hay que precisar que este capítulo se centra en estrategias de evaluación psicológica paraaquellos acusados de delitos sexuales que no van acompañados de evidencia médico-legal de daño físico –penetración, golpes, arañazos, etc.–, por lo cual, la evidencia psicológica puede constituirse en un aporte decisivo en la orientación de la sentencia, en consonancia con aquella “Psicología para el Derecho”. Áreas de evaluación de posible perfil de agresor sexual Áreas no sexuales Historia de vida Autoestima Responsabilidad (cumplimiento compromisos) Trastornos mentales y de personalidad (especialmente Trastorno de psicopatía, límite y narcisista) Relación con las drogas Actitudes sexistas Relaciones de pares (amigos/as, compañeros de trabajo). Áreas de sexualidad Preferencias sexuales Aprendizajes sexuales (historia de relaciones de pareja e íntimas, adquisición de conocimientos) Fantasías sexuales Identidad de género Orientación de género Creencias y distorsiones cognitivas Deseabilidad social sexual Obsesiones sexuales Empatía TIPOLOGÍAS DE AGRESORES SEXUALES Para Garrido (2003, citando los trabajos de Groth), los violadores pueden clasificarse en tres subgrupos de acuerdo a la motivación principal que les induce: 1. Búsqueda de poder y control sobre la víctima, lo cual correlaciona con falta de control en otras áreas de la vida. 2. Como expresión de odio o ira, lo cual suele conllevar un grado de lesiones físicas elevadas. 3. Motivación por sadismo, asociadas a personalidades psicopáticas y antisociales, que buscan excitarse con el sufrimiento de la víctima. Por su parte, Holmostrom y Burgess (1980, citados por Cáceres, 2001) añaden otros dos tipos: 1. La de quienes llevan a cabo la agresión en grupo, bajo una ‘camaradería machista’, y 2. Aquellos eventos en los que predomina la experiencia sexual. En cuanto al abuso sexual, se ha diferenciado entre abusadores primarios y secundarios (Echeburúa & Guerricaechevarría, 2000). Los primeros corresponderían a los paidófilos, es decir, quienes se sienten atraídos sexualmente por niños de ambos sexos, aunque suele ser más frecuente la atracción hacia las niñas. Su conducta es persistente, compulsiva y premeditada, buscando y creando las circunstancias que permitan acercarse al menor, lejos de la protección que pudiera brindar otro adulto. Es muy probable encontrar en estos agresores fuertes distorsiones cognitivas (ver más adelante), que lleven a atribuir el acercamiento y la conducta de seducción al niño, que contemple el abuso sexual como una expresión más de cariño y/o que afirme el carácter inofensivo del contacto sexual, negando cualquier perjuicio que ocasiona el niño. Por todo ello, no tienen conciencia de estar afectados por un problema de comportamiento, lo cual lleva a la reincidencia y a un pronóstico negativo en el caso de que inicien un tratamiento. Por su lado, los abusadores secundarios no presentan una disposición original a tener relaciones sexuales con menores, sino que llegan a ese tipo de conductas influidos por estresores psicosociales –soledad, problemas de pareja, laborales, de otro tipo–. La conducta de abuso episódica, impulsiva en lugar de planeada, y que puede llegar a ser percibida por el agresor como inadecuado, que genera posteriormente vergüenza y remordimiento, ya que se percibe lo inapropiado de la misma para el menor. Debido a esta conciencia de padecer un problema de conducta, que afecta negativamente a todos los involucrados, su disposición al tratamiento es positiva, y el pronóstico es favorable. Modus operandi Långström, Grann y Lindbland (2000) combinan información sobre el grado de conocimiento de la víctima por parte del agresor, el sexo y la edad del menor abusado, el lugar de la agresión, el grado de violencia de la agresión, el tipo/grado de acceso sexual y el número de víctimas, y con ello proponen una tipología de cinco clases de agresores La tipología D, Långström et al. (2000) indican que este tipo de agresores suele presentar desórdenes psiquiátricos, antecedentes de haber sido víctima de bullying en la escuela, problemas de lenguaje, de hiperactividad, atención o concentración y haber requerido educación especial. También con frecuencia han sido acogidos en otros hogares y han mostrado indicios de un posible trastorno disocial, con fugas y vandalismo. diferencia entre agresores de adultos y de niños o jóvenes: Los abusadores de niños puntuaron más alto en ‘desviación’, que incluía aspectos de preferencias sexuales desviadas, mientras los agresores de adultos se caracterizaron por mayores puntuaciones en la dimensión de ‘criminalidad’, que incluía impulsividad, tendencia a la agresión interpersonal y el abuso de sustancias. TRASTORNOS MENTALES EN AGRESORES SEXUALES AGRESORES SEXUALES MUJERES investigación sobre esta categoría es reducida en cuanto la cantidad de estudios reportados, y la participación de la mujer como victimaria es escasa, al menos en cuanto a los delitos denunciados. Las mujeres comenten al menos el 5% de los abusos sexuales en niños y jóvenes, preferentemente en edades preescolares. Se estima que proporcionalmente son más niños que niñas los abusados sexualmente por mujeres, aunque los autores indicaban en esa época que esta proporción podría variar a lo largo del tiempo. Con frecuencia la mujer agresora victimiza al niño en conjunto con un cómplice, usualmente varón, y el modo de abuso puede ser ‘pasivo’ (también denominado ‘indirecto’) o ‘activo’ (o ‘directo’). En el primero, que constituiría la mayoría de los casos, la mujer observa la situación de abuso sexual, pero no interviene. En contraste, en el directo, la mujer participa de modo activo en el abuso físico, llevando a sus víctimas niños a varios actos sexuales. numerosos casos sugieren que muchos de los abusadores fueron objeto de algún tipo de victimización durante su infancia o adolescencia, y violencia intrafamiliar a lo largo de toda la vida. Tambien mayor duración de este tipo de abusos y, en la actualidad, desorden límite de la personalidad. AGRESORES JUVENILES los abusadores juveniles suelen proceder de familias muy disfuncionales, procedían de familias crimonogénicas, presentaron experiencias de victimización propia, conductas crueles o sexuales con animales, bajas conductas prosociales y de responsabilidad hacia otros (hogar, pares, escuela, comunidad), baja empatía y apego inseguro. Otro aspecto importante en los ofensores juveniles es la diferencia de edad ofensor/víctima. Los abusadores sexuales juveniles tienden a escoger a los niños mas jóvenes. 62% de víctimas estuvieron por debajo de los 12 años y el 44% eran de 6 años de edad o menos, y cuando la víctima era de más edad, el abuso era de menos contacto, como el exhibicionismo, las llamadas telefónicas obscenas y el voyerismo. En cuanto el género de las víctimas, se encontró que, en aproximadamente el 75% de las agresiones o abusos sexuales, la víctima era mujer y, en la mayoría de los casos, la víctima y el victimario se conocían. EVALUACIÓN DE ÁREAS ESPECÍFICAS ‘Guía de Entrevista para Agresores Sexuales’por Garrido y Beneyto constituye un catalogo ya que cubre los aspectos centrales de la anamnesis –antecedentes familiares, desempeño escolar y laboral, relaciones con pares y de pareja, estilos de afrontamiento, personalidad, etc.–, de las experiencias sexuales, sobre planteamientos del sujeto acerca del hecho del que se le acusa y el estilo atribucional correspondiente, y vivencias en el medio penitenciario, en el caso de que el entrevistado esté encarcelado de forma preventiva. Dado que lo habitual ante la denuncia, es que el acusado niegue su participación en los hechos, o lo justifique, es interesante conocer aquí a qué atribuye tal denuncia. Esta indagación nos puede proporcionar una muestra de los valores profundos que la persona tiene sobre la vida o de la superficialidad de la excusa, la cual puede ser un elemento a considerar dentro del proceso de evaluación. A lo largo del proceso de evaluación, hay que explorar el grado de coherencia dentro de y entre los distintos factores analizados, para detectar posibles inconsistencias y contradicciones, o, al contrario, relaciones coherentes. FANTASÍAS SEXUALES las fantasías sexuales representan un importante factor en la génesis de los delitos sexuales y debe ser una de las áreas de la evaluación En el plano de las ofensas sexuales, en los exhibicionistas, las fantasías en torno a la planificación de la selección del momento, lugar y tipo de víctima concurren con frecuencia en la masturbación (Cáceres, 2001); en los sádicos sexuales, son características las fantasías de tortura y humillación de sus víctimas. Se ha encontrado, así mismo, en agresores sexuales de mujeres (violadores, padres incestuosos, agresores infantiles y no infantiles y exhibicionistas) que son más solitarios y más deficientes en sus relaciones íntimas que sujetos de un grupo control –maltratadores domésticos y dos subgrupos de varones no delincuentes Un instrumento para evaluar las fantasías sexuales es el ‘Cuestionario de Fantasías Sexuales, CFS’ (Sex Fantasy Questionnaire, SFQ) de Wilson (en Garrido & Beneyto, 1995). Consta de 40 ítems que, en grupos de diez, miden cuatro tipo de fantasías sexuales: 1. De intimidad, relativos a besar o tener relaciones con el ser querido. 2. De exploración, como la participación en orgías y en intercambio de parejas. 3. Impersonales, referidas a relaciones con extraños o búsqueda de pornografía. 4. De sadomasoquismo, sobre el uso de la fuerza o la humillación en las relaciones sexuales. Cada ítem se evalúa en una escala de frecuencia de la fantasía, ACTITUDES SEXISTAS Instrumentos de evaluación Echebura y del corral: Inventario de Pensamientos Distorsionados sobre la Mujer y el Uso de la Violencia, ‘Escala de Actitudes hacia la Mujer’ (de Spence y Helmreich, traducida al castellano por Garrido & Beneyto, 1995) ,por nuestro lado hemos elaborado una ‘Escala de Actitudes Sexistas’ estas actitudes sexistas pueden aparecer más o menos explícitas o enmascaradas, de acuerdo con factores como el nivel educativo del acusado o con su experiencia ante este tipo de evaluaciones. Respecto al primer factor, se ha encontrado que las actitudes sexistas pueden ir enmascaradas en lo que se ha llamado ‘sexismo benévolo’, que se define como un conjunto de actitudes discriminatorias hacia la mujer, envueltas en un tono afectivo positivo con tres componentes: un paternalismo protector, la lógica de que las cualidades de las mujeres complementan a las del hombre, y el reconocimiento de que los hombres dependen de las mujeres para cuestiones como la reproducción Empatia La falta de empatía se ha asociado con conducta antisocial, en general, y con la agresión sexual. puntajes más altos en dureza emocional se asociaron con más víctimas sexuales, mayor nivel de violencia con las víctimas, y cuidadosa planificación de la ofensa. Uno de las escalas más empleadas para la investigación es el ‘Índice Reactivo Interpersonal– IRI’ (Davis, 1980, 1983; en Mestre, Frías, & Samper, 2004), el cual arroja puntajes en cuatro dimensiones: interés empático (EC), fantasía (FS), distrés personal (PD) y toma de perspectiva (PT). CREENCIAS Y DISTORSIONES COGNITIVAS SOBRE LA SEXUALIDAD Y EL DELITO SEXUAL las distorsiones cognitivas serían el único aspecto común a todos los agresores sexuales, y consisten en un conjunto de creencias, racionalizaciones, justificaciones y negaciones que el agresor puede exhibir con relación al delito. la exposición a contenidos pornográficos o experiencias sexuales tempranas puede trasmitir modelos de relaciones sexuales de tipo violento o contrarios a tabúes sociales, como el incesto. Sin embargo, tales distorsiones pueden ser también un resultado de la propia conducta desviada, como justificación interna del agresor sobre su conducta, basada en una interpretación distorsionadamente interesada de la conducta de la víctima podemos entender estas creencias desde la motivación de defensa de la autoestima, auto- imagen y necesidad de valoración y de manejo de la impresión, por la cual las personas tendemos a buscar sostener una imagen positiva de nosotros, para sí mismos y para los demás, atribuyendo a factores internos (esfuerzo, inteligencia, capacidad) los éxitos, y a circunstancias externas los fracasos y las críticas que recibimos Entre estas distorsiones se encuentran: A. Los niños como objetos sexuales: el niño necesita y disfruta el contacto sexual B. Afirmación de los derechos del agresor: unas personas son superiores a otras, lo que les da derecho a que los demás tengan consideraciones especiales para con ellos C. El mundo como lugar peligroso: cada quien se comporta de forma egoísta en la persecución de sus objetivos. D. Incontrolabilidad: creencia de que la sexualidad es un impulso incontrolable E. Atribuciones externas de la conducta: Culpa de la victima F. Naturaleza del daño: dos creencias: negación/minimización del daño o la relación sexual es benéfica para la víctima G. Negación de la intencionalidad sexual de la relación: malinterpretación de los hechos por parte de los testigos este tipo de creencias pueden ser consecuencia de representaciones que desarrollan los agresores sexuales sobre los deseos, sexualidad, valores y actitudes de las víctimas, representaciones que serían congruentes con un tipo de supeditación hacia el adulto que estos sujetos experimentaron en su infancia, caracterizada por miedos a relaciones cercanas con adultos –lo cual lleva a déficits en intimidad–, temores a relaciones sexuales con adultos –lo cual llevaría a un bloqueo o inhibición en esta área–, además de experiencias de rechazo, el cual llevaría a la percepción de falta de pertenencia a la sociedad. La exploración de esta área la podemos llevar a cabo combinando el empleo de la entrevista y el de escalas como la ‘Cognition Scale’, de Abel, Gore, Holland, Camp, Becker y Rathner (1989; en Cepeda, 2011) o la ‘dimensión de conocimientos y creencias sexuales’ del MSI (Tidefors, Goulding, & Arvidsson (2011). Tidefors et al. (2011) proponen el ‘Sexual Matters Questionnaire’ RECOMENDACIONES GENERALES en ocasiones debemos llevar a cabo la evaluación en el centro penal, cuando el acusado está encarcelado como medida preventiva. puede conllevar alguna dificultad contar con un espacio adecuado para las reuniones, en el que se garantice la privacidad y la no interrupción, durante las sesiones. Además, es recomendable evaluar el impacto que la detención tiene en el sujeto, lo cual podemos realizar mediante preguntas y el empleo de alguna escala como la de ‘Estresores Cotidianos en Prisión’ (Ruiz, 2007). En cualquier caso, es de esperar un cierto nivel de defensividad de la persona, esté o no encarcelada, ante este tipo de acusación.