Los viejos marineros: ÍndiceJorge Amado (Os velhos marinheiros, 1961) Jorge Amado ÍNDICE LA MUERTE Y LA MUERTE DE QUINCAS BERRO DAGUA I---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------4 II--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------6 III-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------8 IV------------------------------------------------------------------------------------------------------------------10 V-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------11 VI------------------------------------------------------------------------------------------------------------------13 VII-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------16 VIII----------------------------------------------------------------------------------------------------------------18 IX------------------------------------------------------------------------------------------------------------------22 X-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------25 XI------------------------------------------------------------------------------------------------------------------29 XII-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------33 LA COMPLETA VERDAD SOBRE LAS DISCUTIDAS AVENTURAS DEL COMANDANTE VASCO MOSCOSO DE ARAGÓN, CAPITÁN DE ALTURA PRIMER EPISODIO De la llegada del comandante al suburbio de Periperi, en Bahía, del relato de sus más famosas aventuras en los cinco océanos, en mares y puertos lejanos, con rudos marineros y mujeres apasionadas, y de la influencia del cronógrafo y del telescopio sobre aquella morigerada comunidad suburbana De cómo el narrador, con cierta experiencia anterior y agradable, se dispone a extraer la verdad del fondo de un pozo--------------------------------------------------------------------------------------------34 Del desembarco del héroe en Periperi y de su intimidad con el mar-------------------------------------37 Donde se trata de jubilados y retirados de los negocios, con mujeres en la playa y en la cama, doncellas en fuga, ruina y suicidio, y una pipa de espuma de mar------------------------------------39 De cómo la sensual bailarina Soraya y el rudo marinero Giovanni participaron en el velatorio y en el entierro de la vieja Doninha Barata--------------------------------------------------------------------44 Del telescopio y de su variado uso, con Dorothy a la luz de la luna en la cubierta--------------------47 Donde nuestro narrador resulta un tanto miserable---------------------------------------------------------51 Del mal de no saber geografía y de la errada tendencia a farolear en el póquer------------------------54 De las fiestas de San Juan, con licor, arroz con leche y tiburones, o el envidioso derrotado---------59 Donde Dondoca pone cuernos morales al narrador---------------------------------------------------------62 LOS VIEJOS MARINEROS Los viejos marineros: Índice Jorge Amado De cómo se desató la tempestad tras las conmemoraciones del Dos de Julio, o la vuelta del malo con acusaciones contra el bueno---------------------------------------------------------------------------65 SEGUNDO EPISODIO Fiel y completa reproducción de la narración de Chico Pacheco con un sustancioso cuadro de las costumbres y de la vida de la ciudad de Salvador en los comienzos del siglo, ilustres figuras del Gobierno y ricos comerciantes, insoportables doncellas y excelentes pendones De la pensión Montecarlo y de los cinco señores importantes--------------------------------------------67 De la firma Moscoso & Cía. Ltda., capítulo comercial con un poquito de tristeza--------------------70 Del comandante de Marina, con sus negras y mulatas, y Madalena Pontes Mendes, insoportable doncella-------------------------------------------------------------------------------------------------------75 Sobre la realidad y el sueño, a propósito de títulos y despachos------------------------------------------78 Donde aparece otra vez el estúpido del narrador tratando de colocarnos un libro---------------------82 Del rapto de Dorothy; con un magistrado en calzoncillos-------------------------------------------------85 De cómo, en juerga monumental, Vasco llora apoyado en el hombro de Georges, y del resultado de esas confidencias--------------------------------------------------------------------------------------------89 Desde la navegación astronómica al Derecho Internacional Marítimo; capítulo extremadamente erudito---------------------------------------------------------------------------------------------------------94 De como se fabrica un viejo marinero, sin navío y sin navegación--------------------------------------95 Del paso del tiempo y de las mudanzas en el gobierno de la firma, con trucos diversos y una cresta erguida--------------------------------------------------------------------------------------------------------98 Donde el narrador, embarullado y oportunista, recurre al destino--------------------------------------101 Donde se cuenta de cómo el comandante parte con destino ignorado, o para cumplir su destino, pues nadie escapa al destino en este mundo------------------------------------------------------------------104 TERCER EPISODIO Minuciosa descripción del inmortal viaje del comandante al mando del «Ita», con los múltiples sucesos de a bordo. Románticos amores, discusiones políticas, visita gratuita a los puertos de escala, con la célebre teoría de las baqueanas y los vientos en furia desatados Del comandante en el puesto de mando--------------------------------------------------------------------107 Del comandante en la presidencia de la mesa a bordo, en mar agitado, con amenazas de revolución intestina e intestinal----------------------------------------------------------------------------------------109 Del «Ita» navegando al sol, capitulo casi folklórico, que debe leerse con el acompañamiento musical de «Peguei um Ita no Norte», de Dorival Caymni-------------------------------------------113 Del comandante comandando, la dama suspirando, la danzarina danzando y el navío navegando en mar de rosas y mozas--------------------------------------------------------------------------------------118 Del comandante inmerso en su profundo ensueño y de lo que pudo ver a la sombra de la lancha de salvamento--------------------------------------------------------------------------------------------------126 De los adolescentes en los puentes y calles de Recife, y de la imprevista y fugitiva visión---------128 Donde el narrador interrumpe la historia sin ningún pretexto, pero en la mayor aflicción----------131 De la científica teoría de las Baqueanas--------------------------------------------------------------------135 Donde se narran pequeños acontecimientos, aparentemente sin importancia, pero que contribuyen, todos ellos, a los dramáticos sucesos finales-----------------------------------------------------------140 Los viejos marineros: Índice Jorge Amado De noviazgo y juramentos de amor eterno, o de cómo el comandante ancló, bajo la luz de la luna, en el corazón de la Gran Baqueana--------------------------------------------------------------------------143 Capítulo atolondrado y feliz, con derecho a visitar las máquinas y las bodegas y a lanzar un S.O.S. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------147 Del completo y adivinatorio conocimiento de la ciencia marinera-------------------------------------150 Donde la verdad es extraída del fondo del pozo por los furiosos vientos desatados-----------------155 De la moraleja de la historia y de la moral corriente------------------------------------------------------158 las playas de arena blanca. amarrados. que estaba a su lado) I Hasta hoy sigue habiendo cierta confusión en torno a la muerte de Quincas Berro Dagua. maestro de la poesía y de la vida. como declaró en tono bueno y alto. tranquilo hermano de literatos. A la memoria de Carlos Pena Filho. repetida la frase final de boca en boca. la noche inmensa. se mantiene intransigente en la versión de la tranquila muerte matinal. sin embargo. Para Joelson. a los amigos y demás personas presentes. Dudas por explicar. para nunca más volver. mujer de palabra. más que una simple despedida del mundo. lugar y frase última. por libre y espontánea voluntad. victoriosamente. muerte acontecida casi veinte horas antes de aquella otra. el certificado de defunción firmado por el médico casi al mediodía. funcionario público de prometedora carrera. tía Marocas y su hermano menor. comandante de fina palidez en la mesa de póquer. Tantos testigos idóneos. al calor de la amistad. largamente comentada en las laderas y barrancas oscuras. y. lagunas diversas. Quincas y su gente. a pesar de todo. Que cada cual cuide de su entierro. hoy navegando en mar ignoto con sus alas de ángel. afirma que toda la historia no pasa de ser una enorme patraña. cuando. un testimonio profetice. sin aparato. 1959) Para Lais y Rui Antunes. por testigos idóneos. como bueyes en yugo. en cuya casa pemambucana y fraternal. entre ellos Mestre Manuel y Quiteria do Olho Arregalado. poblado de escépticos y negativistas. crecieron. y con este simple papel –sólo porque tiene letra impresa y sellos– intentan apagar horas intensamente vividas por Quincas Berro Dagua hasta su partida. en la agonía de la noche. muerte que representó. sin frase. Exhiben ellos. Con flagrante injusticia atribuyen a esos amigos de Quincas toda la . (Última frase de Quincas Berro Dagua. en hora dudosa y en condiciones discutibles. detalles absurdos. con su marinería y su caña de pescar. Así es el mundo.¡Error!Estilo no definido. el imposible no existe. invención de borrachos inveterados. contradicciones en la declaración de los testigos. Berrito Dagua en la mesa del bar. de bellacos cuyo paisaje debieran ser las rejas de la cárcel y no la libertad de las calles. LA MUERTE Y LA MUERTE DE QUINCAS BERRO DAGUA (A morte e a morte de Quincas Berro D’água. al orden y a la ley. estas historias que le prometí contar. Muerte presenciada. según Quiteria. a los procedimientos habituales. No hay claridad sobre la hora. el puerto de Bahía. sinvergüenzas al margen de la ley y de la sociedad. La familia. Quincas Berro Dagua se hundió en el mar de Bahía y emprendió su viaje. hay quien niega toda autenticidad no sólo a la admirada frase sino a todos los acontecimientos de aquella noche memorable. al papel sellado. mensaje de profundo contenido (como escribiría un joven autor de nuestro tiempo). tan propalada y comentada. en opinión de aquella gente. cuando la luna se deshizo sobre el mar y ocurrieron misterios en la orla del muelle de Bahía. apoyada por vecinos y conocidos. sin testigos. La familia del muerto –su respetable hija y su circunspecto yerno.: XII Jorge Amado Para Zelia. comerciante con modesto crédito en un Banco–. una farsa montada por él. Esto nos lleva a comprobar que hubo una primera muerte. No sé si ese misterio de la muerte (o de las sucesivas muertes) de Quincas Berro Dagua. . decentemente. si no física al menos moral. y dándonos derecho a pensar si habrán sido los acontecimientos posteriores –a partir del certificado de defunción y hasta su hundimiento en el mar–.¡Error!Estilo no definido. No era él en verdad hombre de respeto y conveniencias. rodeado de la estima y del respeto de todos. había muerto mucho antes. sumando un total de tres.: XII Jorge Amado responsabilidad de la malhadada existencia por él vivida en sus últimos años. podrá ser completamente descifrado. a pesar del respeto dedicado por sus compinches de juego a jugador de tan envidiada suerte. hasta el punto de que no era pronunciado su nombre. pues lo importante es intentar aun lo imposible. Pero lo intentaré como él mismo aconsejaba. fechada años antes. y sus hechos no eran comentados en la presencia inocente de los niños. haciendo de Quincas un recordman de la muerte. un campeón de fallecimientos. cuando se convirtió en la tristeza y la vergüenza de la familia. de amargarles la existencia. con la intención una vez más de mortificar a los parientes. de añorado recuerdo. para quienes el abuelo Joaquim. exponiéndolos a la vergüenza y a las murmuraciones de la calle. a bebedor de tan largos y conversados aguardientes. Como siempre. al yerno Leonardo. tenía un importante asunto que tratar con Quincas aquella mañana. La muerte apaga. una rasgada colcha sobre las piernas– con su habitual sonrisa acogedora. Y la memoria de un muerto es. se encontraba abierta. ni para servir de rima pobre a cantores populares a la entrada del Elevador Lacerda. se sentó en la cama y le dijo que tenía prisa. en las inmediaciones de la rampa del Mercado. La negra llamó. o. del pecho de los esposos se elevó al unísono un suspiro de alivio. andaban maltratando la memoria del muerto. incluso colegas de Leonardo Barreto. Ésa era la tesis de la familia. tropezaba con Quincas o sabía de él por medio de terceros. Bajó las escaleras corriendo. añadiéndole una historia con fechas y detalles que la ascendía a llave bendita de iglesia. y se extendió la noticia. tenía prisa. ya avanzada la mañana. pues era la época sagrada de las fiestas de Xangó. o cantando con voz ronca por la Ladeira de Sao Miguel. Había llegado la hora del merecido descanso. inclinado sobre una baraja grasienta en el atrio de la Iglesia del Pilar. Tocó el cuerpo de Quincas. y la memoria del muerto fulge como un diamante. Constaba además que la había vendido a unos turistas. para la sociedad. muerto en su cuchitril miserable. Hacía mucho que Quincas había perdido la llave centenaria. La negra había llegado en busca de sus hierbas. las manchas del pasado. la familia había conseguido que brillara así sin mancha la memoria de Quincas. hasta se extendía en detalles: una negra. al morir. que Quincas la había palmado definitivamente. De él hablaban en pasado. vendido largamente).: XII Jorge Amado II Los sinvergüenzas que contaban. La negra. desde hacía algunos años. afligido. Empujó la puerta. viciada de pellizcos y apalpadas. chaqueta de alpaca negra. en lo alto de la empinada escalera. El dedo gordo del pie derecho asomaba por un agujero del calcetín. Se levantó alarmada y tomó su mano fría. sucio y andrajoso. viejo magro de pelo crespo y cano. en un esfuerzo digno de todo aplauso. Ya podrían hablar libremente de Joaquim Soares da Cunha. la puerta del cuarto. Quincas Berro Dagua. opinando sobre el tiempo y la política. enseñarles a amar la memoria del abuelo. bien afeitado. llegó un santero establecido en la Ladeira do Tabuao a la pequeña pero bien dispuesta casa de la familia Barreto para comunicar. ejemplar funcionario de la Dirección General de Rentas del Estado. Se sorprendió al ver que no extendía su mano libertina. hombre de aguardientes comedidos y caseros. se reintegra a su respetabilidad más auténtica. Le había prometido éste procurarle ciertas hierbas difíciles de hallar. Cuando un hombre muere. según la familia. vendedora de puré de mandioca y otros avíos. un colega cualquiera de Leonardo o amiga charlatana de Vanda (la hija avergonzada). abrazado a negras y mulatas de mala vida. loar su conducta de funcionario. ¡Un horror! Cuando aquella mañana. El santero. al fin. No logró respuesta. . a veces algún vecino. aunque se haya pasado la vida haciendo locuras. Ella ni se dio cuenta de nada. hombre de paso medido. Según ellos. obligados por las circunstancias. Era como si un muerto se alzara en su tumba para manchar su propia memoria: tendido. Le preguntó por las prometidas hierbas. a él se referían. aplaudida por vecinos y amigos. Desgraciadamente. decretándolo muerto. Pensó que estaría aún dormido. no para andar en boca poco limpia de beodos. oído con respeto por los vecinos. sin embargo. cosa sagrada. de buena familia. los momentos finales de Quincas (hasta se compuso un folleto con versos de pie quebrado. Quincas sonreía tumbado en su camastro –las sábanas negras de mugre. cuando. Volvió a mirar el dedo gordo del pie derecho y notó algo raro. imprescindibles para las obligaciones del candomblé. sin temor a una perturbación cualquiera. señalar a los niños sus virtudes como ejemplo. por donde pasa tanta gente bien. íntima y acostumbrada a las bromas de Quincas. con mano de ausencia. en día magro de desgracia en el juego. cartera bajo el brazo. los zapatos rotos estaban en el suelo.¡Error!Estilo no definido. borracho. ya no sería mancillada y arrastrada en el lodo por los actos inconsecuentes del vagabundo en que se había transformado en los últimos años de su vida. frente al Mercado y en la Feira de Agua dos Meninos. el humillado yerno de Quincas. por calles y laderas. obra del repentista Cuica de Santo Amero. al sol. volvía a ser aquel antiguo y respetable Joaquim Soares da Cunha. En realidad. como se sabe. y él siguió sonriendo sin responder. jugadores y contrabandistas de marihuana. jamás visto en un cafetín. De ahora en adelante la memoria del honesto y respetable funcionario de la Dirección General de Rentas del Estado. –Pero tía Marocas. Arréglate rápido.. A veces pasaba. Movían la cabeza como dando prisa al santero. Adoptaba una expresión compungida para presentar «su sentido pésame». cuello alto. –¿Para qué invitar a los vecinos? Luego la gente se pone a hablar. cuando salga de la oficina.... Morir así. Leonardo dijo a la esposa: –Ve para allá. corbata negra.. En la sala.. Pero debía de ser un hueso... hombre de posibles.. y con frecuencia. ¿Por qué se había lanzado él –hombre de buena familia.. Era la hora de salir para la oficina... antiguo..: XII Jorge Amado Hija y yerno oían molestos aquellos detalles de negra y hierbas. pelo lustroso y mejillas rosadas.¡Error!Estilo no definido. amigo de narrar una historia con todos los detalles. –Quién lo iba a decir.. El santero seguía contándole a Leonardo cosas de Quincas... la boca dura. Y el santero se ponía los dedos como indicadores en la cabeza. .. Vanda fue a cambiarse de ropa. a aquella vida de vagabundo? ¿Algún disgusto? Seguro. –¿Y quién tiene la culpa sino él? Él mismo. bigotes en punta. de unos quince años atrás.. A los vecinos.. revelados en noche de gran borrachera.. Invitar al entierro.. Sólo él sabía de los parientes de Quincas. como el santero podía comprobar al tener el placer de trabar conocimiento con su hija y su yerno–. no sea que este condenado que nos trajo la noticia salga por ahí a contárselo a todos. Tal vez la esposa lo cargara de cuernos.. –Hablaré con ella y con Eduardo. Mandaron entrar al santero. El santero estudió aquella fisonomía hosca: –No tiene cara de coronar al marido. en una interrogación licenciosa: ¿había acertado? –¡Doña Otacilia. la mirada acusadora.... Después. era una santa mujer! El santero se rascó el mentón.. el muy loco. Por eso había venido. hombre tranquilo... No lo creo. meteduras de mano y candomblés. doña Otacilia... Santa mujer. sin nadie a su lado. –¿Avisar? ¿A quién? ¿Para qué? –A tía Marocas y a tío Eduardo. señor bien puesto. Va a armarse un chismorreo de todos los diablos. Voy a dar una vuelta por la oficina e iré también. Todos le querían en el Tabuao. mi suegra. con un vestido de encaje negro. el santero admiraba un coloreado retrato de Quincas. –Hay que avisar. ¿por qué entonces? Pero Leonardo no respondió y fue a atender a Vanda que lo llamaba desde el cuarto.. A su lado. le ofrecieron una silla en la sala. en moldura idéntica.... Firmaré la entrada y se lo diré al jefe. y estaría ahora entre los suyos. esperando verla lanzarse sobre el cadáver. y esta vez no podría Quincas reírse a la cara de su hija y de su yerno. sollozar quizá. Vanda había heredado de la madre cierto sentido práctico. ¿Seguirían recibiéndola. por favor? Para certificar la defunción.. a los cincuenta años. aquella mancha a la dignidad de la familia. Estaba tendido en el camastro. la ralea en cuya compañía Quincas se complacía. los ojos clavados en el rostro sonriente de Quincas. Volvióse hacia los curiosos que la observaban en silencio. beber en las tabernas. una pesadilla? De nuevo volvería a ser Joaquim Soares da Cunha. ¿Qué hacían allí? ¿No comprendían que Quincas Berro Dagua había exhalado el último suspiro? ¿Que había sido sólo una invención del diablo. había discutido el asunto con su marido. Quincas Berro Dagua. ante los conocidos y colegas de Leonardo. un mal sueño. abandonar la familia.. Muchas veces. pues andaban difíciles los tiempos. desagradable caricatura de quien había sido su padre. seguro que también de Leonardo. El yerno es funcionario. o les darían sólo la ayuda del Montepío? Tal vez lo supiera Leonardo. la capacidad de tomar y ejecutar rápidamente decisiones. Locura no era.. abrazarlo envuelta en lágrimas. vestir decentemente al cadáver. frecuentar rameras. al calor de un hogar honrado. entonces? Ahora. aquella pesadilla de años. la casa. Mientras miraba al muerto. sin embargo.¡Error!Estilo no definido. Vanda se quedó inmóvil. cuando ella hizo reiteradas tentativas para devolverlo a la casa abandonada. cadáver de vagabundo fallecido al azar. iba decidiendo lo que convenía. Y pensando en eso. Cadáver para ser enterrado finalmente en una fosa común. riéndose cínicamente.. paseó su mirada victoriosa por los presentes. velaban el cadáver cuando Vanda llegó.. Le había llegado al fin la hora del retorno. para que al fin se lo llevara el coche fúnebre de la policía y acabara sirviendo a los alumnos de la Facultad de Medicina en las clases prácticas. . sin flores y sin rezos. Se apartaban para que pasara ella. bebedor. a quien todos saludaban quitándose el sombrero y dándole la mano. gente de la Ladeira. pueden ir saliendo. Ahora sólo miraba. Gentuza del Tabuao. o al menos locura de manicomio: los médicos se habían mostrado unánimes. tras la muerte de Otacilia –ni en aquella solemne ocasión se dignó Quincas volver por casa de los suyos–. un entierro no muy caro. vive en Itapagipe. jubilado tras veinticinco años de buenos y leales servicios. Tía Marocas y Eduardo ayudarían. ordenó con la misma voz de Otacilia: –¿Desean algo? En caso contrario. la camisa despedazada. morar en infame cuchitril.. Primero llamar al médico para que certificara la defunción. inerte. Lágrimas y sollozos habían sido desperdiciados en los primeros tiempos de locura de Quincas. dormir en un catre miserable? Vanda no le encontraba explicación válida. llevárselo a casa. sin familia. todo aquello había terminado. Era un muerto poco presentable. sin hogar. sonreía como si– aquello le divirtiera. Ya no tenía lágrimas para llorar ni sollozos para llenar el cuarto. los calzones viejos y remendados. sin respeto. darles un irónico adiós y largarse silbando. En el camastro.. esposo modélico. para echarse a vagabundear por las calles. sin cruz ni nombre. reintegrado a su respetabilidad. yerno. libertino y jugador. Tenía hija. mirando el rostro sin afeitar. las costumbres de toda una vida. Cadáver para el depósito.: XII Jorge Amado III Unas pocas personas. Luego se volvió hacia el santero: –¿Podría llamar a un médico. El santero informó en voz baja: –Es la hija. En una casa de primera. Era el cadáver de Quincas Berro Dagua.. No era Joaquim Soares da Cunha. vivir sucio y barbudo. riéndose de ella. por la noche. había terminado. ¿Cómo explicárselo. Después. hermanos. ¿Cómo puede un hombre. Vanda alzó la cabeza. Gente distinguida. los amigos antiguos. mandarlos al diablo. correcto funcionario de la Dirección General de Rentas. pero tampoco quedar mal ante la vecindad. con el rostro rojo de vergüenza. de toda la familia. Vanda pensó en qué iba a ser de la jubilación del padre. el dedo del pie asomado por el calcetín agujereado. Quincas Berro Dagua. sin decencia en su muerte. un enorme y grasiento chaleco. las manos sucias. enterrarlo al lado de Otacilia. Estaba impresionado. Vanda se quedó sola con el cadáver. y el dedo grande del pie izquierdo parecía crecer en el agujero del calcetín.¡Error!Estilo no definido. Quincas Berro Dagua sonreía. .: XII Jorge Amado El santero asintió con la cabeza. Los otros se iban marchando lentamente. Vanda cerró los ojos. El santero indicó al muerto. Observó a Vanda.. Era una cruz aquel padre. ¿quién no lo conocía entonces?. Vanda lo enderezó. Médico joven.¡Error!Estilo no definido. como si todo aquello fuera infinitamente divertido.. –¿De qué murió? –Lo encontraron así. muchacho joven. creía en la reencarnación. La voz llegó de lejos: –Era mi padre. El rostro rojo de vergüenza. Tiraba por ahí.. buen tipo que aún se tomaba el trabajo de dárselas de profesional competente. Había que tener aún un poco de paciencia. Vanda carraspeó. –¿Qué? –. Inclinó la cabeza y dijo: –¿Está riendo. eh? Cara de granuja. y abrió el maletín de cuero brillante. El médico no insistió. Había hecho de sus vidas un calvario.. Se sentó al borde del camastro y empezó su examen. apartando el bidón de queroseno.: XII Jorge Amado IV Buscó asiento. Era. El jefe de Leonardo había conocido a Joaquim en los buenos tiempos de la Dirección General de Rentas. se apretó las manos. chistes de mal gusto. Vanda miró hacia el muerto con el rabillo del ojo. le gustaba el trago. llame enfermedad al aguardiente. los zapatos de tacón. . –¿Loco? Vanda abrió los brazos. el cuarto de miseria sin fin. al fin. –¿Tenía alguna enfermedad? –No sé. sopló para quitarle el polvo. Un poco espiritista también. y dentro de poco él volvería a ser el tímido Joaquim Soares da Cunha. Se sentó. explicándole al jefe la inesperada muerte de su suegro. buscar explicaciones. señor. Lo peor sería si la noticia pasaba de mesa en mesa. ¿quién hubiera podido en aquel tiempo imaginar su destino? Serían momentos difíciles para Leonardo.. sonriendo. era un bidón de queroseno vacío. Tendría que explicarle al jefe las locuras del viejo. tal como está –respondió el santero. Por lo demás... El médico se dirigió a ella: –¿Era empleado suyo? Hubo un silencio breve y pesado. Vio la pobreza desmedida del muerto. El santero llegó con el médico. su limpieza. Allá estaba. A no ser que el doctor. Es pecado guardar rencor a un muerto.. provocando risitas maldicentes. irreprochable ciudadano.. ¿Cuánto iba a tardar el médico? ¿Y Leonardo? Imaginó al marido en la oficina.... ahora poco importaba la sonrisa de Quincas. y mucho más si ese muerto es el padre de uno. Pero ahora había llegado el final. reprobadora. Lo único que había. Estaba a punto de llorar. su vestido de fiesta. fuera del camastro. Vanda se levantó. Lo conozco desde hace diez años y siempre estuvo sano como un buey. –¿Y vivía aquí? –Hicimos lo posible para que volviera a casa. aún sin experiencia de la vida. ¿quién no lo había apreciado?. Ahora mandaba ella. frecuentaba la iglesia de Bonfim. comentarios groseros. Vanda se contuvo: era persona religiosa. el médico saludó a Vanda. Y. Desde niño era así. un par de zapatos también negros. Ni siendo mi hermano lo puedo negar. Hoy ni siquiera puede uno morirse. con aquel gastazo.. –El cajón ése resultó caro. Vanda frunció el entrecejo. ¿qué opinarías si fuese tu padre? Tío Eduardo no era sentimental: –¿Y qué era. mientras los parientes comían una fritada de pescado en el restaurante y discutían las cosas del entierro. hasta era demasiado buena para servir de pasto a los gusanos). discusión sólo la hubo sobre un detalle: de dónde iba a salir el ataúd.¡Error!Estilo no definido. Leonardo se opuso. Un día llegó y me dijo que quería ser libre como un pájaro. como si no bastara ya con el entierro. ¿Para qué llevarse el muerto a casa? ¿Para qué invitar a vecinos y amigos. Leonardo. querida. La verdad es que tenía gracia. Las había de espanto. el traje nuevo. Maestro en Economía. Había que contar además con que muchas de aquellas gentes ya creían a Quincas muerto y enterrado.. Una buena zurra le costó –dio una palmadita en el muslo de Vanda. como decía Eduardo. pasaba una multitud alegre y presurosa. durante la noche. para avergonzar a la familia ante todo el mundo. propiedad de un amigo de tío Eduardo Veinte por ciento de rebaja. Discutieron en torno a la mesa de un restaurante de la Baixa do Sapateiro. el par de zapatos. Por la calle. sino un vagabundo? Y de los peores de Bahía. pastas a los presentes. Enfrente. es mi padre. El cadáver había quedado entregado a los cuidados de una empresa funeraria. era de la misma opinión: –Lo mejor es decir que murió en el interior. No quiero que le en fierren como un vagabundo. –Pobre don Joaquim. Vanda levantó el tenedor: –Bien. que llegó un telegrama. de los gastos. Llamar al padre Roque para los responsos.. y de repente llegarían los padres con el cadáver del vagabundo bajo el brazo. Y tú. Hay que enterrarlo como debe de ser. Nadie se la vio. la gente no está obligada a acompañarlo. Después invitamos a la gente a los funerales. Insistía. Ahora. Y ya no digamos si el acompañamiento fuera grande y necesitáramos autos. Incapaz de hacer mal a nadie. quiso marcharse con un circo. descansando en santa paz con Dios. Eduardo? Una vez. de pequeño. para que pudiera asistir mucha gente: colegas de la oficina. Mucho nos hizo sufrir a mí y a mi madre. Él. Leonardo. o viviendo en el interior. como disculpándose–. Era bueno. para ahorrar. pero. . adorando la fritada del restaurante. No se habló de otra cosa. ¿Te acuerdas. –No lo estoy defendiendo. Vanda quería llevarse el cadáver a casa. hacer el velatorio. Como había ocurrido aquella mañana en la oficina. calcetines. Sin hablar del hartón de trabajo que les iba a dar. Que vaya quien quiera. licor. corbata. nunca hubiera creído que su suegro las hiciera tantas y tan gordas. Quincas Berro Dagua iba volviendo a ser Joaquim Soares da Cunha. Prácticamente. Cada uno sabía una historia de Berro Dagua y las contaban entre carcajadas. animada. ¿cuándo iba a poder comprarse unos nuevos? Tía Marocas. Él mismo. camisa blanca. tenía mientras tanto que andar echando medias suelas a los suyos. Tía Marocas soltó un eructo. viejos conocidos o amigos de la familia. su tienda prosperaba.. harto el papo. no eran necesarios. un cine. Pero ni aún así quiero que lo entierren como a un perro sin amo. ¿Y los niños? Veneraban la memoria de un abuelo ejemplar.. ¿Qué diría la gente cuando se enterara? Antes de empezar con sus locuras era persona considerada.. Y tu madre. negra la tela (no era gran cosa. gordísima. En las manos hábiles de los especialistas de la funeraria. que era mujer de bien. pero así y todo. Leonardo. Y a Leonardo. Allí al lado habían comprado ropa nueva. molestar a la gente? Sólo para que todos anduvieran recordando luego las locuras del difunto» su vida inconfesable de los últimos años. metiéndoselo en las narices. El entierro sería por la mañana temprano. y cada uno tiene su destino. ofreciendo café.: XII Jorge Amado V El consejo de familia no duró mucho. en la sala. y el corazón también. era un poco mandona. Calzoncillos. Eduardo iba anotando en un cuadernito cada gasto. Le gustaba esa vida. avisar a amigos y conocidos. Lo mejor sería enterrar a Quincas lo más discretamente posible comunicar después el óbito a los amigos e invitarlos al funeral. gastos. sino cargar con el cadáver.. tener que alquilar seis u ocho autos para el acompañamiento. hasta la salida del entierro? Aquel suegro le había amargado la existencia. No es que lo mereciera. Sabía que no servía de nada discutir con Vanda: siempre ella acababa por imponer su voluntad y sus deseos. ropa nueva. –. pero de ahí a meter el difunto en casa. cantando las excelencias del plan de ventas de una inmobiliaria. Está bien. fastidiar a medio mundo. Basta un automóvil. Y después de todo eso. preocupaciones. –¿Por qué? –repitió Leonardo como un eco.. ¿Por qué no sale el entierro de aquí mismo? Vamos nosotros como acompañamiento. cuando creía que al fin iba a poder respirar. como ya había ocurrido una vez.¡Error!Estilo no definido. Pero Eduardo tampoco estaba de acuerdo. Después. pasar la noche en blanco oyendo contar cosas de Quincas... los guiños. llevarlo a casa. si se empeñan ustedes.. ¿Para qué más? Vanda acabó por ceder. Hasta que un día Joaquim se lió la manta a la cabeza y los dejó plantados.: XII Jorge Amado Leonardo la miró.. de acuerdo. hasta encontrar a Quincas en los sótanos de la Central. ¿Por qué no? –¿Y quién vela el cuerpo? –Nosotros mismos. Así quedó acordado. le había dado los mayores disgustos. En verdad –pensó– la idea de llevarse el cadáver a casa era una exageración. ¿Qué remedio. Un altavoz atronaba. No quería acordarse de aquel día en que. jugando tranquilamente con rateros y timadores. Que lo entierren como un cristiano. invitamos a la gente a la misa de funeral. anduvo buscándole por la policía. . corona de flores. de una comisaría a otra. de abrir el diario y tropezarse con la noticia de su detención por vagabundaje. Vanda. ya que el comerciante había aceptado compartir los gastos del entierro: –Todo eso está muy bien.. Pidieron los postres. a instancias de Vanda. y era la suya una opinión de peso. ¿Sabes cuánto cuesta cada uno? ¿Y el transporte del cadáver desde el Tabuao a Itapagipe? Una fortuna. Sólo iba a dar trabajo. pero al fin y al cabo es tu padre y mi hermano. allí al lado. llamar a la gente por teléfono. en calzoncillos y descalzo.. Leonardo había vivido durante años con el temor de enterarse de «otra de las suyas». –Di que murió en el interior –tía Marocas no abandonaba su propuesta. las risas en sordina. Con cura. aún tenía que aguantar aquel cadáver todo un día y una noche en casa. todo. suplicante. –Bien. También ocurría lo mismo en tiempos de Joaquim y Otacilia. era realmente Joaquim Soares da Cunha quien descansaba en el ataúd (un ataúd regio comprobó Vanda satisfecha). el «patriarca de la zona del bajo meretricio».¡Error!Estilo no definido. bueno y obediente esposo y padre: bastaba levantar la voz y cerrar los ojos para tenerlo ante ella sobrio y conciliador. camisa blanca y corbata. Vanda pensó que Otacilia se sentiría feliz en el distante círculo del universo donde ahora se hallaba. se encontró a solas con el cadáver de su padre. vestido de negro. Habían improvisado con tablas y alzaderos de madera una especie de mesa. le llamaban en las columnas de sucesos los periódicos. Allí estaba.: XII Jorge Amado VI Tío Eduardo se volvió al almacén. Porque al fin se imponía su voluntad. Vanda se sentó en una silla (préstamo del santero). Eran competentes y entrenados. riéndosele en sus propias narices. . y en ella se ostentaba el ataúd. No podía abandonarlo. tendrían su propia casa. con aquellos empleados. parecieron a Vanda una desconsideración para con la muerte. decidió cerrar la ventana y dejar en penumbra el cuarto. aquella humillación de años y años. Tenía que pasar por casa. el bebedor empedernido. como seguro que la funeraria iba a cobrar lo mismo. aprovechó la tarde libre de oficina para ir a la inmobiliaria para ultimar un negocio de compra a plazos de un terreno. con relieves en los bordes. que serían bellos y deseables si no fuera por cierta rígida dureza que los marcaba. salpicándola con el barro de aquella inconfesable celebridad. vestido de negro. Leonardo y tío Eduardo por la noche.. «no parecía el mismo muerto». Habían establecido una especie de turnos de vela: Vanda y Marocas por la tarde. ladera de mala fama. Era como si al fin hubiera domado a Quincas. que pasó un momento para ver cómo iban las cosas. Las llamas benditas saltaban como lenguas de fuego. Un suspiro de satisfacción le brotó del pecho. Por un momento pensó en apagarlas: medida de economía. tanta alegre claridad. el «vagabundo por excelencia». Así fue como Vanda. aquellas riendas que un día había arrancado él de las manos fuertes de Otacilia. la hija devota había hecho revivir a aquel Joaquim Soares da Cunha. tipo callejero citado en crónicas de literatos ávidos de pintoresquismo. Así le llamaban los diarios. así gastaran dos velas o diez. Un día. Dios mediante. afeitado. se sentía satisfecha. apagaba el brillo augusto de las velas. Se sentía vengada de todo cuanto Quincas hiciera sufrir a la familia. el «senador de los bailongos». cruzadas las manos sobre el pecho. poblada de malhechores y mujeres de la vida. a aquel tímido. Dos velas enormes – cirios de altar mayor. A la mañana siguiente se reuniría toda la familia para el entierro. sino algo más profundo. con las manos cruzadas sobre el pecho. «Rey de los vagabundos de Bahía». de asas doradas. cuánto ha de sufrir una hija en el mundo cuando el destino le reserva la cruz de un padre sin conciencia de sus deberes! Pero ahora se sentía contenta: mirando al cadáver. Los ruidos de una vida pobre e intensa desarrollándose por la ladera. Tía Marocas prometió volver más tarde al velatorio. el «rey de las verbenas callejeras». La sombra de una sonrisa afloró en los labios de Vanda. pensó orgullosa Vanda– lanzaban una llama débil. Como dijo el santero. el «filósofo andrajoso de la rampa del Mercado». Todo decente. Pero. El «esponja mayor de Salvador». Los empleados de la funeraria habían hecho bien su trabajo. zapatos brillantes. ¡Dios mío. claro. diez años avergonzando a la familia. las hacía inútiles. La Ladeira do Tabuao no era lugar por donde una señora pudiera ser vista por la noche. No con la simple satisfacción del deber filial cumplido.. Tanta luz del sol. como si le hubiera puesto otra vez las riendas. en una actitud de devota compunción. menos la habitación. por la tarde. donde a veces aparecía su sórdido rostro fotografiado. Quincas Berro Dagua. Un consuelo para quien tanto había tenido que sufrir y padecer. pues había dejado todo revuelto con la prisa al enterarse de la noticia. Había desaparecido para siempre el vagabundo. Peinado. pues la luz de Bahía entraba por la ventana y llenaba el cuarto de claridad. en su ataúd casi lujoso. llegaban apenas al tercer piso de la casucha donde el muerto reposaba tras el ajetreo del cambio de ropa. por consejo de Vanda. Se ahuecó los cabellos castaños con un movimiento de la mano. noble y severo. unos sinvergüenzas. Diez años pasó Joaquim en esa vida absurda. Leonardo. sobre todo a ella misma y a Otacilia. Se elevaban las llamas de las velas arrancando destellos de los zapatos nuevos. acontecimientos en los que la madre había participado. Olvidar los últimos diez años.. Era allí donde encontraba más precisa la imagen de Joaquim. Tampoco Vanda la quería: mar.. el recordado Joaquim Soares da Cunha y los recuerdos más queridos por él dejados. Posó los ojos en el rostro barbado. y la figura mansa de Joaquim Soares da Cunha medio escondido en su silla de lona leyendo los periódicos.! Vanda no admitía críticas al novio: –¿Pobre? ¿Por qué? Es de buena familia. no es hombre de juergas y borracheras. como si los expertos de la funeraria los hubieran purificado con el mismo trapo enjabonado con que arrancaron la suciedad del cuerpo de Quincas. ser generosa y buena. cogiéndole las manos. También ella. añoranza de aquel padre. para recordar sólo la infancia. como es obligación de una buena hija. Por primera vez. Vanda era aún una chicuela. Movió la cabeza murmurando: –¡Pobre hombre. sentado junto al lecho de la enfermita. Con rostro melancólico miró el cadáver. más ajustado a la solemnidad de la muerte. cerveza y una estilográfica ofrecida al funcionario. de absoluta victoria. aquel día absurdo. no encontraba la brisa marinera lugar por donde entrar. Sonrisa cínica.. se fue hacia la puerta y no volvió. Y Quincas Berro Dagua seguía sonriendo. reprensiva: –¡Quincas! Así lo amaba. con discursos. Recordaba también el homenaje que le habían rendido amigos y colegas cuando fue ascendido a la Dirección. Por ejemplo. recibía el regalo sin mostrar entusiasmo. que tan raramente sonreía. riendo a carcajadas. Podría pasar horas y horas recordando a Otacilia. Joaquim no salía del cuarto. pantalones de corte perfecto. Quería Vanda.. que no pudiera comprobar la victoria de la hija. Como si él no hubiera participado activamente en la vida de la casa. Vanda se sintió suficientemente conmovida y –si hubiera más gente en el velorio– hasta capaz de llorar un poco. Aumentaba el calor del cuarto. Con un poco de esfuerzo sería capaz hasta de conmoverse. Quien aquel día reventaba de satisfacción era Otacilia. en la sala. Allí deberían estar sólo ella. en las fiestas de Bonfim. Y se quedó estupefacta. Era curioso. las manos cruzadas sobre el pecho. como si lo estuviera pasando en grande. después de llamar «burro» a Leonardo. estremeciéndose cuando la voz de Otacilia lo llamaba. de pelo en tirabuzones y lágrima fácil. ya lo sé. escenas. dándole las medicinas. aquel hombretón transformado en montura para la chiquilla.. –Ya lo sé. en medio del grupo. No se acordaba de muchos pormenores ligados a su padre. Pensaba en otra cosa. el noviazgo y el casamiento. no quería pensar Vanda. y ante aquella sonrisa de mofa . Joaquim oía los discursos. el padre muerto. niña de cinco años. y les espetó inesperadamente: –¡Víboras! Y con la mayor tranquilidad del mundo. Recordaba también la fisonomía del padre cuando ella le comunicó la próxima visita de Leonardo. Vanda.: XII Jorge Amado Una pena que estuviera muerto y no pudiera verse en el espejo. como si estuviera realizando el acto más trivial. de sentirse huérfana infeliz y desolada. tuvo aquel alarmante febrón. se las quedó mirando. se apretaba las manos. chaqueta negra bien asentada. En eso.. Vio la sonrisa. la adolescencia. formaban parte de aquella finida existencia de infame desvarío. Ella parecía la homenajeada.¡Error!Estilo no definido. cuando ella. Con este último recuerdo. sin embargo. tiene un buen empleo. a ella y a Otacilia. nada habían logrado contra ella los especialistas de la funeraria. Cerrada la ventana. De nuevo volvió a la infancia. los ruidos de la calle. Vanda iba arrancando del fondo de la memoria escenas olvidadas. La casa llena de gente. las laderas monte arriba. Sentía ternura por él. inmoral. frases. hechos. Zapatos lustrosos en los que brillaba la luz de las velas. pero empezaba a sentir amores. puerto y brisa. que al fin había decidido pedir su mano. se había olvidado de pedirles que le pusieran un rostro más acorde. Pero la verdad es que Joaquim sólo empezó a contar en sus vidas cuando. El padre llevándola al tiovivo de la Ribeira. en aquella hora de íntima satisfacción. él. Era un buen padre y un buen esposo. La sonrisa no había cambiado. de la digna familia ultrajada. Como si todo aquello le fastidiara y no tuviera valor para decirlo. Nunca lo había visto tan alegre. ¡Error!Estilo no definido.: XII Jorge Amado y gozo, ¿de qué servían los zapatos nuevos –nuevos de trinque, cuando el pobre Leonardo tenía que mandar que pusieran, por segunda vez, medias suelas a los suyos–, de qué servía la ropa negra, la camisa blanca, la barba afeitada, el pelo sujeto con fijador, las manos puestas en oración? Porque Quincas se reía de todo aquello, con una risa que se iba dilatando, ampliándose, y poco después resonaba en la pocilga inmunda. Reía con los labios y con los ojos, con los ojos clavados en el montón de ropa sucia y remendada olvidada en un rincón por los hombres de la funeraria. La sonrisa de Quincas Berro Dagua. Y Vanda oyó, marcadas las sílabas con nitidez insultante, entre el silencio fúnebre: –¡Víbora! Se asustó, sus ojos relampaguearon como los de Otacilia, pero su rostro se puso pálido. Era la palabra que él usaba cuando, al inicio de su locura, ella y Otacilia intentaban reducirlo de nuevo al confort de la casa, a los hábitos establecidos, a la perdida decencia. Ni ahora, muerto y estirado en un ataúd, con velas a los pies, vestido con buenas ropas, se entregaba. Se reía con la boca y con los ojos, y nada raro tenía que empezara a silbar. Y aún más, uno de los pulgares –el de la mano izquierda– no estaba debidamente cruzado sobre el otro, sino que se elevaba en el aire, anárquico, insultante: –¡Víbora! –dijo de nuevo. Y silbó, quedamente. Vanda se estremeció en su silla, se pasó la mano por el rostro –¿me estaré volviendo loca?–, sintió que le faltaba el aire. El calor se iba haciendo insoportable, tenía náuseas. Una respiración sofocada en la escalera: tía Marocas, con los rodetes de grasa bailándole, entraba en el cuarto. Vio a la sobrina descompuesta en la silla, lívida, los ojos clavados en la boca del muerto. –Estás deshecha, pequeña. También, con el calor que hace en este cuartucho... Se amplió la sonrisa canalla de Quincas al ver la masa monumental de su hermana. Vanda quiso taparse los oídos. Sabía, por experiencia anterior, con qué palabras acostumbraba él a definir a Marocas, ¿pero de qué sirven las manos en las orejas para contener la voz de un muerto? Y oyó: –¡Saco de pedos! Marocas, más descansada de la subida, sin mirar siquiera al cadáver, abrió de par en par la ventana: –¿Le han echado perfume? Hay un olor que atonta. Por la ventana abierta entró el barullo de la calle, múltiple y alegre, la brisa del mar apagó las velas y vino a besar la faz de Quincas. La claridad se extendió sobre él, azul y festiva. Victoriosa la sonrisa de los labios, Quincas se arrellanó en el ataúd. ¡Error!Estilo no definido.: XII Jorge Amado VII Ya a aquella hora la noticia de la muerte inesperada de Quincas Berro Dagua circulaba por las calles de Bahía. Es bien verdad que los pequeños comerciantes del Mercado no cerraron sus puertas en señal de duelo. En compensación, inmediatamente, aumentaron los precios de las chucherías, de los bolsos de paja, de las esculturas de barro que vendían a los turistas. Así homenajeaban al muerto. Hubo en las proximidades del Mercado reuniones precipitadas que parecían comiciosrelámpago, gente que iba de un lado al otro; la noticia en el aire, subiendo por el Elevador Lacerda, viajando en los tranvías de Calçada, en los autobuses de Feira de Santana. Se deshizo en lágrimas la graciosa Negra Paula, ante su tenderete de bollos de tapioca. No vendría Berro Dagua aquella tarde a echarle piropos retorcidos, exquisitos, a espiarle los senos opulentos, a proponerle indecencias, haciéndola reír. En los pesqueros de velas arriadas, los hombres del reino de lemanjá, los bronceados marineros, no escondían su decepcionada sorpresa: ¿Cómo era posible que muriera en un cuarto de Tabuao? ¿Cómo al «viejo marinero» se le había ocurrido ir a echar el alma en una cama? ¿No había dicho tantas veces, en tono solemne, con voz y tono capaces de convencer al más incrédulo, que jamás moriría en tierra, que no había más que un sepulcro digno de un tunante como él: el mar bañado en luna, las aguas sin fin? Cuando se encontraba, invitado de honor, en la popa de un patache, ante una sensacional calderada de pescado, las ollas de barro lanzando su vaho, oloroso, la botella de aguardiente pasando de mano en mano, había siempre un instante, cuando empezaban a puntear las guitarras, en que se despertaban sus instintos marineros. Se ponía en pie, balanceando el cuerpo –el aguardiente le daba aquel vacilante equilibrio de los hombres de mar– y declaraba su condición de «viejo marinero». Viejo sin barco y sin mar, desmoralizado en tierra, pero no por culpa suya. Porque había nacido para el mar, para izar vela y dominar el timón de los veleros, para tomar las ondas en noche de temporal. Su destino fue truncado. Hubiera podido llegar a capitán de navío, vestido de azul, pipa en boca. Ni siquiera así dejaba de ser marinero, para eso había nacido de su madre Madalena, nieta de comandante de barco. Era hombre de mar por su bisabuelo, y si ahora le entregaran el mando de aquel patache, capaz sería de llevarlo mar afuera, no hacia Maragogipe o la Cachoeira, allí al lado, y sí hacia las distantes costas de África, a pesar de no haber navegado jamás. Lo llevaba en la sangre. Nada precisaba aprender de navegación: había nacido sabiéndolo todo. Si alguien entre los asistentes tenía dudas, que se presentara... Empinaba la botella y echaba unos largos tragos. Los patrones de los pesqueros no lo dudaban, bien podía ser verdad. En el muelle y en las playas, los chiquillos nacían sabiendo las cosas del mar: no hay que buscar explicación a estos misterios. Entonces Quincas Berro Dagua hacía su solemne juramento: reservaba para el mar las honras de su hora postrera, de su momento final. No lo sujetarían a seis palmos de tierra. ¡Eso no! Exigiría, cuando la hora llegase, la libertad del mar, los viajes que no hizo en vida, las más osadas travesías, las hazañas sin ejemplo. Mestre Manuel, sin nervios y sin edad, el más valiente de los patrones, sacudía la cabeza, aprobador. Los otros, a quienes la vida había enseñado a no dudar de nada, asentían también mientras echaban otro trago de aguardiente. Rasgueaban las guitarras, cantaban la magia de las noches de mar, la seducción fatal de Janaina. El «viejo marinero» cantaba más alto que nadie. ¿Cómo fue entonces a morir al fondo de un cuartucho del Tabuao? Era increíble. Los patrones de los veleros escuchaban la noticia sin darle total crédito. Quincas Berro Dagua era amigo de jugarretas. Más de una vez había embromado a medio mundo. Los jugadores de tute, de ronda, de siete y medio, suspendían las emocionantes partidas, desentendiéndose de las ganancias, estupefactos. ¿No era Berro Dagua su jefe indiscutido? Caía sobre ellos la sombra de la tarde como un luto cerrado. En los bares, en los tabernuchos, en el mostrador de tiendas y cafés, dondequiera que se bebiera aguardiente, imperaba la tristeza y las consumiciones iban a cuenta de la pérdida irremediable. ¿Quién bebía mejor que él, jamás borracho por completo, tanto más lúcido y brillante cuanto más aguardiente embarcaba, capaz como nadie de adivinar la marca, la procedencia de los más diversos aguardientes, conocedor como nadie de todos ¡Error!Estilo no definido.: XII Jorge Amado los matices de color, de gusto y de perfume? ¿Cuántos años hacía que no cataba el agua? Desde el día en que pasó a ser llamado Berro Dagua. No es que sea un hecho memorable o una emocionante historia, pero vale la pena contar el caso, pues fue a partir de ese instante cuando el apodo Berro Dagua se incorporó de manera definitiva al nombre de Quincas. Había entrado en la tienda de López, simpático español, en la parte de afuera del Mercado. Parroquiano habitual, se había ganado el derecho de servirse sin ayuda de empleados. En el mostrador vio una botella de limpio aguardiente, transparente, perfecto. Llenó un vaso, escupió para limpiar la boca y lo apuró de un trago. Un grito inhumano turbó la placidez de la mañana en el Mercado, haciendo vacilar al propio Elevador Lacerda en sus profundos fundamentos. El grito de un animal herido de muerte, de un hombre traicionado: –¡Aguuuuuuua! ¡Inmundo, asqueroso español maldito! Corría gente de todas partes. Sin duda asesinaban a alguien. Los parroquianos reían a carcajadas. El «berro de agua» de Quincas se extendió como anécdota del Mercado a Pelourinho, del Largo das Sete Portas al Dique, de Calçada a Itopoá. Quincas Berro Dagua fue desde entonces, y Quiteria do Olho Arregalado, en los momentos de mayor ternura, le llamaba «Berrito» entre sus dientes mordedores. También en aquellas casas pobres, de las mujeres más baratas, donde vagabundos y malhechores, matuteros y pescadores desembarcados, encontraban un hogar, una familia, y el amor en las horas perdidas de la noche, tras el triste mercado del sexo, cuando las fatigadas mujeres ansiaban un poco de ternura, la noticia de la muerte de Quincas Berro Dagua provocó la desolación e hizo correr las lágrimas más tristes. Las mujeres lloraban como si hubiesen perdido un pariente próximo, y se sentían de pronto desamparadas en su miseria. Algunas unieron sus ahorros y resolvieron comprar para el muerto las más bellas flores de Bahía. En cuanto a Quiteria do Olho Arregalado, rodeada de la lacrimosa dedicación de las compañeras de la casa, sus gritos saltaban la Ladeira de Sao Miguel, morían en el Largo do Pelourinho, gritos de cortar el corazón. Sólo encontró consuelo en la bebida, exaltando, entre tragos y sollozos, la memoria de aquel inolvidable amante, el más tierno y loco amante, el más alegre y el más sabio. Recordaban hechos, detalles y frases capaces de dar la justa medida de Quincas. Fue él quien cuidó, durante más de veinte días, al hijo de Benedita, cuando, teniendo éste tres meses, tuvo su madre que internarse en un hospital. Sólo le faltaba dar de mamar a la criatura. Todo lo demás lo hizo: cambiarle los pañales, limpiarle el culito, bañarlo, darle el biberón. ¿No se había arrojado, aún pocos días antes, viejo y borracho, como un campeón sin miedo, en defensa de Clara Boa, cuando dos jóvenes calaveras, hijos de puta de las mejores familias, quisieron zurrarla en medio de una juerga en el burdel de Viviana? Y, ¿qué huésped más agradable en la gran mesa del comedor, a la hora del mediodía...? ¿Quién sabía historias más alegres, quién consolaba mejor las penas amorosas, quién era como un padre o como un hermano mayor? A media tarde, Quiteria do Olho Arregalado rodó de la silla y la llevaron a la cama. Allí se quedó dormida con sus recuerdos. Varias mujeres decidieron no buscar ni recibir a ningún hombre aquella noche: estaban de luto. Como si fuese jueves o viernes santo. como si le hubieran saltado un ojo. y alegrías y tristezas lo afectaban profundamente. los cuatro amigos más íntimos de Quincas Berro Dagua –Curió. pensó Curió. participaban en las largas conversaciones. papanatas. pequeños comerciantes del Mercado. hundido en lágrimas. Hay que decir. juntos en la alegría o en la tristeza. una pierna. era casi siempre numeroso: marineros. a aquella hora sin duda en Largo das Sete Portas ayudando a los jugadores conocidos a desplumar pardillos. difícil de acontecer. Salió en busca de Negro Pastinha. Ya sabía la noticia. Juntos. Aquel ojo del corazón del que hablaba la madre-de-santo Senhora. con dinero o sin dinero. haciéndole muecas de burla. en las Sete Portas. A su lado. los invitaba a entrar. diciendo palabrotas. hablaba animadamente con su marido y los tíos. debían llegar hasta el cuerpo de Quincas Berro Dagua. casi los arrastraba a la fuerza. se reía de Eduardo. como si le hubieran arrancado un brazo. agarrado a una botella casi vacía. pensó Curió al ver la escena. De vez en cuando apretaba la sed –empleo aquél como hecho adrede para secar garganta y pecho– y se largaba un momento a una taberna próxima donde echaba un trago para templar la voz. Cuando hinchaba el pecho parecía un monumento. contaban sus aventuras. secó una lágrima. luchadores de capoeira. Negro Pastinha. truhanes de todo tipo. Su deseo era volver a casa. Nadie podía con el negro cuando se ponía furioso. por otra parte. se apostaba –por un salario mísero– a la puerta del establecimiento alabando la baratura y las virtudes de la mercancía. pues Negro Pastinha era de naturaleza alegre y bonachón. ¿Cómo mantenerse completamente lúcido cuando muere un amigo de tantos años. Negro Pastinha echó un trago. Vestido con un viejo levitón mugriento. ganándose así unos cobres para el aguardiente de la noche. las juergas en el barrio. la pesca bajo la luna. Empleaba éste sus múltiples talentos haciendo propaganda de una tienda de la Baixa do Sapateiro. pero el picor de los ojos se debía a las lágrimas vertidas. Numerosos amigos y admiradores poseía Quincas Berro Dagua. brutal como un golpazo en el pecho. Vanda se daba cuenta. dueña de toda sabiduría. en la feria nocturna de Agua dos Meninos los sábados. y le dejó sin habla. las movidas partidas de baraja. El primero en saberla fue Curió. tomar una pastilla que la ayudara a dormirse. evitando mirar al muerto. descansar. la cara pintada. La muerte de Quincas le parecía una amputación. solidarios en el dolor y el aguardiente. Quincas se inquietó. de la pandilla habitual. al dolor desmedido.¡Error!Estilo no definido. para olvidar y confortarle. No podía soportar solo el choque terrible. y felizmente. en las exhibiciones de lucha capoeira en la Estrada da Liberdade. compartiendo la bebida. en honor a la verdad. Se habían encontrado durante años todos los días. pero aquellos cuatro eran los inseparables. ni siquiera entonces descansó Quincas. misterioso comienzo de la noche. entró en la tienda y avisó al sirio que no contara más con él aquella tarde. el más completo vagabundo de Bahía? Lo de la botella que Cabo Martin llevaba escondida bajo la camisa. Negro Pastinha medía casi dos metros. ¿Por qué los ojos de Quincas miraban a veces a la ventana y otras a la puerta? La noticia no les llegó a los cuatro amigos al mismo tiempo. y lo mismo puede decirse de su voz ronca y del paso vacilante. que aún no estaban borrachos. como había calculado. Volvió cabizbajo. habían pasado juntos todas las noches.: XII Jorge Amado VIII Al caer la tarde. el mejor compañero. el muerto parecía un poco fatigado. Y allí estaba. hartos de bien comer o muertos de hambre. Ni siquiera cuando llegaron Leonardo y tío Eduardo. El corro junto a la rampa de los pataches. hacia las cinco. Lo encontró en el Largo das Sete Portas. gritó desesperado: . A aquella hora del crepúsculo. Vanda. Eso sí. Como si esperara algo que tardaba en llegar. cuando se encendían las luces de la ciudad y los hombres abandonaban el trabajo. habían tomado sus tragos en la conmoción de la noticia. Insultaba a Leonardo: «¡Tarugo!». tan grande y fuerte era. paraba a los transeúntes con sus bromas. En una de esas idas y venidas le llegó la noticia. sentado en la acera del pequeño Mercado. Precisaba la compañía de los otros íntimos. Sólo ahora se daba cuenta Curió de cuan unidos estaban. jamás llegó a probarse. vagabundos diversos hacían coro a sus lamentaciones y suspiros. Curió era aún mozo. Cosa. No era para menos: había pasado la tarde riendo. Cabo Martin y Pe-de-Vento– bajaban por la Ladeira do Tabuao camino del cuarto del muerto. Pero cuando cayeron sobre la ciudad las sombras del crepúsculo. . las mujeres y los necios le daban lo bastante para ir viviendo...... Por tres veces se abrazaron él y Negro Pastinha... –¡Habla también. También lo vio el negro y soltó un aullido espantoso. Negro Pastinha le tendía la botella y soltaba su grito de apuñalado: –Era bueno.. a la espera de una explicación de tan tristes lamentos y aguardiente gratis. cansado aún de la noche de la víspera. buscando consuelo en ella. contribuía a la alegría espiritual de algunos chóferes de autobuses y camiones. prefería jugar contra la banca. –repetían los otros. convicto y aterrorizado. Circulaba la botella consoladora. hermanito. o jugando en la Feira de Agua dos Meninos.. colaboraba a la educación de dos mulatillos que iniciaban su aprendizaje práctico de la vida y ayudaba a unos cuantos feriantes a gastar las ganancias obtenidas con las ventas del día. Cabo Martin. unos quince años antes: al amor. La muerte de Quincas aumentaba...el padre de todos. –... padre de todos. Trabajar después de haber llevado el glorioso uniforme le parecía a Martin una evidente humillación... allá por donde pasaba la noticia. –¡Callar la boca. menos el novato. ¿O es que crees que era un canalla? Alguien se apresuraba a explicar antes de que las cosas fueran a peor: –Fue Quincas Berro Dagua. Por su cara pintarrajeada empezaron a correr las lágrimas. –. O durmiendo con Carmela.. –¿Quincas. Curió cogió la nueva botella. En cuanto a él. No se explicaba en consecuencia que uno de los feriantes no mostrara mucho entusiasmo ante sus habilidades al bancar y mascullara entre dientes que «tanta suerte apestaba a mangancia». confundiéndose sus sollozos. Jamás tuvo otro oficio conocido. crecían las lágrimas en los ojos del negro. La noticia había ido más de prisa que él.¡Error!Estilo no definido. De vez en cuando se incorporaba al corro un nuevo elemento. –gemían los otros.hombre bueno. Sólo a esas tres ocupaciones se dedicaba Martin desde que se había dado de baja en el Ejército. Estaba ejercitando sus habilidades con la baraja en la Feira de Agua dos Meninos.. –. Sin hablar de su habilidad con la guitarra. Cabo Martin podía estar en tres o cuatro lugares. el más pobre y el más civilizado. alzó los brazos al cielo y se levantó.. a la conversación.. Su altivez de mulato bien plantado y la agilidad de sus manos en la baraja hacía que todos lo respetaran... Haciéndolo tan sencillamente. murió. –Curió.: XII Jorge Amado –Murió el padre de todos.. –repitió el coro.? Era bueno. al juego. sin levantarse...! Cumplían los ritos de gentileza del pueblo de Bahía.. desgraciado! –Negro Pastinha. –.. y le ofreció la baraja para que diera él si le apetecía y tenía la necesaria competencia para el caso. –Se acabó la luz de la noche. murió el padre de todos. Curió observaba desde lejos la escena. Curió propuso: –Vamos a buscar a los otros para ir a verle. crecía su acerbo sufrir: –Murió el hombre bueno. –decía el nuevo miembro del coro.... Se hallaron las bocas. –Pastinha quiere otra botella. –. Los faldones de la levita de Curió se alzaron al viento..la luz de la noche. Realizaba así una obra de las más loables.. Cabo Martin alzó hacia el apresurado criticón sus ojos de azul inocencia. quebrarla en una sentada.. carajo! ¡Dejadme abrazar a mi hermano Curió.. Un muchacho se levantaba ágilmente y se dirigía a la tasca vecina. era bueno. Negro Pastinha estaba inconsolable. a veces sin saber lo que pasaba.. el consumo de aguardiente.. con un brillo en los ojos–. . alzaba el brazo poderoso y sacudía un pescozón al recién llegado. o conversando en la rampa do Mercado. –¡Otra botella! –reclamaba entre sollozos Negro Pastinha. en cuanto se enteraban de la muerte de Quincas. O Negro Pastinha ganó en el juego. como si sintiera frío. Para sacar un pañuelo con que secarse las lágrimas. surgieron Curió y Negro Pastinha cargando con la noticia trágica y la botella de aguardiente con un resto de dos dedos en el fondo. No todos los días muere un Quincas Berro Dagua. dándosela de chistoso. lo levantó en el aire y lo tiró al suelo. gruñendo para sí. ¿Por qué todos. Pero también hasta él había llegado el nombre de Quincas. Al encontrarlos echó mano al bolsillo. Como antiguo militar. cuando todo podía ocurrir. luego la arrojó con desprecio. víctima de pasiones fulminantes. No oía ni siquiera los pájaros de las jaulas vecinas. era particularmente sensible a cualquier comentario que supusiera dudas sobre su honradez. Estaban llorando. pensó Curió. Pero de las profundidades del bolso.. cuando invariablemente iba al corro de la capoeira de Valdemar. envuelto en su enorme chaqueta. en la Estrada da Liberdade. si tenía Quincas tantos conocidos y amigos. pasando por la Rampa dos Saveiros y por casa de Carmela. Cada noviazgo era debidamente celebrado. con tristeza y filosofía al terminar. Era casi una voz de chiquillo preguntando: –¿Cómo es posible? Se unió a los otros tras recoger la baraja. habían ido dando la triste noticia a mucha gente. las lanchas en el mar. La mano del negro lo agarró. no había duda. No era para menos. Ése no tenía lugar seguro. corrían a destapar una botella? No era culpa de ellos. Pero sus ojos parecieron disminuir. en pleno arranque de dolor y luto.: XII Jorge Amado reducir al banquero a la más negra miseria. –Alguien murió. cartas del banquero. . La voz de Negro Pastinha llegaba quebrada: –Murió el padre de todos. un militar no llora. lo que hacía de Pe-de-Vento una figura admirada y daba a su opinión especial acatamiento. Cabo Martin olvidó la discusión y observó cada vez más curioso. Y no admitía insinuaciones sobre su honestidad. no conversaba con doctores. Desde lejos le gritaron al cabo: –¡Ha muerto! ¡Ha muerto! Cabo Martin los miró con ojo competente. El feriante malicioso vio confirmadas sus sospechas: ases y damas. Aquel día se empezó a beber en Bahía mucho antes de la hora habitual. De Sete Portas a Agua dos Meninos. Cabo Martin requisó la botella de Curió y acabó de vaciarla. Porque Curió era un romántico incurable y se enamoraba constantemente. ni aun después de haber colgado el uniforme. los camiones y autobuses de la calle. Nada más agradable que una buena pelea. –dijo un camionero. En ese momento. a no ser los jueves y domingos por la tarde. No era hombre de llorar. deteniéndose en unos cálculos precisos sobre el contenido de la botella. no sabía palabras difíciles? Sólo tras mucho caminar y varios tragos dieron con él. Tuvo la sensación de sufrir un vacío súbito. la gente yendo y viniendo. Pe-de-Vento extrajo una pequeña rana verde como una pulida esmeralda. poco tiempo después. en la barraca de un feriante. –¿Jesucristo o el Gobernador? –preguntó uno de los mulatillos. baraja en mano.. Comentó para el corro: –Algo importante ha pasado para que se hayan bebido ya una botella. se vieron en cantidad extendidas por el suelo. Cabo Martin escuchó atento. Curió alzó la botella y dijo: –¡Ha muerto Berro Dagua! Cayó la baraja de manos de Martin. que una provocación más y se vería obligado a partirle la cara a alguien. –¡Ha muerto! ¡Ha muerto! Venían los dos inclinados bajo el peso de la noticia. Se había enterado de la noticia por otros caminos y andaba también buscando a los amigos. Tan sensible era. y decidió no discutir. Todos comprendieron que se trataba de algo serio. perdió toda fanfarronada. o Curió se ha enamorado. Miró largamente la feria. si había tanta gente por el camino. con alegría al iniciarse..¡Error!Estilo no definido. Cazaba ratas y sapos para venderlos a los laboratorios de investigaciones médicas. ¿No era él también un poco científico. Había que encontrar a Pe-de-Vento. tan gratuita e inesperada. Creció el entusiasmo entre los mulatillos. se quebró su voz. los camioneros se frotaron las manos animados.. : XII Jorge Amado –La tenía guardada para Quincas. Nunca encontré otra tan bonita.¡Error!Estilo no definido. . al retraso de los vagabundos. damas y caballeros. Apretó los dientes. Dio un paso adentro. se guardó el animal en el bolsillo. –¡Qué graciosos! . Su inquietud al caer la tarde se debía sólo a la demora. de nuevo resplandecía la sonrisa en el rostro muerto. tan bien vestido. acarició la rana amedrentada. al otro lado los amigos de Quincas Berro Dagua. a un lado la familia de Joaquim Soares da Cunha. sin saber qué hacer.: XII Jorge Amado IX Cuando aparecieron en la puerta del cuarto.. apenas usado. El negro sonrió también. Sólo Negro Pastinha. ella hubiera abandonado ya la lucha.. Vanda lanzó una mirada de desprecio y de reproche al padre: hasta después de muerto prefería la compañía de aquellos desharrapados. ahora más que nunca era otra vez Quincas Berro Dagua el cadáver que tenía ante sí. se quitó el mugriento sombrerón y cumplimentó a los presentes. Cuando Vanda empezaba a creer vencido a su padre. al apartarse del ataúd los amigos se aproximaron los parientes. en silencio. siempre tras los otros. a silenciar los labios de sucias palabras. no vaciló ni un segundo. Los otros le acompañaron. apoyó la cabeza en la pared.. reprensivo. Respondió: –Dentro de un rato. ¡Cómo le gustaría enseñársela a Quincas! Como si ejecutaran un movimiento de ballet. lo que Vanda más hubiera deseado era irse a descansar.. Leonardo se volvió hacia su esposa y su tía. yerno y hermanos. Pe-de-Vento llegó a dar un paso hacia la puerta. avergonzado.. ridículo con su rostro pintado de bermellón y su levitón deshilachado. la cabezota alargada para ver mejor. lanzaría por el Tabuao ese cuerpo indigno.. Curió llegó a pensar que era una burla: aquel muerto no era Quincas Berro Dagua. La familia suspendió la animada charla. sentada en la silla única y disputada. derrotado por la resistencia silenciosa y llena de dignidad opuesta por ella a todas sus provocaciones. apelotonándose. pensó Vanda. Fue como un puñetazo en el pecho de Vanda. parados. Pastinha empujó con la mano el pie incómodo del amigo. Curió miró a los otros. Cabo Martin vacilaba como un general en vísperas de batalla al observar el poderío del enemigo. Cabo Martin miraba. –Buenas tardes. Negro Pastinha se sentó en el suelo. Sólo tía Marocas rió. Cogió a Pe-de-Vento del brazo y respondió con una mirada a la petición de Curió. una bofetada para Leonardo. Cabo Martin. Se disolvió como por encanto la borrachera. La presencia de la familia –sobre todo de las mujeres– los dejaba amedrentados y tímidos. Estaban sorprendidos los cuatro: nunca hubieran podido imaginar un Quincas tan limpio y elegante. Cabo Martin comprendió: un militar no abandona el campo de batalla. Se apartaron los cuatro del ataúd. dispuesto finalmente a entregarse. Pe-de-Vento le dio con el pie: no estaba bien desperezarse así. Curió quería irse. pidiéndoles que salieran de allí lo antes posible. Quincas le sonreía. Pe-de-Vento metió la mano en el bolsillo. Sólo lo reconoció por la sonrisa. queríamos verle. al negro. El silencio se iba haciendo insoportable. Se quedaron en la puerta. Si no fuera por el recuerdo ultrajado de Otacilia. sacudiendo las mantecas. No era mujer para dejarse vencer. ante la familia del muerto. hacia el fondo del cuarto. Perdieron su seguridad en un instante. Negro Pastinha avanzaba la cabezota por encima de los otros. Minutos antes. ¡Lo que faltaba!. que en materia de educación sólo cedía ante el propio Quincas. un escupitajo para Eduardo. y cuatro pares de ojos hostiles se clavaron en el grupo cohibido. a la empresa funeraria. No habría fuerza humana capaz de arrancarlo de allí. La familia se apartó y ellos rodearon el ataúd. dónde poner las manos. vendería las ropas nuevas por mitad de precio a un trapero cualquiera.. Nosotros. cómo comportarse ante el muerto.¡Error!Estilo no definido. de junto a compadre Quincas. restituiría aquel ataúd.. en cuya palma abierta estaba la rana de ojos saltones. Pronto se hará de noche. –Creo que ya va siendo hora de que se vayan. Pe-de-Vento extendió la mano. Por ellos había estado esperando Quincas. Pe-de-Vento. Su voz sollozó: –¡Era el padre de todos! Padre Quincas. hija. Ahora estaban todos allí. . ¡Ay. buscaba en su embotada memoria una oración completa. y Vanda oía otra risa bajo la risa de Negro Pastinha: Quincas se estaba divirtiendo una enormidad. Dio unos pasos por el cuarto. propuso: –Si los distinguidos señores quieren retirarse a echar una cabezada. y quedaría otra vez sola la familia con el cadáver. les había impuesto silencio. encantado con Marocas. Había tenido al principio la vaga esperanza de que los indecentes amigos de Quincas estuvieran sólo un rato. Y. sin ningún miembro de la familia. –¿Qué falta de respeto es esa? –su voz seca rompió aquel principio de cordialidad. Al volver del almacén. Y aquella noche le obligaba a estarse allí. Por la mañana. Y luego hacia Leonardo: . Nunca había visto otra como aquélla. Siempre había oído que los muertos necesitan oraciones. dando órdenes a los empleados. Era hombre de horarios rígidos.. tras bañarse y cenar. capaz de recordarle las varias ocasiones en que él. había recurrido a la cartera de Quincas. No sería por amistad al muerto: esa gente no siente amistad por nadie. Tenía ganas de sacar su rana. con aquella gente. se levantó tía Marocas. se sentaba en una mecedora. Eduardo sabía que no era correcto: no podían dejar el cuerpo solo.. en aquella pocilga inmunda. Curió. Ahora había expulsado a un rincón del cuarto a los vagabundos.: XII Jorge Amado Negro Pastinha pasó del llanto a la risa. hablando de frailes. un poco vieja. cuya infancia había transcurrido en parte en un asilo de menores dirigido por frailes. estiraba las piernas. tan bonita.¡Error!Estilo no definido. Miró a Cabo Martin con cierta benevolencia. la presencia de aquellos amigotes del difunto no tenía demasiada importancia mientras no se empeñaran en acompañar al entierro al día siguiente.. Vanda había ocupado su sitio en la silla. Bastaba verla para notar cualidades. En el velatorio no había ni comida ni bebida. Si Negro Pastinha diera con aquella madama en la playa iban a pasarlo en grande los dos. Desde hacía diez años no hacía otra cosa. que quería irse. Vanda recobraría la dirección de los acontecimientos. cuando volviera para el funeral. –Cansados estamos todos –habló Eduardo. Ese condenado de Quincas sólo le traía quebraderos de cabeza. derrotado en sus tentativas de hacer que Negro Pastinha se levantara. ponerla en la palma de la mano y jugar un rato con ella. en aquel nido de ratas. él y Marocas. educado como era.. No sabía por qué estaban aún en el cuarto.. siempre acompañada por la simpatía de Negro Pastinha. Vanda la reprendió con los ojos: ¿por qué aceptaba conversación de aquella gentuza? Pero. cómo le gustaría! Todo el día en el almacén. Eduardo. Tía Marocas empezó a decir que estaba cansada y nerviosa.? ¿Qué hacían allí. De todos modos.. Pe-de-Vento. –Leonardo temía la Ladeira do Tabuao cuando más tarde cesara el movimiento del comercio y la ocuparan prostitutas y malandrines. No le iba a ser posible pasar la noche allí. que la miraba de pies a cabeza encontrándola mujer de su gusto. enterrarían a Joaquim Soares da Cunha con modestia y dignidad. Llamó a Marocas: –Vamos. atendiendo a los clientes. No le atraían las flacuchas. con aquella caterva de vagabundos. Ante la reprimenda. y no le contestaba. de un lado al otro. Eduardo se acostaba pronto y se levantaba de madrugada.. ante el ataúd. Fue un ciclón en el cuarto. como a él le gustaban. cuidando de Quincas. se sentó también. pero grande y gorda. se dormía en seguida. Se levantó de la silla. Pero le gustaría aceptar la propuesta.. es verdad. Cabo Martin. Vanda se sentía mejor. Algo capaz de tumbar a cualquiera.. –Lo mejor sería que ellas se fueran. ¿Por qué no dejarlo con sus amigos. una vez restablecido el respeto. con la gente con quien había convivido los diez años últimos. Vanda y Leonardo? No tenía valor para exponer sus pensamientos: Vanda era una malcriada. y queriendo colaborar. ¿habría venido ya el cura o vendría al día siguiente? La pregunta le brincaba en la garganta. cuando empezó sus negocios. –contestó Marocas. de pie. Parecía un guardia cuidando un tesoro. nosotros podemos quedamos aquí. cuya cintura no se puede estrujar. Más espantosas aún que sus sollozos eran las carcajadas del negro. y apenas había comido unos bocadillos. Ni a ella ni a tía Marocas. No pudo contenerse: –¿Ya vino el cura? –Vendrá mañana. Negro Pastinha dormía con impresionantes ronquidos. Tú no puedes pasar la noche así. Eduardo. Tío Eduardo dijo que se quedaría toda la noche. Cabo Martin arriesgó un «Buenas noches.¡Error!Estilo no definido. pero no obtuvo respuesta. . Leonardo fue a acompañarlas hasta el tranvía. señoras».: XII Jorge Amado –No te quedes aquí hasta muy tarde. asintió. Sólo la luz de las velas iluminaba el cuarto. arrellanándose en la silla. ¿Dónde estaban las sillas para que se sentaran las visitas? ¿Dónde la bebida y la comida habituales hasta en los velatorios más pobres? Cabo Martin había velado a muchos difuntos. Negro Pastinha despertó con el olor del aguardiente. En un rincón. El negro le devolvió la sonrisa. Miró al muerto en el ataúd.. Pero. de las de iglesia. asentía con la cabeza. Ahí tienen eso. ¿Para qué andar dándoselas de rico y dejar al muerto en aquella humillación. Y velas bonitas. –Bueno.. ¿Por qué diablos tenía que estar él allí de centinela? ¿No era bastante con ir al entierro? ¿No había pagado parte de los gastos? Ya había cumplido su deber de hermano. con todo. A descansar un poco. Quincas no merecía tal trato. Había que reconocer que. sin nada que ofrecer a los amigos? Curió y Pe-de-Vento salieron en busca de asientos y comida. con tanto dárselas de señorío. Hasta en los más pobres servían por lo menos un café y un trago de aguardiente. Cabo Martin opinaba que era necesario organizar el velatorio con un mínimo de decencia. inmóvil.. se cuadró. Para que se compren unos bocadillos. Se levantó. Cabo Martin. –Metió la mano en el bolsillo y sacó un billete–. Curió. incómodo. A las seis estaré de vuelta para que pueda usted ir a casa a mudarse. Antes de empezar a beber. La discusión cesó. Le dolía el cuello. se aproximó a las velas y miró la hora. –Me voy. Le haremos compañía. Sentado en la silla.. –Los ojos del cabo. . ¡Qué mujer!. hundido en el mejor de los sueños. mi comandante. zapatos nuevos. Eduardo se paró ante ellos. envidioso. no aceptaba que lo borraran de la lista de herederos sólo por el hecho de poseer ya el corazón y el cuerpo esbelto de la negrita Carmela. ¡Un difunto de primera! Quincas sonrió ante el elogio. Eduardo no conseguía dormir. daba órdenes: cajones y botellas. una elegancia. la familia se había portado bien. Leonardo. Era como un fantasma suelto por el cuarto. Pero no lo dejen solo. Era el único que estaba cómodo. Los primeros tragos despertaron en los cuatro amigos un acentuado sentido crítico. –Díganme una cosa. sacó la rana del bolsillo y la puso en el suelo. Todo lo hicieron a medias. que sólo los auténticos fumadores saben apreciar. por lo que se refiere al cadáver propiamente dicho. no eran más que un hatajo de tacaños. ¿Dónde se ha visto un cadáver sin flores? –Está hecho un señor. abrió la boca en un bostezo. La ranita saltó cómicamente.. se habían olvidado de las flores. pues yo me voy a casa.¡Error!Estilo no definido. cuando el eco de los pasos de Leonardo se perdió calle abajo. de Curió y de Pe-de-Vento acompañaban sus gestos–. Éste miraba. aposentado en el bidón de queroseno. Se arrellanó nuevamente en la silla y puso los pies en el bidón de queroseno. estiró brazos y piernas. Pede-Vento no resistió. tratándose de un hermano como Quincas. ¿Quién sabe si no iría el comerciante a mandar por unas botellitas para ayudar en la travesía de la larga noche? –¿Se van a quedar ustedes toda la noche? –¿Con él? Sí. revelando un lamentable egoísmo. Cabo Martin sonrió al comerciante. Aquella familia de Quincas.. en una apasionante discusión: ¿quién de ellos iba a sustituir a Quincas en el corazón y en el lecho de Quiteria do Olho Arregalado? Cabo Martin. Ropa nueva. levantándose del bidón de queroseno. Curió y Pe-deVento encendieron unos cigarros. Negro Pastinha. Eduardo. Éramos sus amigos. Pe-deVento y Cabo Martin conversaban en voz baja. Le dolía el pescuezo. Despertó a Eduardo. en la silla. Eduardo estiró las piernas. –A sus órdenes. a Negro Pastinha. Cabo Martin uno de aquellos puros de cincuenta centavos.: XII Jorge Amado X A las diez de la noche.. que dormía con la boca abierta. pensó en su cama. psicólogo por vocación y por necesidad. y hasta de sobra. Curió pensaba en Quiteria do Olho Arregalado. pero apenas destaparon la botella (la discutida primera botella que. según la familia. Pe-de-Vento escondía en la mano la verde ranita. y ni aún así despertó. negros y fuertes. pero nunca había visto un velatorio más desangelado. señor. había llevado el cabo escondida bajo la camisa) el negro abrió los ojos y pidió un trago. Pasó la humareda poderosa bajo la nariz del negro. observó al grupo. ¡Ni un minuto! ¿Eh? –Vaya tranquilo.. un escándalo en su vida. como buitres.... que se había puesto de rodillas y bajaba la cabeza contrito. –No es sapo. Negro Pastinha conocía varios cánticos del rito macumbé. pero no iba más lejos su cultura religiosa. –dijo el cabo–. le quitaron también la camisa. lo intentaron.. Quincas pareció aliviado cuando le quitaron la chaqueta.. Consiguió.. se enfadó al fin. –dijo conmovido. se escondió en el fondo del ataúd. Los otros asintieron sin convicción.. Rebosó un poco por la solapa de la chaqueta y la pechera de la camisa. deseoso de hacerse grato al muerto. con él delante. Negro Pastinha examinó al amigo.. se va bajo tierra. Algo había que hacer.. como solía hacer cuando el difunto contaba un chiste. Pe-de-Vento hacía treinta años que no rezaba... recordar la oración casi entera. Cuando la luz oscilante de las velas daba en su cuerpo recorrían el cadáver fulguraciones verdes. ¿No le había traído una rana verde. Sentaron a Quincas en el ataúd.: XII Jorge Amado –Padre Quincas.. Con la bebida. Dieron otro trago a Quincas. la colocó en las manos cruzadas de Quincas. –¿Lo ves? Se está hartando de esa charla –se enfadó el negro. Y tanta gente necesitada por ahí. El muerto movió la cabeza: era hombre capaz de dar la razón a quien la tenía. unos trozos de embutido y varias botellas.. Con el trago de aguardiente se había dilatado su sonrisa. Curió. Curió se iba poniendo más combativo: elevaba la voz en defensa de sus intereses. Curió y Pe-de-Vento volvieron con los cajones. la más hermosa que encontró? –¡Hum! –hizo el difunto. –dijo Pe-de-Vento. Pero como seguía escupiendo aguardiente. que tenía esperanzas de que Quincas le eligiera para heredar a Quiteria. –propuso el cabo. Negro Pastinha protestó: –No tenéis vergüenza: andar disputando su mujer. Así podrá vernos de cara. La cabeza se movía a un lado y otro. El resto ya lo rezará mañana el cura.. No les parecía cosa fácil. Pe-de-Vento tomó delicadamente la rana. Tal vez cantando algo del candomblé. Cabo Martin consideraba que preces e iglesias eran flaquezas poco concordes con la vida militar. se acabó. así y todo. Formaron un corro en torno al muerto y Curió propuso que rezaran un Padrenuestro. Seguramente tenía calor. Palabras llenas de verdad. –Buena chaqueta. Curió iba enamorándose de los zapatos lustrosos: los suyos estaban hechos trizas.! –Falta de entreno.. –Es mejor quitarle la chaqueta para no mancharla. ¿Para qué quiere un muerto zapatos nuevos? ¿No es verdad. Entre Cabo Martin y Curió volvió a empezar la discusión sobre Quiteria do Olho Arregalado.. Estaba evidentemente de acuerdo con las consideraciones de Martin. ¿Para qué lo quieres? –Por si le gusta.. –Que decida él.¡Error!Estilo no definido. –Cabo Martin tocó la tela–... –Le estáis estropeando la ropa.. enfardado en aquellas ropas de lana... Aún está caliente y vosotros venga ahí. Ropa nueva para que la coman los gusanos.. –La verdad es que nunca he visto a nadie beber echado. pensaron... Pero algo es algo. y le dio un golpecito con el dedo en las costillas. invocaciones a Oxum y Oxalá. –¡Pedazo de burros. –Es mejor alzarlo un poco. . negra y pesada. Quincas parecía indiferente a los rezos.. El animal saltó. Había que hacer algo por él: la oración no parecía haber servido de mucho. ¡Vaya bobada comprar ropa nueva para un difunto! Murió. es rana. Quincas? –Justo mi número. Curió iba rezando y los otros repetían como mejor podían.. con un sorprendente esfuerzo de memoria. Pero. Le abrieron la boca y echaron el aguardiente.. su único bien. –Vamos a darle un trago a él también. Dijo a Pe-deVento: –¿Dónde está el sapo? Dámelo. Cuando ya estaban hartos de cantar. Lamentaban la falta de calzoncillos. Ahí va: bebe lo que quieras. echó una bocanada de aguardiente a los ojos de Curió. ¿Por qué lo hizo? Bien decía –Negro Pastinha que aquella charla sobre la chica irritaba a Quincas. –Negro burro: qué sabes tú de mujeres.. lo había dejado sin su trago en la distribución. las mujeres. Al fin y al cabo son tus parientes. Quiteria. Quincas no perdía un trago. no quería molestarte. –Calma. unas víboras –definió Quincas con precisión.¡Error!Estilo no definido.. –Lo está desperdiciando –explicó el cabo. Lo vistieron con ellas y lo reconocieron de nuevo. La luna crecía sobre la ciudad y las aguas. –Ahora sí que es el viejo Quincas. Los otros se estremecieron.. pero esa familia tuya resulta un poco roñica. El yerno se ahorró los calzoncillos. –Justo lo que dices. Cabo Martin empezó a cantar también. Casi tira la botella de la cabezada... La camisa la cambiaría Negro Pastinha en una tasca conocida por una botella de aguardiente.. –precisó Quincas. Se había vuelto violentamente hacia Cabo Martin que en aquel mismo momento. Pe-de-Vento. Vino con ella el viento del mar. sin el menor sentido de la oportunidad. Le gustaban los cantares. Tiene un mostrador que da gusto verlo.. –asintió Pastinha–. –¿No os lo dije? Pe-de-Vento estaba acabándose de poner los pantalones nuevos.. Particularmente agradeció a Curió. –Le gustaban los cantares.: XII Jorge Amado Negro Pastinha recogió del rincón del cuarto las ropas viejas del muerto. ¿Dónde se ha visto velatorio como éste? –Ni una flor. La verdad es que yo me lo callaba por no ofenderte.. –Se enfadó. Cabo Martin enfiló la botella por la boca de Quincas. ¿eh. La rana saltó al pecho de Quincas. –De marca.. –Un saco de pedos. amedrentados.. preguntó Curió: . viejo? ¿Y qué va a hacer ella ahora? Yo hasta. –exigió Negro Pastinha. En la Ladeira había melodías de guitarras. –¡Buen trago! –elogió Curió. Con mucha razón Cabo Martin dijo a Quincas: –No es por criticar. Se sentían alegres: Quincas parecía también más contento. Cantaban los cuatro. Yo vi cosas peores.. Bebían y cantaban.... desgraciado! ¿No ves que se cabrea? Quincas sin embargo no oía. Se puso furioso. –No digas eso. –¡Dale aguardiente al viejo!. compañero. –Mira. apagó las velas. tampoco un son. El baratillero aprovechó para acercar su boca al oído de Quincas y susurrarle algo con relación a Quiteria.. Él la admiró un momento y no tardó en guardársela en el bolsillo de su viejo chaquetón mugriento. La voz de bajo de Negro Pastinha se perdía más allá de la Ladeira. –Que beba como quiera. Está un poco pasadilla. voces de mujer que cantaban penas de amor. entró por la ventana. Cabo Martin se quedó con la chaqueta. amigo. la luna de Bahía. –Los hombres.. Ya habían abandonado la discusión sobre Quiteria. habló a su vez: –Para guapa. en su derroche de plata.. –rectificó Quincas... Para tener parientes de esos.. –Su precio me costó. la gordeta hasta vale un esfuerzo. mejor no tener nada. –¡Calla. ya no se veía el ataúd. pues los zapatos le apretaban.! Hasta la bebida por cuenta nuestra. pero no es para despreciar. Está en su derecho. en el rumbo de los pataches. La fiesta es tuya. unos borregos. Quincas no admitía ni que tocaran el asunto. –Son unos muertos de hambre.. desembarazado de aquella vestimenta incómoda. amigo. experto. Pero ¡qué garrapos. iba entre Negro Pastinha y Cabo Martin. –Nadie la prepara como María Clara –afirmó el cabo. en un paso de danza.. Pusieron a Quincas de pie. Negro Pastinha comentó: –Está tan borracho que no se tiene. Negro Pastinha rió.. Con la edad está perdiendo el aguante ¡Vamos ya. . Hasta es capaz de ofenderse Mestre Manuel si no vamos. –¿Solo? ¿Y por qué vamos a dejarlo solo? Vendrá con nosotros. Se cruzaron sus miradas. –Está loco por ir. Y había raya. –Tengo hambre –dijo Negro Pastinha.. Quincas. Quincas chasqueó la lengua. de bracete... viejito! Curió y Pe-de-Vento se fueron delante. Ya iban un poco retrasados.. satisfecho de la vida. Consultaron con Quincas: –¿Quieres ir? –¿Estoy lisiado para quedarme aquí? Un trago para vaciar la botella. pues tendrían que pasar a recoger a las mujeres..: XII Jorge Amado –¿No era esta noche la comilona de Mestre Manuel? –Esta noche era. –¿Y por qué no? Podemos ir.¡Error!Estilo no definido.. Curió expuso sus dudas: –Prometimos que no lo dejaríamos solo. –acentuó Pe-de-Vento... Pretendía a cada paso tenderse en plena calle. cerrando las casas. No negó Quincas que fuese su cumpleaños. Y tú de juerga. En la Ladeira do Pelourinho se escondían las parejas en los portales centenarios. Era una noche embrujada. el cumpleaños de Quincas Berro Dagua no podía celebrarse en el corto plazo de unas horas. pues. Debían. como si estuvieran más allá del calendario y aquella noche mágica de Bahía tuviera que prolongarse por lo menos una semana. Seguro que había dado una batida inesperada la policía. Curió volvió acompañado de un grupo ruidoso. era como si el tiempo les perteneciera por entero. le cogió la mano.. Quiteria perdió el equilibrio y cayó de trasero sobre las piedras. inconsolable viuda. diablo de hombre? No hay derecho. Había una botella por acabar.. Extraño: no había el habitual barullo de los cafetines y de los burdeles de San Miguel. y miraba el cielo: sonreía bajo la luna. trepó las escaleras de la iglesia. desgraciado. Fueron andando hacia casa de Quiteria. asustando a la gente? Se sentó sonriente al lado de Quincas. metió la cabeza por una puerta.. toda de negro. de Quiteria y. Pero está aquí. Carmela. Va a haber calderada en la lancha de Manuel.. a pesar de no recordar los otros haberlo celebrado en años anteriores. Acabarás matándome. ¿Se habrían llevado los guindillas a Quiteria. El grupo comentaba entre carcajadas. un refugio de enamorados. debido sin iluda a la emoción de aquel momento supremo. mayaban los gatos por los tejados. Celebraban. En la alegría de la hazaña. Iban por la Ladeira do Pelourinho camino de la casa de Quiteria. mantilla sobre el rostro.. –Por poco me muero con la noticia. eso sí. Doralice. Todo era distinto aquella noche. Berrito. Se levantaron todos y la ayudaron a acercarse. sustentada por dos mujeres. Ernestina. malicioso. en las tabernas renacía el barullo. cierta vez. iban siendo blanco de manifestaciones diversas. Es su cumpleaños. La vida volvía a la Ladeira do Sao Miguel. –¡Bandido! ¡Tunante! ¡Desgraciado! ¿Qué broma es esa de andar diciendo que estabas muerto.: XII Jorge Amado XI Por las trazas... Mientras atravesaban la Ladeira de Sao Miguel. Quincas Berro Dagua tenía uno de sus mejores días. amigos. inolvidable. Cumpleaños de Quincas era la primera vez que lo festejaban. espiando. Curió apretó el paso. camino de casa de Quiteria. ¿Quién podrá contigo. sacaba la lengua a los transeúntes. la gorda Margarita? ¿No irían a caer ellos también en una celada? Cabo Martin tomó el mando de las operaciones. Porque. el científico soltó en la mano de su «humilde colaborador» un billete de quinientos. Un entusiasmo desacostumbrado se apoderó de la pandilla. Lo estamos celebrando. la figura majestuosa de Quiteria do Olho Arregalado. En el «Flor de Sao Miguel». –Va de batidor –explicó el cabo. –¿Dónde está? ¿Dónde está? –gritaba exaltada. los múltiples noviazgos de Curió. Se sentían dueños de aquella noche fantástica. divertidísimo. el Pelourinho parecía un escenario fantasmagórico.. cuando la luna llena envolvía el misterio de la ciudad de Bahía. Todo estaba de luto. intentaba enredar con el cabo y el negro. Quiteria do Olho Arregalado se liberó de los brazos solícitos de Doralice y de la gorda Margó e intentó precipitarse sobre Quincas. Berrito. explicando: –Había corrido la noticia de que Quincas Berro Dagua estiró la pata. se la puso sobre el seno pujante para que él sintiera el palpitar de su corazón afligido. aquélla iba a ser una noche memorable. Se reconocía fácilmente. Pero. ahora sentado junto a Negro Pastinha en un escalón de la iglesia. Los cinco amigos habían olvidado su prisa. Quincas Berro Dagua. el descubrimiento científico realizado por uno de los clientes de Pe-de-Vento. a lo lejos resonaban toques de tambor. vestida de negro. Ella estaba hermosa así. – Quincas y los amigos se echaron a reír–. dando vivas y burras. los cumpleaños de María Clara. hacerlo convenientemente. según afirmaba Negro Pastinha. no hay derecho. Quincas se tumbó.¡Error!Estilo no definido. al frente del grupo. el alemán Hansen les ofreció una ronda . parecía un orador de comicio con su frac astroso. jamás la habían deseado tanto. gemían serenatas las guitarras. clausurando los bares. Se sentaron en las gradas de la iglesia del Largo mientras esperaban su regreso. Curió hizo una descubierta. Se sentó con la cabeza reclinada en el pecho de Quiteria.. las mesas revueltas. y no fue a más la cosa. violento. Los compañeros de hierba se pusieron como fieras y avanzaron en grupo. estupefacto al ver a Quincas Berro Dagua en su mejor forma. tropezaba en las piedras. Está en su derecho al fin y al cabo. resolvieron pasarse por la tasca de Cazuza a buscar tres litros de caña. Pararon sin embargo en medio del camino.¡Error!Estilo no definido. los demás se sentaron para abrir el apetito por cuenta de la casa. cuchicheaba en el mostrador con el propietario. Más adelante. a los que iba abrazado. Pe-de-Vento tenía un ojo negro. su guía. –Déjalo dormir un poco –aconsejó Negro Pastinha–. Quiteria apagó las velas. ahora con prisa. No podía quedarse con ellos porque tenía que cumplir una obligación de santo aquella noche. Esperaban llegar a tiempo de encontrar el velero en la rampa. Y el doctor Carmino. Por donde pasaban resonaban los gritos llamando a Quincas. Volvieron a abrirse las puertas de los burdeles. Cazuza. Estaba acostumbrado. En casa de Quiteria todo era luto y tristeza. Sólo se vio. Según consta. la negra Carmela y la gorda Margarita irían con ellos. sobre la cómoda. Protestó de malos modos. y lo tiró encima de otra mesa. Negro Pastinha agarró al rapaz.. Ya Doralice. la noticia aumentaría la fama del establecimiento. En « su dormitorio. Poco después Quiteria estaba con ellos. Pero minutos después pasó otro. Quincas casi corría. camioneros de paso para la Feira de Sant’Ana aquella noche. intentaba reanimarlo. del mismo grupo de marihuanos. Aquella noche tenía Quincas todos los derechos.: XII Jorge Amado de aguardiente. fiaba unos tragos. resplandecía un retrato de Quincas. Le habían atizado unos porrazos tremendos y al caer se dio con una losa de la acera. –El pobre se durmió. a la hermosa Quiteria. en verdad. Quincas respondió con un cabezazo. botella en mano. Y eso dijo. salían las mujeres a las ventanas y a la calle.. un viejo amigo. Los marihuanos habían puesto pies en polvorosa. mujeres en las últimas. compañera de casa. los vasos rotos. Hoy está imposible. daño éste importante. a quienes se unieron los camioneros. era un buen hombre. diplomático irresistible. haciendo molinetes. pagaba por meses: era una garantía. Curió. tropezó con las piernas de Quincas y estuvo a punto de caer. . –Lleva una cogorza de miedo. re– cortado de un periódico –de una serie de reportajes de Giovanni Guimaraes sobre «Los subterráneos de la vida de Bahía» –entre dos velas encendidas. como era su costumbre. con una rosa roja al pie. uno de los muchachos. con la total victoria de los amigos de Quincas. Parece que. Quincas se tumbó en la cama y los demás se fueron al comedor.. Doralice no aceptó porque acababa de recibir aviso del doctor Carmino diciéndole que iría aquella noche. encima de una silla. y a Negro Pastinha no le gustaron las maneras del marihuano. Cazuza miraba filosóficamente su bar patas arriba. Cabo Martin tomó el mando. arrodillada junto a Quincas. había abierto una botella y servía en copas azules. el francés Verger distribuyó amuletos africanos entre las mujeres. El muchacho no reaccionó. Pidió a Quincas que apartara las piernas. Bajaron por la Ladeira. las piernas estiradas. y con ella los parroquianos. Quiteria. No le molestaba gran cosa el ver una pelea de aquellas. en el bar de Cazuza. No podía darle un plantón. marineros medio borrachos. Quincas se hizo el sordo. ellos comprendían. Lo empujó el muchachote. sin embargo. Ya iban con retraso a la fritada del velero de Mestre Manuel y tuvieron que despertar a Quincas. al lado de una estampa del Señor del Bonfim y de la figura en barro de Caboclo Aroeira. fue Quincas el responsable. La pelea fue inesperada y hermosa. Y como no podían llegar al velero con las manos vacías.. El resto es imposible de contar. Quincas estaba tendido en el suelo.. hasta el de estirar las piernas como mejor le pareciera. con malos modos. en homenaje al cumpleaños. Bar de truhanes aquél: no había noche sin barullo. Mientras Cabo Martin. a veces incluso una botella. –explicó Pe-de-Vento. Él agradecía con la cabeza. arrastraba a Quiteria y a Negro Pastinha. y se lió la cosa. Una turba de fumadores de marihuana anclaba allí todos los días. Quiteria. Cuando acabó la refriega. como un rey de vuelta a su reino. al pasar. rasgados los faldones de su levitón. El bar estaba lleno: una muchachada sombría. Raya perfumada. apoyado en la vela menor. a los rayos que rasgaban las tinieblas. Izaron las velas del patache. No iba a salir mar adentro cuando estaban los marineros rodeando el sartenón.. Además. las aguas encrespadas. flotando en el aceite amarillento de dendê y la voz de María Clara daba ganas de demorarse en las aguas. ¿Por qué me hiciste eso? –y tomaba la cabeza. el viento aullante. la luna en el cielo. había aún mucha raya en el caldero. impasible y majestuoso. Un viejo marinero no iba a morir en tierra. comida allí mismo en la rampa. fumando su cachimba. . El viento intentaba romper las velas. Continuaba bebiendo de un modo raro: escupiendo parte del aguardiente. Si no fuera el día de su cumpleaños ya le habría llamado la atención Cabo Martin delicadamente. tumbados. un desperdicio. Cabo Martin no perdía jamás la perspectiva y la clara visión de las necesidades presentes. El médico me dijo que no puedo aguantar sustos. –¿Por qué me has dado ese susto de muerte. preparada con aceite de dendê y pimienta brava. un rayo rasgó la oscuridad. endiablado. rodeado por la tempestad. Mujeres y hombres se agarraban a las cuerdas. ¿cómo interrumpir el idilio de Quincas y Quiteria en aquella noche de fiesta? Y el temporal. El velero se fue apartando de la costa lentamente.. que tienes tratos con el rabón de los infiernos? Estoy acostumbrada a ti. Zumbaba el viento. Era. Mestre Manuel ya no los esperaba a aquella hora. Al fondo se recortaba en la montaña la ciudad negra de Bahía. Se acercaba el velero lenta y difícilmente a las aguas mansas de la embocadura. La voz de María Clara se elevó en un canto marinero: En el fondo del mar te hallé toda vestida de conchas. y la figura de Quincas. Mestre Manuel. Las luces de Bahía brillaban en la distancia. amable el aguardiente.. A popa del velero. Las estrellas comenzaron a apagarse. Respiraba el aire marino. el viejo marinero. agradable la conversación. Circulaba la botella de aguardiente. y el viento a ponerse frío y peligroso. herida con un rasguño superficial y le besaba los ojos maliciosos. Quincas no respondía. Pero unos nubarrones aparecieron por el sur y se tragaron la luna llena. Se calló María Clara. y la hermosa Olho Arregalado diciendo palabras de amor al viejo marinero. Llenaban los platos de barro. a tu manera absurda de verlo todo. Berrito desgraciado? Tú sabes que ando mal del corazón. agarraba el timón. La lluvia comenzó a caer. una de sus manos rozaba el agua abriendo un surco en las olas. –Aún queda raya para todos. ¡Tienes unas ideas. en una cama cualquiera. En el fondo. a la borda del velero... la pequeña embarcación parecía a punto de zozobrar. Se dirigieron al muelle. la brisa que se iba cambiando en viento. escuchando la canción de María Clara. ahora junto a su hombre en la barra del timón. de pie. Sólo Quiteria y Quincas permanecían sin comer.. a tu amor a la bondad. La luz hacía en el mar un camino de plata. será mejor que nos volvamos! Pensaba llevar el velero al muelle antes de que estallara la tempestad. Sólo la luz de la pipa de Mestre Manuel se mantenía enhiesta.. Olas violentas barrían la cubierta. Todo fue tranquilidad al inicio de la fiesta: la voz de María Clara. el murmullo de Quiteria. sin embargo. él no había acabado de creer la noticia de la muerte de Quincas y no se sorprendió al verlo llegar del brazo de Quiteria. Nadie sabe cómo Quincas se puso de pie.: XII Jorge Amado Quincas se reanimó cuando le dieron un buen trago. a tus locuras.. Rodeaban un caldero humeante. los sorprendieron en camino. la gran piedra que servía de ancla. Mestre Manuel avisó: –¡Va a haber temporal. Estaban acabando la fritada.¡Error!Estilo no definido.! ¿Cómo iba a vivir sin ti. Un poco más y se reanudaría la fiesta. Quiteria no apartaba los ojos apasionados del rostro del viejo marinero que sonreía a las ondas que barrían el velero. la fritada maravillosa. Mientras dirigía la batalla había logrado hacerse con unas botellas y ocultarlas bajo las faldas de las mujeres. a tu vejez tan sabia. por propia voluntad. Penetraba el velero en las aguas tranquilas de la bocana. El huracán resonó con un estruendo de fin del mundo.: XII Jorge Amado Fue en aquel momento cuando se sucedieron en el cielo cinco rayos. Las mujeres y los hombres prorrumpieron en gritos. pero Quincas se había quedado en la tempestad. . La gorda Margó exclamó: –¡Nuestra Señora nos ayude! En medio del ruido. Una ola inmensa levantó el velero. del mar en furia. envuelto en un sudario de olas y espuma. vieron cómo Quincas se lanzaba a las olas y oyeron su frase última. del barco a punto de zozobrar.¡Error!Estilo no definido. a la luz de los rayos. El ataúd está aún en el almacén de Eduardo esperando ser vendido como de segunda mano. Y fue imposible escuchar el resto de su cantar. ocurrió así: En medio de la confusión se oyó a Quincas decir: –Me enterraré a mi manera. Pero.¡Error!Estilo no definido. ni a mitad de precio. Río. En cuanto a la frase última. abril de 1959.: XII Jorge Amado XII No hubo manera de que la funeraria aceptara el ataúd de vuelta. Pueden guardar su ataúd para mejor ocasión. pero Vanda aprovechó las velas que sobraron. hay versiones distintas. . y cuando me dé la gana. ¿quién podía oír claro en medio de aquel temporal? Según un trovador del Mercado. que no me van a agarrar y meterme en un cajón. Tuvieron que pagar. respetable y probo ciudadano de calva lustrosa y erudita. «La verdad está en el fondo de un pozo». creo yo. Y DE LA INFLUENCIA DEL CRONÓGRAFO Y DEL TELESCOPIO SOBRE AQUELLA MORIGERADA COMUNIDAD SUBURBANA DE CÓMO EL NARRADOR. CON CIERTA EXPERIENCIA ANTERIOR Y AGRADABLE. JOAQUIM CARDOZO Congresso dos ventos PRIMER EPISODIO DE LA LLEGADA DEL COMANDANTE AL SUBURBIO DE PERIPERI. EN BAHÍA. añadió un detalle curioso: no sólo la verdad está en el fondo de un pozo. Pero de él mismo no saben ni nunca lo sabrán. no dejando así el menor margen para un error de revisión a fin de retirar la verdad del pozo y colocarla en mejor abrigo: palacio («La verdad está en el palacio real»). 1961) Para Doris y Paulo Loureiro. Con su voz grave. por si eso no bastara. no sé si en un libro o en un artículo periodístico. polo («La verdad ha huido al polo norte») o pueblo («La verdad está en el pueblo»). Y. desde luego. en letras de molde. de inapelable sentencia. no era así. CARLOS PENA FILHO Episódio Siniestro Se habían reunido en congreso todos los vientos del mundo. CAPITÁN DE ALTURA (A completa verdade sobre as discutidas aventuras do Comandante Vasco Moscoso de Aragão. más elegantes. es decir. la verdad de la literatura y el periodismo. es sólo restablecer la verdad. capitán de altura Jorge Amado LA COMPLETA VERDAD SOBRE LAS DISCUTIDAS AVENTURAS DEL COMANDANTE VASCO MOSCOSO DE ARAGÓN. juez jubilado. en su mar de María Farinha. CON RUDOS MARINEROS Y MUJERES APASIONADAS. regazo («La verdad se esconde en el regazo de las mujeres hermosas»). La verdad completa. de tal modo que no quede ninguna duda en torno del comandante Vasco Moscoso de Aragón y de sus extraordinarias aventuras. DEL RELATO DE SUS MÁS FAMOSAS AVENTURAS EN LOS CINCO OCÉANOS. leí una vez. pueden estar seguros. me explicó que se trataba de un lugar común. frases todas ellas. no era no. de cosa tan clara y sabida que llega a convertirse en un proverbio. ¿cómo dudar de afirmación impresa? Yo. mientras el nordeste derriba cocoteros. en un dicho de todos. EN MARES Y PUERTOS LEJANOS. inherente a la palabra pozo. capitão de longo curso. mi única intención. menos groseras. y mucho menos a negar.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. varios titulados universitarios me repitieron la frase. sino que allá se encuentra . pues nunca vivió. por lo menos. SE DISPONE A EXTRAER LA VERDAD DEL FONDO DE UN POZO Mi intención. y. no acostumbro a discutir. que no dejan esa oscura sensación de abandono y frío. Quien pueda que invente otro. como esas cosas que existen en la imaginación. El Meritísimo doctor Siqueira. bajo la pechera almidonada del magistrado late. en la miseria. desde luego. lavoteaba sus ropas allá al fondo la flaca Eufrasia. ni siquiera las partes vergonzosas. ¿cómo dudar de la palabra de un hombre de tanto saber. asiente balanceando su cabezota de elefante. tímida pero expresiva. y prometió providencias. y dejó a la chiquilla allí. donde se abriga. cogiéndola de la mano: –Vengo para reñirla. en su entusiasmo por la causa de la virtud ofendida. –Muy mal hecho –y seguía sujetando el brazo de prietas carnes. rumbo al sur. la sentó en su regazo.. Un faro de poderosa luz iluminando a lo lejos. El «conquistador de vía estrecha» iba a recibir su merecido. gordísima. a esas conversaciones nocturnas en el jardín de su casa.. en los recovecos de las calles. bajo un cielo de incontables estrellas y poca luz eléctrica. Pero es nuestro deber. Doña Ernestina. sin honra y sin dinero: –En la miseria. esclarece una duda. Tal vez por eso mismo su luz no penetre en los escondrijos más próximos. el colmo de la cultura en ese suburbio de Periperi donde vivimos. Un verdadero lío. se van la claridad y la evidencia. Vuelve todo a ser oscuro y difícil. por la noche. por más que él me explique que se trata sólo de un proverbio popular. En el fondo del pozo y desnuda. Al juez le debo mucho de lo poco que sé. en la discreta penumbra de una casita entre árboles. en aquel momento todo me parece claro y fácil. sin embargo. con la voz solemne y el gesto preciso. he ahí la verdad del noble juez jubilado. códigos y tratados? Sin embargo. y el juez la miró austero. Fue él. a la desesperación y a la guerra.. Admirable cuadro: la severidad implacable del recto magistrado temperada por la bondad comprensiva del hombre.. Pero. madre de la víctima. olvidándose. sin fiscal ni comisario a sus órdenes.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. padre afligido. Se abrió una sonrisa en los labios carnosos de Dondoca. conversamos sobre las novedades del mundo y de nuestro suburbio. cuyos padres acudieron al Meritísimo cuando Zé Canjiquinha desapareció de la circulación. le pellizcó el brazo. acostumbra a repetirme el Meritísimo. en ese caso de la verdad. muchas veces me encuentro pensando en ese pozo. por difícil que sea creerlo. con los estantes abarrotados de libros. y de los brindis de cumpleaños o bautizo. cuando. no me asalta ninguna objeción. Prometió dar orden de busca y detención del «sórdido don Juan». como. El doctor Alberto Siqueira es la cumbre. «Había tumbado a la mulatita». Cuando él. y ésta cuidaba el fogón. Y. en el oculto recodo de las Tres Borboletas. para mejor reprenderla y aconsejarla. señor juez. buscar la verdad en cada hecho. Según el proverbio. eso significa que la verdad es difícil de revelarse. hundirnos en la oscuridad del pozo hasta encontrar su luz divina. en vista del conmovedor cuadro de la víctima sonriendo entre lágrimas. la hermosa y risueña mulata Dondoca. y el juez. El juez echó un discurso moral. –Yo no quería. como todo lo del párrafo anterior. por ejemplo. a dar noticia de sus providencias a la familia ofendida y pobre en su distante chabola. Es él quien pronuncia el discurso el 2 de julio en la Plaza y el 7 de septiembre en el Grupo Escolar... dedo en ristre. que su desnudez no se exhibe en la plaza pública al alcance de cualquier mortal. sin ningún velo que le cubra el cuerpo. el de todos nosotros. profundo y oscuro. llevándonos a la ruina. –lloriqueó la bella. Se deshizo ella en lágrimas arrepentidas. le acarició las mejillas. Escondió . lustrosa de sudor y un tanto así como débil mental. discutiendo por esto y por lo otro. le debo por todo respeto y gratitud. sin hablar de otras fechas menores. usando palabras bonitas hasta en las charlas familiares con su dignísima esposa doña Ernestina: «la verdad es el faro que ilumina la vida». donde fue la verdad a esconder sus desnudeces dejándonos en la mayor confusión. Iba a interesar también en el caso a sus amigos de la ciudad. Dormía Pedro Torresno aún el aguardiente de la víspera. Y fue él mismo.. «Luz divina» es del juez. Él es tan culto que habla en tono de discurso. Pero el pozo no es realmente un pozo. pues. de su condición de jubilado. y el fondo del pozo no es el fondo de un pozo. un bondadoso corazón. tan consciente es el doctor Siqueira de sus responsabilidades de juez (aunque jubilado). capitán de altura Jorge Amado enteramente desnuda. cosa digna de oírse. según frase pintoresca del viejo Pedro Torresno.. y me pongo a pensar en el asunto. intento recordar las explicaciones del Meritísimo y no lo consigo. soltó unos billetes. Cuando lo dejo. donde ella me cuenta –cuando a eso de las diez de la noche dejo la prosa erudita del Meritísimo y de su voluminosa consorte– divertidas intimidades del preclaro magistrado. dividiendo a la población. su ambición era ser el primero de ese florido burgo suburbano donde todo es suave y manso. mar de golfo donde jamás se alzan olas furiosas. con la manía de la evidencia. pues en el fondo de ese pozo estaba el colchón de lana del lecho de Dondoca. que no siempre es más seductora la absoluta desnudez que aquella que se esconde bajo cobertura o tela capaz de ocultar un seno. inspector de Hacienda jubilado. desgraciadamente no aptas para letra de molde. investigar la verdad de cada hecho»–. arrancando de las más diferentes versiones todos los velos de la fantasía capaces de encubrir. las aventuras del comandante. aclarando de una vez para siempre cuestión tan discutida y complicada. no es para acostarnos con ella en una cama por lo que la buscamos con tanta obstinación y desespero por esos mundos adelante. aunque sólo sea en parte. el de todos nosotros. amigo de exhibirse. La búsqueda de la verdad requiere no sólo decisión y carácter. cierta experiencia en el asunto: no es la primera vez que investigo la verdad. sino también método y buena voluntad. Dondoca quedó. y anda hoy elegante. hilos tronzados. cosas acontecidas y cosas imaginadas y. Zé Canjiquinha nunca fue encontrado. sin tomar partido. playa sin oleaje y sin corrientes. vida pacífica y demorada. Por ahora estoy aún al borde del pozo buscando la mejor manera de bajar a sus misteriosas profundidades. aunque ya había tenido ocasión de comprobar en carne propia. En compensación. De un lado. Mi deseo. aún hoy memoria recordada entre sonrisas. Sus labios hacían cosquillas inocentes en el pescuezo ilustre. sus admiradores incondicionales. el viejo Chico Pacheco para embarullarme. A todo. provocando enemistades y rencores. como puede comprobarse. sus detractores. y al frente de ellos el viejo Chico Pacheco. se ganó la casita de la rinconada de Tres Borboletas y Pedro Torresno dejó definitivamente de trabajar. Tengo pues. He ahí una verdad que no ilumina el faro del juez y que me obligó a bucear un poco para encontrarla. de otro. para hacerme perder el hilo. Y ya sale de su tumba en un remoto cementerio. la curva de la cadera. dando lugar a ardorosas discusiones. y él mismo. cabos sueltos. mi único deseo. Me siento así. Constantemente aparecen nudos ciegos. ¿dónde está la verdad de todo ello? En la época en que esto sucedió. bajo la protección de la justicia. desde aquella afortunada visita. capitán de altura Jorge Amado Dondoca el rostro avergonzado en el hombro confortador. eran el centro de la vida del Periperi. en la carne dorada de Dondoca. sin embargo. nudos de marinero. es ser objetivo y sereno. Sujeto quisquilloso y metomentodo. .Comandante Vasco Moscoso de Aragón. la desnudez de la verdad. hace más de treinta años. delicioso buceo. Para contar toda la verdad debo añadir que fue agradable. llegaremos con tiempo y paciencia. hombre irreverente y escéptico. No se trata sólo de los hilos enredados de un ovillo sino de algo mucho más difícil. digámoslo de una vez. hasta el mar. los partidarios del comandante. un trozo de pierna. dispuesto a desenrollar el ovillo de las aventuras del comandante. casi una guerra santa. pueden creerme. Pero. desenterrarla del pasado. hebras de otro color. para imponer su presencia. o mejor aún. bajo la inspiración del juez –«es nuestro deber. en 1929. Buscar la verdad entre el brío de las polémicas. lengua de víbora. nuevamente juntos. una estatua. como si de súbito los modestos escarpes se hubieran transformado en abrupta muralla de peñascos. Caco Podre y Misael. camas. El comandante dio unas órdenes precisas y categóricas. la vista clavada en las aguas. junto a la playa. tras ellos. rampa suave por donde en los días veraniegos subían y bajaban los chiquillos. ante ellos. los dos mozos de cuerda. la rueda del timón en la cabeza de Misael. imagen que quedó grabada en la memoria de los vecinos. rápidos pataches cuyas blancas velas punteaban el azul sereno del paisaje. los brazos cruzados sobre el pecho. la revelación de una antigua intimidad con el Océano. Al llegar a lo alto se quedó parado. anduvo hasta los roquedos. la abundante cabellera plateada. Pero había tal dignidad en el porte del comandante que todos comprendieron las dificultades de la empresa. Se contentó con indicarla a los cargadores. con algo de guerrera militar. de vividas historias. Vestía una chaqueta extraña.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. no darse cuenta de su presencia y curiosidad. Así. Iniciada la marcha. sensible incluso para aquellos corazones pacatos. y siguió caminando. «lejos del Océano no puedo vivir. con parte del equipaje. pero también un desafío. las ventanas abiertas sobre el agua. No entró en la casa. Sólo entonces. Unos metros atrás. Maletas. Los cargadores llegaron con el resto del equipaje. los ojos en la brújula. Sonrió. pero fue un momento largo. Apenas duró un segundo aquella inmovilidad. de amplias solapas. Así. jamás vencida por pies humanos. A lo lejos. el comandante. de San Juan Bautista anunciador del héroe desembarcado. murmurando. un hombre de mar. como si hablase consigo mismo.. embalajes y cajones colocados en la sala. Marcó su rumbo hacia la puerta. decidido y sereno. negros navíos anclados. Se dirigió a la playa. de paño azul y grueso. donde mar y río se mezclaban en bahía acogedora. Hay que exceptuar en justicia a Zequinha Curvelo. no le iba del todo mal el tratamiento de grumete que le dio el recién llegado.. la chaqueta marinera con brillantes botones metálicos. el rostro contra el sol. lector asiduo de novelas de aventuras. Se formó una especie de pequeño cortejo y desfilaron por la calle: al frente. historia frágil de veleros en un mar de temporales y sargazos. habituado a navíos y tempestades. Hizo un ademán como indicando el rumbo. capitán de altura Jorge Amado DEL DESEMBARCO DEL HÉROE EN PERIPERI Y DE SU INTIMIDAD CON EL MAR –¡Adelante. Otra vez volvió a cruzar los brazos sobre el pecho: era una afirmación. Sólo Zequinha Curvelo. penetró también en la admiración de sus nuevos conciudadanos. Luego. Luego. en carne y hueso. Murmuró su opinión a los demás: una chaqueta como aquélla ilustraba la cubierta de una novela de aventuras. Como si cada gesto obedeciese a un cálculo preciso. inmóvil. entre ellos y el comandante se colocó Zequinha Curvelo: había tomado posesión de su puesto. o. terminada la tarea. firme el pulso al timón. la cabellera al viento (aquella suave y permanente brisa de Periperi). dada su ingente humanidad. preparado ya para ser el protoprofeta. y por la noche se escondían los enamorados. a vuelta siempre con piratas y pioneros. escarpados tampoco. parecía un soldado en posición de firmes. Había en aquella mirada y en la postura inmóvil. El marino de la cubierta llevaba una chaqueta igual. Los vecinos seguían atentos sus movimientos. inclinó la cabeza en un saludo y se puso la mano sobre el pecho con un gesto en el . como un reclamo.». que no vivía en otro clima: devorador incansable de folletines baratos. Caco Podre a aquellas horas ya había bebido sus tragos habituales: su paso era incierto. hecha de amor y cólera. cambiando cuchicheos en un grupo que se dilataba. sin embargo. un general en bronce. asumió el control de la travesía. grumetes! Voz habituada a dar órdenes. Parecía no verlos. cuando el comandante descendió de los roquedos y penetró en el círculo de la vecindad. Altos no eran. venían los curiosos. y dijo solemnemente: –Aquí estamos. adivinó que allí se hallaba. Océano. midió primero con la vista la distancia que lo separaba de la casa próxima y aislada. inició la escalada. se paró a medirlos con mirada experta. Su mirada dominaba las aguas tranquilas del golfo. casi eterno. tan distantes de aventuras y heroísmo. bajó los tres escalones de la plataforma. Después extendió con gesto amplio el brazo corto. lo miraban con respeto: la faz redonda y rojiza. inició el abordaje. armarios para los cuartos. pareció ver a la pequeña multitud que lo contemplaba desde la calle. Cuando se recobró. Después fueron a propalar las noticias. llenándose de valor. pero no una simple pipa. Era una cachimba de espuma. cuando. el recién llegado vecino se iba apartando de la puerta. Zequinha retrocedió. abriendo cajones. añadiendo–: Un viejo marinero a sus órdenes. trabajada: la boquilla representaba piernas y muslos desnudos de mujer. de exótico. una brújula. ¿Qué diablos sería? Se lo puso en la boca el comandante: era una pipa. Un coro de «buenas tardes» respondió al saludo.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. estableció su reputación y fijó en imagen para todos.. Zequinha se apresuró a ofrecerle sus servicios: ¿Podía serle útil en algo? –Muchas. Aún siguieron los curiosos en las inmediaciones.. «¡Oh!». –agradeció el comandante. ayudado por los cargadores. en la cazoleta. avanzó un paso hacia la puerta. esculpidos. muchas gracias. el busto y la cabeza. Lo vieron después. Zequinha Curvelo. y declinó con un gesto. de golpe. Salían instrumentos raros: un catalejo enorme. El comandante estaba sacando de uno de los amplios envoltorios un objeto inesperado. en aquel comienzo de una tarde infinitamente azul. Zequinha exhibía la tarjeta ornada con un ancla: Comandante VASCO MOSCOSO DE ARAGÓN Capitán de Transatlántico He aquí los sucesos de su llegada a Periperi. No era un revólver. Luego sacó de la cartera una tarjeta de visita y se la tendió. capitán de altura Jorge Amado que había algo de oriental. ya de por sí bastante extravagante en aquel pacato suburbio. contemplándolo. . Parecía un revólver. murmuró Zequinha inmóvil. martillo en mano. ¡una pena! Pues bien: el verano que precedió a la llegada del comandante fue de una prodigalidad nunca vista. paseos. para. Entonces se anima Periperi. covachas en el roquedal y setos. había precedido al memorable día del desembarco del comandante. linterna en mano. La población estable (si exceptuamos a los pescadores y unos pocos comerciantes –dueños de la única panadería. otro después de Carnaval. Todo eso sólo cubre los meses de verano. Y UNA PIPA DE ESPUMA DE MAR Un clima propicio. una vez partidos los veraneantes. RUINA Y SUICIDIO. todos estos arrabales. el más populoso y el más bello. Estableció una ruta completa de rincones. pertenecen a familias de la ciudad. antiguo negociante de materiales de construcción. analizado largamente. entre los que Periperi es el mayor. Pero esto ocurre muy de tarde en tarde. uno a principios de enero. Sólo de tiempo en tiempo un hecho inesperado rompe la monotonía de esa vida de suburbio. Todo esto no les importa lo más mínimo a retirados y pensionistas. Dos escándalos. como él dice. plato capaz de alimentar él solo las charlas de los meses muertos. y el comandante Vasco Moscoso de Aragón. invadido de repente por una juventud alegre: muchachos que juegan al fútbol en la playa. don Adriano proporciona una relación circunstanciada y picaresca. barcos que cruzan las aguas. charlas amorosas bajo los árboles de la plaza o a la sombra de los roquedales. enero y febrero. Excepcionales son aquellos veranos en los que se registra un buen escándalo. si bien existen siempre. de los comentarios sobre las historias y sucesos del último verano. por las noches de brisa más fresca y estrellas más numerosas. CON MUJERES EN LA PLAYA Y EN LA CAMA. fiestas. Muchas de las mejores casas permanecen cerradas durante casi todo el año. muchachas en maillot tendidas en la arena. como si el destino estuviera preparando a aquellas gentes para los acontecimientos venideros. le dieron lugar aparte en el calendario suburbano. retirado ahora. porque en los meses de vacaciones: diciembre. No se puede establecer de buena fe relación propiamente dicha entre el caso del teniente coronel Ananías Miranda. bailes de cumpleaños. portalones y esquinas. fiestas campestres. Los viejos jubilados se frotan de manos. donde los enamorados buscan las soledades propicias al amor.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. capitán de altura Jorge Amado DONDE SE TRATA DE JUBILADOS Y RETIRADOS DE LOS NEGOCIOS. borracheras que turban el silencio de la noche. cuando el tiempo es largo de pasar y la linterna de don Adriano ilumina sólo en los recantos oscuros las borracheras de Caco Podre o los encuentros de cocineras y pescadores. de dos bares. Algunos de esos ancianos personajes afirman que prefieren el Periperi provinciano de antes o después del veraneo. Existen los veranos excepcionales. por el mayor esplendor de verdes y azules en los árboles y en el agua. descompuesto con minucia. fondos de patio. un verdadero y ruidoso escándalo. Eso de marzo a noviembre. hecho de tragedia y de misterio. de otros tantos tenduchos. de la Policía Militar. peleas entre jóvenes atletas apasionados y celosos. no valdría la pena relatar aquí ese incruento escándalo de enero. brillan sus ojos. a su esposa Ruth y al . «pasar revista a los enamorados. pero hay una tendencia general a ligar los dos hechos. cuando la paz del mundo desciende sobre Periperi. De los recuerdos de esos tres meses. y los comentarios sobre un chiquillo que estuvo a punto de ahogarse. lecciones que aprender. Así en los ruidosos –y veloces– sucesos que envolvieron al teniente coronel. Recordando noviazgos. se llenan de veraneantes. se abren sólo en verano. en cada suceso. sale todas las noches de verano. aunque no sea más que para acechar con ojos desorbitados y codiciosos los cuerpos femeninos semidesnudos en la playa –¡mujeres de bandera!– o para comentar acerbamente lo que hacen las parejas en los rincones oscuros. y a veces una hermana solterona. casi siempre sólo la esposa. pero la verdad es que de un modo u otro todos acaban por sentirse presos en la turbulenta agitación de la temporada estival. con trágico desenlace. Si no mereciese la voz del pueblo el respeto de los historiadores. vive la población estable los nueve meses restantes. como si las desdichas de Ananías fuesen una especie de prólogo a las aventuras de Vasco. Don Adriano Meira. después de las nueve. Al día siguiente. ver si se portan bien». DONCELLAS EN FUGA. de la farmacia– y algunos funcionarios que viven al lado de la estación) está formada por jubilados y retirados de los negocios con sus respectivas familias. no por la belleza de los días. Cada suceso es recordado. Y no . sensacionales partidos de fútbol en la playa. tendido bajo el sol en la playa. siempre quejándose de su ausencia. Iban los dos agarraditos y cariñosos. en Periperi. por lo menos.. siempre que recuerda la historia del capitán de altura no deja de añadir: «Las cosas comenzaron cuando un mayor de la Benemérita pilló a su mujer con un estudiante. era rígido el horario en su corporación. al volver de noche a casa. cuerpo afligido.» No se sabe por qué. cuya fidelidad a la casa databa de muchos años. hicieron las maletas y marcharon aquella misma noche en el último tren. Ya que allí. Del dormitorio llegaban músicas alegres. la pobrecilla. Zefa. Tomó el tren de las dos y media. Iría a dar una sorpresa a su mujercita. con la obligación de procurarle cariño y ternura. en una mecedora. no parece fácil. Desnudo. Se ponía entonces el pijama. ya tuvo el teniente coronel la primera sorpresa: al verlo. Y. charlas instructivas con sus colegas. digna de toda alabanza. ni siquiera en los horarios militares. como si no existiera. lánguida y desolada. Conmovido por la melancolía de la señora coronela. pistola en mano. No estaba solitaria y triste. como su madre lo echó al mundo.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. se llenó de ira. según el testimonio de algunos felices espectadores que presenciaron el embarque. escondido por la familia o por amigos. Por la ventana abierta los curiosos más audaces aún pudieron ver la desnuda y desconsolada soledad de Ruth clamando su inocencia. la necesidad de consuelo moral. se preguntaba en la playa. Hubo largas explicaciones a puerta cerrada entre el militar y la esposa. en la cama. Y no volvía hasta las siete de la tarde. los horarios –al bizarro oficial de la Policía Militar. Arlindo Paiva. Generosa conducta de un corazón bien formado. él colocó su talento. y perdió así parte de la dignidad necesaria en aquel momento. visiteos. Ella rompía con los dientes los granos jugosos. ojos de largas pestañas melancólicas. ni con la poesía de las ternezas caminadas entre el talentudo estudiante y la hermosa coronela. Sin cuidarse de las ropas saltó del lecho. fruta predilecta de Ruth. y otra risa. Compró un kilo de uvas. Las intenciones se refieren al estudiante. desapareció como llevada del diablo por la puerta del fondo pidiendo socorro. mientras el sol le quemaba el cuerpo y el abandono le iba royendo el alma. Ruth estaría solitaria y triste. Esto fue lo que salvó al joven Paiva. Primero: hasta las mejores y más puras intenciones pueden ser mal interpretadas. de cuidar de su cuerpo y de su alma?. Segundo: no se debe confiar en los horarios. vengativa. ¿Es eso tener marido. Era una belleza de lozana madurez. atravesó la plaza abarrotada a una velocidad de campeón olímpico. cenaba. la criada. y hasta un prometedor noviazgo. no podía la pobre señora llenar sus tardes con sesiones de cine. la risa de Ruth. Al contrario. de compañía que rompiera su dura soledad. la languidez del tiempo vacío. ¡Dios santo! Con los paquetes colgando de los dedos. Abandonó paseos. no se deleitó en el espectáculo de dos cuerpos juveniles y desnudos. hombre en su vida. quería tomarla en brazos. Libre al fin de los cordeles. quejumbroso: ¿de qué sirve tener marido si no tenía compañía en las tardes monótonas de Periperi? El teniente coronel desayunaba a las diez de la mañana y salía corriendo para alcanzar el tren. el teniente coronel de la Policía Militar apareció un momento después persiguiéndolo con palabrotas y disparos. Hombre poco sensible a las visiones estéticas. capitán de altura Jorge Amado joven estudiante de Derecho. dos valiosas enseñanzas. para completar la fiesta. Pero el teniente coronel consiguió un día burlar la rigidez de los horarios militares. ella lo rechazaba. ir de tiendas por la calle de Chile. abrió la ventana y se plantó en la calle. No se sintió embargado por la admiración. por rígidos que sean. una botella de vino portugués. sola. Cuando. encontraremos. jubilado de Correos y único testigo vivo de los acontecimientos. a dormitar.. Sin embargo. todo el día. su juventud y un bigote incipiente y seductor al servicio de aquella desolada aflicción. Ruth de Morais Miranda. el viejo Leminhos. Ligar estos sucesos al comandante. tan necesitada de asistencia moral. el joven Paiva no vaciló en sacrificarle algunas horas de sus días llenos de agradables quehaceres. A Ruth se refería la soledad de las tardes de calor. Desapareció el estudiante. se sentaba en la puerta. Ananías abrió la puerta de un puntapié. Apenas atravesó el umbral. se enredó con los paquetes (había enhebrado los cordones en los dedos). la botella bajo el sobaco. herida en su orgullo de mujer: –Me dejas aquí. Compró un queso. una lata de mermelada. Leminhos degrada a mayor al teniente coronel y establece una relación entre los cuernos de Ananías y las aventuras del comandante. Discuten de política. No se hablaba de otra cosa. Periperi conserva sólo un cierto aire festivo de ciudad de vacaciones. de boca. médico y casado. el escándalo: Adelia. De manos. entreverada con un desconocido. Las muchachas andaban con la canoa de un lado a otro. Mecedoras. Satisfacía todos los caprichos de sus hijas. andan incluso toda la mañana en pijama o con unos calzones viejos y la camisa desabrochada. Todos se conocen. se quedaban hasta muy tarde. con «toda la muslada al aire y reluciendo». en la plaza. sólo los habitantes de Periperi pueden darle todo su valor. la madre y cuatro hijas casaderas. Rosalva. en el despacho de su fábrica de Bahía. se ven diariamente. Y aún. funcionarios jubilados. Don Adriano Meira había iluminado una vez con su linterna a la mayor de las hermanas. se prestan los periódicos. y las señoras susurraban detalles escabrosos de los flirteos de las chicas de Cordeiro. al caer la tarde. Otra hija. recuerdan los sucesos del último veraneo. Los ecos del disparo llegaron al suburbio en tren. con parejas danzando en la gran sala sobre el mar. apoyado en severas razones: familia sin moral. Gastó un dineral en construirla. como explicaba don Adriano Meira. de rosa. con suicidio y ruina. rodeaban el cadáver. reclamando a gritos al marido «que la puta de su hija me robó». si no fuera por la tragedia que envolvió a la familia Cordeiro. con el vestido alzado hasta el ombligo. comerciantes retirados de los negocios. Van a la ciudad una vez por mes a firmar la nómina. pintadas de azul. de amarillo. y para la inauguración dio una fiesta por todo lo grande. en los peñascales. Cosas como éstas. las esposas charlan de sus problemas domésticos. Prácticamente toda la población asistió al espectáculo que dio la esposa abandonada. Daba un sinfín de fiestitas en la casa de ventanas verdes. indóciles. tumbonas. encharcando las calles arenosas. La madre dirigía a las muchachas en la búsqueda de casorio. en la playa. al decretarse la quiebra del negocio. las mejores de sus hermanas. propietario de una industria de bebidas alcohólicas. invadiendo en llanto el hogar destruido de los Cordeiro. se amigó también con otro casado. la más joven de las cuatro. amplia y confortable. Esa familia Cordeiro se componía del padre. todos se reúnen en la estación y. de la playa y de la estación. sentados en los bancos. Las lluvias habían caído fuerte aquel año. Efecto esto tal vez del colorido de las casas. encendiendo la imaginación de las gentes. la afirmación es categórica. salían de excursión al Paripé. se largó llevándose sus ropas. morena e inconformista. la mayor. hasta una canoa a motor les había comprado. muy de madrugada. y ya no buscaba de noche los caminos de la playa: se pasaba hasta el alba en la galería frente al mar. los maridos juegan al ludo y a las damas. no paraban un momento: eran el alma de la colonia. con más seguridad. el asunto era por lo visto una especie de maldición o moda en la familia. algunos se dedican a pescar con caña. además de los toscos bancos en torno a los árboles. De los meses alegres. pierden el hábito de la corbata. capitán de altura Jorge Amado obstante. el doctor Arístides Meló. ¡Ah! A un escándalo así. . y aún se comentaba lo ocurrido cuando retumbó el tiro con que don Pedro se suicidó. aguardan el paso de los trenes. Se reúnen también. por la noche. del hecho de que esté compuesta en su mayor parte la población fija por gente ociosa. donde luego habría de instalar su telescopio el comandante. recetas de bollos y dulces. la segunda. Leminhos es hombre de buen consejo y tendrá sus razones que hemos de respetar. los acreedores. con hombre casado y moza soltera largándose de casa. y. como probaba aquella casa de veraneo sobre sólidos cimientos de piedra. pero era gastador y dado a lujos. otra perdiéndose en la playa. acompañando a una oleada de comentarios: todos los bienes del suicida estaban hipotecados. el agrónomo rompió el noviazgo. Un escándalo capaz de llenar los días de lluvia. todos sin nada que hacer. Y pocos días después. El segundo escándalo sí que tiene ya relación directa con el comandante. de verde. el de la linterna. casi tan rica como su residencia de la ciudad. Pedro Cordeiro. Ciertos hechos ocurrieron en la casa donde él habría de vivir luego y. Huyeron los Cordeiro de Periperi. o quizá de los grandes árboles de la plaza. ciertamente no habría tenido oportunidad de adquirirla a precio de ocasión. a montones. de manos dadas. novia sin dote. de muslos. cuando desertan los veraneantes y el suburbio vive de recuerdos.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Pedro Cordeiro había gozado en tiempos de una situación holgada. cambian injertos para los jardines. Por Carnaval hubo baile el sábado y el martes en la residencia de don Pedro Cordeiro. sillas plegables. había iniciado relaciones el año anterior con un agrónomo. Una de ellas. de contrapeso. Como habían cesado ya las lluvias. sin haber examinado al comprador. En la paz infinita de ese remanso el tiempo es lento de pasar. Venían a tomar el sol en las inmediaciones. Pero llovía tanto que no les fue posible mantener abiertas las ventanas. Esta vez no iba a escapárseles el nuevo vecino. los días eran bellos. tozuda y rezongona. todo eso había distendido su militante vigilancia. andaba con gripe. Aun así consiguieron saber que el nuevo propietario llegaría aquella tarde. resistió impávido la visión de tal rueda. Zequinha Curvelo contaba a cuantos se habían perdido la gran escena de la llegada cómo un escalofrío le había recorrido el espinazo al ver al comandante en lo alto de las rocas. en un tren matinal. abrió nuevas perspectivas a la curiosidad latente. la venta de una casa tan en evidencia. Apenas había atravesado la puerta cuando las hermanas Magalhaes fueron a ofrecérsele. el corredor y el comprador sin duda. Realmente las hermanas Magalhaes. ¿jugaría a damas? ¿Sería bueno con la caña? Tal vez fuese. tres ancianas de ojos y oído atento a todo rumor o movimiento. Cuando más intensos eran los comentarios en torno a la tragedia de los Cordeiro. ¿qué actividad? ¿Qué caudales? ¿Qué señor era ése? Nada sabían realmente de sus condiciones de fortuna. jubilado de la Secretaría del Interior y Justicia y apasionado campeón de damas.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. se unió al grupo. Aquella misma tarde. –¿Pero qué es esto? –preguntó Zequinha Curvelo. rechazaba los ofrecimientos de ayuda. esperándolo. Hacían conjeturas. Después inició la inolvidable escalada de los peñascales. y. sin trabar previa relación con él. estado civil. Volvió el sol. tenían que cuidar a la enferma. abermejado de rostro. señalando hacia la rueda de timón. se tiene la impresión de que el tiempo se ha parado definitivamente. un mes antes poco más o menos. en la hora cálida de la siesta. Los bagajes iban ocupando el andén. Pero la mulata de Bahía era de pocas prosas. Misteriosos cajones con indicaciones en letra roja: «Frágil». Así. retirado de su actividad. salpicada por así decir con la sangre de Pedro Cordeiro. La llegada de la criada. dando su opinión. cuando el comandante bajó del tren de las dos y media y se dirigió al furgón para presidir el desembarque de sus bagajes. Dos hombres de impermeable. suave la brisa del golfo. cuando el sol declinaba y la sombra cubrió toda aquella plaza. a bombardearla a preguntas. que tenía que jugar sus partidas por correspondencia porque en Periperi no había ningún otro conocedor de juego tan científico y complicado. Pero. impávido. dos sujetos de paraguas e impermeable. mulata oscura y cuarentona. Un misterio. Se hablaba vagamente de un señor acaudalado. la mayoría de los hombres válidos estaban allí. nariz ganchuda. una escalera de cuerda enrollada. faz al sol. llegó una noticia sorprendente: se había vendido la casa de las ventanas verdes. ¡vaya usted a saber! el esperado rival para las partidas de ajedrez de Emilio Fagundes. llamando la atención al interesado sobre defectos y cualidades. capitán de altura Jorge Amado prolongan su vejez lejos de la agitación de la ciudad desmesurada cuyas luces se encienden en la distancia marcando la hora de la cena. los . «Instrumentos náuticos». –¿Con la familia? –¿Qué familia? Se apostaron en la estación. Además. ¿Cómo había podido suceder tal cosa sin que ellos se enteraran de las negociaciones? Jamás se había vendido allí una casa sin participación activa de todos los vecinos. Carminha. habían explicado que oyeron andar gente por allí. se había realizado sin ser ellos oídos. la acera de enfrente de la casa iba poblándose de viejos. en aquel momento preparando la jugada definitiva para comer la dama y tres piezas a Leminhos (el de Correos y Telégrafos). cuya residencia estaba próxima a la casa de los Cordeiro. el tibio sol de invierno. Nada sabían. Sin embargo. Mientras lavaba el piso respondía con monosílabos. El comandante exigía cuidado a los descargadores. ex jefe de sección de la Secretaría de Agricultura. vestido con aquel extraordinario chaquetón. Ni siquiera Augusto Ramos. decretaron el estado de alerta. no contaban con la venta de la casa. discutiendo precios. con paraguas. aparte de eso. buscaban conversación. Se sentían burlados. profesión. se acercaban pasito a paso. la del medio. un globo enorme. Abandonó la partida. Se debía el misterio a las lluvias: no había otra explicación posible. provocando no pocas veces la ira impotente de los intermediarios. despegando los ojos de los diarios matutinos o de los tableros de damas para examinar al ciudadano rechoncho. Al pasar a la altura del grupo se llevó la mano a la gorra en un saludo. bajo los árboles. –dijo Emilio Fagundes. Zequinha iba señalando a los vecinos.. Zequinha Curvelo comenzó a hacer las presentaciones. Con paso acorde y digno. Zequinha se iba entusiasmando: –Antes incluso de entrar en casa fue a ver el mar. y sobre los revueltos cabellos una gorra que no le habían visto antes. nerviosos. . Se sentó entre sus vecinos. Se vuelve loca por las historias. Se volvieron todos.. –Señor comandante. Le ofrecieron el imponente sillón del viejo José Paulo. Volvían el comandante y Zequinha Curvelo. los jubilados escuchaban y asentían. Inquieto.. Partió casi al trote.. –dijo el Marreco. conocido por Marreco. Zequinha Curvelo no se pudo contener: –Voy a sacarle unas palabras.. animados.. –A ver si lo consigo. una isla del Pacífico donde viví unos meses. capitán de altura Jorge Amado ojos clavados en la mar. un momento. acompañándolo en su caminata..... –Vienen hacia acá.. –¿Veraneando? El comandante sonrió: –Náufrago. por favor. Se levantaron de sus sillas y bancos. en la mano un libro en cuya cubierta el bravo marinero lucía un chaquetón parecido al del comandante. –Sólo con verlo y ya se nota que es hombre de acción –dijo Rui Pessoa. –Allá viene. ornada con un ancla. lentamente.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. resumía aquellas primeras impresiones: –¡Un héroe. Déjeme ir primero a buscar a mi mujer.. quizás anunciándole sus nombres y títulos. retirado del negocio de medicamentos.. la cachimba en la boca... Pasaba de mano en mano la tarjeta de visita... –Un viejo marinero. echó una bocanada de humo de su pipa (todos los ojos clavados en la cachimba. a sus órdenes.. un momento. como la vida en Periperi.. Entonces era aún segundo piloto. Clavaba la mirada en el infierno.. amigos. –Ese hombre debe de ser una enciclopedia. donde los senos y los muslos desnudos de la mujer eran una sugestión de extraña voluptuosidad) y habló en tono confidencial. ahora en dirección al grupo. –anunció alguien. El viejo José Paulo.. En los bancos y sillas. Y se hizo el silencio. contestó: –¡Lo que tendrá para contar ese hombre. efusivamente correspondido. como hombre acostumbrado a cruzar las olas en la lenta soledad del mar. –era Augusto Ramos quien interrumpía–. vestido con su chaquetón de marino.. Zequinha Curvelo. El comandante les iba dando la mano...... con cierta envidia. en las mujeres abandonadas en puertos perdidos. se acercaba el comandante por la calle. en sus marineros muertos.. jubilado de la Cámara de Rentas del Estado. alcanzó al comandante. sin prisa. espere un minuto antes de empezar. con su voz un poco ronca: –Vine a vivir aquí porque nunca vi en el mundo dos lugares tan semejantes como Periperi y Rasmat. viviendo entre nosotros! Iba cayendo la tarde.. como ensimismado en sus recuerdos. Iba embarcado en un barco griego.! –Esa gente de mar: en cada puerto una mujer. –A ver si la próxima lo traes por aquí.. vino el padre Justo. A veces uno u otro se . de Plataforma. nada lo apresuraba. se disolvía en una sombra sin luces. ¿No habían empezado ya a morir ellos. «Fulano murió». y comentó casi risueño: –De moza debió de ser una hermosa mujer. a veces no merecía más que dos líneas en los diarios.. mucha ambición por satisfacer. no había tiempo que perder con ella. las mujeres despoblaron de flores sus jardines. no entró encorvado y abatido como si aquel cadáver fuera sólo el prólogo de su muerte. bajo las ruedas de un automóvil. Perdía la brisa su leve caricia. por el único deseo y amor que les sobraba: el de no morir. se agravaban los achaques de los otros. Sin embargo. sobre sus encorvadas esposas. de prolongar sus años lejos de la agitación y de los deseos? Era una población de viejos sin más interés real que su propia vida.. en la plaza. flores a los pies. quedaban cabizbajos y melancólicos. Frágiles eran los muros de intereses que les ocultaban la muerte. Sólo poco a poco se iba desvaneciendo la sombra de la muerte. atraídos por el deseo de vivir el mayor tiempo posible. los acontecimientos duraban sucediendo.. el velatorio y el entierro obedecieron al mismo ceremonial. «Aún era joven. No había lugar para ella en los corazones apresurados. en cálidas olas de deseo? Pasaba la muerte inadvertida. de ambición y dificultades. la gula. «Pues aún aguantó. entre tanta ansia y tanta prisa de vivir. Como si ya no les sobrara tiempo para el miedo. que les cerraban los ojos para su siniestra visión. no se iba inmediatamente después de terminar su macabra tarea. cuando desembarcaron. siempre fulgurante y demorada. melancólicas. las conversaciones. y ya no se hablaba más. Allí se prolongaba el tiempo. Se decía «Pobre hombre». a quien no llegó a conocer. aparecieron vagos parientes de la ciudad. la pequeña ambición de ganar una partida en el tablero. desaparecía apenas ejecutada su tarea. desaparecía en medio de tanta vida que la rodeaba.». ellos sentían en las espaldas curvadas por el miedo el hálito fúnebre extendido por la muerte. de tanto ruido y lucha. pasaba por Periperi. El comandante fue al velatorio. : En Periperi era distinto: la vida que allí vivían o vegetaban no estaba hecha de trabajo y lucha. Cada uno pensaba en sí mismo. con botones metálicos. como si hubiera permanecido menos tiempo entre ellos. a encomendar el cuerpo. de amor y odio. los retirados y jubila dos. mucha vida por ser vivida.. jubilado de Aguas y Canalizaciones. Y el más largo de todos era la muerte.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. entre velas hediondas. muy de tarde en tarde. Su vaho podrido. ¿cómo iban a sentirlo las mujeres envueltas en perfumes. los viejos se pusieron zapatos y corbatas para el funeral. las radios. Exteriormente no había cambiado nada. jamás trivial y rápida. la pipa y la gorra. como si la presencia de la muerte no se hiciera sentir tan brutalmente. y la muerte de uno de ellos los mataba un poco a todos. hubo una sutil e indefinible diferencia. y los corazones se sentían oprimidos como si la garra de la muerte los apretara para comprobar su resistencia.. Era un velatorio somnoliento y silencioso. incluso después del entierro.». eran tristes los días y raras las conversaciones. por la noche. que los defendían de su pesada presencia. de esperanza y desesperación. finalmente expulsada por aquel resto de vida. Se quedaba allí. acabado para siempre. Porque cuando la muerte.. no era lo mismo la presencia de la muerte allá en Bahía. Renacían las risas cansadas. algunos dejaban incluso de salir de casa. ahora en la sala del comandante. anunciaban los diarios. viuda de Astrogildo Barata. volvían a animarse las charlas en la estación. capitán de altura Jorge Amado DE CÓMO LA SENSUAL BAILARINA SORAYA Y EL RUDO MARINERO GIOVANNI PARTICIPARON EN EL VELATORIO Y EN EL ENTIERRO DE LA VIEJA DONINHA BARATA Ni siquiera la muerte –aunque esperada desde hacía meses– de Doninha Barata. Era muerte liviana y secundaria. Había mucho caso por comentar. mucha risa por reír. consiguió abrir un hiato en el interés despertado por la llegada e instalación del comandante.. y las risas no dejaban oír su murmullo. vestido con su chaquetón marinero de sarga azul. se veía tendido en un ataúd.. Miró la faz descamada de Doninha. en las páginas de sucesos de los periódicos. con su sombra gélida tendida sobre los jubilados. Pero tal vez porque apenas acababa de llegar. Las partidas de damas se iban haciendo más raras. apagando con su llegada todas las apariencias de vida del lugar. en los lechos de los hospitales. ciudad rápida y trivial. ¿Por quién vendría ella en su próxima visita? No. Comandante Vasco Moscoso de Aragón. las orillas de un río. me dio un trabajo de mil diablos. si tirábamos el cuerpo en otros mares su alma no tendría descanso. la pecadora. –Lo metimos en la cámara frigorífica del barco. si muero embarcado. de boquilla negra). Ella bailando. el fulgor de las piedras preciosas sobre sus senos. afanosamente. capitán de altura Jorge Amado estremecía. Los brazos de serpiente.. ¡Ah!. Cambié el rumbo. en el entierro. quiero que me hundan en aguas de mi país.. perdió la cabeza. el rostro de alguien.. vendió cosas del barco. Lo había prometido. Quien mucho ha vivido. La frase del comandante los arrancó de aquel torpor. Más rápido. indecente para un velatorio. donde los otros sólo veían la muerte. Aún no lo habían visto así. pero recuerdo vagamente la melodía. .. ya saben ustedes lo que es eso. Por culpa de ella mi piloto. Música y danza. y como saben los señores.... Pero conseguí salvarlo. hace ya muchos años. se conmovieron con el desvelo del comandante para con su compañero de tripulación. ¿No había descubierto el comandante en el rostro descamado y macilento de Doninha. las piernas desnudas. un paisaje. en una distante y dudosa belleza. sino una pipa curva. música lánguida como un vicio? Se vició Johann. La hubiéramos envuelto en una sábana. señores. aquel bravo Giovanni.. y también más bonito. las dragonas plateadas. y su desnudez de rosas y esmeraldas escondiendo el cadáver de Doninha. el de una bailarina árabe que conocí. Cuando yo cambiaba de barco. y cumplí. una historia de amor. un rostro. cuando murió me vi obligado a hacer dos días de navegación fuera de ruta.» Según él. el muerto? –¿El qué? –Aguantó tanto tiempo sin.... El entierro avanzaba lentamente. piloto sueco y dramático. Siempre me pedía: «Comandante.. los vecinos sentían el desfile de los recuerdos en aquel sencillo gesto. Pero era italiano. no sé por qué. es así: un hecho cualquiera. hasta arrancarlo de los brazos voluptuosos y caros de la bailarina.. alimentó la charla: –El rostro de la fallecida me recuerda. recordar la melodía exótica del baile alucinado. envenenándola. Marreco. Todos ellos veían a Soraya en la sala. –¿De qué murió? –De tanto beber. manos calzadas de guantes blancos. el miedo estaba clavado en cada uno de ellos.. sí. la faz trigueña y la larga cabellera azulada de Soraya. esas piernas. un sueco. estaba desgraciándose la vida... él se venía también: me era muy adicto. Soraya era como una locura penetrando en la sangre. ¿De qué otra cosa iba a morir Giovanni? Bebía como un desesperado: disgustos de familia. comandante? –¡Huy. Al día siguiente. el miedo a la muerte.. los italianos son muy supersticiosos.. encendió la pipa (no la de espuma de mar..! ¡A docenas! ¡Asistí y di las órdenes! ¡Docenas de veces.. la mórbida bailarina de labios de fuego. Pues bien. aquella por quien Johann. miró a su alrededor. anduvimos cuarenta y ocho horas.! Sólo para tirar el cuerpo en aguas italianas. ¿no es verdad? –¿Asistió usted a algún entierro así... fue nuevamente el comandante quien los apartó del círculo de la muerte al aparecer enfardado en su magnífico uniforme de ceremonia. ahuyentando el miedo r la muerte.. un marinero marcaría un redoble de trompetas. la cubriríamos con la bandera. en su mocedad. una flor en el vientre. quiso suicidarse? En un paso de danza fue Soraya llenando la sala mientras el comandante procuraba. ¡señores míos. de uniforme completo.! Entornaba los ojos. le recuerdan algo del pasado. para tararearla: –La música no es mi fuerte. rebuscó en su memoria: –Guapita. y el cuerpo se hundiría en el agua. cuando andaba yo a bordo de un carguero holandés. por la mañana. Y la condecoración en el pecho.. esos brazos. esos senos. Un marinero que estuvo a mis órdenes muchos años. . Empezó diciendo: –En el mar todo sería más rápido. cruzó las piernas. El comandante se sentó. contrajo deudas.. la voz del comandante era pausada: –Cuando murió. ¿Y cómo olvidarla. si ella hervía con la sangre de los hombres. –¿Y. ¿quién no perdería la cabeza? Todos dieron la razón a Johann. en la cabeza una nueva gorra de ancla dorada.. Johann. que había conocido a la difunta en su juventud. No pensaban en Doninha.. –Recuerdo ahora al pobre Giovanni. Pero ahora el comandante los había invitado a echar un trago en su casa y a ver el cielo por el telescopio. súbitamente agravados sus males.. Un bandido el tal Menéndez.. acorralados por la muerte. entre ellos y el ataúd de Doninha. armador de mala sangre. y seguían preguntando. embozados en la cama. Pero era tarea imposible convencer a un bruto como Menéndez. capitán de altura Jorge Amado Cuando la ceremonia. la del entierro de Doninha Barata. curtida por la sal del mar. había llegado a la suprema dirección de la naviera. si el comandante estaba en la plaza aquella misma tarde. contando el naufragio que sufrió en las costas del Perú durante un maremoto? Olas como montañas.. el mar rasgándose en abismos.. Allá iba Giovanni con su borrachera y sus disgustos familiares. Narraba el comandante la discusión con los avaros armadores. a que sus cuerpos fueran devorados por peces de nombres familiares. pero estaba perfecto. un miserable empleado de la firma que. un trozo de pan. En cualquier otra ocasión ni habrían siquiera notado la belleza del cielo: estarían encerrados en sus cuartos. al sumergirse por última vez. sus respuestas firmes y burlonas. defendiendo el derecho de sus marineros a ser arrojados al mar de su patria. bajo las mantas.. ¿Cómo quedarse amedrentados en sus habitaciones. El comandante aún le guarda rencor.. por las calles de Periperi. un hombre bueno. Así. Y por cumplir con mi palabra tuve un mar de complicaciones con los armadores. Noche de luna llena. derramándose su luz sobre la arena y las aguas. el cielo negro como jamás consiguió serlo la noche. estaba duro como un bacalao. Se lo imaginaban. dejando casi en la miseria a su antiguo jefe. a base de intrigas y zancadillas.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. . temblando de miedo. Imagínense. ése sí era capaz de comprender a los marineros. y hacia ellas extenderían sus brazos yertos. sus ojos muertos podrían mirar a lo lejos costas de su país. con la implacable certidumbre de la muerte próxima. la piel bronceada. le gustaba ver nuevas tierras. En uno de ellos estaba escrito y sacramentado por la firma de antiguo capitán de puertos. el mirar perdido más allá de las ventanas. En él partían para la aventura de la luna y las estrellas. para fantásticos viajes. proyectaba entrar y salir un día por allí. fechados veintitrés años atrás. el último de los muchos en que había navegado. En una larga mesa. de los de a bordo. rutas de golfos y bahías. . sentía mareos y vómitos cuando allí entraba. hoy almirante ilustre de nuestra gloriosa Marina de Guerra. La escalera de cuerda. desde donde. enmarcadas. y Zequinha Curvelo. cuando mejorara de su reumatismo. al lado de la rueda de timón. Se sentaba en un sillón plegable. se había transformado por completo. Fotos ampliadas de otros navíos. con derecho a medalla y collar. volvió a Bahía y allí. la importante condecoración lusitana. de diferentes tamaños y nacionalidades. el piano donde Adelia asesinaba valses y polcas. CON DOROTHY A LA LUZ DE LA LUNA EN LA CUBIERTA ¡Ah!. entonces presidente del Tribunal. su último barco. a los treinta y siete años. le recordaba historias. «Y. la paralela para trazar rumbos y la admirada colección de pipas que enamoraba a todos. donde tanta y tan animada fiesta se había visto en los últimos veranos. Cada uno de aquellos navíos representaba un trozo de vida del comandante Vasco Moscoso de Aragón. con asiento y respaldo de hule. Desaparecidos los jarrones de flores. según contaba. niño aún. correr mares bajo las más diversas banderas. mapas de navegación. se halló apto para optar al puesto de capitán de altura. fuese el muelle de Salvador. haber aprobado Vasco Moscoso de Aragón todos los exámenes y pruebas exigidas para la obtención del título de capitán de altura. Joven de edad. Deseaba que su puerto de origen. candidato a comisario de a bordo. el comandante George Dias Nadreau. varios instrumentos de navegación: brújula.. Veintitrés años atrás. alegrías y largas noches solitarias. Así le había dicho entusiasmado durante los exámenes. aún relativamente joven. mi inolvidable Benedict». los navíos enmarcados y el comandante. en una enorme caja de cristal. a los treinta y siete años de edad. modestia aparte. en creciente intimidad con los instrumentos. llevaba directamente a la playa. También él tenía sus supersticiones. con las chicas de Cordeiro y sus amigas volteando en los brazos de los galanes. conferida al comandante por sus relevantes servicios al comercio marítimo por don Carlos I. los diplomas. la reproducción de un transatlántico «un gigante de los mares. el globo enorme y giratorio. En la pared. la sala parecía ahora el puente de mando de un navío. y se transformase en estación interplanetaria de donde despegaban audaces pilotos a la conquista de los espacios siderales. «Aumenta ochocientas veces el tamaño de la Luna». enfermo del estómago. hasta el punto de que Leminhos. En las paredes. obtuvo el codiciado título. la pipa en la mano. había obtenido el diploma de comandante. el gran catalejo negro con el que se veía la ciudad de Bahía como si estuviera allí mismo. envuelto en aventuras de guerra y amor. pero ya un viejo marinero.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. con cierta brillantez». aclaraba el capitán de altura. había empezado a los diez años como grumete en un destartalado carguero. Aquella vasta sala de ventanas abiertas sobre el agua. pues. y había ido ascendiendo escalón tras escalón hasta llegar a primer piloto. rey de Portugal y los Algarves. sextante. el telescopio. la gramola. apuntando al cielo. rompían las fronteras de la monotonía y del tedio. Sobre un mueble donde guardaba el comandante botellas y copas. Y el telescopio. a segundo comandante y así sucesivamente. honoraria. Fue una sensación cuando lo vieron armado. había partido a la aventura del mar. afirmaba sonriendo. Innumerables veces había cambiado de navío. que le daba derecho a mandar cualquier tipo de navío de la marina mercante por mares y océanos. aquel donde estuvieran registrados sus datos y capacidad. en su Capitanía de Puertos. En el otro marco. higrómetro. los muebles pretenciosos. capitán de altura Jorge Amado DEL TELESCOPIO Y DE SU VARIADO USO. de islas perdidas. casos.. en ricos marcos. Protestaba Zequinha: aquella había sido una noble actitud que revelaba el patriotismo del comandante: venir de Oriente para examinarse en Bahía. El reloj de a bordo se llama cronógrafo. cartas oceánicas. el diploma de Caballero de la Orden de Cristo. como si por arte de encantamiento dejase Periperi de ser un provinciano suburbio habitado por viejos a la espera de la muerte. colgada de una ventana. anunciaba Zequinha Curvelo. algunas en color. anómetro. Pero cuando. Fueron tantas.? El comandante apoyó el cuerpo en el borde de la mesa. sus secretos. Todos deseaban. encontrar la Cruz del Sur. su misteriosa faz. Rui Pessoa. Zequinha Curvelo se puso nervioso. con jovialidad de chiquillos. como hacen algunos marinos. a veces dulce y tímida como una niña. pues sesenta acababa de cumplir y ya llevaba tres o cuatro retirado. por las mañanas. Iba a cambiar de conversación. Tal vez Rui Pessoa había cometido una indiscreción. no pudo contener la curiosidad y le preguntó al comandante por qué había dejado la profesión aún relativamente joven: antes de los sesenta. Tenía nombres y direcciones apuntados en una agenda. Pero ya ni eso tenía. la emoción de una lágrima surcando sus mejillas en una despedida. quemaban azúcar en una pequeña sartén. de reconocer estrellas aprendidas en distantes aulas. de sus maneras. garantía de Zequinha. su rostro se puso serio y casi triste. el abstemio Marreco que jamás tocaba bebida. ya se lo he dicho. ¿por qué no. ricos y pobres por igual. Tomaba el comandante entonces unos vasos azules y gruesos –pesados. Era todo un ritual. ¿por qué otra cosa si no? Indicó al Benedict en su caja de cristal: –Yo mandaba ese «barquito». No tardó el comandante en ser el ciudadano más importante y popular de Periperi. Llevaba media hora prepararlo. y veían –con ochenta aumentos– los detalles de los cuerpos femeninos. en ruta a Australia. le sacrificó el cuaderno con nombres y direcciones. y sin embargo. de cielo cerrado y amenazador. y los recuerdos concretos de todas las demás. Calentaban agua en un fogón. Su fama se extendía hasta los otros suburbios.. capitán de altura Jorge Amado En aquella noche de luna olvidaron el entierro matutino de Doninha Barata. enterrados en las profundidades del alma. una china en Shanghai. y luego la piel picada de la naranja. de su exuberante cordialidad. otro allá. estaba sentado. una cierta angustia en los ojos. Cuando se daban cuenta ya eran más de las nueve. para que no cayeran con el balanceo del navío– y echaba en cada uno un poco de azúcar quemado. corazones partidos. clavó la vista en el horizonte cargado de nubes. El deber de los amigos era respetar su silencio. Locuras de amor. un chorro de agua. chasqueaban los labios y hasta el viejo José Paulo. pues cuando la conoció y se enamoró de ella. De humor variable. una turca en Estambul. como si se sintiera amenazada por todos. de ver las montañas de la Luna. Se hacían lenguas todos de su educación. Zequinha Curvelo– se atrevían a catar tan extraño alcohol. dio dos pasos en dirección a la venta. «hasta de medicina sirve». Aún podría navegar al menos otros diez años. las piernas largas. fatalmente. trataba a todos como amigos. mechones de cabello. Un hombre como el comandante tendría. era morena y delgada. picaban la piel en pedacitos. pelaban la naranja. otro de coñac portugués. a bordo del Benedict. Al principio sólo Adriano Meira y Emilio Fagundes –y naturalmente. nada de humos de grandeza. ansiosos de espiar el cielo. El comandante preparaba un trago sabroso. Pero como afirmasen que era sabroso y flojo. y la soledad del navío en las noches de mar. casi un mapamundi. Con los ojos fue recorriendo el grupo de amigos. el del Tribunal de Cuentas. de descubrir los secretos del espacio. cuando el comandante se levantó. quiso un día probarla y se convirtió en parroquiano. Una francesa en Marsella. una pieza de ropa íntima. cuchicheaban procacidades entre sí. una rusa en Odessa. Estuvo un rato en silencio. receta aprendida de un viejo lobo de mar en Hong-Kong. Parecían adolescentes.. Días después descubrieron otra y no menos apasionante utilidad del telescopio. Se disputaban entre carcajadas el turno de acechar.. Viajaba . Se llamaba Dorothy. de su sencillez. había guardado fotografías de muchas. a veces hasta las nueve y media de la noche.. Se fueron habituando a ir a casa del comandante a oír historias. los cabellos rebeldes cayéndole en el rostro.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. el son cristalino de una carcajada. Persona tan importante. una boca inquieta. Se sentaban en las sillas de hule saboreando a traguitos la perfumada bebida. como pensando si merecían la confidencia. otras áspera y fugitiva. Prefería un amor aquí. Lo dirigían. y dijo: –Por una mujer. El resto de la historia quedaba para el día siguiente. Cierta noche. Nunca me quise casar. hacia las playas concurridas de Plataforma. se fueron arriesgando. una hindú en Calcuta. al albur de las escalas. que jamás quiso tatuar ningún nombre en el brazo. a rebuscar por el cielo con el telescopio. con ayuda de la mulata Balbina. en la estación o en la plaza. Llegó incluso. de tempestades y bonanzas. Tonto y vanidoso. los armadores estaban dominados por el pánico: su nombre gozaba de cierto respeto y fama por esos mares de Dios. y se la llevó casi a la fuerza. él para reposar. . Presentó su dimisión por cable. No lo conocían bien. le propusieron ascensos. naturalmente.. Aquellas fiebres de las islas. Hablaban mucho. superior a cualquier tentación. No cedió: era hombre de palabra. Una vez desembarcado en un puerto. se fijó en ella. Fue en aquella hora dramática. rincón perdido y sucio del Lejano Oriente. a la vista el comienzo de los senos palpitantes. Los jubilados y retirados de Periperi la veían y la deseaban. entre marineros y armadores. con los ojos húmedos. Estaban dando la vuelta al mundo. sin saber cómo ni por qué. Había sido un verdadero amor. dueño de grandes fábricas de no sé qué. el comandante. encontrar su destino. cierta madrugada. siguió el viaje solo. Cuando bajaba del puente. Pero él. –Que no faltan. ella clavaba sus ojos en él. a la angustia que poblaba sus ojos. cuando él prometió desembarcar en el primer puerto y partir con ella para siempre. necesitándolo. admiraba su belleza y la deseaba en silencio. alta la noche. vaporosa. toda envuelta de encajes. –Y ahí sí que cayó. no tenía derecho a hacer aquello.. Augusto Ramos suspiró). ésa es la verdad. –¿Apareció el marido? ¡Qué importaba aquel voceras del marido! Se llamaba Robert. En camisón. ¿Cómo empezó todo? Ni lo sabía. Él era el comandante. como si quisiera adivinar sus pensamientos. con los pies descalzos. un tipo amorfo. Y una noche. a quien un día había hecho ciertos servicios. En el primer puerto.. Dorothy. y. que lo enloqueció desde el momento en que la tomó entre sus brazos y probó el sabor de su boca. ni pensó siquiera en él todo a lo largo de los sucesos. –¿Y el señor comandante se la cepilló? La palabrota soez disgustó al comandante. puede un capitán de altura entregarse a la más completa orgía. había caído sobre su expediente la más pequeña mancha. sí. en plena selva tropical. se despidió de la tripulación. le suplicaron. Él le contaba cosas del mar. traficante de opio. en sus cuarenta años de embarcado. malcubierta la carne ansiosa. Por la noche se quedaba largo tiempo apoyada en la amurada. como si adivinasen. Adriano Meira se pasaba la lengua por los labios. y estaba enamorado.. inconmensurable. Pero al mando de su navío debe comportarse como un santo. la encontraba sola. hacerle comprender la situación más clara? Dorothy aún más apasionada que él. Las fiebres. Lloraban los viejos marineros de rostro curtido al estrechar su mano leal. el comandante lo despreciaba. Así se lo dijo. preocupado de cifras y negocios. y no podía. dispuesta al suicidio... Desde la Compañía le rogaron. no podía. Makassar. los había tratado.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Pero era grande la diferencia de edad. junto a la amurada. corría entre ellos por la sala. Fueron dos semanas de delirio. Le echó sobre los hombros desnudos (camisón escotado. Inútilmente la esperó el marido. capitán de altura Jorge Amado con su marido. que nunca había llorado en su vida. su inquieta boca. ella semidesmayada en sus brazos. jamás en su carrera. Dorothy paseaba por la sala.. que se apoderó de él. de su intimidad con las estrellas. escondidos en una pequeña casa en los linderos de la ciudad. su deseo ardiente. Como comandante. aumentos de sueldo... Había quedado en encontrarse con Dorothy en casa de una tal Carol. mortales. pensando que iba a comprar el amor y la felicidad de Dorothy con la boda y su dinero. un amor nunca visto. indiferente a la belleza de la esposa. Encerrarse en cualquier escondido rincón del mundo. ¿Ha intentado alguno de ustedes convencer a una mujer. Resistió. Que todo fuera sólo un beso en el mar inmenso. él. No conocían su inflexibilidad en el cumplimiento del deber. entregados al amor con una furia insensata. escrutando las aguas. ella intentando. el marido no contaba. un impermeable. se la encontró en sus brazos. eso sí. a la más libertina y compleja bacanal. absurdo. No.. y llamar a la puerta de su camarote. a presentarse en camisón en el puente de oficiales. como le confesó después. Hablaban de todo un poco. ella apenas había cumplido los veinte años.. a tirarse al mar si él no la aceptaba. su cuerpo esbelto.. entre el deber y el amor. Cada uno de ellos llevaba a Dorothy consigo. sino con la muerte? Avanzando por el corredor. le llovían propuestas de los armadores de toda aquella parte. Partieron todos juntos. Estuvo un tiempo como loco. susurrando un «Buenas noches». pues era inmune a aquellas fiebres. el nombre de Dorothy y un corazón. ávido y total. Podía haberla desembarcado en una tierra más civilizada pero. su inquietud. A éstos les pareció oír un sollozo dominado. No subiría más a un puesto de mando. Para él todo había terminado. aquellos ojos angustiados. clavados en él. se echó a un lado para hacerle sitio en su cama. se dio al opio. no podía olvidar ni un momento los ojos de Dorothy. y la mulata Balbina. Se remangó: allí estaba el tatuaje. firmemente. ¿cómo puede terminar un amor como aquél. Una vez solo. en el puente de oficiales – ¡aquél había sido el gran momento!–. como si él pudiera salvarla? La boca torcida. el vientre febril. toda ella una brasa ardiente. a cruzar los mares. Se bajó la manga y se volvió hacia la ventana. con calor y solidaridad. si incluso allí. la imagen inolvidable. Ni siquiera pudo morir con ella. los senos ofreciéndosele por el escote del camisón. ahora. el comandante apagó las luces de la sala. capitán de altura Jorge Amado En dos días acabaron con Dorothy y con la carrera del comandante. conmovidos. no haberla enterrado en aquel puerto sucio. de espaldas a los amigos. ¿Cómo podría volver a mandar navíos.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. cogió a Dorothy por la mano. Empujó la puerta del cuarto de la criada. la boca ansiosa. Por primera y última vez mandó que le tatuaran en el brazo un nombre de mujer. en aquel puerto de Makassar. iluminado por una rendija de luz. dilatados por la fiebre. rezongando. con sus pies descalzos. su búsqueda de amor. volvía a ver en su imaginación a la inquieta y angustiada Dorothy. . Zequinha Curvelo estrechó la mano del comandante. Preferiría haber matado a Dorothy. Había hecho un solemne juramento ante la tumba de Dorothy. azotado por las fiebres. como había deseado y rogado al cielo. tanto había navegado por allí desde muchacho. Volvió a su patria. suplicándole que no la dejara morir. cuando al fin había encontrado la razón de su vida. ! Y lo peor. era un saco de mantecas colgantes y la llamaban «Zepelín». como explica el Meritísimo. y contra él se levantan en oleadas de infamia los océanos de la calumnia. casi paternal. según cierta gentuza de Periperi. jurisprudencia luminosa dictada por el doctor Siqueira.. de indomable burrez» (las expresiones son del cretino de Dorea). no muy clara. no llega a tanto mi pretensión. más fácil blanco para la ponzoña de la envidia. con su presencia entre nosotros. Todo un hato de maldicientes anda cortando y recortando en la vida del juez. Como si fuese un crimen que un hombre ilustre buscara tierno refugio para sus elucubraciones intelectuales en las tardes tediosas de Periperi. si quisiera. Juzgar esta jurisprudencia. adicionados a la cuenta bancaria del doctor Siqueira y no a los autos del proceso. honra y ensalza a Periperi. otra posterior atendiendo a las reclamaciones de los poderosos magnates. sino que hasta se atreven a atacar su honra de magistrado: venal.. quien acarree leña a la hoguera de sus maldades. una primera contra las pretensiones de una gran empresa exportadora.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Pero. al comentar en el citado opúsculo un parecer de nuestro juez. No se limitan a rebuscar en el pasado. y sin esta herencia. depositando sobre mí el honor de su confianza. modificaron profundamente la cuestión. con su fortuna. su saber. sino que incluso hozan en el presente y sacan a relucir a la tierna Dondoca. Por lo demás. con la pechera almidonada de la camisa. la «mayor nulidad del foro de Bahía en todas las épocas». capitán de altura Jorge Amado DONDE NUESTRO NARRADOR RESULTA UN TANTO MISERABLE ¿Quién puede en este mundo escapar a los envidiosos? Cuanto más destaca un hombre en la opinión de sus conciudadanos. No se contentan con negarle su evidente valer. no heredada de padres ricos. Preferencia que debía enorgullecemos a todos y bastar para que mantuviéramos ante el Meritísimo una actitud de permanente agradecimiento. me dijo que sólo experimentaba por la muchacha un sentimiento protector. Yo tuve ocasión de hojear varios números (encuadernados en piel) de la Revista de los Tribunales. la mitad de las líneas están escritas en latín. esos «nuevos elementos» eran en realidad un fajo de billetes. sus discursos con tantas palabras de diccionario. su elevada prosa. invirtiendo los términos del problema. venalísimo. Doña Ernestina ronca la siesta. . Pero. la envidia. en su pasado y en su presente. que venían a compensarle de sus obligaciones matrimoniales. ¡Hasta ahí puede llegar la falta de respeto. impiden que gente como Telémaco Dorea. Tengo ante mí la prueba: el Meritísimo doctor Alberto Siqueira. Una pobrecilla seducida y abandonada. y la otra mitad en letra extraña. Confidencialmente.. estas sentencias. cuyo destino sería la repugnante profesión de meretriz si no hubiera un brazo amigo sosteniéndola y amparándola. con sus títulos. bien merecía él aquellas contravenciones a la rígida moral. llena de buenas cualidades. adicionados a la sentencia.. donde pocos son capaces de entender sus ideas. por más pura que sea resulta intocable.. donde ocupan páginas y páginas las piezas jurídicas debidas al saber del Meritísimo. revistas de Sao Paulo y elogios federales. No puedo ni me atrevo a hacerlo. ¿Y qué ocurre en vez de eso? Dicen perrerías de él. Podría. playas de moda donde viven y veranean los señorones. Dicen que así se fue forjando la fortuna del Meritísimo. un granuja jubilado de la Prefectura Municipal. que ya de adolescente. Cuentan una historia. no se habría casado con doña Ernestina. diga que el Meritísimo no es más que «un jumento absoluto. Quien sí recibió herencia fue su esposa. cuando se lanza sobre un hombre. No importan sus sentencias publicadas en las revistas especializadas. y aprovechase el Meritísimo para entregarse a la fantasía y al dulce encanto del amor. Y sin embargo prefiere nuestro suburbio. «penosas y pesadas». por más inmaculada e intangible. que. medio millón por lo menos. ¿acaso no afirmó otro jurista. No veo nada criticable en el cúmulo de elementos nuevos. con muchos humos porque publica versos de pie quebrado en los suplementos de los diarios de Bahía.. cuanto más alta y respetable es su situación. aplaudido en el sur del país. según ellos. de dos sentencias diferentes y opuestas sobre un mismo caso. comprar una casa en Itapoá o en Pituba. que es el doctor Siqueira «una luminaria de nuestra ciencia jurídica»? Pues bien: ni siquiera tales pruebas impresas. es que gente como Telémaco Dorea encuentra quien le escuche y apruebe. ninguna gloria. Ninguna reputación. Una frase de la que –lo confieso– me enorgullezco. hombre de dudas y malicia. gorda pero honrada.».». páginas atrás: «contra él se levantan en oleadas de infamia los océanos de la calumnia». mereció su sarcástica reprobación y una risa de mofa del tal Dorea. ex inspector de Consumos. de la manera más absoluta. donde pasaba unos meses con un hijo suyo. pues cuando expuse los comentarios iniciales sobre la envidia. y evitaré. no estaba pensando en el juez. al tal Telémaco Dorea lo tengo atravesado. Así. Creo que me desvié también un poco al denigrar al canalla de Dorea. en Dondoca. Me puso el poetastro una serie de críticas: estilo flojo. logrados tras paciente pesquisa. en sus penosas obligaciones. comiendo los dulces que él le trae.. capitán de altura Jorge Amado Penosa y pesada doña Ernestina con sus ciento veinte kilos.» «pregúntele al comandante.. más para mí mismo que para ella.. Porque además es un sablista. desnuda y completa. puedo despreciar. representada por el magistrado. pedazo de cretino vanidoso.. no consigo evitar el imaginarme al Meritísimo practicándolas con el «Zepelín». También Dondoca. una frase que anda por ahí. cuando leí el párrafo en voz alta. una especie de amo del lugar. la gloria del lugar. abogado. apoyado por la élite intelectual. a verse libre de ellos el comandante Vasco Moscoso de Aragón que.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Mencioné al juez tan sólo como ejemplo.. como se ve. su aburrida compañía. No pude evitar imaginarme la escena evocada por los apesadumbrados adjetivos del señor juez: aquellas mantecas al aire. Realmente. . que le soy deudor de tantas obligaciones y gentilezas. hombre acostumbrado al contacto con los buenos autores. en su honrada esposa. lector de Rui Barbosa y Alejandro Dumas.. lleno de aristas.. a través de la voz dulce de Dondoca. ya era la personalidad más importante del suburbio. Tal vez hubiera podido prolongarse más si no hubiera regresado de la ciudad. vecino de Periperi desde hacía más de diez años. duró más o menos un mes. criticar a los miserables que viven urdiendo infundios sobre el saber y la honra del Meritísimo cuando yo mismo. pues. y cuando él. por otra parte. liberadas de cintas y corazas.. y aplaudido por el pueblo. ¿qué otro sentimiento puede despertar en mí el magistrado que no sea el de la gratitud? Si no fuera por su generoso pecadillo no podría yo disfrutar gratuitamente. sobre sus aventuras. palmoteo y dijo: «¡Qué preciosidad!» No le falta sensibilidad. oyendo a la atrevida muchachita contar ciertas particularidades de su protector. oída opinión sobre los asuntos más diversos? Opinión respetada la suya. sin nubes en el cielo infinitamente azul. en sus brazos melosos. la risa canalla de Telémaco Dorea. derramándose en el lecho. ¿Cómo puedo. era ésta la última e indiscutible palabra sobre el asunto. Contuve la sonrisa. «el comandante me aseguró.. como ciertas visitas amenazadoras. desmañado e impreciso. me río y disfruto con sus flaquezas. debía exigir un rudo esfuerzo al Meritísimo. no es justo burlarse de esas cosas cuando en ellas están envueltas personalidades dignas de respeto. que me anda debiendo ciento ochenta cruzeiros que me pidió el verano pasado: «Esta tarde te los devuelvo. en conciencia. el nombre que estaba en boca de todos. y lo mismo hace Dondoca. el viejo Chico Pacheco. y fue quedándose. con un mes apenas de residencia en Periperi. de las gracias de la más linda y fogosa mulata de Bahía. Y sin embargo. ya había yo comprobado en la cama. Y en lo que a Dondoca se refiere. Nadie. Lo comprendo. como el doctor Siquiera y su esposa. tópicos en abundancia. Pero la naturaleza del hombre es mísera: e incluso acostado con Dondoca en la cama comprada por el juez. de ahora en adelante. mientras tomo el chocolate por él traído. Y vuelvo a la historia del comandante. incapaz de sentir la fuerza y la belleza de la imagen. hacer brillar la verdad. en el miserable de Dorea. por él se juraba: «El comandante dijo. Lo jubilaron antes de tiempo a causa de un expediente administrativo. poetastro para sus negras. escapa a los envidiosos: ¿Cómo iba. personajes sin vida interior. su protegida? ¿Cómo esperar de los otros actitud más justa y respetuosa? De todos modos. usando unas espléndidas pantuflas allí dejadas por el juez. apartando de la boca la pipa de espuma de mar.. Le expliqué ciertos detalles de la vida del comandante. olvidándome del compromiso asumido: esclarecer la embrollada historia del comandante. sin noción del tiempo. Ya he dicho algo sobre su carácter: quisquilloso y maniático. al desperezarme en el lecho de Dondoca. acción lenta y débil. dictaba su opinión. mala lengua. cosa que. Aquella luna de miel del comandante con Periperi. la misma frase obtuvo las mayores alabanzas del ilustre jurisperito.» Y hasta hoy. y el juicio fue aplazado ad calendas graecas. Su interminable proceso pertenecía en realidad a toda la población de Periperi. su nombre en todas las bocas... aquel cuya mujer parió siete hijos de siete padres distintos. con sus conocimientos. Estaba. –Tendría que ver usted la colección de pipas. Hablaba de un recurso interpuesto y le contestaban con una aventura del comandante.. cuando una petición cualquiera aplazaba una decisión. Chico Pacheco prometía pagar champán cuando recibiera la sentencia. La señora de Augusto Ramos. con Hong-Kong o Honolulú? Sin hablar del telescopio. en sus peripecias. cuando el Estado se interpuso con nuevas demandas aclaratorias. gran parte del prestigio de Chico Pacheco. de tempestades y amores? ¿Cómo comparar un «sub-judice». andaban metidos en el asunto. Tiene cara de mercero. adonde iba frecuentemente para seguir la marcha del proceso. conocía menudencias de la vida de magistrados. Pero aquella vez volvía amargado. Le voy a contar una marranada del profesor Pitanga. y desde años atrás andaba en pleito con el Estado. . solidarios con Chico Pacheco.! Una fiesta monumental. no sólo a Chico.. en la oposición. al saltar del tren.. muy aficionada a historias. de todos aquellos que. por la tarde. Era una enciclopedia de anécdotas.. obteniendo un sustancial aumento en su jubilación. conmemoraría la victoria. como dijo él. capitán de altura Jorge Amado anduvo mezclado en política. Chico Pacheco miró con sus ojos menudos a aquel caballero rechoncho de amplia cabellera. Embestía Chico Pacheco con su pleito y le respondían con cartas geográficas.. Ese proceso era uno de los asuntos más comentados en Periperi. –Y usted.. de malignidades. En parte había conseguido éxito. pero seguía tozudo.. el Meritísimo doctor Siqueira. y sabía hacerlo. Ese rey de los cornudos. ahora en el Supremo.. planeada en las largas tardes del suburbio. El regreso de sus constantes viajes a Bahía. Todo parecía a punto de solución. se asentaba en él. al jefe de estación. nariz ganchuda. de la rueda del timón. aplastaba con su sarcasmo a los burócratas. había hecho incluso una promesa al Señor del Bonfim: pagaría una misa en su iglesia si triunfaba Chico Pacheco. un mundo de novedades. A Chico Pacheco le gustaba narrar los pormenores de la cuestión.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. relatando las intrincadas novedades de la causa ante un auditorio realmente poco entusiasta. era una fiesta para los jubilados y retirados de los negocios. sus hechos glosados a cada instante. por un motivo o por otro. el proceso en marcha. Hasta se olvidaría del pleito. ¿De qué valían las triquiñuelas de un proceso que se eternizaba en el foro. ¡Qué gran ayuda hubiera podido prestar. Se decía víctima de poderosos enemigos. de revelaciones contra jueces y abogados. con sus luces. bailarinas árabes. de divertidas miserias. Y se encontró postergado a un segundo plano inaceptable: la gloria reciente y resonante del capitán de altura invadía Periperi de punta a punta. del cronógrafo de a bordo. marineros borrachos. Despotricaba contra juristas. Los jubilados. ¿sabe lo que es un cronógrafo? –Ni me importa. cuando una súbita animación le reveló que se acercaba el comandante con su paso de señor de los mares. Un mundo que necesitaba la atención solícita de amigos y vecinos. procuradores. frente a historias de naufragios. Y así siempre. abogados. y escupió: –¿Capitán de altura? Para mí que ese tipo no es capaz ni de mandar una lancha. sino incluso a toda la población. Chico Pacheco. Llegó Chico Pacheco repleto de historias. en aquel tiempo. Una pena que no estuviera allí. se revolvían airados cuando un recurso de cualquier enemigo entorpecía la marcha de la acción jurídica. intentando sacarle más cuartos al Gobierno. de anécdotas... hasta el punto de que todos los compañeros le huían. Un portento el tal Marcos Vaz de Toledo. En cuanto le daban la menor ocasión allá iba él. por milagro. aquellos centenares de preciosos puertos. viejo borracho y calavera. denunciar al charlatán. escenario a media hora de tren. los instrumentos de navegación. por miserable que sea. maniático de sus conocimientos. Sólo que sus mentiras eran triviales y limitadas. ciencia cuya extrema utilidad sólo ahora comprendía. fueran fluviales o marítimos. En pago de sus mentiras recibía como moneda respeto y consideración. al colega de oficina. cuando fue «novillero» de renombre. a docenas. a tragarse las bolas más ingentes. Sólo les faltaba lamerle el culo al comandante (¡Comandante. El propio Chico Pacheco –amigo de hablar. Marcos Vaz de Toledo. de Europa y de América.. Él mismo. su campo de acción no rebasaba la ciudad de Bahía. eso era él. a quien no veía desde hacía más de veinte años. golfos e islas. un hombre a quien había que dar el esquinazo como fuera.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. aunque un poco vanidoso. montañas y volcanes. en medio de mares y océanos remotos. si supiese geografía. gastado en naderías. de Asia. una mierda!) ¡Unos imbéciles. en la higuera. los tenía siempre a punto. Y el tiempo perdido de una vida entera. hombre de rollo largo y asombrosa memoria. lagos y lagunas. gente conocida. latitudes y longitudes. testigo falso de profesión (contra pago anticipado). Y vendía sus patrañas bien vendidas. tiburones. lo obligaría a bajar del puente de mando y desembarcar para siempre. lamentando el tiempo perdido en sus días vagabundos de adolescencia. la mayoría de ellas apasionadas y lúbricas. al más fuerte precio. ríos caudalosos y simples arroyuelos. en la estación de Periperi. les había contado mentiras como catedrales. y un cuerno!) el menor sentido del ridículo. en múltiples ocasiones. los mapas y navíos enmarcados. ¿Cómo competir con un exagerado sin medida.» Vivía desde su regreso corroído por un despecho rabioso. dispuesto a recitar nombres enrevesados. eso eran todos! ¿Luchar con él? ¡Imposible! Pero podía desenmascarar al impostor. naufragios. capitán de altura Jorge Amado DEL MAL DE NO SABER GEOGRAFÍA Y DE LA ERRADA TENDENCIA A FAROLEAR EN EL PÓQUER –¡Ah!. –¿Por dónde andará ahora Marcos Vaz de Toledo? –se preguntaba con la esperanza de ver desembarcar. que por la injusticia que soportaba. unas pendones todas? Chico Pacheco entornaba sus ojos menudos: jamás se vio descaro semejante. La figura de Vasco Moscoso de Aragón. evitaban su compañía.. de aquellos cretinos crédulos. Había considerado a Marcos Vaz de Toledo como un latoso. Y aquellos ingenuos papanatas de Periperi babeaban. Puertos a elegir. era cosa seria en geografía. era tan cínico. sureño y con muchos humos. dispuestos siempre a dar crédito a cualquier charlatán. sin hacer escala en él. azotado por todos los vientos y cargado de mujeres. dispuesto a deslumbrar la simpleza senil de las gentes de Periperi. y los infelices. Ni el mismo Romeu das Dores.. plantado en la cubierta de navíos. sus afluentes y meridianos. Qué no daría ahora por tenerlo en Periperi. metería en danza corrientes marítimas. completamente inútiles para desenmascarar a un impostor. a vuelta con tempestades. ciudades principales. de Nueva York a Buenos Aires. mezclándose con términos náuticos. Chico Pacheco repetía la frase entre dientes. enemigo de oír– le llamaba «carguero de cabotaje». pandilla de atontados.. desde Hamburgo a Shangai. Porque seguro que era un impostor. «Tengo que pedir unos textos de Geografía a Salvador. el catalejo y el telescopio. El mismo Chico Pacheco era la prueba: lo consideraban y acataban más por las historias inventadas sobre jueces y procuradores. amenazaba acabar en un ataque de bilis. Un carota. ¡Ah! Si supiese geografía. liaría sus escalas. de África y de Oceanía.. porque era como esos barcos que no pueden ver un puerto. Parecía que tuviera un mapamundi en la cabeza: capitales. . aburridísimo. Su habitual palidez se había vuelto más amarilla. Chico Pacheco reconocía tardíamente su equivocación al subestimar aquellos conocimientos geográficos. No había en el mundo mercado tan propicio para que un mentiroso exhibiera su mercancía como Periperi. No tenía el comandante (¡Comandante. por la exageración con que narraba trucos y triquiñuelas jurídicas.. cuando podría haberse dedicado en cuerpo y alma al estudio intensivo de la geografía.. sus pipas. metiendo en sus historias nombres sonoros y complicados de puertos y geografías. De la amazacotada relación de calderos había conservado sólo los nombres más fáciles y conocidos. corrientes oceánicas y puertos.. con sus mares interiores. eso era lo máximo que Chico Pacheco le concedía. gruñía Chico Pacheco. pronto destruidas: el hombre no distinguía una torre de un alfil. sólo los bobos se engañaban. y una gaita!). un caballo de un rey. las habría oído contar. Cambiaban miradas cómplices. para otro héroe. rumiaba Chico Pacheco rencores y planes de venganza. Y ese necio de Zequinha Curvelo. resolviendo los problemas que traían las secciones especializadas de diarios y revistas. ante una pipa de espuma de mar.. Vasco anunciaba: –Es un transatlántico holandés. No había en el suburbio quien fuera más allá del tute. que de tanto admirarlo se había vuelto marinero de segunda y andaba detrás del charlatán como un ordenanza cargando con el telescopio para la grotesca ceremonia de otear el mar desde la cima de los peñascos para ver la entrada de los navíos. no se desanimó. cuando . se las inventaba. precisamente en la hora más emocionante. y a Fagundes un lunático. Sólo pasaba inadvertido a quien no quisiera verlo. no él. o. perfumado tabaco?). Emilio Fagundes.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. con el gusto amargo de la envidia en su boca de dientes podridos. Vasco las había aprendido en sus lecturas... su aire de tendero en vacaciones. y un carajo!). Sin embargo –pensaba– se veía a las claras. o a aquellos cretinos oyentes. La gente se reunía para verlo. Era realmente de extrañar el desinterés de un hombre de mar por un juego tan útil para matar el tiempo.. el diploma era una realidad difícil de negar. Hasta entonces lo consideraba algo insoportable. Y quizá ni eso siquiera: quién sabe. Una chalana en Río de San Francisco. como quien no quiere la cosa. habituado a lidiar con abogados ladinos. en alguna de las lanchitas del puerto. la vida entera. –dijo un día confidencialmente a Chico Pacheco. Era como si el puerto de Bahía estuviera bajo la guarda y dirección de los habitantes de Periperi. se sentían envueltos en arriesgadas empresas. capitán de altura Jorge Amado su gorra altanera. en su moldura dorada. de islas del Índico. desde luego. firmado y legalizado. su único desconsuelo en Periperi era la falta de un buen rival. retirado. Pero le fregaron por las narices el diploma. después de todo?: podía haber mandado uno de aquellos barquichuelos de la Companhia Bahiana. un poco contrabandistas todos. antiguo empleado de la Secretaría de Agricultura. de Joazeiro a Pirapora. Debe de llevar un montón de contrabando.. Pero. por hediondos que fueran. Resolvió presentarse con el tablero de ajedrez en la sala puente del marino. Para las largas horas de tranquila navegación no debía de haber grato pasatiempo. ¡Un éxito! Ahora... Con aquella facha de tendero. Detalles capaces de despertar la duda y procurarle aliados. en una chalana.. Tirando de su cigarro (¿de qué valían sus cigarros. de marineros griegos. Perfecta maniobra. no había sitio para otra celebridad. allá en la sala. con sabihondos del foro. –Creí que un hombre de mar sabría jugar al ajedrez. aún más amarillo. Esas historias de puertos de Asia. y quedó en cuarto lugar. quizá no había salido en su vida el comandante (¡Comandante. había llegado a ver estampado su nombre en los periódicos debido a su maestría en el juego de ajedrez. con una pata en el cementerio todos ellos. de mujeres de Ceilán. de Pirapora a Joazeiro. estaba templado por diez años de litigio contra el Estado. Hasta había llegado a disputar un torneo en Río. y se convencía cada vez más de que si algún día aquel tipo había embarcado fue. Se había llenado de esperanzas con la llegada del comandante (¡Comandante. de Río de San Francisco. un cuerno!). con ladrones de toda especie. O revelaba sigiloso: –Un carguero de Panamá. Miraba el rostro risueño y cordial del comandante (¡Comandante. en los que. Y seguía jugando por correspondencia con rivales de la capital. de Caravelas a Salvador. de las damas o del dominó. especialmente Zequinha Curvelo. Al bajar. Derrotado por el diploma en su primera embestida. Una desilusión. Mientras esperaba los libros que había pedido a su hijo (aunque tuviera que pasarse el resto de su vida estudiando geografía). resolvió explorar los puntos flacos del enemigo. a Aracajú o Belmonte. ¿qué probaba. Anduvo insinuando sus sospechas. Sí. dominaban Periperi de punta a punta. Chico Pacheco. cuanto más. por importante que fuera. Por primera vez en su vida se entusiasmó el ex inspector de Consumos con las complicaciones del juego. a la vista de todos. sencillamente. «¡Vaya payasada!». los pasajeros vomitaban el alma. de vendedor a plazos. Se dio cuenta en seguida de la decepción de Emilio Fagundes. desde la estación a la playa: no había lugar para nada más. . –Leminhos también juega. ¡Imbéciles! ¿No veían la trampa? Seguro que el impostor no sabía siquiera con cuántas cartas se juega o el valor de una escalera. con la muerte al lado como quien dice.. –Ya lo terminará luego.. –Vamos. podemos jugar aquí mismo.... Juego de marinero son los dados o la baraja.. Pues ya estaba la montaña de hielo casi sobre el barco. No faltaba baraja.. impávido: –Cuando naufragué en Rasmat. boca cerrada.. Vasco seguía victorioso y la montaña de hielo se apartaba lentamente. –forzaba Chico Pacheco. Iba el negro buque en marcha lenta.. un poco de agua y una baraja.. querido amigo. juegos de azar.. –Yo ya había oído hablar de esa historia del iceberg. arrastrada por las corrientes glaciales. uno se quedaba al timón y los otros cuatro a jugar. no tenía más bien ni más honra que su diploma.. pero voy haciendo. a sus órdenes.. y entonces él. –el Marreco andaba alcanzado... haciendo sonar sus sirenas angustiosas avisando el peligro.). Pasó el iceberg rozando el navío. hombre de mar. Y cogido el hilo.. dígame una cosa. pues... sólo llevábamos en la lancha unos bizcochos. en su casa. –confesó Zequinha Curvelo.... –Podemos echar una partidita ahora mismo. . –Pues le informaron mal. echamos unas manos de póquer... Dos días con sus noches. ¿no.... Algo divertido. –Pues bien.Comandante Vasco Moscoso de Aragón... la malicia del farol a tiempo. –avisaba Leminhos. Barajas de cartas. siguió adelante. Chico Pacheco se fue en busca de Augusto Ramos y de la baraja. contuvo sus palabrotas y le dio el título.. sin hablar de Augusto Ramos. gritaban los pasajeros. los tripulantes habían perdido la cabeza. si no tuviera la ciencia del envite. capitán de altura Jorge Amado el comandante (¡Comandante.... no sabe jugar al ajedrez? He oído decir que es un juego muy apreciado por los navegantes. Vamos ya. con horas y horas de ocio por delante. E incluso allí. en noche de bruma y frío. –Empedernido. –les daba prisa Chico Pacheco. discúlpeme. –Comandante Vasco Moscoso de Aragón. una más? ¡Ahí si no conociera las reglas. Chico Pacheco miró con desprecio al grupo que se apiñaba en torno a Vasco.. no. no. cuando la masa blanca de hielo aparece a babor. una isla semejante a Periperi. antes de la prosa en la plaza. No perdonaba el título.. decía él. casi todos ellos hacían solitarios en las largas horas de la tarde. Marreco? –Si la partida es baratita.. –Mientras usted termina voy a llamar a Augusto Ramos. La cerrazón era tal que podía ser cortada con cuchillo. Nos jugamos la galleta y los tragos de agua que nos tocaban. los pasajeros aterrorizados.. –Hasta escalofríos me daba.. en las mesas del póquer. –Don Vasco. Pasé noches y noches sin dormir. ¿Quién sabe si aquella historia del póquer no era una patraña de Vasco. Un póquer bien disputado. y un nabo podrido!) evitaba un choque de consecuencias trágicas entre su navío y un inmenso iceberg vagabundo en el mar del Norte. La voz del comandante (¡Comandante... gruesas y mugrientas del manoseo diario.. con un esfuerzo. El Marreco es un jugador empedernido... Sonrió esperanzado. –Estaba en lo más interesante –recordó Rui Pessoa.. como un queso. señor comandante (de mierda.. –Los mirones. Podemos echar una partida. calderilla sólo.. tenía nuera viuda y nietos en Bahía. mientras todos iban tomando posiciones alrededor para asistir a la partida. hasta el alba. Manos firmes al timón.. como una montaña navegante. dígame una cosa que me trae preocupado: ¿cómo es que el señor comandante. volviendo a la narración interrumpida. del trasero!) seguía sonora la dramática historia. Chico Pacheco. Chico Pacheco era un experto jugador: –¿Póquer? Magnífico. eso sí. Éramos cinco.. –Ahora. Ya andaba yo muerto de ganas. arrancando de manos del timonel la rueda. He de terminar el caso que estaba contando –se escabullía Vasco. De calderilla. en la lancha de salvamento. –La verdad es que se ha escabullido.. con un simple par de damas.. derritiéndose al calor del sur. No se redujo a este detalle la derrota de Chico Pacheco aquella tarde. mientras iba perdiendo más y más. Chico Pacheco arrimó la silla... con propensión al faroleo constante. que no es capaz de echar una partida de póquer? Zequinha desembarcó del iceberg. Era un maestro. Zequinha Curvelo lanzaba una mirada de conmiseración al mal informado ex inspector de Consumos. señor Chico Pacheco. capitán de altura Jorge Amado –¿No se acuerda del naufragio del Titanic? Chocó con uno de esos.. Y suelta las mentiras como quien se suena. Buen jugador de póquer.. –De adulación. que era dinero puesto en un mísero par de sietes. Y menos de envidia.. Chico Pacheco podía negárselo todo. pero nervioso e irritable. Nuevas y hermosas cartas brillantes. hombre que jugaba con conocimiento. señores. –No sea tan fino.. –¿Mentiras? –Mire. No tiene gracia. sabiendo cuándo ir al juego y cuándo aguantarse. y el tipo se nos larga...? –¡Calma... Vasco le volvió la espalda y salió de la sala.. De vez en cuando.. Leminhos. El iceberg se había perdido ya a lo lejos. ¿dónde se vio idiotez igual? Este tipejo se cree que somos un hatajo de idiotas. no.. como viera un montón de hielo de esos frente a mí.. seguridad y términos náuticos. con el farol en el momento justo. –De lo que dudo es de que sepa jugar al póquer... me echaba al agua. realmente.! –interrumpió Marreco–. –No. Chico Pacheco se iluminó cuando el comandante (¡Comandante. –¿Quién le tiene envidia? A ver. sensato ante el riesgo. Lo miró Vasco Moscoso de Aragón con ojos sorprendidos: –¿Y por qué no iba a saber? –Qué sé yo. Pasaban de mano en mano. Zequinha Curvelo seguía la partida en una silla. ¡Una disculpa de cretino total! ¿Cuál es el marinero. Bien. el humo azul de las chimeneas difuminándose en los celajes.. Son muy peligrosos. Mata.. el pulso fuerte y el ojo preciso de Vasco Moscoso de Aragón se comprobaban en la mesa de juego.. vio un envite alto de Chico Pacheco. –comprobó Rui Pessoa. Zequinha no pudo contenerse: –La envidia mata. Y cuando Vasco. con esas cartas no juego. sonriente. Vasco. no era rival de altura para Vasco Moscoso de Aragón. Zequinha Curvelo seguía pensando en el iceberg: –Pues yo... Vamos sentándonos. al lado. señor.. Aquéllas sí que eran cartas. y acudió a defender a su ídolo: –¿Y quién le ha dicho que no sabe? ¿Se lo dijo él acaso? –Ya tenemos aquí a éste. cogió las cartas.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. los tragos de agua.. pues yo traigo las cartas. Sólo porque la baraja está un poco usada. y una porra!) al ver las cartas sebosas.. ¿Qué es eso? ¡Dos viejos amigos discutiendo sin motivo! –Es que no admito que se dude de la palabra de un hombre honrado. . No es posible.. adulando siempre al tipejo.. nada. hombre de contagioso buen humor. Sirve de sobra esta baraja. Chico concluyó: –Ese caradura no ha visto un póquer en su vida. asimilando inmediatamente las maneras de cada uno de los rivales. Ahora. Jugando en una lancha de salvamento..... Pero ya volvía Vasco trayendo dos barajas y una caja de fichas.. Total es una partidita entre amigos. con la fotografía de un transatlántico impresa al dorso. como otros. laqueadas.. reúno los jugadores. Chico Pacheco sentía dolores de hígado. no sé cuántos días. ¿No lo ha visto ahora. ¿quién.. por desharrapado que sea. ¿es que no se da cuenta? Basta apretarle un poco y se nos hunde. con esa historia del póquer? Jugándose la galleta. aún tiritando.. pero no pericia en el póquer. –¿No será que usted no tiene idea de lo que es el póquer? –Chico Pacheco estaba exultante. las tiró sobre la mesa y se negó a jugar la partida: –Con estas cartas. Comandante Vasco Moscoso de Aragón. No ponía los pies en casa del comandante (¡Comandante. Chico Pacheco se negó a formar parte del grupo. un marinero tiene la obligación de conocer y amar el póquer. . Augusto Ramos y Leminhos. la puta que lo parió!). el viejo José Paulo. junto a los inevitables mirones. capitán de altura Jorge Amado Aquella memorable mesa de póquer inició un nuevo hábito en Periperi: los jueves por la noche se reunían en casa de Vasco para una disputada partida. Zequinha Curvelo empezó a penetrar en los secretos del juego. obligados varios de ellos a cortar la sal o el azúcar. Al anochecer se encendían las hogueras. Parecía una elección tranquila: los importantes. y con las mazorcas amontonadas en las cocinas para preparar las tartas de azúcar. ¿Por qué entonces aquel año de la llegada del comandante había decidido reivindicar para sí nuevamente el codiciado puesto? Si alguien tenía derecho a él era Zequinha Curvelo. Era de la más estricta justicia escoger al ilustre marino que realzaba la fama de Periperi con su residencia entre ellos. noviazgos en las novenas. En la plaza se alza el alto poste con la bandera de San Juan. evitándose así gastos superfluos. Bajo su sotana se escondía un diplomático. Los más antiguos moradores. se sentía atraído por los nuevos habitantes. alumnos del Grupo Escolar. como el viejo Marreco. a escuchar el discurso elogioso de un alumno del Grupo Escolar. Un mes entero de fiestas. le gustaba ganarse su confianza y amistad. jubilado a los cuarenta y cinco años por motivos de salud. las ricas «manues». las chispas crepitaban en el aire y crecía el infinito número de estrellas. que vivía desde hacía cinco años en Periperi y había permanecido hasta entonces olvidado por el reverendo. Todos se sentían con derecho a presidir la fiesta de la tarde. mozas curvadas sobre mágicas bacías de agua para descubrir en ella el rostro del futuro novio. En su opinión no podía ser otro el padrino de aquel San Juan.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. almorzaba en casa de uno de los importantes del pueblo. había sido padrino de la fiesta. fue el mismo Zequinha quien. recordó al reverendo el nombre de Vasco Moscoso de Aragón. honra codiciada por todos los habitantes masculinos. Hacía cuatro años que había presidido. en verdad. almorzaba con otro. y sabía convencer a los más recalcitrantes. Chico Pacheco también. El padre Justo se mostró de acuerdo. discurso escrito por la maestra y recitado de coro por el orador a costa de amenazas. Los candidatos a padrino eran muchos todos los años. Sin embargo. de Plataforma. primero las oraciones cantadas ante el altar improvisado del santo casamentero. la mereció tres: veces. cuando los jubilados y retirados abandonan la dieta. antes que los otros. y ahora ya ni presentaba su candidatura. Adriano Meira y . Esa historia del padrino de fiesta obligaba al padre Justo a extremos de diplomacia. en ellas tostaban maíz y asaban batatas. Fiesta de San Juan. después el bailoteo al son del acordeón. en su presbiterio de Plataforma. cuando los chiquillos competían en las carreras de sacos y trepaban por la cucaña a la busca del billete de cinco mil reis que se ostentaba en lo más alto. hijos de pescadores y operarios de la Leste Brasileira. merendaba con un tercero. y volvía hacia Plataforma en paz con sus fieles de Periperi y con una indigestión mortal. se preparan las hogueras para la noche santa. CON LICOR. recados y visitas de los candidatos y de sus familiares. Augusto Ramos y Rui Pessoa habían sido elegidos con anterioridad. empinan los vasos de licor de jenipapo y hunden el hocico en los platos sabrosos. Mes de la gula. capitán de altura DERROTADO Jorge Amado DE LAS FIESTAS DE SAN JUAN. Venía el padre Justo. la había en todas las casas. Había que hacer algún gasto. Incluso ofrecían velas a la iglesia y había hasta quien mandaba decir misas. a recibir insinuaciones. ARROZ CON LECHE Y TIBURONES. maíz y miel. con brillo y pompa. anual de Periperi. las criaturas soltando tracas y buscapiés. desde la diabetes al reumatismo. decía una misa por la mañana en la pequeña iglesia. pero no era gran cosa comparado con la distinción de sentarse al lado del reverendo. se servía licor y pastelillos en docenas de casas. viudas y viudos festejarán a San Pedro. pues hasta en las más pobres se abría una botella de licor de jenipapo y se ofrecía un plato de arroz con leche. o la deliciosa pamonha. O EL ENVIDIOSO Llegó junio con su cortejo de lluvias. tomaba café con uno. A fines de mes. «canjicas» y «pamonhas». envuelta en paja. Y la búsqueda de padrino para la fiesta de San Pedro. o tortas de harina de arroz cocidas al vapor. casi todos. Pero se trataba de fiesta en la plaza. asistía a los fuegos artificiales por la tarde. con diversiones para los chiquillos pobres. Pagarán esos excesos. Hasta Leminhos. El viejo José Paulo. encharcando las calles enarenadas. ya habían sido distinguidos alguna vez con la suprema dignidad. los festejos de San Juan. Adriano Meira. esfuerzo y estacazos. su patrón. calmaba susceptibilidades. de bollo de maíz o de mandioca fermentada. Ya en abril comenzaba el padre Justo. habitante relativamente nuevo del lugar. En muchas casas se hacen novenas a San Antonio. en la plaza. gravados sus achaques diversos. . ahora venía la Iglesia a sabotear su candidatura. Él. –Es lo que digo siempre. había abandonado el terreno de las insinuaciones para pasar al de las acusaciones frontales. a pagar un tragó de aguardiente. con un cargamento de cemento. y el resultado era una derrota cruel. Y . aquella historia de los diecinueve marineros devorados por los tiburones en el mar Rojo. siempre dispuesto a socorrer a uno u otro. Felizmente iba con él el fiel Giovanni. Si aún fuese otro el escogido. tan tranquila la voz. miserablemente traicionado. Adoptó Chico Pacheco un súbito y violento anticlericalismo. una vaga desconfianza: ¿sería realmente tan heroico el comandante. Lo miró Vasco con sus ojos límpidos. comandante.. nada menos. con una pinta terrorífica. empezó a sentir simpatía por la masonería y a echar pestes contra el clero en general y contra el padre Justo en particular. carguero egipcio. tan aventurera su vida y su carrera tan plena de peligros y de amores? ¿Podían tantas y tan emocionantes cosas ocurrir a un solo hombre.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. aquel marinero por cuya causa. Ni siquiera se daba cuenta de la ironía y la duda. No podía ser un mentiroso.. de tiburones? ¿Navegó acaso por el mar Rojo? Su observación no es lógica.. tan generalmente aplaudido parecía el nombre del comandante. cuando aceptó mandarlo en aquella lenta y monótona travesía de Suez a Adén. comandante. del chiste. En los últimos tiempos. Como si no bastaran los aplazamientos de su pleito y las decepciones sufridas en Periperi. a pesar de haber presentado Chico su candidatura precisamente para que el «ordenanza» de Vasco no lograra la honra presidencial. Pero sin duda. la peor entre las ya sufridas. un néctar. tan límpida la mirada del comandante. Sin hablar de la gente pobre: éstos adoraban al comandante. poniendo de relieve supuestas contradicciones. podía aceptar la humillación en silencio. a soltar unas monedas. amigo mío.. Era. mientras el comandante narraba una de sus sensacionales proezas. ser tan rica una vida. porque andaba tan furioso desde aquella historia del póquer que parecía haber olvidado el proceso estancado en el foro de Bahía. se lo aseguro. como quería Chico Pacheco. Vasco. No hay lugar en el mundo con tantos tiburones como aquél. Si fuese un charlatán. una costumbre que le venía del trato con marineros.. respondería irritado. Le gustaba ayudar a los demás. El padre Justo esperaba que aquella vez no se presentaran problemas de celos con la elección. muchos tiburones me parecen. tres. –¿...y qué sabe usted. cuando tan mediocre y pobre habían sido las de todos ellos? Adriano Meira. –Ya serán menos. comandante. Iba de uno en uno analizando las historias de Vasco. Cuando fue conocida la noticia en Periperi. No. Y la tripulación estaba formada por tipos sospechosos. era apuñalado por la espalda. Hacía más de un mes que había hecho llegar al padre su candidatura.. ni radio tenía. Ni hablar ni mandar. habría de enfrentarse con sus armadores europeos. Sí. Y de repente. llamando la atención hacia detalles en su opinión absurdos. se pondría furioso. oírlos en sus confidencias. como si no tuviera en el mundo más enemigo que combatir que el comandante Vasco Moscoso de Aragón. atribuyéndole amantes e hijos. con sus borracheras.. La gente no debe hablar de lo que no sabe. años después. Hasta Zequinha Curvelo sería soportable. Quiso impedir la victoria del adulador. como él explicaba. Pero como acababa de llegar de una charla con Chico Pacheco. mandándole un capón de presente y una botella de vino marca «León del Norte». No se puede decir que tuviese éxito en su tentativa de desmoralizar y destruir a su competidor. a partir de la tarde del iceberg y las barajas nuevas. su persistencia acabaría por insinuar cierta duda en los espíritus. Se engañaba. Chico Pacheco se puso furioso. se encorajinó y repitió la gracia: –Demasiados tiburones. con sus problemas. de chiquillo: –¿Cómo dice? Se desconcertó Adriano. escapó gracias a la bondad divina y a su destreza en el manejo del cuchillo. viejo gozador e irreverente. capitán de altura Jorge Amado Emilio Fagundes estaban de acuerdo.. Adriano Meira se sintió de pronto arrepentido: –Tiene razón.. aconsejarlos. Porque no conocía el Gamil. del tono burlón de voz. con el que abrió la barriga a tres tiburones hambrientos. llegó a arriesgar una salida de mal tono. Sólo se dio cuenta de su locura cuando ya era tarde: el barco estaba en pésimas condiciones. pues lo único que intentaba el padre Justo era mantener en paz a su rebaño. No podía Chico Pacheco. como una imagen de santa. Partió bajo una lluvia infernal. cada vez más amargado y cáustico. . Una noche de éstas lo mostraría. en detrimento de su candidatura. con una brecha en el casco. cuando fueran a su casa a echar un trago. Lo único que sabe decirnos es que el comandante es un mentiroso. e incluso las lenguas más viperinas no sabían de faldas en su vida.. fugitivas y momentáneas desconfianzas. casi tan respetado como el viejo Marreco. con su cara grosera de mercero. de suave y modesta. antes el más adulado de los moradores de Periperi. cosa que era una evidente exageración. todo por obra gracia de aquel miserable mentiroso vestido con un ridículo chaquetón de barquero. la boca sucia de palabrotas. belleza. en vísperas de juicio. –¡Son ustedes unos imbéciles! Se sentía incompatible con unos y con otros. consiguió sacudir la indiferencia que ahora lo cercaba. a los jubilados y a sus esposas. Fueron recogidos por un navío noruego. sólo él y Giovanni consiguieron salvarse.. Nadie iba más allá de esas dudas pasajeras. Ni con esa noticia. envolviendo en su desprecio y en su rabia a toda la población de Periperi. al lado del ingrato reverendo (que le devolviera al menos el capón y el vino. Después despotricó contra el reverendo transformándolo en un disoluto y en un oportunista. Parecía un fugitivo escondido con su rabia impotente. Pero como tampoco deseaba dar una alegría al enemigo. Guardaba aún el cuchillo providencial. si es que le quedaba el menor resto de dignidad) presidiendo las fiestas de San Juan. tanta deslealtad. aguantar tanta humillación.. resultado de la desenfrenada campaña de Chico Pacheco. Le creí y acabé metiendo la pata.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Aún intentó presionar sobre el padre Justo. recordándole anteriores regalos y abriéndole perspectivas de sustanciales donaciones cuando ganase su pleito al Estado. reclamaba: –Ahora nos viene con esos cuentos. al verlo. antes sensacional. fue ya el colmo. fuera de la moza que cuidaba la casa rectoral. presencia siempre saludada con entusiasmo.. La estación estaba vacía. No soportaría ver al charlatán. todas ellas oyentes fanáticas de las aventuras del comandante. tras aquella mortandad de hombres y tiburones. La elección de Vasco Moscoso de Aragón como padrino de las fiestas de San Juan. inventó que estaba su proceso a punto de resolverse. Decidió marcharse. El comandante hasta me enseñó el cuchillo con que mató a los tiburones. Adriano Meira. capitán de altura Jorge Amado cuando el Gamil naufragó. frases tiernas: «bichito mío. y no quieras arriesgar nombres. Renovada prueba de los buenos sentimientos que aquí proclamo. desde el Derecho a la Filosofía. Algunas de sus aventuras. con ocasión de la última vacante. incluso de intimidad. bañando en una palangana de agua caliente los pies mimosos de Dondoca y envolviéndolos luego en una toalla. los fraternales. ¡cosa importantísima!. las manos expertas del juez suben a veces hasta las rodillas y adyacencias. el telescopio. Y que el jefe del Gobierno había declarado. desde la Economía a las discutidas cuestiones sexuales. al contrario. Él murmura entonces palabras dulces. guiñándome un ojo cómplice. pues los dimes y diretes. debo alabar al indiscreto y a su indiscreción. pues con el pretexto de bañar los pies de la moza. pobrecilla ella. hizo tambalearse un poco mi antes incondicional admiración por la figura impar del héroe. El espectáculo de ese hombre ilustre. que está enfermita». riéndose de gozo. y es él quien cuida. la muy picara. por no decir bastante. con abnegación y entrega absoluta. aprovechando la ocasión. no escapa a su curiosidad ningún ramo del conocimiento humano. las frecuentes gripes de Dondoca. No sé quién le llevó los ecos del debate. hija de la envidia y el despecho. examinadas a la luz de la crítica aniquiladora del ex inspector de Consumos. por lo menos a examen de personalidades con título suficiente para emitir docta opinión. A este hecho debo incluso la invitación para acompañarlo a casa de Dondoca. pues me coloco aquí como historiador imparcial: si hablo del asunto. y. Buen tratamiento para el enfermo y para el improvisado médico. poniendo máculas a la honra ajena? Anda últimamente nuestro erudito magistrado bastante dolido por haberle llegado noticias de una discusión aquí trabada con relación a su carrera. Bien sabemos cuan fácilmente lleva un hombre casado a un conocido cualquiera a su hogar. los chismosos y los chismorreos abundan en nuestra minúscula comunidad. y se mantuvieran tan solidarios con el comandante. a presencia de su esposa. que no constituía sorpresa para él la fácil credulidad de los oyentes del comandante. en una prueba más de confianza. una confortante prueba de amistad. la Orden de Cristo. merecen tal prueba de confianza. Hasta de Medicina entiende un poco. No lo digo para mover al lector a prejuicio. creo yo. Y eso por haberlo defendido cuando Otoniel Mendonça un tiralevitas de Telémaco Dorea. me abrió en plena tarde las puertas de aquella casa donde yo sólo penetraba de noche y furtivamente) con la camisa remangada. Según el Meritísimo no existe mejor tratamiento para resfriados y gripes. si no a debate público. ciertos detalles necesitan ser llevados. proclamó a gritos que el doctor Siqueira se había jubilado como juez tras haber sido vetado su nombre por tres veces en las propuestas para las elecciones a la Cámara.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. frotando y secándole los pies a una humilde mulata de pocas luces y ningún caudal. Por eso consulté el asunto con el Meritísimo doctor Alberto Siqueira. hombre importante que representa en el Periperi de hoy lo que en el pasado significó la presencia de Vasco Moscoso de Aragón. Me dijo. es porque me molestó bastante el hecho de que los jubilados dieran tan poca importancia a los comentarios y observaciones de Chico Pacheco. lavando. que si le obligaban a escoger entre una rata de . cómo dar fe a las maledicencias de Chico Pacheco. arrodillado ante una palangana. cuan difícilmente lo lleva a casa de la amante. El juez es hombre de saber universal. capitán de altura Jorge Amado DONDE DONDOCA PONE CUERNOS MORALES AL NARRADOR Confieso que la malévola campaña. Sólo los íntimos. desencadenada por Chico Pacheco contra el comandante. pues se hallaban ante pruebas concretas de sus afirmaciones: el diploma enmarcado. ¿Cómo dudar. En un trabajo de investigación como éste que me he echado encima (para matar el tiempo y también para ver si con él puedo participar en un concurso histórico-literario del Archivo Público) intentando restablecer la verdad. gloria de la jurisprudencia bahiana. cuando sobre mis dudas le consulté. Yo tuve ocasión de verlo (pues últimamente. De todos modos. pues del relato salió acrecentado mi crédito ante el Meritísimo. me parecen hoy un poco exageradas. sólo un precedente de las malas lenguas que aún hoy infestan nuestro tranquilo suburbio. la brújula. gatito. resulta realmente emocionante. haciendo que Dondoca se revuelque en la cama. aunque con ciertas ventajas físicas. Me comparó con Pethion de Vilar y Artur de Sales. Terminé por exponer el caso a Dondoca en el lecho cálido donde por las noches sustituyo al Meritísimo en sus elevados méritos intelectuales. La desvergonzada se rió con su risa remilgosa: . encontraban los peligros por los que no habían pasado. Hay sin embargo quien lo tacha de chantajista y lo acusa de arrancar dinero de la activa colonia española con críticas tremendas a los comerciantes que se niegan a anunciar en su periódico. a veces una chispa. fiscal y abogado. ¡Imagínese! Indignado. pequeños y cansinos. nombraría a la rata «porque robaba y apestaba menos que el doctor Siqueira». y obtuve la aprobación de la asistencia. muchacho inteligente y trabajador. el poeta modernista. tensas en los últimos tiempos. Pero esa pendencia en torno a una jubilación no era ni mucho menos lo que necesitaban. caída no sé por qué en nuestro Periperi. las pruebas concretas y materiales –diplomas. Habían mejorado nuestras relaciones. Negarle talento es imposible. Me conmovió con aquel espontáneo reconocimiento de mi vena poética. A Telémaco le había gustado realmente el soneto y no ahorró elogios. Vino él a buscarme. sentida por todos ellos. huir de la monotonía de los días iguales. según él. El propio Otoniel. Aparte de calumniador. ¡ay!. y prefiero no tomarlas en consideración. capaz de transformarse en un incendio si se presenta la ocasión Es ella la que les exige huir de la mediocridad. de sentirse partícipes de una parcela de heroísmo. cuchilladas o disparos. expuse el problema a Telémaco Dorea. se desdijo y empezó a explicar que él admiraba mucho al juez y que lo único que hacía era contar las historias que circulaban por Bahía. propiedad de un amigo mío. pero ¿no será esa hurañez resultado de sus dificultades financieras? Con la pensión miserable que recibe apenas puede vivir. no cubría su carencia más verdadera y profunda. jubilados y retirados de sus negocios. Telémaco Dorea es así. un poco pedante también. «¿Qué entiende ese animal del comportamiento de los hombres?» No eran.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Creo no obstante que todo eso no son más que intrigas y calumnias. cobarde. pero en el fondo no es mal sujeto. asustado al verme tan acalorado. Volviendo sin embargo a los asuntos del comandante. mapas. pobres y tímidos. capitán de altura Jorge Amado cloaca y el Meritísimo. gracias a Dios– publicado en un periodicucho simpático. no habían logrado jamás. en su vida arriesgada y temeraria. y estaba esperando la ocasión. celos.. Era el tal Mendonça un individuo aún relativamente joven. Lo que les llevaba a apoyar al comandante. Me conmovió y lo abracé. los alucinados y pecaminosos amores que. me sableó doscientos cruceiros que prometió pagarme dos días después. esposa adúltera y amante sórdido. tal vez tuviera alguna posibilidad. rezumando alabanzas y gentileza. cronógrafo– la causa fundamental del apoyo prestado al comandante. Le expliqué mis preocupaciones con relación a la actitud adoptada por la población de Periperi en aquella primera fase de la lucha entre el comandante y Chico Pacheco. como se ve. ¿Qué les ofrecía Pacheco? Las triquiñuelas de un proceso judicial contra el Estado. objeto real y único de mis consideraciones. Era poco. a enfrentarse con Chico Pacheco y su temible lengua era la necesidad. El comandante era un generoso donador de grandeza humana: he ahí el secreto de su éxito. aunque sea por medio de las palabras de una historia oída o en las páginas de un libro. Un poco cargado de humos quizás. juicio emocionante. No son tan simples los hombres. a veces criticón. para felicitarme por un soneto mío –alejandrinos bien medidos. defendí con pasión la honra ultrajada del maestro. por comedida que sea su vida hay dentro de él una llama. Por más circunspecto que sea un hombre. y me había hecho una jugarreta cuando andábamos los dos poniéndole los puntos a una zorrupia en vacaciones. En las aventuras del comandante. Yo tenía viejas cuentas que ajustar con ese Otoniel Mendonça. No es mal muchacho. odio y amor. Si aún fuese un proceso criminal. y si abandonase la manía del futurismo llegaría a escribir buenos versos. las luchas y batallas en que no habían intervenido. El recuerdo de aquella maquillada Manón me llenó de ira y de elocuencia. desahogué mi despecho lanzando algunos adjetivos duros sobre el cretino. con muertes. y se marchó. Me lanzó unos cuantos elogios más. No se mostró de acuerdo Telémaco con el Meritísimo. ni dan tanto valor a pruebas materiales.. Confieso que todo aquello me pareció complicado y confuso. .. capitán de altura Jorge Amado –Ese comandante. y la cabellera.. Me gusta su voz. ¿o también. ¡Como si no le bastara el juez. Cuenta. medio vejestorro como es. .? Se mordió el labio.. una con mujer en alta mar.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. hablaba con su boca junto a la mía: –Cuéntame otra historia suya. –Sólo para oírlo. Quizá también. tan bonitos. tiene su encanto. sus ojos. Estoy por jurar que la muy zorra pensaba en el comandante.... –Quién sabe. rió sofocada. descarada! Pero ella me tiraba de los pelos. Un hombre así gusta a todas las mujeres.. Debe dar gusto estar acostada con él oyéndole contar sus historias. cariño. Se transfiguraba el comandante. las bombas de palenque resonando como salvas de cañón. Con Labatut. Resultado: aquel Dos de Julio la población de Periperi fue despertada. Para ellos fue el primer discurso del comandante aquel día memorable. que anduviera algo embotada la memoria musical de Caco Podre. Nadie sabe cómo descubrió el comandante que Caco Podre había sido en sus buenos tiempos cabo corneta en el Ejército. Con chaquetón de gala amaneció también el Dos de Julio. asustados: sería una revolución. a las diez. y el barullo se volvió ensordecedor cuando. bajo el competente control del comandante que ordenaba a Misael. Todo ocurrió después del Dos de Julio. exaltando la memoria de los bravos bahianos libertadores de la patria. financiando una fiesta para la gente pobre en casa de Esmeraldina. vestido con su chaquetón de gala. apareció el comandante acompañado de Zequinha Curvelo –que ahora fumaba también en pipa– para ver cómo iba la fiesta. sin embargo. con el entusiasmo de quien recupera sus perdidos años de juventud. se desató la tempestad. las ceremonias en la Praça da Sé o en el Campo Grande. izaba las banderas de Brasil y de Bahía en la cucaña ascendida a mástil. de cielo límpido y despejado. fueron llegando el viejo José Paulo. los fuegos de artificio. de mar sereno. el cortejo de las parrandas. gimieron la guitarra y el acordeón hasta la madrugada. en el que todos recordaban los otros Dos de Julio pasados en la ciudad. con magníficos tropos. Porque fue el Dos de Julio cuando se concretó en realidad la independencia. en la plaza. hacia las once. Hubo. Parecía algo relacionado con las fuerzas armadas. Aquel año. imaginaban los habitantes. la celebración de la fiesta nacional de Bahía se limitaba a un acto en el Grupo Escolar. se colocó al frente de las celebraciones. ostentaba un pedazo de cinta auriverde en la solapa. el otro cargador de la estación: –¡Veintiuna! ¡Basta! Por las ventanas asomaban las caras medrosas. especie de mujer fatal de operarios y pescadores. de discutir problemas. Fuera de eso era un día muerto. en uno de esos días perfectos de invierno. costurera con ribetes de vampiresa. por alarmantes toques de bélico clarín. con la declamación de la «Oda al Dos de Julio». de Castro Alves. Emilio Fagundes. multiplicando el número de competiciones infantiles. O LA Y de repente. el comandante. Corrió abundante el aguardiente. Los clarinazos cortaban el silencio matinal. parrafada sustanciosa. apenas nacida el alba. Era Caco Podre. Era revolución sin duda. con premios a los vencedores. navajazos y amenazas de muerte. de madrugada. mientras el comandante. el Periquitao. de casar y descasar. de las batallas de Itaparica y Cachoeira. la naturaleza en paz con los hombres. . vino Vasco Moscoso de Aragón de los campos de Cabrito y Pirajá. en posición de firmes junto al mástil. capitán de altura VUELTA DEL MALO CON ACUSACIONES CONTRA EL BUENO Jorge Amado DE CÓMO SE DESATÓ LA TEMPESTAD TRAS LAS CONMEMORACIONES DEL DOS DE JULIO. Los chiquillos corrían hacia la plaza. hasta entrar en la ciudad de Salvador por el camino de Lapinha y Soledade. Adriano. pero ¿quién iba a notar tan mísero pormenor? Saltaban sorprendidos en sus lechos los jubilados. el acto acostumbrado en el Grupo Escolar. Cohetes estallando en el aire. muy ampliado sin embargo. engalanada también el alma de ardor patriótico. Es posible que hubiera algunos fallos en las notas. ¿Qué diablo pasaba? Aguzaban el oído. Tal vez por aquella costumbre suya de hablar con toda clase de gente. caída a la puerta del convento de las Arrepentidas. Zequinha Curvelo. Poco a poco. despertaban al sol del Dos de Julio. con voz estridente y desafinada.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. en Lapa. tocando diana. inclinándose emocionado ante el cadáver de Joana Angélica. por las criaturas. los rostros aún llenos de sueño. ¡una exageración!. expulsando de una vez para siempre a los colonizadores portugueses. cuando la sangre de los bahianos dio realidad al grito de Ipiranga. En años anteriores. donde se juntaban pescadores y trabajadores de la Leste. amiga de cantar y danzar. María Quiteria. que. como afirma el himno famoso. con un considerable activo de peleas. discurso del maestro e himnos cantados. conmemorado aquel año con brillo excepcional en Periperi. pues en seguida un bombardeo espantoso sacudió los cimientos de Periperi. indiscutible autoridad en asuntos cívicos. explotando de indignación contra los lusos opresores. y nuevo discurso del comandante. Ya había desatado la revolución en la fiesta de San Juan colocando en la cucaña un billete nuevecito de veinte mil reis. «este día es brasileño y brilla más que en el primero». auxiliado por Zequinha. Rui Pessoa y los demás. en pijama. los diarios andaban llenos de rumores. Puso el pie en el andén y se dirigió inmediatamente a Rui. el viejo José Paulo. barrió Periperi.. en un luminoso día propicio a las alegrías tranquilas.. hijo de puta.. Se acabó la antigua paz.. quizás imposible. «Seguro que ganó el pleito. –comentaba después el viejo Marreco–. Hubo algunos que le dieron entero crédito y comenzaron a mirar al comandante con desprecio.. Y de repente. Zequinha. bajo el gobierno de José Marcelino. Tenía el comandante su reputación cimentada: se alzaba. maestras y maestros. intentando conciliarlos. al jefe de estación. Viejos amigos dejaron de saludarse. –Sí. Con su cuadernillo en la mano. por la calle principal hasta la plaza. a los empleados. sin embargo. los morteros. las tracas. capitán de altura Jorge Amado Tras los himnos inició el desfile al frente de profesores y alumnos. Sustituido por un escolar y su trompeta. ¡En su vida pisó un navío! Fue de casa en casa. Al caer la tarde aún pronunció el comandante unas palabras ante la población reunida para la ceremonia de bajar bandera. tan celebrada hasta en los periódicos de la capital. su espantosa historia. No llegó a empañarse. Pero esos eran los menos. entre los últimos.. No se movía una paja por aquellos contornos sin la sabia opinión del comandante. En la plaza formaron los chiquillos. Misael se mantuvo relativamente sobrio. ya no fue lo mismo. La historia databa de comienzos de siglo. Zequinha Curvelo. como estatua en alto pedestal. De cuando en cuando. en la estima y en la admiración de sus vecinos de Periperi. se desató la tempestad. en medio de ellos.. entre carcajadas y palabrotas contra el comandante: –Charlatán. había empezado a beber antes del alba) y todos juraron bandera. en plena estación. Se dividió el suburbio. tan unánimemente cortejado y respetado.. Conciliación difícil. Llevaba en el bolsillo un cuadernito de hule negro donde había ido anotando cosas. ordenando con su voz marcial: «¡De frente. Chico Pacheco repetía sus descubrimientos. Chico Pacheco se apeó del tren. pensó Rui Pessoa. con una borrachera mayúscula. gritando. Es cosa seria este hombre. Otros creyeron que había exageración tanto de un lado como del otro: ni tan heroico Vasco Moscoso de Aragón. ni tan verdadera la historia de Chico Pacheco. Los ánimos se fueron exaltando.. marchen! ¡Media vuelta a la derecha! ¡Atentos. señor. y tras ellos Zequinha Curvelo y los habitantes.». Repetía una historia grotesca. definitivo y carismático. el brillo de la fiesta: las bombas. riéndose a su paso. eufórico. como superior y triunfante. las posiciones se hicieron irreductibles. como en vendaval.. Entre los primeros.. incapaz de agarrar el cornetín. generoso ahora. A punto estuvieron Chico Pacheco y Zequinha Curvelo de llegar a las manos y darse un atracón de bofetadas. tras aquel brillo del Dos de Julio. La polvareda plateada de un chubasco ralo los acompañaba en su paseata marcial. los cargadores (Caco Podre ya un tanto vacilante. La pasión.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. La noticia de aquel Dos de Julio llevó la fama de su nombre a los límites extremos de la región. Esa ceremonia final resultó un poco deslucida por un hecho lamentable: se encontraba Caco Podre casi en coma. Un charlatán. pues la polémica alcanzó una aspereza hasta entonces desconocida en Periperi. . el estimado Marreco. por así decir.. Jamás nadie allí había sido tan considerado. lo abría y lo consultaba. fue preciso que viniera a vivir con nosotros el comandante para que tuviéramos una fiesta del Dos de Julio como debe ser. al verlo apearse. buscó a todos. Eso es lo que es: un charlatán. y siguieron manifestándose incondicionales del discutido capitán de altura. firmes!» Los botones de su chaqueta marinera brillaban al sol. Había un tercer grupo: el de los que no creían ni una sola palabra del relato del ex inspector de Consumos. Adriano Meira. habían compensado sobradamente. uno por uno. a los obreros que engrasaban los raíles y hasta a Caco Podre y Misael: –¿No se lo decía? ¿No los avisé? ¡Los había avisado a todos! A mí nunca me engañó. Hasta Zequinha Curvelo recibió la visita de Pacheco. estoy a sus órdenes.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Para enlazar finalmente en un abrazo en el que había verdadera amistad al último del grupo. de paso por Garanhuns. luego como propietaria. vagando entre los puentes. Carol. prometiéndole el oro y el moro. Príncipes eran aquellos mozos que ahora subían las escaleras de la Pensión Montecarlo... propiedad única y exclusiva de Carolina da Silva Madeiros. Y todo eso para largarla una semana más tarde. tendida en la silla de balancín como en un trono. primero como pupila. Le había parecido un príncipe de cuento de hadas cuando apareció por Garanhuns con sus muestrarios y su charla insustancial. Victoriosa carrera. deslumbrándola con su labia y con sus modos de ciudad grande. diadema en el pelo. sin riqueza ni seducción. Los cinco muchachos. Era ella sin embargo quien se inclinaba para cumplimentarlo y abrazarlo luego. Carol se precipitó al verlos asomar al pie de la escalera: –¡Al fin! Pensé que hoy no venían. con sólo dieciséis años.. piel bronceada. –¡Salve nuestra soberana y señora! –se inclinó un hombre alto. en cómica actitud. sin experiencia. y ahora podía sonreír al recordar las horas suicidas y al viajante seductor. INSOPORTABLES DONCELLAS Y EXCELENTES PENDONES DE LA PENSIÓN MONTECARLO Y DE LOS CINCO SEÑORES IMPORTANTES Reluciente de alhajas: anillos en los dedos. recuerda aquella noche espantosa: la pequeña Carolina deshonrada. coronel: entre en esta casa.. su humilde criada. –decía el tercero que se acercó a besarle la mano. cuarenta años por los burdeles. capitán de altura Jorge Amado SEGUNDO EPISODIO FIEL Y COMPLETA REPRODUCCIÓN DE LA NARRACIÓN DE CHICO PACHECO CON UN SUSTANCIOSO CUADRO DE LAS COSTUMBRES Y DE LA VIDA DE LA CIUDAD DE SALVADOR EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO. un caballero fuerte y simpático. la gordura que se había aposentado en ella con la edad y las economías bien empleadas en bonos y en inmuebles. –No mienta. bromas y galanteos. sin un céntimo. cabello corto. cubierta de anillos y experta en caricias. Cogía entonces sus anillos de brillantes. el collar de auténticas perlas. y recordaba aquella noche cuando sólo eran suyos el cansancio y el miedo. esmeraldas y topacios. Llevaba con garbo sus cincuenta y seis años bien traídos y la gordura contra la que venía luchando inútilmente. conozco a la señora de su corazón. sin conocidos. bonito y silencioso muchacho. elegantes bastones. tentada por las aguas del Capibaribe. vestidos todos de brin blanco HJ.. de nariz aguileña.. muy rubio.. la rodearon con una efusión de abrazos y besos.. vibrantes y ruidosos... con un nudo en la garganta y las piernas temblorosas. se la llevó consigo. que es suya! Se inclinaba a los pies de Carol. –Doctor Jerónimo. desde aquel día remoto en que un viajante. la boca entreabierta en una sonrisa. ILUSTRES FIGURAS DEL GOBIERNO Y RICOS COMERCIANTES. señora de mi corazón. –¡Cuánta honra. la más elegante y lujosa pensión de mujeres de la ciudad de Bahía. –El teniente es esperado con impaciencia. perdida por las calles. –Más bella que nunca. cabellera romántica y cierta melancolía en sus ojos amorosos: –¡Señor Aragón! ¡Don Aragonito! Benditos los ojos que lo ven. cuarentón de buen ver. en Recife.. con los ojos clavados en las aguas del río como salida.. y era sólo un pobre diablo. elegantes canotiers. hecha a base de esfuerzo y de trabajo. Yo. pendientes en las orejas. más conocida por Carol Lingua de Ouro. –Me inclino ante usted. la caja de las joyas sobre los amplios muslos. arrastrando la cola del vestido de noche. Había cambiado Carol desde entonces. aterrorizada por la ciudad. en un amplio primer piso de la plaza del Teatro. collares al pescuezo. Se volvió hacia un joven imberbe. polainas y bigotes rizados. sea bienvenido. Ciertas tardes tranquilas. los broches y pulseras.. en su comedor. de maliciosos ojos azules. comandante.. el busto opulento erguido en el corpiño. . eran lo mejor de Bahía. Una maravilla. de las mujeres cuidadosamente escogidas. Susurró al oído del muchacho: –Duro y no se rinda. algunas pesadas. hijo de padre francés y madre brasileña. quemadita de piel.. Vivía inventando jugarretas a los amigos.. Junto a ellos iban muchos más en un corro amplio y pródigo. Sé lo que digo. en primorosa exhibición. de la clientela de primer orden.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. con voz aflautada y contoneos femeninos: –Reservé la mesa del rincón. era un apasionado por el póquer y por las negritas. prolongando la noche en un póquer. La negrita Muçu se sentó en las rodillas del comandante rubio y le hacía cosquillas en el pescuezo. de la selección de bebidas. honraban y protegían su casa. no merecía la belleza frágil y brusca de Dorothy. pidiendo bebidas. en un bar. Bien de su gusto.. ¿no merece nada? –reclamaba el de ojos azules con cara de gringo. sus asustados ojos. No era casual ni gratuita tanta prueba de aprecio por parte de la experta Carol: los cinco señores sentados a la mesa. fofo y fatuo.. Roberto salió a bailar con Dorothy. –Aquellos cinco son los dueños del Estado. escondida tras la orquesta. pero aprendió el vals. los calaveras más celebrados de cuantos rodaban por los cafés. Un calor de primavera creció en el pecho de Aragón. fluminense. señor Aragón.. la de siempre. Fueron a ocuparla. y una sonrisa medrosa se abrió en sus labios... a quien escribía los . el tango y el machiche. orgullosa de su pensión. Pero estos cinco eran inseparables. de los camareros respetuosos. El capitán de fragata Georges Dias Nadreau. –¡Sólo se preocupa del coronel!. abogado sin clientes y periodista desconocido en Río. Se reían todos. en una oficina. –decían al verlos entrar en Palacio. viudo sin hijos. en un abrazo incluso excesivo en una pensión alegre. antes solitaria. de manilas con Roberto. –y ya en voz alta–: Oigo confidencias y suspiros. y un bromista divertido. señorito inútil. enmarcar y colgar en la Pensión Montecarlo un dístico con la leyenda: «El cabaret es el hogar de los juerguistas». se encontraban diariamente al anochecer. Y tenían razón. mesas de juego. –Llegó hoy de Recife. de los precios caros. se posaron en los de Aragón. También a él se dirigió el camarero.. aquel ansia de amor que le quemaba el rostro como una fiebre... La morena se acercaba. Fue él quien hizo diseñar. Ella aprovechaba la ocasión para incendiar el pecho de Aragón con miradas hondas y sonrisas tímidas... Carol susurraba algo al oído del coronel y llamaba con un gesto a una morena alta y elegante. El coronel comentó riendo: –Nuestro Aragón. Aquel doctor Roberto Veiga Lima. muchacho de treinta y pocos años. que la apretaba contra su gordo pecho. El doctor Jerónimo de Paiva. Allá estaba ella. El teniente abrazó a una rubita. De aquellos cinco clientes sobre todo. capitán de altura Jorge Amado Se turbó aún más la mirada de Vasco.. pero era el más leal compañero cuando se presentaba la ocasión. –Para el comandante tengo una golosina. en cenas en los cabarets. El coronel Pedro de Alencar. Nada valen charreteras ni títulos. Carol resplandecía.. jugando al billar.. dispuestas a largar a sus clientes ocasionales a la menor llamada de la madama o de uno de los recién llegados. e incrustaba su hocico de cerdo en el cuello de la chica. Los ojos de Dorothy... burdeles y pensiones de mujeres.... Carol los acompañó en una nueva prueba de suprema consideración. circulaban las mujeres en torno de la mesa con la esperanza de ser llamadas. no hay quien pueda con él. Llegaba el camarero con bebida. que al fin acabará triunfando. capitán del puerto. Aragón paseó los ojos por la sala hasta encontrar los de Dorothy. a pesar del afecto visible en la voz de Carol. de la orquesta. Y allá iba con Dorothy en un tango floreado. vino a Bahía traído por su pariente el gobernador. era todo un bailarín a pesar de sus grasas colgantes. Y la Marina. No había aprendido mucha medicina en sus diez años de Facultad (según las malas lenguas logró el doctorado por antigüedad). la mejor gente de la ciudad.. La orquesta se exhibía en un tango argentino. de su entusiasmo. fatal. en la Pensión Montecarlo. inquietos y casi suplicantes. bebiendo cerveza. de guarnición en la ciudad. Ella notó su tristeza y quiso saber la causa. Se agitaron las mujeres de las otras mesas.. mandaba el 19 batallón de Cazadores. Aquella pequeña Carolina de Garanhuns. Pretendía hacer política. aquellos parroquianos no medían el gasto. quesos. una de las más poderosas de la ciudad baja. bacalao. Hijo del famoso coronel Américo Marinho. Ltda. Sus misterios: la sabiduría de una inmensa experiencia. cuyo marido vivía insultando a su cuñada como si fuera una perdida? Una simple petición a don Jerónimo. Tenía el aval de Aragaozinho cuando necesitaba un adelanto del Banco para comprar una nueva casa de alquiler. Posición y dinero no les faltaban. para los bailes de Palacio cuando allí se reunía toda la sociedad bahiana. Ascendía soldados a cabo. sonreía en la mesa a los cinco señores. oficial ayudante de Palacio. expertas y rellenitas? Y cuando Georges iniciaba una burla. ¿Acaso no frecuentaba su lecho sabio el doctor Jerónimo. bizarro en su uniforme. Y. . soñaban con bailar con el teniente en bailes y recepciones. era el suspirado partido de todas las mozas casaderas de la ciudad. Lidio era también el niño mimado del mujerío de burdeles y pensiones donde sus pendencias se sucedían. señor feudal de las barrancas de San Francisco y senador del Estado. jefe de la firma Moscoso & Cía. vinos. expendedora de charque. Discretamente ella mandaba y desmandaba. cubierta de joyas. proporcionaba la bebida. atraído desde jovencito por las mujeres maduras.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. a hijos de gentes pobres. hoy. Carol indicaba el menú. salir diputado federal en la próxima legislatura. El teniente Lidio Marinho. penetrando en Sergipe y Alagoas. el jefe de Gabinete respondía: –No soy cachorro para roer huesos. entre ellos. batata inglesa y los más diversos productos a todo el Reconcavo y sur del Sertón de Bahía. Vasco Moscoso de Aragón era considerado como una de las más lindas fortunas del comercio bahiano. las mozas lo acechaban tras los visillos. Actuaba como jefe de Gabinete y gozaba del mayor prestigio. ordenando la vida del Estado. Y su prestigio: ¿no había hecho nombrar a un sobrino suyo para la imprenta oficial. se sentía un poco en el poder. suspirando cuando él pasaba. en noche de delirio.. hasta políticos del interior venían a cortejarla y pedirle protección. Carol tiene sus misterios. como si también ella perteneciera a los medios oficiales y al alto comercio. una noche –muchos años atrás– casi suicida en los puentes de Recite. familiar de Palacio y los Bancos. manteca. «señor» Vasco Moscoso de Aragón. Pendenciero y romántico. en la plaza del Teatro de Salvador de Bahía. ahijados suyos. Aragaozinho.. y eran los camareros de su Pensión Montecarlo los contratados para servir a los austeros señores y virtuosas señoras. y su firma una de las más prestigiosas y sólidas. había sido suficiente. hacía ingresar a sus protegidos en la Escuela de Marinería. un hijo de su hermana menor. con una legión de viajantes. finalmente. casada en Garanhuns. Ni me gusta la fruta verde. Carol. Corría la bebida por la mesa.. capitán de altura Jorge Amado discursos. barriendo las salas y el almacén. abuelo materno de Vasco. incapaz de resistir la añoranza del marido infiel y apasionado. A su esposa le hizo sólo un hijo. Sin hablar del dinero. no había horario de trabajo. en aquel tiempo empleo codiciado. aparte de tenderle la mano para que se la besara. desfogándose de dos años de absoluta reclusión en el almacén de la Ladeira da Montanha. ni domingos. LTDA. Mozo ya. «¿Qué .. Jamás un representante de Moscoso emprendió un viaje tan lento y de tan desastrosos resultados. el ama de la pensión. En la ciudad sergipana de Estancia. a los diez años. CAPÍTULO COMERCIAL CON UN POQUITO DE TRISTEZA La firma había sido fundada por el viejo Moscoso. a un viajante experto que restableciera el antiguo prestigio de la firma. la eficiencia en persona. Hubo que poner en aquel recorrido. dejó el nombre de la casa y el suyo propio en el lugar más alto en cuanto prostíbulo existía en las ciudades de su recorrido. concediendo crédito a comerciantes prácticamente en quiebra. donde los rígidos principios del viejo Moscoso establecían horarios imposibles y reducían la lujuria a los parcos encantos de la negra Rosa. sin idea de su responsabilidad. la misma que el abuelo frecuentaba. lo puso de nuevo el viejo Moscoso en el despacho. y pronto también a su madre. cargando mercancías como un jornalero cualquiera. sobrio en el comer. Dormía con los otros empleados en el tercer piso. con calor asfixiante. por la mañana y por la tarde. seriamente dañado por el joven representante. loca por el joven viajante. reducido a lo mínimo indispensable para los gastos de acompañamiento. indiferente al confort y a las diversiones. descuidado y desatento. Mientras estuvo vivo. E incluso sobre los clientes ejercía el viejo Moscoso cierta presión en lo referente a los horarios y al dinero gastado en juergas y mujeres. En el último piso dormían los empleados y. tras la bendición matutina. los buenos clientes del interior de paso por la capital. Durante cincuenta años vivió sólo para su firma. Fue rápido y fulgurante el paso de Vasco por la ilustre corporación de viajantes.. desanimado. pasó una semana. las mozas hermosas en las ventanas o al piano. A los tres años perdió a su padre. donde siguió más o menos inútil: útil sólo para acompañar en la visita a la ciudad a los clientes del interior que se hospedaban en la central de la firma. Incapaz de efectuar un cobro. Era ese Moscoso un portugués de visión comercial y rígidos principios. y pronto conoció prosperidad y crédito. buen compañero para una noche de juerga. fue enviado como viajante por tierras de Jequié y Sergipe. No le tenía el abuelo la menor consideración. Vasco lo sustituyó en la dirección de la empresa. mencionando constantemente el poco crédito que le merecían los hombres de hábitos irregulares. de casa al trabajo. y con ellos comía. No obstante. frecuentadores de bares y casas de lenocinio.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Empezó desde abajo. lo metió en las oficinas. Hizo una tournée completa de mujeres. cuyos almacenes y tiendas ignoraban los otros viajantes. pues aunque al cliente no podía aplicarle el viejo Moscoso la reducción de gastos y el horario estricto: «A las ocho. ni días festivos. Y juerga no muy corrida. en una experiencia de lastimosos resultados. Se comprobaron las previsiones más pesimistas del abuelo y de Rafael Menéndez. sí podía hacerlo al nieto con un rigor jamás burlado ni por el bozo que se iba transformando en espeso bigote en el labio sensual del mozo. en aquellos cincuenta años. en el vestir y en el amar. primer empleado de la casa. cuya palabra valía más que un documento firmado. que. concedía absurdos plazos de pago. plaza que podía hacerse en un día. Para eso era excelente: mozo de trato fino. en la cama. considerado el más fácil de todos. esforzándose como el último de los empleados. apenas salido de la escuela primaria.. en la mesa patriarcal presidida por el viejo Moscoso. Allí también comían. que. eran su única alegría. ya viudo. y. su primera mujer fue la cocinera negra. agradable y buen conversador. el viejo Moscoso observaba al nieto y sacudía la cabeza. los baños en el río Piautinga. Vendía según sus simpatías. en el cuarto sin ventanas. «dando ejemplo». en cuartos mejores. ni un minuto. capitán de altura Jorge Amado DE LA FIRMA MOSCOSO & CÍA. Moviendo melancólicamente la cabeza. Vasco fue criado por el abuelo. dispuesto por lo visto a revolucionar la profesión. Como ocurría con todos ellos. encantado con las calles sombreadas y el caserío alegre. los requiebros de Otalia. y esas noches con la negra Rosa. aun así disputada e ilegal. había dejado de ser un modesto escritorio para convertirse en un inmenso establecimiento de tres pisos al pie de la Ladeira da Montanha. se contentaba con su cocinera negra de vez en cuando. El niño no revelaba estilo ni maneras para los negocios.». útil sólo para la degradación de un escritorio comercial. El viejo Moscoso. con los ojos perdidos en el horizonte entrevisto a través de la ventana. a la espera de su visita a la capital para sacar el cuerpo de mal año. de su abnegado amor. No resistió la viuda el golpe que para ella supuso la pérdida de su adorado esposo. Al morir inesperadamente –jamás nadie hubiera imaginado que estuviera enfermo del corazón– surgieron los acreedores con títulos vencidos. de tantos que contaba. siempre . Aragón. con melindres de enamorado. Jamás había dudado ella ni un minuto del marido. préstamos diversos. se le rió en sus honradas barbas cuando. en cierta manera. su levitón negro de alpaca. jefe de Intendencia. saboteando la recomendada romería a los lugares pintorescos. ¿Por un incapaz. y por sus múltiples acreedores. El propio señor Moscoso también acabaría beneficiándose con las amistades del yerno. de cuando pasaba por la Ladeira da Montanha. que le valdrían para la firma contratos de aprovisionamiento para el Ejército y otras corporaciones estatales. conocido entre sus amigos por Aragón Faroles. Dinero íntegro. cuando. inclinado sobre los libros de correspondencia de la firma. casi una ofensa y una provocación. José Moscoso amaba mucho más a la firma que a la familia. le propuso cierto día que entrara a trabajar en la oficina. sus planes? Que no perdiera el tiempo su suegro buscándole empleo. acabada la larga luna de miel. en opinión del aliviado suegro. ¿Por quién lo tomaba el suegro? –preguntó–. Su futuro estaba asegurado. Y hasta después de muerto le costó dinero. que dedicaba casi toda la tarde a su mujer. era precisamente por la dificultad de elegir entre los cinco o seis empleos. pendiente de ella. haciéndole el amor con constancia y sabiduría. que jamás puso los pies en los locales de la empresa. que le enamoró a la hija y acabó viviendo a sus expensas cinco años. Pero después de cenar. sustituyéndolos por la acogedora atmósfera de los burdeles donde el joven heredero empezaba a establecer relaciones duraderas. siempre. mentiroso de fama larga. dinero en caja. reducida además ahora al nieto vago e imaginativo como el padre. se negó terminantemente a tomar en consideración. Pero se mantuvo firme y consecuente en rechazar la renovada oferta de su suegro. vales garrapateados a lápiz. no aceptaría la más mínima comisión. ¿Qué diría el señor Moscoso. Era un carácter firme. miraba al nieto parado ante una carta a medio hacer. y el negocio sería cosa hecha. y meses después era enterrada en el mismo mausoleo de mármol. por ejemplo. Podía el señor Moscoso contar con este contrato como cosa cierta. era Aragón Faroles un esposo intachable. soñando. susurrara una palabra al oído del capitán–. que conocía solamente de vista. tratándola como a una niña mimada. Insensible a las indirectas y a las insinuaciones. y si aún no había empezado a trabajar. de su grandeza. No logró tampoco ningún contrato oficial para la firma. invariablemente. bastaban siete palmos de fosa común para honra de aquel yerno indeseable. No creía el viejo Moscoso que hubiera existido en el mundo sujeto más cínico y calavera.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. horrorizados por la pétrea insensibilidad del suegro del difunto. por sus muchos amigos. de un contrato para vender carne seca y bacalao a la Policía Militar durante todo un año? Bastaba con que él. un carácter también. de su fidelidad. que el viejo Moscoso. Y. Se puede decir así que la muerte de Aragón Faroles fue llorada por su esposa. Cruzaba su mirada desanimada con la severamente crítica de Rafael Menéndez. capitán de altura Jorge Amado confianza puedo tener en un sujeto dado al trago y aficionado a las putas?» La pregunta limitaba los proyectos libertinos acariciados durante meses en el interior del país por los comerciantes. pues la idiota de la viuda exigió para su «idolatrado esposo» un entierro de primera y un mausoleo de mármol. por los bares. a vueltas siempre con sacos y fardos. Aun así iban los clientes con Vasco noche tras noche aprovechando cada oportunidad. gentilísimo. Durante los cinco años de casado siguió en la misma indecisión. un pobre diablo. gentes todas de enorme prestigio. el primer empleado ponía una cara de lástima. con las gafas en la punta de la nariz. que le ponían a su disposición sus amigos. sin inclinarse por ninguno de los cinco o seis magníficos empleos o por las nuevas ofertas de sus amigos. era hombre libre en la noche de Bahía. un dineral por pagar. yerno y amigo. pues él. su capacidad. y tan íntegro. a cual mejor. aquel Aragón hablador y atractivo. iba a tratar del asunto mañana. bacalao y patatas? ¿Con quién se creía que había casado a su hija? ¿No comprendía su talento. dinero fácil de ganar. el viejo sacudía la cabeza. hombres todos del mayor prestigio. sus relaciones. Y para evitarlo. sus brazos habían perdido el vigor hercúleo. Ni siquiera el nacimiento de su hijo. Delegó en Menéndez todas las decisiones. y ahora quiere tirar los huesos fuera. afligido e indignado. Vasco temía la mirada crítica del español. Vasco. Tenía que tomar una decisión tajante si no quería ver cómo un negocio acreditado y poderoso. Incluso de sus raras escapadas nocturnas. Pero los empleados se quejaban. sin un día de descanso. Era el único que demostraba simpatía por el chiquillo prisionero en el sobraden oscuro donde el olor de las especias llegaba a marear. con la voz trémula: –La casa me comió las carnes. que lo ligó aún más a su esposa. fue aquel español Rafael Menéndez. ya hombre y con bigote. Ahora Menéndez se inclinaba ante él. sin gritos. de cualquier violación de los reglamentos de la casa. pero llevaba –Vasco lo sabía– noticia al abuelo de cada equivocación suya. capitán de altura Jorge Amado con serios asuntos políticos y comerciales que resolver. desde los días iniciales y sufridos de su ingreso en la casa.. Menéndez no le reprendía como a los otros. Un día el español decidió despedir al viejo Giovanni. pero ello no impidió que intentara imponer su decisión cuando Vasco. libre en los bares y burdeles. interesando en el negocio a algunos de sus más antiguos y mejores empleados. una fortuna considerable sin la menor responsabilidad. a los diez años. había seguido manteniendo cierto temor por Menéndez. trabajaba en el escritorio. Inclinado en su mesa. almorzaba de lo mejor. demostrándole una consideración y respeto reservados antes para el viejo Moscoso. modificó la regularidad de sus hábitos irregulares (en la frase del viejo Moscoso). en su juventud había estado embarcado. contando historias. Envejeció en la firma. incluso después de la muerte del abuelo y de su nueva condición de jefe. El primero en entrar como socio fuerte. y. Menéndez decidió despedirlo y contratar otro cargador. Se levantaba al mediodía.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. En sus manos. Joao había nacido esclavo. haberlo encaminado en los negocios? Eran los mismos ojos soñadores del padre.. el viejo Moscoso miraba al nieto y veía en él al yerno de execrada memoria. y la noche. su resistencia al alcohol era asombrosa. empezaban a flaquear sus fuerzas. había cumplido los setenta. ¿De qué había servido el incorporar al niño a la firma cuando apenas tenía diez años. sin exaltación. sin una queja. horarios y obligaciones. protegidas por el negro Giovanni. entornando sus ojuelos gastados para no llorar. sirviendo de noche como guarda de la casa. quiso discutir el caso del negro despedido. su manera de hablar. durmiendo encima de los fardos del almacén. la misma total indiferencia ante los problemas del despacho: un desastre. era peor aún que en los tiempos del viejo Moscoso. donde la tripulación italiana de un navío lo transformó en Giovanni. con su invariable puro y la invariable sonrisa de satisfacción. quedó la completa dirección de los negocios y el futuro de la casa. Giovanni había ido a buscarlo la noche antes para contarle lo sucedido: Menéndez le había pagado el salario mísero y sin la menor explicación lo había puesto en la calle. la misma sonrisa feliz y satisfecha de la vida. reservaba la tarde para la esposa y el hijo. un cargador que había entrado en la firma casi al fundarse y que estuvo más de cuarenta años transportando en la cabeza fardos y más fardos. oliendo a aguardiente y a mujer. del almacén a los carros. El español era un hombre de esos obsequiosos ante sus superiores pero arrogante y tiránico con los que de él dependen o le son inferiores en cargo o importancia. según se molestaba en explicar a su esposa. pero con decisión inflexible. abriendo la puerta a los clientes retrasados (los que se atrevían a infringir los horarios del viejo Moscoso). Le contaba historias por las noches. para la prosa con los amigos. y le hablaba de mares y puertos. Se vio así libre de problemas. que le garantizaba el control de la firma y la mayor parte de las ganancias. Volvía de madrugada. infatigable. Vasco heredó la participación del abuelo. Vasco le estaba agradecido porque el viejo Giovanni lo había protegido siempre. se deshacía en manos del nieto. Encontró a Vasco en un bar. Asumió la dirección de la firma con mano de hierro y los negocios marchaban admirablemente. Sólo una virtud le reconocía el suegro: jamás nadie le vio borracho. y lleno de dinero. por disposición testamentaria del viejo Moscoso. . pero huyó y se acogió a la libertad del mar. y le explicó la situación. y ya no daba cuenta completa del servicio. por una vez. Cuando. Pasaba ya Giovanni de los setenta años. al sentir la proximidad de la muerte transformó la firma individual en sociedad limitada. y sus piernas no tenían la anterior seguridad. niño aún o ya muchacho. con los amigos. obra de su vida. éste se mostró de acuerdo y pudo Vasco imponer su voluntad. iba a ver a Giovanni al almacén. para él aquello era sólo una crueldad. Últimamente se había encaprichado por Dorothy. conquista reciente. Al fin llegaron a un acuerdo: continuó Giovanni como guarda nocturno. la despreocupación. se oía la voz alterada del jefe de la firma.» Vasco perdió la cabeza y empezó a gritar. viéndose negro para pagar sus cuentas en bares y cabarets. La tenía casi prisionera. Si hiciera una excepción con Giovanni. con la mitad de su sueldo anterior. Para Vasco. y pagándole Vasco. hay que despedirlo y poner otro. pero ellos dos. cambiaba unas palabras con el español. y él no hacía más que aplicarla. médico rico y sin clínica. Nadie oía la voz de Menéndez. Vasco y Menéndez. movía la cabeza como manifestando que estaba de acuerdo. de su bolsillo. por menos de nada abofeteaba a una chica: hasta había quien decía que era vicio aquella manía de zurrar a sus compañeras de cama. aquella pandilla a la que pertenecía ahora. La pobre Dorothy vivía más presa que monja de . Menéndez se lavaba las manos: «El señor Vasco era el jefe de la firma. Pero debía pensarlo dos veces antes de romper con una regla que regía toda la vida comercial: lo que con su acción ponía en peligro era la propia estructura de la firma. a la prosperidad de la casa. Al día siguiente apareció Vasco en el despacho. no sería sólo Vasco el perjudicado. Así quedaba todo resuelto.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. siempre tenía alguien con quien verse. ni siquiera cuando insultaba en los términos más agresivos a un empleado que hubiera cometido una falta. amenazándola a cada momento. pupila de la casa de Carol. pero se mantenía en sus posiciones de principio: cuando un empleado ya no es apto para el trabajo. Es un mal bicho. Esa era la regla del juego. Al fin y al cabo más de la mitad del capital era suyo y podía decidir por sí solo. no es de fiar. célebre entre el puterío por sus celos violentos y por su brutalidad. a un hombre cuya existencia entera había estado dedicada al trabajo. la otra mitad. propuso una fórmula conciliatoria. Tenga cuidado. le oía vagamente hablar de los negocios. pues su posición era una defensa de principios establecidos y no de unos miserables billetes. En el despacho del viejo Moscoso. don Vasco. que no había derecho a transformar en un mendigo... Vasco no quería saber nada de principios. Estaba serio y estirado. de política comercial. Menéndez sonreía con su sonrisa fría. otros empleados exigirían trato idéntico. pero no había podido negarse porque Roberto era cliente habitual. Alzaba la voz. Pasaba de vez en cuando por el despacho para descargo de su conciencia. Esa propuesta iba a ser el comienzo de largas negociaciones. lo que él decidiese se haría. ahora ocupado por Vasco. y cuando se encaprichaba con una perdía el tino. si continuara pagándole lo ordenado. con ello. al fin de su vida. señor Vasco (ahora Menéndez anteponía al nombre de su nuevo jefe el tratamiento respetuoso. le ponía casa. cosa rara. tenga cuidado con ese español. No vale nada. de un viaje a Feira de Sant’Ana. o algún día le hará una faena. A Dorothy la trajo del interior.. Menéndez era un descanso. pródigo. Giovanni estaba despedido y despedido seguiría. después de tratarlo durante más de veinte años simplemente como «Aragaozinho») ¿Imaginaba en qué desastre podía acabar aquello? No. sino que lo serían también los otros socios de la firma. era popular entre el mujerío. Soltero. Y viendo la furia del patrón. pues el viejo negro no quería dejar el almacén ni cambiarse de vivienda. o un burdel donde lo esperaba una nueva mujer. y los empleados empezaron a cuchichear. jamás había salido de sus duros labios un grito o una palabra más alta que otra. pagándole la habitación y la comida. enamorado. aún más reverencioso. la llenaba de regalos. Paraba poco. mostró su conformidad. en cierta manera era lo más opuesto a Vasco: las mujeres huían de él a pesar de su dinero. gastaba mucho y su familia gozaba de prestigio. decía que era una falta de humanidad despedir al viejo Giovanni. renovó el aviso: –Patrón. al agradecérselo.. –aseguró Vasco. No le fue fácil imponer su voluntad. Sin contar con que. Llamó a Menéndez. no podía obrar de otra manera. Menéndez. No hablaba por él. El negro. le garantizarían la subsistencia dándole una cantidad mensual con la que pudiera vivir. Pero ya estaba arrepentida de haberla admitido en su pupilaje. y Carol lamentaba haberla aceptado en la Pensión Montecarlo. mantenida por el doctor Roberto Veiga Lima. casi perdulario. una miserable acción contra el pobre Giovanni. capitán de altura Jorge Amado –No ocurrirá tal cosa. ni siquiera para ir a casa de Vasco. El español. El negro se lo agradeció con un consejo: –Aquel gringo. ¿por qué no obstante daba la impresión de esconder una secreta pena. infalible medicina. había que descubrir la causa secreta de aquella pena que corroía el pecho de Vasco Moscoso de Aragón. capitán de altura Jorge Amado convento. Una idiotez en hombre de tanto dinero. confidente universal. Carol. Compañero agradable. Había algo en lo que todos estaban de acuerdo. . simpático. a quien tristeza y sufrimiento ofendían personalmente. siempre el mismo espectáculo: él. hombre de natural alegre. En aquellos meses que llevaba en la Pensión Montecarlo la muchacha había aprendido mucho. anterior a todas aquellas historias. tal vez malo del hígado. un amor con intenciones de casorio. sabía del interés de Vasco. cualquier doncella. locura para la que Dorothy sería buen remedio. pronto a ofenderse y a armar escándalo si otro cliente dirigía una mirada o una sonrisa a la infeliz. El comandante creía que era otra la causa.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. El coronel no estaba de acuerdo y diagnosticaba una incurable tristeza permanente. rico y joven. El teniente Lidio Marinho no tenía opinión preconcebida y se limitaba a comprobar un hecho: el burro de Vasco. amenazando siempre con dar una paliza a la infeliz. Por la noche. con todo lo que se necesita para estar alegre. sobre todo al comandante Georges Dias Nadreau. con una salud de hierro. una herida sin cura? Esto preocupaba a sus amigos. Roberto aparecía a las horas más inesperadas. arrastraba una crisis de hipocondría. y ya no era la inexperta campesina descubierta en Feira por el médico. No deseaba más que quitarse de encima al violento protector para caer en brazos del comerciante simpático y generoso. A esta pasión complicada y difícil atribuían Carol y Jerónimo la melancólica expresión de los ojos de Vasco. en la sala de baile. y sabía que Dorothy estaba enamoriscada de él. exhibiéndose en el tango o el machiche. trabado con Dorothy. con unas fiebres sin motivo ni diagnóstico. con los labios macerados murmurando preces. y para la Iglesia. en un cabaret. El jefe de la Comandancia. Pero no sucumbió como la esposa. ante el mar de Bahía. era una risa suelta y adolescente. Quizás era esa la explicación de su aversión al hogar. cerca del palco donde se exhibía Soraya. Se ocupaba de los problemas de su Capitanía de Puertos y de la Escuela de Aprendices Navales. Cuando volvía a casa. enfermó repentinamente. solitario. se puso luto para siempre. a las obras de caridad. Un amigo. capitán de altura INSOPORTABLE DONCELLA Jorge Amado DEL COMANDANTE DE MARINA. un turista extranjero. Georges parecía. y murió mientras Gracinha y el marido se hallaban en una fiesta a bordo de un navío de guerra. de aquel desinterés por las engañosas alegrías del mundo.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. El niño. Ella. alemán. donde estaba con certeza el inocente. Quiso convencerla de la necesidad de otros niños que vinieran a llenar el lugar dejado por el muerto. Vasco Moscoso de Aragón. le había hablado de la bailarina y de sus danzas. Había pasado a dormir al cuarto del hijo muerto. en el CG del 19. oculta la belleza apenas brotada. comprendía perfectamente la desesperación inicial de la esposa. Georges sufrió con la muerte del chiquillo. Ella bailaba en los brazos de Georges cuando les llegó la noticia. gozaba viendo a su alrededor caras alegres. fue la muerte de un hijo de diez meses. con el lavapiés de los pobres. Georges Dias Nadreau. se cerró definitivamente en su desgracia y se convirtió en un fantasma que iba y venía por la casa. entregada por entero a la Iglesia. entonces. con la del Señor Muerto. dos o tres meses. Nadie podía adivinar su condición de capitán de fragata. se había iniciado varios años antes. a través de un incidente con el comandante Georges. y luego empezaba la hora de las mujeres o del póquer. ¿Cómo el alegre teniente de Marina se había casado con una moza de tan distinto temperamento? Gracinha. Consiguió que lo trasladaran a otra ciudad. ocupaba cierta mesa estratégica. un sueco llamado Johann. Georges. y Vasco lo tomó por un europeo. pero Gracinha continuó apartada de todo lo que no fuera la memoria del hijo y la vida eterna. Tales cosas habían acabado definitivamente para ella. salía en busca de Jerónimo. Pasaba en casa el menos tiempo posible. que le esperaba en Palacio. cuando él la conoció y enamoró en los salones del Club Naval de Río. pero ella lo rechazaba con asco. con su pequeño parque rodeándola. huérfanos y viudas. que encontraba divertidísimas las bromas del muchacho. Georges intentó durante algún tiempo romper la barrera de aquel dolor. del coronel. Su repulsa a los bienes del mundo incluyó al marido. que se volviera hacia Dios. esperando en su misericordia el perdón de sus errores. los cirios y los velos negros. labios abiertos en sonrisas. a disputar a los dados el aperitivo. totalmente feliz en Semana Santa. derrotado. Vestido de paisano. el son fúnebre de la carraca sustituyendo al alegre doblar de las campanas. no siempre aplaudidas por los almirantes. hombre de apellido imposible de escribir ni pronunciar. Georges se quedó boquiabierto. ya de paisano. pero le dio un plazo corto. Vasco. convertido ahora en una especie de capilla votiva. con la Procesión del Encuentro. importador de tabaco y cacao. Deseaba incluso tener un cuarto suyo. La amistad de Vasco con aquellos hombres de tanto prestigio. Durante un rato se entretuvo intentando adivinar su nacionalidad: ¿Italiano. En la mesa de al lado estaba el capitán de Puerto. una danzarina de paso por la ciudad. CON SUS NEGRAS Y MULATAS. a quien adoraba. adorando enfermos y sufridores. se cambiaba de ropa y. se lavó las manos y decidió seguir su vida. suplicándole entre lágrimas que no volviera jamás a buscarla para tan pecaminosos fines. entre vestidos negros y lágrimas sin fin. en quien veía ya un marino y para quien soñaba una gran carrera y éxitos sin cuento. Y MADALENA PONTES MENDES. a cenar juntos. La causa de aquel hastío de la vida. Se creyó responsable de la muerte del hijo. donde vivía. holandés? Si no bastara el cabello trigueño y . en la que había pasado sus primeros años de niñez. con sus ojos azules y su cabello rubio. sin embargo. creyendo así merecer quizás el perdón de Dios y la posibilidad de reencontrar al hijo tras una muerte diariamente solicitada en sus oraciones. por lo menos en lo que se refiere a cualquier contacto físico. se despidió de fiestas y diversiones y se volvió hacia el cielo. o iba directamente a Barris. Ese era su clima: no toleraba melancolías. no tenía nada de melancólica. francés. en la casa heredada del abuelo. separado y aconsejaba a Georges que abandonara los falaces placeres del mundo. donde la esposa era la imagen perfecta de la tristeza y de la devoción. con despacho en la ciudad baja. Salían luego todos a jugar al billar. pero no obtuvo resultado. hablando de retirarla. Vasco lo comprobó en seguida. a charlar un rato o a participar en una juerga. Disponga. Y en la alta sociedad. Al día siguiente Vasco era presentado al coronel. reafirmaba su condición de gringo. de las altas autoridades. Los cuatro realmente lo estimaban. dispuestos a vengar la traición sufrida por el primero y curarle así el dolor de cuernos. Lo que parecía iba a ser una matanza en regla se convirtió en lucha encarnizada: el europeo no era presa fácil. capaces de llevarlo a una agresión contra el capitán de Puerto. con quien Georges había simpatizado. pero la bailarina más vagabunda de cuantas Johann viera exhibiéndose en un tablado. gente de mentalidad estrecha y de apagado brillo. Vasco abandonó su antigua pandilla. secretarios del Gobierno– que aparecían eventualmente en la mesa de póquer. tras el derrotado campeón. y ella abandonó en el cabaret a los victoriosos. se empiriquitaban. Somos amigos. uno de los sujetos le dio unas bofetadas.. amigo de su ayudante. íntimo del jefe de gabinete del Gobernador.. Vasco aceptó la invitación de Georges y se sentó a su mesa. y se lanzó al barullo. Mientras él. El dueño del cabaret. para correr. a los bailes. buenos amigos. Entonces. Apenas veían una. sellando así definitivamente aquella amistad y la entrada de Vasco en la pandilla ilustre. sabedor de la identidad de Georges. por la explosión de sus sentimientos. del comandante del Batallón. de los oficiales superiores. –Un honor para mí. señor de marineros y embarcados. brasileño de sangre mezclada. Cambiaron sus tarjetas y al comerciante se le iluminó el rostro al ver de quién se trataba. La lucha fue reñida. parecía conmovida por la actitud del amante. ¿A qué se debería esa diversidad de gustos? No llegó a encontrar respuesta pues en aquel momento entraron en el cabaret tres individuos de cara adusta y empujaron groseramente su silla al pasar. de partirle la cara al gringo y llevársele la mulata a la fuerza. suerte en el juego. La mulata gritaba. Vasco no se contuvo. entró también en el barullo. continuó mereciendo su intimidad y aparecía de vez en cuando. del capitán de Puerto. La mulata. insoportable por lo visto. capitán de altura Jorge Amado los ojos azul celeste. Vasco Moscoso de Aragón parecía tenerlo todo para sentirse feliz: dinero y consideración social. Johann apareció se unió a ellos. –Vamos a dejar de lado los tratamientos. con el labio partido. ni la más mínima preocupación que lo inquietara. se la llevaron. Pasó a ser invitado a las fiestas de Palacio. a las recepciones. una tempestad en la cama. Acabaron confraternizando con Soraya toda la noche. de piel blanca. se veía en sus andares violentos. con otras dos mujeres. con gritos de amor. Una mujer de primera. a un hotelito distante. hija de un árabe de Sao Paulo. Se abrieron otros salones para él. Y con él los camareros. Georges. cuya historia conocieron luego. tomando por suyos los apuros del desconocido. daba la vida por una rubia. Encontró abusivo que tres tipos se metieran con uno. cortando su risa abierta? . ¿por qué diablo aquella punta de melancolía enturbiando sus ojos francos. frecuentado por el comandante. Vasco era fuerte. Diablo de extranjero engañador. qué placer! Imagínese: creí que era un extranjero. salud. la intención. al lado del Gobernador. el hecho de ir el caballero acompañado de una apetitosa mulata cargada de color. Y él había corrido medio mundo antes de establecerse en Bahía. La hazaña la reconquistó. Lograron así dominar a los intrusos. y acabó con la derrota y expulsión de los agresores. pagaron champán. aplaudiendo a la bailarina. Se perdió Vasco en meditaciones.. no permitió que llamaran a la policía como proponía Vasco. Jerónimo se había hecho muy amigo de Vasco y no lo dejaba ni a sol ni a sombra. mujeres en abundancia. a asistir al desfile del Dos de Julio y del Siete de Septiembre en el palco oficial. capitanes. pero yo soy de Vila Rica. magistrados. Volaban sillas y botellas. Éste no tardó en pedirle un préstamo.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. –Mi padre era francés.. casi sonrosada. Sólo Johann. a quién había ayudado en hora tan difícil: –¡Comandante. siempre encaprichado de Soraya. había crecido cargando fardos y Giovanni le había enseñado las llaves de la lucha capoeira. Eran el amante de la mulata y dos amigos suyos. Traían claramente una intención determinada.. formada por comerciantes de la ciudad baja. al teniente y al doctor Jerónimo. pulso fuerte en el póquer.. diputados. Era cosa curiosa el poderoso atractivo de negras y mulatas sobre los extranjeros. victorioso. y también los demás –mayores. . mujer con sed de amor («basta mirarle la cara para verlo») necesitada de un macho capaz de cabalgarla en los campos de la noche y galopar hasta las fronteras de la aurora. más allá del sueño y la fatiga. Su esperanza de que Vasco se curara se basaba en Dorothy. capaz de eliminar los nublados del rostro de su amigo. y además idiota... –Ésta sí que vale la pena. con más humos que un tren.. –decía el capitán de Puerto al coronel del 19–. Vasco necesitaba resolver de una vez el caso de Dorothy. conocedor de las mujeres. podía afectar a un hombre tan equilibrado. . Es una bruja. hija casadera de un magistrado.. en aquellos labios para el beso... Durante un tiempo creyó que se trataba de mal de amores. Sobre el asunto habló largamente con Carol. capitán de altura Jorge Amado El comandante Georges Nadreau quería ver a su alrededor caras alegres. Vasco recientemente había demostrado interés por una señorita de buena familia que le presentaron en una fiesta de Palacio.. pero esa esmirriada. Georges se alarmó: ¿Cómo una doncella cargada de soberbia y aburrida.Comandante Vasco Moscoso de Aragón.. herida que cicatriza con el tiempo. mujer insoportable que atendía por Madalena Pontes Mendes. con un nuevo amor: Dorothy. En la precipitada opinión de Georges. hasta quitarle la alegría de vivir? Un absurdo. en aquellos ojos de llamarada. pero de absurdos está tejido el universo. –Esa Madalena me da náuseas. tiesa como un palo y con una cara como quien huele mierda en todas partes. Decidió investigar la causa secreta de aquella pena inexplicable y descubrir al mismo tiempo el remedio adecuado. cada vez se convencía más. por ejemplo. jamás cerró los ojos para imaginársela desnuda. charla viene. triste. Porque su tristeza tenía como causa única y exclusiva el no poseer un título para poder exhibirlo ante su nombre. evidentemente. tan amigo de su abuelo con quien incluso se escribía. o un marqués. y la enfatuada fisgona le tiraba al rostro su condición de «cualquiera». Y se lanzó a cortejar a los padres y rondar a la hija. Sin hablar del horror de tener que soportar a un cerdo como Roberto. Pero no miedo físico. pero sí la familia. Ni siquiera llegó a constituirse en candidato: se atascó. tragó saliva. una idea pasajera. No se trataba. Esto era para ella definitivo. que olía a bacalao y a carne seca. o a la madre. con cursos de Facultad. magistrado y asmático. en aquella cerrada cúpula social. un amargo sinsabor. aunque. abatido: no era su igual. y más tiempo y respeto dedicaba al padre. incapaz de enfrentarse con otro hombre. Madalena le reveló su única exigencia a quien quisiera cargar con sus huesos hasta el altar: un título o un despacho. casa propia. ¿Por qué no se lanzaba de una vez a la con quista de Dorothy.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. apretándola contra él. No se refería a títulos nobiliarios. Calculador sin experiencia había puesto los ojos en Madalena Pontes Mendes. champán. capitán de altura Jorge Amado SOBRE LA REALIDAD Y EL SUEÑO. Se la imaginaba desnuda. Había sacado a bailar a Madalena. no temía Vasco a aquel saco de grasa. por ella latía. los senos tensos. Creció su tristeza. la elegancia de aquellas excelentísimas señoras. Por Dorothy suspiraba Vasco. no le importaba demasiado el dinero. Era otra forma de miedo. la proximidad del Gobernador. de un «señor Perengano». paseos juergas. un poco arruinada por la abolición. ligada sólo a Roberto por el dinero que de él recibía? Mucho más dinero podía darle Vasco y otro confort. . un hombre capaz de pegar a una mujer es siempre un cobarde. los muslos firmes. Pero si es verdad que eso le pasó por la cabeza. no iba a acabar siendo la humillada esposa de un simple «señor» Fulano de Tal. si es que lo tuvo. uno de aquellos «señor» Fulano de quien hablaba con un soberano des precio. el vientre aterciopelado. equivocó el paso. Ante ellos se quedaba humilde. y. Jamás había podido Vasco vencer la distancia que lo separaba de un doctor. miedo de Roberto. amigo del doctor Jerónimo que mandaba la policía. fiestas. charla va. descendiente de barones. que tan miserablemente había traicionado al pobre emperador. universitarios. En un vals fatal tuvo la desilusión. Cualquier proyecto de casamiento. con un barón en la familia materna y cartas de Pedro II en el archivo del abuelo paterno. Se refería a títulos republicanos. el nombre. nieta de un barón. por la noche. Vasco perdió pie. anillo de graduado. y siguió arrastrándose silencioso hasta los últimos acordes. A PROPÓSITO DE TÍTULOS Y DESPACHOS Sí. ella. con soldados y marineros a su disposición si lo quisiera? Bastaba sólo pedirlo al coronel y al comandante. un conde. de mal de amor. le vino a la mente como un plan capaz de introducirlo por completo en aquella estricta sociedad bahiana. siempre metiéndolo los hocicos en el pescuezo. hablaron del noviazgo y casamiento de otra muchacha. No se iba a casar con un cualquiera. vida alegre. su corazón. ni de pasión no correspondida. Había pensado en una boda ilustre que ligara su nombre honrado y plebeyo. sin embargo. nacida del respeto del comerciante hacia el doctor. hija de un magistrado. algo tenía que ver Madalena Pontes Mendes y su torcida nariz orgullosa con la pena secreta de Vasco Moscoso de Aragón. se quedó pálido. como creía el comandante Nadreau. cargada de blasones y de títulos. de un «señor» Mengano. Si el comerciante había alimentado alguna intención matrimonial con relación a la áspera doncella. con mucho orgullo pero la hacienda al garete. o un barón sería el ideal. ¿Por qué no la arrancaba entonces de brazos de Roberto? ¿Miedo? Sí. con un apellido altisonante de aquella nobleza local perfumada con la sangre reciente de los esclavos. que a su engreída hija. ¿Y quién se iba a atrever a enfrentarse con Vasco Moscoso de Aragón. ni de cuernos. trastornada por el súbito cambio de ambiente. título de doctor o despacho de oficial del Ejército o la Marina. Fue lodo vago y fugaz. diploma de médico. jamás latió su corazón descompasadamente al verla esmirriada y pretenciosa. con las luces de Palacio. docto legislador. Había llevado la conversación a aquel tema con la intención de insinuarse. las nalgas redondas. no llegó siquiera a concretar la idea en un propósito definido. ahora difícil con la República. revolcándola en la cama. tesis aprobada. Quería ser la señora del doctor o del capitán o comandante. pagándolo todo de su bolsillo. con un título pontificio. Ese Magalhaes había construido. un Magalhaes. de quien no guardaba memorias que valiera la pena evocar. ¡cuántas veces pensaba en el asunto. tras las sílabas sonoras de los títulos proclamados le llegaba la vez: –El «señor» Moscoso de Aragón. socio de una gran firma comparada con la cual Moscoso & Cía. que el título «coronel» había pasado a ser sinónimo de «rico hacendado». se situaban por encima del resto de los mortales.. a barrer el almacén. cargar fardos. ni se les permitía el uso del uniforme. con todo en su mano para ser feliz. Vasco sentía a cada momento su inferioridad. eran seres superiores.. Cuando una nueva mujer era descubierta e incorporada al grupo.. ¿De qué servía. No era verdad. No bastaba el dinero. la amistad de figuras importantes. Apartaba de su mente el recuerdo del abuelo. Dejaba que la imaginación cabalgara suelta y libre. con el pueblo llano. como un mote. Le faltaba un título que sustituyera a aquel simple y humillante «señor». entrar en una Facultad. una iglesia. ya no se les rendían honras militares. teniente coronel. Llegó a proyectar la compra de un despacho de Guardia Nacional. aunque fuera de dentista o farmacéutico. el punto fuerte de Vasco Moscoso de Aragón. Había tantos despachos por el Sertón adelante. era preciso también haber prestado relevantes servicios a la Iglesia. Ltda. y con todo eso sólo había logrado un título de Comendador. nombre desconocido en el Palacio Episcopal.. que lo confundía con la masa. había enviado al Papa un Cristo de oro. se sentía rojo de vergüenza.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Además. gozando del placer de anteponer a su nombre codiciados e imposibles títulos. sustentaba curas y cofradías. ceporro de mentalidad estrecha para quien sólo el dinero existía. bajaba la cabeza. . «Señor» Vasco. la fiesta había perdido para él todo placer: le habían estropeado el día. porque soñar es libre. Lo humillaba hasta lo más hondo del alma. anónimo y vulgar. había ido a Roma. A lo largo de todo el día seguía oyendo la odiada partícula. «comandante». En la cama. ensombrecido su rostro bonachón! ¡Qué no daría él por un título. doliéndole como una bofetada. hundido en sus cavilaciones. un hombre del comercio de nuestra ciudad. pero no pasó de fantasía. Medicina o Derecho. era una alpargatería. Vasco renegaba de la memoria de su abuelo. seguro. había empleado doscientos contos de reís para obtener el condado. los hombres con título o despacho formaban casta aparte.. consuelo de un momento que venía a chocar con la dura realidad. en lugar de meterlo desde niño en el sobraden de la Ladeira da Montanha. En el silencio de su apartamento de soltero. Un título de conde vaticano costaba un dineral absurdo y quedaba enteramente fuera de sus posibilidades: ni toda su. ¿Por qué. ¡Qué le importaba todo el dinero de que podía disponer. aquella expresión que tanto inquietaba a sus amigos. no le hizo estudiar el Bachillerato. considerándolo un privilegiado de la vida. perdiendo su colorido marcial. «doctor». con los Don Nadie de la ciudad. Cuando entraba en la Pensión Montecarlo y Carol lo saludaba con ternura: «seu Aragaozinho».. la dignidad de las armas. llevar recados. ni siquiera el saludo a aquellos coroneles. Usted es.. «teniente». En Salvador sólo había un noble pontificio. tras haber llamado a los otros «coronel». demostrar un fervor religioso y una intimidad con los claustros que no eran. Cuando en el palco gubernamental eran presentados por el Gobernador del Estado a una personalidad y. juerguista de pocas misas y escasas relaciones eclesiásticas. por ejemplo. en la mesa de un cabaret o en la sala clandestina de un burdel de tapadillo y al informarse de la condición de los demás preguntaba por su título o quería adivinarlo: –A ver si acierto. elevándolo así en la escala social? Nada de eso: el viejo Moscoso sólo pensaba en el negocio. Para Vasco. uno de aquellos documentos vendidos a millares en los primeros días de la República a los hacendados del interior por un puñado de billetes. si no era realmente uno de ellos.. evidentemente. completamente feliz. en preparar al nieto para que un día pudiera sustituirlo. era feliz durante unos momentos. capitán de altura Jorge Amado Esa era la causa de aquella expresión melancólica que coartaba su alegría. si había algo que los separaba estableciendo entre ellos una distancia! Había quien envidiaba a Vasco. pues? Hasta sería ridículo. pero que le permitiera poner un «doctor» ante su nombre. la simpatía que tantos le mostraban.. tras las juergas nocturnas. Había soñado. a veces con una cansada y satisfecha mujer roncando a su lado. fortuna bastaría para pagarlo. elogios sin fin: «¡Qué talento! ¡Qué elocuencia! ¡Arrancaría lágrimas de un corazón de piedra! ¡No hay jurado que resista!» Tras la absolución del asesino. célebre como el de los mayores abogados del país. en medio de la llanura reseca. La llamada dramática de Jerónimo a su amistad y competencia. obra inmortal. formado en los hospitales de París y Viena. cualquier cosa definitivamente mortal e incurable. la alarma pública. manos firmes y delicadas. El desfile del Siete de Septiembre se transforma en embarque de tropas hacia el Sur. jamás intentada en Bahía. deliciosamente bella. en el momento de la defensa. un tipejo engreído con el hocico siempre en alto. la inocencia de los hijos. qué parte de la barriga gubernamental iba a abrir o a coser. los ojos feroces. y la frívola coronándolo. su pericia. Venía Dorothy..Comandante Vasco Moscoso de Aragón. exhibiendo su voz de mando. se veía en el Tribunal. que trataba con displicencia al comerciante Aragón. El honor de conducir la primera locomotora. Y. con la fulgente espada enarbolada. de políticos. la oposición frotándose las manos a la expectativa. el sudor mojándole la frente pensativa. impotente ante el destino. sonaban estentóreos los aplausos y vítores. ¿un qué?. su porte marcial. de Jerónimo. al frente de una masa de trabajadores. Así sí quedaba bien. Los estudiantes no podían contenerse. las condecoraciones que le cubrían el pecho. majestuoso. la máscara de tela cubriéndole el rostro en la sala de operaciones: era el doctor Vasco Moscoso de Aragón. cuál era la víscera o el órgano afectado. Un célebre profesor de la Facultad se había negado. Le gustaba la frase. y. las muchachas arrojando rosas a su paso. abriéndole la barriga al Gobernador ante la mirada inquieta y ansiosa de los parientes. El pueblo entero de la ciudad reunido en las calles. buscaba con la mirada al famoso ingeniero. su prosapia. de la gloria y de la muerte. Extraía de la ilustre barriga un. uno de los mayores del mundo. abogado». hombre bueno y trabajador. y los ejércitos argentinos invadían a traición las fronteras de Río Grande. estudiantes y enfermeras. cerrando el camino al progreso y a los raíles.. cerrando. Y aquella montaña. y le tendía los dedos en un saludo formulario y distante. una sonrisa en los labios del médico. a felicitarlo. el desánimo y la fatiga. el ambiente tenso de la sala de operaciones. se veía en mangas de camisa con guantes de goma.. amantísimo padre de familia. se emocionaba él mismo. Venía pues Dorothy.. Ahora se pasaba al campo de la Ingeniería: el doctor Vasco Moscoso de Aragón. la amenaza de muerte si la operación no se intentaba de inmediato. un poco forzada en el paisaje árido y llano. médico ilustre. y surgía entre él y la inesperada esposa del Secretario un tímido flechazo. su sangre fría y su ciencia acumuladas. citado en los manuales de Geografía. la vida política en momentos de tensión.. surcando el desierto inhóspito con los raíles del ferrocarril que había de llevar el progreso a aquellas apartadas regiones. amigo de Jerónimo y del teniente Lidio Marinho. con estudios especializados y práctica en Alemania. arrastraba el nombre honrado del marido al lecho de la traición... la vida del Gobernador a salvo. sin tener en cuenta el amor del marido. citado en las conversaciones. Bajo el sol ardiente. ingeniero civil. Un hombre salvado de la cárcel. el decoro del hogar. Y la vida del Gobernador en peligro. cumplidor de sus deberes.. los obstáculos ante él.. los negocios del Estado abandonados. El túnel. loco por su esposa. Su nombre. cirujano (no admitía otra especialidad) famoso. las mujeres llorosas abrazando a los soldados. alarmados ante aquella inmensa responsabilidad. al hombre que había vencido al desierto. Pero una operación de aquellas (Vasco no sabía exactamente de qué estaba operándole. su calma. en corporación. y la frívola. el coronel Vasco Moscoso de Aragón era la imagen viva de la guerra y . capitán de altura Jorge Amado «Doctor Vasco Moscoso de Aragón. revestida de flores. Llegaba el día de la inauguración: el maquinista le cedía su puesto. contando con voz trémula la historia del reo. mientras rompía la botella de champán inaugural contra los hierros de la locomotora. súbitamente convertida en esposa del antipático Secretario de Caminos y Canales. El coronel Vasco Moscoso de Aragón. no era esta una expresión digna de los tribunales. La súbita enfermedad. pero todo esto eran detalles secundarios). víctima en vez de criminal.. desfilaba al frente de sus tropas. una piedra enorme (había oído hablar de piedras en los riñones). llenaba de temor a los médicos. correspondía al gran ingeniero. a las montañas. No había podido evitarse la guerra. el dedo en ristre apuntando al fiscal en respuesta fulminante o. al río. en su caballo. No. los maestros de la Facultad venían. de Caballería –que era más digno y romántico–. esposo abnegado. sus juramentos de fidelidad ante el sacerdote. poniéndole los cuernos. con toga y muceta. por el camino del deber. el almirante daba órdenes: «¡Todos a sus puestos! ¡Todos dispuestos a morir por el Brasil!» La frase quedaba un poco pesimista. bombardeaba Buenos Aires. ¡Ya le había fastidiado toda su gloria! Se acabaron los sueños. Era mejor modificarla: «¡Todos a sus puestos! ¡Todos prontos a dar la vida por la victoria del Brasil!» Así quedaba mejor. hasta morir gloriosamente al fin de la guerra. Abría los ojos somnolientos. el comandante Vasco Moscoso de Aragón. Había tenido suerte de que la eligiera la noche anterior. La voz de la mujer arrancaba al comandante Vasco Moscoso de Aragón de la torre de su navío. sobre todo naval. Tendía los brazos con voz blanda de sueño. reconocía el cuarto y el lecho. Rápida sería su carrera en los campos de batalla. a los buques porteños. Su voz firme ordenaba: «¡Fuego!» y los cañones escupían muerte sobre la orgullosa ciudad. Su nombre se transformaba en leyenda. . él solo. y. el más joven almirante de la Marina de Guerra (había empezado la guerra como capitán de corbeta) rompía la barrera establecida por la flota argentina. aquella que es su último y definitivo bien.. el navío mandado por el almirante Vasco Moscoso de Aragón. En el puente de mando. remilgosa: –Seu Aragaozinho. y los niños lo aprendían en la escuela. la que jamás puede ser domada.. poniendo fin a la guerra. de ascenso en ascenso. destrozaba las defensas de la ciudad. en el puente de su navío. en rápidas maniobras jamás vistas de tan intrépidas. oprimida o arrebatada. el pecho roto pero inflexible la voluntad que lo llevaba hasta el Palacio del Gobierno. se acercaba a la ciudad conquistada. apoyado en un cañón. una bala perdida le hería en pleno pecho. Pero como aquella guerra era a un tiempo terrestre y naval. capitán de altura Jorge Amado de la victoria. si había suerte quizás incluso se enamoriscara de ella. y entraba en el puerto a bordo de su crucero con la bandera de la joven República del Brasil ondeando en la misma popa. al entrar en Buenos Aires entre el fuego y la metralla. Echaba a pique. reducía a silencio la artillería de los fuertes de la ciudad enemiga. Destruía los fuertes. hasta llegar a general en pocos meses y escasas batallas. Pero ni siquiera así caía del caballo: se inclinaba en la silla de montar. de hazaña en hazaña. La mujer se removía en la cama.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. tenía que quedar bien con él. y entre la espesa humareda y la claridad relampagueante de los incendios. más vibrante. esos sueños que son la libertad del hombre. encontró inmediatamente un destino (de esos maravillosos donde no se da golpe) y siguió hablando mal de la humanidad en la calle de Chile. Un amigo me había dicho que el truco de la enfermedad de la vista cuela siempre: los médicos. con lo que le dieron sin pestañear licencia para un tratamiento de salud. y en licencia sigue hasta hoy. a no ser que asuman el gobierno. en la calle Chile. locura rematada. Sólo pasé cuando descubrí casualmente que uno de los médicos era sobrino de un compadre mío. mientras la versión de Chico Pacheco no quede probada por entero. pené como perro sin amo para obtener un permiso de seis meses en la oficina. Pues bien. ¿de dónde sacaría si no valor para tales afirmaciones? Discutir con un doctor es idiotez. ese analfabeto es bachiller en Derecho. y. año tras año. Pude así dedicarme. simple formalismo. basándome en la más directa experiencia. vale la pena que lo hagan. de ello. armado con él. que los males de Brasil tenían su raíz en los bachilleres. a costa del Estado. Me dio seis meses. pues un historiador no puede ser precipitado): la causa de su melancolía me parece justísima. de cuyas maledicencias defendí en buena hora al eminente doctor Alberto Siqueira. Hasta derecho a prisión en el cuarto de banderas. el ya mencionado amigo de Telémaco Dorea. Recuerdo haber leído en una revista un artículo repleto de argumentos donde se probaba. soy capaz de jurar que el autor del artículo es doctor en algo u oficial en activo. y renovó. destinada a tener tan graves consecuencias en Periperi) para afirmar solemnemente. Por otra parte. gordo y sano. la importancia de ser doctor. el nombre del que era vicepresidente durante el mandato de Prudente de Morais. debió de pasar por muchas humillaciones y molestias por la sola carencia de un doctor o un coronel ante el nombre. o de Hermes da Fonseca? Dudo que alguien lo sepa. obtuvo el título. Por eso doy entera razón al comandante (le mantendré el título. lo digo sin falsa modestia. obtuvo aceptación y aprecio. con todo lujo de detalles. No llegaba a una hora diaria el tiempo que dedicaba a sus obligaciones al servicio del Estado. un infeliz sin ningún título académico que exhibir. y el farsante me encontró unas cataratas graves que me amenazaban de ceguera. Lo escribí para llenar un hueco y subsanar una injusticia: mucho se escribe sobre los presidentes de la República. quedan en el olvido. y. con lo que. conmovidos. Para los primeros todo son privilegios y regalías. una especie de doctor de segunda. Durante los años de Facultad anduvo arrastrado por las zonas del más bajo puterío y criticando vidas ajenas en la puerta de la Librería Civilizaçao. por no tener carrera universitaria. capitán de altura LIBRO Jorge Amado DONDE APARECE OTRA VEZ EL ESTÚPIDO DEL NARRADOR TRATANDO DE COLOCARNOS UN Permítanme que interrumpa la narración de las aventuras del comandante (según la versión de Chico Pacheco. pero aun así con ciertas ventajas. Pues iba dado: si a él no le miraron los ojos fue en consideración a su diploma de dentista. Es posible. y otra. manchando con su presencia el paisaje de Periperi. No sé si conocerán ustedes este trabajo. Mientras tanto. Aunque rico y bien relacionado. nada perdieron los venerados maestros. Aún hoy. cuando tanto han cambiado los tiempos. dicho sea de paso. Ahora la diferencia: sólo porque no tengo título de doctor. también yo pienso así. . Me busqué una recomendación. pero aun así le parecía demasiado tiempo e insinuó una infiltración en el pulmón izquierdo. Basta eso para demostrar la oportunidad de mi libro. muy distinta. firman los papeles sin discusión ni examen. una cosa es un doctor o un oficial. haciendo los mayores elogios de mi vista y diciendo que nunca habían encontrado ojos tan perfectos. por ejemplo. que esa cuestión de títulos y despachos no es realmente ninguna broma. como Otoniel Mendonça. el caso de este libro viene a probar una vez más. pues. Los médicos se portaron con una intransigencia increíble. Los vicepresidentes sin embargo. para los demás la dura ley. sobre todo cuando están en el poder. la prueba soy yo mismo.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Ahora bien. repitiendo exámenes. a trancas y barrancas. pero no discuto porque soy respetuoso con la libertad de opinión. Los profesores apenas le vieron el hocico. Hay hoy día quien se burla de los doctores y hace chistes a costa de los abogados diciendo que un diploma en la pared no prueba competencia profesional. ni siquiera una de esas carreras hechas Dios sabe cómo por malandrines jamás vistos en las aulas. Si no lo leyeron. elogios a granel. ¿Quién recuerda. a la realización de mi obra sobre Los vicepresidentes de la República. obras realizadas y los hechos considerables de todos los vicepresidentes. ¿Y por qué le dieron el premio. donde debían imprimir los volúmenes –el mío y el premiado– les hizo una jugada a los vejestorios del Instituto: jamás mandó los originales al taller. y hasta algunos nietos son citados. Él me miró bajo los lentes y me contestó: –¿Quién es usted para venir aquí hablando de injusticias? ¿No conoce al doctor Epaminondas Torres? ¿No sabe que es uno de nuestros abogados más ilustres? ¿Qué títulos posee usted? ¿Se dan cuenta? Mi error fue presentarme a un premio al que optaba un titulado. Pues bien. aludió a Los vicepresidentes de la República. noventa y dos páginas de «útiles informaciones» como escribió hablando de él el erudito autor de Historia de Bahía. lo que me inclina a suponer que hubo en todo este asunto muchas marranadas.» Si transcribo aquí el texto original de la honrosa carta del ínclito bahiano. Hice obra de valía. colegios y facultades que frecuentó. . no volví a tener noticia ni de la Orden ni de mi candidatura. en Recife. con tan flagrante injusticia? Lo sabrán ahora mismo. capitán de altura Jorge Amado Me animó igualmente a la ardua empresa el concurso convocado por el benemérito Instituto Histórico y Geográfico para monografías históricas. seguro de sacarlo. repertorio de útiles informaciones. ese periodista de mala entraña intentó aplastarme con una crónica en A Tarde. Proponía incluso. seguro que se habrían deshecho en elogios. Pero el director de la Imprenta Oficial. fechas y lugares de nacimiento y muerte. pero salió un volumen precioso. Si tuviera yo un título de doctor. filiación. ¿Qué títulos poseía yo? Ninguno. Meses después dejó el cargo y el nuevo director no quiso ni oír hablar del asunto. descubrieron que no soy doctor y sabotearon mi ingreso. el doctor Sergio Buarque de Holanda. fundada en la Iglesia de San Pedro dos Clérigos.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. la mitad exacta de mi libro. el doctor Epaminondas Torres. Desgraciadamente. seguro que habría sido más amable y cordial. perdonen la inmodestia. impreso en Gráficas Zitelmann Oliva. y me lancé a mi estudio sobre los vicepresidentes. que me cobró un precio brutal. por destacadas figuras de nuestra intelectualidad. Para lograrlos conseguí tiempo gracias a la catarata y al compadre. Me las vi negras para pagarlas. por culpa del polvo de la Biblioteca del Estado. sin embargo. Seguro que iniciaron una información sobre mi persona. lo edité por mi cuenta. ya que me habían birlado el premio. En cuanto a Los vicepresidentes de la República. Laureles honrosos. en un lenguaje un tanto esotérico y confuso como debe ser el lenguaje de un buen historiador. citándolo como uno de los libros de cabecera de aquella docta institución. en un artículo referente a cierta Benemérita y Venerable Orden del Hipopótamo Azul. En Estado de Sao Paulo. opté al premio. «volumen –añadía– que es un gozo. Me contestaron con muy buenas palabras. en cuyos cuadros le parecía indispensable que figurase mi oscuro nombre. En vez de hacerme trizas. Así jamás fue publicado el trabajo del doctor Epaminondas Torres. doctor Luiz Henrique Dias Tavares: «Querido colega. con un modesto premio en metálico e impresión del trabajo seleccionado a expensas del Instituto. Esos críticos apresurados deberían haberse informado de la referencia hecha a mi trabajo por un historiador eminente de Sao Paulo. Escondido bajo el seudónimo de Rubiao Braz. Él y toda la crítica. en su evidente entusiasmo por la obra. pero me dio facilidades mediante letras que le firmé. Me dio un trabajo de miedo y un catarro invencible. desconocía incluso su existencia y gloria. y tuve la decepción de que lo dieran al otro rival. De la Orden sólo sé lo que sobre ella escribió el doctor Holanda. Cordialmente. que presentó trabajo sobre La Sabinada. una verdadera delicia». que se trataba de una institución de elevados méritos y objetivos. Conseguí sacar en claro. Hasta en número de páginas a máquina era inferior su monografía: cuarenta magras holandesas. mi candidatura para la Venerable Orden. Me tragué el insulto e intenté lograr del Instituto al menos la impresión de la obra. donde el interesado podrá encontrar el nombre completo. acuso y agradezco recibo de su libro Los vicepresidentes de la República. a quien ni siquiera mandé el volumen porque. porque los nobles historiadores debían de andar con remordimientos de conciencia. de manera que no puede establecerse comparación con el mío. lo confieso. es para que la lea el currinche de Wilson Lins. Ofendido en mi honor fui al Instituto y discutí con el señor secretario. cargos ejercidos. tan generosamente lanzada por el doctor Sergio Buarque de Holanda. Luiz Henrique. No olvidé ni siquiera a las esposas e hijos. a no ser algunos sonetos publicados en rincones de las páginas últimas de periódicos y revistas. capaces de tentarme. fue escrito por un especialista para incrementar la venta de los «Supositorios del Ano Jovial». la canora pajarita cuyo gorjear constante alegra las monótonas existencias del Meritísimo y de este humilde servidor. No hace mucho me presentaron en la capital a un muchacho. del consumo y del progreso del país. la última instancia de la poesía: el anuncio. en la ciencia del amor. le da importancia.. Castro Alves y Drumond de Andrade. mía y del juez. capitán de altura Jorge Amado Palabras de cordial alabanza. mereció también el libro a nuestro ilustre jubilado el doctor Alberto Siqueira. Un título recomienda a un nombre. Me indicó dos o tres insignificantes errores gramaticales. En la opinión autorizada y categórica del doctor en publicidad. entre besos. que hasta las personas más simples sienten agudamente la trascendencia del problema. otro allá. que soy doctora» ¿Lo están viendo? ¿Tengo razón o no? Doctora de la aguja y las tijeras. . «Con respeto. sería doctor en relaciones públicas. en peinado y corte de pelo. Homero y Goethe. Pero así y todo lo vendí. en administración o en publicidad. Dondoca. a pesar de la mala voluntad de las librerías –me falta el prestigio que da un título– que no lo expusieron debidamente en sus escaparates y lo dejaron pudrir en las estanterías. Aún hace unos días. Un poema sublime por su inspiración. con título y beca. Había ido guardando en secreto sus estudios para darme una sorpresa. y ganaba ciento veinte mil cruzeiros al mes. el reclamo comercial. –¿Graduarte tú. Dante y Byron. según me aseguró y demostró. Los deslices los subsanaré en una próxima segunda edición. mis gustos. pero afirmó que tales deslices no pasaban de ser detalle sin importancia en obra tan meritoria y patriótica.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. por su perfecta forma. pues nuestra galante Dondoca (nuestra: es decir. ¡Dios Santo! Formado en Sao Paulo y Nueva York. a través de la ciencia y arte de la publicidad. le abre puertas y brazos. la que está en la base de la producción. tonto. «Doctor en publicidad». La forma más alta de literatura y arte. Lo fui colocando entre amigos y conocidos: uno aquí. Y a fe que me la dio de las mayores. Y a ver si ahora que soy doctora me tratas con respeto. generosísimas. profesora emérita. Todo eso prueba de sobra que no faltan motivos para las melancolías y preocupaciones del comandante Vasco Moscoso de Aragón. fuerza a una mayor consideración. el comandante podría ser doctor en publicidad hasta por correspondencia. La más noble de las actuales profesiones. son insignificancias ante un joven bardo publicitario. Si fuera hoy. nuestra dulce Dondoca. En cuatro o seis meses. variando el precio de acuerdo con las posibilidades del comprador. su próxima y solemne graduación. el supersummum de la genialidad poética. la maravilla del siglo. pues agoté prácticamente los quinientos ejemplares de la primera. magister inter pares. me dijo condescendiente. la obra maestra. mis compras. Y hasta tal punto es esto verdad. entendámonos) apenas sabe firmar y cuenta con sus deditos largos y hermosos.. toallas de plástico. Me convenció de que es él quien dirige mi vida. especializado en poemas sobre detergentes. baterías de cocina. por la fuerza de la emoción transmitida: la musa moderna había aumentado en un 178 % la venta de los beneméritos supositorios. pagando en calderilla. frigoríficos. en Plataforma. Hoy no tendría problema Vasco Moscoso de Aragón. no satisfecha de ser doctora. el más alto poema de nuestra época. estrella de la noche de mi vida? ¿Y en qué? ¿A qué Facultad fuiste? –Me graduaré en la Escuela de Corte y Confección de doña Ermelinda. pastas dentífricas. me comunicó. buen conversador y satisfecho de sí como no vi otro. arrancándolo del lecho de Dorothy. afirmaba el comandante Georges. y aún sentía su frío en el corazón. Al mismo tiempo. en una juerga que quedará inscrita para siempre en la historia de los cabarets y burdeles de Salvador. representado en el complot por el jefe de Gabinete y el ayudante de órdenes del Gobernador. a la influencia de la cultura y civilización de la Francia eterna sobre los hábitos brasileños. incluida madame Lulú. El mando de la compleja operación lo detentó Carol. todo el mujerío de la Sabina a la Pensión Montecarlo. Entre ellas destacaba. Vasco Moscoso de Aragón tomaba en sus brazos. misteriosas rusas y una egipcia. la famosa madame Lulú. la batalla y la victoria. las uvas españolas. hacendado de la banda de Amargosa. Cualquier elogio a la competencia de madame Lulú y a la Casa de Sabina resulta superfluo tras este testimonio. supremo homenaje. una fortuna en aquellos tiempos. Otras eran la sed y el hambre antiguas y exigentes que los devoraban. fortaleza defendida de la pública curiosidad por ventanas cerradas a cal y canto. Mientras los amigos celebraban así el éxito del rapto. como novio ansioso en noche nupcial. conocidos o personas recomendadas. sin embargo. pero «fue barato. el frágil cuerpo de Dorothy. pensando que iba a pasar sólo dos días en la capital. como nadie en Bahía. armados hasta los dientes. cubierto el rostro. se contaba que había venido expresamente a Bahía para tener un tête à tête con tan solicitada y competente cortesana. El proyecto consistía en transportar. hotel. Celebraron el éxito con champán. en una casita distante. profiriendo amenazas y juramentos. con más de treinta años de práctica. bondadosa y conforme. No pudieron. con escalas en Argentina y Uruguay. Con cierta dificultad consiguieron los amigos disuadir al comandante de sus planes bélicos. pero otras habían anclado en el seno acogedor de Sabina tras larga carrera iniciada en Europa. El capitán de Puerto proponía nada más y nada menos que la invasión por los voluntarios y victoriosos raptores de Dorothy de la Casa de Sabina. tan celebrada y con tan dilatada fama que tenía una cola permanente de parroquianos a la espera y por rápidamente que trabajase siempre quedaban algunos para el día siguiente. el éxito completo con que fue coronada se debe sin duda a Carol. alemanas. Pues bien. comida y otros gastos. Carol merecía eso y mucho más. las manzanas y peras. abandonando sin tocarlos el pollo tierno. entregando aquella población trabajadora y extranjera a Carol. y ninguno de los grandes estrategas de la Historia la superó en perfecta organización o exacto conocimiento del terreno. impedir que le lavara los pies a Carol con champán. y el comandante Georges. circundada por los vientos del océano. ante el magnífico resultado del rapto de Dorothy. pensión de mujerío especializada en extranjeras. De un coronel del interior. iluminada por la luna llena especialmente dispuesta por el romántico teniente Lidio Marinho. sed de besos y caricias. tras el abordaje. según declaró al embarcar de vuelta. minucioso estudio de detalles y sigilosa empresa. francesas. el jamón inglés. invadían la Pensión Montecarlo a plena luz. en los confines de Amaralina. la Casa de Sabina. . en pasajes. polacas. oyendo el rumor de las olas contra los acantilados y aspirando el excitante olor a algas y sal marina. indiscutiblemente francesa. en su mecedora. cerrado a siete llaves en la casa paterna de Nazaré. el doctor Roberto Veiga Lima buscaba explicación a aquel terrible misterio: hombres embozados en máscaras negras. Si bien es verdad que la idea de la hazaña partió del comandante Georges. Vio la muerte aquel día. tan comprometido estaba el tiempo de esta insigne parisiense que contribuyó. Algunas habían nacido en la amplitud del Brasil. alzando la copa para brindar por las cualidades de carácter y corazón de la serena anfitriona que sonreía.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. CON UN MAGISTRADO EN CALZONCILLOS El rapto de Dorothy fue planeado por las Fuerzas Armadas: el coronel Pedro de Alencar y el comandante Georges Dias Nadreau. tuvo que demorarse allá una semana. aún temblando. alquilada varios días antes. Existía en el número 96 de la Ladeira de Montanha. quiso ampliar el esquema aprovechando la experiencia y el entusiasmo para revivir aquella noche el Rapto de las Sabinas. Invirtió el hacendado una semana y casi un contó de reís. de vivir y morir el uno en brazos del otro. capitán de altura Jorge Amado DEL RAPTO DE DOROTHY. y cuya puerta apenas se entreabría para clientes. tras apenas humedecer los labios en champán. no por sus dotes de belleza pero sí por sus exquisitos conocimientos del métier. el lomo frío. valía otra semana y otro puñado de billetes». para que la explotase como botín de guerra. hambre que no se aplacaba con pan y vino. hambre de entrega y posesión. amigos. con la activa colaboración del Estado. pero exigía chiquillas jovencitas. jamás salía. Mimí saltó de la cama.. a las tres en punto. desatándose las botas para atacar luego los nudos de los calzoncillos. Carol amordazada. Otro. como Mimí. Se oía su respiración jadeante en la escalera cuando el cucú de la sala empezaba a dar la hora. En la sala... vengativos labriegos llegados de Feira de Sant’Ana para lavar con sangre la honra de la moza.. También una de las pupilas–la picara Mimí. Cuando sostenía a una mujer. el descarnado pecho desnudo. avanzada ya la madrugada.! Qué van a decir cuando se enteren. ella se lo dirá. de compras. capitán de altura Jorge Amado Todo ocurrió a la hora quieta de la media tarde.. .. el enmascarado se volvió hacia Mimí y el aterrorizado magistrado: –¡Los dos ahí! Y ni un movimiento. Aquel día Carol se quedó en la pensión. Apenas se había encerrado el magistrado en el cuarto.. el otro descalzo. Un grito desesperado resonó en la sala: era Carol que pedía socorro. tenía que ser así: rienda corta y todo el tiempo para él. Con la sangre del seductor. Por amor de Dios. Dios santo. y ordenó a Mimí: –Venga aquí. En la silla. se acostaba con Dorothy. suplicante: –¡No me maten. prohibido cualquier paseo o diversión a no ser en compañía de Roberto. jueves no. déjenme marchar. la barriga floja: súbitos cólicos incontrolables. cuando aún estaba a medio desnudarse. el sudor empapándole el cabello.. más o menos de la edad de su nieta... era experto en nudos. –lloriqueó el viejo–. Mientras seguía apuntando al pecho de Carol. –No hice nada. Las mujeres andaban por las calles... Cuando la encontré ya habían pasado otros. la propia Carol muchas veces aprovechaba aquel intervalo para ir a los Bancos o a visitar a sus inquilinos.. invariable y preciso.Comandante Vasco Moscoso de Aragón.. el bandido comenzó a acariciar sus carnes desnudas. Pagaba bien el magistrado. La voz le resultaba vagamente familiar... el magistrado la acompañó sin darse cuenta. vejestorio de setenta años que llegaba. jueves sí. arma en mano. Por la puerta del cuarto de Dorothy llegaba la voz de Roberto. no tenga miedo.. donde aún vivía. en el cine por ser jueves. cuando la pensión se llenaba de paz y silencio.. Intentaba explicarles que la había encontrado ya perdida. Los camareros no llegaron hasta las cinco. un pie calzado. Por amor de Dios.. Se aproximó. Los bandidos. déjenme marchar.. Mimí casi la reconoció. Traía un paquetito de dulces y bombones. junto a mí. a cobrar los alquileres de sus casas. Que lo diga ella y verán. de paseo.. cuando entraron en tropel los invasores interrumpiendo su tarea. le amarró brazos y piernas. y sólo la dejaba para regresar a casa de sus padres. descansando en su mecedora de la sala. ¡Pero qué idiotez! ¿Cómo iba a ser el teniente Lidio aquel enmascarado? Obedeció a la llamada. ocupada. casi adolescente aún– estaba en su cuarto.! –¡En qué lío me he metido. –¿Qué barullo es ése? Mimí no sabía nada.. ordenó a Dorothy que se vistiera e hiciera la maleta. Se marcharon con ella dejando a Roberto con ojos desorbitados. No fui yo el primero. Por eso mismo se sentía él obligado a acudir diariamente a aquella hora. y casi muerta de hambre en un rincón. Con la mano libre.. con voz opaca. abrió la puerta. –¡Ni un paso más o me lo cargo. Déjenme ir. porque seguramente creían que había sido él quien la había apartado del buen camino.. y un enmascarado apuntando con una pistola. y se cobraba así el dinero gastado. A veces la llevaba a comer y volvían por la noche a danzar y beber. Se oían ruidos confusos llegados del cuarto de Dorothy. estaba desnuda en la cama comiendo dulces y bombones.. Le hicieron una última recomendación: –Y no intente encontrarla porque le va la vida. le obligaron a callar. besaba la mano de Carol.. Porque Roberto había tomado a los raptores por parientes indignados de Dorothy.. Mi hijo es diputado. la sentó en su regazo....! No tengo nada que ver con ella. día de sesión temprana. El magistrado estaba a punto de desmayarse. Sólo Dorothy permanecía allí.... las piernas vacilantes metidas en unos largos calzoncillos de algodón.. Era el día del magistrado Rufino. el otro bandido se había sentado en una silla frente a Carol para apuntar con el arma más cómodamente. Uno de ellos llevaba un rollo de cuerda. que no hubiera quedado allí apostado algún bandido. .. Carol le prestó unas bragas de puntillas. ¿quién iba a atreverse a acudir a lugar tan peligroso? Roberto le prometió mandarle más dinero antes de marcharse a Río. –¿Hasta eso? ¿De verdad? –se asombró Carol. magra y de piernas flacas. quién sabe si una pulmonía. Le explicó Carol lo sucedido como resultado de antiguas enemistades de Roberto. convencido ya de que tal escándalo no volvería a repetirse. para tranquilidad de todos. Lo metió en el baño... de una de las chicas. –Daría mi despacho de oficial por tu suerte en el póquer –dijo el comandante. es mejor que no se mueva de aquí. y muy ruidosamente.». y. Volvió ella asegurándole que todo estaba tranquilo y en orden. convino el eminente jurista. cambiaría mi título de doctor en Derecho por una quinta parte de tu participación en Moscoso & Cía. Aceptó una copita de coñac reconfortante tras vestirse. También el ilustre jurista deseaba dejar cuanto antes aquellos peligrosos lugares. peleas ni crímenes. El magistrado Rufino. cargada de cadenas.. Al fin y al cabo él era el responsable de aquella invasión. en sus trazados planes. que era el tercer jueves del mes. el día del ilustre jurista.. acompañado de Mimí. sin el menor resquicio de melancolía. No era mucho. del susto del magistrado –¡el pobrecito se había ensuciado en los calzones!– de los daños morales sufridos por la Pensión Montecarlo. Aquellos tipos sin entrañas. confesó: –Necesito un baño. Sólo le pedía a Carol que bajara a la calle y mirara por las inmediaciones. hasta muy avanzada la madrugada participaron en el jolgorio los cuatro habituales y otros cinco más. soltería. en el primer barco. con las armas apuntando al aterrorizado magistrado.. innata simpatía. Luego fue a libertar a Roberto y mantuvo con el joven un largo cambio de impresiones: era mejor. –rió el doctor Jerónimo. Luego besó la mano a Carol. Estaba eufórico el capitán de Puerto. mientras pagaba a Mimí el tiempo y el baño.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. que no volviera por la Pensión Montecarlo y que dejara en paz a Dorothy. Había acabado para siempre –o al menos eso suponía él– con la causa de aquella triste expresión que ensombrecía el rostro leal de Vasco Moscoso de Aragón. y renunció a quedarse aquella misma tarde – ¿cómo iba a conseguirlo después de aquel susto?– aunque prometió volver el jueves siguiente. uno de ellos le llevaba la maleta.. Mimí tuvo que separarse del gentil bandido (¡el mismo perfume que usaba el teniente Lidio Marinho. Los sucesos fueron festejados por los amigos. capitán de altura Jorge Amado Los otros llegaron del cuarto de Dorothy. Aún se reía Carol en su mecedora cuando el magistrado salió del baño. atendió al viejo en primer lugar. cuya participación en el rapto era necesaria para darle una escenificación más brillante. de propina.. qué cosa más rara!) y de espaldas. se fue escalera abajo.. con madame Lulú subiendo la Ladeira de Montanha rumbo a la plaza do Teatro. En cuanto empezara a circular la noticia. los invasores alcanzaron la escalera y descendieron a todo correr. –Pues mientras espera. y aún añadió–: y además. salidos sabe Dios de dónde («son parientes de ella. Se rieron a carcajadas ella y Mimí viéndolo así ataviado. atractivo para las mujeres. arruinando para siempre el negocio y la buena fama de Carol.. ¿cómo hacerlo sin calzoncillos? Si se ponía los pantalones sin nada debajo iba a agarrar por lo menos una gripe horrenda. y se rió también el magistrado. Mal elemento el tal Roberto. con toalla nueva y jabón. de los bienes con que la Providencia y el abuelo le habían favorecido: riquezas. a gusto del comandante Georges Dias Nadreau. te daría mi escaño de diputado. pidiendo a las dos el máximo secreto sobre su maloliente participación en aquellos acontecimientos. liberada de la mordaza. insistía Roberto) podían volver y matarlo allí mismo o en el salón. –Y yo daría el mío por tu suerte con las mujeres –suspiró el coronel. ahora y para siempre con entrada prohibida en la Pensión Montecarlo. Ahora ya podía el comerciante usufructuar. pero servía. pero. suerte en el juego. y él se fue. –Me largo a Río. con los ojos cerrados. –Y yo. había olvidado. Carol. conocedora de las ambiciones del periodista. Le dejó Roberto el dinero que llevaba encima. en cuya casa jamás había habido escándalos. esclava a disposición de Carol. Fue difícil convencerlo de que debía abandonar la idea del Rapto de las Sabinas. azotado por la lluvia.. y soñó. cargos. títulos. devoradora la boca. lo conducía al puerto. transida y ansiosa. acunada por los vientos. el rostro en fiebre. con los ojos abiertos. escaños de diputado o senador. Carolina. Vasco se tendió. oyendo a lo lejos el pitido de un barco: en una noche de tempestad salvaba un barco en peligro. capitán de altura Jorge Amado –¿De qué valen títulos. Con el dinero puede comprarse todo.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. . al lado del dinero? Cuando se tiene dinero. uno puede lograr lo que quiera: diplomas. las más hermosas mujeres. se quedó dormida. cansado y agradecido. reviviendo en gemidos de amor. en el último embate. muriendo y suspirando. Cuando le fallaron las fuerzas. despachos. bajo el perfume del mar. Dorothy esperaba a su amante. Ahora Vasco Moscoso de Aragón tenía a Dorothy iluminada por un rayo de luna. oyendo la canción de las olas. donde. hija mía. el comandante Vasco Moscoso de Aragón.. sonriente. indescifrable rosa en el oscuro azul. a quien reveló el misterio del rapto y de los bandidos enmascarados.. Y mucho menos a un amigo. y Carol. –¡Mierda! –exclamó el comandante Georges Dias Nadreau–. en la casita de Amaralina. EN JUERGA MONUMENTAL. horrorizado ante las perspectivas de otro asalto. que ya se había ido haciendo fatigoso. tranquila y quieta. jamás volvió a la Pensión Montecarlo. Y aquella vieja tristeza. poco a poco. tan impetuosa y profunda durante un tiempo. si bien Dorothy pasó aún todo el verano a su costa. Vasco guardó algunos derechos de prioridad y cierta responsabilidad en sus gastos. tan intensa y febril. atenta vigilancia en torno a las fuerzas del destino. Corazonada inteligente y feliz: el juego exige perspicacia. era señalado con el dedo. Pasaron muchas cosas. en sus primeros amores. Se inició entonces la fase del «gran interrogatorio». Roberto fue a Río y volvió trayéndose una india peruana. en sus planes. hasta el punto de que Vasco se hizo tatuar el nombre bienamado de la moza en el brazo derecho junto con un corazón. Apenas se encontraban con Vasco. conocedora de la naturaleza humana y de la fragilidad de los caprichos del hombre y de los flechazos súbitos. Ariete y Laura fueron conducidas a la comisaría y sufrieron allí vejámenes de toda clase. Pasó incluso la pasión de Vasco por Dorothy. No se contentaba el capitán de Puerto con tirarle de la lengua al comerciante. ¡Apuesto a que la descubro. pero el amor había terminado. el comandante Georges empezaba a sondearlo. incluso con Mimí. como su abuelo. se reunió una verdadera multitud frente al burdel. Morirá de vejez. aún joven. fue declinando naturalmente. le aconsejó que sonriera a los demás clientes y que los animara en sus pretensiones. El suceso pasó así a ser de dominio público. Vasco empezó a poner los ojos en otras mujeres. Tal vez enfermo del corazón. ¿No había muerto del corazón. Una idea absurda la de ustedes. Lidio Marinho armó cuatro o cinco nuevos escándalos en pensiones y burdeles distinguidos. especialista en corazón. capitán de altura DEL RESULTADO DE ESAS CONFIDENCIAS Jorge Amado DE CÓMO. clínico de fama. Investigó en su infancia. y la llevó algunas veces a bailar a la Pensión Montecarlo. trabajo ejecutado con pericia por un chino de barbita rala aparecido en Bahía nadie sabe cómo. el hijo del fallecido. de quince años no cumplidos. Los amigos comenzaron a sospechar seriamente que había enfermedad secreta y que estaba condenado de muerte a plazo corto y guardaba el secreto. VASCO LLORA APOYADO EN EL HOMBRO DE GEORGES. como le llamó Jerónimo. Debe ser cosa natural. defensor exaltado de esta tesis: el celibato de Vasco. y murió en la de Laura. A pesar de las promesas hechas a Carol. seguía y aumentaba. empezó a gritar. capacidad para extraer las lecciones (y las corazonadas) de los acontecimientos. y arriesgó 500 reis al 7015. la melancolía que le ensombrecía los ojos y señalaba su sonrisa. El guardia civil fue el único que sacó cierto partido del escandaloso suceso: volvió a jugar.. a querer arrancarle confesiones. en su viaje como representante del negocio. Sólo ésta podía ser la causa de su misteriosa melancolía. Pasó a frecuentar casas más escondidas. ante el escándalo de toda la ciudad. en los tiempos del almacén. –Porque no soporto ver a mi lado gente triste. como si quisiera gozar al máximo de los bienes de la vida en el poco tiempo que le quedaba. a tratar de los asuntos más diversos. en la adolescencia. diputado en la Cámara.! –Vasco es así. Y Pasaron los meses. en una convivencia cotidiana. a la hora del traslado del cuerpo. según el coronel Alencar. La pobre chiquilla. a pasar una noche aquí y otra allá. muy dada a gripes. ¿por qué preocuparse? –filosofaba el médico para quien sólo contaban los males del cuerpo. su despilfarro de dinero. Cuando llegó el invierno ella volvió definitivamente a la Pensión. número formado con las edades del difunto y de Ariete. atrajo a toda la vecindad. con enfermedad sólo conocida por él y por su médico. donde había descubierto a una tal Ariete. a quien Vasco había llevado más de una vez a la frágil Dorothy. al verse con el viejo encima y agonizando. en la Ladeira de Sao Miguel. He de descubrir el motivo de la tristeza de ese condenado. su padre? Esto lo explicaría todo. Pero esta teoría fue aniquilada por el doctor Menandro Guimaraes. –Es fuerte como un toro –respondió el doctor Menandro cuando los amigos lo visitaron en comisión–. Se entrevistó . El magistrado Rufino murió en un prostíbulo. Aquel arrimo.. Tiene un corazón de mulo. Chistes irreverentes que provocaban carcajadas.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. incluso a un guardia civil ocupado en jugar a los prohibidos.. no soy. Locos tendrían que estar para intentar impedir aquella original manifestación cuando al frente de ella iba. con quien ahora vivía amancebado– hasta con el negro Giovanni mantuvo larga conferencia. indicando a Vasco.. colegas de Palacio. el comandante reía sin parar. Creció la pandilla para tan importante ceremonia. Vinieron oficiales del 19.. o enfermedad. cuando celebraban el cumpleaños del teniente Lidio Marinho y su compromiso matrimonial.. una juerga como para inscribirla en los anales de la ciudad. Pegó un empujón a la mulata Clarice. cuya tristeza iba aumentando a cada trago: –Voy a coger el toro por los cuernos. ante la mirada impotente de guardias y policías. cuando más animados estaban.. Pesquisas vanas. incluso a madame Lulú. Quiero saber qué diablos te pasa. lo arrastró hacia un rincón desierto de la sala: –Seu Aragaozinho. –¿Que no eres qué? . en conmovedora prueba de amistad. Cuando llegaron a la Pensión Montecarlo. El capitán de Puerto era un hombre de bien. El teniente se había comprometido aquella misma tarde. arrastrando a todas las caras conocidas del teniente para darle una sorpresa. Continuaron durante la comida ofrecida por el suegro en el palacete de Campo Grande.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. todo misterio encuentra un día explicación. su solidario interés. las pupilas todas engalanadas. tras la demostración de cancán ofrecida por madame Lulú. para diversión de transeúntes ocheriegos. pues rechazarlo sería desatención para con la madame y las pequeñas. Georges y Vasco se habían encargado de los preparativos de la fiesta.. Pero no puedo evitarlo. de la Policía Militar. Fue realmente una fiesta incomparable.. cantando con voz arrastrada. de la Capitanía de Puertos. hicieron un desfile por la plaza do Teatro. Cuando llegaron a la comida de petición ya iban cargados. descastado! –¿Qué historia? –Historia.. notó su lealtad. querían que fuera algo nunca visto. antes de la petición de mano. encargada del discurso de saludo a Lidio. Carol. Ese crápula me va a decir lo que le pasa. Continuamente pienso en ello. o remordimientos de un crimen. melancólico como de costumbre cuando bebía mucho. En cada pensión y burdel que visitaban fueron echando un trago. de París. en el más puro francés de las maisons-closes. los camareros y la orquesta en su puesto. o mujer. Comenzaron a beber aún temprano. cogió del brazo a Vasco. instalada en sus rodillas. el coronel. Todo acaba por conocerse. reservando toda la pensión a los amigos. hasta el secreto más guardado. ya estaba el salón adornado con banderolas de papel de seda. curado de su enorme cogorza. enarbolando una botella de champán. En medio de la fiesta. –Lo que me abruma es en el fondo una idiotez. algo que superara cualquier otra juerga anterior de que se tuviera noticia. y ni un solo cliente. Jamás había tropezado Georges con un hombre en quien se juntaran tantas razones para estar alegre. formando comitiva de amigos y mujeres. destrozado. con la hija de un hacendado del sur del Estado. sobrino del gobernador. de burdel en burdel. en una fiesta íntima. capitán de altura Jorge Amado con Menéndez. ¿Por qué diablos entonces aquella tristeza? Pero todo en el mundo tiene fin. Reunió a todo el mujerío de la Pensión Montecarlo y otras varias. las mujeres en ropas menores. los hombres en calzoncillos. con vino portugués y champán francés.. el doctor Jerónimo Paiva. De madrugada.. ¡Abre la boca y vomita la historia. El comandante Nadreau fue de pensión en pensión. Fue en una noche de gran borrachera. aún más: completa y totalmente feliz. Vasco miró a su amigo.. –¿Y en qué carajo piensas? –era el momento culminante. una orgía memorable. con el sueco Johann –aún enamoriscado de Soraya. Georges anunció al coronel Pedro de Alencar. no había permitido la entrada aquella noche. o lo que sea... –Yo no soy igual a vosotros. hoy me va a contar usted qué mierda le pasa. porque no sacó nada en claro. Georges estaba ahora repentinamente lúcido. A qué viene esa tristeza. y se fijó la boda para diciembre. Cada vez que alguien me llama me da una cosa aquí dentro.. En la memoria le danzaba la charla de la víspera. doctor en derecho..! –Es que tú no sabes. Cuando llegó a la Comandancia ya estaba allí el coronel Pedro de Alencar. Seu Aragaozinho.. pero no te metas con esto mío. y uno no ser nadie. oficial de la Marina.. –Mira: tú eres capitán de Puerto... afeitado.. es lo último. más que burro! –contenía las carcajadas con un esfuerzo–. qué bestia eres. Miraba al comandante. Puedes estar tranquilo. –«Señor Vasco». –Por amor de Dios. y gracias.. risueño. que es asunto serio.. Ni un título. Lidio.. amigo! Vasco se sentía avergonzado. hecho polvo..Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Vamos a ver... Se arregló Vasco a toda prisa.. jadeaba. Sin embargo no podía dar Vasco con la solución anunciada para su problema: no andaban los títulos por las calles. Se ofendió el comerciante: –¿Para qué me lo preguntaste? ¿Para burlarte de mí? El comandante lo cogió por la manga de la chaqueta: –¡Siéntate ahí! ¡Burro.. y pienso. Le abría su alma. Sólo Georges poseía aquella resistencia brutal. Vasco: ¿qué te parece el título de capitán de altura? ¿Sabes lo que es un capitán de altura? Vasco lo miró desconfiado: .! ¡Cómo es el mundo! –¿Tú sabes lo que es andar todo el día entre comandantes. queriendo cambiar su título. no quiero pensar... –¡Pero. podía acostarse de madrugada y estar en su despacho de la Comandancia en la hora precisa. comandante. Estoy hablando en serio. coroneles.. soy una mierda. amigo! Lo último que se me hubiera ocurrido. en medio de la orgía inmensa. –Yo mismo. Y lo resolveremos. –¿Tú? Vasco se amoscó.. te pido un favor: búrlate de lo que quieras. un desespero. Te lo pido por favor.! ¡Pero eso de andar sufriendo por no tener un título. a puntapiés. –¿Y qué voy a hacer yo?.. Pensé en todo. –Pues vamos a darte un título –repitió Georges–. Jerónimo. ¿Y si tuvieras un título se te acababa toda esa tristeza. Georges. pero el otro le hablaba en serio. ¡Qué sé yo. no quiero sentir. ¿Y yo? Yo no soy nada.. organízala como te dé la gana. Mañana hablaremos del caso.. Se puso grave. como si las amarguras de Vasco fueran un chiste formidable ante el que se deshacía en carcajadas. y siento. señor Vasco. Al día siguiente. el comandante mandó un marinero a casa de Vasco con una nota: lo esperaba en la comandancia de Marina. a primera hora de la tarde. qué idiotez. estaba casi emocionado.. como si hubiera dormido doce horas.. ¿comprendes? –No. Se dirigió a Vasco: –¡Pero.. Hoy es día de fiesta: vamos a beber. Su mirada se posó en los ojos de Vasco: –No seas loco. sus bromas tenían un límite. –¿Qué? ¡Y el otro día todos aquí.! ¡Se ve cada una. pensando en las jugarretas de Georges. ¿Crees que soy hombre para burlarme de las tristezas de un amigo? Te dije que tendrás un título y lo tendrás. hasta en que habías cometido un crimen.. con la resaca de la juerga de la noche anterior. El capitán de Puerto movió la cabeza. doctores. El comerciante estaba aún durmiendo. esa cara de palo? –¿Y qué título voy a tener a mi edad? –Pues yo te voy a buscar uno. su posición por tu vida. capitán de altura Jorge Amado –Igual que vosotros.. ¿Qué clase de título sería ese tan solemnemente prometido por Georges? Aún temía que fuera una farsa. seu Aragaozinho.... Pedro es coronel.? De repente el comandante se echó a reír como si le hubiera vuelto la cogorza. teniente... trazado de cartas de navegación. en tempestad.. el de comandante de la Marina mercante. –Pero.. meteorología.. con todas las minucias geográficas y técnicas.un título.. su rostro se cubrió de beatitud. Cualquier bobada. Dejó el papel sobre la mesa: no había duda.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. está ya a medio hacer. los oficiales de a bordo tras un concurso de méritos y un examen en la Comandancia de Marina.. El teniente Mario es el que te hace el favor. política de navegación marítima y fluvial. De ti depende. descripción de un viaje de Porto Alegre a Río. práctico ni oficial de a bordo para presentarse al examen. comenzó a explicar. . tras asistir regularmente a los cursos y aprobar los exámenes anuales. pasando por Paranaguá y Florinópolis.. Pero acabo de darle un vistazo a la ley: el concurso es abierto. ¿no? –preguntó Georges tendiéndole una hoja de papel en la que se posaron los ojos asombrados de Vasco. –¿La haces tú? –No. –Sencillo. formado por oficiales de la Flota. derecho comercial marítimo. sólo lo hacen gentes expertas.. ¡Nunca vi largar tanto. ¿Cómo? –Muy sencillo. en la que el candidato demostraba su capacidad con la descripción de un viaje marítimo a lo largo de un trecho de costa. superando fallos en el barco y amenazas de naufragio.. si quieres. Aprobada la tesis. capitán de altura Jorge Amado –Capitán mercante. Ya te lo dirá Georges. que en mi vida vi nada más complicado? ¿Y la tesis? ¿Cómo la voy a hacer? No sé ni escribir una carta.. consistía en la presentación de un trabajo... la firmas y ya está.. El único barco que he visto en mi vida es el que va a Cachoeira. Paseó la vista por la hojita llena de letra menuda pero clara. una especie de tesis doctoral. máquinas y calderas. Ya tengo dispuesta la instancia. Después. ni tan apestoso todo! –Tienes razón. derecho internacional marítimo. bastante difícil ciertamente. tras una mujer. ni práctico. práctica. Ni siquiera quiso informarse de las otras materias. hombres con muchos años de mar. pruebas orales solamente: navegación astronómica... Claro que.. Cualquiera puede hacerlo. Pero ¿y los orales? No tengo ni idea de lo que piden esos papeles... Sin contar con mi amistad eterna. –¿Y qué porras de burla es ésta? Estoy hablando perfectamente en serio. –Lo que prefiera. Una vez fui a Ileheus en uno de la Compañía Bahiana. Georges le estaba tomando el pelo una vez más.. navegación ortodrómica (sobre el círculo máximo). en principio. puede presentarse cualquiera. las veces que me cascó el abuelo por eso. –. y vomité el alma... teoría y rectificación de agujas magnéticas. Una vez pasados los exámenes le entregaban el título que lo capacitaba para el mando de un navío. El comandante de Marina cerró los ojos. Lo conquistaban los pilotos de amplia experiencia. Vasco se quedó con él en la mano: –Muy bien. ¿cómo. capitán de altura. desde la salida de un puerto hasta la entrada en otro. le haces un regalo. La tesis. el candidato era sometido a un examen de diversas materias.. Y lo estoy cumpliendo. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Ya soy viejo para eso. –Me habías prometido. ni nada. –Parecía a punto de enfadarse. ¿Qué te parece? Comandante Vasco Moscoso de Aragón. ¿Cómo lo voy a aprobar? Sin hablar de que no soy piloto ni oficial. ¿Y cómo voy a hacer los exámenes si no sé nada de todos esos latines.. se recostó en su butaca giratoria. Se enteró de que el examen de navegación astronómica comprendía práctica y manejo del sextante.. no se obtenía en una Escuela. Pero me olvidaba de decirte que no es preciso ser piloto. ¿no? –Exactamente. –Pero un examen de esos. ante un tribunal examinador. –Todo está arreglado. –Que no ibas a burlarte. En ese trabajo el candidato tenía que resolver distintos problemas de navegación en mar tranquilo. amigo. práctica y estudio completo del cronómetro..? –y se volvió hacia el coronel–. Le tendió otro papel.. En aquel tiempo el título de capitán de altura. La prueba.. Palmoteo en los hombros de Vasco: –Y como luego sigas por ahí de cresta caída. Los amigos son la sal de la tierra. capitán de altura Jorge Amado –Ya está también. –Dentro de un mes convocaré los exámenes –anunció Georges. Le hubiera gustado decírselo. . Tengo que darte también las preguntas y respuestas para que las aprendas de memoria. de coro. Son buenos chicos. He pensado en todo... una tras otra. Y luego dalo ahí fuera. Todo aquello le parecía irreal. Tú te las aprendes y nos las recitas en el examen. Y no te pongas nervioso. De esas que acaban con uno. Nada hay en el mundo como la amistad. jurado y sacramentado. amigos tuyos. junto unos marineros y les mando que te aticen una tanda de palos. –Bueno. pero no sabía cómo.. un sueño absurdo. Intervino el coronel. Una juerga como para acordarse. Te daré antes las preguntas y las respuestas. Vasco parecía dudar de la realidad de aquella oferta inesperada. Voy a designar al teniente Mario y al teniente García como vocales. Georges seguía hablando: –Y no olvides que el Tribunal examinador estará presidido por mí. Sentía que las lágrimas le inundaban los ojos. Ése es el precio que vas a tener que pagar por el título de capitán de altura. señor comandante de la mierda. porque supongo que no vas en tu vida a meterte a mandar un barco. apenas podía ver las letras. –¿Y por qué tardar tanto? –Vasco se asustaba ya ante la idea de que se le escapara el título. frotándose las manos: –Y el día de la entrega del título vamos a organizar una juerga bestial. –¡Dios me libre! Georges se levantó. Vamos. Estaba como atontado. Te haremos dos o tres preguntas de cada materia. Y ahora copia la instancia solicitando examen. Tienes que saberlas como el padrenuestro. –Vamos a empezar a preparar la celebración –advirtió el coronel. Y sin peligro para la humanidad. Luego tienes que copiar el trabajo con tu letra. Mayor que la de ayer.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. que tengo trabajo. ¿Y si a la hora del examen me hago un lío? ¿Y si me pongo nervioso? –Pues no te hagas un lío. y lárgate.. –¿Ya tienes prisa. eh? Tenemos que dar tiempo a Mario para que acabe de redactar la memoria y la tesis. Y tras un examen de trámite acabas comandante de Marina. Aprobarás con sobresaliente y te vuelves con tu bendito título. Vasco se inclinó sobre el papel y empezó a copiarlo. armado con el Derecho Internacional Marítimo y la ciencia de la navegación astronómica. CAPÍTULO Durante un mes rió a carcajadas el comandante Georges Dias Nadreau. vedaban los caminos del océano. ¡Comandante Vasco Moscoso de Aragón. agarre el timón y llévenos de putas! . el doctor Jerónimo y el teniente Lidio Marinho. sin un error. vamos a celebrarlo. fletes. como si el chico fuera médico y no oficial de la Marina. encuadernado en piel. se sentó rígido en la silla frente a la mesa. con su letra. gozando con el nerviosismo de Vasco. aguas territoriales y mares internos. –Ahora –le dijo el coronel una vez terminado todo. y bastaba un examen oral. el corazón al galope. cenas en la Pensión Montecarlo. sometían al alarmado candidato a un simulacro de examen. con el coronel de gala. edad. y el teniente García amenazaba con suspenderlo. Aprobado por unanimidad. Al principio. Pasaba las mañanas copiándolo. se acercó. el teniente Mario le mostró algunos de aquellos objetos. tanto celo empleaba en la tarea de aprenderse las complicadas respuestas a las tres preguntas de cada materia. Trabajo costaba arrastrarlo al billar. Mario y García vivieron de gorra aquella temporada. con la fecha del examen. Un lío. Vasco llegó a adelgazar. Cada vez que cambiara de domicilio debería comunicar a la Comandancia su nueva residencia. Se divertían también el coronel. En cada página un nombre. cobrándose con la risa el favor que le prestaba. Vasco quería pasarse las noches estudiando. con órdenes estrictas a la criada. con su esfuerzo de alumno aplicado. al póquer. Pocas páginas llenas. indicadores magnéticos. repitiendo en voz baja. Treinta y dos páginas en una letra incomprendible. estaba autorizado y tenía derecho a mandar navíos de cualquier nacionalidad y bandera. higrómetros. Ceremonia solemne. Todas las tardes. Pálido y emocionado. Vasco se embarullaba con las palabras desconocidas. Vasco se entusiasmó. en todas las rutas de los cinco océanos. grandes lagos y mares. Le parecían bellos y apasionantes. vino portugués del mejor. sólo unos nombres antes del de Vasco Moscoso de Aragón. con el escudo de la República. mientras Vasco sujetaba amorosamente el diploma–. sin un desliz en la pronunciación siquiera. Era un libro grueso. Comenzaba a amar su nueva profesión. Y casi todos poseedores apenas de «títulos medios» como llamaban a los de los comandantes de líneas fluviales. prohibida la entrada fuera quien fuera. preguntas y respuestas. el trabajo elaborado por el teniente Mario. Vasco fue introducido por un marinero. para cuya obtención no había que presentar trabajo escrito. de tapas verdes. Le expidieron el diploma y anotaron sus datos en un libro de la Comandancia: el nombre y dirección del nuevo capitán de altura. y a lo grande.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. encerrado en su despacho. número de registro. el teniente Mario y el teniente García. Entregado y aprobado el trabajo. familiarizándose con los nombres esdrújulos de los instrumentos de a bordo. En la Comandancia. Marineros en posición de firmes guardaban la puerta de la sala donde el Tribunal examinador. Lo peor fue tener que copiar. por orden expresa del comandante. su «tesis de grado» como acostumbraba a decir. Pero las respuestas le salieron fáciles y correctas. Oyó su nombre proclamado enfáticamente por Georges. león de los mares. a las mujeres. Poco a poco fue dominando las respuestas. Vasco los invitaba diariamente a comer. no autorizaban para mandar barcos en el mar. Esos títulos facilitados a los comandantes de vapores de línea de Río San Francisco. Jerónimo y Lidio. les pagaba aperitivos. Pero el título de Vasco era de los de verdad. señalaron al fin la fecha del examen oral. en una última repetición. vientos y corrientes marítimas. la memoria se mostraba refractaria a aquellos términos enrevesados. capitán de altura EXTREMADAMENTE ERUDITO Jorge Amado DESDE LA NAVEGACIÓN ASTRONÓMICA AL DERECHO INTERNACIONAL MARÍTIMO. el resultado y título. constituido por el comandante Nadreau y los dos joviales oficiales de Marina. se sentaba grave y solemne ante la enorme mesa repleta de objetos y mapas. le daba el dominio de ríos. respuestas repletas de sextantes. y lleno de borrones. estado civil y dirección del titular. en el billar. se mostró incapaz de satisfacerle. Comandante Vasco Moscoso. abrió los brazos al verlo por primera vez tras la ceremonia de entrega del título: –¿Cómo van esos bríos. con las gorras correspondientes. la muchachada de los clubs encargaba allí sus disfraces de príncipe ruso. pero le dio indicaciones preciosas: Había un sastre en la Baixa do Sapateiro especializado en uniformes. sabedor del caso y de la felicidad nueva que inflaba el pecho del generoso amigo de su sobrino.. En el despacho de la firma Moscoso & Cía. Exigía el título. escondiendo la sonrisa calculadora. . de la Marina Mercante.. En burdeles y pensiones. para fiestas. tan celosamente cuidado el título de comandante como por Vasco Moscoso de Aragón. capitán de altura. ya no admitía el simple «señor».Comandante Vasco Moscoso de Aragón. comandante por allá. tengo un título: soy el comandante Aragón. Cuando Vasco aparecía en la firma. Y se frotaba las manos eternamente húmedas. azules y blancos. Declaró que aquella distinción conferida al jefe era un gran honor para toda la firma. uno de los mejores de la ciudad. uniforme de gala y de gran gala. bebiendo cerveza o abriendo botellas de champán. cuando la interesada mujerzuela. en la mesa de póquer. ¡Un ajuar completo! Y con prisa: necesitaba inmediatamente un traje de . amigo. conde italiano. Señor Gobernador. su dignidad de experto lobo de mar. capitán de altura Jorge Amado DE COMO SE FABRICA UN VIEJO MARINERO. su pose de hombre templado en toda clase de hazañas por mares distantes. Tras las tarjetas de visita su preocupación más inmediata fue el uniforme. y seguido del cargo. Aragaozinho. por donde ahora aparecía una o dos veces por semana como si el olor mercantil de bacalao y jarque repugnara a sus narices impregnadas de olor a mar. Giovanni. empezó a contarle historias de sus tiempos de marinero. capitán de altura. fue tan honrado el puesto de capitán de altura. allá iban los capitanes de la Bahiana para hacerse chaquetas y capotes. gentes conocidas en las fiestas de Palacio y en las recepciones a las que había sido invitado. prohibición terminante de pronunciar el nombre del patrón sin darle el título de comandante.él reaccionaba. También los oficiales del Ejército. con su nombre precedido del título. Pasaba por las casas de las familias amigas. en la historia de la navegación. Rafael Menéndez. –No lo sabía. señor Moscoso? –Perdone. todo el tiempo era poco para charlar con Giovanni. especialmente en los primeros tiempos. capitán mío. jamás. todo bordado en oro de verdad. Y hasta el gobernador. Había mandado imprimir a toda prisa tarjetas de visita. murmurando: –Seu Aragaozinho. no soy seu Aragaozinho. mosquetero francés o pirata sin patria.. conmovido: –Al servicio de Su Excelencia. Perdone. Y. le echaba los brazos al pescuezo y se pegaba a él. luego otros para diario. Ltda. y hágame el favor de no olvidarlo– y le entregaba una tarjeta. pero hallándola merecida. Vasco quería dos uniformes de cada tipo: verano e invierno.. –Pues sépalo desde ahora. sorprendido y sin entender aquella súbita condición marítima del patrón. Hasta Carol tuvo que cambiarle el tratamiento al saludarlo desde lo alto de la escalera. rodando ahora las sílabas en deleitosa melodía: –Comandante. al recibir las órdenes inclinó la cabeza en un asentimiento. por Carnaval. colocado ante su nombre. Estalló el rebullicio en el taller.. paciente y firme: –Hijita. Su sastre. Hizo de ellas enorme gasto. en la pared de la sala. las órdenes fueron categóricas: desde Menéndez a Giovanni. El coronel y el capitán de Puerto daban ejemplo: comandante por aquí. Encargo tan enorme de un solo parroquiano jamás lo había recibido el sastre. –¿Cómo le va. y les dejaba sus cartones con el saludo del comandante Vasco Moscoso de Aragón.. comandante? Inclinóse Vasco.. con su diploma enmarcado en moldura dorada. SIN NAVÍO Y SIN NAVEGACIÓN Nunca. para el desfile del Dos de Julio. Así se selló definitivamente la gloria del comandante Vasco Moscoso de Aragón. tras el gobernador.. el coronel Pedro de Alencar al frente de la tropa formada... de 700 años de antigüedad. pero salió la noticia en los diarios y fue regiamente conmemorada después con vino portugués. el hombre paga. Por la noche. apareció con su uniforme blanco bordado en oro. le otorgó el grado de Caballero de la Orden de Cristo. Titulado. era cosa de verse. amigo Fernandes. fundada en la época de las Cruzadas. el comandante Georges Dias Nadreau al frente de los marineros de la Comandancia. en cuya venerable Iglesia el arzobispo cantó un Tedeum.. El sastre. Sólo falta una cosa para completar todo ese aparato. postura tan digna y distinguida. Su Augusta y Arruinada Majestad condecorará a nuestro buen Aragaozinho por un puñado de billetes. Su Majestad don Carlos I. recuerde que se llama Vasco. el nieto del viejo Moscoso. y dentro de quince días. La ceremonia fue sencilla e íntima. En cierto momento Georges se aproximó a él y le saludó: –Perfecto... Ahora. las bandas ejecutando marchas y pasodobles–. capitán de altura Jorge Amado gala por lo menos. La conseguiremos. con medalla y collar.. hasta Vasco de Gama sentiría envidia al verte. el comandante de Marina... oyó los discursos. no había en toda la fiesta figura más espléndida y noble. –No soy ni militar ni político. para entregarle a tiempo un traje blanco para el desfile matinal y otro azul para la recepción nocturna en el Palacio.. haga lo que quiera.. señor.. con todo dispuesto para el inicio del desfile –las carretas con la imagen de los héroes de la independencia y las figuras de la historia de Bahía. el de la casa Moscoso & Cía.. comunicándole el interés del Gobierno en que se le confiriera una medalla al comandante Vasco Moscoso de Aragón. de la Ladeira da Montanha? –El mismo. pero aprobó las pruebas exigidas por la Ley. casi descendiente del almirante Vasco de Gama. hasta el Largo da Sé. y tras pagar por adelantado. delirante de entusiasmo.. Fue una apoteosis aquella mañana del Dos de Julio cuando. condecorado. le prometió hacer horas extraordinarias. Firme y erguido. Su alegría era total y refulgente. –Una condecoración. Meses después.. ¿Qué diablos quiere discutir aún? Invente motivos. Al lado de Jerónimo inició el desfile. . en el Largo da Soledade. atestado de gente.. Una hermosa condecoración. dueño de una pastelería en la plaza Municipal. «por su notable contribución a la apertura de nuevas rutas marítimas». rey de Portugal y de los Algarves. nieto de portugueses. ¿Cómo la voy a conseguir? –La conseguiremos. –¿Marítimos? Que yo sepa nunca embarcó. pero rápido.. Ahora ya no aparecía Vasco Moscoso de Aragón de cresta caída ante el comandante de Marina.. –¿Qué cosa? –se alarmó Vasco. Jerónimo se encargó de las negociaciones con el cónsul portugués.. Vale la pena... el comandante Vasco Moscoso de Aragón y se incorporó al grupo de autoridades civiles en espera del Gobernador. hijo mío. buen hombre. pero va a costarte un puñado de calderilla. sin embargo.. más formal y suntuoso pero caluroso de mil diablos. y clavó en el cónsul su mirada cínica: –Por sus relevantes servicios marítimos. –Mire. Ltda. –Yo conocía mucho a su abuelo. –¿Pero no es «seu Aragaozinho».. Pero ahora es comandante de la Marina Mercante. –No sabía que anduviera embarcado. en la recepción embutido en su uniforme azul. uniformado. pasar las noches en blanco. es comandante de Marina. el corazón latiéndole de patriotismo y orgullo. Y si no hubiera otro pretexto. en cambio.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. una crecida gratificación para los competentes oficiales de la aguja. el coronel. un portugués. los oradores en sus puestos. ¿Y por qué le va a conceder la condecoración Su Augusta Majestad? Jerónimo sacudió la ceniza del puro. –No lo anduvo. jamás se vio a nadie más feliz en las calles de Bahía. como exigía el protocolo. Vasco le prometió. Un día le presentaron en un bar.. Vasco. mi amigo.. Vasco apareció en la tertulia cargando con una pipa inglesa.. allá en mi pueblo. Intentó el germano explotar el objeto en la vía pública cobrándole un mil-reis a cada cliente interesado en ver el cielo de cerca. es comandante de navío.. Se encendían los ojos del rudo hacendado mientras el comandante Vasco Moscoso de Aragón se perdía en los misterios de Shanghai. el uso de la pipa. sí. Conozco todo aquello. a un hacendado campesino de Pilao Arcado... donde esperaba al coronel. pendiente la cuenta de la pensión. sin hablar de dos cajas de whisky para ofrecer a los amigos. Su pieza predilecta en la creciente colección fue una miniatura de navío. y no tardó en tener varias. y seguía atento la maniobra de atraque de los navíos. no tenía palabras con qué agradecerlo. empezaba su viaje. conducido por Liu. Se llamaba Liu. de madera y porcelana. Caía la tarde sobre el Largo da Sé. una pipa en los labios... sextantes. y que tienen su asunto de través? Me lo dijeron una vez. una maravilla. La sangre del crepúsculo manchaba las piedras de la catedral. naufragó un mercante inglés. con la caja llena de polvo. higrómetros.? ¿Pero de navío de verdad. Comandante sin pipa no era comandante. adonde proyectaba instalarse el comandante. Los pagaba a cualquier precio. No perdió nunca aquella manía de adquirir instrumentos náuticos. aguja magnética. El periodista descubrió el barco en el desván de Palacio. reproduciendo hasta en sus mínimos detalles un barco de pasajeros. señor. que se apagaba a cada instante. el hacendado encantado con aquellas relaciones ciudadanas: –Entonces. Se pusieron a charlar. Cargó con la rueda del timón.. la gorra encasquetada. no de esos de río que se pasan la vida encallando en la arena. relojes antiguos. No hay nada de eso. el Benedict. cronómetros. Son como las de cualquier parte. próximo a la capital. el comandante Georges le trajo algunos instrumentos como regalo. –Y. de materiales y formas diferentes. Aprendió con el tiempo. Fracasada la tentativa. según la valiosa opinión del viejo negro. . ¿usted. de medio metro.. grabados de barcos. brújulas. colocada en una caja de cristal.. iba Vasco a visitar al comandante Georges Dias Nadreau a la Comandancia de Marina. ¿ha estado usted allá por China y el Japón? Los ojos inocentes del comandante se posaron en el bronceado rostro del hacendado de Pilao Arcado: –¿En China y el Japón? Varias veces. Vasco al recibirlo pareció delirar.. al caer la tarde. Así inició su colección de mapas. fue a parar el telescopio a la casa de los Barris. compró un telescopio a un aventurero alemán de paso por la ciudad. ni rastro. dígame una cosa que me gustaría saber –con el interés casi metía la frente en el tablero de la mesa–: ¿Es verdad que las mujeres de allá sólo tienen pelo en la cabeza. Años después. anemómetros. especialmente en los oficiales. Se ponía el uniforme de diario. una chinita de laca y marfil. A estirar las piernas nada más.. pero más duras de carnes.. un catalejo precioso. una escalera de cuerda. y en la puja triunfó el comandante Vasco Moscoso de Aragón. Le engañaron. De un viaje a Río.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. con Liu de la mano.. y en lo demás nada. En un rincón vi a una chinita llorando. capitán de altura Jorge Amado Dedicaba ahora gran parte de su tiempo a buscar en las tiendas de anticuarios (sólo había dos en Salvador) objetos marítimos e instrumentos de a bordo. un diablo difícil de fumar. arrumbado en un rincón como trasto inservible. Fue un regalo de Jerónimo en el cumpleaños del comandante.. –Mentira. En una de sus largas charlas con Giovanni se enteró de que era costumbre entre los hombres de a bordo.. y hasta de espuma de mar. –¿De verdad? ¿Cómo son? ¿Anduvo usted con muchas? –Una vez en Shanghai salí a dar una vuelta por la calle. Se enriqueció mucho su museo marítimo cuando en las costas de Bahía. en acercar la luna y las estrellas. en vértigos de opio. De vez en cuando. Los objetos fueron vendidos en subasta.? ¡Pues la de cosas que debe de tener para contar! Dígame una cosa. Desde la ventana de la Comandancia miraba al mar. Al día siguiente.. sosteniéndola difícilmente. poco dado a amistades. sin dar tiempo a la tristeza. que volvería cuando la vida de casado entrara en su normalidad. trastadas. ningún disgusto. las pensiones y burdeles. para adivinar las banderas. –Alza la cresta. continuó saliendo todas las noches con Jerónimo y el coronel a jugar su póquer y a encapricharse con nuevas mujeres. Un año antes se había casado el teniente Lidio Marinho. siempre a vueltas con una negra o mulata oscura? Cuando circuló la noticia entre el mujerío y los noctámbulos. sin la presencia del marino de cabello rubio como el trigo. Tristezas y contrariedades no faltaban. hubo lágrimas y lamentos. sin embargo. inventor continuo de bromas. darle hijos. recibir a las visitas. y desapareció temporalmente de la circulación. Al día siguiente lo acompañaron todos al barco en que salía para Río. pero se hundieron la . Tenía entonces poco más de cuarenta años y ya todos se habían acostumbrado a llamarle comandante. circunspecto y consciente. capitán de altura DIVERSOS Y UNA CRESTA ERGUIDA Jorge Amado DEL PASO DEL TIEMPO Y DE LAS MUDANZAS EN EL GOBIERNO DE LA FIRMA. pero pronto volvía a su natural jovialidad. la esposa. Es posible que se irritara fugazmente o que se entristeciera. vetó su nombre para la prolongación del mandato. se acostumbra en la estela de las olas. la magia del amor. y era un final melancólico. las mujeres. y fueron al billar. Y así ocurrió. el primero en el tiempo. Volvieron hacia el centro de la ciudad. a la inconstancia del mar y del tiempo. CON TRUCOS Cumplió su promesa el comandante Vasco Moscoso de Aragón: nunca más apareció ante el comandante Georges Dias Nadreau de cresta caída. tardó meses en llegar y fue una completa decepción: sujeto huraño. no se había entregado. por la noche. el sustituto de Georges. se unía a ellos para ir a cenar o dar una vuelta por la Pensión. Disgustos de los mayores. y vieron por primera vez a Gracinha. Consiguió. Tras la presentación. de ojos azul celeste. a las decepciones y disgustos. dominado por otras personalidades del partido. forja su carácter y da firmeza a su corazón haciéndolo apto para enfrentarse. Vasco comprendió entonces que no era frase vana la pronunciada la víspera por el ex capitán de Puerto. las palabras de Georges adquirían ahora una brusca y concreta significación. pero Vasco recordaba la frase y veía el rostro desgraciado de Gracinha. con horror a las mujeres de la vida. La ausencia de Georges poblaba el bar. Pero un comandante de navío. el macerado rostro cubierto por un velo negro. les tendió la punta de sus dedos gélidos. Continuó. Se acercaba el fin del mandato del Gobernador. no se había rendido a ella. a veces se encerraba con una pupila y seguía teniendo líos en todas las pensiones. comandante –le dijo Georges a Vasco cuando lo vio la noche de la fiesta de despedida. casi todas las noches. Fue una noche difícil. ¿Cómo imaginar la noche de Bahía. hosco y silencioso–. fue el traslado de Georges Dias Nadreau.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. El Presidente de la República. tradicionalmente reservado para los gobernadores cesantes. La Pensión Montecarlo. fue general la consternación. Al terminar su tarea en Palacio aparecía por el billar y. sin embargo yendo al puerto para ver la entrada de los barcos. El nuevo comandante de Marina. «Un marinero no se rinde a la tristeza». Pero todos sabían que su ausencia era pasajera. pillerías alegres. siguió también adquiriendo objetos náuticos y estampas de navíos. pero ya no era lo mismo. impuso otro nombre y por poco le niega también el escaño de senador. sin embargo. con la sonrisa en los labios. las juergas. entonces animaba a los otros: un marinero no se rinde a la tristeza. Él no se había dejado dominar por la tristeza. enemigo de trasnochar. de luto riguroso. Vasco dejó de frecuentar la Comandancia. el escaño. los labios apretados. ascendido y colocado al mando de un destructor. y se preparó una despedida digna de Georges. colegas de los barcos. reuniría otra pandilla en Río. amigos de toda clase. Tenía su título. Pero Georges se había ido en una partida sin regreso. un capitán de altura. La esposa era para cuidarle la casa. ninguna dificultad podía turbar en adelante su radiante alegría. Un marinero no se rinde a la tristeza. sin dar mayor importancia a las contrariedades de la vida. después. parecía también súbitamente vacía. era feliz. capaz tal vez de sustituirlo en la pandilla. Comandante Vasco Moscoso de Aragón, capitán de altura Jorge Amado carrera política de Jerónimo y su cargo oficial. Al fin lograron encontrarle un enchufe en Río, procurador o algo semejante. No era mal momio, pero su carrera política estaba hundida. Con el cambio de Gobierno fue trasladado el coronel Pedro de Alencar, sustituido en el mando del 19 Batallón de Cazadores por otro coronel, amigo del nuevo Gobernador del Estado. Vasco ni llegó a conocerlo: era hombre fiel a sus amigos, a la memoria de la pandilla famosa, y desapareció de Palacio, de las fiestas, de las recepciones. Aún participaba en los desfiles del Dos de Julio y del Siete de Septiembre, con sus uniformes de gala, pero distante de la gente del Gobierno, mezclado con el pueblo. No quiso unirse a otra pandilla, ingresar en otra parranda de juerguistas. Quien, como él, había pertenecido a la élite suprema de la ciudad, no podía mezclarse ahora con comerciantes y empleados de comercio, ni siquiera con médicos y abogadillos. Ocupaba, en pensiones y cabarets, mesas apartadas y solitarias, y el champán comenzó a tener en su boca un gusto amargo. Y un día, Carol vendió la Pensión Montecarlo a un rufián argentino, sujeto de malas mañas, comercial y desagradable. Vasco la acompañó hasta el barco en que regresaba a Garanhuns, donde se le había muerto el cuñado, y la hermana reclamaba su auxilio y compañía. Recordaron en el muelle las grandes noches y los amigos: Jerónimo, de quien había sido amante fiel; el bello teniente Lidio Marinho, ahora capitán en Porto Alegre; el coronel Pedro de Alencar, impávido bebedor; y aquel inolvidable comandante Georges Dias Nadreau, con su aire extranjero, loco por las negritas, divertido como él solo. Todo aquello había terminado ya para Carol. Iba ahora a ayudar a criar sobrinos y sobrinas, respetable señora, viuda rica en la tranquila y provinciana ciudad donde nació. Besó a Vasco en las dos mejillas con los ojos arrasados de lágrimas: –¿Te acuerdas del rapto de Dorothy? ¿Por dónde andaría Dorothy? Un coronel del interior se había enamorado de sus ojos inquietos, era viudo y se la llevó a su hacienda. Vasco pasó con ella la víspera de la partida, noche de locura, como si su antiguo amor, aquella pasión alucinada, hubiera renacido con la misma fuerza de antaño. Nunca más tuvieron noticias suyas. Nadie supo si se había casado o no con el hacendado. Pero en el brazo derecho de Vasco siguió tatuado el nombre de Dorothy y un corazón. –¿Te acuerdas del chino de los tatuajes? Tantos recuerdos, tanto que recordar por el camino del muelle. El navío levó anclas rumbo a Recife. Carol, gorda y llorosa, se despedía agitando un pañuelo. «Un marinero no se rinde a la tristeza», ni siquiera cuando, huérfano, abandonó el muelle desierto rumbo a la ciudad. Pasaron los años, fue desapareciendo el comandante Vasco Moscoso de Aragón de las pensiones de mujeres, de las salas de los burdeles. Tampoco era ya el jefe, el patrón de Moscoso & Cía. Ltda. El negro Giovanni murió repitiéndole que no se fiara de Menéndez, que el gringo no era de ley. Pero cuando Vasco quiso seguir sus consejos, asumir realmente la dirección de los negocios, ya Menéndez era el verdadero dueño de la firma. Vasco había gastado en aquellos años de locura lo que tenía y lo que le faltaba. Su cuenta deudora era espantosa. Fueron lentas y complicadas las negociaciones, con abogados ávidos y expertos. Finalmente, Vasco dejó la firma, y recibió unas casas de alquiler y acciones y bonos que le proporcionaban renta suficiente para vivir con decencia. Vendió la residencia de los Barris y compró una casita en el Largo Dois de Julho, donde instaló sus instrumentos náuticos; en la pared de la sala de visita los diplomas de capitán de altura y de Caballero de la Orden de Cristo; en el centro de la mesa, la caja de cristal con la miniatura del Benedict. «Un marinero no se rinde a la tristeza» ni siquiera cuando de millonario pasa a un simple buen llevar, cuando los amigos se han marchado, cuando ya no se renuevan amores, cuando se pierde el gusto por la bebida y el sueño llega antes de medianoche. En la nueva casa, relacionándose con vecinos desconocidos, el comandante Vasco Moscoso de Aragón se hizo pronto popular y estimado. Se sentaba en una silla, en la acera, se reunían a su alrededor para escucharle, y él contaba sus aventuras en los largos años de navegación. Tenía siempre una bonita cocinera a su servicio, una mulatita cuidadosamente escogida. Pasaron más años, se fueron plateando los cabellos del comandante Vasco Moscoso de Aragón. Ya no eran tan lindas las cocineras. La vida se iba poniendo cada vez más cara, y las rentas no Comandante Vasco Moscoso de Aragón, capitán de altura Jorge Amado crecían. También los vecinos habían dejado de tomarlo tan en serio como antes. Por lo visto, hubo quien dijo que jamás el comandante había puesto los pies en un navío, que su título de comandante había sido el resultado de una broma en tiempos del gobierno de José Marcelino, y que la Orden de Cristo la había pagado a peso de oro cuando nadaba en dinero y el consulado de Portugal en Bahía estaba en manos de un comerciante. Un día, más de veinte años después de la ceremonia en la Comandancia de Marina, un tipejo que había puesto una gasolinera en el barrio y a quien Vasco, siempre dispuesto a hacer amistades, comenzó a contar la terrible travesía del golfo Pérsico en noche de huracán, interrumpió con una carcajada la heroica narración: –¡No me venga con bobadas...! Déjese de mentiras, comandante... guárdelas para esos idiotas... ¿Se cree acaso que no sé la historia? Todos la saben, y se le ríen por detrás... Mire, comandante, ahora tengo trabajo. No tengo tiempo para andarlo perdiendo con usted, oyendo cuentos chinos... «Un marinero no se rinde.» Fue difícil esta vez levantar la cresta nuevamente. ¿Por dónde andarían Georges Dias Nadreau, ahora, seguro, ya almirante, y el coronel Alencar, el teniente Lidio y el teniente Mario? Dorothy, ¡cómo le gustaría tener de nuevo ante sus ojos aquel perfil único, sus ojos inquietos, su rostro febril...! ¿Viviría aún Carol, cuidándose de sus sobrinos, haciéndose pasar por viuda, en una ciudad perdida, en Garanhuns de Pernambuco? Aún iba con frecuencia el comandante a pasear por los muelles. Lo mismo daba que hiciera sol o que lloviese. Asistía a la entrada y a la salida de los navíos, conocía todas las banderas. Ya no podría andar por allí nunca más de cresta erguida. Ni en el Largo Dois de Julho ni en cualquier otra calle de Salvador. Vendió la casa a buen precio y compró una en Periperi, suburbio adonde no llegaban los rumores de la ciudad. Tomó a la mulata Balbina de cocinera y amante, embaló los instrumentos náuticos, la rueda del timón, la escala de cuerda, el catalejo, el telescopio, las pipas, los diplomas enmarcados, su pasado en los puentes de los navíos, cruzando mares encrespados, tempestades, huracanes, y se mudó de casa. Un viejo marinero de cabeza erguida, cabellera al viento en lo alto de los peñascales. Comandante Vasco Moscoso de Aragón, capitán de altura Jorge Amado DONDE EL NARRADOR, EMBARULLADO Y OPORTUNISTA, RECURRE AL DESTINO Vean los señores: se pone un esforzado historiador a rebuscar la verdad en anales tan confusos como éstos, y, de repente, tropieza con versiones encontradas y opuestas, merecedoras todas, al menos en apariencia, de completo crédito. ¿A quién creer? De las dos versiones expuestas, la del propio comandante, hombre de méritos indiscutibles, y la de Chico Pacheco, con tantos detalles comprobables, ¿cuál preferir y ofrecer a los lectores? Está este pozo tan abarrotado de obstáculos, atravesadas ruedas de timón y mujeres livianas, que no sé cómo llegar al fondo para arrancar de allí, resplandeciente y desnuda, la memoria de uno de los dos adversarios, y exponer la del otro a la pública execración. ¿A quién exaltar? ¿A quién denigrar? Para ser sincero, he de confesar que me encuentro, a estas alturas de los acontecimientos, desorientado y confuso. Pedí consejo al doctor Alberto Siqueira, nuestra eminente aunque discutida luminaria de la ciencia jurídica. Juez durante tantos años, en el interior y en la capital, debería ser apto para vislumbrar la luz de la verdad en todo este barullo. Eludió el asunto el Meritísimo, afirmando que le era imposible una sentencia, y que ni siquiera podía dar un parecer sin previo y profundo análisis de los autos del proceso. Como si estuviese juzgando el pleito entre Chico Pacheco y el Estado, y no un trabajo de investigación histórica aspirante al premio del Archivo Público. Me dolió el trato dado a mis páginas, y se lo dije. Pero el enfatuado jurista me replicó secamente que a mi estudio le faltaban las más rudimentarias nociones de lo que es la tarea de un historiador. A empezar por las fechas. Sin fechas, nadie sabe cuándo ocurrieron los sucesos narrados, el tiempo que transcurrió entre ellos, día, mes y año de nacimiento y muerte de las principales figuras. ¿Dónde se ha visto un libro de Historia sin fechas? ¿Qué es la Historia sino una sucesión de fechas que recuerdan hechos y acontecimientos? Me tragué su crítica en silencio. No se me había ocurrido el detalle. Y aprovecho para poner aquí el asunto en claro, añadiendo las fechas imprescindibles. De nacimiento y muerte apenas sé ninguna, ni la del viejo Moscoso ni la del gobernador siquiera. En cuanto al comandante, murió en Periperi, en 1950, a los 82 años. Tenía treinta y tantos años cuando era amigo íntimo de aquellas personalidades. Los hechos narrados por Chico Pacheco ocurrieron –verídicos o inventados–, a principios de siglo, durante el gobierno de José Marcelino, iniciado en 1904. ¿Qué otras fechas tengo que precisar? No lo sé, lo digo francamente. Además, nunca en mi vida conseguí aprenderme las fechas de los libros de Historia, ni los nombres de ríos ni los volcanes que hay en los de Geografía. Por lo demás, la seca observación del Meritísimo obedece mucho menos a un justo criterio que a cierta mala voluntad hacia mí, demostrada últimamente por el juez. Comenzó hace días; dejó de tratarme con la misma estima, ya no me invitó más a acompañarlo a casa de Dondoca por las tardes, y, por más que trato de halagarlo elogiando sus ideas y virtud, se mantiene reservado, mirándome acusador. No sé el motivo de tan brusca mudanza; debe de ser cosa de chismosos, pues no faltan intrigantes en Periperi, y muchos de esos canallas me envidian la intimidad con un jurista que tiene trabajos publicados en revistas del sur. Incluso he llegado a pensar lo peor: que el Meritísimo sospeche, aunque sea vagamente, mis amores con Dondoca. Sería un desastre. Tratando del asunto con la chica me alarmé aún más. También ella ha notado en el juez un trato diferente: anda ahora muy preguntón, examinando sábanas y almohadas, exigiéndole constantemente juramentos de fidelidad. Esto para colmo, como si no bastasen los quebraderos de cabeza que me trae este trabajo, esta ardua tarea de reconstruir la completa verdad en torno a las discutidas aventuras del comandante. Tengo aquí, ante mí, un montón de notas, resultado de mis investigaciones. ¿Y qué pasa? Si tomo unas, me encuentro en medio del océano, viajando por Asia y camino de Oceanía; Dorothy es la esposa angustiada del desatento millonario, abandonado al fin por el amor de un comandante de navío en cuyos brazos muere, de pasión y fiebres, en el sucio puerto de Makassar. Si tomo las otras, Dorothy es una ramera de la Pensión Montecarlo (pensión que, según mis investigaciones, existió realmente, y funcionó en el primer piso del inmueble donde, años más tarde, se estableció la redacción del Diario de Bahía), que largaba un amante tras otro, dormía con quien le pagaba y acabó amancebándose con un coronel del interior. Aquel sueco, Johann, que es piloto en unas notas, En Plataforma. o era una flor de pureza y bondad como la pintan los adoradores del oscurantismo realista? ¿Quién es capaz de descubrir la verdad pasado tanto tiempo? ¿Quién sabe si ella se acostaba o no con todos aquellos condes. anunciando a voz en grito su decisión de arrancarle su lengua viperina. –Usted. aquellos vejestorios andaban con el diablo en el cuerpo. la plaza para los segundos. Salió a toda prisa para iniciar el cumplimiento de su misión. Será en la playa. subiendo a los peñascales para ver la llegada de los navíos. la cabellera agitada por la brisa. discúlpeme. En nuestro tiempo. Porque la población. Sus propios partidarios empezaron a decirle que era necesario hacer algo que probase. capitán de altura Jorge Amado es comerciante en otras. Se dividió la población y también el arrabal: en los bancos de la estación que daban cara al mar se sentaban los partidarios del comandante. Zequinha Curvelo. eso de los duelos era una idiotez inmensa. dispuesto a ignorar todas las habladurías.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. querido amigo. dos sectas. Como dijo el jefe de estación.. detalles reveladores. hasta agotar la munición. el padre Justo iba recibiendo las noticias y se llevaba las manos a la cabeza: ¿Cómo escoger padrino de las fiestas de San Juan el año próximo? En medio de todo. a fines del invierno. sólo un hombre permanecía tranquilo y sosegado. El muerto rodará hacia el mar.. Exijo revólver de seis tiros. A veinte pasos. perdida la mirada en el mar. No era hombre para duelos. se amenazaban unos a otros. se limitó a comentar con los íntimos: –Simple despecho. más difícil es comprobar los hechos. en los que daban a la calle.. ya anticuado. Cuanto más tiempo pasa. Me han dicho que el tiempo acaba siempre por restablecer la verdad. la duda será eterna: ¿Fue María Antonieta. como el viejo Marreco. encontrar pruebas concretas. los de Chico Pacheco. pero hay que hacer algo para acallar a esos calumniadores.. pues una parte de los antiguos oyentes de sus historias le volvió la espalda. eso sí. enarbolaban el título y la Orden de Cristo. reumáticos. casi todos con estrechamiento de uretra. El entusiasmo se apoderó de Zequinha Curvelo. sólo me queda una actitud. Voy a desafiar a ese calumniador. Sin ella. dos columnas de odio. sin sombra de duda. Fracasó.. con los riñones averiados. tenían un conflicto a cada instante. ganando al póquer y contando historias: el comandante Vasco Moscoso de Aragón. Estaba en uno de sus mejores momentos: la mano apoyada en la ventana. Llegué a la conclusión de que sólo la intervención del destino. y Rui Pessoa serán mis testigos. y muchos se reían de sus aventuras. sin embargo. pero como hay quienes las creen.. Si ya fue difícil a los moradores de Periperi descubrir algo en aquellos tiempos. hasta con el sueco? Si no fuera porque el destino intervino en el momento exacto. –Comandante. Había decidido ignorar esas miserias. manteniéndose siempre de pésimo carácter. Los jubilados y retirados de los negocios.. tengo derecho a elegir armas. Los partidarios del comandante por un lado.. cosa ridícula. sin que llegaran a saber jamás quién mentía y quién decía la verdad. Como soy el insultado. aunque. Menéndez pasa de armador a socio de una firma comercial. en una de esas casualidades aún sin explicación. Tendremos un duelo. treinta y dos años después de los sucesos. –Creo que tiene usted razón. Cierto día Zequinha Curvelo se lanzó ciego contra Chico Pacheco. preparando su coñac caliente por la noche. liviana y corrompida como quieren los sectarios de la Revolución Francesa. Se formaron dos partidos. ante la espantosa historia contada por Chico Pacheco. y aquellos que habían mantenido la cabeza fría. Y se encogió de hombros. No le fue posible hacerlo. Chico Pacheco no quiso ni nombrar padrinos. Él. imagínense hoy. Total: un barullo de mil diablos. tras el casi pugilato con Chico Pacheco. en este mes de enero de 1961. La playa quedó para los primeros. no sé lo que hubiera acontecido en Periperi aquel año de 1929. puede realmente a veces llevarnos al conocimiento de la verdad. Se sucedían los encuentros violentos. pero no lo creo. le abrió su corazón. sonriendo con su expresión bonachona. se insultaban. se dividió en dos mitades. Los detractores blandían la narración del ex inspector de Consumos. la falsedad de la narración del ex inspector de Consumos. Cuando llegaron a sus oídos los primeros rumores de la agitación provocada por Chico Pacheco. Chico . doctor Alberto Siqueira. tenía horror a las armas de fuego. Un duelo no probaba nada. ni de Adriano Meira. reflejo sólo de la amistad que siento hacia la ínclita y desconfiada luminaria de nuestra jurisprudencia. que conservaba el equilibrio en medio de la tempestad. lejos de envidias y de infamias. El comandante lo miró con sus ojos límpidos: –Si tuviera que buscar pruebas para defenderme de un cobarde que huye del campo del honor. donde se reunían los enemigos del comandante. probándole la pureza de mis relaciones con Dondoca. Volvía a erguir la cresta: –Un día me harán justicia. El propio Zequinha Curvelo le hizo observar un día: –La verdad es que las trolas de ese majadero nunca fueron desmentidas. He visto anuncios de una casa en venta. Lamentarán mi ausencia. dispuesta así a aguantar. el azar. ¿Por qué no ha de poder entonces demostrar al Meritísimo mi inocencia. sin embargo. pasajera la ventaja del comandante. No. Si el charlatán quería. Chico Pacheco perdió cierto crédito entre sus parciales. Y el charlatán había sido amigo de oficiales del Ejército y de la Marina. ni del viejo José Paulo. los excitaba. Zequinha Curvelo pronunció una sola palabra: –¡Cobarde! La escena tuvo lugar en la plaza. en un callejón sin salida. No quería ni oír hablar de duelos. ni de Zequinha Curvelo. probaría todo lo que había dicho. Fue el destino. con paciencia y sonrisas. denle ustedes el nombre que les plazca. ni verlas le gustaba. a ver si acababa de una vez con las sospechas crecientes del Meritísimo juez. era capaz hasta de saber manejar una pistola. y él. Pero no me rebajaré a desmentir a un pusilánime. Si tan valiente era. como si estuviese en el puente de un navío. comiendo sus chocolatines y durmiendo con su amiguita? ¿Sólo por eso? ¿No saben acaso ustedes que el destino es caprichoso? Cuando interviene para restablecer la verdad. entonces prefiero marcharme de este pueblo para siempre. También quisiera para mí la intervención del destino. a un miserable cobarde. en la isla de Itaparica. de tener buena puntería. el Marreco. . que fuera a la Justicia. mostrándole incluso el servicio que le presto al sustituirle en el lecho de Dondoca? La dejo por las mañanas alegre y satisfecha. ni de la de Chico Pacheco. La perspectiva de un duelo agradaba igualmente a ambos bandos. si entre mi palabra y la de él hay quien vacile. lo hace de acuerdo con sus simpatías y no a vista de pruebas y documentos. Sus historias ya no encontraban aquel eco antiguo. capitán de altura Jorge Amado Pacheco. Fue. Chico Pacheco. que lo demandara por difamación. Allá por lo menos estaré en medio del mar. En el fondo persistía la duda. No. cuando un nuevo acontecimiento llegó a imponer la verdad. no lo iba a liar en un duelo. Así estaban las cosas. el único que no se exaltaba. El nuevo suceso no dependió de la voluntad del comandante. Toda la ventaja la tenía el mejor tirador. el rollo inmenso de nuestro emérito jurisconsulto.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. ¿Imposible? ¿Por qué en realidad ando ornamentando la testa del Meritísimo. ya no despertaban el entusiasmo anterior. había sabido proclamar y premiar los hechos de quien abrió nuevas rutas al comercio marítimo. Cinta negra en la gorra. –¿No tiraron el cuerpo al mar. una encomienda tan respetable. capitán de altura Jorge Amado DONDE SE CUENTA DE CÓMO EL COMANDANTE PARTE CON DESTINO IGNORADO. Va a meter sus trolas a otros imbéciles. se levantaron para acompañarlo hasta la casa de las ventanas abiertas sobre el mar.. fuera dirigido el navío por otro capitán de altura. Como si no bastaran los líos del entierro del comandante. y andaban por la banda de Sao Francisco con sus veleros.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. No continuó porque llegaba el tren de las diez y de él desembarcaba un misterioso viajero. por esta fecha. PUES NADIE ESCAPA AL DESTINO EN ESTE MUNDO Aquel día de lluvia ininterrumpida. también el comandante estaba de luto. en cuyos libros constan los nombres y direcciones de los capitanes de altura diplomados en aquella Comandancia.. con voz conmovida. cualquiera que allí se hallase desocupado. poco después de haber reconocido sus méritos honrándole con la Orden de Cristo. Comandante de verdad. en un banco vuelto hacia el golfo. rey de Portugal y de los Algarves. quisieron informarse del importante asunto que el forastero tenía que discutir con el comandante. el comandante Vasco Moscoso de Aragón. tan seria y codiciada que hasta los republicanos la habían conservado. Sólo un irresponsable total era capaz de propalar una versión tan absurda: un rey de Portugal vendiendo. preguntando si alguno conocía el domicilio de un capitán de altura. Y los jefes de los dos grupos.. Pero la ley exigía que. Tenía que verlo con urgencia. El comandante había muerto en la travesía de Río a Salvador. como es lógico. representante de la Costera en Bahía. Amigos y adversarios. el desconocido. y el primer oficial había asumido el mando. asesinado por exaltados republicanos en 1908. Mejor hubiera sido. se ponía de luto el comandante en memoria del monarca excelso que. de cuyo paradero nada . paraguas en mano. ¿Dónde iba a encontrar otro comandante? Fue. y para obtenerla porfiaban gobernantes y diplomáticos. jamás visto por allí.. Zequinha Curvelo y Chico Pacheco. sin práctica de mar ni poderes para navegar en alta mar. las calles encharcadas. fue contando sus propósitos: Un barco de la Compañía Nacional de Navegación Costera. donde la Compañía tenía otro comandante: uno de Para que pasaba las vacaciones en su tierra. En la estación. un Ita de los grandes. –Se larga porque lo he desenmascarado –empezó a responder Chico Pacheco–. . chaparrones diluviales. como si el primer oficial no pudiera llevar el navío hasta Belem. J. con examen completo y tesis aprobada. desde las alturas de su trono. en su vejez gloriosa. Él. y a quien habían cursado ya telegrama. No merecía el suburbio de Periperi la honra de albergar. y le había caído aquella breva.? –quiso saber Zequinha. sólo había uno.. Casi todos eran capitanes de lanchas fluviales. el cielo cerrado en plomo oscuro. el tal Vasco Moscoso de Aragón. en el primer puerto y hasta la llegada de un comandante de la Compañía. negociando como un tendero cualquiera con una Orden venerable. era Américo Antunes. De camino. había llegado aquella mañana con la bandera a media asta. esquivando los baches sucesivos donde los pies se hundían hasta el tobillo. famosa ya en tiempos de las Cruzadas y de los Templarios. a ciudadano de tanta fama y prestigio como el comandante. el privilegio de contarlo entre sus habitantes. Todos los años. marcharse de una vez. poco frecuentada aquel día. el viejo sinvergüenza. aquella Orden de Cristo. El comandante estaba ya pensando. viento cortante y frío. O PARA CUMPLIR SU DESTINO. cubierto con un impermeable. Seabra poseía: La Orden de Cristo. Le habrían evitado trabajos y quebraderos de cabeza. Realmente era mucha infamia decir y escuchar tranquilo aquellos disparates. unánimes. científicos y generales. sin un rayo de sol. Leyes absurdas. que era el aniversario de la muerte de Carlos I. portador de una distinción que en Bahía sólo J. como si fuera bacalao. en que las olas llegaron a barrer el suburbio. en vista de tanta envidia e ingratitud. con medalla y collar. brazal negro en su chaquetón marinero. No se hizo de rogar el desconocido. argumento incontestable. Un asunto importantísimo lo traía hasta él. en vacaciones o ya jubilado. llevar a otro burgo más civilizado. a la Comandancia de Marina. Explicó a los íntimos. peroraba Zequinha Curvelo refregándole por los hocicos a Chico Pacheco (sentado al otro lado del andén cara a la calle). a pesar de que en aquel mismo instante caía otra violenta tromba de agua. .. los amigos. ante la gran ventana que daba al mar. disolviéndose bajo la lluvia cada vez más fuerte. buscando el abrigo de la casa de las hermanas Magalhaes. podrá aplastar a esas serpientes.. –Un juramento es un juramento. dispuesta además a recompensarlo de acuerdo con el favor prestado. Se volvió hacia los dos amigos: –Permítanme que hable a solas con el señor Américo. –¿Va a tomar el mando. –Y de la honra manchada por ese hatajo de envidiosos –añadió Zequinha. es un gran hombre.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Pero al fin había descubierto. El comandante miró a unos y a otros silencioso.. –Juré no volver a poner los pies en un puente de mando. Aquí. y el forastero cruzó la calle. Los adversarios se quedaron fuera. Es la ley. porque ese comandante no va a llevar el barco.. dejando a Zequinha Curvelo y a Emilio en el vestíbulo.. Si no hubiera descubierto ese providencial comandante. . Es una historia triste. El comandante veía el grupo adversario allá fuera. y cuando llegó a la estación ya estaba saliendo el tren. Usted lo sabe mejor que yo. es un farsante. Aunque esté de vacaciones o jubilado. cada vez más fuerte. donde esperaría ya el otro comandante que lo traería de vuelta. sólo Zequinha Curvelo y Emilio Fagundes habían traspuesto el umbral. puerto final del viaje de ida. algunos ilustres. Lo llevó hacia la sala.. que repetía: –Puede estar tranquilo. su domicilio actual. Ya verá como no se mueve de aquí. Chico Pacheco rió irónicamente: –Pues van a tener que esperar. Zequinha Curvelo lo llamó. Las leyes del mar. tras muchas idas y venidas.. hizo las presentaciones. Va. se extendió la noticia arrancando de sus casas a los retirados. atrayéndolos a la estación. –Feliz o no –aclaró el señor Antunes– tiene que hacerlo.. –No lo crea –cortó Zequinha Curvelo–. El representante de la Costera completaba las explicaciones de Zequinha. si el deber me obliga y me firman un documento descargándome del juramento? Dorothy me perdonará.? –Zequinha estaba entusiasmado. pero no podía competir en ligereza con el otro.. Sería un favor a la Compañía y a los pasajeros. mirando la tormenta.. El comandante explicó a Zequinha y Emilio: –Exigí un documento firmado por el presidente de la Costera. A Zequinha Curvelo no le gustó nada aquel comienzo: –Pero teniendo en cuenta las circunstancias. con el señor Antunes. lo que representaría un retraso para los pasajeros y un enorme perjuicio para la Compañía.. Vieron al comandante volver acompañando al representante de la Costera. Llegaban ya a la puerta de la casa del comandante y lo vieron en la sala del fondo. reconociendo las razones por las que quebranto mi juramento. entonces.. comandante. pues se oía el pitido del tren que llegaba de Paripé y tenía que cogerlo. diciéndole cuan agradecida le quedaría la Compañía.. Deseo discutir con él unos detalles. Un apretón de manos. pero está obligado. Chico Pacheco fue tras él para saber las novedades. Intervino Américo Antunes. barco y pasajeros hubieran tenido que esperar tres o cuatro días hasta que llegara otro capitán de altura de Río de Janeiro. Creció la discusión. El comandante se sentirá muy feliz prestándoles este servicio.. –Discúlpeme. capitán de altura Jorge Amado sabían en la Comandancia y a quien no habían encontrado en su domicilio declarado del Largo Dois de Julho.. Todo saldrá bien. conocen los detalles. Palabra de marinero sólo hay una. entre ellos un senador federal de Río Grande del Norte.. explicó de qué se trataba frotándose las manos: –Ahora comandante. a pesar de la lluvia que seguía cayendo sin tregua. bajo la lluvia.. Sólo los más obstinados seguían allí. y venía a pedirle que tomara el mando del Ita hasta Belem. corriendo. no va. y en el hueco de la puerta la silueta de Chico Pacheco. –¿Y por qué no había de ir. Duró poco más de diez minutos la conferencia. Las discusiones prosiguieron. El charlatán se ha largado y no volverá a poner los pies aquí.. Ya en la puerta del vagón se llevó la mano a la visera en un saludo militar. aún varios de ellos se encontraban en la playa a pesar de la lluvia. vestido con su uniforme de gala. –¿Por qué entonces se llevó a la cocinera? Un día de éstos. se presentará alguien a embalar los trastos. la verá –dijo Zequinha. No dijo una palabra. el comandante llevaba en la mano su magnífico catalejo. Como no den con otro comandante. –Va a mandar un navío hasta Belem –afirmó Zequinha Curvelo.. –Hay que ser muy burro para creérselo.. En la estación dio la mano a amigos y adversarios. A las cinco.. hasta que los diarios trajeron las primeras noticias. Desde allí veían a lo lejos el muelle de Bahía.. Nunca volverá. Caco Podre arrastraba las maletas. Luego emproaría a la bocana y desaparecería más allá del rompeolas. estaría la sirena sonando en aquel instante. apretándolo largamente contra su pecho. El comandante Vasco Moscoso de Aragón abrazó a Zequinha Curvelo. ya lo verán.. –anunció Chico Pacheco–. que amaba las frases rotundas. Salía una densa humareda de la chimenea. . ¡Pero si ya estaba preparando la fuga. Quien viva. llegadas por telegrama. el barco ese va a echar raíces en el puerto.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Y si no. Y dirán que la casa se ha vendido. indistintamente. capitán de altura Jorge Amado Discusión y lluvia continuaron incluso después de la partida del comandante. ásperas y violentas.. al tiempo. y distinguían en el día neblinoso. –Ha huido. la silueta negra y majestuosa del Ita en las maniobras del desatraque. Llegó el tren. –La verdad se sabrá a su tiempo.! Lo único que ha hecho ha sido apresurarla. en el tren de las dos. y tal vez hubiera estrechado también la de Chico Pacheco si el ex inspector de Consumos no se hubiera retirado a un extremo del andén...... acompañado de Balbina. –Calumnias. al frente de los demás. Atravesó. Pero ya el primer oficial le tendía la mano: –Es un honor para nosotros estar a las órdenes de quien ostenta tan alta condecoración –se refería a la Orden de Cristo... Para mí sería un horror.. señora. Un colapso. El rastro de su perfume lo acompañó. Un marinero le llevaba tas maletas. Vasco lanzó una mirada hacia Américo Antunes. Vasco indicó hacia el lecho: –¿Murió él ahí? –No.. Entonces el primer oficial. pobre hombre. Vasco se sintió enardecido.. niños que se metían entre las piernas de la gente. Gruñó amenazador el pequinés hacia el comandante. que brillaba en el pecho del chaquetón del comandante. los aullidos de un perro asustado en los brazos de una madura y elegante señora. que estuviera usted en Bahía! Si no fuera por usted estaríamos aún aquí. VISITA GRATUITA A LOS PUERTOS DE ESCALA. CON LA CÉLEBRE TEORÍA DE LAS BAQUEANAS Y LOS VIENTOS EN FURIA DESATADOS DEL COMANDANTE EN EL PUESTO DE MANDO Subió a bordo acompañado por Américo Antunes. comandante. sonriente.. los pasajeros lo rodeaban curiosos. con muerte a bordo. Siguieron los pilotos.. primer oficial. disculpándose: –Perdone. y el comandante se dirigió a sus oficiales: . –¡Qué suerte. CON LOS MÚLTIPLES SUCESOS DE A BORDO.. Repentinamente. el segundo maquinista.... Murió en el puente de mando. se inclinó hacia Vasco Moscoso de Aragón y le dijo: –Esperamos sus órdenes. –Sólo cumplo con mi deber. Se acercó un muchacho rubio. el comandante Vasco Moscoso de Aragón. el jefe de máquinas. él no sabe cuánto le debemos.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. que nos honra y nos favorece haciéndose cargo del mando de nuestro navío hasta que lleguemos a Belem. como animándolo. Pasó el médico de a bordo. DISCUSIONES POLÍTICAS. gente que se despedía.... comandante. ROMÁNTICOS AMORES. –explicó Antunes. en el puente de mando. –El comandante Vasco Moscoso de Aragón. retenidos. Iba delante de ellos un marinero que colocó las maletas en el camarote del comandante. Sabían los pasajeros su gesto y lo valoraban debidamente. el cuerpo del comandante una noche y un día en el salón de baile transformado en capilla ardiente.. senador por Río Grande del Norte. donde ya esperaban los oficiales en posición de firmes. Estaba resultándoles un viaje accidentado. Vasco tuvo la impresión de que entre él y el representante se cambiaba un guiño.. –Geir Matos. la noticia feliz del descubrimiento del comandante retirado. sintió una fuerte conmoción y apenas pudo escuchar la voz del otro presentándolo a un hombre bien trajeado: –Doctor Homero Cavalcanti. ¿no? Sólo es un decir. –El comandante fue muy gentil. capitán de altura Jorge Amado TERCER EPISODIO MINUCIOSA DESCRIPCIÓN DEL INMORTAL VIAJE DEL COMANDANTE AL MANDO DEL «ITA». Fue presentado al comisario de a bordo. Puesto el pie en el navío. –Sólo un decir. Ésta sonrió al capitán. Se lo presentaron y los acompañó hasta el puente de mando. guiado por Américo Antunes. Apetecible dama. comandante. Subieron la escalera que llevaba a la cubierta reservada a los oficiales. maletas arrastradas por los camareros. por entre el barullo del embarque. luego la amenaza de demora en Bahía. El comandante aclaraba en voz baja con Américo Antunes: –Quedamos en eso. . el representante de la Compañía. Éste hizo un gesto de asentimiento. Tengo asuntos importantes en Natal. –Mi deber... queriendo saltar de los brazos de la viajera. El navío se fue apartando lentamente en las maniobras iniciales. en aquella hora solemne de las órdenes de partida. Se acercaba la hora de la partida. comandante. Siga usted. Retiraron la escala que unía el navío al muelle.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Sólo recurriremos al señor comandante si surge algún problema grave inesperadamente. vislumbrarlos entre la lluvia y la distancia que iba haciéndose mayor a cada instante. señor primer oficial. señores. Vasco se quedó en el puente. en la playa.. lloraban las mujeres bajo la lluvia. Y. Vasco miró en dirección a Periperi. con el brazo tendido. No es mi intención modificar lo más mínimo los hábitos de a bordo en estos breves días en que el navío va a estar bajo mi mando. La sirena aulló. señor comandante. los amigos. un veterano capitán conocedor de las costumbres de navegación. dirigiéndolo como hasta ahora. le deseo el más feliz y agradable de los viajes. Y esperamos que esto no suceda. Seguro que entre ellos se hallaría Zequinha Curvelo. capitán de altura Jorge Amado –Señores. Américo Antunes dio por terminada la ceremonia: –El navío es suyo.. un problema que exija sus conocimientos. Los pañuelos marcaban un adiós sobre el muelle. –Se ve. saben ustedes que mi presencia aquí es sólo un requisito exigido por las leyes. Se despidió. en nombre de la Compañía Costera de Navegación. No deseo mezclarme en nada. oyendo cómo el primer oficial daba las órdenes. Le hubiera gustado al comandante llevarse el catalejo a los ojos. que es usted un verdadero lobo de mar. y su sonido se perdió más allá de las torres de la iglesia. la mano en adioses. deseándole éxito y buen viaje. Allá estarían. El barco está en buenas manos. . Pero ni siquiera se atrevía a moverse. Vasco quizá hubiera preferido encerrarse en la cabina para descansar de las emociones de un día tan movido y decisivo. el doctor Othon Ribeiro. EN MAR AGITADO.. Pero era su deber presidir las comidas de a bordo en el comedor de pasajeros. Sería más seguro también. El senador y el diputado discutían de política. Son unos atolondrados. aunque fuera con retraso. Esos revolucionarios de opereta andan por Buenos Aires peleándose entre ellos. Créame: no se atreven.. ¿No sabe que hace pocos días vieron a Siqueira Campos por Sao Paulo? La policía quedó abobada. Nadie seguiría las consignas incendiarias de Joao Neves. Cosa por otra parte sorprendente cuando hasta un Artur Bernardes se las da de revolucionario. Llovía y aullaba el vendaval. Toda aquella agitación no pasaba de una tempestad en un vaso de agua. Con el senador a la derecha y a la izquierda un diputado federal por Paraiba. No se atreven a poner un pie en el Brasil. no ver la sopa. vestido de cura. comandante? Vasco prefería no opinar y. La sucesión presidencial estaba en marcha. y la formación de la Alianza Liberal que reunía a los gobernadores de Rio Grande do Sul. Ya el senador de Rio Grande do Norte. doctor Homero Cavalcanti. que en su mayor parte se habían retirado a los camarotes. que sería continuado por su sucesor. Carlos Prestes. respetuoso. El diputado paraibano amenazaba con revoluciones inminentes y fatales. Minas Gerais y Paraiba. el navío saltaba valientemente en el mar picado. las palabras oficiales del senador. ¿No le parece. Mi querido senador. ¿Cree que esa cuadrilla va a hacer una revolución para sentar a Getulio en el Catete? Si tuvieran alguna posibilidad no sería con Getulio con quien iban a unirse. la dama del cachorro no se había animado a enfrentarse con el mar encrespado. esos revolucionarios de vía estrecha. gran propietario y banquero. Esa policía de que nos habla no vale nada. Había perdido ya las esperanzas de que llegara. el comandante dio su primera orden a bordo: mandó servir la comida. hizo un gesto vago en respuesta al senador. Un año agitado aquel 1929.. capitán de altura AMENAZAS DE REVOLUCIÓN INTESTINA E INTESTINAL Jorge Amado DEL COMANDANTE EN LA PRESIDENCIA DE LA MESA A BORDO. con garantías expresas del empleado. Joao Alberto y Juares Tavora. una crema blanca. . porque a veces le subía por el estómago un desasosiego amenazador. sin el menor asomo de sensatez. el comisario.. Y mientras tanto. A la sombra. con el plato de sopa. –Habladurías. El comandante se inclinaba hacia la derecha y escuchaba. Oswaldo Aranha. –¿Que no se atreven? ¿Acaso no es Rio Grande la frontera? –Getulio Vargas no está loco para embarcarse en una aventura con esos botarates. Cercaron el barrio entero. Lo harían con Isidoro o con Prestes. ¡inconsciente!.. No creo una palabra. desanimando a los pasajeros. en el caso de que se atrevieran a cruzar la frontera abandonando su exilio en el Plata. frente a frente Getulio Vargas y Julio Prestes. no se haga ilusiones. Una pena. Todo el mundo lo sabe. Hizo de tripas corazón. el no menos eminente paulista doctor Julio Prestes. sobre todo.. él salía de la redacción del Estado de São Paulo con el doctor Julio de Mesquida.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. CON No estuvo el comedor muy concurrido en la cena de aquella primera noche. serían implacablemente acosados por la policía y acabarían a la sombra.. se tragó dos píldoras del tubo comprado en una farmacia. apoyando el programa de trabajo del eminente doctor Washington Luiz. susurraba que Siqueira Campos. repugnante.. Atravesó por medio de policías. En cuanto a los militares. El diputado volvió a la carga. quizá pudiera cambiar con ella una sonrisa y unas palabras. No podía faltar. El menú de a bordo tenía que prepararse de acuerdo con las previsiones atmosféricas. El primer oficial. los pilotos. Miró a su alrededor: muchos sitios vacíos.. estaban escondidos en distintos lugares del Brasil preparando la insurrección armada. con la discusión de las candidaturas. en el centro de la gran mesa principal. Empujó el plato. se turnaban en la presidencia de las mesas menores. Bautista Luzardo. no hacen más que pedir amnistía. Quién sabe si encontraría en la sala a la dama del pequinés. esperaba hambriento e impaciente. –Policía. Tendría que llamarle la atención al comisario para que no repitiera aquel descuido. absolutamente contraindicada en la situación del mar aquella noche.. El senador se reía de aquellos rumores: el país se hallaba tranquilo y satisfecho. la dama del perrito. tras acabar. el médico. Indicando con un chasquear de lengua la excelente calidad del pescado. en este barco. A mí me gusta Bahía. pueden estar Prestes o Siqueira.. pero lo reconocí en seguida. Se lo puedo asegurar. –Un comandante a bordo es un eremita. suelta una carga de revolucionarios por las calles. Navegué siempre por el océano hasta jubilarme. Estoy aquí debido al lamentable. pensó el comandante ante aquel asqueroso espectáculo. Escondidos en el camarote del médico o del maquinista. O en el de nuestro bravo comandante. muy bien! No es que me importara quedarme unos días en Bahía. donde todos sabían que la casa de José Américo de Almeida era el centro de la conspiración. se llevó un vaso a la boca amarga. ¡Sí. . comandante? –el diputado había abandonado a los conspiradores por las faldas. aquellos rumores le desasosegaban. Siga uncido al carro de ese cabezota de Washington.. El comandante. con la Revolución. ¿Por qué no seguía Ze Américo escribiendo sus novelas en vez de meterse a revolucionario? Podía tener razón el diputado y hallarse en el navío uno de aquellos perturbadores del orden público. No tengo prisa. pum. el diputado seguía con su tema: –Fíjese. acompañado todo de puré de patata donde se veían. que tiene que llegar en seguida a Natal.. Fue usted quien nos sacó del atolladero. ¿no es así. En compensación. el mundo entero. Viajaba como representante de una firma de Río.. Traen y llevan a los conspiradores en sus cabinas. sobre todo en los viajes largos. Agarrarlo con la mano no quedaría bien. pum. comandante? –No pertenezco a la Costera. y notó en él algo extraño.. para evitar la directa y peligrosa pregunta del diputado. a tiros. y aprovechó la pausa: –Navegación de altura.? Sonrió con un esfuerzo el comandante. señor. pero un poco monótona. lo olvidaba. No se engañe: toda esa gente de la Costera está con los tenientes. comandante? –Prácticamente. la hoguera estará encendida bajo sus pies. aquí mismo. alarmante: –Un día de estos llegará un Ita a Natal. Aquel diputado de Paraiba era. ¿Conoció muchos países.. El diputado insistía. los camarones. y cuando se dé cuenta será tarde. porque seguro que ya no está allí. mar adentro. ¿no? Tantos días de mar. –Pero de vez en cuando deben pegarse buenas juergas. El senador. el puré mantecoso.. un bocazas: venga hablar de revolucionarios y conspiraciones mientras engullía vorazmente los trozos de pescado. –¡Ah! Es verdad. capitán de altura Jorge Amado –Pues siga no creyendo. En mi último viaje por el norte. como el senador.Comandante Vasco Moscoso de Aragón.. Y toda la nación lo está también.. –Profesión tentadora. intentaba olvidar a aquellos revolucionarios que habían estado a punto de fastidiarle la cena. pum. –filosofó el senador. señor. las franjas de mantequilla. Navegué bajo muchas banderas. Si no aún estaríamos esperando la llegada de otro comandante desde Río. Era difícil cortarlo debido al balanceo.. fuera del pan. evidentemente. ¿por qué no? El senador se estremeció: a pesar de su aparente serenidad y de su confianza en la fuerza del Gobierno... asintiendo. Marchan contra Palacio. ¿No es verdad. Trozos de pescado nadando en salsa de tomate y camarones. Lanzó una ojeada de desconfianza hacia el comandante. Bastaba abrir los ojos ante aquel horror y el estómago se revolvía. contento con el nuevo rumbo de la conversación. en un Ita igual a éste. senador. Buena tierra aquella.... aunque la Alianza Liberal anda muy débil por allá.. un barco inofensivo. Vasco apenas había comido nada. ¿sabe quién venía a bordo y se quedó en Recife? Joao Alberto.. con ese Vital Soares candidato a la vicepresidencia. comandante? Una pura y asquerosa provocación el otro plato. hay cada hembra como para volverse loco. Sí. El pollo asado estaba tentador. hizo un esfuerzo desesperado.. y en vez de desembarcar pasajeros. pum. ¿No es verdad. ¿eh. amarillentas... Todos esos marinos –e indicaba al comandante– están a nuestro lado. Pocas veces había caído tan baja la naturaleza humana. ¿No le había confirmado la policía el paso de Juares Tavora poco tiempo antes en dirección a Natal? ¿No le habían dicho que conspiraba con los jóvenes oficiales dirigidos por Juracy Magalhaes y que los conspiradores se reunían en el Café Filho? ¿No había recibido el soplo de que se reunían en las proximidades de Palacio? La policía había descubierto el rastro del revolucionario cuando ya éste había partido hacia Paraiba. Sólo los hacendados ricos –recordó el diputado.. las más ardientes. ridícula e imposible. M... En mi opinión. la verdad es que hay diferencias. –Un incendio. pues. La lluvia azotaba la cubierta. a que todos acabaran. El pollo exigía toda la atención y cuidado: amenazaba con saltar del plato. Comí fruta verde.. –¿Es de Bahía mismo usted. –Cuando yo era muchacho había una turca con casa abierta en Campo Grande. ¡Imagínese: un comandante mareado! Qué absurdo.. –hizo una pausa. –Casi no ha comido nada... –Bien.. Vasco hizo un gesto vago: –Es difícil decir: depende. las más calientes? No era hora para hablar de aquello. comandante. –¿Y no le gustan estos puros? Es un crimen. El diputado intentaba retenerlo en cubierta: –¿Y si usted descubriera. –No me encuentro bien... tuvo que recurrir a todo su carácter para dominar el estómago. que las inglesas son frías. señor comandante? –Sí. doctor. Cosa fina. Carlos I de Portugal y de los Algarves vivía apartado. no tenía ganas de nada. No quería saber nada de revolucionarios y revoluciones. –¿Tan temprano? –Fue un día fatigoso.... Todas sus vísceras estaban en conmoción. las españolas un volcán. conteniéndose. –Pues vaya y luego vuelve. Un bulto se cruzó en su camino hacia la cabina.. –Pero. sólo fumo en pipa. con su aire balzaquiano. El médico bajaba la escalera.. ¿dónde encontró las mejores mujeres.. Nada le impediría ahora volver urgentemente a su cabina. –¿Calientes? –preguntó un diputado. afortunadamente. Se levantó y dio por terminada la cena. con la cabeza apoyada en una almohada. –¿Va al puente a tirar de su cachimba? ¿De verdad no prefiere un bahiano? –Muchas gracias.. bajó la voz. Vasco salió corriendo hacia el camarote. que no salí nunca del Brasil. Quería estar solo. todos sabemos. al puente de mando. –Buenas noches. lo único que deseaba era que acabara la cena. Ni la sonriente criatura del cachorro si apareciera por allí. soy. que se fueran al diablo Washington.. Apenas engulló el comandante la primera y última cucharada. puede uno echar una cana al aire. acostado. No había muchacho que llegara. No quiero abusar. Getulio. Tengo que volver a mi puesto. Hasta yo. Era el médico de a bordo. estuvo a punto de provocar el desastre. –Buenas noches. Esperó. el senador y el diputado se inclinaron para oír la revelación– . comandante.. un desencanto. comandante! ¡No me venga con historias! –En los puertos sí. Voy a ver cómo va todo. por ejemplo.. –Y de todo ese mundo que ha corrido. bueno. una ola más fuerte sacudió el navío. Estaré en el salón de lectura. Pero cobraba un dineral... capitán de altura Jorge Amado –¡Bueno. Se rieron los tres de la idea. fumando un puro bahiano... Perdone: voy a descansar un poco.. con su caldo azucarado..son las árabes... las francesas no buscan más que el dinero. El viento le metió en las narices la hedionda humareda del purazo. . Afortunadamente no estaba allí la gentil y bonita dama del pequinés. comandante –el diputado seguía devorando. –Pensé que se mareaba. –Disculpe. No habría podido conversar con ella. Julio Prestes. –se rió. Vasco se precipitó escalera arriba. Vasco decidió no arriesgarse con el café. La ensalada de frutas.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. –Cuestión de hábito. uno de esos revolucionarios escondido en su camarote? ¿Qué haría? ¿Lo entregaría a la policía o guardaría el secreto? ¿Qué haría? ¿Sabría actuar en un caso semejante? No se metería en política. sentía una especie de asco de la vida. Echaremos una parrafada. Desde el fin del gobierno de José Marcelino y del asesinato de S. Se cerró por dentro y se tiró en el camastro.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. capitán de altura Jorge Amado Porque no tuvo tiempo de llegar a la puerta. . Fue andando hacia la cabina. Tenía la impresión de que había llegado su hora postrera. Miró con miedo: nadie por allá. hecho un guiñapo. humillado. Se echó sobre la borda y le salieron vida y honra a borbotones. Se sentía sucio. sin fuerzas para desnudarse. con ciertas diferencias de confort y rapidez. cabaret en el sótano del Teatro Municipal. cuando los aviones aún no surcaban el cielo acortando distancias. de algodón. Era uno de esos Ita en los que bajaban del norte y del nordeste políticos y empleados. mediada su licenciatura. se hacían amigos. parando también en Ilheus. Recife. se iniciaban amores y noviazgos. la ciencia y los cuidados de médicos de fama nacional y precios altos. capitán de altura Jorge Amado DEL «ITA» NAVEGANDO AL SOL. un atropello. Los pequeños prolongaban el viaje. piauienses. recordando entre carcajadas las juergas. dotados con el poder de la improvisación y de la creación poética. Cuando el comandante salió del baño encontró el desayuno servido en su camarote.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Y la inspiradora presencia de las prostitutas. acortando el tiempo y arrebatando a los viajes todo su encanto y poesía. desembarcando y recibiendo pasajeros. los medianos. Cabedelo. Solteronas con la esperanza de un novio surgido de las ondas. al Assirio. y a veces los paisajes que habían conocido. En él bullía la inquieta y alegre humanidad habitual de los Ita: políticos en visita a sus bases electorales o de regreso de un rápido viaje a Río. de pecho abierto e indómita resistencia ante las crudezas de la vida. los pequeños. Natal. los «cabezas-chatas» impávidos y pobres. aspiró el aire de mar como en sus tiempos de travesías por las rutas de Asia y Australia. Existían tres tipos de Ita. Los políticos iban y venían en aquel año de campaña presidencial. el cielo despejado. con los ojos clavados en hacendados y comerciantes. frailes en vacaciones. una que hablaba del mar y de marineros. a los ganaderos y fabricantes. de regreso de su primer e inolvidable visita al Pan de Azúcar. en una avidez de vivir tan rápido que transforma la vida en una pobre aventura sin color ni sabor. El que ahora mandaba Vasco Moscoso de Aragón era uno de los mayores. cubiertas y corredores la población característica de aquellos Ita que durante tantos y tantos años subieron y bajaron por la costa brasileña. Los de tonelaje medio se detenían además en Vitoria. nacidos en las tierras áridas. DE DORIVAL CAYMNI Amaneció un sol de Dos de Julio. Viajantes de las grandes firmas con su repertorio de anécdotas. batidas por la sequía. placer: se establecían relaciones. una fatiga. Muchachas y señoras que volvían después de pasar una temporada en casa de unos parientes en Río o en Sao Paulo. QUE DEBE LEERSE CON EL ACOMPAÑAMIENTO MUSICAL DE «PEGUEI UM ITA NO NORTE». Belem. eran de fiesta todos los días a bordo. sergipanos. curiosos siempre de detalles sobre su nueva residencia. de babaçú. hechos de vivacidad. apareciendo de madrugada en las cubiertas de primera. El viaje. relegadas en general a la segunda clase. misioneros destinados a las catequesis de las selvas. sonriéndole. Comerciantes e industriales. las paraenses y bahianos. Maceió. brillante y cálido. de altanera proa. Se disgregaba por las salas. desde Porto Alegre a Belem de Para. pasando de un Ita a un Ara. Los Ita grandes sólo hacían escala en las capitales importantes. no existía mejor luna de miel para los recién casados. Cuando el tiempo era más lento y menos aprovechado. los papa-jerimuns . CAPITULO CASI FOLKLÓRICO. Convalecientes de operaciones y tratamientos difíciles que habían ido a la capital a buscar los tratamientos hospitalarios inexistentes en sus Estados. el mar como una sábana de acero reluciente. Sao Luis. menos gastado en la prisa inútil por llegar cuanto antes. Paranaíba. las mujeres. Tahúres que cambiaban de barco a cada viaje. pero todos igualmente alegres. los cabarets. cortado por el orgulloso Ita. a Corcovado. con las maletas llenas de sonetos y conferencias. y de Río hacia el Norte paraban en los puertos de Salvador. Fortaleza. de vuelta con la familia de una estancia en la capital de la República. los paseos. de un Ara a un Lloyd Brasileiro. soplándoles los cuartos a los cosecheros de cacao. de imaginación y fuerza de voluntad. funcionarios del Banco del Brasil trasladados a aquellas sucursales lejanas. literatos de la capital en ruta a las ciudades del Norte. a Copacabana. al Mangue. los pernambucanos y cearenses. maranhenses. Nuevamente de cresta erguida. limpios y agradables. y el mozo de a bordo muy solícito. viaje de placer y de negocios. una carrera. alagoanos. en un tránsito intenso de esperanzas y ambiciones. Se puso el uniforme blanco tarareando la melodía de aquella cancioncilla de la danzarina Soraya. o en las barrancas de los ríos gigantescos cíe crecidas colosales. poetas y novelistas. caravanas de estudiantes que volvían del clásico viaje al Sur. Aracajú. los grandes. –Confieso que ayer estaba un poco asustado con tanto hablarme de conspiradores a bordo. Adiós mi padre y mi madre. Había pasado antes por el puente de mando... que el viaje transcurría normalmente. ¡Mire que meterse en esos desatinos de la Alianza Liberal! Él y otros de su banda arrastraron a Paraiba a esa locura. con su impecable uniforme blanco. Una compañía que va a actuar en Recife. ¿Cómo va el viaje? ¿Ya tiene el horario de llegada a Recife? –Nos dará el alba en el puerto.. pero no vio más conocido que el senador. sin novedad. –Ya les dije que no quiero alterar de ningún modo las costumbres de a bordo ni ponerme a dar órdenes donde todo se halla en buenas manos. senador. comandante.. ¡imagínese! Y como saben que la elección la tienen perdida andan inventando golpes y revoluciones. Los que volvían ahora.. En la sala de estar empezaban a organizarse las mesas de póquer.. como todos los gobernadores del noroeste. Un honor y un placer. disputaban partidas de malla.. –Es un honor para mí tenerlo a bordo... –Ya ve: un chico de futuro que se está echando a perder. con un vestido leve y vaporoso. ciertamente. Muchachos y muchachas. Siempre me escucha. Acarició la cabeza de una chiquilla que corría por cubierta. Aquellos que se hicieron música popular en la voz del poeta y cantor de las gracias de Bahía.. Voy a dar una vuelta por ahí. De palique con unas cómicas.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. dos de ellas con pantalones. Vea si ese es modo de comportarse todo un diputado federal.. capitán de altura Jorge Amado del Rio Grande do Norte. Su presencia va a alegrar a los pasajeros. –Se sentó el comandante en la silla contigua–. de éxito. –Quien se queda en Recife es Othon. –¿Qué artistas? –Embarcaron en Río. –¿Y la cuarta? –Es una vieja que hace papeles de criada.. –Muy bien. A la vista de todo el mundo. la tercera. por eso no las vio –indicó con el labio–. hacia el sur. eran los mismos embarcados muchos años atrás en un Ita cualquiera. con una osadía casi escandalosa entonces. El comandante paseó una mirada por las sillas. cuatro mujeres y cuatro hombres. Un chico de talento.. También bebe mucho. Iba distribuyendo amables «buenos días» y sonrisas. Ya de madrugada andaba a vueltas con esas artistas. bajo el mando y los cuidados de Vasco. el comandante Vasco Moscoso de Aragón. Se dirigió hacia él. donde el primer piloto le informó de que todo iba en orden... pero perdido. Y saldremos a las cinco de la tarde. Othon los vio. en busca de fortuna. junto con todos los Ita: Tomé un Ita en el Norte Para venir a Río a morar. de poder o sólo de una posibilidad de ganarse la vida.. Un Estado pequeño. que depende de la Presidencia para todo. . y que llegarían a Recife a la mañana siguiente y partirían. si Dios quiere. El comandante vio a tres muchachas. ping-pong y golf sobre cubierta. Ahí viene Othon con ellas.. comandante. Se pasa el día con la aguja en la mano. y no puede ver una falda sin encabritarse. en ruidosa animación. Saben cuánto me aprecia el doctor Washington. hacer preguntas sobre el viaje. Las mujeres no estaban ayer en el comedor. Oyen mi opinión y me piden consejo. Debe de andar por ahí haciendo ganchillo. Encendió la pipa: si el mar seguía así.. –¡Oh! Buenos días. Adiós Belem de Pará. Varias personas estaban ya en las tumbonas. a las diecisiete horas. Entre ellos paseaba. Les entusiasma hablar con el comandante. si no ordenaba otra cosa. este viaje iba a ser el premio de su vida. reían en torno al diputado. –Tiempo suficiente para comer con el gobernador y discutir con él unos problemas políticos. Un conjunto pequeño. –¿Quién? –El diputado que estaba a su izquierda. . comandante. –¿Está viendo. como el señor comandante.. –comentó la morena. con un vestido escotado en los hombros y corto en las rodillas.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. comandante? Está usted partiendo corazones. –Un amor que tuvo. –Sí. Theun me dijo que cultivaban tulipanes. de ojos grandes. Encargaré para la señorita un mar de rosas.. comandante... Reían las muchachas. –¿Qué puede esperar un viejo a mi edad. –Los dedos de Othon bajaban por la cadera torneada de la morena. riñendo amorosamente al perrito... la de los hoyuelos.... –Qué placer.. Que hasta ganó medallas..... hace tiempo. –. –¿No se lo he dicho.... Vasco se levantó y se inclinó al dar la mano a las muchachas. no le quise ofender... –explicó la. Sabía tratar a las mujeres bellas y gentiles. –No deja al perrito.. delgadita. señorita.. Quiero aplaudirlas. ni que fuera un hijo. –Dígame una cosa. Yo traté sobre todo a armadores y gentes de mar. No podré ir al espectáculo. comandante.. o un nombre así. llevando pasajeros de Nápoles y Génova hasta Oriente. –Una se enamora y acaba sufriendo. –dijo la tercera.. –Qué pena.. una cinta en el pelo.. sí... –¿Estuvo en Holanda? –quiso saber una. –Vengan a conocer a nuestro nuevo comandante.. de cabello ondulado y hoyuelos en el rostro.. –sonreía la morena de senos opulentos. ¿no es verdad? –Viajé bastante. La cubierta empezaba a poblarse y no quería ser visto en aquella tertulia inconveniente. –Les garantizo un tiempo perfecto hasta el fin del viaje... Iré a la vuelta si pernocta allí el navío. cuyos ojos acompañaban al senador. –El comandante aún es un trozo de mal camino en la vida de una mujer. ¿Va a seguir este bicho danzando como ayer? En mi vida me vi en otra igual: es el primer viaje por mar... claro.. en el Santa Isabel. Nunca vi tanto amor. alegres en la mañana de sol y mar tranquila.. –¿Van Fries? Pues no recuerdo ahora. –hablaba una rubia delgadita..... deje eso.. Durante cuarenta años.. Se volvió y vio a la bonita dama del pequinés... comandante? –rió el diputado–. aunque era un poco más alto. La morena opulenta lanzó una mirada lánguida a Othon. No le gustaba que lo vieran de charla con gente de teatro.. . No en vano el comandante había andado por los bailes de Palacio y en la Pensión Montecarlo.. –¿Cuándo estrenan en Recife? –quiso saber Vasco. cuya mano se apoyaba familiarmente en el brazo de la morena. Me volvió loca..? –¡Oh!. ella le cogió la mano y se retiró mirando alrededor.. El senador se levantó. el doctor Othon nos contó que el señor comandante ha viajado por todo el mundo. –¿Y quién fue ese Theun cultivador de tulipanes? –quiso saber el diputado. Regina confesó: –Era el hombre más hermoso que vi en mi vida.. espere a ver si me acuerdo. Usted no está tan viejo. sin levantarse de la silla. –¿Y conoció por allá a la familia Van Fries? Viven. no en vano había cruzado los mares mandando grandes transatlánticos. Aún está terne y de buen ver. al lado de Othon.. –El comandante es un amor. –comentó la delgadita.. –Othon. En Sassvangent.. que desaparecía en la sala de estar. ¿Estaban estos Van Fries ligados de algún modo a la vida marítima? –Creo que no.. Ha hecho una conquista. capitán de altura Jorge Amado El diputado les saludó con la mano y se acercó rodeado por las artistas. –Ésa se viste como si tuviera quince años. El ladrido de un can cortó su frase... –Mañana por la noche. llamada Regina.y más joven. Tenía un aire así.... El senador saludó con una inclinación de cabeza. El perrito mostraba los dientes al comandante. Ella sonrió respondiendo. no se moleste.. un brazo ocupado en sostener al pequinés.. No quise casarme. estoy seguro. –Se lo diré al oído. capitán de altura Jorge Amado –Es más que un hijo. por favor.. –Fue un placer. por amor de Dios. escandalizada. –No sé de qué habla. Se aproximó a la dama. –¿Qué es entonces? –quiso saber la de los hoyuelos. señor comandante? –acabó preguntando–. No llevaba alianza. tal vez se había portado incorrectamente...... ¿Vive en Bahía su familia? –No tengo familia. Acababan de presentármelas. deseaba ir a ayudarla a armar la tumbona. –¿Fue a Río de vacaciones? –A pasar unos días con mi hermana.. O eso dicen. Más parecen mujeres de la vida... Ella permaneció pensativa y melancólica.. –¿Qué ha dicho? Dime. Vivo allí. La casa no es muy grande. agarró la silla que ella no conseguía armar. El comandante miró disimuladamente hacia las artistas y el diputado. Salió rápidamente....Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Jazmín. Vea cómo nos miran y cuchichean... –¿Y no quiso quedarse allá? –No podía. Su mirada se perdió en el horizonte–. Le susurró algo Othon. Estaban riéndose. cómo puede él mirar a otra mujer? –Comandante.. Vivo con mi hermano. –¿Se queda también usted en Recife? –Voy hasta Belem de Para. Luego se acostumbra. Hubo un breve silencio. la boca pegada al oído de la morena. El comandante le miró la mano. –No es posible. pero sólo tiene dos hijos.? –¿Yo? –Volvió el rostro.. –¿Viudo? . Está casado también.. señorita? –Eso que acaba de decir el doctor Othon. Puso el animal en el regazo. Dispensen. –Permítame.. –No son amigas mías. Vasco se inquietó.. La delgadita le guiñó un ojo.. Tiene celos. De tercer orden desde luego. por favor.. –reclamó la morena. ella tapó la risa con la mano. comandante.. –y suspiró. Y con voz burlona y un poco enfadada: –Sus amigas reclaman su presencia. víctima del diálogo de las artistas con el diputado. créame. –Son artistas. en Belem. Vasco cumplimentaba con la cabeza a la dama del pequinés. señora. –¡Quieto.. ¿Con la señora a bordo.. Desde Río vienen escandalizando con todos los hombres a su alrededor.. La señora exagera. Su marido es ingeniero de caminos en el Ministerio.. La delgadita le preguntaba: –¿Piensa usted lo mismo? –¿Qué. Vasco se apoyó en la barandilla. enfrente.. Y tienen cinco niños. Muchas gracias. pero luego sus ojos tropezaron con el grupo que rodeaba al comandante y se volvió de espaldas con un movimiento brusco. –¿Y usted.... Ella agradeció: –Oh. Y ese doctor Othon no las deja un minuto... –dijo el diputado. respeta al comandante! –No le gusto.. me desconcierta. –Al mío. –Igual hace con todo el mundo al principio. Se sentó. –¡Qué horror! Este hombre es imposible. gruñía. temiendo haber cometido una indiscreción.. Como si no hubiera nadie más a bordo. Vasco se calló. Pero siéntese.. –¿Y usted. Una pareja de novios pasaba. –Triste para quien está solo –dijo él. –No tuve tiempo. siempre embarcado. Es triste este mundo. Son todos unos hipócritas.. Esta vida del mar. Su mirada se perdió también en el cielo infinito.. Crecía el grupo en torno de las actrices. como dando a entender que sus motivos eran más serios y dolorosos. se iba llenando la cubierta. Les ladró el pequinés. La dama dijo: –No creo en los hombres. . No tuve tiempo para casarme.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Suspiró igualmente el comandante: –Recordar. Ahora todas las sillas estaban ocupadas. sonaban carcajadas y comentarios. capitán de altura Jorge Amado –Solterón. –¿Y no pensó nunca en casarse? ¿Jamás? El comandante sujetó la pipa con la mano. Era profesora de piano y se llamaba Clotilde. –¿Sólo por eso? ¿Nada más? –Y la dama dejó escapar otro suspiro... cogidos de las manos. ¿Para qué? –¿Usted también? –Y ella suspiró de nuevo–. Sin querer confesarse el íntimo deseo de frecuentar la agradable compañía de las rameras. comandante. tendidas al sol como lagartas. Aquella misma mañana. –El señor es el comandante. –No es que quiera meterme en sus asuntos. referente a las elecciones: O seu Tonico Do torrao do leite grosso Ponha a cêrca no caminho Que o paulista é un colosso. En los grandes navíos extranjeros tenían mucho cuidado con detalles de esos. Uno de ellos tocaba la guitarra. cambió de actitud. acababan pegando la hebra. no le costaba esfuerzo.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. aquel pescado. Hablaba con unos y con otros. El comandante paseaba la mirada desde el puente sobre la segunda clase. –Sí. es mejor –apoyó el primer oficial. Es lo que digo siempre: no hay nada tan importante en un barco como un comandante responsable y capaz. desde ricachos y poderosos. acompañando a una muchacha en una popular marchinha de la época. capitán de altura NAVÍO NAVEGANDO EN MAR DE ROSAS Y MOZAS Jorge Amado DEL COMANDANTE COMANDANDO. De ninguna manera. de la de partida.. me olvidé de consultar el servicio meteorológico antes de establecer el menú. El comisario le escuchaba con el ceño fruncido. comandante. referente a la cena del día anterior. estoy aquí solo. por ejemplo. al subir al puente antes de la comida. Aquella sopa. informaba sobre la velocidad del navío –trece millas horarias. Pero el senador. cuyas herramientas son su atractivo y su cuerpo. la mayor autoridad a bordo. de las aventuras en escondidos puertos del Pacífico. pero no eran platos para servir con mar picada. El primer oficial. sobre todo la impecable actitud del primer oficial. Sacó la conclusión de que el navío era un mundo en miniatura. Le gustó aquello. LA DAMA SUSPIRANDO. Con ellas sabía conversar. muchachas y señoras de buena familia. no quiero intervenir en nada. el pobre casi no probó la comida. confraternizando. pero ante la firme posición del primer oficial. no es necesario. el comandante. Guardaba de sus tiempos de mozo. presentando disculpas: –Realmente. Muchacho simpático aquel Geir Matos.. que no se molestara el comisario. algunas muy llenas de sí.. hablar con aquella gente: al fin y al cabo eran también sus pasajeros. le apoyó calurosamente. hasta las pobres mujeres cuyo negocio es su seducción. leyendo Escena muda y el Cinearte. Lo mejor será que de ahora en adelante le presente la carta para su aprobación. rondaban a las mujeres. En tan pocas horas de travesía y convivencia su popularidad se había asentado firmemente entre los pasajeros. políticos y banqueros. peinándose las melenas. un grato y amable recuerdo de las mujeres de la vida. LA DANZARINA DANZANDO Y EL Se desperezaban las busconas en las cubiertas de segunda. Que con ese puxa-puxa Faz-se do leite coalhada. arreglándose las uñas. –Tiene usted toda la razón. con insistencia hasta exagerada tratándose de asunto tan secundario. no tenía que medir las palabras como se veía obligado a hacer con las pasajeras de primera. –No.. sin discusión. Pega a garrucha Finca pé firme na estrada. señores. Tenía que bajar allá. No volverá a ocurrir. millas marítimas. donde había de todo. naturalmente–. se inclinó humildemente. Yo. arriesgó un comentario crítico. lo recomendaría a la Costera cuando presentara el informe sobre el viaje. se hacía . repito. hablando con el comisario. Bajaban de primera los estudiantes. Es una falta lamentable y no debe repetirse. de la hora de llegada a Recife. Y él era el indiscutido rey de aquel mundo. sin límites en su poder. de los burdeles y pensiones de Salvador. que asistía a la conversación. se vio rodeado en la sala de estar por un enorme grupo que asistía. cruzar las torrenteras y los campos yermos.. agitada por las corrientes marítimas. y aquí jamás pasa nada –indicó con el dedo–. encendió un cigarrillo. bajó a la tercera.. atravesar las estepas resecas. Las putillas. –Nada. Seu Julinho vem Vem mas custa Muita gente há de chorar. donde nacieron y deseaban morir. con piernas y costillas rotas? Se paró a oírlo. me gustaba mucho. rumbo a Sao Paulo. arriesgando su vida. Iban de Calcuta a Akyab.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. había trabajo y dinero para todos. Una de estas noches vamos a abrir una botella y usted va a relatamos esas hazañas. Modesto. azotada por los monzones. al verlo venir. Un día. según decían. Así. Se o mineiro Lá cima descuidar. apartaron a los estudiantes sobones. arriba y abajo. con tripulación casi toda hindú.. –Pónganse a sus anchas. avejentada. Cuando.... ¿Cómo prestar atención a la aguja cuando el comandante se arrastraba por la cubierta. el comandante no lo vio. árida y pobre. en las costas de Birmania. Sólo oyó un trozo de frase: –.. se sentaron más decentemente. Hoy ya sólo les queda el deseo de volver a su tierra natal. Sin embargo. el primer piloto lo llamó y ambos se quedaron escuchando. Hasta el puente llegaba la voz agradable de la mulata cantando una marchinha política: Seu Julinho vem Seu Julinho vem. en la misma drástica pobreza. El primer oficial dijo: –Muy bien. bajaron los vestidos hasta las rodillas. Aquí estamos oyendo sus hazañas. mil veces a punto de ser arrastrado por las olas gigantescas. Nosotros nos pasamos la vida por esta costa. de regreso al Nordeste. Allí viajaban.. donde. El comandante no quería estropearle la alegría a nadie. Aquélla era una ruta siempre peligrosa. en un carguero de bandera inglesa. y el comandante volvió a las mozas sambistas de la segunda. tal furia en los elementos. en respetuoso silencio. por la tarde. ¿Y por qué ha parado usted de cantar? Siga.. gente de mar. Para distraer a los pasajeros. nunca había visto. –Cosas de poca monta. pero la suya.. volvió al puente de mando. en las innumerables veces que atravesó aquel mar incierto. –Es usted bueno.se fue arrastrando por la toldilla como una serpiente.. Bonita voz tenía la cantora. los campesinos que habían huido en los años de sequía hacia las tierras del Sur. Se quedó mirando a las putillas de cubierta de segunda. tan entretenido estaba en su relato. Que no nos quedamos sin oírle. Cesó de cantar la mulata.. Las señoras abandonaban el ganchillo y el tricot ante la emoción del relato. capitán de altura Jorge Amado el modesto cuando le recordaban sus hechos marítimos y le preguntaban el motivo de su condecoración. comandante. al relato de sus aventuras. Seu Julinho vem. Se apoyó en la puerta. la esperanza de mudar de destino había llevado a aquellos hombres a cruzar los caminos del desierto. Contó primero la de la tempestad en el mar de Bengala. pero no se hacía rogar. El señor comandante nos tendrá que contar sus viajes con todo detalle. compusieron la figura... comandante –rió una. comandante. Era un espectáculo deprimente.. al caer la tarde. sorprendió al primer piloto comentando sus aventuras con el primer oficial y con los otros pilotos y el médico.. y prosiguió sola la guitarra su lamento. el primer piloto. Dio un garbeo por la segunda. Se calló el mozo al verlo.. Pero ustedes. Pasó por el lado de fuera el jefe de máquinas. .. por favor. pendiente de sus labios. para arrancar de debajo del maderamen del mástil partido por un rayo al esquelético marinero hindú que gemía allí. con decorados y todo. para retirarlos luego y preguntar con voz mimosa–: ¿No quiere dar una vuelta para abrir el apetito? –Nada desearía más. a pesar de los consejos reiterados de Jerónimo y de Georges. y el tenor. Desde entonces había mantenido una distancia conveniente ante la música llamada erudita. capitán de altura Jorge Amado –Un camarada. –Esperaré. Abrumado por el calor. amigo. Pero las muchachas no dejaban su forzada compostura.. eso es lo que es. vendiendo salud y mantecas. a un famoso bajo. El coronel adoraba la ópera.. arrastrado por el coronel Pedro de Alencar. y ella le . tal vez el protocolo lo obligara a detenerse un tiempo a admirar al pianista.. Intentó evitar la entrada en la sala: siendo el comandante.. no la veía. la música crecía. y allá se fue con el coronel. tenía un gramófono y discos con arias de Caruso. perfumada. En primera. pero mucho más elevada que él. y si no retrocedió fue sólo porque Clotilde le esperaba para dar una vuelta por cubierta antes de cenar. con un vestido majestuoso. señor adulador. Se acercó. Pero si me espera un instante estaré en seguida en el salón a buscarla. aquellos ojos de quien escondía una pena secreta. se sabía de memoria parte de la ópera. se despeñó. –Muchas gracias. Latió más fuerte el corazón del comandante. ¿dónde se había metido la fascinante señora? Arriesgó una ojeada hacia el lado del piano. como deslizándose por cubierta. En cuanto lleguemos a puerto le vamos a dar una serenata –dijo un estudiante. asistió a una ópera en el Teatro Sao Joao. Una pena. Clotilde no estaba en la sala. Pero tengo que cambiarme. Porque. una maravillosa soprano y una no menos maravillosa contralto. y por encima de su capacidad.. y sin el pequinés (detalle alarmante) venía Clotilde.. Vasco admiraba la música clásica con respeto.. –Se cubrió los ojos con el chal. como para compensar. También él tenía que cambiarse de uniforme. en los brazos evidentemente incapaces de sostenerla del raquítico tenor. pero no tarde. Vasco renegaba de la vanidad que lo había llevado allí sólo para ponerse el uniforme y la condecoración.. en la presentación de La Bohème. ponerse el azul. digna ciertamente de la mayor admiración. con su vestido de tul. Convenció a Vasco de la oportunidad única que el destino les ofrecía para oír a barítonos y tenores. pero sin intimidad. sin embargo. de espaldas al rincón de la sala donde se hallaba el piano. el desafinado piano del salón sacaba lo que podía de un aria de La Bohème. Ella lo vio y le saludó con un gesto que era al mismo tiempo una llamada. Resultó un rollo insoportable y sudó a mares. sin verdadera estima. –Parece usted una diosa del mar. pensó Vasco retirándose. Cuando volvió. Se entretuvo aún unos minutos. un chal de seda en la mano. II mio nome é Lucia. que lo trató de burro y de ignorante. Vasco no pudo contener las carcajadas. Vasco sentía ganas incontenibles de reír cuando la voluminosa cacareadora preguntaba: Mi chiamano Mimi Ma perché? Non so. las cintas en el pelo y un mundo de esperanzas en la voz languideciente. He de ser digno de su elegancia a la hora de la cena. La mulata no siguió cantando. Cierta vez. con la encomienda. sustituidas las camisas de manga corta y los vestidos livianos por ternos de lanilla para la cena. Actuaba una decadente compañía italiana perdida por Bahía al fin de una procelosa gira por los escenarios de la América Latina. flaquísimo. frágil y tísica. era un hilillo de hombre. Se decidió. Cuando la soprano. los pasajeros comenzaban a llegar del baño vespertino. ¿Dónde se habría metido? El virtuoso parecía haber ganado nuevos ímpetus. con gran indignación del coronel..Comandante Vasco Moscoso de Aragón. porque era una ocasión más para exhibir el uniforme de gala y la Orden de Cristo. los cabellos cayéndole en una perfección que sin duda le había costado media tarde perfilar. Reconocía ahora al piano una de aquellas arias de lamentable memoria. –Comandante. Miró por la ventana.. para evitar un comprometedor cambio de miradas con el ejecutante. El coronel Pedro de Alencar estaba en plena delicia. La soprano debía de pesar sus buenos ciento veinte kilos. Ha cambiado mucho desde entonces. tendría al comandante a sus órdenes para llevarla por puentes y playas. cuya acuática geografía la había encantado en el viaje de ida. –¿Qué? . Se dirigieron al comedor hablando de La Bohème. Iban pasito a paso. Las vueltas por cubierta empezaron tras la cena. por favor. –¿Y la ópera? –La adoro. Hace años que estuve por última vez.. Se sintió orgulloso.. que según él era una bella ciudad para vivir. tal vez. Muchas. De vez en cuando. Cuando me jubilé llegué a pensar que jamás miraría a una mujer. la cogió del brazo: –No diga eso. sin saber dónde poner las manos. Pensó que ella misma no pasaría de ejecutar música de baile en las fiestas sin orquesta de las familias conocidas. ella jugueteando con el chal. A ella le encantaba Puccini.. Desgraciadamente. donde llovía todos los días a la misma hora. él dando chupadas a la pipa. Pero sin parar nunca el tiempo necesario para conocer a fondo la ciudad. Fue ella quien recobró el hilo de la charla: –¡Pero qué piano.. qué perfecta ejecución! ¡Qué divinos momentos! –¿Le gusta la música clásica? –¿Que si me gusta? Tengo una colección de discos que es.. –Sí. capitán de altura Jorge Amado sonrió sin apartar las manos del teclado. una de las mayores de Bahía y tal vez del Brasil.. de repente. desde luego. –Pero tampoco yo conozco Recife.. le tendió las dos manos: –¡Pero.. las cintas del cabello saltándole al compás de las notas. Y ahora. dijo sonriente.. El comandante. Antes de jubilarme. como máximo un vals. con la cabeza levemente inclinada. qué hermosura! ¡Qué sonoridad. hablando de aquella ciudad de Río que ella adoraba. su elevada condición de pianista capaz de ejecutar música clásica. un pasajero los interrumpía para cumplimentar al comandante. Él afirmó que no era menor su admiración y su entusiasmo. para pedirle una información. Ese tiempo pasó hace ya mucho. sus dotes artísticas. Era profesora de piano. ¿vamos a dar una vueltecita? Pero no hubo tiempo. dirigiéndose a la aplaudida y modesta ejecutante. que se cubría el rostro con el chal.. deshechos sus trabajosos rizos. lentamente.. que es como se sabe madre de todas las virtudes. En cuanto lleguemos a Recife haré llamar a un afinador.. Hablaron de Recife. por avenidas y parques. Durante todo el diálogo le sostuvo las manos. le hizo silenciar su competencia. Tal vez tenga un amor en Recife y no quiere que lo vean en mi compañía –y volvió a reírse con su risa excitada y breve. entró en la sala. Ella se dio cuenta. éste de su barco! ¡Nunca vi uno tan desafinado. hasta quita las ganas de tocar. poco había visto de la capital pernambucana: llovía a cántaros. con los ojos en blanco. y las retiró. Y ahora la veía. Él la había creído maestrilla de ocasión. quiero decir que la conozco superficialmente.. y no tenía tampoco quien la acompañara a los lugares dignos de visita. Cuando digo que no conozco la ciudad.. sólo capaz de enseñar a teclear a las mocitas casaderas de su ciudad. pero la modestia. porque llamaban a cenar. como ahora desearía para poderle servir de cicerone. el hecho de que al fin se hubiera decidido a bajar la tapa del teclado dando por acabada la audición. modestia aparte. –¿Que no lo conoce? Pero usted es marino. se lo había dicho en su charla matutina. –Por lo visto. de Belem de Para. Él se quedó confuso. no quiere acompañarme. antes de la velada en el salón. –Lo voy a solucionar. con un pequeño estremecimiento nervioso. pero ahora. la cabeza caída y los ojos en éxtasis. debe de haber pasado por ahí docenas de veces.! –¿Tan malo es? –Pésimo. con una risa sincopada.Comandante Vasco Moscoso de Aragón.. Mañana iba a ser distinto. lo suficiente para que asesinaran unas sambas. de Bahía. El comandante se detuvo. a tiempo sólo de acompañar a los demás oyentes en la salva de aplausos con que saludaron las dotes de la pianista y. atacando nada menos que una ópera: era una artista. cuando llegaba a un puerto mi primera preocupación era saber si había teatro de ópera. un fox. y el tropezón la arrojó contra el comandante. Poco antes de entrar en el salón la tuvo entre sus brazos: ella. allá en Crato. capitán de altura Jorge Amado Un pasajero se detuvo junto a ellos y le dijo: –Va a empezar la «víspera». Seguía una «víspora vertical» y el vencedor ganaría un llavero de plata. señor comandante. reprobaba con la mirada la algazara de la mesa vecina. Él había oído las palabras del indiscreto pasajero. Se trataba de una pieza de biscuit de regular tamaño. volvieron la espalda al grupo ruidoso y teatral. El primero que llenara el cartón se llevaría el sofá de los enamorados. una verdadera joya. a encontrar los números? El comisario. Hizo un llamamiento a los chiquillos –«esos angelitos»– pidiéndoles un poco de silencio. llevó la pieza de mesa en mesa para que la vieran todos. como decía el comisario. ante tanto entusiasmo. El comisario hacía consideraciones humorísticas sobre los premios. enloquecido por el perfume que ella exhalaba. Todos la codiciaban. Estamos esperando por el señor comandante. en la base de la bola más alta. con el saquete de fichas al lado. que declaró entre aplausos: –Se lo daré a la patrona. Allí estaba. Era el tercer premio. en la que el diputado Othon y las artistas exigían a voces el inicio de la lotería. en mechones sobre su frente. e incluso el calor de su vientre huérfano. sintiendo en la punta de sus dedos el temblor de su carne. una eternidad de emoción. Hubo un silencio cuando comenzó el sorteo de los números. que se lo ofreció al diputado entre las miradas de censura de algunas familias y del senador.. Señoras gravibundas. De repente ella comprobó: –Sólo me falta una casilla. Clotilde suspiraba: –¡Ay. agitando el chal. Se sentaron juntos en la mesa donde el senador. no vio la tubería que cruzaba la cubierta. alcanzó el colmo del nerviosismo. El comisario reclamó la atención de los asistentes. cuyos suspiros a cada premio perdido conmovían al comandante.. posiblemente una caja. hacia cuya excelencia llamaba la atención el comisario. mientras el camarero sostenía en alto el llavero. aquella obra de arte. que despertó curiosidad y comentarios. Iba a dar comienzo el primer juego. aquella perfección.. arrancando risas y cuchicheos a la concurrencia. uno para él y otro para Clotilde: –¿Me ayuda. anunció los premios. pero sin entender su sentido. declaraba: . envuelta en papel de seda. vagando en sus sueños. los dedos de Vasco presionaron levemente en su brazo. El cuarto. cinco en total. y éste sintió sus cabellos. Seguiría un cenicero con el escudo de la Compañía Costera y la fotografía del Ita en el fondo. y el camarero. con aires de nuevo rico. Todos los pasajeros estaban reunidos en el salón. El primero se disputaría en «víspora horizontal» y era un frasco de colonia. encima del piano. sentado junto al piano. Comenzó a cantar los números. para una «víspora» en cruz. junto al piano. a la vista de todos. El llavero de plata fue a parar a una chiquilla de unos trece años. Un bulto cuadrado y grande.. La dama suspiró. cosa más valiosa y bella que la maravilla exhibida anteriormente. y habría que llenar todo el cartón de aquella especie de lotería. sus senos se aplastaron contra el pecho de Vasco. entre ella y otros dos jugadores que habían completado la «víspora» al mismo tiempo. tras el desempate. sería otorgado en una «víspora mosca». un sofá Luis XV donde dos enamorados se miraban a los ojos cogidos de las manos. al senador y a Clotilde. quién pudiera ganarla. a mozas y muchachos. Él la sostuvo durante una fracción de segundo. Y llegó la hora emocionante de la mosca... se dirigieron al salón.! El último premio. Vino un camarero y vendió dos cartones al comandante. Algunos niños pedían bombones y caramelos. Aquella sublime expresión del gusto pequeño-burgués arrancó exclamaciones de éxtasis a señoras y señores. Clotilde. El cenicero le tocó a la actriz morena. llamándole la atención hacia un número cantado y olvidado de marcar. empezando por las artistas. Ella posó sus ojos en la noche de estrellas y agua verde. «aquel primor. juguetona. A una señal del comisario de a bordo. con dos cartones de «víspora» frente a él. en demostración de desagrado. el camarero exhibió el perfume.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Pero poco después un sujeto. permitiendo que Vasco le tocara el brazo a cada instante. El frasco de colonia lo ganó un hacendado de barbita en punta. era una sorpresa. aquel non-plus-ultra». Se sentía romántico y nervioso. Clotilde parecía a punto de llorar: –Por un número. Había dos maneras de bailar: «a lo bruto». y toda aquella juventud. viejo sueño que ahora podía realizar.. Prometía visitarla en Recife a fines de año. Apenas empezaban a elevarse las primeras notas y ya la morena pernambucana giraba en los brazos de su atlético enamorado. ¡Me gusta tanto oírla. Hubo una ovación.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. rostro contra rostro.. proporcionando tema para comentarios maliciosos. comandante.. pero no la reveló. Realmente. diciendo: –No estaré mucho tiempo.! –En este caso. aquella misma tarde. Mientras se desarrollaba la lotería. tomó su mano. confundido. deshecho.. Es el último día a bordo. pretextando el calor. comenzó a perder.. Vasco tenía una idea. Y tanta ilusión como me hacía ese recuerdo. Y él sacrificó el esperado paseo. con ojos de llamarada. llamándose «cariñito». para ofrecerle la brisa marina y las estrellas del cielo abierto. Sea buena. ... y el capitán de altura.. Salió una caja. la sorpresa. conmovió al comandante.. –taconeaba nerviosa. los que con él habían navegado por las costas del Medio y del Extremo Oriente.. por favor. Insistía la muchacha.. se retiró discretamente. comandante. sirviendo de hazmerreír a todos. otra. Estaba a punto de proponerle que abandonaran la sala. con los cuerpos juntos. Nos gustaría bailar. Él iba hacia Fortaleza.. –pidió otra muchacha. A su lado. halagada: –No me gusta tocar música de baile. flor de las morenas de Pernambuco–.. su fama de bailarín. desde que el comandante se colocó tras de él. ¿cómo? La ha ganado ese señor. Ejecuto mis compositores predilectos. y una más.. continuando así el paseo y la charla. había pasado unos minutos de mirón. capitán de altura Jorge Amado –¡Completo! Era un tipo de elegancia afectada. sonriendo hacia Clotilde. pues pasaba día y noche en la mesa de póquer ganándoles los ahorros a hacendados y comerciantes.. por Navidad.. el marido miraba a un lado y a otro. besándose en cada rincón del navío. Mientras tanto. .. «mi pituquita». van a tener gemelos. apretándose. Jazmín me está esperando. hasta llegar a un paquetito que. Se dirigió al piano acompañada del grupo jovial. y aún hoy recordaban sus marineros. –Toque. cuando un grupo de muchachas y muchachos se aproximó a la mesa: –Con su permiso. aún acabaría en sus manos. ¿podía la señora tocar algo bailable? Se hizo la importante. y dentro de la caja. Insistió también: –Toque. que no se entristeciera. y notó que el sujeto se ponía nervioso como si su presencia le desviara la racha. muy conversador. siempre abrazada al marido. lisos. El comandante. «bichito adorado».. Vasco la consoló: la pieza sería suya.. risas y silbidos. conocido de viaje. Sólo por complacerlo. apenas empezando a vivir. «gusanito». comandante –y se dirigieron a Clotilde–. por favor. Se reunieron todos alrededor de ella y del marido para ver abrir el paquete. y que realizaba aquel viaje para conocer las ciudades y los paisajes del Norte. en sus tiempos de la Pensión Montecarlo había sido un excelente bailarín.. tan antipático. donde vivía. por lo menos.. pasión fulminante. el comandante alimentó la esperanza de volver a cubierta con Clotilde. contenía un chupete. La premiada sonreía con desconcierto. La mestiza de ojos profundos e incendiarios se dirigió al comandante con divertida mesura: –¿Me hace el honor. Y la morena opulenta comentó en voz baja: –Al paso que llevan.. El comisario empezaba a cantar los números para el último premio.. y luego. un muchacho suplicaba con la mirada. una belleza mestiza. de concederme este baile? Se levantó Vasco. Eso. el paisaje marítimo parecía no interesarle lo más mínimo. de piel bronceada y cabellos negros... que se decía banquero en vacaciones.. otra. La ganó una recién casada. –¡Oh! –dijo suplicante una muchachita de dieciocho años.. por el Mediterráneo y por el mar del Norte. tan ansiosa y frágil. El doctor Othon comentó en alta voz: –La suerte supo escoger. –Pero. Trabajaba en un banco. profundo conocedor del póquer y de las manías de los jugadores. Vasco asistió al momento en que se rendían cuentas y a las despedidas. El doctor Stenio se embolsó sus ganancias. simplemente. –Estoy muerto de sueño. Es posible que le divirtiera la noticia de su ignorancia sobre el póquer. No duró mucho la música. Nunca vi tanta suerte.. Acordaron visitar juntos Recife. la postura austera.. un espasmo en cada gesto.. uno de los perdedores. señorita. al día siguiente. Comprendió. Al cabo de hora y media de juego. cómo el doctor Stenio daba las cartas. Así «a la familiar» inició el baile con la moza de sangre india. El doctor Stenio. Miraba. comandante: soy yo la agradecida. al piano. y Clotilde sufría por su pequinés. iba a coger la pieza de biscuit. le dijo: –Aún es temprano. muy interesado. Vasco acercó una silla y se sentó al lado del afortunado jugador: –¿Me permiten? –¡Desde luego. que no era a él. Uno de los hacendados se quedaría en Recite. el ansia apenas dominada. la hembra. Se fue junto a Clotilde. Ella contestó: –Para eso me mandó tocar. en la misteriosa bodega del Nilo Azul.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Lamentó no poder seguir el viaje para recuperar lo perdido. doctor. Así se bailaba en las fiestas de Palacio. los jóvenes la dejaron levantarse y partir. el negro cabello liso acariciándole el rostro. Vasco se lo agradeció: –Agradecido. Desde el piano. ¿Quién gana? –¡Quién va a ser! –habló otro de los perdedores–. de Lloyd –y replicaba a la puesta de un hacendado–: Sus 32 más 64. En una silla la pieza de biscuit. una y otra. se disponía a volver a su camarote.. fruncido el ceño. con un poco de picardía quizá. Vasco se dirigió a la sala de juego. Era sólo al hombre. a Vasco. comandante. la misma prisa y avidez en el amor.. la elegancia. en las recepciones de la sociedad bahiana. Una racha fenomenal. ya era casi medianoche. –¿Conoce usted el póquer. que había dejado una fortuna en la mesa. por favor! –respondió uno de los hacendados. Los otros jugadores eran comerciantes y hacendados. propuso cerrar la partida. él intentó apartar aquel cuerpo ansioso y enloquecido. comandante? –preguntó el de la buena racha. su cadera rozándole. Perdían los tres. –¿En qué puerto desembarca usted.. sin importarle la edad. Ella aún estaba un poco furiosa y trató de «desvergonzada» a la mestiza. Clotilde lo miraba. Y pronto la sintió contra sí. en Alejandría. comandante. Clotilde abrevió la partitura. –Baila usted muy bien. con una humildad aprendida en Dorothy. felizmente. sesentón de blancos cabellos. Cuando. El citado doctor Stenio rió satisfecho. pero me gusta verlo. se separaron las parejas. de perturbadora belleza lunar. fuera ya los otros jugadores. en el cabaret El Dragón Azul de Hong Kong. vamos a hablar un momento. si no había el menor parecido entre ellas? Había algo de común entre la muchacha de Feira de Sant’Ana y aquella señorita de Belem: los ojos inquietos y febriles. a quien ella se agarraba y se entregaba en la danza. hasta en el más simple. El comandante. con un palmo de separación entre los dos. . He de volver en el Almirante Jaceguay. ¿Por qué le recordaba a Dorothy. solo en el camarote. doctor Stenio? –En Belem. Había también la «familiar». Eran. Permaneció Vasco allí sentado un buen rato. Tal vez siga luego hasta Manaus en un Vaticano. La muchacha había cerrado los ojos y se mordía el labio inferior. haciendo de vez en cuando una pregunta idiota acerca del valor de los juegos y las apuestas. capitán de altura Jorge Amado excitándose al cálido contacto con la pareja. Vasco tuvo miedo. el seno dilatándose en su pecho. ¿no? No hubo paseo aquella noche. en los bailes de los grandes transatlánticos que hacían la ruta Europa-Australia. con los dedos sólo rozando la espalda de la muchacha. En una de las mesas de póquer estaba el capitalista en viaje de placer. Queda para mañana. Estaré allí algunos días. pero ella lo mantenía próximo. finalmente. el color. –No sé jugar. y algunos jóvenes jugaban al king. la belleza. Había tres mesas de póquer funcionando. conversando con la dama. y así bailaban en la Pensión Montecarlo. No había mejor esposo y padre en el mundo. su esposa. señor tahúr vagabundo: usted no va a Belem... desafiando el viento de la noche. Le hubiera gustado llevársela como recuerdo a Daniela. resignado. Allá había fabricantes de azúcar.. –¿Sin trampa? Es posible. El comandante suspiró.. estaba casado y era un marido ejemplar.. Estuve cuarenta años embarcado. de su vida.. Seguiría en Recife. conocedor de todos los trucos.. Todos lo han visto. Sólo lamentaba haber perdido aquel sofá de porcelana con los dos enamorados.. desde luego.. Deje el barco en silencio si no quiere ir a parar a la cárcel.. comandante. Nací jugando al póquer. Sin trampa. Es mejor que me la deje.. veinte mandando navíos en Asia: conozco toda la corporación de los profesionales de su calaña. eso sí. aquella pieza tan bonita. –¡Oiga. ¿De acuerdo. Pero esto da unas rachas excesivas en el póquer. comandante! Disculpe. –¿Suyo? ¿A qué se refiere? –Esa pieza. ¿qué es lo que está diciendo? –Lo que oye... cogió la pieza de porcelana. Óigame bien. Ya rindió intereses sobrados. esperaría otro barco para llegarse hasta Belem.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. La gané. de todas las triquiñuelas? Se encogió de hombros. una monada todos. lo he ganado. –¡Pero he pagado el pasaje! –Capital bien empleado. un lince. aquello formaba parte de las reglas del juego. Adoraba a la familia. Porque. dos niños y dos niñas... Deja el barco en Recife.. eso que se lleva es mío. se gana siempre. pura suerte.. . locos por el póquer. capitán de altura Jorge Amado –Hoy mismo y ahora. gente rica. cogió la pieza de porcelana y salió a cubierta. pues? –Si el señor comandante lo ordena.. Tenía cuatro hijos. Vasco se levantó. –Pero. El competente profesional salió echando pestes: ¿por qué diablos habían ido a buscar para sustituir al comandante muerto a aquel viejo marino de altura. Ya lo ha comprobado usted. –no discutía. se fue con ella: –Buenas noches... amigo. de sus órdenes. en el almacén del pie de la Ladeira de Montanha. había tenido casa puesta. ni en el escritorio ni en el mar donde. la sonrisa tímida. Algunas le duraban más. como pasajeras de un viaje en transatlántico. Pero todas eran. Solo con sus viajes. capaz de asentarse en un hogar estable. Porque sabía que era su último viaje. en puerto con familia que lo esperara. de las muchachas en flor. Le había faltado tiempo. reposaba su corazón ardiente en el seno de mujeres desconocidas: estaba solo en el mundo. del escamoteo. Y cada vez más solo. con sus viajes. clandestinos profesionales del juego que arriesgaban su libertad. alta ya la madrugada.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. iba ya por los treinta años y había perdido el tiempo romántico de los suspiros. Había crecido en el despacho y en el almacén. trató a otros. y los volvía hacia la pareja de enamorados sentada en el sofá de porcelana. y que habría de pasar en adelante su vida entera acompañando la entrada y salida de los navíos desde lo alto de los peñascales de Periperi. nunca lo había tenido. miraba de lejos las orgullosas y bellas pasajeras. la esposa deshecha en añoranza. figuras desvaídas en la memoria. Siempre le habían sido simpáticos los tahúres que viven de la difícil y arriesgada profesión de las cartas marcadas. como en este instante. era bella y envidiable la vida de un comandante al mando de su navío. un estrecho camarote. de las dulces penas amorosas. el beso robado en la oscuridad de una puerta. entre el bacalao y las cartas de los clientes. con el catalejo en la mano. Un comandante no tiene ni siquiera el derecho de guiarse por sus simpatías. a su lado. Dorothy le había dejado un nombre y un corazón tatuado en el brazo. de su agilidad de manos y de pensamiento. nada de eso había tenido. sin tener dónde reposar su cabeza. temeraria. ricos señores de la tierra y de las industrias. constante amor. y cuando pudo realmente ser uno de ellos. los lejanos adioses. la pieza de porcelana. había estado siempre navegando. con tanta gente a su cargo. capitán de altura DE LA LANCHA DE SALVAMENTO Jorge Amado DEL COMANDANTE INMERSO EN SU PROFUNDO ENSUEÑO Y DE LO QUE PUDO VER A LA SOMBRA Estaba el comandante inmerso en profundo ensueño. inclinaba su cabeza fatigada. Tiene un deber que cumplir. solo con su navío. jóvenes que apenas empezaban a vivir. naufragios. sus corrientes marítimas. Había intimado con varios de ellos t en aquellos años de bohemia. en el surco sin fin de las aguas. los . políticos. entre fardos y letras de cambio. siempre solo? La casa de los Barris jamás había sido un hogar. sin embargo. sin más hombro amigo que el de su zafia cocinera. De cuando en cuando apartaba los ojos de las estrellas como un infinito pasto que alimentara sus sueños. como en los tiempos en que se abría el deseo en el cuarto sin ventanas de la negra Rosa. tal como él ahora a bordo de aquel Ita. En los mares. en ningún puerto. las inesperadas pasiones que duraban lo que una travesía. Cuando la muerte del abuelo lo liberó. Sí. como una larga espera. más inclinado bajo el peso de los recuerdos. Los amores de todos los adolescentes. Su hogar. los hijos esperando los recuerdos que les traería de escalas exóticas y lejanas. de incierto futuro. las noches de delirio en los puertos de bruma y misterio? Amor. sin tener con quien compartir recuerdos. Solo incluso entre los amigos. desde la muerte de su padre y de su madre. de desdoblarse en unos hijos que conservan su nombre. Se sentía ahora como un náufrago en este su último viaje. bajo el fardo de aquella vida suya. siguiendo siempre su ruta mar adelante. qué importaban las aventuras. Todos dependían de él. Ningún día era el día de la definitiva escala. en las almohadas mercenarias de los prostíbulos. en la cubierta del navío. los caprichos más o menos duraderos en los burdeles. se le fueron escapando uno tras otro. las honestas casadas de vida gris y cotidiana. implacable. ¿Puede un hombre vivir así. aún grumete. Su vida entera la había pasado en soledad. que no volvería a sentir bajo sus pies el suelo vacilante del puente de mando. tempestades. y las marcadas mujeres de cerrado horizonte. solo entre los vientos y los fuegos fatuos. con su cabecita crespa acogiéndose a la fortaleza de su pecho. en su navío. Siempre solo. de dar sentido a su vida. los vientos y ciclones. en el lecho de su casa de los Barris o a bordo de los cargueros y transatlánticos. cambiando de navíos y mujer. tirando de su pipa. Había colocado con cuidado. Jamás. ¿Qué importaban las aventuras. en la voz del hijo que lo llamara. en el afecto de la esposa. como se habían ido una tras otra las mujeres que se sucedían en el lecho de la casa de Barris. el mirar medroso. de puerto en puerto. con tanto destino cumpliéndose bajo su mano poderosa. tanta risa suelta y tanta esperanza loca. barricas de manteca. si aceptase plantar en el decepcionado corazón herido el brote de un nuevo amor. Sí. Se apartó el comandante.. las cintas de cabello y la risa cortada y nerviosa al suburbio de Periperi. tan sólo. tal vez guiñando el ojo al competente profesional. su piano. su pelo era blanco. de murmurarle al oído frases apasionadas. sorprendido con las manos en la masa. sería aún tiempo de romper los muros de la creciente soledad y florecer los jardines de su puerto de descanso al fin de su última y definitiva travesía. su madura y ansiada gracia. comerciantes y fabricantes. bofetadas. el comandante Vasco Moscoso de Aragón. en el puente de su propio navío. íntegro y apto para el grande y definitivo amor de su vida. para obrar con inflexible rigor. vigilante. con sus ansias de tener las manos de Clotilde. con aquel ensueño. de un momento apenas. Quería que sus pasajeros estuvieran protegidos contra los peligros del mar y los imprevistos del mundo. con un deber que cumplir. timonel sin rival. ¡Y Clotilde lo deseaba tanto. descompuesto. Pero un comandante no es dueño de su voluntad. hubiera debido arrancarlos al uno de los brazos del otro. Un sofocado rumor. en manos de la primera mujer con quien durmiese. sin dejarse doblegar por la tristeza. evitar el escándalo. irritarse ante el juego de los amantes. Dejaría aquella maravilla en el cuarto de cualquier prostíbulo.. para qué quería él aquella obra maestra? Seguro que. era él hombre sin hogar y sin familia. Para hacer justicia. y exigir del padre de la patria más respeto a la disciplina de a bordo. como un gemido desfalleciente. a la deriva en la vida. ella tendida y con la falda en alto. sentía cuan solitaria había sido su vida. ¿cómo podría él.. de las sombras de la lancha de salvamento. de nuevo inclinado sobre la borda. se limitaba a sonreír. Venía del otro lado. meditabundo. sin puerto donde anclar definitivamente. hombre de tantas aventuras. Pero un comandante debe también de ser flexible. en barco a su cargo. donde se echaba en falta un ama de casa. de la Marina de Guerra. al encontrarla. sonreiría. de acariciarle el cabello. le llegó traído por la brisa. aguzó su oído. y aproximóse con paso mesurado. El comandante. él sin chaqueta. y declaraba: «¡Vaya a quejarse al obispo. le habían enseñado sus trucos en noches de juerga y bacanal. acabar su larga espera? Había cumplido sesenta años. nada le importaría. su fiebre de amor? ¿No estaba ahora allí. industriales. no era ya dueño de aquella su fuerza antigua. Pudo ver entonces. el camino se le fuera haciendo estrecho. sin un brazo en que apoyarse cuando. ¿Pero. a aquel otro comandante Georges Dias Nadreau. sin entregarse prisionero en los cerrados muros del abandono? ¡Ah! si ella quisiera transferir su noble porte.! ¿Podría ahora romper su soledad. donde habitaba un solitario. Si él no fuera el comandante. con un pasado que entregar sin tener quien lo ayudara en la tarea. de tumbar su cuerpo en el suelo del navío? . Sólo ahora. ¿Por cuánto tiempo aún llevaría erguida la cresta. Cuando venían a denunciar a un marinero. Aquello no había sido robo del tahúr. que no soy yo candado de las herramientas de mis hombres!» Y él mismo. el trémulo cuerpo de Dorothy. gente que sabía reconocer su derrota cuando un detalle cualquiera transformaba el riesgo permanente en insultos. siempre en servicio. capaz de levantar fardos de jarque y bacalao. en aquella sagrada fiesta del amor? Recordaba. ¡Ah!. Y además. de sostener la rueda del timón en medio de las tempestades. con toda una vida por vivir. No era tan grande la diferencia de edad: Clotilde –calculaba Vasco– andaría por los cuarenta y cinco. Le había arrebatado el sofá de porcelana con sus rosados enamorados cogidos de las manos. tal como hiciera con el profesional del póquer. y el corazón era aún el de aquel adolescente sin adolescencia. lo había ganado sin trampas. habituado al silencio y a la voz del mar. pero conservaba un vigor sorprendente para su edad. una larga espera.. aunque fueran amantes ocasionales. estaba aún a tiempo. suspirando en aquel jugueteo fatigoso. capitán de altura Jorge Amado reconoció generosos y a su modo leales. sus músicas. liado con una pájara en las oscuridades del puerto. más adelante. podría seguir Stenio limpiando los bolsillos de todos los hacendados. a la artista delgadita y al púdico senador. en la sombra del lanchón.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. ¿acaso no había –en una lejana noche– tenido en sus brazos. dé aplastar su boca en la luz de aquella estrella perdida. Había platicado con ellos. prisión. como el comandante. de sus simpatías. Había una casa a orilla de la playa con verdes ventanas abiertas sobre el mar. que gruñía cara al boxer. No por haberle desenmascarado sus trapisondas en el póquer. «dos ancianitos de juerga» en la expresión de una transeúnte apresurada. tres veces más alta que él. Una casquivana. la estela del navío. un fox al parecer con derechos maritales y dispuesto a defenderlos. cuya familia la esperaba en el muelle. Bajó incluso la moza morena. como si no existieran los demás. Al caer la tarde vendría a decirle adiós desde el rompeolas. Salieron muchos con ella. el único defecto serio que él le veía a Clotilde. cajapanas. de raza indefinible? Uno de ellos enorme. le ofreció amarillos cajás y verdes umbús en el muelle de la rúa Aurora. quedando así automáticamente limitada la lista de pretendientes. Cuando el comandante. como si conociera. y otro con el aire más bohemio del mundo. hasta a su marido. llegar a las últimas consecuencias. En cuanto a ésta. pero todo aquello les estaba permitido por el Estado y por la Iglesia: habían pasado por el juez y por el cura. pues tenía que volver a bordo relativamente temprano para firmar otros papeles. a quien el brillante aspecto de la ciudad de Nassau había encantado hasta el punto de inclinarlo. La situación cambió fundamentalmente cuando Jazmín resolvió presentar su candidatura. y sus ojos acompañarían. una fox de regular tamaño y escasa pureza racial. se apartó de los brazos de la dama para participar –evidentemente. incluso los de los pañales para recién nacidos. mezclado de danés. Este último y el fox con aire de marido andaban a la expectativa. ¿cómo competir con un boxer de dientes amenazadores. Vasco no escondía su decepción. A no ser que Jazmín contase con su pureza oriental. Riéndose sin causa. Y DE LA IMPREVISTA Y Le compró mangos y aguacates en rúa Nueva. quedó libre y fue a buscar a Clotilde. el boxer y el enorme interracial. todas haciendo preguntas absurdas. en la frondosa plaza del centro. melancólicos. los bares. en el muelle a la llegada. Vasco se pasó renegando aquella primera parte del paseo por la ciudad. los ananás y los ablús. Había esperado pasar con ella a solas toda aquella mañana y las primeras horas de la tarde. También el doctor Stenio. Besitos. sino también los precios de la plaza. en torno a la conquista de una perrita en celo. para conmover a la codiciada hembra. pues el capitán de altura había sido generoso al no entregarlo a la policía y abstenerse de comentar el asunto hasta con los hacendados esquilmados. olvidada de su forzado empaque. achuchones. clavó en el comandante una mirada de censura. los restaurantes. los mangos y los acajús. Y tanto el fox como el vagabundo menor. tras firmar los papeles traídos por el primer oficial.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. le dio a beber agua de coco en la playa de Boa Viagem. allí mismo. Iba con paso saltarín. casi ofendida por las disponibilidades juveniles del comandante y de la pianista. El Ita iba dejando y recibiendo pasajeros en todos los puertos. caricias. parecía encantada con aquel sistema de disputarse sus favores. Clotilde adoraba las frutas tropicales. con montones de niños. Se volvieron los cuatro . En el puerto habían desembarcado por la mañana los artistas y el diputado paraibano. presentó al atlético cearense a sus padres y tías. esperanzados con el resultado de la batalla trabada entre los dos macizos campeones. Y ahora se veía rodeado por la algazara de familias enteras. ¿Dónde iba a hallar otra tan hermosa como regalo para su mujer? También desembarcaron otros. Aquella censura se refería a la pieza de porcelana. Eran dos adolescentes cruzando puentes. sin la menor posibilidad de éxito–. Para ella el viaje había sido corto. un vagabundo descarado. Al poner el pie en la escala. de ojos cínicos y hocico respingón. el comandante le llevaba la sombrilla inútil. no sólo las calles. guayabas y araxás. Sólo les faltaba tumbarse en un banco del jardín y. Lo más probable era un empate. A todos los animaba. plazas y calles de la ciudad de Recife. de la competencia establecida. bermejas pitangas en la rúa do Sosego. se medían con la mirada preparándose ya para la segunda lucha que habría de decidir la posesión de la perra. su exótica belleza. ya estaba ella en el muelle con otros pasajeros. y dos perros vagabundos. allí mismo. capitán de altura FUGITIVA VISIÓN Jorge Amado DE LOS ADOLESCENTES EN LOS PUENTES Y CALLES DE RECIFE. según anunció. con liquidación de los dos. No podía seguir el ejemplo de los recién casados: ellos obraban como si estuvieran solos en el paraíso. como si él fuese una especie de enciclopedia universal. Sobre todo cuando Jazmín. a interrumpir su viaje para quedarse allí unos días y conocerla mejor. y lo hizo con un salto espectacular que lo colocó en medio de los contendientes. y así armado. que lamiera amorosa las heridas del vencedor. De aquella proeza que provocó la risa de los otros pasajeros y la maliciosa curiosidad de los pilletes de la calle. aunque llamó en voz alta haciendo que se volvieran algunos transeúntes. con un chal en la cabeza para cubrir sus blancos cabellos. avanzó en dirección a los perros como los caballeros medievales se enfrentaban lanza en mano con el dragón de las siete cabezas. pero reconoció. vieja y tierna abuela. capitán de altura Jorge Amado hacia el nuevo candidato.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. a Carol. cuya bravura rayaba en la temeridad? Cogió del pie de un árbol una rama caída. le besaba el hocico dañado. se quedó como atontado buscando a su compañera. que lanzaba fuego por todas ellas. El boxer bajó la guardia. compararlas con los helados de Belem. por amor de Dios! Sus ojos suplicantes. Clotilde ni le dio las gracias. por donde había desaparecido la fugitiva visión. mostrándose los dientes. . desentendida por completo de la magnífica batalla entre el boxer y el danés falsificado. con toda seguridad. Apretaba contra su seno al pequinés. Por un breve momento. quiso probar todas las especialidades de la casa. La ciudad estaba en demasía llena de tentaciones y peligros para el pobre inocente. Se olvidó Vasco de su invitada. La perra le sonrió vanidosa. que se dio cuenta de que era el objetivo de aquellos movimientos del comandante. a todo correr. rehecha de las caninas emociones matinales. De todo ello se aprovechó el vivísimo vagabundo –el pequeño– para arrastrar a la disputada hembra y llevársela a un descampado próximo. Gracias a esto. le examinaba los huesos. sola en la heladería. y volvió a la carrera. Apenas por un instante le vio la cara. Y quien más ladraba. partió en dirección al descampado. de vez en cuando unos ladridos. llevando un niño de la mano. Cuando lo vio en medio del corro de los rudos luchadores. más tranquilo y propicio para el amor. animándolo. le frotaba el rostro con sus mejillas. Clotilde estuvo a pique de sufrir un soponcio. Era una petición absurda. Como era ya casi la hora del almuerzo. sin hembra como premio. pero ya era tarde: los mestizos estaban ya en plena tarea. agresivo. él elevado en su concepto por el valor revelado y por la rapidez con que atendió su petición. de su condición de comandante en servicio activo. pobrecito. sólo por obedecer las órdenes de su dama. la lucha. ahora sólo por el placer de. que al final. esperaron a bordo el toque de la campana. Así se hizo. Vasco tuvo la esperanza –optimista ilusión– de que el boxer y el mestizo despedazaran a Jazmín con la eficaz ayuda del fox y del pequeño vagabundo. Soltó unos grititos histéricos y tendió los brazos gritando: –¡Jazmín! ¡Jazmín! Y se dejó caer casi desvanecida en un banco. resultó la decisión de devolver el pequinés al navío. Miró por casualidad hacia el puente del Emperador (estaban en la rúa da Aurora y desde allí veían el viejo y noble puente) y de repente vio pasar entre la multitud una gorda señora vestida de negro. Pero no ocurrió tal cosa. Cuando encontró el rastro. Ella. golosa. Luego se volvió hacia el comandante: –¡Sálvemelo. . de los helados por pagar. Su inesperada presencia causó rebullicio y confusión. Vasco estaba admirándole el apetito. cuando su corazón casi se detuvo. los ojos que mostraban claramente que estaba al borde del patatús. y rodaron los dos por la calzada. retrocedió un paso y de eso se aprovechó el enorme vagabundo para atacarlo por la espalda. Se dio cuenta entonces de que había dejado plantada a Clotilde. era Jazmín. Aquellos apasionados canes parecían dueños del tiempo y no se decidían a empezar. Se quedaban gruñéndose uno a otro. en aquella tarde calurosa. acabaron en una heladería donde ella. y de esta forma se liberó Vasco de la compañía incómoda y limitadora de los otros compañeros de viaje. sonriendo al niño. y se lanzó puertas afuera. Jazmín. los mejores del universo en su opinión. Clotilde ocupada en poner yodo en las huellas dejadas por el fox en una de las patas de su pequinés. decidieron a Vasco. No hay mal que por bien no venga. Consiguió el comandante agarrar a Jazmín por la punta de la correa de cuero y arrastrarlo fuera del alcance de los dientes del fox. pudieron pasear como dos adolescentes por las calles de la ciudad. al oír los conmovedores chillidos de Clotilde. gruñendo. No la encontró. Después de vagar por calles y plazas. hacia la calle de la Emperatriz. se abalanzó sobre el fox. ¿Cómo penetrar en aquel círculo de odio y de deseo y retirar de allí al denodado pequinés. Estaban tan unidos que si uno dejaba el barco.. –dijo el primer piloto riendo.. Salieron los dos. Eran como hermanos.. de las rutas de Oriente. Un amigo. Cuando él. –No es eso. del mar de la China. dadas las manos. Intentó explicarle. Ahora no valía la pena. los ojos escudriñando la fisonomía de las que pasaban. pero ella poseía su propia versión del acontecimiento. –Nada de mujer. un vividor. cuyo domicilio. pero tuvo que dejar la carrera al morírsele un pariente en Pernambuco. como hermanos. en la puerta. Ella lloró un poco..Comandante Vasco Moscoso de Aragón. entre la gente que pasaba por el puente.. –Perla del mar.. una ciudad del interior. en un silencio más expresivo que las palabras. preguntó: –¿Vio usted alguna vez un comandante tan consciente? Sólo el tal Américo. en saltarín paso de ballet. con los rostros inundados de sol y de ventura. Me pareció ver una persona de quien hace veinte años que no tengo noticias.. cogidos de la mano. la fisonomía del amigo perdido. ¿Por qué no le había dicho que se había pasado las horas buscando a su antiguo amor... Éramos íntimos. podía descubrir esta perla. el primer oficial. Del mar del Japón. Ella debería perdonar su emoción al ver. dos lágrimas que él secó con su pañuelo de seda que ostentaba un ancla bordada en un ángulo. y así anduvieron. ella no la retiró. Desde el puente de mando el primer oficial y el primer piloto los vieron llegar.. Nunca más supe de él. en Garanhuns. . –Tu comandante está echando una cana al aire. el otro lo dejaba también.. Disputas de enamorados. Las potentes guindastes levantaban los sacos de azúcar. Se lo aseguro. cuanto más violentas más gozosa la reconciliación. la tomó de la mano para ayudarla a descender el escalón de la calzada. naturalmente. –¿Mujer? Un día quizá se lo contara todo.. capitán de altura Jorge Amado La encontró furiosa: ni hablarle quería. pero con el pensamiento distante.. había cambiado? Había paseado con ella por calles y puentes.. piloto que sirvió conmigo durante diez años en más de un navío. camino del puerto. Le dejó una herencia. en dirección al muelle donde el Ita recibía carga y pasajeros.. Geir Matos.. Negros estibadores iban colocando los fardos en la bodega. su voz de desmayado son. en un esfuerzo considerable. Como historiador celoso de mi condición de tal. fastidiando. miradas suplicantes y miradas cargadas de odio mortal. saludada por mí con esperanzas de gloria y pecunia puestas en este trabajo mío. por la noche. PERO EN LA MAYOR Perdónenme los señores la interrupción y las faltas acaso notadas en los últimos capítulos. no me refiero a la bomba atómica o a la hidrogena. Su trato conmigo se volvió hosco y desabrido. pues. Mas. Pero ni sé lo que escribo. Reina la mayor confusión en estas tres almas azotadas por el mismo temporal de pasión y celos. Me refiero a lo acontecido aquí. dado el buen acuerdo y la paz reinantes en el hogar del Beco das Tres Borboletas. Si aún –y a pesar de todo– sigo escribiendo. pues al fin y al cabo crece frondoso en su testuz y no en la mía. Lo único que desearía es saber la hora exacta para meterme con Dondoca en la cama y morir junto a ella. colocándome en la sombra. acabaríamos todos al mismo tiempo. pero no sé si lo conseguiré. a mí y a Dondoca. hasta el punto de usar determinadas sábanas y fundas de almohada por la tarde y cambiarlas por la noche. apareciendo sólo por la noche. en una broma muy de su gusto y muy divertida. ¿Cómo cuidar el estilo y la gramática en estos momentos. cuando incluso. Antes llegaba yo con él. insultos. Dolor de cabeza que debería tener el doctor Siqueira y no yo. Anteriormente referí las singulares alteraciones ocurridas en la actitud del magistrado en relación al comportamiento con Dondoca y conmigo. evité acompañar al doctor Siqueira en las visitas vespertinas a nuestra bienamada. y de tranquila alegría. exactamente cuando acababa apenas de echarme en la cama y empezaba a regalarme con una pera. del Congo o de Cuba. gritos. pidiéndome que le cuente otra historia del señor comandante? Ocurrió todo de repente. exactamente cuando en uno de estos retozos . lágrimas. o al de la posibilidad de establecer plataformas en la Luna para fusilar desde allí a la Tierra. se sentaba a caballo sobre mi pecho y doblaba el busto para besarme ora en los ojos. o muy poco después. por la tarde. La pobre paloma herida encontró un día al gran hombre olfateándole las sábanas para ver si sorprendía en ellas olor extraño. Dejé. regalo del «Zepelín». acusaciones. a este su seguro servidor. disculpas. no sirve de consuelo. consuelo de los pobres. a la guerra fría. él corría con los gastos y había que reconocerle ciertos derechos: no iba a pasarme allí la tarde entera. Él lo descubrió todo. en una noche cálida. Sí. de no oír su risa incitante y cristalina. aunque la desconfianza flotaba en el aire y en los ojos del jurista. capitán de altura AFLICCIÓN Jorge Amado DONDE EL NARRADOR INTERRUMPE LA HISTORIA SIN NINGÚN PRETEXTO. Dondoca acogía al Meritísimo. Si eso ocurriera. para charlar un rato y realizar la prudente comprobación diaria: el noble cultivador de las ciencias jurídicas seguía bajo la inflexible batuta de su digna esposa. tomamos precauciones extremas. y. cuando el mundo amenaza venirse sobre mí? No. ¿Cómo consolarme si pesa sobre mí la amenaza de no verla más. lo que debería servirme de consuelo. ora en las orejas o para arrancarme de la boca un pedazo de fruta. sin embargo. he de imponer método al relato. llegando a elogiar un horrendo pijama a rayas estrenado por el Meritísimo aquellos días. Laos. relaciones antes cordiales sacudidas ahora por un huracán de pasiones desenfrenadas. La inquietud nos dominaba. a los graves problemas de Berlín. de la media docena de las que de una visita a Bahía había traído el juez. promesas de venganza y hasta una paliza soberana. De nada me sirvió. donde. A pesar de que alcancé los límites de la coba y el cepilleo más absolutos. sudor de otro hombre. sin que lo ablandaran mis multiplicados elogios.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. él alababa mi literatura. pues tengo el corazón despedazado y un infernal dolor de cabeza. ni así logré desviar la tromba. tras el año nuevo. en pago. Ya se armó la gorda: palabrotas. Por mi parte. estos días pasados. de la redacción de mis trabajos. cuando Dondoca. de aparecer por allí. con la entrada festiva del 1961. Hace cuatro días. es porque el plazo concedido por el Archivo Público para la entrega de los originales (y de las copias mecanografiadas) se cierra dentro de breves días. en Periperi. Sin hablar de mis investigaciones históricas. su mirar era ahora acusador y severo. y mal de muchos. corte de la asignación mensual y de los regalos. doña Ernestina. censuras. por el vendaval de las recriminaciones y de los deseos de venganza. apodada «Zepelín» por la canalla. gritos pidiendo perdón. Al fin y al cabo. Se acabó la vida dulce y gratuita. como acontecía tiempo atrás. me tomaba un cafetito. echaba una parrafada y me retiraba discretamente. sólo porque existen pruebas concretas o se tienen testigos. velocísimo y con dos colas de fuego.. con las manos intentando ocultar su desnudez en una prueba tal vez un poco tardía de pudicia y recato. con la mano izquierda en el tirador de la puerta. siempre sobreestimados. bajo el sol. capitán de altura Jorge Amado y juguetees yo le había pasado los brazos por la espalda derribándola sobre mí.. he aprendido que es arriesgada empresa salir por ahí diciendo de algo que es verdad. llegaron a aparecer en los periódicos. riéndose con unas carcajadas de Drácula y diciendo con voz fúnebre: –¡Era verdad. sinvergüenza! Me las quité. horas y días. algo entre sollozo y eructo. parecía plateado. No podía continuar en la cama.. entre los dos. me puse las zapatillas. en disco volador marciano o soviético según la tendencia de los periódicos. y yo. como decían ellas. saltando de mi pecho hacia el otro lado del lecho. sollozaba Dondoca. pues! Lo parecía al menos. en fin: la perfecta imagen del cornudo clásico. si Dondoca no hubiera levantado sus hermosos ojos hacia el juez diciendo con voz tierna: –Betinho. Aún el otro día. luego pálido. tumbado. Luego se comprobó que no hubo ningún platillo ni ningún disco plateado. cargada de odio. Armaron un barullo increíble. del inmortal Otelo. y esa pequeñez de hombre tan eminente me costó un resfriado que aún hoy me trae a mal traer. Fue el grito de Dondoca. No era. doña Caçula y doña Pequena. En la redacción de estas memorias del comandante. vean ustedes la premeditación del Meritísimo. rota la caña y arrancado el cabo. sin embargo. mirándome el ombligo. y consiguió articular: –¡Perro! ¡Poetastro! Incliné la cabeza. inmóviles. . En el primer momento. Me tragué el trozo de pera y no encontré palabras. intentó hablar. de un corazón partido. de la confianza burlada. el cuerpo del delito. uno de esos platillos volantes por los cielos periperianos. hasta se acercaron por acá algunos reporteros de la prensa de Bahía para entrevistarlas. No me fue posible dejar de admirarlo. apareció en la puerta del cuarto el eminente doctor Alberto Siqueira. lo que me despertó enteramente para el drama. esposa y cuñada respectivamente de Tinoco Pedreira. con cara de idiota. el juez jubilado. hasta tal punto me impresionaron las gafas negras y el sombrero de ala caída sobre la frente. Palabras de indescifrable efecto: pensé que iba a darle una apoplejía al Meritísimo y dejarlo allí fulminado –¡imagínense el escándalo!– o bien que iba a sacar un revólver y pegarnos dos tiros. que dicen haber observado los hechos. Se puso rojo. Porque. próxima a la ventana. y oí de repente un grito como salido del alma. Me levanté.. La escena de la que fui testigo y personaje estaba dispuesta así: en la entrada del cuarto. pues tratándose de aclarar la verdad soy un verdadero campeón. uno a Dondoca y otro a mí. preferí no responder. con el sombrero calado y gafas oscuras. se estremeció su cuerpo como si lo azotaran. traída por el viento y transformada. del otro lado. de la amistad traicionada. con dos rodetes colocados. me lanzó una mirada amenazadora. La marea arrastró a la playa una cometa de papel impermeable que. Creo que podríamos haber permanecido allí. la voz arrebatada y trémula. a la entrada del cuarto. mirando boquiabierto al Meritísimo cornudo. Quedé con los pies descalzos en las frías baldosas. y la derecha apuntando hacia la cama. lo confieso. mi terrón de azúcar. Cometa perdida. pensando que quizá me daría tiempo. a los ojos de aquellas carcamales vueltos hacia el sol. y los retratos de las dos viejas apuntando al cielo con el dedo. era el eminente jurista la imagen perfecta de la virtud ofendida. aún abierta. Gafas y sombrero para ocultar a algún noctámbulo habitante de Periperi la verdadera identidad del juez. intentó dar un paso hacia Dondoca. el lecho. me disponía ya a discutir el asunto. calle afuera. no me di cuenta de toda la gravedad de aquella aparición. Clavó en la cándida mulata sus ojos de animal herido y moribundo. apenas emitió un sonido gutural. aún caliente. destrozado: –¡Sáquese mis zapatillas. tiempo propicio a tales consideraciones. Allí. en esta situación.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. alardeaban de haber visto con aquellos sus ojos que la tierra ha de comer. trágico y acusador. no pudo. el dedo en ristre. –Bebezinho querido. Le habló del arrepentimiento de su hija. Pero el problema seguía en pie: ¿cómo pagar las cuentas? Se acercaba el fin de mes. haciendo un perfecto balance de mi situación financiera. un anillo quizás.. debatiéndose entre el amor y el confort. y le dio con la puerta en las narices al indignado progenitor.. Pasados los días. Aquella noche no pegamos ojo.. Nos quedamos allí. Casa. las cosas parecen ir cara a una solución. Al día siguiente se agravó la situación. –¡Jamás! –y bajándose el ala del sombrero escupió en mi dirección. y. en el silencio y la meditación. que había abusado de la confianza en ella depositada.. le atizó una paliza de esas de criar callo. le comunicó que era una zorra de la peor especie. Pedro Torresno llegó confiado a saludar al señor juez y a saber nuevas de la salud de la excelentísima señora. víctima de los halagos viles de un miserable poetastro que le mandaba versos y que había entrado en casa llevado por la mano del propio magistrado: –Fue usted mismo quien se lo metió en casa. como de costumbre. Quedé conmovido hasta las lágrimas. Dondoca. pues si alguien tenía la obligación de mantenerle a la hija y pagarle el aguardiente ese alguien era yo. Y un doctor Siqueira de cara hosca le comunicó que le quedaba terminantemente prohibida la entrada en aquella casa. Se había habituado a aquella vida gratis y regalada. con bien poco trabajo y muchos mimos? Me era imposible sostenerla.. la afligida madre de Dondoca logró una audiencia del juez. Pedro Torresno fue. herido en su honor y en su aguardiente. Y desde luego. había sido víctima y no culpable.! –replicó Pedro Torresno. y. los dos. vestidos. acabó por dormirse sobre mi pecho. la asignación semanal y los lujos. capitán de altura Jorge Amado –¡Serpiente! Esta vez era a Dondoca. sin embargo.. perdona a tu bichito. pero ella sólo pensaba en su . tras comprobar de lejos la presencia del juez en su gabinete de trabajo intentando curarse el dolor de la cornamenta con el estudio de las penas previstas en los casos de seducción. doña Ernestina le respeta las horas de elucubración.. en general.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. pero eso no lo sabía el Meritísimo. escribe sus estudios jurídicos. a aguantar los soplamocos de Pedro Torresno y a ayudar a su madre a planchar y a almidonar la ropa? ¿Cómo hacerlo. no pegó ojo en toda la noche. con las costillas y los brazos rojos de los trastazos. Lloró en mis brazos. Si lograba el premio del Archivo Público –me siento animado por el hecho de que se halla en la dirección del Archivo el ínclito doctor Luis Henrique. estaba Dondoca bañada en llanto. y no ocupados en lo que están pensando ustedes. Ahora. cuidé de aquel adorado cuerpo cubriéndolo de besos y caricias. Dondoca estaba inconsolable.. vencía el alquiler. Dondoca. en cuanto a su hija. solitaria en sus noches.. buscándole consuelo. –¡Pero si no tiene dónde caerse muerto. Yo la había tomado casi a la fuerza. un corte para un vestido. todo lo tenía. Mis parcos haberes apenas me llegan para los gastos esenciales y me obligan a vivir en este suburbio con mis padres.. después de haberse pasado todo este tiempo de uñas pintadas. darle la vida que le garantizaba la cuenta bancaria del juez. desnudos y atónitos. El borracho se fue directamente a casa de Dondoca. Un perjuicio más en tan delicado momento. esos veinte mil cruzeiros no bastan para mantenerla más allá de unos días. cuya opinión sobre mi anterior trabajo «repertorio de útiles informaciones» ya es conocida– le podría ofrecer un regalo. No se impresionó el Meritísimo con este argumento. pues. a sablear al juez –unas monedas para el aguardiente– pero lo pusieron de patitas en la calle sin dejarle acercarse al gabinete donde el magistrado. Cosa que no era verdad. rompiéndole en las costillas a la pobre inocente el rabo de la escoba nueva. Allí recibía al padre de Dondoca. sino considerando la desgracia caída sobre nuestras cabezas. Eso si de repente no aparece un doctor cualquiera y se me alza con los laureles y con el cheque. un par de zapatos. También me había acostumbrado yo a las zapatillas y a la manceba del juez. pero ella no se calló como había hecho yo. nos volvió la espalda y se fue. Cuando aparecí por la tarde. ¿Qué iba a ser de Dondoca? ¿Tendría que volver a la mísera barraca de sus padres. envuelta en sedas y perfumes. Desde la puerta de la calle nos tiró la llave de la casa. bombones. Y que viniera a pedirme el dinero a mí. que alguien ponga en su pellejo unas imprescindibles medias suelas? ¿Cómo seguir investigando la verdad sobre el comandante y sus aventuras si. aunque sólo fuera por caridad. aunque sólo sea por explicable curiosidad. un Otoniel Mendonça. la madre. con la condición de que no volviera jamás a hablar conmigo. Se firmaron las paces. me atasco en las frases. los acontecimientos se embarullan en mi cabeza. y ni siquiera se atrevía a pensar en la reacción del «Zepelín». Dondoca.. sus moldeados muslos. aposentados en el cuarto del fondo. pero con mi sacrificio. no consigo volver mi atención al comandante y a su madura bienamada. armado con el resto de la escoba para garantizar la integridad de la moral y de la propiedad privada del juez. vino por primera vez a pasar aquí los meses de verano con unas sobrinas. Nunca tanto deseé y quise a nadie como a esa dorada mulata de labios golosos. para impedir que la desgraciada hiciera una locura. La madre anunció a los vecinos su decisión de correrme a escobazos si me atrevía a poner los pies en las cercanías. las murmuraciones. y volvió al Beco das Tres Borboletas.. para evitar lo peor. dijo. si intentaba suicidarse.. como hizo el comandante. pero no a solas: en la cocina estaba Pedro Torresno. ¿Cómo volver a verla? Y así estoy. Si la idiota hacía una burrada. un Telémaco Dorea. no podría evitarse el escándalo. me miraba atravesado y amenazador. en este momento. Pero quien tuvo en sus brazos los pequeños senos recios de Dondoca. –Deja pasar unos días y ya veremos la manera. Mientras tanto. sacar en limpio. muy fácil de decir. Uno de esos comadrees suburbanos a que tan dados son algunos tipos. La ilustre lumbrera de la jurisprudencia patria se conmovió con este relato. busca conversación. envidioso de mis éxitos en el mundo de la investigación histórica.. ¡Ah! Si descubriera la verdad no invitaría al canalla a un duelo. poner completamente en claro.. perros de guarda velando por la integridad moral de la muchacha. La cosa acabaría llegando a oídos de doña Ernestina. como repetía día y noche. me da entrada.. ¿Qué podía hacer ella. Mi tiempo nunca ha sido tan libre. No me puede ver sin sentirse inquieta. llorando el día entero. «Sólo por caridad». la solterona Clotilde. y de mi lugar en el lecho de Dondoca. enflaqueciendo. capitán de altura Jorge Amado adorado Alberto. pues no hablaba de otra cosa. «Deja pasar unos días.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Ella. el menor deseo de acercarse a esa ruina que reclama una urgente intervención de la cirugía plástica. negándose a comer. lo único que deseo descubrir. Tenía que ir. en el ingrato «Bebeto». pues el Meritísimo redujo a un simple gesto con la cabeza sus relaciones con este su cordial admirador. la pobre infeliz? Lo peor era la decisión según la cual la madre y el padre pasarían a vivir con ella..». y todo eso porque ya no iba el doctor a visitarla. por la completa felicidad del magistrado. Tendría el doctor que ver los sufrimientos de la pobre. . bien madura. hay una veraneante en la playa cuyos ojos me persiguen. La hija hablaba de echarse gasolina en las sayas y pegarse fuego para morir envuelta en llamaradas. el trabajo avanza lento y difícil. Pedro Torresno cuando me encontraba en la calle. sólo le falta agarrarme. Me permitió una última entrevista con Dondoca. sin mujer. en su casa. Madura. La raza de Chico Pacheco no se ha extinguido en Periperi. me contó que «Bebeto» le perdonaba por esta vez. Dispongo hasta de las horas dedicadas a la charla del juez. la intervención de la policía. ¿cómo va a poder sentir.. las noches largas de pasar. cayéndosele las lágrimas por las mejillas. y quedó también preocupado. Pienso que habrá sido una misiva anónima. dormía allá. quien tocó su vientre de llamarada. con peligro de su salud. es cómo el Meritísimo llegó a enterarse de mis andanzas nocturnas por el Beco das Tres Borboletas? Desconfío. Viuda. por ejemplo. Le partiría la cara en la primera esquina. La señora de cabello blanco alzó la mano en la que la elegancia de sus dedos valorizaba un soberbio anillo. satisfechos de codearse con personalidades ilustres como el senador. y con ellos dos estudiantes de Fortaleza.. El paseo le había rendido una fortuna. arrastrando a su baqueana. basada en estudios de psicólogos y psiquiatras. de blancos cabellos. –Su padre era representante comercial. El navío surcaba aguas verdes y tranquilas. lanzaba destellos sobre la negra cubierta del breviario. Garret y Camilo».. Volvía de un viaje a Río. de vez en cuando. Están muy bien. Y. –¿Baqueanas? –interrumpió el padre Clímaco cerrando el breviario–. en el interior de la Amazonia. su amplio rostro se abrió en una sonrisa: –Dígame. ese médico de Natal. le sonreía admirando su agreste belleza. el reverendo. el marido. y que aun ahora sabía envejecer con dignidad y clase. –Su belleza no tiene edad.. según me dijo.. y aquella anciana cuya familia. ¿no conoce usted la teoría de las baqueanas? Una teoría hermosa. y una señora ya mayor.. ondulados y porte amable. Tiene treinta y cinco años. Hay toda una biblioteca sobre el asunto. sentados en los cómodos butacones. doña Dominga... el rubí rodeado de brillantes. a veces.. Baqueana no viene de Bach. Se hizo muy rico. con aires de literato y vasto prestigio social. ¿De Bach? –En su distante parroquia. Miraban al comandante que paseaba por cubierta con Clotilde. –corrigió un estudiante con la natural suficiencia de la edad.. el gran abogado. la gramola y los discos eran el consuelo de su vida. ¡Cuántas muchachas quisieran para sí la gracia de esta abuela. Había además otras mujeres y otros hombres allí reunidos. Creo que hasta Freud le dedicó un libro. la mujer de treinta años. por ejemplo. Clotilde María da Assunçao Fogueira es una baqueana... arrellanándose en la butaca para mejor gozar de las boutades del abogado. –dijo la recién casada. Fíjense. Pequeños detalles marcan las grandes diferencias – el abogado tenía fama en Belem de amar las paradojas.. parece una adolescente. venían a recostarse en su regazo. –No. como les dije. que en su juventud debió de ser una belleza.! Bien: la balzaquiana era. no: quiero decir baqueana. entre balzaquianas y baqueanas. Era grande el corro del salón. a quien conocía de anteriores viajes. –Un bello nombre. –Venga entonces esa teoría. hijos y yernos. a recibir una caricia. y una mulata. según un crítico de la ciudad. ¿qué diferencia hay entre una balzaquiana y una baqueana? –Pero. y en su centro se hallaba el senador. era conocida en todo el país. –No. que recuerda a Herculano. –dijo el abogado paraense doctor Firmino Morais. no. Y es grande la diferencia. Una cosa son las balzaquianas y otra. Su sortija. donde había defendido ante el Supremo un recurso de una firma exportadora de caucho. capitán de altura Jorge Amado DE LA CIENTÍFICA TEORÍA DE LAS BAQUEANAS –Allá va el comandante. Y distinguida. No se haga el difícil –exigió doña Dominga. Había publicado tiempo atrás un volumen. en la esposa del doctor Helio. noble quizá. Los nietos. . El comandante señalaba con un dedo hacia un barquichuelo lejano.. –Balzaquiana. a los treinta años una mujer es aún una jovencita. Hoy.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. a lo largo de una línea de blancas playas. Junto a él un sacerdote. muy distinta. el reverendo Clímaco.. hizo un ademán hacia el abogado.. Pequeños veleros temerarios entraban mar adentro y los pasajeros observaban las velas. doctor. –La teoría es absolutamente científica. –Es muy bonita –apoyó el senador–. una palabra. entregaba sus prismáticos a Clotilde. padre Clímaco.. satisfecho de su erudición. desde luego).. las baqueanas. doña Dominga. con el progreso y el arte del maquillaje. y Bach su pasión terrena. Pensamientos y máximas. muy alabado por la prensa local por su «originalidad de sus conceptos y el castizo estilo. señora. –La mujer que nos describe Balzac en sus novelas.. Su hermano amplió la firma. –completó el senador mostrando sus conocimientos de literatura (clásica. Los recién casados formaban parte del grupo. –De mi edad. fíjese usted. querrá decir. según Balzac. sin embargo. sentada al lado de la simpática anciana que. –sonreía el abogado. minúsculas en la distancia. un beso. doctor Morais. y se refiere a las mujeres ya de cierta edad. .. –¿Qué quiere decir? –quiso saber la mulata... Los médicos de Río lo han desahuciado. –La mujer honesta guarda siempre la eterna belleza» del alma –declamó el senador.. –. –Las otras. Usted. dando a su belleza la dignidad debida a los cabellos blancos. doctor Morais. que es médico. cuando descienden al círculo infernal de las baqueanas.. He visto muchas balzaquianas solteras muy apetecibles.. Es digna de lástima. que me tiene muerta de curiosidad –intervino doña Dominga... pasan del estado de balzaquiana al estado de baqueana. –dijo en voz baja la mulatita. ayudándose con la mano alzada– . a su teoría.son alegres..Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Y así llegamos a la definición clásica de las baqueanas. –Basta. Balzaquiana bien. se equivoca. esa mocita. –Dejemos a la pobre señora en paz.. Conozco mucho a su familia. establecida por un sabio vienes. –Mire la diferencia. Sólo empiezan realmente a sufrir la gran inquietud cuando los hombres no posan ya en ellas sus ojos codiciosos. casadas a veces y con amante.. –Quien se equivoca. –Pero usted es injusto con ella –comentó doña Dominga. –Es una señora honestísima –el senador miraba con gesto reprobatorio al estudiante abochornado–. Ninguna solterona. –comentó uno de los estudiantes. su hermano es amigo mío. . el continente no corresponde al contenido. Clotilde.. Lo peor es que las baqueanas no se dan cuenta de su situación.. Por ejemplo. donde vive un amigo mío.. pertenece a la clase de las balzaquianas. lo sabe muy bien y no se hace ilusiones... evidentemente poco oportuno. La recién casada.. doctor Morais. camino de los cincuenta. De cubierta llegaban voces de pasajeros que discutían una partida de minigolf. La edad volcánica. –¿A los cuarenta? –el senador consideraba la cuestión con el mismo grave aire de entendedor con que votaba en bloque todos los proyectos gubernamentales. –¡Quién la pillara! –dijo el estudiante.. hay una. hijo mío. –Ahora bien. es la balzaquiana cuando está en las últimas. –dijo el reverendo... O sea.... dos maneras de salir de su condición cuando le llega el tiempo.. Y es que aún no he desarrollado totalmente mi teoría de las baqueanas. y gravemente. En la pensión del Catete. Y él mismo.. basta. La primera es la manera «abuelita».. Las balzaquianas... padre. señora mía y muy querida amiga. cuando pasados los cuarenta.. –Pues bien: hoy llamamos balzaquiana a una mujer de unos cuarenta años... –No es muy cristiana su teoría. –sonrió el sacerdote. están satisfechas de la vida. la balzaquiana tiene dos formas.. apoyó la cabeza en el hombro del marido.. cuando las arrugas comienzan a manifestarse indomables. la gran mayoría.en plena exigencia. tan entendido en el asunto.. doctor. y actúan como mozuelas o como balzaquianas. doña Dominga. para escuchar mejor. es usted. Apenas se está informando de los rudimentos de una ciencia y ya quiere medirse con el profesor. –Debe de ser triste. –parecía buscar la palabra exacta. doña Dominga: es evidente.. La baqueana. –¿Cómo es eso? –preguntó uno de los estudiantes–.. pero no baqueana. –Es cuando cambian de clase. en ningún momento.. El marido está muy enfermo. capitán de altura Jorge Amado –Lástima de mujer: el marido es un vejestorio... muy parada y silenciosa en su butaca. Vamos... dos medios. –Aún no está tan mal. –Cuando el exterior ya no corresponde a las necesidades interiores. ¿no? Cuando está en pleno. El reverendo interrumpió: –Más caridad cristiana.. Pasa directamente de mocita a baqueana.. esa que doña Dominga usa como ninguna.. –Y acuérdese de aquel mandamiento: «No desearás la mujer de tu prójimo» –completó el abogado. ¡para relamerse! Puede creerlo. –Es científica. La balzaquiana cuando anda desesperada y ya no tiene remedio. los ojos clavados en el abogado. –Es un triste piropo. Los sabios que han estudiado el asunto dividen a las baqueanas en dos categorías fundamentales: las grandes baqueanas. doña Dominga.. –Conocimiento de causa. –¡Qué horror! –sonrió la recién casada acercándose a su esposo. capitán de altura Jorge Amado –Dejen seguir al doctor Morais. a cuidar de los altares. –¿Ve cómo lo he adivinado? Pues Clotilde María da Assunçao Fogueira es un caso típico de gran baqueana de corazón herido. Es lo que está intentando hacer Clotilde.. Son amargadas. la bohemia.. a las recién casadas como aquí a la señora doña María Amelia. Para las grandes baqueanas. tomando. Es –usted. pasan a formar inmediatamente en las filas de las baqueanas. –dijo el reverendo. según me dijo –habló el padre Clímaco–. como si quisiera protegerse de la hipótesis terrorífica. resentidas.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. –no pudo contenerse la mulatita.. la clase de las abuelas hermosas y realistas– y le besó la mano aún hermosa–. cogiéndole la mano. Lo que pasa es que cuando la gente mira a una mujer no le mira el alma.. el sufrimiento procede del desconocimiento y se traduce en voluntad de probar. Yo tenía entonces veinte años. ocurre que una gran baqueana pasa a la categoría de sensitiva baqueana.. Una señora en estado. El sufrimiento de las sensitivas.. categoría formada por las baqueanas casadas o viudas. Dios mío! –el reverendo se llevó las manos a la cabeza. Y. Está compuesta por las grandes baqueanas.. lo sabe bien– cuando empiezan a frecuentar las iglesias. Aquí el padre conoce el asunto mejor que yo. –Es usted un poeta. arreglar noviazgos. –Eso es verdad. Subcategoría de las más interesantes. –. una inmoralidad. a los enamorados.. –¿Qué es eso de categoría? –Hay categorías y subcategorías. querido senador. es. sonreía doña Dominga. las solteronas. Se trata de una subcategoría. padre.. a confesarse todos los días. Sería el encuentro de dos almas solitarias que se dan el brazo en el otoño de sus vidas.. solteronas. Rió contenta la mulatita. el senador hizo un gesto parlamentario que tanto podía ser de aprobación como de reprobación.. . –No lo parece. –El comandante es un solterón. y se casa.. –Clotilde es una gran baqueana. Tengo los cuarenta y tres cumplidos.. Fue un asunto muy comentado en Belem. procede del conocimiento y se traduce en añoranza. chismosas. –¿Es una indirecta? Puedo asegurarle que nada de eso tiene que ver conmigo. ácidas. que fueron novias algún tiempo. –¡Por amor de Dios!. roñicas. –¡Debe de ser horrible! –murmuró la mulata.. Las grandes baqueanas odian a las mujeres bonitas. las manos de doña Dominga. Pero otra característica de las baqueanas. muy raras. especialmente en la categoría de las solteronas. –¡Qué herejía. señorita Moema.. Ella debe de tener dos más que yo.. Pero no hay que fiarse de ellas. padre.. usted es de otra clase. algunas veces. basta. enemigas de toda la humanidad. –Las sensitivas baqueanas son. que estuvieron a punto de casarse.. Pero voy a continuar con la teoría de las baqueanas: las solteronas. para ellas. llamada por sus alumnas de piano Tildita Soponcios. doña Dominga.y un día el novio desaparece: se acabó el noviazgo. desde el momento en que atraviesan la frontera de los veintiocho años y pierden la esperanza de casorio. –doña Dominga impuso silencio en el corro. Y las sensitivas baqueanas. –¿Conocimiento? ¿Y de qué? –deseó saber la mulatita. –¿Probar? ¿Qué? –el estudiante no daba una. casamientos. Aquel senador era un imbécil. liosas. –Probar el gusto del pecado. que estuvieron a punto de romper con el pecaminoso estado de la soltería. le mira las piernas. ¿Nunca escribió versos? –Pobres composiciones en honor de la Virgen y de su Hijo. los «malos pasos». comprensivas para con los errores ajenos. Les gusta proteger amores. El sufrimiento para las sensitivas baqueanas procede del conocimiento. Así le pasó a Clotilde.. en general. Pertenecen a la categoría de las grandes baqueanas. es conservar la esperanza. –Basta. porque si se les presenta la ocasión. sin noticias. Aprendió piano con una polaca. Clotilde tuvo el primer patatús. cuando éste murió. El médico comió en casa de sus futuros suegros y dijo que se iba a cambiar de ropa y enviar las maletas al hotel donde pasarían la noche de boda. sería el religioso. pero lo que es de medicina. –Andaba entonces por los veintiuno. viejo amigo de la familia. –Y hoy mucho menos. se puso a esperar clientela. No era fea. –Calma. capitán de altura Jorge Amado –¿Qué pasó? –Cuéntenoslo. –¿Y el novio? –Calma. –Noviazgo prolongado nunca acaba.. políticos de Maranhao. Los invitados.. Pasaron un mes o dos coqueteando. Mandaron un aviso a la pensión donde vivía. Los novios tenían que salir para Río días después de la ceremonia. Él quizás entendiera de música. Tenía aptitudes para la música. pero a cortejo corto noviazgo largo. Los padres estaban encantados con la hija pianista. en aquella época. Déjeme contar la historia. La hermana pequeña se casó con un ingeniero. doctor. senador. El muchacho es ahora muy rico. Cuando se marchó.. El noviazgo se fue arrastrando cuatro o cinco años.. Vive en Río.. y la patrona les informó de que el doctor se había marchado con las maletas. incómodos e incomodados. A las seis y diez. Volvió casi a las siete. Casamiento pomposo. hacían mil hipótesis.el hermano de la novia salió a buscar por la Policía y el Dispensario Municipal. –La familia Fogueira estaba constituida por el padre y tres hijos. y él aún no había aparecido. Los invitados rodeaban a Clotilde. –Un día. Si hubiera querido. El novio se retrasaba. Él quería tomar posesión del puesto ya casado. Tanto la ceremonia civil como la religiosa. Al cabo de diez minutos el juez y el escribano.. Luego. A las cinco y diez apareció la novia en la sala con su elegante vestido de casamiento. en aquel tiempo. Comía y cenaba en casa de la novia. A las cuatro y media llegó el cura. –La boda debería hacerse en casa de la novia. guapita e instruida. –¿Y por qué no se casó? –Escogió demasiado. A . elegantote él. era ya una «vieja». Atiendan ahora a un detalle importante: el mismo día del casamiento salía de Belem uno de estos Ita. él sin duda contándole una emocionante historia. El retraso del novio alcanzó el límite de lo tolerable: media hora. y el escribano tras él.. Volvieron a mirar por el ventanal. –Pues no lo encuentro tan desaprovechable. anunciador de la gran baqueana. Esperaban verlos desaparecer por el lado de proa. los amigos del médico. diciendo que iba a casarse. hacia el sur.. Cuando se dio cuenta. Ella ya no era tan exigente. esposa de un inglés exportador de caucho.. Prepararon unas bodas de Camacho. un chico y dos chicas. elogiándole el velo y la guirnalda. Montó consultorio... como corresponde a una familia conocida. Clotilde era la mayor. fue muy cortejada. Vasco y Clotilde paseaban lentamente. El casamiento se preparó con prisas. Entonces apareció por Belem un médico. le buscaron un empleo en Río. hasta pudo casarse bien. El enviado volvió a las seis menos diez. cuando una mujer se casaba a los quince y dieciséis. pues la baqueana escuchaba atenta. A las seis el juez amenazó con marcharse. –Y él se fue y no volvió más. El acto civil estaba programado para las cinco.. Clotilde... Su defecto eran las pretensiones: esperaba al príncipe azul.. –Estoy nerviosísima. amplió mucho los negocios. y le sobraban cualidades.. empezó a trabajar con el padre y. Él era entendido. Tenía una clientela miserable que no le daba para vivir. inmediatamente. el comandante con su pipa.. Es hombre de buena presencia.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Vivía en una pensión.. furioso. ella con el perrito. una nulidad. según era costumbre en aquel tiempo: la gente importante se casaba en casa. comida y bebida en abundancia. A las cuatro ya estaba la casa repleta de invitados. y mientras esperaba arrastró del ala a Clotilde. pero a las seis y media ya se había marchado el juez. El comandante es ya un carcamal. –. de médico de la Prefectura o algo semejante.. veintidós años. su hermana pequeña ya se había casado y esperaba un hijo. La conquistó con música.. al fin. y. Venía de Sao Luis. La fruta ya empieza a estar un poquito pasada: demasiado madura. agarra sus soponcios.. capaz de volver loco a cualquiera. Esto es de la Biblia. a la esposa y a los hijos. pasa temporadas en Río con su hermana. la verdad. . nada de eso.. Según me contaron. De las más sensitivas. –dejó de hablar un momento. Estaba en la lista de pasajeros. –Fruto malogrado.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Siguió en la Prefectura.. curiosos y desolados. pero. –¡Oh! –exclamó el cura. de hacerle abandonar a la familia. El grupo se disolvió. cuida de su pequinés –las grandes baqueanas siempre tienen un perro o un gato–. el hermano de la novia que había salido una hora antes a seguir investigando. capitán de altura Jorge Amado partir de las siete empezó la desbandada de los invitados. El padre Clímaco volvió a abrir apresuradamente el breviario: –Pues yo le digo. a veces sorprendentes. que no ha llegado a madurar. Era ya hora de prepararse para la cena. Seguían paseando el comandante y Clotilde.. –Sólo que la entrega resulta un poco tarde. A las ocho y media desertó el sacerdote.. Su esposa es hoy una sensitiva baqueana. acompañando con mirada codiciosa los contoneos de la mulata al alejarse.. y se reían los dos. Tiene caballos de carrera. –En Natal la cosa no hubiera acabado así. –dijo doña Dominga–. –Hay que ver. pensaba el abogado.. a la puerta del Jockey Club. que los caminos de Dios son. el deber.. herida en su orgullo. en dirección a Río. en el Ita. padre. oh mi amiga. Fruta un poco pasada es imagen que se debe aplicar sólo a las sensitivas baqueanas. era un peligro suelto. señorita Moema. Primero porque.. pasó mucho tiempo sin frecuentar fiestas y paseos. de Río. Luego. a las cinco en punto. –«A las yeguas del Faraón te comparo. a las luces del crepúsculo que empezaba a encenderse sobre el mar. Encerrada en casa.. cuando quiso.. ella es la más famosa. pues por lo visto tiene un pasado considerable. Por lo menos de una buena paliza no lo libraba nadie – sentenció el senador. volvió con la noticia increíble: el miserable se había marchado. –¿Y al novio qué le pasó? –quiso saber la mulata. no encontró quien la quisiera. me da pena.! –dijo la mulatita. –Triste historia. –Se casó con la hija de un ricacho importante. Es una baqueana típica. Las grandes baqueanas son fruto malogrado.» –declamó el abogado–.. la respetabilidad. Vive con su hermano... Aquélla. ¡Qué triste es eso. doctor. como pueden comprobar aún conserva esperanzas.. A las nueve.. –¿Nunca más tuvo novio? –Nunca más. indiferentes a las miradas curiosas. –Fue así como Clotilde María da Assunçao Fogueira se transformó en Tilde Soponcios e ingresó directamente en la subcategoría de las grandes baqueanas de Corazón Herido. pero entró en la ronda de los pudientes a base del dinero de su suegro y de la belleza de la esposa.. No llegaron a servir la comida ni la bebida. Realmente. mientras doña Dominga se reía a carcajadas.. y llegó a toda prisa cuando ya habían retirado la pasarela. da clases de piano. –Ese médico no era precisamente un carácter cristalino –comentó el reverendo. Tal vez el Señor la reservara para el comandante. que había intentado hasta entonces consolar inútilmente a la novia y a la familia. Sus ojos se oscurecían en un deseo taciturno. movió la cabeza dubitativamente–: No. El senador no pensaba en nada... El senador y el abogado eran los únicos que continuaban sentados. Todas las tardes se le puede ver. entre las yeguas de la escudería del marido. Se iban. colgar la profesión. tocando el piano. –Pero. Geir? Afinar el piano. Y no se quejó. ¿ha visto usted un caso semejante.. Un loro. ¡Menudo sermón me ha echado. es verdad. El comandante explotó. ¿también son órdenes las de un comandante de opereta. Lo estoy pasando en grande y aún me he de divertir más. si no fuera por el practicante. y siempre le pareció excelente... pues él ya pasaba de los sesenta.. que buscara un afinador capaz de poner en condiciones el piano de a bordo? Bajó a tierra confiando. el mejor que haya en Natal.! –¿Y por qué no buscó un afinador en Recife? Órdenes son órdenes. no era tan grande.... siempre de catástrofe. exige demasiado.. pero fue el único que encontramos disponible en Bahía. Porque lo que es el matasanos. desde luego.. En el viaje pasado tuvimos un pianista de Sao Paulo que hasta dio un concierto a bordo. Mejor será que lo busque en Natal.. le dijo que el piano seguía igual: una lata vieja. –rió gozando anticipadamente. Se pone a tocar y es una verdadera pesadilla. un tanto irritado: –No sé si habrá un afinador de pianos en Natal. en piezas difíciles. un vejestorio. Haga como yo: diviértase. ni el Lloyd.. Le había echado cuarenta y cinco.. Hace tres años que está con nosotros. y bajó la cifra a cincuenta . el comandante será lo que usted quiera. agarrados. no les permite y garantiza la Costera el uso de un piano? –Ese loro. especialista en bacalao y latas de conserva..! Una niña no era. en una charla vaga. TODOS ELLOS... pero tampoco era una vieja. Eso no lo podrá negar. ya se sabe: médico y pianista de a bordo. se refirió a sus treinta y siete primaveras. Y furioso además.. en el puente de mando. lo único que les interesa es dar vueltas por el salón. musiquillas de baile. créame. comandante. él se vio obligado a rejuvenecerse. Le había dicho que tenía treinta y siete cumplidos. Es usted un mala uva. Ahora aparece ese comandante de ultramarinos. –¿Qué es lo que está tramando? –No se meta en camisa de once varas. hágame el favor de tratar a los pasajeros con respeto. –Desde luego. Si le oyera el senador. –Pero el comandante tiene una dignidad de mil diablos coronados. que se dedica a pelar la pava por cubierta con una vieja... En cuanto a ese pianista de Sao Paulo. La señorita Clotilde no es un loro.. sería un chapucero..Comandante Vasco Moscoso de Aragón. viejo. experta en Chopin y en arias de ópera. era consecuencia de la severa admonición del comandante al comisario a propósito del piano. conforme.. Es posible que ni pianos haya. –Mire. Su condecoración. capitán de altura Jorge Amado DONDE SE NARRAN PEQUEÑOS ACONTECIMIENTOS. tómelo a broma. esperando que iban a cumplir sus órdenes. Estoy seguro de que ese caradura no había visto en su vida un piano. y en cuanto al polquista que llevamos... ¿No le había ordenado cuando atracó el barco en Recife. algunos menos de los que él le había calculado. una diferencia de quince años entre los dos. Este diálogo. Pero.. Sin falta. una pianista famosa. Cuando ella. porque no se lo busqué en Recife. Con este comandante acabó de pudrirse esta mierda de navío. ni un lavaje es capaz de recetar. ni siquiera una gramola cuando vino al barco.. los prismáticos siempre en mano. No use expresiones groseras.. en un coqueteo ridículo? Además. –Señor comisario. –Órdenes son órdenes. tocando todo el día en el condenado instrumento. arrastrar los pies. A LOS DRAMÁTICOS SUCESOS FINALES El comisario se rascó la cabeza.. Ya lo sabe. Para aporrear unas sambas. el pianista dice que no es necesario afinarlo. iba tirando. Los jóvenes no se preocupan de si está desafinado o no. Una cosa es segura: el loro ese es profesora de piano. APARENTEMENTE SIN IMPORTANCIA. menospreciando la cultura de una capital. Y la señorita Clotilde. y nos exige un afinador. cualquier marinero toca mejor que él.. Y busque un afinador. viejo. Búsqueme en Natal un afinador. El pianista nunca lo creyó necesario. profesora diplomada. y sabe de qué va. PERO QUE CONTRIBUYEN... Y es lo de siempre. ¿y los verdaderos pianistas como Clotilde? ¿No tienen derechos. Geir Matos se echó a reír: –Está usted ofendiendo a toda la población de un Estado del Brasil. Pero. Así. ¡Qué falta de respeto! ¡Qué grosería. –Con dos o tres bandas de cangaceiros acabamos con toda esa gentuza.. incitando a los pasajeros.. a sostener vagabundos en el Parlamento. exaltando todos las cualidades y ventajas de Getulio Vargas y de Julio Prestes. todos esos alemanes e italianos del sur. Como se atrevieran a robarles las próximas elecciones e impidieran con la pluma el triunfo del candidato de la Alianza Liberal. madre de ministro y diputado federal. las elecciones siempre falseadas. a no ser una violenta discusión la víspera de la llegada a Natal. La discusión prosiguió luego. de un cambio de mentalidad. el coste de la vida. repetían tópicos de los discursos getulistas. espada en mano –pues la espada es el arma clásica de los hombres de la pampa brasileña–. que se mantenía neutral. Transcurría el viaje sin incidentes. oponiendo a las lanzas y espadas de la caballería de Rio Grande do Sur. empresa subvencionada por el Gobierno... La discusión se extendió a otras mesas. amenazando el orden público. El senador se removía inquieto como si las espadas gauchas. Pero eso eran detalles sin importancia. capitán de altura Jorge Amado y cinco. Hasta su hijo.. Como ya he tenido el honor de informarle. Una discusión política en la que participaron pasajeros y oficiales de a bordo. –Es verdad...» . exponiendo la necesidad de una renovación a fondo. donde Clotilde había pasado a ocupar el lugar vacante por el desembarque del diputado Othon en Recife. el asesinato de las autoridades.. El comandante estaba enamorado. Adeptos a la Alianza Liberal por un lado y partidarios del Gobierno por otro. afectando un aire de superioridad. Al fin y al cabo. de dos almas gemelas dispuestas a darse las manos y marchar juntas. los reducía a silencio.. replicó desde la mesa del comandante. –Realmente. y aquel joven está predicando la revolución. precisamente ahora. pensaba. A la mesa del comandante. Lo había olvidado. preocupado en servir a Clotilde. hablaban de renovación del país.. en una permanente fiesta de amor. contra la situación del país. tras la cena. el ministro. sus posibilidades en las elecciones o en la insurrección. los rifles y las carabinas de las gentes del Nordeste. a admitir desidia en el cumplimiento de sus órdenes. da cargos a agitadores políticos? –No lo sé. Y además. era del Sur. no tardarían en verse los resultados. Lanzas y espadas.. mandadas por el general José Francisco. no me parece conveniente que un oficial de a bordo se ponga a echar discursos políticos en el comedor. poco deseoso de liarse en polémicas. Sonarían los clarines de guerra en Rio Grande do Sur. –replicó el segundo piloto. cortando cabezas de políticos venales y corrompidos. como anunciaba el segundo piloto. tiene usted razón. Los estudiantes en general estaban a favor de la Alianza. –Somos tan brasileños como el mejor. le amenazaran ya el pescuezo. Estoy aquí por hacerle un favor llevándole el navío hasta Belem. no pertenezco a la Costera. El senador se retiró indignado. Se inició durante la comida. elevaba el tono de su voz y tomaba sus decisiones. y le preguntó en voz baja: –¿Desde cuándo la Costera. «Iban a ver aquellos sinvergüenzas. Doña Dominga.. hablaba de las tropas de Río Grande entrando en Río de Janeiro a caballo. Basta un Lampiao para su general José Francisco.. cicatrizadas las heridas del pasado. basura todos. No se necesita ni un oficial con bandas y charreteras. –Su voz clara y enérgica dominaba a sus adversarios. senador. juraba por Flores da Cunha. para despedir a los que iban a quedarse en Natal al día siguiente. llegaban los ecos del debate. De todos modos. saliendo de su calma habitual. En las butacas del rincón. El más exaltado era el segundo piloto.. de reformas necesarias. sonreía. en la mesa presidida por el segundo piloto. El senador. un grupo clamaba contra el presidente de la República. están necesitando una lección. y el amor le hacía sentirse fuerte y dispuesto a todo. El segundo piloto se reveló getulista fanático.. senador. No iba. convocando a los brasileños. pálido. ansiosas de comprensión y de cariño.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. El pueblo no estaba dispuesto a seguir soportando la tiranía. se inclinaba ante su voluntad cuando ella. Se inclinó hacia el comandante.. el cierre del Senado y de la Cámara. era el encuentro de dos vidas solitarias. soy senador de la República y pertenezco al Gobierno. en el salón donde los jóvenes pretendían bailar. Era una voz acostumbrada a ordenar. Se dirigió a la sala de juego. taciturno. En la India me llamaban Mano de Hierro. me puse a disposición de la realeza.. nunca más quise saber de política. que debería usted evitar estas conversaciones. implacable mano de hierro. Yo.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Creo. aquí y en el extranjero. cuando gobernaba en Bahía el ilustre José Marcelino. Le ruego que no vuelva a participar en discusiones de este tipo. En Portugal. pero la irritación del senador. Isidoro y Miguel Costa ya habían ocupado Sao Paulo. Soy brusco de genio. –Mi joven amigo. exploto en seguida. Cada uno piensa como quiere. no tengo nada contra sus ideas. Le estoy dando una orden. Había hecho durante años la ruta entre Portugal y las Indias. Bailó hasta la medianoche con Clotilde.. No había visto al senador. –Ese senador es de los peores. Si continúo oyendo barbaridades como las que anda diciendo ese muchacho. Vasco Moscoso de Aragón clavó la mirada ante él. He tomado ya las disposiciones necesarias. –Voy inmediatamente. Quiere dirigir un oficio a la compañía. sin embargo. le contó su participación en las luchas entre monárquicos y republicanos.. El parlamentario. de quien tuve el honor de ser amigo. –No tiene por qué pensar más en eso. puede ser. sus razones. alzándome contra el crimen. ¿No lo leyó? –Mire. amigo de sus tripulantes. Yo mando en este buque. Le contó minuciosamente el incidente. Usted no me conoce. Vuelvo en seguida. La gente lamenta su ausencia.. donde Clotilde lo buscaba temerosa. Conozco casos escandalosos en los que está metido. Allá los marineros le llamaban Mano de Hierro y Corazón de Oro.. Lejos de mí tal idea. –No lo discuto. pues era blando como la brisa. Se dirigió al puente. No se ofenda. Y dejó plantado al estupefacto segundo piloto. Téngalo presente.. cuando la mulatita no le quitaba ojo de encima. allá en Portugal. si le digo que no me parece bien que un oficial de a bordo exalte los ánimos de los pasajeros. Atravesó a paso de carga Santa Caterina y Paraná. Buenas noches. mi joven amigo. Hablo con quien quiero y donde quiero. Es un pasajero y está en el navío... con ocasión del asesinato del rey don Carlos. soy capaz de perder la cabeza y plantarle la mano en el rostro. . a despacharse a su gusto. Afirmó sus pies en la cubierta del navío: –Y yo soy el comandante.. no seré yo quien se las niegue.. leía una revista.. le hicieron reflexionar. Luego –una cosa va tirando – de la otra–. («¿Qué diablos querrá ese animalón?») Precisamente ahora. Esto es lo único que nos importa ahora. Ya me metí en mis tiempos. la amenaza de una carta a la compañía. –Puede venir tranquilo.. en el mar. venga a hacemos compañía al salón.. desde luego. Atendió de mala gana la llamada del comandante. se lo confieso. llevado por sus nobles sentimientos de gratitud hacia el rey don Carlos I. Usted tiene. sin saber qué hacer. hace unos años. pero. y la tripulación es disciplinada. no me meto en política.. Le espera ahí fuera. Pero después de eso.. Vasco entró en el salón. No le estoy reprendiendo... Lo del puerto de Natal bastaría para meterlo en la cárcel de por vida. –Aun así. cuando. de ceño fruncido. –No estoy dispuesto a oír insultos y amenazas. se volvía en un instante violento como el huracán. ¡Y lo de la muchacha que empleó en el Senado! Hasta Mario Rodríguez hizo un artículo sobre el caso. –Soy un ciudadano brasileño y conozco mis derechos. capitán de altura Jorge Amado Un camarero interrumpió su brillante perorata: –El comandante le ruega que vaya a verle. Primero pensó en volver al salón. –Este Gobierno está llevando el país hacia el abismo. puede estar seguro.. y entró el segundo piloto al lado de Flores da Cunha y José Francisco en Río de Janeiro.. desde luego.. –Senador.... Pero fíjese: el senador vino a presentar una reclamación. Aquí. uno más entre ellos.. si alguien se atrevía a desobedecerle. «el tipejo tiene redaños». Soy un senador de la República. Se acercó a ella y le dijo: –Espérame un momento. De Suiza nos llegaron cartas pidiendo información sobre nuestra escuela. –¿Un viejo? No diga eso... Madalena Pontes Mendes.. Se perdió en sus recuerdos. gritando hacia ellos. Su única experiencia en el asunto era el vals bailado con. que hasta debe de estar cansado. con expresión romántica. Ya desembarcó. ¿verdad? –habló Clotilde. comandante: ¿vio algo semejante en algún país de los que usted conoce? ¿Algo que pudiera comparársele? –no esperaba respuesta. sí. si encontrara una mujer capaz de entender a un viejo. señor!– tienen nada semejante.. con bastante temor. La directora no perdonaba detalle. orgullosa de su establecimiento. –Vi muchas cosas.. Era difícil..? –¿Qué? –Si encontrara un hombre con experiencia de la vida y solo. Pero poco se ve cuando uno está solo. quiero que vean una cosa notable. comandante. el caserío blanco. ¿No aceptaría ligar su vida a la de él. Tiene que verla. Le presentó a sus amigos. Deseaban verlo todo.. En la Escuela de Hogar perdieron más tiempo del que pensaban. En seguida saldría para Fortaleza.. El comandante intentaba encontrar la palabra justa. muy bien instalada. señor! . seguía con la vista a las nubes vagabundas... –Y aquí el comandante Vasco Moscoso de Aragón.. ¿Qué más quiere ahora? El senador sólo deseaba mostrarse amable con el comandante. por la playa de Area Preta. Anduvo por ahí. por todo el mundo. Algo que sólo existe aquí. ¡Qué sé yo. –Seguro que ha visto tantas cosas hermosas por esos mundos adelante. y no llegó a abrir la boca siquiera. El Ita estaría poco tiempo atracado en el puerto.. cuando se pararon a admirar el paisaje de cocoteros y arena. EN EL CORAZÓN DE LA GRAN BAQUEANA La primera palabra sobre noviazgo y casamiento fue pronunciada en Natal. de la enseñanza. y añadía–: No hay nada igual en el mundo. Ni ganas se tienen de mirar. Ellos mismos lo reconocen. de las alumnas..Comandante Vasco Moscoso de Aragón. –¡Comandante! ¡Comandante! Venía el senador con otros dos.. un diputado del Estado y un coronel del interior. cuando ya había encontrado las palabras decisivas. en la que las chicas ricas del Estado se preparaban para el matrimonio. él y Clotilde. una obra extraordinaria. el comandante maldiciendo la simpatía del senador. –Ahora dígame. Bajó la cabeza.. Volvieron con prisa al barco. –Dígame una cosa: ¿no ha pensado nunca que quizá un día... Creo que nunca seré feliz. que no podían dejar de percibirlas y comentarlas.. lo explicaba todo.. con adjetivos y exclamaciones. correligionarios suyos. –¿Eh? –Ese senador. hombre de muchos viajes y aventuras. Nunca se había declarado a ninguna mujer. sí. y era tanta la belleza del escenario y la gracia de la ciudad. nunca vio cosa igual. Los llevó a visitar una Escuela de Artes del Hogar. por el comandante. Un corazón amante. de las instalaciones. con prisa juvenil. Le aseguro que en todas sus andanzas. cuando ya estaba a punto de abordar el asunto. Ni siquiera los suizos –¡los suizos... lo enseñaba todo.. cuya autoridad y conocimientos náuticos le habían impresionado. adornándose con todas las prendas necesarias. –¡Antipático! –exclamó Clotilde. aquí en Natal... Los dos políticos se mostraron de acuerdo. ser feliz? –Tengo miedo. BAJO LA LUZ DE LA LUNA. el aire absorto y ausente.. O DE CÓMO EL COMANDANTE ANCLÓ. –Pues hasta era capaz de. Iban los dos.. ¡De Suiza.. sonreían y admiraban al héroe presentado por Su Excelencia el senador. que había interrumpido su charla con Clotilde. ¿Cómo hacerlo ahora? –Yo. dos prestigiosos políticos del país. Clotilde. Todo el mundo. la Fortaleza de los Tres Reyes Magos. –Pobre quien está solo.! Un héroe. el río de plata bajo el sol. capitán de altura Jorge Amado DE NOVIAZGO Y JURAMENTOS DE AMOR ETERNO. la gran baqueana soltando grititos ante las curvas de la playa. tener una casa. Fueron de mala gana. sí.. –Vengan conmigo. Comandante Vasco Moscoso de Aragón, capitán de altura Jorge Amado –¡Obra notable, notabilísima! –convino el comandante, desanimado, perdida aquella oportunidad espléndida, cuando Clotilde estaba conmovida ante la belleza de la playa, el momento propicio. Pero por la noche, tras la cena y el rápido paso por el salón, donde ella probó el piano afinado por un experto artesano de Natal, Clotilde le preguntó si no deseaba dar una vuelta por cubierta. –Es noche de luna llena... –y sonrió con su risa áspera. El corazón de Vasco perdió el ritmo. Era la ansiada oportunidad. Subieron a la cubierta superior, desierta a aquellas horas. La luna llena estaba hecha de sangre y oro y se dilataba en el mar. –Mire –dijo ella dirigiéndose a la borda. Salía la luna en medio de las aguas donde había dormido y reposado, iba a comenzar su revista de enamorados, por calles y plazas, por los muelles de Bahía, en los puertos perdidos, en las cubiertas de los barcos. La luz de la luna, densa y calma, se derramaba sobre las aguas verdes del nordeste, y los vientos de Terral de Pernambuco, de Aracatí de Ceará, llegaban del sur y del norte para saludar a la luna con blandas caricias de brisa. En medio de la luz pálida navegaba el Ita, en aquella noche mágica, cuando el comandante, colocado tras Clotilde, le tomó las manos y habló con voz temblorosa de amor y miedo: –¡Clotilde! ¡Ah, Clotilde, malvada...! –¿Malvada yo? –y se estremeció, y su voz era apenas un murmullo–. ¿Por qué dice eso, comandante? –¿No ve? ¿No comprende? ¿No siente? –No creo en los hombres... –Tampoco yo creía en las mujeres... Pero ahora sí creo; y muero de amor... –No le creo, y tengo miedo... Pero no retiraba sus manos de las de Vasco. Se apoyo en él y sintió su aliento. Sin que nadie sepa cómo sucedió, misterio del mar en noche de luna llena, apoyó, su cabeza en el amplio hombro del comandante, ornado de charreteras y anclas. Él le pasó el brazo por la cintura. Ella se estremeció y suspiró. La oprimió entonces dulcemente contra sí, sus bocas se encontraron, y fue un prolongado beso con larga sed de amor, beso de corazones adolescentes con hambre antigua por saciar. –¡Oh! –suspiró ella, cuando aún en sus brazos pudo respirar–. ¿Qué es lo que he hecho, Dios mío? ¡Qué vergüenza...! ¿Qué va a pasar ahora...? –Que nos vamos a casar, si usted me acepta... Ella le contó entonces su lastimosa experiencia, el porqué de su melancólica soltería. Había amado a un hombre, le había dado su corazón virginal, inocente, había depositado en él su confianza plena. Era un médico, muy rico, muy famoso, llegado de Río a Belem. Con clientela enorme, no daba abasto. El mejor partido de Belem, y loco por ella. Gran conocedor de la música, incluso tocaba un poco el piano; ejecutaban partituras a cuatro manos, hermanadas sus almas en la música. Clotilde iba distribuyendo suspiros entre su relato. Fueron novios, se juraron amor eterno, fijaron el día de la boda. Ella tenía entonces diecisiete años, tímida e ingenua muchacha de provincias. Entregó su corazón al médico, confiando en su dignidad y en su amor... ¿Qué le habría pasado?, se preguntaba alarmado, Vasco. Seguro que en una de aquellas noches de piano a cuatro manos, cuando la familia estaba ausente por casualidad, él abusó de su ingenuidad de niña y huyó luego... dejándola con su decepción y su vergüenza. Pero nada tenía que temer. No por eso iba él a dejar de respetarla. Muy al contrario: crecería su ardiente amor, y se reforzaría su voluntad de ofrecerle su mano de esposo... Confiando en su dignidad y su amor... pero los hombres son falsos, al menos casi todos... ¿Imagina lo que ocurrió? En vísperas del casamiento... No le gustaba hablar de aquello, era abrir una herida aún no cicatrizada. Todavía sentía el corazón dolorido: descubrió un día que él había lanzado al arroyo a una muchachita de Río, una modistilla. La deshonró. La infeliz tuvo un hijo, y él le mandaba dinero todos los meses. Al saber del noviazgo y del casamiento, la infeliz le escribió una carta, a ella, a Clotilde, contándole todo lo ocurrido y colocando en sus manos el destino del hijito. ¿Qué podía hacer? Con el corazón desgarrado, rompió con el médico, le exigió que volviera a Río y que se casara con la madre de su hijo. Hoy es un médico célebre de la capital, rico e Comandante Vasco Moscoso de Aragón, capitán de altura Jorge Amado importante, todas las tardes está en el Jockey Club. La modistilla se transformó en una gran dama... Y ella juró no casarse jamás, no volver a abrir su corazón a ningún hombre... Nunca más volvió a mirar un rostro masculino. Pero ahora... Se emocionaba el comandante ante tanta nobleza de alma, tanto desprendimiento. No era digno de ella, ni siquiera de besarle la orla del vestido. Pero como el amor eleva al ser humano, él se elevaba hasta sus ojos, su rostro, su boca insaciable de besos, bajo la luna. Y le contó él también las razones de su solitario vivir, de no haberse casado nunca. Ella se llamaba Dorothy; el comandante llevaba su nombre y un corazón tatuados en el brazo. –¿Tatuados? ¿Quiere decir que no desaparece? –Jamás. Fue un tatuaje hecho por un chino, maestro en el oficio, en Singapur. –Es decir que no la olvidó, que aún anda tras de ella... –Murió... –en un minuto de trágico silencio. Dorothy se recortó a la luz de la luna, su cuerpo esbelto, su fiebre de amor–. Murió antes del casamiento, en vísperas. Acababa de obtener el divorcio; el marido, al fin, había aceptado dejarla libre... –¡Ah! Era casada... Sí, estaba casada cuando él la conoció y se enamoraron a bordo del Benedict, un gran navío que hacía la ruta Europa-Australia. Fue una pasión casi tan fulminante y profunda como ésta que sentía ahora por Clotilde, a bordo del Ita. Ella iba con el marido, pero, ¿de qué valen leyes y convenciones ante el amor? Él abandonó el navío, ella el marido, desembarcaron en un escondido puerto de Asia, a esperar la decisión del esposo... –¡Qué desvergonzada! ¡Una casada! No, no debía ser injusta, no debía juzgarla mal. Porque no hubo nada entre ellos, nada llegó a ocurrir... Dorothy le contó todo al marido, y sólo huyó porque aquel egoísta no quería concederle el divorcio. No pasaron de castos besos. Ella se quedó en casa de una santa misionera, la hermana Carol, mientras esperaban. Sólo tras el divorcio y el nuevo casamiento se entregarían uno al otro. La propia Dorothy se lo exigió así. Obtuvo, finalmente, el divorcio; estaban preparando los papeles para el casamiento, cuando las fiebres, aquellas terribles fiebres de Asia, a las que él era inmune, acabaron con ella en tres días. Y con ella murió su carrera. Quedó como loco, juró no volver a poner los pies en un navío, y si ahora estaba al mando del Ita, hasta Belem, era porque la ley le obligaba, no podía faltar al deber solemnemente prometido cuando recibió, tras su brillante examen, el diploma de comandante. Por eso no se había casado. Por eso había cerrado su corazón para siempre. Pero en este viaje... Ella le pidió tiempo para reflexionar. Antes de llegar a Belem respondería. Aún estaba confusa y amedrentada. Además, tenía que obtener el consentimiento de su hermano. Y de Jazmín, añadió sonriendo... El navío bogaba entre las aguas iluminadas por la luna, cielo y mar bañados de plata y oro. En la cubierta, juntos en la borda, el comandante y Clotilde cambiaban juramentos de amor. Se reían sin motivo, suspiraban, decían palabras insensatas, inconsecuentes, se robaban besos, se estrechaban las manos. Hasta que oyeron ruido en la escalera de cubierta y buscaron el arrimo de las sombras del lanchón de salvamento. En la cubierta superior apareció otra pareja. Primero vieron la silueta del doctor Firmino Morais, el abogado de Para. Miró a su alrededor, acabó de subir, hizo una señal, llamando a alguien. Surgió entonces, con las manos tendidas hacia él, la mulatita Moema, y allí mismo, a la vista de ellos, se abrazaron y besaron con una furia de enloquecidos. –Descarada... –murmuró Clotilde–. ¡Pero si él es casado...! –Así es el amor –le respondió el comandante–. No respeta convenciones. El amor es como la tempestad. La cogió de la mano y salieron por el otro lado. Fueron a unirse a los pasajeros del salón. Clotilde le pidió que guardara en secreto el compromiso que habían contraído bajo la luz de la luna. Quería casarse sin invitados, sin comunicárselo a nadie, sin noticias, sin fiesta, sólo ella y Vasco, su hermano y su cuñada. Y si habían de hacerlo, tendría que ser lo más pronto posible. No aceptaba un noviazgo largo... –Sólo el tiempo de arreglar los papeles... Comandante Vasco Moscoso de Aragón, capitán de altura Jorge Amado Quería volver a Periperi con ella, con la esposa encontrada en el mar. Aquella por quien había estado esperando tanto tiempo, en los puentes de los navíos, en los iluminados paquebotes, en transatlánticos, en negros cargueros, en los distantes rumbos solitarios. En un rayo de luna había llegado ella para acabar su larga espera, para romper para siempre con su soledad. tal vez algo infantil en el habla y en los gestos. en la pensión de Carol o de Sabina.. Sin duda Clo pertenecía a una familia ilustre. Cuando empezó el viaje –entonces apenas había reparado en ella– oyó cómo un pasajero comentaba la excelente situación financiera del hermano de Clo.. Durante un minuto estuvieron los dos de pie. panteras y serpientes de veinte metros. capitán de altura Jorge Amado CAPÍTULO ATOLONDRADO Y FELIZ. renaciendo uno y otro en robados besos y en proyectos. con títulos de nobleza como Madalena Pontes Mendes. ya ni siquiera recordaba si en Islandia. aquel papel que era la llave que iba a darle una familia. en Belem. Clo le tendió las manos: –Aunque fueras pobre como Job. Tengo que quedarme para firmar el papeleo del buque. Ni detalles sobre la familia. un hábil estafador que quería apoderarse de la fortuna de la novia. mi amor. –Pero Clo. cambiando miradas tiernas y sonrisas tímidas. Para él era sólo Clotilde. dueños de extensiones vastas como países. no podía evitar el recuerdo de aquellas noches del pasado. Tenía casa propia y excelente. Feliz el comandante. Pero. vendrás a comer con mi hermano y mi cuñada. En realidad. Quedaré esperándote en casa. ni siquiera su nombre completo quiso decirle al comandante. de las pálidas carnes inolvidables. Aquí está. apretándose las manos a escondidas..O. firmes en la proa .. tenía papel de Estado en cantidad.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. rubia y blanca. no podía dejar de pensar por qué tanto secreto. Grititos de señoras.. acaba el viaje. con rentas más que necesarias para garantizarle –también a ella– una vida holgada y confortable. como un prisionero. Mandaré hacer sopa de cangrejos. no atracaban los navíos. o en un lupanar de Bahía. En Fortaleza.. con selvas enteras. indios. una de las playas más elegantes de Salvador. murmurándose palabras melosas. de la élite paraense. –. Quería colocar su amor a prueba. estaré a bordo. –Te presentaré a mi hermano en el muelle.recuerda que no puedo salir contigo. Paciencia. Podían creer que era un aventurero. plantaciones de caucho. Era un espectáculo el desembarco de los pasajeros... Así tendré tiempo de hablar con mi hermano. fuera de la vaga noticia de un hermano casado y con hijos en Belem. un nuevo hogar al comandante–.. si era tan rica. Había algo de común entre aquella Clo de hielo y de geiser y la virginal Clotilde. indecisiones y los remeros. pensaba el comandante. y de la hermana con cinco hijos y el marido ingeniero en Río. Ella adoraba el misterio: –En el momento de desembarcar te entregaré un papel con mi nombre completo y mi dirección. –indicó hacia el escote. CON DERECHO A VISITAR LAS MÁQUINAS Y LAS BODEGAS Y A LANZAR UN S. Ella era romántica y había sufrido mucho.. El papel estaba guardado al calor de su seno. riquísima. sin embargo. parada en el último peldaño de la escalera y. Debían de ser millonarios. Hacía más de veinte años había conocido a una Clo. islas en el Amazonas. en Periperi. de pecho musculoso y piel de bronce. Ella lo quería así. Le prohibió que interrogara sobre ella a los pasajeros paraenses. y por amor a la música. la elevó en el aire y posó su cuerpo trémulo a su lado. Riéndose los dos por los rincones del navío. Feliz la gran baqueana. En la primera oportunidad le comunicó que no se reducían sus bienes a los haberes de su jubilación. sosteniendo las embarcaciones junto a la pasarela. Ella tenía razón. Ya lo tengo escrito. sosteniéndola por la cintura.. capitán de altura jubilado. Es el último puerto. Cuando llamaba Clo a Clotilde.. no tenía importancia. en la proa del barco. saltando de la escalera a las lanchas que los llevaban a la ciudad. hizo una demostración de fuerza: tomó a Moema. equilibrado en las piernas abiertas en compás. la mulata. no era con su apellido ni con sus parientes con quienes se iba a casar. Pero. Por todo eso. –¿Pero por qué tanto misterio? ¿Por qué ese secreto? –Estoy probándote.S. Quién sabe si todo aquel misterio era miedo a que su hermano se opusiera a la boda de una heredera tan rica con un simple comandante de navío. Su espíritu romántico adoraba el misterio. El sufrimiento la había vuelto exigente y desconfiada. entre icebergs y fiordos. risas.. No había puerto.. en aquel tiempo. tal vez los senos opulentos. ¿por qué daba clases de piano? Para matar el tiempo quizá. El abogado paraense. Irá a esperarme. Hubo un alboroto en las calderas: fogoneros y carboneadores. además. se apretaba contra el comandante. Luego saludó al primer oficial y a los subalternos. sintió que se le paraba el corazón. –respondió el primer oficial. a causa sin duda del nerviosismo de las maniobras. Pero. tomó a su bienamada de la mano y se dirigió hacia el vientre del navío. con frase un poco retorcida de sentido. sino que la risueña baqueana era demasiado corpulenta.. le hizo dar una vuelta en la nave desierta. pero ya el comandante iniciaba el descenso y le tendía la mano. Cuando. naturalmente. en creciente inquietud.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Dieron una vuelta por la ciudad. deseosa de enterarse hasta el máximo de todo lo referente a la vida de su futuro marido. Llenó el buzón en Natal. la besó desatinadamente ante los pescadores y las puntilleras. Al volver hacia el centro. prácticamente desnudos. El segundo maquinista se llevó las manos a la cabeza. El penúltimo día de viaje –la llegada a Belem estaba marcada para el día siguiente. Antes. Y no es que le faltasen fuerzas o disposición. a las bodegas. no sabían qué hacer al ver a aquella dama súbitamente ante ellos. a agradecerle sus atenciones: –Ha sido usted un comandante perfecto. A tanto no podía llegar el comandante. llegó doña Dominga a despedirse. –elogió el comandante al abrazar al apasionado muchacho. con un beso. la llevó hasta la claridad de una vidriera y sacó del bolsillo una cajita con dos alianzas recién compradas. según le explicó. El comandante aprovechó la ocasión para escabullirse. Era evidente: estaba el comandante perturbado por la pasión hasta el punto de olvidar las dificultades de la empresa. directamente sobre el abismo. de estar a las órdenes de un hombre tan capaz como el comandante Vasco. él prometió complacerla. en aquel silencio de la iglesia. Con la contrita cabeza inclinada se puso a orar la gran baqueana. conocer las entrañas del barco. estrecha y vertical. Los remos salpicaban de agua a los pasajeros. Vasco. terminadas sus preces. no quedaban bien aquellos alardes en el comandante del navío. a las tres de la tarde. cuando se encontraba en el puente de mando. «¡Ay!». escondiendo ruborosa su rostro en el chal. plantada? Pero él la cogió del brazo. lo buscaba alrededor con la mirada. Y. en el colmo de la excitación. natural en una novia. Todavía es un misterio –misterio que demuestra una vez más la existencia de dioses amorosos– cómo pudieron llegar abajo sin despeñarse.. Allí Clotilde compró encajes «para una camisa de dormir». acusándolo de ateo y de hereje. veinticuatro horas antes de la escala final. quiso echar una palada de carbón a la enorme boca roja de la . en súbita explosión de deseo –veía a otra Clo. no tenía nada que ver con el comandante y sus invitados. añadiendo–: Tienen ustedes suerte de llevar tan buen capitán. Y no debido a los carteles que rezaban «Prohibida la entrada» en casi todas las puertas. bellos y fuertes. en la sumaria vestimenta de los fogoneros? Así. era el abismo sin fondo. y allí dormiría el Ita. y la gran baqueana. –Un día le harán justicia. Clotilde anunció su deseo de ver el navío por dentro. pensar en las peligrosas escaleras. mientras. Finalmente lo vio. donde lanzaba destellos una sortija.. lo buscó Clotilde con la vista y no encontró ni siquiera su rastro. Venía apresurado. Clotilde. Clotilde quiso entrar a rezar en una iglesia. En el templo ella no lo consintió. y aquella escalera de hierro. ¿cómo no se le había ocurrido a él. los senos saltándole de la camisa de encaje–. azotados por el viento. para iniciar la travesía de vuelta al caer la tarde del día siguiente– un capricho de la gran baqueana causó rebullicio y confusión a bordo. viejo marinero. Se había pasado el resto del viaje escribiendo cartas a su novia pernambucana. ¿No habían sido los navíos el hogar de Vasco durante cuarenta años? Era un deseo romántico y comprensible. bajar a las máquinas. áspera: –¿Adónde fuiste? ¿Qué es eso de dejarme así. para evitar las gotas. luego fueron a la playa de Ircema.. Da gusto viajar con usted –y le tendió su hermosa mano. Abrió una pequeña puerta prohibida. El jefe de máquinas se quedó boquiabierto e inició unas breves explicaciones. Las lágrimas se agolparon en sus ojos. En el trayecto desde el navío a tierra se rieron y bromearon. Sellaron así su noviazgo. Pero sólo pudo besarla cuando estuvieron fuera. –Es una señorita muy distinguida. Vino también a despedirse el atlético bancario. El comandante no podía ser más feliz. Eso. Clo soltó un gritito. Su voz brotó. capitán de altura Jorge Amado que alzaban y bajaban las olas. Así se lo confesó y. y se puso en pie al ver al comandante. –¿No quiere enseñarle los instrumentos de mando? –Después. Fueron luego a las bodegas. Pero el comandante se limitó a saludarlo.O... Pueden matarse. Voy a llevarla a la sala de radio. Pero casarme con él y vivir a bordo. capitán de altura Jorge Amado hornalla. Él. cuando bajaba a veces a echar una mano a los fogoneros. Sonrió el comandante. el hogar del comandante. uno de quince años aproximadamente.O. él fumándose su pipa junto al hogar. ya sé.. Éste se hallaba tendido.. De paso le mostró su camarote.. pero sin entrar. pensó Vasco. Ir con él en el barco por todas partes. pero yo no la vi. una apasionada e insensata mahometana se escondió en su camarote.. sucia de carbón. descansando. –¿Desde cuándo el comandante no tiene derecho a mostrar el navío a un pasajero? Y especialmente si es su novia. El primer oficial y el comisario no pudieron contener una sonrisa.. en las costas de Turquía.. No me hago responsable de nada. Un día. Todo un record. bajó con una cara de mil diablos. terribles peligros en puertos de opio y contrabando. con una sonrisa en los labios. para compartirla con ella para siempre. con una tripulación de hombres rudos –¿no viste a los fogoneros?– y la mujer del comandante a bordo. –Pero van a caerse por una escalera. Ella. Imagínense si por la cabeza delirante de aquel loco capitán de altura pasara la idea de programar una excursión de los pasajeros por el interior del navío.. en las noches hogareñas y tranquilas. el otro algo mayor. –Está prohibido llevar a la mujer a bordo.. amenazadores. le presentaría a la familia.. Cuando bajaban la escalera. cargadas de mercaderías. Déjalo que vaya por donde quiera. –¿Es que no lo soy yo? –Sí. Era muy buena. señora.S. correr todo el mundo. –¿Quién es? –quiso saber Clotilde. ¿Y si ella le pidiera que lanzara un S.. y él la descubrió cuando ya iba el barco en alta mar. llamado a toda prisa. metiendo la cabeza por la puerta. .?..O. –Estoy enseñándole el navío a la señorita Clotilde. Ella miró. desconfiada.. –Hicieron una película con una historia así: un comandante que llevaba en el barco a su mujer.S. Muchas historias le iba a contar. Vasco se dirigió a la sala del telegrafista. El comandante la ayudó. diciéndole que recordaba sus tiempos de grumete. tal vez. ella haciendo calceta. ¿No has pensado en el peligro? Días y días en el mar. comería en su casa.. El comisario se dirigió al puente de mando y dijo al primer oficial: –Tu comandante anda con su vieja por los fondos del navío. Encima de la mesa..Comandante Vasco Moscoso de Aragón. le contaría lo que le ocurrió cuando. Ya estuvo en la sala de máquinas y en la de calderas. no le prestó la menor atención. de ciudad en ciudad. ella le dijo: –Lo que a mí me gustaría es casarme con un comandante.. para depositarla en su seno. aparecieron Vasco y Clotilde en el puente. Tenía una vida excitante para entregarle.S. en Periperi. Pero la idea no le asustó. –La mujer y los hijos del comandante muerto. Hasta le pareció divertida. cuando estuvieran viviendo en la casa de las verdes ventanas... Al día siguiente.. la cara y los brazos negros. cuando el barco está en peligro? –De aquí mismo. sobre el mar. –Será el segundo comandante que enterramos en este viaje. El comisario. con su uniforme blanco en un estado lamentable. y dos muchachos a su lado. ¿Te das cuenta? Es imposible. una fotografía: una hermosa señora de cabellos plateados. Se romperán la cabeza.. Sería una alegre broma. en un carguero.... S. El comisario bajaba las escaleras restregándose las manos. haría la petición de mano oficial. –¿Y de aquí sale el S. Estaba jadeante en aquel infierno. Apenas había terminado el diálogo. Con él todo era posible. . Quería un recuerdo simple. y en la distancia se oía el rumor de las aguas del río al chocar con la marea. Uno de aquellos ceniceros. manteniendo íntegras todas sus promesas. Volvería con ella a Periperi. como pasajero de honor. la mirada perdida en profundas meditaciones. No hubo temporales. sextante febril. cualquier nimiedad. El robo aconteció en el salón. Vasco se volvió. se saludaron y empezaron a charlar. ni motín de la tripulación. y éste le respondió que el último que quedaba era el que habían dado como premio de la «víspera». por ejemplo. Lo acompañó en su paseo: –Entonces. quería tener. Y con ella había dado una satisfacción a Clotilde. Se agarraba al comandante como si necesitara una presencia que le impidiera pensar. un recuerdo de aquel viaje. en las almas de los pasajeros. El más pacífico que he mandado yo. eran las siete de la mañana–: Dentro de ocho horas. aunque luego. Y no los hubiera robado si los hubiera a la venta en el navío. comandante. Realmente. oferta un poco forzada del falso doctor Stenio. brújula enloquecida. Ella misma le había dicho aún la víspera por la noche. ni siquiera se descubrieron revolucionarios a bordo. pero ya no estarían a su cargo el destino del navío. siguió actuando con la mayor corrección. ¿Quién podría ahora dudar de su título y de sus hazañas? Fue en este momento cuando la idea del robo cruzó por su mente.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. ciertamente... que se había convencido de su amor en el mismo momento en que él le trajo el sofá de porcelana con la romántica pareja de enamorados. No fue un súbito ataque de cleptomanía. la cresta erguida como nunca. La Compañía Nacional de Navegación Costera era rica. doctor Morais –consultó el reloj. dominando su incontenible curiosidad. –¿Pacífico? –se interrogó el abogado–. en la gran mesa de la sala. nada significaban en su presupuesto dos ceniceros más o menos.. de los pasajeros. otros huracanes. su último viaje al mando de un navío. El cenicero desapareció en el bolsillo derecho de su chaquetón de marino. hoy estaremos en Belem del Gran Para. Pero tampoco se trataba de un robo. ¿Que fue pacífico dice? –Naturalmente. entre sus instrumentos náuticos. comandante. supo conducir el navío. tratado con la consideración debida a un capitán de altura. Iba inmerso en estos pensamientos por la toldilla. –A las tres de la tarde. otros se encontraban sobre las mesas. . había encontrado en él a la mujer de su vida. Se lo había preguntado al comisario. con el escudo de la Costera y la fotografía del Ita grabada en la cerámica. ni graves problemas de navegación que resolver. Estaba el jurisperito inclinado en la borda. el comandante Vasco Moscoso de Aragón. no sintió remordimientos el comandante.. Parecía preocupado e inquieto el amable pasajero. cuando fueron a mirar la luna y el mar en despedida. algo que le recordara los días felices a bordo. a seguir su vida con los amigos. que no le dejara estar a solas con sus problemas y con sus angustias. en su casa. Cuando regresara. con tanta presteza y eficacia. –Tal vez haya otros temporales. aún desierto en aquella hora matinal. cuando las aguas turbias del Amazonas ya penetraban en el mar. otro cenicero fue a parar al bolsillo izquierdo.. Y como para acostumbrarse basta comenzar. lo haría como pasajero. Amaba a aquel Ita. No había acumulado el viaje incidentes dignos de mención. –Pacífico. al servicio de los fumadores. cometió un hurto. cuando el comandante iniciaba su última inspección por el navío. por primera vez en su larga y agitada vida. no hubo amenaza de naufragio. como había amenazado el diputado paraibano. capitán de altura Jorge Amado DEL COMPLETO Y ADIVINATORIO CONOCIMIENTO DE LA CIENCIA MARINERA La mañana de aquel día final del viaje. Uno de aquéllos había sido el premio el día de la lotería. algún remordimiento le había causado la pieza de porcelana. a un hombre que acababa de prestar un gran servicio a la Compañía. ¿Qué mejor presente podía llevarle? ¿Qué mejor prueba de amistad? Efectuado el robo. de la tripulación. cuando tropezó con el abogado paraense doctor Firmino Morais. y sí el recuerdo de aquel bueno y leal Zequinha Curvelo. Le gustaba el barco. Pero había mantenido la disciplina. sin embargo. agradable. –Fue un buen viaje. ni huracán. Se había aficionado a la vida en aquel Ita. miró a su alrededor: no había nadie. Se volvió al rumor de los pasos del comandante. con intención de insinuar posibles intimidades sexuales. ¿Qué ocurriría ahora cuando llegaran a Belem? Le era imposible dejar de verla. comandante? Se va a casar. Se lo iba a contar él. la necesidad de sentirse malvado. Soy amigo del hermano de Clotilde. con la mulatita? –Por lo que a mí se refiere. entrará a formar parte de una familia digna de la mayor consideración. Se veía en la distancia el caserío de Belem. –Se lo agradezco. muchachas y muchachos. me porté siempre con extrema corrección. capitán de altura Jorge Amado ¿Sería una indirecta a sus amores con Clotilde? ¿Tal vez una burla maliciosa. ya mozuela. y no deseo quebrantarlo. por la noche. un poco más allá estaba un pequeño navío del . durante la comida. de Clotilde. Nerviosos los pasajeros. como acababa de decirle el abogado.. Y se va a casar muy bien. supongo. no siga –le gustaría conocer aquellos detalles tan celosamente guardados por Clo. Lo interrumpió bruscamente el comandante: –Por favor. su intimidad con la muchacha. sin comentarios malévolos. a petición de los otros pasajeros. lo dejó solo en las puertas de su desgraciado desespero. Nervioso el comandante. Aquel fue un día nervioso. Aunque tuviese luego que matarla y matarse para no soportar la vergüenza y los remordimientos. Clotilde.. relaciones impúdicas. Pero había por medio una promesa. había penetrado hondamente en su sangre aquella virgen loca e impúdica.. ¿Sería una insinuación del comandante a sus juguetees con Moema. En la mesa. penetrando en el océano. Los oficiales de a bordo estaban todos en el puente. el embarcadero de la Port-of-Pará. a las charlas a solas en la toldilla. nada había dicho al enamorado comandante de aquel ridículo asunto de su casamiento. con la más honrada de las intenciones.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Él es. hasta el comisario. Vasco iba mirando las banderas de los cargueros y paquebotes allí anclados: por lo visto el Ita iba a anclar al lado de un carguero inglés. agradeciéndole el éxito del viaje y las atenciones a todos dispensadas. Chocó su copa con la de Clotilde. pensando en cómo iba a explicarle a su hermano el noviazgo. Ahora estaba próximo el puerto. aquel prohibido idilio. como las de él.. como si eso fuera una venganza de su horrible dilema. Con el catalejo examinó la ciudad. nada deseaba en el mundo más que tenerla como mujer. a sus paseos por cubierta a la luz de la luna. El primer oficial daba órdenes. cómo mostrarle la alianza ahora en su dedo. Me he hecho un juramento. pretextó ocupaciones. las casas de azulejos portugueses. la pintoresca agitación del mercado de Ver-O-Peso. el espanto de la hija. preparando las maletas. fue decente y puro. y quizás así sintiese un alivio su corazón angustiado. El calor ecuatorial resistía a la brisa del mar. –¿Y qué sentimientos sino de honra puede abrigar su pecho. en la cubierta. no había en su mente otro pensamiento. Seguro que Tilde Soponcios. no tenía ojos para otro paisaje. al menos una vez. consultando los relojes con el ansia de la llegada. Vasco estrechó la mano de Clo y subió al puente de mando. Aumentaba el calor. Comenzaba a animarse la cubierta. deseando a los pasajeros. y su promesa era sagrada–. tan desesperado estaba. doctor. Aquellas últimas horas eran las más lentas de pasar. Ni sobre ella. se acercó al comandante y le dio un beso en la mejilla. ¿Por qué ese comandante no agarraba el timón de su navío y no cambiaba de ruta. el doctor Firmino Morais brindó brevemente por el comandante. Clotilde apareció conduciendo a Jazmín. los llantos de la esposa... señoras y señores. la gran baqueana de Corazón Herido (todo había comenzado con Moema precisamente mientras desplegaba su teoría predilecta). Se levantó entonces la bella mulatita. donde iba a atracar el Ita. partiendo sin rumbo hacia un viaje sin fin? Sintió. El comandante se acercó a la baqueana con la conciencia de quien se ha comportado a la altura de su glorioso pasado. –¿Pero por qué? Le iba a contar cosas que no hacen más que enaltecerla. No deseo oír una sola palabra sobre la familia de Clo. El navío se aproximaba. Las horas se estancaban. mucha felicidad. Y para evitar cualquier otra indiscreción del abogado. Nerviosa. Y si algún sentimiento me dominó. Vasco respondió conmovido. el doctor Firmino. a aquellos nobles «dignos de la mayor consideración». al abandono de los demás pasajeros en las calles de Fortaleza? No podía esperar el abogado que pasaran inadvertidas.. sin saber cómo enfrentarse a aquella importante familia paraense.. Comandante Vasco Moscoso de Aragón, capitán de altura Jorge Amado Brasileiro, un yate llegado de la Guinea Francesa, numerosos barquichuelos menores. Desde el barco inglés los saludaban con la mano grupos de marineros rubios. El comandante pensó que había terminado su misión, luego las máquinas redujeron el ritmo, casi dejaron de trabajar. El navío llegaba a su destino. Faltaba sólo firmar los papeles, bajar las escaleras y podría abrazar a Clotilde, recibir de sus manos aquel papel con su nombre completo y dirección, perfumado al contacto con su seno virginal y apasionado. El representante de la Compañía, parado en el muelle, llevaba ya en la mano los documentos por firmar. Entre toda aquella gente que esperaba a los pasajeros, ¿quién sería el hermano de Clotilde? Vasco lo buscaba, intentando adivinarlo entre la multitud que gritaba y hacía gestos de saludo hacia el barco. Los cargadores ofrecían sus servicios, mostraban sus números al pecho. Todo había ido bien, todo acababa bien, pensó el comandante. Fue en este momento, en que una sonrisa de perfecta satisfacción se abría en sus labios, cuando resonó en sus oídos la voz del primer oficial, rodeado por todos los oficiales de a bordo, incluido el comisario: –Comandante... –¿Qué hay? –Ahora, comandante, llegamos al fin de nuestro viaje. –Afortunadamente, todo fue bien. –Afortunadamente. Ahora sólo quedan las últimas órdenes, las suyas, comandante. –Se puso solemnemente en posición de firmes, alzó la voz–: ¿Con cuántas amarras, comandante, amarramos el navío al muelle? –¿Cómo? –¿Con cuántas amarras, comandante, vamos a amarrar el navío al muelle de Belem? –repitió aún más solemne y grave. –Ya le dije, mi querido amigo, que no deseo inmiscuirme en nada, que no deseo dar ninguna orden. Vine aquí para atender una necesidad, pero el navío está en buenas manos. –Disculpe, comandante, pero el señor, viejo marinero, conoce las leyes del mar. No recuerda ahora probablemente que éste es el último puerto del viaje, y que, en el último puerto, sólo el comandante y nadie más, debe ordenar las últimas maniobras, indicar el número de amarras que deben sujetar el barco al muelle. –¡El último puerto! Pues es verdad... no me acordaba... Las amarras... En Salvador, antes de salir el navío, le parecía haber notado un cambio de miradas entre el primer oficial y aquel Américo Antunes, representante de la Costera de Bahía, que, sin embargo, tanto le había jurado y prometido... –Comandante, estamos esperando, nosotros y los pasajeros. Las máquinas ya están casi paradas. ¿Con cuántas amarras vamos a amarrar el navío? Lo miró Vasco con sus ojos puros. –¿Con cuántas amarras? –Y el adivinatorio don de los poetas iluminó su frente. No había error posible–. ¿Con cuántas? Hizo una pausa y exclamó con voz de comandante acostumbrado a mandar: –¡Con todas! Se miraron sorprendidos los oficiales de a bordo, por un momento estupefactos. No era aquélla la respuesta que esperaban. Para decir verdad, no esperaban ninguna respuesta, y sí el desconcierto, la confusión, el desenmascaramiento. Pero, tras el breve instante de perplejidad, el primer oficial sonrió –ahora la burla iba a ser completa–, se llevó el altavoz a la boca y gritó a la tripulación la orden espantosa: –Orden del comandante: ¡amarrar el navío con todas las amarras! Comprendieron los oficiales, conteniendo las carcajadas. El comisario bajó corriendo la escalera: era preciso evitar la inquietud de los pasajeros, explicarles. Comenzaron las carreras desordenadas de la tripulación, se inició el espectáculo que iba a reunir a toda la gente del muelle, atrayendo hasta el Ita a oficiales y marineros de todos los otros barcos, hasta de los pesqueros. Ante el comandante, el primer oficial volvió a preguntar: –¿Cuántas anclas, comandante? Comandante Vasco Moscoso de Aragón, capitán de altura Jorge Amado –¡Todas! La voz del oficial resonó en el amplificador: –¡Orden del comandante: todas las anclas! –¿Cuántas cadenas, comandante? –¡Todas! –Orden del comandante: ¡todas las cadenas! –transmitió el primer oficial. Era completa la baraúnda en el navío: anclas que bajaban con ruido infernal. El comisario, en la primera clase, iba de pasajero en pasajero explicando. –¿Cuántos cables, comandante? –¡Todos! –Orden del comandante: ¡todos los cables! Los marineros arrastraban las maromas, las tiraban al muelle, las amarraban en los grandes pilones de hierro y a los bolardos. Todos los elementos de amarre, sin faltar uno, los cables de fibra balanceándose en el aire. –¿Cuántos strings, comandante? –¡Todos! –Orden del comandante: ¡todos los strings! Fueron tendidos los cables de acero, los cabezales de madera sujetando el barco al muelle definitivamente, como si no estuviera preso allí con raíces tan profundas, como si las anclas, las cadenas, las amarras, no lo aseguraran de sobra contra las peores tempestades y los más brutales tifones. Tempestades y tifones no previstos por ningún servicio meteorológico, ni por el ojo experto de los más viejos marineros. La previsión era tiempo hermoso y tranquilo, con brisa fresca. Una risa homérica se elevaba de los muelles, así como de la primera clase del navío. El primer oficial prosiguió: –¿El anclote también, comandante? –¡También! –Oía crecer las risas, comprendió la trampa en que había caído, pero estaba ya lanzado y no podía detenerse. Llegaban hasta el puente las risas y el griterío, una carcajada universal. –¿Ligado por amarra o por cable de acero? –Los dos. –Orden del comandante: ¡arriar el anclote y ligarlo con cable de acero! Se inclinó ante él el primer oficial: –¡Muchas gracias, comandante! La maniobra está terminada. Bajó la cabeza Vasco Moscoso de Aragón, su caída cresta. Era el hazmerreír de todos. La risa se extendía por los muelles, llegaba a la ciudad. La gente llegaba a la carrera a contemplar el espectáculo del Ita amarrado al muelle de Belem como si hubiera llegado el día del Juicio Final y el mundo fuera a acabarse entre tifones y tempestades. Con la cresta caída salió el comandante de entre los oficiales de a bordo, que ya no podían tampoco contener las carcajadas. Se dirigió a su camarote, donde ya tenía preparado el equipaje con las prisas de alcanzar a Clotilde. Cogió las maletas. ¿A quién podría enviar un telegrama diciendo que vendieran la casa de Periperi y compraran una en Itaparica? No tenía amigos en Bahía, se habían acabado los tiempos de la pandilla inolvidable y a Zequinha Curvelo no podía pedirle tal cosa. Ni aparecer jamás ante sus ojos. Las carcajadas se unían formando una sola carcajada descomunal y entraban cabina adentro. Bajó a la cubierta de primera, de cresta mustia; acababan de poner la escalera. Llegó a tiempo de oír cómo el comisario le explicaba a Clotilde, riéndose a más no poder: –...pues es como le digo... Ella llevaba en la mano un papel. Sus ojos se encontraron, ella lo miró con desprecio, hizo añicos el nombre y la dirección, el papel aún caliente de su seno. Los pasajeros señalaban a Vasco con el dedo, se reían, lo miraban de reojo. Clotilde le volvió la espalda y se dirigió pasarela abajo en busca de sus parientes. Pero al pisar el primer escalón se paró, le lanzó al rostro otra mirada de desdén, sacó del dedo la alianza y se la tiró a los pies. Rodó el anillo por cubierta, cayó con un ruido Comandante Vasco Moscoso de Aragón, capitán de altura Jorge Amado metálico. La vista de Vasco se turbó. Se agarró a la amurada. Vacilante, fue andando hacia la pasarela. Entonces sintió que alguien lo cogía del brazo, ayudándole. –¿Se encuentra mal, comandante? Era Moema, la mulata, y entre toda la multitud que se agolpaba en el muelle, en la cubierta, sólo ella no reía y le decía: –No haga caso... Ni le dio las gracias, perdida la voz, perdida la alegría de vivir, de cresta caída. Se acercaba a la escalera cuando de nuevo le interrumpieron. Era el representante de la Compañía Costera con los papeles por firmar. Garrapateó su nombre. Prevalecía su sentido del deber. –Tiene cuarto reservado en el Gran Hotel. El navío saldrá mañana, a las diecisiete horas. Tiene una cabina de primera reservada –se esforzó en contener la risa. No respondió. Comenzó a bajar la escalera junto con los últimos pasajeros. En tierra desconocida, marineros y oficiales de los barcos atracados, gente de la Aduana, de los almacenes y de los tinglados del puerto y muchos, muchísimos, llegados de la ciudad, admiraban al Ita amarrado al muelle con todas las amarras. Así habría de quedar hasta el día siguiente a la hora de la partida. Toda la ciudad tendría tiempo de venir a apreciar el inaudito espectáculo. Señalado por unos y por otros, acompañado por la risa inacabable, Vasco se acercó a un cargador. –¿Puede decirme dónde encontraré una pensión barata? –La de doña Amparo, pero está un poco lejos... –¿Me puede indicar el camino? –Si quiere le llevo la maleta... Usted me paga lo que quiera. Desde lo alto del puente de mando el primer oficial y los pilotos vieron desaparecer en la esquina de una calle al comandante, encorvado, el paso vacilante, como un náufrago perdido, convertido de repente en un anciano. Las carcajadas resonaban aún en los muelles. Le preguntó si estaba enfermo. un huracán sin ejemplo. clamando a Dios. a la compra de otra en la isla de Itaparica. Obtuvo un cuarto con una hamaca y la simpatía de doña Amparo. Pero también. Porque cuando doña Amparo y los otros huéspedes salieron puertas afuera. el harmata. el terror supremo. desatados. un tipejo de nada. a la venta de la casa de Periperi. rompiendo mástiles y chimeneas. Porque en aquella noche. De todos los cuadrantes del mundo llegaba un tifón de venganza. proclamada por huéspedes y vecinos. En la calle había un silencio pesado de bochorno. jamás dejaría de oírlas. Ella le trajo la botella: un trago no bastaba para su necesidad. miserable. no quería cenar. inesperado y fulminante. y la mujer. con una canción de muerte. ni siquiera se acordaron de su existencia. por donde tantas veces había navegado el comandante. Los monzones llegados del Índico. No le parecía enfermedad del cuerpo lo que él tenía. Los . era el hazmerreír de la ciudad. sin previsión alguna. Vasco había sido en sus tiempos un famoso bebedor.. sueño de calor y de aguardiente. se acordaron de padre y madre. el frío de la muerte. la mayor tempestad de todos los tiempos en la historia de aquellos mares del Ecuador. Raros fueron los que. El pobre ha quedado así. jamás volvería a erguir la cresta. aquella noche. Venían con rabia. Agobiado por la tristeza. resonaban en su pecho. lo encontró en la misma posición. derrotando a los sabios del Servicio Meteorológico. minuciosamente preparado en su casa de Periperi. Vino el ardiente simún. Cuando doña Amparo lo llamó para la cena. probablemente. Ahora sí iba en serio. empuñando otra botella. con uniforme y todo. en los problemas por resolver referentes a su vuelta a Bahía.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. sin medida y sin vacilación. Últimamente. una zorra. comandante Georges Dias Nadreau. No llegó a hacerlo con la camisa y los pantalones. salió al pasillo: –Pobre hombre. Y un dolor agudo y eterno. a quien Vasco le recordaba un amigo servicial de Acre. ¿No quería por lo menos echar un trago para coger bríos y luchar contra el calor? Para calor y mujer huida. una muchacha joven. dispuesto a destruirlo todo para salvar el sueño. nada mejor que un vasito de aguardiente. en aquel momento fatal.. Doña Amparo les explicó cuando él. apresurados e inclementes. Un caso lamentable.. Fue él así el único de los habitantes de la ciudad de Belem del Gran Para que no sintió en el corazón. tumbado en la hamaca. Muerte de hijo único tal vez. revoleándolas como la hojarasca de los árboles. se desencadenó sobre el puerto y la ciudad de Belem un temporal jamás visto. pudo mantenerse en pie e ir a la sala en busca de más aguardiente. bebió sin pausa. vinieron en cerrado grupo y arrancaron las casas de raíz. El último trago lo tomó ya medio dormido. con fuego del desierto. asombrando a los rudos y viejos marineros. No. Y al llegar ahora a casa se encontró con la noticia: ella se había largado llevándose los muebles y la alegría de aquel pobre hombre. Aquello era un disgusto y de los grandes. El calor era asfixiante. Diagnosticó con acierto y seguridad. lo miraron curiosos. contrariando las previsiones del tiempo.. Un hombre así. caucheros del interior. Seguro que se había casado con una moza. muertos de terror. El viento negro. Los huéspedes. arrojándolos contra el muelle. la sensación de un fin inapelable.. Pero esta vez empinó el codo como hacía de mozo. Vasco se sentó en la hamaca y se quedó pensativo. de edad. pero él seguía oyendo aquellas carcajadas.. engañador y triste. rugiendo de odio. Conservaba aún un resto de aquella resistencia antigua. ¿Un trago? Aceptó con leve movimiento de cabeza. Llegaron los vientos furiosos. Ni siquiera conseguía poner orden en sus ideas. ¿Enfermo? No: estaba vacío. levantando las arenas como una espantosa muralla. Apenas pudo quitarse los zapatos y la chaqueta de uniforme. abandono del hogar por la mujer. que llegaba desde el África en remolinos volcando barcos. sin embargo. Ni la chaqueta se había quitado. Doña Amparo era mujer de amplia experiencia de la vida. Éste es el mundo. Vasco se quedó dormido con un sueño profundo y sin sueños. cordial mestiza desdentada. de esposa e hijos. se le largó con un cabo. capitán de altura DESATADOS Jorge Amado DONDE LA VERDAD ES EXTRAÍDA DEL FONDO DEL POZO POR LOS FURIOSOS VIENTOS Hacia las cinco de la tarde llegó Vasco a la pensión de doña Amparo. Doña Amparo conocía varios casos semejantes. se limitaba a un coñac caliente. los ricos a valorar los perjuicios. llevada por el tifón. El aracati lanzó mar adentro al del Lloyd. inmóvil e inamovible. Los muelles de Portof-Pará eran un montón de escombros. en medio de tanta destrucción. por la garganta de los rubios marineros. le rasgó las velas. y entonces la verdad relució en el firmamento. ya avanzada la mañana. pero al oír los ecos del vocerío. Iba el pueblo por la calle en desespero. Los vientos del Nordeste. El comandante se despertó. Tan inesperada y brusca como llegó. pero continuaría el Ita en su muelle. el Ita erguía su proa altiva. se fue. para que allí quedase plantado como recuerdo y advertencia. pensó que aquella gente era tan malvada que llegaban hasta allí a descubrirlo e insultarlo. se ocuparon del barco inglés y del navío del Lloyd Brasileiro. Cuando. los automóviles arrastrados por las aguas. se entretuvo en destrozar el carguero inglés. Desaparecería la ciudad de Belem. los ricos en un rechinar de dientes. El terral hundió un carguero cerca del muelle. a fabricar islas y cadáveres. capitán de altura Jorge Amado alisios. antes atracados en los muelles. Si hubiera durado una hora más. de la viruela negra. se arrodillaban hombres y mujeres a rezar inventadas oraciones. espantadas. Los muertos eran pocos. donde las tortugas. El mistral sorprendió a un yate llegado de la Guayana Francesa y en un salto macabro le dio un volteo. nacionalista apasionado.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Pasado el miedo. Habría peligro de fiebres en la ciudad. la ciudad de Belem de Para. El pueblo. ramblas y torrenteras. gritaba vivas en la mañana soleada y tranquila. cuyo descubrimiento tan difícil les había sido. muy cerca. y eran tantos los rayos. Y los navíos. sucediéndose uno tras otro. Un frío de muerte cayó sobre la ciudad. reunidas allí mismo. la tempestad. Y las lluvias cayendo. Doña Amparo. que el día anterior había reído y llorado. un cura intentó organizar a toda prisa una procesión. pasando su lengua. con sus azulejos portugueses y su gracia antigua. El terral. hundiendo vapores y veleros. varios. habría desaparecido del mapa. El pueblo abandonaba las casas. rehecha ya del terror de la noche. El choque de las aguas del río con las corrientes marítimas alzó un clamor pavoroso que se oía hasta en las costas de África. el terral y el aracati. llegó de las estepas de Siberia en las alas de los grandes vientos del invierno glacial. llegaron el representante de la Costera de Navegación. en la línea del Ecuador donde dormían en las florestas húmedas trayendo todas las aguas estancadas de la malaria. su lengua de muerte nordestina. los pobres llorando. Con los vientos llegaron las lluvias. engullida por el diluvio. que pudo verse todo. El Amazonas comenzó a desbordarse. sin mástiles. riachuelos. Era el tumulto del juicio final. . ensañándose con su desgracia. capitán de altura. los desaparecidos. los veleros partiendo río adentro a la deriva hasta encallar en las repentinas islas recién descubiertas. de repente. quedaron bajo el azote de la tempestad. arrancados de sus amarras. ignorante de la catástrofe. los pobres empezaron a contar sus muertos y desaparecidos. arrancándolos de sus amarras insuficientes. en Dakar. Pero impávido. en la tierra arrancada de los ribazos. el turbión rugía. sin toldilla. El aire quedó puro y leve. llamó a la puerta de la habitación de Vasco. Vasco aún dormía. las casas que se hundían. invadían las aldeas. batiéndolos entre sí con un rumor de cascos rotos. afilada como un cuchillo. se llenaron las iglesias. los oficiales de a bordo y el pueblo todo a la pensión de doña Amparo. firme en el muelle. del tifus. traían inedia hora de retraso. los daños ascendían a millones y millones. ahora sin desagües ni cloacas. Llegaban de lejos. la luz eléctrica fue barrida por el resplandor de los relámpagos. Todo duró apenas dos horas. en los poblados perdidos donde trémulos salvajes reconocieron el grito de guerra de Xangó. suspendidos en las manos de los vientos de todos los cuadrantes. sujeto por todas aquellas amarras ordenadas por el comandante Vasco Moscoso de Aragón. único entre todos los viejos marineros capaz de prever la tempestad y defender contra ella a su navío. se vieron libres ladrones y asesinos. salvado por su comandante. a comer tierra con sus dientes ávidos de agua. Vinieron y transformaron la ciudad en millares de ríos. sin cubiertas. le arrancó el timón y lo lanzó contra Marajó. pero cuando llegaron fue el fin del mundo. sometidos al vaivén de las olas. Allí. inocente de todo. en un torbellino. con sus amarras todas amarrando. los calzones arrugados. al frente de todos. Le fue entregado un pergamino recordando el hecho. . aunque modesto. al primer oficial. Vio. leídos durante varios días seguidos por Zequinha Curvelo. el pueblo. Telegramas publicados a toda plana en los periódicos de Bahía. y una medalla conmemorativa. que acabó por abrir y enfrentarse con ellos: sin afeitar. tanto gritaron su nombre. los pies embutidos en sus calcetines. sonreía. En aquel momento ya el telégrafo nacional y el cable submarino transmitían al país entero y a los cinco continentes la noticia del inmenso cataclismo y del genio singular del comandante Vasco Moscoso de Aragón. de oro de ley. tras él. Incluso los que narraban el homenaje tributado al invencible capitán de altura por la Compañía Costera: emocionante fiesta a bordo del Ita por él salvado y en el cual regresaba a Salvador. capitán de altura Jorge Amado Tanto llamaron a la puerta. Desde el puente de mando miraba al mar: con la cresta erguida.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. único que supo prever la tempestad y salvar su navío. la lengua aún pastosa de aguardiente. se apretujaba en el pasillo. No se asusten y permítanme que les relate los últimos acontecimientos en ese frente de mi batalla por la vida. que me costó esfuerzo y sufrimiento. mientras tanto. representantes del gobernador. El «Zepelín» entró en furias. con la banda de música esperándolo. descubrió (una carta anónima.. bajo cohetes y vivas. en la que no había nada de que avergonzarse. No le quedó al juez jubilado más solución que mentir. patatuses y mal humor. ¿Qué más puedo añadir? ¿Noticias de la llegada del comandante al muelle de Bahía. o a la agreste e impúdica Moema. Y con tanto muchacho a bordo. la gran baqueana. digna de lástima realmente. no sé qué decir. ¿No sabía ella. Había ido a aquella casa de sospechosa moral: es verdad. soponcios. Imagínense. menos Chico Pacheco. nada más tengo que contar. el amigo necesitado de ayuda era este modesto historiador provinciano. ¿Cómo explicar la emoción de Zequinha Curvelo al recibir el cenicero con la foto del Ita grabada en la cerámica? ¿Cómo hablar de las preguntas que le hizo atropelladas? ¿De las exigencias para que lo contase todo. que el padre de esa muchacha. tocando al piano arias de ópera y sonatas. madura y con soponcios. de esta pesquisa en tan controvertida historia. los ochenta y dos años que vivió si se hubiera concretado el noviazgo y casamiento. mulatita del Amazonas. y ahora vivimos los tres en perfecta paz y entendimiento. capitán de altura Jorge Amado DE LA MORALEJA DE LA HISTORIA Y DE LA MORAL CORRIENTE Aquí llego al fin de mi trabajo. Hace falta un adorno en la salita clara de la casa del Beco das Tres Borboletas. parecía la tempestad de Belem. Desisto de llegar a saberlo. a pedirme disculpas. asumiendo yo. ante la agitada matrona. Si logro el premio le compraré un vestido a Dondoca y un florero. cuya mano amparó su brazo en la hora difícil. para ponerlo sobre aviso. Ocurrió que doña Ernestina. desnudarla de sus velos de fantasía. digna y gorda esposa del ilustre jurisperito.. en la gran sala del telescopio. el tal Pedro Torresno. el comandante de Marina y Américo Antunes en delirante euforia? ¿Contar de sus retratos en los periódicos. Pero el «Zepelín» exigió pruebas. Me pidió un día que bailara con ella. peleas. forzando su natural rectitud de principios. Yo le llamaba Clo. haciendo de la gloriosa vejez del capitán de altura un mísero día a día de pequeñas discusiones. al mismo tiempo. al Jurado nombrado por el director del Archivo Público. Acepté por hacerle un favor.... ya otra vez resulta difícil distinguir la verdad. detalle por detalle sin olvidar ninguno? ¿De la charla por la noche.. esposa suya. honrado y feliz. la mulatita con urgencias de llegar a su dramático destino? Por lo que a mí respecta. Noble actitud. El Meritísimo se avino al fin. seguro) aquella nocturna paseata del doctor Siqueira hasta la casa de Dondoca. Ernestina. Pues ya me encontraba casi dispuesto a caer en brazos de la sensitiva baqueana. tenía el pelo liso y el rostro cobrizo. cuando recordó a Clotilde? Fue un momento de lirismo. como me cuidé de precisar sin dejar que se transparentara mi alegría. locamente enamorada. sin embargo. enamorada. y se vio obligado el Meritísimo a arrastrarse a mis pies.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. Mi tarea ha rematado. –Tan bonita. ¿Quién fue en definitiva la que amó al comandante? ¿A quién se declaró bajo la luna en la cubierta? ¿A Clotilde. a suplicarme que volviera a compartir con él el lecho de los mimos de Dondoca. y digna de quedar registrada: si el destino se puso al lado del comandante y lo favoreció. aquella madurísima viuda y veraneante de quien dejé perfil trazado en . del discurso que tuvo que pronunciar para la radio. convirtiendo en un infierno la vida del suburbio. e inquieto por la vida y reputación del muchacho. fue a fijarse en mí. el gozo que irrumpía por mi pecho. había ido hasta allí. Imagínense a la gran baqueana en Periperi. aún a bordo? ¿De su triunfal desembarco en Periperi. en la cubierta. en el tren de las dos. llevado en hombros por los amigos hasta la casa de ventanas verdes sobre el mar? Los adversarios de la víspera eran ahora sus más encendidos admiradores. él con su proceso y el comandante con su gloria. no debe ser olvidada en esta ayuda la ruptura de su noviazgo con Clotilde. Así. No habría vivido él. la desgraciada idea de traérsela a remolque. Pero lo hizo para cumplir un deber y para ayudar a un amigo: el deber era evitar un escándalo en Periperi. bajo la luz de la luna. la responsabilidad entera de la mulata. Una cosa me parece cierta. Como ven. Apareció en el muelle para decirme adiós en el momento de la partida. Voy a enviar este trabajo. limitaciones. que prefirió mudar de residencia: no cabían allí. había jurado acabar con ella y con el amante si los sorprendía fornicando? Al tener noticia de estas amenazas. No lo salvaron las gatas negras ni el sombrero calado. Tenía sólo veinte años. los señores. la absoluta verdad? ¿Cuál es la moraleja que se ha de extraer de esta historia. en el mejor de los mundos: somos tres almas hermanas: el Meritísimo. por descuido. Y volviendo al comandante y a sus aventuras. o el comandante Vasco Moscoso de Aragón. charlando y riendo. . repito. en los acontecimientos cotidianos. a veces libertina y poco ejemplar? ¿Está la verdad en eso que sucede todos los días. con la satisfacción que nos permiten los políticos. Dondoca y yo. confieso que llego al fin de mi historia inmerso en dudas y confusión. siempre amenazándonos con cohetes y bombas de hidrógeno. capitán de altura Jorge Amado páginas anteriores. creando nuevas estrellas y una nueva luna en el cielo de este suburbio del universo? ¿Dónde esta la verdad? Díganmelo. Pero al fin fue en los brazos de Dondoca donde pude saciar mi hambre. o por el libre sueño sin fronteras ni limitaciones? ¿Quién llevó a Vasco de Gama y a Colón al puente de sus carabelas? ¿Quién dirige las manos de los sabios que mueven las palancas de ese juego de los sputniks. con sus luces y su experiencia: ¿dónde está la verdad. Desde entonces todo transcurre en la mejor armonía. va a estallar una bomba y pagaremos nosotros las costas del proceso. Díganme. o reside la verdad en el sueño que nos es dado para huir de nuestra triste condición? ¿Cómo se elevó el hombre en su caminata por el mundo: a través del día a día de miserias y vulgaridades. en la mezquindad y chatez de la vida de la inmensa mayoría de los hombres. de estas pálidas letras. al fin y al cabo. con su integridad.Comandante Vasco Moscoso de Aragón. viviendo satisfechos. enero de 1961. objeto único. Tan necesitado andaba. por favor: ¿en la pequeña realidad de cada uno o en el inmenso sueño del hombre? ¿Quién la conduce por el mundo afuera. capitán de altura? Río. iluminando el camino del hombre? ¿El Meritísimo juez o el paupérrimo poeta? ¿Chico Pacheco. Un día.