EL MISTERIO DE HOMEROA. Poleschuk Hasta ahora no puedo explicarme cómo ocurrió, ni nunca me he visto tan consternado... Todo comenzó en los días de la última sesión de la sociedad moscovita de amantes de la literatura antigua. En la sala había una persona que me era desconocida. Se me presentó después de la sesión y me rogó ir a su escuela. —Temo por mis alumnos —dijo—. La técnica, las matemáticas y la física han absorbido sus intereses. Quisiera introducir en su educación una corriente fresca. Yo acepté la invitación y nunca me he arrepentido. Los alumnos de las clases superiores, muchachos de dieciseis a diecisiete años, me acogieron con recelo, y uno de ellos al terminar la primera lección me preguntó sin preámbulos: —¿A usted lo han enviado para curar nuestra «desviación técnica»? —No —respondí—. ¿Acaso no es interesante lo que les he contado? —Se puede aguantar —contestó alguien de los sentados en el antepecho de la ventana—. Por ahora es soportable... Yo sabía muy bien que al fin y al cabo eran jóvenes y cuando en la afable aula se oyeron los hexámetros de las antiguas leyendas, los ojos de estos presuntuosos adolescentes se iluminaron de admiración y curiosidad. La verdad es que en mis alumnos, estudiantes de filología y de historia, yo no había observado tanta atención ni interés. Al parecer, lo que para los estudiantes de humanidades era una obligación, para estos muchachos era un relato asombroso. Una vez a la semana iba a verlos y cada vez me asombraban más con su lozana percepción y magnífica memoria. Sólo uno de ellos, el más alto y, seguramente, el más fuerte, no hacía preguntas. Estaba sentado en la segunda fila y su robusto brazo, colgando del respaldo de la silla, se balanceaba marcando el ritmo de las poesías. A veces me dirigía yo a él con alguna pregunta, pero las respuestas eran lacónicas y en monosílabos. —Usted habla como un espartano —le dije cierta vez. Puede que esto fuese mi primer error. Así pasó un mes, después otro. Yo sabía que los muchachos estudiaban intensamente y trabajaban en una tarea que se habían impuesto y que traían entre manos el montaje de un aparato muy complicado, una especie de «máquina del tiempo». Sabía que mis clases eran solamente «un apéndice pedagógico». Por eso quedé atónito, en todo el sentido de la palabra, cuando en una de mis charlas el callado muchacho, de pronto dejó de balancear el brazo y dijo: —La acentuación no es exacta. Usted... —Espere, espere —le objeté—, la acentuación de esta palabra cambió solamente en tiempos de Imperio Romano... ¿Acaso ha empezado a estudiar usted el griego antiguo? —Ya lo ha aprendido —observó uno de los muchachos. —¿Es verdad eso? —le pregunté. —No del todo... Simplemente he leído un libro... el libro de que usted nos habló. Eso es todo... —¡No le haga caso! —dijeron—. Artiom recita de memoria la «Ilíada». —¿De veras, Artiom? —Pues, sí... Le hice, una serie de preguntas. Escogiendo sin dificultad las palabras, Artiom me contestó en el idioma de Homero. No todo era perfecto respecto a la pronunciación; pero este defecto era fácil de corregir. ¿y los antiguos? ¡Si ellos consideraban que Homero existía realmente! — replicó Artiom sin darse por vencido... —continuó—. acerca de que Homero había compuesto la «Ilíada» de joven.. pero ¡sin pelos en la lengua! Aquiles le grita a Agamenón: «¡Borracho. exactamente.. —¿Cómo. —Pero. trofeo tradicional.Y hace unos diez días... se enamoró de la agonizante... diosa... se considera completamente demostrado. —No lo dudo —dijo Artiom—. amigos —dije—. cuando ya era viejo. amigos —dije dirigiéndome a toda la clase—. la cólera de Aquiles el Pelida.. sí. a mis camaradas y a mí. —En estas cuestiones más bien habría que integrar. Ya el abate d'Aubignac intervino a principios del siglo diecisiete dudando de la personalidad de Homero. fascinado por su belleza. Pero nos es difícil creer. reina de las Amazonas. Y usted lo sabe mejor que otro cualquiera —me replicó Artiom. el poeta.. de lo más relevante. Esto hay que estudiarlo. —Por eso es grande Homero.. sin embargo Homero empezó desde lo más importante. entre Artiom y yo surgió una discusión. ¿es posible que no se haya podido encontrar un vocablo más melodioso que «bestial»? —El sentimiento no siempre se expresa con palabras melodiosas.. Funesta a los aqueos. con más frecuencia severos. Otro en su lugar habría empezado el relato de la guerra de Troya casi desde Adán. ¿Otra vez el tecnicismo en una lección de letras humanas? —No se enfade —dijo conciliador Artiom—. Yo personalmente mantengo esta opinión. persona de imagen canina!» ¿Y cómo injuria Zeus a Hera? Artiom sonrió. —¿Integrar? —me reí yo—.. de Hermann y. y el traductor escurre el bulto diciendo: «¡Catavinos.. —¿Y eso se sabe cabalmente? —preguntó Artiom.. que Homero no haya existido. fue alumno de Homero —dije yo. autor de este poema. la «Ilíada». —En la traducción atildada. anteriores a éstas. y hasta nuestros tiempos se ha conservado un antiguo cuarteto que dice: .. Los héroes de Homero son mortales. —apuntó alguien.. —Sí. Canta. habiendo herido de muerte a Pentesilea. —Quizás tenga usted razón —empecé cautelosamente procurando acercarme al tema de la clase del día. cara de perro!». desarrollado a mediados del siglo diecinueve. En todo se revela el artista. —¿Saben ustedes. haz de calamidades. el «problema homérico»—. y de repente. a veces cariñosos. Pero el caso es que Homero no ha existido. señores.. A propósito.. ya antes hubo discusiones. —Pero estas obras como la «Etiópida».! —¡Bestial! —dijo uno de los muchachos. Desde entonces y basándose en las investigaciones de Grote. Estábamos leyendo precisamente el lugar de la «Etiópida» en que se dice como Aquiles. Señalaba una serie de contradicciones en los relatos. —Los antiguos no conocían el método analítico. —Pero. pero en su tiempo venció el parecer de Aristarco.. qué pensaban los antiguos sobre esta cuestión? Siete ciudades se disputaban el honor de llamarse patria del poeta. Homero no ha existido. Ha habido un creador colectivo: centenares de aedas transformaron el núcleo primitivo de la leyenda en un poema de maravillosa hermosura.. y la «Odisea» mucho después. que no ha existido? ¡No puede ser! —gritaron los muchachos.. —Se supone que el milesio Artínoo. ¡Qué escena. le quitó el yelmo. —Sí. las de Wolf. lucano. ¿por qué se le ha de negar la existencia de Homero? Esto hay que comprobarlo. —¿Se refiere usted a «Doloneia»? —pregunté.. Usted recuerda cómo al comprobar la personalidad de Ulises. Yo sólo quería interesarlos un poco en el arte de los antiguos. Esto es lo que se deduce. la brillantez de la misma «Ilíada». Deducciones..» Pero dije: —En mi tarea no entra el «atraerles» al campo de los humanistas.. la ira de Aquiles y sus consecuencias.! Habría que comprobar esta última suposición. —¿Y precisamente esa cama halló Schliemann? —exclamó Artiom. El propio relato de la «Odisea». —En general. el conocimiento del arte ennoblece al hombre. En la isla de Itaca. —Schliemann halló los restos de un enorme olivo entre las ruinas de unas paredes de piedra... dejando el tocón del cual hizo la cama. pues este lecho es un secreto de la familia de Ulises. sacar la cama del marido. su esposa Penélope ordenó a la criada Euriclea. chipriota.. Alguien observó: —Artiom va directamente al laboratorio.. —Ellos matan al espía Dolón y el canto lo llaman los especialistas «Dolón». ¿qué se deduce de ello? —Que había cierta relación entre Homero y Ulises. Además. —Y el trabajo colectivo para resolver los problemas ¿no ennoblece? —preguntó Artiom levantándose y rápidamente salió del aula.. y el ofendido Ulises le respondió que era una cama especial explicándole a continuación cómo había levantado las paredes del dormitorio alrededor de un olivo al que le había cortado las ramas y el tronco. Importa el espíritu y no el lugar. lidio. como su patria. A Homero lo han considerado hijo de Apolo y de la musa Calíope. Ya no volví a verlo hasta el memorable día en que él mismo vino a hablarme y. romano. con permiso del gobierno turco. hijo de Telémaco y de Policasta. Pero. el único canto de la «Ilíada» que no está relacionado directamente con el argumento. el arqueólogo Schliemann que. Todas las ciudades se consideran. realizó excavaciones en la antigua Troya. en su historia. y por lo tanto. No en vano Ulises ocupa un lugar tan prominente en la «Ilíada» y en la «Odisea». —Es más. hasta descendiente del mismo Ulises. Hubo ciertas razones que obligaron al antiguo narrador. —O antiguos narradores —dije yo. Schliemann descubrió el tocón de un viejo olivo en medio de las ruinas de piedra. —Hablo del canto donde Ulises va de reconocimiento con Diomedes y mata al espía de los troyanos. Me acordé de la exclamación de uno de los muchachos: «¡Bestial. Y si Ulises vivió en realidad... ¿qué deducciones se pueden sacar de ello? —Muchas. hija de Néstor. vuelve a hablarnos de las aventuras de Ulises. Así lo dijo: «hay que comprobarlo». —¡Caliente! —gritó de pronto Artiom—. dijo: —Lo tengo todo preparado y podemos emprender la búsqueda cuando quiera. ufanas. ¡Caliente. —No. cuyo rey fue Ulises. al antiguo narrador a hacer de Ulises la figura central del segundo poema..No intentes saber dónde nació Homero ni quién fue él. En estas palabras de Artiom había algo extraordinario. la patria del poeta es. no dudaba que Ulises existió realmente. tesaliense. Al fin y al cabo. un poco turbado.. incluso . incluso la criada Euriclea no sabía que esta cama no se podía mover. rodio. pero esto puede ser muy bien una coincidencia. y sólo lo conocían Ulises o su hijo. le han considerado quío. ésta no se podía mover. hundiéndose en un cúmulo de comentarios. La máquina está lista.. pero nada parecido ocurrió. levantando con la mano derecha una pesada lanza. cuyas bajas casas podían verse por entre los árboles. que permití a Artiom llevarme al laboratorio. ¿a quién vamos a buscar? —¿Cómo que a quién? ¡A Homero! Solté una carcajada. Se oía una canción que salía de un pequeño poblado. había un aparato deslumbrante de metal pulido y muy parecido a una carretilla de acumuladores del siglo veinte..... analizando y cotejando los textos. Allí. No había nadie alrededor. —¿Dónde estamos? —pregunté. Se inclinó hacia el cuadro de mandos y de repente. dio vueltas a la manilla de un aparato parecido a un velocímetro—. vi que el vestido carecía de mangas. —¿Qué ha averiguado? —Todo va en orden.. Alrededor verdecían los plantíos y el sol brillaba en lo alto del cielo. Estamos en el siglo doce. Yo creía que usted aceptaría. y el ruido de su armadura amortiguó el aullido de los perros. Inmediatamente detrás de la colina empezaban unas abruptas pendientes. se sobrentiende. hablando con el corazón en la mano.. —Pero a Homero hay que «buscarlo» en los manuscritos antiguos. Nuestra «carretilla» se deslizaba hacia abajo por una calzada... pero cuando se levantó y se inclinó saludando a Artiom. Hubo varías «paradas» más y.» Artiom bajó de la colina corriendo y saltando y se sentó apresuradamente en la «carretilla».. Tardé algo en recobrarme. Quedé tan atolondrado. puedo decir que ni remotamente me figuré algo serio. Se acercaba rápidamente. dándome con un codo en el costado. por fin. El jinete cabalgó hasta donde estábamos y se paró asombrado. confesarlo.ahora mismo. «¡Pero si esto es una túnica!» —pensé—. la canción y el incansable cri-cri de los grillos... El pastor de cabras ha dicho que Homero ya ha muerto. pero que el abuelo del cabrero recuerda bien al poeta. Por un instante relució el sol y en seguida se extinguió. Artiom detuvo la «carretilla» en la vuelta del camino tras la cual se divisaba el mar. Ahora. junto a la ventana. la última.. Nos paramos en medio de un amplio prado. —¿La búsqueda? Pero. Creía que Artiom había decidido gastarme una broma y riéndose después. Artiom se sentó al lado. Allí arriba había un hombre con un extravagante vestido amarillo. y a lo lejos se veían enormes peñascos que parecían como si colgaran. Me acomodé en el asiento metálico. —¿En qué siglo estamos? —pregunté sin llegar a creer por completo que no era un sueño todo lo que pasaba. antes de Cristo. Esto es el Olimpo. señaló con la mano hacia el poblado. las paredes del laboratorio empezaron lentamente a desvanecerse. —¿Dónde estamos ahora? —Temo que esta vez hayamos pasado de largo.. —O hundiéndose en las profundidades del tiempo —observó Artiom—.. Anochecía. Artiom me pidió que me levantase. Desde allí venía un jinete a carrera tendida por la hierba cubierta de rocío... —¿Ahora? —Artiom se inclinó ante los instrumentos. Y de nuevo me pareció oír una voz que me susurraba: «El Olimpo. —Ahora lo sabremos —contestó Artiom. Artiom. sacó de debajo del asiento un paquetito y después de desenvolverlo me alargó un sándwich de queso. con gran apetito arrancó de un bocado un enorme trozo y de pronto. Surgieron borrosas las imágenes de unas figuras humanas que con extraños movimientos deshacían las paredes del laboratorio. Yo me encogí de hombros escondiendo la .. Saltó ligeramente de la «carretilla» y empezó a subir a la colina a paso rápido. . sin levantarse del asiento alzó la mano con el envoltorio de un periódico y saludó en voz alta y en dialecto eólico al jinete: —¡Complácete! —dijo Artiom—. —No ve. —Sabe. pero de pronto comprendí algo más. hacia donde se extendía la isla de forma alargada. Ese mendigo se fue por el camino en dirección al mar. —Nosotros buscamos a Homero —dijo Artiom—. —¿Compone canciones? ¡Entonces es ese mísero cantante! Ayer estuvo en nuestro pueblo y cantó durante largo rato en la plaza. Sus canciones se han escrito.. Nos acercamos más. Artiom maniobró con una palanca y nuestra «carretilla» se deslizó suavemente por el césped. la apretó . si uno de los nuestros le dio tan siquiera un hueso pelado.. con unos signos pequeños. Efectivamente.. en hojas finas y blancas. ¿Comprende usted? Treinta y tres siglos nos separan.. Yo miré la cara del anciano.... —¿Son dioses ustedes? —sonora y simplemente nos preguntó el anciano. pero que caiga sobre mi cabeza la maldición de los dioses. pero hemos venido de un futuro lejano.. vi a un anciano sentado e inmóvil. levantando una piedra del suelo.. El aire era transparente. esperando ver los ojos sin vida del poeta... —Homero —dije—. Después se inclinó y. Ustedes son mortales —sonrió burlonamente Homero y. joven guerrero. ¿Usted no lo ha visto? —¿A Homero. Sin apartar los ojos. En otras partes le ha ido mejor. y tú. O. pero Artiom. no conozco a ese señor.. y el caballo. parecía que estaba durmiendo. no sólo era ciego. tan conocido por todos nosotros según el busto antiguo. había un hombre sentado en un peñasco... indicando con la cabeza hacia el lado del despeñadero. por allí aún hay perros tontos que han olvidado lo que nos costó Troya. pero cuando nos acercamos. tentó el peñasco en que estaba sentado. Se percibían los salientes de las rocas de una isla lejana. pero cuando Artiom le dirige la palabra. Desde donde estábamos apenas podía verse.. Y la «Ilíada» y la «Odisea». —Los dioses no conocen las dudas. He oído hablar de ello. Los arrugados párpados se habían hundido en las cuencas de los ojos. Algunos dudan de su existencia. somos mortales..cabeza y esperando el golpe que se nos avecinaba. Es ciego. —dijo Artiom—. Largo rato estuvimos oyendo la voz del jinete llamando al caballo.. sé echó a un lado y empezó a galopar hacia el pueblo. —Allí hay alguien sentado —dijo Artiom. honorable desconocido —contestó el jinete y saltó del caballo. ¡Complácete! —Complácete tú también.. El anciano no se volvió al percibir nuestros pasos. sobresaltándose. Homero. con rápido movimiento.? —preguntó a su vez el guerrero—. A usted. compone canciones. confundido con el fondo gris de las rocas. —No. Artiom salió de la «carretilla» y me ayudó a salir. —Este es Homero —dijo Artiom—. Homero había sido cegado... No. miraba a lo lejos. ¡Este es Homero! Esto es tan cierto como que la isla que se divisa es Itaca. Homero.. la leyenda era cierta: Homero era ciego. —Así lo hacen los fenicios —dijo pensativamente Homero—. ¿puede que sea un simple porquerizo que se ha escapado de vuestra casa? —No. con usted hablan hombres del futuro. —Pero debo comunicarle una noticia desagradable.. Homero. —¿Han sido escritas? No comprendo. a unos cien metros de nosotros. contestó inmediatamente al saludo. Sí. y yo vi que su mano era fuerte y ágil. El sol se elevaba en un cielo azul sin nubes y auguraba un día caluroso.. Por la mañana avistamos el mar. lo recuerdan y lo veneran como a un gran poeta. Por un momento Homero se resistió... —Nosotros no queríamos ofenderle.. cogió cuidadosamente a Homero de la mano y le puso en ella un trozo de pan con queso. —Espere —me interrumpió Artiom—.. ¿si en su tiempo aún no lo conocían? —¿No lo conocían? Efectivamente. Aquí no quieren escuchar mis canciones. —Ahora cualquiera puede ofender a un ciego —dijo tristemente Homero—. A los pescadores se les encargó transportar los cadáveres... Homero. —¿Y fue muerto? . le pregunté sin rodeos a Homero: —Se cree que usted mismo.. ¿Y con cuál de los héroes me comparan? —Con ninguno —contesté encogiéndome de hombros—. estará de acuerdo. recordarle el lugar en que Eupito. Permítame. Pero. ahora me toca a mí preguntar. pero ciertas contradicciones de sus poemas. es posible.fuertemente con la mano.. fueron enviados a sus casas. de todas maneras. lo engulló y. Pero. no se ríen de un anciano mendigo. fue de nuevo el rey de Itaca. sacó un envoltorio y emprendió el regreso a donde estábamos. Ulises mató a los pretendientes. Homero. no lo conocía el que no tenía toros de grandes cuernos para cambiarlos por hachas. Sí. toros. Homero mordió cautelosamente. Los que vivían en Itaca fueron enterrados por los suyos: los que eran de otras ciudades.. Usted habla frecuentemente en sus canciones de Ulises. Aquí no han olvidado esto.. —De sus canciones. ni hoy —contestó Homero—. Homero. pieles.. y a través de los jirones de su capa gris se veía cómo se tensaron sus aún potentes músculos. lo sabemos —dije—. sabemos que Ulises. su mano se abrió y la piedra cayó por la pendiente y se hundió en el mar. Mire. ¿no han encontrado ustedes mercaderes que traen del otro lado del mar joyas y armas? Muchos los cambian por cautivos. Aprovechándome de ello. Doce naves pintadas de rojo y llenas de intrépidos guerreros condujo a las costas de Ilion Ulises. ¿Para qué les hago falta? Sigan su camino. Ahora no. después. Nosotros decimos la verdad. Clamando y gimiendo los parientes sacaron de casa a los cadáveres. he aquí que Eupito levanta contra él a los cefalonios. si no. Homero. usted. Artiom volvió corriendo. hijo de Laertes. al fin. —Eso lo sabemos. —Es posible. dijo: —El pan es como el aire. Pero. Esto es pan con queso. Artiom echó a correr hacia nuestra «carretilla». ¿Vivió mucho más tiempo? —Algún día compondré un canto sobre ello —dijo Homero—. el queso es muy sabroso. vino. la humillación y deshonra caería sobre los descendientes. dirigiéndose a los aqueos les incita a vengarse.. —¡Cuidado! —exclamó Artiom y sujetó la mano del anciano levantada para asestar el golpe. forasteros? —preguntó en voz alta Homero. después de matar a los pretendientes de Penélope. —Coma —dijo Artiom—. ¿Es verdad eso? —Estuve en sus filas —dijo muy pensativo Homero—. durante la guerra de Troya estuvo en las filas de los aqueos. del uso de armas de hierro. —Sabe usted. Homero. así lo dijo y condujo a la casa de Ulises la turba de cefalonios. forasteros ustedes. Pero. ¿ha comido usted algo hoy? —Ni ayer... —Sí. y no volvieron... pero. Yo les creo.. y desenvolviendo el envoltorio de papel. por ejemplo. de objetos de hierro. yo quisiera saber. Se considera que usted era un simple guerrero y que después cantó lo que había visto.. —¿No se estarán riendo ustedes de mí. escondiendo el resto entre los repliegues del vestido. Pregunten que yo lo contaré todo. a nosotros nos interesan ciertas contradicciones de sus poemas. —Llegaron los pescadores a casa de los familiares de los muertos. las soltó a un tiempo. naturalmente. el noble señor había mandado llenar una escudilla con sopa. «¡Que lo cieguen!» gritó un desconocido de la turba. hijo de Ulises. que tanto dolor infligió a los aqueos.. unos indiferentes. era ya tarde. Nosotros regresamos a nuestro aparato. allí un racimo de uvas.. Nadie osó reconocer en el ciego anciano al héroe. Pensativamente me dejé caer en el asiento. Así va el héroe por su tierra amada.. Y gritaban llorando: «¡Estás vivo. miraban cómo se defendía Ulises a la puerta de su casa. No sé cómo van a considerar esto mis colegas. «¡Para ti es nuestra víctima. pero la gloria de las proezas de los grandes héroes vive. amigos. Ulises empezó a cantar los hechos de Aquiles. Troya no habría caído.. La «carretilla» contestó con el murmullo de los motores al contacto de Artiom. ahora vive.. este anciano considera a Ulises y a Homero una misma persona —dije—. los héroes. mientras el mar se encrespaba. Así hablaban ellos y el anciano mendigo se sentó más cerca del hogar. por el conocido temblor de los objetos que se desvanecían ante mis ojos. cuando Artiom empezó a andar por el sendero al encuentro del anciano y éste se levantó a su encuentro. Aquí un trozo de pan. —Mire usted —dijo Artiom. Entre risas lo metieron en una barca. comprendí que Artiom se quedaba. fue al rincón donde sonaba la cítara y la pidió tímidamente. otros con rencor contenido. otros le azuzan los perros. nos has sobrevivido. Durante mucho tiempo se meció ésta sobre las furiosas olas.. Alguien cantaba. y en derredor reinaba el alboroto. Pasaron los años. muerte! «¡No!» dijeron los que recordaban la fuerza y la inteligencia del héroe.. envuelta por la niebla. La luz no se ve sin ojos. Apenas se desvaneció el sonido. tómala!» gritando de esta manera seguían a la barca con el héroe. y con ella. Y los héroes. fue muerto. recordándolo todo. El primero que cayó fue Telémaco... Estaba aún en tierra y se inclinó hacia mí. Le arrancaron la espada a Ulises y con correas lo ataron de pies y manos. Artiom fijó en el tablero de mando unas cifras.. ¿Será posible que nosotros hayamos desaparecido sin rastro de la vida?» así dijeron los héroes. y un día. A Eumeo lo abatieron con una flecha. Algunos. Ulises!» Durante mucho tiempo vagó el héroe. Yo ejecuté su indicación y sólo entonces. Poseidón. llegó de repente a mis oídos la emocionada exclamación del anciano: . su terrible ira. descalzo y con pasos cuidadosos. Seguramente era pariente de alguno de los que murieron a manos de Ulises. Frecuentemente esta ignota fuerza lo arrastra a esta costa. Después la conversación recayó por sí sola en la guerra y en las pérdidas sufridas. —A juzgar por lo observado. y el viento del mar susurraba a los oídos del mártir: «¿Recuerdas cómo cegaste a Polifemo? Estamos en paz. Tire hacia su lado de esta palanca.. Las gaviotas gritaban alrededor y audazmente revoloteaban sobre la cabeza de Ulises... Mientras que los cefalonios. así murió el porquerizo. de no haber realizado con audacia el omnisapiente varón su ardid». de repente se pusieron de pie alrededor. y entonces. Y no sé de dónde. Ulises. Y cogiendo todas las cuerdas con una mano. pero todos lo echaban. —¿Y después. esa era su comida.—Sí. héroe. si puedes. intrépido y fiel anciano. acogerán la noticia sin entusiasmo. silenciosamente arribaron a Itaca siete bajeles negros. las cuerdas del instrumento vibraban. estaba sentado Ulises junto al fuego de un hogar. se halla la costa de la Itaca natal. Y cegaron al héroe. Ulises. esto fue en Atenas. y por la noche. sólo percibía su calor. apoyando el pecho sobre la borda de la «carretilla»—. Unos le dan de comer. del que con pleno derecho llevaba el yelmo y las armaduras de Aquiles. Después se oyeron gritos diciendo: ¡Muerte a Ulises! ¡Muerte.. y alguien pronunció el nombre de Ulises diciendo: «No..» —¿Y qué hubo después? —Las olas arrojaron la canoa sobre una costa arenosa. El sabe que allá.. Cuando Ulises vio sus palos. cuyos ojos ardían de rabia. «Tú sólo. se levantó de pronto y. qué hubo después? —impacientemente preguntó Artiom.. —¡Oh.. Zeus. padre nuestro! ¡Aún hay dioses en el claro Olimpo! ¿No eres tú. 1975. FIN Publicado en: Antología de ciencia ficción soviética. hijo mío. Grupo editor de Buenos Aires. . Ni pensarlo.. Edición digital: Sadrac. Telémaco? Hasta ahora no puedo comprender lo ocurrido. Lo que menos podía esperar es que así se portase un hombre amante de la técnica.