1. Introducción a Zimbardo - La Psicología Del Encarcelamiento

March 29, 2018 | Author: David Grau | Category: Behavior, Simulation, State (Polity), Mind, Psychology & Cognitive Science


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INTRODUCCIONJ. Francisco Morales Universidad de Granada Cuatro son. según Daryl Bem, los experimentos más famosos de la Psicología Social: el de Sherif sobre la influencia de factores sociales en la percepción (1935), el de Asch sobre la distorsión de los juicios corno consecuencias de la presión de grupo (1951), el estudio so- bre las condiciones de obediencia a la autoridad de Milgram (1963, 1965, 1974) y el experi- mento de la prisión de Stanford de Zimbardo (1973). De los tres primeros existen versiones en castellano. El experimento de Sherif está incluido en Torregrosa (1974, p. 663-680) y en Torregrosa y Crespo (1984, p. 333-350). El de Asch en el manual de este mismo autor (1972, p. 449-498). El libro de Milgram ha sido editado por Desclée de Brouwer (1980. El lector español tiene también a su disposición amplias revisiones críticas de todos estos trabajos. Doise ofrece un espléndida consideración del experimento de Sherif en su libro sobre la articula- ción Psicosociológica (1980, véase capítulo III del primer volumen). Fernández Dols y otros (1980) estudian con detalle el paradigma experimental' de Milgram y lo replican con estu- diantes universitarios españoles. También Fernández Dols, analiza el experimento de Asch en una publicación reciente (1985). Nada similar ha ocurrido con el trabajo de Zimbardo. No ha sido traducido al castella- no ni total ni parcialmente. Tampoco ha sido objeto de revisiones críticas en nuestro país. Su presencia en el Tema de Discusión del número 1 de la Revista de Psicología Social servirá para poner fin a esta incomprensible muestra de desidia. Al menos, eso esperamos. Características del experimento El experimento de la prisión de Stanford se llevó a cabo durante el verano de 1971. Debe su nombre al hecho de que «la prisión se construyo en una sección de algo más de diez metros y medio de un pasillo en los sótanos del edificio de Psicología de la Universidad de Stanford. La limitaban dos paredes que habían sido construídas a tal efecto: en una de ellas estaba'instalada la única puerta de entrada al bloque de celdas y en la otra una peque- ña pantalla de observación. Se convirtió un conjunto de salas de laboratorio en tres peque- ñas celdas de 2.10 m. por 3.15 m. poniendo en lugar de las puertas originales otras con ba- rrotes de acero pintados de negro y eliminando todo el mobiliario» .. «Además, en un ala adyacente del edificio se habilitaron varias salas para alojamiento de los guardias..., un dor- mitorio para el Guarda Jefe y el Superintendente y una sala para entrevistas. Detras de la pantalla de observación (ya mencionada)... había un equipo de video y espacio sufiente pa- ra varios observadores» (Zimbardo, 1975, p. 40). Una grabación de video permitió la observación directa y continuada de todas las inte- racciones. Además, se aplicaron cuestionarios, se recogieron escalas de autoinforme y se rea- lizaron entrevistas. Las previsiones iniciales eran que la experiencia durase dos semanas. Sin embargo, la violencia de las conductas observadas aconsejaron interrumpirla tras haber trans- curridos seis días y seis noches. 85 La primera versión del trabajo que hemos encontrado citada se remonta al año de su realización (Zimbardo, 1971). Desde esa fecha hasta 1983 han aparecido en la literatura psi- cosocial, al menos, catorce versiones diferentes que se ofrecen ordenadas al final de esta in- troducción. Esta proliferación de versiones no es muy habitual en Psicología Social y revela tanto el interés que ha despertado el trabajo como la labor de propagación realizada por el propio Zimbardo. Difusión Los espectadores de varias cadenas de Televisión norteamericanas (en concreto, la NBC, la CBS y la ABC) tuvieron la oportunidad de ver partes de las grabaciones de video realiza- das por Zimbardo y sus colaboradores y de escuchar los comentarios del propio autor. Ver- siones breves aparecieron en la prensa: Life (15 de Octubre de 1971), Suplemento del New York Times (8 de Abril de 1973) y varios periódicos de Estados Unidos y Canadá. Invitado por el Congreso de Estados Unidos, Zimbardo informó a un subcomité de investigación de la reforma de las prisiones y actuó como testigo experto en varios juicios, algunos de gran resonancia. Todo ello sin contar otras intervenciones públias en «reuniones nacionales psico- lógicas y científicas, en Cámaras de Comercio, en Facultades de Derecho y en unidades de oficiales de policía» (Zimbardo, 1975, p. 64). La intensidad de la actividad difusora refleja la motivación aplicada de un trabajo que, desde el principio, se había fijado como objetivo la comprensión de la vida en prisión. Y así lo reconocieron Deutsch y Hornstein al incluirlo en su Manual de Psicología Social Apli- cada, advirtiendo, eso sí, que se trataba de una «aproximación a la aplicación.., a través de la investigación» (1975, p. 11). El experimento de la prisión de Stanford es, indudable- mente y antes que otra cosa, una excelente pieza de investigación psicosocial. Y es ahí don- de hay que buscar la razón de la influencia que ha ejercido y sigue ejerciendo sobre la Psico- logía Social. Interpretaciones recibidas Pero si hubiéramos de buscar una característica verdaderamente distinta del trabajo de Zimbardo, la encontraríamos no en su difusión sino en la gran variedad de interpretacones que ha recibido. A continuación destacamos las que nos parecen más significativas. Se ha interpretado: 1) Como un estudio del proceso de desindividuación: antes de realizar el experimento de la prisión de Stanford había publicado Zimbardo un amplio trabajo sobre los anteceden- tes y consecuencias de la desindividuación en el Nebraska Symposium on Motivation (véase Zimbardo, 1970). Han considerado este experimento desde tal óptica los Manuales de Eiser (1980, p. 284-286) y Lamberth (1982, p. 513-514), Reicher en su trabajo sobre la conducta colectiva (1982, p. 59-61) y Mixon en sus acotaciones críticas (1979, p. 162). 2) Como un estudio grupal: Al mismo tiempo que Steiner denunciaba, en una conoci- da publicación, el declive del estudio de los grupos en Psicología Social, saludaba la apari- ción del trabajo de Zimbardo como un síntoma de renovación y fortalecimiento de esta área de investigación (1974, p. 106). En consideraciones similares abunda Backman (1980, p. 176). Baron y Byrne creen que pone de relieve las pautas de influencia dentro del grupo (1977, p. 588-590); Kidder y Stewart piensan que refleja los procesos que se desencadenan cuando existe una distribución desigual de poder entre los grupos (1975, p. 55). Que se trata de un estudio grupal parece ser también evidente para algunos editores de importantes compi- laciones que lo incluyen en su selección: tal es el caso de Rubin (1975) y de Blumberg y otros (1983). 86 3) Como un estudio de la influencia de los roles: el acontecimiento central del experi- mento es la asignación aleatoria de los sujetos a uno de estos dos roles, el de guardia o el de prisionero. Toda la interacción que ocurre dentro del grupo remite a este punto de refe- rencia fundamental y es interpretada por muchos autores como «conducta prescrita de rol». Así, Stephenson considera esta prisión simulada como una institución total (1978, p. 332), Turner afirma que los sujetos ponen en práctica la conducta culturalmente esperable del rol de guardia y del rol de prisionero (1982, p. 33) y Samuel (1976, p. 207) entrevé la cristali- zación de una subcultura carcelaria dentro de la prisión. 4) Como una muestra de la fuerza de la situación: en la «Ecología del Desarrollo Hu- mano» Bronfenbrenner vincula, con toda razón, la influencia del rol con la fuerza de la si- tuación. Sobre este punto, el trabajo de Zimbardo no deja sombra de duda. Por su parte, en la «Anatomía de la destructivdad humana», E. Fromm, a lo largo de dieciocho páginas, trata de ofrecer una serie de razones tendentes a negar la conclusión ge- neral de Zimbardo, a saber, que la violencia de los guardianes y la conducta sumisiva de los prisioneros se debe a la estructuración de la situación experimental (1977, p. 86-104). Comienza Fromm con un reanálisis del experimento que le lleva a concluir que lo que se prueba es justamente lo contrario puesto que no todos los guardias se comportan de ma- nera sádica y cruel (1977, p. 93). Si esta conclusión fuera cierta, ¿qué necesidad habría de seguir argumentando? Sospechamos que Fromm mismo no está muy convencido de su pro- pia conclusión puesto que introduce acto seguido un argumento en contra de la forma en que fueron seleccionados los sujetos experimentales. Considera que al no haberse utilizado técnicas psicoanalíticas han pop-Ido «colarse» entre los sujetos experimentales un número in- determinado de sádicos inconscientes (1977, p. 94). Otro problema que se viene a sumar al anterior es que no establa claro para los sujetos el que pudiesen abandonar el experimen- to si lo deseaban (1977, p. 94-95). Ello a pesar de que todos habían otorgado su consenti- miento al firmar, antes de empezar, un contrato totalmente explícito sobre lo que cabría esperar encontrar en la «prisión» (sobre este punto, véase Zimbardo, 1975, p. 41). Corno no hay peor ciego que el que no quiere ver, Fromm vuelve a la carga argumen- tando, en cuarto lugar, que Zimbardo no ha contrastado sus resultados con los de prisiones reales. Precisamente el experimento simulado se realizó una vez que (y debido a que) las autoridades carcelarias a las que se dirigió Zimbardo le habían denegado el permiso para estudiar la vida de la prisión «in situ». Fromm manifiesta un amplio material relativo a una situación mucho más brutal que las peores prisiones estadounidenses: los campos de con- centración de Hitler» (1977, p. 96). Cuestión de preferencia, naturalmente. Ese «material» adolece de serias limitaciones metodológicas. Los-datos sistemáticos brillan por su ausencia. Los datos anecdóticos, que son los únicos existentes, los extrae Fromm fundamentalmente de relatos autobiográficos como el de B. Bettelheim, pero «las historias de vida ofrecen un material muy rico y es posible encontrar apoyo virtualmente para cualquier hipótesis en la confusión de los detalles disponibles, al mismo tiempo que apoyo para hipótesis completa- mente opuestas entre sí». Esta cita pertenece a un autor tan poco sospechoso de empirismo como Gergen (1982, p. 149). 5) Como un estudio de simulación: Oskamp considera que el experimento de la pri- sión de Stanford es un estudio de simulación al presentar dos características fundamentales: imitar algunos aspectos cruciales de una situación del mundo real (en lo que coincide con ciertos tipos de experimentos convencionales) y hacerlo con el conocimiento y anuencia de las personas que participan como sujetos en la simulación (lo que no ocurre en el experi- mento convencional) (1977, p. 55). Banuazizi y Movahedi escogen este carácter simulado como blanco preferente de sus críticas en un trabajo que no sólo ha sido muy citado sino que encabeza además una anima- da polémica en el volúmen 30 del American Psychologia (véase Banuazizi y Movahedi, 1975, Doyle, 1975, Dejong, 1975, Thayer y Saarni, 1975). En su tesis central afirman que la con- 87 ducta de los sujetos experimentales no obedece a «un ambiente de prisión psicológicamente apremiante» sino a las características de la demanda, reales o percibidas, de la situación ex- perimental (1975, p. 156). En otras palabras, la conducta de los sujetos no remite a la situa- ción creada por Zimbardo sino a los estereotipos sociales del rol de guardia y del rol del prisionero que los medios de comunicación de masas han hecho ubicuos. Como ha sucedido con todas las apelaciones a «características de la demanda», el deseo ha ido más allá de la realidad y las afirmaciones gratuitas han ocupado el lugar de las con- clusiones empíricamente contrastadas. Es cierto que con el fin de apuntalar empíricamente su tesis, Banuazizi y Movahedi describen el procedimiento utilizado en el experimento de la prisión de Stanford a un grupo de sujetos. Es cierto también que tales sujetos, contando sólo con estos escasos datos, consiguen «adivinar» la hipótesis general de experimento en un 81% de los casos y predicen en un 90% que los guardias se comportarán de forma arbi- traria, hostil y opresiva. Pero es sumamente significativo que estos sujetos discrepen fuertemente a la hora de predecir la conducta exhibida por los prisioneros. La razón es muy sencilla: la conducta de los sujetos de la investigación fue cambiando a medida que la investigación progresaba. A la agresión de los guardia respondieron inicialmente los prisioneros con una revuelta que fue aplastada sin contemplaciones. Desde ese momento, la conducta de los prisioneros se caracterizó por una marcada apatía y pasividad mientras que la violencia de los guardianes adquiría caracteres de mayor crueldad. Es el dinamismo del proceso lo que los sujetos de Banuazizi y Movahedi no consiguen «adivinar». La prueba más contundente en contra de las tesis de estos dos autores lo proporciona el trabajo experimental de Lovibond (1975) y Lovibond y otros (1979). Seis grupos indepen- dientes de 10 sujetos voluntarios (4 guardias y 6 prisioneros) que no eran estudiantes univer- sitarios fueron asignados aleatoriamente al rol de guardia o al rol de prisionero y distribui- dos también aleatoriamente en tres condiciones experimentales. Cada condición experimen- tal estaba duplicada: de ahí que el experimento constase de seis grupos. El trabajo se llevó a cabo en la Facultad de Psicología de la Universidad de New South Wales y duró cuatro días enteros. La primera condición experimental (Custodia Estándar) era similar a la de Zimbardo, con ligeras variaciones. La segunda (Custodia Individualizada) se diferenciaba de la primera por el énfasis con que se pedía a los guardianes que diesen un trato digno a los prisioneros. La tercera (Participativa) alentaba la implantación de los prisioneros en la organización de la vida carcelaria. Los resultados obtenidos «apoyan la conclusión fundamental del estudio de Zimbardo y otros en el sentido de que las relaciones de hostilidad y enfrentamiento en la prisión sur- gen primordialmente de la naturaleza del régimen de la prisión y no de las características personales de internos y funcionarios» (Lovibond y otros, 1979, p. 283-285). «A pesar de las reglas que prohibían los malos tratos, se pudo captar una hostilidad constante aunque larvada con enfrentamientos periódicos entre funcionarios e internos» (Lovibond, 1975, p. 12). Algunas conductas reproducían las observadas por Zimbardo en su estudio. Son dignos de mención tres resultados que, en conjunto, desmienten de forma rotunda la tesis de Ba- nuazizi y Movahedi: «a) existió una continuidad entre la conducta de los sujetos en condi- ciones de vigilancia y la que manifestaban cuando estaban solos; b) la conducta relevante de rol se mantenía en situaciones no relacionadas con el rol; c) los participantes mostraron un alto grado de implicación» (Lovibond, 1975, p. 12). Ahora bien, despejadas las dudas que levanta el artículo de Banuazizi y Movahedi, es preciso admitir con Lovibond que la validez de una simulación como la utilizada por Zim- bardo sólo se consigue cuando se satisfacen estas tres condiciones: 1) se establece una línea de base que refleje las características estructurales esenciales de una situación de la vida real; 2) se determina qué cambio en las condiciones de la línea de base produce efectos de signi- 88 ficación psicológica; 3) se demuestra que los mismos cambios producen efectos similares en la correspondiente situación de la vida real. El trabajo de Zimbardo se queda en el primer nivel. El de Lovibond pasa al segundo puesto que crea unas condiciones que dan lugar a la aparición de los fenómenos cuyas diferencias respectivas interesa estudiar. Queda todavía por dar el tercer paso. Además de la polémica ya mencionada en el volumen 30 del A m erican Psy chologict, el carácter simulado del trabajo de Zimbardo volvió a protagonizar otra en el volumen 3, número 3 del Personality and S ocial Psy chology B ulletin de 1977, si bien no de forma exclu- siva. Los trabajos que hacen alusión al experimentó de la prisión de Stanford en el marco de la discusión sobre el uso de la técnica del desempeño de roles en la experimentación son los siguientes: Alexander y Scriven (1977), Hendrick (1977), Mixon (1977), Movahedi (1977), Krupat (1977) y Bacon (1977). Finalmente Ginsburg (1979) propone el trabajo de Zimbardo como un ejemplo del impacto psicológico que se puede ejercer a través del uso de dicha técnica. 6) Como investigación aplicada: En el primer manual de Psicología Social Aplicada, cronológicamente hablando, presenta Zimbardo su trabajo de forma detallada. Deutsch, uno de los editores del manual, manifiesta que su inclusión es totalmente lógica puesto que es un trabajo de investigación básica orientado hacia la comprensión de problemas so- ciales (1975, P. 11). Según Hollander, «sus resultados no responden directamente a una sola pregunta sino que constituyen una aportación a una mayor comprensión de. los roles institu- cionales. Se pueden conceptuar las demostraciones de esta índole como una contribución a la elevación del nivel de conciencia» (1978, p. 2-3). Finalmente, Saxe selecciona el estudio de Zimbardo como el ejemplo de investigación psicosocial más importante externamente del período que va de 1970 a 1980. Es posible también «que exista una gran diferencia entre la investigación popular y la significativa» pero pese a ello «no está claro que tal distinción tenga sentido». Es estudio «tiene relevancia aplicada porque mostró a los individuos, tanto dentro como fuera de la Psicología, nuevas formas de enfocar los problemas sociales» y por- que «ilustra la potencialidad de la Psicología Social» (Saxe, 1983, p. 240). 7) El punto de vista de Zimbardo: Afortunadamente contamos con las opiniones emi- tidas por el propio Zimbardo sobre su trabajo con el distanciamiento que proporciona el paso del tiempo. Nos referimos a la conversación que mantuvo con Evans y que aparece re- producida en el libro de éste (1980). Reconoce Zimbardo que comenzó «a pensar en la pri- sión como la circunstancia desinv idualiz adora más importante» (1980, p. 206) y que se con- sigue la desindividualización «cuando la responsabilidad social se diluye en el grupo» (1980, p. 206). «Al asignar aleatoriamente los roles de prisionero y de guardia (se eliminan) todas las así llamadas explicaciones disposicionales de la patología carcelaria» (1980, p. (21 -9). En realidad, lo que se hizo «fue poner a unas buenas personas en una mala situación y la situa- ción ganó» (1980, p. 207). Para ello se trató «de sim ular un ambiente de prisión.., buscando recrear el aspecto cognitivo (de la experiencia de encarcelamiento) en los sujetos» (1980, p. 206) pero se reconoce al mismo tiempo que la interacción entre guardias y prisioneros se produce libremente puesto que los experimentadores se abstienen de intervenir en ella cuando el experimento está en marcha. Por último, la carga aplicada del trabajo la admite Zimbar- do al manifestar que el experimento de la prisión de Stanford plantea la «cuestión más cru- cial y crítica de la relación entre la investigación y el cam bio social» (1980, p. 209, todos los subrayados añadidos). La prisión de Stanford y los «roles» como contextos del desarrollo humano. El mejor y má ajustado resumen del experimento de Zimbardo que existe en la litera- tura psicosocial es, en nuestra opinión, el que ofrece Bronfenbrenner en su obra de 1979. Tras descartar las críticas «a la Banuazizi y Movahedi», considera este autor que los resultados 89 obtenidos por Zimbardo proporcionan una evidencia «inequívoca» del influjo del ambiente de la prisión en la producción de los efectos observados (1979, p. 90). Existen unos cambios secuenciales en la conducta y estado emocional de los sujetos a lo largo del tiempo, especial- mente apreciables en los prisioneros. Adviértase que para éstos no existían expectativas con- sistentes de rol. Sin embargo, el desarrollo temporal que manifiesta su conducta encaja en el esquema interpretativo ofrecido por los investigadores. La línea de interpretación de Bronfenbrenner es la siguiente: «el factor crítico en el ex- perimento fue la creación de una relación de poder entre guardia y prisionero con una san- ción social implícita, una relación que luego prosiguió su propia dinámica inexorable» (1979, p. 91). Destacan aquí tres elementos: a) la legitimación del rol, que se consigue al ubicar el rol en el contexto de instituciones firmemente establecidas en la sociedad: en este caso concreto son el sistema de prisiones y la universidad; b) el hecho de que los guardias estu- viesen investidos de autoridad legítima; c) la aceptación, por parte de los prisioneros, del rol sumisivo y deshumanizado que definen para ellos la conducta de los guardias (1979, p. 91-92). Condusión El experimento de Zimbardo no responde a los cánones más estrictos de la metodolo- gía psicosocial al uso. El procedimiento utilizado es deliberadamente complejo, no sólo por lo elaborado del escenario, la continua mezcla de elementos simbólicos y reales, su larga duración, la amplia gama de conductas observadas y registradas sino, fundamen- talmente, por la libertad de acción que concede a los sujetos experimentales. Un mayor control experimental, una manipulación de variables más simple y directa habría producido resultados de más sencilla interpretación. Pero las relaciones de poder son, en sí mismas, complejas e intríncadas y si en lugar de reflejarse en un espejo plano se filtran a través de un prima irregural revelan sus ocultos perfiles y matices. La premisa más importante es, según suele decirse, la que no se menciona. Y, hasta el momento, nada se ha dicho de la decisión de los experimentadores de poner fin abrupta- mente a la experiencia cuando ésta parecía entrar en un callejón de difícil salida. Es muy estrecho el paralelismo con el final de la comedia latina en la cual el «deus ex machina», viniendo desde fuera (o, para ser más exacto, bajando desde lo alto), irrumpía en escena para restaurar una pérdida y no vislumbrada armonía entre los verdaderos protagonistas. Según parece, los sujetos experimentales son activos, después de todo. Los comentarios corren a cargo, en esta ocasión, de un psicólogo social, un profesor de Etica y un sociólogo especializado en instituciones carcelarias. Un ex-interno que pidió que se respetara su anonimato, estimulado por la lectura del presente trabajo, puso por escrito los recuerdo de su propia experiencia en prisión. VERSIONES DEL EXPERIMENTO DE LA PRISION DE STANFORD Haney, C., Banks, W.C. y Zimbardo, P.G., (Sin fecha). Interpersonal dynamics in a simulated prison, Palo Alto, Stanford Univ. Mimeo. Citado por Kidder y Stewart, p. 55 (véase referencias bibliográficas). 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