo. Para ser sincera. Jamás pensé que pudiera sentir amor. hasta esos momentos. Felipe no logró hacer que lo amara como merecía. Si he de ser sincera. pero mi soberbia no . Cinco días más tarde me reunía con ellos en su casa de campo. sin ni siquiera pedir ni esperar nada a cambio. aunque mi mente no dejaba de gritarme quien era ella y lo que representaba. mirándome con total sinceridad. cuyo rostro mostraba cierta pena por mi marcha. Si alguna vez tuve el mínimo asomo de lo que Jimena sentía por mí. No había forma alguna de que yo terciara aquellas palabras.. Ella tenía algo que era capaz de conmoverme hasta límites insospechados. Amor puro. Yo odiaba el campo. sobre todo porque sonaron desde lo más profundo de su ser. me había atrevido a sacar de mi interior. Ella entonces sólo tenía dieciocho años. e igual empeño y dedicación pusieron en despedirme como cuando me habían recibido. Me despedí de todos. Recuerdo que le pregunté qué era exactamente lo que sentía por mí y Jimena. Sentí que aquella muchacha tímida y yo teníamos una conexión. Bien era cierto que tenía que sacarle las palabras casi forzándola a ello. creo firmemente que decidí ignorarlo. Por alguna extraña razón. pero súbitamente se creó entre nosotras un aire de confidencia que me hacía desear querer compartir con ella cosas que jamás. entregado. de alientos a alcohol y de incomprensión. Yo creía que veía en mí un modelo a seguir. mis labios aceptaron los suyos durante breves momentos. Jimena entonces era mucho más adulta que yo en muchos aspectos. Estaba dispuesta por primera vez a explorar más allá de mi aparente frialdad. Yo estaba acostumbrada a dar y demandar en igual proporción. Aún me pregunto que fue lo que definitivamente me había hecho aceptar la oferta. En otras circunstancias mi primera y última reacción inamovible hubiera sido la palabra no. Jimena parecía sentir todo aquello también y la forma que tenía de mirarme a veces incluso era escalofriante. O eso creía. Me lo demostró cuando sin temor alguno me besó. Y eterno. Había vivido mis infelices años de infancia y pubertad allí. que me admiraba. Pero no era así. fiel.. Todos menos Jimena. Aún así. después de que entre todos se las hubiesen ingeniado para hacerme aceptar una invitación a pasar unos días en el campo. lo que me era difícil de aceptar es que hubiera alguien en el mundo capaz de entregarse a otra persona con total sumisión.La noche acabó sin más incidentes. rodeada de viñedos. Reconozco que la belleza del lugar me cautivó desde el primer momento. Felipe era tan considerado y atento conmigo que sabía que debía sentirme infinitamente afortunada por tenerlo. No pude menos que sonreírle con el inmenso afecto que comenzaba ya a sentir por ella y obtuve como recompensa igual muestra. como una fugitiva. Felipe. cómoda incluso. El tiempo pasó inevitablemente. . Felipe nos informó la penosa noticia y rauda me ofrecí concienzudamente a acompañarlo al hospital. Me había tomado por sorpresa y no supe entonces qué era lo que me hizo sentir. Fue entonces cuando tomé la decisión de alejarme con la firme convicción de que Jimena era demasiado joven para saber qué era lo que deseaba realmente y que. Lo peor de todo. Sé que la noticia de nuestra ruptura entristeció a su madre. Pero seguía adelante sola. aunque a pocas personas ella les permitiera tener la conciencia de ello. Aquella palabras también lograron despertarme y. A ella le bastó unos segundos para descubrir lo que a mí me costaría más de ocho años. De alguna forma. Durante las horas siguientes tampoco dejé de atormentarme y de hacerme sentir culpable. Comenzaba a explorar su sexualidad. inexperta. pero no era amor. Creía borrado todo aquel episodio. no podía ser yo. en cualquier caso. pero cierto. La veía como un ser especial. Y sé que ella se sintió desamparada y sola. porque no fue así. cuando su teléfono móvil sonó. pero jamás la olvidé. o en lo que había ocurrido. su prometida y yo estábamos tomando una agradable cena en un restaurante.. Estaba segura de que su compañía me hacía sentir especial. No olvidé ni su coraje. Mi primer pensamiento fue Jimena en cuanto el rostro de él se convirtió en una máscara de padecimiento. No hay nada peor que el sentirse abandonada. pude darme cuenta de que las miradas y los gestos que me regalaba eran de pura adoración. Dejé de pensarla. Muchas eran las veces en las que le sonsacaba información a Felipe sobre Jimena. llena de vergüenza. Lo mío con Felipe a partir de entonces estaba destinado a fenecer. ¿Qué podía ofrecerle yo que no fuera confusión? Jimena era tan especial para mí. alguien con quien me encantaba compartir mis momentos.. lo sé. Por Jimena. echando una breve mirada hacia atrás. No sé si le respondí algo. aunque para entonces ya había logrado integrarme en la familia. que el pensamiento de hacerle daño me dolía hasta límites insospechados. quienes casi me consideraban uno más. pero estoy segura de que no fue algo coherente. Estaba segura de que no volvería a verla. Increíble. ni su sentido de la vida fresco y lleno de energía. Casi un año después llegó esa confirmación. Siempre dudé mucho que ella fuese capaz de perdonarme por haberla abandonado como lo hice. Tardé mucho tiempo en dejar de pensar en ella. Aún nadie había conquistado mi impenetrable corazón... Era como si le hubiese robado la mitad de su vida en un instante. Pienso que quizás la madre vio de alguna forma algo de lo que Jimena tanto amaba de mí. Pero ella tan sólo tenía dieciocho años. Huí de la casa en mitad de la noche. (a pesar de todo siempre mantuvimos un contacto muy cercano). Era joven. es que ella había logrado instalarse en mi corazón de forma perenne. Mi vida seguía su curso sin ningún impedimento. Alejarme de Jimena fue lo único a lo que le daba cierto sentido entonces. No quiero decir que en esos momentos la amara.me dejaba ver las cosas con claridad. me hacía sentir mejor el saber que ella estaba bien. aún era demasiado pronto para dejar de verla después de tanto tiempo.Y lloré por Jimena. Quise seguirla. Y me sentí desdichada por Jimena. Al día siguiente me descubrí aporreando su puerta después de tocar varias veces sin obtener respuesta alguna de su parte. La llamé y pude observar como su espalda se tensaba al oír y reconocer mi voz. entre otras cosas porque pude apreciar en su mirada que no me dejaría acercarme a ella. Era un fantasma de sí misma. Ella era una en sí misma y había aprendido a actuar de propia convicción sin que nada más pudiera importarle. que en aquellos instantes no necesitaba a nadie y mucho menos a mí. Vi su silueta mientras miraba por la ventana y el corazón se me encogió cuando me di cuenta de lo mayor que se había hecho. pero estaba equivocada. Me extrañó que fuera yo a quien le hubiera encargado tal empresa y no a un miembro de la familia. Fue necesario que pronunciara su nombre una vez más para que se girara hacia mí. Sus ojos apagados lo demostraban con certeza. La tristeza reflejada en sus ojos casi hizo que me desmayara. Sentí un dolor profundo y sincero. Ésa era su forma de llevar su pena: estar a solas. Tan lastimoso era. pero su espíritu hacía mucho tiempo que había echado a volar. Amaba a su padre como a su propia vida y más allá. La cogí al vuelo y la aferré contra mi cuerpo deseando no tener que liberarla jamás. Cuando la puerta se abrió y la ví casi pierdo la consciencia al ver su deplorable estado. cada una buscando algo en los de la otra. Creo que necesitaba que compartiera su dolor conmigo para de esa forma yo misma sentirme mejor. . Era imposible estarlo más a mis ojos. al menos su cuerpo lo estaba. Y de lo bella que estaba. Me quedé allí mientras el mundo casi perfecto de aquella maravillosa familia se derrumbaba ante mis pies. Me alejé de la familia casi murmurando mis disculpas y me acerqué a lo único que parecía importarme de aquella sala. Me pidió además que fuera a verla y quizás que la hiciese entrar en razón. pero Felipe me lo impidió tomándome con fuerza del brazo. Acudí al sepelio y las esperanzas de encontrar a Jimena allí se esfumaron tan pronto cuando llegué y ella no estaba presente. Él sabía mejor que yo que Jimena necesitaba estar sola. La confirmación de mis peores temores se hicieron realidad y Jimena tomó la firme decisión de alejarse de allí. que no se podía tener en pie. Perder a su padre sólo significó un paso más hacia su enclaustramiento interior. Su madre me informó de que no habían tenido noticias de ella desde aquel día en el hospital y que empezaban a estar muy preocupados. Un médico rompió el trance que nos mantenía mirándonos a los ojos. Los días siguientes transcurrieron para mí como si fueran irreales. pero aún así ni siquiera dudé un instante en hacer lo que me pedía. consumiéndose. Pero sabía que eso sería imposible. abrazarla. Cuando llegamos a la sala sólo tuve ojos para ella. Creí que la razón era su padre. Ni siquiera me molesté en averiguar qué era lo que me hacía sentir así al volver a verla después de tanto tiempo. Jimena estaba allí. Lo más cercano a una familia que yo había tenido eran ellos y los amaba con toda mi alma. darle todo lo que yo poseía si con ello lograba aliviar su pena. Ella había perdido su norte. Sólo deseaba alcanzarla. Creo que hubiera accedido a cualquier cosa que yo le hubiese pedido. Ni siquiera sabía por dónde empezar a explicarle ciertas cosas que deseaban ser dichas. Rompió a llorar dentro de la bañera. seguía amándome. No fueron necesarios segundos pensamientos para decidir ocuparme de ella. Le hice prometer no volver a cometer semejante locura y ella accedió a mis deseos. después de mirarme a los ojos e intentó tapar su vergüenza. Allí tumbadas hablamos de varias cosas y ella me preguntó si había alguien en mi vida.. absorbiendo su presencia. La obligué tomar la sopa que le había preparado y la miré con detenimiento mientras comía. relaciones que ya empezaban a hacerme sentir miserable. Cuando despertó esa noche seguía teniendo la misma expresión triste y cansada. Continuación. Supuse que el dolor no era por otra cosa que por mi ego herido. Decidí quedarme en su casa.. con unas profundas ojeras bajo sus preciosos ojos. en mis brazos. pero muy pronto descubriría que Jimena era infeliz. donde yo la había metido sin esfuerzo. incluso le hice la cena. no creía mucho en esta última posibilidad. Aunque. Imaginé que la muerte de su padre estaba tras toda aquella expresión triste. La observé largo rato sin moverme. Me dolió descubrir que ya no era el objeto de sus deseos ni que no sentía amor por mí. hundiéndose justo donde quería estar: en la nada. Una mujer deseable a ojos de cualquiera. ni siquiera intenté sacarla de su error. Sigue. pero se lo impedí haciéndole ver que no había nada de lo que avergonzarse. Pero había perdido algo que poseía antaño. No quise decirle eso y Jimena lo interpretó como una negativa a compartir mis sentimientos con ella. Parecía tan frágil y tan desamparada que no pude evitar que dos lágrimas salieran de mis ojos. o quizás no quería hacerlo realmente.Había estado bebiendo durante tres días. Lo que no supe era si se debía a su agónico estado o porque aún. Quería llorar para que ella no tuviera que hacerlo. más que nada por mi propia tranquilidad. cuidarla... cierta luz en sus ojos... Ya había notado en el hospital que se había hecho toda una mujer. Esa noche me dejó claro con pocas palabras que me despreciaba por haber huído hacía tantos años. Así de simple. después de todo. Se quedó dormida allí mismo. no quería arriesgarme a que volviera a las andadas. para ser sincera. devolverle la vida de nuevo si es que estaba en mi mano. No la culpé. Yo no estaba preparada para responder.. En mi vida no había nada más que esporádicas relaciones. sin comer nada. El día siguiente trajo consigo más discusiones a pesar de que quería evitarlas a . Eso ya lo había decidido sin darme cuenta desde el instante que se abrió aquella puerta ante mí.. Ese día me ocupé de ella lo mejor que pude. Salí de su ático con la sensación de estar huyendo otra vez. además. Ginebra era alguien especial. Ella me demostraría que no sabía otra forma de existir que no fuera aquélla. Simplemente le sugerí que debía ir a la lectura del testamento y ella me miró con fiereza. aunque no había ninguna felicidad en sus palabras. darle todo mi apoyo y mis fuerzas. se había convertido en una prioridad su bienestar. quería hacerle entender que cualquier dolor se puede superar. hacerle creer que yo estaba allí en caso de que me necesitara.toda costa. Raras eran las ocasiones en las que yo fallaba en mis objetivos. Era lógico. no quería pensar en ello. La siguiente vez que nos vimos fue casi en un calco de la vez anterior. Deseé tener el poder de curar las heridas del alma para que no tuviera que sufrir más. por entonces. No había podido acallar la urgencia de verla de nuevo. Tuve que utilizar la copia de las llaves de la casa que su madre me había dado días previos para encontrarla tumbada sobre el sofá. pero esta vez no iba a dejar que Jimena se hundiera. por quien. Lo que vi allí hizo mi sangre bullir. Estaba más que dispuesta a conseguirlo. Secretamente. pero Jimena no estaba dispuesta a ello. No había podido salvar a mi hermana. Decidí entonces compartir mi tiempo con ella. Ambas nos dimos cuenta de lo desolada que estaba su alma. aún así. lo desdichada que mi vida siempre fue y Jimena pareció entender e incluso compartir mi dolor como si fuera el suyo propio. pensé que Ginebra sabía algo . No podía soportar ver cómo Jimena se empeñaba en destruírse a sí misma. Ella estaba luchando contra la nada en una batalla que sabía que perdería. casi pude palpar el odio en sus ojos. Sabía que allí quedaban muchas cosas por decir y hacer. Lo que entonces yo no sabía y Jimena se encargó de enseñarme es que no se puede salvar a las personas que no quieren abandonar la desdicha. yo sabía que Jimena sentía una debilidad que no profesaba al resto de sus hermanos. Al final optó por aceptar mi sugerencia y me prometió ir. Me pregunté cómo era posible que una persona llegara a estar tan atrapada. seguía sin rendirse. así que me dirigí a su apartamento por voluntad propia.. como si de repente hubiera descubierto en ella algo que me hacía sentir y experimentar nuevas cosas. Esa tarde creamos nuevos lazos en nuestra amistad con las tristes similitudes que nos acercaban aún más. pasamos varias jornadas en mutua compañía. En mi afán por ayudar. Decidí poner todas las cartas sobre la mesa. aunque nunca le pregunté a Jimena. boca abajo y totalmente borracha. Yo misma puedo dar feaciente prueba de ello cuando nuestros lazos se unieron con el tiempo y ella comenzó a tratarme como una hermana. Comencé. aunque no se atreviera a decirlo con palabras. Jimena parecía tener algo de sosiego cada vez que estaba en mi presencia e incluso me dio a entender que me necesitaba. Sin embargo. compartí por primera vez con alguien lo que muchos años atrás había ocurrido con mi hermana. Incluso salimos a cenar una noche en compañía de su hermana Ginebra. Para mí.. tan sólo dejarme llevar. distendidamente. a sentir cierta necesidad de tenerla cerca. Había roto su promesa. Durante los días posteriores. . lo único que quise poseer de la casa donde pasé mi infancia. Me apoyé sobre su muslo. necesitando estar en contacto con su cuerpo de alguna forma. Era inútil preguntarle algo si ella no estaba dispuesta a contarlo. sino por los ochos años que la mantuve alejada de mí. de probar más allá. Mentiría si dijese que había estado esperando tal cosa. Llegué a pensar con temor que quizás se debía a que estaba enferma cuando la vi apenas probar su cena. Comencé a hablar sin descanso. No es que no lo deseara. puesto que una vez que sentí sus labios sobre los míos. Me pregunté si es que aquella rubia mujer podía ver más allá de nosotras. parlotear sin descanso era lo único que me permitía relajar la tensión que sentía todo mi ser cada vez que mi piel rozaba la suya. Jimena se mostró más nerviosa de lo habitual. Supuse que si quería compartirlo conmigo. Poco después partiría hacia Londres en un viaje que se me haría profundamente aburrido. porque realmente nunca imaginé que fuese capaz de hacerlo otra vez. Jimena pareció escuchar atentamente hasta que se giró hacia mí de repente y me plantó un beso en los labios. Sentía necesidad de Jimena. Jimena mostró unas inusuales ganas por descubrir lo que contenía un viejo álbum que había hallado por casualidad en una de mis estanterías. Ese día en particular. Hacía tiempo que simplemente me había rendido a aquellas nuevas necesidades que estaba experimentando mi cuerpo con respecto a Jimena. las ganas de volver a ver a Jimena eran sobrecogedoras. Pero. además. no pude pensar en la causa de su inquietud. Aunque no me convenció. sintiendo inusuales ganas de compartir con ella mis recuerdos.. Supuse que hay cosas demasiado evidentes como para tratar de esconderlas. Su rostro estaba iluminado y su sonrisas incluso parecían sinceras. no quería ni pensar en la posibilidad de que le ocurriera algo estando yo tan lejos. Ella apareció radiante en mi puerta. Incluso yo misma me podía notar resplandeciente por el simple hecho de volver a verla. Ella se excusó diciendo que simplemente su estómago aún se resentía de los abusos de los pasados días y a mí me bastó tal excusa. si era capaz de percibir las ligaduras invisibles que existían entre Jimena y yo y que nos acercaban irremediablemente. Me di cuenta de cuánto la echaba de menos. Cómo si estuviese esperando algo que no acontecería nunca ante sus ojos. comencé a notar las exigencias por satisfacer el deseo que mi cuerpo sentía.que yo desconocía por la forma en que nos miraba a su hermana y a mí. Supe que con nadie más había querido yo hacer tal cosa. Su expresión reflejaba absoluta avidez por descubrir algo mío que sabía que muy poca gente conocía. ella lo haría llegado el momento. La conocía y sabía de su legendario apetito. Al regresar.. Aunque lo intenté. ¿cómo era eso posible en tan poco tiempo de volver a verla? Entonces fue cuando supe que no la añoraba por aquellos pocos días que habíamos compartido. No la hice sufrir mucho y le permití abrirlo. Tardé muy poco en llamarla por teléfono y arreglar una velada para ambas. Allí tuve demasiado tiempo para pensar y para sentirme culpable estando apartada de Jimena. En Londres pasó algo muy curioso. Tan sólo deseaba reconfortarla. ¿Tenía miedo de ella? Creo que sí. con entrega y con esperanzas. me había llenado de alguna forma. Se alejó de mí y no se lo impedí. esta vez demasiado enfadada como para atender a razones. como si en ese preciso instante tuviera la certeza de que había hecho algo tan horrible que mereciera el peor de los castigos. como lo había hecho mi hermana. Deseaba protegerla y cuidarla simplemente porque ella me hacía sentir cosas que nadie más había logrado hacerme sentir. Nadie me había amado tan intensa y a la vez tan desinteresadamente como ella. creyendo que yo era la persona que podría salvarla de cualquier cosa. Me dolió haberle hecho daño una vez más. Jimena veía más allá de mí. No sé muy bien por qué acepté. de imprevisto. El porqué era muy simple. quería sentir su desquiciado amor y su pasión. de la soledad o del padecimiento. estaba más que dispuesta a correr ese riesgo. De repente supe que deseaba sentir algo de lo que sentía Jimena por mí. Volvió a huír de mí. Le permití pasar sin darme cuenta de que yo sólo llevaba puesta la camisa de mi inesperado amante. Ella se separó y se levantó de repente. Yo quería saber como era eso posible. Al verla en aquel deplorable estado ni siquiera se me había ocurrido pensar en ello. incluso me di cuenta yo. No me importaba si eso era algo que a Jimena la había hecho desdichada. Al día siguiente recibí la visita de un viejo amigo con el que había tenido una breve aventura. Si había algo de cierto en todo aquello. Quizás también veía la salvación. Quería amar tanto como me sentía amada por ella. Estaba de paso por la ciudad y me había llamado para vernos ese día. Su reacción fue la esperada. Durante ocho años se había empeñado en seguir sintiendo amor por mí. En tan sólo unos segundos se dio cuenta de lo que allí había estado pasando. Jimena había logrado contagiarme su locura.De tenerla para mí sola. Necesitaba que compartiera sus obsesiones conmigo y hacerme partícipe de ellas. y menos aún por qué permití que acabáramos en mi cama. y que simplemente me necesitaba a mí. del dolor. porque su expresión me dejó claro que algo estaba pasando por su mente en aquellos momentos. No había forma humana que evitara que yo me adentrara y descubriera todo aquel mundo. Eso era lo que me haría sentir viva. Su beso me había excitado. veía lo que nadie podía. con sumisión. . Estaba segura. con un aspecto que parecía que acababa de salir de una batalla. era que jamás deseé hacerle daño bajo ningún concepto. Ni siquiera podía moverme del sofá. Esa tarde ocurrió algo más inesperado aún. Jimena apareció en mi apartamento. Quizás quería reafirmarme o convencerme a mí misma de que Jimena no era tan importante como comenzaba a creer. había logrado que me sintiera incapaz de escapar a ella. hasta ese entonces demasiado concentrada en ella como para recordar donde había estado hacía tan sólo unos minutos. Comenzó a mirarme. Diego y Jimena habían estado hablando hasta entonces mientras yo escuchaba cada frase con detenimiento. Mis súplicas consiguieron ablandar su corazón y me confesó por fin que había ido a refugiarse a la casa de campo. él saltaría sobre ella sin pensarlo dos veces. No me quedó otro remedio que acudir al auxilio de su madre. Regresé a mi apartamento después de que Jimena saliera en estampida y se metiera en el ascensor sin querer escucharme a pesar de que casi se lo estaba suplicando. La cena acabó hacia la medianoche. a pesar de que odié ponerla en evidencia. quien se mostró reticente al principio. Despedí con inmediatez a la persona que ocupaba mi cama nada más retornar. cosa que jamás había pretendido yo. sin apartar la vista de mí y a beber cuanto podía. No es que fuera raro el que ella se comportara de forma "extraña".. Durante los días siguientes estuve pensando en Jimena. Pero ella se había instalado permanentemente en mi cabeza y se negaba a abandonar incluso mis sueños. Las preguntas sobre quien sería el invitado rondaron insistentemente mi cabeza. había devorado con la mirada a la Jimena que conocí con dieciocho años. ¿Era aquello una especie de premonición o un aviso de que no podía dejarla escapar esta vez? Descubrí que tomar la decisión de buscarla y hacerlo no era tan difícil después de todo. sino que parecía poco dispuesta esta vez a disimular tal predisposición. Saber cosas de la Jimena adolescente pareció entusiasmarme en demasía. Intercambiamos unas agrias palabras. Llegué bien entrada la noche y me alivió ver que una luz desde dentro de la casa confirmaba su presencia allí. por supuesto y en ningún caso. Llamé al timbre y me sentí curiosamente excitada y nerviosa ante la idea de verla de nuevo. Yo no estaba acostumbrada a pedir perdón o a suplicar. Pensé que quizás me llamaría. Los oí despedirse y cuando Jimena le prometió llamarlo. La esperé allí durante horas hasta que se hizo evidente que no regresaría a su casa quien sabe durante cuanto tiempo. era yo. fui a su apartamento incluso. Era evidente que si le daba la menor oportunidad. Jimena había invitado a cenar a su antiguo amigo de la infancia.Y ya comenzaba a pensar que perdía algo de mí misma si no tomaba lo que me estaba ofreciendo. Verla . No pude evitar recordar que aquel muchacho. ahora convertido en todo un hombre. así que creí que aquello era algo que Jimena debía hacer y no yo. Jimena abrió la puerta y tan sólo hicieron falta unos segundos para darme cuenta de que ella estaba esperando a alguien.. Sólo tuve tiempo de pasar por mi apartamento y recoger algunas cosas antes de ponerme de camino en su busca. Tuve que tomar la drástrica decisión de poner fuera de su alcance la botella de vino. Alguien que. La llamé. En ella y en mis deseos por ella. Jimena comenzó a comportarse de forma extraña. me sentí estúpidamente traicionada. La cena fue de todo menos amena. de que jamás sería capaz de sacarme de su vida.allí. Creí que junto a ella las heridas sanarían por fin. Sentada junto a mí. La curé con delicadeza y no sólo quería sanar esa herida. para sentirme segura. Y así fue como descubrí todo lo que yo era. Repetirme aquello una y otra vez pareció ser una nueva terapia de autoestima para mí. Una sensación tan amarga como la hiel. muy a su pesar. la cara más amarga de mi ser. Pero no sólo me hizo el amor. Sólo que Jimena parecía no querer aceptarme en su realidad. La desdicha propia de mi vida. encarándome con fuerza. en aquellos momentos. Por primera vez creí seriamente que Jimena había estado adorando un espejismo y que para ella el amor le era algo tan desconocido como para mí. que ella tampoco tenía la culpa de que yo estuviera cayendo en su influjo. Durante todo ese tiempo me hice a la firme idea de que como antaño. Le hice el amor una y otra vez y en cada ocasión ella respondió con igual ardor y con igual entrega. Era algo que yo también necesitaba creer porque comenzaba a sentir lo mismo. la necesitaba. sino todas y cada una de las que padeciera. Quería demostrarle. La deseaba. las que ambas atesorábamos muy adentro. No puedo decir que fueron tiempos fáciles porque no lo fueron. Jimena seguía estando tan presente en mi vida que a veces parecía que la tenía junto a mí. No recuerdo una sola noche en la que su imagen no borrara todo lo demás. La quería para mí. Consiguió. Ella estaba con otra persona. frenéticamente. Pero lo estaba haciendo. Seguí viviendo día a día con la firme intención de arrancarla de mí. negándose a mí. como supe. Sabía que no tenía la culpa de que Jimena se hubiera enamorado de mí tan profundamente como lo había hecho. Jimena era mía. Ya casi me era imposible mantenerme lejos de su cuerpo aunque no la tocara. sólo hizo que mi deseo por ella creciese a cada instante como un fuego que se propaga y es imposible de controlar. Lo dejé todo atrás para tan sólo desearla a ella. rompió una copa de cristal y se hirió en una mano. Me importó muy poco marcharme aquella fatídica noche dejando demasiado de mí misma atrás. Sólo tenerla a mi lado podía calmar mis ansias. alejarme de ella. sino que me doblegó. Y creí seriamente que lo conseguiría. Incluso las de su alma. Poco después me descubriría a mí misma haciéndole el amor sobre el suelo. Me juré no volver a ella. En una ocasión coincidimos por casualidad en un restaurante. Se suponía que el amor no sacaba lo peor de uno mismo ni atormentaba hasta límites insospechados. no sin antes confesarle el secreto más profundo que guardaba en mi alma. Estaba segura de que con el tiempo lograría recuperarlo. Sólo para mí. . Esa misma noche también me hizo ella el amor a mí. Me abrió a un nuevo mundo de rendiciones. No había que ser muy perspicaz para saber que la otra mujer que la acompañaba hacía las veces de pareja. Me costó muy poco echar abajo las ínfimas barreras que había construído contra mí. lograría todo lo que me propusiera. todo volvió a comenzar desde el mismo punto.. Ella estaba respirando con frenesí y me pregunté si es que había tomado las .. Esperé que me siguiera. Igual que había parecido. Si nunca le había dedicado un solo pensamiento.. cuando casi había optado por no ir. No puede haber amor sin celos. Durante toda la velada había sido tan incapaz de quitarle la vista de encima como parecía haberlo sido ella. Sus palabras igualaron mi tono cáustico. lo más lejos de allí que pudiera. Alguien golpeó mi puerta con furia y mi corazón dio un vuelco.. Tal vez ni siquiera quería hacerlo. como el sediento que ansía el agua. La amaba desesperadamente. si era posible que. Celos.. abrí la madera.. pero ya lo había decidido y no habría marcha atrás. Sin saber cómo.. ni celos si no se ama de verdad. Me levanté rauda y sin molestarme en adivinar la presencia en mi puerta por la mirilla. dos días después. me descubrí sentada a solas en mi apartamento. Mi autoestima me alejó de ella. por no verla. tendría que irse.. Ahora. Mi única razón para alcanzarla hasta allí no había sido otra que la de saludarla. Después de aquella noche. El dolor de lo que pretendía hacer era demasiado intenso como para ignorarlo. la había aprisionado contra la pared mientras mis dedos recorrían aquella humedad que tanto habían echado de menos. Sigue. pudiera lograr tal cosa. Continuación. de despedirme . me recorrió por entero. haciéndome despertar y recordar que Jimena pertenecía a otra persona.. El deseo entre nosotras siempre fue demasiado evidente. El deseo pudo con el buen juicio. Mi amor sería capaz de desvanecerse. como siempre. Parecía incapaz de deshacerme de su influjo. rodeada de cajas de embalar con todas mis pertenencias dentro.incluso fui capaz de saborearla en la boca. Cuando decidí acudir a la boda de Felipe fue justo en el último instante. Me marchaba a otra ciudad. Por entonces había tomado una drástica decisión y verla podría hacer que los cimientos de mi nueva disposición se tambaleasen.. En el que pronto dejaría de ser mi apartamento. Celos profundos y rabiosos. con el pelo ligeramente humedecido por la lluvia que en esos momentos caía sobre la ciudad...... Las cosas en la ceremonia se desbordaron y lo peor es que ya sabía que así serían en cuanto seguí a Jimena hacia el invernadero. pero esta vez no fue así. Si fallaba en aquella sentencia.. Amaba a Jimena.. con la firme intención de comenzar de nuevo. a aquellas alturas de mi vida. tan sólo podía esperar un futuro incierto al final del camino. en ese momento supe que el amor y los celos van unidos. Mis temores se hicieron realidad cuando vi a Jimena allí plantada. – No es cierto. – Eres igual que tu madre. – No. – Sí. –¿Te vas con él? – No. Voy a dejar mi trabajo y a comenzar una nueva vida. – ¿Entonces? – Lo hago por mí. – No quería creerlo cuando me lo dijo Ginebra.. – No le digas eso a ella o explotará esa cualidad cada vez que te vea.. Violeta.. .. – ¿Tanto te disgusta la que tienes? –sugirió con un tono demasiado duro. – ¿Puedo pasar? –preguntó.. Sois las dos únicas personas capaces de hacerme perder la paciencia.. –contrarresté con firmeza. Tan sólo tienes que pedirme que deje de molestarte y nunca más me volverás a verme. –me pidió con la voz rota.. ¿por qué? – Porque lo necesito. Creo que.. Se giró hacia mí.. Me hice a un lado sin mediar palabra y ella se adentró en mi desolado hogar. – ¿Has conocido a alguien? –sus mandíbulas se marcaron al apretarlas con fuerza.. –la interrumpí..escaleras en vez del ascensor. – Entonces.. La miré tan sólo para descubrir una pérfida sonrisa de medio lado en su rostro. Creo que empezaba a creer que con su visita no lograría ninguno de sus objetivos.. – No hace falta todo esto. Creo que es suficiente. –siguió hablando para sí misma.. – Así que es cierto. como si de un momento a otro fuera a romper el llanto. – Te la he dicho. sus ojos me miraban con fiereza. –respondió apenas sin abrir los labios. –Se me olvidaba que la misteriosa Violeta nunca revela sus más preciados secretos. más al aire que a mí.. Me voy por muchas razones. – No me voy por ti.. – Te marchas. Ella estaba demasiado cerca de atraparme. – Necesito que me digas la verdad. Me miró entrecerrando los ojos. aunque tenía una ligera idea de a lo que se refería. – No soy feliz.¿verdad? –preguntó por fin.. Paró en medio del pasillo y observó el estado del apartamento tomándose su tiempo.. Se pasó las manos por el cabello con gesto cansado. lo siento! –dijo con falsedad.. y no voy a negarte que tú eres una de ellas... La sospecha comenzó a llenarla. – Supongo que es porque estoy en ella. – Sí lo es. no quería. Me pregunté cómo era sentir que a pesar de todo ibas a perder una batalla.. – ¿El qué? –pregunté. –comentó...? ¿Pretendes engañarme a estas alturas? – No te estoy engañando. – Jimena. como olvidando que yo estaba allí. Que ella no fuera el principal motivo de mi marcha pareció sorprenderla aún más que el hecho de que estaba a punto de eclipsarme de su vida. haciendo gestos exagerados con las manos. – ¡Oh... – ¿Muchas razones.. Cualquier cosa.. Hice un ligero movimiento con la mano. Supongo que se dio cuenta del verdadero motivo que la había traído hasta mí nuevamente. Jimena. Jimena seguía escudriñándome sin soltar una sola palabra. pero mi corazón comenzó a latir frenéticamente. No hay nada que puedas hacer..? – Tan sólo responde. esperando cual sería su próximo movimiento. lo que sea y te juro que lo haré si con ello evito que te marches.. Su voz no dejó lugar a dudas de que aquello era una súplica.. Sentí que mi corazón comenzaba a flaquear. Incluso pude observar que su labio inferior temblaba ligeramente. La expresión de Jimena se alivió casi imperceptiblemente. Me miró como si estuviera viendo el fin del mundo ante sus ojos.. sólo el sentirla cerca hacía que mi presión sanguínea se disparase. Sus ojos buscaron algo en mi rostro. – Lo siento. me insté a seguir firme. – Estoy segura de que si te pidiera que te alejaras de mí.. –Pero no estoy tan segura de si yo lograría hacer lo mismo con respecto a ti.. así te pases la vida huyendo. Así que no lo hice. Eso era algo a lo que ya estaba acostumbrada.. –aquellas palabras fueron lo último que oí de ella. –sentencié. Lo más extraño fue que una vez mi cuerpo comenzó a responder autómata.. volvió a dar unos pasos al frente.. Jamás imaginé que ella fuera caoaz de hacer gala de tal fuerza. No quería responderle a aquello. – Dime qué puedo hacer. vendría el tiempo en que volviera a tomarla. El suyo estaba tan cerca que incluso podía sentir su aliento cálido sobre mí. –¿Tú me amas? – ¿A qué viene esa preg. – Violeta. Comprendií entonces que tan sólo había querido comprobar algo.. sorprendiéndome hasta a mí misma.. –se disculpó. –se acercó a mí. dejando poco espacio para una réplica.... tenía mi espalda contra la pared y el cuerpo de Jimena echado sobre el mío. pensé que se dirigía hacia la salida y sentí una cierta desazón que me obligué a tragar con la saliva. admitiendo sus disculpas. yo. – interrumpí. Jimena se separó.Me froté la frente con la mano. Jimena esperó unos segundos y cuando se hizo evidente que no obtendría tan ansiada respuesta. de repente ya demasiado cansada de aquella estúpida discusión. Sería tan fácil decir que sí. Casi podía jurar que lo que sus ojos mostraron entonces fue un breve atisbo de esperanza.. – Ya estoy muy lejos de aquí. No me moví.. . "No. – No puedes escapar de mí. – Violeta. En tan sólo décimas de segundos.. Jimena pareció entenderlo y por alguna razón decidió dejar el sarcasmo a un lado y bajar la guardia. no". cumplirías tu promesa. pero sabía que aunque desistiera de mi decisión ahora. No pude evitar abrir la boca ligeramente para intentar tomar más aire cuando sentí una de sus manos subir por mi costado lentamente. Fueron las palabras con más dolor que mis oídos habían podido escuchar. –me interrumpió. me bajé del capó y corrí hacia la puerta del copiloto. Y cuando lo hice. – El amor no puede ser esto. – Tan sólo conduce. me haces comportarme de forma mezquina. Silencio absoluto de su parte.Escuché el ruído de sus pisadas hasta que seguramente tomó el ascensor. no sólo por tu parte. sino también por la mía. –la oí decir con tono duro. seguí hablando... pero sí escuchar todo lo que Jimena tenía que decirme. sin embargo seguía sintiéndome tremendamente desdichada. Tú pierdes el equilibrio cuando estás a mi lado.. Corrí para acercarme a ella y casi logré que me atropellara en cuanto crucé la calle y me eché sobre el capó del automóvil para hacer que parara.. – No quiero que esto acabe así contigo. Por ahora no me satisfacían las pocas frases que le había dicho. Atravesé la recepción. inamovible. Aún sin tener la certeza de si me estaba escuchando.. Jimena hizo lo que le ordené.. fue tan sólo para echar a correr tras su estela. a ratos pareciendo que lo estaba leyendo de un libro por la forma en la que estaba narrando.. esta vez sin rechistar. –¡Casi consigues que te mate! – Vámonos de una puñetera vez. Jimena estaba estacionada en medio de la calzada. ¿Por qué? ¿Una breve visita de Jimena era capaz de trastocar todas y cada una de mis firmes disposiciones? Al parecer sí. observándome por la luna delantera con una expresión desatinada. – Sé que a pesar de todo entiendes por qué hago lo que estoy haciendo. – Y no es lo que quiero. . –Da igual hacia donde. quien casi se había metido de lleno en su coche justo en la acera de enfrente. Jimena siguió muy concentrada en la carretera. sólo que no quieres aceptarlo. –gruñí.. Tenía que haber una forma de decir todo aquello sin tantos rodeos... Hay algo que nos separa.. La miré y observé su perfil. y condujo hacia ninguna dirección en particular. –comencé. igualando así su propio disgusto. no supe con certeza si me estaba escuchando o ignoraba deliberadamente mis palabras.. Jimena me vio entrar. cambiando el tono de mi voz a uno más suave.. – Violeta. La lluvia por entonces era bastante intensa. Algunos de los coches que se acercaban comenzaron a tocar el claxon insistentemente. En cuanto el coche estuvo parado del todo. Mi amor por ella me obligaba a hacer tal cosa. sentarme y ponerme el cinturón de seguridad aún estupefacta. No esperé al ascensor y por el contrario corrí escaleras abajo.. Me tomó un tiempo reaccionar. aún así pude distinguir la silueta de Jimena.. Jimena. Un profundo silencio se hizo entre nosotras. me haces sentir cosas que no están bien. sin tener ni idea de cómo hablar de todo aquello.. –Nos hacemos daño. –proseguí. Ya había acabado. – ¿Te has vuelto loca? –chilló. dejando a un estupefacto conserje atrás y salí a la calle. –la insté. No pretendía cambiar mi decisión de alejarme. Tragué saliva consciente que mi próxima frase sería la definitiva. El ruído de los frenos me hizo daño en los oídos y tuve que asirme a uno de los limpiaparabrisas para no volver a caer al suelo. .. No la escuché. –Sin ti estoy al borde de un precipicio.. – No te acerques más. por favor. – Esta es mi vida sin ti.. – Mírame. Ni siquiera podía mirarla. con la profundidad del abismo a espaldas suyas. – Aunque fuera lo más estúpido del mundo. Ni siquiera hizo un leve gesto.. me dediqué entonces a mirar por la ventanilla. Salí yo también y la seguí con la mirada gracias a que el lugar estaba ligeramente iluminado por los faros del coche aún encendidos.. se colocara aguantando su peso casi por entero sobre las puntas de sus zapatillas. – Me gustaría mucho que tuvieras algo que decir. sin esperanza alguna. Fruncí el ceño con extrañeza y un desconcierto más profundo aún me inundó cuando la vi salir fuera del coche. mis peores temores se hicieran realidad. – De acuerdo.. aún así me mantuve con el rostro pegado al cristal. Imágenes de su cuerpo cayendo al vacío inundaron mi imaginación. instándome a quedarme donde estaba. pero ya veo que no es así. – ¡BAJA DE UNA VEZ! –grité desesperada.. Ella caminó por la balaustrada manteniendo el equilibrio con ambos brazos levantados. –sentencié.. – ¡ESCÚCHAME! –gritó. y sin ganas de seguir hacia delante. algo enfadada por su indiferencia. –ordenó. Siguió concentrada en la carretera. no sé si para intentar calmarla a ella o para borrar toda aquella escena de mí como si fuera un mal sueño.Jimena permaneció impávida. Violeta. –gesticulé con las manos.– ¡ESTO TIENE QUE ACABAR! Sólo conseguí que Jimena. Supe que casi habíamos salido de la ciudad cuando reconocí entre las sombras un característico puente con una pasarela de madera. sobre una madera aún más resbaladiza por la lluvia. Habiendo dicho todo lo que tenía que decir y sin haber obtenido respuesta alguna... No podía obviar el hecho de que ella estaba sobre aquella balaustrada. recelosa de que si lo hacía.. – Baja de ahí.. una mueca. como si estuviera en trance. quien comenzaba a comportarse como una niña caprichosa. – ¡JIMENA! –grité histérica cuando la realización de que quizás lo que pretendía era dejarse caer por aquel puente me inundó. La oscuridad de la noche y la lluvia hacía imposible distinguir cualquier cosa. abriendo los brazos para abarcar su alrededor. Iba a proponerle a Jimena que diera la vuelta cuando la sentí parar el automóvil a un lado de la carretera. Contuve la respiración. –comenzó. fingiendo una calma que en absoluto existía. Supliqué que fueran mis ojos los que me estaban jugando una mala pasada cuando vi a Jimena encaramarse en lo alto de la barandilla de madera.. – solté. Corrí hacia ella y frené en seco en cuanto alzó una mano hacia mí. aunque murmurándolo para mí misma. ... No me moví. –se giró hacia mí. –dije a cambio. Parecía que no había nada que le diera temor. tan desesperada como lo estaba yo. Ni un solo músculo de su cuerpo se movió. Sentí que me faltaba el aire. Violeta. Casi tenía la certeza de que pensaba que le decía aquello tan sólo porque quería que se apeara de la balaustrada... – ¿Huír de mí es una muestra de amor? – Supongo que no.. su rostro helado y sin vida. Jimena se alzó sobre las puntas de sus zapatillas. Ella pareció sacudir la cabeza.. – Hablaremos de esto cuando y como quieras. No pude evitar emitir un pequeño grito. – No quiero vivir sin ti. –Desesperadamente. pidiendo ayuda a quien pudiera oírme.. Sólo quiero mostrarte algo.. –dije. simplemente esperaba que ella terminara de hablar. pensé.. estaba segura de que los ojos de Jimena estaban mirando directamente hacia los míos. Mi corazón no podía martillear con más fuerza contra mi pecho. Yo tenía la culpa. una vez que volví a tenerla en mi campo de visión. "todo lo que ella necesita es a ti.Permanecí de pie. Casi estaba segura de que ella se iba a dejar caer por allí. Violeta. – Volveré a preguntártelo. Siempre creí estar en posesión de la verdad. Yo no habría cedido ante ninguna de sus súplicas.. tan sólo tienes que bajar de ahí.. por favor... –no la dejé acabar la frase esta vez.. aunque tan sólo podía concentrarme en el peligro que estaba corriendo. cualquier movimiento brusco la haría caer por el puente.. –Te amo más que a nada en este mundo. –Sí. . aún sabiendo que no había nadie a quien le importaba nuestra vida lo suficiente como para escucharme. A pesar de la negrura de la noche y de la intensa lluvia. ¿verdad? No quiero conseguir nada de ti. el dolor.. pero a ella parecía no importarle ese hecho. La imagen de mi hermana muerta volvía a mí con cada pestañeo.. – Sólo quería mostrarte que te amo. – No he sabido demostrarte cuánto te he amado. –supliqué casi llorando. – Jimena.. Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos. – ¿Me hubieras escuchado? –me interrumpió. – Hay muchas formas de.. Lo sé ahora. No puedo. Alzó una mano para secarse el exceso de agua de sus ojos.... Tan sólo quería que bajara de allí. – Sí.. No otra vez.... Me pregunté por qué demonios no se lo había dicho tan sólo media hora antes en mi apartamento. –sentenció. Ahora.. su cuerpo bañado en su propia sangre.. la desazón me inundó. pero ni una sola palabra salió de ella. Tenía las cuerdas vocales completamente atoradas por el miedo. No esta vez.. "Eso era todo". Ambas sabíamos la respuesta. había empujado a Jimena a aquella situación. –dije. Estaba tan segura de la que iba a ser mi respuesta que ni siquiera necesitaba que me lo dijera una segunda vez. Abrí la boca para decir algo.. – No lo entiendes. el desamparo. cuando he logrado que por fin te alejes de mí.. –admití.. – Hazlo por mí. no me atrevía a moverme. echó la cabeza hacia atrás y colocó los brazos en cruz." – ¿Tú me amas? –volvió a preguntarme. Mis piernas flaquearon. .. Pero yo no estaba dispuesta a perder esta batalla. ni a oír mi voz.. Mi vida a aquel punto necesitaba tanto de Jimena que me sorprendió reconocer cuanto. Las gotas de lluvia salpicaban en su rostro. Sentí que mis hombros se sacudían frenéticamente por el llanto.. La necesitaba con desesperación. otro al que tardaría años en superar. Mi otra mano también viajó hasta su brazo y mis caderas pegaron con fuerza contra la barandilla por el grave tirón.. sus dedos cerrarse alrededor. que fueron mitigados contra el hombro de Jimena al hundir mi rostro allí. Me perderás. Jimena me miró entonces. aún con la cabeza hacia atrás.. mis brazos se movieron automáticamente para abrazarla con todas mis fuerzas.. Lo cierto es que llegué a tiempo para que mi mano se cerrara sobre la de ella. de repente. ya había echado a correr en su dirección.. Creo que incluso antes de verla tambalear.. Mis lágrimas parecieron tener un nuevo efecto. Comencé a pensar que aquel sería otro fatídico día para mí. El dolor que sentí en las piernas y en mis nalgas llevando el peso de ella me hizo emitir un grito ahogado. –No volverás a oírme decirte te quiero.. Su cuerpo ya estaba ligeramente arqueado hacia atrás. –me llamó ella en cuanto me sintió besarla en el cuello. Mis labios ya no te besarán y mis ojos no te mirarán con todo ese amor que siento por ti. haciéndome expulsar todo el aire que llevaba en los pulmones. apartando los cabellos húmedos de su frente como tanto me gustaba hacer. en cambio tiré de su pelo para separarla de mí y la miré.. como si hubiese sido capaz de adivinarlo mucho antes de que aconteciera. Tiré con toda la fuerza de la que fui capaz hacia delante y Jimena cayó como un peso muerto sobre mí. Apreté con fuerza. Sentí su mano aferrarse a la mía. – Violeta. mientras seguía con la mirada fija en ella. En cuanto mis sentidos me avisaron de que la tenía junto a mí de nuevo y a salvo. –comenzó a relatar. Y lloré. parecieron ablandar su expresión y casi pude asegurar que estaba dispuesta a bajar de allí y consolarme.. conmigo de espaldas y ella sobre mí. mis movimientos relentizados hasta casi parecer irreales. Pero Jimena resbaló en ese momento y reaccioné corriendo hacia ella con la misma velocidad con la que grité su nombre hasta hacer que mi garganta doliera. La idea de no verla ni sentirla me empapó más aún que la lluvia. Mi cabeza pegó contra el suelo con violencia y la de Jimena se hundió en mi pecho.. La vi comenzar a agacharse para depositar su cuerpo en el suelo. Justo lo que ella ignoraba.. Jimena parecía . Un instante en el cual sus palabras recorrieron el breve espacio de mis oídos a mi razón. Aún quedaban los últimos vestigios de mi llanto. Lloré tan sólo de pensar en ello.. Cerré los ojos..... Pestañeé cuando la impresión de ver el cuerpo de Jimena cayendo al vacío pareció convertirse en realidad..– Si mi cuerpo cae ya no volverás a verme. No dije nada. La lluvia parecía caer sobre mí aún con más inclemencia. supongo que porque me oyó llorar como una niña. Si es que podría llegar a superar el perder a Jimena. Ambas nos estrellamos contra el suelo. Me había equivocado. La besé.... estaba segura de que algún día lograría adormecer mis sentimientos.. Estaba sentada en medio de la nada. cerca de su boca. Se lo había ganado a pulso. Mi deuda por ello era inmensa. con la cabeza ahacia atrás. Sé que nos preguntó por nuestro estado y lo sé .. – No cambies nunca. No podía ser otra cosa. –respondió ella. Ella respondió con iguales ganas. Acepté a Jimena y a su loco amor. Ambas necesitábamos de aquellas respuestas para calmar la pesadumbre. sino el temor de que aún pudiera perderme. Me levanté hasta quedar sentada y Jimena hizo lo mismo. La seguí. Y yo la amaba de esa forma. Un señor se apeó de él y se acercó hasta nosotras. muy convencida de lo que estaba diciendo. ¿Qué en el mundo podía lograr tal cosa? Sólo el amor correspondido. pero no podía obviar el hecho de que se trataba de Jimena y de que con ella nada podría resultar normal. inundada por una sensación extraña. Y supe que no era el miedo de haber estado tan cerca de la muerte.. La abracé por la cintura. como si tuviera miedo. –murmuré. Aquello era amor. –repetí. Mi corazón dio un vuelco.. En alguna parte debía estar escrito que ella era para mí y yo para ella. y de una forma justa. Teniéndola entonces entre los brazos creí seriamente que yo tampoco volvería a entregarle mi corazón a otra persona que no fuera Jimena. Nadie me amaría con aquella entrega y sinceridad. succionando.. no ella. Había sido una manera poco convencional demostrarle a alguien su amor. – Lo sé.. sentándose sobre mis muslos. La besé una y otra vez. cuando lo único que podía regenerarme era eso precisamente. Entendí que aquella noche en la casa de campo me había marchado porque todo aquello me parecía inverosímil. Había logrado abrirme los ojos. era más feliz que en cualquier parte o con cualquier otra persona. Luego. sintiendo ganas de devorarla por entero.. – Completamente loca. La mecí en mi regazo. Un auto debió vernos tumbadas allí en medio y aparcó cerca. – Estás loca.. – No quiero la sensatez si eso me hace amarte menos. Mi boca cubrió la suya con la misma hambre de siempre.. pero en modo alguno conseguiría ser feliz... ella lo tenía todo de mí.respirar con dificultad. Sería capaz de hacerle el amor allí mismo.. se echó a reír con ganas. Pensé que había muy pocas cosas que me quedara por darle. – No lo haré. sólo que esta vez aquel acto sellaba algo más importante.. Nuestras frases eran rápidas. ávidas de respondernos. la más loca siempre había sido yo. De las dos. El ardor y la entrega de Jimena parecían asfixiarme. Aún cuando Jimena me hacía desdichada. De haber huído.. en plena noche oscura y tormentosa. y me sentía más feliz que en ningún otro momento que fuera capaz de recordar.. mordiendo. Ella apartó su rostro del hueco de mi garganta y me miró. acaricié su espalda a través de la empapada ropa. –le dije con todo el amor que pude expulsar a través de mi voz.. Acepté mi derrota ante ella.. en medio de la nada. En esos momentos me inundó una sensación de plenitud. Jimena era la única cura que necesitaba para sanar mis heridas y yo era lo único que ella necesitaba para su estabilidad. Ella se separó de mí entonces y me miró fijamente. como lo había hecho toda la vida. secándome las lágrimas con el dorso de su mano. pero Jimena y yo ni siquiera levantamos la vista hacia él una sola vez.. No había nada capaz de alterar la paz que en esos momentos nos inundaba.porque creo que lo repitió varias veces.. – Jamás volveré a hacerte llorar. Mi bella Jimena cumpliría su promesa. Pero fue real. de descanso al no tener que librar más batallas contra ella. FIN . Estaba demasiado cansada para seguir luchando. lo sé. –me prometió. Es difícil de explicar.