Aventuras Del Sapo Ruperto

March 30, 2018 | Author: Carolina Felipe | Category: Moon, Science, Astronomy, Physics, Nature


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Las aventuras del sapo Ruperto © 1989, Roy Berocay © De esta edición: 2013, Ediciones Santillana, SA Juan Manuel Blanes 1132. 11200. Montevideo, Uruguay Teléfono 24107342 www.prisaediciones.com/uy Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o trasmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma, ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro medio conocido o por conocer, sin el permiso previo por escrito de la editorial. El presente libro solo puede ser utilizado en el marco del Plan Ceibal, dentro del territorio uruguayo, en versión digital, y a través de los dispositivos del Centro Ceibal. Queda expresamente prohibida su modificación, alteración, impresión o de cualquier forma de transformación. 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De un la­ do. bai­ les y to­ da cla­ se de ac­ ti­ vi­ da­ des sin que na­ die los mo­ les­ ta­ ra. que es el lu­ gar don­ de vi­ ven mi­ les de can­ gre­ jos. los can­ g re­ j os y los bi­ c hos ne­ gros acos­ tum­ bra­ ban or­ ga­ ni­ zar ca­ rre­ ras. Cer­ ca de ahí. ha­ bía un char­ co gran­ de ha­ bi­ ta­ do por los sa­ pos. Los sa­ p os.Los bichos de luz El arro­ yo So­ lís Chi­ co era un lu­ gar tran­ qui­ lo y to­ dos los ani­ ma­ les que vi­ vían a sus ori­ llas pa­ re­ cían muy con­ ten­ tos. vi­ vían unos bi­ chos chi­ qui­ tos y ne­ gros. . Los cangrejos. El lío había empezado unas quince salidas del sol atrás. Pero un día todo cambió. Los hombres que manejaban las máquinas andaban de aquí para allá con caras muy serias. prefe­ rían no acercarse demasiado. Los peces que siempre se arrimaban a comer entre las rocas habían preferido escon­ derse en el barro del fondo. en lugar de salir a tomar el sol en la playa chica. Algo estaba pasando y todos los bichos andaban muy nerviosos desde hacía muchos días. El arroyo pare­ cía distinto.8 muy poco y como alguien les había dicho que las personas eran seres muy raros y peligrosos. cuando aparecieron en una de las orillas unas máquinas grandísimas con ruedas que hacían un ruido bárbaro y andaban plaf plaf aplastando plantas y tirando árboles. se habían quedado en sus cuevas y ni siquiera los bichitos que vivían en los árboles del bosque se habían animado a salir a volar como lo hacían todas las tardes cuando el sol se hundía en el mar y llegaba la noche. porque sabían que en cada árbol que caía. se lo pasaron discutiendo un buen rato hasta que decidieron. entre todos. El ruido de las máquinas no los dejaba dormir y cada vez que caía un árbol todos se preocupaban muchísimo. hormigas. Pero como no eran bichos de hacer las cosas así nomás. Los bichitos negros de la otra orilla deci­ dieron por fin averiguar qué era lo que sucedía. vivían pájaros. el bi cho Juancho y otros dos se aprontaron para cruzar el arroyo. que lo mejor sería enviar a tres bichos espías. mariposas y un montón de otros bichos muy pequeños que de pronto se quedaban sin casa. .9 Hacían pozos y también medían el terreno con unas tiras largas y amarillas. —Tengan cuidado y vuelvan enseguida —les recomendó el bicho más viejo de todos— con los hombres nunca se sabe. Cuan do fue bien de no che. Con mucha atención durante esos quince días los animalitos habían observado lo que sucedía. —Sí —dijo el otro hombre—. . así por fin las casas y la escuela de esta zona van a tener luz eléctrica. Cuando llegaron al lugar de los hombres. —Si seguimos así. mañana va a quedar todo pronto —dijo uno de los hombres que tenía un casco amarillo que le quedaba muy gracioso. los bichos volaron rapidísimo de vuelta a su bosque para contarle a los demás lo que habían averiguado. Cuando los hombres se fueron. Los bichos escondidos quedaron con­ gelados por el asombro. —Van a poner una cosa que se llama luz eléctrica —dijo el bicho Juancho poniendo voz de preocupado. se escondieron entre los yuyos para escuchar la conversación de dos de ellos. Nunca habían escu­ chado hablar de esa cosa llamada “luz eléctrica” y pensaron que seguramente sería algo terrible y peligroso.10 Los tres va lien tes cru za ron el arro yo volando bien bajo y tratando de no hacer mucho ruido. —Y la luna no sabría cuándo tiene que salir —dijo otro. prendido hasta de noche. luz eléc tri ca —con tes tó el bicho Juancho. —Sí. —¡Claro! —agregó otro bicho— porque para luz tenemos el sol. un sol que iba a estar siempre allí. Todos se quedaron callados. —Entonces no podríamos dormir —pro­ testó el bicho Juancho. El bicho más viejo bajó entonces de su rama y puso voz de importante: “Estoy seguro de que la luz eléctrica es una cosa mala” —dijo. —Sí. ¿no? To dos se que da ron muy pen sa ti vos. y todos los bichos del arroyo anda­ ríamos abombados porque con luz todo el día al final quedaríamos cansadísimos —agregó el bicho viejo. Creían que a lo mejor los hombres iban a poner un sol en el bosque de enfrente.11 —¿Luz eléc tri ca? —pre gun ta ron los demás. eso. . Como todos estaban de acuerdo y muy contentos con la idea. pero los bichos se miraron las patas flacas y no creyeron que esa fuera una buena idea. a ninguno se le ocurrió pensar cómo podrían hacer. robarles la luz! —exclamaron muy contentos. Lo que tenemos que hacer es esperar a que terminen y después robarles la luz. pero igual decidie­ ron esperar hasta que los hombres terminaran. lo tengo! —gritó de pronto Juancho—. . volvieron a apare­ cer los hombres y con las máquinas y martillos empezaron dale que te dale. —Los hombres son demasiado grandes —indicó el bicho viejo. sí. haciendo tanto rui­ do que todos los bichos tuvieron que levantarse temprano. Cuando amaneció.12 Los bichos se agarraban la cabeza y discu­ tían qué se podía hacer. —¡Lo tengo. Otro bicho dijo que había que ir y agarrar a los hombres a pata­ das. —¡Sí. Uno dijo que lo mejor sería mudarse a otro bosque. —Sol tampoco —dijo otro. como el de una abeja gigante. un zumbido fuerte. —Luz no es —comentó Juancho. desde el otro lado del arroyo. Los bichos resolvieron espe­ rar un poco más y cuando estuvieron seguros de que no quedaba ningún hombre. ha cien do pozos. tratando de pen­ sar cómo le podían robar la luz a los hombres. zmmmmmmm. cables. —¿Qué será? —preguntó el bicho viejo. seguían mirando muy atentos. muy fuerte.13 Los hombres estuvieron muchas horas tirando abajo los úl timos ár boles. cuando de pronto escucharon que uno de los tra­ bajadores gritó “ahooooooora” y zmmmmmm. El zumbido era ahora mucho más sua­ ve y apenas se oía. poniendo unas cajas grandes y negras con postes. hizo temblar los árboles. Los bichos. alambrados y hasta un cartel con una calavera que metía miedo por lo fea y tenía escrita la palabra peligro justo abajo. Cuando los hombres terminaron era casi de noche. se colocaron . ¿Dónde guardarían la luz eléctrica los hombres? ¿Estaría en aquellas cajas grandes y negras? Cuando llegaron. Nin­ guno sabía cómo hacer.14 en fila para llevar a cabo el plan de Juancho: ir y robarles la luz eléctrica. a los cables!”. todos los bichos se pararon en el cartel con la calavera. —Ten gan cui da do —re co men dó el bicho viejo que no podía ir porque ya tenía las alas gastadas. pero ninguno se movió. . Juancho pensó que si ellos podían cortar los cables. que iba adelante. Se dio cuenta de que el zumbido venía de adentro de una de las cajas y que seguía muy bajito por adentro de esas cosas largas y finitas llamadas cables. así que les gritó a los demás bichos: “¡A los cables. entonces la luz saldría y se la podrían llevar. Juancho se puso a escuchar. Como si fueran un montón de aviones pequeños cruzaron el arroyo. El bicho Juancho. seguía muy preocupado. —¿Qué cosa es un cable? —preguntaron. todavía quejándose. ayyyyy! Los bichos no sabían que pararse en un cable pelado es una de las cosas más peligrosas que hay y. los bichos llegaron hasta unos fierros que había en la caja negra. ¡Ayyyyy. ocurrió algo rarísimo. Haciendo equilibrio encima de los cables. de pronto. volaron atrás. resolvieron salir lo antes posible. Entonces sí todos salieron volando y llegaron hasta los cables negros que hacían zmmmm. seguramente para chupar la luz. Un montón de chispas empezaron a sal­ tar por todos lados y los bichos descubrieron que la caja. como aquello les dolía mucho. los fierros y los cables.15 Juancho tuvo que explicarles. Los demás bichos. —¡Vámonos! —gritó el bicho Juancho y salió disparado como una flecha. Decidieron pararse en los fierros y. Se dieron cuenta de que en ese lugar los cables se enroscaban. —¡Ayyyyyy! —repitieron. zmmm. además de zumbar como las abejas. daban patadas como de caba­ llo. —¡Ayyyyyy! —gritaron. muy bajito. . —¿Qué les pasa? —preguntó Juancho. . —¡Tenés luz en la cola! ¡Tenés luz en la cola! —contestaban los otros. Todos los bichitos ahora tenían luces en las colas. —¡Les robamos la luz a los hombres! — gritó muy contento. enojado. el viejo tenía razón —pensaba el bicho Juancho mientras volaba encima del arroyo. más luz tenía. Todos gritaron “viva” y “hurra” y otras cosas porque creyeron que habían ganado.16 —¡Qué cosa más peligrosa es la luz eléc­ trica!. Por alguna razón los bichos que venían detrás suyo se habían empezado a reír. Pero de pronto escuchó risas y más risas. riendo. El bicho Juancho miró a los demás y empezó a reír él también. El bicho Juancho no lo podía creer y decidió mirarse la cola. ¡Era cierto! ¡Su cola bri­ llaba como una linterna! Cuanto más movía las alas. 17 . en medio de la oscuridad. cuando vio quiénes eran y que ahora tenían luz en las colas. —Las co. abrió la boca tan grande que después no la podía cerrar de tanto asombro que había tragado. ¡Vienen hacia mí!. les bri. viejo —dijo la voz de la luz eléctrica. —¿Qué serán? —se preguntaba el bicho viejo poniendo cara de asustado. ¡auxilio! ¡Se viene la luz eléctrica! —empezó a gritar corriendo de un lado a otro encima de una rama. ¡socorro!. les bribrillan —tartamudeó. venían volando un montón de puntitos de luz. ¡Les robamos la luz a los hombres! Los bichos estaban tan felices que ense­ guida levantaron vuelo y empezaron a hacer . las coco. —Soy yo. —Sí —contestaron los bichos muy con­ tentos—.18 Cuando el bicho más viejo miró desde un árbol vio que. Las luces estaban ahora muy cerca y una de ellas se había parado en la punta de la rama. las cocolas. El viejo. Los otros bichos también se acercaron. se encien­ den unas luces pequeñas en las casas de los hom­ bres. se asomó desde su cueva en la playa de abajo. que no podía dormir con tanto alboroto. . sobre el arroyo ocurren cosas mágicas. Desde esa noche. —¡Bo ba das! —gru ñó el can gre jo—. asombrando a los cangrejos que no creen y se acercan para ver el baile loco de las estrellas que se cayeron del cielo. porque nunca había visto a las estrellas saltar y moverse de esa manera. ¡Todo el mundo sabe que las estrellas no pue­ den moverse! —protestó y se fue de vuelta a dormir. Miró hacia el cie­ lo y creyó que estaba soñando.19 piruetas en el aire. Del otro lado andan por el aire los bichitos de luz. Un cangrejo. cada vez que sale la luna. cerca de la estación de ute. De un lado. Ru­ per­ to co­ no­ cía la luz ti­ bia del sol y tam­ bién la luz blan­ ca y tran­ qui­ la de la lu­ na. la ima­ gi­ na­ ción de Ru­ per­ to y sus ga­ nas de co­ no­ cer co­ sas nue­ vas ha­ bían au­ men­ ta­ do. pe­ ro nun­ ca. pe­ ro aque­ lla luz dis­ tin­ ta que veía en las ca­ sas le lla­ ma­ ba mu­ cho la aten­ ción. des­ de que aque­ llos hom­ bres ha­ bían lle­ ga­ do y des­ de que to­ das las ca­ sas te­ nían luz. ni una so­ la vez. ¡qué co­ sa más ra­ ra! —ha­ bía ex­ cla­ ma­ do el sa­ po Ru­ per­ to al ver por pri­ me­ ra vez esas bo­ li­ tas de vi­ drio lla­ ma­ das lam­ pa­ ri­ tas.Ruperto y la caja misteriosa Ru­ per­ to era un sa­ po aven­ tu­ re­ ro y so­ ña­ dor. por pri­ me­ ra vez. —¡Luz de no­ che!. ha­ bía de­ ci­ di­ do sa­ lir del char­ co. . Aho­ ra. Co­ mo buen sa­ po. Y era por cul­ pa de esa luz que aho­ ra. ha­ bía sa­ li­ do le­ jos del char­ co sin per­ mi­ so. La primera casa con luz quedaba lejísimo. por lo que Ruperto. mosquitas y otros bichos que venían de todas partes a ver la luz. un sapo enorme. Su padre. tam­ bién tenía los ojos cerrados. poli­ llas y otros insectos. se quedó loco de contento. Cada vez estaba más contento. al ratito de haber saltado. En ese lugar que los . Ruperto pensaba que los hombres eran seres muy vivos y que seguro se pasaban toda la noche comiendo mosquitos. No había cosa que le gustara más a Ruperto que atrapar un buen cascarudo para la cena. roncaba panza arriba recostado a unas plantas. El sapo empezó a saltar. como a media cuadra.22 Miró a los costados. Cuando por fin llegó a la casa. ¡Por fin había descubierto para qué los hombres ponían luz de noche! La luz ser­ vía para atraer toda clase de insectos. alrededor de la luz volaban también unos gorditos y riquísimos cascarudos. acurrucada al costado. —Mmmmmm —se re la mió el sa po Ruperto al ver que además de mosquitos. Su madre. tuvo que detenerse para descansar. 23 . era muy curioso. también tendríamos una pila de comida —rio.24 hombres llamaban “porche” había como seis. —¡Qué vivos! Si nosotros tuviéramos una luz así en el charco. dos. un montón de otros insectos que se aburrió de contar. Lo que le extrañaba era que no hubiera allí nin gún hom bre pa ra co mer to dos esos bichos. ocho... noventa y dos. Pegó unos saltos hop­hop y se quedó quieto contra la pared. tres. sí. dos. Nunca había entrado en una casa y deci­ dió investigar.. des­ cubrió que la puerta de la casa estaba un poco abierta.. doce gorditos y deliciosos casca­ rudos y también uno. uno. La lamparita estaba jus­ to encima y en cualquier momento ¡zap! podría estirar su lengua y empezar a cenar. cinco. no. Pensó que seguro los hombres ya habrían cazado unos cuantos y estarían dentro de la casa cenando. . además de ser un sapo que siempre tenía hambre. nueve. Como Ruperto. no. doce. Pegó unos cuantos saltos hop­hop ­hop y entró. bueno. Cuando el hombre habló. de esos llamados niños. Asomó la trompa escondiéndose detrás de una de las patas del sillón y vio que las tres personas estaban muy entretenidas mirando una caja cuadrada que hablaba. en lugar de salir a comer bichos. Pegó unos saltos y entró. hasta ese momento no había visto ningún charco. El lugar era tan grande que Ruperto pensó que podía ser un gimnasio para sapos. Ruperto vio que había tres per­ sonas allí: un hombre.25 Era un lugar muy grande y cuadrado lle­ no de muebles. . Ruperto se pegó flor de susto y corrió a esconderse debajo de un sillón largo. estaban sentados mirando una caja que hablaba y. Sin prestar atención a la caja Ruperto pasó por debajo de unas sillas y llegó a otra puerta. El sapo Ruperto pensó que era un lugar muy misterioso y que los seres humanos eran muy extraños porque. El cuarto era más chico que el otro. Tenía las paredes blancas y vio que había también otras cosas raras igualmente blancas. además. una mujer y un hombre chiquito. El sapo miró por un agujero de los cordones y vio que el niño se lavaba las manos y después salía. Cuando el niño entró y prendió la luz. Vio que además de las paredes blan­ cas había una cortina celeste y otras dos cosas blancas. El sa po Ru per to es cu chó pa sos y se asustó. Saltó y se escondió dentro de uno de ellos.26 —¿Cómo harán cuando tienen ganas de nadar? —se preguntó el sapo. Una era la que había usado el niño para lavarse las manos y la otra era más bajita y redonda. Ruperto estaba meta hacer fuerza para no estornudar porque adentro del zapato había mucho olor a pata de rana. —Andá a lavarte las manos que las tenés muy sucias —dijo el hombre al niño. De pronto escuchó que el hombre decía algo. . Como el niño había dejado la luz pren­ dida el sapo pudo por fin ver bien aquel lugar extraño. Miró para los costados y vio un par de zapatos negros y grandes. también blanca. Ruperto saltó y cayó encima de la palanca y ¡fluooooshhhhhh! el charco de abajo se llenó de olas y remolinos igual que el arroyo en los días de tormenta. Se quedó quieto y escu­ chó: había un ruido como de agua. Vio que atrás de la cosa había una caja cuadrada. Ese charco. Entonces tomó impulso. Ru per to resolvió vol ver al pi so. un hom­ bre no podía nadar ahí. . los hombres también tienen un charco. lo sabía! —exclamó Ruperto muy contento mirando hacia adentro del water­ cló—. además de chico. hooop. —¡Lo sabía.27 —¿Qué será eso? —se preguntó Ruperto acercándose despacito. Pero enseguida puso cara de sapo pensativo. —¿Para qué les servirá un charco tan pequeño? —se preguntó el sapo. Para charco aquello era medio chico. pegó un salto hasta quedar justo en el borde de la cosa blanca más baja. que tenía una palan­ quita en un costado. era medio loco. corrió y. Era una lluvia tan suave que Ruperto no pudo resistir la tentación de darse un bañito. El hom­ bre había dicho que se iba a bañar y Ruperto. El hombre salió a buscar una toalla y entonces el sapo saltó fuera del zapato y quiso ver mejor aquella lluvia tan linda. corrió la cortina celeste y abrió una canilla pla­ teada que había en la pared. —En el charco no me lo van a creer cuando les cuente —pensó el sapo Ruperto. Ruperto estaba maravillado. . No podía creer que los hombres fueran magos y pudieran hacer llover adentro de una casa. siguió de largo. Parecía una lluvia mágica con sus hilos de agua finitos como agujas. escondido otra vez en el zapato. —¡Qué bobo. no va a caber! —pensaba el sapo. De pronto una llu­ via muy finita empezó a caer y caer. así que saltó hasta ponerse abajo de los chorros.28 Volvió a escuchar pasos y voces. Pero el hombre entró. empezó a reírse bajito creyendo que iba a bañarse en el charco de las olas y los remolinos. era como para hacer enojar a cualquier sapo decente. Antes. así que decidió acercarse un poco más a la caja por la . ¿Cómo harán para meter a la gente dentro de una caja tan chica? Eso sí que tenía que averiguarlo. por apurado. Ruperto volvió a esconderse debajo del sillón. Se enojó muchísimo con los hombres. pero ahora había descu­ bierto algo horrible: ¡la caja que hablaba tenía gente adentro! —¡Esto es demasiado! —se dijo Ruperto abriendo los ojos así de grandes—. tener un charco que no sir­ ve para nadar. no comer bichos y encima tener una lluvia caliente.29 —¡Ayyyyyyy! —gritó al descubrir que el agua estaba muy caliente. Asomó la trompa y observó que la mujer y el niño seguían mirando la caja que hablaba. Ruperto no le había pres­ tado mucha atención. Todo mojado el sapo Ruperto regresó a la otra habitación y llegó a salir del baño justo antes de que el hombre volviera a entrar y cerrar la puerta. ¡¡tooooome con la booooca!! Ruperto estaba asustadísimo pero miró a la mujer y al niño que parecían muy tranquilos y pensó que.30 parte de atrás. Pero al rato nomás se empezó a enojar. la caja no era tan peli­ grosa después de todo. Tomó carrera para saltar y subirse a ella pero otra vez se quedó casi muerto de miedo porque la caja le había gri­ tado: “¡quedate quieto. Ruperto no sabía qué hacer. Salió otra vez y empezó a arrastrarse des­ pacito hasta quedar atrás de la caja. —¡Caja ignorante! —chilló Ruperto. ¡chim pum!. ¡compre pasteles de acá!. maldito insecto!”. —Me descubrió —pensó Ruperto parali­ zado por el miedo. él no era ningún insecto. pero miró alrededor y vio que no había nadie rodeándolo y . sal con las manos en alto! —dijo la caja. taraam!!. —¡Estás rodeado. a lo mejor. era un sapo y los sapos son batracios. De pronto tuvo que volver a esconderse porque la caja empezó a hacer unos ruidos muy fuertes y raros: ¡¡taraam. más fuerte incluso. Pero la caja parecía que se había vuelto loca del todo. Ruperto mi ró pa ra aden tro para ver dón de estaba toda esa gente y quedó muy sorprendido: adentro de la caja no había nadie. maldito! ¡Toma esto! ¡Auuuuuch! Después.31 además recordó que los sapos no tienen manos. la . —Sapos con manos. en el lugar en el que había un agujero pequeño. pero ahora el sapo se sentía muy valiente porque había des­ cubierto que la caja era muy ignorante. Lo único que veía eran cables y lucecitas. De pronto había empezado a hacer unos ruidos extraños como rrrrrrrrr ¡quieto ahí! ¡pjjjjjjjjj! ¡pjjjjjjjjj! ¡te atrapé. Decidió que no le iba a hacer más caso así que volvió a tomar carrera y ¡hooop! quedó agarrado justo de la parte de atrás de la caja. ¡qué cosa más ridí­ cula! —exclamó. Si la caja hubiera dicho “sal con las patas en alto” entonces le hubiera hecho caso. —¡La gente desapareció! ¡Qué cosas más raras ocurren aquí! —dijo. cerró los ojos y se puso a soñar que los sapos tenían un charco con luz propia. Cuando por fin llegó al charco vio que su padre seguía roncando. Ruperto estaba tan can­ sado que apenas se acomodó contra una planta.32 caja empezó a hacer música: ¡chachaaan! ¡Este ha sido un programa presentado por cooolaloooca! Ruperto decidió que lo mejor era irse de allí lo antes posible. pegó un salto en el aire. El sapo Ruperto ya estaba afuera. andá y cerrá la puerta —dijo la mamá. Así que sin preocuparse de que lo vieran. mirá un sapo! —gritó el niño. —¿Dónde? —preguntó la mamá. Miró la lamparita que seguía rodeada de ricos insectos revoloteando por todas partes pero decidió irse y volver a su querido charco. ahí! Pegó un salto desde atrás del televisor y salió por la puerta —dijo el niño. Capaz que si se quedaba la caja seguía gritando. —¡Ahí. —Bueno. —¡Mamá. que con solo mover una canilla podían hacer llover todos los . nunca tendrían una caja como aquella. . por suerte.33 días y que. Ade­ más. Siem­ pre les traían pro­ ble­ mas.El rescate de la tonina Una no­ che el mar se ha­ bía pues­ to fu­ rio­ so. Cuan­ do no era que se inun­ da­ ba to­ do el can­ gre­ jal. Apa­ re­ cía de gol­ pe por en­ ci­ ma de los mé­ da­ nos y uuuu. Los bi­ chos del arro­ yo. en las no­ ches de tor­ men­ ta tam­ bién lle­ ga­ ba el vien­ to. bol­ sas de nai­ lon. . se acu­ rru­ ca­ ban en sus cue­ vas cer­ ca de la de­ sem­ bo­ ca­ du­ ra y mi­ ra­ ban con mie­ do las olas que se le­ van­ ta­ ban al­ tas co­ mo mon­ ta­ ñas en el mar y des­ pués caían des­ pa­ rra­ mán­ do­ se so­ bre la pla­ ya. muy ner­ vio­ sos. la co­ rrien­ te que en­ traba al arro­ yo traía un mon­ tón de co­ sas —la­ tas. A los bi­ chos no les gus­ ta­ ban las no­ ches de tor­ men­ ta. pe­ da­ zos de ma­ de­ ra— que des­ pués que­ da­ ban ti­ ra­ das por to­ das par­ tes. El viento de pronto era mucho más suave y el ruido de las olas rotas del mar ya no llegaba con tanta fuerza. Sabían que al .36 uuuuuuuuu. para no caerse. asustaba a todo el mundo con su voz de fantasma gordo. Era cierto. ¡Por fin se terminaba la tor­ menta! Ruperto miraba al agua del arroyo que corría apurada para irse tierra adentro y también veía que en el cielo las nubes negras abrían un agujero para que se pudiera asomar la luna. los bichos se fueron a dormir. —No es para tanto —dijo el bicho Juan­ cho—. creo que ya empieza a aflojar el viento. Cuan do ya to do es tu vo tran qui lo. La tormenta parecía estar a punto de terminar. los bichitos de luz tenían que atarse con yuyos. En la otra orilla del arroyo el sapo Ruperto estaba más contento. El viento sacudía los árboles y. —Ma la co sa es ta tor men ta —di jo el bicho viejo mientras el viento le pasaba cerquita y le despeinaba los pocos pelos que todavía le quedaban. tenían que levantarse tempranísimo para limpiar la playa chica. los cangrejos y los demás. los sapos. Las tor­ mentas siempre llenaban el arroyo de porquerías y todos los bichos. El sonido de pronto se vol­ vió más fuerte iiiiiiiii. Probó la luz de su cola una o dos veces. iiiiii. El bicho Juancho hizo fuerza para tener más luz y empezó a volar bien bajo. Decidió que ya había visto suficiente pero cuando iba a volver a su árbol escuchó un sonido raro: iiiii. la dejó prendida y levantó vuelo. —¡Puf! ¡qué mugre! —se quejó pensando en cuánto trabajo tendrían para limpiar todo. Juancho supo que . iiiiiiiii.37 amanecer tendrían muchísimo trabajo. las rocas y hasta parte de los bosques. como si fue­ ra un helicóptero. Pero el bicho Juancho todavía no tenía sueño y resolvió dar un paseo antes de acostarse. Era como un quejido finito y venía desde muy muy cerca. Cuando volaba por encima del arroyo pudo ver que había ramas y troncos chicos flo­ tando por todas partes en el agua marrón. Quien hacía esos ruidos ex tra ños era una tonina que había quedado apretada entre dos rocas. A veces. Pero como no son peces no pueden pasar demasiado tiempo debajo del agua sin salir a la superficie. ¿estás apretada entre las rocas? —se animó a preguntar. El bicho Juancho la miraba y no se ani­ maba a hablar.38 ya estaba cerca. Tienen forma de pez y respiran por un agujerito abierto en el lomo. primas de los delfines. —Claro. Llegó hasta un lugar próximo a la orilla en el que había unas cuantas rocas y cuando se paró encima de una de ellas se quedó muy sorprendido. Las toninas. tonina. subiendo y bajando entre las olas. —Hola. ¿y a vos qué te parece? ¿Te pen­ sás que estoy haciendo un tratamiento para adelgazar? . pero era la primera vez que veía una desde tan cerca. son animales muy inteligentes. le gustaba volar hasta la costa y ver a las toninas pasar mar adentro. por las tardes. La tonina lo miró con ojos tristes y se quejó despacito.39 Las toninas.) —Yo solo no te puedo ayudar —dijo el bicho Juancho—. Juancho salió volando y aterrizó al cos­ tado del charco de los sapos. Desde que los bichos tenían luz en las colas. —¡Yo no me me tí! Me em pu jó la corriente —contestó la tonina. todos se habían hecho muy amigos pues los sapos preferían . se enojan muchísimo cuando alguien les hace pre­ guntas bobas. pues si bien no era una tonina muy grande. El bicho Juancho no sabía qué hacer para ayudar. estoy seguro de que conseguiré a alguien más. —¿Y cómo te metiste ahí? —preguntó Juancho. (Juancho era muy bueno para hacer cál­ culos aunque a veces exageraba un poco. de todos modos era como treinta mil cuatrocientas veces más grande que un bichito de luz. pero si esperás un poco. que parecía muy fastidiada. por ser tan inteligentes. —¡Pero mamá. El bi cho Juan cho se acer có al sa po Ruperto y vio que este dormía profundamente. —¿Atrapada? —Sí. —¡Psssst. —Es que hay una tonina —explicó el bicho Juancho. —¡Claro! ¡Siempre hay toninas allá en el mar! ¿Para decirme eso me despertaste? —¡No! ¡No! Esta tonina está en el arroyo. El sapo Ruperto abrió los ojos y vio a su amigo. . —¿Qué hacés a esta hora? —preguntó.40 comer otra clase de insectos. todavía es muy temprano! —protestó el sapo Ruperto creyendo que lo lla­ maban para que se levantara. psssst! —chis tó pa ra despertarlo. vení que te muestro. la trajo la corriente y ahora está atrapada entre las rocas —insistió el bicho Juancho. sobre todo insectos que no dieran corriente. —¡No soy tu mamá! Soy yo. el bicho Juancho. . Metió una pata en el agua y brrrr. Entonces se puso a empujar y a empujar pero no tuvo suerte: la tonina estaba en el mis­ mo sitio. —¡Hola. se tiró al agua y nadó hasta llegar a las rocas. —¡Qué vivo! Vos porque no tenés que mojarte —pensó el sapo pero. —¡Dale! Seguime que es muy cerca —gri­ tó Juancho desde el aire. Ruperto miró el agua marrón y oscura y pensó que todavía tenía ganas de seguir durmiendo. Ruperto nadó hasta quedar atrás de la tonina. Cuando llegaron. sintió frío. le moles­ taba que le hicieran la misma pregunta boba dos veces. como era un animal muy inteligente. finalmente. —No te preocupes —le dijo Ruperto—. te vamos a sacar de aquí. La tonina puso cara de enojada porque.41 Juancho encendió la luz de su cola y voló hasta la orilla mientras el sapo Ruperto lo seguía dando saltitos. tonina! ¿Estás apretada entre las rocas? —preguntó el sapo Ruperto. nada de cangrejos por ahora. esto les pasó por apurarse. —¡Gracias por darme ánimo! —se quejó la tonina. no había pensado en eso. —Sí —dijo Ruperto— y yo voy a traer a los sapos y a los cangrejos. —No te preocupes. Como los tres estaban de acuerdo. Ruperto! ¿No te das cuenta que la tonina es mucho más grande que vos?” Ruperto. nosotros vamos a traer ayuda —la tranquilizó Juancho—. voy a buscar a los otros bichos. ¿qué podemos hacer? Si la dejamos acá capaz que se muere” —dijo. Claro. el bicho Juancho salió nadando hacia el charco de los sapos y el sapo Ruperto levantó vuelo hacia el árbol de los bichos de luz. —¡Nooooo! —protestó la tonina—. cuando se dieron cuenta de que los . ¡Los cangrejos me pellizcarían con sus pinzas! —Bueno —contestó Ruperto—.42 El bicho Juancho rio desde el aire: “¡Mirá que sos bobo. “Pero. que era un sapo atropellado. Entonces con los bichos de luz en una roca y los sapos en la otra comenzó la asamblea. Nunca antes habían tenido que rescatar a una tonina. Ninguno tenía la menor idea acerca de cómo sacar a la tonina de allí.43 bichos de luz no saben nadar y que los sapos no vuelan. . tonina! ¿Estás apretada entre las rocas? —preguntaron todos al mismo tiempo. Pero los bichos tenían un gran problema. Uno de los sa pos dijo que había que hacer una reunión. —¡Hola. tuvieron que cambiar. Entonces Juan­ cho voló hacia el árbol y Ruperto nadó hacia el charco. —¡Uf! ¡Qué bichos más pesados! —con­ testó la tonina al escuchar la misma pregunta boba por tercera vez. Un rato después las dos rocas estaban lle­ nas de sapos y bichos de luz. —Lo primero que hay que averiguar es cuánto tiempo tenemos —propuso el sapo. . Así que cuando les diga. —Creo que si todos empujamos para atrás. —¡Un momento. . un momento! —inter­ vino el sapo que había pedido la reunión—. lo mejor es que discutamos cómo sacarla de ahí antes de que salga el sol. Ahora los que aplaudieron fueron los bichitos de luz. El sapo Ruperto levantó una pata para pedir la palabra. A ver. levanten las patas. los rayos secarían mi piel y entonces me moriría. ¿quiénes están a favor de lo que propuso el sapo Ruperto? Todos los sapos levantaron sus patas.45 —En rea li dad no me que da mu cho tiempo —explicó la tonina—. —¡No! —dijo el bicho Juancho—. la tonina va a salir hacia adelante —opinó Ruperto y todos los sapos aplaudieron. Lo que tenemos que hacer es empujar desde ade­ lante para que la tonina salga hacia atrás. Creo que lo mejor será que votemos. —Muy bien —dijo el sapo— aclarado este asunto. si sale el sol. —¡Ya sé! —exclamó Ruperto—. —¡Ayyyy! —se quejó la tonina porque las rocas la raspaban. ¡Tene­ mos que avisar a los hombres! . —No se mueve.46 —Ahora. Entonces pro­ baron desde atrás hacia adelante y tampoco lograron moverla. Como los bichos de luz tenían seis patas y los sapos nada más que cuatro. Ruperto pensó que los únicos que falta­ ban eran los cangrejos pero prefirió callarse para no enojar a la tonina. creo que necesitamos más ayuda —dijo el bicho Juancho. ¿quiénes votan a favor de lo que dijo el bicho Juancho? Todos los bichos de luz levantaron sus patas. pero nada: la tonina ni se movía. finalmente ganó la idea del bicho Juancho y los sapos se tiraron al agua para empujar a la tonina de adelante hacia atrás. Los sapos empujaban con mucha fuerza. que se llamaba Víctor. —¡Un sapo que habla! —exclamó Víctor sorprendido. un niño. —¡Pssst. —No —contestó Ruperto— yo decía un hombre chiquito que vive acá cerquita. había un montón de sapos. —¿Un niño? —preguntaron todos. Había tanta luz que creyó que era de día y recién cuando se asomó. Al po co ra to la ca sa del ni ño es ta ba rodeada de sapos y bichos de luz. vio que no era por el sol sino porque había cientos de bichitos de luz. pssst! ¡No hagas ruido! —le dijo el sapo Ruperto. los sapos tuvieron que ponerse a cantar bien fuerte bajo la ventana del cuarto del niño. Como era muy tarde y todos dormían. También vio que abajo. abrió los ojos y miró hacia la ventana. Los hombres me llevarían para hacerme asada en una cocina. en el pas­ to. .47 —¡Están locos! —protestó la tonina—. El niño. Por suerte el alboroto que arma­ ron no llegó a despertar a los adultos. Cuando llegó hasta las dos rocas y vio a la tonina no supo qué hacer. Víctor se puso a pensar. —Ah —dijo Víctor— y. tonina! ¿Estás apretada entre las rocas?”. ¿qué quieren? Le explicaron lo que sucedía. cansada de que todos le preguntaran lo mismo. Entonces Víctor se vistió muy rápido y salió por la puerta de atrás. . Los bichos de luz fueron iluminando el camino. en realidad estoy esperando que pase el ómnibus —contestó enojada la tonina. Pero la conversación no duró mucho por­ que ya llegaban a la orilla del arroyo. —No.48 —¡Claro! ¿Nunca antes leíste un cuento? En los cuentos los sapos siempre hablan. Se acercó y saludó: “¡Hola. —El otro día me metí en tu casa —comen­ taba Ruperto. —¡Con razón me parecía que tenías cara conocida! —dijo el niño. mientras Víctor y el sapo Ruperto conversaban. El niño se remangó los pantalones y se metió en el agua hasta las rodillas. es empujar de abajo hacia arriba”. lo que hay que hacer. —Eso ya lo intentamos —contestaron los bichos y los sapos. . La tonina empezó a quejarse de los ras­ pones.49 —Lo que voy a hacer es empujar de ade­ lante hacia atrás —resolvió. —Eso también lo intentamos. Los sapos nadaron por debajo del agua y se colocaron bajo la panza de la tonina. Víctor volvió a pensar un poco y al final dijo: “Bueno. Los sapos y los bichos de luz se quedaron asombrados. entonces. Ciertamente los niños eran seres muy inteligentes. —¡Ahora! —gritaron los bichos de luz. —¡Otra vez! —gritaron los bichos de luz. Víctor tiraba y tiraba. Los sapos empujaban desde abajo hacia arriba. Víctor se agachó y pasó los brazos alrededor del cuerpo del animalito. —Entonces hay que empujar de atrás hacia adelante. muchas gracias! —di jo la tonina emocionada y empezó a nadar hacia la desembocadura para volver al mar. —¡Gracias. chau. Víctor. quedó en libertad. Al día siguiente. Los bichos de luz fueron adelante para señalarle el camino. cuando su mamá le pre­ guntó por qué tenía la ropa mojada. Víctor se quedó callado. por fin. creyó que estaba soñando. .50 La tonina siguió quejándose de los raspo­ nes pero de a poco empezó a salir hasta que. Nadie le creería que la culpa de todo la tenían los sapos que hablan y las toninas que se quedan atrapadas entre las rocas. quien ahora sentía frío por las mojaduras. Los sapos movieron sus patas y croaron chau. Los sapos se abrazaron en el agua y los bichos dieron volteretas en el aire de tan conten­ tos que estaban. le ex­ pli­ ca­ ba en­ ton­ ces las co­ sas que ha­ bía apren­ di­ do en la es­ cue­ la. em­ pe­ zó a pre­ gun­ tar­ le a Víc­ tor acer­ ca del es­ pa­ cio. aga­ rra­ ba una ca­ ña de pes­ car y se iba a la ori­ lla del arro­ yo. cuan­ do Víc­ tor vol­ vía de la pla­ ya. Ca­ si nun­ ca pes­ ca­ ba. Víc­ tor y el sa­ po Ru­ per­ to se ha­ bían he­ cho muy ami­ gos. . quien era un ni­ ño muy pa­ cien­ te.El primer sapo espacial Des­ de que jun­ tos ha­ bían res­ ca­ ta­ do a la to­ ni­ na. To­ das las tar­ des. Víc­ tor. pe­ ro apro­ ve­ cha­ ba el tiem­ po pa­ ra con­ ver­ sar con el sa­ po. co­ mo siem­ pre muy cu­ rio­ so. que siem­ pre lo es­ pe­ ra­ ba to­ man­ do sol pan­ za arri­ ba en­ tre las plan­ tas de la pla­ ya chi­ ca. Una tar­ de de di­ ciem­ bre el sa­ po Ru­ per­ to. cómo los lanzaban desde la tierra y hacían un ruido tremendo cuando su cola de fuego volaba hacia las alturas. ese lugar es el espacio. no astroplantas y no los ves porque la luna queda muy lejos. —Bastante —contestó Víctor—... —Verdad —aseguró Víctor. —¡Mentira! —dijo el sapo Ruperto. astroplantas —dijo el sapo.. —Se llaman astronautas. Todo el mundo sabe que la luna es de queso ver­ de y además. cuando de noche miro la luna nun­ ca veo a esos astro. cuando mirás al cielo y ves las estrellas y la luna. ¿en qué vuelan al espacio? —En cohetes —contestó Víctor. —¿En la luna? Eso sí que es increíble. —Pero si los hombre no tienen alas. —¿Queda lejos? —preguntó el sapo. pero los hombres a los que llaman astronautas ya estu­ vieron en el espacio y hasta bajaron en la luna y todo. y des­ pués le explicó a Ruperto un montón de cosas: cómo eran los cohetes..52 —¿Viste de noche? Bueno. . explicaba Víctor. El sapo pensaba ahora en esos lugares raros llamados otrosplanetas y se imaginaba saltando con un cohete de estrella en estrella. Víctor dijo que se le hacía tarde porque tenía que ayudar a su mamá. también hay otros planetas. salía con su padre a la calle y tiraba cohetes y cañitas voladoras. —Además de la luna.53 El sapo Ruperto lo escuchaba y cerraba los ojos. todo de corrido casi sin parar ni para respirar. —Lo que pasa es que mañana es noche­ buena —explicó. que es un satélite. . —¿Cohetes como los de los astronautas? —preguntó el sapo. para qué servía y por qué se hacía. El sapo Ruperto nunca había oído hablar de nochebuena y como era tan curioso ense­ guida preguntó qué cosa era. Se imaginaba que tenía un cohete y que salía disparado hasta aterrizar en la luna. Víctor le explicó y también le contó que cuando llegaba la medianoche. que le lla­ mó mucho la atención. perdón. . quiero anunciarles que mañana me voy a convertir en el primer sapo espacial de todo el mundo!”. cohetes que explotan. Fi nal men te. Más tarde decidió volver al charco y con tar le a sus ami gos to do lo que ha bía aprendido. de cohetes y también de una cápsula espacial. un astronauta. Seguía ima­ ginando que era un astroplanta. Víctor se fue y el sa po Ruperto se quedó en la playa chica. cuando llegó al charco. Era justo una revista con dibujos de astronautas. Los que son parecidos a los cohetes de los astronautas son las cañitas voladoras. este año mi papá me compró cuatro porque dice que son muy caras. Ruperto se quedó un rato mirando y pen­ sando y después. llamó a sus amigos y con voz muy seria les dijo: “¡Ami­ gos. Pe ro cuan do an da ba sal tan do por el camino encontró algo.54 —No. una revista. Ruperto regresó y se puso a trabajar. pam! Hacía tanto ruido que no dejaba dormir a nadie. ¡Pam. y también a desparramar cosas de los tachos de basura de los hombres. no era que iban a comer. —¿Qué estás haciendo? —preguntaron los sapos enojados por el barullo. Pero cuando amaneció. dijeron. No. los sapos abrieron la boca como si fueran a comer moscas. cuan do to dos dor mían. —Estoy haciendo una nave espacial —con­ testó Ruperto. Esa no che. pam. Allí. “¡Un sapo espacial! ¡Sin dudas Ruperto está cada día más loco!”. “¡Sapo espacial! ¡Este Ruperto está cada día más loco!”. al cos­ . el bosque. dijeron.55 Los sapos se mataron de la risa. Pero el sapo Ruperto no les hizo caso y se fue a recorrer los bordes de las calles de pedregu­ llo. sino que abrían las bocas así de puro asombrados que estaban. Todos los sapos volvieron a reírse y deci­ dieron dejarlo solo. Era una lata de arvejas con la tapa un poco abierta. Ruperto había fabricado un asiento. —¿Y? ¿Qué me di cen aho ra. Con dos clavos ferru­ gientos había hecho palancas y también con una chapita de cocacola y una gomita se había hecho un casco. —¡Claro que no! Ustedes no saben nada —contestó Ruperto con voz de sapo agrandado—. se asomó por la tapa de la lata. eh? —preguntó. Adentro. Sapo con cas­ co nunca habían visto y menos que menos sapo con cápsula espacial. —Pero esa cosa. con una caja de fósfo­ ros vacía y un pedazo de esponja vieja. todos los sapos empezaron a murmurar. todavía me falta conseguir una cañita voladora.56 tado del charco. Ruperto puso cara de sapo importante y saltó desde su lata­cápsula o capsu­ lata y se paró delante de los demás. ¿de veras vuela? —pre­ guntaron todos al mismo tiempo. . había una cosa rarísima que Ruperto había armado. Cuando el sapo Ruperto. con el cas­ co puesto. La idea le gustó mucho. En la escuela. —Yo voy a ser tu ayu dante. así que le preguntó. pero sapos. —¿Qué ha cés por acá? —pre gun tó Víctor. . cuando sea nochebuena. pero todavía no sabía cómo Ruperto iba a lograr llegar al espacio. voy a convertirme en el primer sapo espacial de todo el mundo. —Bueno. se encontró con Ruperto. Víctor se puso muy serio. eso sí que era algo nuevo. lo único que necesito es que me des una cañita voladora —explicó el sapo. la maestra les había contado que el hombre había mandado al espacio perros y también monos. cuando Víctor salió de su casa a hacer los mandados. Víctor entró a la casa y salió enseguida. El sapo hacía mucho rato que lo esperaba. pero primero le hizo prometer a Ruperto que no haría nada solo. —Vine a decirte que mañana.57 Más tarde. así que tenés que esperar a que vaya al charco mañana —le pidió Víctor y Ruperto estuvo de acuerdo. Le entregó la cañita voladora. 58 pensaba que los demás sapos se iban a quedar locos de admiración al ver que él tenía un niño como ayudante. ¡pum!. Después le puso hilos todo alrededor y listo: ahora tenía un paracaídas. Al otro día. Pero entonces se acordó de que si le cortaba la punta. De todos modos. Cuando llegó la tardecita Víctor pidió permiso y se fue para el arroyo. Sabía que las cañitas voladoras cuando llegan a lo alto. la cañita vola­ ría pero después no haría explosión. Víctor consiguió entonces una bolsa de nailon grande y la recortó. el sapo se vendría abajo como una piedra. el sapo Ruperto estaba en el medio del lío. como de costumbre. cuando se quedara sin pólvora allá en el aire. explotan y eso era muy peligroso para Ruperto. Víctor estaba muy preocu­ pado. Ruperto hacía un discurso y explicaba a todos que en un rato nada más sería lanzado al espacio para irse a otroplaneta. Cuando llegó al charco se encontró con que había un gran albo­ roto y que. los cangre­ jos y los bichos de luz. . Rodeado por los demás sapos. Víctor cerró la tapa de la lata. —¡Se va a hacer pomada! —decían los sapos. —Si los sa pos hu bie ran na ci do pa ra volar.59 Víctor se agachó para revisar la cápsula y casi se pone a reír. El sapo Ruperto había atado la cañita voladora a la lata de arvejas y también había puesto la cañita dentro de una botella vacía para usarla como plataforma de lanzamiento. Víctor cortó la punta de la cañita para que no explotara y le ató el paracaídas de nailon que había hecho. tendrían alas y no patas —chillaba una rana vieja. no me extrañen! —saludó Ruperto cuando Víctor lo agarró para meterlo en la cápsula. sacó una caja de fósforos y le pidió a los demás sapos que se alejaran un poco. Adentro de la cápsula Ruperto se aco­ modó el casco de chapita y gritó: “¡Listo. ayu­ dante. —¡Compañeros sapos y demás bichos del arroyo. vamos!”. . . La mecha empezó a hacer ssss. el cohete levantó vuelo. . puré de sapo. hasta perderse en el cielo. Muy ner vio sos to dos mi ra ban ha cia arriba. Víctor encendió la cañita voladora. Era igual que si ahora hubiese otra estrella en el cielo. —Sí. —¡Puré. eso se va a hacer! —dijo la rana vieja. ssss y de pronto ¡fuuuuum!. Encerrado en la cápsula. ¡dale! —respondió Ruperto. —¡Es imposible! —gritó un sapo— ¡es imposible! —¡Se va a hacer pomada! —dijeron los cangrejos.61 Todos los bichos exclamaron oooooohhhhh y caminaron para atrás como los cangrejos. el sapo Ruperto cantaba muy contento. —¿Estás pronto? —preguntó Víctor. pero de pronto se quedó mudo: la cañita voladora se había apagado. Veían que un punto de luz seguía y seguía subiendo. pasó cerca de las copas de los árboles y siguió subiendo más y más y más. Víctor les explicó que la cañita voladora se había apagado y todos se quedaron tranquilos. los sapos volvie­ ron a exclamar oooooooohhhhhhhhhh y empe­ zaron a saltar y moverse para todos lados. en la cápsula. el sapo Ruperto escuchó que se abría el paracaídas y sintió que la cápsula espacial comenzaba a bajar lenta. Mientras tanto. ¡clooonch! La cápsula de lata chocó contra el sue­ lo. —¡Desapareció.62 Allá abajo. —¡Ja! Seguro que estoy bajando en la luna —pensó el sapo Ruperto—. muy lentamente. en el charco. Ruperto se tuvo que agarrar bien fuerte del . ¡Ni susto que se van a dar cuando vean un sapo en la luna! O a lo mejor estoy llegando a otroplaneta y capaz que hasta hay marcianos y todo. desapareció! —gritaban preocupados. Capaz que hasta me encuentro con los astronautas. Pero Ruperto no pudo seguir soñando por mucho tiempo. allá en la tierra. Finalmente todo se quedó quieto: había aterrizado. el sapo espacial!”. Abrió la tapa y se asomó. Ruperto miró al cielo. empezó a chillar como loco: “¡Atrás. Pero nadie le contestó. Se llevó una piedra por delante y. otroplaneta era un lugar muy oscuro y Ruperto. creyendo que se trataba de un ataque marciano. Si llega a venir un marciano.63 asiento de esponja. le pincho la nariz. Pensó en sus amigos y se puso triste. acá está Ruperto. saco mi espada y ¡zácate!. sabía que tenía que andar con mu cho cui da do: los mar cia nos po dían andar por cualquier parte. —Menos mal que traje una espada —pen­ só el sapo tomando un fósforo de madera al que le había hecho punta afilándolo contra una piedra. que era un sapo muy precavido. El sapo terminó de salir de la cápsula y empezó a caminar en la oscuridad. Tal vez nunca volviera . marcianos. Había miles de estrellas y también una luna igualita a la que se veía en el arroyo. —¿Así que sos un sapo espacial. Ruperto le vantó su espa da de fós fo ro y se aprontó para su primera batalla contra los marcianos.64 a la Tierra pero sabía que tenía que ser muy valiente. —¡Ja! ¡Qué feos son los marcianos! —rio Ruperto— se parecen muchísimo a las arañas. —¡Soy un sapo espacial y tengo que ser muy valiente! —se dijo para darse ánimo. Todo el mundo sabe que en otroplaneta no puede haber arañas. En medio de la oscuridad alguien más había hablado. Pero de pronto escuchó algo que lo dejó congelado de miedo. —¡Soy una araña! —protestó el bicho muy ofendido. se le acercó entonces. Ruperto pensó que los marcianos eran bastante mentirosos. con muchas patas. eh? La voz grue sa ve nía des de muy cer­ ca. Un bicho negro. —¿Quién anda ahí? —preguntó el sapo. . —¡Alto ahí! —les gritó Ruperto levan­ tando su espada de fósforo. a orillas del arroyo. díganle que acá está el primer sapo espacial y que vine a con­ quistar otroplaneta. Los marcianitos que parecían hormigas se rieron. Se fueron por un caminito y al rato regresaron con un marciano enorme y feo. igua­ lito a una lagartija. el sapo Ruperto seguía investigando otroplaneta. Pero mientras tanto. Ahora había dejado atrás al marciano que parecía una araña y se había encontrado con un montón de marcia­ nitos que parecían hormigas. Víctor había tenido que irse a su casa y todavía no se tenían noticias de Ruperto.65 En el charco. los sapos seguían muy preocupados. —Se gu ro que se hi zo po ma da —se lamentaban los sapos. —Quiero hablar con el jefe de los mar­ cianos —explicó el sapo Ruperto—. —¿Qué querés? —preguntaron los mar­ cianitos parecidos a las hormigas. . eh? Es igualito a una lagartija. —Bueno. nadie me lo va a creer. —¿De dónde vienes? —preguntó con voz gruesa. La lagartija seguía muy seria. —¿Así que usted es el jefe de los marcia­ nos.. La lagartija pareció enojarse. vengo de un charco que queda al costado de un arroyo que queda en un bal­ neario que queda en un departamento que que­ da en un país que queda en un continente que queda en un planeta llamado. Los marcianitos que parecían hormigas y el marciano grande que parecía una lagartija . —¡Y dónde queda ese planeta llamado nomeacuerdo? —preguntó. fíjese que tuve que venir en una cápsula espacial.66 La lagartija miraba al sapo Ruperto con mucha curiosidad.. —¡Uf! Queda lejísimo. —Pre gun té que de dón de vie nes —insistió. no me acuerdo. llamado. El cielo de otroplaneta se había lle­ nado de lucecitas que se movían por todas partes. los sapos que habían quedado en el charco resolvie­ ron que había que hacer algo. Más que nada porque el sapo seguía insistiendo en que él había descubierto otroplaneta. El sapo pensó que esos marcianos que volaban se parecían muchísimo a los bichitos de luz y cuando uno de los bichos se le acercó. ¡Sapo con cápsula espa­ cial. Por esa razón se habían reunido con los cangrejos y los bichos de luz y al rato nomás. . todos andaban de aquí para allá por el arroyo buscando al sapo perdido en el espacio. —¡Ja! Este marciano es igualito a un ami­ go mío —comentó. en grupos de cinco o seis. —¡Acá mando yo! —decía la lagartija.67 largaron una carcajada. Pero muy pronto la discusión tuvo que terminar. Ruperto abrió los ojos así de grandes. eso sí que era un disparate! Mientras Ruperto seguía discutiendo. El marciano que parecía una lagartija ya se estaba cansando de hablar con Ruperto. les digo. nunca creí que en otroplaneta los bichos se parecieran tanto a los de mi arroyo! —explicaba el sapo. —Bueno. —¡Es igualito. —Lo que pasa es que no estamos en el espacio. —¿Así que no estoy en otroplaneta? —preguntó. El marciano que parecía un bicho de luz se terminó de acercar. . Ruperto no lo podía creer. en una parte un poco lejos de donde vivimos —explicó el bicho Juancho. estamos en la otra orilla del arroyo. —No —contestaron todos.68 La lagartija y las hormigas no entendían lo que estaba ocurriendo. Ruperto. ¡ya está bien! —¡Habla igualito al bicho Juancho! — exclamó el sapo Ruperto creyendo que los mar­ cianos eran muy habilidosos para disfrazarse. —¡Mirá que sos bobo. Ruperto! ¡Soy el bicho Juancho! ¿No te das cuenta? —¿Cómo vas a ser el bicho Juancho si yo viajé al espacio? —preguntó el sapo. salieron de sus lugares y rodearon a Ruperto gri­ tando y riendo. también tiró el fósforo­espada y en silencio empezó a caminar. Otros le golpeaban en la espalda. Ruperto se sacó el casco de chapita y lo tiró al suelo. Ruperto seguía muy triste y cuando llegó por fin al charco. Muchos lo abrazaban emocio­ nados. Hasta . —Soy un sapo que no sirve para nada —se lamentaba Ruperto—. Los sapos y los cangrejos.69 —¿Y ustedes no son marcianos? —No. ni siquiera llegué a la luna. El bicho Juancho le señaló para qué lado quedaba la orilla y también lo acompañó volando. encontró todo en silencio y oscuro. que se habían escondido entre las plantas y las piedras. —¡Soy un sa po fracasado! —vol vió a lamentarse. mientras Ruperto nadaba para cruzar el arroyo. Pero de pronto todas las plantas que rodeaban el charco se iluminaron con cientos de bichitos de luz. campeón! —can­ taban todos. si al final no llegué al espacio —le dijo Ruperto.. —No entiendo por qué están tan con­ tentos. esperen! ¡No tenemos nada que festejar. —¡Esperen. —¡Dale. campeón. campeón. nunca pude llegar a otroplaneta! —protestaba Ruperto.. —¡Dale. El bicho Juancho se empezó a reír y a reír y después le dijo: —¡Mirá que sos bobo. Cuando lo pusieron en el suelo otra vez. . dale. campeón! — seguían cantando los sapos. los cangrejos y los bichitos de luz. el bicho Juancho se le acercó. eh? —La verdad que no —contestó Ruperto. Después lo levanta­ ron en andas y lo pasearon por toda la orilla del charco.70 la rana vieja le dio un beso. dale. Ruperto! ¿Alguna vez escuchaste de un sapo que anduviera en un cohete y pudiera volar hasta la otra orilla del arroyo. campeón!”. vos querías ser el primer sapo espacial y eso no lo lograste. no entiendo por qué festejan. eso sí que nunca se hizo antes! Ahora sí que estaba feliz. —¡Soy un crack! —ex cla mó Ru per to y corrió para ponerse a cantar con los demás: “¡Dale. dale. Después de todo ser el primer sapo aéreo no era cosa de despreciar. Nochebuenas en el arroyo seguro que vendrían muchas más.71 —¿Todavía no te das cuenta? —No. con los sapos cantando y bailando hasta la madrugada y los cangrejos corriendo carreras de costado. seguro que nunca se viviría otra igual. Pero otra noche como esa. pensaba Ruperto. pero sí te convertiste en el primer sapo aéreo. —Claro. es muy fácil. ¿Te parece poco? —¡El pri mer sa po aé reo! —ex cla mó Ruperto poniéndose contento—. Al menos no para el primer sapo aéreo de todo el mundo. campeón. ¡claro. . ba­ jo la som­ bra de unos yu­ yos. lo que ha­ cían to­ dos los bi­ chos del arro­ yo mien­ tras la are­ na de la ori­ lla pa­ re­ cía bri­ llar de tan­ ta blan­ cu­ ra y unas olas ena­ nas y sua­ ves cho­ ca­ ban ca­ da tan­ to con­ tra las ro­ cas. en efec­ to. Un can­ gre­ jo ron­ ca­ ba fuer­ te y sus pin­ zas se abrían y ce­ rra­ ban co­ mo si es­ tu­ vie­ ra so­ ñan­ do con una pe­ lea. .Ruperto Rocanrol Era una de esas tar­ des tran­ qui­ las en las que el sol ca­ lien­ ta la tie­ rra y no co­ rre ni una pe­ que­ ña bri­ sa. que­ dar­ se ti­ ra­ do en el fres­ co y dor­ mir una bue­ na sies­ ta. aun me­ jor. Una de esas tar­ des en las que lo úni­ co que se pue­ de ha­ cer es es­ tar por ahí sen­ ta­ do a la som­ bra o. Cer­ ca de allí. Eso era. la ra­ na vie­ ja mur­ mu­ ra­ ba dor­ mi­ da. más fuerte. se escuchó una voz fuerte y muy clara. el sonido voló hasta el lugar donde todos los bichos dor­ mían la siesta. cayéndose de cabeza entre . te quieeeeero. que por el sus to había pegado un gran salto. Primero se escuchó un sonido infernal. por­ que cerca de allí. meta repetirse una y otra vez. clantaplum. creyendo que la pelea de su sueño se había vuelto realidad.74 Todos dormían. alguien muy inquieto volvía a hacer de las suyas y se preparaba para convertir una tarde calurosa y aburrida en un gran evento. Como si viajara en un globo. otro sonido boing boing. boing boing. en medio de aquellos ruidos extraños. neeeeena! Y el ruido aquel de cacerolas y pelotas de goma. —¡Neeeeeeena. como una pelota de goma que nunca terminaba de rebotar. Y también. —¿Qué es eso? —preguntó el cangrejo despertándose de golpe. boing. como a cacerolas tiradas desde un helicóptero. casi todos. y después. Bueno. La ra na vie ja. si no me voy a bañaaaaaar! —cantó la voz apenas por encima del ruido y los comentarios de los bichos que se transformaban ahora en un creciente murmullo. . una y otra vez lo mismo. se asomaba ahora y abría los ojos bien grandes.. vamos a bailaaaaaaaar! —repi­ tió la voz. clantaplum boing boing. pero esos ruidos me asustan — dijo temblando. mientras saltaba arriba de una lata y llevaba el ritmo con las patas verdes y largas. vestido con una cam­ pera de cuero negra que se había hecho con pedazos de un zapato viejo. —No sé. —¡Ya me parecía! —dijo la rana vieja enojada—. El sapo Ruperto.75 los yuyos. —¡Neeeena. tocaba una guitarra fabricada con un palo y tres gomitas. —Eso parece la voz de.. —comentó el cangrejo y se detuvo porque no podía creerlo. ¡Otra vez ese sapo Ruperto! —¡Para qué quiero una ducha. como si el calor y la música fueran cosas que no deben mezclarse. admiradores! ¡Bienvenidos a mi superrecontragranconcierto! —saludó y se puso a tocar otra vez. claro). “Vengan todos que vamos a bailar las ranas a los saltos . —¿Es que ya no se puede dormir acá? —agregó un bicho de luz con esa cara de abom­ bado que todos tenemos cuando recién nos despertamos. con cara de enoja­ dos. Ruperto paró de tocar y saltar y miró hacia abajo. —¡Hace mucho calor! —dijo otro bicho. pues la lata era bastante alta (para un sapo. corrieron hasta la lata. —¡Hola. se quedaron quie­ tos unos segundos y después. —¿Se puede saber qué estás haciendo? —preguntó un sapo gordo poniéndose las patas de arriba en la cintura.76 Los bichos se miraron. dolería muchísimo. Cuando terminó la canción. mu chas gra cias. algunos bichos jóvenes se pusieron a saltar y a aplaudir. —¡Es horrible! —dijeron los cangrejos que se sintieron medio ofendidos y pusieron caras como de asco. los gritos de los bichos se mezclaron. . otros que querían seguir escu­ chando ese sonido nuevo que parecía hacerles cosquillas en las patas. Pero allá. es ti ma do público! —saludó Ruperto levantando su guita­ rra con una mano. Las ranas también protestaron porque imaginaban que depilarse las piernas con pin­ zas de cangrejo sería algo que. —¡Gra cias. más al fondo.77 los peces en el mar los cangrejos usan sus pinzas para depilar”. Unos gritaban que querían dormir. sin dudas. hay que saltar y cantar y después el público prende encendedores y todos bailan y aplauden. es mú si ca —con tes tó Ruperto a quien la campera de cuero le estaba dando mucho calor. —¡Cie los! —ex cla mó Ru per to son­ riendo—. ¡Una admiradora! —¡Qué admiradora ni ocho cuartos! — contestó la rana cada vez más enojada—.78 La rana vieja. el otro día vi uno en la casa de Víc­ tor. que era la más enojada de todas. Música es eso que hacen los . Es superdivertido. no aguantó más y de un gran salto se subió a la lata. —Ya lo di je. ¿Se puede saber qué estás haciendo? Ruperto se acomodó la guitarra. —¿Roca En Rol? ¿Y eso qué cosa es? — preguntó un cangrejo a los gritos desde abajo. hizo boing una vez más y después dijo: —Es que estoy haciendo un concierto de roca en rol. —¡Ja! ¡Qué va a ser música eso! —pro­ testó la rana vieja—. mientras los mayores los miraban sin entender cómo les podía gustar aquel sonido como de chapas pisadas por un tren. dormir! —gritaron otros bichos. —¡Buena. ¡Y dormir! —agregó el cangrejo desde abajo. —Sí. Pero al dar un salto y caer sobre la tapa. —¡Qué aburridos! —se quejó Ruperto y se puso a cantar. “Para dormir la siesta siempre habrá lugar pero de tanto dormirnos nos olvidamos de cantar”. Ruperto! —gritaron los bichos jóvenes. la rana vieja sin querer hizo sonar la lata un par de veces. la música es una cosa tranquila. clantaplum.79 grillos de noche. La rana vieja intentó sacarle la guitarra. —¡Sí! ¡Dormir. . Ruperto corrió y casi se cae de su escenario. para sentarse a escuchar. clantaplum. —Bájelo de ahí —reclamó el cangrejo. —¡Se volvió loca! —comentó el cangrejo. se animó y comenzó a tocar de nuevo. La rana saltaba cada vez más y más rápido y Ruperto seguía el ritmo pegándole a las gomitas. aplau­ diendo. al ver que la rana seguía sal­ tando. para sor­ presa de todos. —¡Bien! ¡Otra vez! —la alentó Ruperto. saltó un par de veces más. De pron to aquel sonido le pareció un poquito divertido.80 La ra na se de tu vo. Los bichos jóvenes se arrimaron todos a la lata y se pusieron a saltar más y más. La rana se empezó a entusiasmar y siguió saltando y saltando. pero la rana se miró las patas y después. Ruperto. gritando. cada vez más. . silbando: “El roca en rol no se puede parar cuando la rana vieja se pone a saltaaaaar”. un cangrejo empezó a seguir el ritmo golpeando sus pinzas. —¡Ohhhh! —hicieron todos los bichos mirando para arriba. y cuando caía sobre la lata hacía un ruido que sonaba como una explosión. Una lagartija se paró en la cola para ver mejor y algunos bichos de luz volaron hasta el esce­ nario­lata y comenzaron a prender y apagar sus colas. cuando la mayoría de los bi chos sal taban y aplaudían —menos el cangrejo que pensaba que todos se habían vuelto locos— la rana entusias­ madísima pegó un salto tan pero tan alto que no volvió a caer. —¡Desapareció en el aire! —comentó alguien. . allá en el fondo. Ruperto dejó de tocar y también se puso a mirar.81 De repente. La rana vieja seguía saltando más y más alto y todavía más. ¡Clantaplum! Pero en el mejor momento del concierto. aunque mucho no iluminaban porque era de día. . que los dos rebotaron y saltaron por el aire para caer juntos en medio del charco de al lado. su guitarra y la lata... en el cielo. Ruperto dejó su guitarra a un costado y miró al público que ahora se había puesto serio y preocupado.. Miraban un puntito verde allá arriba... El puntito se agrandaba más y más....¡roca en..! ¡Clantaplum! Así. —. .. como salida de ninguna parte.. a mi con cier to de.83 —Sí.. este. Cayó tan fuerte. sí. Algunos bi chos asus tados co rrie ron a esconderse en sus cuevas y los cangrejos se desli­ zaron rápidamente de costado dentro del arroyo. muchas gracias por venir.. —Bueno. cayó la rana vieja encima de Ruperto. desapareció —repitieron todos con asombro... —. —se guía diciendo Ruperto. Los bichos no lo escuchaban. —¡Qué manera de saltar. se escuchó una voz que llegaba desde el cielo: —¡Esta noche. Grraaaaaan Concierto de Roca En Rol. Un par de días después. Ruperto. Ruperto escuchaba y pensaba. Hasta que al final tuvo una gran idea. cuando los bichos dormían la siesta. me entusiasmé un poco. . doña! —Y sí.. conversaba con la rana vieja que rengueaba un poquito. Cerca de allí Ruperto y la rana vieja ensa­ yaban dentro de una cueva. fui la campeona de salto de este arroyo cuando era joven. Ruperto. El que repetía una y otra vez el anuncio era un loro grande y feo. saliendo del agua. escuchaba y pensaba. —¿Y dónde aprendió a saltar así? —¡Ja! ¿Vos te creés que siempre fui una rana vieja? Para que sepas..84 Al rato todos se asomaron lentamente para ver qué había ocurrido. con el supergrupo de Ruperto y sus Ranas Saltantes! Los bichos se despertaron y miraron hacia arriba. su guitarra. Estuvo ahí. Pocos metros más arriba. escondida en la rama de un árbol. boing. se mataba de risa y se imaginaba el alboroto que harían todos. mirando el cielo nocturno lleno de estrellas y preguntándose en qué planeta habría caído la rana. . la rana vieja. —¡Publicidad aérea! Es uno de mis nue­ vos inventos —dijo el sapo y se puso a tocar boing. Sobre el escenario quedó Ruperto solo con su guitarra y su campera de cuero. no volvió a caer nunca más.85 —¿Qué es esa voz? —preguntó la rana. cuando la rana dio su gran salto. Ruperto sonrió. aunque después de varias canciones tuvo que suspenderse porque esta vez. hasta que también se fue a dormir. Por supuesto el concierto fue todo un éxi­ to. justo cuando todos los bichos dor­ mían la misma siesta aburrida de siempre. cuando cayera encima de la lata recién al otro día de tarde. Los bichos se cansaron de mirar hacia arriba y esperar y se fueron a dormir muy tarde. Y te­ nía ale­ tas. que cor­ ta­ ban la su­ per­ fi­ cie rá­ pi­ da­ men­ te y de­ ja­ ban atrás una es­ te­ la fi­ ni­ ta y blan­ ca. subía y bajaba en­ tre las olas ver­ des y lle­ nas de es­ pu­ ma que se le­ van­ ta­ ban cer­ ca de la cos­ ta. fush. no es­ ta­ ban de acuer­ do: . con un co­ lor co­ mo de ace­ ro que bri­ lla­ ba ba­ jo la luz del sol cuan­ do aso­ ma­ ba el lo­ mo y sol­ ta­ ba un cho­ rro de va­ por. fuuushhh. que ha­ bían lle­ ga­ do tem­ pra­ no a la de­ sem­ bo­ ca­ du­ ra. fi­ lo­ sas co­ mo cu­ chi­ llos. —Muy gran­ d e pa­ r a ser un pes­ c a­ do —di­ j o el sa­ p o Ru­ p er­ t o sal­ t an­ d o des­ d e un mé­ d a­ n o. Era azul y gran­ de. Al­ go así co­ mo un pez que su­ bía y ba­ ja­ ba.El gran pescado azul Azul. que pa­ re­ cía una fuen­ te. Era gran­ de y azul. Los de­ m ás bi­ c hos del arro­ y o. —Sí. más olor a pescado. más remolinos. apagadas porque era de día. abrían enton­ ces sus bocas y decían ¡ohhhhhh! y ¡ahhhhhh!. un poco más lejos. La cosa seguía allí. flotando en el agua como si estuviese muy cansada. Enseguida. maravillados por la fuerza del pez gigante. un poquito más cerca. De pronto se hundía y dejaba un pozo en las olas. Solo con mover una aleta levantaba olas que enseguida llegaban a la costa. más olas. . más discusiones y. Pero Ruperto pensaba y pensaba. aletas y todo eso —decían los bichos de luz sacudiendo sus colas. Los bichos. como un globo azul y ¡blop!. —¡Y tiene un terrible olor a pescado! — gritaron todos cuando el viento llegó desde el mar. que miraban todo desde la costa. Subía de golpe. Nunca había visto un pez tan grande. —¡Les digo que no es! —insistía el sapo.88 —Tiene cola de pescado —decía un can­ grejo viejo rascándose la nariz con una de sus pinzas. la cosa aparecía. y tiene forma de pescado. claro. . que además de sapo era bastante porfiado. no te hagas el sapo sabihondo —se burlaban los bichos. pensando y pensando. mientras los demás bichos roncaban tranquilamente. Miraba las estrellas y pensaba. torpes como autitos chocadores. cuerpo de pescado y. ja. ojos de pescado. pero él seguía creyendo que había un error en alguna parte: ¿sería por algún nuevo alimento para peces? Así. ja. como no usaba antisudoral. Cuando llegó la noche. se equivocaron de cueva. Los bichos de luz encen­ dieron las colas y se desparramaron como estre­ llas perdidas. Miraba el mar y pensaba. todos decidieron volver a sus lugares. Ruperto decidió averiguar la verdad. Pero Ruperto. terminaron por regresar al cangrejal y. además de por­ fiado. era también un sapo pensativo. Estaba seguro: aquello tenía cola de pes­ cado. Porque Ruperto. tenía un imbanca­ ble olor a pescado. Los cangrejos. como siempre. Miraba la luna y pensaba.89 —Ja. se había quedado solo en la costa. iiiiiii. Ruperto pensaba que podía ser por dos cosas: o el seguro­que­no­es­un­pescado azul cantaba más fuerte ahora o él se estaba acercando mucho.iiiii! El sonido agudo le llegaba cada vez con más fuerza. iiiiiii. como si se estuviera quejando. . Lo metió al agua y comenzó a remar y remar y remar hasta que llegó a la otra orilla de un charco. entró en el mar. ya no había casi olas y. sino a un charquito de esos que se forman en la playa.90 El mar estaba muy calmo ahora. ahí cerquita de la costa. la cosa azul soplaba y echaba vapor por el lomo y sol­ taba un sonido finito. iiiiiii. —¡Iiiii! Ruperto descubrió que estaba cerquísima de aquello y empezó a remar más y más rápido. —¡Iiiii. así que empujó el bote otra vez y. Como era bastante porfiado y pen­ sativo. El sapo encontró un pedazo de espuma­ plast y dos cucharas de helado y se fabricó un bote. ahora sí. enseguida se dio cuenta de que no había entrado al mar. —¡Hooooooola! —gritó. remó y se alejó un poquito. pensando que a lo mejor el bicho era medio sordo. ojos. impresionado por el tamaño de los ojos y aquel sonido delgado. cola y un montón de cosas más. Los ojos que lo miraban parecían dos lunas flotando en la superficie. —¡Hola! —saludó Ruperto desde el bote. —¡Pescado! —gritó y esperó a ver si el bicho le contestaba algo. hasta que chocó contra lo que parecía una montaña: una montaña con aletas. tratando de colocarse delante de los dos ojos grandes como pelotas de fútbol. Nada. —¡Iiiii! —dijo bajito la cosa azul. . como si estuviera saludando. Ruperto.91 rápido. —¡Pescado grande! —repitió Ruperto y el bicho azul largó una nube por el lomo. —¡Pescado con chimenea! —pensó el sapo. Uno de los ojos se abrió como si levantara una persiana. rápido. —Disculpe. en la panza”. después de todo. Ruperto tuvo que agarrarse fuerte para no caer al agua. pen­ só en arrimarse y morderle la nariz. se dijo. —Uuuu. pero aque­ llo no tenía nariz y. no quise enojarlo. los sapos no tenían madrina. es un . naaa —repitió la cosa. La cola gigantesca del bicho se levantó en el aire como si quisiera saludar y después bajó formando un montón de olas. iiiii. pero allá en la playa todos decían: “Es un pescado.92 Nunca. —¡Pescado! —Tuuuu. —¡No entiendo! —¡Pescado tu madrina! —dijo bien cla­ rito el enorme animal. tenía unos dientes así de grandes y. Ruperto. maiiii. además. naaa —dijo el bicho azul y Ruperto no entendió nada. “A lo mejor tenía una estufa adentro. medio enojado al principio. nunca había visto algo así. así que decidió convertirse en un sapo diplomático y sonrió su mejor sonrisa de batracio. aquello estaba recontraclavado. trepó por el lomo y tomó con sus patas el arpón de acero. Y enseguida se puso triste al ver el fierro. —¡Iiiii! —se quejó la ballena. un mamífero. no era para tanto. . grande. agarré y.. “¡claro! ¿cómo no me di cuenta antes? Una ballena”. hizo una fuerza bárbara. y Ruperto se miró pensando que si bien él era un sapo medio gordito. bueno. tiró. y yo decía que no. pensó el sapo: “¡es una ballena!”.. Ruperto se tiró al agua. —¡Fffffff! —otro chorro de vapor subió casi hasta el cielo y cuando el bicho giró. este.93 pescado”. —¡Mamífero! —dijo la boca con dientes así de grandes. Era azul. tiró. pero nada. ¿vio? Entonces yo. Ruperto vio un fierro largo clavado en su costado y por fin se dio cuenta de todo. —¡Tu madrina! —contestó Ruperto eno­ jado pensando que era un insulto. —Ballena —agregó el bicho. Habían sido los hombres. ¡A trabajar. se sacaban las lagañas de los ojos. le explicó lo que tenía que hacer. Ruperto recorrió una por una todas las cuevas golpeando una lata. como si fuese un barco. y a conti­ nuación. —¡Vamos a trabajar! —gritaba y golpeaba la lata—. Apenas amaneció. bostezaban y se acercaban al sapo. —¡Los bichos no trabajan! —protestó una rana que todavía tenía puestos los ruleros. —Hoy sí —di jo Ru per to y esti ró su pata verde para señalar la desembocadura del arroyo—. tan cerquita. todos los bichos hicieron ¡ohhhhhhhhhh! al ver a la ballena flo­ tando ahí. encontró el bote de espuma y volvió a la playa. Ruperto les explicó lo ocurrido.94 El sapo caminó hasta donde pensó que estarían los oídos de la ballena y le dijo bajito: “No te preocupes. unos hombres venidos desde . te vamos a ayudar”. Después se tiró al agua. vamos! Uno a uno los bichos se levantaban con cara de dormidos. ¡Miren! Como de costumbre. 95 muy lejos en unos barcos grandes, que tenían ar po nes y fie rros y otras ar mas pa ra ca zar ballenas. —¡Ohhhhh! —exclamaron todos. —Y entonces le dieron en un costado —explicó Ruperto. —¡Ohhhhh! —exclamaron todos otra vez, porque los bichos tienen un vocabulario bas­ tante limitado. Pero después de las explicaciones del sapo y como cinco ohhhhhs más, los bichos com­ prendieron que tenían que trabajar. Los primeros en intentarlo fueron los cangrejos. Caminaron por debajo del agua hasta llegar a la panza de la ballena y después, ayudán­ dose con las pinzas, treparon al lomo hasta don­ de estaba el arpón. Se pararon uno arriba del otro a lo lar­ go del fierro, como acróbatas de un circo y cuando uno dijo “¡ahora!” tiraron todos al mis­ mo tiempo. —¡Otra vez! —¡Otra! 96 Pero nada, el arpón seguía en su lugar y la ballena se quejaba suavemente. Después los bichos de luz formaron una trenza en el aire y, agregándose a los cangrejos, tiraron también con todas sus fuerzas. Y otra vez, y otra. Pero nada ocurrió. Ruperto, que miraba desde la orilla junto a un montón de sapos y ranas, se daba cuenta de que aquello no funcionaba. Se sentó en la arena y, otra vez, se puso de sapo pensativo. Sabía que la fuerza de todos los bichos juntos no alcanzaría para sacar el arpón tirando desde afuera. —¿Y si empujamos desde adentro? —se preguntó. El sapo golpeó la lata y todos los bichos volvieron a la orilla a escuchar el nuevo plan. Algunos miraban la boca enorme de la ballena y pensaban que Ruperto estaba loco: ¿y si después no podían salir? —No sean miedosos, las ballenas tienen una estufa en la barriga —aseguró Ruperto. 97 —¡Ohhhhh! —exclamaron todos tirán­ dose al agua para nadar hasta la boca. La ballena dijo ¡ahhh! como para que le revisaran la garganta y poco a poco, primero los bichos de luz para iluminar el camino, después los sapos, los cangrejos y hasta algunos colados, todos bajaron por un tubo larguísimo hasta lle­ gar a un lugar grande como un gimnasio, un lugar oscuro y húmedo. —¡Tiene que estar por acá! —decían los bichos de luz buscando por todas partes. —¡Acá! ¡Lo encontré! —avisó un cangrejo golpeando con su pinza una punta de metal que parecía una flecha. Co rrie ron has ta el lu gar y se die ron cuenta de que el arpón no salía porque la punta de flecha estaba trancada. Los cangrejos más jóvenes, que tenían pinzas bien filosas, hicieron tajitos alrededor de la punta y casi enseguida los demás empezaron a empujar. —¡Ahora! —¡Más fuerte! Hasta que quedó suelta. Sabían que el agua salada curaría rápido el agujero que todavía quedaba. de haber tenido brazos de gigante. —¡Mamíferos! —lo corrigió la ballena. La fiesta duró varias horas. todos traspirados. pero por las dudas lo taparon con yuyos curativos. Desde ese momento solo tuvieron que seguir empujando hacia arriba hasta poder aso­ marse en el lomo de la ballena justo a tiempo para ver cómo el arpón caía al agua. grande y que para todos seguía siendo lo más parecido a un pescado que . sonriendo con todos sus dientes blanquísimos. seguían empujando más y más y la punta seguía subiendo. Los bichos. Los bichos gritaban alegres y se abrazaban y.98 —¡Ya­casi­sa­le! —¡Ohhhhhh! La punta del arpón se movía. zafando. La ballena azul. habrían también abrazado a la ballena. —¡Va mos a po ner un hos pi tal pa ra mamímfieros! —repetía Ruperto. . levantaba su cola y la dejaba caer con fuerza para tirarles olas a sus amigos del arroyo. se levan­ taban y volvían a ser arrastrados por otra ola. Los bichos rodaban por la costa. mientras la ballena los abanicaba con su cola y se alejaba feliz nadando hacia la desembocadura para regresar al mar verde que la esperaba.99 podía haber. . El ai­ re es­ ta­ ba lim­ pio. lle­ gó has­ ta la ori­ lla del arro­ yo y se la­ vó la ca­ ra. Era un día lin­ d í­ s i­ m o. Siem­ pre lo ha­ cía. buen día ra­ na. con ca­ ras de re­ cién le­ van­ ta­ dos. ti­ b io y gran­ de. de­ cía buen día don can­ gre­ jo. Le gus­ ta­ ba mu­ cho sen­ tir el sol aca­ ri­ cián­ do­ le el lo­ mo y des­ cu­ brir a los otros bi­ chos. muy lim­ pio. co­ mo des­ pués de una llu­ via fres­ ca.Supersapo El sa­ po Ru­ per­ to bos­ te­ zó y es­ ti­ ró sus pa­ tas ver­ des. Los sa­ lu­ da­ ba con una son­ ri­ sa. Ru­ p er­ to em­ pe­ zó a sal­ tar a lo lar­ go de la ori­ lla. Cuan­ d o ter­ m i­ n ó de la­ v ar­ s e. dan­ do pe­ que­ ños sal­ tos. Des­ pués. y se­ guía sal­ . pa­ re­ cía son­ reír en­ ci­ ma del bos­ que de pi­ nos. ba­ jan­ do apu­ ra­ dos al agua. El sol. —¿Hace mucho que esperás? —preguntó el niño. olía el aire fresco y seguía ahí. tuvo que sentarse encima de una piedra a esperar. —Víctor sonrió. hasta que por fin Víctor se levantó. Ruperto masticaba un poco de pinocha y esperaba y esperaba y esperaba. todavía no se había levantado por lo que Ruperto. que era un niño medio dor­ milón. Pero Víctor.102 tando de aquí para allá repitiendo por un rato las mismas palabras. Muy pronto se cansó de saltar y de decir buen día y decidió cruzar el bosque para esperar a su único amigo humano. después de llegar a la casa. que era un poquito exagerado. . —¡Lindo día! —Lin do —le con tes ta ban los bi chos vecinos. —Hace cuatro mil trescientos veinticinco años —contestó Ruperto. Estaba acostumbrado a las contestaciones locas del sapo. meta espe­ rar. Miraba el cielo claro. Caminaron media cuadra. Ruperto no entendía. Víc tor son rió.103 —Bueno. preguntó. Hace como dos días que estoy esperando. vamos a caminar. mejor. Abrió con cui da do el pa que te y em pe zó a sa car un mon tón de . finalmente. bueno. —Ya vas a ver cuando lleguemos al arroyo —dijo mostrándole un paquete grande. pero Víctor no quería contestarle. ¿Qué podía ser? Preguntó. eh? ¡Dale! ¡Mostrame. Hoy tengo una sorpresa —dijo Víctor y agarró a Ruperto con una mano. se sentaron sobre la arena. Cruzaron el bosque y. —Bueno. —¿Veinticuatro moscas? —No. ya llegamos. —¿Sorpresa? ¿Me conseguiste diez deli­ ciosas moscas? —Mejor que eso. ¿Cuál es la sorpresa. al lado de la orilla. dale! —insis­ tió Ruperto—. Para un sapo era difícil imaginarse algo mejor que veinticuatro moscas bien gorditas. 104 revistas con tapas llenas de colores y unos dibu­ jos rarísimos. —¿Superqué? —Superhéroes. —¿Qué son? ¿Qué son. tomaba sol. tirado panza arriba sobre la are­ na. oliendo las páginas. siem pre —afirmó Víc tor y se recostó a un tronco para empezar a leer en voz alta la primera revista. —¿Está se guro de que no se comen? ¡De ben ser su perrr rri cos! —Ru per to es ta ba entusiasmado. —No. eh? ¿Se pueden comer? —preguntó Ruperto saltando de una revista a otra. escuchaba y trataba de ver los . —¿Siempre. siempre?. ¿estás seguro? —Ajá. Son revistas de superhéroes. mirando aque­ llas figuras extrañas. —Son revistas y no se comen —rio Víc­ tor—. siempre ganan. además. Ruperto. los superhéroes son unos tipos que vuelan y luchan contra los malos y. Era sobre un hombre que volaba y tenía muchísima fuerza. se escuchó un grito.105 dibujos. Cuando Víctor se fue a comer. Lo primero que hizo fue reco rrer las callecitas del balneario para revisar los tachos de basura en busca de cosas que le sirvieran para hacerse un traje. un supersapo capaz de volar y alcanzar a todas las moscas del mundo y ganarles siempre a los malos. Cada tanto cerraba los ojos para ima­ ginarse cómo sería eso de poder volar y ganarles siempre a los malos. negro. cuando los demás sapos cantaban en los charcos. Con todo lo que había juntado se pasó el resto de la tarde encerrado en su cueva. Ruperto ya soñaba con ser un superhéroe. se dijo. También encontró un pedazo de cuero y lo guardó: “Los superhéroes necesitan botas”. . Horas después. —Los su per héroes ne cesitan un tra je —pensaba mientras juntaba pedazos de nailon azul. tratando de armar el traje al que le dibujó una gran zeta adelante. un buen traje. rojo. rara. —Jus­ti­cia —repitió la voz. mientras los bichos se juntaban a los lados. Los sapos corrieron asustados y se escon­ dieron detrás de los yuyos altos. Era una voz fuerte. caer de panza en medio del charco. ahí es tá otra vez —di jeron otros. La voz venía desde arriba de un médano muy alto. ¡Sinvergüenza! ¡Atrevido! . justo a tiempo para ver una cosa roja y azul. con botas de cuero. —¡A luchar por la justiciaaaaaaa! —gritó la voz y después se escuchó un ruido de ramas rotas y como un silbido: algo caía desde el médano.106 una voz muy fuerte que obligó a todo el mundo a callarse. —Shhhh. ahora muy débil. intentando mantenerse a flote en el charco. —¡Un sapo en calzoncillos! —comentó horrorizada una rana vieja—. —¿Qué fue eso? —preguntaron algunos. nunca escu­ chada antes. pero Ruperto seguía hablando. se acomodó la capa roja de nailon. dijo: —¡Ejem! Fue un vuelo terrible. Los sapos se miraban mientras la rana vie­ ja insistía: —¡Misión en calzoncillos! ¡Sinvergüenza! Ruperto no sabía por qué los superhé­ roes andaban siempre en calzoncillos. —¿Por qué tiene una zeta ahí? —pregun­ taron los sapos pequeños señalando con el dedo. pero nada podrá impedir mi misión. de los malos. pero no le importaba. —¿Salvarnos? —Sí. comentaban entre ellos. tratando de poner voz de superhé­ roe. ¿dónde están. “¡Mire que poner Supersapo con zeta!”. —Vine a salvarlos. el traje azul y las botas y. —Es mi emblema —contestó orgulloso Ruperto—. que los reviento? . se sentía un auténtico héroe. es el símbolo de ¡Supersapo! Los sapos chicos rieron.107 Ruperto Supersapo salió a la orilla. tiene que haber malos. Primera vez que tenían superhéroe y ni un mise­ rable malo para que lo peleara.108 Todos miraron alrededor. —No puede ser —protestó Ruperto—. Después dijo: —Lo primero es tener cara de malo. Los cangrejos a veces andaban de malhumor. Para que haya héroes. El sapo gordo torció la boca y todos se mataron de la risa. los peces a veces andaban un tanto escurridizos y los caracoles eran medio babosos. No conocían muchos malos de los que fuera necesario salvarse. Consíganme un malo o si no. pero malos en serio no conocían a ninguno. la capa. se van a quedar sin Supersapo —advirtió. . ¿Qué tengo que hacer? Ruperto se acomodó el antifaz. los calzoncillos. Los bichos se pusieron un poco tristes. y pensó un rato. —Yo puedo hacer de malo —se ofreció un sapo gordo y grandote que tenía la voz ronca—. . ahora solo te falta una cosa —dijo Supersapo. cáspita! —Ruperto no sabía lo que querían decir esas palabras. recórcholis. loco. villano. —¡Atiza. —¡Bien! ¡Bueno lo tuyo. mató! —aplaudieron los sapos adolescentes. veo que tienes miedo. que ya se estaba poniendo medio insoportable—. esforzándose por mante­ ner su cara de malvado miró a los demás. ¿Qué podía hacer para ser un verdadero recontrarchimalvado? No tenía la menor idea. gordo! ¡Mató.110 —¡De malo! —ordenó Ruperto y el sapo gordo probó una y otra vez hasta que le salió una cara más o menos mala. . Aho­ ra tenés que hacer algo muy malo. —¿Muy. Dudaba. Nadie entendía nada. —¿Muy malo? —Sí. El sapo gordo. pero muy muy malo? —Exacto. —¡Ejem! Está bien así. malvado. pero Víctor le había dicho que todos los héroes las decían. vi lla no! ¡San tas ca rre ras! ¡Repámpanos! —repetía Ruperto y nada. —La próxima vez. ter­ minó por perder los calzoncillos. tomó carrera y empezó a correr derecho hacia Ruperto. tum. Y encima. tum. Las risas de los sapos se escuchaban des­ de el otro lado del arroyo. . mejor hago de detec­ tive —pensó Ruperto cambiándose detrás de una planta para que nadie supiera su verdadera identidad. atiza. repetía cáspita. recór­ cholis y juraba que el trabajo de héroe era dema­ siado peligroso. derechito a él. mientras una voz de Supersapo mojado. dijo “¡detente malvado!” una última vez y estaba a punto de decir “a luchar por la jus”. como un rinoceronte verde. con tanta fuerza que lo hizo volar por el aire y caer patas arriba. en plena caída. cuando el gordo se lo llevó por delante. —¡Atrás. tum.111 El sapo gordo y grande respiró hondo. otra vez en medio del charco. el gor­ do seguía corriendo. Ruperto estiró su pata. ............................................................................................................. 21 El rescate de la tonina .. 35 El primer sapo espacial . 73 El gran pescado azul ............. 87 Supersapo ............................... 51 Ruperto Rocanrol ....................................................................................................Índice Los bichos de luz ............... 7 Ruperto y la caja misteriosa ....................................101 ........................... Ruperto de terror. Publiqué varios libros. Ruperto y los extraterrestres. Ruperto al rescate. El país de las cercanías. . A jugar con el sapo Ruperto. comencé a escribir y soñé con ser escritor. Los telepiratas. Ernesto. Ya de pequeño descubrí que la combinación de sonidos me resultaba muy agradable y soñé con dedicarme a hacer música. Ruperto rocanrol 2. entre ellos: Pateando Lunas. El secreto de la felicidad.Roy BeRocay Nací en Montevideo en una época en que los dinosaurios aún gobernaban la Tierra. ¡Ruperto insiste!. El sapo Ruperto ¡en historieta!. Lucas. Esa enfermedad nunca se me curó y seguí inte­ grando bandas durante casi toda mi vida. Ruperto detective. Ruperto y las vacaciones siniestras. el exterminador de seres monstruosos (y otras porquerías) y Ernesto el exterminador y el increíble mundo más allá de Sayago. Rocanrol. Babú. Ruperto y la comadreja robot (o el nuevo plan de Siniestro). De manera paralela. En la adolescencia finalmente comencé a cumplir ese sueño y me integré a distintos gru­ pos de rock. Y también se me cumplió. Ruperto rocanrol y otras bobadas. el fantástico. Estoy casado y tengo dos hijas. Babú. Ruperto al rescate. ¡Ruperto insiste!. Ruperto rocanrol 2. El secreto de la felicidad y Ruperto y las vacaciones siniestras. Ruperto y la comadreja robot (o el nuevo plan de Siniestro). En 2007 realicé el guion y las ilustraciones para El sapo Ruperto ¡en historieta! . Supersapo (edición especial Ancel). Ruperto rocanrol y otras bobadas. Además de ilustrar libros e historietas hago dibujos animados. Ruperto y el señor Siniestro (otra vez). Para Alfagura ilustré: Pateando Lunas. Ruperto y los extraterrestres. Ruperto de terror (La gran aventura). A jugar con el sapo Ruperto.Daniel SoulieR Nací en Colonia en 1965. Otros títulos del autor Ruperto y las vacaciones siniestras Ilustraciones de Daniel Soulier . Ruperto y la comadreja robot Ilustraciones de Daniel Soulier . Ruperto Rocanrol 2. El secreto de la felicidad Ilustraciones de Daniel Soulier .
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