WALLERTEIN, Immanuel La crisis estructural del capitalismo.Edit. Desde Abajo. Bogotá D.C, 2004. 1. Comprensión del sistema-mundo capitalista: Immanuel Wallerstein comprende el sistemamundo capitalista como un sistema histórico. Este sistema evoluciona con el transcurso del tiempo generando tanto articulaciones como contradicciones en su interior que determinan las trayectorias de su configuración y reconfiguración a partir de tres momentos: origen, desarrollo y crisis. Las lógicas del sistema-mundo capitalista se derivan entonces –como advierte Wallerstein- de un largo proceso histórico. Pero advierte también que éste proceso no puede ser entendido si no es diseccionado analíticamente a partir de las articulaciones y contradicciones que surgen entre la “arena económica” (mercado), la “arena política” (Estado) y la “arena ideológica” (cultura). De tal manera que el sistema-mundo capitalista hace alusión a una totalidad sistémica que evoluciona dialécticamente, esto es, configurando y reconfigurando permanentemente la formación de sus estructuras. “Como todo sistema, este capitalismo contiene estructuras que poseen ciertas reglas, es decir, que están gobernadas por cierta lógica, aunque también por la existencia de ciertas contradicciones. Como todo sistema, se mantiene evolucionando durante todo el tiempo; en resumen, es también algo histórico”. (I. Wallerstein: 2004; pp. 49). 2. Actualidad del sistema-mundo capitalista: Para Immanuel Wallerstein la historia ha traído consigo transformaciones fundamentales. El colapso del socialismo, el ascenso del neoliberalismo, el surgimiento de los movimientos antiglobalización y el solapamiento del imperialismo parecen ser los procesos más característicos del sistema-mundo capitalista contemporáneo. Y sin embargo, el propio Wallerstein cree que en este cúmulo de transformaciones no ha sucedido nada esencialmente nuevo. En efecto, sostiene que la llamada “mundialización” o “globalización” no son más que otros nombres para designar la “fase terminal” de un sistema histórico que sobrevive desde hace más de cuatro siglos: el sistema-mundo capitalista. Sistema-mundo en cuya última fase no podemos dejar de buscar los cimientos de un nuevo orden mundial, un orden más democrático e igualitario. “Ahora estamos a casi veinte años de distancia y es necesario admitir que el mundo ha cambiado muchísimo. Ha habido una serie de acontecimientos que nos han sorprendido a todos, tales como el colapso de los socialismos (realmente existentes) por lo menos en Europa; como el ascenso fulgurante del neoliberalismo y de la pretendida globalización; como las guerras del Golfo, de los Balcanes y de Afganistán (en contra de los talibanes); y como el movimiento antiglobalización que se llama a veces bajo el nombre del „Espíritu de Porto Alegre‟ (haciendo referencia a la ciudad en la cual se ha desarrollado el Foro Social Mundial, cada año desde principios de este siglo). Se nos repite estridentemente, de una manera constante, que los antiguos análisis han caducado, sino no es que han convertido en absolutamente falsos. Por mi parte, debo decirles que no estoy para nada de acuerdo con ello”. (I. Wallerstein: 2004; pp. 50). Contemporaneidad: “Si entonces la „globalización‟ o „mundialización‟ no es un buen modo de caracterizar la situación actual, ¿es esto porque no existe nada que no sea nuevo? No. Pienso que efectivamente hemos entrado en una etapa nueva. Pero lejos de ser el triunfo y el apogeo del sistema capitalista, creo que esta etapa es precisamente la etapa de sus crisis terminal (…) Vivimos en un mundo que es cada vez más caótico, lo que es muy normal durante el periodo de la desintegración de un sistema histórico. Y no se puede estar seguro más que de una cosa: el sistema actual no puede continuar existiendo, y es claro que está en proceso de agotar todos sus mecanismos de autorregulación y de ajuste. Pero el punto de qué es lo que va a construirse como un nuevo sistema-mundo (o como nuevos sistemas-mundo), es algo que no es posible de ser anticipado. Este nuevo sistema-mundo podría ser mucho mejor, pero podría también ser mucho peor que el actual. No podemos preverlo. Pero si podemos luchar para que ese mundo nuevo sea más democrático y más igualitario que nuestro mundo actual”. (I. Wallerstein: 2004; pp. 63). No mundialización, no globalización: ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------ 3. Comprensión del capitalismo contemporáneo: Immanuel Wallerstein sostiene que la situación del capitalismo contemporáneo sólo puede comprenderse a partir de sus coordenadas históricas, coordenadas que remiten la conciencia histórica hacia los “treinta años gloriosos” que siguieron a la Segunda Guerra Mundial y que condujeron hacia los procesos característicos de la “mundialización” o “globalización” en la actualidad: a) la apertura económica; b) la hegemonía estadounidense y; c) la ausencia de alternativas al orden establecido. De acuerdo con ello, el sociólogo norteamericano considera que son justamente estos procesos los que han puesto en cuestión no solamente el concepto de “progreso” cuya centralidad resulta crucial para el sistemamundo capitalista, sino que además cuestiona seriamente tanto la posibilidad como la necesidad de una transición hacia un orden mundial socialista. 4. Los “treinta años gloriosos”: En la reconstrucción histórica del sistema-mundo capitalista contemporáneo realizada por Immanuel Wallerstein la Guerra fría, el ascenso del neoliberalismo y la aparición de los movimientos antisistémicos constituyen los procesos emblemáticos del período de los “treinta años gloriosos”. En efecto, terminada la Segunda Guerra Mundial se produjo el ascenso de los Estados Unidos de América como máxima potencia industrial cuya hegemonía no se vio obstaculizada ni por los Acuerdos de Yalta en que confluyeron los hegemones del bloque capitalista y el bloque socialista estableciendo las condiciones de la Guerra Fría, ni por la carrera armamentista que dio origen a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el Pacto de Varsovia. Durante este período tuvo lugar una expansión económica –correspondiente a la fase A del ciclo Kondratiev – donde el aumento mundial de la producción se concentró en los Estados Unidos, en Japón y Europa Occidental, concentración que trajo como consecuencia la migración de los capitales centrales hacia zonas periféricas, innovaciones en la producción de mercancías y el despliegue de la especulación financiera llegando a su contracción –correspondiente a la fase B del ciclo Kondratiev- bajo la forma del desempleo y endeudamiento masivos que caracterizaron a la sobreproducción y sobreacumulación de la década de los 60‟s y los 70‟s. De acuerdo con ello, el sociólogo norteamericano ubica en este período –en términos de una dialéctica histórica- un conjunto de fuerzas sociales que surgieron contra la “tentativa contrarrevolucionaria”, -llamada equívocamente neoliberalismo y lanzada por los conservadores, tentativa que significó un retroceso en relación a los “treinta años gloriosos” afectando negativamente la redistribución y, por lo tanto, a todo el complejo del Bienestar. Wallerstein se refiere a este complejo juego de fuerzas sociales como “movimientos antisistémicos” que en 1968, efectuando un tránsito de las luchas de liberación nacional lideradas por las “viejas izquierdas” a la política de las “nuevas izquierdas”, tomaron una posición de no alineamiento frente a los grandes bloques que comandaron la Guerra Fría sin renunciar a la transformación social anticapitalista. Estas “nuevas izquierdas” –feministas, étnicas, minoritarias, ecologistas, etc.- partieron de una crítica a las “viejas izquierdas” en el marco del resurgimiento de las resistencias, resurgimiento que vendría a consolidarse en lo que el mismo Wallerstein llama “el Espíritu de Porto Alegre”, esto es, la alianza estratégica de grupos heterogéneos contra el neoliberalismo bajo una lógica organizativa descentralizada y no-jerárquica de cooperación mundial de los movimientos antisistémicos. En definitiva, los “treinta años gloriosos” vendrían a demarcar históricamente una modificación económica, política y cultural del sistema-mundo capitalista hacia la nueva forma del antagonismo social: el “partido del orden” (Davos) contra el “partido del movimiento” (Porto Alegre). “(…) se trata de un período de expansión económica mundial, es decir, de una fase A en un ciclo Kondratiev, No solamente una fase A, sino incluso la más grande fase A dentro de toda la economía-mundo capitalista. Porque en estos años, la expansión de la producción fue realmente colosal (…) Pero los treinta años gloriosos se acabaron hacia los años 1967 y 1973. Este fin estuvo marcado por dos grandes acontecimientos: en primer lugar, el inicio de la fase B de un ciclo Kondratiev, y por lo tanto, de una estancamiento en la economía mundial, y en segundo lugar, por la revolución mundial de 1968”. (I. Wallerstein: 2004; pp. 52-53). “El período de los treinta años gloriosos comenzó con la victoria de los aliados dentro de la guerra. En 1945, los Estados Unidos eran la única potencia industrial que había escapado a los efectos destructivos de dicha guerra. Siendo ya un país muy fuerte en 1939, su capacidad industrial aumentó enormemente durante la guerra: los Estados Unidos se encontraron entonces sin ningún competidor económico serio dentro del mundo, en el momento en que terminó dicha Segunda guerra mundial. La infraestructura de Europa, de la Unión Soviética y del extremo oriente de Asia, habían sido ampliamente destruidas y todas ellas tenían la necesidad de ser „reconstruidas‟. Ningún país podía reproducir mercancías tan eficientemente y tan baratas como lo hacían los Estados Unidos, lo que significó que las empresas norteamericanas podían llevar a cabo la competencia económica en esos países, incluso dentro de sus propios territorios”. (I. Wallerstein: 2004; pp. 50-51). “En el seno de esta gran turbulencia de la economía-mundo las luchas políticas se han transformado. Los treinta años gloriosos son la época de la liberación y desarrollo nacional. Los movimientos antisistémicos creían ir hacia un mundo maravilloso y hacían el progreso absolutamente seguro. Pero el choque de 1968 fue absolutamente rudo. ¿De dónde vino? En parte, este choque marcó justamente el apogeo de todas estas luchas por la liberación. Pero sobre todo, fue el resultado de la decepción vivida por los militantes y por las gentes comunes y corrientes, a partir del hecho de que todos esos movimientos parecían haber desembocado en la situación de convertir su victoria en un fracaso”. (I. Wallerstein: 2004; pp. 53-54). “Los conservadores lanzaron entonces una tentativa contrarrevolucionaria, que ha sido llamada (un poco falsamente), como neoliberalismo. Su objeto inmediato: hachar atrás todos los avances realizados durante los treinta años gloriosos, en lo que respecta al nivel de los salarios, a las instituciones redistributivas del bienestar social, y a las presiones sobre las empresas para internalizar los costos, ligados a los desechos tóxicos o a los desechos en general. Resulta inútil insistir sobre la lista de los triunfos de esta nueva derecha mundial”. (I. Wallerstein: 2004; pp. 56). “(…) lo que avanzó mucho mejor fue lo que desde entonces comenzó a llamarse la „nueva izquierda‟: por ejemplo los movimientos feministas, los movimientos de identidad de las minorías étnicas (como los negros en los Estados Unidos), o los Beurs en Francia, los verdes, los movimientos por la libertad en torno a la elección sexual (como gays o lesbianas, etc.). Todos estos movimientos compartían dos características. De un lado, todos ellos criticaban los movimientos de la vieja izquierda por haber despreciado (o relegado al tiempo de las calendas griegas, es decir, a la etapa de „después de la revolución‟), los problemas que constituían la razón de ser de estos nuevos movimientos: como el sexismo, el racismo, la destrucción del medio ambiente, la homofobia, etc. De otra parte, todos ellos buscaban una estrategia nueva, para tratar de sustituir a aquella estrategia que pensaban que acababa de fracasar”. (I. Wallerstein: 2004; pp. 56-57). “Este movimiento insiste sobre la tolerancia mutua necesaria entre todas estas corrientes, las unas respecto de las otras, y sobre todo la necesidad de conjugar sus esfuerzos en contra del verdadero enemigo, es decir, en contra del neoliberalismo que se ha apoderado del mundo político; sobre la posibilidad de trabajar juntos sin una estructura centralizada, ni en el plano local ni en el plano nacional, e incluso ni en el plano mundial. Podríamos darle a todo esto el nombre de „Espíritu de Porto Alegre‟ (…) A inicios del siglo XXI, nos encontramos frente a una nueva versión, en escala mundial, de la polaridad clásica entre, de una lado, el partido del orden, y del otro, el partido del movimientos, es decir, entre Davos contra Porto Alegre”. (I. Wallerstein: 2004; pp. 57). 5. Apertura económica y mercado mundial: Immanuel Wallerstein concibe la apertura económica del mercado mundial como uno de los aspectos fundamentales de la llamada “globalización” o “mundialización”. Sin embargo, para el sociólogo norteamericano este aspecto no puede concebirse como un rasgo exclusivo de la época contemporánea: si bien la economía-mundo capitalista nunca ha experimentado el “libre cambio”, la continuidad de la doctrina laissez-faire-laissezpasser resulta un hecho indiscutible. Tanto así que dicha doctrina se ha proyectado políticamente hacia el ocultamiento del aperturismo y del proteccionismo como dinámicas y estrategias predilectas del intercambio económico en el mercado mundial. Y ha sido precisamente esta proyección política la que –según Wallerstein- ha funcionado como eje articulador entre el Capital y el Estado para asegurar, por un lado, la implementación de medidas destinadas a paliar inútilmente la crisis desatadas en las distintas fases cíclicas de expansión y contracción de los capitales. “El capitalismo no ha conocido nunca una verdadera etapa de real libre cambio, ni hoy ni nunca antes. Ha habido siempre ciertas barreras a la libre circulación de los capitales, de las mercancías y sobre todo de los trabajadores. Al mismo tiempo, ha habido siempre algunos que intentaban tratar de desmantelar dichas barreras, proclamando la doctrina del laissez-faire-laissez-passer. Y ha habido siempre otros que volvían a edificar esas barreras, con el fin de „proteger‟ a sus países del flujo de los capitales de competidores extranjeros, que eran más eficaces, o de los trabajadores que vendían su fuerza de trabajo a cambio de salarios más bajos”. (I. Wallerstein: 2004; pp. 59). “(…) el grado de apertura en el mercado mundial es cíclico y ha sido cíclico durante cuatrocientos años. De modo que parece bastante probable que ahora, en los comienzos de este siglo XXI que estamos viviendo, nos encontramos en el proceso de volver a recomenzar una nueva etapa que será relativamente más proteccionista que la de las tres últimas décadas vividas. Así que la mal llamada globalización o mundialización, podría muy bien ser un fantasma histórico con un porvenir muy breve”. (I. Wallerstein: 2004; pp. 60). 6. “There is not alternative (TINA): Para Immanuel Wallerstein el slogan “there is not alternative”, dirigido hacia la conquista del territorio mundial por parte del sistema-mundo capitalista, se ve confirmado en las medidas adoptadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para sancionar todo tipo de disidencia. De hecho, en el marco de un discurso político que promueve la ausencia de alternativas, la globalización o mundialización aparecen como figuras retóricas que tienen como finalidad el encubrimiento de las enormes asimetrías que caracterizan al desarrollo de la economía-mundo capitalista. Sin embargo, Wallerstein advierte sobre importantes transformaciones acaecidas en el plano cultural e ideológico que amenazan con llenar de contenido aquel espacio vacío de las alternativas en la contemporaneidad. Por un lado y pese al predominio del liberalismo económico en la ciencia social, las fuerzas políticas de centro e izquierda comienzan a cuestionar el slogan que niega las alternativas y, por otro lado, el movimiento antiglobalización o Espíritu de Porto Alegre logre comenzar a hacer escuchar el slogan “otro mundo es posible”. “(…) todos aquellos que se resisten al yugo destructor de dicha globalización o mundialización, se les amenaza al mismo tiempo con sanciones inmediatas y con castigos de largo plazo. Inmediatamente se agita el espantajo de la política enunciada por el Fondo Monetario Internacional, y por el Tesoro de los Estados Unidos, que declara abiertamente que ellos no darán préstamos ni ayudas económicas o financieras para el „desarrollo‟, a los países que no respeten esta obligación de dejar sus puertas completamente abiertas. Y dado que en estancamiento económico mundial (es decir, lo que nosotros hemos vivido desde los años setenta hasta hoy), los gobiernos (y sobre todo los de los países periféricos) tienen frecuentemente necesidad de asistencia para superar los déficit en el corto plazo, esta toma de posición de las grandes instituciones financieras es bastante dañina; hasta el punto de que puede incluso provocar la caída de todo un régimen. Entonces el TINA es una amenaza frecuentemente bastante feroz”. (I. Wallerstein: 2004; pp. 61). “A partir de los años 90‟s, esa gente se mostró dispuesta a ir cada vez más lejos. Y fue esto lo que tomo la forma de un gran movimiento „antiglobalización‟ que llamé „Espíritu de Porto Alegre‟ y cuyo slogan fundamental es el de que „otro mundo es posible‟. Efectivamente, si no es verdad que el mercado mundial sea hoy más abierto que como lo ha sido históricamente, es todavía menos verdadero que no existen alternativas”. (I. Wallerstein: 2004; pp. 62). 7. “Estados Unidos: la hegemonía indiscutible de una superpotencia: De acuerdo con Immanuel Wallerstein la hegemonía “indiscutible” de los Estados Unidos de América no es más que una apariencia. En efecto, el sociólogo norteamericano sostiene que la hegemonía norteamericana se encuentra en declive desde su apogeo en la década de los 60‟s hasta el punto en que, en la actualidad, su producción industrial rivaliza con la producción industrial del Japón y la Unión Europea. Sumado a ello, Wallerstein advierte que la superioridad militar de los Estados Unidos comienza a verse bloqueada por tres aspectos de gran importancia: a) la paradoja de su funcionamiento o autonegación; b) los costos de la industria armamentista y; c) la ilegitimidad del intervencionismo militar. “Se es más fuerte en la medida en que todo el resto del mundo cree que no es efectivamente mucho más fuerte que los otros. Pero si esta creencia de aquellos que uno trata de dominar desaparece, la ventaja militar comienza a desfondarse o a colapsarse rápidamente. Una vez más, la retórica cuenta, pero la retórica no es suficiente por sí misma”. (I. Wallerstein: 2004; pp. 63).
Report "235785081 La Crisis Estructural Del Capitalismo Immanuel Wallerstein"