Artes liberales y auctoritas en Gilberto Crispino y Pedro Abelardo

June 9, 2018 | Author: Natalia Jakubecki | Category: Documents


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XVI CONGRESO LATINOAMERICANO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL Corporalidad, política y espiritualidad: Pervivencia y actualidad del Medioevo

ACTAS

Registro ISBN Chile 978-956-7407-36-1 Registro ISBN Argentina 978-987-42-6575-3

Trabajos presentados en el XVI Congreso Latinoamericano de Filosofía Medieval Realizado en la Universidad Gabriela Mistral Providencia, Santiago de Chile los días 2ª l 26 de mayo de 2017

Todos los trabajos han sido sometidos a evaluación interna y externa

Auspicio RED LATINOAMERICANA DE FILOSOFÍA MEDIEVAL

© Textos. Los autores © Edición. Universidad Gabriela Mistral Ricardo Lyon 1177, Providencia Santiago de Chile 2017

JOSÉ MANUEL CERDA COSTABAL CELINA A. LÉRTORA MENDOZA Editores

XVI CONGRESO LATINOAMERICANO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL

Corporalidad, política y espiritualidad: Pervivencia y actualidad del Medioevo

ACTAS En homenaje a José Antônio de Camargo Rodrigues de Souza✝ Presidente Honorario de la Red Latinoamericana de Filosofía Medieval

Artes liberales y auctoritas en Gilberto Crispino y Pedro Abelardo Natalia Jakubecki UBA/CONICET, Buenos Aires

En 1906, Dana Munro propuso reconsiderar la categoría historiográfica de “Renacimento del siglo XII” a partir de una visión continuista 1. Uno de sus argumentos fue que, si bien es cierto que la centuria fue testigo de un especial cultivo de la literatura latina clásica, ello no fue sino “la culminación del trabajo de las generaciones precedentes”2. En otras palabras, que su esplendor fue el ápice de un proceso y no un “salto” cualitativo desde la oscuridad hacia la luz; afirmación que no para todos resulta obvia3. Por otra parte, frente a la manifiesta heterogeneidad cultural del período, Munro sostuvo que, antes que ninguna otra, su característica más marcada “fue la evolución del espíritu de independencia” 4. Ya fuera en el plano político, económico, religioso o filosófico, la autoridad comenzaba a ser cuestionada o, incluso, dejada a un lado. Más recientemente, y en lo que respecta al orden filosófico-teológico, Silvia Magnavacca ha mostrado algunos de los hitos de esta progresiva “liberación” de las autoridades5. Como bien señala, existía por aquel entonces “cierta conciencia colectiva acerca no sólo del uso, sino también del abuso del recurso a las auctoritates” eclesiásticas que llega a un punto resueltamente crítico con Pedro

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D. Munro, “The Renaissance of the Twelfth Century”, en Annual Report of the American Historical Association for 1906, Washington, Government Printing Office, 1908, vol. I: 4549. 2 Munro, ob. cit., p. 45. Todas las traducciones son propias salvo expresa indicación en contrario. 3 Cf. v.g., P. Riché, y J. Verger, Des Nains sur des épaules de géants. Maîtres et élèves au Moyen Âge, Paris, Tallandier, 2006, p. 81. 4 Munro, ob. cit., p. 46. 5 Cf. S. Magnavacca, “La lectura medieval de las auctoritates: itinerario de una liberación”, en Studium. Filosofía y teología, 16, 32, 2013: 243-254.

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Abelardo6. Como resulta evidente, esta afirmación implica que es posible rastrear dicha conciencia en pensadores anteriores al Palatino. Mi objetivo aquí, pues, es introducir en el itinerario de esta emancipación a Gilberto Crispino. En vistas a ello, estructuraré esta comunicación en dos momentos: en el primero, analizaré ciertos pasajes de su Disputatio christiani cum gentili (DCG) a fin de mostrar la presencia de las artes liberales y el uso de la dialéctica en relación con la comprensión de la fe; en un segundo momento, relevaré algunas semejanzas y diferencias con las Collationes de Pedro Abelardo. Ello responde a la intención subsidiaria de poner de manifiesto una de tantas líneas de continuidad entre el siglo XI y el XII, y repensar, una vez más, los difusos límites de este variopinto período. 1. La Disputatio christiani cum gentili Gilberto Crispino estuvo desde joven relacionado con los más destacados pensadores monásticos de su tiempo, especialmente Anselmo de Canterbury y Lanfranco de Pavía. Si bien las obras que de él nos han llegado son más bien de índole teológica, entre los versos que componían su epitafio podía leerse: “hábil en el cuadrivio pero no menos en el trivio”7. En su incursión en las artes del trivio es, entonces, donde vamos a detenernos. 1.1 Las artes liberales en la DCG La DCG comienza con un breve pero revelador marco narrativo: Gilberto cuenta que un amigo lo invita a asistir a una “disputa acerca del culto al único Dios y la verdadera unidad de la fe”. Nuestro autor-personaje pone reparos hasta que finalmente es llevado allí “con amigable violencia”8. Southern interpretó este pasaje 6

Ibid., p. 249. Con el término “auctoritas” Magnavacca se refiere únicamente a las autoridades eclesiásticas, y en esta acepción lo utilizaremos aquí, pues no sucede lo mismo con las fuentes paganas. Cf. A. Novikoff, The Renaissance of the Twelfth Century. A reader, Toronto, Univerity Toronto Press, 2016, p. xix. 7 Cf. J. Flete, The History of Westminster Abbey, Cambridge University Press, Cambridge, 1909, p. 87, ll. 16-21. 8 Gislebertus Crispinus, Disputatio christiani cum gentili, en Abulafia, A. S. y Evans, G. R. (eds.), The Works of Gilbert Crispin, Londres, Oxford University Press, 1986, §1 (DCG).

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como una alegoría de Anselmo instándolo a proceder por la sola ratione9. De hecho, pareciera que con esa hesitación inicial nuestro autor quisiera dar a entender que se adentra en un mundo ajeno al suyo, conjetura que queda reforzada si atendemos también a la retórica del texto que incluye, a continuación, una llamativa serie de oposiciones: intravit - remansi, intraneis - extraneis, erant intus - eramus foris10. En efecto, Gilberto cuenta que, una vez llegados, se queda en el vestíbulo esperando que comience la disputa, a la que asiste en calidad de oyente. Describe, entonces, una escena que bien podría haberse dado en alguna escuela urbana del siglo XII: estudiantes de lógica disputando sobre los géneros y especie en base a los textos de Aristóteles y Porfirio11. Aun si ésta es una escena ficcional, ella es evidencia de que las disputas suscitadas por y sobre las artes del trivium comenzaban a apasionar a los jóvenes ya de finales del XI. También es evidencia de que Gilberto, un hombre que no conocía otro ámbito que el monástico, estaba al tanto de ello. Advirtamos, por otra parte, que esta escena tiene lugar foris, pero la disputa central, “una actividad de mejor objeto” (melioris causae)12, se desarrolla intus y por ese motivo Gilberto debe entrar para escuchar “con atención y debida reverencia lo que se decía adentro”13. Coincido una vez más con Southern, quien lee en esta oposición espacial una alegoría de Gilberto para señalar que las artes liberales sólo son propedéuticas para el abordaje de cuestiones teológicas, esto es, sobre Dios o relacionadas con Él14. Una segunda referencia explícita al estudio del septenario aparece a mitad del diálogo, cuando el personaje del Cristiano es instado por el Gentil a explicar algunas contradicciones del Antiguo Testamento. Antes de responder, el Cristiano le pide a su interlocutor que le tenga paciencia y que admita por un momento la fe, a la que

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Cf. R. Southern, “St. Anselm and Gilbert Crispin, Abbot of Westminster”, en Mediaeval and Renaissance Studies, 3,1954, p. 96. 10 DCG §1,1-2 (p. 62) y §4, 21-22, respectivamente. 11 Cf. DCG §§2-3. 12 DCG §4. 13 Ibid., resaltado propio. 14 Cf. Southern, ob. cit., p. 96.

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tácitamente le otorga el carácter de auctoritas –o al menos de algo que no es posible rechazar sin un profundo conocimiento–15 al agregar: “También en los estudios de las artes liberales admiten la autoridad quienes se acercan a su aprendizaje, y no les está permitido discutir, objetar ni oponerse permanentemente hasta que, después de un tiempo considerable, sobre el conocimiento de esas mismas cosas sepan y puedan preguntar y responder mejor dispuestos”16. Resulta curioso que a esta misma referencia apele, años más tarde, el célebre Guillermo de Conches, quejándose amargamente ante el duque Godofredo de Anjou de la petulancia de los jóvenes que “han dejado de lado la norma de la enseñanza pitagórica, que establecía que el alumno escuchara y creyera durante siete años, y recién al octavo hiciera preguntas”17. Si bien es posible que ambos maestros hayan conocido esta práctica pedagógica por la tradición oral, lo cierto es que el dato se encuentra en las Epístolas morales a Lucilio de Séneca18. No es absurdo pensar que Gilberto había leído los clásicos latinos dado que su personaje del Gentil, por ejemplo, habla con soltura sobre Virgilio y las instituciones romanas 19. Con todo, habría que realizar un estudio detallado de las fuentes que excede la intención de este trabajo. Ahora bien, hasta aquí, la presencia de las artes. Pasemos a analizar el uso de la dialéctica respecto de la auctoritas. 1.2 El uso de la dialéctica en la DCG Antes de la DCG, Gilberto había redactado un diálogo similar, pero, dado que los protagonistas eran un cristiano –él mismo– y un judío, la disputa sobre la correcta interpretación de las escrituras compartidas, aunque dialéctica, estaba mediada por la constante apelación a las autoridades, como era habitual. Esta vez, en 15

Cf.B. Goebel, “Vernunft und Autorität in den Religionsgesprächen Gilbert Crispins”, en Jahrbuch für Religionsphilosophie, 11, 2012, p. 53. 16 DCG §15. 17 Guillermo de Conches, Philosophia, prefacio 3. 18 Cf. Séneca, Epístola LII, 10. 19 Cf. DCG §65 y §36, respectivamente.

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cambio, Gilberto intentó defender la fe cristiana únicamente a partir de la razón. Para que el diálogo fuera verosímil, recurrió a dos elementos narrativos complementarios: por una parte, el adversario del Cristiano es un Gentil y, como tal, no acepta “sus leyes y escritos, ni tampoco [...] las autoridades asociadas a ellos”. 20 Por otra, nos aclara que ambos interlocutores son “filósofos”. A pesar de que este Gentil muestre algunos rasgos identitarios que podrían hacernos pensar en un filósofo de la antigüedad romana, lo cierto es que es presentado no sólo como un contemporáneo de Gilberto sino también como un par intelectual de un cristiano también filósofo, lo que podría hacernos pensar en maestros de artes o, incluso, de dialéctica. Ahora bien, los primeros testimonios de maestros llamándose a sí mismos “filósofos” pertenecen a Guillermo de Conches y Pedro Abelardo, es decir, se dan al menos tres décadas más adelante21. Sin embargo, por una parte, contamos con la presencia de estudiantes del trivium, por otra, aunque nada impide suponer que el Cristiano sea maestro de artes y teólogo, la relación entre ambos oponentes es simétrica, y el Gentil, por razones obvias, no podría ser teólogo ni magister sacrae paginae. La disputa, entonces, se articula en seis grupos de objeciones propuestas por el Gentil, que el Cristiano, a su turno, explica y refuta. Pero llegados al sexto grupo de objeciones algo sale mal. No es, como sostuvo Anna Abulafia, el hecho de que ambos recurran incontables veces al Antiguo Testamento, pareciendo descuidar el pacto autoimpuesto de no apelar a la autoridad, pues ello es justificable en tanto que las Escrituras proveen la materia de discusión22. El problema es, en cambio, que el Cristiano no logra explicar satisfactoriamente la Trinidad. Esto conduce al Gentil a abandonar el debate con las siguientes palabras:

20

DCG §9. Cf. M. Teeuwen, The Vocabulary of Intellectual Life in the Middle Ages, Turnhout, Brepols, 2003, p. 397. 22 Cf. A. S. Abulafia, “An attempt by Gilbert Crispin, Abbot of Westminster, at Rational Argument in the Jewish-Christian Debate”, Studia monastica, 26, 1984, pp. 71-74. Ya Jacobi había reparado en que no se trata estrictamente de apelaciones a la autoridad, sino más bien de traer al debate pasajes discutibles. Cf. K. Jacobi, “Gilbert Crispin - Zwischen Realität und Fiktion”, Ders. (ed.), Gespräche lesen. Philosophische Dialoge im Mittelalter, Tübingen, 1999, p. 136. 21

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“Creo que no quieres disputar conmigo sobre aquella cuestión que propuse acerca de la trinidad en la unidad de la divinidad puesto que no pudiste presentarme algún argumento, ni con el arte de la disputa fuiste capaz de obtener mi adhesión de alguna manera”23. Y sabemos que el ars disputandi no es sino otra manera de llamar a la dialéctica. Aunque Gilberto no lo haya dicho antes de manera explícita, al proponer un debate exento del recurso a la autoridad, en el que dos filósofos, uno “atacante de fe la cristiana”24 y otro defensor de la misma, esgrimen argumentos y contraargumentos poniendo como único juez a la razón, propone, en definitiva, una disputa dialéctica sobre ciertos contenidos de la fe. La dialéctica, tanto aquí como en muchos de los textos del siglo posterior, funciona tácitamente como sinécdoque de razón. Ella sirve para que el Cristiano argumente sin problemas sobre tópicos como la inmutabilidad de Dios, el libre albedrío, la exégesis bíblica, y la necesidad y posibilidad de la Encarnación, pero encuentra su límite ante el misterio de la Trinidad. Sin embargo, no creo que este límite esté dado por la falta de habilidad dialéctica del autor, como ha sugerido la interpretación más tradicional 25. Tras la partida del Gentil el diálogo continúa, pues Gilberto no abandona su intención de dar cuenta racional de la Trinidad. Para ello, recurre a un tercer interlocutor, un oyente que asume el papel de discípulo dejando al Cristiano, inmediatamente, en el lugar –ahora sí explícito– de maestro. Este cambio de situación le permite al personaje del Cristiano apelar no sólo al Antiguo sino también al Nuevo Testamento, algo que hará para justificar la creencia en este misterio. Aquí Gilberto necesita partir del dato de la fe, pero una vez que se acepta que la Trinidad existe por vía de la auctoritas, realiza un último intento de explicarla apelando a la categoría de “relación” y a la misma imagen del Nilo que se encontrará años después en el De incarnatione Verbi de Anselmo26. Si el Cristiano reservó estas analogías al disputar con el Gentil, fue tal vez porque Gilberto supone que aunque la dialéctica puede explicar la posibilidad el misterio –es decir, mostrar que es lógicamente consistente–, este arte, por sí misma, 23

DCG §82. DCG §4. 25 Cf. Goebel, ob. cit., pp. 38-48. 26 Cf. DCG, §§106-107; Anselmo, De incarnatione Verbi XIII. 24

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es insuficiente para justificar su necesidad. En otras palabras, aunque la Trinidad es pasible de ser entendida por la razón, ella no deja de ser un dogma, y para creerlo, con la auctoritas basta. Por eso termina la obra diciendo que agradezca a Dios quien comprende la Trinidad, y quien no pueda, “que crea sin dudar que es así”27. 2. Un punto de comparación: las Collationes Como se dijo, el punto crítico de la conciencia de abuso de las auctoritates se alcanza con Pedro Abelardo. Si bien el Palatino se encargó de exponer su pensamiento al respecto en casi todas sus obras, es el prólogo del Sic et non donde éste aparece con mayor claridad. A pesar de ello, he decidido confrontar la Disputatio de Gilberto con las Collationes por tres motivos: 1) por la obvia similitud de la forma y de los personajes, aun cuando nos detendremos en ello, 2) porque el diálogo de Gilberto figura entre las posibles fuentes de las Collationes, lo que nos permite pensar en una influencia efectiva más que en una mera coincidencia 28, y 3) porque en las Collationes Abelardo reflexiona no sólo sobre la dialéctica –como suele hacer– sino también sobre el resto de las artes liberales. 2.1 Las artes liberales en las Collationes Si bien es conocida la arquitectura de la obra, no es ocioso recordar que está dividida en tres grandes secciones: el encuadre común y dos collationes: una entre el Filósofo y el Judío, otra entre el Filósofo y el Cristiano. Apenas comenzada la segunda collatio, el Filósofo advierte que “el estudio de la gramática, de la dialéctica y de las demás artes”, es útil sólo en tanto sirve a la rama de la filosofía que estudia el Sumo Bien, esto es la ética29. Encontramos aquí la primera coincidencia entre Gilberto y Abelardo: ambos comparten la línea agustiniana que entiende que cada ciencia se dignifica por su objeto de estudio. Esta premisa común los conduce a ver

27

DCG §108. Cf. J. Marenbon, G. Orlandi, “Introduction”, en Peter Abelard, Abélard’s Collationes, Oxford University Press, Oxford - New York, 2001, pp. xxxix y xl. 29 Cf. Pedro Abelardo, Diálogo entre un filósofo, un judío y un cristiano, S. Magnavacca, trad., Buenos Aires, Losada, 2003, p. 155. De ahora en esta traducción será citada como “Dialogus”. 28

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las artes, para usar la metáfora de Abelardo, como “escalones” 30, es decir, como propedéuticas frente a la disciplina “melioris causae”. Con todo, para el Palatino este no es motivo suficiente para no reconocer el aporte que las artes hacen al conocimiento, pues ellas no sólo tienen valor instrumental respecto de cuestiones más elevadas, sino también valor intrínseco en tanto scientiae. Y, también para Abelardo, será la dialéctica aquella que traduzca mejor que ninguna otra disciplina los procesos de la razón. Es el Filósofo –y no el Cristiano, como cabría esperar– el que recuerda el pasaje donde Agustín ensalza la dialéctica, afirmando que es “La disciplina de las disciplinas” en la cual “la razón se devela a sí misma”31. Sólo este arte, insiste el Filósofo –y en esto también el autor– está en condiciones de hacer frente a “todos los tipos de cuestiones que se han de comprender más profundamente en la Escritura”32. En consecuencia, y a pesar de la función introductoria de las artes que tanto Gilberto como Abelardo reconocen, la dialéctica es la privilegiada respecto de todo proceso cognitivo, incluso de aquél que permite dar cuenta racional de aquello que se cree, y por eso, más que ninguna otra, la que permite prescindir de la apelación a la autoridad. 2.2 La dialéctica y las auctoritates en las Collationes Ahora bien, en cuando a la utilización misma de la dialéctica, lo primero que hemos de advertir es que el propósito de ambos diálogos es diferente. Mientras que Gilberto, inserto en el círculo de producción anselmiano, intenta seguir a su maestro en el proyecto de una teología racional argumentativa con el objetivo didáctico de instruir a sus destinatarios sobre algunos puntos conflictivos de la fe cristiana, la intención de Abelardo, mucho más compleja y difícil de sintetizar, parece ser la de proponer el debate racional como terreno común para confrontar las “diversas religiones entre las cuales está dividido el mundo”33 y discutir, al mismo tiempo, con el cristianismo más intransigente de su época. Además, dado el carácter moral de la obra, Abelardo no se detiene a demostrar la verdad de las proposiciones cristianas; 30

Dialgous, p. 157. Véase ibid., pp. 57-59. Agustín, De ordine, II, 13, 38, citado en Dialogus, p. 169. 32 Dialogus, 169. 33 Abelardo, Carmen ad Astrolabium, v. 361. Cf. Dialogus, p. 59. 31

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su esfuerzo está puesto en poner de relieve la similitud de principios éticos que toda persona posee independientemente de su fe. De allí que, aunque los personajes de las Collationes se sirvan de la argumentación dialéctica, ésta no sea el único recurso discursivo de la obra. Sea de ello lo que fuere, el hecho es que si ya para Gilberto las argumentaciones dialécticas eran importantes para la comprensión de la propia creencia, especialmente frente a posibles objeciones de otras comunidades religiosas, para Abelardo directamente son necesarias pues –y en esto se aleja del abad– mal se puede creer lo que no se comprende. Es por ello que en las Collationes el Filósofo abre el diálogo preguntándole al Cristiano y al Judío si ha sido la razón la que los condujo a sus respectivas creencias religiosas, o si, más bien, fue “la opinión de los hombres y el afecto de vuestra estirpe”, pues sólo la primera opción le parece aceptable34. Y para mostrar cuán necesario es discutir la fe a partir de la razón, argumenta que sin derecho a una réplica racional se debería aceptar, incluso que una piedra es Dios35. Así, pretende justificar la intervención de la dialéctica en teología y exponer cuán absurdo puede resultar la obediencia ciega a la autoridad –aun si, como vimos, él mismo echa mano de un pasaje de Agustín. Sin embargo, en sus obras, la cita de autoridad precede o sigue a la argumentación propia a modo de refuerzo, pero nunca es usada como prueba inapelable. De todas formas, nos dice el Palatino, “[t]ambién aquellos que merecieron la autoridad, adquirieron esta estima por la cual se les cree, porque escribieron fundándose en la razón”36. Conclusiones Hemos visto cómo ese “espíritu de independencia” del que hablaba Munro, y que caracterizará el Renacimiento del XII cuyo representante es Abelardo, se encontraba ya en Gilberto. Ahora bien, es cierto que si lleváramos la línea continuista hasta sus últimas consecuencias buscando nombres que discutieran la relación entre auctoritas 34

Dialogus, p. 63. Podría objetarse que el Filósofo no representa la voz de Abelardo. Sin embargo, la mayor parte de sus afirmaciones se corresponde con las del mismo Abelardo en sus otras obras. Además, existen muchos pasajes en los que Abelardo pone de manifiesto la necesidad impostergable de entender aquello que cree, v.g. Carmen ad Astrolabium, vv. 363366, De intellectibus §25. 35 Cf. Dialogus, p. 163. 36 Dialogus, p. 165.

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y ratio, de seguro encontraríamos más de uno; sin ir muy lejos, al propio maestro de Gilberto, Anselmo. Pero no es menos cierto que en algún punto es inevitable poner un corte, o en este caso, un inicio. A diferencia de los objetos naturales, los culturales tienen límites difusos y, por tanto, las características que les adjudiquemos serán siempre arbitrarias, lo mismo que la inclusión o exclusión de algún fenómeno, corriente o autor. Así pues, la inclusión de Gilberto en esta renovación filosófica es discutible y depende, en gran medida, de cuánto se esté dispuesto a dilatar los límites cronológicos del período y a partir de qué características distintivas. Pero si una de ellas es la intención de liberarse de las autoridades –y creo que sí lo es– entonces nuestro autor puede considerarse como parte de ese renacimiento o, al menos, debe ser tenido en cuenta en el itinerario hacia él37. De allí la precedente comparación entre Gilberto y Abelardo con la que creo haber puesto de manifiesto al menos dos grandes semejanzas. La primera es que ambos autores se han propuesto –con mayor o menor éxito– excluir la apelación a las autoridades de sus respectivos diálogos. La segunda es la conciencia compartida de que las artes liberales, aunque propedéuticas en lo que atañe a su objeto de estudio, resultan esenciales para el discernimiento de la verdad. Y es por eso que se valen de ellas, en especial de esa “conductora” de todas las artes que es la dialéctica, para comprender y hacer comprensible aquello que se cree más allá de lo que las auctoritates pudieran haber dicho al respecto. Sin embargo Gilberto, monje antes que dialéctico, pretendiendo dar cuenta de la verdad del cristianismo, se topa con el límite del misterio trinitario; mientras que Abelardo, dialéctico antes que monje, aboga por “una nueva piedad, basada en el raciocinio y en la argumentación ‘probada’”38. Aun así, Gilberto es un elocuente ejemplo de que la formación monástica de la segunda mitad de siglo XI no sólo preparó el terreno para la renacida devoción por las artes liberales y la liberación de las autoridades, sino que ha sido parte activa de ese fenómeno. A partir de esta necesariamente incompleta comparación, quisiera dedicar unas pocas palabras sobre las etiquetas historiográficas en general, y sobre la del Renacimiento del siglo XII en particular. Poner el acento en ciertos elementos de 37

Novikoff, por ejemplo, en The Twelfth-Century Renaissance (ob. cit.) ha incluido a Gilberto sin mayores preámbulos. 38 L. Bacigalupo, Intención y conciencia en la ética de Abelardo, Lima, Pontificia Univ. Católica del Perú, 1992, p. 17.

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continuidad nos permite ver que los límites con el pasado inmediato son más difusos de lo que, todavía guiados por la historiografía decimonónica, habitualmente creemos; que ciertas dicotomías a las que nos hemos habituado –como escuelas monásticas/urbanas, contemplación/ artes liberales, etc–, aunque válidas, son endebles. Desde luego, esto no implica que debamos borrar esos límites ni prescindir de categorías que, como sostuvo Le Goff, nos ayudan a “tener cierto control sobre el tiempo” en pos de la apreciación problemática del pasado 39. Lo que debemos hacer, en todo caso, es tener siempre presente que la historia no da saltos y que los períodos de transición son una valiosa e ineludible herramienta para comprender aquellos otros que más nos han deslumbrado.

39

J. Le Goff, ¿Realmente es necesario cortar la historia en rebanadas?, Ciudad de México, FCE, 2016, p. 96; cf. ibid., p. 13.

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ÍNDICE

José Manuel Cerda Costabal y Celina A. Lértora Mendoza Presentación Coordinadores de la RLFM José Antônio de C. R. de Souza in memoriam

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Actas Acto inaugural Alberto Vásquez Tapia Palabras de inauguración João Lupi A Rede latino-americana de Filosofia Medieval José Manuel Cerda Costabal Leonor Plantagenet y la reginalidad. La dotación matrimonial del poder y la autoridad en la Europa medieval

11

Simposios, mesas y paneles temáticos

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Panel Abordajes ético-políticos en los primeros siglos del cristianismo

35

Marcus Cruz Quem são os legítimos herdeiros? O conflito pela Paidéia na Antiguidade Tardia Kelly Cristina da Costa Bezerra de Menezes Mamedes Procópio de Cesareia: um classicista na Antiguidade Tardia

37

Mesa: Educación en el siglo XII: antecedentes y derivas Carlile Lanzieri Júnior En las líneas y entrelíneas de la civitas sapientiarum: el sentido de la memoria en la relación entre maestros y discípulos en la pedagogía de los siglos XI y XII Natalia Jakubecki Artes liberales y auctoritas en Gilberto Crispino y Pedro Abelardo

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47 57

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XVI CONGRESO LATINOAMERICANO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL

Panel Francisco Suárez Nicolás Silva Sepúlveda Suárez y Cayetano: una disputa sobre el concepto de ente y la analogía Giannina Burlando Actualidad de Suárez y sus lectores del siglo XXI

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Simposio Escolástica colonial Juan Manuel Campos Benítez La Logica mexicana de Antonio Rubio Mauricio Hardie Beuchot Puente Sobre la lógica novohispana. Su vigencia en la actualidad Celina A. Lértora Mendoza Lógica colonial de los siglos XVII y XVIII Carlos Arturo Arias Sanabria Reflexiones acerca de un manuscrito neogranadino de Teología moral Ángel Muñoz García América: ¿Nuevo Mundo? ¡Nuevo Imperio!

115

Comunicaciones libres Lidia Raquel Miranda La metáfora del cuerpo humano en la representación del arca en Noé de Ambrosio de Milán João Lupi A Escola de Antioquia e o aristotelismo na Síria Daisy Carolina Aguirre Soto El mal según San Agustín en las Confesiones Davi Chang Ribeiro Lin O amor subverte os projetos ideológicos de poder: contribuições de Santo Agostinho à política em tempos de crise Susana Violante Porfirio y su modificación del concepto “metafísica” empleado por Aristóteles Maria Manuela Brito Martins A plurivocidade da ideia de corpo no Periphyseon de João Escoto Eriúgena: corpus, corporeus e corporalitas José de Jesús Herrera Ospina y Nelson Ramiro Reinoso Fonseca Hildegarda de Bingen y la revolución mística del siglo XII

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CORPORALIDAD, POLÍTICA Y ESPIRITUALIDAD: PERVIVENCIA Y ACTUALIDAD DEL MEDIOEVO

Enrique Camilo Corti Pervivencia del Medioevo: los universales y el lenguaje Maria Leonor Xavier Santo Anselmo: o Resgate do Homem e da Terra Cecilia Cintra Cavaleiro de Macedo Corporeidade e espiritualidade em Ibn Gabirol Maria de Lourdes Sirgado Ganho Breve Comentário à Obra De Reductione Artium ad Theologiam de São Boaventura Manuel Enrique Cortés Cortés et alii Recordando a Alberto Magno, filósofo, teólogo y patrono de los científicos Santiago Argüello El poder de la racionalidad metafísica como explicación adecuada del dominio político en Tomás de Aquino Gustavo Carlos Bitocchi El hombre como microcosmos (minor mundus) en Tomás de Aquino Maria Inês da Graça Bolinhas Tomás de Aquino e as razões da Incarnação Hugo Emilio Costarelli Brandi Tristeza y belleza. El efecto terapéutico de la contemplación en Tomás de Aquino Rafael Roberto Cúnsulo ¿Cómo se unen el alma y el cuerpo según Santo Tomás de Aquino? Silvana Filippi Relevancia de la corporeidad en la antropología tomista: “El alma unida al cuerpo es más semejante a Dios” María Elisa Ladrón de Guevara Santo Tomás, trascendencia divina y creación ex nihilo Jorge Martínez Santo Tomás y sus problemas con el averroísmo latino José María Felipe Mendoza Notas sobre el órgano del cerebro en Tomás de Aquino y algunas consecuencias epistemológicas Ricardo Alfonso Villalba Portillo Factores epistemológicos y teológicos para la determinación del sujeto de la filosofía primera en Tomás de Aquino y Duns Escoto

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Enrique Santiago Mayocchi El origen metafísico de la posibilidad y la contingencia en el pensamiento modal de Juan Duns Escoto Héctor Fernández Cubillos “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”: el origen de la autoridad política en Tomás de Aquino y Juan Duns Escoto José Antonio Valdivia Fuenzalida Los fundamentos antropológicos de la teoría sobre el conocimiento de sí de Pedro Olivi Alexandre Freire Duarte Del reflejo del amor a su locura: la gratuidad amorosa en Marguerite Porete y Angela da Foligno Fernanda Ocampo La naturaleza “constitutiva” del intelecto según el De origine rerum praedicamentalium de Dietrich von Freiberg: estructura argumentativa y tesis centrales del quinto capítulo Olga Larre El pensamiento físico de Walter Burley: las bases de una teoría del tiempo construida desde una nueva ontología Gabriela Río Orrego El Origen laico de la ley, según Marsilio de Padua Paula Pico Estrada Nicolás de Cusa sobre el cuerpo. La naturaleza de la corporalidad en De ludo globi y De mente y la noción de “resurrección” en De docta ignorantia III Nicolás Ariel Lázaro El Cayetano y sus comentarios Samuel Dimas A conciliação entre a fé e a razão no pensamento hebraico de Leão Hebreu sobre a criação do Mundo e a redenção do homem Analía del Valle Manzur Consejos para el bien vivir en Breviloquio de virtudes de Diego de Valera Marcos Vinícius Marinho Fernandes As reverberações da Suma Teológica na compreensão do matrimônio régio durante o Renascimento espanhol

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CORPORALIDAD, POLÍTICA Y ESPIRITUALIDAD: PERVIVENCIA Y ACTUALIDAD DEL MEDIOEVO

Marcone Costa Cerqueira Ressonâncias de uma teoria da vontade agostiniana no humanismo cívico italiano Silvia Magnavacca El deseo de vanagloria como pasión pública entre Medioevo y Renacimiento Ignacio Pérez Constanzó Justificación de la mentira por parte del gobierno en el Renacimiento Italiano: sus antecedentes en los dos siglos anteriores Paula González León El concepto de Bienaventuranza en Santo Tomás y su relación con el estoicismo de Séneca Williams Ibarra Pervivencia y sentido del inter homines vivere agustiniano en De regno desde la Fenomenología de la Acción María Isabel Cardozo Noción de deseo en la episteme medieval: rol del poder pastoral en la configuración de una idea de cuerpo Natalia Strok Eriúgena y Cudworth sobre la existencia de Dios Clemente Huneeus La causalidad en los argumentos cosmológicos de Descartes y Santo Tomás: contraste crítico Claudio Pedrosa Nunes Diálogos entre a Filosofia Medieval-Tomista e a Jusfilosofia Contemporânea: ensaio hermenêutico e axiológico Darío José Limardo Cognitio est quidam veritatis effectus: la búsqueda heideggeriana en Tomás de Aquino del sentido ontológico de la verdade Jorge Augusto da Silva Santos Martin Heidegger e a Mística Medieval. Em busca de uma compreensão fenomenológica César Oswaldo Ibarra Aprendizaje Virtual de la Filosofía Medieval en la UNAD Leonardo Caviglia Grigera Un Oxford Medieval en el siglo XX: la influencia del pensamiento medieval en la obra de C. S. Lewis y su vigencia

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XVI CONGRESO LATINOAMERICANO DE FILOSOFÍA MEDIEVAL

Martín Agudelo Ramírez El séptimo sello. Una mirada fílmica para comprender el silencio de Dios Ana Mallea “Mi Ángel marchará delante de ti”

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Sectio Latina Walter Redmond Argumentum ontologicum ab Editha Stein prolatum

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Presentación de libros João Lupi João Lupi, Orígenes, nas raízes da teologia cristã Natalia Jakubecki Ramón Llull, Vida coetánea. Arte Breve, Introducción, traducción y notas de Julián Barenstein Celina A. Lértora Mendoza Enrique Corti, Oír, entender, argumentar. Lectura de Proslogion y De Grammatico de Anselmo de Canterbury Paula Pico Estrada Alberto Magno La tiniebla de la ignorancia: Comentario a La teología mística de Dionisio Areopagita Lidia Raquel Miranda Lidia Raquel Miranda (editora), La Edad Media en capítulos. Panorama introductorio a los estudios medievales

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Acto de cierre Silvia Contaldo ‘dimidium animae meae’. Amizade e espiritualidade em Agostinho Giannina Burlando Palabras de despedida José Manuel Cerda Costabal Palabras al cierre

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