19425433 Paradigmas y Estrategias en Antropologia Simbolica

March 22, 2018 | Author: Paz Juberias | Category: Anthropology, Cognitive Psychology, Paradigm, Technology, Artificial Intelligence


Comments



Description

PARADIGMAS V ESTRATEGIASEN ANTROPOLOGIA SIMBOLICA Primera edici6n: Mayo de 1987 Portada: J ose Luis Carmona Pieza arqueol6gica de portada: Cantara antrapomorfo condorhuasi ©AVlLU S.R.L. Sede: Defensa 788 1065- Buenos Aires. Postal: Casilla 227. SUG.1 1401- Buenos Aires Argentina Todos fos derechos reservados Hecho ef deposito que marca la ley 11.723 lmpreso en la Argentina I.S.B.N. 950-560-043-7 1. Enfoque psico16gico 0cognitivo . . . . . 21 2. Enfoque ret6rico 0expresivo 39 3. Enfoque posicional 0sintactico 54 4. Enfoque semi6tico 0comunicacional . . . . . 64 5. Enfoque cripto16gico 0 hermeneutico .... 79 6. Enfoque interaccional 0socio16gico. . . . .. 103 7. Enfoque holistico 118 IV. Esquema sistematico de la antropologia sim- b61ica 153 V. Bibliografia basica deantropologia simb6lica 157 VI. Bibliografia complementaria 169 I. LOGICA Y ESTRUCTURA DE LOS ENFOaUES SIMBOLISTAS Gorresponde preguntarse primero si es que existe en realidad algo asi como una antropologia simbolica instituida y autoconciente, y recien despues, en caso afir,. mativo, indagar su historia, su aporte y su estructura. Keith Parry (1979:956) ha llegado a decir de la antro- pologia simb6lica que "constituye un campo amodo", mientras que Martin Silverman (1983:178) sostiene que nose trata mas que de un rotulo que designa a un "con- junto indefinido" de especialidades. Melford Spiro, por suparte, vatodavia mas lejos cuando dictamina quenohay razones para distinguirla del cuerpo delaantropologia cul- tural (1969:211-212). Todas estas aseveraciones, amen de controvertibles, entrafian en mayor 0menor medida la esperanza ingenua de que las caracterizaciones y los Ii- mites emerjan automaticamente del objeto. Por igual razon, las mas recientes resefias historicas de la antro- pologia han encontrado soberanas dificultades para tra- tar las estrategias simbolistas en terminos mas 0menos unitarios, y algunas veces han preferido soslayarlas 0 minimizar suimpacto (d. Harris, 1978, 1982; Kuper, 1972; Voget, 1975; Leaf, 1979). El caso es quela antropologia simb6lica parece cons- tituir una modalidad de indagaci6n que, a contrapelo de 10habitual, sedefine por su objeto (el simbolo) mas que por sus metodos 0por sus teorias. Lo cual no obsta, cier- tamente, para que en ocasiones se haga referencia a ella como si constituyera una escuela 0una corriente teorica de la misma entidad que, pOl' ejemplo, la antropologia eognitiva, el evolucionismo 0el materialismo cultural. 'Quede desde ahora expllcito que la antropologia simbo- lica no conforma, de ninguna manera, un "paradigma" .enel sentido kuhniano de "matriz disciplinaria", carac- terizado POI' un conjunto de principios 0POl' una serie de modelos a titulo de denominador comun, sino que es nitidamente otra cosa, un ente complejo que nos impone demarcarlo de a pOCO. Subyacente a todo el espacio teorico dela antropolo- gia simbolica se encuentra una concordancia en un inte- res especifico POl' un objeto elusivo, que no es otro que .el simbolo. Esta concordancia no es inocente, y no im- plica una particion epistemologica meramente practica en beneficio deun foco concreto (como seria el caso dela antropologia politica 0de la antropologia economica), sino una definicion sesgada y fragmentaria de 10que la cultura es. Si existe un acuerdo mas alla de la pura ,elecci6n del simbolo como polo magnetico del discurso, ese acuerdo consiste en considerar la cultura como siste- ma de simbolos y significados compartidos y en concebir la antropologia como el estudio de ese sistema. Tenemos entonces una (re) definicion de la cultura mas 0menos voluntariamente restrictiva y clausurada, inscripta a proposito en un territorio ideo16gicoproclive :a las efusiones idealistas y al mentalismo, aunque empi- ricamente variable en cuanto a 10que la cultura abarca o excluye. Aqui se presenta la primera discrepancia in- terna: porque mientras que para algunos simbolistas la dimension material, tecnologica, ecologica 0economica forma parte de la cultura (si bien generalmente a titulo precario 0comovariable subordinada), para otros, todo10 material y aun la conducta humana misma constituyen ,obstaculos, interferencias 0ruido con respecto a 10que 'en verdad importa. Marshall Sahlins seria un ejemplo de aqueIIos; David Murray Schneider es el abanderado de estos. Pero aunque resulte insolito, esta discordancia no marca, en el ambito delas tendencias simbolicas, ninguna escision fundamental, ni sirve debase a nniguna disyun- tiva que pudiera plantearse en su interior como catego- rica 0excluyente. Se puede seguir siendo simbolista ya sea que se rechace 0que se incorpore en el estudio que se emprenda la realidad concreta que rodea al simbolo. Es POl' esta especie de atipicidades que las cronicas reflexivas de la disciplina no han sabido tratar adecua- damente el problema de la antropologia simh6lica como una variante discernible dentro de ella misma. Se diria queni siquiera han habido intentos serios en el proposito de delimitarla, 0de explicitar su diferencia con estrate- gias limitrofes de contextura conocida, como el estructu- ralismo, el interaccionismo simbolico 0la fenomenologia. Un enfoque secuencial 0diacronico de estos asuntos, hubiera sido a todas luces improduetivo: no hay un dog- ma simbolista que surja en un momento determinado, fundando laantropologia simb6lica como idea, ni una 01'- todoxia que se coagule en torno suyo, ni un desarrollo lineal 0ramificado, ni una apoteosis, ni una decadencia, ni un colapso, sino un amontonamiento que se consuma -a escala hist6rica- en apenas un instante. La misma deslumbrante variedad en el tratamiento del objeto y en las posiciones ideo16gicas que ese tratamiento deja tras- lucir puede alentar, POl'un momenta, la sospecha de que la antropologia simb6lica no existe, 0que si existe es en ultimo analisis indefinible. Dehecho, exista 0no (y habra que optar pOl'10pri- mero si pretendemos conocerla), 10concreto es que se ha resistido no s610al trazado de su cronica, sino tam_ bien a una caraeterizaci6n de sus variedades que avance un paso mas alla dela trivialidad. Los intentos de defi- nirla mas 0menos globalmente y de dibujar su articu- lacion intima (Sperber, 1974; Rossi yO'Higgins, 1981:133- 138; Colby, Fernandez y Kronenfeld, 1981; Munn, 1973; Turner, 1975; Umiker-Sebeok, 1977; Singer, 1978; Schwimmer, 1978; Jarvie, 1976) acostumbran dejar dela- do,10 ,qUO Inbuc~a 16gicaexige, dejandose ofuscar por la OX COHI V L L comple.)Idadde10real: las pocas "tendencias in- (,ornuH" que se han propuesto, se solapan mas de 10que 1'10 c~)mplementan, se inventan mas que se recuperan. a pltrtIr de 10dado, y abusan tanto del recurso del "etce- (,~mL"como de las categorias miscelaneas. Como corola- I'!O, gra~ parte del campo queda fatalmente sin cubrir y Hill exphcar. Lo que aqui vamos a postular es una caracterizaci6n t~nto, ~elas variantes historicamente dadas en el estudio slmb,o!lcO, como de las posibilidades 0 potencialidades mod~h~as dedicha indagacion, en un cuadro que sea tan- to faetlCamente real como logicamente fundado: un es- quema, en otras palabras, que permita trazar las coorde- nadas de10y~cons.umadoy de10que pudiera plantearse en el fut~:o. mmedmto, e~tableciendo algo asi como una tabla p.erlOdlCadel estudlO de la simbolicidad. Lo que se per,slg~e es" e~fin, construir el protocolo de una me- tat~orIa slstem~tlCa queno resulte impugnada por el con- temdo de los hbros que no conocemos, ni se yea abolida cuando Tl;lrner ? Leach cambien nuevamente de idea, y que, aI, mlsmo tIempo, al presentar un orden, signifique algo mas que una glosografia 0 una critica. Nuestra caracterizacion no obedecea la logica delas fases 0 de los periodos, una aventura que ya se intento y que.ha.pr.~ba?o.s~r esteril; ni tampoco seconforma con una dlStmclOnmlClal detacticas emic por un lado y etic po; el,otr?, :yaque el panorama quedaria desbalanceado; mas a~m, ~n!Iltrar una pauta semejante a esta en un nivel par~dIg~atIc.o.! equivaldria a dejar invadir los contextos de ..JustIflCaclOnpor los de descubrimiento, falsificando la Imagen de todas las relaciones intra e interte6ricas. . El ~eo!l? de nuestro .cuadro es Ia funcion y Ia acti- vldad slI??ohca como ob.)eto y como totalidad concebi- ble, pa~tlClOnadasegun una logica de escalas y de focos dependlente del marco teorico de referencia' un marco a. su vez, ,que se ha de definir por la indole 'de su para~ dlgma mas que por su identificaci6n declarada 0atri- buible con una doctrina circunscripta. Dicho de otra manera, el espacio total del discurso sobre el simbolo y <mantoIeconcierne, habra de cualificarse y dividirse en tantas dimensiones discretas como paradigmas te6ricos, objetos de interes y magnitudes de perspectiva resulten posibles combinar. No es de temer que el numero de parcelas discriminadas se acerque a la cifra de los estu- dios llevados a cabo ni mucho menos; por el contrario, resulta ser que el limite de aquellas categorias, por Ias razones que se veran, puede fijarse en principio alrede- dor.del numero siete. Si bien en una primera apariencia aIgunas modali- dades propuestas en nuestra sistematizacion podrian es- tar, en 10tematico, comprendidas dentro de otras, y si bien ocasionalmente ciertas disyunciones resultan mas di- fuminadas e intuitivas de 10que seria deseable, los "en- foques" han sido definidos de tal manera que cualquier discurso 0 fragmento de discurso simbolista pueda ser referido univocamente a uno de ellos, por poco que se .quiera evaluar (a) su marco teorico dereferencia, (b) su escala 0perspectiva detratamiento y (c) su objetivo 0su foco de interes. En casu de error 0de arbitrariedad, la expresion de cada idea en sus propios terminos servira de correctivo a 10 que nosotros mismos pudieramos .afirmar. De laestructura de nuestro cuadro se deduce como .corolario que cada estudio simbolico puede, en su trans- curso, caer sucesivamente dentro de distintas categorias. Forzar 10opuesto seria teoricamente mas ilustrativo y mas seductor como argumento, peru tambien dejaria de ser realista: la divagacion adventicia es, hasta el mo- mento, esencial a la raz6n antropol6gica. Sin embargo, la generalidad de los estudios completos y aun la trayec- toria integra de la mayor parte de los simbolistas es facilmente encuadrable en uno u otro enfoque, y a pesar de.Ia relativa estrechez de cada parcela, ningun autor oproyecto sefialable 0 concebible es capaz de extenderse sobre mas de dos 0tres. Aun la aparente dispersion de a!gunos autores en el cuadro tiene cierto valor expresivo: SI Sperber, Drummond 0Fernandez figuran alternati~ 'vam~'f/'te en mas. de un enfoque, es porque en alguna ocaSIOnhan cambiado de foco 0de paradigma' si Victor ~urner aparece simultaneamente en mas de u~o es sen- cIl.la~~nte, porq?-e es. ecle.ctico. Por otra parte, l~ads- c:IpcIOn d~las mvestigacIOneS simbolistas alas catego- rias \?f~eCldas pa~a realizar su sintesis bien podria materIahzarse medIante el recabamiento de la estrategia emica~ente asumida en cada uno de los casos. Con re- ferencia a los r6tuloR que exornan cada enfoque el tem- p~ramento segu~do serra similar; de hecho, t~dos son aJen?s, y a decn' verdad, un poco altisonantes: en su s~ntido actual, "cognitivo" es ocurrencia de Bux6, "ret6- ~IC~"de,J~~~s Fe,~na~d~z, "semi6tico" de David Murray, cnptoiogico y poslCIOnal" de Sperber, "sociologico" de Melford Spiro y "holista" de Conrad Arensberg. ~a p~rtici6n del espacio de los anaJisis simbOlicos e:nslete tIpos, ~e enf09ues co~pl~mentarios resulta par- tIcu.larm;ente utIl no solo en termmos de una imposici6n arbItra:Ia de forma. a un campo antes informe, sino en 1::" medida en. que Sirve para evaluar en forma sistema- tica el contemdo, el estado y el progreso ocurrido en cada uno. de eIlos, asi como las conexiones respectivas con es- peClesconcretas deinvestigaci6n dentro y fuera de laan- tropologia. Laventaja derealizar una partici6n mas deta- Ilada. de 10habitual y de aceitar sus articulaciones, es la ~msma que va de una referencia extensional enume- ratIva, 3;1establecimiento de una pauta de diag~osis. Si se prescmde de organizarlo de alguna manera 10actua- do por .I,aantropol~gia simbOlicas610podra re~efiarse re- prod~clendolo, y solo podra tenerse una idea de las ten- denclas y mode~osfrecue~tados a partir de 10que cada au~0.rsehaya dignado decir acerca desu propio esquema teorIco y de su propia ideologia. En ter!llinol~g~a cognitivista, la organizaci6n pro- puesta consiste baslCamente en un paradigma global, al- gunos de cuyos elementos (que tambien son "paradig- mas", aunque en un sentido epistemo16gico) son suscep- tibles de fragmentaci6n taxon6mica independiente. Esta estructuraci6n es decidida y concientemente no ortogo~ naI, asimetrica, discontinua; los elementos, que son en realidad estrategias formuladas casi siempre de antema- no en otra esfera de la antropologia 0en otra disciplina (la antropologia simbOlicapudo haber urdid-ounos cuan" tos conceptos, pero no ha gestado aun ningun paradigma. nov~doso), no se colocan suplementariamente, sin dej ar junturas, uno al lado del otro. Unos pocos constituyen ampliaciones deescala, acercamientos deperspectiva, por., menores, de 10que otros incluyen generalizadamente Q como epifen6meno; algunos mas tienen a otros como fun., damento, presupuesto 0cosaconocida. La relaci6n catego.., rial propuesta no es, entonces, horizontal; nuestra divi- siondel campo de la indagaci6n simb6lica se acomoda simplemente al hecho de una fragmentaci6n previa, cap., tada tanto en el plano de 10real como en el epistemol6.., gico. En este sentido puede decirse que no es arbitraria, sino "objetiva", en tanto refleja las discontinuidades perceptibles en 10real apenas se intenta convertir la realidad en problema. Incluso los aspectos que se dirian ideologicos se manifiestan, automaticamente, en cuanto alguien afirma lapreeminencia deun nivel paradigmatico sobre los restantes; como severa, han de ser los conside.•. rados (y no otros) los pIanos que articulan todas las po..,. sibilidades opositivas de la polemica. Existen, de hecho, discontinuidades entre 10psico16- gico, 10expresivo, 10sintactico, 10semantico, 10sociolo- gico y 10ambiental; las discontinuidades subsisten mas aIla dela integracion nominal de la sintaxis y la seman.l tica en 10comunicacional, 0de la sociedad y el ambiente en 10cibernetico. La antropologia simbOlicase extiende a 10largo detodo ese"discontinuum", cuya interconexion es. precisamente el dilema (y la razon de ser) de las ciencias sociales. Cada fragmento de la conducta sim;. bOlica, en los distintos pIanos, plantea interrogantesa diferentes niveles detipificaci6n logica; teniendo esto en t~Utllll.n, 1I01110HIH'ocurndo que nuestra referencia meta- tlll'lI'll'/L IL litH oHtrutegias alternativas en el estudio del Mllllholo, puedu reconvertirse con facilidad a un discurso MlmplonJen1;ote6rico sobre los diversos aspectos del ob- joto. 1,0(luesigue no pretende ser un resumen de 10ac- tundo dentro de la antropologia simbolica ni una reselia do HUHcontribuciones mas idiosincraticas, sino mas bien UUIL coordinaci6n epistemologica de cada uno de los enfo- (lues, ejemplificados a traves de referencias representa- Livasdesus principios rectores. Una vez descartados los numerosos "estudios de casos" carentes de secuelas teori- ,cas y caracterizados los diversos estilos epistemologicos del simbolismo, resultara evidente que la organizacion de su territorio arroja consecuencias inmediatas. Una de ,ellas concierne a la fluidez con que pueden establecerse comparaciones conceptuales 0cotejarse variantes :rrtini- mas en la interpretacion de los mismos fenomenos ;en un campo cualificado y parametrizado, las ideas pueden ser comparadas productivamente en su relacion con los respectivos paradigmas y contextos de sentido, y coordi- nadas en su nivel debido de analiticidad. EI modelo sistematico que presentamos, por emplear un simil computacional, se encuentra recien en su etapa. inicial de diagramacion; todavia falta programarlo y es- tructurarlo adecuadamente, hacerlo funcionar en abstrac~ to y ponerlo a prueba, por ultimo, procesando informa- cion viva y concreta. Cuando todo esto este cumpUmen- tado, existira un modo legitimo y transparente de rea.Ii- ~ar el transito desde un simbolo referido en una hipo- tesis, hasta la categoria bajo cuyo auspicio podra eva- luarse y comprenderse 10que sobre el se dice. Nuestra delimitacion de las extensiones que pudie- ran caracterizarse como "pertenecientes" a la antropo- logia simbolica, ademas, es mucho menos formal que heredera deun consenso que no hemos querido violentar. Faltara aqui, como tambien falta en el simbolismo an- tropologico constituido, todo el riquisimo acervo de cono- cimientos y especulaciones sobre el simbolo quelafilosofia amasa en el decurso de dos milenios: el pragmatismo norteamericano, que es quien impone el ritmo a casi todo el teorizar disciplinario, no ha trepidado en arrojarlo por la borda. Tambien habra que renunciar al derecho de reclamar como simbolista todo texto antropologico, parrafo 0alusion en donde el simbol0figure alguna vez como,termino explicito 0como significacion oculta; nues- tra antropologia simb6Iica sera, quiza por desdicha, 10 que un asenso tacito ha decidido que eIla sea, aunque desde dentro y desde fuera de la discipIina el simbolo haya sido mejor y mas exhaustivamente interrogado. Tambien es penoso que esta antropologia simbolica refleje un estado deevoluci6n teoretica que solotiene que ver con la elaboracion de la discipIina que se Ileva a cabo en los paises hegemonicos. Entre nosotros, tal vez solo Edgardo Cordeu haya realizado aportes de alguna magnitud a este campo, en una integracion ec1eetica que descansa, todavia, en concepciones y modelos inevitable- mente extranj eros, en todos los sentidos de la palabra. Lo AUyOrepresenta un avance extraordinario, sin em- bargo, respeeto de la fenomenologia bormid~ana, s.olo circunstancialmente "nacional", la cual habrla POdldo plantearse como alternativa frente al simbolismo de no haberse quedado congelada, en pie de guerra, alrededor de sus improbables dogmas. La fenomenologia de Bor- mida, historia antigua de aqui en mas, no alcanzo a fa- bricarse una imagen sintetica de la antropologia simb6- lica ni Ilego a aprovecharla para enriquecerse, ni (por sup~esto) tuvo opcion de superarla en 10teorico. Habida cuenta de 10dicho, uno de los propositos que anima este ensayo (al que seguiran otros) es el de constituir un universo de dialogo antropologico actualizado, mediante un juicio critico que nos parece imperativo discutir, y que pretende erigirse en respuesta quiza rigurosa (en todo caso, no complaciente) a 10que las metropolis tie- nen para ofertar. Si por razones economicas 0institu- cionales America latina es incapaz por ahora de segregar una teorfa original, que sea al menos capaz de sobrepo- nerse al estado de ignorancia sistematica y de manse- dumbre epistemol6gica a que la fenomenologia pretendi6 reducirnos desde sus libros y sus catedras, asi como des- de una crltica epidermica, fundamentalmente desconoce- dora de todo 10que no fuese ella misma. Puesto que el objetivo es menos justificar la perfec- ci6n del cuadro que delimitar critica y sistematicamente el problema, no nos obsesiona demasiaao el que ciertos conceptos nuestros, como los' de "paradigma", "estrate- gia" 0"enfoque", carezcan de univocidad. Aqui hemos optado por abordar el asunto desde la antropologia, y no desde la filosofia de la ciencia, con todo el riesgo de desprolijidad que ello comporta. Despues de todo, Mar- garet Masterman (1970:65) ha demostrado que Kuhn utiliza "paradigma" en unos veinte sentidos distintos, en tanto que RUdiger Bubner (1984 :162) reconoce que la riqueza te6ricadel concepto se debe precisamente a su falta de exactitud. Para quien Ieinterese esta suerte de axiomaticidades, no obstante, podemos anticipar infor- malmente que la antropologia simb6lica, tal como la con- cebimos, serige por un conjunto variado de "paradigmas ejemplares" (cf. Kuhn, 1970:272), aplicados a un nu- mero no expandible de focos 0 de pIanos analiticos, y que las "estrategias" concretas resultan de la plena cua- lificaci6n (emic/ etic, idiografico/nomotetico, rel~tivis- tajuniversalista, etc.) de los estudios hist6ricamente dados. Los paradigmas ejemplares, o' mas rudamente "modelos", acostumbran repetirse independientemente de su foco, como cuando se aplica, por ejemplo, el mismo modelo de procesamiento de la informaci6n a los sucesos mentales de la vida simh6lica y al control cultural de Ios recursos ecol6gicos, 0 como cuando el mismo modelo de los schemata sirve para explicar tanto la formaci6n de metaforas como laconstituci6n de los mapas cogni- tivos. . Pese a que existen formalizaciones matematicasca- paces decuantificar lamagnitud deuna categoria inserta en un discurso (de creer a Wesley Salmon existiria in- cluso una teoria de la importancia, capaz de arbitrar en este caso el grado de simbolicidad de una antropologia), creemos que la cosa no es para tanto: bast,a r~cono~er que, por ser s610un concept?, la antropOlogl.a. slmb6~lca no es una realidad tan tangIble como se qmslera, SIllO. bachelardianamente. una construcci6n te6rica mas. T'aradig?na te6rico: Psicologia cognitiva. Objeto: Actividad y procesos psico16gicos de simbolizaci6n. Convergencia disciplinaria: AntTopologia cognitiva. E'studios representativos: Sheldon Klein (1983), Benjamin y Lore ,Colby (1981), Benjamin Colby y Rodger Knaus ('1974), David Rumelhart (1,975), Jean Mandler y Nancy Johnson (1977), Walter Kintsch (1977), Emiko Ohnuki-Tierney (1981), Dan Sperber (1979, 1980), Christina Toren (1983). De 109diversos paradigmas que pueden identificarse en el interior de la antropologia simb6lica, este es el que se ha formulado mas recientemente y el de menor efecto publico. Se gesta recien a mediados de la decada del '70, cuando se manifiesta un creciente interes en relacionar los simbolos con la 16gica proposicional, con la 16gica de clases, con las jerarquias cognitivas y con el problema de la binarizaci6n y la analogia en el pensamiento humano. El modelo mediato 0 inmediato deesta vertiente es, dentro desu disciplina de origen, la Hamada psicologia cognitiva, tal como fuera concebida por P. H. Lindsay, por D. H. Norman y sobre todo por Ulric Neisser. Cabe sospechar que, de haber surgido veinte afios antes, el enfoque en cuesti6n se habria inspirado en las intuiciones freudia- rutH, ,l'cpresentativas de un estilo de pensamiento que hoy en (ha se halla en franca bancarrota. El le~guaje ~~s bien riguroso exigido por estos nue- vos e~paclOstematIco~y la ostensible preocupaci6n de los e~tudlOsOSP?r l~s metodos de validacion, por las defini- ClOnescoordmatI vas y por demas formalismos, determi- naron que Colby, Fernandez y Kronenfeld (1981) pos- tu~~ran que la antropologia simb6lica estaba "convergien- ?O con. la antropologia cognitiva en el ambito de estas ~ndagaCIOneS"l,a~cuales, por ocurrir comunmente bajo la lonna de ana~lSls en pequena escala, fueron caracteriza- ~as en su c?n.~untocomo m:a "microantropologia" (1981: AO). Es. fa?l! c0.nstatar, sm embargo, que no son frag- ~entos ,slg:mflC.atIvosde cada una de las corrientes los (lue estan lmphcados en esa convergencia: quienes lide- ran .la antropologia simbolica, 0se han manifestado in- s~~sl.bles, 0se han opuesto frontalmente al generO cog- mtIvlsta de fo::malizacion (Geertz, 1973:11-12; Schnei- ~er, 1965; Sahl.ms, 1980:138). Y en nuestra articulaci6n e las tendenclas actuales de la antropologia cognitiva (Reynoso, 19~6a), hemos comprobado que solo una de entre sus vanas facciones internas manifestaba intere- ~es co:mune~can los de la antropologia simb61ica. Esta f~se slmbohsta: qu~en su oportunidad distinguimos den- ~~bdela. etnoclencla, y que estaba acaudillada por Basso .e .y, RIce, Buchler y el propio Colby, vendria a cons~ t~tmr, consecuentemente, la otra cara del enfoque cogni- t~vo dentro del simbolismo que aqui se pretende caracte- r~z~x:. De todas m~neras, en situaciones limitrofes, es ~lflCI1corroborar Sl la convergencia en cuestion se ha ~?dnsumadohasta tal punto que pueda hablarse con cer- 1-1 umbre de u~a f~sion cabal. Mas· bien se diria que ambas estrateglaS, sm perder del todo su identidad y su ma~ca, confluye.n en un terreno tradicionalmente recla- nut 0P?r la.pSlCologiacognitiva, agregandose a nuevas aportaclO~es}e la. lingiiistica (como serla "semantica de prototIpos.; derIvada: de ~illmore) y a investigaciones en computacIOn y en mtehgencia artificial. Acaso los cstudios cognitivistas del quehacer simb6lico se inclinen mas hacia los aspectos organizacionales y formales del conocimiento, en tanto que los estudios simbolistas de la cognicien se ocupan mas de los faetores afectivos, expre- sivos e inefables. Existiria, empero, una pauta de iden- tificacion mas eficaz: el modelo definitorio de la antro- pologia cognitiva se origina en la lingiiistica estructural, mientras que el del simbolismo cognitivista procede a todas luces de la psicologia. De todos modos, serfa bi- zantino pretender trazar una divisoria absoluta; el he- cho es que, en unas pocas instancias muy localizadas, no puede discernirse si ciertos trabajos se inscriben en la tradici6n simb6lica 0 si participan en cambio de la cognitiva, a menos que se analicen las trayectorias pre- vias y los compromisos expresos de sus autores. Esto vale, por ejemplo, para las investigaciones del antrop6logo y lingiiista Sheldon Klein, algunas de las cuales han desatado ruidosas polemicas. Klein, especia- lizadoen simulacion computadorizada y en inteligencia artificial, ha concebido un modelo etnografico de reglas de comportamiento que estarfan codificadas como "ope- radores analogicos" y que se referirfan a "descripciones de estado cognitivo". Su modelo se denomina Operador Aposicional de Transformaci6n (ATO), y se inspira tan- to en los estudios sobre particion cerebral hemisferica como en el principio de que la division de tareas entre los modos de razonamiento aposicional-ana16gico y pro- posicional-binario esta determinada por la cultura. "Si afirmamos -dice Klein- que las reglas de comporta- miento estan codificadas primariamente en una notacion equivalente a la de la logica proposicional, nos encontra- mos con el hecho desagradable de que e1tiempo de pro- cesamiento computacional se incrementarfa en forma ex- ponencial de acuerdo con la dimension de la base de datos" (1983:151). En consecuencia con esta premisa, que traducida de lenguaje de maquina a idioma humano viene a decir mas 0menos que el tiempo de resolucion mental de las alternativas planteadas por la vida sim- h(I!i(!U5!l'eeerfa exponen~ialmente segun la complejidad ,v (I( numero de las vanables intervinientes Klein con- e1u,YCque las situaciones que presenta la re~Iidad cultu- ral, han de resolverse .de~c.uerdo con una logica de tipo ATO.. Lo~artefactos sImbolIcos dela cultura sirven como rCpo~ItorlOs de esos ATOs Y posihilitan, en ultima ins- ~~lncla, la. resolucion de las alternativas de la conducta. [:~s analIzar los hexagramas del I Ching los sistemas a!rlCanos de.adivinacion, la iconograffa b~ddhista y la Pllltura navaJo en arena como mecanismos ATO fuerte- mente, formalizados y estilizados, Klein hace referencia al. estlmulo q?~ en su prop,ia obra significo el pensa- ~Iento de LevI-Strauss, qUIen, en sus contribuciones, ~Iustra claramente el funcionamiento de la logicaaposi- clOnal" (1983: 169) . . Si bien el trabajo de Klein es centralmente arquetf- PICOdel ~?-foque,que estamos ejemplificando, y en el que tamblen podrIamos haber incluido las investigacio- nes de R. A. Rubinstein (1981), de TenHouten y Kaplan (1973) 0 de. ~aredes y Hepburn (1976), en ciertos ca- sos, Ias ambIguedades de los autores y las inexactitudes d.esus comentaristas hacen que la caracterizacion sinte- tIca de numerosos estudios simbolicos resulte conside- r~blemente incierta. Tal seria el caso del manifiesto teo- rICOque Dan Sperber hizo conocer simultaneamente como Le Symbolis'"!e en generaly como Rethinking Symbolism (1974). Es llldudable que una parte de esta indagacion ll?-uestra.reson.ancias cognitivistas; de hecho, Sperber de- f~n~el .sImbolIsI?-0como "un sistema cognitivo no semio- 10glCO,mdependlente dela verbalizacion pero dependiente de la cO;1Ceptualizacion". Hay que notal', no obstante que e.1dlScurso "cognitivo" de Sperber es en esta obr~ asa~, I~formal, y que su sugerencia de una "conceptuali- ~aclOn. no. verbal, aunque alcanza a entenderse ensu llltenclOnalIdad, no es del todo satisfactoria en terminos de precision discursiva. Es tambien excesivo identificar como 10hace su exegeta Marfa Jesus Buxo Rey (pp. 7~ 16), la postura sperberiana con la antropologfa cogniti- va; historicamente y POl' derecho de J?recedencia, esta escuela es la misma que se ha caractenzado como etn~- ciencia 0 etnosemantica, y es absurdo pretender redefI ... nida para hacer caber a Sperber en ella. Hay qu~.con- cluir entonces. Quesi bien en el importante mamfIesto. de Sperber existe una dimension cognitiva latente!. el grueso de su alocucion cae de lleno ~nel enfoque .pOSICIO- nal, estructuraIista, al que desde Slempre ::"dscrI~emal de su grado y bajo cuyo auspicio se 10analIza mas ade- lante. Recien cinco alios despues, en 1979, Sperber se.d.es- liza hacia una tendencia digna de ser llamada cogmtIva sin ambages. A este respecto, despIiega un modelo ~e procesamiento de informacion, derivado de la analogIa. a la moda entre el cerebro y el computador, en el ,~ue distingue tres dispositivos: uno "perceptual", otro ra- cional", y un tercero, "simb6Iico". Supone que el output del dispositivo perceptual es habitualmente proce~ad<: ~o- mo rutina POI'el aparato racional; el oper::"dor sImbolIco solo actua cuando la racionaIidad es desaflada 0cuando sufre una sobrecarga que 10excede. Desu nuevo mode!o, Sperber deduce que la simbolizaci6n pre~upon~ la racIO- nalidad, con 10cual pone de cabeza la hII?otesIs del pen- samiento "preI6gico", recientemente resucltada por: Hall- pike y POl' los teoricos i:iJ.glese~de las deno~mad::"s "16gicas alternativas". (Cf. Hallplke, 1976, 1979, DavId Cooper, 1975; Merrilee Salmon, 1978). .. En otra tesitura uno de los estudios que meJor sm- tetizan la verdadera 'estrategia cognitiva dentro del sim- bolismo es el de Emiko Ohnuki-Tierney (1981), para quien el proceso de simbolizacion abarca y c~ndensa fac- tores reivindicados tanto pOI' esta antropologIa como POI' la de los etnocientificos. Si hemos de ser riguros~s, e.sta claro que Ohnuki-Tierney otorga a la antropolo?,Ia SIm- bolica un estatuto disciplinario en alguna medlda "su- perior", POI'cuanto Ie conffa integ~ar los codigo~m~~- tales 0conceptos construidos a parbr de la orgamzacIOn clasificatoria de los lexemas en una superestructura re- gid~POl'c6digos anal6gicos donde se "idealizan" 0"sim- bohzan" aqu.elIas unidades en terminos de imagenes cUI~urales. Slendo el simbolo una estilizaci6n de una sin- t~SIS,c?nceptual, lingiHstica en el fondo, la antropologia ,'Slmbohcatal como Ia concibe Ohnuki-Tierney recoge el prod~cto de la antropologia cognitiva como insumo pri- mordIal par~ la teorizaci6n: nos preguntamos hasta que p.untono esta pr,o:y;ctal}-d.oen la realidad etnografica con- slderada, l~dIVISIOntacIta del trabajo imperante en la antropologla. Tambien tiene su costado cognitivo el estudio de Brenda Beck (1978) sobre la metafora como mediador -entre los modos ,depensamiento semantico y anal6gico, que se comenta brevemente en nuestra caracterizaci6n del enfoqu~ret6rico. Ahora bien, si se ponen en linea las concluslOnes de Beck, de Sperber, de Paredes y Hep- burn, de TenRouten y Kaplan, de Klein y de otros mu- ,cho~autores ya.se~alad?s como representativos, se puede 'o?s~rvar. una comcldencIa generalizada quetrasciende las dIfere~cIas de vocabulario y los matices ideol6gicos en el sentIdo. de una relaci6n opositiva, unificada y con;tan- te, s~stemda p~r todos elIos, entre 10proposicional y 10 afe~tlVo, 10dIgItal y 10anal6gico, 10cognitivo y 10sim- ?6.h~0, 10l!~giiisticoy 10no verbal. Esta unanimidad mICIal certlllca la ventaja de haber definido separada- mente un enfoqu~en el que esa relaci6n, en tanto pro- blema antropolo?,lCo, es susceptible de analizarse en sus elem~ntos constItuyentes, en sus variedades culturales adu:cIda~:( en.~us procesos geneticos. En otras palahras, la Ide~tIflCaclOn. d~. campos paradigmaticos delimitados garantIz~ la pO,slhl!ldadde convertir cada contribuci6n a los mlsm.os termmos, para asi arribar a una sintesis r~presentatIva del estad~de opinion del respectivo para- <hgma. En esta oportumdad, un primer resultado atafie al estado y contenido de la dicotomia, argumentada POI' todos los antrop?logos aqui considerados, entre dos £01'- mas d~. pensamlento contradictoriamente definidos: el proposlClOnal y el simb6lico. Aunque no haya sido ese nuestro objetivo originario, 10cierto es que la cuesti6n se presta magnificamente a una puntualizaci6n critiea quepudiera ser ~scl~;ecedora. Anotemos incidentalmente, que la caractenzaclOn de es- tas forma's antag6nicas de pensar nace, en antropol?gia, ,con las digresiones levistraussianas de El pensamwnto salvaje (1962). Lo mas curioso, y 10que mejor ilus:r~ la naturaleza artificiosa deesa dicotomia, es queen LeVI- Strauss cada uno de los tipos de pensamiento aparece ,calificado exactamente al reyeS de 10que es comun en el moderno simbolismo: alli, el binarismo seria la forma mas elemental de distinci6n, caracteristiea de un pensa- miento no prel6gico pero si "salvaje", 0POl' 10menos etnografico. Can el auge de las computadoras, y con la popularizaci6n de una nueva dicotomia entre maquinas "digitales" y "anaI6gicas" (que se ensefia invariablemente el primer dia de clases en los cursos introductorios), el binarismo cambia de duefio: de repente, es la 16gicapro- posicional, e incluso hasta el simple lenguaje "seman- tiea" cotidiano, 10que se presenta con una: contextura binaria, en tanto que el simbolismo se conclbe como de talante aproximativo, y POI'10tanto "ana16gico". EI equivoco arranca sin duda de ciertas consid~ra- ciones simplistas deBateson (capaz de hacer referencIa: a maquinas "gestalticas" inexistentes), y se debe obvla- mente a la cualidad distintiva aparente de las respec- tivas formas de pensar: nitida, tajante y definida (y POI' ello "binaria") en el caso del lenguaje, 1016gicoy 10conciente; ambigua, vaporosa e incierta (y pOI' ello "anaI6gica") en el de la simbolizaci6n, 10expresivo y 10 subliminal. Rasta Anthony Wilden, un cuestionador nato y habitual mente un critico extraordinari?, se ~ej6 sedu- cir POl'esta dialectica: "POI' 'digital' -dlCe WIlden- se puede entender: lenguaje, 'objetividad', razon, mente, blanco 'civilizado', var6n, segun los casos. De manera , . semejante, pOI' 'ana16gico' podemos entender: comum- caci6n no verbal, 'subjetividad', emoci6n, cuerpo, gente decolor, 'primitivo', mujer" (1979:61). Iiltl't'untumos que la oposi ., d till tt'i/olteproblema de codificlO~, : marras se. reduce a decide como defini I . caClOn. es. el analIsta quien 1''izar' un fenomeno ~a~~ ~es ytlas v~rIables para bina- teorema. Pues nin un ' ea es efenomeno un rito oun tivamente binario, :si c~~~t~xto es na~ural ni constitu- llil ~~et~~op~::r:c~:~~b~o~r~~~~F~li~}~~i::~i~~ci~~~ una proposici6n del len . ' ,a ~aWlCK0a WIlden, una cualidad como "tibi~~a~eusemantIco como ."llovizna", a un color cualquiera del n concepto que ldentifique binarios inmediatos inter es:.e~~ro, ca:: ece de opositores validos; y hasta la' mas "~~~l~l:,a"e mt.ercu.l~uralmente creaciones humanas la ,. oglCa "1. slmbolIca de las ble, como 10corrob~ra 1~~~lC.a,t es /ac~lmente binariza- digital 0su sintesis median CIen e .ecmca de grabaci6n En suma 10b' . 1 te oscIladores electr6nico's , marlo y 0anal' . . d~das espontaneamente en el Ogl~Ono ~oncara~teristicas bltrariamente atribuidas en IObJ~~?,.smo cualIdades ar- buena parte del discurso sim~~~a ISlsb10cual convierte en una formidable falacia de t<:l~f~so.,re ~st.eparticular . . IPl IcaClOn10glCa. EI enfoque cogmtIvo incl I gunas manifestaciones colat ur e , a margen de ello, al- res. Una deestas es la ra era es, aunque de cierto inte- schemata, pattern-schem m! queseocupa.delos llamados. cialidad antropol6gica n~ rames 0scnpts, una espe~ em:pefiosos, el anaIisis de~~;n.jl;le~?Ordda, ~o~metodos temdos fenomenicos con ~lC~clOn. e dlstmtos con- dinamicos, en la tra~smis:6s~e~lf; enfasl s en lo~procesos nes sociales. La orientaci6n u }-Ira?~nla~mteraccio- psicologista, se desarro1l6 a as! defmld~, mi~ialmente de Colby (1966 1981) d l-artIr de las mvestIgaciones su precursor a' Frederic ~ Ice(1980), y re.conocecomo cuentos aborigenes nortea artl.ett (1932), qUlen utilizaba, bre memorizaci6n y retentl?erIcanos e~indagaciones so~ a la antropologia Bartlett lva' f Drolvlendo la iniciativa los trabajos de W H R R c . on esa a a. su vez basarse en de siglo, sobre ca;I1bi~d~ l~ers, publIcados a principios pa rones y convencionalizaci6n 28 artlstica entre los aborigenes del Estrecho de Torres. En psicologia, la tendencia liderada por Bartlett constituy6, bueno es recordarlo, un frente de oposici6n al asociacio- nismo conductista de Ebbinghaus: 10que Bartlett bus~ caba elucidar era de que forma se organiza el conoci- miento en la mente de las personas y no tanto registrar pasivamente cuanto es 10que se recuerda de una larga Usta de silabas sin sentido. En vezde utilizar estas listas, Bartlett echOmana de historias, leyendas y mitos de otras culturas, que de- bian ser contadas de memoria, a 10largo de una cadena de sujetos experimentales. Cuando la historia llegaba H la ultima persona de la cadena, podia comprobarse que habia cambiado totalmente: casi siempre los nom- bres, los top6nimos y otros detalles especificos desapa- redan por completo, asi como tambien se esfumaban las referencias a espiritus y fantasmas; pera 10mas nota- ble' es que se Ie afiadian a la historia nuevos sucesos que procuraban "darle sentido". De esto dedujo Bart- lett que las personas no graban pasivamente la infor- maci6n verbal, ni la olvidan tampoco aleatoriamente, si- no que realizan siempre un esfuerzo por encontrarle un sentido, por conferirle significaci6n, por adaptarla (se diria ahora) a sus "esquemas" 0a sus "marcos" habi- tuales. La sagaz intuici6n de Bartlett, que refut6 la pre- tensi6n asociacionista de que las representaciones men- tales reflejaban directamente al mundo, sento las bases de una densa teorizaci6n -que todavia esta en sus eta- pas fundacionales- en torno de esos elusivos "esque- mas", a los que se concibe como abstracciones concep- tliales que median entre los estimulos y las respuestas, yque sirven debase a los distintos procesamientos de in- formaci6n: percepci6n, comprensi6n, categorizaci6n, pla- neamiento, resoluci6nde problemas, interpretacion de historias, toma de decisiones. Los esquemas se han definido como "redes de no- dos y relaciones", 0como una "red de interrelaciones que tit) oHtima (culturalmente) normal entre los constituyen- LCHdo un concepto en un contexto dado", 0 como "una oHtr,!ctura de datos que representan una situacion este- rcotIpada, tipica 0arquetfpica" (cf. Casson, 1983). Nor- ~almente se asume que los esquemas, que ocurren a d~verso~.niveles de tipificacion y de inclusion, poseen un mvel fIJO, que representa aspectos invariantes de los c?n~eptos, y niveles variables 0slots, que se asocian con dIstmtos elementos empfricos en instanciaciones parti- culares del esquema. EI esquema suhyacente al kula de las Tr.~hriand, pOl' .ejemplo, poseeria una serie de varia- hies fiJas, en termmos de categorfas, si se quiere como las de "dador", "re.ceptor" 0"intercamhio", entre las que se estahlecen relaClOnesprecisas: un evento es caracteri- zado como ku.za cuando las personas, ohjetos y sucesos en.u~ determmado contexto se pueden asociar 0enlazar (b~na) a .Ias varia?~es apropiadas del esquema. Com- plementarIa alan.0clOndeesquema es la idea deframing, que hace referencIa a la relacion dinamica que se suscita entre la.s estructuras del lenguaje, como ser los lexemas o las diversas catego:ias. gra~aticales, y los esquemas sUbyac~ntes; el ~ram~ng Imphca que las categorias del l~nguaJe reorga.n.Izan d~cierto modo los esquemas, foca- hz~ndo la atenclOn en cIertas variables mas que en otras: aSI, en el kula, "dar" focalizaria el acto del intercambio desde. el punto de vista del dador circunstancial, y asi suceSIvamente. Existe otra acepcion afin del concepto de frame, y es la quearranca deBateson (19q5), IIegando hasta Goff- J?an (1974). ~n esta tesitura, un frame seria un con- Junto d.~medlOS por los, cuales la gente organiza su concepCIOnde 10que esta ocurriendo en un momento dado. 90ngruente c?n este tipo de giros y de novedades categonales, ha vemdo a acoplarse al discurso sobre lOB esquemas y los marcos, una semtmtica "de prototipos" (cf: C~leman y Kay, 1981) que pretende trascender las hmitaclOnes de la antigua semantica estructural. En- tiendase aqui como "semantica" la relaci6n de significa- ci6n que media entre las variables de un esq~ema Y 108 distintos elementos de un entorno, que vendnan a fun· donar como sus referentes empiricos. Pues bien, para esta semantica prototfpica, esta relacion se interpreta como aproximativa, focal, oscilante, nehulosa (ftizzy), )< no determinista. En consecuencia, a veces alcanza y Hobra con un vago parecido funcional 0con un cierto aire de familia para que, en una instanciacion de un esquema dado, un elemento del entorno califique como variable pertinente: en el esquema subyacente a una "transaccion comercial", verbigracia, los elementos em- piricos que satisfacen la variahle "dinero" pueden s.e r tanto hilletes de banco como monedas, metales preclO- sos, cheques, pagares, tarjetas de credito, y asi POl' el cstHo. Charles Fillmore, el lingtiista que ha dado ma~or impulso a la semimtica de prototipos, la ha concebido como una teoria del significado que se opone alas teo.,. rias componenciales de "listas de ra~gos", que po~tulan una representacion "digital" del sentIdo, Y que aflrm~n que este resulta de una conjuncion auditiva de propIe- dades discretas, llamadas "componentes semanticos" 0 "atributos criteriales" (cf. Lyons, 1980: 299-315). Este criterio atomista es el que impero, por de pronto, en casi todo el analisis de componentes propiciado por la antropologia cognitiva chlsica, desde Goodenoughhasta Werner. Los usos dela nocion de esquema en antropologia son extremadamente variados, y poco a poco puede que vayan configurando una especie de "antropologfa: del ~o- nocimiento" una cognitive science de marcada mterdIs'- ciplinariedad, excentrica por su amplitu?- tematica res- peto de la antropologfa simb6Iica convencl?nal, Y opuesta por. sus principios teoricos a 10que ha. sI,dola antropo.,. Jogia cognitiva. Hoy se hahla cada vez mas de schemata para dar cuenta delas estructuras formales que suh~acen alas clasificaciones etnograficas, alas partonomIaI:!Q '"analisis de constituyentes", a los "mapas cognitivos" que rig-en la organizaci6n del espacio y la orientaci6n geografica, alas "metaforas estructurales" que se utili- zan para la comprensi6n de objetos y sucesos complejos '0,extrafios, y a la construcci6n de distintas modalidades del discurso narrativo (ef. Brown, 1976; McClure, 1976; 'Gladwin, 1970; Basso, 1967; Casson, 1981; Sherzer, 1977; Harwood, 1976). Es recien sobre la base de un esclarecimiento mini- mo de la noci6n de esquema que puede comprenderse la critica queChristina Toren realiza al modelo de Sper- ber (1979), inspirado este en el paradigma del procesa- miento de la informacion que es corriente desde hace veinte afios en psicologia cognitiva. Afirma Sperber, y con razon, que los antropologos interesados en el sim- bolismo han mostrado una vigorosa tendencia a adoptar, mas 0menos explicitamente, marcos te6riCos influencia- dos por el asociacionismo clasico (cf. Uvi-Strauss, 1964: '98-99; Leach, 1985:23-38). Dichos antrop610gos sostienen que las ideas se asocian entre si de acuerdo con princi- pios de "similitud" 0de "contigiiidad", que las ideas aso- dadas tienden luego a evocarse mutuamente y que una idea rica en asociaciones es susceptible a la vez de evo- car y ser evocada. Ahora bien, el asociacionismo clasico ha sido ampIiamente desacreditado en psicologia por las 'estrategias experimentales que se relacionan con el nue- vo cognitivismo. Lo lamentable es que la psicologia cog- nitivista ha refutado formalmente al asociacionismo sin proporcionar una teoria alternativa, por 10que en otras dencias sociales se sigue recurriendo a criterios asocia- donistas con mayor 0menor desembozo (1979:26). Acicateado por esta impasse, Sperber busca enla psi- cologia contemporanea el modelo apropiado que de cuen- ta de la especificidad del pensamiento simb6lico, consi- derando alternativamente tres esquemas mas 0 menos plausibles, pero que se excluyen entre S1. (Ver cuadro pag. 33). S ber llama "dispositivo" al conjunto de operacio- es g:~ntervienen en un mismo tipo de proceso 0tra- rami~nto. El "dispositivo perceptual" sera el que acepte Dispositivo Perceptual Djspositivo Perceptual Dispos(tivo Racional c o m o insumo (tnrput) la informaci6n ,proporcionada ~or 108 estimulos externos y el que produzca como salIda 33 (III/.III/ll) U/llLide/lLiJi~aci6n de esos estimulos en forma do pl'()p0l1i(~iorWHelementales. El "dispositivo simbolico" .'I(!I'IL(d qlW acepte como insumo esas proposiciones, . sea quo J)I'ovengan del dispositivo perceptual 0 que se origi- nen en otras fuentes, produciendo como salida proposi- cionoH evocadas por el insumo y recuperadas 0 construi- daHa partir de la memoria a largo plazo. Y el "dispositivo racional" sera el que acepte como insumo esas proposi- dones, produciendo como salida conclusiones logicas de- rivadas de e11as. Es posible, reconoce Sperber, que ninguno de los tres esquemas presentados sea operativo, y que en la realidad se presenten circuitos enrevesados de retroalimentaci6n y multiples vias subsidiarias de procesamiento ciclico. Pero aunque estos factores de complejidad adicional se introduzcan en el modelo, los problemas siguen siendo los mismos: En esta interaccion, l que tipo de tratamien- to es el que abre el ciclo? l CuM es el dispositivo que recibe directamente el output del dispositivo perceptual? l Es el simb61ico? l Es el racional? l Acaso son los dos al mismo tiempo? Escogiendo sus ejemplos con sefialable perspicacia, Sperber logrademostrar que "en ciertos casos, el trata- miento racional no presupone ningun tratamiento sim- bolico previo, y que en todos los casos el procesamiento simb6lico presupone ya un minimo de tratamiento racio- nal; siendo asi, cabe optar por una version ciclica del tercer modelo", no obstante ser este, en apariencia, eI mas paradojal (1979 :22). El porque de esta opcion se expresa como sigue: "Cuando el dispositivo racional se ve sobrecargado, se desencadena un procesamiento simb6lico que consiste en buscar, a partir de la informacion disponible en la me- moria a largo plazo, las premisas suplementarias que, de estar disponibles, permitiran un tratamiento racionaI completo del insumo inicial" (1979 :38). La sobrecarga (overloading) del dispositivo racional 0, en otras pala- bras, el desafio de la racionalidad por parte de un evento dIldo, (!I-I 10que activa 0"dispara" al dispositivo ~i:nb6- Ill'O, .y 10 que permite, en otro lugar (1974), defmlr 10 ,dlllh6lico mismo. . ('hristina Toren comienza su crftica puntuahz~ndo '1110 (:n p~imer termino, hay un vaclo todavia x:ocublerto 1'/1(,;'0 cl sistema de representaciones constru~do por, el 1111LI'op6Iogo para elucidar el "significado" de cler10s Sl:n- ""lm~,y 10que se supone que sucede en Ia me~te e qme- 1I('f\ hacen uso cotidiano de e11os; y que, en ~~gundo Iura:, 1'/1 fundamental no imputar la representaclOn forma e 1111 heeho simb6lico a la coneiencia individual de.la gen~e qllo Heencuentra bajo estudio (1983:~60); .La dlferen~la (-11(,1'0 ambos niveles de analisis, el pSlCologlCo y el SOClO- 16~ieo si bien debe reconocerse y tenerse en cuent~ como PI'ohl~matica, no necesariamente tiene que par~hzar la IIIvl'Htigacion una vez que se 11egaa este punto. es pre- ('iHo,'ctice Toren, encontrar una "interface" entre amb?s. Toren disiente con Sperber re~peeto ?e que la racl~- Imlidad sea "previa" alas demas mstancIas, en el s.en\_- do que configure una etapa ini~ial. ~n un .vro~esamlen, 0 do informacion que produzca ~lgmflcados: aflrma, mas hlen que la racionalidad es Slempre p~evla, pero en. ~l rwntido en que la aprehensi6n de sigmflCad,o e~, cogmtI- vnmente hablando, un proceso racional en Sl mlsmo, cua- 1C1I-Hluiera sean sus productos. ., El asociacionismo cultural es, desde ya, msos~~m~le. J'~Hesencial reconocer el pa~el de la representaclOn m- teJectual del contexto (es declr, el modo en que el e~tor no es intelectualmente elaborado) en el procesamlen 0 (·.og-nitivode los insumos simbolicos, to.d~yez que el con- texto no es simplemente un facto:: perIfenco en la selec- ('16n final de una respuesta cogmtIva adecuada. El mo- dolo escogido por Sperber, desdichada~e~te, no es el 6ptimo: Sperber en realidad 10ha. modlflcado, conf1!~- (Hendo el "proceso primario" de Nelsser con la eSP~clf:- cldad de la comprension simb6lica. ~l ~odelo de NelsseI, (10todos modos, se limita ~la desc:r:lpclOn de los proce~~~ necesarios para el pensamIento raclOnal, y no es de n ~lJ IlHIllltnoru l1decuadopara dar cuenta de 10que los an- tr'()ll(jlogo~Haman "pensamiento simb6lico" (1983 :264). Hecien el modele transformado que Nelsser presenta <m1976 (y que Sperber conoce pero no aprovecha) sera capaz de resolver la contradicci6n principal de la hip6- tesis de Sperber: el hecho de que el dispositivo racional, que POl' definicion actua secuencialmente, se yea bom- bardeado sin tregua POl' perceptos no procesados, virge- nes. En el ultimo modelo de Neisser el ser humane se concibe desde el principio como el "director" activo de sus propias percepciones. De este modo, las intenciones, los deseos, los motivos, gobiernan todo aquello que ha de ser percibido, dado que los schemata (definidos aqui co- mo "anticipaciones" de los sentidos) guian la exploraci6n del entorno y determinan la informacion a ser conside- rada pertinente. Estos schemata se modifican continua- mente par interacci6n con las informaciones selecciona- das del ambiente cultural. Neisser utiliza la categoria de esquema para construir un modelo del conocimiento que permite un procesamiento rapido y una aprehension in- mediata de la informacion, sin tener que postular etapas sucesivas de actividad. En esta teoria, los schemata han llegado a constituirse en base a conocimientos y expe- riencias; los queguiarian los procesos que Sperber llama "evocacion simbolica" estan a su vez enclavados en com- plejas jerarquias de schemata, culturalmente validadas que tienen que vel' con los mas diversos aspectos de l~ vida. . . En el limite en el que el interes POl'los procesos cog- mtIvos se transforma en interrogacion de los contenidos referidos en los textos, 0cuando la cultura se comienza a interp;retar como texto 0como drama, el enfoque de referencla es reemplazado prestamente pOl' otro paradig- ma. Con la salvedad de la bibliografia indicada en el cuadr.o que encabeza c;s~acaracterizaci6n, la mayor parte del dlscurso antropologlcO que conceptua a los simbolos com? emergentes de procesos mentales especificos y que se Slrve de un modelo cognitivo, utiliza a este s610como referente superestructural de un orden que incluye a toda la sociedad 0al entorno ecologico en terminos de !nfraestructura. Cuando este es el caso, el enfoque cog- nitivo deja de ser autosuficiente y se transforma en puuta complementaria de un analisis contextual que 10 eontempla como uno de sus momentos. EI hecho de que hayamos definido un simbolismo "psicoI6gico" independientemente de un simbolismo "in- t.orpretativo" debe hacer concluir que, en la actualidad, 111 la interpretaci6n prevalente en antropologia es psico- 16gica ni la psicologia auspiciada porIa disciplina es Interpretativa. Luego del colapso del psicoanalisis como horramienta antropol6gica (en buena medida como con- I'wcuenciadelos excesos de R6heim), y tras el fracaso del 1Jastiche complementarista y de otras soluciones de emer- Ja'oncia,las tecnicas interpretativas ahora aceptadas pro- vlcnen en su inspiraci6n mas bien de la fenomenologia, y en 10metodol6gico mas bien de la semantica. Como resultado, la antropologia ya no vislumbra cada institu- eMn como valla interpuesta al incesto, ni considera· la cultura espiritual como sublimaci6n de pulsiones, ni in- tuye detras de cada simbolo una floraci6n de genitales. Independientemente de que se ponga 0no en tela de juicio la acuidad de la teoria psicoanalitica como pro- puesta cientifica, 10que ha importado mas en este ale- jamiento ha sido la imposibilidad 16gicadeuna aplicaci6n intercultural del analisis, perfectamente demostrada pOl' Levine (1977 :281-295). EI agotamiento del freudismo como paradigma antropologizable ya habia sido percibi- do pOl' Pertti Pelto mas 0menos en la epoca en que Ia antropologia simb6lica comenzaba a constituirse (Pelto, 1967:140) ; POl' otra parte, la impenetrabilidad de Jac- quos Lacan garantiz6 que este nunca pudiera convertirse m A. e que en un referente circunstancial, intercambiable, ,uBceptible s610deextrapolaci6n fragmentaria y deadop- o l6n en terminos de moda contingente, como sin dudalo II todo el post-modernismo en que se inscribe. Resta vel', entonces, cuales son los modelos psico16- Idl'OH <Juo, on la aetualidad, inciden con mas fuerza en 1I110HLI'U di:-;eiplina. Sin animo de exhaustividad y a ti- tulo pUl'amente ilustrativo, podriamos establecer, en prin- dpio: a) Una psicologia generica y eclectica, presente en los desarrollos recientes de la escuela de Cultura y Per- sonalidad (desde 1961, "Antropologia Psicol6gica" a se- cas), adaptados al comparativismo POI' Whiting y Child y reelaborados POI' Harry Triandis, Francis Hsu, Dou- glass Price-Williams, Yehudi Cohen, Ihsan AI-Issa, Ho- racio Fabrega y toda una pleyade de estudiosos. b) Como especializaci6n de esta, una psicologia en- tre "pragmatica" y "proxemica" de la socializacion y el aprendizaje, en las mil variantes de Elizabeth Bates, Thomas Williams, Robert Forston, John Hostetler, Glen McBride, Shawn Scherer, Walburga yon Raffler-Engle, Victor Yngve, etc. c) Una corriente de oposicion frente a estas postu- ras, inspirada directamente 0 indirectamente en la feno- menologia y sustentada POI' psicologos sociales que apo- yan las premisas del interaccionismo simb6lico: Howard Becker, Orville Brim (el exegeta de G. H. Mead), Stan- ton Wheeler, Leonard Cottrell, Tamotsu Shibutani, Ralph Turner, Frank Youngy, si se quiere, Ervin Goffman. d) Las secuelas del complementarismo de Devereux, cOllvertido en etnopsiquiatria (patologica) POI' Laplan- tine, al lado de un endeble psicoanalisis antropol6gico, experimentado hasta hace poco POI'Parin, Mongenthaler, Boyer, Beidelman, Ortigues ("EI Edipo africano"), An- ne Parsons, Melford Spiro y Weston LaBarre. e) EI conductismo de Skinner, publicitado como psi- cologia operante POI'J. A. Jones y praeticado de manera ortodoxa POI'Albert Bandura. f) Lapsicologia evolutiva dePiaget, aplicada al tema dela cognici6n POI' Heinz Werner y Bernard Kaplan y al problema de la "mentalidad primitiva" POI' DelVal, Dennis y Hallpike (una especie de Levy-Bruhl mas for- malista y puesto al dia). g) La psicologia interaccional 0 situacion~~, con.c~- bldn tambien como una "ecologia de la conducta , COdIfI~ ('Iullt POI'Richard Shweder, Walter Mischel, Alan Howard, y reformulada independientemente POl' Jerome Barkow ;'on un cariz evolucionista. h) La psiquiatrfa debase cibernetica, formulada POl' l:regory Bateson y Jiirgen Ruesch, y ret?mada POI'Watz- Inwick, Beavin y Jackson sin que med~ara ~~a ~:nov~- don concomitante de su aparato de eJemphflCaclOn N" II(lg-rMica. i) La psicologia cognitiva de b~se inform~cional, en IIIH variantes de Miller-Galanter-Pl'lbram, NeIsser, Bo- brow, Kintsch, Rumelhart 0 Minsky, abrazadas porIa untropologia simb6lica de Klein, Sp~r?er (1979), Toren, Ohnuki-Tierney, asi como POl'los teorlcos del schema. Aqui y alla palpita todavia el poder~so fantasma .de In libido freudiana, reivindicado en OCaSI?neSPOl' SpIro oagazapado tras las categorfas estructurahstas deKuper; pcro ya estamos, reconocidamente, fuera del enfoque que nos ocupa. Jlrwacligma te6rico: Ret6rica arnalitica, Teoria del arte. . . olJje t.o : EI simbolo como tropo ex:presivo. ~.eta~~ra. ':! metonl!d:~~ EI contexto simb6lico como texto. La aCClOnsImbohca como mL d lJJst'IIClios representativos: James Fernandez (1972 B ,19,74): B~e~bya Beck (1977, 1978), Robert Beaugrande y enJamm 0 (1979) Keith Basso (1976), Alndrew OrtonlY (1979), Amos Tversky (1977), Dorothy Lee (1950), Renat~ Rosaldo (196~), Michelle iZimbalist Rosaldo (1.972>",~eter Selt~l (1(i~~i)191j~ Flo d Lounsbury (1959), Elh Kongas Mar~!ll a . . , . Me:lten y Gary Schwartz (1968, 1982), DavId Sa.pIr y ChrIS- to her Crocker (1977), Victor Turner (1957, 1974), Kenn~th B~rke (1945, 1950, 1966, 1970), Dam Sperber (1975), Ahce Kehoe (1973), Lee Drummond (1977). · . lflsteenfoq~e se ocupa no solo de los aspectos meta- l?rICO~y met0J:.l~micosdel simbolo como desglose catego- rI,C?,Sl:n O tamblen deto~as aquellas manifestaciones sim- boh~as en,que te~ga prImacia el factor expresivo en su sentI do mas ampho, como ser las escenas literarias las dram~tizaciones,. el complejo ritual. Dado que una ~eta- fora mvolucra slempre un denotatum, no es inusual que el enfoque retorico constituya solo una parte de una em- ~resa cont~xtual mas amplia, en la que el simbolo se mterpretarIa como una proyeccion metaforica de una cir- cunstancia social 0 de un predicado empirico, observacio- nal, ~cerca del entorno 0sobre el universo. Todos los estudlOs aqui resefiados como representativos, sin embar- go, se caracterizan por situar la dimension de 10retorico en.el centro del discurso; el referente autentico se desdi- bUJ~, 0pasa a un segundo plano, desplazado por un in- teres que se concentra en la naturaleza retorica de su relacio~ (":m el simbolo. Importa entonces mas la indole expresIVa de la relacion que la geometria de la relacion ~lSma y que aquello que resulta relacionado. Cuando el v.mculoentre los fenomenos, cualesquiera sean, es reduc- tIble a. ~n trop? 0 es susceptible de interpretarse como la expreSlOnestetIca de un termino por el otro setiene vir- tualmente definido el objeto de este enfoqu~. l?ic~o de otra manera, la estrategia retorica puede constItU1r~e.como un fin en si misma, 0puede integrarse como anahtIca parcial de bajo nivel a una analitica tota- lizado~a dealto nivel cuyo objeto puede llegar a ser tanto !a socledad como el cosmos. EI estimulo esencial de su Idea rectora pareciera haber sido la compleja y variada obra de Kenneth Burke, quien contemplaba la accion hu- mana c,?~o una accion reciproca deescenas, actos, agentes y proposItos, destacando el poder del lenguaje figurativo. Presente a 10largo de todos sus escritos se encuentra la nocion de que toda perspectiva, todo suceso necesita de una metafora que la organice. ' En consecuencia con estos principios James Fernan- dez ha intentado formular una densa an-t~opo-Iogia, en la quelos procesos asociativos ~el co~portamient~ simh6lico pueden comprenderse con mas clarIdad a traves del exa- men de las metaforas subyacentes, asi como de los tema;s con respecto alos cuales ellas son primordialmente predl- cados, bajo el aspecto de signos-imagenes (cf. Fernan- dez,1974:120). , En la peculiar interpretacion de Fernandez, I~meta- fora es estudiada primero como "movimiento afectIvo" de, lapersona atraves deun espacio cualificado .. A su turno, el espacio cualificado de cada cultura s~defme como u!1 continuum de "n" dimensione~, sus~eptIble de.ser ,~D;ah,: zado mediante diversos abordaJes teOrICos: lo~slete eJes deJones (1951), las tres dimensiones semantlcas propu~s- tas por Osgood, Tanenbaum y Suci (1957), 0c~ah!U1er otro igualmente adecuado. Por obra de ese rr;oylmiento afectivo, lapersona 0iniciado es puesta metafoncame~te en relacion con distintos domini os relevantes, que varIan segun la cultura que se trate. En una segunda e~apa, la metafora actua como una guia para la conducta rItual; a estos fines Fernandez propone una redefinici6n del.ritual como una' serie de metaforas 0 imagenes orgamzantes~ puestas en operacion como conjunto organico de escenas ceremoniales. Ulteriormente, la mebifora se comporta como un mecanismo que insufla a la persona valore~ y experiencias compartidas por la cultura, transf?r~:m- dose en un instrumento mediador que conecta I~mlcla!- mente inconexo y extiende 10corporeo a 10SOCIalY Vl- ceversa. En este esquema, la metafora, operad.or proteico, en continua metamorfosis pero siempre. ~ctIvo, ?~mu~stra su poder y su capacidad para t;U0dlflca:r:pnY,I1eglada- mente los sentimientos y el sentIdo de s~tuac,~onde I:" persona en la cultura. Fernandez denomma . pronoml- nalismo" a su perspectiva, por cuanto su obJeto es la accion de la figura sobre la persona 0"pronombre", y la propone como contagiada de un enfasis propio de las ciencias sociales en las ultimas decadas sobre el r.ol de la cognicion y de la comunicacion en las interacclOnes,. .v I'loure el papel de los esquemas mentales 0imagenes eOlllO mediadoras de la interacci6n social. El estudio de IIts metUforas -dice- debe lIevar al analisis de la "cul- tura expresiva", donde se encuentra, representado en tropos, un numero limitado de inteneiones latentes con- cernientes alacondici6n corporal y social delas personas. La proposici6n basica de Fernandez es que, en el crecimiento de la identidad humana, el pronombre inci- piente, el nicho pronominal inicialmente vacio de la vida social ("yo", "tu", "el", "elIo") gana identidad prediean- do un signa-imagen 0metafora sobre si mismo. En ter- minos de G. H. Mead, dichos pronombres devienen obje- tos para si mismos, tomando el punto de vista de "el <otro", antes que puedan eonsiderarse propia y plena- mente sujetos. Este devenir objeto, este asumir la pers- peetiva del otro, esta predicaci6n acerca del pronombre es un proeeso que casi siempre, segun Fernandez mira hacia el mundo animal. En las sociedades arcaic~s (!), anrma, la predicaci6n primordial habitualmente incurre <entotemismo. Por alIi asoma tambien alguna referencia de Fernandez al "esoterico, hermetiea y a menudo con- iradictorio Lacan", quien piensa que el sujeto debe "cap- turar" al otro para recien entonces constituirse. La estrategia en cuestion, aunque centrada en la metafora, es atipicamente integrativa; sin embargo, la conjunci6n fundamental entre categorias semi6ticas (sig- nos, senales, simbolos, iconos) y figuras ret6ricas (tropos en general, metaforas, metonimias) no ha sido merece- dora de una exposiciol1 formal ni ha podido ser diagra- mada con transparencia. En otro orden de cosas, Fer- nandez reconoce los meritos de la empresa levistraussia- na, pero asienta su disconformidad consu punto dearran- que: el posicionaIismo de Levi-Strauss, que focaIiza mas la forma que el eontenido, el sistema que la substancia, las transformaciones e inversiones que las propiedades intrinsecas, deja de lado un conjunto de "imagenes sen- sibles" que no se resignan a ser elementos de calculo en un juego intelectual de transformaciones. La postura de Fernandez, abiertamente en procura de un liderazgo a fuerza de proc~~mas funda~t~,s como , ta del "pronominaIismo" y la an-tropo-logIa, 0 de e~esuntos logros trascendentales, .c0:n::.0. la alardeada, ~on- ~ergencia entre la antropologia 51mbohea y la cogmtlva. mereee un examen detenido, En 10que haee a la conLex- tura epistemo16giea de su paradigma, y aparte de, <tue su estilo discursivo sea de por si harto .espeso, eX ISen ciertos puntos en los que impera la ambiguedad" y que son crfticos a la hora de determinar que~s 1.0que el real- mente piensa. Esta equivocidad, por anadidura, pareee ser inoportunamente selectiva, puesto qu~ desapare~e mientras Fernandez divaga, pera se ensenorea cua~, 0 Fernandez razona' el ha preferido situarse (la expreSlOn es suya) mas osc~ramente en 10cierto que. ~lar~ente en el error. La sensaci6n que queda como reSlQUO e.una lectura de sus textos es la de una desconcertan.te dISP~- ridad entre asertos indiferentes a gru~sa~f~laclas de h- 'f' "n por un lado y finisimas dlstmclOnes catego- pI lCaclO .'t' s excen riales por el otro. Su manejo de la semlO,lca e .- trico: Fernandez entiende quelaantropologIa, es una CIen- ia "semio16gica" porque se ocupa de los simbolos, ha- ~iendo como que ignora que estos son s?lo una clase ,de los signos' a los que "semiologico" se reflere, y no advI,r- tiendo que10queredefine ;10es e~tavez la cUltura: seg1!~ es habito entre los simbohstas, smo la antropologIa mlS ma su tarea y sus incumbencias. , La menci6n de Lacan y de Mead como puntales, de algunas ideas suyas nos choca tambien por su crasa m?~ portunidad, Recuerdese, por ejem.r:lo, que Me~d care3lO de la noci6n de cultura, una nOClOnque en ernan ez asoma cada dos palabras, y que ~acaptura del otro en Lacan para la constituci6n del sUJe~oes uI?-procdesf a~.?- tado ue ocurre en una fase evoluhva defIm.da e nmo muy' a~terior a su posible participaci6n conClente en ac- tividades rituales, y que guarda equilib~io, entre, otras cosas con una idea especifica de la alteridad, del mcon- cient~, del sujeto, del Yo y del lenguaje que Fernandez 43 tll4l;tI. rtluy lejos de suscribir. Toda la digresion de Fer- nltnde~ ~prop6sito de la distincion entre metafora y rtlotommla, de la que depende la porcion mas delicada de tolUA argumentos, yen donde vuelve a recurrir a un Lacan ompaquetado siempre en pies de pagina, no encuentra tampoco una resoluci6n satisfactoria: como determinare- mos luego con referencia alas especulaciones de Leach (1985), y comoFernandez sabe muy bien POl'haber leido el trabajo capital de Lounsbury (1959:127), las relacio- nes metaf6ricas de similitud y las relaciones metonimi- cas de contigtiidad no son independientes ni oponibles. Se no~ocurre que Fernandez quiere plantear y resol- ver ~emasxa~~s problem~~ en un solo acto epistemo16gi- co, sm permltIrse la suflclente maduraci6n y sin hacerse cargo de los enormes interrogantes que el mismo engen- dra: de alIi la apariencia de patchwork en mosaico que exhlben sus monografias y la necesidad de desparramar a lo.largo de ellas una copiosa constelaci6n de nombres de smgular incompatibilidad te6rica. Como a su critico John Blackin?,: tambien a nosotros nos parece inapropia- da la fundacIOn de una an-tropo-logia 0 como se llame cuya misi6n habra de ser el examen de la "cultura ex: presiva". La pormenorizada inspecci6n del material et- nografico existente, en el contexto de la etnomusicologia, nos ha persuadido que es imposible proclamar a priori algo aSI como un objeto estetico universal: en ciertos cont~xtos, la cocina 0la defecaci6n pueden ser actos ex- ~reslvos, en tanto que las misas pueden llegar a cons- tItuir rutina cotidiana. . A todo esto, la relaci6n de Fernandez con el pensa- mlento formal mente semio16gico es bastante sumaria' "El mismo rasgo 0elemento de comunicaci6n puede ser' de a.cue.r~o~on la situaci6n, un signo-imagen, prefiad; d; slgmflcacIOnes sentidas pero no conceptualizadas' un slm!?olo, poseedor de significaciones totalmente con'cep- t?ah.z~das, y a menudo articuladas; 0una sefial, cuyo ~lgmflc~do descansa en la orientaci6n que imprime alas mteracclones" (1974:120). Los tres tipos signicos se su- ceden segun Fernandez, evolutivamente; 10queno dice es como'y enbase a queprincipio se.relaci~na puntualmente el simbolo (signo-imagen de sentIdo olvlda~o, y pOl' ell0 multivoco) con la metafora en la que el slmbolo parece originarse, y cuyo refere~t~, empiri~o, no. obstan.te ha- berse esfumado por defimcIOn, Ie sigue slendo sxempre subyacente . . Como ya se ha dicho, Brenda Beck (qU1e~en su oportunidad supo oponerse a la extravagante Ide~ de Fernandez de que la razon configura un p~nsamlento 16gicamente empobrecido) sostiene que la metaf~ra cons- tituye un mediador entr~ los m~d?s de pensamlento s~- mantico-binario Y expreslvo-analogl~.O, 0e:r;tt;; el lenguaJe y la experiencia sensorial. Su proI1Ja reVISIOnno aporta demasiadas novedades a 10ya deslindad,o por Fe~nandez o Levi-Strauss, y ahonda con monotoma en la Idea de que el lenguaje comun (en,el qu~se ~ntrever~n. len~a y habla, semantica, fonologxa y smtaxls, gramatlc:;t, Sl!l- tagma y paradigma) seria de alguna ma.nera b'/,nar~o. Mas alla de este lugar comun (ya sumarlamente obJe- tado), el tipo defunci6n y la pote?cia asigna~a por Beck a la metafora apunta a un espacIO del co~oclmIe~lto an- tropo16gico que por el momento, como bIen senala su comentarista Robert Randall (1978:93), se encuentra conceptual y experimentalmente vacio, pese a. 9- ue ~us frecuentadores han sido numerosos. Beck ta~blen rem- cide en una modalidad arcaica de especulacIOn, que al- canza por 10menos dos climax: su hip6tesis sobre la existencia de analogi as y pensamientos "preverbales", y el vinculo que sugiere entre metafora y sinestesi:;t, en ~l que esta llitima llega a ser algo as! como el "senbdo .prl- mordial indiferenciado", perdido en la no~he de lo~bem- pos. Por mucho que Fernandez asi 10aflrme, esta claro que el territorio pertenecient,e .a este enfoque, s.urca~o todavia debusquedas de 10prlstmo Y d~s?mbras Jungla- nas, no sera aquel en el que se mate;xahce ~l. rom:;tnce entre el simbolismo Y una antropologxa cogmtIva Slem- pre celosa de los procedimientos de validacion. A 1I(~(l [(olIoo, euyos analisis se extienden hasta aba _ ('Ill' olm~ontoR de la interacci6n social, incurre s610mury 1,'t/l~OIleI111mente en esta suerte de enfoque retorico pa lJJ<!ICLtI' q?e los roles se constituyen, en 10conc~ptu:f Im,J o ~a.forma de consideraciones metonimicas. "Un~ Itw~omr~lla-::asegura Kehoe- puede ser identificada en l;t construcclOn. delos esquemas cognitivos que gobiernan l~tconducta. SOCIal.~na persona actuara de modo que su (:omp0rt:ar~llento exhlba esos atributos criticos parael leC?nOCImIento del rol que eIla cree satisfacer S' I ~~r~but~s que definen un rol se extraen de un ~onIun~~ J~rarqUlCo.congruente con dicho rol, se dice que este ha sIdo descnpto metonimicamente" (Kehoe 1973:266-267) Con ello, la autora implica que en det~rminadas socie: dades, los roles se concIben en funci6n de solamenteuna parte .de las potencia!i<;l~des de la persona: asociando, por eJel?plo;, la condIclOn de "mujer" con la idea de m~termdad . La antrop610ga y feminista Michelle Zim- balIst Rosal.do(1975) opina casi exactamente 10mismo aunque restItuyendo la metafora como figura privilegia~ da y como fuente de la constituci6n ideal de los roles. . Para Merten y Schwartz, las propiedades metafo- rlCas del. dis?urso .cotidiano otorgan forma al sentido de la expenenCIa socIal. Los autores parten del hecho de mostrado I?or. ~ernandez. (1974) y por Crocker (1977) ~ de qu~.el mdIvIduo, f:'tbnca su concepcion de si mismo transfIr:e~do metafoncamente cualidades 0 atributos de un do~~mo a otro, e !ntentan explorar como la riqueza me~aforlCa del lengu~Je, del que se piensa que es utili- tarlO y concreto, devIer:~ee~cambio expresivo y cargado de valores. Con esa fmalIdad, estudian interpretativa- mente, ora. descreyendo de la conceptualizaci6n emic; ora deter1?mando su vacio, t,litnto los ritos iniciaticos ~o~teamerlCa~os (1968) como los procesos simb61icos co'- tIdIanos .no ntuales (1982). ~bservese, en este punto, que el enfoque que se estii. exammando, , y que bien podria armarse,consensual" mente con solo recabar las citas reciprocas, congrega, 46 acumulay sintetiza a expensas de la dupla metafora- metonimia, por 10menos cuatro 6rdenes de fen6menos que en Occidente se encuentran positivamente diferen- ciados y hasta confiados a disciplinas no conexas: el afectivo, el estetico, el persuasivo y el axiol6gico. El panorama que aqui se abre a la antropologia simb6Iica, y que debiera ser inagotable, revel a empero un rendi- miento decreciente vertiginoso en cuanto se avanza por sus contenidos: no se hace mas que repetir hasta la sa- ciedad y bajo distintas formas que las figuras a las que se han reducido 10s simbO:los concilian, orlnamenta:n, inducen 0valorizan, respectivamente, la relaci6n del hom- bre con su cultura 0su medio social. Pensandolo bien, el discurso ret6rico-expresivo del simbolismo carece de alternativas mas aHa de esas conclusiones, que son en el fondo triviales, y que se intuyen antes de fingir que se las descubre al cabo de un razonamiento fatalmente cir- cular. No importa en absoluto la riqueza mecimica de articulaciones que sedespliegue en el metodo, ni el oropel de vocabulario que se imponga a la conceptualizaci6n: el analista siempre encuentra 10mismo, aunque sea capaz de disimularlo con cierto ingenio, y aunque se aboque a marcar infimas discrepancias de detaHe entre el y sus colegas. La diversidad interna es, en este caso, s610el reflejo dela posibilidad que setiene de narrar una unica historia en estilos distintos. Por afiadidura, cuando 10expresivo, 10estetico, 10' afeetivo y 10atinente a los "valores" asoman en el hori- zonte del discurso antropo16gico, se estara, nueve de cada. diez veces, al borde de una triquifiuela academica para relajar el rigor de las proposiciones, como si aquellos aspectos del objeto no estuvieran rigidamente codificados y como si la naturaIeza inefable del fen6meno contagiara de indeterminacion al pensamiento que 10analiza. Tenemos que concluir, entonces, en que este es el espacio en el que mejor se desenvuelve la fantasia me- todo16gica del descubrimiento, que quiza sea, despues de todo, una fantasmagoria funcionalista necesaria para aca- bar de describir el perfil de los simbolos. El narrador mas elocuente ha side siempre, en esta tesitura, Victor Turner. En su vertiente expresiva, Turner (1974) pres- ta particular atenci6n alas "figuras liminares" que son los activadores de transici6n, los catalizadores de la his- toria. Sus conceptos clave son, en esta oportunidad, los ·de"drama", "campo" y "metaJora". Tanto los "dramas" ·entanto conjuntos de acciones 0 escenarios (action sets, una categoria devoluntaria ambivalencia) como los "cam- pos sociales" en los que se trasuntan, por detras de Kurt Le'Y"in, las antiguas "instituciones" de la antropologia SOCial,son para Turner relevantes en la comprensi6n de sucesos que, amen de hist6ricos, son tambien simb6licos cuando se organizan 0expresan mediante metMoras. Es en este argumento clonde se capta con mayor nitidez en todo el ambito del enfoque, la fuerza pervasiva del dra- matismo de Kenneth Burke, una teoria inesperadamente ~ecanicista cuya "pentada dramatica" provee de conte- TIldosa cada una de las categorias centrales de Turner. Carente de verdaderos haIlazgos en raz6n de la natura- l~za de su paradigma .ocasional, atrapado en la disyun- tlVa entre relatos contmgentes y estructuras necesarias y plagado de digresiones sin numero a partir de las cua~ les Hanchett (1978:616) esper6 en vano ver desarrollar- se hip6tesis, el ensayo de Turner exhibe, por 10menos, la valiosa virtud de su elegancia. ' Menos prolijo, aunque harto mas apasionado, es el poco conocido manifiesto de James Peacock (1969) en favor de la estrategia dramaturgica y en contra si se q~iere, de la interpretaci6n del simbolo (en su ~aso el mlto y otras especies narrativas) como carta constitu- yente del orden social. "EI concepto malinowskiano del mito como carta ha llegado a ser el mismo una carta mitica que ha dominado a la antropologia social inglesa y a sus ramificaciones coloniales hasta el dia de hoy. e... ) Leach argumenta que entre los Kachin de Alta Birmanfa, el mito sirve no como carta de legitimaci6nde las instituciones establecidas, sino como carta para el cambio social; pero es la misma idea de la 'carta' la que sigue dominando el punto de vista de Leach sobre el mito" (1969:168). En base a su experiencia de campo con el drama lu,druk en Indonesia, Peacock busca expresamen~e con- trastar la estrategia dramaturgica con las teor~3;s que remiten todo al sistema social 0al cultural, utIhzando una caracterizaci6n que reposa pesadamente en Geertz (1957) : La perspect~va "cultur.o16gic~", iI?agi~a ~.1 a ~on- ducta como si estuvlera orgamzada 10glco-Slgmflca~lva- mente", al modo de los sistemas filos6ficos que ?erIva~ conc1usiones a partir de premisas; la tarea del mvestI- gador consiste en definir las premisas, creencias, valores e ideas que "supuestamente" -dice Pe~coc~,- ~U?y~c~~ a la conducta primitiva. La perspectn~a soclOl~glca, en cambio, imagina que los comportamlentos e~tan ?~- O"anizados"causal-funcionalmente", como en los dISPOSltI- ~os mecanicos cuyos engranajes mantienen un sistema funcionando; la misi6n del estudioso es entonces r~velar como las redes los intercambios, las alianzas y las mter- acciones realiz~n la cohesion social. La estrategia por la que Peacock aboga, por ultimo, imagina. los rasgos del comportamiento como si estuvieran orgamzado.s con arre- glo a una pauta estetica, al igual que en una pleza teatral que estructura poetica y climaticamente sus es.ce1!'as,para evocar en la audiencia respuestas ora aprecIatIvas, ora catarticas; y, en correspondencia, la tarea del antrop6- logo es la de mostrar de que manera las formas, los climax y los decorados se conjugan par!': producir ..esa evocaci6n.Recurriendo a una observaclOn de Gyorgy Lukics Peacock destaca que tanto el drama como la vida se hall~n estructurados en torno a un dia de rendici6n de cuentas cuando todas las consecuencias de los actos anteriores'se concentran de repente, y todos los indivi- duos deben dejar sentados sus testimonios: aunque es- tos principios son un tanto genericos (no mucho mas, aclara que los de "reciprocidad" 0"dualismo"), los mis- mos ~ueden ayudar a que se apunte a generalizaciones IIliw illl'iHlvltH a pl'op6sito de la dinamica de la sociedad (lll ta/lto drama. Un rocio de dramatismo bien podria re- 1"'PH('lLt· uI nucleo de las etnograffas ortodoxas, proporcio- IlIlndo una nueva "carta" que acuerde alas formas dra- It~,'t~,i~al'ly a las d~meD;sionesde tiempo, espacio y tan- g!lHhdad su mereclda Importancia sociol6gica. Caben aquf, finalmente, tres acotaciones, capaces de aportar mayor claridad a la definici6n de este enfoque cHpecifico: La primera de ellas concierne al estatuto epistemolo- gico de ese metodo analftico y de ese movimiento de crf- tica reflexiva de la terminologia que se dio en Hamar "dramatismo" y que, como dijeramos antes fuera codi- ficado hace ya un tiempo POl'Kenneth Burk~. El drama- tismo se inserta en la practica de la antropologia simb6- lica como ~nstaurando un nexo fluido, aunque todavia no exhaustIvamente explotado, con otras corrientes de las ciencias sociales; nos referimos en primer lugar al in- te:accioni~mo simb6lico de Herbert Blumer, que se ins- cnbe, segun consenso, entre una suerte demicrosociologia y el corpus de la psicologia social derivada a su vez de George Herbert Mead. Tambien la etnometodologia de Harold Garfinkel, desde un plano analitico equivalente concibe el orden social como un alineamiento de escenas' encuentros y situaciones. Es en interlocucion con tod; este contexto te6rico que Ervin Goffman desarrollaria sus estudios mas ejemplares, prolfficos en metaforas teatrales. ~l post~lado b~sico del dramatismo sostiene que el meJor cammo hacIa el estudio de las relaciones humanas es la investigaci6n met6dica de los ciclos 0 agrupaciones de terminos y de sus funciones referenciales. El termino clave, la matriz de la que se derivan los demas es aqu! el de "acto": de el irradian numerosas relacio~es, con- form~ndo todo un apretado tipograma y un universo ca- tegonal. Para que haya un "acto" tiene que haber un "agente" y una "escena" 0 "escenario" en que actuaeste e~1?lea~do ciertos "m~dios" para llevar a cabo sus "pro~ POSltOS. Son estos cmco conceptos los que configuran la Hamada "pentada dramatica" y los que operan, desde la perspectiva del analista, en todo 10que tenga que vel' con la imputacion de motivos. Casi cualquier esquema analftico puede reconvertirse a terminologia dramatica, y de hecho cualquier estudio de las relaciones. huma~as en terminos de accion puede considerarse medlata 0m- mediatamente incurso en dramatismo. Toda circunstan- cia participante en la accion puede traducirse mediante el simple expediente de combinar los elementos de la d I I ·,,, t t" pentada delamanera adecua a: a reaCIOn agen e-ac 0 , POl' ejemplo, refleja la correspondencia ent~~el caracter de una persona y su comportamiento mamflesto; la re- laci6n "propositos-medios" se referiria a la logica de la elecci6n de los recursos para el logro de ciertos fines, y asi sucesivamente. Para Burke el dramatismo no se limita a propor- cionar metiifora~ teatrales, sino que opera como si fuese una "forma fija", como una estructuracion, que ayuda a justipreciar el grado de sistematicidad de.l model~y a descubrir implicaciones que podrfan pasar madvertIdas: aceptado este principio, es tan literal decir que la ¥ente "actua" de una u otra manera, como expresar, en Jerga conductista, que los sujetos "se mueven" ~omo si fueran simples cosas. Mas aun, pareceria como ~l.el marco ana: lftico fuese siempre naturalmente dramatIco, y como Sl la expresion conductista s610fuera termino~o~ia dran;a- tica trunca velada empobrecida; no se elImma -dlCe Burke- la'logica dramatica connatural a toda descrip- cion de un suceso, si 10unico que se hace es reemplazar "acto,r POl' "respuesta", "escena" par "situaci6n experi- mental" 0"agente" POl' "sujeto observado". Burke no cuestiona los modelos mecanicos como inadecuados para las ciencias sociales, puesto que toda maquina es, antes que nada, una invencion profundamente humana; 10 que pretende la concepcion dramatica es prevenir contra una vision abrumadoramente positivista de los terminos descriptivos 0de los datos empfricos, que quite carnadu- ra al estudio de la interaccion humana. Es este progra- ml, t1nf.oJwt!I'I, no Hiempre explicito ni acatado, el que itA f1utl'ldo 01 fondo sistematico de algunos de los mas l'tlJll'Ol'lllJltUtiVOR intentos simbolistas de transconceptuali- zlw!6n dt'umaturgica. l,n Hegunda acotaci6n concierne al peligro, muchas V(!l'OHcomprobado, de depositar confianza en un meca- niHI~(~ expli?ativo basado en la metafora, siendo que la nwtntora mlsma es una entidad semanticamente incierta .v teor6ticamente polemica (cf. Lyons, 1980:489-491; Max Black, 1966:36-56; Ricoeur, 1977). No se niega que aun en el modelo mas axiomatizante exista cierto grado de l?etaforicidad, puesto que hasta los grafemas de la 16gica f?rmal sufren el destino deseguir siendo simbolos; 10que S.l c~~e.reclamar es un saIto del discurso hacia un plano hngUlstIco que sea menos intensamente ret6rico, para que la explicaci6n no tipifique como mera parafrasis y que para que no se resigne nada mas que a sustituir las metaforas del explanandum por las metatoras del expla- ~ans. La mayor parte delostextos simbolistas quehemos IJ.1dagadose muestran, en este sentido, poco satisfacto- rlOS: el aporte de las mas recientes inquisiciones sobre la estructura de sentido de las figuras ret6ricas no se recupera con que solo se acumulen las suficientes notas a. p~e d~.vagina, como para corroborar que, al menos blbhograflcamente, uno se encuentra al dia. En general l?s nuevos conocimientos suelen llegar al discurso simbo~ hsta como advertencias diluidas. que pronto pierden su fuerza en medio del aluvion verbal de las pretextaciones te6ricas comunes a la discipIina y del realismo ingenuo de las referencias etnograficas. Lo que puede resultar de estos procedimientos, seguramente, no puede redun- dar en otra cosa que en una lectura metaforica de la realidad, e~plazada casi en el mismo nivel detipificacion qu~el f~nomeno, y que funge como la explicacion que esta haclendo falta y como el trabajo cientifico que to- davia no es. E~t.e::cer y ultimo asunto a tratar tiene que ver con la poslblhdad de una convergencia 0 de una intersec- cion entre los enfoques que llamamos "cognitivos' y el modo "ret6rico" que ahora nos ocupa. En otras palabras, se trata de revisar la articulaci6n entre dos enfoques, el primero de los cuales funcionaria como sustrato ex- plicativo de los contenidos que el otro plantea. De acuerdo con Richard Mayer, existirian cuatro grandes bloques te6rico-metodol6gicos en el seno de la psicologia cognitiva contemporanea: el mo?elo de proce- samiento de la informacion que hemos VlStOexplotado por Sperber, 1979 y por Christina Toren, 1983), ~l mo- delo de procesos cognitivos (no aprove~hado au:n. en antropologia) el modelo de las estrategms cogn:tI .. ~as (recurrente en simulaciones de problemas de decIsIOn, bastante comunes en etnociencia) y el modelo de estru;- turas cognitivas 0schemata, que es con mucho el mas favorecido por el usa antropo16gico (cf. Mayer, 198-5). EI hecho es que la metafora esta siendo indagada cada vez mas frecuentemente en base a los supuestos de la teoria de los "esquemas" subyacentes! en est~ terr~no. se han mostrado especialmente sugestIvas las mv~stIga- ciones emprendidas por Ortony, Rumelhart, Kmtsch, Mandler y Johnson, a caballo entre todas las disciplinas imaginables. No viene mal un ejemplo: Si decimos, pongamos por caso, que "Muchona es un abejorro", esta"?lecemos una equivalencia entre dos conceptos pertenec1entes ,a otros tantos dominios de significaci6n. "Muchona" s~rla aqui el tenor dela metafora, el concepto q~e se m::ntlene continuo en relaci6n con el t6pico del enunclado, mlentras que el abejorro es el vehiculo metaf6ri?0, el concepto discontinuo, correspondiente a u~plano. dlStante: al y?;:- taponer tenor y vehiculo, se estan pomendo en r~laclOn 10svalores comunes asociados a las variable~ :p~rtmentes de los schemata sub;yacentes a ambas defmlclone~, en tanto que las variables no pertinentes son momentanea- mente neutralizadas (cf. Casson, 1983:449-450). Lo que importa es que la textura de los ~c~e:nata permanece constante en el estudio de una multIphcldad de aspectos e?gnitivos y conductuales m h ' , CIOnad hoc a los asunto~ ~~? mas aHa de su aplica- ecualizaciones y de ex licar.eoncos. Es. e~este tipode tusiastamente proclivei a l~l~nes yanS?,IsclPlinarias, en- su vividez casi visual donde ~rm~lzaClOna despecho de encuentre una vez s~ e en oque en cuestion quiza la salida ~l impasse d~e[oad~slas ~tapas experimentales, son nada mas que eso. s enguaJes metaforizantes que Cerramos este apartado c un trabajo relativamente juon ~nadbreve referencia a (1977), que preanuncia con ,:em e Lee Drummond y expositivo su ulterior inclin~l~:to hde~orden conceptual semiotico, cumplimentado esta clOn( t Cla un tratamiento con mayor prolijidad y eco v,ezdc . Drummond, 1981) primer intento qe innova~~~l~ e,f.alabras. Aquel, el Drummond, esta viciado de u eore. l~a por parte de integrar convincentemente n eclectlCl~moque no logra tatica, con la dinaml'ca d luna testrategla posicional, es- d e con exto mas I . e yuxtaponer un Levi-Stra ' .que a preclO Turner famelico. El merito ~ss esquematlzado ~onun recordarnos a trave d .e Drummond conSlSte en torica" de l~antroP:log~aSU~Clt~~, que la,modalidad "re- te retoricista del folklore ~l~~~l~caes afl~ a la corrien- Abrahams y remozada e~1 _a en lo~~Opor Roger escuela del "folkl os anos subslgUlentes por la Amos y Richard ~~~::o-performance" de Dan Ben- todas maneras, no alcan~ ~sta resonancia aislada, de la antropologfa los posibl ) ra traer de regreso hacia resuel~amente menor _ef s fof-ffJ.rosde u~a, sUb~isc!plina emanclpado de aquella pa . ore- qUlza escmdldo y ra slempre. .IlJstudios representativos: Claude Levi-Strauss (vs.), Illlll Hplll'h\!I' ('1974), Victor Turner (aspecto "posicional"), Mklwl ball'd (1979), Georges Charachidze (1979), Olivier llol'l'olllwhlllldl. (1979), Patrice Bidou (1979), Pierre Maranda (IW/Il)l (1:111 Kongas Maranda (1971, 1971a), Dell Hymes (IWI7), .ylllll\ Crumrine (1969). Este enfoque constituye un acercamiento al plano sintactico delos sfmbolos, en el sentido de Morris (l!)HG: 43-54) ; en otras palabras, el sfmbolo (cuya estructura y significaci6n interna pueden 0 no indagarse) es tratado como elemento participante en una combinatoria. En ge- neral, el prop6sito no se cifie exclusivamente a determi- nar las combinaciones permisibles, sino que se extiende hasta los principios que las rigen, destilando 0dedu- ciendo del plano sintactico el nivel paradigmatico. Para los simbolistas preocupados POl'los factores po- sicionales, el sentido, contenido 0 significado de los ele- mentos puede 0no ser parte del problema. En el primer caso, la significacion se obtendrfa 0bien haciendo refe- rencia a aspectos exteriores ala sintaxis, 0bien esperan- do recuperar un senti do que seria emergente de la sin- taxis misma. En otras ocasiones, no s610no se aborda d terreno de la significaci6n, sino que explicitamente 8erechaza la funcion semio16gica del sfmbolo y se priva a este de una dimension semantica. Dan Sperber, por ejemplo, asegura que la interpre- taci6n del fen6meno simb6lico no es una significacion sino un mecanismo cognitivo que, junto con los de l~ percepci6n y con el dispositivo conceptual, participa en la constituci6n del conocimiento y en el funcionamiento de la memoria, y que si bien el sfmbolo juega un pape] importante en la comunicacion social, esta no es una fun- cion constitutiva del simbolismo que permita predecir su estructura. La postura de Sperber no resulta de nin- guna manera invalidada por su supina ignorancia de la terminologia semi6tica: de hecho, confunde y entremez- cIa extraordinariamente los conceptos y los niveles cuan- do niega la "funcion semiologica" del simbolo, en lugar Par.adigma teorico: Estructuralismo Ob}eto: EI simbolocomo I - t d' Plano: Sintactica. eemen 0 e una combinatoria. Proposito: Event:ualmente, establecer el d . . ,. ge las combmacio,nes de simb I or ·enparadlgmatlco que ri- o os. till ,<loeb',.m~~.sencillamente, que el sfmbolo no es porta- tlOl do.l'ugmfIcados 0 que la funcion del simbolo n HO!n{mtIca. Se participe 0 no del ideario semiotic~ ~~ H~mboloes, en todas las definiciones imaginables un /'llgnoque (se) comunica. ' _ "Si los simbo~os significan algo -dice Sperber- este algo no es caSI nunc::,mas que banalidades" (1974: 27); .En busca de compama para el proposito un tanto ascetIco, aunque epistemologicamente respetable de ne- garse a persegui~ significados, Sperber niega 'tambUln que. el ~str!!-~turahsmo de Levi-Strauss, su obvia fuente ~e ~nsplraclOn, h~~a podido acceder realmente a ellos. ~egun la c.oncepc~on,d~Levi-Strauss, explica Sperber, el pensamlen~o slmbohco no expresa mas que inciden- t~lm.el?te:r;lac~ones entre categorias. El problema de la slgmfl~aClOnVlenea ser aqui, pues, el de la analiticidad: bastara CO!!qu~las relaciones entre categorias que ex- p.resa el slmbohsmo. sean relaciones propiamente anali- tlCas pa~a que el 51mbolismo signifique. Ahora bien las, relaclOnes destacadas POI'Levi-Strauss son de homo~ logla Y ,no de parafrasis, de correspondencia y no de ta!!-tologla, de ?posi<;iony no de contradiccion. Estono qmta nada al l~teres de las relaciones destacadas' s6lo q~e no son relaclOnes de significacion" (1979:34). 'Com- parese POI'un momento el vaciamiento semantico delsfm- b,?lobllevadoa cabo POI'Sperber con el testimonio de esos SImolos rebosantes de significados que nos mostraba Fer~andez, para quien incluso la definicion de esa clase d.esIgnoS pasaba POI' su adherencia a un sentido' diff- cllme~te podrfa reconocerse en ambos autores a va~tagos del mlsmo tronco, como sin embargo 10son. De. acuerdo con Sperber, eJ enfoque posicionaI al cfnt::a:lO d~10 que parece creer Levi-Strauss, no ac~ede a. C?dlgOm es capaz. ~e dete.rmihar sentidos a partir ~el ~uego de l~s. OposlClOnes,mversiones y homologfas: 1 SIstema de!mldo POI' este juego no explica ni inter- pr;ta, !!ecesarIament:, los fen6menos simb6licos, sino que mas bIen los orgamza en una "estructura" que no es 56 otra cosa que una disposici6n espacial. Hay que guar- darse de vel' en esta organizacion un c6digo: en todo caso se tiene aquf la forma de u~a ~o?ificaci6n a~ar~~- te, pero no el empalme entre el sIgmflcado y el ~lg~ufl- cante que es 10 unico que puede llegar a constItm~lo. Sperber se muestra satisfecho con esta otra renunCla: dado que no hay significaci6n, tampoco hay entonc~R: c6digo (1974:113). Acaso eJ contexto global que. expl!-- que el ascetismo semantico de Spe::ber se~e~del IdearlO posmodernista, vigente en su medlO academlco, que ~?n Lacan Levi-Strauss y Derrida nos habla de la repreSlOn del ej~referencial y de la "primacia del significante". Lo que Sperber no acepta son los criterios que han servido para delimitar, tradicionalmente, el campo del sfmbolo: 10 mental menos 10 racional para algunos, 10 semi6tico menos la lengua para otros. En ambos casas, el simbolo seria simplemente un residuo. Tiene POI'si¥I- b6lica en cambio toda actividad en la que los medlOs no esten en propo~cion congruente con los fines, toda es- fera en la que las cosas no se utilicen "normalmente"; el suyo es un criterio admitido de irracionalidad. En una frase literalmente copiada par Barth (1975~ 227), subraya que el simbolo tampo<;oes paradigm~tico, puesto que no se puede sustituir el slmbolo par la mlsma significacion en todos los contextos en los que ocurre. No se trata tampoco de que los significados esten ocul- tos: si la concepcion "criptologica" fuera cierta, habria; que admitir que todo el mundo maneja ohsesivame~te instrumentos cuyo usa adecuado desconoce y comhma mensaj es cuyo sentido ignora. El sahel' simhOlicoes un sahel' peculiar sin termino" y la prueha es qUeno hay limites ni c6~igos. ~rede~er- minados para construir metaforas. El dlSPOSlbvo s~~- hOlieo, bricoleur del espiritu, jamas pretende deco.dlfl- carlas informaciones que trata,y siendo un mecamsmo extremadamente general, es capaz de mantener aetivi- dades intelectuales sumamente diversas. Seria interesante conjeturar cuan lejos puede llevar..' IIOH UU enfoque posicional a 1 . Hfmboloson tan extremas c P ra e q~e.las negaclOnes del omo genencas y qu" , Honsus determinaciones P . d . IZavaclas dones de una estrategia' omen 0en claro las limita- dones concientes y autoimPpuuramt ente m l orfo16 g ica (limita- lV J " ' D es as en e caso de Sp b ) .... dry ouglas, comprometida co . . er er , ta en su analisis critico de la Gnt otro para~hgma, apor- precisiones esenciales: "Levi-St es a de AS~Iwal algunas ~star revelando la estructura frauss l descrIbe .-asegura el nunca puede dejar de lad or~a ,e los mItoS. Pero quese refiere el discurso mi~' su (nter)es por aquello a 10 de reclamar el descubrimien;co. . .. Cae en la trampa subyacente de los mitos debfddel verdadero significado ·estructura artistica particular ~a que n~nca separa la ·desu estructura general 0pu. e u~~onJunto de mitos saber que la estructura d r!1mene orma!. Asi como nada sobre el contenido ~es~rIma es a-b-b~ano nos dice estructura formal de un 't n soneto, de Igual modo la interpretaci6n ( ) D ~I 0.no nos ayuda mucho en su turas del mit~ e~t:in co: Ir sIfPlemente que las estruc- diaciones, no nos dice tanf~~~ as por oposiciones y me- Es simplemente deci p que son esas estructuras. 1967'64-65) T d r qu~ hay estructuras" (Douglas ,. . 00parece mdi aM' fla demasiado' en el rigor int C 1r fuel ary Douglas con- terminol6gica de los estruct ee~ua y en l.aprecisi6n eonstruir una ciencia a pa t.ur~hstas, a qUIenes exige foras. Los tiem os en r .~r. e sus ostensibles meta- guroso" estan ?oy def&'~' LevI-Stra?ss se reputaba "ri- ticia a las fi~as o'bservaI .lVamente Idos. Hariamos jus- mos que en Levi-Strauss c~~~esde Douglas. si afiadiera- tesco comocuando aborda' el ~~c~ando anah~ el paren- gresi6n, una licencia perma~~tO, a~una contmua trans- tura, 10que es mensaj e I e, en.re 10que es estruc- e~c6digo. En su igUal~ci~nque es ~Ignificaci6n. y 10que blOde mujeres con el de ' po:: eJen;p~O,del mtercam- miti6 postular como real mens~J<:s, LeVI-Strauss se per- por completo'l' un sIstema comunicacional" . I UsorlO toda vez I " . mUJer intercambiada 'no result ~ueIe mensaJe". de la a e a concatenacI6n de elementos discretos diferenciales remitentes a un c6digo de significaciones, ni discurre por un canal ligado a una modalidad corporal de percepci6n, ni comporta significa- do traducible alguno, ni esta en tanto signo "en lugar de otra cosa" que no sea ella misma en el proceso con- creto y material de su intercambio. El intercambio de mujeres, en consecuencia, no ostenta el menor isomorfis- mo con nada de 10que define basicamente un circuito de comunicaci6n: el simil levistraussiano, que carecia ya de limite heuristico formal, carece asimismo de um- bral, de sustento, de pertinencia. Lo mismo pasa con el famoso c6digo binario, que tal como Levi-Strauss 10uti- liza no es en10mas minimo un c6digo, puesto que, siendo los referentes del mito objetos y personas individuales, y las adscripciones levistraussianas atinentes a clases, no existe ninguna posibilidad de decodificar el plano de las oposiciones que el fabrica, retornando al relato origina- rio. Ergo, el c6digo binario no es c6digo, porque la transformaci6n resultante del analisis no es reversible (cf. Reynoso, 1986b). Sin desmerecer el universo de su- gerencias que produjo, la verdad es que el mundillo de las analogias de Levi-Strauss se disue1ve, 0se ve obli- gado a mentir, cuando se 10quiere tomar al pie de la 1etra; y esto es asi aun frente a una lectura "econ6mica", como la que realiza el estudioso marxista Perry Ander- son: "E1parentesco no puede compararse con e1lenguaje como sistema de comunicaci6n simb6lica en el que se 'in- tercambian' respectivamente mujeres y palabras, desde e1momento en que ningun hab1ante enajena e1vocabu- 1ario a un interlocutor, sino que puede utilizar libre- mente cada palabra 'dada' tantas veces como desee, mien- tras que los casamientos -a diferencia de las conversa- ciones- son normalmente vinculantes: las mujeres no son recuperables por sus padres tras sus bodas" (An- derson, 1986:48). Ahora bien, esta claro que la inter- pretaci6n semantica y comunicacional de los fen6menos que obsesiona a Levi-Strauss no parece interesar a Sper- ber. S610habra que esperar aver hasta cuando podra l'(tIlIIlU "'W , Y IIUHtaque punto 1 . vltClfo do Hlgonificadosen su f a presepcla de.,un factor tUllldo HI discurso en el qu oco!l0V~CIatamblen de con- lese mscnbe. ] or el momento hay I db' zo H admitir una in'stanci ago e.o Je.t~bleen su recha- II. Ins manifestaciones sint: pa;tdlgm.ah?a. concomitante sfmbolos y las metaforas La gma l~as l.:r:dlvld~a!es de 108 c(: Sperber seguido POl' Bart~ons rUCClOnde.esta~-;-adu- 111 predecirse; POl' ende, 10si b,~?puede :r: 1 dehmltarse asf como una aberraci6n m 0lCOvendna a ser alga turas ordenadas, estratifi~~~ecto ~l ~esto. de las estruc- los paradigmas del pensamie~t y ~e~a~qU1Cas. que rigen condueta. Aunque Sperber 0,. e engua.Je Y de Ia lico es a 10no simb6Iico no 10~,lce,.par.~el .10simb6- es a la "fun '" I? que la derlvaclOn smtactica" CIon pnmana" en K '1 . "transformas" son a los "n" I "un OWICZ,10que las 1 ". " uceos en Chomsky 1 os slgmflCados marginales" ". ..' y 0que trales" en Bloomfield Tak bson a.los slgmflcados cen- feetamente sentado q~e"laso~~~;/m embargo; dej6 per- son aberraciones ni anomalf .a oras. y los slmbolos no procesos regulares regidos pas, l~ ,~~uras resultan de general, y en ese sentido nor su co, 19O5de un c6digo permisibles de formas nucI 0so:r: mas que derivaciones mas b~sicas (Jakobson, 198e4a~;;_~~)~ustadas en las nor- Mlentras que Sp b sentido es un aspect~r e~~na~efura que la atribuci6n de de nuestra cultura y el ser::: a { ~el desarrollo simb6lico mentos de nuestra' ideologfa 1(1~~~s~f1u)n~de los fun~a- los demas posicionalistas n '.' uena parte de a la perdida de los conteni 0se ::esl~a tan facilmente ademas adiciona un enfo ~os. A~l,.VIctor Turner, quien como queriendo agotar s:1m~t~~:gehco y otro sociol6gico, estrategias, promueve cierto t' mente el espectr? de las estos terminos inequfvocos' "ElP~d~. estru.c:.turah~n:o. en vemos el significado de un' , ~t ImenslO:r:POslclonal, relaci6n con otros simbol Slm00como denvado deAU espedfico de simbolos q~~ e~un, haz (cluster) 0Gestalt tido a partir de su po~ici6n :nqrleretn mucho, de su sen- a es ructura. A menudo un simbolo deviene significativo s610en relaci6n con otro, en terminos de una oposici6n binaria 0de una comple- mentariedad. Los antrop610gos franceses, britanicos y norteamericanos que siguen a Levi-Strauss, consideran que esta dimensi6n es la que proporciona la verdadera c1;we de la interpretaci6n de los simbolos: a traves de la estructura y de su posicionamiento, mas que en ra- z6n de su contenido" (Turner, 1967:12). Turner a1canza el punto culminante de su POSICIO- nalismo cuando propone, en un aparente exceso proyec- tivo de los usos secuenciales de la escritura, que los siInbolos suelen agruparse conformando mensajes, de manera tal que algunos de e110sfuncionan analogamente a las partes del discurso, obedeciendo a reglas conven- cionales de sintaxis (1977:191). La postura genericamente "estructuralista", en sus formulaciones mas acabadas, tiende casi invariablemente al eticismo, oponiendose a recoger 0a confiar en las in- terpretaciones nativas y dibujando asi un agudo contraste con 10que es norma en el enfoque exegetico. "Los es- casos asomos exegeticos que yo he recogido -anota una vez mas Sperber- han sido improvisados en respuesta a preguntas que ningun aborigen habria sonado hacer" (1974:41). La misma idea aparece enunciada casi con las mismas palabras en un estudio de Barth (1975:226) que hace gala de ateoreticidad, aunque muchos criticos 10tildan de estructuralista. Pero no siempre es as!. N. Ross Crumrine y Lynne Crumrine, que han dedicado buena parte de sus carreras al estudio de la vida simb6lica y religiosa de los Mayo del noroeste de Mexico, pertenecen de 11enoal tipo de los estrueturalistas ec1ecticos, segun se deduce de las in- fluencias que reconocen y que aplican (Langer, Cassirer, Levi-Strauss, Jakobson), entre las que figuran tambien las de algunos personajes que en nuestra epoca se han vQelto atipicos, como es el caso de Geza R6heim. Lynne Crumrine define al simbolo como un haz de r~.sgos distintivos, con propiedades tanto "identificacio- mtlllM" (~()1l10"contrastivas" L ' , (dOIIlt/OH, que se pueden asi~il as propledades Identifica- lte,LOI'OH, utilizan 0conceptuan fr ~.Ios mod~s en que 10s tnlLon Inferir cu::lIes son I ?S bIverso~~Imbolos, per- ,.nontales en un contexto ~:dSI:U"o~os baslCos y funda- IIHUny hablan de dichos b' ~' SI ellos. (los actores) Cl'uces_ de una manera u O Jeos -:-por eJemplo, de las una clase de cosas y s' 3-/ Ios ?efIne basicamente como dase deotros grup'os dI I erenclan esas cruces en tanto t ' . ecosas -como los 8 ros, a partIr de Ia totalidad d ' , .~wam-,noso- comunicativos y conductual e~adefInICIOnen los usos de un sistema de signific:~i po e,m~s~btener una parte llamar un simbolo raiz" (196~~1~~)tIntIva que podemos Todo simbolo es una es ' '; . , c~mtextura intima y cuya p,ec;e een~Idad unitaria, cuya tIdades son enormement s In err~IaclOnes con otras en- cipa a su vez de varios '~I~~~~~1as;, Un simb,olo pa~ti- POl' una suerte de "dist 'b ', os, que se dIferencIan del sistema; esto signifi~~u~on ~omplementaria" dentro de cruces, POl' poner un q e mlentras dos 0tres tipos ficados y funciones a ,ca~o, c?mparten formas, signi- asimismo formas SignI'f<:IerdomveI de analisis, poseen en t ' ' Ica os y funcione t ' oros mveles de analiticidad P s con rastIvas bolos se combinan e inte t' or otra parte, Ios sim- SI't d rsec an para conf d s emas e comunicac" E ormar ensos sultar de un sinnumer~o~, sta <:0n;binaci6n puede re- es eI que Spicer llama "e p~cedIn;Ientos; uno de ellos que Ios simbolos y sub. ,entcaenamlen.to formal", en .el d SISemas . b'I' e acuerdo con sus t" SIm0 ICOSse vinculan trones rituales y co;r~Inos comunes de status, con pa- actuando como una espe~~e~as compa::!idas de sancion, dela realidad social Ate l?royeCClOnrepresentativa Crumrine anade otr~ ues a vanedad de encadenamiento v,arios paquetes de si~b~I~roce~e /01'. "negaci6n"; en ena: tIfic~c,i6n con uno u otro d~~~In,erv!nculan POl' su iden- 0POSlClOnescomo Ia de' ,s termInOS de una serie de menino, cl~r%scuro y aIs~qUIerd?/derecho, masculino/fe_ L I sucesIVamente os actores reconocen ademas varI'o's procesos adi- cionales de vinculaci6n simb6lica, que Crumrine ugrupa en diez categorias con r6tulos analiticos porn eon contc- nidos expllcitamente emic: intercambio, rociprocidacl () nexos contractuales previos, subyacentes 0postoriorOH a la acci6n ritual en si; secuencias variables 0Jijas onL!'o distintos sucesos; "ecualizaciones", que hacen qUt~ dOH simbolos devengan uno solo a traves de un procoso d(~ establecimiento de identidades y de fusiones do sus Hig-- nificados y atributos; representaciones figuradas del pa- pel 0dela exterioridad deun simbolo POl'medio de otros; "traducciones" de los contenidos simb6licos de un vehicu- 10a terminos de otro; repeticiones no modificadas de un mismo acto en numerosos contextos, que actuan como una especie de encadenamiento intercontextual; "media- ciones" de varios simbolos en el cuerpo de uno solo, del que se dice que los incluye; "paradojas" 0convergencias de simbolos radicalmente opuestos, en algo asi como una materializaci6n del principio de la coincidentia opposito- rum; "encuentros" 0simples yuxtaposiciones de simbolos diferenciados; y "jerarquias" 0puestas en relaci6n de simbolos de distintos poderes relativos. El ambicioso modelo propuesto POl' Lynne Crumrine aparece como considerablemente enrevesado, y su articula- ci6n categorial no es tan transparente, exhaustiva y con- text free comoseria menester; no obstante, la autora espe- ra que sirva para el examen de sistemas simb6licos de 10 mas disimiles, propios decualquier sociedad, Lo que en Sll esquema parece fallar de antemano tiene que vel' con la ausencia de una demostraci6n comparada de su funciona- miento y con el caracter de inventario antojadizo, de enu- meraci6n aleatoria, que reviste su almacen conceptual. Los estudios neo-estructuralistas de Pierre Maranda (1966, 1974) Y de Elli Kongas Maranda (1971, 1971a), asi como los muy personales ensayos mitol6gicos de Dell Hymes (1977), ponen en juego un levistraussia- nismo transfigurado, de expresi6n seca, que acepta co- mo complemento de su analisis paradigmatico la preocu- paci6n POl' averiguar el significado que subyace alas "('Ut/UIIHHHintagmaticas" val d' 1 "mitOI1UlH"aparecen ord~nade eClr, a m?do en que los JlJl'ltuinquietud responde a 10Se!1.secuencIas especfficas. I1mlismode Vladimir P os vleJos postulados del for- .v explotado por estos ~~f;; recuperado por Meletinsky, nancia que el analisis uram es a d~spech~~e l~repug- ~ll propio Levi-Strauss pE . .L ente smt.agmatlCo mspirara no 10bdstante,entre los' est~l~~ea~~~it?;~=r~~ci:r profunda, un a 0, y de los Maranda ymes, por :ll.os pretenden realizar s~~or el otro, pe,sea: que todos 'clencia del folklore" renovalort~ en el ambIto de una tructuralista. Dell Hymes .a ~oJe un fundamento es- vismo al quetan bien .' SIgUIen0pautas del cogniti- y admitiendo concepto~O~~~~~f. Reynoso, 1986a:63-65), ba, subraya la relevancia de s y,~nos qu~, antes rechaza- e~10formal y laimportancia 1~dadecu~clOn. de~criptiva" ClOnesentre el mito t etermmar las mterrela- Los Maranda, en ca~b;: con exto en 10interpretativo. abstracto, que los ha llev'a~e mueven en un plano mas' tratamiento computacional dO~pro~over un enrarecido la maquina misma quien se e~os mltemas, en el que es analitica del continuum mI't c~fr.gade la fragmentaci6n El ogra ICO. resto de los posici l' t Herrenschmidt Bidou) a ona~sas (Izard, Charachidze te6rico person;l limitan~rece etodo asomo de discurs~ las paginas deL'Homme ~se.en general a reproducir, en Srauss. En cuanto a esteaJerga y las m~neras de Levi- derecho propio y desd ' su estructurallsmo existepor sim~6lica llegase siqUi~r~U~h~xfs~fesque la antropologf~ resenado aquf pese a con t·t· r, por 10que no sera de referencia polemico s I mr respec~o a ella un punto constante. y un manantIal de inspiraci6n Enfoque semi6tico 0comunicacional ~~r.adigma te6rico: Semi6tica. Teoria de la comunicacl'o'n. : J elto: EI simbolo 'como.signo. Prov6sito: Definir el sistema, el c6digo y la interacci6n. Convergerwia disciplinaria: Antropologia semi6tica, etnografia de' la comunicaci6n. Estrudios representatiJV'os: David Murray (1977), Michael Herzfeld !(1981), Lee Drummond (1981), Susan Bean (1981), Fredrik Barth (1975), Emily Martin Ahern (1979), Milton Singer (1:9&0), Ruth Finnegan (1969). En la concepcion de David Robey 0de Jonathan Culler (1976), la semiotica vendria a ser identica al es- tructuralismo: "Los fenomenos sociales y culturales son signos (... ) que no tienen una esencia propia, sino que estan definidos por una red de relaciones tanto internas como externas. Sepuede poner el acento en una 0en otra de estas proposiciones -en estos terminos, por ejempl0, uno podrfa intentar distinguir entre semiologia y estruc- turalismo~, pero de hecho las dos son inseparables, pues al estudiar los signos uno tiene que investigar el sistema de relaciones que permite que se produzca significado y, reciprocamente, las relaciones pertinentes entre los ele- mentos solo se pueden determinar si se considera a estos como signos" (Culler, 1976:39). Observese, en principio, la primera traicion interna a los postulados del estruc- turalismo clasico, cuando se confunde (l inadvertidamen- te?) la produccion de significado con las relaciones que se dan, como es sabido, en el plano de los significantes. Pero 10que importa, mas alIa de esa gaffe, es que, en realidad, el investigador no tiene por que acatar ese dic- tamen de inseparabilidad, y es duefio de erigir los !i- mites que Ie plazca en torno del asunto que Ie interese, dejando el resto del universe para abordarlo en mejor ocasi6n. Asi, existe tanto la posibilidad, explotada por Sperber, deanalizar relaciones sin pretender extraer sig- nificados, como la de atender alas significaci ones sin cOl1siderar a 10s simbolos como signos y sin conceptua- lizar el contexto como sistema. El hecho es que, entre otros factores problematicos, la semiotica ha venido atrastornar con su expansionismo Y eon HUHdefinieiones abarcativas, las relaciones jc:mir- ;luicUH,metodol6gicas y tematicas que antes mediaban ontre las disciplinas y entre las estrategias. Si todo es signo, todo tiene que ver con todo: la semi6tica 0la se- miologia (10mismo da) regala ahora alas ciencias una sensaci6n de uniformidad que s610se concibe y s610se alcanza bajo suegida. Inversi6n earicatural de los re- nunciamientos posicionalistas, el semiologismo pretende abarcarlo todo, tras reducir la diversidad de 10real a una matriz a priori en la que cada cosa 0suceso deviene unanimemente signo. Para Charles Morris, la unifieaci6n de las ciencias ha de realizarse no bajo el signo de la teoria de los sis- temas generales sino bajo el patrocinio de la semi6tica: "La l6gica. la matematica y la lingiiistica -dice- pue- den quedar totalmente absorbidas en la semi6tica. (... ) La sociologia del conocimiento es tambien parte clara de la pragmatica y 10mismo puede decirse de la ret6rica. (... ) Ya se ha sugerido que la psicologia y las ciencias sociales humanas pueden encontrar parte (si no la to- talidad) dela base de su distinci6n de las restantes cien- cias bio16gicas y sociales en el hecho de que se ocupan de respuestas mediadas por signos. (... ) La semi6tica no es simplemente una ciencia entre las ciencias sino un organon 0instrumento de todas las ciencias" (Morris, 1985:107-109). Dejando delado las ambigiiedades a nive! de tipos 16gicos que acarrea que una ciencia que abarca metate6ricamente a todas las demas sea al mismo tiempo el instrumento metodo16gico de cada una de ellas, pare- ciera ser evidente que las pretensiones de los semi610gos son un tanto mas abultadas que su utilidad manifiesta, aun suponiendo que esta sea mucha. De todos los para- digmas vigentes en ciencias sociales, la semi6tica es am- pliamente el mas antiguo; y sin embargo, de todoslos que fueron instrumentados por la antropologia sinib6li- ca ha sido con mucho el mas forzado y cuantitativamente el menos prolifico, contradiciendo las expectativas susci- tadas tanto por su riqueza conceptual, como por el hecho de haber sido disefiada a prop6sito para explicar los sfmbolos. a subsiste ademas una di- Volviendo a nuestro ten; , tructura1ismo y la semi6- ferencia fundamental ent~e ~e; 16gicodel sistema, foca- tica: aquel discurre en e mV~elos signos trazan la es- lizandose en el plan? en el fuas. esta desciende al plano tructura desus relaclOnes ~1~ de su tipologia y de su 16g. ieo de los signos, ocupan t °ds~'ndose en general, de la ' t'ma y desen en Ie, . . contextura m1 , . modan 0se pOSlClOnan forma en que los SlgJ.10Sse aco dinamicamente en el SIstema. I mi6tica y la teoria de En otro orden de cosas, at~~eque constituyen vir- la comunicaci6~, aunque ~~p~: se eomunica son signos tualmente 10.mlsmo, que q or ue se comunican, han y que los slgnos. sOf ~ales pepIstemologias discrepan- desarrollado termmo o?,las~atematizante en esta. tes, ontologista en aqu~lla, G rtz 0Murray explicitan Es denotar que.a~; como ;:stacados simbolistas re- su vocaci6n :'semi.6bca ,t?l~~~Sdde este aborde, mas aHa chazan conenfasls la 1;1-1 -: ue los simbolos son de que los sen:i610gos m~lstan enu~el estudio dee~tos s610una e~pecle de los s;gn~s kqsemi6tica eonstitUlda. involucra mexorablemen e d los que sugieren que la Turner, por ejemp~o, es uno e las cosas: "Ra surgido semi6tica ha eomphcad~.tn fOc~en torno de los concep- -expresa- una .vasta l_era.u r 0emblema y otros ter- tas de simbolo, slgno, se~al,llCO~~neras de distinguirlos. minas relacionado~, y so .~e1as estas controversias, sino No pretend? aqu~recap1 uar distinguiendo primaria- tratar de slmphflCar el ~sunto multivocos" (Turner, mente entre simbolos u~lv3~01~sYpracticantes del simbo- 1969:8). Pero la maY?I-: a t opuesta alas concepciones lismo, aunqu~.s~m~mles e n rincipio inconveniente de sello "posltIv1sta , notve e,fi~os para Henar la grilla alguno en colectar datos e:r:ogra . nos etic de la clasificaci6n sem16bcaI:Se;:bs~~s signifiquen, Al oponerse Sper~er a que samente, a quecons- tambien seopone, qUlzaun poco grue C7 Utuynn un sistema 0un roc ., . (~omunicacional de Fredrik pBar~~ot1e;;~)b~0. b~}enfoq~:le re no penetrar en el interior d I. a~ Ien prefIe- dicionales categorias semiol6 i~a=lgnOmedIante las tra- permanecer como testimon· g , y se conforma con que son abordados con un10?~pro~esos interaccionales ricas. Si bien POl' momnt mIlllmo e pr~sunciones te6- h.~cia el estructuralismo e dos B:rt~ parecIer~ incl~narse CIOnentre este metodo y' I esau Ol'1zacualquler aSImiIa- rias: "Sostengo que el si~n~~rcoden~us notas ~ntroducto- surge de su interconexi6n a 0 e estos slmbolos no tern) ni de su contraste en un esquem,a.0patr6n (pat- entonces no b . (... ) Los COdlgOSdel ritual metafor~s y a~~lo;;:sn :: est~uc~uras ~li.git~l;s sino e~ ~o dispositivo comu~icaci:'~l 0 .e codlflCa.clOnque, co- dIferentes y entrana pr d· .' bene propledades muy tintos que un c6digo dig~~:l'~(~e;i~~l~)nal~icos muy dis- Barth "asumir la existencia ., .. .ampo~o busca ulllficado, en el que los m de.u n COdlgOrItual smgular, memente" (p. 157). ensaJes son moldeados unifor- Como estructura c .. simb6Iico de los Baktam~~lU~~c~~lOral, el conocimiento municado de manera co e u Ia os POl' Barth "es co- forma muy debil y trannst~f~e, aunque compartido en creativo y complejo aunsml I 0en forma. precaria; es (idem p 222) E t'· d que pobremente slstematizado" ,. . n Ien e que el " . " d esta constituido POl' s1mbI mensaJe e los ritos signos, y POl' los muchos ~cos concretos,. mas que par asocian. Los eventos ritualeto~,loperaclOnes ~ue se Ie en su modelo difieren susu:' . lSparan mensaJes" que, sus propiedades esenciales n~~alrente .del lenguaje en Barth siguiendo a Sperbe· I, enguaJe -argumenta principio digital r- esta estructurado sobre un es decir, esta cd:p~:s~~~~~ueftemere "paradigmatico", milares porque pueden p a t~ases ormales que son si- mutaciones que se deseen: c lC~rse sobre ellas las per- basa en un "co'd' I" .el rItual, POl' el contrario se IgOana OglCO" I ' es una construcci6n creativa ende que ca,dametitfora , y ca a armOllla de conno- taciones y cada elemento de imagineria es una adici6n emergente a laestruetura del c6digo (p. 227). En el caso particular de los Baktaman, Barth descubri6 que care- cian de una tradicion exegetica; a fin de cuentas, el en- foque exegetico emic es desvalorizado expresamente POl' Barth cuando afirma que el tiene "la fuerte sospecha de que los cuerpos de explicacion nativa que encontramos enlaliteratura antropol6gica son amenudo creados como artefacto de la actividad del antropologo" (p. 226), su- gerencia tambien rubricada POl' Sperber a prop6sito de Turner. En un terreno mas decididamente semi6tico, la con- tribucion mas extensa y sistematica es probablemente el estudio de David Murray sobre la comunicaci6n ritual en las ceremonias navajo (1976). Su teoria secentra en los significados presupuestos POl' la noci6n de "procesori- tual", proveyendo una terminologia heter6clita, pero bien trabada, que el entiende apta para considerar el analisis de los simbolos en antropologia. En opinion de Murray, gran parte del problema de la antropologia simb6lica se debe a la ambigiiedad y a la abundancia terminolo- gica. Sobre esta base, encuentra que 10que falta en 108 abordes tradicionales como los de Turner, es un concepto explicito de designata. Debemos ser capaces -sostie- ne-- detratar con simbolos carentes de denotata, 10cual requiere criterios para definir un conjunto quepuede ser vacio, como el de los unicornios a el de los fantasmas. Par ello, una teoria de los simbolos no puede ser solo extensional, referida a objetos, sino que debe ser tambien intensional, referente a clases. Como a su entender nun- casediscuti6 can severidad queson exactamente los sim- bolos y c6mo es que ellos significan, Murray intenta cubrir esa falla adoptando la terminologia sugerida POl' Charles Morris en su Fundamentaci6n de la teoria de los signos. De los tres niveles identificados par este en el interior de la semiosis (semantica, sintaetica y pragma- tica), Murray focaliza este ultimo, para tratar de elabo- rar una teoria del significado quedecuenta dela eficacia MlmuUlicu desde el punto de vista de sus usuarios. Ubi- eH<1o en la dimensi6n pragmatica, entonces, recupera su- cesivamente distinciones conceptuales debidas a Michael Silverstein, a J. L. Austin y a Charles S. Peirce, conclu- yendo con este bricolage un trabajo de extraordinaria dcnsidad que ilustra, de manera ejemplar, las dificulta- des y las promesas de la variante semiol6gica de los estudios simb6licos. En pocas palabras, 10que Murray propone es con- siderar el acto ritual en el que se despliegan arquetipi- camente los simbolos como "performativo ilocucionario" (es decir, que se ejecuta al enunciarse) y tambien como "indexico" (0sea, relativo a un contexto). Afirma que un an<ilisis adecuado de los simbolos rituales debe poner en primer plano la relaci6n indexica can las condiciones sociales en que ocurre el ritual, algo que Turner, Douglas y Tambiah ya nos habian enseiiado sin hacer gala de razones semi6ticas. Es esta relaci6n indexica la que im- porta para Murray, mas aun que la informaci6n seman- tica encerrada en los simbolos, que acostumbra ser tri- vial. Poco mas 0menos 10mismo es 10quepropone Emily Ahern en su estudio de los actos ilocucionarios "fuertes" y "debiles", y de su vinculo con la problematica de la eficacia (Ahern, 1979). - Con la antropologia semi6tica de Milton Singer (ve- terano fil6sofo de la corriente pragmatica, alumno de Carnap y Russell en la decada del '30), el simbolismo establece su contubernio con la fenomenologia de raigam- bre schutziana. Cuando reflexiona sobre su propia tra- yectoria, Singer apunta que en los aiios '40y '50se ini- cia, con Hallowell y Redfield, un intento para compren- der al otro "desde dentro", fundando una concepcion fe- nomeno16gica de la persona que recien alcanzaria su plena floraci6n en los '60, con el primer auge de la an- tropologia simbolica. Al desarrollar esta la idea de que Ia cultura era susceptible de tratarse como sistema de sfmbolos y significados, eomenz6 a ser posible tambien, segun Singer, considerar la persona (el "self") en igua- les terminos. utor no hace mas que anu.daJ:, . En .el fondo, este a ro bricolage alternativo, prmcl- caSl paslv~me~te, en ot diria estaban destinados a con- pios doctrmarlOs ~ue ~l~vahasta sus ultimas co~secue~,- verger. P?: un.1 a 0, d ue"el hombre es un slmbo~o , cias lanOClOnpeIrceana eqt reminiscente de Gorglas, desplegada en unt argu-ren t~do 10que se sabe del silo- que choca de ~ren e~o~raPeirce- es una corriente de gismo: "La VIda - ecmmbre es un pensamiento; como pensamien~o; luego, el h~ bolo entonces el hombre es el p~~samlent? es ~?(~~er' 1980:487). Y habiendo tamblen un 51mbol0 1g \ reducirl0 a signo y como disuelto al otro com~person~ltgicamente con el, perpetra objeto al con;ul¥ar .eno~ef que bautiza como "antropo- una nuev~, ':la ,~rraCllona ISl a e entroniza como represen- logia semlOtIca , en a. cua s tante de Peirce en la tIerra. 1 'r al su- A titulo de tal, objet6. a.Eco el qu:~efo~~cd~be estar jeto de un proce~o de semlOSlSen el que "todo es signo". dogmatica~ente mcorpora~o'b Pe~~st~u~uesto nada menos La excluslOn d de Ir!arf: s de~a1partici6n caballstica y re- que el despe ~zamlen se suceden representamen, cursiva de PeIrce, en la qu.e 'd' simbol0 rhema, fundamento, interpretante/~ono, l~g~~~gno y a~i hasta dicisigno, argumen~o, cua.ISlg~~~ger 80a'iios de antro- ques: quiera. S~gUf sUl:e~i~gUistic~ no han pr?ducido P?IO~la y otro~a:r: o~allado ninguna problematIca. q~Ie nmgun conCeP?;l1 uadro' Peirce era un VlSlO- imp.on¥a l~rdeVISylO~i ~c~s:a~bien io invoca es porque 10 nann msplra 0, lee oblicuamente.. . verosimilitud las Dos circunstanclas exphcan con t - al estado de . S' La primera a ane presun~lOnes de !n¥er. , frecuent6 sobre el fila de la teorla an~:0~OlOgl~~7~ue~\nfluyente Clifford Geertz, su formulaclOn. en. ' e " en comunian" can el :al proclamar la ne)ceslda~'t~~q~;r:: postura se deslizara nativo (1977:492 , permllO l4(lllHlblemcntehacia una feno ' eho do un gesto semejant LmenologIaq1!eestaba al ace- In relaci6n personal d ~" a segunda t1eneque vel' con 10brind6 un patrocinio e si;nger c?n Murray Leaf, quien I1ntropologia como una co ~~rt~P1sas, Leaf interpreta la tas" y villanos "dualistas"n 1en a entre buenos "monis- ternados' nada mas mo ' t que prevalecen en ciclos al- que una perspectiva en~~sa~y P?r 10tan~o nada mejor, y forma, realidad y pensa~i~nStuJeto y obJeto, contenido encuentren con-fundidos 0" suceso Y contexto, se en la unidad d l' Y se red1man de su diferencia e s1gno. En la simbologia de Su B a. ?tras tradiciones te6ricas san ea~se apunta mas bien t1v1smosui generis inv 1 ' concre amente a un cogni- con c6digos. Bean ~eas~~~rado tanto con lexemas conlO tali dad consistente en c6di a la cu!~u;a como a una to- cuales los simbolos, concebi~os semlOt:cOS:,mediante los gan siguiendo las re las . o~como s1gmflCantes, se li- categorias culturales gco ~~eclSas con significados y con lecci6? d~l lexico co;res;o~d~:~{ con accio~e~, La reco- POl'S1mlSmo a la inter t ., e a un domlUlO, conduce paradigmatica su orde~~~f~~~n, ~ado que su estructura cado y genera'la acci6n' t 0, construye" el signifi- POI'esta autora el de I lUSrumental. El tema escogido relieve un agudo contra~t~ure~a y la po}uci6n, pone de Mary Douglas, a quien Bea~n~e sUSmetod?s r los de porIa dimensi6n lingiiistica N~tocha su lUd1ferencia sencillo que seria permuta .I 0es~, en este punto, 10 estrategia de Bean para co:st os, mo elos de base de la tas parecidamente mixtas rUl~, ednabstrac~o, .propues- POI' 10 1 ' como a e OhnukI-T1erney , genera, el resto de los t b' , ' lllscriptos expresamente . ra U;JOSslmbolistas utilizan ese t'· en una orIentac16n "semi6tica" ermlllO con suma I'b I'd sentidos bastante ex6ticos L t 1 era I, ad .y adoptando quienes han t d ,0 ~x raordmarlO es que hay haberselo pro~~e~t~p~~~eos v1rltualmente semi6ticos sin triada "posic' l' ,. 0es e caso de Turner, cuya diato la trin~: -~~~g:t~co-oPdera?}~nal".evoca de inme- rISIana e smtax1s" "sem' t' " , an lCa y "pragmatica" (cf, Bux6, 1983:41), Resulta tambifm llamativo que el ascenso de las semi6ticas, reales y pre- suntas, coincida con el declive del estructuralismo y el paulatino descredito de la teoria de la comunicaci6n, ya quese suponia 0seproclamaba entre todas estas corrien- tes una relaci6n muy estrecha (cf. Reynoso, 1984 y 1985a), En realidad, los semi6ticos no se han puesto muy bien de acuerdo en una serie de puntos que en la practica han resultado capitales: Asi, mientras que para Sperber, Bean, Dummond y Geertz 10semi6tico equivale a 10significativo, el hermeneuta Paul Ricoeur, con la anuencia deNattiez (1979:14), define la semiologia como· s610pertinente para el analisis del plano formal, estruc- tural 0sintactico delos sistemas; y mientras este ultimo, siguiendo a Saussure, pretende que el metodo semio16- gico se funde como reflejo del lingiiistico (1979:8), Mar- tinet, Mounin y Eco militan con vehemencia en el pro- yecto opuesto dedeslingiiistizaci6n dela ciencia del signo, Una disciplina humanistica que no ha decidido aun S1 aceptar nada menos que el sentido como objeto de su discurso 0 excluirlo definitivamente, y que oscila tam- bien entre incorporar 0repudiar nada menos que los metodos lingiiisticos, no parece estar en condici6n de' aportar gran cosaauna antropologia avida deprecisiones, Es dificil ponderar con justicia el papel de organon y el 1'01rector, unificante, que toca jugal' a una semi6- tica que se ha convertido, con el correr del tiempo, en una especie de lugar de desencuentros sistematicos, mas que en un espacio de acuerdos fecundos: el "totemismo'" y la "histeria" fueron abandonados POI' mucho menos que eso, Lyons constata, con indisimulada estupefacci6n,. que "no siempre se ha procedido con coherencia" en Ias distinciones proporcionadas pOI' diversos autores entre' signos y simbolos, entre simbolos y se:fiales, 0entre sim- bolos y sintomas, Echando una mirada rapida sobre Ias formulaciones mas conocidas (Ogden y Richards, Peirce, Miller, Morris, Biihler), encuentra que "no aparece una, sola interpretaci6n comun para ninguna de estas cate- MOI'f'IM Oil Loda la bibliografia ad . " 1\1111('110 do 10 que se ha venido di . uClda (1?80:91-92). IIIlLul'llImmde esta 0 aquelIa I c~nd?, ademas, sobre Ia ('111 it'kndo POI' nociones insu~a;se eslgnOs,.se e~cuentra trIOIllSde "arbitrarl'o" "n t cII~ntemente dlscuhdas, co- j • , aura 0 "con . I" (,lOneSen apariencia sencill d venClOna . Cues- del iconismo, se han reveI~~y e corto alcance, como la eomo fuentes inagotables d 0, en un. ~omento u otro, berg, 1980, 1981). e problemahcldad (cf. Lands- Se acepta en sHencio los textos fundacionales deP~~pur~'f. U1to del gen~o, que IJeirce, constituyan un a semlOlca, los escntos de biguo, y que Ia primera ~:~~~~paco, co~~r~dictorio, am- d.eprolongarse indefinidame e la semlOtlCa, en. trance signo investigandolo ba' nte'l sea menos elucldar el t '. . JO una uz novedosa q arse en dlsqUlslCiones escolasticas sobr I ' ,ue. ago- ese testamento y en Ia I' ., .e a exegesIS de que sus aforismos pUdier:~olecc.lOnIde eJemplos para Ios Martin Gardner observa vemr a ~aso. EI matematico Peirce estlin escritos en unq~~tAOStdlVer~OS.arti~ulos de YO,que uno se siente tentado 0 an eIphco. e l~voluti- canalizaria en esta nebulos a ~reg?,ntarse Sl PeIrce no dentes que mas tarde I a r.~.aCClOnP?lsiones incon- capacidad de sus critice perml leran queJarse de Ia in- mos a su opaco estHo efshf~ra comp!~nderle. "Afiada- rimero de extrafios term' blt.Ode uhllzar un autentico rados de tiempo en tiem ~no: ,mventados POI' eI, y alte- traciones suficientes cot' Sl como Ia carencia de ilus- tales terminos y Ia tarea ~ue mostrar el significado de -quiere r'· e comprender su sistema ad- 92) SPaoporcllones v~;~aderamente formidables" (19.8r.:. . e que a semlOhca d b o. fundamento peirceano 0 con e.~ ser construida sobre el 'como demasiado promisoria~ra eI, latarea no sepresenta Todorov dice de Ia semi T " un siglo de historia today' 0 lca, que a pesar de casi ciencia constituida '( ) l~fs ~a;s un proyecto que una neces:3riamente Iento' d~~na 1?0 1,"0no es s?I? .el rit~o tambIen cierta inseguridad enClenCIaten sus m~clO.S,. s~no cuan 0 a Ios prmclploS y conceptos fundamentales, sobre todo Ia noci6n misma de signo lingtiistico y no lingtiistico" (Ducrot .Y reodorov, 1974:110). 0bien se parte desde los signos no ling-ills- ticos para encontrar entre elIos el lugar del leng-ullje, y entonces esos signos no se prestan a una determina- ci6n precisa, 0carecen de importancia, 0son incapaces de esclarecer el modo de ser del lenguaje; 0 bien se parte del lenguaje para estudiar otros sistemas designos, con el riesgo ahora de imponer el modelo lingtiistico a fen6menos inconmensurables, reduciendo asi la actividad del semi6tico a un acto caprichoso de re-denominaci6n. "Dar el nombre de 'significante' 0 'significado' 0 'sin- tagma' a hechos sociales bien conocidos no significa nin- gemprogreso para el conocimiento" (loc. cit.). Fran<:;oisLatraverse aporta todo un conjunto decues- tionamientos adicionales, de Ios que POl' 10menos uno acarrea muy serias implicancias. Dice el que un metodo puede expresar que tipo de instrumento constituye a partir de dos puntos de vista complementarios: de acuer- do con su capacidad para dar cuenta de ciertos fen6me- nos y de acuerdo con las limitaciones que impone a la clase de fen6menos acerca de los que el metodo esta en capacidad de atestiguar con su formulaci6n. El estatuto epistemoI6gico de un metodo es, pues, siempre doble, y esta dualidad da lugar a una paradoja: porque un metodo es a Ia vez el instrumento que permite expresar los fe- n6menos de un corpus y el marco que determina Ia ex- presabilidad de esos mismos fen6menos. POI' otra parte, el reconocimiento y la demarcaci6n de los fen6menos pertinentes de un corpus son siempre, en cierto sentido, producto de una decisi6n metodol6gica practica 0 arbi- traria, que suele estar acompafiada de una suerte de ac- titud ontologizante: esta consiste en sacar conclusiones, a partir de la aparente rentabilidad del metodo, acerca de la naturaleza 0 de la esencia de aquelIo que el metodo manipula (1979:85). El programa semi6tico estaria asi condenado, desde el principio,' a una circularidad sutH, dificilmente superable, tanto mas cuanto menos concien- tes sean estas paradojas. Ya que, POI'de pronto, la semi6tica no ha pasado de ser una practica re-denominatoria de atendibilidad me- n.0s que discreta, .habria que inquirir cual ha de ser el sIstema de denommaciones, de las varias docenas de no- mencl.adores que hay, que resultara al fin y al cabo fa- vorecldo POI' los semi6logos. Es como si el campo s~~~016gicov!",cila~aentre dos extremos: la suprema am- blguedad, .el IdeaIIsmo autonegado y el exotismo protoco- 18;1' de, ~elrce, y el pragmatismo prosaico, el "caleidosco- PIOteorlCo" y el "ca6tico universalismo interdisciplinario" de Umberto Eco (cf. Sercovich, 1986:9), cuyos desbordes ver~~l~s no 10eximen, precisamente, de precipitar a la semlOtIca en contradicciones que se han hecho famosas. .Este es, en sintesis no del todo injusta el cuadra de sltu:aci6n de la semi6tica y del signo, que' parecieran concebldos para general' muchos mas dilemas que los que se h~~ manifestado capaces de resolver. Encontramos tambwn algo de esas practicas de re-denominaci6n en espacios te6ricos lindantes con la semi6tica como es el caso del esquema comunicacional de Lotma'n a del dis- curso sobre los "usos y funciones del lenguaje" (tipica- mente enAustin, Fillmore, Anders~n, M. A. K. Halliday), cuando se los extrapola desaprenslvamente hacia la an- tropologia. Ruth Finnegan se sirve de los conceptos austinianos d~,:'expresiones. I?erformativas"y de "fuerza ilocuciona- rIa, para relatIvlzar, pOl' contraste, la utilidad de cate- g~ma~.tal,~s~omolas de "l~ng?;:tjeexpresivo" 0"lenguaje sl~bolIco, u!l,a caractenzaClOn que una vez mas nos deja ~~sensaClOnde que algo se nos ha escapado, y que tamblen. da lugar a otras dificultades. ( ... ) El analisis de. Austm nos ayuda a superar el dilema de tener que ublcar todas las expresiones del habla en justamente una u otra ?e esas dos ~ategorias: expresiva (0simb6lica, 0 e~aluatIva) 0descrlptiva" (1969:550). El problema con Finnegan es que, a diferencia de otros austinHmos aqui aludidos, como Murray y Ahern, no pareen diM('(l\'l\lt' It~ mite alguno para la pertinencia de unos cunnl,oH('O\H'(I\I" tos que son mas idiosincraticos Y colate:al~s .que VOI'(hLll(\. ramente necesarios. Si bien debemos comclChr eon.ollnOil que la categoria de "simb6lico" ap~icada al len¥Ull,lO'.)~WH de excesiva generalidad, es ostenSIble que s~mterp\ (~I:ll- cion de ciertos patrones verbales entre los Llmba de ::-lw- rra Leona resulta persuasiva, simplemente, porque,l~s no- ciones que aplica son mas restringidas, mas especl~lcas Y mas aprop6sito quela de simbolo, y no p.orq~e.la Idea de los actos performativos-ilocucionarios este caIIflcada .para reemp1azar a aquella otra en todos 10sc?ntextos poslbles. Quiza en ninguno de los autores mvolucrados c~n estrategias inspiradas en la semiotica encon~rar~n:os mas ambigtiedad en 10que hace al nexo paradlgmatIco, que en la estr~tegia "etnosemi6tica" propugnada p~r Lee Drummond (1981). En este casa,}o que se pe;Slgue es estudiar los procesos de construccion de 1a,rea~ldad Y e1 modo en quelas culturas secomprenden a ~l n:l~ma.s. La semi6tico es aqui, pues, equivalente a 10slgmflCatlV.o. Para Drummond, la cultura no detenta una cuahdad ontal6gica estable, preexistente, que se pueda tan: ar co- mo inmediatamente dada: no es un producto, Sl?-,Oun proceso mediante el cual se posibilita la comprens~on de 1a experiencia. Y al ser un proceso, se puede ~eclr que 1acultura es constantemente re-creada. A partir de es- tas definiciones, se pone de manifiesto segun Drummond el contraste que hay entre los argumentos eme:ge~tes de 1aestrategia "etnosemi6tica" y los delos es~u.d~os rep::e- sentacionales". entre los quesecuenta el a~al~sls del mlto llevado a cabo pOl' Malinowski. En .este, ?ltIm? caso, el mito, arquetipo moment aneo de 10slmbohco, slr,:e par~ racionalizar Y representar un orden cultural preexl~tente, en la etnosemi6tica se demuestra, POl' el contrarlo, que e1mito re-crea constantemente el orden cul~ural, pOl' 1?e- dio de una exposici6n secuencial de as~rclOnes qu.e.Im- plican tanto sea identidades con:o re~aclOne~oposltIvas. Dado que el mito es, en ultIma mstancla, un modo en que la sociedad busca explicarse llenando de sentido 1m experiencia, no es excesivo asimilarlo -propane Drummond- a una antropologia incipiente, en embri6n, a una ciencia cultural in nuce. A la inversa, la mirada que desde la contemporaneidad arrojamos sobre las eta- pas tempranas de la antropologia (como ser sobre la ex- plicaci6n malinowskiana del mito) equivale a un analisis de la mitopoesis que se presenta en el mismisimo acto de la explicaci6n antropo16gica. Sin que el mito tenga que ser concebido ineluctablemente como ciencia en cier- nes y sin que la ciencia tenga que ser desenmascarada como un mito encubierto, 10concreto es que mito y prac- tica antropol6gica se iluminan mutuamente. Matices aparte, y siendo que10"semi6tico" en Drum- mond se refiere mas al sema como significante que al sema como signo, no encontramos entre su postura y la representacional la diferencia taxativa que el postula. El plus de virtud que Drummond supone inherente al realismo de 10dinamico frente a la artificiosida-d pre- sunta de 10estatico es un supuesto que descansa mas en un lugar comun declamatorio, en si plausible, que en una comprobaci6n en regIa. Sediria que el modelo malinows- kiano, lejos de mostrarse en sus limitaciones, ha logrado absorber el nucleo de la estrategia etnosemi6tica y ex- presar, sirviendose de Drummond como instrumento su- yo, la funci6n racionalizadora del mito en terminos de proceso. Y se podria asegurar que los correlatos de sen- tido comun que establece Malinowski entre 10mitico y 10real, estan tambien mas cerca de conceder un sentido alas expresiones del mito que el cuadro abstracto y po- sicional de identidades u oposiciones que Drummond construye sobre su secuencia. La semi6tica, tal como nosotros 10vemos, esta en crisis, y es comprensible que asi sea. En los ultimos tiem- pos, su debilidad epistemo16gica se trasunta en alianzas y coaliciones estrategicas que buscan, evidentemente, su fortalecimiento: asi tenemos el caso de la simbiosis de la semi6tica con la idea de los paradigmas de Kuhn y con la noci6n delos "juegos delenguaje" de Wi U,)l,(\m~l.(.j 11 n la hermeneutica filos6fica de Karl-Otto i\}l(\l, O!H1 e ., on la historiografia y la sociologia en la "H('II!1o ~.mo~cIa cultura" de la Escuela de Tartu. Dc t()da~, 101' ~~~ ~asemi6tica como tal sigue pendulando entl'll dOH extr'emos: el de las formas fijas signicas, que ob~.~a(,lI, liza la adaptaci6n de 108conceptos a la pohvalenc1<t d( 10real y el de los grandes tipos focales a 10Lot~an Uspen~ki, cuyo dictum eufemistico de que "no .hay t1P,m-: puros" impide predecir el estado de unas varIables co nociendo el valor de otras. . En la figura de Milton Singer he~lOs observado cl punta de flexi6n devadas tradiciones vlgorosas: la. de la semi6tica la de la fenomenologia y la de la propla. an- tropologi~ simb6lica con un atisbo ademas del an~lguo pragmatismo filos6fico y de la psicologia del Yo. Sl:ndo la semi6tica una analitica etic con un sto,ck.categ.orlal a priori, y la fenomenologia una herme~eutl,?a vl~c~ra,~- mente emic, y que para mas datos se qUlere ateore~lCa, no parece haber posibilidad de que el conato de Smg~r se estandarice, trazando el camino de up-a.convergen~la real entre el simbolismo y la antropologla mterpretatlva de los schutzianos, que se materializaria adoptan,do el vocabulario de la semi6tica. Cierta~ente;n0 p~dra ~no deberia) haber una conjunci6n tal Sl los.slmbohst~s Im- ponen un minima de congruencia a su epls,temologla. 1,0 que no quita que quiza si se encuentren estos y ~osfe- nomen610g08 en una estrategia acabadamente emtc, ba- sada en la interpretaci6n, segun veremos al tratar el siguiente enfoque. Paradi,gma te6rico: Variable, con tendencia alas "Verstehen". Objeto: El simbolo como portador de significado. Plano: Semantico. 1" rop6H'i/o: Desdfrar 0interpl'etar el sentido del simbolo' redefinir , .. h~culturacomo. sistema de simbolos compartidos. • l',HI.u<l'Ws r.~pr~8enta,t1Yo~:Clifford Geertz\(vs.), Victor Turner (di- menSIOn exegetlca'), Bennetta Jules-Rosette (vs.), David Mu- rray Schneider (vs.), Charles Taylor (1979) James Boon (198~), Malcolm Crick (1976), Kevin Dwyer' (1982'), David Parkm (1982), Paul Rabinow y William Sullivan \(1980), Vin- cent era,panzano (1980), Dennis Tedlock (1983), Eric Schwim- mer (1978), Kirsten Hastrup (1985). Malinowski. Como bien dicen Colby, Fernandez y Kro- nenfeld, "hay algo de esencialmente freudiano en la in- terpretaci6n POl' Geertz de la rina de gaUos balinesa (1973), el sueno masculino de momentanea liberaci6n. No utilizamos 'freudiano' en su sentido acostumbrado de interpretaci6n de simbolos especificos, sino en el sentido metodo16gico. Ciertamente, Geertz ha titulado intencio- nalmente su colecci6n de ensayos The interpretation of cult1treS, en resonancia con el titulo del estudio freudia- no sobre los suenos, y en reconocimiento, quiza, de una permeabilidad metodo16gica" (Colby et al., 1981:432). Para Turner, 10semantico es mayormente emic: "La dimensi6n exegetica consiste en la totalidad del corpus de explicaciones de un simbolo en particular 0del sig- nificado de una cadena de enos ofrecidas por los infor- mantes indigenas. (... ) La exegesis puede realizarse a traves demitos, es decir, denarraciones sagradas .. , que son tambien fen6menos liminares. Pero la exegesis no siempre toma la forma de mitos; en muchas sociedades .africanas e indias se encuentran interpretaciones par- dales decada simbolo ritual sin quehaya una explicaci6n narrativa de la interrelaci6n de los diversos simbolos €nun rito. 0bien la exegesis parcial puede coexistir con mitos elaborados que explican cada detaUe del ritual como expresi6n material 0corporizaci6n de una parte 0 incidente de un mito. De este modo, el rito, el mito y la exegesis (hermeneutica) pueden variar independien- temente" (Turner, 1969:11). La idea de Turner parece ser la opuesta absoluta de la que rige el posicionalismo de Sperber, animado este por un espiritu critico casi exaltado, que no deja en pie ningun convencionalismo disciplinario; Sperber objetaria, a no dudarlo, tres pos- tulados esenciales al razonamiento de Turner: la condes- cendencia hacia la explicaci6n nativa, la busqueda de significados por detras del simbolo y la identificaci6n de "unidades" que vendrian a ser los simbolos mismos. "Nada --enfatiza Sperber- aparte de la ilusi6n semio- logica, impone un despiece del fen6meno simb6lico en Este enfoque constituye el nucleo fundacional la .expresi6n mas tipica y el climax de la antropologia ~im- b61~ca. Basicamente, se manifiesta en dos pIanos 0mo- dahdades, segun el sentido del simbolo sea atribuido a o recabado de la esfera conciente (en cuyo caso puede h~blarse de exegesis) 0recuperado a partir de 10incon- 'Clente(yaqui se habla de interpretaci6n 0desciframien- to). A su vez, cada una de esas modalidades puede estar tambien diacriticamente particionada de acuerdo can el e~;acter formalizado 0informal del metodo, con la adop- elO?.deuna estrategia emic 0etic, con un prop6sito idio- graf;c.o 0comparativ~, y con la elecci6n de conceptos .anahtlcos 0de expreSlOnes empaticas. De todos modos el objetivo es el plano semantico, y 10que se pretende ~ la larga es determinar que es 10que el simbolo significa. .El significado, entonces, puede estar oculto 0puede mamfestarse a la vista, puede derivarse dealgo asi como una traducci6n 0de una especie de parafrasis, puede ser €xpres~~o. POl'el portador 0descubierto POl'el estudioso: ·endefmItlVa 10queimporta es el plano de semiosis pros- pectado POl' el enfoque, y no tanto los referentes deno- tados en S1. Cuando merced a su desciframiento el sim- bol? implica, refleja 0metaforiza insistentemente al orden SOCIal0a.la naturaleza circundante, el referente puede pasar aprImer plano y determinar un cambio 0una com- plementariedad de enfoques y paradigmas. El enfoque cripto16gico arranca sin duda dela inter- pre~~i?n freudiana, asi como el enfoque interaccional se mlCma todas luces con Durkheim y el holistico con Hflll!loloH.La noci6n de simbolo no es universal, sino ('uILuml, puede estar presente 0 ausente, diferir de una eultura a otra e inclusive dentro de una cultura dada (... ) Sugiero, POl' tanto, que la noci6n de simbolo sea; POl' 10menos provisoriamente, suprimida del vocabulario explicativ:o de la !eoria del simbolismo, para que ya no se la comsdere mas que como un objeto eventual cultu- ralmente definido, de la descripci6n" (Sperber, 1974:75). ~or el co~trari?, Turner entiende que el simbolo "es la mas pequena umdad del ritual que todavia conserva las propi:dades especificas de la conducta ritual" (1980: 2). La mdole de un simbolo es para el fundamental- men~e s.emantica, aunque sobre todo despues de las pun- tuahzaclOnes de Sperber, comienza a advertirse en Tur- ner la falta de una explicaci6n acerca de los mecanismos pOl'.l0s cuales los simbolos adquieren su significado y se mstItuyen como tales. Los simbolos turnerianos simple- mente tipi~i?~n, 0representan, 0recuerdan algo, "ya sea poria POSICIOnde cualidades analogas, ya POl' asociaci6n dehecho 0depensamiento" (idem). Pero el proceso con- cret.o de 10que 'Yhite llamaba simbolaci6n, 0sea el de- vemr una cosa sImbolo, nos ha sido escamoteado. A pesar de, qu~ la ~ignif~caci6n se origina para Turner en. la exegesIS natlva, esta de ninguna manera agota la ~hmensi6n s~mantica de los simbolos, dimensi6n que adqUl~re su plemtud a medida que el antrop6logo la contextuahza en su "campo" correspondiente (1980:51- 52). En l~que al simbolo concierne, su semanticidad se caractenza POl' tres "propiedades": la condensaci6n d.e,mucha;s c.o~as0a.cciones en un solo signo, la unifica- CIonde s~gntfwa.ta dlspares, y la polarizaci6n de sentidos en un polo ideol6gico, relacionado con su materialidad y con su forma externa (1980:30-32). .. Mientras en 1958 Turner aducia no estar en con- dI?IOneSd~establecer las fuentes exactas de los senti- mlen!os eIdeas que determinan la conformaci6n exterior del sImbolo y las razones de su selecci6n, ya en 1962 era capaz de destnar de la mera exegesis de una rama de chising'a una estructura de relaciones socialea, una re- ferencia sistematica a los valores imperantes en la cul- tura y hasta una representaci6n de la topografia del entorno (1980:829-332). Si bien los mecanismos deemer- gencia "hist6rica" del simbolo siguen estando ocultoFl, y si bien ya nadie pretende que los simbolos se declaran como tales en una epoca primordial, sin posibilidad ul- terior de redefinici6n, existe un universo de diferencia entre los hechos de significaci6n recabados POl' Turner y la premisa de Schneider acerca de su arbitrariedad. POl' de pronto, el entrecruzamiento de aspectos, pro- piedades y niveles semanticos descubiertos POl' Turner en el interior del simbolo, se enriquece hacia 1969 (cf. Tur- ner, 1969: 13) cuando se decide a sintetizar los tres "fun- damentos" (foundations) de su semanticidad: la "base nominal", representada POl' el nombre que se Ie asigna, la "base substancial", atinente a sus propiedades mate- riales, culturalmente seleccionadas, y la "base artefac- tica", 0 sea su cualidad de objeto elaborado para servir como simbolo. EI sentido exegetico de los simbolos se construye mediante analogias y asociaciones entre sUS fundamentos. En un nivel de tipificaci6n mas elevado, al operar sus sintesis, Turner encuentra que en cada conjunto 0 sistema cultural hay un nucleo de simbolos dominantes, caracterizados POl' su extrema multivocidad, asociado al cual se percibe un numero mayor 0 menor de simbolos encliticos 0 dependientes, que acostumbran ser univocos (1977:186). Es en este punto que Turner advierte la re- laci6n entre sus simbolos dominantes y 10que Morris Opler define como los "temas" de una cultura, es decir, un conjunto de afirmaciones dinamicas que expresan la clave del caracter, la estructura y la orientaci6n de la misma. Los simbolos dominantes representan mas pre- cisamente conjuntos de temas fundamentales: los suje- tos expuestos a ellos en el cicIo ritual aprenden con su usa euales son los valores, los estilos de conducta y los postulados cognitivos imperantes. No es ocioso destacar que la dimensi6n involucrada en las distintas coordina- ciones e:r:sayad~s por Tu:ne~ entre los simbolos y los t~m~s: slgue SIe~do semanbca: "Los simbolos poseen slgmflCados -aflrma- mientras que los temas pueden ser significados" (1977: 185) . N6tese que en este plano de la significaci6n Turner ya no dep~nde. de la exegesis nativa, puesto' que los temas son mferldos por un observador a partir de los datos de una cultura, siendo los simbolos rituales una clase de esos datos. Cabe destacar tambien que aparte de l~relaci6n que Turner establece entre sus simbolos dommantes y lo~temas de opler, es posible alinear con ellatoda; una serle ~econceptos antropo16gicos que tienen en c~m:m sus metaforas nominales de preeminencia y e.senclahdad, y que se refieren siempre ala esfera simb6- hca y a la significaci6n; los mas notables entre ellos son ~,al ..vez l~s "val ores. dominantes" de DuBois (1955), las o~lentaclOnes dommantes" de Kluckhohn (1950) los "slm~,olos nucleares" de Schneider (1968), los "simbolos clave de Ortner (1970, 1973) ylas "metaforas rakes" de Pepper (1942). En este contexto de asociaciones, resulta ya elocuen- te el contrast~ entre la postura de Turner, quien se enc.uentra en smtoma con la linea del establishment sim- bohsta y con las tradiciones de la vieja antropologia cultur:al, y 10que veniamos diciendo acerca de la doble n.e,gatIva~e ~p~rbe~en cuanto a reconocer la significa- CIony la mdlvlduahdad de los simbolos. La posicion de Sperber es tambien contraria a la de David Schneider la cual, pese a configurar una perspectiva mas apretad~ quela ~eTurner, y menos cefiida al sentido comun, sigue ma.ntemendo y hasta remarcando quelos simbolos son las umdades conceptuales de las que se sirve el analisis, Para Schneider, cada cultura concreta "esta forma- da por un s~stema de unidades 0partes que son defini- das de un Clerto modo y que se diferencian entre si de acuerdo con determinados criterios" (1968:1). Estas uni- dades 0constructos culturales definen simultaneamente el mundo y el sistema de cosas que cX irl\,PIId"I1I."odl1(II, por un momento, Schneider parece cone('\)it· III flllllhlllo sencillamente como "concepto", aunque en I'IlHlicilldlit I'U laci6n entre los simbolos propiamente dielloH, Ion 1'011 ceptos y las significaciones es, en sus primel'OHPIIIIlLY0l4. complicada y oscura: "En la cultura americana, 1111 ida des tales como 'tio', 'pueblo', 'deprimido', 'vianda', 'coI'lL zonada', la idea de progreso, la esperanza y el arte, HOII unidades culturales" (1968:2). Los constructos cultul'lL- les de Schneider poseen una realidad propia que no de- pende de su existencia objetiva y hasta son del todo independientes de la cultura real y observable; la con- dueta, de hecho, no forma parte de la cultura tal como el la concibe, y hasta supone una perturbaci6n para el estudio de la misma. En ningun otro autor el simbolo es concebido tanto en terminos de una entidad concep- tual abstracta y en enlace tan estrecho con las reglas; para Schneider, la tarea del antrop610go tiene que ver "conlas definiciones delas unidades y delas reglas ( ... ) y no con los patrones de conducta formulables a traves de la observaci6n de sus ocurrencias concretas" (1968: 6) . En un repentino entrecruzamiento de clases y de distinciones 16gicas, Schneider acaba definiendo al sim- bolo segun los atributos quelos semi610gos confieren mas bien al signo: el simbolo schneideriano es entonces "algo que esta en lugar de otra cosa, 0 de otras cosas, sin que haya relacion necesaria entre el simbolo y aquello que este simboliza" (1968:2). Schneider resume de esta manera 10esencial de su propuesta: "Esta perspectiva esta impllcita enbuena par- te del pensamiento antropol6gico, pero me fue mayor- mente explicitada por Parsons. Desde este punto de vista, la cultura se define como un sistema de simbolos y significados. Es decir, cada cultura seve como con- sistente en un sistema de unidades y sus interrelaciones, que contienen las definiciones fundamentales sobre la naturaleza del mundo, sobre la vida y sobre el lugar del hombre en ella. En vez de preguntar c6mo se organiza 11,1, ~I()d(~dltd para asegurar su continuidad a traves del tlCmp~! pl'eguntamos de que unidades esta hecha ' ~e deLInen y diferencian estas y c6mo se articula c~r::.~ co~d otra . Y preguntamos que significados encierra ese es a 0de cosas, y c6mo se descifran los mismos en los esq?emas pa~a la acci6n" (1969:116). Como quiera que defma Sch~eIder sus propias iniciativas, 10concreto es que.,~as umda~es que persigue son unidades de signifi- ~aclOn,.y las mterrelaciones que Ie interesan son enca- enan:l.lentos. de significados; su enfoque es, en conse- cuencIa, en:m~n~emente semantico. Partiendo entonces 1 e ~stos pr~ncIplOs, Schneider pretende establecer, sobre a ase e.mw ~e 10que sus informantes dicen acerca de sus propIas yIdas, el. ~ucl~o simb6lico de cada sistema cU1tu::al, la mterrelaclOn sIstematica de 10s sentidos de ~as ~IVt ersas partes, y. las articulaciones que median en- re es as en tanto umdades cultura1es. - . . M~~ntras Geertz vela cultura como sistemas de sig- mflcaclOn .encarnados en simbolos, Schneider Ia concibe com~conslStente en 10s simbolos mismos' para aquel 10s51mbolosmanifiestos son 1avia demedi~ci6n obligad~ para alcanzar ~o~significados de la cultura; para este, 18;cu1tura mamfIesta es 1amediaci6n inevitable y fasti- dlOS~~u~h~~que trascender para acceder al nucleo de la sIgn~flCaClOnsimb6lica. Aunque los simbolos tal como 10sentI.enden un? y otro. autor son, al contrario de los speJ~enanos, entIdades sIgnificantes, las diferencias que n: e 1Ian entre ambas perspectivas no son en absoluto tri- ;naes. Gee~t~, POI' su 1ado, capta, conjetura, dialoga 0 mtuy~ sensl~lVamente la significaci6n; Schneider, en ~a~~lO, sencI1.lamente1aabstrae, la destila a partir de JUlClOSde un ~nfo~mante que puede ser cualquiera, pues- to que para el nmguna respuesta es falsa y hasta las ~or~as de mentir esbin cU1turalmente definidas y estan- "anzad~,S. Incluso al re,c?~ocer que existen informantes lu~nos , capaces deanahsIs y degeneralizaci6n al lado e mformantes "malos" que s610dicen "si" '0"n " Schneider finaliza delegando en unos y otros la tarea od~ 86 sintesis y de acabamiento (la "interpretacion", en Burna) que Geertz rec1ama para si (cf. Schneider, H){,8 :9-10; Geertz, 1973:3-30, 1980, 1983). La diferencia entre 108 dos lideres de la antropologia simb6lica norteamcricana es tajante: Geertz es un hermeneuta que construye hi- potesis interpretativas; Schneider, en el fondo, es un em- pirista quetraza generalizaciones sobre 10que sus infor- mantes aducen. Lo que hay que estudiar -dice Schneider- son los significados asociados a los simbolos y las reglas que se derivan de elIos, para establecer un punto de vista que configura un "modelo mecanico", POI' cuanto la quiebra de la regIa carece de importancia cultural, aun en el caso de que sea frecuente. Desde un primer momento, el autor en cuestion distingue las reglas, que son gene- ricas de las normas, que son reglas especificas y que, POl' ~eferirse a la conducta concreta, son puestas radi- calmente entre parentesis (1968:6). Aunque deuna den- sidad poco frecuente, los escritos de Schneider no son en 10mas minimo proc1ives al formalismo. Para el, los estudios etic son una imposibilidad factica, puesto que toda descripci6n no es mas _que "interpretacion subje- tiva" del estudioso (1976a:203-204). En vez de gastar tiempo y energias en hacer mas objetiva nuestra inves- tigaci6n, debemos perfeccionar las tecnicas para com- preuder mejor la subjetividad y las reglas POI'las que esta se rige. Las reglas, para el Schneider de 1968, no se infieren de la conducta sino de su conceptualizacion, de su expresion en simbolos; los objetos materiales (asi sean parafernalia) y los actos sociales concretos (asi sean ritos) caen fuera del campo de la investigaci6n cultural. Este fruto de un idealismo extremo, de una estrategia empefiada en poneI' de cabeza todo cuanto la mirada cree descubrir en la captacion inmediata de las cosas, no tardaria en ser reformulado. El Schneider extremo, el mas colorido a los efectos de una historia sensacio- nalista del simbolismo, ya no existe. En 1972, Schneider cambia repentinamente de idea, dejando en el camino a I I III I I II ~-------------------~~~~-~ un grupo de discipulos cuya inercia habria de llevarlos mas lejos de 10que el mismo estimaba prudente: afir:ma entonces que la cultura se abstrae del sistema normativo, y que las normas se deducen de la cultura observable. La evoluci6n de Schneider, que ha sido un suceso poco destacado por los titulares de la prensa conservadora puede interpretarse como una inversi6n de la metamor~ fosis de Sahlins 0de la pausada progresi6n de Geertz. En 1977su vocabulario ha cambiado totalmente y mien- t::as habla, de praxis, de ideologia y de liber~ci6n, no Slente escrupulos en aliarse con el marxista Kemnitzer ni en enfatizar que la aecion simb6lica (vale decir' su din;.ensi6n concreta y observable) es 10que deberia' fo- cahzarse e~el punto de mira del estudio del significado (cf. SchneIder, 1972; Dolgin, Kemnitzer y Schneider, 1977). En este lapso no ha variado empero su sustan- cialismo, que Ie hace pensar que su' concept~ de cultura como "sistema simb6lico-significativo" es mas penetran- te que el que ha sido tradicional en antropologia (1972- 37). En su brusco viraje, Schneider no habia tenido tiempo de designar herederos que pudieran postularse para la vicepresidencia de una corriente ahora franca- mente liderada por Geertz. Aunque los acontecimientos son demasiado cercanos pa~a una buena perspectiva, pa- rece ser Roy Wagner, anbguo alumno suyo en la Uni- ver~idad de Chicag?; quien exhibe mejores titulos para aspIrar a su suceSlOn. En 1967, Wagner estableci6 la necesidad de emicizar los modelos analfticos del antro- p610go en una forma acorde con los simbolos de la sociedad estudiada; urgia no tanto a hacer coincidir for- mal mente los modelos con los simbolos sino a acatar directamente los simbolos como unicos m'odelos de cierta validez. "En alguna medida -afirmaba Wagner- la es- tructura social y las relaciones dentro de ella son mani- puladas y tratadas concientemente por los miembros de la sociedad, y eso se entrecruza con el sistema simbolico de la cultura. En la medida en que este basta para el mantenimiento de la estructura social que media entre' las person.as .~pues, de h~cho, det~rm~n.aesa ~stru~tu:ra), una deSCrIpClOnde ese sIstema sImbohco sera sufIcIente' para el analisis del sistema social" (Wagner, 1967:222). En 1975, cuando Wagner propugna concebir la teoria totalmente en terminos de la idea de un simbolo y de la manera en que este se emplea para "generar" tipos ~e relaciones sociales usados por la persona, su antropologla adquiere una coloracio,n Itodavia ma,s fenomefnologica. En .opinion de Wagner, la persona construye soberana- mente una cultura y una sociedad, sirviendose para ell0 de los simbolos, que vendrian a ser entidades no muy bien definidas, pero que discurren siempre en el plano de la conciencia y la instrumentalidad. Es el poder y la eficacia del simbolo 10que garantizara identicas virtu- des a todo modelo de interpretacion que se confeccione a su imagen y semejanza (Wagner, 1967, 1975). Se nos dispensara que incurramos, por una vez, en una critica que no es para nada epistemologica: es que el mundo feliz regido por los simbolos con que Wagner suena, y que quiere imponer como canon a una ciencia tambien simb6lica, tiene algo de inmoral, algo de pan., glossiano, para quienes no creen que la real.idad se ne- gocie en consonancia con la pauta liberal. NI duda cabe que en el festin canibal, Wagner observaria los aconte- cimientos desde el punto de vista de los comensales, quienes son, naturalmente, los que pueden d.efi.nir la simbolicidad y construir la interaccion a su arbItrlO. En la vida real en la dialeetica de la victima y el verdugo, del explotador y el explotado, del opresor y el oprimido, no solo las relaciones concretas y materiales de poder sonmas significativas y actuantes quecualquier universo simb6lico sino que por 10menos una de las partes es incapaz de decidir soberanamente la emergencia de una dimensi6n simb6lica susceptible de alterar el estado de cosas. La construcci6n simb6lica y consensual de la realidad no es mas que una extraviada fantasia intelec-'- tual que el hambre, la explotaci6n y la violencia refutan eotidianamente, pero que la fenomenologia norteameri- cana (posmodernismo delos diletantes) seobstina en ali- mentar desde hace afios. En America latina, donde na- die se traga el mito que Castaneda construy6 sobre ella, se sabe muy bien que si es el simbolo 10que determina la vida social, entonces su ineficacia es ostensible. Aunque los significados simb6licos que importan es- tan para Geertz menos "a flor de informante" que para el primer Schneider (y por 10tanto los procedimientos exegeticos dejan mayor margen al investigador, devi- niendo hermeneutica), su concepci6n de la cultura es harto menos dicot6mica, y las conductas reales constitu- yen siempre para el un indicio a tener en cuenta. En este senti do, Geertz se halla fundamentalmente preocu- pado por la "acci6n simb61ica", que es casi equiparable a la "dimensi6n instrumental" de Turner (1969), y que esta determinada por el uso que los hombres hacen de los sistemas simb6licos. Geertz considera a la cultura como "un conjunto de mecanismos de control -planes, recetas, reglas, instrucciones- que guian y cifien aque- 110saspectos de la humanidad que se expresan en la cultura" (1965:107). Esta "humanidad" se encuentra no s610en el ethos esencial 0en la estructura decada cultura concreta, sino tambien en los diversos tipos de individuos que existen en el interior de cada una de ellas; esto implica tener que estudiar en detalle las vidas sociales de esas perso- nas. Poco antes de sintetizar su paradigma (Geertz, 1973), este autor propuso tratar la cultura de los pue- blos bajo estudio como "un conjunto de textos, que for- man conjunto ellos mismos", y que el antrop610go debe interpretar como si de textos literarios se tratara. Di- ehos textos incorporan no s610un sistema ideacional abs- tracto, sino tambien y privilegiadamente las actividades sociales cotidianas de las personas que estan implicadas en una acci6n simb6lica cualquiera. Ya aqui, la apela- ci6n a la cotidianeidad evoca la influencia de Schutz, en tanto que la mediatez y la contextura del. Hlm!>o\o ('or,ro, boran la asimilaci6n del ideario de Casslrer y Langt". Al aplicar este tipo de enfoque alas peleas d~~,gallo:1 balinesas Geeertz las interpreta como una expreSlOll qlit' contradic~ el modo de vida y el modo dese,r apa~·enL:l.d~: los espectadores. Las rifias de gaUos re~nen aspel:~:)" tales como un marcado narcisismo masculmo, una e~<t-· cerbada pasi6n por las apuestas y el riesgo, :y notorla:" rivalidades de status, todo 10cual aparece hg~d~ me- diante un conjunto de reglas que expresan se~t:mIentos destructivos subyacentes a la ilusi6n .detranqm.1ldad con que los balineses han logrado recubnr una socledad tan jerarquicamente estructurada como la suya: ~l eth?s cul- tural, en este caso, aparece dotado,deun car::cter mstr~- mental, pragmatico, ya que no solo comumca deter~l- nados rasgos encubiertos de su cultura a sus proplOs portadores, sino que sirve ademas para crear y fomentar esos rasgos (Geertz, 1973:412-453). ,. Observese que mas aUade constituir una par~frasIs, toda referencia a las ideas de Geertz. se contagIa? un poco de la potencia singular de su estIlo, de la c.mdada artesania con que modula sus argumentos y burl1a s~s frases, caracterizadas por una ret6rica amante. ,dela ah- teraci6n, una ret6rica a la que una t:aduccI~n. a una lengua refractaria a esta figura termma tra~clOnando en su expresividad. El hecho es que Geertz es,.Junto con Levi-Strauss, uno de los pocos gra~des esc~~tores con que se ha privilegiado la antropolog,ta; tamblen es ~no de los polemistas mas virtuosos, eqmpar~ble a un SpIro o a un Marvin Harris, aunque haya elegldo no contestar nunca directamente a sus criticos. La evolucion personal de Clifford G:eert~como an- trop610go es por demas interesante, y smtetIza oportu- namente una de las fuentes primordiales del enfoque simb6lico en su conjunto; por de pronto, en una produc- cion variada y prolifica como la s~ya, !esulta bastante problematico abstraer las lineas directr~ces y las cons- tantes. En uno de los trabajos mas antIguos que Ie co- 91 !10CCmOH (Geertz, 1957), se preocupa por la diferencia- (!i6n conceptual de los aspectos culturales y sociales. de In vida humana, considerando a ambos como "anaHtica- mente separables, pero mutuamente interdependientes". Pocos alios despues, en un desafio a ciertos simplismos de Steward y a prop6sito del proceso de involuci6n agri- cola registrado en Indonesia (1963), produce uno de los ensayos mas brillantes de la decada sobre el cambio so- c~al :~ su relaci6n con la ecologia y con los principios slmbohcos de un pueblo, que es al mismo tiempo en opini6n del marxista Robert Murphy, "una de las 'mas elocuentes denuncias del colonialismo quehe leido jamas" (Murphy, 1967:17). Conel tiempo y la madurez la com- batividad politica de Geertz se llama paulatin~mente a sosiego; su estilo, en un principio Hmpido y de lexico ri- quisimo, se va tornando algo mas pesado, casi barroco, plagado de in1ercalaciones digresivas y de ironias en medio de las frases; y la dimensi6n eco16gicase encoge hasta el limite de 10razonable en alguien que siempre h~sido contextualista. Por ultimo, Geertz incorpora el dIctum de moda del enfoque emic (1974), aunque sin llegar a la pretensi6n fenomeno16gica de "meterse bajo Ia piel del nativo", marca sus distancias con el cogniti- vismo y con otras corrientes (1973) y asume formalmen- te el liderazgo de la antropologia interpretativa (1980, 1983), opuesta alas estrategias que intentan extrapolar sus metodos a partir de las ciencias naturales. El manifiesto te6rico de Geertz de 1973 merece ser parafraseado ampliamente como ejemplo arquetipico de enfoque hermeneutico y como una de las columnas ver- tebral~s (junto con las propuestas de Turner, Sperber, SchneIder y Douglas) de la moderna antropologia sim- b6lica. Hay que ser cauto, eso si, cuando Geertz utiliza las palabras en un sentido atipico. Si dice, por ejemplo, que adhiere a un concepto "semi6tico" de la cultura convie- ne advertir que con ello alude a su tradicional i~quietud en procura de "signos que significan", que no guarda relaci6n alguna con las escol1lsticas distinciones de Peir- cesobre la variedad tipol6gica delos signos. ~ara. Geertz, el analisis de la cultura no conforma una CIenCIaexpe- rimental en busca de leyes sino una ciencia interpreta- tiva hermeneutica en busca de sentidos. Como expresa en~tra parte, el ~s uno de los n:uchos cientif~cos. ~ocia- les que "se han alejado de un Ideal d~exphcacI~n de leyes-y-ejemplos hacia otro de casos-e-mterpretaclOnes, persiguiendo menos la clase de cosas que conecta plane- tas y pendulos, y mas la clase de analogias que conecta crisantemos y espadas" (1980:165). Lo que define el trabajo etnografico es para el, en terminos de Gilbert Ryle una "descripci6n densa". En- tre la "descripci6n fina'" del hecho objetivo y la "des- cripci6n densa" propiamente dicha s,eencuen~~a el ob- jeto de la etnografia: una jerarqma estratIfIcada de estructuras significativas, en terminos de las cuales los hechos se producen, se perciben, se interpretan y Hegan a ser 10que son. EI analisis consiste concretamente en ordenar las estructuras de significaci6n (que Ryle de- nomina "c6digos establecidos") y determinar su base y su importancia social. En este proceso, el etn6grafo se encuentra con una multiplicidad de estructuras concep- tuales complejas, muchas de ellas supe~puestas 0eI!re- dadas entre S1, que son a un mismo tlempo extranas, irregulares 0inexpHcitas,y alas cuales de~e atrap~r primero y explicar despues. Hacer etno?TafIa es .mas o menos como tratar de leer un manuscnto extranJero, borroneado Heno de elipsis, incoherencias, correcciones sospechosa~ y comentarios tendenciosos, per? escrit~ no en convenciones phlsticas de grafia sonora, smo en eJem- plos volatiles de conducta formal. Geertz elude la poIemica acerca de si la cultura es objetiva 0 subjetiva: cuando se imag~n6 la, cultura, co~o una realidad "sUperorganica" que se Imp.~mapor SI !m~- ma se la estaba reificando; cuando se dIJOque conslstIa en comportamientos puros se la estaba reduciendo. Una vez que la cultura humana es vista como "acci6n simb6- Iica", Ia cuestion de si Ia cultura se trata de una con- ducta pautada 0de un esquema mental, 0de una com- binaci6n de ambas cosas, ininediatamente pierde senti- do. Lo que hay que preguntar no es el status onto16gico de una cosa, sino 10que esa cosa importa y significa. Los antrop610gos no estamos comprometidos, segUn Geertz, en lIegar a ser nativos ni en imitarlos, sino me- ramente en conversar con elIos; mirado con este sesgo, el prop6sito de la antropologia C3 el de ampliar el uni- verso del discurso humano, un designio para el cual un concepto "semi6tico" delacultura esta pecuIiarmente bien adaptado: la cultura es entonces un contexto dentro del cual los simbolos pueden ser inteIigiblemente (esto es, densamente) descriptos. Para Geertz (como para Schneider, pero POl' otras razones) no necesitamos atender a la conducta en si. La cultura se trata mas efectivamente como un puro siste- ma simboIico (la palabra elave es "en sus propios ter- minos"), aislando sus elementos, especificando las rela- ciones internas entre ellos y luego caracterizando todo el sistema de manera general, de acuerdo con los simbo- los-nueleo en torno a los cuales se organiza, de las es- tructuras subyacentes de la que es expresi6n superficial, odelos principios ideologicos sobre los que sebasa. Pero aunque la conducta POl' si sola es un dato sin sentido, debe atenderse a los comportamientos, dado que es a tra- Yesde su flujo (0mas precisamente, de la accion social) que las formas culturales encuentran articulaci6n. ElIas se encuentran tambien, POl' supuesto, en diversas espe- cies de artefactos y en distintos estados de conciencia; pero estas cosas toman su sentido a partir del 1'01que juegan en un patron 0esquema de vida, y no de las relaciones intrinsecas que mantienen entre S1. El antrop610go en consecuencia escribe, 0mejor aun "inscribe", Iaacci6n social. Lo que inscribe no es empero el discurso social crudo, al que no setiene acceso directo, sino la pequena parte de el que los informantes pueden llevar hasta su entendimiento. EI anaIisis cultural es (0 deberia ser) una "adivinaci6n de si.g~iI'ie:H'i()n(\H".y :m trazado de conclusiones sobre las adlVmaelOn(~:'l1~1~:.J()' 0/01, y no el descubrimiento. d~u.ncont,inente de Hl~nllll('l\,d()H ni el mapeado de su palsaJe mcorporeo. . r Para Geertz, la tarea esencial de la construee16n ~,(\() rica· no es la de codificar regularidades ab~tn:~taH III III depredecir, sino la dehacer posible la d~scr~pclOnd(:n~l~,; no generalizar a traves de los casos, smo general 1.1\<l,' en el interior de elIos, realizando algo a~i.c?mo una mk rencia clinica. POI' otra parte, el anahsls cultural es intrinsecamente incompleto; mientras mas profundo cala, mas incompleto es. Esta es una cien:ia .extrafia, cuyas aserciones mas elocuentes son las mas !ltubeantemen!c basadas y en la que averiguar mas cosas mcrementa mas la sospecha del error. Hay cierto numero de maneras de escapar de esto: volviendo folklore ~la cultura ~, colec- Umdolo volviendola rasgos y contandolos, volvlCndola institudiones y clasificfmdo1as, 0volviendo1a estructura y jugando con ella. El concepto "semi6tico" es ademas, a juicio de Geertz, esencialmente contestable; 1a ~ntr?- pologia (pOI' 10menos 1ainterpretativa) es una .~lCnCIa cuvo progreso se marca menos pOI' una perfecclOn del cO{lsensoque por un refinamiento del debate. . Geertz manifiesta que nunca Ie ha impresionado. el argumento de que, como la objetivid~d completa es lm- posible en estos asuntos, uno debe deJar ~orrer sus sen- timientos; tampoco Ie ha deslumbra~o, dl.ce" el reclamo de que la Iingiiistica estructural, la mgemerIa com~uta- dorizada 0alguna otra forma avanzada de pensaml~nto nos permitiria comprender. a 10s ~ombr.e,s Sl~n:c~sldad de conocerlos. "MiraI' hacla la dImensIOn sl;mb~hca de la acci6n social (arte, religi6n, ide?logia, clencI~, ley, moralidad, sentido comtin) no es aleJarse. de los dl1eJ?as existenciales hacia un reino de formas, smo sumerglrse en el seno de aquelIos. La vocaci6n esencial de la antro- pologia interpretativa no es con!esta:r: nuestras preguntas maS profundas, sino volvel' dlspom~les para nosotros respuestas que otros han dado, para mclmrlas en el re- :gistro consultable de10que el hombre ha dicho" (Geertz, 1973:30). En apariencia, de todos los hermeneutas :norteame- ricanos de la antropologia simb6lica, Geertz ha sido con mucho el te6rico mas amplio y explicito, y es aun hoy el que sustenta sus principios rectores con una mayor dosis de trabajo de campo y de explicaciones etnogra- ficas logradas y consonantes con aquellos. Seria un tan- to dificil, entonces, coincidir con Turner (1975:147) ,cuando afirma que es David Schneider "el espiritu con- ductor y el resorte principal del movimiento", mas aun ,cuando hemos visto que este se encuentra abocado a re- formulaciones cuyas consecuencias no pueden todavia predecirse ni apreciarse en su conjunto. Hay que admitir que, a primera vista, la postura >deGeertz, plasmada en textos de sonoridad musical, pue- de impresionar como profunda y ponderada. Por otra parte, las criticas que ha merecido su antropologia, en general, 0 son superficiales, como la de Marvin Harris (1982:308-309), 0 enrevesados, como la de Talal Asad (1982), 0 planteadas en terminos subjetivos, como la de Stephen Foster (1982). Existen razones, sin embargo, para sospechar que el magnifico edificio del interpreta- tivismo geertziano esta comenzando a desmoronarse. Tanto Abner Cohen (1974) como Silverman (1981) y Winzeler (1976), han ofrecido alternativas y criticas :a las relaciones que Geertz plantea entre el simbolismo y la dimensi6n politica, y afiaden a 10que este aporta la posibilidad de establecer un discurso explicativo y com- parativo sin perdida apreciable de substancia. Roseberry (1982), por su parte, ha aplicado el paradigma de Lass- well a la petici6n geertziana de tratar la cultura como texto, encontrando que el analisis interpretativo es poco claro acerea de quien en el texto habla a quien otro y sobre que: el texto hermeneutico resulta en defiriitiva separado del contexto social al que alude por nopracti- 'car diferencias y por no atender a sti dinamica interna. Keesing (1982) tambien halla que el a:nalisis geertziano de las formas simb6licas se ha convertido on tllln ",11M tracci6n muy distante de los contextos y de litHpm'MOlllltl a quedebiera referirse. Las contrapropuestuH m(IH<101110 ledoras, no obstante, provienen no de una dcl'enf1ll.illdill' nada de los fueros de la ciencia como la de 8hanlmuIIl (1984) sino de los datos concretos que a ella ltWI'(~n Linda 'Connor sobre los tremendos errores facticoH (hI la etnografia geertziana debase (Connor, 1984:271). Aunque este no es el lugar ni el momento oportuno para "refutar" a Geertz, conviene ciertarnente esbozar dos posibles flancos para ahondar mas adelante en su critica. En primera instancia, nos parece que Geertz no capta hasta que punto la utilizaci6n de modelos cienti- ficos alternativos, incluso de aquellos capaces de cuanti- ficar, descansa tambien en la captaci6n mas 0 menos intuitiva deanalogias entre universos distintos y en me- t:iforas conceptuales de largo alcance. Rene Thom, POl' de pronto, ha demostrado que la analogia entre "crisan- temos y espadas", reclamada pOl' Geertz como modelo, es matematizable en el sentido de una topologia cuali- tativa que da tan buena cuentade esa met:ifora como del vinculo entre planetas y pendulos. No hay entre la aproximaci6n hermeneutica POl' un lado, y la sistemica o la estructuralista POl'el otro, la diferencia epistemo16- gica que Geertz postula: 10que si es cierto es que estas se exigen a si mismas un momento de duda y de vali- daci6n que aqueIla elude. Nuestra segunda objeci6n tambien atafie alas cliiu- sulas veritativas. POl' momentos pareciera que Geertz aceptaria la legitimidad de la validaci6n, como cuando dice, popperianamente, que el concepto "semi6tico" que abraza es mas que nada contestable. Otras veces, daria laimpresi6n que el repliegue de su etnografia a un es- pacio interpretativo (que el se las ingenia para pintar como no relacionado con la subjetividad), torna super- fluos e inactuantes los procedimientos de verificaci6n. que despues de todo son un subproducto de las ciencias -naturales. Contestar (0contraponer) no es 10mismo, obviumente, que refutar: Tu -insinua Geertz_ no pue- ?es negar lo~significados que yo creo aceptar, ni puedes lmpugnar ml paradigma porque este no acate al pie de la letra las reglas que tu establ~ces para el tuyo. Nos resta preguntar, simplemente, c6mo es posible "refinar un debate" que se desarrolla por entero en un territorio indebatible, para el que no existe un metalenguaje comun y en el que la 16gica de la discusi6n cientifica ha sido abolida de antemano. En los ultimos anos han proliferado los geertzianos, emergentes ?e una nueva Gnosis de Princeton que, en general, no tlene~nada nuevo que decir, y que han trans- formado los aforIsmos de su maestro en materia de exe- ges~s. Para Rabinow y Sullivan, por ejemplo, el "racio- nahsmo estrecho" puede conducir a un empobrecimiento de la ciencia, mientras que el giro hacia la hermeneutica podria llegar a incrementar, no excluyentemente los me- dios de comprensi6n de los fen6menos cUltural~s (1980: ~). Estos son como textos abiertos a varias lecturas (la Imagen es descaradamente geertziana) aunque el rango de sus interpretaciones posibles, por s~erte "no es infi- nito". Cuantos millones de lecturas sean ~iables antes de agotar la significaci6n, eso no nos 10dicen; peru con esta reser;ra, y con la honesta admisi6n del escaso pro- greso reahzado por la hermeneutica en el terreno de la veri~ica~i?~(pp. 7-8), Rabinow y Sullivan salvaguardan la clentIflcldad de una propuesta que, si no es plagiaria, es por 10menos mon6tonamente derivativa. Charles Taylor, en cambio; epitomiza el casu clasico del discipulo extremista: se niega de plano a aceptar la validaci6n como procedimiento util, urgiendo en cambia a multiplicar las interpretaciones a diestra y siniestra, haciendo gala de 10que el mismo llama "un escandaloso subjetivismo radical" (1979:66-67). Usurpador delas con- signas y del estilo de Geertz, mas con total desapren- si6n por sus recaudos, Taylor imagina que las diferen- cias te6ricas estaran dadas enel futuro por una introspec- cion mejor 0por una intui~ion mas virtuosistica.Des- pues de Taylor, y ya en un plano abiertamonl.o I'oI\oll\o' nol6gico, la adivinacion geertziana del sentido Hl~iI\HLi 1.11 cionaliza y comienza tanto a celebrar su apoteoHiH{'OHIO a testimoniar sus !imites (cf. Fabian, 1979, l!JH:I;(:1'll panzano, 1980; Rosaldo, 1980; Boon, 1982; Dwyer, I!lH:cl; Marcus y Cushman, 1982; Tedlock, 1983). Tangol\l~iHl- mente relacionada con esta corriente, se encuentra unll raroa del interpretativismo que en Inglaterra se COnOel! como "antropologia semantica", y que se ocupa antes que nada de la constitucion de los significados en la cultura o de la constituci6n de la cultura a traves de los signifi- cados, un pocoa la manera del ultimo Sahlins (d. Crick, 1976; Parkin, 1982; Schwimmer, 1978; Hastrup, 1978, 1985). Dentro mismo del enfoque interpretativo en su con- junto, como seha entrevisto, la delicada cuesti6n del emi- cismo es una de las que han recibido las respuestas mas heterogeneas: mientras quepara Turner los insumos emic son tolerados como a regaiiadientes y en un tono deduda, para Geertz son complementarios irreemplazables del ana- lisis de la conducta y de 10que Iesubyace, y para el pri- mer Schneider 10unico relevante de la cultura. Todo emicismo parece relativo y empequenecido, sin embargo, cuando se 10contrasta con el que se predica en el seno de la fenomenologia antropologica norteamericana. Esta tendencia comenz6 a expandirse cuando Berger y Luck- mann, juntos 0por separado, hicieron conocer la obra de Alfred Schutz, a comienzos de los anos '60. Cuando la concepcion schutziana de la cultura confluye con las pautas similares de la sociologia del conocimiento (re- mozada en America por otro pr6fugo del nazismo, Kurt Wolff), con el antecedente, plenamente compatible, del conductismo sociologista deMead, y conlaponderada her- meneutica de Hans-Georg Gadamer, el movimiento se consolida y se diversifica. A fines de la decada consti- tuye ya una de las corrientes mas vigorosas, de las que van brotando reelaboraciones nativas, como el interaccio- nismo simb6lico de Blumer y Goffman, 0la etnometodo,. Jogia de Garfinkel, Castaneda y Cicourel en el ala con- servadora, 0la antropologia critica de Eric Wolf Jack Douglas, Dell Hymes, Stanley Diamond y otros ntuchos en la izquierda radicalizada. Hoy en dia, como 10testi- m?nian las iniciativas de Bob SchoUe, George Psathas, MIchael Agar, Gerald Berreman, John Stephen Lansing y. Johannes Fabian: la antropologia fenomeno16gica per- siste como una vanante de fronteras difusas pero toda- via distinguible del nucleo de la antropologi~ simb6lica. POl' depronto, la fenomenologia seocupa mucho me- nos delos simbolos que de sus usuarios concretos y mu- cho mas del individuo (a quien caracteriza como' "self") que de la sociedad 0de la cultura, cuyas idiosincracias se introducen s6lo como fuente adicional de indetermina- ci6n. A comienzos de los alios '80, no obstante, la feno- menologia !la antropologia simb6lica comienzan a ges- tar sus pnmeros hibridos; la j oven Bennetta J ules-Ro- sette milita ardientemente enesta confluencia delamano de los extremistas geertzianos y schneiderian~s. En base a su experiencia de campo en Africa Jules-Rosette al igual queRoy Wagner, sostiene que los' modelos folk ~ue- den llegar a ser una fuente de inspiraci6n para el re- p.lant~amien.to epistemo16gico de la antropologia. "Las ClenCIaSsocIales -asegura- sustentan su propia estruc- tura oracular, utilizando el concepto deobjetividad aguisa deescudo" (1978:549). Loquehace falta es arrancar ese vel? de fill;gida objeti,:id.ad que recubre a la indagaci6n social, reahzando un VIaJehasta devenir el mismo fen6- meno que se estudia, utilizando un lenguaje explicativo consonante con la modalidad de comunicaci6n bajo exa- men. y ~laborando una epistemologia que contenga una exphcacI6n del proceso suscitado cuando un estilo depen- samiento se enfrenta con otro. Para facilitar esta ascesis, Jules-Rosette comienza demostrando, a traves de una barrida bibliogrcifica que se si.rvede Garfinkel, de Cicourel, de Schutz y de otros patrIarcas de la fenomenologia el caracter ocular e in- tuitivo y la circularidad de la i6gica cientifica, desarro- llando luego una prescriptiva metodo16gicapara afrontar el encuentro con otras mentalidades. El contenido pun- tual de este programa no viene al caso. Baste decir que se pretende imponer a una ciencia esquematicamente concebida un renunciamiento tras otro, en beneficio de un modelo incierto y de una fenomenologia derivativa e inarticulada, construida en base a fragmentos de 10que otros dicen, y ante la cual el mismo discurso de la an- tropologia simb6lica se muestra inexplicablemente rece- sivo. El tiempo dira si esta mixtura es productiva 0 Hi configura, como creemos, un encogimiento raciop:itico, una perversion inteleetual, un enclave de irracionalidad que la antropologia deberia expulsar de si misma para no constituirse en verguenza publica. A despecho de lal'\ sugerencias fenomeno16gico-simbolicas de renovaci6n, la ciencia no se ha visto beneficiada aun POI' este encuen- tro, que la considera mas bien su victima propiciatoria. En el otro extremo del espectro disciplinario, nu- merosos ensayos han abordado, no semi6ticamente, log problemas conexos de la taxonomia de los simbolos, de 108contenidos significantes de las diversas clases, y de las especies 0tipos simb6licos espedficos, como los "te- mas" y los "valores" (Cohen, 1948; Albert, 1956; Opler, 1945). La investigaci6n de Sherry Ortner en torno de 108simbolos claves, con un fuerte contenido socio16gico, clarifica colateralmente el panorama de las estrategias capaces de establecer la centralidad de un simbol0en un sistema cultural determinado, demostrando de paso que la nuclearidad no es un emergente exclusivo de los con- tenidos semanticos. La primera posibilidad estrategica, segun ella (1973: 1338), involucra el analisis del sistema 0dominio en busca de sus elementos subyacentes (distinciones cogni- tivas, valores, etc.), como paso preliminar a una mirada en pos de una figura que parezca formular, en la forma mas cristalina, las orientaciones descubiertas en el ana·· lisis. Representativo de esta modalidad seria el estudio de Schneider sobre e1sistema americano de parentesco (l~68), enraizado a su vez en el clasico de Benedict El cr';zsantemo y la espada (1946). La segunda tactica, mas comtin, consiste en observar los rasgos que parezcan ser objeto de interes cultural analizando sus significados. Con elfin de erradicar l~ que pudiera haber de intuitivo en este procedimiento, Ortner establece un quintuple criterio, prevalentemente emic, que oficia de diagnostico de ese interes. Una vez d.eteetada la masa de simbolos relevantes, se puede ar- ticular su continuum conceptualizando en sus extremos sendos tipos ideales: los "simbolos de sumarizaci6n" y los "simbolos de elaboraci6n". . Los primeros son de orden sintetico, de tono emo- clOnal, y trasuntan el significado de la cultura de una manera relativamente indiferenciada condensada densa (thick) y agrupada (clustered), co;respondiend~se con la. clase de los simbolos sacros en su mas amplio sentido de catalizadores de impulsos. Los simbolos de elabora- cion, POl' su parte, son mas bien anaHticos, ordenadores dt: la experiencia, sistematizadores de ideas y de pensa- nll~ntos que, de no ser POl' ellos, se presentarian en un fluJo confuso e indiferenciado. Estos simbolos poseen la capacidad de "elaborar" dos 6rdenes de sucesos: el de l~conceptualizaci6n del mundo, proporcionando orienta- ClOnes,y el de la acci6n social, delineando estrategias. Los simbolos de sumarizaci6n devienen "claves" cuando son 10que Pepper llama "metaforas raices'" vendrian a ser tambien los simbolos "buenos para pens~r" de Levi- Strauss, de!;each 0 de T~mbiah. Los que sirven de guia para la acclOn, en camblO, constituyen los "argumentos clave" que formulan (como la leyenda del hombre de exit~9 ue se hizo a si mismo) las relaciones socialmente admlsIbles entre medios y fines. Ambo~tipos globales de simbolo,finalmente, osten- tan ~odahdades caracteristicas de encarnal' centralidad. Los slmbolos de sumarizaci6n devienen "claves" cuando los significados que formulan prevalecenl6gica 0 afecti- vamente sobre las demas significaci ones presentes en el sistema; 108 simbolos de elaboraci6n, pOl' eOlllrnH1.o,((0- rivan su centralidad no tanto del status de HUHH(lIlLidOH sustantivos, como de su 1'01 formal u organiy:ueiot\lI! dOlle tro del sistema. Como bien subraya Ortner, existe un buen nlmWI'O deesquemas sistematicos (sobre todo semi6ticoH .y Clio·· .s6ficos) susceptibles de ser comparados con el suyo, uun- que "ninguno es totalmente isomorfo': (p.. 1345). }iJ Htu puntualizaci6n trae a cuento la necesIdad Imperapte. de correlacionar esta y otras propuestas de taxonomla SI~- bolica analizando sus discrepancias, mapeando sus eJes de di~tinci6n y tratando de elaborar un sistema de ~on- sensualidad suficiente, conmensurable c?n las necesIda- des operacionales delas diversas estrategms. Hasta tanto esta coordinaci6n no se materialice, sera dificil saber a ciencia cierta si una clasificaci6n adicional aporta algo novedoso, 0 si vuelve a verter vino viejo en odres nuevos. Paradigma te6rico : Estructural-funcionalismo, di!llamism? . Objeto: El simbolo como expresi6n de la estructura SOCIaly VlCe- versa. Convergencia disciplinaria: Antropologia social inglesa. Plano: Pragnuitica. . Estudios representativos: Mary Douglas (vs.), Stanley ';1'amb::;h (vs.), Edmund Leach (1964, 1976), Victor Turner \dnnenSlOn "operacional") Clifford Geertz (1957, 196'3), AlIce Kehoe (1974) Raym~nd Firth (1973), Sally Falk Moore y Barba:r;a Myerh~ff (1975), Janet Dolgin, David Ken:nitzer y. Da':ld Schneider (1977), Renato Rosaldo (1968), MIchelle Z:mbalIst Rosaldo (1975), Arjun Appadurai (1981), Gharl~s Lmdholm (1981), Carol Laderman (1981), Frank Manmng (1981), .J ames Fernandez (1965). Este enfoque encuentra su antece.~ente mediato ~n el discurso de Durkheim sobre la relaclOn entre 10socIal y'10simb6lico, y su inspiraci6n algo mas cercana en el funcionalismo de Malinowski (continuado fielmente, den- t~o ya de la antropologia simb6lica, por Stanley Tam- blah), enel estructural-funcionalismo de Radcliffe-Brown ? en la visi6n dinamista dela Escuela de Manchester. Al 19ual que la tactica holistica, a la que a veces comple- menta, se trata de una estrategia de maximo nivel es decir, de maxima abarcatividad, que depende gen~ral- mente de otra de mas bajo nivel (cognitiva ret6rica he.rm~~eutica 0posicional) para la interpreta~i6n 0ex~ plIcaclOn de los simbolos en si mismos. Asi como el en- fOCJ,ueposicional lleva el sella y el estHo de la antropo- 10gIafrancesa, las propuestas socio16gicas del simbolis- mo. se ac~r,ca.na los supuestos te6ricos de la antropologia SOCIalbrItamca, ya sea en su formulaci6n mas ortodoxa- ~ente .funcionalista como en sus variantes reactivas: el dmamlSmo de Gluckman, el interaccionismo de Barth el marxismo de Worsley. ' Su diferencia con un enfoque de bajo nivel que in- cluya referentes socio16gicos radica en el caracter cen- tral, privilegiado y constante de los aspectos sociales denotados a 10largo de los distintos desarrollos te6ricos El simbolo en si, aunque ello no es unanime suele esta; subordinado a 10concreto social, constituye~do mas su reflejo 0su significante metaf6rico, que su fuente 0su causa.. ~or otra parte, la explicacion sociologizante se materIalIza ~recuentemente a expensas de interpretacio- nes alternabvas, 10que ha motivado cuestionamientos caracteristicos, como el de Melford Spiro (1979). . ,P.ara Mary Douglas (1969:72-79), el paradigma so- clOloglCo(~l que.?o llam:=tpor este nombre, ciertamente) to:n:a la dImenSIOn verbcal de la experiencia con mas serledad de 10que 10hacen algunas tendencias actuales en .el analisis estructural del simbolismo. Asi, la estra- tegIa de ma~ra~viene a ser equivalente a 10que Rodney Needham, slgUlendo a los fenomen610gos y a Bachelard ha llamado "analisis en profundidad". Podria aceptars~ -expresa Douglas- que el analisis estructural no sein- terese por la significacion' sociologica 0psicologica de un simbolo en particular. En esa analitica, los signifi- cados se encuentran horizontalmente, por asi decirlo. mediante la relaci6n de los elementos en un patron dado. Pero cuando el antropologo aplica esta tecnica al analisiR. del ritual y del mito, las referencias "verticales" de 101-1 niveles fisicos y sociales de la experiencia se introducen con disimulo como extensiones inocentes de la estructura total. El analisis estructuralista, en suma, no es auto- suficiente; aunque Mary Douglas no 10expresa de esta manera, el plano sintactico no es inteligible en su cIau- sura, y siempre depende de rupturas e intrusiones del plano pragmatico. "Para entender la base de los simbo- los naturales la dimensi6n vertical debe hacerse explici- ta. ( ... ) Los investigadores que se especializan en so. ciologia de la religi6n a menudo estim sorprendente- mente poco interesados en investigar la dimensi6n social atraves dela cual trabajan las fuerzas espirituales. Mu- chos eruditos se pasan la vida analizando las categorias cognitivas sin intentar el trabajo mas duro de relacio- narlas con la experiencia social" (1969:79). En estas aseveraciones se percibe una concordancia con las pre- misas deMalinowski (1923) y deJ. R. Firth (1935, 1950) en torno del "contexto de situaci6n", 0sea del contexto· que daria alas expresiones lingtiisticas su unica posibi- lidad desentido. Unas premisas, dicho sea depaso, cues. tionadas vigorosamente por el simbolista David Murray desde su estrategia semiotico-pragmatica (cf. Murray, 1977:202-203) . La apertura de una dimensi6n instrumental, prag- matica 0sociologica, no ha sido siempre demostrativa de· amplitud de criterios ni una senal confiable de que se tienen los pies sobre la tierra. En ocasiones, el sociolo- gismo inherente a la antropologiade Douglas, de Turner o de Leach, se vuelve tan imperativo, tan omnimodo, mecimico y unilateral como puede haberlo sido, en la tendencia contraria, la eliminaci6n de 10concreto en ei simbolismo del primer Schneider. Es comosi 10social fuera para los autores ingle~ ses algo tan absolutamente permanente, que no ha bas- tado toda la pasi6n idealista por el simbolo para subor- dinarlo. Esta circunstancia es 10que ha motivado el aeoso critico de Spiro, sensibilizado por el eolapso de una interpretaci6n psico16gica que parece ostensiblemen- te reclamada por la naturaleza de los hechos. "AM €stan -dice Spiro- los argumentos de Leach respecto de que la negaci6n de la paternidad fisio16gica en Aus- tralia y en parte de Melanesia, 0 la negaci6n de un pro- genitor humane de Jesus sostenida por algunos cristia- nos son afirmaciones no sobre el sexo bio16gicosino sobre reglas de descendencia. 0la afirmaci6n de Mary Dou- glas a prop6sito de que la creencia, ampliamente sus- tentada, en la peligrosidad de la vagina. y de sus fluidos no es un predicado sobre relaciones sexuales concretas, sino un simbolo delaestructura jerarquica delos sistemas sociales. (... ) 0su criterio en el sentido de que las 'creencias Yurok concernientes a la poluci6n sexual, a la eyaculaci6n, a la secreci6n de leche, no tienen que ver con fluidos y emisiones corporales, sino con la amorfa fluidez de su estructura societaria" (Spiro, 1978:5-6). EI cuerpo fisico, 10fisio16gico, es para Mary Dou- glas un microcosmos de la sociedad, la que reduce 0au- menta sus exigencias con respecto a el en relaci6n di- recta con la intensidad 0el relajamiento de sus propias tensiones (Douglas, 1978:97). Si se quisiera establecer un cotejo entre su punto de vista y el de Turner, habria que destacar que este distingue un "polo ideoI6gico", re- ferido a la organizaci6n social, y un "polo sensorial", en €l que los simbolos son "abierta y hasta flagrantemente fisiol6gicos" (Turner, 1980:31) ; Douglas, en cambio, je- rarquiza verticalmente 10 que Turner polariza sin jerar- quizar, quedando 10fisio16gico no como t6pico del dis- curso simb6lico, sino como simple metafora de la 80- dedad. En todo momento, la oposici6n de Douglas a los in- vestigadores que se empecinan en resistirse a admitir que las creencias del hombre estan determinadas por la sociedad es ardiente y explicita. Esos estudiosos, sos- tiene, "prefieren pensar que las creencias flotan en un vacio aut6nomo desarrollandose de acuerdo con su pro- pia l6gica interna, chocando unas con otras por caprlCho del destino hist6rico y siendo modificadas por otras nue- vas. Se trata de un materialismo a la inversa. ,L?s que a el se adhieren, afirmando la primacia del espln~u so- bre la materia evitan la responsabilidad de eleglr las circunstancias ~ue deben rodear su libe~tad. Para ase- gurarnos cierta autonomia debemos p.nmer? recon~ce; las restricciones que impone nuestra eX lstencIa materIal (1978:166). Al lado de esta subita profesi6n de "ma~e- rialismo", se encuentra tambien en el planteo douglasIa- no delas cuadriculas, un movimiento de avance con res- pecto a la "generalizaci6n en el int.e,rior ?e los casos:' propuesta por Geertz 0 ala"construcclOn socIal delareah- dad" entendida por los fenomen6logos como pretexto re- lativista· Douglas pretende, en efecto, discernir un orden entre lo~distintos tipos de realidad posibles de fabricar, estableciendo un esquema y un pufiado de categorias po- tencialmente aptos para el estudio comparativo de sim- bolos y sociedades (1978). Victor Turner, a su turno, se interes6 tanto por la resonancia emocional de los simbolos como por su con- tenido social' fue el quien prest6 a Mary Douglas la base para mucha~ de sus ideas. Su estilo te6rico de aproxi- maci6n combina (eclectica y quiza timidamente) elem,e~- tos de Freud deRadeliffe- Brown, de Gluckman, de LeVI- Strauss. Pe~o el rasgo distintivo de sus escritos sobre el ritual mas alla de la pulcritud britaniea de su prosa, es el a~alisis de la funci6n de las expresiones rituales y de sus unidades constitutivas, los simbolos, en el desa- rrollo, la identificaci6n y el mantenimiento de las rela- ciones sociales. Mary Douglas habia criticado tiempo antes a Levi- Strauss por su intelectualismo, por su olvido de la ~uerza elllotiva queimpregna laaeci6n simb6lica, po: ~ufrIaldad analitica. Cuando se eompenetra con el sensItIVo acerca- ~iento de Turner, se distancia todavia mas del para- dIgma que habia inspirado parte de su estudio sobre Ia pol~ci6n y las interdicciones, y del queacabara renegando hac;a 1979. ~ara ell~, Turner habia comprendido el con- temdo pSIqUlCOgenumo de los simbolos y suministrado una "demostra~i6n convincente sobre c6mo las categorias culturales sostIenen una estructura social"; y proseguia: "N~~~a mas de?eria permitirse que se proporcione un anal;sIs de un sIstema entrelazado de categorias de pen- samIento que carezca de una relaci6n demostrable con la vida social de la gente que piensa en esos termi- no~" (197? :30). Tambien advierte que la sugerencia levIstraUSsIan~ de que la mente humana siempre y en todas partes bende ainventar existencias mediadoras para reconciliar oposiciones es poco aceptable, y que en mu- chos casos su presencia en los mitos es s6lo el resultado deyroce?imi.eptos analiticos y de un metodo que coarta la mvesbgaclOn genuina (1975a:56-57). Es peculiar la resoluci6n que Douglas ofrece a la problematica del vinculo entre los faetores sociales y los r~fere?te~ ~la persona. Ella sugiere que las controver- sIa~fI1osoflCassobre la relaci6n del espiritu con la ma- terIa 0 de la mente con el cuerpo pueden reinterpretarse como un intercambio deafirmaciones condensadas acerca de la relaci6n de la sociedad con el individuo' en su ar- gumento, el cuerpo y la carne representan a l~sociedad en tant~ q?e la mente 0 el espfritu simbolizan a la perso~ na. 11?-sIstIr~n la superioridad de 10espiritual sobre 10 materIal eqUlvale a proclamar las libertades del indivi- duo y a trazar un programa politico para liberarlo de Ias co~~tricciones sociales. Y al contrario, declarar que el ~S~)IrItuopera a traves de Ia materia, que Ios valores e$pIrItuaies sehacen efectivos mediante actos fisicos, que el. cuerpo y Ia ca.rne son entidades separadas pero inex- trI~abiemen~e umdas, todo esto implica que el individuo esta subordmado a Ia sociedad "por naturaleza" y que ~~\o.puede hallar Ialibertad dentro de sus formas' (1969: Aunque Turner basa su trabajo mtLHque Imdn 011 la "acci6n simb6lica" (un termino que apal'l\co Lntrll>I(\11 en Geertz en Kenneth Burke, en Godfrey LienlumlL y en Schneider), considerando a esta co~,o instrumon Lo.do 10sintereses humanos y sociales, tambIen se mueHLl"lt111- teresado por el aspeeto formal de los simbolos, pOI"11tH exegesis nativas y por los contenidos subliminales. Tur- ner comienza generalmente investigando el significado de los ritos por medio de preguntas a sus act~res. Lu~go analiza Ios simbolos involucrados para ver SI es facbble establecer alguna conexi6n formal entre ellos, 0 entre Ios simbolos y sus referentes empiricos; este es el momento en que pueden descubrirse constantes estructurales entre 10s simbolos que componen el conjunto estudiado, 0 ~vi- denciarse que dichos simbolos funcionan para comumcar significados precisos, para unificar fen6menos dispersos, para condensar ideas heter6clitas. Aqui no nos interesa resumir Ias ricas intuiciones de Turner ni enumerar sus tipologfas proteicas, sus pers- pectivas cambiantes, su generoso caudal de hip6tesis (no siempre desarrolladas), sus conexiones una .y otra vez modificadas y enriquecidas; 10que es pertmente, por ahora, es recuperar su discurso explicitamente social, ges- tado en Ios Iejanos dias de su militancia junto a los manchesterianos: "En la dimensi6n operacional -escri- be Turner- el significado de un simbolo es igualado con su usa a la manera de Wittgenstein; aqui observamos no s6I~10que Ios participantes de un ritual dicen sobre eI, sino 10que con el hacen. Aquf consideramos no s610 al simbolo en sf mismo, sino tambien la estructura y composici6n del grupo, el cual, en alguna fase del rito, 10manipula 0ejecuta actos mimicos con referencia clara ydirecta hacia aqueI. ( ... ) Es en este nivel que se ha realizado Ia mayor parte de Ios analisis antropologicos britanicos del ritual; los miembros de esta rama de Ia investigaci6n se muestran a menudo altamente escepticos respecto de Ia informacion de tipo 'exegetico'" (Tur- ner, 1969:12). EI eclecticismo afable de Turner encuentra su con- trapartida entre las hip6tesis tempranas del actual lider del enfoque retoricista, James Fernandez. En un ensayo muy poco conocidoy citado de Fernandez, se encuentra, al lado de una nueva distinci6n entre signos, senales y simbolos que se aparta de las definiciones de Morris y Peirce, un punto de vista que se acerca a ciertas postu- ras de Geertz y de Leach, oponiendose tanto alas indi- ferenciaciones turnerianas como al sociologismo abso- luto de Douglas. Fernandez asegura que los requeri- mientos de la coexistencia social no son iguales a los de la coherencia cultural, los de la consistencia 16gica 0los de la congruencia estetica (1965:913). "La significacion de un simbolo cultural (... ) yace en la interpretaci6n cognitiva dada al mismo POl'los portadores de la cultura en un conjunto de circunstancias mucho mas amplio qu~ el de su contexto acostumbrado" (p. 917). Lo que coor- dina la existencia social no son los simbolos ni mucho menos, sino las "senales"; los simbolos culturales son rasgos de superficie que se refieren a sistemas mas pro- fundos de significaci6n 16gico-estetica. Mas aun, 10que es simbolo, signo 0senal varia para cada persona de acuerdo con las circunstancias; pero el consenso social y el cultural no estan en relaci6n directa: el simbolo es de alguna manera aut6nomo. En cuanto a Raymond Firth, la primera parte de su espeso tratado de 1973se ocupa de historiar con detalle el pensamiento teol6gico, filos6fico y cientifico sobre el simbolo, con mayor enfasis en el siglo X IX y en sus "hu- manidades", que en el siglo X X y su antropologia simb6- lica. La segunda parte esta compuesta POl' un pUfiado de estudios de casos, que tienen en comun una oscilaci6n casi obsesiva entre el plano sociol6gico y el individual. Conciliando sin grandes escrupulos formales las perspec- tivas de Turner y de Douglas, y delatando un cumulo deinfluencias ensambladas concierta desprolijidad Firth postula sencillamente que los simbolos, 0mejor a6n las relaciones simb6licas, organizan al mismo tiempo l~ex., periencia de la persona y la vida en sociedad. Pam (:1, la antropologia simb6lica n? d~~e ser .sOI?.un estu~]10 academico dedicado a la elucIdaclOn de sIgmflCados, SlIlO tambien un compromiso de solucion de los problemas so- ciales y ella misma una fuerza de cambio (1973:197). A pesar del positivo y atipico enciclopedismo de flU mitad inicial, que desmiente el juicio de Spiro sobr~ la incultura literaria de los simbolistas, el texto de FIrth no constituye ni de lejos un aporte original; POI'el con: trario, es representativo de un mainstream que se esta tornando demasiado tumultuoso, de una manera de va- riaI' eclecticamente sobre los viejos temas que esta gene- rando demasiadas redundancias y lugares comunes (cf. Mqore y Myerhoff, 1975; Vogt, 1979; Appadu::ai, 1981; Lindholm, 1981). Noes que los modelos esten produ- ciendo confirmaciones, y que estos pleonasmos sean un testimonio inevitable de su produetividad. Como hemos visto estrategias que en el fondo son muy parecidas sos- tiene~ con el mismo vigor y con la misma plausibilidad afirmaciones totalmente contradictorias. Comoenel circu- 10vicioso del retoricismo, nos encontramos aqui tambien no con el espeetaculo de las hip6tesis que se confirman, sino con el de la obstinaciones que coleccionan ejemplos. En otra tesitura la propuesta de una simbolistica aplicada ycomprometida queci~am?~aprop6si~0deFir~h, reaparece en la polemica contnbuclOn de Dolgm, Kemmt- zer y Schneider (1977). La cUltu.ra es para el~osel as- pecto significativo, dotado de sentIdo, de la reahdad co~- creta u objetiva (p. 20). Los simbolos, que la constI- tuyen, 0que son la cultura misma, exist~n en estructu- ras ordenadas con otros simbolos, y solo pueden ser interpretados en relaci6n con una descripci6n del sistema total tanto en terminos de estructura como de proceso, tant~ en su organizaci6n como en su dinamica. EI significado no es algo dado de una vez y para siempre sino una entidad que esta continuamente to- mando forma en la dialeetica del orden simb6lico y e1 acontecimiento, de lo estructural y lo particular. Cada acci6n, comomomento delapraxis, sevatrans- formando a su vez en contexto para eventos subsiguien- tes; seva cristalizando 0reificando, convirti€mdose en el ·escenario en que se representan tanto los actos de opre- .si6n como las luchas por la libertad. Este bucle, en el -que10que sucede tambien deviene y permanece, traza la problematica basica, el meollo de una antropologia simb6lica critica, tanto en el sentido marxista como en el fenomeno16gico: una sociologia de la reificaci6ny un compromiso practico con la busqueda de la libertad de los hombres. Ya en su vivida descripci6n de la sociedad Ndembu de 1957, en el que Turner utiliz6 el concepto de "drama .social" para analizar finamente las tensiones y los con- flictos, se va insinuando un giro colectivo respecto del ·objeto que la investigaci6n debe poner en foco. No por nada John Barnes subray6 que esta clase de estudios de casos extendidos se parecian alas novelas rusas en la aiversidad de factores y motivaciones invocadas, asi co- mo en la proliferaci6n de nombres imposibles de pro- rtunciar. El nuevo foco en cuesti6n es precisamente el individuo y sus roles, la "persona", el self, el "sujeto". Con el tiempo, el curso de las investigaciones conduciria de la teoria de campo ya presente en el primer Turner al analisis de redes, a la.teoria de las decisiones, a la teoria de los juegos y a otras formas cuasi axiomaticas de conceptualizaci6n de las estrategias personales, que todavia hoyson populares en la antropologia socialbri- tanica. Tenemos entonces subsumidos en este enfoque dos articulaciones claramente distintas: la del orden so~ial con el universo simh6lico, y la de las estructuras sociales con el individuo, lograda esta, segun el discurso teorico, a traves de los simbolos compartidos y negociados. Este giro, que todavia no adquirio connotaciones fenomenolo- gicas masivas en la antropologia inglesa, esta hablarido de una suerte de disoluci6n de 10societario puro en' be- neficio de una especie de psicologia social simh6lica en trance de constituirse (cf. Varenne, 1984). Esta disolu- cion fue entrevista sagazmente por K. O. Burridge (1973) confo la disyuntiva entre las teorias detipo "gorila", que enfatizan el ser colectivo, y las teorias detipo "mandril", que'reivindican el papel del individuo solitario . La obra de Leach, por ultimo, no pertenece de lleno a 10 que consensualmente se define como antropologia simb6lica, aunque la dimension simb6lica adquiera en ella una importancia creciente conel correr delosafios. Leach se opuso siempre a considerar las estructuras sociales como sistemas en equilibrio: "La verdadera situaci6n, en la mayor parte de los casos, esta llena de incoherencias; y son precisamente estas incoherencias las que nos pro- porcionan la comprensi6n de los procesos del cambio so- cial" (1954:9). En los textos de Leach se encuentra materializada ante litteram la apropiaci6n de las expresiones simb6li- cas instrumentadas por los miembros de una cultura co- mo parte del modelo analitico y de los "tipos ideales" de que se sirve el estudioso, una maniobra intelectualque mas tarde seria propugnada metodicamente por Roy Wagner. Al contrario de Schneider, Leach encontr6 que la expresi6n ritual (que para el no se restringe a 10ce- remonial, sino que es un aspecto de todo el comporta- miento) y los simbolos culturales a traves de los que se manifiesta, no se correspond en con las reglas y norma- tivas de la sociedad. El orden ritual es un orden fic- tieio, idealizado, una abstracci6n que discurre por enci- ma de un flujo constante de lucha por el poder. Es en este tipo de ideas donde se engarza, poco despues, la an- tropologia "transaccional" de su discipulo Fredrik Barth, quien luego se convertiria tambien en consumado sim- bolista. Por 10demas, los ensayos mas limpidamente sim- b6licos de Leach (uno de 1964 sobre categorias anima- les y terminos de insulto, y otro mas generico de 1976), s610parecen haber servido para que sus colegas ejerci- taran su capacidad de refutacion y enriquecieran el le- xico atinente a 10ridiculo (cf. Halverson, 1976; Gamst, 1975; Harris, 1982:221-224; Hirschfeld, 1986). Lo con- creto es que elultimo Leach es asaz desparejo. "Cultu- re and Communication", POl' ejemplo, es un texto que se presenta imbuido de un espiritu de divulgaci6n, por 10 que no seria justo hurgar entre sus tesis para destacar 10que pudiera haber en ellas de objetable. El prop6sito didactico que 10anima nos impide medirlo con la misma regIa con que se suelen contrastar otros aportes te6ricos de mayor enjundia; su participaci6n en la construcci6n colectiva de la antropologia simb6lica, sin embargo, que se deriva de su aptitud extraordinaria como libro de en- sefianza, ha sido mucho mas relevante de 10que permi- tirian prejuzgar sus virtudes intrinsecas. No puede decirse quesea un libro excesivamente per- sonal. Si se elimina 10que el autor usurpa a Jakobson, a Levi-Strauss y a Mary Douglas, es dudoso que subsista algun residuo que Leach pudiera a conciencia reclamar como propio. Se trata, eso si, de un planteo bastante atipico en cuanto a su enfoque, de una verdadera ano- malia clasificatoria. Si bien su encuadre es basicamente estructuralista, la recurrencia de categorizaciones en ter- minos de "metaforas" y "metonimias" harian sospechar que estaria mejor clasificado dentro del enfoque que h,e- mos llamado "ret6rico"; mirandolo bien, empero, tl;tIes figuras carecen alli de la necesaria latitud expresivay de la suficiente referencia a 10estetico. Lo que de ellas se rescata es siempre su aspecto "posicional", el hecho de que se encuentren en relaci6n paradigmatica 0sin- tagmatica con las sucesivas instanciaciones de sus con- textos. La ejemplificaci6n escogida por Leach, lejos de ser etnografica, recurre a versiculos del Levitico, a la mito- logfa y al ritual hindues y a la vida cotidiana. Y que el libro sea rebuscadamente elemental no quiere decir que no suscite, en el fondo, problematicas del mas pro- fundo interes. Pero, en definitiva, el admirado Leach no nos termina de convencer; POl' momentos, la ilustra- CIOnde los casos (el punto mas debil) llega a ser mas inmoral que propiamente baladi; observese esta impre- sionante muestra de insensibilidad humana y de incom- petencia antropo16gica, escrita tres afios despues del ad- venimiento de Pinochet: "Caso 1. Hechiceria politica. En muchas partes de America latina, Africa y Asia contemporanea, el metodo normal de cambial' el regimen politico es el golpe militar. En la gran mayoria de los ca- sos, el derramamiento de sangre imp1icado es des- preciable. Lainsurrecci6n secompIeta enunas horas, y los lideres del gobierno derrotado se retiran a un exilio confortable en el extranjero. La forma de tales golpes esta bastante estandarizada: consiste en el asalto militar al palacio presidencial. Las pro- damas (hechizos) del militar usurpador en los pe- ri6dicos y en la radio desempefian un gran papel en el proceso . ( ... ) El golpe es un acto expresivo mas que tecnico, pero en nueve casos de diez ob- tiene el resultado apetecido. iN0se deberia suponer que la magia y la hechiceria nunca funcionan!" (1985:43). El rigor de los metodos de Leach no alcanza a con- trapesar el infortunio de estas miscelaneas. El procedi- miento traspositivo al cabo del cual los distintos momen- tos de 10simb6lico quedan reducidos invariablementea metMoras 0a metonimias, no es ni tan riguroso como para aportar genuina sistematicidad a la interrogaci6n del objeto, ni tan expresivo com.opara no empobrecer sus significaciones latentes. Segun hemos comprobado hace algunos afios, no se pueden reducir las figuras re- t6ricas de los textos hindues al simple par de tropos c.la,.. sicos de Occidente sin perder de vista isomorfismos pre- cisos, paralelismos esenciales, entre aquellas figuras, la praxis ritual concomitante y los principios tecnicos que rigen el procesode curaci6h, de invocaci6n 0de exorcis,.. ",,- mo a los que el texto y la praxis se aplican. Leach so- bresistematiza, esquematiza, desencarna, sin dar con ningun sentido en su camino. No importa que, al fin y al cabo, las figuras hindues puedan reducirse, si el ana- lisis asf 10amerita, a metaforas y a metonimias, 0 a quiasmas y a zeugmas; tambien, si vamos al caso, po- drfan reducirse a morfos, a fonos 0a sememas. Pero el nivel en el que pueden plantearse tanto los isomor- fismos antedichos como las explicaciones necesarias ob- viamente no es ese, sino el de las correspondencias lin- gUfstica y culturalmente codificadas. El simbolo no se explica a traves de una sistematicidad cualquiera, sino mediante una correlaci6n precisa con otros universos de sentido. Esto sugiere interrogantes que trascienden el inte- res de esta obra individual: ;,Que garantiza que la ex- plicaci6n s6lo sea posible en el punto exacto en el que el simbolo se revel a como metafora 0metonimia, 0en donde se transparenta su relaci6n sintagmatica 0para- digmatica con la instancia global en que aparece, 0en donde el analisis hace surgir el primer atisbo de siste- maticidad? ;,No habrfa que buscar la explicaci6n tam- bien mas alIa 0mas aca de este punto? ;,0es que acaso se confunde todavfa una simetria analitica circunstan- cial con una plena cumplimentaci6n explicativa? Para colmo de males, ni siquiera el artificio anali- tieo nos resulta s6lido. En principio, puede observarse quelametonimia deLeach esta mal definida y peor ejem- plificada, por cuanto las relaciones sintagmaticas, las de contigtiidad y las de parte-todo (0sinecdoques) no son indefectiblemente identicas, ni equivalentes, ni comple- mentarias. Por un lado, hablar de "contigtiidad" en las metonimias de causa-efecto presupone una idea mas bien metaf6rica. Por el otro, el modelo de los schemata, asf como el tratamiento dado al tema por 1. A. Richards, Max Black, Lakoff 0 Lausberg, :han 'demostrado ad 'iW JUSeamque muchas metaforas tfpicas se construyen en base a la propiedad comun de partes discretas del con- junto' de sus rasgos semanticos 0de sus connotaciones (cf. Richards, 1971; Black, 1966; Lakoff y Johnson, 1980; Lausberg, 1976). La metonimia no s610subyace estruc- turalmente a la metafora, sino que la diferencia entre ambas figuras se reconoce gradual, difuminada, con am- plias zonas de indeterminaci6n. No mucho mejor Ieva a la definici6n que da Leach de la metafora en sf y de las relaciones paradigmaticas, a las que compara indebidamente con la armonfa musi- cal; esta no es para nada "vertical", ni presupone nece- sariamente "semejanza" alguna (cf. 1985:21-22, 59-62) : la armonfa solo exhibe verticalidad en su representaci6n grafica, y no en su realidad sonora que es, por el con- trario, un fen6meno de simultaneidad (0sea, de "con- tigtiidad" temporal absoluta) y de desemejanza. Cae de suyo, por afiadidura, que las relaciones paradigmaticas no se agotan, ni de lejos, con las expresiones metafori- cas, y quiza viceversa: ambas categorias no son coexten- sivas. Ahora bien: si es verdad (como nosotros supone- mos) que las categorfas distintivas en cuestion se pre- suponen mutua y recursivamente en diversos niveles de analisis, y si es cierto (como Leach insinua sin quererlo) que la identidad no es mas que una de las formas po- sibles dela diferencia, puede deducirse entonces que esas dichosas categorias perpendiculares de metafora y meto- nimia, que sostienen todo este discurso, solo sirven para practicar distinciones queseguirian siendo ilusorias y for- tuitas aun cuando no fuesen, como 10son, vadas. Dis- tinciones, cabe agregar, que contravienen las premisas del metodo estructuralista que presumen enriquecer, por- queprestan una atencion ilegftima al "significado" de los terminos para asf etiquetarlos (Leach, 1985:35), y por- que dejan que las relaciones entre elIos se disuelvan en lamonotonfa de un par mezquino de figuras inciertas, siempre iguales a si mismas. Sea como fuere, "Culture and communication" si~ ,gue siendo una obra harto mas lograda que otras mo.., 110grafias especulativas que Leach continua acumulando :parasolaz delos criticos deseosos de presas faciles, quie- nes encuentran sencillo refutar, por ejemplo, la afirma~ cion de que "perro" (dog), usado como insulto, es un anagrama invertido de"Dios" (God). El estruendoso fra- caso de Leach ante problematicas relativamente simples de su propia cultura (que hace temer por la propiedad de sus juicios acerca de contextos exoticos) ilustra una situacion generalizada en buena parte de la antropologia simb6lica: la carencia de un aparato conceptual y de un modelo que permitan vincular 10hist6rica y cognitiva- mente real con 10estructural y analiticamente plausible. ras, en los que no siempre el simbolo es el factor pre- ponderante (Rappaport, 1979; Godelier, 1977; Friedman, 1974; cf. Colby, Fernandez y Kronenfeld, 1981:424). Lo quedefine lainserci6n deun analisis en esta categoria es lamera inclusion de10ambiental comotermino del discur_ so,y nonecesariamente laprecedencia otorgada al contex- to sobre el simbolo; el estatuto deeste llitimo varia desde unminimo apenas perceptible en Rappaport hasta un ma- ximo abrumador en Sahlins, pasando por una interpreta- don igualitaria entre simboloycontexto enlaantropologia emic que estudia los "mapas cognitivos", la cosmogra:fia mitica y la representaci6n simb6lica del espacio (cf. Ho- ly, 1983; Hallowell, 1955; Harwood, 1976; Ohnuki-Tier- ney, 1972). Alternativamente jerarquizado 0subordinado, el am- biente figura a veces como fondo pasivo, como esceno- grafia, comocontextualizaci6n fingida 0espuria. Su sola presencia introduce de todas maneras, mas alIa del pro- blema de la determinacion, el del modelo mediante el cual se explica el modo de ser y hasta la propia exis- tencia de la cultura: adaptativo y causal para los evolu- cionistas, intencional y teleonomico para los sistemologos y los ecologistas culturales. Dnos postulan sistemas ce- rrados, determinados causalmente por las condiciones ini- ciales, donde otros perciben sistemas abiertos, orientados hacia metas. Esto ha desatado una polemica entre los sustentadores de los respectivos modelos, en la que 10 simbolico juega un papel derelieve; recuerdese, por ejem- plo, la querella sobre el tabu del cerdo entre los musul- manes, iniciada por Mary Douglas desde una antropologia simb6lica todavia incipiente, contestada por Marvin Ha- rris desde el materialismo cultural y terciada por Diener desde su peculiar neo-evolucionismo; 0la disputa sabre la:prohibicion de la carne de vaca en la alimentaci6n de los hindues, impulsada por Harris, y que siguio un cir- cuito similar (cf. Douglas, 1973; Harris, 1980; Simoons, 1974, 1979; Diener, 1979; Diener y Robkin, 1978). Muchos de los modelos considerados sistemicos, re- Paradigma te6rico: Ecologia cultural (neo) evolucionismo. Objeto: El simbolo en relaci6n con elcontexto total. Plano: Realidad total. Prop6sito: Determinar la relaci6n entre la drcu:nstancia exterior y las manifestaciones simb6licas. Convergencia disciplinaria: Sistemica, :ecosistemica. Estudios representativos: Roy Rappaport (vs.), Marshall Sahlins (vs.), A. 1. Hallowell (1955), James Fox (1972), Murray Leaf (1974), Ladislav Holy (198'3), Jonatham Friedman (1974), Emiko Ohnuki-Tierney (1972), Florence Harwood (1976). Este enfoque se distingue del precedente por su ma- yor abarcatividad y por layuxtaposicion deun nivel ana- litico adicional (el entorno 0ambiente) que viene a agre- garse a la interpretacion de la estructura social como parte del estudio del simbolo. Al igual que la especie anterior, este tipo de abordes lleva implicita laproble- matica de la determinacion y de la causalidad, a propo- sito dela cual se ha propuesto una multitud de hipotesis disimiles. Los simbolistas han reconocido como propios ciertos estudios encuadrados en el marco de las relacio- nes ecologicas y tecno-economicas en las distintas cultu~ lativos a sistemas "abiertos" y a circuitos ciberneticos no 10son en realidad. El tratamiento dado por Geert~ (1963) al proceso de.involucion agricola en Java, pon- gamos por caso, ha sldo considerado "ecosistemico" en el sentido quehan impreso a esa categoria Vayda y Rap- paport. Pero (como 10puso de relieve John Bennett) las propiedades de s'u sistema resultan adecuadamente descriptos mediante conceptos ya existentes para el ana- lisis del cambio historico y economico; la variable clave es en todo caso el sistema social, es decir, el conjunto de las necesidades humanas, las habilidades pautadas los mecanismos de organizacion (Bennett, 1977:183). ' En este territorio epistemologico incierto y atipica- mente tensionado, Marshall Sahlins es un trofeo enarbo- ladopor los simbolistas con el mismo fervor (y con la misma intencion ideologica) con que los medios de co- municaci6n del establishment exhiben a los bailarines exi- liados de Rusia. Al ser un desertor arrepentido del ma- terialismo de sus alios de juventud, su palabra se toma en el banda idealista, con un plus de consideracion. A mediados de los '60, Sahlins todavia sustentaba argu- mex:tos de tono y de ambito materialista, y se encontra~ ba Junto con Elman Service en trance de complementar una estrategia evolucionista conuna ecologia cultural'mo- dificada. Cuando Levi-Strauss Ie consigue un cargo en el College de France para el periodo 1967-69 Sahlins se vuelca parcial mente hacia el estrueturalismo' tenden- cia que lleva deregreso a Chicago y que exacerba duran- te el debate de la antropologia economica entre los subs- tantivistas y los formalistas. En uno desus articulos mas conocidos sobre la economia tribal aun sostienecomo di- ria Leaf, cierto "monismo"; su trabajo "lleva' implicito algo maS que una simple idea de que la economiaesta relacionada funcionalmente con las combinaciones socia- lesy politicas delas sociedades tribales.La economfa no puede separarse de estas combinaciones; esta organiza:da por instituciones exactamente tan generalizadas como Ias familias y los linajes. ( ... ) El parentesco y la politica, en la: sociedad tribal, son la organizaci6n mi:mmdd PI'O- ceso economico" (Sahlins, 1976a:233). A partir de la compilacion de su B)cO'J /oJ f/:i((, (l~: {a Edad de Piedra, ese monismo ontologicamente HrnlJl~uo en el que una cosa puede de repente "ser" otra y en 0\ que los conceptos no se distinguen p~ra n~da d.e HUH referentes va dejando paso a un duahsmo mconCc:-mdo en el que' los faetores "sociales" se diluyen en aspcctm\ mas bien "culturales" que pasan a detentar la prImacla (1972:48-49). Cuando escribe Cullum y mz6n pnict'i,ca" en 1976, el poder de determinacion de.la ~sf~ra cultural- sirnbolica es ya absoluto, aunque Sahlms mSlsta en opo- nerse a la antinomia endemica del pensamiento burgues. entre sujeto y objeto, 0entre espiritu y materia, 0entre el hombre y el mundo (1980:10). Si por un lado es evidente .que ~a.hlins se ~nfrenta sin advertirlo con tres antinomlas 10glcamente lrreduc ... tibles en lugar de una, POl' el otro hay que darse cue.nta que su estrategia de razonamiento solo se hace poslble mediante una sutil confusion de los terminos que con- forman hist6ricamente las respectivas dicotomias. Sah.., linspretende conciliar al hombre con el mundo invocando un tertium q'tdd, la cultura, quedefine siempre d~manera ret6rica y parcial, y que puede tanto ser un con]unto que englobe los bienes materiales, las relaciones sociales y la significaci6n (p. 256), como transformarse en una he... rramienta de imposici6n de significados (p. 10, p. 75). La "cultura" deSahlins, que es tambien "una nueva suer~ te deobjeto poseedor de propiedades distintivas", creadd a partir de' la "apreciaci6n simbolica" y de la. "sint~sis de Ia realidad objetiva" (p. 88), no es un medlador Im~ parcial,ya que en la dialectica del pensamiento y }a~xis~ tencia. concreta esta mas cerca de uno de los termmos que del otro, si es que no es lisa y llanamente ';Ino de ellas. La "cultura" asi concebida surge de 0conslste en una actividad pensante sobreel mundo; el pensamiento, en.otras palabras, tiene al mundo por objeto. Ahora bien: l No es esto trivial? l Como puede una oposicion resol- verse 0 mediarse invocando como sintesis suya la activi- dad que uno delos terminos ejerce, tomando al otro como referente? l No es ilusoria esta resolucion? .No deja aca~o. a la antinomia en el mismo estado en ~ue fuera defImda? La respuesta ha de ser, en todos los casos fatalmen- te a~irmativ~. No podria ser de otra manera,' ya que en e~dI~curso IdeologIzado de Sahlins la denotacion de los termmos nucleares, sus relaciones de inclusion y de con- traste, su. nat~raleza concreta 0 abstracta, su adscripcion a la conCIenCIa0a 10subliminal se hall an en continua metamorfosis. Las unicas form~lizaciones atafien solo a cuestiones perifericas, mientras que las argumentacio- nes ~entrales soportan la carga de una espesa retorica. S.ahhns ha mantel}ido siempre la definicion componen- eIaI de.las categorI~s q~e u~a en estado gelatinoso, y ha ,co;n~enbdoque las ImplIcancIas de sus pruebas, asimismo t~IVlales, no guarden casi nunca relacion con 10que se dlScute. Sahlins ha sido, de hecho un agudo critico del "fe-' iichismo cibernetico" de Vayda, Collins y Rappaport (198~:116-120), pero no se ha hecho cargo de su leccion ,esencIaI. La determinacion estructural "en general" 0 "en ultima instancia" _quea el y ~tantos otros preocupa, es, ,comonos ha ensenado la teorm delos sistemas generales, un pseudoproblema: el resultado de toda indagacion en torno suyo, esta supeditado a la naturaleza del circuito causal escogido, a los fenomenos especificos que se con- frontan, al valor relativo de estos como representantes de su.sestructuras respectivas y al estado circunstancial del sIste;na en el ~omento que se toma como punto de referencla. ConclUIr que la infraestructura se impone a 1~superestructura (0viceversa) a partir dela demostra- ~Ion.~euna relacion causal aparente entre dos fen6rnenos mtUI~lVamente seleccionados de cada uno de los niveIes, consbtuye cuando menos una falacia estadistica en Ia que se?,eneralizan.las propiedades de un element; a todo el subslStema 0 myel al que pertenece, y en la que se arranca de un proceso continuo una instanciu It In qlw se deja ipso facto huerfana de historia, carente de eon·· secuencias y desligada de sus interacciones adicionalml. Sahlins atin6 a abandonar sus posturas izquierdbmn- tes y su materialismo inicial justo en el momento en 01 qUela intelectualidad europea declaro abolidas las uto- pias y se inclino vigorosamente hacia las pautas liberalcH. Actualmente, tambien los llamados "estrueturalistas mar- xianos" estan dedicando una atencion creciente a la 8U- perestructura de los dispositivos simbolicos y a su pre- sunta capacidad de determinar, y no solo ya reflejar, 10 infraestructural (cf. Godelier, 1977; Friedman, 1974). Baudrillard es otro de los renegados que plantean una inversion de la jerarquia marxista, asignando un papel determinante a 10que el define como "la economia poli- tica de los signos" (1972:130). Sin identificarse, empe- 1'0, con el posmodernismo interlectualista en que se ins- cribe el discurso-diatriba de Baudrillard, Sahlins com- parte con el ciertas constantes, tanto ideologicas como estilisticas: un mensaje impregnado por un aire mas bien paranoide de polemica contra un materialismo transfi- gurado y fantasmatico; el giro persistente de las espe- culaciones alrededor de instancias "fundantes" 0 "cons- titutivas" de la significacion; una indiferencia nada es- pontanea por los recaudos logicos y epistemologicos que hacen asus respectivas maneras deteorizar y dediscutir, que remite cada falacia captada en el argumento ajeno no a la forma indebida de la proposicion sino a una con- cepcion equivocada e ideologica del mundo y de la reali- dad; y, sobre todo, una especie depan-simbolismo roman- tico y permanente, que subyace a la contemporaneidad y al tecnicismo de la terminologia. Especialmente sintomatica del pan-simbolismo de Sahlins es su habilidad para trasmutar cualquier pro- blematica (fisiologica, perceptual, cognitiva, ecologica 0 10que fuere) en una demostracion palpable de la omni- potencia de la "cultura" (esto es, de la capacidad simbo- !ica) para ordenar y llenar de significado el mundo. Vease, como paradigma de ella, su relectura del chisico tratado cognitivista de Brent Berlin y Paul Kay, "Basic color terms: their universality and evolution" (1969), en el que se formula una refutaci6n en regIa del relativis- mo lingiiistico de Sapir-Whorf. Para Sahlins la ocasion viene a cuento para subvertir el fondo univ~rsalista de la tesis de Berlin y Kay, reivindicando simultaneamen- te la ~rim~~ia de 10simb6lico, la prioridad onto16gica de 10sImbohco respecto de 10perceptual y las hip6tesis del relativismo mas oscurecedor: "En este trabajo -ex- presa- defendere estas ideas convencionales, no en con- tra de los hallazgos de Berlin y Kay, sino con su ayuda. Sostengo que estos resultados son consecuentes con el h.echo ~el uso. social. d~l color no meramente para signi- flcar dlferencIas obJebvas en la naturaleza, sino en pri- mer lugar para comunicar distinciones significativas de la cultura" (1977:167). La idea de Sahlins es que los colores funcionan como "c6digos semi6ticos" (i!) y que, tanto en su papel de "terminos" como en funci6n de sus propiedades concre- tas, son empleados como "signos" en vastos esquemas de relaciones sociales; esquemas que pueden interpretar- se, a su vez, como estructuras de significaci6n POl' las cuales personas y grupos, objetos y ocasiones se dife- rencian y combinan en 6rdenes culturales. L~tesis es que, dado que los colores sirven a esta identificaci6n cultural, s610ciertos perceptos cromaticos son singulari- zados como "basicos": a saber, aquellos que POl' sus tas- gos distintivos y POl' sus relaciones puedan funcionar como "significadores" (signifiers) en sistemas informa- cionales. A partir de estas definiciones fluidas inciertas e inestables, varias veces repetidas como let~nias en va- riantes sutiles, siempre indiferentes POl' los significados precisos de las categorias informacionales basicas (canal sensorial, c6digo, medio, mensaje) cuyos atributos se confunden 0se intercambian con arreglo alas necesida- des contingentes de la argumentaci6n, casi no vale Ill. pena seguir el tramite de las asercioneR diRcurHiVH8 H I cabo delas cuales Sahlins demostrara 0creer{t demoHtrur 10que se habia propuesto. Observense, de todos modos, algunas de las modali- dades que las transgresiones de sentido alcanzan en AU discurso. La mas palmaria tiene que vel' con la ambi- gtiedad estrategica del uso de 10"significativo", tanto para hacer referencia al mere hecho de la aparici6n de una senal en sentido informacional estricto, como para referirse a "significados" en la plena acepci6n de "enti- dades semanticas". Tambien es polivalente la categoria de "c6digo", al parecer no vinculada solo con una con- venci6n que atane alas reglas con que se cifran y desci- fran los mensajes, sino con la corporeidad y distintivi- dad de 10smensajes mismos. De aqui que el nivel infor- macional opere, segun el contexto de la argumentacion, ya sea en el mas pure termino combinatorio, estadistico, diferencial, probabilistico 0 matematico, como obrando ademas en funci6n de "significados" que nunca se sabe de d6nde emergen, como no sea de una "cultura" antro- pomorfizada e inmaterial que trabaja a su antojo sobre la substancia inerte. Sahlins afecta ignorar que la "informaci6n" a la que se refiere la teoria formal que se ocupa de ella (y de la que extrapola solamente las imagenes que Ie conviene) nada tiene que vel' con la "significaci6n" en tanto arti- culaci6n de sentidos. Y en rigor tampoco tiene que vel' en absoluto con la "informacion" si se entiende a esta como transferencia at6mica 0 molecular de "significa- dos": al punto que Bar Hillel, y tras el buena parte de Ia psicolingtiistica, ha propuesto que la Teoria de la In- formaci6n sea redenominada "Teoria de la Transmision de Senales" (Osgood y Sebeok, 1974:55) para aventar cualquier connotaci6n de semanticismo. Para Sahlins, los colores, en este caso, funcionan al unisono como men- sajes, como perceptos, como cualidades distintivas, como c6digos y como significados. No hay en su discurso ni- veles de tipificaci6n correlativos a los atributos predi- cables 0 pertinentes en cada plano de analiticidad sino una fluencia abiertamente al servicio de una dem~stra- ci6n viciada desde el principio porIa incertidumbre acer- ca de las dimensiones significativas y de la denotaci6n de todos los conceptos. De este enrevesamiento analitico, muy probablemen- te intencional, es posible extraer cualquier interpretaci6n. Incluso puede llegar a disimularse la contradicci6n fac- tica mas ostensible: el hecho deque los rasgos distintivos y las relaciones susceptibles de establecerse en el conti·· nuum cromatico que habilitarian a los colores para que se comporten como senales son, tanto a priori como POl' haber sido corroborado experimentalmente hasta el har- tazgo, las mismas para todos los hombres (cf. Kay y McDaniel, 1978; Kay y Kempton, 1984). Si para pro- ducir artificiosamente una explicaci6n se toma la iden- tificaci6n de los rasgos distintivos y el esquema de las relaciones y oposiciones a posteriori de la codificaci6n que de ellos presuntamente hace "la cultura", las premi- sas y la comprobaci6n se encontrarian en un circulo. La pasmosa y militante laboriosidad de Sahlins para opacar los hechos y esconder el camino seguido POl' su 16~ gica, Iepermiten tender una tramp a que no es para nada ocasional, sino que ejemplifica una faceta arquetfpica de su estilo. Esta vez, el hecho que la cultura singularice ciertos focos del espeetro y les imponga contenidos sim- b?li~os.opera al mismo tiempo como axioma, postulado, hlpotesls y prueba, y encima como consigna y grito .de batalla. De todo esto se deduce que de acuerdo con el lineamiento y el sentido que en cada bcasi6n se siga como hilo del discurso 0 se recupere como contenido de sus expresiones, el silogismo de Sahlins puede ser tauto16- gico, contradictorio 0 simplemente vacio. Son tan abier- tas sus lecturas posibles como dispersas y vaporosas son las pautas de su argumentaci6n :el lector puede elegir el tipo de falacia mediante el cual quiere ser engafiado. . N? mucho mas satisfactorio nos resulta un ensayo slmbohsta deMurray Leaf (1972), quesesitua en el mis- moambit~ de p!eocupaciones fenomeno16gicas expresa- das :pOl' MIlton Smger y por Roy Wagner, a quienes Leaf admlra. Su trabajo pretende ampliar la descripci6n de la comunicaci6n simb61ica realizada ya POl' esos autores, extendiendo el abordaje analltico mas aHa de la organi- zaci6n social y de la religi6n, "hacia domini os normal- mente considerados econ6micos 0eco16gicos" (Leaf, 1981: 332). El proposito manifiesto de Leaf es el de trazar una metodologia para "deducir" sistemas de significados subyacentes a los actos comunicativos dentro de una cul- tura, proporcionando elementos de juicio para acceder luego a niveles de comprensi6n universalmente validos. L{)stemas te6ricos que10obsesionan son el de la relaci6n e~tre. }as estruc~uras formales de los sistemas de signi- fICaclO~"1 los tIpos d~simbolos rituales utilizados para transmltIrlos, la necesldad de ampliar el concepto de ri- tual pa~a hacer caber en el todos los comportamientos estereotIpados, y el vinculo existente entre los sistemas simb6licos especificos y el problema generico delalibertad y el o~den. Una vez mas, la factibilidad de un proceso ded?ctIvo se. ve bloq~eada, en el empeno de Leaf, por el caracter oscIlante e Impreciso de la terminologia. Por su parte, Roy Rappaport viene sugiriendo por 10 menos desde 1967la utilidad de servirse, en ecologia an- tr~po16gica, de los criterios y conceptos de la ecologia annnal. Como ventajas del metodo, postula que el uso de un marco de referencia conceptual generalizado y la cons!d~raci6n del agregado humano como una poblaci6n eco~OglCaconmensurable. con otras unidades con las que actua. formando redes ahmentarias, comunidades bi6ticas y ec.o~~stemas, hace a sus interacciones susceptibles de medlclOll. Rappaport propone distinguir entre el "en- torno operacional" y el "entorno cognitivo", es decir, en- tre el mo~elo del entorno sustentado por el analista y el reco.nocldo P?r el pueblo que estudia. Mientras que esposlble conslderar las relaciones materiales de una poblaci6n local sin referencia a este ultimo. estima ra- zonable concebir la W eltanschauung de un pueblo como parte del mecanismo que induce a los individuos a ~om- portarse como 10hacen y como. elemento ~ara enrlque- cer la comprension de las relaclOnes materlales. La modalidad deanalisis sugerida POl'los propios in- tercambios de materia y energia es, para Ra;ppaport, de ,orden sistemico. Los analisis no deben confmarse alas relaciones materiales solamente; hay que t:atar de elu- ddar tambien las formas en que esas rela~lOnes. son re- ,guladas: en terminos sistemicos, se deben mvesbg~r los mecanismos que hacen que los estados de las va~Iables intervinientes se mantengan dentro de rangos vIables. En los sistemas ecologicos en los que interviene el h~:t;l- bre, es de esperar que los mecanismos de auto-regUla;clOn incluyan importantes componentes culturales. Los rltua- les Maring son el ejemplo escogido POI' Rappaport: en respuesta a cambios que ponen en, peligro lo~estados de ,ciertas variables, se "dispara" el rItual, que bene el efec- to de retornar el estado del sistema dentro de un rango Optimo. En este caso, el "entorno cognitivo" (e~modelo ,ambiental de los aetores) acttia como la memorl,a de un computador que se encarga del con,t~ol automa_bzado de un proceso. En este sistema aut~matlco, las s~nales con- cernientes al estado de las varIables se reclben en la memoria donde son comparadas con valores ideales de referencia' en caso que los valores sean criticos, so ini- dan prog;amas de normalizacion. Mediante este simil, podremos inquirir -asegura Rappa~ort- de u~a ma~e- ra razonable, cual es el valor adaptabvo deuna Ideologla. En 1971 Rappaport estima que al marg.en d~.su 1'01 homeostatico, el ritual funciona como un dlSPOSlbvo?e ccomunicacion altamente estilizado, comparables a los dts- plays eroticos de los animales, descriptos POI' los etolo- gos. Un ritual podria redefinirse, e~tonces, "con;o. un conjunto de actos convencionales de d'/,Splay a traves del ,cual uno 0mas participantes transmiten, tanto a elIos mismos como a los demas presentes, informacion concer- niente a sus estados fisio16gicos, psicologicos y sociales" (1971:63). Tanto el contenido como la ocasion de ocu- rrencia de los rituales son pertinentes en esta comuni- caClon. El contenido no solo se compone de re:ferencias mas 0menos "estructurales", como se reconoce habitual- mente sino tambien de "informacion cuantitativa", que no se' limita, ni mucho menos, a la evidencia obvia del nlimero de sus ejecutantes. Incluye, ademas, una especie de alusion metrica, analogica, representada POl' los valo- res queseconsumen 0sedistribuyen. La ocurrencia mis- ma del ritual vendria a representar su faceta "binaria", que conoce solo los estados "si" 0"no", y que informa reflexivamente acerca de si las cotas cuantificables han alcanzado 0no sus magnitudes criticas. Con el correr de los alios, Rappaport se fue intere- sando cada vez mas POl' 10que en un principio quedaba subsumido ensu categoria del "entorno cognitivo", al pun- to queen 1975 su modelo puede considerarso plenamente mixto, a mitad de camino entre un eticismo mas 0me- nos fiel a la primera etapa, homeostatico-funcionalista, de la teoria de sistemas, y un emicismo que tiene mucho en comtin con el enfoque semantico-interpretativo. Rap- paport seguia reconociendo entonces dos facetas en toda ceremonia religiosa: una de ellas es la de su "significa- cion" enel sentido geertziano, y laotra es 10quesellama su "~er", el cual comprende su naturaleza especifica- mente sistemica de mecanismo de control global. Cualquiera sea el merito que los simbolistas puedan conceder a la recuperacion POl' parte de ,Rappaport de las variables ideacionales para hacerlas intervenir en un calculo formal, 10cierto es que el conjunto de sus interpretaciones ha sido rechazado pOI' los ec610gos. En el momento de su publicacion, el estudio de Rappaport que funda su metodo fue la pieza mej or documentada en ecologia cultural; sus diez apendices proporcionaban una reunion de datos sin precedentes sobre el clima, la produccion agricola, la flora, la fauna y los intercambios de energia entre una comunidad y su ambiente. Sin em- bargo, estos datos no estan integrados deductivamente enel analisis interpretativo de como el ritual y otras conductas simb6licas sirven como mecanismos automati- cos de regulaci6n. S6lo estan alli, pretendiendo actuar por osmosis 0por contigliidad, y muchas veces debilitan- do, en apariencia, las ideas que deberian confirmar (cf. McArthur, 1974:121). En otras palabras, el estudio, al igual que otros pos- teriores de la misma autoria, no constituye una demos- traci6n rigurosa, cuantitativamente fundamentada, delas causas ecofisio16gicas de las respuestas conductuales hu- manas a sus necesidades. A pesar de su rico trasfondo factico, el analisis no es mas queuna operaci6n ana16gica en la que las complejidades ecosistemicas, la activaci6n de los procesos simb6licos y una impresi6n generalizada de causaci6n ambiental son sugeridas plausiblemente, pero no articuladas ni resueltas en detalle. En sintesis, Rappaport sigue el protocolo, pero no las operaciones analiticas, de la estrategia natural-eco16gica que el mis- mo propone; consecuentemente, sus demostraciones vuel- yen a parecerse a un conjunto deproposiciones funciona- listas clasicas y los simbolos vuelven a ser los resguar- dos del statu quo y los artifices del eterno equilibrio. Avanzados ya los afios '70, mientras la fenomenolo- gia gana terreno en los Estados Unidos, buena parte dela intelectualidad francesa queprofesaba anteriormen- te un marxismo mas 0menos ortodoxo, se convierte de lleno a un estructuralismo mas filosofante que metoclo16- gico. En el grupo Tel Quel, Philippe Sollers, Marcelin Pleynet y Julia Kristeva dejan de rendir culto alorden social maoista, pasandose al bando de los adoradores de la Norteamerica de Reagan casi sin sonrojarse. Fou- cault, Derrida, Deleuze y Poulantzas tambien se trasla- dan pragmaticamente hacia la derecha, siguiendo el rum- bo del post-modernismo codificado por Lyotard (cf. An- derson, 1986:30-65). En concurrencia con estos giros, un fragmento significativo de la antropologia estructural- marxista, con Godelier a la cabeza, reemplaza su estruc- turalismo metodo16gico por un post-estructuralismo ge- nerico que se opone a la historia, y su marxismo mas 0 menos literal por un post-marxismo que redescubre de pronto, la preminencia sublime de "10ideal". En el ~iejo imperio insular, los veteranos luchadores contra el colo- nialismo cientifico deponen las armas 0amortiguan su~ golpes: Talal Asad abandona el estilo de la diatriba y encuentra en la antropologia conservadora abismada en simbolos y significaciones, no tanto una aberraci6n ideo- 16gica.como ~,nconjunto de aporias epistemo16gicas que los mlsmos marxlstas vulgares" son susceptibles de c?mpartir. Radicado en Suecia, donde la mediania teo- rIca hace de el un Mesias, Jonathan Friedman acompa- fia este vaiven reconociendose sin tapujos como post- estructuralista, sindicando a Marvin Harris como "ma- terialista paranoide", adoptando y descartando modelos matematicos proclives a la fenomenologia (como la Teo- ria de Catastrofes de Rene Thom) y convirtiendo la busqueda de la esencia de los "significados simb6licos" en un autentico frenesi, en el que los diagramas metafo- ricos triunfan siempre sobre los razonamientos formales. Tambien los otrora apostoles del formalismo como Steplien Tyler (1978, 1984, 1984a), redescubren' al di- fundirse el ideario hermeneutico, los beneficios del pos- modernismo y delateoria critica dela Escuela deFrank- furt, ambos en abierta connivencia en el seno de una ref?rl?ulaci6n irracionalista que tiene cierto tal ante apo- cahptIco; Tyler avizora la "etnografia posmoderna" co- mo. un proceso de contextualizaci6n emergente y coope- ratIvo, como una conjuncion estetica de fantasia y reali- dad y como una brega del etnografo desvalido con un excedente in~inito de significaciones. Conviene que el lector memOrIce estas pautas, que se estan convirtiendo en10slugares comunes mas favorecidos ennuestra decada. , Todas :stas met.amorfosis son demasiado radicales y estan todavIa demaSlado cerca para que se pueda juzgar su productividad; esta no parece ser mucha: las palabras claves son, por ahora, "nihilismo", "escepticismo", "des- construccion", "disoluci6n", "heterogeneidad". El simbo- lismo antropologico rima extraordinariamente bien con esta coyuntura en la que los arrepentidos, renunciando a un materialismo en momentimea bancarrota, llevan abundante agua para su molino. Pero todos. !os. "post- modelos" holistas, calcos reciprocos en 10estIhstlco, ex- hiben sin tapujos su provisionalidad, su ince.rtidumbre, la prisa que ha regido su disefio, el .compromlso (0des- compromiso) ideologico que los motIva. El contexto ~e descubrimiento (la vejez paulatina de los lideres de OpI- nion el encoo-imiento de las prerrogativas academicas, los intereses beditoriales que favorecen el interpretive t'iL rn el imnerativo deestar a la moda, la dificultad ame- naza~te de' las herramientas axiomaticas, el mito perio- distico dela intelectualidad liberal, el fin de las utopias) explica el estado de cosas mejor de I? que l~s. nue,:as teorias explican los simbolos. En 10epIste~ologl.cO, n~n- guna propuesta posmoderna opone una reslste:r;cIa sena- lable alainspeccion critica, y lamisma autocritIca, ahora ritualizada, acostumbra disolver los aportes posibles al cabo de pocos meses. La busqueda se ha transformado en una virtud en si misma, mucho mas apreciada que la construcci6n 0queel hallazgo, sospechosos ambos dedog- matismo. Nada se asienta sobre el suelo firme: a la an- tropologia dogmatica Ieha sucedido la antropologia. des- cartable la obsolescencia te6rica programada, el bncola- ge mec~nico de hip6tesis cuya precariedad las refuta mientras se las enuncia, el intercambio paroxistico y el eterno retorno de modelos sin valor de uso. Y nada de 10que se aduce ha logrado trascender verdaderamente el abismo entre el pensamiento, la sociedad y el contexto que era el problema a solucionar POl' este enfoque: la discontinuidad entre los diferentes niveles sigue estando alli, irreductible. La disposici6n paradigmatica de las estrategias pro- pias de la antropologia simb61ica que hemos expuesto puede parecer 16gicamente incompleta y hasta cierto pun- to subjetiva. Recuerdese, no obstante, que nos hemos comprometido no a inventar un conjunto formal capaz de definir los limites dela indagaci6n simb6lica mas alla de la voluntad expresa de sus autores, sino mas sencilla- mente a acatar un consenso y un hecho consumado. El paradigma ideal delineado es entonces un dispositivo heuristico frente al cual las ocurrencias manifiestas de la investigacion simbolista que se reconocen emicamen- te como tales se comportan como sus sintagmas posibles. POl' ende, la antropologia simb6lica definida porIa ex- tension de los enfoques propuestos no puede juzgarse como la resultante de una empresa deductiva, sino como una constataci6n de decisiones mas 0menos arbitraria de10que se incluye y de 10que se acepta hist6ricamente como formando parte de ella. POl' eso estan excluidos de esta antropologia simb6lica (como tambien 10estan de la real) los estudios etnomusicologicos, etnocoreogni- ficos 0etnoesteticos, aunque serefieran a entidades cuya dimension y densidad simb6lica no cabe poner en tela dejuicio, asi comolas investigaciones enroladas en forma explicita en vecindades tales como la etnometodologia, el interaccionismo simb6lico, la sociologia del conocimien- to 0la fenomenologia strictu sensu. Nuestro esquema no resume 10s contenidos de 10s estudios simbolistas ni siquiera atrozmente, ni esboza tampoco los perfiles de su historia; si sepretende juzgar el estilo, el equilibrio entre las teorias y los ejemplos, o incluso las modalidades de tratamiento de temas es- pedficos, habra que remitirse sin demora a 108origina- les 0 a sus mejores exegesis. Lo que se quiso lograr aqui fue una sistematizaci6n practica de las lineas de razo- namiento y de los niveles de tipificaci6n perceptibles en el conjunto de los estudios simbolistas, expresada en ter- minos de grandes clases, evitando el extravio en enume- raciones tentadoras, pero tendientes al infinito, como la de los conceptos producidos 0 la de los asuntos tratados. A partir de estas clases abarcantes, que con cierta elasticidad hemos Hamado "paradigmas", existe la posi- bilidad de generar el nucleo epistemo16gico e ideo16gico delas estrategias concretas afiadiendo una serie de deter- minaciones diacriticas, susceptibles todas eHas de expre- sian bipolar. Mas 0 menos independientemente de la for- ma paradigmatica del modelo y del plano de realidad que tematice como su objeto, un estudio antropol6gico (simbolista 0no) puede ser entonces: 1) Si las categorias que se utilizan son las de los actores a que se hace referencia: emic; si son las (de la cultura) del investigador: etic (cf. Harris, 1978; Feleppa, 1986). 2) Si las categorias analiticas y las conclusiones del estudio no son extensibles 0 extrapolables para la comprensi6n de otras culturas: particularista; si si 10son, 0si se establecen correlaciones mas 0 menos sistematicas: comparativista (cf. Robben, 1973). 3) Si los criterios analiticos intentan reflejar com- prensivamente los de la cultura en estudio, mar- cando su especificidad: relativista; si se pretende que las categorias poseen un caracter objetivo 0 generalizado: universalista. 4) Si no se busca establecer irregularidades ni pau- tas constantes, sino interrogar un acontecimiento unico e irrepetible: idiograjico; si se trata, en cambio, de determinar regularidades y de formu- lar leyes: nomotetico. 5) Si el prop6sito del estudio es una descripci6n, completa 0 no: descriptivo; si se quiere trascen- der la descripci6n, en procura de las relaciones causales: explicativo (cf. Geertz, 1973). 6) Si los conceptos articulados no son referentes in- mediatos delos fen6menos que denotan, sino pro- ducto de una elaboraci6n 0mediaci6n teoretica: abstracto; si estan referidos inmediatamente a la realidad, 0 si se incluyen definiciones coordina- tivas para la conceptualizaci6n de los fen6menos: operacional. 7) Si los predicados traducen un acercamiento em- patico alapersona 0 realidad estudiada: experien- ce-near; si revelan un distanciamiento analitico: experience-distant (cf. Geertz, 1977). 8) Si la determinaci6n de los sucesos se supone de- bida a fen6menos mentales 0 a la superestructu- ra: idealista (0mentalista); si se juzga que 10 determinante es en cualquier instancia de natu- raleza material 0 infraestructural: materialista (cf. Harris, 1982). 9) Si se centra en las personas individuales 0 utiliza conceptos de la psicologia: individualista; si hace uso decategorias colectivas, centrandose en la to- tali dad sociocultural: culturalista (0sociologista (cf. Varenne, 1984). 10) Si se pone en primer plano la referencia a los fen6menos y la fidelidad a los "hechos" como ca- nones de validez: empirista; si se hace hincapie en la construcci6n teoretica del objeto y en la 16gicade las deducciones: racionalista (cf. Leach, 1985) . 11) Si se define, en fin, la antropologia como una disciplina interpretativa 0estetica: humanista; si se pretende que su practica posee 0ha de poseer el mismo status que el de las ciencias naturales: cientijico (0positivista, 0cientijicista). quese suscite en su interior, habra de resolverse a la larga en beneficio del status del simbolo, en la empresa cornpartida de establecer su identidad y de hacer admitir sufuerza. Todo discurso simbolista, aun el que se pre- senta como remiso a categorizar cosas tales como "sim- bolos", hace de estos su nucleo unanime y la raz6n de ser de su empresa. Lo notable es que aunque el simbolo sea vaciado de significados, como en Sperber, ningun gesto intelectual alcanza para empequefiecerlo, y mucho menos para abolirlo. De hecho, la "condueta simb6lica" sperberiana, si bien renuncia al simbolo como concepto, recupera la prevalencia de lo simb6lico en general, rete- niendo a aquel como su significante oculto; y hasta la fortalecida dimensi6n social de Douglas necesita impe- riosamente del simbolo para constituirse, expresarse y sobrevivir. Incluso en el caso de Kemnitzer, marxista confeso (y otrora menos fenomenologista de 10que hoy 10es), es la potencia del simbolo 10que prevalece, 10que importa desvelar, y 10que facultaria a los pueblos sus herramientas de liberaci6n. He aqui entonces que la antropologia simbOlica mis- ma llega a existir por obra de una concordancia no con- fesada, que es en ultimo analisis de claro sesgo ideol6- gico. De alIi que en definitiva, el espacio de la antropo- logia simb6lica pueda redefinirse mejor como un lugar geometrico en el que se solapan las ideologias, que como el punto de concordancia de tales 0cuales estrategias. epistemo16gicas. Aunque haya que recurrir a una carac- terizaci6n epistemo16gica para sistematizar, en cada caso. la forma en que se dice 10que ya se sabe que se va a decir. Dado, ademas, que la antropologia simb6lica, salvo la novedad de un caudal mas 0menos generoso de obser- vaciones, de advertencias, de vinculos cuando mucho in- tuidos, no ha inaugurado ninguna tactica inedita, ningun enfoque original, cabe ver en esa coincidencia ideo16gica. el criterio de su diferencia con respeeto al grueso de la antropologia precedente 0coetanea. Verificado concien- zudamente el ceteris imparibus reinante, he aqui que la En algunos casos, la oposici6n binaria es traducible a la expresi6n de un continuum 0de una tricotomia: el concepto de "temor", por ejemplo, es mas experience-near que"fobia", yeste10esmas que"egodist6nico" (cf. Geertz, 1977:482); en otros, existe la posibilidad de interponer dos 0mas mediadores; en otros mas, se puede ser eclec- tico, dialectico 0"monista". Pero de todos modos, los polos indicados representan siempre los limites absolutos de los respectivos ejes del discurso, asi como las lineas de fractura que se argumentan alternativamente cuando se habla de la antropologia como de una disciplina en crisis (cf. Jarvie, 1975; Berreman, 1967; Watson y Wat- son, 1985; Jules-Rosette, 1978; Kaplan, 1975). No existe, en apariencia, un limite formal del nu- mero de distinciones bipolares que es posible postular, ni tampoco un indicador incuestionable de su preeminen- cia 0 de su jerarquia mutua. Por eso llama la atenci6n que estos ejes hayan servido tantas veces, en los ultimos tiempos, para articular historias y visiones de conjunto de la antropologia, siendo que la resultante de una arti- culaci6n sobre un plan dicot6mico favorece la presenta- ci6n delos hechos conforme a disyunciones maniqueistas. Ahora bien, 10concreto es que el grueso de las for- mulaciones individuales inscriptas en la antropologia sim- bOlica, independientemente del paradigma global en que se inserten, han escogido en cuanto a sus determinantes diacriticos un punto insistentemente cercano al primer elemento de los distintos ejes binarios, abrazando casi siempre un proyecto que, mas alIa del posible vanguar- dismo del metodo, podria ser caracterizado como ideo16- gicamente "conservador". En definitiva, una vez que se esta dentro de la an- tropologia simb6lica, toda tensi6n y toda discrepancia pl'crrogativa de 10simb6lico viene a resultar la unica variable que permanece constante. Podria afiadirse que esta convergencia sucede, a to- das luces, en un territorio dejado vacante POl' el subde- sarrollo y la estrechez del discurso materialista en gene- ral (y marxista en particular) sobre el simbolo y 10que Ie concierne. En efecto, decir que el simbolo es mate- rializaci6n de una ideologia, que a su vez obedece 0 sirve de cl<iusula de justificaci6n a determinado tipo de relaciones econ6micas, no dice nada sobre la mecanica del establecimiento, dela selecci6n 0de la eficacia de los simbolos, ni explica POI' que tal suceso se cumplimenta simb6licamente y no de otra manera. Si el discurso sim- bolista sobre el mundo es ide016gicamente sospechoso POI' su unanimidad, el discurso materialista sobre el simbolo es epistemol6gicamente vacio POl' su virtual inexistencia: .aun en el caso dequetodo10aetuado POI'1aantropologia simb6lica resulte cientificamente impugnable, 10concreto 'es que hasta ahora no se ha constituido una alternativa materialista digna de corifianza, que haga algo mas que reproducir viejos dogmas 0generalizar conjeturas esque- maticas. Se nos dira que 1a antropologia simb6lica tampoco ha resuelto los problemas basicos de la simbolicidad de una manera aceptable para todos. Es verdad. Pero nadie negaria que esta intentando resolverlos, y que la discon- tinuidad entre 10eco16gico,10social y 10simb6lico puede ser algun dia abolida 0minimizada POl'obra de este in- tento. La antropologia simb6lica es, pues, mucho mejor que nada, aunque el conjunto de ella haya discurrido en un plano de argumentaci6n que no tiene mucho que vel' con 10epistemo16gicamente admisible. N6tese, POI'ejem- plo, que el razonamiento simbolista puede subsistir sin siquiera definir su objeto y sin operacionalizar sus ter- minos, e incluso sin distinguir -como exigi a Spiro que se hiciese- la clase de los simbolos de la clase de 108no simbolos. No se trata de que el simbolo constituya algo ;asi como un "primitivo" de un sistema deductivo eucli- diano al que no sea necesario definir y que encuentre su excusa en su productividad: del simbolo tal como es conceptualmente, no se siguen axiomas, ni se enuncian postulados, ni se derivan hip6tesis rigurosas. El simbolo lleva, en el discurso, una vida ret6rica. A nosotros mismos nos ha llamado la atenci6n nues- tro cambio de estilo al hablar, respeetivamente, de la antropologia cognitiva (cf. Reynoso, 1986a) y de la an- tropologia simb6lica. En el estudio de las fases de desa- rrollo de la primera, pudimos llegar a la conclusi6n de que esta modalidad de analisis habia e1evado verdade- ramente los standards descriptivos, explicativos y vali- dativos detoda 1aantropo1ogia que se ensarz6 en dialogo con ella. Aunque puede decirse que el programa cogni- tivista fracas6, 0que sufri6 un encogimiento sensible y hasta humillante, el saldo delas polemicas en torno suyo ha sido mucho mas que positivo: la antropologia sabe ahora una enorme cantidad de cosas acerea de las con- diciones y 10s limites de todo conato de formalizaci6n. Con referencia a la antropologia simb6lica, en cambio, no es nada sencillo trazar un balance y arribar a una conclusi6n sincera sobre sus virtudes. El caracter mismo de 1asestrategias revisadas es harto mas discursivo que en aque1caso, y hasta es dificil ponerse de acuerdo sobre si se han generado 0no conocimientos nuevos POI' obra suya, mas alIa de un desconcertante cumulo de datos que vuelven a poneI' aladisciplina en 1amisma relaci6n cuan- titativa entre recursos y problemas quela que era comun en los tiempos de Kroeber 0de Susanne Langer. De to- dos modos, e1castigo mas cruento ha caido sobre el que trabaj6 mas duro: hoy, a la imagen publica de un cog- nitivismo prob1ematizado e insatisfaetorio, se tiende a oponer la de un simbolismo promisorio y triunfante, al que incluso la critica mas cientificista acostumbra dejar tranquilo. Si se echa una mirada al conj unto de propuestas te6ricas dispersas en labibliografia, severa 10infrecuen- te que ha sido resignarse a interrogar genuinamente al simbolo. En la generalidad de los casos, los mecanismos actuantes en los modelos disponibles en antropologia sim- b6lica, han determinado el signo y el valor de la infor- maci6n producida. Nadie ha encontrado en el output virginal de sus modelos, fundamentos para alterar sus convicciones previas mas profundas: toda conclusi6n de un silogismo simbolista, esta de antemano encapsulada en sus premisas. Al servicio derazonamientos enganosos, manipulados selectivamente en experimentaciones fingi- das, reflejados en palabras de connotaciones incontrola- bles, el trabajo de campo y el venero de los datos estan destinados tan s610a consolidar prejuicios a 10largo de un raciocinio superfluo y de un debate que no puede re- finarse a causa del espacio que Ieha sido concedido a la subjetividad y a la indefinici6n. La investigaci6n simb6lica ha prodlgado descubri- mientos facticos, sin duda, llenando la descripci6n et- nografica de una carnadura y de una vividez ineditas. Pero los desarrollos 16gicos s610han aparecido bajo la forma vicaria de confirmaciones aparentes de hip6tesis, que a la larga son siempre deducibles a priori a partir de la ecuaci6n ideol6gica del estudioso. Altamente per- sonalizados, individualistas, idiosincraticos, temperamen- tales, los modelos simbolistas no suelen funcionar ade- cuadamente mas que en manos de sus ensambladores ori- ginarios; a menos, claro esta, que se sea un eclectico ansioso por rotular los datos con las categorfas propor- cionadas por los colegas capaces de teorizar, para hacer acceder el trabajo propio a una suerte de validaci6n supletoria. EI lector simbolista puede dormir tranquilo: ninglin razonamiento, ni propio ni ajeno, persuadira manana a Geertz de la conveniencia de asumir una estrategia po- sitivista a prop6sito de determinado interrogante; ningu- na posibilidad existe tampoco de que Sahlins acepte la preva1encia ocasiona1 de 10eco16gico, 0de que Sperber admita 1aventaja de reconocer simbo10s ais1ab1es y sig- nificantes. Nada de ello sucedera como consecuencia de argumentos 16gicos, de percataciones emplrICaS 0de de- senvo1vimientos deductivos. En antropo10gia simb6lica, sia1guien cambia de idea, 10hara no como efecto con- comitante deun suceso ocurrido a nive1de una 16gicaque a1 fin se impone, sino a nive1 de una ideo10gia que es definitoria de todos 10svalores de verdad. Deciamos antes que 10ssimbo10s no han sido publi- camente definidos. Siendo e1simbo10tan proteico, seria irrisorio quesepostu1ara, para escapar de esta exigencia, una especie de definici6n implicita (a 1a manera de Bridgman) por 1a cua1 10que c1asifica como simbo10 coagule a partir de los contextos en que aparece. La im- .posibilidad de lograr una definici6n limpida de 10sim- b6lico no puede soslayarse como si se tratara de un con- tratiempo secundario, 0como si fuera una imposici6n que un cientificismo desp6tico quiere hacer extensiva al humanismo interpretativo. Una definici6n minima no es, deninguna manera, un imperativo antojadizo 0un pre- requisito esco1astico, sino mas bien el fundamento de un acuerdo para comenzar a razonar y a discutir sobre 1a alardeada prevalencia del simbolo. No se esta pidiendo una frase que 10sintetice 0una receta que enumere sus variedades combinatorias, sino apenas una idea, un sen- tido en torno al cual se pueda construir despues un con- senso, para acabar con la paradoja de una antropologia simb6lica incapaz dedecir al unisono 10que el simbolo es. No hay en esta exigencia arbitrariedad alguna. Re- c6rrase nuevamente el paradigma de los enfoques y se comprobara c6mo la indefinici6n conduce a que la prac- tica antropol6gica se dilapide en un decadente juego de ingenio. Esc6jase una caracterizaci6n cualquiera del sim- bolo de entre las que pululan en su interior, y se vera c6mo en sus inmediaciones se suscita otra que la pone de cabeza: en todo caso, las coincidencias y similitudes que pudieran recabarse en su apoyo, no se expresaran necesariamente con mas elocuencia que las oposiciones y los cuestionamientos en su contra. Nada es seguro: los simbolos alternativamente se constituyen como unidades 0se disuelven en la accion simb6lica, portan significados esenciales 0carecen de di- mensi6n semantica, determinan las estructuras societa- rias desde su raiz 0las reflejan pasivamente, poseen una funci6n expresiva 0son una herramienta intelectual, tie- nen sentido obvio para sus portadores 010adquieren recien en su desciframiento analitico, son mediadores binarios u operadores anal6gicos, son susceptibles de un aborde cientifico 0s610se captan empaticamente en la interpretaci6n, son prerreflexivos, prelingiiisticos y pri- mordiales, 0sinteticos, verbalizables y metal6gicos, son una idealizaci6n que recubre y disimula 10real, 0una racionalizaci6n que 10explica y 10vertebra. Este es, in- fortunadamente, el cuadro de estado de los respectivos enfoques y de toda la especialidad: un caos, analizable pero indecidible, de opiniones contrapuestas; y un pre- sagio funesto de 10que puede llegar a suceder si se im- ponen las tendencia actuales que propugnan, encima, el a£andono del rigor "cientificista". Hoy pOl' hoy, se diria que en su elusividad el concepto de simbolo es como el Tao, y en su alucinante vado 16gicola antropologia sim- b6lica es como el Zen. Es imposible deslindar siquiera el paradigma mejor pertrechado contra la irresoluci6n y la ignorancia me- t6dica: EI primero, el cognitivista, tiende a precipitarse en el binarismo: un simil restrospectivo, falaz, inexacto, emergente de la accidentada raz6n practica de una tec- nologia de transici6n. Si nuestra antigua representaci6n infantil de los aparatos electr6nicos, asaz animista, era incapaz deexplicarse su funcionamiento sin suponer hom- brecillos viviendo y actuando en su interior, la nueva perspectivacognitivista acerca del hombre no puede ac- ceder a su comprensi6n mas que postulando en su mente codificaciones binarias, circuitos, canales de entrada y salida, aut6matas finitos y demas artificios cibernetieos. Nada habria de objetable en estas imagenes si consti- tuyeran metaforas rigurosas, 0si demostraran aptitud como dispositivos heuristicos; pero no hay nada de eso: a la antropomorfizaci6n ingenua de las maquinas sucede ahora, a igual distancia de 10real, la robotizaci6n cienti- fica de 10humano, capaz de argumentar, como 10hace Cooper (1975), la identidad estructural entre la teoria cuantica y el pensamiento salvaje: un milagro que nos abstendremos de comental' . EI segundo enfoque, el ret6rico, acabara por agotarse· cuando todos los estilos y los adjetivos aplicables a una unica clase de suceso simb6lico hayan sido ensayados, 0 cuando comience a sospecharse que la cultura puede ser algo mas que iniciaci6n, enculturaci6n, fijaci6n de roles y aprendizaje. EI tercero, el posicional, esta inmerso en una lucha malabaristica que el mismo se ha impuesto, en la brega. POI'llegar al sentido a traves de la forma, mientras que niega el peso y la importancia de la significaci6n. EI suyo nos parece un combate espasm6dico, entrecortado· einsoluble, en el cual 10que se dice ahora ocupa el espa- cioresignado comoperiferia POl'todo10quesedijo antes. Actitud s610trivialmente renovadora, el posicionalismo sperberiano existe nada mas que para sorprender, para oponerse al sentido comun y para derogar 10aetuado POl' sus precursores, que es, al mismo tiempo, 10que 10de- termina. EI cuarto, el semi6tico, quiza todavia mas problema- tico, ha fragmentado su abanico de conceptos antes de demostrar la necesidad te6rica de una atomizaci6n se- mejante, y sin realizar despues un plan formal de defi- niciones coordinativas entre la esfera de sus categorias y la realidad. Si la estrategia sperberiana nace de la moda de los replanteamientos peri6dicos y radicales, la semi6tica sefunda en lanegaci6n del mas minima planteo· previo acerca del objetivo de su aparato conceptual. De- cretada, POI'un acto de idealismo, una distancia insalva- ble entre la realidad y un signo fatigosamente despeda- zado en funci6n de una teoria ausente, el semi6tico· espera que los conceptos discernidos den cuenta de los fen6menos concretos, mediante hip6tesis quedeben surgir del mismo tipo de operaciones inteleetuales que presidie- ron la invenci6n de las clases. POl' ello la semi6tica se manifiesta, en suma, como un procedimiento circular de rotulaci6n, en el que el simbolo no puede revelar otros tipos de atributos que los ya previstos antes de indagar- 10. El acto te6rico seconstruye, en el mejor delos casos al reves: partiendo de una grilla de conceptos simulta~ neamente rigidos y difusos, queseyen obligados a servir a priori, como piezas discretas para la erecci6n de la~ hip6tesis y como elementos de juicio para la resoluci6n de los enigmas. En raz6n de la singular anomaHa cien- tifica que comporta el haber establecido el contenido de los conceptos y su taxonomia antes de conocer los pro- blemas a los que ellos han de aplicarse, el trabajo anaH- tieo se transforma en el j uego de la identificaci6n en 10 real de 10conceptualmente predefinido. El quinto enfoque, el hermeneutico, desemboca en un renunciamiento prematuro a convertir la antropologia en algo parecido a una ciencia, tras proclamar con cierta alegria el fracaso de un proyeeto que todavia no se en- say6 cabalmente. Argumentando la imposibilidad de 10 que apenas se percibe como dificultoso, fabricando para rebatirlo un fetiche inspirado en un modelo arcaico de ciencia mecanicista, ocultando en cada frase su propen- si6n visceral a la subjetividad absoluta, el metodo in- terpretativo (que nunca se muestra en su articulaci6n precisa) se erige como un pasatiempo estetizante que busca subordinar el trabajo deduetivo alas iluminacio- nes espontaneas. Las nuevas hermeneuticas, temperadas POl' una sensatez y un equilibrio que no son sino extre- mismo epistemo16gico encubierto, podrian advenir tierra de promisi6n para muchos investigadores urgidos a fin- gir repudio POl'otras fenomenologias, mas crudas y mas culpables. El sexto, el socio16gico, se patentiza indeciso e im- productivo, al no saber definir con exaetitud la estruc- tura y el senti do de las determinaciones que median entre dos 6rdenes distintos de fen6menos, y al no poder convertir con parsimonia los sucesos mediante los que ejemplifica en leyes 0en Hmites para acceder a la pre- dicci6n. El septimo y Ultimo, el holistico, se revela como el campo en el que se lleva a cabo la acalorada polemiea de los idealistas con el evolucionismo primero, con la ecologia stewardiana despues y con el materialismo cul- tural en la actualidad. Sus dos variantes ideo16gicas re- presentan tan solo formas contrapuestas, casi par6dicas, de un razonamiento de superficie que de hecho no se realiza en profundidad, y en el que las pruebas no guar- dan laproporci6n debida con10quesobre ellas sepredica. La contextura de los argumentos simbolistas aca- rrea, como corolario suyo, una indeterminaci6n radical que, a diferencia de la incertidumbre de Heisenberg, no se despliega en 10s confines de la raz6n, sino que se asienta en su mismo punto de partida. Puede decirse 10que se quiera sobre el simbol0, porque todo es va- lidosi se 10expresa elegantemente y si se puede adu- cir aunque mas no sea un ejemplo. Lo que en esta ciencia se refuta queda en general restituido cuando el cuestionado responde a la critica, y aun antes: en este vaiven ciclico de afirmaciones y contrapropuestas, nadie sabe cual es la masa deconfutaciones quepuede soportar un argumento antes de considerarse plenamente impug- nado. Nadie sabe, tampoco, si es verdad que el simbolo es irreductible a una indagaci6n cientifica, 0si se trata mas bien de que las indagaciones consumadas no han sabido acercarse a la cientificidad. Si en un discurso pu- dieran simplificarse, como en la aritmetica, 10sterminos que conllevan magnitudes opuestas, quiza el producto neto de la sabiduria simbolista quedaria balanceado con la pobreza del argumento simb6lico propio del materia- lismo. En todo caso, la relatividad generalizada que se deduce de la incertidumbre de aquel, configura un lastre que la maravillosa floraci6n anecd6tica que 10comple- menta no alcanza a compensar. En la antropologia cognitiva, todo desacuerdo gene- raba una constataci6n, y cada tanto producia la falsaci6n o el afianzamiento del modelo consensual generalizado. En la antropologia simb6lica, el consenso se comporta como el publico de los sofistas, aceptando un criterio por la manana y el criterio opuesto por la tarde. Al discu- rrir en un nivel que, salvo casos extremos de obviedad o de absurdo patente, se muestra insensible a la prueba y refractario al calculo veritativo, el valor del discurso simbolista reposa exclusivamente en su plausibilidadsu- perficial, cuando no en su enfasis 0en su belleza. EI mejor simbolista habra de ser, entonces, no el que pro- duzca la explicaci6n mas rica y mas profundamente im- bricada, sino el que evoque en su prosa con mayor tan- gibilidad la atm6sfera de los paisajes y el bullicio de las personas. EI desideratum no es aqui el hallazgo de la pauta que conecta, sino la expansi6n presuntamente sen- sitiva de un realismo ingenuo, que en esta ciencia ex- trana hace las veces de testimonio empirico. Otra discrepancia entre los respectivos comporta- mientos epistemol6gicos de la antropologia cognitiva y el simbolismo atafie a la relaci6n que ambas corrientes man- tienen entre las definiciones de los conceptos, su uso y su aceptaci6n publica. En la etnociencia, cuando alguien dice "arbol", "paradigma", "conjunto contrastante", "ta- xonomia" 0"lexema", todo el mundo sabe con precisi6n a que se esta refiriendo, independientemente de que a cierto nivel de tipificaci6n puedan subsistir algunas di- vergencias: ese acuerdo trasluce las reglas del juego. En el simbolismo, en cambio, de nada vale que alguien categorice un fen6meno como "simbolo", "indice" 0"ico- no", si no suministra concurrentemente su interpreta- ci6n personal de los terminos, su matiz idiosincratico de significaci6n, su perspectiva privada. 0 bien no hay en este contexto reglas de juego, 0bien se admite que cada quien las cambie en concordancia con 10que quiera de- mostrar en un momento dado. En este ambito, las pala- bras y las cosas son tan elasticas y nebulosas, tan car- gadas de significados contrapuestos y tan abiertas a lec- turas alternativas, que Marshall Sahlins, por ejemplo, ha creido demostrar una hip6tesis desarrollando planteos que no guardan ninguna relaci6n 16gica con sus propios argumentos, sin que virtualmente nadie haya acusado el golpe de la falacia (cf. Sahlins, 1980:210-274). Las contradicciones internas del discurso simbolista deberian obligar a que se revise en profundidad la 16- gica que rige el conjunto de sus proposiciones, a menos que se quiera atribuir como referente suyo uno 0 mas mundos inverificables, signados todos ellos por 10que Quine (1960:141) llama "opacidad referencial". Aun en el caso de que algun simbolista descubra alguna vez la verdadera clave de la simbolizaci6n, su aporte esta desti- nado a disolverse en un espacio que sabe mas de argu- mentaci6n sofistica que de pautas de consolidaci6n del conocimiento. Este no es aqui ni remotamente acumula- tivo como pudiera serlo en el cognitivismo. Optar por una' perspectiva, acatar un acervo de ideas, involucra de inmediato poner en tela de juicio un conjunto de pos- tulados de la misma magnitud que el que se afirma, y de sentido opuesto: la articulaci6n interna de esta orien- taci6n disciplinaria es, pues, de un orden inevitablemente poIemico. Aqui 0muy cerca habra de estar el limite del trabajo antropo16gico cuando este se convierta de neno, segUn algunos desean, en la praxis exquisita de la thick description. Hoy por hoy, en el simbolismo, la verdad se ha vuelto s6lo una cuesti6n de gustos y de simpatias, y se cree mas a quien mejor escribe. Puede sospecharse, asimismo, que la indeterminaci6n del estado del conocimiento simbolista sea una contra- partida del polimorfismo perverso de su referente; seria de este modo el simbolo el principal responsable de la anomia del simbolismo antropo16gico, que quedaria li- brado de culpa habida cuenta de la magnitud de su em- presa. De hecho, ningun concepto unitario de simbolo es formalmente capaz de ser aplicado a 10largo de toda la potencialidad de los contextos, de todas las posibili- dades de configuraci6n, de todas las val'iedades de con- ducta, de todas las dimensiones de significado. Sise quisieran clasificar los sfmbolos propuestos como objeto por el discurso simbolista, se veria que la tinica estruc- tura de clases que se aviene a parametrizar la constela- ci6n de sus atributos es la que se ha dado en Hamar "clasificaci6n politetica" (cf. Needham, 1975; Chaney, 1978; Kronenfeld, 1985). Como tal se entiende la que da cuenta de una cadena no sistematica y no exhaustiva de elementos que tienen en comtin cierto aire de familia y cierta concordancia esporadica de rasgos, consonantes con la ausencia de una significaci6n nuclear uniforme. La taxonomfa segregada y acumulada por los profesio- nales retendrfa asf, quiza, algo de la esencia peculiar a las formas primitivas de clasificaci6n. Esta conclusi6n eufemfstica no tiene, desde ya, nada de auspicioso: decir que, despues de veinte a:iios de estudio, el conjunto de los sfmbolos reconocidos exhibe formal mente una estruc- tura politetica, es 10mismo que decir que se ha traba- jado en vano y queno hay nada nuevo bajo el sol. Acaso el sfmbolo, categoria desdichada, objeto impropio 0per- verso espejismo anaHtico -qui en sabe- deba ceder su lugar a conceptos mejor construidos, con atributos mas axiomiiticamente predicados. Aunque mas de una vez la etnograffa simbolista se muestra perspicaz en la descripci6n y atrayente en el re- lato, aportando un respiro necesario a la severidad de la ciencia, el dilema surge cuando se intenta cumplimen- tar, en un solo acto epistemo16gico, la organizaci6n de los hechos referidos, su explicaci6n y la formulaci6n de una teorfa general de la actividad simb6lica. Todos 10s Malinowskis esperan que el mundo entero sea igual· que Trobriand y que todas las interacciones puedan inter- pretarse a la luz del kula. Las teorias "generales" emer- gentes dela experiencia etnografica, terminan casi siem.;. pre mostrando su verdadero caracter dehip6tesis ad hoc, POl'poco que seIeimponga explicar un contexto distinto de aquel para el que fueran dise:iiadas. Entre el caudal dedatos y los estudios de casos POl'un lado, y la.conso- lidaci6n de definiciones precisas, conceptos op~raclOnalc::s y pautas deregula:ridad POl' el otro, se acentua paula~l- namente una tendencia que podriamos Hamar malthusIa- na: la poblaci6n de aqueHos crece exponencialmente, en tanto que la producci6n de estos, como mucha, 10hace en progresi6n lineal. Deproseguir esta propensi6n, pron- to tendremos una superpoblaci6n incontrolable y amorfa de descripciones y un deficit dramatico de recursos ex- plicativos con que dar cuenta de todas eHas. Un segundo dilema, acaso produeto de l~comodi?ad que cada quien experimenta en su pe~spectIva favonta, concierne a la falta de una estrategla mtegradora de los distintos niveles y a la falta de una clara concienc~a de las variedades de tipificaciones l6gicas, transvalua~lOnes y emergentes que cada nivel supone. POl' 10c0rrl;un! ha prevalecido la tendencia a querer demostrar la prlOn~~d causal de uno u otro plano, antes que la preocupaclOn POl' indagar c6mo es que en.realidad se articul~n .. Ade- mas las refutaciones sumanas del estructurahsmo pOl' Gee;tz (1973:29-30), Douglas (1967), Sch~eide~ (1965), Boon (Schneider y Boon, 1974), del soclOloglsmo pOl' Geertz (1973:124-125), Fernandez (1965), Peacock (1969) y Spiro (1979), del semanticismo POl' Sperber (1974) y Murray (1977), de la fenomenologia POl' Douglas (1978: 11y 167), de la semi6tica POl'Turner (~969:8) y Sper- ber (1974) y del cognitivismo POl' Sahlms ,(1980:1~8), Schneider (1965) y Geertz (1973:11-12), estan mamfes- tando no tanto el rechazo delas teorias particulares con~ comitantes comola negaci6n dela pertinencia de niveles distintos ai escogido en cada caso como punto de mira, y hasta la afirmaci6n de que las diferentes focalizacio- nes se excluyen mutuamente. Un tercer estorbo epistemo16gico es el de la falta de conmensurabilidad de las clases integrantes de las variadas tipologias simbolistas. Race falta des·arrollar un vocabulario comtin que subsuma, de alguna manera, el esquema detipos signicos dela semi6tica, los simbolos de sumarizaci6n y de elaboraci6n de Ortner los temas de Opler, los simbolos univocos, multivocos y 'dominantes de Turner, los simbolos, signos y sefiales de Fernandez las,m~taforas mediadoras de Beck, las definiciones me~ tommlCas de Kehoe, las metaforas actuantes de Rosaldo las metaforas y metonimias genericas de Leach los va~ lores focales de Albert, las orientaciones domin~ntes de Florence Kluckhohn, los operadores ana16gicos de Klein los operadores binarios de los estructuralistas las fun: ciones afectivas, conativas y cognitivas de Miller, los a~tos performativos ilocucionarios de Murray las ilocu- CIOnesfuertes y debiles de Ahern, los entorn'os cogniti- vos de Rappaport, 0meramente los "simbolos" que todos el10sy muchos mas utilizan con pasmosa faIta de acuer- do, 0 bien habria que trazar un cuadro multidimensio- nal que aclare la inserci6n topografica y la medida del aporte conceptual delas distintas categorias para recien e~tonces indagar las razones que hacen d~las afirma- CIOnesdeunos el 05jeto decritica delos otros. . P~r un lado, tenemos que el acervo categorial del slmbohsmo, nuevamente al reyes de 10que sucede en la antropologia cognitiva, no es conmensurable en 10inme- diato: por el mismo hecho de haber sido disefiado infor- malmente y a partir de ejes disimiles su coordinaci6n , , , requerlrla un esfuerzo formal que esta mas alIa de toda posibilidad. Por el otro, la estructura misma de este ensayo revel a que el discursometodo16gico sobre el sim- bolo, encerrado arbitrariamente en una antropologia sim- b,6lica mutil~d.a p?; ex6tico.sv~c~os, tampoco es suscep.:. tIble de cla~lfl.cacIOnpar~dlgmatIca ortogonal; reflejan- do.la pecuharIdad y la mcertidumbre de suobjeto se 8:v~e~ea ser c~ns~derado mas bien como un conjunto' po- lIte~lCode varlaCIOnes diacrfticas sobre unos pocos pa- radlgmas. Lateoria sobre el simbolo (indicio posible para preguntar por el simbolo mismo) no se muestra como una entJda~ continua !.con~xa, sino que aparece frag- mentada prlmero en dlsJunclones ideo16gicas que atafien a todo 10que no sea la primacia de sa objeto protag6- nico y luego en puntos de vista 0estrategias correspon- dien'tes a territorios fenomenicos que ningun argumento ha podido aun unificar a satisfacci6n. La misma doci- lidad con que los trabajos concretos se. doblegan a su encuadre en enfoques disjuntos, patenbza algo de la soluci6n de continuidad que media entre las distintas es- feras: 10mental, 10expresivo, 10social, 10ambiental, 10 economico, 10politico; esferas cuya interrelacion formal constituye, pensandolo bien, no s6lo el campo de batalla de los ide6logos simbolistas, sino el verdadero problem~l de toda la antropologia. La conclusion final parece oblI- gada: el simbolismo, lejos de haber constituido una solu- cion sensitiva al dilema de la discontinuidad que com- partimos todos, ha l1egado a ser algo asi como su apo- teosis. IV. ESQUEMA SISTEMATICO DE LA ANTROPOLOGIA SIMBOLICA Paradigma te6rico: Psicologia cognitiva. Objeto: Actividad y procesos psicol6gicos desimboli- zaci6n. Convergencia disciplinaria: Antropologia cognitiva. Estudios representativos: Sheldon Klein (1983), Ben- jamin y Lore Colby (1981), Benjamin Colby y Rodger Knaus (1974), David Rumelhart (1975),. Jean Mandler y Nancy Johnson (1977), Walter Kintsch (1977), Emiko Ohnuki..:Tierney (1981),. Dan Sperber (1979, 1980), Christina Toren (1983) . Paradigma te6rico: Ret6rica anaHtica, teoria del arte. Objeto: El simbolo como tropo expresivo. Me- tafora y metonimia. EI contexto simb6lico como texto. La acci6n simb6lica como drama. Estudios representativos: James Fernandez (1973, 1974, 1975, 1977), Brenda Beck (1978), Robert Beaugrande y Benjamin Colby (1979), Keith Basso (1976), Andrew Ortony (1979), Amos Tversky (1977), Dorothy Lee (1950), Renata Hosaldo (1968), Michelle Zimbalist Hosaldo (1972), Peter Seitel (1969), Floyd Lounsbury (1959), Elli Kangas Maranda (1971), Don Mer- ten y Gary Schwartz (1968, 1982), David Sapir y Christopher Crocker (1977), Victor Turner (1957, 1974), Kenneth Burke (1945, 19501966, 1970), Dan Sperber (1975), AliceKehoe (1973), Lee Drummond (1977). Paradigma te6rico: Estructuralismo. Objeto: EI simbolo como elemento de una combina- toria. Plano: Sinhictica. Prop6sito: Eventualmente, establecer el orden para- digmatico que rige las combinaciones de sim- bolos. Estudios representativos: Claude Levi-Strauss (vs.), Dan Sperber (1974), Victor Turner (aspecto "posicional"), Michel Izard (1979), Georges Charachidze (1979), Oliver Herrenschmidt (1979), Patrice Bidou (1979), Pierre Maranda (1974), Elli Kangas Maranda (1971, 1971a), Dell Hymes (1977), Lynne Crumrine (1969). Paradigma te6rico: Semiotica. Teoria de la comuni- cacion. Objeto: EI simbolo como signo. PropOsito: Definir el sistema, el codigo y la interac- cion. Plano: Comunicaci6n en sentido estricto. Convergencia disciplinaria: Antropologia l:wmi6tiea. Etnografia de la comunicacion. Estudios representativos: David Murray (11)77), Mi- chael Herzfeld (1981), Lee Drummond (l!)H1), Susan Bean (1981), Fredrik Barth (1975), I~Jmi- ly Martin Ahern (1979), Milton Singer (1!)72, 1978, 1980), Huth Finnegan (1969). Paradigma te6rico: Variable, con tendencia alas fi- losofias de la "Verstehen". Objeto: EI simbolo como portador de significado. Plano: Semantico. Prop6sito: Descifrar 0 interpretar el sentido del sim- bolo; redefinir la cultura como sistema de sim- bolos compartidos. Estudios representativos: Clifford Geertz (vs.), Da- vid Schneider (vs.), Victor Turner (dimension "exegetica"), Bennetta Jules-Rosette (vs.), She- rry Ortner (1970, 1972), Roy Wagner (1967, 1975), Charles Taylor (1979), James Boon (1982), Malcolm Crick (1976), Kevin Dwyer (1982), David Parkin (1982), Paul Habinow y William Sullivan (1980), Vincent Crapanzano (1980), Dennis Tedlock (1983), Eric Schwim- mer (1978), Kirsten Hastrup (1985). 6. Enfoque interaccional 0 sociol6gico. Paradigma te6rico: Estructural-funcionalismo, dina- mismo. Objeto: EI simbolo como expresion de la estructura social y viceversa. Convergencia disciplinaria: Antropologia social in- glesa. Plano: Pragmatica. Estudios representativos: Mary Douglas (vs.) Stan- le;yTambiah (vs.), Edmund Leach (1964, '1985). VIctor Turner (dimension "operacional"), Clif- ford Gertz (1957, 1963), Alice Kehoe (1974) Raymond Firth (1973), Sally Falk Moorey Bar~ bara Myerhoff (1975), Janet Dolgin David Kemnitzer y David Schneider (1977),' Renato RosaIdo (1969), Michelle Zimbalist Rosaldo (1975), Arjun Appadurai (1981), Charles Lind- holm. (1981), Carol Laderman (1981), Frank Manmng (1981) , James Fernandez (1965). Paradigma teorico: Ecologia cultura, (neo) evolucio- nismo. Objeto: El simbolo en relacion con el contexto total. Plano: Realidad total. Proposito: Determinar la relaci6n entre la circuns- tancia exterior y las manifestaciones simb6licas. Convergencia disciplinaria: Sistemica, ecosistemica. Estudios representativos: Roy Rappaport (vs.), Mar- shall Sahlins (vs.), A. 1. Hallowell (1955), Ja- mes Fox (1972), Murray Leaf (1974), Ladislav Holy \19?3) , Jonathan Friedman (vs.), Emiko OhnukI-TIerney (1972), Florence Harwood (1976). V. BIBLIOGRAFIA BASICA DE ANTROPOlOGIA SIMBOLICA Ahern, Emily Martin, 1979. The problem, of efficacy: Strong (wd weak illocutionary acts, Man, n.s., vol. 14, pp. 1-17. - 19'82. Rules in oracles and games, Man, n.s., vol. 17, pp. 302. 31Z. Albert, Ethel, 1956. The classification of values: A method and il- lustration, American Anthropologist, vol. 58, pp. 221-248. Appadurai, Arjun, 1981. Gastro-politics in Hindu South Asia, Ame- rkan Ethnologist, vol. 8, N9 3, pp. 494-511. Asad, Talal, 1983. Anthropological conceptions of religion: Reflec- tions on Geertz, Man, n.s., vol. 18, pp. 237-259. Barth, Fredrik, 1975. Ritual and knowledge among the Baktaman of New Guinea, New Haven, Yale University Press - Oslo, Universitetsforlaget. Bartlett, Frederic C., 1932. Remembering: A study in experimental and social psychology, Londres, Cambridge University Press. Basso, Keith, 1976. W ise words of the western Apache, en: K. Bas- so y Henry Selby (eds.), Meaning in anthropology, Albuquer- que, University of New Mexico Press. Baudrillard, Jean, 197,2. Pour une critique de l'economie politique du signe, Paris, Gallimard. Bean, Susan S., 1981. Toward a semiotics of 'purity' and 'pollu- tion' in India, American Ethnologist, vol. 8, N'? 3, pp. 575-595. Beaugrande,Robert y Benjamin Colby, 1979. Narrative models of action and interaction, Cognitive Science, vol. 3, pp. 43-66. Beck, Brenda, 1978. The metaphor as a mediator between seman .. tic and analogic modes of thought, Current Anthropology, vol. 19, N'? 1, pp. 83-97. Bidou, Patrice, 1979. A propos de l'inceste et de la mort: Un my the des Indiens Tatuyo du Nord-Ouest de l'Amazonie, en: Michel Izzard y [Pierre Smith (eds.), Op. cit., pp. 107-138. Boon, James, 1977. Bali: An anthropological romance, Nueva York, Cambridge University Press. - 1982. Other. tribes, other scribes: Symbolic anthropology in the con:parattv~ stu~y of cultures, hist01'ies, religions and texts, CambrIdge UmversIty Press. Burkiia~enneth, 1945. A grammar of motives, N. York, Prentice- 1950. A rhetoric of motives, N. York, Prentice-Hall. - 196? L.anguage as symbolic action, Berk<eley, University of Cahforma Press. - 1975. Ret6rica de la religi6n. Estudios de logologia, Mexico Fondo de Cultura Econ6mica, orig. 1961. ' Gharachi~ze, Georges, 1979. L'aigle en cle d'eau: un exemple d'in- verswn conservante, en: Izzard y Smith (eds) Op CI't 'PP 83-106. ., . "., . CoheJ:.!, A. ~., 1948. On th~ place of 'Themes' and kindred concepts ~n social theory, AmerIcan Anthropologist, vol. 50, pp. 436-44'3. Cohen, Abner, 1974. Two-dimensional man: An essay on the anthro- pology of power and symbolism in complex society Berkeley University of :California Press. " Colby, Benjamin N., 1966. Ethnographic semantics: A preliminary survey, Ourrent Anthropology, vol. 7, N9 1, pp. 3-32. - 1966a.. The analysis of culture content and the patterning of narratweconcern in texts, American Anthropologist vol. 68 'PP. 374-388. ' ,- - 1273. A partial grammar of Eskimo folktales American An- thropologist, vol. 75, pp. 645-662. ' - Cultur.e g:ammars, Science, vol. 187, 1975, pp. 913-919. Colby,. BenJamlll y Lore Colby, 1981. The daykeeper: The life and discourse of an Ixil diviner, Cambridge, Harvard University Press. Colby, Benjamin y Rodger Knaus, 1974. Men, grammars and ma- chines: A new direction in the study of man, en: M. Black y W. A. Smalley (eds.), On language, culture, and religion, La Haya, Mouton, pp. 187-197. Colby, Benjamin, James Fernandez y David B. Kronenfeld, 1981. Towa1'd a convergence of cognitive and symbolic anthropology American Ethnologist, vol. 8, N9 3, pp. 422-450. ' Connor, Linda, 1984. Comentario de Shankman, Op. cit., Current Anthropol?gy, vol. 25, N9 3, pp. 261-2'79 (p. 271). Grapanza.no, Vlllcent, 1980. Tuhami: Portrait of a Moroccan Chica- go, University of Chicago ,Press. ' Grick, Malcolm, 1976. Explorations in language and meaning: To- wards ~ semantic anthropology, Londres, Malaby Press. Crocker, ChrIstop~er, 1977. The social functions .of rhetorical forms, ex:J. D..Sapll'.y C,.Crocker (eds.), The SOCial use of metaphor, F~ladelfIa, UmversIty of Pennsylvania ,Press, pp. 33-66. Crumrllle, Lynne S., Mayo Santos: A paradigmatic analysis of a sacred symbol, ,Proceedings of the American .Ethnological So- ciety, pp. 134-150. D'Andrade, Roy Goodwin, 1974. The relat'iun of HI/I11/II// /0 /1111/1111//, San Diego, University of California Pr(1~s. DolO'in Janet L., David S. Kemnitzer y David M. Hehlll'ldl\l' «'1111.), ""1977. Symbolic anthropology: A reader -in /./1.0 HlildU oj' /lUli/lw//I and meanings, N. York, Columbia University l'I'('I\H, Douglas, Mary, 1963. The Lele of the Kasai, LOlldl'('~,()xl'ol'd tll11 versity Press. 1967. The meaning of myth. W ith special reference 10 '/'II II/III ie d'Asdiwal', en: E. Leach (led.), The structural S1.11 d1f oili/'li/ll and totemis111, Londres, Tavistock, pp. 49-69. 1968. The social control of cognition: Some factm's in. jo/w J '(II' ception, Man, n.s., vol. 3, pp. 361-376. 1969. Social preconditions of enthusiasm and heterodox1f, 011: V. Turner (ed.), Forms of symbolic action, Proceedings 01' tl,,' American Ethnological Society, p.p. 69-80. - 1973. Rules and meanings: The anthropology of even/lin!l knowledge, Middlesex, Penguin. - 1973a. Pureza y peligro: Un analisis de los conceptos de cou- taminlkci6n y tabu, Madrid, Siglo X X I, orig. 1966. - 1975. Implicit meanings: Essays in anthropology, Londrcs, Routledge & Kegan Paul. - t975a. Sobre la naturaleza de las cosas, Barcelona, Anagrama, orig. 1973. , - 1978. Simbolos naturales. Exploraciones en cosmologia, Ma- drid, Alianza, orig. 1970. . . . Drummond, Lee, 1981. The serpent's chltdren: Sem~otics oj cultu,!,Cll genesis in ArClwak and TrobriClnd myth, AmerIcan EchnologIst, vol. 8, N9 3', pp. 633-645. - 1977. Structure and process in the interpretation of South American Myth: The ArClwak dog spirit people, American An- thropologist, vol. 79,PP. 842-868. . . Du Bois, :Cora, 1955. The dominant value proftle: of Amerwan cul- ture, American Anthropologist, vol. 57, ,pp: 1232-1239. . Dwyer, Kevin, 1982. MM'occan dialogues, Balt1more, John Hopklons University Press. . Fabian, Johannes, 1971. Language, history and anthropology, PhI- losophy of the Social Sciences, vol. 1, PP. 19-47. . _ 1979. (Ed.), Beyond charisma: Religious 1110vements as d1S- course, Social Research. Feinberg, Richard, 1979. Schneider's symbolic culture theory: An appraisal, Current Anthropology, vol. 20, N9 3, pp. 541-560.. FernandeZl, James, 1965. Symbolic consensus in a Fang reformatwe cult, American Anthropologist, vol. 67, :pp. 909-9·29. . 1966. Revitalized words from the Parrot's Egg ay!.d the Bull that crashes in the Kraal, Proceedings of the AmerIcan Et1mo- logical Society, PP· 53-64. . . G'll' _ 1969. Microcos'lnogeny and modermzatwn, Montreal, Mc 1 University. - 1973. Analysis of ritual: Metaphoric correspondences as the elementary forms, Science, NQ182, pp. 1366-1367. - 1974. The mission of metaphor in expressive culture, Current Anthropology, vol. 15, N9 2, PP. 119-145. 1975. On the concept of symbol, Current Anthropology, vol. 16, p,p. 6,52-6<54. - 1977. Poetry i~motion: Be!ng moved by amusement, mockery, and mortahty ~n the Astur~an countryside, New Literary His- tory, vol. 8, pp. 459-48'3. - 1977a. The performance of ritual metaphors, en: Sapir y Crocker (eds.), Op. cit., pp. 100-131. Firth, Raymond, 1973. Symbols: Public and private Londres Geor- ge AllaJl aJld UJlwin - Ithaca, Cornell Univer~ity !Pres~. Foster, Stephen, 1982. Comentario sobre "Negara" de Clifford Geertz, American Anthropologist, vol. 84, p. 222'. Fox, James, 1~7? Sister's child as plant: Metaphors in an idiom of consangu~r:~ty, en: Rodney Needham (ed.), Rethinking kinship and marrwge, Londres, Tavistock, pp. 219-252. Friedmap, .Jonathan, 1974. Marxis'm, structuralism and vulgar ma- tenahsm, Man, no's.,vol. ,9, pp. 44,4-469. 'Gamst, Frederick, 197,5. Rethinking Leach's structural analysis of color and instructional categories in traffic control signals American Ethnologist, vol. 2, pp. 271-295. ' -Geertz, Clifford, 1957. Ritual and social change, a Javanese exam- ple, American Anthropologist, vol. 59, N9 1, pp. 32-54. - 1963. Agricultural involution, Berkeley, University of Califor- nia Press. 1973. The interpretation of cultures: Selected essays, N. York, Basic Books. 1977. "From the native's point of view" :On the nature of an- thropological understanding, en Dolgin et al., Op. cit., pp. 480- 49,2,orig. 1974. 1980. Blurred genres: The refiguration of social thought Ame- rican Scholar, pp. 16,5-179. ' - 1983. Local knowledge: Further essays in interpretive an- thropology, N. York, Basic Books. - 1984. Anti anti-relativism, American Anthropologist, vol. 86, pp. 26B~278. HahJl, Robert, 1973. Understanding beliefs: An essay on the metho- dology of the statement and analysis of belief systems, Current Anthropology, vol. 14, NQ3, pp. 207-22'9. Hallowell, A. IrviJlg, 1977. Cultural factors in spatial orientation en: Dol'giJl et al., Op. cit., pp. 131-15'0, orig. 19,55. ' Halverson, John, 1976. Animal categories and terms of abuse, Man, n.s., vol. 11, pp.505"516. Hanchett, Suzanne, 1978. Five books in symbolic anthropology, AJmericarnAnthropologist, vol. 80, pp. 613-621. Hastrup, Kirsten, 1985. Anthropololl'JI tint! III •• ~'''tlfI''lft'4•••• , •••,. ture, Ethnos, vol. 50, pp. 313-324. . Heritier, Fran~oise, 1979. SymboliqulJ do l'-!nnlllli. fl' "" . I f, ",. ~ •• ~, tion, en: Izard y Smith, Op. cit., pp. 20\J-1I.4:l, Herrenschmidt, Olivier, 1979. Sacrifice symllOl:il/HIltItI 1It1,'~mfl"."~~ cace, en Izard y Smith, Op. cit., pp. 171-1\J2. Herzfeld, Michael, 1981. Meaning and morality: A Hmnlollt, III'/" 'II'lfll, \toevil eye accusations in a Greeck village, Am()rlt~1l11 Illthllulil gist, vol. 8, N9 3, pp.560-'574. Holy, Ladislav, 1983. Symbolic and non-symbolic aspects oj' /lt'l'Il space, Man, n.s., vol. 18, pp. 269-288. Hym~s, Dell, 1977. The "wife" who "goes out" like a man. Roill~ terpretation of a Clackamas Chinook myth, en: Dolgin et aI., Op. cit., pp. 221-242. Izard,. Michel y ,Pierre Smith, (eds.), 1979. La fonction symbolique, Paris, Ga11imard. Jarvie, Irving C., 1976. On the limits of symbolic interpretation in anthropology, 'CurreJlt AJlthropology, vol. 17, pp. 687-701. Jules-Rosette, Benetta, 197-5. African apostles: Ritual and conver- sion in the church of John Maranke, Ithaca, Cornell University ,Press. -1976. The conversion experience, Journal of Religion in Africa, vo1.7,pp. 132'-164. - 1978. The veil of objectivity: Prophecy, divination, and social inquiry, Americarn Anthropologist, vol. 80, pp. 549-570. Keesing, Roger, 1982. Introduction, en: G. H. Herdt (ed.), Rituals of manhood: Male iniciation in Papua New Guinea, Berkeley, University of California Press. Kehoe, Alice B., 1973, The metonymic pole and social roles, Journal of Anthropological Research, vol. 27, pp. 266-274. Kintsch, Walter, 1977. On comprehending stories, en: M. A. Just y P>Carpenter (eds.), Cognitive process in comprehension, Hills- dale,· Erlbaum, pp. 32:'6.3. Klein, Sheldon, 1983. Analogy and mysticim and the structure of eu:lture, 'Current Anthropology, vol. 24, NQ2, pp. 151-180, Kl"G~'h()hn,Florence, 1950. Dominant and substitute profiles of cul- ·tural orientation, Social Forces, vol. 28, pp. 376-393. KilngasMaranda, Elli, 1971. Theory and practice of riddle analy- sis· Journal of American Folklore, vol. 84, pp. 51-61. --c1971a. A tree grows: Transformations of a riddle metaphor, en: E. Kiingas Maranda y Pierre Maranda (eds.), Structural .'@odels infolklore, La Haya, Mouton. Laderman .carol 1981. Symbolic and empirical reality: Anew ap- proadh to the analysis of food l1Jvoidances, American Ethnolo- >gii?t,vol. 8, NQ3,pp. 488-493. . Lakoff, -Georgey Mark Johnson, 1980. Metaphors we ltve by, Chica- go, University of Chicago Press. Leach, Edmund, 1954. Political systems of Highland Burma, Bos- ton, Beacon Press. - 1964. Anthropological aspects of language: Animal categories and terms of abuse, en: E. H. Lenneberg (ed.), New directions in the study of language, ICambridge, MTTPress, pp. 23"64. - 1985. Cultura y comunicaci6n. La l6gica de la conexi6n de los simbolos, Madrid, Siglo X X I (orig. 1976). Lee, Dorothy, 1977. Lineal and nonlineal codifications of reality, en: Dolgin et aI., Op. cit., pp. 151-164, orig. 1950. Lindholm, ,Charles, 1981. Leatherworkers and love potions, American Ethnologist, vol. 8, N9 3, pp. 512-52,5. Lounsbury, Floyd, 1959. Similarity and contiguity relations in lan- [fuage in culture, Report of the Tenth Annual Round Table Meeting on Linguistics and Language Studies, PP. 123-128. Manning, Fl'ank, 1981. Celebrating cricket: The symbolic const1'UC- tion of Caribbean politics, American Ethnologist, vol. 8, NQ3, pp. 613-632. Mandler, Jean M. y Nancy S. Johnson, 1977. Remembrance of things passed, Cognitive Psychology, vol. 9, pp. 111-151. Marcus, Georg"eE. y Dick Cushman, 1982. Ethnographies as texts, Annual Review of Anthropology, vol. 11, pp. 2'5"69. Merten, Don y Gary Schwartz, 1968. Social identity and expressive symbols: The meaning of an initiation ritual, American An- thropologist, vol. 70,pp. 1117-1131. - 1982. Metaphor and Self: Symbolic p1·ocess in everyday life, American Anthropologist, vol. 84, pp. 796-810. Moore, Sally Falk y BarbaraG. Myernoff, 1975. Symbol and poli" tics in communal ideology: Cases and questions, Ithaca, Cor- nell University Press. Morris, Charles, 1985. Fundamentos de la teoria de los signos, Bue- nos Aires, Paid6s, orig. 19,88. Munn, Nancy, 1973. Symbolism in a ritual context: Aspects of symbolic action, en: J. J. Honig"mann (cd.), Handbook of Social and Cultural Anthropology, Chicago, Rand McNally, pp. 579- 612. Murray, David W., 1977. Ritual communication: Some considera- tions regarding meaning in Navajo ceremonia,ls, en: Dolgin et aI., Op. cit., pp. 159-220. Needham, Rodney, 1967. Percusion and transition, Man, n.s., vol. 2, pp. 606-614. 1973. Essays on dual symbolic classification (Righ and left), !Chicago, Uiniversity of ,Chicago Press. - 1975. Poly the tic classification: Convergence and consequences, Man, vol. 10, p;p. 349J369. . Ohnuki-Tierney, Emko, 1981. Phases in human perceptwn/concep- tion symbolization processes: Cognitive Anthropology and Sym- bolic classification, American Ethnologist, vol. 8, NQ fcI, pp. 451-465. Opler, Morris ,E., 1945. Themes as dynamic forces 'in culf;wre, Ame- rican Journal of Sociology, vol. 51, pp. 198-206. ~ 1946. An application of the theory of themes in CIIl!:U1'C, .Jour- nal of the Washington Academy of Sciences, vol. 36, pp .1:17-1Ilf). 1948. Some recently developed concepts relating to nultu'rl', Southwestern Journal of Anthropology, vol. 4, pp. 107-122. 1949. The context of themes, American Anthropolog;ist, vol. IiI, pp. 323-325. 1959. Component, assemblage, and theme in cultural in/;e/I'TU- tion and differentiation, American Anthropologist, vol. 61., Jlp. 955-64. - 1968. The themal approach in cultural anthropology and itH application to North Indian data, Southwestern Journal of An- thropology, vol. 24, NQ3, pp. 215-227. Ortner, Sherry B. (S,herry O. Paul), 1970. Food for thought: A key sy'mbol in Sherpa cultu1·e, Chicago, University of Chicago Press. - 1973. On key symbols, American Anthropologist, vol. 75, pp. 1338-1'346. Ortony, Andrew, 1979. Beyond literal similarity, IPsychological Re- view, vol. 86, NQ3, pp. 161-180. Paredes, J. Anthony y M. J. Hepburn, 1976. The split brain and the culture-and-cognition paradox, Current Anthropology, vol. 17, pp. 121-127. Parkin, David, 1982. Semantic Anthropology, Londres, Academic ,Press. Parry, Keith, 1979. IComentario de Symbolic Anthropology, de Dol- gin €ItaI., American Amthropologist, vol. 81, ,pp. 955-956. Peacock, James, 1,981. The third stream: W eber, Parsons, and Geertz, J oumal of the Anthropological Society of Oxford, vol. 7, ;pp. 122-129. - 1969. Society as narrative, Proceedings of the American Eth- nological Society, pp. 167-177. Pentikliinen, Juha, 1977. Religio-anthropological depth research, en: Bernardo Bernardi (ed.), The concept and dynamics of cultu. re, La Haya, Mouton, pp. 569-587. ,Pepper, Stephen, 1942. W orld hypotheses, Berkeley, University of California Press. Rabinow, ,Paul y WilHam M. Sullivan, 1979. The interpreUve turn: Emergency of an approach, en: Rabinow y Sullivan (eds.), In- terpretive social science: A reader, Berkeley, University of Ca- lifornia Press, pp. 1-24. Randall, Robert, 1978. Comentario de Brenda Beck, Op. cit., p. 93 Rappaport, Roy, 1967. Ritual regulation of envirommental relations among a New Guinea people, Ethnology, iVol.6, pp. 17-30. - 1967a. Pigs for the ancestors: Ritual in the ecology of a New Guinea People, New Haven, Yale University Press. 1971. Ritual, sanctity, and cybm-netics, American Anthropolo- gist, vol 73, pp. 59-76. 1971'a. Nature, culture and ecological anthropology, en: H. L. Shapiro (ed.), Man, culture and society, Londres, Oxford Uni- versity Press, pp. 237-267. _ 1979. Ecology, meaning, and religion, Richmond, North Atlan- tic Books. Ravenhill, Philip, 1978. The interpretation of symbolism in W an female initiation, Africa, vol. 48, :pp. 66-79. Reynoso, Carlos, 1984. Etnomusicologia y teoria de la comunica- cion, manuscrito. 1985. Antropologia y teoria de los sistemas generales, id. _ 1985a. Antropologico simbolica y etnomusicologias oscurantis- tus. Trabajo presentado en las Segundas JOI1nadas de Mu- sicologia, Buenos Aires. Rice, G.Elizabeth, 1980. On cultural schemata, American Ethnolo- gist, vol. 7, pp. 152-171. Ri'~er, William Halse R., 1914. Is Australian culture simple or com- plex?, Reports of the British Association for the Advancement of Science. Rosaldo, Renato, 1968. Metaphors of Hierarchy in a Mayan ritual, American Anthropologist, vol. 70, pp. 1117-1131. _ 1982. Comentario deGeertz and c1clture, deKenneth Rice (Ann Arbor, University of Michigan !Press, 1980-), American Ethno- logist, vol. 9, 'Pp. 197-198. Roseberry, William, 1982. Balinese cockfights and the seduction of Anthropology, Social Research, vol. 49, ,pp. 1013-1028. RUbinstein, R. A., 1981. Toward the anthropological study of cog- nitive performance, Human Relations, vol. 31, pp. 677-703. Rumelh'art, David E., 1975. Notes on a Schema for stories, en: D. Bobrow y A. 'Gollins (eds.), Representation C1;ndunderstand-ing: Studies in Cognitime Science, N. York, Academic Press, pp. 211- 236. Sahlins Marshall, 1965. On the sociology of primitive exchange, en: M.' Banton (ed.), The relevance of models for social anthropo- logy, N. York, Praeger, pp. 139-2'36. _ 1972. Stone age economics, Chicago, Aldine, 1972. (Traducci6n espanola: Economia de la Edad de Piedra, Madrid, Akal, 198'3.) 1976. Culture and practical reason, Chicago, University of .chicago Press. (Traducci6n francesa: Au coeur des societes. Raison 1ltilitaire et raison culturelle, Paris, Gallinard, 1980.) -'- 1976a. Economia tribal, en: Maurice Godelier (comp.), Antro- pologia y economia, Barcelona, Anagrama, 1>p.233-259.. _ 1977. Colors and cultures, en: Dolgin et alg., Op. Clt., pp. 16,5-180,orig. 1976. . Sapir, J. David y J. Christopher Crocker, 1977 (Eds.). The somal use of metaphor. Essays on the Anthropology of Rhetoric, Filadelfia, University ofPemnsylvania.Press. Schneider, David Murray, 196.5. American 1C'i'll, [,O'I'IIIH IIlIll Im'wll for kinsmen: A critique of Goodenou.gh's CO'III'/iOI/Owilllnl/III'l/lIill Ameri-caill Anthropologist, vol. 67, N9 5, pt. 2, :pp. 2HH-:lOH, ' 1968. American kinship: A cultural acco'ttnt, IGIlfJ.'lew()od CHI'I'II Prentice-Hall. ' - 1969. Kinship, nationality, and religion in a'lnericu:n 1'1111111'11: Toward a d,efiniti?n of kinship, en: R. F. Spencer (e<l,), /1'0'1"11/11 of Symbolw ActlOn, Seattle, American -Ethnological Soeip\.y, :pp. 116-12'5. ' - 1972: ~hat is kinship all about~, en: IP. Reining (ed.), ]«iuHhiJ! stud1es m the Morgan Centenmal Year Washington AnLhro- pological Society, pp. 88-112. ' , - 1976. The meaning of incest, Journal of the Polynesian Socie- ty, vol. 84, N<?2. - 1976a: Notes toward a theory of culture, en: Basso y Selby, Op. CIt., pp. 200-2'36. Schwimmer, Eric, 1978. Introduction, Cill: E.Schwimmer (ed.), ~earbook of Symbolic Anthropology, Montreal, McGill Univer- SIty ,Press, pp. VII-X III. Seitel, Peter, 1969. Proverbs: A social use of metaphor, Genre, vol. 12,pp. 143-161. Shankman, Paul, 1984. The thick and the thin: On the interpretive theoretical program of Clifford Geertz, Current Anthropology, vol. 2'5, N93, ,pp. 261-279. Silverman, Martin, 1983. 'Comentario deDolgin et al., Op. cit. Ame- rican Anthropologist, "':01. 85, pp. 178-180. ' Silverman, Sydel, 19<81. Ritual and inequality: Stratification and symbol in Central Italy, ,en: Gerald Berreman (ed.), Social In- equality: Comparative and developmental approaches, N. York Academic Press. ' Singer. Milton, 1972. W hen a great tradition modernizes, Nueva York, Praeger. _ 1~78. For a semiotic anthropology, en: Thomas Sebeok (ed.), Stght, sound, and sense, Bloomington, Indiana University Press, pp. 202-23,1. - 1980. Signs of the self: An exploration in Semiotic Anthr01J O- logy, American Anthropologist, vol. 82, pp. 485-507. Smith, Pierre, 1979. Aspects de l'organisation des rites, e,n: Izard y Smith, Op. cit., pp. 1.39-170. Sperber, Dan, 1975. Pourquoi les animaux parfaits, les h1Jbrides et les 11wnstres Bont-ils bons it penser symboliquement?, L'Hom- me, vol. 15, N<?2, pp. 5-24. _ 1974. Rethinking symbolism, Londres, Cambridge University ,Press, edit. 1975; edici6n original: Le symbolisme en general, Paris, Hermann, 1974; edici6n ,utilizada: El simbolismo en ge- neral, Barcelona, Promoci6n Cultural, 1978. _ Rudiments de rh6torique cognitive, Poetique, vol. 23, 1975, pp. 380-415. _ 1979. La pensee symbolique est-elle pre-rationelle?, en: Izard y Smith, Op. cit., PP. 17-42; traducci6n inglesa: Is symbolic thought prerational?, en: M. LeCron Foster y S. Brandes (eds.), Symbol as sense, Londres, Academic Press, 1980. . Spiro, Melford, 196,9. Discussion, en: R. L. Spencer (ed.), Op. Clt., pp. 208-214. - 1979. W hateve1' happened to the Id?, American A,nthropologist, vol. 81, N9 1, PP. 5-13. Tambiah, Stanley, 1968. The magical power of words, Man, n.s., vol. 3, PP. 175-206. ~ 1969. Animals are good to think and good to prohibit, Ethnolo- gy, vol. 8, pp. 423-459. Taylor, Charles, 1979. Interp1'etation and the sciences of man, en: P. Rabinow y W. M. Sullivan, Op. cit., :pp. 2.5-72. Tedlock, Dennis, 19813.The spoken word and the work of interpreta- tion, Filadelfia, University of 'Pennsylvania Pres,s. TenHouten, Warren y Charles D. KaphlJn, 1973. Science and its mi- rror image: A theory of inquiry, N. York, Harper and Row. Toren, Christina, 1983. Thinkings symbols: A critique of Sperber (1979), Man, n.s;, vol. 18, pp.260-2'68. Turner, Victor, 1957. Schism and continuity in an Af1'ican society, Manchester, Mancheste rUniversity ,Press. - 1966. The syntax of symbolism in an African religion, en: Ju- Han Huxley (ed.), A discussion of ritualization in animals and man, Transactions of the Royal Society of London, N9 772. 1968. The drums of affliction, Oxford, The Clarendon Press. 1969. Forms of symbolic action: Introduction, en: R. F. Spen- cer, OIl. cit., pp. 3-25. 1969a. The ritual process, Chicago, Aldine. 1973. Respuesta a Analysis of Ritual: Metaphoric correspon- dence as the elementary forms, de James Fernandez, Science, N9 182, p. 1367. - 1974. Dramas, fields, and metaphors: Symbolic action in hu- man society, Ithaca, Cornell University Press. - 1975. Symbolic studies, Annual Review of Anthropology, vol. 4, 145-161. - 1978. Encounter with Freud: The making of a comparative symbologist, en: G. D. Splinder (ed.), The making of psycho- logical anthropology, Berkeley, University of California Press, pp. 558-83. _ 1980. La selva de los simbolos. Aspectos del 1'itual Ndembu, Madrid, Siglo X X I, orig. compo 1967. Tversky, Amos, 1977. Features of similarity, Psychological Review, v. 84, pp. 327.3,52. Umiker-Sebeok, D. Jean, 1977. Semiotics of culture, Annual Review of Anthropology, vol. 6,pp. 121-136. Varenne, Herve, 1984. Collectvve representation in American an- thropological conversations: Individual and culture, Current Anthropology, vol. 25, N9 3, pp. 281-299. Vogt, Evon Z., 1979. Of rend as para los dioses. A,nu,Usis wimbuUco de rituales zinacantecos, Mexico, Fondo de Gultura Economicu, orig. 1976. Wagner, Roy, 1967. The curse of Souw: Principles of DarilJi dan definition and alliance, Chicago, University of Chicugo PreSHo - 1975. Inventing culture, Englewood Cliffs, Prentice-Hull. 'Walters, Ronald G., 1980. Signs of the times: Clifford Gem'fz and the historians, Social Research, vol. 47, pp. 537-556. 'Willis, R., 1975. The interpretation of symbolism, Londres, Malaby Lf'l'e,ss. Winzeler, Robert, 1976. Ecology, culture, social organization, amd state formation in Southeast Asia, Curre,nt Anthropology, vol. 17, pp. 623-400. Zimbalist Rosaldo, Michele, 1972. Metaphor and folk classification, Southwestern Journal of Anthropology, vol. 28, N9 l,pp. 83-99. - 197,5. Man the hunter and woman: Metahopr for the sexes in Ilongot magical spells, en: RooWillis (ed.), Op. cit.,pp. 177-203. Anderson, Perry, 1986. T1'as las huellas del materialismo historico, Madrid, Siglo X X I. Basso, Keith, 1967. Semantic aspects of linguistic acculturation, American Anthropologist, vol. 69, pp. 471-477. Bateson, Gregory, 1985. Una teoria del juego y de la fantasia, en: Pasos hacia una ecologia de la mente, Buenos Aires, Carlos Lohle, pp. 205-2)21 (orig. 1955). Bennett, John, 1977. Ecosystems analogies in cultural ecology, en B. Bernardi (ed.), Op. cit., pp. 177-207. Berreman, Gerald, 1967. Is Anthropology alive? Social responsibi- lity in Social Anthropology, en Morton Fried ,(comp.), Readings in Anthropology, vol. 2, pp. 845-857. Black, Max, 1966. Modelos y metMoras, Madrid, Tecnos. Browi!l, Cecil, 1976. General principles of hU'man anatomical parto- nomy and speculations on the growth of partonomic nomencla- tures, Amedcan Ethnologist, vol. 3, pp. 400-42'4. Bubner, Rudiger, 1984. La filosofia alemana contemporanea, Ma- drid, Catedra (orig. 1981). Burridge, K. O. L., 1973. Encountering aborigines: A case study, Nueva York, Pergamon. Bu:x, Maria Jesus, 1,983. Antropologia lingiHstica, Barcelona, An~ thropos. Casson, Ronald, 1981. The semantics of kin term usage: Transfe- rred and indirect metaphorical meaning, en: R. Casson ('ed.), Language, culture, and cognition: Antropological perspectives, N. York, Macmilla,n, pp. 230-244. _ 1983. Schemata in cognitive anthropology, Annual Review of Anthropology, vol. 12, ,pp. 429-462. Chaney, Richard Paul, 1978. Polythematic expansion: Remarks on Needham's polythetic classification, Current Anthrorpology, vol. 19, pp. 139-143. Coleman, L. y Paul Kay, 1981. Prototype senwntics, Langu'age, vol. 57, pp. 26-44. Cooper, David, 1975. Alternative logic in 'primitive thought', Man, n.s., vol. 10, pp. 2;3:8-256. 'Culler, Jonathan, 1976. La base lingiiistica del estructuralismo, an: D. Robey (comp.), Op. cit., pp. 37-60. Diener, Paul, 1979. Comentario 'a Simoons (1979), Op. cit., Current Anthropology, vol. 20, pp. 477-478. Diener, ~'aul y Eugene Robkin, 1978. Ecology, evolution, and the search for cultural origins:s The question of Islamic pig pro- hibition, Current Anthropology, vol. 19, pp. 493-540. Ducrot, Oswald y Tzvetan Todorov, 1974. Diccionario enciclopedico de las ciencias del lenguaje, Buenos Aires, Siglo X X I. Feleppa, Robert, 1986. Emics, etics, and social objectivity, Current Anthropology, vol. 27, pp.243-2'55. :Finnegan, Ruth, 1969. How to do things with words: Performative utterances among the Limba of Sierra Leone, Man, n.s., vol. 4, pp. 537-552. Firth, J. R., 1935. The technique of semantics, Transactions of the ,Philological Society,pp. 37-42. - 19,50. Personality and language in society, Sociological Review, vol. 42, pp. 37-52. <Gardner, Martin, 1985. Maquinas y diagramas logicos, Madrid, Alianza. cGladwin, Thomas, 1970. East is a big bird, Cambridge, Harvard University Press. 'Godelier, Maurice, 1977. Modos de produccion, relaciones de paren- tesco y estructuras demogrMicas, en: Maurice Bloch (comp.), Analisis marxistas y antropologia social, Barcelona, Anagra- ma, pp. 15-42 (comp. orig. 1975). 'Goffman Erving, 1974. Frame Analysis: An essay on the organi- zation of experience, Cambridge, Harvard University Press. .Hallpike, C. R., 1976. Is there a primitive mentality?, Man, n.s., vol. 11, pp. 25'3-270. ~ 1979. The foundations of primitive thought, Oxford, Clarendon Press. :Harris, Marvin, 1968. The rise of anthropological theory, Nueva York, T. Y. Crowell; traduccion espanola: El desarroUo de la teoria antropologica, Madrid, Siglo X X I, 1978. - 1979. Cultural materialism: The strugle for a science of cultu- re, N. York, Random House; traducci6n espanol'a: El materia- lismo cultural, Madrid, Alianza, 1982. - 1980, Vacas, cerdos, guerras y brujas, Madrid, Alianza (orig. 1974) . Harwood, Florence, 1976. Myth, memory, and the oral tradition: Cicero in the Trobriands, American Anthropologist, vol. 78, pp. 783-796. ,Jakobson, Roman, 1984. Estudios de lingiiistica general, Barcelona, Ariel (comp. orig. 1974). Jarvie, Irving, 1975. Epistle to the anthropologists, American An- thropologist, vol. 77, pp. 253-266. Jones, D., 1961. The theory of symbolism, en: Papers on Psycho- analysis, Boston, Beacon, pp. 87-114 (orig. 1916). Kaplan, David, 1975. The idea of social science and its enemies, American Anthropologist, vol. 77, pop.876-880. Kay, IPaul y Willett Kempton, 1984. W hat is the Sapir-W horf Hy- pothesis?, American Anthropologist, 'Vol. 86, pp. 65-79. Kay, ,Paul y Chad M,cDaniel, 1978. The linguistic significance of the meanings of basic color terms, Language, vol. 54, pp. 610- 646. Kronen.feld, David, 1985. Numerical taxonamy: Old techniques and new assumptions, Current Anthropology, vol. 26, pp. 21-41. Kuhn, Thomas, 1970. Reflections on ?ny critics, en: I. Lakatos y A. Musgrave (eds.), Op. cit., pp. 231-2'78. - 1970a. Logic of discovery or psychology of research?, en: Imre Lakatos y A. Musgrave (eds.), Criticism and the growth of knowledge, Cambridge, Cambridge Uil1iversity Pres's, pp. 1-23. Kuper, Adam, 1972. Anthropologists and Anthropology: The Bri- tish School, 1922-1972, Londres, Penguin, edit. 1973; traduc- cion eS,panola: Antropologia y antropologos, B'arcelona, Ana- grarrna, sin fecha. Landsberg, Marge, 1981. On iconicity and semiotics: Reply to Feld- man, Current Anthropology, vol. 22, pp. 302"305. - 1980. The icon in semiotic theory, Current Anthropology, vol. 21, pp. 93-95. Latraverse, Fran~ois, 1979. Teoria estratificacional y semiologia, en: J. J. Nattiez (comp.), Problemas y metodos de la semiolo- gia, Buenos Aires, Nueva Vision, pp. 85-98. Lausberg, Heinrich, 1976. Manual de retorica literaria, Madrid, Gredos, vol. II( orig. 1960) . Leaf, Murray, 1.979. Man, mind and society: A history of Anthro- pology, N. York, 'Columbia University Press; traduccion por.- tuguesa: Uma Historia da Antropologia, Sao Paulo, EDUSP, 1981. Levine, Robert, 1977.Cultura, conducta y personalidad, Barcelona, Akal. Levi-Strauss, Claude, 1964. El pensamiento salvaje, Mexico, Fonda de Cultura Econ6mica (orig. 1962). Lindsay, Peter y Donald Norman, 1983. Introduccion a la psicolo·. gia cognitiva, Madrid, Tee-nos (orig. 1977). Lorenzer, Alfred, 1986. Simbolo, interaccion y praxis, en: Henning Jensen (comp.), Teoria critica del sujeto. Ensayos sobre psi- coanalisis y materialismo historico, Mexico, Siglo X X I, pp. 84-129. Lyons, John, 1980. Semantica, Barcelona, Teide (orig. 1977). MaJinowski, Bronislav, 1923. The problern of 'meaning in primitive language, en: C. K. Ogden e I. A. Richards, The meaning of 1neaning, L?nd.r~s, Kegan 'Pa,ul; tradu<:ci~n espanola: El pro- blema del ~1g'Yf1[wado en las lenguas pnrmtivas, en: El signifi- cado d~l s1gmfwado, Barcelona, Paidos, 1984, pp. 310-352. Maranda, PIerre, 1966. Computers in the bush: Tools for the auto- matic analysis of myths, Proceedings of the American Ethno- logical 'Society, pp. 77-83. - 1968. Analyse quantitative et qualitative de mythes sur ordi- nateur, en: Calcul et formalisation dans les Sciences de l'Hom- me, Pari,s, GNRS, pp. 79-92. - 1974. Soviet structural folklorists, Mouton, La Haya. Masterman, Margaret, 1970. The nature of a paradigm, en: L La- katos y A. Musgrave (eds.), Op. cit. Mayer, Richard, 1985. El futuro de la psicologia cognitiva, Madrid, Alianza (orig. 1981). McArthur, Margaret, 1974. Pigs for the ancestors: A review arti- cle, Oceani'a, vol. 45, NQ2, ,pp. 88-123. Mc'Clure, E., 1976. Ethnoanatomy in a multilingual community: An analysis of semantic change, American Ethnologist, vol. 3, pp. 525-542'. Morris, Charles, 1985. Fundamentos de la teoria de los signos, Bar- celona, Paidos. Murphy, Robert, 1967. Cultural change, Biennial Review of Anthro- pology, pp. 1-45. Nattiez, J. J. (comp.), 1979. Problemas y metodos de la semiologia, Buenos Aires, Nueva Vision. Needham, Rodney, 1975. Polythetic classification: Convergence and consequences, Man, n.s., vol. 10, ,pp. 349-369. Neisser, Ulric, 1976. Psicologia cognoscitiva, Mexico, 'Trillas (orig. 1967) . Osgood, Charles y Thomas Sebeok (eds.), 1974. Psicolinguistica.- Problemas te6ricos y de investigaci6n, Barcelona, Planeta. Osgood, Charles, G. J. Suci y P. H. Tanenbaum, 1957. The measu- rement of meaning, Urbana, University of IllinoIs Press. Pelto, Pertti, 1967. Psychological Anthropology, Biennial Review of Anthropology, pp. 141-208. Quine, W. V. 0., 1960. W ord and object, Cambridge, MIT !Press. Rappaport, Roy, 19715. Meaning and being, Report to the Meeting of the American Anthro;pological Association, San Francisco. Reynoso, ICarlos, 1986a. Teoria, historia y critica de la antropologia cognitima, Buenos Aires, Busqueda. - 1986b. Critica de la raz6n binaria: Cinco razones l6gicas para desconfiar de Levi-Strauss, trabajo presentado en el Segundo Congreso Argenttno de Antropologia Social, Buenos Aires. Richards, 1. A., 1971. The Philosophy of Rhetoric, Londres, Oxford University Press (orig. 1936). Ricoeur, Paul, 1977. La met6fora viva, Buenos Aires, Mega,polis (orig. 1975). Robey, David (comp.), 1976. Introducci6n al estructuralismo Ma- drid, Aliarrza (comp. orig. 1973). ' Rossi, Ino y Edward O'Higgins, 1981. Teorias de la cultura y me- todos antropol6gicos, Barcelona, Anagrama (orig. 1980). Salmon, Merrilee, 1978. Do Azande and Nuer use a non-standard logic?, Man, n.s., vol. 13, pp. 444-455. Sercovich, Armando, 1986. Interpreiantes para Charles Sanders Peirce: Semi6tica e ideologia, en: ,C. S. Pierce, La ciencia de la semi6tica, Buenos Aires, Nueva Vision, pp. 9-14. Sherzer, J., 1983. Kuna ways of speaking, Austin, University of TeX 'asPress. Simoons, Frederick, 1974. The purificatory role of the 'five products of the cow', Ecology of Food and Nutrition, vol. 3, pp. 21-34. - 1979. Questions in the sacred-cow controversy, Current Anthro- pology, vol. 20, pp. 467-493. Tyler, Stephen, 1978. The said and the unsaid, N. York, Academic Press. - 1984. Vision quest in the W est: W hat the mind's eye sees, Journal of Anthropological Research, vol. 40, pp. 23-40. - 1984a. Post-modern etnography: From document of the occult to occult document, trabajo presentadoal seminario dela School of American Research, Santa Fe, Nuevo Mexico, 16 al 20de abri1, Voget, Fred, 1975. A history of ethnology, N. York, Holt and Rine- hart. Watson-Franke, Maria Barbara y Lawrence Watson, 1975. Under- standing in Anthropology: A philosophical reminder, Current Anthropology, vol. 16, pp. 247-262. Wilden, Anthony, 1979. Sistema y estructura. Ensayos sabre camu- nicaci6n e intercambio, Madrid, Alianza (orig. 1972).
Copyright © 2024 DOKUMEN.SITE Inc.