1891-7300-1-PB

March 27, 2018 | Author: celtns | Category: Dialect, Linguistics, Cattle, Word, Human Communication


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C O N T E N I D O! l d d 3 j . d d p d XV 5 d j o -P n . ó d p - : l +7 } n . x , mp d d d ¹ 105 . p d l d XV 131 P d d . : m d d d l d j 151 n d d . H d d l m d m p : m d 165 d d H . M l d d d m m d xp ó m d d 177 I d . l d p x m ó p 209 b n . m V - : d 1963 h p 237 M d d . p m 'p p m ' d 255 W j h . H m : M d n h o p m d mp m p 277 d u . m , v ó d . p x m ó m d d d v ó 305 I d h . ! p d d p p m : p d M M q 331 V . d m ml mp . d d p , l l ( XV -XV ) 357 n . l d , p v : - d d p d d n d d V 391 Reconstrucción del proto-uro: fonología Rodolfo Cerrón-Palomino Pontifcia Universidad Católica del Perú 0. Propósito. El presente estudio es un primer intento por ofre- cer la reconstrucción del sistema fonológico del proto-uro. Con dicho objeto, el trabajo contempla tres secciones: una primera, que trata sobre aspectos externos relativos a la lengua, concretamente su localización geográfca, los problemas de su designación, y el re- cuento de su registro y documentación escrita; una segunda, que comprende la reconstrucción fonológica de la protolengua, previo examen del material comparativo existente; y, fnalmente, una ter- cera sección, en la que se discutirán algunos aspectos diacrónicos relativos a la evolución y clasifcación de las variedades de la lengua, sus posibles afnidades con otros grupos idiomáticos, así como los fenómenos de contacto que la afectaron. 1. Distribución territorial. De acuerdo con las informaciones proporcionadas por la documentación colonial (siglos XVI-XVII), los uros se encontraban dispersos en la zona altiplánica peruano- boliviana, rodeados de gente de habla puquina, aimara y quechua, en un espacio de aproximadamente 800 kilómetros, a lo largo del eje acuático Titicaca-Poopó, abarcando incluso la región salar de Coipasa (cf. Wachtel 1978). La misma documentación señala la existencia de poblaciones denominadas uro en las punas de Lípez así como en la costa del Pacífco, entre Arica y Cobija (cf. Lozano Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007: 47-104 ISSN 0254-9239 48 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 Machuca [1581] 1965). Sin embargo, según se verá en § 2, en este caso, como en otros, el empleo del nombre uro en los registros de la época es ambiguo, pues no siempre designaba a los hablantes de la lengua. Tal es el caso de los llamados “uros” del Pacífco, que pro- bablemente constituían una población ajena al idioma y a la etnia de los uros altiplánicos. 2. Cuestiones glotonímicas. Como es frecuente en la lingüística amerindia, el nombre de la lengua que estudiaremos ha sido objeto de distintas designaciones que han originado una serie de confusio- nes no sólo en el ámbito académico sino incluso entre sus propios hablantes. En efecto, para referirnos solamente a los consignados por la documentación colonial, cuatro han sido por lo menos los nombres con los que se ha hecho referencia a ella, sin mencionar las variantes ortográfcas con que han sido registrados: uro, uroquilla, ochozuma y puquina. Como veremos en seguida, a la par que los tres primeros designan a la misma lengua, el último hace referencia a otra entidad idiomática. Por lo que respecta a uro, como ya se adelantó, el nombre resulta ambiguo, desde el momento en que no siempre aludía a un grupo específco que hablara la lengua o a una etnia determinada, sino que refería también a una condición socioeconómica deprimida dentro del régimen fscal colonial. En tal sentido, había uros que efecti- vamente hablaban uro, pero también había quienes hacían uso de otras lenguas, llámense puquina, aimara o quechua, en ese orden, y no necesariamente en calidad de bi o trilingües. No extraña, en este contexto, que la documentación colonial nos hable de uros del Pacífco, según se vio. De hecho, la misma palabra parece ser de origen quechua, pues provendría de*uru ‘gusano, insecto’, y, por metaforización despectiva, ‘insignifcante’. La voz haría referencia, en principio, a la condición de paria que caracterizaba a los mora- dores de los totorales de los lagos conectados por el Desaguadero, a los cuales los incas, primeramente, y los españoles después, trataban de sedentarizar, extrayéndolos de su habitat, para asimilarlos cul- turalmente con los quechuas y aimaras. Como resultado parcial de Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 49 dicha política, los uros lacustres, puquinizados previamente, fueron quechuizándose, aimarizándose, e incluso castellanizándose, en un largo proceso de asimilación lingüística que dista haber concluido en la actualidad. En cuanto a uroquilla, nombre igualmente registrado en la do- cumentación colonial, debe notarse que su empleo aparece geográ- fcamente restringido para referir a grupos de habla uro disemina- dos desde la parte meridional del lago Titicaca hasta las punas de Lípez (cf. Anónimo [1600] 1972). Etimológicamente, la palabra es claramente una forma compuesta, cuyo segundo elemento <quilla> no parece ser sino una versión castellanizada del término quechua q’illa ‘ocioso’. La expresión, por lo demás, no haría sino reforzar el viejo estereotipo que incas, aimaras y españoles se habían formado de los uros como ‘ociosos’ y ‘haraganes’ (cf., por ejemplo, Alvarez [1588] 1998: cap. XX) en tanto que no habían podido integrarlos plenamente dentro del sistema de tributación fscal. Por lo demás, como lo hemos señalado en otro lugar (cf. Cerrón-Palomino 2006a: cap. I, § 4, nota 9), no hay ninguna razón para pensar que la voz uruquilla designara a una lengua diferente de la uro. Por lo que toca a ochozuma, la palabra aparece ligada específca- mente a un grupo particular de pobladores lacustres de la zona sur del Titicaca y de las nacientes del Desaguadero (cf., por ejemplo, Ramos Gavilán [1621] 1988: I, cap. XI, 82). Según lo sugerimos en Cerrón-Palomino (op. cit., cap. I, § 4, nota 6), esta vez la designación tiene una motivación lingüística: en efecto, todo parece indicar que ella proviene de *uĉum ŝoñi ‘nosotros los hombres’, donde ŝoñi ‘ser humano’ se oponía al quechua runa y al aimara haqi, con la mis- ma signifcación. Incidentalmente, los ŝoñi se llamaban a sí mismos qut(a) ŝoñi ‘hombres del lago’ o qhwaş ŝoñi ‘hombres del agua’, en oposición a los ‘hombres secos’ (aimaras y quechuas), haciendo alusión a su habitat natural del lago, sus islas y sus riberas. Finalmente, según se desprende de la documentación colonial (cf. Wachtel [1990] 2001: II, cap. VI, 580), la lengua también recibió la denominación de puquina, no obstante que ella designaba a otra entidad idiomática hablada en los contornos del lago Titicaca, y con 50 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 la cual estuvo en contacto desde etapas previas a la llegada del aimara y del quechua a la región altiplánica. Tal designación ha persistido hasta la actualidad entre los hablantes modernos de la lengua, según lo han observado en sus trabajos de campo Lehmann (1929), Mé- traux (1935a: 89), e incluso el presente autor, de manera que la con- fusión no podía achacársele a Posnansky, como lo sugería Vellard (1949: 149), no obstante que el investigador aludido ni siquiera lo había sugerido (cf. Posnansky 1935). Entre los estudiosos, la equi- valencia uro = puquina arranca por lo menos desde Hervás y Pan- duro ([1800] 1979: I, § 64, 244-245), y, pasando por de la Grasserie (1894), encuentra su consagración en el conocido trabajo de Cré- qui-Montfort y Rivet (1925). Crucial para la identifcación que ha- cen estos autores entre ambas entidades lingüísticas es, por un lado, el hecho de que la lengua puquina, considerada por las autoridades coloniales como “lengua general”, al lado del quechua y del aimara, sólo podía tener sentido si su distribución geográfca comprendiera, aparte del entorno del lago Titicaca, el vasto territorio cubierto por el uro en la región altiplánica sureña, llegando hasta las costas del Pacífco. No menos importante para dicha igualación idiomática fue la interpretación que hacen los mencionados investigadores del pasaje de la “Relación de la Provincia de los Pacajes”, de Mercado de Peñalosa ([1586] 1965: 336), en el que se dice que los uros de Ma- chaca, “con la comunicación que han tenido con los indios serranos [es decir con los que vivían fuera del lago], han venido a hablar la lengua aymará, y casi han dejado su lengua, que era puquina (énfasis agregado)”. Según esto, para los estudiosos franceses, no hay duda de que la lengua materna de los uros, a la que parece hacerse alusión implícita, era la puquina. Sin embargo, como ha sido señalado, cabe otra lectura del pasaje, más acorde con la compleja realidad lingüís- tica altiplánica: que los uros de Machaca, previamente puquiniza- dos, estaban aimarizándose, abandonando su segundo idioma, que habría sido el puquina. No obstante el carácter cuestionable de tales supuestos, Créqui-Montfort y Rivet intentarán probar, infructuo- samente, la unicidad lingüística del uro-puquina (ver § 8). Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 51 Pues bien, tras el deslinde glotonímico efectuado, resta por pre- cisar el nombre que emplearemos para designar a la entidad lingüís- tica (familia) en su conjunto. Siguiendo en parte la tradición, habla- remos aquí de la familia uro y, consecuentemente, nos referiremos como proto-uro a la lengua ancestral reconstruida. Creemos que no hay razón para que la designación, una vez desambiguada de sus connotaciones extralingüísticas, no pueda ser empleada como glotónimo. Descartamos, en tal sentido, el uso de nombres menos genéricos, como los de uroquilla y ochozuma, que en todo caso aludían a grupos de hablantes uros más circunscritos. Por lo mismo, descartamos también el empleo de uru-chipaya para designar a la familia lingüística en su conjunto, tal como lo proponía Métraux, pues el membrete responde, sincrónicamente, al intento por captar dentro de él a las dos únicas variedades supérstites de la familia. El hecho es que el investigador suizo no tuvo noticias, entre otras, de la variedad ch’imu, registrada por Lehmann en 1929, para no men- cionar aquellas otras que desaparecieron sin que fueran registradas. 3. Documentación. A diferencia del quechua y del aimara, len- guas profusamente documentadas y estudiadas, e inclusive del pu- quina, del cual por lo menos contamos con breves materiales cate- quísticos gracias al celo de Jerónimo de Oré (1607), el uro no parece haber sido registrado en la colonia. Ello no debiera sorprender, des- de el momento en que el puquina, reconocido como como lengua “ofcial” por la autoridad virreinal (cf. Toledo [1575] 1989; II, 97- 100), al igual que el quechua y el aimara, tampoco mereció estudio y análisis detenidos por parte de los gramáticos de la época. La razón fue de orden práctico: hacia la segunda mitad del siglo XVI los ha- blantes de puquina se encontraban en un grado bastante avanzado de aimarización o quechuización, de manera que podían ser evange- lizados en estas dos lenguas, y, de otro lado, si bien lo propio acon- tecía con los uros, el idioma de éstos, al igual que sus hablantes, era objeto de profundo menosprecio, aparte de que su evangelización, por lo menos la de los moradores de los lagos y de sus islas, había encontrado serias resistencias (cf. Wachtel, art. cit., 1140-1143). Con 52 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 todo, no faltan testimonios que señalan que, por lo menos los uros de la “provincia” de Paria (actual Oruro), fueron evangelizados en su propia lengua, y para lo cual se hizo necesario preparar materia- les catequísticos, en la forma de confesionarios y doctrinas (cf. de la Calancha [1638] 1976: III, cap. XXIII, 1469). Si bien no dudamos de que tales materiales hayan circulado en manuscrito, lo cierto es que ellos no han sido encontrados en ninguna parte. Huérfano de documentación colonial, ignorado o confundido con el puquina en la época republicana temprana, el uro fue sucum- biendo gradualmente frente el aimara, y sólo será “redescubierto” ante el mundo académico en las postrimerías del siglo XIX, como resultado del esfuerzo y la curiosidad científca de los grandes via- jeros, verdaderos precursores de la arqueología y de la etnografía modernas. De esta manera, lo que tales estudiosos se apurarán en registrar, a veces dramatizando la situación, serán sólo los restos que quedaban de la otrora dilatada, si bien dispersa, lengua de los hombres del agua. Sin embargo, todavía habrá que esperar hasta la segunda mitad del siglo XX para que contemos con estudios pro- piamente científcos de una de las variedades supérstites del idio- ma. En dicho lapso irán desapareciendo incluso aquellas otras que habían tenido la fortuna de ser registradas parcialmente. En lo que sigue nos referiremos a tales registros y estudios periodizándolos bajo dos etapas: una pre-lingüística y otra lingüística propiamente dicha. 3.1. Etapa pre-lingüística. Comprendida entre los años 1894 y 1950, este periodo se caracteriza, tras una fase inicial de redescubri- miento, por el registro y documentación de las variedades hasta en- tonces sobrevivientes de la lengua. Los investigadores de esta etapa son conscientes de la necesidad urgente de acopiar el mayor número de materiales de la variedad que registran, pues advierten el peli- gro de extinción que se cierne sobre ellas. De allí que, antes que el análisis y el estudio propiamente dichos, el esfuerzo está destinado al acopio de cuanto material fue posible obtener a través de los in- formantes, asistidos casi siempre por un intérprete aimara. De esta Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 53 manera, dependiendo de la accesibilidad y del tiempo destinado a la encuesta, así como del grado de conservación de la variedad regis- trada, los materiales obtenidos van desde la simple lista de algunos centenares de palabras y expresiones hasta el recojo de vocabularios más elaborados y la consignación de textos etnográfcos de incalcu- lable valor. Los dialectos registrados de esta manera fueron tres: el ch’imu, el iruhito y el chipaya. De ellos, el primero se extinguió a mediados del siglo XX, el segundo se encuentra en su fase terminal, y sólo el tercero es el que sobrevive en la actualidad. Pues bien, la primera documentación de la lengua se la debemos a Max Uhle, el fundador de la arqueología andina. En sus viajes de exploración y reconocimiento efectuados en el altiplano bolivia- no, entre 1893 y 1894, tras infructuosas averiguaciones en la puna de Lípez, el estudioso germano tiene al fn noticia de la existencia de la variedad uro del chipaya, hablada en Santa Ana de Chipaya, localizada al norte del lago de Coipasa (Oruro). Se dirige presuro- so al lugar, y aunque no tiene la fortuna de llegar al mismo pue- blo, encuentra dos hablantes de la lengua en la localidad cercana de Huachacalla. En dos jornadas y media de intenso trabajo (febrero de 1894) logra registrar un vocabulario de alrededor de 400 formas léxicas. Al año siguiente, ya instalado en La Paz, visita otra locali- dad de habla uro (agosto de 1895), esta vez Iruhito, en la comunidad de Ancohaque, a 12 kilómetros del Desaguadero, donde obtiene un vocabulario de extensión similar a la del chipaya. Los dos vocabula- rios, pasados en limpio a dos columnas por el propio investigador, permanecen inéditos hasta la fecha (cf. Uhle 1895a). El mismo Uhle dejó trunca una gramática del uro, que había comenzado a redactar (cf. Uhle 1895b). La segunda documentación de la lengua la efectúa el historiador peruano José Toribio Polo, quien organiza, en febrero de 1897, una excursión en el territorio de los uros del Titicaca y del Desaguade- ro. En dicho viaje identifca hasta seis comunidades uro-hablantes, localizadas a un lado y otro de la frontera peruano-boliviana, a sa- ber: Iruhito, Sojapata, Simiñaque, Ancohaque, Aguallamaya y Na- zacara. Como resultado de su exploración, recoge un vocabulario 54 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 de alrededor de 380 formas léxicas y 32 “frases de uso frecuente”, material que fue publicado algún tiempo después (cf. Polo 1901). Como el mismo autor refere, su vocabulario corresponde básica- mente al uro hablado en la localidad boliviana de Nazacara, distante 64 kilómetros del Desaguadero (Caquiaviri), aunque incluye en él material incidental proveniente de Ancohaque y Aguallamaya, así como también de otras fuentes de origen incierto. Una inspección del acopio de Polo permite apreciar que el suyo es un vocabulario que no difere mucho del correspondiente al uro de Iruhito. El tercer investigador que recoge materiales de la lengua, esta vez nuevamente del uro de Chipaya, fue el ingeniero austriaco e improvisado arqueólogo Arthur Posnansky. Como resultado de su breve trabajo de campo en el lugar, dicho estudioso, que afrma haber “descubierto” la “hasta entonces completamente desconoci- da tribu de los chipayas” (cf. Posnansky 1924), da a conocer un corpus de aproximadamente 638 materiales léxicos y fraseológicos, organizado por dominios semánticos (366 entradas) y categorías gramaticales (272 registros). El material recopilado por el mencio- nado investigador es similar en caudal al acopiado por Uhle, con la diferencia de que aquél incluye elementos fraseológicos, ausentes en el vocabulario del estudioso germano. Por lo demás, Posnansky pretendía ignorar que el verdadero “descubridor” del chipaya había sido precisamente Uhle. El cuarto en documentar la lengua fue Walter Lehmann, estu- dioso de las lenguas mesoamericanas, quien, tras recoger datos en Ancohaque, previamente visitado por Max Uhle, viaja al vecino departamento peruano de Puno, en cuya localidad de Ch’imu, si- tuada a ocho kilómetros de la capital, tuvo la fortuna de registrar, por primera y única vez, la variedad hablada en dicho lugar (29 de octubre de 1929). En una larga velada de trabajo Lehmann pudo recoger una lista de alrededor de 304 elementos léxicos, incluyendo algunos fragmentos de paradigmas gramaticales, de labios de un par de informantes (Florentino y Nicolás Valcuna, padre e hijo respec- tivamente). Una nota que salta a la vista en dicho material, y que curiosamente responde a un cuestionario previamente elaborado Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 55 por el investigador para elicitar materiales del quechua y del aimara, es su ausencia completa de elementos léxicos verbales, lo cual es de lamentar, ya que la variedad en cuestión dejó de hablarse en el lapso de dos décadas. En efecto, cuando Vellard viaja al lugar en 1951 se encuentra con que los lugareños, a lo sumo, hablaban “casi una jerga, mezcla de algunas palabras urus, de aimara y de quechua” (cf. Vellard 1954: cap. VI, 113). De manera que el material regis- trado por Lehmann es el único con el que contamos para el uro de la bahía de Puno. Ordenado por su recopilador, lado a lado de su equivalente de Ancohaque, permanece inédito hasta la actualidad (cf. Lehmann 1930), al igual que los de Uhle, su iniciador. El siguiente investigador fue el etnógrafo suizo Alfred Métraux, quien permanece con los chipayas por espacio de dos meses (enero y febrero de 1931) realizando un trabajo de campo en gran escala, y, como resultado de ello, dará a conocer poco después sus estudios tanto etnográfcos, que comprenden el registro de oraciones, mi- tos, y cuentos recogidos en el terreno (cf. Métraux 1935b: 111-128), como lingüísticos propiamente dichos, concretamente un vocabu- lario francés-chipaya, seguido de tres testimonios, con traducción literal interlinear (cf. Métraux 1936: 337-394). El mismo año visita Ancohaque por espacio de una semana, en junio de 1931, con el objeto de recoger material etnográfco y léxico a fn de compararlos con los del chipaya (cf. Métraux 1935a). Al igual que en su registro anterior, el vocabulario del uro de Ancohaque es presentado tam- bién en su versión francés-uro (pp. 90-110). Finalmente, otro estudioso que realiza trabajos de envergadura entre los uros de Ancohaque entre los años de 1938 y 1951, con grandes intervalos de por medio, es el etnohistoriador francés Jehan Vellard. Según él mismo refere, su acopio de materiales lo reali- zó con la ayuda de dos informantes (el nonagenario Manuel Inta, y Carlos Quispe, cincuentón), aunque tuvo la oportunidad de ve- rifcarlos en parte, sobre todo el léxico, con otros hablantes de la comunidad. El propósito de Vellard era, según confesión propia, recoger toda la información necesaria para “poner en evidencia las estrechas afnidades gramaticales y lexicográfcas” que, siguiendo a 56 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 Créqui-Montfort y Rivet, guardaban entre sí el uro y el puquina. Los materiales recogidos y publicados por el investigador galo son de tres tipos: (a) etnográfcos, en la forma de relatos y diálogos (cf. Vellard 1949), (b) léxicos, ordenados en 18 campos semánticos (cf. Vellard 1950), y (c) gramaticales, dispuestos en categorías léxicas y frasales (cf. Vellard 1951). El citado autor da a conocer, con poste- rioridad, un estudio complementario al anterior, integrado por una variada fraseología, seguida de observaciones gramaticales formu- ladas a partir del material ofrecido (cf. Vellard 1967). En general, el corpus aportado por Vellard asombra por su variedad y riqueza, sólo comparable al acopio efectuado por Métraux para el chipaya. El mismo estudioso es autor de un hermoso libro de conjunto sobre los uros (cf. Vellard 1954). 3.2. Etapa lingüística. En verdad, los estudios propiamente lin- güísticos relativos a las lenguas sudamericanas tienen su inicio en la década del sesenta del siglo pasado. En tal sentido, los del uro no podían ser una excepción. Para entonces, sin embargo, ya se ha- bía extinguido el ch’imu y el iruhito de Ancohaque atravesaba por una etapa de obsolescencia irreversible, según lo reportaba Vellard. Quedaba el chipaya como la única variedad que se mantenía vigoro- sa, por lo que la atención de los investigadores se dirigió hacia ella. En efecto, el primer lingüista que estudió la variedad referida fue el norteamericano Ronald Olson, del ILV (Instituto Lingüístico de Verano), quien vivió y trabajó con los chipayas por espacio de diecisiete años (1960-1977), con algunos intervalos fuera del pue- blo. Como la mayoría de los miembros de su institución, Olson tuvo que conciliar sus actividades proselitistas con las propiamen- te lingüísticas, descuidando a la larga estas últimas a favor de las primeras, cuyo objetivo central era la traducción del Nuevo Testa- mento al chipaya. En tal sentido, los trabajos descriptivos del inves- tigador, desaparecido recientemente (2003), quedaron en su mayor parte a medio hacer, como informes periódicos de campo. De he- cho, apenas publicó dos estudios, uno de índole comparatística, en el que intentó probar el parentesco a gran distancia entre el maya y Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 57 el chipaya (cf. Olson 1964, 1965a), y otro de corte descriptivo, que versa sobre la sílaba chipaya (cf. Olson 1967). Entre sus reportes de campo fguran, aparte de un vocabulario (Olson 1963), bosque- jos analíticos sobre la fonología (Olson 1962a), morfología (Olson 1966a) y sintaxis (Olson 1966b) de la lengua, todos enmarcados dentro del modelo tagmémico. Fuera de ello, el autor llegó a editar cartillas y textos de lectura (cf., por ejemplo, Olson 1966c, 1966d), además de varios folletos de contenido religioso-proselitista. Den- tro de esta índole de trabajos, fgura también la traducción del Nue- vo Testamento, efectuada bajo su dirección (cf. C.A.L.A. 1978). La segunda persona que dirigió su atención al estudio del chipa- ya fue la lingüista francesa Liliane Porterie, investigadora afliada al CNRS (Centre National de la Recherche Scientifque), quien pasó varias temporadas en Chipaya realizando trabajos de campo, entre octubre de 1983 y agosto de 1985. La suya fue una faena de acopio realmente notable, pues aparte de los materiales que respondían a las encuestas destinadas a extraer la gramática y el vocabulario de la lengua, tuvo el cuidado de registrar textos de tradición oral chipaya, obtenidos de manera natural y espontánea, gracias a la colaboración de algunos de los buenos informantes con quienes tuvo la suerte de trabajar. Lamentablemente, debido al mal que la aquejaba, esta in- vestigadora no pudo coronar sus estudios, pues la enfermedad aca- bó con ella cuando aún no había terminado de transcribir el vasto corpus recogido, sin darle mayores posibilidades para ahondar en el análisis de la lengua. Del rico material de literatura oral transcrito, sólo ha sido dado a conocer un par de relatos, parcialmente analiza- dos por su recopiladora, y publicados póstumamente por Rosaleen Howard (cf. Porterie 1990). Ahora bien, dado el carácter fallido de los estudios de Olson y Porterie, se hacía urgente la necesidad de volver a trabajar con la lengua. Es lo que intentamos hacer desde agosto de 2001. De en- tonces a la fecha, aprovechando las breves vacaciones de medio año, hemos venido estudiándola, de tal manera que actualmente tenemos publicada, por primera vez, una gramática de la lengua (cf. Cerrón- Palomino 2006a), y en breve estaremos sacando a luz también un 58 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 vocabulario chipaya-castellano/castellano-chipaya (cf. Cerrón-Pa- lomino y Ballón Aguirre 2008). Paralelamente, el lingüista holandés Pieter Muysken ha dirigido su atención al estudio del iruhito, en situación terminal irreversible, en varios periodos de trabajo de campo efectuados en 2001 y 2002. Como es de suponerse, la tarea más difícil en su caso fue localizar a alguien que tuviera un dominio razonablemente fuido de la lengua. Tras un trabajo penoso y desalentador con semihablantes, Muys- ken pudo fnalmente, con la ayuda de una de las últimas hablantes (Teodora Vila), recoger todo el material que le fue posible obtener en una situación precaria como la descrita. Como resultado de ta- les esfuerzos, el investigador holandés ha publicado a la fecha un vocabulario ordenado por campos semánticos, así como un par de canciones obtenidas de un informante (Lorenzo Inta), fuera de la reproducción de parte de los textos etnográfcos recogidos por Ve- llard (cf. Muysken 2005). El mismo autor ha venido dando a cono- cer algunas caracterizaciones gramaticales de la variedad estudiada (cf. Muysken 2000, 2001, 2002). En general, la impresión que tiene el investigador de las posibilidades de obtener datos nuevos para el estudio sistemático de la gramática de la lengua es negativa. En tal sentido, fuera de los materiales publicados por Vellard, que aun- que apreciables en extensión no dejan de ser pobres en información gramatical, no contamos ya, inexorablemente, con otro recurso que permita cubrir dicho vacío. Queda por estudiar, sin embargo, la gramática inconclusa de Uhle. 3.4. Material comparativo. Del recuento bibliográfco efec- tuado en las secciones precedentes, se desprende que, de todas las variedades registradas, la chipaya es la que goza de una documenta- ción recurrente en el tiempo, abarcando las dos etapas de estudios mencionadas. No solamente cuenta en su favor el hecho de haber sido la primera en ser registrada (1894) sino que, en virtud de su sobrevivencia, ha podido ser objeto de estudio y análisis por parte de gente entrenada en la disciplina. No así en el caso de las otras va- riedades (nazacara, ch’imu y ancohaque), que desaparecieron antes Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 59 de que fueran consignadas por los especialistas. El esfuerzo reciente por estudiar el iruhito (cf. Muysken 2005), se da demasiado tarde ya, cuando la variedad agoniza irremediablemente. Como consecuen- cia de ello, tales variedades, y de manera más dramática el ch’imu, sólo pueden ser abordadas a través de la documentación existente, previa “restitución” de la misma (cf. Constenla 2001). En tales condiciones, la interpretación de los materiales plantea una serie de problemas relacionados con su calidad e integridad, empezando por las difcultades que presentan las inseguridades de la notación con que han sido registrados. Conforme lo adelanta- mos, una parte de ellos comprende documentación manuscrita in- édita (Uhle, Lehmann), y otra, impresa (Polo, Posnansky, Métraux y Vellard). Recordemos, además, que en ambos casos, por razones cronológicas y de formación profesional, estamos ante registros he- chos por personas de distinta y variada procedencia académica. En efecto, si bien Uhle y Lehmann tenían preparación solvente en la lingüística de su tiempo, Polo no pasaba de diplomático historiador, a la par que Posnansky fungía de arqueólogo afcionado; Métraux y Vellard, a su turno, etnógrafos de profesión, no parecían sen- tirse muy cómodos en materia lingüística, según confesión propia. Con todo, cada quien, a partir de su propia experiencia, se esmeró lo mejor que pudo por consignar la lengua, procurando sortear las difcultades de notación que su registro presentaba. En unos casos (Polo y Posnansky), el recurso gráfco empleado fue producto de una adaptación propia del investigador, por cierto nada ajeno a su experiencia idiomática y ortográfca; en otros (Uhle y Lehmann, en especial del segundo), se echó mano de un alfabeto fonético ideado para el registro de lenguas indígenas centroamericanas; y, fnalmen- te, en los casos restantes (Métraux y Vellard), se recurrió al alfabeto fonético del Instituto de Etnología de París. Como era de esperarse, la notación de los investigadores germanos y francófonos resultó siendo más confable que la de sus colegas mencionados, por su relativa sistematicidad y por el nivel de detalle ofrecido. Entran- do en cuestiones semánticas, sin embargo, el material consignado acusa, por igual, problemas inevitables de interpretación, pues no 60 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 olvidemos que el recojo del mismo se hizo dentro de un circui- to de comunicación complejo entre el encuestador y el informante: partiendo del castellano al aimara y al uro, y regresando en forma inversa, del uro al aimara y al castellano. Como resultado de ello, no siempre el material recogido responde al concepto solicitado por el entrevistador, como lo hemos demostrado en el examen del material chipaya recogido por Uhle (cf. Cerrón-Palomino 2006b). Ciertamente, la calidad de los datos en este punto dependió también del tiempo de exposición que tuvo el investigador con la variedad estudiada: no es lo mismo una breve incursión en el campo que una visita prolongada de algunos meses en él. Teniendo en cuenta los factores mencionados en líneas prece- dentes, conviene ahora preguntarse sobre el grado de confabilidad de tales materiales. Al respecto, debemos señalar que, con ser su- mamente valiosos —y en el caso del ch’imu único en su especie—, ellos no están exentos de imprecisiones, cuando no de incoherencias e inexactitudes. A todo lo cual deben agregarse, en el caso de los documentos publicados, las erratas y omisiones inevitables de su edición. ¿Cómo entonces justipreciar su calidad? El examen interno de los mismos y el cotejo cuidadoso de todos ellos entre sí pueden eventualmente permitirnos su “restitución” fdedigna aproximada. Después de todo, tal es el único recurso que queda cuando se está frente a lenguas muertas con escasa documentación. En el presente caso, afortunadamente, la situación no es tan grave, en la medida en que contamos con un elemento de “control”: el chipaya. Efectiva- mente, gracias al conocimiento directo de esta variedad, podemos sostener que las fuentes mencionadas, al margen de su densidad y cobertura variables, no podrían aprovecharse plenamente sin su confrontación previa con los datos contemporáneos del chipaya. Ello es cierto no sólo para la restitución confable del material pre- vio de esta variedad (Uhle, Posnansky y Métraux), que al fn y al cabo consigna el mismo dialecto, aunque en el lapso de más de una centuria, sino también del resto de los documentos (Polo, Lehmann, Métraux y Vellard) que, conforme se verá más adelante, registran hablas bastante cercanas a la variedad de “control”. Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 61 Ahora bien, para señalar los problemas de interpretación que presentan tales documentos, bastará con llamar la atención sobre algunas de las difcultades más saltantes que resolvieron a su modo los investigadores mencionados. Entre ellas destacan ciertamente los esfuerzos por identifcar y registrar los sonidos particularmente extraños a la experiencia idiomática de los mismos. De hecho, algu- nos de ellos, seducidos y a la vez abrumados por la recurrencia de tales segmentos, se adelantaron en confesar su personal desazón al no poder captarlos en su integridad. En tal sentido, particularmen- te notorio es el tratamiento errático de cuatro aspectos cruciales de la fonología de la lengua: (a) la oposición velar-postvelar, (b) la discriminación de africadas, (c) la distinción de laringalizadas, y (d) la diferenciación de las sibilantes. En lo que sigue nos referiremos brevemente a cada uno de tales puntos. Empezando por la distinción velar-postvelar, debemos señalar que no todas las fuentes la advierten, si bien, unas más que otras, dan indicios de la diferencia, aunque en forma siempre vacilante, por no decir incoherente. La razón de esta práctica hipodiferen- ciadora podría radicar en el hecho de que, a diferencia de lo que acontece en el quechua y el aimara, en el caso del uro el “margen de seguridad” entre ambos puntos de articulación es estrecho, de ma- nera que su discriminación requiere de mayor entrenamiento. Por lo que respecta a las africadas, salvo Uhle, Lehmann y Métraux, más certeros en su percepción, el resto de los estudiosos sólo distingue dos allí donde la lengua registraba tres (alveolares, palatales no re- trofejas y retrofejas). En este caso, a la par que todos identifcan las alveolares, confunden por lo general las palatales retrofejas a favor de las no retrofejas. Con todo, no faltan indicios en los materiales, a pesar de la confusión, de la presencia de las tres africadas en las variedades que registran. De hecho, los tres investigadores mencio- nados se esmeran en procurarles una notación especial, aunque no siempre de manera consistente. En lo que toca a las laringalizadas (aspiradas y glotalizadas), el panorama no deja de ser igualmente desconcertante, pues aunque las aspiradas resultan más notorias, a menudo se las confunde con las glotalizadas, y viceversa; o simple- 62 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 mente se las pasa por alto, de manera que tampoco faltan barruntos que delatan su presencia. Finalmente, en cuanto a las sibilantes, el panorama es bastante similar al ofrecido por las africadas: dejan- do de lado la alveolar, cuya identifcación no ofrece problemas, las otras dos (dentoalveolar y retrofeja) suelen ser confundidas entre sí, pero también con la primera. Por lo demás, conviene destacar que en los casos concretos discutidos aquí, como en el resto de los segmentos de la lengua, el análisis de los materiales se ha visto enor- memente allanado en virtud de la notación “cerrada” con la que han sido registrados algunos de ellos, entre los que sobresalen, por el nivel de detalle, los manuscritos inéditos de Uhle y Lehmann. Pues bien, sobra decir que las observaciones que acabamos de hacer son el resultado del “control” de las fuentes mencionadas a partir de un conocimiento actual de la única variedad sobreviviente. Ello nos ha permitido, además, llegar a la conclusión de que, por lo menos en el aspecto fonológico, estaríamos ante una misma realidad subyacente. En otras palabras, el examen interno efectuado en los distintos registros del uro (ch’imu, nazacara, ancohaque e iruhito), a la luz de su cotejo con los datos del chipaya, nos autoriza a sostener que las variedades involucradas compartían, salvando algunas di- ferencias superfciales, un mismo sistema fonológico. Partiendo de esta constatación, el trabajo de reconstrucción que emprenderemos se basa en la elección hecha de tres de las cinco variedades registra- das: el ch’imu, el ancohaque y el chipaya. La selección efectuada obedece tanto a razones de corte histórico, dialectal, y de orden práctico. Así, se elige el ch’imu no sólo por el carácter único de su registro sino también por ser la variedad más “norteña”; el anco- haque, en torno al cual se subsumen los materiales del nazacara y del iruhito, por ser muy cercanos entre sí; y, fnalmente, el chipaya, por ser el representante más “sureño” y mejor conocido de todos los dialectos. De esta manera, siguiendo a algunos de los que nos precedieron, podemos referirnos a las tres variedades seleccionadas valiéndonos de nombres más genéricos, que a su vez responden a su localización geográfca, como Uro de la Bahía de Puno (UP), Uro del Desaguadero (UD) y Uro-Chipaya (UCH), respectivamente. Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 63 Ahora bien, para los efectos de la comparación dialectal y la con- siguiente reconstrucción de la lengua ancestral, echaremos mano principalmente, para UP y UD, de los materiales de Lehmann, y para UCH, de los de nuestra cosecha personal. Ciertamente, fue- ra del caso de UP, que no tiene otra alternativa, y de UCH, cuya situación documental es privilegiada, la opción por el manejo del material de Lehmann para UD puede parecer arbitraria, desde el momento en que no sólo está relativamente bien documentada sino que también goza de mayor representatividad. Sin embargo, nues- tra opción obedece a razones estrictamente prácticas: la reconstruc- ción que propondremos se basará en el testimonio ofrecido por las tres entidades mencionadas, aun con el riesgo de las limitaciones de cobertura que impone UP, y que, como se dijo, responde a su natu- raleza de orden fundamentalmente léxico. Siendo que el corpus de Lehmann comprende una lista comparada de UP y de UD (varie- dad ancohaque), se ha preferido trabajar con este mismo material, al cual se le ha contrapuesto el correspondiente al de UCH. Lo que no signifca que se haya ignorado, en el caso de UD, la información proveniente de otras fuentes. 5. Reconstrucción. El inventario fonológico que postulamos para el proto-uro (PU) surge del cotejo de 106 cognadas compar- tidas sistemáticamente por las variedades-testimonio agrupadas en UP, UD y UCH. Ocasionalmente, cuando no se han encontrado sufcientes cognados compartidos por UP, la reconstrucción busca reforzarse con datos provenientes de las dos restantes variedades, en cuyo caso echamos mano de Métraux y eventualmente de Ve- llard. Primeramente ofreceremos el inventario consonántico y lue- go el vocálico. Tras la presentación de cada uno de ellos pasaremos a fundamentar la justifcación de los mismos, con la ejemplifcación de las cognadas respectivas. 5.1. Consonantes. El cuadro I ofrece las consonantes postuladas para el PU: 64 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 *p *t *k *q *p h *t h *k h *q h *p’ *t’ *k’ *q’ *ts *č *ĉ *ts h *č h *ĉ h *ts’ *č’ *ĉ’ *ş *s *ŝ * *h *m *n *ñ *l *λ * *r *w *y Como puede apreciarse, se postula un juego de 35 consonantes, que comprende tres series de oclusivas: */p t k q/ (simples), */ p h t h k h q h / (aspiradas), y */p’ t’ k’ q’/ (glotalizadas); tres series de africadas: */ts č ĉ/ (simples), */ ts h č h ĉ h / (aspiradas) y */ts’ č’ ĉ’/ (glotalizadas); cinco espirantes: */ş s ŝ  h/; tres nasales */m n ñ /; tres laterales: */l λ /; una vibrante */r/; y dos semiconsonantes: */w y/. Incidentalmente, no se reconstruyen consonantes labializadas, con ser segmentos fami- liares a las variedades modernas del uro, por razones que se discuti- rán en su momento. Todas las consonantes postuladas ocurrían libre- mente tanto en posición inicial absoluta como intervocálica, con las siguientes excepciones: las laringalizadas, la glotal aspirada y la lateral velar sólo aparecían en el primero de los contextos mencionados. Por lo menos en el nivel de raíz no se registraban formas que terminaran en consonante, y los grupos consonánticos en posición intervocálica, de naturaleza obligatoriamente ambisilábica, además de esporádicos, estaban bastante restringidos. Cualquier otra desviación de esta pau- ta general se explica como un desarrollo ulterior en las variedades modernas de la protolengua. Con tales restricciones fonotácticas, la estructura silábica, en verdad muy simple, podía resumirse en la fór- mula (C)V(C). Por lo que toca al acento de intensidad, éste ocupaba una posición fja, localizada en la penúltima sílaba. En lo que sigue nos ocuparemos de las consonantes postuladas, presentándolas en series, con los cognados que sustentan su reconstrucción. Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 65 5.1.1. Oclusivas. Las consonantes oclusivas se distribuyen en cuatro órdenes: bilabial, dentoalveolar, velar y postvelar; y en tres series: simples, aspiradas y glotalizadas. La secuencia en que apare- cen los cognados que ilustran la ocurrencia de los segmentos tra- tados, aquí y en adelante, es el siguiente: UP (representado por el ch’imu), UD (testimoniado por el ancohaque) y UCH (atestiguado por el chipaya), respectivamente. Nótese que las cognadas de las dos primeras variedades representativas aparecen en su notación original aproximada. 5.1.1.1. Oclusivas simples */p t k q/. En general la reconstruc- ción de estos segmentos no ofrece mayores difcultades, como lo prueban los juegos de cognadas, de los cuales presentamos, a ma- nera de ilustración, sólo algunos. Nótese que, por la naturaleza de su registro, no siempre UP aparece representada por una cognada, y, peor aún, en algunos casos nos vemos obligados a consignar el vacío respectivo . */p/ pako pako paku ‘perro’ pis i pi sh piş ‘seno’ puts pats h i potsi ‘cuchillo’ t!apa tapa tapa ‘ají’ īpi ăpai ep ‘padre’ hipsi hpsi hepsi ‘carga’ */t/ thak i ō taku taqu ‘palabra’ tiki tiki tiki ‘muerte’ t!una tuna tuna-ri ‘pampa’ ata ata ata ‘boca’ ĭškcti tšti ŝqeti ‘humo’ p!csta phcta p h eta ‘hueco; pozo’ hŭitši hŭiti wixt ‘fuego’ 66 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 */k/ kurta tškurtak kurta ‘estera’ khula kula kula ‘quinua’ yuki yuki yuki ‘cara’ sio δiko tseku ‘cielo; arriba’ losca kaska quşka ‘lechuza’ lu(lū) lūkŭ(aua) luku ‘varón’ lītšina liktin likči ‘borracho’ */q/ karu karu qaru ‘cuerda de paja’ ara tšala şqala ‘sementera’ k ii tš-kishi şqişi ‘pellejo’ iskē ishki işqi ‘diente’ (tšara) yoko yuqa ‘tierra; suelo’ (haip’u ro) haka haqa ‘día siguiente’ 5.1.1.2. Oclusivas aspiradas */p h t h k h q h /. La reconstrucción de esta serie de oclusivas tampoco ofrece problemas, aun cuando los juegos de cognadas no siempre sean muy frecuentes. Como se ade- lantó, su ocurrencia estaba restringida a la posición de inicial de sílaba, fundamentalmente absoluta, aunque ocasionalmente podían darse también en contexto intervocálico. */p h / p!aya paya p h aya ‘césped’ pani palñi p h alñi ‘sudor’ pĭscuna pĭškuna p h işqa ‘lagartija’ t’ira pila p h ila ‘arena’ pŭitra pata p h ota ‘polvo’ p!csta phcta p h eta ‘hueco’ */t h / tora tura t h ura ‘nido’ tuni tuni t h uñi ‘sol’ tuiă tu t h u: ‘nombre’ hŭata hŭata wat h a ‘pueblo’ Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 67 /k h / kuts khutsī k h uts(a) ‘codo’ kursi kursi k h urş ‘cola’ k’uñi !chuni k h uñi ‘oreja’ /q h / k’ara kara q h ara ‘mano’ khatsi khatsi q h ats(a) ‘bolsa’ k’oñe khoñi q h uñi ‘seco’ kotšū qhatša q h oča ‘pie’ 5.1.1.3. Oclusivas glotalizadas */p’ t’ k’ q’/. La reconstrucción de esta serie no está exenta de dificultades, comenzando por el he- cho de que esta vez no encontramos juegos de cognados, por pocos que sean, que respalden su postulación automática. En efecto, qui- tados cuidadosamente los aimarismos que portan glotalizadas nos quedamos sin correlaciones obvias. Ciertamente, el carácter magro del corpus de UP constituye una clara desventaja desde el momento en que no nos permite descubrir allí, no al menos fácilmente, ele- mentos que puedan correlacionarse con los cognados esporádicos que puedan identifcarse en UD y UCH. Pero incluso, en este caso, los datos con que contamos comportan raíces que, si bien conllevan oclusivas glotalizadas, constituyen formas léxicas locales, demasiado específcas como para esperar correlatos en las otras variedades. De hecho, en el corpus manejado para UD y UCH, apenas pu- dimos identifcar un juego de cognados para cada uno de los tres primeros segmentos, mas no para el último. Así, tenemos: */p’/ piri p’ili ‘cuerda’ */t’/ tús-su t’uşu ‘pantorrilla’ */k’/ skipi k’ipa ‘cáscara’ 68 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 En vista de la parvedad de los datos ofrecidos, con el agravante de la ausencia total de cognados para /q’/, es legítimo preguntarse si hay bases para postular tales segmentos dentro del sistema del PU. Pues bien, quisiéramos señalar que, no obstante lo mencionado, creemos que existen razones para formular dicha postulación. En primer lugar, dado que el PU registraba africadas glotalizadas, como se infere a partir de los datos ofrecidos más abajo (ver § 5.1.2.3), lo anormal habría sido que el sistema de la lengua no tuviera al mismo tiempo oclusivas de la misma serie. En segundo lugar, además de invocar principios de simetría, creemos encontrar indicios propia- mente fonológicos que apoyan la postulación propuesta, si bien es cierto que aquí también los datos permiten la reconstrucción de sólo algunos de los protofonemas: nos referimos, concretamente, a los segmentos bilabial y alveolar. En efecto, el material de UD registrado por Uhle (1895) consigna formas verbales que portan un elemento prefjante que se manifestan como <(p) ~ (p’)>, <(t)>, y <č ~ s>, con valor incierto. Dejando de lado por el momento el último de ellos, creemos estar en condicio- nes de postular, para los primeros, los proto-prefjos *{p’v-} y *{t’v-} (donde <v> simboliza una vocal indeterminada, posiblemente /u/). Compárese el siguiente material confrontado con el de UCH: *{p’v-} (p’)ckača ek-ş ‘dejar’ (p’) illača iλ-ş ‘recolectar’ (p’) okača oq h -ş ‘ir’ p’ikača ik-ş ‘rascar’ p’qctača k h et-ş ‘abrir’ p’tsanača tsa:n-ş ‘saludar’ *{t’v-} (t)kcŭsnača t h ew-ş ‘esperar’ (t)năyúča nay-ş ‘sospechar’ tqŭeltanača k h eltan-ş ‘hacer rodar’ tqoqača q h oq-ş ‘despedazar’ tgatáča q h at-ş ‘hacer pared’ (< A qhata) Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 69 Pues bien, del material comparado se desprende, en primer lugar, que estamos ante dos prefjos que parecen tener un valor referencial objetivo, aunque difícil de precisar. En segundo lugar, el carácter glotalizado en la notación de Uhle, si bien obvio para <p’->, no lo es para <t->. Sin embargo, que dicho prefjo también portaba una glotal, puede verse en los ejemplos modernos de UCH, que consti- tuyen formas lexicalizadas, con claro valor causativo: t’ap-ş ‘hacer dormir’ ap-ş ‘acostarse’ t’aw-ş ‘remojarse’ aw-ş ‘humedecer’ t’apa-n-ş ‘llevar animales’ apa-n-ş ‘llevar’ t’ič-ş ‘lactar’ ič-ş ‘mamar’ t’ik-ş ‘procrear’ ik-ş ‘gestar’ t’e-ş ‘hacer caer’ e-ş ‘caer’ t’oq h -ş ‘atajar’ oq h -ş ‘ir’ Como puede apreciarse, no hay duda del carácter glotalizado de la <t> de Uhle. Por lo demás, en cuanto a <p’>, Muysken (2005) registra para el UD moderno la forma <p’usu> ‘enfermedad’, pa- labra que obviamente contiene la raíz aimara usu ‘enfermedad’. Lo propio podemos decir de <p’osă> ~ <usă> ‘for’ en UP, donde la base es la palabra aimara de origen quechua uxsa ‘variedad de ichu’. Siguiendo este mismo procedimiento, podemos postular el siguien- te juego de cognados para */p’/, en el material de Lehmann: osai os h ă ‘cerro’ p’oqsa ‘techo cónico’ Todo ello constituye, sin duda alguna, base sólida para la recons- trucción de */p’ t’/. Pero también, por razones de simetría, no cree- mos que sea aventurado postular no sólo */k’/, para el cual tenemos al menos un juego de cognadas, sino también /q’/. De esta manera, las oclusivas glotalizadas formaban parte integral del sistema conso- nántico del PU, aun cuando tuvieran escaso rendimiento funcional. 70 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 5.1.2. Africadas. Las consonantes de este tipo se distribuyen en dos órdenes: dentoalveolar y palatal, y dentro de este último, además, se distinguen entre retrofejas y no retrofejas. De otro lado, al igual que las oclusivas, integran tres series: simples, aspiradas y glotaliza- das. Si bien, como se verá, los juegos de cognadas no son muchos, registrándose en algunos casos apenas uno o dos, creemos que hay bases sufcientes para postular su reconstrucción. Recuérdese que en los materiales de UP y UD las africadas retrofejas son a menudo con- fundidas con sus respectivas no retrofejas, hecho que, de otro lado, podría estar sugiriendo un proceso de derretrofexión en curso. 5.1.2.1. Africadas simples */ts č ĉ/. En relación con los segmentos postulados, debemos señalar que apenas hemos encontrado un jue- go de correspondencias para el retrofejo. Con todo, creemos que no hay razón como para no proponer su postulación dentro del sistema del PU. */ts/ tšaŭa tša ŭ ă tsawa ‘granizo’ sixe tsixi tsix ‘hueso’ tšuntša tšcmtša tsemş ‘cejas’ paxtši paxtši p h axts ‘hígado’ tšusmuyu tsmaya şmoya ‘mosca’ (tš’utkō) tskara skara ‘sombrero’ */č/ tšacūña tša(k)qol čakwa ‘estrella’ tšiñ(i) tšiñi čiy-ñi ‘el que dice’ kotšu qhatša q h oča ‘pie’ (p’kĕ) atšǎ ača ‘cabeza’ (ĭksănika) δiǔi čiwi ‘blanco’ /ĉ/ tšoki tšoki ĉoki ‘espina’ Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 71 5.1.2.2. Africadas aspiradas */ts h č h ĉ h /. Reconstruimos esta serie de africadas sobre la base de los juegos de cognados, si bien escasos, encontrados en el material comparativo. Su distribución, como podrá apreciarse, estaba limitada a la ocurrencia en inicial absoluta de palabra. */ ts h / (pisi) tsī ts h i: ‘uno’ tš’īo ts iri ts h iri ‘nube’ */č h / (pce) tšcp č h ep ‘tres’ (-----) čič- č h ič-ş ‘llevar’ tšutšuña tšaătšuña č h uñi ‘bueno’ sinδĭs tš in i s h i č h inş ‘cama’ */ĉ h / tšuxnia tšūk ĉ h uki ‘ojo’ tširi tšcri ĉ h eri ‘barriga’ tšŭx tšox h ĉ h oxi ‘gota’ 5.1.2.3. Africadas glotalizadas */ts’ č’ ĉ’/. Aun cuando no nos ha sido posible encontrar cognados que apoyen la reconstrucción de */ts’/, creemos que su postulación se hace necesaria por razones estrictas de simetría fónica. Seguidamente ofrecemos las únicas co- rrespondencias detectadas en el corpus a disposición: */č’/ tšisi tš’īshi č’i ş ‘pez’ (-----) čux- č’ux- ‘callar’ */ĉ’/ tš’at(ă) tš’at- ĉ’at- ‘morder’ tš’utš’ū tš’utu ĉ’utu ‘espuma’ 72 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 5.1.3. Espirantes. Se reconstruyen tres sibilantes */ş s ŝ/ y dos estridentes */h /. Las sibilantes se distinguen, por el punto y modo de articulación, en: ápico-alveolar, alveolar y retrofeja, respectiva- mente; las estridentes, a su turno, se diferencian por su localización, en glotal y uvular, respectivamente. A la par que las primeras gozan de una relativa libertad de ocurrencia, no ocurre así con las segundas, pues de éstas la primera sólo se daba en inicial absoluta de palabra. 5.1.3.1. Sibilantes */ş s ŝ/. Como se adelantó, pese a que la docu- mentación se muestra errática en cuanto a su registro, creemos que hay base sufciente para reconstruir los tres fonemas respectivos, como lo prueban los siguientes juegos de cognadas. */ş/ sára s h ána şana ‘patio’ sip’i shipi ~ s h ipi şipş ‘bigote’ sontsīs s h oñi şuni ‘peña’ masi mas h i maşa ‘piedra’ īsi irs h i irş(a) ‘capa’ losē lus i ~ lu u š luyş ‘cántaro’ tšŭrs h i tus h ī tuşi ‘corazón’ kursi kúrsi k h urş(a) ‘cola’ pĭscuna pĭškuna p h işqa ‘lagartija’ */s/ sañ i sh sami sami ‘piojo’ sīya shī ~ sī siya ‘calor del sol’ isnē isñi ~ is h ñi isñi ‘uña’ hipsi hæpsi hepsi ‘carga’ (tšara) lis h lă lis ‘pierna’ */ŝ/ sunē soñi ~ soni ŝoñi ‘hombre’ askĭs ăsk aŝqa ‘lejos’ amē ami sh axmuŝ ‘suegra’ Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 73 (----) šet- ŝet-ş ‘vivir’ (----) jupa ŝup ‘leña’ 5.1.3.2. Estridentes */h /. Los juegos de cognadas ofrecidos dan pie para la reconstrucción de los dos segmentos. Nótese que la glo- tal, que podía realizarse como velar, sólo se daba en posición inicial absoluta de palabra. De otro lado, tal parece que la postvelar tuvo como fuente, en algún momento, una oclusiva de localización simi- lar. */h/ hinδo hiña hiña ‘caldo’ hilyĕ hilyi hiλi ‘carne’ (haip’urō) haka haqa ‘día siguiente’ *// haŭña a ŭ i xawi ‘diarrea’ olka orkă xorkişa ‘collar’ măéña măcñi maxiñ ‘día’ saŭe s h á ŭi şaxwi ‘orina’ oi ~ o i ū ~ u i ux ‘fuego’ masi ~masi măs h i maşa ‘piedra’ 5.1.4. Nasales. Postulamos tres fonemas nasales */m n ñ/, loca- lizados en los puntos bilabial, alveolar y palatal, respectivamente. Su reconstrucción, exceptuando el de la palatal, no ofrece proble- mas. Así, se tiene: */m/ masi ~ masi măs h i maşa ‘piedra’ mutsī muktsi mukh-či ‘tabaco’ tšusmuyu tsmaya şmoya ‘mosca’ tšuntša tšcmtša tsemş ‘cejas’ sañi sh sami sami ‘piojo’ 74 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 */n/ niŭi-naka niwi-naka ni:-naka ‘ellos’ ūyani ŭīyani we:na ‘noche’ are ~ lare ana ana ‘no’ kui sara kui-sana qhuy şana ‘patio de casa’ sinδĭs tš in i s h i č h inş ‘cama’ */ñ/ uñi oñi oñi ‘sordo’ tuñi ~ tuni thuñi ~ tuni t h uñi ‘sol’ siña shiñi şiñi ‘huevo’ pani palñi p h alñi ‘sudor’ isnē isñi ~ is h ñi isñi ‘uña’ sunē soñi ~ soni ŝoñi ‘hombre’ k’uñi !chuñi k h uñi ‘oreja’ Por lo que respecta a la palatal, en vista de la falta de corresponden- cia total (donde UP es la menos constante), así como de las variaciones registradas por UP y UCH, y amén de la ocurrencia del segmento delante de /i/, uno estaría tentado a no postular */ñ/ para el PU. De hecho, sin descartar la posibilidad de que la vocal palatal haya inducido en otros casos a la palatalización de /n/, creemos que hay una razón sufciente para postular el protofonema respectivo: la distinción sistemática entre los morfemas –ñi ‘agentivo’ y –ni ‘mo- dal de probabilidad’ (cf. Cerrón-Palomino 2006a: caps. V, § 2.23 y VII, § 2.2, respectivamente). Por lo demás, los préstamos del aimara se han encargado de reforzar la ocurrencia en verdad esporádica de la nasal palatal. 5.1.5. Líquidas. Proponemos cuatro consonantes líquidas: tres laterales */l λ / y una vibrante simple */r/. Entre las laterales, la al- veolar es la que menos problemas ofrece, como puede verse a través de las correspondencias ofrecidas. La velar, a su turno, si bien de bajo rendimiento funcional (su ocurrencia parece haber sido únicamente Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 75 en posición inicial absoluta), tampoco ofrece mayores problemas de reconstrucción, y, más bien, parece haber sido un fonema bastante peculiar de la lengua. La palatal, por el contrario, dada la escasez de cognadas que registra (apenas encontramos, gracias a Uhle, la ecuación UD <(p’)illacha> = UCH iλ-ş ‘recolectar’), no parece un buen candidato para fgurar dentro del sistema fonológico del PU. Sin embargo, como no creemos que haya existido una regla de pa- latalización de /l/ en contexto de /i/, preferimos postular */λ/, de bajísima ocurrencia, señalando que su faca frecuencia se vio incre- mentada luego debido a los préstamos provenientes del aimara. Fi- nalmente, en cuanto a la vibrante, sobra decir que su reconstrucción está respaldada por la serie de cognadas ofrecidas, aunque debemos notar que su ausencia en comienzo de palabra puede estar acusando infuencia aimara. Los ejemplos ofrecidos a continuación ilustran las postulaciones formuladas en el presente apartado: */l/ lŭ lŭ lul- ş ‘comer’ losē lus i ~ lu u š luyş ‘cántaro’ lītšina liktin lik-či ‘borracho’ ula oala xwala ‘llama’ khula kula kula ‘quinua’ pañi palñi p h alni ‘sudor’ *// ul i o  l u ŭ a ~ua uwa ‘totora’ ŭasē ŭaks / juáks aks ‘axila’ (sãkre) lok ī ~ loke oki ‘sangre’ (-----) jata ata ‘hembra’ (-----) lādjudja ač-ş ‘afojar’ */r/ !para para para ‘árbol; palo’ tširi tšcri ĉ h eri ‘barriga’ tora tura t h ura ‘nido’ 76 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 kursi kursi k h urş ‘cola’ karu karu qaru ‘cuerda de paja’ kurta tškurtak kurta ‘estera’ 5.1.6. Semiconsonantes. Se reconstruyen las semiconsonantes */w y/, cuya postulación no ofrece ningún problema. Su posición favorita era la de inicial de sílaba. */w/ hŭata hŭata wat h a ‘pueblo’ hŭitši hŭiti wixt ‘fogón’ tšaŭa tša ŭ ă tsawa ‘granizo’ haŭña a ŭ i xawi ‘diarrea’ (kapō) kāŭans qawan-ş ‘hilar’ */y/ yuki yuk i yuki ‘rostro’ yicō yckū yaku ‘sal’ p!aya paya p h aya ‘césped’ oya ūia wiya ‘sueño’ kuya kuya q h uya ‘casa’ 5.2. Vocalismo. En el cuadro II ofrecemos el inventario de las vocales postuladas para el PU: *i *u *e *o *a Como puede apreciarse, postulamos un sistema pentavocálico, integrado por dos vocales altas */i u/, dos medias */e o/, y una baja */a/. Nótese que las variedades modernas de la lengua registran vo- cales largas que se corresponden con las breves postuladas. Sin em- bargo, creemos que no hay base para trasladar la distinción cuan- titativa al sistema fonológico del PU, pues tal registro se explica Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 77 mejor como un desarrollo compensatorio ulterior, según se verá en su lugar. Obsérvese también que la lengua no permitía secuencia de vocales. Seguidamente se ofrecerá el material que justifca la pro- puesta mencionada. 5.2.1. Vocales altas */i u/. Aparecían libremente en todas las po- siciones, como lo prueban los siguientes juegos de cognadas. */i/ isi irs h i irş ‘capa’ isnē isñi isñi ‘uña’ iskē is h ki işqi ‘diente’ sip’i shipi ~ s h ipi şipş ‘barba’ tširi tšcri ĉ h eri ‘barriga’ pis i pi sh i piş ‘seno’ hipsi hæpsi hepsi ‘carga’ */u/ oi ~ o i u ~ ui ux ‘fuego’ kuya kuya q h uya ‘casa’ yuki yuki yuki ‘rostro’ khula kula kula ‘quinua’ tšutšu tš’utu ĉ’utu ‘espuma’ tuni ~ toni thuñi ~ tuni t h uñi ‘sol’ kurta tškurtak kurta ‘estera’ sio δico tseku ‘arriba’ 5.2.2. Vocales medias */e o/. Nótese que las vocales medias cons- tituyen fonemas de por sí, y no meras variantes de */i u/, respectiva- mente. Tampoco deben asumirse como meras reinterpretaciones de sus respectivas altas, que suelen abrirse en contacto con las postve- lares, aunque en menor medida que en el quechua y el aimara, pues, por un lado, ellas bajan necesariamente ante tales consonantes, y, por el otro, pueden aparecer libremente en otros contextos, excepto en fnal absoluto. Los juegos de cognadas que ofrecemos justifcan la reconstrucción propuesta. 78 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 */e/ ipi epi ep ‘padre’ (---) eka- ek-ş ‘dejar’ (---) ew(i) ewu ‘nuevo’ hipsi hæpsi hepsi ‘carga’ p!csta phcta p h eta ‘hueco; pozo’ (k’araip’urō) tšcškŭ şeşk h u ‘ayer’ ĭškcti tšæti ŝqeti ‘humo’ */o/ uñi oñi oñi ‘sordo’ (hak’ē) asă oşa ‘nariz’ (----) owi owa ‘rodilla’ thotha tota tota ‘espalda’ tšoki tšoki ĉoki ‘espina’ kotšŭ qhatsa q h oča ‘pie’ sunē soñi ~ soni ŝoñi ‘hombre’ (tš’isña) tsok i ni tsok ‘negro’ 5.2.3. Baja */a/. La menos marcada que el resto de las vocales, su reconstrucción no ofrece problemas, y su distribución es libre, como se puede apreciar a través de su ocurrencia en el juego de cog- nadas que ofrecemos. */a/ ata ata ata ‘boca’ lara ~ ara ana ana ‘no’ p!ara para para ‘ábol; palo’ tora tura t h ura ‘nido’ askis ask aŝqa ‘lejos’ pani palñi p h alñi ‘sudor’ sīya shī ~ sī siy(a) ‘calor del sol’ pŭitra pata p h ota ‘polvo’ Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 79 6. Aspectos evolutivos. En esta sección intentaremos esbozar algunas de las innovaciones más saltantes que afectaron al sistema fonológico postulado para el PU. Tales fenómenos darán cuenta, en parte al menos, del estado de las variedades modernas de la len- gua, tal como éstas han sido registradas. Siguiendo el esquema esta- blecido, nos ocuparemos primeramente del consonantismo y luego del vocalismo. 6.1. Consonantismo. Los fenómenos discutidos en esta sección tratan sobre: (a) las oclusivas laringalizadas, (b) las africadas, (c) el surgimiento de consonantes labializadas, (d) las espirantes, (e) evo- lución de las líquidas, (f) surgimiento de grupos consonánticos, y (g) simplifcación de grupos consonánticos. 6.1.1. Oclusivas laringalizadas. En cuanto a las oclusivas aspira- das, no creemos que es aventurado sostener que ellas han probado ser bastante estables en la lengua. En tal sentido, la aparente ausencia de correspondencia que muestran los materiales de UP y UD en su registro puede achacarse a la inseguridad de su transcripción antes que a cualquier insinuación de cambio por simplifcación. Particu- larmente ilustrativo en este aspecto es el material de Lehmann, con ser uno de los más cuidadosos. En efecto, este investigador no sólo distingue, si bien confusamente, aspiradas y glotalizadas, sino que cree percibir, sobre todo en UP, algo más que una laringalización, y para representarlo se vale incluso del diacrítico <!>, que coloca unas veces delante de la consonante y otras después. Tal ocurre en los siguientes casos: !para para para ‘árbol; palo’ p!aya paya p h aya ‘césped’ p!csta phcta p h eta ‘hueco’ t!apa tapa tapa ‘ají’ t!una tuna tuna-ri ‘pampa’ k’uñi !chuni k h uñi ‘oreja’ 80 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 No creemos que el diacrítico <!> esté buscando representar la glotalización del segmento contiguo, pues Lehmann emplea <’> para marcarla; tampoco parece indicar aspiración, puesto que (como se ve en los ejemplos de UD) para ello se echa mano de <h>. En vista de ello, opinamos que todo no pasa de ser producto de una falsa per- cepción visualizada en virtud de una notación hiperdiferenciadora. De otro lado, no sólo las consonantes aspiradas se vieron refor- zadas en la lengua debido a los préstamos aimaras, sino que, en cier- tos casos, algunos miembros de la serie se han visto incrementados gracias a desarrollos internos ocurridos en ella. Concretamente, este fenómeno se dio en el chipaya, aunque ya se encuentran indicios de que lo propio ocurría también en UD, sobre todo con la /t h /, y en menor medida con la /k h /, a estar por los ejemplos que hemos podido detectar en los materiales respectivos. En efecto, los datos ofrecidos ilustran lo anunciado: <s-tuhuni> t h uñi ‘sol’ < t katan-> t h atan-ş ‘perder’ < t keušnai> t h ew-ş ‘esperar’ < t kun wawa> t h un(a) ‘esposa’ <ucuhala> ok h ala ‘hijo’ <tacsuai-> t h aş-ş ‘reír’ <tăjja> t h ax-i ‘sueño’ Por lo que respecta a las glotalizadas, a diferencia de las aspi- radas, parecen haber sido menos estables, y es muy probable que hayan tendido a simplifcarse, confundiéndoselas luego con sus res- pectivas simples. De allí la escasez de su ocurrencia en las variedades modernas. Sin embargo, el contacto con el aimara habría detenido el proceso de simplifcación, reforzando la presencia de glotalizadas en la lengua a través de una cantidad nada desdeñable de préstamos que conllevan el mencionado rasgo. Es más, ocurre que por lo me- nos la */t’/ desembocó en /t h/ /, a través de una serie de cambios que afectaron al protoprefjo *{t’v-}, como ya se adelantó en § 5.1.1.3 (para la identifcación de la vocal, ver § 6.1.6). En efecto, los ejem- plos chipayas ofrecidos prueban lo señalado: Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 81 t h a:-ş ‘gritar a alguien’ < *t’v-q h awa-ča q h aw-ş ‘gritar’ t h a:n-ş ‘hacer llorar’ < *t’v-q h aya-na-ča q h ay-ş ‘llorar’ t h atan-ş ‘hacer desaparecer’ < *t’v-qata-na-ča t h at-ş ‘enterrar’ t h utun-ş ‘vestir a alguien’ < *t’v-kutu-na-ča kut-ş ‘vestirse’ t h aq-ş ‘hacer vadear’ < *t’v-qaqa-ča qaq-ş ‘vadear’ t h oq-ş ‘rastrear huellas’ < *t’v-oq h a-ča oq h -ş ‘ir’ Como puede verse, el desgaste del prefjo, que en los ejemplos tiene claro valor causativo, y su posterior reanálisis como parte de la raíz, es el resultado de por lo menos dos cambios: (a) elisión de la vocal pretónica y desglotalización automática de la consonante (la lengua no tolera glotalización sin soporte vocálico), y (b) adscrip- ción de la consonante inicial de la raíz al segmento del prefjo, tras su desgaste por espirantización y ulterior aspiración. 6.1.2. Africadas. Como se mencionó en § 3.4, la notación de las africadas en los materiales de UP y UD es bastante caótica, lo que no impide que descubramos en ella diversos recursos por distin- guirlas. Tal como se dijo a propósito de las oclusivas aspiradas, no toda vacilación en su registro puede interpretarse como indicio de cambio en una u otra dirección. Sin embargo, en el presente caso, no es aventurado sostener que la innovación */ĉ/ > /č/ en UP y UD estaba en curso. De allí que Uhle, Lehmann y Métraux, aunque no puedan evitar confundir la retrofeja con su respectiva no retrofe- ja, se esmeran por procurarle una notación especial (empleando las grafías <dj>, <dr> y <j>, respectivamente). Además, el hecho de que todos destaquen la pronunciación especial del sufjo declara- tivo*{-ĉa-y(a)}, podría estar indicándonos que la africada tenía en dicho sufjo su último bastión. Por lo demás, no debe descartarse que el proceso de derretrofexión se haya intensifcado, en UP y UD, con la aimarización creciente de sus hablantes. Otro cambio que se insinúa en los materiales examinados es la desafricación, como una tendencia general, la misma que parece haber afectado a todas las variedades, incluyendo a la chipaya. Los ejemplos que ofrecemos (ver también § 6.1.7), teniendo al chipaya como elemento de control, ilustran el fenómeno: 82 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 <ţaxwi> şaxwi ‘orina’ <ţiñi> şiñi ‘huevo’ <ţiku ~ sik> tseku ‘cielo’ <piči > piş ‘seno’ <čkura ~ skura> ŝkur(a) ‘trenza’ <latsi ~ natsi> las ‘lengua’ <patši> p h axs ‘hígado’ <suxri> ĉ h oxri ‘pulmón’ En cuanto a las africadas laringalizadas no retrofejas, particular- mente las glotalizadas, parecen haberse mantenido de manera más estable que sus correspondientes oclusivas. La razón de ello habría que buscarla en la naturaleza laríngea del componente fricativo de las africadas, ausente en la articulación de las oclusivas. De esta ma- nera, ellas estaban en mejor capacidad que las oclusivas para “pro- teger” su glotalización. 6.1.3. Surgimiento de labializadas. Como se recordará, nuestra reconstrucción del PU no contempla consonantes labializadas. Sin embargo, uno de los aspectos más notorios de las variedades mo- dernas de la lengua, es precisamente el registro de tales segmentos, concretamente los de /k w q w h w  w /, y esporádicamente /t w /. Con todo, el material examinado permite sostener que tales consonantes serían el resultado de un desarrollo ulterior de la lengua, en la que una secuencia del tipo *Cuwv devino en C w v, tras la elisión de la vocal pretónica (ver §§ 6.1.1, 6.1.6). De hecho, algunos cognados lo sugieren así, como puede verse en: kŏasi qh ŏ asi qhwaş ~ qhaş ‘agua’ tšaŭa tš a kŭa čak w a ‘grande’ (oa)  ŏ ala x w ala ‘llama’ En tal sentido, no solamente tales consonantes tienen un bajo rendimiento funcional, aparte de su ocurrencia como mera realiza- ción fonética en contextos predecibles (cf. Cerrón-Palomino 2006a: Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 83 II, § 1.1.3), sino que su deslabialización era un fenómeno en marcha en todas las variedades registradas, como se puede ver en los ejem- plos del chipaya recogidos por Uhle (1894), contrastados con sus versiones modernas: <ġuási> q w aşi ~ q w aş ‘cuello’ <kǔéls> kelş ‘bolsa’ <tjǔáni> t h anñi ‘ladrón’ <tjǔániča> t h añ-ş ‘robar’ <juala> x w ala ‘llama’ <skǔari> şq w ari ‘v. de planta’ 6.1.4. Espirantes. Como se dijo, no obstante la inseguridad que presentan los materiales de UP y UD en relación con el registro de las sibilantes, es posible advertir en ellos los esfuerzos realizados con el objeto de distinguirlos. Nuestra reconstrucción se basa precisamente en dicha evidencia, pero sobre todo en el testimonio moderno ofreci- do por UCH, que conserva los refejos de los tres fonemas postulados. Es posible que su notación vacilante por parte de los estudiosos esté indicando cierta tendencia hacia la fusión de las mismas a favor de la menos marcada, es decir /s/, aunque, como en el caso de las africadas, no siempre es fácil determinar el nivel de su propagación. No sería infundado sostener, sin embargo, que la fusión se habría acentuado a medida que se consolidaba la aimarización de los hablantes cada vez más reducidos de la lengua, como seguramente ocurrió también con las africadas. De otro lado, como se vio, los procesos de desafricación en curso también desembocaban en sibilantes que se sumaban a las existentes. De hecho, si no fuera por la evidencia comparativa, pala- bras chipayas como las ‘lengua’ y p h axs ‘hígado’ difícilmente se habría sospechado que pudieran provenir de *latsi y *paxtsi, respectivamen- te. En este caso, como ocurre en el chipaya moderno, la desafricación se produce luego del fenómeno de apócope (ver § 6.2.1). En relación con las estridentes, concretamente en el caso de la aspirada glotal, dijimos que ella estaba restringida a la posición ini- cial absoluta. Sin embargo, a estar por los datos proporcionados por 84 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 Vellard para UD, variedad de iruhito, parece que incluso en dicha posición no se mantuvo intacta, habiendo sido proclive a su evapo- ración. En efecto, no otra cosa señalan ejemplos como los ofrecidos a continuación: <huč> ots-ş ‘cansar(se)’ <hax> axun-ş ‘lavar’ <huyi> uwi ‘helada’ <hos ~hoša> oşa ‘nariz’ <howi> owa ‘rodilla’ <hana> ana ‘no’ <hira> ira ‘prenda masculina’ Por lo demás, no creemos que el fenómeno haya sido producto de una falsa percepción, ya que Polo registra, por ejemplo, <juñi> para oñi ‘sordo’, donde el recurso a <j> descarta cualquier insinua- ción a favor de una “hache muda”. Es posible entonces que tales nombres hayan portado una aspiración inicial. En todo caso, a par- tir del registro actual del fonema en el chipaya es difícil determinar el contexto en el cual pudo haberse dado semejante fenómeno. 6.1.5. Líquidas. Entre éstas, fuera de la fuctuación esporádica de /l/ ~ /n/, como en UD <nas> y UCH <las> ‘lengua’, interesa destacar la evolución que afectó a la *// y la ausencia de */r/ ini- cial. En cuanto al protofonema *//, que se mantiene más o menos estable en UCH, sufre un proceso de desgaste cuyo resultado se traduce, de manera variable, ya sea en su delateralización (/l/), o en su velarización plena estridente (//) o semiconsonántica (/w/), como se vio en § 5.1.5. Teniendo en cuenta esta situación, creemos que es posible postular la protoforma *ikĉi ‘camino’, a partir de UP <litris>, UD <liks h i> y UCH <hikş>. Por lo que respecta a la vibrante, a su turno, aparte de variaciones esporádicas del tipo UP <ara> y UD-UCH <ana> ‘no’, es curioso notar que su restricción de no ocurrencia en posición inicial absoluta recuerda la de su equi- valente aimara. No creemos estar aquí ante un fenómeno de vacío Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 85 distribucional sistemático, por lo que no debe descartarse que es- temos ante un caso de infuencia por contacto (y entonces podría pensarse que tal vez algunas de las palabras que comienzan con /l/ en las variedades del uro registradas habrían portado */r/ inicial). Por lo demás, modernamente, UCH registra /r/ inicial, realizada como [ř], sólo en préstamos del castellano. 6.1.6. Surgimiento de grupos consonánticos. Tal como se ade- lantó en § 5.1.1.3, los materiales chipayas registran formas nominales y verbales que empiezan por grupos consonánticos. Los ejemplos vistos en dicha oportunidad presentaban grupos del tipo pC y tC, cuya primera consonante, identifcada como *p’ y t’, respectiva- mente, formaba parte constitutiva, a su vez, de los respectivos pre- fjos *{p’v-} y *{t’v-}, cuya vocal era obligatoria, de acuerdo con la fonotáctica de la lengua. Pues bien los datos de UP y UD no sólo muestran grupos iniciales como los señalados sino también de čC y de tsC, como lo atestiguan los siguientes ejemplos contrastados con los de UCH: (a) verbos <chquknu-čay> şkut-ş ‘atar’ <chpitki-čay> sp h it-ş ‘lavar; exprimir ropa’ <čkūrača> ŝkur-ş ‘trenzar’ <čkūača> ŝkuw-ş ‘tejer’ <čqarkičay> ŝqal-ş ‘acercarse’ (b) nombres <čqala> şqala ‘sementera’ <čkīsi> ŝqişi ‘pellejo’ <čkīti> ŝqiti ‘vestido’ <čqoni> şqoñi ‘boleadora’ <chkoka> ŝkoka ‘bicho’ <tsmoya> smoya ‘mosca’ <ch’po> spow(a) ‘tendón’ 86 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 Por lo demás, UCH registra una proporción no desdeñable de palabras que empiezan por C 1 C 2 alternando con C 2, como puede observarse en los siguientes ejemplos: şqulta qulta ‘pequeño’ şquluku quluku ‘poco’ sqo:s(a) qo:či ‘delgado’ ŝkera kera ‘brisa; viento’ ŝkora kora ‘portillo’ Tales formas, obviamente, manifestan distintos grados de re- interpretación. En muchos casos la palabra base es claramente de origen aimara, o eventualmente quechua, lo que prueba que el proce- dimiento de prefjación era muy productivo. Tales son los casos de: şqayta qayti ‘v. de gaviota’ şmathi mathi ‘rótula’ sqira qiri ‘sarna’ şqata qata ‘plano’ ŝqati qati ‘cerca’ ŝquri quri ‘oro’ ŝq h aqa qhaqa ‘semiabierto’ Sin embargo, no siempre la formación de tales grupos supuso un prefjo como primer elemento de la palabra, pues hay indicios su- fcientes de que éste podía ser también el modifcador de una frase nominal. Tal se puede apreciar en los siguientes ejemplos, donde la etimología ofrecida (de origen mixto o aimara, en los tres últimos casos) es tentativa: *ts h iy hiyşi <tš’isi> ‘(un) mes’ (hi:ş ‘luna’) *ts h iy wata <tsi hŭata> ‘un año’ (wata ‘año’) *č’iqa q h ara şq h ara ‘izquierda’ (q h ara ‘mano’) *hisk’ač’aλwa şkiča ‘rana’ *siwi qara ŝqara ‘coraquenque’ Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 87 A la luz de los ejemplos vistos hasta aquí, no hay duda de que el primer segmento de C 1 C 2 , cuyo refejo moderno es una sibilante, no sólo fue parte de un prefjo sino también un lexema modifcador. En cualquier caso, todo el componente es reducido a la mínima ex- presión de su consonante inicial. Este segmento, como se ha podido apreciar, mantenía aún su carácter oclusivo en UP y UD (en el caso de los prefjos) o africado (en los demás casos, con excepción del último ejemplo), aunque los mismos datos ilustran que incluso en tales va- riedades se estaba dando el proceso de espirantización involucrado. Dicho proceso, completamente consumado en el chipaya moderno, aún estaba en curso cuando Uhle (1894) lo registra por primera vez. No hay duda de que la situación del chipaya de entonces era pareci- da a la que se daba en el resto de las variedades al momento en que éstas fueron registradas. Notemos, sin embargo, que no ocurría otro tanto con los prefjos identifcados parcialmente, pues los ejemplos que recoge Uhle corresponden sólo a la variedad de iruhito, lo que signifca que éstos habrían sido los primeros en espirantizarse o fu- sionarse con las raíces que empezaban por vocal. Como quiera que fuese, resulta claro que la espirantización tenía que darse previa eli- sión vocálica del morfema prefjante o modifcante. Una vez cumpli- dos ambos procesos, el camino estaba listo para la reinterpretación de la base, con pérdida del signifcado de aquél, y con una modifca- ción drástica de la estructura silábica de la lengua, que ahora podía adquirir la forma de ((C)C)V(C), en inicial de palabra. Por lo demás, en el estado de nuestros conocimientos, no es po- sible determinar con exactitud las fases evolutivas involucradas en el proceso de surgimiento de tales grupos. Son muchos los aspectos os- curos que aguardan mejor atención, comenzando por la naturaleza variable del segmento inicial, que se reparte entre las tres sibilantes. Teóricamente debía esperarse que /s ş ŝ/ provinieran, respectivamen- te, de */ts č ĉ/, pero ni las fuentes son seguras ni la documentación es coherente. En cuanto a los prefjos, como se adelantó, todo parece indicar que portaban vocal /u/, a estar por ejemplos, como <¿chulut pumisi?> ‘¿qué te duele?’, registrado por Polo, y de <tu uškata> ‘re- cientemente’, recogido por Métraux; para ambos casos encontramos 88 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 formas no prefjadas como UCH miş-ş ‘doler’ y uşqa ‘recientemen- te’. De manera que podemos postularlos como *{p’u-} y *{t’u-}, res- pectivamente. Es posible, por lo demás, que los prefjos x- y ŝ- mo- dernos del chipaya, actualmente en franco desuso, sean sus refejos respectivos. De hecho Uhle registra <(pt)pēkáča> para UD como forma equivalente de UCH <pēkáča>, moderno pek-ş ‘querer’. 6.1.7. Simplifcación de grupos consonánticos. Los materiales de UCH, comparados con los de UP y UD, parecen registrar casos de simplifcación de grupos consonánticos en posición interna de palabra. De no ser por tal evidencia, y a partir de los datos de UCH, habría sido imposible imaginar la existencia de tales grupos en las palabras que los contenían. Lejos de encontrar una regla subyacente al cambio, interesa aquí señalar la etimología de las palabras involu- cradas. Los casos encontrados son: <tucsi> tuşi ‘corazón’ <toksa> toŝa ‘foráneo’ (= aimara) <ucsa> uşa ‘niño’ <occhos> oč ‘olla’ <masi> maş ‘piedra’ <asa> oşa ‘nariz’ <čo[x]ka> ĉ h oqa ‘grueso’ <p!csta> p h eta ‘hueco’ <k x esxu ~ k x esu> keŝu ‘cerca’ <licsti> liksi ‘pesado’ Como puede observarse, en la mayoría de los ejemplos es la pri- mera consonante la que cae. Por lo demás, no se advierte ningún fenómeno de compensación como efecto de la supresión. Inciden- talmente, el último ejemplo, que muestra un haz consonántico más complejo, constituye una palabra de estructura interna compleja. 6.2. Vocalismo. En general, como habrá podido observarse, las vocales chipayas han mostrado ser bastante estables, aunque no por Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 89 ello hayan mostrado tendencia a la supresión y al ensordecimiento, fenómenos éstos muy característicos de UCH (cf. Cerrón-Palomi- no 2006a: cap. II, § 2.4, cap. III). En esta sección sólo abordare- mos dos aspectos relacionados con el vocalismo del PU, aparte del fenómeno de supresión ya mencionado de pasada en § 6.1.6. Nos referimos al fenómeno de apócope, y al no menos importante del surgimiento de vocales largas. 6.2.1. Apócope. A través de los ejemplos ofrecidos en las sec- ciones precedentes, se habrá advertido la tendencia hacia el trun- camiento de la vocal /i/ ante pausa, fenómeno que parece haber te- nido mayor efecto en UCH. Los ejemplos ofrecidos a continuación recogen algunos de los casos vistos previamente: īsi irs h i irş ‘capa’ pisi pi sh i piş ‘seno’ īsi yīsh hi:ş ‘luna’ tšisi tš’ishi č’iş ‘pez’ īpi apai ep ‘padre’ siĕ tsii tsix ‘hueso’ ŭaē ŭaks akş ‘axila’ oi ~ o i u ~ u i ux ‘fuego’ 6.2.2. Surgimiento de vocales largas. El sistema fonológico del chipaya opone a sus cinco vocales breves, heredadas de la proto- lengua, otras tantas largas, como resultado de su evolución (cf. Ce- rrón-Palomino 2006a: cap. II, § 2.2). Lo propio se puede decir por lo menos de las variedades de UD, no obstante que, como era de esperarse, los materiales disponibles no dejan de ser ambiguos. De allí que, para el presente caso, hayamos preferido echar mano del vocabulario reciente de Muysken (2005), obviamente más confa- ble que el de los investigadores que lo precedieron. Los siguientes ejemplos, que ofrecemos al lado de sus correspondientes de UCH, fueron entresacados básicamente de la fuente mencionada: 90 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 <sii> siy(a) ‘calor solar’ <yiis> hi:ş ‘luna; mes’ <luus-chay> luy-ş ‘levantarse’ <tuu-chay ~ tuysk> tuy-ş ‘vender’ <tuulsakay> t’uy-ş ‘torcer hilo’ <thuu> t h u: ‘nombre’ <laatni> laa-či ‘vacío’ <wiyana> we:na ‘noche’ <too> t h owa ‘joven’ <chxoos ~ sxuus> qo:či ‘delgado’ Como se puede apreciar, el alargamiento vocálico surge como una compensación por la elisión de una semiconsonante, sea ésta palatal o bilabial. En unos casos, como en el de t h a: ‘dar’ o la: ‘va- cío’, a falta de evidencia, sea ésta sincrónica o dialectal, no es posible determinar la naturaleza de la semiconsonante. De todos modos, el origen compensatorio de la cantidad vocálica no admite dudas. Por lo demás, la lengua ha incorporado también préstamos del aimara con vocal larga: tal los casos de q’a: ‘objeto de valor (= plata)’ y qa: na ‘red’, que provienen históricamente de *q’aya y *qayana, res- pectivamente. Observemos de paso que en el aimara sureño y en el quechua central las vocales largas provienen también de una fuente similar. 7. Distancia dialectal. Tras el cotejo fonológico y léxico reali- zado en las secciones precedentes, conviene preguntarse sobre la distancia estructural que guardan entre sí las variedades de uro contempladas. Dejando de lado la comparación gramatical, que será abordada en otra oportunidad, interesa averiguar el grado de semejanza o diferencia que existía entre ellas. La pregunta que trata- remos de responder es si estamos ante tres dialectos de una lengua o frente a tres lenguas de una misma familia lingüística. La respuesta, naturalmente, tendrá que ser tentativa, por dos razones de fuerza mayor. La primera porque, con excepción de UCH, que sigue vi- gente, UP es una entidad muerta, y UD no ha tenido mejor suerte. Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 91 La segunda, porque, como sabemos, los materiales de UP se limitan a la lista de Lehmann, y, de otro lado, los de UD, si bien más ricos y variados, requieren de una restitución que sólo puede hacerse a base de su contraste con los de UCH. Ahora bien, comenzando con las opiniones vertidas al respecto por los estudiosos previos de la lengua, debemos señalar que quienes tuvieron la ocasión de trabajar directamente con por lo menos dos de las tres variedades comparadas, concretamente UD y UCH, no sólo tuvieron la certeza de estar frente a una misma lengua sino que, ade- más de ello, y al margen de sus diferencias fonéticas y léxicas obvias, dejaron constancia de que había entre ellas una relación muy cercana. Así se pronuncian, en efecto, Uhle (1922: 9), Lehmann (1937), Mé- traux (1935a: 90) y Vellard (1949: 188, 1954: cap. XIII, 226). Quien, sin embargo, opina de manera diferente, a pesar de haber trabajado con hablantes de ambas entidades, es Posnansky (1924: 91), al sos- tener, impresionistamente, que el chipaya constituia una “verdadera isla lingüística”, y que, en todo caso, su semejanza con el uro del Desaguadero no pasaría del registro común de “unas pocas palabras” parecidas. La verdad de los hechos es que dicho investigador no efec- tuó ningún trabajo verdaderamente lingüístico con los uros, fuera de sus pesquisas de carácter etnográfco (cf. Posnansky 1932). Dentro de la etapa que llamamos propiamente lingüística, Olson tuvo la oportunidad no sólo de comparar in situ ambas entidades sino que incluso pudo fomentar un encuentro entre hablantes de iru- hito y chipaya (en la década del sesenta) en el territorio de los pri- meros, según testimonia Barrientos Ignacio (1990: 20-22). El cotejo fonológico y léxico realizado por el lingüista norteamericano entre las variedades mencionadas lo hizo en función de su hipótesis de las relaciones genéticas distantes entre el uro y el maya (ver sección si- guiente). Como resultado de ello ofrece un vocabulario de 87 voces cognadas entre UD y UCH. Debemos asumir que para dicho estu- dioso, que además habría verifcado una relativa inteligibilidad entre los chipayas y los pocos iruhitos que aún quedaban, las entidades comparadas guardaban una distancia estrecha que no pasaba del nivel dialectal. Lamentablemente, Olson no es nada explícito al respecto. 92 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 Una opinión radicalmente distinta a las formuladas hasta en- tonces la da el lingüista peruano Alfredo Torero (1992). En efecto, luego de realizar un cotejo léxico, esta vez entre las tres variedades —UP, UD y UCH—, dicho investigador concluye rotundamente que estaríamos ante lenguas de una misma familia y no sólo fren- te a meros dialectos de una lengua. A dicha conclusión lo lleva la aplicación ortodoxa del método glotocronológico tras el llenado, necesariamente incompleto, de la lista de 100 ítemes de Swadesh con el material existente para las tres variedades. Según los cálculos efectuados, la mayor divergencia en el tiempo la darían UP y UCH, que sólo compartirían el 52% del vocabulario básico, lo que arro- jaría (para 1992) unos 21.7 siglos de separación; les seguiría UD y UP, que compartirían un 56% del léxico básico, lo que implicaría una separación de 19.2 siglos; y, fnalmente, la comparación entre UD y UCH, con un 67% del léxico común, arrojaría una divergen- cia de 13.3 siglos. A la luz de tales índices de separación, concluye el autor, ni siquiera podía esperarse una inteligibilidad entre UD y UCH, que serían, juntamente con UP, lenguas diferentes de una misma familia. Pone en duda, por consiguiente, el intento que hi- ciera Wachtel (en la década del 80) por propiciar un diálogo entre iruhitos y chipayas, repitiendo el ensayo que hiciera Olson la déca- da anterior (cf. Wachtel, op. cit., I, cap. VI, 269). Para Torero los en- trevistados habrían hecho uso del aimara como lengua de contacto y no precisamente de sus hablas respectivas. Pues bien, ¿qué podemos decir al respecto? Para comenzar, y al margen del carácter discutible del método glotocronológico, creemos que los cotejos léxicos del lingüista peruano deben tomarse con extre- mada cautela. En efecto, los resultados de la comparación que he- mos realizado, no obstante emplear los mismos materiales, diferen notoriamente de los proporcionados por Torero. Así, obtenemos un 46% de léxico compartido entre UP y UCH, un 51% entre UP y UD, y un 87% entre UD y UCH. Según ello, no sólo habría me- nor comunidad léxica entre UP y UCH sino también entre UP y UD; pero, de manera más drástica, la similaridad léxica entre UD y UCH sería mucha mayor (87% contra 67%), y, por consiguiente, la Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 93 distancia temporal entre ellas sería de 4 siglos aproximadamente (y no de 7), lo que resulta más natural, por lo menos geográfcamente. Esto último aseguraría, siguiendo la lógica del cálculo glotocronoló- gico, una inteligibilidad mutua relativa, dado que se estaría ante dos dialectos de una misma lengua. En tal sentido, tanto la impresión de los estudiosos iniciales de estar ante una misma lengua, como la del presente investigador, que encuentra bastante próximos los datos de UD y UCH, parecen respaldarse en una realidad demostrable. De todas maneras, léxicamente UP estaría más cerca de UD que de UCH, lo cual es geográfcamente icónico. Por lo demás, las considerables diferencias entre las cifras ma- nejadas por Torero y el presente investigador tienen su explicación. Ellas tienen que ver con el grado de familiaridad en el manejo del material comparado. De hecho, un conocimiento más preciso de UCH, que a su turno permite un aprovechamiento más efectivo de los materiales de UP y UD, coloca al investigador en una posición más ventajosa a la hora de descartar falsos cognados y, al mismo tiempo, al momento de visualizar los verdaderos. De hecho, en las listas manejadas por Torero encontramos, por un lado, algunos ai- marismos camufados, a la par que también advertimos no pocos cognados pasados por alto. Pero, de modo mucho más crucial, hay que señalar que el material de UP no debe tomarse como algo que estuviera refejando necesariamente el estado de la lengua al momen- to en que fue registrada. Debe tenerse presente, además, que Leh- mann recogió su corpus en el tiempo record de una media noche, y, de otro lado, que su cuestionario léxico omite, por razones que no entendemos, la inclusión de verbos, de manera que los pocos que he- mos hallado allí (‘dar’, ‘morir’, ‘venir’, ‘tomar’, etc.), y que burlaron la atención de Torero, se encuentran “escondidos” en las pocas fra- ses y oraciones que incorpora el estudioso germano. Fuera de todo ello, en fn, el estudio de Torero muestra, una vez más, los peligros de distorsión de los hechos debido a la aplicación mecánica de un método que ha probado ser altamente cuestionable. Mucho más dis- cutible aún es querer asociar, a partir de sus cálculos glotocronoló- gicos, el desarrollo de la cultura Huancarani (cf. McAndrews 2005) 94 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 con los hablantes originarios del uro (uruquilla, en su terminología), lengua que luego habrían adquirido los habitantes lacustres (ver al respecto, la conclusión a la que llega, luego del examen del trabajo en cuestión, Zariquiey 2005). 8. Relaciones distantes. En esta sección nos ocuparemos bre- vemente de los intentos de relacionar al uro, genética o arealmente, con otras lenguas o familias de lenguas. Como veremos, la lengua ha sido relacionada directamente no sólo con el puquina y el yun- ga sino también, en distintos niveles y relaciones de parentesco o de contacto, con otros grupos idiomáticos sudamericanos e incluso mesoamericanos. Veamos, a grandes rasgos, tales propuestas. Para comenzar, como se adelantó, la designación confusa del uro como puquina ha sido la responsable de que ambas entidades fueran subsumidas dentro de una misma unidad idiomática. Si bien tal fue la percepción de los estudiosos hasta fnales del siglo XIX (Brinton 1891, de la Grasserie 1894), a falta de información propiamente lin- güística del uro, sorprende que en pleno siglo XX se haya persistido en esa creencia (Créqui-Montfort y Rivet, art. cit), no obstante que para entonces ya se contaba con materiales de la lengua, si bien en forma fragmentaria (Uhle 1894, Polo 1901). Con todo, fueron Cré- qui-Montfort y Rivet quienes intentaron probar que el puquina y el uro eran una misma lengua, sin prestar oídos a la opinión tajante de Uhle, que se había manifestado en contra de dicha identidad, ni tomar en serio la demostración que Polo hiciera en tal sentido, comparando el puquina de Oré (1607) con el del uro recogido por él mismo, como sí lo había hecho Chamberlain (1910). Pese a todo, la idea del pretendido parentesco logró imponerse en los medios académicos, entre otras razones, debido al prestigio de sus patroci- nadores. De hecho, sin ir muy lejos, Métraux y Vellard se contaban entre sus seguidores más entusiastas. Pues bien, no nos detendremos aquí en el examen de los esfuerzos infructuosos, por no decir forza- dos, que hacen los autores mencionados por demostrar aquello que a todas luces resulta indemostrable. Baste con señalar que quienes se han encargado de descartar la pretendida afnidad, afanzando Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 95 la tesis de Polo, fueron Torero (1972, 1987, 1992) e Ibarra Grasso (1982: cap. IV), entre otros. Por lo demás, lo que no puede negarse es el contacto milenario que tuvieron ambas lenguas, aunque por la escasez de material puquina no puede saberse el grado de infuencia que habría tenido este idioma sobre el uro. Como un detalle, ofre- cemos aquí los posibles préstamos (no cognados) que el uro, repre- sentado por el chipaya, habría tomado del puquina: Uro Puquina hi:ş <hisi> ‘luna; mes’ pişk ‘dos’ <pesc> ‘uno’ č h e:p <cappa ~ capa> ‘tres’ qax-ş ‘endeudarse’ <caha> ‘deuda’ t h owa <too> ‘joven’ yuk(i) <yuque> ‘rostro’ şiş-ş <sisca-> ‘saber’ t h ax-ş ‘dormir’ <taha-> ‘soñar’ En cuanto a fliaciones más distantes, Créqui-Montfort y Rivet, recogiendo la sugerencia de Raoul de la Grasserie, en el sentido de que el puquina estaría relacionado con una lengua arahuaca, luego de forzar la identidad entre esta lengua y el uro, intentaron demos- trar su afnidad con el grupo idiomático referido. Sin el ánimo de entrar en la discusión, igualmente innecesaria, de tal hipótesis, aquí nos limitaremos a señalar que, en todo caso, si bien el puquina po- dría estar relacionado remotamente con la familia mencionada, no puede decirse lo mismo del uro, como siguió haciéndolo Greenberg (1987: cap. 3, 84). Lo que debe quedar claro es que si se ha agrupado la lengua con el tronco arahuaco es porque simplemente se la sub- sumió arbitrariamente con el puquina. Quien sin embargo lanzó una hipótesis con relaciones de carácter intercontinental fue nada menos que Olson (1964, 1965), al propo- ner la afnidad entre su uru-chipaya y las lenguas mayas. En efecto, en los trabajos citados, el investigador norteamericano, tras presen- tar un juego de 121 cognados registrados por ambas entidades, cree 96 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 haber probado, concretamente, que “un grupo de lenguas sudame- ricanas, el uru-chipaya, está específca y demostrablemente relacio- nado con una familia mesoamericana reconocida”. Pronto la hipó- tesis de Olson fue tomada como un hecho probado por quienes han tenido particular predilección por las relaciones genéticas a gran distancia, entre ellos Hamp (1967, 1971) y Stark (1972). Esta última llega incluso a postular una conexión maya-yunga-chipaya, siguien- do, para esta última relación, una sugerencia hecha por Uhle (1896). Sin embargo, tras un examen riguroso, la hipótesis de Olson resultó carente de base sólida, como lo demostró taxativamente Campbell (1973). En efecto, este lingüista, luego del escrutinio minucioso de las 121 correspondencias léxicas en que basa su propuesta, concluye que, en todo caso, sólo unas 14 podrían califcar como indicadoras de una remota relación. En lo fundamental, y por lo que respecta al material maya, Campbell encuentra que los cognados de Olson han sido arbitrariamente establecidos, con gran desconocimiento de la historia y dialectología de la familia respectiva. Otro tanto podríamos decir del lado del uru-chipaya, pues las formas léxicas postuladas como cognadas, aparte de contener aimarismos pasados por alto (presentes incluso en la lista depurada de Campbell), están sesgadas por la interpretación peculiar de la fonología del chipaya del investigador. De hecho, lejos de intentar postular un proto-uru- chipaya para cotejarlo con su proto-maya, se contenta con tomar el chipaya como base de comparación, sin advertir que esta lengua tiene desarrollos propios, como los mencionados en las secciones precedentes, que de ningún modo deben ser atribuidos a la forma ancestral de la cual desciende. Finalmente, Fabre (1995) encuentra similaridades léxicas inte- resantes entre el uru-chipaya y el grupo pano-tacana, que atribuye, cautamente, a fenómenos de contacto antes que a relaciones genéti- cas. El corpus uro empleado en dicha comparación fue previamente compilado y ordenado por el autor sobre la base de una parte de los materiales disponibles hasta entonces (cf. Fabre 1991). Pues bien, creemos que en este punto radica precisamente el carácter cuestio- nable de las formas uru-chipayas (“etimológicas”), seleccionadas Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 97 para el cotejo léxico, pues aparte de contener errores de interpre- tación formal y semántica, adolecen de los mismos problemas que fueron señalados previamente. Como resultado de ello sus “cogna- dos”, aparte de que no serían tales en verdad, resultan bastante for- zados. Sobra decir que las correlaciones léxicas hechas al margen de la historia de las lenguas o familia de lenguas comparadas resultan arbitrarias desde el momento en que las formas cotejadas, lejos de ser representativas de la familia en su conjunto, proceden de una de sus variedades particulares con desarrollos propios y relativamente recientes. Por lo demás, lo dicho respecto del corpus léxico uru-chi- paya del trabajo comentado no invalida la hipótesis ensayada por Fabre, ya que, fuera de las observaciones formuladas, sigue siendo bastante plausible, por lo que no debiera perdérsela de vista. 9. Infuencia aimara. A lo largo de su historia, la lengua ha sufri- do infuencias de por lo menos tres idiomas muy importantes del área andina: el puquina, el quechua y el aimara. En la medida en que sólo contamos con registros de variedades expuestas al último de los idio- mas mencionados, ignoramos el grado de penetración que habrían tenido en ella los dos primeros. Sin embargo, a la luz de la informa- ción que disponemos para las variedades estudiadas, no es aventura- do sostener que otro tanto habría ocurrido con las que fnalmente cedieron ante el puquina y el quechua. Por lo que toca a la infuencia aimara, de otro lado, no debemos perder de vista el hecho de que los fenómenos de contacto observables en los materiales de UP y UD no pueden ser interpretados de igual manera que los que se dan en UCH. Los primeros, sobra decirlo, corresponden a una situación de sustitución idiomática inminente, manifesta en la desintegración de la gramática de la lengua, mientras que en el caso chipaya estamos ante una circunstancia distinta, caracterizada por su plena vigencia como entidad autónoma respecto del aimara. Hechas las salvedades del caso, en lo que sigue llamaremos la atención sobre el impacto de esta lengua en los niveles fonológico, gramatical y léxico del uro. Pues bien, fonológicamente, a diferencia de lo que ocurre en UCH, las africadas y las sibilantes de UP y UD estaban atravesando 98 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 por un proceso de simplifcación en favor de los segmentos menos marcados /č/ y /s/, de manera de hacerse compatibles con los del vecino aimara. En esta misma dirección, aunque en un nivel pura- mente fonético, la consonante postvelar adquiría una articulación más uvular. Pero al mismo tiempo, esta vez en todas las variedades, reforzaba no solamente sus laringalizadas, en especial sus oclusivas glotales, que habían sufrido un proceso de simplifcación, sino tam- bién sus palatales /ñ/ y /λ/, que ahora adquirían mayor presencia en virtud de la incorporación masiva de préstamos que conllevaban tales segmentos. Es posible también que la repugnancia de la lengua por la /r/ inicial pueda atribuirse a una infuencia externa similar. Finalmente, el rechazo a toda secuencia de vocales, provocado ya sea por elisión semiconsonántica o por razones de yuxtaposición morfológica, también pudo encontrar en la fonotaxis aimara un factor coadyuvante. En el nivel morfológico, que ha sido tratado sólo tangencialmen- te en el presente estudio, hay que señalar un hecho particularmente importante: la pérdida del carácter prefjante de la lengua. Tal como se vio, aun cuando dicho fenómeno pueda explicarse como resulta- do de una evolución interna, no descartamos la posibilidad de que los procesos de reanálisis en los que se vieron envueltas las formas prefjadas hayan sido acrecentados por el aimara, lengua eminen- temente sufjante. No faltaron ciertamente los préstamos de orden morfológico no sólo derivativos sino también fexivos, tal como asoman de vez en cuando en los materiales de UP y UD, y de ma- nera notoria en UCH. Para señalar un solo caso, baste mencionar aquí el desarrollo de la distinción entre inclusividad y exclusividad, gracias al recurso, para esta última noción, del pluralizador aimara –naka, plenamente incorporado en la lengua. Pero más allá de los préstamos morfológicos concretos, lo que impresiona en la lengua es el calco de esquemas y estrategias morfosintácticas tomados del aimara, como lo han señalado Muysken (2000) para UD y el presen- te investigador para UCH (cf. Cerrón-Palomino, op. cit., cap. XIV). No es exagerado hablar en este contexto de un ahormamiento de la gramática uro dentro del molde tipológico estructural del aimara. Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 99 En cuanto al léxico, fnalmente, el porcentaje de voces de origen quechua y aimara en el uro es considerable. El recuento hecho so- bre un vocabulario chipaya de aproximadamente 2,000 raíces léxicas, arroja cerca de 23% de voces procedentes de las lenguas mencionadas (cf. Cerrón-Palomino, op. cit., cap. XIV, § 2.4). Obviamente, dicho vocabulario se circunscribe básicamente al léxico cultural, girando alrededor de los dominios semánticos relativos a la agricultura, la ganadería, las instituciones sociales y religiosas. En tal sentido, como ya lo habían notado los investigadores del pasado, la cultura material y espiritual presente de los uros en su totalidad es de origen aimara. Tal ha sido el costo de su aimarización, aunque no necesariamente en el plano lingüístico, como lo prueba la lealtad idiomática de los chipayas, aunque el suyo sea un caso único de resistencia lingüística en el mundo andino. Lo paradójico de todo esto es que los iruhitos, no obstante haber perdido ya su lengua, recuerdan en forma intacta su sistema numérico decimal, mientras que los chipayas lo tienen mezclado con el del aimara a partir del número cinco en adelante. Bibliografía álVarez, Bartolomé [1588] 1998 De las costumbres y conversión de los indios del Perú. 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El presente estudio es un primer intento por ofrecer la reconstrucción del sistema fonológico del proto-uro. Con dicho objeto, el trabajo contempla tres secciones: una primera, que trata sobre aspectos externos relativos a la lengua, concretamente su localización geográfica, los problemas de su designación, y el recuento de su registro y documentación escrita; una segunda, que comprende la reconstrucción fonológica de la protolengua, previo examen del material comparativo existente; y, finalmente, una tercera sección, en la que se discutirán algunos aspectos diacrónicos relativos a la evolución y clasificación de las variedades de la lengua, sus posibles afinidades con otros grupos idiomáticos, así como los fenómenos de contacto que la afectaron. 1. Distribución territorial. De acuerdo con las informaciones proporcionadas por la documentación colonial (siglos XVI-XVII), los uros se encontraban dispersos en la zona altiplánica peruanoboliviana, rodeados de gente de habla puquina, aimara y quechua, en un espacio de aproximadamente 800 kilómetros, a lo largo del eje acuático Titicaca-Poopó, abarcando incluso la región salar de Coipasa (cf. Wachtel 1978). La misma documentación señala la existencia de poblaciones denominadas uro en las punas de Lípez así como en la costa del Pacífico, entre Arica y Cobija (cf. Lozano ISSN 0254-9239 48 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 Machuca [1581] 1965). Sin embargo, según se verá en § 2, en este caso, como en otros, el empleo del nombre uro en los registros de la época es ambiguo, pues no siempre designaba a los hablantes de la lengua. Tal es el caso de los llamados “uros” del Pacífico, que probablemente constituían una población ajena al idioma y a la etnia de los uros altiplánicos. 2. Cuestiones glotonímicas. Como es frecuente en la lingüística amerindia, el nombre de la lengua que estudiaremos ha sido objeto de distintas designaciones que han originado una serie de confusiones no sólo en el ámbito académico sino incluso entre sus propios hablantes. En efecto, para referirnos solamente a los consignados por la documentación colonial, cuatro han sido por lo menos los nombres con los que se ha hecho referencia a ella, sin mencionar las variantes ortográficas con que han sido registrados: uro, uroquilla, ochozuma y puquina. Como veremos en seguida, a la par que los tres primeros designan a la misma lengua, el último hace referencia a otra entidad idiomática. Por lo que respecta a uro, como ya se adelantó, el nombre resulta ambiguo, desde el momento en que no siempre aludía a un grupo específico que hablara la lengua o a una etnia determinada, sino que refería también a una condición socioeconómica deprimida dentro del régimen fiscal colonial. En tal sentido, había uros que efectivamente hablaban uro, pero también había quienes hacían uso de otras lenguas, llámense puquina, aimara o quechua, en ese orden, y no necesariamente en calidad de bi o trilingües. No extraña, en este contexto, que la documentación colonial nos hable de uros del Pacífico, según se vio. De hecho, la misma palabra parece ser de origen quechua, pues provendría de*uru ‘gusano, insecto’, y, por metaforización despectiva, ‘insignificante’. La voz haría referencia, en principio, a la condición de paria que caracterizaba a los moradores de los totorales de los lagos conectados por el Desaguadero, a los cuales los incas, primeramente, y los españoles después, trataban de sedentarizar, extrayéndolos de su habitat, para asimilarlos culturalmente con los quechuas y aimaras. Como resultado parcial de Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 49 dicha política, los uros lacustres, puquinizados previamente, fueron quechuizándose, aimarizándose, e incluso castellanizándose, en un largo proceso de asimilación lingüística que dista haber concluido en la actualidad. En cuanto a uroquilla, nombre igualmente registrado en la documentación colonial, debe notarse que su empleo aparece geográficamente restringido para referir a grupos de habla uro diseminados desde la parte meridional del lago Titicaca hasta las punas de Lípez (cf. Anónimo [1600] 1972). Etimológicamente, la palabra es claramente una forma compuesta, cuyo segundo elemento <quilla> no parece ser sino una versión castellanizada del término quechua q’illa ‘ocioso’. La expresión, por lo demás, no haría sino reforzar el viejo estereotipo que incas, aimaras y españoles se habían formado de los uros como ‘ociosos’ y ‘haraganes’ (cf., por ejemplo, Alvarez [1588] 1998: cap. XX) en tanto que no habían podido integrarlos plenamente dentro del sistema de tributación fiscal. Por lo demás, como lo hemos señalado en otro lugar (cf. Cerrón-Palomino 2006a: cap. I, § 4, nota 9), no hay ninguna razón para pensar que la voz uruquilla designara a una lengua diferente de la uro. Por lo que toca a ochozuma, la palabra aparece ligada específicamente a un grupo particular de pobladores lacustres de la zona sur del Titicaca y de las nacientes del Desaguadero (cf., por ejemplo, Ramos Gavilán [1621] 1988: I, cap. XI, 82). Según lo sugerimos en Cerrón-Palomino (op. cit., cap. I, § 4, nota 6), esta vez la designación tiene una motivación lingüística: en efecto, todo parece indicar que ella proviene de *uĉum ŝoñi ‘nosotros los hombres’, donde ŝoñi ‘ser humano’ se oponía al quechua runa y al aimara haqi, con la misma significación. Incidentalmente, los ŝoñi se llamaban a sí mismos qut(a) ŝoñi ‘hombres del lago’ o qhwaş ŝoñi ‘hombres del agua’, en oposición a los ‘hombres secos’ (aimaras y quechuas), haciendo alusión a su habitat natural del lago, sus islas y sus riberas. Finalmente, según se desprende de la documentación colonial (cf. Wachtel [1990] 2001: II, cap. VI, 580), la lengua también recibió la denominación de puquina, no obstante que ella designaba a otra entidad idiomática hablada en los contornos del lago Titicaca, y con 50 Lexis Vol. XXXI (1 y 2) 2007 la cual estuvo en contacto desde etapas previas a la llegada del aimara y del quechua a la región altiplánica. Tal designación ha persistido hasta la actualidad entre los hablantes modernos de la lengua, según lo han observado en sus trabajos de campo Lehmann (1929), Métraux (1935a: 89), e incluso el presente autor, de manera que la confusión no podía achacársele a Posnansky, como lo sugería Vellard (1949: 149), no obstante que el investigador aludido ni siquiera lo había sugerido (cf. Posnansky 1935). Entre los estudiosos, la equivalencia uro = puquina arranca por lo menos desde Hervás y Panduro ([1800] 1979: I, § 64, 244-245), y, pasando por de la Grasserie (1894), encuentra su consagración en el conocido trabajo de Créqui-Montfort y Rivet (1925). Crucial para la identificación que hacen estos autores entre ambas entidades lingüísticas es, por un lado, el hecho de que la lengua puquina, considerada por las autoridades coloniales como “lengua general”, al lado del quechua y del aimara, sólo podía tener sentido si su distribución geográfica comprendiera, aparte del entorno del lago Titicaca, el vasto territorio cubierto por el uro en la región altiplánica sureña, llegando hasta las costas del Pacífico. No menos importante para dicha igualación idiomática fue la interpretación que hacen los mencionados investigadores del pasaje de la “Relación de la Provincia de los Pacajes”, de Mercado de Peñalosa ([1586] 1965: 336), en el que se dice que los uros de Machaca, “con la comunicación que han tenido con los indios serranos [es decir con los que vivían fuera del lago], han venido a hablar la lengua aymará, y casi han dejado su lengua, que era puquina (énfasis agregado)”. Según esto, para los estudiosos franceses, no hay duda de que la lengua materna de los uros, a la que parece hacerse alusión implícita, era la puquina. Sin embargo, como ha sido señalado, cabe otra lectura del pasaje, más acorde con la compleja realidad lingüística altiplánica: que los uros de Machaca, previamente puquinizados, estaban aimarizándose, abandonando su segundo idioma, que habría sido el puquina. No obstante el carácter cuestionable de tales supuestos, Créqui-Montfort y Rivet intentarán probar, infructuosamente, la unicidad lingüística del uro-puquina (ver § 8). reconocido como como lengua “oficial” por la autoridad virreinal (cf. 97100). desde el momento en que el puquina. de la variedad ch’imu. sincrónicamente. como los de uroquilla y ochozuma. Ello no debiera sorprender. el uso de nombres menos genéricos. había encontrado serias resistencias (cf. Wachtel. pues el membrete responde. Toledo [1575] 1989. Siguiendo en parte la tradición. el idioma de éstos. 1140-1143). La razón fue de orden práctico: hacia la segunda mitad del siglo XVI los hablantes de puquina se encontraban en un grado bastante avanzado de aimarización o quechuización. A diferencia del quechua y del aimara. al intento por captar dentro de él a las dos únicas variedades supérstites de la familia. no pueda ser empleada como glotónimo. lenguas profusamente documentadas y estudiadas. al igual que el quechua y el aimara. Por lo mismo. Documentación. consecuentemente. tampoco mereció estudio y análisis detenidos por parte de los gramáticos de la época. cit.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 51 Pues bien. que en todo caso aludían a grupos de hablantes uros más circunscritos. registrada por Lehmann en 1929. Con . Creemos que no hay razón para que la designación. hablaremos aquí de la familia uro y. de manera que podían ser evangelizados en estas dos lenguas. era objeto de profundo menosprecio. para no mencionar aquellas otras que desaparecieron sin que fueran registradas. y. entre otras. e inclusive del puquina. el uro no parece haber sido registrado en la colonia. II.. aparte de que su evangelización. una vez desambiguada de sus connotaciones extralingüísticas. del cual por lo menos contamos con breves materiales catequísticos gracias al celo de Jerónimo de Oré (1607). por lo menos la de los moradores de los lagos y de sus islas. resta por precisar el nombre que emplearemos para designar a la entidad lingüística (familia) en su conjunto. en tal sentido. El hecho es que el investigador suizo no tuvo noticias. al igual que sus hablantes. 3. descartamos también el empleo de uru-chipaya para designar a la familia lingüística en su conjunto. de otro lado. tras el deslinde glotonímico efectuado. art. tal como lo proponía Métraux. Descartamos. nos referiremos como proto-uro a la lengua ancestral reconstruida. si bien lo propio acontecía con los uros. como resultado del esfuerzo y la curiosidad científica de los grandes viajeros.1. En lo que sigue nos referiremos a tales registros y estudios periodizándolos bajo dos etapas: una pre-lingüística y otra lingüística propiamente dicha. este periodo se caracteriza. fueron evangelizados en su propia lengua. cap. antes que el análisis y el estudio propiamente dichos. Si bien no dudamos de que tales materiales hayan circulado en manuscrito. pues advierten el peligro de extinción que se cierne sobre ellas. Comprendida entre los años 1894 y 1950. Los investigadores de esta etapa son conscientes de la necesidad urgente de acopiar el mayor número de materiales de la variedad que registran. de la Calancha [1638] 1976: III. y sólo será “redescubierto” ante el mundo académico en las postrimerías del siglo XIX. De esta manera. si bien dispersa. 1469). por el registro y documentación de las variedades hasta entonces sobrevivientes de la lengua. a veces dramatizando la situación. y para lo cual se hizo necesario preparar materiales catequísticos. Sin embargo. serán sólo los restos que quedaban de la otrora dilatada. tras una fase inicial de redescubrimiento. lo cierto es que ellos no han sido encontrados en ninguna parte.52 Lexis Vol. ignorado o confundido con el puquina en la época republicana temprana. lo que tales estudiosos se apurarán en registrar. XXIII. 3. el esfuerzo está destinado al acopio de cuanto material fue posible obtener a través de los informantes. no faltan testimonios que señalan que. en la forma de confesionarios y doctrinas (cf. todavía habrá que esperar hasta la segunda mitad del siglo XX para que contemos con estudios propiamente científicos de una de las variedades supérstites del idioma. el uro fue sucumbiendo gradualmente frente el aimara. lengua de los hombres del agua. Etapa pre-lingüística. De esta . XXXI (1 y 2) 2007 todo. verdaderos precursores de la arqueología y de la etnografía modernas. asistidos casi siempre por un intérprete aimara. por lo menos los uros de la “provincia” de Paria (actual Oruro). En dicho lapso irán desapareciendo incluso aquellas otras que habían tenido la fortuna de ser registradas parcialmente. Huérfano de documentación colonial. De allí que. visita otra localidad de habla uro (agosto de 1895). los materiales obtenidos van desde la simple lista de algunos centenares de palabras y expresiones hasta el recojo de vocabularios más elaborados y la consignación de textos etnográficos de incalculable valor. donde obtiene un vocabulario de extensión similar a la del chipaya. Uhle 1895b). Los dialectos registrados de esta manera fueron tres: el ch’imu. tras infructuosas averiguaciones en la puna de Lípez. una excursión en el territorio de los uros del Titicaca y del Desaguadero. Como resultado de su exploración. Sojapata. localizadas a un lado y otro de la frontera peruano-boliviana. el iruhito y el chipaya. El mismo Uhle dejó trunca una gramática del uro. el segundo se encuentra en su fase terminal. y aunque no tiene la fortuna de llegar al mismo pueblo. que había comenzado a redactar (cf. Uhle 1895a). hablada en Santa Ana de Chipaya. En dos jornadas y media de intenso trabajo (febrero de 1894) logra registrar un vocabulario de alrededor de 400 formas léxicas. el primero se extinguió a mediados del siglo XX. el estudioso germano tiene al fin noticia de la existencia de la variedad uro del chipaya. así como del grado de conservación de la variedad registrada. Aguallamaya y Nazacara. En sus viajes de exploración y reconocimiento efectuados en el altiplano boliviano. La segunda documentación de la lengua la efectúa el historiador peruano José Toribio Polo. ya instalado en La Paz. a saber: Iruhito. pasados en limpio a dos columnas por el propio investigador. Ancohaque. localizada al norte del lago de Coipasa (Oruro). De ellos.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 53 manera. quien organiza. Se dirige presuroso al lugar. el fundador de la arqueología andina. y sólo el tercero es el que sobrevive en la actualidad. En dicho viaje identifica hasta seis comunidades uro-hablantes. Simiñaque. esta vez Iruhito. Pues bien. a 12 kilómetros del Desaguadero. en febrero de 1897. Los dos vocabularios. dependiendo de la accesibilidad y del tiempo destinado a la encuesta. Al año siguiente. recoge un vocabulario . encuentra dos hablantes de la lengua en la localidad cercana de Huachacalla. la primera documentación de la lengua se la debemos a Max Uhle. permanecen inéditos hasta la fecha (cf. en la comunidad de Ancohaque. entre 1893 y 1894. incluyendo algunos fragmentos de paradigmas gramaticales. XXXI (1 y 2) 2007 de alrededor de 380 formas léxicas y 32 “frases de uso frecuente”. Posnansky pretendía ignorar que el verdadero “descubridor” del chipaya había sido precisamente Uhle. con la diferencia de que aquél incluye elementos fraseológicos. Posnansky 1924).54 Lexis Vol. Polo 1901). Como el mismo autor refiere. previamente visitado por Max Uhle. en cuya localidad de Ch’imu. que afirma haber “descubierto” la “hasta entonces completamente desconocida tribu de los chipayas” (cf. material que fue publicado algún tiempo después (cf. así como también de otras fuentes de origen incierto. En una larga velada de trabajo Lehmann pudo recoger una lista de alrededor de 304 elementos léxicos. esta vez nuevamente del uro de Chipaya. la variedad hablada en dicho lugar (29 de octubre de 1929). Como resultado de su breve trabajo de campo en el lugar. tras recoger datos en Ancohaque. por primera y única vez. y que curiosamente responde a un cuestionario previamente elaborado . su vocabulario corresponde básicamente al uro hablado en la localidad boliviana de Nazacara. Una nota que salta a la vista en dicho material. de labios de un par de informantes (Florentino y Nicolás Valcuna. dicho estudioso. El cuarto en documentar la lengua fue Walter Lehmann. Una inspección del acopio de Polo permite apreciar que el suyo es un vocabulario que no difiere mucho del correspondiente al uro de Iruhito. fue el ingeniero austriaco e improvisado arqueólogo Arthur Posnansky. viaja al vecino departamento peruano de Puno. distante 64 kilómetros del Desaguadero (Caquiaviri). estudioso de las lenguas mesoamericanas. tuvo la fortuna de registrar. padre e hijo respectivamente). da a conocer un corpus de aproximadamente 638 materiales léxicos y fraseológicos. quien. El material recopilado por el mencionado investigador es similar en caudal al acopiado por Uhle. situada a ocho kilómetros de la capital. ausentes en el vocabulario del estudioso germano. organizado por dominios semánticos (366 entradas) y categorías gramaticales (272 registros). aunque incluye en él material incidental proveniente de Ancohaque y Aguallamaya. Por lo demás. El tercer investigador que recoge materiales de la lengua. lo cual es de lamentar. Métraux 1935a). de aimara y de quechua” (cf. otro estudioso que realiza trabajos de envergadura entre los uros de Ancohaque entre los años de 1938 y 1951. mitos. su acopio de materiales lo realizó con la ayuda de dos informantes (el nonagenario Manuel Inta. como lingüísticos propiamente dichos. 90-110). al igual que los de Uhle. lado a lado de su equivalente de Ancohaque. concretamente un vocabulario francés-chipaya. En efecto. siguiendo a . El propósito de Vellard era. cincuentón). dará a conocer poco después sus estudios tanto etnográficos. sobre todo el léxico. VI. aunque tuvo la oportunidad de verificarlos en parte. y. ya que la variedad en cuestión dejó de hablarse en el lapso de dos décadas. Según él mismo refiere. según confesión propia. permanece inédito hasta la actualidad (cf. es el etnohistoriador francés Jehan Vellard. 113). De manera que el material registrado por Lehmann es el único con el que contamos para el uro de la bahía de Puno. es su ausencia completa de elementos léxicos verbales. Ordenado por su recopilador. Al igual que en su registro anterior. con grandes intervalos de por medio. a lo sumo.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 55 por el investigador para elicitar materiales del quechua y del aimara. Vellard 1954: cap. El mismo año visita Ancohaque por espacio de una semana. mezcla de algunas palabras urus. con traducción literal interlinear (cf. el vocabulario del uro de Ancohaque es presentado también en su versión francés-uro (pp. El siguiente investigador fue el etnógrafo suizo Alfred Métraux. quien permanece con los chipayas por espacio de dos meses (enero y febrero de 1931) realizando un trabajo de campo en gran escala. recoger toda la información necesaria para “poner en evidencia las estrechas afinidades gramaticales y lexicográficas” que. en junio de 1931. seguido de tres testimonios. Métraux 1936: 337-394). como resultado de ello. que comprenden el registro de oraciones. Métraux 1935b: 111-128). y cuentos recogidos en el terreno (cf. con otros hablantes de la comunidad. y Carlos Quispe. cuando Vellard viaja al lugar en 1951 se encuentra con que los lugareños. hablaban “casi una jerga. Lehmann 1930). con el objeto de recoger material etnográfico y léxico a fin de compararlos con los del chipaya (cf. Finalmente. su iniciador. Para entonces.2. desaparecido recientemente (2003). según lo reportaba Vellard. apenas publicó dos estudios. Olson tuvo que conciliar sus actividades proselitistas con las propiamente lingüísticas. y (c) gramaticales. ordenados en 18 campos semánticos (cf. Vellard 1949). dispuestos en categorías léxicas y frasales (cf. Vellard 1951). En general. con posterioridad. uno de índole comparatística. sólo comparable al acopio efectuado por Métraux para el chipaya. (b) léxicos. integrado por una variada fraseología. seguida de observaciones gramaticales formuladas a partir del material ofrecido (cf. Vellard 1950). Etapa lingüística. ya se había extinguido el ch’imu y el iruhito de Ancohaque atravesaba por una etapa de obsolescencia irreversible. De hecho. Vellard 1954). 3. En efecto. el primer lingüista que estudió la variedad referida fue el norteamericano Ronald Olson. en la forma de relatos y diálogos (cf. En tal sentido. los del uro no podían ser una excepción. los estudios propiamente lingüísticos relativos a las lenguas sudamericanas tienen su inicio en la década del sesenta del siglo pasado. quien vivió y trabajó con los chipayas por espacio de diecisiete años (1960-1977). como informes periódicos de campo. guardaban entre sí el uro y el puquina. Quedaba el chipaya como la única variedad que se mantenía vigorosa. un estudio complementario al anterior. Como la mayoría de los miembros de su institución. del ILV (Instituto Lingüístico de Verano). el corpus aportado por Vellard asombra por su variedad y riqueza. El citado autor da a conocer. En tal sentido. Vellard 1967). El mismo estudioso es autor de un hermoso libro de conjunto sobre los uros (cf. En verdad. descuidando a la larga estas últimas a favor de las primeras. sin embargo. los trabajos descriptivos del investigador. cuyo objetivo central era la traducción del Nuevo Testamento al chipaya. en el que intentó probar el parentesco a gran distancia entre el maya y .56 Lexis Vol. con algunos intervalos fuera del pueblo. quedaron en su mayor parte a medio hacer. XXXI (1 y 2) 2007 Créqui-Montfort y Rivet. por lo que la atención de los investigadores se dirigió hacia ella. Los materiales recogidos y publicados por el investigador galo son de tres tipos: (a) etnográficos. investigadora afiliada al CNRS (Centre National de la Recherche Scientifique). sólo ha sido dado a conocer un par de relatos. además de varios folletos de contenido religioso-proselitista. entre octubre de 1983 y agosto de 1985. dado el carácter fallido de los estudios de Olson y Porterie. 1978). morfología (Olson 1966a) y sintaxis (Olson 1966b) de la lengua. La segunda persona que dirigió su atención al estudio del chipaya fue la lingüista francesa Liliane Porterie. aprovechando las breves vacaciones de medio año. Dentro de esta índole de trabajos. debido al mal que la aquejaba. y otro de corte descriptivo. quien pasó varias temporadas en Chipaya realizando trabajos de campo. aparte de un vocabulario (Olson 1963). obtenidos de manera natural y espontánea. el autor llegó a editar cartillas y textos de lectura (cf. y publicados póstumamente por Rosaleen Howard (cf.L. que versa sobre la sílaba chipaya (cf. tuvo el cuidado de registrar textos de tradición oral chipaya. de tal manera que actualmente tenemos publicada. Olson 1966c. Ahora bien. Es lo que intentamos hacer desde agosto de 2001.A. Porterie 1990). se hacía urgente la necesidad de volver a trabajar con la lengua. 1965a). Lamentablemente. CerrónPalomino 2006a). pues la enfermedad acabó con ella cuando aún no había terminado de transcribir el vasto corpus recogido. una gramática de la lengua (cf. 1966d). C. Olson 1967). La suya fue una faena de acopio realmente notable. bosquejos analíticos sobre la fonología (Olson 1962a). hemos venido estudiándola. parcialmente analizados por su recopiladora. gracias a la colaboración de algunos de los buenos informantes con quienes tuvo la suerte de trabajar.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 57 el chipaya (cf. sin darle mayores posibilidades para ahondar en el análisis de la lengua. todos enmarcados dentro del modelo tagmémico. Fuera de ello. esta investigadora no pudo coronar sus estudios. efectuada bajo su dirección (cf. Del rico material de literatura oral transcrito. figura también la traducción del Nuevo Testamento.. y en breve estaremos sacando a luz también un . por primera vez. por ejemplo. pues aparte de los materiales que respondían a las encuestas destinadas a extraer la gramática y el vocabulario de la lengua. De entonces a la fecha.A. Olson 1964. Entre sus reportes de campo figuran. En general. fuera de la reproducción de parte de los textos etnográficos recogidos por Vellard (cf. Cerrón-Palomino y Ballón Aguirre 2008). la gramática inconclusa de Uhle. En tal sentido. en situación terminal irreversible. la chipaya es la que goza de una documentación recurrente en el tiempo. abarcando las dos etapas de estudios mencionadas. Material comparativo. se desprende que. fuera de los materiales publicados por Vellard. que desaparecieron antes . Como es de suponerse. así como un par de canciones obtenidas de un informante (Lorenzo Inta). Muysken 2000. recoger todo el material que le fue posible obtener en una situación precaria como la descrita. El mismo autor ha venido dando a conocer algunas caracterizaciones gramaticales de la variedad estudiada (cf. en varios periodos de trabajo de campo efectuados en 2001 y 2002. la tarea más difícil en su caso fue localizar a alguien que tuviera un dominio razonablemente fluido de la lengua. no contamos ya. XXXI (1 y 2) 2007 vocabulario chipaya-castellano/castellano-chipaya (cf. Queda por estudiar. con la ayuda de una de las últimas hablantes (Teodora Vila).58 Lexis Vol. la impresión que tiene el investigador de las posibilidades de obtener datos nuevos para el estudio sistemático de la gramática de la lengua es negativa. en virtud de su sobrevivencia. que aunque apreciables en extensión no dejan de ser pobres en información gramatical. de todas las variedades registradas.4. Del recuento bibliográfico efectuado en las secciones precedentes. Como resultado de tales esfuerzos. Muysken 2005). Tras un trabajo penoso y desalentador con semihablantes. ha podido ser objeto de estudio y análisis por parte de gente entrenada en la disciplina. Muysken pudo finalmente. 2002). No así en el caso de las otras variedades (nazacara. sin embargo. el lingüista holandés Pieter Muysken ha dirigido su atención al estudio del iruhito. 3. No solamente cuenta en su favor el hecho de haber sido la primera en ser registrada (1894) sino que. ch’imu y ancohaque). inexorablemente. Paralelamente. el investigador holandés ha publicado a la fecha un vocabulario ordenado por campos semánticos. 2001. con otro recurso que permita cubrir dicho vacío. tales variedades. En unos casos (Polo y Posnansky). procurando sortear las dificultades de notación que su registro presentaba. Posnansky. por cierto nada ajeno a su experiencia idiomática y ortográfica. problemas inevitables de interpretación. finalmente. se da demasiado tarde ya. sólo pueden ser abordadas a través de la documentación existente. Lehmann). Conforme lo adelantamos. Polo no pasaba de diplomático historiador. en especial del segundo). el material consignado acusa. Métraux y Vellard. se recurrió al alfabeto fonético del Instituto de Etnología de París. si bien Uhle y Lehmann tenían preparación solvente en la lingüística de su tiempo. Con todo. por su relativa sistematicidad y por el nivel de detalle ofrecido. el recurso gráfico empleado fue producto de una adaptación propia del investigador. por igual. que en ambos casos. estamos ante registros hechos por personas de distinta y variada procedencia académica. a la par que Posnansky fungía de arqueólogo aficionado. y de manera más dramática el ch’imu. Como consecuencia de ello. en otros (Uhle y Lehmann. la interpretación de los materiales plantea una serie de problemas relacionados con su calidad e integridad. cuando la variedad agoniza irremediablemente. pues no . una parte de ellos comprende documentación manuscrita inédita (Uhle. En efecto. El esfuerzo reciente por estudiar el iruhito (cf. etnógrafos de profesión. sin embargo.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 59 de que fueran consignadas por los especialistas. la notación de los investigadores germanos y francófonos resultó siendo más confiable que la de sus colegas mencionados. previa “restitución” de la misma (cf. a partir de su propia experiencia. y otra. Como era de esperarse. Recordemos. En tales condiciones. Constenla 2001). por razones cronológicas y de formación profesional. a su turno. y. se echó mano de un alfabeto fonético ideado para el registro de lenguas indígenas centroamericanas. Métraux y Vellard). Muysken 2005). no parecían sentirse muy cómodos en materia lingüística. en los casos restantes (Métraux y Vellard). impresa (Polo. se esmeró lo mejor que pudo por consignar la lengua. empezando por las dificultades que presentan las inseguridades de la notación con que han sido registrados. Entrando en cuestiones semánticas. según confesión propia. además. cada quien. como lo hemos demostrado en el examen del material chipaya recogido por Uhle (cf. en el caso de los documentos publicados. las erratas y omisiones inevitables de su edición. Después de todo. aunque en el lapso de más de una centuria. Teniendo en cuenta los factores mencionados en líneas precedentes. afortunadamente. gracias al conocimiento directo de esta variedad. la situación no es tan grave. Métraux y Vellard) que. no podrían aprovecharse plenamente sin su confrontación previa con los datos contemporáneos del chipaya. Al respecto. Ciertamente. Posnansky y Métraux). registran hablas bastante cercanas a la variedad de “control”. podemos sostener que las fuentes mencionadas. del uro al aimara y al castellano. no siempre el material recogido responde al concepto solicitado por el entrevistador. Ello es cierto no sólo para la restitución confiable del material previo de esta variedad (Uhle. Cerrón-Palomino 2006b). A todo lo cual deben agregarse. cuando no de incoherencias e inexactitudes. XXXI (1 y 2) 2007 olvidemos que el recojo del mismo se hizo dentro de un circuito de comunicación complejo entre el encuestador y el informante: partiendo del castellano al aimara y al uro. . En el presente caso. con ser sumamente valiosos —y en el caso del ch’imu único en su especie—. Lehmann. en la medida en que contamos con un elemento de “control”: el chipaya. que al fin y al cabo consigna el mismo dialecto. sino también del resto de los documentos (Polo. Como resultado de ello. debemos señalar que. Efectivamente. al margen de su densidad y cobertura variables.60 Lexis Vol. y regresando en forma inversa. ellos no están exentos de imprecisiones. ¿Cómo entonces justipreciar su calidad? El examen interno de los mismos y el cotejo cuidadoso de todos ellos entre sí pueden eventualmente permitirnos su “restitución” fidedigna aproximada. tal es el único recurso que queda cuando se está frente a lenguas muertas con escasa documentación. la calidad de los datos en este punto dependió también del tiempo de exposición que tuvo el investigador con la variedad estudiada: no es lo mismo una breve incursión en el campo que una visita prolongada de algunos meses en él. conforme se verá más adelante. conviene ahora preguntarse sobre el grado de confiabilidad de tales materiales. a la par que todos identifican las alveolares. seducidos y a la vez abrumados por la recurrencia de tales segmentos. Con todo. los tres investigadores mencionados se esmeran en procurarles una notación especial. bastará con llamar la atención sobre algunas de las dificultades más saltantes que resolvieron a su modo los investigadores mencionados. salvo Uhle. aunque no siempre de manera consistente. Lehmann y Métraux. Empezando por la distinción velar-postvelar.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 61 Ahora bien. De hecho. más certeros en su percepción. confunden por lo general las palatales retroflejas a favor de las no retroflejas. a pesar de la confusión. algunos de ellos. el resto de los estudiosos sólo distingue dos allí donde la lengua registraba tres (alveolares. aunque en forma siempre vacilante. o simple- . y viceversa. Entre ellas destacan ciertamente los esfuerzos por identificar y registrar los sonidos particularmente extraños a la experiencia idiomática de los mismos. dan indicios de la diferencia. En lo que toca a las laringalizadas (aspiradas y glotalizadas). palatales no retroflejas y retroflejas). a diferencia de lo que acontece en el quechua y el aimara. y (d) la diferenciación de las sibilantes. particularmente notorio es el tratamiento errático de cuatro aspectos cruciales de la fonología de la lengua: (a) la oposición velar-postvelar. pues aunque las aspiradas resultan más notorias. debemos señalar que no todas las fuentes la advierten. (b) la discriminación de africadas. unas más que otras. En lo que sigue nos referiremos brevemente a cada uno de tales puntos. el panorama no deja de ser igualmente desconcertante. por no decir incoherente. en el caso del uro el “margen de seguridad” entre ambos puntos de articulación es estrecho. (c) la distinción de laringalizadas. De hecho. se adelantaron en confesar su personal desazón al no poder captarlos en su integridad. de manera que su discriminación requiere de mayor entrenamiento. En tal sentido. si bien. no faltan indicios en los materiales. a menudo se las confunde con las glotalizadas. La razón de esta práctica hipodiferenciadora podría radicar en el hecho de que. de la presencia de las tres africadas en las variedades que registran. En este caso. Por lo que respecta a las africadas. para señalar los problemas de interpretación que presentan tales documentos. el panorama es bastante similar al ofrecido por las africadas: dejando de lado la alveolar. XXXI (1 y 2) 2007 mente se las pasa por alto. . por ser muy cercanos entre sí. sobra decir que las observaciones que acabamos de hacer son el resultado del “control” de las fuentes mencionadas a partir de un conocimiento actual de la única variedad sobreviviente. nos autoriza a sostener que las variedades involucradas compartían. finalmente. un mismo sistema fonológico. a la luz de su cotejo con los datos del chipaya. como en el resto de los segmentos de la lengua. llegar a la conclusión de que. conviene destacar que en los casos concretos discutidos aquí. Ello nos ha permitido. en cuanto a las sibilantes. además. respectivamente. el ancohaque. por lo menos en el aspecto fonológico. los manuscritos inéditos de Uhle y Lehmann. cuya identificación no ofrece problemas. por el nivel de detalle. el análisis de los materiales se ha visto enormemente allanado en virtud de la notación “cerrada” con la que han sido registrados algunos de ellos. el chipaya. entre los que sobresalen. De esta manera. y. podemos referirnos a las tres variedades seleccionadas valiéndonos de nombres más genéricos. el examen interno efectuado en los distintos registros del uro (ch’imu. el trabajo de reconstrucción que emprenderemos se basa en la elección hecha de tres de las cinco variedades registradas: el ch’imu. estaríamos ante una misma realidad subyacente. ancohaque e iruhito). Por lo demás. que a su vez responden a su localización geográfica. Uro del Desaguadero (UD) y Uro-Chipaya (UCH). dialectal. pero también con la primera. Así. siguiendo a algunos de los que nos precedieron. como Uro de la Bahía de Puno (UP). salvando algunas diferencias superficiales. por ser el representante más “sureño” y mejor conocido de todos los dialectos. Pues bien. el ancohaque y el chipaya. en torno al cual se subsumen los materiales del nazacara y del iruhito. En otras palabras. Partiendo de esta constatación.62 Lexis Vol. y de orden práctico. La selección efectuada obedece tanto a razones de corte histórico. se elige el ch’imu no sólo por el carácter único de su registro sino también por ser la variedad más “norteña”. Finalmente. de manera que tampoco faltan barruntos que delatan su presencia. las otras dos (dentoalveolar y retrofleja) suelen ser confundidas entre sí. nazacara. cuya situación documental es privilegiada. la reconstrucción busca reforzarse con datos provenientes de las dos restantes variedades. en cuyo caso echamos mano de Métraux y eventualmente de Vellard. con la ejemplificación de las cognadas respectivas. la información proveniente de otras fuentes. Siendo que el corpus de Lehmann comprende una lista comparada de UP y de UD (variedad ancohaque). 5. Primeramente ofreceremos el inventario consonántico y luego el vocálico. El cuadro I ofrece las consonantes postuladas para el PU: . como se dijo. al cual se le ha contrapuesto el correspondiente al de UCH. Sin embargo.1. El inventario fonológico que postulamos para el proto-uro (PU) surge del cotejo de 106 cognadas compartidas sistemáticamente por las variedades-testimonio agrupadas en UP. de los materiales de Lehmann. nuestra opción obedece a razones estrictamente prácticas: la reconstrucción que propondremos se basará en el testimonio ofrecido por las tres entidades mencionadas. se ha preferido trabajar con este mismo material. desde el momento en que no sólo está relativamente bien documentada sino que también goza de mayor representatividad. 5. Consonantes. Ocasionalmente. y que. que no tiene otra alternativa. aun con el riesgo de las limitaciones de cobertura que impone UP. responde a su naturaleza de orden fundamentalmente léxico. cuando no se han encontrado suficientes cognados compartidos por UP.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 63 Ahora bien. UD y UCH. y de UCH. Ciertamente. Reconstrucción. la opción por el manejo del material de Lehmann para UD puede parecer arbitraria. para los efectos de la comparación dialectal y la consiguiente reconstrucción de la lengua ancestral. en el caso de UD. de los de nuestra cosecha personal. echaremos mano principalmente. y para UCH. para UP y UD. fuera del caso de UP. Lo que no significa que se haya ignorado. Tras la presentación de cada uno de ellos pasaremos a fundamentar la justificación de los mismos. . la estructura silábica. Todas las consonantes postuladas ocurrían libremente tanto en posición inicial absoluta como intervocálica. por razones que se discutirán en su momento. en verdad muy simple. con las siguientes excepciones: las laringalizadas. no se reconstruyen consonantes labializadas. se postula un juego de 35 consonantes. y los grupos consonánticos en posición intervocálica. y dos semiconsonantes: */w y/. presentándolas en series. éste ocupaba una posición fija. Con tales restricciones fonotácticas. */ tsh čh ĉh/ (aspiradas) y */ts’ č’ ĉ’/ (glotalizadas). Incidentalmente. la glotal aspirada y la lateral velar sólo aparecían en el primero de los contextos mencionados. tres laterales: */l λ /. tres nasales */m n ñ /. localizada en la penúltima sílaba. con los cognados que sustentan su reconstrucción. que comprende tres series de oclusivas: */p t k q/ (simples). cinco espirantes: */ş s ŝ  h/. */ ph th kh qh/ (aspiradas). además de esporádicos. y */p’ t’ k’ q’/ (glotalizadas). Por lo que toca al acento de intensidad. podía resumirse en la fórmula (C)V(C). Cualquier otra desviación de esta pauta general se explica como un desarrollo ulterior en las variedades modernas de la protolengua. tres series de africadas: */ts č ĉ/ (simples). Por lo menos en el nivel de raíz no se registraban formas que terminaran en consonante. una vibrante */r/. estaban bastante restringidos. XXXI (1 y 2) 2007 *p *ph *p’ *t *th *t’ *m *w *ş *n *l *r *ts *tsh *ts’ *s *č *čh *č’ *ñ *λ *y *ĉ *ĉh *ĉ’ *ŝ * *k *kh *k’ *q *qh *q’ * *h Como puede apreciarse. En lo que sigue nos ocuparemos de las consonantes postuladas. con ser segmentos familiares a las variedades modernas del uro.64 Lexis Vol. de naturaleza obligatoriamente ambisilábica. 5. Oclusivas simples */p t k q/. Las consonantes oclusivas se distribuyen en cuatro órdenes: bilabial. Nótese que. respectivamente. La secuencia en que aparecen los cognados que ilustran la ocurrencia de los segmentos tratados. dentoalveolar. por la naturaleza de su registro. aspiradas y glotalizadas. y. */p/ pko psi pts t!pa īpi hpsi thkiō tki t!na ta ĭškti p!sta hŭtši pako psh ptsh i tpa ăpi hpsi tku tki tna ta tšti phta hŭti paku piş potsi tapa ep hepsi ‘perro’ ‘seno’ ‘cuchillo’ ‘ají’ ‘padre’ ‘carga’ */t/ taqu tiki tuna-ri ata ŝqeti pheta wixt ‘palabra’ ‘muerte’ ‘pampa’ ‘boca’ ‘humo’ ‘hueco. de los cuales presentamos. a manera de ilustración. es el siguiente: UP (representado por el ch’imu). en algunos casos nos vemos obligados a consignar el vacío respectivo . sólo algunos. peor aún.1. como lo prueban los juegos de cognadas. Nótese que las cognadas de las dos primeras variedades representativas aparecen en su notación original aproximada. velar y postvelar. aquí y en adelante. pozo’ ‘fuego’ .1. En general la reconstrucción de estos segmentos no ofrece mayores dificultades. no siempre UP aparece representada por una cognada.1.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 65 5. UD (testimoniado por el ancohaque) y UCH (atestiguado por el chipaya). Oclusivas.1. y en tres series: simples.1. 1. suelo’ ‘día siguiente’ */q/ 5.1. aun cuando los juegos de cognadas no siempre sean muy frecuentes. arriba’ ‘lechuza’ ‘varón’ ‘borracho’ ‘cuerda de paja’ ‘sementera’ ‘pellejo’ ‘diente’ ‘tierra. Oclusivas aspiradas */ph th kh qh/. su ocurrencia estaba restringida a la posición de inicial de sílaba. XXXI (1 y 2) 2007 */k/ krta khla yki so lsca l(lū) lītšna karu ra k i skē (tšra) (haip’ ro) tškrtak kla yki δko kaska lūkŭ(ua) lktin karu tšla tš-kshi shki yko hka kurta kula yuki tseku quşka luku likči qaru şqala şqişi işqi yuqa haqa ‘estera’ ‘quinua’ ‘cara’ ‘cielo.66 Lexis Vol. La reconstrucción de esta serie de oclusivas tampoco ofrece problemas. fundamentalmente absoluta. aunque ocasionalmente podían darse también en contexto intervocálico. */ph/ p!aya pani pĭscna t’ra pŭtra p!sta tra tni tiă hŭta paya palñi pĭškna pla pta phta tra tni t hŭta phaya phalñi phişqa phila phota pheta thura thuñi thu: watha ‘césped’ ‘sudor’ ‘lagartija’ ‘arena’ ‘polvo’ ‘hueco’ ‘nido’ ‘sol’ ‘nombre’ ‘pueblo’ */th/ .2. Como se adelantó. en el corpus manejado para UD y UCH. el carácter magro del corpus de UP constituye una clara desventaja desde el momento en que no nos permite descubrir allí. En efecto.1. Así. elementos que puedan correlacionarse con los cognados esporádicos que puedan identificarse en UD y UCH. Oclusivas glotalizadas */p’ t’ k’ q’/. La reconstrucción de esta serie no está exenta de dificultades. en este caso. por pocos que sean. tenemos: */p’/ */t’/ */k’/ piri tús-su skipi p’ili t’uşu k’ipa ‘cuerda’ ‘pantorrilla’ ‘cáscara’ . que respalden su postulación automática. demasiado específicas como para esperar correlatos en las otras variedades. constituyen formas léxicas locales.1.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 67 /kh/ kts krsi k’ñi k’ra khtsi k’ñe ktšū khtsī krsi !chni kra khtsi khñi qhtša khuts(a) khurş khuñi ‘codo’ ‘cola’ ‘oreja’ /qh/ qhara qhats(a) qhuñi qhoča ‘mano’ ‘bolsa’ ‘seco’ ‘pie’ 5. quitados cuidadosamente los aimarismos que portan glotalizadas nos quedamos sin correlaciones obvias. mas no para el último. comenzando por el hecho de que esta vez no encontramos juegos de cognados. si bien conllevan oclusivas glotalizadas. los datos con que contamos comportan raíces que. Ciertamente. De hecho. Pero incluso. apenas pudimos identificar un juego de cognados para cada uno de los tres primeros segmentos.3. no al menos fácilmente. quisiéramos señalar que. creemos encontrar indicios propiamente fonológicos que apoyan la postulación propuesta. En efecto. no obstante lo mencionado. Compárese el siguiente material confrontado con el de UCH: *{p’v-} (p’)kača (p’) llača (p’) kača p’kača p’qtača p’tsnača *{t’v-} (t)kŭsnača (t)năyúča tqŭeltnača tqqača tgtáča ek-ş iλ-ş oqh-ş ik-ş khet-ş tsa:n-ş ‘dejar’ ‘recolectar’ ‘ir’ ‘rascar’ ‘abrir’ ‘saludar’ thew-ş nay-ş kheltan-ş qhoq-ş qhat-ş ‘esperar’ ‘sospechar’ ‘hacer rodar’ ‘despedazar’ ‘hacer pared’ (< A qhata) . En segundo lugar. con el agravante de la ausencia total de cognados para /q’/. Dejando de lado por el momento el último de ellos. el material de UD registrado por Uhle (1895) consigna formas verbales que portan un elemento prefijante que se manifiestan como <(p) ~ (p’)>. dado que el PU registraba africadas glotalizadas. para los primeros. además de invocar principios de simetría.68 Lexis Vol. En primer lugar.1. si bien es cierto que aquí también los datos permiten la reconstrucción de sólo algunos de los protofonemas: nos referimos. como se infiere a partir de los datos ofrecidos más abajo (ver § 5. lo anormal habría sido que el sistema de la lengua no tuviera al mismo tiempo oclusivas de la misma serie.2. creemos que existen razones para formular dicha postulación. creemos estar en condiciones de postular. XXXI (1 y 2) 2007 En vista de la parvedad de los datos ofrecidos.3). <(t)>. es legítimo preguntarse si hay bases para postular tales segmentos dentro del sistema del PU. posiblemente /u/). concretamente. con valor incierto. a los segmentos bilabial y alveolar. Pues bien. y <č ~ s>. los proto-prefijos *{p’v-} y *{t’v-} (donde <v> simboliza una vocal indeterminada. Pero también. no lo es para <t->. Siguiendo este mismo procedimiento. sino también /q’/. sin duda alguna.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 69 Pues bien. De esta manera. podemos postular el siguiente juego de cognados para */p’/. aunque difícil de precisar. por razones de simetría. donde la base es la palabra aimara de origen quechua uxsa ‘variedad de ichu’. que estamos ante dos prefijos que parecen tener un valor referencial objetivo. si bien obvio para <p’->. que dicho prefijo también portaba una glotal. . el carácter glotalizado en la notación de Uhle. en el material de Lehmann: si shă ‘cerro’ p’oqsa ‘techo cónico’ Todo ello constituye. palabra que obviamente contiene la raíz aimara usu ‘enfermedad’. Lo propio podemos decir de <p’să> ~ <să> ‘flor’ en UP. que constituyen formas lexicalizadas. no creemos que sea aventurado postular no sólo */k’/. aun cuando tuvieran escaso rendimiento funcional. con claro valor causativo: t’ap-ş t’aw-ş t’apa-n-ş t’ič-ş t’ik-ş t’e-ş t’oqh-ş ‘hacer dormir’ ‘remojarse’ ‘llevar animales’ ‘lactar’ ‘procrear’ ‘hacer caer’ ‘atajar’ ap-ş aw-ş apa-n-ş ič-ş ik-ş e-ş oqh-ş ‘acostarse’ ‘humedecer’ ‘llevar’ ‘mamar’ ‘gestar’ ‘caer’ ‘ir’ Como puede apreciarse. En segundo lugar. Muysken (2005) registra para el UD moderno la forma <p’usu> ‘enfermedad’. del material comparado se desprende. las oclusivas glotalizadas formaban parte integral del sistema consonántico del PU. Por lo demás. en primer lugar. no hay duda del carácter glotalizado de la <t> de Uhle. para el cual tenemos al menos un juego de cognadas. Sin embargo. en cuanto a <p’>. base sólida para la reconstrucción de */p’ t’/. puede verse en los ejemplos modernos de UCH. integran tres series: simples. 5.1. de otro lado. los juegos de cognadas no son muchos. Africadas simples */ts č ĉ/. Recuérdese que en los materiales de UP y UD las africadas retroflejas son a menudo confundidas con sus respectivas no retroflejas. XXXI (1 y 2) 2007 5.1. creemos que no hay razón como para no proponer su postulación dentro del sistema del PU. podría estar sugiriendo un proceso de derretroflexión en curso. Si bien. Africadas. se distinguen entre retroflejas y no retroflejas. debemos señalar que apenas hemos encontrado un juego de correspondencias para el retroflejo.2. */ts/ tšŭa sxe tšntša paxtši tšusmyu (tš’tkō) tšŭă tsxi tšmtša paxtši tsmya tskra tša(k)ql tšñi qhtša tšǎ δǔi tški tsawa tsix tsemş phaxts şmoya skara ‘granizo’ ‘hueso’ ‘cejas’ ‘hígado’ ‘mosca’ ‘sombrero’ */č/ tšacūña tšñ(i) ktšu (p’kĕ) (ĭksănka) tški čakwa čiy-ñi qhoča ača čiwi ‘estrella’ ‘el que dice’ ‘pie’ ‘cabeza’ ‘blanco’ /ĉ/ ĉoki ‘espina’ . y dentro de este último. Con todo. Las consonantes de este tipo se distribuyen en dos órdenes: dentoalveolar y palatal. En relación con los segmentos postulados. hecho que. como se verá. además. registrándose en algunos casos apenas uno o dos. De otro lado.1.2. creemos que hay bases suficientes para postular su reconstrucción. al igual que las oclusivas. aspiradas y glotalizadas.70 Lexis Vol. 1. encontrados en el material comparativo. como podrá apreciarse.3. Seguidamente ofrecemos las únicas correspondencias detectadas en el corpus a disposición: */č’/ tšsi (-----) tš’t(ă) tš’tš’ū tš’īshi čuxtš’ttš’tu č’i ş č’ux- ‘pez’ ‘callar’ */ĉ’/ ĉ’atĉ’utu ‘morder’ ‘espuma’ . Africadas aspiradas */tsh čh ĉh/.2. Aun cuando no nos ha sido posible encontrar cognados que apoyen la reconstrucción de */ts’/. */ tsh/ (psi) tš’īo (pe) (-----) tšutšña snδĭs tšxnia tšri tšŭx tsī ts ri tšp čičtšaătšña tš nishi tshi: tshiri ‘uno’ ‘nube’ */čh/ čhep čhič-ş čhuñi čhinş ‘tres’ ‘llevar’ ‘bueno’ ‘cama’ */ĉh/ tšūk tšri tšxh ĉhuki ĉheri ĉhoxi ‘ojo’ ‘barriga’ ‘gota’ 5. Reconstruimos esta serie de africadas sobre la base de los juegos de cognados.2. si bien escasos. Su distribución. estaba limitada a la ocurrencia en inicial absoluta de palabra.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 71 5.2.1. creemos que su postulación se hace necesaria por razones estrictas de simetría fónica. Africadas glotalizadas */ts’ č’ ĉ’/. en: ápico-alveolar.72 Lexis Vol. en glotal y uvular. respectivamente. XXXI (1 y 2) 2007 5. Espirantes. */ş/ sára sp’i sntsīs msi īsi lsē tšŭrshi krsi pĭscna sañish sīya snē hpsi (tšra) snē askĭs amē shána shpi ~ shpi shñi mshi rshi lsi ~ luš tshī kúrsi pĭškna sami shī ~ sī sñi ~ shñi hæpsi lshlă sñi ~ sni ăsk amish şana şipş şuni maşa irş(a) luyş tuşi khurş(a) phişqa ‘patio’ ‘bigote’ ‘peña’ ‘piedra’ ‘capa’ ‘cántaro’ ‘corazón’ ‘cola’ ‘lagartija’ */s/ sami siya isñi hepsi lis ‘piojo’ ‘calor del sol’ ‘uña’ ‘carga’ ‘pierna’ */ŝ/ ŝoñi aŝqa axmuŝ ‘hombre’ ‘lejos’ ‘suegra’ . creemos que hay base suficiente para reconstruir los tres fonemas respectivos. alveolar y retrofleja. se diferencian por su localización. pese a que la documentación se muestra errática en cuanto a su registro. las estridentes. a su turno. no ocurre así con las segundas.3. Sibilantes */ş s ŝ/. A la par que las primeras gozan de una relativa libertad de ocurrencia. como lo prueban los siguientes juegos de cognadas. Como se adelantó. Se reconstruyen tres sibilantes */ş s ŝ/ y dos estridentes */h /.3.1. pues de éstas la primera sólo se daba en inicial absoluta de palabra. por el punto y modo de articulación.1. Las sibilantes se distinguen.1. 5. respectivamente. 2. exceptuando el de la palatal.1. tal parece que la postvelar tuvo como fuente. no ofrece problemas. una oclusiva de localización similar. respectivamente. Estridentes */h /. que podía realizarse como velar. localizados en los puntos bilabial.3. se tiene: */m/ msi ~ masi mtsī tšusmyu tšntša sañish măshi mktsi tsmya tšmtša smi maşa mukh-či şmoya tsemş sami ‘piedra’ ‘tabaco’ ‘mosca’ ‘cejas’ ‘piojo’ . Postulamos tres fonemas nasales */m n ñ/.4. */h/ hnδo hlyĕ (haip’rō) hŭña lka măéña sŭe i ~ i masi ~masi hña hlyi hka ŭi rkă măñi sháŭi ū ~ i măshi hiña hiλi haqa ‘caldo’ ‘carne’ ‘día siguiente’ *// xawi xorkişa maxiñ şaxwi ux maşa ‘diarrea’ ‘collar’ ‘día’ ‘orina’ ‘fuego’ ‘piedra’ 5.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 73 (----) (----) šetupa ŝet-ş ŝup ‘vivir’ ‘leña’ 5. sólo se daba en posición inicial absoluta de palabra. alveolar y palatal. en algún momento. Los juegos de cognadas ofrecidos dan pie para la reconstrucción de los dos segmentos. De otro lado. Así. Su reconstrucción.1. Nasales. Nótese que la glotal. 1.5. respectivamente). V. 5. De hecho. los préstamos del aimara se han encargado de reforzar la ocurrencia en verdad esporádica de la nasal palatal.74 Lexis Vol. uno estaría tentado a no postular */ñ/ para el PU. en vista de la falta de correspondencia total (donde UP es la menos constante). Líquidas. § 2. Proponemos cuatro consonantes líquidas: tres laterales */l λ / y una vibrante simple */r/.2. § 2. la alveolar es la que menos problemas ofrece. si bien de bajo rendimiento funcional (su ocurrencia parece haber sido únicamente . La velar. y amén de la ocurrencia del segmento delante de /i/. Cerrón-Palomino 2006a: caps. Entre las laterales. XXXI (1 y 2) 2007 */n/ nŭi-nka ūyni re ~ lre ki sra snδĭs niwi-naka ŭīyni ana ki-sna tš nishi ni:-naka we:na ana qhuy şana čhinş ‘ellos’ ‘noche’ ‘no’ ‘patio de casa’ ‘cama’ */ñ/ ñi tñi ~ tni sña pani snē snē k’ñi ñi thñi ~ tni shñi palñi sñi ~ shñi sñi ~ sni !chñi oñi thuñi şiñi phalñi isñi ŝoñi khuñi ‘sordo’ ‘sol’ ‘huevo’ ‘sudor’ ‘uña’ ‘hombre’ ‘oreja’ Por lo que respecta a la palatal. creemos que hay una razón suficiente para postular el protofonema respectivo: la distinción sistemática entre los morfemas –ñi ‘agentivo’ y –ni ‘modal de probabilidad’ (cf.23 y VII. Por lo demás. a su turno. como puede verse a través de las correspondencias ofrecidas. así como de las variaciones registradas por UP y UCH. sin descartar la posibilidad de que la vocal palatal haya inducido en otros casos a la palatalización de /n/. aunque debemos notar que su ausencia en comienzo de palabra puede estar acusando influencia aimara. no parece un buen candidato para figurar dentro del sistema fonológico del PU. más bien. Finalmente. La palatal.ş luyş lik-či xwala kula phalni ‘comer’ ‘cántaro’ ‘borracho’ ‘llama’ ‘quinua’ ‘sudor’ *// uwa aks oki ata ač-ş para ĉheri thura ‘totora’ ‘axila’ ‘sangre’ ‘hembra’ ‘aflojar’ */r/ ‘árbol. y. Sin embargo. sobra decir que su reconstrucción está respaldada por la serie de cognadas ofrecidas. Los ejemplos ofrecidos a continuación ilustran las postulaciones formuladas en el presente apartado: */l/ lŭ lsē lītšna la khla pañi lio ŭasē (sãkre) (-----) (-----) !para tšri tra lŭ lsi ~ luš lktin la kla palñi lŭa ~a ŭaks / juáks lkī ~ lke jata lāduda pra tšri tra lul. parece haber sido un fonema bastante peculiar de la lengua. tampoco ofrece mayores problemas de reconstrucción.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 75 en posición inicial absoluta). preferimos postular */λ/. dada la escasez de cognadas que registra (apenas encontramos. de bajísima ocurrencia. palo’ ‘barriga’ ‘nido’ . gracias a Uhle. la ecuación UD <(p’)illacha> = UCH iλ-ş ‘recolectar’). en cuanto a la vibrante. como no creemos que haya existido una regla de palatalización de /l/ en contexto de /i/. por el contrario. señalando que su flaca frecuencia se vio incrementada luego debido a los préstamos provenientes del aimara. 1.6. Se reconstruyen las semiconsonantes */w y/. dos medias */e o/. creemos que no hay base para trasladar la distinción cuantitativa al sistema fonológico del PU. postulamos un sistema pentavocálico. XXXI (1 y 2) 2007 krsi karu krta krsi karu tškrtak khurş qaru kurta ‘cola’ ‘cuerda de paja’ ‘estera’ 5. Nótese que las variedades modernas de la lengua registran vocales largas que se corresponden con las breves postuladas. y una baja */a/. Semiconsonantes. integrado por dos vocales altas */i u/. */w/ hŭta hŭtši tšŭa hŭña (kpō) */y/ yki ycō p!aya ya kya hŭta hŭti tšŭă ŭi kāŭans yki ykū paya ūa kya watha wixt tsawa xawi qawan-ş ‘pueblo’ ‘fogón’ ‘granizo’ ‘diarrea’ ‘hilar’ yuki yaku phaya wiya qhuya ‘rostro’ ‘sal’ ‘césped’ ‘sueño’ ‘casa’ 5. Sin embargo.2. Su posición favorita era la de inicial de sílaba. En el cuadro II ofrecemos el inventario de las vocales postuladas para el PU: *i *e *u *o *a Como puede apreciarse. Vocalismo.76 Lexis Vol. pues tal registro se explica . cuya postulación no ofrece ningún problema. pueden aparecer libremente en otros contextos. Seguidamente se ofrecerá el material que justifica la propuesta mencionada. Tampoco deben asumirse como meras reinterpretaciones de sus respectivas altas. que suelen abrirse en contacto con las postvelares. */i/ si snē skē sp’i tšri psi hpsi i ~ i kya yki khla tštšu tni ~ tni krta so irshi sñi shki shpi ~ shpi tšri pshi hæpsi  ~ i kya yki kla tš’tu thñi ~ tni tškrtak δco irş isñi işqi şipş ĉheri piş hepsi ux qhuya yuki kula ĉ’utu thuñi kurta tseku ‘capa’ ‘uña’ ‘diente’ ‘barba’ ‘barriga’ ‘seno’ ‘carga’ ‘fuego’ ‘casa’ ‘rostro’ ‘quinua’ ‘espuma’ ‘sol’ ‘estera’ ‘arriba’ */u/ 5.1. y. excepto en final absoluto. aunque en menor medida que en el quechua y el aimara. respectivamente. Vocales medias */e o/.2. Obsérvese también que la lengua no permitía secuencia de vocales. por el otro.2. ellas bajan necesariamente ante tales consonantes. Nótese que las vocales medias constituyen fonemas de por sí. según se verá en su lugar. . y no meras variantes de */i u/. por un lado.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 77 mejor como un desarrollo compensatorio ulterior. 5. como lo prueban los siguientes juegos de cognadas. Aparecían libremente en todas las posiciones. pues.2. Los juegos de cognadas que ofrecemos justifican la reconstrucción propuesta. Vocales altas */i u/. 3. como se puede apreciar a través de su ocurrencia en el juego de cognadas que ofrecemos.2. palo’ ‘nido’ ‘lejos’ ‘sudor’ ‘calor del sol’ ‘polvo’ . */a/ ta lara ~ ara p!ara tra askis pani sīya pŭtra ta ana pra tra ask palñi shī ~ sī pta ata ana para thura aŝqa phalñi siy(a) phota ‘boca’ ‘no’ ‘ábol. su reconstrucción no ofrece problemas. XXXI (1 y 2) 2007 */e/ pi (---) (---) hpsi p!sta (k’araip’rō) ĭškti ñi (hk’ē) (----) ththa tški ktšŭ snē (tš’sña) epi ekaew(i) hæpsi phta tšškŭ tšæti ñi să owi tta tški qhtsa sñi ~ sni tskini ep ek-ş ewu hepsi pheta şeşkhu ŝqeti ‘padre’ ‘dejar’ ‘nuevo’ ‘carga’ ‘hueco. Baja */a/.78 Lexis Vol. pozo’ ‘ayer’ ‘humo’ */o/ oñi oşa owa tota ĉoki qhoča ŝoñi tsok ‘sordo’ ‘nariz’ ‘rodilla’ ‘espalda’ ‘espina’ ‘pie’ ‘hombre’ ‘negro’ 5. y su distribución es libre. La menos marcada que el resto de las vocales. con ser uno de los más cuidadosos. (e) evolución de las líquidas. 6. y para representarlo se vale incluso del diacrítico <!>. Siguiendo el esquema establecido. En cuanto a las oclusivas aspiradas. (d) las espirantes. y (g) simplificación de grupos consonánticos. del estado de las variedades modernas de la lengua. palo’ ‘césped’ ‘hueco’ ‘ají’ ‘pampa’ ‘oreja’ . aspiradas y glotalizadas. En tal sentido. (b) las africadas.1. que coloca unas veces delante de la consonante y otras después.1. En esta sección intentaremos esbozar algunas de las innovaciones más saltantes que afectaron al sistema fonológico postulado para el PU. sobre todo en UP. si bien confusamente. Oclusivas laringalizadas. En efecto. tal como éstas han sido registradas. 6.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 79 6. la aparente ausencia de correspondencia que muestran los materiales de UP y UD en su registro puede achacarse a la inseguridad de su transcripción antes que a cualquier insinuación de cambio por simplificación. (f) surgimiento de grupos consonánticos. Aspectos evolutivos. algo más que una laringalización. nos ocuparemos primeramente del consonantismo y luego del vocalismo. en parte al menos. no creemos que es aventurado sostener que ellas han probado ser bastante estables en la lengua. Tal ocurre en los siguientes casos: !para p!aya p!sta t!pa t!na k’ñi pra paya phta tpa tna !chni para phaya pheta tapa tuna-ri khuñi ‘árbol. Los fenómenos discutidos en esta sección tratan sobre: (a) las oclusivas laringalizadas.1. sino que cree percibir. (c) el surgimiento de consonantes labializadas. Tales fenómenos darán cuenta. Particularmente ilustrativo en este aspecto es el material de Lehmann. este investigador no sólo distingue. Consonantismo. Concretamente.1. aunque ya se encuentran indicios de que lo propio ocurría también en UD. En efecto. ver § 6. Sin embargo. como ya se adelantó en § 5. sino que. En vista de ello. sobre todo con la /th/. a través de una serie de cambios que afectaron al protoprefijo *{t’v-}. y es muy probable que hayan tendido a simplificarse.6). opinamos que todo no pasa de ser producto de una falsa percepción visualizada en virtud de una notación hiperdiferenciadora. a diferencia de las aspiradas. el contacto con el aimara habría detenido el proceso de simplificación.1. pues Lehmann emplea <’> para marcarla. reforzando la presencia de glotalizadas en la lengua a través de una cantidad nada desdeñable de préstamos que conllevan el mencionado rasgo. algunos miembros de la serie se han visto incrementados gracias a desarrollos internos ocurridos en ella. parecen haber sido menos estables. puesto que (como se ve en los ejemplos de UD) para ello se echa mano de <h>. De allí la escasez de su ocurrencia en las variedades modernas. tampoco parece indicar aspiración. Es más. ocurre que por lo menos la */t’/ desembocó en /th//. En efecto. De otro lado. XXXI (1 y 2) 2007 No creemos que el diacrítico <!> esté buscando representar la glotalización del segmento contiguo. los ejemplos chipayas ofrecidos prueban lo señalado: .80 Lexis Vol. en ciertos casos. confundiéndoselas luego con sus respectivas simples. no sólo las consonantes aspiradas se vieron reforzadas en la lengua debido a los préstamos aimaras. este fenómeno se dio en el chipaya. y en menor medida con la /kh/. a estar por los ejemplos que hemos podido detectar en los materiales respectivos.1. los datos ofrecidos ilustran lo anunciado: <s-tuhuni> <tkatan-> <tkeušnai> <tkun wawa> <ucuhala> <tacsuai-> <tăjja> thuñi thatan-ş thew-ş thun(a) okhala thaş-ş thax-i ‘sol’ ‘perder’ ‘esperar’ ‘esposa’ ‘hijo’ ‘reír’ ‘sueño’ Por lo que respecta a las glotalizadas.3 (para la identificación de la vocal. que en los ejemplos tiene claro valor causativo. Como se mencionó en § 3. lo que no impide que descubramos en ella diversos recursos por distinguirlas. tras su desgaste por espirantización y ulterior aspiración.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 81 tha:-ş tha:n-ş thatan-ş thutun-ş thaq-ş thoq-ş ‘gritar a alguien’ ‘hacer llorar’ ‘hacer desaparecer’ ‘vestir a alguien’ ‘hacer vadear’ ‘rastrear huellas’ < *t’v-qhawa-ča < *t’v-qhaya-na-ča < *t’v-qata-na-ča < *t’v-kutu-na-ča < *t’v-qaqa-ča < *t’v-oqha-ča qhaw-ş qhay-ş that-ş kut-ş qaq-ş oqh-ş ‘gritar’ ‘llorar’ ‘enterrar’ ‘vestirse’ ‘vadear’ ‘ir’ Como puede verse. Tal como se dijo a propósito de las oclusivas aspiradas.1. Por lo demás. el hecho de que todos destaquen la pronunciación especial del sufijo declarativo*{-ĉa-y(a)}. y su posterior reanálisis como parte de la raíz. la notación de las africadas en los materiales de UP y UD es bastante caótica. no es aventurado sostener que la innovación */ĉ/ > /č/ en UP y UD estaba en curso. el desgaste del prefijo. como una tendencia general. no debe descartarse que el proceso de derretroflexión se haya intensificado. en el presente caso.7). <dr> y <>. Además. se esmeran por procurarle una notación especial (empleando las grafías <d>. Los ejemplos que ofrecemos (ver también § 6. aunque no puedan evitar confundir la retrofleja con su respectiva no retrofleja. ilustran el fenómeno: . Sin embargo.2. respectivamente).4. teniendo al chipaya como elemento de control. y (b) adscripción de la consonante inicial de la raíz al segmento del prefijo. es el resultado de por lo menos dos cambios: (a) elisión de la vocal pretónica y desglotalización automática de la consonante (la lengua no tolera glotalización sin soporte vocálico). podría estar indicándonos que la africada tenía en dicho sufijo su último bastión. no toda vacilación en su registro puede interpretarse como indicio de cambio en una u otra dirección.1. Otro cambio que se insinúa en los materiales examinados es la desafricación. Africadas. en UP y UD. De allí que Uhle. la misma que parece haber afectado a todas las variedades. con la aimarización creciente de sus hablantes. 6. incluyendo a la chipaya. Lehmann y Métraux. 82 Lexis Vol. nuestra reconstrucción del PU no contempla consonantes labializadas. Sin embargo.3. Surgimiento de labializadas.1. tras la elisión de la vocal pretónica (ver §§ 6. De hecho.1. algunos cognados lo sugieren así. La razón de ello habría que buscarla en la naturaleza laríngea del componente fricativo de las africadas. Como se recordará. Con todo. como puede verse en: kŏasi tšaŭa (a) qhŏasi tšakŭa ŏla qhwaş ~ qhaş ‘agua’ čakwa ‘grande’ xwala ‘llama’ En tal sentido.1. es precisamente el registro de tales segmentos. el material examinado permite sostener que tales consonantes serían el resultado de un desarrollo ulterior de la lengua. uno de los aspectos más notorios de las variedades modernas de la lengua. particularmente las glotalizadas. ausente en la articulación de las oclusivas. aparte de su ocurrencia como mera realización fonética en contextos predecibles (cf. concretamente los de /kw qw hw w/. 6. parecen haberse mantenido de manera más estable que sus correspondientes oclusivas.6). Cerrón-Palomino 2006a: . ellas estaban en mejor capacidad que las oclusivas para “proteger” su glotalización. no solamente tales consonantes tienen un bajo rendimiento funcional. 6. en la que una secuencia del tipo *Cuwv devino en Cwv. XXXI (1 y 2) 2007 <ţaxwi> <ţiñi> <ţiku ~ sik> <piči > <čkura ~ skura> <latsi ~ natsi> <patši> <suxri> şaxwi şiñi tseku piş ŝkur(a) las phaxs ĉhoxri ‘orina’ ‘huevo’ ‘cielo’ ‘seno’ ‘trenza’ ‘lengua’ ‘hígado’ ‘pulmón’ En cuanto a las africadas laringalizadas no retroflejas. y esporádicamente /tw/. De esta manera.1. dijimos que ella estaba restringida a la posición inicial absoluta. concretamente en el caso de la aspirada glotal.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 83 II. como se puede ver en los ejemplos del chipaya recogidos por Uhle (1894). a estar por los datos proporcionados por .1. aunque. respectivamente. De hecho. como se vio. que conserva los reflejos de los tres fonemas postulados. como en el caso de las africadas. como seguramente ocurrió también con las africadas. En relación con las estridentes. Nuestra reconstrucción se basa precisamente en dicha evidencia. Como se dijo.1. sino que su deslabialización era un fenómeno en marcha en todas las variedades registradas. de planta’ 6. la desafricación se produce luego del fenómeno de apócope (ver § 6. es decir /s/. De otro lado. Sin embargo. contrastados con sus versiones modernas: <ġuási> <kǔéls> <tjǔáni> <tjǔániča> <juala> <skǔari> qwaşi ~ qwaş kelş thanñi thañ-ş xwala şqwari ‘cuello’ ‘bolsa’ ‘ladrón’ ‘robar’ ‘llama’ ‘v. sin embargo. Espirantes. No sería infundado sostener.1). es posible advertir en ellos los esfuerzos realizados con el objeto de distinguirlos.4. no obstante la inseguridad que presentan los materiales de UP y UD en relación con el registro de las sibilantes. En este caso. no siempre es fácil determinar el nivel de su propagación. si no fuera por la evidencia comparativa. palabras chipayas como las ‘lengua’ y phaxs ‘hígado’ difícilmente se habría sospechado que pudieran provenir de *latsi y *paxtsi. como ocurre en el chipaya moderno.2. que la fusión se habría acentuado a medida que se consolidaba la aimarización de los hablantes cada vez más reducidos de la lengua. pero sobre todo en el testimonio moderno ofrecido por UCH. Es posible que su notación vacilante por parte de los estudiosos esté indicando cierta tendencia hacia la fusión de las mismas a favor de la menos marcada. § 1. los procesos de desafricación en curso también desembocaban en sibilantes que se sumaban a las existentes.3). UD <likshi> y UCH <hikş>. 6. de manera variable. interesa destacar la evolución que afectó a la *// y la ausencia de */r/ inicial. a partir del registro actual del fonema en el chipaya es difícil determinar el contexto en el cual pudo haberse dado semejante fenómeno. que se mantiene más o menos estable en UCH. no otra cosa señalan ejemplos como los ofrecidos a continuación: <huč> <hax> <huyi> <hos ~hoša> <howi> <hana> <hira> ots-ş axun-ş uwi oşa owa ana ira ‘cansar(se)’ ‘lavar’ ‘helada’ ‘nariz’ ‘rodilla’ ‘no’ ‘prenda masculina’ Por lo demás. Es posible entonces que tales nombres hayan portado una aspiración inicial. parece que incluso en dicha posición no se mantuvo intacta. aparte de variaciones esporádicas del tipo UP <ara> y UD-UCH <ana> ‘no’. habiendo sido proclive a su evaporación. ya sea en su delateralización (/l/). como se vio en § 5. Entre éstas. fuera de la fluctuación esporádica de /l/ ~ /n/. Por lo que respecta a la vibrante. En efecto. XXXI (1 y 2) 2007 Vellard para UD.1. sufre un proceso de desgaste cuyo resultado se traduce. a partir de UP <ltris>. ya que Polo registra. creemos que es posible postular la protoforma *ikĉi ‘camino’.1. o en su velarización plena estridente (//) o semiconsonántica (/w/). donde el recurso a <j> descarta cualquier insinuación a favor de una “hache muda”.84 Lexis Vol. En todo caso. Teniendo en cuenta esta situación. como en UD <nas> y UCH <las> ‘lengua’. es curioso notar que su restricción de no ocurrencia en posición inicial absoluta recuerda la de su equivalente aimara.5. variedad de iruhito. por ejemplo. no creemos que el fenómeno haya sido producto de una falsa percepción. a su turno. <juñi> para oñi ‘sordo’. No creemos estar aquí ante un fenómeno de vacío . En cuanto al protofonema *//. Líquidas.5. de acuerdo con la fonotáctica de la lengua. cuya vocal era obligatoria. Surgimiento de grupos consonánticos. a su vez. de los respectivos prefijos *{p’v-} y *{t’v-}. realizada como [ř]. respectivamente. UCH registra /r/ inicial. cuya primera consonante. Los ejemplos vistos en dicha oportunidad presentaban grupos del tipo pC y tC. sólo en préstamos del castellano. identificada como *p’ y t’. 6.6.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 85 distribucional sistemático.3. Tal como se adelantó en § 5. modernamente. los materiales chipayas registran formas nominales y verbales que empiezan por grupos consonánticos.1.1. como lo atestiguan los siguientes ejemplos contrastados con los de UCH: (a) verbos <chquknu-čay> <chpitki-čay> <čkūrača> <čkūača> <čqarkičay> (b) nombres <čqala> <čkīsi> <čkīti> <čqoni> <chkoka> <tsmoya> <ch’po> şkut-ş sphit-ş ŝkur-ş ŝkuw-ş ŝqal-ş ‘atar’ ‘lavar. Pues bien los datos de UP y UD no sólo muestran grupos iniciales como los señalados sino también de čC y de tsC. formaba parte constitutiva. por lo que no debe descartarse que estemos ante un caso de influencia por contacto (y entonces podría pensarse que tal vez algunas de las palabras que comienzan con /l/ en las variedades del uro registradas habrían portado */r/ inicial).1. exprimir ropa’ ‘trenzar’ ‘tejer’ ‘acercarse’ şqala ŝqişi ŝqiti şqoñi ŝkoka smoya spow(a) ‘sementera’ ‘pellejo’ ‘vestido’ ‘boleadora’ ‘bicho’ ‘mosca’ ‘tendón’ . Por lo demás. o eventualmente quechua. Tal se puede apreciar en los siguientes ejemplos. obviamente. de gaviota’ ‘rótula’ ‘sarna’ ‘plano’ ‘cerca’ ‘oro’ ‘semiabierto’ Sin embargo. manifiestan distintos grados de reinterpretación. UCH registra una proporción no desdeñable de palabras que empiezan por C1C2 alternando con C2. pues hay indicios suficientes de que éste podía ser también el modificador de una frase nominal.86 Lexis Vol. Tales son los casos de: şqayta şmathi sqira şqata ŝqati ŝquri ŝqhaqa qayti mathi qiri qata qati quri qhaqa ‘v. en los tres últimos casos) es tentativa: *tshiy hiyşi *tshiy wata *č’iqa qhara *hisk’ač’aλwa *siwi qara <tš’si> <ts hŭta> şqhara şkiča ŝqara ‘(un) mes’ (hi:ş ‘luna’) ‘un año’ (wata ‘año’) ‘izquierda’ (qhara ‘mano’) ‘rana’ ‘coraquenque’ . En muchos casos la palabra base es claramente de origen aimara. no siempre la formación de tales grupos supuso un prefijo como primer elemento de la palabra. donde la etimología ofrecida (de origen mixto o aimara. viento’ ‘portillo’ Tales formas. XXXI (1 y 2) 2007 Por lo demás. lo que prueba que el procedimiento de prefijación era muy productivo. como puede observarse en los siguientes ejemplos: şqulta şquluku sqo:s(a) ŝkera ŝkora qulta quluku qo:či kera kora ‘pequeño’ ‘poco’ ‘delgado’ ‘brisa. Este segmento. y de <tu uškata> ‘recientemente’. Son muchos los aspectos oscuros que aguardan mejor atención. Dicho proceso. de */ts č ĉ/. no hay duda de que el primer segmento de C1C2 . el camino estaba listo para la reinterpretación de la base. todo parece indicar que portaban vocal /u/. Por lo demás. recogido por Métraux. mantenía aún su carácter oclusivo en UP y UD (en el caso de los prefijos) o africado (en los demás casos. no sólo fue parte de un prefijo sino también un lexema modificador. en inicial de palabra. Teóricamente debía esperarse que /s ş ŝ/ provinieran. en el estado de nuestros conocimientos. registrado por Polo. con excepción del último ejemplo). respectivamente. En cuanto a los prefijos. Notemos. y con una modificación drástica de la estructura silábica de la lengua. lo que significa que éstos habrían sido los primeros en espirantizarse o fusionarse con las raíces que empezaban por vocal. comenzando por la naturaleza variable del segmento inicial. Una vez cumplidos ambos procesos. sin embargo. En cualquier caso. aunque los mismos datos ilustran que incluso en tales variedades se estaba dando el proceso de espirantización involucrado. cuyo reflejo moderno es una sibilante. que no ocurría otro tanto con los prefijos identificados parcialmente. como se ha podido apreciar. aún estaba en curso cuando Uhle (1894) lo registra por primera vez. como se adelantó. no es posible determinar con exactitud las fases evolutivas involucradas en el proceso de surgimiento de tales grupos. como <¿chulut pumisi?> ‘¿qué te duele?’. con pérdida del significado de aquél. Como quiera que fuese. a estar por ejemplos. que ahora podía adquirir la forma de ((C)C)V(C). pues los ejemplos que recoge Uhle corresponden sólo a la variedad de iruhito. pero ni las fuentes son seguras ni la documentación es coherente.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 87 A la luz de los ejemplos vistos hasta aquí. resulta claro que la espirantización tenía que darse previa elisión vocálica del morfema prefijante o modificante. todo el componente es reducido a la mínima expresión de su consonante inicial. para ambos casos encontramos . completamente consumado en el chipaya moderno. No hay duda de que la situación del chipaya de entonces era parecida a la que se daba en el resto de las variedades al momento en que éstas fueron registradas. que se reparte entre las tres sibilantes. que muestra un haz consonántico más complejo. Los casos encontrados son: <tucsi> <toksa> <ucsa> <occhos> <masi> <asa> <čo[x]ka> <p!sta> <kxesxu ~ kxesu> <licsti> tuşi toŝa uşa oč maş oşa ĉhoqa pheta keŝu liksi ‘corazón’ ‘foráneo’ (= aimara) ‘niño’ ‘olla’ ‘piedra’ ‘nariz’ ‘grueso’ ‘hueco’ ‘cerca’ ‘pesado’ Como puede observarse. constituye una palabra de estructura interna compleja. respectivamente. que los prefijos x. De manera que podemos postularlos como *{p’u-} y *{t’u-}. y a partir de los datos de UCH. por lo demás.1. 6. actualmente en franco desuso. no se advierte ningún fenómeno de compensación como efecto de la supresión. En general. De hecho Uhle registra <(pt)pēkáča> para UD como forma equivalente de UCH <pēkáča>. Lejos de encontrar una regla subyacente al cambio. Vocalismo.modernos del chipaya. Simplificación de grupos consonánticos. el último ejemplo. habría sido imposible imaginar la existencia de tales grupos en las palabras que los contenían. aunque no por .2. en la mayoría de los ejemplos es la primera consonante la que cae. las vocales chipayas han mostrado ser bastante estables. como habrá podido observarse. interesa aquí señalar la etimología de las palabras involucradas. moderno pek-ş ‘querer’. parecen registrar casos de simplificación de grupos consonánticos en posición interna de palabra.7. comparados con los de UP y UD. sean sus reflejos respectivos. Es posible.88 Lexis Vol. Por lo demás. De no ser por tal evidencia. XXXI (1 y 2) 2007 formas no prefijadas como UCH miş-ş ‘doler’ y uşqa ‘recientemente’. Incidentalmente. 6.y ŝ. Los materiales de UCH. heredadas de la protolengua. Apócope. Los siguientes ejemplos. fueron entresacados básicamente de la fuente mencionada: . Surgimiento de vocales largas. fenómenos éstos muy característicos de UCH (cf. 6. fenómeno que parece haber tenido mayor efecto en UCH. De allí que. y al no menos importante del surgimiento de vocales largas.2.4. II. no obstante que. II. para el presente caso. § 2. que ofrecemos al lado de sus correspondientes de UCH. § 2.1. En esta sección sólo abordaremos dos aspectos relacionados con el vocalismo del PU. El sistema fonológico del chipaya opone a sus cinco vocales breves. Lo propio se puede decir por lo menos de las variedades de UD. como era de esperarse.2. los materiales disponibles no dejan de ser ambiguos.2. Cerrón-Palomino 2006a: cap.6. obviamente más confiable que el de los investigadores que lo precedieron. hayamos preferido echar mano del vocabulario reciente de Muysken (2005).Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 89 ello hayan mostrado tendencia a la supresión y al ensordecimiento. III). cap. Nos referimos al fenómeno de apócope.1. aparte del fenómeno de supresión ya mencionado de pasada en § 6. Cerrón-Palomino 2006a: cap. como resultado de su evolución (cf. se habrá advertido la tendencia hacia el truncamiento de la vocal /i/ ante pausa. otras tantas largas. A través de los ejemplos ofrecidos en las secciones precedentes. Los ejemplos ofrecidos a continuación recogen algunos de los casos vistos previamente: īsi psi īsi tšsi īpi sĕ ŭaē i ~ i irshi pshi yīsh tš’shi api tsi ŭaks  ~ i irş piş hi:ş č’iş ep tsix akş ux ‘capa’ ‘seno’ ‘luna’ ‘pez’ ‘padre’ ‘hueso’ ‘axila’ ‘fuego’ 6.2). En unos casos. Observemos de paso que en el aimara sureño y en el quechua central las vocales largas provienen también de una fuente similar. Dejando de lado la comparación gramatical. mes’ ‘levantarse’ ‘vender’ ‘torcer hilo’ ‘nombre’ ‘vacío’ ‘noche’ ‘joven’ ‘delgado’ Como se puede apreciar. naturalmente. La pregunta que trataremos de responder es si estamos ante tres dialectos de una lengua o frente a tres lenguas de una misma familia lingüística. como en el de tha: ‘dar’ o la: ‘vacío’. 7. el origen compensatorio de la cantidad vocálica no admite dudas. sea ésta palatal o bilabial. que será abordada en otra oportunidad. Por lo demás. UP es una entidad muerta. Distancia dialectal. por dos razones de fuerza mayor. a falta de evidencia. La respuesta. Tras el cotejo fonológico y léxico realizado en las secciones precedentes. el alargamiento vocálico surge como una compensación por la elisión de una semiconsonante. XXXI (1 y 2) 2007 <sii> <yiis> <luus-chay> <tuu-chay ~ tuysk> <tuulsakay> <thuu> <laatni> <wiyana> <too> <chxoos ~ sxuus> siy(a) hi:ş luy-ş tuy-ş t’uy-ş thu: laa-či we:na thowa qo:či ‘calor solar’ ‘luna. conviene preguntarse sobre la distancia estructural que guardan entre sí las variedades de uro contempladas. sea ésta sincrónica o dialectal. y UD no ha tenido mejor suerte. la lengua ha incorporado también préstamos del aimara con vocal larga: tal los casos de q’a: ‘objeto de valor (= plata)’ y qa: na ‘red’.90 Lexis Vol. . que provienen históricamente de *q’aya y *qayana. con excepción de UCH. interesa averiguar el grado de semejanza o diferencia que existía entre ellas. respectivamente. que sigue vigente. tendrá que ser tentativa. De todos modos. La primera porque. no es posible determinar la naturaleza de la semiconsonante. Ahora bien. de otro lado. debemos señalar que quienes tuvieron la ocasión de trabajar directamente con por lo menos dos de las tres variedades comparadas. Lamentablemente. concretamente UD y UCH. las entidades comparadas guardaban una distancia estrecha que no pasaba del nivel dialectal. opina de manera diferente. Dentro de la etapa que llamamos propiamente lingüística. además de ello. a pesar de haber trabajado con hablantes de ambas entidades. Métraux (1935a: 90) y Vellard (1949: 188. Como resultado de ello ofrece un vocabulario de 87 voces cognadas entre UD y UCH. 1954: cap. que además habría verificado una relativa inteligibilidad entre los chipayas y los pocos iruhitos que aún quedaban. comenzando con las opiniones vertidas al respecto por los estudiosos previos de la lengua. Olson tuvo la oportunidad no sólo de comparar in situ ambas entidades sino que incluso pudo fomentar un encuentro entre hablantes de iruhito y chipaya (en la década del sesenta) en el territorio de los primeros. fuera de sus pesquisas de carácter etnográfico (cf. los de UD. si bien más ricos y variados. La verdad de los hechos es que dicho investigador no efectuó ningún trabajo verdaderamente lingüístico con los uros. Lehmann (1937). y al margen de sus diferencias fonéticas y léxicas obvias. XIII. y. su semejanza con el uro del Desaguadero no pasaría del registro común de “unas pocas palabras” parecidas. según testimonia Barrientos Ignacio (1990: 20-22). es Posnansky (1924: 91). en efecto. y que. como sabemos. que el chipaya constituia una “verdadera isla lingüística”. . al sostener. Quien. Posnansky 1932). Así se pronuncian. en todo caso. requieren de una restitución que sólo puede hacerse a base de su contraste con los de UCH. El cotejo fonológico y léxico realizado por el lingüista norteamericano entre las variedades mencionadas lo hizo en función de su hipótesis de las relaciones genéticas distantes entre el uro y el maya (ver sección siguiente). no sólo tuvieron la certeza de estar frente a una misma lengua sino que. porque. Debemos asumir que para dicho estudioso. los materiales de UP se limitan a la lista de Lehmann. Olson no es nada explícito al respecto. impresionistamente. dejaron constancia de que había entre ellas una relación muy cercana. 226). Uhle (1922: 9).Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 91 La segunda. sin embargo. VI. y un 87% entre UD y UCH. ¿qué podemos decir al respecto? Para comenzar. esta vez entre las tres variedades —UP. luego de realizar un cotejo léxico. finalmente. Para Torero los entrevistados habrían hecho uso del aimara como lengua de contacto y no precisamente de sus hablas respectivas. lo que arrojaría (para 1992) unos 21. por consiguiente. ni siquiera podía esperarse una inteligibilidad entre UD y UCH. les seguiría UD y UP. XXXI (1 y 2) 2007 Una opinión radicalmente distinta a las formuladas hasta entonces la da el lingüista peruano Alfredo Torero (1992).2 siglos. por consiguiente. Pone en duda. que compartirían un 56% del léxico básico. Así. obtenemos un 46% de léxico compartido entre UP y UCH. que serían.7 siglos de separación. la similaridad léxica entre UD y UCH sería mucha mayor (87% contra 67%). Según ello. A dicha conclusión lo lleva la aplicación ortodoxa del método glotocronológico tras el llenado. juntamente con UP. necesariamente incompleto. cap. A la luz de tales índices de separación. creemos que los cotejos léxicos del lingüista peruano deben tomarse con extremada cautela. 269).3 siglos. no obstante emplear los mismos materiales. que sólo compartirían el 52% del vocabulario básico. la mayor divergencia en el tiempo la darían UP y UCH. la comparación entre UD y UCH. Según los cálculos efectuados. los resultados de la comparación que hemos realizado. concluye el autor. UD y UCH—. En efecto. repitiendo el ensayo que hiciera Olson la década anterior (cf. op. dicho investigador concluye rotundamente que estaríamos ante lenguas de una misma familia y no sólo frente a meros dialectos de una lengua. cit. no sólo habría menor comunidad léxica entre UP y UCH sino también entre UP y UD. En efecto. de manera más drástica. y. Wachtel.. arrojaría una divergencia de 13. y al margen del carácter discutible del método glotocronológico. el intento que hiciera Wachtel (en la década del 80) por propiciar un diálogo entre iruhitos y chipayas. un 51% entre UP y UD. I. lenguas diferentes de una misma familia. lo que implicaría una separación de 19. de la lista de 100 ítemes de Swadesh con el material existente para las tres variedades. la . y. pero. difieren notoriamente de los proporcionados por Torero.92 Lexis Vol. con un 67% del léxico común. Pues bien. un conocimiento más preciso de UCH. las considerables diferencias entre las cifras manejadas por Torero y el presente investigador tienen su explicación. etc. en fin. De todas maneras. de manera que los pocos que hemos hallado allí (‘dar’. ‘morir’. a la par que también advertimos no pocos cognados pasados por alto. que su cuestionario léxico omite.). De hecho. tanto la impresión de los estudiosos iniciales de estar ante una misma lengua. además. En tal sentido. lo cual es geográficamente icónico. coloca al investigador en una posición más ventajosa a la hora de descartar falsos cognados y. Mucho más discutible aún es querer asociar. el desarrollo de la cultura Huancarani (cf. de modo mucho más crucial. y. los peligros de distorsión de los hechos debido a la aplicación mecánica de un método que ha probado ser altamente cuestionable. que Lehmann recogió su corpus en el tiempo record de una media noche. algunos aimarismos camuflados. por un lado. ‘venir’. McAndrews 2005) . el estudio de Torero muestra. léxicamente UP estaría más cerca de UD que de UCH. a partir de sus cálculos glotocronológicos. Debe tenerse presente. Fuera de todo ello. parecen respaldarse en una realidad demostrable. dado que se estaría ante dos dialectos de una misma lengua. una vez más. que encuentra bastante próximos los datos de UD y UCH. lo que resulta más natural. y que burlaron la atención de Torero. hay que señalar que el material de UP no debe tomarse como algo que estuviera reflejando necesariamente el estado de la lengua al momento en que fue registrada. por razones que no entendemos. la inclusión de verbos.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 93 distancia temporal entre ellas sería de 4 siglos aproximadamente (y no de 7). al mismo tiempo. que a su turno permite un aprovechamiento más efectivo de los materiales de UP y UD. Esto último aseguraría. siguiendo la lógica del cálculo glotocronológico. Ellas tienen que ver con el grado de familiaridad en el manejo del material comparado. De hecho. Pero. Por lo demás. por lo menos geográficamente. de otro lado. como la del presente investigador. ‘tomar’. en las listas manejadas por Torero encontramos. al momento de visualizar los verdaderos. se encuentran “escondidos” en las pocas frases y oraciones que incorpora el estudioso germano. una inteligibilidad mutua relativa. si bien en forma fragmentaria (Uhle 1894.94 Lexis Vol. Pese a todo. cit). lengua que luego habrían adquirido los habitantes lacustres (ver al respecto. Zariquiey 2005). En esta sección nos ocuparemos brevemente de los intentos de relacionar al uro. Como veremos. De hecho. Métraux y Vellard se contaban entre sus seguidores más entusiastas. con otras lenguas o familias de lenguas. en distintos niveles y relaciones de parentesco o de contacto. que se había manifestado en contra de dicha identidad. ni tomar en serio la demostración que Polo hiciera en tal sentido. Si bien tal fue la percepción de los estudiosos hasta finales del siglo XIX (Brinton 1891. XXXI (1 y 2) 2007 con los hablantes originarios del uro (uruquilla. fueron Créqui-Montfort y Rivet quienes intentaron probar que el puquina y el uro eran una misma lengua. Pues bien. sin ir muy lejos. Baste con señalar que quienes se han encargado de descartar la pretendida afinidad. sorprende que en pleno siglo XX se haya persistido en esa creencia (Créqui-Montfort y Rivet. no nos detendremos aquí en el examen de los esfuerzos infructuosos. 8. con otros grupos idiomáticos sudamericanos e incluso mesoamericanos. debido al prestigio de sus patrocinadores. de la Grasserie 1894). afianzando . como se adelantó. como sí lo había hecho Chamberlain (1910). Con todo. a falta de información propiamente lingüística del uro. por no decir forzados. genética o arealmente. art. comparando el puquina de Oré (1607) con el del uro recogido por él mismo. Veamos. la designación confusa del uro como puquina ha sido la responsable de que ambas entidades fueran subsumidas dentro de una misma unidad idiomática. Relaciones distantes. tales propuestas. que hacen los autores mencionados por demostrar aquello que a todas luces resulta indemostrable. luego del examen del trabajo en cuestión. la idea del pretendido parentesco logró imponerse en los medios académicos. la conclusión a la que llega. Polo 1901). en su terminología). la lengua ha sido relacionada directamente no sólo con el puquina y el yunga sino también. a grandes rasgos. no obstante que para entonces ya se contaba con materiales de la lengua. entre otras razones. sin prestar oídos a la opinión tajante de Uhle. Para comenzar. igualmente innecesaria. ofrecemos aquí los posibles préstamos (no cognados) que el uro. representado por el chipaya. 1987. luego de forzar la identidad entre esta lengua y el uro. en todo caso. 1965). el investigador norteamericano. mes’ ‘uno’ ‘tres’ ‘deuda’ ‘joven’ ‘rostro’ ‘saber’ ‘soñar’ En cuanto a filiaciones más distantes. intentaron demostrar su afinidad con el grupo idiomático referido. en el sentido de que el puquina estaría relacionado con una lengua arahuaca. 1992) e Ibarra Grasso (1982: cap. Quien sin embargo lanzó una hipótesis con relaciones de carácter intercontinental fue nada menos que Olson (1964.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 95 la tesis de Polo. cree . si bien el puquina podría estar relacionado remotamente con la familia mencionada. 84). como siguió haciéndolo Greenberg (1987: cap. en los trabajos citados. habría tomado del puquina: Uro hi:ş pişk ‘dos’ čhe:p qax-ş ‘endeudarse’ thowa yuk(i) şiş-ş thax-ş ‘dormir’ Puquina <hisi> <pesc> <cappa ~ capa> <caha> <too> <yuque> <sisca-> <taha-> ‘luna. al proponer la afinidad entre su uru-chipaya y las lenguas mayas. Créqui-Montfort y Rivet. recogiendo la sugerencia de Raoul de la Grasserie. En efecto. IV). fueron Torero (1972. Por lo demás. no puede decirse lo mismo del uro. aquí nos limitaremos a señalar que. Como un detalle. aunque por la escasez de material puquina no puede saberse el grado de influencia que habría tenido este idioma sobre el uro. tras presentar un juego de 121 cognados registrados por ambas entidades. de tal hipótesis. 3. Lo que debe quedar claro es que si se ha agrupado la lengua con el tronco arahuaco es porque simplemente se la subsumió arbitrariamente con el puquina. lo que no puede negarse es el contacto milenario que tuvieron ambas lenguas. entre otros. Sin el ánimo de entrar en la discusión. Pues bien. Esta última llega incluso a postular una conexión maya-yunga-chipaya. pues las formas léxicas postuladas como cognadas. luego del escrutinio minucioso de las 121 correspondencias léxicas en que basa su propuesta. la hipótesis de Olson resultó carente de base sólida. como los mencionados en las secciones precedentes. que “un grupo de lenguas sudamericanas. XXXI (1 y 2) 2007 haber probado. lejos de intentar postular un proto-uruchipaya para cotejarlo con su proto-maya. Campbell encuentra que los cognados de Olson han sido arbitrariamente establecidos. que de ningún modo deben ser atribuidos a la forma ancestral de la cual desciende. Finalmente. entre ellos Hamp (1967. siguiendo. Fabre (1995) encuentra similaridades léxicas interesantes entre el uru-chipaya y el grupo pano-tacana. concretamente. Otro tanto podríamos decir del lado del uru-chipaya. De hecho. para esta última relación. Sin embargo. 1971) y Stark (1972). están sesgadas por la interpretación peculiar de la fonología del chipaya del investigador. El corpus uro empleado en dicha comparación fue previamente compilado y ordenado por el autor sobre la base de una parte de los materiales disponibles hasta entonces (cf. el uru-chipaya. una sugerencia hecha por Uhle (1896). a fenómenos de contacto antes que a relaciones genéticas. como lo demostró taxativamente Campbell (1973). que atribuye. En efecto. tras un examen riguroso. y por lo que respecta al material maya. creemos que en este punto radica precisamente el carácter cuestionable de las formas uru-chipayas (“etimológicas”). en todo caso. sin advertir que esta lengua tiene desarrollos propios. está específica y demostrablemente relacionado con una familia mesoamericana reconocida”. aparte de contener aimarismos pasados por alto (presentes incluso en la lista depurada de Campbell).96 Lexis Vol. En lo fundamental. seleccionadas . cautamente. concluye que. con gran desconocimiento de la historia y dialectología de la familia respectiva. este lingüista. Pronto la hipótesis de Olson fue tomada como un hecho probado por quienes han tenido particular predilección por las relaciones genéticas a gran distancia. sólo unas 14 podrían calificar como indicadoras de una remota relación. Fabre 1991). se contenta con tomar el chipaya como base de comparación. Como resultado de ello sus “cognados”. Pues bien. 9. aparte de que no serían tales en verdad. En la medida en que sólo contamos con registros de variedades expuestas al último de los idiomas mencionados. ignoramos el grado de penetración que habrían tenido en ella los dos primeros. corresponden a una situación de sustitución idiomática inminente. Influencia aimara. gramatical y léxico del uro. sigue siendo bastante plausible. adolecen de los mismos problemas que fueron señalados previamente. mientras que en el caso chipaya estamos ante una circunstancia distinta. las africadas y las sibilantes de UP y UD estaban atravesando . A lo largo de su historia. por lo que no debiera perdérsela de vista. en lo que sigue llamaremos la atención sobre el impacto de esta lengua en los niveles fonológico. el quechua y el aimara. Por lo demás. Los primeros. caracterizada por su plena vigencia como entidad autónoma respecto del aimara. no debemos perder de vista el hecho de que los fenómenos de contacto observables en los materiales de UP y UD no pueden ser interpretados de igual manera que los que se dan en UCH. fuera de las observaciones formuladas. pues aparte de contener errores de interpretación formal y semántica. Por lo que toca a la influencia aimara. Hechas las salvedades del caso. proceden de una de sus variedades particulares con desarrollos propios y relativamente recientes. a la luz de la información que disponemos para las variedades estudiadas. no es aventurado sostener que otro tanto habría ocurrido con las que finalmente cedieron ante el puquina y el quechua. Sin embargo. de otro lado. la lengua ha sufrido influencias de por lo menos tres idiomas muy importantes del área andina: el puquina. ya que. fonológicamente. sobra decirlo. a diferencia de lo que ocurre en UCH. manifiesta en la desintegración de la gramática de la lengua. resultan bastante forzados. lejos de ser representativas de la familia en su conjunto. lo dicho respecto del corpus léxico uru-chipaya del trabajo comentado no invalida la hipótesis ensayada por Fabre.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 97 para el cotejo léxico. Sobra decir que las correlaciones léxicas hechas al margen de la historia de las lenguas o familia de lenguas comparadas resultan arbitrarias desde el momento en que las formas cotejadas. plenamente incorporado en la lengua. XIV). En esta misma dirección. lengua eminentemente sufijante. que habían sufrido un proceso de simplificación. no descartamos la posibilidad de que los procesos de reanálisis en los que se vieron envueltas las formas prefijadas hayan sido acrecentados por el aimara. Es posible también que la repugnancia de la lengua por la /r/ inicial pueda atribuirse a una influencia externa similar. provocado ya sea por elisión semiconsonántica o por razones de yuxtaposición morfológica. y de manera notoria en UCH. cit. sino también sus palatales /ñ/ y /λ/. Finalmente. lo que impresiona en la lengua es el calco de esquemas y estrategias morfosintácticas tomados del aimara. el rechazo a toda secuencia de vocales. Cerrón-Palomino. también pudo encontrar en la fonotaxis aimara un factor coadyuvante. Tal como se vio.98 Lexis Vol. reforzaba no solamente sus laringalizadas. para esta última noción. como lo han señalado Muysken (2000) para UD y el presente investigador para UCH (cf. baste mencionar aquí el desarrollo de la distinción entre inclusividad y exclusividad. tal como asoman de vez en cuando en los materiales de UP y UD. en especial sus oclusivas glotales. No faltaron ciertamente los préstamos de orden morfológico no sólo derivativos sino también flexivos. En el nivel morfológico. op. Para señalar un solo caso. XXXI (1 y 2) 2007 por un proceso de simplificación en favor de los segmentos menos marcados /č/ y /s/. No es exagerado hablar en este contexto de un ahormamiento de la gramática uro dentro del molde tipológico estructural del aimara. esta vez en todas las variedades. que ahora adquirían mayor presencia en virtud de la incorporación masiva de préstamos que conllevaban tales segmentos. de manera de hacerse compatibles con los del vecino aimara. hay que señalar un hecho particularmente importante: la pérdida del carácter prefijante de la lengua.. gracias al recurso. cap. del pluralizador aimara –naka. Pero al mismo tiempo. Pero más allá de los préstamos morfológicos concretos. . que ha sido tratado sólo tangencialmente en el presente estudio. aunque en un nivel puramente fonético. la consonante postvelar adquiría una articulación más uvular. aun cuando dicho fenómeno pueda explicarse como resultado de una evolución interna. calancha. Madrid: Polifemo. cap. aunque el suyo sea un caso único de resistencia lingüística en el mundo andino. la ganadería. cit. Riberalta: I.. 15.A.V.L.L. girando alrededor de los dominios semánticos relativos a la agricultura. Bibliografía álVarez.000 raíces léxicas. como lo prueba la lealtad idiomática de los chipayas. dicho vocabulario se circunscribe básicamente al léxico cultural. recuerdan en forma intacta su sistema numérico decimal. Memorial a Felipe II. la cultura material y espiritual presente de los uros en su totalidad es de origen aimara. finalmente. 1978 Ew Testamento Chipay Tawkquistan. como ya lo habían notado los investigadores del pasado. op. El recuento hecho sobre un vocabulario chipaya de aproximadamente 2.A.4). Félix 1990 Chipaya: reliquia viviente. Obviamente. . 113-135. En tal sentido. no obstante haber perdido ya su lengua. § 2. Cerrón-Palomino. Anthropological Linguistics. las instituciones sociales y religiosas. Oruro: Editora “Quelco”. 3. Lo paradójico de todo esto es que los iruhitos.Cerrón-Palomino • Reconstrucción del proto-uro: fonología 99 En cuanto al léxico. Bartolomé [1588] 1998 De las costumbres y conversión de los indios del Perú. el porcentaje de voces de origen quechua y aimara en el uro es considerable. caMpBell. Antonio de la [1638]1977 Coronica moralizada. Edición de Ignacio Prado Pastor. Lima: UNMSM. arroja cerca de 23% de voces procedentes de las lenguas mencionadas (cf. Barrientos. Tal ha sido el costo de su aimarización. mientras que los chipayas lo tienen mezclado con el del aimara a partir del número cinco en adelante. C. Lyle 1973 “Distant Genetic Relationship and the Maya-Chipaya Hypothesis”. aunque no necesariamente en el plano lingüístico. XIV. chaMBerlain. 37. 18. 45-73. 1967 “On Maya-Chipayan”. [Manuscrito]. 156-159. GreenBerG. American Anhropologist. iBarra Grasso. Joseph H. XXXI (1 y 2) 2007 cerrón-paloMino. . 161-180. [Manuscrito]. Rodolfo 2006a El chipaya o la lengua de los hombres del agua. La Paz: Librería-Editorial “Juventud”. 11. IJAL. Berlín: Instituto Iberoamericano. 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